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tmOflRTT Of
JB¡^.
Z'ÉTIi iClBNTIA VIMTAi
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TRATADO
PARA COHFIRIAR
LOS POBRES CAUTIVOS DE BERBERÍA
BN LA CATÓLICA T ANTIGUA FÉ T KELIGION CKISTIANA
Y PAKA CONSOLAKLOS CON LA PALABRA DE DIOS
EN LAS AFLICCIONES QUE PADECEN POR
EL EVANGELIO DE JESUCRISTO.
COMPUESTO
POR
CYPRIANO DE YALERA,
Y POfi ÉL PUBLICADO EL AÑO 1594.
msiiMBNTB BBIMPBSSO.
HAPEID 1872.
UBBBBÍA DB C. BaILLT-BíJLLIBBB*
Pkusa de Topete 10.
( ■■'•"••
^
i ./ i .'
IMPRENTA DB JOSÉ CRUZADO, PEÑÓN, 7.
«#V>rwV»/«/V<*««W>»V<»WWWW»<W^<l« * »^<WV<^»W«^i^»A<^W W MV»»W»*>
Basten conio prólogo algunas palabras de Don Luis
de Usoz y Rio, el cual tanto ha servido á su patria^
reimprimiendo esta obra y otras muchas denlos antiguos
reformadores españoles, las cuales sin él tal vez hubie-
ran quedado olvidadas para siempre.
fíEn verdad j en los aterradores anales del cautiverio
y de la esclavitud y en los no menos tristes de la empe-
dernida y constante indolencia de los tiranos, no sepre^
senta espectáculo mas aflictivo y cargado de miserias,
que el de la vida de los cautivos en Berbería, sobre todo
en aquella ladronera de Argel, que estaba a la vista y
tocaba los dominios de esos dos aplaudidos monarcas
nuestros Carlos I y Felipe II. Ahí gemian atormenta-
dos cincuenta mil cautivos en solo Argel... y estas lás-
timas y pérdidas y cautiverios sin fin, que no remedió ni
acabó el Señor Don Carlos /, fueron subiendo tan de
punto con el gobierno del sabio ^ prudente y sagaz Don
Felipe II su hijo, que aludiendo áély á ellas, exclama
un historiador nuestro de ropa negra^ en estos términos:
«¿no es para cristianos afrenta y afrenta muy vergon--
sosa, que tantos reyes gasten tan profusamente los teso*
ros y destruyen profanamente tantas riquezas; y que
para socorrer á un cristiano cautivo sean tan tenaces,
tan duros, tan avaros y apocados? iQue los ciega, que
no miren, que con ninguna cosa podrían convertir los
ojos del mundo á mirarles con mas amor y espanto, que
con una procesión de cautivos que llevasen á España?»...
Por eso Valera, sabedor del miserable estado de los
cautivos hizo por ellos lo único que podia^ que era el
darles con esta especie de Epístola Consolatoria el pos-
trero pero el mas eficaz consuelo de tristes, el consuelo
de la religión. Imitaba en esto á su compatriota el Doc-
tor Juan Pérez, con imitación bien propia y adecuada,
puesto que los mismos cordiales y consuelos necesitaban'
los cautivos*en Berbería que los de la inquisición...
Concluiré rogando á todo amigo del bien de España,
que lea con atenta y buena intención esta obra y las an-
tes reimpresas y las que alcanzo á reimprimir; ya que
todas ellas son prendas no despreciables de españolismo,
formadas en unos tiempos y sazones que a cada pas<y
nos recomiendan como los mejores de España aquellos
contemporáneos nuestros, que se tienen por germnoSr^
doctos é hidalgos españoles.}^
v-
«Por tu causa, oh Señor, nos matan cada
día; somos tenidos como ovejas para el dego-
lladero. Despierta, ¿por qué duermes. Señor?
Despierta, no te alejes para siempre.» (Sal-
mo 44, 23.)
i todos lo» pobres eantiTOS de Berberis, que ]M^
decen por el Evangelio de JesnerisU»» salud en
el mismo Seftor.
¡Muy amados hermanos en el Señor! Por nueva cer*
tísima, así de palabra como por carta, he entendido
las grandes misericordias y mercedes que el Padre de
las misericordias y de las raercede»os ba hecho de po-
co acá: que es, que siendo vosotros unos pobres y mi*
serables cautivos, ocupados de dia y de noche en grain-
des aflicciones y trabajos corporales, y demás de esto
no siendo vosotros ejercitados en la leodoR de la sa-
grada Escritura, mas antes muy ajenos* de ella, y per
tanto cristianos solamente en el nombre. Su Majestad
movido no por vuestros méritos ni por vuestras bue-
nas obras, que hubieseis hecho^ sino por su gran mise-
ricordia, clemencia y bondad conforme á su eterno
consejo y decreto os ha querido sacar de la ignonunoia
en que fuisteis criados, y os hadado á coneoer* á Jesu-
cristo nuestro Redentor. Por lo cual, yo desde el dia
que lo oí, no ceso de orar por vosotros y pedir á* Dios
que seáis llenos de todo conocimiento de wi voluntad,
en toda sabiduña y entendimiento espiritual , para
que andéis como es digno de vuestra cristiana refor-
mada religión que profesáis, agradando al Sefior en
todo, fhictifioando en todas buenas obra», y creciendo
en conocimiento de Dios; corroborados de toda forte-
— 10 —
con el Padre, casi qo hay quien se acuerde. Nunca
leemos que la Virgen Sanfisima, ni San Pedro, ni San
PaMo, ni ninguno de los apóstoles, ni patriarcas, ni
profetas, haya dicho: Invócame en el dia de la tribu-
lación y yo te libraré; pero leemos en muy muchos
pasos de la Escritura, que Dios manda que le iiivoqne^
mos en la tribulación; y da su palabra, la cual nunca
faltará, que nos librará. Me contentaré con un paso
del salmo 90, 45: «Llámame, dice Dio», en el dia de la
angustia; te Ubicaré y me honrarás.» Notad, que dice
Dios, que cuando el hombre invoca i Dios, Dios reci--
be este servicio por honra debida á él; y siendo Dios
celoso no quiere que su honra se dé á criatura nin-
guna* A este propósito los pobres papistas van en ro-
merías, unos á esta imagen, otros á la otra, conforme
á su loca devoción; justamente les dirá Dios: ¿Quién
os demandó estas cosas de vuestras manos? A esto» ta-
les justamente se les puede decir lo que dijo Dioi» al
pueblo judaico (Isaias 29, 43) que es lo mismo que
dijo eL Señor á los Escribas y Fariseos (S. Mat. 45, 9):
«En vano me honran enseñando doctrinas, manda-
mientos de hombres. »
¿Qué diré aquí de las virtudes que ellos dicen
que. tiene su agua bendita? Cada domingo el preste
exorcisa (como ellos llaman] primeramente la sal y
después el agua; hecho esto, echa la sai en el agua y
vase á la igiesía y rocía con ella al pueblo» Yo bien
me acuerdo que el preste decia, haciendo el asperges
(que asi llaman á este rociar:) aqua benedkta sit
vobis salus et vüa^ quiere decir^ ^l agita bendita os
sea á vosotros mlvd y vida. Blasfemia terrible contra
la )|[ajestad divinjBi. ¿No es esto quitar la gloriia á
— 11 —
Dios Y darle A la criatura? Creen que esta agua ben*-
dita da salud al cuerpo y aprovecha al ánima, y qué
Vale contra los es|)íritus malignos, y que limpia no so-
lamente á los hombres, mas aun las cosas que no tie-
nen Tida. Y así la echan sobre la tierra, sobre las pie-
dras, sobre las sepulturas; y el preste ruega á Dios que
le dé esta fuerza y virtud. También sirve para las mu-
jeres; porque la primera vez que después de paridas
salen, van á la iglesia, y el preste las sale á recibir
con su hisopo en la mano y con él las rocía á la puerta
de la iglesia, y así con esta agua son purificadas. En
conclusión, est^í agua sirve para muchas cosas; pero
principalmente para conjurar espíritus, y mas si es de
noche, y líl conjurador se tiene por muy seguro de los
diablos, si tiene á su lado agua bendita, queporentón-
cefe es su dios. Sirve también para bendecir y santificar
todos los onnamentos de decir misa; con ella rocían el
lugar donde se ha de edificar alguna iglesia, y cuando
esté edificada, el obispo rocía lo alto de las paredes,
después lo del medio y después lo bajo. Seria nunca
acabar querer decir las virtudes del agua bendita. En
conclusión, él agua bendita sirve á los papistas de todo
aquello^que el agua lustral servia á los gentiles.
También las campanas, según sus tradiciones y sue-
ños, tienen^ grandes virtudes, y principalmente con-
tra las tempestades y contra los espíritus malignos.
Pero tas'campanas para que tengan virtud han de ser
bautiaadas y ungidas con crisma; y así les ponen
nombres de este 6 del otro santo ó santa. Yes denotar,
que según: élIós, el bautismo de las campanas es mu-
cho maé 'éicelente que el de las criaturas, porque
cualquier preste y cualquier hombre y aun las muje-
— 12 —
res» las parteras, entre ellos pueden bautizar las cria-
turas; pero las campanas ninguno, sino solo el obispo.
¿Y qué es hacer burla y escarnio del santo bautismo si
esto no lo es? Los libros de nuestros adversarios est&n
llenos de falsos milagros, de fantasmas y de espíritus
que se oyeron, y de ánimas de difuntos que hablaron
con este ó con el otro: unas daban á entender su mi-
serable estado en el infierno, otras decian que pade-
cían gravísimos tormentos en el purgatorio; pero que
serian libres de aquellas penas y así irían al cielo, si
les mandasen decir tantas misas, si cumpliesen por
ellas una tal cosa, ó un tal y tal voto que ellas habían
prometido y no cumplido. Las mas de estas visiones
eran invenciones de los eclesiásticos, que para heiH-
chir la panza, para tener muy bien de comer y mejor
vino que beber, decian, que el ánima de fulano les ha-
bía aparecido y dicho esto ó lo otro. Era tanta la su-
perstición del pueblo, que había beatas que se ofre-
cían á deciros, donde estaba el ánima de vuestro pa-
dre» madre, marido ó mujer, ó de cualquiera otra
persona que quisieseis, con hacer tales y tales cosas y
con decir ciertas devociones, como eran los siete sal-
mos de la penitencia, la oración déla eniparedada, la
del conde, la del justo juez ó la de Santa Brígida y
otras tales supersticiones; pero era menester darles
tanta cera y la gallina crestibermeja y otras cosas.
Otras apariciones había que eran ilusiones del demo^
nío para engañar al pobre simple vulgo, haciéndoles
creer qu&la misa^ las romerías y otras semejantes co-
sas eran muy santas y muy buenas; y que por ser ta-
les ayudaban muy mucho á las ánimas del purgato-
rio. Todo lo cual era justo juicio y castigo de Dios»
— la-
que los dejaba ser engañados del demonio, pues no
creían á la palabra de Dios que está escrita en la
sagrada Escritura.
Contaré aquí un cuento, del cual muchos hacen
mención. Un cierto sacerdote tomó muchos escara-
bajos, y púsoles unas candelillas ardiendo, y dejóles ir
por el cementerio; estos, como anduviesen de noche
entre las sepulturas, causaban un gran espanto en
los ignorantes, que los vieron y no sabían el ardid
del clérigo. Y así todo el pueblo, pensando que erad
ánimas de purgatorio, estaba atónito y asombrado.
El bueno del clérigo súbese otro dia al pulpito, y
predícales que aquellas ánimas venían á demandar so*
corro y ayuda á los vivos, rogándoles que les man-
dasen decir tantas misas, las cuales dichas, saldrían
de las penas en que estaban. Pero la bellaquería y
buria que de la religión hizo el clérigo, se descu-
brió, porque se hallaron entre la basura del cemen-
terio algunos de los escarabajos con sus candelillas
muertas, los cuales el clérigo no pudo recoger.
Nótese lo que á este propósito de falsos milagros
dijimos en el tratado de la misa, pég. 388, y en las si-
guientes del ánima de Trajano y de la de Falconilla,
que salieron, como ellos creen, del infierno, y se fue-
ron al cielo; esta, por las oraciones de la primera már-
tir, y el otro por las de San Gregorio; item lo que diji-
mos de la calavera que descubría á Macario lo que pa-
saba en el purgatorio. No puedo dejar aquí de contar
lo que, habrá cuarenta años ó poco mas, aconteció en
Sevilla. Los curas de omnium Sanctorum (que es una de
las colaciones de Sevilla) un dia, estando en conversa*
cion, se quejaban que venían pocas misas. El sacristán»
— la-
que los oyó, que también perdía su parte, les d^o, que
él sabia un muy buen medio para hacer que vinieseo.
Preguntado el cómo , dijo que lo dejasen á él hacer.
Juntó pues todos los huesos de finados que estaban por
el cementerio, é hizo á uno predicar la diligencia que
se habia puesto en recoger los huesos para enterrar-
los; y pues que se hablan de enterrar, seria muy bien
hecho que se dijesen algunas misas por ellos; y ¿quién
las habia de mandar decir y hacerles tanto biep» sino
los vecinos de aquella colación, que eran paTíentes y
«amigos de aquellos difuntos?. Supo el ecbacuervo pinr
tar tan bien el negocio y persuadir de ital manera al
pueblo, que llovieron misas, y así se les hizo un so-
lemne entierro.
Lo que debemos creer tocante á estas fi^itafimas
y espíritus , que dicen que aparecen , es que no son
¿nimas de difuntos, sino ó ilusiones del demonio para
mas engañar al vulgo ignorante, ó invenciones de
eclesiásticos para sacar dinero de las bolsas de aque-
llos que piensan que todo cuanto los eclesiásticos
les dicen, es verdad. En toda la sagrada Escritura no
hay testimonio ni ejemplo, que las ánimas de los di-
fuiítos aparezcan á los vivos; por tanto no se debe
creer, que el ánima de Samuel haya aparecido á Saúl,
3ino que la pitonisa, por arte del demonio, hizo que
algún demonio se mostrase en la figura y forma de
Samuel para acabar de engañar á Saúl, ya. reprobado
de Dios. Demás de esto, el expreso mandamiento, que
veda consultar á los tales espíritus, declara eviden-
temente estas apariciones ser puras ilusiones del de-
monio. Deut. 48, 40 dice Dios: No sea hallado en ti
adivinador de adivinaciones? ni agorero, ni sortílega.
— 15 —
ni keeliicero, ni encantador de encantamentos^ ni
qirian inre^nte i Pitón, ni mágico, ni. quien pregunte
& l€6 muertos, porqne es ábominaeion á JehoYá caal-^
quiera que hace estas cosas etc. '
.Y ^a )a parábola que el Señor cuenta, Loe. 46,
confirma lo que decimos. Cuando el rico avarieolé
rqgó á Akrabam que enviase á lizifro á eaan de sH
padre; porque tengo, iBce, eiiice atérmanos para que
les proteste , porque ilo vengan elk» también á esté
lugar de tonnento, ¿qué le Responde Abrafaam? A
Moisés y á los [urofetas tienen: óiganlos. El rico
responiHó* No, padre Abrahám; mas si dj^no fue-
re á ellos de. los muertos, se enmendarán. Ibs
Abrabam le diÜQ: Si no oyen á Moisés y é los profe-
tas, .tampoco se persuadixán, si^ alguno se levanta-
re de los muertos. El gran Atanasio pregunta, si es
posible saber la causa, porque Dios no permite que el
ánima de ningún difunto aparezca en este mundo. Él
mismo se responde, diciendo, que esto sería causa de
muchos errores y engaños, porque el d^nonio no que-
ría mejor ocasión para trasformarse y tomar la figura
de este ó del otro hombre^ y diciendo que venia del
otro mundo, contaría ranchas mentiras tx»n que en--
ganase á muchos. Crisóstomo, sobre el cap« S.^der San
Mateo, dice, que no es posible que el ánima de élgun
difunto vuelva á este mundo ni aparezca á persona al^
gun^. Lo mismo dice en su segunda faomilia^ de Láza-
ro. Cuanto á lo del ánima de Trcyano y diei Falcenilla,
son suepost Por fé tenemos que en el itffierno no hay
redención, y que el que una vez por justo é irreivoea*^
ble juicio de Dios entrare m él, jamas saldrá de él.
La razón es, porque en el inferno no hay ai:>rep6ntí-
— w —
miento de pecados con confianza en la misericordia de
Dios por Cristo. Y donde tío hay esto, no hay perdón
de pecados. Cuanto á sas fingidos milagros, bien fres-
ca tenemos la memoria de la monja santa de Lisboa,
que eo 6 de Diciembre fué condenada año 4 5S8. Esta
fué otra Magdalena de la Cruz. Y esto es de notar, que
^onde quiera que la reformación del Eyangelio se ha
en nuestros tiempos comenzado á predicar, todos es-
tos falsos milagros é ilusiones del demonio han cesa-
do. Ye el diablo que lo entienden, y que por eso no
ganará nada, y así cesa de molestar por esa via; pero
como artero y zorra vieja que es , inventa otras: tal
es el odio que al género humano tiene.
Baste lo dicho de las tradiciones, apariciones y des-
varios forjados de su cabeza, con que nuestros adver-
sarios quieren y se piensan servir á Dios. La verdadera
religión cristiana no tiene cuenta con tales locuras.
Sabe, que en el culto y manera de honrar á Dios,
ninguna cosa agrada á Dios sino solamente aquello que
£1 por su boca ha mandado, que es lo que sus santos
profetas y apóstoles han registrado en el libro que lla-
mamos la sagrada Escritura. Y asi muchas veces dice
Dios, hablando con su pueblo: haz lo que yo te man-
do; y los profetas para confirmar y echar el sello á lo
que han dicho, concluyen diciendo: Dios lo ha dicho.
Sabe, que no hay otra ninguna remisión de pecados,
sino sola la sangre de Cristo, de la cual somos partici-
pantes por fé. Sabe que el sacramento del bautismo no
se debe profanar y que Cristo no mandó bautizar
campanas ni navios, (que también á estos bautizan),
sino solamente criaturas, hijos de padres fieles, los
cuales son hijos de la promesa que Dios hizo á Abra-
— 17 —
hain, diciéndole: «Yo seré tu Dios y de tu simiente
después de tí.» Sobe, que Dios solo ha* de ser invoca^
do» ' no con supersticiones, fillsos milagros, fingidas
apariciones, ilusiones del dett^cftilo, ni con idblatHas,
sino en espíritu y en verdad: y lió en este lugar ó'en
el otro, sino en todo lugar. Porque ya no es Dios df
una sola nación, sino de todo el mundo, y de toda su
iglesia que se llama católica ó universal, á cansa de
que no está en un lugar sino derramada por tódó el
mundo. Y cómo los hijos de este siglo sean írnas pru*-
dentesque ios hijos de la luz en su género, el ahte^
cristo ha hallado un maravilloso.medio para mante-
ner sü reino y entretener los suyos en sus ignoran-
cias, supersticiones é idolatrías. Entretiénelos con
sueños, fingidas apariciones, fhlsos milagros y con la
autoridad del papa, del cual creen (pero sin ninguna
palabra de Dios,) que no puede errar.
Cuanto al papa, los papas de muchos affós á esta
parte, son avarientos, ambiciosos, revoltosos, lujurio-
sos, sucios en vida y en doctrina; son hombres de pe-
cado é hijos de perdición; 'antecristos, por decirio
todo en una palabra, como suficientemente está pro-
bado en el libro de la autoridad del papa que Dios
tomó por instrumento para que conocieseis los abusos
y supersticiones del papado y asi fueseis de veras cris-
tianos. Y para que su falsa doctrina no se conozca
ser falsa, el papa prohibe que el pueblo no oiga, ni vea,
ni por imaginación lea ni medite la sagrada Escritura,
la cual es el único medio que Dios por su gran miseri-
cordia ha dejado en el mundo para saber, entender y
conocer, cual sea la verdadera religión y cual sea la
falsa, cual sea el culto y manera de honrarle que El
— 18 —
mandeiy con quien tome cootento, y cual sea el que
vede yi deteste. BsUesla^úaiea causa de toda» las b^
rqías^Y ern>rie8»: ^gnoraocíaSy suj^rstíeianes é idola—
triaa» que liay en et^ papado, el ignorar, el no leer, el
AO meditar la.Eficritura. Poroso dice el Señor (Mat.
Í2»JI4): «Erráis, porque no sabéis las Escrituras,»
y sqg^n.dioe S. ¿uan 5, 39, de su Evangelio: escu-
driñad (d|jo Cristo) las Escrituras etc., y iu<^o dice:
^Uas $ra las que dantestimoiiio de mí. Q^o si di—
jeri^: «queréis conocer á Dios y á su Cristo, leed* las
Escrituras, porque al que no las ieyere^ Di conocerá
al Padre ni al fl^.. Cuando cierta persona pregun-
tó a1 Señor como ^poseería la vida eterna. Cristo le
jcnvió 4 lo.que decia^ la ley^ ¿Qué está, ctice, escrito
en la ley? ¿cómo lees? David, S*lm. 4 , hablando del
hombre pío, -dice, que su voluntad es en la ley de Je-
hová y que en su, ley pensará de dia y de noche.
