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Full text of "Tratado de las enfermedades de la piel: seguido del formulario del célebre ..."

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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE 




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EniíDADis DE lám; 



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SEGUIDO 

DEL FORHU|.Xltfe«^l^ÉlEllkE DERJIATÓLOGO BlETT , Y DE\a |SPU- 

CACION DE LAS LÁMINAS DE ^HIBERT, DEÍ GABINETE DERMATOLÓGICO^ 

DE LA FACULTAD DE MEDICINA PE LA UNIVERSIDAD DE MADRID. 



POR ^ 



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ni. 3uan anciano Mnmúa; 



Doctor m Medicina y Cirujía , ^i^sor xOnicp de la Facultad de Madrid^ 
é individuo (Jfl.<)anVts i^(ktháade9 «ien^ipcas^ y literarias. 



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Imprenta de ta Compañiade Impresores y Libreros del Reino. 
1848. 



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AL SEÑOR DON FRANCISCO LUCIANO DE MDRRIETA, 

mi il«9 ni «esaB4« yadre. 

^yét (áíucaic^ e<f^a avia ucn^/i/a €€n aete^ ^nuu ^ia/a 
a m,4 c&iaXan: a/ éoy auimr ac mt /lOJoaa y Ácii^enH, 
y Áá^ eua nk€ aiíi/4^€íf/ <^ia eíci^ia. C¡^/í<¡f€ie ac C€e/a m- 
cacnar et aué^ (^ fm iecono'e^míe^í/a, y canceaeio^f /íUa(ki 
c/fa<f (á /e/macuí n ^cíi/uia, ae/'4/o^ a üeie<fúa<^ vú/ecae^j 



Vuestro reconocido sobrino, 



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PROLOGO^ _, _^ 

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XJa ampliación que han sufrido las clínicas de las escue- 
las del reino , comprendiendo en ellas las especiales; la fun- 
dación de un gabinefe dermatológico en la Facultad de Me- 
dicina de esta Corte; la necesidad sentida de un libro que 
reúna los elementos necesarios para estudiar con provecho 
las variadas y numerosas afecciones del sistema dermoideo; 
y finalmente f el deseo vehemente de nuestra juventud de 
instruirse en todos los ramos que abraza el importante es- 
tudio de la medicina^ han sido los móviles que nos han im- 
pulsado á redactar esta obra^ persuadidos que en ello pres- 
tamos un servicio á los alumnos. 

Colocados por espacio de cuatro años en el vasto teatro 
del hospital de San Luis de París , hemos estudiado deteni- 
damente y con predilección las afecciones cutáneas en que 
abunda^ y á cuyas clínicas pertenecen todos los materiales 
que poseemos para escribir este libro. Inútil nos parece en- 
comiar la importancia del estudio de enfermedades tan des- 
cuidadas por otra parte en nuestro pais , pues basta diri- 
gir una mirada sobre tantos desgraciados^ que afectados 
de rebeldes y repugnantes erupciones, arrastran una vida 
llena de penalidades , buscando por do quiera el remedio 
que los libre de ellas , siquiera fuesen necesarios los mayo- 



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IV 

res sacrificios para conseguirlo , para convencer aun al mas 
escéptico , de que nada encierra el gran libro de la medicina 
que merezca el abandono con que hasta el dia se han mira- 
do algunos de sus ramos. Pero este abandono, ¿nace de la 
dificuUad que existe de curar estas dolencias , de la poca im^ 
porlancia de su diagnóstico y pronóstico , y de la falta de 
medios terapéuticos para combatirlas? De ningún modo; 
pues si examinamos cada uno de estos puntos , fácilmente 
nos convenceremos que desde la aparición de los trabajos de 
Willan , Bateman , Aliberí y Biett , la patología cutánea se 
ha perfeccionado tanto , cuanto lo han permitido los cotia- 
cimientos anatómicos y fisiológicos que poseemos de la es- 
tructura y funciones del sistema dermoideo ; y por otra par- 
te ^ ¿podría ser nunca indiferente para el práctico conocer 
los caracteres que distinguen el eccema de la sarna , el pór- 
rigo de las Uamadas pseudo-tiñas , las sifílides de las demás 
erupciones no especificas, y los medios terapéuticos podero- 
sos de que dispone la ciencia para combatir ventajosamente 
estas diversas afecciones? ¿Será el pronóstico igual en el 
lupus, en el psoriasis , en el eccema » etc? Y si no conoce- 
mos estos caracteres, ¿cómo podríamos aplicar á cada una 
de estas enfermedades el tratamiento que reclaman, según las 
causas que las han dado origen , sitio que ocupan, com- 
plicaciones que las acompañan etc.? ¿Por ventura no habre- 
mos de salir del empirismo rutinario , y estaremos conde- 
nados á conservar siempre la palabra sacramental herpe 
que hasta el dia ha sido compañera inseparable de la de 
aguas sulfurosas? 

Felizmente el Gobierno ha comprendido la importancia 
de la observación en medicina; y como quiera que esta no 
puede ponerse en práctica del modo conveniente sino en 
las cUnicas^ ha creado las especialidades que tan necesarias 



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V 

son si la meáicina española ha de llegar eUgun dia á de- 
sechur la tutela en que la tienen las escuelas alemana y 
francesa. Somos tanto mas partidarios de las espeeiaU'^ 
dudes , manto que creemos que los adelantos que ha sufrí'- 
do la ciencia de curar son d^dos á eltas y á la asiduidad 
con que los alemanes y franceses las han cultivado : mucho 
podriamos añadir á estas reflexiones , si la eeperíenda con 
su falto incontro^rtible no hubiese ya inclinado la balanza 
y decidido las pretensiones de los llamados eneicU^edisttu. 

Forzoso nos es en nombre del profesorado español ín- 
butar aqui la alabanza debida al Excmo. Sr. D. Pedro 
José Pidal por haber elevado el magisíerío á la cdtura que 
ocupara tiempo há en otros punios de Europa; pues la 
abolición de la ruiinaria é incompleta educación que laju^ 
venttid española recibiera hasia su aparición en el Gobier* 
no^ y el estado brillante en que esta se enciAentra^ son obra 
suya : por lo que todo amante de su pais debe gloriarse de 
que eoci^tan aun en nuestro desgraciado suelo hombres dig- 
nos de los, tiempos que ya fueron. 

La ampliación de las clinicas de esta Facultad abre 
una nueva era á sus alumnos ; y nosotros que profesamos 
el principio de que el médico se forma en dios y en los anfi- 
teatros anatómicos , alabamos la constancia é inteligencia del 
digno Director de Estudios el limo. Sr. D. Antonio Gil y 
Zarate^ y la del sabio profesor D. Maleo Seoane^ el que como 
Consejero de Instrucción pública ha demostrado en las ins- 
trucciones generales de clínica, que la medicina española le es 
deudora del primer puesto en las filas del progreso cien- 
tífico. Nuestro libro está redactado con el objeto de que pue- 
da ser útil á los alumnos , y de modo que estudien con fru- 
to las láminas del Dr. Félix Thiberty que componen el ga- 
binete dermatológico de la Facultad; pues que la clasifica- 



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don que hemos adoptado es la de Willan , perfeccionada 
por Bietí , que es la seguida también por el mencionado 
Tkiberty sin que nos hagamos ilusiones respecto á las faltas 
de que adolece , como todas las que conocemos hasta el dia^ 
pero que en el estado actual de la ciencia nos parece la 
mas admisible y menos defectuosa. 

Como hemos espuesto anteriormente nuestro trabajo 
es el resultado de los apuntes que poseemos de las leccio- 
nes clinicas de los célebres dermatólogos nuestros maestros 
Cazenave, Gibert, Devergie y Helmerich^ y también de las 
obras deLorry, Willan, Bateman, /. Franck , Alibert^ 
Rayer, Bietty y de nuestro compatriota Casal. 

Si nuestros buenos deseos en favor de la medicina espa^ 
ñola y de los alumnos de las escuelas hacen olvidar los de- 
fectos de que nuestro libro pueda adolecer , se habrá cum- 
plido nuestro objeto , que consiste tan solo en despertar la 
atención de los sabios profesores con que se honra la medid- 
na española, dándonos por recompensados con la indul- 
gencia que pudieran dispensarnos. 



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INTRODUCCIÓN. 



JjAs enfermedades de la piel han permaneció por 

lai^a tiempo envueltas en la mayor oscuridad , y esto 
parece tanto mas estrafío cuanto que los fenómenos 
que las caracterizan se presentan constantemente á la 
vista del práctico observador, ¿Pero esta oscuridad no 
podria esplicarse por la facilidad con que se comprueba 
la existencia de estas enfermedades, por la multipli- 
cidad de variedades con que aparecen, que por otra 
parte no han servido mas que para sobrecargar la 
dencia? ¿Y podria ser de otro moda cuando se des- 
cribía la historia de las mismas enfermedades que se 
observaban en diferentes estados como afecciones di- 
ferentes, según que se las incluía en tal ó cual cla- 
sificación, por lo oomun vii^sa, ó cuando se las re- 
copilaba sin orden ni método? 

En la nomenclatura de las afecciones cutáneas los 
autores se han servido de diversos términos genéricos 
empleados eo ^eas diferentes, tales como los de kpruy 
mjupeim herpi^im etc.: esta última deDominacíon- h^ 



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vm 

prevalecido por largo tiempo entre el vulgo para de- 
signar una parle de estas afecciones ; pero creemos que 
esta palabra debe desterrarse del lenguage médico , por 
ser una denominación vaga, que se aplica á todo, y 
que por consiguiente nada significa ; siguiendo de este 
modo el ejemplo de los dermatólogos ingleses , que han 
desechado también la palabras vagas scurvy y leprosy, 
sinónimas de herpes y de lepra. Las afecciones cutá- 
neas eran conocidas de los antiguos, y muy comun- 
mente entre los egipcios y griegos, y los nombres 
aplicados por Hipócrates á estas enfermedades son ad- 
mitidos aun en la tecnología médica , aunque nos sea 
imposible designar en la actualidad con exactitud los 
nombres respectivos que Hipócrates dio á cada una de 
estas enfermedades. Sin embargo , creemos que guiáur 
dose por la significación pura y simple de estos nom-r 
bres en la lengua primitiva, se obtendrán resultados 
ventajosos y exactos. 

Hipócrates describe las enfermedades cutáneas coa 
las diversas denominaciones de MTfdL, de 4<»p* y de 
hn^itnf. (Lib. de affec. sect. 3. Praenot. et alibi pass), 
y las otras palabras de que también se; sirve, son las 
de «f«p9»ii>tfiCT«, de ept/tn^eAfltr y de '^rüpor flcj'piK. (Liber 3. 
Epid.) que las aplica á las erupcionea cutáneas aeom-^ 
panadas de otras^ enfermedades graves. 

Las afecciones están evidentemente designadas por 
Hipócrates con los nombres de x^^rp* y de 4»p«, tos que 
comprenden todas^ las formas que desoribiremos -coa los 
nombres de lepra, de psoriasis, de pitiriasis y de 
ictiosis. 

La falahm asperitas parece haber sido aplicada 
por Hipócrates y los autores griegos, á uaa ioaultitiid 
éé erupciones dtfereiMe» acompañadas de prurito , y con 



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IX 

especialidad al prurigo y lichen; pero nada se encuen- 
tra en las obras de Hipócrates ni en las de los oUos 
autores , que pruebe que con la palabra 4<»p* que- 
rian designar especialmente la sarna, Mr. Dezeinie- 
ris en un acticulo interesante sobre la historia de 
la sarna, (Dict. de naed. 2.* edit. sarna), dice que 
esta enfermedad era conocida de los griegos; y para 
apoyar su opinión se funda en el párrafo siguiente de ' 
Aristóteles : 

«Cur á tabe et lippitudine, et scabie (46>p5t) ca- 
»piuntur , qui appropinquarint ; ab aqua antera in- 
*tercute , aut febre , aut stupore attonito , aut ali- 
»qúo ex numero caeterorum malorum capi nequeuut. 
»(Probl. sect. 7.)» 

La respuesta de Aristóteles es digna de atención. 
•Sed scabies (46>p«^) magis quam lepra, cseteraque vi- 
ítia generis ejusdem, afficere potest; quoniam per sum- 
»raa eorporis errat, et humore manat glutinoso: genus 
>namque prurientium omne tabe est. Itaque idipsum 
jquia per summa oritur glutinosumque est, nimirum 
*id circo attingere potest: caetera nequeunt, vel quia 
ísempeí- summa proveniunt, vel. quia persistere suam 
»obsiccitatem non possunt, quamvis per summam au- 
»tem oriantur. (Aristóteles, Probl. sect. Vil, Probl. 8., 
»t. IV. Ed. de Duval.) » Estas palabras hacen relación 
al contagio , peix) no á la sarria. Por otra parte no 
comprendenK)S por qué Mr. Dezeimeris se apoya, para 
corroborar su opinión , en las palabras siguientes de 
Pablo Eginio y de Actuario, « Uterque affectuS'(/^ra 
»eí scabies) cutis aspritudo est cum pruritu , in qua 
*corpus absumitur coUiquaturque , originem ex njelan- 
»ch€dioo humore trahens ; sed lepra alíam cutera or- 
•bicuktim depascitur, et pisciutn modo squamuJas,eT5^ 



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>se remittit; scabies vero summa infestat potius, varíe 
» figúrala furfiiraceaque remittit. (PaUo Eginio , ti- 
mbro IV, cap. II. )f Las palabras de Actuario no están tan 
claras como las de Aristóteles. cMinus post elephan- 
»lem mala est ^expa, cui scabies et huic impetigines 
•succedunt : sed lepra altius descendit et orbicularía 
texanthemata facit , et carnis quasdam colliquationes, 
•ac Ae:ri/flcr ( hoc cst squamulas) remittit, unde etiam 
>nomen adepta est. Non ita profunde scabies (4«p«) 
•penetrat, et variis figuris insignitur, nec furfuracea 
•corpuscula rejicit. Lepram melancholicus succus com- 
»committit; sed scabiem varii humores, earumque va- 
»rifie misulae constituunt. Gommunis utrique est cutis 
•asperitas et prurítus. (Actuarius, med. , sive method. 
•medend. , lib. II. , cap. II.) t Los párrafos de las obras 
de Plutarco y de Luciano hacen referencia principal- 
mente á la picazón violenta que caracteriza la 4«f«, 
y al placer que esperimentan los enfermos en un prin- 
cipio cuando se rascan , que se convierte mas addante 
en un martirio insoportable ; pero estos caracteres pue- 
den aplicarse tanto al lichen como al prurigo : por otra 
parte ¿no está probado que algunos desgraciados aco- 
metidos de esta última afección han puesto fin á su vida 
por medio del suicidio, á causa del insoportable pru- 
rito que les producía? Creemos que la sarna era co- 
nocida de los griegos , pero la confundían con otras 
enfermedades de la piel en que el prurito predomina- 
ba, sin que jamas hubiese sido designada particular- 
mente con la palabra -^fa. Entre estos la palabra 
4<»pflc , á la que anadian el adjetivo t^noJ^ní^ , ulcerado, 
(4a'p«( i?^itaS'iifj scabies ulceratá), era aplicada á las afec- 
ciones cutáneas, acompañada de la secreción de un 
humor mas 6 menos abundante ; y estas afecciones que 



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XI 

han sido designadas por algunos autores franceses con 
el nombre de herpe vivo, abrazan muchas variedades 
en la clasiñcacion que reina en la actualidad , taled 
como el lichen agrius, el eccema, impétigo etc. 

La palabra 4<»p« unida á la voz Ae^p* empleada 
como adjetivo (^-c^f^ot mt^ol, scabies squammosa), servia 
para designar las enfermedades cutáneas acompaña- 
das de picazón sin secreción de liquido alguno , las que 
posteriormente se han conocido con el nombre de herpes 
secos (iEtius, tetr. IV, serm. 1, cap. 650). 

Hipócrates hace mención repetidas veces de ciertas 
erupciones, que designa con el nombre genérico de 
Mi-^^nvtfy pero sin indicar sus formas características. 
(Ub. 3, ad Eunap: cap. 57, et lib. 5, k<«t« To^^r, 
lib. 2, npoppMTi;coy , et lib. nepi rraW. 

Algunos autores creen que con este nombre Hipó* 
orates designaba el impétigo ; pero la opinión general- 
mente admitida , que es también la de Lorry , es que 
designaba con esta palabra una afección acompañada de 
descamación del epidermis, de la que hace mención Lor- 
ry con el nombre de herpe farináceo (psoriasis pitiriasis). 
(Lorry, de morbis cut. , p. 145). 

Estas tres clases de afecciones cutáneas xe^pací , 4<»p«' 
y MtKnvtf^ son casi las únicas que Hipócrates conoció, 
considerándolas como periodos diferentes de una misma 
enfermedad j de la que ^etxnvef seria la variedad mas be- 
nigna , y la Ag-rpac la mas grave. 

Los autores modernos han conservado otros términos 
empleados por Hipócrates en un sentido casi igual , y 
son los de e^ctvÍHfjLet (de que deriva la voz ecsantema), 
de t^víriTnKetf (de fp«t/9g», enrojecer, y ^exAac, la piel), 
y de ifTMf. El primero era un término genérico que 
servia para designar toda enfermedad eruptiva. (Lib. 3, 



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XII 

Ejíitl. ) El sentido de la palabra i^uriTihcií es el 
que los modernos le asignan ; pero es difícil indicar 
de un modo cierlo la afección de la piel , á que Hi- 
pócrates consagra' la voz i^-^n^ ( de ef^eiy , arrastrar), 
aunque parece haber sido aplicada á afecciones cutáneas 
de diferente naturaleza , que presentan todas un fenó- 
meno igual, á saber : el de trazar en la piel unas figu- 
ras mas ó menos irregulares , como por ejemplo el or- 
den de los herpes , el que en nuestra clasificación pre- 
senta igualmente esta particularidad , como el zoster, 
herpes iris y circinatus , los que forman líneas bien 
marcadas de formas diversas , y ciertas variedades del 
lidien, eccema^ impétigo y lepra, Lorry cree que la pala- 
bra epxifí- era sinónima entre los griegos de nuestro 
herpe , y que servia para designar una afección cutá- 
nea poco profunda, que se estendia por la superficie de 
la piel sin dejar la menor impresión , y que invadía las 
partes ilesas, abandonando á la vez las afectadas primiti- 
vamente. 

Pablo Eginio admite dos variedades de íj-t'^^í una 
miliar (^«^XP**^) Y ^''^^ ulcerada (í<j-9io//íyof); (Pablo Egi- 
nio, lib. 14); y Galeno otra tercera llamada herpe vesi^ 
enloso (ifTTH^ (phvKTctiveúS'n',), La palabra herpes ha sido con- 
servada por algunos autores como Sauvages y J. Frank, 
los que la usan como voz genérica en las afecciones cu- 
táneas en general ; 'y el último autor prefiere la divi- 
sión de estas enfermedades de Galeno á las demás , el 
que como acabamos de decir, admitía tres variedades 
de afecciones herpéticas , que son la miliar , la vesicu- 
losa^ y la ulcerosa. Hipócrates no ha dicho nada del 
pórrigo; pero sin embargo, hace mención con la pala*- 
bra^iTup«/€if , de ciertas erupciones farináceas, al hablar 
de algunas enfermedades agudas (Epidem. 2). También 



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XIII 

ha sido empleada por el mismo la voz mivfj.ct ( índottv , 
obrar violentamente ), para indicar las erupciones que 
forman elevaciones y pústulas : y algunos autores como 
Fcrnel, Pareo, Vidus Vídius, Sennert, etc., han ase- 
gurado que Hipócrates se referia á la viruela, y que la 
palabra í^cív^íiikuta del mismo autor , se aplicaba al sor- 
rampion y escarlatina; pero nosotros creemos esta opi- 
nión infundada , pues el oráculo de la medicina no pu- 
do confundir con otras enfermedades una afección tan 
marcada como lo es la viruela. Hipócrates hace mención 
también de las pústulas con la palabra (p^y^laeimi, de 
t;/c6)ít y de woiJLtpoi , y Celso la aplica á toda elevación 
llena de liquido y á toda eminencia de la piel «qu® ex 
turtica, vel ex sudore naspuntur». 

Con el nombre de ex^e/^ic Ecio hace mención de 
ciertas erupciones acompañadas de calor y dolor que 
cubren casi totalmente la superficie del cuerpo. (iEtius, 
tetrab. IV, serm. 1, cap. 128), y Pablo Eginio lla- 
ma también con este nombre , é igualmente con los de 
ejt^e^flCTflc, y de 7rtf>tQífTucirct^ las erupciones compues- 
tas de pápulas (citra saniem). 

Con los nombres de tíA<po$- , de (j^íkól^ , y de Mv/.n^ 
Hipócrates designa las enferínedades en que la piel 
muda de color y pierde su sensibilidad, al mismo 
tiempo que los cabellos encanecen y se desprenden ; y 
el fragmento siguiente debido á Archigenes , que ha si- 
do conservado por Ecio , probará las relaciones que los 
griegos establecían entre la mvkvi y las enfermeda- 
des escamosas que designaban con el nombre genérico 
de ht'TTfxi: «Diífert lepra a leucae et alpho, vitiliginis 
•speciebus, in eo quod lepra áspera sit ad contactum 
»et pruritum locorum inducat ; cutis enim sola est quae 
*affecta est et excoriata cute, caro subjecta sana repe- 



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XIV 

íritur. In leucae vero subjecta cuti caro' tota per profun- 
»dum transmütata est ad albidiorem colorem et superfi- 
»cies affecti loci tevissima est, et confricta citius lubes- 
»cit, praesertim in iis qui facile curan tur. At vero al- 
tphos in superficie haeret et veluti squamma cuti aífixus 
»est, Caeterum á scabie differt lepra, quod in scabie qui- 
»dem furfuracea quaedam cuti inhaerentia apparént, in 
»lepra vero quaedam veluti magnorum piscium'squam- 
iraae. Differt ver6 lepra ab impetigine feroci, eo quod 
>impetigo orbicülatim semper proserpat, lepra vero non 
>ita , nec eodem modo.» (Tetrab. IV, serm. 1, 
cap. 134.) Sin embargo, Pablo Eginio que trata al 
mismo tiempo de xg^fí* y de 4«piflCírií-, señala por el 
contrario la forma orbicular de mt^a como un carác- 
ter distintivo de esta afección. «Aexpa per profun- 
•ditatem corporum cutem depascitur orbiculatiore mo- 
»do, et squammas piscium squammis símiles dimittit 
»4<»f« aütem magis in superficie haeret et varíe figurata 
ícsti, etc.» (Pablo Eginio, lib. IV, cap. 1, De lepra et 
psora. ) 

Los sucesores de Hipócrates han añadido muy poco 
á los conocimientos que este tenia de las afecciones cu- 
táneas, y sus comentarios han servido por lo general 
para aumentar la confusión que reinaba en estas afec- 
ciones. 

En la época de Celso, que escribió en el reinado de 
Tiberio , se aumentó la nomenclatura de las enfermeda- 
des cutáneas con los nombres de impétigo^ de pápulcBj de 
pústiUcB , de scabies , de pórrigo j de sicosis , de varí , de 
vitíligo, etc. La palabra impétigo fue empleada primera- 
mente por Plinio para señalar las erupciones que ocu- 
paban principalmente la cara. Celso admite cuatro es- 
pecies de impétigo , las que son mas bien diferentes gra- 



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dos de la misma enfermedad que especies diversas ; y 
según el mismo autor la primera es pustulosa y produ- 
ce ulceraciones ; la segunda es papulosa, y está acompa- 
ñada de una rubicundez intensa, por lo que la da el 
nombre de rubra; la tercera es mas grave, ataca mas 
profundamente los tejidos, y el color de las costras que 
forma es negro , nigrce cognomen esí ; y la cuarta espe- 
cie , que según el autor es incurable j es de color blan- 
quizco, etc. La descripción de esta última variedad pa- 
rece hacer relación al psoriaás inveteróla de nuestras 
clasificaciones modernas. 

La palabra jxipu/ei? (de pápula, botón de planta) ha 
sido empleada primero por Celio Aureliano (Tarb. 21) 
el que dice, hablando de los medicamentos rubefacien- 
tes: tAdmovenda illa emplastra quce corpus valeant pch- 
^pulare. » Virgilio se sirve también de la palabra papú- 
Ice (lib. 5, Georg. ) ardentes populas. Celso distingue 
dos clases de pápulas. «Altera est in qua per minimas 
> pústulas cutis exasperatur et rubet, liviterque rodi- 
»tur, etc.; altera autem est quam Ay^iAy, id est^ feram, 
igrseci appellant.» 

Este autor no establece una distinción entre lasjpo- 
pulcB y las pustuke ; pero en la descripción que hace de 
estas últimas , habla del liquido que contienen, mientras 
que nada dice de esto al tratar de las pápulas ; ademas 
divide las pústulas en tres variedades, y compara la 
primera á la afección que los griegos llamaban t^ctvdnuetTa 
y á la que aplicaban el nombre de (pkvktaívslí t?.jcaJ'u( 
cuando una vez abiertas las pústulas producían ulcera- 
ciones; la segunda, según el mismo :» el (pkv^oLMov de los 
griegos; y la tercera variedad , que es la mas grave , ha 
recibido el nombre de íTtvuKTtf (Cels. lib. V, sec. 14). 
Este mismo autor distingue dos especies de favi (fjLtihtKnfiet 



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XVI 

de los griegos), que no difieren, según él, mas que^or el 
volumen mayor ó menor de las pústulas, siendo el asien- 
to de esta afección los tegumentos del cráneo. (Cels. 
lib. V, cap. 18.) Por Achares entiende Celso una varie- 
dad de pústulas que ocupan la cabeza y que difieren de 
las del favi por su menor volumen; asi pues , según este 
autor, las dos variedades de pústulas faviy achares se di^ 
ferencian por la naturaleza del líquido que encierran y 
por su volumen . 

La opinión de, Mr. Biett es que la palabra favi era 
aplicada , según todas las probabilidades , á la afección 
que describimos en esta obra con el nombre de pórrigo 
(tina favosa). Celso usa la palabra pdm^ para designar 
diversas afecciones de los tegumentos del cráneo , que 
van ó no acompañadas de la secreción de un líquido. 
«Pórrigo est ubi inter pilos quaedam quasi squammulae 
»surgunt, caque in cute resol vuntur et interdum ma- 
»dunt, multo saepius siccse sunt, idque evenit, modo 
ísine ulcere, modo exulcérate loco.» (Celso, lib. VI, 
cap. 1,2.) 

Posteriormente los autores han hablado de esta mis- 
ma enfermedad con los nombres diversos de pitiriasis ca- 
pitis , de scabies capitis , de crmtea láctea ^ de tinea , de 
alopecia y etc. 

Se ha admitido generalmente que la palabra scabies, 
usada por Celso y por los latinos , hacia referencia á la 
sarna; mas lo que dice este respecto de ella, podría 
aplicarse igualmente á otras afecciones cutáneas, pues 
no hace mención de su carácter contagioso en las pala- 
bras siguientes: «scabies vero est durior cutis, rubicun- 
»da, ex qua pustulae oriuntur, quaedam humidiores, 
» quaedam sicciores, exit ex quibusdam sanies, fitque ex 
»his continuatis exulceratio pruriens, serpitque in qui- 



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xvn 

«Imsdain cito. Atque in alus ({uidein ex tetó desinit^ in 
•alus vero certo tempore anni revertitur. Quo asperíor 
test^ quoque pnirit magis, eo difficilias toliitur: ita- 
tque eam quse talis est dy^iav (id est feram) graeci 
«appellant.'' Estas palabras están escritas de un modo 
que desdice dé la claridad y elegancia con que Celso 
acostumbraba espresar sus conceptos » por lo que duda- 
mos si realmente este autor conoció la sarna. Los párra< 
fos de los autores latinos citados por Dezeimeris prue-^ 
ban de un modo evidente que la scabies de los romanos 
era una enfermedad común entre ellos , y muy conoci- 
da ; pues Quinto Curcio reñere de un modo sucinto lá 
enfermedad, su naturaleza y el remedio para comba- 
tirla, escabies corpora invasit et contágium morbi etiam 
iin alios vulgatum. Oleum remedium fuit.» (Quinto 
Curcio, Hist. , lib. IX, cap. 10.) Asi pues, cree- 
mos que los romanos conocieron la sama > pero que no 
supieron distinguirla , como lo han hecho los modernos, 
de las demás afecciones cutáneas. 

La sicosis parece haber sido en tiempo de Plinio una 
afección muy grave entre los romanos; y este autor re- 
fiere que un caballero del mismo pais la importó del 
Asia y la trasmitió por medio del contagio á diferentes 
habitantes de. Roma, de los que se propagó á la mayor 
parte de la población ; y Celso habla de la enfermedad 
en los términos siguientes: cEst etiam ulcüs, quod a fiel 
y^imilitudine (ruKtutnc á graecis nominatur. Caro ex- 
tcíescit, et id quidem genérale est. Sub eo vero dti« 
tSpecies sunt. Alterum ulcus durum et rotundum est: 
•alterum humidum etinaequále. Ex duró exiguum quid- 
>dam el glutinosum exit: ex húmido plus, et mali odo- 
>ris. Fit utrum que in iis partibus que pilis contegun- 
»tur, sed id quidem quod callosum et rotundum est„ 



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XVUI 

» máxime in barba, id vero quod humidum f^rsBcipue 
fin capillo.» (Celso, lib. VI, cap. 1,3.) 

Este mismo autor habla con el nombre de vari de 
ciertas afecciones de la cara , que cree no merecen la 
atención del médico. Ecio hace mención de las miañas 
con el nombre de ctKfxnv ó eLuvnv (iEtius, tetr. II, 
serm. 6, cap. 16). Estos nombres de acnea yjonthos 
parecen haber sido aplicados á estas erupciones pustulo- 
sas para indicar que aparecían hacia el término del cre- 
cimiento de los individuos. 

Los detalles en que nos helnos detenido esperamos 
que serán suficientes para dar una idea del estado en 
que se encontraba la patología cutánea entre los anti- 
guos, y de la etimología de la nomenclatura conservada 
aun en nuestros dias de estas afecciones : y á pesar de 
habernos limitado á citar los autores jnas recomendables 
entre el gran número de los que se han ocupado de las 
enfermedades de la piel , será fácil al lector comprender 
las divergencias que han reinado entre ellos , divergen- 
cias que han aumentado por haber cada autor admitido 
una clasificación diferente de estas enfermedades, y pw 
lo común viciosa, las que han contribuido poílerosanaen- 
te á aumentar la oscuridad en que se hallan envueltas 
estas afecciones. 

Sin embargo , desde el fin del siglo XVI hasta el 
principio del XIX , muchos autores han metodizado 
mas el número infinito de formas con que se revisten 
estas enfermedades, formando grupos mas ó menos aná- 
logos, y aclarando en algún tanto este ramo impor- 
tante de la patología. Todas estas clasificaciones pue- 
den reducirse á tres principales : la primera ha sido in- 
troducida en la ciencia por Mercuriali^, {Mefcuriali, 
de morbis cutaneis. Basilw 1576), que admitida en parte 



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XIX 

por Ttirner (TmtadóM las enfermedades de h piel. Pch- 
ris, 1743) , ha sido reproducida raas tarde por Mr. Ali- 
bert. La ba^ fundamental de esta clasificación consiste 
en la división de las enfermedades de la piel en dos 
grupos principales , según que estas aparecen én la 
cabeza ó sobre el i'estd de la superficie del cuerpo. 
Él Tratado de Mercuriali está dividido en dos partes» 
compuesta la primera de un capitulo de generalida- 
des , y de ótro^ diez destinados esclusivamente á las 
enfermedades de la cabeza; y la segunda, que esté 
compuesta de seis capítulos, empieza con estas palabras: 
Post f)tíia cc^tis seqtmraur vüia toHus corporis etc. Tur- 
ner , cdmo llevamos dicho , no adoptó esta marcha sino 
en parte , es decir , que después de haber descrito to- 
das k empciones que se generalizan , consagró la se- 
gunda parte de su obra á las, (}ué solo ocupan algunos 
piuitos especiales del cuerpo. 

:Adoptando estas distinciones , y dando el nombre 
de tinas á las erupciones de la cabeza, y el de herpes 
á las de los otros puntos del cuerpo , Mr. Alibert no 
se contentó con estás primordiales divisiones , sino que 
Creó especies y variedades , tomando sus caract^es dis- 
tintivos de los mismos productos de la inflamación^ 
de sus diferentes estados , de las variaciones de for-* 
ma, etc. , etc. Asi pues, cuando encontraba una erup- 
ción acompañada de descamación , la colocaba en el 
herpes escamoso, añadiendo los nombres de húmeda ^ dé 
orbicular etc. , según que estaba acompañada habitual- 
malte de una elhalacion de serosidad , ó que afectaba 
\,xraa forma en círculo ó anillo. 

Toda vez que encontraba costras, las agrupaba al- 
rededor de una especie común, 4 1^ que daba el nom-^ 
bre dé herpes crustáceo etc, : en fin , creó un sin nú- 



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XX 

mero de secciones diferentes para las enfermedade que 
creia no debian tener lugar en estos órdenes. A^ que, 
independientemente de las tinas, que describió en nú- 
mero de cinco, de los herpes, de los que admitió siete 
especies, formó también la historia de las plicas, de 
las efélides , de las cancroides, de las lepras, de los piam, 
de las ictiosis, de las sifilides, de las escrófulas y de 
las psorides. 

Este plan muy vasto , y en el que no se observa 
eonsensu alguno , está muy distante de poder servir de 
buena guia en el estudio de las enfermedades de la 
piel ; pues que la objeción hecha á Mercuriali y á Tur- 
ner por haber separado enfermedades enteramente idén« 
ticas , tan solo por tener un asiento diferente , compren* 
de á Mr. Alibert desde el momento en que adoptó esta 
distinción por base en su obra ; y esta objeción es tanto 
mas fundada, cuanto que tal vez no haya una erup- 
ción de asiento especial que no se pueda encontrar en 
otras regiones con caracteres análogos. Pero ademas^ 
agrupando las enfermedades según los productos que 
suministraba la inflamación, Mr. Alibert ha corrido el 
riesgo de reunir afecciones diferentes, y de separar otri» 
de comprobada analogía ; y con efecto , asi ha sucedido 
en su clasificación, pues que vemos reunidas bajo d 
término genérico de herpe escamoso , inflamaciones esen* 
cialmente diferentes por sus elementos, marcha, sínto- 
mas, y por los medios de tratamiento que reclaman. 
Sin duda alguna nunca se tendrá una idea del herpes 
escamoso Uqumoideo, y del escamoso húmedo, mientras 
se les coloque alrededor de un orden común , mientras 
se les asignen los mismos caracteres ; pues que en el 
mismo herpes escamoso húmedo, observado aisladamente, 
no se verá mas que un cierto período de una inflama- 



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XXI 

cíoD , que no obstante puede revestir diversas formas 
elementales , y constituir enfermedades que es im- 
posible distinguir : por otra parte hallamos en esta cla=- 
aiíieacion erupciones enteramente idénticas, colocadas 
entre especies (Uferentes : así pues » el herpes furfuráceo 
redondeado es de tal modo análogo bajo todos aspectos 
al herpes escamoso liqtmioideo^ que reconoce por causa 
los mismos elementos , sigue la misma marcha , reclama 
los mismos medios de tratamiento , no diflriendo.de este 
último sino por la forma de las placas , las que po- 
drían cuando mas constituir una variedad. 

Comprendiendo Mr, Alibert los vicios de su clasifi- 
cación , la abandonó formando otra en la que ni se en- 
cuentra método alguno , ni punto de partida , ni el me- 
nor lazo hablamos del árbol de las dermatoses, en el 

que las erupciones forman las ramas príndpales, y las 
subalternas al gusto del médico naturalista* 



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CLASIFICACrONES, 

DE LAS DERMATOSES DE M. ALIBERT, (t835.) 

PRIMER GRUPO 

PERMATOSES EGGEMAT08AS. 

Género I. Eritema , siete especies^. 
Género II, Erisipela ^ tres especies. 
Género III. Pemphix, dos especies. 
Género IV- Zoster, dos especies. 
Género V^ PMizadaj dos especies. 
Género VI. Cnidosis^ dos especies. 
Género VIL Epinyctidej dos especies. 
Género VIIL Olophlictide j cinco especies.^ 
Género IX. Ophlictide ,_ dos especies. 
Género X. Pyrophlictide , dos especies, 
Género XI. Carbunco j tres especies. 
Qénero XII. Diviesa, cuatro especies. 

SEGUNDO GRUPO 

PERMATOSBS feCSANTEBlATOSAá^. 

Género I. Viruela j tres especies, 
(leñero II, Vacuna a 4os especies, 

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XXIU 



Género 111. Gavelia^ tres especies. 
Género IV. Varicela, dos especies. 
Género V. Nirkj dos especies. 
Género VI. Alfombrilla, dos especies. 
Género VII. Sarampión y dos especies. 
Género VIH, Escarlatina, dos especies. 
Género IX. Miliar, dos especies. 

TERCER GRUPO 

DERMATOSES TliVOSAS. 

ff 

Género I. Achore, dos especies. 
Género II. Porrigine. cuatro especies. 
Género III. Favus, dos especies. 
Género IV. Trichoma, dos especies. 

CUARTO GRUPO 

DERMATOSES HERPÉTIGAS. 

Género I. Herpes, dos especies» 
Género II. Varus ^ seis especies. 
Género III. Melitagia, dos especies. 
Género IV. EstíUomen, dos especies. 

QUINTO GRUPO 

DERMATOSES CANCEROSAS. 

Género I. Carcie, seis especies. 
Género II. Keloide, dos espectes. 



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Qoogle 



SESTQ GRUPO 

DERMATOSES LEPROSAS, 

Género 1. Ijeuce, dos especies. 
Género II. Spiloplaxia ^ tres especies. 
Género III. Elephantiasis , tres especies. 
Género IV. Radesyge^ dos especies. 

SÉTIMO GRUPO 

DRRMATOSES SIFItlTIGAS. 

Género I. S//ftó, tres especies. 
Género II. MycosiSj tres especies. 

OCTAVO GRUPO 

DERMATOSES ESTRUMOSAS. 

Género I. Escrófula y dos especies. 
Género II. Farcino, dos especies. 

NOVENO GRUPO 

DERMATOSES CSG ABIQS AS.. 

Género I. Sarna, tres especies. 
(Jénero II. Prurigo, cuatro especies. 

DÉCIMO GRUPO, 

DERMATOSES HEMATOSAS. 

Género I. Peliose, tares especies, 
(jénero II. Petequiaj dos especies. 



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XXV 

UNDECIAIO QBUPO 

DERMATOSES DI SGROM ATOS A 8. 

Género I. Panus, cuatro especies. 
Género II. Achroma, dos especies. 

DUODECH^O GRUPO 

DERlf ATOSES HETE ROMO RFB AS. 

Género I. Ictiosis, tres especies. 
Género II, Tylosis, tres especies. 
Género III. Verruga, dos especies. 
Género IV. Onygose , cuatro especies. 
Géneyo V. Dermatolysia , dos especies. 
Género VI. Nceve, dos especies. 

La clasificación de Plenk perfeccionada ventajosa- 
mente por WiUan , está fundada sobre otras basca. 
Plenk , desechando toda división topográfica , clasificó 
las enfermedades de la piel por sus caracteres esterio- 
res ; pero al lado de las verdaderas lesión^ anatómicas 
elementales , colocó también los productos de la iaüe^ 
macion , de modo que entre las catorce clases que adop- 
tó , se ve al lado de las que están formadas por vesícu- 
las, pústulas etc. ,^ secciones diferentes basadas sobre 
costras, úlceras, etc. Como si estas costras y estas úl- 
ceras, síntomas consecutivos, no fuesen el resultado de 
pústulas etc. , y con\o sino tuviese inconvenientes el 
forpiar con una misma enfermedad dos ó tres afecciones 
diferentes^ según que esta se presentase en el e^do 
pustuloso , crustáceo ó ulceroso, 



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ÜXM 



GLASlFiGAGION DE PLENK. 



PRIMERA CLASE. 



MAGULiE. 



MaculcB fusccB. 

Lentigo. 

Ephelis. 

Fuscedo cutis. 

Flavedo cutis. 

MaculCB TvbrcB. 

Gutta rosacea. 

Stigma. 

Erythema. 

Morbillí. 

Scarlatina. 

Urticata. 

MaculcB venerecB, 

Esserae. 

Psidracise. 

Rubedo cutis. 

Zona, seu Zoster. 

MaculcB Mee Plateri , 

ignis sacer. 
Maculce lividez, 
Ecehimoma. 
Livor cutis. 
Vibex. 
MaculsB scorbuticae. 

gangrenosa. 

Petechise. 
Maculce nigrce. 



seu 



Melas. 
Melasma. 
Noma. 

Nigredo cutis. 
MaculcB albcB. 
Alpbos. 
Albor cutís. 
Pallor cutis. 
Maculce incerti eoloris. 
Macules maternse. 
Maculae artificiales. 
Cutis variegata. 
Cutis fucata. 
Cutis unctuosa. 

SEGUNDA CLASE. 
VVSTVLM. 

Pustulse. 
Scabies. 
Variolae. 
Varicellae. 

TERCERA CLASE. 
VBSIOÜLA. 

Sudamen. 

Miliare. 

Hydates. 

VesiculsB cristallinse geni- 

talíum. 
Uritis. 



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xxyu 



GÜABTA GLASg, 


Desquammatio. 


BUf.r./f;. 


Exuvia epiderroidis. 


Phyma. 
Bullse. 


Pórrigo. 
Lichen. 


Pemphigus, 


Impetigou 




Icthyosis. 


QÜIfiTA QLASE. 


Tyriasis. 


PAPüfuC. 


Asperitas cutis. 


Vari. 


Rugositas cutis. 


Grutum. 




Herpes, seu sei^igo. 


OCTAVA CLASE. 


Cutis anserina. 


GALI.OSITATES. 


Tuberculum, 
Phygelhlon. 
Lepra. 
Elephantiasis. 


Callus. 

Cicatrix. 

Clavus. 


SESTA GLA^p, 


NOVENA CLASE. 


CAVSTJE. 


I^XCRESGENTIifi CUTANEJE 


Crusta. 


Verruca. 


Eschara. 


Cornua. 


Scabies capitis. 


Hystricismus. 


Crusta capitis neonatorum. 


Condyloma. 
Frambesia. 


Crusta láctea, 


Tinea. 




Mentagra. 


DÉCIMA CLASE. 


Malum mortuum. 




Exanthema labiale. 


ULCERA CUTÁNEA. 


Exanthema subaxillare. 


Excoriatio purulenta . 


SÉTIMA CLASE. 


Intertrigo. 

A 1.1 




Aphthae. 


SQUAMMi^. 


Fissurae. 


Furfuratio, 


Rhagade^. 



Digitized hyCoOgle 



xxvm 

UNDÉGÍMA CLASE. 
VULNERA CUTÁNEA. 

Excoriatio cruenta. 

Scissura. 

Pressura. 

Morsus. 

Punclura. 

Ictus ab insecto. 

DUODÉCIMA CLASE. 
mSEGTA CUTÁNEA. 

Pitiriasis. 
Helminthiasis. 
Malis. 
Griñones. — 

DEGIMATEBCIA CLASE. 
BIORBI UMGUIUM. 

Seline. 



Ecchymoma. 
Gryphosis. 
Fissura unguiurn. 
Tinea unguiurn. 
Mollities unguiurn. 
Scabrities unguiurn. 
Pterigium unguis. 
Arctura unguis. 
Deformitas unguis. 
Lapsus unguis. 

DECIMACUARTA CLASE. 
MORBI PaORUM. 

Calvities. 

Hirsuties. 

Xerasia. 

Trichoma. 

FissursB capillórum. 

Canities. 



Willan adoptó la base fundamental de esta clasifíca- 
cion, y fundó otra, que si bien no está esenta de faltas, 
es al menos en el estado actual de nuestros conocimien- 
tos la que presenta mas claridad , precisión y exactitud 
para el «studio de las enfermedades de la piel : este au- 
tor desechó todos los productos' de la inflamación, admi- 
tiendo tan solo para caracterizar sus órdenes, las lesio- 
nes elementales propiamente dichas, lesiones qué en su 
clasificación redujo á ocho: es verdad que ano de dichos 
órdenes (escamas) está fundado sobre los productos de )a 
inflamación, mas bien que sobre la lesión elemental; pe- 
ro los caracteres que lo componen son muy marcados y 



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XXIX 

propios esclustvamente de las enfermedades comprendí* 
das en é>, -pues que formaa un grupo muy diferente de 
los demás órdenes. 



CLASIFICACIÓN DE WILLAN. (i798). 



Orden I. Pápulce: sfaroptiulus, — Ucben,^*prúrígo. 

Orden II. Squammce: lepra, — psoriasis, — pvtíriasis, — 
iclhyosis. 

Orden III. Bísanthema: rubéola, — scarlatina, — urti- 
caria , — roseda , — púrpura , — erithema. 

Orden ÍV. BuUm : erisipelas , — pemphigus , — pom- 
pholix. 

Orden V* Pustuice: impétigo , — pórrigo, — ectbyma, 
varióla , — scabies . 

Orden VI. Veskuiw : vaiícella , — vaciáma , — tor- 
pes , —rupia , — miliaria , — eccema , — aphtha. 

Orden VII. Tubércida : phyma , — verruca , — moUus- 
cum , — vitíligo , — acüe , — sicosis , -rlupus , — elefantia- 
sis, -^irambaesia. 

Orden VIH . Maculce : eptolis , — naevus , — spHus. 

Esta clasificación , examinada en general , prescita 
una grande exactitud ; pero si se desciende á los deta- 
lles, veremos que está muy lejos de ser perfecta; a^ 
pues, creemos que la púrpura está mal colocada en los 
ecsantemas, la eriápela en las flictenas, la sarna en las 
pústulas / la acfww y el sycom-m&nU (mentagra) en los 
tubérculos, etc.; ademas, muchas enfermedades no pue- 
den ni deben ser comprendidas en los ocho órdenes ad- 
mitidos por Willan : la púrpura , por ejemplo , no perte- 



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XXX 

nece ni á los ecsantemas, ni á las vesículas, esca*^ 
mas, etc.; el htpus no es en todos los casos una* enferme- 
dad tuberculosa, etc, etc, ; mas á pesar de sus imper- 
fecciones, la clasificación de Willan presenta sin duda 
alguna suma facilidad y precisión por descansar sobre 
los elementos de las enfermedades, elementos invaria- 
bles y fáciles de hallar en todos los períodos de la 
erupción. 

Hay otra cla^fícacion que iseria digna de atención si 
fu^se aplicable , propia de Joseph Franck (1821), en 
la que las enfermedades de la piel están divididas en 
agudas y crónicas : esta distinción parece muy racional 
á primera vista, pues que es muy conveniente separar 
el sarempion del psoriasis, de let sarna, del prurigo, etc*; 
pero con un poco de atención se reconoce que es del 
todo imin*actícable; con efecto, ¿cómo es posible dividir 
un tratado en dos partes, para hacer en la primera la 
hi^ria de una enfermedad en su estado agudo , mien- 
tras que esta misma enfermedad al estado crónico se ha- 
llase comprendida en la segunda parte , á menos de ad- 
mitir con Joseph Franck que tal erupción es siempre 
aguda y que tal Otra es siempre crónica, lo cual, si bien 
es cierto respecto á un cierto número , no es de ningún 
modo aplicable á lá mayor parte? Asi pues, creemos 
que estas distinciones que son de la mayor importancia 
para cada descripción en particular , no son convenien- 
tes para formar la base de una clasificación general. 

Tales son los tres métodos principales que han servi- 
do para clasificar las enfermedades de la piel; y como 
hemos visto, ninguno de ellos presenta bastante pre- 
(ásion y claridad, para no dejar nada que desear en el 
estudio de la patología cutánea , pues que en la^ materia 
misma, objeto de estas dasificaeiones, está la causa de 



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XXXÍ 

estas imperfecciones inevitables^: coo efecto^ este géne- 
ro de afecciones se presenta con caracteres apreciables 
á la vista; pero los tejidos en que tienen su asiento no 
son aun bien conocidos para que se puedan establecer 
divisiones precisas y permanentes , y aun se puede ase- 
gurar que mientras que la anatomía del sistema dermoi- 
deo no sea conocida de un modo mas completo, será 
imposible toda clasiñeacion perfecta de las enfermeda- 
des cutáneas. Mr. Plumbe ha pretendido formar una cla- 
siñeacion fundada en las causas que ocasionan todas las 
enfermedades cutáneas ; pero en el estado actual de la 
ciencia, ¿no sería esta una tentativa vana é ilusoria? 

Hemos creído deber escoger entre estas clasificacio- 
nes la que nos ha parecido mas favorable para el estu- 
dio de estas enfermedades, y al efecto creemos deber 
adoptar la clasificación de Willan , salvas las modifica- 
ciones numerosas é importantes que Mr. fiiett ha intro- 
ducido en las aplicaciones individuales ; asi pues, clasi- 
ficamos las enfermedades de la piel como se verá en el 
siguiente cuadro, según sus formas esteríores, sus lesio- 
nes elementales, formando ademas una serie de histo- 
rias separadas para las enfermedades que consideramos 
no pertenecen á ninguno de los ocho órdenes prin* 
cipales. 

Orden I. Ecsantemas : eritema , — erisipela , — ^urtica- 
ria , — alfombrilla , — sarampión , — escarlatina . 

Orden II. Vesículas: miliar, — varicela, — eccema, — 
herpes, — sarna. 

Orden III. Flictenas: pénfigo, — rupia. 

Orden IV. Pápulas: ectima, — ^^impétigo, — pórrigo» — 
mentagra , — acnea , — vacuna , — viruela . 

Orden V. Pápulas: liquen, — prurigo. 



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xxxn 

Orden VI. Escamas: lepra,— psoriasis,— pitiriasís, — 
ictiosis. 

Orden VII. Tubérculos: elefantiasis de los griegos, — 
moUuscum , — frambeesia. 

Orden VIH. Máculas: color bronceado de la piel , — 
lentigo, — ^^efélides, — nsevi, — albinismo, — vitíligo. 

ENFERMEDADES QUE POR SU NATURALEZA NO PUEDEN SER 
COMPRENDIDAS EN NINGUNO DE LOS ORDENES ESPUESTOS. 

Orden IX. Lt^pus. 

Orden X. Elefantiasis de los árabes. 

Orden XL Pelagra. 

Orden XII. Queloide. 

Orden XIII. Orano de A lepo, 

Orden XIV. Púrpura, 

Orden XV. SifiUiies. 

Las enfermedades de la piel , como vemos fen este 
cuadro , pueden reunirse casi todas en un cierto núitíero 
de lesiones elementales, constantes en todas las erup- 
ciones de cada orden ; y cualquiera que sea el período 
en que se observe la inflamación cutánea , siempre se 
encontrarán estas lesiones elementales mas ó menos in- 
tactas, mas ó menos alteradas ; pero por lo común apre- 
ciables con alguna atención , bien eri el centro mismo 
de las partes enfermas , bien en los limites de la erup- 
ción. Todas se presentan con caracteres especiales, 
todas tienen un valor individual , cuyo estudio es muy 
importante para evitar el cónfundiriaSi 

Ecsardemasi Se designan con este nombre unas 
manchas de color mas ó menos rojo , de formas di- 
versas, de diferentes dimensiones qué desaparecen ala 



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xxxin 

presión del dedo, y terminan pot re^lucioh , delíte- 
cencla 6 por descamación. 

Vesículas. Se conocen con el nombre de vesículas 
unas elevaciones pequeñas formadas por el epidermis y 
por la colección de un líquido seroso y trasparente, que 
se enturbia á veces y adquiere el carácter sero-piirulen- 
to. Estas vesicales se terminan ó por lá reabsorción d^l 
líquido , ó por una ligera descamación , 6 por escofia- 
clones y costras muy pequeñas y delgadas. 

flictenas. Éstas lesiones no difieren por lo general 
de las precedentes , sino por su volumen, que es mucho 
mas considerable , pues que forman unos pequeños tu- 
mores superficiales llenos de serosidad. 

Púsiíüas. Ésta denominación ha sido aplicada esclu- 
sivamente á unas colecciones piiríilentas formadas en la 
superficie del cuerpo mucoso inflamado , que producen 
tinas ínscrustaciones mas 6 menos espesas , y unas in- 
duraciones crónicas , 6 bien dejan á su desaparición 
unas superficies rojas inflamadas, y algunas veces li- 
geramente escoriadas. 

Pápulas, has pápulas son unas pequeñas elevaciones 
s¿lidás, resistentes, que no contienen líquido alguno, 
y que son susceptibles dé ulcerarse por su vértice , ter- 
minando comunmente por resolución 6 por lina desca- 
mación furfurácea. 

Escamas. Sé da el ñoiübre de escamas á unas lámi- 
nas 6 laminillas formadas por el epidermis alterado y 
engrosado , secas , blanquizcas y quebradizas , que des- 
cansan sobre unas pequeñas elevaciones de carácter pa- 
puloso mas 6 menos rojizas, y mas ó menos inflamadas, 
las que son susceptibles de desprenderse y de repro- 
ducirse durante un tiempo indefinido por medio de una 
sucesión dé descamaciones. 



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XXXIV 

Tubérculos. Se entiende por tubérculos en la patolo- 
gía cutánea unos pequeños tumores duros , circunscri- 
tos, y mas ó menos prominentes, que pueden ulcerarse 
por su vértice ó supurar parcialmente. En esta defini- 
ción los tubérculos son considerados como lesiones ele- 
mentales no dependientes de ninguna colección pu- 
rulenta. 

Máculas. Las máculas son unas coloraciones ó deco- 
loraciones permanentes , ora de algunos puntos de la 
piel , ora de la totalidad de ella , que no están ligadas 
con alteraciones generales de la economía. 

En estos ocho Srdenes hemos comprendido la mayor 
parte de las enfermedades de la piel , las que agrupadas 
de este modo presentan entre si grandes ^malogias: ade- 
mas hemos creido deber hacer algunos cambios en la 
clasificación de las especies. Asi pues , para nosotros el 
pénfigo y el pompholix consúUxyen una sola enfermedad. 

La acnea no es evidentem^te una afección tubercu- 
losa : asi que la hemos colocado entre las pústulas, que 
son verdaderamente la lesión elemental. Algunas enfer- 
medades de las que' forman los siete últimos órdenes, 
no pueden incluirse la mayor parte en ninguna de las 
secciones , bien porque sus lesiones elementales carecen 
de los caracteres de las precedentes , bien porque sé 
desenvuelven bajo el influjo de una causa especial , y 
con síntomas sui generis ; por 16 que hemos hecho de 
cada cual una descripción separada. No debe causar 
estrañeza no encontrar aquí ciertas alteraciones como 
el ántrax y la qu£ma(iura y la cianosis etc. etc. , íesiones 
todas estrañas á nuestro objeto , pues que en primer lu- 
gar el plap de esta obra no lo comporta, y por otra par- 
te temeríamos aumentarla^ acumulando un sinnúmero' 
de enfermedades cuya descripción nos parece tan agena 



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XXXV 

de un tratado comjí^to de dermatología, como de un 
manual : de lo contrario no habría motivo alguno para 
omitir la descripción de todas las fístulas y heridas, que 
son aun mas del resorte de la patología cutánea que el 
ántrax, que pertenece á las enfermedades del tejido ce* 
lular subcutáneo. 

Los síntomas especiales de las enfermedades de la 
piel , pueden complicarse entre sí de modo que se en- 
cuentren diferentes lesiones elementales en el mismo 
individuo , mayormente en las erupciones agudas* 
También están por lo común acompañadas de sínto- 
mas gen^aíes , y sobre todo de fenómenos que in- 
dican una irritación mas ó menos intensa de la mu- 
cosa , de las vias aéreas , y principalmente del apara- 
to digestivo* Un gran número de erupciones siguen una 
marcha crónica sin complicarse con trastorno alguno 
de la. generalidad de la economía; por lo demás,, las le- 
siones cutáneas son susceptibles de muchas modificacio- 
nes , bien respecto á su colorido , bien en sus termina- 
ciones, según la constitución, edad de los enfenoos^ 
condiciones higiénicas en que se encuentran , y según 
la complicación de tal ó cual flegmasía interna : así 
que , por ejemplo , es muy común el observar que» bajo 
la influencia de una afección febril accidental desapa- 
rezca una erupción , y aun una erupción crónica de 
largo tiempo para reproducirse de nuevo lentamente tan 
luego como el enfermo entra en convalecencia : en estos 
casos tomando el efecto por la causa, se atribuyen todos 
los desórdenes á la repercusión de la erupción sobre ór- 
ganos importantes ; y sin embargo, la flegmasía interna 
ha fa-ecedido evidentemente á la desaparición de la 
erupción. 

Sin que pretendamos decidir aquí la cuestión de las 



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XXXVI 

repercusiones , debemos asegurar por k) menos respecto 
de las enfermedades de la piel, que estos actos se verifi- 
can del modo que hemos espuesto, y que si no son siem- 
pre apreciables, si la desaparición de la erupción ha 
parecido coincidir con el desarrollo de la inflamación 
interna , estos casos son muy raros , y por otra parte 
nada prueban , pues que sabemos muy bien en la ac- 
tualidad , que uri órgano puede estar inflamado por es- 
pacio de algunos dias sin producir fenómeno alguno 
morbífico apreciable. ¿Por qué, pues, buscar esplica- 
ciones forzadas cuando la fisiología nos las presenta 
muy convincentes? Las erupciones cutáneas pueden 
desenvolverse bajo influencias completamente opuestas, 
por lo que su etiología es uno de los puntos mas oscuros 
de su historia , y afectan á todas las edades y á los dos 
sexos , aunque hay algunas , como por ejemplo , las di- 
versas especies de pórrigo , las del impUigo , conocidas 
con el nombre de criista láctea , y muchos ecsantanas 
como el sarampión , la escarlatina y la viruela, que apa- 
recen mas bien en la infancia que en la edad adutta. 
Por regla general las enfermedades de la piel son mas 
frecuentes en los jóvenes y adultos que en los viejos, 
y lo mismo sucede respecto á los individuos de tempe- 
ramento linfático. La influencia de la profesión es tam- 
bién muy notable: asi que, los obreros que manejan 
distancias acres y los que están obligados á aproximar 
continuamente las manos al fuego, tienen la piel de estas 
partes cubierta de diversas erupciones. La herencia es 
una causa predisponente individual de una alta impor- 
tancia , pues que nada hay mas común que encontrar 
erupciones diferentes en individuos , cuyos padres pade- 
cieron las mismas afecciones, aunque no queramos decir 
wn esto qué la afección de estos individuos pertenezca 



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xxxvn 

al mismo género que la que padecieron sus padres; pites 
nada mas común que ver erupciones vesiculosas^ pustu- 
losas ó flictenosas en enfermos cuyos padres fueron ator- 
mentados por un psoriasis, por una lepra vtUgtmSj etc.; 
aunque hacemos una escepcFon respecto á la ictiosis, 
pues frecuentemente es hereditaria > presentándose en 
este caso en la infancia. 

Entre las causas predisponentes individuales que 
deben colocarse en primer orden , se encuentra la dis- 
posición particular de la economía , verdadera idiosin- 
crasia , de la que resulta que ciertas personas son ataca- 
das de enfermedades cutáneas bajo el influjo de las mas 
ligeras causas en la apariencia, sin que se encuentre 
una causa, siquiera fuese probable, para esplicar la apa- 
ridon de la enfermedad, como falta de aseo, escesos 
en el régimen etc. 

La estension considerable de la piel , y el gran nú- 
mero de vasos capilares y de filetes nerviosos que se 
distribuyen en ella, esplican la importancia é intimidad 
de sus rdaciones simpáticas con los órganos internos ,' y 
las modificaciones que las lesiones orgánicas de estos 
imprimen á la piel. 

Las profesiones que predisponen mas á las erupcio- 
nes cutáneas, son las que exigen un continuo movi- 
miento y que escitau el sistema dermoideo ; asi que , los 
albañiles, los herreros ^ panaderos etc., son afectados 
muy comunmente , y esta influencia es también causa 
de la reaparición de estas enfermedades, mayormente 
cuando la piel está en contacto con sustancias irritantes 
ó espuestas á la acción de un fuego intenso. Los indivi- 
duos cuya profesión los espone al contacto de inmundi- 
cias, como carboneros, barrenderos y los que limpian las 
letrinas, no son los que padecen con mas frecuencia 



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xxivm 

estas afecciones : y los oficios que son compatibles con 
la limpieza y tranquilidad , no están esceptuados de 
ellas. 

Las estaciones tienen una influencia marcada en d 
desarrollo de las afecciones cutáneas, cuyo número es 
siempre mucho mayor en la primavera, sucedien- 
do lo mismo en los climas cálidos « en los que las 
erupciones son muóho mas intensas y frecuentes que en 
los septentrionales. En Grecia, en la Palestina, en 
Egipto y en h India aparecen con caracteres descono- 
cidos en los climas del Norte, y con una espantosa gra- 
vedad. 

El calor y humedad de la atmósfera de estos países 
favorecen U aparición de muchas enfermedades cutá- 
neas, principalmente en los puntos en que estas condi- , 
cienes se hallan reunidas. En Europa los puntos en que 
estas enfermedades reinan mas frecuentemente son cier- 
tas provincias de España, en la Pretafia, Picardía, Flan- 
des, Holanda, algunos puntos de Inglaterra y de Esco- 
cia", lasr costas de la Noruega y las orillas del Danubio, 
Ademas, estas afecciones son comunes en las grandes 
ciudades , en las capitales , en los sitios bajos y estre- 
chos^ en los que la atmósfera se renueva con difi- 
cultad. 

El sol ejerce taubien mucha influencia en la apa- 
rición de estas enfermedades : asi que en la primavera 
son como hemos dicho mucho mas comunes. Lorry re- 
fiere haber visto uü enfermo cubierto de máculas, que 
fue imposible hacer desaparecer, producidas por una 
descarga eléctrica; por lo que creemos que el i-nflujo del 
calórico^ de la luí y de la electricidad es muy grande en 
estas enfermedades , y que por tanto merece ser bien 
estudiado, 



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XXXIX 

*Las relacionen íntimas que existen entre el estoma** 
go y la piel, se demuestran de un modo evidente á con- 
secuencia de la ingestión de ciertos alimentos, que pro- 
ducen erupciones de un modo instantáneo, pero que de- 
penden mas de la idiosincrasia del individuo que de la 
naturaleza de ellos , pues que no producen iguales resul- 
tados en todos: entre estos alimentos los niías perjudicia- 
íes son las carnea ahumadas , las ostras ^ los. cangrejos, 
los hongos , la miel , las almendras, las fresas , las fram* 
huesas, los alcaparrones, el vinagre, etc. 

En los países cálidos el usó hahitual de ciertas car- 
nes, y en particular la de cerdo, ejerce, según algunos 
autores, un gran influjo en el desarrollo de algunas afec- 
ciones cutáneas , y notablemente de la lepra tuberculosa 
6 elefantiasis da los, griegos ; por eso Moisés , ilustrado 
por la esperiencia, y posteriormente Mahometo, prohibie- 
ron á los judíos y musulmanes el uso del cerdo, El Barón 
Larrey ha comprobado en Egipto , díirante la espedicion 
francesa de 1799, la influencia perniciosa de las carnes 
y pescados salados y de la de cerdo , aun cuando sea 
fresca , en la aparición de las erupciones cutáneas ; pues 
que todos los franceses que se alimentaron con ellas por 
algún tiempo, fueron atacados de erupciones leprosas 
que apareciaa primero en la cara , y posteriormente en 
las estremidades. 

Las sustancias liquidas ó sólida^ empleadas habitual- 
mente en la vida doméstica, tienen \ina acción bien 
marcada sobre la piel, que es sobre todo evidente , res- 
pecto á los vinos, licores, al café, á la pimienta, 
sal , etc, , cuyo abuso acarrea mas 6 menos pronto mo- 
dificaciones morbosas de esta membrana. El uso de car- 
nes en putrefacción , la de los animales muertos á con- 
secuencia de una epizotia , y la ingestión de ciertos me- 



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XL 

dicamentos, como la copayba, la belladona, c^tc. , 
pueden también producir afecciones cutáneas; y cier- 
tas variedades del herpe, amea y erisipela son muy 
comunmente producidas por las vigilias prolongadas 
y por las impresiones morales vivas, cpmo la triste- 
za, etc. 

Durante el reinado de la medicina humoral, los des-; 
arreglos de las diversas funciones de secreción y de es- 
crecion jugaron un gran papel en el desarrollo de las 
enfermedades cutáneas, pues que la piel era conside- 
rada como el emuntorio natural de todo humor , cuya 
eliminación no se hubiese verificado por las \ia^ de es- 
crecion ordinarias ; asi que , la simple existencia de una 
afección cutánea era la prueba irrecusable de la nece- 
sidad en que se encontraba la economía de descartarse 
de algún humor pecante ; y en apoyo de esta teoría sq 
apelaba á la esperiencia , la que con efecto ha demos- 
trado que á la repentina supresión de ciertas evacuacio-. 
nes habituales, como la dé los menstruos, el flujo he- 
morroidal, los sudores, etc., sucedía comunmente algu- 
na erupción cutánea, y que en estos casos los evacuantes 
producían resultados admirables ; mas cuando la reten- 
ción de los humores no podia esplicar la apariciou 
de la ehfermedad, se recurría á la acrimonia de tal 
suerte, que era imposible salir jamas de este círculo 
vicioso. 

En la actualidad se consideran estas supresiones, de 
las evacuaciones habituales como causas ocasionales de 
tas enfermedades de la piel , que deben siempre tomar- 
se en consideración ; pero que distan mucho de gozar la 
influencia esclusiva y poderosa, que íes acordaban en 
¿tro tiempo, y lo mismo decimos de ía teoría de la 
acrimonia de la sangre, bilis, linfa, leche, etc., que 



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ha gozado y aun goza de tanta oonsideracion en el de^ 
arrollo de las erupciones. 

Algunas enfermedades cutáneas son hijas á^ un pnn- 
(jipio contagioso, principio que desenvuelve conslante- 
n^ente afecciones idénticas: tales son la viruela, el «i- 
rampion, la escarlatína, 1^ satmi, el pórrigo y la sifiUs. 

Las violencias esteriores , el enfriamiento repentino 
del cuerpo , la supresión intempestiva de evacuaciones 
habituales , y los escesos de régimen , son diariamente 
causas ocasionales de enfermedades cutáneas. 

Llevamos dicho mas arriba que estas enfermedades 
se desarrollaban comunmente bajo la influencia de un^ 
disposición particular de la economía, á beneficio de la 
cual una causa cualquiera reflejaba su acción sobre el 
sistema dermoideo ; á e^ta disposición se ha dado por al- 
gunos autores el nombre de vicio herpético , nombre que 
pertenece á la infancia de la ciencia. 

Las relaciones misteriosas que existen á veces entrp 
ciertas enfermedades, como la gota, el reumatismo, las 
hemorroides, etc., y las afecciones de la piel, han llama- 
do en todas épocas la atención de los médicos obser- 
yadprps. 

Él eritema, la erisipela, y leí púrpura ^implex coinci* 
den muchas veces con un estado pictórico, y en las mu- 
geres con desarreglos en el flujo menstruo. 

La urticaria^ y I4 alfombrilla acompañan muy comunr 
mente los ^esos febriles; y algunas otras, y entre ellas 
\di pelagra, parecen estai: íntimamente unidas á Una ir^ 
ritacion cróniisa gastro-intestinal; no obstante, observad- 
remos que si bien es cierto que se encuentra algunas 
veces la inflamación de las vias digestivas unida á las 
enfermedades de la piel , los casos en que estas no son 
mas que fenómenos simpáticos de la primera , son muy 



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XUI 

raros, pues por lo común no hay entre unas y otra la 
menor relación ; y esta opinión esta apoyada en los ca- 
sos en que por una parte no se observa alteración algu- 
na del aparato digestivo en individuos que padecen en- 
fermedades de la piel , y por otra en la frecuencia con 
que á beneficio de una inflamación de la membrana mu-^ 
cosa de los intestinos desaparece una inflamación de la 
piel, para reaparecer tan luego como se verifica la cxura- 
cion de la flegmasía interna. 

En el estado actual de la ciencia se ignora comple- 
tamente cuál sea la causa especial que preside á la pro- 
duccion de las formas diversas que adoptan las enfer- 
medades de la piel , y en virtud de Ja que una causa 
cualquiera, produciendo una afección cutánea, se ma- 
nifiesta mas bien bajo la forma vesiculosa que bajo 
la papulosa, pustulosa, flictenosa 6 escamosa; siendo 
esto tanto mas deplorable , cuanto que todas las obser^ 
raciones de los autores deberían dirigirse hacia este 
punto importante, en el que reside probablemente el 
gran secreto del asiento preciso de las enfermedades, 
bien sea que estas ocupen una ú otra capa del dermis, 
ó bien que residan en las últimas ramificaciones arteria- 
les, venosas 6 linfáticas. 

El diagnóstico diferencial de las enfermedades de la 
piel, es sin disputa alguna una de las partes mas dignas 
de un profundo estudio, pues que está intimamente uni- 
do con los otros puntos de su historia ; por tanto nos pa- 
rece muy conveniente dar algunas reglas para la mayo- 
ría de los casos. 

El punto mas esencial para formar un diagnóstico 
importante, es el reconocer la lesión elemental primiti- 
va, bien cuando está alterada, bien cuando no ha su- 
frido alteración alguna. Una vez conseguido este objeto 



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xun 

importante, lo único que queda que hacer es compa- 
rar la enfermedad que se observa con el pequeño nú- 
mero de las que se componen de la misma lesión ele- 
mental ; mas suponiendo que las lesiones elementales se 
encuentren intactas, nos queda que investigar si está 
compuesta de pápulas, vesículas, escamas, etc. , y pa- 
ra elfo bastará las mas de las veces la menor inspección: 
una vez conocida la lesión primitiva, es necesario inves- 
tigar la especie á que pertenece, y para ello se recur- 
rirá á algunas consideraciones secundailas importantes 
que suministrarán la forma, el asiento, la marcha, etc. 
de la erupción. Asi por ejemplo , si se trata de una en- 
fermedad que presente en la parte interna del brazo , en 
los interv^alos de los dedos y en el vientre unas pe- 
queñas eminencias, que contengan uil líquido seroso y 
trasparente , discretas y de figura cónica por su vértice, 
acompañadas de prurito, etc., con un. atento examen se 
reconocerá que dicha elevación no contiene pus, que no 
es sólida, resistente, ni una induración circunscrita, y 
mucho menos una elevación papulosa, cubierta con una 
escama seca y dura, ni una inyección mas ó menos pro- 
nunciada que desaparece á la presión del dedo, es decir, 
que no es ni una pústula , ni una pápula j ni un ttéércu- 
lo , ni un disco escamoso * ni una placa ecsantemática , si* 
no una vesícula. Ahora bien , una vez reconocida la le- 
sión elemental , queda que decidir á cuál de las afec- 
ciones vesiculosas pertenece la erupción; para lo cual se 
recurrirá al método de esclusion , el que demostrará que 
la lesión en cuestión no es ni la miliar ni la varicela, 
pues que estas dos enfermedades están acompañadas de 
síntomas generales , y por otra parte las vesículas de la 
primera son de forma globulosa é innumerables, y en la 
otra son mayores y mas inflamadas: no es el herpes, por- 



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xuv 

que este está earacterízado por una reunión de vestci^ 
las formando grupos; por consiguiente, no quedando 
entre las afecciones vesiculosas mas que el eccema y la 
sarna, si atendemos á que las vesículas del eccema sqa 
aplanadas y están reunidas en mayor ó , menor núme- 
ro /etc. , etc. , conoceremos fácilmente que la erupción 
que estudiamos es la sarna. Mas no es bastante el cono- 
cer bien las alteraciones primitivas ; pues que pueden 
haber desaparecido dejando su lugar á las consecutivas; 
por lo que es necesario conocer también estas modifica- 
ciones secundarias* Por ejemplo , el fluido contenido en 
una vesícula puede espesarse y formar una pequeña es- 
cama ; el líquido de la pústula puede concretarse y for- 
mar una costra mas ó menos gruesa , y esta á su vez 
producir una ulceración : conociendo los caracteres par- 
ticulares de estos fenómenos consecutivos , se sabe cuál 
es la lesión elemental á que pertenecen. 

En algunas circunstancias estos diferentes elemen- 
tos se reúnen , pero siempre se encuentra predominante 
una forma flegmásica , con respecto á la cual las otras 
no son mas que complicaciones. En fin , hay casos en 
los que es imposible reconocer inmediatamente la verda- 
dera naturaleza de la erupción , tales son los de ciertas 
erupciones crónicas, que á medida que se alejan de su 
nacimiento pierden su primitiva forma y se confunden 
con enfermedades de orden diferente ; pero esperando 
el momento de una exacerbación, con reproducción de 
los primeros síntomas , ó bien aquel en que marchando 
hácifi la curación se despojan de las formas accidentales, 
se podrá formar un exacto diagnóstico* Ademas de las 
lesiones primitivas y secundarias, se tomarán también 
en consideración para el diagnóstico, su forma» color^ 
marcha, asiento y estado general del enfermo, pues 



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LXV 

que todas estas modiñcaoiones íes dan un aspecto que 
choca al práctico observador antes de entrar en deta- 
Qes mas minuciosos. 

Hemos, dado alguna estension á estas generalidades, 
porque creemos que estas reglas son muy útiles para 
formar el diagnóstico ; é intimamente convencidos de su 
importancia hemos tenido especial cuidado de no omi- 
tir nada en las descripciones particulares de cuanto pue- 
da tener relacioir con él. 

Pronóstico. El pronóstico de las enfermedades de la 
piel no puede formarse con alguna exactitud, sino en 
tanto que se ha adquirido un conocimiento exacto del 
diagnóstico diferencial de estas enfermedades. 

Rara vez las afecciones cutáneas amenazan los dias 
de los enfermos , pues las que van acompañadas de un 
peligro inminente , son : la virueh , el sarcmpion , la 
escarlatina y la erisipela. Sin embargo, el pronóstico 
de la lepra tuberculosa j el de la elefantiasis y del /«*- 
pus^ es siempre grave. Las afecciones escamosas son 
también mas difíciles de curar que las vesiculosas y 
pustulosas. Por lo común se debe ser muy prudente 
cuando se forma un pronóstico relativamente á la dura- 
ción de una enfermedad cutánea , pues que nada es mas 
común que el ver ciertas afecciones muy ligeras en la 
apariencia, resistir con obstinación á los diversos me- 
dios terapéuticos. El pronóstico del práctico no solo 
debe hacer relación á la enfermedad local , sino que 
debe estenderse al estado general del enfermo , y á las 
relaciones que existen entre la afección local y este es- 
tado general; pues que está probado que en ciertos 
casos la afección cutánea debe ser considerada como 
una derivación saludable , siendo de la mayor impmtaú- 
ciá el respetarla , ó bien , cuando su curación sea indis- 



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XLVI 

pensable, el tomar todas las precaucionas que exige la 
prudencia. Lejos de nosotros la idea de tratar de repro-* 
ducir aquí los temores exagerados relativaínente á la 
repercusión de las enfermedades de la piel» temores 
que han dominado largo tiempo en el tratamiento de 
estas enfermedades. 

Sabido es que en un gran número de casos bajo la 
influencia de una irritación interior gastro^intestinal^ 
torácica ó cerebral, erupciones, y aun erupciones cróni* 
ca^ de larga duración , se disipan poco á poco y aun 
desaparecen enteramente para reaparecer tan luego 
como el paciente entra en convalecencia: estos casos 
han sido considerados como el producto de la repercu- 
sión de la erupción sobre órganos importantes..... Sin 
embargo, la flegmasía interna ha precedido evidente* 
mente á la desaparición de la erupción, y su. reaparición 
se ha veriñcado lentamente cuando los órganos inflama- 
dos han vuelto á su estado normal. 

Tratamento. Las enf^medades de la piel han sido 
y aun son en la actualidad combatidas por medio de 
una medicación esclusiva compuesta de los amaigos y 
sulfurosos : sin embargó , al presente la terapéutica se 
ha enriquecido con un gran número de medicamentos 
{preciosos que habian permanecido durante largo tiempo 
desechados como inútiles por falta de e^eríencias exac- 
tas, y de conocimientos positivos «obre sus efectos y 
circunstancias en que eran aplicables. Asi que, Mr. Biett 
ha prestado un servicio muy importante á la ciencia, 
enriqueciéndola con sus numerosas observaciones. ' La 
terapéutica de las enfermedades de la piel se compone 
de medios locales y geniales. Los primeros son casi 
constantemente puestos en uso , solos ó en concurrencia 
coD^ un tratamieato general. Entre ellos se cuentan las 



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XLvn 

decocciones de salvado , cebada, de flores y raices emo* 
lientos, la gelatina disuelta en agua templada, la fécula 
de patatas , la harina de arroz , los baños locales y ge^ 
nerales tibios, la leche, las emulsiones , etc., etc. Las 
grasas frescas son también comunmente empleadas bajo 
la forma dé ungüentos ó de pomadas. Antes de hablar 
de los medios generales, se presenta una cuestión de las 
mas importantes, á saber: si conviene emplear en todos 
los casos estos medios, y si no son suficientes las apli- 
caciones esternas ó locales para obtener la^xuracion. 

Rara vez el tratamiento local , y lo mismo decimos 
del general, pueden aislados conseguir la curación de 
las afecciones cutáneas , pues que en la mayoría de los 
casos están enlazadas con un estado general de la eco- 
nomía, contra el que es insuficiente el tratamiento local. 

Los medios generales á que se puede recurrir , son 
las sangrías, los purgantes, los alcalinos, los ácidos, 
los antimoniales, los sulfurosos, los sudoríficos, y cier- 
tas preparaciones que ejercen evidentemente una ac- 
ción directa sobre el sistema dermoideo , como la tin- 
tura de cantáridas , las preparaciones arsenicales y los 
mercuriales. 

Tales son los medios de que dispone la terapéutica 
de las enferiínedades de la piel en la actualidad. 



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£IVFERM£DADES BE LA PIEL. 



EGSANTEMAS. 



a 



LiPóCRAtBS fue et plrhtaerO que sé sifrtó de Va jf^alabrá 
ecsantema, pero la ditS una acepción tan lata que resu- 
mió en ella todas las erupcióíies conocidas. En esto ha isido 
imitado por un gran número de autores modernos , los qué 
asignan á la palabra éó^kltema un sentido vago y poéo pre- 
ciso. I^n embargo, Sauvages, Cuiten , Lútrj y Fránck 
han precisado su acepción, aplicándola tan solo á las flegma- 
sías cutáneas febriles, que presentan periodos regulares de 
erupción y terminación. Plenck ha suprimido en su clasiG- 
cacion la palabra ecsantema; mas Willan y Bateman, sü 
discípulo y la han conservado asignándola los caracteres si- 
guientes: 

«Manchas rojizas de divefsas figuras esparcidas írregü- 
alármente sobre la superficie del cuerpo , dejando espacio^ 
»en los que la piel presenta su color natural , y terminan-^ 
»do por la esfoliaciou del epidermis.» 

Abundando en las ideas de Willan , designamos comd 
pertenecientes á los ecsantemas las flegmasías de la piel 



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3 

accmipafiadas de un cotor rojo mas ó menos intenso, que 
desaparece momentáneamente ¿ la presión, y que están 
miidas por lo commi con síntomas generales. 

Con estos caracteres se presenta el eritema, la erisipela, 
la alfombrilla, el sarampión, la escarlatina y la urticaria* 
Los ecsantemas se desarrollan en todos los puntos de la su-^ 
perficie de la piel atacando las capas mas superficiales del 
dermis^ propagándose en algunos casos hasta el t^dk) ee^ 
hilar subcutáneo. 

La marcha de los ecsantemas es por lo común aguda, 
esceptuando algunos casos de urticaria, de eritema y de 
erisipela crónica ó intermitente. Los caracteres que hemos 
asignado á los ecsantemas los separan de las otras afec- 
ciones cutáneas : su aparición es prec^ida de síntomas ge- 
nerales, que describiremos mas adelante al tratar de los 
ecsantemas en particular. El pronóstico y tratamiento de 
estas afecciones está sujeto á las variaciones que presentan^ 
según su mayor ó menor estension , asiento de la inflan^r 
mu, edad de los individuos^ y coaiplicacic^ies que las 
acompañan: asi pues^ es imposible formularlo con antela^. 
c¡op# 



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ERITEMA. 



E/lorescmcia.'^ Intertrigo tMculm tolatieé (Olim).— JE^"^ 
pes eritemóides {Bodié),— Primer género de las derma-^' 
iosis eccematosas de Mr. AUberL 



E. 



¡L eritema es uu ecsantema dó cóntagíofió , caracterizada 
por una rubicundez ligera» superficial é irregularmeiité 
circunscrita» de forma y estensión variable; Ocupa con par-» 
tícularidad la cara, el pecho j los miembros; pudiendo in- 
vadir todas estas partes á la vez, y aun toda la superficie 
del cuerpo. 

Su marcha es comunmente aguda : su duración de uno 
á dos septenarios; mas puede iámbíeii afectar la forma cró^ 
iuca: por lo común no es precedido de síntcMnas reaccio-^ 
nales. 

Síntomas y variedades del eritema. En uriá dé éstaii 
variedades (^eritíiema papulalum de WiHanJ las placas tie- 
nen poca estensión: son redondeadas irr^ularmente» y 90 
elevan sobre la superficie de lá piel ligeramente: rojizas éil 
el momento de su aparición ^ van adquiriendo progresiva- 
mente lili color violeta mas pronunciado en el centro de las 
placas que en los demás puntos. La tumefacción disminuye 
en el intervalo de treinta y seis á cuarenta y ocho horasi 
quedando tan solo la rubicundez , la que á su vez desapa- 
rece en el interregno de uno á dos septenarios. 

Eritema nudoso ferilhema nudosum de WillanJ. Él eri- 
tema nudoso ocupa con particularidad los miembros » y de 
estos la parte anterior de las piernas» acompañado en lai 
mayoría de casos de mal estar» de abatimiento y fiebre: 
este eritema está compuesto de manchas rojas ovales algo 
prominentes en su centro 9 cuya estensión varía desde 
algunas líneas á una pulgada^ La tumefa^ccion de estas man- 



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4 

chas aumenta gradualmente hasta formar unos pequeños 
tumores rojizos y dolorosos» que parecen tender ¿ la supura- 
ción; pero bien pronto su volumen disminuye , reemplazan- 
do á la rubicundez primitiva un color ó tinte azulado* 

Causas. El eritema es por lo común producido por la 
acción de los agentes esteriores sobre la piel: asi pues, la 
influencia del sol y del frío , las flores blancas , las orinas 
y materias fecales, el fluido acre que segrega la pituitaria 
en el corisa , el frote de dos superficies contiguas del cuer- 
po, como sucede en las mugeres y niños muy obesos, y 
ademas la dentición, las alteraciones del flujo-menstruo, 
la época llamada critica, la ingestión de sustancias irritan- 
tes , como el bálsamo de copaiba , etc. , etc. , son otras 
tantas causas del eritema. 

Duración. El eritema hidiopático termina ordinaria- 
mente por resolución en el término de algunas horas, ó 
cuando mas de algunos dias. Algunas veces se veriflca una 
ligera descamación ó una secreción sero-purulenta de un 
olor desagradable. El eritema puede ser periódico ó in- 
termitente, bien sea que acompañe como epifenómeno á 
una fiebre de acceso , bien que constituya por sf solo toda 
la enfermedad. El icritema sintomático de una afección 
aguda , desaparece prontamente algunas veces en los paro- 
xismos sin descamación sensible ferithema fugaxj. 

Diagnóstico diferencial. El eritema se diferencia de la 
erisipela por ser el color rojizo en el primero mas superfi- 
cial por la falta de tumefacción y dolor que es constante, 
urente y acre en la irisipela , por su benignidad y por su 
terminación pronta y feliz. En la alfombrilla el color roji- 
zo es superficial como en el eritema ; pero el color de rosa 
mas ó menos pronunciado , propio de la primera , es muy 
característico. El eritema nudoso , que podria confundirse 
con la alfombrilla , se diferencia de esta última por su color 
rojo mas circunscrito , y por su tumefacción. 

El sarampión y la escarlatina difieren del eritema; el 
primero por la forma irregularmente semilunar de sus man- 



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5 
cha$, y la segunda par el color de frambuesa de las eñtea^ 
sas placas que la forman ; ademas estos dos ecsantemas son 
conta^osos, y van acompañados de sintomas geniales que 
les son propios. £1 eriiema papuloso puede confundirse 
tan solo con la urticaria; pero esta se diferencia por la 
elevación mayor de sus placas , por la falla del color vio- 
leta 9 propio del primero , por la picazón que produce , j 
Analmente ^ por su marcha irregular y comunmente 
fugaz. 

Esta misma variedad puede confundirse también con 
el Kchen urtimtus ; pero fácilmente se evitará el error si se 
atiende á que en este último las pápulas son menos anchas, 
mas redondeadas , mas duras , de color mucho menos oscu- 
ro , y á que producen como en la urticaña un prurito muy 
intenso por lo común. 

Las manchas sifilíticas presentan á primera vista alguna 
semejanza con el eritema; pero la duración de las primeras, 
que es siempre mucho mas larga y su color cobrizo ó gris, 
son caracteres suficientes para diferenciar estas dos deo- 
ciones. 

Pronóstico. El pronóstico del eritema nunca es grave. 

Tratamiento. £1 eritema hidiopático desaparece ale*- 
jando las causas que han producido su aparición con el uso 
de fomentos emolientes, de baños tibios, y con una esmera^ 
da limpieza. Cuando está sostenido por el frote de dos su* 
perficies contiguas, se recurrirá á una sustancia absorvente, 
eomo el polvo del licopodio^ teniendo ademas un cuidado 
especial en impedir el frote de las partes. 

£1 eritema sintomático desaparece bajo el infhíjo de los 
medicamentos empleados contra la afección de que es un 
síntoma. 

Los eritemas producidos por los retardos ó supreriones 
del flujo-menstruo reclaman las emisiones sanguíneas , los 
diluentes y un buen régimen^ 

La variedad llamada eritema rmdoso , ^le es la mas 
grave/ se combate con los baños tibios, con los laesantes 



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ñ 

goaves, Y en oaso6 escepcionales con rigunas ligeras emMo* 
nes sanguíneas. 

Gondidrem^ esla descripción del eritema adfirtienda 
que es susceptible de reinar epidémicamente. 

ERISIPELA, 



Erisipelas^ — F^bris erisipelalas<^ (Sydenham), — Febrís^ 
erisipeláeea (Hoffman). — liosa ( Seonert ). -^ Sejunda 
género de las dermatosis eccemaíosas de Mr. AJiberL. 



Jua 



erisipda es un ecsantema no contagioso caracterizada 
por el color rojo oscuro de la piel, acompañado del aumeiH 
to dd calor y tensión de esta membrana , y frecuentemente 
del tejido celular subcutáneo. La erisipela puede ocupar 
una estension mayor ó menor de la superficie del cuerpo, y 
en algunos casos la totalidad de su superficie; pero la carq 
; los miembros son su asiento de predilección. 

Variedades. Se conocen tres variedades de erisipela, 
i saber: la erisipela simple^ la flegmonosa y la gangrenosa.. 

1.^ variedad. La verdadera erisipela es aquella en 
que la inflamación se limita á la piel: se {presenta con lost 
caracteres siguientes. Dolor muy intenso en algunos casos. 
en un punto de la piel , qoJoj ro}0 de esta membrana oícu^ 
jMuido uqa e^ension mayor ó menor, que desaparece á le^ 
presión, la que por otra parte produce dolor, tumefoccion, 
«ensacioQ de calor acre y urente, pulso frecuente , sed, 
nauseas, amargKNr de boca, y lengua cubierta de una capa 
))lancuzca. £) epidermis que reviste la piel inflamada, 
{orma algunas veces unas flictenas de diferentes dimensio- 
nes , que encierran una serosidad amarillenta , que forma 
la^ costras que resultan de la abertura de dichas flictenas. 
Loa síntomas generales están por lo común en rela- 
ción QQH los pro^re^os del ecsantema. Hacia el quinto d 



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i 

«esto (Kft^ eolot rojizo dlsáihniye tottiAmlo un color aina^' 
nfleñto» él <iuc desaparece á su vez al YeriOfearse la desca- 
mación en la piel del punto afecto. 

En algunos casos en lugar de recorrer la erisipela sus 
periodos en la regiOii en donde apareció , se propaga su- 
cesivartiente á las partes Inmediatas á medida que desapa-* 
rece del punto primítiyamente afectado : en otros desapa- 
rece instantáneamente para dirigirse á un punto mas 4 
menos distante , no dejando mas huellas de su existencia 
sino una lijgera descamación. 

Eri los individuos de temperamento linfático 7 de débil 
cotíslitacion la erisipela puede complicarse con el edema, 
sobre todo cuando ocupa los miembros inferiores; en estos 
casos el color rojo es menos pronunciado, la piel está 
muy brillante, y conserva por algún tiempo la impresión 
del dedo. La terminación de la erisipela acompañada de 
edema es casi siempre favorable; mas por el contrario, 
cuando esta inflamación es consecutiva al edema , como . 
acontece en los individuos afectados de anasarca, y mayor- 
mente cuando aparece á consecuencia de las escarificacio- 
nes ptuticadas para evacuar la serosidad , la terminación 
por gangrena es inminente, 

2.* "variedad. — ÍEri9ipela fttgmonosa. La erisipela fleg^ 
monosa puede ocupar todos los puntos del cuerpo; pero 
so la observa con especialidad en los miembros. En esta 
vatíedad los síntoms» son mucho mas intensos que en la 
verdadera erisipela ; pero esta intensidad varía según la 
estensioo, profundidad dé la inflamación, y estructura ana- 
tómica de las paHes afectadas: aun en los casos en que el 
tejido celular no se halla inflamado profundamente, lá 
erisipela flegihonosa es acompañada de un dolor muy vivo 
y urente , de una tumefacción pronunciada y de una fiebre 
intensa. La terminación por resolución puede acaecer 
hacia el qidnto ó sesto dia; mas por lo común él dolor 
adquiere el carácter pufeativo , el color rojo disminuye, 
f(nWndo6e uno ó muchos focos de supuración^ cuya aber** 



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9 

tura dn salida 4 un pus loaM^ meicladp ea al^uiiioB easot 
con colgfijQS de tejido celular mortificado » cuando este te- 
jido se halla afectado profundamente; y cuando la erisipela 
flegmonosa ocupa todo un miembro > los dolores soa pro- 
fundos , la piel está muy roja^ tensa y dolorosa & la mas 
ligera presión, el pulsa es frecuente» duro, concentrado» 
hay delirio » sed viva » lengua seca y sudores abundantes. 
1.a terminación mas común es'la supuración » la cual apa^ 
rece del quinto al sesto dia » y aun antes en algunos casos» 
acompañada de calofríos vagos» de disminución del coIck 
fido de la piel afectada » é igualmente del dolor ; pero 
con aumento de ta tumefacción de la parte. jE)n algunos 
casos el pus permanece por algún tiempo sin buscar salida; 
pero lo mas común es que se abra pasa unido con colgajos 
de tejido celular mortificado. En estos casos la duración 
de la afección es larga y muy peligrosa i causa de la es- 
tancación del pus » del desprendimiento de la piel » y de la 
diarrea colicuativa acompañada de fiebre lenta y de abun- 
dante supuración. 

Los síntomas de la erisipela flegmonosa pueden aun 
ser mucho mas intensos cuando los aponeurosis oponen 
obstáculo á la inchazon de los tejidos» produciendo estranr^ 
gulacipnes» como sucede con especialidad en los pies y 
Ulanos : en estos casos al segundo ó tercer dia se forman 
unas manchas de color de violeta sobre el punto afectado, 
la piel pierde su sensibilidad » y se cubre de fUctenas quo 
se estiend^ con rapidez» sucediéndolas unas escaras do 
poca ostensión» mayormente si se ha puesto en práctica 
un tratamiento apropiado : estas escaras se desprenden 
poco á poco« obteniéndose la curación después de verífi^ 
carse una supuración mas ó menos abundante. 

3.* variedad^ La erisipela gangrenosa puede resultar 
de la intensidad de la infiamacioo» mayormente cuanda 
los aponeurosis estrangulan las partes tumefactas» produ- 
ciendo la gangrena del tejido celular subcutáneo y ci)me^ 
CMtivamente la muerte de la piel ; ademas el mal estada 



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9 

del <n^a[D¡smo á oonsecueoeia de largas enfermedadeg » y 
las alteraciones de la sangre , son otras tantas causas de 
esta variedad ^ ó por mejor decir ^ de esta terminacitm de 
la erisipela. 

La erisipela ofrece afganas modiicaeiones segim el sitio 
donde tiene su asiento. 

^ 1.^ Erisipela de la cara. La erisipela de la cara es la 
mas frecuente de todas : por lo común empieza por la na- 
riz ^ por un carrillo/ ó por los párpados, estendiéndose 
progresivamente por toda la cara: al mismo tiempo so- 
brevienen síntomas generales mas ó menos intensos , tiJes 
como la frecuencia del pulso , el calor aumentado de la 
piel 9 la cefalalgia, el insomnio y un ligero delirio durante 
la noche: estos síntomas son unas veces muy intensos y 
otras apenas apreciables , llegando generalmente el ecsan- 
tema á su apogeo en el término de cuatro á cinco dias» 
siendo al octavo la resolución bien marcada* 

2.^ Erisipela de la cabeza. Raifa vez la erisipela de 
la cabeza se limita tan solo á esta región , pues ^e por 
lo común es cons%uienle á la erisipela de la cara* 

Se la reconoce por el color rojo poco intenso del ter 
gmnento, por la túmefaccicm edematosa det mismo , y por 
su escesiva sensilñlídad : en este (^so la terminación por 
supuración es muy común, gangrenándose al mismo tiempo 
el tejido celular subcutáneo sin que la ];>)9kdy|!ÍPP^ ^^ 
su destrucción; lo cual se espUca por hallai^los vasos 
contenidos en la superficie interna del dermis y. no en el 
tejido celular subcutáneo como sucede en los miembros. 
Esta erisipela es acompa&ada de síntomas generales in-- 
tensos análogos á los de la erisipela de la cara , los que la 
hacen muy grave* 

3.^ Erisipela de la región umbilical. La erisipela de 
la región umbilical en los recien nacidos es muy común 
en loe asilos destinados al amparo de estos seres desgra- 
ciados. Se designan como causas de esta erisipela el aire 
viciada que rehiran los infantes en estos filantrópicos 



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10 

«Silos, y las fuertes tracciones ejercidas sobro el oerdotí 
umbilical. 

Esta erisipela se estiende algunas yeces al hipogastrio 
y órganos genitales , causando en algunos casos lá gai^ 
greña de estas partes: la erisipda es la mas frecuente 
de todas las flegmasías cutáneas que padecí^ los uiíMx 
«u terminación puede ser por resolución , descamacibn, 
supuración ó gangrena; siendo estas dos últimas tarmin»» 
cienes las mas comunes y mas graves. 

4.^ Erisipela de los miembros. La erisipela de loi 
miembros es en unos casos de poca estension y en otrot 
ocupa todo un miembro , pudi^ido verificarse la termi* 
nación por supuración e^ un punto y por resolución en 
los demás. 

Las complicaciones mas temibles de la erisipela son 
las inflamaciones cerebrales y gastro-intestinales , las quei 
suelen desenvolverse con grande intensidad , haciendo pe^ 
recer i»*ontamente al* enfermo : en estos casos ó bien la 
erisipela desaparece de repente , aumentándose al imsmo 
tiempo los síntomas inflamatorios y ó bien continúa su mar-^ 
cha sin desaparecer. 

Terminaciones. La erisipela puede terminar porrefli>-i 
lucion, delitecencia, supuración y gangrena; pero la mas 
común de todas estas terminaciones es la resolución. 

NeerúgIgMicCmnio un individuo ha sucumbido duranto 
el curso de una erisipela , se ve que el color rojo propia 
de este ecsantema se ha transformado en otro negrusco; 
d epidermis se desprende fácilmente: en aJgunos casos rt 
tejido celular subcutáneo está reblandecido é infiltrado dci 
pus, el cual se encuentra también formando focos: según' 
Mr. Rives los capilares venosos de los tegumentos presen- 
tan restos de inflamación. 

Causas. La erisipela se observa en todas las edades 
en los dos sexos y en todas las estaciones ; sin embargo, 
afecta con preferencia á las mugeres y á los individuos 
coya piel es muy impresioiiable : el otoño y primavera son 



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11 

\$Á estaciones en las que su aparición es nu» frecuentet 
pudiendo también reinar epidémicameirte con especialidad 
en los hospitales. La insolación , la acción del frío » los 
tópicos Irritantes, las picaduras, las heridas contosas, las 
mas ligeras operaciones, el uso babitoal de alimentos grof- 
seros muy condimentados y de (^rnes en putrefecdon , los 
licores fermentados , la supresión de las reglas , sus des-^ 
arreglos, las irritaciones gastro-inteslinales, y fin«liuente^ 
la permanencia en las cárceles , hospitales y todos los lu^ 
gares en que el ^e se halla viciado , son otras tantas 
causas de la erisipela. 

