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Full text of "Tratado único y singular del origin de los Indios del Perú, Méjico, Santa Fé y Chile"

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I 


TRATADO  TJNÍGO  Y  SINGULAR 


DEL 


OEIGEN  DE  LOS  INDIOS 

DEL  PERÚ,  MÉJICO,  SANTA  FE 
Y  CHILE 


POR  EL 

DR.  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

Oidor  de  la  Real  Audiencia  de  Lima 


PRIMER  VOLUMEN 


MADRID    1891 


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ADVERTENCIA  PRELIMINAR 


Como  nos  han  de  servir  de  mucho  los  li- 
bros de  nuestro  autor  para  las  pocas  noticias 
que  vamos  á  dar  de  él,  daremos  principio  por 
citar  las  obras  suyas  que  conocemos,  y  de  las 
que  existe  ejemplar  en  la  Biblioteca  Nacional 
de  Madrid. 

Según  nuestras  investigaciones,  la  primera 
que  dio  á  luz  se  intitula:  De  inmaculata  Deiparce, 
Co7tceptione  sivi  de  illius  inmunitate  á  peccato  07'i- 
ginaliy  Avthore  Doctore  D.  DidacoAndrcea  Rocha, 
hifpalensiy  Quondam  LÍ7nanmacademix  vefpertince 
Legum  Cathedrce  moderatore^  deinde  in  regali 
cancellaria  Quitensi  Fífci  patrono  61  Senatore, 
de  mum  electo  Fifcali^  Regalis   cancellarice   Ar- 


VIII  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

gentínce;  imni  vero  regalis  caiicellarice-  Limenfis 
criminurum  questore,  61  índice,  Ad  illustrissi- 
mtim  Dom,  Doc,  Dominuin  Petrum  de  Villano- 
mezy  Archipifcopum  Limam^m,  Limoe^  ex  officina 
Joannis  de  Qiievedo,  Anno  1670^  en  4.**  con  $ 
hojas  de  preliminares,  337  páginas  y  10  hojas 
de  índices. 

La  segunda  obra  impresa  lleva  por  título 
Carta  á  D,  Baltasar  de  la  Cueva^  conde  de  Cas- 
tellar, marqués  de  Malagón,  virrey^  gouernador 
y  capitán  gejteral  de  los  reinos  del  Perú,  Tierra- 
firme  y  Chile.  En  que  se  tratan  algunos  discursos 
tocantes  á  la  milicia  christiana  por  el  doctor  don 
Diego  Andrés  Rocha.  Lima  1675,  en  4/  con 
t()  hojas  foliadas.  Esta  obra  la  cita  su  autor 
varias  veces  en  el  presente  volumen. 

La  tercera,  última  de  las  que  conocemos,  es 
el  Tratado  vnico  y  singular  del  origen  de  los  in* 
dios  occidentales  del  Perú,  Méjico,  Santa  Fé  y 
Chile,  Por  el  doctor  D.  Diego  Andrés  Rocha, 
oidor  de  la  Real  Audiencia  de  Lima.  Dedícalo 
á  la  protección  del  Sr.  D.  José  del  Corral  Cal- 
vo de  la  Vanda,  oidor  de  la  misma  Audiencia, 
año  1 681;  con  licencia,  en  Lima,  en  la  imprenta 
de  Manuel  de  los  Olivos,  por  Joseph  de  Contre- 
ras,en  4.",  6  hojas  de  preliminares,  84  foliadas,  8 
más  de  Copia  de  {una)  carta  que  el  autor  escrivió 
á  <^u  hijo  el  general  D.  Juan  En7  iquez  de  Sangue- 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  IX' 

süy  residente  en  la  villa  de  Cochahamha  donde  fué 
corregidor,  Justicia  mayor,  sobre  el  cometa  de 
lóSo^  y  4  de  índice. 

Esta  obra  es  la  que  se  reimprime  íntegra,  y 
que  ha  de  formar  los  volúmenes  III  y  IV  de  esta 
colección  de  obras  sobre  América. 

Fué  nuestro  autor  sevillano,  según  él  mismo 
se  llama  en  la  portada  de  la  obra  De  iumacula- 
ia  Deiparce  Conceótione,,.  y  de  una  familia  noble 
de  Cataluña,  pues  en  la  página  io6,  líneas  9  y 
10  de  este  tomo,  dice: 

«Esto  apellido  Rocha  es  de  lo  más  antiguo 
que  hay  en  España,  y  le  hay  en  Cataluña,  de 
donde  yo  tengo  origen. » 

En  el  folio  16,  vuelto,  línea  22  de  la  prime- 
ra edición  de  esta  obra  (página  83  de  este  vo- 
lumen) dice  así:  «Hubo  Andes  en  las  Galias, 
comprendiéndose  la  Galia  Tarraconense  y  To- 
gada, y  esa  parte  de  Cataluña  y  Pirineos,  según 
el  mismo  Nebricense,  verbo  Andes  el  primero, 
y  de  estos  tomó  nombre  esta  cordillera  dilatada 
del  Cuzco,  cuando  vinieron  los  primitivos  espa- 
ñoles, y  asi  mi  conterráneo  Arias  Mjntano^  quie- 
re que  el  monte  Sphar,  que  algunos  han  en- 
tendido por  España ,  sean  estas  dilatadísi- 
mas cordilleras  de  América  llamadas  los  An- 
des.» 

Este  texto    nos   da  á   entender  que   Arias 


X  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Montano  y  el  doctor  Rocha  nacieron  en  la  an- 
tigua Hispalis,  pues  sabido  es  que  al  sabio  que 
con  tanto  acierto  dirigió  la  impresión  de  la 
Biblia  Regia  le  tienen  unos  por  hijo  de  Sevilla, 
mientras  otros  prueban  que  nació  en  Frege- 
nal. 

Tocante  al  erudito  doctor  D.  Diego  Andrés 
Rocha,  confesamos  que  no  hemos  podido  adqui- 
rir más  noticias  que  las  que  se  deducen  de  sus 
obras.  Por  ellas  no  sabemos  dónde  nació  ni 
dónde  terminaron  sus  días^  ni  en  qué  años^ 
pero  se  sabe  á  ciencia  cierta  que  pasó  casi  toda 
su  vida  en  la  América  del  Sur,  y  en  ella  des- 
empeñó, en  la  segunda  mitad  del  siglo  XVII 
los  importantes  cargos  de  Catedrático  de  De- 
recho Romano  en  la  Academia  de  Lima,  Abo- 
gado Fiscal  en  la  Real  Chancillería  de  Quita 
Senador,  Fiscal  electo  de  la  Real  Chancillería 
Argentina,  Fiscal  de  la  Real  Audiencia  de  lo 
criminal  de  Lima,  Juez  integérrimo  de  causas 
criminales,  Alcalde  del  Crimen  de  las  Reales 
Audiencias  de  los  Reyes  y  de  Lima,  del  Con- 
sejo del  Rey  en  la  ciudad  de  los  Reyes,  y  por 
último,  en  1681,  oidor  de  la  Real  Audiencia  de 
Lima  en  los  reinos  del  Perú. 

A  estos  honrosos  títulos  se  puede  añadir  que 
fué  un  varón  virtuoso,  amante  de  los  estudios 
hasta  el  punto  de  citar  en  una  página  de  su  obra 


I 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  XI 

Del  origen  de  los  Indios^  veintitrés  autores,  todos 
de  diferentes  épocas  y  naciones. 

También  fué  un  bibliófilo  incansable,  pues 
en  las  tres  obras  que  imprimió,  y  que  quedan  ci- 
tadas, aparece  un  número  tan  considerable  de 
libros  clásicos,  que  nos  parece  imposible  el  que 
los  reuniese  en  Lima  en  aquellos  tiempos. 

Quizá  en  su  obra  encuentre  alguien  á  pesar 
de  tantos  testimonios  en  que  apoya  su  sentir, 
alguna  falta  de  veracidad,  pero  con  anticipación 
puede  objetársele  que  esos  mismos  defectos  son 
muy  disculpables,  pues  son  nacidos  de  la  falta 
de  elementos  científicos  que  por  entonces  se 
padecía  ó  del  amor  y  lealtad  que  siente  por  la 
tierra  en  que  nació  y  en  la  que,  seguramente^ 
pasaría  los  primeros  años  de  su  vida. 

Aun  cuando  no  sea  más  que  por  lo  bien  pa- 
rado que  queda  el  nombre  español,  es  merece- 
dora esta  obra  del  honor  de  la  reimpresión, 
pues  en  ella  se  prueba  con  autoridad  de  ciento 
cuarenta  escritores,  que  los  americanos  traen  su 
origen  de  los  primitivos  habitantes  de  España^ 
en  primer  lugar,  y  de  los  Israelitas  y  Tártaros  en 
segundo,  y  para  que  se  vea  hasta  qué  extremo 
llega  el  patriotismo  del  buen  doctor  Rocha, 
afirma  que  todo  lo  bueno  que  los  habitantes  de 


XII  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

las  diversas  partes  de  América  tenían  al  tiempo 
de  la  conquista,  lo  heredaron  de  los  primitivos 
españoles  que  fueron  sus  padres,  que  si  en  va- 
rias partes  de  América  son  tan  valientes,  lo 
deben  á  que  proceden  de  las  antiguas  razas  ibé- 
ricas, sin  haberse  mezclado  con  las  demás  na- 
ciones procedentes  de  Israel  y  Tartaria. 

La  mayoría  de  los  nombres  de  sitios  y  luga, 
res  que  tenían  en  el  Nuevo  Mundo,  antes  de  su 
descubrimiento,  los  tomaron  de  las  antiguas  po- 
blaciones de  la  España  primitiva,  y  en  cuanto 
á  las  costumbres  de  los  indios,  prueba  con  gran 
copia  de  datos  que  todas  las  buenas  las  habían 
conservado  de  los  primeros  pobladores  que 
fueron  de  España,  y  llega  hasta  afirmar  que  no 
son  la  mayoría  de  los  americanos  otra  cosa  que 
españoles  emigrados  desde  hace  muchos  si- 
glos á  aquellas  lejanas  comarcas. 


*  * 


Hoy  que  con  motivo  del  centenario  del 
gran  descubridor  del  Nuevo  Mundo,  tanto  in- 
terés inspiran  las  obras  que  arrojan  alguna  luz 
sobre  la  prehistoria  americana,  creemos  que  se 
acogerá  con  gusto  la  reimpresión  de  una  obra 
que  trata  del  origen  de  los  primeros  poblado- 
res de  América. 


ORGIEN    DE    LOS    INDIOS  Xilt 

Aun  cuando  el  interés  de  este  libro  es  muy 
grande,  no  se  ha  reimpreso  ninguna  vez  desde 
su  aparición,  y  la  causa  no  hay  duda  que  ha 
sido  la  gran  rareza  de  los  ejemplares  de  él^ 
pues  hasta  en  la  Biblioieca  oriental  y  occidental, 
de  Pinelo,  adicionada  por  Barcia,  citan  el  título 
mal,  lo  que  por  lo  menos  indica  que  no  le  tu- 
vieron presente. 

Esta  obra  merecería  mejor  que  ninguna 
otra  ir  ilustrada  con  extensas  notas  históricas  y 
críticas,  pero  en  vista  de  que  sería  necesario 
demorar  algún  tiempo  la  publicación  de  ella, 
hemos  creído  que  vale  más  reimprimirla  aun 
cuando  sea  sin  notas,  que  esperar  á  que  se  pu- 
diesen hacer,  y  no  llegase  ese  día  nunca. 

De  todos  modos  esta  obra  sale  otra  vez  al 
público  tal  como  la  dio  á  luz  en  Lima  el  año 
de  1 68 1  su  autor,  pues  solo  se  ha  variado  la  or- 
tografía que,  como  dijimos  en  nuestro  prospec- 
to,  hemos  creído  conveniente  sustituir  por  la  de 
la  Real  Academia  Española. 

La  portada  de  la  primera  edición  está  re- 
producida con   mucha   exactitud,  con  la  sola 


XIV 


DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 


variación  del  escudo,  que  al  reducirle  á  la  mi- 
tad del  tamaño  del  original,  ha  habido  que 
cambiarle  por  otro  más  pequeño. 

Madrid  3c  de  Junio  de  1891. 


I 


i 


TRATADO 

VNICO,  Y    SINGVLAR    DEL 

ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  Occi- 
dentales del  Piru,  México 
Santa  Fe,  y  Chile. 

POR 

ÉL   DOCTOR    DON  DIEGO 

Andrés  Rocha^  Oydor  de  la  Real 

Audiencia  de  Lima 


dedícalo 

A  LA  PROTECCIÓN  DEL 
feñor  Doctor  D.  Jofeph  del  Corral, 
Calvo  de  la  Vanda,  Oydor  de  la 
mifma  Audiencia 


Año  de 


t68i 


CON  LICENCIA 

En  Lima;  En  la  Imprenta  de  Manuel  de  los  Olivos, 

Por  loseph  de  Contreías. 


APROBACIÓN  DEL  DOCTOR  D.  JOSÉ  DEL  CORRAL 

CALVO  DE  LA  VANDA,  OIDOR  DE  LA  REAL 

AUDIENCIA  DE  LIMA 


EXCMO.    SEÑOR 


De  orden  de  V.  E.  he  visto,  y  reconocido 
con  especial  atención,  el  discurso  que  ha  for- 
mado el  señor  Dr.    D.   Diego  Andrés  Rocha, 
oidor  de  esta  Real  Audiencia,  sobre  asignar  la 
verdad  del  Origen  de  los  Indios  de  este  anti* 
quísimo  y  opulento  Reino  del  Perú,  y  aunque 
me    picó    la    curiosidad    tanto    como  la    ve- 
neración y  respeto  que  tengo  á  sus  grandes  le- 
tras y  muy  eruditas  noticias,  á  quien  debo  la 
enseñanza    de    mis  cortos  estudios  desde  los 
primeros  rudimentos,  juzgando  inaccesible   el 
asunto,  no  míenos  por  la  mucha  antigüedad  y 
trascurso  de  tantos  siglos,   q^e  por   la  falta  y 


2  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

bárbara  flojedad  de  ellas  en  sus  habitadores, 
que  nunca  tuvieron  forma  ni  estilo  en  la  obser- 
vancia de  sus  orígenes  y  ascendencia,  por  cuya 
causa  se  ha  tenido  siempre  por  casi  imposible 
la  averiguación  de  quiénes  fueron  los  primeros 
que  se  introdujeron  en  los  principios  de  su  po- 
blación; de  suerte  que  siendo  muchas  y  diver- 
sas  las  opiniones  que  en  este  punto  ha  habido, 
le  han  dejado  más  dudoso,  y  más  oscura  su  in- 
vestigación,  sin   haber   dado    ninguno    en    el 
blanco  de  la  verdad,  por  ser  más  fácil  conven- 
cer lo  supuesto  y  ageno  de  ella  que  el  hallarla; 
«O  utinan  (dijo  un  gran  político)  tan  facile  esset 
vera  dicere,  quam  falsa  convincere.»  Sin  em- 
bargo de  tanta  confusión,  parece  haber  vencido 
y  allanado  la  aspereza  de   este  monte   de  difi- 
cultades el  trabajo  grande  de  su  autor,  hacién- 
dole, al  parecer,  infalible,  no  dejando  duda  en 
la  materia,  añadiendo  con  este  discurso  sus 
grandes   noticias  y  literatura  singular,  ilustres 
calificaciones  á  este  nuevo  mundo  con  la  nobi- 
lísima descendencia  de  la  invicta  siempre  na- 
ción española,  de  que  hace  convencimiento  con 
demostración. 

Siendo  muy  de  reparar  que  estando  reser- 
vado, como  soberana  Regalía  á  la  sabiduría 
eterna  manifestar  las  cosas  ocultas,  y  escondi- 
das desde  la  constitución  del  mundo,  sin  duda 


ORIGEN  DE    LOS    INDIOS  3 

me  debo  persuadir,  que  á  dicho  señor  ilustró 
algún  rayo  de  la  divina  luz  para  descubrir  la 
verdad  de  lo  que  estaba  tan  confuso  y  tan  in- 
cierto casi  desde  la  segunda  edad  del  mundo, 
en  cuyo  conocimiento,  siento  que  tan  aseado 
papel,  que  dá  tan  profundas  noticias,  no  solo  no 
desdice  de  las  buenas  costumbres  y  misterios 
de  nuestra  Santa  Fé,  sino  que  es  de  mucha  uti- 
lidad este  parto  de  tan  sublime  ingenio,  y  fruto 
de  sujeto  á  todas  luces  tan  recomendable  en 
todo  género  de  letras,  como  lo  han  manifesta- 
do los  doctos  libros  y  eruditos  escritos,  así  en 
las  divinas  como  en  las  humanas,  llenos  de  eru- 
dición sagrada  y  profana  añadiendo   su  mucho 
estudio  el  juicio  que  ha  concebido  de  las  cali- 
dades y  efectos  de  los  Cometas  por  cuenta  del 
que  apareció  y  se  vio  en  esta  ciudad  por  fines 
del  año  pasado  de  680,  trabajo  de  mucha  cu- 
riosidad y  digno  de  que  se  dé  á  luz  pública, 
para  que  llegue  á  noticia  de  todos,  y  así  podrá 
V.  E.  siendo  servido,  como  Virrey,  Gobernador 
y  Capitán  General  de  estos  Reinos  y  Arzobispo 
de  esta  nobilísima  ciudad,  dar  la  licencia  que 
pide  el  Sr.  D.   Diego,  y  que  sin  dilación  al- 
guna gocen  de  tan  lucido  trabajo.  Lima  14  de 
Marzo  de  681. 

Doctor  D,  José  del  Corral 
Calvo  de  la  Vanda. 


APROBACIÓN    DEL  DOCTOR  DON  JUAN  DE  MORALES^ 

VALVERDE,    CANÓNIGO    PENITENCIARIO 

DE   LA   SANTA  IGLESIA   DE   LIMA. 


He  visto,  por  orden  de  V.  E.,  las  dos  obras  ^i) 
que  tiene  destinadas  á  la  prensa  el  Doctor  don 
Diego  Andrés  de  Rocha,  Oidor  de  esta  Real 
Audiencia,  y  reconozco  en  ambas  su  grande  y 
exquisita  erudición,  cristiandad  y  celo.  Admira- 
ble es  la  perspicacia  con  que  descubre  las  hue- 
llas de  los  que  vinieron  á  poblar  estos  Reinos> 
pues  aun  desvanecida  tantos  siglos  á  la  dilata- 
dísima  Isla  Atlántica  (de  que  hacen  mención 
raros  de  los  antiguos  escritores)  divisa  el  señor 
D.  Diego  las  pisadas  de  los  que  vinieron  á  esta 
América,  nuevo  Colón  de  esta  cuarta  parte  del 
Orbe  Terrestre,  investigador  feliz  de  los  prime- 


(i)     Las  dos  obras  á  que  se  refiere  son  las  reimpresas  en  este 
volumen. 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS  5 

TOS  Colonos,  si  de  sus  tierras  lo  fué  él  primero, 
siendo  tan  grande  la  gloria  de  el  estudio,  que 
averigua  el  origen  de  ellos.  Estimable  novedad 
hallar  en  antigüedades  lo  que  no  se  había  podi- 
do entender  antes. 

«Nil  ait,  esse  novum  Salomón,  sub  solé;  Co- 

(lumbus 
In  veteri  mundum  reperit  Orbe  novum.» 

Dijo  un  poeta.  Como  también  lo  es,  reducir 
á  nuestro  Rey  y  Señor  por  el  derecho  de  rever- 
sión les  vasallos,  que  lo  son  por  conquista,  y 
debían  serlo  por  origen,  dicha  de  ellos,  conoci- 
da ahora  por  haber  vuelto  á  su  príncipe  y  prin- 
cipio. 

(íUnius  cuiusque  rei  perfectio  summa 
Est  ad  principium  posse  re  diré  suum.» 
Dijo  el  mismo  Sileno. 

En  la  otra  obra  de  la  observación  y  juicio 
del  Cometa,  que  aquí  vimos  en  los  fines  del  año 
pasado  y  principios  del  presente,  veo  la  mucha 
cordura  y  cristiano  juicio  del  autor.  No  se  des- 
vía de  el  Tribunal  en  que  S.  M.  (que  Dios  guar- 
de) le  puso,  juzgando  con  tanta  rectitud  en  la 
Astrología  como  en  la  Jurisprudencia  y  en  todas 
facultades,  con  tanta  variedad  de  letras  y  sabi- 
duría, que  obliga  á  no  omitir  el  lugar  de  el  8. 
cap.  de  la  Sabiduría: 

«Et  si  justitiam  quis  diligit:  labores  huius 


6  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

magnas  habent  virtutes:  sobrietatem  ením,  61  vír- 
tutem,  quibus  iitilius  nihil  est  in  vita  hominibus. 
Et  si  multitudiiiem  scientae  desiderat  quis,  scit. 
proeterita,  61  de  futuris  oestimat:  scit  versutias 
sermonum,  61  dissolutiones  argumentorum:  sig- 
na, 61  monstra  scit  antequam  fiant,  61  eventus 
temporum,  et  seculorom.» 

Cuanto  dice,  consuena  con  la  sana  doctrina 
y  enseñanza  de  buenas  costumbres.  Este  es  mí 
parecer^  salvo  61.  Lima,  21  de  Abril  de  1681. 

Doctor  D.  Juan  de  Morales 

Valverde. 


Concédese  licencia,  por  lo  que  toca  al  Go- 
bierno y  á  la  Jurisdición  ordinaria  Eclesiástica, 
para  que  esta  obra  se  dé  á  la  prensa.  Lima,  23 
de  Abril  de  1681. 

Vallejo. 


AL  SEÑOR  DOCTOR  DON  JOSÉ  DEL  CORRAL 

CALVO  DE  LA  VANDA,  OIDOR  DE  LA  REAL 

AUDIENCIA  DE  LIMA. 


Antigua  y  loable  costumbre  ha  sido,  y  reci- 
bida como  de  mano  de  unos  autores  á  otros 
desde  el  principio  de  sacar  libros  y  obras  á  la 
luz  pública,  el  escojer  un  patrón  y  Mecenas  con 
que  afianzarlas  y  defenderlas,  abonarlas  y  librar- 
las de  las  injurias  de  los  detractores,  siendo  su 
patrocinio  escudo  en  que  se  rechacen  los  gol* 
pes  de  los  mal  afectos  al  autor.  Las  propieda- 
des que  ha  de  tener  el  patrón,  no  las  omiten  ni 
pasan  en  blanco  los  autores,  viniendo  los  más 
en  que  ha  de  ser  insigne  en  la  virtud,  nobleza 
y  sabiduría,  á  que  se  ha  de  llegar  también  la 
autoridad  para  mayor  defensa  y  aprobación  do 
la  obra  que  patrocina.  Bien  creo  que  tendrá  el 


8  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

aplauso  común  en  la  elección  que  he  hecho  de 
la  ilustre  persona  de  V.  m.  para  la  defensa  de 
esta  obrita  del  Origen  de  los  Indios  Occidenta- 
les, y  que  confesarán  todos,  que  no  solo  para 
obra  tan  pequeña,  sino  para  otras  muy  grandes, 
tiene  V.  m.  las  propiedades  que  he  referido, 
porque  sus  costumbres  son  y  han  sido  siempre, 
no  solo  de  perfecto  cristiano,  sino  de  religioso, 
como  se  reconoció  en  sus  primeros  años  en  esta 
insigne  Universidad  de  Lima,  emporio  de  este 
Perú,  prosiguiendo  con  el  buen  olor  de  ellas  en 
la  de  Salamanca,  madre  y  maestra  de  todas  las 
de  la  Monarquía. 

Lo  ilustre  de  su  sangre  lo  ha  manifestado 
V.  m.  en  su  (modo  de)  obrar,  y  es  conocida  la 
calidad  de  los  Calvos  Corral  y  Vanda,  que  la 
ha  realzado  V.  m.  y  subido  á  mejor  punto,  en- 
troncando con  estas  familias  las  de  dos  ilustrí- 
simos  casamientos  que  ha  celebrado  con  lo  más 
calificado  de  España  y  de  esta  América,  de 
que  ha  tenido  nobilísima  sucesión. 

Querer  ponderar  la  sabiduría  de  V.  m.,  será 
querer  reducir  lo  corto  de  una  epístola  dedica- 
toria, lo  que  parece  no  cabe  en  gran  volumen, 
é  intentar  reducir  el  mar  á  corta  esfera;  mejor 
lo  publicará  aquel  emporio  de  ciencias,  la  in- 
signe Universidad  de  Salamanca,  que  eligió  á 
V.  m.  en  sus  cátedras,  con  el  aplauso,  que  reso- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  9 

nó  hasta    estos   últimos    términos  de   la  tierra. 
Yo,  aunque  no  me  atrevo  á  igualar  á  V.  m.  con 
Papiniano,  pues   ninguno  de  los  jurisconsultos 
fué  digno  de  igualarle,  pero  en  alguna  manera 
me  parece  cuadran  á  V.  m.  algunas  de  las  ala- 
banzas que  de  él  escriben  Lampridio  y  Jacobo 
Cucajacio  llamándole  grande,  máximo,  consul- 
tísimo, diestrísimo,  copioso  en  la  erudición,  va- 
rón de  grande,  sumo  y  excelente  ingenio  y  agu- 
dísimo entendimiento,  sin  otras  alabanzas  que 
le  han  dado  de  esplendidísimo   y  de  antorcha 
muy  reluciente  en  los  derechos;  á  que  yo  añado 
otro  título  que  le  da  la  ley  14  Cod.  de  Praed.  mi- 
nor,  donde  le  llama  prudentísimo,  y  muchas  de 
estas   alabanzas   en   su  proporción   cuadran  á 
V.  m.  y  se  le  pueden  aplicar  sin  rubor  ni  mie- 
do; según  estamos  experimentando  en  nuestro 
Senado  y  demás  actos  literarios,  la  autoridad 
de  V.  m.  es  muy  grande,  así  por  la  que  tiene  en 
su  persona,  como   en  las  muchas   dignidades 
que  ha  ejercitado,   habiendo   sido  nombrado 
por  Oidor  de  la  ciudad  de  la  Plata,  donde  asis- 
tió V.  m.  muchos  años  por  más  antiguo,   y  de 
allí  trasladado  á  la  Fiscalía   de  esta  Real  Au- 
diencia de  los  Reyes,  y  con  brevedad  á  la  pla- 
za de  Oidor  de  ella,  con  que  quedan  ajustados 
los  motivos  del  patrocinio  de  esta  mí  obra,  y 
espero  que  con  tal  patrón  ha  de  ser  muy  bien 


I  o  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

vista  y  celebrada;  dígnese  V.  m.  de  recibir  este 
pequeño  don,  nacido  de  un  muy  gran  afecto 
que  siempre  he  tenido  á  V.  m.  Perdonará  V.  m. 
el  no  ir  esta  obra  levantada  de  estilo,  como  era 
decente  á  tan  grande  y  erudito  varón,  pero  me 
disculpan  los  muchos  embarazos  de  mi  oficio, 
que  apenas  han  dado  lugar  y  ocio  para  compo- 
ner esta  obrita,  y  también  por  seguir  el  conse- 
jo de  San  Gregorio  el  Magno,  que  enseña  per- 
derse muchas  veces  el  sentido  de  la  verdad, 
por  querer,  estudiosamente,  afeitar  y  componer 
el  estilo  de  las  palabras,  á  que  alude  una  decre- 
tal de  nuestro  derecho,  donde  se  dice  «ubiver- 
borum  propietas  attenditur,  sensus  veritatis  ami- 
ttitur. » 

Vale.  Lima,  14  de  Abril  de  1681. 

Doctor  D.  Die^o  Andrés 
Rocha. 


ASC£NSII    PÉREZ    DE  LIZARDI  RECTORIS,  £T  VICARII 

ECCLESi^  S.  JACOBI  URBIS   DE   ALMAGRO  IN 

VALLE  CHINCHEUSI  GRATULATIO  HEN- 

DECASYLLABA  EXIMIO;  AC  INTEGER- 

RIMO  LIMENSIS  AREOPAGI  SE- 

NATORI  DOM.  DOC.   D.  DI- 

DACO    ANDREA 


45123 

ROCHA 


34512 
«CHARO,  sed  Domino;  sed  61  Magistro: 
CHARO,  sed,  Themi  quem  doces,  Lycurgo: 
CHARO  ter  mihi,  milliesque  ¿I  ultra, 
Intermissa  licet,  situque  torpens, 
Submisse,  mea  Musa,  gratulare? 
Sed  qui?  Versiculis  Catullianis 
Plenis  hendecasyllabo  lepore? 
Non:  sed  carminibus,  quibus  Catonem, 
Tullum,  vel  Curium  loqui  deceret, 
Puris,  6t  minimé  licentiosis. 
£t  quid?  Quod  colamo  libros  feraci, 
Queis  non  audeat  oblatrare  Momus, 
Et  quos  net  rabidut  canis  momordit, 


,2  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Edat  quotidie,  cedro  que  dignos? 

Sed  quid?  Quod  reducem  colat  Senatus 

Limani  Nemesin  sacrum  Tribunal? 

Sed  quid?  quod  Pater  a  Patronus  idem 

Extet  pauperibus  pium  levamen? 

Non:  sed  quod  (veluti  novus  Columbus 

Antiquum  magis,  a  vetus  metallum, 

Argento  preteosius  nitore, 

Auro  nobilius  micantiore, 

El  sub  Solé  novum,  sed  Occidente) 

Indorum  eífodiat  genus  priorum 

Andreas  silicis  per  impolitas, 

Nempe  oblivia,  cseca  Barbarorum. 

Non  ferro,  ut  fodiuntur  hic  metalla: 

Non  vi,  a  robore,  seu  soleut  fodinse: 

Sed  mente,  a  cálamo  laborioso, 

Insamni  studio,  atque  subsecivo;^ 

Non  ut,  seque,  mosque  ditet  indé: 

Sed  Regni  Indígenas,  novumque  mundum, 

Sudore  hoc  lompletet  erudito. 

Hoc  est.  Hendecasyllabis  modestis 

Quod  gestis  mea  Musa  gratular!.» 


JOSEPHI DE  CONTRERAS  TYPOGRAPHI 
IN  AUTHOREM,  61  LIBRUM 

LUSUS 

DIDACUS  ANDREAS  ROCHA 

ANAGRAMMA 

ANCHORA    VERI 

EPIGRAMMA 


Per  médium  pelagus  Vi7^um  secat  sequoris 

(undas 
Haec  levat  ambiguam^  deprimit,  illa  vatem. 
Hunc,   quamvis  Typis,    quamvis  Palinurus  ¿t 

(illum, 
In  falsi  Syrtes  casca  Charybdis  agit. 
Tutus  at  Andreas  in  Veri  puppe  Magister, 
Anchara  securom  nomine  reddit  iter. 
Seu  genus  Indorum,  veteris  primordia  gentis^ 
Usque  adeo  abstrusum  paudat  in  Orbe  novó. 
Seu,  quem  pertinuit  mundus  lento  igne  Come. 

(tam, 
Supra  hominum  captum  disputet  ore  pió. 
Sed  fortasis  ais:  multa  hic  elementa  supersunt. 


14 


DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 


Et  rígidas  leges  hoc  Anagramma  fugit. 
Non  negó,  mi  lector:  sed  dic,  nisi  multa  redun- 

(det 

Littera,  tu  tantum  nomen  in  ore  feres? 


I 


DE  GERÓNIMO  DE  CONTRERAS  IMPRESOR 
CANCIÓN 


Si  con  tu  docta  pluma 
Mediste  las  Religiones 
Por  ellas  da  pregones 
La  aclamación  debida 
A  tanta  nueva  vida 
Como  de  todas  ellas 
Sacaste  sin  segundo 
Para  dar  vida  á  aqueste  nuevo  Mundo 
Una  América  y  otra 
Te  debe  su  nobleza: 
Por  tí  á  ser  más  empieza 
Ya  noble  el  Occidente, 
Coronando  la  frente, 
Que  antes  humilde  era, 
Pues  con  tu  pluma  sola 
Se  descubre  animar  sangre  Española. 


1 5  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

Rendida  ya  te  debe 

Reconocer  su  gente, 

Y  grata,  y  reverente 

Una  y  otra  cabeza 

Orlada  de  nobleza 

Reverenciar  tus  letras. 

Pues  tendrán  más  estima, 

Publicadas  de  Méjico  y  de  Lima. 

De  aquí  r.ubes  al  cielo 

Y  del  nuevo  Cometa 

Efectos  interpreta 

Tu  discurso  piadoso 

Tanto  como  estudioso; 

Dichoso  tú  mil  veces 

Pues  puede  tu  desvelo 

Medir  la  tierra  y  explicar  al  Cielo. 


í 


CAPITULO  I 


EN  QUE  SE  PONEN  VARIAS   OPINIONES    ACERCA    DEL 
ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


I.  Grande  y  porfiada  disputa  han  tenido  los 
historiadores  é  intérpretes  de  las  letras  di- 
vinas y  humanas  sobre  descubrir  el  origen  de 
estos  indios  occidentales,  y  hallar  el  modo  y 
camino  por  donde  vinieron  á  esta  región  An- 
tartica, ocupando  este  reino  del  Perú  y  el  de 
Méjico.  Todos  concuerdan  en  que  vinieron  de 
una  de  las  tres  partes  del  mundo  que  eran  co- 
nocidas de  Asia,  África  ó  Europa,  discordando 
casi  todos  en  cual  sea  de  la  que  vinieron,  y  de 
la  nación  primera  de  que  fueran  propagados. 
Cada  uno  de  ios  intérpretes  apoya  su  sentir  con 
lugares  de  historias  antiguas,  y  también  con  in- 
ducción de  algunos  lugares  sagrados,  y  en  este 


1 8  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

negocio,  como  advierten  el  padre  Acosta  y  el 
doctor  D.  Juan  de  Solorzano,  es  más  fácil  el 
argumentar  contra  las  opiniones  que  definir  ni 
acertar  con  la  verdadera. 

2.  Por  uno  de  cuatro  modos  se  puede  11':- 
gar  al  conocimiento  de  las  cosas,  según  di- 
cen los  filósofos,  porque  se  investigan  por  cien- 
cia, ó  por  opinión,  ó  por  fé  divina,  y  por  tradi- 
ción ó  fé  humana.  Este  origen  de  los  Indios,  y 
de  qué  partes  vinieron.no  parece  se  puede  saber 
por  ciencia,  porque  no  hay  demostración  para 
conocer  evidentemente  su  origen.  Por  opinión 
también  parece  no  ser  suficiente,  porque  lo  que 
se  reduce  á  ella  es  dudoso,  y  se  funda  en  fun- 
damentos probables  y  no  concluyentes,  porque 
cada  uno  prueba  con  los  suyos  su  intento.  Por 
fé  divina,  no  parece  hay  lugar  en  las  Escrituras, 
que  nos  enseñe  este  origen  de  los  indios,  ni  de 
qué  hijo  de  Noé  desciendan,  ni  de  qué  parte 
viniesen;  y  si  hay  lugar  en  las  divinas  letras,  es- 
tará en  los  Profetas,  y  muy  escondido,  y  será 
menester  la  gracia  de  Nuestro  Señor  Jesucristo 
que  descubre  todo  lo  que  está  oculto  desde  la 
constitución  y  origen  del  mundo,  como  se  dice 
en  el  Evagenlio. 

Por  tradición  y  fé  humana  no  parece  lo  po- 
demos saber,  porque  hasta  que  Colón  descu, 
brió  las  Indias,  no  hay  evidencia  de  que  las 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  1 9 

hubiese,  antes  las  tuvieron  por  inhabitables, 
negando  haber  Antípodas.  San  Agustín,  libro 
1 6,  de  Civit.  Dei.  Lactancio,  lib.  7,  de  divia. 
instit.  cap.  23.  Nazianz,  Epist.  17.  ad  postum. 
Aristo,  2.  Methe,  cap.  5.  Plin,  lib.  2  cap.  68.  y 
después  de  descubiertas  las  Indias,  si  algunos 
habían  de  dar  esta  noticia  y  tradición,  eran  los 
mismos  Indios,  pero  como  carecían  de  letras  y 
libros  é  historias,  y  se  gobernaban  solo  con 
unas  pinturas  ó  con  cuerdas  con  nudos  de  di- 
versos colores,  que  llamaban  Quipos^  no  po- 
dían tener  noticias  muy  antiguas. 

3.  De  lo  dicho  se  infiere  que  este  negocio 
está  reducido  á  opiniones,  y  para  que  le  conste 
al  lector,  las  más  principales  que  ha  habido  las 
pondré  en  compendio,  y  como  por  índice,  de- 
jando para  los  capítulos  siguientes  la  opinión, 
que  tengo  por  verdadera,  en  que  entiendo  me 
ha  ayudado  nuestro  Redentor,  y  alumbrádome 
por  su  misericordia. 

4.  La  primera  opinión  fué  de  muchos  doc- 
tores que  tuvieron  por  cierto  que  estas  Indias 
Occidentales  fueron  ocupadas  de  los  cartagi- 
neses, como  se  podrá  ver  en  iVlejo  Venegas, 
en  el  lib.  2,  cap.  22,  y  en  lo  que  refieren  don 
Juan  de  Solorzano,  Torquemada,  Calancha  y 
otros;  y  así  tienen  por  constante  que  de  ellos 
descienden  estos  Indios.  Comprueba  su  sentir 


20  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Alejo  Venegas,  con  un  lugar  de  Aristóteles,  en 
un  tratado  que  está  en  sus  obras,  acerca  de  las 
maravillas  que  se  hallan  en  la  naturaleza,  donde 
refiere  el  filósofo  que  unos  navegantes  de  Carta- 
go  (en  tiempo  que  señoreó  á   España)   navega- 
ron desde  las  columnas  de  Hércules,    ó  Cádiz, 
y  que  después  de  muchos  días   de  navegación 
llegaron  á  una  isla  desierta  de  gente,  aunque 
era  abundante  y  dispuesta  para  mantenimien- 
tos y  frutos  de  mucha  madera  y  con  caudalo- 
sos rios,  y  que  se  quedaron  en  ella  y  la  pobla- 
ron y  que  el  Senado  de  los  cartagineses   sintió 
mucho   esta  navegación   y  noticia,   y  vedó  la 
embarcación  á  ella,  decretando  pena   de  muer- 
te contra   los   que  habían  pasado  á  poblar  di- 
cha isla.  Estas  son  palabras  de  Aristóteles,  de 
que  también  hacen  mención   los   autores  cita- 
dos, de  que  infieren  que  navegación  tan   larga 
por   el  Occeano,  y  á  tierras  desiertas,  no  pudo 
ser  otra  que  á  las  islas  de  Santo  Domingo  ó  de 
Cuba,  y  que  ésto?  fueron  los  primeros  que  po- 
blaron esta  América,  y  que  de  ellos  descienden 
los  indios. 

5  Tengo  observado  en  comprobación  de 
esta  opinión  de  Alejo  Venegas,  dos  lugares  de 
Celio  Rodiginoen  sus  Lecturas  antiguas,  el  uno 
en  el  libro  i  cap.  22,  y  el  otro  en  el  lib.  17, 
cap.  final,  en  que  dá  á  entender  haber  sido  co- 


I 


ORIGEN  DE    LOS    INDIOS  21 

nocidas  estas  Indias  por  los  antiguos,  y  que 
navegó  á  ellas  en  tiempo  de  los  cartagineses 
un  gran  Argonauta  llamado  Hannon,  y  Plinio 
en  el  lib.  2  de  su  Natural  historia,  cap.  67,  re- 
fiere los  largos  viajes  que  hizo  este  Hannon  des- 
de Gibraltar  hasta  lo  último  de  Arabia,  pa- 
sando dos  veces  la  Equinocial^  y  también  re- 
fiere Arriano,  de  nación  griego,  autor  antiguo, 
en  el  libro  8  de  su  Comentario,  indicó  cómo 
el  referido  Hannon  hizo  otra  navegación  casi 
semejante  á  la  que  en  nuestros  tiempos  hizo 
Colón,  y  de  estas  ultimas  navegaciones,  escribe 
el  P.  Maluenda  en  sus  libros  de  Anti-Cristo, 
lib.  3,  cap.  16  y  Gomara  en  la  Historia  de  las 
Indias,  en  lá  primera  parte. 

6.  El  P.  Mariana,  en  el  tomo  I  de  la  Histo- 
ria de  España,  lib.  2,  cap.  2,  en  el  ñn,  dice  lo 
siguiente: 

«Por  el  mismo  tiempo,  como  algunos  carta- 
gineses partiesen  de  España  por  mar,  ó  sea 
arrebatados  contra  su  voluntad  de  algún  recio 
temporal,  ó  sea  con  deseo  de  imitar  á  Hannon, 
tomando  la  derrota  entre  Poniente  y  Mediodía, 
y  vencidas  las  bravas  olas  del  gran  marOcceano, 
con  navegación  de  muchos  días,  descubrieron 
y  llegaron  á  una  isla  muy  ancha,  abundante  ds 
pastos,  de  mucha  frescura,  y  arboledas,  y  muy 
rica,  regada  de  ríos  oue  de  montes  muv  emai- 


2  2  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

nados  se  derivaban,  tan  anchos  y  bordables 
que  se  podían  navegar.  Por  las  cuales  causas, 
y  por  estar  yerma  de  moradores,  muchos  de 
aquella  gente  se  quedaron  allí;  los  demás  con  su 
flota  dieron  la  vuelta,  los  cuales,  llegados  á 
Cartago,  dieron  aviso  al  Senado  de  todo.  Aris- 
tóteles dice,  que  tratado  el  negocio  en  el  Sena- 
do, acordaron  encubrir  estas  nuevas,  y  para  ese 
efecto,  hacer  morir  á  los  que  las  trajeron,  por- 
que no  dejasen  la  ciudad  yerma,  y  de  común 
acuerdo  se  fuesen  á  poblar  tierra  tan  buena.  Que 
era  mejor  carecer  de  aquellas  riquezas  y  abun- 
dancia, que  enflaquecer  las  fuerzas  de  la  ciudad 
con  extenderse  mucho.  Esta  isla  se  creen  algu- 
nos fuese  alguna  de  las  Canarias;  pero  ni  la 
grandeza,  en  particular  de  los  ríos,  ni  la  frescu- 
ra, concuerdan;  y  así,  los  más  eruditos,  están 
persuadidos,  es  la  que  hoy  llamamos  de  Santo 
Domingo  ó  Española,  ó  alguna  parte  de  la  tie- 
rra firme  que  cae  en  aquella  derrota.» 

Hasta  aquí  el  P,  Mariana,  con  que  da  clara- 
mente á  entender  que  en  tiempo  del  señorío  de 
los  cartagineses  en  España,  que  es  de  lo  que  va 
hablando,  vinieron  á  estas  Indias  Occidentales 
los  cartagineses  con  los  moradores  de  ellas;  y 
bien  sé  ve,  por  la  descripción  y  riquezas  y  de- 
rrotero que  trajeron,  cómo  habla  de  estas  In- 
dias. 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  23 

7.  Añade  el  P.  Torquemada  en  su  Monar- 
quía Indiana,  lib.  i,  cap.  lo,  que  fué  grande  la 
turbación  de  los  cartagineses  sobre  el  descu- 
brimiento de  esta  isla,  por  lo  cual  salió  deter- 
minado que  se  echase  bando  y  pregón  gene- 
ral que  cualquiera  que  fuese  osado  de  nave- 
gar aquella  isla,  que  muriese  por  ello  y  que  los 
que  habían  quedádose  en  ella,  y  pobládola,  los 
matasen  si  los  pudiesen  haber  á  las  manos,  aña- 
diendo esta  circunstancia  al  lugar  de  Aristóte- 
les, cuya  es  esta  noticia,  si  bien  no  ignoro  que 
algunos  han  intentado  ó  presumido  que  este 
libro  no  es  de  Aristóteles,  sino  de  Teofrasto;  tie 
nen  tanto  crédito  en  esta  parte  como  los  do 
Aristóteles,  y  el  común  de  los  intérpretes  está 
por  la  fé  de  que  este  libro  es  verdaderamente 
de  Aristóteles. 

8.  Corrobora  el  maestro  Venegas  esta  opi- 
nión de  que  los  indios  proceden  de  los  cartagi- 
neses que  salieron  de  Cádiz  con  su  navegación 
há  más  de  dos  mil  dos  cientos  años,  y  Tor- 
quemada, ubi  supra,  con  que  los  cartagineses, 
en  lugar  de  letras,  usaban  de  pinturas  y  carac- 
teres, como  lo  prueba  con  autoridad  de  Virgi- 
lio, y  lo  trae  también  fray  Gregorio  García,  en 
su  libro  del  Origen  de  los  Indios,  lib.  2,  cap.  i, 
en  el  §  2  y  6,  y  el  P.  Torquemada,  en  el  citado 
lugar,  diciendo  que  las  letras  que  entonces  usa- 


24  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

ban  los  cartagineses,  eran  caracteres  de  cosas 
pintadas,  como  eran  las  pinturas  en  que  leyó 
Eneas  la  destrucción  de  Troya  en  el  templo  de 
Cartago,  como  tenemos  nosotros  muchas  histo- 
rias, pintadas  en  lienzos,  paños  y  retablos,  de 
que  infiere  Venegas,  y  con  fuerza,  que  estos  in- 
dios descienden  de  los  cartagineses  que  vinie- 
ron de  España,  porque  se  halló  en  el  descubri- 
miento nuevo  de  estas  Indias,  que  usaban  estos 
indios  de  este  modo  de  caracteres  con  diversos 
colores  en  sus  Quipos  y  diferentes  pinturas,  con 
que  conservaban  sus  antigüedades. 

9.  Adelántase  esta  opinión  de  que  los  in- 
dios occidentales  descienden  de  cartagineses, 
con  la  costumbre  que  tenían  de  sacrificar  hom- 
bres y  niños  á  sus  dioses,  porque  según  refieren 
Eusebio  de  la  Preparación  Evangélica,  lib.  4, 
cap.  7,  y  Genebrardo  sobre  el  Psalmo,  105  y 
Justino  en  el  lib.  18.  Ravicio  Textor,  in  Officina, 
lib.  I,  cap.  14,  infiere  fueron  los  cartagineses, 
sobre  otras  naciones,  los  más  supersticiosos  en 
sacrificar  hombres  y  muchachos  á  sus  dioses,  y 
refieren  cómo  en  un  día  sacrificaron  á  Saturno 
trescientos  niños  y  mancebos  para  pedir  la  paz 
de  sus  dioses,  y  conservación  y  salud  de  su  rei- 
no, y  en  esto  se  parecen  mucho  los  indios  á  los 
cartagineses,  porque  en  todo  este  Perú,  y  en  es- 
pecial en  Nueva  España,  tenían  costumbre  los 


I 


ORIGEM    DE    LOS    INDIOS  25 

indios  de  sacrificar  hombres  á  sus  dioses,  como 
se  verá  en  los  autores  que  escriben  las  historias 
de  estos  reinos,  en  especial  en  el  P.  Torquema- 
da,  lib.  I.  cap.  9.  Y  no  sin  causa,  á  la  primera 
tierra  que  se  conoció  en  estas  Indias,  se  le  puso 
el  nombre  de  Cartagena. 

10.     La  seguada  opinión  es  de  otros  graves 
autores,  que  discurren  que  ios  primeros  pobla- 
dores de  estas  Indias  fueron  fenicios,  como  re- 
fiere el  señor  D.  Juan  de  Solorzano  en  su  Polí- 
tica, lib.  I,  cap.  5,  folio  20,  y  adelanta  esta  opi- 
nión el  P.  Fr.  Gregorio  García,  en  el  lib.  4  del 
Origen  de  los  Indios,  cap.   22.  Fúndalo  en  las 
largas  navegaciones  que  esta  nación  hizo  por  la 
mar,  sobre  lo  cual  explica  dos  lugares  de  Aris- 
tóteles y  Herodoto  en  el  lib.  4,  y  trae  con  clari- 
dad los  dos  viajes  que  los   fenicios  hicieron  á 
España  después  de  tres  mil  años  de  la  Creación 
del  mundo,  cuando  se  abrasaron  los  montes  Pi- 
rineos, de  los  cuales  llevaron  mucha  riqueza  de 
oro  y  plata,  y  muchos  de  ellos  quedaron  en  Es 
paña,  y  navegarían  desde   Cádiz  por   el  mar 
Atlántico  á  aquella  isla  y  tierra  firme,  que  diji- 
mos en  el  número  7  y  8.  A   que  se  añade  con 
autoridad    de  Plinio  en  el  lib.   5,   cap.  12,  que 
los  fenicios  fueron  los  inventores  de  navegar 
demarcando  las  estrellas,  con  que  se  engolfaban 
á  largas  navegaciones,  y  así,  parece  que  los  in- 


2  6  DIEGO   ANDRÉS    ROCHA 

dios  descienden  de  estos  fenicios,  y  que  de 
ellos  se  debe  hacer  el  mismo  juicio  que  de  los 
cartagineses,  que  antes  de  los  romanos  domina- 
roa  á  España. 

1 1 .  Tuvieron  también  los  fenicios  costumbre 
de  sacrificar  hombres  y  muchachos  á  sus  dioses, 
como  lo  advierte  Ravisio  Textor  en  su  Officina, 
lib.  I,  cap.  14,  en  la  palabra  Fhenices^  lo  cual 
observaban  también  los  indios,  como  dijimos 
en  el  número  antecedente. 

Son  los  fenicios  pueblos  en  Siria,  y  ocupan 
gran  parte  del  Asia,  como  explica  Antonio  Ne- 
bricense  en  el  Diccionario  de  pueblos  y  ciuda- 
des, en  la  palabra  Phenices. 

Una  duda,  y  grave,  se  ofrece  contra  esta  se- 
gunda opinión,  y  es  que  los  fenicios  fueron  in- 
ventores de  las  letras,  como  de  autoridad  de  al- 
gunos autores,  lo  advierte  el  P.  Fr.  Gregorio 
García  en  el  lib.  4  del  Origen  de  los  Indios,  ca- 
pítulo 22,  al  ñn,  y  así  parece  no  pueden  descen- 
der de  ellos  estos  indios,  que  ni  usaban  de  le- 
tras ni  de  escritura. 

12.  La  tercera  opinión  es  de  muchos  docto- 
res que  dicen  que  estos  indios  descienden  de 
los  chinos  y  tártaros,  como  lo  traen  el  Sr.  Solor- 
zano,  el  P.  Torquemada  y  el  P.  Calancha,  que  se 
inclinan  á  esta  opinión,  y  de  verdad,  que  consi- 
deradas las  razones  que  por  ella  se  pueden  pon- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  2^ 

derar,  y  la  conformidad  y  color  de  unos  y  otros 
indios,  parece  tener  mucha  probabilidad  esta 
opinión. 

Lo  primero,  porque  no  hallo  mucha  distan- 
cia, por  los  mapas,  desde  la  China  al  reino  de 
Anian,  de  donde  pudieron  venir  los  chinos  por 
tierra  al  de  Quivira ,  que  es  continente  con  la 
Nueva  España  y  Perú. 

Lo  segundo,  por  el  color,  facciones  y  dispo- 
sición délos  cuerpos. 

Lo  tercero,  porque  los  chinos  adoran  al  Sol 
por  Dios,  y  lo  mismo  hacen  estos  occiden- 
tales. 

Lo  cuarto,  porque  los  chinos  tienen  un  Dios, 
por  mayor  que  ]os  otros,  y  lo  mismo  obserban 
los  indios  de  Nueva  España  y  Perú;  estos,  en- 
tre sus  dioses,  tenían  uno  por  mejor  y  más 
grande  y  por  criador  de  cielo  y  tierra,  y  le  lla- 
maban Viracocha,  Pachayachachic,  y  aquellos 
de  Nueva  España  ó  Méjico,  otro  Dios  superior 
que  nombraban  Vitzilipuztli,  como  consta  de 
lo  que  escribe  el  P.  Fr.  Gregorio  García,  lib.  4, 
cap.  22. 

Que  los  chinos  poblaron  esta  América,  lo 
prueba  Galván,  referido  por  el  P.  Lucena  en 
la  Vida  de  San  Francisco  Javier,  lib.  10,  capí- 
tulo 22. 

Parécense  también  en  las  ceremonias,  como 


2  8  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

dice  el  citado  Padre,  y  unos  y  otros  indios, 
orientales  y  occidentales,  usan  de  lavatorios  en 
algunas  fiestas,  y  que  con  esto  juzgaban  quedar 
sin  pecados. 

Añade,  que  chinos,  mejicanos  y  peruanos, 
contaban  los  meses  por  la  Luna,  y  que  todos, 
en  algún  tiempo,  contaron  sus  historias  por 
cordeles,  nudos  y  r;imales,  sustituyendo  esto 
en  lugar  de  letras,  y  juntamente  prueba  cómo 
los  chinos  y  mexicanos  y  estos  del  Perú,  se  se- 
pultaban con  sus  criados  y  que  entraban  en  sus 
guacas  y  sepulcros  mantenimientos  y  riquezas 
y  juzgaban  que  todo  lo  llevaban  á  la  otra  vida, 
donde  les  había  de  servir;  y  finalmente,  prueba 
cómo  los  chinos  tienen  una  ley  peregrina,  y  es, 
que  no  hereden  los  hijos  á  los  padres,  sino  los 
sobrinos,  y  en  algunas  naciones  de  estos  indios 
occidentales,  se  observaba  lo  mismo,  para  lo 
cual  se  vale  de  la  autoridad  de  Gomara,  en  la 
I.*  parte,  fol.  17  y  fol.  41. 

Y  todo  lo  dicho  lo  aplica  el  referido  Padre 
también  á  los  tártaros,  probando  que  guardan 
los  mismos  ritos  y  ceremonias  que  los  chinos- 
13.  La  cuarta  opinión  ha  sido  de  grandes 
varones,  que  han  (dicho)  alucinados,  que  estos 
indios  tienen  su  origen  y  descienden  de  la  gente 
atlántica,  y  que  esta  fué  la  primera  que  pasó  á 
estas  Indias  Occidentales  y  las  poblaron  y  pro- 


I 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  29 

pagaron,  como  se  podrá  ver  en  los  escritos  de 
D.  Juan  de  Solorzano,  en  el  tomo  I,  cap.  4,  y  á 
esta  opinión  se  arrimaron  teniéndola  por  verda- 
dera, Gomara,  parte  primera  de  la  Historia  In- 
diana, fol.  1 20,  y  Zarate  en  el  Proemio  al  lector 
de  su  Historia  del  Perú.  lusto  Lvppio  in  Phisio- 
log.  Stoic.  lib.  2,  disert.  19  y  lib.  i  De  Cons' 
tantía,  cap.  15 . 

Para  la  inteligencia  de  esta  opinión,  es  me- 
nester suponer  que  en  las  mudanzas  que  ha  te- 
nido la  naturaleza  y  falta  de  algunas  cosas  que 
se  han  observado  en  ella  desde  el  principio  del 
mundo,  una  y  muy  principal  ha  sido  el  no  ha- 
llarse la  isía  Atlántica,  tan  celebrada  de  los  au- 
tores antiguos,  de  la  cual  tomó  nombre  el  mar 
Atlántico,  que  es  el  Occeano,  que  corre  desde 
Cádiz  hasta  Indias. 

Isla  tan  grande,  que  los  que  la  admiten  ob- 
servan que  era  mayor  que  toda  el  Asia  y  África, 
y  el  que  menos  le  da  son  mil  leguas  de  largo, 
y  tienen  por  constante  que,  con  un  gran  temblor 
se  la  tragó  el  mar  con  todos  sus  moradores, 
como  se  verá  en  lo  siguiente: 

Platón,  que  se  levantó  por  su  doctrina  y  bue- 
nas costumbres  morales,  con  el  nombre  de  di- 
vino varón,  sabio,  que  no  se  preciaba  de  men- 
tir, cuenta  en  su  Timeo  una  historia  que  los 
egipcios  referían  en  loor  de    los    atenienses. 


30  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

alabándolos  de  que  habían  vencido  muchos  re- 
yes y  numerosos  ejércitos,  que  aportaron  á  sus 
tierras,  saliendo  desde  su  grande  isla,  llamada 
Atlántica,  que  comenzaba  desde  las  Columnas 
de  Hércules,  y  navegando  por  la  mar  á  sus  con- 
fmes,  refiere  el  mismo  Platón  que  desde  esta 
isla  Atlántica  se  navegaba  á  otras  islas  grandes, 
como  decían  los  egipcios,  las  cuales  estaban 
más  adelante,  y  que  estaban  vecinas  á  la  tierra 
continente,  y  que  después  de  ella  se  seguía  el 
verdadero  mar,  y  de  esta  relación  no  se  puede 
negar  que  las  islas  que  refiere  Platón,  despi.és 
de  la  Atlántica,  son  las  que  hoy  llaman  de  Bar- 
lovento, la  Española,  Cuba,  Puerto  Rico,  Jamai- 
ca y  otras. 

La  tierra  continente,  que  estaba  después  de 
ellas,  es  todo  el  Perú  y  Nueva  España. 

El  mar  verdadero  ^'quién  duda  ser  el  mar 
del  Sur?  el  cual,  en  comparación  del  Occeano, 
del  Mediterráneo,  del  Caspio,  Bermejo, Escítico 
y  otros  mares,  se  entiende  el  verdadero  mar,  y 
los  referidos  como  arroyos  en  su  comparación; 
pues  según  el  cómputo  de  Tornelio,  Gomara  y 
el  P.  Torquemada,  bojea  este  mar  del  Sur  por 
toda  esta  América,  ai  Norte  y  Sur,  más  de  siete 
mil  leguas. 

Muchos  autores,  y  de  gran  autoridad,  tienen 
por  fabulosa  esta  historia  de  los  egipcios,  refc- 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  31 

rida  de  Platón,  como  se  podrá  ver  en  el  Padre 
Acosta,  lib.  I  de  la  Historia  Indiana,  cap.  22;  el 
Dr.  D.  Juan  de  Solorzano,  en  su  Política,  lib.  i, 
cap.  5,  fol.  20,  y  aun  Proclo  y  Porfirio,  discípu 
los  del  mismo  Platón,  quieren  que  esta  historia 
de  su  maestro  tenga  más  de  alegoría  que  de 
verdad,  como  refiere  Marsilio  Ficino,  (i)  sobre 
elTimeo,  cap.  4,  aunque  este  autor,  como  vere- 
mos más  abajo,  tiene  por  muy  cierta  esta  histo. 
ría  de  la  isla  Atlántica,  referida  por  los  egipcios, 
como  también  la  tienen  por  verdadera  Pame- 
lio,  en  las  notas  ai  Apologético  de  Tertuliano, 
en  el  núm.  528,  y  lo  mismo  afirman  Crantor, 
primer  intérprete  de  Platón  en  el  Comentario 
de  Cricias,  y  Plotino  sobre  el  Timeo  y  sobre 
Cricias  y  Juan  Serrano  también  sobre  el  Co- 
mento de  Cricias  y  concuerdan  en  ser  ciertísima 
la  historia  de  la  isla  Atlántica,  y  como  tal,  la 
refiere  el  P.  Eusebio  Nieremberg  en  su  Filosofía, 
lib.  I,  cap.  22,  donde,  contando  los  estragos  que 
ha  hecho  el  mar,  da  por  sentado  el  que  refie- 
re Platón,  de  que  se  sorbió  el  Occeano  la  isla 
Atlántica,  que  era  mayor  que  Europa  y  Libia,  y 
aún  más  abajo,  da  á  entender  que  el  mar  Medi- 


(i)  La  edición  á  que  hace  referencia  se  titula  "Divini  Plato- 
nis  opea  omnia  Marsilio  Ficino,  interprete^  Lugduni,  apud  An- 
tonium  Vicentium,  MDLXX,  en  folio. 


32  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

terráneo,  habiendo  sido  tierra  seca,  se  anegó, 
sobrepujando  el  Occeano  entre  Cádiz  y  Gibral- 
tar,  haciendo  aquel  estrecho;  lo  cual,  sin  duda, 
sucedió  por  haber  tragado  aquel  mar  una  isla 
tan  grande,  que  ocupando  sitio  dentro  de  sus 
ondas,  había  de  buscar  el  agua  otro  lugar  don- 
de asentarse,  y  se  hizo  un  tan  gran  mar  como 
el  Mediterráneo. 

De  la  verdad  de  esta  isla  Atlántica,   escribe 
Gomara  en  su  Historia  Indiana,  fol.  119. 

Pende  de  la  averiguación  de  esta  isla  la 
probabilidad  de  esta  opinión,  porque  si  hubo 
esta  isla  Atlántica  y  desde  Cádiz  corría  más  de 
mil  leguas  por  el  Occeano,  ocupada  de  reinos  y 
gentes,  y  llegaba  cerca  de  las  islas  de  Barloven- 
to, parece  casi  evidente,  que  estando  estas  tan 
cercanas  á  la  tierra  firme  de  estas  Indias  occi- 
dentales, que  de  esta  gente  se  poblarían,  y  así 
es  menester  poner  con  más  evidencia  lo  que  es- 
cribe Platón,  el  cual,  en  un  libro  que  titula  Ti  - 
meo  ó  de  Natura,  algo  sumariamente,  y  luego, 
en  otro  diálogo  que  le  sigue  inmediatamente 
después  del  Timeo,  y  le  llama  Atlántico,  trata 
de  la  historia  que  hemos  referido  de  los  egip- 
cios en  loor  de  los  atenienses,  y  recopila  lo  que 
hemos  dicho  de  la  isla  Atlántica,  diciendo  cómo 
contenía  diez  reinos,  que  dividió  Neptuno  entre 
diez  hijos  suyos;  y  que  al  mayor,  que  se  nombra 


ORIGEN   3a  LOS    INDIOS  33 

Atlas,  ó  sea  Atlante,  le  dio   el  reino  mayor  y 
mejor  de  todos  diez  reinos. 

Cuenta  otras  muchas  cosas  de  las  costum- 
bres y  riquezas  de  esta  isla,  especialmente  de 
un  templo,  que  estaba  en  la  ciudad  principal, 
cuyas  paredes,  techumbres  y  pavimento,  esta- 
ban cubiertos  de  oro,  plata  y  latón  y  otras  mu- 
chas particularidades,  que  se  pueden  ver  en  el 
original  y  muchas  cosas  de  aquellas  las  obser- 
vaban los  indios  en  su  gentilidad. 

Las  palabras  de  Platón  en  el  principio  del 
Timeo,  traducidas,  son  como  siguen,  y  casi  las 
mismas  que  escribió  Crisias  á  Sócrates,  Timeo 
y  Hermócrates,  atenienses. 

Habla  con  los  atenienses,  y  les  dice: 

«Tiénese  por  cierto  que  vuestra  ciudad  re- 
sistió en  tiempos  pasados  á  innumerables  ene- 
migos que,  saliendo  del  mar  Atlántico,  habían 
tomado  y  ocupado  casi  toda  Europa  y  Asia, 
porque  entonces  aquel  estrecho  era  navegable. » 
(Va  hablando  del  mar  Atlántico,  que  es  el  que 
está  saliendo  de  Gibraltar,  ateniendo  á  la  boca 
de  él  y  casi  á  su  puerta  una  isla  que  comenzaba 
desde  cerca  de  las  Columnas  de  Hércules,  que 
dicen  haber  sido  mayor  que  Asia  y  África,  y  des- 
de esta  isla  había  contratación  y  comercio  con 
otras  islas,  y  de  ellas  se  comunicaba  con  la  tierra 
firme  y  continente  que  estaba  frontera  de  ellas, 

3 


34  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

vecina  del  verdadero  mar,  y  aquel  mar  se  pue- 
de con  razón  llamar  verdadero  mar,  y  aquella 
tierra  se  puede  justamente  llamar  tierra  firme 
y  continente.» 

Hasta  aquí  Platón,  si  bien  poco  más  abajo 
dice  que  hacía  nueve  mil  años,  cuando  él  escribe 
esta  historia,  que  sucedió  anegarse  y  hundirse 
aquella  isla,  y  que  aquel  mar  quedó  con  tantas 
cie'nagas  y  bajíos,  que  nunca  más  habían  podido 
navegar  ni  pasar  á  las  otras  islas,  ni  á  la  tierra 
firme  de  que  allí  hace  mención;  y  por  esto  que 
dice  Platón  de  los  nueve  mil  años,  han  juzgado 
autores  graves  que  habló  Platón  alegóricamen- 
te y  que  es  fabulosa  esta  historia;  porque  se  res- 
ponde según  Eudoxio  y  Zarate,  referido  arriba, 
hablaba  conforme  al  cómputo  y  modo  de  con- 
tar de  los  egipcios,  cuya  era  la  narracción,  por- 
que estos  á  los  meses  llamaban  años,  y  así  ha- 
bló de  años  lunares,  y  no  solares,  de  modo  que 
eran  nueve  mil  meses  que  hacen  setecientos  y 
cincuenta  años  solares. 

Aunque  Solino  en  su  Polihit.  cap.  3,  también 
observa  que  los  años  de  los  egipcios  eran  de 
cuatro  meses,  como  lo  usaban  también  los  es- 
pañoles, según  Xenophonte  De  aequivocis  tem- 
porum,  donde  también  dice  que  se  inventaron 
los  caracteres  de  las  letras  cuarenta  y  dos  mil 
años  antes  de  Alejandro  Magno,  con  que  se  vé 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  35 

que  habla  de  años  lunares,  y  lo  trae  el  ÍP.  Mo- 
ret,  en  la  Historia  de  Navarra,  lib.  i,  cap.  4,  nú- 
meros 27  y  28,  pero  para  mí  es  mayor  la  auto. 
ridad  de  Eudoxio,  referido  por  Agustín  de  Za- 
rate, y  también  no  dudo  que  variaron  los  egip- 
cios y  que  en  diversos  tiempos  tuvieron  diver- 
sos cómputos  y  que  en  la  antigüedad  los  años 
fuesen  de  un  mes,  se  vé  en  el  Inchiridión  de  los 
tiempos,  fol.  8,  ibi. 

Que  sea  cierta  esta  historia  que  refiere  Pla- 
tón, parece  no  se  puede  negar,  según  las  cir- 
cunstancias tan  indubitables  que  pone  de  esta 
isla,  y  cuando  Platón  fmge  alguna  cosa,  él  mis 
mo  la  llama  fábula,  como  lo  advierte  Marsilio 
Ficino  en  el  lugar  citado;  pero  en  este  lugar  del 
Timeo  dice  que  la  plática  que  quiere  tratar  es 
historia  verdadera,  y  así,   comienza  diciendo: 
«Oye  Sócrates,  una  historia  maravillosa  pero  lle- 
na dv,e verdad»  y  en  el  diálogo  Atlántico  hablado 
ello  como  cosa  verdadera,  y  en  una  y  otra  parte 
refiere  testigos  fidedignos,  de  quienes  oyó  esta 
historia,  diciendo  que  la  supo  de  sus  mayores, 
y  que  Cricias  lo  supo,  por  tradición,  de  su  abue- 
lo, nombrado   asimismo  Cricias,  y  éste  tuvo  la 
relación  verdadera  y  escrita  de  Solón,  el  cual  la 
recibió  de  los  sacerdotes  egipcios  y  de  sus  Alí- 
ñales, que  eran  entonces  los  fieles  y  diputados 
para  la  seguridad  y  fidelidad  de  las  historias 


X6  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

antiguas  que  guardaban  en  sus  archivos,  según 
enseñan  Metástenes  y  Anniano  en  su  catálogo  y 
juicio  de  los  tiempos,  y  así  no  se  puede  decir 
que  Platón  fingió   esto,  porque  nunca  el  que 
miente  ó  finge  se  atreve  á  citar  autores  fidedig- 
nos y  de  crédito,  como  lo  eran  Cricias,  Solón  y 
los  sacerdotes  egipcios;  y  Marsilio  Ficino  cita  á 
Marcelo,  que  escribiendo  la  Historia  de  Etiopía, 
hace  mención  de  la  isla  Atlántida  y  su  destruc- 
ción y  grandeza,  en  que  convienen  también  Dio- 
doro  Sículo  y  el  autor  del  libro  de  los  Milagros 
de  la  Naturaleza,  referidos  por  el  P.  Fr.  Grego- 
rio García,  lib.  4,  cap.  8,  §  i,  donde  también 
refiere  las  autoridades  de   Aristóteles,  que  en 
algunas  partes  de  sus  obras   dice  que  en  aque- 
llos tiempos  no  se  podía  navegar  el  Occeano 
Atlántico,  porque  la  isla  que  se  hundió  lo  dejó 
con  muchos  bajíos. 

Haber  sido  cierta  la  historia  de  la  isla  Atlán- 
tica, demás  de  los  autores  citados,  lo  afirman: 
Plinio,  lib.  2,  cap.  90;  Estrabón,  en  el  lib.  2  de 
su  Geografía;  Diodoro  Sículo,  en  el  lib.  4,  don- 
de á  esta  isla  la  llama  Tritonia,  á  los  cuales  se 
añaden  otros  autores,  no  de  menos  autoridad, 
como  son:  Plutarco,  en  la  vida  de  Seitorio; 
Anniano  Marcelino,  lib.   17;  Tertuliano,  en  su 
Apologético,  cr?.  4,  y  también  en  el  libro  de 
Pallío.  cap.  2;  Arnobio,  en  el  lib.  i,  Contra  los 


ORIGEN   DE    LOS    INDtOS  37 

Gentilc,  ?roco,  filósofo,  á  quien  cita  Marsilío 
Ficino  en  el  comento  del  Timeo;  Ugon  Blosio, 
en  sus  Quod  liberes;  Becano,  en  el  original  de 
Antuerpia,  lib.  3;  Turnebo,  lib.  20,  adversar,  ca- 
pítulo 11;  Luis  Vives,  en  las  notas  sobre  San 
Agustín,  lib.  16,  de  Civit.  Dei,  cap.  9  y  en  el 
mismo  lugar  Leonardo  Coquexo  Pamelio,  en  los 
Escollos  á  Tertuliano,  en  la  anotación  528;  Tho- 
más  Bosio,  De  signo  Ecles,  lib.  20,  cap.  3;  Fray 
Luis  de  León,  Sobre  Abdias  en  el  capítulo  úl- 
timo, fol.  670;  Pedro  Mexía,  en  su  Silva,  4^  par- 
te, cap.  3;  Maluenda,  De  Autich,  lib.  3,  cap.  16; 
Pineda,  De  reb.  Salom,  lib.  4,  cap.  15,  fol.  205; 
Basilio  Ponce,  en  la  quest.  8,  expositiva,  fol.  467; 
Maydo  en  sus  Días  Caniculares,  tom.  I,  coloq.  i , 
fol.  30,  y  coloq.  14,  fol.  337;  Fr.  Juan  de  la 
Puente,  lib.  3,  cap.  21,  §  3,  desde  la  hoja  143. 
De  modo  que  parece  temeridad  oponerse  á 
tantos  y  tales  autores,  que  dan  por  verdadera  y 
cierta  la  isla  Atlántida  y  lo  que  de  ella  escribió 
Platón. 

Dicen  también  haber  sido  cierta  la  isla 
Atlántica,  Pomponio  Mela,  De  Situ  Orbis,  capí- 
tulo 12;  Acosta,  en  la  Historia  Moral  de  Indias, 
lib.  I,  cap.  12. 

De  lo  dicho  se  infiere  que,  siendo  cierta  la 
historia  de  la  isla  Atlántida  y  su  continuación 
á  las  islas  de  Barlovento,  y  que  comenzaba  des- 


^S  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA. 

de  el  estrecho  de  Gibraltar,  ó  poco  después  de 
Cádiz,  extendiéndose   por  ese   gran  golfo,   así 
Norte,  Sur,  como  al  Este,    Oeste,  tenía  espacio 
para  poder  ser  mayor  que  Asia  y  África;  y  que 
cuando  duraba  fuera  del  agua  la  isla  Atlántida, 
pudieron  entonces  pasar  á  estas  partes  occiden- 
tales  muchos  de  los  de  España  y  de  la  misma 
isla,  pues  el  mismo  Platón  y  Cricias,  refieren 
que  tenían  en  ella  grande  abundancia  de  navios, 
y  aun  puertos  hechos  á  mano,  y  el  P.  Fray  Gre> 
gorio  García,  del  Orden  de  Predicadores,  en  el 
lib.  4  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  8,  §  2,  con 
semejanza  de  muchos  lugares  que  hay  en  estas 
Indias,  pretende  probar  la  similitud  de  esta  na- 
ción con  la  gente  Atlántica,  porque  en  Méjico 
llaman  el  agua  con  la  palabra  Atla  ó  Atl  y  á  uno 
de  los  dioses  del  agua  llamaban  Matla,  y  para 
mí  hace  mucha  fuerza  la  similitud,  identidad  y 
cotejo  de  unos  lugares  con  otros  para  probar 
las  cosas  antiguas,  y  se  podrá  ver  un  buen  lugar 
del  P.  Moret  en  la  Historia  de  Navarra,   lib.   i, 
cap,    4,  §   I,  fol.  85,  para  ver  lo  mucho  que 
prueba  la  similitud  de  los  lugares,  para  conocer 
los  orígenes  de  donde  vinieron  los  primeros  po- 
bladores, y  Tito  Libio  lib.  5  De  la  Semejanza  y 
similitud  de  los  lugares,  toma  argumento   para 
los  orígenes  y  demás  de  los  nombres  que  el  Pa- 
dre Fr.  Gregorio  García  identifica  con  la  isla 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  39 

Atlas  ó  Atlántida;  hallo  yo  otros  muchos  en  estas 
Indias,  porque  en  Mechoacan  está  el  pueblo  de 
Acatlan,  y  en  la  provincia  de  Méjico  está  Quan- 
titlan,  Sepastlan,  Cuetaxtlan,  Guatitlan,  Aiotu- 
textlan,  Mequatlan,  Mazatlan,  Cautlan,  Gueva- 
tlan,  Coatlan,  Meztitlan  y  otros  muchos,  de  que 
se  podrá  ver  á  Juan  Laert,De  situ  novi  Orbis,  li- 
bro 5,  cap.  25  y  cap.  13  y  14,  y  cap.  5  y  lib.  7, 
cap.  6  y  7  y  también  en  los  mapas  de  Amé- 
rica. 

14.  La  quinta  opinión  es  también  de  gran- 
des autores,  que  intentan  dar  origen  á  estos  in- 
dios del  linage  de  Ofir,  nieto  de  Heber,  é  hijo 
de  Lectan,  esta  opinión  es  de  Arias  Montanor 
tomo  VII,  cap.  9,  y  de  Genebrardo  en  el  lib.  i 
de  su  Chronica,  fol.  35. 

Ofir,  según  estos  doctores,  pobló  las  tierras 
marítimas  y  costas  del  mar  Occeano  al  Oriente, 
y  de  aquí  pasó  su  linage  y  nombre  á  las  dos  re- 
giones distintas,  Nueva  España  y  Perú,  median- 
do una  península,  que  es  la  tierra  firme. 

Montano  comprueba  su  sentir,  con  que  lo 
mismo  es  Piru  que  Ophir,  vuelto  este  nombre  y 
traspuestas  las  letras;  porque  comenzando  des- 
de Phi^  que  en  hebreo  se  pronuncia  como  P,  y 
trasponiendo  la  R  de  suerte  que  hiera  la  O^  vie- 
ne á  decir  Piro^  y  se  ha  corrompido  la  O  en  ¿7, 
y  hoy  se  llama  Piru. 


40  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Adelanta  su  sentir  Arias  Montano  coa  la 
fuerza  del  número  dual,  y  que  se  nombraron  es- 
tos dos  reinos  del  Piru  y  Nueva  España  Piruaim 
ó  PeruaÍ7n^  como  si  dijésemos,  tierra  ó  región, 
que  es  dos  veces  Piru.  Lo  cual,  aunque  no  en- 
tiendo el  hebreo,  lo  pone  con  tanta  erudición 
Montano,  que  se  conoce  de  ella  su  gran  profun- 
didad en  aquella  lengua,  como  en  las  demás  en 
que  fué  singular.  Y  siendo  lo  mismo  en  este 
sentir  Ophir  que  Piru,  bien  se  sigue  que  el  nom- 
bre Ophir  de  estas  Indias  fué  impuesto  por  el 
que  las  descubrió  y  fundó,  poniéndolas  su  mis- 
mo nombre,  y  que  de  él  y  de  sus  hijos  descien- 
den estos  indios. 

El  P.  Maluenda,  en  el  lib.  3  De  A  nt¡ -Cristo , 
cap.  19,  concordando  con  Arias  Montano  y  Ge- 
nebrardo,  dice  que  el  nombre  Ophir  es  lo 
mismo  que  Piru,  y  que  se  debe  pronunciar  y  de- 
cir Phíru^  conforme  á  la  costumbre  y  modo  del 
idioma  hebraico,  porque  en  los  hebreos  antiguos 
no  se  halla  que  conociesen  la  P  áspera,  sino 
solo  Raphe,  ó  Ph^  como  lo  enseña  San  Jerónimo 
Sobre  Daniel,  cap.  11,  lo  cual  guardan  hoy  día 
los  árabes.  Si  bien  los  hebreos  modernos  usan 
ya  de  la  /^áspera,  y  añade  el  P.  Maluenda  que 
esta  palabra  Phiru  tiene  traspuestas  las  letras 
de  Ophir  ó  Vphiry  y  que  la  lengua  hebrea  usa  á 
cada  paso  de  semejantes  trasposiciones,  y  que 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  41 

io  que  antes  se  decía  Ophir  ó  Phiru,  se  comen- 
zó á  llamar  Piru. 

Hasta  aquí  el  P.  Maluenda,  que  no  favorece 
poco  á  esta  opinión. 

Adelántase  mucho  esta  opinión  con  lo  que 
refiere  el  docto  P.  Fr.  Gregorio  García  en  su  li- 
bro 4  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  6,  §  3,  cu- 
yas palabras  pondré  á  la  letra. 

«Hallamos  en  la  Escritura  Divina  una  gran- 
dísima conjetura  para  creer  que  el  nombre  Piru 
fué  muy  antiguo  apellido,  no  solo  del  reino  del 
Perú,  sino  también  de  la  Nueva  España,  porque 
en^el  Paralipomcnon,  lib.  2,  cap.  3,  se  dice  que 
Salomón  cubrió  el  templo  con  láminas  de  oro  muy 
fino,  el  cual  oro  se  dice  en  el  hebreo  aurum 
parvaim^  que  quiere  decir  claramente  oro  de  la 
tierra  llamada  dos  veces  Piru,  porque  aquella 
terminación  aim  es  número  dual  en  la  graniáti. 
ca  hebrea,  lo  cual  llanamente  cuadra  y  conviene 
á  las  dos  regiones  de  este  Piru  y  Méjico,  y  así 
donde  la  vulgata  dice,  en  el  libro  del  Paralipo- 
menom:  «Porro  autem  aurum  erat  probatissi- 
mum,»  traslada  Sant  Spaguino:  «Aurum  autem 
erat  ex  locu  Parvaim.»  Vatablo  pone:  «Aurum 
vero  eratauru  de  Parvaim.»  Arias  Montano  Ice- 
«Et  aurum  erat  ex  loco  Parvaim.»  Cayetano  lee. 
«Et  aurum,  aurum  Parvaim,»  y  dice  que  es  nom- 
bre de  lugar,  et  inferius\  por  lo  cual  Vatablo, 


42  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Arias  Montano  y  Genebrardo  convienen  en  que  ' 
Parvaim  son  el  Perú  y  Nueva  España. 

No  ayuda  poco  la  traslación  de  los  setenta 
intérpretes:  «Et  auri,  anti  Pharvim»,  el  maestro 
Maluenda  advierte  que  en  Parvaim  more  hebreo 
se  puede  pronunciar  con  Vau  quiescente",  que 
es  nuestra  íí  vocal,  y  Jeen  Paruim  ó  Peruim,  di'" 
ciendo  oro  traido  de  uno  y  del  otro  Perú,  y  de 
estos  fundamentos  tan  sólidos,  se  puede  deducir 
la  certeza  de  tantos  autores  como  han  escrito, 
que  Salomón  llevaba  el  oro  de  estos  Plrúes  y 
que  aquí  vinieron  sus  armadas,  como  lo  tuvie' 
ron  además  de  los  dichos  Guillermo  Póstelo, 
Apud.  Ortel.  P.  Sa.  3,  Reg.  Bocio,  De  Sign.  Ec- 
cel.  lib.  2,  cap.  3.  Marino,  In  arca  Noé,  Pomario 
en  su  Léxico,  Poffevino,  lib.  2,  biblioteca.,  capí- 
tulo 5. 

15.  La  sexta  opinión,  dejadas  otras,  es  de 
Henrico  Martínez,  gran  cosmógrafo,  en  su  Re- 
pertorio, quien  afirma  haber  visto  en  una  provin- 
cia de  Europa,  nombrada  Curlant,  sujeta  á  los 
reyes  de  Polonia,  la  cual  está  en  altura  de  56 
grados  y  en  longitud  de  45,  la  cual  provincia 
dice  estar  poblada  de  gente  de  la  misma  traza, 
color,  condición  y  brío  de  los  indios  de  la  Nue- 
va España,  y  que  el  idioma  suyo  y  el  que  ha- 
blan es  diferente  del  que  usan  las  demás  gen* 
tes  de  las  otras  provincias,  sus  convecinas,  de 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  43 

que  infiere  ser  los  indios  mejicanos  y  estos  de 
Curlant  unos  mismos,  y  que  de  ellos  trajeron 
origen  los  de  este  Perú,  y  refuerza  su  sentir  con 
que  en  mucha  altura  de  polo  hay  poca  distan- 
cia desde  las  partes  de  Méjico  á  Asia  y  Europa 
y  que  no  es  tanta  como  demuestran  las  cartas 
de  marear,  y  así  infiere  que  en  altura  de  seten- 
ta grados  hay  justamente  no  más  de  la  mitad 
Leste  Oeste  de  aquello  que  por  las  cartas  se 
halla. 

Da  la  razón,  porque  todos  los  Meridianos 
concurren  en  los  polos  del  mundo,  y  según  la 
fábrica  de  las  cartas,  son  los  dichos  Meridianos 
unas  líneas  paralelas  que  jamás  concurren, 
aunque  se  extiendan  casi  en  infinito. 

Hace  memoria  de  este  lugar  de  Henrico 
Martinez,  el  gran  consejero  D.  Juan  de  Solorza- 
no,en  el  tomo  i,  cap.  lo,  núm.  24,  y  parece  que 
Curlant  cae  en  Libonia,  cerca  de  la  Scithia  y 
Tartaria,  de  donde  pudieron  venir  estos  indios 
de  A/[éjico. 

16.  Antes  que  acabe  y  absuelva  este  cap.  i, 
no  puedo  dejar  de  advertir  haber  sido  sin  fun- 
damento lo  que  algunos  escritores  han  dicho 
de  que  no  fueron  conocidas  estas  Indias  occi- 
dentales y  este  Nuevo  Mundo  por  los  antiguos, 
porque  quedan  convencidos  de  las  autoridades 
que  hemos  referido,  de  Platón,  de  Aristóteles, 


44  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

de  Solón,    de    Cricias  y  de  Plinio,  demás  de 
los  lugares  siguientes: 

El  prinnero  de  San  Clemente  (á  quien  dejó 
nombrado  por  Pontífice  San  Pedro),  el  cual  dice 
en  la  Epístola:  aEl  ücceano  y  los  mundos  que 
están  allende  del.» 

El  segundo,  de  San  Jerónimo,  lib.  i,  Sobre 
el  cap.  2,  ad  Ephesios,  cuyas  palabras  en  caste- 
llano son  estas.  Preguntamos  también  qué  quie- 
re decir  el  Apóstol  cuando  dice:  «En  las  cua- 
les cosas  anduvisteis  uu  tiempo,  según  el  siglo 
de  este  mundo»  si  quiso  por  ventura  dar  á  en* 
tender  que  hay  otro  siglo  que  no  pertenece  á 
este  mundo,  sino  á  otros  mundos  que  están 
después  del  Océano,  como  escribe  Clemente 
en  su  Epístola.» 

Hasta  aquí  San  Jerónimo. 

El  tercer  lugar,  De  Orígenes,  lib.  2,  Periar- 
cón,  cap.  3,  que  explicando  el  lugar  de  San 
Clemente, dice:  «El  Occeano  nadie  lo  puede  pa- 
sar ni  navegar  á  los  mundos  que  están  de  la 
otra  parte  de  él,  los  cuales  se  gobiernan  con  las 
mismas  disposiciones  de  Dios,  que  es  el  señor 
de  todo.» 

Hasta  aquí  Orígenes. 

El  cuarto  es  de  Tertuliano,  contra  Hermó- 
genes,  cap.  25  y  en  el  lib.  de  Pallio,  cap.  2, 
donde  dice  que  parece  se  ha  de  dar  crédito  á 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  4$ 

Sileno,  que  en  presencia  del  rey  Midas,  por- 
fiaba haber  otro  orbe,  según  que  es  autor  Thco- 
pompo. 

El  quinto  es  de  Luciano,  In  Hermotimo,  don- 
de pregunta  cuánto  tiempo  tardaría  uno  por  el 
Occeano  desde  Cádiz  á  las  Indias,  y  responde 
que  no  llegaría  á  ellas  si  se  entretuviese  vagan- 
do por  las  islas  intermedias,  deteniéndose  en 
cada  una. 

El  sexto  lugar  de  Plutarco  en  el  Opúsculo 
que  llamó^Symposiacon,  donde  dice:  «Con  difi- 
cultad se  hallará  nueva  causa  de  enfermedad, 
si  no  afirmamos  haber  venido  de  otros  mundos 
ó  de  los  espacios  intermedios  entre  este  y  otro 
Nuevo;  nuevo  aire,  y  agua  no  usada,  y  manjares 
no  conocidos,  porque  la  novedad  en  estas 
cosas,  suele  ser  causa  de  enfermedad.» 
Hasta  aquí  Plucharco. 

El  sétimo  lugar  es  de  Séneca  el  Trágico  eu 
su  Medea.  Act.  2,  in  fme,  de  cuyos  versos 
hace  mención  Gregorio  López,  en  la  ley  77,  tí- 
tulo 18,  partida  3.a,  y  reducida  á  versos  caste- 
llanos, son  los  siguientes: 

Tras  luengos  año  verán 

un  siglo  nuevo  y  dichoso 

que  al  Occeano  anchuroso 

sus  límites  pasará. 

Descubrirán  grandes  tierras, 


46  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

verán  otro  nuevo  mundo 
navegando  el  mar  profundo 
que  ahora  el  paso  nos  cierra. 
La  Thyle,  tan  afamada 
como  del  mundo  postrera, 
quedará  en  esta  carrera 
por  muy  cercana  contada. 
^Quién  con  estas  noticias   porfiara  que  no 
fué  de  los  antiguos  este  nuevo  orbe?  Y  más  si 
lee  á  Celio  Rodiginio   en    el  libro    17    de  sus 
Lecturas  antiguas,  cap.  fin,  que  es  el  35. 


CAPITULO  II 


EN  QUE  EL  AUTOR  PROPONE  SU  SENTIR  ACERCA 
DEL  ORIGEN  DE  ESTOS  INDIOS 


I.  Largamente  habré  de  tratar  este  punto  y 
dividir  este  capítulo  en  muchos  párrafos,  por- 
que la  materia  lo  pide,  y  pretendo  darla  á  en- 
tender y  evitar  la  confusión  y  oscuridad,  que 
suele  ser  hija  de  lo  limitado  y  breve,  y  aunque 
el  Espíritu  Santo  dice  que  el  sabio  lo  es  en 
sus  pláticas  y  escritos,  también  dice,  por  su 
apóstol  Pablo,  que  hay  negocios  en  que  es  ne- 
cesaria la  oportunidad  y  el  filósofo  dice  que 
queriendo  ser  breve,  queda  su  doctrina  oscura; 
con  que  habré  de  poner  primero  algunos  pre- 
supuestos para  fundar  mi  opinión,  y  sea  el  pri- 
mero: Que  estas  Indias  occidentales,  después 
del  diluvio  universal,  se  comenzaron  á  poblar 


48  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

por  los  descen^lientes  de  Jafet,  hijo  de  Noé;  de 
Jafet  descendió  Tubal,  quien  pobló  á  España, 
como  dice  el  P.  Moret  en   la  Historia  de  Na- 
varra, lib.  I,  cap.  4,  y  sus  descendieutes  la  ocu- 
paron y  poblaron,  y  de  ellos,  como  estaban  ve- 
cinos   á  la    isla   Atlántida,  vinieron  poblando 
por  ella  y   llegaron    á    tierra  firme,    que  corre 
por  la  parte  de  Cartagena,  y  va  bojeando  todo 
este  mar  del  Sur  por  sus  costas  hasta  el    cabo 
Mendozino  y  estrecho  y  reino  de  Anian  y  pro- 
vincia Quivira,  confinante  con  el  Asia,  que  todo 
este  círculo  de  tierra,  contando  por  el  Norte  y 
Sur,  hacen  más  de  700  leguas,  mediando  tam- 
bién el  estrecho  de  Magallanes.  Que  estos  fue. 
sen  los  primeros,  lo  dicta  la  razón,  y  también 
la  cercanía  del  continente  de  Cádiz  con  Carta- 
gena de  estas  Indias,  pues  de  aquel  á  esta  se 
continuaba  la  isla  Atlántida  por  mil  leguas  y 
más,  como  con  evidencia   se   probó  en  el  ca- 
pítulo I,  desde  clnúm.  13.  Estos  primeros  po- 
bladores descendientes  de  Tubal,  con  la  con- 
tinuación y  brevedad   que   entonces  había  de 
darse  casi  las  manos,  una  y  otra  tierra,  fueron 
poblando,  como  se  da  á  entender,  todas    estas 
Indias  por  la  parte  de  Cartagena,  hacia  el  Nor- 
te, de  donde  ellos  venían,  y  subirían,  á  mi  en- 
tender, por  todo    eso    del  reino  de   Santa  Fé, 
costas  del  Brasil  por  los  Mainas  y  todo  lo  que 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  49 

corre  de  estos  llanos  hasta  el  Paraguay  y  Bue- 
nos Airres. 

2.  Comencemos  por  las  costumbres,  ritos 
y  propiedades  de  los  españoles  y  descendere- 
mos á  los  americanos,  viendo  si  conforman. 

Dará  principio  Celio  Rodigino  en  el  lib.  i8 
de  sus  Lecturas  antiguas,  cap.  22,  que  reducido 
á  castellano,  es  como  se  sigue: 

«Fué  España — dice — abundantísima  de  me- 
tales; >  y  más  abajo:  «Usan  espadas  cortas  los 
españoles,  peleando  á  estocadas  más  que  á  cu- 
chilladas, y  no  hay  gente  más  apta  para  la  gue- 
rra;» y  más  abajo:  «Fueron  de  costumbres  fie- 
ras y  depravadas,  usando  mantenimientos  gro. 
seros,  acostumbraban  sentarse,  comer  y  dormir 
en  el  suelo;»  y  más  abajo:  «que  aquellos  primi- 
tivos españoles  fueron  bárbaros  idólatras;»  y 
más  abajo:  «Usaban  las  mujeres  antiguas  espa- 
ñolas, de  cintas  ó  collares  de  hierro  en  las 
frentes,  de  que  pendían  unos  cuervecillos,  tam- 
bién de  hierro,  que  subían  hacia  la  cabeza  por 
toda  la  frente,  y  de  ellos  pendían  también  unos 
como  velos  que  les  servían  de  sombrero  ó  co- 
bertera para  resistir  el  sol;»  y  más  abajo:  «Los 
cántabros,  porque  no  llegasen  sus  hijos  á  ser- 
vidumbre, los  mataban  las  madres;»  y  más  aba- 
jo: «las  mujeres  trabajaban  en  los  campos,  y 
en  pariendo,  llevaban  á  lavar  los  hijos  al  río»  y 

4 


so  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

poco  más  abajo:  «Usaban  de  agüeros,  especu- 
lando para  los  sucesos  las  entrañas  de  los  di- 
funtos;» y  luego:  «Usaban  de  la  permutación  de 
unas  cosas  con  otras  sin  tener  uso  de  dinero 
para  las  compras.)» 

Hasta  aquí,  en  lo  más  esencial,  Celio. 

También  dice  Cepeda,  lib.  i,  cap.  ii,  folio 
31,  vuelto,  que  las  vizcainas  mataban  á  sus  hi- 
jos, porque  no  llegasen  á  cautiverio. 

3.  El  mismo  Celio  Rodigino,  autor  de  las 
Cosas  antiguas,  dice  en  el  lib.  15,  cap.  8^  que 
los  antiguos  españoles  se  criaron  y  deleitaron 
con  tener  los  cabellos  largos  «Capillorum  item 
longitudine  oblectatos  Hispanos;  :>  y  Marcial 
dice  que  en  conservar  los  cabellos  de  los  espa- 
ñoles era  contumaz. 

Hispanis  ego  contiLmax  capillh 
Y  aunque  Marcial  se  avecindó  en  Roma,  no 
olvidó  el  uso  de  España,  de  donde  era  natural, 
y  así  conservó  los  cabellos  largos  con  rebeldía 
contra  el  deseo  de  los  superiores  y  amigos  y  por 
esto  dijo  que  era  contumaz  en  retener  la  cabe- 
llera española. 

4.  El  P.  Fr.  Gregorio  García,  en  aquella 
preciosa  obra  que  imprimió  del  Origen  de  los 
Indios,  en  el  lib.  4,  cap.  18,  §  2,  dice  de  los 
primitivos  españoles,  descendientes  do  Tubal, 
con  autoridad  de  los  antiguos: 


I 


ORIGEN   3a  LOS    INDIOS  5I 

«Que  fueron  sus  costumbres  sin  política  ni 
crianza;  sus  ingenios,  más  de  fieras  que  de  hom- 
bres,  dados  á  las  religiones  falsas  y  al  culto  de 
los  dioses,  aborrecedores  del  estudio  de  las 
ciencias. 

»E1  arreo  que  usaban  era  simple,  corto  y 
grosero. 

»E1  mantenimiento,  más  en  cantidad  que  ex- 
quisito ni  regalado,  porque  en  aquel  primer  tiem- 
po era  la  gente  española  inocente  y  ruda,  y  no 
comían  sino  yerbas  y  frutas  silvestres  y  carnes  de 
bestias  que  mataban  con  arcos  y  lazos.» 