Pero dejados aparte muy muchos lugares en que
Dios: manda leer la Escritura á todos en general y á
cada uno , en particular, aqjuel grande y admirable
Salmo 449, que cada- dia cantan ó reean los eclestás—
ticos papistas, y que ^ tan >pocos . de "ellos lo entienden ,
contiene las alabanzas de la ley de Dios y de su pala-
bra; y con gr«Ga vehemencia y encarecimiento enco-
mienda al cristiano, al pío, al qué desea y procura
servir 4 Dios la lección y meditación de la palabra de
Dios, cuya lección y meditación con invocadcton del'Es-
piritu-del Señor, ^Aie alumbre nuestros entendimien-
tos para que entendamos y saquemos fruto de la lec-
ción de la Escritura, es necesaria así á chicos como á
^grandesj^asi á ricos oomo á pobres, ^si á doctos como
á indoctos. Y así dice: «Lámpara es para mispiés tu
— 19-
paliAtra, y lumbre para ;idís .8eodft9éii^:¥atpriociliio
había «preguntada David , con quéi limpiaria el mozo áu
«camino, quíereideaír, c¿mo yiyiriael mianeebo en lim-
pieza; Despende! «coaiido fardaré tu palabr*.» Pn»-
gúntoles yo ahora: ¿cómo guardará, & el viejo áél
mozo la palabra de Dios, ó cómale será «lumbre en sus
caminos, cuando <ro la conoce ni sabe qué cosa sea?
cuando no Jía lee, ni la medita , ni invoca al Señor que
le alumbre su entendimiento para entenderla? Y si ea-
ta'dispnta'^de leer la Escritura se hubiese de liquidar
por>)0' que dicen los doctores y concilios antiguos (no
los moderaos en que ha presidido el anteeristo áe
Roma) fecélmente confirmaríamos lo que ^imos,
porque no hay ninguno de ellos que no exhorte' ¿ ífiñv
y oir la sagrada Escritura.
Ptero entre todos ellos S. JuaniCrisóstomo admira-
blemente exhorta en ihuy muchos lugares á todo gé-
nero y suerte así deiiombres como de mujeres, chicos
y grandes, ricos y pobres^etc., i leer la Escritura; y
el mismo responde á todas las objeciones que nuestros
adversarios el dia de boy hacen contra la lección de la
Escritura. Pero de todos ellos es admirable el sermón
tercero que hizo de Lázaro. Dice, pues^al principio de
este sermón: Yo tengo por costumbre de deciros mu-
chos >dias : antes la materia de que tengo de tiatar
para que vosotros en el entretanto toméis vuestro li-
bro, y advirtiendo toda la suma de lo que se puede
tratar, después que huMereis entendida lo que se ha
dicho, os aparejéis para oir lo que resta. Y esto siem-
pre exhorto y nunca cesaré de exhortarlo, que no so-
lamente aquí (quiere decir en la iglesia) advirtáis lo
que se os dice, mas aun, cuando estuviereis en casa os
— 20 —
«fercíteís continuamente en la lección áe la sagrada
Eseritura. Y luego responde á las (ri>jeciones, dicien^
do: 7 no me diga nadie, yo harto tengo que entender
en los negocios de la rqiública, yo soy magistrado; yo
soy oficial que vivo del trabajo de mis manos, yo soy
casado, tengo mujer, hijos y familia que proveer; yo
soy hombre del mundo, y por eso no me conviene á
n^í l¿er la Escritura, sino á aquellos que han de-
jado al mundo y se han ido al yermo. A los cuales^
responde: ¿Qué dices , oh hombre? No te conviene
á tí revolver la» Escrituras porque andas distraído
^n nrachos cuidados? Antes te digo que es mas tu
deber que no de los otros etc. Y da la razón, dice, que*
aquellos no tienen tanta necesidad de leer la Escritura,
coáio los que están á manera de decir en mitad de la
mar traídos de acá para allA con las ondas. Los tales,,
dice, tienen siempre necesidad de un continuo con-
forto de la Escritura. Aquellos esténse asentados lejos
de la batalla y por eso.no reciben muchas heridas»
Pero tú, porque continuamente estás en la batalla,
porque muchas veces eres herido, por eso tienes mas-
necesidad de remedios como aquel á quien la mujer
provoca, el hijo le contrista y mueve á ira, el enemigo
le acecha, el amigo le tiene envidia. Y asi va discur-
riendo y concluye diciendo: por lo cual es menester
sin cesar tomar armas de la Escritura. Y un poco mas^
abajo: y no puede ser ahora, no puede ser, digo, que
alguno se salve, )si continuamente no se ejercita en la
lección espiritual etc. Y luego: ¿No ves tú, que los^
herreros, plateros y todos cuantos se ocupan en algún
arte mecánica, tienen toda la herramienta y todos los
instrumentos de su arte aparejados y puestos en ór-
— 21 .—
den? Aunque sean muy pobres y que la hambre loa
aqueje, con todo esto mas aína sufrirán la hambre que
vender alguno de los instrumentos de su. arte para co-i
mer etc. ítem: ciertamente nosotros debemos tener el
mismo ánimo que ellos. Y como los instrumentos de
su arte son el martillo, la yunque, las tenazas, así de
la misma manera los instrumentos de nuestra arte son
los libros de los apóstoles y de los profetas y toda la.
Escritura divinalmente inspirada y provechosa etc.
ítem, así que no seamos negligentes en procurar haber
estos libros por no ser heridos de herida mortal. ítem,
la misma vista de los libros causa que no seamos tan
prontos á pecar. Si habemos cometido alguna cosa, que -
nos es prohibida, en volviendo á casa y mirando los
Ubros nuestra conciencia con mayor vehemencia nos
condena etc. Otra objeción que pone, es la que algunos^
de nuestros tiempos hacen. ¿Quesera, dicen, sino en-
tendemos lo contenido en los libros? Responde Grí-
sóstomo: Aunque no entendáis los secretos de la Esr
critura, pero cotí todo esto, la misma lección de la
Escritura causa en nosotros una cierta santidad;
aunque no puede ser, que todo cuanto leéis ignoréis.-
Porque la gracia del Espíritu por eso dispensó y mo-
dificó todo lo que está en la Escritura para que los
publícanos, pescadores, artífices, pastores, apóstoles»,
idiotas é indoctos fuesen salvos por medio de estos li~
bros, para que ningún idiota se valiese de esta escusa
diciendo, que la Escritura es oscura; para que lo que
en ella se dice, todos lo pudiesen fácilmente ver y para
que el artífice^ el criado, la viuda y el mas ignorante
de todos los hombres sacase alguna ganancia y pro^
vecho de haber oído leer la Escritura etc.. ítem,; loa
— » —
apóstoles y los profetas manifiesto y claro propusieron^
á todos los que dijeron como comunes doctores del
mrando' para- que cada uno por sí pueda aprender lo
qne se dfce'de sota la lección. Y esto pronunciándola
antes el profeta, dijo: todos serán enseñados de Dios
y niiif^no dirá á su prójimo: ¡conoce á Diosl porque
todos me conocerán desde el mas pequeño hasta el
mayor etc. Esto dijo Isaias, cap. 54, 4 3, Jeremías,
3tf 34, y Juan, 6, 4S. ítem dice Crisóstomo: Ademas
de esto ¿las señales, los milagros é historias no son
cosas manifiestas y claras, que todos las entienden?
Asi que, pretesto, excusa y cobertura es de pereza
lo que dicen, que no se entiende lo que está en la Es-
critura. ¿Cómo en algún tiempo podrás entender lo
que ni aun de pasada no quieres mirar? Toma el libro
eñ tus manos, lee toda la historia y lo que es claro
retiénelo en tu memoria ; y lo que es oscuro y no
muy claro léelo muchas yeces; y si con la continua lec-
ción aun no lo pudieres entender, vete á algún sabio,
á algún docto hombre, comunica con ellos lo que has-
leldo etc. ítem: grande arma es contra el pecado la
lección de la Escritura; gran precipicio y profundo
piélago el ignorar la Escritura: gran pérdida es de la
salvación no saber nada de lo contenido en las leyes
divinas: la ignorancia de las escrituras es causa de las
herejías; esta ignorancia hace que los hombres vivan
tan ma), esta de alto á bajo lo revuelve todo porquo
no puede ser, no puede, digo, ser, que el que continua
y atenftamente leyere la Escritura, quede sin prove-
cho etc. Todo esto y mucho mas, dice San Crisóstomo
en el dicho sermón: lo cual lo mas que he podido he
abreviado.
— 38 —
I)e . lo. cual clarameate vemas, cnao hnpiam^te
haya el papa prohibido al pueblo ciístiaiMv el leer lá
palabra- de Dios; en lo cual hace contra el eipreao
mandamiento de Dios y contra lo i|ae los profetas^
Cristo y sus apóstoles y doctores antigooi enseñaron,
y por cuya lección los santos mártires de Jesucristo
padecieron martirio. Expreso mandamiento, es de
Dios, Deut. 47, 18, en que manda al rey que se haga
escribir en un libro la ley de Dios y (pie tenga este
libro y lea en él todos los dias de su vida. Y luego
djee, , para que le servirá la lección de esta Escritura:
para que aprenda á temer á Jehová su Dios, para guar-
dar todas las palabras de aquesta ley y estos estatutos
para hacerlos etc.
Y asi conforme á este decreto el buen emperador
Teodosio II , descendiente de casta' de españoles^ ét
con i su jntipía mano escribió todo el Nuevo Testa«-
mento, y tenia por costumbre leer cada dia por la
mañana, en ^, á la cual lección, la emperatríi, su
mujer, llamada < Eudoxia , mujer bien ejercitada • en
k Escritura y las hermanas del emperador se halla-
ban presentes. De Alñredo» rey de Inglaterra, se lee,
que repartía las veinte y cuatro horas que hay en
el dia y en la noche en tres partes: las ocho pasaba le-
yendo, orando, meditando; otras ocho gastaba en la
administración de su reino, y las otras ocho cumpliendo
con las necesidades de su cuerpo. Del emperador Car-
io Magno se lee, que era muy dado á la lección de la
sagrada Escritura. El rey.de España Receswinto ó Ro*
einsunto, que murió año 672, entre otras virtudes que
se cuentan 'de. él, tuvo una sed insaciable de saber los
secretos misterios de la sagrada Escritura y asi jamn»
- 34 -
estaba oiicomia sin ,lener consigo grandes teólogoá, k
quieoQS (Hrdiiiariantente. preguntaba cosas muy profun-
das y | necesarias para su salvación. De lo cual hace
mención el Doctor lUescas en) su pontiflcal en Juan Vil*
Jarot)ien el misino autor hablando de Gregorio Y
diee que Roberto, rey de Francia, entre otras virtu-
des fué muy docto: á maravilla en las letras sagradas y
en laS) humanas. El mismo autor dice, que don
Alonso!, que llamaron Católico, recogía con diligen-
cia los libros de la sagrada Escritura, que» andaban en
poder de los infieles. Nuestro buen rey Recaredo, por
ser tan bien ejercitado en la lección de la Escritura,
él mismo con su sabio razonamiento convenció muchos
prestes arríanos, y así mas con razón que con autori-
dad, de rey los hizo convertir á la verdadera religión
cristiana. Pluguiese á Dios que los reyes del dia de hoy
imitasen á estos santos reyes leyendo la sagrada Es-
critura, meditándda y orando; y no tuviesen cuenta
con loque el pápalos prohibe, que no lean la Escrí-
tUFa, sino con lo que Dios les manda que la lean. Vea«
pues, él papa la cuenta que dará á Dios por haber en-
gañado al mundo. No se espante, pues, si por ^t<) y
por otras cosas semejantes lo llamemos antecristo»
pueslo es. . / . ;
..En declarar este abuso algo he sido largo; pero se
me -perdonará por ser tan necesario que mis españoles
lo sepan y entiendan. £1 Señor les dé su gracia para
que se aprovechen de lo^ que su compatriota con deseo
de . avisarles en el principal punto de su salvación les
ha dicho. .Consideren siquiera si digo verdad, si. la Es-
critura dice lo que les he dicho» si los padres y prin*
oípalmente S. Juan Crisóstomo en el lugar alegado^
— 25 —
dice lo que de él ha alegado. Infinitas gracias pues,
hermanos mios, debéis dar á Dios que en vuestra cau-
tividad corporal os ha dado la verdadera libertad que
es la del espíritu. Teníais una fé confusa, muerta, é
histórica, no sabíais lo que creíais: ahora Dios os ha
dado por medio de haber oído su palabra una fé ciará
Y viva: creéis con una cierta confianza de la miserícor*
dia divina, que por la sangre de Jesucristo, y no por
otro medio ninguno (que no lo hay) sois justificados
delaate del acatamiento del Padre, y que como tales
debeis^obrar buenas obras y huir de las malas. Sedle,
pues, grato:^: Su Majestad lleve adelante la buena obra
que en> vosotros ha comenzado. No basta bien comen-
zar, es menester perseverar. Y el que perseverare has-
ta el fin, este será salvo. No os prometáis en este
mundo grandes riquezas por ser de veras cristianos;
nuestras riquezas en el cíelo están, allí no tendréis
miseria, no hambre ni aflicción, no cautiverio, no bo-
fetón ni repelón, no palos ni azotes, todo esto será ya
pasado, y bienaventurado el que lo hubiera padecido
con paciencia por el nombre del Señor; su salario se-
rá muy grande. El Señor os haga la gracia para que
seáis constantes en la confesión de su nombre. Leed la
sagrada Escritura, y si no podéis leer, oíd cuando
oth)S la leen ó tratan de ella; meditad y rumiad loque
habéis leído ú oido^ invocad al Señor que os enseñe
con su Espíritu, porque todas nuestras diligencias no
valen nada si Su Majestad no las bendice.
Lo que resta, es consolaros' y daros algún orden pa-
ra saberos gobernar en la empresa que habéis tomado
ea manos. Muchps4ügares hay en la Escritura que
sirven á este propósito; pero la primera epístola de
- Si-
san Pedro me pav<)ici4 muy propia para esto^ Por tan-
to 08 aconsejo que Ja lea»; y 91 no tenéis libro, yo haré
aquí un sumario de los principales puntos en ella cone-
tenídos que hacen á vuestro propósito. S. Pedro es-
cribió esta epístola 6 los fieles que del judaismo se.har-
bten convertido á Cristo » los cuales andaban desterrar-
dos de su tierra que Dios les había dado y estaban
derramados por diversas partes del mundo, ^endo»
pues, S. Pedro apóstol de los judíos como & Pablo lo
era de los gentiles, escríbeles esta carta para: oooao^
larlos en sus aflicciones, en sus necesidadesvea su
hambre y desnudez, en su destierro y cautiverio. Ex-
hórtalos á tener paciencia, pues este es el camino real
por donde Dios lleva á sus hijos y por: donde llevóla
Cristo, del cual dice que fué afligido por nosotros, de-
jáfidono» ejemplo para que vosotroe. sigáis sus. pisadasí.
Conftrmalo&en la fé en Cristo, quefaabian recibido etc.
Comienza su epístola hablando no solamente con
los judíos convertidos de aquel tiempo, sino= aun con
vosotros cristianos convertidos al verdadero cristía-
nismo. Dice pues: Pedro, apóstol de Jesucrtsta á los
extranjeros que están esparcidos en Ponto etc.; áilos
extranjeros que están cautivos en tierra de Moros, ele-
gidos según la presciencia de Dios Padre, en santifica*
cion del Espíritu para obedecer y ser rociados con la
sangre de Jesucristo; este es el verdadero (Mspergis' que
no el delagua que llaman bendita; gracia y paz os sea
multiplicada. Alabado sea el Dios y Padre de* nuestro
Señor Jesucristo, que según su gran misevieordia
nos ha regenerado en esperanza viva por la ressrreo-
eíop de Jesucristo de los muertos par» la- herencia
incorruptible y que no puede contaminarse ni maarchi*
— 27 —
taY9dr consenrada en los cielos para vosotros que sois
guardados en )a virtud de Dios por fé para alcanzar la
salud que está aparejada para ser manifestada en el
postrimero tiempo. En lo cual vosotros os alegráis, es-
tando al presente un poco de tiempo afligidos en di-
versas tentaeione», si es necesario; para que la prueba
de yuesttafife mucho mas preciosa que el oro etc., sea
Krilada en alabanza, gloria y honra, cuándo Jesucris-
to fuere manifestado, al eual no habiendo visto lo
amáis; en el cual creyendo aunque al presente no lo
veáis, os alegráis con gozo Inefable y glorificado ganan-
do el fin- de vuestra fé que es la salud de vuestras áni-
mas etc.
ítem: por lo cual teniendo los lomos de vuestít)
entendimiento ceñidos con templanza, esperad per-
fectamente en la gracia que os es presentada cuando
Jesucristo os es manifestado; como hijos obedientes,
no conformándoos con los deseos que antes teníais
estando en vuestra ignorancia papistica. Mas como
aquel que os ha llamado, es santo, semejantemente
también vosotros sed santos en toda conversación etc.
ítem: Rescatados sois de vuestra vana conversación,
fai cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas
corruptibles como oro, plata, mas con la sangre pre-
ciosa de Cristo etc. ítem: Habiendo purificado vues-
tras ánimas en la obediencia de la verdad por el espí-
rtttf^ien caridad hermanable sin fingimiento, amaos
un09 antros entrañablemente de corazón puro, siendo
renacidos^ no de simiente corruptible, sino de incor-
ruptible por la palabra de Dios viviente. Esta pala-^
bna os quitaba el papa^ y asi no podíais renacer en
Ortafo, la cual palabra (á pesar del antecristó), perma*
— 28 —
nece para siempre; y esta es la palabra que por ^
Evangelio os ba.sidk> ahora en vuestro deatierro ^ úou^
^69*io anunciada etc.
ítem: Vosotros, como piedras vivas sed edi&cados
una casa espiritual y uo sacerdocio santo para ofrecer
sacrificios espirituales, . agradables á Jesucristo etc»
ítem: Para que anunciéis las virtudes de aquel que os
ha llamado de las tinieblas (en que estabais todo el
tiempo de vuestra ignorancia, antes que fues^ Uamor^
dos al verdadero conocimiento de Cristo) á su luz. admi*
rabie (que es el verdadero conocimiento de Cristo, y
como debemos servir al Padre, no según los manda-
mientos y tradiciones de los hombres, mas según lo
que Su Majestad ha mandado en su santa Escritura, á
la cual hacéis bien en leerla y oiría.) Vosotros, que
en tiempos pasados no erais pueblo, mas ahora sois
pueblo de Dios, que en el tiempo pasado no habíais
alcanzado misericordia, mas ahora habéis ya alcanza-
do misericordia.
Amados, yo os ruego como extranjeros y caminan-
tes, absteneos de los deseos camales que batallan con-
tra el ánima. Y tened vuestra conversación honesta
entre los gentiles, entre moros, judíos y falsos cristic^
nos,, en medio [de los cuales habitáis , para que en lO:
que ellos murmuran de vosotros como de malhecho-
res y Iierejes, por haber de veras conocido á Crista t
glorifiquen á Dios en el dia de la visitación, estimán-
doos por las buenas obras. Sed pues sujetos á toda or-
denación humana por Dios, ahora sea rey como á su-
perior, ahora á los gobernadores como de Él enviados
para venganza de los malhechores, y para loor de los
que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios»
— 29 —
que liaeiendo biea hagáis callar 1a^ ignorancia de los
hombres yanés «te. ítem: Vosotros siervos, vosotros
c&uHvos én tierra de moros, sed sujetos con todo temor
i Tüestros señores, no solamente á los buenos y hu-
manos, mas aun también A los rigurosos. Porgue esto
es agradable, si alguno á causa de la conciencia que
tiene delante de Dios, sufre molestias padeciendo in-
justamente. Porque ¿qué gloría es, si pecando vosotros
sois abofeteados , apaleados , azotados , echados en
mazmofras, donde padecéis mucha hambre y miseria
y fo SufMs? Mas si haciendo bien y confesando á Jesu-
eristój vuestro Redentor^ms afligidos y lo sufrís, esto es
cierto agradable delante.de Dios. Porque para esto
sois llamados, pues que Cristo fué afligido por nosotros,
tío será gran cosa que nosotros seamos también afligid
dos por Él\ porque Cristo fué afligido , dejándonos
qemplo para que vosotros, pobres cautivos^ sigáis sus
-pinsiáñs 9 padezcáis como Él, el cual no hizo pecado;
pero ¿quién de nosotros puede con verdad decir: limpio
estoy de pecado? ni fué hallado engaño en su boca. El
eüal mlBtldiciéndole no tomaba á maldecir, y cuando
padecía no amenazaba, sino remitía (la causa) al que
juzga justamente etc. ítem: Por la herida del cual
habéis sido sanos, porque vosotros, antes que de veras
conocieseis á Cristo, erais como ovejas descarriadas;
más ahora sois ya convertidos al pastor y obispo de
vuestras ánimas etc.