¡Magnónico. Este eesanlema presenta per lo eomun 
caracteres tan marcados que es imposible desconócelos 
mas no obstante es indispensable un detenida examen para 
reconocer la erisipela de la cabeza , mayormente citando 
coincide con otros síntomas que atraen toda la atención^ 

PfonóBíico. La erisipela simple que ocupa una super- 
fole pequeña no es peligrosa ; mas la que se estiende y 
complica con una inflamación del cerebro ó de las vias 
digestivas es de mucha gravedad. La que ataca á las.per*^ 
sonas afectadas de anasarca es muy grave. La desapari** 
clon repentina de este ecsantema, precedida ó seguida de 
síntomas que indican la inflamación aguda de órganos eseii^ 
ciales á la vida, es muy comunmente funesta. Guando Id 
erisipela flegmonosa ocupa una grande ostensión ^ m pro- 
nóstico es las mas veces mortal. Finalmente, la erisipela 
gangrenosa es muy grave , mayormente cuando se pre« 
aentan los síntomas que caracterizan la adinamia. 

Trabamiento. En la erisipeta simple poco estendida que 
no produce síntomas generales intensos, se debe somier 
al enfermo á un régimen severo , administrándole las bebi^ 
das diluentes y condenando al misino tiempo el cuerpo á la 
quietud, mayormente si la erisipela ocupa un miembro: 
mas cuando el ecsantema ocupa una superficie estensa y 
está acompañado de síntomas generales, es necesario re^ 
currir ^ en los individuos jóvenes y robustos , y cuando la 



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12 

reaedon es («lerte» á las emi^ones sanguíneas ayudadas de k$ 
bebidas aciduli» 6 Hgeramente laxantes, á la dieta, etcw^, etc. 
En los casos en que este ecsantema sobreviene en indi- 
viduos debilitados, bien .por enfermedades anteriores, bien 
por cualquiera otra causa, es indispensable, á pesar de la 
aparente gravedad de la erisipela , ser muy cauto en el uso 
de las emisiones sanguíneas. Los vomilivos son muy útiles 
mayormente en los ancianos, cuando hay embarazo de las 
vias digestivas sin inflamación del estómago. 

Los pulpantes laxantes como derivativos al canal intes* 
tinal convienen con especialidad en la erisipela de la cara. 
Las aplicaciones tópicas dan por lo común muy pocos 
resuttados ; no obstante , algunos profesores emplean el 
nitrato de plata cristalizado, las fricciones con el ungüente 
mercurial preconizólas por Velpeau , Bicord y Serré , el 
cerato, etc. 

La erisipela flegmonosa reclama un tratamiento enér- 
gico, aunque modificado según la intensidad del mal : la» 
emisiones sanguíneas generales y locales en el momento de 
la aparición de la erisipela , los baños emolientes prolonga-* 
dos y el desembridamiento de los tejidos cuando la inflamad- 
clon sigue su marcha , son indispensables , variando las di- 
mensiones de las insiciones según la estension y asiento de 
la afección. 

La compresión ha sido recomendada en la erisipela 
flegmonosa ; mas como la esperiencia no ha pronunciado 
aun su fallo de un modo seguro, nos parece mas conve- 
niente recurrir á las emisiones sanguíneas , reservando la 
compresión para los casos en que sea necesario dar salida 
al pus detenido, formando conejeras, ó para ciertas erisipelí^ 
edematosas. 

El tratamiento de la erisipela gangrenosa no puede es- 
tablecerse a príoriy pues que deberá variar según que la 
gangrena dependa de un esceso de inflamación del sitio que 
ocupa el ecsantema^ ófinakneirte del mal estado de la cons^ 
tAuckm. 



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13 

En éste úttlma caso ^ tecuirirá con prenuira á los tó*' 
nicos administrados al interior y tópicamente. Las bebidas 
aciduladas 9 los cocimientos de quina , las compresas em» 
papadas en un cocimiento aromático , los polvos de quina^ 
de alcanfor y la disolución del domro de cal llenarán la 
indicación convenientemente. 

Mr. Biett recomienda como muy útiles para estos caso» 
las cataplasmas de carbón. 

URTICARIA. 



Áspriítdo (Ceho). — Purpura urlicata (Junker).— ícfrm 
uríiccUa (Vogel). — Porcellana ( Ueutaud).— Scarte/ma 
tirtfcdto (Saavages). — Cnidosis (AHbert.) 

JLja urticaria es una inflamación ecsantemática de la piel 
no contagiosa , caracterizada por unas elevaciones de forma 
y estension variable, comunmente irregulares en su desar-^ 
rollo y marcha, y presentando la particularidad de ser de 
un color ó mas encendido ó mas bajo que el que es propio 
á la piel en el estado normal : estas elevaciones son muy 
fugaces y van acompañadas de un prurito mas ó menos in-' 
tenso , siempre muy molesto. 

La urticaria es aguda ó crónica : en el primer caso su 
duración es de uno á dos septenarios; mas en el segundóla 
duración es ilimitada , pues que puede persistir durante al- 
gunos meses y aun algunos años por medio de la reproduc- 
ción de nuevas erupciones. 

Síntomas. La urticaria febril ó aguda es precedida du- 
rante algunos dios de cefalalgia , náuseas , dolores en el 
epigastrio , ansiedad ; Analmente , de los síntomas que pre^ 
ceden y anuncian las fiebres ecsantemáticas. El enfermo 
siente un ligero prurito y un calor intenso en el punto de 
la piel en que va á aparecer la erupción. La duración de 



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1* 

edtoa^pIrddrMDOé, Cuya intendidéd varia ^ eft de veinte y cua- 
tro f tréiata y 8ei» ó cuarenta y ocha horas, al cabo de la$ 
que aparecen sucedivaraente en diferentes puntos de la su* 
perficie del cuerpo, peto particularmente en las espaldaü, 
lomos, párté interné del antebrazo, mu^ y rodillas, unas 
placas comunmente rojas , ma^ algunas yeces blanquecinas, 
rodeadas de una aureola eritematosa de un color rojo car- 
mesí : estas placas que ocasionan un fuerte prurito , se 
hallan esparcidas por la piel ; pero en algunos casos se reú- 
nen formando pequeños gfupds, los que pueden hacerse con- 
fluentes: por lo común la erupción se limita á un solo 
punto, el cual abandona para invadir otro. 

Las elevaciones consideradas en sí mismas presentan 
Ordinariamente una forma irregular y diferentes dimensión 
tfes. Por lo que llevamos espuesto se concluye que un ac- 
ceso de fiebre urticaria ( permítasenos esta espresion ) eitá 
Caracterizado por una erupción de placas rojas limitadas á 
un punto masi 6 meáo£l estenso, acompañadas de un pruritcí 
inteiso , y de un hormigueo muy incómodo : estos síntomas 
se exacerban durante la noche con el calor de la caina. 
La duración de cada placa varía entre algunos minutos á 
algunas hora^ pudieudo la erupción persistir, cambiando d0 
sitio á cada instante, ó desapareciendo complétamete para 
iq>arecer de nuevo como las afecciones intermitentes* 

Tal eS la urticaria febril ó aguda cuya duración es de 
ocho á diez dias, durante los que persisten los síntomas 
generales, especialmente la fiebre y el embarazo gástrico. 
Pero Ue^ un momento en el que estos síntomas generales 
empiezan á perder en intensidad y desaparecen, coincidiendo 
esta desaparición con la disminución rápida del prurito y 
de los accesos , los que concluyen á su vez completamente 
dejando tan solo tras sí una ligera descamación en casos 
escepcionales. 

La urticaria crónica se presenta sin fiebre y sin síntomas 
precursores ; en esta variedad, como en la aguda, la enfer- 
medisid se compone de una sucesión de erupciones que per^ 



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19 
risten por dl^gmm horas édias reeraphu^doté unas á otras^ 
tiB«s recesen el ponto priniítíTjaiiiente afectado^ y otras en; 
ettalquier ponto de la piel indistintamefite. En, esta f^rnoa 
hs étevaciones fue eomi^osen las placas son mas irregulares 
aim que en la aguda: por lo coniun^ cualquiera que sea la 
forma de dichas pbeas^ liunea van acomps^das de auiB^to 
áA ealor^ y sí de un prurito á veces muy pronunciado. 

Willan ha adnntido una variedad de la urticaria carao- 
terizida por una comezón penosa sin la presencia de las 
placas; más faltando éstas que son el elemento caracterís-^ 
co de la erupción creemos deber suprimirla» 

Aay otra variedad importante de la urticaria n^ucho 
mas grave que las precedentes ^ admitida por Willan con el 
MmlNre de urticaria tuberam. Esta variedad se asemeja 
al eritema nttdoso componiéndose de tuberosidades profun- 
das y estensast acompañadas de dificultad en los movimien- 
ttoSyiiolor y tensión. en los puntos afectados, y coBq[)lÍGadas. 
en algunos casos con unas manchas purpúreas > y aun con 
i^erdad^os equimosis^ siendo el cdor de las tuterosidades 
en estos eaeos lívido. Esta variedad se presenta en formad- 
de accesos 9 los que comienzan por la t«rde y se prolongan . 
durairte b noche, dejando al enfermo muy débift y abatido.; 
La urtkaria tuberona presenta d tipo intenmtente de uu 
QKido muy marcado. 

CauiOB. La urticaria afecta con preferida á los ni6o6, 
nogeres y jóvaies, tal vez á causa de la delicadeía y finura • 
de su piel. Por lo común el mas figero frote es si^ciente 
en estos individuos para provocar la aparición de li» placas; 
asi {mes no solo el contacto de las hojas de la urtiea dioica 
puede producir la urticaria, ano que se encuentran indivi* 
dúos de piel tan vulnerable que no tolera el nienor frote, 
la Jáaenor presión sin cubrirse al momento de placas ; mas 
por fortuna en estos casos la erujM^ion dura tan soio algunas 
horas y ¿ veces tan solo algunos minutos : si es evictente 
que ciertas coadicíoues físicas, de la piel padecen constituir 
una -predisposición local para la aparición de esta afee- 



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16 
cion» es también cierto que exidle en algmás personas 
una predisposición general para padecer este eesantenwt 
así 9 pues, se le ve presentarse bajo la infiaeocia de a^ 
teraciones internas poco pronunciadas , por el trabigo 
de la dentición en los niños , por las eiBociones mora-* 
les yiyas en los adultos, por los desarreglos en las comi- 
das , y sobre todo, por la ingestión de ciertos alimentos 
como la carne de cerdo , la miel » los hongos , etc. 

La urticaria es mas frecuente durante la primavera j 
verano, en cuyas estaciones tiende á adoptar la forma epí-« 
démica. Finalmente , la urticaria puede ser Sintomática de. 
otras afecciones , y con especialidad de algunas fiebres in^ 
termitentes. 

Diagnóstico diferenríal. Las anchas placas bien apareo^ 
tes por lo común de la urticaria , su marcha y desarroUo, 
son los signos característicos que impiden confundir el (^ag-^ 
n(Mico de esta erupción. Sin embargo , hay una variedad 
del liqtAen conocida por el nombre de lichen uríkaim coa 
el cual podría tal vez confundirse; mas en este último el 
prurito es mucho mas intenso que en la urticaria ; laa 
prominencias ó elevaciones que forma la erupción carecen 
de la aureola erítematosa; son menos anchas, mas promi* 
mentes y mas regulares que las de la urticaria : finalmente, 
8on verdaderas pápulas redondeadas, duras, resislentcs; 
mientras que las placas de la urticaria, aunque aaliantes 
sobre el nivel de la piel, son aplanadas, irregulares, y tieneB 
un color menos encendido. 

La urticaria ítAberosa. Se diferencia del erileina ti/uáoso^ 
en que la marcha de este es «empre aguda , continua y 
persistente; mientras que la urticaria tuberosa sigue una 
marcha crónica de tipo intermitente. 

Pronóstico. La urticaria no es, generalmente haUandoi 
una enfermedad grave. Kn embargo^ la forma tuba^osa 
presenta en ciertos casos gravedad , tanto por su duracioni 
como por los síntomas generales que la acompañan. 

Tratamiento. La urticaria aguda que aparece por el^ 



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17 
influjo de causas accidentales reclama un tratamiento sen- 
cillo, pues que las mas veces cesa sin remedio alguno. El 
reposo , las bebidas refrigerantes , algunas lociones acídulas; 
los baños templados y algunos ligeros laxantes son suficien- 
tes para obtener la curación : cuando los enfermos son jó- 
venes y sanguíneos, y la urticaria está acompañada de fiebre, 
se recurrirá á las emisiones sanguíneas generales. Guando 
la urticaria reconoce por causa la ingestión de ciertos ali- 
mentos , es preciso servirse de los vomitivos siempre que 
no haya vómitos, uniéndoles las bebidas fuertemente acidu- 
ladas. La urticaria crónica resiste á veces á los medios mas 
racionales : en estos casos se usan localmente las lociones 
alcalinas ó acídulas , los baños simples ó de vapor , y las 
duchas de la misína clase, siempre que la erupción esté bieii 
circunscrita : el tratamiento general se compone de las eva- 
cuaciones sanguíneas generales en los individuos pictóricos 
ó en las mugeres que menstruan mal , de los purgantes y de 
las bebidas aciduladas ; finalmente , en la uríicaría tuberosa 
es necesario recurrir á las preparaciones arsenicales, las que 
obran como antiperiódicas , y entre ellas á la disolución de 
!Pearson ó á la de Fowler. 

ALFOMBRILLA. 

Roseóla. — Erupción anómala fugaz. — Fiebre rqjü.—Se^ 
gundo género de las dermatosis ecsantematosas de Átibert. 

JLfA alfombrilla es un ecsantema no contagioso caracteri- 
zado por unas manchas de color de rosa de figuras di- 
versas. Esta erupción es precedida de fenómenos genera- 
les que duran dos ó tres dias , pero menos intensos que 
en las otras fiebres eruptivas : estos pródromos se limitan 
por lo común á algunas ligeras incomodidades en las vias 
digestivas ^ acompañadas de fiebre poco intensa. 

2 



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18 

amamos. Las manchítas que formaa la alfombrilla son 
de color de rosa» las que ocupan unas veces toda la su-{ 
perficle del cuerpo » y otras tan solo algún punto del mis- 
mOy como los miembros ó el tronco. E^tas manchitas tie- 
nen un color menos encendido y son menos uniformes 
que las del sarampión , estando ademas mas separadas 
unas de otras, conservando la piel en los espacios que 
dejan su estado normal. Estas manchitas están acompaña- 
das algunas veces de picazón, y desaparecen en el inter- 
valo de veinte y cuatro á treinta y seis horas : en algunos 
casos reaparecen para volver á desaparecer , alternando 
de este modo durante un septenario. 

Variedades. La alfombrilla presenta numerosas varie- 
dades; pero la mas intensa de todas ellas es la que apa- 
rece en verano {Roseóla cesíiva): sus caracteres son los 
mismos que acabamos de describir. En la alfombrilla de 
otoño {Roseóla autumnalis) las manchitas son mayores» 
pues que llegan á adquirir el tamaño de una peseta: su 
asiento son las estremidades superiores , no siendo acom- 
pañadas de movimiento febril. 

La Roseóla annulata de Willan se presenta forman- 
do anillos de color de rosa , cuyos centros conservan él 
color de la piel : estos anillos , que ocupan con prefe- 
rencia el vientre , los lomos , las nalgas y los muslos, 
tienen en su principio una ó dos líneas de diámetro ; pero 
se ensanchan progresivamente , de modo que sus áreas 
centrales llegan á adquirir una estenslon de media pulga- 
da. En algunos casos estos anillos se rodean recíproca- 
mente , sin que por ello deje la piel de conservar en &m 
intervalos el color que la es propio. Hay otra variedad 
que ha recibido el nombre de Roseóla variolosa^ la cual 
precede algunas veces á ciertas erupciones de viruela na- 
tural 6 inoculada; su marcha es la siguiente: al noveno ó 
décimo día , después de la inoculación aparecen sobre los 
brazos , tórax , cara , y sobre el tronco al undécúno , unas 
manchitas de color de rosa, oblongas, configuradas irregu- 



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19 
larmente y difusas» que producen sobre toda la superficie 
cutánea una rubicundez casi completa. Esta erupción per- 
siste durante tres dias » y desaparece progresivamente á 
medida que las pústulas variólicas empiezan á elevarse. 

La Roseóla vaccina es una eflorescencia análoga á la 
anterior en cuanto á )a forma , pero es menos común; apa- 
reciendo como la precedente hacia el noveno ó décimo 
dia después de la vacuna , rodeando primero á las pústu- 
las y estendiéndose progresivamente sobre el resto de la 
piel y acompañada de un ligero movimiento febril. 

La Roseóla müiaris es simplemente una complica- 
ción de la miliar con la alfombrilla. 

La Roseóla cholerica observada en el cólera esporá- 
dico por Lepecg de la Clólure^ y descrita después de la 
epidemia del cólera asiático por Mr. Duplay y por Mr. Ra- 
yer en la segunda edición de su Tralado de enfermedadta 
de la piel , se compone de placas irregularmente circu- 
lares de color rojo claro ligeramente prominentes , las 
que aparecen en el período de reacción conservando la 
piel en los espacios que dejan , su estado normal. 

Diagnóstico diferencial. La alfombrilla ha sido confun- 
dida con el saranq)ion y la escarlatina , no obstante ser el 
diagnóstico diferencial de estas erupciones muy fácil. 

El sarampión es contagioso y la alfombrilla hemos dl« 
cho carece de este carácter; ademas hemos visto que en 
la última las manchítas son de un color de rosa mas pro- 
nunciado , mas grandes y mas irregulares que las del sa- 
rampión , no existiendo por otra parte analogía alguna 
entre los fenómenos precursores » marcha y duración de 
estos dos ecsantemas. 

En la escarlatina, el color de la piel es mas encendi- 
do 9 mas persistente » y está repartido mas uniformemente 
que en la alfombrilla. La descamación de la piej que ape- 
nas es notable en la alfombrilla » lo es mucho » y por de- 
cirlo asi f caracterísca en la escarlatina. 
Causas. Las causas que producen la alfombrilla son : 



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20 

las alternaliras repentinas de frió y calor, el uso de be- 
bidas frías después de un ejercicio violento , la influencia 
de las constituciones atmosféricas durante el otoño y ve- 
rano ; ciertas enfermedades , como el reumatismo , el có- 
lera y la viruela : la dentición y la infancia predisponen 
á contraer esta erupción. La alfombrilla se presenta fre- 
cuentemente de un modo epidémico. 

Tratamiento. . El tratamiento de la alfombrilla consiste 
en guardar una ligera dieta ^ en usar de las bebidas di- 
luentes ó acídulas, y en el reposo del cuerpo. 

La mayoría de sus variedades no reclaman medicación 
especial. La alfombrilla anular crónica se combate con los 
baños de mar y los ácidos minerales. 

En la alfombrilla complicada de viruela ó de embarazo 
gástrico, siendo la complicación la enfermedad principal, 
todos los medios se dirigirán contra esta. 

SARAMPIÓN. 



Rubéola — morbilli. — Febris morbiltosa. — Sétimo género 
de Uis dermatosis ecsantematosas de AUbert. 



E 



L sarampión es un ecsantema que empieza con una irri- , 
tabílidad no acostumbrada del espíritu con síntomas ca- 
tarrales y fiebre : esta erupción aparece hacia el cuarto 
dia bajo la forma de unos puntitos rojos y prominentes, 
que terminan el octavo dia por una descamación las mas 
veces furfurácea. ^ 

Síntomas. El sarampión benigno se declara por una 
irritabilidad no acostumbrada del ánimo , por anorecsia, 
por una tos seca que se manifiesta por accesos, por ron- 
quera , por estornudos , por una necesidad continua de so- 
narse, por prurito y rubicundez de los ojos , por la imposi- 
bilidad de soportar la luz, jpor el lagrimeo y por la ca- 



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21 

leotura. Estos síntomas catarrales se prolongan hasta el. 
cuarto dia con remisiones , sobre todo por la mañana. En 
este dia el ecsantema se manifiesta bajo la forma de unos 
puntitos, lo mas ordinariamente como unos nudos peque- 
nos 9 prominentes , rojos y casi del color de las frambue- 
sas ; al principio ocupan principalmente la cara > en se- 
guida el pecho , el vientre y lo restante del cuerpo^ ¿ es- 
cepcion de las partes que traspiran mas , como las regio- 
nes pubiana y poplítea , sin prurito y sin que disminuyaq 
mucho los síntomas del estadio de la invasión ; por último, 
ea muchos de estos puntos se forman manchas semiluna- 
res confluentes , en cuyo intervalo la piel se manifiesta ya 
en estado normal 9 6 ya cubierta de puntitos solitarios. La 
eflorescencia no esparce ningún olor específico ; persiste 
tres 6 cuatro dias con calentura continua» con tos, y muy 
frecuentemente con epistacsis , y hacia el octavo 6 nove- 
no dia de la enfermedad desaparece en el mismo orden con 
que se presentó , las mas veces precedida de una descama-. 
cion furfurácea acompañada á veces de prurito.» dejando 
tras sí unas manchas lívidas mas visibles cuando la piel 
está húmeda. Tal es la marcha del sarampión beoigno; 
mas^ hay otro mas grave en el cual el estadio de ipvasion 
presenta los mismos síntomas » pero en un grado mas alto. 
Ademas de esto la cabeza está dolorida » los ojos infla^^ 
mados » los párpados hinchados » pero rara vez de modo 
que estén los ojos casi cerrados : el enfermo está ator- 
mentado por la tos» ya seca ó ya acompañada de esputo 
crudo , por un dolor pungitivo en el pecho , por la opre- 
sión que le causa la posición de la cama » por la disnea, 
por la soñolencia y por los pavores nocturnos. 

No es raro ver en esta enfermedad síntomas de angjna. 
Pero existe sobre todo una calentura que empieza por 
fría y va acompañada ^despues de nn gran calor » de sed» 
de pulso lleno 6 contraído y duro» y un poco irregular» 
con exacerbaciones nocturnas » con palpitaciones » con 
abundantes hemorragias» algunas- Yecc9 con vómitos» con 



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diarrea y con iscuria. Hacia el fin del tercer dia unas veces, 
y otras el quinto ó sesto aparece la erupción. Su presencia 
no acarrea ningún alivio ; por el contrario , la tos y las 
hemorragias» principalmente la epistacsis, se exasperan, es- 
cepto en muy pocos casos , y con bastante frecuencia acon- 
tece una menstruación prematura muy abundante , y su- 
dores que no producen alivio alguno. Se observa también 
la afonía y un cambio de la voz asi como el tialismo. La 
erupción, acompañada á veces de pápulas en las mejillas 
y en el dorso de la mano, y de vesículas en la nuca, en 
el pecho y en los brazos , se prolonga ordinariamente hasta 
él noveno ó décimo dia de la enfermedad , y termina como 
én el sarampión leve , á no ser que la calentura continúe 
con los síntomas de la angina , de la perineumonía , y priur 
cipalmente ^de la bronquitis ó de la pericarditis. 

En esté caso se ve hacia la convalecencia el paso de 
Ya enfermedad á la tisis ó á ótrífs afecciones, y sobreve- 
nir frecuentemente la muerte tarde ó temprano. El sa- 
rampión es en algunos casos mucho mas grave que el pre- 
cedente , y en este caso se anuncia por una tos casi con- 
vulsiva , por la postración de fuerzas y por el abatimiento: 
tarde ó temprano un frío seguido de calor interior se 
desarrolla con los demás signos que ordinariamente pre- 
ceden al sarampión. Se ven manifestarse, según los casos, 
la cefalea, los vértigos, el insomnio, el sopor, el delirio, la 
cardialgía , el vómito , la diarrea , un flujo disentérico , el 
tenesmo , las hemorragias abundantes , los temblores y 
ios saltos dé tendones. La erupción se verifica , ya mas 
temprano ó ya mas tarde que lo acostumbrado , y algunas 
veces después de convulsiones aparece de un solo golpe en 
todo el cuerpo ; las mas veces es de color pardo , violado 
6 negro , frecuentemente acompañada de petequias , y el 
enfermo suele perecer en medio del trabajo de la erup- 
ción. A veces la eflorescencia se prolonga solamente por 
espacio de algunas horas , y su desaparición prematura va 
seguida de aumento de *jtodes los síntomas , de afonía , de 



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23 

Bojedad en los eflnteres y de gangrena de diversas partes^ 
y del estertor de la muerte. No se debe considerar fuera 
de peligro á todos los que lleguen al período de desca- 
mación. 

Necr^ftiftmLo^ fenómenos que presenta el examen 
cadavérico de los que mueren del sarampión son los mte- 
mos que se encuentran en los que mueren de calentura 
catarral , y principalmente la inflamación de la tráquea 
que se estiende mas allá de su bifurcación , la materia 
puriforme que cubre la superficie interna de los bron- 
quios , la serosidad estravasada en la cavidad del pecho, 
un pulmón henchido de sangre» algunas veces de color de 
rosa» pero jamás inflamado ó supurado, á menos que no 
se encuentren tubérculos en su sustancia. Respecto á los 
que mueren á consecuencia del sarampión » presentan su- 
puración en los pulmones ó en las glándulas mesentéricas. 

Causas. La infancia y la juventud » asi como una 
constitución irritable, predisponen principalmente al saram^ 
pión: con todo, algunas veces este ecsantema no perdo- 
na ni al feto encerrado aun dentro del claustro materno, 
ni al recien nacido, ni á los ancianos, ni á los hombres 
de una fuerte constitución. 

El sarampión no se limita á ninguna época del año; 
y algunas veces el mismo individuo que en una epidemia 
resiste á la enfermedad, sucumbe cuando se presenta otra, 
pues muy pocas personas escapan sin padecerle. La causa 
escitante del sarampión es un contagio enteramente dife- 
rente del contagio de las viruelas , con* el cual ha apa- 
recido en Europa , y al que acompaña , precede ó sigue 
frecuentemente. 

Este contagio es bastante fugase, se estiende como el 
de la escariatina y aun mas fácilmente ; algunas veces 
solo á ciertas clases de la sociedad , y sobre todo á los 
afdultos; otras necesita que se le agrego una disposición, 
tal como el calor del cuerpo y las ocupaciones intensas 
del eq>írítu fWiUanJ. El período de incubación del sa- 



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24 

rampion que se ha inoculado , es en general de seis días 
(HomeJ ; el del sarampión espontáneo puede prolongarse 
hasta el dia diez y seis (WiUanJ. Ademas sucede algu- 
nas veces que el contagio eruptivo queda largo tiempo 
latente^ bajo la forma de corisa y de catar|^|^^ha bus- 
cado la causa piróxima del sarampión en un hum*or sutil 
y seco, en la peste» etc. A nuestro modo de ver consi- 
deramos esta enfermedad como el producto de una causa 
especifica , y como una afección catarral acompañada de 
un ecsaixtema, que se diferencia poco de la bronquitis en 
los casos mas graves. 

. Diagnóstico. La marcha , naturaleza de los síntomas y 
caracteres de este ecsantema, son mas que suficientes para 
distinguir el sarampión de la escarlatina. En el saram^ 
pión los síntomas de incubación preceden tres ó cuatro dia& 
¿ la erupción 9 las manchas son mas pequeñas, de un color 
rojo encendida» irregularmente semilunares, y conservan- 
do la piel en los espacios intermedios á< estas manchas su 
estado normaU En la escarlatina la erupción aparece con 
mas prontitud, las manchas son mas grandes,^ irregularea 
y de color de framhruesa. Como la erupción de la es- 
carlatina no desaparece de un modo uniforme ^ se obser-^ 
van hacia el fin del quinta dia algunas pequeñas manchas 
irregulares que pueden confundirse con las del sarampión,, 
siendo necesario para aclarar el diagnóstico tomar en 
consideración la epidemia reinante y los síntomas predo- 
minantes. La alfombrilla se diferencia del sarampión por 
no ser contagiosa, por él color rosa oscuro de las man^ 
chas, forma redondeada y dimensiones de las mismas* 

Pronóstico. El sarampión no es por lo común una eun 
fermedad grave , pero en muchos casos es peligroso , ma- 
yormente en las mugeres embarazadas, en el puerperio,, 
y en los individuos estenuados por dolencias anteriores: 
para formar el pronóstico es necesario tomar en considera-» 
cion el carácter de la epidemia reinante , la intensidad dQ 
Iqs afecciones concomitantes j^ y la importancia de los ór^ 



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25 
ganos afectados. La aparición de petequias^ una erupción 
prematura y su desaparición repentina , agravan mucho el 
pronóstico. 

Tratamiento. La dieta , la quietud , una temperatura 
moderada , las bebidas diluentes y mucilaginosas tibias, 
la inspiración de vahos emolientes y el cuidado de preser- 
var los ojos de una luz viva, son los medios suficientes 
para la mayoría de los casos. 

£1 uso de los vomitivos para destruir un embarazo 
gástrico, y especialmente para favorecer la erupción, es 
muy útil en el principio de la enfermedad. El estreñimien* 
to del vientre no presenta ninguna indicación en los pri- 
meros dias; mas sí persistiese se combatirá por medio de 
enemas simples. Si la erupción no se presenta franca- 
mente ó si desaparece repentinamente, se emplearán los 
diaforéticos, se meterá al enfermo en un baño templado 
que contenga una pequeña cantidad de mostaza , y en caso 
que fuese posible se recurrirá al baño de vapor. 

En los casos en que la erupción tarda en presentarse 
y que la fiebre aumenta , es necesario apresurarse á im- 
pedir el desarrollo de alguna flegmasía interna, á cuyo 
efecto son convenientes las emisiones sanguíneas, ya ge- 
nerales, ya locales, teniendo dempre en consideración las 
fuerzas del individuo y naturaleza de tos síntomas. Guando 
existen signos evidentes de perineumonía, de inflamación 
gastro -intestinal, ó bien como respiración estertorosa y fie- 
bre intensa , es necesario no abandonar la enfermedad á 
la naturaleza, aunque estos síntomas precedan á la aparición 
de la erupción, para lo cual se aplicarán algunas sangui- 
juelas detras de las orejas, al epigastrio ó 'al ano según 
el caso , toda vez que la poca edad del enfermo no per- 
mita recurrir á las emisiones sanguíneas generales : maé 
en los adultos se usarán á la vez la flebotomía y las apli- 
caciones de sanguijuelas. 

La época ea que debe emplearse la sangría es de 
mucha importancia; asi pues, cuando aparece una fleg-r 



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26 

masía, es necesario atajar en un principio su marcha por 
medio de la flebotomía , pues que mas tarde lejos de re- 
mediar el mal puede en muchos casos ocasionar la muerte: 
en una palabra , el uso de las emisiones sanguíneas es un 
punto de mucha importancia , siendo necesario no olvidar 
que solo componen en este ecsantema el oficio de una 
medicación escepcional , que tiene por objeto combatir la» 
inflamaciones y accidentes que agravan la erupción , y de 
ningún modo el de hacer abortar este ecsantema. LoS' 
purgantes producen buenos efectos en los casos de me- 
ningo-encefalitis, de neumonía, angina intensa etc.; sien- 
do los mas convenientes el maná, el sen, el calomelana 
y el aceite de ricino. Los tónicos como el vino generosa^ 
la quina , el alcanfor etc. , no están indicados mas que en 
los casos en que el pulso es pequeño y la piel tiene poco 
calor , teniendo ademas la erupción un color lívido. En 
la convalecencia son útiles los baños templados adminis- 
trados con prudencia, á fin de evitar el enfriamiento del 
cuerpo. 

El tratamiento profiláctico consiste en aislar los in-- 
dividuos. 

ESCARLATINA. 



Fehrís scarlatina de Sydenham. — Angina erisipelatosa de 
Grant. — Bossalia de Hoffmam. — Purpurea scarlatina. 
Febris anginosa de Huxham. — Morbilli confluentes. Oc- 
tavo género de las dermatosis ecsantematosas de Alibert. 

Xja escarlatina es una erupción contagiosa caracterizada 
por una rubicundez diseminada de un modo uniforme so- 
bre la superficie del cuerpo. 

Síntomas. Un mal estar general , calofríos , abati- 
miento , anorecsia, sed, dolor en la garganta y dificultad 



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27 
en la degluticion ; calor aumentado de la piel » frecuencia 
del pulso 9 nauseas 9 vómitos» dolor en la región lorobar, 
cefalalgia , algunas veces insomnio , delirio y convulsiones; 
pulso lleno, piel seca y calor urente, cara bultuosa, hin- 
chazón de las amigdalas, faringe y velo del paladar; len* 
gua cubierta de una costra blanquizca ó amarillenta en 
su base, y roja en la punta y bordes; tales son los sín- 
tomas que preceden á la aparición de la erupción , los que 
en la mayoría de los casos duran un solo dia, mas que 
en otros se prolongan por mas tiempo. La erupción apa- 
rece al tercero ó cuarto dia, mas en algunos individuoa 
sobreviene instantáneamente sin síntomas precursores. Co- 
munmente la erupción empieza por el cuello estendién- 
dose á la cara , y progresivamente al resto del cuerpo, 
bajo la forma de innumerables manchitas rojas que des- 
cansan sobre un fondo color de rosa, sin presentar ele- 
Tacion alguna apreciable al tacto. Estas manchitas mas 
finas , mas rojas , mucho mas confluentes que las del sa- 
rampión, se trasforman formando placas no prominen- 
tes. Estas placas , pequeñas en su origen , van reunién- 
dose á medida que se estienden, concluyendo poir presen- 
tar la piel un color uniforme de escarlata que desaparece 
á la presión del dedo : mientras que estos fenómenos se 
observan en la piel , la cavidad bucal presenta los si- 
guientes : rubicundez de la faringe , volumen aumentado 
de las amígdalas, las que están cubiertas de placas blan- 
das , blanquizcas , pultáceas ect. La erupción escarlatinosa 
coincide casi siempre con la aparición de vesículas mi- 
liares muy numerosas. Hacia el tercero ó cuarto dia la 
erupción adquiere su mayor grado de intensidad , con es- 
pecialidad en el hipogastrio, ingles, parte interna y su- 
perior de los muslos, axilas etc. 

Pasados cinco , seis ú ocho dias el ecsantema desa- 
parece gradualmente. Los síntomas generales que acom- 
pañan á la erupción, son la fiebre y el calor de la piel. 
En los paroxismos r y cuando la afección es algo grave, 



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28 

la cara del paciente espresa su sufrimiento y ansiedad» 
los ojos están animados y brillantes, hay agitación, de- 
lirio nocturno, y casi siempre un insomnio que resiste á 
todos los medios empleados para combatirlo, el que es á 
veces producido por un prurito tenaz: también la respi* 
ración sufre, haciéndose mas dificil y frecuente por ha* 
liarse las partes que el aire atraviesa mas estrechas á causa 
de la angina. La descamación empieza ordinariamente 
del cuarto al noveno dia, siguiendo por lo común la misma 
marcha que guardó la erupción en su aparición , per- 
diendo á la vez el pulso su frecuencia , la piel su intenso 
calor, aunque conservando su sequedad y aspereza, dis- 
minuyendo gradualmente los desórdenes de las vias di- 
gestivas y respiratorias,, terminando la erupción unas ve- 
ces por evacuaciones albinas ó sudores abundantes, rara 
vez por hemorragias nasales ó parótidas. 

Variedades. La escariatina presenta numerosas varie- 
dades, ya respecto á la erupción, ya en su marcha , ya 
en los síntomas generales y complicaciones. Unas veces 
la escarlatina en lugar de ser general se limita al cuello, 
tronco , rodillas, ingles, flexura de los brazos , formando 
placas rojas de una estension variable; otras la rubicun- 
dez es intensa, siendo en otros casos de un color rosa 
muy bajo. En algunas escarlatinas graves la piel toma un 
tinte lívido , en otras violeta ("escarlatina hemorrágicaj , 
la sangre se derrama entre las capas de la piel , y for- 
ma petequias y equimosis; mas esta variedad es menos 
frecuente en la escarlatina que en el sarampión y la vi- 
ruela. Ademas de estas variedades de forma , la erupción 
puede presentar irregularidades en su marcha. Asi, pues, 
los pródromos se prolongan mas de lo ordinario , durando 
cuatro ó cinco dias , como acontece en las escarlatinas 
graves y compUcadas; tan pronto son escesivamente cor- 
tos, tan pronto, en íin, no se presentan, como sucede ea 
la escarlatina ligera ó en la que sobreviene durante ^1 
curso de otra enfermedad. Una vez presentada la erup^ 



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29 
cion paede prolongóme por diez dias, cuando es intensa, 
ó desaparecer súbitamente por el influjo del fno ó de 
nna afección intercurrente , ó finalmente , el ecsantema 
desaparece el mismo dia de su aparición para desenvol* 
Terse nuevamente en una época mas ó menos lejana. Este 
fenómeno ha sido señalado por los autores con el nombre 
de reversio. Algunas veces la erupción parece presentarse 
bajo la influencia dé accesiones febriles, que aparecen de 
un modo irregular , guardando uno ó dos dias de intervalo^ 
Estudiada bajo el punto de vista de sus síntomas ge- 
nerales, la escarlatina presenta muchas formas; pues que 
tan pronto predominan los fenómenos atáxicos, como el 
delirio , la agitación , los vómitos , la rigidez de los mús- 
culos del cuello; tan pronto, por el contrario, predomi- 
na el aletargamiento , la postración , las lipotimias , la diar- 
rea abundante é involuntaria , la alteración del semblante, 
la escavacion de los ojos , las costras fuliginosas de los 
labios , dientes y lengua , las escaras del sacro y de los 
trocánteres, y las denudaciones de los huesos. Estos fe- 
nómenos atáxicos y adinámicos dependen casi siempre 
de la escarlatina anginosa; pues que formando la angina 
parte esencial de la escarlatina , como el corisa y la bron- 
quitis del sarampión, puede esta por su naturaleza é in- 
tensidad ser una complicación muy grave: aun cuando 
carezca de pseudo-membranas , esta flegmasía tiene mu- 
chos caracteres especiales que no pertenecen ni á la amig- 
dalitis ni á la faringitis ordinarias: anterior, posterior ó 
concomitante del ecsantema , siempre ocupa las dos ton- 
silas acompañada de rubicundez en toda la membrana 
mucosa bucal, complicándose con falsas membranas que 
pueden estenderse hasta el esófago y laringe. Esta angi- 
na membranosa es común, particularmente en las epide- 
mias de escarlatina , y termina algunas veces por gangre- 
na. De todas las complicaciones de la escarlatina , la mas 
importante por su gravedad después de la angina, es el 
anasarca. Esta compKcacion, mas común en la infancia que 



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30 

en otras edades» es producida por la acción del frió: mas 
la causa próxima del anasarca ¿existe en la nefritis albu- 
minosa? Aunque admitimos la relación que existe fre^ 
cuentemente entre estas dos afeciones, por probarlo asi las 
autopsias y la presencia de la albúmina en la orina , otros 
muchos casos no presentan alteraciones ni en los riñon^ 
ni en las orinas, y por otra parte la correlación misma 
entre estos dos fenómenos patológicos no esplica el meca- 
nismo de la formación de los derrames serosos; ignorán- 
dose por tanto , finalmente , la relación que hay entre 
estos y las pérdidas de la albúmina. De la esposicion de 
los hechos resulta que es imposible demostrar de qué modo 
el frío produce el anasarca en la escarlatina, y que en la 
mayoría de los casos hay coincidencia de nefritis albumi- 
nosa, sin que sea posible demostrar si para producir sus 
efectos morbíficos el frío obra directamente sobre la 
piel, ó por el intermedio de la afección de los ríñones. 
El anasarca se manifiesta algunas veces en el momento 
de la cesación de la erupción , y comunmente del décimo 
al veinteno dia durante la descamación : tan pronto se 
declara sin prodromos^ y con un carácter de agudeza in- 
tenso, tan pronto se anuncia por una sensación de mal 
estar y vómitos. La infiltración empieza por la cara es- 
tendiéndose progresivamente á todo el cuerpo: el pulso 
es frecuente , la piel está caliente , el edema es consisten- 
te y de color blanco mate , las orinas son raras y albu- 
minosas. Las cavidades del pecho, vientre y cerebro par- 
ticipan simultánea ó sucesivamente de la afección , presen- 
tándose en estos casos la ascitis, el hidro-pericardio , el 
hidrotorax etc. La marcha del anasarca es aguda ó cró- 
nica; en este último caso la piel está pálida y sin aumen- 
to de calor; los tejidos distendidos por la serosidad, es- 
tan flojos y de un color blanco mate ; todas las funciones 
«e pervierten, gradualmente, sobreviniendo la muerte, bien 
¿ consecuencia de la debilidad general , bien por la apa- 
rición de una afección intercurrente. 



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M 

IHagnóstícOs La escarlatma do se difereq¿^^ranl;e el 
primer día de una flegmasía no localizada aun nlMe otra fie- 
bre inminente ; mas en estos dos casos los conmemorativos 
guiarán al profesor para formar el diagnóstico, teniendo pre* 
senté la edad del paciente , el estado anterior de su salud, y 
la circunstancia de haberse espuesto al contagio del virus es- 
carlatinoso: ademas no se olvidará que la viruela se anuncia 
con un fuerte dolor en los lomos y con vómitos intensos ; el 
sarampión con los fenómenos de una fluxión óculo-nasal y 
una tos particular, y que en la fiebre tifoidea los pródromos 
no son tan agudos. Sí la escarlatina es irregular, si empieza 
por el delirio ó las convulsiones , solo el conmemorativo 
puede diferenciarla de la meningitis : al cabo de algunas 
horas aparece un poco de rubicundez en las amígdalas y de 
dificultad en la degluticion ; pero la duda estriba en saber 
si se trata dé una amigdalitis simple , ó bien de una angina 
diflerítica 6 escarlatinosa. Si el enfermo es de alguna edad, 
si está sujeto á. padecer de anginas « si ya ha sufrida ante- 
riormente á consecuencia de la intocsicacion escarlatinosa, y 
si la rubicundez y aumento de volumen se presentan solo 
en una tonsila , es muy probable que la afección sea una 
angina simple. Sin embargo , será prudente el niantenerse 
en espectacion hasta tanto que la aparición del ecsantema 
ponga fin á la' ineertidumbre con su color escarlata uni- 
forme. 

Pronóstico. La escarlatina simple no es unojsnfermedad 
^ave ; asi pues , solo las complicaciones pueden agravar el 
pronóstico. La prolongación de los pródromos, los vómi- 
tos abundantes, el delirio, la irregularidad de la erupción, 
su repentina desaparición , su intensidad , el color lívido 
que toman algunas veces las petequías y la angina que la 
acompañan , pueden producir el término funesto de la en- 
fermedad« 

Los accidentes á que da algunas veces origen el periodo 
de deseamacion suelen ocasionar la muerte en el idtervalo 
de algunas horas. 



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NeerófiilfmiA descomposición pútrida aparece pronta- 
mente en los cadáveres de los individuos que sucumben á 
la escarlatina: asi que, si se examina la piel inflamada , pa- 
sados algunos días , se observa que el epidermis se depren- 
de con suma facilidad. Cuando la muerte acaece en el pe- 
ríodo de erupción, se encuentran en todos los puntos en que 
está residía unas manchas lívidas ó violetas ; en otros casos 
toda señal de erupción ha desaparecido; pero incindiendo 
la piel, se encuentra una inyección mas ó menos pronuncia- 
da del cuerpo recticular. Los órganos interiores preseiitan 
comunmente señales de congestión. Las glándulas de Jírtin- 
ner están tumefactas , y las placas de Peyer rojas y reblan- 
decidas en algunos cadáveres. Cuando el enfermo sucumbé á 
consecuencia de la hidropesía escarlatinosa , los fenómenos 
que deja en el cadáver son de la misma naturaleza que los 
de las otras especies de hidropesías. 

Camas. La escarlatina es producida por un principio 
contagioso desconocido en su esencia, pero cuyos efectos 
no pueden ponerse en duda : esta erupción pi^ede desarro- 
llarse en todas las estaciones: sin embargo, su aparición es 
mas común en la primavera y verano , como lo prueban las 
epidemias. La escarlatina ataca indiferentemente hombres 
y mugeres ; mas los niños están mas dispuestos al contagio 
que los adultos y viejos. Por regla general la escariatina no 
acomete dos veces á un mismo individuo. 

Tratamiento. £1 tratamiento de esta erupción varía se- 
gún los diferentes caracteres que es susceptible de adoptar. 
En el primer período de la escarlatina simple se deben 
usar las bebidas emolientes ó refrigerantes, las fricciones 
ligeras, los pediluvios y una dieta absoluta. Si la reacción 
fuese intensa y el individuo robusto, no se debe vacilar en 
practicar una sangría, mayormente si aparecen síntomas 
inflamatorios dependientes de la afección de algún órgano 
imporíante. Cuando la erupción marcha de un modo regu- 
lar, todo el cuidado debe dirigirse á separar las causas qué 
pudieran perturbarla: asi pues, si la angina es ligera, las 



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affSeadme» eaK^íeotéten éevreekxr del cueHo, f I09 garga* 
tísmo» 6 in^eoeioties de, la- rntsma esjpeeíe, son sufidentes 
para combaürla ; . mas' si petrel contrario fuese violenta ^ se 
recurrirá á tas apUfcacioBes de sangiújiiela8 debajo de los 
¿npilOs de la mandíbula , á las vefntosaa escarificadas, y 
auftá la sangiia: en la angina pultácea^. qae coimiito casi 
sienqMre con síntoma» genef aléis grav^ , las emisiones san-* 
guaneas son por lo comim poco convenientes » á méoo6 que 
algunas indtóacio»es especiales no reclaoten su uso. Cuando 
la: angina re^4ste el carácter gabgr^»so\ se recurrirá á los 
tónicos empleados esterior é interiormente. La bronquitis» 
puIfiiioBla, pleinreisía» enteritis y las afecdones cerebrales 
se aiacaréh eD^idameote ^ «in cuidarse de la erupción. La 
eéeariatína jnaügna é atácsica está sostenida álgaoas vec^ 
pbF oá estado nerviosb g^eral sin fesion apfeei&báe de. los 
oetitros nerviosos: estos casos soii muy graves^ y en dios las 
eníBiones sanguíneas son perjudicililes las maes^ veces; por 
tanto m atendrá d pnofesor á los baños templados y á los 
revufeivos sobre las estremidaites ínferiófres^ 

La escarlatina tift^ea ó adinámica coati^indica iguaimenf- 
te las emisiones sanguíneas, produciendo felicesr residtadog 
los derivativos esteriores y los tónicos al interior. Guando la 
viruela complica á la esesúrlátlna , loda la atención del prác- 
tico debe dirigirse sobre la primera erupción. Si la escarla- 
tina desaparece súbitamente, se tratará de escitar la piel ppr 
medió de IoIb imftos tan^^dos, de los rub^dénles y de 
la urticaeiotí; combatieiido al nÉm^ tiempio las flegminías^ 
causas de la desaparición de la erupción. £n la eonvale^ 
cencía son Otiles Im fricciones suaves , los bafios t^npla-- 
dos y los ligeros laxantes , acomfya&ados de un régimen sen- 
cillo^ tenietído siempre especial cuidado de evitar el frie 
' y la -humedad: mas si á pesar de estas preeautíones so- 
breviene el anasarca, es necesario investigar si es ^0^ 
diácido por alguna flegmasfo, piles que en este caso 
las emisiones^ sanguineas (se enciende en los individuos ro*- 
bttstos) producen felices resultados: ademas son necesarios 

3 



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u 

los purgantes^ los iliotétíim y fosxüifüvélictsv f efitre efloi 
el catomelaBa, el «eette deTtoinó, el nitrála de potaMi , d 
ojimiel éscilfttoo , la digital ptnrpúrea ^ . el vino* anuurgo j 
diürélioo, Jas fuinigm^iones secas y los bapos fiUos. : 

Profilmtica. La bdladona ha sido empleada eD algopas 
eptdettttas como preservativo de la éscarlatúia. ühoknasiea 
encomia (M)n el mismo objeto mía combioacioB del «ináce 
dorado de antimonio con el mercurio duUei ]^sto>{»ofe80f 
asegura que ninguno de los individuos que huáet oii -wo de 
esta combinacitm fue attOMki de la^ esearlattea dumiteAina 
epidemia muy grave. . t. .,,.;. 

La dosis que aémnistraba . era para, in» niqos i4e «deis á 
cuatro ;años de* una secta ú octsva parte de ctleradÉtno ubido 
é igual cantidad del arafre-dorado de antímoDíot, irepüfeode 
esta dosis de* una* á cuatro veces yor día. A«Ios»iiHÍivJdiiosíd^ 
masedadse les admintetraba un grano de mértmrio «dtdoe 
y ocho granos de subUdro'sulfate solfufado deaottmoin». > 

IgnorunoB:» esta dombíBaeion ha jsido.^enj^ada pdf 
otros profesores; mlentlras tanto oreemos <|ue Ib mas/ booTft 
nieote es el airiainíento de los indiviéulos en Ito casosí en 
;^iie sea practicable. . ! * 

■■■■•■ '- • •"•• vesículas- ■■■-'■•• ■•' 



XJas vesíciiilds 8on unes pequeñas etevactaoi^ del e^d^nrá 
lomudas por! ua. líquido caroso y braspaifeote en eLmtopieqr 
t0 desu apancion ; mas comiiiknente este fluido pierde po(^ 
i poco su trafllparencia , volviéndose opaco 6 amarilleeAQ. , 
. Esta serosidad ; es algunas vecQs- reabsorbió ; mas por lo 
•eomon se d^rrimia sobre la superficie, d^ta piel^iforn^audo 
al coikeretarse unas veces escamas b^anqu^cí^as» otr^ CPSr ' 
tras delgadas y amarillas. 

Las paredes de estas yesioulas parecen no.solo estflr 
formadls por.elei)iderm»s# mo ti)in^ii por^ ^^iterpo nm¥ 

.-COSO* , .. ; , . „ : , . ■ .:.. i . * : ,^ . lí - i'i 



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3f5 
' ' La pbqmsñeK «de ai^nmifi te^knflas, leomo. por q^éttipíó,' 
las'qoeüólrnilin ei^eoeema^fabhedÉ) creer tenían su origen 
en JééstremUadfde lotí va$o^ destisadee á la secreción 
del «ttdw: mas QhBtínrarenlos pior una parte qué la eiis^ 
teiloía de esto» vasos e» Jripoiéttea; y por otta, que M^ lar 
Upátesifií&era admisible, para esplicar las erupciones com- 
pttMtas>:de "tei^eirias muy pequeñas, no espi^^á de modo 
alguno la formaeion de las grandes , á no ser'<}ue en estaa^ 
laiJnpanldoión. ocupase á la vez un conjunto de estos vbsos 
ei^kÁifiées. La aparieioA de las Yiesíoulas es preqedidá tinas^ 
\9eees por liiioapuntités rojos-, duros) elevadas y circuns- 
ci9lo9,fiegui(to8f de la secreción ée un liquidó en la super- 
ficie ' dei déniíis* : Otras^ se presentan ya formadas repentí* 
ittmentíf, lo que iia dado lugar á la división de vesfculas ée 
baso no inflaniada y de vesibuk» de base inflamad ("phUr 
amia f fmdraoiuj^i / i 

- A la primlsrd variedad pertenecen' el eecekna y la su- 
dimifia,! y á-lá ^gonda la tarieeiá, la vacuna, d herpes y 
la^artía. 

Las tequias (íoíi»k|erada» en sí, y abstracción h^ha de 
las afecáooes que l«s pvoduoen , - siguen áempre una mar- 
cha aguda. d& ¡corta duractoo* 

SmtQtnat. Las vesícula» son precedidas en algunos casna 
de síntomas generales, apareciendo al mismo tiempo los 
pHirtitoá :rojosq^e.^a hemos, descrito, y de cuyo cept^o se 
despfm»le el -epi4erm»: otras veces se ^eatnvuelvaí sitD 
Mnloniiá reaccíoaales, ^pompañadas tan soló ic^e un priHÜo. 
oaas ó menoe: íueómodo. 

£1: fluido que contiettéA 68 generalmente trasparente en 
el iQomtíiri^ (de su jBormacion^ y esta tra^rencia es algu* 
naa. veces tan prononeiada, que -la .vesícula asemeja á una 
gota de. 80ua que hiibie^ sido- 4errai»iada sobre la piel; 
poco á:pe«o esit^ Ik^imi/^ v^ tomando un color lácteo ú opa-- 
co, fí|rafO0í»cli»r >ufias veces fior ser rj^absorhido, y otras 
por Coramr costras miíy d^gwlas, escampias y quebíajiiliT 
zaá; <}ua«do te ^eecton es,cir¿DJ()a, lAs;cQstra(s s<^i^as 



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36 

Manquiéeas, ma» dielgadií», j se «piroii^fanaa m^dhp ú las 
escamas propiameiile dichas : el poco grosor y la formí^ la*« 
niiiiosa de las costras que dejan las erupekmes TesiculáreB 
merecen fijar la atención del obserrador; pues que wmi*- 
nistf^B carsK^tores muy importantes para disUnguir ciertas: 
afecciones cutáneas; (k)munmente lashuellasque dejan las 
vesículas desaparecen progresiTamenie, eonrátiendo estás; 
en algunos casos &ek -unas pequeñas cicatrices. 

Las afecciones Te»KCuIosas pueden ocupar todos los pun- 
tos 4e la superficie del cuerpo, y aun cubririoenterimeDCe.' 

Cüusas. De las afecciones Tesicotcires tjan solo: la sarna 
es contagiosa. La varicela ha sido atribuida por algimos em*- 
tor^ á im principio oootagtoso susceptible de trasmitirse 
por medio de la ihooulacion; pero careoemiofi áe prudias. 
que confirmen semejante aserto. Según estos autores la' 
causa de esta afección es el virus varioloso» modificad» 
por el estado constitucional Individual* Todas las causas 
que tienden á acelerar vivanientei la cironlación y á emtap 
el sistema dermoideo son ocasionales del desarrollo de 
las erupciones vesiculares > y eon especialidad de la siidá- 
mina^ eccema y herpes^ y las irrttacíones directas de laí 
piel producidas por una quemadura , un oánstico, un vegi- 
gatorio, ^. pueden tambten serlo de «na erupción ecce- 
matosa. 

Bmgnóstíeo. La forma de las vesículas, abstracción he- 
cha de los ^ntomas característicos que son propios á 
cada especie , bastará casi siempre para impedir todo error 
en el diagnóstico; y si en algunos casos ciertas afecoiones 
vesiculosas parecen poder confundirse á prnwerá vista *on 
algunas erupciones pustulosas , será fácil disHngmrias , te- 
niendo presente que las primeras empiei:an por unas vesí* 
culas que nunca contienen sino un líquido sero^punriento, 
y que cuando se concreta no produce inas que^ costras esca-- 
mosas, delgadas, quebradizas y laminosas, mienlras cp%e las 
erupciones pustulosas empiezan constantemente formando 
pequeñas colecciones purulenta acompa&a<tos de ma infla- 



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'mflCMMi IMS profenda ^ y dejando ítím toArm espesas ^ ár- 
raga&s y muy adhereiites á la superficie del dermis. 

Pronótíko. Las afeceí(»ies vesiculosas soá generálmenlte 
pooo graves; sin embar^^ el eccema crónico puede serlo 
per su leipacidad y eonstanda. 

Jrulomtattle. Cuando las afeccioQes vestcnlasassoD agu* 
das se emplea un tratamiento antiflogístico. El de las eré- 
meas es cspedal eu cada vaf iédad. 

MILIAR. 



Syn^ Sudámna.T^Febris miliaris. — Millet. — Púrpura al^ 
ha. -^Púrpura rubra. — PapulcB sudoris — Hydroa<^ — 
Suelto.. 



s. 



ha daitod nombre de mSidr á una erupción forma- 
da por TeBícwtas pequeñas, comparadas por su forma y 
.volumen 4 un grano de mijo /y también á algunas en^ 
fermedades febriles que van acompasadas de esta erup- 
^n. Los médicos antiguos haa escrito muy poco sobre la 
mHiar , bien porque- la considerasen: poco importante » ó 
ponqué no la oonociesen. Así pues » cuando á mediados 
del siglo décimo sétimo aparecié en Leipsik , juzgaron 
que era una enferm^ad nueva , al menos en la parte ci- 
vilhs^a de Europa , (a*eyéndola importada por los polacos; 
opinión bien errénea si atMdemos áP que por una parle 
ya había sido observadla en FFan<ja treinta años antes por 
Lázaro BivMr^^ y por otra que €'elso y iEtius la habían 
descrito con bastante exactitud. 

La mayor parte de los médicos que han escrito sobte 
esta erupción han supuesto que ét manera de las afeccio- 
nes variolosa , morinliosa y esearls^inosa , la miliar iba 
acompañada de una serie particular de síntomas ^ á los que 
ddiaa el nombre de fiebre miliar. Pero si comparamos 



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9» 

las de8Ctipei(»cft de estos divetsos autores » cfieMtmremos 
la mas completa diBoordancÍa« Las condicíopos en que se 
d^seoYuelve la fiebre miliar han «do causa tMnbien^ de 
muchas contradicciones , pues que unos pretendían que la 
miliar aparecia mas frecuentemente en los tienfos fnos 7 
húmedos » aiientras que , según otros ^ era. «as comuo en 
las estaciones calorosas. 

Síntomas. La erupción miliar carece d6 fentim^nos 9^ 
nerales que le sean propios : mas esta opinión no ha sido 
admitida por todos los autores , pues que , según unos, 
siempre es precedida de cefalalgia » somnolencia , delirio 
bajo y opresión , ansiedad , sobresalto de tendones y pulso 
frecuente y duro; mas estos fenómenos observados en algu- 
nos enfermos en el curso de algunas epidemias no son por 
lo general constantes; pudiendo asegurar que en* el mayor 
número de casos ningún fenómeno particular precede á la 
erupción miliar; aun los sudores que tienen tal vez alguna 
part^ f Q la produocicoi de eeita afección^ noisiempre la prete^ 
den. UUiiBamftnte,,el hormigueo y picazón cfne.alguBO^ en- 
fermos esperimeolan antes de la aparición de la erufwion^ 
d^ben ser consideorados mm^ bien eomo loa primeros sínto*- 
mas locales que o^mo los preludien de la enfiennedfed ; de 
cualquier modo , la ecupcion empieza ordiqaTiaments por 
wms pequeñas manchas rojas» que apareeen primuro en el 
pecho ^ vientre y parte , interna de los tirazos yaiuslosc 
estas níianchasy casi siempre en gran número» presentan. up 
punto pequeño saliente y rojo en un principio, pi^o lyue.se 
trasforiQA mas. ade^tte eo uj»a vesícula: bmisfética y. tií9fi^ 
pariente : esta vesícula ^ pcK^ sensible á Ls simula v&la;, fá^ 
cil de reconocer por medio del ta^to, está Ueoa dQ:.iwa 
serosidad clara acumulada d^eijo del ^demw- La ptca-^ 
zQp y los sudores squ casi los solos fenómeno que toom- 
pañan t la erupción miliar. La duración 4^: asta eciqmion es 
ijomy variable, pues que puede ser de algimo^ dtaa ó de;al«^ 
gwas horas. En algunos casos to eiriipciQu se r^moduee «n 
los paroxismos de lai af^caipnes .febril^ CMAúmusitSeato 



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89 

roioi^o det ello$, ^iei^.la apirecswy ; , r . , • . 

En. esta priiBfira especie de miliar ca4« yesícula pre^en^ 
ta manifiestamerite en su curso los^uloiaaas de una ípQama* 
eíoa limitada á un pequeño e^acio. Mas hay otra clase de 
miliar ea la que no aparece síntoma inflamatorio alguno, 
como sucede en la conocida cw el nombre de sudáminan 
por unos, y por otros con el de miliar blanca* 

La sudámma se observa en las mismas cQiidiciones que 
Ift erupción miliar; ocupa el mismo sitif^, y sacoofuade 
con esta ultima. Se' compone de vesícula^, trasparentes» he« 
mis£iriQaB»:.niuy p^jecidas.á! nnafota de sudor; son por. {9 
eomun^ muy pequeñas, y de^dej^ aparú^on están Uefias de 
liquido :jso>n exactamente hemisféricas^ pero Uen pronto se 
m^rcl^itan^perdieíado á .veces, su trasparencia y presentan-^ 
do un col9r. oscuro* ,, .. 

Diia§H6$iico. El ecAern^ es la, única enfermedad cuta-* 
nea con la que se podría confundir la.mi)iar; p^ro esta sq 
diferencia esenctaUn^te por l^s circunstancias que la prer- 
eeden> po^r su rápida marcha y por su corta ; duración : po^ 
otra parte, las vesículas del eccema están aglomeradas en 
gran cantidad en un espacio, muy limitado, mientras que 
las de la miliar están esparcidas y aisladas, y son también 
maft voluBoinosi^,. . 

Pr.oná$tíco. Lo^ médicos de los siglos precedentes te- 
m^n sobrenianera el retroceso de las erupciones miliares^ 
y en consecuencia ponían en. uso. los naedips mas enérgicos 
para. prevenirlo.; p^o una ^bservacio* mas exacta ha con- 
duQÍdo á reconocer que por lo general ni la aparición ni la 
desaparición de este ecsantema aumenta el peligro de la 
enfermedad. 3in eml^argo, bay ocasiones en las que la 
erj^pcion miUar ó sudámina si^ainistra dignos de algún va- 
lor; asi fljue, en los casos que un; ecsantema tenga los ca-. 
i:aclie|^.4^1.S4r^pj[pn;ó losde:la escs^rlatina, la aparición 
de las yesíiqnlc^ izares en las acsilas, en los pHegues de 
los Ipraaos y ep, 1^ ingles,; upe h^á reconoper de seguida que 



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40 

la erupción es^ esoariatiHOgá. En una enfermednd febril 
aguda y cuyo carácter equívoco hasta el segundo septenaria 
no permite fijar el diagnóstico, la* aparición de las sudámi- 
ñas añade un nuevo signo á los que ya hacían temer la 
lesión de las placas de Peyer. La aparición de sudámkias 
muy numerosas y confluentes en el tronco, es un sign» d(3 
funesto pronóstico en las efnferraedades graves , y con espe- 
cialidad en la fiebre tifoidea- 

Cansas. La ertipcion miliar no sé observa slnO" eii.los 
individuos atacados de enfermedades febriles. Sus causí» 
predisponentes son , según algunos autores , el seso femeni- 
no, una constitución débil, el temperamento linfiíítleo , la 
juventud, las evacuaciones abundantes, las peones de 
ánimo y< la vida sedentaria ; mas entre todas estas cansas 
tan soto la primera merece alguna atención; pues que, á 
no dudar, las mugeres están mas espuestas á padecer la 
miliar, como se observa eií el puerperio, en el e«»l, en 
medio de los sudores que preceden á te secreción láctea, 
aparece la erupción de que nos ocupamos , y con especia- 
lidad en las que no crian: por lo demás esta «rupeion^ que 
las mas veces es esporádica , ^ hace epidémica ert cir- 
cunstancias imposibles de determinar. 

Algunos médicos han creído que la miliar era contagio- 
sa ; mas esta idea nos parece errónea , y para éWo nos fun- 
damos: 1.^ En que creyendo que esta erupción eía conta- 
giosa por haber reinado epidémicamente, ó por acompa- 
ñar en algunos casos á una enfermedad de carácter con-t 
tagioso, se ha conftmdido el contagio con los efectos 
producidos por la esposicion de muchos individuos á la 
influencia de unas mismas causas generales ; y en los can- 
sos en que la miliar acompaña al tifus ó á la escar- 
latina , el contagio es debido sin duda alguna á estas ul- 
timas enfermedades. 2.° La analogía ha conduéldo á creer 
én el contagio, á causa de haber colocado é la mifeír al lado 
de las fiebres eruptivas, por existir , según algunos autores, 
relaciones entre estas y aquellas; mas hay entre éHas tales 



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«I 

diferencias y que es del (odo' inbpnsijíle el confundirlas: asi 
pues 9 las erupciones contagiosas ecsantemáticas no afectan 
mas que una sola vez al misrao individuo , aparecen á una 
época determinada de la eufeimedM 9 persisten durante 
un cierto número de días, y van empañadas de sínto- 
mas generales que leí son propios. La tnilíar, por el con- 
trarío , aparece muchas veces en el mismo individuo y en 
todos los periodos de las enfermedades á quienes se uñé. 
Su duración es indeterminada, reproduciéndose muchas 
veces en el cursó de una enfermedad y en todos sus perío* 
dois ; y finalmente , catece de síntomas geneitiles propio^ 
como los ecsantémas contagiosos. 

Tratamiento. El ttatamiento de lá ínilfar ha variada 
según las teorías de la época: así que, los médicos qn^ 
creian que esta erupción era producida por el trasporte á 
la piel de un príncipio deletéreo , han recomendado iodos 
los medios propios para favorecer este movhniento escén- 
trico, tales como el calor esteriot* , los sudoríficos y los 
cordiales; mas los que opinaban que la míHar era prodn- 
cida por el abuso de los remedios destinados á aumen- 
tar la calorificación , han recomendado fes bebidas refrige- 
rantes, las sangrías y una temperatura Baja: unos y otroé 
admitían una correlación entre la erupción y los demdS fe- 
nómenos de la enfermedad, considerándola como una aíec- 
cíon única , en la que la erupicioh forma el síntoma princi- 
pal: en una palabra, creian deber atender á la fiebre millar, 
y de ningún modo á la enfermedad .cualquiera que fue^e, 
en la que apareciera esta erupción. De cualquier modo los 
médicos juiciosos no han podido desentenderse de socorrer 
laá indicaciones verdaderas; es decir; las que arroja el es- 
tado general del enfermo. Asi que ,' scguti las fuerzas del 
Individuo y demás circunstancias , sé propinan en la fiebre 
miliar los antiflogísticos , los eslimulantes ó los revulsivos. 

De lo espuesto se deduce, que no siendo la erupción 
miliar sino un epifenómeno, el tratamiento debe- díirigir»c 
á combátn- la principal afección. / ^ ; . ¿ v 



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VAWeilA. 



Varícella , Variotce , Spurícs , Pemphigus ^aríoloides. — Tí- 
ruela volante. — The chiken-pox (he swine-pdx de ¡os 
ingleses. 

X^x. varicela es uaa erupción i;io cootagiosA caracterizada 
por unos vesfculas mas ó> menos nuroerosas» cuya aparicioa 
es pr^edid^.y acompaña 4^ síntpiqas generales» y (^uya 
desecación se veriflca del quinto al octavo día. En estos 
júltiinos tiempos se ban suscitado cuestiones de mucha ám- 
portapcia respecto ¿ la varicela ^ fiuestio^es que juzgamos 
jConveníen^.jdisQuIír antes de pasar ¿ describir la historia 
4e la enfermeda(|. ,.,. 

: £) nombre de varicela. ó de viruela vplante habia sido 
aplicado á algunas erupciones vesiculosas pár^ distipginrlas 
de la viruela^propiamante dicha^ con las, que tenian puntos 
de contactQ^ y que en consecuencia eran consideradas co- 
mo variedades de esta erupción; pero vino un tienqto en el 
/pie est9S enfermedades fueron completamente separas, 
laptp bajo el punto; de visla de los síntomas» como por lo 
respectivo ¿ sus cmisas; pues que decian que los síntomas 
de la varicela nunca eran los de la viruela » sucediendo lo 
mispno cxm las causas. Unas difjerencias tan marcadas .pa- 
rece debían ser snficientes para est^^lecer la línea de de- 
jpwircacion entre e&taMos afecciones; sin embargo la espcr 
rienciajQO ha demonstrado, la exactitud de estas a^e^cioneSp 
pues que vemos, que en los largos debates que han sostenir 
do algunos prácticos sobre la viruela inoculada / ban dad^ 
el nombre de varicela á unas afecciones» que según otros 
eran verdaderas afecciones variolosa^» 

Entre los a^ito^es que se han ocupado de i^n mpd^ es- 
pecial de ^ta m^t^ría, los unos MMp Thomson,^ Berard 
y Delavit sostienen que la varicela (?s tan sojo vm, yar|er 



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48 
dM de ki vHniéla, núeotraftque dros Uks tomo MSÍ. Lun 
á^mf AbmromhYf Brjce y EicHhorn» sostieoen ^tie. la 
iwicela es una «feceioa diferente^ tanto pv la, naturaleza 
desús síntimas como. por sita causas. Examinaremos aun-» 
xpie rápidameirte las razones que alegan por una y otra 
parte para sost^er su opiokra. 

. Ilabíen<to observado Mr. Thomson que jurante las epn 
gemías de viruelas, se .desenvolvían bajo ta influencia de Jas 
mi^masi causas eruptihones vesiculosas semejantes á la vart*f 
cíela, ya. en individuos vacunados , ya en oirqs que habían 
padecido la vjcuela, creyó deber coacluir» que siendo es*^ 
tas erupciones producidas por una misaia causa , debían 
ser consideradas como variedades pertenecientes áuná-MÍSf 
ma enfermedad. Ademas sostiene Thomson que la varicela 
no aparece sino, en los individuos cuya constitt^ion ha sido 
inodtfie«day bien por la vacuna, bien por la viruela. 

Las raleones de; los contrarios son: 1." Que en una epi"* 
demia de viruela es muy díQcil el apreciar si la aparícton 
de esta afección en Los individuos puestos en contacto con 
otaros Bcoineáid^s de la varicela 5, espinas bien el riesuUadd 
de esta comuaícacion que de la infección, vaiiolíca cuyas 
causas desenvudivea la enfermedad por todas, partes^ 
2.? Que la varicela vesiculosa propiamente didia qo se 
trasmite por medfo de la inociriackui » y que jamas origv* 
na la .viruela. 3.® Que las personas que crem que la varn 
cela es contagiosa » han confui^ido ^ta ifeceion con la va^ 
ri(rioíde ü^ viruela modificada. 4.^ Que la varice se pre-^ 
SBota en. individuos qué no han sido' vacunados , y en los 
que por consecuencia no se, ía puede confundir con la vi- 
huela modificada , por la anterior ei^istencia , bieo de esta 
enfermedad V bien de la vacuna» 5^^ Que la inocutadoQ^ 
del virus vacuno practkada poco tiempo de^es de la des-* 
aparición ide la .varicela ,. sigue su marcha regular, por el 
contrario de lo que acontece cuando se vacuna desiNies de 
la infec<^ variolosa. 6.^ Que la marcha; de la varicela es 
siempre.la inismt> lám sea: que »e desenvuelta aptc;;^ bien 



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44 

despuefefle*» Taceénb ó de tt virueh* 7*** -Qué te tlráek 
reinappr lotomuQ íepidémíc^ítnente sin ir Bcompofiada ile 
la varicéta/ y qqe por otra p^rte esta última puede imi^ 
bien reinar epidémicamente sin ir acompañéda de la pri- 
mera; y por 6ttímOy que \ús caractére» y síntomas de la va* 
rícela difieren esencialmente^ 4e los de la Tiriida* Despuies 
de lo espdesto, quedando la cuedíjon cuando metios'indeci- 
sa, mayormente á causa de la dificultad de distinguir en 
lés^ observaciones de los autores que unen la varicela á 
la varioloide , lo perteneciente' realmente á la una ó á la 
otr^ de estas: afecciones, colocamos la vai^eta entre \d$ 
erupciones resicalosas como- una enfermedad distinta de la 
viniela. : . , . 

La vatioeta, como ya hemos dicho, eé um afección ca- 
racterizada por' una erupción' de vesículas mas ó menos nu«- 
merosas: estas vesícutes son trasparentes en :un priñlcipio, 
m^s pierden la tra^arencia á medida qite la erupcioii re- 
eorre sus períodos. 

! Si/Uomas. Se conocen dos varfedades de varicela í en 
lá una las vesículas son pequéíías , poco protof nentes , y 
coniienen tin líquido claro é incoloro: en "la otra mñ 
grahdQs , globulosas , ' blandas y mas anchas por su cuerpo 
que por la base. Estas dos variedades pued<Mi desenvolver- 
se en el mismo individuo y en épocas diferentes, presen- 
tando los miónos síntomas , ya cuando apareceh antes, ya 
después de la viruela ó de la vacuna. La varicela es prece- 
dida durante veinte y cuatro, treinta y seis ó cuarenta y 
ocho horas de abatimiento y mal estar general, de sed, 
de anorecsia y estre^míento , algunas veces de náuseas, 
vómitos , dolores al epigastrio y fiebre : estos síntomas son 
mas ó menos inteusog, según los individuos. I^ erupción 
empieza regularmente por el tronco, y a^nas veces, 
aunque raras, por la cara, continuando por d resto del 
cuerpo durante algunos días. 

Variedades. En la rariccla, compuesta de pequeñas ve- 
sfeui^^ /SO obsevvijii en ei primer diá' unas eteváckN)eltas 



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rojas 'toég tt ktfmerite ;€»<ml«e8 eií d^icrttrov quesetn»^ 
forman en vesíoala» pecpim&s y triq^arentes» que au*t 
mentaii de» visteen dunainte do6 ó tre» dias> (omaAda el 
Uquiéa que contieaen uú color . lápteo. Héek €íl quin^ 
to dia de erupción empieza la defidcncíwv^ y al séslo las 
vesículi» son reemplazadas por unas escamas pequeñas 
de color negruseo , que desaparecen al noveno ó décimo 
dia. 

La variedad de la varicela formada por vesículas globu- 
losas es precedida de los mismos síntomas que la anterior, 
y se desenvuelve del mismo modo: los puntos rojos son 
reeinplazádos pot vesículas que encierran un líquido tras- 
parente que se vuelve opaco al segundo dia de la erúp- 
cioti, at mismo tiempo qué las vesículas adlquieren todo 
su volumen: su consistencia es blanda, su color perla; y 
la circunferencia está rodeada de una aureola inflamatoria: 
desdé el tercer éii(,; Jas- ve^^is Beapbnaa, se^rrufaijt 
y el líi^ido cpie bóntíeneBsáe espesa y. ttmia un color am^fT 
riHénte; Ls^xsestras que^recsttplazan á estas v^síc^las.persiá-? 
üeá durante un tietnpoimas largo> deja^ado unas dca4:ríoeq 
wmj feq¡áeñéiS. ■ ''■"* 

Diagnóitím^ Es muy fócil el distinguir ia varice dé 
IftYHtieia franca, éemis» de :^ marcha vegular y del^déH 
sarrolló gradual de las, pfástulas variólicas, que por olrat 
párté eneíerjrdfiuna matieria blaiiquisca> espesa y como eo^ 
henosa; pero no asi ei distinguir la yarioda dé la vituftld 
modificada. Sin embargo, eii esta ildtima afeoeío» los sín*^ 
tomas i^ecmm^m presentan por io^ comwi una intensidad 
grande, y ademas ecLisleel ^toma raqiiialgia, también i»«r* 
cursi» y di^^nO' de tdmárse^n contíderadon, por no presen- 
tarse en la varicela; a4eina8, en la viruela modiflcáda la 
empcleii té pustulosa , y lí» pitetulas son pequeñas» cücvih 
laves y eckmmmente deprimídc^ en «ü centro. En la várice^^ 
la las yeskulas son tf aspareirtes en el principio;, tomando 
el Ucpiído al progresar la erupción el carácter sAn^puní'* 
leitto^ añadiremos jqoe Ift «ai^Ia na es eonlsgiesai, mlén^ 



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M 

Iner-qiie lii viraito iMdifi(^iiii pmde ser tnhi»Mda'pí9rí 
ífiocutaoioD 7 producir uaa YimelBt intenta* 

Tr0$amién(&. El tratamiento de la irariceltf conwtfe en 

el ufto Ae bebidas templadas, y de las precaudonea h^Mw^ 

' eas eonniiies á todas las erupoiones. 

ECCEMA. 



Herpe escomoso. — Dermatosis eccematosa de AliberL-^ffer^ 
pes mUiarís. — Lichen ferox. — Herpes vivo de SauvaqeSj 
Jé Frank y Lorryi. — Scabies miliaris.^^-^'Criista láctea, 

, de Plench. ., , .. 



El 



, eccema es uéa inflamación de la .pid , carafcterísada 
en BU principio por unas^ vénulas esparcidas sobre spjpierfi^ 
cies mas 6 menos estensas» tan propto coaflaeiltes^ tan 
pronto discretas y ipie terminan ó por la reabsorción del 
fluido que contienen , ó por desgarrarse , produdepido vmm 
descaíBácion /epidérmica consecutiva. Si buscásemos eñ los 
UU'ois antiguos las formas patológicas designadas eb núes* 
tros)dias con el nombre de eccema, encontrariamos'Ia ma?^ 
yor confusión, pues que sos aferentes estados han recibid(^ 
las denoihtnaciones de herpes miHitrü , Cenando es poco in« 
tenso, y cuando las vesículas discretas se aplanan; de herpes 
fUdemiáeSj cuando la erut)cion vesiculosa produce unainfla*- 
macaón fuerte seguida de una descamación estehsa ^ etc« 
- Aunque los trabajos de los patologistas inglese» bayan 
introducido la claridad en la descripción de las formas ve-- 
siculosas, hemos creido no. deber adoptar todas las :espeQíes 
establecidas por ellos ; pues que si admitiésemos las causad 
de esta enfermedad |>or punto de partida en las distincionea 
eq[>ecffic«s> tocaríimios numerosas di&cvita^es^ a^i pues, 
dividiremos el eccema en agudo y eoxrónioo: estas dos 



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tí 

eiotiés vesieidosbis m^Mtíple» ifae. se^mióédenlÉiaB <á jolras^^ 
aeompfllkidMi^ «seguidas de <iiim)'infl«ni]eiotr ffdfaviá «n 
las capel «nper^efetes deld^raaisv d^«eór^ci9n;qiidéitaH 
eaf y de 'deseaimcíoni í ; . ..> 

^ 'SénftmoF.' £1 emesia agudo aba^aza el^ecbanscr simpbac^ 
elifccona^tilruin: y eltitqi^^odea^ £1 deaavrollo iel ect^ 
eama^ sjor^l^x e8.'préceAd<>4e nna^ saisacielÉ dé cafor 7 liot-c 
migueo^ gíñ ákeraeion algliiia en los püi4*s de la-piel qué 
¥ta á ^er aCqctadps; bien^ pronto, ápifecen un; sisiiúiiueiid 
de .peqoe^ta ^e^utas onfa trasp«ieiiGiá lio • eshieQ/ina^ 
Qesta «faM :poF mefib 4e un leoter álgünia^ii^eces e8ta'>enipfr 
elM apaiiscé^de xmmbá^epiáémieo^Síeecemi Biifíflé^íxuH 
do •oapa!iiBa sttpeiticíe'ilñcO' ^stensai, ñóiproduoe^QM^ral^ 
menté háUand» síatómsi generales;- pero si portitíLcóaÉradQ 
«eupao nn^ granee éstéHiion las'*6rapoioneSy son pveee^ 
didasde mal estar, de ágitai^ian general y de un estaco 
fd)rít que se diflpai eoiBnnnsenle » cuando la inflamaoiotí 
empieza á decaer. En la infancia y juventud el eccevmnm'r 
plsr guaMa una aiorcha mas «gádá. 

Ecemoa mbrum. Esta forma es notable por su íih 
tensidad^ pues qiiees précedida^de síntomas, generales mujf 
pronuoéiadosv de calor Intenso y de híncliazon en^la^ partes 
que van á ser atacadas; bien pronto aparecen las yeÉáoun 
las' m gran número^ cmrtéñiéndp «a 4ifQÍdó trasparente 
enios^-primerps días de te enfermedad , opaco y éeicfdor 
laeteoen tos* restante», el eviAse esjpavte aohre la .superficie 
de la piel á medida que las vesículas le dan sdíáai!el denüis 
](merto á deMubiertó se iÉiflania> y ias ^etfoliactone^ epidér- 
mieas se subsiguen rí^fafaonente h&stA «a completatemuH 
nácioa.. £a müdios casos las vsesíeukas'invaden las n»emlH»H 
ñas. mucosas de la beea y nariz ^ deseairolviéndose sobre 
éHas nnmérosias aftas, ípie penetrand»» en los órganos, díges^ 
tivimv constítiiyen una 4e^as formase inu» graves de I4 

Ecc0ivm impitigkiodes:^ Si-ei eccema ;dgudo afiarooe voip 



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imichaiintkiisUaá «UQtndo iñárez ^}ifea[6m».íamf éBk^n* 
sas tm indtvidiios jóvenes , «anguíiieos y lobuÉÉm, la infla-* 
nacitoádqiMere grande energía^ y lad vesíoiilas primitivas 
8é desgarran rápidarneüte , dejando una gi^rfieie biunede^ 
Gida» turgente é inflamada; mas bien (ntohío aparecen 
nuevas veskulas menos redondeadas y ún trasparencia, 
por sar el color del Uquido que contienen anutriUento, pu-* 
ríforme , propio del eccema impetigliiodes : asi pues^ ouan^ 
do las fscamas epidérmica» eufarén la superficie, se com- 
binan con otras amariikas y delgadas que participan de 
los caracteres de las escamas. La condición hidiqjennble 
para esta sucesión de formas es una inflamación «ás ¥Í¥ai; 
Hun intensa, que produzca unds erupciones vesiculosas mas 
etaflo^rtes; coaidicion indispensable , pues que ¡eanii mis«* 
mo individuo se- observan i veces las dos^ fórmasi,. la impen 
tíginodes en los puntos en que la inflaaneion marcba con 
mas energía , y la simple en aquellos en que la flegmasía ha 
sido menos intensa , tanto en su principio como eb M 
marcha. 

Este hecho que señalamos aqui respecto ál eccema 
agudos tiene lugar igvabnente eü el oróoíto; |nies quQ 
la forma oróníea se compone de erupciones süGttüvaí^ 
agudas, tanto en sus síntomas locales como ^ los ge^ 
nerales. - 

En los jóvenes de piel blanca, blanda y fina, las 
empctooes son mas vivas y mas intensas; pwo una ves 
llegadas al período de decremeuto^ malTGhan. prontamente 
á la resolución. 

En los avanzados en edad y de piel morena y seca , e^ 
eoeema* puede marchar con grande actividad', y producir 
ma inflamación tan fuerte que se eslienda á las eápaa sub*^ 
yacentes del dermis. En esta forma la resolución «e.hace 
esperar por largo tiemipo, y una vez acaecida , deja. en los 
puntos afectados un colorido negruzco mas órnenos inten? 
80, que persiste durante muchos años, y en algunos casos 
por todft la vida; por k) común este cok^Monó es aparen- 



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te sití0 en lo6 individuas Ulio8os de edad máéiura : la» ftiu- 
geres y los niños están esoeptuados de ¿h 

Eccema crónico. El eccema se presenta bajo aspectps. 
tan Yaríados en estas formas secmidarias , que es muy difí- 
cil de reconocer y de describir. Tan pronto la región afee-* 
tada presenta una superQcie inflamada ^ turgente , de un 
¿olor rojo intenso /y segr^ un U^ido sero^purulento; 
otras veces 9 y en un estado algo mas. avanzado , la super- 
ficie está cutÁerta de escamas andias adherentes por algu-t 
nos desús pantos» y libres en otros. 

En los ancianos y en los individuos iíníálicos de pi^ 
fina» blanca y delicada, siendo la erupción vesiculosa 
maios enéi^icá» la inflamación no es tan continuada» y 
las placas eslensas é irregulares presentan un grm núme* 
ro de i^intitos inflamados » que representan las vesículas 
rotas, siendo la esfoliacíoii epidénmca menos abundante en 
las partes afectadas. 

En medio de estas superficies inflamadas aparecen al- 
gunas vécenlas que se rompen pr^naturamente y dan mas 
acfivi^d á ta inflamación preexisteirte. A^nas veces las 
enipcióaes vesiculosas se suceden con tasta rapidez y e» 
tan grande estension , que atk^an toda la superQcie tégu-* 
montosa: en estos casos los padecimientos son intolerables/ 
las esfoliaciones epiHérmncas se suceden con mucha fre-. 
cuencia , mayormente cuando los individuos son jóvenes 
sanguíneos y robustos» y la circulación capilar enérgíea^ 
dichas esfoliaciones forman unas capas escamosas húmedas 
que cubren á unas sup^ficies tui^entes» víetii^as de una 
fluxión continua. Las erupciones vesiculosas se subsiguen 
algunas veces con tal rapidez » que pasan desapercibidas en 
medio de la continua exhalación que suministra la superfi- 
cie inflamada. Es muy raro el que una erupción eceenui- 
tosa {prolongue su permanencia sobre una superficie sin 
que los vasos linfáticos no participen de la inflamación,. co- 
mo lo comprueban las glándulas vecinas á las partes afec^ 
ta^fais, \m que^sa tumefacen y aumentan su sensibilidad por^» 

4 



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5« 
dueíendo aiMidodá «hipcSon ocqpa la cáb^m, el infarto áe 
las glándulas cervicales; cuando ocupa las piernas^, niüfdos/ 
escroto y bnlva, la de los ganglios iiiifáticos de la ingle: úias 
se debe tener presente que esta» inflamaciones tinpática» 
son de naturaleza diferente de la de las afiéccioBes estrumosas. 
Utio de los síntomas graves del eccema, oróniee es ei; 
prorito. Se ha creiifc> que tanto en este caso como en el 
de las otras afecciones de la piel en que se presenta , es*" 
taba sostenido por la inflamación; pero eKísUende elpru*- 
rito muchas veces sin el menor síntoma inflamatorio » eree^ 
mos es producido por una modificación patológica de la 
inervación del dermis. El prurito presenta infinitas varia- 
ciones en esta enfermedad : en un principio consiste tan 
solo en una sensación de hormigueo, que aumenta en in-* 
tensidad á medida que: las vesículas van apareciendo ; mas 
cuando estas se rompen y la inflamación se estiende , «A- 
quiere un carácter urente , haciéndose casi contímiOy aun- 
que exasperándose, sobre todo durante ciertas constítu- 
dones atmosféricas, después de las comidas ó de la in* 
gestión de bebidas fermeQtadac),.del te, del. cafe, áe Jm, 
Oleados, de las ^aieicciones. moraiesí vivas;,} de, los' pldceifi& 
venéreos, etc. El aliento dri eccema presenta jJgimaa 
variedades según «el aeko¿ ^ loa hombres se observa onatt 
comunitiente en las piernas, muslos^ esc^roto^ penev mát^ 
gen del ano ,- cara donsal de las manos , «ara y cabeEa. 
Mas en las n^igeres los puntos oirdinariamente atacados; 
son: las orejas, los labios^ el mameton, las ítígles, y loa 
grandes labios. Mas como quiera que en estos diversos pun^ 
los la erupción preseoia algunas particularidades, diretnos 
lago de cada una de ellas. 

Etama de lo$ tegummtos del cráneo* En. los tegu^ 
mentes del cráneo las erupciones eccematosas son raras 
veces parciales , pues que por lo c(»nun lo invaden en 
toda su estension : ordinariamente la inflamación no se 
estiende á los bulbos piUferos, no sufriendo en €onsecnen«« 
cía los cabellos alteración alguna; pero si las erupciones 



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81 
%oú úw^mm f^mm^áéñ con í^át>idé2; te inflamación 
se propaga á las cjipaé más profundas del dermis, y di 
tejido celular,. Las escarnías húmedas se iñultipHcan mét^ 
dándose con algunas oosti^s delgadas ; y cuando la infla^ 
maqion*^ mas intensa, estas escamas forman capas que 
se sobreponen unas á otras, uniéndose de tal tnodo, que 
figuran una superficie continua dé ún color blanco muy 
knarcado. El eccema del cuero cabelludo se diferencia 
del impétigo del mismo punto, CQnoddo en-los niños por 
el mimbre de coétra^ de leche > en que el primero está 
Gormado ^ v^culas y ^ segimdó por pústulas. 

Eccema de las pofies yenttúles de la muger. Las par^ 
tes genuales de ia muger están muy espuestás á las erup- 
ciones vesiculosas, y entre ellas los grandes labios son el 
acepto de predilección^ ya sean afe^jtados primitiva^ 
m^^e» y^, como, sucede con particularidad en las mu- 
geres avadadas en edad ^ se propaguen de la parte in- 
terna y superior de los muslos á los grandes y peq^ieños 
lab^s, á la ímicosa que tos reviste, y al cWtorís , cau- 
isandp OTia sensación de dolor y de placer por el in- 
«(^^oitabte prurito que producen en estos puntos. Este 
eccema se' diferenota de la inflamación foliculosa de la 
parte interna de los grandes labios, en que en )a úlHma 
enfermedad los &ilíciil(» están bindiidos , rodeados dé una 
superficie roja inyectada y lübrfficdda por una e^^faálaeíoír 
abundante; na presentando la' mucosa en el curso de la 
afección, ni erocion, ni desoamacion conseciÁiva, carac- 
teres que evitan con seguridad toda equivocación. 

Eccema del escrolo f pem. El escroto es frecuente- 
mente atacado de eccema, el cual invade desde este punta 
al pene, produciendo erecciones repetidas, é imposibili- 
tando la progresión. 

Eccema de las manos. Las manos son una de las par- 
tes roas frecuentemente atacadas por d eccema llartiado so- 
lar. Los hetreros , cerrajeros, droguistas etc., son es- 
pecialmente acometidos. . . 

t 



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52 

Causas. La erupción veaioulosa que constituye el ec^ 
ooma se presenta con particularidad ea los individuos que 
manejan sustancias irritantes; en las mugeres, bien en el 
puerperio, en la época de la lactancia, ó después de la 
cesación de las reglas. Las fuertes emociones como la có- 
lera etc., las vicisitudes atmosféricas, las aplícaciooes tó?- 
picas de medicamentos irritantes , son otras tantas camas 
del eccema. 

Diagnóstico. El diagnóstico del eccema puede confun- 
dirse en sus divei^os estados : el simple lo ha sido con bi 
sarna , con la que é primera vista guarda mucka analogía^ 
por desenvolverse estas dos enfermedades sin inflamación, 
afectando con predilección ciertos sitios como las muñecas 
y partes laterales de les dedos , y ocasionando Un prurito 
de igual carácter: pero las vesículas del eccema son apla- 
nadas; las de la sarna, por el contrario, prominentes: a^- 
meradas en el eccema , están aisladas por lo común en la 
sarna^^teniendo ademas esta última el carácter contagioso. 
El eccema rvbrum presenta algunos canceres que po- 
drían confundirlo con la miliar; mas en esta jamas las 
vesículas son confluentes : ademas , son mas volumino^» 
que las del eccema, y cuando es sintomática, k afección 
va acompañada de síntomas generales masó menos gra- 
ves. La variedad de la miliar conocida poer el notaire de 
sudámioa, que aparece á consecuencia de un ejercicio 
corporal escesivo durante una .temperatura elevada , se 
diferencia del eccema en que sus vesículas están muy 
diseminadas, acompañadas de fuertes sudores ,; y son de 
muy corta duración* El eccema impetiginodes diOere del 
impétigo en que en el primero la afección v^iculosa ocu- 
pa mucha estension, al paso que el impétigo se limjla á 
un punto muy limitado : las pústulas del ímpétigo nunca 
contienen en su origen una serosidad trasparente; tie- 
nen la base mucho mas ancha, y el líquido que encier- 
ran es mucho mas espeso : las vesículas pustulosas del ec- 
cema impetiginodes nunca contienen un verdadero pus, 



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53 
€Ítio ttna serosidad aím«t1llen(a: en d impétigo las pústu- 
las producen verdaderas costras espesas, mas ó menos ama- 
ríUenCas, arrugadas y desiguales, mientras que las vesí- 
otdifi pustulosas del eccema forman siempre escamas del- 
gadas mas anchas que prominentes: por último, los ves* 
tibias (pie d^au estas dos afecciones presentan caracteres 
bien marcados, que son: en el impétigo una vira rubi- 
cúnder, y en ciertois casos algunas dcatilces, las que jamas 
se ^observan en el ^cema %mptiiginod€$ ^ el que por otra 
parte no deja na» que unas manchas de un color rojo 
muy claro. 

Bfucho mas fácil sería el confundir el eccema impeli- 
ginodes con la sarna , cuando las resfcHlas de esta última 
están acompañíadas de pústulas; pero haciendo abstracción 
de estas, que son tan solo en la mayoda de los casos 
una compfieadon , se diferencian por las particularidades 
que hemos señalado anteriormente al habkÑr de los carac- 
teres diferenciales que existen entre 1» sarfia y el eccema 
shhple. El' eccema crónico ofrece pOR lo común mayores 
cKfitaltaées en el diagnóstica; y mitre las erupciones con 
<pie puede confundirse , citaremos al liquen, el cual puedo 
preseptarse en dos estados , que son los qeie tienen mas 
analogía con el eccema : el primero flichen- agrias} va^ 
también acompañado de una exlialacion de serosidad se- 
guida de la formación de escamas ; pero estas escamas, 
menos anchas, roas e^iesa» j mas amarillas que las dep 
eocema , se aproxima» por sus caracteres á las costras, 
y iksjan de manffiesto cuando se- desprenden , no una su- 
pei&sie roja; Usa, comunmente briUante y ligeramente es- 
coriada coma en el eccema, sino una siipeificie salpicada 
de pequeños pnli^os prominentes (páptdas)^ apreciables 
muy comonmecáe á la Tista , y constantemente al tacto* 
£1 segundo estado preseirta como d eccema crónico es- 
camas delgadas , secas , sin exhalación apreciable y sin 
ioBamactoh local; pero la piel está mas espesa y mas 
rugosfr que en d eccema , de tal modo , que cuesta tra- 



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64 
bajo cogerla entre lo8 dedos: ademas^ en el liquen se en- 
cuentran espiarcídas en los alrededores de la erupciem al* 
gunas pápulas fáciles de reconocer^ Ciertas variedades del 
eccema crónico se confunden mucho con elpteriasis; pero 
se atenderá para m diagnóstico á las vefiícuias que ro-> 
deán la erupción > á las escamas que son mmpre mas de^ 
gpdas, menos secas y quebradizas» mas blandas, y acom* 
pifiadas de una e;sLhalacÍQn que no existe en el p^orteit^» 
no presentando la piel al desprenderse 'estas, tomo en el 
psoriasis , unas superficies hendidas y «igrietadiis^ . • 

Pronóstico. El eccema es ordinariamente una en&is 
medad ligera, sobre todo en el eslado dgudo; pero cuando 
es crónico y ocupa á la vez una grande ostensión , es lata 
enfermedad muy inc^Smoda y rebelde* £1 pronóstico es 
mucho mas grave si el eccema perriste durante muchos 
añps^ y cuando las erupciones reaparecen en el momento 
en que todo anunciaha la conclusión de la. enfermedad. 

Tratamiento. £1 tratamiento del eccema :^mplBX coii-> 
siste, en el mayor número de casos, en el uso de las 
bebidas reñrig^antes , de limonadas y de algunos baño» 
templados, produciendo estos medios un felis resultado^ 
pero cuando la afección resjtste y se prolonga acompaña* 
da de un prurito intenso y ocupando una grande est^i-^ 
sion, se adminfetrarán algunos laxantes, y se recunrírá á 
los baños alcalinos. 

El eccema riérum y el imptíigmodes reclaman el tra-i 
tamiento de tas flegmasías agudas : ctiando la eru|»cion 
ocupa mucha ostensión y el individuo es fuerte y jóven,^ 
se recurrirá á las emisiones sanguíneas, bien generales, 
Uen locales. Los baños simples* ó emolientes, la dieta, las 
cataplasmas de fécula de patatas , completan este trata- 
miento, evitando las preparaciones sulfurosas y mercuría-i 
les. Contra el eccema crónico se emptearán las bebidas 
aciduladas , los baños simples ó emolientes , los suaves 
laxantes y los baños alcalinos, cuando el prurito e» in-> 
tenso. Si la erupción es antigua y ocupa una' ^stensa su*^ 



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. S5 
peiflcie, Gonvieiie i'ecunrír á medios ma^ activos^ eomo 
los porgantes, las aguas isulfurosas , los baoos y las ducháis 
áe :vapor. Enlre 4o$ prímeilosse administran coa preferen- 
eiffi el pabmelano , el ali^s , la jalapa » las aguas de Sedlitz^ 
etc. Las aguas sulfurosas se propinan al interior y ^l es- 
terior: cuando la erupción ocupa un espacio limitado , se 
nncionará la parte con una gomada compuesta con el pro- 
to-cloruro de mercurio. El eccema crónico resiste en 
ciertos casos á los medios espuestos, siendo indispensable 
para obtener la curación , caso que sea posible , el recur- 
rir á la tintura de cantáridas , y á las preparaciones ar- 
senicales , siempre que las vias digestivas se encuentren 
en un estado satistatorio. La tintura se administra á la 
énfis' de tr^ gotas t^as la» roañmasr» aumentando uiia 
fpM áe eiíico ca cíbcd dias. Las preparaciones arsenicaT 
les que proditcéti mejores efectos^ mni la disolución de 
Fowler , .la de Pe^ra^n ^ y te de arsepiate ie amoníaco: 
la primera que tiene por hem el arseaite de potasa, se 
administra *ea nn principio 4 la dosis de tres gotas en un 
veUculo inerte , leniendo caudado de aume0tar la dosis de 
dos á tjtes :gol«^ de sei^ en seis dias. La disoluciou de 
feofñm^ e$ mas féeil de manejar, y conviene prin^ipal- 
¡tí&íAid á las mugeres y á los individup^ irritables, siendo 
eotte las i»n^rat퀻ies arsenicales la ^ue se empleará esr 
chisívan^eote en }m i^mm: m base es el arsenite de sosat» 
en la propQiiCjíoQ de una oetava parte de grano por.drac-* 
ma. La; dosis ^arla entre un escrúpulo hasta una dracma» 
La dis0lufíion- de* arseniate.de amoniaco se eniplea ^n las 
mismos dosis, que la ¡Nreeedente. Estas disoluciones: se.su- 
^en recíprOoam^e, ojbtteniendo^ en nnos casos mejores 
i^uU^doS: de tinas q«ie de .o4ms : estos iBedicapentos se 
deben suspender desde el m^^^ento que se oli^erven al- 
gunos síntomas de inritacion en el aparato; digestivo , te- 
jpiendo euidado de no confundir con ellos una sensación 
jde: natal estar que los enfernaos piíeden sufrir durante los 
jMrímeros dias de la admíínisti^ijOin de esto remedio. UUi- 



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56 

mámente, cuando el eccema muy crónico se aproxima á 
las formas escamosas , se usarán tópicamente las ponedas 
compuestas con el proto-nitrato , proto-ioduró 6 deuto^ 
ioduro de mercurio , unidas al alcanfor cuando el prvñto 
es intenso. 