Hasta  aquí  el  diligentísimo  Fray  Gregorio 
García. 

5.  El  licenciado  Cepeda,  en  su  Resumpta 
Historial  de  España,  lib.  i,  cap.  ii,  hablando 
de  los  primitivos  españoles,  dice: 

«Filé  siempre  esta  gente  muy  feroz  y  terri- 
ble, comían  poco  y  eso  en  el  suelo,  traían  cren- 
chas de  cabellos,  usaban  sacrificios  y  esos  algu- 
nas veces  de  hombres,  en  sus  fiestas  usaban  de 
flautas;  moneda  no  usaban,  sino  trocar  unas  co- 
sas con  otras;  las  mujeres  labraban  la  tierra,  y 
en  pariendo  iban  al  río  y  se  lavaban.» 

También  dice  que  las  vizcainas  mataban 
los  hijos  porque  no  llegasen  á  cautiverio. 

6.     El  P.  Fr.  Alonso  Venero,  en  su  Enchiri- 
dion,  de   los   tiempos   desde   la  hoja  68  tra- 


52  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

duciendo  á  Justino,  dice  de  los  primitivos  es- 
pañoles muchas  cosas  á  nuestro  propósito, 
como  son  que  España  es  muy  abundante  de 
mantenimientos  y  metales,  de  lino,  esparto  y 
bermellón,  que  los  españoles  son  muy  apareja- 
dos á  hambre,  sed  y  todo  trabajo,  que  es  gente 
muy  ligera,  y  que  su  ánimo  nunca  sosiega;  eran 
más  semejantes  á  fieras  que  á  hombres  y  que 
las  mujeres  labran  las  tierras. 

7.  Sobre  estos  cimientos  de  cuatro  tan  ce- 
lebrados autores,  que  hablaron  en  general  de 
las  costumbres  antiguas  de  los  primitivos  espa- 
ñoles, hemos  de  fundar  un  edificio  grande,  y 
probar  que  estos  indios  occidentales  trajeron 
su  origen  en  el  principio  de  los  españoles;  por- 
que si  probáramos  que  concuerdan  en  sus  cos- 
tumbres, muy  bien  se  inferiría  que  de  aquellas 
raíces  vinieron  estas  plantas. 

Luego  pondremos  otros  edificios  menores, 
con  que  se  haga  esto  m.ás  evidente. 

8.  La  consonancia  de  esta  América  con  Es- 
paña, en  orden  á  la  abundancia  de  mantenimien- 
tos y  metales,  bien  nos  lo  enseña  la  experien- 
cia de  los  que  habitamos  en  este  reino,  y  el 
gran  glosador  de  las  Partidas,  Gregorio  López, 
en  el  prólogo  de  ellas,  en  la  palabra  Algarve^ 
dice  que  el  cielo  y  terruño  de  la  América  es 
muy  fértil  y  agradable,  con  que  fué  más  fácil  el 


ORrGEN   DE   LOS    INDIOS  53 

tráfico  de  aquellos  primitivos  españoles  que 
buscaron  tierras  que  simbolizasen  con  las  suyas 
^n  la  abundancia  de  mantenimientos  y  me- 
tales . 

9.  La  segunda  proposición  acerca  de  los  es- 
pañoles, es  que  es  gente  muy  apta  para  la  gue- 
rra,^lo  cual  parece  que  no  se  puede  ajustar  á 
estos  americanos,  porque  no  están  tenidos  por 
tan  valientes,  sino  por  tímidos.  A  lo  cual  se  ha 
de  responder  que  de  los  indios  americanos,  las 
más  naciones  que  se  apartan  de  la  tórrida  zona, 
son  valientísimos,  como  los  de  Chile^  Arauco, 
en  el  nuevo  reino  de  los  Fijaos,  Paezes,  los  in- 
dios caribes  de  Santa  Marta,  en  Panamá,  los  del 
Darien,  en  Nuera  España,  muchísimas  naciones, 
en  especial  los  Guachachiles  y  Chichimecos, 
los  de  Tairona  y  los  de  la  Florida. 

Muchas  naciones  bravas  del  Marañón,  como 
los  Encabellados,  y  de  las  riberas  del  rio  de 
Orellana. 

Hacia  el  Brasil,  Paraguay,  Tucuman,  Santa 
Cruz  de  la  Sierra;  naciones  muy  bravas  é  in- 
dómitas, los  Paltas,  Paltiles,  Chiriguanas  y  otras 
innumerables  que  caen  al  Norte  y  Septen- 
trión, de  cuya  braveza  atestiguan  muchos  auto- 
res y  el  Sr.  D.  Juan  de  Solorzano,  en  el  tomo  I 
de  lur.  Ind.,  lib.  2,  cap.  4,  núm.  65,  desde  aque- 
llas palabras: 


54  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

a  In  multis  provincís  satisfortes,  et  bellicosí 
surt.» 

Y  aunque  reconozco  que  los  que  están  á  la 
parte  meridional  y  más  adustos  de  la  tórrida,  no 
son  tan  valientes,  esto  les  viene  por  accidente, 
porque  el  clima  de  la  parte  meridional  produce 
temor,  respecto  de  que  la  parte  fría  se  recon- 
centra en  el  corazón  y  las  exteriores  están  ocu- 
padas del  calor,  como  con  gran  fundamento  y 
filosofía  lo  prueba  Celio  Rodigino  en  sus  Lec- 
turas antiguas,  lib.  i8,  cap.  20,  en  aquellas  pa- 
labras: 

«Qui  exustas  a  solé  mundi  partes  incolum; 
ita  caloris  exuberantia  in  extimis  terreri,  ut  inti- 
ma frigoris  plurimum  concipiant:  proinde  insig- 
niter  ad  timiditatem  degenerare,» 

En  suma:  en  las  más  naciones  de  estas  partes 
concuerdan  con  las  bravezas  de  los  españoles, 
de  quienes  descienden,  y  en  los  que  están  á  la 
parte  meridional,  ñnalmente  reconociendo  su 
origen,  volverán  al  primitivo  natural,  sino  es 
aquellos  que  se  hayan  mezclado  con  otras  na- 
ciones tímidas,  y  como  dijimos  arriba,  en  el 
lib.  I,  todas  estas  Indias  están  pobladas  de  hom- 
bres guerreros  y  pacíficos. 

10.     La  tercera  proposición  de  que  los  espa- 
ñoles son  muy  sufridores  del  hambre,  sed  y 
rabajo,  y  que  son  muy  ligeros  y  vigilantes  en  la 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  55 

guerra,  en  que  también  concuerda  Alejandro 
en  sus  Días  geniales,  lib.  4,  cap.  13  y  en  el  6, 
cap.  22,  y  Justino  ya  citado,  hallo  en  esto  gran 
conformidad  con  los  indios;  gente,  que  s¡  tiene 
guerra,  es  vigilantísima,  y  se  está  dos  días  y  dos 
noches  sin  remudar  ni  dormir,  ^  solo  mascando 
coca,  como  advierte  el  Capitán  D.  Bernardo 
de  Vargas  Machuca  en  su  Milicia  Indiana,  en 
la  hoja  124,  á  la  vuelta,  y  en  la  hoja  4,  vuelta, 
dice  que  siguen  los  indios  un  alcance  sin  des- 
cansar tres  y  cuatro  días  sin  comer.  En  cuanto 
á  la  ligereza  de  los  indios,  dice  el  P.  Acosta, 
lib.  6,  cap.  17,  que  suelen  andar  un  dia  y  no- 
che 50  leguas,  y  Simón  Mayólo,  t.  i,  coloq.  4, 
dice  que  60.  Cuan  sufridores  son  los  indios  del 
hambre  y  sed,  'y  cómo  toleran  el  trabajo,  se 
vea  el  citado  D.  Bernardo  de  Vargas,  en  la 
hoja  137,  conque  en  todo  concuerdan  con  los 
primitivos  españoles. 

II.  La  cuarta  proposición  de  que  los  espa- 
ñoles fueron  de  ñeras  costumbres,  nada  domés- 
ticos y  que  usaban  mantenimientos  indignos  y 
groseros,  comiendo  y  durmiendo  en  el  suelo? 
en  todo  esto  se  hallaron  tan  conformes  los  in- 
dios, que  casi  no  es  necesario  el  probarlo,  por- 
que hasta  hoy  retienen  estas  propiedades,  ser 
los  indios  de  costumbres  de  fieras  y  de  torpe  y 
rudo  entendimiento,  sin  cultura  de  racionales;  en 


5 6  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

esta  forma  los  hallamos  en  la  primer  conquista, 
como  advierte  el  P.  Fr.  Gregorio  García  en  su 
Tratado  del  Origen  de  los  Indios,  lib.  i,  cap.  4, 
en  el  principio,  desde  aquellas  palabras:  «Los 
indios  carecen  de  todo,  porque  son  de  rudo  y 
torpe  entendimiento»  y  el  P.  Acosta,  De  nat. 
Novi.  Orbis,  cap.  24,  fol.  125,  dice  que  eran 
hombres  silvestres,  esto  es,  de  costumbres  sal- 
vajes y  fieras.  Usaban  también  estos  indios 
de  mantenimientos  groseros  y  asquerosos,  co- 
miendo sabandijas,  gusanos,  moscas,  lagartijas 
y  otras  cosas  asquerosas  de  la  tierra,  como  se 
podrá  ver  en  Juan  Botero,  en  sus  Relaciones 
universales  del  mundo,  en  donde  trata  de  tierra 
firme,  del  Darien  y  de  estas  provincias  de  Santa 
Fé  y  del  Marañón,  y  véase  en  esta  parte  al  cita- 
do D.  Bernardo  de  Vargas,  en  su  Milicia  India- 
diana,  fol.  137,  á  la  vuelta,  donde  dice  de  estos 
americanos:  «Las  comidas  que  comen  son  bien 
dejativas,  como  raices  extraordinarias  y  frutas 
silvestres,  culebras,  lagartijas,  ratones,  gusanos 
gruesos,  micos,  papagayos,  caimanes  y  hormi- 
gas gruesas.» 

Los  indios  comen  en  el  suelo,  aunque  sean 
caciques,  como  prueba  el  citado  D.  Bernardo 
de  Vargas,  fol.  137,  en  el  lugar  citado,  donde 
dice:  «Todos  los  indios  en  general,  comen  en  el 
suelo,  aunque  sean  caciques.  Duermen  asimismo 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  57 

en  el  suelo,  pues  aun  los  más  políticos  de  Mé- 
jico, el  mejor  colchón  era  un  poco  de  pajas, 
como  dice  Fr.  Gregorio  García  en  su  tratado 
del  Origen  de  los  Indios,  lib.  4,  cap.  17.  Los 
indios  en  Nueva  España  duermen  en  camas 
muy  humildes,  sin  más  colchón  que  una  poca 
de  paja,  cuando  mucho,  con  que  por  lo  dicho 
asemejan  con  los  primitivos  españoles  que  hu- 
bo en  España  después  del  diluvio. 

12.  La  sexta  proposición  de  que  los  primi- 
tivos españoles  después  del  diluvio  fueron  bár- 
baros y  grandes  idólatras,  ó  como  dice  el  his- 
toriador Cepeda  en  su  Resumpta  historial  de 
España,  lib.  i,  cap,  i,  fueron  nimios  en  la  ado- 
ración de  los  ídolos,  según  consta  de  sus  pala- 
bras: «En  la  superstición  vana  de  los  ídolos  en 
tiempos  de  la  gentilidad,  fueron  nimios  los  es- 
pañoles» y  aunque  la  escuela  griega  y  romana, 
tuviesen  á  todas  las  naciones,  que  no  tuvieron 
sus  enseñanzas  por  bárbaras,  y  así  compren- 
dieron los  primitivos  de  España,  se  reconoce 
en  ambas  cosas,  que  concordaban  con  estas 
propiedades,  los  americanos,  en  los  cuales^ 
por  no  haber  llegado  acá  la  política  de  Roma 
y  Grecia,  se  conservó  la  barbaridad,  como  di- 
jimos en  el  número  antecedente,  y  así  dijo  el 
capitán  D.  Bernardo  de  Vargas  en  su  Milicia 
Indiana,  hablando  de  todos  los  indios  de  los 


S8  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

llanos  y  de  la  sierra,  fol.  131:  «Los  unos  y  los 
otros  es  gente  bárbara,  como  lo  muestran  en 
sus  casas,  trajes,  comidas  y  vestidos.»  En  la 
idolatría  también  fueron  nimios  los  america- 
nos, dígalo  un  testigo  tan  calificado  coíno  el 
docto  Fr.  Gregorio  García  en  su  Tratado  del 
Origen  de  los  Indios,  lib.  3,  cap,  2,  §  6:  «Yo 
creo  que  ni  hubo  ni  hay  nación  tan  inclinada  á 
todo  género  de  idolatría  como  estos  indios  en 
su  gentilidad.» 

13.  La  séptima  proposición  de  que  el  man- 
tenimiento de  los  primitivos  españoles  era 
simple,  corto  y  grosero,  se  ajusta  mucho  á  los 
indios,  y  ya  dijimos  cuan  groseros  son  sus 
manjares.  En  cuanto  á  lo  corto  y  simple,  tra- 
tando de  las  propiedades  de  los  indios,  el  ci- 
tado D.  Bernardo  de  Vargas,  en  su  Milicia  In* 
diana,  fol.  137,  vueltas,  dice  que  las  comidas 
de  los  indios  eran  cortas  y  dejativas,  y  más 
abajo,  en  el  fol.  140,  que  se  sustentaban  de 
chucherías,  y  el  mejor  regalo  que  daban  á  sus 
enfermos  era  un  poco  de  masamorra  de  maíz, 
y  cuando  van  á  la  guerra  ó  caminan,  llevan 
sólo  por  sustento  un  poco  de  mote  ó  harina  de 
maiz,  de  que  se  puede  ver  al  citado  P.  Fr.  Gre- 
gorio García  en  el  lib.  3,  cap.  2,  §  5. 

14.  La  octava  proposición  de  que  los  primi- 
tivos españoles  sacrificaban  hombres  á  los  ido- 


ORIGEN  DE   LOS    INDIOS  59 

los,  fué  tan  propio  de  los  indios  americanos,  que 
están  llenas  las  historias  de  los  execrables  sa* 
orificios  que  hacían  de  hombres  y  muchachos^ 
de  que  se  podrá  ver  al  P.  Torquemada,  en  su 
Monarquía  Indiana,  lib.  i,  cap,  9,  desde  aque- 
llas palabras:  «Sacrifican»  y  más  latamente  se 
podrá  ver  en  los  capítulos  siguientes  de  esta 
nuestra  historia,  y  en  el  capitán  Vargas  Machu- 
ca, fol.  135,  vuelta,  desde  allí  «Sacrifican  por 
víctimas.» 

15.  La  novena  observación  de  que  los  pri- 
mitivos españoles  usaban  en  sus  fiestas  de  flau- 
tas, se  halló  en  estos  indios  americanos,  y  usan 
de  ellas  en  sus  fiestas,  las  cuales  llaman  ellos 
fututos,  y  en  sus  danzas  y  bailes,  á  que  son  muy 
dados,  usan  de  dichas  flautas,  de  que  todos  so- 
mos  testigos,  y  el  capitán  D.  Bernardo  Vargas 
Machuca  en  el  lib.  i,  en  el  principio,  á  la  hoja 
4,  dice  que  los  indios  «usaban  de  caracoles,  fu- 
tutos,  tamboretes  y  trompetillas. 

16.  La  décima  proposición  de  que  los  pri- 
mitivos españoles  traíanlos  cabellos  en  crencha^ 
concordaban  con  ellos  los  indios  americanos, 
que  usaban  de  los  cabellos  largos,  como  diji- 
mos arriba,  y  también  hacían  crenchas  de  ellos, 
como  lo  dice  el  capitán  D.  Bernardo  de  Vargas 
en  su  Milicia  Indiana,  lib.  i,  fol.  3,  á  la  vuelta, 
en  aquellas  palabras:  «Unos  traen  el  cabello 


6o  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

largo  y  otros  trenzados  y  el  mismo  autor,  en  el 
fol.  139,  vuelta,  dice,  hablando  de  estos  indios: 
«En  unas  partes  usan  los  varones  de  cabellos 
largos  y  trenzados,  y  en  otras  suelto  y  en  otras 
hecho  coleta.» 

17.  La  undécima  proposición  de  que  las 
primitivas  españolas,  en  pariendo,  se  iban  á  la- 
var al  río,  y  lavaban  la  criatura,  y  como  añade 
Celio  Rodigino,  lib.  18,  cap.  22,  desde  aquellas 
palabras:  «Mulieribus»  que  los  varones,  después 
del  parto  de  las  mujeres,  se  echaban  y  las  pari- 
das les  administraban,  y  otra  cosa  bien  singular, 
que  las  mujeres  españolas,  si  estaban  trabajan- 
do en  el  campo  y  les  venían  los  dolores  del 
parto,  se  retiraban  un  rato,  parían  y  volvían  á 
proseguir  en  sus  tareas  y  lo  demás  que  dejamos 
dicho,  con  autoridad  del  licenciado  Francisco 
de  Cepeda,  acerca  de  los  partos  de  las  primiti- 
vas españolas,  todo  esto  se  halló  en  las  Indias 
americanas,  que  en  pariendo  se  lavaban  y  tam- 
bién á  la  criatura,  metiéndose  en  los  ríos,  lo  cual 
es  muy  notorio,  y  lo  hemos  experimentado  y  lo 
trae  el  capitán  D.  Bernardo  de  Vargas  en  su 
Milicia  Indiana,  en  el  tratado  que  pone  De  las 
propiedades  de  los  indios,  donde,  en  el  fol.  137, 
dice: 

«Tienen  de  costumbre  las  indias,  en  parien- 
do, lavarse  luego  en  un  río,  y  lavar  luego  á  la 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  6 1 

criatura:»  y  es  también  muy  notorio  el  que  es- 
tas americanas  suelen  parir  y  proseguir  con  sus 
ministerios  sin  las  delicadezas  de  otras  paridas? 
que  no  se  han  criado  en  esa  costumbre,  y  asf 
concuerdan  en  todo  con  las  primeras  españolas 
en  tiempo  de  Tubal  y  Héspero. 

i8.  La  duodécima  observación  de  que  las 
primitivas  españolas  labraban  los  campos,  en 
que  concuerdan  Celio  Rodigino,  el  maestro  fray 
Alonso  Venero  y  el  licenciado  Francisco  de 
Cepeda,  como  hemos  visto  arriba,  esto  mismo 
hacían  y  hacen  hoy  en  muchas  partes  las  indias 
americanas,  rompiendo  y  arando  la  tierra  con 
unos  arados  pequeños  de  palo,  con  unos  trave- 
sanos, como  sucede  en  el  Callao  y  en  muchas 
partes  del  Quito  y  Chile,  y  lo  dejó  advertido  el 
citado  D.  Bernardo  Machuca,  fol.  134  vuelta^ 
diciendo  de  las  americanas:  «Ellas  son  las  que 
trabajan  en  el  campo.» 

19  La  décima  tercia  proposición  de  que  los 
primitivos  españoles  no  tuvieron  uso  de  mone- 
da y  se  valían  de  permutar  ó  trocar  unas  cosas 
por  otras,  esto  mismo  se  halló  en  los  indios  en 
tiempo  de  la  conquista,  porque  no  usaban  de 
moneda  en  sus  contratos,  aunque  eran  grandes 
mercaderes,  y  todo  su  comercio  era  dar  unas 
cosas  por  otras,  según  lo  dejó  advertido  el  ca- 
pitán D.  Bernardo  de  Vargas  Machuca,  en  su 


02  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Milicia  Indiana,  fol.  135,  en  aquellas  palabras: 
<íSon  grandes  mercaderes,  trocando  unas  cosas 
por  otras.» 

20,  La  décima  cuarta,  de  que  los  primitivos 
españoles  fueron  aborrecedores  de  las  cien- 
cias. 

En  esto  conformaron  mucho  los  indios,  por- 
que tuvieron  gran  desgano  á  las  ciencias  y  á  los 
libros  y  á  las  historias,  que  solo  usaban  de  unos 
Quipos,  que  conservaban  solo  memorias  recien- 
tes, y  de  este  fundamento  y  conformidad,  infi- 
rió el  P.  Fr.  Gregorio  García,  en  su  Tratado  del 
Origen  de  los  Indios,  lib,  4,  cap.  18,  §  3,  que 
era  fácil  de  creer  que  estos  americanos  tuvieron 
su  origen  de  los  españoles,  y  así,  habiendo  di- 
cho en  el  lugar  citado:  «Que  los  españoles  pri- 
mitivos fueron  aborrecedores  del  estudio  de  las 
ciencias»,  concluyó  el  dicho  §  3:   «Quien  con 
atención  hubiere  leído  las  costumbres  délos  in- 
dios, y  el  modo  de  vivir  que  tuvieron  antigua- 
mente, echará  de  ver  cuánto  parecen  á  las  de  los 
españoles,  y  cómo  no   será  muy   dificultoso  de 
creer  que  los  primeros  pobladores  de  las  Indias 
fueron  de  España;»  y  añado  haber  oído  á  hom- 
bres ancianos  de  España,  que  en  muchas  partes 
de  ella,  los  hombres   del   campo,  se  entienden 
con  tarjas  y  nudos  para  sus  cuentas,  cosechas  y 
otras  cosas,  siendo  estoel  libro  de  su  memoria, 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  63 

que  alude  á  los  Quipos  y  nudos  de  estos  indios. 
21.  La  décima  quinta  proposición  délos  cua- 
tro autores  referidos,  de  que  los  primitivos  es- 
pañoles usaron  en  sus  vestidos  de  arreo  tosco 
grosero,  se  comprueba  con  lo  que  muy  bien 
nos  dejó  adv^^rtido  el  docto  Esteban  de  Sa- 
lazar  en  los  Discursos  del  Credo,  en  el  cap.  3,  de 
que  el  traje  que  usaron  los  primitivos  españoles, 
fué  de  unas  mantas  toscas  ó  capas  cerradas,  á  for- 
ma de  capuces,  y  también  los  portugueses  pri- 
mitivos usaron  de  sacos  á  manera  de  sayal,  se- 
gún dice  Juan  Botero,  lib.  3,  cap.  5,  y  estos  dos 
autores,  para  explicar  las  primitivas  vestiduras 
españolas,  usan  de  la  palabra  sagum]  antes  de 
ellos  lo  dijo  Alejandro  en  sus  Días  geniales,  li- 
bro 3,  cap.  18,  donde  tratando  de  las  vestiduras 
antiguas  de  diferentes  naciones,  llegando  á  las 
primitivas  de  los  españoles,  dice:  «Hispani  pri- 
min  breve  sagulum»  esto  es:  «Los  españoles  en 
sus  principios  usaron  por  vestidura  un  saco  sa- 
yal, ó  albornoz»  que  eso  significa  la  palabra  la- 
tina sagum  y  su  diminutivo  sagulum j  que  es  co- 
bertera más  estrecha. 

Este  género  de  vestidos  y  arreos  del  cuerpo 
tenían  los  indios,  cuando  los  conquistamos. 

Los  del  Perú  usaban  la  camiseta,  que  ellos 
llaman  cusma,  y  las  indias  en  Méjico  llaman 
guaipil^  que  todo  es  á  manera  de  capuces,  ó 


64  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

costales  abiertos  por  las  cabeceras  y  lados,  y  en 
los  llanos  de  este  Perú  se  conserva  este  traje  de 
capuces  á  manera  de  sacos  y  albornoces,  y  solo 
se  diferencian  en  que  unos  los  traen  más  lar- 
gos hasta  los  pies,  y  otros  hasta  las  rodi- 
llas. 

Finalmente,  todos  estos  vestidos  son  muy 
semejantes  á  lo  primitivo,  después  del  diluvio, 
y  á  la  lev  de  la  Naturaleza,  que  no  tenía  aliños, 
ni  afeites,  y  en  todo  semejante  á  los  sacos,  ca- 
puces, ó  capas  cerradas  que  usaron  los  primiti- 
vos españoles  después  de  Tubal,  y  en  las  muje- 
res americanas  era  más  sencillo  el  traje  de  los 
guaipiles,  que  no  les  estorbaba  orinar  en  pié, 
como  dice  el  citado  D.  Bernardo  de  Vargas, 
en  su  Milicia  Indiana,  en  el  Tratado  de  las  pro- 
piedades de  los  indios,  fol.  137,  vuelta,  en 
aquellas  palabras:  «Tienen  de  costumbre  las  in- 
dias orinar  en  pié»  Yantes,  en  el  fol.  132,  ha- 
blando de  los  trajes  de  los  indios,  dice:  «Visten 
unas  camisetas  ó  patacusmas,  como  si  dijése- 
mos, un  costal  vestido,  teniendo  por  dónde  sa- 
quen la  cabeza  y  brazos. 

22.  La  décima  sexta  proposición  de  que  los 
primitivos  españoles  usaban  de  cintos  en  la 
frente  con  sus  punzones  y  sobrepuestas,  de 
modo  que  les  servía  de  adorno  á  la  frente 
y    sienes   y   de   provecho    para    prender    de 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  65 

ellos  el  velo,  que  les  servía  de  sombra  y  som- 
brero, imitaron  en  la  forma  que  permitía  esta 
tierra  las  americanas  este  uso  de  sus  primeras 
madres  y  en  estas  dilatadísimas  provincias  y  de 
los  Charcas,  hasta  hoy  observan  las  indias  las 
panchas  y  vinchas  en  la  frente. 

Los  indios,  en  su  lengua,  llaman  u  inchas  las 
que  en  España  vinchas,  usando  de  u  vocal  en 
vez  de  la  v  consonante  y  pronuncian  uinchas, 
conque  se  vé  otra  conformidad  de  las  dos  len- 
guas. 

Los  indios  usan  otro  género  que  llaman 
Llantos,  que  unos  los  hacen  de  fieltros,  otros 
de  algodón  y  muchas  indias  los  traen  como 
turbantes,  que  les  hacen  gala  á  la  frente  y 
sombra  á  la  cabeza,  y  en  estos  cintos  de 
frente  ponen  topos  de  plata,  como  las  antiguas 
españolas  ponían  sus  cuervccillos  de  hierro  en 
las  vinchas  de  la  frente  y  antiguamente  los 
Ingas  y  Coias  ponían  los  cintos  de  oro  en  la 
frente,  como  los  primitivos  españoles  los  ponían 
de  hierro;  de  estos  cintos  hablaré  más  abajo.  Y 
en  Castilla  la  Vieja  uasn  en  los  jubones  las  la- 
bradoras de  patenas  en  punzones,  que  son  los 
topos  de  las  Indias. 

23.  Y  por  que  no  quede  cosa  por  tocar, 
también  estas  indias  americanas  mataban  á  los 
hijos  como  las  antiguas  españolas,  porque  no 

5 


6Ó  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

llegasen  á  servidumbre,  según  refiere  el  capitán 
Vargas  Machuca,  en  su  Milicia  Indiana  fol.  139, 
vuelta,  donde  hablando  de  las  indias  america- 
nas, dice:  «Tienen  por  costumbre  matar  las  hi- 
jas cuando  nacen  porque  no  haya  multiplico, 
diciendo  que  de  esta  manera  se  acabarán  y  no 
servirán  á  los  cristianos.»  También  estos  indios 
americanos  concordaron  con  los  primitivos  es- 
pañoles en  escudriñar  las  asaduras  y  entrañas 
de  los  animales,  queriendo  adivinar  por  esta 
parte  los  sucesos  futuros,  como  se  podrá  ver  al 
P.  Fr.  Gregorio  García,  en  su  Tratado  del  Ori- 
gen de  los  Indios  lib.  4,  cap.  19,  §  2  y  Herrera 
Decad.  5,  lib.  6,  cap.  4,  al  fm. 

En  lo  que  falta  de  que  los  primitivos  espa- 
ñoles se  sustentaban  de  frutas  silvestres  y  yer- 
bas, se  halló  individualmente  en  estos  indios, 
como  dice  el  citado  Vargas  Machuca,  fol.  137, 
vuelta,  ibi:  «Usan  de  yerbas  y  raíces  y  frutas  sil- 
vestres» usaban  de  carnes  de  bestias  que  mata- 
ban con  los  arcos  y  flechas,  de  que  trata  larga- 
mente el  P.  Torquemada  en  muchos  capítulos 
de  sü  Monarquía  Mejicana,  (sic). 

24.  Añadiré  á  los  cuatro  autores  referidos 
que  trataron  de  las  propiedades  de  los  primiti- 
vos españoles,  otro  autor  de  igual  autoridad,  que 
es  el  P.  Mariana,  el  cual  en  el  lib.  i  de  la  His" 
toria  de  España,  en   el  cap,  8,   concuerda  con 


ORIGEN   DE    LOS   INDIOS  67 

lo  que  dicen  los  cuatro  autores  referidos,  aña- 
diendo que  los  primitivos  españoles  habita- 
ban apartados  unos  de  otros,  derramados  por 
campos,  rios  y  aldeas,  y  en  este  modo  de 
habitación  se  conservaban  estos  indios  ameri- 
canos, cuando  entró  nuestra  conquista  y  como 
antes  de  ella  carecieron  de  la  política  de  Euro- 
pa, África  y  Asia,  conservaban  estos  indios  ame- 
ricanos, que  como  acá  no  entró  la  política  de 
Europa,  África  y  Asia  conservaron  aquellas  cos- 
tumbres que  trajeron  después  de  Tubal. 

Que  viviesen  estos  indios  divididos  por 
montes,  valles  y  rios,  demás  que  hasta  hoy  du- 
ran los  padrones  de  sus  toscas  casas,  distantes 
unas  de  otras  por  estos  llanos  y  lomas,  lo  ad- 
vierte el  capitán  D.  Bernardo  Machuca  en  su 
Milicia  Indiana,  lib.  i,  fol.  4,  vuelta  ibi.  «Sus 
viviendas  tiénenlas  por  altos  divididas»  y  más 
abajo,  fol.  134,  «Sus  viviendas,  en  general,  son 
en  lomas.» 

Otros  tienen  sus  viviendas  en  llanos  metidos 
en  montañas,  orillas  é  islas  de  ríos  grandes,  y 
en  estos  lugares  explica  cómo  se  juntan,  avisán- 
dose ó  con  tambores  ó  con  humos,  y  esto  sin 
duda,  lo  heredaron  de  los  españoles  de  Tubal, 
como  también  el  uso  de  los  tamborinos  y  flau. 
tas. 


I.° 


Z>e  otras  propiedades  de  estos  americanos  con  los 
primitivos  españoles  en  el  uso  de  las  armas  y  de 
la  guerra. 


I.  Las  armas  propias  de  los  primitivos  españo- 
les, fueron  la  lanza^  la  espada,  la  rodela  ó  escu- 
do, la  macana,  el  arco  y  flecha,  y  de  todas  estas 
armas,  se  halló  el  uso  en  estos  americanos  en 
sus  guerras. 

Que  la  lanza  sea  la  propia  y  peculiar  arma 
de  los  españoles,  lo  prueba  el  muy  docto  y  ve- 
nerado maestro  de  esta  América,  el  P.  Diego 
de  Avendaño,  en  su  Epitalamio,  núm.  887,  con 
autoridad  de  Lucio  Floro,  y  lo  trae  también 
Alejandro  Ab  Alejandro,  en  el  lib.  6  de  sus  Días 
geniales,  cap.  22,  en  aquellas  palabras:  «Lancea 
hispanorum.» 

Fué  también  propia  arma  de  los  españoles 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  69 

la  espada,  como  dice  el  mismo  Alejandro  en  el 
lugar  citado:  «Hispani  gludium  admodum  bre- 
vem;»  y  de  los  españoles  aprendieron  á  traer 
gladios  ó  espadas  cortas  los  romanos,  según 
Lipsio,  De  Milicia  Romana,  lib.  3,  diálog.  3,  en 
aquellas  palabras:  «Romani  vires  et  constantiam 
experti  militiae  Hispanicse  ad  sumpsere  enses;» 
y  arriba  lo  dijimos  con  Gelio  Rodigino,  que 
usaban  los  españoles  de  espadas  cortas:  «Gla- 
diis  brcvitate  habilibus.» 

Que  el  uso  primitivo  de  los  españoles  fuese 
la  rodela  ó  escudo,  lo  advierte  el  mismo  Ale- 
jandro, ubi  supra:  «Scutum  ex  corsa,  quo  His- 
pani usisunt.» 

El  arco  y  flecha  fueron  también  armas  de  los 
españoles,  como  dijimos  arriba,  con  autoridad 
de  Fr.  Gregorio  García  y  de  Cepeda,  y  se  dirá, 
más  abajo  con  Jacobo  Thuano  en  sus  Obras 
expurgadas. 

En  todos  estos  géneros  de  armas,  concorda- 
ron los  indios  americanos  con  los  primitivos 
españoles,  y  usaban  de  ellos  en  su  gentilidad, 
según  dice  el  diligente  capitán  D.  Bernardo  de 
Vargas  Machuca,  que  fué  de  los  primeros  con- 
quistadores y  maestro  de  la  milicia  indiana,  y 
en  un  libro  que  hizo  de  ella,  en  que  insertó  un 
Tratado  de  las  propiedades  y  costumbres  de 
los  indios,  dice  en  el  fol.  138,  vuelta:  «Sus  ar- 


70  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

mas  son  flecha,  lanza,  rodela  y  macana;»  y  el 
P.  Torquemada,  en  su  Monarquía  Indiana,  prue- 
ba en  muchos  capítulos  esto  mismo,  y  en  el  li- 
bro I,  cap.  13,  dice  que  los  mejicanos  usaban 
espadas  de  palo,  y  también  usaban  la  maca- 
na, que  es  espada  corta,  que  los  latinos  llaman 
machcera^  con  que  en  las  armas  para  la  guerra 
concordaron  en  todo  los  indios  con  los  primiti- 
vos españoles. 

2.     Concordaban  asimismo  los   americano^ 
con  los  primitivos  españoles,  en  que  estos  infi- 
cionaban con  ponzoña  las  saetas   para   herir  y 
mataren  la  guerra,  como  advierte  Jacobo  Thua- 
no,  en  sus  Obras  expurgadas,  tomo  III,  lib.  65 
fol.  234,  Lit.  C.  desde  aquellas  palabras:  «His- 
pani  sagittas  inñciunt»  y  esta  costumbre  de  infi^ 
clonar  las  saetas  la  retuvieron  estos  indios  has- 
ta la  última  conquista,  imitando  á  sus  primeros 
padres,  descendientes  de  Tubal,  como  advierte 
el  citado  D.  Bernardo  de  Vargas,  en  su  Milicia 
Indiana,  lib.  i,  fol.   3,  vuelta:  «Usan  las  flechas 
con  punta  de  pedernal  y  púas  de  rayas,  que  son 
muy  enconosas,  y  otras  con  puntas  de  palmas 
untadas  con  yerbas  de  veinticuatro  horas,»  esto 
es,    matan  en  espacio  de  veinticuatro  horas;  y 
más  abajo,  fol.  138,  vuelta:  «Usan  de  yerba  en 
las  flechas;»  y  más  abajo:  «El  que  es  herido  de 
ella,  por  maravilla  escapa,  y  háila  de  veinti« 


ORIGEN  DE   LOS   INDIOS  71 

cuatro  horas:»  que  es  de  la  que  habló  el  fo- 
lio 3. 

3.  Fué  también  costumbre  de  los  antiguos 
españoles^  entrar  á  la  batalla  y  pelea  con  mitras 
en  la  frente,  como  advierte  Celio  Rodigino,  li- 
bro 18,  lección  antic,  cap.  22,  en  el  fin,  donde 
hablando  de  los  antiguos  españoles ,  dice: 
«Fronte  mitris  culta  pugnam  ineunt;»  la  mitra> 
según  Nebricense,  era  cosa  pintada  ó  enrosca- 
da, que  se  pone  de  la  frente  á  la  cabeza,  y  en 
este  sentido  parece  la  explica  Ulpiano  en  la 
L.  argentum,  §  muliebri,y  en  la  L.vestis,  §  mu- 
liebria  ff.  de  aur.  y  arg.  leg.  donde  de  la  mitra 
se  connumera  entre  los  arreos  de  las  vestiduras 
de  las  mujeres,  más  para  cubrir  la  frente  y  ca- 
beza que  para  adorno. 

Tiene  otros  significados  que  no  son  á  nues- 
tro propósito. 

Los  indios,  es  cierto  que  usaron  este  géne- 
ro de  cosas,  en  especial  los  guerreros,  como 
salen  los  indios  Chiriguanas  y  otros  que  traen 
los  Llantos  en  la  frente,  enroscados  y  pintados  1 
como  dije  arriba,  y  en  la  guerra  se  ponen  ma^ 
nos  de  leones  y  tigres  en  la  frente,  que  suben 
como  turbantes  y  mitras  á  la  cabeza,  para  pare- 
cer más  formidables,  según  lo  dejó  advertido  el 
capitán  Vargas  Machuca  en  su  Milicia  Indiana, 
iib.  I,  fol.  4,  donde¿dice:  «Pónense  los  indios 


72  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

manos  de  leones  y  tigres  en  la  cabeza,  y  los  an- 
tiguos españoles  celtíberos,  se  ponían  pieles  de 
obos  por  insignias  en  las  guerras,  y  las  llevaban 
por  bandera  en  algunas  batallas,  como  con  au- 
toridad de  Tito  Livio  y  de  Ambrosio  de  Mora- 
les, lo  refiere  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  en  su 
Población  Eclesiástica  de  España,  en  el  año 
2174,  fol.  319,  y  de  estos  aprendieron  los  indios 
á  ponerse  vestiduras  de  animales  fieros. 

4.  Tienen  también  estos  americanos  otra 
costumbre  en  la  guerra,  que  es  avisarse  en  largo 
trecho  por  humos,  como  advierte  el  citado  Var- 
gas Machuca,  lib.  i,  fol.  5,  donde  hablando  de 
ellos,  dice:  «Cuando  la  distancia  es  larga,  hacen 
humos,  de  tal  manera,  que  un  mensajero  no  po- 
día mejor  dar  á  entender  la  causa,»  de  que  se 
recogiesen,  y  en  este  mismo  lugar,  dice  que  esta 
costumbre  de  avisarse  en  las  costas  por  humos, 
es  propia  y  primitiva  de  los  españoles,  de  los 
cuales,  sin  duda,  la  aprendieron  los  primeros 
americanos  y  la  conservaron  por  tantos  si- 
glos. 

5.  Fué  también  costumbre  de  los  primitivos 
españoles  el  entrar  en  las  batallas  con  vestidu- 
ras de  color  rojo,  y  entretejida  púrpura  en 
ellas,  signiñcando  su  sangriento  coraje,  de  que 
es  autor  Celio  Rodigino,  en  sus  Lecturas  anti 
guas,  lib.  18,  cap.  22:  «Hispani  linteis  pretextis 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  73 

purpura  tunicis  in  bella  pergere  consuerunt,»  y 
Alejandro  Ab  Alejandro,  en  sus  Días  geniales, 
lib.  6,  cap.  2  2,  al  fm,  dice  lo  mismo:  «Hispaní 
línteis  pretextatis  cum  purpura  proeliamtur,»  y 
como  veremos  más  abajo,  también  usaron  los 
primitivos  españoles  pintarse  el  rostro  y  brazos 
con  el  bermellón;  todo  esto  lo  imitaban  en  la 
guerra  estos  americanos,  que  aunque  no  sabe, 
mes  si  en  los  vestidos  ponían  estas  señales  rojas, 
sabemos  que  en  las  carnes  se  pintaban  con  va- 
rios colores,  significando  su  coraje,  según  el  ci- 
tado D.  Bernardo  de  Vargas,  lib.  i,fol.  4:  «Salen, 
dice,  á  las  guerras  muy  pintados  rostro  y  cuerpo 
para  parecer  más  feroces;  píntanse  con  vija,  que 
es  una  tinta  que  se  hace  con  fruta,»  luego  ve- 
remos cómo  igualmente  los  españoles  primiti- 
vos, y  los  americanos  usaron  teñirse  con  el  ber- 
mellón, que  es  como  carmín, 

6.  Acostumbraron  también  los  primitivos  es- 
pañoles el  llevar  á  la  guerra  sus  mujeres  para 
que  peleasen  con  ellos,  como  yo  lo  tengo  ale- 
gado en  mi  Tratado  que  hice  de  milicia,  y  lo 
trae  también  el  gran  consejero  D.  Juan  Bautista 
de  la  Rea,  eu  la  Alegación  fiscal,  112,  núm,  3; 
la  misma  asistencia  hacían  en  la  guerra  á  sus 
maridos  estas  indias  americanas,  como  lo  traen 
Antonio  de  Herrera,  lib.  9,  Década  6,  cap.  4,  al 
fm,  y  Juan  Botero  en  sus  Relaciones  universales 


74  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

del  mundo,  lib.  5,  parte  i.%  §  Río  de  Orellana 
y  D.  Bernardo  de  Vargas  en  su  Milicia  Indiana^ 
fol.  139,  donde  dice:  «Pelean  las  indias  en  ca- 
noas ó  en  fuertes  con  cerbatanas,  que  como  se 
tira  un  bodoque,  tiran  saetas,  hechas  de  palma, 
delgadas,  de  un  palmo.» 

Todo  esto  está  explicado  que  viene  de  los 
primitivos  españoles. 

De  la  ligereza  de  la  guerra  y  de  seguir  los 
alcances,  y  sufrir  el  cansancio  y  hambre,  así  los 
españoles  primitivos  como  estos  americanos^ 
digimos  arriba  en  el  principio  del  capítulo. 

7.  Julio  Materna  in  Astronomicis^  dice  que 
los  españoles  son  de  ánimo  levantado  y  nunca 
rendido:  «Hispani  el  ata  jaetantise  animositate 
proeposití;»  y  muchos  de  estos  americanos,  aun 
heridos  de  muerte,  no  dejaban  el  brío  y  amena- 
zaban venganzas  como  de  aquellos  chilenos, 
Lautaro  y  otros,  lo  dejó  advertido  D.  Alonso  de 
Ercila,  y  otros  muchísimos  ejemplos,  de  que 
están  llenas  las  historias  de  las  Indias. 

En  suma,  es  gente,  de  quien   dice  él  capitán 
D.  Bernardo  de  VargasMachuca  ,  en   su  Milicia 
Indiana,  folio  4,  vuelta:  «Si  reconocen  la  vitoria» 
no  tiene  el  mundo  guerreros  que  mejor   la   si- 
gan.» 


2/ 


Pónense  muchos  lugares^  rios^  montes  y  vocablos 
concordantes  de  la  primitiva  EsJ^aña  y  de  esta 
América, 


I.  En  las  cosas  antiguas^  y  para  averiguar  el 
origen  de  los  primeros  pobladores,  hace  gran 
prueba  la  similitud  de  los  lugares,  ríos  y  mon- 
tes y  el  lenguaje  de  los  habitadores,  para  reco- 
nocer de  dónde  vinieron  y  trajeron  su  origen, 
porque  si  concuerdan  en  estas  cosas,  se  hace 
evidencia  del  origen,  como  con  gran  juicio  lo 
dejó  advertido  Tito  Livio  en  su  lib.  5,  y  el  Pa- 
dre José  Moret  en  su  Historia  de  Navarra,  li- 
bro I,  cap.  4,  §  2,  nüm.  40,  fundando  que  los 
vascones  vinieron  de  Armenia,  y  que  los  prime- 
ros pobladores  pusieron  en  aquellas  tierras  de 
Navarra  los  nombres  á  los  pueblos,  ríos  y  mon- 
tes, conformes  á  las  tierras  de  Armenia,  de  don- 


76  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

de  vinieron,  aunque  se  hallen  algo  corruptos 
con  la  antigüedad  del  tiempo. 

Veamos  si  en  esta  América  hallamos  confor- 
midad con  la  primitiva  España,  que  será  eficaz 
fundamento  á  nuestro  intento. 

2.  Yo  he  procurado  averiguar  si  en  al- 
gunas naciones  de  España  se  conserva  aquella 
primitiva  lengua  de  Tubal,  porque  aquella  len- 
gua, en  su  raiz  y  dialecto  ha  de  influir  mucho 
en  la  lengua  natural  de  los  indios,  y  hallo  que 
la  primitiva  lengua  de  Tubal  la  han  conserva 
do  hasta  hoy  los  antiguos  y  nobles  vascones, 
cántabros  ó  vizcainos,  así  lo  dice  el  P.  José, 
Moret  en  su  Historia  de  Navarra,  lib.  i,  cap.  5, 
§  T,  el  canónigo  Juan  Gutiérrez  en  el  lib.  3  de 
sus  Prácticas,  en  la  cuest.  16,  núm.  61,  don- 
de prueba  que  la  lengua  vizcaina  es  la  primera 
que  se  habló  en  España,  y  que  en  dicha  nación 
se  conserva. 

En  el  Teatro  del  Orbe  de  lansonio,  que  se 
intitula  Nuevo  Atlas,  en  la  descripción  de  Espa- 
ña, se  prueba,  con  autoridad  de  Scaligero,  que 
los  cántabros  retienen  la  lengua  matriz  de  Es. 
paña:  «Cantabri  primogeniam  linguam  a  reli- 
quis  omnino  discrepantem  retinent:  vnde  et  ma- 
tricibus  lingüe  eam  annumerat  Scaliger.»  Y  que 
los  primitivos  españoles  sean  los  vizcainos,  lo 
dice  D.  Juan  Antonio  Zabela,  autor  italiano,  en 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  7  7 

un  manuscrito  que  llegó  á  mis  manos,  y  lo  mis- 
mo hallo  que  advierte  el  Enchiridión  de  los 
tiempos  de  Fr.  Alonso  Venero,  en  el  fol.  91,  en 
aquellas  palabras:  «El  propio  lenguaje  de  la  na' 
ción  española  es  el  que  hablan  los  vizcainos^  y 
ellos  son  los  naturales  castellanos,»  y  más  abajo> 
en  el  fol.  92:  «La  lengua  de  los  vizcainos  es  la 
natural  de  Castilla.» 

Lo  mismo  dice  Rodrigo  Méndez  de  Silva  en 
la  Hisioria  {sic)  de  España,  describiendo  á  Viz- 
caya, fol.  235. 

3  De  la  noticia  antecedente  saco  una  hila- 
ción  irrefragable,  y  es  que  habiendo  venido  es- 
tos  indios  americanos  de  España,  después  de 
Tubal,  lo  cual  há  muy  cerca  de  cuatro  mil 
años,  ninguna  lengua  se  ha  de  hallar  más  con- 
forme en  la  raiz  á  esta.  Quichua,  de  los  indios, 
que  la  lengua  primitiva  de  Tubal,  y  así,  en  mi 
entender,  si  concurren  en  esta  América  diver- 
sas naciones,  vizcainos,  extremeños,  portugue- 
ses, castellanos  nuevos  y  viejos,  andaluces  y 
otros,  los  vizcainos  serán  los  que  aprendan 
con  más  facilidad  la  lengua  Quichua,  porque 
las  demás  naciones  de  España  mezclaron  con 
la  lengua  materna  la  cartaginense,  la  griega,  la 
latina  y  la  arábiga,  y  los  vizcainos  conservaron 
la  primitiva  sin  mezcla;  y  como  estos  indios 
vinieron  de  todos  los  lugares  de  España,  hará 


78  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

cuatro  mil  años,  cuando  nuestra  lengua  no  te- 
nía mezcla  y  era  universal  en  toda  España,  por 
esto  le  hace  alguna  conformidad  en  las  raíces 
y  dialectos  de  la  lengua  vizcaina,  que  retiene 
la  lengua  primitiva,  y  entraran  con  más  facili- 
dad á  aprender  la  lengua  Quichua,  que  otras 
naciones  de  España. 

Y  este  mi  discurso,  que  le  he  tenido  por  muy 
eficaz,  de  que  fueron  españoles  los  primeros 
que  entraron  en  este  Nuevo  Mundo,  ha  querido 
Dios  se  confirme  con  lo  que  he  oído  á  testigos 
de  toda  fé,  de  que  la  nación  vascongada,  que 
retiene  la  primitiva  lengua  de  España,  apren- 
den con  más  facilidad  que  otras  naciones  la 
lengua  general  de  los  indios,  y  que  en  las  raí- 
ces tienen  ambas  lenguas  conformidad,  por  ser 
una  y  otra  la  natural  de  Tubal,  y  ha  querido 
Dios  que  me  haya  hallado  un  testigo  de  pri- 
mera clase,  que  confirma  este  discurso,  que  es 
el  P.  Fr.  Gregorio  García,  natural  de  Navarra 
del  Orden  de  Predicadores,  el  cual,  en  el  libro 
4  del  Origen  de  los  Indios,  cap,  20,  al  fin,  dice: 
«La  lengua  vizcaina,  que  es  la  más  antigua  de 
España,  se  parece  mucho  á  la  general  del 
Perü.» 

Y  aunque  también  en  estos  americanos 
hubo  diferentes  lenguas,  la  general  la  retuvie- 
ron desde  el  principio  de  su  fundación,  y  fué 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  79 

la   de  Tübal,  aunque   con  el  tiempo  corrom- 
pida. 

4  De  lo  que  acabamos  de  decir,  viene  el 
hallarse  en  la  lengua  de  los  indios  muchos  vo- 
cablos semejantes  al  idioma  castellano  antiguo, 
como  son: 

«Acá,  allá,  ama,  anca,  ancha,  casa,  cacha, calla, 
cana,  casco,  caspa,  cocho,  choro,  coto,  llama, 
mayo,  maca,  macho,  manca,  marca,  marco,  mo- 
co, muía,  mulo,  moro,  guante,  manta,  para,  pata, 
papa,  peca,  pina,  pinta,  pinto,  puya,  tanta,  tintan 
tintín,  tío,  vira,  uña,  surco,  pasto,  Quito,  Caxa- 
ca,  Cacamarca,  Pausa  (que  es  un  monte  más 
abajo  de  Riobamba  y  Pausalco  junto  á  Quito.») 

En  la  lengua  vascongada  ó  de  Tubal,  gaché 
y  gacha ^  significa  la  sal,  y  los  indios  la  llaman 
cache. 

También  al  ósculo  llaman  mucho^  y  los  in- 
dios, por  besar  ó  reverenciar,  dicen  muchar  ó 
mochar. 

En  vascuence  vura  es  agua  y  en  lengua  de 
los  indios,  jurac  es  blanco,  á  imitación  del 
agua. 

Garúa  en  vascuence,  significa  niebla  y  rocío 
y  en  los  indios  garúa  es  lluvia  que  la  equiparan 
al  cristal. 

Los  indios  llaman  á  la  lana  7nillua,^  porque 
se  hila,  y  en  vascuence  liñua 


8o  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

En  vascuence  llaman  al  bazo  ó  cuba  upia^ 
porque  de  él  se  bebe  y  los  indios  dicen  tipiai 
al  beber. 

En  la  provincia  de  Veragua  llaman  al  hom- 
bre ho7ney  según  el  citado  Fr.  Gregorio  García, 
lib.  4,  cap.  20,  término  antiguo  de  Castilla  y 
hoy  dura  en  Portugal. 

Calle,  en  la  lengua  de  los  indios,  significa- 
pueblo,  nombre  español,  que  significa  vecin- 
dad ó  varia  parte  del  pueblo. 

Los  indios  Quixos  llaman  pujanga  á  la  tie- 
rra, como  dice  el  citado  Fr.  Gregorio  García 
en  el  dicho  cap.  20,  y  pujanza  es  primitivo 
nombre  español. 

Tiranij  tira7iqi¿i,  en  los  indios,  es  arrancar 
y  mesar  que  alude  á  tiranía  en  español. 

Cuando  el  indio  se  admira  dice  ¡ah!  y  cuan- 
do se  rie  ah,  ah,  ah,  y  cuando  agarra  uno  á  otro 
aha,  aha,  aha,  todo  español;  la  voz  Hua  en 
lengua  de  indio,  significa  el  llanto,  y  la  voz 
gí¿ai^  que  dá  el  recien  nacido,  tiene  semejanza 
con  la  voz  castellana  guai^  aunque  muy  antigua 
y  por  eso  mejor. 

5.  En  la  conformidad  de  pueblos,  ríos, 
montes,  entre  esta  América  y  la  primitiva  Espa- 
ña, he  hallado  mucho,  aunque  en  algunas  letras 
corrompido,  y  uno  de  mis  principales  cuidados 
en  esta  obra  ha  sido  averiguar  cómo  se  llama 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  8 1 

esta  América  antes  de  que  la  descubriese  Co- 
lón, y  despue's  de  dilatada  lectura  hallé  que  se 
llamó  Anaguac^  que  suena  tierra  rodeada  por 
todas  partes  de  aguas,  según  el  P.  Torquemada 
en  su  Monarquía  Indiana,  lib.  i,  cap.  6,  al  fin, 
aunque  el  Inga  Garcilaso,  en  su  Historia  lib.  i, 
cap.  5,  dice  que  esta  tierra  se  llamaba  Tabantín. 
Vamo^  con  que  se  llamó  Anaguac^  compuesto 
de  dos  dicciones  ana  y  gua^  que  son  primiti- 
vas españolas,  con  que  la  antigua  España,  signi- 
ficaba los  ríos  como  Guadalquivir,  Guadiana, 
Guadalete,  Guadalaviar,  junto  á  Valencia,  Gua- 
dalatin,  en  el  reino  de  Murcia,  Guadiela,  que 
entra  en  el  Tajo,  según  Cepeda,  en  su  Re- 
sumpta  de  España,  lib.  i,  cap.  i. 

El  río  Guadiana  antiguamente  se  llamó  Ana 
seeún  Nebric,  verbo  a?ta  y  el  rey  Sicano,  de 
los  primeros  de  España,  le  puso  este  nombre, 
según  el  citado  Cepeda,  lib.  i,  cap.  2,  con  que 
estas  dicciones  a7ta  y  gua  juntas,  con  que  los  in 
dios  explicaban  las  tierras  por  la  abundancia  de 
aguas  y  ríos  que  las  rodeaban,  bien  se  vé  vinie- 
ron de  la  primitiva  España. 

6.  He  observado  que  en  ninguna  tierra  del 
mundo  se  hallan  pueblos  y  ríos  que  comiencen 
con  la  partícula  giia,  sino  solo  en  esta  América 
y  en  la  primitiva  España,  y  tengo  reconocidos 
los  diccionarios  griegos,  latinos,  castellanos  y 

6 


o  2  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

to.scanos  y  solo  tienen  estos  nombres  los  de  las 
Indias  y  España. 

Ya  vimos  en  el  número  pasado  los  muchos 
ríos  que  comienzan  con  la  partícula  gua,  á  que 
se  pueden  añadir  Guadalete,  Cuadalamer,  Gua- 
dalquivirejo,  Guadajenil,  Guadajos,  Guadioro- 
y  otras  ciudades,  pueblos  y  montes  de  España, 
como  Guadalajara,  Guadix,  y  Guipúzcoa,  que 
algunos  llaman  Guaipúzcoa,  Guadaira,  Gua- 
dalcanal^    Guadarrama,   Guadalupe. 

En  esta  América  son  muchos  los  nombres 
de  pueblos  y  lugares  que  comienzan  con  la  pa- 
\di\>x2i  g¿¿a  y  guan^  como  son  Guaxaca,  Guati> 
mala,  Guamalies,  Guanaco,  Guano  (en  la  pro 
vinciá  de  Quito),  Guariaca  (en  la  del  Cuzco); 
Guacho  y  los  Guachos,  Guayaquil,  Guaranda, 
Guamantanga,  Guamparan,  y  Guancabelica,  y 
otros  muchos  que  no  teniendo  ni  en  el  Asia  ni  en 
África  origen  de  nombres  de  lugares  que  co- 
miencen con  gua  y  guan^  bien  se  reconoce 
que  habiéndolos  solo  en  España,  que  de  ella 
los  trajeron  los  primitivos  españoles  que  pobla- 
ron estas  Indias. 

Y  prosigamos  con  co^as  más  eficaces  para 
probar  esta  conformidad  que  vamos  fundando. 
En  esta  América,  cuando  se  ganó  por  Francisco 
Pizarro,  se  hallaron  estas  dilatadísimas  cordille- 
ras, del  Cuzco  para  arriba,  que  !los   indios  lia- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  83 

maban  Andes,  nombre  primitivo  del  mundo  an- 
tiguo, porque  hubo  montañas  llamadas  Andes  en 
Italia,  en  Mantua,  como  se  verá  en  la  Antonio 
Nebricense,  en  el  Catálogo  de  lugares,  verbo 
andes,  hubo  Andes  en  Bretaña,  como  lo  expli- 
ca Jacobo  Thuano,  en  las  Obras  expurgadas, 
lib.  90,  en  el  principio,  en  aquellas  palabras:  «In 
Armorica,  et  ni  Andibus.» 

Hubo  Andes  en  las  Galias,  comprendiéndo- 
se la  Galia  Tarraconense  y  Togada,  y  esa  parte 
de  Cataluña  y  Pirineos,  según  el  mismo  Ne- 
bricense, verbo  andes,  el  primero,  y  de  estos 
tomó  nombre  esta  cordillera  dilatada  del  Cuz- 
co, cuando  vinieron  los  primitivos  españoles,  y 
así  mi  conterráneo  Arias  Montano,  quiere  que 
el  monte  Sephar,  que  algunos  han  entendido  por 
España,  sean  estas  dilatadísimas  cordilleras  de 
América,  nombradas  los  Andes,  según  refiere  el 
P.  Fr.  José  Moret,  en  su  Historia  de  Navarra, 
lib.  I,  cap.  4,  §  I,  en  el  fm. 

8.  Hace  también  alguna  prueba  al  ver  que 
aquellos  primeros  pobladores  de  esta  Amé- 
rica, descendientes  de  Tubal,  pusieron  algunos 
nombres  suyos  y  de  sus  hermanos  y  tíos  á  esta 
tierra,  porque  en  la  Florida,  hay  un  pueblo  nom- 
brado Tobal,  como  dice  Paulo  Galucio,  en  su 
Teatro  del  Mundo,  en  los  nombres  de  América, 
verbo   Tobal^   que  asemeja   tanto  á  Tubal,    y 


84  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

más  cuando  Sanjcrónimoy  Josefo  le  llaman  To- 
bel  y  á  los  españoles  Tóbelos,  según  explica  el 
P.  Moret  en  su  Historia  de  Navarra,  lib.  i,  capí- 
tulo 4,  al  principio,  cerca  de  Tobal  está  la  isla 
de  la  Habana,  y  parece  tomó  nombre  de  Ja- 
van,  hermano  de  Tubal,  hijos  ambos  de  Ja- 
'  fet.  Genes.,  cap.   10.  Iiuatan  ó  Iiictan^  parece 
como  lectan,  sobrino  de  Tubal,  como  advierte 
el  citado  P.  Moret  en  el  cap.  4,  §  i,  en  el  fm, 
diciendo:  «En  la  América  se  ve  la  ciudad  de 
lucatan,  conservando   la  memoria   de  lectan, 
luctan,  le  llama  Josefo,»  ya  se  ve  la  semejanza 
de  luctan  y  lucatán. 

Fué  tambiéji  Magog  hermano  de  Tubal,  se. 
gún  el  citado  cap.  10,  Genes.,  y  en  las  costas  de 
Nueva  España  la  tierra  de  Amagog,  como  dice 
Juan  Botero  en  sus  Relaciones,  i.^  parte,  lib.  4, 
§  Florida^  y  allí  su  traductor,  Diego  de  Aguiar, 
diciendo:  «Francisco  Draque  corrió  la  costa 
del  Perú  y  Nueva  España  hasta  la  costa  de 
Amagog»  y  esa  tierra  de  Mage,  junto  áAreguipa, 
cuyos  indios  se  llaman  Mages,  bien  se  ve  des- 
cienden de  este  origen,  y  que  los  hijos  de  Tu- 
bal pusieron  en  estas  partes  estos  nombres  de 
sus  padres,  tíos  y  abuelos. 

9,  He  hecho  otro  juicio  para  esta  conformi- 
dad que  voy  probando,  y  es  haber  leído  en 
Marco  Varrón,  que  vinieron   antiquísimamente 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  85 

los  iberos  y  persas  á  España  con  Baco,  que  tra- 
jo en  su  compañía  á  Pan  y  á  Luso,  éste  pobló 
Portugal  y  de  su  nombre   se  llamó  Lusítania; 
Pan  tuvo  el  gobierno  restante  de  España,  y  en- 
tonces se  llamó  Pania,  otros  le  llamaron  Spania 
y  otros  Pánica,  de  que  escriben  Plutarco  y  Flo- 
rián  de  Ocampo,  y  en  especial  D.  Diego  de 
Mendoza,  en  el  discurso  que  hace  de  la  última 
guerra  de  Granada,  añadiendo,  que  de  esta  ciu- 
dad y  de  más  poblaciones,  se  fundó  en  esta  ve- 
nida de  Baco,  y  aquella  provincia  de  Granada 
la  llamaron  los  gentiles  Soloira^  y  á  sus  lugares 
Illiberítanos  ó  Liberítanos  y  con  más  propiedad 
Illipuriianos^  según  la  noticia  que   se   halló   en 
las  láminas  de  plomo,  sacadas  del  Monte  Santo 
de  Valparaiso  de  Granada,  la  cual,  en  la  anti- 
güedad se  llamó  Gar-Nata,  compuesta  de   dos 
partículas  gar,  que  quiere  decir  cueva,  por  una 
famosa  y  antigua  que  tuvo  esta  ciudad;  y   7iataj 
lugar  de  Damasco,  de   donde  vinieron  los   pri- 
meros pobladores  de  Granada.  De  cuya    lectu- 
ra sacO;  lo  primero,  que  este  pueblo  de   Nata, 
vecino  á  Panamá,  trajo  su  origen  de  Nata  de 
Andalucía  la  Alta,  y  así  mismo,  que  esta  provin  ' 
cia,  primera  de  tierra  firme,  que  se  llama  Paría, 
trajo  su  origen  de  Pania,   primitivo  nombre  de 
España,  y  fué  fácil  la  corrupción  de  la  n  en  la  r; 
y  estos  indios  de  la  costa  de  Guastecan  y  Panu- 


S6  DrEGO    ANDRÉS    ROCHA 

co  en  la  Nueva  España,  y  en  los  del  golfo  de 
Utaba  y  costa  de  la  provincia  de  el  Oro,  que 
unos  los  llaman  Panucos,  otros  Pancos  y  otros 
Panues,  todos  vinieron  |de  nuestra  antigua  Pa- 
nía  y  en  la  España  citerior,  en  los  Lacetanos, 
hubo  la  gran  ciudad  de  Panca,  que  se  llamó 
Panea  y  Panos,  según  lo  advierte  Fr.  Gregorio 
de  Argaiz  en  la  Población  de  España,  (sic)  año 
3800,  verbo  Panea^  fol.  426,  tomo  I,  y  aun  se 
podía  discurrir  que  también  Panamá  trajo  de  allí 
su  origen. 

Advierto  también  que  la  palabra  Illiburi  es 
nativa  de  estos  americanos. 

10.  Vamos  con  otros  lugares  que  se  halla- 
ron en  estas  Indias  muy  conformes  á  los  de  Es- 
paña. 

En  esa  dilatada  provincia  de  los  Andes  está 
el  pueblo  de  Coca,  de  quien  toma  nombre  la 
yerba  supersticiosa  de  estas  Indias,  llamada 
Coca,  y  de  este  nombre  hubo  algunos  pueblos 
en  España,  y  hoy  dura  uno  en  tierra  de  Medina 
del  Campo,  y  otro  hacia  Salamanca  y  otro  jun- 
to á  Valladolid. 

El  cronista  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  en  su 
Población  de  España,  tomo  I,  fol.  51,  verbo 
coca^  disputa  acerca  de  si  este  pueblo  de  Coca 
es  el  que  hoy  se  llama  Cuenca  y  antiguamente 
Conca  ó  Coca. 


ORIGEN  DE    LOS    INDIOS  8/ 

11.  Auca,  en  España,  fué  el  nombre  de  la 
insigne  ciudad  de  Burgos,  según  Nebricense, 
en  el  Diccionario  de  lugares,  verbo  auca^  si 
bien  el  Padre  Moret,  en  la  historia  de  Navarra, 
lib.  I,  cap.  6,  §  2,  intenta  no  haber  sido  Burgos, 
sino  otra  ciudad  que  dio  nombre  á  los  montes 
de  Oca,  y  en  esta  América  están  los  indios  Au- 
cas en  el  reino  de  Chile,  y  Atahualpa,  Inga  se 
preciaba  de  ser  indio  Auca,  como  dice  Garcila- 
so  Inga,  tomo  II,  lib.  8,  cap.  final. 

También  los  indios  Araucos,  de  la  misma 
región  de  Chile,  se  puede  entender  que  descien- 
den de  aquellos  primitivos  españoles  que  se 
llamaron  arvacos  ó  arevacos^  que  estaban  junto 
to  á  Briviesca,  de  que  habla  el  Padre  Mariana 
en  su  Historia  de  España,  tomo  I,  lib.  i,  ca- 
pítulo 3. 

Clarísima  es  también  la  alusión  del  pueblo 
de  Ocoña  en  estas  Indias  con  Ocaña  de  Es- 
paña. 

12.  La  gran  ciudad  de  Cuenca  en  España, 
se  llamó  en  el  origen  Cauca,  como  explica  Ne- 
bricense, verbo  cauca  en  el  Diccionario  de  pue- 
blos y  lugares,  y  en  estas  Indias,  en  la  provin- 
cia de  Popayan  está  el  famoso  y  abundante  río 
de  Cauca,  que  toma  el  nombre  de  las  tierras  y 
provincias  por  donde  pasa  hasta  entrar  en  el  río 
grande  de  la  Magdalena,  y  de  este  Cauca  trata 


88  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

Juan  Laert  en  su  Descripción  de  las  Indias,   li- 
bro lo,  cap.  14,  núm.  40. 

13.  En  España  está  el  pueblo  de  Moya, 
que  es  cabeza  de  un  marquesado,  y  aquí  en  las 
Indias  hay  otro  pueblo  de  indios  llamado  Moya, 
y  tambie'u  hay  otro  parage  nombrado  Moyo- 
bamba. 

Así  mismo  en  España  está  el  pueblo  de  Ca- 
rayaca, insigne  por  aquella  cruz  tan  milagrosa, 
y  este  pueblo  en  más  antigüedad  se  llamó  Caia- 
baca,  como  dice  el  citado  Aguiar,  en  un  Trata- 
do que  hizo  de  las  excelencias  de  la  Cruz,  y  en 
Navarra,  está  un  valle  que  llaman  Altabaca,  en 
los  Pirineos,  como  dice  el  P.  José  Moret,  en  la 
Historia  de  Navarra,  lib.  i,  cap.  2,  §  <^,  núm.  52, 
y  en  esta  América,  en  la  provincia  de  Loxafe, 
halló  en  la  última  conquista,  un  pueblo  de  in- 
dios llamado  Aiabaca,  que  concuerda  con  Caia- 
baca  y  con  Carabuca  y  también  en  las  provincias 
hacia  Chuquiabo,  está  el  lugar  de  Carabuco, 
donde  también  se  halló  una  cruz  muy  misterio- 
sa, y  bien  se  ve  la  concordancia  de  Carabaca  y 
Carabuco  que  todo  esto  entró  con  los  españo- 
les primitivos. 

14.  Vamos  adelante:  jquién  no  se  conven- 
cerá con  ver  que  en  esta  América  Meridional  es- 
tá la  provincia  y  pueblo  de  Caylloma,  tan  cele- 
brado de  la  gentilidad  de  los  indios,  de  que 


ORIGEN    DE  LOS    INDIOS  89 

muchos  tomaron  nombre,  y  en  la  primitiva  Es- 
paña, en  Andalucía,  hubo  el  pueblo  de  Caylo- 
ma,  como  se  puede  ver  en  Antonio  Nebricense 
en  el  Catálogo  en  castellano  de  pueblos  y  lu- 
gares, verbo  cayloma,  consideración  tan  eficaz 
que  vencerá  al  más  rebelde,  para  conocer  que 
los  primitivos  españoles  fueron  los  primeros 
que  entraron  en  esta  tierra  después  del  diluvio 
y  pusieron  aquellos  antiquísimos  nombres  da 
España  en  ellas? 

15.  En  la  provincia  de  Guancalies  de  esta 
América,  está  el  pueblo  y  río  de  Zinga  nombre 
originado,  sin  duda,  del  célebre  y  famoso  río 
de  Cataluña,  nombrado  Zinga^  como  se  lee  en 
las  Nuevas  tablas  de  lansonio,  ó  nuevo  Atlas^ 
la  descripción  de  Cataluña,  donde  la  llama 
Ciiiga^  aunque  Antonio  Nebricense  en  el  Catá- 
logo de  lugares,  verbo  cíncaj  le  llama  Cima,  y 
de  una  y  otra  manera,  bien  se  ve  la  alusión  que 
hace  al  Cinga  del  Perú. 

16.  Así  mismo  en  España  hubo  la  ciudad 
de  Moro,  en  estas  Indias,  en  la  provincia  do 
Sunta,  se  halló  un  pueblo  de  indios  nombrado 
Moro\  en  los  Charcas  hay  otro  pueblo  de  indios 
llamado  Moro. 

Bien  pudiera  añadir  el  pueblo  Salamanca^ 
que  está  junto  á  Areguipa,  pueblo  de  indios,  de 
quien  me  refirió  un  anciano  que  el  propio  nom- 


90  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

bre  había  sido  Salamanga^  como  Guamanga  y 
otros;  pero  excluyo  este  nombre  porque  pudo 
ser  que  los  españoles  que  vinieron  con  Francis- 
co Pizarro,  á  similitud  de  Salamanca  de  Espa- 
ña, pusiesen  este  nombre  en  dicho  pueblo  cer- 
cano á  Areguipa,   como  lo  hicieron  en  otros 
pueblos  y  ciudades  de  esta  América,  y  sobre 
esto  tuve  una  porfiada  conferencia  con  un  gran 
ministro  de  nuestra  Audiencia,  que  instaba  no 
poder  proceder  esto  en  el  pueblo  de    Salaman- 
ca^ de  que  vamos  hablando,  por  ser  este  pueblo 
de  indios,  en  que  no  corrió  fsic)  lo  que  en  otros; 
porque  en  los  pueblos  de  indios,  que  quedaron 
con  ellos,  nunca  se  mudaron  los  nombres   de 
su  gentilidad,  ni  pudieron  habitar  en  ellos  espa- 
ñoles, y  solo  pusieron  no  mbres  de  ciudades  de 
España  en  las  cabezas  de  las  provincias,  como 
ea   Trujillo,  Guadalajara,    Santa  Fé  y  otros  de 
estas  Indias;  pero  si  n  embargo,  no  hago  mucha 
instancia  en  este  pueblo  de  Salamanca,  porque 
solo  busco  pueb  los  y  nombres  muy  antiguos  de 
la  antigua   España,  que   conformen  con  los  de 
estas  Indias,  en  que  no  se  pueda  presumir  que 
los  que  vinieron  con  Colón  los  pusiesen  en  ella. 
17.     En    la  España   citerior  hubo   antigua- 
mente los  pueblos  Lares,  según  Salustio  lugurt, 
en   esta  América  se  halló  la  provincia  de  los 
Chiches  y  Lares. 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  9 1 

También  hubo  en  la  primitiva  España  los 
pueblos  Lucanos  ó  Lucanses  y  de  estos  tomó 
nombre  nuestro  poeta  español  Luoano,  y  en 
esta  América  está  la  provincia  de  los  Lucanas 
é  indios  Lucanos. 

Hubo  también  pueblos  Lucanos  en  Italia  y 
la  ciudad  de  Luca.  En  las  riberas  del  mar  At- 
lántico, á  la  parte  de  África  y  enfrente  de  Es- 
paña, hay  muchos  pueblos  nombrados  BabUy 
segÚQ  Nebricense,  en  el  Diccionario  de  lugares 
verbo  baba^  y  al  estrecho  de  Gibraltar  cae  la 
ciudad  de  Baba,  según  Paulo  Galucio,  en  los 
Lugares  de  África,  verbo  baba^  y  en  esta 
América,  junto  á  Guayaquil,  está  el  río  y 
pueblo  de  Baba,  con  que  se  ve  que  trajo  ori- 
gen de  aquel  estrecho  vecino  á  Cádiz,  donde 
está  dicha  ciudad  de  Baba^  y  en  esta  América, 
se  hallaron  los  indios  Ganares,  según  Juan 
Laert.  lib.  lo,  cap.  13,  núm.  40,  y  también  en  el 
cap,  10,  en  el  principio,  y  sin  duda  fueron  re- 
dundancia de  los  canarios,  continuados  anti- 
guamente con  España  por  la  isla  Atlántida. 

18.  Hace  muy  al  propósito  para  lo  que  voy 
fundando,  el  ver  que  en  esta  América,  entre 
Oruro  y  la  ciudad  de  la  Plata,  está  el  cerro  ó 
cordillera  que  llaman  Libichuca,  y  á  mi  enten- 
der fué  nombre  traído  de  la  primitiva  España, 
en  que  hubo  muchos  lugares  que  comenzaban 


92  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

con  la  palabra  Ubico,  á  contemplación  de  Hér- 
cules Líbico,  de  los  primeros  reyes  que  tuvo 
España,  después  de  Tubal,  según  Venero,  en  su 
Enchiridión  de  los  tiempos,  fol.  46,  vuelta. 

Este  Hércules  Líbico  fué  padre  de  Híspalo 
y  reinó  mucho  antes  de  la  fundación  de  Ronia 
y  cerca  de  dos  mil  años  antes  del  nacimiento 
deNuestro  Señor  Jesucristo,  como  se  verá  en  el 
citado  Enchíridión,  desde  la  hoja  48,  y  también 
en  el  Cómputo  de  años  del  referido  Cepeda. 

Entre  las  ciudades  primitivas  que  fundó  esto 
■Hércules,  fué  una  Libísoca,  como  se  puede  ver 
¡en  el  licenciado  Requena  de  Aragón,  en  su  li- 
bro De  la  venida  de  S.  Pablo  á  España,  parte  i'' 
desde  el  cap.  2,  hasta  el  6,  y  de  esta  ciudad 
hace  mención  Flavío  Dextro,  en  la  palabra  Li- 
bísoca, diciendo:  «Ipsa  autem  Libísoca  propo 
Alearas  hodie  Leruza  nuncupatur»  y  poco 
antes:  «Erat  Libísoca  non  ignobílis  Urbs.»  Lí- 
bísuca  ó  Libísoca  la  llama  el  cronista  Fr.  Gre- 
gorio Argais  en  su  Población  Eclesiástica  de 
España,  tomo  I  en  el  año  2200,  De  la  creación 
del  mundo,  fol.  322,  al  ñn,  é  importa  poco  es- 
cribirse con  ó  ó  con  tu 

^jQuién  no  ve  la  mucha  conformidad  que 
tiene  Libichuca  de  esta  América  con  Líbisuca 
ó  Libísoca  de  la  primitiva  España,  y  la  mudanza 
de  una  ó  dos  letras  en  tantos  millares   de  años, 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  93 

no  es  de  atender,  pues  aún  en  España  vemos 
esta  corrupción  de  vocablos;  y  Madrid^  nobilísi- 
mo emporio  y  corte  de  nuestra  España^  primero 
se  llamó  Mantua  y  luego  se  fué  resolviendo  en 
menos  letras  y  se  llama  Madrid,  y  en  mi  enten- 
der, aquí  en  las  Indias  este  pueblo  de  Manta 
trajo  su  origen  de  la  Mantua  de  España,  que 
fué  sitio  de  los  carpetanos,  y  la  palabra  manta 
es  castellana? 

19.  Esta  isla  tan  celebrada,  de  Ctiba^  en  esta 
América^  y  esas  costas  de  CuBagna  y  Cubatagua 
^quién  pondrá  duda  que  tomaron  nombre  de  dos 
dicciones  de  la  lengua  castellana,  cuba,  que 
significa  yaso  grande  en  que  se  guardan  los  vi- 
nos y  de  la  partícula  gua^  que,  como  dijimos 
arriba,  es  primitiva  española,  con  que  se  signifi- 
caba el  río  y  el  agua. 

De  paso  advierto  que  entre  los  descendien- 
tes de  Annon,  uno  se  llamó  Acuba,  según  Es- 
dras,  lib.  3,  cap.  5,  núm.  29. 

20.  En  la  Nueva  España  y  provincias  de 
Méjico,  hubo  una  ciudad  que  se  llamó  Vacho, 
según  Paulo  Galucio,  en  su  Teatro  del  mundo, 
en  los  nombres  de  América,  en  la  palabra  va- 
chics^  nombre  que  tuvieron  estos  indios  de  la  an- 
tigua España,  cuando  gobernó  Vacho  y  vino  á 
ella  con  Luso  y  Pan,  según  dijimos  arriba,  á 
quien  añado  el  puerto  y  villa  de  Andalucía,  lia- 


94  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

mada  Tarifa,  de  la  cual  me  persuado  tomó 
nombre  Tarija,  una  de  las  provincias  de  esta 
América,  y  el  tiempo  le  bastardeó  una  letra,  y 
á  semejanza  de  esto,  hago  el  mismo  discurso  en 
esa  provincia  de  Tarama  é  isla  de  Bahama,  que 
todo  parece  alude  á  la  antigua  Jarama  de  Es- 
paña. 

21.  En  la  isla  de  Santo  Domingo  de  esta 
América,  que  llaman  la  isla  Española,  está  aquel 
gran  lago  que  llaman  Giragua^  según  todos  los 
historiadores  de  esta  América,  y  también  soy 
de  sentir  que  á  este  gran  lago  le  pusieron  este 
nombre  los  primitivos  españoles,  por  aquel 
gran  río  que  riega  á  Pamplona,  llamado  AragJ^ 
y  en  lengua  vascongada  Aragoa^  según  el  Padre 
Moret  en  la  Historia  de  Navarra,  lib.  i,  cap.  4, 
núm.  48,  y  hay  poca  diferencia  del  lago  Gira- 
gua  ó  Aragua  ó  Aragoa. 

También  pudo  el  lago  Giragua  denominarse 
de  la  ciudad  de  Girona,  en  Cataluña,  y  también 
me  persuado  de  que  ese  pueblo  de  conchucos ^  lla- 
ma.doAurm2atra,]osu.  origen  del  pueblo  de  Arin- 
sa  en  Navarra,  de  quien  habla  el  mismo  Padre 
Moret,  poco  há  citado,  en  el  lib.  2,  cap.  2,  nú- 
mero 25,  ó  del  pueblo  Ai?iza,  del  principado  de 
Sobrarbe,  según  Rodrigo  Méndez  de  Silva,  en 
su  Población  de  España,  cap.  42,  fol.  139,  vuel- 
ta. El  Curaca  actual  del  pueblo  de  Oropesa,  en 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  95 

Quispicanche,  y  los  caciques,  sus  padres,  retie- 
nen el  apellido  de  A^^iza  como  es  notorio,  y  en 
esa  provincia  hacia  Areguipa  los  indios  Arin- 
saias. 

2  2.  En  el  reino  de  Aragón,  tuvieron  los  an- 
tiguos vascones  el  pueblo  Guarte  Araquil  6  co- 
mo lee  el  P.  Moret,  lib.  i,  cap.  2,  §  13,  Ruarte 
Araquil  en  aquellas  palabras:  «Y  así  está  Huar- 
te  Araquil  entre  el  río  que  corre  el  valle  y  otro 
arroyo  que  en  la  villa  entra  en  él,»  y  en  este 
pueblo  de  la  primitiva  España,  parece  tomó 
nombre  la  ciudad  átGuayaquilÚQ  esta  América, 
que  también  se  puede  escribir  con  Hy  aluden 
mucho  Gicaiaquíl  y  Guarte  Araqtiit, 

23.  En  el  reino  de  Toledo  hubo  en  lo  pri- 
mitivo una  ciudad  llamada  Caracas,  que  hoy  se 
llama  Guadalaiara,  según  Nebricense,  en  el 
Diccionario  de  lugares,  en  castellano,  verbo 
Guadalajara^  donde  observa  que  esta  ciudad  se 
llamó  antiguamente  Caracas,  y  Fr.  Gregorio  de 
Argaiz,  tomo  I  de  la  Población  de  España,  ver- 
bo Guadalajara,  fol.  201,  el  cual  no  pudo  po- 
nerse por  los  españoles  que  vinieron  con  Co- 
lón, porque  muchos  siglos  antes  se  llamó  Ca- 
racas  la  ciudad  de  Guadalajara,  y  así  se  reco- 
noce que  los  prirpitivos  de  Tubal  ó  de  Héspe- 
ro, trajeron  este  nombre  á  las  Indias. 

En  esta  América,  junto  á  Guamanga,  está  el 


9^  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

pueblo  de  Acoria  y  me  persuado  que  trajo  su 
origen  del  antiguo  pueblo  de  Coria  en  España, 
también  hubo  en  Egipto  otro  nombre  de  ciu- 
dad que  se  llamó  iVcoria,  según  Nebricense,  en 
el  Catálogo  de  lugares,  verbo  Acoria,  hay  tam- 
bién un  pueblo  de  indios  llamado  Coria,  en 
Indias. 

24.  En  la  América  Septentrional  está  la  tie- 
rra y  pueblo  de  Guajaca,  celebrado  por  su  ca- 
cao y  chocolate,  y  en  España  Tarraconense,  se 
halla  la  muy  antigua  ciudad  de  Jaca  y  el  obis- 
pado  de  Jaca  es  sufragáneo  de  Zaragozay  tam- 
bién las  montañas  de  Jaca  fueron  y  son  muy  ce- 
lebradas en  España,  conque  Guajaca  tiene  mu- 
cha similitud  con  esta  antigüedad,  y  la  partícu- 
la Gua^  que  se  añade;  ya  hemos  dicho  arriba 
que  es  primitiva  de  España  á  que  añado  que 
en  la  jurisdición  de  Santa  Fé  de  esta  América, 
está  el  río  y  tierra  que  llaman  Guayana,  que,, 
sin  duda,  trajo  su  origen  delrío  Guadiana,  anti- 
quísimo en  España. 

Esa  antiquísima  provincia  Pucarani,  que  en 
lo  antiguo  se  llamó  Quesea-Marca,  según  el  Pa- 
dre Calancha,  lib.  4,  cap.  13,  núm.  3,  bien  se 
vé  lo  que  alude  á  la  ciudad  de  Huesca>  en  Ara- 
gón. 

25.  K\  principio  de  la  fundación  de  Espa- 
ña, leemos  en  las  historias  antiguas,  que  el  rey 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  97 

S'coro  fundó  la  ciudad  de  Pallas  en  los  Piri- 
neos, como  lo  trae  Fray  Gregorio  de  Argaiz  en 
su  Población  de  España,  tomo  I,  nüm  174,  fo- 
lio 167,  en  estas  Indias  están  los  A ch- Pallas  en 
la  provincia  de  Popayan,  la  Pallasca  en  Bom- 
bón, Pallaranca,  hacia  Guayaquil. 

También  llamaban  los  indios,  Palias  á  las 
Reinas. 

26.  Ochandui,  ó  como  leen  otros,  Ochandu- 
ri,  fué  lugar,  y  pueblo  en  la  Rioja  y  también  en 
Navarra,  casi  desde  el  tiempo  de  Tubal,  dícelo 
el  mismo  Fr.  Gregorio  de  iVrgaiz,  tomo  I,  en  el 
año  de  la  Creación  del  mundo  1800.  En  este 
reino,  hacia  Manta,  está  el  pueblo  de  Chan- 
duí. 

El  mismo,  autor   en   dicho   año  1800,  dice 
que  también  fué  pueblo  de  la  primitiva  Uraba 
y  aquí,    en  la  América,   hacia  Méjico,   está  el 
golfo  de  Uraba  y  en  la  provincia  del  Oro  otros 
pueblos  del  mismo  nombre. 

El  mismo  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  tomo  I, 
fol.  126,  pone  en  la  primitiva  España  el  pueblo 
de  Ubamba,  diciendo:  «La  villa  de  Ubamba, 
que  vulgarmente  llamamos  Bamba  está  de  Va- 
lladolid  tres  leguas.» 

^Quién  habrá  que  niegue,  que  de  este  origen 
vino  Urubamba  de  las  Indias,  y  más  cuando 
este  autor  nos  deja  dicho  en  estos  lugares,  que 

7 


<;v^  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

miichos   de  la  primitiva  España,   comenzaban 
co  1  la  partícula  ¿7/-? 

27.     Onda,  fué  lugar  de  la  primitiva  España^ 
fundóle  el  rey  Sicoro,  como  lo  advierte  Rodrigo 
Méndez  de  Silva  en  su  Población  de  España, 
part,  2,  cap.  13  y  en  esta  América,  en   el  reino 
de  Santa  Fé,  está  el  pueblo  y  puerto  de  Onda. 
Voga,  río  antiquísimo   en  Portugal,   como  ad- 
vierte Antonio  Nebricense  en  su  Diccionario  de 
lugares  en  romance,  verbo  voga,  y  de  aquí  pre- 
sumo tomó  nombre  este  río  de  tierra  firme  Ta- 
boga,  y  aun  también  el  de  Bogotá,  de  Santa  Fé, 
y  este  pueblo  de  Buga  en  Popayan,  y  su  crecido 
río,  creo  tuvo   su  origen   del  río  Boga  de  Es- 
paña;  también  pudo  el  pueblo  de  Buga  traer 
su  origen  del  pueblo  de  Bugia,  que  aunque  caía 
en  África,  fué  posesión  de   españoles,  según  el 
mismo  Nebricense,  en  el  Diccionario  general 
de  lugares,  verbo  httgía  en  aquellas  palabras: 
«Bugía  vrbs  Africse,  ab  Hispani  obtenta.» 

28.  ¿Quién  pondrá  duda,  en  que  este  pue- 
blo de  indios,  que  está  hacia  Cochabamba  de 
esta  América,  llamado  Tupisa,  trajese  su  origen 
de  la  antigua  ciudad  Tubisa,  que  fué  junto  á 
Tortosa,  como  reñere  Fr.  Gregorio  de  Argaíz 
en  su  Población  eclesiástica  de  España,  tomo  I, 
en  el  año  2140,  de  la  Creación  del  mundo,  fo- 
lio 311. 


ORGIEN    DE    LOS    INDIOS  99 

Los  indios  no  usan  de  la  /'  ni  de  la  /^  y 
la  vuelven  en/,  y  así  dicen  Prancisco  y  Perna- 
bé  por  Francisco  y  Bernabé,  y  así  á  Tybisa  la 
nombraron  Tupisa,  y  también  es  fácil,  volvien- 
do la  b  quedar  en/.  También  hubo  en  España  el 
pueblo  de  Iturisa,  Nebricense,  verbo  itui'isa. 

29.  En  esta  América  hay  una  isla  nombrada 
Dagoa,  según  Paulo  Galucio,  en  su  Teatro  del 
mundo,  en  las  islas  de  América,  verbo  dagoa^  y 
me  parece  que  es  nombre  de  los  antiguos  cán- 
tabros, h.iisa  fué  ciudad  de  Aragón,  unos  quie- 
ren que  sea  Albarracín;  otros,  Vique^  según  el 
citado  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  tomo  I,  fol.  206, 
y  en  esta  América,  en  Farinacocha^  el  principal 
pueblo  se  llama  Paitsa^  con  que  parece  trajo  su 
origen  de  ausa. 

También  hubo  en  la  primitiv^a  España,  en 
Aragón,  el  pueblo  de  Lausa^  según  el  citado 
Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  tomo  I,  en  el  año  2626, 
fo^-  355^  Lauta  y  Pansa  aluden  mucho  en- 
tre sí. 

30.  En  esta  América  se  halló  el  pueblo  y 
provincia  de  Caitta  y  en  España,  janto  á  Tor- 
tosa,  estuvo  la  ciudad  de]  Cantavecha^  esto  es, 
Canta  la  Vieja^  como  lo  prueba  el  cronista  Fray 
Gregorio  de  Argaiz,  en  su  Población  de  Espa- 
ña, en  el  año  3769,  tomo  I,  fol.  419,  conque  de 
aquel  origen  vino  á  esta  América  el  nombre  da 


lOO  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

canta,  y  también  pudo  ser  que  lo  tomasen  de  la 
Cajiiabría, 

31.     En    España  hubo  un  pueblo   llamado 
Oc7'0Sy  que  hoy  retiene  el  nombre  de  Ocroy  ó  de 
San  Miguel  de  Ocroy^  junto  á  la  ciudad  de  Toro. 
En  esta  América  se  halló  el  pueblo   de  Oc7'0Sy 
que  es  doctrina  de  clérigos  en  este  arzobispado. 
Vana  es  villa  antiquísima   de  España  Tarraco- 
nense, fundada  en   tiempo  de  Tubal,  como  ad- 
vierte el   citado  Fr.  Gregorio  de   Argaiz  en  el 
tomo  I,  fol,  20,  verbo  lana^  y  Rodrigo  Méndez 
de  Silva,  en  su  Población  de  España,  parte  3, 
cap.  53,  fol.  216.  Y  en  esta  América  está  la  es- 
tancia y  pueblo  de  lana^  en  el  gobierno  de  Cas- 
tro Vireina,  y  lana  Urco  en  Quito  y  en  Cuzco,  y 
de  esta  raiz  se  puede  inferir  se  nombraron  los 
indios  lanaconas. 

Frías^  fué  ciudad  de  la  primitiva  España,  en 
el  valle  de  Tobalina  de  los  Cántabros  como 
dice  el  citado  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  cíi  su  Po- 
blación de  España,  tomo  I,  fol.  48,  v^xhofrias. 
En  esta  América,  en  el  corregimiento  de  Piura 
se  halló  el  pueblo  de  Frías ^  que  es  de  indios, 
y  Doctrina  de  los  religiosos  de  la  Merced,  de 
esta  provincia  de  Lima. 

32.  Fica  es  lugar  antiguo  de  España,  junto  á 
Ciudad-Rodrigo,  y  hubo  otros  lugares  en  ella 
de  este  nombre,  y  en  esta  América,  más  arriba 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS 


lOI 


'de  Arica,  está  el  valle  y  pueblo  de  Pica.  En  Es- 
paña también  hay  un  marquesado  de  Pica  y  de 
Mal-Pica.  En  esta  América,  en  la  provincia  de 
Bombón,  están  dos  pueblos  llamados  el  uno 
Víco^  y  el  otro  lasco,  y  tengo  por  cierto  que  el 
del  pueblo  de  Vico  trajo  origen  de  los  primeros 
españoles  que  después  de  Tubal  vinieron  á  po- 
blar estas  Indias,  y  que  le  pusieron  á  este  pue- 
blo de  B ambón  el  nombre  de  Vico^  á  similitud 
pueblo  de  Vico  en  Cataluña,  que  fué  de  la  pri- 
mera fundación  de  España,  aunque  con  el 
tiempo  se  corrompió  y  le  llamaron  Vlque^  lla- 
mándose en  su  origen  Vico  caliente,  como  ad- 
vierte Paulo  Galucio  en  su  «Teatro  del  mundo» 
en  los  lugares  de  Europa,  en  la  palabra,  vi- 
que, 

2,2,'  Calig  fué  villa  de  la  primitiva  España, 
en  los  confines  de  Cataluña,  según  Rodrigo 
Méndez  de  Silva,  en  la  Población  de  España, 
parte  2.%  cap.  46,  fol.  114;  y  en  est?  América, 
en  el  gobierno  de  Popayan,  está  la  ciudad  de 
Cali,  de  la  cual  diré  más  abajo  en  el  cap.  3. 

Hubo  también,  y  hoy  dura,  en  Vizcaya,  \i 
vüla  de  Lcqueito^  que  hoy  llaman  Lequeiiio, 
aunque  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  ya  citado,  en 
el  índice  último,  observa  deberse  llamar  Le- 
queito  y  alude  mucho  Lequito  de  España  con 
el  Quito  del  Perú,  aunque  .algunos  quieren  que 


I02  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

este  se  denominase  de  un  cacique  así  nombra- 
do,  y  juzgo  que  el  cacique  tomó  el  nombre  á^l 
lugar,  y  están  muy  parecidos  L¿  Quáto  y  El  QiiiíO^ 

34.  Urco  y  Orco,  fueron  lugares  de  la  pri- 
mitiva España,  según  Fr.  Gregorio  de  Argaiz, 
en  su  Población  de  España,  tomo  I,  en  el  año 
i3oo  de  la  Creación  del  [nundo,  fol  263. 

Y  en  estas  Indias,  en  la  provincia  del  Quito, 
llaman  Urco  al  cetro,  y  en  ia  lengua  Quicha  le 
llaman  Orco. 

También  dice  en  este  lugar  que  hubo  otro 
en  la  primitiva  España  que  se  nombraba  Ur- 
canqui,  que  es  palabra  conocida  del  Inga. 

Hubo  también  en  España  la  ciudad  de  VI- 
¿ica,  en  la  Cantabria,  según  el  citado  Argaiz, 
tomo  I,  fol.  462,  y  de  aquí  parece  vino  la  últi- 
ma dicción  de  Guanea- Vélica,  en  esta  x\mérica. 

35.  Eu.  esta  América  está  el  pueblo  de  Tusa 
en  los  Pastos,  que  parece  trajo  origen  de  Der- 
tusa^  en  Cataluña,  que  hoy  se  llama  Tortosa,  y 
antes  se  llamó  Derlosi,  y  en  el  principio  Der- 
tusa,  según  el  cronista  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,, 
ubi  su pr a,  en  la  palabra  Tortosa,  y  más  abajo, 
fol.  311. 