ítem: Sed todos de un consentimiento, de una afee-
dou, amándoos hermanablemente , misericordiosos,
amigables, no volviendo mal por mal, ni maldición
por maldición , sino antes por el contrario bendicien-
do, sabiendo que vosotros sois llamados á que po-
— ao —
^eais en b^eocia beBdicion. Porque el.qpe.ifuíece
amar la vida y Yer Ias.dias buenos, iieCraae .su-^leiir-
gua .del mal,>y-su8.,labios uo bablen eaga&o; ap^
tese ,d^l mal y, baga bieo, biuqu^ la pazry^aigala.iBor-
que los, ojos d^l SeSor e^t4ii sobre .los juntos, yrjip^^
orejas atentasi ksusox9^iofk§iS.M rostro del Se&or egti
sobre aquellos, que bacen. mal. ¿Y quién-tes aqyelqQC
os.podrá dafiar» si vosotros seguís -^1 bien? Ma6i);«^pA-
bien si i^lgupa cosa padecéis por bacer biai)* i^ftMis
bienaventurados. Por tanto no temáis por .^1. teoM^r
de aquellos, y no seáis turbadoi^; pero santífica4 ^^
Señor Dios en v.uestros corazones. Y estad ;SÍ0qE\pi:e
aparejados para responder á cada uno que os demfiii-
daré razón de la esperanza que está en vosotrofii (y. de
la causa porque habéis dejado al papa]^ y. ^to (^pn
mansedumbre y reverencia, teniendo buQna QojicieiH-
cia para que en lo que murmuren de vosotros ^como
de malhechores , sean conGundidps los > que bliasfei^An
vuestra buena conversación en Cristo. Porque m^r
es que. seáis afligidos haciendo bien, si la voluntad.de
Dios así lo quiere» que no haciendo mal. Porqve-tam-
bien Cristo padeció una vez por los pecados, el Justo
por los injustos, para llevarnos A Dios, mortificado- á
la verdad en la carne, pero vivificado en espíritu etc.
^ ítem: Pues que Cristo ha padecido por nosotros jQn
la carne, vosotros también estad armados del malicio
pensamiento, que el que ha padecido en. la..,€|^?»
cesó del pecado,^ para que ya el tiempo que qued^ ^n
carne^viva, no á las concupiscencias de loschomb^e^,
sino á la voluntad de Dios. Porque nos debe bastar t
que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecbo
la voluntad de los gentiles ó de los anUcristiam)S-4e
— 81-^
nuMsfyv tiempo ^ cuando cony^rsábamós en disolución
nob; éb concupisceneias, en embriagueces, en glotañe^
Has, en beberes,' en ignorancias , snperstidoneSy blasfe-
mias y en abonfínables ídolatrias, (como son las que
cometíais, pensando hacer gran serricio á la Santísima
Virgen, baciéndoia igual con Dios, que solo es Todepo-
deíFdso, que la eligió y crió para qué ftiese madre; se-
gún la.camé, de nuestro Redentor Jesucristo.
El himno que is^mmoAi Am maris stella está lleno
de semejantes blasfemias como cuando dice: tiFúndah-
nos^M'paz, mudando el nombre de Eva, suelta las
priiriOnies á los culpados, dá luihbre á los ciegos, alanza
nuestt^os males,' demanda todos los bienes. Muéstrate
ser madte,» quiere decir: Entienda tu Hijo con qrmn
lo ha; iú eres su madre. Y un poco mas abajo: «Haz
que n<osotros, libres de culpas, seamos afables y cac-
tos. Concede mm Vida pura, haz el camino seguro.»
ítem: en el himno que comienza: quem térra, pon-
tas etc., al fin están estas palabras: aMaría, madre de
gradia, hiadre de misericordia, tú nos defiende del
enemigo, y recíbenos en la hora de la muerte.)> La
ortciou que comienza: Salve regina, mater misericor--
6ÍMP«tc«,éstá llena de semejantes blasfemias. Oid la
razón por que digo esto: porque la honra y gloria que
es propia del Dios eterno y de su Hijo Cristo, como
es perdonar pecados, ser padre de gracia y de miseri-
cordia, hacer que los ciegos vean etc., su Majestad no
la comunica á criatura, ninguna, por santísima que
sea, ebmo se ve por 16 que el mismo Dios dice ha-
blando con el Mesías, nuestro Cristo, Isaías, 42, 6, (lo
cual' prueba el Mesías ser verdadero Dios, pues hace
iOque solo Jehová hace.) «Yo, Jehová, te llamé en
— 82 —
justicia y por tu mano te tendré, te guardaré, y te
pondré por alianza del pueblo ^ por luz de gentes,
para que abras ojos de ciegos, para que saques presos
de mazmorras y de casas de prisión . á asentados en
tinieblas; yo Jehová, este es mi nombre y á otro no
daré mi gloria, ni mi alabanza á esculturas.».
. La Santísima Virgen, mientras vi?ió en este man-
do, se guai:dara miuy bien de admitir tales adu—
laciones y locas devociones; pues eran blasfemias ton-
ira la majestad del Padre celestial, que la crió» de
Cristo, que la redimió, y del Espíritu Santo que la
santificó y adornó con tantas virtudes, cuantas conve-
nia que tuviese la que habia de ser madre de nuestro
Redentor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero
hombre; y así tampoco las querrá oir ahora. Estos,
pues, que piensan hacerle gran servicio con ellas, no
le hacen servicio ninguno, sino gran desplacer y des-
honor. La verdadera honra con que debemos honrar
á la Santísima Virgen y á los demás santos, es seguir
sus pisadas, ser sus imitadores, como ellos lo fueron de
Cristo. Y así dice S. Pablo hablando con los Corin-
tios, cap. 4 4 : «Sed imitadores de mi como yo lo soy de
Cristo.» {Pero volvamos á nuestro apóstol S. Pedro.)
Y esto parece cosa extraña á los que os vituperan,
que vosotros no corráis con ellos en el mismo, desen-
frenamiento de disolución. Los cuales darán cuenta al
que está aparejado para juzgar los vivos y los muer-
tos etc. ítem: mas el fin de todas.las cosas se acerca. Sed
pues templados y velad en oración. Y sobre todo te-
ned entre vosotros ferviente caridad, porque la caridac}
cubrirá multitud de pecados. (Estas últimas palabras
tomó S. Pedro del capítulo 1 v. 4 2 de los prover-*
— 38 —
biofl; de Salomón , donde «stá bien claro lo que |iln;
ellas quiere decfr^).Dlce, pues, Saloiiion: «(El odio des*
pieria las rencillas, JBiaa la- caridad cubrirá todas k^
maldades^» Comoisi díjeraf: el hombre que tiene odio
áotro, descubre todo cuanto mal sabe de él, y así unoe
á otros se mnerden ; comen por vengatfte; mas por !el
contrarío, el que tiene caridad^ el que ama, eocufarev
disimula, 7 bace que no:Yelas fritas; 7 arunqne sea
ofendido setenta i^es siete Yoces^ les perdona, oon^
forme á lo que manda el Señor Sat. /t8, 22« Por
tanto nuestros adversarios mu7 al po^lo traen esie
paso, como que las limosnas 7 otros cyercfcios de cari^
dad sean recompensa delante de Dios en d perdonar
los pecados.
(Prosigue San Pedro:) Si alguno habfau, hable eon^
forme ¿ las palabras de Dios etc. Itei|i: carísimos, no
os maravilléis, cuando sois examinados por Aiege^lo'
cual se bace para vuestra prueba, como sialguna com
per^rina os aconteciese, mas ánteson que soisr par*
ticipantes de las aflicciones de Gristo gózaos parn
que también en la revelación de su gloria os gocéis en
triunfo. Sí sois vituperados en nombre de Cristo, sois
bienaventurados, porque la gloría 7 el Espíritu de Bioa
reposa sobre vosotros. Cierto, según eUos, éljesblasfe*
mado, mas según vosotros es glorificado. Así que no
sea ninguno de vosotros afligido como homicida ó la^
drcHy^ó malhechor ó codicioso de los irienes ajehos'.
Pero si alguno es afligido como cristiano, no se aver-*
gíienee; totes glorifique á Dios en esta parte. Porque
también ya es tiempo que el juicio comience de la
casa .de Dios. Y si primero (comienza) de nosotros-,
¿qué fioHserá ^1 de aquellos que no obedecen al evan-
3
-84 —
gelío d& Dios? Y si el justo es dificultosamente salvo,
¿á dónde parecerá el pecador é infiel? Y por eso los
que son afligidos* según la voluntad dé Dios, enco-^
miéndenle sus ánimas como á fiel posesor, haciendo
bien etc*
ítem: humillaos , pues, debajo de la poderosa
mano de Dios para que Él os ensalce, cuando fuere
tiempo; echando toda vuestra solicitud en Él, porque
Él tiene cuidado de vosotros. Sed templados y velad;
porque vuestro adversario el diablo, anda como león
bramando alrededor de vosotros, buscando alguno
que trague. Al cual resistid firmes en la fé, sabiendo
que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en la
compañía de vuestros hermanos que están en el mun-
do. Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado á
su gloria eterna por Jesucristo, después que hubiereis
un poco de tiempo padecido. Él mismo os perfeccione ,
confirme, Corrobore y establezca etc. Concluye pues
San Pedro su epístola tan necesaria para los pobres
cristianos, extranjeros y afligidos de aquel tiempo^ y
tan necesaria en este tiempo para vosotros pobres cris^
tianos^ extranjeros, afligidos y cauHvos en Berbería^
diciendo: Paz sea con vosotros, los que estáis en Jesu-
cristo, amen. Quiere decir, los que creéis con el corazón
y confesáis con la boca, Jesucristo ser vuestro Redmi—
tor, y que no hay otro medio ninguno por dónde vuestros
pecados sean perdonados j sino por sola su intercesión,
muerte y pasión.
De una cosa os quiero avisar para que no os es-
candalicéis ni ofendáis, cuando viereis ú oyereis que
donde quiera que se predica el Evangelio (que es las
buenas nuevas que nos son dadas, que el Padre eterno
— 85 —
graciosamente, sin interés ninguno, sino por solp
€risto nos perdona nuestros pecados) y principalmen-
te cuando se comienza á predicar, se levantan tumul-
tos y revueltas; el padre es contra el hijo y el hijo
contra el padre; unos lo creen, otros lo blasfeman y
se hacen muy peores que antes eran. Así siempre ha
sido, así es y así siempre será. En comenzando Dios á
edificar su Iglesia, luego Satanás edifica su capilla en
ella, la cual muchas veces se alarga tanto, que la Igle-
sia de Dios es capilla. Cuando Dios al [írincipio plantó
su Iglesia en el justo Abel, luego Satanás edificó la
suya en el impío Caín , que persigue Abel por ser bue-
no, justo y santo, y no para hasta que lo mata. Los
del tiempo de Noé se hacen burla de lo que les predi-
caba Noé. Lo mismo hacen los de Sodoma con Lot.
Los filisteos persiguen á Abraham, Isaac y Jacob,
que eran la Iglesia de Dios. Ismael se hace burla
de Isaac , Esaú persigue á su hermano Jacob , Saúl
i David.
Y viniendo al nuevo Testamento, cuando Cristo
* predicó su Evangelio en Jerusalem y en otras partes
de Judea ¡qué de revueltas hubol unos decían: bien
4lice, bien predica, profeta es, el Mesías es; otros
decían: engañador es, blasfemo es, revoltoso es, Sa-
maritano (quiere decir: hereje) es, endemoniado está,
en virtud de Beelzebub hace sus milagros, toda Jeru-
salem revuelve; los Escribas, Fariseos, Doctores de la
ley, los Sacerdotes y principalmente los sumos Pon-
tífices no pueden sufrir su doctrina y son los mayores
enemigos que Cristo tiene, los cuales con su odio
rabioso de tal manera persiguen á Cristo, (porque les
descubría sus engaños é hipocresías y daba á entender
-36-
el verdadero culto con que Dios quiere ser honrado}
que no paran hasta hacerlo morir, y muerte la ma»
afrentosa que entonces se daba, muerte de cruz; con
este género de muerte mataban y sacaban del mundo
como indignos de vivir en él á los mayores desuella-
caras, á los mayores bellacos, abominables y desespe-
rados. Servia entonces la muerte de cruz de lo mismo
que ahora sirve la muerte de fuego. El dia de Pente-
costés, cuando el Espíritu Santo visiblemente descen-
dió sobre los apóstoles y ellos comenzaron á predicar
públicamente el Evangelio de Cristo crucificado ¡qué
de revueltas hubo en Jerusaleml Unos se admiran y
otros dicen: borrachos están. Aun estando los após-
toles en Jerusalem, se levantó aquella tan reñida cues-
tión, que tanto mal ha hecho y aun hasta el dia de
hoy hace en la iglesia de Dios, si la fé en Cristo baste
para la salud ó si sean menester las obras que manda
la ley. Esta cuestión se liquidó en el primer concilio
cristiano que se tuvo en Jerusalem, como mas abajo
veremos. Salidos los apóstoles de Jerusalem, idos á
predicar el Evangelio por el mundo, como Cristo se
lo habia mandado ¿cómo son recibidos? El mundo no
puede sufrir su doctrina, persigue y mata á los apó^
toles y los demás que profesaban la ley de Cristo. Este
odio fué la causa que en la iglesia de Dios hubiese
tantos mártires, tantos que morían por la doctrina
del Evangelio, por la fé de Jesucristo.
Este mismo odio tienen los Escribas y Fariseos de
nuestros tiempos, quiero decir los clérigos y frailes,
los sabios del mundo, los obispos, cardenales y prin-
cipalmente los papas contra la reformación, que así
cuanto á la doctrina como cuanto á las costumbres ,
— 3f7 —
hombres doctos y píos enviados de Dios para recoger
las reliquias de Israel, quiero decir, los ñeles, no
interesando otra cosa, sino la gloría de Dios y la sa-
lud de las ánimas y poniendo su honor y vida en ma-
nifestísimo peligro, han predicado, y por la miseri-
€Ot*dia dé Dios aun predican el dia de hoy para gran
servicio de Dios y salud de las ánimas. Y no han bas-
tado ni podido todas las astucias, estratagemas é in-
venciones de nuestros adversarios ni todas sus perse-
cuciones, su confiscar los bienes, su afrentar y quitar
la honra, su encarcelar, su azotar, su desterrar, su
echar á galeras, matar y quemar, á apagar y deshacer
este fuego, esta doctrina evangélica que el Espíritu
Santo ha encendido y quiere que arda, que se pro-
pague y cunda por todo el mundo antes de la segunda
venida del Señor; como vemos que ha cundido por
toda la Cristiandad y aun dentro de España, que es
la nación que mas se opone á esta reformación, ha
entrado y no como quiera sino entre nobles, gente de
lustre é ilustre, doctos y pios. Remítome á tantos
autos como á este propósito se han hecho en España.
Y esto es de notar, en lo cual Dios muestra su po-
tencia, que mientras mas nuestros adversarios persi-
guen y queman, mas y mas crece el número de los
fieles; porque la sangre de los mártires es la simiente
(como dice y muy bien Tertuliano) del Evangelio. Los
fieles son como el grano de trigo, el cual para que
firtíctifique, para que de uno salgan ó treinta ó sesenta
ó ciento es menester que muera. Estos predicadores
de réfbi'macion, imitando á Cristo, á los profetas y
apóstoles condenan el fausto, soberbia, avaricia y am-
bición de los eclesiásticos, su mala vida y peor doc-
-as-
triña; quieren y procuran, que todo esto se reforme
conforme á lo que Dios manda en la sagrada Escritura»,
qué los profetas, Cristo y sus apóstoles predicaron y
que la primitiva iglesia guardó; porque lo primera
(como dice S. Cypriano) es lo verdadero. Y eso valdrá.
' Cuando S. Pablo quiso corregir los abusos que ha-
bían entrado en la Iglesia de Corinto, cuanto al San-
tísimo Sacramento de la cena del Señor, el mejor re—
medio que halló, fué reducir la cena que los Corintios
celebraban, á su primera institución, para que no le
añadiesen ni quitasen, sino que la celebrasen ni mas
ni menos que Jesucristo, su instituidor, la celebró. Y
así les dice, cap. 1 4 , 23: «Yo recibí del Señor lo que
también os he enseñado etc.i> Esto mismo hacen ahora
estos, que procuran la reformación, quieren quitar los
abusos, que se han introducido en la celebración del
bautismo y de la cena del' Señor, en la doctrina de la
justiflcacion y de la invocación y en lo demás, y que
se celebren estos sacramentos como Cristo los ce-
lebró. Y en una palabra, quieren que todo vaya re-
glado por la palabra de Di<fe. En negocios de religión^
en que les va la salud de las ánimas, no quieren re-
girse por sueños ni por invenciones ni por tradiciones
de hombres, sino por la sagrada Escritura.
Veis aquí, hermanos mios, la causa, porque en co-
menzando á predicar palabra de Dios, el mundo no la
puede sufrjr y no pudiéndola sufrir se arma contra
ella. Pero él cristiano lío querrá tener paz con el mun-
do haciendo lo que el mundo hace, que es perseguir
á Cristo, á su doctrina y á los que la siguen; antes le
hará la guerra, aunque sea un hombrecillo de no nada
cuanto al mundo, confiado en aquel que dijo: «¡Con-
— 39 —
fiad y yo vencí al mundol» De esta guerra avisó el Se*
ñor á sus discípulos Mat. 40, 34: aNo penséis, les
dice, que he venido para meter paz en la tierra; no
he venido para meter paz, sino cuchillo. Porque he
venido para hacer disensión del hombre contra su pa-
dre y de la hija contra su madre» etc. El Santo Si-
meón, cuando tomó al niño Jesús en sus brazos, dj^
(como lo cuenta San Lucas, cap. 2, 34 de su Evan*
gelio) á su madre María: hé aquí, que e»te es dado
para caída y para leyantamiento de muchos en Israel
y para señal á quien será contradicho. Isaías cap. 8,
44, hablando de Cristo dice lo mismo. S. Pablo,
Rom. 9, 33> alegando el dicho lugar de Isaías dice:
«hé aquí, pongo en Síon piedra de tropezón y pie-
dra de caida; y todo aquel que creyere en ella, no
será ayergpnzadQ.» De la misma manera habla S. Pe-
dro de estapiedjra 4 Ped. 2, 6. Esta piedra es Cristo,
sobre el cual Pedro y todos los demás apóstoles y toda
la Iglesia católica, y cada miembro de ella en parti-
cular están funda.dos. No os ofendáis puesi, hermanos
mios, ni os sea ocasión para volveros atrás, las disen-
siones que oiréis y veréis á causa del Evangelio. El
Señor, nos ha avisado de ello. Sabed, que esta es una
de las certísimas marcas y señales, que consigo trae el
Evangelio; en siendo predicado y anunciado divide la
luz de. las tinieblas, muestra cua) sea la verdadera doc-
trina y cual la falsa, muestra cual : sea el culto, y ser-
vicio qué Dios mande y cual el que vede, cuales sean
las obras qu^ le agraden y cuales, toa que le desa-
graden. .; . . , . .1 : f ■ ' f'-,
El Señor os baga gracia» quQ vencida ¡esta tenta-
ción la cual en los principiantes es grande, y hace
— 40 —
Tolver atrás á algtaos, paséis adelante en la confesión
á% 8U nombre y digáis como dijo S. Pedro en nom-
bre de toda la iglesia, cuando el Señor preguntó
if sas doce apóstoles , si se qaerian ellos también
volver atrás, si se querían ir de él, como dgonos de
los discípulos k) habían hecho: Señor, responde Pe-
dro ¿á quién ii^mos? tienes palabras de vida eterna. Y
nosotros creemos y conocemos que tú eres Cristo, Hijo
de Dios viviente. Jüan^ 6, 68. Esta guerra que consigo
trae el Evangelio, propiamente hablando no la causa
el Evangelio, pues es Evangielió de pa2 y así lo Rama
S* Pablo, y el Dios, cuyo es el evangelio, es autor de
paa, sus pensamientos son de paz y no de disensión
ni de guerra. La malicia y el odio que los hombres
mundanos sin Espíritu de Dios tienen al Evangelio y
ic la pura y sana doctrina es la causa de esta guerra.
Si los hombres oyendo la sana doctrina la creyesen,
no habría guerra ninguna, sino gran paz y quietud.
Dios nos haga la gracia que obedezcamos al Evangelio
para qué tengamos paz; no la que el mundo da, sino
la que Cristo tanto encomendó á sus discípulos. Esta
paz ninguno la tiene sino solamente el que fbére jus-
tificado por fé. No hay hombre en el mundo tan p i-
cífico como el verdadero cristiano, con el Espíritu de
Dios regenerado. Este tal cuando se trata de sí en
particular y no de la gloría de Dios, tiene gran pa-
ciencia, sufre y soporta mucho á trueque de no que-
btarlapttz.
HaciendKi pues vosotros la profesión qué hacéis de
crístianos reformados, necesariamente habéis de tener
mientras vivieras en esta tierra de Berbería ii^ónibates
con tres maneras de gentes, con antecristianos, con
— 41 —
jttdfofti j con Moro^, y prrncipahnente con el diablo
ifMéA tentará con diversas suertes de tentaciones. Es
ptt^ menester artnaros^ y estar apercibidos contra sus
ascdtosi Latí armas no son carnales ni terrenas sino
espíritliates, cuales las describe S. Pabto (como buen
guenr^m, que siempre andtiba armado con ellas y las
babia muy bien experimentado y probado.) Rabiando
con tos fifesios les dice: «rTéstfos de toda la armadura
de* Dios para que podáis estar contra las asechanzas del
diablo;)» Entre otras piezas, con que el apóstol arma
al oristáitM), nombrados muy principales, la una es
el encado j que dice ser la fé en el cual podréis apa-
gar lodos tos dardos de fuego del maligno; la otra es
la aspada, que dice ser la palabra de Dios; ta cual, co-
m^ dice el apóstol (Hebreos 4, 42), es viva y eficaz y
mas penetrante que todo cuchillo de dos filos y que
alcania hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las
coyunturas y tuétanos, y que discierne los pensa-
mientos y las intenciones del corazón. Por bien tonto
y loco tendríamos al soldado que entrase eii la batalla
y quisiese pelear con mortales poderosos y desespera-
dos eMitaigo», y no llévase armas con que defenderse
ni ébn que ofender al enemigo.