HERPES. 



Olophlictide.— Octavo género de las dermatosis eccemaJosas 
de Mr. Alibert. 



E, 



íl herpes es una erupción vesiculosa earactaízada p^ 
unas ligeras elevaciones trasparentes formando grupids, 
que descansan sobre una base inflamada bien drcunmrita, 
y separados por e^acios mas ó menos grandes en los que 
la piel conserva su estado normal. 

Variedades. Willan ha admitido muchas especies de 
herpes fundadas en tas diferencias de sitio y de f<mna 
propias de esta erupción, y nosotros hemos crddo dd)er 
adoptarlas por su importancia en la práctica. La primera 
variedad es el herpes fliclenoides. El herpes flieiemriéei 
está caracterizado ^or unas vesículas globolo^s aglomera- 
das en grupos de volumen variable, que formian por su 
reunión una superficie irregularmente circular, cuyas di- 
mensiones varian desde las de un escudo hasta las de la 
palma de la mano: este herpes aparece mas comunmente 
sobre las partes superiores del cuerpo , y entre estas en 
las megillas, cuello, pecho y brazos, afectando, con es- 
pecialidad en los miembros, los puntos vedínos de las 
articulaciones: limitado generalmente á uno ó dos grupos 
el herpes flictenoides, forma en algunos casos una sola 
placa de mucha estension , cuya duración es de siete á 
ocho dias. Precedida c(»fnunmente de síntomas generales, 
conH) sensación de mal estar , abatimiento y movimietilo 



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Sí 
febril, ttiuy pronunciadío á veóes, la enqx^idfi sé coinpdita 
del modo siguientes en él sHto en que va á preientáfsc 
un gtupo se observan un gran námero de püntitos Tofos, 
tsdt Imperceptibles , aglomerados unos at lado de otrosí 
al siguieiáe día el puntó afectado jestá r<ijo, inflamado y 
cubierto de míenlas prominentes resistentes al lado , cuyo 
volumen Varía desde el de un grano de mijo hasta el de 
un gt]ñsant6: la 'rubicundez que existe en el sitio afectado 
eseeée por lo común de muchas líneas á los grapios for-^ 
mados por las vesículas : el voUuiíen del mayor número 
dé estas es muy pequeño, y aunque tr^fspwtente$ en el 
primer dia de la erupción , no tarrd»! en adquirir un 
color opalino plateado/ 

Estas vesículas empiezan á marchitarse al sesto dia, 7 
al sétimo y octavo se deprimen y trasforinan en costras 
negro2cas, las que se desprenden al cabo de algunos dias» 
mientras que en otros puntos la erupción termina por una 
ligera descamación. En algunos casos, aunque raros, y es<^ 
pecialmente en los viejos, las vesículas dejan tras sí upas 
ulceraciones pequeñas: los síntomas generales disminuyen 
desde el momento en que la erupción aparece , y no tardan 
en desaparecer completaflíiente; mas los locales, tales como 
el pi^ior, la sensación de quemadura y de calor acre, pep¿ 
sisten en algunos casos aun después de la completa des- 
aparición dé las vesfeidas. 

Causas. Ei herpes flictenóides se desenvuelve bajo la* 
influencia de causas difíciles de apreciar; pl-oducto algunas 
yeees de la acción de los rayos solares,, es mas frecuente 
en los países meridionales. 

Algunos autores han creído que etisté alguna relacírá 
entre la aparición de este herpes y las vigilias, las pasión- 
nes de ánimo y los escesos en el régimen : e^a erupcioii 
ataca con preferencia á los individuos jóvenes, blancos^ de 
piel delicada , y sobre todo á las mugeres. 

Diagnóstico. La disposícioii de las vesículas que estap 
aglomi^radas «obre ?una superficie roja, cuya estension varía 



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88 
^Btre la de un escudo hasta la de ia palma de h p^no^ 
bastan para dklínguir el herpes Qíctenóides de las otras 
erupciones» bieo; flíclenosas» bien vesiculares: sin eif^argQ» 
hay dos erupcíoi^es eon las que se podría confundir en cierr 
tas circükislancias , á saber: el eicceina y d piépíígo; 
mas^ ep el eccema las vesículas no están reunidas fwmj^o 
grupos^ soii menos, prominentes, mas roj^^ y su.traqpiairenr 
cia es menos marcada que, en el herpes. Con, tanta mas va* 
zQn puede confundirse el herpes flictenóides eon el j^énfrr 
gOy cuanto ¿ que. muchos dermatólogos Jos han>compren* 
dídobajoum misma, denominación. Pero las flictenas <tel 
pén%o son mas ^n^s, redondas , y, .están muy sepa^ 
radas; su marcha es muy lenta, y el líquido que contienen 
es una serosidad que se precipita en la paite irferíor de la 
flictena. GoastHuyendo el herpes flkiten<Hde8 el tipo del 
género herpes, es inútil el hacer su diagnóstico diferencial 
respecto á las demás especies del mismo género, las que 
por otra parte no se diferencian de él sino por su foi^a, 
ó por el asiefl^o que ocupan. 

r Pronóstíca. El. herpes fli^enóides no presenta níng^r 
na ^avedad , pues que por lo coiEtun desaparece al cabo 
de dos ó tres septaiarios por medk^ de algunas bebidas di^ 
luentes, de fomentaciones mu^laginosas, d^ baños t^os, 
emolientes, etCi 

Herpes labialts. Caracterizado por unos gi^QS de ve- 
sículas mas ó menos fiumerososv dispuestos hregulannente 
alrededor.de la boca, el herpes iübivUis no ocupa p^ lo 
común sino una. parte. del labio. superior ó del iiiferjor: 
en unos casos reside en la parte. esterna y punto de unión 
éá lá mucosa labial con. la piel; m otros solo inyade la 
membrana mucosa de esta parte, pudiendo, propagarse á 
ja barba, megilla y á las lalas de la nariz« £1 herpes l^iaUs 
aparece en algunos casos de. repente; mas «n otros es 
precedido de algunos síntomas generales que duran veinte 
7 cuatro horas, marchando la erupción tapidamente d<^de 
el momeirto en que se percibe una. superficie rojiza y tu- 



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59 
mefacta, dolorosa al taeto, y sdbre la que aparecen va* 
rías vesfculas. 

Al cuarto día de erupcloo^ el líquido seroso contenido 
en las vesículas , adquiere un carácter aero*-puruleDtOy 
desapareciendo al mismo tiempo hí nAitíonéei y la hin- 
ehiaon, las qué so» reemplazadas pmr unas costras: estas 
son de un color negruzeo, y se desprenden del sétimo 
al octavo dia de la erupción; mas si se las arranca antes 
de esta época , son reemplazadas por otras menos gruesas 
que permsten por nías tiempo. 

Camas. Aunque el herpes labialis es por lo.comnn pro* 
duelo de causas directas , aparece también algmas veces en 
el curso y terminación de la flegmasía de alguna viscera, 
y con especialidad de las de los árganos torácicos» 

Dtafflíósticú^ £1 diagnóstico del herpes MríaKs es ftcil, 
pues que apeqas puede confundirse mas que con el ecce-» 
ma 6 el psoriasis de esta región; pero la disposición y 
|a marcha diferente de. estas dos afecciones vesiculosas, 
como hemos visto mas arriba, no permiten confimdirlas. 
Las escamas, el estado de sequedad y los pliegues 
en forma de rayos del psoriasis, son caracteres suficieiw 
les para distinguir ó reconocer esta áltima afección. 

Pronóstico y tratamieníOf El herpes loMoHs es siem-* 
pre una eitfermedad ligera que no redama » propiamente 
hablando , ningún tratamiento. Sin embargo^ para calmar 
el dolor y el calor urente que lo acompañan, son con«^ 
Tenientes las lodones con una dilución de) acetato de 
plomo líquido. 

Herpes prceputialis. Esta especie está caracterizada por 
)a jreunion de las vesículas, formando grupos ya al este* 
rior, ya al interior del prepucio: en un ¡HTincipio apare- 
cen unas mandias rojas del tamaño de una peseta: estas 
manchas se cubren prontamente de pequeñas vesículas 
globulosas, cuyo desarrollo presenta algunas diferencias 
$egun el sitio. El de los grupos que ocupan la cara, es-^ 
t^rna del prepucio, está acompañado de una ligera infla* 



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madon; tas vesiculas, que scm triisparenteft, siguen la mai^ 
cba común del herpes; pero el líquido que contienen es 
por lo regular reateorbido, establedéiulDse una ligera 
descamación; pero cuafndo los grupos oci^)«o la csxá in- 
terna dei pifepueio, la inflraiaciones tnucho inas Yi¥a^ 
las Tesfculas aumentan rápidamente e» volún^n^ reunién-» 
dose cohiunm^nte de dos en dos ó de. tres i en tres^sien- 
d£í8u trasparencia tan marcada; que se puede observar 
éi través de ellas la superficie rojiza sobre qne rep06aii¿ 
Algunas veces terminan por una re^ohieíoa completa; 
mas en otras se ^esgarran prontamente,. ocasionando u^as 
erosiones -^oe se distinguen l&cilmente de las ufóeraeio^ 
nes sifilíticas. 

El único síntoma que acompaüa al herpes pretputíalis 
agudo es Ik pieaxop. Hay otra forma que puede Hamikse 
grave, y es el herpes j^wputieUis crónico: en esta forma 
las erupciones que ojcupan la cara interna det prepucio 
se renuevan con mucha rapidez , la inflamación se pro* 
paga á tos tejidos mas profundó^, e{ prepucio está en un 
estado de rigidez, los : movimientos que tienden á descu- 
brir el ghodé lo escorian, y tq abertura disminuyeí de 
tal modo, á causa de su eudureeimíento casi cartilagino- 
so , que sok) permite el paso de la orina : los inconve- 
nientes que resültah de esta estrechez^ son: la emiskm fn-r 
completa y dificit dé la orina , un prurito int^so ,. produétó 
de la é(;nmulatíon de la secreción sebácea propia á esta 
parte, y en fin, la dificultad ó imposibüidad dd coito. 

Causas. El herpes proeputialis aparece, casi Biea^e 
en los adultos: el frote que producen los vestidos de 
lana , ciertos flujos crónicos Vaginales , la abundante secre- 
ción del humor sebáceo entre d prepucio y balano, pue- 
d^en acarrear esta erupción, la que por otra parte 
aparece en muchos casos sin causa apreciaWe; 

Diagnóstico. El asiento del Jaerpes prmputíalis há sido 
causa muchas veces é^ eq^yvoca(^nes en el diagnuetico, 
confundiéndolo con lá sífilis primitiva, y en estos casos 



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6f 
para bacer ab6rtar la presunta a&cdon venérea< se ha 
oaiitej^i«ada la parte y practicado fricciones mercuriales. 
Pero para evitar éstos errores basta tener presente que 
la úlcera Vem^ea, cualquiera que sea la fomiia que afecte, 
nunca ^npieza , como se ha creído , pot una vesktda , sina 
por utia verdadera inflamación ulcerosa. 

Pronos/feo* £1 herpes prnepuMis agudo es una afec*^ 
don sencilla cuya duración es tan soto de algunos diasi 
mas en el estado crúaico es una enfermedad desagrada-^ 
ble, rebelde» y aun en algunos casos realmente grave 
poif su duradon » que pufidje ser de muchos años. 

TrúíamSento. Las bebidas emolientes, las limonadas, y^ 
algunas inyecciones mucilagfflosl» entre el pirepudo y 
^ande, los baños locales emolientes, son los únicos, me- 
dios convenientes al herpes pr^putialis ^igtudo; mas eñ ñ\ 
ealado cró&ico mñ necesarias las lociones é inyecci<>iied 
^leamatiy amenté ^o^entes y alcali^kas^ los ba|iod álcali* 
noSr los sulfurosos, los laxantes y las fricdones resoluti-e 
vas: Constituyendo la estrechez del prepucio un accideotei 
rebelde^ Mr. Biett rec<«niienda la introducción paduáda^ 
de la esponja preparada, y en los. casos mas graves la 
operación del íimosis. ^í 

Herpes ciTc\n(Uu9. El herpes €irqmalu&:túk cariícterí-^ 
zado.;por unas vesít<^las globulosas muy pequeñas^ dispucs^^ 
las en.forma de círculost, cuyús centros'no pfesentáfi'al-» 
leracion alguna, y cuyos- fboírdes de un color rojo mas ór 
míenos intenso > eslan cubierta por estas p^dquenas vesícu- 
las: la erupdotí es precedida por una .rubicundez mas ó 
menos viva en el punió que ocupa, limitada algunas veces* 
á una superficie cuya eélensiou no escedoí al tamaño^ do; 
una peseta, mas pudieñdo eti otros casos presentar dos> 
pulgadas de diámetro. La circunferencia de estos drculos 
va cubriéndose prontamente de vesículas moy anidas, por^ 
k) ci»úuú muy pequeñas, pero de forma globulosa: di 
fluido que couiionen, y que es tra^rcnte al {^indpio^^ 
pi^d0 su trasparencia bien pronto; las vesículas se abren. 



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6a 

formándose timis péqueñad eBc«má^,.por lo comt^ im; 
delgadas^ que« se desprenden prontamente, recorrten<b> por 
lo regular la erupción todos sus períodos en el trascurso 
de ocho ó diez dias, y no dejando mas restos de su exis-^ 
lencia sitío una rubicundez mas 6 menos intensa, que det^ 
aparece lentamente: tal es la marcha habitual del herpen 
eircinaiu&i pero en algunos casos el tentro del anillo se 
inflama también^ y como consecuencia se establece en él 
una descamación sin que haya precedido vesícula algu- 
na. Otras veces las vesículas no terminan por la forma- 
ción de escamas, sino que por el contrario, él fluido 
que encierran es reabsorbido, las vesículas se marchitan^ 
desprendiéndose por medio de una esfoliacion casi insen^ 
sible, {eniendo lugar esta particularidad prtncipalnientei 
en los anillos pequeños , cuyas vesículas son tan poco vo- 
luminosas, que es necesario una grande atención para 
distinguirlas» £n algunos casos los anillos son tan nunte-^ 
rosos y están tan nnidos que concluyen por confundirse» 
presentando el herpes el aspecto del eccemav con el que 
seria muy fácil confundirlo, si no se percibiesen en la 
circunferencia de la erupción algunas porciones de cíícu- 
los ó anillos. El herpes circinaíus dura ordinariamente' 
de ocho á nueve días , cuando no hay mas que un anillo^ 
pero en los casos en que estos se r€|>roduceii, la enfer- 
medad puede prolongarse durante dos ó cuatro septena^ 
ríos: en las personas de piel fina la rubicundez persiste* 
algunas veces jrierto tiempo después de la desaparición dé- 
la erupción y de las escamas. Aunque el herpes circtna" 
tus puede desenvolverse en todas las partes del cuerpo, 
afecta mas comunmente los antebrazos, las eqaftldas, el 
pecho, y sobre todo el cuello y la cara* 

Causas. El herpes árcinatus aftaca mas frecuentemen- 
te á los niños, á los jóvenes y á las mugeres. Su apa- 
rición parece determinada por la impresión del frío ^ 6 
por las lociones y aplicacimies estimulantes. 

Fronósiieo. Los caracteres tan marcados del h€rp€$ 



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drdnatuB pwtúee dekeríM evitar todo error; 9iñ embar^ 
gOy Un pequeño anillo herpético cuyas vesículas erten niar-> 
chitas y no presenten sino una esfoliacion ligera ^ reposan* 
do al mismo tiempo sobre un fondo rojo j exactamente re^ 
dondeado , podría confundirse con una placa de l<)pra des* 
pojada de sus escamas, [tanto mas, t^uanto que en ciertas 
circunstancias los círculos del herpes^ tomando un des-^ 
arrollo escéntrico, adqoKrea dimensiones considerables. 
Pera por una parte la depresión del centro de las placas 
y la salida de los bordes, por la otra la unidad dé la 
superflcie, y sobre todo la presencia sobre los mimo» 
bordes de algunos despojos de las vesículas , bastan para 
impedir todé error, el que por otra parte no seria áe 
larga duración, pues los anillos herpétioos desaparecen 
tras las vesículas. 

La frecuencia con que se presenta el herpeg ch'cinaim 
en los ni&os ha hecho se le confunda con el pórrigo $cu^ 
ttUaia^ tanto mas, cuanto que el mismo nombre de 
ringjtaorm fgu^tsno en forma de anillo) ha sido aplicado 
de un modo vago á ^as dos enfermedades. Mas el ker^ 
pe$ €&cin(tíius es una afección vesiculosa que prodoce es^ 
camas. Su dinracion^ es corta, y ademas no es contagioso.^ 

El pórtígo scuíulaía escuna afección pustulosa y con- 
tagiosa, de larga duración, que ocasiona un» costra^í 
con caracteres particulares. 

Tal vez^ «eria mas difidl distinguirlo del Hohen ctr-^ 
tamscrípítíij si por lo general los anillos de este úKimo 
no fueran mucho mas anchos que los del herpes y no 
estttviesen^ coaq)ue8tos por vesículas ^ mientras que el li- 
quen lo está esencialmente por pápulas. 

Tratamienío. El tratamiento del Aerpes tírdnúíns eg 
el mismo que el de las otras e^ecies. 

Herpes iris. El herpes iris es una variedad nmy rara> 
qvte se presenta bajo la forma de pequeños grupos vesi- 
culosos, exactameuto rodeados de cuatro anillos eritema-* 
tosos de diferentes colores. Bateman ha sido el primero 



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que ha descrito esta erupción con exactitud, ootocáudola 
en el género herpes. 

Síntomas. Esta erupción empieza por pequeñas man* 
chas que no tardan en ser reemplazadas por unas zonas de 
direrentes colores. Al segundo dia aparece en el centro 
una vesícula » que es rodeada prontamente por otras 
mas pequeñas; en el espacio de dos ó tres dias la vesí- 
cula central se aplana, el líquido contenido se enturbia 
y toma un color amarillento, las zonas eritematosas están 
mas pronuciadas , formando cuatro anillos diferentes que 
rodean al grupo vesiculoso, cuyos colores son, pidiendo 
del anillo central al mas esterno, el rojo-negruzco, el 
blanco-amarillento, el rojo-encendido, y por últimfo^ el 
rosa que se confunde insensiblemente con el color normal 
de la piel; mas debemos advertir que esta variedad de 
colores m se observa siempre en toda su pureza. De es- 
tos anillos el tercero es comunmente el maa estrecho, 
siendo todos susceptibles , y con especialidad- el primero, 
de cubrirse de vesículas* La terminación de esta erupciion 
tiene lugar del décimo al duodécimo día por la reabsor- 
ción del líquido contenido en las vesículas y por una li- 
gera descamación; mas ea^ algunos caaos las vesículas se 
rompen y forman unas eseamillas que se desprenden 
prontamente* > 

Causas. El herpes iris se observa sobre todos los pun- 
tos de la piel, apareciendo don mas frecuencia en los ni- 
ños y en las mugeres , sin que hasta el dia 30 le pueda 
asignar una causa especial. 

Diagnóstieo. La única erupción con que se podría 
confundir el herpes iris es la alfombrilla de anillos mútti- 
pk>s; pero en esta última los discos tienen mucha mas es- 
tension, pues á veces esceden al tamaño de una moneda 
de diez reates y carecen de vesículas. 

Tratamiento. Esta ligera afección no exige las mas 
veces tratamiento alguno; pero en caso, que fuese necesario, 
se empljeará el 4el htrpes ríninaius. 



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65 

Berpís zona. El herpes xona está ootepuegto por xma 
i^eimioit de vesículas acompañadas de grande ardor , sobre 
4odo dwante la noche, precedida de calent^OB, á veces 
con amiedtd y sintomas gástrkos« 

Síntomas. La enfermedad empieza por una sensación 
de mal estar, por dolores en los miembros y por fiebre: 
eon bastante frecuencia hmy amargor de boca, náuseas, 
v^mituradones, cefalea, anaedad, <Msnea y mn lipotimias. 
Algunas Teces éí primer dia de la afección , pero con mas 
frecuencia el segundo y tercero, aparece el herpes zona^ 
iúén e» las estreníidades superiores & inferiores, l»ien en 
ai abdomen, en la región iliaca, y príndfialmente en d 
tórax: esta erupción^ como hemos dicho, se compone de 
ve^í^Ias^ poco mi» ó menos del volumen de un guisante^ 
aglomeradas, y muehais veces confluentes; solo en este c^o 
{nneden adquirir el volumen de wm avdlana y aun el de 
«n huevo de paloma: están llenas de una serosidad amari-» 
lienta, rojiza, á veces lívida, sin olor, aere 4 y escitan un 
grande ardor. £i estado de la piel e8 normal en los espa^ 
cios que separan Jas flictenas, á k) menos aquellas que son 
idiscKietas. Sopo lo que es propio deljzona es (pie 00 ocupa 
más que uno de los lados de la parte afectada, f las mas' 
vec(» el Í2squierdo; abrazando la parte á manera de una 
Cifa <ie aliónos ti^veses de dedo de ett^ision, pi^ ejeiH'^ 
pk> , la i^abeza , desde el pabellón dé la oreja hi^ta el me^ 
dio 4a la nariz ; el cuello, desde el medio de la laringe 
hasta- la parlemedia de la mica; el t^ax, desde lá parte 
meéia del esternoaa hasta las espinas de las yért^Mm éd 
dovso*; el afodimien^ desde la uñea blanca haata las espi- 
nas délas vertebrado los tomos, ó jdesde una hasta la 
otra x^resta ilíaca ; las brazos ó los muslos en la mitad de 
su 4sir(»nfer6ncia , ya ^praríór, .ya mfarior, ect.: janyis 
hemos visto el zana traspasar los límUes de la mitad del 
cuerpo ; pero hemos ^observado un hsrpes zona que ocu- 
paba la mitad del cueq^o con interrupcáones. £q cwnto i 
los autores que um hablan dé un zoam que ocupa todo ef 

8 



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cuerpo ó 8u imtad, 8in duda alguna lo ban coofumlido 
con una erisipela que algunas veces toma todas sus apa^ 
riencías, cotíio nosotros mismos hanos observado. Una 
vez terminada la erupción, se calma la fiebre , asi como los 
demás síntomas, á lo menos durante el día; porque todos 
estos accidentes , en especial el ardor de la parte afecta- 
da , suelen agravarse durante la nodie* 

La erupción dura un tiempo indeterminado , ¡Hies no- 
sotros hemos visto disiparse el zona en el e^acío de siete 
dias, y otras veces prolongarse seis semanas. Guando la 
enfermedad toca á su término, las vesículas se po&en flo^ 
jas y arrugadas , y unas terminan por descamación y otm 
por una ulceración , algunas veces de un aspecto cance- 
roso , que acarrea una supuración incómoda. La ulcer^on 
da lugar á la formación de costras, que se deprenden con 
dificultad y dejan algunas veces unos hoyitos y dolor que 
duran largo tiempo, aunque hayan desaparecido todos los 
vestigios de la erupción. 

Causas, La juventud y la edad viril, m como el sexo 
femenino, se hallan mas espuestos á el zona; asi creemos^ 
á ejemplo de otros médicos, que no deben contarse en el 
número de las causas de esta enfermedad una constitucteu 
deteriorada , un estado escorbútico , artrítico , ó cilalquiera 
otra alteración de los humores. Esta ^upcion se pres^ta 
fírincipalmente en tnviémo y en primavera : es Hias fre- 
cuente en las regiones septentrionales , y algunas veces^ ies 
epidémica ; por lo general resalta de un enfíiamieato ^ die 
un error en el régimen , y «obre todo del usa de nMoaja- 
res acres muy condimentados. Hemos visto mas de una 
vez que los vicios de los órganos urinarios» m como la có- 
lera, tienen alguna influencia en el desarrollo del zanm. 
Por lo demás nos parece verosímil que el sistema nervioso 
desempeña un gran papel en esta afección. 

Diagnóstica* El diagnóstico del zona es tan fácil ^ que 
es imposible confundirlo con la miMar, con lasflíctemSi 
con la erisipela y con la sudámma ; ||)ue8 que en la miliar 



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67 
los sudores pre^ceden á la empcioii ,- \ú erupeion íie atmndiá 
solo por prurito, y erte no es constante; no está circuns- 
crita á ciertos límites del cuerpo , y ademas es muy volu- 
h]e: en el zona casi no existen sudores antes de la erup- 
ción ; el ardor no solo precede á la erupción, sino que 
también la acompaña , atM*aza un solo lado de la parte afee-*" 
fóda , y es fija, 

Bn las flictenas solo precede á la erupción un doldr 
quemante, que se modera una vez efectuada: la mayor 
paite de las flic^nas , euarido han llegado á éu madurez, 
tfenen el tamaño de una almendra ; la serosidad ds estasl 
eé clara é inocente , y no reconocen límites. En. el z(^%a 
el dolor urente persevera casi en el mismo estado áuraiilé 
todo el eurso de la enfermedad; las vesículas, á menos 
que no sean confluentes entre sí, jamas esceden ed volá^ 
men de un guisante , y muchas veces son mas pequeñas^ 
la serosidad que contienen es turbia y aere , y ademas e»^ 
tá circunscrita solamente $ un lado del cuerpo, fin la eri-^ 
sipela pustulosa la piel está las mas veces teñida de color 
dé rosa , las pústulas aparecen de^ües de la rubicundez, 
y su voMmen és muy variable : el asiento de las púistülas 
es superficial; una vez efectuada la erupción, el arddr 
disminuye, y el enfermo durante la noche no espenmentn 
mudias angustias; ademas está esparcida por el cuerpo, 
es voluble, y las costras «on espesas durante l|i desee^- 
cion. En el zona las vesí(?ulas aparecen ordinariamente 
en tma pic9 de crtor normal, pues qui^í constituyen el 
principio de la enq)Cion; ademas tienen «na figura cotís- 
tante , su asiento es profundo, el ardor continúa aun des- 
pués de la erupción , y escita durante la noche tormentos 
intolerables ; finalmente , está circunscrito y fijo , y las cps-r 
tras son muy pequeñas y tenues. 

Pronóstico. A la verdad el zona debilita á los enfer- 
mos por los dolores intolerables y por los insomnios ; pero 
jamas pone su vida en peligro.. 

TroiammfQ. Algunos njédjcos recomiendan como ún¡-r 



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68 

co tratamiento pequeñas dom de tártaro emético ^ di- 
syettas en agua destilada , ó mezcladas con crémor de 
tártaro y con el nitro , si la fiebre es muy fuerte , abste- 
niéndose al mismo tiempo los enfermos de carnes y de 
toda alimentación abundante: rara vez hay necesidad de 
recurrir á los polvos de Dower, los que se administran 
después de haber purgado antes las primeras vias, haber 
apaciguado la fiebre , y cuando la estrema sensibilidad del 
enfermo reclama un alivio á los tormentos producidos por 
la enqu^ion; en este caso también se aplica con buen 
éxito sobre la parte afectada un pedazo de lienzo cubierto 
con un poco de polvo de alcanfor; es cierto que las ca- 
taplasmas hechas con leche, miga de pan y azafrán , pro- 
ducen alivio , pero facilitan la ulceración. En general , el 
mejor plan para tratar el zona^ consiste en no aplicar 
nada sobre él, y esperar con paciencia la caida de las cos- 
tras ! en las ulceraciones que siguen á las cobras , se em- 
plearán los remedios adecuados al carácter de que se 
revistan. 

Respecto al dolor que deja la enfennedad , ai una un- 
tura con aceite de beleño ó la aplicación de un empli^to 
opiado no han podido hacerlo desaparecer , se aplicará 
un vejigatorio sobre la parte afectada. 

Si no hemos hablado en el tratamiento de la fleboto- 
mía, es porque estamos persuadidos que el zona por i^ 
mismo no reclama emisión sanguínea; pero es muy cierto 
que algunas circunstancias fortuitas qae acompañasen á 
esta enfermedad y podrían exigir semejante emisión. 



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69 

SARNA. 



Scabies. — Primer género de las dermatosis escabiosas dé 
Mr. Alibert. 



JLja sarna es una erupción eseaeialmente contagiosa , ca- 
racterizada por unas vesículss comunmente discretas, lig^- 
rttfiente trasparentes , cónicas , y acompañadas de un pru- 
rito mas órnenos intenso. 

Algunos autores han colocado la sarna entre las afec-L 
cíones pustidosas , sin fundamento en nuestro sentir; pues 
que las pMulas que la acompañan en algunos casos soní ^ 
puramente accidentales. La Sama puede presentarse en to^ 
dos los puntos de la piel , esceptuando la cara ; pero 
tiene ciertos ^tios de predilección como los dedos y mu- 
ñecas. Esta afección muy común es propia á todas las eda- 
des , á los dos sexos y aparece en todas las estm^ioncs , etí 
todos los climas, y en todas las condiciones sociales; pero 
e^ciaknente en la clase pobre , en la que las reglas de 
higiene son del todo desconocidas; asi que cuando se pre- 
senta en las clases acomodadas , casi siempre es importada: 
por algún sirviente. La sarna nunca se desarrolla espontá- 
neamente > ni es epidémica , pues que las epidemias de sar- 
na descritas por los autores, han sido, según todas las apaí- 
rieneias, afecciones vesiculosas de otro género (eccemas). 

El tiempo que media entre el contagio y la invasión 
de la enfermedad , presenta variedades importantes de ano- 
tar: en los niños robustos se declara comunmente al cabo* 
de cuatro ó cinco dias; mas en los enfermizos la incubación 
es más larga. En los adultos la duración de este período es 
de ocho á diez dias en la primavera y verano, y de quince 
á veinte en el invierno ; mas en los viejos , cuya piel seca y 
dura es mucho menos adecuada para la trasmisión y desar- 
rollo de la erupción , es aun mas largo. 



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tiú 

Las vesículas aparecen paperamente en los puntos en 
que la piel es fina y delicada , y los vasos linfáticos nume- 
rosos , como por ejemplo en los intervalos de los dedos, ac- 
sílas 9 y flexura del brazo; pero las profesiones establecen 
algunas diferencias. En los cerrajeros, herreros y tintoreros 
DO son los dedos y muñecas en los que primero aparece 
la erupción ; pues que la piel de estás regiones es poco per^ 
meable en estos individuos. 

Sintamos. Guando la sarna ha sido trasmitida, el inde 
viduo contagiado esperimenta un prurito en los punbos fute 
han sufrido el contagio : este prurito aumenta por las no^ 
ches con el calor de la cama , ck>n el uso de las bebt<fcis al- 
eohólicad y de los aliñantes muy condimentados. Las vieafr- 
culas, Ugeramente prominentes, son numerosas, t^aspU-* 
rentes y de color de rosa en los individuos }<^venea^ ^nte- 
oiendo un líquido seroso y viscoso: si el enfermo ee de 
ááál constitución, la erupdon hace pocos progresos; ma» 
en el caso CQntrarío, se e&(tiende rápidamente. Si tas vesí- 
ffula» SOB poca numerosas » el prurito que ocasionan es U- 
ffsrOi y conservan por mas tiempo su forma primitiva; pero 
si se muUiplicaq con rapidez , sí tienen lug^ en in^viduoc» 
de piel fina y delicada 9 el pnirito es insoportable: en este 
caso los enfermos se rascan , desgarran las vesículas , el lí- 
quida que contienen se esparce por la piel , y son reempla- 
liadas por un sin número de puchitos rojos comunmente 
muy ijiflamados: últimamente, en algunos casos es ial la 
inflamación que ocasiona la acción de las uñas sobre los 
pmitos afectados, que iq[)arec6n pústulas ^e impétigo y aun 
de ectimaf mayormente en los individuos jóvenes ^ vigoro^ 
sos y sapguineos; mas cualquiera que sea la ostensión y 
gravedad de la erupción , nunca acarrea los accideQtes te-^ 
mibles que se le han atribuido; pues que las en^qpieiones y 
flegmasías internan qup puj^den acompaqartd » s»n. tan i^ 
\¡^m complicaciones; 

. Causas. La juventud , el temperamento saaguíi^o , el 
sexo masculino, la pñn^ivera^ el verano y lo^ cUmas Bie* 



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n 

iídidiialeft, pfflredéít ser C€iu8ag predisponente» de la west^ 
na: esta erupeion ateca cob partkutatídad á la íirfaací*. 
y juventud » y é log hombpes inucho mas que á las mii^ 
geres. 

La cml^ pHxffaa de la sarna, ha Mo atribuida laA 
pronto á un principio contagioso partieolar trasnnsiUé por» 
el cdtitacto , tau pronto á la presencia de un insecto oono^ 
ddo por d nonit»re de amrus seébk. De cualquier modo 
la existetitcia del acarno es una verdad pobeda en la actuar 
lidád, reconociéndosele como el agente de ^m^Misibn. ' 
Diagnóstico. Aunque la sama es por to general una 
erupción muy fácñ de diagnosticar , hay muchos casog en 
que se la puede confundir con algunas erupciones^ de dife« 
rente naturaleza; siendo muy importante su üagivistieo, 
pues que el menor error es susceptible, no solo deeom- 
prometer la reputación del médico, mno que también ptie- 
de infundir sospechas injustas de alguna persona eon per-> 
juicio suyo. 

üüa de las erupciones que mas se confunden con la saf- 
na, es el prurigo; pero indepeiidieirteraente de los (íarao* 
teres prttUititos que siempre se hallan, y cfue son ett la uña 
las pápulas y en la otra las vesículas, el prurigo tiene su 
asiento ordinario en d dcírso , espaldas y miembros, siem- 
pre en el sentido de la ostensión de estas partes; mff^tra» 
que la sama , por el contrario , ocupa el sentido de la fle- 
xión ; ademas, en el prurigo las pápulas casi siempre des-' 
garradas presentan en su ápice un pequeño coágulo sanguí- 
neo, seco, negro ó negruzco; y cuando las vesículas ée la 
sama lo están también, su vértice está cubierto con una es^ 
camita delgada y amarillenta: finalmente, el pmrito es mas 
acre y mas urente en el prurigo, el que por otra part^ 
no es contagioso. 

El liquen simple puede algunas veces asemejarse á la sar- 
na; peto con una poca de atendon se verá que d prime-^' 
ro se compone de pápulaé , que estas están por lo común 
muy unidas , lo que nunca sucede en la sama , que con- 



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T2 

s^rran el color de la piel, míenfras que las vefícula» de la 
sama 6ón de un cotor de rosa clara, apnd euando» oeopa 1«9> 
HiaiK)$, que es donde se puede ccmfundiry siempte se hall» 
^1 su cara dorsal y no en el intervalo de los dedos como^ 
la sarna; finalmente, que el prurito que produce es poco 
sensible, y que no es contagiosa. Con mad facilidad s? dis- 
tingue la santa del Uch^n urtkaiu^^^ auaque la comeaos 
cpe este causa es ma» viva ; pero sus pápalas infla^joiadasr 
mas anchas y mas prominentes, son mas fiólmente apre^ 
ciables. Últimamente, la sarna podria ser confundía con 
el eccema simpte, pera en este las^ vesículas son aplanada» ^ 
mientras que en la sarna son prominentes: las primeras^ 
son por lo común discretas , mientras que las segundas es^ 
Can aglomeradas en mas ó menos núnsero : el prurito 4el 
eccema es general y carece de las exacerbaciones que ca- 
racteriasan al de la sarna: d eecema no es contagioso, al 
menos en casi todos los casos* 

La sarna puede complicarse con muchas erupciones de 
orden diferente : una de las que la acompañan mas comun- 
mente es el eccema^ el (pie es ocasionado por las locioneS' 
y frícciones^ irritantes; mas la irritación de la piel puede ser 
aiui mas intensa y producir pústulas- de impétiso 6 de ecti-^ 
ma^ que aparecen especialmente ei> los puntos aciq>ados> 
por muchas vesículas, sienda esto» casos los que baa hecho 
creer que la sarna era una afección pustulosa : aumentada 
mas aun la inflamación de la piel por la acción de las 
uñas> puede estenderse hasta el tejido celular,, determinan- 
do la aparición de un gran numera de forúnculos; asi 
pues , en algunos enfermos se observan á la vez reunidas la& 
vesículas de la sarna, las pústulas del impétiqo ó del ecíima^ 
y los forúnculos. 

Las flegmasías de los órganos internos son muy rara» 
en los sarnosos, y cuanda existen pueden y deben coosi' 
derarse como enfermedades concomitante» ; pue» que si 
algunos casos de inflamación de la mucosa gástrica han 
coincidido con la desaparición de la sarna ^ deben cri;ribuir- 



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13 

se íe» aceUíeiiteflí itioe goBrer^ngan á to ffegmasíis interna^ 
bajo oiya iüta^nda se verificó la desaparkien^ 

Prón(hiw(f¿ La sarna ccmsiderada en «I miáma eguna 
eflüermedád Bg^a, de modo que «ola sos cwnplicacioiies 
pueden annrontar mas ó menot la gravedad de bu jnrontfs-i 
tico y según que ellas mismas sean mas 6 menos grarres. 

¿Hay^ mndias espede» de? sarnas? Segtnramente no, puesr 
qne sblo su reonion con otras enfermeldadie» comUtUj^eii' 
las diférenctas que hai» servido de base para las cttvisione» 
de las eqmcies^ Laísama jamas m lermina espontteeame»-' 
te y nunca sirve de crisis á otras ei^erm^ades, pues lo» c»^ 
sos <pie 9& han presentado como tsdes y erm á m> ' dudar 
erupciones dé diferente natorateza; iibanderáda á sí m¡»^ 
na puede durar años y aun toda la vidaw 

TraíamkntOé Siendo la sama una ^afermedad pur»- 
m^nteloeal, no. reclama sino Inedioft ipucamenle Uocaksr 
las sangrías y los purgantes que firmaban eo otoo tiempo» 
iHlai parte esencial de su tratan»ento, d6 se empleafa en te/ 
actualidad sino en basos dados , como en los individuos' jár^ 
venes 9 sangu&ieo» y vigorosos^ en los que la erupcioi^ esti6 
generaÜEéda y acompañada de un istenso prurito ; kis pár^ 
gantes conviteea^ ya al principio , ya en el cms^ del.tvsH 
Iwniento^ en loí^ individuos de conetitucion linfática » y en 
los que lufUtualmente ésta» estreñido»* 

Los medios locales propuestos para el tratagiieíato d^ 
la sntia son tan numerosos que es imposible el descdbir^ 
los todos ; por lo que nos iimitsaremos á señala tos- q^ 
son peligrosos y que. conviene evitar , y los que deben, emn 
plearse en la mayor parte de los casos. .i 

Por re^a general> las preparadoim mer^iriales yate 
cabeza 4e ellas la pomada citrina y la qjuinta esencia apd^ 
sórica^ que pi^nece tener por base el subUmado ^ deben seír 
reemplazadas y y esto con ventaja , por otros medio» ma» 
dulce» que m> acanrew los pesjoíeio», wuy 0rave»á ve- 
ces ^ de est^ preparaciones; pues qi^ ademas ^ la$ 
e]:upcíone» accidentales que producea ^constantemente 



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74 
7 «le retardan. ki curación^ foeábn oeóiioiiár lafartoft áé 
las glándulas eaUvales 9 y én algmos casos gtosítisy etc^ 

Entre los meifios que la espeiienck Ua aereditada Co- 
mo mas c$on?eniMteSf GJtar^mos prímeranenle el polvo ée 
Piborel , . qué no és mas que el sulfate de eal molido : emk 
dichos polvos se hacen friodones dos veces por dia en las 
palmas^ ée las manos , dilujéndolos en una pequeña canti- 
dad de a^it&ife olivas, siendo la duración de este trata^ 
miento por término medio de quince dias. Este medica*' 
mentó m conviene sino en los c^sos dfe sama reciente y 
de poca estfnsion. El linimento de Kr. ladelot es comunt^ 
mente úty , aüMcpie produce con mocha ftecnericia erupc^on^ 
mÁ aceidentdes: cdn el asxilío de este medicimiento se 
obtiene la Cuifacion al cabo de quince dtas. Las lociones áe 
Ikqmytfeii se componen de cuatro onzas de súlfínro de po- 
tasa, df suelto en ibra y media de agua, con adición de 
media okbé de écido sulfúrico, ^con cuyo medicamento la- 
varán loe enfermos las partes afectas dos teces al dia« Este 
fifckík), atítíqué níuy ventqoso y camodo para Ibs enfer-» 
mo# que rebosan las pomadas, no conviene á los imlivitkiotf 
irrttaUes, pues que produce un (nrurito muy doioroBe»r T 
por otro parte el término medio del tratamiento es de diez 
y seis días. De todos los métodos el que ofrece mejorei 
y mas prontos resultados, es el de Helmerich modifk^do, 
que c^msi^ en friccionar la parte por mañana y noche 
con la pomada sálftnro alcalina siguiente: azufré tubtírnaáé 
dos partes, sub^carbonaío de potasa una paírte i manteca de 
C0rdo ocho partes: á mas de esta pomada tomará el enfer"- 
mo un baño simple todos k» dias ó de dos en dos: la da- 
radon de este tratamiento es por término medio de doce 
dia9. Los remi^dios que deben emplearse en los irnos son 
las lociones con el agua de jabón y los baAos sulfurosos 
artifidales. 

Los^ baños y las ñimigacioties sm muy buenos aid^a- 
res en el fratmniento dé la sama; peto enqdeados esckt- 
sivamente produceh curaciones muy tardías. Cualpiera 



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i(Ue aeci et métocb áéoptado, ü heafimméM ^^edhij^B^ 
oa «d» alguna -enipcfón aedidealal^ cerno ti tceema por 
e}effl|rik>t es neoasario intemnrapir^ tratdmteQto y ádMf- 
nisbrarial enferma. kjft bebidas dlloentes y aij^ acidntadas. 
Chiando aeompaian < ¿ b «ama pápulas de inhpéHio ó dé 
a^^a^ eft imfepeñsaUe aplacar iranediataiÉéBtei las lóelo-' 
nes y las fricciones irritantes , insistiendo en los baños sim-^ 
ídeSy en la»^ bebidas Jigeramdnte lasaátos, y tocalqueiité en 
los. emoUeqtes» Para asegurar la cutatíeo y evitar la reci^ 
iliya se dlesínfeliapán los Yesti&oa, y cqq especialidad Ío^ 
de lana, por Aiediode una corrieate de gas ácido saHU'- 
toso 9 ; se eoBtfimará • por algún ti^nfo en el uso de tos 
baños simples. 

flictenas; 



JjAs^ufenned^gles colocadas ^0 este órdea están carae-< 
terízadas por v^as eleracioues del ^idérnús; foiáaoadftB por 
ün lí(|uido( serojo é ^scaro^purulento contenido ea su interioor^* 
estos tumbea conocidos con el nombre de flictenas^ vm 
por lo común oíreulares ; su ancha base y su votáoieii , x^m, 
varía de^e el de un:^i9aBtelia$ta<^l de i» hutvo d0 p«^ 
to» los distii^e de l^s yeisícul^s «qiae so(i c^ünu^ heinot^ visto 
mucho madores* * 

lias infl^anaciofies ñictenosas ^ propiamente dichas , sofí 
el pénfigo y* la rupia* La nipia ha sido colocada por Bar 
teman entre taa veaíeulas* auuque sia fundamento á nues^ 
tro modo de v^» 

Eu algunas eirfersAedades 4e la {N^el , estrañ«^ i la dase 
(pie describimos, se ^observan lesiones rntálo^as á tas que 
constituyen. las flictenas; pero ea: estos casos su desarrollo 
es puran^ente acddentsd^ siendo t^n solo cooqAieacieqEiea 
que no pueden pre^oj^oar sobre Iqs caracteres .elemenla^ 
les de la enfermedad. Asi que , en una variedad (}el h^* 



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76 

peSt herpi$ ííom^ algunad vesículas adqmaren mu yotúoien 
coDsiderahle, formmdo vardad^as ffictenas; paro en estos 
casos las ve^culas propiamente dkhwconstítuyen el ver- 
dadero carácter de la enfermedad ^ tanto por su ntiniM^ro 
Cttanto por todos los otros sínton^, loa que en lugar de 
aproi^imarse á los de las inflamadooes fUct^kosas, d^ren 
bajo todos aqiectos. 

Aunque las erupoíones üctenosas pueden ser^ agudas» 
por lo común marchan^ de un modo erfinieo, pudiendo 
afectar toda la superficie del cuerpo, y atacwdid á la vez 
superficies muy estensas. Su duración varia desde uno á dos 
septeüaríos, hasta muchos meses, y am pueden prolon- 
garse por un tiempo ilimitado. 

Síntomas. La aparición de las flictenas es comunmente 
precedida de una rubicundez mas ó menos viva ; pero' en 
algunos casos el epidermis se eleva, sin que se note con 
antelación la menor rubicundez eritematosa. El tumor flic- 
tenoso es por lo común pequeño en el principio , pero su 
hme se ensancha progresivamente y adquiere un volumen 
muy considerable en un espacio de tiempo variable ; pero 
que por lo común no pasa de cuarenta y ocho horas. Las 
fiictenas son duras en el primer período de su desarrollo; 
pero á medida que se espesa el Hquido que contienen, 
disminuye la dureza , abriéndose mas ó menos pronto , se- 
gún el espesor del epidermis, su distensión, sitio y movi- 
mientos del enfermo, siendo reemplazadas por ub«» costras, 
unas veces muy delgadas y otras muy gruesas. Las flictenas 
qué se desarrollan en la cara son por lo común muy peque- 
ñas; se abren prontamente , y forman en algunos casos unas 
costras análogas á las del impétígo. Las fKctenas producen 
á veces ulceraciones mas ó menos superficial^ ; pero por 
lo^omun profundas, cómo sucede en la rupia. 

Camas. Las causas de las afecciones flictenosas, son 
gerorafaneirte dificiles de apreciar; pero de cualquier modo 
pare(^n coincidir con una constitución tsm 6 menos de- 
teriorada. 



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77 
IHagnátíieo* Por lo generdl t^ £Mil el distinguir estas 
ififlaoiacioBés, pues que las vesículas con las que podrían 
coirfiiBdirse tan soto, son mucho menores; y aunque el 
dii^ndsti<^ es mii^a mas düeil ima yee rotas las vesícu- 
las » sin embargo, los caracteres propios de las costras 
ufl^as de estas erupciones, bastan para poder reconocer 
sí han sido é no precedidas de vénulas ó de flictenas, 
y %& caso de dtidá se recurrirá á los caracteres negativos, 
muy útiles por otra parte en el diagnóstico -de estas afec- 
ciones. ' 

Pr^HÓsHco. Im inflamaciones flictenosas mtí algunas 
veces. graves cuando se prolongan en individuos éeMlitádós 
por la edad y mal c6nstit«idos; pues qi^ en estos casos 
casi ^fseupre acomp^an á nna afección crónica de algún 
^^sm interno, y con eqpccialidad del libado. 

Tr(Uaimmto. £n el tratamirato de las afecciones flic- 
tenosas se auplean unas veces los antiflogísticos , otras, 
por el contrario, los tómoaa, las prepari^ionés' ferrugino- 
sas, y en todos tos casos los medios que sumimrtra la 



PENFIGO. 



Bidrce. — Exanthema Bullosum. — Morbus vesicularis. — ^ 
Morbus phlicetenoides. — Affectio scorbuíica.— Pustulo- 
sa. — Fébris Bullosa.^Pemphigodes recentíorum. 



E 



h pénfijgo es una erupdon formada por una ó muchas 
flietonas de grandes dimensiones redondeadas, que con- 
tienen' un líquido trasparente en d principio, y rojizo en 
el curso de la lyfeceion : estas flictefu» ó sé desgarran fá- 
cifanente dejaiaMlo escoriada la* piei , ó se secsm y forman 
costras delgadas y foliáceas, producto de la commcion del 
Uqpido y de las esoamiUas que se desprenden del epidermis. 



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78 

Una Y6Z deq>re»dída8 las costras ^ Be obeena que la 
piel no ha siiArído ám una alteración muy sap^nBeírif 
quedando algunas* maechas caraeterístieas que se prolon- 
gan por largo tienapo. La observación ha demostrado que 
el pénfigo se presenta al e^ado agudo y al crónico. 

Al describir estas dos variedades principales m^ticio- 
naremos las formas propias á edos dos estados, que han 
servido á diferentes autores para establecer distindoüeS) 
cuyo valor examinaremos. 

Síntomas. El pénfigo agudo es precedido algunas ve- 
ces de mel estar general, de laxttudes> de pesadez en 
los miembros, de cefalalgia fugas» de prurito, y de ima 
ligera aceleración del pulso. El calor es^ secó y urente^ 
hay sed, pérdida dd apetito y naáseM: estos prodrbmoSi 
que pueden durar uno , dos y aun tres días , son segiridos, 
tan pronto en un solo pui^o de la piel, tan pronlo en una 
superficie de mucha ostensión , y aun en toda la piel , deí 
una$ manchitas rojas y circulares que se estienden en poco 
tiempo» y de cuyos centros se desprende el epidermis 
para formar unas flictenas que contienen un líquido ci-* 
trino, y cuyo volumen es comparable al de las flictenas 
que forma la quemadura de segcmdo grado, y al de las 
ampollas producidas por cantáridas. La flictena puede ocu- 
par toda la estension de la mancha roja ó una parte de 
ella , estando por lo común rodeada de una aureola eri-> 
tematosa que causa un doloi: pruriginoso. La erupción se 
verifica con tanta rapidez eñ algunos casos , que la apa-* 
rícion de la mancha roja y la formación de la flictena es 
casi instantánea : hay algunas manchas en las que no Si 
deflenvuelven flictenas; pero pasando el dedo por su m-^ 
perficie sé percibe tma ligera tuniefliceion , y si se ejer-^ 
cen. algunas ligeras frotaciones, no tarda* en aparecer tina 
flictena Ueaa de s^ostdad. En losi- pontos intermedios A 
estas manchas la piel conserva sli estado normal. Ckmn^ 
hs fliotenas^ han adquMiio im desarrolla completo, áé^ 
aparece fu duresa, el epídenwís se arm^ y pHega en 



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79 
k parte jnenos (kblire , la eoleocion ger«M 00 enttiAfai 
adquiere UQ color tojo, gana la parte mas dacüye, y ál 
cabo de veinte y cuatro ó caarenta y. ocho faorat se rom^ 
pe» perslátieiido la saUAa al líquido: 'después de esta n^ 
tul», y raii^tras que la n^ícuiideK persiste aun, sefor*" 
maR unas oosU^ delgadas negruzcas» ó bien una yeir'el 
líquido ^eomptetonente evacuado , se seca él e)[)idertni8 y 
forma escamilas delgadas y Manqoíaeas. (Jitiniameiite , la 
rubicundez desif^^rede i»M)g]^esivaniente , el dolor picante 
y pturiginoso cesa, un nuevo epidenniBreenqpkfza bien próm 
to ad prím^Oy quedando en el punto ocupado por la- Míe^ 
lena imamandw de color morado , que permste por largo 
tieMpo. Los síntomas gcn^ates que aeonqjafian al pén-^ 
figo agudo son commimente muy ligeros, pues que poi- 
cas wees se ven obligados los enfermos á guardar cama» 
La duración del.pénQgó agudo es de nno'á tres septe* 
naries. El péofigo. que sÉaca á los recién nacidos no es 
muy raro , y ocupa por lo común las palmas de las ma* 
no^ y las plantas de los pies : en estos casos las fiic* 
tenas están rodeadas de una aureola de color violeta, con-» 
Uenen un ttquido B^o^foralento , y su ^ámetro es ba»*- 
tanl^ considemMffi ^ 

£1 pompheUx ñolüarnu de Willan es una variedMl 
nátid)le del péofigo agudo » camotemada por la apdrir 
cíon de una S9la ffictetia : su desarrollo es precedido ide 
una sensación de IsKxrmij^ieo bastante vivo, seguido de ttoi 
fli€|tena muy yolmninosa que encierra «niclias onzas ^ se*- 
i>osidad> Cuarenta T ocho horas después de sci desarroHó 
completo se rasga el epidermis y deja una Bgera escorin»- 
cion; IMS e» algunos casos, pasados uno ó <ios dias, apa- 
rece otra flictena al lado de la primera» que j^gue abso^ 
lid)an%ente la misma marcha^ y puede ser reemplasada por 
una tercera, prokMigátidose de este modo la enferme^ 
dnarante ocho 4) diez (fias. 

El p^ii^o orániéo , pmnphoUá) dkuinm de WiHán, 
es mas flrecaeaÉe que el agndo: mas eonmn en los^lion»4. 



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80 

bree que en te iiiii(^íre» , es precedido durarte átgmm 
días de una sensación de mai estar general , de inape* 
teiicia , de nauseas , de laxitudes y y algunas veces de 
UA 4igepe moWmieBto bbtiL En el sitío en que debe apa^ 
recer la erupción siente el enfermo una sensación de pm* 
rit^ y hormigueo, que es segirido de unos ponütos mjos 
que se esiienden progresivamente hasta formar unas flic- 
tenas mas ó menos numerosas y de diferentes dimensión 
siones» que recorren su marcha rápidamente. La forma de 
estas flictenas es muy irregular, y el liquido que contie- 
nen se abre paso al cabo de dos ó tres dias al través dd 
epidermis reblandecido y macerado , para formar unas 
costras delgadas y aplanadas, negruieas ó amarillentas, 
y algunas veces Uanquixcas: tan pronto como la erupdon 
termina^ q^ajcece etra nueva, que sigM la misma marcha; 
de modo que la enfermedad puede pn>longarse indefinida- 
mente de este modo , no siendo raro ver owfundidos los 
puntitos rojicos, las flicteiías, las costras, y las manchas 
mas ér menos grandes, rojas y ligeramente escoriadas que 
caractmiían los diferentes períodos de la enqicion. En al- 
guBos casos raros el pénfigo ocupa toda la superficie de 
la piel, las flictenas confluentes se reúnen, el líquido 
f|ne contienen «e espesa , toma el carácter sero-pnrulento, 
y forma unas costras anaarillentas xiue se asemejan á las 
delimpétígo. El pénfigo puede estar acompañado de emp- 
eiones diferentes, como el herpes ^ prurigo ^ eccema eic. 
En algunas círcünstaneias reina endémicamente, pero por 
lo cdamo es esl^orádico, siendo sa duración tan desigual 
^e es imponible determmarlflu 

€aíjua$* La edad no parece influir de un imido muy 
mascado en la aparición del pértgo; mas la insolación, 
denticioa y escesos de légimen , son causas poderosas que 
ininyen mucho en su desarrollos esta entormedad no ataca 
por lo común sino á los individuos jóvenes, bien énten^ 
dido en el estado a|^do ; pero en el crónico ei peculiar á 
los imcianos y á los individuos de una constitución déte* 



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81 
rioroda. Las causas predisponentes mas coniunes, son; el 
aso de malos alimentos, los trabajos prolongados, las vi- 
gilias, y la habitación de los lugares bajos y húmedos. 

Diagnóstico. La existencia de las flictenas comunmente 
aisladas, las costras delgadas» escamosas y abombadas en 
su centro , Impiden confundir el pénfigo con cualqiuera 
otra enfermedad de la piel. 

Las flictenas de la rupia no se presentan en tanto nú** 
mero como las del pénfigo, y producen verdaderas ulce* 
raciones y unas costras duras , espesas y prominentes. 

En el ecttma la colección purulenta puede ser consi^ 
derable y formar una flictena ; pero el líquido que esta 
contiene* en el pénfigo es seroso, y ademas en el ecti^ 
ma siempre se encuentran alonas pústulas con el pun- 
tito negruzco , característica en el centro^ En el herpes 
las vesículas están siempre reunidas formando grupos so- 
bre una superficie roja é inflamada ; las flictenas áe\ pén- 
figo están aisladas, y la piel que las rodea conserva su 
estado normal. Sin embaído , cuando las flictenas del pén- 
figo son pequeñas y están, aglomeradas , el diagnóstico 
seria verdaderamente dificil, sino se encontrasen casi siem- 
pre sobre otros puntos flictenas con sus caracteres propios. 
Pronóstico. El pénfigo agudo termina casi siempre de 
ana manera feliz: el crónico es tanto mas grave cuanto 
mas estendida se halle la erupción en individuos debili- 
tados por la edad , la miseria , la irregularidad en el ré- 
gimen de vida, y mal estado de la constitución. 

TrcUamiento. En el pénfigo agudo ligero es suficien- 
te la dieta y algunas bebidas diluentes; mas cuando hay 
alguna fiebre y la erupción ocupa mucha estension , se 
prsK^ticará una ligera sangría del brazo , ó se aplicarán 
algunas sanguijuelas al ano, acompañadas de los baños 
simples ó de almidón, y de las bebidas ligeramente aci- 
duladas. 

' El pénfigo crónico reclama también en los primeros 
tiempos un tratamiento antiflogístico, pero menos enér- 

6 



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82 

gko que en el agudo : ademas son Útiles las bebidas mu- 
cilaginosas y diluentes , los baños tibios y alcatinoSé Sí los 
dolores son fuertes y producen el insomnio y la agita- 
ción , se los calmará con la aplicación de cwipresas em- 
papadas en un Kcor anodino. No siendo el péoíigo cró- 
nico una enfermedad puramente inflamatoria, es necesa* 
rio en algunos casos rehacer la economía por medio de 
los buenos alimentos y un régimen tónico , para lo cual 
se administrarán los ferruginosos y la quina. En los ca- 
sos en que el péufigo crónico estuviese circunscrito á un 
punto limitado y que reapareciese con obstinación, se em- 
plearán las cataplasmas espolvoreadas con la quina ó el 
carbón. £1 uso de la medicación tónica no debe limitai]se 
tan solo á los casos en los que la constitución del enfer- 
mo esté dibilitada , sino quQ también es apUcable en los 
individuos jóvenes, cuando la erupción per^te por largo 
tiempo, teniendo cuidado de vigilar el tratamiento y las 
modificaciones que produce. 



RUPIA. 



L 



JA rupia es una enfermedad de la piel que, nunca re- 
viste el carácter agudo , y su aparición está íntimamente 
ligada con una disposición particular de la organización. 

La rupia es uua inflamación crónica de la piel carac- 
terizada por unas flictenas mas ó menos voluminosas, ais- 
ladas y aplanadas , que encierran un líquido seroso en el 
principio de la erupción , purulento durante su curso , al- 
gunas veces negruzco, y por unas cositeras muy espesas, 
seguidas por lo común de ulceraciones. La rupia se ma- 
nifiesta con diversos grados de intensidad, que constitu- 
yen otras tantas variedades. 

Sintonías. En la rupia la piel es el asiento de flicte- 
nas pequeñas y apianadas que se desarrollan sin inflama- 
ción precedente , y que encierran un líquido seroso y tras- 



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.63 

t^iféfite éil éi i^riñcipíO) qae se es^teda ea el curso de lá 
erupción, convírtíétidose en Terdadero pus: muy luego 
estas flictenas pierden su tensión , se reblandecen , y el 
Anidó que contienen forma unas costras negruzcas arru- 
gadas, mas gruesas en su centro que en su cirouníereñ- 
cla, las que cuando se desprenden dejan al descubierto 
unas ulceraciones , que por lo común se cicatrizan pronta- 
mente , pero que en algiinoá casos pueden á su vez for^ 
mar nuevas costras. 

Esta especie de rupia es la conocida con él nombre 
de tupia $impkc6 : su duración es por lo común de dos 
á tres septenarios, aunque las manchas que dejan en la 
piel de color lívido persisten durante un tiempo ilimita-^ 
do. La rupia áe presenta aun con caracteres mas marca^ 
dos , y en estos casos se diferencia de la que acabamos de 
describir por las mayores dimensiones de las flictenas; 
por d espesor de las coátras y por la profundidad de las 
ulceraciones^ Asi pues , la erupción flictenosa empieza eit 
algunos casos por una inflamación circunscrita de la piel» 
el epidermis se eleva mas ó menos prontamente sobre 
este punto inflamado , formando una flictena que contiene 
una colección de serosidad de color citrino 6 negruzco 
mas ó menos espeso. Este líquido se derrama sobre la 
piel y forma unas costras de color negruzco , que pueden 
presentar diferentes aspectos 5 estas costras estañ rodeadas 
en su base de una aureola eritematosa, en la que se for- 
ma á veces otra flictena que da origen á otra nueva cos^ 
tra ; aumentándose de este modo la erupción y estendién-» 
dose al mismo tiempo que la costra, adquiere mayor es-» 
pesor por la justa posición de otras nuevas , lafs que imi^ 
tan en estos casos de un modo muy exacto á la concha 
de las ostras: estas costras están muy adherentes; pero 
cuando se desprenden ó cuando se las hace caer por me- 
dio de las cataplasmas emolientes, dejan al descubierto 
unas ulceraciones de estension y profuridMad rtriaMesi 
que forman otras nuevas cosfras, que sé Cóndücett del 



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84 
modo que banos dicbo^ é bien las úlceraa no producen 
costras y persisten con u» <x)ler pálido , de mala natura- 
leza ^ y con unos bordes tumefactos y lívidos: la cicatri- 
zación de estas úlceras es muy difícil » coo especid3idad 
en los viejos; pero cuando se verifica , las cicatrices son 
muy blandas 9 y conservan unas impresiones purpurinas» 
que no desaparecen sino lentamente después de mucho 
tiempo. Eln los niños la rupia empieza por unas manchas 
lívidas ligeramente prominentes , las que sirven de base 
á unas elevaciones formadas por el epidermis distendido 
por un Uquido seroso ó sanguinolento: estas elevaciones, 
poco considerables en un principio , aumentan bien pron- 
to <te volumen, y forman unas grandes flictenas aplana- 
das , irregulares , rodeadas por su base de una aureola de 
color violeta: dichas flictenas se marchitan con rapidez, 
se abren y producen unas ulceraciones anchas y profun- 
das, de carácter gangrenoso, que dan una supuración féti- 
da y de mal carácter; bien pronto aparecen nuevas man- 
chas y flictenas nuevas, que forman otras ulceraciones 
de la misma naturaleza, dando origen á un movimiento 
E^bril, y aun en algunos casos acarreando la muerte al 
enfermo ; pero cuando la enfermedad no es tan intensa, 
la cicatrización se verifica muy lentamente , y la curación 
es mny larga. Esto se comprende fácilmente , si se atiende 
á que la rupia £$caróíica afecta tan solo á los niños ca- 
quécticos, debilitados por las malas condiciones higiénicas 
de que se encuentran rodeados. Las flictenas de la rupia 
se observan sobre toda la superficie del cuerpo; sin embar- 
go, los miembros inferiores son su asiento de predilec- 
ción. La rupia escarótica es mas común en el cuello, 
pecho, abdomen y escroto; pero cualquiera que sea el 
punto que ocupe , siempre están las flictenas separadas. 

Camas. Es muy dificil por lo común determinar la 
causa, pró^pma de una erupción; y e^to es tan aplicable 
á la rapia eomo á las demás afecciones de la piel. Sin 
embargo 9 ao es imposible el apreciar hasta un cierto 



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85 
punto qué clase de influencias presiden al desarrollo dé 
esta enfermedad: asi pues todo lo que tiende á destruir 
y debilitar la constitución , puede ser causa de la rupia; 
por consiguiente se la encuentra mas comunmente en las 
clases pobres, sometidas á un genera de alimentación 
poco reparador, y que habitan lugares húmedos y mal 
sanos. También se desarrolla en^ los individuos de edad 
avanzada y en los estenuados por escesos de toda espe- 
cie, y con particularidad de bebidas alcohólicas. 

Diagnóstico. Dos erupciones tan sokv pueden confun- 
dirse con la rupia, á saber: el pénflgo y él ectima. 
El primero es, como la rupia, una erupción flietenosa; 
pero en su estado* primitivo se distinguen en que las flic- 
tenas del uno son prominentes, anchas, y están disten- 
didas* por un líquida siempre mas trasparente, mas sero- 
so que en la rupia, en la. que la flictena contiene un 
fluido casi purulenta, sanguinolento y negruzo* 

En el estado ^costroso es imposible confundir las cos- 
tras características de la rupia con las escamas laminosas 
ée\ pénfigo : mas. fácil sería confundir ciertas formas de 
rupia con las afecciones ectimoides, pue» que unas y otras 
se desenvuelven b6Q0 la influencia de \m mismas causas, 
y aparecen muchas veces reunidas^ en un mismo enfermo; 
pero sí el diagnóstico es dificil , no es por otra parte im- 
portante^ Se distingñiránr estas dos> afecciones atendiendo á 
que por una parte el ectima es desde sii principio una 
erupción francamente pustulosa, y que si biai la rupia 
toma este carácter, es después de haber tenido el flic- 
teiM)so; y por otra, que las costras de) ectima, bien qué 
muy prominentes, son irregulares, nunca guardan la for- 
ma caracterfetica de las de la rtípiá, es decir, la justa- 
posicion de días; y por último, las ulceraciones que si* 
guen á las costras de la rupia son grandes y mas pro- 
fundas que las que á veces se observan en el ectima ca^ 
quecfícum. 

Pronóstico. La rupia escarótica puede ser mortal en 



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86 
algunos casos; pero esta variedad es la única que pre^ 
«énta algún peligro. 

Tratamiento. El conocimiento de las causas que pre- 
siden al desarrollo de la rupia , es la mejor indicación 
para la elección del tratamiento: asi que, antes de todo, 
es preciso emplear los medios propios para restablecer la 
constitución: al efecto se separará al enfermo de las in- 
fluencias debilitantes, cambiándolas por un régimen alimen- 
ticio , sustancioso y fortificante , por el uso de los vinos ge- 
nerosos y de las bebidas amargas ; y para activar la cica- 
trización de las úlceras se usarán los baños alcalinos. Cuan- 
do la rupia ocupa los miembros inferiores, guardará el 
enfermo m reposo completo y la posición horizontal , con- 
diciones indispensables para el buen resultado del trata- 
miento. Los medios locales son : los fomentos con el vino 
aromático, y en algunos casos las cauterizaciones ligeras 
con el nitrato de plata fundido : estos medios son suficien- 
tes para la curación ; mas puede suceder , sin embargo, 
que no bastasen en los casos de rupia prominente , en los 
que las costras son reemplazadas por ulceraciones redon- 
deadas y anchas: para obtener la cicatrización de estas 
úlceras se recurrirá á la cauterización profunda con el ni- 
trato de plata , con el nitrato-ácido de mercurio , ó bien 
^ lavarán las úlceras con el ácido bidroclérico dilatada 
en agua. Los fortificantes y t<5nicos tan útiles en el tra* 
tamiento de la rupia «imple , son completamente inefica- 
ces en la escarótica , habiendo acreditado la esperiencia 
que es preciso atenerse á los emolientes , sobre todo mien- 
tras que persiste la fiebre. Si el niño está debilitado por 
causa del mal régimen alimenticio , la leche de umi buen 
na nodriza podrá contribuir á la feliz terminación de la 
crvpcipn. 



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87 

PÜSTÜLAS. 



J-Jas afecciones pustulosas están caracterizadas por unos 
lumorcitos circunscritos, formados por la acumulación en 
la superficie del dermis inflamado de un líquido purulento. 
Estas enfermedades son: el ectima, la viruela, la vacuna, 
el impétigo , la raentagra , el pórrigo y la acnea. Todas 
las partes de la superficie del cuerpo pueden servir de 
asiento á las pústulas; mas la viruela y á veces el ecti- 
ma ocupan á un mismo tiempo toda la piel. La marcha 
de las afecciones pustulosas es aguda ó crónica , bien que 
en una y otra forma cada pústula en particular termina 
en el espacio de dos dias ó de un septenario. Las afec- 
ciones pustulosas esencialmente agudas , son la viruela y 
y la vacuna; pues aunque el ectima es comunmente agudo, 
puede en algunos casos adoptar la forma crónica.. Las 
inflamaciones pustulosas crónicas son : el pórrigo , la men-* 
tagra, el impétigo, y la acnea; pero la mayor parte de 
estas pueden también tomar el carácter agudo , princi- 
palmente el impétigo. En estas enfermedades las pústulas 
presentan diferencias importantes de anotar , pues que las 
pústulas son por lo general phlisáceas en las esencialmente 
agudas, y psidf^áceas en las crónicas. Las phlisácens son 
mas anchas y presentan una^ base inflamada como lo in- 
dica su nombre, y las psidráceas carecen de esta parti- 
cularidad. 

Las pústulas del pórrigo, como veremos mas adelante, 
son también diferentes, favi; y por último, otro orden de 
pústulas llamadas achares caracterizan á dos erupciones de 
la cabeza y cara, que lian sido comprendidas sin raz6n, 
á nuestro modo de ver , entre las variedades del pórrigo. 
La forma de las pústulas es casi siempre umbilicada en la 
viruela y vacuna, y muchas veces en el ectima. Los ca- 
racteres de las costras que suceden á las pústulas pre- 



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88 * 

senlan diferencias según la enfermedad á que pertenecen. 
En el pórrigo son amarillentas, circulares, y deprimidas 
en su centro: y una vez desprendidas no se reproducen 
sino por medio de nuevas pústulas. En el impéligo las 
costras son de color amarillo , verdoso ó negruzco , y tan 
luego como se desprenden son reemplazadas por otras for^ 
madas por el líquido que segrega la parte afectada. Las 
costras de la mentagra y de la dcnea son menos caracte- 
rísticas , y persisten por un tiempo mas limitado ; ademas, 
en estas dos últimas flegmasías pustulosas la piel inflama- 
da crónicamente presenta unas callosidades conocidas con 
el nombre de tubérculos. Las erupciones pustulosas cróni- 
cas rara vez dejan cicatrices; pero por lo general la piel 
conserva un color rojo que desaparece mas ó menos pron- 
to. Estas erupciones pueden complicarse entre sí sin per- 
turbar su marcha respectiva , siendo esta observación apli- 
cable igualmente á la viruela y vacuna ; i>\en que se haya 
sostenido por algunos que estas dos erupciones no podian 
desarrollarse simultáneamente en un mismo individuo. 

Causas. La viruela y la vacuna se desenvuelven por 
medio del contagio ; y aunque el pórrigo favosa y el scutu- 
lata pueden desarrollarse espontáneamente, sin embargo, 
en la mayoría de los casos se trasmiten por contagio. Las 
otras flegmasías pustulosas aparecen por lo común bajo 
el influjo de alguna causa interna difícil de apreciar. 

DiagnóMico. La presencia de unas pequeñas elevacio- 
nes formadas por el epidermis y llenas de pus , bastará 
para distinguir las afecciones pustulosas de las demás infla- 
maciones cutáneas; pues que aunque las vesículas pueden 
en un cierto período de su evolución contener un líqui- 
do sero-purulento mas ó menos espeso, este líquido ha 
sido el resultado de la trasformacion del seroso que con- 
tenían al principio de su aparición , mientras que en las 
afecciones pustulosas, propiamente dichas, el pus se forma 
por lo común desde el principio de la erupción; y ade- 
mas los caracteires físicos de este pus^ que es especK) y ama-^ 



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tillo , lo • distinguen del fluido lácteo que contienen las 
vesículas poco antes de su desaparición. 

Sin duda hay algunos casos en que la distinción de 
estos caracteres es bastante difícil, como sucede en la 
vacuna , en que la vesícula se trasforma en pústula ; pero 
esto no pasa de ser una escepcion que confirma la regla 
en lugar de destruirla. 

Pronóstico. Esceptuando la viruela, nunca las enferme- 
dades pustulosas, aunque muy incómodas, terminan por 1» 
muerte; mas el pronóstico es mucho menos favorable cuan- 
do la enfermedad es muy antigua, y cuando los remedios 
han sido empleados sin resultado. 

Tratamimío. El tratamiento de las afecciones pustu- 
losas agudas debe ser por lo común antiflogístico ; mas en 
las crónicas es imposible establecerlo de un modo absolu- 
to, pues que en unos casos basta con un tratamiento sim- 
ple, y en otros es necesario recurrir á medios mas ó me- 
nos enérgicos, que modifiquen de un modo especial el 
estado de la piel, 

ectima: 



Phlizacia. — Quinto género de las dermatosis eccemaíosas 
de Alibert. 



E, 



ih ectima es una flegmasía de los folículos sebáceos, 
caracterizada por unas pústulas phlisáceas , andias , re- 
dtmdeadas, conmnmente discretas, de base dura é infla- 
mada, á las que suceden unas centras m£» ó me^os es- 
pesas que dejan en la piel una impresión roja , que per- 
siste por mas ó menos tiempo, y raras veces una verd^ 
dera cicatriz. Los patologistas ingleses han admitido algunas 
especies de ectima fundadas en la edad y en otras cír-* 
cuüstancias accidentales, que nos parecen no estar ^stabti)^ 



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90 

cidas sobre datos rigorosos. Asi pues ^ el eeiima infantil 
no se diferencia del del adulto sino por la modiñcacion 
que la edad imprime á la erupción , modificación que es 
común en todas las enfermedades de la infancia. El eeíy^ 
ma lúrídutn es debido á circun^ncías puramente indivi- 
duales, y sobre todo, á la alteración profunda de la cons- 
titución. 

Bateman ha confundido en el ectyma eaquécticum mu- 
chas formas que merecen ser dñtinguídas cuidadosamente* 
Las pústulas del ectima se desarrollan en todos los pun- 
tos de la superficie del cuerpo, pero con especialidad en 
los miembros abdominales ; estas pústulas están casi siem- 
pre separadas unas de otras , y aunque pueden invadir á 
la vez puntos de mucha estension , por lo común se reú- 
nen en un espacio limitado. 

La duración de esta afección es variable, pero rara vez 
no pasa de dos septenarios, siendo este el tiempo preciso 
en que el ectima parcial recorre sus períodos en un solo 
punto ; mas en los casos en que se generaliza y prolon- 
ga por medio de nuevas erupciones, puede persistir duran- 
te muchos meses. 

Sínlomas. Cuando la erupción es poco intensa , los sín- 
tomas precursores son apenas apreciables: limitadas co- 
munmente las pústulas á los miembros inferiores, se su- 
ceden en corto número de un modo casi continuo, no 
produciendo reacción apreciable. Algunas veces aparecen 
de dos en dos ó de tres en tres, siendo cada erupción 
precedida de un ligero calor general, de cefalalgia y de 
sed. En los individuos jóvenes y vigorosos la aureola que 
rodea á las pústulas es de color rojo encendido , y la parte 
afectada está algo hinchada. Después de la abertura de 
la pústula, la rubicundez disminuye, la hinchazón se 
disipa, y el epidermis , desprendiéndose de los puntos afec- 
tados, forma unos círculos blancos, en cuyos centros exis-* 
te una impresión de color rojo oscuro, que persiste por 
mas ó menos tiempo , coBstituyendo estos drculos un sin-- 



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01 

toma qae es necesario anotar» porque tienen una impor-* 
tancia real respecto al diagnóstico. Cuando las erupciones 
que componen el ectima son, por el contrario /numerosas 
y e^endidas , son precedidas de síntomas generales , como 
horripilaciones, ansiedad precordial, anorecsia etc., des- 
pués de los que aparecen algunos puntos rojizos disemi- 
nados, los que se elevan al segundo dia de la erupción, 
y encierran un líquido blanquizco; al tercer día la pús- 
tula está completamente formada, es redonda, prominen- 
te, comunmente deprimida en su centro, y presenta un 
puntito negro. Al sesto 6 séptimo dia se desgarra, y el 
pus que contiene forma una costra de color amarillo ne- 
gruzco, que se desprende á su vez y deja en el punto 
que cubria una impresión de color violeta. En otras cir- 
cunstancias, mayormente cuando el ectima se desarrolla 
en individuos débiles avanzados en edad, la erupción si- 
gue una matcha diferente. La piel se inflama y tumeface 
lentamente, la pústula se forma con lentitud, es poco 
prominente aunque grande, y en lugar de estar rodeada 
de una aureola roja , se desenvuelve en el centro de una 
mancha de color violeta : el Uquido casi sanioso que con^ 
tiene forma una costra espesa, negruzca y muy adheren- 
te , que á su vez es reemplazada por una ulceración mas 
ó menos profunda. En el estado de nuestros conocimien- 
tos se cree que el ^ctíma tiene su asiento en los folículos 
sebáceos, como la viruela etc. Con efecto, examinando 
con un lente el desarrollo de la flegmasía , se ve primero 
un punto rojo prominente, que parece ser el folículo in«. 
llamado t bien pronto la hincliazon aumenta, la rubicun^. 
dez se estiende en forma de aureola , y al rededor de un 
puntito negro central se forma una pequeña colección^ 
que adquiere progresivamente la forma redondeada de Ifi^ 
pústula phUsáceaf siguiendo por lo demás en su desarron 
lio y^ terminación una marcha que se aproxima á la de 
las pululas de la viruela. La costra que reemplaza á la 
pústula es comunmente redonda , algunas veces irregulai^ 



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92 
y presenta algunos caracteres diferenciales , según la edad 
de los individuos y según su constitución. Amarillas en la 
juventud , negruzcas y sanguinolentas en la vejez , se des- 
prenden mas ó menos lentamente , según que el trabajo 
reparador se verifica con mayor ó menor actividad. 

Camas. £1 ectima ataca á todas las constituciones y 
á todas las edades; sin embargo, los individuos de piel 
morena y seca , en los que la traspiración se ejerce difí- 
cilmente, se encuentran, en circunstancias iguales ^ mas 
dispuestos que otros á ser acometidos de esta erupción, 
sin que por esto no se la observe también en las perso- 
nas que reúnen las condiciones opuestas. 

Esta erupción aparece también mas comunmente en la 
vejez en los hombres debilitados por la miseria, las pri- 
vaciones y las afecciones morales profundas: ademas es 
mas común en los hombres que en las mugeres. Se han 
designado también como causas del ectima el abuso de las 
bebidas alcohólicas, los alimentos salados, especiados etc.; 
pero todo lo que hace relación con esta parte de la etio- 
logía es muy vago y poco conocido. El invierno y el oto- 
ño son mas propios para el desarrollo de esta erupción 
que la primavera y verano. 

£1 ectima se complica algunas veces con ciertas en- 
fermedades crónicas de la piel, como la sama, el pruri- 
go y el liquen, y en algunos casos, á consecuencia de la 
viruela confluente muy grave, aparecen unas erupciones 
de óptima, que se prolongan por medio de nuevas erup- 
<iénes; püdiendo suceder lo mismo, aunque mas rara- 
mente y con menor gravedad , en la escarlatina y saram- 
pión. Últimamente,, el ectima puede ser producido por 
causas directas apreciables, como las fricciones ó aplica* 
dones mas 6 menos irritantes sobre la piel. 

JDiagnóstico. Bateman ha c(»)fundido evidentemente al- 
gunas fbrmaíS de la acnea simpte con el ectima ; pero esta 
equivocación es difícil, cuando.se observa atentamente, 
pues que por lo cmiw Ja acaea simple apareco «en. sitiáis 



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93 
detenníEMidoSt como por ejemplo, ^a lafrepte; 7 el cc- 
iima en los miembros: la acnea sigue una marcha me- 
nos aguda; casi siempre sus pústulas se renuevan en corto 
número á la vez, siendo raro que sean precedida», como 
las del ectima^ de movimiento febril. Por poco que se 
haya observado la acnea indurata, es difícil confundirla 
con el ectima, pues que sus puntos de predilección son 
el dorso, pecho y cara, dejando intactos los miembros. 
Mr. Plumee ha querido establecer una analogía , ó mas 
bien una especie de identidad entre el ectima y la rupia; 
pero si bien es muy posible que las mismas causas genc-y 
rales; querías mismas disposiciones constitucionales pro- 
duzcan el desarrollo ya simultáneo , ya alternativo de estas 
dos erupciones , y que guiándose por estas influencias etio- 
lógicas se apro:ximen ó confundan bajo un mismo nom- 
bre estas modificaciones de la flegmasía; si tomando en 
cpnsideracion los caracteres locales buscamos en la forma 
primitiva de estas erupciones, en su progresión, y aun 
en el sitio que se asigna á cada una de ellas, alguna ana- 
logía , no se podrán adoptar las ideas de Mr. Plumbe. 

El ectima es siempre una afección pustulosa ; el líqui- 
do que contienen las pústulas es siempre purulento, y 
está contenido en un foco circunscrito, que parece for- 
mado por un folículo. La rupia presenta , tanto en su 
principio como en una gran parte * de su duración , el 
aspecto de una pequeña colección acuosa, no limitada, y 
susceptible de estenderse hasta formar una grande am- 
polla. £1 volumen» modo de desarrollo de las pústulas 
del ectima y la inflamación de su base, son caracteres 
suficientes para diferenciarlas de las del impétigo. Las 
pústulas umbilicadas de la viruela, las multiloculares de 
la vacuna y su naturaleza contagiosa , diferencian estas 
dos afecciones completamente del ectima. Para distinguir 
la varioloide y la varicela del ectima, es indispensable 
dirigir la atención sobre la generalidad de la erupción, 
su forma y modo de desarrollo. 



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M 

Prmóitieo. El pronóstico del eetima nunca es gratén 
aunque la erupción pliede prolongarse por largo tieospo^ 
^bre todo en los ancianos , en los individuos debili^ 
tados etc. 

Traíamiento. £1 tratamietito del eetima no puede tot^ 
marse de un modo racional , sino tomando en conside-* 
ración el estado general del enfermOé Cuando la enfer- 
medad ataca á individuos jóvenes y robustos , es indispen- 
sable un régimen severo , las bebidas diluentes y los baño§ 
Simples ó mucilaginosos; cuando la flegmasía cutánea está 
complicada con una inflamación gastro-intestinal , ó cuan- 
do alterna con ella, se recurrirá á las emisiones sanguí- 
neas« Estos mismos medios son aplicables al eetima de lo^ 
niños, teniendo en consideración las modificaciones que exi- 
gen la constitución, el estado de las fuerzas etc. Si el pa- 
ciente está debilitado , bien por los progresos de la edad, 
bien por la influencia de un mal régimen, se le pondrá 
en condiciones higiénicas mas ventajosas , dándole alimen- 
tos mas sustanciosos, bebidas vinosas, los amargos, los 
ferruginosos y los alcalinos. Todos estos medios deben ser 
ayudados de los baños tibios generales ^ gelatinosos, y 
á veces de los de mar. 

Las ulceraciones que resultan de la caida de las cos- 
tras son por k) común de mal carácter y muy lentas 
en cicatrizarse , por lo que es necesario escitar su super- 
ficie, bien por medio de la piedra infernal, bien con 
lociones aromáticas y estimulantes. Cuando este trata- 
miento produce una modificación ventajosa , la piel se ani- 
ma por el aumento de actividad que adquiere la circula- 
ción capilar, las erupciones no se reproducen con tanta 
frecuencia , y concluyen por desaparecer , una vez resta- 
blecido el estado general de la constitución. 



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IMPÉTI60. 



Herpes cmsíáceo^ melüagra de Alibert. 



JUa palabra ímpétigo ha sido aplicada de un modo vago 
por los traductores griegos á diferentes enfermedades; 
por Celso á cuatro especies de erupciones, y por José 
Franck á una clase numerosa de flegmasías cutáneas en 
el estado crónico. Willan y Bateman han sido los pri- 
meros que dieron al impétigo una significación precisa 
y determinada , la que con ellos aplicamos esclusivamente 
á una erupción pustulosa psidrácea. 

El impético es, pues, una enfermedad no contagiosa, 
caracterizada por unas pústulas pequeñas, comunmente 
muy unidas, y que forman costras espesas, arrugadas y 
amarillentas. 

Síntomas. Raras veces precedida de síntomas generales 
esta erupción , es en otras acompañada desde su aparición 
de mal estar, de cefalalgia, de inapetencia y de ligeros 
desarreglos en las funciones digestivas, seguidos de unas 
manchas mas ó menos marcadas, rojas, algo prommentes^ 
que se cubren desde luego de pequeñas pústulas, comun- 
mente muy unidas: estas superficies inflamadas pueden 
permanecer aisladas, ó bien se confunden por medio del 
desarrollo de nuevas pústulas en su circunferencia. En 
algunos casos la erupción invade superficies de mucha 
estension, de suerte que imita á una erisipela» que pre- 
cediese y acompañase á las pústulas; estas son desde el 
principio pequeñas, aglomeradas, se abren á las treinta y 
seis ó cuarenta y ocho horas, y dan paso á un líquido 
purulento, que se seca rápidamente y forma unas costra» 
mas ó menos espesas, amarillentas , quebradizas, semi-tras- 
parentes, parecidas en algún tanto á la miel; estas costra» 



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96 
aumentan en espesor, y f^ubren una ó muchas superfí- 
cies inflamadas de formas diversas , de las que se despren- 
de un fluido sero-purulento mas ó menos abundante, y 
en cuyas circunferencias hay algunas pústulas intactas. Tal 
es la marcha de la erupción impeiigiñosa, la que puede 
presentarse con otro aspecto que ha motivado la división 
de Willan en dos variedades , según que las pústulas al- 
gunas veces muy aglomeradas ocupan una superficie mas 
ó menos estensa , pero siempre exactamente circunscrita, 
de tal modo, que se la puede asignar bienia forma circu- 
lar , bien la oval , impétigo figúrala ; 6 según que estén es- 
parcidas y no guarden forma determinada , como acontece 
en el impétigo sparsa. Una vez eii el estado crustáceo, el im- 
pétigo puede conservar esta- forma durante dos ó tres sep- 
tenarios, con tal que no aparezcan nuevas erupciones. 

Poco á poco, el calor y el prurito disminuyen, las cos- 
tras se desprenden de un modo irregular, y dejan al des- 
cubierto una superficie roja y agrietada, que segrega un 
fluido que forma nuevas costras , aunque mas delgadas , las 
que cuando se desprenden dejan una inyección por la 
que se reconoce el asiento y forma de la enfermedad : tal 
es ehmodo como se conduce el impétigo en el estado agudo. 
En algunas circunstancias el impétigo, y con particula- 
ridad el figúrala, se prolonga por medio de nuevas erup- 
ciones durante algunos meses, y aun por algunos años: en 
estos casos el impétigo es crónico por su duración, aun- 
que las nuevas erupciones sean de carácter agudo : mas en 
el impétigo talmente crónico no aparecen estas erupcio- 
nes, sino solamente algunas pústulas en la circunferencia 
de la superficie inflamada. En algunos casos, particular- 
mente en los adultos y de' constitución deteriorada, las 
costras adquieren un espesor estraordinario y un color 
negruzco. Algunas veces estas costras cubren todo un 
miembro , se ^hienden en diversos puntos , y cuando 
se <lesprenden porciones de ellas de mayor ó menor 
extensión, son reemplazadas al punto por otras: en estef 



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97 
grado de intensidad , esta enfermedad se complica con el 
«masarca y con ulceraciones estensas » se propaga hasta los 
artejos» y destruye las u&as, endureciéndolas ó haciéndolas 
perder su forma: después de esta descripción, es inútil 
añadir que la duración del impétigo es muy variable , pues 
que puede durar dos ó tres septenarios, ó un tiempo impo- 
sible de determinar. 

El impétigo puede ocupar todas las partes del cuerpo: 
sin embargo, el sparsa afecta principalmente los miem- 
bros, y con particularidad las articulaciones; y el figúrala 
lk>rel contrario, la cara, y con especialidad las mejillas; 
limitándose tan pronto á una sola región , tan pronto por 
el contrario, cubriendo estensas superficies, como un miem- 
bro ó muchos á la vez ; mas cuando ocupa la cara es tan 
solo en una pequeña estension. 

Impétigo larvalis. El impétigo aparece algunas veces 
en los niños , formando una erupción de pústulas superfi- 
ciales mas ó menos confluentes, reunidas en grupos, y 
acompañadas de fuerte comezón , á las que suceden unas 
costras amarillentas y verdosas , unas veces delgadas y la- 
minosas, otras por el contrario blandas y gruesas, que 
Cuandp se desprenden dejan al descubierto una superficie 
roja muy inflamada , que no tarda en cubrirse de nuevas 
costras. 

Comunmente la cara está casi en su totalidad revestida 
por estas costras, de tal modo, que forman un^ careta; 
por lo que ie han dado el nombre de tarmlis : esta erupción 
presenta muchas variedades , fundadas en la intensidad de 
la inflamación y en el espesor mayor 6 menor de las cos- 
tras ; pues que limitada algunas veces en los niños á algu- 
nas costras delgadas y esparcidas sobre las sienes , acom- 
pañadas de una secreción poco abundante , constituye una 
afección benigna , designada por los autores con el nom- 
bre de costra^ de- leche: mas en otros casos la erupción 
es mucho mas grave, pues ocupa no solamente toda la 
cara , sino que se estiende al mismo tiempo á la cabeza: 

7 



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en estas circunstancias, la erupción está acompañada de 
una picazón insoportable, y algunas veces de vivos dolo- 
res: los ganglios linfáticos vecinos se inflanuin y supuran; 
hay coriza, otitis, oftalmía crónica; los cabellos están 
pegados unos á otros por medio de un fluido viscoso, y 
encerrados entre unas costras irregulares y amarillentas 
que cubren una superfície mayor ó menor. Ultimajuente, 
esta variedad puede presentar en la cabeca los caracteres 
propíos al impéligo granúlala ^ del que en definitiva no se 
diferencia sino por el sitio. Guando el impéligo larvalis ca* 
mina á la curación, la secreción disminuye, las costras 
son mas delgadas y mas blancas , la superficie sobre que 
rq>osan es menos roja, y las costras son reemplazadas por 
una descamación ligera , que desaparece ¿ su vez pronta- 
mente sin dejar cicatriz de ninguna especie. 

La duración del impéligo larvalis es muy variable ; pe- 
ro por lo común es una enfermedad pertinaz, que se pro- 
longa algunas veces durante un año. 

Impéligo granúlala. El impéligo granúlala está carac- 
terizado por la aparición entre los cabellos de unas cos- 
tritas aisladas de color gris y de figura muy irregular y 
desigual, que se asemejan alas granulaciones que se ob- 
servan algunas veces sobre las espesas incrustaciones del 
pórrigo smlulala^ y aun mas, á ciertos estados del impé- 
ligo larvalis^ del que el granúlala es una variedad. Este 
impétigo , que ocupa por lo común la parte posterior de 
la cabeza, es mas frecuente en los niños que en .los 
adultos. 

El impéligo granúlala se compone en el principio de 
unas pústulas de color blanco amarillento, muy inflama- 
das, que causan una picazón fuerte; su centro está atra- 
vesado por un cabello • y en el término de doS' á cuatro 
dias se abren y dan paso á un líquido que se esparce 
sobre las superficies enfermas, y forma unas costras ne- 
gruzcas y arrugadas que producen la reunión de los ca- 
bellos. 



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99 
Estas cobras de color gris ó gris oscaro y muy desi- 
guales, se endurecen y desprenden unas granulacioncitas 
lambien desiguales, secas, quebradizas é irregulares , que 
se esparcen entre los cabellos sin "destruirlos. 

En los enfermos que no cuidan de la limpieza , se de- 
sarrollan entre los cabellos un sin número de piojos , que 
unidos á las costras, despiden un olor nauseabundo; pero 
en el caso contrario, las costras presentan los caracteres 
propios á 1&& del impétigo , que ocupa cualquier otro punto 
del cuerpo. La duración de esta variedad rara vez escede 
de algunos meses. 

Causas. El impétigo se observa en todas las estaciones; 
pero con especialidad en la primavera y verano, siendo 
los individuos atacados periódicamente en estas épocas, du- 
rante muchos años consecutivos. Los niños» las mugeres, 
los individuos de temperamento linfótico ó sanguíneo > y de 
piel fina, están particularmente predispuestos: algunas ve- 
ces el impétigo se desenvuelve á consecuencia de escesos, 
después de un violento ejercicio, y también por el influjo 
de una fuerte afección moral. La miseria , la falta de aseo 
y las privaciones de toda especie , son otras tantas causas 
que parecen contribuir al desarrollo del impétigo granu- 
lata. Bien que el impétigo larvaKs pueda afectar á los 
adultos , se manifiesta sobre todo en los niños en la época 
de la primera y segunda dentición , atacando indistinta- 
mente á los fuertes y á los débiles: ciertas causas esternas 
pueden también provocar la aparición de las pústulas ' del 
impétigo, obrando directamente sobre la piel: así pues, 
no es raro observar esta erupción en los individuos que 
manejan sustancias irritantes, come el azúcar, la cal, los 
polvos metálicos, etc.; por último, el impétigo nunca es 
contagioso, bastando este carácter para diferenciar el lar- 
vaJis y el granulata del pórrigo. 

Diagnóstico. La presencia de pústulas psidráceas reuni- 
das en grupos ó aisladas , y las costras espesas , arrugadas 
y amaritias, no permite confundir el impétigo con las 



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100 
erupcionee vesiculosas ó vesículo-puitulosas del eccema» el 
cual se distinguirá fácilmente por sus costras delgadas 
y laminosas , y por la naturaleza de su lesión ele- 
mental. 

Entre las erupciones pustulosas » la mentagra podria 
confundirse á veces con eíimpétigo figúrala, cuando ocu- 
pa la barba; pero las pústulas de la mentagra están sepa- 
radas» son mayores, mas prominentes que las del impéti- 
go» y la secreción que producen es mucho menor: sus 
costras mas secas y de color mas oscuro , no se reproducen 
sino á favor de una nueva erupción ; por último , la menta* 
gra presenta un aspecto particular debido á las callosida- 
des y tubérculos que la acompañan. 

£n cuanto al pórrigo no comprendemos que quepa er- 
ror» pues sus pústulas engastadas en el epidermis, y tras- 
formadas en costras amarillas » secas » formando salserilias» 
no se asemejan en nada á los caracteres propios de las 
erupciones impetiginosas» las que por otro lado no son 
contagiosas. Sucede algunas veces que el pórrigo scutiUata 
presenta un sin número de granulaciones» parecidas á las 
costras del impétigo del cuero cabelludo » y aun han sido 
estas dos afecciones confundidas en muchas descripciones: 
sin embargo » las costras arrugadas y de color gris oscuro 
del impéligo » no se parecen en nada á las, incrustaciones 
espesas y circunscritas por unas líneas regulares que se ob- 
servan en el pórrjgo : por otra parte el error no es posible 
sino en el estado crustáceo ; pues que si se desprenden las 
costras » la forma circular de las placas y la naturaleza de 
las pústulas bastan para distinguir estas dos afecciones: 
acontece algunas veces » mayormente en el impéligo larva- 
* lis de larga duración » que los cabellos se desprenden en 
mayor ó menor número ; pero esta alopecia accidental y 
momentánea no debe coiifundírse con la que es una con- 
secuencia necesaria del pórrigo, y que dura por toda la 
vida» á causa de haber sido el bulbo pilifero destruido» 
mientras que en el primero » estando solo inflamado » los 



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101 

cabellos reaparecen poco después de la desaparieíoh déla 
enfermedad. 

Pronóstíco. El pronóstico del impétigo , en general no 
es grave: el impétigo agudo es por lo común una enfer- 
medad ligera, sobre todo en los individuos jóvenes y de 
buena constitución. El impétigo larvalis no es grave sino 
en tanto que esté complicado con la lesión de algún órga- 
no mas ó menos importante ; mas si el individuo afectado 
es débil, caquéctico, y está rodeado de circunstancias des- 
favorables , se comprende que la larga duración del mal y 
la abundancia de la secreción pueden hacerlo grave. . 

Tratamiento. Las bebidas refrigerantes y aciduladas, 
las lociones emolientes, las emisiones sanguíneas, locales 6 
generales , cuando el impétigo ocupa alguna ostensión , ó 
cuando el individuo es robusto y joven , algunos baño^ sim- / 
pies tibios, y los laxantes suaves, son los medios de que se /t 
compone el tratamiento del impétigo agudo : mas en el es-^ j;, 
tado crónico las duchas y baños de vapor reemplazan ven-| r:* 
tajosamente á los bañoá simples; pues que no solo haceil r>| 
caer las costras, sino que modifican la vitalidad de 1# S\ 
piel. 

Los purgantes son también muy útiles , y los que he- 
mos visto producir mejores resultados en el hospital dé 
San Luis de Paris , son el calomelano , los sulfates de mag- 
nesia y de sosa , la jalapa y el aloes. 

Los baños alcalinos , las lociones de la misma especie 
y las aciduladas con el ácido hidroclórico , han triunfado 
algunas veces de impétigos muy rebeldes ; pero en este es- 
tado nada hay mas conveniente que las preparaciones sul- 
furosas, por el contrario de lo que acontece en el impé- 
tigo agudo: se las administra en baños ó al interior, bien 
«olas , bien mezcladas con leche. No es muy raro el en- 
contrar impétigos rebeldes á todos estos medios, y en 
estos casos es necesario cauterizar ligeramente la superfi- 
cie afectada con un ácido debilitado , ó con una disolución 
del nitrato de plata, cuidando de rociar inmediatamente 



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102 
la parte con agua para moderar la acción del cáurtko: 
en circunstancias análogas puede también ser útil el mo- 
dificar la vitalidad del punto afectado con la aplicación 
de un vejigatorio ó con unturas* estimulantes. 

En fin 9 en algunos casos es necesario recurrir á las 
preparaciones arsenicales 9 y con especialidad á la disolu- 
ción de Pearson. £1 impétígo larvalis y el del cuero ca- 
|>elludo reclaman algunos medios espedales. En la prime- 
ra variedad es importante el insistir en las lociones de 
agua tibia, de leche, y en los niños de pecho conviene 
por todo tratamiento aconsejar á la nodriza que rocíe 
Jas superficies enfermas con la leche de su seno. 