En  la  provincia  de  Popayan  y  jarisdición  de 
los  Pastos,  Q^i^iw  Ja  canaca  he  y  Jaquanqi¿er,  nom- 
bres ambos  que  aluden  á  lugares  de  P^spaña, 
así  al  pueblo  de  jaca  en  los  Vascones,  de  que 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  103 

trata  Fray  Gregorio  de  Argaiz^  tomo  I,  fol.  65, 
núm.  120,  como  á  lalanquer,  alias  Alanqaer, 
que  después  se  nombró  lerobrica,  según  Ne- 
bricense  y  Rodrigo  Méndez  de  Silva,  en  su  Po- 
blación de  España,  parte  2.%  cap.  34,  ibi:  «En 
las  ruinas  de  lerobrica.)^ 

36.  En  el  reino  de  Santa  Fé,  de  América, 
está  el  valle  de  Ney7ia,  y  este  nombre  le  hubo 
en  la  primitiva  España  desde  el  tiempo  que 
dominaron  en  ella  los  griegos,  como  lo  dice 
Rodrigo  Méndez  de  Silva,  en  su  Población  ge- 
neral de  España,  parte  2.%  cap.  117,  explican- 
do la  villa  de  Neyna^  y  dice  está  en  la  comarca 
de  Viana, 

El  P.  Fray  Antonio  Calancha,  en  su  Crónica 
del  Perú,  lib.  i,  cap.  15,  núm.  2,  dice  que  no 
se  ha  podido  averiguar  de  dónde  se  deriva  el 
nombre  de  la  ciudad  del  Cuzco,  corte  de  los 
Ingas,  y  yo  he  presumido  que  trajo  origen  de 
la  antigua  ciudad  de  Osca^  de  Aragón  ó  de  An- 
dalucía, según  Nebricense,  en  el  Catálogo  de 
lugares,  verbo  Osca^  el  primero  y  el  segundo,  y 
así  como  Osea  se  llamó  luego  Güesca  ó  Hues- 
ca, mudando  la  o  en  u,  y  se  añadió  la  g,  así  en 
el  Cuzco,  se  añadió  al  principio  la  <;  y  los  in- 
dios hablan  con  perfección  y  le  llaman  Cosco 
y  debían  decir  Cosca. 

37.  El  pueblo  de  Caraz  de   esta  América, 


I04  DliüGO  ANDRÉS    ROCHA 

en  la  provincia  de  Guailas,  bien  se  ve  ser  par- 
te de  Alcardz,  de  la  Mancha,  en  España. 

En  la  primitiva  España  se  llamó  Urama  la 
ciudad  de  Osma,  según  Paulo  Galucio  en  su 
Teatro  del  Mundo,  en  los  nombres  de  Europa, 
verbo  Osma. 

Segura  y  lugar  en  el  reino  de  Murcia,  á  quien 
llama  Ptolomeo  Secimria,  según  el  Nebricense, 
verbo  Se?iciiría,  alude  mucho  á  Sechura^  pueblo 
vecino  á  Payta^  y  la  g,  tiene  fácil  tránsito  á  la  c^ 
como  en  el  reino  de  Navarra,  donde  está  el 
pueblo  de  Bec/iera,  que  después  se  llamó  Bi* 
güera,  y  según  el  P.  Moret,  en  la  Historia  de 
Navarra,  lib.  i,  cap.  6,  §  5,  núm.  49,  y  en  latín 
decimos  Michael  y  en  castellano  Miguel. 

38  Los  indios  conaicos  de  esta  América,  que 
proceden  del  pueblo  de  Conaica,  en  Guancabe- 
lica,  concuerdan  en  todo  con  los  primitivos  es- 
pañoles, llamados  canaicos,  de  que  hace  men- 
ción el  citado  Padre  Moret,  lib.  I.  cap.  6,  pá- 
rrafo 2,  núm.  20,  al  fin. 

Canta^  ciudad  primitiva  de  España,  de  quien 
tomaron  nombre  los  cántabros,  el  mismo  Padre 
Moret,  en  el  citado  cap.  6,  §  final,  al  {\xiy  y  ya 
hemos  dicho  que  en  esta  i\mérica  se  halló  el 
pueblo  y  provincia  de  Canta. 

También  los  cántabros  se  llamaron  Tusos  y 
Tuisos,  según  el  Nebricense,  y  en  la  provincia  de 


ORIGEN    DE    LOS    INDiOo 


105 


Quito  están  los  lusos,  del  pueblo  de  Tusa,  y  los 
Fas  tusos. 

En  el  Norte  Antartico  de  e,>ta  América  está 
la  ciudad  y  región  de  Luarc,  y  Luarca;  fué  ciu- 
dad de  los  asturianos,  según  el  P.  Moret  en  su 
Historia  de  Navarra,  lib.  i,  cap.  ó,  §  4,  desde  el 
núm.  40. 

En  la  Cantabria  hubo  en  la  primitiva  España 
los  pueblos  de  Bey  Sama  y  Segi-Sama,  según  el 
P.  Moret,  ubi  supra,  lib.  i,  cap.  6,  §  4,  desde  el 
núm.  46,  y  en  esta  América,  junto  á  Arica,  está 
el  pueblo  de  Sama, 

39.  No  solo  he  hallado  conformidad  en  lo's 
pueblos,. montes  y  ríos  entre  los  primitivos  de 
España  y  los  de  esta  América,  sino  también 
en  los  nombres  y  apellidos  de  las  personas. 

Uno  de  los  reyes  de  este  Perú  se  llamó 
Paulo,  que  aunque  este  apellido  es  de  la  fami- 
lia Emilia,  en  Roma,  se  comunicó  también  á 
España,  y  pudo  pasar  este  apellido  en  aquel 
célebre  viaje^  que  dijimos  habia  hecho  Han- 
non. 

Que  uno  de  los  reyes  de  esta  América  se 
llamase  Paulo,  lo  prueba  Fr.  Gregorio  García, 
en  su  lib.  4,  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  19; 
§  I,  en  el  fm,  diciendo:  «No  dejaré  de  advertir 
aquí  como  se  llamó  Paulo  uno  de  los  reyes  del 
Perú>   y  entre  los  reyes   ingas  hubo  uno  que  se 


Io6  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

llamó  Sinchí  Rocha,  hijo  del  primer  inga  Man- 
gocapac,  según  dice  Juan  Lacrt,  en  su  Des- 
cripción de  este  Nuevo  Orbe,  lib.  ii,  cap.  12, 
donde  acabando  la  cronología  de  Mangocapac, 
primer  inga,,  dice: 

«Huic  succesit,  Sinchi  Rocha.»  Este  apellido 
Rocha  es  de  lo  más  antiguo  de  España,  y  le  hay 
en  Cataluña,  de  donde  yo  tengo  origen,  halle 
también  en  Extremadura  y  Portugal,  y  fué  de  lo 
primitivo  aquel  castillo  llamado  Rocha  Frida 
del  pueblo  de  Orche,  en  el  reino  de  Toledo, 
según,  Paulo  Galucio  en  su  Teatro  del  mundo, 
eu  los  nombres  de  Europa,  verbo  orche ^  y  aun- 
que algunos  historiadores  llaman  á  este,  segun- 
do rey  inga,  Sinchi-Roca,  lo  mismo  es  Rocha 
que  Roca,  dícelo  Juan  Laert,  ubi  supra.  ¡«Demás 
de  ser  lo  mismo  Rocha  que  Roca,  y  uno  y  otro 
es  primitivo  castellano,  y  la  /^  no  es  letra,  y  yo 
tuve  dos  tíos,  D.  Jiían  Roca  y  D.  Martín  Roca,  y 
mi  padre  se  llamó  Rocha,  siendo  de  un  origen 
y  ambos  apellidos  de  Cataluña,  en  su  raíz. 

Añado  que  también  el  nombre  Mangocapac 
es  primitivo  de  España;  mango  significa  el  cabo 
ó  principio  de  alguna  cosa,  según  Nebricense^ 
en  su  Diccionario  castellano,  verbo  mango]  ca- 
pac  alude  á  capa. 

40.     Otros  nombres  he  hallado  de  la  primiti- 
va España  y  de  esta  América  que  persuaden 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


107 


mucho  la  conformidad  que  vamos  asentando. 

Entre  los  indios,  la  palabra  Vira  es  de  la 
primitiva  lengua  de  los  americanos,  con  que 
significaban  la  grosedad  y  la  manteca,  y  tam- 
bién lo  ^blanco,  y  por  eso  á  la  espuma  dej 
mar  llai.iaban  Vira,  porque  reluce  como  plata  y 
de  esta  similutud  en  la  última  conquista  de 
nuestros  españoles,  viéndolos  blancos  los  lla- 
maron Viracochas,  juzgando  eran  espumas  del 
mar,  por  donde  vinieron,  y  esta  palabra  Vira  es 
de  lo  muy  primitivo  de  España,  con  que  en  esta 
se  significaba  lo  blanco  y  argentado,  y  á  las  vi  - 
rillas  de  plata  que  usaban  las  mujeres  en  cha- 
pines, chinelas  y  otras  vinchas  llamaban  viras 
en  plural  y  vira  en  singular,  como  explicando  la 
palabra  vira,  lo  advierte  el  P.  José  Moret  en  su 
Historia  de  Navarra,  lib.  i,  cap.  5,  núm.  35.  El 
cual  también  advierte  en  el  núm.  55  que  esta 
Dalabra  Zango  y  la  palabra  Zanca,  son  primiti- 
vas españolas,  que  significan  la  pierna,  como  es 
notorio,  y  en  el  indico  idioma  chanca,  y  yo 
añado  otras  palabras  muy  semejaates  en  la  pri- 
mitiva España  y  en  esta  América,  en  la  cual,  la 
paiabra  Mozoc  significa  cosa  nueva  y  reciento 
y  en  España  al  muchacho  llamamos  mozo. 

También  estos  americanos  llaman  al  viejo 
machu  y  á  la  cosa  vieja  Macuá  ó  Mauca.  Lo 
cual  remeda  mucho  al  primitivo  castellano,  que 


;to8  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

al  hombre  maduro  y  anciano  llaman  machucho, 
como  los  indios  machu;  también  observo  que  la 
palabra  zancos  es  de  lo  primitivo  do  España,  y 
así  decimos:  «El  ruin  puesto  en  zancos,»  y  aquí 
en  esta  América,  en  la  provincia  de  Guamanga, 
se  halló  un  pueblo,  y  hasta  hoy  dura,  llamado 
Zancos,  que  está  situado  en  una  altura.  Cocha 
también  en  lo  primitivo  de  España  es  lago,  y  ea 
las  Indias  laguna  ó  mar. 


I 


^i=>§<=>^ 


Pénense  7ntLchos  usos  y  costumbres  en  que  confor 
maf  on  los  primitivos  espaííoles  y  estos  a^nej^i- 
canos. 


T.  Muchas  cosas  he  hallado  en  las  historias  de 
usos  y  costumbres  que  tuvieron  nuestros  anti- 
guos españoles,  conformes  en  todo  con  las  que 
hallamos  en  estos  americanos. 

Pintábanse  los  primitivos  españoles  con  el 
bermellón,  que  en  latñi  llaman  minium  y  en. 
griego  miltos,  y  de  los  españoles  aprendieron 
este  afeite  del  rostro  los  romanos  y  de  España 
lo  llevaban,  según  Plinio,  lib.  33,  cap.  7. 

El  bermellón  se  saca  de  la  misma  mina  que 
se  saca  el  azogue,  como  es  notorio,  y  en  Espa- 
ña se  daban  las  minas  de  azogue  y  hoy  dura  la 
del  Almadén  y  otras. 

Los  americanos  usaban  de  este  mismo  usa 


no  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

de  pintarse  el  rostro  con  el  bermellón,  que 
ellos  llaman  Llinnpi  y  cabaron  muchas  minas  de 
azogue  en  esta  América,  solo  por  usar  del  ber- 
mellón,  como  latamente  lo  prueba  el  Padre 
Fr.  Gregorio  García  en  el  lib.  4  del  Origen  de 
los  Indios, cap.  i9,§  2^  aunque  este  autor  preten. 
de  que  este  uso  le  aprendieron  que  los  indios  de 
los  romanos,  siendo  más  natural  lo  aprendiesen 
de  los  primitivos  españoles,  donde  se  daba  el 
bermellón,  y  en  ella  era  el  uso  y  tráfico  de  este 
color,  según  Juan  Botero  en  sus  Relaciones  del 
mundo,  i.^  parte,  lib.  i,  y  qx\^o  Andalucía  ^-^  mé.^ 
cuando  los  primeros  pobladores  de  estas  Indias 
fueron  españoles,  y  ha  querido  Dios  que  un  au- 
tor tan  grande  como  el  licenciado  Cepeda,  en 
su  Resumpta  Historial  de  España,  lib.  i,  cap.  4, 
nos  haya  dejado  advertido  que  los  primitivos 
españoles  usaban  pintarse  el  rostro  con  el  ber- 
mellón, y  que  á  su  imitación  hacían  lo  mismo 
los  indios,  dice,  pues,  fol.  16,  vuelta,  hablando 
de  los  primitivos  españoles:  «Usaban  pintarse 
las  caras  con  almagre  ó  bermellón  todos  los 
días,  cosa  que  hacen  los  indios,»  y  así,  lo  traje- 
ron de  aquel  origen. 

2.  Los  antiguos  españoles  usaron  de  la  be- 
bida que  llamaban  cesia  y  ceria,  la  cual  hacían 
de  trigo  y  cebada  y  otras  raíces,  según  escribe 
Ravisio  Textor  en  su  Ofñcina,  lib.  4,  cap.  44, 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS 


III 


diciendo:  «Exfrugibus  inquit  Plinius,  lib.  22, 
fiuní  potus^  Zithum  ^gypto,  coelia  et  caeaea  in 
Hispania;»  y  usaron  mucho  esta  bebida  los  de 
Numancia,  como  dice  el  P.  Moret  en  la  Historia 
de  Navarra,  lib.  i,  cap.  5,  §  4,  núm.  49. 

De  estos  nombres,  en  mi  entender,  tomó 
nómbrela  chicha, que  usaban  estos  indios, la cua^ 
hacen  de  trigo  do  las  Indias,  que  llaman  maíz 
y  de  otras  raíces,  y  me  hace  mucha  armonía  el 
ver  la  bebida  primitiva  de  España,  llamada  ce- 
rea,  que  alude  mucho  á  la  zara  ó  zora  de  que 
estos  americanos  hacen  la  chicha, y  también  ten- 
go observado  lo  que  dice  Celio  Rodigino,  li- 
bro 18,  cap.  22  de  sus  Lecturas  antiguas,  que 
los  antiguos  españoles  eran  ^Hydr ópatas,  que 
quiere  decir  bebedores  de  agua  y  otrcs  licores, 
aunque  en  su  rigorosa  significación  la  palabra 
griega  Hydropates,  significa,  no  solo  el  bebe- 
dor de  agua,  sino  aquel  que  bebe  más  que  come, 
y  en  esto  les  imitaron  mucho  estos  americanos, 
que  se  sustentan  más  con  la  bebida  de  la  chicha 
que  con  otros  manjares. 

Aquí  viene  bien  otro  reparo  muy  singular 
para  ver  cuánto  participaron  estos  americanos 
de  los  primitivos  españoles,  porque  en  la  len- 
gua de  los  Indios  Zarasua  significa  robador  del 
maíz  ó  trigo  de  las  Indias,  y  Zarasua  es  un  ape- 
llido de  Vizcaya,  y  es  verosímil  que  los  indios 


112  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

llamasen  Zara  al  trigo  de  las  Indias,  infirién:Io- 
lo  de  la  palabra  Zaranda  ó  harnero. 

3.  Es  hilación  de  lo  que  acabamos  de  de- 
cir el  uso  que  tuvieron  estos  americanos  de  ha- 
cer vino  de  avena,  de  que  usaban  en  sus  belli- 
das, como  dice  Antonio  de  Flerrera  en  su  His- 
toria Indiana,  lib.  9,  década  6,  cap.  4,  costum- 
bre que  también  tuvieron  en  sus  bebidas  los 
primitivos  espafioles,  haciendo  estos  vino  de 
avena,  y  así  dice  en  el  lugar  citado:  «Estos  ame- 
ricanos hacían  vino  de  avena,  como  se  observa- 
ba antiguamente  en  España,  y  sin  duda,  de  ella 
trajeron  los  primeros  pobladores  del  Perú  este 
uso,  porque  no  he  leído  de  otra  nación  que  hi- 
ciese semejante  género  de  vino,  y  fué  de  lo  pri- 
mitivo de  España. 

4.  Usaron  también  estos  indios  de  barcos 
hechos  de  cueros  de  lobos  marinos,  con  que 
hacían  navegaciones  muy  distantes  á  las  islas, 
según  lo  dejó  advertido  Fr.  Gregorio  García^ 
lib.  I,  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  4,  §  i,  di- 
ciendo: «Cuentan  los  indios  de  lea  y  los  de 
Arica,  que  solían  antiguamente  navegar  á  unas 
Islas  al  Poniente  muy  lejos,  en  barcos  de  cueros 
de  lobos  marinos»  y  esta  fué  costumbre  do 
nuestros  primitivos  españoles,  que  en  el  mar 
Atlántico  hacían  barcos  de  cueros  de  vacas,, 
como  dice  el  licenciado  Cepeda  en  la  Resunip- 


Origen  de  los  indios 


II 


ta,  lib.  I,  cap.  4,  diciendo:  «Los  montañeses  se 
ocupaban  en  querer  ocupar  á  Inglaterra,  y  las 
embarcaciones  las  hacían  con  cueros  de  vacas.» 
Y  los  primitivos  vizcaínos  hicieron  largas  na. 
vegaciones  hasta  Islandia  en  estas  embarcacio- 
nes de  pellejos,  según  Méndez  de  Silva,  en  su 
libro  de  la  Población  de  España,  en  la  descrip- 
ción de  Vizcaya,  fol.  235,  vuelta. 

Muy  cerca  del  tiempo  de  Tubal,   se  usó  en 
el  Occeano  de   estas  embarcacioneshechas.de 
los   cueros  á  que  alude  Ravisio   Textor,   en  su 
Ofñcina  lib.  4,  cap.    70:   «Antiquitus  naves  fia- 
bant  excorio  circumsutse  in  Occeano;»  y  lo  mis- 
mo se  usó  en  el  Occeano  Hiperbórico,  y  en  la 
Noruega,  que  las  conservaron  por  mucho  tiempo, 
según  dice  Juan  Botero  y  el  que  le  tradujo,  li- 
cenciado Diego  de  Aguiar  en  las  Relaciones  del 
mundo,  i.^  parte,  lib.  6,  verbo  Islas  del  Occeano 
Hiperbórico  y  en  el  lib.  4,   §  Península  ^epteit- 
trio7ial\  y  así   de  aquellos  primitivos   españoles 
de  Tubal  ó  del  rey  Héspero,  trajeron  estos  ame- 
ricanos el  uso  de  las   embarcaciones  de  cuero. 
5.     También  he  tenido  por  muy  eficaz  conje- 
tura para  fundar  que  estos  americanos  vinieron 
de  los  primitivos   españoles,   el  considerar  que 
en  la  primitiva  España,  hacían  en  los  caminos, 
para  distinción  de  ellos,  unos  arracifes  y  calza- 
das, de  que  hoy  permanecen  en  España  muchas 

8 


114  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

señales,  y  trata  de  esta  antigüedad  el  licenciado 
Requena  de  Aragón  en  su  libro  de  la  Venida 
de  San  Pablo  á  España,  i.*  parte,  cap.  4,  dicien- 
do: «La  gran  obraMe  las  calzadas  en  España, 
por  otro  nombre  arracifes,  que  el  día  de  hoy 
se  ven  rastros  de  ellas.» 

Esto  mismo  observaron  estos  indios  en  su 
gentilidad,  y  del  Cuzco,  corte  de  los  ingas,  sa- 
lían cuatro  calzadas,  que  servían  de  caminos 
reales  á  todo  el  Perú. 

La  una  llamaban  Chinchasuio,  por  donde 
se  iba  á  los  llanos  y  serranía  hasta  el  Quito. 

Otra  Condesuio,  que  corría  para  las  provin- 
cias del  Cuzco  y  Arequipa. 

Otra  Andesuio,  camino  real  á  las  provincias 
de  los  Andes  y  pueblos  de  la  otra  banda  de  la 
cordillera. 

La  última,  Collasuio,  que  corría  á  las  provin- 
cias de  Chile,  y  todo  esto  lo  aprendieron  de  los 
primitivos  españoles,  que  dividían  sus  caminos 
reales  y  calzadas  en  forma  semejante. 

6.     Pasemos  de  estas  calzadas  y  demos  pa- 
sos adelante. 

Observaban  estos  americanos  poner  en  los 
sepulcros  de  sus  mayores,  cuando  eran  ilustres, 
las  insignias  y  armas  de  su  linaje,  según  advier- 
te el  docto  Fr.  Gregorio  García,  que  fué  mu- 
chos años  cura  doctrinero  en  este  Perú,  y  de 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  II5 

estos  sepulcros  se  hallan  muchos  en  el  Callao 
y  en  Méjico,  y  como  de  otras  cosas  de  los  ritos 
<ie  estos  indios,  nos  dejó  advertida  esta  en  el 
libro  último  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  8, 
cosa  que  le  causó  á  este  autor  admiración;  y 
dice  que  esta  costumbre  de  poner  las  insignias 
de  sus  mayores  en  los  sepulcros,  es  propia  de  los 
antiguos  españoles,  y  sin  duda  de  ellos  lo  apren- 
dieron. 

7.  No  pasemos  los  cristianos  muy  aprisa 
de  los  sepulcros,  que  suele  hallarse  en  ellos 
mucho  de  bienes  espirituales,  y  también  tempo- 
rales, y  han  sido  maestros  de  desengaños  á  mu- 
chos soberbios,  y  libros  muy  retóricos,  aunque 
mudos,  para  muchos  descuidados,  y  también 
para  advertidos. 

Vamos,  pues,  con  estos  sepulcros,  y  hallare- 
mos que  los  antiguos  españoles  se  enterraban 
con  muchas  riquezas,  según  escribe  Casiodoro 
en  sus  Epístolas,  costumbre  que  también  obser- 
varon los  babilonios,  según  Herodoto.  Los  egip- 
cios y  etiopes,  como    escribe  Diodoro,  y  los 
griegos,  según  S.  Juan  Crisóstomo.  También  te- 
nían costumbre  de  enterrarse  con  sus  reyes  los 
primitivos  españoles,  como  dice  Plutarco  en  la 
Vida  de  Sertorio,  desde  aquellas  palabras:  «Po- 
rro cum  moris  esset  Hispanici»  y  ambas  cosas 
las  observaban  estos  americanos,  en  cuyos  entie- 


Il6  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

rros  se  han  hallado  grandes  riquezas,  como  ad- 
vierte el  gran  consejero D.  Juan  de  Solorzano  en 
su  Política,  lib.  6,  cap.  5,  desde  el  fol.  957,  y 
cuando  morían  sus  reyes  é  Ingas,  era  grande  la 
multitud  de  su  familia  que  se  enterraba  con 
ellos,  según  dicen  todos  los  historiadores  de 
este  Perú;  y  cuando  murió  Guainacapa,  dice  el 
Padre  Calancha,  en  su  Crónica  libro  i.  capí- 
tulo 16,  núm.  g,  que  enterraron  con  él  1000 
personas  de  su  servicio,  para  que  lo  fuesen  á 
servir  á  la  otra  vida,  y  que  á  porfía  pleiteaban 
el  morir,  y  enterrarse  con  él,  de  que  también 
trata  el  gran  consejero  D.  Juan  de  Solorzano, 
en  su  Política,  lib.  6,  cap.  5,  fol.  955,  desde 
allí:  «Pero  los  mayores,  v/^rs  y  lo  que  juzga- 
ban.» 

8.  Entre  los  americanos,  el  hermano  llama  á 
la  hermana  Fa/ii^  y  la  hermana  llama  al  herma- 
no 7>/r2  y  el  hermano  al  hermano  Guanqiil  y 
todo  esto  fué  uso,  estilo  y  costumbre  de  la  pri- 
mitiva España  del  tiempo  de  Tuba),  y  como 
quedó  aquel  idioma  y  hoy  se  conserva  en  Viz- 
caya, conservan  juntamente  esta  distinción  de 
dar  diferente  nombre  al  hermano  y  á  la  herma- 
na y  al  hermano  varón,  respecto  de  otro  va, 
ron,  y  así  el  hermano  llama  á  la  hermana  Are- 
beüj  y  la  hermana  al  hermano  Nebea  y  un  her- 
mano varón  á  otro  hermano  varón,  llama  Añasca 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS 


117 


que  es  notable  conformidad  con  estos  america- 
nos. 

9.  Demos  otro  paso  para  apurar  la  verdad 
del  caso;  en  aquellas  dilatadísimas  provincias 
que  por  Santa  Cruz  de  la  Sierra  corren  al  Nor- 
te, donde  residen  los  indios  hetatinos,  tapuíes, 
chiriguanas,  guarayos  y  paitites,  tienen  todos 
por  tradición  que  descienden  de  los  españoles; 
escríbelo  asíJuanBotero,ysutraductor,  Diego  de 
Aguiar,  en  las  Relaciones  del  mundo,  1/  parte, 
lib.  5,  en  la  palabra:  «Santa  Cruz  de  la  Sierra», 
donde  hablando  de  los  indios  referidos,  dice: 
«No  estiman  á  ningunas  otras  gentes  sino  á  los 
españoles,  de  quienes  estos  indios  dicen  des- 
cienderi.  De  alguna  causa  les  viene  á  estos  in- 
dios esta  inteligencia,  porque  la  tuvieron  de  sus 
mayores,  que  quizás  les  enseñaban  que  después 
de  muchos  siglos  les  habían  de  venir  á  buscar 
de  aquellas  tierras  de  donde  salieron  los  pri- 
meros que  se  avecindaron  en  esta  América  ó  la 
tuvieron  del  demonio,  con  quien  hablaban  muy 
frecuentemente  en  sus  ídolos,  según  se  advier- 
te en  el  lugar  citado. 

Y  del  origen  de  las  naciones,  á  quien  más 
se  cree,  es  á  los  naturales  de  la  tierra  donde  se 
busca  su  origen,  como  dice  Marsilio  Lesbio  ro' 
ferido  por  Fr.  Gregorio  de  Argaiz  en  su  Pobla 
€ión  eclesiástica  de  España,  tomo  I,  fol.  277,  en 


11^  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

el  año  1550  de  la  Creacióndel  mundo:  «Dcgen- 
tis  antiquitate^dice  Lesbio,  et  origine magis  cre- 
ditur  et  ipsigenti,  vicinis  quam  remotis,  et  ex- 
trañéis.» 

10.  Otras  costumbres  tengo  observadas  de 
gran  conformidad,  porque  los  primitivos  espa- 
ñoles solían  abrigar  en  sus  viviendas  á  los  ani- 
males, y  dormían  entre  ellos,  como  dice  Gem- 
ma  Prisio,  en  un  Tratado  que  escribió  de  Crisi- 
bus\  aUeri  in  morehabebant,  aratorios  bobes  et 
arietes  in  cubilibusnocte  aggregare;  credebant 
enim  animalíum  halituet  etiam  excrementis  seris 
infectionem  evacuar!. »  Esta  costumbre  de  dor- 
mir entre  los  animales  caseros,  fué  tan  propia 
de  estos  americanos,  que  hasta  hoy  la  conser- 
van. 

11.  Estos  indios,  en  su  gentilidad,  observa- 
ron el  uso  de  la  miel  en  el  Brasil  y  en  ambas 
Américas,  Meridional  y  Septentrional,  como  es 
notorio,  y  nuestros  españoles  la  labraron  ense- 
ñados de  Gorgor,  que  fué  de  los  primitivos  re- 
yes de  España,  como  dicen  Cepeda  y  Venero. 
Este  Gorgor,  fué  el  que  enseñó  á  labrar  la  miel 
á  los  españoles,  como  dice  Ravisio  Textor,  en 
su  Oífcina,  lib.  4,  cap.  102,  donde  poniendo  los 
inventores  de  las  cosas:  «Gorgeris,  mellis  usum 
apud  Hispanos»  que  de  Gorgor  aprendieron  el 
uso  y  fábrica  de  la  miel  los  españoles,  y  de 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  II9 

ellos  lo  trajeron  aprendido  los  primeros  ameri- 
canos; y  advierto  de  paso,  que  este  pueblo  que 
está  entre  Tarama  y  Guancabelica,  llamado 
Gorgor,  sin  duda  tuvo  su  origen  á  contempla- 
ción de  aquel  primitivo  rey  de  España  llamado 
Gorgor,  como  diré  en  el  §  5,  aunque  otros  le 
llaman  Gorgor  ó  Gorgor  o, 

12.  Los  españoles  primitivos  usaban  de  la 
poligamia,  esto  es,  que  tenían  á  un  tiempo  mu- 
chas mujeres  en  matrimonio,  según  su  rito,  y 
esto  les  duró  hasta  el  tiempo  del  rey  D.  Rodri- 
go que  solo  les  permitió  que  tuviesen  dos,  tres, 
y  aun  cuatro  mujeres,  como  se  podrá  ver  en  la 
Historia  del  rey  D.  Rodrigo  y  pérdida  de  Espa- 
ña, escrita  por  Abulcarín  Tarif  y  traducida  por 
Miguel  de  Luna,  2.^  parte,  cap.  2,  y  esta  misma 
pluralidad  de  mujeres  tuvieron  estos  americanos, 
y  fué  en  la  última  conquista  lo  más  dificultoso 
de  vencer  en  ellos,  y  en  muchas  naciones  no  se 
ha  podido  conseguir  el  que  se  contenten  con 
una  sola  mujer,  como  en  Chile,  Darien  y  otras 
naciones  de  los  mainas,  chiriguanas,  paitites  y 
otros  caribes. 

13.  Tengo  también  por  verosímil  de  que  los 
primitivos  españoles  de  Tubal  y  de  Héspero, 
fueron  los  primeros  que  entraron  en  esta  Amé- 
rica, porque  unos  y  otros  no  tuvieron  historias 
escritas,  ni  letras,  ni  caracteres  con  que  formar- 


I20  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

las,  y  como  estos  americanos  en  más  de  3000 
años  estuvieron  ignorados  de  las  otras  tres  par- 
tes del  mundo^  no  tuvieron  maestros  que  los 
enseñaran  los  elementos  ó  caracteres  de  las  le, 
tras  ó  fuesen  inventadas  por  los  fenicios,  ó  por 
los  griegos,  ó  por  los  hebreos,  ó  por  los  cal- 
deos. 

Que  estos  indios  no  tuviesen  uso  de  letras, 
lo  enseña  la  experiencia,  y  también  los  muchos 
autores,  que  cita  D.  Juan  de  Solorzano,  De  In- 
diar.  jur.  tomo  I,  lib.  i,  cap.  9,  núm.  31,  desde 
aquellas  palabras:  «Apud  iftos  indos  occidenta- 
les nullas  litteras  in  ussu  fuiffe»  y  Fr.  Gregorio 
García,  lib.  4  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  ó 
§  I,  diciendo:  «Los  indios  carecieron  de  letras' 
y  no  fueron  curiosos  en  hacer  memoria  de  su 
verdadero  origen.» 

De  los  españoles  primitivos,  ya  dijimos  arri- 
ba cómo  aborrecieron  las  letras,  artes  y  ciencias, 
y  cómo  vivían  sin  política  en  los  campos,  dividi- 
dos unos  de  otros,  y  en  esta  Era  vinieron  los 
primeros  pobladores  de  este  Perú,  y  hasta  que 
fueron  los  españoles  dominados  de  los  roma- 
nos, no  supieron  de  letras  ni  ciencias,  como  ad- 
vierte el  licenciado  Cepeda  en  su  Resumpta 
historial  de  España,  lib.  i,  cap.  i,  fol.  4,  á  la 
vuelta,  desde  allí:  «Los  ingenios  do  los  españo- 
les.» 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  121 

Y  el  USO  de  las  letras,  que  tuvieron  con  la 
entrada  de  los  romanos  en  España,  también  le 
perdieron  con  la  entrada  de  los  godos,  según 
el  citado  Fr.  Gregorio  García,  lib.  3,  cap.  5,  al 
fm,  diciendo:  «De  nuestra  España,  sabemos  que 
se  perdieron  en  ella  las  letras  con  la  venida  de 
los  godos,  en  cuyo  tiempo  resucitaron  con  har- 
to trabajo,»  y  los  griegos  perdieron  también  en 
algún  tiempo  las  letras,  como  escribe  Platón  en 
su  Timeo. 

14.  Es  digno  de  reparo,  en  lo  que  acabamos 
de  decir,  de  que  los  primitivos  españoles  reci- 
bieron el  uso  de  las  letras  y  artes  de  los  roma- 
nos, que  parece  que  antes  tuvieron  el  uso  de 
ellas  con  las  dos  entradas  que  hicieron  en  Espa- 
ña los  fenicios,  mucho  antes  que  la  dominasen 
los  romanos,  y  entonces  parece  que  comenza- 
ría el  uso  de  las  letras  en  España,  porque  á  los 
fenicios  atribuyen  muchos  la  invención  de  las 
letras,  todo  lo  cual  se  puede  ver  en  Fr.  Grego- 
rio García,  lib.  4  del  Origen  de  los  Indios,  ca- 
pítulo 22,  hacia  el  fin;  pero  antes  de  la  entrada 
de  los  fenicios  en  España,  habían  venido  á  esta 
América,  los  primitivos  españoles  de  Tubal  y 
de  Héspero,  cuando  no  había  uso  de  letras,  y 
aunque  dominaron  á  España  los  cartagineses,  é 
hizo  Hannon  desde  España  aquel  viaje  á  estas 
Indias,  lo  más  que  pudo  traer  fué  el  uso  de  es- 


122  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

cribir  por  pinturas,  como  lo  usaban  los  cartagi- 
neses, y  esto  también  lo  aprendieron  los  ameri- 
canos en  aquellas  partes  de  Méjico  y  en  algunas 
de  este  Perú. 

15.  Concordaron  también  estos  americanos 
con  los  primitivos  españoles  de  Tubal,  en  que 
unos  y  otros  no  conocieron  el  uso  y  cultivo  del 
trigo;  fpues  según  dice  el  licenciado  Francis- 
co de  Cepeda  en  su  Resumpta  historial  de  Es- 
paña, lib.  I,  cap.  2,  fol.  9,  vuelta,  en  aquellas 
palabras:  aEn  España  pasaron  más  de  mil  años 
primero  que  se  conociese  el  trigo,  hasta  que 
Abidis,  vigésimo  segundo  rey  de  los  antiguos  de 
España,  dispuso  que  le  trajesen  de  Egipto,»  y 
antes  de  este  rey  Abidis,  vinieron  los  primiti- 
vos españoles  á  esta  América,  poco  después  de 
Tubal  ó  en  tiempo  del  rey  Héspero,  que  prece- 
dieron muchos  años  al  rey  Abidis,  y  entonces 
los  primitivos  españoles  no  trataban  de  frutos 
industriales,  como  dijimos  arriba,  y  se  conten- 
taban con  lo  que  daba  la  tierra  de  frutos  natu- 
rales y  frutas  silvestres,  según  dice  Cepeda  en 
el  lugar  poco  há  citado,  y  aun  cuando  conceda- 
mos que  Hannon  hizo  viajes  á  esta  América  en 
tiempo  de  los  cartagineses  que  dominaron  á  Es- 
paña después  del  rey  Abidis,  con  que  ya  usa- 
ban de  frutos   industriales   los  españoles. 

Este  viaje  de  Hannon  fué  único  y  solo  y  sin 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  12  3 

licencia  de  los  cartagineses,  que  antes  pusieron 
pena  de  muerte  á  los  que  lo  volviesen  á  hacer, 
y  que  matasen,  si  pudiesen  ser  habidos,  á  los 
que  se  hubieran  quedado  en  esta  América. 

No  es  necesario  probar  que  estos  america- 
nos no  tuvieron  la  cultura  del  trigo,  porque  la 
ignoraron  totalmente  hasta  que  novísimamente 
entraron  los  españoles,  y  tardó  algún  tiempo  en 
traerse. 

16.  Bien  me  persuado  que  en  este  viaje  de 
riannon,  que  há  dos  mil  años,  vendrían  á  esta 
América  muchos  cartagineses,  pues  dominaban 
á  España,  y  mezclados  con  los  españoles  ven- 
dría mucha  gente  africana  del  reino  de  Túnez, 
que  fué  la  antigua  Cartago,  y  muy  vecina  á  Cá- 
diz, y  me  persuado  á  ello,  porque  los  mando- 
nes y  principales  de  esta  América  se  llaman 
caciques,  y  este  título  fué  propio  y  primitivo  de 
la  provincia  cartaginense,  donde  á  los  principa- 
les caudillos  llamaban  cacices,  como  lo  trae 
Juan  Botero  en  sus  Relaciones  del  mundo,  pri- 
mera parte,  lib.  3,  §  Reino  de  Túnez^  y  §  Pro- 
víncia  cartaginense,  y  allí  el  licenciado  D.  Die- 
go de  Aguiar,  que  le  tradujo  en  castellano,  y 
bien  se  ve  lo  que  concuerdan  caciques  y  cacices, 
y  cuando  los  cartagineses  dominaron  en  Espa- 
ña, también  tendrían  allí  sus  caciques,  y  pasa- 
rían con  Hannon  cartaginense  á  esta  América. 


124  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

También  pudieron  mucho  antea  que  Hannon 
venir  por  la  isla  Atlántida  los  cartagineses^ 
pues  estaban  enfrente  de  ella  y  muy  vecinos  á 
Cádiz,  de  donde  comenzaba  esta  isla,  y  más 
cuando  España,  antes  que  se  anegase  dicha  isla 
y  se  hiciese  el  mar  Mediterráneo,  era  continua 
con  África  y  Cartago,  según  dice  Justo  Lipsio, 
lib.  I,  De  Constancia,  cap.  16,  y  el  P.  Calancha 
en  su  Crónica,  lib.  i,  cap.  7,  nüm.  3,  y  enton- 
ces pasó  á  esta  América  el  nombre  de  caci- 
ques. 

17.  Antes  que  dejemos  este  viaje  de  Han- 
non,  á  estas  Indias,  deseo  que  esté  advertido  el 
lector  que,  como  dijimos  arriba,  no  es  tanta  la 
distancia  que  hay  de  ellas  á  las  costas  de  África 
y  España,  como  se  dá  á  entender;  pues  s:egún 
el  citado  Juan  Botero,  no  distan  mil  millas  la 
costas  del  Brasil  á  las  referidas,  que  hacen  po- 
cas más  de  trescientas  leguas,  y  ie  fué  fácil  á 
tan  gran  argonauta  como  Hannon  el  ejecutar 
este  viaje,  pues  muchos  siglos  después  se  han 
visto  en  el  Occeano  de  Alemania  y  en  Francia, 
bajeles  pequeños  con  indios  occidentales,  que 
arrebatados  de  vientos  boreales  y  recios,  fue- 
ron llevados  en  sus  canoas  hasta  Lubec,  puerto 
en  Alemania,  y  hasta  Rotsmagen  en  Francia, 
como  sucedió  en  tiempo  del  emperador  Fede- 
rico Barvo,  y  mucho  después,  otro  arribó  por 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 25 

el  año  de  1509,  como  refiere  el  gran  consejero 
D.  Juan  de  Solorzano^  tomo  I,  lib.  4,  cap.  5,  al 
nám.  12,  y  en  nuestros  días  hemos  visto  en  bar- 
cas pequeñas  navegar  mayor  trecho,  desde  Chi- 
le al  puerto  del  Callao,  que  distan  seiscientas 
leguas. 

18.  Finalmente,  prosiguiendo  en  descubrir 
los  ritos  y  leyes  de  nuestros  primeros  españo- 
les para  conformarlas  con  estos  americanos,. 
hallo  en  las  Lecturas  modernas  que  unos  y 
otros  seguían  las  reglas  de  la  sucesión  en  los 
bienes  y  herencias  entre  hijos,  nietos  y  sobri- 
nos, según  advierte  el  gran  historiador  Antonio 
de  Herrera,  en  su  Historia  Indiana,  década  6.% 
lib.  5,  cap.  6. 

Y  también  ponderó  que  la  gente  de  España, 
de  su  natural,  es  melancólica,  según  Juan  Bo- 
tero en  sus  Relaciones  del  mundo,  tít.  i,  par- 
te i.%  y  su  traductor,  Diego  de  Aguiar,  §  Espa- 
ña^ donde  dice:  «La  gente  de  España  participa 
acá  de  melancolía»  y  estos  americanos  son  de 
complexión  muy  melancólica,  y  de  este  acha„ 
que  mueren  muchos  y  se  consumen  y  aun  se 
retiran  á  morir,  según  dice  el  capitán  D.  Ber- 
nardo de  Vargas  en  su  Milicia  Indiana,  fol.  138 
vuelta: 

«En   general    es   gente   melancólica  y  se 
dejan  morir  como  tristes;»  y  más  abajo:  «Usan 


120  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

SUS  músicas  antiguas  y  son  muy  tristes,  y  cuan- 
do cantan  lloran.» 

19.  Dejo  de  ponderar  la  costumbre  que 
siempre  tuvieron  estos  indios  de  pagar  á  sus  re- 
yes y  mandones  tributos,  como  consta  de  los 
historiadores  de  estas  Indias,  que  tratan  de  los 
diversos  tributos  que  pagaban  á  sus  ingas  y  mo- 
tezumas,  y  esta  costumbre  la  trajeron  los  pri  • 
mitivos  españoles,  que  después  de  la  fundación 
de  España,  pagó  la  gente  ordinaria  tributo  á 
sus  reyes  y  gobernadores,  de  que  se  podrá  ver 
Justo  Lipsio,  lib.  2,  De  magnit.  Rom.  cap.  2. 
Pero  lo  paso,  porque  también  otras  naciones, 
desde  aquella  antigüedad,  pagaban  tributos  á 
sus  reyes  y  gobernadores. 

20.  También  en  mi  estimación  es  de  algún 
aprecio  el  considerar  que  estos  americanos  tu- 
vieron algunas  noticias  (aunque  viciadas)  de  la 
Creación  del  mundo,  y  del  Diluvio  universal,  y 
así,  me  persuado  á  que  vinieron  á  este  Nuevo 
Mundo,  poco  después  de  haber  fundado  á  Espa- 
ña nuestro  padre  Tubal. 

Lo  primero,  cuenta  Antonio  de  Herrera,  en 
su  Historia  de  las  Indias,  decad.  5,  lib.  3,  capí- 
tulo 6,  que  estos  indios  tuvieron  tradición  de  sus 
mayores,  que  al  principio  del  mundo  hubo  un 
Diluvio,  que  cubrió  toda  la  tierra  y  que  se  ha- 
bían escapado  en  esta  América  algunos   en  las 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 27 

cuevas  de  los  altos  montes  si  bien  otros  indios 
referían  que  solo  se  habían  escapado  seis  per- 
sonas en  balsas,  y  que  de  estos,  disminuidas  las 
aguas,  se  volvió  á  propagar  esta  América. 

21.  Otras  tradiciones  tenían  estos  indios, 
como  testifica  el  citado  Herrera,  en  el  mismo 
lugar,  de  haber  dado  principio  á  esta  tierra  un 
gran  capitán  nombrado  Zapana,  quizás  tomó  el 
nombre  de  Spana,  como  al  principio  se  llamó 
España,  según  dijimos  arriba,  éste  decían  ha- 
bía poblado  y  sujetado  esta  tierra  en  su  princi- 
pio, y  añadían  que  de  la  parte  del  Mediodía, 
vino  un  hombre  blanco  y  de  gran  cuerpo,  nom- 
brado Ticeviracocha,  que  inclinaba  y  mudaba 
los  montes,  crecía  los  valles  y  hacía  brotar 
agua  de  las  piedras,  á  quien  los  americanos  lla- 
maban el  criador  de  todo,  y  que  enseñó  á  los  in- 
dios en  buenas  costumbres,  y  á  que  se  amasen 
y  luego  se  fué  hacia  el  Norte. 

Y  tenían  otra  tradición,  que  pasados  mu- 
chos tiempos  vino  otro  varón,  parecido  al  ante- 
cedente, que  sanaba  á  los  enfermos,  daba  vista 
á  los  ciegos,  que  rezaba  de  rodillas  alzando  las 
manos  al  cielo,  y  este  último  fué  perseguido  de 
los  indios  Cañas,  y  cayó  fuego  sobre  ellos,  y  se 
fué  por  el  mar  haciendo  barca  de  su  manto.  To- 
do lo  refiere  Herrera,  y  también  Juan  Botero  en 
sus  Relaciones  del  mundo  part.  i.^  lib.  4,  §  Me- 


128  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

choacan,  nos  dá  esta  noticia  de  cómo  estos  in- 
dios tuvieron  noticia  de  la  Creación  del  mundo 
y  del  Diluvio  universal,  también  mucho  de  lo 
q  ic  dice  el  Génesis,  que  para  mí  es  argumento 
eficaz,  de  que  sus  primeros  padres  fueron  fami- 
lia de  Tubal,  de  quien  lo  aprendieron,  aunque 
con  tan  largos  siglos  lo  viciaron,  sin  retener 
más  que  estas  noticias  tan  obscuras,  apartán- 
dose de  la  verdad. 

2  2.  Tengo  observado,  y  también  otros  han 
hecho  el  mismo  reparo,  de  que  los  hijos  de  es- 
pañoles y  de  indias,  que  llamamos  mestizos, 
quieren  mucho  á  sus  padres  españoles,  y  si  son 
hijos  de  hombres  de  otras  naciones,  como  de 
italianos,  franceses,  flamencos,  alemanes,  no 
quieren  tanto  á  los  hombres  de  España,  y  es  la 
razón,  porque  las  indias  tienen  la  raiz  de  Espa- 
ña, y  así  concurriendo  ser  de  un  origen  padre  y 
madre,  es  muy  conforme  la  simpatía,  lo  cual 
no  sucede  cuando  las  semillas  son  de  diferente 
tierra. 

Añado  otra  conformidad,  y  es  que  las  vi- 
llanas de  las  aldeas  de  Castilla  usan  fajarse  por 
el  vientre  hacia  las  ingles,  como  en  las  come- 
dias se  fajan  los  villanos,  y  esto  mismo  usan 
las  indias  Chontales,  que  es  otra  conformidad 
bien  rara  entre  la  gente  ordinaria  de  España  y 
de  esta  América,  y  todo  esto  fué  de  la  primitiva 


ORGIEN    DE    LOS    INDIOS 


I2Q 


Plspaña,  cuando  la  gente  era  llana  y  sencilla. 
23,  Dejo  también  de  ponderar  otra  confor- 
midad grande  que  tuvieron  estos  americanos 
con  los  primitivos  españoles,  porque  estos,  en  el 
principio  no  estimaban  el  oro  ni  la  plata,  como 
lo  prueba  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  tomo  I,  de 
la  Población  eclesiástica  de  España,  en  el  año 
de  la  Creación  del  mundo  3158,  fol.  382,  di- 
ciendo: «No  estimaban  el  oro  ni  la  plata,  con- 
tentándose entonces  con  tener  qué  vestir  y  qcé 
comer.» 

Los  indios  son  de  esta  calidad,  porque  no 
estiman  la  plata  ni  el  oro,  como  se  puede  vet- 
en el  gran  consejero  D.  Juan  de  Solorzano,  en 
el  P.  Torquemada  y  en  el  P.  Calancha,  que  si- 
guen lo  que  en  esta  parte  dejó  advertido  el 
P.  Fr.  Gregorio  García  en  el  lib.  3  del  Origen 
de  los  Indios,  cap.  8,  donde  trayendo  la  doctri- 
na del  P.  Acosta,  de  que  los  indios  no  descen- 
dían de  las  tribus,  fundándose  en  que  éstas 
eran  amigas  de  dinero  y  riquezas  y  los  indios 
no  las  apetecían,  por  estas  palabras:  «Dice  lo 
tercero,  que  los  judíos  eran  amigos  de  dineros 
y  riquezas  y  á  los  indios  no  se  les  da  cosa  algu- 
na por  ello»;  funda  el  citado  Fr.  Gregorio  Gar- 
cía, que  aunque  los  indios  no  apreciaban  las  ri- 
quezas, sin  embargo,  no  se  convencía  por  la  ra- 
zón que  dá  el  padre  Acosta,   no  descender  de 


1^0  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

la.>  tribus,  y  á  nosotros  nos  basta  que  todos  los 
auljres  concuerden  en  que  estos  americanos 
no  e.stimaban  el  oro  y  la  plata,  para  probar  que 
vinieiün  de  los  primitivos  españoles,  que  obser- 
vaban lo  mismo. 

24.  Dejo  también  de  ponderar  la  gran  con- 
formidad que  tienen  estos  americanos  con  los 
primitivos  españoles,  porque  éstos  se  dejaban 
hacer  pedazos  á  tormentos  antes  que  revelar  el 
secreto  que  se  les  había  encargado,  como  re- 
fiere Patricio  en  su  libro,  g,  De  Regno,  cap.  7: 
«Hispani  quos  lape  tarmentis  emortuas  profi- 
tutso  verum  creditaruna  testatur  Trogus,»  y  de 
aquel  español  Termestano,  refiere  Cornelio  Tá- 
cito en  el  lib.  4,  de  sus  Anales,  que  habiendo 
muerto  en  un  camino  de  Castilla  la  Vieja,  el 
pretor  Lucio  Pisón,  no  bastaron  tormentos  para 
descubrir  los  cómplices,  hasta  que  murió  en  la 
cuestión. 

Los  americanos,  aunque  les  den  un  millón 
de  tormentos,  no  descubrirán  los  secretes, 
como  sucede  en  descubrir  las  riquezas  y  otras 
cosas  que  sus  mayores  les  revelaron,  como  con 
expresas  palabras  lo  advierte  el  capitán  D,  Ber- 
nardo de  Vargas  Machuca  en  su  Milicia  Indiana 
en  el  Tratado  que  hace  de  las  propiedades  de 
los  indios,  fol.  136,  vuelta,  desde  aquellas  pa- 
labras: 


ORIGEN    DE  LOS    INDIOS  13I 

«Los  cuales,  si   les  dan  un  millón  de  tor- 
mentos, etc.» 

25.  Los  autores  que  han  escrito  que  los  es- 
pañoles no  guardan  el  salvo-conducto,  fé  y  pa- 
labra que  dan  á  sus  contrarios,  como  son  la 
glosa  en  la  palabra  convenit  de  la  L.,  dolum. 
Cod.  de  dolo  y  allí  Baldo,  columna  2,  Juan  An- 
drés en  el  Proemio  de  las  Decretales,  Boerio 
en  la  decis.  179,  in  fine,  Menochío  de  Arbitrar, 
lib.  2,  cap.  57,  núm.  47. 

Estos  autores  fueron  de  este  sentir,  por  lo 
que  leyeron  en  las  lecturas  antiguas,  cuando  los 
españoles  eran  muy  feroces  y  muy  idólatras, por- 
que entonces,  como  faltaban  á  la  fé  debida  á 
su  Criador,  no  era  mucho  que  no  la  tuviesen 
con  las  gentes,  y  como  siendo  ya  idólatras,  ol- 
vidados de  la  enseñanza  de  Noé  y  Tubal,  pasa- 
ron á  esta  América,  por  esto  se  halló  también 
que  estos  americanos  no  guardaban  la  fé  y  pa- 
labra dada,  como  lo  dice  el  capitán  D.  Bernar- 
do de  Vargas  en  su  Milicia  Indiana  en  el  Tra- 
tado de  las  costumbres  de  los  indios,  fol.  132, 
vuelta,  diciendo:  «Son  amigos  de  que  los  espa- 
ñoles les  guarden  la  palabra,  no  sabiendo  ellos 
guardarla. » 

Pero  vá  mucho  de  España  Étnica  á  España 
Católica,  de  la  cual  escriben  los  autores  de 
mejor  nota,  que  no  hay  nación  que  mejor  guar- 


132 


DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 


de  la  palabra,  como  lo  prueba  nuestro  oidor  el 
muy  docto  y  grave  D.  Pedro  Fraso,  en  sus  li- 
bros de  Patrón.  Reg.  tomo  II,  capítulo  64,  nú- 
mero 35. 


§4. 


Pruébase  cómo  áe  España  vinieron  los  primero  ^ 
pobladores  de  esta  América  por  estar  más  veci' 
na  á  ella. 


I.  Querer  poner  á  España  por  más  veciaa 
á  este  Nuevo  Mundo,  que  las  otras  tierras  de 
Asia,  África  y  Europa,  parece  se  opone  á  la 
verdad  y  á  los  derroteros  y  mapas.  Tienen  es  • 
tas  Indias  occidentales  al  Oriente  á  España  y 
África,  y  el  Asia  la  tienen  al  Occidente,  y  más 
vecina  por  algunas  partes  está  el  África  á  esta 
América,  que  lo  está  España,  como  todo  consta 
-de  lo  que  escribe  Juan  Laert,  en  su  libro  de 
Situ  Nov.  Orb.,  luego  si  por  la  vecindad  he- 
mos de  discurrir  en  los  primeros  pobladores  de 
esta  Ame'rica,  más  parece  que  los  hemos  de 
traer  de  África  que  de  España. 

Añádese  que  están  más  cerca  las  tierras  de 


134  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

los  noruegos  y  de  Groenlandia  de  este  Nuevo 
Mundo,  porque  Oroncio  y  Vopelio,  eminentísimos 
argonautas,  siempre  fueron  de  sentir,  como  re- 
fiere Juan  Botero  en  sus  Relaciones  del  mundo, 
I  .^  parte,  lib.  6,  §  Islas  del  Occcaiio  Hípcrbórico^ 
que    esta  América    era   tierra    continente   con 
Groenlandia,  y  el  citado  Juan  Botero  dice  que 
los  más  autores  ponen  golfo   de  cincuenta  le- 
guas desde  Groenlandia  á  las  Indias,  y  á  esto 
también  se  inclina  Paulo  Galucio  en  su  Teatro 
del  mundo,  en  las  Islas  de  Europa,  en  la  palabra 
Groenlandia  y  aun  cuando  sea  de  esta  distancia 
de  50  leguas,  ya  se  sabe  que  en  aquellas  partes 
de  la  Noruega  se  hiela  el  mar,  y  por  allí  pudie- 
j.on  con  facilidad  pasar  hombres  y  animales; 
luego  por  allí  es  lo  más  v^ecino  y  vendrían  los 
primeros  pobladores  de  aquellas  partes  de  la 
Noruega  con  más  facilidad  que   de  España  y 
África,  por  distar  esta,  según  una  opinión,  qui- 
nientas leguas  de  golfo  de  mar  hasta  las  costas 
del  Brasil,  según  el  P.  Torquemada  en  su  Mo- 
narquía Indiana,  lib.  i,  cap.  6,  y  según  Juan  Bo- 
tero, lib.  5,  part.  i.^,  en  la  palabra  Brasil,  dis- 
tan 1000  millas,  que  hacen  333  leguas. 

Sin  embargo  de  la  dificultad  propuesta,  se 
debe  defender  que  lo  más  pronto  y  más  apto 
para  haber  poblado  estas  Indias,  fué  España,  y 
en  esta  aptitud,  se  puede  decir  que  fué  lo  más 


ORIGEN  DE   LOS    INDIOS  1 35 

cercano  para  venir  los  primeros  pobladores  de 
ellas,  y  aunque  las  costas  de  África,  que  están 
enfrente  de  España,  por  algunas  partes  están 
más  vecinas  á  la  América,  tenía  esto  más  Espa- 
ña, que  comenzaba  la  isla  Atlántida  desde  Cá- 
diz ó  Columnas  de  Hércules  y  esta  isla  llegaba 
á  la  de  Santo  Domingo,  isla  Española,  con  que 
por  aquí  fué  la  primera  entrada  de  españoles 
á  estas  Indias,  poco  después  de  Tubal,  y  aun- 
que  por  Groenlandia  pueda  haber  tierra  conti- 
nente ó  golfo  breve,  que  se  hiela,  para  pasar  á 
esta  América,  fué  mucho  más  fácil  el  paso  por 
la  isla  Atlántida  para  la  introdución  de  los  espa» 
ñoles,  porque  después  de  Groenlandia  se  había 
de  penetrar  la  provincia  Quivira,  y  el  reino  de 
Anian,  y  cuando  vinieron  por  allí  las  diez  tribus, 
como  veremos  más  abajo,  tardaron  en  llegar  á 
Méjico  104  años,  con  que  la  aptitud  y  cerca- 
nía estuvo  más  en  los  españoles  que  tenían  den- 
tro de  su  reino  la  entrada  de  la  isla  Atlántida, 
y  á  esta  actitud  miró  Jacobo  Thuano  en  sus 
Obras  expurgadas,  tomo  I,  lib.  i,  foL  lo,  lit.  E., 
cuando  concede  que  Dios  concedió  á  los  espa- 
ñoles estas  Indias,  porque  tenían  más  pronta  y 
fácil  navegación  á  ellas,  por  ser  los  que  estaban 
enlo  último  del  Occidente; Z^^^íí^, dice:  «Hispanos 
ad  hoc  cultem  evexit,  ut  freti  viribus  suis  com- 
modius  navigationnes  ad  Barbaros  susciperent; 


136  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

qiiippe  ultims  Hispvni  ad  Occidentum,  magis 
vicini;«  y  así,  hemos  de  hacer  aprecio  de  esta 
circunstancia,  para  que,  después  del  diluvio,  vi- 
niesen españoles  á  poblar  esta  América. 

2.  Grande  ha  sido  la  misericordia  de  Dios 
con  la  nación  española,  aun  en  tiempo  que  eran 
idólatras,  porque  miraba  en  ellos  que  habían  de 
llegar  á  ser  los  más  puros  cristianos  de  su  Igle" 
sia,  y  así,  en  varios  tiempos,  los  ha  hecho  po- 
bladores de  grandes  provincias  del  mundo  co- 
mo de  Phrigia,  Toscana,  Irlanda,  Galia  Narbo- 
nense,  Roma  (antes  de  la  fundación  de  Rómu- 
lo),  Sicilia,  como  se  podrá  ver  en  la  Población 
Eclesiástica  de  España,  de  Fr.  Gregorio  de  Ar- 
eaiz,  en  el  año  de  la  Creación  del  mundo  2452, 
tomo  I,  fol.  344,  donde  dice:  «Dios  se  valió  de 
españoles,  para  poblar  no  solo  á  España,  sino  las 
provincias  de  Phrigia,  la  Toscana,  la  isla  de  Ir- 
landa, como  lo  hizo  Brigo,  la  Francia  Narbono- 
sa,  como  Atlante  y  otras,  y  lo  mismo  les  conce- 
dió gaznando  á  Sicilia  y  dando  reyes  á  Italia, 
como  se  vio  en  Atlante,  Sicanio  y  Siceleo.» 

Que  Roma  estuviese  poblada  de  españoles' 
antes  de  Rómulo,  lo  prueba  el  Dr.  Villen  de 
Viedma,  cementador  de  Horacio,  en  el  lib.  i, 
odr  12,  sobre  aquellas  palabras:  «Nobile  le- 
thum»  y  cita  en  comprobación  de  esta  verdad 
á   Halicarnaso,  á  Plutarco,  á  Antioco  Siracu- 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  13/ 

sano  y  á  Juliano,  diácono;  así  también,  después 
del  Diluvio,  envió  á  este  Nuevo  Orbe  los  espa- 
ñoles, y  después  de  muchos  siglos  se  lo  restitu- 
yó á  España  Dios,  usando  del  derecho  de  rever- 
sión, y  después  del  Diluvio,  en  la  primera  po  ^ 
blación,  se  hallaron  con  la  isla  Atlántida  con 
mayor  y  mejor  aptitud  para  venir  á  esta  Amé- 
rica. 

¡Oh,  profundidad  de  la  sabiduría  y  ciencia 
del  Altísimo!  que  después  de  tantos  siglos  or- 
denó que  estas  islas  fuesen  restituidas  por  Colón 
á  la  Corona  de  España,  á  la  cual,  además  de 
los  derechos  que  la  Sede  Apostólica  concedió  á 
los  reyes  católicos  y  los  de  la  conquista  á  su 
costa  y  gastos,  le  pertenecieron  con  justo  título 
y  buen  derecho,  pues  tantos  años  antes  fueron 
suyas  y  pobladas  por  los  primeros  reyes  de  Es' 
paña,  según  Fr.  Gregorio  García,  en  el  lib.  4 
del  Origen  délos  Indios,  cap,  18,  §  3,  hacia  el 
fin,  é  hizo  nuestro  Dios  la  principal  restitución 
y  reversión,  cuando  estaban  juntas  ambas  Espa. 
ñas  en  ti  gran  rey  D.  Fernando,  que  por  anto- 
nomasia se  llama  el  Católico,  aunque  este  ape- 
llido es  antiquísimo  en  nuestros  reyes,  como  di- 
ce Spondano  en  la  prosecución  délos  Anuales, 
de  Varonio,  en  el  año  1492,  núm.  2  y  en  el  año 
1496,  núm,  5,  y  también  son  los  principales  de- 
fensores de  la  iglesia,  según  Escobar,  De  Pu- 


13S  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

rit.  sang.  part.  2.^  §  5,  45,  y  también  son  los  pro- 
tectores de  los  concilios  generales,  según  el 
docto  Carena,  en  la  primera  parte  de  sus  resolu- 
ciones forenses,  número  23. 

Permítaseme  por  vasallo  el  decir  algo  del 
gran  rey  Católico,  D.  Fernando,  de  quien,  y  de 
sus  grandes  virtudes  y  alabanzas  hace  un  com- 
pendio el  gran  consejero  D.  Diego  de  Saavedra, 
en  la  última  de  sus  Empresas  políticas,  ponién- 
dole por  idea  y  original,  para  que  todos  los  re- 
yes copien  de  aquel  gran  gobierno  el  acierto  del 
suyo,  á  quien  premió  Dios,  s^-gún  discurro,  con 
nuevos  y  dilatados  mundos  por  el  ardiente  celo 
con  que  limpió  las  Españas,  echando  de  ellas 
los  indios,  liuertándolas  de  los  moros  y  enta- 
blando el  tribunal  del  Santo  Oficio  contra  la 
herética  probedad  y  apostasía  con  que  se  con- 
servan nuestros  reinos  limpios  en  la  fé,  y  por 
restituirle  Dios  las  Indias,  dio  luz  para  que  se 
hallase  la  aguja  de  marear,  como  dice  el  ci- 
tado Spondano,  en  el  año  de  1302,  y  otros 
milagros  que  con  revelación  manifestó  el  cielo 
en  el  nacimiento  de  este  gran  rey,  refiere 
el  mismo  Spondano,  en  el  año  de  ¡su  naci- 
miento. 

Pongamos  también  por  añadidura,  que  en  este 
rey  concurria  la  ilustre  sangre  de  españoles  y 
godos,  y  que  también  tuvo   título  de  rey  de  Je- 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  I39 

rusalén,  para  que,  concurriendo  todo  junto,  y  el 
consorcio  de  aquella  singular  reina  D.^  Isabel,  de 
cuya  virtud  están  llenas  las  historias,  se  faci. 
litase  más  la  reversión  de  estas  Indias;  porque 
como  veremos  en  los  capítulos  siguientes,  las 
tribus  pasaron  por  la  Scitia  y  vinieron  á  Méjico, 
continuándose  por  el  estrecho  y  reino  de  Anian 
con  el  Asia,  siendo  las  tribus  de  Jerusalen,  así 
por  esta  parte  como  por  la  de  España,  se  facili- 
tó el  derecho  de  reversión. 

Los  godos  eran  de  la  Scitia,  según  Villadie- 
go^ en  el  libro  Fuero  Juzgo,  en  el  principio,  don- 
de pone  la  crónica  de  los  reyes  godos,  y  dice 
que  son  descendientes  de  Magog,  hermano  de 
nuestro  fundador  Tubal  y  Procopio,  referido  por 
el  mismo  Villadiego,  en  el  lug2r  citado,  dice 
que  la  Scitia  se  llamó  Chile  «Eamden  provin- 
ciam  Scytia  esse  Chile  reputabit»  y  las  tribus, 
como  he  dicho,  y  se  verá  más  abajo,  vinieron 
por  la  Scitia,  y  se  les  juntarían  muchos  de  ella 
y  pasaron  á  este  reino  por  el  Asia,  y  reino  de 
Anian,  y  yo  he  reparado  cuando  vino  Colón  á 
la  conquista  de  este  reino,  entre  las  islas  que 
se  descubrieron  fué  una  la  isla  Aniana,  según 
Juan  Botero  y  su  traductor  el  licenciado  Diego 
de  Aguiar,  en  las  relaciones  del  mundo,  parte 
i.%  lib.  6,  §  Isla  Española,  en  el  fin,  donde  po- 
ne la  isla  Aniana  á  la  parte  Tramontana  á  la 


140  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

isla  Española  que,  sin  duda,  las  tribus  y  gente 
de  Asia,  que  había  ya  entrado  en  este  Nuevo 
Mundo,  le  pusieron  aquel  nombre. 


§5.' 


En  qiu  se  priteba  cómo  después  del  Diluvio  llega- 
ron los  vasallos  del  rey  Osiris  y  de  otros  reyes 
de  España^  y  del  rey  Héspero^  y  poblaron  este 
Perú  y  las  islas  de  Barloveiito. 


I  El  rey  Osiris,  señor  de  Egipto,  que  algu- 
nos le  hacen  nieto  de  Noé,  y  que  vivió  cerca 
de  300  años,  según  el  cronista  Fr.  Gregorio 
de  Argaiz,  en  su  Población  de  España,  t.  i,  en 
el  año  2173  de  la  Creación  del  mundo,  fol.  314, 
en  el  cual,  llamado  de  los  españoles  contra 
Deabo  ó  Gerión,  que  fué  sexto  rey  de  España 
y  tirano,  vino  de  Egipto  y  mató  á  Gerión  en 
batalla  junto  á  Tarifa,  y  algunos  dicen  que  pro- 
siguió este  Osiris  mucho  tiempo  gobernando  á 
España, y  el  licenciado  Cepeda  en  la  Resump- 
ta  general  de  España,  libro  i,  cap.  2,  fol.  10, 
da  á  entender  que   reinó  treinta  y    cinco  años 


142  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

en  ella,  si  bien  los  más  historiadores  concuer- 
dan  que  dentro  de  poco  tiempo  restituyó  el 
reino  á  los  tres  Geriones,  hijos  de   Deabo. 

2.  En  tiempo  de  este  Osiris  parece  que  co- 
menzaron á  venir  á  esta  América  por  la  isla 
Atlántida  muchos  vasallos  españoles,  porque 
después  de  muchos  siglos  se  halló  un  epitafio  en 
el  sepulcro  de  Osiris,  en  el  que  se  refiere  que 
llegó  su  imperio  á  los  últimos  términos  de  am- 
bas Indias,  oriental  y  occidental,  y  reducido  á 
la  lengua  latina,  lo  refiere  Diodoro  Sículo,  Lac- 
tancio  Firmiano,lib.  i,  cap.  ii,  diciendo:  «Sum 
Ossiris  Rex,  qui  univercsum  paragravi  Orbem, 
usque  ad  Indorum  desertos  fines:  adeos  quo- 
que,  qui  Areto  subiacent,  ad  Istri  fontes.>  Que 
reducido  á  nuestro  español  idioma,  quiere  de- 
cir: «Soy  el  rey  Osiris  que  anduvo  todo  el 
orbe  hasta  los  desiertos  fines  y  términos  de  los 
indios,  y  también  á  aquellos  que  viven  al  Polo 
Ártico,  sobre  las  fuentes  del  Danubio,  en  que 
sin  dada  están  comprendidas  ambas  Indias  del 
Polo  Ártico  y  del  /antartico,  lo  cual  le  fué  fá- 
cil, habiendo  reinado  algún  tiempo  en  España, 
y  teniendo  entonces  traginable  la  isla  Atlánti- 
da, que  se  continuaba  hasta  las  islas  de  Barlo- 
vento. 

3.  He  deseado  averiguar  si  en  esta  Améri- 
ca hay  algún  lugar  ó  paraje  que  tenga  el  norn- 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  1 43 

bre  de  Osiris,  porque  en  aquel   primer  tiempo 
se  acostumbraba  poner  á  los  lugares  los   nom- 
bres de  los  reyes,  como  vemos  en  el  rey  Brigo; 
que  fué  cuarto  rey  de  España,  de  cuyo  nombre 
hubo  muchos  lugares,  como   Lacobriga,   Miro- 
brica,    Volubriga,  Augustobriga,    Flavio  Briga, 
y  otros,  hasta  25,  que   pone  Ptolomeo  en  sus 
tablas  geográficas  llamando  unas  veces  Briga  y 
otras  Brica,  como  también  Gerobrica,    de   que 
hace  mención  Rodrigo  Méndez  de  Silva   en  su 
Población  general  de  España,    parte    2.^   capí- 
tulo 34,  De  la  villa    de  Alanguer,    en  aquellas 
palabras:  «En  las    ruinas    de  Gerobrica:»,    que 
sin  duda  compuso  y  tomó  nombre  de  Gerión 
y  de  Brigo,  y  el  mudarse  la^  en  <:  es  muy  fácil, 
y  en  estas  Indias  está  la  tierra  de  Brica,  desde 
|a  costa  del  Sur  hacia  Acapulco,  como  se  verá 
en  el  capitán  D.  Bernardo  de  Vargas  Machuca, 
en  su  Milicia  Indiana,  en   la    descripción   que 
hace  de  las    Indias,  folio   173,  desde   aquellas 
palabras:  <De  esta  punta  de  Brica»  y  sin  duda 
tomó  este  nombre,  como  otras  de   España,  de 
aquel  rey  Brigo  ó  Brico.  Semejante  concordan- 
cia se  halla    en    esta  cordillera   Libichuca,  de 
esta  América,   de    que  hablé   arriba,    en    el  3 
porque  después  de  los  Geriones  reinó  en  Esp? 
ña  Hércules  Libico  ó  Libio,  por  otro   nombuí 
Oro,  hijo  de  Osiris,  y  de  su  nombre  se  puso  en 


144  DIEGO  ANDRÉS   ROCHA 

inucbas  ciudades  de  España  el  de  Libi,  como  á 
Libizoso,  Libisisona,  Libisoca,  Libisuca,Libun- 
ca  y  Libora,  segün  Beroso,  lib.  5,  Aniano  de  Re- 
gí ous,  Hispaniae,  cap.  14,  y  así  en  aquel  tiem- 
po pasó  á  esta  América  el  nombre  Libi^  y  se 
puso  en  esa  cordillera  Libichuca  ó  Libichuco- 
A  estos  ejemplares  de  aquel  tiempo,  he  de- 
seado hallar  algún  nombre  que  aluda  á  Osi- 
ris,  cuya  gente  pasó  á  estas  Indias  en  el  tiem- 
po que  reinó  en  España,  pero  no  he  dado 
con  él;  otros  que  tengan  más  curia  lo  halla- 
rán. 

4.  También  Hércules  Libio,  hijo  de  Osiris, 
se  llamó  Oro,  y  según  otros  Orón,  como  ad 
vierte  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  en  su  Población 
Eclesiástica  de  España,  en  el  año  2.200  de  la 
Creación  del  mundo,  y  otros  le  llaman  Oro 
Orón,  juntando  ambos  nombres,  como  en  el 
mismo  año  lo  advierte  la  Historia  general  del 
mundo,  de  Rovellin,  y  de  este  nombre  puede 
ser  le  tomase  la  ciudad  de  Oruro,  de  esta  Amé- 
rica, sino  es  que  se  nombrase  así  por  la  anti- 
gua ciudad  de  Orubio,  de  la  España  Tarraco 
nense,  según  Antonio  Nebricense,  en  el  Catá- 
logo de  nombtes  de  lugares,  verbo  Orubium^  o 
de  la  ciudad  de  Orturo,  que  estuvo  en  las  ribe- 
ras del  Ebro,  según  Fr.  Gregorio  de  Argaiz,  en 
la  Población  de  España,  en  el  año  2800  de  la 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


145 


Creación  del  mundo,  fol.  263,  en  aquella  pala- 
bra Orturi,  y  aluden  mucho  Orcoro,  Oruro, 
Orubio  y  Orturo. 

5.  De  la  misma  forma  hallo  que  el  rey 
Gorgor,  de  los  primitivos  de  España,  se  puso 
el  nombre  al  pueblo  de  Gorgor,  que  está  junto 
á  Guancabelica,  como  dije  arriba,  aunque  el 
doctor  Alonso  de  Villadiego,  en  el  Fuero  Juz- 
go, en  el  Catálogo  de  los  Reyes  de  España, 
folio  26,  le  llama  á  este  rey  Gargor,  y  le  han 
seguido  muchos  historiadores  de  España,  pero 
se  llamó  Gorgor,  como  lo  probé  con  lugar 
expreso  de  Ravino  Textor,  arriba  citado,  §  2. 
Todos  estos  ejemplos  dan  manifiesta  señal  de 
que  muchos  de  los  pueblos  de  estas  Indias  to- 
maron su  nombre  de  los  primitivos  reyes  de 
España. 

6.  Tengo  también  por  muy  cierto,  que  en 
tiempo  de  Héspero,  que  fué  el  nono  rey  de  Es- 
paña, después  de  Tubal,  según  el  Cómputo  de 
Fr.  Alonso  Venero,  en  su  Enchiridión,  fol.  49, 
vuelta,  y  reinó  1658  años  antes  de  la  Encarna- 
ción del  Divino  Verbo,  y  reinando  este  Héspe- 
ro, vinieron  también  muchos  españoles  y  pobla- 
ron las  islas  de  Barlovento,  de  Santo  Domingo 
y  de  Cuba,  que  con  razón  se  llaman  las  islas  Es- 
pañolas, por^este  origen,  y  creo  que  entonces 
duraba  la  isla  Atlántida,  y  á  este  sentir  se  inclina 

10 


1  ¡J  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

ci  diligente  historiador  Gonzalo  Fernández  do 
Oviedo,  en  la  i.^  parte  de  la  Historia  de  las 
Indias,  lib.  2,  cap.  3. 

Y  Ambrosio  Calepino.,  en  su  Tesoro  de  la 
lengua  latina,  dice  que  las  islas  Hespéridas  se 
nombraron  así  de  Héspero,  rey  de  España,  con 
que  estando  estas  islas  de  Barlovento,  Cuba  y 
Española  tan  cercanas  á  la  tierra  continente  de 
esta  América,  y  habiendo  venido  á  ella  los  pri- 
mitivos españoles  del  tiempo  de  Héspero,  y  ha- 
biéndolas denominado  con  su  nomibre,  fué  más 
fácil  pasar  de  ellas  á  esta  América  continente 
y  comunicarse  con  otros  que  pasaron  en  tiem- 
po que  reinaron  en  España  Brigo,  Gerión  y 
Hércules  Libio. 

7.  Contra  esta  opinión  hay  graves  autores 
que  tienen  por  constante  que  las  islas  Hespéri- 
das no  son  las  de  Barlovento  de  esta  América, 
y  el  primero  es  el  doctísimo  Abulense,  por  otro 
nombre  el  Tostado,  el  cual,  en  un  tomo  que 
hizo  en  castellano,  Sobre  Ensebio,  De  Tempori- 
bus,  cap.  79  lib.  3,  dice  que  Héspero,  rey  de  Es- 
paña, pobló  las  islas  Fortunadas  y  que  las  llamó 
Hespéridas,  y  que  ellas  son  las  que  llamamos 
islas  Canarias,  con  que  por  esta  autoridad  no 
pueden  ser  las  Hespéridas  las  jislas  P2spañolasy 
Cuba. 

El  segundo  autor  es  Alonso  de  Santa  Cruz, 


ORIGEN  DE   LOS    INDIOS  147 

Tefeükio  por  Alejo  Venegas,  en  sus  obras  de 
Historia  Natural,  cap.  21,  que  fué  de  sentir  que 
las  verdaderas  Hespéridas  son  las  islas  de  los 
Azores,  luego  no  son  las  de  Barlovento  de 
nuestra  Ame'rica. 

El  tercer  autor  que  tenemos  por  contrario, 
es  el  P.  Mariana,  en  la  i,a  parte  de  la  Historia 
de  España,  lib.  i,  cap.  22,  que  quiere  que  las 
Hespéridas ,  mandadas  fundar  por  Héspero, 
sean  las  islas  Gordades  ó  Gorgonas,  que  boy 
llaman  de  Cabo  Verde. 

8.  Aunque  tenemos  tres  autores  de  tanta 
autoridad,  opuestos  á  nuestro  sentir,  y  opuestos 
á  que  estas  islas  de  América  se  fundasen  por 
Héspero,  rey  de  España,  y  quieren  que  las  Hes- 
péridas sean  otras  mucho  más  vecinas  á  Espa- 
ña, sin  embargo,  se  reconoce  cuan  distantes 
están  todos  tres  en  señalar  el  verdadero  sitio  de 
las  islas  Hespéridas,  y  parece  también  con  su 
venia  que  lo  están  en  la  verdadera  inteligencia 
de  este  punto,  y  así  se  ha  de  tener  por  más  pro- 
bable que  las  islas  Española  y  Cuba  son  las 
Hespéridas  que  mandó  fundar  Héspero,  rey  de 
los  primitivos  de  España,  y  cuya  antigüedad, por 
lo  menos,  se  le  ha  de  dar  á  la  fundación  de  es- 
tas Indias  por  los  españoles,  aunque  el  licen- 
ciado Francisco  de  Cepeda  en  su  Resumpta 
historial  de  España,  ponga  en  opinión  que  en 


14S  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

tiempo  de  los  caí  tagíncses  se  llegó  con  la  na- 
vegación á  la  isla  Española,  como  se  podrá  ver 
en  dicho  autor,  lib.  i,  cap.  4,  ibi:  «Navegaron 
tan  adelante  los  de  Cartago,»  y  aunque  esto 
pudo  ser  cuando  los  cartagineses  dominaron  á 
España,  mucho  antes  reinó  en  ella  Héspero,  y 
él  hizo  fundar  esas  islas  de  Barlovento,  que 
son  las  verdaderas  Hespéridas,  lo  cual  se  prue- 
ba eñcazmente  con  lo  siguiente: 

9.  Eo  primero,  con  autoridad  de  Plinio,  li- 
bro 6,  cap.  31,  donde,  con  autoridad  de  Esta- 
cio  Sevoso,  poae  gran  distancia  desde  las  islas 
Gorgadas  (que  son  las  más  distantes  de  España) 
á  las  Hespéridas  y  dice  que  distaban  unas  de 
otras  la  distancia  de  40  días  de  navegación;  sus 
palabras,  reducidas  á  nuestro  idioma  castellano 
son:  «Estacio  Sevoso  vino  á  demostrar  la  carre- 
ra y  viaje  desde  las  Gorgadas  hasta  las  Hespé- 
ridas por  navegación  de  40  días.» 

Casi  lo  mismo  dice  Solino  en  el  cap.  60  de 
su  Polist.  sus  palabras  traducidas,  son:  «Las  is- 
las ^Hespéridas,  como  Sevoso  afirma,  se  apar- 
tan de  aquel  cabo  de  las  Gorgadas  ó  Gorgo- 
nas  á  los  golfas  muy  adentro  de  la  mar,  por 
navegación  de  40  días.»  Poco  más  ó  menos 
dice  San  Isidoro  en  el  lib.  14  de  sus  Etim»  ca- 
pítulo 6;  «Están  las  Hespéridas  situadas  de 
aquella  parte   de  las  Gorgadas  en    los   golfos 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  149 

muy  adentro  del  mar.»  Y  aunque  parece  mu- 
cha distancia  la  de  40  días,  desde  las  Gorga> 
das,  y  la  isla  Española  y  de  Cuba,  no  hay 
otras  islas  por  aquel  rumbo  de  que  se  pueda 
entender,  sino  de  las  de  Cuba  y  de  la  Españo- 
la, y  esta  tardanza  se  ha  de  entender  porque 
entonces  no  había  navios  tan  ligeros  como 
hoy  ni  eran  tan  diestros  los  Argonautas  y  pilo- 
tos, y  así  hoy  sería  más  breve  esta  navegación 
desde  las  Gorgadas  á  las  verdaderas  Hespéri- 
das de  Cuba  y  Santo  Domingo. 

19.  Infiérese  de  lo  dicho,  que  no  pudiendo 
ser  las  Hespéridas  las  islas  Canarias,  ni  las 
de  los,  Azores,  ni  las  Gorgadas,  que  han  de  ser 
precisamente  las  de  Cuba  y  Habana,  que  llama- 
mos de  Barlovento;  porque  si  Platón,  Solino 
y  San  Isidoro  dicen  que  con  navegación  de 
muchos  días,  saliendo  de  las  Gorgadas,  se  da* 
ba  con  las  Hespéridas,  caminando  al  Occiden- 
te, no  se  pueden  considerar  otras  por  aquel 
rumbo,  sino  estas  de  Barlovento,  ni  hay  otras 
en  aquella  navegación,  á  la  parte  de  Oeste  ó 
Poniente,  y  así  Ortelio,  en  su  Tesoro  geográ- 
fico, es  de  sentir  que  las  dos  islas  qiie  señala 
Plutarco,  In  Sertorio,  que  algunos  han  querido 
sean  las  Canarias,  en  la  verdad  no  lo  son,  sino 
las  que  Plinio  llama  Hespéridas,  que  dice  que 
son  dos,  y  que  están  en  el  mar  Atlántico.  De 


15°  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

estas  dos  islas  Hespéridcs,  habla  Nonio  Marce- 
lo en  su  libro  de  los  números,  diciendo  según 
la  traducción  castellana:  «Que  era  manifiesto 
que  las  dos  islas  cercanas  entre  sí,  y  apartadas 
de  Cádiz  diez  estadios,  producían  y  engendra- 
ban de  su  natural  y  sin  beneficio  alguno,  ali- 
mentos y  sustento  para  los  mortales.» 

Las  palabras  latinas  que  se  han  traducido 
en  castellano  se  podrán  ver  en  Ortelto,  en  di- 
cho Tesoro  Geográfico,  el  cual  advierte  que 
donde  Marcelo  pone  lo  estadios,  se  ha  de  en- 
tender lo.ooo  estadios,  según  Plutarco  en  Ser- 
torio. 

21.  En  suma,  viene  á  declarar  su  parecer  y 
sentir  Ortelio,  diciendo  que  le  parece  muy  pro- 
bable que  las  islas  de  Cuba  y  Española,  que  lla- 
mamos de  Barlovento,  son  las  verdaderas  Hes- 
péridas, porque  además   de  la   distancia,   sigue 

en  esto  Guillermo   Póstelo,  varón  de  rara  doc- 
trina. 

Puédese  ver  también  en  este  punto  lo  mu- 
cho y  docto  que  trae  el  gran  consejero  D.  Juan 
de  Solorzano,  tomo  I,  de  Indiar,  lur.  lib.  i,  ca- 
pítulo 9,  desde  el  núm.  59,  y  se  pueden  pon- 
derar unas  palabras,  en  griego  de  San  Dionisio 
Alexandrino,  en  su  Geografía  en  el  vers.  564. 
Nefous  tes  Hespéridas  tothtcafi  teroio  geneto 
Aphnios  náionfim  aganon  paídes  Iberóon. 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  15I 

Que  reducidas  á  nuestro  castellano,  dicen: 
Las  islas  Hespéridas,  donde  nace   el   estan- 
que, 
las  habitan  los  ricos  hijos  de  los  ilustres  ibe- 
ros. 

Ya  se  sabe  que  los  iberos  son  los  españoles 
como  dije  arriba,  con  doctrina  de  San  Jeróni- 
mo, de  Josefo  y  del  P.  José  Moret,  y  se  puede 
ver  en  Plinio  y  Estrabón  y  otros  muchos  que 
sigue  y  cita  OrteJio  en  su  Tesoro,  verbo  hispani 
y  verbo  iberia. 

Llamó  San  Dionisio  principio  y  origen  del 
estanque  á  las  islas  Hespéridas,  porque  allí  se 
puede  decir  que  comienza  el  verdadero  mar, 
como  he  dicho  en  el  cap.  i;  donde  después  de 
la  isla  Atlántida,  que  llegaba  á  dichas  islas  de 
Barlovento,  comienza  el  verdadero  mar,  el  cual 
con  propiedad  se  llama  mar,  porque  según  su 
naturaleza,  tiene  estancada  el  agua  en  un  sitio, 
y  así  Homero  en  su  Tliada  quinta,  para  expli- 
car el  mar,  usa  del  nombre  griego  Linine^  que 
en  su  propiedad  significa  estanque,  laguna  de 
agua  recogida  y  lago,  y  al  mar  le  llama  Homero 
con  el  mismo  nombre,  como  explica  Juan  Sca- 
pula  en  su  Lexicón  Griego,  verbo  lifmiey  y  estas 
islas,  dijo  San  Dionisio,  las  habitaban  los  hijos 
de  españoles  como  se  leyó  en  el  griego  de 
arriba. 


IS2  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

12.     De  lo  dicho  se  sigue,  y  de  tantos  nom- 
bres  como  he  puesto,  de   España  y  de  esta 
América,  en  casi  todo  conformes  y  juntamente 
del   nombre    de   las  islas  Hespéridas  de  esta 
América,  fundadas  por  un  rey  de  España,  ser 
cierto  el  que  su  primera  fundación  fué  de  es- 
pañcles,  y  en  suma,  ó  fuese  el  origen  de  la  po- 
blación de  esta  América  por  los  hijos  de  Tubal 
pocos  años  después  del  Diluvio,  ó  por  orden 
del  rey  Héspero   y  sus  subditos,  que  reinó  en 
España  antes  del  nacimiento  de  Cristo  Señor 
Nuestro,  1658  años  antes  de  él,  como  reñeren 
Beroso,  lib.  5  y  Aniano  de  Regibus  Hispanice, 
cap.   13  ó  fuese  la  primera  población  por  los 
cartagineses  cuando  dominaron  á  España,  d  que 
parece  se  inclina  el  docto  Fr.  Gregorio  García, 
en  su  lib.  2  del  Origen  de  los  Indios,  capítulo 
I,  párrafo  3,  diciendo:  «Los  cartagineses  domi- 
naron á  España  hasta  el  tiempo  de  los  romanos, 
y  así  les  fué  más  acomodado  el  viaje  para  las 
Indias,»  conque  de  cualquiera  manera  que  sea, 
siempre  fueron  los  españoles  los  primeros  que 
poblaron  esta  América,  aunque  luego  entraron 
por  el  Asía,   muchos  años  después,  las  tribus  y 
otras  naciones,  como  se  verá  en  los  capítulos 
siguientes,  y  queda  este,  con  el  favor  divino, 
perfecto  y  acabado  lo  cual  sea  para  mayor  glo- 
ria de  Nuestro  Señor. 


CAPÍTULO  III 


CÓMO    SE    POBLARON    TAMBIÉN    ESTAS     INDIAS 

OCCIDENTALES    POR    LAS    DIEZ    TRIBUS,    VINIENDO 

POR   LA   PARTE    DE    MÉJICO. 


I.  Mucha  atención  y  no  menor  cuidado 
pide  la  materia  que  contiene  este  capítulo,  y 
ante  todas  cosas  se  debe  advertir  que  muchos 
y  muy  graves  autores  han  escrito  que  estos  in- 
dios occidentales  tienen  su  origen  de  losjudios, 
sin  darles  otro  principio;  de  este  sentir  es  Ge- 
nebrardo  en  el  lib.  i  de  su  Cronografía,  en  el 
fol.  159. 

Camilo  Bórrelo  de  Praest.  Reg.  Cat.,  capí- 
tulo 43. 

Federico  Lumnio,  en  su  libro  del  Juicio 
final. 

Isidoro  de  Isolanis,  milane's,  en  el  lib.  i,  del 
Imperio  de  la  Iglesia  militante,  en  el  tít.  6,  cues- 
tión 2.^. 


154  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Miguel  Cabello^  en  su  Miscelánea  Austral, 
part.  i/\  cap.  5. 

El  canónigo  Juan  del  Caño,  sobre  la  expo- 
sición de  aquellas  palabras  del  Psalino:  «In  no- 
men  terram  exivit  fonus  corum.» 

Fray  Gregorio  García,  en  su  obra  del  Ori- 
gen de  los  Indios,  lib.  3,  por  todo  él,  y  del  mis- 
mo sentir  fué  aquel  insigne  obispo  de  Chiapa, 
Fr.  Bartolomé  de  las  Casas,  según  unos  papeles  y 
testamento  que  dejó,  fundando  en  ellos  ser 
cierto  el  que  descendían  de  aquellas  tribus  que 
trasportó  Salmanasar,  rey  de  los  asirios,  según 
refiere  Torquemada  en  la  Monarquía  Indiana, 
lib.  I,  cap.  9. 

Otros  autores,  aunque  hacen  á  estos  indios 
descendientes  de  los  indios,  pero  no  de  las 
diez  tribus,  sino  solo  de  la  tribu  de  Isachar,  y 
de  este  sentir  fueron  dos  senadores  de  estas 
Indias,  el  doctísimo  Pedro  Bej araño  y  el  doctí- 
simo D.  Francisco  Carrasco,  referidos  por  el 
gran  consejero  D,  Juan  de  Solorzano,  en  el  to- 
mo I,  lib.  I,  cap.  9,  desde  el  núm.  75;  el  Padre 
Pr.  Pedro  Simón  tuvo  la  misma  opinión. 

Yo  tengo  por  cierto  que  muchos  de  estos 
indios  occidentales  descienden  de  las  diez  tri- 
bus que  desterró  Salmanasar,  y  que  entraron 
poblando  esta  América  por  las  costas  de  Méji- 
co, por  el  reino  de  Anian;  pero  tenía  ya  esta 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  ISJ 

América  desde  el  tiempo  de  Tubal  y  de  Hés- 
pero y  de  los  cartagineses  mucha  gente  que  vi- 
nieron poblando  la  parte  del  Norte,  saliendo 
todos  de  España,  como  se  dijo  arriba. 

2.  El  primer  fundamento  de  esta  opinión, 
de  que  las  diez  tribus  pasaron  á  poblar  esta 
América  por  la  parte  meridional,  se  deduce  de 
un  lugar  de  Fsdras,  en  su  lib.  4,  cap.  13,  donde 
pone  una  visión  muy  singular  de  un  hombre  ó 
varón  que  vio  salir  del  centro  y  corazón  del  mar, 
que  congregaba  así  muchas  gentes,  y  entre  ellas 
una  gran  multitud  de  gente  pacífica,  y  rogando 
este  profeta  al  Ángel  que  le  explicase  la  visión, 
llegando  á  aquella  gente  pacífica,  le  dijo  lo  si- 
guiente, que  en  nuestro  castellano  es  como  si- 
gue. Desde  el  vers.  39:  «Y  porque  viste  que 
aquel  hombre  ó  varón  agregaba  así  aquellas 
gentes  pacíficas,  sábete  que  estas  gentes  son 
aquellas  diez  tribus,  que  en  tiempos  del  rey¡Os- 
seas llevó  cautivas  Salmanasar,  rey  de  los  asirios^ 
y  pasándolos  de  la  otra  parte  del  rio  (no  expli- 
ca aquí  qué  río  fuese)  luego  los  trasladó  y  pasó 
á  otra  tierra,  pero  ellos  determinaron  dejar  la 
multitud  de  gentiles  y  pasar  á  otras  regiones 
donde  no  hubiese  habitado  gente  humana,  para 
poder  guardar  lo  legal  de  su  ley,  lo  cual  no  ha* 
bíaa  hecho  en  su  propia  tierra,  y  huyendo  se 
metieron  por  unas  entradas   estrechas  del    río 


156  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Eufrates,  haciendo   Dios  coa  ellos  maravillas, 
deteniendo  el  curso  de  las  aguas   hasta  que  p;i- 
saron. 

Para  esta  región  ó  regiones  adonde  destina- 
ron ir,  había  un  camino  muy  largo  de  año  y  me- 
dio de  andadura,  y  ella  y  ellas  se  nombraban 
Arsareht.   Entonces  habitó    esta  gente   de   las 
diez  tribus  allí  en   esas   regiones    de  Arsareht 
hasta  los  días  últimos  del  mundo  y  ahora,  cuan- 
do comenzare  á  venir   de   dichas   regiones  y  á 
volver  á  sus  tierras,  volverá  el  Altísimo  á  poner 
y  disponer  las  venas  del  río,  (sin  decir   si  es   el 
Eufrates)  esto  es,  sus  corrientes  y  fontanas,  para 
que  pueda  volver  á  pasar.»    Hasta  aquí  Esdras. 
3.     En  esta  profecía  hay  mucho  que  explicar, 
y  las  últimas  palabras  la  hacen  algo   dudosa, 
porque   aquellas  partículas  tune  et  nimc^  que  ea 
nuestro    castellano   suenan  entonces  y  a/wra,  y 
para  estar  corriente  había  de  decir:  «Desde  en- 
tonces habitó  allí  en  Adsareht  esta  gente  de  las 
tribus  hasta  el  fm  del  mundo.»  Extune,  había  de 
decir:  «También  habiendo  más  de   2500  años 
que  escribió  esta  profecía  Esdras,»  parece  que 
está  diminuto  el  decir  cuando  escribe :  Ahora 
cuando  comenzare  á  venir,  volverá  el  Altísimo 
á  suspender  las  aguas  para   que  vuelvan  á  sus 
tierras»  cuando  no  sabemos  haya  sucedido  esto 
desde  que  Esdras  escribió.; 


ORIGEN    DE  LOS    INDIOS  157 

Pero  fácil  es  la  respuesta;  lo  primero,  porque 
las  profecías  no  guardan  la  propiedad  de  lo 
presente  ó  futuro,  todo  se  entiende  presente  en 
ellas  por  serlo  todo  á  Dios,  de  quien   dimanan. 
Y  así  San  Juan  en  su  Apocalipsi,  cap.    i,   dice 
que  ya  el  Señor  viene  al  Juicio  y  que  el  tiempo 
está  cerca,  ya  que   escribió   más  de  1600   años. 
Lo  otro,  porque  no  sabemos  si  el  río  que  han 
de  volver  á  pasar,  ha  de  ser  el  mismo  Eufrates^ 
pues  no  lo  dice  el  texto.  Lo  otro,  no   sabemos 
si  esta  vuelta  se  ha  de  entender  local  y  verda- 
dera ó  misteriosa,  entendiéndola  porque  han  de 
volver  á  la  iglesia  católica.  Lo  otro,  no  hay  nada 
asentado  del  origen  del  Eufrates,  que   aunque 
nace  en  los  montes  de  Armenia,  brotando  allí, 
ha  de  tener  otros  orígenes  por  salir  del  Paraíso, 
y  así,  por  otra  parte,  le  pueden  volver  á  pa- 
sar. 