. Tai es d cristiano, que sienda su vida una conti-
nua bfftdla espiritual, ito searma con armas espiritua-
les oétf ^ y COA péflabria de Dios. La fé para que sea
vivtf y apírovéche^ bá dé ser fundada sobre la palabra
de filotf. La palabra dé Dios, parra que sea eficaz y
obré i^iVadM, es menester que? sea cíéida. Délo cual
vemoi' euaüto mal haya hecho el aiitecrísto en la igle-
sia <lé Dfos desaímando al pueblo déla principal pieza
de su^ armas, que es la palabra de Dios, la cual bajo
— 42 —
graves entredichos y penas no le deja leer. ¿Cómo
peleará sin espada con el enemigo? Después de haber
el apóstol armado al cristiano con todas sus armas,
mándale, que sea continuo en la oración, que invoque
á Dios que le asista para que sus enemigos no preya-
lezcan contra él, mas sean deshechos y destruidos^.
La oración del justo (como dice Santiago cap. 5» 4 6)
mucho vale: lo cual confirma con el ejemplo deBIias.
La lección de la Escritura y la oración son dos
ejercicios muy principales del cristiano. Cuando ora-
mos hablamos con Dios, y cuando leemos la palabra 4e
Dios, Dios habla con nosotros* Oigámoslo, pues, si
queremos que nos oiga. En esta batalla de que hablo,
ninguno presuma de sí mismo: humíllese delante de
la Majestad divina, rogándole que por Cristo le au-
mente la fé y le declare su palabra. Sabrá este tal
mantener por la palabra de Dios su religión cristiana
y confundir los adversarios, que contra ella le habla-
ren. Su Majestad os haga la gracia de perseverar y
crecer en él. .
El npmbre de cristiano cuando con el nombre
concurren las partes necesarias que hacen á uno ver-
daderamente cristiano, es muy precioso y. de .omy
grande estima en el acatamiento de Dios. Porque el
verdadero y no hipócrita cristiano, que es el que.sigue
las pisadas de Cristo, es un .verdadero trasljAi^ un
vivo retrato y una expresa. Í9iágeu de Cristo^ y Cristo
es imagen del Padre. Dios que es ipi^isiblei, ^ Oisto
se ha hecho visible y palpable. Todo cuanto, e^ Cristo
por naturaleza, lo es el cristiano por gracia y ad/op<viM.
Y así es hijo de Dios, renacido, como dice S.iPjedr^^
no de simiente corruptible sino de incorruptible» por
— 43 —
la palabra del Dios viviente, i Pedro, 4 , 23. S. Juan
dice, que Cristo á todos los que lo recibieron, les dio
potestad de ser l^ijos de Dios» á los que creen en su non^
bre. Juan 4 , 42. De esta manera el cristiano par-
ticipa de la naturaleza divina. Y como Cristo es rey,
pero no de este mundo, que venció el pecado, muerte
y demonio, asi lo es el cristiano, el cual con las fuer-
zas que su rey Cristo le da, vence los mismos enemigos,
pecado, muerte y demonio. Como Cristo es sacerdote,
que se ofreció á sí mismo al Padre eterno, asi el cris-
tiano se ofrece á sí mismo negando su propia voluntad
y sujetándola á la ley de Dios. Y así ofrece por medio
de su Sumo Pontífice Cristo á Dios un perpetuo sacri-
ficio, es á saber, como la declara el apóstol Hebr. 43,
45: «fruto de labios que confiesen á su nombre. x>
Y como Cristo es profeta, que declara y enseña la
voluntad de su Padre, asi el cristiano siendo enseñado
de Dios, habla palabra de Dios y cosa que edifique;
conforme á lo que dijo San Pedro: «si alguno bablia,
hable conforme á las palabras de Dios.» 4 Pedro 4,
4 4 . Muy lejos deben de estar de la boca del cristiano
palabras sucias, vanas, picantes, murmuradoras y mu*
chp menos blasfemas. Gran perfección es la que se
demaifda del cristiano; pero, lo que es imposible al
hombre, e^.posible y muy hacedero á Dios, como lo
dijo el, ángel á la Santa Virgen, cuando ella le pregun-
tó como concebiría no conociendo varón: ninguna cosa,
dice, es imposible á Dios. Por eso se Hama Todopode-
rpso. Y el cristiano en cierta nianera lo es, y por esoS.
Pablo, Filip. 4, 13dice: «todo lo puedo en Cristo, que me
fortalece.;»
.?8tQ que hemos dicho, que Cristo, es rey, sacpr-
— /tt —
dote 7 profeta , y que por el mismo caso ctiaiquíera
cristiano, si es cristiano, es rey, sacerdote y piroffeta,
consideró muy bien S. Pedro, cuando dijo, hablando
con todos los cristianos y con cualquiera de ellos: aVúi-
otros sois el linaje elegido, él real sacerdocio, gente
santa etc.» Esta manera de hablar tomó S. Pedto de
loque dice Dios, Exod. 19, 5, hablando no con los
sacerdotes solos sino con toda la casa de Jacob, con to-
do el pueblo de Israel. Si oyereis, dice, mi voz y guar^
daréis mi concierto, vosotros seréis mi tesoro sobre
todos los pueblos; porque mia es toda la tieira. Vos-
otros seréis mi reino de sacerdotes y gente santa. S.
Juan en su Apocalipsi, cap. 4, 6 dice: Cristo nos ha
hecho reyes y sacerdotes para Dios, (quiere decir, es-
pirituales y no de este mundo.) Siendo, pues, tanta la
dignidad, autoridad y majestad del cristiano, razón es
q[ue no se acobarde, que no se abata ni se deje hollar
del demonio, ni se haga siervo del pecado, que no vi-
va según la carne; cuyas obras, (como las cuenta S.
Pablo, Gal. 5, 49) son adulterio, fornicación, inmun-
dicia, disolución, servir á ídolos, hechicerías, enemis-
tades^ pleitos, celos, contiendas, disensiones, sectas,
envidias, homicidios, borracheces, banqueterías y co-
sas semejantes á estas. Los que estas cosas hacen, dice
S; Pablo, que no heredarán el reino de Dios..
Mas al contrario, el cristiano sé estimé eú Añicbo,
haga gran caso de sí ioíismo como de cosa muy preciosa
yde inestimable Valor: pues es rey, sacerdote y pw—
fetá, hijo y heredero de Dios: y así ande y viva séguii
el espirita cuyos frutos son caridad, gozo, paz, toterán-
cia, benignidad, bondad, fé, mansedumbre, templahza^
longanimidad, modestia, continencia, castidad. Contra
— 45 —
los tales, como dice el mismo apóstol, no hay I^;
poique ellos se son á sí mismos ley. T así no bay
condenación ninguna para ellos, porque están en Je-
sucristo, y estando en Él no andan conforme á la car-
ne, mas conforme al espíritu. Porque la ley del espí-
ritu de vida en Cristo Jesús los ha librado de la- ley
del pecado y de la muerte; y lo demás que á este
propósito ya discurriendo. Romanos 8, 1 . Y pues que
todo esto tenemos y somos por Cristo, razón será pa^
conforto de vuestra fé, y principalmente viviendo
vosotros entre infieles y enemigos de la cruz de Cristo
(de quien el cristiano se gloría), con los cuales ten-
dréis cada dia combates, que digamos que es lo que
debéis creer de Cristo de cuyo nombre os llamáis cris-
tianos.
El cristiano debe firmemente creer y por esto cien
mil vidas, sí tantas tuviese, poner, en un solo Dios,
creador del cielo y de la tierra, y que este un solo Dios
es, como él mismo lo ha declarado en su sagrada
Escrituca, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Id, dice el
Sefior, Mat. 28, 49, enseñad á todas las gentes bau-
tizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Es-
píritu Santo. Y su discípulo muy amado dice: Tres
son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, la
Palabra y el Espíritu Santo y estos tres son uno.
4 Juan 5, 7. Este misterio de la Santísima Trinidad
no lo dejó Dios de manifestar á los santos patriarcas y '
profetas del testamento antiguo. Es verdad, que no tan
danimente como en el nuevo. Para confirmación de
esto no alegaré aquí sino dos pasos: el primero es del
Salmo 440; y lo alegaré conforme á la translación
española que los judíos han hecho^ para que no digan.
— 46 —
que nuestra translación , de que usamos los crístianosv
es mala. Dijo Adonai (que 6s Jehová; que los judió»
por superstición no quieren nombrar) á mi Señor:
Siéntate á mi derecha hasta que ponga tus enemigos
escaño de tus pies. David, arrebatado en espíritu pro-
fetiza en este salmo del Mesías que llamamos Cristo,
dos cosas: la primera, los oficios, que el Padre eterno
le entregara; la segunda como se habrá Cristo en la
ejecución de estos oficios de que aquí se hace mención.
Los oficios son dos: su eterno reino del cual trata en
los tres primeros versos y su eterno sacerdocio, de que
trata verso 4. De la ejecución de estos dos oficios se
trata en el resto del salmo. Este salmo es de grandí-
sima importancia para convencer la obstinación de los
judíos cuanto á la eternidad y divinidad del Mesías, y
por ser tal, el Señor enseñando en el templo, lo alegó
á este propósito, Mat. 22, 42. Preguntóles, pues:
¿Qué os parece de Cristo? ¿Cuyo hijo es? Respóndenle:
de David. El les dice: Pues, como David en espíritu lo
llama Señor, diciendo: dijo el Señor á mi Señor etc.
Pues si David lo llama Señor, ¿cómo es su hijo? etc.
Fueron de tanto peso y eficacia estas palabras y tan
perentorias, que los fariseos por mas sofistas, astutos y
calumniadores que eran, no tuvieron que responder, j
cobráronle tanto miedo, que de allí en adelante (conoLO
dice el Evangelista] jamas le vinieron con preguntas
como antes solían para tentarlo. Y así, dejadas las dis-
putas, tratan de matarlo; como de hecho lo hicieron.
David dice que Jehová dijo á su Señor, siéntate á mi
diestra; de dos personas hace aquí mención David, del
Padre eterno y de su Mesías, á quien David llama Se-
ñor, y en llamarlo Señor, denota David que el Uesfas
— 47-
era'mas que hombre, que' era eterno, que era Dios. Lo
cual confirma David con las palabras que el Padre dice
luego al Mesial: (csiéntate á mi diestra.» ¿A quién, no
digo de los hombres, sino aun de los ángeles, que son
las más excelentes criaturas ha dicho Dios jamás:
siéntate á mi diestra hasta que ponga etc.? El apóstol,
Heb. I, 43, entre otras razones con que prueba la
divinidad del Hijo de Dios pone esta que Dios le dijo:
siéntate á mi diéátra , lo cual á ninguno de los ánge-
les jamas ha dicho etc. ítem, es de notar lo que David
dice en el ctíarto verso: juró Jehová y no se arrepenti-
rá: Tá (serás) sacerdote para siempre según uso de
Malkiesedek, ó como nuestra translación dice, confor-
me al rito dé Melchisedec. Este Adonai, á quien habla
Jehová, esté Mesías^ este á quien David llama Señor,
el mismo David dice que será sacerdote para siempre,
quiero decir, sacerdote eterno, conforme á la manera
de Melchisedec y no conforme á la de Aaron: de lo
cual ^ concluye, que venido el Mesías, habia de cesar
el sacerdocio de Aaron con todo su aparato y culto
extemo, como de hecho cesó; y que habia de haber
otro sacerdocio que jamas cesase sino que fuese eterno,
cuyo sacerdote también fuese eterno y no mortal.
Siendo, pues, el Mesías eterno rey y eterno sacerdote,
y asentándose á la diestra de Jehová, como David en
este salmo le dice, sigúese, que el Mesías, demás de
ser verdadero hombre, habia de ser verdadero Dios.
Y tal lo esperaron los judíos antiguos.
Los judíos modernos que han escrito después de
la venida de Cristo, antes quieren darse al diablo que
encontrarse con nuestro Cristo; y así unos de ellos en-
tienden por el Señor, de quien habla aquí David á
Abraham, otros al mismo David. Lo cual no ¡mede
ser verdad, porque cuanjto é. David, el mismo T)wé Ib
llama Señor; y ui David ni Abr^ham fueron fncer4etes
ni conforme al rito de Aaron, ni del de Melchi^dec;
ni jamas Díqs les dijo, ni al uno ni al otro por snas
santos que fueron, que se sentase ¿ su diestira; ^ne
fuera darle majestad divina demás de la humana^ ctmio
la tiene el verdadero Mesías, nuestro Cfisto^/qne es
verdadero Dios y verdadero hombría; y así e^té aoi^
tado á la diestra del Padrq, al cual el Padjre bft dado
toda su autoridad como el mismo Señor ItO dice, (Ma-
teo, 28, 48. «Toda potestad, dice, me es dada en «1
cielo y en la tierra.» Esto en cuanto al salmo.
£1 segundo paso es de Esaias, cap. 64 , 1 , donde
dice: «Sprito de Adonai Dios sobre mi» etc., ,(|aiere
decir: El espíritu del Señor Jehová sobre :mí.. Aq^^
nombran todas tres personas: Espíritu, Jehová y agqel
sobre quien estaba el Espíritu, que es Cristo. Las co-
sas, que se cuentan aquí, que hizo este sobre quien
estaba el Espíritu de Jehová, oo pueden haliaroe en
ningún otro que en Cristo. Porque tod^os los otros
profetas recibieron el Espíritu en medida; unpf» ma^Jy
otros menos; pero Cristo recibe el Espíritu todo entieano
con todos sus dones, no se le da por medica. T asi^
solo con la virtud de su Espíritu hace y cupiple ^;odo
cuanto aquí se dice. Él es ungido para dar hucBas
nuevas á los pobres, él es enviado del Padre panhfliainiír
los quebrantados de corazón, para pregonar áJos cau-
tivos libertad y á los ciegos vista .etc., como el mis-
mo Señor lo testifica, Luc. 4, 48; que todja estiai Escri-
tura se había cumplido entonces en lo^ oidos As loa
que estaban presentes. Lo que debamos creer del Pa-
— 49 —
dre, del Hijo y del Espirita Santo, está sumado en la
breye confesión de fé que haéen todos los cristianos,
que llamamos el credo, y en el símbolo niceno y mas
ampliamente en el de Atanasio que comfienka: Cual-
quiera que quisiere ser salvo etc. De estos tres sím-
bolos aprenda el cristiano lo que há de creer cuanto á
estas tres personas; y así sabrá dar cuenta de su fé, y
no será cristiano en nombre y porque lo fueron sus
padres, sino de hecho y de veras; no será de aquéllos
que dicen: Creo eh Dios á pies juntiUos, creo lo que
cree la Iglesia. Y si le preguntaseis, qué cree la Igle-
sia, ellos no lo saben, ni lo han procurado saber, cier-
to el demonio les lleva gran ventaja en esto; el cual
preguntado si quisiese responder, sabria mucho mejor
que ellos decir, qué es lo que cree la Iglesia de ¡Jesu-
cristo.
Este Mesías, este Hijo de Dios y Redentor del
mundo, fué prometido en tiempo de la ley que llama-
mos de natura y después en tiempo de la ley escrita.
La primera promesa fué hecha acabando Adam de pe-
car. Gen. 3. Examinando Dios á Adam como había pe-
cado, y echando Adam la culpa sobre su mujer, y la
mujer sobre la serpiente. Dios comienza su castigo de
la serpiente, y entre otras cosas le dice: enemistad
pondré entre tí y la mujer, y entre tu simiente y su
simiente; ella (quiere decir, la simiente de la mujer,
que es Cristo) te herirá en la cabeza y tú le herirán
en el calcañar. Como el demonio por su gran malicia
tomó á la mujer Eva por instrumento para hacer pe-,
car Adam y á toda su posteridad eri él, en quien (dice
S. Pablo, Rom. S, 12, hablando de Adam) todóS
pecaron, así Dios por su infinita bondad tomó por ins-
4
— 50--
trumento otra mujer , que fué la Santísima Virgen, de
la cual naciese el Redentor del mundo, el cual deshi-
ciese las obras del demonio y volviese á poner á Adam
y á su posteridad en la gracia y favor del Padre eter-
no como antes y aun mas que antes estaba. Estos, de
quien hace Moisés mención, son los primeros que lee-
mos en la sagrada Escritura haber pecado. Y cada
uno pecó en diferente grado de pecado. La serpiente ó
demonio pecó de malicia, de odio que tenia contra el
linaje humano y con contento que tomaba en ofender
á su Criador, sin jamas arrepentirse de ello. Y así pecó
contra el Espíritu Santo, á quien se atribuye amor y
caridad, y por eso no hubo remedio para su pecado.
Conforme á lo que dice el Señor, Mat. 42, 32 y Mar-
cos 3, 29, el pecado contra el Espíritu Santo jamas
será perdonado. De este género de pecado pecaron los
fariseos contra los cuales habla Cristo en los dos luga-
res alegados de S. Mateo y de S. Marcos.
La mujer, engañada de la serpiente, pecó por igno-
rancia, y así pecó contra el Hijo, á quien se atribuye
sabiduría, porque él es la sabiduría del Padre, y así
Eva, por pecar por ignorancia, alcanzó perdón. De
este género de pecado pecó S. Pablo antes de su con-
versión; y fué recibido á misericordia como él mismo
lo testifica, \ Tim. 4,43. Adam no pecó por malicia
como la serpiente, ni pecó por engaño como Eva, mas
pecó por flaqueza, condescendiendo á comer del frutp
que Dios le habia vedado, por hacer placer á su mu*
jer. Y así dice S. Pablo, \ Tim. 2, 14: Adam no fué
engañado, sino la mujer fué engañada en la rebelión*
De este género de pecado pecó S. Pedro cuando negó
á su Maestro. Este pecado de flaqueza es contra el
- 51 —
Padre» á quien se atribuye omnipotencia » y hay per-
don para éh
A uno de estos tres géneros de pecados, se redu-
cen todos cuantos pecados se han cometido, cometen,
y cometerán contra la Majestad divina. Porque cual-
quiera que peca, ó peca por malicia, ó por ignorancia,
ó por flaqueza.
Esta misma promesa refirmó Dios á Abraham,
Isaac y Jacob, como se lee en el Génesis cap. 23
y cap. 26 y cap. 28. En tu simiente, dice Dios, ha-
blando con cada uno de estos patriarcas, serán bendi-
tas todas las gentes. La misma promesa fué hecha á
David, con la cual él y los demás fieles se consolaban
en sus tristezas y trabajos , teniendo por certísimo que
Dios cumpliría su promesa y les enviaría el Redentor,
que los librase no de la cautividad de Egipto, no de la
de Babilonia, no de la cautividad de los romanos, sino
de la cautividad ^píritual del verdadero Faraón, del
verdadero Nabucodonosor , del verdadero antecristo. ^
Y no se contentó Dios con prometerles el Mesías, mas
aun, les da á entender el tiempo en que había de ve-
nir, y las circunstancias , y el cómo habia de venir y
para qué había de venir; para que cuando lo viesen
todo cumplido, estuviesen ciertos que ya era venido el
Mesías. Jacob, inspirado del Espíritu divino, profetizó
del Mesías diciendo: «No se tirará vara de Yehuda y
escribano de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y
á él apañamiento de pueblos^» ó mas claro conforme
á nuestra translación: «No será quitado el cetro de
Judá y el legislador de entre su» pies hasta que'venga
Siloh , y á él se congregaráa los pueblos.» Si lugar
hay enla Escritura de gran consolación y docüina.
.este es unOy^que taa nianifiestamente htbtede la-Téni^-
da de Cristo, cuyo reino es reino eterno y óuyo poder
es jubito. Y si hay lugar eñ la Escritura que los ju-
dips.coriron\paD con^ sus quimeras y imaginaciones ^
este ^ ^no.. Los judíos antiguos confiesan este lugar-
entepdarfiíe,del Mesías, y ^sí di caldeo parafraste ,^ d&
tanta reputación entre los judíos, lo que- el texto dice:
l\ast«^ que venga Silob, traslada, basta ^e venga el
Mesías. Pero los moderaos unos entienden una cosa, y
otros otra por el odio que tienen con Cristo. Y cuan-
do; no saben qué decir, responden como me respondió^
un judío de señal. pqrtugues, anciano y muy- buen
médico, que Jacob, cuando dijo esto, estaba borracho,
y que el Espíritu de Dios se^habia apartado de él por
quererse meter áfaablar aquello que Dios no le había
revelado. Profetiza pues Jaoob; que no faltará de los
descendientes de David, quien gobierne y rija e) pne-
hló iudáíco hasta que venga el Mesías, j que venido-
el Mesías, él será el gobernador, capitán y rey.