Guando la enfermedad ocupa el cuero cabelludo se 
cortarán los cabeflos para aplicar ventajosamente las ca- 
taplasmas de miga de pan y leche ^ ó de fécula de pata- 
tas y agua de malvas, renovadas con frecuencia: el impé^ 
tigo larvalis no reclama sino medios paliativos, y entre 
ellos la limpieza, absteniéndose de emplear un tratamien- 
to activo, sobre todo en los casos, raros por otra parte, en 
' que la aparición de la erupción ha producido una deriva- 
ción útil; por lo que respecta al impétígo granula4af el 
tratamiento consiste en desprender las costras, (X)rtar los 
cabellos , y en poner al descubierto las superficies en- 
fermas, haciendo al mismo tiempo lociones y aplicacio- 
nes emolientes; mas una vez pasado el período agudo, 
se recurrirá á los alcalinos, ó ¿ alguno de los medios que 
hemos aconsejado al hablar del tratamiento del impétígo 
en general. 



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108 

PÓRRIGO O TINA. 



Tinea favosa^—Pórrigo lupinosa ( Willan).— Foettó vtdgaris 
(Alibert). 



E, 



jL or%en de la palabra tinea , empleada para detígAar 
ciertas enfermedades del cuero cabelludo , no es conocido 
al menos de un modo cierto; asi que m etimología ha da- 
do origen á diferentes hipótesis. Según Bosqmllon , la pala- 
bra tmea fue empleada por primera vez por Esteban An-* 
tioche, que tradujo en 1127 las obras de Haby-Habbas, 
induciéndole á servirse de esta palabi^i la analogía que 
extítía entre la enfermedad que describió y las cuaUdades 
del insecto conocida por el mismo nombre; pues que la 
primera corroe las partes afectadas y el otro destruye los 
tejidos : otros etimólc^stas creen que la palabra tinea es 
derivada de tenere ^ y que hace ^dusion á la rebeldía de la 
erupción; últimamente según jotros» esta palabra es deriva-^ 
da del árabe. 

La palabra tiñay que equivale al pórrigo de los griegos, 
ha servido piora prolongar la confusión que ha reinado hasta 
el día en esta parte de la patología cirtánea; en todos los 
tiempos se han reconocido diferentes especies de esta enfer- 
medad, fundadas en su mayor ó menor gravedad ; asi pues 
Guy de Ghauliac admitió una tina favosa^ ficosa^ amedosa^ 
tuberosa y lupinosa. 

Pareo describió tres especies, que son la porrt^o5a, la 
fieosa y la corrodens. Mr. Alibert admitió posteriormente 
cinco especies que son : la mtico^a, la furfurácea^ la omiaiík- 
tácea^ la granulosa y la fmosai y por último , WiUan, re- 
curriendo á la palabra griega pórrigo^ admitió seis varieda- 
des, á saber: el pórrigo larvaKSf el furfuram^ el lupinosa, 
el smUviotay el decalvam y el favosa. Fácilmente se com- 
prenden iock» los tncoQvenicntes que acarrea la confuúon 



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104 
que los autores han iutroducido en esta enfermedad , pues 
que implicando la palabra Uña la idea de una enferme- 
dad grave y contagiosa, su uso irreflexivo debía produ- 
cir resultados desfavorables á la ciencia » bien sometiendo á 
los enfermos á tratamientos crueles , bien asustando á las 
familias con peligros ilusorios ; mas tiempo es ya de que 
cese semejante confusión pol* el interés de la ciencia y de 
la humanidad» y ya que conservemos la palabra tinec^ 
aplíquémosla tan solo á la enfermedad- á- que pertenece, 
pues de lo contrarío seria mucho mas convenirte dester- 
rarla del lenguage médico. Consecuentes con lo espuesto» 
creemos que el pórrigo 6 tina es una inflamación eqpeeial 
contagiosa del cuero cabelludo, caracterizada por unas pe- 
queñas pústulas eyinaríllas engastadas en el e^esor de la 
piel , que se convierten bien pronto en costras de un color 
amarillo particular, deprimidas en su centro amanera de 
salserillas, y que producen una alopecia permanente. 

El pórrigo era conocido de los antiguos, los que lo atri- 
buían á unas ulceraciones del cuero cabelludo; pero poste- 
riormente ha sido colocado entre las costras sin tomar en 
consideración sus elementos primitivos , y aun en la actua- 
lidad algunos autores niegan que la lesión elemental sea 
una pústula; mas de esto hablaremos al ocuparnos de su 
asiento y naturaloza. Aunque el asiento especial del pórri- 
go sea el cuero cabelludo, sin embargo, también puedo 
aparecer en otros puntos de la superficie del cuerpo, siempre 
que estén cubiertos de vello; pero en e^os casos es mucho 
menos rebelde que en el cuero cabelludo. 

Síntomas. El pórrigo empieza por unas pústulas esce- 
sivamente pequeñas, que apenas se perciben en el primer 
dia , engastadas en el espesor de la piel, de color aman- 
rilto azafranado y atravesadas siempre por un pelo; cir- 
cunstancia muy importante , pues ñrve para aclarar k na^* 
turaleza y asiento de la enfermedad: ^tas pústulas con-^ 
tienen en el principio un líquido que forma unas costras 
deprimidas en su centro , cuya defn^esíon aumenta ¿ me^ 



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105 
dida que la costra se desenvuelve hs^a formar iMia espe- 
cie de salseriUa, que sirve para reconocer la naturaleza de 
la eufermedad de un modo seguro. Las pústulas del pór- 
rigo pueden ó permanecer ai^das, y en este caso cada una 
de ellas presenta en toda su estension el tipo del favus^ 
6 bien reunidas, y en est<^ casos sus costras se confunden 
por los bordes, formando unas placas amarillas mas ó me- 
nos estendidas, de las que ha desaparecido la forma redon- 
da, y presentando un sin número de depresiones alveolares 
correspondientes á una pústula; cuando la confluencia es 
mayor,, las costras están confundidas de tal modo , que no 
presentan sino ^n algunos puntos y sobre los bordes , la 
forma redonda y la depresión central característica. Estas 
costras, comunmente muy adherentes y muy secas , produ- 
cen una materia pulverulenta, que se deprende y cae al 
menor frote. En estos casos el diagnóstico puede presentar 
realmente dificultades , aunque por lo común sea posible en- 
contrar los caracteres esenciales de la enfermedad en algu- 
nos puiri;os, y con especialidad en los límites déla erupción. 
Mas á á pesar de un examen detenido no se resolviese la 
duda, se quitarán las costras con el objeto de estudiar otros 
síntomas que resuelvan el problema. Guando el pórrigo 
Uc^a á este estado , las costras' son de color blanco micio, 
secas, quebradizas, loscabellos que las atraviesan, pierden 
sus caracteres propios , el paciente despide un olor nau- 
seabundo, y cuando se desprenden estas costras, que por 
otra parte son prontamente reemplazadas por otras , pro- 
ducto de nuevas pústulas, la piel está húmeda, roja, en- 
sangrentada y horadada. Esta reproducion de costras pro- 
ducidas por nuevas pústulas, es una circunstancia importan- 
te para el diagnóstico diferencial del pórrigo y del impéti- 
go; pues que en el segundo la reproducion de las costras 
es debida á la secreción de un líquido que baña las partes 
afectadas , y de ningún modo á una nueva aparición de pus- 
tulaj^. Guando el pórrigo sé prolonga , puede complicarse 
con otras erupciones como el piiiriasis 6 el eccema escamoso 



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106 
que desfigura hasta cierto puoto la verdadera naturaleza de 
la enfermedad. También se ha creido que las póstulas del 
ímpétigo acompañaban á las porriginosas ; y como quiera 
que estas pústulas no producen costras favosoi » se ha con- 
cluido por negar que el pórrigo sea una afección pustulosa; 
por lo que es necesario establecer una distinción importan- 
tante entre este impétigo secundario y el pórrigo ; asi pues, 
las pústulas impetiginosas no aparecen sino en los puntos en 
que el cabello ha sido destruido; las favosas por el contrario, 
invaden los puntos cubiertos aun por los cabellos; y ha- 
ciendo atención á este carácter fundamental , se evitará un 
error muy importante bajo el punto de vista del diagnós- 
tico y de la etiología del pórrigo. El favus se complica tam- 
bién con innumerables piojos, con escoriaciones dolorosas, 
con abcesos , y con infartos de las glándulas del cuello. Los 
síntomas generales del pórrigo no presentan nada notable. 
Las personas atacadas de esta enfermedad son delgadas, 
caquécticas y de inteligencia limitada. Los síntomas locales 
son un prurito incómodo, algunas veces nmy intenso, y 
todos los inconvenientes que puede producir por una parte 
la falta de Hmpieza , y por otra las complicaciones que he- 
mos mencionado. El asiento anatómico del pórrigo ha sido 
objeto de diferentes hipótesis, y aun en la actualidad reina 
la^ mayor confusión sobre este punto tan oscuro como in- 
teresante. 

Bayle lo colocó en el tejido adiposo subcutáneo. As- 
truc, Murray, Duncan yBaudelocque, en los bulbos pi- 
líferos, otros en los folículos; pero según las esperiencias 
practicadas en el hospital de ^n Luis de Paris , el asiento 
del pórrigo reside en la estremidad del conducto pilifero, 
y en la vaina que rodea y acompaña al cabello desde el 
bulbo hasta su salida : asi pues , el pórrigo no consiste en 
una alteración esencial del cabello mismo ó del bulbo, 
uno en una lesión de secreción de la materia destinada 
á lubrificar y nutrir el pelo. Por otra parte la observa- 
ción patológica con&*ma esta teoría: asi pues, vemos que 



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107 

la depilacíoii es el mejor medio de hacer desaparecer el 
pórrigo. Ahora bien, si el bulbo estuviese afectado, ^te 
modo de tratamiento no produciría efecto alguno; pero 
si por el contrarío , el conducto pilífero es el que padece, 
se e^lica fácilmente como la avulsión del cabello , qui* 
tando y por decirlo asi , todo pretesto á la enfermedad, 
produce la curación. 

Mr. Biett ha admitido una variedad del pórrigo á la 
que denomina pórrigo scutulata; mas como quiera que este 
último no se difidencia del pórrigo favosa sino por la dis- 
posición de las pústulas, que en esta variedad están aglo- 
meradas y formando círculos, siendo por otra parle su 
tratamiento, causas y pronóstico enteramente igual, cree- 
mos no deber detenernos en su descripción. 

Causas. £1 pórrigo es evidentemente contagioso : al- 
gunos autores han negado esta causa esendal de la en- 
fermedad favosa^ sin duda por haberla confundido con el 
impétígo y el eccema; pero si restringimos su acepción 
en los limites que la hemos asignado, no será permitido 
negar su naturaleza contagiosa. El pórrigo se observa en 
todas las edades: sin embargo, es mas común en la pri- 
mera y segunda infancia : ataca indiferentemente á los dos 
sexos, y las estaciones no tienen influencia sobre él. Gier^ 
tas condiciones parecen favorecer su desarrollo, tales como 
la inobservancia de las reglas de una buena higiene, la 
miseria, las privaciones de toda especie, y la habitación 
en lugares insalubres. 

Diagnóstico. El pórrigo en estado pustuloso no puede 
confundirse sino 6on el impétígo ; pero las pululas del 
facus son escesivamente pequeñas, están engastadas pro- 
fundamente en la piel , y deprimidas en su centro. En el. 
estado costroso el error es mas fácil: ún embargo, siem-* 
pre es posible el separar las costras arrugadas , informes 
y verduscas, propias del impétígo ^ de las costras azufradla, 
algunas veces de un color amarillo , gris , secas y depri- 
midas en forma de salserillas del favu4. Ademas, el esta- 



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108 

do de los cabellos tan diferente en las dos formas, y la 
alopecia propia del favus , ayudan considerablemente para 
formar el diagnóstico. La clasificación de las pseudo-ti- 
ñas podria hacer pensar que el pórrigo es susceptible de 
confundirse con todas las afecciones del cuero cabelludo; 
pero cuando se conocen sus caracteres verdaderos , sus 
síntomas esenciales y constantes , se separará el pórrigo 
del eccema por los caracteres de las escamas de este úl- 
timo, y del pitiríasis , por la descamación que este produce. 

Pronóstico. Algunos autores han exagerado en dema- 
sía la gravedad del pórrigo , el que por lo común no es 
grave. 

Tratamiento. Pocas afecciones cutáneas hay en cuyo 
tratamiento se hayan empleado mas remedios. £1 mas cé- 
lebre de todos es la calota^ la que produce la avulsión 
violenta y rápida de los cabellos , pero que ha sido aban- 
donada hace tiempo : no obstante , preciso es convenir que 
los mejores métodos para curar el pórrigo están basados 
sobre el principio en que se fundaba la aplicación de la 
calota, á saber: impedir la. formación de las costras, y 
producir la depilación. 

Durante largo tiempo se creyó modificar , si no curar, 
el favus, con un tratamiento interno; pero los resultados 
obtenidos no correspondieron á las e^ranzas concebidas. 
Enire los tópicos es necesario colocar en primera hnea 
los emolientes, útiles siempre para desprender las costras 
y calmar la inflamación, permitiendo de este modo la 
aplicación de medios mas activos: entre estos se usan las 
preparaciones alcalinas para limpiar el cuero cabelludo, 
las duchas sulfurosas ligeras y las lociones aciduladas , bien 
con el vinagre, bien con el ácido nítrico ó el hidro-clé- 
rico, las disoluciones del sulfato de zinc, de cobre, de ni- 
trato de plata, ó de deuto-cloruro de mercurio. Todos 
estos medios mas ó menos enérgicos, han producido casi 
siempre buenos resultados, obteniendo con ellos sólidas 
curaciones, aunque no constantes. Lo mismo diremos de 



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409 
las (Uferentes pomadas compuestas con el mutre sublima- 
do y el calomelano , el óxido de man^neso , el ungüento 
citrino y y el ioduro de azufre. 

La cauterización , como remedio estremo en las enfer- 
medades de la piel « ha sido también aplicada al pórrigo. 
Este método puede presentar alguna utilidad , pero no 
conviene en los casos en que la erupción está muy esten- 
dida, no debiendo ademas aplicarse sino parcialmente y 
sobre puntos muy circunscritos: por último, nos queda 
el método de los hermanos Mahon, á saber: el depilato- 
rio, que se compone de los polvos números 1.? y 2.®, y 
que tienen por base las preparaciones alcalinas y la cal: 
es evidente que los buenos resultados de este método de** 
rivado de la calota, son debidos á la dq)ilacion que pro- 
di»;e y á los cuidados minuciosos y regulares con que cui- 
daban los hermanos Mahon á los enfermos que les cim- 
fiaban. Con esta convicción se deben friccionar y espol- 
vorear las partes enfermas con pomadas ó polvos depila- 
torios, empleándolos con perseverancia, y cuidando al mismo 
tiempo jie la limpieza de los enfermos; pues que de este 
modo se obtienen resultados maravillosos, aunque no del 
todo completos. CuiJqmera que sea el método puesto en 
práctica , se debe tener presóte que la enfermedad es 
muy rebelde y sujeta á recidivar ; por lo que se perseve- 
rará tanto mas en el tratamiento , cuanto mas rebelde 
sea la afección. 

MENTAGRA. 

Sycosis mentí. — Varus mentagra de Alibert. 



L. 



mentagra está caracterizada por unas pustulitas có- 
nicas muy parecidas á las de la acnea^ diseminadas so- 
bre la baprba , región sulmiaxilár , y partes laterales de 
la cara. 



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lio 

SinUmas, La meniagra ataca particularmente á \m 
adultos 9 bien que se la observe algunas veces en los in- 
dividuos avanzados en edad. Antes de declararse franca- 
mente esta erupdon es precedida , durante algunos meses, 
de pústulas de la misma eq[)ecie , que desaparecen al pun- 
to , bien sobre el labio superior , bien sobre la barba y 
región submaxilar, por una rubicundez seguida de calor 
y dolor en la parte afectada , y de unos puntitos mas ó 
menos numerosos , que toman el carácter pustuloso en el 
término de uno á tres dias. 

Estás pústulas son cónicas y por lo común discretas; 
pero cuando se reúnen y forman grupos, 7 cuando son 
numerosas, el labio superior y gran parte de la barba es- 
tan cubiertos de pequeños tumores prominentes, mas vo- 
luminosos los unos que los otros, atravesados en su cen- 
tro por un pelo, y conteniendo un pus blanco amarillento. 
Las pústulas permanecen en este estado durante seis ó 
siete dias , -al cabo de los ^le concluyen por lArirse, pro- 
ducien^ unas costras negruzcas y algo espesas que á su 
vez se desprenden , cesando la enfermedad definitiYamente 
al décimo 6 al quinceno dia, sienq>re que no apar^can 
mievas pústulas , lo que. es muy raro , pues que por lo 
común la erupción se reproduce y pasa al estado crónico. 
Guando la erupción es intensa , la piel está muy ca- 
liente y dotorosa , y la inflamación se prqmga al tejido 
celular subcutáneo. La ostensión que ocupa la erupción es 
muy variable , pues que unas veces está limitada al labio 
superior , otras á uno de los lados de la barba ó- de los 
carrillos, y por último, en otras ocupa todos estos puntos 
á la vez. En muchos casos la resolución nó se verifica 
francamente , y la erupción produce unos infartos tubercu- 
losos en el sitio que ocupaba, de mayor ó menor volu- 
men. Esta forma particular de la enfermedad es común 
en los individuos débiles , en los viejos , y en los que, 
aunque aparentemente robustos, están debilitados por es- 
cesos de toda especie. Estos infartos crónicos presentsm 



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lU 

muchas variedades. Eki algunos casos son del tamaño de 
1109 cereza; en otros, ¿pesar de los tubérculos, aparecen 
mievas pústulas, acompañadas de costras y escamas que 
ocupan toda la parte inferior de la cara. 

Por lo común cuando la enfermedad dura largo tiempo 
los bulbos participan de la inflamación , y los pelos de la 
bari)a se ^c^renden con mucha facilidad ; pero por lo re* 
gjalex reaparecen mas adelante con los caracteres que les 
son propios. Guando la enfermedad tiende á la curación , 
ora á beneficio de la fu^za medicatriz, ora por los so- 
corros del arte, los tubérculos disminuyen progresivamen- 
te, las costras se desprenden, y las pústulas van desapa- 
reciendo, dejando en los puntos afectados una coloración 
roja. La duración de lá mmtagra es muy variable, pues 
que en algunos individuos persiste de un modo indefinido, 
á pesar de los mejores tratamientos: por. otra parte la 
mmtagra es una enfermedad que recidiva al menor esceso. 

Camas. La merUagra ataca con particularidad á los 
jóvenes y adultos de temperamento sanguíneo y bilioso, 
y de barba poblada : aparece con mas frecuencia en la 
primavera y otoño , y en los individuos cuya profesión los 
espone ¿ un calor ardiente, conio^ cocinero^, pasteleros, 
fundidores, herreros eic. La miseria, la falta de aseo y 
los eseesos de toda especie,. i»roducen los mismos efectos, 
sin que por esto queramos decir que las clases acomoda- 
das gozen de un privilegio particular contra esta erupción. 
La meníagra es muy rara en las mugeres. 

Diagnóstico. £1 diagnóstico diferencial de la mcntagra 
es muy importante para dístinguiria de las otras erupcio- 
nes que aparecen en el mismo sitio, como el impéügo fir* 
gurata, y las sifilides, bien pustulosas, bien tuberculosas. 
Las pústulas del ectima son mas grandes que las de la 
mentagra , su base está mas inflamada , sus costras mas 
estendidas , mas espesas y mas adherentes ; ademas , el 
ecUma no produce las induraciones circunscritas de la piel 
y del tejido celular subcutáneo que hemos señalado. En el 



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112 

impéíigo figúrala las pústuli» sea aplanadas , y en la mm- 
iagra son mas ó menos prominentes , estando por lo común 
separadas. Las pústulas del impét^ se rompen al tercero ó 
cuarto día, y dan salida á un liqddo que concretándose 
forma unas costras anchas, espesas y de color amarillo 
brillante. Las de la inenlagra no se abren sino del quinto 
al séptimo dia , y las costras que las sustituyen son de co- 
lor moreno, negruzco, y mucho mas delgadas y secas 
que las del impéíigo : por último , en esta última erupción 
no hay infartos tuberculosos. Todos estos síntomas son 
difíciles de apreciar cuando la erupción es intensa, la 
inflamación fuerte , y las pústulas están mas ó menos 
confundidas: por lo que es necesario en estos casos sus- 
pender todo juicio, y observar lá marcha de la enfer- 
medad. La falta del calor , del dolor y de la tensión, 
el aplanamiento de las pústulas que reposan sobre una 
base de color cobrizo ó violeta , y su marcha lenta , dis- 
tinguen las pústulas de la mentagra de las sifilíticas ; ade- 
mas, es muy raro que estas últimas ocupen tan solo la 
cara. Los tubérculos de la sifilide se diferencian de las 
induraciones crónicas que suceden á las pululas de la 
mentagra per su color cobrizo, y porque no afectan mas. 
qiie las capas superficiales del dermis , mientras que los 
de la mentagra son cónicos , y su base está profunda- 
mente introducida en la piel : por último , estas erupciones 
«fiHticas son por lo común seguidas de cicatrices, y acom- 
pañadas de dolores osteócopos , de inflamación en la gar^ 
ganta , etc. 

Pronóstico. Aunque la mentagra nunca produce resul- 
tados funestos, el pronóstico debe ser reservado por lo per- 
thsaz que es aquella en algunos casos. 

Tratamiento. La primera indicación que se debe satis- 
facer , es la de alejar las causas que han ejercido alguna in- 
fluencia en el desarrollo de la enfermedad. Guando la erup- 
ción es fuerte y la inflamación viva , se harán una ó mu- 
dias aplicaciones de sanguijuelas, bien detrás de las orejas^ 



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113 
bien debajo de la mandíbula; si el enfermo fuese fuerte y 
robusto» es conveniente la sangría, ayudada de los fomentos 
emolientes, de las cataplasmas de fécula de patata , de mi- 
ga de pan, etc. Las emisiones sanguíneas locales y los emo- 
lientes no deben limitarse tan solo á los casos evidente- 
mente agudos, pues que esta medicación es también conve- 
niente toda vez que á pesar de la duración de la enferme- 
dad y n de la existencia de las induraciones crónicas, hay 
una inflamación mas ó menos viva. 

Los laxantes son también muy útiles cuando no hay ir- 
ritación gastro-intestinal; y los iñas usuales son el acetato 
de potasa, el calomelano, el sulfato de potasa, de sosa ^ 
de magnesia. Guando la enfermedad resiste y los tubérculos 
son voluminosos , es necesario recurrir á las fricciones re- 
solutivas, compuestas con las pomadas de proto-cloruro de 
mercurio , con la amoniacal , con la del deutoxido de mer- 
curio , etc. V añadiendo á estos medios los baños de vapor, 
y las duchas de la misma clase ó sulfurosas ; mas si apare^ 
ciesen nuevas pústulas , es necesario suspender el uso de las 
fricciones resolutivas. Por último , en caso de que todos es- 
tos medios no produzcan resultado , se recurrirá á las pre- 
paraciones ferruginosas , á los tónicos y al muriato de oro, 
con el que se darán fricciones sobre la lengua. 

ACNEA. 



Herpes pustuloso. — Guita rosea, — f^arus de Alibert. 

JLja acnea es una inflamación de los folículos sebáceos ca- 
racterizada por unas pústulas poco estendidas, separadas 
unas de otras, rodeadas por la base de una aureolado co- 
lor rosa ó lívido , y esparcidas sobre la nariz, carrillos, fren- 
te , y algunas veces sobre las parles superiores del tronco 
y cuello. B^teman ha dividido la acnea en cuatro especies, 

8 



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114 

que son : la ácuea simpkx , la punclala , la roíácea y la in- 
duróla. Esta disUncion está fundada en una exacta obser- 
vación , y reposa en caracteres muy marcados ^ que pueden 
constituir especies fundamentales ; asi que nosotros la adop- 
tamos por juzgarla conveniente , con la sola modificación 
de añadir á estas variedades la conocida por Blett con el 
nombre de s^ácea. 

Acnea simplex. En su forma mas sencilla la acnea se 
manifiesta por unos puntitos rojos diseminados sobre los 
carrillos , la nariz y la frente , que se desarrollan progresi- 
vamente, y producen una inflamación ligera de los folícu- 
los , sin calor y sin mas dolor que una leve sensación de 
hormigueo apenas apreciable. La supuración que contienen 
se acumula lentamente , y á la mitad del segundo septena- 
rio el vértice de la pequeña pústula se adelgaza y desgarra, 
cubriéndose con una costra delgada formada por el líquido 
sero-purulento : esta variedad , aunque simple , poco inten- 
sa y sin estar unida con alguna lesión de \m visceras ab- 
dominales , no es por eso menos rebelde en algunos casos. 

Acnea fúndala. Esta especie , que difiere poco de la 
acnea simplex, y que por lo común se reúne con ella, 
está caracterizada por unos puntitos negros prominentes, 
producidos por el espesamiento del fluido sebáceo y por 
la inflamación crónica de la cavidad folicular, el que eii 
lugar de derramarse sobre la superficie cutánea se detie- 
ne en el conducto escretor , y aumenta considerablemente 
el volumen del folículo. Comunmente esta acumulación 
determina una viva inflamación de la cavidad folicular , y 
forma una pequeña colección que tiene la forma pus- 
tulosa. 

, Acnea sebácea. La acnea sebácea está producida por la 
inflamación simple de la cavidad folicular , inflamación que 
aumenta la secreción del liquido sebáceo, el que ejer- 
ciéndose por la piel la da un aspecto grasíento 6 aodtoso, 
y que cuando se solidifica forma unas escamas pequeñas, 
blandas y poco adherentes, que adquieren un color negruzco. 



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116 

Aonea MurcUa. Ei> la acnea iñéarata los botones pas«« 
tufosos son mas numerosos , mas unidos y de un volAnien 
olas considerable. Su base es dura , su forma cónica y 
su color es rojo violeta: estas pústulas no son dolorosas^ 
y la supuración que contienen permanece en su interior 
durante muchas semanas: algunos de estos botones se 
remien en grupos, y un tanto confundidos forman un tu-* 
mor grande y en el que aparece mas patente el elemento 
inflamatorio. En esta variedad el folículo está afectado mas 
profundamente, y el tejido celular se irrita é infarta. La 
mayoría de las pústulas dejan en el sitio que ocupan un 
tinte lívido y una depresión indeleble. En algunos indiví* 
dúos jóvenes, robustos y sanguíneos estas pústulas están 
comunmente mas encendidas , y se exacerban con d menor 
efic^so en el régimen ó con la permanencia algo prolonga* 
da en una habitación caliente. 

Mnea fosáceüi Esta variedad es mas común en la edad 
adülía; empieza regularmente en la nariz y en los carrillos 
por unos puntos rojos ^ los que se calientan y adquieren 
mayor tención deSfNies de las comidas, y sobre todo después 
del uso de vinos fuertes ó de licores alcohólicos. Bien pron* 
to estos puntos se estienden y reúnen , y forman unas pe-^ 
quenas pústulas ^oco numerosas en un principio, pero )(|U6 
se multiplican renovándose sin cesar : esta erupción debili*^ 
ta poco á poco el sistema capilar cutáneo , la piel é& 
hincha y conserva un colorido rojo violeta , el cual e» 
mas intenso ál rededor de las pústulas. 

Las partes sobre las que estas pústulas se retiüevail 
sin cesar se tumefocen y se endurecen, pendiendo laA 
facciones su armonía de un modo notable, y la dilatación 
del sistema capilar venoso superficial producida por los 
obstáculos que sufre la circulación de la cara ^ aumenta el 
aspecto horroroso del rostro. 

Estas formas que acabamos.de describir presentan tn- 
finitas variedades respecto á su gravedad, pues que unas 
Veces están limttadas á: un pequeño espacto en corlo nú* 



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116 

mero, y otras se reproducen con rapidez, se imiltipliGan, 
invaden todo el rostro, y se propagan á las orejas y ai 
cuello. Cuando la cícnea adquiere este grado de intensidad, 
las membranas mucosas vecinas se afectan , las conjuntivas 
se inflaman, las encías están doloridas y tumefactas, los 
dientes se desprenden de sus alvéolos, y los demás sínto- 
mas de la constitución escorbútica aumentan este dolo*- 
roso cuadro. 

Camas. Las diversas formas de la ornea guardan una 
cierta relación con las diferentes fases de la vida. La sám- 
plex y la punctaía aparecen casi siempre en la adoles^ 
cencía y después de la pubertad. La induróla en la juven- 
tud , y la rosicea en los hombres de una edad madura , y 
en las mugeres al acercarse á la época llamada crítica. 
Los viejos padecen rara vez esta afección; las mugeres pa- 
recen mas dispuestas á contraer la acnea que los hombres: 
sin end)argo , algunos autores juzgan que esta opinión no 
está aun resuelta : el temperamento bilioso es entre todos 
el que mas predispone á esta afección en la edad adulta, 
y en la juventud , por el contrario , el sanguíneo. En cier- 
tos casos la acnea rosáeea parece estar ligada con vm 
desarreglo de las funciones de las visceras abdominales, y 
particularmente del hígado y estómago. I^ relación que 
hay entre esta erupción y las funciones de la matriz pa- 
rece basada en hechos exactamente observados , pues que 
en la pubertad , época en que esta viscera adquiere nueva 
actividad , y en la crítica en que sus funcioiwís concluyen^ 
aparecen frecuentemente la acnea sinvpíex y la re&cu^ea. 
El embarazo ejerce también una influencia marcada sobre^ 
esta erupción, bien agravándola cuando existe ^ bien ha- 
ciéndola desaparecer (que es lo mas frecuente) durante 
la gestación: todos los prácticos convienen en. que la pre- 
disposición hereditaria es una de las causas mas frecuen- 
tes de la ornea. 

Los climas fríos y húmedos influyen de un modo mar- 
eado en el desarrollo de la acnea: asi pues^ es muy co^ 



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117 

mun en Inglaterra y en el Norte de la Alemania. Los 
escesos en las comidas y los trabajos que congestionan el 
cerebro, son causas que concurren poderosamente para 
producir esta erupción : en otros casos mi origen es debido 
á las afecciones morales, como la tristeza, las pasiones 
concentradas , la cólera etc. Por último , hay otras causas 
mas directas, mas inmediatas, cuya acción es tanto mas 
nociva, cuanto mayor es la predisposición: tales son las 
aplicaciones de licores estípticos, astringentes, y el uso 
de los cosméticos, de que las mugeres' abusan en la edad 
avanzada, 

Diagnósíko. La ornea en las diversas formas que h^ 
üios descrito presenta por lo común caracteres tan marca- 
dos que es fácil de reconocer; pero como quiera que en 
la cara aparecen también otras erupciones que la asemejan 
mas ó aienos , vamos ¿ presentar sus caracteres diferencia- 
les. Estas erupciones son, el licken agritis de Willan, algunas 
formas del género lupus ^ y la sifilide tuberculosa. El Uchm 
ogrius está caracterizado por unas pápulas mas ó menos 
unidas, inflamadas por su base y ulceradas por su vértice : las 
pústulas de la acnea están también inflamadas en su base, 
pero jamas se ulceran, y cada pústula contiene una cantidad 
de pus; mientras que las pápulas carecen de cavidad y 
segregan un líquido sero-purulento por sus ulceraciones, 
que humedece su superficie. Las pústulas se desarrollan 
sucesivamente y recorren su marcha independientes las 
unas de las otras. Las pápulas reunidas sobre una super- 
ficie estensa y marchando simultáneamente, se hacen 
COD Atientes; pero aunque la irritación que las acompaña 
se estiehda á las capas profundas del dermis, rara vez inva- 
de el tejido celular; por el contrarío de lo que sucede 
en la acnea, que ha adquirido una cierta intensidad en 
la que la irritación se propaga siempre del folículo hasta 
el tejido celular, dejando tras sí unas escavaciones que 
tardan mucho tiempo en desaparecer. El Uehen agrius 
cMmpa comunmente la frente, lás^megiUas y k>s labios; la 



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tl8 

wnea los dos últimos puntos, y ademas ostá acompañada 
de una sensación de hormigueo , mas pronunciada después 
de las comidas y en los lugares calientes. £1 prurito del 
liehen es mas vivo , mas profundo , y á veces intolerable, 
durante la noche ó con el uso de alguna bebida estímur 
lante. La supuración de las pústulas de la (icnea se trasfor- 
ma á veces en pequeñas costras que se desprenden rápida- 
mente. Las pápulas del tíchen agrius forman también 
costras pequeñas; pero estas son mas delgadas y están 
mezcladas comunmente con escamas epidérmicas. £1 /»r- 
pus scrofulosus es mucho mas fácil de distinguir, mayor- 
mente cuando es antiguo y cuando ha estendido sus es- 
tragos mas allá de su asiento primitivo. Pero en el prin-r 
cípio y cuando los tubérculos que le sirven de origen son 
superficiales y poco elevados, se le puede confundir con 
la acn^a: mas cuando estos tubérculos se ensanchan, toman 
el color lívido y se propagan de la nariz á los carrillos^ 
destruyendo y ulcerando los tejidos subyacentes, el error 
es imposible. La sífilis constitucional aparece en la cara, 
bien bajo la forma de pústulas , bien bajo la de tubércu- 
los; pero es muy raro que estas erupciones se limiten es- 
elusivamente á esta parte, pues casi siempre se estiend^ á 
la totalidad de la piel , ó por lo menos á una gran supera 
Ücie ; siendo esta circunstancia de mucha importancia para 
el diagnóstico. Pero si, como se observa algunas veces, 
IOS tubérculos sifilíticos se limitan tan solo á algún punto 
de la cara, se encuentran en sus caracteres propios los 
l?asgos que los distinguen de la aonea rosácea , á saber : el 
color cobrizo, su asiento de preferencia al rededor dd ala 
de la nariz y conmisuras de los labios , siendo casi siempre 
desiguales, agrietados y aproximándose mucho á las v&r 
jetaciones. 

Muchas veces se han confundido \&s pústulas de la acnea 
indurata cuando está esparcida por el tronco con tas si- 
fílides )[)Q8tulosas; mas hs pústulas de la acnea induritía 
tfétieii lipa bas^ dura y de color violado, se desarrolláis 



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149 

sucesivamente formando gru[^os de cinco á seis á la vct, 
están rodeadas de folículos numerosos mas 6 menos bipeqrr 
trofiádos, cuya secreción aumentada da é la piel el carac^r- 
tér untuoso. 

- Las pústulas de la sifílide son menos prominentesu 
tienen un color cobrizo y no lívido ^ son mas numerosas, 
y en los intervalos que las separan , la piel conserva su' 
estado normal; ademas las cicatrices de las sifílides pus- 
tulosas son redondas y deprimidas en su centro; y la& de 
la acnea iñdurata oblongas , prominentes é indelebles. 

Pronóstico. El pronóstico de la acnea varía según las 
djver^as formas de lá etnipcion » la edad de los individuos, 
antigüedad de la enfermedad y causas que la sostienen^ 
Cuando la erupción es reciente y ligera, las pústulas poco 
numerosas y aisladas y el enfermo joven, se debe espe- 
rar poder triunfar de la enfermedad; mas cuando es an- 
tigua , estendida y profunda, y cuando aparece en la edad 
adulta y está unida con alteraciones en las funciones, de 
las visceras abdominales, el pronóstico es mas grave, pues 
que los esfuerzos mejor combinados producen rara vez 
bucyi resultado. 

Tratamiento. El tratamiento de la fiema presenta dí^ 
ferencias notables, no solo por las varias modificaciones 
que la erupción puede adoptar en sus formas, sido .¡tam* 
bien según las causas que la han producido y sostienen:- 
bien entendido que si estas ideas fundamentales no pre- 
siden á la elección del método curativo , no se obtendrá 
resultado alguno. Cuando la erupción es ligera , las pite- 
tulas poco numerosas , aisladas y acompañadas d^ una in- 
flamación poco intensa en individuos jóvenes, pletífricos, 
y en los que ninguna causa ha podido alterar la con^tu- 
cfon , el tratamiento debe limitarse á las apUcacioues tó- 
picas que modifiquen la marcha de esta erupción: esl^j^ 
aplicaciones se componen por lo gef^ral de sustancias es* 
timulantes que escitan mas ó menos la superficie sobre 
que obran. Asi {Mies, son útiles las lociones con el agua 



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no 

destilada de rosas » de la vanda etc, , á las quQ se ánade 
una cantidad de alcohol, que varia según el estado de 
las pústulas, y con cuyo auxilio se activa de tal modo la 
irritación de las pústulas, que en algunos individuos se 
terminan con mucha prontitud. Cuando la disposición in- 
flamatoria es menor, se aumenta la proporción del alcohol, 
añadiéndole en algunos casos algunos granos del deuto- 
cloruro de mercurio. Esta medicación estimulante, pros- 
erita en una época en que se consideraban las erupciones 
de la cara como un medio depurativo, saludable, y por 
lo tanto muy peligroso de suprimir, ha sido puesto en 
voga por Mr. Alibert, formando con ^Ua la base del tra*- 
lamiente de la acnea. También se han recomendado los 
cáusticos, y entre ellos los mas comunmente usados son 
el ácido hidpoclórico y el nitrato de plata fundido. 

Con la aplicación de una ú otra de estas sustancias se 
produce una escitacion muy viva, que cambia la forma 
crónica en aguda» pero es necesario una grande atención 
para distinguir los casos en que estas aplicaciones pueden 
ser útiles ó perjudiciales. Cuando la erupción se compone 
de pústulas numerosas, confluentes, de tubérculos infla- 
mados y reunidos por su base , las aplicaciones estimulan- 
tes, aunque preconizadas por prácticos distinguidos, no 
deben usarse sino con muchas precauciones , mayormente 
en los individuos jóvenes y vigorosos : en estos las sangrías 
y las aplicaciones reiteradas de sanguijuelas detrás de las 
orejas , en las regiones temporales y en la nariz, producen 
caml)ios repentinos y favorables; y cuando la congestión 
sanguínea de la piel ha disminuido á beneficio de estas 
evacuaciones , se recurrirá á los fomentos estimulantes con 
el objeto de activar la resolución de estos tubérculos. 

Las diversas formas de acnea son debidas muchas ve- 
ees á la supresión de los menstruos ó del flujo hemorroi- 
dal. En estos casos es mas útil aplicar las sanguijuelas á 
la vulva^ ó al ano en las épocas correspondientes á estas 
evacuaciones periódicas. La mayor parte d$ los medios 



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121 

generales aconsejados por los autores» son poco útiles 
en las acneas que están sostenidas por una afección 
local ; mas no asi en las que están ligadas con profun- 
dos desórdenes de las funciones del vientre. 

Asi que cuando la acnea rosácea coincide con una 
hepatitis crónica, .se han obtenido resultados muy favo- 
rables del uso del proto-cloruro de mercurio continua- 
do hasta producir un ligero infarto de las encías. La 
utilidad de los baños templados generales en el trata^ 
miento de las diversas formas de ta acn^a, ha sido re- 
conocida por todos los autores. Las aguas minerales sul- 
furosas gozan de un crédito muy justo en el tratamien- 
to de la acnea inveterada , usándolas bien al interior, 
bien en lociones, baoos, duchas etc. Las duchas de va- 
por sostenidas durante doce ó quince minutos, producen 
también muy buenos resultados* Por último, las uncio- 
nes repetidas con las pomadas cuya base esté formada 
por el proto-cloruro anotoniacal, el proto-sulfato de mercu- 
rio, el proto-ioduro y el ioduro de azufre, y con una 
corta cantidad de alcanfor, son también .muy convenien- 
tes para activar la resolución ; pero para obtener una cu- 
ración sólida, es necesario prolongar los cuidados ann 
después de la desaparición de la erupción , y particular- 
mente es indispensable prohibir á los enfermos los es- 
cesos en el régimen , las bebidas alcohólicas , los ejercicios 
penosos, etc., etc* 



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I2¿ 



VACUNA. 



Cowpox. — Grease. 

JLja vacuna es una erupción contagiosa que existe algu- 
nas veces naturalmente sobre el pezón de la» vacas , y que 
trasmitida por lo común por inoculación de un individuo 
á otro , puede prevenir , ó por lo menos modificar , la vi- 
ruela. La vacuna está caracterizada por una <5 muchas 
pústulas argentinas, anchas, aplanadas, multiloculares y 
deprimidas en su centro, rodeadas de una aureola «ri- 
tematosa , que producen una costra negruzca que se des- 
prende hacia el vigésimo quinto día de la erupción,' 
dejando una cicatriz característica. La vacuna se desar*< 
rolla comunmente en Ijas personas encargadas de ordeñar 
las vacas, las que como llevamos dicho, padecen esta 
erupción , conocida en Inglaterra con el nombre de coi©- 
pox (viruela de la vajea) \ siendo el privilegio de que go- 
zaban estos individuos cuando reinaba la viruiela para no 
ser atacados de ella, el que condujo á Jenner al descubri- 
miento de la vacuna. Por lo común , la inoculación del vi- 
rus vacuno es la causa del desarrollo de esta erupción. 
Este virus puede estraerse , bien de la vaca , bien de las 
pústulas vacunales desarrolladas en el hombre á eonsecuen^ 
cía de la inoculación , siendo este método mucho mas pre- 
ferido por ser mas benigno y producir menos accidentes. 
Hacia el octavo ó noveno dia de la aparición de la erup- 
ción es cuando conviene sacar el virus vacuno , bien para 
inocularlo inmediatamente, bien para conservarlo. Para ino- 
cularlo de brazo á brazo, que es lo mas seguro , se han 
propuesto tres métodos ; pero la inoculación por medio de 
la lanceta es preferible á la efectuada por medio de un 
vejigatorio, ó por incisión, pues que estos dos últimos 
rnétodos son mas infieles. 



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1Í3 

El primero se puede practicar sabré todos Jos puntos 
de la superlieie de la piel; pero el sitio de elección, es la 
inserción inferior del músculo deltoyde. 

La vacunación se puede practicar en todas las edades; 
pero por lo regular se prefiere la primera infanda , tenien- 
do cuidado de practicarla antes de las seis semanas que 
^guen al nacimiento, á menos de un caso urgente. Para . 
el proceder operatorio consúltense las obras de cirujía. 

Síntomas, Los síntomas de la vacuna pueden dividirse 
en cuatro periodos. 

En el primero, cuya duración es de tres á cuatro dias^ 
la {ttcadura no presenta ningua carácter particular , pues 
que la rubicundez que la acompaña desde los primeros mo- 
mentos es común á todas las heridas de esta clase. Este 
período puede prolongarse durante quince , veinte y veinte 
y cinco días. En el segundo, que empieza hacia el tercero 
ó cuarto dia y concluye el octavo ó noveno , aparece tina 
dureza pequeña , rodeada de una ligera rubicundez : este 
ponto eritematoso se eleva , y desde el quinto dia sé ob- 
serva que el epidermis se desprende , conteniendo un líqui- 
do seroso. 

A este tiempo ya existe una vesícula umbilicada , la 
que es mas aparente al sexto dia : su color es blanco mate^ 
y su forma redondeada ó algo oval. 

El tercer período empieza del octavo al noveno día, 
en el cual la vesícula ha adquirido ya todo su desarrollo, 
y está rodeada de una aureola circunscrita de color rojo,, 
cuyo diámetro varía de tres á cuatro líneas hasta dos pul- 
gadas , y cuya evolución va acompañada de -tumefacción 
de la piel y del tejido celular subcutáneo. Al décimo dia 
el enfermo se queja de calor y picazón en el punto afec- 
to; la circulación se acelera por lo común, y algunas ve- 
ces aparece una ligera erupción eritematosa, que par- 
tiendo de la aureola se estiende á 'diferentes puntos del 
iBuerpo. 

JE| cuarto periodo empieza hacia el décima dia: la au»* 



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124 

reala disminuye ^ el fluido contenido en la vestcula toma 
el carácter purulento , y la vesícula empieza á secarse por 
su centro, el cual adquiere un color negruzco: en los 
días siguientes la desecación continúa , la aureola y la tu- 
mefacion desaparecen progresivamente, quedando ta ve- 
sícula «trasformada en una costra circmlar muy dura , de 
color negruzco , que se desprende á los veinte ó veinte y 
cinco dias después de la vacunación, dejando una cicatriz 
deprimida, circular é indeleble. Tal es la marcha regu- 
lar de la vacuna , y tales son los caracteres que debe pre- 
sentar para reunir las condiciones necesarias y preservado- 
ras de la viruela ; mas cuando la vacuna no sigue la mar- 
cha que acabamos de describir, se la considera como in- 
capaz de preservar la economía de la infección variolosa, 
y se la llama falsa vacuna. 

Algunas veces en lugar de una vesícula aparece una 
pústula , y en este caso el trabajo inflamatorio empieza el 
mismo dia ó al siguiente después de la inoculación, la 
pústula aumenta rápidamente de volumen , y su centro es- 
tá mas elevado que la circunferencia : al cuarto ó quinto 
dia es reemplazada por una costra de color amarillo oscu^ 
ro, cuyo desprendimiento no es seguido de cicatriz al- 
guna. 

Willan ha admitido tres clases de falsas vacunas vesicu- 
losas. En la primera la vesícula es perfecta, pero carece de 
aureola y de la inflamación circunscrita , que debe apare- 
cer del noveno al décimo dia. En la segunda, la vesícula 
es de color de perla , mucho mas pequeña que la de la 
verdadera vacuna, aplanada , su circunferencia no está re- 
dondeada, y no escede á la base que es dura, está infla- ^ 
mada ligeramente y rodeada de un círculo rojo oscuro. 
En la tercera , la vesícula es mucho mas pequeña que k de 
la verdadera vacuna cónica , y su aureola es de color rojo, 
poco intenso y muy estendida. En estas dos variedades la 
aureola aparece al sétimo ó al octavo dia , y desaparece 
al dééimo. En este tiempo se forma una costra nniy pe* 



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123 

quena y nias irregular que la de la verdadera vacuna, 
aconteciendo lo mismo con la cicatriz. Aun cuando la vesí^ 
cula de la vacuna siga una marcha regular, muchos ino- 
culadores creen que cuando al noveno día se forma la ma- 
teria purulenta no se debe contar con su eficacia, mu- 
cho mas sí hi centra que la sucede es pequeña y quebra- 
diza, y ademas consideran como causas de la falsa vacuna: 
1.® La inoculación del virus vacuno en los individuos ya 
vacunados: 2.^ La inoculación del virus estraido, bien de 
una falsa vesícula, bien de una verdadera, pero en una 
época avanzada: 3.^ La complicación de la escarlatina^ del 
sarampión , del prurigo , del eccema , del pórrigo y de la 
lepra. Sin embaído, menester es confesar que esta cues* 
tion presenta mucha oscuridad; pues de otro modo, ¿por 
^é la falsa vacuna proviene alguna» veces de la verdade* 
ra, y cuáles son las condiciones indispensables para su for« 
maeion? Seria tanto mas importante el resolver estas cues- 
tiones, cuanto que en la actualidad está claramente pro- 
bado, que los individuos que llevan cicatrices cuyos carac- 
teres no son los de la verdadera vacuna , resisten no obs- 
tante al contagio de la viruela, y que cuando esta los 
acomete, se presenta tan modificada cómo si la vacuna 
hubiese sido verdadera. ¿Por qué, pues, la falsa vacuna 
es algunas veces preservativa , y por qué la verdadera no 
lo es constantemente? Para esplicar estos fenómenos, el 
6r. Brice de Edimburgo dice en una obra muy intere- 
sante que publicó sobre la vacuna en 1809, que la ino- 
culación de la vacuna en el hombre produce dos efectos 
bien distintos, el uno local y limitado al punto de inser- 
ción del virus, y el otro general, que es el que imprime 
á la constitución el cambio preservativo de la viruela. 

Este último efecto consiste en un movimiento febril 
mas ó menos pronunciado , que Mr. Brice considera como 
la eqnresion del acto interior por el cual se forma el prin- 
cipio contagioso de la vacuna , y que destruye la disposi- 
ción á c(»itraer la viruela. Asi pues, lejos de acordar una 



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126 

gran importancia á los caracteres de la vesieola, el Dr. 
Brice trata de borrar la palabra falsa f)acuna , pues que 
en casos reputados como vacunas falsas , las personas ino-^ 
culadas ban sido preservadas tan eGcazmente» como si 
hubiesen tenido la vacuna verdadera, mienlrs^ que esta 
última no preserva en todos los casos de la viruela ; pG^ 
tanto Mr. Brice propone dividir los síntomas en locales y 
constitucionales. 

Mas ahora bien, ¿cómo se reconocerá que la constituí 
cion ha sido convenientemente modificada , si las aparien- 
cias locales son falaces? Este medio, según el autor, cotí- 
siste en practicar una segunda vacunación Cintro ó cinco 
dias después de la primera. Si la primera ínoculacioR ha 
desarrollado el efecto constitucional, las vesículas , pro- 
ducto de la segunda inoculación, llegarán á madurez al 
mismo tiempo que las primeras. Asi pueÉ, siendo la dura- 
ción de estas de trece á catorce dias, la de la segunda será 
de ocho á nueve. 

Diagnóstico. Por lo espuesto vemos que importa muy 
poco el distinguir la verdadera de la falsa vacuna, y que 
en todo caso los caracteres que hemos descrito bastarán 
para conseguirlo. Respectoá las otras erupciones, tañante 
la viruela se aproxima algo á la erupción vacunal; perd 
en esta áltüna la erupción es siempre local, y el conta- 
gio es producido por la inoculación. 

Pronástico. La vacuna es una erupción muy simple que 
en la mayor parte de los casos no está acompañada de 
otros fenómenos que los locales producidos por la erupción, 
mas en algunos individuos produce un poco de fiebre, y 
en algunos casos un ligero ecsantema. 

Tratamiento. Cuando aparecen algunos síntomas gene- 
rales , se recurrirá á un severo régimen y á las bebidas di- 
hientes , teniendo cuidado de evitar los frotes de los pun- 
tQS inoculados. En los casos en que la erupción ocupa las 
manos de los individuos que cuidan los caballos, cuyas 
piernas estuviesen afectadas de la misma erupcidn , se usá- 



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121 

rio la» liiiiofl«d«s« Iob baño6 locales emolientes 9 algunas 
cataplasQ^g y los laxantes suaves. Guando la vacuna se 
desarrolla de un modo irregular á consecuencia de causas 
mas ó menos apreciables, se practicará una segunda ino- 
culación. Sin embargo , aunque la vacuna haya sido per- 
fecta, un sin número de hechos han probado que el con- 
tagio varioloso puede ejercer su influencia en la economía, 
aunque casi siempre en estos casos la viruela es muy ligera 
y no sigue su marcha habituad 

VIRUELA. 



VaríolíB — Febris variolosa. 

JLiA viruela es una flegmasía contagiosa caracterizada por 
unas pústulas phlisáceas bastante voluminosas y comun- 
íbente umbilicadas , cuyo desarrollo es precedido y acom- 
pañado de síntomas generales mas ó menos intensos. 

EU desarrollo de la viruela puede ser regular ó irr^u- 
lar. La viruela regular presenta cuatro períodos que se 
designan con los nombres de período de incubación, de 
invasión, de erupción y de desecación. 

Sintom<^. En el período de incubación nc^ aparece por 
lo cQmun ningún fenómeno general; su duración' es difícil 
de apreciar por ignorarse el momento en que se veriCca 
la intoxicación purulenta del virus varioloso; pero juzgan- 
do por analogía y por lo que acontece en la inoculación 
artificial, se creé que sea de nueve dias en la mayor par- 
te de los casos. Sin embargo , en otros no ha durado ma^ 
que cuatro á cinco dias, y en algunos se ha prolongada 
hasta veinte 6 veinte y tres. 

El período de invasión empieza por calofríos segín'- 
dos de calor, grande disposición al sudor, y aceleracioif 



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128 

de la circulación; por fatiga y dolores en los miembros, 
en el epigastrio y dorso , mas con especialidad en los lo^ 
mos; con nauseas y vómitos, cefalalgia, amodon*amiento . 
ó insomnio. La cara está animada y bultuosá « en ciertos 
casos hay coriza y lagrimeo, en otrOs dgitacíot) y movi- 
mientos convulsivos limitados á los labios y á los demás 
músculos de la cara , 6 estetididos ai resto del cuerpo: 
ademas , hay disnea , ansiedad y una inquietud indefini- 
ble. Este período empieza algunas veces con un fueíté 
delirio , con convulsiones ó con vómitos abundantes y re- 
petidos , imitando la invasión de una meningitis ó de una 
flegmasía del estómago. Estos pródromos después de per^ 
sistir con .intensidad variable durante dos, tres ó cuatro 
dias, cesan por lo común desde el momento que aparece 
la erupción , la que en cierto número de casos se presenta 
sin pródromo alguno, constituyendo por sí sola el primer 
síntoma de la enfermedad, como se observa comunmente 
en las viruelas secundarias. El período de erupción empieza 
por lo común del sesudo ai tercer dia de la invasión, 
bajo la forma de manchas pequeñas ó puntos rojizos, que 
presentan bien pronto una ligera convexidad , apareciendo 
primeramente en la barba, al rededor de los labios, en 
la frente y mégillas, y estendiéndose al cuello, tronco y 
estremidades inferiores. Algunas veces son las partes geni- 
tales el asiento primordial de la erupción (sobre todo eíi 
los niños), otras los lomos y nalgas l estas manchitas, muy 
numerosas por lo común en la cara y discretas e» el ab- 
domen , se elevan poco é poco , observándose al ^guíente 
dia sobre el ápice de cada una de ellas un punto traspa- 
rente , que se trasforma en una vesícula superficial y plana, 
en la que se acumula un fluido seroso al principio é inco- 
loro, pero que se enturbia bien pronto trasformándose en 
otro de color blanco amarilleifto< Al mismo tiempo apa- 
recen pústulas sobre las membranas mucosas de la boca, 
de la faringe» párpados y ojos, y aun del prepucio y vul- 
va , las que se presentan bajo la forma de manchitas blan- 



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129 

qüizcas , eircttiares, f áeffcixttida» por lo regidaf en «ii 
centro. * 

Durante tres ó cuatro días las pástalas de la piel 
eontiíiúan su desarrollo, se 'redondéamele ^dureéetl, y 
su centro presenta ima depresión unibilical mucho mas 
pronunciada que la de las pástulás* de la vacuna , estando 
rodeadas como estas de una aureola rojiza de bastante es- 
tensión. Del cuarto al sétimo dia las pústulas adoptan una 
forma sem-esférica , el pus que conítienen es mas consis- 
tente, y la aureola inflamatoria mas pronumtoda. Al mismo 
tiettipo el tejido cdulfflT suhcut&neo se timieface, empezanik) 
esta tumefeccion por la cara: Eki el octavo dia la eit^ion 
ha adquirido el máximum de intensidad , y la tumefai^cion 
se propaga á las manos y partes gen^les. Los. fenómenos 
fel>ril^ que han precedido á la erupción cesan eomunmen^ 
le, 6 disminuyen cuando esta ha concluido , para reapare^ 
cer del octavo a| décimo día» Comunmente s<d»reviené del 
sétimo al octavo dia una salivación prod^idapor las pús^ 
tn^ bucales. Con la réaparidon de la fíebre coincide al^ 
igunas veces ia diarrea, ia tostel deürío ; y todas las com-^ 
pticéci(»iés graves de la viruela. El período de defecación 
empieza habitualmente del décimo al duodécimo.'4ía^ en ei 
que la tumeflftcelon de la cara disminuye, y so observan 
sobre un cierto número de i^ístolas, de las que cubren 
esta parte, un punto negruzco que reemplaza á la depre- 
sión central, y por el que empieza la desecación; mas 
otilas veces, por el contrarié v toda la j^tula se seca á la 
vez, y otras se hiende dejando escapar parle de la mate* 
ria que contiene, la que se competa y (brma tina costra 
amarilla y arrugada que adquiere utí color negruzco antes 
de desprenderse. La caida de las costr/fó se verifica del 
dédmo (punto al vigésimo quinlo dia , algunas veces 
mas proÉnto, otras mas tarde aun, siguiendo las pústulas 
de tos miembros y del tronco las mismas fases que las 
de la ¿ara. 

Viruela irregular. La viruela irregiriér presencia un 

9 



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130 
gran número de variedades^, las unas relaUaras A la erupr 
cion, y las otras dependientes de los síntomas generales 
que la acompañan y 4te sus compHcaolonee^ ' 

Relattfániente á la erupción se dMingUe I» vijraelaen 
discreta y en conflaente , según que las púsMiIas son ea 
corto número y están aisladas, ó por el contiarto muy nu- 
merosas y reittiidas unas á otras» Esta distinción, adii^itida 
por todos los autores que han escrito sobre la. viruela, es 
de mucha importancia bajo el pi^nto de vl^ 4el pronos- 
tico, siendo de notar, que está mas bien. basadla ^fíkre 
el número de |iústnlas existentes ea la cara , q/ée sobre 
las del tronco y miembros. En la viru^I» confluente k>s 
fenómenos son por lo regular mucho ñias 'graves que en 
1» discreta, y él desarrollo de la erupetoe es algunas veces 
mas precoz: las pústulas mas aplanadas y confundidas, for^ 
man una especie de película común que reviste la cara; 
la hinchazón de esta parte aparece más i^ronto y es: mas 
considerable, empezando á diuninuír bAcia el décimo dia, 
época en la que las pústulas contienen un liquido bto»^ 
<^zoo 6 negruzco, sanguinol^to algunld vieces, que se 
convierte en costras negruzcas que des[íiden .un ok)r fétido 
insoportable y casi cadav^ico» 

Esta viruela se propaga mas ftecueotemente que la 
discreta á las membranas mucosas., y con ecípecialidad á 
la de la laringe y.iraqueartería, ¡«rodueiendo en eUas ima 
inflamación casi siempre funesta. Los síntomas generales 
son en esta variedad muy ii^ensos. La salivaciott es tan 
frecuente en los adultos, que. Sydenham asegura que casi 
nunca falta» Por lo común sobreviene por las nodies ub 
recargo febril muy intenso, acompañado de delirio. 

Variedades. Algunos prácticos deagnan ton el nombre 
de viruela coherente una variedad de la viru^ interme^ 
dia entre la discreta y. la confluente. Se ha llamado virue^ 
la cristalina á aquella cuyas pústulas e^n llenas de un 
líquido semí-opaco ó casi trasparente ; verrugosa ó córnea, 
á aquella en que le^ pústidas se ^enduridcen y secan sin 



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m 

rm^^mm;ii^m^íg9id€.i i aquella c^m fá»UA9^ ,8Qn mif 
gíraodesf patreoidas á las ttetenad dñl pénfigoj ,. 

Se llfimaÉ viniélas sanguáDeas aquellas cujtaa pústulaq 
oontie^n eaogré^ ó par lo menoa un liquide, gaospiiaor^ 
lei^« £b algüBOá eaaad m se oMei^vji lá descamacim u\ 
eoskai^ las púatiúasfse vacóte». en ^1 espaeia de treinta y 
§ete á cuai'enta y ocho horas , á consecueficia .de la reat^ 
sonóoii del piis^ dejaado apegas alfOi^s ci^ti^cea: ¡este 
feadmeno eo«eide por Jo: ck>wiii coq gravea ac^ideute^*. 
t^ lo. que reelecta i las afeoeíoBíes Haraadaa^rMela }>a9^ 
talada, y falsas vururias, fareemoa qui^ ao son 1119^ ^emo^ 
dificaciáBe^ de 1» tkruela digcreta y h^nigna» 

lodependiMtem^üte de toa vaiiáeda^es que acci^^ 
describir 9 Se ha admitido bajo el nombre de varÍQl0,j^ni^ 
«aitoKs , iiiMi Yatíedad ^artkular de est^ enfi^^nedad,,ea 
la que el tirus Varioloso produee, todos losTeuikuetto^ ga*? 
aaraks <te la enfe^nneáad sin ningi&.i^tütio.de eriipcioiir 
fotos casos han sido observador ; en las epidemial d^ yi*> 
melas-^ y partieolaarmeoteá Cfanaecuencwt.dfi la inoeuU^*? 
ckm del vins variolc^aow 

Virmka eom^^H^aias. La*vtiuela>puede0oii^>lj(ca)W aigr 
«ídenMnieate eon elaacampioa» (a esearidtínc^^ y fi^as^con* 
Hnuftnente cioín la pútpum kwkí^rágicaí 0n el . últimp; p^^^ 
fíbdotde la'ienqifioa na e» raro. ^ que ^ai:ej^0ati tamtil^ii 
la erisipela^ tos&Mrúuciilofti y^tos abeeaps^s^ Iqa 

¿f^ganae dé loa SiHrtídea, y <{cai especialidad los ojos, pfer. 
sehtaalconpficacioiies mas ú m^n/os guav^, pue^ qu^ lan 
oftalmías aon/ algunas veces tan profundas^ que: ii^iradw 
todo el ojb^ tajussffldo su destrucdon; las otitis no $on>taa 
póeo raoras; El ^ori^ y las anginas simples <i inei^bsanop 
sstti «gravan síttgnlarmente la viruela^ sucediendo k) ^miSífUíEi 
coq lasblronquitis^ pteuresías, y;palmoní^, que aparecen, 
por k) ordinario ien ;el sesudo ó tercer período. , 

Lar c^Mnpfeacion de feoómenos )S^;4kíco$ se pi:i^senta;alr 
ganas veces r em estoi^ casos laren£ermedad<eiii|)kii¥i^;Cg^ 
lllllnni^nte plor d^loares! vtotaiaÉos4eiC^za), Ipn^h^gp t^, q^- 



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viiláoneft, Ikéte intensa, f m deHrio 0Qntíai|o;(|ti»em- 
cluye con el enfermo del ipiinloal aovena itiai. Ea la vi- 
ruela edinámica ' los úfennos eslan desde ta primeros 
instantes sumidos en un abatimienlQ escesiro^, se ofasenra 
la decoloración de las membranas mucosas^ y las púslu- 
las en su origen son pequeilas » aplanadas y rodeadas de 
uáa aureola pálida. 

Estas pústulas adquieren en pocos .dias^ on, color iie^:ío, 
se gangrenan» y la piel présenla unas maiiclias videtas 
debidas á las hemorragias pasivas que se venficMi par ák- 
Tersos puntos, y que se generalkan.á veces de tal nKMk>, 
que la sangre ise busca salida pw todo» losi puaios del 
c«Krpo en que exisími ulc^acíoaés , des£^rradura|8 6 ve- 
jigatorios. 

Causas áe ta Hruisla. Bi^o tai isfluem^i* 4e dertas 
condiciones atmosféricas, á otras imposibles: de apreciar, 
sé ob^rva que la viruela tan prooto aparece e8(K)ráéiea« 
miente y acomete á un pequefto húmero, de úidividnos^' 
como se propaga de un modo «pidénueo mas /ó .menos 
violento : las estaciones calorosas aumentas so intensidad, 
sucediendo lo mismo con los dilnas. N toguna edad ni sexo 
se esceptúan de esta erupción; sia embargo, es muy rara 
en la vejez y muy comim en la hoiaiicia.'En la rnAan*- 
Hdad se ignora la época precisa en la «fue se jiesarrbUa 
el principio contagioso de la viruela; peifo se sufMmeiOoi» 
alguna velrosimilitud ^ que esto se vetiOea en\el menaato 
en que el pus empieza A formarse en las pústuhSé Los di*- 
léretites modos porque puede efectuarse. el contagio, Tism 
sido objeto de investigaciones numerosas ; pero los autoi-es 
qué han pretendido que siempre se pTopagd)a en la di^ 
reocion de los vientos, sostienen un error, del mismo 
modo que los que niegan la trasmi^n del contagio por 
medio del aire. De cualquier modo los límales de la es-^ 
fera de acción del miasnMi varioloso no son calculables. 
El contaelo meáiato ó inmediato es el medio de trasmi- 
sión comtm^ pues que nada »as vulgc^ que el ver que Mm 



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vendos que han $ervi^ á i<Kttviduos afecliadagi^ comu- 
niquen la enfermedad) aua habiendo estado espuegtos al 
ake. La viiniela parece una enfemiedad esclusiva á la 
especie linmatia ^ á pesar ¡de. que algunos autores ha* 
ym dicho que es st^oeptíble de afectar tambieía á los 
animales. 

Dia§»á$lica. Aunque el diagnóstico de la viruela pare- 
ce á priitiera vista sun^mente fácil, atendidos los caracte- 
res de sus pústulas que son umbilicadas, precedidas de 
liebre y de ^nte^nas generales mas ó menos intensos, sin 
embai^v ^^7 uns^ ^npcion conocida con el pombre de 
varice , la que á pesar de las regUs establecidas parflt 
so diagnóstico^ se confunde con frecuencia con k viruela* 
La viruela discreta y la modificada son las que han sida 
Goafundidas mas comunmente con la varicela; pero es pre- 
riso convenir en que si bien es cierto que hay casos 'ea 
que el diagnóstico de estas enfermedades es sumamente 
áifíeil, también bay otros que lo son por la confusión qu& 
reina entre los prof<^ores:respecto á la naturaUza áfi estas 
erupoiones; asi pnes^ve» ios casos de viruela secundarta, 
el médico 'que no cree en la posibilidad de una segUAda 
iflfecpion, & qoe piensa que la viruela no puede desarri^^ 
Uarse despuér de la inoculación , negará la indentidad de. 
la enfermedad y la confundirá con la varicela^ Si compa?* 
ramos la marelm de la viruela modificada con la de bt 
Taricela , varemos que estas dos empciiones se asemc^att 
mucho respecto á este putito : mas al baU^ de la van- 
cela, hemos depiostrado, m^ prejuigar la cuestión, de la 
asemejan^ que Jiay entre estas do» erupciones, de los ca-^ 
rácteres sidicientest sefun algunos autooes, para distia-, 
la, bien de la virada «ordinaria , bien de la modificada: 
lf acpii f epetímos qtíe Ipa creemos bt^ante marcados. para 
lancioiiar la separacíoii que bemos hecho en la descrip-: 
eioii de estas enfermedades. El diiigpóstico d^ las diver- 
sas afecciones i[|ae pueden cpmpUear la virní^Ia está á veces 
rodeado de mucha; osciarWad^puei que puede su roarcba. 



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'134 

ner tan ráprda, que no deje tien^ al médico de evitar 
que 86 verifique una congestión mortal en uno de los 6r- 
ganíos importante» á la vida; en algunos easoe de catarro 
sOfoclante se puede mny bien confundir el Verter sub* 
crepitante del edema de los pulmones» Con e) estertor 
crepitante de la pulníonía, 

Pronósikó. El pronóstico es faroraUé cuMÍdo la eliip- 
don es simple y «u marcha regular; pero porló eomun 
es necesario ser muy reservado al formar el -Tpronóstieo 
de la viruela confluente , pues que en su cursb ne des- 
arresten muy comunmente accidentes que causante! pun- 
to la muerte xl^ los enfermo»; Et proniistioo es nns 
grave aun cuando la enfermedad aparece en la época ée 
la dentición , en los individuos' adultos « > fuertes y ple-^ 
toritos, y en las personas endebles y efltenimdas, bien 
por la edad , bien por escesos de toda especie » bien 
en ño , por enfermedatótes anteriores. Lo mismo decimos 
si la tiruela se deelara en las' n^ere^ embaiuadas j6 
en el pueifperio. La violenoía de los dntomasvprecurson 
fés es tennble Guando p^sísten uw vez verSoada la ierup- 
^Mi. £1 p^iíóstieo es tanihléq grave cuando; las'^istu- 
las aon numerosa, y cuando eptan mezotn^aa con peíe*^ 
quim ó llenas de <in líquido sañgoinolentoi Sinenibar^oV 
6UQoa se foitnará un pronósti^ mortal por leí oaiAct^^ 
é^favorables de la erupción, considerado» 'en sí lúismoa,. 
pMs que es indispeQSiriile el toikiar muy en oonsidertdon 
loa síntomas gei^ralés por ser los nras 8ígnificaii»t>s.' 
' Nicrúseópki. Las lesiones patológíoas que se oteec!^ 
mas comunmente en los individuos ^e^utumbenáít^ue^ 
ctieneia de iavirifela, son las coiq^estionOB sangnínetsriiiaa 
ó menos pronunciadas en los órganos enoeftlicos y^tbrár* 
ofcoft. GomünmeíAe se eneuentran (iúatidas en la boca^ eq 
la: faringe^ «obre mudios puntos del esó^go^ y auit en 
la laringe y traqifóariieria: el esOómagó y loa intestinos 
presentan pústidas raras veoes, ri^ se esceptáa la mucoet 
(M recto; y no'se oonfütiden estas pástalas oon el fdeaar-r 



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t36 
TOlto morMIso de los foHcitklSída la m^mbraiia mueosajde 
loft iiíte8UiioB4 £i emrazm.ealé ¡m lo cotiuia.reblaBdeciéo 
y H^iuj de salare veúorní, y la sopeifleie ¡Qteroa de 1^ 
aorta «slé Fojisav tan. fironto ep puntas atdado^» (;w piroiih 
lo en toda su estension. En la pial m encu^rM pústulas 
en mayor ó nseROir nilmerode; c^or amarillo. Si eeexfir 
mina su estructura- anatóndiMtiproeeilic^o da fuera ¿ den- 
tro, mayarMente antes que el pus^ por.laeleviaetOQ que 
pi«oddoe en el qjñdenais, ao les haya hecho perdcar su laiv 
iM UflibiUtaáat se observan tas particularidades síguieuh 
tes: 1.^ El epidermis eoiuecra el. espcísor que le es pro* 
pk>v y se despi^nde l&cUmeute, dejanda éjí dese^ubierljO 
una superóle blanqulEca, lísa> deyada por sus bordes y 
deprimida ^n st ^ntro. 2«^ Un pequeño disco umbilica- 
do mas ó menos espeso , fornido por unasustanete Maur 
quizca, de cierta consistenúia, que parece un4 exudar 
cion coetiosa desarrollada en la sui^rficie del d^mis inflar 
mado: 'este^^feco aovapá ^ lilgar aúgnaiiki por los an^^ór 
micios al cuei|iío aiuooso:» y parece contínuairse.coii la ci|^ 
que se halla colocada innfedialáina»(e debejo del epider-^ 
mis', pero que se separa {éeibnenta mas ad^ao^. Este 
pequeño úisco está sobre todo unido 6 la. superficie d^ 
dmais pw su centip; puntó en el (pe es mas delpdp 
y por el que se -desgarra comunmente, cuando se^le quie- 
re desprender. Cualqidera que sea la causa primitiva de 
k forma umbUicada de las pústulas ^ es evidente que esta 
sustancm la conservir cuando el epidermis se halla desprenr 
dkb> por el pus. Si se e&amicia coq algún cuidado en esta 
época, se la wouentra, como ya. hemos dicho , en el fondo 
de la púst^k» presentando aun la forma y el vollhnen que 
esta última tenia antes que lá apuración hubiese despren- 
do el epidermis. Las variedades que esta materia coe- 
Hosá puede presentar receta & su forma» espesor, etc., 
depastden probabténente de k ui^nsidad mayor ó menor 
dé la inflamaeioh en el punto de sn^d^s^nrollo. {ky algunos 
casos eoitos «pie Mta esta sustancia / y m eUos las pústulas 



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136 
carecen de la depre«lon umMfteah 3^^ Por úMmo^ dobaj^ 
de este pequeño disco se observa ima.nibicandei mas 6 me^ 
nos YÍTá en la superficie del dermis , y comunmente tam* 
bien un líquido de carácter purulento. Guando m examinan 
las pústulas en una época mas avanzada > se encuentra una 
cantidad mayor ó menor de pus amarillo y espeso. 

Tratamiento. El tratamiento de> la viruela se divide 
en curativo y preservativo. El curativo Y«ría s^pin la 
fbrma que afecta la enfermedad y sus complicaciones. Ep 
la viruela ' simple y discreta son suficientes las bebidas 
dulcificantes ó acidulas, las lavativas emolientes y los pe^ 
diluvios simples ó sinapizados» acompañados de una dieta 
severa: durante el período de erupción debe someter&e 
al enfermo á una abstinencia casi completa; pero pasado 
este tiempo se pueden dar á los niños algunas. sopas, 
si la fiebre es moderada y hay algún apetito; permitíenr 
do en el período de desecación algunos alimentos sóli-- 
dos, acompañados de uno 6 dos baños templados con el 
objeto de facilitar el desprendimiento ée las costras y de 
poner la piel mas permeable; Pero en la. viruela oonfluen* 
te la medicación debe ser mas activa. Algif nos médicos 
han {propuesto para disminuir el mknero de las pústulas 
7 la gravedad de la enfermedad , el practicar en e) prio- 
cipio de la viruela , cuya intensidad presagia la oenfluen*- 
cia, una ó dos evacuaciones de sangre copiosas, bien por 
medio de la lanceta, bien con gangui|iielás aplicadas al 
epigastrio: este medio puede con efecto ser útil en al- 
gunos casos particulares; pero las sangrías^ ^aun siendo 
abundantes y repetidas, no modifican la confluencia. 

Gotugno aconsejaba en estos casos el etíope mineral 
(sulfuro negro de mercurio): otros han preconizado el 
calomelano en dosis laxantes: otros mucho» han reeomeo* 
dado los mercuriales hasta producir la salivación, iÁm 
empíricamente, bien fundándose en fas esperiencías, que 
demuestran la acción abortiva de. los tópicos merciurísdes 
contra: el virus varioloso y vacuno; pero aun euaiMk) estos 



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137 
medíiCWieBto6.iU^:««t«yíe8en Qontrati^^ en este pe^ 
TÍQdiOt tampoco han correspendido é las esperanzas que 
en eHosae fundaran. Beqpei&to ¿ los vejigatorios coloeados 
en las piernas en este período, podemos asegurar jfue en 
i^u»os easos ¡N^odueen feUoea Resultados; Durante el pe-^ 
riodo de ^i^cion se insistirá m, las^hebidas futientes ycú 
una dieta severa. Es muy importante colóear á lo» eáCer^ 
mos en tina habitad^n espaeioéa, de teraiperatura mode^ 
rada^ y el cambiar su ropa eon frecuencia. Algunos mé* 
dicos haa pr(^esto el recurHr á los baños fríos y á las 
iü)lnciones frescas para disnqnmr la yíotencia de la erup^ 
cion^ pa^o este medio produce rara vez resultados cuan-r 
do la cara está enormemente tumefacta y ilolorosay «endo 
mncbo mejoc emplear las sangría» 6 taa aplicaciones de 
sanguijuelas, liien . al ^ellb , bien detrás de las :orejas¿ 
Guando. hay foerte agKaeion se obtienen buenos resoltados 
del baño tibio ^ pues que kn narcóticos empleados y acón*- 
segados. por Sydenbsm, no convienen per lo regnin* en 
los ni&osr 6n« los que sou indispensables los cuidados mas 
miuucH)BO^, lavándoles con frecuencia los^ Ojot'cm cod^ 
mientos emolientes ^ ooño el agiia do tediuga ó la 4e ve« 
geto tibia y debilitada/ y disminuyendo el oalor intenso de 
la boca por-mecKo degaiigmrismoS) inyecciones y bebidas 
repetidas. Durante el período de deseeacíon se recurrirá á 
loe baños libio», simples ó emolientes , mas ó menos re^ 
petidos. Por r^la general, cuando la fiebre ¡persiste eÉ 
este período y no cede al uso de algmos bafios, e» mé* 
nester indagar si está sosteidda por alguna flegmasía la* 
tente de los órganos torácicos ó abdominales , flegmasías 
que es necesario apresurarse á combatir. Estas reflexio- 
nes nos conducen á tratar de las complicaciones de la 
viruela, las que cuando son de entidad requieren medios 
terapéuticos mas enérgicos. Las laringitis se combaten con 
ventaja algunas veces, primero con la aplicación de san- 
guijuelas y d^taplasmas enudientes, y en seguida con |a 
aplicación de w vejigatorio al oieUo* L^js inflan^acipo^s 



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138 
torácicas y abdomiiiiabi8 reolamaR 3m engrías géité^átes y 
ks saoguija^Ias, teniendo en^^neota que esldt evbctiacie- 
nes sanguíneas, si son muy ahwidanleg, mayormente étt 
ios oíaos y ancianos, pueden p^oitacir una pofetwróiott 
rápida segaidií de udíiadinamia proAmAi. La disenteria 
twna eli estos 'Oasos él earáeter «dáiámioo, y resibte coa 
ohstíoacion á toda oíase de tratanuento. Corando la vtruéla 
empieza con convuteiones , basta^porlo coitiuti para hacerlas 
cesar 1» aplicacioa de algunas sanguijuelas, la sangHaé ua 
vomitivo, según los casos: las que apslreoeií despu^ de la 
eirupcion ó durante su earso, pueden depender de una fleg- 
masía cerebral , y ceden algunas vwes á los mitlflojíétlcos 
algo acthos; pero á las que no están sostenidas por tíngu- 
ña lesión inflamitoría se le opoaen con «uceso los baños 
übios prolongado», el óxido de rinc, las lavativas alcan- 
foradas, de valeriana, de asa fétMa, et»: La compKoacioh 
aUcsica reclama poco mas ó menoB los mismos medios 
y adeau» la& apiicaetoneft frias sobre la cabeza. En los 
casos deadinamia rnaatíiesta se reowrriri áí los vejigato- 
rios y á los tónicos, como la quina, el. vino, etc. Las 
mas 4e las veces es limporible Irnitfar ^ las hemorra- 
gias pasims , aun con .tos astringentes' mas enéigiGos. 
- los autores se* haq^ ocupado nwiy ésteasm^nle^del 
traláraieoto locat de la viruela, con el «Ajeto de evitar 
laa defoiwiidades de la cara. Gotugno , persuaddo ée qat 
la humedafl 4e las partes .se opone al desarrolW compi^ 
de Jas pústulas, aeot^eja. lavar frecuentemente la cara; 
con el fin de a^eelerar la naoi:^ de estas. 



PÁPULAS. 



jLías enfermedades colocadas en este érdeii están carac^ 
terlzadas por unas pdtipi^as eletaítíones sólidas y resísten- 



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139 
tes, conocidas con el nombre de pápulas/ las que tan pronto 
est^n formadas perlas papilas hipertrofiadas, tan premto 
son unas verdaderas eteractones de lá piel , que mnca 
contienen ni serosidad tii pus, y que causan uo prurito 
tnas ó menos intenso. Las afecetones papulosas «on por 
lo común erAnicas, mas algunas reces aparecen en el es^ 
tardo agudo: Ari que su duradon taría desde uno é dos 
septenarios basta muchos meses y aun años: todos los pun^ 
tos dé lá superficie cutánea pueden servir de asíeTüo á 
las pápulas, mas por lo común ocupan nlubbos á la ves. 
£n tos miembros las inflamaciones papulosas afectan 
con preferencia sus catas estemas, y en el ttonoo m cara 
posterior , y por lo general están en el sentido de la es* 
tenáon de aquellos. 

Síntomas. Las pápulas se desenvuelven lentamente, sien^ 
do precedidas de una picazón mas ó menos viva , bajo la 
forma de puntitos ligeramente prominentes, por lo común 
del color de la piel 6 mas rojos ó mas Manóos que esta , y 
progresivamente van aumentando de volumen , siendo muy 
«preciables por medio del tacto , el que da la sensación 
de unos pequeños cuerpos dij^os y prominentes. Su figura 
'CS por lo común redonda: comunmente discretos y poco 
voluminosos en el liquen, están mas desarrollados en el 
prurigo , y rara vez van acompañados de síntomas genera- 
les. Las erupciones papulosas tertuinmi por resolución, por 
una Kgéra descamaeiou (siendo estala terminación mas co*^ 
mpii), y también tílgtinas véées por «mas pequeñas ukeráeio- 
nes que invaden et ápice de caída pápula y modfflcan el a^ 
pecto de la erupción (lichen agríui). Las afecciones papulo* 
sas dejan por to general un cotór amarillo sobre los puntos 
que les han servido de asiento por largo tiempo, el cual 
persiste á veoes durante muchos años. 

Causas. Ninguna de estas enfermedades es contagiosa; 
y por lo común ajmrecen sin causas apreciables , aunque la 
miseria y falta áe aseo influyan evidentemente en la produce- 
pión del prtirígfo. 



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140 

Di(tgHQ$tíeo. El diagnóstico d« <1«3 (tfeccíone9 papulosas^ 
0% por k) general bastante fácil ; sin emlMUCgo , «Jgunas ve^ 
ees presenta dificultades, sobretodo para diferenciarlas 4e 
la sama y del eccema; pero en la mayor parte de los casos» 
poír 4M> decir en todos , con un p«co de atención se podrá 
encontrar siempre la lesión elemental primitiva (páipula$). . 

Pronásdm. El pronóstico, poco grave por ,1o conmn, 
puede sin embargo sorlo á causa di3 la duración de U en^ 
Cermedad, que concluye por ^erar las capas mas profun- 
das de la p¿el» y sobre todo por el prurito que acompaña 
á ciertas variedades, el cual es á veces insoportable y 
determina accidentes graves como en. el prurigo del pubis, 
por ejemplo. 

Tratamiento. En algunos casos las afecciones papttk)6as 
ceden con el uso de los medicamentos raa& sencilk;^; mas 
en otfos son rebeldes y obstinadas y reclaman remedios 
muy enérgicos; las afecciones papulosas se componen de 
dos géneros , que son el tichen y el prurigo. 



LIOCIEN. 



Jux palabra A'c^^ faa sido ajaleada por los pati^istas 
ingleses y per Mr. Biett á una afección papulosa caracte- 
rizada por unas elevaciones duras, comunin^te muy pe*- 
quenas, aglomeradas por lo general y acompañadas ^q 
prurito. 

Sintomets y wMrie4ade$, lAckm mmplM* El Uchen tím- 
fkx está eiompuesto de pápidas rojas, e^ decir ^ de unos 
botoncitos sólidos que se presentan primaramente s(^re la 
carai y brazos, y que se estienden-eu tei.espacio de tres 
ó cuatro días sobre. el tronco y miemtoosi ocupando con 
particularidad la .cora estema de estos. En algunos ca- 
soft, la empcion es parcial, atacando tau solo te cara, 



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141 

el ciiéHo 4 li)§ toütoe, aeompotada de praríto, mayor- 
nenie durante la noche. Por lo coonm» la enipdon per- 
manece en el ntanó estado durante ana semana, pasa- 
da la e«al las pápulas fan percfiendo sn color rogo, f 
\á ¡riel se cubre" al nfisBio tiempo de «n gran nAme- 
ro de escamas peque&as y delgadas, producidas por la 
esfi^adon del epidermis; según WiUan, el lichm «m- 
pbw es siempre pi^oedido degtahunas febriles; pero-es- 
te fenéÉsMo tío aparece riño cuando te erupción es my 
intensa , d cuando existe en el paciente una disposición 
particular. Bi fkhm simphx puede durar algunos dia» é 
petsislir p^ muchos meséis ó eiíoi^, • y i alguna ívecea la 
erupdon desaparece para apareoer de nuevo , atacando d» 
este modo ditoeirtes paites del cuerpo. 

Las afeceíones con las que se poéria confundirel Ikám 
Mmpkáíf son la serna jelprúrigoi pero en el prurigo laa 
pápulas «on mas folumlnosas y del cdor de la piel, y ran 
acompañadas de un prurito ardiente. El carácter Yesfcu-; 
loso de It sama , su i^iei^ diferente, el prurito pártícufair 
que le es pitido , y por AHinip, su carácter contagioso, im- 
piden contüficirla en lá mayoría de los cases «m el UAm 

9ÍtítpliklD. 

Uctm plkark. Este variedad se diferencia -de la prece^ 
dente , porque las pápidas se desarrollan sohre los piMitos 
de la piel cnibiertos de pelo, porque es^ mas grare que la 
precedente y porcpie afecte la piel mas profundamente. El 
Uehm. pUark persiste por largo tiempo , no siendo raro el 
verlo durar muchos años. 

lachen drcmueríptus. Este variedad está caracterizada 
por un conjunto de placas formadas por p^las; estas 
placas están limitedas por un borde tñen pronimdadoy afee-* 
tan una forma irregularmente circular , y se manifiestan 
partícularraente setoe la cara dorsal de la mano, antebra^ 
zos, corbas^ y algunas veces sobre todo el tronco: la mar-^ 
cha de este variedad es igual á la del Uchm $impUx^ con 
la sola diferencia de s^r un poco menos rebelde; algunas 



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de la», plapas papulosas p&ímanecm ^itmiomtím Kf&t at« 
gun tiempo ^.desapairetíeiidQ d^ne^imieiAfmíf^^Mwk m 
eatiendeB graduaimente por wmdio de. rmvo» bordeSMOu* 
bíertos de pipilas, que ée eoisaochaa y ^UMficliiyen pi^rcoB^ 
futtdUree; y al mismo tiempo qm \06 tnordesí ae estiendeo^ 
8u oei^ro eoaserva ud color, rojo y un as|^eeto Ugeramentta 
furfuráceo. Algunas veces ^ antes que U descsamaciofi haya 
cesado^ aparece un nuev» guipo jile pá^las^qne teriníoaiit 
como las precedentes, por descamación viproil^Qgáit^^e jo^ 
definidamente la enfennedai pcnr medio ¿0 nuevas erupcio- 
nes. Loa caracteres del liohm ^reumcv^m $fin ion mar- 
cado» por 4o icomua, que es in^kosible confundirlo con Jte 
otras eqwcies papulosas ^ y con las. arecoiwes escamo^a^* 
Sin embargo, en los e^60S en que losc^^mto.qMe fit^rmii 
la lepra vtúgturíA caminaii á la curación., y, ctaodo la piel 
ha adquirido ^1 el eent|ro de estos sii áspetelo, normal, y los 
bordes éstáp divididos en unsiafiáOft^OtdepequQñi^ pun- 
tee rofos elevad» sobre ^ mvel de la' pí€3,dc^ia: pasible el 
error. P€|ro exaimnandi» atentamei^ :se , vofá^ qriie estoa 
pmtos notimenel liaraetef papulosa, que jsod de;G<dor ro* 
)o mas intenso é irregulares ea m^ fonna ^ :ejk». {!uan4o ! e¡( 
herpes circinatus ha llegado á su terminación y hfuivideSr» 
aparecido las vesículas sin dcgarimas vestigilM^4^e «m^bor- 
de onipooo roas elevada, át le potediB poi^nd|rcpadJiV 
ehen cireunscr^au&i pero d.Aefptfi no |»reseitta la ipenor 
aparieoda de pápulas en el centro de la^ idfcas, y la iNre» 
senciade esta lesión ^mental aoki» ^ufieíeeÉ^nwte el 
diagnóstico. / 

láchm a^rim. E^t^ nsriedad es la qra&giave de laa que 
eomponeil el género liquen, aunque no se difereocia de ta!| 
o^s sino p(»r su jplensidad. > v^ 

£1 Ubkm agríus se compone de placas andias/ forma- 
das por pápulas muy numeroai» y aglaineradaft de color 
rojo intensa, cuya iniémaeion /se estíen^d á tas partes ja- 
mediatas. Esta e^de es mas eomm lea los JndÍ4iíiduos de- 
bilitados por la edad , ta miseria ópor^xcesos de cualquier 



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m 

mybwnato»; y ^ jp^eeedida de fidMfe, i» qm desirpafoce 4 
dismiiHij^ cuando sepcesenta la «rvpchin, qm^stá acompa- 
ñada de un pfUfüo ardiente» el que exasperan loda cla^ 
de excitMtea; eáte prurito causa modia fatiga» f éconse^ 
cttenda^e las frotaciones que el paciente eferoe saltee \aé 
pipulas^^u punta ó vártice desaparece. La superficie de la 
piel enferma está roja, sangu^ndenla » y las l^ápiílas se- 
frega» un liquido tratpurenté^', el que: concretándose pre- 
senta un nspecto que participa á la vez de los' caracteres 
proptps á la& escamas 7 á las ostras. El.Hehm agrias es 
muy eonun, j su duraciones Minutada como la delas'es^' 
pedes prece(kÉtes; pues qite «tgu»as veces t^náiáa eft 
ocho ó. AoL: septenarios» y eaí^tras se prolonga por mt 
tiemj^ tliaiitaáo«r . 

El Uóben^ 4ígniu8.is^ reproduce pol* la líienor oansa; so- 
bre* 4dcki» á consecuencia de las vieisM^udes atmosféricas, 
carácter que por otra parte es propio de las afecdones pa- 
pulosas. Cuando la. erupción sé ha reproducido luucltas ve- 
ees, ó l»en cuando las cauaas^ritantes obrao continuamen- 
te, la erupción puede trasformaiíse en^ otra de naturate^d 
pustolosa, como entmp^iítgfo^por ejemplo» ^ ^ 

El diagnóstico del Mchcip ajrrñía, es muy dificil en algu^ 
úos casos ^ .mayormente cuando las pápulas muy numerosas 
y aglomeradas son de tai modo conflueátes, que eé impo-' 
sible et reconocerlas. Sin embargo , ot)servando conr cuidar^ 
do, se descubren siempre sobre el borde de las placas a1^ 
gusas pápulas, que sirven para caracterizar la enfermedad: 
€uando las vesículas del eccema rubrim ^tán abiertas, po-¿ 
drian confundirse con el Kchen agrim; pero repetimos que 
la presenda de las pápulas resuelve todas la^ dudas. Atgu^ 
ñas veces las pústulas del tmp^tfgro están reunidas en gru-' 
pos de cuatro ó cinco, y podría suceder que se confundfe^ 
sen con el Uchen agrím; pero kñ costras de este son nnty 
delgadas y sé desprenden dificilmante,niieiíf ras que las del 
tmp^ago son gruesas y se desprenden con facilidad. EA psá^ 
m^'tíene caracteres tan marcad^, que rara veK'se lé con- 



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144 
fondiré co» el liehen agrim; pues qiíe el primerb está oom^ 
puesto de escaBMS que constituyen su carácter genérico, y 
que cuando se desprenden son remphoadi» por otras : ade«- 
niaSy nunca hay pápalas en los intervatos de la» pkcas ar- 
ladas del p«ofta5t5 9 mientras que siempre existen en las lí- 
qüenoideas, aun cuando el UeAeit sea muy intenso, y ia 
erupcioii esté muy adelantada. 

Lichín Utidm. El Dr. Willan ha descrito con este 
nombre una erupción de pápulis, cuyo coIíM' es rojo, 
oscuro ó lívido, que según el mismo irartor « se mani- 
fiesta principahnente sobre las estremidades , 9m ^nto-^ 
mas C^riles , y que se réprodsce después ée su desapari- 
ción» frolongándose de este modo durante muciías senia^ 
ñas. Estas pápulas están mezcladas con nunchas Tioletas, 
lívidas y resistentes á la presión, lo que indica la áfiíddad 
que ^iste entre la púrpum y el Uchm' UviAu. Está forma 
es muy rara. 

. Liektn wrlicaiuá. El nomln*e de esta especie áeiwhin^ 
queBAieman ha desorito el primero, toma su ori^eli.de 
la analogía que presenta bajo algunos aspectos con la uríi^ 
caria. Este liehen está compuesto de unas elevaciones de 
forma irregular é inflamadas^^ que se asemejan á. las mor- 
deduras de la diinche ó dd mosquito^ con las que es fácil 
confundirlas 2 al cabo de uno ó dos diás', que 6s el tidmpo 
que dura la iofiamaiáon » aparecen unas pequen» j^pulas 
prominentes» acompañadas de prurito, que cidiren el tronco 
y los miembros , y haciéndele confluentes forman unas 
peque&as placas. Esta erupción es peculiar á los niños, y 
apfurece algunas veces inmediatamente después^ del neíA^ 
miento , persistiendo durante mucl^ meses. Las eleva- 
ciones y las pápulas están acompañadas de láia peazon 
&^e , que aumenta consid^ablemente durante la noches 
oaijusando un insomnk> casi compilo y una demacración 
pronunciada. Esta variedad es muy rara en los jóvenes y 
i^ultoa. . 

El ¡khm urikatt^ aparece por lo común durante el 



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t45 
verano , y su asíanlo especial es el cuello y partes laterales 
(le la cara, acompañado comunmente de movimiento febril. 
Su duración es por lo común de dos septenarios. A pesar 
de la analc^ía del lichen urticatm con la urticaria, no 
puade confundirse con ella , pues que en esta las elevacio- 
nes cutáneas son mas estensas , su marcha fugaz, y la su- 
perficie de sus placas es plana y algunas veces cilindrica ó 
semilunar ; mientras que en este lichen las elevaciones son 
menos anchas y sirven de base á una pápula. 

Asiento del lichen. Si fuera posible fundar sobre bases 
sólidas el asiento de las erupciones , creeríamos que el K- 
chen afecta los órganos que presiden á la secreción del pig- 
meníumY á ios encargados de las funciones de exhalación. 
Los puntos ocupados por las pápulas presentan siempre 
un aumento del principio colorante , que persiste común* 
mente muchos años después de la desaparición de las 
pápulas. Respecto á la gravedad del lichen , según el s^iento 
que ocupa en los diferentes puntos del cuerpo, creemos 
que las erupciones papulosas de la cara, mayormente cuando 
pasan al estado de lichen agrim , son mas graves que las 
de los otros puntos : y esto se comprende bien, si S0 atiende 
á las modificaciones fisiológicas numerosas y variadas que 
la cara sufre en un tiempo dado bajo la influencia de la di- 
gestión, circulación mas ó menos activa y afecciones mo- 
rales. Guando las erupciones papulosas , estendiéndose por 
los miembros, invaden las partes genitales de la muger, 
producen accidentes penosos: si la erupción ocupa tan solo 
la superficie esterna de estas partes , el dermis se hiper- 
trofia y adquiere una sequedad notable : los bulbos .pilífe- 
ros participan de la afección , y los pelos se desprenden 
para no reproducirse sino débilmente. Mas cuando las pá- 
pulas penetran en la superficie interna de los grandes 
labios , en las ninfas y superficie mucosa de la vagina , los 
padecimientos son mas intensos y mas intolerables; y ei 
prurito da lugar á titilaciones voluptuosas , cuando la erup- 
ción invade el clítoris: uno de los asientos mas comunes 

la 



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146 
del lichen cireumcríptus es la parte superior de la región 
lombar, del sacro, y margen del ano: el prurito es en 
este caso menos intenso que sobre los otros puntos; pero 
acarrea aun en los ancianos erecciones tan fuertes , que 
pueden ocasionar un verdadero priapismo , y lo mismo 
acontece con -el lichen del escroto. 

En la mayoría de las especies que componen el género 
lichen de Willan , la afección papulosa continúa su marcha 
en el estado simple , pues que es necesario no considerar 
como complicaciones las irritaciones simpáticas del canal 
alimenticio , las que en el mayor número de casos recono- 
cen un mismo origen. Guando el lichen agrim es intenso y 
está muy estendido , se complica muchas veces con otras 
erupciones : asi , pues , aparecen sucesivamente vesículas en 
mayor ó menor número y pústulas psidráceas , las que 
aglomerándose y confundiéndose con las pápulas , produ- 
cen dificultades en el diagnóstico. 

Cau$a$ del lichen. Las causas que producen el lichen 
son muy dificiles de apredar , pues que unas mismas causas 
irritativas desenvuelven erupciones diferentes, no pudiendo 
esplicarse este fenómeno sino admitiendo la existencia de 
una predisposición orgánica desconocida en su naturaleza: 
asi , pues , indicaremos, aunque de un modo vago , las con- 
diciones en las que aparece el lichen mas comunmente. 
En igualdad de circunstancias es mas frecuente en los hom- 
bres que en las mugeres. El abuso de los licores alcohóli- 
cos y las irritaciones del estómago producidas por la ii^es- 
tion de alimentos indigestos , son otras tantas causas del 
lichen. 

Trauamiento. La intensidad de la erupción papulosa, 
su duración , las complicaciones que presentan y la cons- 
titución del enfermo , son otras tantas circunstancias que 
modifican los medios curativos. En general , cuando la 
-afección es poco grave y reciente y en la infancia ó en la 
juventud , el tratamiento del Hchen debe ser antiflogístico; 
pues que las emisiones sanguíneas disminuyen la fuerza y 



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147 

frecuencia de las erupciones y mcNleran el prurito ; pero 
deben ser poco abundantes vaHendo mas repetirlas en caso 
necesario : algunas veces se recurre con ventaja i los re- 
vulsivos ligeros sobre el canal intestinal , cuja acción es 
análoga á la de las sangrías. Los ba&os tibíds y las bebidas 
emolientes son suficientes en algunos casos para modificar 
la erupción , como se observa en las variedades descrttat 
con los nombres de lichen $impkx ^ de Kcken pilaris^ de 
Kehen cireunscriptm y de Uchen urticcUus. Pero coando la 
erupción resiste á este tratamiento , se recurre i la admi* 
nfetracton interior de los ácidos minerales , y particular- 
mente al ácido sulfúrico ; pues la esperíencia ha demostra- 
do sus ventajas 9 á pesar de las propiedades análogas de que 
gozan los ácidos hidroclóríco y nítrico. Son útiles también 
los ácidos vegetales, como el cítrico y el acético, mayor-^ 
mente cuando los órganos gástricos están dotados de una 
irritabilidad que impide el uso de los primeros. Las prepa- 
raciones sulfurosas no producen shio muy pocos resultados 
en estas afecciones: mas nó asi cuando se prescriben al es- 
terior , pues que cuando el liehen está muy estendido y 
sñecta profundamente el tejido de la piel , se obtienen 
buenos resultados de las fricciones hechas sobre las partes 
enfermas con pomadas» en las cuales el azufre está ccmbína- 
do con dosis pequeñas de alcanfor. En *el lidien agrius , que 
es la forma que presenta mas intensidad , el tratamiento 
debe ser mas enérgico. Si el enfermo es fuerte , jói^en, 
sanguíneo, y la inflamación cutánea violenta, es conve- 
niente practicar emisiones sanguíneas generales y locales 
repetidas; mas en los casos en que se aplicasen sanguijuelas, 
se tendrá cuidado de separarlas del punto que ocupa la 
erupción , pues de otro modo sos picaduras serian una nue- 
va causa irritante que aumentaria la inflamación papulosa: 
estas aplicaciones se unirán con las bebidas emoHén(es á 
una tejnperatura mas bien baja que elevada. Estos diversos 
medios serán ayudados con un régimen mas ó menos seve- 
ro , según el estado de los órganos gástricos , los que como 



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148 

llevamos dicho , padecen en este caso muy comunmente. 