Demás  de  que  no  todos  los  que  salieron 
con  las  diez  tribus,  que  serían  más  de  300.000, 
pasaron  á  estas  Indias  y  á  las  provincias  de  Ar- 
zareht,  y  quedarían  más  de  la  mitad  en  la  Asi- 
ría, en  la  Medía,  en  la  Scitia  y  Tartaria,  ó  por 
viejos,  impedidos,  mujeres,  niños  y  gente  floja, 
y  desganada,  con  que  de  estos  se  puede  verifi- 
car y  de  sus  descendientes  que  volverían  á  pa 
sar  para  volver  muchos  á  sus  regiones  y  á  las 
dos  tribus  de  }udá  y  Benjamín,  que  no  fueron 


158  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

desterrados,   y   quedaron   en  Jerusalén    y    Sa- 
maría. 

4.  Por  ser  la  base  más  fundamental  de 
nuestra  opinión  el  lugar  de  Esdras,  se  ha  de  ad- 
vertir, que  aunque  muchos  doctores  tienen  por 
cierto  que  el  lib.  3  y  4  de  Esdras,  aunque  estén 
incorporados  en  la  Biblia,  sin  embargo,  no  son 
canónicos,  con  que  se  pretende  debilitar  el  dis- 
curso que  se  hace  de  que  las  diez  tribus  no  pa- 
saron á  estas  Indias;  pero  se  ha  d?  advertir  que 
tienen  tanta  autoridad,  que  excede  á  la  de  cual- 
quier doctor,  por  grande  que  sea,  y  así  están 
entretejidos  con  los  libros  sagrados  de  la  Bi- 
blia, y  exceden  á  la  autoridad  de  todos  los 
doctojes,  como  lo  advierte  el  P.  Diego  de 
Avendaño,  en  su  Anfiteatro,  en  el  discurso  Isa- 
gógico, núm.  43,  y  yo  lo  he  leído  también  en 
unos  papeles  manuscritos  del  docto  P.  Francis- 
co Aguayo,  gran  escriturista  de  estos  reinos, 
que  leyó  la  cátedra  de  escritura  muchos  años 
en  este  Colegio  de  San  Pablo  de  Lima. 

Los  doctores  sagrados  de  la  Iglesia  se  valen 
y  citan  las  autoridades  de  Esdras,  de  sus  libros 
3  y  4;  San  Agustín,  en  el  lib.  18  de  Civitate  Del, 
cap.  36,  se  vale  de  muchas  autoridades  del  li- 
bro 3  y  4  de  Esdras;  San  Atanasio,  lib.  3,  Con- 
tra Arrian,  se  aprovecha  del  testimonio  de  Zo- 
robabel,  de  que  habla  Esdras  en  su  lib.  3;  SiX' 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  1 59 

to  Senense,  en  el  lib.  i,  sec.  3,  de  Apocr.,  dice 
que  los  doctores  griegos,  no  solo  los  tienen 
por  canónicos,  sino  que  los  anteponen  á  los 
libros  de  Esdras  172;  San  Ambrosio,  en  mu- 
chas partes,  tiene  este  lib.  4  por  de  Esdras,  y 
así  lo  dice  en  el  Tratado  de  Bono  Mortis,  y 
dice  que  lo  escribió  por  revelación  divina,  y 
añade  este  Santo  doctor  que  San  Pablo  usó 
al  fin  de  la  primera  Epístola  de  los  Corintios 
de  los  diversos  órdenes  de  claridad  y  gloria  de 
los  escogidos  que  han  de  resucitar,  lo  cual 
tomó  de  Esdras  en  su  lib.  4,  y  de  esta  misma 
autoridad  se  vale  el  mismo  docto  San  Ambro- 
sio para  confirmar  su  doctrina  de  las  moradas 
de  las  almas  santas  despue's  de  la  separación  de 
sus  cuerpos;  y  en  otra  Epístola,  que  es  la  21  á 
Honorancio,  nos  aconseja  el  santo  doctor  que 
se  lea  el  lib.  4  de  Esdras,  para  aprender  cómo 
el  ánima  es  de  substancia  celestial,  contra  algu- 
nos filósofos  que  enseñaron  lo  contrario.  Final- 
mente, San  Antonio,  sobre  el  cap.  2  de  San  Lu- 
cas, se  vale  del  cap.  7  del  lib,  4  de  Esdras  en 
aquellas  palabras:  «Mi  hijo,  Jesús,  será  manifes- 
tado, etc.2>  probando  con  ellas  la  venida  del 
Mesías,  y  tiempo  en  que  lo  dejó  profetizado 
Esdras. 

Demás  de  que  nuestra  madre  la  Iglesia  se 
"Vslíg  de  muchos  lugares  de  este  lib.  4  de  Es- 


I  6o  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

dras,  como  lo  hace  en  la  tercera  feria  de  Peii 
tecostés,  que  comienza  el  introito  de  la  misa 
con  las  palabras  del  cap.  2,  del  lib,  4,  de  £s- 
dras:  «Accipite  lucunditatem  gloriae  vestrse  gra- 
tias  agentes  Deo,  qui  nos  ad  caelestia  regna  vo- 
cavit,»y  también  en  las  fiestas  de  los  santos 
mártires,  usa  de  otras  palabras  del  mismo  libro 
y  capítulo,  que  son:  «Modo  coronántur,  acci- 
piunt  palmam.» 

Hallo  también  que  San  Cipriano,  en  su  libro 
Contra  Demetrio,  se  vale  de  otras  palabras  de 
este  libro  4  de  Esdras.  diciendo  que  el  mundo 
va  envejeciendo  y  acercándose  á  su  ñn.  Y  aun- 
que Sixto  Senense,  arriba  citado,  dice  que  en  al- 
gunas cosas  disuenan  algunas  cláusulas,  de  este 
libro  4,  al  recto  sentir  del  común  de  los  docto- 
res, esto  será  por  quererse  entender  muy  á  la 
letra  y  judaicamente,  y  allí  pone  el  mismo  Sixto 
las  cláusulas  que  disuenan,  y  ninguna  de  ellas 
toca  á  lo  que  dice  de  la  transmigración  de  las 
diez  tribus,  y  así  la  habremos  de  seguir  con  opi- 
nión de  tantos  santos  y  doctores. 

5.  Ya  que  hemos  hallado  luz  de  haber  ve- 
nido estas  diez  tribus  á  las  regiones  de  Arsaret, 
dejaiémoslos  descansaraquí,  hasta  que  hagamos 
párrafo  separado  del  viaje  que  trajeron  desde 
Samaria,  provincias  por  donde  pasaron  después 
de  la  fuga  y  tránsito  que  tuvieron  á  la  América 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  l6l 

Septentrional  y  á  todas  aquellas  partes  de  Mé- 
jico, y  vamos  haciendo  más  fuerte  el  funda- 
mento de  cómo  los  indios,  después  de  poseída 
la  tierra  de  promisión,  antes  de  muchos  años 
habían  de  ser  trasladados  y  echados  á  estas 
partes  y  últimas  del  mundo. 

Sea  la  primer  profecía  la  que  les  dej(5  Moi- 
sés en  el  libro  del  Deuteromonio,  cap.  4,  des- 
de el  vers.  26,  donde  en  sustancia  les  dijo: 
«Invoco  el  cielo  y  tierra  por  testigos  de  que 
en  breve  tiempo  habéis  de  perder  la  tierra  y 
posesión  que  Dios  os  ha  de  dar  después  del 
Jordán,  y  no  habéis  de  vivir  muchos  siglos  en 
ella,  sino  que  habéis  de  ser  desbaratados  por 
Dios  y  derramados  por  todas  las  gentes  del 
mundo  y  quedareis  pocos  en  las  naciones, 
(estas  naciones,  como  veremos  luego  son  las 
desdendientes  de  Tubal,)  donde  os  ha  de  guiar 
y  encaminar  Dios;  allí  os  haréis  idólatras  con 
todo  género  de  idolatrír.»  y  luego  en  el  vers. 
39,  les  profetizó:  «Después  que  hayáis  pasado 
todos  estos  males,  después  de  muchos  siglos 
en  el  tiempo  fmal  y  novísimo  del  mundo^  vol- 
veréis á  vuestro  Dios,  y  os  dará  oido  para  oir 
su  voz  y  ley,  porque  es  misericordioso  vuestro 
Dios  y  Señor  y  no  os  ha  de  dejar  sin  remedio, 
ni  borrar  eternamente  de  su  memoria,  ni  olvi- 
dará el  pacto  que  hizo  con  vuestros  padres.» 

II 


1     2  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Palabras  bien  claras  para  significar  como  á 
pocos  siglos  después  de  la  quieta  posesión  que 
estas  tribus  tuvieron  de  la  tierra  prometida,  los 
entregó  Dios  en  cautiverio  á  Salmanasar  y  que 
los  derramó  por  tantas  gentes  y  provincias  que 
llegaron  á  vivir  en  lo  último  de  la  tierra,  donde 
había  las  naciones,  descendientes  de  Tubal, 
con  quienes  después  de  algunos  años  vinieron 
á  encontrar,  mezclándose  con  ellos,  sin  poder 
conservar  fé  en  su  primitivo  origen,  haciéndose 
idólatras  y  olvidando  casi  todo  lo  legal  y  cere- 
monial de  su  ley,  hasta  que  finalmente  vino 
para  ellos  la  plenitud  de  los  tiempos;  aunque 
al  fin  de  ellos,  y  fueron  reducidos  á  la  Iglesia; 
y  adviértase,  que  dijo  que  habían  de  ser  derra- 
mados por  todas  las  gentes  y  naciones  del  mun- 
do, pocos  años  después  de  su  posesión  de  la 
tierra  de  promisión,  con  que  no  pudo  verificar- 
se sino  viniendo  por  Arsaret,  como  diré  luego, 
poblando  estas  Indias  occidentales. 

6.  No  sé  como  no  se  advierte  en  el  capítulo 
28  del  Deuteronomio,  donde  echó  Moisés  mal- 
dición sobre  las  tribus  y  judíos  que  degenerasen 
de  su  ley,  que  se  han  verificado  en  estos  indios 
y  les  dice  después  de  otras  maldiciones,  en  el 
núm.  36:  «A  tí  y  á  tu  rey  y  á  tus  padres  é  hijos 
os  entregará  Dios  á  otras  gentes  que  tú  ignoras» 
y  más  abajo,  en  el  núm.  41.  «Enjendrareis  hi- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  1 63 

jos  é  hijas  y  no  gozareis  de  ellos^  porque  otros 
los  poseerán»  y  luego  en  el  número  43:  «Los 
alienígenas  que  vinieren  á  vuestras  tierras,  ten- 
drán dominio  sobre  vosotros,  siendo  ellos  su- 
periores y  vosotros  inferiores»  y  luego  en  el  49 
«Traerá  Dios  una  gente  de  muy  lejos,  de  «fmi- 
bus  terrse»  de  los  fmes  de  la  tierra  á  semejanza 
de  Águilas  voladoras  con  gran  ímpetu  y  estré- 
pito, gente  que  no  entendáis  su  lengua  y  po- 
seerán vuestras  tierras  y  frutos,»  y  después  de 
otras  maldiciones,  les  dijo  Moisés  en  el  número 
64:  «Desparramaráos  Dios  por  todos  los  pue- 
blos de  la  tierra,  desde  lo  sumo  y  alto  de  ella 
hasta  los  términos  (esto  es,  los  fmes  de  ella) 
sirviendo  á  ídolos  que  ni  vosotros  ni  vuestros 
padres  conocieron. 

»Y  entre  aquellas  gentes  á  quienes  os  ha  de 
entregar,  no  habéis  de  tener  descaaso  ni  sose- 
garán vuestros  pies  y  os  llenará  Dios  de  cora- 
zones trémulos  y  pávidos  y  ojos  descaecidos,  y 
hasta  vuestras  almas  se  irán  consumiendo  de 
tristeza,  de  noche  y  de  dia  estaréis  temblan- 
do.» 

No  es  necesario  glosar  este  lugar,  que  él 
mismo  está  indicando  con  qué  gente  habla,  y 
que  los  vicios  de  las  tribus  los  trajeron  á  estas 
Indias,  mezclándose,  después  de  algunos  años, 
con  idólatras,  aunque  ya  ellos  lo  eran  por  las 


164  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

naciones  que  pasaron,  y  fué  providencia  grande 
de  nuestro  Señor  que  los  redujeran  á  la  Santa 
Iglesia  nuestros  católicos  reyes,  dando  tantas 
órdenes  y  cédulas  en  su  favor,  y  haciendo  tan- 
tos sacrificios  por  ellos  á  nuestro  Dios,  porque 
se  mitigase  su  justa  venganza,  que  tenía  dis- 
puesta contra  esta  gente,  que  van  ya  entrando 
con  veras  en  el  gremio  de  la  Iglesia,  y  cesando 
las  calamidades  que  les  dejó  profetizadas  Moi- 
sés, siendo  el  segundo  Moisés  el  rey  católico,  de 
esta  gente,  como  advierte  el  docto  Fr.  P.  Eu- 
sebio  Nieremberg,  en  su  Filosofía  secreta,  li- 
bro I,  cap.  59,  pues  por  su  conquista  han  sa- 
lido del  cautiverio  del  demonio,  y  puéstose  en 
la  seguridad  de  la  Santa  Iglesia  Católica  y  Ro- 
mana. 

7  .  En  Isaías,  hay  muchas  profecías  de  la  ve- 
nida de  las  diez  tribus  á  estas  Indias  occidenta- 
les. Quién  no  admira  lo  que  dice  este  Evangé- 
lico profeta  en  el  cap.  11,  desde  el  núm.  11, 
que  en  substancia  es  lo  siguiente:  «Volverá  el 
Señor  á  traer  y  juntar  lo  residuo  del  pueblo  de 
Israel,  que  había  quedado  de  la  cautividad  de 
ios  asirios  y  los  traerá  ("de  los  lugares  que  allí 
señala)  y  también  de  las  islas  del  mar.»  Estas 
son  Perú  y  Nueva  España,  que  estáji  hechas  is- 
las con  el  verdadero  mar,  como  advierten  los 
hidrográficos. 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  1 65 

Prosigue  en  el  núm.  12,  y  dice:  «Que  levan- 
tará Dios  su  estandarte  entre  las  naciones  para 
atraer  y  agregar  los  prófugos  y  derramados  de 
Israel,  que  estaban  en  las  cuatro  partes  de  la  tie- 
rra. Con  más  claridad  había  profetizado  esto  el 
mismo  profeta  Isaías,  en  el  cap.  5,  donde  ha- 
biendo dicho  en  el  núm.  13  que  permitió  Dios 
que  fuese  llevado  cautivo  sü  pueblo,  luego 
desde  el  núm.  26,  dice  que  levantó  y  puso 
Dios  su  estandarte,  señal  y  bandera  en  las  na- 
ciones, para  una  jornada  muy  apartada  que  eso 
significa  allí  la  partícula /r¿?a/^/,  y  dará  silbidos 
como  verdadero  pastor  desde  los  fmes  de  la 
tierra  á,  su  pueblo  para  traerlo  con  toda  velo- 
cidad á  su  casa,  el  mismo  profeta,  en  el  capí- 
tulo 60,  desde  el  vers.  8,  vio  unos  hombres,  ó 
naos  volando  como  nubes,  (que  así  nos  pare- 
cen aquí  cada  día  las  nubes  con  figuras  de 
naos)  y  unas  palomas  á  las  puertas  de  ellas  (al- 
gunos lo  entienden  por  Colón  ó  ColomboJ  y 
que  estas  nubes  ó  naos  iban  á  las  islas,  que  ya 
estaban  esperando,  y  que  en  ellas  estaban  espe- 
rando los  hijos  de  Israel,  para  que  les  trajesen 
las  naos  de  partes  muy  lejénas  para  que  vinieran, 
con  plata  y  oro,  y  el  mismo  Isaías,  en  el  cap.  66, 
desde  el  núm.  18,  dice  que  juntará  Dios  gente 
y  pondrá  en  ella  su  señal  y  las  enviará  á  la 
gentilidad  del  mar  á  África,  y  á  Italia,  y  á  Gre* 


l66  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

cia  y  á  las  islas  muy  remotas,  que  nunca  oye^ 
ron  la  palabra  suya,  y  traerán  á  sus  hermanos 
á  agregarse  con  los  demás  de  Israel,  recogién- 
dolos de  todas  las  gentes  del  mundo. 

8.  Mucha  obra  hay  en  estos  cuatro  lugares 
de  Isaías^  y  ellos  por  sí  dicen  mucho  para  veri- 
ficar que  andaban  por  esta  cuarta  parte  del 
mundo  los  prófugos  de  Israel.  Levantar  Dios 
su  señal  es  elevar  el  estandarte  de  la  Santa 
Cruz,  que  se  explica  con  esta  palabra  «signum» 
en  sentir  de  la  Iglesia,  que  dice  que  aparecerá 
<sHoc  signum  Crucis  cum  Dominus  adjudican- 
dum  venerit»,  y  en  el  Evangelio,  «tune  appare- 
bís  signunn  Filij  hominis,»  que  es  su  cruz,  y  así 
entraron  los  primeros  pobladores  manifestando 
la  cruz,  y  colocándola  para  su  adoración,  como 
consta  de  todas  las  historias  de  la  fundación  y 
conquista  de  estas  Indias. 

Mayor  explicación  requiere  el  averiguar 
por  qué  puso  nuestro  Dios  esta  señal  á  las  na- 
ciones para  que  vinieran  á  esta  conquista  y 
viaje  tan  dilatado,  y  después  de  haberlo  medi- 
tado despacio,  hallo  que  por  las  naciones  se 
entiende  los  descendientes  de  Jafet,  de  cuyo 
hijo  Tubal  descienden  los  españoles,  según 
dijimos  arriba. 

Cuando  en  mis  primeros  años  leí  el  pri- 
mer  libro    sobre  el   Apocalisis  de  San  Juan, 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  1 67 

llegando  á  aquellas  palabras  del  cap.  5,  donde 
hablando  los  santos  con  el  divino  cordero,  les 
dice:  «Redimístenos  para  Dios  en  tu  preciosa 
sangre,  redimiéndonos  de  todas  las  tribus,  len- 
guas, pueblos  y  naciones»  me  pareció  necesario 
averiguar  la  diferencia  de  estas  cuatro  cosas: 
pueblos,  lenguas,  tribus  y  naciones,  y  la  divina 
misericordia  me  puso  en  la  mente  que  lo  había 
de  hallar  en  la  propagación  del  mundo,  hecha 
después  del  Diluvio  por  los  tres  hijos  de  Noé, 
Sem,  Cam  y  Jafet. 

Fuíme  al  Génesis,  y  en  el  cap.  lo  hallé  to- 
do lo  que  buscaba,  como  veremos  en  lo  si- 
guiente: 

Dice,  pues,  el  cap.  lo  citado  del  Génesis,  que 
las  generaciones  de  los  hijos  deNoé,  que  fueron 
Sem,  Cam  y  Jafet,  fueron  las  siguientes  que  Sem, 
enjendró  al  primer  hijo,  que  se  llamó  Elam,  el 
segundo  se  llamó  Assur,  el  tercero  Arphaxat,  el 
cuarto  Lud  y  el  quinto  Aramb,  y  según  Josefo  y 
otros  antiguos:  de  Elam,  vinieron  los  elemi- 
tas,  que  son  los  primitivos  persas;  de  Assur^ 
vienen  los  asirlos;  de  Arphaxar,  los  arphaxai- 
dos,  que  luego  se  nombraron  caldeos;  de  Lud, 
descienden  los  lidios;  de  Aram,  descienden  los 
aramenios  ó  armenios,  á  quienes  llaman  siros 
los  griegos. 

De  Sem,  desciende  Heber,  hijo  de  Sale  y 


1 68  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

nieto  de  Arphaxad  y  de  Heber  descienden  las 
tribus  hebreas,  Cam,  tuvo  cuatro  hijos,  Chus, 
Mefraim,  Phut  y  Canaam;  de  Chus,  descien- 
den los  etiopes,  nombrados  chuscos;  de  Me- 
fraim,  descienden  los  egipcios,  por  otro  nom- 
bre mcfreos,  porque  la  palabra  mefsin,  en  he- 
breo, es  lo  mismo  que  Egipto. 

De  Phut,  descienden  los  de  Libia,  á  quienes 
los  antiguos  historiadores  griegos  llaman  Phu. 
tos.  De  Canaam  vienen  los  cananeos. 

De  Jafet,  dice  el  citado  lugar  del  Génesis, 
que  quedaron  siete  hijos:  Gomer,  Magog,  Ma- 
day,  Javan,  Tubal,  Mosoch,  y  Thiras. 

De  Gomer,  vienen  los  gomeritas,  á  quienes 
lo5  griegos  llaman  galatas;  de  Magog,  descien- 
den los  Escitas  como  dijimos  arriba,  getas  y  ma- 
sagetas,  y  los  griegos  dicen  que  son  los  Escitas. 
De  Maday  descienden  los  medos;  de  Javan,  di- 
cen los  griegos  que  descienden  los  Iones;  de 
Tubal,  vienen  los  tubalios  ó  iberos,  que  después 
se  llamaron  españoles,  como  España  prime- 
ro se  llamó  Tubalia;  de  Mosoch,  vienen  los 
mosquinos,  ó  moscovitas,  que  algunos  quieren 
sean  los  capadocios;  de  Thiras  desdienden  los 
thirenses,  á  quienes  los  griegos  llaman  thra- 
cos. 

Todo  esto  se  puede  ver  en  los  autores  que 
escriben  sobre  el  cap.  9,  10  y  11  del  Génesis  y 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 69 

I,  Paralip.  i,  y  en  Josefo,  lib.  2,   antíquit.    cap, 
I  2,  y  cap.  14  y  otros  antiguos. 

Esto  así  asentado,  como  cosa  cierta  y  ver- 
dadera, hemos  también  de  suponer,  que  de  es- 
tos tres  hijos  de  Noé  y  de  sus  descendencias, 
se  pobló  todo  el  mundo  después  del  Diluvio,  y 
á  todas  estas  generaciones^precedidas  de  Sem, 
Cam  y  Jafet,  las  denotó  y  señaló  Dios,  según 
consta  del  citado  cap.  10  del  Génesis,  con  va 
rios  nombres  de  pueblos,  lenguas,  tribus  y  na- 
ciones, y  de  este  origen  viene  la  diferencia  de 
lo  que  voy  dudando,  y  hé  menester   averiguar. 

A  los  hijos  de  Jafet  y  de  Tubal,  tocaron 
todas  las  islas  de  las  gentes.  (Que  es  otro  ar- 
gumento grande  para  que  todas  estas  Indias 
que  son  islas,  tocasen  á  los  hijos  de  Tubal),  se- 
gún el  cap.  10,  núm.  2,  del  Génesis,  ibi:  «Abhii 
divisa  sunt  ínsula  gentium»  y  añade  el  Texto 
Sagrado,  que  estos  descendientes  de  Jafet  y 
Tubal  hicieron  la  división  de  sus  regiones  é  is- 
las y  familias  de  sus  naciones:  «Ab  his  divisa 
sunt  Ínsula  gentium  secumdum  familias  suas  in 
nationibus  suis.» 

^  A  esta  descendencia  de  Jafet  y  Tubal  la 
señala  con  nombre  de  naciones,  y  pasando  lúe- 
go  á  la  descendencia  de  Cam  y  Sem,  no  usa  de 
esta  palabra  naciones,  sino  á  los  descendientes 
de  Cam  los  señala  con  nombre  de  pueblos,  en 


170  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

el  niim.  18,  ibi:  «Et  per  hos  diseminatti  sunt 
populi  Chananaeorum.» 

Y  este  nombre  de  pueblos  es  solo  de  los 
hijos  de  Cam,  sin  que  se  repita  en  ninguno  de 
los  otros  dos  hermanos  Sem  y  Jafet. 

La  palabra  gentes  la  aplica  el  Texto  Sagra- 
do á  los  hijos  de  Sem  y  de  Cam,  pero  no  á  los 
de  Jafet,  como  hemos  dicho,  y  así  dice  en  el 
núm.  31:  ccHi  sunt  Fils  Semsecundum  cognatio- 
nes,  etlinguos  in  gentibus  suis,»  la  palabra  len- 
guas la  atribuye  el  Sagrado  Texto  á  todos  los 
descendientes  de  Sem,  Cam  y  Jafet. 

Pero  lo  que  hemos  menester,  es  que  la  pala- 
bra naciones  sea  solo  de  la  descendencia  de 
Jafet,  sin  que  se  comunique  á  las  otras,  como 
está  dicho. 

Esto,  supuesto  sale  por  evidente  hilación, 
vque  cuando  decimos  naciones  en  su  propia  y 
estricta  significación,  se  entiende  por  la  descen- 
dencia de  Jafet  y  Tubal. 

Cuando  se  dice,  pueblos  simpliciter,  se  en- 
tiende por  la  descendencia  de  Cam. 

Cuando  se  dice  gentes,  en  su  rigorosa  sig- 
nificación, se  entiende  por  los  descendientes 
de  Sem  y  de  Cam. 

Cuando  se  dice  lenguas,  se  entiende  por  to- 
das tres  descendencias,  por  ser  común  á  todos 
en  aquella  división  después  del  Diluvio. 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  171 

Cuando  se  dice  tribus,  es  especial  de  los^ 
hebreos,  que  descienden  de  Heber^  descendien- 
te de  Sem,  y  así  se  ha  de  entender  en  un  lugar 
de  Daniel,  cap.  3,  núm.  4  y  núm.  98. 

Que  los  españoles  descienden  de  Tubal,  hi- 
jo de  Jafet,  ya  lo  hemos  repetido  muchas  ve- 
ces, y  se  podrá  ver  en  Plinio,  lib.  i,  cap.  12,  y 
en  Rodrigo  Méndez  de  Silva,  en  su  Población 
de  España,  cap.  i,  y  en  el  P.  Calancha,  tomo  I, 
cap,  6,  núm.  7,  y  cap.  7,  núm.  2. 

Porque  son  los  iberos  descendientes  de  Ta- 
bal, como  con  autoridad  de  Plinio  y  Estrabon^ 
lo  prueba  Ortelio  en  su  Tesoro,  en  la  palabra 
Híspania^  verbo  Iberia,  Maluenda,  De  Anti-Cris- 
to,  lib.  I,  cap.  12. 

Con  que  la  palabra  Naciones  les  toca  por 
descendientes  de  Tubal,  y  no  sin  causa  ha 
hecho  Dios  á  nuestros  reyes  españoles,  reyes  de 
Jerusalén,  porque  está  dicho  en  el  Evangelio  de 
San  Lucas,  cap.  21,  núm,  24. 

Que  las  gentes,  esto  es,  los  descendientes 
de  Cam  y  Sem,  ocuparan  injustamente  Jerusa- 
lén, hasta  que  se  cumpla  el  tiempo  de  las  na- 
ciones y  que  legítimamente  las  tengan  los  des- 
cendientes de  Tubal,  que  son  las  naciones,  y  se 
cumplirá  lo  que  profetizó  Noé,  cap.  9  del  Gé- 
nesis, núm.  27:  «Dilate  Dios  á  Jafet  y  venga  á 


172  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

ocupar  los  Tabernáculos  de  Sem  y  le  sirvan  los 
hijos  de  Cam.» 

Resta  de  todo  lo  dicho  en  este  núm.  8  y  sus 
párrafos,  que  las  naciones  en  que  puso  Dios  su 
estandarte,  para  esta  dilatada  jornada  y  con- 
quista de  las  Indias,  son  las  naciones  españolas, 
que  por  descendientes  de  Jafet  y  Tubal,  tie- 
nen este  especial  nombre  y  las  tenía  Dios  ele- 
gidas para  que  redujesen  á  los  prófugos  de  Is- 
rael, mezclados  ya  por  tantos  siglos  con  otras 
iguales  y  propias  naciones,  descendientes  de  las 
mismas  naciones  y  descendientes  de  Tubal  y  de 
Héspero  y  de  los  cartagineses,  naturalizados  en 
España  que  ha  más  de  3000  años  que  vinieron 
por  la  isla  Atlántida,  y  los  cartagineses  más  de 
2300,  y  todo  lo  unió  Dios  con  las  naciones,  has^ 
ta  lo  que  pertenecía  á  los  Tabernáculos  de  Sem, 
de  quien  descienden  estas  tribus,  y  se  confirmó 
la  profecía  de  Moisés,  arriba  citada  del  cap.  4 
del  Deuteronomio,  núm.  27,  de  que  corriendo 
estos  hebreos  por  las  gentes  vendrían  á  quedar 
pocos  en  las  naciones,  como  sucedió,  porque 
los  primeros  que  entraron  por  Méjico,  llamados 
Tultecas,  se  vinieron  á  extinguir  con  la  entrada 
de  otras  naciones,  y  quedaron  pocos,  como  ve- 
remos en  su  lugar,  y  respecto  de  la  gran  multi- 
tud de  naciones  que  había  ya  en  las  Indias,  des- 
cendientes de  Tubal,  se  puede  decir  que  fueron 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 73 

pocos,  y  más,  cuando  estaba  ya  mezclada  la 
sangre  y  olvidada  su  ley;  con  que  se  puede  de- 
cir, que  aunque  fuesen  muchos  en  el  nombre 
eran  pocos  en  la  ley,  sin  retener  ceremonia,  fa- 
milia, ni  su  misma  estirpe  para  conservarse  en 
ella. 

Es  de  notar  también,  en  los  lugares  citados 
de  Isaías,  que  esta  leva  y  junta  que  hizo  Dios^ 
trayendo  las  naciones,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  los 
españoles,  á  islas  y  tierras  tan  lejas,  como  dice 
Isaías,  fué  para  recoger  los  prófugos  y  fugitivos 
de  Israel. 

^Quién  no  ve  que  estas  son  las  diez  tribus 
que  en  la  transmigración  de  los  asirios  por  Sal- 
manasar,  huyeron  á  tierras  ignoradas  de  distan- 
cia de  caminos  de  año  y  medio? 

No  se  repara  en  esto  para  la  evidencia  de 
lo  que  vamos  fundando. 

Repárese  también  en  aquellos  silbidos  de  su 
Dios  que  les  dio  desde  los  fnies  de  la  tierra? 
como  dice  Isaías,  pues  quién  habrá  ya  que  dude 
que  desde  el  fin  de  la  tierra,  que  entonces  era 
Cádiz,  los  envió  á  recoger  el  Señor;  sino  es  que 
entendamos  los  fines  de  la  tierra  por  estas  In- 
dias occidentales,  según  otro  lugar  de  Isaías,  ca- 
pítulo 1 8,  núm.  2,  donde  dice:  «Id,  Angeles  ve- 
loces á  buscar  una  gente  arrancada  y  destroza- 
da, á  un  pueblo  terrible  y  de  dura  cerviz.»  Como 


174  DIEGO   ANDRÉS    ROCHA 

lo  fué  siempre  el  judaico.  «A  un  pueblo,  des- 
pués del  cual  no  hay  otro,»  y  que  desde  aquí  le 
daba  silbidos  nuestro  Dios  para  su  remedio. 

Pero  por  qué  he  de  escribir  más  por  extenso 
sobre  este  cap.  i8  de  Isaías,  que  denota  la  con- 
quista hecha  por  los  españoles;  excuso  prose- 
guir en  este  asunto. 

9.  Vamos  levantando  un  poco  más  este  edi- 
ficio y  echándole  fundamentos  de  la  Sagrada 
Escritura,  para  probar  que  estos  indios  eran  en 
gran  parte  descendientes  de  aquellas  diez  tri- 
bus, y  pondero  un  lugar  muy  escondido  para 
este  asunto  de  Jeremías,  en  los  Threnos,  capí- 
tulo 5. 

Profetizó  este  gran  profeta  á  las  tribus  de 
Judá  y  de  Benjamín,  por  el  año  1307  de  la 
Creación  del  mundo,  y  antes  del  nacimiento  de 
Jesucristo  Señor  nuestro,  655,  profetizó  á  esas 
dos  tribus, porqueyahabiadesterradoa  Salmana* 
sar  y  las  otras  diez  tribus  y  llorando  su  m.ala 
fortuna  y  sucesos  que  habían  de  tener,  dice  en 
el  citado    cap.  5: 

«Nuestra  herencia  se  ha  vuelto  y  pasado  á 
los  que  son  alienígenas  y  nuestras  casas  han  pa_ 
rado  en  extraños,  somos  como  huérfanos  sin  pa, 
dres,  y  nuestras  madres  como  viudas  sin  mari- 
dos. 

«Nuestra  misma  agua  la  compramos  con  di- 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 75 

nero  y  los  árboles,  leña  y  fruto  que  nos  perte- 
necían, nos  cuesta  nuestro  precio. 

»Hemos  puesto  yugo  á  nuestras  cervices, 
sin  hallar  descanso  á  nuestro  quebranto  y  can- 
sancio, caimos  en  las  manos  de  Egipto  y  de  los 
asirios. 

«Pecaron  nuestros  padres  y  han  faltado,  y 
nosotros  cargamos  sus  iniquidades. 

»Hasta  los  esclavos  dominan  de  nosotros,  y 
no  hallamos  quien  nos  redima  de  su  mano. 

»Nuestro  cutis  y  pieles  se  han  tostado  y 
y  puesto  de  color  de  horno  de  barro  encendi- 
de  á  fuerza  de  trabajos  y  hambres.» 

Hasta  aquí  Jeremías,  claro  está  que  hablaba 
aquí  respecto  de  las  tribus  y  su  transmigración, 
y  aunque  muchas  cosas  suenan  en  la  letra  de 
presente,  ya  se  sabe,  y  lo  hemos  dicho,  que  la 
profecía  no  guarda  la  propiedad  de  los  tiempos, 
porque  Dios,  que  es  autor  de  ella,  lo  tiene  todo 
presente. 

Este  lugar  de  Jeremías,  aunque  hoy  no  se 
verifique  en  estos  indios,  por  las  muchas  cédu. 
las  que  nuestros  Católicos  reyes  tienen  despa- 
chadas para  su  buen  tratamiento,  donde  eviden- 
temente han  declarado  en  este  tratamiento,  su 
Real  voluntad,  á  que  concurren  tan  puntualmen- 
te sus  vireyes,  audiencias  y  gobernadores:  pero 
■estos  indios  en  su  gentilidad,  pasaron  mucho  de 
lo  que  contiene  la  profecía  de  Jeremías,  y  ea 


lyó  DIEGO    ANDRl^.S    ROCHA 

parages  muy  remotos,  donde  no  puede  llegar  la 
providencia  de  los  superiores  por  tener  las  In- 
dias más  de  4000  leguas  de  distancia,  están  pa- 
sando las  calamidades  que  profetizó  Jeremías, 
aunque  en  sabiéndolo  los  superiores,  y  pudien- 
do  coger  á  los  malhechores,  los  dejan  bien  es- 
carmentados, y  de  lo  dicho  se  toma  argumento 
de  que  los  indios  son  en  gran  parte  semilla  de 
las  tribus. 

I  o.  Pon  dera  también  el  muy  docto  Fr.  Luis  de 
León,  sobre  el  cap.  8  de  los  Cantares,  lo  que  en 
él  dice  el  Espíritu  Santo,  que  la  hermana'mayor 
previene  zarcillos  de  oro  y  reparos  de  plata  á  la 
menor,  para  que  el  día  de  su  desposorio,  que  es  el 
de  la  conversión  de  estas  tribus,  que  se  habían 
de  agregar  á  la  tribu  de  Judá,  que  significado 
por  la  Iglesia,  es  su  hermana  mayor,  con  otras 
ponderaciones  que  se  podrán  ver  en  dicho  au" 
tor. 

II.  Más  señales  y  conjeturas  hemos  de  sa- 
car de  los  libros  sagrados  que  están  señalando 
á  estos  indios  por  descendientes  de  las  tribus 
y  pondero  un  lugar  muy  oscuro,  aunque  traído 
por  los  intérpretes,  en  comprobación  de  nuestra 
sentencia;  es  de  Isaías,  en  el  cap.  18;  donde 
dice:  «Ay  de  la  tierra,  que  es  cimbalo  (ó  cim- 
balillo) de  alas,  la  cual  está  más  allá  de  los  ríos 
de  Etiopía  de  aquel  que  envía  legados  al  mar;  y 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  17  7 

en  vasos  de  árboles,  sobre  las  aguas.  Id,  Ange- 
les veloces  á  una  gente  que  junta  fué  arrancada 
con  violencia  de  sus  tierras,  á  una  gente  destro- 
zada, á  un  pueblo  terrible,  á  una  gente  que  há 
mucho  que  está  esperando,  á  una  gente  hollada; 
á  quienes  los  ríos  han  robado  sus  tierras!» 

Más  misterios  tiene  esta  profecía  que  letras. 

Profetizó  Isaías  las  calamidades  de  muchas 
tierras  y  reinos,  desde  el  cap.  lo  hasta  el  33, 
usando  de  la  palabra  vce  y  de  la  palabra  omis, 
en  muchos  de  ellos,  y  por  lo  incógnito  de  estas 
Indias,  las  explicó  con  la  palabra  de  cy77ibalo  de 
alas. 

Este  lugar  de  Isaías  le  entienden  casi  todos 
los  intérpretes  por  la  predicación  del  Evangelio 
en  estas  Indias  occidentales,  en  las  orientales, 
Japón  y  China. 

De  este  mismo  sentir  sonLumn^o  De  extre- 
mo, Dei  Judicio,  lib.  2,  cap.  6.  Rebelo,  de  oblí. 
gatione  justit.,  lib.  18,  cuest.  23,  sec.  3.^;  P.Juan 
Lucena,  en  la  Vida  de  San  Francisco  Javier,  li- 
bro 5,  cap.  21.  Maluenda,  en  el  lib.  3  de  An- 
tic,  cap.  12. 

Pero  muchos  más  aplican  este  cap.  18  de 
Isaías  á  la  predicación,  descubrimiento  y  con- 
quista de  estas  Indias  occidentales,  hecha  por 
los  reyes  de  España,  y  de  este  sentir  es  el  Padre 
José  de  Acosta,  en  la  Historia  de  este  Nuevo 

12 


jyS  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA. 

í^íando,  lib.  i,  cap.  15.  Delrío,  tomo  I,adag.  723, 
in  fine,  Montano,  Bórrelo,  Thomas  Bozio,  Basi- 
lio Poiice,  Ludovico  Legionense  y  otros  referi- 
dos por  el  consejero  D.  Juan  de  Solorzano,  to- 
mo I,  lib.  I,  cap.  15,  núm.  23. 

Vamos  discurriendo  por  la  profecía  y  apli- 
cándola al  descubrimiento  de  estas  Indias  occi- 
dentales y  reducción  de  las  diez  tribus. 

Dudo,  lo  primero,  parque  significó  el  profe- 
ta Estas  Indias  con  la  palabra  cymbalu7n  ala- 
rum  y  si  estas  palabras  se  han  de  entender  en 
su  simple,  llana  y  natural  significación  ó  si  están 
puestas  con  misterio  y  metáfora. 

Si  atendemos  á  la  propiedad  de  la  palabra 
latina  cymbaluní^  y  de  la  palabra  griega  cyndw- 
lon^  es  un   instrumento  cabo,  que  hace  mucho 
ruido  pulsado  con  la  mano  en  el  cuero  que  tapa 
la  cabeza,  como  se  usaba  en  las  fiestas  de  la 
diosa  Cibeles,  madre  de  los  dioses  en  la  genti- 
lidad, como  con  autoridad  de  Xenophonte  y  de 
Atheneo,  lo  prueba  Juan  Scápula  en  su  Lexicón^ 
en  la  palabra  cymbos^  y  su  derivado  cymbolon^  y 
en  estas  Indias^  en  especial  en  la  provincia  de 
Quito,  arrastran  los  indios  unos  tambores  largos, 
de  tres  á  cuatro  varas,  forrados  de  cuero,  con 
aletas,  que  pulsados    con  la   mano,  se  oyen  dos 
ó  tres  leguas  y  causan  asombro,  y  los  negros  de 
Etiopía  en  estas  Indias,   usan  de  los  mismos 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS  179 

tambores,  pero  no  tan  grandes  como  los  indios 
y  Scápula,  en  el  Ingar  citado,  llama  tímpano  al 
cymhalo  y  está  encampanada  toda  la  América 
con  cerros. 

Isaías  dijo  que  esta  América  era   cimbalo  y 
campana  de  alas,  porque  los   indios  usaban   ea 
estos  montes  de  tambores    de  palo,  conque   se 
avisaban  de  unas  partes  á  otras,  como   si  fuera 
con  campanas  y  trompetas,  y  así  lo  dejó  advertí' 
do  el  capitán  D.  Bernardo  de  Vargas  Machuca 
en  su  Milicia  Indiana,  tratando  de  las  propieda^ 
des,  viviendas  é  instrumentos  de  los  indios,  y 
dice  en  la  hoja  134,  vuelta:   «Sus   viviendas   ca 
general  son  en  montes  y  lomas   (propiedad  de 
los  tártaros)  porque  viviendo  en  los  altos,  se  ea- 
tienden  con  unos  tambores  de  palo,  y  m.ás  aba- 
jo, en  la  hoja  139:  «En  la  guerra  usan  de  fotu- 
tos y  atambores  de  palo,  que  en  montañas  sue. 
nan  mucho  trecho»  y  en  el  lib.  i,  hoja  4,  á  la 
vuelta,  dice:    «Cuando  les  conviene  juntarse  ó 
darse  algún  aviso,  se  entienden  por  tambores» 
con  que  con  mucha  propiedad  se  llama   tierra 
de  címbalos,  y  aunque  Isaías  usa  de  la  palabra 
cymbalOy  en  singular,  esto  es  familiar  á]'^  profe- 
cía, en  que  frecuentemente  se  usa     ■     tropos, 
metonimias  y  sinecdogues,  tomando  ..1  todo  por 
la  parte  y  al  contrario,  y  los  versados  en  la  es- 
critura saben  que  en  ella,  se  pone  el  singular  por 


1 8o  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

plural,  diciendo  que  esta  América  era   címbalo 
de  alas,  explicó  sus  largas  cordilleras  que  la  ci- 
ñen toda,  las  cuales  son  alas  y  faldas  de  los 
montes,  en  que  ponían  y  tenían  los  cimbalos 
con  que  se  avisaban  y  entendían,  y  llamó  á  esta 
América  cimbalo  de   alas,  porque   este  instru- 
mento suena  haciendo  gran  temblor,   como   se 
dijo  en  el  lugar  citado  de  Scapula:  «Est  instru- 
mentum  cavum,  quod  manu  pulsatum  crepitai» 
sino  es,    que  llamase  cimbalo,  porque   en  toda 
esta  América  hay  terremotos  que  suenan  dando 
y  haciendo  grandes  asonadas,   crepitando  y  es« 
tremeciéndose  toda,  haciendo  los  efectos  que  el 
cymbalo  y  el  ruido   muy  conforme  á  él,  y  los 
temblores,  según  opinión  de  muchos,  son  true- 
nos y  ruido  de  la  tierra,  como  dice  Celio  Rodi- 
gino,  lib.  30,  Lecturas  antiguas,   cap.    27,  y  en 
un  instante  se  oyen  en  distancia  de  200  leguas, 
por  eso  son  campanas,  cuyo  sonido  vuela,  como 
si  tuviera  alas  del  viento,  y  así  son  cimbalo  de 
alas;  y  añado  que  toda  esta  tierra  es  de  cerros 
y  cordilleras  que  la  ciñen,   y   en  ellos  muchos 
volcanes- y  concavidades  que  de  ordinario  esta- 
llan y  suenan  como  campanas  y  cimbalos. 

También  se  avisaban  estos  indios  en  largas 
distancias  con  humos  y  candelas,  como  lo  dice 
el  citado  D.   Bernardo  de  Vargas  Machuca,   en  . 
su  Milicia  Indiana,  lib.  i,  cap.  i,  fol,  5,  por  estas 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  l8l 

palabras:  «Cuando  la  distancia  es  larga,  que  el 
eco  de  los  tambores  no  alcanza,  hacen  humos, 
de  tal  manera  y  modo,  que  un  mensajero  no 
podía  mejor  dar  á  entender  la  causa,»  de  que 
infiero  no  haber  campana  ni  címbalo  de  alas 
más  lijero  que  el  que  tenía  esta  tierra  en  sus 
humos,  para  avisarse  de  partes  muy  lejanas,  su- 
biendo las  noticias  por  los  aires,  y  siendo  alas 
los  mismos  humos,  advirtiendo  también  lo  que 
dice  en  el  lugar  citado  el  dicho  D.  Bernardo  de 
Vargas,  de  que  en  España  es  costumbre  en  las 
atalayas  avisar  con  humos,  lo  cual  sirve  para 
comprobación  de  lo  mucho  que  escribo  en  esta 
obra,  de  que  estos  americanos  descienden  en 
gran  parte  de  los  primitivos  españole«?,  de  los 
cuales,  como  otras  costumbres,  aprendieron  esta 
de  avisarse  en  distancia  con  humos. 

También  pudo  llamar  Isaías  á  esta  América 
cimbalo  ó  campana  de  alas,  porque  estos  ame- 
ricanos, en  sus  ciudades  y  pueblos,  hacían  sus 
casas  á  forma  de  campanas,  con  sus  alares, 
según  nos  advierte  el  P.  Torquemada  en  su  Mo- 
narquía Indiana,  lib.  3,  cap.  2,  al  ñn  de  él,  y  yo 
he  visto  en  los  Pastos  casas  de  esta  forma,  y  así 
llamó  Isaías  á  esta  América  Cimbalo  ó  Cam- 
pana. 

Pero  se  puede  entender  también  la  palabra 
cimbalo  en  metáfora  y  epíteto,  porque  este  epí- 
teto: «Mundi  cymbalum  ó   cymbalum   mundí,» 


I  82  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

hcgún  Erasmo  ea  la  Chiliada  cuarta,  centuria 
I  o,  verbo  cymbalum  mundi  se  pone  para  deno- 
tar la  opinión  ó  fama  que  tiene  la  persona  ó  la 
tierra  de  que  se  trata,  como  si  dijéramos,  que 
resuena  por  todo  el  mundo  la  fama  de  este  su- 
jeto ó  cosa  de  que  se  habla  con  admiración  de 
los  que  lo  oyen,  lo  cual  se  verifica  de  estas  In- 
dias, cuyo  nombre,  por  sus  riquezas,  oro,  plata? 
perlas  y  piedras  preciosas  ha  admirado  al  Orbe? 
y  no  sin  causa  le  llamó  címbalo  alado  ó  de  alas 
el  profeta,  porque  volando  por  toda  la  tierra  su 
fama  y  aún  denota  más  que  el  cimbalo  del  mun- 
do el  cimbalo  de  alas,  porque  explica  la  veloci. 
dad  con  que  ha  extendido  su  nombre  á  todas 
las  naciones. 

Dice  más  Isaías,  que  la  tierra  de  que  habla 
está  más  alia  de  los  ríos  de  Etiopía,  con  lo  cual 
explica  más  claramente  que  habla  de  estas  In- 
dias. 

Dos  Etiopias  con  Homero  señalan  los  anti- 
guos, una  en  Asia  y  otra  en  África,  según  expli- 
ca Antonio  Nebricense,  en  su  Diccionario  de 
lugares,  verbo  Etiopía^  y  aun  si  contamos  la 
Nueva  Guinea  ó  Etiopía,  que  hay  en  estas  In- 
dias á  la  parte  Austral,  se  pueden  contar  tres,  y 
muchos  han  querido  que  por  el  color  de  estos 
indios  sea  esta  tierra  como  parte  de  la  Etiopía. 
Pero  llegando  á  lo  individual  de  la  profecía 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 83 

la  tierra  de  que  habla^  la  pone  Isaías  después  de 
los  ríos  de  Etiopía  y  es  preciso  que  sean  estas 
Indias  occidentales,  porque  si  habla  del  África, 
los  ríos  de  Etiopía  la  terminan  y  no  resta  otra 
tierra  por  el  Occeano  que  las  islas  y  tierra  ame- 
ricana. 

Está  la  América  y  tiene  á  su  Oriente  contra- 
puesta á  la  Europa  y  al  África,  de  las  cuales  se 
divide  con  el  dilatado  Occeano  Atlántico;  pero 
está  la  América  más  cercana  al  África  que  á  la 
Europa . 

Por  el  Occidente  tiene  la  América,  al  Asía, 
asilo  dice  Juan  Laert:  «America  obiertam  ha- 
bet  ad  Orientem  quidem  Earopam,  atque  Afri- 
cam,  a  quibus  dividitur  pottentíssimo  Occeano 
Atlántico,  Áfricas  tomen  propior,  quam  Europae. 
Ad  Occidentem  habet  Asiam.» 

Luego  si  habló  Isaías  de  los  ríos  de  la  Etio- 
pía de  África,  lo  entendió  por  los  que  terminan 
el  África,  porque  la  Etiopía  es  lo  último  de  Áfri- 
ca, según  los  mapas,  y  así  la  tierra,  que  está 
después  de  estos  ríos,  navegando  de  ellos  a^ 
Occidente,  habrá  de  ser  la  América. 

Si  habló  de  la  Etiopía  de  Asia,  sus  ríos  co" 
rren  á  la  Tartaria,  que  por  el  estrecho,  que  sale 
del  mar  Escítico  se  da  con  la  América  septen- 
trional, como  veremos  más  abajo,  y  así  parece 
que  mirado  por  ambas  Etiopias,  la  tierra  que 


1 84  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

está  después  de  sus  ríos,  señala  el  trayecto  y 
tierras  de  la  América^  como  con  el  P.  Pineda 
dice  D.  Juan  de  Solorzano,  tomo  I,  lib.  i,  capí- 
tulo 15,  núm.  25. 

De  lo  que  acabamos  de  decir  se  sigue  que 
por  cualquier  parte  que  se  considere,  ó  ya  sea 
por  el  Occeano  ó  por  la  Escitia  y  Tartaria,  la 
tierra  que  está  después  de  los  ríos  de  Etiopía, 
precisamente  ha  de  ser  la  América,  lo  cual  re- 
conoció D.  Juan  de  Solorzano,  en  el  tomo  I, 
de  lur.  Ind.  lib.  i,  cap.  15,  núm.  25,  diciendo: 
«Ultra  flumina  ^thiopiae,  id  est,  ad  huius  Orbis 
nuper  reperti  Íncolas,»  y  Juan  Filcsaco  en  sus 
Selectas,  lib.  i,  cap.  12,  y  si  discurrimos  por  la 
Etiopía  de  África,  el  monte  Atlas,  por  quien  lla- 
mamos mar  Atlántico  al  Occeano,  este  monte 
está  á  lo  último  de  esta  Etiopía,  según  aquellos 
versos  de  Virgilio  en  el  4: 

«Occeani  ñnem,  solemque  cadentem 
Ultimus  ^thiopum  locus,  noi  maximus  Atlas.» 

Y  por  esa  parte  no  se  halla  tierra  continen- 
te, más  que  á  nuestra  América. 

Y  cuando  hablase  Isaías  de  la  Etiopía  asiá- 
tica, su  ríos  van  á  dar  con  la  Escitia,  Tartaria  y 
China,  como  se  podrá  ver  en  el  citado  D.  Juan 
de  Solorzano,  en  dicho  lib.  i,  cap.  i,  desde  el 
núm.  40  hasta  el  72,  y  discurriéndose  por  este 
lado,  después  de  los  ríos  de  Etiopía,  has  de  ha- 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 85 

llar  los  reinos  de  Anian  y  Quivira,  que  ya  son  la 
América  descubierta,  y  así,  dicha  profecía  fué 
señalando  después  de  los  rios  de  Etiopía  á  toda 
esta  América. 

Demás  que  Isaías  usa  de  las  palabras  irans 
flumina  Aetiopioe^  y  la  partícula  irans  significa  lo 
mismo  que  de  la  otra  parte  de  los  ríos  de  Etio- 
pía, que  vulgarmente  decimos  allende^  y  gran 
parte  de  esta  América  está  enfrente  de  Etiopía 
con  un  golfo  de  mar,  que  es  en  opinión  de  mu- 
chos, de  menos  de  cuatrocientas  leguas,  como 
se  podrá  ver  en  Juan  Botero,  en  sus  Relaciones 
del  mundo,  lib.  5,  part.  i  §  Brasil^  y  su  traductor 
Licenciado  Diego  de  Aguiar,  donde,  hablando 
de  aquellas  costas, del  Brasil,  dice  no  distan  de 
África  más  de  mil  millas,  que  hacen  trescientas 
treinta  leguas,  y  el  mismo  autor,  más  abajo,  en 
el  lib.  6,  §  Islas  del  Brasil^  donde  pone  al  Bra- 
sil enfrente  de  la  P2tiopía  con  que  toda  esta 
América  en  gran  parte  está  fronteriza  á  la  Etiopía 
de  África;  y  hablando  el  profeta  desde  aquel 
mundo  antiguo,  dijo  que  esta  tierra  estaba  en^ 
frente  de  la  Etiopía  y  de  la  otra  parte  de '  ella 
transflumina  Eiiopíse,  y  así  dice  el  dicho  autor: 
«Todas  las  islas  de  este  mar,  que  pasa  entre  el 
Brasil  y  la  Etiopía,  estaban  deshabitadas.» 

Dice  Isaías  después:  «Qui  mitit  legatos  in 
mare,»  y  parece  que  es  viciosa  gramática,  por- 


l86  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

que  va  hablando  de  la  tierra,  que  está   después 
de  Etiopía  y  ambos  nombres  son  de  género  fe- 
menino, y  á  este  no  corresponde  el  qui^  que  es 
masculino^  y  así  se  ha  de  suplir  el  posesivo  chis^ 
para  que  ajuste  el  relativo  qui,  lo   cual  es  muy 
propio  de  las  profecías,  como  vemos  en  el  Apo- 
calipsis de  San  Juan,  que  habiendo  dicho  a  Apo- 
calipsis Jesu  Christi,   quae  opportet  fieri   cito,» 
está  defectuosa  la  gramática,  y  así  suplen   to- 
dos «corum  quae    opporfet  fieri   cito»   Cuando 
las  cosas,  como  dicen,  concuerdan  en  género  y 
número  y  caso,  hacen  evidencia,  y  una  proban- 
za probada  y,  como  dicen  los  juristas,  es  hallar 
la  burra  blanca  de  lo  que  se  buscaba,  com^  aquí 
en  la  profecía  de  San  Juan  y  de  Isaías,  en  am- 
bas concurre  el  relativo  y  se  suple  el  posesivo. 
Dice,  pues,  que  el  dueño  de   aquella  tierra 
envía  legados  al  mar,  y  en  vasos  de  raíces  ó  ár- 
boles, los  envía  á  que  vayan  sobre    las  aguas- 
(jin  vasis  papyri»  dice,  y  es  de   advertir  que  la 
palabra /^/>T^í  6  papyrufn^  y  en  griego  papyros 
63  una  planta  que  nace  en  lagos  ó  lagunas  que 
unos  llaman  totora  y  otros  jtmco\  hay  de  éstos 
más  y  menos   gruesos,  como  se  podrá  ver  en 
Teofrasto,  lib.  4,  Hist.  cap.  9,  y  en  Plinio,  libro 
13,  cap.  I.  Alejandro  Afrodiseo,  en  ellib.  i  de 
los  Problemas.  Dioscórides,  en  su  erudito  lib.  i 
cap.  II,  y  véase  Juan  Scapula  en  su  Lexicón,  en 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  1 87 

la  palabra /¿z//r¿7i',  y  había  algunos  tan  gruesos, 
que  su  corteza  servía   de  papel   y  libro,  y  los 
egipcios  usaron  de  navichuelos  hechos  de  estas 
plantas  y  juncos,  como  dice  Lucano^  lib.  4: 
«Conferitur  bibula  Menphitis  cymba    papyro.» 
Y  de  estas  embarcaciones   usaban  solamen- 
te los  indios  del  Perú,  llamándolas   balsas,   que 
hacían  solo  de  totoras  unidas  con  juncos,  como 
usan  hoy  los  pescadores,  y  también  de  palos  de 
balsa  para  más  largas  embarcaciones,  los  cuales 
palos  nacen  también  en  lagos  y  lugares  palus. 
tres,  y  las  unen  con  juncos,  y  estos  son  sus  vasos 
de  navegar  y  también  á  semejanza  de  estas  em- 
barcaciones usaban  de  canoas   que  hacían  cón- 
cavas de  palos  más  gruesos,  que  es  á  lo  que  más 
se  extendió  su  modo  de  navios  y  cuando  yo  no 
viera  en  la  profecía  de  Isaías  miás  que   este   gé. 
ñero  de  vasos  papiráceos  de  que  usa,  tuviera  por 
cierto  que  hablaba  de  esta  tierra  de  las  Indias , 
donde  no  había  otros  navios. 

Dice,  pues,  que  en  estos  vasos  enviaba  lega- 
dos esta  tierra,  ó  su  dueño  á  la  mar,  y  á  las 
aguas,  y  es  la  razón  porque  este,  como  se  ha 
dicho  en  muchas  partes  de  esta  obra,  es  el  ver- 
dadero mar,  y  aunque  iban  á  algunas  islas,  estas 
se  reputan  por  mar,  y  como  estas  partes  están 
divididas  de  las  otras  tres  partes  del  mundo, 
solo  iban  los  legados  al  mar,  y  más  cuando  toda 


lS8  DIEGO    ANDRfcS    ROCHA 

esta  playa  austral  en  las  divinas  letras  se  signi-» 
fica  por  el  mar,  según  el  mismo  Isaías,  cap.  66, 
vers.  19,  ibi:  ccMittam  ad  gentes  inmare»,  y  en 
el  cap.  60,  vers.  9,  donde  dice:  «Me  están  aguar- 
dando las  islas  y  las  naves  en  el  principio  del 
mar,  para  traer  de  lejos  los  hijos  de  Israel,»  en 
este  cap.  60,  dice:  «Me  expectant  naves  maris 
in  principio.» 

Esto  es  en  principio  del  verdadero  mar   en 
que  comienzan  las  Indias. 

En  la  Escritura,  por  el  mar  se  entiende  la 
gentilidad,  según  la  Epístola  del  señor  San  Ju- 
das Tadeo,  donde  llama  á  los  gentiles  frutos  del 
fiero  mar;  pero  en  el  lugar  de  Isaías  no  hemos 
de  tomar  esta  senda,  porque  habla  de  los  lega- 
dos que  enviaban  los  reyes  de  las  Indias  al  mar 
verdadero,  y  de  los  bajeles,  que  enviaban  sobre 
las  aguas,  y  yo  juzgo  que  se  ha  de  entender 
como  ello  suena,  y  por  el  mar,  y  así  añado  que 
iban  en  vasos  ó  bajeles  por  las  aguas,  y  que  te- 
nían sus  modos  de  embajadas  por  el  mar  á  otros 
caciques  que  habitaban  islas  ó  el  continente  y 
costas  muy  distantes. 

Y  los  indios  de  lea  y  los  de  Arica,  como  re- 
fiere el  P.  Fr.  Gregorio  García  en  el  lib.  i  del 
Origen  de  los  Indios,  cap.  4,  §  i,  contaban, 
cuando  se  descubrió  este  Perú,  que  antes  que 
vinieran  los  españoles,  navegaban  á  unas  islas 


ORIGEN  DE   LOS   INDIOS  1 89 

muy  remotas  hacia  el  poniente,  y  también  hace 
mención  de  otras  navegaciones  hechas  en  su 
gentilidad,  y  decir  que  enviaban  legados  al  mar, 
como  hemos  dicho,  fué,  por  denominarse  esta 
tierra  con  el  nombre  del  mar,  y  así  en  el  capí- 
tulo ;^^,  del  Deuteronomio,  núm.  23,  dice  que 
Nepthah',  que  es  una  de  las  diez  tribus,  que  pa- 
saron á  esta  América,  poseería  el  mar,  y  el  Me- 
diodía, que  esta  región  austral. 

Prosigue  leyendo: 

Dice  Isaías,  que  esta  tierra  envía  legados  al 
mar  y  á  las  aguas,  y  parece  viciosa  la  repetición; 
pero  según  lo  dicho,  no  lo  es,  porque  por  la 
mar  como  está  dicho^  se  entiende  esta  tierra,  y 
por  las  aguas. 

Estos  legados  eran  como  exploradores,  y 
vigías  del  mar,  por  la  grande  distancia  de  este 
reino  y  del  de  Méjico,  y  que  yo  me  acuerdo  ha- 
ber oido  á  un  gran  astrólogo  que  hubo  en  este 
reino,  nombrado  D.  Francisco  de  Quirós,  que 
decía  que  los  llanos  de  estas  Indias  fueron  mar? 
y  que  con  el  tiempo  quedaron  estos  llanos  en 
tierra,  como  ha  sucedido  en  muchas  partes  del 
Orbe;  por  donde  dijo  el  otro  poeta  latino:  «Ví- 
di  factas  ex  sequore  térras,»  y  para  prueba  de  su 
sentir,  habla,  que  en  los  llanos  y  mayor  parte 
de  ellos,  cabando  la  tierra,  á  media  vara  se 
dará  con  cascajo  y  piedras  del  mar,  y  así  dice 


190  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

bien  Isaías,  que  enviaba  legados  á  la  mar,  y  so- 
bre las  aguas,  y  en  mi  entender,  estos  legados 
no  eran  embajadores  con  la  pompa  que  hoy  se 
envían,  sino  nuncios  y  correos,  que  también  sig. 
niñea  estos  la  palabra  legaius,  como  se  verá  en 
Antonio  Nebricense,  en  la  palabra  legaiusy  y  no 
ha  habido  tierra  en  el  mundo  que  tanto  haya 
usado  de  nuncios  y  correos,  que  llaman  chas- 
quis, como  ésta,  y  así  los  Incas  y  Motezumas 
usaban  de  estos  nuncios  y  legados,  que  con  pres. 
¿eza  corrían  tan  dilatados  reinos,  teniendo  no- 
ticia por  estos  nuncios  y  chasquis  de  todos  ellos, 
así  por  tierra  ccmo  por  mor  en  sus  bajelillos 
como  se  podrá  ver  en  el  P.  Acosta,  en  la  Histo- 
ria Indiana,  lib  6,  cap.  17,  cuyas  palabras  trae 
D.  Juan  de  Solorzano  en  su  Política,  lib.  2,  ca- 
pítulo 14,  fol.  137. 

Y  hace  mención  de  estos   nuncios    y   lega- 
dos  de   Nueva    España,    Simón   Mayólo,  t.  I, 
colloq.  4,  en  el  fol    127,    y    del   uso    de    estos 
nuncios  y  correos  en  todas  las  Indias,  Garcila- 
so,  en  la  Plistoria  de  los  Incas,  lib.   6,  cap.    7, 
y  Américo  Vespusio,  en  la  Relación  del  nuevo 
Orbe,  fol.  138,  y  así  nos  puso  Isaías   una  seña 
grand  e  en  estos  legados  por  mar  y  por  tierra 
para  que  conociéramos  hablaba  de  ella.   Eran 
tan  veloces  estos  chasquis,  legados    ó   nuncios 
de  estas  Indias,  que  refiere  el  P.  Acosta,   en  el 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  I9I 

lugar  citado,  que  andaban  50  leguas  entre  día  y 
noche,  y  era  necesario,  por  ser  tan  dilatado 
este  reino  y  el  de  Méjico,  que  por  ambas  cos- 
tas de  Norte  y  Sur  tiene  más  de  700  leguas, 
además  que,  como  este  Nuevo  Mundo  no  tenía 
letras  ni  escritura,  se  valían  de  nuncios  que  lla- 
man chasquis. 

12.     Prosigue  el  profeta  Isaías,  y  con  mas 
claridad  nos  profetiza  estas  Indias   Occidenta- 
les, diciendo:  «Id,  Angeles,  veloces,   á   buscar 
una  gente  qus  toda  junta  fué  arrancada    de   su 
origen,  á  un  pueblo  terrible,  después  del  cual 
no  hay  otro;  á  una  gente   que   há   mucho   que 
está  esperando,  gente  hollada  y  abatida,    cuya 
tierra  tienen  robada  los  rios.»  Este  lugar  lo  en- 
tienden casi  todos  los   doctores,  como  he  di- 
cho, del  descubrimiento  de  estas  Indias  y  po- 
blación de  los  españoles  en  ellas,  como  lo  trae 
D.  Juan  de  Solorzano  en  el  tomo  i    de  lur.  de 
Ind.  lib.  I,  cap.  15,  desde  el  núm.  21,  y  aquí  el 
profeta  llama  Angeles  veloces  lo    que    Moisés 
llamó  Águilas  veloces  y  voladoras,  en  el  eap.  4 
del  Deuteronomio,  en  el  vers.  49,  de  que  hici> 
mos  mención  arriba.  Águila  se  pone  por  Aa- 
gel  y  lo  mismo  al  contrario  en  las  profecías,  y 
así  en  el  cap.  8  del  A^pocalipsis,  núm.  13,    «La 
voz  del  Águila  volante»  leen  otros  «La  voz  de 
Ángel  veloz    y  volante».  Este  nombre,    Ángel, 


192  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

como  he  dicho,  es  nombie  de   oficio,  que  sig- 
nifica nuncio,  mensajero,    embajador;    por    lo 
cual,  al  decir  la  profecía:    «Id,    Angeles  velo- 
ces», quiso  significar  la  embajada  del  Evangelio 
que  trajeron  nuestros    españoles  á  tierras   tan 
remotas  con  que  se    habla   de  dilatar  la  Santa 
Iglesia  por  otro  Nuevo  Mundo,  según   el  capí- 
tulo 54  de  Isaías,  desde  aquellas  palabras:  «Di- 
lata locum  tentores  tui»   y  fueron   ángeles  los 
que  vinieron  á   estas   dilatadísimas    provincias 
del  Perú  y  Méjico,  ó  sea  por  los  predicadores 
apostólicos,  que  entraron  sembrando   la   pala- 
bra de  Dios,  que  se  explica  muy  bien  en  la  Es- 
critura con  la  palabra  Angeles,  según   la  inter- 
pretación de  aquellos  tres  Angeles  del  cap.  14 
del  Apocalipsis,  ó  í:ea  por  los  obispos  que  en- 
traron planteando  la  íé,  los  cuales,  en   el   mis- 
mo Apocalipsis,  en  los  capítulos  i,  2    y   3,    se 
llaman  Angeles,  título  con   que   denota  á   los 
obispos  de  Asia  en  dichos  capítulos,  ó  sea  por 
los  sacerdotes  que  vinieron  á  enseñar  la  doc- 
trina cristiana,  los  cuales  llama  Angeles   Mala- 
chías,    ó  sea    por  los   religiosos  franciscanos, 
como  quiere  el  P  Salinas,  por    haber  sido   de 
los  primeros  que  predicaron  en  estas  Indias,  y 
así  en  este  Perú  á  esta  religión  llaman  la    pro- 
vincia   de  los   Angeles,    ó    sea,    como    quiere 
Lumnio,  en  el  lib,  2  del  Juicio    Final,  cap.   6, 


ORGIEN   DE   LOS   INDIOS  1 93 

por  los  Padres  de  la  Compaiiía  de  Jesús,  que 
es  el  Ángel  del  gran  consejo,  ó  por  las  demás 
religiones,  que  por  predicadores  tienen  el  nom« 
bre  de  Angeles,  como  advierten  los  autores  ci- 
tados, y  así  por  este  título  se  conoce  en  la 
Nueva  España  la  ciudad  de  la  Puebla  de  los 
Angeles,  que  se  le  pusieron  los  primeros  po- 
bladores que  vinieron  con  el  gran  Hernando 
Cortés. 

Pero  aunque  la  denominación  de  Angeles, 
en  su  primera  significación,  se  haya  de  enten- 
der por  los  obispos,  sacerdotes  y  religiosos 
que  vinieron  á  propagar  la  fé  en  las  Indias,  sin 
embargo  se  ha  de  tomar  en  mayor  amplitud  la 
significación  de  Angeles  veloces  en  la  profecía 
de  Isaías,  entendiéndola  por  todos  los  españo- 
les que,  guiados  de  Dios,  vinieron  por  sus  em- 
bajadores y  nuncios,  que  esto  quiere  decir  An- 
geles, esto  es,  enviados  de  Dios,  como  se  dice 
del  señor  San  Juan  Bautista:  «Fuit  homo  mis, 
sus  á  Deo»,  y  por  eso  se  le  da  el  nombre  de 
Ángel,  como  lo  explica  nuestro  Redentor: 
«Ecce  ego  mitto  Angelum  meum.» 

Llamó  Isaías  Angeles  veloces  á  los  espa- 
ñoles por  la  gran  presteza  con  que  vinieron  á 
esta  conquista  en  naos  muy  ligeras  y  veloces. 
Fueron  Águilas  veloces,  que  vinieron  de  muy 
lejos,  como  dejó  profetizado  Moisés  en   el  ca- 

13 


194  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

pitillo  4  del  Deuteronomio,  núm.  49,  y  cste  epí- 
teto de  Águilas  dan  muchos  á  los  españoles  y  á 
nuestros  Católicos  Reyes.  Dejó  la  sim'litud  de 
serlos  reyes  de  España  y  los  españoles  sobre 
los  demás  reyes  y  naciones,  como  lo  tengo 
probado  en  mi  librito  de  Milicia, (i) con  que  les 
cuadra  el  epíteto  de  Águilas,  que  por  exceder  á 
todas  !as  aves,  son  las  reinas  de  ellas,  según 
dice  Ravisio  Textor  en  su  Officina,  lib.  7,  ca- 
pítulo 42,  en  la  palabra  Águila,  y  á  nuestro  rey 
Católico  le  llama  Águila  grande,  de  alas  muy 
grandes,  Camilo  Bórrelo. 

A  la  gente  de  hazañas  grandes  llamaron  los 
griegos  Águilas,  y  á  Pyrro  por  haber  hecho 
muchas,  le  dieron  este  nombre,  según  escribe 
en  sus  Lecturas  antiguas  Celio  Rodigino,  libro 
24,  cap.  5:  «Ab  rerum  gestarum  excellentia 
Pyrrhum  Aguilam  cognominatum».  Id,  ets., 
Acto7t.  ¿Qué  nación  en  el  mundo  ha  hecho  más 
hazañas  que  los  españoles  y  sus  reyes?  Véanse 
las  historias  y  contémplense  los  lugares  que  dije 
arriba  en  el  cap.  2,  y  lo  que  tengo  dicho  en  mi 
libro  de  Milicia  Indiana. 

En  la  Nueva  España  se  apareció  por  muchos 
días  un  águila  con  el  copete  diáfano,  que  turbó 


(i)  Se  refiere  i  la  "Carta  á  D.  Baltasar  de  la  Cueva,  conde 
de  Castellar...  Lima  \6^s^  que  queda  citada  en  la  advertencia  de 
este  volumen. 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  1 95 

mucho  á  Motezuma,  emperador,  y  era  indicio 
que  águilas  habían  de  venir  á  privarle  del  reino, 
de  que  se  podrá  ver  al  Padre  Torquemada,  y  en 
Méjico  llevó  un  águila  á  un  indio  labrador  á  un 
tribunal  donde  vio  el  fm  de  Motezuma,  por  los 
que  venían  de  lejos  á  quitarle  el  reino,  como 
dice  Solorzano,  t.  i,  lib.  2,  cap.  2,  núm.  53,  y 
antes  en  el  núm.  52,  otro  portento  de  que  se 
manifestaron  los  españoles  como  ángeles. 

13.  Prosigue  Isaías  diciendo:  «Id  Angeles» 
á  una  gente  convulsa,  la  propiedad  del  nombre 
convulsuSy  es  del  qiie  es  sacado,  ó  arrancado  de 
alguna  parte  juntamente  con  otros,  porque  el 
verbo  latino  convello,  es  arrancar  á  unos  con 
otros,  y  así  sucedió  á  las  diez  tribus,  que  á  todos 
juntos  los  arrancó  Salmanasar  de  Judea  y  los 
pasó  á  los  asirios,  según  consta  de  la  Escritura 
Sagrada,  y  diremos  más  abajo. 

Dice  más:  que  esta  gente  era  destrozada, 
como  lo  fué,  apartada  de  las  demás  tribus,  y 
destrozada  por  la  desgregación  de  sus  tierras? 
destrozada  también  por  los  sacrificios  que  ha- 
cían de  ellos  en  Méjico  y  en  este  Perú,  destro- 
zada también  por  los  grandes  trabajos  y  ocupa- 
ciones en  que  los  entretenían  sus  Ingas  y  Mote, 
zumas. 

Dice  más:  «Id  á  una  gente  ó  pueblo  terrible, 
este  es  el  pueblo  judaico  de  estas  tribus,  gente 


ig6  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

terrible  y  de  dura  cerviz,  que  siempre  resistie- 
ron las  inspiraciones  divinas,  como  hablando 
con  ellos  se  lo  dijo  el  Proto-Martir  San^Esteban 
en  los  Hechos  de  los  apóstoles,  cap.  7,  núm.  51: 
«Sois — les  dice — de  dura  cerviz  y  de  corazones 
y  oidos  nunca  purificados,  sino  dobles,  y  estáis 
siempre  resistiendo  al  Espíritu  Santo.» 

Prosigue  Isaías:  «Id  á  una  gente  y  puebla 
después  del  cual  no  hay  otro.»  No  se  ve  que  ha- 
bla de  estas  Indias. 

No  necesita  esto  de  prueba,  y  luego:  «Id  á 
una  gente  que  espera.» 

Y  luego,  en  el  fin  de  dicho  cap.  18,  dice:  «A 
un  pueblo  que  espera»  y  añade  á  un  pueblo  que 
espera:  «Populum  expectantem,  expectantem.» 

Cuando  yo  no  viera  otra  cosa,  juzgara  que 
hablaba  del  pueblo  judaico,  porque  la  repetición 
y  germinación  del  pueblo  que  espera  y  espera^, 
denota  la  costumbre  y  propiedad  del  pueblo  ju- 
daico, que  siempre  están  esperando,  y  así  deci- 
mos vulgarmente:  vos  parecéis  judíos  en  esperar^ 
y  esta  ida  al  pueblo,  que  duplicadamente  espe- 
ra, dice  que  sucederá  al  fin  del  mundo:  «In  tém- 
pore  illo,»  que  de  ordinario  en  la  profecía  se 
pone  por  el  tiempo  final  del  mundo. 

Añade  Isaías:  «Id,  Angeles  á  una  gente  ho^ 
liada,  concille  ata  ^^-i  dice  el  texto,  ;y  qué  más  ho- 
llada que  estos  indios  abatidos  y  hollados? 


ORIGEiSL    DE    LOS    INDIOS  1 97 

Finalmente,  dice  que  vayan  estos  Angeles 
veloces  á  esta  gente  á  qaien  los  ríos  han  roba- 
do su  tierra. 

Vean  los  americanos  si  ha  sucedido  esto 
como  lo  dice  ei  profeta,  porque  la  multitud  de 
ríos  de  estos  reinos,  y  las  quebradas  que  han 
hecho,  por  donde  corren  á  gran,  distancia,  tie- 
nen casi  robada  la  mitad  de  la  tierra,  y  mucha 
parte  de  ella  va  quedando  en  cascajal,  lo  cual 
no  sucede  en  las  otras  partes  del  mundo,  con 
que  queda  bastantemente  explicada  la  profecía 
de  Isaías  en  el  cap.  i8,  y  ajustada  á  este  Nuevo 
Mundo,  conquistado  por  españoles. 

Para  comprobación  de  lo  dicho,  y  para  más 
pruebas  de  que  por  estos  Angeles  veloces,  se  en- 
tienden los  españoles,  se  puede  también  inducir 
otro  capítulo  bien  oculto  del  profeta  x\bdías,  que 
es  el  final,  donde  dice:  «Las  colonias  de  Jerusalén 
que  están  en  el  Bósphoro,  poseerán  las  ciudades 
del  Austro,  y  subirán  los  salvadores  al  monte  á 
juzgar  al  monte  de  Esaú  y  se  dará  el  reino  al 
Señor. 

Palabras  que  el  docto  Fr.  Luis  de  León,  so- 
bre el  capítulo  final  de  Abdías,  acomoda  con 
gran  ingenio  á  la  conquista  de  estos  reinos,  he- 
cha por  los  españoles,  á  quien  han  seguido 
Arias  Montano,  Maluenda,  Acosta,  Fr.  Gregorio 
García,  y  otros  alegados  por  D.  Juan  de  Solor- 


IQS  DIEaO    ANDRÉS    ROCHA 

zanOjCn  eltomo  I,  lib.  i,cap.  i5,núm.  29,10  cual 
se  verifica  más  que  Cun  la  letra  hebrea,  en  lu- 
gar de  Bosphoro  pone  Scpharad^  y  la  paráfrasis 
caldea  va  con  el  mismo  sentido,  y  los  caldeos  y 
hebreos  á  España  llaman  Sepharad^  como  dice 
el  mismo  D.  Juan  de  Solorzano,  poco  há  citado, 
núm.  33  y  34. 

Con  que  diciendo  Abdías,  que  los  salvado- 
res y  mensajeros  del  Evangelio  vendrán  de 
Sepharadj  y  poseerán  las  ciudades  del  Austro, 
que  son  las  de  esta  América,  bien  se  vé,  que 
habla  de  la  venida  de  los  españoles  y  conquista 
de  estas  paites,  hecha  por  ellos,  y  que  los  sal- 
vadores son  los  Angeles  de  que  habló  Isaías  en 
el  cap.  18. 

14.  Concluyo  este  párrafo,  dejando  muchos 
lugares  de  la  divina  Escritura,  con  el  Psalmo 
149,  donde  dice  que  Dios  traerá  á  los  mansos  á 
verdadera  salud:  «Exaltabit  mansuetos  in  salu-' 
tem,»  lugar  que  entiende  el  gran  D.Juan  de  Pa- 
lafox,  en  un  Tratado  que  hizo  de  las  virtudes  de 
los  indios  por  ios  americanos  que  los  llama 
los  mansos  y  pacíñcos ,  y  aunque  he  dicho 
coiazones  duros,  también  dije  que  Dios  los 
había  postrado  y  hollado  y  que  ya  con  los  tra- 
bajos estaban  humildes,  y  así  Isaííís,  en  el  ca- 
pitulo 18  que  he  explicado,  primero  los  Uanió 
pueblo  terrible,  y  luego   dice   que  eran   gente 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  1 99 

humillada  y   conculcada,   principalmente    des- 
pués que  olvidaron  el  judaismo  y   entroccaron 
con  los   que   primero   poblaron  estas  Indias. 
Compruébase  el  que  dicho  Salmo  se  entiende  de 
estos  indios  mansos,  con   lo    que  añade  que  á 
sus  reyes  les  pusieron   en   prisiones,   grillos    y 
esposas:  «Ad  allÍ2fando  Resres  eorum  in  com- 
pedibus,  et  nobiles  eorum  in    manicis  ferréis», 
como  sucedió  en  la  conquista  de  estos  reinos, 
donde  Motezuma    y   Atabalipa,  reyes,   fueron 
presos,  y  con  lo  que  añade   el  mismo   Salmo: 
«Ut  faciant  in  eis  judicium  conscriptum»,  para 
que  así  se  verificase  el  juicio    que    Dios  tenía 
escrito  y  promulgado  contra  ellos,  como  suce- 
dió en  aquella  visión  que  tuvo  en  su  gentilidad 
un  indio   labrador,  que  fué  llevado  al   tribunal 
de  Dios  y  allí  vio  dar  sentencia  contra  Motezu- 
ma,  gran    rey  de  Méjico,  en  que  se  le  quitaba 
el  reino,  como  se  puede  ver  en  D.  Juan  de  So- 
lorzano,  tomo  I,  lib.  2,  cap.  2,  núm.  54,  y  tam- 
bién  en  la  Isla  Española,  consultando  Guaria- 
no  su  Real  ídolo  Ze7ni,  poco  antes  de  venir  los 
españoles,  le  respondió  que  ya  Dios  le  quitaba 
el  reino  y  le  daba  á  otros  hombres,  vestidos  y 
con  barbas,  que  vendrían  de  las  partes  en  que 
está  España. 


Pónense  7?iuchas  conveniencias,  semejanzas^  pro- 
piedades y  ritos  en  que  estos  Í7tdios  concuerdan 
cofi  los  judíos. 


I.  Después  de  haber  puesto  los  lugares  que 
me  han  parecido  más  á  propósito,  sacados  de 
la  Sagrada  Escritura,  para  probar  que  estos 
indios  descienden  en  gran  parte  de  las  tribus, 
he  dispuesto  este  párrafo,  para  que  sirva  de 
miscelánea  y  de  grande  y  eñcaz  indicio,  para 
que  judíos  é  indios  sean  de  ün  mismo  origen  y 
tengan  entre  sí  mucha  comunicación  de  sangre 
y  parentesco. 

De  la  fábrica  de  esta  opinión  fué  Príncipe  y 
Arquitecto,  el  gran  obispo  de  Chiapa  D.  Bar- 
tolomé de  las  Casas,  y  se  halló  en  unos  pape- 
les suyos,  como  refiere  Torquemada  en  el  li- 
bro 1,  de  la  Historia  Indiana,    cap.  9,  á   quien 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  20I 

siguieron  otros  muchos  que  referí  arriba.  El 
primer  fundamento  puso  en  el  lugar  que  he' 
mos  ponderado  de  Esdras.  El  segundo  en  la 
gran  multiplicación  de  esta  gente  americana, 
que  como  dicen,  eran  como  arenas  del  mar, 
así  Torquemada,  citado,  y  por  Oseas  se  dice  en 
el  cap.  I  que  los  hijos  de  Israel  serían  como 
las  arenas  del  mar.  El  tercero,  que  en  las  pri- 
meras islas  de  Jamaica,  Cuba  y  adyacentes,  ha- 
blan un  hebraico  corro aipido.  Pruébalo  el 
obispo  con  varios  nombres,  porque  Cuba  se 
llamaba  por  los  indios  Cait'mtateacucth^  que  es 
nombre  hebraico  y  significa  el  poblador  que 
le  puso  su  nombre. 

ítem,  la  palabra  cacique^  en  lengua  de  los 
indios^  significa  al  más  principal,  y  es  raiz  del 
nombre  hebraico  acantina  que  significa  el  prin- 
cipio y  altura  de  alguna  cosa.  Lo^^^  indios  se 
nombraban  algunos  laque  Salmaná,  de  Salma- 
ná^  hebreo. 

Un  río  que  está  junto  á  la  isla  Española,  se 
llama  Hainan,  derivado  de  Hain^  que  en  he- 
breo significa  fuente.  Los  indios,  al  triste  y 
lloroso  llaman  cínato^  que  es  palabra  hebrea  de 
la  raiz  cinail,  que  significa  triste  y  lloroso.  Los 
indios  llaman  carib  al  que  come  carne  humaní, 
y  se  deduce  del  hebreo  carithj  que  es  consu- 
midor ó  abrasador  como  fuego,  y  así  lo  hacen 


202  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

los  indios  caribes,  que  todo  lo  talan  como 
fuego.  Los  indios,  ¿I  un  instrumento  de  herir, 
llaman  viachan  ó  ínachana,  y  se  devluce  del 
nombre  hebreo  macha,  que  quiere  decir  he- 
rida. 

Los  indios  llaman  canoa  á  unos  vasos  con 
que  andan  y  asisten  en  el  agua,  y  se  deduce 
de  la  palabra  hebrea  canon,  que  es  estación  en 
el  agua. 

Los  indios  llaman  axi  al  pimieuto,  que  en- 
ciende á  los  hombres  y  casi  los  hace  bramar,  y 
se  deriva  del  nombre  hebreo  axa,  que  enciende 
y  pone  en  furor  al  hombre.  Estos  son  los  nom- 
bres hebreos  que  halló  el  docto  obispo  doctor 
Fr.  Bartolomé  de  las  Casas. 

Hay  otros  nombres  hebraicos  que  ponen 
los  autores,  como  se  puede  ver  en  Fr.  Grego- 
rio García,  en  su  lib,  3,  cap.  7,  §  2,  que  con- 
cuerdan  mucho  con  la  lengua  é  idioma  de  es- 
tos indios.  Pone  lo  primero  este  nombre  Perú, 
y  dice  que  es  hebreo  y  que  significa  tierra  fér- 
til, derivado  del  verbo  Para,  que  quiere  de- 
cir lo  mismo  que  fructificar;  pruébalo  con  la 
autoridad  de  dos  muy  peritos  en  la  lengua 
hebrea;  y  de  este  origen,  dice,  tomó  principio 
el  llamarse  esta  América  el  Perú^  por  su  mucha 
fertilidad  y  abundancia,  lo  cual  fué  también 
sentir  del  Glosador  de  las  Partidas,  en  su  pro- 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  203, 

logo,  glosa  octava,  donde  denomina  estas  In- 
dias por  tierra  fértil  y  fructificante,  y  de  esta 
raiz  vienen  tantos  nombres  como  hay  en  el 
Perú,  como  son:  el  gran  Pará^  Paraguay^  Pa- 
ria^ Parinacocha,  el  río  Paraná,  y  aquí  conduce 
lo  que  dije  más  arriba,  cap.  i  de  las  dos  re- 
giones de  Méjico  y  Perú,  denotadas  en  las  Sa- 
gradas Letras  por  los  hebreos,  con  el  nombre 
Paruaim  ó  Parvaim.  Añade  Fr.  Gregorio  Gar- 
cía que  la  palabra  paray  en  lengua  general  de 
los  americanos  é  Indias,  significa  la  lluvia,  que 
es  la  que  fertiliza  y  hace  fructificar,  derivado 
del  verbo  hebreo  Para. 

Tiene  este  autor  por  eficaz  otro  reparo,  y  es 
que  este  nombre  An7ia  fué  muy  usado  entre  las 
mujeres  de  los  Ingas,  y  una  se  llamó  Auna 
Guarqid  y  otra  Anna  Caoiia^  con  que  significa- 
ban lo  gracioso  de  tales  reinas,  y  en  el  hebreo 
este  nombre  anna  cuadra  bien  el  estado  y  dig- 
nidad de  reina;  porque  anna  quiere  decir  gra- 
ciosa. 

La  palabra  Abha,  que  unos  la  tienen  por  si- 
riaca y  San  Agustín  por  hebrea,  en  la  Epíst.  4, 
ad  Galat.,  significa  padre,  y  así  se  lee  abbapater 
y  entre  los  indios  significa  lo  mismo,  según  el 
citado  Fr.  Gregorio  García. 

La  palabra  rac/iá  es  hebrea,  según  San  Je- 
rónimo, tomo  IX,  sobre  el  cap.  5  de  San  Ma~ 


204  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

teo,  y  dice  que  sigaifica  vacuum^  ea  castellano 
vacío\  los  indios,  al  vaso  y  valva  de  la  mujer  lla- 
man racha  por  la  semejanza  de  vacío. 

Este  nombre  mamona^  que  significa  ídolo  ó 
demonio,  según  la  Glosa  y  Lira,  en  el  citado 
cap.  5  de  San  Mateo,  frecuente  entre  loshebreo^ 
para  significar  dicho  ídolo  ó  demonio,  y  Pedro 
Mártir  y  dicho  Fr.  Gregorio  García  dicen  que 
en  estos  indios  había  un  ídolo  en  la  isla  Espa- 
ñola que  llamaban  Mamona. 

Refiere  también  Fr.  Esteban  de  Salazar,  en 
el  Símbolo  Apost.,  discurso  i6,  que  en  Méjico, 
en  la  provincia  de  Chiapa,  tenían  los  indios  al- 
guna noticia  de  la  Santísima  Trinidad,  llaman 
do  al  Padre  leona,  al  Hijo  Vacah^  y  al  Espíritu 
Santo  Esiruach,  que  parecen  nombres  hebreos, 
y  Riiach,  según  este  autor,  es  el  Espíritu  Santo 
en  hebreo. 

Este  nombre  México.^  dice  el  citado  Fr.  Gre- 
gorio García,  que  se  nombró  primero  Mcssico^ 
por  su  fundador,  que  se  llamó  Messi,  palabra 
conocidamente  hebrea,  como  también  luctan  ó 
lucatan,  por  lectan,  hijo  de  Heber,  de  quien 
descienden  los  hebreos,  y  entiendo  que  si  se 
pusiera  cuidado  por  hombres  peritos  en  la  len- 
gua hebrea  y  de  los  indios,  se  hallaran  muchas 
cosas  muy  concordantes,  y  se  pudiera  decir  de 
estos  indios:  «Nam  et  loquela  tua  manifestum  te 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  205 

facit.»  Añádese  que  en  este  Perú  hay  un  pueblo 
que  se  llama  Salu  y  el  padre  ^é Za77ihri  se  lla- 
mó Salu^  según  el  cap.  25  de  los  Números. 

La  similitud  de  los  lugares  prueba  también 
mucho  para  conocer  el  origen  de  los  primeros 
pobladores  de  alguna  tierra,  como  dice  el  Pa- 
dre Moret  en  la  Historia  de  Navarra  lib.  i,  ca- 
pítulo 4,  §  I,  desde  el  fol,  85,  y  lo  mismo  la  si- 
militud de  nombres  y  del  idioma. 

En  estas  Indias  está  el  pueblo  de  Cocas, 
hacia  Castro  Virreina,  y  en  la  tierra  de  Neptalí 
está  la  ciudad  de  Cocas  ó  Ucocas,  como  verás  en 
el  Teatro  de  Tierra  Santa,  de  AdricomioDelpho,- 
jn  Neptásim,  núm.  98. 

En  Babilonia,  donde  estuvieron  las  tribus,, 
está  la  ciudad  de  Bilca,  según  Nebricense,  ver- 
bo Bílca^  y  en  estas  Indias,  hacia  Guamanga^ 
el  pueblo  Bilca. 

En  los  términos  de  Halchat^  de  Palestina, 
está  el  pueblo  de  Cali^  Josué,  cap.  19,  núm.  25, 
y  en  estas  Indias,  junto  á  Popaian,está  el  pueblo 
de  Calij  donde  asisten  las  Cajas  Reales. 

También  Marca^  ciudad  de  Egipto,  Antonio 
Nebricense  en  la  palabra  Marca,  donde  tantos 
años  asistieron  cautivas  las  tribus,  y  en  estas  In- 
dias, en  la  provincia  de  Guailas,  está  el  pueblo 
de  Marca, 

También  hay  pueblo  de  Macato  en  estas  In- 


2o6  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

dias,  eii  la  provincia  de  Guailas,  y  también  los 
judíos  tuvieron  otro  pueblo  nombrado  Mácate^ 
en  la  tierra  Basau,  Josué,  cap.    12. 

También  Chala  era  un  pueblo  de  Egipto,  el 
mismo  Nebricense,  verbo  Chaal^  y  en  Boecia 
hubo  otra  ciudad  nombrada  Chalía,  Antonio  Ne- 
bricense, verbo  Chalía^  y  en  estas  Indias  el  pue- 
blo de  Chala  junto  á  Acari. 

La  tierra  y  ciudad  de  Rama,  celebrada  en- 
tre los  judíos,  como  se  verá  en  Josué,  en  el  Pa- 
ralipómenon,  en  Esdras,  en  Isaías,  Jeremías  y 
Oseas,  y  en  estas  Indias  está  el  pueblo  de  jRa- 
vía  ó  Rauma,  como  verás  en  el  Garoñlacio  Real 
de  D.  Gaspar  de  Escalona,  lib.  i,  cap.  14,  nú- 
mero 37. 

En  la  provincia  de  Santa  Marta  de  esta  Amé- 
rica, está  la  provincia  Betania  ó  Betonia^  como 
dice  Juan  Laert  en  el  lib.  8  del  Nuevo  Mundo, 
cap.  14,  núm.  20,  alude  á  la  Betania  de  los  is- 
raelitas. 

Añade  á  Masada,  que  era  un  pago  en  Pales- 
tina, Antonio  Nebricense  en  la  palabra  Masada 
y  en  estas  Indias,  en  Nicaragua,  cae  la  provin- 
cia Masaya,  como  dice  Torquemada  en  el  libro 
3  de  su  Historia  Indiana,  cap.  38,  al  fin. 

Mucha  similitud  tienen  también  algunos  de 
los  nombres  de  Reguíos  y  caciques  de  la  pro- 
vincia de  Méjico   con  los   antiguos   hebreos, 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  207 

aunque  con  el  tiempo  se  corrompieron,  y  el 
primero  sea  Thegueii,  hijo  de  Ephrain,  como 
consta  del  Libro  délos  Números,  cap.  26,  nú- 
mero 35,  y  de  los  primeros  pobladores  de  Mé- 
jico fué  uno  Tenehy  según  Torquemada,  lib.  i, 
cap.  12.  Fué  también  hijo  de  Heber,  Hela^  se- 
gún el  mismo,  cap.  ló,  de  los  Números,  ver- 
sículo 33,  y  el  citado  P.  Tornaemada,  en  el 
mismo  cap.  11,  pone  á  Hela  ó  Helna  por  uno 
de  los  pobladores  de  Méjico;  en  el  mismo  lu- 
gar pone  entre  los  mismos  pobladores  á  Ul- 
mekal,  y  pvarece  tiene  gran  alusión  con  el  nom- 
bre Melchal  ó  Melcha,  que  fué  de  la  familia  de 
Manase^  como  verás  en  el  citado  cap.  26  de 
los  Números,  vers,  33.  Y  aún  yo  juzgo  que  la 
provincia  que  en  Méjico  llaman  Afechoacan,  tie- 
ne mucha  alusión  con  este  Melcol^  y  Acan, 
también  fué  aquella  que  prevaricó  en  el  pue- 
blo de  Dios,  como  se  lee  en  Josué. 

Los  indios  mejicanos  tuvieron  éntrelos  Tul- 
tecas  á  Achitomelf  dícelo  el  P.  Torquemada  en 
el  lib.  2  de  su  Historia  Indiana,  cap.  13,  y  bien 
se  ve  cuánto  se  asemeja  con  el  nombre  de  los 
hebreos  ArchitofeL 

También  Oza  es  nombre  hebreo,  como  dice 
Fr.  Gregorio  García  en  su  lib.  3  del  Origen  de 
los  Indios,  cap.  7,  párrafo  3,  y  Oza  significa 
pulga  ó  piojo,  en  la  lengua  de  estos  america- 


208  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

nos.  El  nono  rey  inga  se  llamó  Topayupanque^ 
según  el  más  común  uso  de  hablar  de  estos 
americanos,  como  lo  observó  el  inteligente  his- 
tcriador  de  estas  Indias,  Diego  Fernández,  á 
quien  llaman  el  Palentino,  en  su  Historia  del 
Perú,  part.  2.%  fol.  126,  en  la  palabra  Topa  lu- 
panqué^  diciendo:  «Topa  yupanque  fué  gran  se- 
ñor y  muy  valiente.  Extendióse  y  sujetó  más- 
tierra  que  todos  sus  antepasados;»  y  más  abajo: 
«conquistó  toda  la  tierra  hasta  Chile  y  Quito,» 
y  este  nombre  Topa  fué  peculiar  de  las  tribus 
de  Israel,  de  la  familia  y  estirpe  de  Tohi^  según 
Esdras,  en  el  lib.  3,  cap.  5,  núm.  29,  ibi:  «Topa 
Filij  Tobi.» 