- Los judíos que ha mas de 4500 años que están
derramados por el mundo, sujetos á naciones extrae
ñas, y de ellas afligidos y maltratados,' ^ todo este
tiempo no han tenido- rey, ni gobernador de los des-
cendientes de David^ no tienen aquél su gran y sum(y
sacerdote,, que era figura deGristo^no tienen el Peaáh,
que era la celebración del cordera pascual, no- tienen'
los, .otros sacrificios de toros y de cameros etc.,« qoe*
ñgasíban el verdadeoro sa/^rificío que ofreció JesuQristo»-
¿Dónde.está*el arca .del testamentóos conciertas? ^dónde
es|án • la& dos. tablas^f^n.qae Dios .escribió- Iqs die? man^
damienios? ¿dónde está lavai^^de Aaron que reverde-
citó jjdónde el^eáatarovde oroique^teniael maoáíTodc^
— «3-
esto jft hd'ma9de'4500 añds^qtie'híaí éésado, y tk)se M-
bequé se Haya hecho de ello. BI profeta Osédsdiee,
*eBp.<dv>t; estaspalabras: «MüChos días atarán l0!s hijOs
4fe terad sin rey y síh sefior, y sin sacrificio y sita €í9tá-
tua y stn^ephodyBínteraphin. Despnes tolVet^nloB- hi-
jos deisrád, y bfiscarán ¿ Jehová Sü Dios y á'DaVíd sü
rey, y- temerán á Jeliová y'á sú bondad en elOnde iftis
•días.» Lo que díee, que buscarán á David su rey tió sie
jpoedeentetídéF deDaVldque ha dbs'mil ^ tantos afids
4|0e murióysinó de Cristo. Y así el eaíMeo 'paraf^i^é 16
interpreta de ésta' manelra: Y obedecerán á su rey-^1
Mesías, hijo de QÉTid.E^ profecía déla cbtiVersioto ife
jo» judíos sé va cumpliendo cada dia en loii que dél jd-
daismo se eonvieiten, creyendo el Mesías feer ya'venido.
Daniel cap. 9^ 24, dice el tiempo qué fáltabin
Jhasta la venida- del Mesías, (conviene á sábei* setena
tá seitianas de años que son 490 baos). Dice'piiés
Daniel: Setenta ^niailias é^tán deterfkiidacfeÍBr 'soVté lü
Í)ueblo y sobre tu santa ciudad, piara- Asnecer la fireí-
varicaoion y expiar la iniquidad; y "pafa ti^aérla 'jü^^
tjcia de los Siglos, y para seWiaria tteiblí y iá pwfteeífe
y uR^r ta santidad de santidades etc. Y <veriso 36 didé:
Después de las sesenta y dos ^ematitís, (á las cudlés^é
han de añadir siete semanas, como en el precedente
verso lo dijo^) el Mesías será muerto (ó cómo dice' Ta
translación de los jdhIíos:) será tajado uHgidó, *^to(e 'é^
io mismo. De esta manera ; casi al fin- de Itfssétetita sé^
manas, fué muerto Cristo^ Y éuanénta añosr despüeá^dé
^sa muerte vinieron los romaáos^ que aituíDafíIél Ra-
ma pueblo pvincipe, y destrU^éirdn ta oiiidád de'Jérd-
salem y el templo, '€(»iio en el véi^ó 27 k> ptofétizé
Datiíel.iSeteiita aeotnas, que \Mm idO alííej»; fiiisiaDíós
— 5i ^
de término, y no solamente son pasados los 490 años,
sino mas de los mil. Sigúese, pues la palabra de Dios
no puede faltar, que el Mesias es ya mucho tiempo ha
venido. Demás de esto, todas las cosas que Daniel dice
que se hablan que cumplir. en las primeras siete se-^
manas, en las sesenta y dos semanas y en la últioMt se-
mana, que todas juntas hacen 70 semanas, se han
cumplido. ¿Por qué pues no se habrá cumplido lo que
dice de la venida del Mesías ó ungido? Dios reveló á
Jeremías, que su pueblo estarla cautivo setenta años
en Babilonia. Y como Dios lo prometió, así lo cuní*-
plió. Porque acabados los setenta años, envió á Ciro,
el cual los libró del cautiverio temporal. Estos setenta
.a6os fueron figura de las setenta semanas de que Da^
iiuel habla, y la cautividad temporal debajo del rey de
Babilonia, fué figura de la cautividad espiritual debajo*
del príncipe del mundo, que es el demonio. Y Ciro,,
.que los libró de aquella cautividad temporal, fué figu-
ra del Mesías que llamamos Cristo, el cual nos libró*
de la cautividad espiritual. Porque ño hay otro me-
dianero que aplaque la ira de Dios sino Él. Como los
profetas, y principalmente Esaias, cap. 53, lo dicen^
Dios haya misericordia de los pobres judíos, y les haga
gracia que se conviertan á Él, y así sirvan á Jehová
con temor, y besen al Hijo^ quiero decir, den obe-
diencia aji Mesías. Porque si este no hacen, se acabaiá
de enojar Dios con ellos, y los destruirá de todo punto
cuanto al cuerpo y cuanto al ánima.
Quien quisiere saber las grandes mortandades de
millares y millares de judíos, sus gravísimos trabajos
y calamidades que padecieron estando cercados y
cuando la ciudad filé entrada y la grande hambre ^tatt-
— 55 —
to que las madres comían sus propias criaturas, lea
á Josefo de belh judaico^ que se halló presente. Todo
lo cual fué castigo con que Dios los castigó por haber
ellos muerto al Mesías tan afrentosamente.
Y esto de la afrentosa muerte del Mesías no fué Daniel
el primero que lo profetizó: Isaías muchos años antes lo
había profetizado. Léase su cap. 53, que es el capítulo
que en toda la escritura mas claramente habla de la
muerte ignominiosa del Señor y de su victoria y triun-
fo contra la muerte, y de los grandes beneficios que el
género humano recibió por su muerte. Y habla de es-
tas cosas tan claramente, que no parece (como lo no-
ta S. Jerónimo) decir como profeta lo que había de
ser sino contar como evangelista la historia como era
ya pasada. Dos cosas se sacan de este capítulo: la pri-
mera, que el Mesías, de quien en todo este capítulo se
trata (como los mismos judíos, que antiguamente es-
cribieron, lo entienden) es verdadero hombre, la se-
gunda, que es verdadero Dios. Como verdadero hom-
bre es azotado, herido y abatido de Dios; como se di-
ce verso 4, fué muerto, como se dice verso 8, fué
cortado de la tierra de los vivientes. Y luego pone
la causa, por qué fué azotado, herido, abatido y
muerto: la rebelión de mi pueblo. Y verso 6 había
dicho: Jehová traspuso en él el pecado de todos nos-
otros. Su divinidad se prueba de lo que dice, que
nunca hizo maldad ni hubo engaño en su boca. ¿Qué
hombre hay que no peque? Salomón, Prov. 24, \Qy
dice: siete veces cae el Justo y se torna á levantar,
quiere decir, muchas veces. Y si el justo cae muchas
veces, ¿qué hará el injusto? Siempre cae, porque todo
lo que hace el hombre sin fé, es pecado.
— Ge-
La tercera, es su oficio el quitar los pecados satis-
faciendo por ellos, lo cual uo es obra que puro hom—
t)re la pueda hacer. Porque solo Dios quita, perdona y
y rae los pecados, como el mismo lo testifica,
Isaias 43, 41: ^Yo, yo Jehová; y fuera de mí no
hay quien salve.» ítem dice de él, que cuando hubie-
re puesto su vida por expiación, verá linaje, vivirá
por largos días y la voluntad de Jehová será prospera-
da en su mano. Murió, pues, Cristo; pero de tal ma-r
ñera murió, que la muerte no lo detuvo; porque con
su potencia divina resucitó triunfando de la muerte,
del pecado y de Satanás. Y todo esto por nosotros,
para alcanzarnos perdón y reconciliarnos con su pa-
dre, haciéndonos hijos suyos; y si hijos, herederos.
¿Quién puede con la fé en él, que el profeta llama con
su conocimiento, justificar los hombres sino solo Dios?
Cristo hace esto, como lo testifica el verso 44: si-
gúese, pues, que es Dios. Ya hemos visto por el ca-
pítulo 3 del Génesis, que el Mesías habia de ser si-
miente de mujer, quiere decir, hijo de mujer, verda-
dero hombre. Su manera de concepción y nacimiento
él profeta Isaías la declara, cap. 7, 44, diciendo: <xHé
aquí, la virgen concebirá y parirá hijo y llamará su
nombre Emmanuel.» Su madre santísima virgen lo
concibió y virgen lo parió. Porque esta es la señal que
Dios da, y el milagro que hace, que una virgen con-
tra el curso natural délas mujeres conciba y para. ¿Qué.
milagro fuera que una mujer con ayuntamiento de
varón concibiese y pariese? El vocablo hebreo almah
significa propiamente doncella^ moza virgen (como
lo Dota S. Jerónimo), cual era la santa virgen María,
y lo era Rebeca, la cual Gen. 24, 43, se llama almah^
— 57 —
y lo e^a María ó Mirjan,. hermana de Moisés, la cual
Ej^pd. 2, 8, se llama almah. £1 lugar de $u nacimjúen*
to, Michas, cap. 5, ^, lo profetizó: «Y tu Betlehem
Ephrata, peqjueua para ser en los millares de Judá, de
ti me saldrá; ^1 que será Señor en Israel, y sus salidas
son desde el principio, desde los dias del siglo. )> O co-
mo trasladan los judíos y sus ^^liduras de antigüedad,
de dias de siempre. Bste paso es admirable, porque en
él se confirman Jas dos naturalezas del Mesías, huma-
na y diviip^.La humana, cuando dice, que nacerá en
BeUebem; la divina, cuando dice, sus salidas de anti-
güe4ad, de dias de. siempre, quiere decir: no comenr-
zó cuando nació en Betlehem, al^ eterno fué.Sígueae^
pues, que es Dios. Rabbí Salomón dice; que este, de
quien habla aquí el profeta es el Mesías, hijo de David.
Los escribas, preguntado de Heródes, donde habia de
nacer el Mesías, como S. Mateo lo testifica, cap. 2,
respondieron: en Betlehem. Y para confirmación de
lo que decían alegaron este paso de Míchéas.
Cuenta Esdras, cap. 3, 42, que cuando los viejos
vueltos de Babilonia vieron el nuevo templo que edi-
ficó Zorobabel, y se acordaban del primer templo que
edificó Salomón, que los caldeo^ destruyeron, dice
que- lloraban y suspiraban, viendo el segundo no te^
nqr que ver, ni con mucho, con el primero, ni en edi-
ficios, ni en ornamentos, ni en riquezas, ni en abun-
dfu]\cia de sacrificios. El profeta Haggeo, para conso-
lar estos viejos, les dice cap. 2,9: la gloria de aquesta
cas^ postrera jserá mayor que la de la primera; lo cual
confirma diciendo, que así lo dijo Jehová de los ejér-
citos. Esto se cui:^plió, cuando la santa virgen presen*
tó inQxiüo ^A,el tefnplo y cuando él mismo entró mu-
— 58 —
chas veces en el templo, predicó en él é hizo muchos
milagros. Los ejercicios en que Cristo se habia de ocu-
par, mientras viviese, Isaias, cap. 61 , los predijo.
El Espíritu, dice, del Señor Jehová sobre mi, porque
me ungió Jehová; envióme á predicará los abatidos, y
atar (las llagas) de los quebrantados de corazón, ápre*
dicar libertad á los cautivos y á los presos abertura de
la cárcel etc. Viniendo á Jerusalem á morir por la re-
dención délos hombres, envió estando ya cerca de Je-
rusalem, dos de sus discípulos que le trajesen un asna
con su pollino. Los cuales traídos, sus discípulos (co--
mo lo cuenta S. Mateo, cap. 24 ,) pusieron sobre ellos
sus mantos y hiciéronlo asentar sobre ellos (conviene á
saber ya sobre el uno ya sobre el otro,) y mucha com-
pañía tendían sus mantos en el camino, y otros corta-
ban ramos etc. Y los compañeros que iban delante y
y los que iban detras, aclamaban diciendo: Hosana a}
hijo de David, bendito el que viene en el nombre del
Señor etc.
Esta manera de entrada en Jerusalem, caballero so-
bre un asno y no en carro triunfal, pero con todo
esto recibido tan solemnemente como príncipe y rey,
nofuéacaso. Y así diceel Evangelista, que todo esto fué
hecho para que se cumpliese lo que fué dicho por el
profeta: Decid á la hija de Sion: Hé aquí, tu rey te
viene manso, sentado sobre un asna y un pollino.
Zacarías 9, 9. Tampoco fué acaso que Cristo fuese
vendido por treinta dineros y que Judas, que lo ven-
dió, arrepentido echase los treinta dineros en el tem-
plo; porque así lo habia profetizado Zacarías, cap. 41 :
Apreciaron mi salario en treinta (monedas) de plata
y échelas en casa de Jehová al tesorero; como lo a:lega
— 50 —
S. Hateo, cap. 27, 9. Y como Cristo ñié vendido por
treinta dineros, asi quiso Dios entre otros castigos con
que los castigó, que treinta judíos fuesen vendidos,
como lo cuentan las historias , por un dinero. De es-
tos judíos vendidos treinta por ten dinero, cupo una
buena parte á nuestra España. Tampoco fué acaso, que
preso Cristo sus discípulos lo desamparasen; porque
asilo habia dicho Zacarías, cap. 43, 7: Hiere al pas-
tor y se derramarán las ovejas; como lo alega S. Ma-
teo, cap. 26, 34. Tampoco fué acaso, que Cristo fuese
levantado en la cruz, para que todos los que mirasen,
creyendo en él, fuesen salvos; porque esto significaba
laiserpiente que levantó Moisés. Num. 24, 9 se cuenta,
que habiendo pecado el pueblo, que Dios les envió
serpientes venenosísimas, que mordían al pueblo, y de
ello morian; entonces el pueblo, confesando publica-
mente su pecado, rogaron á Moisés, que rogase á Dios
por ellos. Oró pues Moisés á Dios, y Dios le dijo: Hazte
una serpiente ardiente y ponía sobre la bandera, y
será que cualquiera que* fuere mordido y mirare á ella,
vivirá etc. El Señor dando á entender el género de
muerte, que habia de padecer, dijo como lo testifica
S. Juan, cap. 3, 44: «Como Moisés levantó la ser-
piente en el desierto, así es necesario, que el hijo del
hombre sea levantado, para que todo aquel, que cre-
yere en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.»
Tampoco fué acaso que sus manos y sus pies fuesen
enclavados, porque David, salmo 22, lo profetizó así:
horadaron, dice, mis manos y mis pies. Los judíos
modernos con el odio que tienen á Cristo, han cor--
rompido est&poso y en lugar de leer en hebreo cam,
qne quiere decir, horadaron, leen eaari, que quiere
— 60--.
decir, como letm; ¿los cuales siguió la tnroslacÍMi
pa&ola de los judíos, pero los ejemplares antiguos «o
leen coan como leoD^^ sino earn^ horadAron. Asi lo
leen los 70 intérpretes que trasladaron la l)ibyft>de
jiebreo -en griego. La translación caldáiea y la át 'los
Etíopes, como la nota Galattno, lib. 8» leen: honh-
daron. Los Masorítas, que son de §ra& autoñdad-mir
tre los judíos, testifican, como lo nota TredieKo y
otros, que en la mayor parte de los ejemplares bien
correctos se lee cam, horadaron. Y asi S« Hat«o
alega este paso. Tampoco fué acaso «el dacle'á'beber
vinagre. David, salmo 69, 22, lo había profetnado
diciendo: pusieron en mi comida hiél y en mi^s^doe
dieron á beber vinagre. S. Juan, cap. 4^^ 28^ dice»
que Cristo dijo: sed tengo, para que se cumpliese la Es*
critura etc. Tampoco fué acaso, que los soldado», ' co^
mO' hubieron crucificado é Jesús, tomaron susve»^
tidos y hicieron cuatro partes etc., pero la túnica -flio
costura no la partieron, sino echaron suertes sobre
ella, cuya seria. Y dice S. Jua«, cap. 49, 24, «fue
esto pasó así para que se cumpliese la Escritura que
dice: partieron para sí mis vestidos y sobre mi veaK*
dura echaron suerte; salmo 22, 4^.
Tampoco fué acaso, que habiendo- los soldado» qn^
brado las piernas á los dos ladrones, que fueron <MOfr-
ficados con Cristo, cuando vinieron á Cnsto, ño seles
quebraron, sino un soldado lo hirió 6n el cpsMdo»
S. Juan, cap. 19, 96 dice, que estas cosas fueros *lie^
chas para que se cumpliese la Escritura: «hueMiiM»
quebrantareis de él.» . ;» • 5 :•
Mandaba Dios, Exod. 42, 46 y Num. 9» 49|ique
cuando el pueblo de Israel comiese «el eordeto^pas^
— «1 —
€ua}, que no Je quebrasen hueso ninguno: y porque
Jesuoristo era el verdadero cordero pascual, que quita
leS'pecados-del mundo, cuja figura era el otro que
comian; los soldados sin ellos pensar en ello, no le
quebraron hueso ninguno. Y cuando el soldado le
pasó el costado con la lanza, S. Juan dice, que se
cumplió' la Escritura que dice: verán é aquel al cuál
traspasaron. Zaear. 12, 40. El apóstol, Heb. 13, 11,
halla gi^n misterio en que Cristo hubiese padecido
fuera de la puerta; cuyas palabras son estas: «los ani-
males, la sangre de los cuales es metida por el pecado
e»^ santuario por el pontífice, los cuerpos de estos
son quemados fuera dd real. Por lo cual tambieíi
Jesus^ para santificar el pueblo por su propia sangre,
padeció fu^a de la puerta . »
Y es de notar el juicio de Dios, que como los ju-
díos mataron á Cristo en la víspera de la pascua, asi
ordenó Diosque Vespasiano y su hijo Tito pusiesen el
cerco sobre Jerusalem el mismo dia de la pascua; y
en ca9tigo del menosprecio de la doctrina que Criáto
tres años y medio les predicó, ordenó Dios que tres
años y medio estuviesen cercados, al cabo de los cua-
les fué entrada Jerusalem; y fueron tantos los muer-
tos, que dice Josefo, como testigo de vista, que lie-
garon/á once veceá cien mil.
Casi todo cuanto habemos alegado de los profetas
ha sido del abatimiento, pasión y muerte de Ctísto^
Efli todo lo cual, si bien se considera, no solamente
mostró ser verdadero hombre; pero, lo que es mas de
maravillar, ser verdadero Dios. Porque si como hom-
bve nació de una mujer, como mas que hombre nació
4e una virgen; <;omo hombre sintió hambreí, sed, can-
sancio y las demás miserias, á qae es sujeto el hom-*
bre por el pecado; pero como mas que hombre pade-
ció todo esto, libre de todo pecado y con su sola pala-
bra, por ser Dios, sanó toda suerte de enfermedades,
así corporales como espirituales. Como hombre mur*
rió, mas como Dios, se resucitó á si mismo y á otros.
Conforme á lo que antes habia dicho (Juan, 40, 48):
nadie quita mi alma de mi, pues yo la pongo de mí
mismo; poder tengo para ponerla y poder tengo para
volverla á tomar.
Mostremos ahora que lo que le aconteció cuanto á
su ensalzamiento, como es su gloriosa resurreccioB^
ascensión etc.. Dios lo haya también revelado á sus
santos profetas. San Pedro en aquel solemne primer
sermón que hizo después de haber visiblemente reci-
bido el Espíritu Santo entre otras cosas que dijo, co-
mo lo cuenta S. Lúeas, Hech. 2, 30, dijo lo que se
sigue: «así que siendo profeta y sabiendo que con
juramento le habia Dios jurado, que del fruto de su
lomo, cuanto á la carne, levantarla á Cristo, que se
asentaría sobre su silla, viéndolo antes, habló de la
resurrección de Cristo, que su alma no haya sido de-
jada en el infierno ni su carne haya visto corrupción.»
(Salmo 16, 10.) El haber estado Joñas tres dias y tres
noches en el vientre de la ballena, fué figura que Cristo
habia de estar en el sepulcro tres dias y tres noches, co-
mo el mismo Señor lo dice,(Mat. 4 2, 40.) Lo que dice Da-
vid, salmo 68» 49: «subiste alo alto, cautivaste cauti-
vidad, tomaste dones para los hombres.» S. Pahlo;
Efes. 4, 8, lo aplica á la ascensión de Cristo.^
Cuandolos apóstoles en eldiadePentecostéshabkhaa
diversas lenguas, como lo cuenta S. Lúeas» Hech. 2,1m
— ca-
que los oían unos se maravillaban, otros se burlaban,
diciendo, que estaban borrachos. A estos segundos
dice S. Pedro, y no con injurias, sino con toda dul-
zura: aVarones judíos y todos los que habitáis en
Jerusalem, esto os sea notorio, y oid mis palabras;
porque estos no están borrachos, cómo vosotros pen-
sáis, no habiendo pasado que tres horas del dia.
Mas esto es lo que fué dicho por el profeta Joeb etc.