En todo caso el individuo atacado de lichen agrím de- 
berá usar de una alimentación ligera y poco escitante, abs- 
teniéndose con cuidado de 'las especias , de los licores al- 
cohólicos , y en &i , de toda sustancia que por la impresión 
estimulante que produzca sobre el estómago , determine un 
aumento de acción en la pieh En los casos apuestos y co- 
munes de individuos de una constitución deteriorada, bien 
por la edad , bien por otras causas generales debilitantes, 
la indicación esencial es después de cabnar la irritación 
local , la de fortificar la economía con todos los niedios que 
la higiene y la farmacia ponen á disposición del médico. 
Guando la inflamación ha disminuido y cuando el prurito 
es menos violento, se pueden ensayar los medicamentos, 
cuya utilidad ha demostrado la esperiencia en un gran nú- 
mero de casos, y que sin embargo algunas veces quedan 
sin resultado aun cuando sean empleados en circunstancias 
análogas, fenómeno que por otra parte se observa muy co- 
munmente en las afecciones cutáneas. 

Estos medios son las preparaciones arsenicales. El ar- 
senite de potasa , el de sosa , ó sean las disoluciones conoci- 
das con los nombres de Fowler y de Pearson , y el arsenite 
de amoniaco , son las mas usuales y las que dan mejores 
resultados. El uso de estos medicamentos debe continuarse 
por largo tiempo , aun cuando no produzcan alivio alguno 
en los síntomas: mas antes de prescribirlos es necesario 
atender al estado de los órganos digestivos, pues que en 
caso que estén irritados es indispensable modificar antes 
estas concUciones desfavorables. La administración de pre- 
paraciones tan enérgicas debe vigilarse escrupulosamente, 
con el objeto de disminuir ó suspender la dosis segmi el 
efecto que produzcan. Los baños tibios acompañarán este 
tratamiento ; mas advertiremos que los sulfurosos que mu- 
chos prácticos prescriben en todas las enfermedades de la 
piel , son por lo eomun perjudiciales en las formas graves 
del lichen y siendo aplicable esta observación mas particu- 



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140 
larmente á los baños artificiales preparados con el sulfure 
de potasa ó de sosa. Durante todo el curso del tratamiento 
se obsenrarán atentamente las afecciones morales del en- 
fermo , que se halla siempre triste á causa de la gravedad j 
duración de la enfermedad : en estos casos es necesario 
animario j convencerlo de la posibilidad de su curación. 



PRURIGO. 



E. 



prurigo eslá caracterizado por unas pápulas aisladas 
que conservan el color de la piel , acompañadas, de una pi- 
cazón' á veces ii^oportable. 

ShUamcu. Estas pápulas son tan pronto pequeñas, ais- 
lada, poco promtnisntes, y el prurito que las acompa- 
ña ligero y soportable, como en el prurigo llamado mi^ 
tis : tan pronto son grandes, numerosas, aplanadas, pro^ 
minentes, y el prurito que las acompaña aumenta por la 
noche con el calor de la cama y durante la digestión, pro- 
duciendo una sensación de hormigueo ; este es el prurigo 
farmicans^ en el que las pápulas están desgarradas á causa 
de las frotaciones que practica el enfermo , de las que re- 
sulta la coagulación de la sangre que se observa en el vér- 
tice de bada pápula , y que sirve mucho para formar el 
diagnóstico. 

Guando la enfermedad es benigna , las pápulas pueden 
desaparecer al cabo de dos ó tres septenarios , verificán- 
dose una descamación ligera , como sucede con particulari- 
dad en el prurigo mtfís; mas en el formicanSf aunque la 
erupción puede seguir la misma marcha , en un gran núme- 
ro de casos la erupción hace progresos constantes, las pá-- 
pulas son mas duras, mas grandes y mas prominentes, ma- 
yormente en los individuos débiles , en los ancianos y en 
los que exasperan la enipcion , cometiendo escesos de todo 



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150 
género. De tiempo en tiempo la Inténtídad del prurigo 
aumenta á consecuencia de nuevas erupciones de pápulas: 
cuando estas exacerbaciones se repiten nmchas veces, al- 
teran profundamente la piel y los tejidos subyacentes ; y 
en estos casos aparecen otras erupciones vesiculosas y pus- 
tulosas como complicaciones: en algunas circunstancias ba- 
jo la doble influencia de la alteración de la piel y de los 
desórdenes que sobrevienen en el estado general del en- 
fermo, por la intensidad del prurito, la salud se altera pro- 
fundamente y al insomnio sucede la fiebre , á la enteritis 
crónica el marasmo, y á consecuencia de todos estos de- 
sórdenes el enfermo sucumbe; pero repetímos , que estos 
casos son muy raros , pues que es necesario para que se 
presenten que el prurigo encuentre todas las coadiciones 
favorables para el desarrollo de ellas. En algunas circuns- 
tancias el prurigo puede estar complicado con un núme- 
ro mas ó menos considerable de insectos pertenecie&tes 
al género pediciUtu^ los que cubren todo el cuerpo, y 
han dado origen á una variedad del prurigo conocida 
con el n<Hiibre de pedicular; y como quiera que esta va- 
riedad se observa principalmente en. los ancianos, Willan 
la denominó prurigo 8mili$; pero esta idea no es exacta, 
pues que Mr. Biett ha visto un caso notable de prurigo 
pedicular en una puérpera. De cualquier modo, esta va- 
riedad no se diferencia del prurigo común, sino por la 
presencia de los insectos y por la forma de las pápulas, 
que son mucho mayores , mas aplanadas y mas numerosas. 
También se han admitido otras variedades basadas en el 
asiento que ocupa la afección ; asi que se ha creado un 
prurigo de las partes genitales, y un prurigo podicis; pero 
estas afecciones no pertenecen evidentemente á este géne- 
ro, pues que carecen de pápulas, que son el carácter esen- 
cial de la erupción; y por consiguiente no consistiendo mas 
que en una lesión úe la sensibilidad , deben colocarse en- 
tre las h^eriheiias de la piel. 

El prurigo puede ocupar todas las partes del cuerpo, 



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15Í 

l)ero con especialiilad la cara, el cuello ^ el dorso y lótf 
miembros, presentándose con preferencia en la cara ester- 
na de estos últimos, aunque cuando la enfermedad es muy 
antigua puede ocupar toda la superficie de la piel. 

C(iu$(i$. Si es cierto que el prurigo se presenta indife- 
rentemente en toJas las edades y sexos, no obstante es mas 
frecuente en Ips hombres que en las mugeres , sin que por 
otra parte podamos esplicar la causa de esta preferencia. En 
algunas circunstancias se ha observado que el influjo here- 
ditario entraba por mucho en el desarrollo del prurigo; 
pero las ^^usas mas comunes existen en las condiciones 
higiénicas que rodean al enfermo : asi que el prurigo afec- 
ta principalmente á los individuos que viven en haUtacio- 
ncs mal sanas, rodeados de privaciones de toda especie y 
sumidos en una vergonzosa degradación , que se alimentan 
habitualmente con sustancias saladas ó mal sanas , y que 
abusan de los licores alcohólicos. 

Diagnóiíico. El prurigo puede confundirse con el /t- 
chen. aunque existen entre estas dos afecciones diferencias 
bien marcadas; pues el Uchen está compuesto de pápulas 
aglomeradas, mas pequeñas que las del prurigo ^ que no 
presentan las pequeñas costras negras de que hemos habla- 
do , y su prurito es mucho menos intenso : aunque es difícil 
confundir el prurigo con las afecciones vesiculosas, sobre 
todo cuando las lesiones elementales son bien apreciables, 
sin embargo, la sarna se asemeja en algún tanto á la afec- 
ción pruríginosa ; pero un atento examen bastará para acla- 
rar todas las dudas: pues aunque el prurigo y la sarna 
están caracterizados por elevaciones diseminadas que afec- 
tan una disposición casi igual, sin embargo, la sama apa- 
rece principalmente en el vientre, en las muñecas y en los 
dedos; mientras que el prurigo ^ por el contrario, aparece 
en el cuello y en el dorso, y en los casos en que una y 
otra erupción residen en los núembros, es necesario recor^ 
dar que el prurigo ocupa la cara esterna de estos , mien- 
tras que la sarna, por el contrario, la interna. Si exa- 



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152 
minamos sus caracteres particulares , veremos que las pá- 
pulas aplanadas é incoloras del prurigo pueden ser fácil- 
mente distinguidas de las vesículas cónicas de color de 
rosa de la sarna; ademas cuando las pápulas del prurigo 
están cubiertas con la costrita negra , formada por la san- 
gre coagulada, es imposible confundir este fenómeno se- 
cundario con la pequeña escama amarillenta y delgada que 
cubre á veces la vesícula propia de la sarna; y por último, 
si ademas de la presencia del aearus consideramos que en 
la sarna el prurito es menos considerable, y sobre todo 
que esta erupción es debida al contagio , se distinguirán fá- 
cilmente estas dos enfermedades, aun coando se hallen 
reunidas , como acontece muchas veces. 

Pronóstico. Si el prurigo no es una afección absoluta- 
mente grave, no por eso es menos cierto que es muy 
Incómodo por su tenacidad , por el prurito que lo acom- 
paña , y por la propiedad que tiene de recidivar frecuen- 
temente , y de hacerse incurable en los individuos profun- 
damente debilitados por la edad. 

Tratamiento. Guando el prurigo se desenvuelve bajo la 
influencia de causas accidentales, y cuanda afecta á un in- 
dividuo joven, puede ceder á beneficio de algunas emisiones 
sanguíneas , á las bebidas emolientes , á los baños , á las 
bebidas amargas, y aun mejor á las alcalinas, compuestas 
con el sub-carbonato de sosa y el agua de Vichi. Guando 
el prurigo ha sido producido por causas debilitantes, y 
cuando afecta á los ancianos ó á los individuos debilitados, 
es necesario recurrir á las preparaciones sulfurosas, al 
azufire sublimado unido á la magnesia^ al azitfre dorado de 
antimonio, al ealomelano, etc.; ademas se someterá d 
enfermo á un régimen tónico, se le administrarán los yi^ 
nos generosos, las carnes asadas, se le darán algunas pre- 
paraciones ferruginosas, etc. Es también muy conveniente 
ayudar el tratamiento general con el uso de algunos me* 
dios locales y como pomadas, lociones y baik)6. Entre las 
pomadas se recomiendan las compuestas con el 8ub*borato 



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153 
de sosa , con el azufre sublimado , la de brea y la de Hd- 
meríeh. Entre las lociones es necesario preferir las com- 
puestas con el agua de jabón y con la decocción de bele- 
ño; pero sobre todo las alcalinas: también son convenieti* 
tes los baños frescos alcalinizados con el sutncarbonato de 
potasa. Finalmente , se emplearán también los baños mer- 
curiales y las fumigaciones de cinabrio, sobre todo en el 
ptiírigo pedimlar. 



ESCAMAS. 



E, 



N este orden están comprendidas las infiamaciones cró- 
nicas de la piel , earacterisadas por la formación en las su- 
perficies enfermas^ de una sustancia inorgánica laminosa, 
de color blanco gris, seca, quebradiza, maaó menos es- 
pesa y mas ó menos adherente , que ha recibido el nom- 
bre de escama: estas láminas blanquizcas reposan por lo 
común en unas elevaciones mas ó menos pronunciadas , y 
cuando se desprenden dejan la piel roja é inflamada. 

Esta sustancia inorgánica, verdadera secreción del 
epidermfe , difiere mucho de las escamas que se observan 
en las afecciones vesiculosas , las que son producidas por la 
concreción de un líquido. Las afecciones escamosas siguen 
una marcha crónica, y se desarrollan por lo común de un 
modo lento; pero algunas veces, por el contrario, minchan 
rápidamente, de modo que la erupción se verifica en dos 
6 tres dias, siendo en todos los casos el producto de un 
vicio de secreción del epidermis. En ^tas enfernaedades 
las escamas son tan pronto delgadas y parecen compuestas 
por mías partículas de la piel mas s^^s y mas blancas 
que esta , tan pronto son muy adherentes y ertan forma- 
das por porciones del q[ridermis alterado y engrosado^ Los 
síntomas que los autores describen en las afecciones esca- 
mosas existen muy rara vez, y cuando se presentan siem- 



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154 
pre son poco notables , pues que en la mayor parle de los 
casos solo esperimentan los enfermos alguna picazón. 

Causas. Ninguna de estas ínflamacionas crónicas de la 
piel es contagiosa , mas pueden ser hereditarias , y una de 
ellas {el ictiosis) es por lo comuri congenital : estas erup- 
ciones se presentan indistintamente en todas las clases , en 
uno y otro sexo, en todas las edades» y con particularidad 
en los adultos , y también se observan en todas las esta- 
ciones. 

Diagnóstico. Es imposible confundir las afecciones es- 
camosas con las enfermedades de la piel pertenecientes á 
otro orden , pues que la presencia de las escamas es su 
carácter distintivo ; y aunque es muy cierto que existen al- 
gunas inflamaciones mas agudas que presentan también es- 
camas, estas no se componen como en las afecciones esca- 
mosas de simples laminillas epidérmicas mas ó menos alte- 
radas , sino que son precedidas de unas pequw^ coleccio- 
nes serosas ó sero-purulentas que contienen un líquido, 
que concretándose produce su formación : ademas estas es- 
camas no son unas laminillas delgadas, secas, grisientasy 
quebradizas, sino que por el contrario son grandes, blan- 
das, amarillentas, y descansan sobre unas superficies hú- 
medas inflamadas , en las que se encuentran constantemen^ 
te lesiones elementales, semejantes á las que les dieron 
origen. 

Estas erupciones, aunque privadas de sus escamas y 
no presentando mas que el cuerpo mucoso inflamado, se 
distinguen de las otras por su forma , por la superficie que 
dejan al descubierto á la caida de las escamas , y por la 
falta de otras lesiones elementales. 

Pronóstico. Las afecciones escmoaas producen raras 
veces accidentes graves, pero son por lo común rebeldes, 
y reclaman irat«anientos enérgicos. , 

El orden de escamas comprende ctiatro géeeros , que 
son: la lepra ^ el psoriasis^ el piíyriasis y la ictíosis, el 
que conservaremos coo Willan en este orden por presen^ 



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153 
tar, como todas las otras especies, los caracteres q«e las cons- 
tituyen ("10$ escamas J^ bien que parezca diferir de las otras 
erupciones escamosas por su naturaleza y por la profunda 
aKeracion que produce en la piel. 

LEPRA. 



Herpes furfuráceo redondeado. — Lepra vulgarís (Wülan). 
Herpes farináceo circinado de Mr. Alibert. 



s. 



conoce pw la palabra kpra una erupción escamosa, 
caracterizada por unas placas redondeadas, elevadas por sus 
bordes, y de|»imidas en su centro, las que se reúnen al- 
gunas ^eces por sus bordes. 

La lepra {lepra vulgarís de Wíllan) puede desenvol-- 
v^rse en todos los puntos de la superficie del cuerpo , aun- 
que ifecta con preferencia los miembros y los puntos in- 
mediatos á las articulaciones , y cuando aparece en el tron- 
co, reside con especialidad en su parte anterior; paro re- 
petimos que todos los puntos de la piel pueden ser in- 
vadidos. 

Siniomas. La lepra empieza por unos puntitos rojos 
poco apreciaUes en un principio , aun cuando sobresalgan 
del nivel de la piel , los que se cubren con una escama es- 
cesivamente delgada y poco adherei^e, que no tarda en 
desprenderse; y cuando estos puntitos adquieren mayores 
dimensiones forman placas exactamente circulares; en las 
que las escamas se sobreponen y se espesan , mayormente 
por su circunferencia: el centro de estas placas se escava 
aun mas , hasta que á beneficio del movimiento progresivo 
formado por el ensanchamiento de la placa y por el au- 
mento de sus bordes , se forma un verdadero disco exac- 
tamente circular , en cuyo centro la piel conserva su ca- 
rácter normal, y cuyos bordes elevados están cubiertos de 



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156 
escamas , las que so» múltiples y generalmente grises , se- 
cas y muy adherentes, variando las dimensiones del disco 
entre las de una peseta á las de un escudo. Los caracte- 
res que acabamos de señalar pertenecen esclusivamente á 
la lepra ^ y por lo común se observan en toda su pureza, 
aunque acontece algunas veces que el centro de los discos 
está también cubierto de^ escamas que ocultan la verdade- 
ra fisonomía de la erupción. Este accidente tiene lugar 
cuando dos puntitos se reúnen en un principio, ó bien 
cuando muthas placas se reúnen por sus órbitas, siendo 
esta disposición níuy común en la parte esterna de las ar- 
ticulaciones, y notablemente en los codos y rodillas. 

Muchos autores han negado la existeikcia de la lepra 
como especie, por haber prestado atención tan solo á las 
anomalías de esta erupción, y la han confundido con el 
psoriasis; pero aunque es muy cierto que no existe una 
gran diferencia entre estas dos erupciones , pues que una 
y otra no son mas que especies pertenecientes á un mismo 
género, sin embargo, en la lepra representada con m% 
verdaderos caracteres, es decir, sin irregularidades ni 
complicaciones , tal cual acabamos describirla y tal cual se 
encuentra con frecuencia, es Imposible no ver la especie 
mas marcada tal vez de todas las comprendidas en la clasi- 
ficación de las enfermedades de la piel, pues que sin duda 
alguna existe entre las placas del psoriasis y el disco puro 
de la lepra la diferencia mas marcada y mas evidente, 
direrencia que no pasó desapercibida de los antiguos: pres- 
cindiendo de que por la diferencia de sus formas estas dos 
erupciones están separadas naturalmente, hay ademas una 
importancia real en distinguirlas para aclarar los diver- 
sos puntos oscuros de su diagnóstico. La aparición de las 
placas de la lepra se verifica con lentitud y sin reacción ni 
desarreglo en la salud. Sin embargo, en algunos casos 
raros la erupción se presenta en el estado agudo precedida 
de cefalalgia , de iaapetencia y de calor aumentado de la 
piel ; pero este estado , que por otra parte no se observa 



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187 
apenas sino en los individuos jóvenes y vigorosos , es siem- 
pre pasajero y no acoippaña sino en el principio á la 
erupción , propiamente dicha , pues la enfermedad conlinúa 
su mardia de un modo lento y crónico. Hasta el presente 
hemos hablado tan solo del desarrollo individual de las pla- 
cas; pero mientras que este se verifica, como llevamos dicho, 
la erupción aumenta de m modo progresivo , de suerte 
que cubre por lo común sucesivamente el vientre , dorso, 
pecho, frente, cuero cabelludo, y algunas veces la cara 
y manos, y sus escamas, delgadas y poco adherentes, se 
desprenden y se reproducen sin cesar sobre unas super- 
ficies rojas, poco prominentes, no dolorosas, uniformes 
cuando la enfermedad es reciente, y desiguales cuan- 
do es antigua , y una vez llegada la lepra á este estado 
de desarrollo, puede permanecer estacionaría durante 
un^ tiempo indefinido sin producir el menor trastorno no- 
table en la salud; mas algunas veces (aunque estos son 
los casos mas raros) los progresos de Ja lepra continúan, 
las placas se confunden y se sobreponen, por decirlo asi, 
sobre todo en los alrededores de las articulaciones, los 
puntos en los que la piel estaba en su estado normal son 
también invadidos, los movimientos se verifican con difi- 
cultad, y el jnrurito es en algunos casos muy intenso. 

La lepra abandonada á sí misma desaparece algunas 
veces sin tratamiento alguno, sobre todo con el cambio 
de las estaciones , pues que unas veces desaparece duran- 
te el invierno y otras cede bajo el influjo del calor del 
verano; pero en uno y otro caso no tíjrda en reapare- 
cer , y por lo común después dé persistir por largo tiem- 
po DO cede sino á un tratamiento metódico y prolonga- 
do; pero de cualquier modo, cuando la lepra marcha 
hacia la curación, esta se verifica del mismo n^odo que 
su desarrollo, es decir, gradualmente, empezando por 
perder los discos su prominencia , estrechándose sus bor- 
des, adelgazándose sus escamas, las que se rehacen con 
mas lentitud y dejan tras sí unas superficies menos rojas. 



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158 
La descripción que acabamos de hacer es la que presenta 
la lepra vulgar en su marcha huJottual; pero hay algunas 
circunstancias en las qué aparece con una fisonomía , sí 
no diferente, al meaos bastante singular para que poda- 
mos dispensarnos de consagrarla algunas palabras. Asi 
pues, esta erupción se presenta algunas veces, particu- 
larmente en los niños j en los individuos blancos y de 
piel fina , con caracteres que han hecho admitir á Willan 
una variedad que ha descrito este autor con el nombre 
de lepra alphoides , en la cual las placas son exactamente 
redondeadas y mas pequeñas, pero no tanto que se las pue- 
da confundir, como se ha dicho ^ con el psoriasis gutta4a; 
y sus escamas , que constituyen la diferencia característica 
de las placas de la lepra alphoides ^ son de color blanco 
brillante. En fin, Willan ha admitido aun otra variedad 
mucho mas rara , que ha sido considerada por Mr. Biett 
como una sifílide, á saber; la lepra nigricans: esta va- 
riedad presenta los mismos caracteres que hemos descrito 
en las otras, con la sola diferencia de ser el color de 
las escamas negro. 

Causas. La lepra se desarrolla en todas^ las estacio- 
nes: aparece en todas las edades, aunque es mas rara 
en los niños y mas común en los hombres que en las 
mugeres, y parece desenvolverse particularmente bajo la 
influencia del esceso y abuso en las -bebidas alcohólicas y 
del uso prolongado de alimentos salados ó muy condimen- 
tados: la temperatura fria y húmeda favorece también su 
aparición , aunque por otra parte se la encuentra frecuen- 
temente en individuos sometidos á una temperatura eleva- 
da, como herreros, cocineros, etc. Se ha creído que la 
miseria y la falla de limpieza podían producirla, sin que 
por esto no apareciese algunas veces en inedio de la abun- 
dancia. Así que, confesamos que es muy dificil, por no 
decir imposible , señalar con exactitud las causas que de- 
terminan la aparición de la lepra, la que por otra parte 
puede ser hereditaria , aunque nunca contagiosa. 



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159 
¡Hagnóslko. La lepra, o^omo acabamos de decir, se 
presenta con caracteres tan marcados , que su diagnóstico 
no es de ningún modo dificil ; asi que el mas ligero examen 
es suficiente para distinguirla de la mayor parte de las 
demás erupciones , sin que por esto queramos decir que no 
se presenten algunos casos en los que el error es posible: 
asi pues, los pequeños anillos pertenecientes al herpes cir- 
cmatus , cuyas ligeras vesículas no presentasen mas que una 
esfoliacion casi insensible , reposando sobre un fondo rojo y 
exactamente redondeado , pueden imitar las placas de la 
lepra una vez despojadas de sus escamas ; pero tomando en 
consideración la depresión del centro y la salida de los 
bordes de los círculos de la lepra , y la presencia sobre los 
bordes de los círculos del herpes , de los restos que dejan 
las vesículas, será imposible confundir estas dos erupcio- 
nes; y en todo caso el error no será de mucha duración» 
pues el anillo herpético toca á su curación cuando las ve- 
sículas han desaparecido. 

El pórrigo sattulata podría confundirse con la lepra del 
cuero cabelludo, en el momento en que las costras del 
primero han dejado una superficie roja en forma de ani- 
llo; pero aun admitiendo que pueda haber error, este nd 
será posible sino en un corto período de la erupción porri- 
gittosa; pues que bien pronto la naturaleza de las costras, 
la alteración de los bulbos pilíferos y el carácter conta- 
gioso jnropio á esta erupción, establecerán entre el pórrigo 
smiulata y la lepra las líneas de. demarcación bien pro- 
nunciadas que las separan ; pues en el estado en que el pór- 
rigo no existe sino bajo la forma de un anillo despojado 
de 8u costra , no hay para un ojo práctico ninguna seme- 
janza entre esta superficie fuertemente inyectada , res- 
plandeciente , y un poco húmeda , ó al menos untuosa, del 
pórrigo, con la lepra del cuero cabelludo. La lepra se 
ha confundido también con los tubérculos sifilíticos dis- 
puestos en^ forma de círculos , principalmente cuando exis- 
ten en la frente ó en el dorso; pero dejando aparte el 



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160 
color especial de las sífilides , sus síutomas concomitantes, 
y las cicatrices que acompañan casi siempre á la siríUde- 
tuberculosa , tendremos en consideración que estos tubércu- 
los jamás forman círculos completos, sino que están aisla- 
dos y dispuestos formando anillos interrumpidos ; mas para 
evitar de confundirlos con una placa de lepra que marcha 
hacia la curación , y que por tanto su circunferencia no es 
continua, advertiremos que los restos ó despojos de estas 
placas no se asemejan en nada á los tubérculos de la sifí- 
lide que son lisos y promiaentes, que no presentan escamas, 
y que en los casos raros en los que están cubiertos con la- 
minillas , estas son muy delgadas , duras y siempre mas 
pequeñas que las induraciones circunscritas sobre que des^ 
cansan. Por lo que respecta al psoriasis , tan solo el gutíata 
puede ser difícil de distinguir de la lepra en via de cura- 
ción; pues aunque las placas de esta variedad del psoriasis 
están también aisladas , son mas pequ^as y menos regula- 
res que las de la lepra ^ su centro siempre está alterado 
y sin depresión alguna; y aun en los casos en los que han 
desaparecido en la lepra parte de las placas, las propor- 
ciones de círculos restantes bastan para el diagnóstico. La 
dificultad es mayor cuando las placas de la lepra están 
aglomeradas. Sin embargo, siempre podrán distinguirse en 
estos casos mitades ó cuartos de círculos prominentes en su 
circunferencia , y el desarrollo de una nueva placa en otro 
punto aclarará la forma primitiva de la erupción. 

Pronostico. La lepra no es una erupción que compro- 
mete los dias del enfermo, ni es susceptible de degenerar, 
como se ha creido , en otro mal mas grave; pero siempre es 
una erupción rebelde , y en algunos casos incurable , ma- 
yormente en los individuos avanzados en edad. 

Tratamiento. La lepra ha sido objeto de numerosas 
esperiencias terapéuticas, á causa de la resistencia que 
opone en muchos casos á los medios puestos en uso para 
combatirla; pues que aunque el olmo piramidal ^ el daphne 
tnecereon , él polvo de eléboro, el Rhus radicúns; etc., han 



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16i 
contribuido algunos veces á producir un alivio notable, 
Quoca 86 lia obteuldo de ellos una completa curación. La 
dvleamara precoiúzada, primero en Francia por Garriere ^ 
é introducida en laglaterra por el Dr. Grísthon, médico 
del hospital de Westminster , ha sido recomendada coi^ 
muy ventajosa en el tratamiento de la lepra; pero Mr. Biclt 
ha r^etido los ensayos del médico inglés, y obtenido re- 
sultados mucho menos ventajosos , siendo aplicable tam- 
bién lo espuesto al antimonio y su sulfuro. El deuto-clo- 
roro de meroirlo tantas veces recomendado y administrado 
comunmente de un modo empírico contra todas las erup- 
ckmes, no Im producido resultado alguno en el tratamiento 
de la lepra , y tan solo el calomelano ha sido conveniente 
como purgante. La brea, recomendado por Willan, es un 
Hiedk> cuya acción es lenta é incierta , y que por otra par- 
te no presimta probabilidades de buen éxito sino en las 
lepras ligeras y recientes, pues Mr. Biett la ha empleado 
lauchas veces sin resultados decisivos. £1 azufre es un me<: 
dicaraenlo al que conviene recurrir en la lepra , pues que 
no solo es un esceleote auxiliar, sino que administrado é 
la vez al esterior y al interior , compone un tratamiento á 
bcneGcto del que desaparece en muchos casos la lepra viü- 
garis; y cuando la curación tiene lugar se veriíica con rá* 
pidez , por lo que se someterá al enfermo al uso de las 
aguas minerales sulfurosas, acompañadas dos ó tres veces 
por semana de un bauo sulfuroso alternado con oti^ emo- 
üeate ó de vapor , según que la piel esté vivamente escir 
tada, ó que por el contrario no esté bastante estimulada con 
la acción del saufre. Cuando la lepra es recente, poco 
esterna , y se presenta por la primera vez , cede cm 
fadUdad á un tratamiento compuesto de los purgantes , á 
los que conviene recurrir en un principio en los jóvenes y 
en et^edaltdad en los niños.. Imposible es el indicar á pno- 
ri el medio que debe emplearse con preferencia; pues que 
su elección debe variar según el individuo y según el es* 
tado de la erupción. Las aguas minerales de Sedlitr , de 

1 1 



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162 
Pulna , el sulfato de magnesia y sosa , administrados en 
una bebida amarga, el atoes, el estraeto de coloquíntida, 
la resina de jalapa y la goma gutta en pildoras , son otros 
tantos medios fáciles de manejar, y cuyo uso es seguido 
en muchos casos de buenos resultados. Guando la lepra es 
muy antigua , y cuando ocupa gran parte do k piel y ha 
resistido á las diferentes medicaciones que acabamos de 
señalar , se la combate ventajosamente con la tintura de 
cantáridas ó con las preparaciones arsenicales , á las que 
se recurrirá sin esperar á que la enfermedad haya ad- 
quirido mas gravedad , sobre todo en los individuos lin- 
fáticos y poco irritables , pues que su eficacia está t«i 
comprobada que es imposible dudar en lo venidero de em 
buenos resultados. El uso de la tintura de cantáridas está 
indicado con preferencia en las mugeres, en los jóvenes y 
en los individuos de piel blanca , administrándola en 
dosis de cuatro á cinco gotas en un principio, mezclada con 
una bebida mucilaginosa , teniendo cuidado de aumentar 
cinco gotas de seis en seis ó de ocho en ocho dias , según 
el efecto que el medicamento produzca , hasta llegar de 
este modo á la cantidad de treinta gotas. 

Las preparaciones arsenicales son aplicables en todos 
los estados y en todas las formas .de la erupción , con tal 
que las vias digestivas se encuentren en buenas condiciones, 
y las soluciones de Fowler , de Pearson , y la de arsenite de 
amoniaco que Mr. Biett ha introducido en la terapéutica, 
son las empleadas mas ventajosamente. Las dos últimas se 
pueden administrar en la misma dosis, á saber: desde un 
escrúpulo en un principio, hasta llegar á media dracma 
{HTOgresivamente ; pero la solución de Fowler que es mu- 
cho mas enérgica , se administra en dotís de tres gotas, 
aumentando cada cinco ó seis dias dos ó tres de e^as 
hasta llegar á doce 6 quince; siendo conveniente inter- 
rumpir de tiempo en tiempo el uso de estas pr^mraciones^ 
tenioñdo siempre cuidado, cuando se vuelven á emplear, 
de empezar por las mismas cortas dosis; y si la prepara- 



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Í63 
don de Fowler fuese ideflCaí, se recurrirá á la de Pear- 
8on, y vice T^rsa. Bajo el influjo de estos eiiérgicos medica- 
mentoSy la erupción adquiere el carácter agudo ^ las pía- 
.cas se animan y calientan , y Éas bordes se desembarazan 
de las escamas; pero debemos advertir, que cualquiera que 
sea el tratamiento que se emplee , es por lo común útil no 
olfidar los medicamentos estarnos , bien como auxiliares 
del tratamiento interno , bien para d^truir completamen- 
te algunas placas aisladas que resisten á éL También se ha 
pretendido corar la lepra solo con medicamentos estemos, 
y al efecto se han preconizado unas pomadas , que ^egun 
sus partidarios , deberían producir siempre una curación 
rápida y ei^nta de accidenten; pero desgraciadamente lo* 
das ellas no han corespondido á las esperanzas que hicte-^ 
ran concebir; adi que son solo útiles como medios auxilia- 
res, pero no deben emplearse sino en los casos raros en 
los que la enfermedad es reciente y está limitada á superfí- 
cies de poca estension. Entre las numerosas pomadas usa- 
das en el hospital de San Luis de París , con la que se ha 
obtenido mejor éxito es con la compuesta con el iodu- 
ro de azufre , con la qué se dan al enfermo fricciones por 
mañana y tarde sobre muchas placas á la tez; y cuando la 
resolución de estas es completa , se continuarán practicando 
las mismas fricciones en otras placas , y asi sucesivamenteé 
Esta pomada es sobre todo muy eficaz contra las placas re- 
beldes 9 que limitadas á las rodillas ó á los codos resisten 
por lai^o tiempo después de haber desaparecido la erup- 
ción en los demás puntos : también se emplean en las 
mismas circunstancias, el pfoto-niirato ó el proto-ioduro 
de mercurio ; y en fin , algunas veces es conveniente , con 
especialidad en los enfermos de piel seca y poco excitables, 
activar la resolución de las placas rebeldes y antiguas por 
medio de la pomada de Autenriech ó de la de deuto- 
ioduro de mercurio , con vegigatorios repetidos, etc. Todos 
los tratamientos, ora generales, ora locales, serán ayu- 
dados poderosamente con los baños de vapor, con un ré- 



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164 
gimen dulce ^ con una alimentación moderada ^ con el 
repofio del cuerpo, y ante todo, con la «eparaeton de la 
causa que ha podido contribuir al desarrollo de la erup- 
ción. Por último, antes de emprender cualquier trata- 
miento importa tomar en consideración la edad , el vi- 
gor de loe enfermos y el estado de la erupción; pues que 
si el individuo es joven y vigoroso , ü la enfermedad ha 
hecho progresos rápidos, si la piel esté roja é inflamada, 
y si el pulso está lleno y elevado , es necesario ante to- 
do recurrir á las evacuaciones sanguíneas, á los baños sim- 
ples y á las beUdas diluentes; y en los ancianos y en 
los individuos de constitución deteriorada por la mise- 
ria y privaciones, son indispensables, por el contrario/ 
los tónicos empleados durante algún tiempo; mas una 
vez curada la erupción , deberá el enfermo renunciar uaaa 
veces á su prcrfesion , y otras á sus malos httitos, si de- 
sea su completa y duradera curación. 



PSORIASIS. 



Herpes furfuroso de Alibert. 



E, 



íl psoriasis es una inflamación crónica de la piel , ca- 
racterizada por unas placas mas ó menos grandes, irre- 
gulares, prominentes y cubiertas de escamas delgadas y 
secas , de color blanco brillante , las que pueden pre- 
sentarse bajo formas diferentes, que han servido de ba- 
se para establecer muchas variedades. 

Sintonías, El psoriasis está caracterizado algunas ve- 
ces por unas placas pequeñas , irregulares en un principio, 
y mas elevadas en su centro que en sus bordes; y ea 
este caso empiezan por unos puntitos rojos, los que pre- 



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165 
sentaa bien pronto en su centro una escamilla; las su- 
perficies de estas plació se redondean y ocupan tan so- 
lo un espacio de algunas líneas , estando separadas unas 
de otras, y conservando la piel en los intervalos que me- 
dian entre ellas sus caracteres normales : esta variedad es 
conocida con el nombre de psoriasis gtUtaia^ y puede 
aparecer en todos los puntos de la superficie del cuer- 
po, aunque mas particularmente en la parte posterior 
del tronco y en la cara esterna de los miembros , acom- 
pañada por lo común de algún prurito; aunque esta 
forma no es muy rara, no obstante, es mucho mas fre- 
cuente ver al psoriasis formado por placas de mayores 
dimensiones, aplanadas, angulosas é irregulares, com- 
puestas en el principio de su desarrollo por unas espe- 
cies de pápulas anchas que no tardan en confundirse, y 
en cubrirse al mismo tiempo de escamas mas ó menos 
gruesas, y mas ó menos adherentes, que forman unas 
superficies informes: esta variedad es conocida con el 
nombre de psoriasis difusa, la que puede presentarse á 
la vez sobre muchos puntos diversos, pero con preferen- 
cia en los miembros y á los alrededores de las articula- 
ciones, y especialmente en los codos y rodillas, pudien- 
do una sola placa en algunos casos cubrir toda la pier-^ 
na ó todo el brazo: esta variedad puede presentarse aun 
con mas gravedad, y en este caso la piel afectada -se 
hiende, se espesa y se hipertrofia en todas direcciones; 
y en lugar de las escamas se observa un. gran número 
de particulíllas farináceas que ocupan los intersticios dé 
las hendiduras , estando al mismo tiempo la piel tan ru* 
Ucunda y tan engrosada , que es'imposible cogerla entre 
los dedos. 

Esta forma ha recibido el nombre de psoriasis inve^ 
teratay la que aunque puede generalizarse , se limita por lo 
común á los miembros. Tales son los tipos principales á 
que puedaí reducirse las diversas formas con que se pre- 
senta el psoriasis y á las que añadiremos la conocida con 



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166 
el nombre de gircUa^ en la que las placas escamosas fin*- 
man unas fajas ó bandas estrechas que se contornean sobre 
si mismas » formando espirales que ocupan por lo común 
el tronco. Hemos dicho que el psoriasis podia presentarse 
en todos los puntos de la piel; pero por lo coman cual- 
quiera que sea la forma que tenga « se fija con preferen- 
cia en los miembros y en la proximidad de las articulacio- 
nes , en las que no es raro verla resistir con obstinación 
después de haber desaparecido en los demás puntos; en 
algunos casos el psoriasis está limitado á ciertos sitios en 
los que tiene una Gsonomía particular debida á ellos , y 
que merece tomarse en consideración; asi pues, el pso- 
riasis puede fijarse tan solo en el prepucio , y en este 
caso produce un engrosaraiento notable de la piel de es- 
ta parte , y un fimosis tan intenso , que el menor esfuer- 
zo para descubrir el glande produce un vivo dolor y he- 



Psoriasis oftálmica. Las escamas del psoriasis limitado 
á los párpados son delgadas y pequeñas, y las elevaciones 
papulosas que dejan tras sí son generalmente secas , poco 
rojas , y .acompañadas comunmente de una hinchazón en la 
parte afectada , de carácter edematoso y de una picazón 
fuerte, siendo muy dificil en estos casos el movimiento de 
los párpados: e\ psoriasis oftálmico es siempre una enfer- 
medad molesta, y algunas veces, grave por los accidentes 
^cundarios á que puede dar lugar. 

PsúricLsis palmaría. Una de las variedades del psoria^ 
sis mas común, es el palmar; el cual empieza por lo 
ccmíiun en la palma de la mano por un punto pequeño, 
que siguiendo una marcha escéntrica continúa aumentan- 
do y hendiendo la piel ; y las escamas de las placas son 
muy delgadas, blancas, muy estendidas y moy aparentes 
en su circunferencia, siendq esta forma una de las mas 
dificiles de curar. 

Psoriasis dorsaMs. El psoriasis dorsaUs ociq[>a etbolusi- 
Yum^nt^ el do^o de la mano , desde la que se estiende 



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1«7 

progrerivameiite á la cara dorsal de los dedos por medio 
de unas escamas grandes , secas y duras » conq^Ucadas con 
grietas profundas y dolorosas en los sitios que correspon- 
den á las articulaciones de esta parte. Esta variedad es 
conocida con el nombre de sarna de los panaderos \ pues 
que aunque aparezca también en algunos casos raros en 
otros indiriduos, por 16 común se observa en las perso- 
nas dedicadas á esta profesión , y en las que manejan sus- 
tancias pulverulentas» como los especieros, etc. 

Psoriasis unguimi. Últimamente, Mr. Biett ha des- 
crito en sus lecck>nes clínicas una variedad notable del 
psoriasis^ que va acompañada por lo común con otras 
formas, y principalmente con el psoriasis giutata ^ á sa- 
ber: el psoriasis unguium , el que invade la matriz de las 
unas cuya secreción altera, cubriéndola de asperezas é 
irregularizando su figura y consistencia ; pero debemos ad- 
vertir que esta complicación no es esclusiva al psoriasis^ 
paes que también se observa en el liehen que invade los 
dedos, y que se prolonga por medio de erupciones re- 
petidas. 

Causas. El psoriasis pertenece con el corto número 
de ks afecciones escamosas, á un género de erupción que 
no puede aparecer accidentalmente por causas esternas, 
á menos de una disposición particular , bajo cuya influen- 
cia se desarrolla esclusivamente; asi pues, el psoriasis reco- 
noce por causa próxima una disposición particular comun- 
mente imiata y algunas veces adquirida. Tal vez serian el 
psoriasis y la lepra, la$ erupciones á las que mejor conven- 
dría en rigor la palabra herpes, si es que con ella se quiere 
derignar una erupción que reconoce por causa un estado 
eqiecial de la economía. De cualquier modo , una vez ad- 
iiútida esta diq[>osicion, la aparición ó la recidiva del pso* 
riasis es determinada comunmente por la acción del frió 
húmedo, por el uso de dert<» alimentos salados, por el abu- 
so de bebidas alcohólicas, por la falta de aseo y ppr las 
afecciones morales. El psoriasis se observa 0n tpdas las 



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168 
edades, pero mas comunmente en los adultos, en iod«s 
las condiciones de la vida, en todas las estaciones y en 
los dos sexos; no siendo por otra parte susceptible de 
trasmitirse por medio del contagio. 

Diagnóstico» Por lo común el psoriasis es una enfer- 
medad fácil de reconocer, pues que sus escamas, duras, 
secas y de color blanco brillante, no permiten confim*- 
dirio con ' la lepra , con la que por otra parte tiene al- 
guna analogía ; pues que esta presenta unos discos redon- 
deados con bordes elevados, en cuyos centros la piel 
conserva su estado normal ; y si bien es cierto que en 
algunas circunstancias estos discos son tan numerosos que 
se confunden y asemejan á las placas irregulares del psoria- 
sis^ no lo es menos que siempre se encuentran en algunos 
puntos, y mayormente en la estremidad de las superficies 
enfermas , porciones de estos círculos que aclaran el diag- 
nóstico. 

El eccema y el fichen imitan en algunos casos ra- 
ros de tal modo los caracteres de las erupciones escamo- 
sas, que podrían confundirse con el psoriasis; sin em- 
bargo , desentendiéndonos de las lesiones elementales {ve- 
sículas ó pápulas) que se encuentran casi siempre en los 
confines de la erupción, hay una gran diferencia entre 
las anchas superficies, lisas en el eccema y deáguales en 
el lichen^ y las elevaciones sólidas del psoriasis ^ cuyas 
escamas por otra parte no podrían confundirse con las 
escamillas farináceas del lichen, ó con las películas delgft^ 
das y blandas del eccema^ atendiendo á que las del psoria- 
sis son duras, secas, espesas y quebradizas. 

Pronostico. El psoriasis es una de las afecciones que 
mas propenden á la recidiva , y su rebeldía se comprende 
fácilmente, si se toman en consideración las influencias qm 
presiden á su desarrollo. 

Tratamiento. Gomo para todas las enfermedades de 
carácter rebelde y propensas á recidivar, se han pro- 
puesto contra el psoriasis un sin número de tratamientos. 



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169 
compuestos los unos del olmo piramidal, del daphne, de 
la dulcamara, del sulfuro de antimonia, los otros con el 
mercurio, el azufre, los purgantes, la tintura de cantá- 
ridas, las preparaciones arsenicales, los sudoríficoB, etc.; 
y con la mayor parte de estos medios, ayudados por lo 
común con algunas pomadas y baños, se han obtenido bue- 
nos resultados, aunque en diferentes proporciones. La es- 
periencia nos ha conducido á preferir los tratamientos si- 
guientes, para cuya elección podemos guiamos á la vez, 
ora por la constitución del individuo, ora por la forma y 
antigüedad de la erupción. 

Los purgantes pueden administrarse ventajosamente, so- 
bre todo en los individuos de temperamento bilioso , cuan- 
do el psoriasis no es muy antiguo , y cuando aparece por 
grimcra vez: al efecto se propinará durante quince dias un 
m^^jífone calomelano por las noches al tiempo de acos- 
tarse, ó bien una ó dos pildoras de Anderson todos los 
dias, ó algunas dracmas del sulfato de sosa ó de magne- 
sia antes del desayuno. Los sulfurosos de que tan grande 
abuso se ha hecho en las formas vesiculosas , nunca son 
perjudiciales en las escamosas , y por tanto su empleo es 
por lo común ventajoso en el psoriasis, mayormente en 
los jóvenes, en la mugeres y en los enfermos de píeí fina: 
los sudoríficos , como el cocimiento de guayaco con la adi- 
ción de una corta cantidad de daphne mezercum , produ^ 
cen buenos resultados empleados esclusivamente en el pso- 
riasis giUtaía ; pero entre todos los tratamientos , del que 
se obtiene las curaciones mas prontas es sin contradicción 
del compuesto con las preparaciones arsenicales , como la 
disolución de Fowler , de Pearson , y el arseniate de sosa 
ó de amoniaco; pues que bajo la influencia de estas pré- 
paraetones la piel se calienta , las placas se escitan , y las 
escamas se desprenden; y en los casos ea que se repro* 
ducen son mas delgadas y m^os adherentes^ concloyQndo 
por deaapsurecer, cosa que acontece muchas veces con una 
rapidez admirable. Mas cualquiera que sea el tratamiento 



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170 

interno puesto en práctica , es por lo común conveniente 
ayudarlo con el uso de algunas pomadas, y en todos los 
casos con los baños : ciertos patologistas fundándose en la 
poca estabilidad de las curaciones obtenidas en el psoria- 
sis con los medios internos , prefieren un tratamiento pu- 
ramente esterno, y para estos casos emplean rentajosa- 
mente la pomada del ioduro de azufre , según la fórmula 
de Mr. Biett , la de brea , la de Mr. Autenriech , y la 
compuesta con el proto-nitrato de mercurio. 

£1 tratamiento interno se ayudará ventajosamente con 
el empleo de los baños alcalinos , sulfurosos y de vapor, 
con las fumigaciones sulfurosas , según el estado de la en- 
fermedad, y el tratamiento interno elegido: entre los baños, 
los que producen mejores resultados son los jle vapor, y 
aun mejor las duchas de la misma naturaleza, dirigidas sor 
bre el punto afecto cuando la afección está loc€(tM|R^jMr 
último , después de las consideraciones generales qíiene- 
mos emitido sobre la naturaleza del psoriasis , y de lo es- 
puesto respecto á su tratamiento , se comprenderá que una 
vez obtenida la curación es necesario prescribir al enfermo 
reglas higiénicas severas , que lo pongan á cubierto de 
las recidivas , muy frecuentes por desgracia , en este gé- 
nerp de afecciones. 

PITIRIASIS. 



Herpes furfuroso de Alibert. 

JLja palabra pitiriasis fue empleada por los médicos gric^ 
gos para espresar una enfermedad caracterizada por la 
esfoliacion farinácea del epidermis; y Mr. Biett considera 
el pitiriasis como una inflamación crónica ligera de las 
capas mas superficiales del dermis, acompañada de esca- 
millas furfuráceas que se reproducen sin cesar. 



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171 

Sintomoié El piimasis puede ocupar á la vez tod^ los 
puntos de la superficie del cuerpo; pero en algaiios ca- 
sos se fija en la cabeza y sobre los puntos «utiiertos de 
pelos, estando comunmente acompaas^o de una altera- 
ción en el color de la piel , que ha servido á Willail 
para establecer cuatro Tariedades de esta enfermedad^ ad^ 
mitidas por Mr. Biett con los nombres de piíiriasis capi- 
íiSf pitiriasii rubra ^ pitiriíms versicolor^ y pitiriasis ni- 
gra. El pitíriams capUis se presenta por lo común en los 
recien nacidos Imjo la forma de una costra ligera que 
forma unas escamHas imbricadas , las que al desprender- 
se dejan el cuero cabelludo ligeramente rojizo. Esta es- 
pecie se observa también en los adultos y aun en los 
ancianos; paro en estos casos el piiiriasü po forma una 
capa continua como en los niños , sino que produce una 
descamación de la piel continua y muy rebelde en al- 
gunos casos. 

£1 desarrollo de esta enfermedad es muy díficil de ob- 
servar en el principio de la erupción , pues que por lo co- 
mún no se reconoce sino en tanto que aparecen las esca- 
millas , las que no son precedidas ni acompañadas de otros 
síntomas sino de una picazón muy viva á veces» la q^% 
iiKhice al enfermo á rascarse y á desprender algunas par- 
tículas de epidermis, que son reemplazadas inmedii^menie 
sin dejar al descubierto ningún punto inflamado: mas si 
por medio de la uña desprendemos una de estas escami- 
llas , lo que es muy fácil , comunmente encontraremos 
debajo un puntito blando del que se desprende por medio 
de la frotación otra laminilla análoga á la primera , pu- 
diendo desprenderse de esta suerte un gran número sin 
que aparezca ningún vestigio de inflamación : si examina- 
mos atentamente, veremos un sin número de estas la- 
minillas muy pequeñas y delgadas , blancas , secas , co- 
munmente adherentes por una estremidad y libres por la 
otra. En algunos casos esta esfoliacion se compone de pé- 
cjueaas porciones de q^ídermis que se asemejan al salvado. 



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172 

como acontece en la barba, por ejemplo, bastando para 
despremlerlas el contacto solo de la mano : mas en el 
cuero cabelludo, por el contrario, las escamas son mayo- 
res, pues que en algunos casos igualan en tamaño á una 
lenteja pequeña, de la que por otra parte conservan la 
forma , con la sola diferencié de que las escamas son en- 
teramente aplanadas. 

Causcís. Las causas que producen el pitiríms son dí- 

Gdles de apreciar, pareciendo coincidir en la cabeza con 

la falta de actividad ó de desarrollo de los bulbos pilíferos. 

El püiriasis de la barba es comunmente determioado, 

y sostenido por la nabaja con que se afeita el enfermo. 

Diagnóstico. El volumen y prominencia de las placas 
del psoricísis , la forma de las de la lepra y demás ca- 
racteres propios de estas enfermedades, imposibilitan toda 
confusión en el diagnóstico del püiriasis; y sin duda al- 
guna no se confundirá por otra parte la esfoliacion fari- 
nácea que caracteriza al piliríasis , con la-descamacion fur- 
furácea que se observa á consecuencia de otras inflama- 
ciones ecsantemáticas de la piel , pues que en estas la des- 
camación no se compone de pequeñas partículas formadas 
por el epidermis , que son reemplazadas inmediatamente^ 
sino que por el contrarío está formada de grandes por- 
ciones del epidermis , que se desprenden en una mayor ó 
menor ostensión , y por decirio asi , á la vez , y que están 
rodeadas por una línea blanquizca muy irregular , que se- 
para el epidermis no alterado , y por otra parte la mar- 
cha precedente de la afección disipa bien pronto todas 
las dudas. 

Algunas veces se verifica una descamación á conse- 
cuencia del eccema crónico y del Hchen; pero las vesícu- 
las por una parte, las pápulas y el espesamiento de la 
piel por otra, y la diferencia de la esfoliacion de estas, 
que no se verifica incesantemente como sucede en el pt- 
tíriasis y 90ñ suficientes para ilustrar el diagnóstico. El 
tamaño , la irregularidad , y sobre todo el colorido de tas 



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173 
efSHdn y de*«lgiiiiaB alteraciones de «ste género, de la» 
que se han hecho sin fundamenio variedades del pUiríeuis^ 
bastan para diferenciarlas. 

Pnmá$H€0. El pUiriasis capitis es por lo común una 
enfermedad lig^a que puede estar acompañada con otras 
inflamaciones crónicas , y por lo común su durack)n es 
muy hurga, aunque constantemente de poca gravedad. 

Tratameviio. Algunas tisanas amargas, á las que se reu* 
nen el sulfato de sosa ó el subcarbonato de potasa para 
hacerlas laxantes, las lociones alcalinas, los baños de la 
míMína naturaleza y las duchas de vapor, son los medios 
con que se combate con ventaja esta ligera afección. Guan- 
do el pitíriam ocupa la bari)a , es necesario que el en-- 
fermo se abstenga de afeitarse, limitándose á cortar la 
barba eun las tyeras. El pitiriasis es por lo commi ton 
poco grave en los niños , que para hacerlo desaparecer es 
Si^dmte el cepillar la cabeza con el objeto de eseitar 
la piel. 

Püiriasis rubra. El pitiriasis rubra está caracterizado 
por usas placas mas ó menos estensas , que empiezan por 
tener las dimensiones de una lenteja , y (}ue se estienden 
progresivamente de un modo considerable ; forman unas 
grandes superficies rojas , continuas y cubiertas de un sfai 
flamero de escamas pequeñas , que se desprenden y repro- 
ducen sin cesar : algunas veces estas superficies son desi^ 
guales , pero en otros casos lisas y suaves al tacto , lo 
que es debido á la exhalación untuosa que se verifica en 
la piel de algunos individuos. 

Caums, Las causas de esta variedad del pitíriam son 
muy oscuras; pero la insolación, el cambio de -cuma, los 
fuertes calores, las profesiones que esponen á la acciott 
del fuego, y sobre todo las impresiones morales vivas, 
parecen ten^ un influjo e^cial en el desarrollo de esta 
enfermedad. 

Diagnóstico. La forma , la prominencia de las placas, 
el espesor y la estension de las escamas del psoriasis y 



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174 

de la lepra ^ no permiten confundir el pkiriaM rubra con 
estas erupciones, y su color rojo ó rosa basta para dis- 
tinguirlo del püiriam versicolor. 

Pronósiico. El piHriam rubra es una enfermedad de 
muy poca gravedad, que nunca produce accidentes. 

Tratamiento. El tratamiento del püiriasis rtfftra es 
muy sencillo , pues que se omipone de las emisiones saa- 
guineas, si el enfermo es joven y robusto; de algunos li- 
geros tónicos, si es anciano; de las lociones alcalinas y de 
tos baños simples , sulfurosos y de vapor. 

Pitiriam versicolor. El pitiriam versicolor se mani- 
fiesta bajo la forma de placas mas ó menos grandea, en 
las^ que se deisarrolla una materia colorante amarilla, que las 
mas veces persiste largo tiempo después de la curación» 
cubiertas con una esfoliacion furfurácea continua. El ptít- 
riasis versicolor aparece particularmente en el cudlo» 
vientre, pecho, y algunas veces en la cara, y sus causas 
son la insolación y la ingestión de alimentos acres y es- 
peciados. 

JHagnóstico. El colorido amarillo de las pla^^as del 
püiriasis versicolor lo diferencia de las demás erupciones, 
pues que las efélides^ con las que tiene mas analogía, ca- 
recen de descamación. 

Pronóstico y tratamiento. El pitiriam vwskoior no 
es grave, pero sí muy rebelde, y su tratamiento es igual 
que el del pitiriasis rubra. 

PiUriasis nigra. El pitiriasis nigra no ba sido real^ 
mente descrito basta estos últimos tiempos, el que según 
Bateman también era conocido de Wiilan , aunque no ba 
hecbo mención de él en su obra. Esta variedad presenta, 
como las precedentes , una descamación furfurácea, con la 
particularidad de ser negro el color de las superficies afee* 
tedas. Por lo demás su tratamiento es i^al al de la 
variedad precedente. 



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173 

ICTIOSIS. 



i J A ictiosis es una enfi^rmdad caracterizada por el espe^ 
Sarniento del epidermis, el caal se convierte en escamas 
mas ó menos grandes , duras , secas , de color blanco 
gris, y que están imbricadas en parte sin inflamación dé 
la piel. 

Sintomas. La ictiosis puede adoptar diferentes formas 
que dependen del grado de engrosamiento del epidermis 
y del aspecto y forma de las escamas : asi pues , en al* 
gunos casos la piel pierde tan solo una parte de su con^ 
sisfencia, y está cubierta con un gran número de peque-^ 
ñas partículas formadas por el epidermis, de figura desi- 
gual, de color gris y poco consistentes; y en estos casos 
la enfermedad solo produce un ligero aumento del espe- 
sor de la piel , y un estado , particular por otra patte , de 
sequcklad de la misma , acompañada de una esfdíácion 
continua. En otras circunstancias la piel está hendida» 
engrosada y cubierta de unas escamas córneas, secas, du- 
ras y resistentes, que son debidas al engrosamiento del 
epidermis, el que hendido en todas direcciones, se divide 
en un sin número de pequeñas escamas irregulares mas 
ó menos grandes , libres en la mayor parte de su circun- 
ferencia, y sobrepuestas por su parte adherente, lasque 
son por lo común de color gris y de consistencia córnea; 
pero en otros casos tienen un color nacarado muy bri- 
llante, y están rodeadas de círculos negruzcos. Por últi- 
mo , las escamas de la ictiosis pueden ser pequeñas y es- 
tar rodeadas de puntitos farináceos correspondientes á los 
innumerables 'surcos que dividen el epidermis, ó bien por 
el contrario son grandes y cubren en mayor ó menor 
estension las superficies hendidas. Estas escamas córneas 
pueden atrancarse sin producir ningún dolor, si escep- 
tua.mos las mas voluminosas, las que estando mas adheridas 



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176 
y en mayor esteusion , se despi^efiden difícilmente , y cuan- 
do se arrancan producen una sensación desagradable. Por 
lo común estas escamas no están acompañadas de calor, 
de dolor ni de prurito , y cuando ^e desprenden no dejap 
la menor rubicundez en la piel» p^o sí una aspereza no- 
table. Aunque exista una cierta analogía, por lo menos 
respecto al modo de formación > entre la enfermedad que 
describimos y ciertas producciones aQff4entales » desarrolla- 
das en la superGcie de la piel , que han sido comprendidas 
en la ictiosis con el nombre de ittiosis cernea >, hay sin 
embargo , tales diferencias en la mardia y en los síntomas 
de estas afecciones» que es imposible confundirlas en uo 
mismo cuadro. La ictiosis se divide en coi^mital y ac- 
ddental. La ictiosis congenital se presenta por lo común 
muy poco aparente en el momento de su nacipiiento. Sin 
embargo » ya en estos casos en lugar de aparecer la piel 
con su finura y brillo ordinario , está seca» engrosada y 
de color gris, y á medida que el niño crece, la enfer- 
medad se caracteriza mas y mas hasta llegar al primer 
grado , que ya hemos descrito. En otros casos mas raros 
la piel se cubre progresivamente de escamas mas ó menos 
gruesas, que se tra^orman en una de las vartedades que 
bonos indicado. 

Ictiosis acddeníeU. En la ictiosis accidental los sínto- 
mas se desarrollan en algunos casos con una gran rapidez; 
pero en otras circunstancias, por el contrario, solo apare- 
ce un engrosamiento del epidermis mucho tiempo antes 
que este se endurezca, se «eque y se hienda, para, ad- 
quirir realmente los icaracteres de la ictiosis. Los ^to- 
mas que constituyen la ictiosis son susc^tíbles de aumen- 
tar ó de disminuir su intensidad en cintas épocas y en 
ciertas estaciones; pero estos cambios no se aerifican sino 
en Idi ictiosis que se encuentra auuen el primer período. 
La ictiosis puede desarrollarse en todos los puntos del 
cuerpo , pero con preferencia sobre las superficies esternas 
de los miembros y en las articulaciones. La ictiosis con- 



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vn 

I^Ual se etAieode' á toda é^ casi toda Ja piel; pero* la 
iMx^idental está por lo común linütada á «na regiw de 
niáyor ó mefnor eslension, como un braeo ó -uiA .pieraa^ 

Catisas. La ictiosis congenttal es casi siempre h^redn 
taria , y parece mm común en los mños. So h^ creido 
también que las fuertes impresione» morales duninte el em- 
barazo eran suficientes para producir la icéiams ; pero hasta 
el dia iodo lo relativo á las incendias de esta especie 
está envuelto en misterios impenetrablea. La ictiosis acci- 
dental puede tamlnen ser hereditaria; pero ademas se 
desarrolla por el influjo de agentes estemos , mucho mas 
cuando la afección es parcial: esta enfermedad ataca in- 
distintamente á los dos sexos; pero por las estadísticas de 
Mr. Biett es fácil convencerse de que esla afección e^ 
mas rara en las mugeres. 

Diagnástico. La ictiosis es una enfermedad que se pre- 
senta con caracteres bastante marcados para que sea po- 
sible confundirla , mayormente cuando es genera y cuan-, 
do las escamas córneas están secas y duras; pues que en 
ninguna otra erupción se encuentran caracteres ariálogos. 
Sin embargo , la ictiosis parcial , y singularmente acpieUa 
en la que el epidermis dividido , formando lamiilillas muy 
delgadas y pequeñas, se presenta bajo la foima de lina 
ésfoliacion casi farinácea, podría confundirse con la des- 
camación propia de ciertas inflamaciones de la piel , como 
el eccema 6 el lichen, por ejemplo; mas la sequedad <te 
las superficies afectadas que están cubiertas de escamas 
córneas, secas y duras, y ademas el cotor gris de la piel, 
su grosor y la marcha de la enfermedad , son otros tantos 
caracteres que impedirán toda equivocación. 

La rubicundez mas ó menos marcada que existe de- 
bajo de las escamas de la lepra y del psoriasis y esta^ 
Weeen positivamente el diagnóstico , si no fuese supcienle 
para ello la diferencia tan notable de las escamas. Por 
último, la ictiosis no se asemeja en nada á la ésfolia- 
cion del epidermis que se observa en los recien nacidos. 

12 



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17» 

Pronóstico. Gttaiquíara q/ae sea la ealension de esta 
envoltura córnea, cualquiera que sea m grosor, nunca 
acariona trastorno alguno notable en las fundones , si es* 
ceptuamos la de la traspiración, por lo que la piel cons- 
tantemente seca pierde su finura y suavidad habituales.- 

Estq enfermedad, aun cuando es coagenitol, no im- 
pide el desarrollo de las fiebres exantemáticas, propia^ 
por lo común de la infancia; y la única modificación que 
se observa en ellas cuando aparecen, es la menor inten- 
sidad de la rubicundez que les ^ propia. 

La ictiosis congenital dura por lo común toda la vida; 
pero la accidental, cuyo promislico «es mas favorable^ pue- 
de desaparecer enteramente, aunque por lo común su du- 
ración es de muchos años. 

La ictiosis nunca acarrea la muerte por sí sola , y el 
examen de los órgdnos de los individuos que sucumben con 
esta enfennedad, aunque no por ella , no presenta alteración 
patológica alguna que pudiese estar ligada con esta afección. 
Tratatrneuto. Después de lo espuesto se comprende 
fácilmente que la ictiosis congenital es una afección en la 
que el arte no puede obtener resultado alguno favorable, 
y que por lo tanto debe limitarse á un tratamiento palia- 
tivo, compuesto de las lociones mucilaginosas, de los baños 
simples y de vapor repetidos, con los que sé modifica 
momentáneamente la aspereza de la superficie cutánea. 
La ictiosis accidental es mas susceptible de curación, y 
para combatirla se han preconizado un gran número de 
medios, entre los que se encuentra recomendado muy 
particularmente por Wilian la brea administrada al inte- 
rior; pero hemos visto emj^ear este medicamento en el 
hospital de San Luis de Paris , y la mayor parte de los mas 
recomendados, sin resultados bien positivos: asi que Mr. Biett 
se ha limitado al uso de los emolientes al esterior, y 
sobre todo á los baños. Los vejigatorios han producido en 
la ictiosis local algún buen resultado. 



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lio 
TUBÉRCULOS; 



JLja^ mfeitnedades eomprendidfl» en efSt^e orden eetan 
caracterizadas por unos peqfueños tuniores duros, circuns- 
critos» mas ó menos toluminosos» tes que aj^arecíeiido de 
primera inteneion , se diferencian por tanto de Im indu- 
raciones que pitJFducen ciertas afeceiones ptistulesas, y 
constituyen uña lesión elemental muy Díotable, conocida 
con el nombre de tubérculos; denominación* que oomo 
vemos, ha sido aplicada en la patología cutánea en su 
verdadera acepción. Las enformedades esencíaiaiente tu- 
berculosas se presentan rara vez á la observación, á lo 
menos en nuestros climas, y son conocidas con los 
nombres áe elefantiasis de los griegos ^ de frambmsia y 
de moUmcum. Estos son los géneros que hemos creído 
deber colocar en este orden, entre todos los que aoi él 
han Ettdo comprendidos por WiHan y Batemaó, pues que 
los restantes son, ó bien unas inflamadones pustulosas 
que han sido ya áesdrítas f ornea y mosisj^ 6 tíexx ver- 
daderas alteraciones de testura, que no solo no deben 
cok>earse en el orden de los tubérculos, skio que ademas 
son estrenas al objeto dé este tratado* Las afecciones 
tubereulosias tienen una marcha crónica y ^e desarrollan: 
de un níodo lento, siendo slu duración dé meses y aun 
de años. 

ShfUmnas^. Los tubérculojB son de color rojizo en la 
frambcBsia^ rojizos y algunas veces del color de la piel en 
el mottmmm, y en la elefantiasis de los griegos de co- 
lor lívido, y su velamen varía entre el de un garbanzo 
y el de nn hnevo: siendo comunmente discretos y aisla- 
dos, estañen algunos casos reunidos, como «ucede afi la 
framéoisia. Estos tubérculos no van por lo coniun acom- 
pañados de sftitomas generales , escepto los de la elefum- 
íia^sis de los griegos^ en la cpie se presenta una ipfla- 



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180 
macíon crónica de las membrioias mucosas , y sobre todo 
de la que tapiza las vías digestivas. Las erupciones tu- 
berculosas están por lo común limitadas á algunas super- 
Gcies de poca estension , aunque en algunos casos pueden 
generalizarse: por lo c(miun estos tubérculos^ permanecen* 
estacionarios, y en este easo , ó bien desaparecen al fin mas 
ó menos prontamente por medio díe una completa resolu- 
ción » ó bien los tubérculos se ulceran por su vértice cu- 
briéndose de costras mas ó menos espesas , las que se 
desprenden al cabo de cierto tiempo, deJando^ tras sí ul- 
ceraciones de mala naturaleza; pero en otros casos en 
lugar de las ulceraciones se observan escoriaciones lige- 
ras que producen unas incrustaciones secus, poco gruesas 
y muy adherentes. 

Causas. Las causas de las afecciones tuberculosas so» 
muy oscuras. La frambuesia y una variedad del moUuseum 
se trasmiten por contagio. 

Diagnóstico. Gomo veremos en la descripción de las 
afecciones tuberculosas, cada una de ellas presenta carac- 
teres tan especiales, que difieren no solo de los de las 
erupciones de otro orden, sino también entre ellas mis- 
mas; pues que tan solo son propios de e^as lecciones 
estos pequeños tumores, duros, mas ó menos volumino- 
sos, etc., que constituyen unas lesiomis elemenlales fácil- 
mente apreciables. Hay en verdad un» variedad de la 
sUilis de naturaleza también tuberculosa; pero entre esta 
y aquellas existen diferencias bien apreciables, tanto en la 
forma de ia erupción, color y marcha de los tubérculos, 
cuanto en el conjunto de los síntomas^ 

Pronóstico. Lsa enfermedades tuberculosas son por lo 
común graves, principalmente por su larga duración y 
por la resistencia que oponen á todos los tratamientos. 

La elefantiasis de los griegos es muy grave por la 
funesta influencia que ejerce sobre la economía y por sus 
complicaciones, las que siendo, rebeldes á todos los tra- 
tamientos, conduri?n al enfermo a) sepukr^. 



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Iftl 

Traumiento. Gomo todae las áfeecionea liibercuiotas 
8on muy raras eo mieslro país, y como en las tegioues 
en que se las enci^nlrá comunmenle han sido poco estu- 
diadas , la terapéotka se resiente forzosamente de la os- 
ctHidad que las rodea: por otra parte la rdwldía de la 
mas conocida entre éüas, que es la defántiasis de los 
griegos^ es debida á que por lo coman se recurre á los 
auxilios del arte cuando la oifermedad está muy avanzada. 



ELEFANTIASIS DE LOS GRIEGOS. 



Le¡)ra tuberculosa. — Leontiasis. — Satyriasü. 

Historia de ta elefantiasis. JLIbspijbs de la sífilis, cu- 
ya historia se ha eonrertldo en un enigma casi indefinible 
á pesar del número considerable que poseemos de sabias 
investigaciones y de innumerables autoridades, la lepra de 
fa edad media, ó (^fa^Uiasis dé lús griegos, es una de las 
enfermedades sobre la que los historiadores han estado 
menos conformes en opinión; y por tanto es necesario 
c^udíarla, no solo como práctico, sino tamMen como 
erudito; pues que es una de aquéllas enfermedades tan 
graves y frecuentes en otros tiempos, aun en nuestros 
mismos climas, que la civilización, las costumbres menos 
bárbaras y otras causas, cuya influencia modifica al hom- 
bre y á los paises, han desterrado poco á poco á los 
climas que la vieran nacer, y en los que "condiciones físi- 
cas, morales y políticas desventajosas contribuyen á sos- 
tenerla: asi pues, tan solo estudiando todas las fases de 
la historia de una enfermedad tan rara en la actualidad 
entre nosotros, y por tanto dfficil de observar, podremos 
formarnos una idea exacta dé su natiiraieza, y evitar 



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graves enrores respecto de algunos de sus caracteres, tales 
como los de su propiedad contagiosa. 

Propagada én todos los pueblos de Europa en el si- 
glo XII con una intensidad que hacia tem^ su acli- 
matación en este punto del globo, la lepra hahia ya 
invadido la Francia á mediados del siglo YUI, y la Lom- 
bardía en el siglo YII , habiéndose presentado algún 
<^ro caso de esta enfermedad mucho antes en Italia; 
pues hasta este tiempo jamas traspasara los límites del 
Asia y África, en los que existe aun en la actuali- 
dad , sin que sea conocida la época en que se desarrolló 
en estos páises. Él legislador de los hebreos habla de 
esta enfermedad detenidamente en muchos capítulos de 
su obra 9 dividiéndola en dos especies que no tienen afi- 
nidad sino en el nombre , pues que la primera correspon- 
de evidentemente á la lepra de los griegos, si nos ate- 
nemos é los caracteres que Moisés trazó , los que eran de 
una gravedad mucho menor que los de la segunda espe- 
cie» tanto por lo que hacia relación al enfermo, cuanto 
4 tai» personas que lo rodeaban» Pero ahora bien, ¿de qué 
síntomas estaba compuesta esta segunda especie? La in- 
certidumbre que reina en este punto es debida á que 
Moisés no trazó de un modo completo su historia, como 
creen y afirman sus piadosos entusiastas » para los que to- 
das las materias que encierra la obra del legislador son 
dignas de adniiracion: asi pues, creemos inútil describir 
aquí los caracteres de esta segunda especie ^ recomen- 
dando ¿ los lectores la obra de Moisés; pues basta á 
nuestro objeto saber que las opiniones respecto de esta en- 
fermedad están divididas en unos , que creen que la lepra 
de los hebreos es la elefanüam^ y en otros que creen 
que su tipo primitivo es la leuoB de los griegos; pero si 
no tomamos en consideración mas que la descripción he^ 
cha por Moisés, nos parece mas probable la opinión de 
estos últimos (q)inion que por otra parte es también la de 
Lorri); mas si por ^ contrarío, tenemos en cuenta los dar 



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1^3 
tos y (tooimeBtQt debidos á otro origen, aos veremofj for- 
zados á deaei^har como íaadflusible la opioion de aquellos 
^«e la ide^flcaocoii la lepra vulgar de los gríe^^os; y por 
consigiiiefite scaré forzoso deducir, ó que la kpru de los he- 
l»reos es la elefantíam^ ó que la leucw de los griegos es 
^una enfermedad muy diferente de su lepra 6 áe m ad-- 
pho$: estos dos puntos merecen ser discutidos , pues esr 
tan tambiea lijados con la historia de la elefantiasis 6 lepra 
.de la edad media; así pues, examinaremos primeramente 
sí la kuem, de loa griegos es una enfermedad diferente de 
su lepra. 

Herodoto reaere (Clio, $. 138, t, 1, p. 107, trad. de 
Lareber) que entre los persas está prohibida la comunica- 
ción de los individuos afectados de la lepra llamada letAccB, 
y que los estrangeros afectados de la misma enfermedad, 
eran espulsados del pais. 

Eschines, reñriendo en una carta su vi^e por mar á 
INiilocrates, le asegura. que habiendo tocado su embarca- 
ción en Délos, encootrioron los habitantes afectados de la 
lewWf y en la descripción que hace de esta enfermedad com- 
prende ademas de las manchas de la cara y la blancura d^ 
los cabellos, la tumefacción del cuello y del pecho, y su ca- 
rád;er contagioso; por lo que la embarcación se dio al punto 
á la vela, temiendoi los pasajeros adquirir el contagio. 

En una obra, Hipócrates (pr«d¡ct., lib. II, §. 49) dice: 
fiuní atUem leucce qmdem ex lethaiissimis morbis , qualis esi 
marhmphomiciusdieíus. Esta parte hace relación, á no du- 
dar, al párrafo precedente, pero de ningún modo á la 
(pintón de los que pretenden que la letACCB es una afecciop 
im poco peligrosa como el alpbos ó lepra vulgar. 

Siendo Celso uno de los nosógrafos mas exactos de la 
antigüedad, y el que representa mejor la medicina griega, 
su autoridad es de mucho valor, por lo que vamos á ci- 
tar sus palabras. Leiic(B habü quiddqm simile alphOy sed 
magis albida est et altius descendU ; m caque albi pili sunt 
el lamtgmMmiles.,, alphos eit melas ín quibu^dam variis 



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1»4 
temporibus el úriuntur et dmntmt : kutím ^[Him oeupiwií 
nún facüe áhnüíü , priora curationem noiv éifíkUUmam re- 
tipimitx tUtimum vix unquam sanescUi ac si quid ei vkh 
demptum est ¡amen non ea$ toto saivus color reddi$ur. 

La esperiencia que Ceteo propone para conocer si 
el caso que se presenta es curaMe ó no , si es un alj^s 
6 una leucaSf ptueba que ésftas áfoeciones son diferentes, 
pues que en la una e> tejido cutáneo conserva^ su testura 
y su oi^anizacfon , mientras que en la otra estó profunda^ 
mente alterado hasta el punto de no dar sangre cuando 
se le divide. Incidi enim culis debet, aut acu pungi; si san- 
guis exity quod fére fit in ditúbus prior&ms (aJlphús et 
mela$)\ remedius locus est; si humor albiduSf sanan 
non potest, Itaque ad hoc quidem absíinéndum e^. (Celso, 
de re medica, lib. V, cap. XXVIII, §. 19). 

Galeno cree que existe en la leuccB como en la elefan- 
tiasis una perversión profunda de la nutrición, {De synlo- 
malúm causis, lib. 111, t. III, coL 92, edie. Froben, 1549); 
y opone la leucw al alphús , asegurando que esta última 
afección no invade sino la superficie del cuerpo, mienfi^as 
que en la kiéow , como en la ekfmuiasis , toda la constitu- 
<íion está alterada: tota caro vitiatur (ibid, col, 97), y mas 
adelante dice: ergo leuem maxknus quUem aher^Oricis vir- 
tutis error est (ibid, col. 98); ademas «Éade que en la 
/euctB los tejidos adquieren los caracteres propios de los de 
los animales de sangre- blanca. 

Aecio cree que lo que hay de común en la Hpra y el 
alphos comparados con la lernas , son las manchas que pra- 
ducen en la superficie del cuerpo; pero las primeras no 
pasan de la piel, mientras que la leucw inrade y tras- 
forma los tejidos de tal modo , que es imposible volverlos 
á su estado normal : esta descripción de Aecio, que confir- 
ma la de Galeno, da la idea de una degeneración lardácea, 
que comprende no solo la piel , shio también el tejido ce- 
lular subcutáneo y los músculos. 

Si examinamos las obras de los arfrbes encontraremos 



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185 
en ellas mievaa pruebas que eonfirman las ideas (fue hemos 
espuesto y y estas pruebas serán tanto mas convincentes, 
chanto que los árabes han tenido mas ocasiones (pie los 
griegos de observar la enfermedad en cuestáod; y aun- 
que se valgan de las teorías de Galeno » demuestran sus 
libros que han estudiado mucho esta enfermedad. 

Rhazes hace mendon de las opiniones de Galano ^ Pa- 
blo de Egina , Aaron , SinMm ^ Binberápion ^ etc. , sobre la 
diferencia entre la morphea f el baras^ es dedr, del al- 
phos Y de la ImcdBy y las coiiflrma con su propia práctica. 

Ávicena se espma sobre esta enfermedad del modo sí- 
guiante : BiffgrmHa inler duas morpheas et alboras áRxm 
veram est^ qtiod türaque m&rphea eü m €uie , et si est pro- 
funda est pmrum valde : ei albaras est in cute et eame u$^ 
que ad os. 

Aviedla repite conforme con Galeno que en la leucm 
la parte afecta eátá alterada tan prof undaemente , que la 
nutrición no puede volverla á su estado normal , y que 
cualquieo^a que sea la naturaleza de la sustancia alimenti- 
cia, se convierte en una materia que aumenta la enfer- 
medad. (Avicena, lib. IV, fen. IV, tr. HI, cap. 8.) 

Pero volvamos á la historia de la defantiasiSy la que 
hallándose unida, como hemos visto en los escritos de la 
edad medía y hasta el siglo XVIII, con la enfermedad de 
que acabamos de ocuparnos , podremos en adelante e^u- 
diarlas simultóneamente , tan luego como llevemos la his- 
toria de la elefantiasis al tiempo de la primera. 

Hemos declarado no poder pronunciarnos de un modo 
positivo respecto á la cuestión de saber si la lepra de los 
hebreos descrita en el £etJtWco, era ó no la elefantiasis, 
pues aunque hemos dicho que la descripción que de ella 
hizo Moisés la asimilaba naturalmente á la leucee de los 
griegos, hemos también demostrado al mismo tiempo que 
la leucat (fe los mfemos era uña enfermedad muy diferen- 
te de su lepra; y la historia de Job, que forma igual- 
mente parte de la Biblia, conduce á las mismas dificulta- 



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186 
des y se presta á iguales observaoioiies , aunque mu- 
ehos críticos y eulre ellos el célebre Michaelis(lft¿fN(M- 
lib. J^bi, p. 117) han sostieúido que la enfNtnedad de 
Job era una ekfanikítít; por e\ cofitrario, Hensler ha di- 
cho fVam^ Ahendktndiithm f AnasAzein Miítelatter Ham- 
burgo f 1790^ p. 193) que esta enfermedMl era la Ummé 
kpra Uanea^ weiaen Aui^aiz^ como la llMua este autor, 
ateodido á que Michaelis no hace mención alguna de los 
tubérculos; pero para abreriar esta historia reco»enda* 
mos at lector los párrafos del libro de Job qi^ Sprengel 
ha reunido en su memoria De kpra squmtom (Halle, 
1-795 ) con el objeto de combatir la q[mton dé Hensler; 
p^ro estos argmnentos pierden su fuerza una vez que no 
hay necesidad de decidirse, como creía Sprengel» entre la 
elefantiasis y la lepra de los griegos , sino por el contra- 
rio entre la ekfantiam y una eitfer^^dad ( la lepra blanca, 
weissen Ammiáz)^ en la que no es rato observar los sínto- 
mas eií que insiste Sprengel, á saber: la alteración profun- 
da de los huesos y úlceras pútridas y verminosas que des- 
truyen los tejidos , ennegrecimíento del col<»r de la pieU 
hedor insoportable del aliento, alteración de U vo2> da- 
seos de n^rir, etc¿ 

De cualquier suerte conviene notar, que sea cual fuere 
el autor del Ubro de Job, conocía perfertamente el Egipto 
y lo habia sin duda alguna habitado : ahora bien , el Egip- 
to era en la antigüedad el pais que pasaba por i^nocer solo 
la elefantiam^ como se ve en estos versos de Lucrecio : 

Est elephas morbus , qm propter flumina Nili , 
.Gignüw JEgipto in media ^ ñeque prceterea, usquam 

. . • « (üiis alius locus est inimicus, 
:.partibm ac membris; varius concinnat id aer. 

(T, LfMnretB Cari, De rerom natura; lib» Vi). 
Syn duda alguna son muchas las autorid«id^ qqe asegu- 



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187 
ran que cuando lo» hebreos saliefon de Egipto padecían 
una enfermedad que destruía todos los tejidos» Plurimá 
autores consentiunt^ dice Tácito» orta per jEgiptum tobe, 
qiMe carpora fmiarelí regem Occharim^ adito Hammom$ 
oraeulOf rtmedium pelentem^ purgare regnum^ ei id.genus 
haminum (los hebreos) ut invisum deis, oKas ín térras 
avekere jtísium (Tácito, Hist, lih. V). 

Según Galeno la enfermedad fenicia mencionada por 
Hipócrates era la elefantiasis, y su q[Mnion está fundada 
en el conocimiento que tenia de lo frecuente que era esta 
enfermedad en Fenicia y en el Egipto , en que habia po- 
dido observar y estudiar parte de las causas que la sostie- 
nen en este p^is» como lo prueban las palabras siguientes: 
In Alexandria quidem ehphantis morbü plurimi cerrípiun- 
tur, propter victus modum et regionis fervorem. At in Ger- 
mania et Alisia rarissima hcec affectio véietur, ^et optid Scy^ 
thas lactis potatores nunquam fere apparuit. In Alexandria 
vero plurimum generadur ex victus ratione. Comedunt emm 
farinam elixatam et Iméem etcochleas, et multa salsamen- 
ta, et nonnulli ex ipsis carnes asininas, et alia qu0Bdam 
quod crassum et atrae hiKs humor em generant. (Galeno» De 
arte curativa ad Glauconem, lib. II» cap. II» tit. YI» Gol. 
415, ed. Froben. 1549). 

Creemos inútil añadir á esta historia la larga serie de 
autores anUguos y modernos que aseguran que el Egipto» 
la Siria y los países vecinos á estos puntos han sido y son 
aun el foco principal de la enfermedad » cuya historia des- 
cribimos : asi pues pasaremos á indicar las invasiones que 
esta enfermedad hizo en Europa, las modificaciones que 
sufrió, y los trabajos de los médicos de aquella época. 

Plinio dice que la primera aparición de la elefantiasis 
en Italia » fue en el siglo que precedió á la Era cristiana. 

Plutarco está casi cpnforme con Plinio sobre la . época 
en que se empezó á conocer en Europa la elefantiasis; p^ 
ro este autor nada dice del punto de partida de esta en*- 
fermedad ; lo que hay de mas cierto es que trasplantada 



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188 
á Europa, no se cmsarvé por largo tiem^ y éesapa- 
redó, puee que en la época de Celso «^^enaS'Se encon- 
traba algún caeo d& esta enfermedad en ^ Italia : los 
autores que hemos mendonado nohabian vi^ la enfer- 
medad , y soh) hablaban de elta como historiadores, hasta 
que Archigenes la describió con exMtítud , pues que ejer- 
cía la medicina en un pab en que ^a muy fireoiente , y 
por tMto fue el primero que comparó anatómicamente la 
ekfmníiasis con la oifermedad que padecen l&ñ puercos Ho- 
rnada lacerta 9 estableciendo que en la defantíam como 
en la ¡acería, todos los tejidos están llenos de tubércu- 
los , y el que fundándose en la particularidad de ser mu- 
eho menos común esta enfermedad en las mugeres que en 
los hombres , y en uno de los síntomas que presenta algu- 
nas veces, á saber, la aoltmstV, propuso la castración en 
el número de los medios terapéutieos. 

la l^a fue trasmitida á los Europeos, unas veces 
por los Judíos y otras pot los Árabes que la habían con- 
traído Gñ Egipto , en las coicas de Berbería ó en otros pun- 
tos del Oriente , de donde la importaron á España , á I(^- 
Na y al litoral del mediodia de la Francia; mas cuando 
aparedó en LOmbardíase creyó que babia sido trasmiti- 
da por los Griegos, con los que los Lombardos tenían rela- 
dones frecuentes durante fas guerras que sostuvieron con- 
tra aquéllos; pero cuando la lepra se esparció por Fran- 
cia y por toda la Europa , principalmente fue en el siglo 
XD , con una rapidez é intensidad hasta ^toncos desco- 
nocidas , que fueron debidas á las Cruzadas , en las que 
una gran parte de los cristianos pasaron del Occidente al 
Oriente para disputar á los infieles la Tierra Santa, y 
de vuelta á su país trasportaron esta enfermedad á todos 
los puntos de Europa , en los que se arraigó mas ó me- 
nos según las condiciones locales; siendo tan grande el 
liéanero de los enfermos , ^ue fue necesario crear unos asi- 
i09 llamados hproserias^ en los que eran recogidos y asis* 

tídOB. 



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189 
, Las cansas ^que contribuyeron ^ la desaparición de «sta 
enfermedad, .fueron ta eslincion de la peregrinación y de 
las Cruzadas, la espulsion de los Judíos y lHoros de l^pa- 
ña, y la dismimicion del comercio Europeo con el de Le- 
vante; pues que desde e> momento en que Tasco de Ca- 
nsa descubrió el medio de establecer el comercio de las 
Indias orientales por el occeano, los viajeros abandonaron 
el Egipto, la Sria y la Persia. 

Hímios creido conveniente detenernos en la historia de 
la defcm^asis mas de lo que exigia el pensamiento de la 
redacción de esta obra , por ser ana enfermedad muy dific4l 
de observar en la actualidad e» nuestro pais, y cuyo es- 
tudio por tanto se encuentra algo olvidado; asi que á falta 
de Clisos prácticos y en el interés de los alumnos , no he- 
naos omitido nada de cuanto pueda contribuir á su mayor 
inteligencia. Asi pues, definiremos la ekfantiam de los grie- 
gos como una afección que está caracterizada por unos tu- 
bérculos mas ó menos grandes, prcnninentes, irregulares, 
bastante blandos , que son precedidos de unas manchas ro- 
jas de color leonado, y que adquieren en el curso de su 
desarrolto un color bronceado notable: estos pequeños tu- 
mores, comunmente indolentes, son muy sensibles en al^- 
gonos casos , y terminan por resolución ó ulceración, sien-* 
do acompañados de la tumefacción del tejido celular subcu- 
táneo que da al rostro, que es su asiento mas común, un 
aspecto repugnante. 

Esta enfermedad ha sido llamada elefantiasis por los 
puntos de contacto que tiene con el elefante, et speeie^ et co- 
lore y eimagnitudine, como dice Areteo..... leontiasis por 
la semejanza que producen las arrugas de la frente de los 
enfermos con el aspecto del león..... y scOirims por la ñ^ 
sonómia de la erupción y rubkundez de los carrillos según 
unos, y según otros por los deseos venéreos qiie tienen los 
enfermos, fenómeno que por otra parte no es constante co- 
mo veremos mas adelante. La eUftmtiam, aunque puede 
deseiivolveríMí en todos los puntos del cuerpo, es menos 



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190 
comuB en el troneos, al oieoos inindlivaiiioiite , if la cara, 
las orejas» nariz, y miembros son sa asienlo de predilección, 
limitándose ¿ veces á uno solo de ertos puntos. . 

Síntomas. Algupos autores han dkho que ia ele f amia- 
sii era precedida de una modificación general caracterizada 
por una gran languidez y un desalieido pronunciado. Sin 
embargo , ea el mayor número de casos la enfermedad se 
desenvuelve 9 sin que el menor síntoma precursor baya po> 
dido hacer sonochar su inminencia , pues por lo común la 
enfermedad se halla muy avanzada cuaodo los enfermos se 
aperciben, como por casualida(l , de que algunos puntos de 
la piel ^tan insensibles y de color amarillento. 

Algunos observadores aseguran que la aparición de las 
manchas amarillentas es acompañada de un movimiento fe- 
bril bastante intenso ; pero por lo común ea^a fidire falta 
y éolo se presenta algunas veces euwdo aparecen los tu- 
bérculos. 

De oíalquier modo> sobre uno ó muchos puntos de 
la piel aparecen las manchas amarillas » que son lisas 
y reluci^tes al principio , y bronceadas en su curso , las 
que algunas veces son poco numerosas, y en este caso 
la afección. puede permanecer estacionaria durante muchos 
años, limitada á uua 6 dos manchas amarillas; mas en 
otros casos éstas manchas son numerosas y están, acompa- 
ñadas des€le su aparición de una ligera hinchazón que se 
aproxima al cara<^ter edematoso, con especialidad en la 
cara : uno de los caracteres mas importantes de estas man- 
chas es la insensibilidad de que van acompañadas, insen- 
sibilidad que existe en el mayor número de casos, y que 
es muy importante para el diagnóstico: en algunos casos 
mucho nías raros , la piel por eí contrario está tan sensi- 
Ue que muchos enfermos aseguran que aun sin cootacto 
alguno esperiipeotaban en los puntos afectados un dolor pa- 
recido al que ocasiona 1^ contusión del nervio cubital. Es- 
tas manchas permanecen estecionaifias un tiempo mas ó 
menos largo , de^ues del cual aparecen taA pronto repen- 



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191 
UfiaineQie^ taapreoéode unmodo lento ,., unos ttiaiorcUog 
blandos, rojizos ó lívidos, euyo volumen varia entre el de 
un garbanzo al de una nuez, y aun mas, los que apa- 
recen unas veces en todos los puntos en que babía man- 
chas, y en otras tan solo en alguno de ellos. Y aunque esta 
sea la marcha cOBiun de la enfermedad, ún embargo, en* 
algunos casos aparecen estos tumorcitos sin ser precedidos 
de manehas^, y e^o se observa á veces euando los tubércu- 
los se desarroüi^ en gran número á Ja vez , á menos que 
en estos casos la rapidez con que se veri6ca la enfermedad, 
impida observar las manchas. 

La enfermedad puede en algunos casos, limitándose á 
un corto número de tubérculos, permanecer estacionaría; 
pero en otros sus j^gresos son. terribles, de tal modo que 
toda la cafa está cubierta de estos tumores aislados por 
medio de arrugas muy pronunciadas que dan al rostro un 
aspecto horrible, que ha sido descrito enérgicamente por 
Areteo cuando díDe, que ks ñapees se dilatan, que los la- 
bios se hipertrofian , que las orejas se deforman , y que las 
pestañas y las cejas se desprenden. 

Una vez la enfermedad en este estado, se desarrollan 
muchos tid)érculos informes en las alas de la nariz, en la 
boca y bóveda palatina, los carrillos se hinchan, y el abo- 
tagamiento del tejido celular subcutáneo aumenta conside- 
pblemente el volumen de la cara y la da un aspecto mons- 
truoso, que es aumentado por un color bronceado de qu£ 
participa toda la piel y que se estiende hasta las membra- 
nas muscpsas. La. cara del enfermo envejece de tal modo^ 
que aun siendo jó¥W de veinte y cinco años representa 
cincuenta, y este envejecimiento apárenle es debido á la 
caida de lo^ cabellos, cejas y pestañas, á los pliegues ó ar- 
rugia de la piel, de las regiones superciliares q^e están cu- 
biertas de tubérculos « etc. 

En los miembros la piel profundamente hendida, un- 
tuosa y brillante,. se cubre de tubérculos enormes y apla- 
nados que ocupan sus caras esternas. En este período Uo 



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192 
la enfermedad la sensibilidad «e e8tif^K«ie progresivamen- 
te, la voz se apa^, la vista se debíKta^ el olfoto se pier- 
de y el taolo está algunas veces pervertido de on modo 
particular. La mayor parte de los casos de elefantiasis no 
presentan el libido inexpkbüis señalado por algunos au*- 
tores, y especiitoente por Vidal» Joamis, etc. La ele- 
faníiams de los griegos puede presentar caracteres mas 
grares aun, y ^i estos casos loe tubérculos se inihnnan 
y se ulceran ^ siendo estas úlceras de color Kvido y de mala 
naturaleza , que segregan un líquido sanioso que se con^ 
creta y forma unas costras adherentes, negrmscas» masó 
menos eqi^esas, que dejan al deq)renderse y cuando la ter- 
minación de la enfermedad es feliz, unas cicalríces duras: 
últimameirte, la alteración puede propagarse á los tejidos 
subyacentes» y en estos casos los huesos se reblandecen» 
las partes se desprenden parcNtlmente hasta que 11^ el 
momento de la moerte. 

La ekfanikuis Ta acompañada especialmente de una 
irritación de las membranas mucosas» y con particulari- 
dad de la gastro-íntestinarl» aun en los individuos que no 
han abusado de los medicameirtos purgantes ni han toma- 
do las preparaciones arsenidales. La duración de la eíe- 
fantiasis puede ser ilfanitada siempre que se detenga en el 
periodo de la aparición de las manchas ó cuándo los tu- 
bérculos son poco numerosos: algunas veces desaparece en 
este estado» sobre todo cuando se ha presentado por pri- 
mera vez» para reaparecer con mas intensidad; y aun en 
estos casos su duración puede ser de nnichos años. 

Necroscopia. Las alteraciones' p^ológicas observadas 
en los individuos que han sucumbido á la elefantiasis de 
los griegos son muy variables y parecen estar en relación 
con la antigüedad de la afección y con su intensidad; 
en una palabra» son mas bien debidas á las afecciones 
que complican la lepra tuberculosa. Asi pues, se han 
encontrado tubérculos sobre la membrana mucosa de la 
laringe, ya en sus ventrlcqlos, ya en los repliegues que 



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193 

tapizan tas ooerdá^ tócales. Mr. Biett ha encontrado los 
cartílagos aritenóideos cariados y destruidos parcialmen- 
te én una joven de Guadalupe. Casi siempre se halla re- 
blandecida la membrana mucosa gastro-intestinal en áf- 
versos puntos, y por lo común los folículos de Peyér 
están inflamados y ulcerados, siendo la muerte en el ittaf- 
yor número de casos consecuencia de la ulceración de ki 
válvula ileo-cecaí y del colon» En algunos individuos se 
ha encontrado materia tuberculosa en los puhnon^s; y 
Mr. 'Bíett ha tenido ocasión de encontrarla en el intestino 
colon de un individuo que habia viajado mucho en la Iii- 
dta; petó esta alteración, que por otra parte no es cons- 
tante , es una lesión patológica , que de ningim modo está 
li^eÁá toú \^ elefantiems ^ pues que tan solo es uno com- 
plicación fortuita. Mr. Larrey ha visto igualrtiente los 
ganglios tnesentéricos infartados y llenos de materia tu- 
berculosa. 

Los tubérculos de la piel son de dimenisíones diversas, 
y tienen su asiento, unos en el mismo tejitío dermoi- 
deo , y otros son producidos por la inflamación del te- 
jido celular subyacente; y la piel que cubre á estos tif- 
bérculos está adelgazada, marchita y arrugada. La piel 
dé un elefántiaco presenta por la maceracion prolongada: 
1.*^ El engrosamiento del epidermis. 2.^ Debajo de este 
una capa muy vascular y como erectil. 3.^ Otra capa du- 
ra, gruesa, sólida, bronceada, que presenta muchos *al- 
*éoloé, llenos de tina materia de color blanco amarillen- 
to , y debajo de esta tercera capa un t^ido celular, gra- 
soso f étigrosado. í i : - 
' íJamas. La defáhtiasis'éeiús griegos es una enfermedad 
poco feomun en nuestros clSníias, pues caá todos íosfiittl- 
vfdtooe ^e la padecen lá contraen en las regiones ecuá- 
"torlálés y^tropickles , é láé que patecié pérteneceir esclusiva- 
niertlé: también^ se ha ctiei(fo que Mi eléfúkiiasi^ era confa- 
^b^'íy heiNs8RH«t^, fi^sm líi^a 5^« ^éhet^áda: más lio 
%mkáo esta obra apropiada para tratar' corí éstenSíon efstíis. 

13 



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diveraae eueatioaes, nos linMtaipemos d decir que l^ í$Iea del 
contagio admitida por Areteo» Gullen, etc.,,ba sido des* 
Iruida por casos numerosos observados en la India, ep la 
isla de Madera, y en Francia por J« Robinspn Ain^y, 
J. Ádi»s, Th. Heberden, Bi^t, y por todos los médicos que 
haa estudiado esta enfermedad en los tiea9)OS modernos; 
mas la cuestión relativa á la herencia de e^a enfermedad 
ofrece mochas mas dudas» pues parece que la ekfcfíUiasis 
ha sido no solo heredada, sino taimbien. trasmitida algunas 
veces á muchas generaciones, como aseguran .mudiosp^ 
tologistas como J. Adams, Th. Heberden etc.; pero p<M' 
otra parte existen numerosos ejemplos que confinnan que 
esta afección no es constanten^nte her¿litaría* 

. Mr. Biett ha citado en sus lecciones clínicas la obser- 
vacioii de una americana euya curación le habia sido con- 
Oada, la que tuvo muchos, hyos que nunca padecieron 
esta enfermedad. Respecto á la naturaleza sifilítica de la 
ekfantiqmf diiremos que há lai^, tiempo que hechos bien 
.prados hi|n. desjtruidoi esta . as^rcipn. ^ con^^ veinQS 
nada hay de cierto sobre la influencia que ejercen las 
causas generales en el desarrollo de esta enfepnedad,, no 
estamos por otra parte mas. adelantados sobre las influeo- 
cias de agentes mas directos, qi^e han sido señalados como 
mas influyentes en el desaorroUo de está enfermedad, talfs 
como la diferencia del sexo; pues.qiie se ha crtído (|ue 
U'defantmi$ era mas común €^ los hombres, en la pu- 
bertad, en. los indi\iduo8 de t^ippeiiiiipento bilioso. I^ ha- 
bitación en loa sitaos hi^medos, la proximidad^de los pan- 
tanos, el uso de carnes saladas, las grandes fetigas,. la 
.Jfillt^ de la evacuaQion. p^jf^rnal, ^\ í!^sO;d^ las bebidas 
flloobólioas, 'Ifits ^fecfjoneg.jppjiNrales yiy,i^ ¡etc, , jsoí^ otras 
tantas csuisas qu^ presentamos pQmO'^no^idas, .aunque sin 
dwi^ mujcha yshx} pues,^u# forso^p .es,;ConG^r Wft>para 
Ja-taftaricion d^ Ja <rfe/gntí<ftsiSf^ :Prp4l^ 

/.p<>8ÍPipBf;iW ías.wafc^s, Ifls ^u^as ^^jfflstw Bo,pfO(dft- 



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19* 

Dk^étiúo. La MefanHoM 4e Í0é 0iego$ ha sido een^ 
fundida por una parte cOn la lépi^a^tUgar ^ y por otra coa 
la eíef(mHa$t$ dé los árabes ; mas ei»lo se esplica taa. solo 
atendiendo al conocimiento imperfecto que teaian los m-* 
tigúos de las formas de las diversas enipciones por loa vi^ 
cios ée sus nomenclaturas, y por la confusión die las pa-^ 
labras introducidas por los traductores de los médicos ára^ 
bes en estas afecciones , que se cMstinguen por rasgos muy 
Característicos; Esta confusión proviene de la época de las 
Cruzadas» época en la que las afecciones leprosas se pro^ 
pagaron con tanta profusión en Europa, que se consagrd 
una órdén especial de caballeros al tratamiento de los 
leprosos. Basta recordar ios síntomas especíales de la ele^ 
fmttíoiii de h$ griegos para no confundirlos con los discos 
escamosos , con las placas orbiculares de la íeprc^ tmlgattf 
tas que ertan separadas unas de otras con bordes elevidos 
que nunca '<seulcaran, y que están cubiertos de eseaniAs» 
sin que eñ ellos ^apare^^an jamas tubérculos: de todo lo 
que se ckdunte que con haber visto una sola vez estas dos 
enfermedades» se comprenderá que no existe entre ellas 
la menor analogía,, oí en la marcha ^ ni en la fisonomía; 
ni en los síntomas. 