Bien  sé  que  otros  autores  con  el  P.  Calan- 
cha,  en  su  Crónica,  llaman  á  este  nono  inga 
Tupa^  pero  el  Topa  es  más  común;  demás,  que 
como  mudarse  la  o  en  u  fué  muy  fácil,  como 
observé  arriba  en  el  cap.  i,  según  sucedió  en 
los  nombres  Piro  y  Pirit^  y  en  Tubal,  á  quien 
como  dije  en  dicho  lugar  llamó  San  Jerónimo 
Tobal  y  Tobel  y  á  los  españoles  tóbelos. 

También  en  la  palabra  Cuba^  aunque  probé 
arriba  que  era  palabra  española,  fué  también 
apellido  de  la  familia  de  yÍj)ion^  la  Escritura  le 
llama  Acuba  en  el  lugar  citado  de  Esdras: 
Aman  Filii  Acuba, 

2,     Dije  arriba  cómo  había  Dios   elegido  á. 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  209 

los  españoles  y  á  nuestro  monarca  como  segnn. 
do  Moisés  para  esta  conquista  de  las  Indias,  y 
hallo  en  ella  muchas  señales  de  aquellas  esta- 
ciones que  hicieron  los  israelitas  á  la  tierra  de 
Promisión,  de  la  cual  se  dice  en  el  Éxodo,  ca- 
pítulo 3,  que  era  tierra  ancha,  dilatada  y  espa- 
ciosa y  muy  fértil  de  leche  y  miel,  todo  s^-  veri- 
fica en  estas  Indias. 

Mandóles  á  los  israelitas  que  saliesen  en  el 
mes  de  la  cosecha  de  las  nuevas  mieses,  y  fru. 
tos,  consta  en  el  Éxodo,  cap,  13,  núm.  4,  y  que 
saliesen  después  de  estar  ya  libres  de  yugo  y  es. 
clavitud,  y  de  haber  celebrado  con  regocijo  su 
libertad,  y  con  estas  prevenciones  salieron  de 
Rameses^  como  dice  el  cap.  33  de  los  Números 
vers.  3,  y  así  salieron  los  españoles,  después  de 
libertada  España  de  los  moros,  y  alegrándose 
de  los  triunfos. 

Hicieron  los  israelitas  cuarenta  y  dos  man- 
siones en  la  conquista  de  la  tierra  prometida 
consta  en  el  libro  de  los  Números,  cap.  33,  y  en 
lo  que  he  leido  tardaron  cuarenta  y  dos  años 
en  la  conquista  del  Perú  y  Nueva  España. 

También  prometió  Dios  al  pueblo  de  Israel 
le  daría  un  ángel  que  los  patrocinase  y  guiase 
hasta  ponerlos  en  la  tierra  prometida,  consta  en 
el  Éxodo,  cap.  23,  núm.  20;  en  la  conquista  de 
las  ludias  vinieron  muchos  ángeles,  y  en  el  Cuz- 

14 


2IO  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

co,  como  consta  en  las  Crónicas,  se  vio  visible 
mciite  en  la  pelea  con  los  indios  un  capitán  en 
caballo  blanco  y  espada  de  fuego,  que  destro- 
zaba los  indias  y  amparaba  los  españoles. 

En  el  cap.  12  del  Deuteronomio,  núm.  2,  y 
en  el  citado  23  del  Éxodo,  núm.  24,  mandó 
Dios  al  pueblo  israelítico  que  destruyesen  los 
idólatras  rebeldes  y  les  quebrasen  sus  ídolos  y 
estatuas,  y  así  se  ejecutó  por  nuestros  españoles 
en  esta  conquista. 

Dijo  tambie'n  Dios  á  Moisés,  en  el  cap.  2  del 
Deuteronomio,  núm.  25,  que  pondría  espanto  en 
los  idólatras  con  la  noticia  de  que  los  iban  á 
conquistar,  lo  cual  se  veriñcó  en  la  entrada  de 
nuestros  españoles  en  esta  Ame'rica,  donde  se 
vio  tan  grande  miedo  en  los  indios,  que  no  sa- 
bían dónde  esconderse. 

Mandó  Dios  tambie'n  á  los  israelitas  que 
ofreciesen  antes  la  paz  en  la  tierra  donde  entra- 
sen, como  se  dice  en  el  Éxodo,  cap.  20,  núm.  10, 
añadiendo  que  si  los  conquistadores  viniesen 
luego  á  la  paz,  los  tratasen  bien,  dejándolos  solo 
por  sujetos  y  tributarios,  y  donde  no,  que  usasen 
del  rigor  de  las  armas,  y  así  lo  ejecutaron  pun- 
tualmente nuestros  españoles,  como  si  lo  hubie- 
ran oido  de  la  boca  del  mismo  Dios. 

Mandó  también  Dios  que  en  conquistándose 
aquella  tierra,  se  distribuyese  entre  los  hijos  de 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  211 

js  rael,  sus  conquistadores,  3*  [se  les  repartiese 
como  se  colige  del  Psalmo  134,  en  aquellas  pa- 
labras: «Dióles  las  tierras  de  los  idólatras  en 
herencia  á  Israel  su  pueblo»  y  en  el  Deutereno 
mío,  cap,  20,  núm.  ig:  «Todos  los  pueblos  que 
hallares  en  la  tierra  pronnetida  te  servirán  de- 
bajo de  tributo»  y  en  el  Psalmo  35,  núm.  43: 
«Dióles  Dioslas  regiones  de  los  gentiles  y  po- 
seyeron el  patrimonio  y  trabajo  de  sus  pue- 
blos. 

Esto  mismo  obró  Dios  en  esta  gentilidad  de 
los  americanos,  y  así  se  dieron  encomiendas 
y  repartimientos  de  tributos  á  los  conquista- 
dores. 

Sucedió  á  los  israelitas  el  que,  pasado  el 
mar  Bermejo,  la  primera  tierra  y  región  que 
pasaron  fué  la  del  Sur,  dícelo  el  cap.  15,  núme- 
ro 22  del  Éxodo:  lo  mismo  aconteció  á  los  es- 
pañoles que  conquistaron  esta  América,  pues 
pasado  el  mar  del  Norte  la  tierra  que  toparon 
fué  la  del  Sur. 

En  aquella  conquista  de  la  tierra  de  promi- 
sión no  hubo  pueblo  que  se  entregase  pacífi- 
camente, sino  fué  el  de  la  nación  Hebea  como 
se  lee  en  Josué,  cap.  11,  núm.  19,  y  los  demás 
se  conquistaron  á  fuerza  de  armas;  así  sucedió 
en  Méjico,  que  no  hubo  provincia  que  de  su 
voluntad  se  entregase  y  confederase  con  núes- 


212  DIEGO    ANDRÍIS    ROCHA 

tros  españoles,  sino  fué  la  Tlascaltcca^  y  lo 
mismo  sucedió  en  este  Perú,  que  todo  se  rin- 
dió al  terror  de  las  armas. 

También  en  aquella  conquista  de   los  hijos 
de  Israel  no  se  pudo  conquistar  toda  la  tierra 
prometida,  y  quedaron  muchos  por  conquistar; 
consta  en  Josué,  cap.  25,  núm.  6^^-^  y  del  cap.  17. 
núm.  12;  lo  mismo  ha  sucedido  en  estas  Indias, 
en  que  no  se  ha  podido  acabar  de  conquistar 
todo  lo  de  Manila j  Darien   y  Chile,    Mandóles 
Dios  también  á  los  israelitas  que  en  la  conquis- 
ta do  lo  que  fuesen  poseyendo  no   permitiesen 
sacrificar  hombres,  niños  ni  mujeras;  consta  en 
el  cap.  18  del  Deuteronomio,  núm.  19,  á  que 
eran   dados    los    gentiles,    como  consta  en  el 
Psalmo  105,  desde  el  núm.  35,  y  así  lo   obser. 
varón  los  españoles  en  estas  Indias,  sin  permi- 
tir á  los  indios  semejantes  sacrificios,  como  lo 
dicen  todos  los  historiadores. 

Además  de  lo  dicho,  mandó  Dios  á  los  is- 
raelitas, que  no  fuesen  á  aquella  conquista  déla 
tierra  de  promisión  sino  solo  los  voluntarios,  sin 
apremiar  á  otros,  según  dice  el  cap.  20  del  Deu- 
teronomio, núm.  8,  lo  cual  también  sucedió  en 
la  conquista  de  esta  América,  como  lo  hizo 
Cortés  en  Méjico,  dando  licencia  á  los  que  se 
quisiesen  volver,  y  lo  mismo  hizo  D.  Francisco 
Pizarro,  quedando  solo  con  los  trece  compaña- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  213 

ros  hasta  que  vinieron  otros  voluntarios,  lo  cual 
por  ser  tan  notorio,  no  necesita  de  prueba. 

También  se  debe  ponderar  aquel  caso  de 
Rahab^  que  pidió  á  los  exploradores  de  Israel 
una  señal  para  su  seguridad  y  de  su  familia: 
cuando  entrasen  debelando  á  /erica,  y  ellos  le 
dieron  el  cordón  de  grana,  para  que  puesto  en 
a  ventana,  le  sirviese  de  inmunidad,  como  cons- 
ta en  el  libro  de  Josué. 

Asi  sucedió  con  un  indio  cacique  del  Cuzco, 
que  pidió  una  señal  para  librarse,  cuando  por 
su  tien a  entrase  triunfante  Pizarro,  y  ]e  dieron 
la  señal  de  la  Santísima  Cruz,  y  que  la  pusiese 
á  la  puerta  de  su  casa,  y  habiéndola  puesto,  se 
libró  él  y  toda  su  familia,  según  lo  trae  Garcila- 
30  Inga,  tomo  II  de  sus  Comentarios. 

Añádese  que  en  la  conquista  de  la  tierra  de 
Promisión,  según  el  cap.  12  de  Josué,  núm.  i  ^ 
vencieron  y  mataron  los  hijos  de  Israel  veintiún 
reyes  y  reyezuelos;  así  también,  en  estas  Indias, 
vencieron  y  mataron  los  españoles  muchos  re- 
yes y  reyezuelos,  que  eran  los  caciques,  porque 
no  se  dieron  á  la  paz  que  se  les  ofrecía. 

También  me  ha  parecido  añadir,  que  así 
como  los  muros  do  Jericó  se  arruinaron  con 
siete  vueltas  del  Arca,  Josué,  cap.  ó;  así  los 
muros  de  esta  gentilidad  americana,  que  eran 
-SUS  ídolos,  se  arruinaron  y  cayeron  por  tierra 


214  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

como  los  muros  de  Jericó,  cuando  comenzó  el 
uso  de  los  siete  Sacramentos  en  estas  Indias? 
especialmente  cuando  se  empezó  á  colocar  el 
Santí:?imo  Sacramento  en  ellas,  que  es  la  verda- 
dera áVca  de  los  misterios  de  Dios,  y  se  arruina- 
ron los  ídolos,  y  enmudecieron,  como  sucedió 
con  el  ídolo  parlero,  que  tenían  en  el  valle  de 
esta  ciudad  de  Lima,  según  dice  Garcilaso  In- 
ga, tomo  II,  lib.  I,  cap,  34. 

^Dirás  que  todo  lo  que  he  traído  en  este  nú- 
mero 2,  no  prueba  que  los  indios  americanos 
sean  descendientes  de  los  judíos,  sino  solo,  que 
los  salvadores  que  vinieron  de  España,  siguie-^ 
ron  en  su  conquista  las  estaciones  de  los  israe- 
litas en  latierra  de  promisión,  y  que  sucedieron 
los  mismos  casos  y  efectos  en  una  y  otra  con- 
quista? 

A  que  respondo  lo  primero  que  la  similitud 
no  ha  de  ser  en  todo,  y  basta  que  una  y  otra 
conquista  concuerden  en  los  casos  y  sucesos, 
que  los  efectos  hayan  sido  unos  mismos,  y  así 
como  los  de  la  tierra  de  promisión  fueron 
para  alivio  de  los  israelitas,  para  su  libertad,  lo 
mismo  sucedió  aquí  en  las  Indias  para  libertar 
á  los  americanos  de  la  servidumbre  del  demo- 
nio, y  como  unos  y  otros  eran  de  un  origen,  á 
aquellos  los  libertó  de  Egipto  para  darles  la 
tierra  de  promisión  y  á  estos  del  demonio  para 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  215 

meterlos  en  la  Iglesia  y  hacerlos  aptos  del  reino 
de  los  Cielos,  y  así  profetizó  Isaías  en  el  capí- 
tulo II,  en  las  finales  palabras,  que  abriría  Dios 
caminos  por  el  mar  para  recoger  el  residuo  de 
su  pueblo,  que  había  quedado  de  los  asirios,  á 
semejanza  de  los  tiempos  antiguos  cuando  sacó 
á  los  israelitas  de  la  tierra  de  Egipto. 

Estos  indios  occidentales/  y  gran  parte  de 
ellos,  fué  el  residuo  que  pasó  á  estas  partes 
huyendo  de  los  asirios,  como  dijimos  en  el  nú- 
mero I  del  cap.  3,  y  ¿quién  no  se  admira  viendo 
concurrir  los  mismos  prodigios  en  la  conquista 
de  estas  Indias  que  en  la  de  la  salida  de  Egip- 
to, para  reducir  los  que  restaban  derramados  á 
ellas  por  el  cautiverio  que  tuvieron,  cuando 
Salmanasar  los  trasportó  á  la  tierra  de  los  asi- 
rios, como  dice  Isaías,  verificándose  su  profecía 
en  la  conquista  de  los  españoles,  y  concurrien- 
do en  ella  tantas  circunstancias  que  no  se  pue- 
de dudar  que  sucedieron  para  denotar  ser  estos 
indios  de  aquella  estirpe  y  origen? 

3.  Pruébase  también  ser  estos  indios  ame- 
ricanos semilla  de  los  hijos  de  Israel,  y  des" 
cendientes  de  las  diez  tribus,  por  ser  muy  pa- 
recida esta  gente  á  los  hebreos  en  los  gestos, 
cuerpos,  narices  y  en  pronunciar  muchas  le- 
tras con  la  garganta,  como  lo  advierte  Goma- 
rá en  la  parte  primera  de  su  Historia  Indiana? 


2l6  DIEGO   ANDRÉS    ROCHA 

fol.  60,  y  Zarate,  lib.  i  de  la  Historia  del  Perú, 
cap.  4,  Fr.  Gregorio  García,  lib,  4  del  Origen 
de  los  Indios,  cap.  i,  §  1,  en  el  cuarto  funda- 
mento, y  me  ha  dicho  un  canónigo  de  Babilo- 
nia que  está  en  esta  ciudad  de  los  Reyes,  nom- 
brado D.  Elias  de  San  Juan,  que  estos  indios, 
en  los  cuerpos,  gestos,  ojos,  color,  rostros  y 
acciones  son  verdaderos  tártaros,  y  que  en 
esto  no  se  puede  poner  duda,  por  los  muchos 
que  havistoytratado  en  Babiloniay  en  el  Orien- 
te: con  que  se  infiere  que  son  descendientes  de 
los  hebreos,  porque  los  tártaros,  como  vere- 
mos en  su  lugar,  son  semilla  de  las  diez  tribus, 
y  de  estos  tienen  origen.  Las  Historias  del 
Perú,  como  refiere  el  citado  Fr.  Gregorio  Gar- 
cía en  el  lib.  3,  cap.  2,  §  2,  nos  cuentan  que  en 
el  descubrimiento  del  Perú  por  D.  Francisco 
Pizarro  y  D.  Diego  de  Almagro,  observaron  en 
algunas  provincias  que  los  habitantes  eran  de 
casta  de  judios,  los  gestos  y  narices  de  tales,  y 
el  habla  totalmente  judaica,  pronunciando  las 
letras  guturalmente. 

Los  que  son  de  la  provincia  Quichua,  cuya 
cabeza  es  el  Cuzco,  pronuncian  muchas  letras 
con  la  garganta,  en  lo  cual  convienen  con  los 
hebreos,  que  muchas  de  sus  letras  las  hieren  con 
la  garganta,  y  de  esto  nació  la  voz  común  de 
casi  todos,   desde    el   principio  del  deseubri- 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  21  7 

miento,  y  que  hoy  se  continúa,  en  que  todos 
Vulgarmente  dicen  en  este  reino  que  los  indios 
descienden  de  las  tribus  perdidas,  y  siendo 
voz  común  se  puede  decir  que  es  voz  inspira- 
da Dios. 

4.  Vamos  á  sus  vestidos  j  trajes  y  hallaremos 
que  concuerdan  mucho  con  los  de  ios  hebreos 
(si  bien  ya  van  usando  del  traje  y  vestidura  de 
los  españoles).  Los  americanos  de  estas  Indias 
usan  de  una  túnica  ó  camiseta,  que  es  como 
sobrepelliz  sin  mangas  y  de  una  manta  que  les 
sirve  de  capa,  usan  también  sandalias  hechas 
de  cabuya,  y  esto  es  más  usado  en  Méjico. 
Traen  también  el  cabello  largo  al  modo  de  los 
Nazarenos.  Todo  este  uso  en  túnica,  manta  y  el 
cabello  es  de  los  hebreos,  como  se  vé  en  las 
pinturas  de  esta  nación,  y  los  Santos  Apóstoles 
en  sus  retratos  tienen  este  modo  de  cabello,  y 
vestiduras,  de  modo  que  visto  un  retablo  suyo, 
diría  cualquiera  que  es  el  traje  de  los  indios. 

En  el  libro  de  los  Jueces,  cap.  14,  núm.  12 
y  núm.  13,  hallamos  este  modo  de  vestidura, 
que  Sansón  llamó  túnicas  sindones,  que  son  las 
camisetas  y  mantas. 

Fr.  Agustín  Dávila,  en  la  Crónica  Domini- 
cana,  cap.  90,  dice  que  en  Tamazulapa,  pueblo 
en  Misteca  de  la  Nueva  España,  se  hallaron 
en  la  conquista  unas  vestiduras  del  que  los  in- 


2l8  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

dios  tenían  por  Sumo  Sacerdote,  que  eran  muy 
semejantes  á  las  del  Sumo  Sacerdote  de  los 
hebreos,  y  de  la  conformidad  de  los  trajes  de 
estos  indios  con  los  de  hebreos  y  caldeos,  se 
podrá  ver  lo  que  es  cribe  Fr.  Esteban  de  Salazar 
en  el  discurso  i.°  del  Credo,  cap.  3. 

5.  Convienen  también  estos  indios  con  los 
hebreos  en  la  gramatical  de  ambas  lenguas,  lo 
cual  con  mucha  diligencia  observó  el  citado 
Fr.  Gregorio  García  en  el  libro  3  del  Origen 
de  los  Indios,  c^p.  7,  §  3,  y  con  autoridad  de 
San  Jerónimo,  del  Abuleuse  y  de  Fonseca, 
asienta  cómo  la  /vocal,  pospuesta  al  nombre, 
significa  en  la  lengua  hebrea  lo  mismo  que  el 
pronombre  meus  mea  meiim^  que  en  castellano 
suena,  cosa  mía.  Hsicen  demostración  los  doc- 
tores en  las  palabras  hebreas  saray  y  semei, 
que  significan  en  hebreo  señora  ó  princesa  mía, 
nombre  el  primero  que  se  dio  á  la  mujer  de 
Abraham  y  el  semei,  significa  en  hebreo  mí 
nombre.  De  esta  construcción  gramatical  hay 
muchos  nombres  y  ejemplos  en  la  lengua  he- 
brea, y  con  el  mismo  tenor  guardan  este  pre- 
cepto gramatical  nuestros  indios  americanos, 
porque  la  /  pospuesta  al  nombre  es  el  pro- 
nombre 771ÍO,  y  así  dicen:  mainay^  esto  es,  madre 
mía,  y  panay  por  hermana  77iía^  y  Yaiai  ^^or pa- 
dre mío. 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  219 

Prosigue  este  discurso  el  citado  García,  y 
pondré  á  la  letra  sus  palabras,  porque  son 
muy  significativas  y  casi  evidentes  para  probar 
que  estos  indios  en  gran  parte  descienden  de 
los  hebreos.  Dice  pues:  «El  Tostado  advierte 
que  la  lengua  hebrea  carece  de  casos,  y  esto 
mismo  tiene  la  lengua  general  del  Perú,  y  así, 
para  conocer  de  qué  caso  es  un  nombre,  se  le 
pospone  una  partícula,  como  nota  y  señal  del 
caso,  como  para  conocer  si  el  nombre  Runa^ 
que  en  lengua  indiana  es  el  hombre,  está  en  ge- 
nitivo, se  le  pospone  la  ÍQtrsLjf,  porque  se  acaba 
en  vocal,  que  si  acabara  en  consonante,  se  ha- 
bía de  poner  la  partícula /¿7,  y  para  conocer  si 
es  de  dativo  se  había  de  poner  la  partícula 
Jfac  y  si  de  acusativo  poner  esta  cfa  y  para 
la  que  acaba  en  vocal  fa,  y  por  vía  de  movi- 
miento, esta,  ma/t,  y  si  de  vocativo,  xe,  si  de 
hablativo, //,  si  de  efectivo,  gtceit.-í}  Lo  cual 
hace  grande  prueba  para  que  el  origen  de  es- 
tos indios  sea  de  los  hebreos  mayormente 
conocida  la  pronunciación  gutural  de  unos  y 
otros . 

6.  Concuerdan  también  muchos  de  estos 
indios  americanos  en  las  propiedadades  y  cos- 
tumbres con  los  hebreos  y  en  la  condición  y 
natural.  Los  hebreos  son  de  natural  tímido,  y 
así  solemos  decir  cuandp   uno   está   medroso 


22  o  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

«que  tiene  el  judío  en  el  cuerpo»  y  así  les  dijo 
Dios  en  el  Deutorononiio  «darte  hé  un  cora- 
zón tímido»  y  en  el  mismo  libro:  «temerás  de 
noche  y  de  día.» 

En  el  Éxodo,  cap.  14,  viendo  los  hijos 
de  Israel,  que  venía  marchando  tras  ellos  el 
ejército  de  Faraón,  se  dice  que  temieron  los 
israelitas  grandemente.  También  en  el  Éxodo, 
cap.  13,  se  dice  que  no  los  quiso  llevar  Moisés 
por  las  tierras  délos  filisteos,  porque  conoció 
su  cobardía  y  pusilaminidad. 

No  hay  que  gastar  mucho  tiempo  en  probar 
que  estos  indios  americanos  son  muy  tímidos, 
nosotros  lo  estamos  aquí  experimentando.  De 
la  voz  de  un  español  se  asombran:  hasta  los 
esclavos  los  dominan,  y  es  la  gente  más  des- 
dichada que  se  conoce  en  el  mundo,  gente 
conculcada,  como  dijo  Isaías,  cap.  18,  aunque 
hay  otros  de  mucho  valor,  y  son  los  que 
vienen  de  los  antiguos  y  primitivos  españo- 
les? 

7.  Eran  también  los  israelitas  muy  incré- 
dulos, pues  habiendo  visto  tantos  milagros 
como  Dios  hizo  con  ellos,  con  todo  eso  no  lo 
daban  crédito,  de  que  se  queja  Dios,  en  los 
Números,  cap.  14  y  cap.  20,  y  en  el  Deutero- 
nomio  cap.  i  y  cap  9,  diciendo  Dios:  «;Hasta 
cuándo  me  ha  de  provocar  este  pueblo?  ¿Hasta 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  221 

cuándo  no  han  de  darme  crédito?»  ^Qiiién  no 
reconoce  esta  incredulidad  en  estos  america- 
nos? pues  habiendo  visto  tantos  prodigios,  obra- 
dos por  Dios  en  su  conquista,  han  estado  los 
más  tan  incrédulos  sin  cooperar  á  su  salvación^ 
y  volviendo  al  vómito  de  su  gentilidad,  fáciles  y 
sin  constancia,  de  modo  que  por  no  acabarlos 
no  conoce  de  sus  idolatrías  la  Santa  Inquisi- 
ción, ni  de  otros  pecados  que  tocan  á  aquel 
fuero. 

En  los  contratos  están  tan  incrédulos,  que 
juzgan  que  todos  los  engañan,  y  es  menestei 
Dios  y  ayuda  para  perfeccionar  cualquier  obra, 
que  pende  de  su  voluntad,  por  su  inconstan- 
cia. 

8.  Concuerdan  mucho  los  hebreos  y  los  in- 
dios en  la  ingratitud.  De  la  de  los  hebreos  se 
queja  Dios,  en  el  cap.  14,  15  y  16  del  Fxodo,  y 
en  el  cap.  11  y  14  y  20  y  27,  desde  los  Núme- 
ros, diciendo  que  los  hebreos  eran  ingratísimos 
al  bien  que  continuamente  les  hacía,  y  á  los  re- 
galos, beneficios  y  mercedes  que  con  ellos  usa- 
ba por  mano  de  Moisés. 

Cuan  ingratos  son  los  indios  á  los  favores  y 
agasajos  que  los  españoles  les  hacen,  no  hay 
quien  lo  ignore;  criara  un  español  á  un  indecito 
desde  la  cuna,  regalándole,  vistiéndole,  curán- 
dole y  dándole  doctrina,  y  al  tietnpo  que  había. 


22  2  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

de  cojer  fruto  de  estos  beneficios,  el  pago  que 
le  dá  es  huirse,  ó  buscar  otro  dueño,  y  pedir  el 
servicio  personal. 

Todos  pueden  ser  testigo  en  esta  parte  aquí 
en  las  Indias,  y  así  corre  por  refrán:  «No  eres 
tú  indio,  pues  tú  darás  el  pago  del  Perú.» 


FIN  DEL  PRIMER  VOLUMEN  (l) 


(i)  En  la  primera  edición  que  nos  sirve  de  original,  está  el 
texto  seguido;  pero  en  atención  á  que  resultaría  este  tomo  muy 
voluminoso  publicando  en  él  todo  el  contenido  de  la  obra,  nos 
hemos  decidido  á  dividirle  en  dos  volúmenes.  Al  final  del  segun- 
do daremos  tres  índices:  uno  de  materias,  otro  de  autores,  y  el 
tercero  alfabético,  de  las  cosas  notables  contenidas  en  toda  la 
obra. 


TRATADO  ÚNICO  Y  SINGULAR 

DEL 

0EI6EN  DE  LOS  INDIOS 

DEL  PERÚ,  MÉJICO,  SANTA  FE 
Y  CHILE 

POR  EL 

m.  D.  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

Oidor  de  la  Real  Audiencia  de  Lima 


SEGUNDO  VOLUMEN 


MADRID  1891 


#r 


CONTINUA  EL  CAPÍTULO  III 


9.  Concuerdan  asimismo  los  hebreos  y  los 
americanos  en  la  inclinación  á  la  idolatría.  Los 
hebreos  idolatraron  en  el  desierto  en  aquella 
serpiente  de  metal,  y  observa  el  abálense  en  el 
cap.  I  del  Éxodo,  que  los  hebreos,  en  Egipto, 
adoraban  ídolos,  imitando  á  los  egipcios,  lo 
cual  prueba,  con  el  cap.  23  de  Ezequiel;  Tam- 
bién lo  prueba  con  decir  que,  si  no  estuvieran 
acostumbrados  á  adorar  ídolos  en  Egipto,  no 
pidieran  á  Aaron  que  les  hiciese  dioses  á  quie- 
nes pudiesen  adorar. 

Adoraban  los  hebreos  á  los  ídolos  en  moa- 
tes  y  collados,  como  consta  en  Ezequiel,  capí- 
tulo 6,  y  adoraban  bestias  por  dioses  y  sacri*^ 


8  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

ficaban  á  sus  hijos  é  hijas  á  dioses  falsos,  usando 
de  agüeros  y  sortilegios,  como  consta  en  el  li- 
bro 4  de  los  Reyes,  cap.  17,   desde  el  núm.   8 
y  desde  el  17.  Las  innumerables  idolatrías  que 
tuvieron  estos  americanos  se  pueden  ver  en  el 
concilio  Límense,  part.  2  cap.    99,  y  en  el  Ca- 
tecismo que   se  imprimió  por  mandado  de   di- 
cho concilio.  Adoraban  ríos,  montes,   fuentes, 
quebrados,  estrellas,  sol,  luna  y  animales  espan- 
tosos;  sacrificaban   hombres,  hijos  y  mujeres; 
todo  esto  sucedía  en  los  americanos  porque  eran 
familia  de  las  diez  tribus,  y  así,  el  Espíritu  Santo, 
queriendo  encarecerlos  pecados  de  estas  diez 
tribus,  dice  por  Oseas,  cap.   9:  «Pecaron  como 
la  ciudad  de  Gabaá,  Acordaráse  Dios  de  sus  ido- 
latrías y  castigará  sus  maldades.»  En  sacrificarlos 
hijos  y  los  niños,  fueron  muy  conformes,  de  los 
judios,  ya  lo  vemos  en  el  cap.  17.  del  lib.  4  de 
los  Reyes,  y  también  lo  nota  Jeremías,  cap.  19, 
desde  el  núm,  5  y  los  hebreos  aprendieron  de 
los  cananeos  y  los  zebuseos  á  sacrificar  los  hijos 
al  demonio. 

Según  el  profeta,  en  el  Psalmo  105,  número 
35,  y  se  nota  en  el  cap.  14  de  la  Sabiduría.  Los 
indios  peruanos,  en  especial  los  de  Méjico,  sa- 
crificaban á  los  ídolos,  los  hijos  de  que  están  lle- 
nas las  historias,  en  especial  lo  trae  el  P.  Tor- 
quemada  y  el  P.  Acosta,  lib.  5  de  la  Historia  In- 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  9 

diana,  cap.  19;  y  en  este  Perú,  cuando  moría  al- 
guno de  los  reyes  ingas,  derramaban  en  sacrificio 
mucha  sangre  de  inocentes  y  sin  culpa,  y  así  lo 
mandó  uno  de  los  ingas  antes  de  que  muriese, 
que  fué  el  inga  Pachacutti,  y  que  sacrificasen  en 
muriendo,  mil  niños,  como  se  ejecutaba,  se- 
gún dice  Betanzos  en  la  Historia  de  los  ingas, 
y  así,  en  el  citado  cap.  5,  de  Oseas  y  en  las  úl- 
timas palabras,  dice  que  estas  tribus  andarían 
vagando  en  las  naciones,  las  cuales,  como  diji- 
mos arriba,  eran  los  otros  americanos  que  po- 
blaron hacia  el  Norte. 

10.  Concuerdan  también  en  el  modo  de  los 
sepulcros  y  circunstancias  que  guardaban  en 
sus  sepulturas,  porque  los  hebreos  se  enterra- 
ban en  los  montes.  Aaron  se  enterró  en  el 
monte  Hor,  según  se  lee  en  el  libro  de  los  Nú- 
meros, cap.  20.  En  el  monte  Ephrain  fué  ente- 
rrado Josué;  dícelo  el  cap.  24  de  Josué,  y  en  es- 
te mismo  monte  fué  sepultado  el  sumo  sacer- 
dote Eleazar,  hijo  de  Aarón,  Saúl  y  sus  hijos 
tuvieron  sepultura  en  la  montaña  de  Tabes ;  por 
mandato  de  David  fueron  sepultados  los  hijos 
de  Jonatás,  y  del  mismo  Saulá  la  falda  de  un 
monte;  todo  consta  en  el  cap.  3  del  lib.  i  de 
los  Reyes,  y  en  el  cap.  21  del  lib.  2  y  del  i  de 
Paralimenon,  cap.  10. 

Los  Macabeos  fueron  sepultados  en  un  monte 


lO  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

de  la  ciudad  de  Modín,  según  verás  en  el  pri- 
mer libro  de  los  Macabeos,  cap.  13, La  razón 
porque  los  hebreos  se  enterraban  en  los  mon- 
tes la  da  el  Abálense  sobre  el  cap.  8  de  San 
Mateo,  cuestión  98.  Los  indios  americanos  te- 
nían la  misma  costumbre,  como  se  ve  de  tantos 
entierros  de  la  gentilidad,  en  cuevas  de  los  ce- 
rros y  montes  y  los  de  los  llanos,  donde  no  hay 
montañas,  las  hacían  altas  de  tierra  y  arena  para 
sus  sepulcros,  y  aun  hoy  suelen  sacarlos  idólatras 
los  cuerpos  délos  indios  y  los  soterran  en  mon- 
tes altos.  Unos  y  otros,  así  hebreos  como  ameri- 
canos, enterraban  con  sus  cuerpos  las  riquezas  el 
oro  y  plata,  en  que  también  están  conformes,  y 
para  prueba  de  ello  podrás  ver  el  copioso  lugar 
de  D.  Juan  de  Solorzanoen  su  «Política  indiana», 
lib.  6,  cap.  5,  desde  la  hoja  955  hasta  la  si- 
guiente. Aquí  conduce  lo  que  con  autoridad  de 
Genebrardo,  trae  Fr.  Gregorio  García  en  su  li- 
bro del  «Origen  de  los  indios»,  lib.  3,  cap.  i^ 
de  que  en  esta  América  hallaron  los  primeros 
conquistadores  unos  sepulcros  con  letras  he- 
breas, y  aquí,  cerca  de  esta  ciudad,  en  un  pue- 
blo que  llaman  Calango,  se  hallaron  unos  ca- 
racteres hebraicos  del  tiempo  de  la  gentilidad 
en  una  losa  ó  peña,  según  me  reñrió  el  Dr.  don 
Agustín  de  Aller,  canónigo  de  esta  santa  igle- 
sia catedral  de  Lima,  el  cual,  siendo  cura   de 


ORIGEN  Dfi  LOS   INDIOS  II 

aquel  pueblo  de  Calangos,  hizo  copiar  dichos 
caracteres  y  los  remitió  á  Alcalá,  y  tuvo  res- 
puesta de  ser  caracteres  antiguos  hebreos,  y  en 
otras  partes  de  estas  Indias,  hay  en  losas  y  pe- 
ñascos semejantes  caracteres. 

II  Costumbre  fué  también  de  los  hebreos 
el  llamar  hermanos  á  los  parientes  de  segundo 
y  tercer  grado,  y  así  vemos  que  aunque  Lot  era 
sobrino  de  Abraham,  le  llama  la  Escritura  her- 
mano, en  el  Génesis,  cap.  13  y  cap.  18.  Esta 
misma  costumbre  tienen  los  indios  del  Perú^ 
porque  hasta  hoy  llaman  hermanos  á  los  sobri- 
nos, y  á  los  primos  hermanos,  lo  cual  es  tan 
cierto  que  no  necesita  de  prueba  y  lo  trae  el  ci 
tado  Fr.  Gregorio  García  en  su  lib.  3,  del  Ori* 
gen  de  los  Indios,  cap.  3. 

12  En  el  modo  de  edificar  hallo  tam- 
bién concordancia  entre  los  hebreos  é  indios,  y 
de  aquellos  dice  Josepho  de  Bello  judaico,  li- 
bro 6,  cap.  6,  que  en  las  torres  y  muros  de  los 
hebreos  estaban  tan  artificiosamente  puestas  y 
colocadas  las  piedras,  y  tan  juntas  unas  con 
otras,  que  con  ser  las  piedras  de  mármol,  no  se 
parecían  las  junturas. 

Esto  mismo  he  visto  yo  en  el  Perú  en  una 

hacienda  de  4os  religiosos  de   San  Agustín, 

nombrada  Callo,  en  la  provincia  de  Quito,  y  lo 

mismo  se  halla  en  el  Cuzco,  en  las  casas  de  los 


12  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Ingas  y  templo  del  Sol  y  en  otros  edificios  muy 
antiguos  de  este  Perú,   donde  las  piedras  están' 
colocadas  unas  sobre  otras,  con  tal  artificio,  que 
parece  que  están  unidas  sin  raya  ni  juntura,  que 
es  cosa  de  maravilla . 

13  Mucha  armonía  me  hace  ver  la  confor- 
midad que  tenían  los  gentiles  de  esta  América 
con  los  hebreos  en  la  distribución  de  los  man- 
dos y  decurias. 

En  el  Éxodo,  cap.  18,  se  refiere  que  Moisés, 
por  consejo  de  su  suegro  letro,  eligió  varones 
esforzados  de  los  hijos  de  Israel  para  que  go- 
bernasen en  este  pueblo,  y  que  unos  fueron  tri- 
bunos que  tenían  el  cargo  de  mil  personas,  se- 
gún explica  allí  el  Abulense,  otros  nombró  por 
centuriones  á  cuyo  orden  estaban  subordinadas 
cien  personas,  otros  eligió  por  quincuagenarios 
que  presidían  á  cincfuenta,  eligió  también  deca- 
nos que  gobernaban  diez  personas  y  estos  man- 
dones, como  explica  el  Tostado,  iban  subordi- 
nados por  sus  grados,  los  de  menos  gente  á  los 
que  tenían  más,  y  esto  se  continuó  hasta  los 
Macabeos,  y  Judas  puso  tribunos  de  mil  hom- 
bres centuriones  de  ciento,  y  pentecontarchos 
que  tenían  50  y  decuriones  que  tuviesen  diez  y  se 
pueden  ver  en  esta  materia  los  caps.  26,  27  y 
28 del  I  de  Paralipomenon,todo  lo  cual  verás  en 
la  república  de  los  hebreos  de  Bertamo,  cap.  9. 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  I^ 

Ese  mismo  orden  guardaron  á  la  letra  los 
reyes  Ingas  y  sus  vasallos,  porque  tenían  decu- 
riones que  tenían  á  su  cargo  diez  y  se  llamaba» 
Chunea\  tem'an  centuriones,  á  cuyo  cargo  esta- 
ban ciento,  y  se  llamaban  Pachac\  había  otros 
mandones,  que  cuidaban  de  mil,  llamábanse 
Guaranca^  y  así  concuerdan  en  género  y  caso.. 
14  Era  también  costumbre  de  los  hebreos 
en  sus  pesares,romper  las  vestiduras,  ó  de  rabia 
ó  pena  ó  dolor.  De  David  se  lee  que  oyendo  la 
desastrosa  muerte  de  Saúl,  rompió  sus  vestidu- 
ras y  que  hicieron  lo  mismo  los  que  con  él  esta- 
ban. Caifas,  príncipe  de  los  Sacerdotes  de  Ju- 
dea,  oyendo  á  nuestro  Salvador  que  había  de 
venir  en  nubes  á  juzgar  el  mundo,  dice  el  Evan- 
gelio de  San  Mateo  que  rompió  las  vestiduras. 
Lo  mismo  hacen  estos  americanos  en  sus  dolo- 
res ó  penas,  y  lo  mismo  hizo  el  Inga  Guainaca- 
pac,  cuando  le  dieron  noticia  que  su  hijo  Ata- 
hualpa,  venía  huyendo  del  campo  contrario,  se- 
gún se  cuenta  en  la  Monarquía  de  los  Ingas,  y 
también  lo  dice  el  citado  Fr.  Gregorio  García 
en  dicho  cap.  3,  §  3,  el  cual  añade,  que  los 
americanos  usaron  del  ósculo  de  paz,  donde 
trae  muchos  ejemplos  de  esto  entre  los  Ingas  y 
otros  sus  vasallos  lo  mismo  hacían  los  indios 
y  así  Judas  con  ósculo  de  paz  entregó  á  su 
maestro. 


14  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Añade  el  citado  autor  otra  conveniencia 
entre  estas  dos  naciones,  porque  en  la  Sagrada 
Escritura  se  lee  que  David,  habiendo  vencido  á 
Goliat,  salieron  las  mujeres  de  Israel  cantando 
y  haciendo  danzas,  como  lo  podrás  ver  en  el 
cap.  i8  dellib.  i  délos  Reyes  y  de  la  Historia 
de  los  Ingas,  consta  como  uno  de  ellos,  nom- 
brado Pachacutti,  habiendo  vencido  á  los  indios 
Sorasy  hizo  un  cantar  de  su  victoria,  y  mandó 
que  las  mujeres  le  cantasen,  y  también  cuando 
entró  en  el  Cuzco  victorioso  y  triunfante  se  le 
iba  cantando  el  suceso  de  su  jornada  y  vic- 
toria. 

Notorio  es  también  que  los  hebreos  echaban 
del  templo  á  las  mujeres  estériles,  y  esto  mismo 
guardaban  los  indios  de  Méjico  y  Nueva  Espa- 
ña, (que  es  la  tierra  por  donde  entraron  las  diez 
tribus  hasta  entroncar  con  las  naciones  que  ha- 
bía en  este  reino  en  la  parte  del  Norte,  según 
hemos  dicho)  y  aunque  era  costumbre  de  echar  á 
las  mujeres  estériles  del  templo  en  Méjico,  esto 
era  más  frecuente  en  la  provincia  de  los  Zapo- 
tecos en  dicho  reino,  como  refiere  el  citado 
autor. 

15  Concuerdan  también  estos  americanos 
con  los  hebreos  en  mucho  de  lo  ceremonial  y 
en  los  ritos;  porque  los  indios  mejicanos  ofrecían 
los  hijos  recien  nacidos  al  templo  y  en  sus  ma- 


ORIGEN   DE  LOS   INDIOS  15 

trimonios  los  bendecían  los  sacerdotes,  que  te- 
nían muchos;  todo  lo  prueba  Juan  Laert,  de  Situ 
Nobi  Orbis^  lib.  5,  cap.  9.  Tenían  sacerdotes,  de 
que  tiene  muchos  lugares  el  P.  Torquemada,  y 
estos  sacerdotes  americanos  usaban  de  mitras 
y  tiaras^  como  lo  prueba  D.  Bernardo  de  Var- 
gas en  su  Milicia  Indiana,  después  del  lib.  4, 
en  la  descripción  de  las  Indias,  foL  140,  á  la 
vuelta;  y  los  reyes  eran  sacerdotes,  dice  el  pa- 
dre Torquemada,  lib.  4,  cap.  14. 

16  Quién  no  creerá,  según  estos  ritos  y  cere- 
monias que  estos  americanos  descienden  de  los 
judios,  viéndoles  observar  sus  ritos,  también- 
como  veremos  más  abajo,  que  muchos  de  estos 
americanos  se  circuncidaban,  y  así  el  P.  Tor- 
quemada, que  obstinadamente  defendió  que  no 
descendían  de  los  hebreos;  luego,  en  el  lib.  2, 
cap.  90,  dice  que  en  muchas  cosas  se  equiparan 
y  concuerdan  con  ellos,  y  son  tantas,  según  voy 
probando,  que  parece  obstinación  el  contra  de- 
cirlo. 

17  Observaban  tanto  los  primeros  indios 
que  entraron  por  la  tierra  de  Méjico  y  América 
septentrional,  el  tener  sacerdotes  y  guardar  ri- 
tos y  ceremonias,  como  los  hebreos,  que  cuenta 
el  P.  Acosta,  referido  por  Juan  Laert,  lib.  5, 
cap.  12,  lo  siguiente  traducido  á  nuestro  caste- 
llano: 


1 6  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

«Redujo  el  demonio  con  alagos  y  caricias  á 
los  primeros  mejicanos,  sacándolos  de  su  anti- 
gua tierra  y  asiento  y  trayéndolos  por  dilatados 
caminos  y  desiertos .  Llevaban  delante  de  sí  un 
ídolo  en  un  arca  de  juncos  en  hombros  de  cua- 
tro sacerdotes,  á  los  cuales,  el  mismo  ídolo  les 
sugería  y  mostraba  el  camino  que  habían  de  lle- 
var y  el  orden  de  sus  marchas  y  leyes  y  ritos 
que  habían  de  observar  en  sus  sacrificios,  en  lle- 
gando al  descanso  de  cada  jornada,  colocaban 
el  ídolo  en  medio  de  sus  alojamientos  y  reales, 
sobre  un  altar  portátil,  ó  ara,  metido  en  una  cho- 
za, que  hacían  para  este  efecto,  y  acabada  de 
hacer,  y  colocado  el  ídolo,  acudían  á  los  demás 
ministerios  hasta  la  siguiente  marcha.» 

De  que  infiere  el  P.  Acosta,  que  en  este  via- 
je quiso  el  demonio  con  esta  gente  imitar  la  sa- 
lida de  los  israelitas  de  Egipto  para  la  tierra  de 
Promisión,  como  dije  arriba,  y  que  fuesen  como 
los  israelitas  con  su  arca  en  hombros  de  sa- 
cerdotes y  guardasen  leyes  y  ritos  á  su  semejan- 
za, como  veremos  más  abajo  á  su  entrada  en 
Méjico. 

1 8  Ese  negocio  del  Origen  de  los  Indios, 
en  que  tantos  han  discurrido,  dejándolo  sin 
perfección  y  en  mayor  duda,  contentándose 
con  argumentar,  sin  resolverlo,  he  de  procu- 
rar ponerle  con  tales  fundamentos  para  su  ver- 


ORIGEN   DE  LOS   INDIOS  1 7 

dadera  resolución,  que  no  pueda  una  acémila 
cargarlos  ni  el  ingenio  de  un  águila  satisfa- 
cerlos sin  gran  violencia,  y  continuando  las 
concordancias  de  la  nación  hebrea  é  indiana 
en  los  ritos  y  ceremonias  y  preceptos ,  es  de 
advertir,  que  así  como  al  sumo  sacerdote  del 
pueblo  de  Israel  le  ungían  esto  mismo  usaban 
los  indios  de  Nueva  España,  donde  había  un 
sumo  sacerdote  y  otros  menores,  y  estos  eran 
ungidos  con  cierto  licor  que  los  indios  llamaban 
¿7//,  vel  Oley^  el  cual  mezclaban  con  sangre 
de  niños  que  circuncidaban,  y  estos  sacerdotes 
traían  el  cabello  como  Nazarenos;  todo  lo  ha- 
llarás probado  en  el  P.  Fr.  Gregorio  García  en 
el  lib.  3  cap.  6  y  añade  que  los  indios  también 
sacrificaban  animales  en  el  templo  como  tam- 
bién usaban  los  hebreos,  y  por  no  dilatar  mu- 
bho  este  tratado  recopilaré  en  compendio  lo 
que  dice  este  autor  de  la  igualdad  de  las  leyes 
y  ceremonias  en  ambas  naciones. 

Dice  en  el  citado  cap.  68,  i.<^:  «En  el  Gé- 
nesis  mandó  Dios  que  circuncidasen  á  los  ni- 
ños de  ocho  días;  y  lo  mismo  mandó  á  Josué, 
que  circuncidasen  á  los  niños  que  habían  naci- 
do en  el  desierto.  Esta  ley  guardaban  los  in- 
dios como  fué  en  lucatan  en  la  isla  de  Acuza- 
mil,  y  también  los  indios  Totones  y  los  de  Mé- 
jico.T) 

Volumen  ii  2 


DIEGO   ANDRÉS    ROCHA 

Prosigue  en  el  §  2.^^:  «En  el  Levítico 
mandó  Dios  á  Moisés  que  hubiese  siempre 
fuego  en  el  altar,  que  ardiese  de  día  y  de  no- 
che y  que  no  faltase.  Lo  mismo  hacían  los  in- 
dios mejicanos  y  Totonocos  y  lo  mismo  los  in- 
dios del  Perú  en  los  templos  del  Sol.  En  el 
mismo  Levítico  mandó  Dios  á  Moisés  que  la 
mujer  recién  parida  no  entrase  en  el  templo 
hasta  que  estuviese  purificada  de  la  sangre 
menstrual.  Los  indios  de  la  provincia  de  Nica- 
ragua, guardaban  esta  ley  porque  estando  con 
la  regla  ó  costumbre  no  podían  entrar  en  el 
templo.  ítem  en  el  Levítico  mandaba  Dios  á 
los  hebreos  que  la  mujer  cuando  estuviese  con 
su  costumbre  estuviese  apartada  siete  días  y  en 
este  tiempo  no  durmiese  con  el  marido  ni  toca- 
se á  la  cama,  ni  donde  se  sentaba.  Los  indios 
de  la  Isla  Española  tenían  por  pecado  dormir 
con  su  mujer  estando  recién  parida  y  criando; 
y  los  indios  de  Rio  de  Palmas  y  los  de  toda  la 
costa  hasta  la  Florida,  no  dormían  con  sus  mu- 
jeres cuando  estaban  paridas,  y  los  del  Río  de 
Palmas  no  comían  lo  que  tocaban  sus  mujeres 
cuando  estaban  con  su  regla.  Los  indios  del 
Darien  hacían  divorcio  cuando  la  mujer  estaba 
con  su  costumbre.  También  los  indios  de  la 
provincia  de  Nicaragua  guardaban  esta  ley  al 
pié  de  la  letra.» 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS  1 9 

Prosigue  en  el  dicho  §  i.*  «ítem  en  elLe- 
vítico  mandaba  Dios  que  no  durmiese  el  va- 
rón con  su  madre  ni  la  hembra  con  su  padre, 
ni  hermano  con  hermana,  ni  el  entenado  con 
la  madrastra,  ni  el  padrastro  con  su  entenada  y 
el  parentesco  de  i.°  y  2.**  grado  de  consangui- 
nidad  era  prohibido  y  tenía  pena  de  muerte. 

»Los  indios  de  la  isla  Española  tenían  por 
cierto  que  habían  de  morir  si  dormían  con  ma- 
dre, hija  ó  hermana.  Los  de  la  Nueva  España 
ahorcaban  al  que  dormía  con  su  madre,  y 
y  si  el  padre  se  echaba  con  la  hija,  ahogaban  á 
los  dos  con  una  soga  y  el  hermano  que  llegaba 
á  su  hermana  tenía  pena  de  muerte.  Si  el  pa- 
drastro llegaba  á  su  entenada  morían  ambos 
por  ello,  y  á  los  que  dormían  con  las  suegras 
ios  ahorcaban. 

»También  les  era  prohibido  á  los  de  Nueva 
España  é  isla  Española  dormir  con  cualquiera 
parienta  dentro  del  primer  grado  de  consangui- 
nidad y  afmidad.  En  elNuevo  Reino  de  Granada 
tenían  los  indios  de  Bogotá  licencia  para  tener 
cuantas  mujeres  quisiesen,  con  tal  que  no  fuesen 
parientes.  ítem  en  el  Levítíco  moría  el  que  co- 
metía el  el  pecado  nefando;  los  indios  de  Nue- 
va España  cumplían  esta  ley  sin  faltar  un  pun- 
to.» 

Prosigue  en  el  §  3    el  citado  autor.  «ítem 


20  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

en  el  Levítico  mandaba  Dios  que  el  que  dur- 
miese  con  una  esclava  que  fuesen  ambos  azo- 
tados. Los  indios  de  Nueva  España  tenían  esta 
ley.  En  el  mismo  Levítico  y  Deuteronomio  ha- 
bía ley  que  muriese  la  mujer  comprendida  en 
adulterio,  y  por  tradición  apedreaban  á  la  adúl- 
tera en  la  puerta  de  la  ciudad,  y  que  lo  guarda- 
sen así  los  hebreos  es  claro  y  manifiesto  en  Da- 
niel, á  donde  se  dice  cómo  la  inocente  Susana, 
infamada  de  aquellos  viejos  verdes,  fué  llevada- 
como  adúltera  fuera  de  la  ciudad  para  ser  ape- 
dreada. Los  indios  del  Perú  tenían  esta  misma 
ley  que  instituyó  Pachacuti  Inga,   y  los  indios 
mejicanos,  los  de  Guatemala  y  de    otras  pro- 
vincias* de  Nueva  España  castigaban    con  pena 
de  muerte  á  los  adúlteros,  de  los  cuales,  algu- 
nos, en  algunas  provincias,  eran  apedreados  y 
en  otras  les  ataban  las  manos  y  pies,  y  tendidos 
en  tierra  les  daban  con  una  piedra  redonda  de 
manera  que  del  primer  golpe  les   saltaban  los 
sesos.  ítem  en  el  Levítico  mandaba  Dios  que 
santificasen  el  año  quincuagésimo,   el  cual  era 
año  de  jubileo.  Los  indios  de  Nueva  España 
tenían  una  fiesta  solemnísima  de  cincuenta  en 
cincuenta  y  dos  años.» 

Prosigue  en  el  párrafo  4.°:  «En  el  Deutero- 
nomio mandó  Dios  á  Moisés  que  no  anduviese 
la  mujer  en  hábito  de  varón,  ni  éste  en  hábito 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  21 

de  mujer.    En  Nueva  España    tenían  los  in- 
dios la  misma  ley  y  ahorcaban  á  los  que  anda- 
ban vestidos  de  esta  manera.  En   este   mismo 
libro  mandó  Dios  á  Moisés  que  el  hombre  que 
después  de  casado,  hallase   alguna   fealdad  en 
su  mujer,  le  diese  libelo  de  repudio.   Los  in- 
dios de  la  nación  mejicana  dejaban  y  desampa- 
xaban   sus  mujeres  y  las  repudiaban  por  ma- 
las, sucias  ó  estériles.  Los  de  la  provincia  de 
Cumana  repudiaban  á  sus  mujeres  por  el  adul- 
terio. Lo  propio  hacían  los  indios   de  Nicara- 
gua;  en  el  mismo  Deuteronomio  había  ley  que 
si   la  viuda  cuyo  marido  era  muerto,  no  había 
tenido  hijos  de  él  se  casase  con  ella  el  hermano 
de  su  marido  ó  el  pariente  más  cercanol  Los 
indios  del  Perú  guardaban  esta  ley  que  la  ins- 
tituyó Pachacuti  Inga,  mandando  que   la  mujer 
viuda  se  casase  con  el  pariente  más  cercano  de 
su  primer  marido .  ítem  los   indios  de  Nueva 
España,  el  hermano  que  quedaba   vivo   estaba 
obligado  á  tener   las   mujeres  y   casarse   con 
ellas,  y  en  Guatemala  se  casaba  la  viuda  con  su 
cuñado,  y  si  no  lo  había,  con  el  pariente   más 
cercano  del  difunto.  En  los  Números  mandaba 
Dios  que  ninguna  mujer  á  quien  pertenecia  la 
herencia  paternal  casase  con  otro  que  no  fuese 
de  su  tribu.  Esto  se  guardaba  en  el  Perú,  y   el 
indio  ó  india  de  una  familia  que  ellos  llaman 


22  DIEGO   ANDRÉS    ROCHA 

AyllUy  no  se  podía  casar  con  otro  de  otra  fami- 
lia.» Y  reconocidas  tantas  conveniencias  de  ri- 
tos entre  estas  dos  naciones  de  hebreos  é  in- 
dios parece  pertinacia  el  no  darles  esta  descen- 
dencia de  los  hebreos. 

19     Tenían  también  los  indios  de  Méjico  su 
contrato  de  matrimonio,  y  en  los  muy  nobles 
asistían  sus  sacerdotes,  y    también   usaban    del 
repudio,  como  se  podrá  ver  en  lo  que  escribe  el 
muy  docto  obispo  D.  Alonso  de  la  Peña  Monte- 
negrO;  en  su  libro  Del  Párroco,  en  el  lib.  3,  tra- 
tado 9,  sección  i.^,  todo  lo  cual  está  denotando 
las  ceremonias  judaicas  que  guardaban  los  in- 
dios de  Méjico,  como    descendientes  de   las 
diez  tribus.  También  algunos  rabinos  de  los 
hebreos  dicen  que  á  los  judíos,  por  los  cami- 
nos que  hicieron  por  el  desierto  se   les  apare- 
ció un  cordero  que  les  mostraba  el  viaje,    lo 
cual  es  fabuloso  en  lo  literal,  como  explica   el 
P.  Lorino  sobre  el  cap.  10  De  la  Sabiduría,   en 
aquellas  palabras:  Nugaiitur  Hebrcei^  y  en  aque- 
llas: et  Deduxit.  Las  mismas  fábulas  judaicas  te. 
nían  los  mejicanos  pintadas  en  la  segunda  jor- 
nada que  hicieron  hasta  llegar  á  Méjico  dicien- 
do que  fueron  traídos  por  caminos  largos  y  que 
se  les  apareció  un  gigante  que  les  enseñaba  el 
cami  no,  otros  que  un  niño  ó  un  pájaro,  coma 
o  dice  el  P.  Torquemada  en  el  lib.  i.°,  cap.  14 


ORIGEN  DE  LOS   INDIOS  23 

en  el  lib.  2,  cap.  i.<^  Y  los  reyes  de  Méjico 
juntamente  eran  sacerdotes.  Torquemada,  li- 
bro 4.^  cap.  14,  ibi:  «Era  sacerdote  y  Rey.» 

20.  En  mi  entender  es  de  grandísima  pon- 
deración para  probar  que  las  diez  tribus  vinie- 
ron á  la  tierra  de  Méjico,  y  la  comenzaron  á 
poblar  y  que  es  la  tierra  de  que  habla  Esdras  en 
el  libro  4,  cap.  13,  y  donde  vinieron  á  parar  las 
diez  tribus  desterradas  por  Salmanasar,  el  con- 
siderar lo  que  de  su  origen  cuentan  las  histo- 
rias de  los  indios,  porque  los  primeros  pobla- 
dores de  Nueva  España  fueron  los  Tultecas,  y 
de  sus  anales  consta,  como  advierte  el  P.   Tor- 

uemada  en  su  « Monarquía »,  lib,  i,  capítulos  9 
y  10,  que  habían  venido  en  doce  escuadrones, 
según  el  dicho  padre  en  el  cap.  11,  al  fm,  y  en 
el  cap.  14,  dice:  «Trajeron  consigo  muchas  gen- 
tes, así  de  mujeres  como  de  hombres,  que  fue- 
ron desterrados  de  su  patria»,  y  más  abajo: 
«Anduvieron  104  años  vagando  por  diversas 
partes  de  este  nuevo  mundo,  hasta  llegar  á  Zu- 
lanzingo,  donde  contaron  una  edad  desde  que 
salieron  de  su  tierra  y  patria.»  En  el  cap.  9  ha- 
bía dicho:  ccque  estos  pobladores  pasaron  un 
brazo  de  mar  ó  río  para  venir  por  acá»,  y  en  el 
cap.  10  dice:  «tienen  pintado  en  el  principio  de 
la  historia  de  su  venida  á  esta  tierra  un  brazo  ó 
estrecho  por  donde  se  comunican  las  aguas  del 


24  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

mar  del  Norte  con  las  del  Sur»,  y  en  el  mismo 
cap.  lo,  dice:  «Los  primeros  pobladores  de  es- 
tas tierras  pasaron  á  ellas  en  balsas  de  madera  ó 
zarzos  de  caña  gruesos  y  tupidos»  y  en  el  cap.  14 
dice  el  citado  padre  que  el  año  que  llegaron  es- 
tos primeros  pobladores  le  notaron  y  llamaron 
con  este  nombre:  C  Tecpalt.  Los  Tultecas  fue- 
ron los  primeros  pobladores  de  Méjico,  aunque 
algunos  dicen  que  hubo  antes  de  ellos  gigantes, 
como  explica  el  P.  Torquemada  en   el  citado 
lib.  I,  cap.  14,  en  el  principio;  en  el  discurso  del 
capítulo  dice  cómo  vinieron  del  Poniente,  y  aña- 
de: a  Fueronlos  Tultecas  gente  crecida  de  cuerpo, 
andaban  vestidos  de  unas  túnicas  largas  yblan  - 
cas»,  y  después  de  ellos  vinieron  los  Chichime- 
cas,  Aculluas,Thlaxcaltecas,  Tezcuzanos,  Tenu- 
chas  y  Mejicanos,  como  dice  el  citado  P.   Tor- 
quemada en  el  cap.  13:  «No  contradice   haber 
llegado  algunos  postreros  (como  fueron  los  me- 
jicanos), para  que  no   hayan  sido   todos  unos, 
y  que  aunque  salieron  en  escuadrones  se  ade- 
lantaron unos  y  fueron  siguiendo  otros  con  inter- 
valo de  tiempo  y  siendo  así,  no   implica  para 
que  todos  no  sean  de  un  linaje,  así  lo  confieso»; 
y  en  el  cap.  11,  dice:  «Una  cosa  se  ha  de  tener 
por  infalible,  y  es  que  todos  concuerdan  en  que 
son  advenedizos  y  que   su  origen  es   de   hacia 
aquellas  partes  de  Jalisco,  que  es  al    Poniente 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  2$ 

respecto  de  Méjico  y  que  salieron  de  aquella 
gran  cueva  que  ellos  llaman  chicomaztol.-í* 

¿Quién  no  ve,  si  está  con  atención  á  la  historia 
de  lo  que  se  acaba  de  escribir,  como  están  di- 
bujado^  y  claramente  significados  las  diez  en 
el  viaje  de  104  años,  de  estas  familias  y  escua- 
drones que  subieron  desterrados  del  Ponien- 
te por  todas  estas  tierras  de  Méjico?  El  destie- 
rro de  sus  tierras  consta  en  la  Sagrada  Escritura 
en  el  libro  4  de  los  Reyes,  cap.  17,  núm.  6,  don- 
de dice  que  Salmanasar,  rey  de  los  asirios  sacó 
las  tribus  de  Samaría  y  las  repartió  por  la  tie- 
rra de  los  Medos;  de  allí,  muchos  de  ellos  hu- 
yeron y  pasaron  á  una  tierra  muy  distante,  como 
diremos  en  el  párrafo  siguiente.  No  se  ha  ave- 
riguado por  los  antiguos  dónde  fuese  esta  fuga, 
aunque  se  supo  que  fueron  á  Arzaret.  Además 
de  que  no  leemos  de  otros  hombres  del  mundo 
lo  que  sucedió  á  los  mejicanos  y  Tultecas  y  de- 
más familias,  que  saliesen  tantos  desterrados  de 
sus  tierras  en  escuadrones,  y  fuesen  á  buscar 
otras  tan  apartadas,  como  dice  la  Historia  Me- 
jicana referida.  ¿No  es  también  misterio  el  ir  en 
doce  escuadrones?  En  que  se  significa  que  tuvie- 
ron memoria  de  los  doce  hijos  de  Jacob  y  doce 
tribus  que,  aunque  salieron  desterradas  solas 
diez  tribus,  estaban  entroncados  con  muchos  de 
la  tribu  de  Judá  y  de  la  tribu  de  Benjamín,  que 


26  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

estas  dos  tribus  quedaron  en  Judea,  y  que  imi- 
tarían el  viaje  y   fuga   de  Egipto  por  el   de- 
sierto en  que  hacían  doce  divisiones  en  su  alo- 
jamiento, cada  una  para  cada  tribu.  No   se   ad- 
vierte en  que   todos   concordaban  de  que  ha- 
bían salido  del  Poniente   respecto  de  Méjico, 
y   que   vinieron  por   Jalisco.    Con  que    salie- 
ron de   Arzareht,  que  está  al  fm  de   la  Tarta- 
ria, en   Asia,  la  cual  está  al  Poniente  de  Mé- 
jico,   como  dijimos   arriba,   con    doctrina  de 
Juan  Laert.  No  hace  grande  fuerza  el   ver  que 
los  mejicanos  aquel  año  que  llegaron  le  lla- 
maron  Ce   Tecpalt^  indicación  propia   de  ju- 
díos, que  al  año  de  alguna  entrada  ó  salida  de 
alguna  tierra,  ú  otra  acción  señalada  la  notaban 
con  algún  nombre  particular,  como  el  mes  N¡- 
san  y  otros  de  este  porte,   y   una  gran  fracción 
la  celebraban  por  años,  como   en  la  salida  de 
Egipto,   el  Phase,  el  Parascene,  y  también  las 
Encenias.  Las  mansiones  que  vinieron  haciendo 
por  ciento  y  cuatro  años  hasta  llegar  á  Méjico^ 
no  indica  el  haber  sido  judíos  que  caminaban 
haciendo  mansiones,  como  lo  hicieron  en  el  de- 
sierto   por   cuarenta  años,  y  los  mejicanos  que 
fueron  del  séptimo  linaje  y  los  últimos  que  lle- 
garon estuvieron,  y  tardaron  en  llegar  á  Méjico, 
trescientosy  cincuenta  años  como  he  dicho  arri- 
ba, y  desde  que  salieron  las  diez  tribus  de  Arza- 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  2^ 

rect,  tardaron  tanto  tiempo  por  el  nuevo  mun- 
po,  reconociendo  los  sitios,  yendo  poblando 
por  más  de  mil  leguas  especulando  los  lugares 
nuevos  y  previniendo  lo  necesario  para  su  sus- 
tento y  quedándose  también  muchos  en  los  lu- 
gares ya  fundados,  de  los  cuales,  con  intervalo 
de  mucho  tiempo,  fueron  luego  subiendo  los 
s  iete  linajes  que  el  último  fué  el  de  los  meji- 
canos. El  andar  vestidos  de  unas  túnicas  largas 
y  blancas  los  primeros  indios  que  entraron  en 
Méjico  nombrados  Tultecas,  manifiesta  haber 
sido  gente  de  las  tribus,  porque  los  israelitas 
usaban  de  vestiduras  largas  y  blancas,  según 
lo  que  escribe  Josefo  de  Bello  Judaico,  de  que 
volveremos  á  tratar  en  el  párrafo  siguiente,  nú- 
mero 12,  además  de  que  los  tártaros  usan  de 
sacos  y  vestiduras  largas  sin  pliegues  ni  arrugas 
y  de  unos  como  capuces  blancos,  como  se  po- 
drá ver  en  la  república  de  los  tártaros,  cap.  i, 
fragmento  lo,  fol.  201:  ibi  tártari  túnicas  etc.,  y 
los  tártaros,  como  veremos  en  el  párrafo  si- 
guiente de  este  capítulo,  son  semilla  y  descen- 
dencia de  las  diez  tribus,  yasí  se  circuncidan  co- 
mo judíos,  como  verás  en  la  misma  república  y 
en  el  mismo  lugar  citado, con  que  losmejicanos, 
hijos  de  Tártaros,  son  descendientes  de  las  tri- 
bus, y  por  este  lado  han  acertado  el  docto  don 
Juan  de  Solórzano  y  el  P,  Calancha  y  otros  mu- 


28  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

chosque  dicen  que  estos  americanos  descienden 
délos  tártaros,  pero  no  tuvieron  razón  en  defen- 
der, que  no  descendían  de  las  tribus  perdidas, 
porque  si  descienden  de  los  tártaros,  es  preciso 
desciendan  de  las  tribus  y  así  usaron  los  prime- 
ros pobladores  de  Méjico  de  vestiduras  largas 
y  blancas,  porque  este  era  traje  antiguo  de  los 
judíos  y  de  sus  hijos  los  tártaros,  como  di- 
ré en  el  párrafo  siguiente,  núm.  12. 

Concuerdan  también  todos  los  indios  de 
Méjico,  en  que  salieron  de  una  gran  cueva 
sus  mayores,  para  venir  á  poblar,  á  aquella 
tierra,  y  que  la  cueva  se^llamaba  Ce  TecpalL  En 
esto  ha  habido  entre  los  americanos  mucha  va- 
riedad: porque  unos  dicen  que  nacieron  en  esta 
cueva,  otros  que  los  siete  linajes  nacieron  de 
siete  cuevas,  otros,  que  los  que  vinieron  unos  en 
pos  de  otros  nacieron  de  una  cueva  tan  grande 
que  equivalía  á  siete  cuevas;  pero  esto  lo  ras- 
treó, y  explicó  muy  bien  el  P.  Torquemada,  di- 
ciendo en  el  lib.  2,  de  su  Monarquía  cap.  2, 
que  los  mejicanos  no  juzgaron,  como  mal  esta 
entendido  que  su  origen  era  de  una  Cueva,  ó  de 
siete  cuevas,  sino  que  salieron  de  ella  para  bus- 
car nuevos  mundos  y  tierras  y  así  sucedió, 
por  que  como  veremos  en  su  lugar,  entraron  las 
diez  tribus,  buscando  el  Oriente  por  las  puertas 
Caspias,  que  son  unas  cuevas  de  ocho  leguas, 


ORIGEN  DE  LOS   INDIOS  29 

por  donde  está  taladrado  el  monte  Tauro,  y  sa» 
lían  las  cuevas  al  mar  Caspio,  como  advierten 
los  antiguos,  y  modernos,  y  lo  trae  el  Teatro 
del  Mundo  de  Paulo  Galucio,  en  los  lugares  de 
Asia,  en  la  palabra  Caspias,  ibi:  Caspias  puer 
tas  en  la  provincia  Media  (aquí  estuvieron  des- 
terradas las  diez  tribus;   y  de    aquí  huyeron), 
aquí  hay  una  puerta  y  mina  angosta  que  sirve 
de  camino  de  ocho  leguas  de  largo  rompida  á 
mano,   en   un   monte   asperísimo   por    donde 
pasan  los  babilonios  y  persas  al  mar  Caspio,  y 
á  otras  partes  por  sus  contrataciones,  diciendo 
Plinio,  Solino,  y  otros  más  modernos  autores.  A 
lo  demás  que  hemos  dicho,  de  que  pasaron  los 
primeros  pobladores  de  Méjico,  según  sus  his- 
torias por  un  estrecho  de  mar,  ó  de  gran  rio, 
así  fué  y  lo  veremos  en  su  lugar,  con  que  no  se 
puede  poner   en   duda,  de  que  los   mejicanos 
vienen  de  las  diez  tribus,  y  también  de  sus  hijos 
los  tártaros,  y  en  el  párrafo  siguiente  núm.  12 
continuaremos  lo  que  falta  de  este  viaje. 

21  Otras  cosas  tengo  observadas  en  prueba 
áetener  estos  indios  americanos  mucha  seme- 
janza con  los  hebreos.  En  estas  partes  del  Pe- 
rú, en  especial  en  la  provincia  de  los  Andajes, 
usan  traer  estos  americanos  en  la  cabeza  para 
ceñir  el  cabello  y  hermosear  la  cabeza,  dos  ó 
tres  trenzas  largas,  y  con  ellas  la  rodean  hasta 


30  DIEGO  ANDRÉS    ROCHA 

consumirlas  sobre  el  pelo,  y  otros  componen 
gSte  mismo  aliño  de  muchos  cordones  juntos, 
tejidos  de  diversos  colores,  y  los  ciñen  por  una 
parte  con  un  botón,  que  los  junta  todos,  y  este 
botón  cae  sobre  la  frente  y  en  medio  de  ella, 
porque  los  cordones  nos  les  estorben  á  la  vista , 
y  lo  suelto  de  los  cordones  cae  al   cerebro,  di- 
latándose por  la  espalda.  Los  hebreos  para  os- 
tentarse observadores  de  la  ley  aconstumbraban 
traer  dos  libritos  en  que  estaban  escritos  los 
preceptos  del  Decálogo,  uno  en  el  brazo  y  otro 
en  la  cabeza,  como  lo  obserbaban  los  sagrados 
intérpretes  sobre  el  cap.  23  de  San  Mateo:  «Di- 
latant  Phylacteria  sua»  y  también  sobre  el  capí- 
tulo 222  núm.  12  del  Deuteronomio  y  en  el  ca- 
pítulo 15,  núm.  39  de  los  Números  y  la  palabra 
Phylacteria  se  deriva  del  verbo  Phylasso^  que  es 
guardar  ó  estar  mirando,  y  Philacteria,  según  los 
más  peritos  en  lengua  griega,  son  unas  vendas 
que  se  sobreponen  al  vestido  ó  cabeza  para  con  - 
servar  la  memoria  de  la  ley,  como  lo  mandó  á  los 
hebreos  que  pusiesen  ante  los  ojos  la  ley  y  los 
preceptos,  de  esto  servía  el  librito  que  pom'an  en 
la  cabeza  y  pendiente  de  ella  é  los  ojos,  y  lo 
que  en  los  naturales  de  este  Perú  sirve  de  botón 
en  los  cordones,  es  el  librito  que  servía  á  lo  s 
hebreos  en  las  trenzas  y  así  se  halló  que  las  mi  s- 
mas  trenzas  y  cuerdas  que  traen  los  indios  por 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  31 

gala  ne  la  cabeza,  les  servían  de  Quipos^  que  es 
lo  mismo  que  en  las  demás  naciones  los  libritos 
de  memoria,  y  este  discurso  le  hube  del  docto 
padre  maestro  fray  José  Martín,  que  fué  provin- 
cial del  Orden  de  Nuestra  Señora  de  las  Merce- 
des, muy  versado  en  las  letras  sagradas  y  en  la 
enseñanza  de  los  indios,  los  cuales  también  en 
muchas  cosas  guardaban  los  preceptos  del  De- 
cálogo como  los  hebreos,  lo  cual  verás  en  fray 
Gregorio  García,  lib.  3,  cap.    6,  párrafos  5  y  6 
22     El  mismo  padre  me  advirtió  de  otras, 
dos  cosas:  la  primera,  que  en  los  pueblos  anti- 
guos de  la  gentilidad  de  estos  indios,  hay  un 
paraje  público  lev^antado  en  alto,  en  forma  esfé- 
rica, cercado  de  piedras  muy  bien  ajustadas  y 
terraplenadas,  este  lugar  llaman  Cayan^  desde 
allí  se  publica  lo  que  debían  observar,  y  hoy  se 
progonan  desde  allí  las  órdenes  de  la  justicia, 
se  intiman  las  rentas  y  otras  obligaciones  de  los 
subditos,  y  allí  se  juntan  los  principales  y  cama- 
chicos  á  hacer  sus  prorratas  y  disposiciones  y  á 
oir  en  justicia  lo  que  sobre  esta  materia  se  ven- 
tila; este  mismo  lugar  y  costumbre  tenían  los 
hebreos,  como  se  puede  ver  en  el  Vocabulario 
Eclesiástico,  explicando  la  palabra   Gabbata,  y 
dice  que  era  un  lugar  alto  enlosado,  en  Jerusa- 
len,  aparejado  para  la  audiencia  de  las  causas, 
y  lo  mismo  trae  con  diversos  autores  sobre  la 


32  DIEGO    ANDRÉS  ROCHA 

palabra  ciiJiosirotos^  y  hasta  el  tener  solado  con 
piedras  cuadradas  este  lugar  de  los  indios,  no 
discrepa  de  la  costumbre  Mosaica.  La  segunda, 
fué,  que  así  como  los  hebreos  tenían  precepto 
y  costumbre  de  no  entrar  ante  su  Dios  y  Señor 
vacías  las  manos,  según  el  Éxodo,  cap.  23,  nú- 
mero 15,  y  otros  muchos  lugares  de  la  Escritu- 
ra, así  lo  observan  estos  americanos,  que  no  van 
manos  vacías,  ni  al  templo  ni  al  confesor,  ni  al 
juez,  ni  gobernador  y  aunque  se  les  estorbe  re- 
piten siempre  el  llevar  algo  al  superior  y  en  es- 
pecial cuando  se  entran  á  confesar  al  templo, 
que  uno  y  otro  año  no  pueden  los  confesores 
hacer  que  no  lleven  regalo  (el  cual  ellos  nunca 
reciben  de  estos  indios)  diciendo  que  como  han 
de  entrar  en  presencia  de  los  ministros  de  Dios 
vacías  las  manos. 

23.  Considero  también  aquel  lugar  del 
Evangelio  de  San  Mateo,  cap.  15,  núm.  24,  donde 
nuestro  Salvador  pidiéndole  favor  aquella  Cana 
nea  Gentil  le  respondió  que  su  venida  á  este 
mundo  había  sido  primeramente  á  restaurar  las 
ovejas  que  habían  perecido  del  pueblo  de  Is- 
rael, y  el  mismo  Redentor  nuestro  por  San  Juan 
en  su  Evangelio  cap.  10,  núm.  16,  dice  que  tiene 
otras  ovejas  que  no  son  de  aquella  manada  que 
asistían  en  Jerusalem  y  en  Judea  y  que  le  conve- 
nía traerlas  de  las  partes  en  que  estaban  espar- 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  33 

cidas  para  que  oyesen  su  voz  y  de  todas  se  hi- 
ciese un  rebaño  y  á  todas  las  gobernase  un  pas- 
tor. Estas  son  las  ovejas  que  en  el  novísimo 
tiempo  ha  traido  Dios  al  abrigo  y  regazo  de  la 
Santa  Iglesia,  como  dije  arriba  con  el  cap.  4  del 
Deuteronomio,  desde  el  núm.  29,  Estos  ameri- 
canos son  los  que  estaban  esparcidos  por  toda 
la  tierra,  semilla  de  las  tribus,  á  quienes  escribió 
nuestro  patrón  Santiago  en  su  Epístola  Canó- 
nica en  el  principio  diciendo:  «Jacobus  duode- 
cim  tribus  quoe  sunt  in  dispersione»  Esta  es  la 
gente  que  estaba  apartada  de  quien  dijo  el 
Apóstol  San  Pablo  en  la  Epístola  2,  á  los  Tesa- 
lonicenses,  cap.  2,  núm,  4:  «Nisi  venerit  disce- 
ssio  primum»  que  no  había  de  venir  el  dia  del 
juicio  hasta  que  viniese  la  discesión,  la  disper- 
sión y  en  nuestro  idioma  el  apartamiento  de  esta 
gente,  y  así  en  gran  parte  les  cuadra  lo  que  es- 
cribe Santiago  en  la  epístola  citada  y  así  suce- 
dió en  la  conquista  de  nuestros  españoles,  que 
contra  innumerables  indios  que  se  resistían,  los 
aterraba  Santiago  visiblemente  para  que  fuesen 
restituidas  estas  ovejas  al  rebaño  de  la  Iglesia 
Santa,  como  dice  el  docto  P.  Diego  de  Avenda- 
ño  en  su  Anfiteatro  de  la  misericordia,  en  el 
núm.  389,  pag.  397.  Tocábale  al  santo  patrón 
esta  defensa,  así  porque  tenía  escrito  á  las  tribus 
esparcidas,  como  por  ser  de  las  tribus  de  Jeru- 
Volumen  ii  3 


34  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

salen  y  también  por  por  patrón  de  nuestras  es- 
pañoles, que  los  reducían  á  la  Fé. 

24.  Tengo  también  observado  para  enten- 
der que  estos  americanos,  principalmente  los  de 
Méjico,  descienden  de  las  diez  tribus,  los  pro- 
digios que  Dios  obró  con  ellos  y  las  señales  del 
Cielo  que  tuvieron  significándoles  el  fin  de  su 
Monarquía  y  que  Dios  les  entregaba  á  otras 
gentes  y  naciones.  En  Méjico,  cuando  entró  el 
gran  capitán  Cortés;  se  observaron  diez  prodi- 
gios bien  singulares  que  les  indicaba  el  fin  de 
su  Monarquía,  que  podrán  verse  en  el  P.  Tor- 
quemada  en  el  lib.  2  de  su  Monarquía  Mejica- 
na en  el  cap.  90;  y  entre  los  prodigios  uno  era 
el  oirse  de  noche  la  voz  de  una  mujer  que  á 
grandes  voces  lloraba  la  destrucción  de  sus  hi- 
jos Mejicanos;  esto  mismo  sucedió  con  las  diez 
tribus  antes  de  su  destierro,  como  consta  del 
lib.  4  de  Esdras,  cap.  9  al  fin,  donde  dice,  se 
le  apareció  una  mujer  llorando  la  destrucción 
de  las  tribus  y  luego,  explicando  la  visión  en  el 
capítulo  10,  núm.  44,  dice  que  esta  murer  era 
Sión^  madre  de  los  Israelitas  y  de  las  tribus  que 
salieron  luego  desterradas  en  el  cap,  13.  Así 
en  los  hebreos  como  en  los  americanos,  á  su  aca- 
bamiento llora  ^ión  su  madre;  porque  aunque 
ynos  y  otros  habían  degenerado  á  Idolatrías, 
como  dice  el  cap.  4  del  Deuteroncmio,núm.  3:1 


ORIGEN   DÉ   LOS    INDIOS  35 

no  por  eso  olvidaría  Dios  que  eran  descendien- 
tes de  Abraham,  Isaac  y  Jacob,  como  se  dá  á  en- 
tender más  abajo  en  el  dicho  cap.  4,  núm.  31. 
De  los  prodigios  que  Dios  hizo  con  los  Isreali- 
tas,  como  con  estos  mejicanos,  están  llenas  las 
historias  y  por  aquí  se  reconocen  ser  de  una 
estirpe  y  añado  lo  que  dice  el  P.  Fr.  Gregorio 
García  en  el  lib.  3  del  Origen  de  los  Indios  ca- 
pítulo 3,  §.  5,  que  en  la  jornada  de  los  mejica- 
nos cuando  vinieron  de  tan  lejas  tierras,  el 
ídolo  que  los  venía  gobernando,  hacía  que  del 
Cielo  lloviese  pan  y  que  saliese  agua  de  los 
pedernales  y  otras  maravillas  que  Dios  permi- 
tía, imitando  el  demonio  con  permiso  de  Dios, 
lo  que  había  hecho  en  el  desierto  con  el  pue- 
blo Israelílico,  todo  lo  cual  prueba  este  autor 
con  lo  que  escriben  el  P.  Acosta  y  Fr.  Agustin 
Dávila. 

25.  Hace  también  alguna  prueba  para  en- 
tender que  los  hebreos  y  americanos  sean  de 
un  origen  el  ver  que  esta  palabra  Indio  vuelta  la 
n  arriba  dice  ludio  y  es  muy  fácil  esta  trasmuta- 
ción, como  en  caso  muy  semejante  lo  dice  Ja- 
cobo  Cu  jacio  «en  la  1.  121,  §.  Insulam  sf.  de 
verb.  oblig»,  y  D.  José  Retes  en  el  título  de 
alnterdit,  lib.  15,  §  de  portatus,»  y  de  verdad 
que  muchos  de  los  nombres  propios  de  los  pri- 
meros pobladores  de  Méjico  y  de  aquellos  Tul- 


36  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

tecas  se  parecen  mucho  en  la  aspereza  de  los 
consonantes  á  los  hebreos  y  acaban  siempre 
con  mucha  aspereza,  como  fueron  aquellos 
primeros  pobladores  de  Méjico  «Echecatz,  y 
Cohualt,  Totepeuh,  Pochot,  Xiutzalt,)>  demás 
de  otros  que  dijimos  arriba,  conque  me  parece 
se  puede  decir  «Loquela  tud,  manifestum  te 
facit»  De  los  nombres  que  hemos  referido,  se 
podrá  ver  al  P.  Torquemada,  lib.  i,  cap.  14  y 
lib"  2,  cap.  13,  donde  pone  otros  nombres  pro. 
píos  de  los  Mejicanos  como  son  «Achitomel  y 
Acamopihe.»  Y  de  los  indios  collas^  que  son 
los  del  callao^  concuerdan  muchos  de  los  que 
los  han  tratado,  de  que  en  los  nombres,  lengua, 
narices,  trajes,  vestidos  y  habla  gutural,  son  muy 
conformes  á  los  hebreos,  y  me  dijo  persona  le- 
gal que  había  oido  á  muchos  de  ellos  decir  co- 
mo desccendían  de  los  Isrealitas  y  que  de  sus 
mayores  habían  aprendido  el  uso  de  las  hondas 
y  apedrearse  y  ejecutar  sentencias  de  muerte 
apedreando  á  los  reos,  que  todo  fué  costumbre 
de  los  hebreos,  como  consta  de  muchos  luga- 
res de  la  Escritura,  y  sobre  esas  montañas  de 
Tarama  al  otro  lado  del  rio  Marañón  hay  gran 
multitud  de  indios  que  usan  de  los  nombres  de 
los  hebreos  y  unos  se  llaman  «David,  Salomón, 
Isaac,  Neptalí,  Zabulón,»  y  las  mujeres  usan  del 
nombre  de  «Raquel.  Sara,  Ana,  Bersabé,»  según 


ORIGEN  DE     LOS   INDIOS  37 

dio  noticia  un  caballero  que  estuvo  en  este  reí. 
no,  llamado  D.  Fernando  de  Contreras,  que  con 
gra.n  celo  de  la  conversión  de  estas  almas  pene- 
tró gran  parte  de  la  tierra  que  habitan  esos  in- 
dios y  vino  á  esta  ciudad  á  buscar  obreros  que 
entrasen  á  la  conquista  de  tantas  almas  y  tuvo 
tratado  con  el  piadoso  y  docto  P.  M.  Fr.  Juan 
de  los  Ríos,  de  la  orden  de  Predicadores,  dig- 
nísimo provincial  de  estas  provincias,  que  se  pu- 
siese esto  en  ejecución,  y  me  dijo  el  venerable 
padre  que  vio  testimonios  que  le  mostró  Don 
Fernando,  en  que  se  hacía  mención  de  los  nom- 
bres referidos,  así  de  hombres  como  de  mujeres, 
y  no  se  pudo  ajustar  esta  conquista  y  pasó  á  Es- 
paña á  solicitarla,  y  por  secretos  juicios  de  Dios, 
murió  el  dicho  D.  Fernando  sin  conseguirla. 

26  Engáñanse  los  que  piensan  que  solo  por 
descender  mucha  parte  de  estos  americanos  de 
las  tribus,  por  este  origen  contraen  infamia, 
como  discurrió  el  P.  Calancha  en  su  Crónica, 
lib.  I,  cap.  6,  porque  aunque  es  verdad  que  es- 
tán justamente  notados  los  judíos  y  excluidos 
de  todas  honras,  esto  se  entiende  de  los  que 
descienden  de  aquellos  judíos  que  concurrieron 
y  aprobaron  la  muerte  de  nuestro  Redentor  y 
Señor  Jesucristo  y  dijeron  que  su  sangre  cayese 
sobre  ellos  y  sus  hijos,  estos  son  los  infames, 
pues  crucificaron  á  su  Dios  y  Salvador.  Pero  los 


38  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

que  no  concurrieron  en  esta  infamia,  como  fue- 
ron estos  americanos,  y  las  diez  tribus  que  más 
de  mil  años  antes  del  Nacimiento  de  Nuestro 
Redentor  habían  venido  á  esta  América  por  el 
destierro  de  Salmanasar,  estos  no  contraen  al- 
guna infamia,  según  la  ley  Quisquis,  5,  §.  i. 
Cod.  ad  Leg.  Jui.  Mayest,  y  allí  las  glosas  y  Doc- 
tores. Demás  de  que  ni  estos  americanos,  ni  sus 
ascendientes  las  tribus  concurrieron  en  este  de- 
lito, y  por  razón  de  descender  délas  tribus  y  de 
Jacob,  antes  se  tienen  por  nobles,  como  lo  ad- 
vierte el  docto  Fr.  Gregorio  García,  en  su  libro 
3  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  4,  §  i,  en  aque- 
las  palabras:  «De  donde  se  infiere  que  el  judío 
que  probase  no  proceder  de  aquellos  que  con- 
sintieron en  la  muerte  de  Cristo  nuestro  Señor, 
probaría  ser  mejor  que  el  más  estimado  y  hon- 
rado hidalgo»  y  Cristo  N.  S.  y  S.  S.  Madre  y  los 
Apóstoles  son  de  las  tribus  de  Israel,  á  esta  raíz 
aludió  el  gran  consejero  D.  Juan  de  Solorzano 
en  su  Política,  lib.  2,  cap.  29,  fol.  243,  col.  2) 
desde  aquellas  palabras:  En  lo  que.  disputando 
si  pueden  tener  hábitos  y  otras  honras,  y  vuelva 
á  repetir  que  el  P.  Calancha  en  el  lugar  citado, 
no  quiere  que  desciendan  de  los  hebreos  y 
asienta  que  descienden  de  los  tártaros,  siendo 
así  que  los  tártaros  son  semilla  de  las  diez  tribus 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS 


39 


como  he  dicho  arriba  y  diré  en  el  §  siguiente. 
Conque  se  dá  fin  á  este  §.  i,  á  mayor  gloría  y 
honra  de  Dios. 


§2. 


Que  las  diez  tribus  desterradas  por  ^almanasar 
vinieron  á  poblar  esta  América  y  del  lugar  por 
donde  entraron. 


I.  Llevamos  asentado  en  los  capítulos  ante- 
cedentes con  un  lugar  del  profeta  Esdras  en  su 
lib.  4,  cap.  13,  como  fueron  llevadas  en  cauti- 
verio las  diez  tribus  en  tiempo  del  rey  Oseas, 
habiéndolos  vencido  Salmanasar,  rey  de  los  Asi- 
dos, el  cual  los  llevó  á  la  Siria  y  de  allí  los  íué 
derramando  por  las  provincias  de  los  Medos,  y 
dichas  tribus  ó  gran  multitud  de  ellos  se  unieron 
y  pusieron  en  fuga  y  ayudándoles  el  Altísimo, 
pasaron  por  el  río  Eufrates  buscando  entradas 
angostas  del  mismo  río  y  se  resolvieron  á  ir  á  una 
región,  donde  no  hubiese  habitado  el  género 
humano,  pusiéronlo  en  ejecución,  y  con  camino 
de  año  y  medio  de  distancia  llegaron  á  hacer 
alto  en  Arzaret;  de  la  verdad  de  esta  historia  y 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  4I 

autoridad  del  cuarto  libro  de  Esdras,  dijimos  lo 
suficiente  arriba. 

2  El  lugar  de  Esdras  me  ha  hecho  dificultad 
porque  al  principio  dice  que  llevó  presas  á  las 
diez  tribus  y  las  pasó  de  la  otra  parte  del  río, 
sin  explicar  si  es  el  Eufrates,  y  aunque  muchos 
se  persuaden  á  que  habla  de  este  río,  porque  po- 
co más  abajo  dice  que  las  diez  tribus  en  su  fuga 
á  Arzaret  pasaron  por  unas  angosturas  del  río  Eu- 
frates, esto  no  prueba  que  cuando  los  transpor- 
tó Salmanasar  á  la  Persia,  echándolos  de  la  otra 
parte  del  río,  hubiese  de  ser  el  Eufrates,  del 
cual  no  había  hablado  en  lo  antecedente,  ma- 
yormente cuando  al  Eufrates  le  entran  dos  ríos 
de  la  parte  del  Occidente  por  cerca  de  Babilo- 
nia, como  consta  de  las  tablas  de  Abraham 
Hortelio  en  el  mapa  49  del  reino  pérsico,  y 
aunque  los  más  intérpretes  concuerdan  en  que 
el  río  Eufrates  nace  en  los  montes  de  Armenia, 
de  que  se  vea  á  Calepino  en  la  palabra  Eufra- 
ies^  pero  la  verdad  es,  como  advierte  el  docto 
y  piadoso  P.  Benito  Fernández,  en  el  cap.  2  del 
Génesis,  en  la  sesión  5.  desde  el  núm.  i,  que 
este  río  brota  en  los  montes  de  Armenia,  y  allí 
mismo  brota  el  río  Tigris,  pero  que  sus  naci- 
mientos son  del  Paraíso,  como  dice  la  Divina 
Escritura  y  tienen  diferentes  orígenes  de  montes 
y  tierras  más  altas  del  Oriente,  y  á  mi  entender, 


42  DIEGO   ANDRÉS  ROCHA 

primero  brotan  en  el  Occeano  Escítico,  que  es 
de  agua  dulce,  según  Plinio  y  Abraham  Horte- 
lio,  en  el  mapa  47  do  Tartaria,  y  luego   estos 
dos  ríos  se  encubren  por  la  tierra  y  van  á  brotar 
á  Armenia  y  corren  separados  hasta  que  se  jun- 
tan después  de  la  antigua  Babilonia,  junto  á  la 
ciudad  de  Rom,  y  hasta  allí  se  dice  Mesopota- 
mia,  que  es  el  intermedio  entre  Eufrates  y  Tigris 
quedando  en  forma  de  isla  Babilonia  y  Rom  y 
sus  distritos  y  después  de  Rom  se  juntan  ambos 
ríos  y  corren  juntos  por  mucho  trecho  y  entran 
en  el  mar  Mesefidin,  llamado   antiguamente  el 
Seno  Pérsico^  y  no  se  puede  defender  lo  que  dice 
Calepino  que  Eufrates  entra  en  el  mar  Bermejo, 
porque,  como  se  ha  dicho,   entra  junto  con  el 
Tigris  en  el  Seno  Pérsico,  aunque  es  verdad  que 
el  Seno  Pérsico  tiene  comunicación,  aunque  lar- 
ga, con  el  mar  Bermejo,  llamado  en  la  antigüe- 
dad el  Seno  Arábico,  sino  es  que  lo  diga  por- 
que las  tres  Arabias,  la  Feliz,  la  Pétrea  y  la  De- 
sierta tengan  por  el  Occidente  al  mar  Bermejo 
ó  Seno  Arábico,  por  el  Oriente  al  Seno  Pérsico^ 
al  Mediodía  el  Occeano  y  al  Septentrión  al  Eu- 
frates, como  lo  dice  el  glosador  de  Camoens, 
Manuel  Faria,  en  las  Lusiadas,  canto  4,  esta- 
ción 6t¡,  verso  último.   La  Persia  y  la  Media 
donde  fueron  deslerradas  las  diez  tribus,  se  ter- 
mina por  el  Occidente  con  el  Seno  Pérsico  y 


ORIGEN  DE  LOS   INDIOS  45 

con  el  río  Eufrates^  comenzando  allí  las  provin- 
cias de  los  Medos,  según  el  mismo  Faria^  can- 
to 10,  estación  no,  y  de  la  gran  confusión  que 
hay  en  conocer  los  linderos  y  límites,  así  de  ia 
Persia  como  de  la  Medía  y  Eufrates,  podrás  ver 
lo  que  escribe  Jacobo  Tuano  en  sus  Obras  Es- 
purgadas, tomo  ni,  lib,  67,  foL  296  y  fol.  299 
y  ful.  304. 