Concluyamos, pues, de aquí, para confirmación
de nuestra religión cristiana, y para saber responder
á los judíos que se burlan de nuestro Cristo y de nos-
otros, porque decimos ser venido el Mesías, Cristo ó
ongído, que todo es uno, que confesamos y adoramos
los cristianos ser el verdadero Mesías que Dios prome-
tió á los padres, y que los santos profetas inspirados
por el Espíritu Santo profetizaron muy mucho antes
que habia de venir; pues en él solo y en ningún otro
concurren todas las cosas que ellos profetizaron, que
el Mesías habia de tener, como son su concepción y
natividad de una virgen, Esaias; su nacer en Bet-
lehem, Michéas; su hallarse en el templo segundo, y
con su presencia hacerlo mas glorioso que el prime-
ro, Haggeo; su sanar las enfermedades, no solamente
las del cuerpo, sino también las del ánima, que re-
quieren potencia divina, Esaias; su entrada en Jerusa-
lem caballero en un asno etc., Zacarías; ser desampa-
rado de sus discípulos, Zacarías; ser vendido por
treinta dineros, Zacarías; ser levantado en la cruz,
Moisés; ser pasados sus pies y sus manos, David; darle
á beber vinagre, David; echar suerte sobre sus vesti-
dos, David; no quebrarle hueso ninguno, Moisés; el
pasarle el costado, ^Zacarías; el morir fuera de la puer-
- 64 —
ta, Moisés; su afrentosa muerte y pasión, Esaias; :el
estar tres dias y tres noches en el sepulcro, Joñas; sa
resurrección, David; su ascensión, David; la yenída
del Eíspirítu Santo, Joel. Demás de estas certíamas
marcas, el tiempo en que Dios habia prometido que
habid de venir el Mesías es pasado y mas que pasado;
pues que no solamente son pasadas las setenta sema-
nas de Daniel, que son cuatrocientos noven ta^ años,
sino mas de dos mil y tantos años; porque tanto ha,
que Daniel profetizó. Demás de esto, los judíos, muy
muchos años ha que no tienen rey ni señor de loüt
descendientes de David, ni su gran sacerdote^ ni sa-
crificios, ni lo demás que ya hemos dicho, cómo
Jacob profetizó que no lo tendrían, venido el IMteslas/
y como lo profetizó Oseas. Lástima, pues< es de
haber de los pobres judíos, que habiendo sido ellos
tantos años el verdadero pueblo de Dios, ahora seaa
la escoria del mundo, y esto por justo juicio de Dios,
que los castiga por su inobediencia é incredulidad
que tuvieron matando al Mesías.
Algunos judíos ha habido, que viendo el tiempo
en qiie el Mesías era prometido ser pasado, afirma-
ron ser ellos el Mesías, y así engallaron á sí mismos y
á otros muchos. Tal fué un judío llamado Bencosba
ó Barcosba, al cual diciendo que era el Mesías, lois
judíos se allegaron. De este Barcosba cuentan grandes
maravillas; y así se juntaron doscientos mil hombres,
y se rebelaron contra los romanos. Para castigar esta
rebelión, los romanos enviaron á Vespasittno, como
ya hemos dicho. Cuarenta y ocho años- despue9"de
la destrucción de Jerusalem, los judíos hicierotí á Bi¡-
ter su ciudloid capital, tomando por adalid y capilaii'á
— es-
otro falso Mieslaft; á los cuales el ejéroíto del empera-
dor. Adriano castigó muy bien con muerte de. muy
Hiuchoa de ellos.; Fray AkHüo Venero en su Enchiri-
4ÍQB de los tien^ios, fol. 4/06, dice de • esta rnaaera:
AelMttdo.Teodoredo en España, cvyo reino comeni]6
año 444 , dioe el cardenal Hartino, que un diablo tom^
.forma de hombre y dio á enteoder á los judies» que
eya Moisés, y que los quería lleyar por el mar á tierra
de.ipromision, lo cual ellos cceyendo entraron en el
agua grandes gentes de ellos, donde la mayor parle
.Je ahogó, y los que escaparon se toroaron crístíanos.
Muchos de los rabinos de Ips judíos, convencidos por
los manifiestos testimonios de la- Escritura, por no
confesar puestro Cristo ser el Mesías, se acogen á sus
desvarios. Dicen que es verdad que el Mesías nació en
tiempo del rey Heredes, mas que está por los pecados
«escondido. Y en dónde está escondido, no convienen;
unos dicen, que está en Sion, en compañía de los an-
ieles; otros dicen, que está de la otra parte de los
montes Carpios; otros dicen, que anda mendigando
por el mundo y que se mostrará cuando placerá á
Dios. Veis aquí, como el diablo los trae engañados.
Demos, pues, nosotros gracias al Señor, que nos ha
hecho tantas misericordias, como es damos á conocer
á ^u Hijo Jesucristo, en el cual creyendo somos sal*
vos. Su Majestad haga la misma gracia á los judíos y
& todas las demás gentes y naciones, que aun no lo
conocen y por eso lo blasfeman; para que conocién»
dolo lo ^orifiquemos y alabemos todos de un corazón
conforme á lo que en el salmo 447 se nos manda.
Alabad, dice, á J^ová, todas las gentes, alabadlo to-
dos los pueblos. Porque ha engrandecido sobre nos-
otroa su misericordia y la verdad de Jefaová es pan
siempre. ' . •• ■
Concluiré con los judíos con un. paso notable de
Jeremías, cap. 23, 5^ en el cual todas la» tres ooáés
que pretendemos probar' -^tar en Cristo, se pmetaín
y verifican, que son su divinidad, -su humanidad' y
ofk^io. Dios viendo el poco cuidado que los malos pas-
tores tenían de sus ovejas racionales, y ppr el 'contra-
rio, el estrago que bacían de ellas, amenaza á los tales
pastores que: los castigará y les quitará, el oficio, y
que en su lugar pondrá buenos pastores que lasapth-
cienten; y principalmente les promete á Cristo, que
es el pastor de los pastores. Dice, pues. Dios de esta
manera, (y^porque este paso es contra los judíos, lo
alegaré conforme á su translación): Hé días vinientes,
dicho de Adonai, y levantaré á David hermoUo justo, y
reinará rey y prosperará y hará juicio y justicia en la
tierra. En sus dias será salvo Jehudah y Israel morará
á fiducia; y este su nombre que llamarán Adonai,
nuestro justo.» Lo mismo casi palabra por palabra
dice el mismo Jeremías, cap. 33, 1 4. Este paso los
antiguos hebreos entienden, como es la verdad; del
Mesías, al pié de la letra. Y así el caldeo trasladó lo
que aquí está hermoUo justo, Mesías justo. Presuí-
puesto esto, que este lugar se entiende del Mesías,
veamos lo que el mismo Dios dice de él. Prímeramen--
te, dice, que levantará á David hermollo ó renuevo
justo, en lo cual se denota la naturaleza humana del
Mesías, el cual, según la carne se llama y es hijo de
David. Hasta aquí convenimos con los judíos.
Lo segundo que dice es, que el nombre con que
le llamarán^ será Jehová (que los judíos trasladan Ado-
,jiaív)\Bi»oMlayetJ^hov4jnOTifestM^
nombres, los cuales por ciertos respectos se ccim^fií-
can k las criaturas, peí» lesteíaiopiiMreiJtehfV^i^H^^íg-
iP^fioa la esencia di«ÍM« eli^^it^Sliosjeoppyldi^i^da je;^,fií
fWsmo ^D Bingun.respeGlad^las.cri#tur|as».f;f[.j^' pcch
. piq mombira^eDíp»» con el cqal nípguDftqr|At9ini,,iI)9r
.^ntteinia que sea, por nil^gm^l^ ^'^ m^mfí^^i^^VW
i de llamar, y a^í dice Dios, fisaja^ ,4S9,,8: ^Yp^ J^Í)P.^^«
este es im..nombre.».pe Jk> cuaA^si&ifuigue., qpcj.^piies
,^jy[esías^es llamad^ J^ová» qu^ ^e^ Tecd^eip. Díp^.
Los judíos Uamao ¿ este.iH>m^MMl|I>|e;.s j^s^'f^^?-
. ca lo pronuncian, aunque lo^eso'iben^.YrOiiajivio^n la
^Biblia esté -escrito Jehová, leen AdoAaiii QUÍfre, doffú'»
señor^El que quisiere saberla eau/!^rde»/^;SypersU-
cion judaica en no pronui^iar; :^1 iiombi;e de Je¡i^p\|i,
. léala anione^tacipn,. al tectorique'^l.í^térpr^tei^^e.la
Biblia esp^QoJa h^p.alprÍQ<^íOrd^.la Bibljaf ,Y qu^^el
nombre del Mes^aa )b#ys(í4e^]r tjehqvA^ lo$.^tig(UOS
Judíos lo i^ti|9caq..;RaM)i Ab)),a; esctíbiepdp /$f)bre.|as
. lamentaciones! i de» Jeremías «preguirta: . .- ¿Qiál , s^ , el
. nombí;^ del] Me^ía^TlEl misi9i0.r9aponde, diQiendp; Su
. nombre: ser^ietiovA. y?. pva.c|í>l)0l*iif4CipQi^ ]9^.W^
-dice,, alega Jos. dos .pasQ^t de« Jef ep)ia& 4elcap^ iS^/y.^^I
33y que beipQS. alegado. Y< el com^ptarÍQ. solare e^jl^l-
. no 20^ i di<^^\isto.qued6JQ^¡SHgetos,4Q},^n)f;Qy^(de
K^r^e y de.sangre, quiera dcj^ájr^^d^r^wiray^tepcipqi;^!,
ningunoi de ellos ^o Uaina . |ÍqI> ppmltra^^ yp^ .¿4ft ¿óp-
de viene que .Dios Ifauje MiMaaí^ A^^^ii ;jDqi]P>%|B?j¿Y
. . ^uáL es ^\JL nombre?, jCiertameiU^ siu, noip^r^c^.Ji^ová,
. conforme áfiquellp^, que. se 4|pe; el; bojaaíJ^ad^^^^Dj)ate
4ehQ¥á es su nombre. Y RabU Mo^^s llfijii^
^ jMindó to <|m dtee Sdfotrias, para tHfHxigr él nombré 'de
Jehútidj "ftqiif , úieé^ Jehofáifo es otra feoaa qae «I téf
LolértéMl'^lie dice DffOB del Mesías, ea que es naea-
troJtMtD ó huestra jnstíeia. Este es el oficio pirineipMl
del Ifésfás; qne no solamente es en si Justo, mw iftk
aun es nñéistra Jnt^ticia. Para eso bajó deléctelo, se biio
Ikombré semejante en todoé nosotros, excepto el pef^
ca8b,inici6, vivió en este mundo süflieñdo itinthos
' trabajos; padeció muerte etc., para ser nuestra justi-
cia, 7 faedios justos con su justicia, reconciliamos con
el' Padre. S. Pablo hablando de Cristo 4 . Cor. 4 , 30
dice: «el cual es hecho para nosotros de Dios sabidu-
ría y justicia y santificación y redención.» El deseo que
tengo que vosotros, hermanos mios, pobres cautivos,
jiefo ricoii en la libertad del espíritu y ios demás cris-
tianos que estáis en Berbería y tratáis en lengua esi»-
fiola con los judíos, sepáis responderles cnanto al prin-
cipal artículo de nuestra religión cristiana tocante á la
persona de Jesucristo, á sus dori naturalezas , divina y
huínana^ y cuanto á su oficio^ me ha hecho ser hrgo.
Creo, que el cristiano que esto leyere, dará gracias á
Dios: porque aquí tiene con que confirmar su fé y bas*
taAte que responder y objetar á los judíos. Y porque
disputábamos contra judíos que no admiten el testa-
mento nuevo, todas nuestras pruebas y razones son to-
madas del testamento antiguo, y las alegamos según la
translación que los judíos han hecho en español. Ahora:
dqádos los jüdtos hablemos con cristianos*
'Cuanto al nuevo testamento, los cuatro evangelis-
tas han claraméti te y sin circunloquios ni rodeos es-
crito lá historia de la vida y hechos de Cristo (aunque
— 8».—
*
49 cumto el Señojr hiío y di j/i^. ¿cÚMq ^^bf^^j^?) ^(^,
0^. dijo S. JuoQt j sontas últimas palabra;$,de,6u filf^^
gjelio; «hay tambiep oti^s muphfts cosoj^, qjie bízp JQ-
sus que si s^ escribiesen cada una poit^í^ ni al^^ op ^\.
mund^ pienso que cabrian los librqsi que se ba))|ap. de
^s^rjbin. A la historia pues de,estos i^yanjieli^tas nie re-
i^ito^ A^ora para mayor cpnfirmacipp 4e aueat^i^fé
landre aquí cinco maqera^ de argfimentps ó. raa^ojaes^
^6 cuentan los Evangelista^, y principa)meate3f Ju^n,
cqn que se prueba la divinidad de nuestro l^edentor Je-
sucristo. La primera es el testimonio que el Pad^e da
de Cristo en su bautismo y transflguraciou. Este,; dic^^
es mi amado Hijo en el cual tomo contento ;< á él oid:
(Mat. 3, 17 y cap, 47, S.) La segunda razpue^ toma-
ba del testimonio que S. Juan Bautista da de él (Juan
4, 22.) Este es, dice, el que ha de venyr tras mi, el
cual es 4ute9 de mi, del cual yp no spy digno de del-
atar la correa del zaqpato. En lo que dijo , es antes de
mij denotó la divinidad de Cristo, según la cual Cristo
^ra antes del Bautista, y antes que Abrahaní fuese,
quiere decir, ab eterno. El mismo. Bautista, mp^tran-
do á Cristo con su dedo, dijo: «Este es el cordero de
Dios que quita el pecado del mundo» ^ (Juan, 4 , 29.) La.
tercera razón, las obras y milagros que hizo Cristo, de
las cuales hablaron los profetas pero priucipalmente
Isaías cap. 42 y cap. 64 , que ya heoio^ alegado. Y
así son los judíos inexcusables,» que habiendo visto las[
maravillosas obras de Cristo, con todo no locreye]:oD.
Y para convejncerlos dice Cristo, (Juan 45, 24;) «sí no
hubiese hOwbo entre ellos ojiras, cufies iiio([un Qtr<^
ha hecho , po tenAriaa pecadp; mas aj|iora y las ban
v»to i aboriréiceií á irif y á üii Padre.» Y cap. 6, 3ff
dice Cristo: (clas obras, que yo hago dan testimonio*
de mí.» Y'cáp. 10, 37 dice CristoV «%¡ hoba^o ^bra^
de nii Padre, no me creáis; más si las hago, y' si á mf
nó' creéis, creed á las obres, para qtie conozc«lis y
crfeals queel Padre es en mí y yo en el Padre.» Y cap.
44, H: «no me creéis, que yo soy en el Padre y el
Padre én m'í , otraníente creednié porlas mismas obras. x>
' La cuarta razón son los muchos testimonios, que hay
en ls( sagrada Escritura de la divinidad de Cristo. Por'
lo cual él Señor, hablando con los judíos, (Jüán 'Sy 39)
les dice: «escudriñad las Escrituras etc., ellas dan tesh
timotiio de mi.» Cuanto al testamento antiguo yá he-'
mos (coññitadó á ló$ judíos cuanto á su Mesías que
aún esperan) alegado algunos notables pasos, como es
el del áalmo 110, «asiéntate á mi derecha etc.» Aho-
ra con la brevedad posible alegaremos manifestísimos
testimonios del testamento nuevo, que claramente ha-
blan de la divinidad de Cristo; los cuales un Español,
queriendo probar la divinidad del Hijo de Dios, alegd^
contra Erasmó pensando que era áriano. En esto últi-
mo sé engañó. El primer lugar es, que el nombre Im-
mánuel, que quiere decir, Dios con nosotros, se da á'
Cristo, (Mat. 1 , 23.) El cual lugar es tomado del cap*
7 de Isaías. Segundo es, que todo el evangelio de S.
Juan es escrito á este propósito, quiero decir, paríi pro-
bar la divinidad de Cristo; en el cual evangelio Cristo
¿e llama A sí mismo Dios; por lo cuál los jndío^ lo
quisieron' apedt-ear como á blasfemo. S. Juan feómíen-
za su evangelio diciendo: en el principio éta lá Pa—
labra, y tó "Palabra era cerca de Dios y Díós era lá Pa-
íáhra etc., y* asi va discurriendo por toáó su evangelio^
— 71 —
Tercero .tei^timonio, S. Tomas eomo lo testifica S. Joan
cap. 20, 28,d¡jo á Cristo: «Señor mió y Dios mió*» ■
Ciiiarto testimonio, S. Pablo, (como lo cuenta S. Li^
cas, Hech. 20, 28), hablando con los ancianos deEfeso,
por los cuales Jbabia enviado desde Mileto y despidién-
dose de ellos, entre otras palabras les dijo: «portante
nUrad por vosotros y por todo el rebaño, en que el
lEspirítu Santo. os ha puesto por obispos para apacen-
tar la iglesia de Dios la cual ganó por su sangre. No
duda el apóstol llamar sangre de Dios por la unión de
la persona en las dos naturalezas de Cristo, según la
cual se dijo: «el Hijo del hombre que está en el cielo.»
Quinto testimonio, S. Pablo, Rbm. 9, 5, hablando dé
los judíQS dice: «cuyos son los padres y de los cuales
es Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas
las cosas, bendito por siglos.» Sexto testimonio, S. Pa-
blo, Filip. 2, 6, hablando de Cristo, dice: «el cual sien-
do en forma de Dios (quiere decir en substancia de
Dios, como 16 declara Atanasio) no tuvo por rapiña
ser igual á Dios.» Y en otro lugar dijo: «yo soy el que
soy.».
Séptimo testimonio, S. Pablo, Colos. 2, 9, ha-
blando de Cristo dice: «en él habita toda plenitud de di-
vinidad corporalmen te.» Octavo testimonio, S.Pablo,
hablando de Cristo con su discípulo Tito, cap. 2, 4f
dice: <cla gracia de nuestro Salvador Dios se manifestó
á todos ios hombres, enseñándonos que renunciando
á la impiedad y á los deseos del siglo, vivamos en este
siglo templada, justa y píamente, esperando aquella
esperanza bienaventurada y la venida gloriosa, del gran
Dios y Salvador nuestro , Jesucristo.» Nono testimo-
nio, el apóstol Hebr. 1 , 8, hablando de Cristo , dice:
«mas al Hijo: tu trono, oh Dios , por siglo del siglo.»
— 72 —
T poco antes había dieho hablando del miamo Cristi:
adórenlo todos los ángeles de Dios. Décimo teatinicP-
Qio, S. Juan en su primera epístola cap^ 5, 30 dice:
«y estamos en el verdadero, en su Hijo Jescfcnsto;
ésíe es el verdadero Dios y la vida etema.'k
La quinta razón son los testimonios que Cristo da de sf
mismo. Y aunque cuanto á los hombres el téstiÉkmfM
que uno da de si mismo, no vale, porque como di^Ia
ley civil, ninguno en su propia causa vale por testigo;
pero cuando el que habla» es Dios, su testimonte wkhh
porque él es la misma verdad. Y ya hemos sufidi^iiítei
mente probado Cristo ser Dios, luego su testimonio
de si mismo vale. Cristo, Juan 5, 47 dice á los judión
«Mi padre hasta ahora obra y yo obro.» Y como luegf^
dice el evangelista: «entónce3, por tanto, mas procu-
raban los judíos matarlo, porque no solo quebranto-
ba el sábado, mas aun también á su padre líamaba
Dios, haciéndose igual á Dios,» y lo demás que cuen-
ta el evangelista. Y cap. 4 , 30 dice Cristo: ayo y
mi padre una cosa somos.» Entonces volvieron á to-
mar piedras los judíos para apedrearlo. Preguntodoi
de Cristo, porqué lo apedreaban, responden, que por
sus blasfemias; porque tú, dicen, siendo hombre, te
haces Dios etc. Cristo hablando de sus ovejas, un pck^
antes dijo: «yo les doy vida eterna, y para siempre Éé
perecerán y nadie las arrebatorá de mi mano.» ¿QkSÉk
puede dar vida eterna á los que creen en él sino Dios?
Cristo la da; es pues Dios.