Hespecto á la elefantíasis de ¡os árabes , énfenniedad 
tie que los griegos no han hecho nftencion alguna» y que 
pai«eée tener por asiento especial el sistema linfático afec*^ 
laéd , bien primitivamente , bien tan solo de un joiodo 
seMndarío, dii^emos que no presenta como la de los 
grbsgos los tubérculos voluminosos, los tumores sepanados 
per tmse* arrugas profuncks de la piel, sino por^ el coQr 
ttiolo' tma hkicbazon mas ó menos informe de una part^ 
^i€uerpa^ y w lá que la piel parece no participar eb 
el'pvMbipio^ «alómenos e» la iG»yoría 4c los casos. P^mt 
"tíltitám^M elefantiasis , de- los griegos. hsí sido confundida 
om «tert«s^^í/¥i¿dM,' tatito í más ) cuanto que,, coiiiO(tte^ 
vamot hHcIi^i» al^m^ autoies han ulrdido qiie la tíe$anr 
Ifái^' era>'ttna 'niodMcaciotí deria^'afeeeioniveii«rea;.'imas no 



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496 
creemos deber detenemos en refutar esia opiason^ aban- 
donada generalmente en ta áctoaHdadv j; tan ^ol^ diaremos 
que si fuese posible el error, se évitaria atendiendo á que 
lo» tubérculos siflUticos son poco Tokiniioo^s, duros y 
de color oobrizo , al paso que los de la elefaiil^k %m 
voluminosos, y blandos: las ulceraciones sifilíticas. « cu- 
yos bordes son duros y cortados peipendtetilacm^nte, y 
su fondo gris, no se asemejan de modo algmo A ia$ 
ulceraciones de la ekfamtiam^ que son superficiales y 
descansan sobre un tumor blando y come fungoso^ £a 
ffn, el aumento ó disniinucion de la sensibilidad de las 
manchas elefcmtiacas, que nunca se encuentra en las siñUtír 
caB, sirven también para distinguir estos dos siiiftomas ,. Iq$ 
que por otra parte se diferencian p<Nr %m cacadteres p^'- 
iieulares. 

Proñóítko. La eUfantiasis de los firisgo$ es siampr^ 
una enfermedad grave, mayoimente ea los ^ainod: ^^^ 
nbs ^dhiltós han coiiserviMlo la enfermiedad y la ei^isten- 
cia durante muchosaños; mas sm embargo, alguna beebps 
nos inducen á creer que se puede esperwr déteos ta 0itr 
fermedftd, cuando se la combate en «i prindiiNO, y 0mcho 
mas cuando está localizada. 

TrcOamienta. Una de las causas .prindpíiles qiidOhtacen 
infructuosos, al menos en Europa, la mi^r parte do l^s 
numerosos medios que han sido recomendados tm ^ ím^ 
tamiento de la ekfmfktía$h^ consiste en qn&pof lo qohijw 
los enfeitnos no reclamaa los amiilios d^.arte sino (xm^ 
"do la enfermedad está muy aranead»: adenias, fíad^o^e^^ 
do también la mucosa (Kgettiva, es in|peaiMe Ja ¿ftdflíoiaífiT 
#ac|on de toda sustancia algo activa. Mas sM la^ onfetfme^ 
liad pudiese, ser combatida :eni su principio.^ ,sefia[;iiel&^ 
«ario «sdtar las partes :enieKitias con ünínijenfc^.jíiiotíi^nfeB 
4hritantes, y:*aun:dín6jor con la apIfaaÉÍQD\4e v,ejÍ0aftMlos 
«iribre loS'puntqs enfemnos. Guanáo^la onCannedii^? Mm^H^ 
mae avanzada, eitáMlimüada á> wa sufMffQüie.piit^0t)esteiiS0r. 
<se puede ree«frír4<iv«níájo6arai3nt6i á liy»(lricatonesrre^lut 



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tivo8 con el hldrrodato de potasa. A; laa duchas da vapor 
6 sulfurosas , durante las que se frotarán frecuentemen- 
te los tubérculos. 

Mr, Biett ha obtenido muy buenos resultados de las 
cauterizaciones repetidas en una ekfcmüask grave , limita- 
da á la cara , con las que consiguió detener su marcha; 
mas cuando la elefantiasis ocupa mas estensíon, son muy 
útiles los baños alevinos ó sulfurosos , y mejor* apn los 
de vapor. Hace largo tiempo, que se han recofiK^ado 
er guayaco, la zarzaparrilla, el dapkne mecereon ^ la tia- 
HJra de cantáridas , las preparaciones arsenicales , las pil- 
doras aiBiátieas, la disoluci<>ii de Péarson, etc. Estos di-* 
versos medios, que por otra parte eligen para suaiqj^^o; 
una intjegridad perfecta de tos órganos digestivos , ha» 
Mo todos empleados por Mr. Biett en el hospital de 
Ssin Luis de París, y coa su administración se han can- 
B^ído modificaciones notables en la enfermedad. 

La administración de las preparaciones mercuriales, 
bien al interior, bien en fricciones, no ha producido re- 
sultado alguno , y en algunos casos han sido perjudiciales v 
Cualquiera que sea el estado mas ó menos avanzado de 
la enfermedad , sucede muy comunmente que el prof^or 
se ve imposibilitado de emplear medio alguno algo activo^ 
jen este caso el tratamiento debe dirigirse á modificat* 
la» afteraciones de tas membranas mucosas con los emo- 
kenles y calmantes. 

" Por último ,1311 todos los casos los j>acie&tes deben 
obs^var coü la mayor severidad las reglas de una buena 
hj^ne, y a^esurarse á abandonar el pais en que ^it 
eontraido la afección. 



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m 



MOLLÜSCÜM. 



Afícosis fungoidea (jle 4libi^ri^* 



XiA palabra latina moUuscum ha ^o aplicada p<Hr el 
Dr. Bat^xian para designar una enfermedad de la piel, ca- 
racterizada por unos tubérculos que están eeparcidoa en di- 
versos puntos del sistema dennoideo. Esta afeoeion tuber- 
culosa era poco conocida antes que el Dr. Batenuin hubiese 
llf^mado la atención de los patologístas sobre ella, aunque se 
eree que ya babia sido antes observada y descrita con otros 
nombres: asi por ejemplo, la erupción fungoidea, descrita 
exactamente en la obra de Bontkis, á la que Mr. ASbert 
ha aüadido nuevos caracteres, Uam^ndola al mismo tiem- 
po, pian fungoiáe^ ¿no tiene mudia analogía con el mo- 
^mcum contagioso , estudiado recientemente en Inglater- 
ra? Asi nos inclinamos á creerlo; pero esperaremos nue- 
vos casos y nuevas descripciones aikes de confundir estas 
especies, q^e hasta el dia han permaneció sep^adas por 
los prácticos. El moUmmm está caracterizado por unq& 
tubérculos numerosos, poco sensibles, que se desarrollan 
lentamente, y cuyas dimensiones varían entre las de un 
garbanzo y las de un huevo de paloma , teniendo tan pron- 
to una forma redondeada y globulosa , tan pronto aplana-, 
da é irregular. La base de estos tumores es aacha i>ar lo 
común , aunque en algunos casos están sostemdos por una 
especie de pedículo; y aunque alguna^ veces son de ca- 
lor negruzco , por lo regular conservan el color de la piel. 
El desarrollo y marcha de estos tubérculos no parece 
ligado con ningún desorden interno y rara vez se irritan; 
pues llegados á un cierto grado de desarrollo, penñane- 
cen estacionarios por largo tiempo y aun por toda la vida, 
W^ Tilesius ha publicado un caso estraordinarío de esifK 



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199 
afección tiiberculo6Q 9 en el que el paciente tenia la cara 
y (a totalidad de la piel <»sibierta de estos pequeños tu- 
mores. Mr. Bielt ha observado también dos cmoñ anáto*- 
gos en el hospital de San L\m (te París; pero en estos 
l€6 tubérculos no eran de la misma nifturaleza que ios des-. 
(Míos por Mr. Títesius ^ pues que carecían de materia 
ateromatosa, eran duros, resistentes^ y no contenían lí- 
quido algimo en su interior. Hr. Biett ha visto tambiea 
otva forma de moSiuicum en algunos individuos , y parti*- 
(^larmente en mugeres jóvenes después del parto ^ cora- 
p^sta de tumorcitos aplanados , hendidos ligeramente por 
su vértice 9 irregulares y de un color negruzco ó ama* 
rillento » que estaban esparcidos prin(ápalmente sobre el 
cuello y ^n producir dolor alguno. Bateman ha descrito otra 
forma de esta afeccio, á la que han dado el nombre de tno*- 
Umcum contagioso, ()ue está caracterizada por unos tubér- 
culos redondeaéos, promioentes, duros, de dim^isíones 
diversas, lisos y trasparentes, por cuyo vértice sale im lí- 
quido blanco. Ésta especie, que ha observado y descrito el^ 
paUilogo inglés en muchos individoos, pero principafaanente 
en una nuiger joven que la habia adquirido de un niño á 
quien criaba, parece eminentemente contagiosa. Bate- 
man dice que la cara y cuello dé e^a muger estaban cu- 
biertos de un gran número de tumorcitos tuberculosos, cu-^ 
yo volumen variaba entre el de la cabeza de un alfiler hasta 
el de una haba pe(|ueña, los que eran duros, semi-opacos» 
y su superficie igual y resplamkciente, de color casi seme- 
jante al de la piel , y su base era mas estrecha que el cuerpo. 
Goando se coihprimian los tubérculos mas voluminosos se 
daba salida por una aberiura central , que solo era visible 
en este momento , á una pequeña cantidad de 4in líquido 
lácteo^ Esta enfermedad tenia un año de dura(»on, en el 
que tan solo hablan aumentado de velamen un corto no- 
rato de estos tubér(»los , y entre estos habia algunos que 
poreektn tMder á la supuración. £1 estado general de la: 
paciente no era salisfactorio, y la demacratcion en que se 



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e^QCODtraba ttuawntoba de dia eo dia, Eate woUusoum «e 
había deBarroUado A comecueneia del cantacto dirtcto con 
UQ Qí&o que esta muger oriaba, y queteaia en la cara un 
tumor de la ipisma naturaleaa. El 6egun(h> caao otoarvado 
por el mismo autor , fue en un niño afectado de moífuacum, 
que había sido conducido á alguna distancia en los biasoe 
de oliTO de mas edad que padecia la misma afección. El 
Kr. Garswell de Glascow ha publicado un. caso notable de 
moUu$cum análogo á los precedentes , observado en un m^ 
ño de pecho , al que habia sido trasmitida la enferó^dad 
por su hermano, el que á su vez la haUa adquirido , se- 
gún las probabilidades, de un compañero de escuela; sien- 
do k) mas particular de esta observación , que la enfenne*- 
dad del niño, que residía en la frente, se propagó tam- 
bién al pedio de su madre que lo lactaba, y á las manos 
de otros dos individuos de la familia. 

Caums^ N«la se sabe de un modo cierto respecto á 
las causas de esta enfermedad; pues que todos los casos 
observados hasta el dia no han suministrado dato alguno: 
así que, en el estado actual de nuestros conocimientos^ 
todo está por hacer en este punto* 

DiagnósHco. La forma, el cotor, la disposición y la 
marcha de los pequeños tumores, que constituyen el mo^ 
Ikmcumy bastan sin duda para distinguirlos de los tu- 
bérculos sifilíticos , de los de la frambcma y de los de la 
ef^antíasis de Im griegos. Los caracteres bien marcados»' 
propios del moUmcum contagioso, lo distinguen del na 
coBÉagioso ; y tal vez si tuviésemos un cierto número de 
ofasarvaciones exactas de estas dos variedades, nos con- 
v€fi^enamos, á no dudarlo, de que tienen muy poioa 
analogía. 

PronésHco. El pronóstico del moUusmm jqo contagioso 
nof es grave , pues que el desarrollo y progresos de los tu- 
bérculos no parecen estar ligados con afecciones internas: 
por lo 4ue permanecen estadonurios durante mucho tiem- 
po y aHn toda la vida sin producir funestos resultados* 



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201 

£1 moüm^un^ oontagioea es latiebo mas grave jr por. io. 
común muy rebelde. 

TratanUmto. El tratamiento del moUuscuní se resiente 
del poco número de caaot observados. Mr. ffiett ha ensar 
yado un gran numera de medios contra el moUimum no 
contagioso sin resultado alguno; mas eo el coiÉtagíosíO ha 
obtenido algnn alivio <^on las todonea estimulantes stifti- 
cas : asi pues t^on la disoludon 4el sidCrto de cobre ba he- 
cho desaparecer al csbo de algunas semanas fldl§unos tumo- 
res pequeños. Bateman parece haber obtenida buenos re- 
sultados en el moHvscum contagioso cchi el uso de las pre^ 
paracíones arsenicaleSy y notablemente con la disoluoion 
de Fowler. ^ 



FRAMBESIA.,/; ... ^ 

Pian. — Yaws. — Micosis de. Alihérí.u r~ 

JLja énf^medad que reina en América conocida ooa eh 
nomlnre de pian 6 epian , y la que en la Guiqea se co- 
noce con d nombre de yates , parecen complet«»ente 
idénticas, y han sido descritas por Bateman bajo el nom- 
bre común de frambc^sia , el que como la palabra yaM$ ha 
^o tofioada de una forma de la enfermedad » que a^ni^ 
perfectamente los caracteres propios del fruto conocido con 
el nombre de frambuesa ó gruesa mora. 

E^a enfermedad es muy rara en Europa; parece in- 
dígena en África, y es muy C!(»iiun en las Indias Occidenta- 
les y en América. 

La frambesia está caracterizada por unos tubércu- 
los mas ó menos estensos, parecidos á unas pequeñas ve- 
jeti^iónes rojas, comunmente aisladas^ por su vértice y^ 
reunidas por su base^ que presentan las mas veces k' 
forma, color y el vohknen de las ftambm%a$ é de las 



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202 
moras* E9U1 enfermedad puede ocupar todas kts partes del 
cuerpo; pero se ha observado con especialidad en la cabe- 
za ^ eara, acsilas, ingles, en la margen del ano y en los 
órganos de la generación: su duración es muy (tesigual, 
pero por lo común es muy larga , aunque varía, según el 
estado de los pacientes , y según su robustez ó deMlidad. 
Síntomas. La frambíma aparece comunmi^e sin ser 
precedida de síntomas generales , si se em^eptúa en algunos 
casos una sensación de mal estar y algunos dolores en los 
lomos, por unas pequeñas manchas de color rojo oscuro, pa- 
recidas á la picadura de la pulga , y agrupadas por lo co- 
mún unas al lado de otras. Cada una de estas manchas es 
el asiento de una eminencia de carácter papuloso en un 
principio ; mas bien pronto el epidermis se esfolia ligera- 
mente , las eminencias aumentan , y se percibe una super- 
ficie mas ó menos estensa , algunas veces muy ancha , eri- 
zada de vejetaciones exactamente aisladas por su vértice y 
reunidas por su base, de color rojo oscuro é indolentes : li- 
mitadas á veces estas vejetaciones á una superficie pequeña, 
se asemejan por su aspecto á una frambuesa ó á una mora; 
mas en otras circunstancias 9 por el contrario, están mas es- 
tendidas, pues que pueden ocupar, por ejemplo, toda la par- 
te media anterior é inferior del muslo: las partes vecinas á 
las superficies, asiento de la erupción, están endurecidas, 
como callosas, y los mismos tubérculos son duros, consis- 
tentes, poco inflamados, y están cubiertos habiteatmente 
de escamas delgadas, secas y adherentes. Sin embaído, en 
algunas circunstancias estas vejets^iones se inflaman mas 
activamente, se ulceran por su vértice, y los diferentes 
puntos de su circunferencia segregan un líqm'do amarillen- 
to , sanioso y fétido , el que esparcido en los pecpiefíos in- 
tervalos que separan los tubérwlos , se concreta y forma 
unas costras, algunas veces muy espesas, que pueden duran- 
te un cierto tiempo ocultar el verdadero carácter de la en- 
fermedad. Tal parece la marcha mas común de la fram- 
hasíia^ aunque se concibe fácilmente que en esta enferme- 



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ao3 

dad 9 que ha sido muy poco observada eo nuestros países, 
deben {^"esentarse una muttitud de variedades, que se dife- 
rencien más ó menos de la descripción onlerior, y que sin 
embargo pertenezcan á la Pramboesia. En confirmación de 
esto diremos que lüfr, Biett ha tenido ei\ su clínica una jo- 
ven robusta que padeeia ana afección compuesta de tubér^ 
culos redondeados violáceos, cuyo votúm^ variaba etitre 
el de un garbanzo hasta el de una nuez, que estaban si- 
tuados en la parte iirtema é inferior del mc^Io; los cpxe 
reunidos en oírcuh) formaban una e^eié de rodete fungo- 
so muy adherente á las partes subyacentes, rodeados por 
todos lados de cicatrices que procedían de üibéieulo9 
anteriores : en algunos casos , cuando la «i^rmedad im 
llegaicto á su apogeo, uno áe los tutxércolQS adquiere 
mas volumen, m deprime y se transforma en una ulcera- 
ción esteasa, bañada por un humor de mala Qirf;uraleza que 
corroe las partes vecinas; este tubérculo ha recibido en 
las Colonias el nombre de mamapianf 6 madre de los 
pians* La frambmia puede durar un tiempo indeQnido sin^ 
producir el menor desarreglo notable en la salud, sí escep- 
tuffluos una picaeon 6 veces muy viva. 

Cm^as. La flrambeísia parece trasmitirse por medio del 
contacto inmediato del liquido que segregan los tubérculos 
' ulcerados : también se ha creido que en los paises muy cá^ 
lidos, en los que están común, podia ser inoculada por los 
insectos; mas de cualquier modo la esperiencia ha probado 
que está enfennedad puede también desenvolverse espon- 
táneamentet 

La frambcma aparece en todas las edades, y en todos 
los sexos; sin embargo, ^e ha observado que los nifios 
están mas espuestos á contraerla que los adultos y ancianos: 
ciertas causas esteriores, y entre ellas las influencias at- 
mosféricas, el mal alimento de que usan los negror, su 
descuido en la limpieza , y las habitaciones húmedas', pa-* 
recen favorecer el desarrollo de esta enfermedad, que por 
Últínno ataca también comunmente á los índrrid^ dé- 



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804 

^lies, j^serofulosod y raquítieos. Abstraocioo lieeha úe U^ 
localidades, se desarrolla con preferencia en los ne^os» y 
su conlí^io pare^ efectuarse con mas dificultad en los 
btencos^ 

Di^nósíkú. Los caracteres de la frambmia son tan 
marcados » que es imposible confundirla con otra enferme- 
dad; sin embargo 9 no será inútil señalar las diferencias 
que la. separan déla síñlis, tanto mm cuanto que algu-. 
nos autores baü confundido esta»do$ afecciones, creyendo 
encontrar entre ellas reláceos evidentes: mas si exami- 
namos los caracteres generaíes, veremos que no hayentre^ 
ellas la menor analogía > pnes aunque la sífilis «e trasmite, 
como^ \a frambesia por contacto inmediato, y algunas ve-^ 
ees se preseGKta bajo la forma tuberculosa ^ ataca indiferen- 
temente á blancos y á negros; jamas aparece espontánea- 
meante, y m»y lejos deno aeom^ermas de una vez al mis- 
mo iadhiduo, puede aparecer muchas veces; por oira ps^- 
te los signos particulares de Iñ sifUis tuberculosa difieren 
mMclio de los^ que caracterizan la franéwsia^ pues que s<^ 
tubér^los no son rojos ni fungosos» y no están reunidos 
por su base sobre si4)erficies mas órnenos estensas, sino 
sop unas induraciones akdadas^ deeolor cobrizo d violado, 
circunscritas « etc., acompañadas por otra parte de otros 
síntomas, que son propios de h sifüis. . 

ProMósíicú. La frambmia no es por lo común una en- 
ferme(lad inmediatamente peligrosa , aunque en los negros. 
es mas grave que en los bdwcos: dertas formas son ma^ 
rebeldes que otras ^ y por lo común desaparece con. n>as 
pr^titud en -las mugaren que en los hombres, en los niños 
que ea los ancianos. 

. Su duración y gravedad están en relación directa con 
eLestado y ostensión de la erupción. Cuando la enferme- 
^d no es nmy grave, la naturaleza opera algunas veces 
ppr sisóla la curación í desapareciendo poco á poco los tur 
b,ércuU>s por oiiedio de una resolución insensible i 6 des- 
tnfyondo las ulceíacionie^íoí? Uibérculp^j^ue se oicatfizan 



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S05 
á su reí : eo algunas circmtgtBQcipSf la enfermedad resiste á 
todos los medios , persistiendo por un tiempo ilimitado sin 
determinar accidente alguno; -pero en otras por el contra- 
rio , se propaga á los tejidos inmediatos y ataca los cartí- 
lagos y los huesos, produciendo su reblandecimiento, su 
caries, etc. , y en algunos casos la muerte. 

iTrMlanrímfy). La frambama redama príoeqiHdmeate. uli 
dratamieaM) eslefno; sí» embargo, tamUm se han cecon 
mendaricr algunas preparadonesi interm»: como lofií suvtoffífi-t 
eos , lo8 purgantes, y prineí|»akiieqle . el meccurio ; pen) 
pop re^ general nos IknitaFemoB á soiBCíter al enCórino: á 
un* régimen apropiado á su estado^ como el usó de loa 
amargos y tónicos, si como sucede comunmente ei paoi^ftt 
te^es esorofuloso ó de «tebil cowtitaiciM* 
. > Tal T8Z podrían empleafstt ventajosamente Ias:prep2ííta^ 
efon^ arsanicales/ y evtre rit«s-latlisekidon4e FoMrtef'ó d^ 
Pearsonv las^^que activan eoécgicameaÉe la. vitalidad de la 
fiiel ; pero en caso de emplearlas será necesario sus^nderv 
las si ^^«t>diqesefi alguna irritaoioii'eB laa naenEiIranaa muñ 
oasss-; m«B' repetimos, que las aplicacioEneft estertías soy 
las mási convenientes: asi poes con el objeto de actmtr la 
reaolucion,' se: hurto, fríocíoneis lam • la pomadft de pi>6to^ 
íodufo ó de (teuto^ioduto de roereiario, ó en los eaboa en 
fpieteesen necesarios «aedios mas enérgices, se recurriráti 
tés cáttstiéos compue^os oon la paita «rseliical de f ra^ 
Gesme ó con el nürata. ácido, de Éi^KStnrioi; pero se ieak 
drá ctñdi^ de aplicarlo parciabnente coú el fobjetOf^de 
(5a«rterikat'tan 8(^ peqneiíos punios á la. vea; f^r áftiiné, 
tos baifos, y sobre tódoíllo» de vapor, a^^dabipdderpsai- 
meHie.el tratamiento, «cttvfndo Ja vitAüdad^delt pteKi 

• '' " f - '■ ';*'■-' ■;. ».' •.-.; ;' n , .r.] í..; 

-<>'■* ".vA ;*./j) .-.Í-! /ítí- .f' ... "■:•':' 'kí-Ií.-'- "AS"' >^J »:.jí;';r,/ 
\nú? \ M-.U/ '>»^, -:,.[ '.;■ j' •';■■( •■; .;-; ■'\.',\h\VYV\. n»-i í'Uíí>íi-»fn'il 



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ao6 

MACULAS. 

Maculúí. — Dermatosis discromatosas de Mr^ Alibert. 

JLiA piei , como h^oAos visto , puede ser el asiento de in- 
flamacioBes agudals ó cróníDas , refiresentadas por un ski 
número de caracteres esteriorés; pero ademas puede pre- 
sentar alteraciones importantes en su colorido » que se di- 
ferendan esenciafaBente de las congestiones moil>lfica8 que 
acompañan ^ constituya ó siguen á estas ^vetsas tnfla- 
nlacioB^s• 

Pero si es cierto que ferténe^ al domiiiio de la pa- 
tología cutánea el describir estos coloridos aaormales que 
presenta la ¡Áel, y que pareces d^nder de :ilfia altera- 
ron de stt pifnuntmn^ estamos lejos de cioeer que aea» 
de su dominio también los cambios de-eolar^ que soa 
síntomas de dras enfermedades , que do depei^n de 
um alteración de la piel t asi pues-^ nos absteadvenMS de 
colocar entre las afecciones qu^ vamos á describir la do- 
ro$i$j el Í€éero\ por ^mplo^ pues^qne «tamos bien con- 
iveneidos xpie ni la una ni la otra tienen relación con 
tes enfermedades cutáneas^ pues que. la.«ioro$ii y que es 
un síntoma de ima afección mas ^avet^ es el resultado 
de un trastorno mas ó menos oonsideMbte de la diroiiki- 
eion; y que el tetera y qUe e».ua signo, evideüto 46 um 
aléecíon qme no. pertenece <4 lis a^eijaiáonQS de^ \^ píd» 
es producido, por la meicla> d6>ila> iiüis ¡d^ da; «^Igun^l 4e 
sus ptíé^ipíoctcoii :la^8aBg^e i|ue/drpi4aHeiir>i(^iaapilairesi: 
asi pues 9 creemos no deber comprender en el orden de 
las tnáculds mas que las alteraciones de coloración debi- 
das á la alteración del pigmmtum de la piel. 

Asentadas estas consideraciones ^ dirmos que las en- 
fermedades c(miprendidas en el orden de las mdculo^ están 
caracterizadas per unas coloraciones ó decoloraciones cpie 



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aparecen l)4ijo la forma de mancbas de mayor ó meiior 
tamaño^ <}ue $e difidencias de un modo mas- ó raaio« 
marcada del color que es propio y normal de la piel* 

Las mácuUas^ son gener^^ ó pardales, y en este ú^ 
timo caso, aunque piaeden invadir toda la piel, siempre 
dQjan entre unas y otra» intervalos en los que esta con-^ 
serva su coknr. normal : algunas veces están esparcidas so^ 
bre una sola región, como sucede en el lentigo cuando 
ocupa la cara; mas en otras circunstancias solo existe 
una méctá^L limitada á un solo punto, como sucede ea 
el tum por ejemplo. La duración de estas afecciones va^ 
ría según su especie: U de k« ceforaciones ó debolora^ 
ooses cen^eiiitaleft, la de* las mámlati generales, y la.de 
¿dlgunas parcieyfesv es ilimitada, y solamente á las efélides 
propiamente dic^s, se les puede hasta un cierto punto asigf- 
fiar lUb. término iine viyría de uno A tres meses* Las iná- 
mla$^ parecen tener, su asiento especial en la capa del 
eueifio mucoso diside existe la o^ateria colorante; por lo 
que es impf^rtante disfiinguirtes; de las coloraciones cuya 
fHTOifaiccion es debida al sistema K^ascolar, y que per otra 
parte dependen tan proaito de una congestión mayoír i 
menor de losxapilai^s,. tan pt?on(o^ por di contrario, de 
un aflujo de sangre menos considerable, ó finalmj^e, de 
la eagetencia de materias^ estrañas en el aparato dienláto- 
rio : aunque á, pesar de los ^abajos de hábiles anatémí** 
eos, y de las investigaciones de Gauttiar, deEyc<»m< etc. i 
la ai^omfa de la piel, deja. mucho que desecar, y que la 
naturale«i^ y formaciou del pigmentmn .sean am. duda ano 
de lo6r|Hintos;jnas >cfiCuros:de.sa eiÉudi6y <e% razonable 
cteer , .mentras no baya disscubrtmtaúitoft mas; poátSvos^ 
que enbre Ja sf&iá^.f el w^fiío, el Jcitílií» j 4a €lorósis^ 
existen 4iferenci»& de natui^le?^ yc de aáentov . r . , ; u 

Camas. Las causas de la mayor parte de las mácMloi* 
spn d«JL¡tpdo d€SC(N|^QÍdfis>Sraí|i pue«.^ .seíha obsei^yadO) que 
la Madmnirtr>aci0a 4el pitratQ» dp»íplateít>r^^4tt««i ajgnna«(,iíe^ 
jeeiiiUni.oolWf bTíWweiiAft, «WfraM, per^, ihfeta el diaJo 



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908 
trabi9^ de los químicos , las observudones de los médicios, 
y las investígaciofies de los ane^dmicoSy no^ Iiüd podido 
espMcar éste singular fenómeno : tampoco poseemos ningún 
naedio para demostrar la formación de los nc^ matemi^ 
j para dar á conocer sus causas ocasionales: forzoso es 
contentarse aun con las creencias Tulgares que los atri- 
buyen á las intueneias morales de las embarazadasí; f ami- 
que es necesario no admitir sin restricción todas las creen^ 
cias del vulgo sobre esta materia ^ sin embargo hay casos 
tan convincentes y probados, en los que eiiiisten t«B Inti- 
mas relaciones entre los objetos que han impresionado á 
la madre dnrante el embarazo y las alteraciones que pre^ 
senta el feto, que es foraoso ¿(nalesflír esta infloencia IM- 
ral. Las efélides se desarrollan las nías yeces bajo la in* 
fluencia de causas notables hasta cierto punto. 

DiagnósHeo. Las máculas se presentan con caracteres 
tan patentes , que se distinguen faeiimeiite del resto de las 
afeoeiones de la piel, bastando por otra parte los sínto- 
mas* propios á cada variedad de ellas para no confundidas 
enftre %U sin embargo, hay-alguní» coloraciones que se 
podrían confftndir con las manchas slfltítieafi , como por 
ejemplo las ^^ides ; mas al baUar de su diagnóMco es* 
tableceremo» las diferencias que tas distinguen!. 

Prtmástioo 9 Praf amiento. Las máouJa^j bien que in* 
curables tal mayor parte, no %(m jamas grafves, pues por 
lo general noprodiK^n alteración alguna en la econonsía; 
y la», efélidis que parecen hasta el ^a las s<rias soscep* 
tibies de cwadon, son poco rebeldes ycecleQ por' lo co* 
iMm-á^míia medicación sencilla': req[>ecto ^ lels tdtrae va^- 
riedades, la^cscuridad qoe r^ha dobre SU i^fUfáteza espll^ 
ca los pocds resoltados obtenidos de los mé^Osl^rapéáticc^. 
Dividiremos las inácuias «m céMaeimm f émhm- 

ufkOkiUí^vks. • Itidepetídletiférti«rité tfe \^ ^imí^^^ 
c;4!4ot^v que heñios 4icliisídefieiidéiideí lí» «MÍ6Míácmeii^4e Ifa 
aiircdladion éapllafjy (}üéífHir^onsiguíeiitd ní9¡>foon^uyeii 



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209 
realmente una enfermedad de la piel ; esta membrana 
presenta un sin número de coloraciones distintas , que son 
consiguientes á las enfermedades á que sirve de asiento ó 
que las acompañan , y cuyo estudio sería ciertamente del 
mayor interés: asi pues, las manchas que deja e\ pénfigo^ 
el color amarillo de las de la elefantiasis de los griegos^ 
y el bronceado de las erupciones sifilfticas, presentan di- 
ferencias que no se escapan á un atento observador , pero 
que son imposibles d^cribir en la actualidad : mas espe- 
ramos que llegará un dia en que siendo la estructura de 
la piel mejor conocida , se apreciarán con mas exactitud 
estas diversas alteraciones. 

Las coloraciones de la piel realmente idiopáticas, son 
ó generales ó parciales. £1 color bronceado compone solo 
las generales: el lentigo ^ las efélides propiamente dichas^ 
y los neevi las parciales. 

(Jolor bronceado de la piel. Existen 'ejemplos bastante 
numerosos de individuos cuya piel ha adquirido mas ó 
menos prontamente un color bronceado , y esta coloraciotí 
morbífica ha sido observada principalmente después de la 
administración del nitrato de plata , aunque este no sea 
indispensable para observar esta alteración; mas en los 
casos en que este color bronceado se presenta á conse- 
cuencia dd uso de este medicamento , por lo común apa- 
rece mucho tiempo después ^ su administración por un 
color azulado que progresivamente se cambia en otro 
bronceado , y que aparece sobre todas las partes del cuer- 
po al mismo tiempo ; pero que es mas notable por lo 
general en los puntos en que la piel es mas fina , y sobre 
todo y en los que hábitualmente están espuestos á la in- 
fhiencia de la luz , como por ejemplo , la cara y manos: 
hiendo un fenómeno digno de notarse, que en la priihera 
el color bronceado se vuelve accidentalmente mas oscuro 
de un modo evidente por el influjo de todas las causas 
que en el estado normal producen su palidez , y que por 
el contrario este color bronceado disminuye en las cir- 

14 



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910 

cunstancias en que habitualmente la cara enrojece* La du- 
ración de este colorido puede ser latga , pues que se 
prolonga por toda la vida del individuo, conservando la 
misma intensidad: pero hay ocasiones en que esta colo- 
ración disminuye pr(^esivamente , aunque sin desapare- 
cer jamas del todo* 

Mr. Biett ha visto en Genova dos individuos en los 
que esta coloración existia ya mas de veinte años con la 
misma intensidad ; y habiendo sido en Frapcia uno de los 
primeros en administrar el nitrato de plata á los epilép- 
ticos , ha observado cierto número de individuos en quie- 
nes el color bronceado , producido por este medicamento» 
se ha conservado durante muchos años sin sufrir altera- 
ción de ninguna especie: pero á pesar de lo espuesto exis- 
ten algunos ejemplos en los que este color ha ido dismi- 
nuyendo progresivamente, aunque sin desaparecer del todo* 
Esta alteración nó va acompañada de ningún desorden en 
la economía , pues que ni aun las partes íntimamente uni- 
das con la piel sufren modificación alguna* Esta colora- 
ción , cuya causa han negado algunos en estos últimos tiem- 
pos, ha sido observada, como hemos dicho, por un sin nú- 
mero de prácticos, tales como Fourcroy, que ha sido el 
primero que llamó la atención sobre este punto importan- 
te de fisiología patológica, Powell, Marcet , Roget, Al- 
bers, Reimar, Sdeleiden, Butini, Delarive y Odier , que 
merecen crédito, y que han tenido ocasión de emplear el 
nitrato de plata contra las enfermedades convulsivas. Mas 
ahora bien , ¿cuál es la influencia del nitrato de plata 
sobre la secreción del pigmentuml ¿Atribuiremos sus efec- 
tos á una combinación química en la que la luz jugase una 
parte activa? En el estado actual de nuestros conocimi«a* 
tos este fenómeno no es susceptible de esplicacion, pues que 
todas las hipótesis imaginadas pueden combatirse con ob- 
jeciones mas ó menos sólidas : esta alteración no es de 
ninguna gravedad , pues que ni aun constituye una verda- 
dera enfermedad. La terapéutica no posee ningún medio 



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211 
para destruir esta coloración, pues ios baños escitante» 
recomendados no iian producido ningún resultado. 

Mr. Biett ha aconsejado á algunos enfermos los baños 
de mar, los alcalinos y ferruginosos, sin resultado algu- 
no. El Dr. Badeley afirma que las cantáridas aplicadas 
sobre los pimtos de color bronceado lo bacen desaparecer; 
pero Mr. Biett ha hecho la esperiencía en la piel de las 
manos sin resultado alguno. Sin embargo , es muy pro- 
bable que las aplicaciones reiteradas de los vejigatorios, 
teniendo cuidado de lavar la parte desnuda del epider- 
mis , baria disminuir considerablemente la intensidad de 
este colorido , pues que se ha observado que en estos in- 
dividuos las cicatrices , producto de escoriaciones , eran 
de color mas blanco: de cualquier modo es preciso con- 
fesar que si se recurriese á estas aplicaciones sucesivas de 
vejigatorios para destruir el color bronceado , se encon- 
trarian obstáculos insuperables en ciertos puntos , como 
por ejemplo, en los párpados, en los bordes de los car- 
tílagos tarsos, y en la conjuntiva; siendo este el motivo 
que ha impedido á Mr. Biett continuar y aumentar sus 
esperiencias. 

LENTIGO. 



Ephelíde Ientiforme. — Pannus leníicularis de Álibert. 



E. 



ih lérUigo, conocido vulgarmente con el nombre de pe-t 
eos 9 está caracterizado por unas pequeñas máculas ^ por lo 
común de color amarillo y del tamaño de una lenteja 
cuando mas, las que congénitas en muchos casos, se desar- 
riman en algunas circunstancias á la edad de nueve á diez 
años, duran toda la vida, y se hacen nm visibles en ciertas 
épocas de ella; asi pues, son muy numerosas y muy mar- 
cadas en la juventud, ocupando por lo común el cuello, 



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213 

la mano , la parte anterior del pecho, y sobre todo la cara, 
puntos que son los mas espuestos á ia acción de la luz: 
mas sin embargo , también pueden ocupar todo el cuerpo. 

Síntomas. El lentigo aparece bajo la forma de peque- 
ñas manchas muy exactamente redondeadas , amarillen- 
tas, esparcidas sin orden alguno, y dejando entre sí unos 
intervalos mas ó menos grandes , en los que la piel conser- 
va su estado normal. En algunos casos, mayormente en la 
nariz , estas manchitas se reúnen y adquieren mayores 
dimensiones , las que por otra parte no son prominentes, 
no producen ningún dolor ni picazón , y solo perjudican 
á la belleza del cuerpo. 

Causas. El lentigo es casi propio de los individuos ru- 
bios , en los que la piel es fina , blanca y delicada , y 
sobre todo, en los de temperamento linfático, siendo muy 
raro en los fuertes y sanguíneos ; y por lo común es con 
génito. En algunos casos es producido por la acción del 
sol , como lo prueban las manchitas amarillas tan comunes 
en los campesinos; pero como quiera que en estos el 
lentigo es accidental , puede desaparecer con la edad ó 
con el cambio de clima. 

Diagnóstico. Los caracteres asignados al lentigo son tan 
marcados y conocidos, que todo error es imposible en su 
diagnóstico : sin embargo , en el tronco podría en algunas 
circunstancias confundirse con una forma de púrpura^ pues 
que en efecto esta última enfermedad se presenta algu- 
nas veces por unas pequeñas manchas exactamente, redon- 
deadas , del tamaño de una lenteja , y algunas veces mucho 
menores; pero las nianchas purpurinas tienen un color 
rojo lívido , y las del lentigo son amarillas : ademas las 
primeras pueden ocupar d tronco y los miembros in- 
feriores sin que se encuentren en la cara , y las segun- 
das nunca ocupan el pecho y el vientre sin que exis- 
tan también en el cuelk) y en la cara. En fin , las 
manchas de la púrpura son accidentales y por lo común 
de corta duración , y coinciden ademas con algunos tras- 



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213 
tornos de la economía, mientras que las del lentigo casi 
siempre son congénitas , y duran toda la vida sin pro- 
ducir trastorno alguno en la salud. Guando las manchas 
del Untígo se reúnen y forman una placa grande, pueden 
asemejar á las efélides ; pero la presencia en el mismo 
punto de otras pequeñas máciUas aisladas , su duración 
y la ausencia del prurito , son caracteres suficientes para 
distinguirlas. £1 lentigo desaparece algunas veces en épo- 
cas indeterminadas, pero por lo común dura toda la vida 
del individuo sin constituir una enfermedad propiamente 
dicha, y sin reclamar tratamiento alguno. 

EFÉLIDES. 



Manchas hepáticas. — Pannus hepáticus de Alibert. 

Xjas efélides son unas manchas irregulares mucho ma- 
yores que las del lentigo , de color amarillo azafranado, 
las mas veces acompañadas de picazón, que producen en 
algunos casos una esfoliacion ligera. Las efélides pueden 
desarrollarse en todos los puntos de la superficie del cuer- 
po, pero se las encuentra por lo común en la parte an- 
terior del cuello, en el pecho, en las mamas, y sobre 
todo en el abdomen, ingles y parte interna de los mus- 
los , y en las mugeres embarazadas ocupan también la 
cara, variando su duración desde algunos dias hasta dos 
ó tres meses. Unas veces sobrevienen accidental y espon- 
táneamente , y desaparecen al punto : en otras circuns- 
tancias, desarrolladas poco, tiempo antes de la aparición de 
las reglas, desaparecen tan pronto como se establece este 
flujo; pero por lo común marchan lentamente y persis- 
ten por mucho tiempo. 

Síntomas. Precedidas de un ligero prurito, las efélides 
empí^;^!9i% por luias pequeñas manchas muy regularmente 



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214 

redondeadas, grises en el principio de m aparición, y 
amarillentas mas adelante; pero su color varía según los 
individuos y según los puntos afectados, y en el principio 
de su desarrollo presentan dimensiones diferentes: estas 
manchas que están por lo común aisladas y esparcidas por 
la piel, dejan intervalos en los que eáta membrana con- 
serva su color natural; pero bien pronto se multiplican y 
agrandan formando unas placas anchas, irregulares, que 
ocupan algunas veces superficies tan estensas, que si el 
observador se limitase á un examen superficial , se espon- 
dria á equivocar los puntos afectados con los sanos, y 'ai 
contrario. Las efélides no van acompañadas de síntomas ge- 
nerales , pero ocasionan por lo común un prurito incómodo, 
que aumenta con las mas leves impresiones morales, y 
sobre todo con los menores escesos en el régimen, y al 
aproximarse la época de la menstruación. Algunas VBces 
las efélides accidentales y pasageras se terminan por reso- 
lución y desaparecen en pocos dias y aun al cabo de al- 
gunas horas ; pero en otras circunstancias siguen una mar- 
cha lenta y persisten por mucho tiempo. 

Causas. Las efélides acometen á todos los individuos y 
á los dos sexos indiferentemente; pero se las encuentra 
con especialidad en las mugeres , y principalmente en las 
rubias , de piel fina y delicada , bien que no sea raro 
verlas también en condiciones opuestas; pero en estos 
últimos casos presentan un color mucho mas oscuro : pro- 
ducidas algunas veces por la insolación, por escesos de 
régimen, por la ingestión de ciertos alimentos salados etc., 
las efélides coinciden comunmente con una supresión ó dis- 
minución de un flujo habitual , ya menstrual , ya hemorroi- 
dal, y aun en muchas mugeres no aparecen sino en estas 
épocas. Estas manchas se han observado también en in- 
dividuos que padecían una inflamación crónica del hígado, 
y se ha atribuido su origen á la afección de este órgano 
(efélides hepáticas); mas esta complicación, que solo se 
encuentra en casos raros , está muy tlistanté de constituir 



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215 
utia sola enfermedad de la t}ue, la eféüde fuese un sin- 
ttmia; pues que en la mayoría de los caobos las personas 
que tienen estas manchas gozan de buena salud , estanck) 
por consiguiente en ellas la afección reducida á una alte- 
ración del pigmentum y como se observa en las mugeres 
embarazadas 9 las que muy comuumaite tienen la cara 
cubierta con esta» manchas. 

Diagnóstico. . Los caracteres asignados á las efélides son 
tan conocidos, que en la mayoría de los casos es muy 
fácil su diagnóstico. Sin embargo, hay algunas enfermeda- 
des de la piel del todo diferentes , que podrían en ciertas 
circunstancias confundirse con ellas , como por ejemplo, 
el pitíríasis^ las manchas sifUíticas y los nasviy cuyo color 
se asemeja algunas veces al de las efélides, . > . 

Püiriasis. El püiríasis versicolor es una enfermedad 
escamosa, una verdadera infliunacion de las capas super- 
fieiales del dermis : la esfoliacion que lo acompaña no es 
ligera y farinácea como la que tiene lugar en algunos 
casos, aunque raros, de efélides y sino una descamación 
producto del desprendimiento de pequeñas laminillas ,- mas 
ó menos anchas , formadas por el epidermis alterado: ade- 
mas el püiriasis no está acompañado del prurito propio de 
-las efélides. 

Manchas sifilíticas. El color cobrizo ó lívido, la au- 
sencia de esfoliacion epidérmica, la falta de prurito y el 
conocimiento de las circunstancias anteriores y de los. 
síntomas concomitantes, distinguirán siempre las manchas 
dependientes de un vicio sifilítko. 

Nmvi. Si el color del hcem fuera amarillo mas ó me- 
nos pronunciado , y si no formas^ prominencia alguna, 
podria ser confimdido con las efélides; pero el cortq nú^. 
mero en que se presentan estos ncBvf, la falta de pruri-^. 
to, su origen congénito y su incurabilidad, son caracte-. 
res que no permiten por largo tiempo la menor duda 
ni error. 

Pronóstico. Las eféHdes constituyen ima enfermedad 



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216 
muy ligera: las que aparecen en loe prímeiros tiempos 
del embarazo y desaparecen algunas veces en los primeros 
meses , y otras persisten hasta después del parto ; pero de 
todos modos no deben causar inquietud, ni reclanian nin- 
guna especie de tratamiento. 

Tratamiento, Las lociones astringentes» los linimentos 
detersivos» las pomadas alcalinas y todas las s^licaciones 
resolutivas ó que tienen por objeto fortificar la piel , son 
por lo menos inútiles » y aun pueden producir inconvenien- 
tes : asi pues » el tralamiento de las efélides debe compo* 
nerse del uso interno de las aguas sulfurosas» de los ba- 
ños de la misma especie y de algunos ligeros laxantes. 
En los casos en que las efélides ocupan ciertas regiones» 
como la parte interna de los muslos y las ingles» y que 
|a picazón fuese intensa» se harán lociones sobre estos 
puntos con la' disolución de una onza de sulfuro de potasa 
en dos libras de agua. Es inútil advertir que el enfermo 
debe evitar los escesos en el régimen » y sobre todo las be^ 
bidas estimulantes. 



MaculcB maternce. — Antojos. 



T. 



ODAS las máculas congénitas de la piel que se atri- 
buyen vulgarmente á las impresiones morales , esperimen- 
tadas por las mugeres embarazadas y que son trasmitidas 
al feto» son conocidas por el nombre de neevi: estos 
son tan pronto unas manchas no prominentes {spüi)^ 
que Gonsi^en de un modo evidente en una alteración del 
pigmentum^ y que se desarrollan sobre los diferentes pun- 
tos del cuerpo» sin que podamos esplicar la causa por 
que ocupan mas bien taló cual sitio» «mque mas conun- 



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217 
meute se las eecueutre en la cara. Estos ncm presentan 
un sin núnftero de variedades de formas y de dimensiones 
diferentes , que serian imposibles de describir : estas man- 
chas son de diversos colores , pero por lo regular son 
amarillents» ó negras del todo, y en este último caso 
se cubren habitualmente de pelos duros y cortos : su for- 
ma es casi sienapre bastante irregular; sin embjnrgo, en 
algunos casos se aproximan á la de ciertos objetos usua- 
les, lo cual no ha dejado de contribuir á acreditar la 
hipótesis de su formación. En fin, limitadas en algunos 
casos á superficies pequeñas, pueden en otros tener gran- 
des dimensiones, no produciendo dolor ni picazón. El 
color de estos n(Bvi algunas veces pierde en intensidad; 
pero en otros casos permanece estacionario durante to- 
da la vida. Hay otra variedad en la que los n(Bvi no están 
formados por la altaracion del pigmentum^ sino por un 
tra^orno del ústema vascular^ y en estos casos pueden 
presentarse bajo dos formas diversas: en la primera están 
compuestos por unas mandias superficiales , cuyo color está 
sometido á la influencia de las modificaciones que expe- 
rimenta la circulación; por lo eomnn son rojas ó viole- 
tas ( manchas de vino), y aumeiri;an su intensidad coa los 
escesos en el régimen , con las impresiones morales vivas, 
en la época de la menstruación, etc. En la otra forma 
las manchas son mas ó menos prominentes, estendidas, 
aplanadas ó vesiculosas, y forman los tumores conocidos 
en cirujía con el nombre de ereeíiles; por, tanto nos li- 
mitaremos á indicar aqui estos ncevi vasculares, pues su 
estudio y terapéutica pertenecen á la misma ciencia. 

Por último, se han descrito con el nombre de /t*- 
nares unas manehitas morenas, algunas veces superfi- 
ciales , otras algo prominentes , 4>or lo común redon- 
deadas , del tamaño de una lenteja pequeña , en las que 
existen casi siempre algunos pelos: estos lunares p^- 
cipae tan pronto de los caraderes de los na^i pigmen- 
tosos, tan pronto de los vasculares, y desarrollados eo^ 



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218 

niunmente en el feto, se les ha visto aparecer algunas 
veces después del nacimiento , siendo en estos casos suscep- 
tibles de aumentar ó de desaparecer: hasta el presente se 
ignora completamente cual pueda ser la causa próxima de 
los ncevi; pues que aunque acordemos alguna parte á las in- 
fluencias morales , según las creencias vulgares , influencia 
que es evidentemente nula en la mayor parte de los casos, 
pero que no se debe despreciar, al menos en algunas cir- 
cunstancias, nos queda aun que esplicar su modo de forma^ 
cion. Los ncsvi no reclaman en general ninguna especie de 
tratamiento , al menos los que dependen de una alteración 
del pigmentum ( Spili ) . 

Respecto á los n(Bvi vasculares, y ^obre todo los que for- 
man unos tumores mas 6 menos prominentes, diremos que 
su asiento y los peligros que harían correr á los indivi- 
duos, espmiiéndolos á hemorrágii» muchas veces dificileft de 
contener , hacen indispensables los auxilios de la cirujia« 

Decolor Odones. La piel puede presentar cambios no so- 
lamente en su colorido habitual, que dependen de una atte- 
ración del pigmentum , sino que en algunas circunstancias 
pierde completamente su color por la falta de este mismo 
pigínentimi , siendo esta decoloración congéi^a ó acciden* 
tal, parcial ó general. 

ALBINISMO. 



Achroma congénüo de Alibert. 

JLja decoloración general y congénita constituye este es- 
tado singular conocido con el nombre de allmUsmo , tan- 
to mas notable cuanto que los albinos no forman una es- 
pecie aparte , pues se observan , por mas que digan algur- 
nos autores, en todas las razas humanas. La piel de estos 
individuos es de un cciov blanco mate parecido al de la 



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219 
leche ; sus cabellos se asemejan al pelo de la cabra , y las 
cejas, pestañas, pelos de la barba, de las acsilas y de los 
órganos genitales son de este mismo color. 

El iris de estos individuos es de color de rosa, y sus 
pupilas presentan una rubicundez pronunciada, sus ojos no 
pueden sufrir la impresión de la luz ; asi que cuando están 
espuestos á su acción, sus pupilas oscilan rápida y conti- 
nuamentei pero por la noche y cuandp el tiempo está ea- 
bierto , distinguen con suma facilidad los objetos. 

El desarrollo físico y moral de los aib^t se resiente 
de la debilidad general de su organíKkdon , y por lo co- 
mún son pequeños, poco deseorueltos y de constitución de- 
licada; siendo sus facultades intelectuales por lo general 
muy limitadas, pues que á veces este estado de albinismo 
coincide con el idiotismo. Hasta el dia no se conoce nin- 
gún ejemplo de albinismo accidental. Las decoloraciones 
parecen depender, como hemos dicho, de la falta del pig- 
mentumy mas su causa primordial es del todo desconoci- 
da. ^\ albinismo no parece mas propio de ciertas razas que 
de determinados climas; y del mismo modo que afecta á 
los individuos blancos y á los negros, se le encuentra tam<^ 
bien tanto en Europa como en África , aunque sin embar- 
go sea mas común en ciertos puntos del globo. El aUri- 
nismo tiene caracteres tan especiales que es imposible con- 
fundirlo , y hasta el diá todos los medios del arte han sido 
inútiles ; asi que no exije ningún medio terapéutico. 

vitíligo. 



Achroma vitíligo de Mr. ÁUberl. 

JA piel puede también ser el asiento de decoloraciones 
y esta enfermedad conocida con el nombre de 
vitíligo, puede ser congénita ó accidental. El vitíligo con- 



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220 

génito no se encuentra sino en los negros , 4os que pre^ 
sentan sobre diferentes regiones del cuerpo unas manchas 
blancas y de formas y dimensiones diversas, las que cuando 
ocupan los sillos cubiertos de pelos , les hacen perder su 
color. 

El vüiligo es comunmente accidental , y es el que se 
observa tan solo en los blancos , pudiéndo esta decoloración 
ocupar todas las partes del cuerpo , aunque en el hombre 
tiene particularmente su asiento en el escroto. - 

El vitíligo está caracterizado por unas manchas de co- 
lor blanco lechoso é irregulares; mas en otras circunstan- 
cias por el contrario , estas manchas son unas placas mas ó 
menos estendidas y superficiales que no están acompañadas 
de calor ni picazón , las que se manifiestan principalmente 
en los viejos, y pueden aumentar sus dimensiones progresi- 
vamente hasta adquirir una estension considerable. 

Causas. El vitíligo se desenvuelve constantemente por 
causas imposibles de apreciar. 

Diagnóstico. El vitíligo se presenta con caracteres que 
le son propios y que no pueden confundirse , pues \d& lí- 
neas blanquizcas que se observan en la piel de las mamas 
cuando han sido distendidas fuertemente durante la lactan- 
cia, y las que en el vientre sobrevienen á consecuencia de 
la hidropma asdtis ó del embarazo (vitíligo hidropicorum^ 
gravidarum , /. FranckJ , lejos de ser decoloraciones, re- 
sultan de la destrucción del cuerpo mucoso , consiguiente á 
las desgarraduras mas ó menos grandes, producidas por la 
distensión forzada de la piel. 

Tratamiento. Hemos visto muchos ejemplos de vitíligo 
en el hospital de San Luis de Paris; y todos los medios em- 
pleados para combatirlos, incluso los baños escitantes , no 
han producido resultado alguno ; por lo demás la afección 
es muy ligera y nada debe emprenderse para hacerla de- 
saparecer. 



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221 

EJ^FERJÜEDADES 

que por su naturaleza no pueden colocarse 
entre ninguno de los órdenes descritos. 



LUPUS. 



Lupm vorax. — Herpes exedens. — Esthiomene de Alíhert. 

JLiA palabra luptu ha sido introducida en la patología cu- 
tánea por Willan y Bateman para designar una erupción 
que presenta un aspecto particular, y algunas veces repug- 
nante , que destruye los tqidos que invade. 

Esta enfermedad era conocida de los antiguos, pues 
Hipócrates habla de ella con el nombre de E^^nf tí^toutvoT^ 
y Celso la ha descrito en su Hbro de Theriomate; posterior- 
mente ha sido designada con diferentes nombres , y mu- 
chas veces confundida con otras enfermedades; asi se la 
ha llamado fórmica corrosiva , popula fera^ etc.; pero en 
estos últimos tiempos ha sido descrita principahnente con 
la denominación de herpes exedens y de herpes corrosivo. 
Mr. Alibert abandonó esta última denominación para reem- 
plazarla por la de Esthiomen^ pero Mr. Biett ha adoptado 
la de lupuSy con la que esta enfermedad era conocida en los 
siglos anteriores, y nosotros creemos deber imitarlo. Asi 
pues, el lupus es una enfermedad crónica de la piel, que se 
maifíñesta en su principio algunas veces por medio de unas 
manchas de color rojo violáceo; pero por lo común por 
unos tubérculos de color lívido , indolentes y mas ó menos 
voluminosos: el carácter principal del lupus consiste en la 
tendencia que tiene á destruir las partes circunvecinas ó 



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223 

ios tejidos subyacentes 9 bien por loedio de ulceraciones, 
de mala naturaleza, que se cubren incesantemente de 
costras negruzcas muy adherentes , bien alterando profun- 
damente el dermis , y produciendo unas cicatrices indele- 
bles, sin que sean precedidas de la menor ulceración. El 
asiento mas común del lupus es la nariz , sin que sea posi- 
ble esplicar de modo alguno esta predilección tan singídar; 
pero sin embargo también se le encuentra en los carrillos, 
labios, barba, en los miembros y en el tronco , y ^i este 
último ocupa principalmente las e^aldas, y en el pecho 
y en los miembros las partes inmediatas á las articu- 
laciones, como la cara estema del antebrazo, dorso de 
la mano y del pie ; últimamente , en ciertos casos el luptAs 
se limita á un solo punto , y en otros invade á la vez ó 
progresivamente un mayor ó menor número de regiones 
en el miaño individuo. 

Síntomas. El lupus aparece por lo commi en su prin- 
cipio bajo la forma de puntos de color rojo oscuro , ele- 
vados y duros, por lo regidar de poca estaisíon é indolen- 
tes, que han recibido el nombre de tubérculos^ los que pue- 
den permanecer por largo tiempo poco desarrollados , aun- 
que algunas veces, por el contrarío, su volumen es consi- 
derable desde su nacimiento : en los dos casos su color es 
rojo oscuro, y en el principio parecen no invadir mas que 
las capas superfibiales del dermis , cubriéndose ^^pmas ve- 
ces por su vértice de escamitas blancas y secas; pero en 
ciertos casos estos tubérculos se reúnen y forman mía su- 
perficie mas ó menos estensa , no dolorida , blanda al tac^ 
to, que se ulcera al cabo de un tiempo mas ó menos lar- 
go. Aunque este sea A modo de desarrollo mas común del 
lupus f esta enfermedad no se manifiesta en todos los ca- 
sos con estos caracteres , que por otra parte han dado lu- 
gar á que se la coloque por algunos entre las afecciones 
luberculosas; pues que sabido es en la actualidad que no 
«Qii siempre los tubérculos sus caracteres elementales : asi 
pues e\ bipus empieza algunas veces por una inflamación 



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2±Í 
de la mucosa de tas fosad nasales, aeompiAada de rubícun*^ 
dez y de hinchazoo^ y de la ftMrmaeion de una costra, del-! 
gada , la que una vez arrancada es reemplazada por otra 
mas e^esa , ptidiendo dedrse que desde este momeato em^ 
pieza la destrucción de las partes : en otros casos aparece 
primeramente sobre cualquier punto de la cara, pero con 
partioolalrklad en la estremidad de la nariz, una rubicundez 
acompañada de tumefacción, la que durante OEtuchos meses 
aumeota poco á poco hasta que se forma una ulceración 
ligera , pero que tiende 4 profundizarse , que se cubre con 
una costra espesa: últimamente, la piel puede adelgazarse 
hiseiuúUemente j presentar el aspecto de una cicatriz sin 
baber ñdo precedida ni de tubérculos ni de ulceraciones^ 
y na haber presentado otras Icsionea que un color lívido, 
aooB^ñado por intervalos de una descamación ligera , mu- 
chas veces apenas apredable. El modo con el lupu^ au-f 
menta sus progresos presenta un grande interés bien reco- 
nockio por Mr. Biett ; pues lo ha tomado en consideración 
para fundar tres variedades principales de esta^nfirarmedad, 
á saber: 1.^ Lupus que destruye los tejidos superficial'^ 
mente: 2.^ Lupus, que destruye los mismos profúndamete^ 
y 3.^ Lupus que destruye los tejidos mn ulcerarlos, y que 
va acompañado de la hipertrofia de tes partes afectadas: 
esta divñion permite estudiar el ¡tipus en todas sus formas 
y en todos sus detalles , pues que está fundada en la obser^ 
vacien y facilita singularmoite el estudio de esta afección. 

1.^ variedad. Lupus que destruye los tejidos superfickU^ 
mente. El lupus estendido sobre una superficie mas ó menos 
grande presenta alguna^ variedades que ínereeen ser des^ 
criti^ : asi pues , en algunos casos bien raros la enfarmedad 
solo afecta \m capas superficiales del dermis, y en ellos se 
le observa especiahnente en la cara , sin que aparezcan ni 
tubérculos ni costras; pero la piel adquiere un color roj<), 
se erfoKa, se adetgaza gradualmente, y ademas e^ muy 
lisa y res{dandeci^te , y al cabo de poco tiempo {nresenta 
el aspecto de una cicatriz parecida á la que prochice una 



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224 

quemadura auperficia} : la rubieundez desaparece á la pre* 
siou y y esta no produce dolor alguno. Guando los progresos 
de la enfermedad cesan , la rubiciindez y las exfoliaciones 
epidérmicas desaparecen; pero la piel permanece adelga-- 
zada y resplandeeieote y lisa al tacto. 

En otros casos aparecen uno ó muchos tubérculos blan- 
dos , de color rojo obscuro, que después de permanece es- 
tacionarios durante un tiempo naas ó menos largo , se acre- 
cientan repentinamente » se aumentan, y la piel presenta 
una hinchazón de caráctier edematoso en los espiK^ios que 
separan á estos tubérculos, los que se confunden por su base 
y se ulceran por el vértice , formando una superficie que 
presenta una ulceración irr^;ular de mala naturaleza > que 
invade las partes vecinas y que se cubre de una.cóstra ne- 
gruzca. Por lo general cuando el lupus tiende á invadir Iw 
superficies circunvecinas , sus puntos de partida se cicatri- 
zan progresivamente , y estas cicatrices son blancas , irre- 
gulares, y se asemejan á las producidas por las grandes 
quemaduras. El lupm puede invadir progresiviUBente del 
modo apuesto superficies de mucha ostensión, como por 
ejemplo , toda la cara ; mas en algunos casos es mas inten- 
so , de tal modo que á medida que invade las partes sanas, 
las cicatrices antiguas se destruyen nuevamente , siendo esto 
debido á que estas cicatrices se unen con tubérculos mas 6 
menos voluminosos ; pero por lo común muy prominentes y 
rojos, que cuando se ulceran por su vértice , las destru- 
yen rápidamente. 

El lupus se propaga y aumenta sus progresos por medio 
de la formación de nuevos tubérculps, que drcnnscnben sus 
estragos formando un rodete duro , arriado y tumefm^to, 
que al cabo de un cierto tiempo se ulcera también. Hemos 
visto en el hospital de San Luis de París en las salas de 
Mr. Gibert un lupus que apareció en la región submaxilar, 
y que se estendió progresivamente, á pesar del tratamiento, 
hasta los carrillos , barba y parte anterior idel cuello : estos 
tubérculos se desarrollan algunas veces en las comteuras de 



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225 
Io8 labios, 7 cuando se ulceran , producen costras grue- 
sas que impiden al pacJMte abrir la boca con facilidad: 
esta variedad rara vez invade la nariz primitivamente; 
pero cuando se estiende , la comprende también y des- 
truye sus alas y su punta : la superficie afectada está al- 
gunas veces arrugada y llena de tuberculitos de color rojo 
lívido; pero en otros casos presenta mejor aspecto y está 
cubierta de escamas epidérmicas delgadas, á las que sucede 
en muchos puntos una cicatriz blanca y dura. 

Cuando los estragos causados por el lupus han sido con- 
siderables, la cara presenta un sin námero de cicatrices irre- 
gulares comunmente muy estensas , de color blanco rosado, 
tirantes, resplandecientes, muy gruesas en algunos puntos 
y muy delgadas en otros, de tal modo que parecen tras- 
parentes y próximas á romperse ; pero estos últimos carac- 
teres de las cicatrices se encuentran en los puntos que han 
sido atacados muchas veces, y cuyas cicatrices se hallan 
destruidas por nuevas ulceraciones , las que van á terminar 
siempre á la base de algunos tubérculos entre los que es- 
tan como estranguladas. Hemos visto ocupar esta variedad 
del ¡upui una gran parte del pecho y de la parte anterior 
de los muslos, y partir de la margen del ano para terminar 
en los órganos genitales. 

2.^ variedad. Lupus que destruye los tejidos profunda^ 
mente. Esta variedad ocupa con especialidad la nariz y se 
desarrolla, bien en su estremidad , bien en sus alas ; su apa- 
rición es precedida de rubicundez é hinchazón de la parte 
coriza, etc., á las que sigue una ulceración ligera que se 
cubre de una costra, que una vez desprendida, es reempla- 
zada por otra mas espesa, que produce una pérdida de sus- 
:"tancia poco apreciable al principio. La rubicundez y la hin- 
chazón se estienden comunmente á la otra ala de la nariz, 
y en estos Ssasos las partes están cubierta» con una costra 
cuyo espesor aumenta gradualmente: la piel, y los cartfla- 
gos se destruyen por debajo de la costra , y cuando esta 
se desprende aparece una ulceración de mal carácter, que 

15 



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226 

segrega un liquido séro-purulento , en grs^de abOndancia: 
en otros casos no hay coriza ni tuiaéfaccion , y la enferme- 
dad empieza por. un tubér(iulo rojo^ liso y blando que se 
ulcera en un tiempo mas ó menos largo. La ostensión de 
la parte destruida es muy variable , pues en unos casos 
toda la nariz desaparece , y en otros solo su estremidad; 
pero la enfermedad no limita sus estragos solo á este pun- 
to, porque formándose nuevos tubérculos sobre las cicatri- 
ces, aparecen nuevas ulceraciones , que destruyen las par- 
tes que hablan quedado ilesas. Comunmente la nariz está 
tan solo corroída superficialmente, pero con igualdad; de 
tal modo que en lugar de tener su volumen ordinario , está 
afilada en forma de punta : sus aberturas tienden á cer- 
rarse y su color es por lo común rojo, si se escéptúa el 
ángulo que reúne hacia arriba las dos porciones laterales, 
en las que el cartílago presenta un color amarillento, que se 
vé muy bien al través de la cicatriz trasparente ; pero lá 
disposición que tienen las aberturas á cerrarse es mucho 
'mas marcada en el lupus acompañado de hipertrofia. 

La destrucción de las partes no guarda relación con la 
duración de la enfermedad , pues que en muchos casos des- 
pués de muchos anos solo una pequeña parte de la nariz 
está destruida , mientras que en otros desaparece entera- 
mente en el espacio de diez á quince dias : en casi todos 
los casos de lupus nasal existe al mismo tiempo una altera- 
ción de la mucosa de las fosas nasales , y aun en algunas 
circunstancias todo el tabique qu)e las separa puede ser des- 
truido , sin que en la parte estema de este órgano se obser- 
ve la menor erosión. Por último, algunas veces el mal se 
propaga á la cara y produce en ella estragos mas ó menos 
considerables. 

. 3.^ variedad. Lupus acompañado de hipertrofia. Esta 
variedad presenta fenómenos muy notables , y por lo co- 
mún empieza en la cara , que es su asiento casi esclusivo, 
por medio de unos tubérculos poco prominentes , blandos é 
indolentes, por lo general bastante numerosas, que ocupan 



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F 227 
superficies estensas^ como por ejemplo, una gran parte^ 
del carrillo y aun algunas veces toda la cara : estos tu-' 
bérculos no se ulceran por su vértice , tnas poco á poco 
su base se ensancha, la piel y el tejido celular subyacente 
se infartan, y al cabo de cierto tiempo la cara está sem- 
brada de puntos rojos, que no son mas que tubérculos , qiie 
á consecuencia de la tumefacción de las partes subyacen- 
tes están al nivel de la piel : lo mas particular que presenta 
esta variedad es la formación de cicatrices que suceden á 
estos tumores sin que las hayan precedido ni ulceraciones' 
ni costras: con efecto, los tubérculo» son el asiento de una 
esfoliacion insensible y constante , y las capas de la piel 
hipertrofiadas son destruidas poco á poco por medio de 
descamaciones sucesivas. En este caso la cara adquiere un 
volumen enorme , los carrillos están blandos y flojos, con- 
servan la impresión del dedo , y el estado en que se en- 
cuentran tiene mucha analogía con el de las partes afec- 
tadas de elefantiasis. La frente y los párpados están hin> 
chados, y los ojos, que apenas se aperciben, están cubiertos 
por los tejidos hipertrofiados que los rodean; los labios 
considerablemente abultados forman dos rodetes enormes, 
en los que la membrana mucosa está al descubierto ; y úl- 
timamente r las orejas también participan en algunos casos 
de esta tumefacción general de la cara. La duración de esta 
variedad es indeterminada, pues que puede prolongarse por 
un tiempo indefinido ; y cuando las partes afectadas vuel- 
ven á su estado normal, lo que nunca acontece espontá- 
neamente , sino á beneficio de un tratamiento metódico; 
la vitalidad de las partes enfermas se aumenta , la tumefac- 
ción disminuye poco á poco , y la circulación de la piel se 
activa á medida que esta membrana se aproxima á su es- 
tado normal. Hay una variedad de lupus hipertrófico en la 
que las cicatrices que han sucedido , bien á las^ manchas 
violáceas , bien á los tubérculos,^ se cubren de pequeños tu- 
mores rojos , blandos y de carácter fungoso muy prominen- 
tes, que dan al rostro un aspecto horroroso: no es raro el 



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228 

encontrar simultáneamente en un mismo individuo las di- 
versas variedades del /tiptii en un espacio circunscrito ; y 
en estos casos sobrevienen graves desórdenes» tales como 
la destrucción del párpado inferior, producida por uno ó mu- 
chos tubérculos terminados por ulceraciones mas ó menos 
estensas, y la piel de la cara se continúa directamente con 
la conjuntiva ocular ; los ojos ée inflaman de un modo cró- 
nico, la conjuntiva adquiere un grosor considerable, la 
córnea se vuelve opaca > y en su consecuencia el paciente 
pierde la vista^ tJna de las enfermedades que complican muy 
frecuentemente esta afección es la erisipela de la cara , la 
cual aunque en algunas circunstancias puede presentar in- 
convenientes graves, las mas veces, lejos de ser una com- 
plicación funesta, es un accidente feliz, pues que á conse- 
cuencia de esta inflamación accidental las superficies afecta- 
das cambian de aspecto , la vitalidad de la piel se aumenta, 
la resolución es mas activa y la enfermedad termina pronto 
y felizmente. El lupus puede prolongarse por largo tiem- 
po atacando sucesivamente la piel sana , ó destruyendo de 
nuevo las antiguas cicatrices : esta afección puede invadir 
los cartílagos de la nariz, y sin embargo respetarlos huesos, 
pues que esta horrorosa enfermedad parece pertenecer es- 
clusivamente á la piel. 

Causas. £l lupus acomete principalmente é los niños y 
á los adultos, rara vez á los individuos que han llegado á 
los cuarenta años , sin que por otra parte el sexo ejerza 
influencia alguna en la aparición de esta enfermedad ; y 
es mas común en el campo que en las ciudades , sin que 
hasta el dia sea posible «spiicar esta singular predilección: 
es muy frecuente en los niños escrofulosos, en los que 
persiste aun después de la pubertad. Sin embargo , aunque 
es muy cierto que el lupus coincide evidentemente con una 
constitución escrofulosa , lo es también que en un gran nú- 
mero de casos se presenta en individuos robustos que gozan 
de buena salud. La variedad que Mr. Biett ha designado 
con el nombre de lupus hipertrófico es la que mas comun- 



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2ad 

mente se complica con el temperamento escrofuloso ; y por 
último 9 las causas por cuyo influjo la enfermedad ha pa- 
recido desarrollarse en algunos casos , son cuando mas 
determinantes. 

Diagnóstico. El lupus puede confundirse con muchas de 
las erupciones que tienen su asiento en la cara: la acnea 
rosacea podría asemejar en algunos casos los tubérculos na- 
cientes del lupus; pero el eolor rojo de las induraciones 
circunscritas que suceden á las. pústulas de la acnea , la 
aureola erítematosa .que las rodea , y la preexistencia de las 
pústulas que se encuentran comunmente en número varia- 
ble^ son caracteres suficientes p^ra distinguirlas de los tubér- 
culos lívidos é indolentes del lupus ^ cuya aparición no ha 
sido precedida por otra parte de ninguna otra lesión , sino 
de un ligero tint« violáceo de la piel. El lupus hipertrófica 
podría ser ^confundido con la elefantíasis do los griegos; 
pero el color amarillo de la piel ^ la forma de los tubérculos 
qne se presentan con el aspecto de pequeños tumores abo- 
llados ^ desiguales y y los abultamientos parciales que des- 
figuran tal ó cual parte de la cara^ distinguen la elefantiasis 
de esta variedad , la que aunque está acompañada de un 
abultamiento análoga» es sin embargo igual y uniforme* 
Estos mismos caracteres servirán tambiea para aclarar el 
diagnóstico en los casos en que los tubérculos de la lepra 
tuberculosa estuviesen ulcerados en diversos puntos ; pero 
por otra parte estas ulceraciones son siempre mas superfi- 
ciales que las del lupus , y no tienden como estas á atacar 
las partes sanas. En fin» la elefantiasis de los griegos existe 
al mismo tiempo en el mayor número de casos sobre otros 
muchos puntos de la superficie del cueipo, y cuando llega 
á este estado va acompañada de un sin número de síntomas 
tanto locales como generales , que no perfenecen al lupus. 
Existen dos enfermedades cuyo diagnóstico es de la mayor 
importancia y y que han sido muy comunmente confundidas 
con el lupus^^ á saber : el noli me (angere y ciertas varieda- 
des de las sifíiides. Los tubérculos cancerosos » duros , co- 



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a3o 

munmente dolorosos, que se desarrollan en las personas 
mas ó menos avanzadas en edad en los labios > carrillos, 
nariz , puntos en los que permanecen algunas veces por mu- 
cho tiempo , antes de ulcerarse, ofrecen en efecto bajo este 
punto de vista mucha semejanza con 'los del lupus; pero 
estos no aparecen casi nunca en los individuos de edad 
avanzada , y el noli me tangere por el contrario ; ademas 
esta última enfermedad empieza por un solo tubérculo , y 
en el lupus se observan muchos á la vez , que son por lo co- 
mún indolentes y ocupan las capas superficiales de la piel, 
•mientras que los cancerosos , rodeados de una base dura y 
circunscrita , son el asiento de dolores agudos y lancinantes. 
En fin, él noli me tangere está acompañado de una tume- 
facción inflamatoria comunmente considerable de las partes 
blandas; ademas este tubérculo, se exaspera 'por lo común 
con las cauterizaciones , y una vez ulcerado no solo ataca la 
piel y los cartílagos de la nariz, sino que destruye profun- 
damente los huesos, fenómeno que no se observa jamás en 
el lupus; las úlceras cancerosas son húmedas, dolorosas, 
de aspecto fungoso, y no están cubiertas como las del lu- 
pus con costras espesas y secas. La sifílide se presenta en 
la cara con síntomas tan análogos á los del lupus , que mu- 
chas veces al primer aspecto es difícil el diagnóstico, princi- 
palmente cuando estas dos afeccionen no presentan mas que 
los tubérculos no ulcerados. Sin embargo , los tubérculos si- 
filíticos son mas voluminosos , redondeados , de color rojo 
cobrizo , y en su superficie no se observa ninguna esfolia- 
eion , teniendo ademas mucha menos tendencia á la ulce- 
ración que los del lupus , los que por otra parte son mas 
.blandos, aplanados, acompañados de una ligera tumefac- 
ción de la piel, y casi siempre están cubiertos con una la- 
minilla epidérmica. En fin , los tubérculos sifilíticos de la 
cara que son síntomas consecutivos de la infección venérea 
no aparecen ordinariamente sino en los individuos de cierta 
edad , mientras que el lupus se desenvuelve por el contra- 
rio , mas comunmente en los jóvenes; pero la diferencia es 



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mucho mas .marcada entre estas dos afecciones eh el estado 
ulceroso; asi, pues, las úlceras que suceden á los tubércu- 
los sifilíticos son profundas, sus bordes tumefactos y de 
color rojo cobrizo ; las tuberculosas son de color rojo os- 
curo , y ocupan la superficie de la piel. Las ulceraciones 
del lupus que destruye profundamente los tejidos , se dife- 
rencian de las sifilíticas, en que las primeras invaden primi- 
tivamente la piel antes de destruir los cartílagos y huesos, 
los que comunmente se conservan intactos después de mur 
cho tiempo, mientras que las segundas por el contrario, 
empiezan por atacar los huesos hasta llegar á la piel , y 
esto con mucha actividad, verificándose la destrucción rá- 
pidamente. En fin i bien sea que la sífilis produzca tubér- 
culos, bien que se caracterice por medio de ulceraciones 
mas ó menos grandes , y mas ó -menos profundas, casi 
siempre está acompañada de otros síntomas sifilíticos, entre 
Jos que se encuentran en primer lugar los dolores osteóco- 
pos, los exóstosis, la iritis, etc. 

Pronóstico* El pronóstico del lupus es siempre grave, 
no precisamente porque la enfermedad ponga ^en peligro la 
vida del enfermo , sino porque siendo por lo común muy 
-rebelde, no cede sino después (le haber hecho estragos 
considerables que dejan unas cicatrices disformes , nume- 
rosas é indelebles. El pronóstico es mucho menos grave 
<;uando la enfermedad está poco avanzada, y cuando se 
recurre prontamente á los auxilios terapéuticos ; pero cuan- 
do el lupus está acompañado de hipertrofia de los tejidos 
afectados , y cuando las ulceraciones se renuevan y destru- 
Iruyen las cicatrices , la afección es mucho mas grave* Por 
^timb, cuando las cicatrices, son blandas, azuladas, y pro- 
ducen al tacto una sensación de fluctuación , y cuando 
^tan circunscritas por tubérculo^ mas ó menos volumino- 
sos, es muy de temer la reaparición de la enfermedad. La 
época de la pubertad no produce modificaciones tan mar- 
4^adas, de modo que se pueda fundar sobre ella un pro- 
nóstico favorable. 



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233 

Tratámimto. El tratamiento general del It^us es por 
lo común muy simple, pues que se compone de bebidas 
amainas, de algunos baños y de los cuidados higiénicos 
bien dirigidos, asi que por sí solo no es suficiente para des- 
truir esta grave y rebelde enfermedad. Sin embargo, este 
es en algunas circunstancias importante ; asi pues cuando el 
lupm ataca á individuos evidentemente escrofulosos, es muy 
útil someter á los enfermos á una medicación apropiada , y 
en estos casos se obtienen algunas ventajas de la disolu- 
ción del hidro-clorato de cal , de las preparaciones marcia- 
les , como el sulfuro de hierro , por ejemplo , de los ali- 
mentos de buena calidad y de los viáos generosos. Én 
otras circunstancias, con el objeto de activar la resolución 
de los tubérculos, se ha recurrido á medios activos, los que 
combinados á la vez con un tratamiento local bien dirigido, 
han contribuido poderosamente en algunos casos á la cu- 
ración de esta enfermedad : tales son el aceite animal de 
Dippel, el cocimiento de Feltz, las pildoras asiáticas, la 
disolución de Pearson , la de Fowler, etc. ; pero la uti- 
lidad de todos estos medios seria muy incierta, si no fuese 
ayudada de un tratamiento local. Los demás auxilios ge- 
nerales los componen los medios higiénicos bien dirigí- 
dos; asi pues es muy conveniente que los enfermos no 
se espongan á la acción de un calor fuerte ó de un frió 
riguroso , pues que estas circunstancias favorecen la des- 
trucción de las cicatrices preexistentes. En las mugeres es 
muy conveniente regularizar las evacuaciones de los mens- 
truos en los casos en que esta función esté alterada. 

Pero el verdadero tratamiento del lupus es el local, 
que se compone principalmente de las aplicaciones reso- 
lutivas mas ó menos irritantes, con las que se modifica la 
vitalidad de la piel, y se activa la resolución de los tu- 
bérculos ; y de cáusticos mas ó menos enérgicos, con cuyo 
auxilio se cambia el estado de las superficies enferínas, se 
Umita la destrucción de los tejidos y se obtienen sólidas 
-picatrices, 



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233 
Las preparaciones resolutivas que llenan mejor la in- 
dicación que hemos señalado , son: el proto-ioduro de 
mercurio incorporado á la manteca, el d^uto-ioduro de 
mercurio y el ioduro de azufre i este último medicamen- 
to es muy empleado en el hospital de San Luis de París; 
sobre todo en el lupm hipertrófico ^ y podemos asegurar 
que produce resultados felices. Mas cuando estos medios 
no son bastante eficaces y cuando los tubérculos se ulceran 
por su yértice» es indispensable recurrir á las cauteriza- 
ciones, las que pueden componerse de diferentes cáus- 
ticos: al efecto son indi^nsables ciertas indicaciones/ 
pues que fácilmente se concibe , que cuando la enferme- 
dad ocupa una grande estensien , la cauterización debe 
practicarse parcialmente, repitiéndola hasta cauterizar 
toda la superficie enferma: por otro lado, es necesa- 
rio prestar atención al estado en que se encuentran 
las partes afectadas antes de proceder á la aplicación del 
cáustico : asi pues, se puede aplicar inmediatamente cuan- 
do la superficie ulcerada está hikneda y limpia; mas si 
por el contrario, está cubierta de costras, es necesario 
desprenderías por medio de cataplasmas emolientes: por 
último , si los puntos que se desea cauterizar son el asien- 
to de tubérculos indolentes no ulcerados , si presentan * 
unas placas violetas, secas, ácompaiíadas de una tume^ 
facción mas ó menos considerable de la piel , ó bien , en 
fin, si se trata de un lupus con hipertrofia ^ convie-* 
ne destruir el epidermis por medio de los vejigatorios; 
Mr. Biett ha recurrido algunas veces al aceite animal 
de Dippel, el cual obra menos coma t^áustico que como 
cuerpo irritante, y que modifica á su modo muy ven- 
tajosamente á veces las partes sobre que se aplica: este 
aseite conviene con especialidad cuando la nariz es el 
asiento de una hinchazoB indolente y crónica , y cuando 
presenta un colorido violeta acompañado habitualmente 
de una esfoliacion epidérmica. Las cauterizaciones con el 
nitrato de plata, la potasa y la manteca de antimonio, 



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234 

han sido seguidas de eonsecuéncias variables; mas por regla 
general nunca producen los felices resultados de> las pre- 
paraciones siguientes* 

Polvo de Dupuytren. El polvo de Dupuytren es una 
mezcla del . proto-cloruro de mercurio y del ácido arse- 
nioso: este cáustico que es muy dulce y útil» conviene 
en los lupm poco estensos de los niños, mugeres é indi- 
viduos irritables; y aunque por lo común no produzca 
casi iiingun dolor ni hinchazón en las partes circunveci- 
fias» es sin embargo conveniente no aplicarlo sobre re- 
giones afectadas en mucha ostensión 

Polvo arsenical de F. Cosme. El polvo arsenical de 
F. Cosme es un medio mas precioso y mucho mas enér- 
gico: asi que para su uso deberán guardarse todas las 
precauciones posible». Este polvo es aplicable principal- 
mente en los lupm antiguos y rebeldes, cuyos estragos 
no han podido ser limitados con el auxilio de prepara- 
oiones menos activas; pero debemos advertir que pro- 
ducen en casi todos los casos accidentes locales, carac- 
terizados con síntomas alarmantes; pero que ceden or- 
dinariamente con facilidad á los medios con que se los 
combate : estos accidentes consisten en la aparición de eri- 
sipelas, tan graves á veces, que la cara se tumeface enor- 
memente, y el enfermo acusa un fuerte dolor de cabeza; 
pero á beneficio de pediluvios irritantes , de algunas san- 
guijuelas aplicadas detrás de las orejas, de la dieta y de 
enemas emolientes ó purgantes, todos los síntomas des- 
aparecen y la cara recobra su primitivo estado. 

Nitrato ácido de mercurio. El nitrato ácido de mer- 
curio es también un cáustico muy enérgico, y uno de 
los mas usados de algunos años á esta parte : su aplica- 
ción se hace no solamente sobre la ulceración, sino tam- 
bién sobre los mismos tubérculos y sobre las cicatrices 
amenazadas de destrucción. 

Pasta de cloruro de zinc. En estos últimos tiempos se 
ha alabado mucho p y Mr. Biett ha empleado con buenos 



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235 
resultados la pasta de cloruro de zinc. Respecto á la 
cauterización por medio idel fuego , diremos que siempre 
es seguida de resultados poco favorables, y que- muchas 
veces agrava la enfermedad. Últimamente , cualquiera que 
sea el cáustico empleado, cuando las costras se despren* 
den dejan al descubierto una ulceración de >uen carác- 
ter, cuya cicatrización no tairda en verificarse; pero en 
la mayoría de los casos no es suficiente una sola caute- 
rización, siendo necesario repetirla un número ouiyor ó 
menor de veces, y aun durante años enteros , cuando la 
enfermedad ocupa una gran estension. 

En el tratamiento del lupm es necesario vigilar la 
formación de las cicatrices, á fin de impedir las deformi- 
dades y la oclusión de las aberturas naturales. El trata- 
miento local y general del lupus será secundado en al- 
gunos casos ventajosamente con el uso de los baños de 
vapor ó simples, y con las duchas de vapor , que son muy 
útiles para combatir la hinchazón no dolorosa del lupus 
hipertrófico. 



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2S6 

ELEFANTIASIS DE LOS ÁRABES. 



Lepra ti^erciUosa elefantina de AUhert. — Enfermedad 
glandular de las Barbadas^--Fiebre erisipelatosa de Ho/f- 
mam.—PedartrQcace de Rempfer.—Sarcocele de Egipto. 

XNmcÁDA por Razes, descrita con exactitud por Hillary, 
Hendy, Schíllingy y en tiempos mas moderaos porHallard, 
¡a elefantiasis de los árabes ha sido separada por Biett, 
Cazenave » Rayer y Alit>ert de las demás variedades de la 
lepra* Esta enfermedad consiste en una hinchazón de la 
piel y del tejido celular y adiposo mas ó menos dura » con- 
siderable y permanente, producida lentamente por inflama- 
ciones sucesivas del dermis y de los vasos sanguíneos y 
linfáticos» con deformación escesiva de las partes que pa- 
decen : la alteración de los tegumentos llega á presentar un 
aspecto monstruoso, que ha sido señalado por los antiguos 
con el nombre de elefancia. 

Esta enfermedad se manifiesta en los paises cálidos, en 
África, en la isla de las Barbadas, y también puede obser- 
varse en Europa á consecuencia de ta inflamación del sis- 
tema linfático, de la flebitis, de la obstrucción de los va- 
sos, originada por la aglomeración de coágulos sanguíneos, 
del edema que acompaña á las enfermedades del corazón, 
y de la obliteración de las principales venas y arterias del 
cuerpo : semejantes padecimientos dan lugar en ciertas cir- 
cunstancias á infiltraciones é infartos del tejido celular adi- 
poso y linfático , particularmente en las estremidades ínfe- 
•rióres; mas la hinchazón consecutiva de las alteraciones pa- 
tológicas de los órganos de la circulación , presenta por lo 
regular distinta marcha y opuesto carácter al que suele ob- 
servarse en la elefancía de los árabes : esta afección puede 
aparecer en todos los puntos del cuerpo , en la cara , en el 



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237 
caeilo» en el pecho , en las paredes abdominales » en el 
miembro viril , en el escroto y en los grandes labios; pero 
por lo común reside en las estremidades inferiores, 

Sintomas. La elefantiasis de los árabes suele desarro- 
llarse de un modo rápido é inesperado , sin ser precedida^ 
de síntomas precursores : el paciente esperimenta desde el 
principio los fenómenos característicos de la inflamación 
del sistema linfático» una sensación de dolor y tirantez que 
sigue la. dirección de los vasos superficiales, y en seguida 
advierte una especie de cuerda dura nudosa producida por 
la obstrucción ile los vasos. La piel adquiere un color ro- 
sáceoy el tejido celular subcutáneo se dilata, los ganglios 
principales se tumefacen y se inflaman. A las alteraciones 
fincas del tegumento se agregan síntomas generales, calo- 
frios, fiebre, agitación, vómitos y á veces delirio. 

EJi conjunto de fenómenos que acabamos de describir 
se repite por intervalos mas ó menos lejanos y en distin- 
tas épocas: cada ataque aumenta el infarto de las partes 
que ocupa primitivamente la inflamación : Hendy ha obser- 
vado hasta catorce ataques en un mismo año; y en circuns- 
tancias opuestas la enfermedad parece suspeuder su mar- 
cha por mucho tiempo. 

Guando el mal ofrece á la observación todos los carac- 
teres que le constituyen, se advierte una monstruosa hiper- 
trofia de la piel : ora aparece un entumecimiento casi uni- 
forme del brazo y de la pierna , hasta el punto de destruir 
completamente la forma primitiva del miembro , y de ha- 
llarse cubiertas por la hinchazón las estreminades; ora se 
manifiestan tumores en varios puntos de la misma región, 
que indican la marcha sucesiva de la dolencia; ora el ele- 
mento morboso tiende á invadir nuevas superficies, y del 
antebrazo ó la pierna se estiende progresivamente al brazo 
ó al muslo. En ciertas circunstancias esta elefantiasis re- 
side esclusivamente en un órgano determinado , y aun pue- 
de circunscribirse á un corto espacio de la piel. La palma 
de las manos y la planta de los pies nunca participan de la 



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238 

inflamación t lo qae 66 espHca fácilmente por la disposición 
del tejido celular de ambas regiones. 

La piel, que conservaba al principio su natural tersura^ 
7 que solo ofrecía un color blanquizco ligeramente azulado 
en varios puntos, y mayor resistencia que en el estado 
normal , concluye por alterarse profundamente , se mar- 
chita, contrae un aspecto oscuro y mucha aspereza, ofre- 
ciendo bastante analogía con los tegumemtos del elefante: 
en su superficie esterna pueden observarse escoriaciones, 
escamas, costras, ulceraciones fungosas y rebeldes, supu- 
raciones que degeneran á veces en gangrena y en las com- 
plicaciones mas funestas. Si la enfermedad no llega á pro- 
ducir tan graves resultados, puede quedarse estacionaría, 
y el paciente se vé condenado á arrastrar el ói^ano afec- 
tado, como una parte inerte , durante el curso de su vida. 

Los miembros, y con especialidad los inferiores, presen- 
tan habitualmente el escesivo entumecimiento é induración 
cutánea que constituyen esta elefantiasis ; pero también pue- 
de desenvolverse en los pechos de la muger y en las par- 
tes genitales del hombre, como lo prueban las hernias 
carnosas de Próspero Alpino y el Sarcocele de Egipto des- 
crito por Larey. 

Necroscopia. De las investigaciones anatómicas practi- 
cadas en el cadáver de los elefantiaeos , resulta que la piel 
se halla endurecida y aumentada de consistencia; el epi- 
dermis, atravesado por muchos surcos, mas denso que en el 
estado normal, y confundido con los demás tejidos; el cuer- 
po mucoso muy aparente ; el dermis hipertrofiado ; el tejí- 
do celular infiltrado de una materia como gelatinosa ó em- 
papado en fluidos blancos y de aspecto^ lardáceo; los mús^ 
culos descoloridos, amarillentos y convertidos en tejido adi- 
poso; las venas obliteradas en varios puntos; las glándulas 
y vasos linfáticos infartados, obstruidos, mas ó menos 
intimamente adheridos al tejido lardáceo de los tegumen- 
tos; los huesos mismos están alterados en ciertos casos, 
adelgazados y poco resistentes. 



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23U 
Cauiúé. La iovestigacion de las causas de esta doleacia 
ofrece todavía mucha oscuridad ^ la que ataca por lo ge- 
neral á los adultos sin respetar las condiciones sociales* 
Los vi£^eros la han observado con especialidad en los climas 
cálidos: parece reinar endémicamente bajo la zona Tórrida 
y en la inmediación de la línea del Ecuador. Se atribuye 
su aparición á la acción de los vientos que se levantan re- 
gularmente con el sol en tan remotas tierras, formando 
con la temperatura del dia un contraste que ejerce el mas 
poderoso influjo en la sahid de los habitantes: esta afee* 
cion no se trasmite ni por contacto ni por vía de gene- 
ración. 

Diagnóstico. En Inglaterra prevalece generalmente la 
opinión de que la enfermedad empieza por las glándulas 
linfáticas. Según Hallard el asiento especial de la elefantíasis 
reside en el sistema linfático del dermis, de cuyo foco pri- 
mitivo se propaga á todas las partes constitutivas de los 
tegumentos. Cualquiera que sea la idea que se adopte con 
re«q[)ecto á la naturaleza de la elefantiasis ^ debe conside- 
rarse esencialmente como una enfermedad de los vasos 
linfáticos 9 ora se desenvuelva la inflamación atacando des- 
de el principio los vasos y los ganglios , ora se manifieste 
bajo la forma de una verdadera erisipela. El examen mas 
superficial demuestra suficientemente la línea divisoria qiie 
separa esta afección de la inflamación común de los vasos 
linfáticos, observada frecuentemente en nuestros paises á 
consecuencia de graves padecimientos. 

Si alguna analogía de forma existe entre esta elefan^ 
tiasis y los infartos que resultan de un obstáculo perma- 
nente de la circulación, de la inflamación críSnica del te- 
jido celular, y de <^ras varias afecciones, no puede ad- 
mitirse la identidad de semejantes enfermedades. 

Mr. Gazenave ha observado en el hospital de San Luis 
dé Paris á un individuo que á consecuencia de la inflama- 
ción de los tejidos subcutáneos y de la cicatrización dé 
una úlcera varicosa , padecía una enfermedad de las pier- 



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240 

ñas que se asemejaba á ia defanüaris. Ocurre también 
con frecuencia que ciertas erupciones de la piel , y espe- 
cialmente las vesiculosas y determinan por la repetición de 
sus ataques, una flogosis crónica del tejido celular subcu- 
táneo , y una hinchazón tanto mas considerable cuanto 
mayor laxitud presenten los tegumentos de las partes que 
padecen: este fenómeno se' advierte alguna vez en el pre- 
pucio, en los grandes labios, en la nariz y en las ore- 
jas; pero en estos casos la enfermedad consiste esclusi va- 
mente en el aumento patológico de consislencia de los 
tejidos , cuya alteración no debe confundirse con la ete^ 
fantíasis. 

Cuando la afección empieza con síntomas inflamatorios 
que siguen la dirección de los vasos linfáticos , será di- 
icil decidir si habrá áe manifestarse ulteriormente la efe- 
fantiasis , ó si los síntomas se limitarán al trastorno mo- 
mentáneo de las función^ del sistema linfático ; pero la 
repetición de los ataques y las alteraciones manifiestes que 
imprime en la piel la periódica invasión del mal, facili- 
tarán el diagnóstico y permitirán la administración de los 
remedios convenientes en los intervalos que separan las 
exarcerbaciones. 

Esta enfermedad , considerada en un período mas ade- 
lantado , pudiera equivocarse á primera vista con el ede- 
ma y la anasarca; pero la marcha de la enfermedad que 
permanece localizada, la integridad de los demás órganos, 
el aumento de consistencia y las alteraciones particula- 
res de la piel , bastarán para distinguir la elefantíasis de 
aquellas enfermedades cuyo principal carácter consiste en 
la flojedad de los tejidos y en los síntomas generales, á 
x^uyo influjo debe atribuirse esclusivamente la inflamación 
de los tegumentos. 

La elefantíasis de los'^griegQS presenta ligeras manchas 
de color oscuro irregularmente disemipadas, sobre las que 
se forman tubérculos aislados, y la de io5 árabes^ por el 
contrario , empieza por la inflamación y endurecimiento de 



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941 
tos lefidoé liMItieoSi y hmidapteseonta la tévim toberculof^ai 
Ltt kpra eulgar se caracteriza' ciem varios discos es^ 
cawosoft sin alteraetoii'pi^fUiida de la piel; por loque es 
imposible confundirla con la elefantiaeis de los áfUíbes. 

Pronostico* La duración de la elefantiasis de los ára- 
bes es por lo común mu^ larg« ,; pues puede prolongarse 
por muchos anos y aun toda (a Vida : en algunos casos 
desaparece para reaparecer en los mismos sitios que ocu- 
paba primitivamente , otras cambia de sitio ; pero todas 
estas circunstancias son muy raras, y en la mayoría de 
los casos se debe desear que la enfermedad permanezca 
estaeionaria: mas de cualquier modo siempre es una eq- 
femtedád gtiave por su rebeldía y por las superficies qiie 
invade. 

Traíamieníú. Em el principio de la enfermedad , y 
cuando exfeten aun los síntomas inflamatorios , conviene 
recürtir al ti'atamiento abtiflogístico, á las evacuaciones 
de sangre genetales y locales, á los emolieiltes, á la dieta, 
ai reposo del cuerpo, á las bebidas diluentes y al uso 
de IfjWos Mxantes. 

Gtíando el mal ha pasado al estado cfénieo se pro* 
eutará resolver los ittfartos y restablecer él (iurso regular 
de k)s líquidos en las partes* afectadas; para esta se re- 
comiendan con éxito mas 6 menos feli¿ las preparaciones 
tnei^uriales administradas al intérioir, lo^ purgantes, las 
preparaciones arsenicalés , y esteriormente las fricciones 
resolutivas, las pomadas con eihidriodato de potasa, los 
1>años de vapor, y con particularidad la eoknpresi<m me^- 
tódica aconsejada' por B^amiét', y acompañada del repó^ 
so (íotnpleto. 