Todo  lo  que  se  ha  dicho  en  el  núme- 
ro antecedente  ha  sido  necesario  para  dar  sa- 
tisfación  á  la  duda  que  muchos  han  puesto  con- 
tra el  lugar  de  Esdras,  porque  dicen  que  si  las 
diez  tribus  pasaron  para  su  huida  por  el  Eufra- 
tes, esto  sería  volver  al  Occidente,  y  á  las  tie- 
rras de  donde  habían  salido,  puesto  que  las 
provincias  y  ciudades  de  los  Medos,  donde 
fueron  trasladados  de  la  Siria,  están  al  Orien- 
te, respecto  al  rio  Eufrates,  y  para  ir  á  Arza- 
ret,  habían  de  ir  buscando  el  Oriente,  y  los 
últimos  términos  de  la  Tartaria,  que  está  al 
Oriente  del  Eufrates,  como  también  lo  está 
la  Media,  y  así  no  habían  de  volver  al  Occi- 
dente. Esta  dificultad  ha  movido  á  muchos 
para  no  dar  crédito  al  viaje  que  dice  Esdras 
que  hicieron  á  Arzaret  las  tribus,  y  aunque 
bastaba  para  haber  sido  cierto  el  viaje  y  haber 
pasado  el  Eufrates  el  decirlo  Esdras  ,  pues 
tiene  más  autoridad,  que   otro   cualquier  doc 


44  DIEGO  ANDRÉS   ROCHA 

tor,  como   dijimos  arriba,  no   hallo  por  difi- 
cultad de  importancia  el  que  para  ir  á  Arzaret 
desde  la  Media,  volviesen  á  pasar  el  Eufrates, 
porque  este   rio  entra  hecho  un  mar  en  el  Seno 
Pérsico,  y  corre  más  de  quinientes  leguas  desde 
los  montes  de  Armenia  hasta  dicho  seno  con 
tantos  aufractos  y  rodeos,  que  unas  veces  decli- 
na al  Oriente,  y  á  las  otras  tres  partes  del  mun- 
do, como  sucede  en  rios  de  muy  larga  carrera, 
como  el  Marañón,  y  otros  casi  de  este  porte; 
de  más  de  que  de  la  Media,  donde  fueron 
trasladadas  las  diez  tribus,  según  el  cap.    i8, 
núm.    n    del  lib.  4.0   de  los   Reyes    consta 
de   muchas    provincias    y  ciudades,   ultra    y 
citra  del   Eufrates,  como   se  verá  en  los  ma- 
pas, y  vienen  á  la  principal  madre  del  Eufra- 
tes muchos  ramos  que  embarazan  las  mismas 
ciudades  de  los  Medos,   teniendo  el  nombre 
del  rio  principal  donde  vienen  á  parar.  Fuera 
de  que  no  pudieron  con  tanta  facilidad  subir  á 
Arzaret,  caminando  hacia  el  Oriente,  por  tener 
mucha  tierra  que  correr  por  allí  de  los  mismos 
Medos,  y  habían  de  dar  luego  en  la  Persia  y  en 
otras  regiones  de  aquel  dominio  con  que  serían 
estorbados,  y  así  buscaron  fuga  más  seg;ura  vol- 
viendo á  pasar  el  Eufrates  para  cojer  la  Arme- 
nia que  está  más  occidental,  y  por  allí  meterse 
por  las  Cuevas  Caspias  al  mar  de  Bachu,  Ha- 


ORIGEN    DE  LOS   INDIOS  45 

mado  antiguamente  el  mar  Caspio,  donde  de 
allí  vinieron  al  Turquestan,  caminando  y  dando 
vuelta  otra  vez  al  Oriente,  y  luego  caminaron 
por  los  desiertos  de  Apastachit  y  Qaracorano  y 
otros,  que  vinieron  á  dar  en  Arzaret,  que  es 
origen  del  reino  de  Anian,  de  donde  vinieron 
extendiéndose  por  la  América  Septentrional» 
como  verás  más  abajo.  La  Armenia  Mayor  lapo- 
ne  Antonio  Nebricense  situada  entre  los  montes 
Tauro  y  Cáucaso,  aunque  Jacobo  Tuano,  citado 
arriba,  en  dicho  lib.  67,  fol.  304,  dice  que  la 
Media  y  Armenia  están  confines  en  el  medio 
del  monte  Tauro,  ibi:  «Armenia  et  Media  in 
medio  Tauri  yacent,»  conque  sería  más  fácil 
volver  por  el  Eufrates  á  buscar  la  Armenia,  que 
subir  hacia  el  Oriente  á  buscar  la  Tartaria  Ma- 
yor hasta  donde  se  va  prosiguiendo  la  gran  cor- 
dillera del  monte  Tauro,  según  el  Comento  de 
Manuel  Faria,  sobre  Camoens,  canto  tercero, 
estación  73.  El  mar  Caspio,  por  donde  fueron 
huyendo  las  diez  tribus,  cae  á  la  Armenia  y  co- 
je  á  la  Escitia  y  los  montes  Hircanos,  según  el 
citado  Antonio  Nebricense  en  las  palabras  QaS' 
pii  et  Caspium,  y  del  mar  Caspio  y  vecindad  á 
Armenia  se  vea  á  Tuano,  ubi  supra,  fol.  634,  li- 
tera E  y  en  el  lib.  41,  en  el  fin,  y  en  el  lib.  67, 
fol.  309  y  en  el  tomo  IV,  lib.  84,  fol.  97. 

Que  las  diez  tribus  fuesen  transportadas  de 


46  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

Samaría  á  Siria,  como  dice  Esdías,  no  se  puede 
negar,  por  el  lugar  del  libro  de  los  Reyes,  que 
hemos  citado,  y  demás  de  esta  evidencia  lo  trae 
el  Prontuario  de  las  imagen^^s  de  los  varones 
grandes  del  mundo  en  la  estampa  de  Salmana- 
sar  en  aquellas  palabras:  «Iterum  venit  in  Sama- 
riam  Salmanasar,  quam  post  tertium  obsidionis 
annum  cepit,  ac  decem  Tribus  in  Assyria  abdu- 
xit.»  Assyria  es  región  del  Asia  Mayor,  que  hoy 
se  llama  Siria,  como  dice  Antonio  Nebricense, 
verbo  /issyria  y  con  autoridad  de  Ammiano  Mar- 
celino, lo  prueba  Ravisío  Textor  en  la  Cornu- 
copia, verbo  BiUimina^  ibi:  «Nobilis  Assyria- 
num  omnis  appellatur  Syria,»  y  está  confronta- 
da con  las  regiones  del  monte  Tauro,  según  el 
mismo  Nebricense,  verbo  Assurani^  y  en  esta 
Siria  fué  NínivCj  donde  vinieron  muchas  de  las 
diez  tribus,  porque  era  parte  de  Asiria,  según  el 
mismo  Nebricense,  en  la  palabra  Ninus,  De  la 
Siria  echaron  á  estas  diez  tribus  á  la  tierra  de 
los  Medos,  como  se  escribe  en  el  citado  Pron- 
tuario de  las  imágenes,  en  la  estampa  de  Jere- 
mías, en  aquellas  palabras:  «Jeremias  in  Juda 
tantum  et  Benjamin  prophetavit,  iam  enin  de- 
cem tribus  Israel,  Assyrüin  medos  transtulerant,» 
con  que  de  la  Media  y  de  muchos  que  ha- 
bían quedado  en  Siria  y  en  las  ciudades  de 
Nínivc  y  otras   de  aquellas  regiones,  habién- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  47 

dose  avisado  unas  tribus  á  otras,  cogiendo  la 
más  segura  huida  fueron  á  meterse  por  la  Ar- 
menia y  salir  por  las  puertas  y  obras  del  monte 
Tauro  al  mar  Caspio,  porque  allí  están  las  mi- 
nas que  taladran  aquel  monte  con  cuevas  de 
ocho  leguas  de  largo,  como  dijimos  con  auto- 
ridad de  Paulo  Galucio  en  los  nombres  de  Asia 
en  la  palabra  Caspias  pttertas  y  conduce  en  la 
palabra  Arece  Sabeij  y  en  este  sentido  se  ha  de 
entender  un  lugar  de  Antonio  Nebricense,  en  el 
Vocabulario  de  los  nombres  y  lugares,  en  la 
palabra  castice  portx ,  donde  pone  al  monte 
Tauro  junto  al  mar  Caspio,  y  añade  que  allí  se 
abre  este  monte  Tauro,  que  es  la  mina  de  que 
hemos  hablado,  y  luego  en  la  palabra  caspius^ 
dice  que  se  llamó  Caspio  el  monte  Tauro  por 
estar  á  la  mano  cerecha  del  mar  Caspio  y  aun- 
que muchos  de  los  autores  que  hemos  citado, 
dicen  que  las  puertas  Caspias  caen  en  la  región 
de  la  Media,  ya  dijimos  arriba  que  ésta  y  Persia 
están  confrontadas  con  el  monte  Tauro  y  muy 
vecinas. 

3  Asentado  que  vinieron  las  diez  tribus  bus- 
cando las  otras  puertas  Caspias  para  revolver  al 
oriente  por  el  mar  Caspio  y  desiertos  de  Apas- 
tachit  y  Caracorano,  según  los  derroteros  de 
Abraham  Hortelio,  principalmente  en  el  mapa 
47  de  la  Tartaria  y  en  el  mapa  3  de  la  Nueva 


48  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

descripción  de  Asia,  hemos  de  dar  también  por 
cierto,  como  dice  Esdras,  que  vinieron  las  diez 
tribus  á  hacer  mansión  en  Arzaret.  Dónde  sea 
Arzaret  han   dudado   los  intérpretes,  pero  lo 
cierto  es  que  cae  en  la  Tartaria  y  en   lo  más 
oriental  de   ella,  junto  al  promontorio  Tabin\ 
todo  lo  hallarás  en  el  mapa  47  poco  antes  cita- 
do, donde  dice  Hortelio:   «Arsaret  hic  decem 
tribus  seccesere,  unde  Gauthes,  sive  Guathai  á 
summa  Dei  gloria  afferenda  dicti  sunt,»  y  en 
este  mismo  mapa,  en  la  región  Turquestan^  dice: 
«Turquestan  Regio,  unde  Cismontani  decem 
trlbuum  socii  sunt  accersiti  á  Persis.»  Lo  mis- 
mo da  á  entender  Genebrardo,  el  cual,  después 
de  haber  referido  el  viaje  de  las  diez  tribus,  dá 
á  entender  en  el  lib.  i  de  su  Crónica,   fol.  150, 
que  Arzaret,  á  donde  fueron  á  parar  las  diez 
tribus  es  la  gran  Tartaria,  y  que  el  sentido  del 
lugar  de  Esdras  es,  que  pasado  el  río  Eufrates^ 
fueron  á  buscar  los  desiertos  de  Tartaria,  y  que 
de  aquí  fueron  hacia  la  isla  de  Groenlandia  y 
que  de  aquella  parte  se  nombra  la  América: 
esto  que  dice  Genebrardo  de  el  viaje  de  las 
diez  tribus  á  América,  lo  prueba  el  P.  Maluen- 
da  en  el  lib.  3  de  Anticristo,  en  el  cap,  18,  fun- 
dando que  Arzaret,  adonde  fueron  á  parar  las 
diez  tribus  con  su  huida  es  aquel  promontorio, 
ú  cabo  que  está  en  la  última  Escitia  ó  Tartaria 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  49 

llamado  Tabin,  del  cual  está  dividida  la  Amé- 
rica con  solo  un  estrecho  que  llaman  de  Anian, 
como  diremos  más  abajo. 

4.  Con  grande  y  fuerte  artillería  se  procura 
combatir  este  viaje  de  las  diez  tribus  á  la  tierra 
de  Arzaret,  y  que  es  incierto  el  viaje  y  fuga  que 
refiere  Esdras,  para  lo  cual  se  puede  inducir  unos 
lugares  del  gran  doctor  de  la  Iglesia,  San  Jeróni- 
mo, sobre  el  cap.  22  y  27  de  Ezequiel,  en  aque- 
llas palabras:  «Et  factus  est  sermo  Dómini  ad 
me»,  y  de  la  glosa  ordinaria  en  el  tomo  2,  so- 
bre el  libio  I  de  Esdras,  cap .  7  y  otros  luga- 
res del  Abulense  sobre  el  Deuteronomio,  cap. 
28  y  sobre  el  cap.  17  del  libro  4  de  los  Reyes,  y 
otro  de  Pedro  Comestor  sobre  el  cap.  26  del  lib. 
4  de  los  Reyes,  y  del  docto  P.  Fr.  Francisco  de 
Rivera,  sobre  Oseas,  cap.  i.  Concuerdan  estos 
padres  en  que  las  diez  tribus  duran  en  la  servi- 
dumbre del  rey  de  Persia,  y  que  están  sujetos 
en  las  ciudades  de  los  Medos  y  repartidos  por 
los  montes.  Pero,  sin  embargo,  se  ha  de  toner 
por  cierto  lo  que  refiere  de  ellos  Esdras,  que  se 
prefiere  á  los  doctores  antiguos  en  materias  de 
historia  de  su  tiempo,  según  se  ha  dicho,  de- 
más de  que,  en  concurso  de  doctores,  hay  tan- 
tos en  defensa  de  esta  fuga  de  las  diez  tribus  á 
Arzaret,  que  sería  necesario  llenar  planas  ente- 
ras en  recitarlos;  basten  por  ahora,  los  tres  de 

VOLUMEN  n  4 


50  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

que  hemos  hecho  mención.  Genebrando,  Ma- 
luenda  y  Abraham  Hortelio,  á  que  se  añade 
San  Sulpicio,  lib.  2  de  Sacra  historia, en  que  di- 
ce que  las  tribus  fueron  á  tierra,  de  indios  y  de 
etiopes. 

Pero  sin  perjucio  de  la  verdad  se  debe  de- 
cir no  estar  contrarios  los  lugares  de  San 
Jerónimo,  de  la  glosa  y  de  los  demás  doctores, 
porque  hablan  refiriéndose  á  lo  que  dice  la  di- 
vina Escritura,  de  que  éstas  diez  tribus  estaban 
en  sujeción  de  los  Asirios  y  Medos,  lo  cual  se 
debe  entender  distinguiendo  los  tiempos,  demás 
de  que  las  diez  tribus  desterradas  constarían  de 
cuatrocientos  ó  quinientos  mil  hombres,  pues 
cuando  salieron  de  Egipto,  sólo  los  varón  .js  de 
tomar  armas,  eran  casi  seiscientos  mil,  según  el 
Éxodo,  cap.  12,  núm.  37,  y  por  muchos  que  se 
pusiesen  en  fuga,  quedarían  más  de  la  mitad,  ó 
poi  tímidos,  ó  viejos,  ó  débiles,  ó  involuntarios 
y  por  otras  muchas  razones  y  así  se  salva  la 
sentencia  de  los  doctores  que  dicen  que  están 
detenidas  en  los  Asirios  y  los  Medos,  pues  hay 
para  todo,  y  más  cuando  las  diez  tribus  fueron 
echadas  en  ciento  veintisiete  provincias  de 
los  Medos,  y  se  fueron  extendiendo  por  ellas 
consta  en  el  cap.  i  de  Esther. 

5.     Aquí  es  preciso  tocar,  como  añadidura  á 
lo  que  vamos  diciendo  de  haber  vivido  estas 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  5 1 

diez  tribus  entre  los  Medos  y  Asirlos,  y  ha- 
ber venido  luego  á  poblar  esta  América,  el  que 
cogieron  los  americanos  muchas  costumbres  de 
los  Asirios  y  Medos,  que  las  conservan  hasta 
hoy,  porque  nuestros  indios  acostumbran  la- 
varse cada  día  en  la  mar  ó  fuentes  ó  ríos,  co- 
ló advierte  el  P.  Torquemada  en  su  Monarquía 
indiana,  lib.  cap.  9  en  aquellas  palabras:  «Hálla- 
se el  lavarse  todos  cada  día  en  la  mar  ó  fuentes 
y  ríos,  costumbre  asentada  éntrelos  Asirios,  co- 
mo advierte  Alejandro  ab.  Alejandro  en  el  li- 
bro 4  de  sus  Días  geniales,  cap.  20  al  fín:  « Assi- 
riis  lavare  diebus  singulis  peculiare  est.»  De  los 
Medos  aprendieron  las  diez  tribus  y  sus  descen- 
dientes los  indios  á  ser  flojos,  afeminados,  de 
poco  corazón,  blandos  y  aparejados  para  el 
mal,  según  dice  el  mismo  Alejandro  en  el  libro 
4.  cap.  i3«medi  melles afeminati  ,enervatis,ani- 
mis,  ad  inertíam  nequí  tí  amgne  que  parati » .Lo  cual 
puntualmente  se  halla  en  nuestros  americanos. 
6  Resta  ahora  averiguar  como  se  propagaron 
desde  Arzaret  en  esta  América.  Ya  se  ha  dicho 
por  la  autoridad  de  Genebrardo  y  del  P.  Ma- 
laenda,  que  por  el  estrecho  de  Anian,  que  es- 
tá pegado  á  Arzaret,  vinieron  á  estas  Indias  occi- 
dentales, lo  cual  se  puede  también  comprobar 
viendo  el  mapa  mundi  de  Pedro  Plaucio  y  el  de 
Enrico   Alangren  y  con  el  de  Abraham  Horte- 


52  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

telio  en  el  mapa  47,  de  Tartaria,  y  con  otros 
globos  terrestres  de  otros  más  modernos,  y  el 
mismo  Hortelio  en  el  lugar  citado,  pone  á  Zin- 
zu  ó  Zuanzo  junto  al  estrecho  de  Aniam,  y  jun- 
to áArzaret; hablando  Paulo  Galucio  en  su  Tea- 
tro  del  Mundo,  de  [Zuanzo,   dice  en   la   tabla 
de  Asia,  en   la  palabra  Zuanzo^   lo  siguiente: 
«Zuanzo  en  la  provincia  de  Anian,  junto  á  su 
estrecho.»  Este  estrecho  de  Anian  divide   la 
Asia  de  nuestras  Indias   del  poniente,  y  de  la 
provincia  Quivira  de  la  América.  Es   este   tan 
estrecho  que  por  parte  no  tiene  cuatro  leguas, 
y  por  allí  se  continúa   la  tierra  firme  desde 
Finisterrae  de  Portugal  hasta  el  estrecho  de 
Magallanes  por  la  banda  de  Mediodía,  y  hasta 
la  tierra  del  Labrador  por  la  parte  del  Septen- 
trión. Tiene  Zuanzo  cuarenta  y  ocho  grados  y 
treinta  minutos  de  latitud,  y  ciento  y  ochenta 
de  longitud,  ya  hemos  dicbo  que  Zuanzo  está 
pegado  á  Arzaret  y  ambos  á  dicho  estrecho, 
que  unos  llaman  Aniam  y  otros  Ainam,  y  el 
mismo  Paulo  Galucio  en  las  Islas  de  Asia,  en 
la  palabra  Golfo,  dice:  «Golfo  Aniam,  último 
término  de  la  India  Oriental,  porque  aquella  se 
acaba  en  la  Tartaria,  y  que  el  paso  á  estas  In- 
dias ó  sea  por  los  Tribus   ó  por  sus  hijos  los 
tártaros,  ó  por  los  indios  orientales,  concuerdan 
ios  más  autores,   que  fué   por  el  estrecho  de 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  53 

Aniam,  de  que  se  puede  ver  al  P.  José  Moret, 
en  la  Historia  de  Navarra,  cap.  4,  párrafo  i, 
en  el  fin,  nüm.  32,  ¡b¡.:  «Pasaron  á  poblar  la 
América  por  el  estrecho  de  Anian,  Henrico 
Alangren,  testigo  de  vista,  dice  que  las  tierras 
septentrionales  conjuntas  á  este  Nuevo  Mundo, 
las  ocupan  los  tártaros,  los  cuales  se  terminan 
en  Anian  y  con  su  estrecho.  Y  Juan  Laert,  arri- 
ba citado,  dice  que  esta  América  tiene  por  el 
Occidente  al  Asia,  y  que  se  termina  con  un  pe- 
queño estrecho  que  llaman  Aniam,  sus  pala- 
bras, ya  referidas,  son:  « Ad  Occidentem  habet 
Asiam ,  et  terram  Australem,  sed  quanto  íreto 
sit  América  ab  Asia  divisa,  nomdun  satis 
exploratum,  quamquam,  communis  opinio  sit 
non  nisi  augusto  freto,  quod  vulgo  vocant 
Aniam. 

En  aquel  viaje  que  se  hizo  desde  Acapulco, 
siendo  virey  de  Méjico  el  marqués  de  Cañete, 
en  busca  del  cabo  Mendorico,  que  cae  á  la  pro- 
vincia Quivira,  se  encontró  con  una  boca  del 
estrecho  de  Anian,  en  cuarenta  y  tres  grados 
de  latitud  al  septentrión  por  esta  mar  del  Sur, 
como  podrás  ver  en  el  P.  Torquemada,  en  la 
Monarquía  Indiana,  lib.  5,  cap  45,  al  medio,  y 
en  el  cap.  55,  al  fin,  y  se  observó  ser  el  estre- 
cho de  Anian,  y  hallándose  á  esta  parte  del 
Sur  en  43  grados  y  estar  por  la  parte  de  Zuan- 


54  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

zu  y  Arzaret  el  dicho  estrecho  en  cuarenta  y 
ocho  grados,  se  reconoce  no  distar  noventa  le- 
guas Arzaret  de  dicho  cabo  Mendocíno,  y  Juan 
Laert,  en  la  descripción  de  este  Nuevo  Mundo, 
en  el  lib.  6,  cap.  final,  describiendo  el  nuevo 
Méjico  que  se  comunica  con  aquella  parte  de  la 
Nueva  Galicia  dice,  tratando  de  los  indios  Pires, 
Apaches  y  Xilas,  que  ocupan  gran  parte  de  la 
tierra  hacia  el  Occidente,  hasta  el  estrecho  de 
Aniam,  y  dice:  «Hi  vastum  terrarum  spatium  ad 
Occidentem  ocupant ,  et. ,  ad  fretum  Anian 
pertingere  creduntur»,  y  el  mismo  autor  en 
el  mismo  libro  6,  capítulo  ii,  explicándolas 
Californias  dice,  que  es  todo  lo  que  corre  de 
Nueva  España  y  Nueva  Galicia  hasta  el  estre- 
cho de  Anian.  «California  communiter  dicitur 
qüidquid  terrarum  Nove  Hispaniae  atque  Galle- 
ciae  ad  Occidemten  obicitur,  quae  sane  latissime 
patent,  et  ad  extremos  Americae  Septemtriona- 
lis  términos,  et  fretum  Aniam,  pertinent»,  y  de 
aquí  es  que  muchos  ponen  este  estrecho  hacia 
Cali/or?iia ,  siendo  así  que  dista  mucho  de 
ellas:  del  pequeño  estrecho  que  hay  desde 
Asia  á  esta  América  se  puede  ver  á  Jacobo 
Tuano,  en  sus  obras  expurgadas,  tom.  3,  lib.  46 
fol.  226.  y  en  el  Mapa  que  pone  Manuel  de  Pa- 
ria sobre  Camoens.  En  el  Canto  décimo,  Esta- 
ción 96,  y  pone  el  Reino  de  Anian  y  su  estre- 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS  55 

cho  y  la  provincia  de  Quivira,  todo  como  con- 
tinente de  la  tierra  de  Méjico,  de  que  diremos 
más  abajo- 

Muy  perplejos  andan  todos  los  autores  y 
matemáticos  en  señalar  el  verdadere  sitio  del 
estrecho  de  Anián,  y  si  éste  es  el  que  divide  el 
Asia  de  esta  América.  El  gran  consejero  Don 
Juan  de  Solorzano,  no  pone  cosa  asentada 
y  ñja  en  esto,  y  hallo  que  se  refiere  á  lo  que  di- 
cen otras,  como  verás  en  el  lib.  i,  de  lure  In- 
diar;  tomo  I,  cap.  lo  núm.  4,  donde  dice  que 
el  Asia  se  divide  de  la  América  con  el  corto 
estrecho  de  Anián:  «Asia  á  regionibus  Arcticis 
á  nova  Zembla  módico  freto  secerritur,  et  ab 
América  altero,  nimirum  Aniano  dirimí  credi- 
tur.»  El  mismo  consejero  en  el  citado  cap.  10, 
núm.  25,  con  autoridad  del  P.  Acosta,  de  Ge- 
nebrardo  y  otros,  dice  que  no  está  conocida  la 
latitud  del  cabo  y  Promontorio  Mendocino,  de 
que  hemos  ya  tratado,  y  dice  que  aquella  tierra 
vá  á  dar  al  estrecho  del  reino  de  Anian^  muy 
poco  distante  del  Asia  y  de  los  tártaros  y  chi- 
nos, que  por  allí  hay  fácil  camino  para  esta 
América.  «Ultra  Promontorium  Mendocinum, 
ut  ait  Acosta,  non  est  satis  cognita  terree  am- 
plitudo,  quom  ingentem  esse  plurimi  ferus  et 
ibi  fretnm  Regni  Anian,  quod  non  multum  á 
tartaris  et  Sinis  distare  cognoscitur,  et  inde 


S6  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

planam  viam  ¡n  has  Americanos  ese  potuisse,» 
y  esta  misma  vecindad  de  estas  naciones  con 
dicho  estrecho  y  del  Asia  con  esta  América,  la 
vuelve  á  repetir  en  el  núm.  34:  «Tamdem  ad 
Orientales  eiusdem  Asioe  ñnes  qui  supra  Chi- 
nan non  nihil  flectunt  ad  Aquilonem  devene- 
run  propre  fretum  Anian,  quo  ut  diximus,  parvo 
intervallo  ipsa  Asia  ab  América,  seiungi  perhi- 
betur,»  y  en  estas  obras  nuevas  que  han  salido 
con  título  de  nuevo  Atlas,  en  el  tomo  II,  en  la 
tabla  de  América,  dice  lo  siguiente:  Entre  la 
Asia  y  América  está  el  estrecho  de  Anián,  por 
do  se  puede  ir  fácilmente  á  la  América,»  y  en 
el  mismo  tomo,  describiendo  la  Tartaria  me- 
nor, que  cae  en  Europa,  y  la  Tartaria  mayor  del 
Asia,  que  se  divide  en  cinco  Tartarias,  llegan- 
do á  la  última,  dice:  aLa  última  es  Tartaria  la 
vieja  que  se  extiende  hasta  el  mar  Septentrio- 
nal y  estrecho  de  Anian.  Llámase  vieja,  por 
haber  tenido  allí  su  origen  el  nombre  de  los 
tártaros.» 

Que  la  Asia  y  el  estrecho  de  Anian  termi- 
nen por  el  Occidente  á  nuestra  América,  de- 
más de  lo  dicho  se  podrán  ver  las  notas 
de  Henrico  Salmur  sobre  Guillen  Pancirolo 
en  su  libro  2,  de  Novo  Orbe,  folio  15,  ibi: 
«América  hodie  quarta  totius  Orbis,  imo  má- 
xime terrarum  pars  reputatur;  quando  in  utru- 


ORIGEN  DP:   los    INDIOS  57 

que  polo  incipiat,  aut  finiatur,  etc  secundum 
longitudinem  ad  ultimum  usque  Occidentís  li- 
mitem  pertiiigat,  Ariamque,  ¡ntercedeatibus  tan- 
tum  Aniani  freti  angustiis  contíngit .  r>  En  suma, 
ó  sea  el  estrecho  que  está  junto  á  Arzaret  el 
estrecho  de  Anian  ú  otro,  lo  cierto  es  que  por 
allí  pasaron  las  diez  tribus  y  sus  descendientes; 
porque  vinieron  á  la  Tartaria  Asiática  vieja  y  á 
lo  último  del  Asia,  á  la  Región  de  Arzaret  y  de 
allí  se  fueron  extendiendo  por  toda  esta  Amé- 
rica pasando  un  corto  estrecho  de  mar,  como 
consta  de  las  pinturas  Mejicanas  de  los  Tulte- 
cas,  de  que  hicimos  mención  arriba,  y  estos 
fueron  los  más  inmediatos  descendientes  de  las 
diez  tribus,  y  gastaron  más  de  cien  años  en  ve- 
nir poblando  hasta  llegar  á  MéCico,  como  he- 
mos dicho,  haciendo  habitables  todas  aquellas 
dilatadísimas  regiones  desde  Arzaret  hasta  Mé- 
jico, conque  abierto  el  camino  dieron  lugar  á 
que  vinieran  otros  así  de  su  linaje  como  de 
otras  naciones;  pues  habiendo  llegado  los  Chi- 
chimecos  mucho  después  de  ellos,  se  halla  que 
la  séptima  nación  que  llegó  á  Méjico  fué  la  de 
los  Mejicanos  y  que  estos  vinieron  de  la  parte 
de  Astlan  y  Tucalluacan,  habiendo  pasado  tres- 
cientos y  dos  años  después  de  la  venida  de  los 
Chichimecos^  como  lo  dice  Juan  Laert,  de  Sit. 
Nov.  Orb.  en  el  lib.  5,  cap.  12. 


¡S  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

7.  Háme  parecido  en  cosa  tan  obscura, 
como  es  averiguar  el  paso  de  las  diez  tribus  y 
de  sus  descendientes  á  esta  A.nérica,  el  referir 
á  la  letra  lo  que  dicen  gravísimos  doctores,  y 
hallo  que  el  docto  Fr.  Gregorio  García  en  el 
lib.  3  del  Origen  de  los  Indios,  cap.  i,  dice  lo 
siguiente:  a^Cómo  pudiesen  ir  aquellas  tribus  á 
las  Indias  Occidentales,  habiendo  por  medio 
tanta  inmensidad  de  agua  é  infmidad  de  tierra? 
A  lo  cual  me  parece  que  pudieron  ir  á  la  gran 
Tartaria  y  que  tomaron  algunas  costumbres  y 
ritos  que  en  este  reino  y  provincia  se  guardan» 
y  más  abajo:  «De  la  gran  Tartaria  pudieron  ir 
por  tierra  hasta  Mongul  y  de  aquí  pasar  el  Es- 
trecho de  Anian,  que  es  bien  breve,  é  ir  al  reino 
de  Anian  que  es  ya  tierra  firme  de  Nueva  Es- 
paña;» y  más  abajo:  «Otros  caminos  semejantes 
al  pasado  les  dá  Genebrardo,  el  cual,  después 
de  haber  referido  el  viaje  de  las  diez  tribus, 
siente  que  Arzaret  es  la  gran  Tartaria  (á  que 
alude  Juan  Botero,  en  sus  Relaciones  del  Mun- 
do, donde  escribe  de  la  última  parte  de  Tarta- 
ria) como  si  dijera  Esdras  que  pasado  el  rio 
Eufrates,  vinieron  á  los  desiertos  de  Tartaria  y 
de  aquí  á  aquc^lla  tierra  hacia  la  isla  de  Groen- 
landia, porque  de  aqueRa  parte  se  dice  la  Amé- 
rica descubierta  y  sin  mar;  pues  de  las  otras 
partes  está  cerrada  con   la   mar  y  hecha   casi 


ORIGEN   D£   LOS   INDIOS  59 

isla,»  y  más  abajo,  «Esto  que  dice  Genebrardo 
del  viaje  de  las  diez  tribus  á  las  Indias  se  con- 
firma con  lo  que  dice  el  P.  M.  Maluenda,  con- 
viene á  saber,  que  Arzaret,  adonde  fueron  apor- 
tadas las  diez  tribus,  es  aquel  Promontorio, 
cabo  ó  cumbre  que  está  en  la  última  Escitia  ó 
Tartaria,  acostado  sobre  el  mar,  al  cual  Plinio 
y  otros  llaman  Tabin,  del  cual  está  dividida  la 
Ame'rica  con  solo  un  estrecho  que  llaman  de 
Anian,  y  así  pudieron  ir  las  diez  tribus,  por  fá- 
cil y  breve  trecho  y  entrarse  de  Arzaret  ó  Tar- 
taria en  la  América.»  Prosigue  en  el  §  i; 
«También  pudieron  ir  las  diez  tribus  desde 
la  tierra  que  dice  Esdras  á  la  China.  De  la  Chi- 
na pudieron  ir  por  mar  á  la  tierra  de  Nueva  Es- 
paña para  donde  no  es  muy  larga  la  navegación 
viniendo  por  el  estrecho  ó  canal  que  está  entre 
la  China  y  el  reino  de  Anian  y  de  Quivira, 
puestos  en  reinos,  que  ya  son  tierra  firme  de 
Nueva  España.» 

8  Hallo  que  Paulo  Galucio,  en  el  Teatro 
del  Mundo,  en  las  islas  de  Europa,  en  la  pala- 
bra Graenlande?z^  dice  lo  siguiente,  «Graenlan- 
den  ó  Grutlandia,  isla  grande  y  larga,  está  cua- 
renta leguas  de  Laponia|y[pocas  más  de  Finmar- 
quia,  tierra  de  Escandinavia  en  Europa,  y  según 
algunos  está  cincuenta  leguas  de  las  Indias  por 
la  tierra  del  Labrador,»  y  el  mismo  autor  en 


6o  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

dichas  islas  de  Europa,  en  la  palabra  Islandia 
dice:  «Islandia  ó  lelandia  significa  isla  ó  tierra 
helada,  á  quien  los  antiguos  llamaron  tyle,  isla 
final  de  lo  que  los  romanos  supieron  hacia  el 
Norte;»  y  más  «abajo:  «Aparece  en  el  reino  de 
Noruegia,»  y  en  el  ñn:  «Hay  entre  lelandia  y 
Gruntlandia  en  lo  alto  de  un  monte  un  instrn' 
manto  náutico  fabricado  por  los  piratas  llama- 
dos Pinnipth  y  Potersth  (  nombres  que  se  pare- 
cen mucho  á  los  primeros  Tultecas,  pobladores 
de  Méjico)  que  sirve  de  aviso  y  señala  á  los 
marineros  los  peligros  y  bajíos  que  hay  en 
aquellas  partes  de  Grutlandia,  donde  hay  aquel 
estrecho  que  dijimos  entre  Grutlandia  y  la  tierra 
del  Labrador. » 

Estos  linderos  y  vecindad  de  Islandia  y 
Groenlandia  ó  Noruega  con  estas  Indias  parece 
le  agrada  á  Gomara,  en  su  Historia  Indiana  á  la 
hoja  7,  en  el  §  Mojones  de  las  Indias  y  dice; 
«Los  mojones  y  aledaños  que  más  cerca  y  más 
señalados  tienen  las  Indias  por  esta  parte  sep- 
tentrional, son  Islandia  y  Grutlandia;»  y  más 
abajo:  «Algunos  piensan  que  Islandia  es  la  Tyle, 
mas  no  es,  y  Tyle  propiamente  es  una  isleta 
que  cae  entre  las  Arcadas  y  el  Fare.  Está  Islan- 
dia cuarenta  leguas  de  Fare  y  sesenta  de  Tyle  y 
más  de  ciento  de  las  Oreadas.  Grutlandia  está  á 
la  parte  septentrional  de  Islandia,»  y  más  abajo: 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS  6 1 

«Está  Grutlandia  cincuenta  leguas  de  las  Indias 
por  la  tierra  que  llan^an  del  Labrador  y  no  se 
sabe  si  aquella  tierra  se  continúa  con  Grutlan- 
dia ó  si  hay  en  medio  estrecho.» 

Prosigue  este  derrotero  Gomara,  y  en  el  pá- 
rrafo siguiente  dice:  «Lo  más  septentrional  de 
las  Indias  está  en  par  de  Grutlandia  y  de  Islan- 
dia,  corre  doscientas  leguas  de  costa  hasta  Río 
Nevado,  que  cae  á  sesenta  grados,  hay  otras 
doscientas  leguas  hasta  la  Bahía  de  Malvas,  y 
toda  esta  costa  es  la  que  llaman  tierra  del  La- 
brador. De  Malvas  al  cabo  de  Marco  hay  sesen- 
ta leguas,  de  allí  al  cabo  Delgado  cincuenta,  y 
de  allí  sigue  la  costa  de  cien  leguas  hasta  un 
gran  Río  dicho  de  San  Lorenzo  y  Vojá  de  San 
Lorenzo  hasta  la  Punta  de  Bacallaos,  harto  más 
de  doscientas  leguas  y  desde  aquella  punta  po- 
nen ochocientas  y  sesentn  leguas  á  la  Florida.» 
Este  mismo  cómputo  y  vojeo  de  Gomara  sigue 
Fr.  Juan  de  Torquemada  en  la  Monarquía  In- 
diana, lib.  I,  cap.  6. 

De  la  tierra  del  Labrador  habla  Jacobo  Tua- 
no  en  las  Obras  corregidas,  en  el  tomo  V,  li'bra 
132,  desde  la  hoja  1. 138,  y  de  la  provincia  Qui- 
vira  como  se  continúa  con  la  Florida,  en  el  to- 
mo in,  lib.  78,  desde  la  hoja  624,  y  de  la  Flo- 
rida, en  el  tomo  II,  lib.  44,  fol.  530,  y  de  aquel 
estrecho  que  llaman  Davisio,  que  viene  á  la  tie- 


02  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

rra  del  Labrador,  en  el  tomo  V,  lib.  109,  hoja 
448,  en  estos  lugares  verás  mucho  para  la  con- 
tinuación de  este  Nuevo  Mundo  con  el  antiguo. 
Pero  en  mi  entender  el  primer  camino  por  don- 
de vinieron  las  diez  tribus,  fué  desde  Arzaret, 
pasando  aquel  estrecho  que  divide  el  Asia  de 
esta  America,  y  vinieron   poblando  hasta  Mé- 
jico y   demás   partes   de   esta  América   Meri- 
dional y  que   hoy  se  halla  al   guna   diferencia 
en   los  linderos   no   se   debe   hacer   dificulto- 
so  y   más   con   las  tablas   nuevas  que  varían 
en   los   sitios,  porque  ha  habido  mucha  mu- 
danza en  cerca   de   dos  mil  quinientos  años 
que  pasaron  las  diez  tribus,  y  hallamos  el  día  de 
hoy  muchas  que  fueron  tierras  hechas  mares  y 
al  contrario,  muchos  lugares  que  antiguamente 
fueron  mares  hechos  tierras,  y  se  han  hecho 
muchas  islas  que  fueron  de  tierra  continente 
como  se  puede  ver  en  el  Dr.  Villen  de  Viedma 
comentador  de  Horacio,  sobre  el  Arte  Poética 
á  la  hoja  312,  á  la  vuelta,  y  Manuel  Paria,  co 
mentador  de  Camoens:  «En  el  canto  10,  esta 
ción  124,  en  la  letra  E  y  hallarás  que  la  forma 
del  mundo  no  está  hoy  como  la  conocieron  los 
antiguos,  desque  podrás  ver  á  Plinio,  desde  el  ca- 
pítulo 85  hasta  el  90,  y  como  Sicilia  con  Italia 
fué  tierra  continente  y  lo  mismo  afirma  Pompo- 
nio  Mela,  lib.  2,  cap.  27,  como  también  lo  fué 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  63 

Grecia  y  Negro  Ponte,  según  Floriano,  lib.  i,  ca- 
pítulo 35.  y  también  fué  continente  España  con 
África,  como  dije  arriba  y  lo  trae  Eratostenes 
en  Estrabón,  lib.  i,  de  Situ  Orbís,  y  fueron  con- 
tinentes Chipre  y  Suria,  como  la  trae  el  P.  Lori- 
no,  sobre  el  cap.  28  de  los  Actos  de  los  Após- 
toles, vers.  13,  y  véase  á  Séneca,  natur,  quaest., 
cap.  29  y  alP.  Ensebio  Nieremberg  en  su  Filo- 
sofía, lib.  I,  cap.  44. 

No  se  debe  pasar  en  silencio  lo  que  dice 
Gomara,  poco  antes  citado,  de  que  Islandia  no 
es  la  Tyle,  negocio  en  que  los  historiadores  an- 
tiguos y  modernos  están  muy  varios,  y  en  favor 
de  Gomara  se  puede  citar  al  glosador  de  las 
Partidas,  Gregorio  López,  que  en  la  ley  77  del 
tít.  18,  partida  3,  en  la  glosa  3,  quien  no  hace  á 
la  isla  Tyle  tan  septentrional  como  Islandia,  y 
dice  que  lo  que  hoy  llamamos  la  Rochela  es  la 
antigua  Tyle  ó  Tule,  porque  ambos  nombres  le 
dan  los  historiadores  y  poetas  latinos,  y  así,  con 
autoridad  de   Séneca  el  trágico,  dice  que  hay 
otro  mundo  después  del  Occeano  y  que  no  sería 
la  última  tierra  la  Tule  y  trae  los  versos  y  con- 
cluye: «Nec  erit  terri,  última  Tule,»  y  pudo  cau- 
sarles esta  confusión  así  á  Gomara  como  al  glo- 
sador de  las  Partidas,  lo  que  en  esta  parte  dejó 
escrito  Plinio  en  el  lib.  2  de  su  Natural  historia, 
c^P-  75;  y  6^^  el  lib-  4;  cap.  16,  y  parece  que  Es- 


64  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

tacio  en  el  lib.  3  de  sus  silvas  pone  á  la  Tule 
junto  á  España,  diciendo: 

«Quamquam    et.    si  gélidas  iren  mansurus 

(ad  Arctos 

Vel  supra Hesperiae  vada  caligantia  Tules.» 
Pero  en  esto  se  debe  estar  más  á  lo  que  es- 
cribe Marco  Adamo,  canónigo  Bremense  en 
las  Repúblicas  de  Siiit  Danioe,  donde  tratando 
de  Normandía,  Noruega,  Groenlandia  é  Islan- 
dia,  con  autoridad  de  Saxo  Grammático  dice 
que  esta  última  es  la  Tule  y  pondera  aquellos 
versos. 

«Eloquii  cúrrente  rota  penetravit  ad  Indos 

Ingeniumqiie  potens  ultima  Tule  colit.» 
y  así  concluye  que,  como   Islandia  ,es  lo  más 
próximo  de  estas  Indias,  lo  es  también  la  Tule, 
por  ser  lo  mismo  y  así  entiende  el  lugar  de 
Virg.  á  Augusto  Cesar: 

«Tibi  serviat  ultimaTule»,  y  el  de  Claudiano: 

«Nostro  procul  axe  remotam 

Insólito  belli  tremefecit  murmure  Tulem . » 
y  aunque  algunos  quieren  que  no  pueda  ser  Is- 
landia la  Tule,  porque  Islandia  há  poco  qiie  se 
descubrió  y  la  Tule  fué  conocida  en  tiempo  de 
Augusto,  esto  se  niega  por  lo?  autores,  y  pudo 
dejarse  de  navegar  á  Islandia  por  algún  tiem- 
po por  su  frialdad,  y  luego  con  mejores  bajeles 
y  hacerla  más  tratable  los  tiempos,  se  pudo 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  65 

frecuentar  y  por  allí  venir  á  las  provincias  de 
Méjico  alguna  de  aquellas  siete  naciones  ó  li- 
najes que  la  poblaron,  como  dijimos  arriba,  y 
así  en  los  Mapas  de  Méjico  está  la  Tule^  como 
se  verá  en  Juan  Laert,  lib.  s,  de  Situ  Novi  Or- 
bis.  El  mismo  autor  en  el  Mapa  de  la  Florida^ 
lib.  4,  pone  la  tierra  y  pueblos  llamados  T'/^/^í, 
que  es  sin  duda  el  haber  venido  de  Islandia  ó 
Tule^  y  también  en  Méjico  llaman  el  Tule  á 
cierta  junta  donde  se  juega, 

9.  Otros  han  querido,  con  autoridad  de 
Marracio  en  su  Descripción  del  Océano,  cap.  4, 
dar  paso  á  los  que  vinieron  á  poblar  esta  Amé^^ 
rica  desde  la  tierra  de  Atlan,  donde  está  aquel 
monte  que  llaman  en  latin  J/las,  tomando  el 
nombre  de  la  misma  tierra  en  que  está,  como 
lo  dice  San  Fulgencio,  según  refiere  el  doc- 
to Villen  de  Viedma  en  la  tradución  y  comen- 
to de  Horacio,  lib.  i,  canción  34,  en  aquellas 
palabras:  «Atlante  usque  fmis.»  Esta  tierra 
Atlany%\¡L  monte  Atlas,  según  Virgilio,  cae  á 
los  fines  del  Océano,  en  el  último  lugar  de  los 
Etiopes. 

«Occeani  fmem,  solem  que  Cadentem 
Ultimus  yEthiopum  locus,  sibi  maximus  Atlas.» 

Estos  Etiopes  de  la  Nueva  Guinea  y  los 
de  las  islas  de  los  Ladrones  y  de  las  islas  de 
Tapan  y  de  Miaco  pueden  con  brevedad  ir  á 
Volumen  ii  5 


66  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

las  costas  de  Quivira,  continente  con  este  nue- 
vo orbe,  según  el  cómputo  del  P.  Fr.  Antonio 
Calancha  en  su  libro  de  los  Sucesos  del  Perú, 
lib.  5,  cap.  7,  donde  dice:  «Estas  partes  pobla- 
ron los  Tártaros  y  se  han  extendido  en  todo  lo 
que  hay  de  tierra  desde  el  Océano  Oriental  ó 
Mangico  ó  mar  helado,  que  topa  por  este  Nue- 
vo Mundo  hasta  la  laguna  Meotis  que  divide  á 
Asia  ó  los  Noruegos,  Lupianas,  Curlandos,  na- 
ciones septentrionales,  pegadas  con  este  Nuevo 
Mundo»,  y  este  lugar,  en  lo  que  dice  de  los 
Tártaros,  se  entenderá  de  la  Tartaria  menor  y 
Europea,  junto  á  la  Escitia,  que  es  más  vecina 
de  las  Noruegas,  y  advierte  que  los  Curlandog 
son  aquellos  que  digimos  arriba  que  se  parecían 
á  los  indios  en  el  color. 

lo  En  otro  libro  manuscrito,  leí  lo  siguiente' 
«Sabida  cosa  es  que  Groenlandia,  tierra  septen- 
trional, está  conjunta  con  las  Noruegas  y  con 
Tartaria  mediando  un  solo  estrecho  llamado 
Davis  ó  Davisio,  brazo  helado  de  mar  pequeño, 
y  Groenlandia  está  convecina  con  Estolilandia 
que  llaman  cabo  del  Labrador,  y  esto  es  con  un 
estrecho  de  mar  ó  dos,  como  afirman  los  ingle  - 
ses,  y  cada  uno  de  estos  dos  estrechos  son  de 
ocho  ó  diez  leguas.  Desde  Estolilafndía  hasta 
Méjico,  Panamá,  L&a  y  Chile,  es  tierra  firme 
seguida  y  continuada,  como  consta  de  todos  los 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  67 

mapas,  geografías,  descripciones  y  derroteros, 
así  antiguos  como  modernos.»  Jacobo  Tuano, 
tomo  ni,  lib.  64,  fol.  326,  pone  otra  comunica- 
ción de  esta  América  por  un  estrecho  que  hay 
entre  Frislandia  y  las  islas  de  Asia  y  son  los  ha- 
bitadores del  color  de  estos  indios . 

La  gran  confusión  que  en  todos  los  autores 
ha  habido,  sobre  buscar  el  paso  á  estas  Indias 
de  los  que  vinieron  de  las  otras  tres  partes  del 
mundo  á  poblarlas,  me  ha  gastado  mucho  tiem- 
po de  lectura  y  contemplación.  Y  cogiendo  este 
negocio  desde  sus  principios,  hallo  que  muy  in- 
signes escritores  han  sido  siempre  de  parecer 
que  esta  América  se  comunica  por  algunas  par- 
tes con  las  otras  tres  del  mundo,  ó  por  lo  me- 
nos, que  se  divide  de  ellas  con  algunos  estre- 
chos de  mar  cortos  y  fáciles  de  navegar,  como 
se  puede  ver  en  el  gran  consejero  D.  Juan  de 
Solorzano,  tomo  I,  de  Jur.  Ind.,  lib.  i,  cap.  lo, 
desde  el  núm.  2  y  desde  el  núm.  5,  que  apoya 
este  sentir  con  gran  copia  de  autores,  y  aunque 
Francisco  López  de  Gomara,  part.  i,  fol.  7,  po- 
ne en  duda  si  aquella  parte  de  Groenlandia  se 
comunica  con  la  tierra  del  Labrador,  que  es  ya 
la  América  descubierta,  sin  embargo,  otros  au- 
tores más  modernos,  como  son  Henrico  Alan- 
gren  y  Pedro  Plaucio  en  sus  mapas  y  globos  te- 
rrestres, y  también  Hondio  en  su  globo  ierres* 


68  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

tre,  afirman  estar  muy  vecinos  por  la  parte  del 
Norte  de  este  Nuevo  Orbe  con  el  antiguo  y  que 
entre  las  islas  de  Groenlandia  y  la  tierra  del  La- 
brador, está  el  estrecho  de  Davis,  que  tiene  de 
ancho  poco  más  de  dos  grados,  que  apenas  ha- 
cen 40  leguas. 

Esta  isla  de  Groenlandia,  que  pertenece  á 
Europa,  según  Paulo  Galucio  en  su  Teatro  del 
Mundo,  en  el  Catálogo  de  los  Lugares  de  Eu- 
ropa, verbo  Groenlande  (que  es  preciso  se  con- 
numere y  atribuya  á  la  Europa,  porque  está  muy 
vecina  á  Laponia  y  á  Finmarquia,  tierra  de  Es- 
candinavia,  que  todas  son  de  Europa)  está  muy 
cercana  de  la  tierra  del  Labrador,  según  el  ci- 
tado Paulo  Galucio  y  todos  los  mapas,  y  fué 
muy  posible  que  por  allí  pasasen  las  diez  tri- 
bus por  el  estrecho  Davisio,  que  apenas  tenía 
de  ancho  cuarenta  leguas,  y  pudieron  pasarle 
en  balsas;  si  bien  no  me  inclino  á  este  sentir, 
aunque  por  allí  se  hiele  el  mar  en  algún  tiempo 
del  año,  porque  no  me  persuado  que  tanta  gen- 
te de  las  diez  tribus  volviesen  á  buscar  la  Euro- 
pa desde  el  Asia. 

Veamos  respectivamente  y  contemplemos 
las  tres  partes  del  mundo  antiguo  y  cercanía 
que  cada  una  tenía  con  esta  América.  Comen- 
cemos por  Europa,  la  cual  por  dos  partes  pudo 
tener  tránsito  á  estas  Indias  Occidentales  ó  por 


ORIGEN    DE   LOS   INDIOS  69 

lo  Último  de  su  Occidente,  que  es  Cádiz,  ó  por 
el  Norte,  que  es  Groenlandia.  Por  Cádiz  estuvo 
continuada  la  Europa  casi  con   esta  América 
cuando  la  isla  Atlántida  persistía   sin  haberla 
tragado  el  mar,  como  dije  en  el  cap.   i,  y  en- 
tonces aquella  isla  comenzaba  desde  Cádiz  y 
corría  hasta  las  islas  de  Barlovento,  Cuba  y  Es- 
pañola,  que  están  vecinas  de  la  tierra  continen- 
te de  esta  América  y  entonces  no  pudieron  ve- 
nir por  esta  isla  las  diez  tribus,  porque  su  tras- 
migración fué  mucho  después   de  haberse  tra- 
gado el  mar  la  isla  Atlántida  y  sucedió  su  fuga 
en  el  año  3195  de  la  Creación  del  mundo,  antes 
del  nacimiento  de  Nuestro  Salvador  767,  según 
el  libro  Prontuario  de  las  Imágenes  de  los  hom- 
bres insignes  del  mundo,  de  Guillermo  Rovisio 
I*  part.  fol.  80,  verbo  Hosea^  y  cuando  persistía 
la  isla  Atlántida,  fué  pocos  años  después  del  Di- 
luvio Universal,  cuando  se  comenzó  á  poblar  Es- 
paña, y  de  ella  vinieron  muchos  siglos  antes  los 
españoles  á  esta  América,  como  he  dicho  en  los 
capítulos  antecedentes.  Ni  tampoco  en  tiempo  de 
Salomón,  que  precedió  á  Hoscas  (en  cuyo  tiem- 
po se  trasportaron  las  tribus)  pudieron  venir  los 
hebreos  por  la  isla  Atlántida,  aunque  precedió 
Salomón  á  Hoseas  cerca  de  300   años,  por  es- 
tar ya  anegada  muchos  años  antes  la  isla  Atlán- 
tida. Demás   de  que  Salomón  por  mar   envía- 


70  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

ba  SUS  flotas  y  armadas  á  estas  Indias,  según  la 
opinión  de  muchos  que  entienden  á  Ophir  por 
este  Perú,  en  el  cual  también  están  las  islas  de 
Salomón,  el  cual  con  su  sabiduría  hallaría  mo- 
do para  viaje  tan  largo,  encaminándolos  por  el 
mar  Bermejo  y  otros  estrechos,  y  se  puede  dis- 
currir que  los  hebreos  pasaron  trescientos  años 
antes  que  las  otras  tribus  y  se  fueron  quedando 
muchos  en  esta  América,  á  los  cuales  vinieron 
después  buscando  las  diez  tribus,  pero  muchos 
siglos  antes  de  ellos  tenían  los  españoles  pobla- 
das estas  Indias.  Resta  de  la  Europa  el  haber 
otra  vecindad  con  esta  América  que  es  por  Gro- 
enlandia y  ya  dije  que  tenía  por  muy  difícil  el 
que  las  diez  tribus  viniesen  por  este  camino.  Ni 
por  Islandia  que  es  la  Tile,  aunque  Alejo  Ve. 
negass,  lib.  2,  cap.  21,  diga  que  dista  solo  14  le- 
guas de  la  isla  del  Labrador. 

Otra  parte  del  mundo  es  África,  y  esta  se 
divide  de  la  América  por  golfo  de  mar  y  no 
tiene  tierra  continente  por  donde  comunicarse 
y  hacia  el  Polo  Antartico  dista  esta  América 
por  la  parte  del  Brasil  hasta  África  y  cabo  de 
Buena  Esperanza  como  quieren  unos,  cuatro- 
cientas cincuenta  leguas  de  golfo,  y  como 
quiere  Juan  Botero,  arriba  citado,  mil  millas 
que,  según  dije  arriba,  hacen  trescientas  treinta 
y  tres  leguas,  y  tengo  por  cierto  que  no  pudie- 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  7 1 

ron  venir  las  diez  tribus  á  esta  América  por  la 
África,  así  por  la  distancia  que  estaban  en  la 
Persia  y  Media  desterrados,  como  porque  no 
pudieran  tener  vajeles  con  que  vencer  el  golfo 
de  trescientas  leguas,  siendo  tantas  las  tribus 
que  se  pusieron  en  huida. 

Resta  la  otra  parte  del  mundo  y  primera 
respecto  del  Oriente,  que  es  el  Asia;  por  esta 
parte  del  mundo  tengo  por  cierto  que  vinieron 
as  diez  tribus  á  esta  América,  porque  Arzaret, 
donde  vinieron  a  parar,  es  perteneciente  al 
Asia  mayor  y  hoy  toca  á  la  Tartaria  Asiática  y 
de  Arzaret  dista  poco  al  reino  de  Quivira  y  e^ 
reino  de  Anian^  que  ambos  se  computan  por 
tierra  continente  de  esta  América,  y  según  los 
mejores  y  más  experimentados  matemáticos 
son  ya  de  la  América  descubierta  y  con  gran 
facilidad  pudieron  venir  á  dichos  reinos  pa- 
sando el  estrecho  que  los  más  llaman  de 
Anian,  el  cual  está  entre  el  reino  de  Qtdvira  y 
reino  de  Anian  y  por  él  se  comunican  las  aguas 
del  mar  del  Norte  con  las  del  Sur,  y  aunque 
hay  disputa  sobre  el  ancho  de  este  estrecho,  lo 
más  cierto  es  lo  que  en  esta  parte  averiguó 
Paulo  Galucio  en  su  Teatro  del  Mundo  en  los  lu- 
gares del  Asia,  en  la  palabra  Zimnzu,  donde  dico 
que  el  estrecho  de  Anian  divide  el  Asia  de  la 
América  con  latitud  de  menos  de  cuatro  legua 


72  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

en  aquellas  palabras:  «Este  estrecho  de  Anian 
divide  el  Asia  de  nuestras  Indias  del  Poniente 
y  de  la  provincia  Quivira  de  la  América,»  y  más 
abajo:  «Es  tan  estrecho  que  por  partes  no  tiene 
cuatro  leguas,»  y  yo  lo  tengo  por  muy  cierto, 
porque  este  estrecho  viene  á  ser  como  antípoda 
del  de  Magallanes,  en  el  cual  hay  partes  tan  an- 
gostas en  latitud,  que  tienen  poco  más  de  una 
legua  de  ancho,  conque  por  dicho  estrecho  de 
Anian  están  muy  vecinas  las  tierras  de  Asia  y 
América,  y  asi  por  aquí  pasaron  las  tribus  de  - 
jando  el  asiento  que  tenían  de  Arzaret  y  Zuanzu 
y  poblaron  todas  esas  tierras  de  Méjico,  y  en  m 
entender,  siendo  tanta  la  vacindad  con  Quivira, 
se  puede  computar  la  región  de  Arzaret  con 
esta  América, 

1 1  Sea  enhorabuena  que  haya  muchas  entra- 
das y  breves  del  mundo  antiguo  á  este  nuevo  y 
que  hayan  descubierto  tan  fáciles  entradas  á  esta 
América  y  tan  cortos  estrechos  de  mar,  por  don- 
de pudiesen  pasar  las  diez  tribus  y  sus  descen- 
dientes los  Tultecas,  primeros  pobladores  de 
Méjico,  los  cuales,  aunque  tardaron  ciento  y 
cuatro  años  en  llegar  á  ella,  como  se  dijo  arriba, 
y  tuviesen  tiempo  desde  Arzaret  para  volver  á 
la  Europa  y  á  la  Tartaria  menor  y  pasar  á  Esto- 
tilandia  y  tierra  del  Labrador,  no  se  necesita  de 
este  rodeo,  cuando  desde  la  Tartaria  Mayor  te- 


ORIGEN    DE    LOS    INDIOS  73 

üían  paso  á  la  provincia  Quivira  y  reino  de 
Anian  sin  irlo  á  buscar  por  la  tierra  del  Labra- 
dor y  el  estrecho  que  tienen  en  sus  pinturas  los 
indios  mejicanos,  que  pasaron  sus  primeros  po- 
bladores, fué  el  de  Anian  que  divide  la  Asia  de 
la  América,  según  hemos  dicho;  otros  le  llaman 
el  estrecho  Nasovio  á  la  parte  de  Tartaria  la 
mayor,  junto  al  promontorio  Tabin,  al  Oriente, 
donde  está  situada  Arzaret,  de  este  estrecho 
trata  Jacobo  Tuano,  tomo  V,  lib.  109,  fol.  448 
y  fol.  449.  Las  diez  tribus  tuvieron  paso  para 
venirse  á  la  América  septentrional  por  uno  de 
estos  estrechos  de  mar,  y  aun  los  indios  de  luca- 
tán  contaban  que  por  tradición  de  sus  mayores 
Sabían  que  los  primeros  pobladores  habían  ve- 
nido del  Occidente  huyendo  de  injurias  que  ha- 
bían padecido  de  las  gentes,  y  que  con  auxilio 
de  su  Dios,  habían  pasado  por  el  mar  á  secas; 
así  lo  refiere  Juan  Laert,  lib.  5,  cap.  16,  nüm.  40. 
Todo  pudo  ser  por  los  secretos  juicios  de  Dios, 
que  otras  veces  hizo  con  esta  nación  semejantes 
prodigios;  pero  lo  más  cierto  es  que  vinieron 
por  el  estrecho  de  Anian  ó  Nasovio  y  que  las 
tribus  y  sus  descendientes,  antes  de  las  otras 
siete  naciones  de  que  hemos  hecho  mención, 
fueron  los  primeros  que  poblaron  la  América 
septentrional,  y  luego,  abierto  el  camino  y  cultí- 
vado,  fueron  viniendo  otras  naciones  de  estas 


74  DIEGO    ANDRÉS  ROCHA 

partes  cercanas  que  hemos  referido  y  por  otros 
estrechos  de  mar,  en  que  no  pongo  duda,  con 
que  queda  ajustado  lo  que  se  dijo  en  el  párrafo 
antecedente,  desde  el  núm.  20,  que  aquellos 
primeros  Tultecas  pasaron  en  balsas  un  estrecho 
de  mar  para  poblar  á  Méjico,  y  que  estos  fueron 
de  las  diez  tribus  y  de  su  descendencia. 

12  Lo  que  no  tenemos  todavía  ajustado  es 
el  que  aquellos  indios  Tultecos,  primeros  po- 
bladores de  Méjico,  por  las  vestidudas,  hayan 
de  ser  tenidos  y  conocidos  por  las  diez  tribus  y 
sus  descendientes.  Desde  el  párrafo  anteceden- 
e,  núm.  20,  vamos  haciendo  argumento  y  simi" 

itud  de  las  diez  tribus  y  de  los  Tultecas;  allí 
dijimos  que  estos  andaban  vestidos  de  unas  tú- 
nicas largas  y  blancas,  y  aunque  allí  de  paso 

atamos,  con  autoridad  de  Plinio,  que  este  gé- 
nero de  vestidos  era  de  los  israelitas,  se  debe 
ampliar,  con  que  la  vestidura  larga  y  talar  fué 
propia  de  los  antiguos  hebreos;  así  se  podrá  ver 
en  Intérpretes  de  la  Sagrada  Escritura,  sobre  el 
segundo  de  los  Reyes,  cap.  13,  vers.  18,  donde 
dice  de  Thamar,  que  vestía  túnica  talar,  y  en  las 
pinturas  antiguas  de  las  tribus  las  vemos  con  tú- 
nicas largas  hasta  los  pies,  y  que  estas  vestidu" 
ras  fuesen  blancas  en  los  antiguos  hebreos,  lo 
tengo  por  cierto,  y  así  vemos  que  Faraón  vistió 
á  José  de  túnica  blanca,  según  el  Génesis,  capí- 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  75 

ulo  41,  vers.  42:  «Vestivit  que  eum  stola  byssi- 
na,»  y  Herodes  remitió  á  nuestro  Redentor  con 
vestidura  blanca  á  Pilatos,  según  San  Lucas,  en 
el  cap.  23,  núm.  11,  si  bien  en  el  tiempo  de 
nuestro  Salvador,  quiere  el  P.  Sherlogo,  en  los 
Cánticos,  vol.  3,  vestigat,  23  sección  3,  núm.  33, 
que  solos  los  ricos  hebreos  usaron  de  estas  vestí, 
duras  blancas:  «De  Christi  aevo,  quo  seculo  inter 
Iudaeos,candidam  vestem.  divitumfuisse  dicunt.» 
Y  nuestro  patrón  Santiago  en  su  Epístola  2,  en 
1 1  principio,  parece  que  alude  á  este  sentir  di- 
ciendo: «Si  introierit  in  conventum  vestrum  vir 
aureum  annulum  habens  in  veste  candida,»  don- 
de parece  que  habla  de  los  judíos  ricos,  por  lo 
que  dice  de  los  anillos  de  oro;  pero  Josefo,  cita- 
do arriba,  da  á  entender  que  los  antiguos  he- 
breos en  común,  usaban  de  túnicas  blancas  ge- 
neralmente, añadiendo:  «Túnicas  has  fuisse  ex 
duplici  sindone.» 

-Demás  que  cuando  salieron  las  diez  tribus 
desterradas  fué  al  mismo  tiempo  que  comenzó 
á  fundarse  Roma,  cabeza  del  mundo,  como  dice 
el  P.  Horacio  Torselino  en  su  Ristretto  del 
istor.  del  mundo,  lib.  2,  en  el  principio,  en  la 
vida  de  Rómulo,  y  la  salida  fué  cerca  de  mi^ 
años  antes  de  la  Encarnación  de  Nuestro  Señor 
Jesucristo  y  en  aquel  tiempo  tan  antiguo,  tengo 
por  cierto  que  las  vestiduras  eran   candidas,  se 


76  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

gún  el  USO  natural  de  la  lana  y  el  lino,  y  así  lee- 
mos que  los  antiguos,  en  las  juntas  y  teatros,  usa- 
ban de  vestiduras  blancas,  por  que  se  goberna- 
ban con  lo  natural  sin  mezcla  de  tintura,  como 
entiendo  un  lugar  de  Marcial,  lib,  4,  epig.  2. 
aCumplebs,  et  minor  ordo,   maximusque 
Sancto  cum  duce  candidus  sederet.» 
Y  los  israelitas  usaron  más  de  estas  vesti- 
duras Cándidas,  porque,  como  era  el  pueblo  de 
Dios,  el  color  candido  es  el   que  más  le  agra- 
da, como  dice  Alejandro  ab  Alejandro,   en  sus 
Días  Geniales,  lib.  4,  cap.  17,  en  aquellas  pala- 
bras:  «Pura   in  veste,    et  candida:  nam  color 
albus  Deo  gratus  in  primis.»  Y  en  aquellos  tiem- 
pos los  persas  y  Medos,  donde  fueron  desterra- 
das las  diez  tribus,  usaban  de   vestiduras  blan- 
cas, porque  Ciro,  Rey  de   estas  naciones,  hacía 
vestir  sus  numerosísimos   ejércitos  de  vestidu- 
ras blancas,  como  Artajerjes,  su  competidor, 
los  vestía  de  color  sangriento,  según  tengo  ob- 
servado en  el  citado  Alejandro,  lib.  i,  cap.  20. 
«Artaxerxes  contra  Cyrum  milites  rubro  sagulo 
ornavit.  Cyrus  albo.»  De  que  infiero  que  las  diez 
tribus  usaban   en   aquel  tiempo  de  vestiduras 
blancas,  ó  por  ser  la  más  natural  ó  antigua  de 
su  nación,  ó  porque   cogieron  este  uso   de  los 
Persas  y  Medos,  donde  estuvieron  algún  tiempo 
antes  de  su  fuga,  conque  los  Tultecas,  prime- 


I 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  77 

ros  pobladores  de  la  América  Septentrional  ó 
Mejicana,  tuvieron  ias  mismas  vestiduras,  como 
consta  de  sus  pinturas  y  de  lo  dicho  en  el  nú- 
mero 20  del  párrafo  antecedente,  y  esta  pala- 
bra «Tulteca»  es  muy  verosímil  que  sea  he- 
brea y  que  las  mismas  tribus  se  llamasen  Tul- 
tecas  ó  sus  hijos  que  fueron  naciendo  en  tan- 
tos años  de  peregrinación  hasta  que  llegaron  á 
Méjico. 

El  mismo  Alejandro  ab  Alejandro,  en  el  líb. 
5  de  sus  Días  Geniales,  cap.  i8,  tratando  de 
los  trajes  de  los  indios,  dice,  que  algunos  andan 
desnudos,  otros  vestidos  de  pieles  de  animales, 
pero  los  más,  solo  usan  de  vestiduras  de  lino  y 
pura  lana,  y  algunos  se  pintan  el  rostro  con  co- 
lores, ibi:  «Indi  quoque  dissimilis  habitus  cor- 
poris  intra  specie  variarum;  Namque  alii  nudi 
agunt,  non  nuUi  ferarum  pellibus  amicti  sunt, 
plerique  lino,  multi  lana  vestiuntur:  alii  faciem 
coloribus  pingunt.» 

Concluyo  este  §  2,  con  decir  que  los  indios 
Tultecas,  primeros  pobladores  de  Méjico,  fue- 
ron las  tribus,  y  así  concuerdan  con  lo  que 
tienen  pintado  en  sus  Historias,  como  es  el  que 
vinieron  desterradas  de  sus  tierras,  que  tarda- 
ron ciento  cuatro  años  en  llegar  á  Méjico,  que 
pasaron  por  un  estrecho  de  mar  en  balsas,  á  que 
ge  allega  la  forma  de  las  vestiduras  y  el  color 


78  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

de  ellas.  Añadiendo  que,  como  consta  de  di- 
chas pinturas  y  tradición  que  había  de  los  Tul- 
tecas,  salieron  de  una  tierra  llamada  Ziianzlco  ó 
cómo  quiere  el  P.  Torquemada,  Zzdanzico,    se- 
gún dijimos  en  el  §  antecedente  desde  el  nú- 
mero 20,  y  es  cierto  que  salieron  de  Zuanzu 
que  está  pegado  con  la  región  y  pueblo  de  Ar* 
zaret^  ya  se  vé  la  afmidad  que  tiene  Ztianzu  con 
Zuanzico,  y  tenemos  dicho  que  Arzrrei  y  Zuan- 
zu están  pegados  al  estrecho  que  llaman  de 
Anian,  como  consta  de  las  tablas  de  Abraham 
Hortelio  y  de  Paulo  Galucio  en  el  Teatro  del 
Mundo,  en  la  tabla  de  los  lugares  de  Asia,  en  la 
palabra  Zuanzu. 


§3. 


En  que  se  ponen  muchos  lugares  del  mundo  anti- 
guo que  se  han  hallado  en  este  Nuevo  Mundo ^ 
en  especial  del  Asia,  por  donde  vinieron  las  diez 
tribus. 


I  En  este  punto  de  averiguar  el  origen  de  los 
indios,  como  ellos  carecieron  de  historias  anti- 
guas, en  lo  individual  y  extenso  de  las  cosas,  es 
preciso  ir  navegando  por  un  muy  dilatado  y 
profundo  Occeano.  El  origen  de  los  Reinos,  ó 
se  llega  á  saber  por  los  primeros  fundndores, 
como  dice  nuestro  docto  S.  Isidoro  en  el  lib.  9 
de  sus  Etimologías,  cap.  2,  donde  advierte 
que  los  Asirios  hubieron  este  nombre  de  Asur, 
los  de  Lidia  de  Lydio,  los  hebreos  de  Heber, 
los  Ismaelitas  de  Ismael,  los  Moabitas  de^ 
Moab,  los  Amonitas  de  Amon,  los  Cana- 
neos  de  Canaan,  los  Sábeos  de  Saba,  los  Si- 


8o  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

(ionios  de  Sydon,  los  lebuseos  de  lebu,  los 
Persas  del  rey  Perso,  los  Caldeos  de  Cafeth, 
hijo  de  Nacor,  hermano  de  Abraham,  los  Feni- 
cios de  Fénix,  hermano  de  Carmo,  los  Egip- 
cios de  Egy,  uno  de  los  compañeros  de  Ja- 
son,  los  Troyanos  de  Troo,  los  Siconios  de  Si- 
ción,  los  Archivos  de  Argo,  los  Macedonios  de 
Emación,  los  Epirotas  de^Pirro,  su  rey,  hijo  de 
Aquiles,  los  Lacedemonios  de  Lacedemón,  hijo 
de  Júpiter.  Por  este  lado  no  podemos  ajustar 
el  origen  de  estos  indios,  porque  los  nombres 
que  les  dan,  ó  sea  de  indios,  ó  de  americanos 
ú  afiritas,  ó  peruanos,  son  nombres  que  de  nue- 
vo se  les  aplicaron,  no  son  nombres  nativos, 
sino  daticios . 

2  Las  tribus  perdidas  ó  desterradas,  como 
hemos  dicho,  y  sus  hijos  y  demás  naciones 
vinieron  de  Asia  y  de  la  Tartaria  mayor  po- 
blando toda  la  América  Septentrional  y  todas 
las  partes  de  Méjico,  desde  el  reino  de  Anian  y 
provincia  Quivira  hasta  entroncarse  y  unirse 
con  las  descendientes  de  Tubal,  ocupando  unos 
y  otros  ambas  Américas,  y  los  primeros  que  en- 
traron por  las  provincias  de  Méjico,  fueron  los 
Tultecas^  que  fueron  tronco  y  rama  de  las  diez 
tribus  y  muchos  de  ellos  vinieron  desde  Arzaret 
penetrando  por  dicho  reino  de  Anian  y  pasan- 
do el  estrecho  del  mismo  nombre,  según  la 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  8l 

más  corriente  opinión,  y  digo  que  vinieron  mu- 
chas de  las  tribus,  porque  tengo  por  cierto  que 
muchos  se  quedarían  en  Arzaret  y   en  el  dis- 
curso de  ciento  cuatro  años  que  tardaron  en 
llegar  á  Méjico,  como  dijimos  arriba,   discu- 
rriendo por  tan  diferentes  provincias,  casi  todos 
morirían,  y  los  hijos  que  de  estas  tribus  nacie- 
ron en  el  camino,  fueron  los  primeros  que  entra- 
ron en  Méjico  habrá  dos  mil  y  quinientos  añosí 
porque  el  destierro  de  las  tribus,  según  va  pro- 
bado, fué  al  mismo  tiempo  que  se  empezó  á 
fundar  Roma   y   anduvieron  vagando  mucho 
tiempo  por  el  Asia  y  le   han  tenido  para  pro- 
pagar gran  parte   de   esta  América,  y   según 
llevamos    asentado,  todos  los    pobladores  de 
aquellas  partes  de  Méjico  concuerdan  en  que 
sus    autores     vinieron  del    Occidente    y   así 
se    ha  de  confesar  que    vinieron    del   Asia, 
que  está   al  Occidente   con  Méjico  y  con  la 
América  Septentrional,  como  tenemos  proba- 
do, y  juntamente  que  los  Tultecas  salieron  de 
Zuanzico,  que  es  Zuanzo,  pegado  á  Arzaret,  en 
la  Asia  mayor,  y  por  los  nombres  de   lugares 
que  pondremos  ahora,  que  tenían  los  de  la 
América  Se  ptentríonal,desde  el  cabo  Mendo- 
zino  hasta  Méjico,  se  conocerá  como  vinieron 
del  Asia  y  de  la  Tartaria,  sin  que  se  pueda  po- 
ner en  ello  duda. 

VOLUMEN   u  6 


82  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

3  Lo  primero  las  tribus  fueron  desterradas 
á  Persia  y  á  la  Media  y  ellas  huyeron  por  estas 
regiones  y  fueron  por  la  Tartaria  hasta  Arzaret 
y  no  sabemos  lo  que  tardaron  allí  y  en  su  viaje. 
En  estas  regiones  están  las  provincias,  ciuda- 
des y  lugares  siguientes:  «Cadusbachan,  Sab- 
lestan,  Badaglan,  Tarbacan,  Calcastan^  Chare- 
san,  Corcarquistan,  Sidustan,  Sostan,  Eugan, 
Chiruan,  Mesandaran,  Bigistan,  Burgian,  Lures- 
tan  Tim ochan,  Argistan,  Bestan,  Samarchan, 
Safanian,  Alerglan,  Tasclan,  Vazizastlan,  Etai- 
can,  Tagarnistan^  Sermangan,  Bagdaglan,  Che- 
regan,  Coman,  Deristan,  Madandran,  Cotan, 
Ciarcian,  Escalcan,»  que  casi  todos  son  nom- 
bres de  Tartaria  y  de  la  parte  de  Persia  que 
con  el  tiempo  ganaron  los  Tártaros;  todo  cons- 
ta de  los  mapas  modernos  y  de  las  histo- 
rias. 

4  Veamos  ahora  los  nombres  de  los  luga- 
res que  tenían  los  indios  de  Méjico  en  todas 
sus  regiones  y  por  ellos  veremos  como  vinieron 
de  aquellas  partes  de  Tartaria.  Lo  primero  en 
esta  América  está  Mechoacan  y  allí  el  pueblo 
de  Acatlan,  como  se  podrá  ver  en  Juan  Laert 
De  Situ  Novi  Orbis.  lib.  5,  cap.  25;  también 
está  Alchichican  en  la  provincia  de  Tepeaca^ 
dícelo  el  mismo  autor  en  dicho  lib.  5,  cap.  17 
están  los  pueblos  Amitatan  y  Gunzacapan,  en 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  83 

la  provincia  de  Guatemala;  Laer,  lib.  7,  cap,  9, 
y  en  la  misma  provincia  está  Cuzcaran,  como 
dice  el  citado  autor  en  el  mismo  lib.  7,  cap.  11. 
En  el  distrito  de  Méjico  están  los  pueblos:  «Co- 
tastaguacan,  Coivacan,  Teocaiuyacan,  Guagua- 
can,   Tlacopan,   Atlaguayacan,   Quauximalcan, 
Quatitlan,  Tupan,  Acolluacan,  Hurcilapan,  Cue- 
calan,  Cagualpan,  Yoalan,  Zepustlan,  Axoca- 
pan,  Tulantlapacoian,  Cuetaxitan,   Zilan,   Tu- 
luculan,  Yancuitlan,  Tlapan,  Atescaguacan,  Ma- 
za tlan,   Xocuietlan,    Macuatlan,»    todos    estos 
nombres,  tocan,es  á  Méjico,  pone  Juan  Laert, 
citado  en  el  lib.  5,  cap.  13  y  añade  otros   en  el 
cap.  14,  como  son:  «Aiotutestlan,  Nachapatan, 
Cuyocan,  y  Guatitlan.»  Pone  también  en  el  li- 
bro s,  cap.  5,  otros  lugares  de  Méjico   como 
son  «Ivateotlapan,  Mestitlan.  Acotlan,  Chautlan, 
y  Tuxaltitlan,»  y  en  el  lib.  6,  cap.  10,  pone  en 
las  Californias  á  Mazatlan  y  en  el  lib.  7,  cap.  6 
y  cap.  7,  pone  en  la  provincia  de  Soconusco 
los  pueblos  de  Güevetlan,  Guazucapan  y  Aca- 
lan.  En  el  lib.  5,  cap.  12,  pone  por  lugares  de 
Méjico  á  Istapalapan,  á  Cazitatlan,  y  en  el  libro 
3,  cap.  25  pone  en  la  Virginia,  Creatan,  y  en  el 
lib.  17,  cap.  17,  pone  en  esta  América  á  Curia- 
pan,  en  la  nueva  Francia  pone  á  Bean  y  Portan; 
en  la  tabla  del  lib.  2  y  en  tabla  de  la  Nueva  An- 
glia,  pone  á  Ireland,  de  modo  que  se  vé  la  sí- 


84  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

militad  de  los  lugares  de  Méjico  y  del  Asia  y 
Tartaria,  conque  parece  indubitable  que  la 
América  Septentrional  ó  mejicana  se  vino  po- 
blando de  aquellas  partes  del  Asia  mayor. 

S  Pongamos  más  claridad  en  la  identidad 
de  unos  y  otros  lugares,  rastreándolos  por  los 
mapas  desde  el  Eufrates  al  reino  de  Anian  y  re- 
gión de  Arzaret  y  continuándolos  desde  alU' 
hasta  todo  el  círculo  de  la  América  Septentrio- 
nal y  por  las  tablas  de  Abraham  Hortelio  y  de 
Enrico  Alangren,  computadas,  así  en  latitud  co- 
mo en  la  longitud  de  toda  el  Asia,  se  hallan  los 
pueblos  y  regiones  siguientes  de  nuestro  inten- 
to: Batan,  Sidustan,  Cusisstan,Gilan,  Botan,  Cer- 
ban,  Escrilan,  Sabrán,  Chirman,  Moquestan,  Is- 
paxan,  Eracayan,  Deristan,  Talcatan,  Sistan, 
Quiruan,  Multan,  Baglan,  Decan,  Beligan,  Co- 
rasan,  Pandan,  Tacalistan,  Samarcan,  Rifan,  Si- 
tracan,  Astracán,  Casan,  Indostan,  Candandan, 
Tursan,  Daristan,  Aigran,  Cainan,  provincia  de 
Anian,  Chian,  Resacan,  Tacan,  Paxan,  Carean» 
Parasan,  Calqu  istan,  Turquestan,  Tastan,  Etairan, 
Caracoran,  Toloman,  Periaman,  Capclan,  Sa- 
yan,  Checuan,  Rosacan,  Cainan,  Siman,  la  re- 
gión Belgian  y  los  montes  Coibacoran  y  Toque- 
sendan,  todos  acabados  en  an^  como  los  que 
pusimos  antes,  así  de  Tartaria  como  de  Méjico 
y  de  esta  América,  se  pueden  añadir  los   si- 


ORIGEN  DE   LOS   INDIOS  8$ 

guientes,  que  muchos  coníorman  casi  en  todo. 
6  En  Jamaica  de  estas  Indias,  está  Oristan, 
y  por  única  la  pone  Juan  Laert,  en  el  mapa  2, 
donde  trata  de  Jamaica,  y  luego  vuelve  á  tra- 
tar de  Oristan,  en  el  lib.  i,  cap.  15,  núm.  30.  En 
Soconusco  están  Guevatlan^Guazacapan,  y  Coa- 
ílan,  así  lo  dice  el  mismo  autor,  lib.  7,  cap.  6. 
En  la  provincia  mejicana  están  Ocotlan,  C asi- 
lan, Mestlan  y  Chiautlian,  el  mismo  autor  lib.  5» 
cap.  5.  En  Guaxaca  está  Guaxolotitlan,  el  mis- 
mo Laert,  lib.  s,  cap.  20.  En  los  confines  de 
Jalisco  están  Chiametlan,  Petatlan,  Culvacan. 
En  la  Virginia,  región  de  Méjico,  están  los  lu- 
gares de  Panhatan,  de  Cotan  y  de  Secotan,  dí- 
celo  el  mismo  Laert,  lib.  3,  cap.  14  y  en  el  mis- 
mo libro,  antes  del  cap.  i,  y  en  la  tabla  de  la 
Nueva  Anglia  en  la  parte  de  Virginia.  Hay  tam- 
bién en  estas  partes  meridionales  el  pueblo  de 
de  CustaU;  el  mismo  autor,  lib.  7,  cap.  11,  nú- 
mero 20,  y  en  el  cap.  13.  En  los  Quixos  está  la 
provincia  de  Cosan,  de  que  se  denominan  los 
indios  Cósanos.  En  los  Pastos  está  Tulcan  y  Pa- 
yan, de  modo  que  se  reconoce  que  muchísimos 
pueblos,  regiones  y  lugares  que  tenían  estos 
americanos,  desde  la  antigüedad,  antes  que  fue- 
sen conquistados,  conformaban  en  mucho,  y  en 
algunos  en  todo,  con  los  pueblos  del  Asia. 


§4 


Pórteme  otros  muchos  lugares  del  mundo  antiguo, 
muy  conformes  á  los  que  se  hallaron  en  este 
nuevo  mnndo,  que  se  trajeron  después  del  Dilu- 
vio por  los  primitivos  Españoles,  por  los  cartagi- 
neses, por  los  tribus  y  otras  naciones  que  entra- 
ron con  ellos. 


Lugares  del  mundo  antiguo 


1  En  Asia  fué  célebre 
el  pueblo  de  Zama,  se- 
gún Paulo  Galucio,  en 
el  Teatro  del  Mundo, 
en  los  nombres  de 
Asia,  verbo  Zama,  I 
y  II. 

2  En  el  Asia  está  el 
lugar  de  Punatá,  según 
el  mismo  Paulo  Galu- 
cio, verbo  Punata. 

3  En  Europa  está  la 


Lugares  del  mundo  nuevo 

I  En  esta  América  se 
halló  el  pueblo  de  Za- 
ma, junto  á  Arica,  y 
Carlozama  en  los  Pas- 
tos de  Quito. 


2  En  esta  América  es 
célebre  el  pueblo  y 
puerto  de  Pana,  junto  á 
Guayaquil. 

3  En    esta  América, 


ORIGEN  D£   LOS    INDIOS  87 

Lugares  del     mundo    antiguo         Lugares  del  mundo  nuevo 


Noruega,  tan  celebra- 
da de  todos  los  auto- 
res, de  que  tanto  he- 
mos dicho  en  lo  ante- 
cedente. 

4.  En  Asia  está  laTus- 
ta,  según  Neb.  en  la 
palabra  Tussa. 

5.  En  Inglaterra  está 
la  ciudad  de  Támara, 
el  mismo  Nebricense, 
verbo  Támara. 

6.  Harma  es  tierra  en 
la  suente  de  Simeón, 
Josué,  cap.  19,  núme- 
ro. 2. 

7.  Bola  es  pueblo  en 
Italia,  Antonio  Nebri- 
cense,  en  el  Catálogo 
de  ciudades,  verbo 
Bola. 

8.  En  el  mar  Jonio,  en 
Corfú,  esta  la  isla  nom- 
brada Marathá,  el  mis- 
mo Nebricense,  verbo 
Maratá. 

9.  En  el  mundo  anti- 
guo ya  se  sabe  que  es- 
tán las  dos  Asias,  ma- 
yor y  menor. 

ro.  En  el  Asia  mayor 


en  la  parte  de  Méjico, 
está  la  ciudad  y  provin- 
cia de  [Noronuega,  se- 
gún Paulo  Galucio,  ya 
citado,  en  la  palabra 
Noronuega. 

4  En  esta  América,  en 
la  provincia  de  Quito, 
está  elpueblode  Tussa. 

5  En  estas  Indias  está 
el  pueblo  y  provincia 
de  Tarama,  que  con  el 
tiempo  varió  las  letras. 

6  Harma  es  tierra  en 
Popayan  de  esta  Amé- 
rica. 

7  Bola  es  río  y  tierra 
enfrente  de  la  Puma  en 
esta  América. 


8  En  esta  América  en 
la  Nueva  España  y  Nue- 
va Galicia,  está  la  re- 
gión Maratá,  J.  Laert, 
lib.  6,  caps.  14  y  16. 

9  En  esta  América  se 
halló  un  pueblo  de  in- 
dios, llamado  Asia,jun- 
to  á  Cañete. 

10  En  esta  América, 


88 


DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 


Lugares  del   mundo  antiguo  Lugares  del  mundo  nuevo 


están  los  pueblos  de 
Comalia  y  Camana,  se- 
gún Galucio,ensii  Tea- 
tro, v^erbo  Gamona  y 
verbo  Comuna. 

11  Los  Lycaones,  na- 
ciones del  Asia,  Anto- 
nio Nebricense  en  su 
Catálogo  de  Lugares, 
verbo  Lycaones. 

12  En  el  Asia  mayor 
está  la  ciudad  de  Pola, 
Antonio  Nebricense, 
ubi  supra,  verbo  Pola. 

13  En  la  Phrigia  del 
Asia  está  el  pueblo  de 
Acaris,  el  mismo  Ne- 
bricense, verbo  Acaris. 

14  En  la  Mauritania 
fué  célebre  la  ciudad 
de  Casma,  el  mismo 
Antonio  Nebricense, 
verbo  Casma. 

15  En  Egipto  fué  cé- 
lebre el  pueblo  de 
Chaala,  Nebricense, 
verbo  Chaala. 

16  En  Cilicia  y  Asia 
menor,  están  los  Ama» 
ses,  Nebricense,  verbo 
Amasia. 


en  la  Nueva  España, 
está  la  provincia  Cu- 
mana,  Juan  Lacrt,  libro 
18,  intr.,  y  en  el  cap.  4, 
y  junto  á  Arequipa  está 
Camana. 

11  En  esta  América, 
junto  á  Xamaica,  están 
los  pueblos  Lucaones, 
el  mismo  Laert,  lib .  i, 
cap.  16. 

12  En  esta  América 
está  la  isla  de  Pola, 
como  dice  el  mismo 
Laert,  lib.  i,  cap.  16. 

13  En  esta  América, 
en  esta  parte  del  Perú, 
junto  á  la  Nasca,  está  el 
pueblo  de  Acari. 

14  En  esta  América, 
hacia  Truxillo  y  Saña, 
están  los  pueblos  y  re- 
giones de  Casma  la  ba- 
ja y  Casma  la  alta. 

15  Aquí  en  las  Indias, 
junto  Acari  el  pueblo 
de  Chala. 

16  En  esta  Aniérica 
se  hallaron  los  pueblos 
Ámaxes,  hacia  Tarama. 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS 


89 


Lugares  del  mundo  antiguo 

17  En  la  tierra  de 
Basan  está  el  pueblo 
Máchate,  Josué,  capítu- 
lo 12. 

18  En  Alemania  es- 
tán los  pueblos  de 
Caicos,  Nebricense, 
verbo  Caicos. 

19  En  la  Palestina,  la 
ciudad  fuerte  de  Uco- 
cás,  según  Adricomio 
Dhelpo,  en  el  Teatro 
de  la  Tierra  Santa,  ver- 
bo Neptalim,  núm.  98. 

20  En  Fenicia  la  ciu- 
dad de  Acá  y  Acas,  se- 
gún Antonio  Nebricen- 
se,  verbo  Acá. 

21  En  Picardia  el 
pueblo  de  Noyon,  Ne- 
bricense,  verbo  Noyon. 

22  En   Francia    los 
pueblos  Ambatos,   Ne 
bricense,    verbo    Am- 
bati. 

23  En  la  Arabia  Fe- 
liz, el  pueblo  de  Am- 
bo, el  mismo  Nebri- 
cense,  verbo  Ambo. 

24  Attacana  es  ciudad 
de  los  bactrianos,  Ne- 


L.ugares  del  mundo  nuevo 

17  En  esta  América, 
en  laprovinciade  Guai- 
las,  el  pueblo  Mácate. 

18  En  las  Indias,  jun- 
to al  canal  de  Bahama, 
están  los  Caicos. 

19  En  esta  América  y 
parte  del  Perú,  el  pue- 
blo de  Ococas,  situado 
en  los  Guachos  y  Cho- 
corvos. 

20  En  este  Perú,  en  la 
provincia  de  Caxatam 
bo,  el  pueblo  de  Acas 

21  En  esta  América 
en  Caxatambo,  el  pue 
blo  de  N  oyon. 

22  En  esta  América 
en  la  provincia  de  Qui 
to,  el  pueblo  de  indios 
Ambatos. 

23  En  esta  América, 
en  la  provincia  de  Ta- 
ramá,  está  el  pueblo  de 
Ambo. 

24  En  esta  América, 
entre  Arica  y  Chile,  es- 


90 


DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 


Lugares  «'-el  mundo  antiguo  Lagares  del  mundo  nuevo 


brícense,   verbo  Atta- 
cana. 

25  En  la  Áurea  Cher- 
sonesFO,  la  ciudad  de 
Axos,  Nebr.,  erbo  Ar- 
cos. 

26  Pisa  es  ciudad  de 
Italia  y  también  la  hay 
en  el  Asia,  Nebr.,  ver 
bo  Pisa,  y  también  es 
apellido  de  unlinaje  de 
España. 

27  Bilca  fué  ciudad 
deBabilonia,Nebricen- 
se,  verbo  Bilca. 

28  En  Tracia  la  ciu- 
dad de  Pastos,  Nebri- 
cense,  verbo  Pastos. 

29  En  el  Asia  hay  una 
región  y  río  llamado 
Caina  Nebriense,  verbo 
bo  Caina. 

30  En  el  Asia  mayor 
el  pueblo  de  Caraca, 
Neb.,  verbo  Caraca. 

31  En  África  los  Ga- 
ramantas,  Juan  Botero, 
en  sus  Relaciones  del 
Mundo,  part.  i,  lib.  3, 
in  fine,  en  aquellas  pa- 


ta el  sitio  que  llaman 
Atacama. 

25  En  este  Perú,  en  la 
provincia  de  Conchu- 
cos, se  halla  el  pueblo 
de  indios  Axos. 

26  En  esta  América, 
en  la  jurisdicciún  del 
Cuzco,  hay  un  pueblo 
de  indios  nombrado 
Pisa,  y  en  la  provincia 
de  Charcas,  Tupisa. 

27  En  estas  Indias,  el 
pueblo  de  Bilcas,  de 
Bilcanota  y  Bilcabam- 
ba. 

28  En  la  provincia  de 
Quito,  la  ciudad  de 
Pasto  y  Pastos. 

29»*  En  esta  América, 
en  la  provincia  de  Ta- 
rama,  está  el  pueblo  de 
Caina. 

30  En  estas  Indias, 
hacia  Maracavo,  se  ha- 
lla el  pueblo  y  provin- 
cia de  Caracas. 

31  En  estas  Indias, 
en  la  provincia  de  Pa- 
payan,  hubo  la  ciudad 
de  Garamanta,  Antonio 
de  Herrera,  Hist.  India- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  9 1 

Lugares  del  mundo  antiguo  Lugares  del  mundo  nuevo 


labras:  «Getulus  y  Ca- 
ramantas.» 

32  En  la  Arabia  Feliz 
hubo  la  ciudad  de  Ca- 
yana, y  dura  todavía, 
Nebr.  en  la  palabra  Ca- 
yana. 

33  En  Iberia  de  Asia, 
fué  célebre  la  ciudad 
de  Castas,  Nebr.  verbo 
Castas. 

34  En  la  Mauritania 
Tinhintana,  la  ciudad 
de  Cuse,  Nebr.,  verbo 
Cuse. 

35  En  la  Mauritania 
los  pueblos  langacau- 
canoSjNebr., verbo  lan. 
gacaucani. 

36  En  la  Sabinia  el 
pueblo  Curis,  Nebricen- 
se,  yerbo  Curis. 

37  En  la  Sagrada  Es- 
critura, en  Josué,  capí- 
tulo 19,  núm.25,  se  ha- 
ce mención  de  la  re- 
gión de  Cali. 

38  En  la  isla  de  Coo, 
está  el  pueblo  de  luli, 
Nebr,,  verbo  lulis. 


na,  lib.  10,  dec.  5,  ca- 
pítulo 13. 

32  En  esta  América, 
en  la  provincia  de  Con- 
chucos y  en  la  isla  de 
Cuba,  los  pueblos  Cu- 
bana, Cayana  y  Cava- 
nilla. 

33  En  esta  América, 
en  la  provincia  de  Gua- 
rochiri,  el  pueblo  de 
Castas. 

34  En  esta  América, 
en  la  provincia  de  Ca- 
xatambo,  está  el  pueblo 
de  Cuse. 

35  En  esta  América, 
en  la  provincia  de  Can- 
ta, están  los  pueblos  in- 
dios de  langa. 

36  En  este  Perú,  en 
Tarama,  el  cerro  de 
Curis  y  en  Charcas  el 
pueblo  de  Curi. 

37  En  esta  América 
Meridional,  en  la  pro- 
vincia de  Popayan  está 
la  ciudad  de  Cali. 

38  En  la  América  me- 
ridional, en  las  provin- 
cias de  arriba,  el  pue- 


92  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Lugares  del  mundo  antiguo  Lugares  del  mundo  nuevo 


39  En  la  Arabia  Feliz 
el  pueblo  de  Late,  Ne- 
bricense,  verbo  Late. 

40  En  Creta,  el  pue- 
blo de  Lampe  y  en  Ar- 
cadia eldeLampia,Ne- 
bricense,  en  estos  dos 
nombres. 

41  En  Asia  los  pue- 
blos Holmos  y  Olmos, 
Nebr.  verbo  Holmos  y 
Olmos. 

42  En  la  Lybia  inte- 
rior, están  los  pueblos 
Macas,  Nebricense,  ver- 
bo Macae. 

43  En  ía  Mesopota- 
mia,  el  pueblo  de  Paco- 
ra ó  Pacoria. 

44  Marca  fué  ciudad 
de  Egipto,  Nebr.,  verbo 
Marca. 

45  En  la  Mesopota- 
mia,  el  pueblo  de  Cho- 
ca, Nebricense,  verb  o 
Choca 

46  En  el  Asía  menor 
el  pueblo  de  Pacha  ó 
Pachi.  En  Sardinia  el 
pueblo  de  lócala.  En 
Hibernia  el  pueblo  de 


blo  de  luli. 