Por tonto nosotros teniendo puesto sobre nosotros^
una tan grande nube de testigos , tontos testimonios
del Padre, de S. Juan Bautista, de los milagros que
Cristo hizo, de los testimonios del nuevo y del antb-
-13-
gno testamente^ y del mismo Cristo creamos con fé vi^
ra; fiAidadaf ^obire liBi palábhi de IKos, que Jesucristo
e9 verdadero Dios y v^rdaídero liombre , él cual murid
por nuestros pecados y resucitó por nuestra justifica-
ción*, Rom^ 4y 26. Y es esta tan propia obra de Cris-
to, que* ningún otro la puede hacer. Así lo dice S. Pe*
drOy Hech. 4, 42: 4r£n ningún otro hay salud; porque
no hay otro nombre debajo del cielo dado á los hom-
bres^ en que podamos ser salvos.^» Murió pues Cristo
por sblvar los pecadores ^ de los cuales cada cristiano,
si quiere' ser salvo, ha de creer, que es uno. El que
no le eteyere téngase este tal por cierto que no será
i^alTO sino condenado, como lo dice nuestro Redentor
hablando con sus apóstoles, Mar. 16, 16. Así lo creia
S. Pd>lo, cuando hablando con su discípulo Timoteo
dijo: «palabra fiel, (quiere decir, certísima) y digna de
ser fecibida de todos, que Cristo Jesús vino al mundo
para salvar los pecadores, de los cuales yo soy el pri-
mero.» 1.*Tim. 1, 15. Poco antes habia dicho de sí
mismo, que habia sido blasfemo, perseguidor é injuria-
dor etc. Esto es lo que confesamos en el credo, cuan-
do deeiihos: creo la remisión de los pecados; quiere
decir, crea, que aunque yo no soy digno, que Dios me
perdone mis pecados, sino que me eche en el profundo
del infierno, pues que nunca le he amado con todo mí
corazón, ni he amado á mi prójimo comoá mí mismo,
mas he quebrantado su ley, y esto no una vez sino infi-
nitas; pero con todo esto creo, que Su Majestad
por iiu gran misericordia, que me ha mostrado en Cris-
to, mi Redentor, la cual yo be aprehendido por fé, me
ha perdonado todos mis pecados y que no me los im-
putará. Su Majestad nos aumente la fé; porque Sata*
-7*-
nás anda bien listo y negociado en meternos dudase,
la cabeza para que no creamos ser nosotros del núr
mero de aquellos á quien Dios ha perdonado losi pe-
cados.
Las causas que hayan movido Dios á perdonar k los
pecadores y perdonándolos salvarlos , la Escritura sftr
grada las trata en muchas partes; pero no pondré aquí
sino un solo paso, en el cual se ponen todas lasenatro
causas de nuestra salvación. S. Pablo, hablando con
los Efesios, cap. 2, 4 les dice: «Empero Dios, qpe es
rico en misericordia , por su mucha caridad con qucí nps
amó« aun estando nosotros muertos en pecados,. nos
dio vida juntamente con Cristo ; por cuya gracia .sois
salvos. Y juntamente nos resucitó y asimismo nos hi-
zo asentar en los cielos con Cristo Jesús, para.mostrar
en los siglos venideros las abundantes riquezas de. su
gracia en la bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque por gracia sois salvos por la fé, y esto Jio de yosr
otros que don de Dios es. No por obras para que nar-
die se glorie; porque hechura suya somos, criados en
Cristo Jesús para buenas obra$ , las cuales Dios
preparó para que anduviésemos en ellas.» ]Bl apóstol
pone por causa eficiente de un tan gran beneficio, co--
mo es nuestra salvación, la gratuita misericordia de
Dios; por causa material pone á Cristo, por instrumen-
tal, pone la fé, por medio de la cual recibimos este be-
neficio. Porque aunque sea muerto por todos, pero^no
todos serán salvos, sino solo los fieles, solo los que en
él creyeren. Por causa final pone la gloria de. Dios»
que lo glorifiquemos. El Señor, Marc. 6, 46, exhor--
tando á sus apóstoles á bien obrar, les dice: asi alum-.
bre vuesta luz delante de los hombres, para que vean
— •75 —
¥tiestiM- bbfas< bUMfls y glorifiquen á voeistro Padre
qoé^^íStá en'los cíeles. Gtoriflcómóslo caáDdo todo lo
qué pensamos, decimos y hacemos, va encaminado á
la gloría: 'de Dios y al proyecho del prójimo. Para eso*
nos crió; el bien qne hacemos al prójimo, Dios lo po-
ne en^éa libro de iíect6o, Dios lo toma á su cuenta, ni
mamitnénos que si á su Majestad fuera hecho. Gomo
él tKismo lo testifica diciendo Mat. 25, iO: «lo que
habéis hecho á uno de estos pequeñitos á mí lo habéis
heilio:» ■
81 nuestros adversarios los papistas quisiesen adver-
tirlo que aquí ha hecho S. Pablo, lo cual en otros mu-
chas lugares confirma, no porfiarían tanto en decir el
pecador no ser justificado por sola la fé, mas que ha
nÉeneister demás de la fé obras para ser justificado.
¿Qué buenas obras puede hacer un pecador, enemigo
de Dios, uno que no está reconciliado con Dios, que
no está en su gracia y favor? Todo cuanto hará, dirá y
pensará será pecado, todo lo abominará Dios, porque
sin fé es imposible agradar á Dios, Hebr. 11 , 6; y to-
do cuanto no procede de fé es pecado. Rom. 14, 23.
¿Qué es la causa que el sacrificio de Cain no agradó á
líios y el de Abel le agradó y lo aceptó? La fé como lo
testifica el apóstol Hebr. 11, 4. De manera que es
imposible hacer buenas obras que agraden á Dios el
que no es justificado por fé. Como el árbol no es bue-
no porque echa buen fruto, sino al contrario echa
btreñ fruto porque es bueno, así el cristiano no es jus-
tificado delante de Dios porque hace buenas obras,
tnafsal contrario hace buenas obras, porque es justifi-
cado.
lia justificación causa y produce las buenas obras?
— Ttt —
las bqeoM 4)jtera9 no causao m prodipcao la jiistifineiii»
sino, son frutos de ella. El bombre^qm no hicíeie bw»
nas obras, téngase por cierto que «os es regiHHiisBdt»
que no es jusMficado, que no tiene fé; porque eomoí
es íniposible que haya fuego sin calor, asi es inqMNdr-
ble que uno tenga fé verdadera, y crea ser jüatíicado
por la sangre de Cristo, que este tal no hagabtteoa»
obras. La fé sin obras no es fé, porque está mnefta*
Y como el hombre muerto ó pintado no es honbrs ¡Ar
no una apariencia de hombre, así la fé muerta ó: Mil-*
tórica no es fé, sino una cosa que parece fé* S. Aga&-
tín entre otras muy muchas sentencias dioe esta: to
buenas obras siguen al justificado, no preceden al^ue
ha de ser justificado»
No somos pues justificados por nuestras buenas
obras, sino por la gran misericordia de Dios manifes-
tada en Cristo, lo cual aprehendemos por la fé. Sien-
do nosotros regenerados, siendo justificados por fé,
tenemos paz, (como dice S. Pablo, Rom* 5, 4), con
Dios por el Señor nuestro Jesucristo , y lo que hace-
mos le es agradable. Y aunque haya en ella machas
imperfecciones y faltas, el Sefior no nos las imputa; y
asi somos santos y bienaventurados, conforme á lo
que dice el mismo S. Pablo Rom. 4, 7, tomándolo
de David: «(bienaventurados aquellos cuyas iniquidSK
des son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos.»
(Salmo 32, 1 .) La justificación del pecador no es sala-
rio ni jornal, ni paga que Dios da al pecador por suf
buenas obras: porque ¿qué buenas obras hará, (com^
ya hemos dicho,) el pecador que está en disfavor y
desgracia de Dios? La justificación obra es de soloDipa^
don suyo es y merced gratuita que su Majestad hace
é«^naella6'qife -teiriaee, que^Mi tos ifete en su élemb
consejo éi ha elegido, pl«destiiiado y llamado pai^ vi-
4la eterna. A erton'él les 4a verdadera y viva fé^ para
Meerios' capaces de las promesas que su IfoJesUd^ les
4ttee« Creyeron, dice 8. Léñase Bech. 13, 48, lodoft l<is
¡qúeéMban antes ordenadas pam vida eterna. Esta sa-
na, santa, cristiana y católica doctrina qne el hombre
walostificadopor sola la fé en Jesucristo $in sns obras,
i» santos apóstoles )a predicaron, los santos doctores
dn ia iglesia católica, regida por el Espirita Santo,
conforme á aquello que su Majestad ha declarado «n
so sa^tkda Escritura, la enseñaron y los santos márti-
res de Jesucristo la confesaron, y por esta confesiéiin
taeroár martirizados.
La doctrina que el hombre sea justificado por sus
obras^ que el hombre sea compañero de Dios, y tenga
Su parte en su justificación, ensalza, engríe y ensober-
bece al hombre, que de su naturaleza es soberbio, al-
iWo y oiigulloso, que de^ea ser tan bueno y tan pode-
roso como el mismo Dios, y quetriasi le ftiése posible,
oo haber menester al "mismo Dios. Porque aquella pri-
' mera lección, que le enseñó el diablo, cuando le dijo:
seréis como dios^, sabiendo el bien y el Ihal, se' le
ijó , quedó , iihprimió y arraigó en sus entrañas , en
su entendimiento y mucho mas en su Tolúntad. Por-
que ¿qué cosa hay que el hombre, en cuanto hombre
y no regenerado , apetezca mas que ser señor y man-
dai? Y por esto esta nueva doctrina, que los hombres
shi Espíritu de Dios se han fbrjado, qué no basta creer,
^e Jesucristo murió *por nuestros pecados y resu-«
citó por nuestra justificación , sino que es menester
^eel hotobre se- ayude á sí mismo fcacieiidb bntéñ^s
taseii^^bfarloi, les agrada tanto.. .^ > .> .^--^ >
i . Y ppr^f^i ponti'Ario 60D(kiiiaA, peroígueii Y.qvteamaiá
iosqufi.pD^fesan y^oaeaaii la cantráríav que es la wk
jK ]!;^Ugii4i» M cualJos-i^reifetas/'Cmto; Busapáato*-
)^ eDseaajrj(>n y profesaro»i»4a i^ual abate^cíealfiíiiée!,
/miquilay deshace al hombrev y da toda la.glnia 'á
DipS: y 9ia hipocresía Di ^ fiogiitiiento ninguno coofiesa
su. miseria ¿inhabilidad i>ara» hacer bien, y mámala
inclinacioQ á hacer mal. Y ¿qué maravillan que iccnlr*
, fies0 efito^,pu^8 que S. Pablo, el cual por e&eeleticia,
pqrqjue , trabajó en la. conversión de los Gentiles, mas
. que; oipguno.d^ todos loa apóstoles^es llamado el^após-
tol y vaso de elección, confiesa e3to y aun jnucjbormas
,(le sí misi7^o?,|U)in. 2, 4$: «ni el bien que quiero lia—
gQ^.ánte^ 1q que. aborrezcoaquello hago. Ítem yiveo
. 9tsa J^y en mismi^bros, qjue revela i^ontra to l^yide
ini l^pírita y que me lleva cautivo á la ley idelipeeado
. que. está, ep mis-^ipmbros.» Por 1(> cual exclama Jui&-
gp dipiendp: «¡miserable hombre de míi.iquíéamejí-'
. l^rafád^ cuerpo detesta mui^rte? «Y^lmismo.tesiMM»-
. 4^:)>. lagr^cia de Dios por JesucrístQ,, nuestro StíioF«»
Nptad^.^ue no , dice ,^ yo n^e. libraré rporimis buenas
, . pbrs^s, por mis grandes trabaaos, . q^e .tomó en^ la. pm-
dícacioA dpi evangelio de J[esuc^Í3to,;del qualuo iine
afrento, y a^í^^toy aparejado ámoríir por éUcp^Me
hecho i)aurió«. , ,, . ,,,,
^ No dice, po^ mi^, méritos^ por mis límpsnas, por^ m$ís
ayunos y disciplinas, comp. nuestros nueypsF^riseoi; 4o
dicen y,efi^ñan albora; mas dici^, . la gracia de. Qios^oe
librará pp)r Jesucristo, Señor nuestroi* Humillémonos
. pues, del^ntQ deltrono déla Majestad divina y cpn.tc^o
jmeslroc<9r^zoncoofesietnos^ede nuestra cosecha tío
ha)r«nii<ysotrGfs que pecados y miserias, y tpie si hay algo
delMieiiov sí alguna bo^a obrh háé6íti6^;si algbrqii^
-iraeno sea tfeciihos ó pensamos yiéné dé Dios. Él es el
qué iiabilita nuesttx> etatendimieri to y aficiona nuestra
voluntad para que conozcamos lo bueno, toamemíos y
io pónganlos por obra.'Y asi dice S. Pablo, Filipen-
ses, 2, 43: Dios es el que en vosotros obrr, así el
querer como el- hacer por su buena voluntad. '«Y 2
-ClOrintíos, 3, ' 5 dice: «no que seamos eficientes de
nosotros mismos para pensar algo^como'de nosotros
mismos; sino» <fue huéi^ra suficiencia es de Dios.» Y
si el:hombré auh regenerado, coihó lo era el apóstol,
no puede de sí mismo como de sí mismo, pensar bien
¿cuento menos podrá hablar bien,y cuánto muy menos
podrá obrar bien? Dé pues la gloria á Dios cuando' lo
hiciere y á sí mismo la confusión. Y no es la cuestión,
sí .podetnos de nosotros mismos, conro de uosott^s
mismos, pensar mal, hablar mal y pensar mal. Todo
•esto nos es natural por el pecado. Y así dice Dios ha-
blando del hombre (como aquél que muy bien lo co-
' noce): «Todo el intento dé los pensamientos del coTa-
' zon del hombre malo es ciertamente con todo tiem-
po.!^ Gen. 6, 5. La cuestiones, si el hombre de* sí
' mismo j como de sí mismo, pueda pensar bien; hablar
biéh, hacer bien. El apóstol lo niega en los lugares
poco ha alegados. Por tanto , cuando hubiéremos
obradO' bien, digamos, cohio el Señor lo mandó decir
á^us apóstoles: «siervos inútiles sottios; porque lo que
debíamos hacer hicinios. Luc. 42, 47. Lois que esto
• dicen, muy lejos están de pensar que por sus obras
•mefrecen esto y lo otro; knuy lejos están de pensar.
— » —
que hay en ellas unas obras que UanuiB de oospnia^
.y otras de superrogacion que ellos no liaii aieiMater,
.y asi las rqmrten nuestros adversarios coa ipáiem quíe-
reo y hacen cambalaches con día. Esta doctrina lúi-
cha yensoberi)ece al pobre hombre y no da.la|;hm
A Dios; por tanto abominémosla y 4liraoemos.k que
ousefia á abatir y humillar al hombre y. dar k gloria
á Dios.
Como las ara&as convierten en veneno elibwD ji;^
go de las flores, de que las abejas haceiijn dvlce
miel, asi ni mas ni menos nuestros adversarios coiif-
vlerten esta sana doctrina en mal y en ponioqa. Dieen
que es pestilencial, herética y abominable, y |XHr la
tal la persiguen á fuego y á sangre. Dicen que IvK^
á los hombres haraganes, perdidos, sin cuidado niih-
guno de obrar bien ni de hacer buenas obras, pues que
no son salvos por ellas. Á lo cual les rosando, que
una cosa es prenotar si las buenas obras justifiquen
al hombre ó por lo menos sean alguna parte y concur-
ran en la justificación, y otra cosa es preguntar si el
hombre cristiano regenerado por el Espíritu de Dios,
deba y sea obligado á hacer buenas obras, de manera
que sino las hace, no sea cristiano. Gran diferencia
hay entre estas dos preguntas y demanda^. Cuanto r4
la primera ya hemos bastantemente probado por. la
Sagrada Escritura que un hombre, enemigo mortal
de Dios, no regenerado, sin Espíritu de Dios, y sin
verdadera y viva fé en Cristo, no puede hacer jcosa
que agrade á Dios, porque sin fé ^ íniiposiUe ^agra-
dar á Dios. Y por el contrarío todo cuanto hace Je le
convierte en pecado, porque todo lo que.no procede
de fé, es pecado. ¿Cómo pues este tal se podrá pctf las
— 81 —
obras <|ue hace, justificar delante de Dios y recohci**^
litfi^ con Dios, hacerse amigo familiar de Dios y aun
mas, hijo y heredero de Dios? Porque todo esto se in-'
cluye en el nombre de justificación.
La respuesta pues está clara, que un hombre que
está en tal estado no puede en manera ninguna hacer
obras por las cuales sea justificado y reconciliado con
Dios. ¿Qué remedio pues hay para este miserable pe**
cador? ¿Hay alguno? Respondo que ninguno de su
parte, pero que lo hay único, excelente y admirable
de parte de Dios; al cual tendrá y alcanzará el hombre
con tal que crea que Dios es el que justifica al impío
y que no hay otro que salve, sino El solo y sin com-^
pañia ni ayuda de otra cosa ninguna. El modo que
Dios tiene para justificar los impíos, es este: que ha-
biéndose todos los hombres por el pecado apartado de
Diosy hecho sus enemigos, Dio!» por su infinita mise-
ricordia, movido de piedad, se condoleció de los hom»
bres, y asi entresacó un buen número de ellos sin
hacer injuria á los demás, pues justamente eran con-
denados por haberse apartado de Dios, los cuales,
- que entresacó, su Majestad en su eterno consejo antes
conoció y predestinó para que fuesen hechos confor-
mes á la imagen d^ su Hijo, para que él sea el primo-
génito entre muchos hermanos. Y á los que predes-'
tino á estos también llamó, y á los que llamó á estos
también justificó, y á los que justificó á estos también
glorificó; como lo dice el apóstol. Rom. 8, 30.
Mas habia un gran estorbo que impedia esta mi-
sericordia de Dios, y era su suma justicia. Porque de
tal manera Dios es misericordioso que también es jus-
to. Dios había puesto en depósito grandísimos tesoros
6
— 82-
en las manos del hombre; él hombre como mala dita»
como mal pagador, alzóse con todo y alzado perdiólo
todo y a^ hizo banco roto. Dios quiere ser satisfecho,
quiere que el hombre le pague todo cuanto le debe;
el hombre no puede pagar y lo que peor es, aborrece
tanto á su acreedor, que aunque tuviese de que pagar
DO le pagaría. Dios entonces, siendo justo en todos
sus caminos y misericordioso en todas sus obras, halló
un medio para usar de misericordia con «1 hombre
siu hacer contra su justicia. Y asi fué muy bien pa-
gado y no perdió lii aun una sola blanca de todo cuan-
to le debía el hombre. El medio fué este: qUe envió
á su propio y único Hijo, el cual haciéndose por obra
del Espíritu Santo hombre en el sacratísimo vientre
de la Santísima Virgen, nació de ella; y de tal mane-
ra se hizo hombre, que no dejó de ser Dios. Porque
era menester que el que había de redimir al linaje
humano fuese hombre y Dios, y Dios y hombre. Pon-
qué si fuera puro hombre, fuera pecador como los de-
mas^ y así no pudiera pagar ni satisfacer al Padre por
nuestros pecados; mas antes hubiera menester quien
lo reconciliase con Dios; y si fuera puro Dios y no
hombre, no pudiera tomar á su cuenta nuestros po-
cados pi morir por nosotros. Fué pues menester, que
juntamente fuese verdadero Dios y verdadero bombín,
semejante en todo á nosotros, excepto el pecado. T
asi pudo pagar y satisfacer por nosotros como de hei-
cho pagó y satisizo al Padre. Y así tomó á su Cuenta
y á su caiigo todo cuanto el hombre debia, y edióse
sobre sus espaldas todos los pecados de lodos loa
hombres.
Humillado pues y abatido de esta nfaileiia el Hijo
deI)ioft, el Padre .eterno DO lo perdonó, maa antes lo
«Uitsegó por todiMSr iKUSotrosá la muerte y muerte 4?
crux. Estte «batimiento, esta obedienciav esta mperte
de cri^ fué de tan buen olor al Padre y fué de ¡tanta
eficacia y virtud, que el Padre se tuyo por coptento»
satíafecbo y enteramente pagado de todo cuanto totfo
el linaje humanor le debia; y 'la cédula y .obligación
í^ae el Padre tenia conti» nosiotros^ por la cual nos
demandaba la deuda, fUé raída y ra^^da, quitándote
Cristo del medio y enclavándola qn^ Jia cruz^ , ccpn^
dice S. Pablo» Colos. .2, 4 4% ¡Oh bienaveiitlir^da cx\t4
}0b bienaventurada rmuerte y i pa^on de m Redw^
que tanto bien nos hicistel GonsidQrando-el.ap^stpl
S. Pablo este admiraUe beneficio, que por la: n^verte
de Cristo él y 4od0s nosotros irecibímos, dijo,, .<jal.
jS, 4.4: «lejos eaté de mí gloriarme.^no en ^la crm; de
nueatiH) Señor Jesucristo; por el cual e| mundo iqe
69 crucificado á, mi y yo al mundo. v Eisto que dicfi S.