Los cáusticos y las cantáridas , que tanta confianza han 
inspirado á algunos autores, no producen r^ultadós favo- 
rables, y activan la aparición de las complicaciones que 
pueden desenvolverse á consecuencia de supuraciones pro^ 
Idngadás y de profundas ulceraciones. ' 

La amputación ha sido practicada por algunos ciruja^ 

16 



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Ui 

nos, y aun por ^lot-Bey, wé4iQo.fraiiee» esteibiaiM^» m 
£gipto; pero esta i^racion debe coHmdiQr«r«& jQOhioí úl- 
timo y triste recurs<%, atendiduJa f^i^iHáad con que^w^ 
reproducirse el mal. 

.. • ■ ^ ■' 

PELAGRA. 



DermcUagra. — Erisipela períódica.-^Eríthema endemícurri 
de Alibert. 

jLjx pelagra es uaa enfermedad endémica ^^ los al- 
deanos de muchos pueblos situados en el vasto valle limi- 
tado, por los Alpes, los Apeninos^ mai: Adriéiícoy y en 
nuestro país en Asturias á los alrededprejs dq Oviedo^ en 
donde ba sido estudiada y descrita d^ un modo admira-* 
ble por nuestro compatriota el Dr^ GasiJ ; la que af^r^ 
ce todaa tas primaveras de pn modo p^t^ddíco, y es^ 
caracterizada por un eritema que ocupa la cara dorsal és 
las manos , que ^ prplopga prdmariamopte ffft Cjspacio 
de muchos años , q\ie se cony)líca Qon idiotismo y melan-; 
eolia y y termina de un modo funestp, á, com^efcuancia; d^l 
marasmo y de la diarrea colicuatíya. 

Síntomas. La pelagra empieza . hada el equinocio de 
la primavera, por fastidio, tristeza» pe^adez^ de cab^jta y 
«imbido de oidos, vértigos, dolor ^n el do^rso, debilidad 
en .1^ piernas, y odna turbia, la cpie^ ranchas veces es 
espulsada cpn dolor: en las n^i^g^es la^ menstruación 3e 
verifica con dificultad ,' es poco abundante ó bien se.sur 
prime, y muchas vece^ esta supresión; Ya.,apQ»mpañada de 
una leucorrea abundante^ En genei^al el pi^o es débil, 
pequ^o, y el enfermo estáapiíréUco. {In el.n^de AbrU 
la piel del dorso, de las .manos y de los pjea^ después de 
haber sido primero el asiento de,uA9 ten&iop bfstante fuer- 
te, de comezón y de ardor, ra^pieza 4 pojpersé rfja y lus- 



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34* 

tiN^ piira toiial^ áe^u^ eolof lívf^r AtgtinóB' etí(^^' 
BMi pi^e8eiiliiii<«8ta «ttétfiíf^n id6' la piel*éii la región dor^ 
gri "yauR en<k c«gá/sol)i^eiddd enrías níeJfttM/ Algunas 
i^eeeseiMa afteracípn soto poupa u&ode los lsíd<^*del cüef-i 
po, Héem flueft^dei mes úh mú^o 6 principios de juni> 
*e aituga' el qpMenniB, y se ^esptende bajo' la ferma -de* 
efldamas muy peqa<^$; la piel asi desm^ia queda lisa, 
tustFDsa y Suave, hasta qne «e c^bre de tin nuevo epi- 
dermis; al nrismo tiempo se ve que la salud sé pone fio- 
recimite^ y e^ e^ado dura hasfta la primavera del aña 
rigaief^e. l^ro eutonees con • su vuelta se renuevan Um 
larismos accidentes, y vuelven con su misma iutermitracíft 
basitt el tercera <í cuaima año , agravándose á cada ataque 
te' violencia de la enlermedad , y complicándose cmt hof*- 
bérigitioft, eructos y coft^paoion; £n este caso las pierna» 
se ponen tenri^ñas, los ojos se cubren de- una niebla, 
te' vista se enturí»iá', y el enfermo ve los objetos dobles 
6 sofoí'á niécHás. Algunas veces se observa una tumeface' 
ctoá^eokisiderabte de las encías (que rata vez vierten san- 
pé) íMm que degeneran en «Iceradones desagradables, 
tteüsíi^ y grieta proñindas^ eu lá lengua. En miiclios «eí 
noian movimientos involuntariosí délos Idbios; semejante» 
á los qlié s<3 (4)sertan tn ios que gustan un cuerpo mn 
broso; muchos enfermos tienen un»udor fétidd, euyodér 
se parece al del pan corrompido. A estos fenámenos^ no 
tarea en agregarse un delirio melancólico y ^furioso, que 
itídüce al éntérmo á quererse arrojar al tígua^, ó bien á' 
quitarse la vidía' de cualquier otro modo» En ciertos caso» 
les enfeñrios ^estati agitados de movihiientos convulsivofí 
muy violentos , sobre todo en los brazos. Todos tienen uñ 
iullfb interrumpido, turbado y nada reparador. Unas ve- 
ce» se conserva «I deseío de los alittiéntos , otras por eíl 
contrario , desaparece , y nmchas veces se aumenta de mi 
iiíOclo estraordinario.. Durante este tiempo la pjel sufre 
eá los puntos iudicados lesiones mas y mas proffnfdas,» 
se pone dura, seca, acartonada, áspera,- hendida y alga 



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944 

tm^isibley y se cubre de eecamag espeías^ pero mtiica de 
co9tra&: no es raro observar tanyúeii equimoBís* Muebas 
veces se ponen las uñas deformes > y loa cabeHos se des** 
prenden. La vulva presenta en varios puntos eacoriaeio* 
oes y utceraciones; pero en esta caso la eaferm^edadape* 
aas remite ; de suerte que el enfermo durante el resto del 
verano, el otoño siguiente y el invierno ,. se baila ente- 
ramente incapaz de entregarse á ningún trabajo^ A la 
vuelta de la cuarta, de la quinta, de la sesta y aun al^ 
gunas veces de la sétima primavera se agravan todos los 
skitomas , y una diarrea colicuativa» acompasada 4e rae* 
ieorismo, quita á los enfermos las pocas fuensas que lea 
quedan , hasta que al fin estos desvedados , sumidos en d 
B^rasmo mas completo , sucumben después de iiaber pre- 
sentado convulsiones 6 oontracturas , ó bien después fie 
haber sido consumidos por una fiebre lenta. 

Necroscopia. Los cadáveres de los individuos que mue^ 
ren de pelagra no presentan una lesión baístittte constante 
de que pueda deducirse el carácter esencial de la enfer- 
medad. Según el testimonio de Strambio, el estómago y 
los intestinos se encuentran muchas veces distendidos pmr 
ttre ó por una materia amarilla, verdosa y aceitosa ^ in- 
yectados , estrechados sobre sí mismos , y muchas veces 
ulcerados. En otros casos se encuentran enteramente sa- 
nos; lo mismo sucede con los pulmones y el cerebro, que 
algpnas veces, pero no siempre, presentan algunas alte- 
raciones. Es muy cierto que la c^mna vertebral , como 
se ha sospechado, está algunas veces afectada en la en- 
fermedad que DOS ocupa; pero estas lesiones no son cons- 
tantes. 

Camas. La pelagra afecta igiiakneirte á los homlnras 
que á las mugeres; mas rara vez á los niños y á los án- 
danos. La enfermedad reina tanto en los países secos y 
montuosos , como en los parajes ba^os y húmedos. Se pro- 
paga cada día mas y con lentitud, se trasmite de los 
pa4rery madres á los hijos» y <Hras enfermedades no 



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245 
pnmmmk de eéta. Se cree qae la pelagra redoneoe como 
cauM» elcHante^^ ia kisolacioii , la escazez, la falta de gd 4 
bien el abuso de esta simtancia, el mo de maíz corrompido» 
éfA rábafto sitvestre, de la zizafia , de la arveja 7 de otras 
ekalkas meictadi^^eon trigo, ciertos miasmas ^ el contagio. 
' Itisolaeión^ La insolación es{riica bien ia afección de 
la piel, pero no 'toda la enfemiedad: por último, ¿por-^ 
qaé esta cansa obra sobre la piel solamente en primavera 
Y no en verano? ¿porqué no se presenta en las ciudades? 
¿por voitara ademas de fo insolación existe una influai-^ 
cía particular en la primavera? 

Miseria y falta de alimentos. La mfeeria y la falta de 
atiaentes es muy ommn en los aldeanos; pero esta no 
existe solo en las provincias en que se observa la pelagra^ y 
adenas engmdra no solo la pelagra sino todas las enferme-* 
dades pealares. 

1750 del trigo f del maizy de otras cizañas. Gomo ciertos 
stetomas de la pelagra tieaaea una grande semejanza con la 
enferttiedad careal, ba debido sospecharse que la pelagra 
padia ser ocasionada por el uso del maiz d por las (jzanas 
tteacladas con la harina ; pero el uso del maiz ha precedido 
con mucho á la aparición de esta enfermedad : por otra par^ 
te , esta sustancia se usa también en otros países sin que se 
observe en ellos jamás la pelagra. 

• Contagio. - Las dajeciones que se oponen á los que sos«« 
ttcnen que la pelagra es prodilcida por un contagio partid 
cÉlar, son las siguientes: 

Gherardin tocó impunemente las partes afectadas de 
pelagra ; Buniva se inoculó la saMva de los individuos afec^ 
tados de esta enfermedad , su sangre y la materia misma 
tomada ddmjo de la piel y no le produjo la enfermedad; 
varias:nodriaas afectadas de pe/ogra han dado de mamará 
nüoíT m oamuniearles la enfermedad ; individuos sanos han 
{MiHdo tocar á personas afectadas át^ pelagra ^ beber en sn 
mismo vasof y acostarse en so misma cama »n contraer la 
enfermedad. Nosotros concedemos qae la- pelagra no sea 



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¡Mf ei mtmnpiim » la eaearla^lM » te$i(^$ y la roMo; 
¿q[)ero qué dedñciF de ftquí>?^Pr0baiia acaso teste iicchotqiie 
todüs las especif» de ooiUagia.^taQ Jooietidaa á iaa üfeiMs 
leyes qoe las^d^ astaB ú{4iaia$ «pfefmQdadat;^ y qne^míMie^ 
dJ9n existíií otrftS'ieHíe obnea coa miidha mlyor teatttad > y 
que determlDen' s^8 bmestas efectos .de> un modo nmy^a^ 
Bibie? Por consiguiente » si se Reflexiona que oo puede es* 
pUcarse el ^r^en de la ptíagra^ ni por la influencia áéí 
íMmaí 9 ni por el modo de vtvír de los iikliYiduosque afecta, 
sino que por el contrario , se la ve propagarse en eireuns^ 
tandas eirtefameiite opuestas, y esteodersé poco á poco, 
estamos obUgados á creer que esta enfermedad tiene- «dgo 
de oootagiofea. Tal es la opinión pdpidar» y tal la d&iun 
corto núme^o-de médicos á la verdad, pero grande p<»r la 
autoridad, y qiie contra la costumbre de sus adversarios 
sostienen su íoplnion coa la dignidad conveoiente. 
. La oausappó&inia'de la pektgra se* ha atrlbÉktD al es^ 
oorbuto , ¿ las* obstruociones de laft \tfsceiti» abddmiailes ; á 
diveisas a6ri<^és de/ la sangre, á unatdondilHonimvtiGalaif 
de los nervios (iupbooHdriaoos) , á la inflamación loita da 
lan^édnla eq[)iiial, álaasteilia, á ktgastto^énteritiB, á un 
vicio ooutto 8«» gmeris é eepeeffico^ ete.- 

Diagnóstico. La pelagru eé enteramenle seme^rnte al 
mcAr^Sia de. Asturias descrito por Gaisal, ésceptp tjpie en 
este £|e . observan costra» en lugar de escaúia^; LaafeociMí 
de la piel no es necesaria ni basta: por sí «oki para estable- 
cer :el diagnóstico de l&jpaiogtro. £n efecto, existe.uAa pe- 
lagra latente , y i^or otra parte pueden existir éscarnaaen 
ka manos sin que por esto exista la ia£f»eion. . 

r Añffittremo^ qué todas las eiifiáiiaedades que: atacaná 
los mdivid<ios afeotados de pelagra no {urovienende esta 
última afección; pues én efeeto, presenta eonpHcacñoQa) 
casuales, tales <sQmo Jas oftalnlías y las ealmtaras intéiMt 
tentes, la hidropesía, el cmna, la ictetícta y las obstnio^ 
clones de lasvíscéras^ 



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¡hrmíésáko. La piloffm tenftiHid rigoaas v^oés por la oi^ 
iMionvttpaed6>(Iarse(esle>BDÉribre aücntadodeioüseoilidad^ 
y debilidad en que quedan los eitferaids : p<Hr lo cómun los* 
individuos caquécticos y de constitución débil son los que 
gozan de este privilegio , si tal puede llamarse , aunque 
por lo común concluyen por sucumbir mas adelante á con- 
secuencia de la tisis pulmonal. Los pelagrosos de fuerte 
constitución están mas espuestos á padecer enfermedades 
agudas de las visceras importantes, que terminan por lo 
común de un modo funesto. 

Tratamiento. Ea eHratamíento curativo de la pelagra 
los médicos han propuesto sucesivamente , . ségun la hipó^ 
tesis que han adoptado, sobre la causa próxima de esla en-* 
fermedad , los añti-eseorbúticos , los resolutivos , los defm-' 
ralIVQis^ los antf-espasmódleos y los tónicos específicos ; p^o*: 
hifitael dia la ^speriencia ha enseñado que los baños tibios* 
son el medio que ha producido mas aKvio en los enfermos. 
A esto debe unirse un tégimen alimenticio nutrftivo com-^ 
pW9to de cald^ , de carne, dejelatinas, de huevos, de 
leche y víikk Tampoco debe despreciarse, principalm^!^ 
ádrame los primeros años, el suero unido á los anti-escor- 
búticos. En los últimos tiempos de la vida la raiz de vale- 
riana, el éter sulfáríco , el succinato de amoniaco líquiéo 
y la corteza de i^na sostienen algunas veces veotajésa^ 
mente las fuerzas, y se oponen al desarrollo de los síato^ 
mas nerviosos. Ademas, es preciso no olvidar de sosteotf 
la traspiración. Se combatirá también la diarrea^ según las 
ei^cunstandas^ por la raíz de soimaruba , de colombo, y los 
pokps de hipeoacuana unidos al opüo. En cuanto á los des*- 
«rn^los de la inteHgencia que sobrevienes durante el curso 
de ia pelagray es preciso (qioQerles los pürguntes y las apli-* 
éadones de sai^i^>uélas á la pdiezsi. LaS( tesHHies 4e la |ñel 
secombotenvéntajosBihrate^c'CéR la» aplicaciones de^ leche 
y yerbm. cwDÜenteB. Las friccioaes oob ^ alcoiiol , 6 hSm 
con elzunoiiMitfnte de auMipseviva, sin tamUea átika 
en ciertos casos. También podrían ensayarse en el tnta«* 



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a4& 

ducido felices resultados en d ttatamiesto de Ifr- lepra y ée 
otras enfermedades leprosas. 

QlíELOIDE. 



(Jancroide. —Kelis. — Cance¡li. — Cancroma.— Cáncer blanco. 



L. 



qudoi4€ 4ia sido descrita primeramente por Alíbert , y 
está, formada por una escrejceacia cilindrica ú ovalada, 
prominente , dura , resísteate al tacto , aplastada en su 
centro , elevada pw sus bordes, con apéndices laterales que 
si»eku prolongarse como verdaderas raíces é implantarse 
en la piel. Esta enfermedad es muy rara^ pues no ha sMo 
observada por los autores que han esicdto de las fAferm^ 
d ad cs de la piel ; asi que el rntúno Bateman duda de su 
existencia. La primera vez que AUbert observó la qm-^ 
loide fue en una muger de ^ta estatura # de bi^mosa pre** 
sefida, de unos treinta y seis años de edad. Esta sentía 
tenia entre ambos pechos una escreceneia prolongada , oi^ 
Undrica , cuya estension podia-ofrecer dos pulgadas y miedia 
de largo y una pulgada de ancho. Seimejante escreceneia 
presentaba on color mas subido que el de la piel adyaeenr 
te, y se elevaba una Unea poQo mas ó meóos sobre el nivel 
de los tegumentos, irraditodose de éus. bordea laterales dos 
prolongaciones bifureadas^ que á semejaban exactamente las 
patas de un alacrán. Ademas del escesivo prnrito que i«o^ 
ctacia la enfermedad y obligaba á la paoieiáe á rascarse sm 
cesar, en medio de ciertas circunstancias atmosféricas so~ 
farevenian dolores pungitivos que vagafaaoa pmr la piel cual 
ráfegas de fuego. Varios proCramñes fueron» llamados ¿ con* 
sulla y confundieron la dolencia oon el cáaoer oamun ; pero 
un examen fuas detenido no pennitióá Alibert emitir igual 
c^nien, . 



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349 

£a«fAe iKuÍB«»a1toQi|^ (uecomiálMlo el ni$mo autor por 
iHPt jóvep^ caiitetriz 4e la ópera > : que lfeyid»a . eo la parte 
superior de la región del esternón wa especie de pvoUibe* 
rancia joordiforme,: ouya imp^eecioR ocultiaba Qnidadosar 
niente con m medallón. Epte tumor ofrecía un aspecto 
duro^ o^alatíto, ligeraoKent^depriJiiido en el cendro, y pro^ 
mineóte en sus partes laterales, que parecía implantarse en la 
piel por cuatro raices 6 prolongaciones semejantes & los 
{ñ^ de upa tortuga* Por la periferia del tumor.se desliza* 
baa pequeños V0S(^ sanguíneos, formando líneas rubicundas 
análqgas á lasque se ol^rvan ^n el ruibaébo de la China. 
£ste tumor había; enq^ezado por algunaB granulaciones que 
imprimian en el tumor la forma de una fr^a. 

Los earacteres. propios de esta ea^rmedad son tan mar- 
cados ^ que na solo se la puede reconocer en todos los ca-* 
sos, sino que. os diflc^l ooofunitola eon otres e^ciea nw 
ó mevosanálogaa* 

Sfniomas. Ln^qmloide se mmifiesta por medio de upa 
ligera tumefobccíon deila piel^ que íorum unos pequeños tu^ 
nmres apianados , . inregulaDes , de J^ura oval , y llgecame»-^ 
te deprimidos w su centrara el ei^ermis que los cu toe 
parece .e^BradelgoBado y ligerame^o^e anrugado» de modo 
que imita el a^^^ de la cicatriz que produce una que-» 
madura de^tetcer grado; la piel e^ endureckla y resisn 
tente al tacto, y su odores, algwas vetees rojo oscuro, y 
otfasde un rc>io bajo; por lo démas, esta coloración pre-* 
santa algunas.difiMTeneito.segttn la temperatura y ea la épo-> 
cameiistriial. 

La quéUriáe forma una placa única en la mayoría de los 
casoSf iaque.puede tKlquirir una estonri^w de pulgada y 
media ó dos, pulgadas en su gi^an dián^daro ; pero cuando 
las filmas aein^ nnütíple», nuaea esoed^n de algunas, línea^.; 
Lagt^diotáe produce algunas veces dolores t)astante intensos 
que apareoes principfilfliente .4iuraflto las .variaciones abr 
mosfiáricasi !, 

LK)S.progreBosdejesta!e«Ganneéad^ abandonada, asi misr 



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260 

ma , 8on bástente lentos , y sd íeti^tiiftbfM ^ ¿leéracioD 
e« tan rara, qoe los ejen^lés de ella'^W cistliü bieA céiÉf^ 
probados aun ; j en algunos casos puede desaparecer por 
resolución , dejando en el puirto aflatado una cicatriz blan- 
ca 7 fif me« £1 asiento mas común de la queUHde es la par- 
te anterior del pecho ; mas también se ha observado sobre 
el cneHo y bratos. 

Cmisas. Lá queloide ha sido estudiada muy raras véeei 
para que haya sido posible ad<[uirirun conocimiento exacta 
de su etiología ; pero en algunos de los casos observados, 
la enfermedad habia aparecido sin ser precedida de desar- 
reglo alguno ni local ni general^ y i(A niños parecen basta 
el día esceptuados áe ella. 

DiagnósHco. La qmlcfiáe debe ^r distinguida cuidado- 
samente de las afecciones Cancerosas, con las ^Ue á la ver- 
dad no presenta gran analogía, pues qué en el mayor nú- 
mero de casos los cánceres de la piel forman unos tubér- 
culos prominentes, rédMéeados, violáceos, que se ñleeran 
por m vértice, y que están rodeados de' venas vaiicosás, que 
repodan sobre tnie piel dura y marchita. La qmlétík^ ma- 
yormente cuando occq>a el pet*o, se coa^poné por lo co-* 
mun de una placa prominmte, aplanada, elevada por sus 
bordes y resiente al. tacto sin aMeracion alguna dé la pUñ 
en que descansa. Esta afección no puede eobAindírse con 
los tubérculos siñUticos, pues (pete eMos son siempre múlti- 
ples^ están comunmente reunidos, forniando grupos redon- 
deados por su vértice, dé color coMeo ó Uvido, y acompa- 
ñados con síntomas generales, bien en el sistema hoeaoso,' 
bien en el mucoso. 

Omindo la quelmdet^e compone de tompreU^os-mas nu- 
merosos, estos están reparados unos de otros » y en los es- 
pacios que dejan , la piel conaerva sus caraeteree Dpimales: 
el color de estéis tubérculos es rosa, y sü figura es cua- 
drada ó triangular, no^ nfunca tieoen la forma redondea- 
da que es propia de las sifílídes: tampoco es posiUe «onfon- 
dir la'9tiel#M«e0nlos'tiiinore» sanj^crfneos; pqe^quecttan- 



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«SI 
do estos forman vejeltcíoqes v^BCfl^res, están esparcidos ó 
diq^iestos formando grupos y los que en el principio de su 
desarrollo no son prominentes , aunque durante su curso 
se estienden, toman un color amarillo y la forma de las 
veidadaderas.yejdacioiies. * ^ 

Los tunares áreoliles de Dupuytren no presentan ana- 
logía dgvÉia ooB la quehiá$^ pues que son qegroscos, gra- 
migíentDs eo^ su supeiflcie y áe tmt ancha , y profunda^ 
metíe implantada á yeoes en el l^ido^ dermoideo; ademad 
son blandos^ níenlrAS qoe los tomoores de la ^uafoM^sott 
rasístentes y presentan comunmente pnlsaciofies iséc^rooai 
¿ las de las olterias que ntaca se encwntran en la que-^ 
Mde. 

Pronóstico. La quehide nunca es una enfermedad gra- 
ve, oiuica conqpfomete la vida de los enfermos , y si en 
alelóos casos ijia concluido por adquirir un mal carácter, 
estotiía siéOi debido á tos^ medios íalCTíipestivos puestos en 
pnácttoa*: 

' Aiibert ha tMo una jiWen que contrajo un ventajoso 
enlace á pesar de la existencia de semejante lesión del tt^ 
Sumentov 7 tuvo dds h^ée que disfrutaron de la idejor 
salud, sin luriosentar el menor vestigio de la enfeimedad 
materna. 

TraíannieniOu La- terapéutica no ha obtenido vesnltadó 
alguno. oMir» eila eifermeriad; piws que los nedios enér^ 
gioM con qw te contaba, ceaso- la estirpacion. y la eauterir 
aaciípn, no hatt corveqkondido á las esperaazas que de ellos 
8e^fonnáI!a: tal vez s^ podrían emplear con ventaja las fric- 
ciOBts.con el bidriodato de potasa, pi^es que con eMe áie-* 
dinMfeiento se íiéq fundido tmoret mas preftindos. 



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26Í 

GRANO DE ALEPO. 



Es 



iSTA enfermedad casi desconocida en Eóropa, én la que 
se han presentado muy pocas ocasiones de obsenrarta, ha 
sido descrito por Mr. Bo eo las Memorias da la sockdad 
de medkinay y reeieniaaeflle ]tfr« <¡ruilboa-de Gahors ha 
leído una memoria de esta enfermedad en la Eacultad de 
medicina de Paris muy inteFesante , pues ea la sola mono^ 
grafia completa y exacta que poseemos <le esta afeeoioa: 
este autor ha estudiado la.entomedad en los kigares en 
que reina , por lo que hemos tomado su descripción dé la 
mono¥;nifla sefialada mas arriba. 

Fádi es coBTeacevie que la denominación de esta en^ 
fermedad es en estremo viéiosa» tanto ponpie »ta pddmi 
no suministra idea alguiM de la afeocion, enante á que la 
ciudad de Alepo no es tan solo el punto en que reina , poea 
en Bagdad y en otras «uidadm del mismo pais ae obser- 
va ouiyoomunmente. 

£1 groM de Alepa es o» tubérculo mas 6 meaos vohi» 
minoao, cuya marcha es ngiAut y jde duradM constante^ 
que afecta indiferentemente á los dos sexos y todas las eda>*- 
des, y que aparece en medio de todas las concKeiones so- 
ciales, sin presentarse- dos vepes en un miMno individuo, y 
que deja una eicatriz mas ó fluenos irregular é inddeblé. 

Esta afec(áoB invadetado el espesmr del dermis, y so 
duración habitual es de un a&o , cualquiera que sea el tra* 
tafliieoto que se le oponga; sia embargo , también se la ha 
visto, aunqÉe ^i oasos raros, profatoigarae dcade la piéoM** 
ra infancia hasta la pubertad, pero complicada con una 
afección constitucional, y principalmente con la escrofulo- 
sa. En Alepo se conocen dos especies de granos designados 
con los nombres de macho y de hembra ^ es decir, que en 
la primera especie hay solo un grano, y en la segunda es 
múltiple, y en este caso se observa que los tubérculos vo* 



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lumiliQnB «ÉM rodeados por otros mutbos mas pequemos. 
lOL Gailhm y JLagascfwe ban vistor en un firMioés 72 gf4H: 
Bes é ^tubéroáas gruesos» rodeados de otroS'mas-péqtféños; 
pero eo tal número^ que asemejaban ¿ la viruela coib- 
fiuente. Ssta eqfemiecbíd puede aptíreo» eo todos los pun- 
tos del cü^Oy p^ro se observa con prelereDeia en loé 
miembros y en li^ owa, aunque en los estrangeros pre^sirtá 
la pnrticularidad de ocupar todas las partes del cueipot, A 
se esceptinn ks dos menoionadas. 

StUümas. La mamba de esta empdoa se divide en 
Iras periodos distintos: el primero empica por una em^ 
nenciaconranmeéte lenticular, sin calor , dolor, ni prarrh- 
lo, laque poco aparente al prino^io, aumenta de volú^ 
nen .prtípresivamente durante ciMro 6 cinco meses , al «a«^ 
bo de los que sobrevienen dolores intensos, con partieula- 
rUad coaoida la afeocloii ocofa ceglones poco carnosas, eo^ 
molasartieniaciem, etc. 

Eb el segttftdo periodo que es ^ de supuración, el tu« 
bérculb se dtera, se Cubre de mía costra húmeda, Uan-^ 
quizoa, que se desprende fácilmente en su lotaHdad'é par-- 
cMÉiente, y ett este^úHimocaso fwma unas grietas que-datt 
salfala á on pus nsas ó menos dsondante, inodoro, claro 
por lo común , y ligeramente amarillento. La ulceración 
cpie dqa la. costra al descubierto es desigual , poco pro^ 
funda, sq sap^rfibie es reja, adelgacada, y está cubierta 
de bofones carnosos; variando su diámetro desde 6 ilneás 
hasta 3 ó 4 podgádás., y podiendo cubrirse nuevamente 
de otvaí- costra? este período dmru' cinceló seis meses, y 
lenaiDa'per lafDrmadon de ilna costra seca y adherente qi^ 
fiarma el tercer período tf de desecación, y qtie se despren^ 
de ordinariamente é los doce meses; dejando una cicatriz 
indddile con bordes mas ó menos oblicuos, bastante prbr 
funda algunas veces, aunque por lo común superQcíáU fi^ 
sa» arrugada y de color negruzco, 6 por el contrario, 
febnoK 
< CaiMu.^ Bstef grana invade indistintMiébte'á los hom^ 



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breiy miigereí, á loftfiñoÉ 7'W^iiB0«^ á t^ém^^iom^ 
penunentofi y á Aodas las proCedone^ 7 -cdn^icínws ^odia^ 
1^, A. k)6 indigoMíS y- tos iertraageiCBt^tfer/ Nadie ^«e 
eaeeptúa aa estol paires de la afpcckm: aií iplev «egn 
Bir. Gttilboü) na. hay niiigim ej^mpt» «pie >pni^ la po^ 
sifcílidad de Ifegar á la edad de diei aftas sin pwleceirlo. fil 
líampo neeesario t» les estrasffMS para'pádeeer el gvano 
dé Ahpo es indetefiBipado ^ pues que unas tedis aparece é 
losaseis meses de residencia ^ y otras- á los ^idnee ó dieoí 
y ocho afios^-Un earaotér particuliur.de esta íenCBniíedad es 
qiie en BwdiQs casos basta con una permaneneM oerta en 
estos p^íaes pitra adquirir un germen Mnatrocéíble que 
produce la aparición de la enfermedad» amt. euipido el 
inditiduo hay» pasado á cimas. disiMtas. Mr. Gvílboja «ita 
m su^Blinioria, la observacíoa de «n ykjaraiUij^ tqve 
pasó sínq^lemeote per Alepo sin^detenebse -éftí tiy yi que 
padeció el grano en Londres algunos -aftas dfaqpiies; y la 
de '101 comecaiante francés qai^ habiendo liaUfeado es .Ale- 
po sin dteracion en su. salud, padeeáó 1«> eiÉfennedad íM 
cue4ti«»tté su vudta de Siria largo É|eiÉpO' de^ucs^ ¥ 
estos casas son tan eomuies^ cpie lóSihabüaBles de Alepo 
psenosticad la: e^itnedad á todos Im:- estcanseíos que 
pasan algún tiempo entie ellos ^ y por lo eomim ¿ la ^uet- 
ta de su yiajis.vM cuB^pUilas las profedas. £1 únleO' «1^ 
mal ^n qm se Qbsecva esta enfermedad es d perro» en 
el cual sigtie la misma mardm. y ocupa la nariz é la pai^ 
te interna 4e la oMía.Esta.eefermedád es endémkav no 
^iQ.aiiAlep^ y sus afarededores^ sun^ también cfi.Begdfl^ 
enjastriberasdel Tigris y del. Eufrates» mhBi cnidades ás 
Vfimip Diarb^kre, Merdio y Orfe, tepioadot en todas 
partes locí miwios carm^ces y sigafendo laimíbmifc mar^ 
cha. P^ último , el grano 4$ AUpov preeisrva del de Bag^ 
dad , y Tice versa. Su causa pribima es del todo desconoon 
da; y en Alepa se cree IM^ lai^ tiempo que €¿ pDoducide 
por las aguas de un riachuelo conocido con el nombre di 
Cmg^ de que u9aA ios habitantes ( esta opinión, adoptada 



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por Yoloey^ es también I9 4c^^i|)^u y Lagasquie. Ahora 
bien: ¿en Bagdad se encuentran las mismas circuns- 
taoeias? 

Esta erupción no es contagiosa. Siendo muy dificil co- 
locarla entre tiinguno de los órdenes desCfitos Bhierior- 
mente / la hemos toloncado oon Bieft en un cuadro aparte 
en esta obra, pues su marcha constante y sus fenómenos 
la constituyen una afección evidentemente específica , qu6 
debe ocupar entre las eirfermedades de la piel un lágaf 
importante. 

, Prqnástíco. £1 grarn) de Alepo no es reahneste gr«ve/ 
pues nunc« altera la salud , y por otra parte jamas pro-* 
dnee la ooiMe.. . . , 

TratamimUo. Toáoe los tratamientos empleados costra' 
esta aG9fici0D han sido inátües^, coando no perjudiciales. 
48i puesyiel profesor ae aleodrá á las aplicaciones emo- 
Ueiite», á la limpieza, al. cuidado de preservar la erup-^ 
cii>n . del contacto; del aire, eto¿ Sin embargo^ tal vez- 
poikiañ ddsiierse suS' j^gresos por medio de cauteriza-: 
cianea., El l>r. Salina, médico <ite Alepo, asegura haber 
Qonsegiüdo disminuir la ostensión y duración de la enfier^' 
medad por Biedio del ,eau£erio actual antes del perfodey 
de :8upitra»oiiv del: tercero ^al cuarto ims, y con uo c^> 
rato conqMtes^ mú -el plomo^el aoanfor jel vinagre: ' 



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PURPURA. 






Lja piel puede senir de asiento i divem» hemorragias^ 
tas que consisten unas veces en un flujo de sangre , que se. 
vttíficapor su superficie^ ó bien seii^ltfa en M tejido, 
ó en el celular subcutáneo, que es lo que masoonum^ 
mente se observa : y en este último caso la atéocton pue- 
de ser local, ^oma sucede ¿ oon sec i i eaqia de una vMóu- 
cia estema, ^te»; en aigiinas otras cinumstancias' esta he- 
morragia es solo oitt epifenámeno de mas 6 menos valor^ 
de una afección mas grave, ó últimaiiietite^ la hononragia 
eeostíitnye lada la .enfenMdad, j eá este caso ésta es^ 
presión dio un estbdo- general que ee ooBoce erdinarianí^- 
te toú el nombre de púrpura: asi pues, eúalqAiera que sea 
lasemejania que; exista looalmente en la naturaleza ét 
la aumcha- beiilorr%íea> nm baUar aquí é» las. dérma- 
tgrragiai^ propiamente dtebas^ 7 de las- mdsMimáe la 
piel, se ha hecho una distimon. de loa éqmmm$9 qoe 
son el resultado de una causa directa, accidental, de 
una contusión , etc. , de las petequias , que son los epife- 
nómenos de diversas enfermedades, graves por lo co- 
mún , y de la púrpura que es una enfermedad particular, 
de la que las manchas hemorrágicas son la espresiíxn pa- 
tognomónica. La púrpura es, pues, una enfermedad ca- 
racterizada por manchas de color rojo variable , pues unas 
veces es muy vivo y otras violáceo, las cuales no des- 
aparecen á la presión, é invaden las membranas mu- 
cosas, que á la vez son el asiento de hemprragias mas 
6 menos graves. La palabra púrpura ha sido aplicada á 
anCermedades muy diversas, como por ejemplo, á ver- 



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^ 257 
daderas afeccioneft hemorrágicas y á ciertas fiebres erup- 
tivas. Willan 7 Batemao colocaron la púrpura entre los 
eesantemas^ de los que la separó con razón Bíett para 
formar un orden aparte. La púrpura ha sido descrita por 
los autores con los nombres de hemorrea peíecMaUs^ de 
equmoiiSf de morbus maculosus hemorragicus ^ de hema- 
ceKnosis^ de peHoms^ de púrpura^ etc< 

Willan Y Brteman han admitido muchas variedades 
de esta enfermedad , que no están todas basadas en ca- 
racteres positivos y diferentes: asi pues, han descrito la 
púrpura nmpkx^ la púrpura heniorrágiea ^ la urHcans^ 
la $enüi$9 la contagiosa; mas evidentemente la púrpura 
comatosa no puede constituir una especie separada , pues 
está fundada tan solo en la presencia de las peUquias que 
acompañan á las fiebres graves y á las enfermedades con- 
tagiosas ; pudlendo decirse otro tanto de la púrpura <e- 
nü%$. Asi pues, aunque las manchas pueden tener ciertos 
caracteres particulares debidos á la edad del enfermo, á 
la constitución, etc., estas diferencias están comprendidas 
en la descripción de \9l púrpura en general; por lo que 
creemos que no existen mas que dos formas muy baarca- 
das, según que la afección está ó no acompañada de Ae- 
fMrragias. 

Considerada la púrpura de un modo general parece 
depender de un estado especial de la sangre , análogo , por 
ejemplo , al que constituye la clorosis ; pero por otra parte 
hay observaciones de púrpura que están sostenidas por un 
estado de plétora : asi que tan pronto la púrpura , y esto 
es lo mas común, es una hemorragia pasiva, y produce 
accidentes que no pueden esplicarse sino admitiendo una 
disminución en la tonicidad de los vasos, unida á una flui- 
dez anormal de la sangre, tan pronto constituye una 
verdadera hemorragia activa que está acompañada de to- 
dos los atributos de la plétora ; aunque debemos advertir 
que en estos casos su carácter no es francamente esténico; 
pues aunque es cierto que hay congestión, está unida á 

17 



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258 
«n estado parlicular de la sangre que díñere tal vez del 
estado pletórico; de cualquier suerte hay circunstancias en 
las que esta distinción es diflcil , y sin embaído fácilmente 
se comprende cuan importante es, bien respecto al pronós- 
tico 9 bien respecto al tratamiento. 

Síntomas. Púrpura simplex fpetechicB sme febrej. Lapiir- 
pura simplex está caracterizada por la aparición en la piel 
de unas placas de color rojo variable , poco esiensas , que 
no desaparecen á la presión , pero que tienen por princi- 
pal carácter no estar acompañadas de hemorragias; en e^os 
c&M» la enfermedad se compone de una sucesión de erup- 
ciones , las que se verifican en el trascurso de algunas ho- 
ras, apareciendo por lo común durante la noche, en los 
miembros inferiores al principio y mas adelante en los bra- 
zos; pero pueden también aparecer en la cara de las mu- 
geres que han llegado á la época crítica. Estas erupciones 
se encadenan de tal modo , que cuando las unas van des- 
apareciendo se presentan otras nuevas, pudiendo de esta 
suerte reemplazarse en muy cortos intervalos y permane- 
cer siguiendo la marcha espuesta durante un tiempo va- 
riable de tres ó cuatro septenarios , ó de diez y ocho meses 
ó dos años; pero en el estado crónico es una afección muy 
. larga y rebelde. La duración de cada erupción varia de seis 
¿ ocho dias hasta dos septenarios , y la aparición de las 
placas es precedida ordinariamente de algunos fenómenos 
generales , bien que algunas veces se presenten sin sínto- 
mas precursores. En el primer caso el enfermo esperimen- 
ta una sensación de mal estar , anorexia , pesadez de cabeza, 
debilidad y laxitud en las piernas , y bien pronto aparecen 
unas manchas de color rojo intenso , en el principio redon- 
deadas , discretas y del tamaño de una lenteja : el color 
rojo de estas manchas es mas oscuro á medida que la erup- 
ción adelanta , el que se convierte en otro amarillento pa- 
recido al de los equimosis , y conservan siempre el carácter 
distintivo de no desaparecer á la presión y de aumentar 
con la posición vertical, etc. 



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259 

Causas. La púrpura simpkx ha sido observada en todas 
las edades 9 aunque mas comunmente en la juventud que 
en la edad adulta* Se desarrolla en medio de las condicio- 
nes individuales mas opuestas; pues afecta á las personas 
de constitución débil y delicada ó debilitadas por la miseria, 
las privaciones , etc., sin libertar á los individjjos vigoro- 
sos y sianguíneos colocados en buenas condiciones higiénicas; 
pero parece sin embargo manifestarse con preferencia en 
las personas cuya piel es blanca y fina. 

Diagnóstico. Esta variedad no puede confundirse mas 
que con las petequias, las mordeduras de pulgas, 6 con las 
manchas exantemáticas; pero las petequias son, como lle- 
vamos dicho, un epifenómeno de las fiebres graves, y esta 
circunstancia capital nunca existe respecto á la púrpura*. 
las mordeduras de las pulgas presentan siempre eil su cen- 
tro un puntito negro que no permite confundirlas-, y las 
manchas exantemáticas desaparecen á la presión, cosa que 
nunca tiene lugar en la púrpura. ' 

Diagnóstico. Esta variedad no presenta evidentemente 
gravedad alguna , cediendo siempre con facilidad á los me- 
dios apropiados. 

Tratamiento. El tratamiento de la púrpura simplex di- 
fiere completamente según el estado del enfermo y las cir- 
cunstancias que han precedido al desarrollo de la enferme- 
dad: cuando se manifiesta en un individuo vigoroso y 
sanguíneo, es necesario recurrir á las eniisiones sanguíneas, 
á los baños frios , á las bebidas refrigerantes y á una tran- 
quilidad absoluta ; pero cuando por el contrario el indivi- 
duo es débil y se encuentra estenuado á consecuencia de la 
influencia debilitante de malas condiciones higiénicas , se 
pondrán en uso los tónicos y fortificantes , administrán- 
dole el vino generoso , las tisanas amargas , los ferrugi* 
nosos, etc. 

Púrpura hemorrágica^ morbus macuJosus hemorragicus 
de Werlhof. La púrpura hemorrágica es una forma mas 
grave , caracterizada por manchas mas numerosas , mas os* 



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260 
curas que las de la púrpura simpkx^ que son grandes, ir- 
regulares, lívidas, parecidas á los equimosis producidos por 
una contusión reciente, y que están mezcladas con otras 
manchitas de púrpura simplex. El asiento de estas manc- 
ebas son también las estremidades inferiores, siendo mucho 
mas raras que la púrpura rimpUx , en el tronco y en 
b cara, no presentando elevación alguna, escepto en algu- 
nas circunstancias raras , en las que se las ba visto cubier- 
tas de flictenas llenas de una serosidad sanguinolenta : estas 
manchas van acompañadas de otras análogas en las mem- 
branas mucosas gástrica y pulmonal, en las encías, y en 
algunos casos en casi todos los puntos del sistema muco- 
so, las que son el punto de partida de hemorragias mas 
ó menos abundantes que se verifican por la boca, nariz, 
uretra , recto y vagina , comunmente poco abundantes, 
aunque en algunos casos pueden ser prontamente mortales. 
Síntomas. La púrpura hemorrágica es precedida por 
lo común de síntomas generales, como laxitudes, dolores 
vagos , mal estar , inapetencia y nái^as ; mas en otras 
circunstancias aparece espontáneamente sin síntomas pre- 
cursores. Mr. Biett ha visto un joven que habiéndose 
acostado en un perfecto estado de salud se despertó 
teniendo la piel cubierta en diversos puntos de man- 
chas purpúreas, y arrojando sangre en abundancia por 
la boca y nariz. Por lo general va acompañada de gran 
abatimiento, de tristeza, de pulso alguüas veces lleno y 
resistente, aunque en la mayoría de los casos blando, de 
un estreñimiento pertinaz ; pero como escepcion de la 
regla también se ha observado la diarrea como síntoma 
concomitante. Guando la afección se prolonga , la piel 
pierde su color y toma el de paja, el que se ha con- 
fundido muchas veces con el de la ictericia y que se 
asemeja al de la clorosis , sucediendo lo mismo en las 
membranas mucosas. 

La pikrpura hemorrágica en casos raros es de muy 
corta duración , mayormente cuando toma la forma que 



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961 

llmnaremos activa; pero por lo comiin 8e prolonga du- 
rante muchas semanas , muchos meses , y aun muchos 
años, complicando por intervalos mas ó menos próximos 
á la púrpura sin^lex permanente. Guando la terminación 
es favorable , las manchas no se reforman , su color está 
mas animado, y su resolución se verifica con mas pron- 
titud, las funciones digestivas se regularizan, las fuerzas 
se reaniman, y el enfermo vuelve á su estado normal casi 
sin transición , siempre que la duración de la afección 
haya sido corta , ó conservando por el contrarío durante 
algún tiempo una grande debilidad, si la púrpura se ha 
prolongado ; pero cuando la terminación es funesta , el 
enfermo sucumbe á consecuencia de una hemorragia con- 
siderable que puede verificarse por muchos puntos á la 
vez, á una hemoptisis, á una hematemesis, á una hemor- 
ragia uterina ó intestinal , ó á consecuencia de las sucesi- 
vas pérdidas de sangre. 

Necroscopia. La necroscopia ha presentado en estos 
casos lesiones vanadas , al menos respeto á su asiento : asi 
pues, se han encontrado manchas, derrames de sangre 
en el tejido celular subcutáneo y en la piel, las unas su- 
perficiales^ otras profundas, pero que desaparecían la- 
vando las partes. Las mismas manchas se han encontrado 
en las membranas mucosas ^e la boca , faringe , estómago 
é intestinos, en la aracnoides, pericardio, pulmones, mús- 
culos, tejido celular snbseroso, y en derredor de las vis- 
ceras. Mr. Monod ha publicado una observación en la que 
k sangre se encontraba derramada en todos los puntos 
que acabamos de enumerar. 

La púrpura hemorrágica se desenvuelve por el influjo 
de causas diferentes , las que parecen producir una con- 
gestión venosa en la piel en los individuos debilitados por 
los escesos en el régimen, por las privaciones, y por afec- 
ciones morales : finalmente , en un gran número de casos 
es indispensable admitir una predisposición particular , la 
que algunas veces es muy evidente, si se tiene presenté 



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263 

la historia que ha hedió fiatemaa de m enienno al que 
la menor presión producía un equimosis, el cual murió 
¿ consecuencia de una hemorragia pulmonaL 

Diagnóstico. Las manchas de la púrpura hemorrágica 
se distinguen con facilidad de las que producen las contu- 
siones por la ausencia de toda causa violenta y traumáti- 
ca, y sobre todo, por la abundancia de las hemorragias. 
Tampoco podrá confundirse la enfermedad con la hema^ 
temesís , la hemoptisis y demás flujos de sangre , si se con* 
sidera que en semejantes afecciones no aparecen las sub- 
fusiones sanguíneas de la piel. Las mancbitas oscuras que 
resultan de ciertas alteraciones del tegumento estemo, y 
particularmente las que suelen quedar impresas en las 
piernas á consecuencia del ectima sifilítico, se diferencian 
de las que acompañan á la púrpura hemorrágica 9 por la 
marcha general de la dolencia. £1 escorbuto que va acom-^ 
panado de equimosis espontáneos y de hemorragias , pare- 
ce una enfermedad idéntica á la púrpura , y las dife- 
rencias que los autores han establecido entre estas dos 
afecciones, consisten: 1.^ En que el escorbuto se desen- 
vuelve por el influjo de un régimen debilitante , por la 
esposicion al frió y á la humedad , por las afeffíones mo- 
rales deprimentes etc. , mientras que la púrpura pue- 
de desarrollarse en circunstancias enteramente opuestas, 
2.*^ En que el escorbuto cede al uso de los tónicos y de 
los vegetales frescos , mientras que la púrpura hemorrá-: 
gica resiste mqchas veces á_ estos medios ; pero para sos- 
tener que el escorbuto y la púrpura son dos enferm^a-? 
des diferentes, es necesario apoyarse en razones mas só- 
lidas que las que acabamos de señalar; pues con efecto, 
las causas á que se atribuye el escorbuto son las mismas 
que producen comunmente la púrpura; y si el tratamiento 
tónico no produce siempre resultado en esta última en- 
fermedad, lo mismo acaece en el escoarbuto; pero aun-^ 
que ad{qitimos la identidad que existe entre modbos casos 
^ púrpura hemorrágica y de escorbuto , nos queda aun 



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2S3 

por explicar por qué este úKimo se manüesta á veces en 
individuos aeoiiKKlados y rodeados de condiciones opuestas 
á las que producen el escorbuto mas comúnmente. Tal 
vez en estos individuos los alimentos muy reparadores y 
la falta de ejercicio produzcan en la circulación y las de* 
mas funciones una modificación muy análoga á la que re« 
salta de las cau^« debilitantes, á menos que admitamos 
una idiosincrasia particular. El diagnóstico de las afeceio* 
nes que acompañan la púrpura presenta á veces sumas 
dificultades , y exige una gran atención de parte del pro* 
fesor , pues que los dolores epigástricos y abdominales 
y las náuseas, podrían hacer sospechar la existencia de 
una inflamación gastro-intestinal , sino se tomase en con- 
sideración la lentitud del pulso y la frialdad de la piel, 
que indican que los síntomas son mas bien debidos á una 
congestión que á una inflamación. 

Pronóstico. Por lo general es necesario ser muy cau- 
to en el pronóstico de la púrpura hemorrágica , pues 
se concibe fácilmente que debe variar por un sin número 
de circunstancias accesorias, como la edad y constitución 
del individuo, duración de la enfermedad, tendencia de 
las hemorragias , y últimamente , según las condiciones en 
medio de las que se ha desenvuelto la afección. 

Tratamiento. En la púrpura hemorrágica tienen lugar 
también las opuestas indicaciones que hemos establecido 
al hablar de la simplex , aunque con diferentes modifica- 
ciones , las que están por otra parte fundadas en las mis- 
mas causas; de modo que podrán ser convenientes las san- 
grías y los emolientes, aunque en el menor número de 
casos, t)ues que por lo común será necesario recurrir á 
la quietud , á los ácidos vegetales , á las bebidas heladas, 
á los alimentos frescos, á la quina unida al agua de Ra- 
bel, al cocimiento de ratania, á los vinos generosos, á 
los amargos etc. 

Las hemorrs^as que acompañan á esta variedad sé 
qombatir^n con el agua de nieve, con las inyecciones 



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264 
ertípiicas, y eo caso necesario se recurrirá al taiBpo- 
namieuto. También se han obtenido en estas circuns- 
tancias buenos efectos de las aspersiones de agua fria so- 
bre todo el cuerpo : las manchas purpuras se comba- 
tirán localmente con compresas empapadas en el cloruro 
de cal, ó en cocimientos astringentes: y por último, es 
muy importante poner al enfenao en condiciones higiénicas 
mas favorables , haciéndole respirar un aire puro, habitar 
sitios sanos y usar de plimeqtos restauradores y de fácil 
digestión, 



SIFILIDES. 



Xjos primeros síntomas con que apareen^ en Europa la 
$ifiUs fueron las erupciones venéreas; pues que los pri- 
meros autores que ^cribieron de ella al fin del quinceno 
^glo, hacen mención de las pústulas cuyo asiento era la 
piel; y las denominaciones de pústulas costrosas, húme- 
das y ulcerosas parecen indicar que én ese tiempo ya se 
conocían muchas especies, las que confundidas con el 
sin número de formas diversas que puede revestir la ^t- 
fiUs, atravesaron muchos siglos sin llamar casi la aten- 
ción, sino de tiempo en tiempo y muy ligeramente, á la 
mayor parte de los autores; pero al principio del si- 
glo XIX las erupciones venéreas fueron separadas y dis- 
tinguidas con el nombre de sifíUdes ; y esta denominación 
Qomprendia todas las alteraciones de la piel producidas 
por el virus venéreo, las que estaban agrupadas comun- 
mente, bien según sus diferentes estados, bien seguo su 
forma accidental , sin tomar en consideración los elemen- 
tos primitivos, reuniendo variedades del todo diferentes, 
y admitiepdo especies enteras, como la sifilide ulcerosa^ 
9obre caracteres del todo secundarios (la ukerachn)^ 



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que pueden msc consecuencia de diferentes alteraciones^ 
Mr. Biett se ha ocupado con especialidad de estas y ha 
estudiado con cuidado su marcha y desarrollo , tomando 
sobre todo en consideración los caracteres primordiales^ 
y agrupándolos según las lesiones elementales , con lo que 
formó variedades bien distintas, exentas de confusión. 
Asi pues , vamos á describir las sifilides según el método 
de este autor. Restringimos esencialmente la denominación 
de tífiliies á las afecciones venéreas, que teniendo la piel 
por asiento especial constituyen verdaderas erupciones, 
bien por la estei^ion de las superQcies que ocupan , bien 
por las alteraciones primitivas, comprendidas tod^s en las 
lesiones elementales de las erupciones de distinta naturales 
za ; desechando todas las producciones mas ó n^enos locales 
que son del todo diferentes y que han sido confundidas 
con las verdaderas erupciones venéreas ; y por último , no 
admitiendo en las sifilides mas ulceraciones que las pro- 
cedentes de costras, ó aquellas que se desenvuelven en el 
vértice de un tubérculo. Asi pues, la úlcera venérea pri- 
mitiva, que no es precedida ni de elevación del epider- 
mis ni de vesícula, las grietas, las verrugas, las coliOo- 
res, etc., no deben, según nuestro modo de ver, flgurar 
entre las sifilides, pues que constituyen síntomas esen- 
ciales del todo diferentes. Asentado esto, entendeihos por 
sifilide una erupción propiamente dicha, desenvuelta en 
la piel bajo la influencia del viras venéreo, la que puede 
8er ecsantemática, vesiculosa, pustulosa, tuberculosa, pa- 
pulosa y escamosa: estas erupciones pueden ser primitivas, 
es decir, compañeras de otros síntomas que aparecen 
poco después de la infección, ó consecutivas, desenvoln 
viéndose después de la desaparición de los síntomas primi- 
tivos, bien inmediatamente, .bien algunas semanas, me-^ 
ses y aun años después. La marcha de estas erupciones es 
por lo común crónica , aunque la sifilide primitiva se pre- 
senta algunas veces en el estado agudo , mayormente bajo la 
forma ecsaotemática. Todas las edades s^n susceptiU^ de 



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ZflD 

padecer ia tífüide ^ desde el rafante que la heredara de 
sus padres, hasta el anciano que apenas puede conven- 
cerse de que después de tantos años debe pagar los pla- 
ceres ya olvidados. Los síntomas que presentan las sifüides 
pueden ser comprendidos en tres órdenes: al primero 
pertenecen los síntomas comunes á las sifiUdes en general; 
al segundo los particulares á cada especie , y en el ter- 
cero colocaremos el cuadro de síntomas generales^ casi 
constantes, pertenecientes á este género de erupciones. 

Síntomas comunes. Las sifílides presentan en general 
un color cobrizo , el que en las agudas es menos pronun- 
ciado; pero nunca tienen un color rojo francamente in- 
flamatorio, y siempre afectan la fonna ciroilar, bien se 
las considere en las placas aislada» de un pequeño diá- 
metro , bien en los confines de una erupción de mayor 6 
menor estension; pero esta forma circular no está Uíen 
marcada , sobre todo en este último caso ; mas siempre 
es fácil conocer que solo falta un pequeño segmento 
para completar el anillo del que siempre se encuentra ó 
la mitad ó las tres cuartas partes. Las escamas de las 
sifilides son siempre delgadas, secas y de color gris; las 
costras gruesas, de color verdoso, algunas veces negras, 
y siempre duras y agrietadas. 

Estas erupciones pueden afectar todos los puntos de 
la piel; pero la cara, y sobre todo la frente y alas de la 
nariz, dorso y espaldas, son sin contradicción sus acentos 
predilectos; y aunque algunos autores aseguran que estas 
erupciones son mas frecuentes en las manos y muñecas, 
nosotros creemos, fundándonos en los casos numerosos 
que hemos observado en el hoqntal de San Luis de Paris, 
que sin duda alguna padecen un error. La piel de loa in- 
dividuos afectados de estas erupciones es d^ color terreo, 
y exhalan un olor especial. 

Síntomas particulares. Hemos dicho que la ripMde po-^ 
dia adoptar la forma ecsantemática, vesiculosa, pustulo-> 
9a, tuberculosa y papulosa y escamosa, y por tanto pasa^ 



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267 
remos á examisarlas en particular , ó al menos á esponer 
1q3 síntomas que 1^ caracterizan individualmente. 

Sifitíde ec$arUemática. La itfíUde wsanlemitíea pre- 
senta dos variedades; una que puede ser primitiva y agua- 
da, otra que es siempre consecutiva y crónica. La pri- 
mera (af/bm&rttf a sifUítíea) se presenta bajo la forma de 
pequeñas manchas, grises, irregulares, de un color rojo 
cobrizo, ligeramente con&ientes, que desaparean, auá-^ 
que lentamente, á la presión del dedo, las que se mani- 
fiestan principalmente sobre el tronco y miembros , acom- 
pañando siempre á los síntomas primitivos , y sobre todo 
á la blenorragia. Desarrolladas sin síntomas generales estas 
maochitas, aparecaí espontáneamente diurante la noche, 
por lo común acompañadas de un ligero prurito, siendo 
de muy corta duración , y no dejando tras sí mas que un 
colorido gris que persiste en algunos c(^os durante mu- 
chos meses. 

La alfambrilla puede también manifestarse de un mo- 
do consecutivo, como hemos dicho: en estos casos la 
erupción es casi siempre provocada por una simple im- 
presión moral ó á consecuencia de la administración de 
un purgante ó de un baño , verificándose la erupción len- 
tamente , y pudiendo durar muchos meses. La alfombrilla 
sifilítica imitaria en estos dos casos completamente, la sim-- 
ple^ si la falta de los síntomas generales, y sobre todo 
el color cobrizo, que es muy evidente á medida que la 
erupción hace progresos, no constituyesen caracteres su- 
ficientes para evitar el error. La sifílide ecsanUmática^ 
consiguiente á una infección primitiva mas ó menos leja- 
na (maculm syphilÜiccBy mantíias efélides sifiliíicas) se ma- 
nifiesta también sobre el tronco y miembros; pero 
se la encuentra muy comunmente en la cara, y sobre 
todo en la frente, sin presentar la menor aparíenda de 
m ecsantema agudo; pues que se compone de manchas 
algunas veces irregulares, pero por lo común redondea- 
das, de color cobrizo muy subido, no confluentess, que 



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268 
desaparecen incompieiamente á la presión del dedo;- su 
tamaño es en la mayor parte de los. casos igual al de 
medio duro, y su superficie se cubre algunas veces de 
una esfoliacion ligera. Estas manchas pueden existir so- 
las , pero por lo común están acompañadas de otros sín- 
tomas sifilíticos, que tionen su asiento, bien en la piel, 
bien en otros tejidos, y se terminan por resolución, ó 
por una descamación ligera , nunca se ulceran á pesar de 
la aserción de algunos patólogos; y si en algunos casos 
raros se cubren de costras , son debidas á alguns^ pús- 
tulas accidentales. 

Sifilide vesiculosa. Esta variedad es una de las formas 
mas raras que toma la sifiHs , pues que Mr. Biett solo la 
ha encontrado un corto número de veces , entre ellas 
en lina joven, cuya observación vamos á describir, sirvién- 
donos para suplir la descripción de esta forma. J... de 
edad de diez y seis años, de constitución fuerte, bien mens- 
truada, de temperamento sanguíneo , sufria durante algu- 
nos días de la garganta , y sentía en la boca posterior un 
calor y picazón , acompañados con dificultad de tragar la sa- 
liva , de fiebre , de anorecsia , y de algunos pequeños gra- 
nos esparcidos sobre la piel, que la decidieron á entrar 
en el hospital de San Luis. 

La presencia de las vesícujas, cuya aparickm habia si- 
do precedida de angina y de fiebre, hizo diagnosticar á 
Mr. Biett una varicela , y cuando la enfermedad habia lle- 
gado al sexto dia , la erupción cubría casi todo el cuer- 
po, y las vesículas que la componían, que esUban por 
otra parte muy separadas, presentaban diferentes estados, 
pues mientras que las unas empezaban á desenvolverse, las 
otras estaban ya secas. 

Habiendo examinado Mr. Biett á esta joven detenida- 
mente , encontró mucha analogía entre esta eriq>cion y la 
sifilide vesiculosa^ que ya habia tenido ocasión de observar 
dos vece^ en circunstancias análogas, y las modificaciones 
ulteriores que sufrió esta erupcion^ confirmaron bien pron-- 



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269 
to el diagnóstico; pues con efecto, estas vesículas eran pe- 
queñas , y su base bastante ancha, estaba rodeada de una 
aureola de color rojo cot»rizo, siendo sus progresos muy 
lentos y no produciendo ningún síntoma local, como píea-- 
lOú ó calor : estas vesículas se fueron secando progresiva- 
mente, siendo reabsorvido el líquido que contenían; mas 
en algunas se concretó y produjo una pequeña escama 
que se desprendió al cabo de algún tiempo, con la 
particularidad que cualquiera que fuese su terminación 
siempre dejaban en la parte afectada una inyección cobri- 
za que presentaba todos los caracteres de las manchas sifl- 
líticas; pero lo que vino á conflrmar que estos fenómenos 
singulares eran debidos á la sífilis , fue el examen atento de 
la boca posterior, en la que existia una ulceración redon- 
deada , cuyos bordes estaban cortados perpendicularmen- 
te, etc. Esta joven fue tan solo sometida á los diluentes, 
esperando que se presentasen otros síntomas mas caracte- 
rfeticos; pero la enferma pidió su salida sin hacer confe- 
sión alguna , respecto de los antecedentes de su enferme- 
dad, hasta que un mes después de su salida pasó Mr. Bieit 
á vimtarla , y vio que tenía toda la piel cubierta de pús- 
tulas sifllíticas, que resolvieron todas las dudas respecto á 
la naturaleza de la erupción anterior. 

SifiUde pustulosa. Esta variedad está caracterizada por 
unos pequeños tumores de base mas ó menos ancha , llenos 
de una materia icorosa ó purulenta, que forma las mas de 
las veces unas costras que dejan tras sí, tan pronto una 
mancha gris, tan pronto un^ cicatriz, tan pronto en íin 
una ulceración mas ó menos profunda. Esta forma parece 
ser la primera que tuvo la sífilis á su aparición. en Eu- 
ropa : en algunos casos estas pústulas son pequeñas y están 
agrupadas las unas al lado de las otras; son por lo común 
numerosas, cónicas, tienen una base dura y rodeada de 
una aureola cobriza , y se desarrollan progrerivamente , de 
modo que al mismo tiempo que las unas se marchitan, 
otras están en su incremento ; y por último , algunas otras 



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270 
han desaparecido, aunque dejando sud huellas i \ú^ pro- 
gresos de estas pústulas son lentos, y la inflamación que pro- 
ducen poco intensa; pero sin embargo, en algunos casos 
esta se estiende profúndamele, destruye el dermis, y deja 
una pequeña cicatriz blanca, circular, deprimida en el éli- 
tro, del tamaño de una cabeza de alfiler; y por haber con- 
fundido las lesiones elementales que describunos con las 
pápulas, se han dedcríto como perteneciendo á una afección 
papulosa estas cicatrices , que son por lo menos en el ma-* 
yor número de casos, resultado de verdaderas pústula»: 
esta variedad puede ocupar todos los puntos de la superfi- 
cie de la piel , pero se la observa lo mas comumaente en 
la cara y frente, en la que asemeja á la aícnea rosácea , y 
forma unas pequeñas costras de color amarillo gris que se 
desprenden dejando una cicatriz ó una inyección mas 6 
menos pronimciada, y rara vez ulceraciones, ¿ menos que 
se hayan reunido en un punto limitado muchas pústulas. 

Hemos visto algunas veces , y entre ellas en un enfer- 
mo de Mr. Gazenave, estas pústulas sifilíticas, que situa- 
das en las piernas, eran precedidas de unas manchas violá- 
ceas que se reunían y formaban unos infartos sanguíneos, 
negruzcos, del tamaño de una moneda de veinte reales, 
en cuyos intervalos la piel tenia un color terreo , y las pús- 
tulas que eran confluentes en algunos puntos producían ul- 
ceraciones. 

La sifüide pwtulosa se presenta las mas veces con ca- 
racteres diferentes bajo la forma de pústulas, mas anchas; 
aplanadas, comunmente aisladas y poco salientes, cuya ba- 
se es dura , y el poco líquido que encierran es purulento y 
de color blanco amarillento, las que aparecen sobre todo 
en el pecho, sin ser seguidas de ulceraciones sino muy ra- 
ra vez , y forman unas costras delgadas que se desprenden 
dejando una cicatriz en unos casos, y en otros una inyec- 
ción lívida ó una induración crónica ; sin embargo , algunas 
veces estas pústulas se inflaman en mayor estension , el lí- 
quido purulento es. mas abundante , muchas pústulas se reu- 



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Í71 

nen, se abren, y 6l liquido contenido se eoncreta y for- 
ma unas costras espesas » verdosas , rodeadas de una ancha 
aureola violácea » y adherentes de tal suerte, que pare- 
cen penetrar en el espesor del dermis» las que son seguidas 
constantemente de ulceraciones profundas: en otros casos 
las pústulas son mayores aun feciima sifUitkoJ y y se apro- 
ximan á los caracteres de las del ectima, aunque se dife- 
rencian de ellas como veremos, y aparecen principalmente 
en las piernas bajo la forma de una mancha lívida del ta- 
maño de una peseta , en la que el epidermis se desprende 
en una gran estension , y forma un tumorcito, que contie- 
ne un líquido sero-purulento, que se desarrolla lentamen- 
te, rodeado de una aureola ancha» constantemente de co- 
lor cobrizo , bien diferente de la del ectima vulgar que es 
de color rojo de púrpura : este tumorcito se abre al cabo 
de algunos dias , y da salida á un líquido que se concreta y 
forma una costra negruzca, espesa, exactamente redon- 
deada y hendida circularmente. El desarrollo de este tu- 
miNTCito tiene lugar casi sin síntomas inflamatorios locales, 
y sus costras están muy adheridas; y cuando se despren- 
den, bien á beneficio de aplicaciones emolientes , bien na- 
turalmente , dejan al descubierto unas ulceraciones redon- 
deadas, por lo común profundas, cuyo» bordes cortados 
perpendicularmente, están formados por un tejido duro, co- 
mo violáceo, y su fondo de color gris presenta muy mal 
aspecto : estas ulceraciones no tienden á aumeutar sus di- 
mensiones, y forman otras costras que se desprenden de 
nuevo, hasta que con el auxilio de medicaciones apropiadas, 
las incrustaciones son menos espesas , las superfiksies ulce- 
radas se detei^en y son reemplazadas por una cicatriz re- 
donda é indeleble. Esta forma que acabamos de describir 
es la mas común de la tífilide pustulosa. 

Los recien nacidos padecen principabnente la erupción 
sifilítica pustulosa , y en ellos las pústulas son muy grandes, 
superficiales, aplanadas, ovales y muy numerosas, que es- 
tan cubiertas de costras negruzcas , comunmente de poco 



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272 

grosor, que son seguidas de ulceraciones pequeñas, y que 
van acompañadas del color terreo de la piel, de demacra- 
ción y de un olor repuguante. 

En algunas ocasiones la piel de la proximidad de las 
uñas se cubre de pústulas sifilíticas, á las que suceden 
unas ulceraciones que suministran una supuración que es- 
coria las partes inmediatas , j que destruyen las unas , las 
que cuando aparecen nuevamente son pequeñas , estrechas, 
arrugadas , delgadas y frágiles. La gifítide pustulosa es por 
lo común un síntoma consecutivo de la infección venérea. 
SifiHde tuberculosa. La sifUiie tuberculosa es una de las 
formas mas comunes en que la erupción venérea se pre- 
senta, formando unos tubérculos de volumen variable, ro- 
jos ó cobrizos , aplanados ó cónicos , aislados en algunos 
casos; pero en el mayor número en grupos dispuestos en 
forma de círculos bien noarcados , los que pueden permane- 
cer sin producir dolor alguno durante un tiempo indefinido, 
y en algunos casos presentan una ligera descamación, ó 
bien ulceraciones que se cubren de costras espesas, limi- 
tadas unas veces á una superficie poco estensa, y otras se 
propagan á las regiones inmediatas, invadiendo de este mo 
do superficies de mucha estensíon. La áfiHáe tubérculo^ 
sa se desarrolla sobre todos los puntos de la superficie de 
la piel; pero afecta cop preferencia la cara, la* nariz, Is»^ 
comisuras de los labios , las cejas y el cuero cabelludo, 
produciendo ulceraciones que acarrean la caida de los ca- 
bellos; esta sifilide puede presentarse con diferentes aspec- 
tos, por lo que describiremos Is» modificaciones que se 
observan mas comunmente. 1.^ Unas veces los tubérculos 
soa pequeños, oblondos, de color cobrizo, están colocados 
exactamente los unos al lado de los otros , dejando poco in- 
tervalo entre sí , y forman círculos perfectos de diámetro 
variable; y ademas se observa en cada tubérculo un pe- 
queño disco escamoso , duro y gris : esta variedad pocas 
veces es seguida de ulceración , y cuando los tubérculos 
caminan á la curación , se aplanan poco á poco, aproxímán- 



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«73 
éeee ú nívd ele la piel, dejaoA) uoa iiiyeoeíofi de eolor^ 
ro}o líTído, que desaparece á bu vez ctiaado la cisracion 
ee cómplrta^ Esla variedad ^ que se eneqenlra sobre to-* 
do en la frente j cuello , nunca es un síntoma primitivo. 
2«^ Otras veces los tubérculos son mas voluminosos > es^- 
tan reunidos formando grupos Sobre una f uperfieíe de ma* 
yor é meBor ostensión; su figura es oval ó piriforiM; 
son muy prominentes-^ y su vdámen iguala al de una aoeí-. 
ttina; lisos y resplandecientes en su vértice, no ^educen 
dolor alguno, y pueden permanecer estacionarios durante 
HNidosa&osski ulcerarse: esta variedad ocupa prinaipaU 
mepte los carrillos y nsoriz, y cr siempre un síntoma con** 
secaUvo* 3.^ Ea otros, casos los tubé«kilos grandes, redon^ 
deados, poco numerosos y separados unos de otros» de tolot 
rojo violeta , eStan rodeados de una aureola cobriza : estos se 
iteenvuelven principalmente en la cara » y permanecen es^ 
taekmarios un tiempo ilinritado, ha^ que llega el momen^ 
to ^i que se ponen doloridos , apareciendo á su alrededor 
una placa eritematosa mas ó menos ancha de color vi<dá^ 
ceo; se ulceran por su vértice, y estendiéodose dicha, ul- 
ceración profundamente, se oulMre de una costra gruesa : al 
mismo tiempo aparecen nuevos tubérculos, cuya mafchaes 
mas rápida y cuyas úlceras se confimden con las primeras;, 
produciendo una im^rustacion dura ^ negruzca y muy adhe- 
rente, que cuando se desprende deja una úlCei^a desigual, 
eayos bordes redondeados están cortados perpendicular* 
nente y compuestos de un tejido duro ^ violáceo , y auno 
ingui^tado que forma nuevas costras, las que al despren^ 
derse sucesivamente descubren nuevas destrucciones , maf 
yérmente cuando ocupan tejidos de poco grosor; tes qué 
coasisten en la destrucción del ala de la nariz ó ^ una 
parte de los labios : las superficies que; dejan estas ulcera* 
clones son de color rojo vioMceo , y presentan una figura 
exac^mente redondeada , que forma la mitad ó la cuarta 
parte de un circulo. En los casos en que las úlceras han 
destnddo enteramente la nariz, inclusos los huesos , deinl^ 

18 



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874 

hemos fisto muchos ejeirilylos. én et bospilAl ist Sm LuÍé 
de París, la afección ha empezado, al meaos en la mayoría 
de los enfermos , por una alteración de los huesos y de los 
tejidos internos, tales como neoroses , caries y ulceraciones 
de la mucosa , de los que se ha propagado al ^ertor. Esta 
variedad es siempre, como la precedente , un síntoma con^ 
secutivo de la infección venérea. 4.^ En otras etrcunstan* 
cías los tubérculos son muy V(rfuminosos, rojos, duvos, re-: 
dondeados, y están esparcidos en varios puntos de la piel, 
y principalmeirte sobre el dorso ; los que no se (^diren de 
escamas , y pueden permanecer estacitHMyríos mas ó meóos 
tiempo hasta que llega el momento en que se ulcetaii por 
su vértice , invaden las partes vecinas , formando espirales 
que hienden la piel en una gran ostensión , y se cicatrizan 
por una estremidad mientras que la opuesta ocmtinúa su 
mardia invasora : estas ulceraciones que describen cireufle 
voluciofies de diversas formas^ son superficiales, estreñías y 
se cubren de costra^ espesas, duras, negras y muy adhe- 
rentes, que producen unas etcatriees indelebles y di^ormes. 
Gomunmíente aparecen nuevos tubérculos que, no ulcerán- 
dose á la vez , permiten observar á un tie«ipo todos los es* 
tados de esta forma eruptiva, como tubérculos, costras y 
ulceraciones^ Mr. Biett ha recibido en su clínica un en- 
fermo que estaba cubierto desde la cabeza basta los pies 
de esta variedad de la sifüide tuberculosa , notándosele en 
la cabeza , cara , brazos, y principalmente en el dorso, unas 
cicatrices largas y disformes, interrumpidas en difereft^ 
tes puutos por unos tubérculos prominentes , rojos y vc^- 
luminosos, y por uteeraciones serpiginosas , que surcaban 
las superficies afectadas y que estaban cubiertas cte cos- 
tras muy gruesas. Esta variedad es siempre consecutiva. 
&.^ Por último, la sifüide tuberculosa se presenta también 
l)ajo otra forma que constituye algunas veces un síntoma 
primitivo, y se condone de tubérculos redondos, espeso» y 
aplanados, cuyo vértice es el asiento de pequ^as ulcerar 
eioneft lineares ('pú8lnl«$ plañas de CíMesrktJ^ que en al- 



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275 
gimo» casos son del temado de una peseta ^ poco gruesos, 
y 4e color rojo lívido , muy oscuro , y apiarecen principal- 
mente en el escroto, pene, pubis, muslos y ano, y sus vér- 
tices, que son asiento de una ulceración pequeña linear, se-^ 
grega un líquido sanioso , que exhala un olor nauseabundo 
particular. En algunos casos todo el escroto eslá cubierto 
de tubérculos i:edondeados , aislados y prominentes , y en 
algunos enfermos se reúnen principalmente alrededor del 
^íbO por algunos puntos de su circunferencia ^ y presentan 
unas superíicies mas anchas ^ cuyas ulceraciones son siem- 
pre superficiales. Esta variedad puede ser primitiva ; pearo 
|)or lo común es consecutiva á la infección venérea. 

Sifüide paptdom^ La sifüide papulosa está compuesta 
^ una erupción de pequeñas elevaciones poco prominen- 
ies, duras ^ que no contienen ^ningún líquido ni son segui- 
das de verdaderas ulceraciones ni cicatrices , y que terr 
lliinan por resolución ó por descamación, las que pueden 
(Presentarse en dos estados diferentes : el primero agudo, 
que constituye las mas veces un síntoma primitivo ; el 
segundo crónico y siempre consecutivo : en la primera 
variedad (Ikhen sifilUico^ scabies venérea de algunos au- 
tores) las pápulas muy pequeñas y ligeramente cónicas, 
presentan un color cobrizo, y las aureolas violáceas que 
las rodean, se confunden en ayunos puntos y forman una 
éstensa superficie de color cobrizo, erizada de un sin nú- 
mero de puntitos prominentes de color algo menos oscu^ 
ro: estas pápulas acompañan por lo regular á una Wenor^ 
ttíglá , ó se desenvuelven poco tiempo después de la desar 
parición de este flujo, y ocupan Ordinariamente toda la 
superficie del cuerpo, y principalmente la cara; y su apa- 
rición , lejos de verificarse de un modo progresivo , como 
«e ha creído sin fundamento, es por el contrario casi si- 
multánea en todos los puntos, concluyendo en el espacio 
de véante y cuatro á cuarenta y ocho horas. Esta erup- 
cíou no es acompañada en la miBtyoría de casos de sínto- 
mas generales, aunque la hemos visto en algunas circuns- 



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276 
tancias set precedida de cefalalgia , de mal estar general^ 
de fiebre y de un fuerte prurito , y entre otras en un Jo- 
ven que entró en el hospital de San Luis de Paris, que 
habia sido admitido por creerse padecía la viruela ; pero 
la erupción era evidentemente un Uchen sifilítico OiCompñMdo 
de una blenorragia. 

Bateman ha sostenido que las pápulas se ulceraban 
por su vértice; mas esto es un error, pues que abando- 
nadas á sí mismas, su duración es muy corta y su termi- 
nación es por resolución, aunque no negamos que esto 
pueda acaecer en circunstancias muy raras por otra parte, 
en las que estas* úlceras segregarían un líquido , que con- 
cretándose , formaría unas costritas muy delgadas que nun- 
ca producirían cicatrices, pues que estas jamas tienen lugar 
á consecuencia de tas pápulas sifilflicas, las que se mar« 
chitan al cabo'de algunos dias, producen una descamación 
casi insendble, y desaparecen dejando unas manchitas de 
corta duración en los sitios afectados. 

En lá segunda variedad la erupción adopta, como lle- 
vamos dicho , la marcha crónica , y empie2a por unas pá- 
pulas anchas, aplanadas, de color cobrizo, del volumen 
de una pequeña lenteja , prominentes y muy redondea- 
da» , las que desarrolladas de un modo lento y progre- 
sivo , aparecen primero bajo la forma de manchitas ama- 
rillentas , que se elevan poco á poco , y constituyen unas 
pápulas no dolorosas sin aureola en su base , reunidas por 
lo común en gran número en la parte esterna de los 
miembros, ó en la' frente y cuero cabelludo , y separadas 
por espacios en los que el color de la piel es terreo. 

La duración de esta forma es larga , y el ápice de cada 
pápula se cubre de una película seca, de color gris, que 
se desprende y renueva sin cesar, hasta que las pequeñas 
elevaciones sobre que descansan desalparecén y dejan en 
la piel afectada unas manchas de color blanco gris, las 
que á su vez desaparecen también al cabo de mucho tiem- 
po. Hemos visto en el hoq[4tal de San Luis estas populas 



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277 

cubrir en algunos enfermos casi toda \á supérfide del cuer- 
po , cuya piel estaba marchita , arrugada , seca y de color 
cobrizo , y presentaban una descamación tan marcada, 
que cuando disminuían en volumen , los espacios que de- 
jaban entre sí estaban cubiertos por las películas que for- 
maba la descamación , presentando la enfermedad al pri- 
mer aspecto la fisonomía de las afecciones escamosas. 

SifiUde escamosa. La sifílide aparece algunas veces bajo 
la forma de escamas secas, que están sostenidas por unas 
pequeñas elevaciones de color cobrizo que imitan á algu- 
nas de las formas que hemos descrito al hablar de las 
afecciones escamosas , como la lepra ó el psoriasis ^ y que 
siguen una mardia crónica de larga duración , siendo 
si^ripre un síntoma consecutivo de la infección venérea. 
Una de sus formas mas notables es la que no solo se pre- 
senta con la apariencia de las placas propias de la lepra, 
sino que sus discos tienen un color gris muy oscuro, casi 
Degro {lepra nigricans), que hemos tenido ocasión de es- 
tudiar en el hospital de San Luis de Paris, en un enfer- 
mo cuyas placas eran exactamente redondeadas » de diáme- 
tra de dos ó tres líneas hasta medía pulgada, elevadas 
por sus bordes y deprimidas en su centro , que presentaban 
un color negruzco mas pronunciado en el centro de ellas 
que en los bordes , cuyas escamas eran delgadas , secas, 
frágiles y muy poco adherentes , que cuando se despren- 
dían dejaban al descubierto unas elevaciones lisas; y cuan- 
do esta erupción caminaba á su terminación , las escamas, 
que por otra parte se rehacían lentamente, desapareci^on, 
los bordes de las placas eran menos saliente, no quedan- 
do mas, por conclusión, sino una mancha negruzca, que 
si bien disminuyó algún tanto, no desapareció completa- 
mente. Erta variedad puede desarrollarse en todos los 
puntos de la superficie del cuerpo ; pero en el caso que 
acabamos de d^ribir era general , y las placas negras 
muy EHunerosas y separadas por espacios en que la piel 
tenia un cdor cobrizo amiuriVIento,, daban al enfermo un 



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278 
especio particular. Pero en la mayoría de los ca805 I9 
sifílide escamosa aparece con otros caracteres que perte- 
necen mas especialmente al psoriasis y por lo común al 
guíta^a^ y en estas circunstancias las placas pueden limi- 
tarse á una sola región , aunque las mas veces se las en- 
cuentra á un tiempo en él cuello , dorso , pecho , parte 
anterior del abdomen, sobre los miembros, en la cara, y 
con especialidad en la frente , y aun algunas en la cabeza, 
las que por lo común son discretas , redondeadas de un 
modo irregular, algo prominentes, están cubiertas de esca- 
mas delgadas, duras, secas, grises, bastante adherentes, 
que al desprenderse dejan al descubierto unas elevaciones 
que no son rojas y hendidas como en el psoriasis ^ sino 
lisas, brillantes y de color cobrizo. Cuando esta sifílide ase- 
meja al psoriasis gutiaJla presenta un carácter que Mr. Biett 
mira como patognomónico, que consiste en una especie de 
círculo blanco , adherente á la base de cada disco , produ- 
cido evidentemente por el epidermis destruido ó desgar- 
rado, el que si rio es constante, es al menos muy frecuente 
y de mucho valor en el diagnóstico , pues que no se le 
encuentra en ninguna otra erupción. En algunos casos ra- 
ros se reúnen muchas de estas placas por algunos puntos 
de su circunferencia , y forman una superflcie de color 
cobrizo que presenta porciones de escamas que se des- 
prenden y rehacen de un modo lento. 

Esta erupción empieza por lo común en el brazo, del 
que se estiende al pecho , dorso y cara , por medio de 
unos puntitos de color cobrizo acompañados en algunos 
cosos de mucha picazón , los que se estienden y elevan 
poco á poco cubriéndose de escamas etc. En fin , la sifí- 
lide escamosa se presenta en algunos casos muy raros en 
las palmas de las manos y en las plantas de los pies, con 
una forma muy notable que ha sido descrita por Bfr. Biett 
con el nombre de sifílide escamosa córnea: esta empie- 
«a por unos puntitos cobrizos, ligeramente prominentes^ 
^^^ $e cubren de escamas grises, dnras y heiñlidas, y que 



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879 
forma» reauiéBdose una especie de plaoa agrietada; ade- 
mas se observa en el centro de esta |daca (cuando es 
antigna) uno sustancia córnea de figura casi cilindrica^ que 
ha indocído á Mr. Bielt á dar á esta sifilide el nombre de 
cárnea^ la que rara vez existe sola, pues por lo ccunun acom^ 
paña á otras erupciones sifllfticas. 

Todas las formas que acabamos de deseril^ pueden 
encontrarse amalgamadas unas con otras en el mismo in-« 
dividuo ; asi que no es raro enc<mtrar la» pápulas reuni-* 
das con las pústulas, y estas con los tubérciüos; pero 
advertiremos que aunque la forma escamosa se complica 
rara vez con otras de distinta naturateza , siempre está 
acompañada como ellas con síntomas venéreos en otros 
tejidos. 

SifUomas concomUantes. Estas diversas erupciones pue^ 
den complicarse con todos los sintomas propios de la sífilis^ 
la cual, como sabemos, no perdooa ningún tejido ni órgano; 
pues Mr. Gazenave ha visto morir en el hospital de San ^ 
Luís muchos índividoos á cousecuejiGia de la reunión de 
todas las alteraciones que puede presentar esta enfeimedad; 
pero afortunadamente estos: casos son muy raros , a^nquie 
podemos asegurar que casi todas las sifiUdts están acompa- 
Biadas de uno ó muchos ^tornas debidos á u»a infección 
general; y aun<!iae no nos detendremos en deserítárlos tor 
dos, nos limitaremos á indt(»r sucintamente sdgunos de los 
que son casi siempre compañeros de las eruficionea ve*« 
itórea^. 

1.^ Eirtre los síntomas que aparecen oomuamente en 
estas circuqstencias, citaremos en primer lugar las ulcera- 
ciones de la garganta , y principalmente las de las amigda* 
ias y membrana mucosa que Xxfim la cara posterior de la 
faringe , Ii» que son muy aparentes, y consisten» como di* 
ce Httirter, en una pérdida de sustaoKHa de la amígdala y 
de la mucosa faríngea , cuyos bordes están cortados per- 
pcndicularni^te, y su centro, míuy profundo, -es (te color 
gris. 



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980 
%^ Los dolores ósteóeopos, los perióstoses y exóstoses, 
<[ue colocamos en segundo lugar en atención á su frecuen-^ 
cia f ocupan principalmente las partes vecinas á la superficie 
del cuerpo, como los huesos del cráneo, las tibias ó los 
cubitos , atacando siempre primeramente sus capas mas su^ 
perOciales. Hunter creía que la proximidad que hay en-^ 
tre estas partes y la piel y su esposicion á la acción del frío, 
esplicaba su predisposición para sufrir con mas predilección 
que las profundas las consecuencias de la infección : recien- 
temente se han atribuido estas lesiones á la acdon que ej^^e 
el mercurio en la economía ; pero como hay un sin número 
de ejemplos de enfermos que han presentado estos síntomas 
sin haber sido sometidos al uso de las preparaciones mer-^ 
curíales , debemos considerar esta opinión de ningún valor, 
apoyándonos tambi^i en las observaciones de Mr. Biett , que 
prueban que los individuos cuyo oficio los espone á absorv^ 
el mercurio (como doradores, etc.), nunca padecen la me^ 
ñor alteración en los huesos , y sí el temblor mercuiiaU 

^.^ Otro síntoma que acompaña con frecuencia las 
erupciones venéreas , muy digno de atención por la grave-? 
dad <|ue puede adquirir, es la irílis descrita admirablemefh- 
te por Beer , y cuya naturaleza sifilítica han estudiada 
MM. Saunders, Wardrop, y recientem^te Lawrence , la 
que empieza por dolores de cabeza fuertes , sordos , pro-, 
fundos y gravativos en el ojo , que se aumentan por la acdon 
de la luz ; » el principio la pupila se contrae de un modo 
uniforme , los movimientos del iris van disminuyendo gm-^ 
duahnente , y sus círculos cambian su color por otro mas 
oscuro, rojizo algunas veces, y mas addante la pupila 
pierde su figura , toma otra angulosa , y el iris se tumeface^ 
se aproxima á la córnea, apareen en él algunos peque- 
ños abcesos que derraman el pus en la cámara anterior , y 
cuando se descuida la enfermedad, la cápsula cristalina pier^ 
de su trasparencia , sobreviene la opacidad de la córnea , y 
i consecuencia de la linfa plástica que smnioi^ra la in- 
flamación , el iris contrae adherendas indestructibles, 



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181 

4,^ Finalmente ^ hay otro aiatoma que acompaiía tam^ 
bien con mocha frecuencia las enqxáones siflifticas, que es 
conocido con el nombre de tumor gomoso» sobre el que 
Mr. Biett h» llamado la atención de un modo especial eo 
sus lecciones cUnicas : dicho tumor gomoso tiene su punto 
de partida en el tejido celular laminoso» y está caracterizado 
&k un principio por incomodidad » ligero abultamiento y co- 
lor lívido déla parte afectada: esta amnenta aun su lividez, 
su abultamiento e» mas pronunciado y forma un tumor c6* 
nico, principalmente en los puntos en qne la piel tiende á 
abrirse para evacuar el líquido que encierra el tumor » el que 
está duro al principio y se ablanda mas adelante dejando 
percibir la fluctuación. Estos tumores terminan rara vez por 
resolución » pues por lo común al cabo de algunos meses se 
abren y forman una grande ulceración» que presenta los ca^ 
racteres de las úlceras sifilíticas. 

Tales son los síntomas generales que acompañan mas 
comunmente las erupciones venéreas» los que por otra parte 
8e complican con otras afecciones» ora de la misma na- 
turaleza» ora estraños á la ^YiYt^» como lo prueban laa úlr 
ceras intestinales que producen una diarrea crónica» acom-^ 
panada de dolores abdominal^ intensos » que concluyen 
con el enfenno; y la erisipela de Ist cara que aparece cuan- 
de la sifiUde ocupa esta parte» aunque es mas l»en un 
síntoma de buen agOero » pues modifica de un modo venf 
tajoso la erupción. Por último» las sifUides pueden estar 
unidas con ozenas » con c^es de los cartílagos de las ore- 
jas y con inf altos esquirrosos de los testículos, siendo tam- 
Uen interrumpidas en su marcha por inflamaciones internas» 
que hacen desaparecer la erupdon para reaparecer tan lue- 
go como el órgano afectado vuelve á su estaco normal. 

Necroscopia. La anatomía patológica demuestra en es- 
tos casos profunifos alteraciones de la economía : los resul- 
tados de la tisis laringea » las fístulas» las caries del sistema 
huesoso y aun de los cartílagos » el reblandecimiento de 
los huesos» la& ulceraciones en la piel y en la parte supe- 



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rior del tobo digestivo 86 observen coa freeoencia durante 
la vida y después de la muerte ; ademas el cadáñrar de las 
personas que sueumben á los síntomas de consunción de* 
terminados por la hie venérea , suele exhalar suma fetidez, 
y se reduce con ta mayor facilidad atetado de putre- 
facción. 

Camm. L&i ^/Uuíe^ pueden aparecer á consecuencia de 
un mn nfknero de cMsas ocasionales > como los escesos en 
el régimen , un violento ejercicio , una afección moral 
viva, etc.; mas algunas veces por el contrario, se han ob- 
servado erupciones sifilíticas , Sin que su aparición hubiese 
sido evidentemente provocada por alguna influencia ocasio- 
nal apreciable; pero de cualquier modo engodos los casos 
reconocen una causa primera incontestable , que es una é 
idéntica, y que continuaremos llamando virus hasta tanto 
que esta denominación sea reeroj^azada por <^ra mas exac- 
ta , tanto mas cuanto que la palabra virus venéreo corres- 
ponde, según m^sotros, perfectamente' á la clase de afec- 
ciones que aparecen siempre con las mismas ferma» y en 
idénticas circunstancias con caracteres que les son propios^ 
por lo que preferimos admitir él virus á espHcar los sín-^ 
tomas consecutivos por medio de la simpatía, cuyos efectos 
no aparecen sino al cabo de diez, veinte ó treinta años, 
pues que aun admitiendo esta sutir teoría queda que pro- 
bar la naturaleza de la primera afección , causa de los re- 
sultados simpáticos. 

Respecto de la opinión que i^ribuye los i^ntomas sifilí- 
ticos consecutivos, y errtre estos los que tienen por asiento 
hr piel al uso del mercurio, diremos qae cuando se obser- 
van algunos enfermos , se encuentran todos estos síntomas 
sin qué los hayan precedido la ^administración de medica- 
mento alguno. Últimamente, ¿consisten estas erupciones en 
inflamaciones simples, producidas por agentes dhrectos 6 
por la inflamación de un órgano inlenié?'Si esta teoría 
fuese exacta , se encontrarían tan comunmente las erupcio- 
nes llamadas sifilíticas en los inditidüos* qiite no hnbfeseh 



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2S3 
padecido eofermedad veaérea alguna , como en los que esta 
enfermedad hubiese existido ; pero ahora bien^ ¿cuál es la 
causa de que siempre se las encuentre en esta ákima con-^ 
dioion ? 

Nosotros que somos mas amaiK;es de las lecciones que 
suministra la observación clínica que de las bellas teorías 
de muchos autores modernos , continuaremos en las filas 
de los profesores llamados rutinarios , creyendo que cual- 
quiera que haya sido la causa ocasional que ha producida 
una sifilidey esta se desenvuelve en todos los casos á bene- 
flcio de una influencia esclusiva sm generis , en una palabra, 
del virus. Estas erupciones ^on contagiosas en ciertos esta- 
dos, y hereditarias ; pues que es muy común observar que 
los niños están cubiertos , bien desde el momento del naci- 
miento,^ bien algún tiempo después de pústulas sifilíticas. 

Estes niños pueden también contraer estas erupciones 
por medio de la lactancia , y trasmitirlas á su nodriza cuan- 
do nacen con ellas. I5n la mayoría de los casos las sifUides 
aparecen al cabo de un tiempo mas ó menos largo sin que las 
preceda causa ocasional apreciable , y cuando los individuos 
parecían gozar de la mejor salud. Sin embargo, en algunas 
circunstancias su aparición es determinada por una emo- 
ción viva , por un esceso en el régimen , por otra enferme- 
dad ó por un acceso de fiebre intermitente , y también son 
precedidas á veces de una alteración general mas ó menos 
marcada de mal estar, de cefalalgia, etc., que desapare- 
cen á medida que la erupción se presenta. Respecto á la 
relación que existe entre estas erupciones y los síntomas 
venéreos primitivos^ diremos que la esperiencia ha demos- 
trado que todas pueden desarrollarse tanto á beneficio de 
una blenorragia como á consecuencia de la úlcera hunteri-^ 
na , de bubones, y por el contrario. 

Diagnó^ico. Bien que las sifiUdes se presenten en lá 
mayoría de casos con caracteres marcados, son sin embar<- 
go las que se desconocen mas comunmente, á pesar del con- 
junto de síntomas que presentan, que chocan al ojo ejer- 



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284 
citado antes de pasar á examinarlos aisladamente. Respecto 
al valor que algunos patologístas han concedido á las pre- 
paraciones mercuriales como medio de diagnóstico , debe- 
mos confesar que no se lo acordamos, pues que aunque 
sin duda alguna sea el mercurio el medio mas precioso que 
poseemos para combatir Ja si^ , sus resultados están C4>m- 
binados con tantas modificaciones, que seria cuando me- 
nos singular asentar sobre él el juicio de una enfermedad; 
pues por otra parte, como veremos, estas sifilides presen- 
tan en la mayoría de casos caracteres bastante positivos 
para poder distinguirlas de las erupciones que con ellas pu- 
dieran confundirse, sin tener necesidad de recurrir á un me- 
dio tan poco seguro. 

Las sifilides pueden .ser equivocadas con un cietto nú* 
mero de erupciones que pertenecen mas ó menos á tal ó 
cual forma, á tal ó cual estado; y las que pueden asemejar 
mayormente la sifilide eesantemática^ son la aifombrilla y 
la urticaria f entre las sifilides agudas; y las efélides, res- 
pecto á las que siguen una marcha crónica. 

Alfombrilla. Este ecsantema difiare de las placas grises 
de la si/Uide del mismo nombre por su colorido rosa y por 
los síntomas generales que la acompañan ; ademas la oí- 
fombrilla si/Uiíica tiene comunmente uoa marcha crónica 
omy diferente de la de la alfombrilla simple; pero es muy 
importante tener también presente, que en la aifomJbrübk 
sifUtlica el color cobrizo es menos apredable ea el princi^ 
pió de la aparición del ecsantema , en el que las placas son 
mas rojas, y que en la simple el cotor rojo disminuye poco 
á poco pai^a desaparecer definitivamente* 

Urticaria. Las placas de la urticaria, pfoco estensas, 
desarrolladas espontáneamente, y acompañadas de i^rurílo, 
se asimilan bastante bien hasta cierto punto , á las placas de 
la sifilide ecsarUemática aguda de la misma especie ; sin em- 
bargo, el colorido de estas erupciones es diferente, pues 
que en la simple las placas son ó mas rojas ó mas blancas 
que el resto de la piel; peto nunca grises como en la sifíli-^ 



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t8S 
de 9 j adenüís en la prifliera io» mas promiMOteé, el prtH 
rito es mudio mas vivo, y desaparecen y reaparecen es- 
pontáneamente al cabo de nn tiempo mas ó míenos largo; 
caracteres que no se encuentran en la erupción venérea* 
La tífílide ecsaniemátíea aguda acompaña casi siempre ¿ los 
síntomas primitivos, y con especialidad á la blenorragia, 
ó por lo menos aparece poco tiempo después de la desa- 
parición de estos. 

Efélides. Las efétídes difieren de las manchas sifilíticas, 
en que por lo común son mayores, irregulares, esparcidas 
sobre una superficie mucho mas estensa, y ocupan partícu^ 
larmente el vientre y. la parte anterior del pecho; y las man- 
chas sifilíticas, por lo regular redondeadas, esceden rara 
vez del tamaño de un escudo , son poco numerosas , y se 
encuentran sobre todo en la cara, principalmente en la 
firente y cejas; ademas las efélides son de color amarillo y 
están acompañadas en algunos casos de un prurito vivo, y 
habituahnente de una esfoliacion furfurácea. Las manchas 
venéreas son de color rojo cobrizo, algunas veces como ne- 
gruzco , no pf oducen sino un leve prurito , y rara vez son 
el asiento de una descamación ligera; y por último, nunca 
forman, reuniéndose como las eféUdes^ placas continuas 
con bordes irregulares que cubran superficies de mucha os- 
tensión , y casi siempre están acompañadas de algunos sín- 
tomas deUdos á la infección general. 

Sifilide vesiculosa. Los caracteres de la sifUide vesiculo- 
sa son: la aureola cobriza que rodea la base de las vesícu- 
las, su asiento, su número y disposición, los progresos len- 
tos de la inflamación , los signos precursores , y sobre to- 
do los síntomas concomitantes. 

Sifilide pustvlosa. La sifilide pustulosa podría ser con- 
fundida con la acnea y con el ectima. 

Acnea. Las pústulas de la acnea , sobre todo las qué 
tienen su asiento en la cara , y principalmente en la frente, 
podrian confundirse con las de la sifilide , tanto mas, cuan^- 
to que como ellas no presentan muehas veces stnotin pe- 



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2^ 
queño punto purulenio; pero en h Hóma son mm promi- 
nentes, rojas» y estari rodeadas algunas veces de una au- 
reola erítematosa nauy pronunciada , mientras que en iá át- 
füide presentan un color violáceo y su base una inyección 
cobriza; adenias, en la aenealm intervalos que separan 
las pústulas están rojos, brillantes, aceitosos y sembrados 
de puntitos negros, y en la erupción venérea la piel está 
terrosa y como marchita: en On, las pústulas sifilíticas de- 
jan tras sí unas pequeñas cicatrices , lo que rara vez sucede 
en la acnea , si esceptuamos la indwraía^ la que por otra 
parte presenta caracteres diferentes , pues las cicatrices da¡ 
las púst^las sifilíticas son redondas , y las de la oc^ea^ 
oblongas. 