39  En  esta  América, 
junto  á  Lima,  está  el 
pueblo  y  valle  de  Late. 

40  En  Indias,  Lam- 
pian,  en  Canta  y  en  las 
provincias  de  arriba, 
junto  á  Laicacoca  ¡está 
Lampa. 

41  En  esta  América, 
en  el  corregimiento  de 
P¡ura,el  pueblo  de  Ol- 
mos y  los  indios  Olmos. 

42  En  las  Indias,  en 
la  provincia  de  Quito, 
están  los  pueblos  de 
Macas. 

43  En  esta  América, 
junto  á  Motupe,  dura  el 
pueblo  de  Pacora. 

44  En  esta  América, 
junto  á  Guailas,  el  pue- 
blo de  Marca. 

45  En  estas  Indias  hay 
el  pueblo  delchoca,  en 
la  provincia  de  Guai- 
las. 

46  En  esta  América, 
en  la  provincia  de  Am- 
paraes,  se  hallan  los 
pueblos  de  Pacha,Iota- 
la  y  Quila,  muy  confor- 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  93 

Lugares  del  mundo  antiguo  Lugares  del  mundo  nuevo 


Quila,  según  Nebr.,  en 
estos  nombres, 

47  En  Licaonia  el 
pueblo  Patara,  Nebri- 
cense,  verbo  Patara. 

48  En  Córcega  la  ciu- 
dad de  Pauca,  Nebri- 
cense,  verbo  Pauca. 

49  En  Tracia,  de  Si- 
cilia, el  pueblo  de  Sica, 
Nebr.,  verbo  Sica. 

50  En  Frigia  de  Asia, 
el  pueblo  de  Machalan, 
Nebr , verbo  Machalan. 

5 1  Salem  fué  nombre 
primitivo  de  Jerusalén, 
Galucio  en  su  Teatro, 
enlosnombres  de  Asia, 
verbo  Jerusalén,  ibi:  Se 
llamó  Salém. 

52  Una  de  las  Cycla- 
das  es  Pactia,  Nebri- 
cense,  verbo  Pactia. 

53  Virgilio  nació  en 
una  aldea  nombrada 
Andes,  Ravisio  Textor, 
en  su  Officina.  lib.  4, 
cap.  26,  ibi:  Virgilius 
natus  est.  Mantua  ia  vi- 
cos que  Andes  vocatur. 

54  En    Sarmacia  fué 


mes  á  los  de  enfrente. 

47  Aquí  en  las  Indias, 
en  la  provincia  de  Guai- 
las,  está  un  mineral  lla- 
mado Patara. 

48  En  Conchucos  el 
pueblo  de  Pauca  y  Pau- 
cartan  de  arriba, 

49  En  este  Perú,  el 
pueblo  de  Sica  en  la 
provincia  de  Charcas. 

50  En  este  Perú,  jun- 
to á  Guayaquil,  está  el 
pueblo  de  Máchala. 

5 1  En  la  Virginia  de 
América,  la  ciudad  de 
Saden,  según  los  ma- 
pas, y  con  el  tiempo  se 
ha  corrompido  la  /  en  d. 

52  En  la  provincia  de 
Papayan,  está  Patia. 

53  Los  Andes  de  esta 
América,  celebrados 
en  el  mundo  é  historia- 
dores, de  que  he  tra- 
tado. 


54  Junto  al  Darien  el 


94 


DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 


Lugares  del  viundj 
antiguo 

célebre    el  pueblo    de 
Acra  Nebr.,  verbo  Aira. 

55  En  Sarmacia  los 
pueblos  Seracanos,  Ne- 
baicense  verbo  Sera- 
cant  y  Seraceni. 

56  Zarama  es  ciudad 
de  los  Medos,  Nebri- 
cense  verbo  Zamara. 

57  Betania  es  provin- 
cia de  los  judios,  como 
es  notorio,  y  consta  de 
la  Escritura. 

58  En  Macedonia  la 
ciudad  de  Euporia,  Ne- 
bricense  verbo  Eupo- 
ria. 

59  En  Europa,  (Italia) 
está  la  ciudad  de  Ta- 
rasco, de  que  lata- 
mente hablan  Paulo  Ga- 
lucio,  en  su  Teatro  del 
mundo,  y  Antonio  Ne- 
bricense  verco  Tarasco- 
dunitani. 


60  En   Palestina    los 
pueblos  de  Masaya  y 


Lugares  del  mundo 
nuevo 

pueblo  de  Ada,  Juan 
Laert,  lib.  8,  cap.  1,  nú- 
mero 50. 

55  En  esta  América 
junto  al  Darien,  está  la 
provincia  de  los  Sera- 
canos,  Juan  Laert,  libro 
8,  cap.  8,  núm.  50. 

56  En  esta  América 
en  la  provincia  de  Qui- 
to, está  Zaruma. 

57  En  esta  América 
junto  á  Santa  Marta,  la 
región  Betania,  Laert, 
lib.  8,  cap.  18,  núm.  20. 

58  En  las  Indias,  en 
Tenerife,  está  Euporia, 
Juan  Laert,  lib.  8,  capí- 
tulo 20,  nüm.  30. 

59  En  esta  Europa, 
junto  á  Mechoacan, 
están  los  indios  de  Ta- 
rasco, según  Torque- 
mada,  en  su  Historia 
de  Méjico,  lib.  3,  capí- 
tulo 29,  y  los  pueblos 
tarascos,  Juan  Laert,  li- 
bro 5,  cap.  23,  al  me- 
dio. 

60  En  la  América,jun- 
to  á   Nicaragua,  está 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS 


95 


Lugares  del  mundo 
antiguo 

Masada^  Plinío  libro  5, 
cap.  19,  Nebr.  verbo 
Masada. 

61  En  Asia  estuvo  el 
pueblo  de  Taranta,  Ne- 
bricense  verbo  Taranta. 

62  En  Asia  está  la 
ciudad  de  Baruco,  Ne- 
bricense  verbo  Baruco. 


63  En  el  Asia,  una 
isla  nombrada  Panamá, 
Paulo  Galucio,  en  las 
islas  de  Asia,  verbo 
Panamá. 

64  En  Troya  fué  la 
ciudad  de  Calcas,  se- 
gún Nebricense  verbo 
Calcas. 

65  En  el  Asia,  el  pue- 
blo de  Tecano,  Nebri- 
cense verbo  Tecano. 

66  En  Boecia  la  ciu- 
dad de  Tarna,  Nebri 
cense  verbo  Tarna. 

67  Las  naciones  asiá- 
ticas de  los  antiguos 
Pancos,  Sánelas  del 
Peloponeso,  y  de  los 
Samios,  de  que  habla 


Lugares  del  mun  do 
nuevo 

la  provincicia  Masaya 
Torquemada  lib.  3,  ca- 
pítulo 38,  al  fin. 

61  En  este  Perú,  junto 
á  Moquegua  está  el 
pueblo  Tarata. 

62  En  la  América, 
junto  á  la  Habana,  está 
el  pueblo  Barucoa,  Pa- 
dre Torquemada,  libro 
4,  cap.  2,  ibi:  en  estos 

63  En  esta  América 
es  muy  conocida  la  ciu- 
dad de  Panamá. 


64  En  esta  América 
es  muy  conocido  el 
pueblo  Calcas  y  Lares, 

65  En  la  provincia  y 
reino  de  Méjico  está 
el  pueblo  Tecalo . 

66  En  este  Perú,  junto 
á  Arica,  está  el  pueblo 
nombrado  Tacna. 

67  En  esta  América 
Meridional  en  la  juris- 
dicción de  Charcas, 
están  los  indios  Panues 
los  indios  Sanees,  y  los 


96 


DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 


Lugares  del  mundo  antiguo 

Nebricense,  verbo  Sa- 
nios, SamiyeS;  Sandce, 
Panos  y  Pancos. 

68  En  Egipto  el  pue- 
blo de  Chala,  Nebri- 
cense, verbo  Chaala. 

69  En  Cilicia  el  pue- 
blo de  Bombón  y  de 
Bombos,  Plin.,  lib.  5, 
cap.  27,  Nebr.,  verbo 
Bombos. 

70  En  Arabia  está  el 
puerto  de  Molcha,  Ne- 
bricense, verbo  Molcha. 

71  Jerusalén  se  llamó 
también  Solyma,  según 
Paulo  Galucio,  ubi  su- 
pra,  verbo  Jerusalén, 
ibi:  Jerusalén  tiene  mu- 
chos nombres,  como 
Solyma,  Lusa  Batbel; 
etcétera. 


Lugares  del  mundo  nuevo 

indios  Samies.  y  de  to- 
dos tres  habla  Laert, 
de  Situ  Novi  Orbis,  li- 
bro 5,  cap    25. 

68  En  esta  América, 
junto  á  la  Nasca,  está 
el  pueblo  de  Chala. 

69  En  esta  América 
Meridional  se  halló  el 
pueblo  y  región,  nom- 
brada vulgarmente 
Bombón. 

70  En  esta  América, 
en  el  reino  de  Chile, 
está  la  isla  de  Mocha. 

71  En  la  América  se 
halló  Colyma,  junto  á 
Mechoacán,  por  la  par- 
te Meridional,  según 
Jansonio  en  el  nuevo 
Atlas,  tomo  II,  descrip- 
ción de  la  America  Sep- 
tentrional ibi:  Zacatula 
y  Colyma, 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  97 

I  Arriba  dijimos  como  la  Gocia,  de  donde 
vim'eron  nuestros  godos,  se  llamó  Chile,  lo  cual 
consta  de  la  Corona  gótica  que  hallaráse  en  el 
principio  del  Fuero  Juzgo,  compilado  y  glosado 
por  Alfonso  de  Villadiego,  en  el  principio  de 
dicha  Crónica,  en  aquellas  palabras:  «Proco- 
pius  camdem  provinciam,  Chyle  reputavit,»  la 
cual  Gocia  fué  parte  de  la  Escandinavia  según  el 
mismo  autor  en  las  palabras  siguientes:  «Escan- 
dinavia Gothicé  Dicta»  llamada  también  Estoti- 
lan,  que  caeá  la  tierra  del  Labrador,  según  Paulo 
Galucio,  en  el  Teatro  del  Mundo,  en  los  lugares 
de  América,  en  la  palabra  Cabo  Estotílan^  y  por 
allí,  sin  duda,  vinieron  nuestros  godos  y  poblaron 
gran  parte  de  la  América  septentrional,  y  en  ella 
el  pueblo  Chili  y  el  pueblo  Chelen,  como  parece 
de  los  mapas,  y  se  fueron  extendiendo  con  las 
demás  naciones  que  habían  entrado  por  aquel 
lado  hasta  llegar  á  Chile  y  poblaron  aquel  reino 
de  indios  muy  valientes  que  se  conoce  ser  semi- 
lla de  los  Escitas,  cuya  rama  son  los  godos,  se- 
gún dicha  Crónica. 

2  Casi  otros  tantos  lugares  como  los  expre- 
sados podía  poner  de  nombres  de  pueblos  de 
toda  esta  América  en  gran  parte  concordantes 
con  los  del  mundo  antiguo,  pero  porque  no  son 
tan  claros  como  los  referidos,  dejo  de  expresar- 
los, y  tengo  para  mí  que  habrá  personas  en  esta 
Volumen  ii  7 


98  DIEGO    ANDRÉS  ROCHA 

América  que  tengan  más  noticias  de  pueblos  y 
lugares  de  ella  y  hallen  mayor  consonancia  con 
los  de  Europa,  Asia  y  África;  y  aunque  las  pri- 
meras entradas  á  la  América  fueron  de  españo- 
les poco  después  de  Tubal  y  de  los  mismos  en 
tiempo  de  Héspero,  que  todo  esto  sucedió  há 
más  de  tres  mil  y  quinientos  años,  cuando  no  se 
había  anegado  la  isla  Atlántida,  y  de  estos  mis- 
mos españoles  entroncados  con  los  Cartagine- 
ses, entraron  á  las  Indias  cuando  vino  Hannon 
con  ellos,  habrá  tiempo  de  dos  mil  años,  pero 
sin  duda  que  en  estas  tres  transmigraciones  en- 
trarían otras  naciones  que  comerciaban  en  Es- 
paña, de  que  vino  la  diversidad  de  algunos 
nombres  de  lugares  y  de  alguna  división  de  len- 
guas. Lo  mismo  sucedió  en  la  América  Septen- 
trional, la  cual,  primeramente,  fué  poblada  de 
los  Tultecas,  semilla  de  las  diez  tribus,  á  quienes 
vinieron  siguiendo  las  otras  seis  naciones  de 
que  hemos  hecho  mención  arriba,  y  fundaron  la 
ciudad  de  Méjico,  que  es  palabra  hebrea,  según 
tenemos  probado,  y  que  esta  entrada  de  los 
Tultecas  habrá  más  de  dos  mil  doscientos  años 
por  el  reino  de  Anian  y  abierto  por  allí  el  ca- 
mino entrarían  muchos  de  otras  naciones,  y  ten- 
go para  mí,  que  vendrían  por  allí  muchos  de  los 
sujetos  al  imperio  romano,  conforme  á  muchas 
señales  que  de  ellos  se  hallaron  en  estas  Indias, 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  99 

y  los  más  que  vinieron  por  esta  parte  fueron 
Tártaros,  que  descienden  de  las  tribus  de  Israel, 
según  Juan  Botero,  en  sus  Relaciones  del  Mun- 
do, §  Ulti7na  parte  de  Tartaria  y  y  consta  de  la 
República  de  Tartaria,  cap.  2,  al  fin,  en  aquellas 
palabras:  «Alii  denique  Tártaros,  residuos  dici 
autumant,  quasi  hi  ex  Israelitarum  faece  reli- 
quiae  sint,»  y  más  abajo  dice,  como  usaban  cir- 
cuncidarse y  lo  mismo  dice  en  el  cap.  i,  frag- 
mento 10,  y  hasta  la  Tartaria  dominó  Roma  y 
Tartaria  es  la  Escitia,  Botero  en  sus  Relacio- 
nes, §  Tartaria, 

2  Los  Tártaros  usaban  de  vestiduras  largas 
pelendengues  y  capacillos  blancos,  según  el 
libro  de  la  República  de  Tartaria,  cap.  i,  frag- 
mento 2,  fol.  201:  «Tartari  túnicas  habent  Ion- 
gas  absque  rugís,  et  pilcos  albos,»  como  el  mijo 
tostado,  ibidem  fol.  189:  «Nonnihil  miiii  tosti.» 
Las  armas  de  los  Tártaros  son  el  arco,  flecha  y 
macana,  ibidem,  cap.  2,  fol.  215:  «Arma  illis  in 
usu  sunt  arcus,  machaera.»  Pelean  con  gritos  y 
clamores,  según  dice  poco  más  abajo:  «Quan- 
din  pugnare  datur  clamoribus  editis  idfaciunt» 
Habitan  de  ordinario  en  soledades  y  cuevas,  y 
así  lo  dice  en  el  cap.  2,  al  principio:  «ítem  Tar- 
tarí, per  vastas  Scytiae  solitudines  ad  septentrio- 
nem  porrectas  habitant  in  Europa  et  Asia.»  No 
tuvieron  uso  de  escribir  hasta  que  ganaron  par- 


lOO 


DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 


te  de  Pcrsia,  ibidem,  fol.  315:  «Ante  id  tempus 
nullus  ipsi  genti  fuit  litterarum  usus.»  Todas  es- 
tas propiedades  tuvieron  los  primeros  indios 
Tultecas  que  vinieron  á  Méjico,  como  dijimos 
arriba,  con  lugares  del  P.  Torquemada,  en  el 
lib.  I  de  su  Monarquía  Indiana,  desde  el  cap.  9 
hasta  el  14,  los  cuales  son  semilla  de  los  Tár- 
taros, como  estos  de  las  tribus,  como  está  dicho, 
y  así  hemos  de  tener  por  cierto  que  las  diez 
tribus  entraron  por  el  Asia  y  poblaron  la  Amé- 
rica Septentrional,  que  es  la  de  Méjico,  y  luego 
con  el  tiempo  subieron  á  la  América  Meridio- 
nal, que  es  esta  parte  del  Perú,  con  que  queda 
explicado  este  capítulo  tercero  á  mayor  honra 
y  gloria  de  Dics,  cuyo  es  el  poder  y  sabiduría. 


CAPITULO  IV 


PÓNENSE   LAS  DUDAS  CONTRA   MI   OPINÓN 
Y   RESPÓNDESE   Á   ELLAS, 


I  Opónense  lo  primero  por  dificultad,  que 
no  pudieron  ser  los  primitivos  españoles  los  que 
primero  entraron  después  del  diluvio  en  esta  Amé- 
rica, la  palestra  que  hubo  en  la  Sede  Apostó- 
lica ante  el  Santísimo  Alejandro  VII,  de  glo- 
riosa memoria,  ante  quien  se  ventiló  el  año  de 
1659.  Si  los  privilegios  concedidos  á  los  rei- 
nos de  España  acerca  del  modo  y  forma  de 
recitar  los  oficios  y  misas  de  los  santos  parti- 
culares de  cada  provincia,  concedidos  desde  el 
Santísimo  Pío  V  y  Santísimo  Gregorio  XIII,  se 
habían  de  entender  en  ellos  comprendidas  es- 
tas Indias  Occidentales,  y  hubo  por  la  parte 
afirmativa  y  nega  tiva  sus  fundamentos,  como 


I02  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

parece  en  la  prefacción  de  la  misma  bula  de 
Alejandro,  de  15  de  Noviembre  de  1659,  Y  ^^s- 
pués  de  las  dudas  se  pone  la  decisión  del  Sumo 
Pontífice,  comprendiendo  á  estas  Indias  en  los 
privilegios  de  España  y  aprobando  los  funda- 
mentos alegados  por  estas  Indias. 

Fundaban  los  de  esta  América  su  pretensión 
en  que  los  indios  eran  en  el  origen  españoles 
(esto  es  en  nuestro  favor)  y  que  después  del  Di- 
luvio universal  habían  venido  y  entrado  en  esta 
América  en  tiempo  del  rey  Héspero  y  fundado 
las  islas  Hespéridas,  que  son  las  de  Barlovento, 
Cuba  y  Española.  Las  palabras  de  la  prefacción 
de  la  Bula,  son:  «Nec  videtur  hae  sitandum,  quod 
Indi  sint  origine  Hispani,  ex  Maluenda  de  Antí 
Chisto,  lib.  3,  cap.  18,  in  fme,  et  Ferdinando 
González  de  Oviedo,  part.  i,  lib.  2,  cap.  3,  His- 
toriae  Indiae:  Icribit  enim,  primos  íncolas  Indi- 
carum  Regionum  pots  universalem  cataclismum 
fuisse  Hispanos.»  Aquí  hemos  hallado  dos  gran- 
des autores  que  consienten  con  nosotros  en  que 
después  del  Diluvio  universal  vinieron  españo- 
les á  fundar  estas  Indias,  en  especial  el  P.  Ma- 
luenda, varón  de  rara  doctrina,  virtud  y  erudi- 
ción. Fundó  juntamente  la  parte  de  esta  Améri- 
ca, que  siendo  los  indios  en  el  origen  españoles, 
por  lo  dicho,  debían  juntamente  gozar  de  los 
privilegios  concedidos  á  España,  según  «L.  Ori- 


ORIGEN    DE  LOS    INDIOS  I03 

gine.  Cod.  de  Municip.  et  Orígín.  L.  Assump- 
tio,  ff.  ad  Municip.»  Mayormente,  cuando  los 
indios  por  el  derecho  de  reversión  habían  vuel- 
to y  estaban  poseídos  por  su  rey  Católico. 

De  parte  del  fiscal  se  contradijo  la  preten- 
sión de  las  Indias  en  razón  de  que  gozasen  de 
los  mismos  privilegios  que  se  habían  cencedido 
á  las  provincias  de  España,  fundándolo  en  que 
en  ellos  no  se  hacía  mención  de  las  Indias  y  que 
así  no  estaban  comprendidas,  demás  de  que 
eran  lijeros  los  fundamentos  del  P.  Maluenda  y 
de  Fernando  de  Oviedo,  que  introducían  los 
españoles  en  esta  América,  poco  después  de 
pasado  el  Diluvio  universal,  y  así  dice  de  esta 
opinión:  «Levibus  admodum  fundamentis  falci- 
ri  videtur,»  con  que  parece  que  el  dar  á  los  in- 
dios el  origen  de  España,  no  es  tan  seguro  como 
yo  lo  asiento  en  el  cap.  2. 

Respondo  que  yo  también  en  los  principios 
tuve  por  lijeros  los  fundamentos  de  los  que  ha- 
bían discurrido  que  los  indios  eran  originarios 
de  España,  y  también  juzgué  antiguamente  lo 
mismo  de  la  opinión  que  los  hacía  descendien- 
tes de  los  israelitas,  porque  entonces  eran  muy 
pocos  los  fundamentos  de  los  doctores  que  lle- 
varon las  opiniones  de  que  en  el  origen  eran 
los  indios  de  España,  y  muchos  de  ellos  le 
traían  de  las  Tribus;  pero  hoy  que  pasan  de  dos- 


104  ORIGEN    DE    LOS    INDIOS 

cientos  fundamentos  los  que  he  propuesto  en 
esta  obra,  haciéndolos  totalmente  conformes  en 
costumbres  de  los  españoles  de  Tubal  y  primi- 
tivos de  España,  en  el  idioma  natural,  en  los 
lugares,  y  juntamente  como  en  muchas  cosas, 
muchos  de  ellos  conforman  con  los  hebreos,  y 
habiendo  también  descubierto  el  paso  y  camino 
por  donde  unos  y  otros  vinieron  y  las  circuns- 
tancias de  los  tiempos  en  que  esto  sucedió,  será 
ya  pertinacia  oponerse  á  verdades  tan  sólidas 
como  quedan  asentadas  en  este  libro,  que  vie- 
ne á  ser  como  principios  elementales  que  no  se 
podrán  negar. 

Y  esto  parece  que  lo  reconocieron  los  liti- 
gantes ante  el  Santísimo  Alejandro,  pues  aun- 
que el  fiscal  alegó  y  acusó  de  lijeros  los  funda- 
mentos, con  todo,  dejó  indeciso  el  si  el  origen 
de  los  indios  era  de  España,  haciéndole  fuerza 
el  que  no  había  parte  por  donde  pudiesen  ha- 
ber pasado  los  animales  fieros  y  silvestres,  y  así 
se  dice  en  la  alegación  antes  de  la  Bula:  «At 
quidquid  sit  de  praefatae  opinionis  veritate,»  son 
palabras  del  fiscal:  ccEsto  quod  potuerint  Hispa- 
ni  á  Maritimis  corum  oris  ad  ínsulas  Hsperides 
superato  Occeano  navigiis  praeterveht,  quod  que 
primi  incoluerunt  quartam  hanc  orbis  partem» 
(aquí  lo  confiesa  el  fiscal  apostólico.)  «Qui  fieri 
potuit,  ut  animalia  prae  sertim  silvestriá,  illie  in- 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  10$ 

venta,  transportata  fuerint  ex  Hispania;»  pero  yo 
no  digo  que  los  primitivos  españoles  trajesen 
entonces  los  animales  fieros  á  esta  América, 
porque  hay  otras  partes  por  donde  pudiesen  ve- 
nir, como  diremos  más  abajo  y  se  ha  dicho  arri- 
ba y  así  no  obstan  las  dudas  que  se  pretenden 
sacar  de  la  Bula,  porque  no  son  de  ella,  sino  de 
los  alegatos,  así  el  Sumo  Pontífice  concedió 
á  las  Indias  (habiendo  precedido  la  aprobación 
de  la  Sacra  Congregación  de  Ritos  y  la  súplica 
del  Dr.  D.  Francisco  de  Valladolid,  tesorero  de 
esta  Santa  Iglesia  de  Lima,  en  nombre  del  cle- 
ro de  ella)  que  se  entendiesen  con  las  Indias 
Occidentales,  sus  islas  y  tierra  continente,  lo 
mismo  que  estaba  concedido  á  España,  así  por 
lo  que  queda  alegado,  como  por  otras  razones 
que  se  alegaron  por  dicho  doctor,  y  si  á  noticia 
del  fiscal  hubiera  llegado  nuestro  libro,  sin  du- 
da no  dijera  que  eran  leves  los  fundamentos. 

Antes  que  dejemos  este  punto  y  dificultad 
de  la  bula  de  la  Santidad  de  Clemente  Sép- 
timo, deseo  esté  advertido  el  lector,  de  cómo 
en  los  alegatos  que  proceden  en  dicha  bula, 
se  hace  mención  de  que  esta  América  está  con. 
junta  con  el  Asia  por  la  parte  Septentrional, 
y  en  ellos  se  funda  cómo  fué  más  fácil  venir 
por  el  Asia  los  primeros  pobladores  de  esta 
América  que  no  haber  venido  de  España,  don. 


Ío6  DIEGO    ANDKÉ5    ROCHA 

de  media  tan  gran  golfo  de  mar.  Las  palabras 
de  los  alegatos  son:  «Et  propterea  vero  sime- 
lius  est  per  coutincntem  nobis  adhuc  incogni- 
tam  coniungentem  Asiam  cum  hac  quarta  mun- 
di  parte  sub  Polo  Árctico,  et  hormines,  et  ani- 
malia  illuc  transmigrasse.»  Doy  por  cierto  que 
la  Asia  esté  continente  con  esta  América  por  el 
Polo  Ártico,  que  es  al  Norte  y  Septentrión  y  que 
el  estrecho  de  Anian,  que  cae  á  esta  parte,  con. 
tinue  las  dos  regiones  con  tan  poco  trecho  de 
agua,  y  así  lo  tengo  asentado  arriba  en  el  capí- 
tulo 3,  §  3,  y  por  aquí  he  introducido  en  esta 
América  las  diez  tribus,  y  por  ser  esta  parte  la 
Septentrional,  todos  los  reinos  de  Méjico  se 
llaman  la  América  Septentrional.  La  palabra 
Arctos  es  griega,  y  significa  también  la  cuarta 
parte  del  mundo,  que  es  el  Septentrión,  según 
Juan  Scápula,  en  su  Léxico  Griego,  verbo  Arc- 
tos. Pero  niego  haber  sido  más  fácil  el  venir  á 
estas  Indias  desde  el  Asia  que  desde  España^ 
porque  aunque  hoy  se  halle  tan  gran  golfo, 
habrá  tres  ó  cuatro  mil  años  cuando  había  la 
Isla  Atlántida,  era  más  fácil  la  entrada  de  espa- 
ñoles y  cartagineses  sin  rodear  el  gran  círculo 
de  tierra  que  anduvieron  por  la  parte  de  Mé- 
jico, con  que  queda  satisfecha  la  primera 
duda. 

2     La  segunda  duda  para  que  no  puedan 


ORIGEN  DE  LOS   INDIOS  lO^ 

descender  los  indios  de  los  primitivos  españo- 
les ni  de  las  tribus,  es  que  unos  y  otros  son 
blancos  y  no  había  de  perderse  este  color  y 
degenerar  en  un  color  sususco  y  pardo,  de  co- 
lor de  tierra  encendida  ó  de  membrillo  cacho, 
como  el  que  tienen  todos  los  americanos.  Res- 
póndese lo  primero  que  la  variación  de  regio» 
nes,  climas,  aires  y  mantenimientos,  ocasionó 
esta  mudanza  de  colores,  talles,  gestos  y  rostros 
entre  estos  americanos,  sin  conservar  aquel  co- 
lor de  los  primeros  españoles  que  vinieron  á 
estas  Indias,  ni  de  las  tribus  que  después  de 
muchos  años  entraron  en  ellas,  porque  sus  pri- 
meros piogenitores  y  ellos  han  gozado  de  dife- 
rente cielo  del  de  Europa  y  Asia,  diferente 
aire,  diferente  temple  de  tierra,  diferentes 
aguas,  diferentes  manjares,  que  en  el  principia 
fueron  de  muy  poca  substancia,  y  fué  mucho  no 
muriesen  de  hambre  hasta  que  fueron  culti- 
vando frutos  y  otros  modos  de  comidas,  y  esto 
causó  variedad  en  las  personas  y  en  los  colores 
según  doctrina  de  Platón,  en  el  Diálogo  de  Na- 
tura, donde  dice:  «Unos  hombres  son  diferen- 
tes de  otros  por  ventilarse  con  aires  contrarios 
ó  por  beber  diferentes  aguas,  ó  por  no  usar  de 
unos  mismos  mantenimientos,  y  esta  diferencia 
no  solo  se  halla  en  el  rostro  y  cuerpo,  sina 
también  en  el  ingenio  del  alma»»  Galeno,  en  el 


I08  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

lib.  2,  De  Temperam,  atribuye  los  colores,  aún 
de  los  cabellos  al  diverso  temperamento  y  aquí 
hemos  visto  hombres  muy  blancos  venidos  de 
España,  que  retirados  á  la  sierra  y  comiendo 
mote  y  las  demás  chucherías  de  que  usan  los 
indios,  vuelven  tostados  que  parecen  indios. 

3  Añádese  lo  que  dice  en  esta  parte  al  Pa  • 
dre  Fr.  Gregorio  García,  en  el  lib.  3,  del  Orí- 
gen  de  los  Indios  cap.  4,  §  4,  donde  dice:  «Fué 
ordenación  divina  que  los  hombres  fuesen  re- 
partidos por  todas  las  tierras,  diferentes  entre 
sí  en  la  disposición  y  temple,  para  que  por  su 
variedad  los  hombres  adquiriesen  vario  y  di- 
verso ingenio,  vario  color  de  rostro  y  diversa 
forma  de  cuerpo,  como  también  son  varios  los 
animales  y  varias  las  cosas  que  la  tierra  produ- 
ce, varios  los  árboles,  varias  las  plantas  y  las 
yerbas,  varias  las  aves  y  los  peces.»  Todo 
esto  se  verifica  más  en  las  naciones  propin- 
cuas á  la  línea  Equinocial  y  más  en  lo  más 
allegado  á  la  Tórrida  Zona  que  casi  todos 
son  morenos  y  tostados,  como  dice  Paulo 
Galucio  en  su  Teatro  del  Mundo,  en  los  nom- 
bres de  lugares  de  Asia,  en  la  palabra  «Notium 
promontorio,»  donde  dice:  «Toda  esta  costa  y 
promontorio  es  de  negros,  y  por  la  mayor  parte 
se  halla  este  color  en  las  gentes  que  son  más 
propincuos  á  la  Equinocial  por  todo  el  Orbe,» 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  109, 

no  hay  gente  más  propincua  á  la  Equino  cial  y 
Tórrida  Zona  que  esta  América  y  así  no  es  mu- 
cho que  mudasen  los  primeros  pobladores  su 
color  blanco  en  pardo  y  tostado. 

4  Pronosticó  Jeremías  la  calamidad  y  des- 
dicha de  las  diez  tribus  en  el  capítulo  final  de 
los  Trenos  y  eu  el  vers.  lo  dice  que  habían  con- 
vertido sus  pieles  en  color  de  horno  encendido 
por  los  trabajos  y  hambres:  «Pellis  nostra  quasi 
elibamus  exasta  est  afacie  tempestatum  famis,»^ 
lugar  que  tengo  explicado  arriba  en  el  cap.  3^ 
§  I,  núm.  9,  y  así  como  estas  tribus  se  tostaron 
por  largos  caminos  y  hambres  que  pasaron  por 
la  América  Septentrional  topando  tantas  veces 
con  la  Tórrida  Zona,  y  viviendo  en  ella,  lo 
mismo  sucedió  á  la  letra,  y  viendo  á  los  pri- 
mitivos españoles  que  vinieron  por  la  América 
Meridional,  y  mientras  la  cultivaron,  pasarían 
muchas  hambres,  comiendo  mantenimientos 
muy  débiles  y  poblándose  debajo  de  la  Tórrida 
Zona,  con  que  mudaron  de  color  y  de  disposi- 
ción de  cuerpos  y  aun  de  ingenios  con  los  nue- 
vos climas,  cielo,  aire,  agua  y  con  regiones  tan 
contrarias,  donde  han  comido  manjares  dife- 
rentes, débiles  y  de  poca  sustancia  y  mal  nutri- 
mento, cuales  eran  los  que  usaron  los  primeros 
que  vinieron  á  poblar  esta  América,  y  si  meten 
en  una  prisión  á  un  hombre  donde  no  se  cuide 


lio  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

de  SU  alimento  y  lo  cargan  de  trabajos  y  desdí- 
•chas  á  pocos  años  saldrá  con  color  renegrido  y 
perdido  el  natural,  como  sucede  á  los  españo- 
les que  se  meten  en  Guaicos  á  habitar  con  los 
indios,  que  salen  de  su  color,  y  en  muchas  par- 
tes de  esta  América  retiradas  de  la  Tórrida 
Zona,  son  blancos  estos  americanos. 

¿Dirá  alguno  que  hoy  vemos  que  los  hom^ 
bres  que  nacen  en  esta  tierra,  aunque  en  gran 
parte  esté  situada  en  la  Tórrida  Zona  sin  embar- 
co siendo  hijos  de  hombres  de  España  nacen 
blancos,  luego  el  clima  no  muda  el  color?  Res- 
póndese que  esta  mudanza  del  color  no  sucede 
en  breve  tiempo  sino  por  la  complexsión  y  dis- 
posición que  se  vá  adquiriendo  en  mucho  y  lar- 
go tiempo  de  quinientos  y  más  años  y  que  pa- 
dres, hijos  y  descendientes  todos  sean  de  aquel 
clima  sin  interpolación  de  padres  y  madres  que 
vengan  de  otras  regiones  templadas  en  que  na- 
cen blancos,  como  sucede  á  los  españoles  natu- 
rales del  Perú,  que  llaman  criollos,  que  raro 
habrá  que  no  tenga  en  sus  abolengos  muchos 
nacidos  en  España,  y  este  Perú  há  solo  cien- 
to cincuenta  años  que  se  restauró  por  los  es- 
pañoles, con  que  hay  poco  tiempo  para  la 
mudanza  del  color,  que  el  nativo  se  pierde 
con  más  tiempo  en  la  descendencia,  demás  de 
-que  se  dá  diferente  razón  en  los  criollos,  por- 


I 


ORIGEN  DE   LOS   INDIOS  IH 

que  todos  se  crían  con  mucho  regalo  y  abrigo 
y  con  muy  buenos  alimentos,  lo  cual  no  sucedió 
en  los  indios  y  primeros  que  vinieron  á  esta 
América  que  con  trabajos  y  hambres  y  un  poco 
de  maiz  y  con  yuyos  y  mal  abrigo  poblaron  esta 
América  y  se  tostaron  y  descolorieron,  y  como 
se  ha  dicho  la  mudanza  del  color  no  les  vino  á 
los  indios  solo  de  la  diferencia  del  clima,  sino 
del  desabrigo  malos  alimentos  y  hambres  y 
con  el  largo  tiempo. 

5  Tercera  duda  contra  nuestra  opinión,  es 
que  los  indios  americanos  no  tienen  barbas  en 
el  rostro  ó  son  muy  pocas  las  que  crían  y  si 
fueran  descendientes  de  españoles  ó  de  las 
tribus,  precisamente  habían  de  tener  barbas 
como  ellos.  Respóndese  lo  primero  que  el  pelo 
y  cabello,  uno  es  congénito  y  connatural  al 
hombre,  que  lo  saca  del  vientre  de  su  madre, 
como  el  pelo  de  la  cabeza  y  pestañas,  y  este  es 
común  á  todos  los  hombres,  otro  pelo  ó  cabe- 
llo no  es  connatural  al  hombre  y  sale  con  los 
años,  como  el  de  la  barba  y  partes  vergonzo- 
sas, según  enseña  Aristóteles  en  su  libro  de 
Historia  de  los  Animales,  cap.  ii.  El  pelo  de 
la  barba,  y  crecer  más  en  unos  hombres  que  en 
otros  y  en  los  de  una  región  más  que  en  los  de 
otra,  pende  de  accidentes,  temperamento  y 
sustento  que  haga  el  sujeto  más  jugoso,  y  aun 


112  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

entre  los  mismos  hombres  do  una  misma  re. 
gión^  ciudad  y  clima,  pueden  variar  los  acci- 
dentes de  los  signos  y  planetas  en  cada  uno  de 
los  sujetos  á  tener  más  pelos  en  barba  y  pecho. 
Los  americanos  tienen  el  pelo  natural  de  la 
cabeza  como  los  españoles  é  israelitas,  en  que 
no  hay  duda.  Dirás  ¿pues  por  qué  no  tienen  tan- 
tas barbas  y  son  imberbes  más  que  los  españo- 
les y  qué  calidad  ocasionó  esto? 

Digo  que  lo  ocasionó  el  habitar  en  región 
cálida  y  seca  y  por  eso  tienen  pocos  pelos  ó 
les  crecen  poco;  esta  es  doctrina  de  Galeno, 
lib.  2,  De  Temperam.  cap.  ii,  que  dice  que 
el  no  crecer  el  pelo  viene  de  ser  la  región  cá- 
lida y  seca;  y  ¿cuál,  pregunto  yo,  lo  es  más  que 
la  Tórrida  Zona,  debajo  de  la  cual  está  en  gran 
parte  situada  esta  América?  y  á  mi  entender? 
también  los  indios  son  de  complexsión  cálida  y 
seca  por  más  que  porfían  algunos  autores  mo- 
dernos que  quieren  hacerlos  fríos  y  húmedos? 
porfiando  en  esto  con  la  experiencia  de  lo  que 
vemos  en  los  indios,  y  fuera  más  tolerable  el 
hacerlos  fríos  y  secos,  por  dominar  estas  partes 
el  signo  de  Capricornio,  en  cuyo  Trópico  caen, 
y  este  signo  por  ser  terreo,  es  frío  y  seco  y  así, 
ó  sea  por  el  calor  de  la  Tórrida  Zona  ó  por  su 
sequedad,  ó  la  de  Capricornio,  y  la  de  los  mis- 
mos indios,   viene  de  estas  calidades  el  que 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  II3 

tengan  pocas  barbas,  porque  según  doctrina  de 
Galeno,  poco  há  citado,  los  que  habitan  en  re* 
gión  cálida  crían  poco  pelo,  como  sucede  en 
los  Etiopes  que,  por  habitar  la  mayor  parte  de 
ellos  debajo  de  la  Tórrida  Zona,  crían  pocas 
barbas,  y  así  como  en  el  estío  se  secan  las  yer- 
bas y  plantas  respecto  de  que  el  mucho  calor 
consume  la  humedad  de  la  tierra  que  las  vege- 
taba, lo  mismo  vino  á  suceder  con  estos  ame- 
ricanos con  el  tiempo,  así  por  el  calor  y  seque- 
dad ab  extrínseco  de  la  Zona  y  el  que  tienen  ab 
intrínseco  de  su  complexión,  que  vino  á  consu- 
mir á  aquellos  foliginos  ó  humor  de  que  se  crían 
las  barbas. 

De  lo  que  se  acaba  de  decir  se  deduce  la  ra- 
zón porqué  las  mujeres  no  crian  barbas  y  aun- 
que algunos  lo  atribuyen  á  sus  menstruos,  tam- 
bién se  debe  atribuir  á  ser  de  complexión  más 
cálida  que  los  hombres  y  así  el  derecho  les  se- 
ñaló la  pubertad  y  poderse  casar  dos  años  antes 
que  el  varón,  y  en  estos  americanos  por  su  na- 
tural color  y  sequedad  tienen  más  abiertos  los 
poros,  y  por  ellos  evacúan  con  más  facilidad  el 
humor  que  había  de  brotar  en  barbas,  demás  de 
que  sus  primeros  padres  que  vinieron  á  esta 
América  se  sustentaban  de  raíces  y  ellos  más 
se  sustentan  con  una  bebida  que  llaman  Chicha, 
que  con  otros  mantenimientos  de  que  pueda  nu- 

VOLUMEN    lí  8 


114  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

trirse  lo  supérfluo  de  las  barbas,  y  con  mucho 
tiempo  se  fué  haciendo  naturaleza  en  ellos  y  pa- 
sando de  hijos  á  padres  y  también  pudo  ser  que 
sus  mayores  usasen  de  algún  licor  ó  unto  que 
impidiese  nacer  el  pelo  y  quedase  la  disposi- 
ción y  hábito  de  los  padres  en  los  hijos. 

Si  se  replicare  con  que  los  hijos  délos  quevie- 
nen  de  Europa,  después  de  haberse  conquistado 
esta  América,  tienen  barbas,  y  si  lo  causara  la 
región  ó  clima  y  la  Tórrida  Zona,  no  las  habían 
de  tener  óhabían  de  ser  tan  pocas,  como  las  de  los 
indios.  Se  responde  haber  diversa  razón  en  unos 
y  otros.  Lo  primero,  porque  la  causa  de  la  fal- 
ta de  las  barbas  ó  disminución  de  ellas  no  pro, 
viene  solo  del  clima,  sino  de  otras  muchas  cau- 
sas que  hemos  referido,  las  cuales  faltan  en  los 
criollos  hijos  de  los  conquistadores,  falta  la  diu- 
turnidad  del  tiempo  en  que  sus  padres  se  hubie- 
sen connaturalizado  en  estas  regiones,  pues  mu- 
chos de  los  criollos,  y  los  más  de  ellos,  tienen 
padres  recién  venidos  de  España,  reteniendo 
aquella  virilidad  y  robustez  que  trajeron  de  ellaí 
lo  segundo,  usan  de  diferentes  mantenimientos, 
y  en  abundancia,  con  que  crían  más  vapor  ex- 
crementicio y  fulígines  que  brotan  en  mayor 
abundancia  de  pelos,  lo  cual  es  diverso  en  los 
indios,  porque  demás  de  su  cálida  ó  seca  com- 
plexión, y  la  adquirida  con  tantos  siglos  hecha 


ORIGEN  DE  LOS    INDIOS  II5 

ya  naturaleza  con  la  vecindad  de  la  Tórrida 
Zona,  se  llegó  á  consumir  ó  disminuir  en  ellos 
la  humedad  ó  humor  lento  que  residía  á  raíz  de 
los  pelos  en  los  poros  con  que  crían  muy  pocas 
barbas,  en  especial  los  que  están  más  cercanos 
á  la  Equinocial,  porque  los  indios  que  se  apar- 
tan de  ella  y  están  vecinos  á  los  Trópicos  de 
Cáncer  ó  Capricornio,  tienen  algo  más  de  bar- 
bas, y  advierte  que  así  como  por  falta  de  calor 
natural,  que  los  médicos  llaman  vincerte,  no  sa- 
len barbas,  así  por  sobra  de  calor  exterior  tam- 
poco saben,  con  cuya  distinción  fácilmente  se 
componen  algunas  dudas  que  en  esta  parte  excitan 
los  físicos,  y  añade  que  en  los  indios  no  es  sola 
una  la  causa  de  tener  pocas  barbas,  sino  que 
concurren  muchas  razones  para  esta  falta,  como 
tengo  significado,  y  es  menester  ocurrir  á  todas 
porque  siendo  descendientes  estos  americanos 
de  Adán,  la  cualidad  de  más  ó  menos  barbas, 
claro  está  se  originó  por  varios  accidentes,  y  es- 
tarás advertido  de  que  no  pueden  descender  es- 
tos indios  de  Cam  ó  de  Canaam  y  de  los  negros 
sus  hijos,  porque  estos  tienen  el  cabello  enro- 
llado y  hecho  pasas,  y  los  indios  el  cabello  lar- 
go y  lacio. Añadoquepuedeserqueporlos  pocos 
y  lijeros  mantenimientos  que  usaban  estos  in- 
dios tuviesen  falta  de  calor  natural  y  sobra  de 
calor  exterior  por  la  región,  y  uno  y  otro  causó 


lió  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

la  disminución  de  barbas.  Añado  más,  que  si  los 
indios,  como  quieren  algunos,  son  húmedos  y 
fríos,  sin  duda  dirán  que  porque  se  constipan 
los  poros  no  tienen  barbas. 

6  Reconocieron  los  indios  que  antiquisima- 
mente,  y  en  el  origen,  había  habido  en  esta  Amé- 
rica hombres  blancos  y  con  barbas,  porque  refie- 
re Pedro  de  Cieza,  en  la  primera  parte  de  su 
Cronología  del  Perú,  cap.  87,  que  junto  á  la  ciu- 
dad de  Guamanga  y  río  Vinaque,  se  hallan  unos 
grandes  edificios,  tan  gastados,  que  denotan  una 
larguísima  antigüedad  y  que  es  tradición  de  los 
indios  que  muchos  siglos  antes  que  reinasen  los 
Ingas  se  habían  fabricado  por  hombres  blancos 
y  barbudos  que  vinieron  á  poblar  la  tierra  é  hi- 
cieron en  ella  asiento,  cosa  muy  digna  de  admi- 
rar, y  sin  duda  estos  que  hicieron  estas  fábri- 
cas fueron  españoles  del  tiempo  de  Tubal  ó  de 
Héspero,  ó  de  los  cartagineses  cuando  se  ave- 
cindaron en  España,  los  cuales,  con  el  tiempo, 
temperamento  y  clima,  fueron  mudando  de  acci- 
dentes y  se  tostaron  6  hicieron  de  pocas  barbas. 

7  Tercera  duda  se  opone  contra  la  segunda 
parte  de  mi  sentencia,  de  que  después  de  los 
españoles  vinieron  por  la  América  Septentrio- 
nal y  partes  de  Méjico  las  diez  tribus  y  sus  hi- 
jos los  Tultecas,  primeros  pobladores  de  aque- 
lla región;  porque  si  esto  fuera  así  y  se  hubie- 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  117 

ran  encontrado  con  el  tiempo  unos  y  otros  ame. 
ricanos,  se  hallara  en  ellos  la  lengua  hebrea,  la 
observancia  de  la  Ley  de  Moisés,  y  también  la 
circuncisión,  y  todo  esto  parece  que  falta  y  no 
se  halló  en  ellos,  con  que  se  debilitan  los   dis- 
cursos y  razones  que  hemos  propuesto  y  parece 
que  no  hay  semilla  de  las  diez  tribus  en   estas 
generaciones.  Respóndese  á  todas  estas  tres  di- 
ficultades con  lo  que  tenemos  dicho  arriba,  en 
el  cap.  3,  en  el  §  i,  por  todo  él,  donde  se  prue- 
ba que  los  americanos  retienen  mucho  de  la 
lengua  hebrea,  de  sus  ritos,  leyes  y  ceremonias, 
y  que  en  muchas  naciones  se  conservaba  la  cir- 
cuncisión, y  aunque  en  muchas  cosas  se  hallase 
corrompida  la  lengua  hebrea,  y  por  consiguien- 
te los  ritos  hebraicos,  esto  lo  ha  ocasionado  el 
mucho  y  largo  tiempo  que  há  que  pasaron  las  tri- 
bus y  las  muchas  naciones  que  vinieron  entrando 
después  de  ellas  por  la  América  Septentrional,  y 
también  el  consorcio  que  llegaron  á  tener  con 
los  indios  de  esta  América  Meridional,  sin  con- 
servar maestros  de  la  ley,  yéndose  consumiendo 
los  primeros  Tultecas,  los  cuales  también,  y  sus 
padres  las  tribus,  por  las  regiones  que  vinieron 
pasando  desde  la  Media,  fueron  aprendiendo  la 
idolatría,  á  que  eran  muy  dados,  dejando  el 
primer  propósito  que  sacaron  de  guardar  su 
ley,  cuando  huyeron  de  los  Medos. 


Il8  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

8.  Lagente  de  las  diez  tribus, como  he  dicho, 
era  muy  inclinada  á  la  idolatría,  y  pasando  por 
donde  había  tantas  naciones  de  gentiles  é  idóla- 
tras, con  quienes  precisamente  habían  de  comer- 
ciar y  tratar,  siendo  hospedados  de  ellos,  es  llano 
se  les  pegaríansus  costumbres, como  seles  peg6 
en  Egipto, y  tenían  tal  inclinación  á  la  idolatría* 
qne  aun  estando  en  su  pueblo,  entonces  esco- 
gido de  Dios,  con  muy  pequeña  y  leve  ocasión 
idolatraban,  pues  ¿qué  harían  pasando  por  tan- 
tas naciones  idólatras  y  que  con  tanta  licen- 
cia pecaban?  y  así  es  cierto  fueron  relajando  la 
ley  y  tomando  aquellas  costumbres  é  imitando 
en  gran  parte  aquel  idioma,  lo  cual  también  ha 
sucedido  en  otras  naciones  que  en  menos  tiem- 
po han  perdido  el  idioma  natural,  como  suce- 
dió con  aquellos  españoles  que  huyendo  de  la 
invasión  de  los  moros  se  retiraron  á  las  Batue- 
cas, que  están  en  los  Estados  del  duque  de  Al- 
ba, donde  estuvieron  escondidos  ochocientos 
años,  sin  saber  los  últimos  cómo  fueron  allí 
los  primeros,  reteniendo  unas  pequeñas  vis- 
lumbres de  la  cristiandad,  hasta  que  en  nues- 
tros tiempos  los  descubrió  el  dicho  duque,  se- 
gún refiere  D.  Juan  de  Solorzano  en  su  Política 
Indiana,  lib.  i,  cap.  s,  y  que  perdieron  la  ley  y 
la  religión,  estos  batuecas,  lo  advierte  el  venera- 
ble P.  Ensebio  Nieremberg  en  su  Filosofía  Se- 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  II9 

creta,  lib.  i,  cap.  33,  en  el  ñn,  pues  s¡  estos  es- 
pañoles fugitivos  en  ochocientos  años  perdie- 
ran la  ley  y  se  hicieron  bárbaros  sin  concurso 
de  otras  naciones,  ¿qué  mucho  que  las  tribus,  en 
tres  mil  años,  ó  cerca  de  ellos,  que  pasaron  mez- 
clándose con  tantas  naciones  perdieran  ó  rela- 
jasen su  ley,  su  idioma  y  sus  ritos? 

¿Quién  duda  que  irían  estas  tribus,  pasando 
por  muchísimas  regiones  donde  había  tanta  va- 
riedad de  sectas  y  religiones  gentílicas,  con  que 
se  les  había  de  pegar  mucho  de  sus  costumbres 
apartándose  de  las  que  guardaban  en   su  tierra 
y  es  muy  creíble  que  iban  incorporando  en  sus, 
tropas  algunos  de  los   gentiles   de  las   tierras 
por  donde  iban  pasando,  y  habiendo   ido   por 
tantas  naciones,  forzosamente  para  entenderse 
las  tribus  con  ellos  habían  de  aprender  sus  len- 
guas y  mezclar  unos  vocablos  con  otros,  como 
lo  vemos  hoy  en  estas  Indias   mezclados  mu- 
chos vocablos  castellanos  con  los  del  Inga,  y  al 
contrario,  y  lo  mismo  sucedió  en  España  con 
las  entradas  de  diversas  naciones,  donde  están 
incorporadas  muchas  palabras  latinas  y  arábigas 
con  la  lengua  natural  de  Castilla  y  León;  demás 
de  que  la  lengua  hebrea  está  hoy  muy  corrom- 
pida por  las  diversas  naciones  que  señorearon  á 
los  hebreos,  como  dice  el  Abulense,  sobre  el 
Génesis,  en  el  cap.  11,  cuest.  2,  y  así  en  estos 


I20  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

americanos  se  habla  en  esta  forma  y  en  muchos 
de  ellos  muy  corrompida  la  lengua  hebrea,  re- 
teniendo muchas  dicciones,  como  dije  en  el 
cap.  3,  §  I  y  2,  y  los  ritos,  ceremonias  y  ley  en 
la  misma  forma,  como  verás  en  dichos  párrafos, 
y  el  obispo  de  Chiapa,  abajo  citado,  dice  que  es 
hebreo  corrompido  el  que  usan  los  indios. 

9  En  cuanto  á  la  circuncisión,  tengo  dicho 
en  muchas  partes  de  esta  obra,  como  en  muchas 
naciones  de  estos  americanos,  en  especial  en  la 
América  Septentrional,  se  circuncidaban.  Véan- 
se al  obispo  D.  Fr.  Bartolomé  de  las  Casas  y  al 
F.  Torquemada  que  le  refiere  en  su  Monarquía 
Mejicana,  lib.  i,  cap.  9,  por  estas  palabras 
«Hállase  entre  ellos  la  circuncisión  y  lavarse 
cada  día  en  la  mar,  fuentes  y  ríos,»  y  aunque  el 
citado  P.  Torquemada  lleva  que  no  descienden 
de  las  tribus,  no  puede  negar  lo  de  la  circunci- 
sión,  limitándolo  solo  á  una  nación  de  los  me- 
jicanos, siendo  así  que  el  citado  obispo  de  Chia- 
pa lo  pone  por  más  general  en  dichos  mejica- 
nos y  el  P.  Ramón,  en  la  parte  segunda  de  su 
República,  lib.  2,  cap.  9,  y  Gomara  en  la  parte 
segunda  de  la  Historia  Indiana,  fol.  9,  y  fray 
Gregorio  García  en  el  lib.  3  del  Origen  de  los 
Indios,  cap,  8,  §  i,  afirman  que  en  muchas  pro- 
vincias de  esta  América  se  circuncidaban  los  in- 
dios, y  el  mismo  Fr.  Gregorio  García,  en  el  di' 


ORIGKM    DE    LOS    INDIOS  121 

cho  lib.  3,  cap.  6,  §  i,  dice  que  en  Yucatán  y  en 
Acuzamil  se  circuncidaban  los  indios,  y  que  lo 
mismo  hacían  los  indios  Totones  y  los  mejica- 
nos. Juan  Laert,  De  Sit.  Nov.  Orb.,  lib.  5,  capí- 
tulo 21,  al  fin,  pone  otras  muchas  naciones  de 
estos  indios  que  se  circuncidaban,  y  con  ser  el 
P.  Acosta  acérrimo  defensor  acerca  de  que  los 
indios  no  descienden  de  las  tribus,  con  todo 
eso,  en  el  lib.  5  de  la  Historia  Indiana,  cap.  26, 
dice  que  los  mejicanos  retajaban  el  miembro 
viril  de  los  niños  y  que  en  esto  imitaban  la  cir- 
cuncisión de  los  judíos;  y  puede  correr  la  doc^ 
trina  de  este  muy  docto  Padre,  acerca  de  que 
no  descienden  de  las  tribus  si  se  habla  de  todos 
los  indios,  porque  muchos  de  ellos,  en  especial 
los  de  esta  América  Meridional,  descienden  de 
españoles,  y  vinieron  á  ella  más  de  mil  quinien- 
tos años  antes  que  las  tribus  entrasen  por  la 
América  Septentrional  de  Méjico.  Bien  que  des- 
pués de  gran  intervalo  de  tiempo  se  juntarían 
muchos  de  la  América  Septentrional  con  estos 
de  la  Meridional. 

1 1  Tengo  también  advertido  que  los  Tárta- 
ros se  circuncidaban,  según  lo  que  de  ellos  se 
escribe  en  la  República  de  Tartaria,  cap.  i, 
frag.  10,  en  aquellas  palabras:  4:Circumcisionem 
observant,»  y  también  que  son  semilla  de  las 
tribus,  como  se   dice  en  la  misma  República? 


122  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

cap.  2,  en  el  fin,  y  así  aquellos  primeros  Tulte- 
cas  que  poblaron  las  dilatadísimas  provincias  de 
Méjico  y  muchas  de  las  otras  naciones  que  les 
vinieron  siguiendo,  serían  de  aquella  estirpe  de 
Tártaros  y  de  sus  padres  los  judíos  desterrados^ 
aunque  también  reconozco  que,  abierto  el  cami- 
no para  la  América  Septentrional  por  los  Tulte- 
cas  y  otros  de  su  semilla,  entraron  también 
otras  naciones  del  Asia  y  de  la  Escitia,  y  el  co- 
mercio con  estos  y  mezcla  y  también  con  los 
indios  de  esta  América  Meridional,  mudaría  en 
gran  parte  la  lengua  de  las  diez  tribus,  la  ley  y 
las  ceremonias  y  más  con  distancia  de  tantos 
años  y  concurso  de  tantas  y  tan  diversas  leyes  y 
ritos,  de  modo  que  fué  cosa  rara  hallar  en  estos 
indios  rastro  de  la  circuncisión,  lengua  hebrea 
corrompida,  leyes  y  ritos  adulterados,  como  se 
hallaron,  según  está  probado,  y  si  no  descen- 
dían de  las  tribus  aquellas  naciones  que  se  cir- 
cuncidaban, ¿de  dónde  trajeron  la  circuncisión 
que  servía  entonces  por  bautismo  de  los  ísraeli, 
tas  contra  el  pecado  original,  según  el  Derecho 
Canónico,  en  el  Decreto  de  Graciano  en  la  dis- 
tinción cuarta  De  Consacratione,  en  el  cap,  «Ex 
quo,:»  no  se  vé  que  esta  circuncisión  la  aprendie* 
ron  los  americanos  de  las  tribus? 

12     La  cuarta  duda  se  pone  en  que  las  tribus 
usaron  de  letras  y  escribían  y  leían,  como  es  no* 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  1 23 

torio,  y  en  estos  americanos  no  hubo  rastro  de 
esto  y  no  tenían  letras  de  escribir,  luego  no  des' 
cienden  de  las  tribus,  porque  parece  cierto  que 
hubieran  conser\^ado  cosa  tan  importante.  Res- 
póndese que,  aunque  es  cierto  que  los  judíos 
usaron  de  letras  y  escritura  y  que  su  ley  era  es- 
crita y  que  en  esta  forma  la  tenían  en  las  tablas 
de  la  ley  y  que  tenían  historias  en  escrito,  y 
aunque  también  sea  cierto  que  estos  americanos 
no  tenían  forma  de  letras  y  se  entendían  por 
quipos  en  esta  América  Meridional,  y  por  pintu- 
ras en  la  Septentrional,  como  he  dicho  en  la 
antecedente,  pero  el  escribir  y  leer  lo  pudieron 
perder  con  largo  tiempo  los  descendientes  de 
las  tribus,  lo  primero,  porque  estas  anduvieron 
vagando  y  huyendo  por  tantas  regiones,  y  no 
cuidarían  de  enseñar  á  leer  y  escribir  á  sus  hi- 
jos. Andarían  mucho  tiempo  hambrientos,  rotos 
y  mal  sustentados,  con  que  se  irían  embotándolos 
entendimientos,  y  haciéndose  menos  hábiles  de 
aprender  y  más  el  tiempo  que  duró  el  cultivo  do^ 
las  dilatadísimas  provincias  de  Méjico,  donde 
casi  todos  se  harían  silvestres  y  solo  cuidarían 
de  resguardar  la  vida  en  cuevas  y  hoyos  hechos 
en  la  tierra;  lo  segundo,  ¿cuántos  con  menos  cir- 
cunstancias, hijos  de  hombres  muy  políticos  y 
versados  en  letras  no  pueden  entrar  en  una  por 
su  rudeza?   pues  qué  sería  en  aquellos  afligidos^ 


124  DIEGO    ANDRÉS     ROCHA 

tristes  y  mal  alimentados,  en  especial  cuando 
llegaron  a  entroncar  con  otras  naciones  bárba- 
ras, y  como  dijimos  en  este  capítulo  en  el  nú- 
mero 8,  los  Batuecas  solo  en  ochocientos  años 
perdieron  todas  las  artes,  como  dicen  los  auto- 
res allí  citados  y  se  hicieron  casi  brutos. 

13  Los  griegos,  según  dice  Platón,  en  su  Tí- 
meo,  y  otros,  por  mucho  tiempo  carecieron  de 
letras  por  ocasión  del  Diluvio  de  Deucalión,  en 
el  cual  pereció  toda  la  Grecia  con  sus  partes,  y 
de  España  sabemos  que  se  perdieron  en  ella  las 
letras  con  la  venida  de  los  godos,  como  dije 
arriba,  cap.  2,  y  se  restituyeron  entonces  con 
tiempo  y  mucho  trabajo,  según  cuenta  el  P.  fray 
Gregorio  García  en  su  lib.  3,  cap.  5,  y  así  no 
fué  mucho  que  se  perdieran  en  los  hijos  de  las 
diez  tribus  por  su  larga  peregrinación  ó  por  tra^ 
bajos,  guerras,  pestes  y  hambres,  como  ordina- 
riamente todas  las  buenas  artes  han  perecido 
por  estas  causas,  como  sucedió  también  á  los 
Tártaros,  descendientes  de  estas  diez  tribus, 
como  he  dicho,  que  también  llegaron  á  perder 
el  uso  de  las  letras  y  hasta  que  ganaron  parte  de 
la  Persia  no  supieron  leer  ni  escribir,  según  la 
República  de  los  Tártaros,  en  la  hoja  315. 

14  El  uso  de  las  letras  y  el  leer  y  escribir 
cuando  comenzó  en  el  mundo,  es  cuestión  du- 
dosa en  los  historiadores  tanto  que,  por  no  ha- 


ORIGEM   DE   LOS    INDIOS  1 25 

llar  el  primer  autor,  dijo  Plinio,  en  el  lib.  7, 
capítulo  último,  que  eran  eternas,  que  fué  decir 
que  siempre  las  había  habido  en  el  mundo; 
muchos  dijeron  que  nuestro  primer  padre  Adán 
las  inventó  con  su  sabiduría,  sobre  lo  cual  se 
podrá  ver  á  Aniano  en  el  Comento  sobre  el  li- 
bro I,  de  Beroso;  Diodoro  Sículo,  en  el  lib.  3^ 
cap.  8,  las  atribuye  á  los  Caldeos  y  que  las  tu- 
vieron cuarenta  y  tres  mil  años  antes  del  impe- 
rio de  Alejandro  Magno,  lo  cual  se  dá  á  enten- 
der por  años  mensuales,  no  solares,  según  diji- 
mos arriba,  y  lo  explica  Xenofonte,  In  Equi- 
voc,  y  por  este  cómputo  bien  se  vé  que  las  le- 
tras comenzaron  en  el  principio  del  mundo.  El 
Abulense,  sobre  el  cap.  32  del  Douteronomio 
enseña  que  Adán  usó  de  letras.  Suidas  quiere 
que  Seth,  hijo  de  Adán, haya  sido  el  inventor  de 
ellas,  y  Josefo,  en  el  lib.  i,  de  las  Antigüeda- 
des, las  atribuye  á  los  hijos  de  Seth;  pero  Ge- 
nebrardo,  en  el  lib.  i,  de  su  Crónica,  pag.  6,  y 
Pedro  Comestor,  sobre  el  cap.  30  del  Génesis, 
dan  la  invención  á  otro  hijo  de  Adán,  que  es  á 
Enoch,  y  estos  autores  y  otros,  como  Orígenes 
en  la  Homilia  última  del  libro  de  los  Números, 
y  Beda  en  el  tomo  V,  del  Génesis,  en  los  capí- 
tulos 2,  3  y  4.  y  Jose^^v  en  el  lib.  i,  de  las  Anti- 
güedades, cap.  4,  y  Beroso,  en  el  lib.  i,  dicen 
que  nuestro  padre  Adán  y  los  hijos  de  Seth  de- 


126  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

jaron  escrito  en  columnas,  una  de  ladrillo  y 
otra  de  piedra,  así  el  Diluvio,  como  el  fin  del- 
mundo,  y  Noé  dejó  escrito  lo  que  sucedió  en  el 
Diluvio,  luego  fué  general  en  todos  los  hom- 
bres la  escritura  y  las  naciones  donde  no  se 
"halló,  es  cierto  la  perdieron  por  acciden. 
tes. 

15  Usaron  también  algunas  naciones  en  lu- 
gar de  letras  valerse  de  gerogliTicos  y  pinturas, 
como  los  Egipcios  y  Cartagineses,  de  que  se 
verá  á  Pierio,  lib.  47,  y  Tertuliano,  en  su  Libro  de 
Espectáculos,  llama  Caldeas  á  las  antiguas  le- 
tras, esto  es,  á  las  pinturas  y  geroglíficos  de  los 
Egipcios,  y  como  interpreta  Covarrubias  en  sus 
Emblemas,  es  la  razón  por  haberlas  aprendido 
-de  los  Caldeos  y  estos  de  los  antiguos  Hebreos, 
pero  no  por  esto  dejaron  de  tener  estas  nacio- 
nes sus  letras  y  caracteres  para  su  trato  y  co- 
municación, y  si  algo  aprendieron  los  indios  de 
Méjico  de  los  primeros  Tultecas,  hijos  de  las 
tribus,  fué  el  usar  de  pinturas  en  lugar  de  le- 
tras, como  consta  de  lo  que  escribe  el  P.  Tor- 
quemada  en  la  Monarquía  Indiana,  lib.  t,  des- 
de el  cap.  9,  y  así  como  los  Egipcios  y  Cal- 
deos aprendieron  este  modo  de  los  Hebreos, 
con  más  razón  lo  heredarían  sus  descendientes 
los  Tultecas,  y  aunque  perdieron  el  perfecto 
uso  de  las  letras  y  caracteres  por  las  razones 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  1 27 

que  dije  en  el  núm.  ii  y  nüm.  12,  tengo  para 
mí  que  algunos  de  los  que  pasaron  le  reten- 
drían, y  estos  dejarían  escritas  las  antiquísimas 
piedras  y  sepulcros  que  se  hallaron  en  el 
descubrimiento  de  este  Perú  con  letras  he- 
breas, de  que  he  hecho  mención  arriba,  y  Pedro 
de  Cieza,  en  su  Crónica  del  Perú,  i  part. 
fol.  87  refiere,  que  en  su  tiempo  era  opinión 
constante,  que  en  unos  antiquísimos  edificios 
de  Vinaque,  en  Guamanga,  se  halló  una  piedra 
con  caracteres  y  letras.  Demás  que  aunque  fue- 
se casi  infinita  la  gente  que  se  halló  en  estas 
dos  Américas,  la  mayor  parte  descendían  de 
españoles  y  también  de  otras  muchas  naciones 
que  entraron  mucho  después  por  las  tierras  Sep- 
tentrionales de  Méjico,  con  que  queda  satisfecha 
la  cuarta  duda. 

16  La  quinta  duda  es  que  no  se  compadece 
con  el  lugar  de  Esdras,  lib.  4,  cap.  13,  donde 
fundamos  el  pasage  de  las  diez  tribus  á  esta 
América,  lo  que  dice  allí  el  profeta  de  que  las 
dieztribus  huyeron  de  la  multitud  de  gentiles  por 
guardar  sus  ceremonias  y  su  ley,  pues  no  se 
ajusta  con  este  motivo  haber  hallado  á  estos 
americanos  tan  dados  á  la  idolatría  como  se 
vio  en  su  conquista.  Respóndese  que  bien  pu- 
dieron salir  las  tribus  con  el  intento  y  propósito 
de  guardar  su  ley  cuando  huyeron  de  los  Me- 


128  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

dos  y  después  por  el  comercio  que  tuvieron 
con  tantos  gentiles  idólatras  y  tantas  provincias 
por  donde  pasaron,  dejar  de  cumplir  su  propó- 
sito,  principalmente  cuando  los  judíos  eran  tan 
inclinados  á  la  idolatría  no  solo  cuando  estuvie- 
ron en  Egipto  y  en  Babilonia,  sino  en  su  misma 
tierra,  y  en  el  desierto,  que  con  muy  poca  cau- 
sa se  daban  á  las  idolatrías  y  el  comercio  de 
tantos  gentiles  por  donde  pasaron  les  iría  res- 
friando el  propósito  conque  salieron  y  avivando 
la  inclinación  que  tenían  á  la  idolatría,  porque 
es  terrible  enemigo  la  ocasión,  en  el  que  es  in- 
clinado á  un  vicio.  Demás  de  que  cuando  llega- 
ron á  Méjico,  serían  casi  todos  ya  muertos, 
pues  tardaron  ciento  cuatro  años  en  su  viaje, 
según  hemos  dicho,  y  en  los  descendientes  no 
habría  aquel  celo  conque  salieron  sus  padres. 
Demás  de  que  Esdras  no  dice  otra  cosa,  sino 
que  salieron  con  ánimo  de  guardar  los  precep- 
tos legales,  y  estos,  como  he  dicho,  los  guarda- 
ban los  americanos,  aunque  corrompidos;  lo 
demás  que  se  pone  al  lugar  de  Esdras  acerca 
del  pasaje  del  río  Eufrates  y  vuelta  de  estas 
tribus,  está  muy  bastantemente  satisfecho  arriba 
y  me  persuado  que  algunos  guardaría  su  ley 
que  se  fué  corrompiendo. 

17.     La  sexta  duda  es  que  en  el  lugar  de  Es- 
dras se  dice  que  las  diez  tribus  tomaron  reso- 


ORIGEN   DE  LOS   INDIOS  1 29 

lución  de  irse  á  una  tierra  donde  jamás  hubiese 
habitado  el  ge'nero  humano,  luego  no  pudo  ser 
á  Méjico  á  donde  vinieron  las  tribus  ni  sus   hi- 
jos los  Tultecas,  porque  consta  de  lo  que  escri- 
be  el  P.  Torquemada  en  su  Monarquía  Indiana, 
lib.  I,  cap.  13,  que  antes  que  vinieran  los  Tulte- 
cas habitaron  aquella  tierra  gigantes.  Luego  no 
se  verifica  la  resolución  que  tuvieron  las  tribus 
de  pasar  á  parte  que  nunca  fuese  habitada.  Res- 
póndese que  aun  cuando  sea  cierto  que  la  pro- 
vincia principal  de  Méjico  la  ocupasen  los  gigan- 
tes, esto  no  quita  haber  buscado  las  diez  tribus 
región  que  á  su  parecer  hubiese  sido  inhabita- 
da,  y  estándolo  todas  las  tres  partes  del  mundo 
siempre  fué  su  intento  buscar  esta  cuarta  parte 
del  mundo  que  es  la  América,  que  pudieron  en- 
tender que  era  inhabitada. 

Lo  segundo  se  responde  que  tardaron  las 
tribus  y  sus  hijos  ciento  cuatro  años  en  llegar  á 
Méjico,  como  está  probado,  y  en  este  tiempo 
fueron  poblando  poco  á  poco  las  dilatadas  re- 
giones que  hay  desde  Arzaret,  último  término 
del  Asia,  hasta  Méjico,  pues  por  el  cómputo 
que  llevo  hecho  hay  más  de  mil  leguas,  y  la  re- 
gión  de  Arzaret  se  dilata  al  reino  de  Anian  que 
es  ya  la  América  descubierta,  y  mientras  las 
diez  tribus  y  sus  hijos  los  Tultecas  iban  cultivan- 
do la  tierra  y  abriendo  los  caminos,  pudieron 
Volumen  ii  9 


130  DIEGO   ANDRÉS   ROCHA 

venir  los  gigantes,  que  los  hay  en  Islandia,  que 
es  la  Noruega,  la  cual  se  comunica  con  la  pro 
víncia  Quivira  y  reino  de  Anian,  principio  de  la 
América,  según  tengo  probado  en  los  antece- 
dentes, y  que  haya  en  la  Noruega  ó  Islandia 
gigantes,  se  podía  ver  en  Marco  Adamo,  Ca- 
nónigo Bremense  en  su  librito  de  Situ  Danice, 
en  las  Repúblicas,  y  estos  gigantes,  abierto  el 
camino  de  la  América  por  las  diez  tribus,  pu- 
dieron con  sus  muchas  fuerzas  y  vigor  adelan- 
tarse á  lo  principal  de  Méjico,  dejando  á  las 
tribus  cultivando  las  primeras  regiones  por  tan- 
tos años  como  se  detuvieron  y  cuando  llega- 
ron sus  hijos,  los  Tultecas  pudieron  hallar  allí  á 
los  gigantes,  con  que  su  anticipación  no  quita 
que  saliesen  las  tribus  con  el  intento  de  buscar 
la  tierra  que  entendieron  ser  inahabitable  del 
género  humano,  como  lo  era  antes  de  que  lle- 
gasen dichos  gigantes,  demás  de  que,  para  que 
se  verificase  que  iban  á  una  tierra  no  habitada, 
bastaba  que  lo  fuesen  las  regiones  que  estañan 
antes  de  Méjico,  con  distancia  de  más  de  mil 
leguas,  ó  que  ellos  presumieron  que  lo  eran. 
Pudo  ser  también  que  la  región  Arzaret, 
donde  dice  Esdras  que  vinieron  á  parar  las  diez 
tribus,  no  se  dilatase  tanto  trecho  como  el  que 
hay  hasta  la  provincia  y  región  principal  de  Mé- 
jico, sino  hasta  el  Reino  de  Anian  y  hasta  gran 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  13I 

parte  de  la  América  Septentrional  y  que  hasta 
allí  fuese  solo  inhabitada  entonces  del  género 
humano  y  que  en  lo  de  adelante  ó  en  lo  princi- 
pal de  Méjico  fuese  habitada  dicha  América 
Septentrional  de  indios  que  hubiesen  bajado 
hasta  Méjico  de  esta  América  Meridional,  don- 
de se  hallan  gigantes  en  la  parte  de  la  tie- 
rra del  fuego  y  en  el  Estrecho  de  Magallanes, 
como  también  los  hubo  en  la  punta  de  Santa 
Elena,  de  que  hoy  se  ven  muchas  señales,  y  yo 
he  visto  huesos,  dientes  y  muelas  de  notable 
magnitud  y  tamaño,  y  estos  gigantes  pudieron 
penetrar  hasta  Méjico  y  hallarlos  allí  los  Tztl" 
tecas,   . 

18.  La  última  advertencia  qne  se  opone  es 
que,  los  indios  Tultecas,  hijos  de  las  tribus  y 
primeros  pobladores  de  la  parte  inhabitada  de 
la  América  Seprentrional,  perecieron  y  se  aca- 
baron, en  lo  cual  concuerdan  muchas  historias 
de  la  Nueva  España,  luego  no  se  pudo  dilatar 
esta  generación  por  ambas  Américas  ni  llegar 
á  entroncar  con  los  demás  pobladores  que  mu- 
chos años  antes  habían  venido  de  los  descen- 
dientes de  Tubal.  Respóndese  que  el  acabar- 
se los  Tultecas  no  fué  extinguirse  totalmente,  si- 
no sólo  haberse  acabado  su  imperio  por  las 
guerras  que  les  fueron  haciendo  por  espacio  de 
quinientos  años  las  otras  naciones   que  fueron 


132  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

entrando  después  de  ellos,  con  que  desampara- 
ron la  cabeza  principal  de  Méjico,  y  unos  tira- 
ron al  Oriente  y  otros  al  Norte,  según  advierte 
el  P.  Torquemada  en  el  lib.  i  de  su  Monarquía 
Indiana,  cap.  14,  desde  aquellas  palabras:  a  Fue- 
ron los  Tultecas,  etc.»,  y  luego  al  fin:  «Viendo 
los  afligidos  Tultecas  sus  calamidades,  tuvieron 
por  bien  ir  desamparando  la  tierra,  unos  hacia 
la  parte  del  Norte  y  otros  hacia  la  del  Oriente» 
y  luego,  en  el  cap  15:  «El  mismo  año  que  los 
Tultecas  se  destruyeron  y  dividieron  unos  de 
otros»,  y  luego,  en  el  cap.  21:  «Por  haber  teni- 
do noticia  de  los  pocos  Tultecas  que  habían 
quedado,  de  como  todos  habían  perecido  é 
ídose  á  otras  apartadas  y  lejanas  tierras.»  De- 
más de  que  las  otras  siete  naciones  que  con  in- 
tervalo de  tiempo  fueron  poblando  á  Méjico, 
las  más  de  ellas  eran  del  mismo  linaje  de  los 
Tultecas,  como  lo  advierte  el  P.  Torquemada 
en  el  cap.  12,  desde  aquellas  palabras:  «y  si  se 
responde»,  y  así  los  más  de  ellos  fueron  des- 
cendientes de  las  diez  tribus  y  vinieron  á  en* 
troncarse  con  los  demás  americanos,  conque 
quedan  satisfechas  las  dudas  que  se  ponderan 
contra  nuestra  opinión. 

19  Una  de  las  siete  generaciones  que  vi- 
nieron poblando  la  América  Septentrional  y 
del  linaje  de  los  Tultecas,  fué  la  de  los  Mejica- 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  133 

nos,  que  fué  la  que  más  prevaleció  en  Méjico, 
y  según  consta  de  sus  pinturas^  como  dice  el 
F.  Torquemada  en  el  lib.  2,  cap.  i,  vinieron 
pasando  algún  pequeño  estrecho  de  mar  y  sa- 
lieron de  Astlan,  y  el  demonio,  á  la  salida,  les 
habló  en  representación  y  por  boca  de  un 
ídolo  y  les  dijo  que  quería  ser  su  Dios,  y  que 
él  los  había  sacado  de  la  tierra  de  Astlan,  coa 
lo  cual  fueron  haciendo  largas  mansiones  por 
tan  dilatados  caminos,  y  añade  el  mismo  Pa- 
dre Torquemada  en  el  mismo  lib.  2,  cap.  3, 
que  sacaron  á  estos  Mejicanos  de  su  pueblo, 
dos  caudillos  y  que  los  trajeron  por  los  de- 
siertos muchos  años,  y  que  cuando  llegaron  a 
poblar  á  Méjico  se  habían  muerto  ya  los  dos 
caudillos  que  los  sacaron,  imitando  en  esto  el 
demonio  á  la  salida  de  los  israelitas  de  Egipto, 
que  en  el  desierto,  antes  de  llegar  á  la  tierra 
de  promisión,  murieron  los  dos  caudillos  Moi- 
sés y  Aaron. 

Donde  haya  sido  Astlan,  de  donde  el  de- 
monio sacó  á  estos  Mejicanos,  no  lo  tratan  los 
autores,  y  es  muy  difícil  de  averiguar  por  haber 
tantos  años  que  salieron  los  Mejicanos,  y  re- 
volviendo los  Anales  y  Catálogos  de  los  luga- 
res y  pueblos  de  Asia,  Escitia  y  Tartaria  y  de 
los  que  están  pasado  el  estrecho  de  Anian, 
desde  Estotilan  y  la  provincia  Quivira,  la  cual 


134  DIEGO    ANDRÉa    ROCHA 

continúa  esta  América  con  el  Asia  por  dicho 
estrecho,  hallo  que  en  dicha  provincia  Quivira 
está  la  regtón  Astatlan,  según  Abrahan  Horte- 
lio  en  el  Mapa  segundo  de  la  Ame'rica,  que  es- 
tá en  la  parte  Occidental  de  Méjico  adonde  va 
á  parar  el  estrecho  de  Anian,  lo  cual  se  verá 
más  claro  en  el  mismo  Hortelio,  en  el  Mapa 
47,  que  trata  de  Tartaria,  y  la  pone  pasado  el 
promontorio  Tabín,  junto  á  la  región  Arzaret, 
primer  asiento  de  las  diez  tribus,  que  fueron 
penetrando  por  dicha  provincia  Quivira  hasta 
donde  se  extiende  aquella  región,  y  algún 
lugar  de  ella  se  llamó  Asilan,  de  donde  pasa- 
ron á  Astatlan.  También  Astracán  es  la  corte 
y  emporio  de  los  Tártaros,  como  consta  de  las 
Repúblicas,  en  la  que  trata  de  Moscovia  y  Tar 
ría,  en  la  hoja  37,  ibi:  a  Astracán  Urbs  opulen* 
ta,  magnumque  Tartarorum  Emporium»  (ya  he 
dicho  que  los  Tártaros  son  semilla  de  las  diez, 
tribus)  y  fué  muy  fácil  la  corrupción  de  Astra» 
can  con  Astlan  ó  Astatlan,  y  así  tengo  por  muy 
probable  que  los  Mejicanos,  que  eran  del  lina- 
je primitivo  de  los  Tultecas,  vinieron  de  Astra- 
cán y  que  eran  Tártaros,  y  todos  descendien- 
tes de  las  diez  tribus.  También  hubo  en  el  Asia 
la  regióu  de  los  Astlanes,  que  cae  en  Euboea, 
según  el  Catálogo  de  los  lugares  de  Antonio  Ne- 
brícense,  verbo  Atlanes.  Euboea  cae  en  el  pe- 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  135 

loponeso,  que  hoy  liaman  Morea.  Bien  se  vé 
cuánta  similitud  tiene  la  palabra  Atlan  con  As- 
ilan^ de  donde  sacó  á  los  mejicanos  el  ídolo 
que  les  habló,  como  verás  en  Torquemada^  li- 
bro 2,  cap.  I,  y  así  tengo  por  cierto  que  gran 
redundancia  de  los  descendientes  de  las  diez 
tribuS;  fué  entrando  por  la  América  Septentrio- 
nal, y  que  en  gran  parte  los  americanos  des- 
cienden de  ellos,  lo  cual  no  es  en  descrédito 
suyo,  porque  estos  fueron  del  pueblo  de  Dios 
y  no  concurrieron  á  crucificar  á  Nuestro  Señor 
Jesucristo,  en  que  está  la  infamia,  como  dije  en 
el  cap.  3. 

20  Y  porque  no  falte  en  este  tratado  la  sa- 
tisfacción á  la  duda,  que  todos  excitan,  de  có- 
mo pudieron  venir  á  esta  América  tantas  espe- 
cies de  animales  y  aves  como  en  ella  se  nallan, 
en  especial  leones,  tigres,  jabalíes  y  osos,  y 
otras  especies  de  aves  que  no  se  sabe  haberlas 
en  las  otras  tres  partes  del  mundo,  como  son  la 
Vicuña,  Llama,  Guanaco,  Taruga  y  el  Paco,  de 
los  cuales  no  hacen  mención  los  autores  que 
escriben  de  ellos,  se  puede  responder  con  opi- 
nión del  docto  P.  Acostá  en  su  Historia  In- 
diana, lib.  I,  cap.  20  y  21,  que  todos  los  anima* 
les  de  estas  Indias  vinieron  de  las  otras  tres 
partes  del  mundo,  ó  de  alguna  de  ellas,  por- 
que tiene  por  cierto  que  esta  América  por  al- 


136  VILGO  ANDRÉS   ROCHA 

giina  parte  de  las  que  no  están  descubiertas  se 
continúa  con  alguna  de  las  tres  partes  del  mun- 
do antiguo,  ó  que  hay  algún  estrecho  tan  cor- 
to que  pudieron  estos  animales  fieros  y  do- 
me'sticos  pasar  con  facilidad  y  vadear  dicho 
estrecho,  como  yo  lo  he  visto  en  los  tigres 
de  agua  que  vadean  gran  trecho  de  agua  y 
en  el  rio  de  Guayaquil,  que  por  partes  tiene 
más  de  una  legua  de  ancho,  traen  también  los 
caballos  y  toros  asidos  á  las  balsas  y  pasan  na- 
dando, y  las  culebras  le  vadean  por  encima  de 
las  aguas.  Pudieron  también  las  aves,  por  cor- 
tos estrechos  que  dividen  esta  América  de  las 
otras  tres  partes  del  mundo,  pasar  de  ellas  vo- 
lando, demás  de  que,  como  largamente  probé 
arriba,  no  tiene  hoy  el  mundo  la  misma  forma 
que  tenía  ahora  tres  y  cuatro  mil  años,  y  el  mar 
ha  separado  muchas  tierras  con  estrechos  y 
golfos,  impidiendo  que  sean  continentes,  como 
ha  sucedido  con  esta  América,  y  tengo  para  mí 
que  fué  unida  con  la  Asia,  y  entonces  pasarían 
dichos  animales  y  demás  de  lo  que  tengo  dicho 
verás  al  P.  Ensebio  Nieremberg  en  su  Filosefía, 
lib.  I,  cap.  44,  donde  verás  la  mudanza  que  han 
hecho  los  tiempos  en  diversas  islas  y  desmem" 
bración  de  la  tierra  y  ocupación  del  mar  y 
nuesto  discurso  se  corrobora  con  lo  que  escri- 
be San  Agustín  en  el  libro  16  de  Civitate  Dei, 


ORIGEN   DE   LOS    ENDÍOS  137 

cap.  7  y  con  lo  que  callí  advierte  Luis  Vives  • 
21  Es  cierto  que  los  animales^  en  especial 
los  fieros,  pasaron  á  esta  América  por  parte 
Continente  que  hallaron,  como  dije  en  el  capí- 
tulo 2  y  3,  ó  por  estrechos  cortos,  porque  don- 
de hay  mucho  golfo  de  agua  y  en  las  islas  que 
distan  mucho  trecho  del  Continente  no  hay 
estos  animales  fieros,  leones,  tigres,  ni  osos  ni 
lobos,  como  en  Xamáica,  Cuba,  Habana,  Santo 
Domingo  y  otras  islas  de  esta  América  que  dis- 
tan trecho  de  la  tierra  firme,  á  la  cual  también 
se  puede  decir  que  pudieron  traer  cachorrillos 
de  estos  animales  fieros,  criados  doméstica- 
mente y  aun  también  traerlos  en  jaulas,  como 
se  han  llevado  de  esta  América  tigres  grandes 
á  Europa:  pero  lo  más  cierto  es  que  vinieron 
por  tierra,  que  entonces  sería  Continente  ó  que 
pasaron  algún  estrecho  corto  de  mar  nadando 
y  las  aves  volando  y  los  animales  fieros  tam 
bien  pudieron  pasar  por  páramos  intratables 
para  los  hombres  ó  por  serranías  altas  y  espe- 
sas ó  por  golfos  de  mar  helado,  como  se  suele 
helar  en  Islandia  ó  Noruega  y  buscando  lo 
más  estrecho  de  dichos  golfos  que  se  comuni- 
quen con  esta  América  pudieron  con  su  forta- 
leza estos  animales  fieros  penetrarlos  y  llegar 
á  la  provincia  Quivira  ó  reino  de  Anian,  ó  por 
esta  América  Meridional  pasar  á  lo  continente 


138  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

del  estrecho  de  Magallanes  que  se  comunica 
con  todas  estas  Indias  Occidentales:  los  demás 
animales  que  hay  en  ellas  ágenos  de  estas  re- 
giones, no  hay  duda  de  que  después  de  nues- 
tra conquista  se  fueron  trayendo  de  Europa  en 
las  naos  y  aquí  han  procreado  en  abundan- 
cia. 

22  En  cuanto  á  los  animales  peregrinos  que 
hay  en  el  Perú  que  parece  no  haber  sido  cono- 
cidos en  las  otras  tres  partes  del  mundo,  como 
son  las  «Vicuñas,  llanas,  Tarugas,  Carneros  de 
la  tierra  y  Pacos,»  puesto  que  de  ellos  no  tratan 
las  historias  naturales  y  autores  de  ellas,  digo 
que  puede  ser  que  estas  especies  de  animales 
las  haya  habido  en  el  mundo  antiguo  y  los 
autores  no  pudieron  conocer  todos  los  anima- 
les y  puede  tambie'n  ser  que  les  den  otros  nom- 
bres de  los  que  tenían  entre  los  indios  y  son 
muy  dilatadas  las  tres  partes  del  mundo  para 
que  conociesen  los  historiadores  todos  los  ani- 
males de  ellas  y  sus  propiedades.  Los  que  he^ 
mos  visto  los  Carneros  de  esta  tierra,  bien  re- 
conocemos cuánto  se  parecen  al  Camello  y  lo 
mismo  el  Paco  y  Llama.  La  Taruga  conforma 
mucho  con  el  Venado  y  Ciervo.  La  Vicuña  tiene 
mucha  similitud  con  la  cabra,  y  aunque  dife- 
rencia en  estos  animales  en  algunas  cosas,  esta 
diferencia  les  vino  por  la  diferencia  del  terruño. 


ORIGEN    DE    LOS   INDIOS  1 39 

temperamento  y  constelación  ó  de  otras  causas 
ocultas  en  la  naturaleza. 

23  También  se  puede  decir  que  estos  ani- 
males del  Perú  son  de  las  especies  de  otros 
que  hay  en  Asia,  Europa  y  África,  pero  varia- 
ron en  algo  por  la  mixtura  que  habría  de  unos 
animales  con  otros  y  esta  mezcla  constituy6 
una  como  especie  distinta,  de  modo  que  los 
partos  de  estas  mezclas  de  animales  parecen 
degenerar  de  la  especie,  así  del  macho  como 
de  la  hembra  que  los  engend-ó  y  parió,  y  así 
infieren  algunos  que  la  Vicuña  y  Guanaco  son 
mestizos,  hijos  de  cabras  monteses  y  ciervos, 
infieren  tambie'n  que  los  Pacos  ó  Llamas  son 
engendro  de  Camellos  y  Carneros  sin  que  im- 
porte contra  lo  dicho  el  ver  que  estos  animales 
Vicuñas  y  Llamas  no  tengan  cuernos,  porque 
esto  puede  suceder  por  accidentes,  como  de 
las  cabras  domésticas  lo  observa  Plinio,  lib.  8, 
cap.  50,  y  Eliano  en  el  lib.  17  de  los  Animales, 
cap.  34,  dice  de  las  Cabras  caspias  que  no  crían 
cuernos  Demás  de  que  basta  el  que  alguno  de 
los  padres  de  estos  animales  carezcan  de  cuer- 
nos para  que  no  se  comuniquen  á  los  partos» 
En  lo  último  de  la  Tartaria  está  la  región  nom- 
brada Balor  donde  los  vecinos  usan  de  los  Ve- 
nados y  Ciervos  como  de  los  Caballos,  Galucio, 
en  su  Teatro,  en  los  nombres  de  Asia,  en  la  pa* 


140  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

labra  Balor,  y  aquí  en  América   andan  ea  los 
Carneros  de  la  tierra. 

24  Concluyo  en  esta  parte  con  decir  que, 
así  como  por  ministerio  de  ángeles  fueron  traí- 
dos todos  los  animales  á  la  presencia  de  nues- 
tro padre  Adán  para  que  les  pusiera  á  cada  espe- 
cie su  nombre,  como  enseña  San  Agustín  en  el 
libro  9,  sobre  el  Génesis,  cap  14,  y  el  angélico 
doctor,  en  la  i  parte,  en  la  cuestión  102  y  en  el 
art  2  ad  2,y  lo  que  añade  Pedro  Gomestor  so- 
bre el  Génesis,  cap.  ^$,  que  también  por  minis- 
terio de  los  ángeles  fueron  traídos  los  animales 
al  arca  para  librarlos  del  diluvio,  y  que,  habien- 
do cesado,  por  el  mismo  ministerio  de  ánge- 
les fueron  vueltos  á  las  partes  en  que  fueron 
criados,  en  que  convienen  también  San  Agustín 
en  ellib.  16  de  Civit  Dei,  cap.  7,  y  el  Abulen- 
se  sobre  el  cap.  6  del  Génesis;  lo  mismo  se  de- 
be decir  de  los  animales  domésticos  de  este 
Perú  y  los  demás  fieros  que  fueron  criados  en 
<51  y  que,  pasado  el  diluvio  fueron  vueltos  por 
ministerio  de  los  ángeles  á  estas  regiones  don- 
de fueron  criados  y  de  donde  fueron  llevados 
al  arca,  pues  hemos  de  entender  que  también 
antes  del  diluvio  había  en  estas  partes  gente, 
por  haber  dicho  Dios  á  Adán  y  á  su  descenden- 
cia que  llenasen  toda  la  tierra  y  no  había  de  ha- 
ber hecho  en  vano  esta  parte  del  mundo  que  es 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  I4I 

mayor  que  las  otras  tres  juntas,  aunque  todos 
los  hombres  que  antes  del  diluvio  había  en  es- 
ta América,  perecieron  en  el  diluvio  universal^ 
los  animales  que  había  en  ella,  macho  y  hem- 
bra de  cada  especie,  con  las  que  se  habían  de 
sacrificar,  fueron  llevados  por  ministerio  d» 
ángeles  al  arca  y  pasado  el  diluvio,  por  el  mis- 
mo ministerio  fueron  vueltos  á  esta  América, 
con  que  queda  resuelto  este  punto  y  acabada 
esta  obra,  lo  cual  sea  para  honra  y  gloria  de 
nuestro  Redentor  y  Señor  Jesucristo,  cuyo  es  el 
podery  subiduría,  de  la  Santísima  Trinidad  y 
de  la  Santísima  Virgen  María,  madre  y  señora 
nuestra,  y  todo  lo  que  he  dicho  en  ella  lo  pon- 
go á  la  corrección  de  nuestra  Sama  Madre  Igle- 
sia, protestando  que  si  hubiere  algo  en  mis 
obras  que  se  desvíe  de  su  recto  y  sano  sentir, 
lo  doy  por  protestado  y  corregido,  y  desde  lue- 
go lo  confieso  por  ignorancia,  porque  sé  que 
sólo  en  su  enseñanza  y  doctrina  está  el  acierto  y 
verdadera  luz. 


FIN  DEL  ORIGEN  DE  LOS    INDIOS 


COPIA  DE  CARTA 


QUE  EL  AUTOR  ESCRIBIÓ   Á  SU    HIJO   EL    GENERAL 

D.  Juan  Enriquez  de  Sangüesa,  residen- 
te EN  LA  villa  de  CoCHABAMBA,  DON- 
BJS.  FUÉ  CORREGIDOR,  JUSTICIA  MA- 
YOR,  SOBRE    EL     COMETA    DEL 
AÑO  DE  1680. 


COPIA  DE  CARTA 


QUE  EL  AUTOR  ESCRIBIÓ  Á  SU  HIJO  EL  GENERAL 
D.  JUAN  ENRIQUEZ  DE  SANGÜESA  (l)  RESIDENTE 
EN  LA  VÍLLA  DE  COCHABAMBA,  DONDE  FUÉ  CO- 
RREGIDOR, JUSTICIA  MAYOR,  SOVRE  EL  COMETA 
DEL  AÑO  DE  1680. 


Deseas,  hijo,  saber  el  juicio  que  han  hecho 
en  esta  ciudad  de  los  Reyes  del  cometa  que 
apareció  en  ella  por  los  principios  de  Enero 
de  este  año  de  1681,  y  según  tu  relación  se  vio 
mucho  antes  por  esas  provincias. 

Propio  y  natural  es  á  la  naturaleza  racional 
el  desear  saber,  pero  muy  peligroso  el  dis- 
currir en  cosas  tan  altas  que  se  encumbran  has- 
ta los  astros  del  cielo.  Probable,  dicen  los  más 
católicos  astrólogos,  es  el  discurrir  que  estos 
cometas  amenazan  mal  y  daño   al  mundo  y  á 


(i)  No  se  comprende  cómo  llamándose  el  padre  Diego  An- 
drés Rocha,  se  1  lama  el  hijo  juan  Enriquez  de  Sangüesa.  En 
el  original  no  dice  nada  que  aclare  esta  contraüicción.  Quizá 
fuera  hijo  político  ú  adoptivo. 

VOLUMEN   II  I O 


146  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

los  mortales,  pero  qué  males  sean  los  que  ame- 
nazan y  á  qué  regiones  y  pueblos,  parece  es  pa- 
sar más  allá  de  lo  que  puede  comprender  la  ca- 
pacidad humana,  y  si  hasta  hoy  no  ha  podido  la 
Astrología  alcanzar  con  perfección  las  fuerzas 
é  influjos  de  los  astros  y  estrellas  fijas  y  erran- 
tes, que  desde  el  principio  del  mundo  las  ha 
tenido  á  la  vista,  cuanta  más  falencia  tendrán 
en  lo  individual  de  estos  cometas  que  aparecen 
por  poco  tiempo. 

En  lo  que  parece  que  todos  consienten,  es 
que  nunca  vienen  sino  como  prenuncios  y  pró- 
dromos del  enojo  de  Dios  para  mostrar  se  ha- 
lla ofendido  de  sus  criaturas  y  con  su  benigni- 
dad muestra  el  azote  para  que  se  enmienden 
los  que  se  reconocieren  reos,  y  así  como  puso 
el  arco  Iris  en  señal  del  perdón  del  mundo  pa- 
ra no  volverlo  á  destruir  por  agua,  pone  esa 
señal  de  los  cometas  para  indicar  su  ira  contra 
los  malos  y  para  avisar  á  los  justos  se  justifi- 
quen más  huyendo  de  la  presencia  de  su  arco 
y  saetas,  y  así  lo  discurrió  el  P.  Juan  Bautista 
Cysato,  varón  de  rara  erudición  y  doctrina,  en 
aquel  libro  que  hizo  sobre  el  cometa  del  año 
de  1618:  «Cometam  in  coelo  accendit  ut  sese 
ira  erga  mortale  genus  accersum  esse  ostende- 
rel  nemo  ergo  mortalium,  nullum  terrarum  po- 
pulus  á  fulguranti  coelitus  cometa  se  securum 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS  14? 

credat,  qui  Deo  se  rerum  agnoscit.»  Esta  mis- 
ma doctrina  de  que  nunca  pone  Dios  estas   se- 
ñales en  el  cielo,  sinoparaindicación  de  castigo, 
la  funda  el  gran  consejero  D.  Juan  de  Solorza- 
no,  tomo  I  de  Jur.  Indiar.,  lib.  2,  cap.  2,  desde 
elnúm,  42,  con  gran  copia   de   autores,    entre 
los  cuales   algunos  discurren  que   es  la  gran 
piedad  de  Dios  el  poner  estas  señales  y  come- 
tas para  avisar  antecedentemente  al  mundo  que 
han  de  tener  castigo  y  qiie  quiere  la  enmienda. 
Jacobo  Tuano,  en  las  Obras  Expurgadas,  ha- 
ciendo mención  del  cometa  del  año  1577,  que 
precedió  á  la  perdición  del  rey  D.  Sebastián,  no 
sólo  discurre  que  vienen  los  cometas  por  daño 
de  los  mortales,  sino  que,  según  el  sentir  de  los 
más  doctos  y  prudentes,  vienen   para  acaba- 
miento  de  linajes,   familias   y  reinos,  como  se 
puede  ver  en  dichas  obras,  tom.  II,  lib.  65,  fo- 
lio 234,  en  la  letra  E:  «Sed  non  singülorum  ho- 
minum  mortes  tantum  quoe  quotidie   eveniunt, 
5ed  potius  regnorum,  ac  familiarum  regiarum 
excidia,   et   conversiones  cometas  rerum  pru- 
dentiores  semper  portendere   exestimaverunt.» 
Justino,  tenido  por  otro  Ptolomeo,  en  su  Espe- 
jo de  Astrología,  tom.  2,  en  el  tratado  que  ha- 
ce de  Cometis,  dice  que  es  barbaridad  menos- 
preciar y  no  cautelarse  con  oraciones  y  depre- 
caciones á  Dios  para  mitigar  su  justo  castigo  y 


148  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

venganza;  dice:  «Comctie  igitur  non  frustqa  ap- 
paret^  sed  ideo  conspiciuntur,  ut  denuncien  tres 
magnas,  ut  ad  moniti  mitigare  eas  studeamus. 
Barbaries  est  quaedam  huismodi  signa  temeré 
aspernari»,  y  más  abajo:  «divinites  ordinatae  es- 
se  hec  signa,  quoe  nos  admoneant,  ut  á  Deo 
opem  imploremus».  y  poco  antes  funda  más  lo 
que  importa  rogar  á  Dios  para  que  se  desenoje 
y  no  descargue  el  azote  en  nosotros. 

Pasen  en  su  probabilidad  estas  doctrinas  de 
tantos  y  tan  grandes  autores,  porque  los  come- 
tas no  guardan  el  orden  natural  de  los  demás 
astros,  y  aunque  no  son  opuestos  á  la  naturale- 
za, son  en  su  apariencia  preternaturales  y  están 
para  nuncios  y  legados  de  Dios,  y  fueron  cria- 
dos desde  el  principio  del  mundo  y  se  ocultan 
con  los  rayos  del  sol,  hasta  que  Dios  los  envía 
con  su  embajada  á  las  regiones  que  es  servido, 
como  advirtió  San  Juan  Damasceno,  referida 
por  Cornelio  Gemma  Frisio  en  su  libro  i  de 
Prodigios,  cap.  6,  ibi:  Joanem  Damascenus  vut 
natus  esse  cometas  cum  caeteris  Steris  nimium 
ipsis  primordis  mundi,  sed  la  tere  fortasis  sun 
radiissolisjdeindeimpelli  súbito  ad  ceramcuam 
piam  regionem.»  Notable  caso  es  el  que  pone 
el  libro  2  de  los  Macabeos,  cap.  5,  en  el  prin- 
cipio, donde  por  cuarenta  días  se  vieron  en  los 
aires  hombres  armados,  como  lo  ha  sido   este 


ORIGEN   Dfi   LOS    INDIOS  149 

soldado  que  ha  puesto  el  cielo  estos  días  en  la 
región  etérea  y  dice  la  escritura  en  este  lugar 
que  rogaba  el  pueblo  á  Dios  que  aquellos  pro- 
digios y  monstruos  que  se  aparecían  en  el  cielo 
los  volviese  Dios  en  bien  á  su  favor,  ibi:  «Qua 
propter  omnes  rogabant  in  bonum  monstra  con- 
vertid, y  Antioco  no  conocía  que  estas  señales 
y  cometas  eran  indicio  del  enojo  de  Dios  con- 
tra su  pueblo,  como  dice  en  el  núm.  17:  «Alie- 
natus  manto  Antiochus  non  considerabat  quod 
propter  peccata  habitantium  civitatem  modium 
Deus  fnerat  iratus»,  y  así  menospreció  el  lugar 
y  templo  de  Dios,  profanando  los  vasos  sagra- 
dos, como  se  dice  en  dicho  capítulo  y  concluye 
él  núm.  17:  Propter  quod  et  accidit  circa  locum 
despectio.»  Pero  no  le  salió  esta  empresa  muy 
á  su  salvo,  como  se  advierte  en  los  capítulos  si- 
guientes de  los  Macabeos. 

Vulgarmente,  y  aun  por  muchos  de  los 
autores,  está  entendido  que  el  cometa  es  una 
exalación  cálida  y  seca,  gruesa  y  glutinosa  le- 
vantada por  virtud  y  fuerza  de  los  astros 
hasta  lo  más  alto  de  la  región  del  aire 
y  allí  por  la  del  fuego  encendida,  movién- 
dose circularmente  con  el  aire;  y  aunque 
no  dudo  que  habrá  habido  cometas  de  este 
porte,  hoy  han  descubierto  los  nuevos  matemá- 
ticos más  arriba  campo  á  estos  cometas,  ob- 


ISO  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

servándoles  sobre  la  luna,  Venus  y  los  demás 
planetas,  de  que  hicieron  demostración  Kepler 
Plumareto,  Cardano  y  el  P.  Cysato  y  otros 
muchos  referidos  por  el  P.  Ensebio  Nierem- 
berg  en  su  Filosofía,  lib.  6,  caps.  8  y  lo,  y  á 
esta  práctica  y  evidencia  dio  complemento  Ti- 
co Brahe,  noble  caballero  de  Dania,  que,  como 
tan  singular  en  las  matemáticas,  tan  rico  para 
la  fábrica  de  tantos  instrumentos  y  longimiras 
y  más  con  la  disposición  y  sitio  de  Dania  para 
descubrir  los  cielos,  puso  esto  en  discursos  ma- 
temáticos de  modo  que  no  hay  ya  quien  dis- 
crepe de  sus  mensuras. 

Plinio  pone  nueve  especies  de  cometas  que 
se  habían  visto  en  el  mundo,  el  primero  llamado 
Cometes,  que  es  de  largas  crines  ó  cabellos  al 
parecer,  el  segundo  Pagonias,  esto  es,  de  gran- 
des  barbas  hacia  abajo;  el  tercero  Acontias,  que 
es  á  la  forma  de  dardo,  flecha,  asador  ó  lanza: 
el  cuarto  Xiphias,  á  semejanza  de  espada;  el 
quinto  Disceus,  de  forma  de  escudo,  clipeo  ó 
broquel;  el  sexto  Pithetes,  á  la  forma  del  sol, 
que  llaman  Rosa;  el  séptimo  Ceratias,  que  es  de 
forma  de  dos  cuernos,  como  hace  la  luna  nue- 
va; el  octavo  Lampadias,  como  una  hacha  en- 
cendida; el  nono  Hippiteus,  que  es  á  la  forma 
del  erizo  déla  mar.  Añaden  otros  el  cometa 
que  sale  como  cuadrado  yendo  la  cauda  por 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  151 

ambas  partes  casi  igual.  Este  cómputo  es  de  la 
escuela  de  Grecia,  que  contaba  en  esta  forma 
los  cometas.  Otros  nombres  les  dá  Justino 
arriba  citado,  y  pone  nueve,  Veru,  Tenaculum, 
Pertica,  Miles,  Dominus,  Ascone^  Aurora,  Ar- 
genteus,  Rosa  y  Niger,  pero  estos  no  explican 
tanto  como  los  pasados,  aunque  se  vienen  con 
mucha  explicación  á  reducir  á  ellos. 

Preguntarásme  que  á  qué  especie  de  las  re- 
feridas se  asemeja  ó  iguala  el  presente  cometa 
y  si  hay  alguna  copia  de  esos  que  há  habido  en 
el  mundo  para  comparar  con  este  que  hemos 
visto  y  proseguirá  tu  deseo  á  que  también  me 
alargue  á  decirte  el  juicio  que  hago  de  este 
nuncio  celeste  que  nos  amenaza  con  su  presen- 
cia; si  puedes  conseguir  con  mi  natural  uno  y 
otro,  habrás  llenado  tu  deseo;  pero  no  sé  si  ha- 
brás tocado  con  el  camino  de  la  verdad,  porque 
como  te  dije  al  principio,  estas  son  cosas  ocul- 
tísimas y  es  menester  luz  de  Dios  para  acertar. 
Direte  con  principios  de  grandes  matemáticos 
lo  que  probablemente  se  puede  discurrir,  sin 
darles  más  crédito  que  el  que  tuviere  la  razón 
filosófica  en  que  estriban  y  la  calidad  de  la  co- 
rrupción, sequedad,  calor  é  incendio  del  aire 
que  comunmente  reciprocamos  todos  y  en  que 
dichos  cometas  ejercitan  sus  efectos  y  fuer- 
zas. 


152  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

Lo  primero  debes  estar  advertidí)  que  la 
primera  investigación  de  los  cometas,  es  copiar 
los  astrólogos  sus  colores,  y  conforme  á  ellos 
discurren  á  qué  planetas  se  han  de  atribuir  sus 
influjos;  porque  si  el  color  es  aplomado  ó  ne- 
gro, este  le  atribuyen  á  Saturno;  si  es  argentado 
el  color,  atribúyenle  á  Júpiter;  si  es  encendi- 
do y  bermejo,  juzgan  que  es  hijo  de  Marte;  si 
es  de  color  de  oro,  es  producción  del  sol;  si  es 
obscuro  con  espesura  y  tiene  algunos  visos  de 
la  luna,  es  parto  de  Venus:  si  tiene  el  color  azul^ 
esto  es  cerúleo,  ese  le  atribuyen  á  Mercurio; 
júntalo  todo  Justino,  en  el  lugar  citado.  «As- 
trologi  diversilatem  colorum  malunt  esse  divir- 
sum  influxum,  hoc  est,  adscribunt  Plenatis  colo- 
rem  Cometarum:  nam  qui  Saturni  est  inquiunt, 
Flumbei  erit  coloris»  (y  en  el  §  siguiente  nú- 
mero 9.  «Niger,  qui  Saturno  est  simillimus,  qui 
Joven  argente!  qui  Martis,  rubei,  qui  Solis  aurei, 
qui  Veneris  obscuri  propter  spisitudinem,  qui 
Mercurié  cerulei,»  y  hablando  en  el  §  siguiente 
del  de  Venus,  núm*  4,  dice:  «Miles  Veneri  sacer 
lunarem,  radium  dimittit,»  con  que  por  esta  regla 
no  se  puede  dudar,  conforme  al  color  que  tuvo 
el  presente  cometa,  de  que  se  debe  atribuir  al 
planeta  Venus,  porque  la  espesura  de  la  cabeza 
y  cauda  fué  densísima  hasta  los  últimos  días 
que  se  iba  resolviendo  y  desvaneciendo,  ea 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  153 

que  su  cabeza  y  cauda  tenía  las  partes  ralas , 
y  entonces  pareció  á  muchos,  y  á  mí  también 
que  el  color  era  como  el  de  la  luna,  siendo  así 
que  á  principio  de  Enero,  cuando  le  comenza- 
mos á  observar  estaba  espesísimo  y  de  color  de 
ceniza  muy  tupida,  y  observé  que  á  diez  y  siete 
ó  diez  y  ocho  de  Enero  que  llegó  á  confrontar- 
se el  cometa  con  el  planeta  Venus,  mudó  el 
curso  que  traía  de  Oriente  á  Poniente  y  volvió 
á  correr  hacia  el  signo  de  Aries,  donde  le  vi  á 
veinte  ó  veinte  y  uno  y  nunca  más  le  observé, 
con  que  llegó  á  reconocer  ser  el  planeta  de  su 
influjo. 

Tienen  también  por  observación  los  astrólo- 
gos  el  apuntar  el  signo  en  que  comenzó  el  come- 
ta á  manifestarse  al  mundo  y  contarle  los  pasos 
y  carreras  que  viene  haciendo  así  por  el  Zodia- 
co y  Eclíptica  y  variaciones  que  hace  fuera  de 
estos  lugares,  como  el  signo  en  que  se  apagó. 
Los  dos  primeros  requisitos  no  he  podido  ajus- 
tar,  ni  de  las  provincias  de  arriba,  se  avisa  cuán- 
do comenzó  á  verse,  ni  en  qué  signo,  porque 
por  alia  no  hay  más  astrologías  que  las  de  los 
metales  y  se  trata  poco  de  meteoros,  ni  tú  me 
lo  avisas,  porque  tampoco  estás  versado  en  esto, 
pero  bien  me  persuado  á  que  comenzaría  por 
los  principios  de  Diciembre  y  que  contra  el  na- 
tural curso  de  los  planetas,  que  con  el  suyo  pro- 


154  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

pió  suben  de  Poniente  á  Levante,  vendría  He. 
vado  del  curso  violento  del  primer  móvil,  de' 
Oriente  á  Poniente,  hasta  que  se  encontró  con 
Venus  y  volvió  á  subir  hacia  el  Oriente,  pasean" 
dose  desde  el  Oriente  por  los  signos,  hasta  que 
le  observamos  al  Occidente. 

Lo  tercero,  observan  los  astrólogos,  que  los 
principales  efectos  que  amenazan  los  cometas 
y  sus  operaciones,  sucederán  en  aquellas  partes 
á  que  el  cometa  arroja  la  cola  y  que  con  la  pun- 
ta está  señalando  adonde  tiran  sus  influjos;  así 
lo  dice  Justino,  en  el  lugar  citado,  en  el  §  Spe- 
cies  Cometarum,  núm.  4,  ibi:  «Et  ciuspeius  sig- 
nificatum  apparebit  ex  parte,  versus  quae  exten- 
derit  caudam,»  y  luego  en  el  núm.  5:  «Máxime 
versus  partem  in  quam  extenderit  caudam.»  Co- 
sa que  dejó  también  advertida  Jacobo  Tuano, 
en  el  tomo  I,  lib.  21,  fol.  624.  Cuando  en  el 
año  de  1558  apareció  aquel  cometa,  prenuncio 
de  la  muerte  de  Carlos  V,  ibi:  «Cometa  apparuit 
cauda  ad  Hispaniam  directa.» 

De  lo  dicho  se  sigue  que  este  cometa  es  el 
que  llama  Justino  Miles  y  los  árabes  cuadrado, 
cuando  no  en  la  longitud,  en  ]a  mayor  parte  de 
su  latitud,  porque  la  cabeza  y  cuello  ha  de  ser 
más  delgado,  y  lo  restante  del  cuerpo  con  una 
túnica  de  malla  que  le  cubre  hasta  los  pies,  sig- 
nificando la  ferocidad  del  guerrero,  que  todo 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  155 

esto  me  parecía á  mí  que  veía  en  este  cometa,  y 
en  mi  idea  le  figuraba  en  pié  y  no  solo  me  pa- 
recía un  soldado  vestido  de  malla,  sino  un  ejér- 
cito de  ellos  con  muchos  pies:  uno  por  muchos» 
como  dijo  Virgilio.  «Armato  milite  complent,» 
y  siguiendo,  á  nuestro  entender,  la  malla  desde 
los  hombros  y  abajo  era  en  partes  tan  ancha  en 
lo  de  arriba  como  en  lo  de  abajo;  semejante  á 
este  fué  aquel  que  se  vio  en  el  cielo  cuando 
Xerjes  entró  sugetando  y  talando  la  Grecia  con 
un  millón  de  soldados;  así  lo  dice  Justino  en  el 
lugar  citado,  núm.  4:  «Miles  Veneri  sacer,  talem 
apparuisse  ferum,  cum  Xerxes  in  Greciam  traie- 
cit,»  si  bien  CorneJio  Gemma  en  el  lib.  i,  De 
Prodigios,  cap.  8,  fol.  208  dice  que  el  cometa 
que  apareció  en  esta  invasión  de  Xerjes  fué  en 
forma  de  cuerno;  sus  palabras  son:   «Anno   quo 
Greciam  Xerxes  invasit  dccies  centenis  millí- 
bus  hominum  (obvia  quseqüe  va-tans,  adque  di- 
ripiens)  cometa  fulsit  cornu  figura.»  No  hemo^ 
de  entender  que  en  dos  autores  tan  grandes  haya 
contradicción,  y  así  se  doben  concordar  con  que 
todos  los  cometas  que  salen  ó  con  talle  de  sol- 
dado,  que  llaman  Miles,  ó  con  instrumentos  mi- 
litares ó  de  lanza,  dardo,  flecha,  cuerno   ó  asta 
de  toro,  aptísimos  todos  para  herir,  todo  viene 
á  reducirse  en  una  misma  cosa,  poniendo  en 
unos  más  fortaleza  que  en  otros,  y  así  el  cuerna 


IS6  DIEGO  ANDRÉS  ROCHV 

en  las  sagradas  letras,  es  símbolo  de  gran  fuer- 
za: «Cornua  in  manibus  tuis,  ibi  abscondita  est- 
fortitudo  eius.» 

Dirásme  que  aún  no  está  probado  que  el  pre- 
sente cometa  sea  el  que  llaman  los  latinos  Miles, 
ó  por  lo  menos  que  tu  no  lo  comprendes.   No 
me  espanto,  porque  como  nunca  te  has  paseado 
por  ese  ámbito  de  los  cielos,  que  los  griegos  lla- 
man/'^r/j^/z^r/t?  ó  Vranoon^  es  menester  dártelo  á 
beber  muy  líquido  y  desleído.  Ya  he  dicho  que 
los  cometas  de  naturaleza  de  Venus,   traen  la 
cola  espesa  y  obscura:  «Qui  Veneri?,:i>   dijimos 
arriba,  «Obscuro  porpter  spisitudinem,»  tal  fué 
el  que  hemos  visto.  Dije  también  con  doctrina 
de  Justino  que  el  cometa  que  llaman  los  latinos 
Miles,  es  parto  de  Venus  y  que  echa  los  rayos 
como  de  la  Luna  «Miles  Veneri   sacer  lunarem 
radim  disnittit,»  casi  todos   observaron  esto  y 
que  el  color,  cuando  se  iba  poniendo  ralo,  pa- 
recía blanco  y  de  color  de  la  Luna.  Pruébase 
más  el  que  sea  Miles  este  cometa,  porque  ha- 
blando de  él  Justino  dice  que  tapa  con  las  crines 
toda  la  cabeza  y  cauda.  «Miles  ex  integro  cauda- 
ve  crinitus».  Y  así  apareció  el  presente  que,  no 
sólo  tenía  crines  en  la  cauda,  sino  que  ellas  ta- 
paban toda  la  circunferencia  de  la  cabeza.  ítem 
más,  el  cometa  Miles  anda  y  corre  los  signos  y 
no  se  contenta  con  dos  ó  tres,  ni  es  estaciona- 


ORIGEN    DE   LOS    INDIOS  1 57 

rio  en  alguno  dícelo  el  mismo  Justino:  «Miles 
et  si  qui  cum  apparecerit,  peragrt  decadencim 
signa»,  y  aunque  no  puedo  afirmar  que  anduvo 
todo  el  Zodiaco,  porque  no  sé  cuándo  comen* 
zó  ni  en  qué  signo,  porque  sólo  escribe  haber- 
se visto  en  las  provincias  de  arriba,  mucho  an* 
tes  que  en  esta  ciudad  de  Guancabelica,  escri- 
benhaberse  visto  dos  ó  tres  meses  antes;  sin  em- 
bargo, congeturo  con  gran  fundamento  que  corrió 
todos  los  signos  y  vino  retrogradando  hasta 
el  de  Aries, hasta  que  se  encontró  con  el  planeta 
Venus,  causadora  del  cometa  Miles ^  y  si  la  Lu- 
na en  veintinueve  días  corre  todos  los  signos,  na 
es  mucho  que  el  cometa,  en  más  tiempo,  vinie- 
se retrogradando  por  ellos. 

Escríbeme  el  P.  Gerónimo  Tello  de  Mene- 
ses,  varón  de  religión  y  doctrina,  de  la  Compa- 
ñía de  Jesús,  desde  Guancabelica,  en  carta  de 
Enero  de  este  año,  que  se  vio  en  aquella  villa 
el  cometa  en  el  principio,  hacia  el  Oriente  y  con 
figura  de  una  lanza  ó  dardo  y  que  después,  cer- 
ca de  un  mes,  se  vio  en  el  Occidente  con  forma 
de  ramales  ó  varas  de  que  procedió  el  juzgar 
algunos  que  eran  dos  cometas:  uno  que  se  vio 
al  Oriente,  y  otro  al  Occidente,  en  que  se  enga- 
ñaron, porque  fué  uno  solo  que  vino  peragrando 
por  los  signos  desde  Oriente  á  Poniente,  y  co- 
mo fué  produción  del  planeta  Venus,  fué  Phos- 


158  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

phoro  en  el  Oriente  cuando  salía  antes  del  Sol 
y  Héspero  en  el  Occidente  cuando  salía  des- 
pués de  él  y  le  iba  siguiendo,  propiedad  que 
cogió  del  planeta  Venus  que  le  produjo,  pues 
sólo  á  este  planeta  dan  los  griegos  el  nombre 
de  Phosphoros  y  Hésperos. 

Tengo  otra  carta  del  mismo  lugar  en  que 
forman  la  cauda  de  este  cometa  á  forma  de 
saeta,  y  las  saetas  y  astas  ó  dardos,  son  símbo- 
los de  guerra,  hambre  y  mortandad,  como  con 
elegancia  lo  funda  el  Sr.  D.  Juan  de  Solorzano 
en  sus  Emblemas,  en  el  89,  niím.  10,  y  todo 
viene  á  significar  que  es  el  que  llaman  Miles  ó 
ya  tomado  por  el  saco  ó  loriga  y  malla,  ó  por 
sus  armas,  que  si  tú  hubieras  estado  aquí,  junto  á 
mí  lo  entendieras  mejor,  pero  bástete  el  que  yo 
te  lo  diga,  que  entiendo  lo  que  digo. 

He  procurado  ajuslar  este  cometa  á  los  que 
habido  en  los  siglos  pasados,  y  habiendo  visto 
los  muchos  que  traen  Plinio,y  Rolevin  en  la  His- 
toria general  del  mundo,  Cornelio  Gemma  en 
el  libro  i  De  Prodigios,  cap.  8,  y  los  muchos 
que  yo  referí  en  un  tratado  que  escribí  en  latín 
en  el  año  de  1664,  que  de  muchos  de  ellos 
-he  tenido  estampa,  ninguno  concuerda  tanto 
con  el  presente  como  el  que  hubo  el  año  1570, 
cuya  imagen  trae  Cornelio  Gemma  en  el  libro 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  1 59 

2,  cap.  2:  Fuerte,  armado  ha  sido  este  nuncio, 
quiera  Dios  no  sea  el  Exterminador,  que  tiene 
para  castigo  del  mundo,  el  Abadon  ó  Apocalion 
que  llama  San  Juan  en  su  Apocalipsis,  quiera 
nuestro  Dios  que  con  deprecaciones  y  oraciones 
venzamos  sus  influencias,  en  especial  en  la  cris- 
tiandad, que  purguemos  con  llanto,  limosnas, 
oración  y  penitencia  el  origen  que  ocasionan 
sus  influjos.  Quiera  Dios  no  nos  descuidemos  y 
que  antes  que  prenda  el  fuego  nos  prevenga- 
mos con  lágrimas  y  buenas  obras  como  nos  lo 
aconsejó  el  expeito  Cornelio  Gemma  en  su  li- 
bro r  De  Divinos  Caracteres,  cap.  8,  fol.  132 
¡bi:  «Sic  se  res  habel,  nam  et  ea,  quse  terribilia 
nobis  divinitus  ostenduntur,  possünt  effusis  la- 
crimis  non  solum  mitescere,  sed  etiam  in  ad- 
versarios verti,  atque  infinem  jucundissimum 
terminan»,  como  dijimos  arriba  en  el  lugar  de 
los  Macabeos. 

Muchos  días  estuve  persuadido  á  que  este 
cometa  nuevo  era  el  que  llaman  los  latinos  Per- 
tica^  que  es  el  varal  con  que  se  sacude,  y  ver- 
daderamente que  la  figura  fué  de  azote  de  va- 
ras; pero  como  tiene  tantos  significados,  el  en- 
tender  que  es  el  cometa  Miles  me  ha  inclinado 
más  á  esto,  y  todo  se  viene  á  salir  allá,  porque 
también  son  las  pértigas  instrumentos  aptos  pa- 
ra la  guerra.  Del  cometa  Pértiga  dice  lustino, 


l60  DIEGO   ANDRÉS  ROCHA 

núm.  3,  cii  el  lugar  citado,  que  algunas    veces 
echa  sus  rayos  algo  lucidos  y  crasos:    «Pertica  . 
qui  alícuando  lucídiores,    crasieresque  radios 
prosert»,  y  no  hay  duda  que  el  cometa  presente 
tuvo  la  cauda  y  rayos  de  ella  muy  gruesos,   es- 
pesos y  tupidos,  con  mucha  corpulencia  y  que 
también  manifestó  muchas  veces  lucimiento  en 
lo  albicante  y  candido  de  ellos.  De  paso  que- 
darás advertido  que  si  el   cometa  presente  fué 
especie  de  Pértica,  según  el  mismo  Justino,  coai 
probable  filosofía  se  puede  discurrir  que  deno- 
ta el  haber  sequedad,  pocas  aguas  y  carestía 
de  semillas  y  panes,  y  así  añade  este  autora 
«Pertica,  qui  cum  apdaruerit  significat  siccita- 
tem,    atque,  aquarum  pancitatem,  et  paucita" 
tem  annonse.»  Prosigue  Justino  con  otros  dis- 
cursos del  cometa  Pértica,  discurriendo   sobre 
las    conjunciones    que  tuvo  con  los  planetas. 
Cuando  le  observé  en  los  últimos  días,  le  hallé 
junto  al  planeta  Venus,  y  el  mismo  autor  dice: 
«At  si  fuerit  iunctus  cum  Venere,  significat   si- 
ccitatem,   et   aquarum   diminutionem  maguan.» 
Esto  servirá  de  añadidura  por  si  alguno  se   in- 
clinare á  que  fué  Pertica,  y  el   discurso  hecho 
en  esto,  como  toca  á  la  corrupción  del  aire  y  á 
la  agricultura,  es  tolerable.  Las  Pértigas  son 
palos  gruesos  y  largos,  como  se  explica  en  la 
ley;  «Pali  et    Pertica   ff.  de  Verb.   Signif.    Y 


ORIGEN  DE  LOS  INDIOS  l6l 

como  dice  Calvin  en  su  Lex.  lur.  Verb.  Per- 
tica.  «Est  baculus  oblongus,  sive  isres,^  y  así 
salió  David  á  la  guerra  contra  Goliath. 

Muchos  de  los  que  conmigo  vieron  este  co- 
meta se  persuadieron  á  que  tenía  forma  de  es- 
coba y  á  lo  mismo  se  persuadieron  hombres 
doctos  en  el  cometa  del  año  1618,  de  lo  cual 
reprobó  el  P.  Cysato  en  el  cap.  4,  núm.  i,  en 
aquellas  palabras:  «Et  radiis  scoparum  etc.,»  y 
muchos  podían  discurrir  que  la  escoba  es  sím- 
bolo de  significar  castigo  y  azote  de  Dios,  para 
limpiar  y  purgar  el  mundo,  enviando  guerras  y 
otras  calamidades,  como  con  autoridad  de  Ter 
tuliano  y  Osorio  lo  prueba  el  señor  Solorzano 
en  el  Emblema  90,  núm.  20,  en  aquellas  pala- 
bras: «Aliquando  á  Deo  tanquam  scopas  immi- 
tti  ad  purgandum  mumdum.»  Otros  se  persua- 
dieron, y  no  mal,  á  que  tenía  forma  de  azote, 
como  lo  usan  los  disciplinantes,  y  que  era  tan 
larga  la  disciplina  que  amenazaba  á  gran  parte 
del  mundo  y  en  el  ün  del  azote  se  manifestaban 
las  rosetas.  El  azote  es  símbolo  del  enojo  di- 
vino, como  es  notorio,  «luxta  illud:  Ilagellum 
non  appropinguabit  Tabernáculo  tuo,  » 

Otra  persona  bien  diestra  en  interpretar 
enigmas  y  geroglíficos,  viendo  este  cometa  di- 
jo que  tenía  forma  de  cola  de  zorra  y  que  re- 
paraba en  que  de  noche  aparecía  y  que  de  or- 

VOLUMEN    II  II 


102  DIEGO    ANDRÉS    ROCHA 

dinario  le  tapaba  la  cabeza  una  nube,  de  que 
infería  que  los  piratas  que  habían  entrado  cu 
este  mar  eran  muy  astutos  y  que  siempre  anda- 
rían ocultándose  y  de  noche  harían  sus  mayo- 
res presas,  hallando  sin  prevención  los  lugares, 
sin  armas  ni  vigías  los  vecinos,  sin  apresto  las 
armas.  Bien  se  sabe  que  la  zorra  es  símbolo 
del  engaño  y  astucia  y  que  muchas  veces  lo 
que  no  ha  vencido  la  fuerza  del  león,  lo  consi- 
guió la  piel  de  la  zorra,  como  refiere  Plutarco 
de  Lisandro,  aquel  gran  Capitán  en  su  vida, 
desde  aquellas  palabras:  «Si  Leoninanellis  non 
satis  sit,  vulpinam  induere,»  y  Sansón  usó  de 
las  zorras  para  talar  y  quemar  los  campos  de 
los  Filisteos  y  sus  sembrados  y  mieses.  Pero 
todo  esto  es  discurso  alegre  sin  fundamento 
filosófico. 

Veamos  á  ver  si  podemos  satisfacer  en  algo 
tu  deseo  en  saber  qué  significa  en  general  y  en. 
particular  este  cometa.  Discurrir  en  lo  futuro 
toca  á  Dios,  sino  es  en  las  cosas  que  ya  la  na- 
turaleza nos  hi  enseñado  que  tienen  causa  cier- 
ta y  determinada,  como  los  eclipses  y  conjun- 
ciones y  otras  cosas  de  este  porte.  Dirás  que 
también  los  cometas  desde  el  principio  del 
inundo,  según  lo  que  llevo  dicho»  indican  des- 
dichas y  castigo  del  mundo, y  que  así  en  esto 
tienen    causa  cierta  y  determinada.    Cuando 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  1 63 

esta  proposición  fuese  cierta^  quién  podrá  en- 
tender  lo  que  amenazan  lo  más  que  se  puede 
conjeturar  es  que  traen  daños,  pero  quien  dis- 
currirá qué  daños  han  de  ser  estos. 

Comienzo  dudando  en  lo  general   si  acaso 
significara  guerras,  pendencias,  hambres,  cares- 
tías, pestilencias,  muertes  de  príncipes  y  gran- 
des señores.  A  esto  con  el   torrente   de   todos 
los  filósofos  se  inclina  nuestro  español  Cortés 
en  su  Lunario  perpetuo,  en   el  tratado   de   los 
cometas,  fd.  128.  «Estos  cometas,   dice,  segúa 
afirman  todos  los  filósofos  y  la   experiencia  lo 
demuestra,  siempre  ó  por  la  mayor  parte,  seña- 
lan  infortunios,  como  son  guerras,  pendencias, 
hambres,  carestías  y  pestilencias,  con  muerte 
de  príncipes  y  grandes  señores,»  á  miís    desdi- 
chas se  extiende  Francisco  lustino,  en   el  trata- 
do citado,  y  dice  que,  en  general,  el  efecto  y 
fin  de  los  cometas  no  solo   es  dar  y  disponer 
guerras,  pestes,  hambres,  mudanzas  de  reinos 
y  de  leyes,  sino  también  levantar  vientos,  terre- 
motos, secas  y  esterilidades,  calores,  bochor- 
nos y  otros  muchos  males,  Excuso  el  poner  el 
lugar  latino  y  el  docto  lo  podrá  ver  desde  el 
número  2,  ibi:  «Finis  ergo  Cometarum,»  y  fun- 
da con  filosofía  que  por  ser  los  cometas  seña- 
les de  gran  calor  y  sequedad  y  que  levantan  á 
la  región  del  aire  muchas  exhalaciones  cálidas 


l64  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

y  secas,  levantando  de  la  tierra  lo  pingüe  y 
craso,  y  atenuando  el  húmedo  radical  de  los 
hombres  y  encendiendo  el  calor  natural,  por 
eso  suceden  esos  efectos,  cuyas  miserias  con 
más  dificultad  suelen  sufrir  los  príncipes  y  re- 
galados, mayormente  en  este  que  ha  sido  com- 
pacto en  su  cabeza  de  muchas  estrellas  peque- 
ñas y  no  solo  exhalación,  pero  nuestro  Dios 
hará  salvo  de  estas  miserias  á  nuestro  Rey  y 
Señor  Carlos  II,  porque  le  tiene  por  escudo  fir- 
me de  su  Iglesia  y  por  espada  fortísima  contra 
los  enemigos  de  la  Fé  Católica.  Celio  Rodigi- 
no  en  el  lib.  ii,  de  sus  Lecturas  antiguas,  ca- 
pítulo 5,  al  fin,  reduce  á  más  brevedad  los 
efectos  de  los  cometas  y  los  reduce  á  cuatro. 
Lo  primero  causan  sequedad  en  el  aire,  lo  se- 
gundo vientos,  lo  tercero  falta  de  aguas,  lo 
cuarto,  invasiones  de  enemigos,  ibi:  «Aeris  si- 
ccitatem  indicare,  indeque  etiam  ventum,  nec- 
non  aquarum  imminutiones,  quin  et  hostium 
assultus.»  Pase  todo  esto  en  la  probabilidad  y 
razón  filosófica  en  que  se  fundan  los  antiguos, 
que  esa  solo  apruebo. 

Lo  que  te  debe  picar  el  que  diga  algo 
acerca  de  lo  particular  de  este  cometa  ó  A/i/cS 
ó  Pertica  que  hemos  visto  estos  días.  Aquí  me 
aguardará  algún  docto  matemático  de  esta  ciu* 
dad  y  otros  que  han  experimentado  mi  censu 


ORIGEN   DE   LOS    INDIOS  1 65 

ra,  pero  aunque  llegue  á  su  noticia  este  escrita 
no  me  causa  cuidado,  porque  de  cosas  separa- 
radas  no  se  infiere  buena  consecuencia.  Lo  que 
yo  repruebo  es  que  de  los  signos  celestes,  sus 
ascensiones,  descensiones  y  aspectos  de  plane- 
tas, conjunciones  y  otras  cosas  nautrales  no  ha- 
ga juicio  más  que  acerca  de  lo  que  naturalmen- 
te influyen  y  de  lo  que  conduce  á  la  medicina, 
agricultura  y  navegación;  pero  en  lo  demás 
no  hay  que  temer  estos  signos,  como  dice  la  di- 
vina Escritura:  «A  signis  coeli  nolite  metuere». 
otra  cosa  es  en  los  cometas  que  no  guardan  el 
orden  natural,  sino  que  son  prodigios  para 
avisar  á  la  tierra,  y  sin  embargo  no  tengo  por 
cierto  lo  que  en  particular  se  discurre  en  cada 
cometa,  sino  es  que  haya  luz  del  cielo  para 
acertar,  como  se  dice  en  el  libro  de  la  Sabidu- 
ría, cap.  9;  ibi:  «Quae  autem  in  coelo  sunt  quis 
investigavit?  Nisi  tu  dederis  sapientiam  Deus.» 
Y  cuando  se  parezca  este  presente  á  otros  que 
ha  habido,  como  aquí  sucede  con  el  del  año  de 
1570,  no  por  eso  sucederán  los  mismo  efectos 
porque  no  sabemos  si  habrá  los  mismos  peca- 
dos en  este  y  en  aquel  tiempo,  ni  las  virtudes 
en  los  reinos  que  se  libraron,  ni  si  la  voluntad 
de  Dios  tiene  prevenidos  los  mismos  castigos 
Vamos  discurriendo,  porque  el  año  de  1570 
se  perdiese  con  tan  gran  invasión  de  turcos  la 


lC6  DltGO    ANDRÉS    ROCHA 

grande  isla  de  Chipre,  como  dice  Fr.  Alonso 
Venero  en  su  Knchiridión,  fol.  267,  de  que 
quieren  fuese  prenuncio  aquel  cometa  tan  pare- 
cido á  éste,  hemos  de  inferir  que  se  habrá  de 
perder  otra  isla  en  este  año  de  1681?  Porque 
sucediese  luego  el  año  de  157 1  la  batalla  naval 
ganada  por  favor  de  la  Virgen  Santísima  del 
Rosario,  en  tanto  crédito  de  la  cristiandad,  ha- 
brá de  suceder  otra  batalla  de  este  po^te  y  otra 
liga  de  la  Iglesia,  de  España  y  Venecia?  Todo 
esto  es  posible  y  del  favor  de  la  Virgen  Santísima 
podemos  esperar  mayores  cosas.  Porque  diga 
Cornelio  Gemma  en  su  lib*  2,  cap.  2,  donde 
pone  la  estampa  del  cometa  del  año  de  1570^ 
que  después  del  y  dos  años  siguientes,  sucedie^' 
roa  tales  prodigios  que  ni  se  habían  oído  de 
los  abuelos,  bisabuelos  ni  mayores,  pues  se  ex- 
perimentó una  metamorfosis  ó  mudanza  de  to- 
do el  estado  público,  la  caida  y  muerte  de  tan- 
tos ministros,  el  acabamiento  de  tantos  sóida- 
dos  que  resistían  á  su  rey,  la  gran  mortandad 
en  Helandia,  Zelandia  y  Frisia,  con  las  porfia- 
das guerras,  el  grande  estrago  que  hizo  el  ejér- 
cito Real  en  las  plazas  de  Frisia  y  Geldria,  los 
diluvios  de  agua,  fuego  y  llover  sangre  en  Fri- 
sia, las  enfermedades  incógnitas  y  abortos,  los 
monstruos  que  nacieron  y  otros  prodigios?  Por 
eso  hemos  de  decir  que  sucederán  otras  tales 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  1 67 

cosas?  En  la  posibilidad  mucho  cabe,  pero  ig- 
noramos si  enviará  Dios  los  mismos  trabajos 
con  otro  mensajero  de  aquel  porte  ni  dónde 
irán. 

Porque  diga  el  mismo  Cornelio  Gamma  en 
el  lib.  I,  cap.  8,  fol.  193,  que  los  grandes  re- 
lámpagos y  truenos  donde  no  se  esperaba  ha- 
berlos, son  indicio  de  grande  horror,  estrago  y 
mortandad  de  los  mortales,  como  lo  experi- 
mentaron los  franceses  el  año  de  1515:  «Fulgu- 
ra coelo  sereno  spectata  sunt  aliquoties  magno 
horrore  et  clade  mortalium,  ut  anno  1515,  quo 
coedos  Gallorum.»  Y  tengo  observado  aquel  lu- 
gar del  cap.  19  del  Éxodo,  ver.  16,  donde  dice 
que  habiendo  bajado  Moisés  del  monte  donde 
estuvo  con  Dios,  se  comenzaron  á  oir  truenos 
no  esperados  del  pueblo  y  comenzaron  á  tem- 
blar todos  los  ¡srraelitas  que  estaban  alojados 
en  el  desiertos,  ibi:  «Coepernnt  audire  ac  mica- 
re  fulgura  ettimuit  populus  qui  erat  in  castris,« 
sobie  las  cuales  palabras  dice  San  Ambrosio: 
«Tonitrua  et  fulgura  espectare  ad  Dei  majesta- 
tem  ostendenda,  ac  terrorum  hominibus  inji- 
ciendum,  proesertiunque  ac  asterni  supplicii 
comminaitonem,»  esto  es:  que  los  truenos  no 
esperados  significan  la  indignación  de  la  ma- 
jestad divina  ofendida  y  vienen  para  aterrar  á 
los  hombres  y  ponerles  miedo   por  el   eterno 


1 68  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

castigo,  son  los  truenos  piezas  de  artillería  y 
bombardas  para  destrozar  los  enemigos  y  de^ 
rribar  los  muros  y  echar  de  los  lugares  á  los 
que  menosprecian  la  ley,  y  así  dice  en  el  mis- 
mo lugar:  «Tonitrua  in  libro  Exodi  significatio- 
nem  habere  terroris.  Tormenta  enim  antea  dis- 
ploduntur,  nonnunquam  ad  hostes  proternen- 
dus  aut  á  murís  procul  ascendos.» 

Siendo  esto  así,  porque  en  esta  ciudad  de 
los  Reyes  habrá  seis  meses  que  se  oyeron  por  el 
cerro  de  San  Cristóbal  dos  truenos  tan  horribles, 
y  dos  relámpagos  tan  fuertes,  donde  nunca  ha 
habido  truenos  ni  relámpagos,  ni  hay  memoria 
de  tal  cosa,  por  eso  hemos  de  decir  que  son 
anuncios  de  gran  mortandad  en  estas  partes? 
Esto  posible  será  y  sucederá  si  Dios  quisiere; 
pero  yo  lo  tengo  por  felicidad  para  este  reino, 
porque  estos  truenos  fueron  á  3  de  Julio  del  año 
mismo  que  comenzó  este  cometa  y  en  este  mes 
es  nuestro  gloriosísimo  patrón  de  nuestra  Espa- 
ña, Santiago  el  Mayor,  y  á  este  gran  capitán  nues- 
tro le  llama  el  Santo  Evangelio  el  hijo  del  true- 
no: (íFilíus  tonitrui,»  y  así  yo  me  quiero  echar  á 
discurrir  que  estos  dos  truenos  han  de  ser  dos 
victorias  en  que  nos  ha  de  ayudar;  discurra  cada 
cual  lo  que  quisiere  que  todo  se  quedará  en  dis" 
curso.  Adviértase  que  estos  dos  truenos  vinieron 
por  San  Cristóbal  y  que  los  enemigos  han  veni- 


ORIGEN   DE  LOS    INDIOS  1 69 

do  de  la  isla  de  San  Cristóbal,  y  después  de  ha- 
berlos visto  en  este  mar  del  Sur  han  filosofado 
algunos  que  los  dos  truenos  irregulares  que  vi- 
nieron de  hacia  el  Norte,  el  primero  por  enci- 
ma de  nuestro  cerro  de  San  Cristóbal,  que  fué 
el  mas  recio,  y  el  segundo  por  la  misma  vanda 
más  al  Leste,  y  menos  fuerte,  parece  vaticina- 
ban dos  entradas  de  estos  enemigos  piratas  por 
la  playa  del  Norte,  una  más  alta  que  la  otra,  y 
que  la  primera  haría  más  ruina  y  estrago  que  la 
otra  y  que  en  la  astucia  con  que  andan  no  los 
encontrarían,  y  que  ellos  mismos  se  habían  de 
consumir,  y  dijo  un  poeta: 

«En  el  Sur  los  piratas,  (hay  quien  nos  diga) 

morirán  en  su  curso,  hambre  y  fatiga 
Los  residuos,  que  vienen  á  socorrellos 
á  buscar  vienen  muertos  y  á  morir  ellos.» 
Pero  todo  esto  es  agudeza  de  ingenio  y  valga  lo 
que  valiere. 

Porque  diga  también  Argolio  en  sus  Efemé- 
rides, que  de  aquí  á  dos  años,  en  el  de  1683, 
ha  de  suceder  la  conjunción  magna  de  los  dos 
planetas  superiores,  Saturno  y  Júpiter,  en  el 
signo  de  León,  qre  toca  al  Trígono  ígneo  y  dis- 
curra con  los  antiguos  que  tales  conjunciones 
mudan  el  mundo,  los  dominios  y  leyes:  «Cum 
celebratur  coniuntio  superiorum  Saturni  et  lovi 
¡n  trígono  ígneo,  antiquorum  consensu  mutatio- 


170  DIEGO    ANDRÉS    KOCHA 

nos  magncX  contingent,  et  geaerales  constítutio- 
nes,  ac  de  facili  dominiorum  mutationes,»  son 
palabras  de  Argollo  ea  el  principio  del  año 
683.  (así  en  el  original). 

^jPor  eso  he  de  dar  yo  crédito  á  estos? 
Absit.  Y  sí  en  otras  conjunciones  observaron 
los  antiguos  sucedieron  estos  efectos,  esos  se- 
i'ían  independientes  de  dicha  conjunción  magna 
en  Trígono  ígneo,  y  acaso  cayeron  estos  suce. 
sos  en  dichas  conjunciones  y  solo  podrá  tener 
alguna  probabilidad  en  lo  posible. 

Y  viniendo  á  lo  más  individual  de  que  este 
presente  cometa,  ó  sea  el  que  llaman  Miles  ó  el 
que  llaman  Pertica.  Porque  diga  Justino,  ub¡ 
supra,  núm.  4,  que  el  cometa  Miles  indica  daño 
á  reyes  y  grandes  señores  y  á  los  nobles  y  que 
se  levantarán  hombres  en  el  mundo  que  querrán 
mudar  las  cosas  antiguas  y  las  leyes  y  entablar 
otras  nuevas  y  que  su  indicación  principal  será- 
hacia  donde  arrojare  la  cauda.  «Habet  signifit 
cate  nocumentum  Regum,  atque  nobilium  et 
manatum,  et  quod  insurgent  homines  in  mundo - 
qui  volent  mutare  leges,  et  res  antiguas,  et  du- 
cere  novas,  et  cius  peius  significatum  apparebit 
ex  parte  versus  quam  extenderit  caudam,  et  cri- 
nes,^) por  eso  lo  hemos  de  dar  por  asentado^ 
Yo  no  sé  qué  razón  ñlosófica  pueda  tener  en 
esto  lustino,  si  lo  trae  ab  experi  mentia  de  lo  que 


ORIGEN   DE    LOS    INDIOS  lyi 

en  otros  siglos  ha  sucedido  apareciendo  el  co- 
meta Miles;  ya  he  dicho  que  esto  sucedería  en- 
tonces acaso  y  no  por  influencia  del  cometa,  y 
estando  á  sus  principios  (en  mi  entender  nosegu. 
ros,  porque  no  hallo  razón  filosófica  en  que  fun- 
darlos) tambie'n  de  ellos  se  inferiría  que,  pues 
este  Cometa  en  el  fin  echaba  la  cauda  á  España?, 
porque  estaba  la  cabeza  al  Oeste  y  la  cauda  al 
Este  y  España  la  tenemos  al  Oriente,  respecta 
de  nosotros,  que  allí  había  de  arrojar  sus  influjos^ 
y  algunas  veces  observé  que  la  cauda  declinaba 
al  Norte  y  otras  al  Brasil,  Paraguay  y  Buenos 
Aires,  ^luego  en  estas  partes  será  el  influjo?  yo 
lo  niego,  porque  no  me  convence  la  razón. 

Si  acaso  el  cometa  es  el  Pertica,  ya  dije 
arriba  los  influjos  que  tiene,  que  se  fundan  en 
principios  filosóficos,  y  aunque  de  él  dice  Jus«. 
tino  que,  si  se  juntó  con  Marte,  significa  mu- 
chas guerras,  mucha  mortandad  por  hierro  y 
fuego:  aSignificat  bella  quam  plura,  et  mortali^ 
tates  per  gladium,  et  sanguinis  effusionem,  et 
combustianem  ignis.»  Esto  último  puede  tam- 
bién tener  su  razón  filosófica  por  el  ardor  que 
causa  en  los  hombres  el  cometa. 

Después  de  hecho  el  juicio  de  este  cometa- 
con  las  últimas  cartas  que  han  venido  de  Es- 
paña, vino  impreso  el  juicio  que  sobre  este  co« 
meta  hizo   el  Lie.    Fulgencio  Vergel,  cátedra»- 


172  DIEGO   ANDRÉS    ROCHA 

tico  de  matemáticas,  y  le  hace  de  que   el  co 
meta  fué  causado  por  Saturno  y  que  no   subió' 
de  la  región  suprema  del  aire,  y  dice  comenzó 
en  el  signo  de  Virgo  y  se  apagó  en  el  de  Libra 
y  que  era  de  forma  de  espada  ancha  y  que 
amenazaba  peste.  Mucho  es  menester  para  opo- 
nerse á  un  catedrático  de  matemáticas,  pero  en 
los  discursos  no  lo  parece,  sino  es  que  un  mis- 
mo cometa  apareciese   de  una  forma,  color  y 
tamaño,  en  esta  América  y  de  otra  en  Europa. 
Aquí   apareció  coaio  azote,    escoba,   soldado 
vestido  de  malla  de  pies  á  cuello,  como   cola 
-de  zorra  muy  abierta  por  la  estremidad,  á  for- 
ma de  ramales  y  varas.  En  Cartagena,  por  car- 
ta que  tuvo  el  Capitán  Alonso  Ximenez  de  La- 
ta, de  7  de  Enero,  se  dice   que  había  un  mes 
que  se  aparecía  y  que  del  cuello  abajo  apareció 
como  una  pieza  de  rúan  tendida  á  lo  largo.  De 
San  Lucar  tiene  carta  D.  Fernando  de  Herrera, 
escrita  en  21  de  Enero  de  este  año  por  el  Li- 
cenciado Francisco  Mexia,  presbístero,   en  que 
dice  que  la  cabeza  del  cometa  nace  de  estre- 
lla y  corre  de  Poniente  á  Levante  y  que  el  co- 
lor es  plateado  y  la  forma  de  una  palma  del 
Domingo  de  Ramos,  y  así  no  sé  cómo  se  ajus- 
ta  lo  que  dice  el  maestro  de  matemáticas  de 
que  era  á  forma  de  espada  ancha  y  de  color  de 
Saturno,  que  había   de  ser   negro,   según  dice 


ORIGEN  DE   LOS    INDIOS  1 73. 

arriba;  solo  le  cuadra  la  forma  de  espada,  por- 
que es  cometa  guerrero  y  el  color  fué  cenicien- 
to y  cuando  iba  poniéndose  ralo  era  de 
color  de  luna,  fué  parto  de  Venus,  según  dije, 
y  los  que  son  dados  á  ella,  le  pueden  temer  por 
el  azote  que  está  prevenido  contra  ellos,  y  re- 
paro en  la  variación  que  ha  habido  en  conocer 
la  efigie  de  este  cometa  que  ha  hecho  espectá- 
culo á  todo  el  Orbe  y  con  fijeza  no  se  acierta 
su  forma,  ¿pues  qué  será  de  sus  efectos?  Tam- 
bién ponerle  en  la  región  del  aire  lo  tengo  por 
difícil,  pues  cada  día  se  veía  en  todo  el  Orbe 
y  así  no  fué  aereo,  sino  celeste. 

Muchos  prodigios  se  han  visto  este  año  y  el 
pasado.  Pero  en  la  carta  de  Cartagena,  que  referí 
arriba,  se  dice,  que  el  primer  día  de  este  año  se 
vio  una  cruz  en  el  Sol,  en  aquella  ciudad,  y  una 
palma  junto  á  ella.  En  otra  carta  de  las  provin- 
cias de  arriba;  se  avisa  que  aparecieron  dos  ó 
tres  Soles.  Pero  puede  ser  esto  indicio  de  feli- 
cidad á  la  Iglesia,  y  Ensebio,  en  la  vida  de  San 
Constantino,  lib.  i,  cap.  22,  dice  que  á  este 
gran  Emperador  se  le  mostró  en  una  batalla  la 
señal  de  la  cruz  en  el  Sol,  con  un  letrero  con 
caracteres  griegos,  que  decía:  «En  tayto  nica,:? 
que  en  nuestro  castellano  suena:  «En  esta  ven- 
cerás;» esto  es,  con  esta  señal  de  la  cruz  vence* 
ras;  el  verse  muchos  soles,   puede  ser  también 


■Í74  DIEGO    ANDRÉS   ROCHA 

virtud  en  la  reflexión  de  las  nubes  y  cosa  natu- 
ral, de  que  se  verá  lo  mucho  que  dicen  en  esto' 
los  autores.  El  decir  que  el  cometa  acabó  en  el 
signo  de  Libra,  es  contra  lo  que  vimos,  porque 
acabó  en  el  de  Aries,  y  advierte,  hijo,  que  el  t(i- 
ner  este  cometa  la  cabeza  tan  cubierta  y  la  cola 
-tan  abierta  con  ramales  y  pies,  y  por  el  incen- 
dio que  ha  causado  en  el  aire  y  en  los  hombres, 
se  puede  recelar  que  por  muchas  y  de  muchas 
partes,  y  algunas  ocúltasenos  puedan  venir  gue- 
rras y  calamidades. 

En  suma,  sobre  todo  será  lo  que  Dios  qui- 
siere. «Deux  supervononia»  y  lo  que  conviene, 
•hijo,  es  que  nos  apartemos  del  mal  y  del  mal  de 
los  males,  que  es  el  pecado,  y  que  hagamos  bue- 
nas obras,  en  especial  las  de  caridad,  que  son 
las  que  cubren  la  multitud  de  pecados,  y  rogar 
á  Dios  por  nuestros  prójimos,  que  si  así  lo  ha. 
cemos,  no  tendremos  que  trepidar  ni  temer  los 
ejércitos  enemigos.  Dios  te  haga  abundar  en  su 
gracia  y  paz  para  que  puesto  en  estas  dos  co- 
lumnas tengas  escala  para  el  Cielo,  en  donde 
-áeseo  verte. 

Lima  y  Febrero  23  de  1681. 
Tu  padre, 
Dr,  D.  Diego  Andrés  Rocha, 


FIN 


ADVERTENCIA  FINAL 


Después  de  impreso  el  primer  volumen  de 
«sta  obra  he  adquirido  noticia  de  dos  libros 
en  latín  originales  del  doctor  D.  Diego  Andrés 
Rocha. 

El  primero  se  halla  en  el  Museo-Biblioteca 
de  Ultramar  de  Madrid,  y  lleva  el  siguiente  tí- 
tulo copiado  en  su  misma  ortografía: 

Epitheta  laudes  et  emcomia  divitiLe  Eucharist^e 
ex  lure  canónico  ct  sane  i' s  patribiis  alijs  Authfrri- 
bus  collecta.  Per  Doct.  D.  Didacvm  Andream  Ri. 
cha,  Hifpalenfem,  regalis  Cancellaria  Limenfif?, 
CriminumQueftoremetIudicem;  acexcellenti-;.? 
Dom  D.  Balthasarem  de  la  Cueva,  comité  ni  <!cl 
Caftellar,   Marchionem   de  Malagon;   per.aai 


176  DIEGO  ANDRÉS  ROCHA 

Regni  meritifñmun  proregen:  <íPercuffus/um  ut 
fccmunet  aruit  cormeun  qtda  oblitus  fum  comedere 
panem  meum.^y  ex  ps aira.  loi.  (íE/cam  dcdit  ti* 
mentibus  fcTi  ty^  psalm.  110  Limai  ex  officina 
losephi  de  Contreras. 

Es  un  volunrien  en  8/  que  contiene  12 
hojas  de  preliminares  y  signaturas  A — R  de 
cuatro  hojas,  excepto  la  última  que  sólo  tiene 
tres. 

En  la  portada  no  dice  el  año  en  que  se  im- 
primió, pero  según  las  aprobaciones  y  censuras 
que  lleva,  no  queda  la  más  pequeña  duda  de 
que  se  publicó  en  el  de  1674. 

La  otra  obra  de  que  se  tiene  conocimiento 
se  halla  citada  en  la  Biblioteca  Americana*  Ca- 
tálogo breve  de  la  colección  de  libros  relativos  á  la 
América  Latina  de  /,  C.  Medina^  Santiago  de 
Chile:  MDCCCLXXXVIlí,  y  hace  la  referencia 
de  este  modo:  «Rocha  (Doctor  Diego  Andrés) 
Epístola  Gratiñcatoria  et  qvasi  Antidoralis,  pro 
responsione  et  satisfactione  alterivs  Epístola 
qua  ipsum  honoriñcauit  illutrissimus  Princeps 
D.  Fr.  Payus  de  Rivera.  Mexicanus  Archiepís- 
copus;  Limae  1677. 


ORIGEN   DE   LOS   INDIOS  177 

En  la  página  158  de  este  volumen,  dice,  ha- 
blando de  los  cometas,  y  los  tmichos  (prodigios) 
que  yo  referí  en  un  tratado  que  escribí  en  latín  el 
año  1664^  de  lo  que  resulta  que  escribió  el  eru- 
dito sevillano  doctor  Rocha  en 

1664  ^"^^  obra  sobre  cometas,  de  la  cual  no 
tenemos  más  noticia  que  la  que  el  nos  da,  y  los 
siguientes  libros,  impresas  todos  en  Lima  en  el 
año  de 

1670,  su  libro  De  imtnamlata  Deiparce  Con- 
ceptione. 

1674  Epitheta,  Laudes  Et  Encomias  Divina 
Eucharistiae: 

1675,1a  carta sobre  Milicia   Christiana. 

1679  E^pístola  Gratificatoria  y 

1 68 1.  El  tratado  del  Origen  de  los  Indios. 


Volumen  n  ^  12 


ÍNDICE  DE  MATERIAS 


índice 


VOLUMEN  PRIMERO 


PAGINAS 

Advertencia  preliminar vii 

Aprobación  del  Dr.  D,  José  del  Corral 
Calvo  de  la  Vanda,  oidor  de  la  Real 
Audiencia  de  Lima i 

Aprobación  del  Dr.  D,  Juan  de  Morales 
Valverde,  canónigo  penitenciario  de 
la  Santa  Iglesia  de  Lima 4 

Al  Sr.  Dr.  D.  José  del  Corral  Calvo  de 
la  Vanda,  oidor  de  la  Real  Audien- 
cia de  Lima 7 

Ascensii  Pérez  de  Lizardi  rectoris,  et  vi- 
carii  eclesiae  S.  Jacobi  Urbis  de  Alma- 
gro in  valle  Chincheusi  gratulatio  hen- 
decasyllaba  eximio;  ac  integerrimo  li- 


1 82  Índice 

PÁGINAS 

mensis  areopagi  scnatori  Dom  D.  Di- 

daco  Andreas 1 1 

Josephi  de  Contreras,  typographi  in  au- 
thorem,  et  librum  lusus  didacus  An- 
dreas Rocha  anagramma  anchora  veri 
epigramma 13 

De  Jerónimo  de  Contreras,    impresor, 

canción 15 

Cap.  i. — En  que  se  ponen  varias  opinio- 
nes acerca  del  origen  de  los  indios. .  17 

Cap.  II — En  que  el  autor  propone  su 
sentir  acerca  del  origen  de  estos  in- 
dios           48 

§  I.* — De  otras  propiedades  de  estos 
americanos  con  los  primitivos  espa- 
ñoles en  el  uso  de  las  armas  y  de  la 
guerra 68 

§  2.* — Pónense  muchos  lugares,  ríos, 
montes  y  vocablos  concordantes  de 
la  primitiva  España  y  de  esta  América.         75 

§  3.^ — Pónense  muchos  usos  y  costum- 
bres en  que  conformaron  los  primiti- 
vos españoles  y  estos  americanos. . . .        109 

§  4.^ — Pruébase  cómo  de  España  vinie- 
ron los  primeros  pobladores  de  esta 
América,  por  estar  más  vecina  á  ella*        133, 

§  5.' — En  que  se  prueba  cómo  después 


ÍNDICE  183 

PÁGINAS 


del  Diluvio  llegaron  los  vasallos  del 
rey  Osiris,  y  de  otros  reyes  de  España 
y  del  rey  Héspero  y  poblaron  este 
Perú  y  las  islas  de  Barlovento 141 

Cap.  III.— Cómo  se  poblaron  también 
estas  Indias  Occidentales  por  las  diez 
tribus,  viniendo  por  la  parte  de  Mé- 
xico          152 

§  I.** — Pónénse  muchas  conveniencias, 
semejanzas,   propiedades  y  ritos    en 

que  estos  indios  concuerdan  con  los 

» 

judíos 200 


VOLUMEN  SEGUNDO 


PAGINAS 

Continúa  el  Capítulo  III 7 

§  2.° — Que  las  diez  tribus  desterradas 
por  Salmanasar  vinieron  á  poblar  esta 
América  y  de  el  lugar  por  donde  en- 
traron   , 40 

§  3.^ — En  que  se  ponen  muchos  lugares 
del  mundo  antiguo  que  se  han  hallado 


1 84  ÍNDICK 

PÁGINAS 

en  este  Nuevo  Muado,  en  especial  del 
Asía,  por  donde  vinieron  las  diez  tri- 
bus    79 

§  4.^ — Pónense  otros  muchos  lugares 
del  mundo  antiguo  muy  conformes  á 
los  que  se  hallaron  en  este  Nuevo 
Mundo,  que  se  trajeron  después  del 
Diluvio  por  los  primitivos  españoles, 
por  los  cartagineses,  por  las  tribus  y 
otras  naciones  que  entraron  con  ellos.         86 

Cap.  IV. — Pónense  los  dudas  contra  mi 

opinión  y  respóndese  á  ellas   loi 

Copia  de  carta  que  el  autor  escribió  á 
su  hijo  el  general  D.  Juan  Enriquez  de 
Sangüesa,  residente  en  la  villa  de  Co- 
chabamba,  donde  fué  corregidor,  jus- 
ticia mayor,  sobre  el  cometa  del  año 
de  1680 143 

Advertencia  final 175 

índices 179 


índice  alfabético 

X)E  LOS  AUTORES  CITADOS  EN  LOS  DOS  VOLÚMENES 
DE  ESTA  OBRA 


ÍNDICE  ALFABÉTICO 

DE  LOS  AUTORES  CITADOS  EN  LOS  DOS  VOLÚMENES 
DE  ESTA  OBRA 


VOL.  PAGS. 

Abulacarín  Tarif, 1 .  119 

Acosta  (P.  José  de) I.  177 

Adamo  CMarco) II.  64 

Afrodiseo  (Alejandro) I.  186 

Aguayo  (Francisco) L  15S 

Aguiar  (Diego) I.  113 

Alangren  (Enrico) II.  51 

Alejandro II.  77 

Aller  (Agustín): II.  10 

Americo  Vespucio I.  190 

Aniano I.  1 44 


1 88 


ÍNDICE 


VOL.       PAGS* 


Aniano  Marcelino 

Antioco  Siracusano , 

Argaiz  (Fr.  Gregorio  de) 

Aristóteles , 

Argollo 

Arriano 

Avendaño  (P,  Diego) . . . 


36 
136 

72 
20 
169 
21 
68 


B 


Becano I.  37 

Beda II.  125 

Bejarano  (Pedro) I.  154 

Beroso II..  125 

Bertamo II.  12 

Betanzos  (Juan  de) 11.  9 

Boerio I.  131 

Bórrelo  (Camilo) I.  153 

Bozio  (Thomas) L  178 

Botero  (Juan) I.  no 


Cabello  (Miguel) I.         154 

Calancha  (P.  Fr.  Antonio.) I.         103 

Calepino  (Ambrosio) I.        14^ 


ÍNDICE  1 89 

VOL.      PÁGS. 


Calvin II.  161 

Camoens II.  62 

Caño  (Juan  del) I.  165 

Cardano II.  150 

Carena I.  13S 

Carrasco  (D.  Francisco) I.  154 

Casiodoro I.  115 

Cepeda  (Francisco  de) I.  50 

Cieza  (Pedro  de)   11.  116 

Claudiano II.  69 

Comestor  (Pedro) II,  125 

Contreras  (D  Fernando  de) II.  37 

Contreras  (Jerónimoj I.  15 

Contreras  (Josephi) I.  13 

Coquexo  Pamelio ,  I.  37 

Cortés  (íerónimo( IL  163 

Covarrubias II.  126 

Cricias I.  36 

Cucajacio  (Jacobo) I.  9 

Cysato  (Juan  Bautista) II.  146 


D 


Dávila  (Fr.  Agustín) II.  35 

Del  Río. I.         178 


190  ÍNDICE 

VOL.  PAGS. 

Diodoro  Sículo I.  36 

Dioscorides I.  1 86 


E 


El  Abulense II,  140 

Eliano II.  139 

El  Tostado II.  12 

Erasmo I.  182 

Ercila  y  Zúñiga  (D.  Alonso  de)..  . .  I.  74 

Escalona  (D.  Gaspar  de) I.  206 

Escobar I.  137 

Estrabón I.  36 

Eudoxio I.  34 


F 


Faría  (Manuel) II.  42 

Fernández  (Benito) II.  41 

Fernández  (Diego) I.  208 

Filesaco  (Juan) I.  184 

Filoriano II.  63 

Fraso  (D.  Pedro) I.  132 


ÍNDICE  191 

G 

VOL.  PÁGS. 

Galeno II.  112 

Galucío  (Paulo) I.  83 

Galván I.  27 

García  (P.  Fr.  Gregorio) ,  I.  25 

Garcílaso L  87 

Gemma  (Cornelío) II.  148 

Genebrardo II.  125 

Graciano II.  122 

Gutiérrez  (Juan) I.  76 

H 

Halicarnaso I.  136 

Herodoto I.  115 

Herrera  (Antonio  de) I.  112 

Homero. I.  151 

Hondio II.  67 

Hortelío  ( Abraham) 11.  78 

Hurtado  de  Mendoza  (D.  Diego) . .  I.  85 

I 

Isolanis  (Isidoro) I.  153 


192  ÍNDICE 


VOL.  PAGS. 

Josefo II.  II 

Juan  Andrés I,  131 

Juliano I.  137 

Justino  (Francisco) II,  147 

K 

Kepler 11.  150 

L 

Lactancio  Firmiano 1,  142 

Laert  (Juan) I.  39 

Lampridio I.  9 

La  Rea  Quan  Bautista  de) I.  73 

Las  Casas  (Fr.  Bartolomé  de) I.  154 

Legionense  (Ludovico). , I.  178 

León  (Fr.  Luis  de) L  176 

Lipsio  (Justo) I.  124 

López  de  Gomara  (Francisco). ...  II.  67 

López  (Gregorio) I.  45 

Lorino IL  22 

Lucano I.  187 

Lucena  (P.) I.  27 


ÍNDICF  193 

VOL.      PAGS. 


Luciano I.  45 

Lucio  Floro L  68 

Lumnio  (Federico) I.  153 

Luna  (Miguel  de) L  119 


M 


Maluenda  (P) L  40 

Marcial IL  76 

Mariana  (P.  Juan  de) !•  21 

Marracio II.  6  s 

Marsilio  Ficino I.  31 

Martín  (P.  Fr.  losé) II,  31 

Martínez  (Enrico) I.  41 

Materna  (Julio) I.  74 

Mayólo  (Simón) I.  55 

Méndez  Silva  (Rodrigo) I.  77 

Menochio I.  131 

Morales  (Ambrosio) I.  72 

Mexía  (Francisco) IL  172 

Mexía  (Pedro) ...  I.  37 

Moret(P.)... L  35 


N 


Nebricense  (Antonio). . . ,, I.  Sg 

Volumen  ii  13 


194  ÍNDICE 

VOL.      PAOS, 


Nieremberg  (P.  Ensebio). . , 1.  31 

O 

Ocampo  (Florian  de) I.  85 

Orígenes I.  44 

Orondo I.  134 

Osorio II.  161 


P 


Pallío L  36 

Pancirolo  (Guillen) II.  56 

Papiniano I.  9 

Patricio I.  1 30 

Peña  Montenegro  (D.  Alonso  de  la)  II.  22 

Pérez  de  Lizardi  (A.) I.  11 

Pierio II.  126 

Pineda  (P.) I.  184 

Platón I.  29 

Plaucio  (Pedro) II.  67 

Plinio I.  21 

Plumareto II..  1 50 

Plutarco I.  45 

Pomponio  Mela I.  37 

Ponce  (Basilio) I.  178 

Proco I  37 


DICE 

195 

Q 

VOL. 

PÁGS. 

Quirós  (Francisco) I.  189 

R 

Ramón  (P-) 11.  120 

Ravisio  Textor I.  26 

Requena  de  Aragón  (Alonso) I.  93 

Retes  (D.  Josa) II.  35 

Ríos  (P.  Fr.  Juan  de  los) II.  37 

Rivera  (Francisco  de) 11.  49 

Rodigino  (Celio) I.  20 

Rovellín I.  144 

Rovisio  (Guillermo) 11.  69 


S 


Saavedra  (D.  Diego  de) I.  13S 

Salazar  (Esteban  de) I.  63 

Salinas  (P.) I.  192 

Salmur  (Henrico) II.  0 

Santa  Cruz  (Alonso  de) I.  14^ 

San  Agustín I.  14^ 

San  Ambrosio 11.  167 

San  Antonio 1.  15^ 


196 


ÍNDICE 


VQL 


PÁ(3S. 


San  Atanasio 

San  Cipriano 

San  Clemente 

San  Dionisio  Alejandrino 

San  Jerónimo 

San  Isidoro 

San  Juan  Crisóstomo .... 

San  Juan  Damasceno II. 

Saxo  Grammatico II. 

Scápula  (Juan) 

Séneca  

Senense  (Sixto) 

Serrano  (Juan) 

Sevoso 

Sileno 

Simón  (Fr.  Pedro) 

Sherlogo II. 

Solón 

Solorzano  (D.  Juan) 

Spondano 

Suidas. II. 


158 
1 6a 

44 
150 

44 
148 

"5 

148 

64 

45 
i5'> 

31 
148 

5 

154 

75 

36 

18 

137 

125 


Tácito  (Cornelio) I.        13a 

Tello  de  Menes  es(D.  Gerónimo) .     II.       157 
Teofrasto I.        186 


ÍKDICE  197 

VOL.      PÁGS. 


Tertuliano I.  44 

Thuano  (Jacobo) I.  7^ 

Tico  Brahe II.  150 

Tito  Livío I.  3^ 

Torquemada  (P.  Fr.  Juan  de) I.  23 

Torselino  (P.  Horacio) II.  75 

Turnebo I.  37 

V 

Valladolid  (D.  Francisco  de) II.  105 

Vargas  Machuca  (D.  Bernardo) I.  56 

Varonio I.  137 

Varron  (Marco) I.  84 

Venegas  (Alejo) I.  20 

Venero  (Fr.  Alonso). . IL  166 

Villadiego  (Alonso) I.  139 

Villen  de  Viedma I.  136 

Virgilio II.  64 

Vives  (Luis) II.  137 

Vopelio I.  134 

X 

Xenophonte I.  34 

Z 

^bela  (D.  Juan  Antonio) I.  76 


ÍNDICE 

POR  ORDEN  ALFABÉTICO   DE  LAS  COSAS  NOTABLES 
CONTENIDAS  EN  TODA  LA  OBRA 


índice 

POR  ORDEN  ALFABÉTICO  DE  LAS    COSAS  NOTABLES 
CONTENIDAS  EN  TODA  LA  OBRA 


VOL.       PAOS. 

Americanos,  como  á  descendientes 
de  las  diez  tribus  se  ha  de  enten- 
der también  escrita  la  Epístola  de 
nuestro  patrón  Santiago,  y  otro 
lugar  del  apóstol  San  Pablo II.         35 

América,  si  está  continuada  con  las 
otras  tres  partes  del  mundo  y  cuá- 
les tiene  más  vecinas .     II.         60 

América,  su  cielo  agradable,  su  te- 
rruño fértil,!,  52;  por  la  parte  que 


202  ÍNDICE 

VOL.       PAGS. 


se  llega  al  Mediodía  produce  hom- 
bres algo  tímidos..  . I.  53 

América  y  americanos,  mira  en  la 
palabra  españoles 

Antigüedades,  donde  no  hay  histo- 
rias se  averiguan  por  uno  de  cua- 
tro modos I.  18 

Antigüedades,  se  siguieron  en  el 
mundo  por  los  anales  do  los 
Egipcios II.         36 

Anian,  estrecho,  donde  cae,  y  si  pa- 
saron por  él  las  diez  tribus  á  po- 
blar á  Méjico n.  52 

Animales  extraordinarios  deludías.     II,        135 

Angeles,  qué  significan  en  la  profe- 
cía, I,  197,  como  en  ellos  se  sig- 
nificaron los  españoles  que  vinie- 
ron á  ganar  esta  América I.         193 

Antípodas,  negaron  haberlos  mu- 
chos doctores I.  19 

Años,  unos  son  solares  y  otros  luna- 
res, I,  34.  Los  Egipcios  los  conta- 
ban por  cuatro  meses  y  la  anti» 
güedad  al  mes  llamaba  año I.  35 

Armas  de  los  primeros  españoles 
cuales  fueron I.  69 


INDíCE  203 

VOL.      PÁGS. 


Arrecifes  y  calzadas  antiquísimas  ea 
España,  I,  113  y  también  en  estas 
Indias I.         114 

Arzaret,  donde  huyeron  las  diez  tri- 
bus, donde  cae 11.         48, 

Asia,  como  dista  menos  de  las  tie- 
rras de  Me'xico  de  lo  que  señalan 
los  mapas  y  cartas  de  marear,  .       I.  43, 

Atlántida,  isla,  comenzaba  desde  Cá- 
diz y  corría  mil  leguas,  hasta  las  is 
las  de  Santo  Domingo  y  Cuba,  y 
como  de  esta  gente  se  pobló  esta 
América,  I,  28  y  de  sus  reinos  y  de 
cómo  se  la  tragó  el  mar I.  29 


B 


Barbas,  por  qué  no  las  crían  los  in- 
dios      II.       III 

Barcos  de  cueros,  usaban  los  primi- 
tivos españoles  y  los  indios I.        na 

Bermellón,  usaron  de  él  pintándose 
'  los  rostros  los  primitivos  españo- 
les y  los  americanos I.        109 


04  iNnicií 

C 


VOL,       PAOS' 


Calzadas  y  arrecifes,  antiquísimo  uso 

de  España  y  América I.        114 

Camino  por  donde  vinieron  las  diez 

tribus  á  esta  América II.       143 

Caminos  generales  de  esta  America 

fueron  cuatro I.         114 

Cántabros  y  vizcaínos  son  los  primi- 
tivos españoles  y  han  conservado 
la  lengua  de  Tubal I.  76 

Cartagineses  dommando  á  España, 
hizo  Hannon  un  gran  viaje  á  esta 
América,  y  turbación  que  les  cau- 
só, y  cómo  lo  impidieron I.  21 

Cartagineses,  no  usaron  de  caracte- 
res de  letras,  sino  de  pinturas 
para  sus  historias,  I,  24.  Sacrifica- 
ban hombres  y  niños  á  sus  ídolos.     I.  24 

Caspias  Puertas,  están  en  el  monte 
Tauro,  por  el  cual  monte  se  abren 
unas  cuevas  muy  dilatadas,  [>or 
donde  se  pasa  el  mar  Caspio  ...     II.  47 

Címbalo   en    Isaías    significa   esta 

América I.        176 


ÍNDICE  205 

VOL.      PÁGS. 


Chinos^  según  opinión  de  algunos, 
fueron  los  primeres  pobladores 
dé  estas  Indias I.  27 

Color  blanco  y  color  rojo,  con  que 
solían  vestirse  los  soldados  anti- 
guamente       11.         76 

Cuenca,  en  España,  se  llamó  en  su 

origen  Cauca I.  87 


D 


Diablo  gobernaba  á  los  primeros 
pobladores  de  Méjico  imitando  á 
la  salida  de  los  judíos  de  Egipto.     II.         3$ 


E 


Esdras,  profeta,  explicado  sobre  la 
venida  de  las  diez  tribus  á  Amé- 
rica, I,  157.  Tiene  más  autoridad 
en  las  cosas  antiguas  que  otro 
cualquier  doctor,  y  la  Iglesia  se  va- 
le de  muchos  lugares  délos  libros 
3  y  4,  ibidem,  explicóse  en  el  li- 
bro 4,  cap.  13,.  desde  el  vers.  39.     L         158 

España  significada  en  la  escritura 
por  la  palabra  Sepharad 1.         19S 


206  ÍN'ÜICE 

VOL.      PÁGS. 


España  poblada  por  Tubal 1.  48 

Españoles,  de  la  controversia  que 
hubo  en  Roma  sobre  si  fueron 
los  primeros  pobladores  de  In- 
dias      11.         10 1 

Españoles  en    esta    conquista    del 

Perú,  fueron  ángeles  salvadores. .     1.         192 

Españoles,  gente  muy  apta  para  la 
guerra,  1,  49;  usaron  de  largos 
cabellos,  1,  50.  De  su  natural 
condición  sonmelancól  eos  y  gra- 
ves      ....     1,         125 

Españoles,  primeros  pobladores  de 
las  Indias  Occidentales,  1,  48;  sus 
costumbres  antiguas,  después  del 
Diluvio,  y  lo  que  conformaron 
con  ellos  los  americanos,  1,  49;  el 
uso  de  sus  armas  en  la  guerra,  y 
cómo  el  mismo  uso  tuvieron  los 
americanos,  1,  69.  De  muchos 
lugares  de  la  primitiva  España, 
que  se  hallaron  en  la  América,  1, 
82,  sus  usos  conforman  con  los  de 
los  americanos h         108 

Españoles     primitivos,  sus    cortas 
comidas,  y  cuan   dados  fueron  á 


ÍNDICE  207 

YOL.      PÁGS. 


la  idolatría,  1,  57.  Mujeres  espa- 
ñolas, se  lavaban  en  los  ríos  en 
pariendo,  1,  60;  y  ellas  labraban 
los  campos,  1,  61;  son  de  ánimo 
levantado  y  nunca  rendido,  1,  74. 
Usaron  para  las  navegaciones  de 
barcos  de  cuero,  1,  112.  Enterrá- 
banse con  sus  riquezas  en  la  pri- 
mitiva España,  1,  115;  después  de 
la  fundación  de  España  pasaron 
mil  añossin  tener  letras,  1,  120. 
Los  naturales  sonmelancóticos,l, 
125.  Los  primitivos  no  estimaban 
la  plata  y  oro,  1,  129.  Guardan  la 
palabra  dada  y  salvo-conducto.  I, 
131.  No  descubren  los  secretos.     I,         13a 

Españoles,  las  muchas  tierras  del 
mundo  que  han  pob^adoy  domi- 
nado       1.         136 

Españoles  y  americanos  se  pinta- 
ban el  rostro  con  bermellón.  ...     L         109 

Estrecho  de  Anian,  víde  supra,  ver- 
bo Arzaret 

Etiopía,  así  de  África  como  de 
Asia,  y  sus  ríos,  y  cómo  después 

de  ellos  está  lá  América L         183 


208  ÍNDICK 

VOL.       PAGS. 

Eufrates,  dónde  nace  y  dónde  aca- 
ba      11.  41 

F 

Fenicios,  según  la  opinión  de  mu- 
chos fueron  los  primeros  pobla- 
dores de  estas  Indias,  1,  25.  Hi- 
cieron dos  entradas  en  España  y 
observaron  las  estrellas  para  la 
navegación;  sacrificaban  á  sus 
dioses  hombres  y  muchachos, 
1,  26.  Fueron  inventores  de  las 
letras 1.  26 


G 


Gentes,  que  significan  en  la  escri- 
tura      1.         166 

Gigantes,  los  hubo  en  esta  Ame- 
rica.        II.        130 

Godos,  su  origen  fué  la  Escitia. ...     1.         139 

Granada,  ilustre  ciudad  de  España 
cuando  fué  fundada  y  de  sus  pri- 
meros nombres 1.  85 


ÍNDICE  .  209 

H 

VOL.      PÁGS. 


Habana  y  su  denominación I.  84 

Hannon,  grande  Argonauta  de  los 
cartagineses,  y  viaje  que  hizo  á 
estas  Indias 1.  21 

Hespéridas,  islas,  son  las  de  Barlo- 
vento, pobladas  desde  Héspero, 
rey  de  España L         14^ 

Hombres  que  nacen  en  la  parte 
meridional  ó  de  Mediodía,  son 
tímidos.  .  .  .  • I.  53 


I 


Indias  Occidentales  según  opinión 
de  muchos,  fueron  pobladas  de 
cartagineses  I,  21.  Fueron  cono- 
cidas. .  . , I.  44 

Indios,  algunos  los  han  hecho  des- 
cendientes de  la  tribu  de  Isaachar.     I.        154 

Indios  americanos,  como  descien- 
den de  los  primitivos  españoles 
de  Tubal,  de  la  conformidad  con 
ellos  en  sus  costumbres,  armas, 

Volumen  ii  14 


210  ÍNDICE 

VOL.      PÁGS. 


pueblos  y  modo  de  vivir I.  63 

indios,  aunque  gran  parte  de  ellos 
descienden  de  judíos  y  de  las 
diez  tribus  no  por  eso  incurren 
en  infamia,  por  cuanto  sus  prime- 
rospadres  no  concurrieron  á  cru- 
cificar á  Cristo,  Nuestro  Señor..  .     II.         38 

Indios  cercanos  á  la  parte  meridio- 
nal, son  tímidos,  I,  53:  los  nom- 
bres propios  de  personas  y  lu- 
gares, igualan  á  indios  y  á  judíos, 
I.  205;  y  la  semejanza  de  unos  y 
otros  1.  208;  en  la  salida  de  Egip- 
to ala  tierra  de  promisión,  con- 
cuerdan    en   los  trajes,    idioma, 
gramática,    gestos    y    accioi^ies, 
1 .    216.  Concuerdan  en  la  ingrati- 
tud, 1.  221  en  la  idolatrta  11.  7.  En 
los  sepulcros,  11 .  9,  en  los  oficios. 
IL    12.   Caminaban  los  indios  á 
Méjico,  como  los  judios,  por  el 
desierto,  11.  16.   En  la  circunci- 
sión, 11.    17.    Tambie'n  tuvieron 
los  indios  su  modo  y  forma  de 
de  matrimonios,    y    de  repudio.     II.        22 
Indios  primeros    que    vinieron    á 


NDiCE  211 

YOL.      PÁGS. 


Méjico,  que  camino  trajeron...     II.  24 

Indios,  de  la  contraversia  que  hubo 
en  Roma  sobre  si  descienden  de 
españoles II.        loi 

Indios,  estuvieron  vaticinados  por 
Moisés  y  otros  profetas,  que  ha- 
bían de  ser  desterrados  á  los  úl- 
timos términos  del  mundo I.         160 

Indios   occidentales,   fueron  varias 

veces  vistos  en  Europa I.         124 

Indios  occidentales,  según  opinión 
de  muchos,  descienden  de  los 
hebreos.  I,  153.  Lo  cierto  es  que 
descienden  muchos  de  ellos  de 
las  diez  tribus  que  desterró  Sal- 
manasar  á  Pcrsia,  como  consta 
por  todo  el  cap.  3.  con  autoridad 
de  Esdras I.         219 

Indios,  por  qué  no  crían  barbas. .  .     II.       112 

Indios, por  qué  razón  algunos  sonde 
gran  ánimo,  I,  53,  y  de  otras  cos- 
tumbres, I,  55,  sus  comidas,  man- 
tenimientos y  modo  de  vivir,  1,56. 
Fueron  grandes  idólatras,  1, 5 7, de 
la  forma  de  sus  cabellos,  1, 59.  Las 
indias  en  pariendo,  se  van  á  la- 


212  Índice 

VOL.       PAGS. 


var  al  río,  I,  6o.  Las  indias  labra- 
ban el  campo,  I,  6i.  Los  indios 
tienen  por  tradición  que  descien- 
den de  españoles I,         117 

Indios  no  tuvieron  uso  de  letras  ni 

de  caracteres 1.         120 

Indios,  por  qué  se  llaman  pacíficos.     L         157 

Indios,  por  qué  siendo  descendien- 
tes de  hombres  blancos,  tienen 
el  color  de  membrillo  cocho..    .11.        107 

Indios,  se  hallaron  en  esta  América 
muchos  con  los  nombres  de  ju- 
díos y  judías II.         35 

Indios,  tuvieron  noticia  de  la  crea- 
ción del  mundo  y  del  diluvio. . .     I.         126 

Indios  y  conversión  profetizada  en 
la  escritura,  por  ser  descendien- 
tes de  las  diez  tribus I.         161 

Indios,  de  la  forma  de  embarca- 
ciones que  usaron I.         112- 

Indios  y  judíos  concuerdan  en  mu- 
chas cosas I.         201 

Indios  y  judíos  cuanto  conforman 
vuelta  la  n  arriba II.  35 

Indios  y  judíos  usaron  ceñir  el  ca- 
bello con  trenzas  largas,  11,  30. 


ÍNDICE  213 

VOL.      PÁGS. 


unos  y  otros  tenían  su  parage  pú- 
blico para  despachar  lo  convenien- 
te al  gobierno  distributivo,  11,  31; 
unos  y  otros  tuvieron  costumbre 
de  no  entrar  á  ver  á  los  superio- 
res con  las  manos  vacías II.         32 

Indios   y   primitivos    españoles  se 

untaban  el  rostro  con  Bermellón.     1.         109 

Isla  Atlántida,  comenzaba  desde  Cá- 
diz y  corría  mil  leguas  hasta  las 
islas  de  Barlovento  y  Florida. ...     1.  29 

Islas  Hespéridas,  son  las  de  Cuba  y 

Española 1.         146 

L 

Lenguas  en  la  escritura,  qué  signifi- 
can      1.         166 

Lengua  española  y  primitiva  de  Ta- 
bal se  halló  en  las  Indias I.  77 

Letras  y  caracteres  se  atribuyen  á 
los  fenicios,  1,  26,  y  carecieron 
de  ellas  por  mucho  tiempo  los  es- 
pañoles y  americanos L         12a 

Lugares  del  mundo  antiguo,  cuan 
muchos  se  hallaron  en  este  Nue- 


214  ÍNDICE 

V(^L.       PAGS. 


vo  Mundo,  con  los  propios  nom- 
bres      11.  76 

M 

Mar  propio  y  verdadero   es  el  del 

Sur 1.         151 

Méjico,  de  sus  tierras  á  las  de  Asia 
hay  menos  distancia,  de  la  que 
señalan  las  cartas  de  Marear. ...     I.  42 

Méjico,  y  como  usó  Dios  con  los 
mejicanos  á  su  acabamiento  de 
los  mismos  prodigios  que  con  los 
Isrealitas ....     II .         34 

Meses,  los  contaban  los  chinos  é  in- 
dios por  la  Luna I.  27 

Mestizos  hijos  de  hombres  de  Es- 
paña y  de  las  Indias,  quieren  mu- 
cho á  sus  padres ...<»..,.     1 .         128 

Moisés  profetizó  á  los  judíos,  que 
serían  echados  al  fin  de  la  tierra, 
que  se  harían  idolatras,  y  al  fin 
del  mundo  se  reducirían I.         161 

Monte  Atlas II.  64 

Mundo  tiene  hoy  otra  fi^rma  de  la 
que  tenía  ahora  tres  ó  cuatro  mil 
años  y  de  muchas  tierras  que  se 
han  hecho  mar  y  al  contrario. . .     II.         63: 


Índice  215 

N 

YOL.      PAGS. 

Ninive,  fué  en  Siria. II.         46 

Nuevo  Mundo,  esto  es  las  Indias, 
fueron  conocidas  de  los  antiguos.     I.  44 

O 

Ofir,  fué  este  Perú 1.  39 

Origen  de  los  primeros  pobladores 
de  una  tierra,  la  tienen  más  cier- 
ta los  naturales  de  ella. I.         117 


P 


Persia  y  Media,  la  ciñe  el  monte 
Tauro II.         45 

Perú  y  su  denominación,  y  si  es  el 

antiguo  Ofir I.  39 

Profecías  de  la  escritura  acerca  de 
los  Indios I.         161 

Pueblos,  que  significan  en  la  Es- 
critura       I.         167 


2l6  ÍNDICE 

R 


VOL.      PÁGS' 


Reyes  Católicos  D.  Fernando  y 
doña  Isabel,  sus  grandes  virtudes, 
y  cómo  las  premió  Dios  con  las 
Indias I.         138 

Reyes  de  España  elegidos  por 
Moisés  para  la  conquista  y  rendi- 
ción del   Perú II.       209 

Reyes  de  España  son  los  Católicos, 
por  antiquísima  concesión  de  la 
Santa  Sede  Apostólica.  Son  pro- 
tectores   de   los    concilios  gene- 
rales      I,         137 

Reyes  primitivos  de  España,  Osi- 
ris,  Gerión,  Líbico  yBrigo,  pare- 
ce que  en  sus  tiempos,  y  en  el  de 
Héspero,  se  comenzaron  á  po- 
blar las  Indias I.         140 

Rio  Eufrates  y  río  Tigris,  de  su  na- 
cimiento y  en  qué  mares  entran.     11.  43 


Semejanza  en  los  lugares  de  uno  y 
Otro  clima,    prueba    mucho    el 


ÍNDICE  217 

VOL.      PÁGS. 


origen  de  los  primeros  poblado- 
res       I.  38 

Siria,  es  lo  mismo  que  Asirla II.  45 

T 

Temor,  se  halla  en  los  hombres  que 
nacen  á  la  parte  Meridional  del 
mundo I.  53 

Tribus  desterradas  por  Salmana- 
sar,  I,  160,  y  de  la  diferencia  con 
pueblos  y  naciones I.         174 

Tribus  fueron  sacadas  de  Sama- 
rla por  Salmanasar,  y  remitidas  á 
la  Siria,  y  desde  allí  cómo  fueron 
trasportadas  á  la  Media,  y  del 
camino  de  su  fuga  hasta  Arza- 
ret,  II,  49,  y  cómo  quedaron 
muchos  en  Media  y  Persia 11.         49 

Trigo,  careció  de  él  España  des- 
pués de  su  fundación,  por  más  de 
milanos I.         122 

Tule  ó  Tile  donde  está  situada. ...     II.  65 

Tultecas  descendientes  de  las  tri- 
bus usaron  como  ellos  de  vesti- 
duras blancas II.         ¡64 

Tultecas   primeros   pobladores    de 


2  I  8  ÍNDICE 

VQL.       PÁGS. 


Méjico,  y  de  la  coníbrmidad  de  ^i 

los  Tártaros,  y  unos  y  otros  son 

semilla  de  las  diez  tribus,  todos 

tienen  su  principio  en    la   letra  I 

Tan  Tribus  Tártaros  Tultecas ...      II.  4^ 


Vestiduras  blancas  propias  de  los 
judíos  y  de  los  indios II.         64 

Vestiduras  de  los  primitivos  espa- 
ñoles y  de  los  indios,  muy  con- 
formes     .     I.  57 

Vino  de  avena,  lo  usaron  los  primi- 
tivos españoles  y  los  Indios I.         112 

Vizcaínos  y  Cántabros  son  los  pri- 
mitivos españoies  de  Tubal,  y  han 
conservado  siempre  la  lengua  pri- 
mitiva y  por  esto  aprenden  con 
más  facilidad  la  de  los  indios. ..     I.  76