Ectima* Las pústulas phlisáceas de la sifilide, asemejan 
mucho en ciertas circunstancias á las del ectíma; pero la 
aureola que rodea la base de las pústulas ectimoides es de 
un color rojo púrpura, y en la sifilide cobrizo; las jostras 
de esta última son mas espesas, mas adherentes^ algunas 
veces casi negras y hendidas ó surcadas circularmente : las 
ulceraciones que suceden á las pústulas son redondas , sus 
bordes cortados perpendicularmente , etc. , y son seguidas 
constantemente de una cicatriz deprimida, é indeleble: por 
último, casi siempre presenta el enfermo al mismo tiempo 
síntomas concomitantes, debidos á la infección. 

Sifilide tuberculosa. Las erupciones que podpaff confun- 
dirse con }^ sifilide tuberculosa^ son: la lepra\ algunas va- 
ciedades del psoriusis , la acnea indurata y el lupus.- 

Lepra. Hemos visto que los tubérculos sifilíticos podian, 
colocados exactamente unos al lado de otros, y dejando 
poco intervalo entre sí, formar círculos perfectos capaces 
de asemejar á los de la lepraíf ero en estos casos nunca 
este círculo es continuo como en la afección escamosa , si- 
no que estos tubérculos están aislados, wn Usos^ i^omí- 
uentes, de color cobrizo ó violáceo, cubiertos de laminillas 
delgadas y duras, mas pequeñas siempre que la indura- 
ción en .cuyo vértice reposan^ mientras que las de la fepr« 



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i8T 
MI maB fnmde», j cubren los tMnrdetr de 4a plác«, y ^n* 
s^nos casos, parte de sa centro ó toda la jriaca* 

Psoriasis girata. Los tubérculos sifilítioo^ en via de cm** 
ración, cuándo existen tan solo en algunas porciones de up' 
círculo que ha desaparecido en parte ^ han sido confandí** 
dos con el psoriasis girata , también en via de curacion;i 
pero los caracteres que acabamos de describir mas arriba- 
ai hablar de la lepra, son aplicables á este caso. 

Psoriasis guttata. El psoriasis guUata del eséroto » ha 
sido confundido muchas veces con dertos tubérculos sifi-^ 
líticos^ que se encuentran tan ccmiunmente en este sitio; 
sin embargo, siempre será fádl íio equivocarlos^, si se 
atiende á que estos tubérculos son redondos, gruesos, apla-^ 
nados ( pústulas planas áe Cuüerier)^ que se ulc^an por 
su vértice y segregan un liquido sanioso de olor infeoto, y^ 
que por el contrario, las elevaciones del psoriasis gutéatm 
están secas y cubiertas de escamas mas ó menos grandes» 
que no se ulceran jamas. 

Acnea indurata. Esta variedad puede , como Nevamos 
dicho , dejar sobre el dorso , Sitio que ocupa por lo co- 
mún, unas induraciones dreunscritas , algunas veces bas^ 
tante valuminosas, que iniitan^ tanlo mas los tubérculos si-^ 
filíticos , cuanto que se hallan confundidas sin orden alguno 
€on un sin número de cicatrices; pero por lo común, cuán- 
do estos últimos ocupan esta región, son duros, de un co- 
ler rojo cobrizo , redondeados, é igualan muchas veces al 
tamaño de uña nuez pequeñas por lo común se ulceran 
invadiendo las partes vednas , y se cubren de costras es-, 
pesas, que dejan tras sí, fio unas cicatrices oblongas corki 
las de la acma, sino unas bridas informes contorneadas, for- 
9iando espiral. 

Lupus. {In algunos casos es drfidl distinguir los nacien-< 
tes tubérculos del lupu¡s de los de la sifilide; pero los pri- 
meros son rojizos, blandos, poco desenvueltos; m vértice 
está- como mardiíto y hendido; la piel que los rodea es 
el asiento de una ligera hínchaiEón de eiíract^ edemalosoí 



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7 los segundos son de color cobrico^ mm pr^Boíiieiites qtie 
los del lupm^ duros ^ lisos y resplamlecieotes ; el que pcMr 
otra parte empieza por lo eomun en los oarríllos, mieotras 
que la sifilide tuherculasa de ordioaria en la frente ó esk 
las alas de la nariz; por último, el /t^Mtó ataca particular- 
mente á los individvHM jóvenes, escrofulosos y de débil 
constitución, mientras que la $ifiHde tubermlom^ que en la 
mayoría dei^sos es un síntcñna leonseeativo, ataca por lo 
oomun ¿ los adultos , y es acompañada de otros sintoiHas 
de. infecei(m oonstitttdonal. 

Sifilide papuh$a. Las erupciones cutáneas con que se 
podría co&fundir la tífiliie papulosa^ son la mrna y ^ 
Uchen. 

Sarna. En algunas círcilbstai^ias las pápulas sifilítica^ 
son muy pequeñüs, ligeramesíter cónicas» y se podrían tanto 
mas confundir cpd la $arna, cuanto que en muchas des- 
cripciones se ha dicho que esta sifilide presentaba unas pe-* 
quenas colecciones serosas y trasparentes, análogas á ha 
que constituyen las lesíoües elementales de la sarna; 
pero fuera: de que sus caracteres son muy marcados, bas* 
ta alguna atención para convencerse de la naturaleza pa- 
pidosa de esta sifilide^ mientiM que la sarna es una afee-^ 
don vesiculosa. 

Lidien. El tíchen sifilitíeo se distingue del simpieas^ en 
que en la erupción venérea las pápulas muy pequeñas , li^ 
geramente cónicas y muy numerosas, SO0 de color mas 
oscuro , y en algunos puirtos sus aureolas violáceas se con^ 
funden y torman una superficie de color cobrizo, llena de 
pulpitos ligeramente prominentes , de color mas claro. 

En el Uchen simplex la erupción está pqr. lo común U^ 
mitada á una sola región de niayor ó menor estenaion^ 7 
con eqpiecialidad á los miembros, nñentras que en la sifilide 
p4tpulosa cubre todo el cuerpo y princi|>álm^te la cara, 
v)mficándose la erupción casi símtíltánéameate en todos los 
puntos: seria supérfliio diescribir los caraot^es que distiQ'- 
guen la sifilidie papulosa de la viruela, pues que no cree-^ 



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289 
mod que jamas puedan confundirse: en algunos casos las 
pápalas sifilíticas son mas voluminosas , aplanadas , nume- 
rosas > y se cubren de escamas que imprimen á la erup-^ 
cion el aspecto de una sifiUde escamosa; pero en estos ca-* 
sos la duda solo es posible en un periodo de la afección» 
pues que en el principio se reconocen perfectamente las pá- 
pulas ^ sucediendo lo mismo una vez verificada la caida de 
las escamas: asi pues, los antecedentes ó los cambios ul- 
teriores bastarán para reconocer la forma primitiva de la 
erupción. 

Sifilide ^eaniosa. La' sifilidé^ escamosa puede, como 
hemos dicho , revestir muchas de las formas pertenecien- 
tes al orden de escamas ; pero con las que puede confun- 
dirse principalmente so)i la lepra y el psoriasis^ 

Lepra. La sifilide escamosa ^ cuyas placas son promi*- 
nentes por sus bordes y deprimidas en su centro , podria 
tduíito mas confundirse con la lepra ^ cuanto que ha sido 
descrita como una variedad de esta. última erupción, bajo 
el nombre de Iqpra nigricans; pero en este caso las pla- 
cas son casi negras, como lo indica la denonünacion que 
le ha sido señalada, y este carácter es mas que suficiente 
para su diagnóstico. 

Psoriasis. Algunas veces la sifilide escamosa se pre- 
senta con el aspecto del psoriasis ^ y principalmente del 
gutlata; pero en la erupción venérea las placas tienen un 
color ^^brizo, están cubiertas de escamas pequeñas, delga- 
das y grises, mucho menos espesas que las del psoriasis^ 
no presentando como las de este hendiduras profundas; 
y ademas existe el signo patognomónico que hemos des- 
crito, debido á un círculo blanco que rodea la base de 
cada placa. 

Tales son las diversas erupciones con las que pudiera 
ser dificil no confundir las diversas formas de sifilides; 
pero añadiremos que independientemente de los caracte- 
res descritos , casi siempre se corrobora el diagnóstico con 
otros síntomas concomitantes , tales como ulceraciones en 

19 



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290 

la garganta y dolieres ostedcopos, exostoses, irit», etc» 
Por último y existen dos estados que pueden correspon- 
der á muchas especies de si/Uide^ y en los que las erup- 
ciones venéreas podrían ser confundidas con afecciones 
cutáneas de otra naturaleza : estos estados están compues- 
tos de costras mas ó menos espesas» ó de úlceras mas 
ó menos grandes* 

Estado cfustáceo. Las incrustaciones que suceden al- 
gunas veces á las pústulas» pero mas comunmente á los 
tubérculos sifilíticos» podrían» como hemos visto» confun- 
dirse con las costras del impétigo; pero en la afección 
impetiginosa estas son amaríllas» fáciles de desprender» 
y en las sifiKdes por el contrarío» son verdosas» algunas 
veces casi negras» agrietadas circularmente » duras» están 
siempre muy adheridas» y penetran mas ó menos profun- 
damente en el espesor del dermis. 

Estado tdceroso. Las ulceraciones sifilíticas podrían al- 
gunas veces confundirse con las del lupus; pero las pri- 
meras presentan una reunión de caracteres que jamas tie- 
nen las del lupus, pues son profundas y escavadas, sus 
bordes duros» callosos» cortados perpendicularmente» y 
están rodeados de una aureola cobriza; mientras que 
las del lupus no son tan profundas» sus bordes son blan- 
dos y de color violáceo» y la piel que las rodea se ha- 
lla infartada y como edematosa; cuando estas úlceras 
tienden á invadir las superficies vecinas» no forman espi^ 
rales como las sifilíticas llamadas serpiginosas ; pero es 
tnuchq mas dificil distinguirlas cuando ocupan un sitio 
"poco estenso » como la nariz » y cuando destruyen las par- 
tes que les sirven de asiento. Sin embargo » independien- 
temente de los caracteres que acabamos de enumerar» se 
tendrá presente que los estragos que -causa el lupus tie- 
nen su punto de partida en la piel» mientras que en la 
sífilis son por lo común las partes internas» y sobre todo 
los huesos» los afectados primitivamente» y las ulce- 
raciones sifilíticas destruyen los tejidos con mucha mas 



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291 
rapidez, y están por lo regular acompañadas de otros sín« 
tomas venéreos. 

Pronóstico. La gravedad del pronóstico de las sifiüdes 
nace de los síntomas concomitantes y de la infección ge^ 
neral. Las úlceras serpiginosas merecen la mas sería aten- 
ción por la profundidad de los estragos que suelen origi- 
nar en ciertas regiones , habitualmente espuestas á la vista 
ó situadas en la inmediación de órganos importantes. La 
forma tuberculosa y ciertas variedades de pústulas sifilíti- 
cas traen consigo graves inconvenientes. La sifilide esca- 
mosa se manifiesta frecuentemente rebelde á la acción 
de los medicamentos. El pronóstico es menos favorable 
cuando el virus venéreo ha penetrado en la profundidad 
de los tejidos, y se ha arraigado por efecto de repetidas 
inoculaciones. La multiplicidad de los síntomas secundarios, 
la coincidencia de las escrófulas, el estado caquéctico de 
la constitución , la pérdida absoluta de las fuerzas del pa- 
ciente, oponen el mayor obstáculo á la curación; y si la 
enfermedad se complica con la lesión de órganos necesa- 
rios al sostenimiento de la vida, el enfermo puede su- 
cumbir con prontitud. 

Tratamiento. Pocas enfermedades hay contra las que 
hayan sido recomendados mas medicamentos que para los 
síntomas sifilíticos secundarios, y entre ellos para las sifi-^ 
lides; por tanto nos limitaremos á esponer los mas reco- 
mendados y cuyo empleo es maS comunmente seguido de 
buen resultado. Respecto á los antiflojísticos y emolientes, 
preconizados como susceptibles de obtener cmraciones , nog 
apresuramos á decir, teniendo en consideración un gran 
mknero de hechos: 1.^ Que por lo común son útiles y 
aun indispensables como medios auxiliares. 2.^ Que en 
algunos casos, aunque raros, las erupciones venéreas han 
desaparecido bajo su influencia. 3.^ Que en casi la tota^ < 
talidad de los casos son insipientes, ú esceptuamos la 
sifiUde ecsantemática y papulosa aguda ^ que comunmente 
son erupciones efímeras que acompañan los síntomas pri« 



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292 
mitivos y desaparecen con ellos. El tratamieato de la si- 
filides se compone de medicamentos internos y de aplica- 
ciones esternas; y los que han producido mejores resultados 
entre las manos de Mr.^Biett son los siguientes: 

1.^ Mercurio. Las preparaciones mercuriales son sin 
contradicion los medios mas útiles que la terapéutica posee 
para combatir las sifilides ; y si bien hay casos en que su 
acción es nula, por lo común producen resultados admi- 
rables, y no estamos lejos de creer que 1<» resultados 
negativos de estas' preparaciones dependen del modo como 
son administradas ; asi que , jamas deben emplearse en el 
período de agudeza de la enfermedad. No podemos seña- 
lar la dosis de estas preparaciones de un modo general, 
pues varían según la gravedad de los accidentes , las fuer- 
zas del individuo , la acción del medicamento etc. , y entre 
estas preparaciones se puede recurrir al licor de Van- 
Swieten , á las pildoras de deuto-cloruro , de opio etc.; 
pero cuando los enfermos son débiles , irritables , y cuan- 
do se tema despertar la susceptibilidad de la mucosa de 
las vias digestivas, se recurre con ventaja al mercurio 
soluble de Hanheman, muy conveniente con especialidad 
en las sifilides poco inveteradas , administrándolo en dosis 
de un grano por dia. Entre las preparaciones de este 
género una de las que hemos visto seguidas mas comun- 
mente de buen resultado , es el jarabe de Larrey en 
dosis de una onza. En fin , Mr. Biett obtuvo los mas 
prontos é inesperados resultados del proto-ioduro de mer- 
curio introducido por él en la terapéutica de las enfer- 
medades de la piel. Estas preparaciones mercuriales ad- 
ministradas con prudencia y en cortas dosis, rara vez de- 
terminan accidentes^ siempre que se tenga cuidado de sus- 
penderlas cuando las vias digestivas sufren con su admi- 
nistración, á condición de continuarlas cuando estas vis- 
ceras recobran su estado normal, durante un tiempo que 
varía según sus efectos y la tenacidad de los síntomas, sin 
que creamos sea necesario prolongar el tratamiento un 



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293 
mes después de la desaj^arícion de los síntomas para pre- 
caver las recidivas. 

Sudoríficos. Los sudoríficos han sido por lo común muy 
útiles y empleados y bien solos, bien , y esto es lo inas efi* 
caz , combinados con otros medios , y al efecto se admi- 
nistran el cocimiento de guayaco ó de zarzaparrilla , el 
que se combina con el jarabe sudorífico. 

Tisana de Feliz. La tisana de Feltz ha producido muy 
buenos resultados , mayormente en los casos en que el 
mercurio ha sido pro¡»nado inútilmente : al efecto se hará 
tomar al enfermo dos ó tres vasos por día de esta tisana. 

Muriaío de oro. £1 muriato de oro ha sido recomen^ 
dado como un escelente sucedáneo de las preparaciones 
mercuriales; pero está muy lejos dé producir los efectos 
ventajosos que se le han atribuido. 

Stdpcarbonaío de amoniaco. Con este medicamento se 
haa obtenido á veces rápidas curaciones , administrado se- 
gún el método del profesor Perilhe ; y Mr. Biett , que ha 
llamado en sus lecciones clínicas la atención sobre él , ha 
conseguido con su uso resultados muy felices en algunos 
casos. 

AeidtUos. Mr. Biett ha combatido felizmente ciertas 
tífUides por medio de los ácidos minerales como el sul- 
fúrico ó el nítrico , dilatados en un líquido emoliente. 
Independientemente de los medicamentos internos hay 
ciertas formas, ciertos estados de las sifilides que recla- 
man el uso de aplicaciones esternas sq[>ropiadas. Asi pues, 
es muchas veces oportuno activar la resolución de los tu- 
bérculos, y al efecto se usan muchas pomadas compuestas, 
bien con el proto- nitrato, bien con el proto-loáuro ó con 
el deuto-ioduro de mercurio ; pero de todas las prepa- 
radones de este género , la mas útil es la pomada de 
ioduro de azufre en dosis de veinte ó treinta granos por 
onza de manteca. 

Las disoluciones compuestas con los mercuriales mas 
ó menos concentradas , como la del agua roja , la del sul- 



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294 

fato de zídc ó dé cobre , tas lociones alcoholizadas , los 
linimentos muriáticos , son por lo común inútiles, y aun 
en algunos casos pueden ser perjudiciales. Por últano, 
las úlceras sifilíticas también reclaman medios particulares; 
asi que, á veces es necesario modificarlas ó limitar sus 
estragos por ihedio de la aplicación de pomadas escitan- 
tes compuestas con el deutóxido, el deuto-ioduro , ó el 
cianuro de mercurio , y cuando es necesario atacarlas mas 
activamente , se recurrirá á las cauterizaciones ligeras con 
el nitrato ácido de mercurio , y para calmar los vivos 
dolores que producen á veces , se imitará á Mr. Biett, 
que las cubria con planchuelas untadas con el cerato 
hidrociánico. Tales son los medios con que se combaten 
las sifilides en la mayoría de los casos, los que son ayu- 
dados poderosamente con el auxilio de los baños simples, 
alcalinos ó de vapor , con las duchas de la misma es- 
pecie etc. , los que en algunas circunstancias bastan por 
sí solos para hacer desaparecer algunas de estas erupcio- 
nes; y las fumigaciones de cinabrio administradas por me- 
dio del aparato de Mr. Biett , producen por sí solas mu- 
chas veces la resolución y la desaparición completa de los 
tubérculos que aparecen en el escroto y 6n la margen del 
ano, llamados por Gullerier pústulas chatas. Respeto á 
los baños de sublimado , con los que se han hecho de al- 
gunos años á esta parte nuevas esperiencias , cuyos resul- 
tados no son aun suficientemente conocidos , diremos que 
sus efectos están envueltos en muchas inexactitudes , pues 
por lo común esta sal es diluida en una agua cargada de 
sales alcalinas , que imprimen al medicamento modifica- 
ciones que no han sido estudiadas. 

En algunas circunstancias, que por otra parte se pre- 
sentan muy comunmente al observcír , las sifilides resis- 
ten á todos los remedios que acabamos de indicar, y 
ceden al opio administrado en un principio en dosis de 
medio grano por dia , teniendo cuidado de aumentar la 
dosis cada tres ó cuatro días hasta llegar á cuatro granos 



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296 
del estracto acaoso. Los medios empíricos como el coci- 
miento de Arnáult y el de Zitmana , haa conseguido tam- 
bién en algunas ocasiones buenos resultados , y para los 
detalles de este último, modo de tratamiento , consúltese 
el escelente tratado de Mr. Lagneau. 

Aunque estamos muy distantes de recomendar de un 
modo po^tivo esta medicación empírica , sin embargo y he- 
mos visto algunos sucesos felices obtenidos con estos coci- 
mientos en casos desesperados , que no fueron seguidos de 
acídente alguna, si se esceptúa la diarrea que sobreviene 
á veces con el cocimiento de Zitmann , que obliga á sus- 
penderlo ó á renunciar á él. Con estos diversos medios 
conviene combatir las erupciones venéreas y sus síntomas 
concomitantes 9 aunque algunos de estos últimos» como 
las ulceraciones de la garganta , del velo del paladar etc. 
exigen algunos medios especiales y como gargarismos co- 
lutorios de deuto-cloruro de mercurio y con el láudano. 
En la iritis se usan las sangrías , las sanguijuelas detras 
de las orejas, y el calomelano en mucha dosis» muy reco- 
mendado por los ingleses. 

Guando la sifüide afecta á. los niños de pecho, es in- 
dispensable administrar .algunas de las preparaciones que 
llevamos indicadas , ó dar las fricciones con el ungüenta 
napolitano y el alcanfor á la nodriza , y si esta fuese muy 
.débil para someterla á estos tratamientos , se nutrirá al 
Bino con la leche de una cabra , á la que se harán las 
friccioaes mencionadas. 



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FORMULARIO. 



FÓRMULAS BMPLEADÁS PRINCIPALMENTE POR M. BIBTT EN EL HOSPITAL 
DE SAN LUIS DE PARÍS , ENTRE LAS QUE UN GRAN NÚMERO HAN SIDO 
INTRODUCIDAS POR EL MISMO PROFESOR EN LA TERAPÉUTICA DE LAS 
ENFERMEDADES DE LA PIEL. 



PRIMERA PART£* 

Medicamentos para el uso interno. 

SECCIÓN PRIMERA. 

TISANAS. 

Tisana amarga. 

Agua hirviendo. . . . una libra. 

Infúndase durante media hora, cuélese y endúlcese. 
Del mismo modo se preparan las tisanas de achi- 
coria silvestre, de escabiosa, de lúpulo, etc. 

Usos. En. la mayor parte de las enfermedades cró- 
nicas de la piel. 

Dosis. Indeterminadas. 

Otra tisana. 

^. De raiz.de genciana quebrantada una dracma. 
Agua común dos libras. 

Hágase hervir durante seis minutos , y añádase : 
Especies amargas dos dracmas. 



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298 
Infúndáse durante dos horas , cuélese y endúlcese. 
Usos. En las enfermedades crónicas de la piel. En 
las escrófulas. 
Deeis. Indeterminadas. 

Limonada mineral. 

^. Acido sulfúrico medie, doce á veinte y cuatro gotas. 
Cocimiento de cebada una libra. 
J8rai)6a •.•••.*•• (}• 8. 

Oíra limonada mineral. 

^. Acido hidroclórico. . doce á veinte y cuatro gotas. 
Cocimiento de cebada una libra. 
-JdraDe. *••.•••.• ({• s. 

Otra limonada mineral. 

•i^. Acido nítrico medie, doce.á veinte y cuatro gotas. 
Infusión de saponaria una libra. 
«laraDe. ..•.•.... (j. s. 

Usos. En las erupciones con prurito y e&halacion 
de un líquido, lichen, eccema, y en algunas sifílides. 
Dosis. Tres vasos por dia. 

Limonada vegetal. 

^. Limón ó naranja en pedazos, núm. 1. 
Agua hirviendo. . dos libras. 

Hágase hervir durante algunos minutos , cuélese y 
endúlcese. 

Usos. En todas las erupciones agudas. 
Dosis. Indeterminadas. 

Tisana edcaUna. 

^. Subcarbonato de potasa de media á una dracma. 
Infusión Q^iarga. .... una libra. 



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299 
Otra tisana akalina. 

^. Subcarbonato de sosa de media á una dracma.^ 
Agua de cebada. ... una libra. 

Usos. En el lichen , prurigo , y afecciones crónicas 
acompañadas de prurito. 
Dosis. Cuatro vasos por dia. 

Tisana laxante. 

lit. Sulfato de sosa . media onza. 

Infusión de flores de achicoria una libra. 

Otra tisana laxante. 

^t. Tartríato acídulo de potasa dos dracmas. 
Suero una libra. 

Dosis. Dos ó tres vasos por la mañana. 
Tisana sudorífica. 

^. Guayaco raspado una onza. 

Hágase hervir en dos cuartillos de agua hasta re- 
ducirla á uno, cuélese y endúlcese. 

Del mismo modo se prepara el cocimiento de zar- 
zaparrilla. 

Usos. En las sifilides. 

Dosis. Cuatro vasos: dos por mañana y tarde. 

Otra tisana sudorífica. 

ly. Guayaco raspado una onza. 

Hiérvase en dos cuartillos de agua hasta reducirla 
á uno. 
Añádase 
Dafne mecereon un escrúpulo. 



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300 
Usos. Mr. Bietl ha empleado comunmente esta tisana 
con buen resultado en la sífilis constitucional. 
Dosis. Cuatro vasos, dos por mañana y noche. 

Tisana de FeUsf. 

^. Sulfuro de antimonio cuatro onzas. 

Enciéndese en una muñeca de lienzo y hágase her- 
vir por lo menos durante una hora en agua , pasada la 
que se sacará y pondrá en una fuente. 

Zarzaparrilla cortada 'tres onzas. 

Gola de pescado. . • media onza y dos escrúpulos. 

Agua seis libras. 

Hiérvase hasta reducir el líquido á la mitad, y cué-r 
lese (Soubeirán). 

Usos. En la sífilis constítucional. 

Dosis. Tres vasos por dia : uno por la mañana otro 
por el mediodía y el tercero por la noche. 

Cocimiento de ZiHmann. 

N.^ 1. 

^. Zarzaparrilla doce onzas. 

Agua veinte y cuatro libras. 

Hiérvase, durante dos horas. 
Suspéndase en este líquido una muñeca compuesta 
de 

JV. Sulfato de alumina. • onza y media* 
Mercurio dulce. . • • media onza. 
Sulfuro de mercurio una dracma. 

Añádase : 

^. Regaliz onza y medía. 



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301 
Hojas de seiv. .... dos'onzas. 
Simiente de anís. . . media onza*. 

Retírese del fuego y déjese infundir. 
Cuélese para obtener diez y seis libras áe\ cocimien- 
to núm.l. 

N-° 2. 

J^. Residuo del primer cocimiento. 

Raíz de zarzaparrilla seis onzas. 

Agua veinte y cuatro libras. 

Hiérvase durante dos horas, y añádase al fín : 



Corteza de limón. 

Canela }tres dracmas. 

Cardamomo menor. 

Regaliz seis dracmas. 



,.;i' 



Infúndase durante una hora. Cuélese para obtener 
diez y seis libras del cocimiento núm. 2. 

Usos. En la sífilis constitucional. 

Dosis. Ánles de empezar el tratamiento el enfermo 
tomará la víspera seis pildoras compuestas. 

^i. Resina de jalapa. . • dos granos. 
Gutagamba. . .... medio grano. 

. Aloes > . • • cuatro granos. 

De estas pildoras se tomarán seis con una hora de 
intervalo , y al siguiente dia el enfermo empezará á usar 
el cocimiento en la forma siguiente : , 

4 .® Por la mañana bien temprano la mitad de una 
botella del cocimiento núm. 4 , por vasos de media en 
media hora guardando cama. 

2.** A la mitad del dia una botella del cocimiento 
núm. 2 , por vasos de media en media hora. 



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322 

3.* Por la noche oonchiirá la media botella núro. 4, 
tomando el cocimiento por vasos. 

Este cocimiento se usará durante veinte y dos ó 
cuarenta y cinco dias. 

Tisana dé duleamara. 

ly. Dulcamara cortada. . media onza. 
Agua « dos libras. 

Hiérvase hasta reducir el liquido á la tercera parte. 
Se puede aumentar la dosis de la dulcamara hasta 
una onza ú onza y media, observando sus afectos. 

Usos. En la mayor parte de las erupciones crónicas, 
pero particularmente en la lepra vulgar. 

Dosis. En el principio solo se administrará medio 
vaso; pero mas adelante se llegará hasta un vaso por 
mañana y tarde. 

Tisama de olmo piramidal. 

^. Corteza de obno piramidal cuatro onzas. 
Agua cuatro libras. 

Redúzcase el líquido á la mitad. 
Usos. En las afecciones escamosas. 
Dosis. De dos á cuatro vasos en veintie y cuatro horas. 

SEGUNDA SECCIÓN. 

MISTURAS.— DISOLUCIONES. — JAEABES. 

Mistura. 

j^. Jarabe de fumaria^ . . • doce onzas. 

De violetas silvestres. • . cuatro onzas. 

Sulfite-sulfurado de sosa dos dracmas. 
Mézclese. 



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303 

Usos. M. Biett emplea esta mistura con ventaja en el 
tratamiento de muchas afecciones crónicas, y notable- 
mente en el eccema y el liquen. 

Dosis. Dos cucharadas por dia. 

Misíura. 

^. Jarabe de fumaria. . ana libra. 
Bicarbonate de sosa tres dracmas. 
M- 

Usos. En el eccema, liquen y prurigo. 
Dosis. Dos cucharadas, una por la mafiana en ayu- 
nas y otra por 1^^ noche al tiempo de acostarse. 

Disoltmon de Pearson. 

fjt. Arseniato de sosa. . cuatro granos. 
Agua destilada. . . . cuatro onzas. 
Disuélvase. 

Usos. En la mayor parte de las enfermedades cróni- 
cas de la piel, en el eccema, impétigo, liquen, ete,; 
pero principalmente en las afecciones escamosas , como 
la lepra , y el psoriasis. 

Dosis. Desde doce gotas hasta una dracma. 

Disolución de FovoUr. 

^. Acido arsenioso ) aa una dracma y diez 

Carbonato de potasa i y ocho granos. 

Agua destilada una libra. 

Alcohol de melisa compuesto media onza. 

Redúzcase á polvo el ácido arsenioso , mézclese con 
el carbonato de potasa , y hágase hervir en un vaso de 
vidrio hasta que él ácido arsenioso este disuelto com- 
pletamente. V 



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304 

Añádase el alcohol de melisa cuando el líquido esté 
frió. 

Fíltrese y añádase una cantidad de agua suficiente 
para que el conjunto componga exactamente una libra. 
Usos. Los de la precedente. 

Dosis, Se empieza por tres gotas y se aumenta pro- 
gresivamente hasta llegar á doce ó quince. 

Licor arsenical de Mr. Biett. 

fjí. Arseniate de amoniaco cuatro granos. 
Agua destilada cuatro onzas. 

M. 

Usos. Los de las disoluciones precedentes. 

Dosis. Mr. Biett, que ha introducido ventajosamente 
esta preparación en la terapéutica de las enfermedades 
de la piel , lo ha empleado en las mismas dosis que la 
disolución de Pearson. 

Tintura de cantáridas, 

^. Polvos de cantáridas dos onzas. 

Alcohol á 2^ Gart. (56 cent.) una Ubra. 

Macérese durante quince dias. 
Cuélese y esprímase. 

Usos. En las afecciones escamosas y en la elefantiasis 
de los griegos. 

Dosis. Se empieza por tres ó cuatro gotas por la 
mañana en ayunas en una cucharada de tísana, au- 
mentando progresivamente hasta veinte y cinco ó treinta. 

Jarabe de Larrey* 
^. Jarabe sudorífico. ...... una libra. 



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iDeMtp-clorpro 4/^ mercupio \ . .j 

Hidroclotato de amónico. . > qinco gjranos. ^^, ; . 
Estracto acuoso de opio.> . . ) . . ¡ . 

Licpir de Hoffmartn,. • • .• , • media dracm^¿ 

M. ■ . ■/■.- . •■ .. ■■ -.-.^ 

Usos. En las sifílidés. 
Dosis. De media á dos oiízas. 

]lñ$tura¿ ' ^ 

T^j iarabe de daphne mecefeon doe oilzas/ 
. BalsáBpícp de tola.» ...... duftro onza$. 

Sub-carbonato de amoQiaco media onza^ 

-=M. ^ -■ " "'• '• - ';- ■'''■*•;•■''■ 
Usos. En la sífilis constitucional. 
Dosis. Dos cucharadas ppr dia , una por la mañana y 
otfa por la noche. 

Disolución de hidroelorato de cal. .! . 

1^; IBdrc^láraíto de cal doilf dí*acma$ ó medtá onza^ 

Agua destilada. . . . una libra. .>] 

Disuélvase y añádase : 

Jarabe de genciana ocho onzas. 

M. ' 

Usos. En el lupus escrofuloso. 

Í)osis. Una 6 doá cucharadas por mañana y krde. 

Licor de Varí-Swieten; 

^tí Deuto-cloruro de mercurio diez y ocho granos. 

Agua pura. veinte y nueve onzas; 

Alcohol rectificado tres onzas. 

20 



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306 
Disuélvase el sublimado fcorrosívo en el alcohol, y 
añádase en seguida él 4guá destilada. 

Usos. Sífilis constitutíiouar. ! 

Dosis. Una cucharada por diá én un vaso de coci- 
miento de zarzaparrilla. 

i 
Tintura^ de io4p. \ 

ly. Iodo una onza. 

Alcohol á 34<> Gart. (86 cent.) doce onzas. 

Disuélvase y fíttrese. 

Usos, En las enf^riti^ades de la piel compUeadas con 
escrófulas , y en la eléfentíasiiS de loa griegos. 

Dosis. Tres á cuatro gotas aumentadas progreiiva- 
raente hasta llegar á doce ó quince. 

Tintura de Belladona. 

^. Hojas de Belladona.» • • cuatro onzas. 
Alcohol. ....... . . una Hbra. 

Maftéreaeí d*ii:aatte .quiftee dias,- owíte^e'jri esr- 
primase. » ». . «. , 

Usos. Preservativo de la escarlatina. ,,, 

Dosis. Seis gotas por dia en los niños de ocho á diez 
aftos. 



-1. ->:/. 



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307 



SECCIÓN TERCERA. 



POLVOS» PILDORAS. 



Polvo súlfuro-magnesimo. 



. \ 



Magfaesid ; 

Para dividir en «diez y ocho papeles^. ? 
Usos. En el eccettík crónico : áflecdóftes eáéariioSas. 
Dosis. TJh papel por dia. í 

Polvo de hi^oclorato de oro. 

f^. Hidroclorato de oro dos granos; ' • • ' 

' Goiníi arábiga. . . . seis granos. ' 

Mézclese y divi(b$e ^en doce tomas». < 
Usos. En las sifílides. 

Dosis. Un pap^l dw veces ^r <dia en^ frit^onei 
sobre la lengua. ' 

. I^lvo purgtMeé . ' 

ly. Galomelano.. . dos escrúpulófif. 

Azúcar blanca media drflC^Mr. ^^i ^ 

Mézclese y divídase en doce tomas. ^ 

Usos. En la mayoría de las erupciones crónicas. 
D^Mtfk Unsiomá'pwdla; - . 

Pildoras purganteSi, i 

iy. Galomelano preparado al vapéi^ rfiédia di^MÑi. 
Estracto de taraxacon iwa draoiQli. ^ 



Mézclese y divídase en'ttfeihta y seis píldói-as'. 



^M.\ 



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306 

Pildoras ,dt proto^oá/uro de mereurio, 

ly. Proto-ioduro de mercnria.. . * doce granos. 
Tridaeio. ..«•••# dos escrúpulos^ 

Para hacer cuarenta y ocho pildoras. 
Usos. En las sifílides. 
Dosis. De una á cuatro pildoras. ' 

Otras pildoras de proto^Muro de mercurta. . ,- 

f^. Proto-ioduro de meromab , . riiedía dracma; 

EstraQto de guayaco. ..... iina dracma. 

Trídacio dos escrúputos. s 

Jarabe de zarzaparrilla q. s. 

Divídase en setenta y dolí pildoras. 
Usos. En las sifilicjcs. . . 
Dosis, Una por diat gn el. principio hasta llegar á dos. 

Pildoras dé Mefctífio dé Bahneinann. 

f^. Rformria gomoso de Hab«emaDn i ^^ escrtipuló. ^ 
Polvo de malva j . 

Mézclese y dividas^ eü veinte y cuatro pildoras. 

Usos. En las sifílides. 

Dosis. De una á cuattio. « 

Pildoras de deuto-cloruro de mercunó. 

^. Estracto hidro-alcohólíco dé aeóiiito geis gram)^. 

Deuto-cloruro de mercurio dos granos. 

Polvo de malva.. ; . . . ocho granos^ 

H4gwiae oeho pild^asv !¡ . ; . .. : 
Usos. Loi$ rtíismoB. • - ■ •! ■ ■-'"'•' '■• ••■ - ' 
JDoíf^^j Deiína;á^G>iaU'05P?r,4ia. : ; . j.,,- / 



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m 

Pildoras áé^ámó-iódilfé áé mercurio. * 

1^. Deuto*^iodüra de mercurio. . 9éi9 grtíaos.' * '' 
Polvo de malva media drácmá; ^ 

Háganse treinta y seis pildoras. 

Usos. Los mismos. 
Dosis. Dos ó tres por díá^ 

Pildoras de SedilloU 

f^. ÜDgüdtito mercarís^ doble. . * medía dracmsu . 
Jabón medicinal. •.•••.••.. dos escrúpulos. 
Polvo de malva un escrúpulo. |. 

Divídase en treinta y seis píl(Jora3 de á cuatro 
grí^nos.^ 

Usos. Los mismos. ^ 

J)o$is. De dos h tres por dia. 

Pildora^ mercuriales de Mr. Bj^t. 

m. Ungüento mercüríaL.l^^^^^^^;^^ 
Polvo de iíajrz^arrilla Jf 

Mézclese y divídase en cuarenta y ochó piláoraa.' ' 
Usos. Los mismos. ' 

Dosis. De una á cuatro por dia, 

Qtras^del'p^m^Q. 

v^. Fosfato^ de mercurio. • » f • media dracma. 
Estracto de fumaria una dracma. 

^Mézplese y divídase en cuarenta y ocho pildorasi. 

' Usos, Los mismos. 
Dosis. De una á dos por dia. 



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fjí. Estracta (üdro-filcohóUK^a de^ «^Qtta media dncmiu 
Polvo de malva. %,***. do^ escráfulos. 

Mézclese y divídase en cuarenta y och^ pUdojia^ 
Usos. En las sifílides y dolores osteócQpos. • 
Dosi$. De una á dos por mañana y Aoche. 

Pildoras de Plum'mr. 

.^. Azufre dorado de antimonio 1 . ^ diaomM. 
Protocloruro de mercurio. . / 
Azúcar depurada de regaliz dos dracmas. 
Muéflago de goma arábiga. . q. s. 

Divídase en pildoras de á seis granos. 
Usos. En la mayor parte de las erupciones crónicas. 
Dosis. De una á dos. 

Otras pildoras. 

^. Masa de Belloste. . . dos escrúpulos. 

Jabón medicinal.. . . nna dpraifma^ , ;. 

Mézclese y divídase en treinta y seis píMoras: 
í^5<w. En el; eccema. crónica. 
Dosis. Dos por dia. 

Pildoras asiáticas. 

i^. Acido arsenioso porfirizado.» . ún grano. 

Pimienta negra pulverizada. . doce granos. 

Goma aMbiga pulverizada. . . dosgránoáJ 

Agua coiéíiün. . . . q. s; " ' 

Tritúrese durante algunas hoía^ el acidó arsenioso 
y el polvo de pimienta en un moftePOide biecrO, ccU> el 
objeto de obtener su perfecta reunión* . -; .. 



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Añ44a9e la^goma y el agu«^ y^fómieset una masa, 
que se dividirá en doce pildoras. 
Dosis. De unaátfost>of diá. ' ' ^' ' " 

Pildoras de arseniaío de hierro de Mr. BféU; 

1^. ÁFseniato de hierro.» .... tres granos. : 

Estracto de lúpulo. . . . . • una dracma. 

Polvo de malva media dracma. 

Jarabe de flores de naranjo q. s. 

Mézclese y háganse cua<*enta y ócho pftdoras. 

17*05. Estas dos preparaciones son empleadas princi- 
palmente en el tratamiento del eccema y del liquen cró- 
nicos , en las afecciones escamosas , como la lepra , el 
psoriasis y el lupus.. . / ,: 

Dosis. Una por dia. 

Pildoras de arseniaíQ de sosa de Mr. BieíL 

^. Estracto hidro-alcohólioo de cicuta un escrúpulo. 
Arseniato de sosa.. ......... doégr&noai 

itlézclese y háganse veinte y cuatro pildoras. 
íkos. Loá^istnos* 
Dosis. De una á dos por dia. 

Pildoras de Mdrodorato d$ hierr^t* 

^. Hidroclorato de hierro doce granos. 
Polvo de genciana. • . un escrúpulo. 

Mézclese y divídase en doce pildoras de á tres 
granos. 

Usos. Estas pildoras han sido usadas con buenos re- 
sultados por Mr. Biett en las ^r^pcipnés escrofulpsíis. 

Dosis. De una á cuatro por d^a. ,j , 



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842 

Pitdorwde sulfuro de hierro de Mñ BfHtf 

^t. Sulfuro de hierro un escrúpulo. 
Polvo de malva. • doce granos. 
Jarabe». ....,.• q. 6. 

Háganse doce píldorasf. 
Usos. Los mismos. 
Dosis. Las mismas. 

SEGVIVDA PARTJ^. 

Medicamentoií estemos. 

SECCIÓN PRIMERA. 

CATAPLASMAS. LlNIMENTOSf 

Cataplasma de féculq. 

^t. Fécula de patatas 1 '^ . . t 

Agua de malva. . / 

Hágase hervir teniendo cuidado de. diluir o&tes la 
fécula en un poco de agua fria» 

Esta cataplasma ha sido con frecuencia empleada 
por Mr. Biett en el eccema, impétigo, méntagra, etc. 
La harina de linaza tiene el inconveniente de producir 
prupciones pustulosas cuando ño es muy fresca. 

lisos. En el eccema para calmar el prurito y calor. 

Cataplasma de carbón. 
j^J Carbón en polvo *^ 



Harina de linaza i qf. s. 
Agua caliente. • . ') ''' "' 



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-313 

Usos. En las ulceraciones producidas por el"ecti- 
ma, jBlc, i . ' 

Cataplasma de cicutaf 

^. Cicuta dos onzas. 

Agua dos libras. 

Hiérvase b^ta disminuir una .cuarta parte del liqui- 
do , y añádase : 

Harina de linaza q. s. 

Usos. En las úlceras escrofulosas* 

Lociones. 

^. Agua de raíz de malva. .... una libra. 

Sub-acetato de plomo líquido de una á dos dracmas. 

Usos, En el liquep y eccema crónicos, , 

Olra loción. 

1^, Dulcamara \ 

Beleño. • • v un puñad^. 
Morella.. . ) 

Hiérvase con una corta cantidad de raíz de malva, 
y apliqúense sobre las "partes enfermas compresa em- 
papadas en este cocimiento. 
. Usos. En el liquen y la ácuea. 

Oíra loción. 

^» Cianuro d^ potasio^ ....... doce granos. 

Emulsión d^ almendras amargas seis onzas. 

Usos. En las erupciones crónicas acompañada:^ de 
prurito. 

Otra lonm. 

^. Acido hidrociáuic»., ; w . . . . * ídosdracnws.' 



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3i4 

Sublimado corrosirQ.. . . » ». . . dos graoos* 
EmulsioD de almendras amargas diez onzas. 

Usos. Los mismos. 

Otru loción. 

ly. Estracto de Belladona.. . . dos dracmas. 

Agua decaL. ......... ocho onzas. 

Aceite de almendras dulces cuatro obeís* 

F. S. A. un linimento. 

Usos. Para unturas en ks superficies ínSátnadas del 
eccema y del impétigo. 

Otra loción. 

ly Alumbre.. tres dracmas. , 

Hidroclorato de amoniaco una dracma. 

Agua de Bareges una onza. 

Agua común media libra. 

Usos. Para hacer lociones á la terminación del ecce- 
ma y del impétigo. , . . 
Otra loción. J * 

J^r^ Subcarbónato de potasa una draonia. 

Azufre sublimado dps dracmas. 

Agua una libra. 

Usos. En la terminaeioa del prurigo cuando el pruri- 
to ha disminuido. 

Otra lútíén. 

]y. Subcarbónato de potasa cuatro dracmas. 
Agua de rosas. . . . . . seis onzas. 

Usos. En el liquen y prurigo. »* 
Oíi^ locim. 
^' AooUtto 4)0: amoniaco, .tres.oftza^. >. ' 



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31S 

Alcohol r cuatFO dracmas. 

Agua de rosas cuatro onzas. 

Usos. Ea el liquen p^a 4ar lookneB en las partes 
enfermas con una esponja fina cuando el prurito es ipuy 
vivo. 

Otra lodon. 

^t. Sulfuro de pota3a una dracma. 
JaboD blanco. . ^ dos dracmaa. 
Agua destilada*. . q^ho onzas. 

Usm. En el prurigo, sarna y pórrigo. 
Otra lodon. 

w. Sulfato de zinc i , , 

V^, A 1 ^ un escrúpulo. , 

Acetato de plomo.. . . . / 

Agua de rosas. cinco onzas; ' 

M ucílago de mfivnbvíllos una onza. 

Usos, En ciertos casos de eccema y de impétigo de 
la cara ó de las orejas. 

Otra loción. 

^. Acido nítrico i „^. ^^ „ «:««^ «^fo« 

, , , . , , , . > vemte y cinao, gotas* 

Id. hidroclórico. . . . . / 

Agua destilada. . . . : diez onzas. 
Usos. En el liqu^íft y ^Cceíaaí orónioos. 

Lodon alcalina. 

^. Subcarbonato de potasa i ¿^^ ¿^^^^^ 

Agua destilada / 

Mucílago de almendras amargas ocho onzas. 

Usos. Ein el liquen y prurigo. 



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316 

Zftcor .de Gawland. 

^. Deuto-cloruro de mercurio.. . . dé uno á tres gre. 
Emulsión de almendras amargas feéisonias. 

Usos, En el pórrigo. 

Loción de Dupuytren. 

^. Sulfuro de potasa» ; . . . Cuatro oriías. 
Acido sulfúrico.. ..... media onxa. 

Agua común dos libras. 

Usos. En la sama, para lavar dos- vebés por díalas 
parles que están cubiertas de vesículas. 

Loción de Barlow. 

ly. Sulfuro de potasa, .^¿^gj^^^^^g^ 

Jabón blanco / 

Agua de cal. . • . . siete oasm* 
Alcohol rectificado una dracmfi(. 

■" M. " 

Usos. En el pórrigo. 

Linimento de Jadelot, 

^. Sulfuro de potasa.. ... seis onzas. 

Jabón blanco. ...... dos libras. 

Aceite de olivas dos libras. 

Aceite volátil de tomilk> dos dracmai, 

^ F. S. A. . ' 

Usos. En la sarna y prurigo. 



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317 

SECCIÓN SÉGÜNOA. 



POltADASé POLVOS. 

La dosis en que se usan la mayor parte de las po-* 
madas es casi la Búsma en todas. • ' 

Pomada alcalina. 

1^. Sub-carbonato de potasa. . .' do6 dracmád. 
Manteca de cerdo purificada dos onzas. 

M. 

Usos. En las afecciones pa^dosas y en e\ pórrigo. 

Pomada alcalina campu^dth 

^. Sub^-carbonato de sosa dos dtacmas. 

Estracto de opio. . • . diez granos. 

Cal apagada . usa dracma. • 

Manteca de cerdo. . . dos onzas. 

M. \ *..'.' ,* ''i*V .' ■' 

Usos. En algunos casos de prurigo. 

Pomada de cianuro de potasio* 

^t. Aceite de almendras amargas dos dracmas. 
Cianuro de potasio.. ...... doce grano^ 

Cerato de ¿aíeno dos onzas. 

Usos. En el üíjuény prurigo cuando la piel está muy 
seca y el prurito és inteñ^. 

Ceralo hidrociánico. , 

}y. Acido, bidrociánica veinte gotas. ' ' 



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3f8 

Cerato ; . . dof^oniíií. 

M. 

Usos. En las ulceraciones sifilíticas. 

Pomada de cianuro de mercurio. 

^t. Cianuro de mercurio 4e tres á seis gtanos^ 
Manteca de, cerdo. . . una onza. 

M. 

Usos. Los.flaisodoft,'. 

Pomada de carbonato de plomo. 

1^. S«iboail)OBato de ptoOMi: dos draciMs. 

Gal preparada media onza. 

Cerato de Galano dos onzas. 

Usos. En las afecciones papulosas ;^oaa^[iañadas de 
prurito. 

Pomada de tloruro de cal. 

^t. Cloruro de cal pulverizado media onza. 

Aceite de almendras dulces dos onzas. ^ ; 

Manteca de cerdo tres onzas. 

M. . ■'. . ^ . . 

Usos. Los de la precedente. 

Pomada de proto^cloruro de mercurio. 

^. Proto-cloruro de mercurio.. . / ? "° escrúpulo á una 
Manteca de cerdo purificada una Oi^za^ . , 

M. 

Usos. En la mayoría de las erupciones crónicas, y al 
fin del tratamiento de las afecciones esx!táflaíosá8. 



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31» 

Otra pomada. 

^t. Proto-cloruro amoniacal de mercurio media dracma. 

Alcanfor diez granos. 

Gerato amigdalino • • • • • una onza. 

M. 
Usos, En la ácíiea y sicosis. 

Otra pomada. [ ' 



^. Proto-clofuro de mercurio 
Acetato d^plgmo 



\ dos escrúpulos. 

Manteca de cerdo purífica<ía media onza. 
Alcanfor , . • . ^.. . . ^is granos. 

M. 

Usos. Para resolver los tubérculos. 

Pomada de deutooddo de mercurio. 

^. Deutoxido de mercurio media dracma. 
Manteca de cerdo. . . . " una onza. 
Alcanfor . . • ¿uatro granos. 

Usos. Eñ lás afecdonés pápulóíaá dé la caró. 
Pomoíia. de 9ií^furodei merMño^. 

^. Sulfuro de mercurio media dracma. 

Alcanfor diez granos. 

' Ceráto simple. ... una Onza. ' ' 

Usos. En las erupciones vesícujio-pustiilosas crómicas. 

Pomada de sub-sulfato de mercurio. 

^. Sub-sulfato de mercurio. ... un escrúpulo. 
. U^jEilifim d^. Qiffda ptüriücada una c^sa. . « 



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Alcanfor i . < ; Mis granos. 

, M. . . , , , . ., ,. , 

Usos. Los de la precedente. -¡. . y 

Pomada de proto-nüralo de menturio. ^ ' 

^. íroto-nitrato de mercurio. . un escrúpuloo 
Manteca de cerdo purificada una onza. 

M. ' ■ • 

Usos. En la lepra y psoriasis. 

POMADAS DE lODlJftO DE MERCtlRIO. 

Pbmüda de proio-ioduro. ' 

^; Proto-ioduro de mercurio, . un escrúpulo/; 
Manteca de cerdo purificada una onza. 

Pomada de detUo-ioduro. 

ly. Deuto-ioduro de mercurio. . doce, granos^ 
Manteca de cerdo purificada una onza. 

M. 

Estas preparaciones introducidas ea la ter^futioa de 
las enfermedades de la piel por Mr. Biett , son muy efi- 
caces. Este autor las emj)lea prncipalmefite en las sifíli- 
des y afecciones escamosas rebeldes , limitadas á ciiertas 

[iones. 

La pomada de deuto-íoduro es muchp mas activa, y 
debe emplearse sobre superficies de poca estension. 
También se aplica ésta pomada en dosis mas altas , co- 
mo escarótico eií el lupus. 

Pomada de ioduro de azufre. 

^é Ioduro de aniffe. . . . . • dd teifrte éf'treiiMJ^ granos. 



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Sil 
Manteca de cerdo purifica una onza. 

M. 

Esta pomada, cuya composición se debe a Mf. Biett, 
es sin contradiccioh, después de la de ioduro de mer- 
curio , la que produce mas felices resultados. 

Usos. En la acnea, afecciones escamosas, y en el 

prurigo. 

Pomada depilatoria. 

Tjt. Sub-carbonato de soea dos dracmas. 

Cal una dracma. 

Manteca de cerdo. . una onza. 

M. 

Usos. En el pórrigo. 

Pomada de Banyer. 

Litargio dos oiizas. 

Alumbre calcinado. • 1 r.^„^\, ^^aí^ 
^ , , > onza y media. 

Galomelano. . ¡, . . . / 

Trementina de Yenecía media libra. 

Manteca de cerdo. ... do» libras. 

M-. . 

Usos. Los mismos. 

Pomada de hidriodcUo de amoniaco. 

j^. Hidriodato de amoniaco. . . diez y ocho granos. 
Grasa de caraero. ., • • • • media ot^za. 
Aceite de almendras dulces dos dracmas. 

M. 

Usos. Los mismos. 

Pomada de hidriodato de potma^ 

^. Hidriodato de potasa media dracB^. 

21 



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Manteca de cwdo. . um ooia. 

M. 

Usos. En las ulceraciones escrofulosas » en algunas 
erupciones papulosas, y en la elefantíasis de los árabes. 

Pomada de iodo. 

^. Iodo. quince granos. 

loduro de potasio. • . una dracma. 

Láudano de Rousseau dosdracmas. 

Manteca de cerdo. « • dos onzas. 

M. 

Usos. Los mismos. 

Pomada de azufre y carbón. 

íjf. Carbón en polvo una onza. 
Azufre sublimado dos onzas. 
Manteca de c^do cinco onzas. 

M. 

Usos. En el pórrigo. 

Pomada de hollín. 

^. Hollín una dracma. 

Manteca de cerdo dos opzas. 

M. 

Usos. En el pórrigo. 

Pomada súlfuro-dnabriada. 

^t. Cinabrio dos dracmas. 

Azufre sublimado media onza. 

Láudano dos dracmas. 

Manteca de cerdo cinco onzas. 

Usos. Enla.aaffnay|)tárígo, 



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323 
Pomada de Prhugle. 

^. Baiz de elévoro blanco pulverizado dos dracmas. 
Hidroclorato de amoniaco. • . • • • una dracma» 
Manteca de cerdo ^ . . . • dos onzas. 

Usos. Los mismos. 

Pomada de CroKm. 

^. Acido sulfúrico. . una onza. 
Manteca de cerdo dos onzas. 

M. 

Usos. En la sarna. 

Pomada de azufré. 

^. Flor de azufre. * . media onza. ^ 
Manteca de G^do dos onzas. 

M. 
Usos. En la sarna. 

Pomada de Werlhorf. 

^. Proto-cloruro de mercurio una dracma. 
Ungüento rosado. «•*••. una onza. 

M. 

Usos. En la sarna. 

Pomada de Helmerieh. 

Azufre sublimado media onza. 

Sub-carbonato de potasa dos dracmas. 
Manteca de cerdo. ... dos onzas. 

Mézclese y divídase en cuatro papeles, de media on- 
za cada uno. 

Usos. En la sarna. 



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324 

Se empleará un papel por la mañana y otro* por la 
noche en fricción sobre los puntos ocupados por las ve- 
sículas. 

Otra pomada. 

v^. Azufre sublimado media onza. 

Hidroclorato de amoniaco dos dracmas. 
Manteca de cerdo dos onzas. 

M. 

Usos. Los mismos. 

Otra pomada. 

^. Azufre sublimado. .... cinco onzas. 

Sub-carbonato de potasa dos onzas. 

Agua común . . una onza. 

Aceite de olivas. .... cuatro dracmas. 

Disuélvase el carbonato y añádase el aceite , incor- 
porando en seguida el azufre en el jabón formado de 
este modo. 

Usos. En la sarna. 

Pomada sulfuro javonosa. 

^- f5'\f "™*'*n do8 onzas. 
Jabón blanco. . . / 

Fúndase el jabón en suñciente cantidad de agua, y 
añádase poco á poco el azufre. 
Usos. En la sarna. 



Otra pomada. 



^t. Azufre sublimado 



Jabón blanco. 



} medía onza. 



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325 
Manteca'de cerdo doe ofiKas. 

Usos. En la sarna. 

Pamada de Willan. 

^t. Sub-carbonato de potasa.. . . media onza. 

Sulfuró rojo de mercurio. . . una onza. 

Agua de rosas una onza. 

Aceite esencial de b^amota media onz^. 

Azufre sublimado 

Mantecado cerdo.. ... 

M. 

Usos. En la sama; 



\ nueve onzas. 



Pomada de brea de Turner. 

^. Mftnteca de cerdo una onza. 
Brea. ....... media onza. 

M. 

Esta pomada ha sido frecuentemente empleada á 
mediados del siglo anterior. 
Usos. Los mismos. 

Otra de Mr. Giroux. 

nt. Brea dos dracmas. 

Láudano una dracma. 

Manteca de cerdo una onza. 

M.' ^ . • 

Usos. Eñ el prurigo y afecciones escamosas. 

Polvo contra la sama. 

^. Flor de azufre. 



J? lor de azufre... i^^^¿^ 
Acetato de plomo / • - 



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326 

Sulfato de zinc.. . medía dracma* 

M. 

17^05. En la sarna. 

Dosis. Se desleirá por mañana y noche una pequeña 
cantidad de este polvo en algunas gotas de aceite, y se 
harán fricciones en la palma de la mano. 

Polvo de PyhoreL 

tjí. Sulfuro de cal molida medid onza. 
Usos. Los mismos que el precedente. 

SECCIÓN TERCERA. 



APLICACIONES CAU$TICA9^ 

IHsohtcion de nitrato de plata. 

m. Nitrato de plata. . media dracma. 
Agua destilada. . . seis dracmos* 

M. S. A. 
Usos. En la rupia y el impétigo. 

Para aplicar esta disolución se mojarán las barbas de 
una pluma, teniendo cuidado después de limpiar la 
parte con agua. Del mismo modo y en las abismas cir- 
cunstancias se emplean los ácidos sulfúrici^t DÍftico é 
hidroclórico. 

La disolución de nitrato de ^lata se usa también en 
la viruela y zona. 



J^* Calomelano. . . una dracma. 
Agua de cal.. . seisotizas. i ,. 



Tí/ 



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S27 
Únase el agua de cal por pequeñas porciones para 
que la descomposición sea perfecta : cuando se use de 
ella se tendrá cuidado de agitar el liquido. 

Usos. En las ulceraciones del lupus y sifilíticas. ^ 

Muriato ácido de oro (del Dr. LegrandJ. 

]^. Oro fino dividido en pequeños fragmentos una parte. 

Acido hidroclóríco á 22^ tres partes. 

Acido nítrico á 32^ una parte. 

Únase el oro á los ácidos. 
Usos. Los mismos. 

Nitrato ácido de mercurio. 

9^. Proto-nítrato de mercarío de una á tres dracmas. 
Acido nftrico. ••••••• una onza. 

M. 

Usos. En el lupus y las sifilides. 

Polvo arsenical de Fray Cosme. 

^. Oxido blanco de arsénico diez granos. 
Sulfuro de mercurio.. . • dos escrúpulos. 
Polvo de carbón animal., diez granos. 

Usos. En las ulceraciones del lupus. 

Polva de Dupuytren. 

^t. Acido arsenioso ocho á doc$e granos. 
Galomelano.. • . una onza. ^ 

Mézclese con cuidado. ^^ 

Ueos: Los^ mismos. 



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3S8 

Pasta de chmr» de jame. 

Pasta núm. 1,' 

fit. Uaiioa. dos partes. 

Cloruro de zinc una parte. 

Pasta núm. 2. 

^. iftarina "^ tres partes. - 

Cloruro de zinc una parte. 

Pasta núm. 3. 

^. Harina cuatro partes. 

Cloruro de zinc una parte. 

Mézclese el cloruro de zinc con la harina , añadien- 
do la menor cantidad de agua posible ; déjese en segui- 
da la pasta espuesta al aire para que atraiga la humedad 
y adquiera la elasticidad conveniente : para obtener re- 
sultados satisfactorios, es conveniente (Jestruir el epi- 
dermis. 

Pasta antimonial. 

^. Cloruro de antimonio una parte. 
Cloruro de zinc. . . . dos partes. 

Añádase uaa cantidad de harina, variable ,.se^n la 
actividad que se desea, 
í/ío^. Los mismos. 

Cáustico dé Viena. 
^t. Potasa cáuBlíca. • 



Fotasa cáustica* . i ^^^^á. :«««i^ 
^ - . , > partes iguales. 

Cal viva en polvo j *^ . ^ 



'j j- 



Usos. Los mismos. 
Para servirse de este polvo se densteilÁ en. el dteohd 



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929 

y se aplicará sobre una pequef$a superficie por medio de 
una espátula. 

SECCIÓN CUARTA. 

' Baños mnoHeníes. 

j)f. Fécula de patatas ó almidón una libra. 
Agua fna dos cuartillos. 

Mézclese y añádase : 

Agua caliente ocho cuartillos. 

Otro bafk> emoliente. 

^t. Salvado ó especies emolientes cuatro libras. 

Hágase cocer en suficiente cantidad de agua , y añá- 
dase la necesaria para un baño. 

Baño gelatinoso. 

^. Gelatina preparada. .... una libra. 

Fúndase en dos cuartillos de agua calieate. Añá- 
dase: 

Agua caliente ocho cuartillos. 

Hágase hervir durante un cuarto de hora y añádase 
la cantidad de agua necesaria para un baño. 

Los baños simples, emolientes y gelatinosos son fre- 
cuentesnente empleados en las afeccioneB agudas de la 
piel , como el eccema , liquen , herpes , impétigo , etc. 
Su duraciótf varía según la edad , fuerzas del enfermo» 
é ittiéniáibd de te «mfteíaDv . . 



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330 

]^. Acido hidroclórico de dos á cuatro onzas. 

Agua 920 cuartillos. 

Usos. En el liquen y prurigo crónicos. 

Büño tíuHño. 

J^t. Sub-cabonato de sosa de cuatro á ocho onzas. 

A C la cantidad necesaria para un 

^ • • I bafio. 

Usos. En las erupciones cutáneas crónicas. 

Baños sulfurosos. 

^t. Sulfuro de potasa. • . . de cuatro á seis onzas. 

. ' t la cantidad necesaria para un 
* í baño. 

Uso^. En las erupciones crómicas de la piel . Se mo- 
dera la acción de los baños alcalinos ó sulfurosos, aña- 
diendo almidón ó gelatina. 

Baño ioduradó. 

^. Iodo de dos á cuatro dracmas. 

lodüro de potasio. • • de cvatro ¿ ocho draonas. 
Agua la cantidad necesaria. 

Usos. Los mismos. 

Baño mercurial. 

Íde veinte y cuatro gra- 
nos ^iradualmente fewr- 
. ta^edia onjwu 
Agaa^ ¿. j. . • • , f . la*aiitidadí»9<?^W8U 

Usos. En las erupciones eseaniosas y en U» afflídes. 



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331 

Fumigación stüfurota. 

9^. Azufre inedia onza. 

Hágase evaporar en una plancha caliente y en un 
aparato ad hoc. 

Usos. En la saraa, afecciones escamosas^ liquen y 
prurigo. 

Fumigación de cinabrio. 

^. Cinabrio « . « . • de media á una onza. 

Se volatiliza el cinabrio con cinco 6 seis onzas de 
agua en el aparato D'Arce á 54* b?. El enfermo perma- 
necerá en él de quince á veinte minutos. 
Usos. En el prurigo y las sifilides. 

Las fumigaciones generales son muy difíciles de 
soportar , pues que disminuyen mucho las fuerzas ; asi 
pues, para someter tan solo las partes afectadas, Mr. Biett 
ha inventado mi aparato que se emplea diariamente en 
el hospital de San Luis de París. 

Baños y duchas de vapor acuoso. 

Estos baños son los mas generalmente empleados y 
con mas ventajas en la terapéutica de las enfermedades 
cutáneas ; pues convienen en casi todas las erupciones 
una vez pasado el estado agudo. Su temperatura es 
de 40 á 42*. 15?. Su duración de quince á veinte mi-^ 
ñutos. 



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833 

ESPLIC4CI01V 

DE LAS LÁMINAS DEL GABINETE DERMATOLÓGICO DE LA 
FACULTAD DE MEDICINA DB LA TOHYERSIDAD VB MADRID. 



ECSANTEMAS. 

1100 Sarampión, — diferentes estados de esta en- 
fennedady — ^rubéola de Willan, — sétimo género de las der- 
matoses ecsantematosas de Alibert. 

1 101 Alfombrilla , — variedades , — diferentes formas 
de esta enfermedad, — ^roseóla sestira de Willan, — segundo 
género de las dermatoses ecsantematosas de Alibert. 

. 1102 Alfombrilla, — ^variedades,— diferentes formas de 
esta enfermedad, — roseóla autumnalis de Willan, — segun- 
do género de las dermatoses ecsantematosas de Alibert. 

1103 Alfombrilla, — variedades, — diferentes formas de 
la enfermedad, roseóla annulata de Willan, — segundo gé- 
nero de las dermatoses ecsantematosas de Alibert. 

1104 Escarlatina, — variedades, — diferentes forAias de 
la enfermedad, — escarlatina simplex de Willan, — octavo 
género de las dermatoses ecsantematosas de Alibert. 

1105 Escarlatina, — variedades, — diferentes formas de 
la enfermedad , — escarlatina anginosa de Willan, — octavo 
género de las dermatoses ecsantematosas de Alibert. 

^ 1106 Escarlatina, — variedades, — diferentes formas de 
la enfermedad, — escarlatina maligna de Willan, — octavo 
género de las dermatoses ecsantematosas de Alibert. 

1107 Erisipela simple, — variedades, — diferentes for- 
mas de la enfermedad, — segundo género de las dermato- 
ses eccematosas de Alibert. 



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334 

1 108 Erisipela flegmoBoga » — Tsrieifodes , — diferentes 
formas de la enfermedad. — segundo género de las derma- 
toses eccematosas de AUbert, 

1100 Erisipela en un re($ien nackto, — variedades,'— 
diferentes formas de la enfermedad, — segundo género de 
las dermatoses eccematosas de Alibert. 

1110 Erisipela gangrenosa, — variedades , — diferentes 
formas de la enfermedad, — segundo género de las derma- 
toses eccematosas de Alibert. 

1111 Eritema, — variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — eritema marginatum, — eritema fugax. — 
herpe eritemoide de Alibert , — j)rímer género de k» der- 
matoses eccematosas de Alibert. 

1112 Eritema, — variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — eritema papulntum,^ — eritema tubercula- 
tom de Willan, — primer género de las dermatoses eccema- 
tosas,*-- herpe eritemoide de Alibert. 

1113 Eritema, — variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — eritema nodosum, — eritema lactae de Wi- 
llan. — eritema exéntrico de Biett, — herpe eritemoide de 
Alibert. 

1114 Urticaria, — variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — uriícaria febrilis, — urticaria evanida, — ur- 
ticaria perstans de Willan^ — cnidosis de Alibert, 

1115 Urticaria, — variedades, — diferentes formas de la 
. enfermedad, — urticaria conferta, — ^subcutánea , — tuberosa 

de WiHan, — cnidosis de Alibert. * 

1116 Miliar, — diferentes formas de la enfermedad, — 
miliar epidémica. , 

1117 Sudamina, — diferentes estados de la enfermedad. 

1118 Eccema,~diferente8 fonaaa de la eafermedad^— - 



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835 
heipe ym,-«-*herpe escamoso faúAiedo de Alibert,-^ecce- 
ma simplex de Wíilan y Bateman, — eecmia agudo. 

1119 Eccema, — variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — eccema rubrura de Willan, — eccema cróni- 
co. — herpe escamoso húmedo de Aiibert. 

1120 Eccema, — ^variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — eccema impetiginodes de Willan, — ^herpe 
escamoso húmedo de AÚbert. 

1121 Eccema, — diferentes estados de la enfermedad, — 
eccema crónico de la cabeza, — herpe escamoso húmedo 
de Alibert. 

1122 Herpes labialís y auricularis de Willan y Bate- 
raan, — variedades, — diferentes formas de la enfermedad, — 
oloflictide prolabial de Alíbart. 

1123 Herpes zona de Willan,— -variedades, — diferentes 
formas de la enfermedad, — herpe flictenoide en forma de 
zona, — cuarto género de las dermatoses eccematosas de 
Alibert. 

1124 Herpes fliclenoides de Willan y Bateman, — varie- 
dades, — diferentes formas de la enfermedad. — herpe flicte- 
noide confluente de Alibert. 

1125 Herpes circinatus de Willan y Bateman, — dife- 
rentes formas de la enfermedad, — anillo herpético de los 
autores,— olofli(^ide miliar. 

1126 Herpes iris de Willan y Bateman, — variedades,^— 
diferentes formas de la enfermedad, — dermatose eccema- 
tosa de Alibert. 

1127 Herpes praeputialis de Willan y Bateman, — varie- 
dades, — difarentes formas de la enfermedad, — dermatose 
eccematosa de Alibert, — ^herpe en la cara esterna é inter* 
na del prepucio. 

1 128 Heipes vulvaris de Willan y Bateman, — varieda- 



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336 
des,— diferentes formas de la eiifeniiedad,--*deriMto8e ec*- 
cematosa de Alibert, — herpes en la parte estema é interna 
de la vulva. 

1129 Sarna,— scabies de WiUan y Bateman,— diferentes 
formas de la enfermedad, — primer género de las derma^ 
toses escabiosas de Aiibert. 

1130 Sarna,— scabies de Willan y Bateman, — varieda- 
des,— diversas formas de la enfermedad, — primer género 
de las dermatoses escabiosas de Alibert. 

1131 Sarna de Willan y Bateman, — variedades, — cKfe- 
rentes formas de la enfermedad, — primer género de las der- 
matoses escabiosas de Alibert, — complicada con el eccema. 

1132 Sama de Willan y Bateman, — variedades, — dife^ 
rentes formas de la enfermedad,— primer género de las 
dermatoses escabiosas de Alibert, — complicada con pústu- 
las de ectima y de impétigo. 

1133 Pénfigo, — diferentes formas de la enfermedad, — 
pónfolix benignus de Willan y Bateman, — herpe flictenoide 
de Alibert,— pénflgo agudo simple de los autores. 

1134 Pénfigo, — ^variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — pónfolix diutinus de Willan y Bateman, — 
herpe flictenoide de Alibert, — ^pénfigo crónico de los au- 
tores. 

1135 Bupia simplex de Batemaa, — diferentes formas 
de la enfermedad, — dermatose eccematosa de Alibert. 

1136 Rupia proeminens de Bateman, — ^variedades, — 
diferentes formas de la enfermedad, — dermatose eccema- 
tosa de Alibert. 

1137 Rupia escarótica de Bateman, — variedades,— di- 
ferentes formas de la enfermedad, — dermatose eocemsAosa 
de Alibert. 

1138 Yiriiela^^-rHlifNrentes formas de la enfermedad,^ — 



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337 
viruela discreta de los autores, — primer género de las der- 
maioses ecsantematosas de Alibert. 

1139 Viruela, — variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad, — viruela codfluente de los autores^ — ^primer 
género de las dermatoses ecsantematosas de Alibert* 

1140 Varioloide, — variedades, — diferentes formas de 
la enfermedad, — viruela modificada por la vacuna ó por 
una viruela anterior, — primer género de las dermatoses 
ecsantematosas de Alibert « 

1141 Varicela compuesta de vesículas pequeñas, — va- 
riedades, — diferentes formas de la enfermedad, — clasifica- 
ción inglesa de Willan, — cuarto género de las dermatoses 
ecsantematosaSy-'-varicela vesiculosa de Alibert^ 

1142 Varicela compuesta de vesículas gruesas, — varie- 
dades, -^diferentes formas de la enfermedad,— varicela 
compuesta de vesículas globulosas de Willan y Baten^an^— 
cuarto género de las dermatoses ecsantematosas, -^-varicela 
pustulosa de Alibert. 

1143 Vacuna, — diferentes períodos del desarrolló re- 
gulad de la vesícula producida por la inoculación del virus 
vacuno, — vacuna anormal de Alibert. 

1144 Vacuna,-— variedades,-^estádos diferentes del des- 
arrollo regular de la vesícula primitiva en el pezón de la 
vaca* 

1Í45 Falsa vacuna, — variedades, --diferentes períodos 
del desarrollo irregular de la vesícula producida por el vi- 
rus vacuno. — vacuna anormal de Alibert,-- -dermatose ec- 
santematosa. 

1146 Ectima vulgar de Willan y Bateman , — diferentes 
estados de la enfermedad ,: — ^herpe crustáceo de Alibert, — ' 
quinto género de las demartoses eccematosas del mismo. 

1141 Ectima de los niños según Willan y Baten^an^^^' 

22 



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338 
variedades, — diferentes estados de la enfermedad, — herpe 
crustáceo de Alíbert , ~ quinto género de las dermatoses 
eccematosas del mismo. 

1148 Ectima caquéctico de Willan f Bateman, — varíe* 
dades» — diferentes forinas de la enfermedad, — herpe crus- 
táceo de AHbert, — quinto género de las dermatoses ecce- 
matosas del mismo. 

1149 Ectima lívido de Willan y Bateman, — varieda- 
des, — diferentes formas de la enfermedad, — herpe crustá- 
ceo de Alibert, — quinto género de las dermatoses eccema- 
tosas del mismo. 

1160 Impé^igo figutata de Willan y Bateman, — dife- 
rentes estados de la enfermedad , — herpe crustáceo flaves- 
cente de Alibert ,— melitagra del mismo. 

1151 Impétigo sparsa de Willan y Bateman, — diferen- 
tes formas de la enfermedad , — herpe crustáceo flavescen- 
te de Alibert , — melitagra aguda del mismo. 

1 152 Impétigo escabida de Willan y Bateman , — varie- 
dades, — ^diferentes formas de la enfermedad, — esta lámina 
representa una pierna cubierta de una costra muy grue- 
sa, — herpe crustáceo flavescente de Alibert, — melitagra 
crónica del mismo. 

1153 Impétigo rodens de Willan y Bateman , — varie- 
dades, — diferentes formas de la enfermedad, — herpe crus- 
táceo flavescente de Alibert, — melitagra del mismo. 

1154 Impétigo erisipelatodes de Wiflan y Bateman, — 
variedades, — diferentes formas de la enfermedad, — herpe 
crustáceo flavescente de Alibert, — melitagra aguda del 
nmmo* 

1155 Impétigo larvalis, — variedades, — diferentes for- 
mas de la enfermedad , — pórrigo larvalis de Willan y Bá- 
teme ^-^eostras de leche ^-^tiña mucosa de Alibert. 



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330 

1156 Impétigo granúlala agudo y crónico , —diferentes 
formas de la enfermedad , — pórrigo granúlala de Willan y 
Bateman , — liña granulosa de Alibert. 

1157 Acnea simple, — acíiea indurata de Willan y Ba- 
teman, — diferentes formas de la enfermedad^ — herpe 
pustuloso diseminado de Alibert. 

1158 Acnea ^ácea de Biett» — Acnea punctata de 
Willan y Bateman, — diferentes formas de la enfermedad,-^- 
herpe pustuloso de Alibert*. 

1159 Acnea roáócea de Willan y Bateman , — varieda- 
des, — diferentes formas de la enfermedad, — herpe pustu- 
loso de Alibert. 

1 160 Mentagra , — sicosis mentí , — variedades , — dife- 
rentes formas de la enferiíiedad, —herpe pustuloso de 
Alibert, — varus mefitagra del misino. 

1161 Pórrigo lupinosa disseminata en un niño , — dife- 
rentes formas de la enfermedad,— tina furfutácea de Ali- 
bert, — favus vulgar. 

1 162 Pórrigo favosa , , lupiüosa , aglomérala ,— diferen- 
tes formas de la enfermedad, — liña furfurácea y ámiían- 
tácea de Alibert , — favus vulgar. 

1163 Pórrigo lupinosa del cuello ,— variedades , •— dife- 
rentes formas de la enfermedad , — ^tiña furfurácea y amian- 
tácea de Alibert , — favus vulgar. 

. . 1164 Pórrigo escutulata , --diferentes estados de la en- 
fermedad, — favus sculiforme, — liña furfurácea de Alibert. 

1165 Pórrigo escutulala de laspieriia^^— taWédades,— 
diferentes formas de la enfermedad, — 'favus scutif^rme, 
tina furfurácea de AMbert. 

1166 Liqueti simple agudo y cróhlco, — dife^ente^ for- 
mas de la enfermedad , — prurigo liquenoidco. 



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340 

1167 Liquen agrios, ^-variedades, — diferentes formad 
de la enfermedad , — ^prurigo liquenoideo. 

1168 Liquen urticatus, — variedades, — diferentes for- 
mas de la enfermedad , — prurigo liquenoideo. 

1169 Liquen lividus, — ^liferentes formas de la enfer- 
medad, — prurigo liquenoideo» 

1170 Liquen circunscrito agudo y crónico , «--diferen- 
tes estados de la enfermedad , — ^prurigo liquenoideo. 

1171 Strophulus ,— variedades ,— diferentes formas de 
la enfermedad.— Bateman ba admitido cinco variedades» 
que son: el strophulus intinctus, el confertus, el albi^ 
dus, el volaticus y el candidus, — dermatose escabiosa de 
Alibert. 

1172 Prurigo mitis de Bateman , -^diferentes estados 
de la enfermedad, — dermatose escabiosa de Alibert. 

1 173 Prurigo formicans de Bateman , — variedades ,— 
direntes formas de la enfermedad > — dermatose escabiosa 
de Alibert. 

1174 Prurigo senilis de Bateman , — variedades > — di - 
ferentes formas de la enfermedad, — dermatose escabiosa 
de Alibert. 

1175 Lepra vulgar , — diferentes estados de la enfer- 
medad, — lepra vulgaris de Willan y Bateman, — herpe fur- 
furáceo redondeado de Alibert , — ^herpe forfuráceo circina- 
tus del mismo. 

1176 Lepra, — variedades,— diferentes formas de la 
enfermedad, — lepra vulgaris de Willan y Bateman, — der- 
matose leprosa de Alibert. 

1177 Psoriasis guttata dé Wíílan y Bateman,-- -dife- 
rentes formas de la enfermedad,^ — herpes fiirfuráceo de 
Alibert,— rprimer génqro de las dermatoses beipéticas del 
mismo. ., 



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S41 

1178 Psoriasis dififusa de Willan y éateman , — varíedc^- 
des, — diferentes formas de la eofermedad,-- -herpe esca- 
moso liquenoídeo de Alibert , — primer género de las der- 
pialoses herpéticas del mismpv 

1179 Psoriasis palmaria de Wilfan y Bateman, — varie- 
dades, — diferentes formas de la enfermedad , — herpe esca- 
moso centrífugo de Alibert, — primer género de las derma- 
toses herpéticas del mismo, 

1180 Psoriasis inveterata de Willan y Bateman, — va- 
riedades, — diferentes formas de la enfermedad, — herpe 
escamoso liquenoideo de Alibert, — primer género dé las 
dermatoses herpéticas del mismo. 

1181 Pitiriasis simplex, — pitiríasis rubra de Willan y 
Bateman, — variedades ,—^ diferentes formas de la enfer- 
medad, — herpe furfuráceo volante de AMbert, — primer 
género de las dermatoses herpéticcis del: mismo. 

1182 Pitiriasis versioolorídeBiett,-r-variQdjid08, — di- 
ferentes formas de la enfermedad, — efélides, manchas he- 
páticas de Alibert, — dermatose discromatpsa del niísmo, 

1183 Ictiosis, congenia gqneral ,— ^diferentes formas de 
la enfermedad , — icliosis anacarado de Alibert, — dermatosq 
heteromorfea del mismo. 

1184 Ictiosis accidental y parcial ,T-variedade8 9-t-for-* 
mas diferente» de la enfermedad, — ictiosis^ serpentino 
de Alibert, — dermatose heteromorfea del mismo. 

1185 Pelagra , — diferentes formas de la enfermedad,— 
eritema endemicum de Alibert, -r^ dermatose eccematosa 
del mismo. 

1186 Pian,-- -frambaesiad^ Willan y Bajteman ,T^dife- 
rentes formas de la enfermedad ,>T-framb<ae8Ía de los auto*i 
res,— micosis de Alibert, — segundo género de las dermato- 
ses sifilíticas del mismo. 



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p42 

1187 MoIIuscum,— diferentes estados de la enferme- 
dad, — micosis fungoidea de Alibert,— segundo género de 
las d^nnatoses Yaro)osas del mismo. 

1188 Lupus exedens, — diferentes estados de la enfer- 
D^edad»— rlupu^ que destruye en profundidad segim Biett, — 
lupus Yorax de los autores, — estiomen terebrante ó perfo- 
rante |— cuarto gépero de las dermatoses herpétícas de Ali- 
bert. 

1189 Lupus non exedens, — variedades, — diferentes 
formas de la enfermedad, — i^lomeracion de tubérculos 
Qjdanados y sin ulceraciones, — lupus aconipañado de hi- 
pertrofia de Biett , — cuarto género de las dermatoses ber- 
péticas de Alibert. 

1190 Lfipu^ exedens serpiginoso, — variedades, — dife- 
i^emtes formjBiis de la enfermedad , — lupus serpiginoso de los 
autores, — Iqpus que destruye superficialmente los tejidos 
según Biett, — estiomen ambulante ó serpiginoso, — cuarto 
género de las dermatoses de Alibert. 

1191 Elefantiasis de los griegos, — diferentes estados 
de la enfermedad, — elefantiasis vulgar, — lepra tuberculosa 
de Alibert , — cuarto género de las dermatoses leprosas del 
mismo. 

1192 Elefantiasis de los árabes,— variedades, — -dife- 
rentes estados de la enfermedad, — retefantis^is tuberoso 
de Alihert,-^ tercer género de las dermatoses leprosas del 
mismo. 

1193 Ktefantiasts escrotal , — variedades , — diferentes 
larcas de la enfermedad ;— hipertrofia del eseroto,— tercer 
género de las dermatoses leprosas de Alibert. 

1194 Queloide,— variedades,— diferentes formas de la 
enfermedad , — dermatose cancerosa de Alibert. 

1195 Efélides, — manchas ,— máculas , — diferentes es- 



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943 

lado» de la enTermedad t-**^Daua hepáticas» — dermatose 
dñcromatoaa de AMbert. 

1196 NsBvíy — variedades 9— diferentes estados de estas 
enfermedades ,-*Mleniiatoses heteroniorfda de AUbert* 

1197 Púrpura urticans, — ^púrpura sin^lex de Willan y 
Bateman, — variedades, — diferentes formas de la enferme- 
dad, — peliosis hemorrágica , —dermatose hematosa de 
Aiibert. 

1198 Púrpura hemorrágica,— púrpura senilis de Willan 
yBateman, — variedades,-- diferentes formas de esta en- 
fermedad, — peliosis hemorrágica, — dermatose hematosa 
de Aiibert. 

1199 Vitíligo, — variedades, — diferentes formas de la 
enfermedad., — dermatose discromatosa de AUhert^ 



SIflLIDES« 



1090 Sifilide ecsantemática,— la forma maa comua es 
la alfombrilla sifiUtica, — diferentes estados d& la enfer- 
medad. 

1091 Sifilide vesiculosa, — diferentes formas de |a en- 
fermedad. 

1092 Sifilide compuesta por vesículas gruesas , — dife- 
rentes formas de la enfermedad. 

1093 Sifilide pustulosa, — ectima sifilítico, — pústulas 
pfaUséceas,' — diferentes formas de la enfermedad, — cica- 
trices , — manchas en la j 



1094 Sifilide pustulosa compuesta de vesículas gran- 
des ,*^Xerentes fcnmoas de la enfermedad. 



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344 

10d5 Siflilde pustulosa ,'^-pá3lufais psidráoeas que se 
asemejan á las de la acnea ^—diferentes fonnas de la eur 
fermedad. 

10% ^ílide papuloet diseminada ^^as pápulas estap 
mas desarrolladas que en el liquen , y algunas están cubier- 
tas de escamas. 

. 1097 SifÜide papulosa, — las pápulas son de mayores 
dimensiones » están cubiertas de placas escamosas y tienen 
una forma lenticular que las asemeja al psoriasis guttata. 

1098 Sáfíiide, — manchas » — máculas dja diferentes di-r 
mensiones. 

1099 Sifílide tuberculosa, — ^pústulas mucosas situadas 
en los dedos del pie, — diferentes estados de la enfermedad. 

1044 Sifílide tuberculosa serpiginosa, — vasta desoi^a- 
nizacion de los tegumentos, — diferentes estados de la en- 
fermedad. 

1045 Sifíliíle escamosa de la cabeza, — escamas pequen 
ñas y aisladas,— pápulas cubiertas de escamas, — manchas 
en la piel ,— diferentes estados de la enferknedad. 

1046 Sifílide escamosa en forma de anillo sobre las 
articulaciones,— manchas circulares en la piel, — diferentes 
estados de la enfermedad. 

1047 Sifílide escamosa en forma de anillo sobre la 
nuca y en la piel del cráneo, — ^manchas circulares,— di- 
ferentes estados de la enfe]|rmed£id. 

919 Rupia sifilítica ulcerada en el vientre, — diferentes 
formas de la enfermedad. 

1008 Sifílide tuberculosa gerpigtnosa,-r-ancbas ulcera- 
ciones sobre el abdomen, — cicatriz con bridas, — color co- 
brizo de la piel, — diferentes formas de la enfermedad. 

|009 Sifílide tuberculosa de la cara, — ^tubérculoQ ulr 



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345 
ceradoSy — manchas y cicatrices en la piel, — diferentes for- 
mas de la enfermedad. 

4,57 Tumores gomosos del escroto ulcerados, — tu- 
bérculos voluminosos situados en el tejido celular, — in^ 
duración de los tejidos, — .diferentes formas de la enfer* 
naedad. 

458 Desorganización profunda de las uñas y de los te^ 
jidos inmediatos producida por la síñlis. 

459 Sifílide tuberculosa en la bóveda palatina y en la 
porción libre del velo del paladar ,— ulceraciones , — dife-r 
rentes formas de la enfermedad. 

460 Ulceración serpiginosa en la boca ,-*-tubérculo§ 
mucosos en las amígdalas. 

411 üretritis blenorrágica,— el glande y prepucio no 
est^n inflamados, 

427 Id. id. — tumefacción é hinchazón considerable 
del naiembro,— inflamación del glande y prepucio. 

423 üretritis blenorrágica con balanitis y parafimo- 
8Í8, — -infarto edematoso del glande y prepucio. 

404 Blenorragia ,-^fimo8Ís completo presentando una 
disposición particular, pues la estremidad del prepucio 
forma un rodete considerable, — balanitis, -^infarto infla- 
matorio del prepucio. 

407 Balanitis con tubérculos mucosos, — pústulas ó pá- 
pulas mucosas sobre el glande, — el prepucio vuelto pone 
de maniflesto estas alteraciones. 

421 Ulceración sifilítica al lado del frenillo del pre- 
pucio. 

408 Ulceraciones sifilíticas múltiples en la base del 
glande con inflamación de la mucosa, . 



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346 
409 Uiceracion sifilítiea en el interior de lá uretoa» 

cerca del meato urinario. 

420 Ulceraciones sifilíticas múltiples eo la base del 
glande con fimosis y parafimosis, — hincbazon inflamatoria 
y edematosa del glande y del prepucio. 

422 Ulceraciones sifilíticas múltiples en el limbo del 
prepucio con fimosis, é inflamación del glande y de la 
parte interna del prepucio, — balanOi — postitís de los 
autores. 

418 Ulceraciones fungosas y sifilíticas en la parte in- 
terna del prepucio por debajo del glande. 

414 Ulceraciones sifilíticas debajo del prepucio con fi- 
mosis y balano posti\is, — flujo mucoso purulento, — ^hin- 
chazones edematosas ó inflamatorias de la piel del prepucio^ 
que dan al miembro la forma de una barrena. 

239 Ulceración sifilítica fagedénica serpiginosa en la 
entrada de la vulva sobre el grande labio del lado derecho. 

362 Bubón sifilítico indolente no supurado en la mu- 
ger,— placas mucosas, — tubérculos mucosos en la parte 
interna de los muslos , — vejetaciones. 

428 Ulcera sifilítica empezando por una pústula , — fi- 
mosis , — pústulas costrosas sobre el prepucio esteriormentfr 
y cerca del limbo. 

364 Ulcera sifilítica simple, — folicular sobre el glan- 
de , — bubón en supuración , — los bordes están desprendi- 
dos, — pus sanioso y verdoso. 

419 Ulceras sifilíticas del glande, — fimosis incomple- 
to, — las úlceras forman salidas parciales bajo el prepu- 
cio , — rubicundez y tumefacción de la piel del pene. 

426 Ulceración sifilítica, — balano postitis, — fimosis con 
hinchazón considerable del prepucio,-^ viva inflamación 
con gangrena**^ de los tejidos. 



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347 

403 Ulceración sifilítica con gangrena de los tejidos,— 
destrucción de una porción del prepucio , — el glande pre- 
senta la misma alteración i — .escamas gangrenosas cubren 
las ulceraciones. 

419 Ulceración sifilítica en el meato urinario ccm per- 
foración de la porción membranosa del glande » — ^abertura 
en la base del glande cerca del frenillo , — ^paraSmosis in- 
flamatorio y edema del glande. 

351 Ulcera fagedénica difterítica prifliHiva de marcha 
serpiginosa, — destrucción de una parte del glande, — ulce- 
ración serpiginosa en los dos pliegues de la ingle ,— cica- 
trices desiguales, — color cobriza de la piel. 

376 Ulcera sifilítica primitiva del meato urinario y del 
prepucio, — inflamación de los ganglios y vasos linfáticos, — 
linfitis y adenitis con ulceraciones múltiples sobre el pene. 

363 Uretritis blenorrágica, — úlcera primitiva del meato 
urinario, — linfitis y adenitis supuradas, — abceso flegmono- 
so debajo del pene, — ulceración fagedénica con infarto 
inflamatorio. 

242 Ulceración sifilítica primitiva difterítica no indura- 
da, — ^sifílide polimorfea en diferentes períodos, — ulceración 
serpiginosa, — hinchazón inflamatoria de todo el aparato 
genital esterno, — vesículas, — pústulas flisáceas, — ectima 
sifilítico. 

406 Ulceración venérea secundaría, — induración del 
tejido celular, — sifíUdes, — síntomas constitucionales. 

405 Ulceraciones secundarias cubiertas con costras, — 
erupción de alfombrilla sifilítica, — síntomas constitucio- 
nales. 

370 Tubérculos mucosos, — pústulas mucosas con ulce- 
raciones, — herpe húmedo en el ano, — erupción papulosa 
y pustulosa sifilítica. 



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348 

412. Ulcera primitiva sobre el prepucio, — ulcus eleva^ 
tum,— la ulceración descansa sobre tejidos endurecidos, 
como cartilaginosos, perfectamente circunscriptos, — síñlis 
constitucional. 

431 Bubón sifilítico con tumefacción considerable, — 
inflamación muy viva de todo el tejido celular. 

377 Tubérculos mucosos, — pústulas planas , húmedas» 
con vegetaciones, — coliflor en el ano, — erupción, síñlíli- 
ca, — ectima,— pústulas flisáceas, — sífilis constitucional. 

413 Vegetaciones del glande y del prepucio ocupando, 
gran parte de estos dos órganos. 

401 Vegetaciones del glande y del limbo del prepucio 
con hinchazón considerable del glande, — las vegetaciones 
han atravesado el prepucio y sobresalen esteriormente, 

378 Vasta ulceración sifilítica en la pierna, — accidentes 
constitucionales, — los bordes de la ulceración presentan el 
color cobrizo, — tubérculos sifilíticos reblandecidos. 

385 Cicatrización de esta vasta ulceración, — color y 
forma de la cicatriz, — curación de este accidente constitu- 
cional. 

259 Sifílide costrosa ocupando la cara de un hombre 
atacado de sífilis, — accidentes constitucionales. 

198 Exóstosis sifilítica de la clavícula en un hombre 
atacado de sífilis, — accidente constitucional. 

298 Exóstosis sifilítica de la clavícula en un hombre 
atacado de sífilis, — curación de este accidente constitu- 
cional. 

173 Exóstosis sifilítica de los huesos de la cara en una 
muger atacada de sífilis, — alteración profunda,~acciden- 
tes constitucionales, 

141 Alteración profunda de la laringe y de la porción 



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349 
toembranosa de b bóveda palatioa» — gangrena de la farin- 
ge» — accidentes constitucionales en un hombre muerto de 
lasífilis. 

424 Ulceras primitivas múltiples y foliculares en la base 
del prepucio, — balanitis con eccema del glande. 

425 Parafimosis formando corona alrededor del glan- 
de, — perforación del mismo, — ^ulceración comunicando con 
el canal de la uretra. 

492 Ulceración sifilítica gangrenosa con destrucción del 
glande, — una viva inflamación ocupa el mismo, — una es- 
cara gangrenosa existe en el centro de la ulceración. 

490 Ulceración sifiUtica gangrenosa del prepucio con 
induración de los tejidos, — destrucción de los tegumentos. 

415 Glande con vegetaciones sifilíticas, — erosión de los 
bordes del prepucio, — induración del mismo, — pequeñas 
pápulas sobre el glande, — accidentes constitucionales. 

416 Ulceración fagedénica serpiginosa sobre el glande 
con balanitis, — los bordes están cortados perpendicular- 
mente y ensangrentados, — fondo gris. 

417 Balanitis parcial formando una alfombrilla sifilítica 
sobre el glande con inflamación muy viva de la semimu- 
cosa, — hinchazón del prepucio, — accidente constitucional. 

400 Ulceración fagedénica serpiginosa sobre el glan- 
de, — ^membrana dífterítica, — afondo gris. 

410 Vasta ulceración serpiginosa en la base del glande 
en su unión con el prepucio, — fondo gris, — bordes den- 
tados. 



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350 

IimCÜLACION. — IhSARROlLO SCtESlVO DB LA PtJsTÜLÁ 
CONSIGUIENTE Á LA INTRODUCCIÓN DEL VIRUS SIFIUTíCO 
DERAJO DEL EPIDERMIS. 

439 Primer dia de la inoculación, — ^puntito inflamatorio. 

440 Segundo dia de la misma, — puntito vesículo-pus* 
iuloso. 

441 Tercer dia de la misma, puslutita bien carácter!*' 
rizada con el vértice purulento. 

442 Cuarto, id. , Id. , — pústulas umbHieadas y purulen- 
tas después de la inoculación. 

443 Pústulas secas, — costras de color amarillo gris des- 
pués de la inoculación. 

444 Flictena sifilítica consecutiva á la inoculación del 
virus sifilítico. 

445 Ulceración sifilítica simple , — bordes cortados per- 
pendicularmente, — fondo grisiento consecutivo á la inocula- 
ción del virus sifilítico. 

446 Ulceración sifilítica de bordes franjeados y saUen- 
tes, — fondo grisiento consecutivo á id. , id. 

447 Ulceración sifilítica fagedénica, — bordes cortados 
perpendicularmente, — fondo grisiento , id. 

448 Ulceración sifilítica fagedénica serpiginosa,< — bor- 
des dentados y ensangrentados, — fondo gris , idi 

449 Ulceración sifilítica fagedénica gangrenosa por es- 
ceso de inflamación , id. 

450 . Ulceración fungosa consecutiva á la inoculación, — 
el fondo de ella se eleva mucho por cima de las partes ve- 
cinas. 

451 Ulceración sifilítica con bordes callosos, — <^onse- 



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351 
cttencia de la inoculación, — loe bordes se elevan sobre las 
partes vecinas. 

452 Ulceración sifilítica con tendencia á la cicatriza- 
ción en una parte de ella^ — botones carnosos de buena na- 
turaleza existen sobre el fondo de la ulceración , id. 

453 Ulceración sifilítica en via de cicatrización , — la so- 
lución de continuidad está cubierta de botones carnosos de 
buen aspecto y id. 

454 Cicatrización de una ulceración sifilítica consecu- 
tiva á la inoculación. 

461 Blenorragia ocular, — oftalmía blenorrágica , — 
sarcocele sifilítico, — hipertrofia del testículo, — tumores go- 
mosos del escroto ó tubérculos subcutáneos. 

463 Osteítis sifilítica con supuración, — diferentes for- 
mas de la enfermedad, — exóstosis, — períóstosis. 

464 Períóstosis sifilítica con supuración, — diferentes 
formas de la enfermedad. 

432 Ulceración profunda con destrucción de los hue- 
sos de la bóveda palatina, — osteítis, — diferentes estados de 
la enfermedad. 

433 Yejetaciones sifilíticas, — condilomas sobre la len- 
gua, — diferentes estados de la enfermedad. 

434 Ulceraciones en la C^ringje egn iaMei^¡^&^n^ pro- 
fundas de los tegumentos, — ^(Mferentes' estados de lé^ enfer- 
medad. / .. \ 




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353 



Paginas 

Prólogo Ul 

Introducción VII 

Eciantemas 1 

Eritema 3 

Erisipela 6 

Urticaria ; 13 

Alfombrilla 17 

S«»rampíon 20 

Escarlatina -26 

Vesículas 34 

Miliar 37 

Varicela 42 

Eccema. ...i 46 

Herpes 56 

Sama , 69 

Flictenas ^ 75 

Pénfigo , 77 

, Rupia 82 

Pústulas ) 87 

Ectima 89 

Impétigo 95 

Pórrigo ..,.,...^.,... 103 

Mentagra r. ^. -s.^ .-.*..-.^/.*.-. . .% 109 

Acnea ;:...:. í :.t\)::!.,..l 113 

Vacuna .^;.,...^.„^.,w...;,;..¿.. .*•.... 122 

Viruela i...;.../.-'/..:.'..'. ;.y. 127 

Pópuía«.....V...i.,.,../,.;^...a.'.;,;. 138 

Liquen .V.^^TT-^.-^^r-.-. .-..•!'. 140 

Prurigo 149 

Escamas 153 

Lepra 155' 

23 



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351 

Psoriasis 164 

Piliriasis 170 

IcUosis .' 175 

Tubérculos 179 

Elefantiasis de los griegos , 181 

Moilitscum 198 

Framb^esia 901 

Máculas 206 

Color bronceado de la piel 209 

Lénligo i ,.... 211 

Efélides , 213 

Xíeu 216 

Albinismo 218 

Vitíligo 219 

Enfermedades que por su naturaleza no pueden 
ser comprendidas en ninguno de los órdenes 

espuestos 22t 

Lupus , ...*..... id. 

Elefantiasis de los árabes 236 

Pelagra 242 

Queloide 248 

Grano de Alepo 252 

Púrpura , 256 

Sifílides 264 

Formulario ^ 297 

Esplicacíon de las láminas del gabinete dermato- 
lógico de la FacullaíLáaJMediciiia de la Uni- 

333 



vcrsidad de^afidfiítltól^ 



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ERRATAS. 



Página. Linea. Dice. Léate. 



10 
23 
32 


25 
5 

1 




Necropsia. 
U. 
Id. 




Necroscopia. 
Id. 
Id. 


169 


16 


{ 


un escrúpulo de ca- 
lomelano 


} 


dos granos de ca< 
lomelano 



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