Bable de gloriarse en la cruz de ^isl^uiuiere d^jur
que no se gloriará sino solamente ^n, >Cristo,crq(^0(!^
do al cual él predicaba; como él mismo, hablap^Q.^iW
loa CoriQtiQs, lo dice. .4. Gor. 4 , 23. 'Nosotras, djú^ií^,
predicamos á Crista.crucificado, que, QS,á los judíos
ciertamente tropezadeto y.á las gantes IcH^urai.,: No /se
glor iaba el ai^óstd f eit ia chtuk. de , p^lo . en que , J^syp
cristo fUé erucificadovno.la.bpnra^.ni «^oií^ba^^cpr-
■ ■ mi
IDO nuestcos: advessarios la .mandap lioiH*ar y adorjaj^,
y con la .misma Adofacion^que ilaijiian latrifi^ q}ie,,jiffr
¡amiente dan á Dios. Esto.;deL}a/cru|í ^e,(Ú^ocpqiQ^^e
posada para que ninguno toQie {de, est4^1i\$;s|r prifife^
de adorar la etu2 de pak> étde.pl^tat; .porque bápwb)
asiles superstición ¿idolairía
-*- '
Y puesto caso' (íiue este beneficio de Cristo se pro-^
pong» á todos los hombres, y que la muerte de(>isto
sea d^ si suficiente y bástante para' isalvar todos cuan-
tos se perdieron en Adam, mas con todo esto M to-
dos ^ gozan de este beneficio sino solamente fos que
ciiMin , los que tienen Terdadera y viva fé, la cual nuñ<^
ca está ocio^yiMasobra por caridad; los que dancré-^
dito á la palabra dé Otos y se confian en él« teniendo
por certísimo, que antes faltará cielo y tierra que fal-
te Dios; ni aun en una jota, de todo cuanto ha proMe-^
fidé; EÍsta tal fé no és ^bra nuestra sino dé Dios que
la !rifuñdé én los oorazonés^ de aquellos que á éi le pla-
ce, dcm'suyo es. Y por estb el apóstol, hablando con
los Tésalohicenses , les dice: «no e^ de todos la fé.»
(i. Tes. á, 2.) Y Si Lúeas dice: «creyeron todos los que
estaban antes ordenados para vida etema;)i Hecb. 13,
i8. Tengamos pues, hermanos mios, en muy mucho
la fé; que nuestro Dios, movido de misericordia y no
por nuestras obras, nos ha dado; roguémosle, como-Ió
haciáii los apóstoles, que nos la aumente, que la baga
cteceír en nosoíroa de día en dia, mas y mas. Lo cual
yeiios qué su Majestad ha hecho con vosotros.^ Teniais
antes una manera de noticia, un no sé qué dé concN»
dmíenfo y fé en €risto: ahora le ha placido aumentar-
te, dándoos mucho mayor noticia de Cristo y del bé-^
úeficio de su muerte y pasión. El que ^comenzó la bue^
'¿á'obra en vosotros la llevé adelante. Estad pues fie-
mes éh la fé, y tomó' buenos guerreros de Dios rests-^
tíd al enemigo én t6. Yelsaquí, hennános, como Dios
lusti&cá al impío por k fé sin la ayuda de las obras
buenas que haya hecho 6 bagá: las cuales no tiene án-*
tes de ser justificado sino después, porque Ut raiz y
manantial de donde procedea «Jas buenas obras
eslafé* • ■'..♦:■>
Cuanto á la segunda demanda, si el hombre críbtía^
no, reg^er^do por el Espíritu de Dios, deba 7 sea obli-
gado ¿ , hacer buenas obras^ de manera que si no las
hape m es cristiano sino .hipócrita, digo; que jel tal
no tiene de cristiano sino el nombre: Y para mejor
entender e&to,. será menester advertiros que la-rrii*^
gion cristiana consiste en dos cosas: en £¿, por la cual
somos justificados, delante de Dios v y en obras coa lais
cúsales obedecemos á Dios^ que.noslas; manda hacer; y
testificamos á los hombres que tenemos verdadera fé,
y. por el consiguiente que somos hijos de Dios. El su^
mario de Jlo que debemos creer se contiene, como ya
hemos dicho, en el credo. El sumario de lo que deba"*-'
mos hacer ó no : hacer se contiene en los diez mandad
míen tos que Dios con %u propia mano escribió 'én dos
tablas de piedra, como están esmtosen el cap; 20 del
Éxodo, y se, repiten en el cap. 5 del Deuteronomio;
dpnde los hallareis todos diez mandañiiéñtos enteros*
De e^tos- diez mandamientos nuestros adi^ersaríos ^o^
mo traidores y alevosos que son contra' el Dios que los
crióv han totalmente quitado el segundo^ que es 00»^
tra las imágenes; y viéndose con nueve mandamien-*-
tos, del último^ que prohibe la concupiscencia , has
hecho dos. De manera que nos esnecesarío, :sí qoerb^
m¡os ser cristianos, si queremos hacer nuestro- deber/
que es vivir conforme, alo que Dio^noi mAnda en su ley i
hacer lo que nos manda «y huk de «aquellb que «üo»
prohibe; : bajo pena q.u^ si:^( sio Jo.hieiéremos no lien-^
dremos part;QiQBielr0ino>id^lQS cielos sino en el deio^
infiernos^ EsjUí esr Idi pausa, porque 'Ol Señor nofs énoar^
g< tan encateeidameiite las buenas obras; y esto en
muy muchos lugares de la Escritura, de los cuales
pondré aquí algunos.
Dios hablando oon su pueblo, Levit. 48, 5 les dke:
«Mis estatutos y mis derechos guardareis; los tMles
hacienda el hombre vivirá en ellos.» Lo mismo dice
Bseq* 20^ II y Deut. 6, S. Tendremos, dice, justicia,
eüando guardaremos haciendo todos esrtos matida-»
míentós delante de Jehová, nuestro Dios, como él nos
ha mandado. Los sermones de los profetas son unas
exhortaciones á guardar la ley de Dios, á bien vivir, á
hacer buenas obras , con promesas de parte de Dios
de todo buen suceso y felicidad ; y por el contratia
amenazas contra todos aquellos que no guardaren la
ley dé Dios, que mal vivieren, que hicieren malas
obras. Cuando un doctor de la ley (que era lo que
ahora llamamos doctor ó maestro en santa teología)
preguntó al Señor, qué Iharia, para poseer la vida eter^
na, el Señor le respondió: ¿Qué esté escrito en la ley?
¿cómo lees? El doctor respondió: «amarán al Señor tu
Dios dé todo tn corazón y de toda tu alma y de todas
tus fuerzas, y de todo tu entendimiento: y á tüpróji-^
Bfiooomo á ti mismo.» Al cual el Señor dijo: «Bien
has respondido^ baz esto y vivirás.» Y asi (cuando el
Señor en el último dia juzgará á todos los hijos de
Adaro) á todos aquellos que hubieren dado de comer
y de beber al necesitado, hubieren recogido y acaricia-^
do al extranjenny hubieren vestido al desnudo y yisi--
tado at«nf€írmo y al encarcelado, á estos tales pondré
á sumano derecha y les dirá: venid benditos de mi Pa*
dpé, poseed el reino etc. Yi^orelcontí^rio *á Ms que
no .seihidúeren ejercitado eii semejantes obras de mi^
— 87 —
serícordia, mas hubieren endurecido sus corazones, no
dando de comer ni de beber al necesitado , no albep*
gando al extranjero etc., el Se&or los pondrá á su ma-
no izquierda y les dirá: Idos de mí, malditos, al fuego
eterno etc. Mat. 25. El apóstol S. Pablo comunmente
en las epístolas que escribió, trata al principio de la fé,
como de fundamento y raiz de la religión cristiana,
sin la cqal fé ninguna cosa agrada á Dios, mas todo le
desplace, par hermoso que parezca á los hombres,
cuanto fuere hecho sin fé. Lo segundo que hace es tra-
tar de las obras como de frutos que la fé produce.
Cuatro causas y razones hay por que los hombres
deban hacer bien y apartarse del mal. La primera 6s
la necesidad ; porque nos es necesario obedecer el
mandamiento de Dios que nos manda obrar bien y
apartarnos del mal. La segunda es la dignidad de las
buenas obras, que agradan á Dios y le son sacrificios
gratos, y asi Dios las honra con títulos muy honoríficos
y á las maks con afrentosos. La tercera, los premios
que Dios tiene prometidos á las buenas obras y los cas-
tigos á las malas. Y esto no solamente en esta vida, mas
aun en la por venir. Por tanto, si fuésemos sabios si-
quiera, nuestro propio interés y provecho nos debrian
provocar á hacer bien y á guardarnos del mal, pues que
no nos va en ello, sino ó ir á gozar de Dios en compa-
iíía de los ángeles ó ir al infierno con todos los diablos.
Irán, dice el Señor, Mat. 26, 46, los malos al tormento
eterno y los justos á la vida eterna.
La cuarta razón es porque las buenas obras son
ejercicios en que se ejercita la fé, y son frutos del Es-
pírrtu, como las obras malas son obras de la carne, de
desorbediencia y de incredulidad. La ociosidad '^e
— 88 —
consigo grandes maks; el diablo en viendo á uno ocioso
luego lo ocupa, luego le da en que entender; no le fal-
ten malos pensamientos y malos deseos que le meter
en la cabeza; j habiendo el hombre concebido de esta
manera el pecado, á su tiempo lo pare. Por tanto el
hombre cristiano que desea servir á Dios, ocúpese^ en
ejercicios de fé, en bien obrar, en bien hablar y en
bien pensar, que esto es su deber, porque asi ]o man-
da Dios. Los. que dicen y asi lo tienen lo que yo he
dicho y tengo de las buenas obras, no las menospre-
cian sino las estiman en mucho. Y así exhortan á los
demás á bien obrar para que sean perfectos, como su
Padre que está en los cíelos lo es. Como es necesario
que el sol alumbre, el fuego dé calor y el buen árbol
eche buen fruto, así es necesario que el cristiano haga
buenas obras. Su Majestad nos aumente la fé, para que
todo lo que hiciéremos sea para su gloria.
Con todo cuanto hemos dicho de la dignidad y ex-
celencia de las buenas obras, que agradan á Dios, que
le son sacrificio de suave olor y que como tales las re-
munera etc., con todo esto debemos entender que es-
ta dignidad no la tienen de sí mismas ni en sí mismas.
Porque aun la mas perfecta obra buena que hacemos,
es imperfecta, es sucia y manchada; como lo dice
Isaías, cap. 64, 6: «Todas nuestras justicias son como
-trapo de inmundicia.» Y así, si Dios las quisiese juz-
gar con el rigor de su justicia^ hallaría bastante por
qué condenarlas. Temiéndose de esto aquel á quien
Dios halló conforme á su corazón, dice en el Sal-
mo 443, 2: «no entres en juicio con tu siervo; por-
que ningún viviente será justificado delante de tí.»
¿Cómo, pues, son buenas? ¿Cómo son gratas á Dios?
— 80 —
¿Por qué las remunera con vida como si fuesen per-^
fectísínoas, ^siendo tan imperfectas? Eso hace Dios por
ser tan. bueno, que no les imputa;^ la imperfección que
halla eii ellas, sino que como si no la tuviesen, como
si fuesen perfectisimas, las acepta y galardona. Y todo
esto hace porque la persona que las hace, le es acepta,
le es grata, siendo justificada por fé: <cjustifícados por
íé, dice S. Pablo, Rom. 5, 1, tenemos paz para con
Dios por el Señor nuestro Jesucristo.» Place, pues,
ia obra á Dios, porque le place la persona, y la perso-
na place, porque place Cristo.
Concluyamos, pues, de todo lo dicho, ser necesario
hacer buenas obras, y que no es cristiano el que no
las hace; pero que con todo esto no son' causa, ni par-
te ninguna de la justificación; mas antes al contrario,
la. justificación es la causa y manantial de todas las
buenas obras. Cuando la hija fuere madre de su pro-
pia madre, entonces las buenas obras serán causa ó
parte de la justificación. Engáñanse, pues, muy mu^
cho nuestros adversarios cuando condenan como er-
rónea, blasfema y herética esta proposición: el hom-
brees justificado por la fé y no por las obras. Y no so-
lamente condenan la proposición, sino aun á cualquie-
ra que la mantuviere y creyere; y así lo queman vivo,
habiéndolo Dios pronunciado por boca de sus santos
apóstoles. S. Pablo, Rom. 3, 217, hace esta pregunta:
¿dónde está la jactancia? Respuesta: «es echada fuera;»
Pregunta: ¿por cuál ley? ¿de las obras? Respuesta: <sno^
mas. por la ley de la fé.» Y poniendo la conclusión de
esta cuestión dice: «así que determinamos ser el hom-
bre justificado sin las obras de la ley.» El mismo após-
tol coafirma esta doctrina al principio del cap. 4, di^
— 90 —
ciende: «Si Abraham fué justificado por las obras,
tiene gloria, mas no acerca de Dios.» (Quiere decir,
tíeoe de qué gloriarse delante de los hombres, pero no
- delante de Dios.)
Y luego alegando la Escritura dice: «creyó Abra-
ham i Dios y le fué imputado á justicia.» Y da la ra«
zon: «porque al que obra, no se le cuenta el salario
por merced, mas por deuda. Mas al que no obra siao
cree en aquel que justifica al impío, la fé le es conta-
da por justicia.» Lo cual confirma con autoridad del
Salmo 32, 1 , donde dice David, ser bienaventurado el
hombre aK cual Dios atribuye justicia sin las obras,
diciendo: «Bienaventurados aquellos, cuyas iniquida-
des son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos. » Y
como Abraham fué justificado por fé y no por olHras,
asi todos cuantos son justificados, son justificados por
fé y no por obras, como luego lo dice.
El mismo ejemplo de Abraham y al miismo propó-*
sito alega el apóstol Gal. 3, 6; y este es uno de los
argumentos con que confirma su causa: dice, que si
el hombre fuese justificado p<>r las obras que Dios
manda en su ley, que era menester que este tal hom^
bre cumpliese, y esto perfectísimamente, todo cuanto
la ley manda. Porque escrito está: «maldito todo aquel
que no permaneciere en todas las cosas que están es-
critas en el libro de la ley, para hacerlas.» Y por eso
Santiago, cap. 2, 40, dice: «cualquiera que hubiere
guardado toda la ley y ofendiere en uno, es hecho
culpado de todos.» Y que por ley entienda la ley^ mo-
ral, quiero decir los diez mandamientos, por lo que
luego se sigue, se ve: porque el que dijo, no comételas
adulterio, también ha dicho, no matarás; y s! mhú-^
— 91 —
hkattB cometido adulterio, empero hubieres muerto,
ya eres hecho tranagresor de la ley etc. Y vemos que
no hay hombre, e&cepto Cristo, que haya hecho toáé
cuanto la ley manda y con la perfección que ella de^
manda; porque ¿qoién ha amado á Dios con todo su
coraMn y á su prójimo como á sí mismo? Sigúese muy
bien la conclusión , que no hay hombre ninguno que
sea Justificado por las obras, (pues ninguno las puede
hacer tales cuales la ley requiere,) sino que es justifl*
cado por la gran misericordia del Padre eterno, mani-^
testada en Cristo, la cual aprehendemos por medio de
lafé.
Tuvieron los padres y doctores antiguos de la igle-
sia católica por tan verdadera y por tan católica esta
doctrina, que no solamente dijeron el hombre ser jus-
tiflcado por fé, mas aun añadieron y no sin licencia de
Ib Escritura, que por sola la fé. Si yo quisiese alegar
aquí sus notables dichos á este propósito, seria me-
nester escribir muchos pliegos de papel; pero poY evi-
tsfr prolijidad en cosa tan clara y tan manifiesta, no
pondré aquí sino algunos; y esto con la brevedad posible,
Y antes que los alegue, os quiero advertir, que cuando
los padres siguiendo la palabra de Dios, dicen: el hom<^
bre es justificado por sola la fé, no quieren decir otra
cosa, sino que es justificado por sola la misericordia de
Dios y por solo el mérito de Cristo, lo cual no pode-
mos con instrumento ninguno aprehender, sino con
sola la fé.
Orígenes sobre la epístola á los Romanos, cap. 3,
27, dice: «Basta la justificación de sola la fé, para que
uno creyendo sea justificado aunque ninguna buena
oUra haya hecho«» Y para confirmar lo que ha dicho^
Jtrae por- ejemplo al ladrón iquefiué cnicificadooow
Crífito, y á la mujer* á la cual dijo Cristo: <{Tu fé te
ba hecho salva.» S. Basilio eo el sermoq dq la humil-
dad, dice: «el hombre es justific/gido por lafé sola.»
S. Hilario, sobre el cap. 8 de S. Mateo, dice: «sola la
fé justifica. 31» S. Ambrosio, sobre el cap. 3 á los Roma-
nos, dice: «justificados graciosamente» porque lúiigu-
na cosa obrando ni haciendo son justificados por la fé
sola, por don de Dios.» ítem sobre el primer capitulo
de la 2. Cor. dice: «Esta es ordenación de Dios^ que
el que cree en Cristo, sea salvo: siin obrar,, recitíendo
graciosamente la remisión de los pecados por sola la
fé.» S. Juan Crisóstomo ea muy muchos lugares dice,
que por sola la fé sin obras somos • justificados. S.
Agustin es todo nuestro, el ^ual de propósito trata esr
lia materia, escribiendo contra los pe|agi^qos,..cu]ra
herejía han resucitado los papistas, pue^ que atribu-
yen tanto al hombre que dicen, que por su libre al-
bodrio, por sus fuerzas, por sus obras es JMStificado.
S. Jerónimo escribiendo á Ctesiphonte contra estos
pelagíanos y declarando aquellas palabras del apóstol:
«ninguna carne es justificada perlas obras de la ley,»
dice de esta manera: lo cual para que jao penséis ser
dicho de la ley mosaica tan solamente y no de todas
los mandamientos, los cuales se contienen en el Qom-
bre de ley, el misma apóstol dice: ^aprmbo q%áe la ley
es .¿Kena.» Baste lo que hemoS' alegado. ; .:<
Los fariseos y hipócritas de nuestros tiempos son
tan arrogantes, presuntuosos y tan pelagíanos, que no
se contentan con decir,, que pueden hacer todo cuanto
la ley de Dios les manda, mas aun pasan mucho mas
adelanter dicen que pueden hacer y que hacen mucji!»:
— » —
inas'de 16 -que la ley les manda ^ Y á esto nracbo mas
IMiÁanf obras de ^pei^rógaeion^ las cnales ellos pue^
detf^dar y aplicar, 7 asi las dan y aplican, y anh coa
^ritóá' quién quisieren: Paraestos (pues pueden co-
tM ellb^ diicetí, cumplir la ley y aun hacer mas) enr
vatio GriatO' : es muerto. Esto e» certísimo, que si lo9
hombres 'pudteiian hacer lo que la ley les manda y con
la perfección que «Ha requiere, que fueran justifica-
dos por ^sobras; y que los tales sin fé se salvaran;
puesno habían menester á Cristo. Pero por cuanta
ningún hombre hay qnt cumpla la ley, y con la per-
fección que debe, por eso es menester que no por sus
obras sino por la fé en Jesucristo sea salvo. Pregunto^
les yo á estos nuevos fariseos, á estos nuevos pelagía-
nos, que tan desvergonzadamente dicen que hacen lo
que Dios les manda y aun mas; ¿cuándo en toda su
vida hayan amado á Dios con todo su corazón y á su
prójimo como á sí mismo? Sus conciencias, cierto, sí
no están del todo cauterizadas y poseídas del diablo^
les testificaráp, que jamas lo han hecho como con vié^
ne. No han amado á' Dios y al prójimo como deben;
luego transgresores son de la ley, luego no la cum-
plen, ni hacen cuanto les manda, y si no hacen cnanto
les manda , mucho mén os harán el bien que no les manda..
El cristiano es obligado á hacer todo cuanto bien
pudiere y aun mas si pudiese. El que mayores dones
ha recibido, mas obligado es á bien emplearlos en el
servicio de Dios y del prójimo; porque para este fin le
hizo Dios merced de ellos. -Y cuando hubiere hecho
todo su deber, conforme á ^u poder, que es la agracia
que Dios le ha dado, no se ensobeiiiezca pensando que
lia hecho mas que lo que debe; mas conodeiido suim*
perlecciOB y^que ningUBa co^a de bueno tíepe :de f|(
mUmo, dé la gloria á Dios y asi mismto k cixskbiimmp
y ayí humillado delante de la (Majestad, dífioa, «digas
siervo inútil soy etc. Haciendo .e^to tendrá ^noapii^ba
el. beneficio que por la fé en Cristo». el cual.muüiÓ&pPPt
nuestro^ pecados y resucitó ppr nuestra juattScacion,
ha recibido, y procurará con el favor divino de tol dm^
ñera ordenar su vida (como aquel que no esí iii9»to á
ten gran beneficio, merced y misericordia) que IMoa
sea glorificado y el prójimo ayudado. . '
. Creo que de lo que hemos dkho, tendréis»: herma-
nos mios, harte bastentes razones para confirmar
vuestra fé en Cristo, contra las tentecíones del demo»
nio, y que tendréis harto que responder á judíos y i
antecristianos cuando os demandaren cuente de vuesu
tra fé y de la esperanza que tenéis; y de esto- manera
no os avergonzareis del nmnbre de ctístianos ^queter
neiSrOi del Evangelio que profesáis. El cual, como dL
jo S. Pablo, Rom. 4, 46^ es potencia de Dios parasarí-
lud á todo aquel que cree; al judío primeramente
(porque á ellos la palabra de Dios les fué confiada) y
después al griego; 'quiere decir á los que de la gen-
tilidad se convirtieren á Cristo. Debajo de eátos des
noDibres, de judio y de griego, ae comprenden to<tos
las nacioues 4el mundo, lascujeiles creyendo- al Etan-
gelio de Jesucristo crucificado serán salvas^ y las que
no lo creyeren serán condenadas.
, Ahora par^i^ cumplir áek tod9 con mi«promesav sena
menest^ deciros algo tocante á los moros, cuyos cau-
tL^OS!^ jorque así ha placido, á Dios, Él sabe por qué y
pwra qué) sois. Cuando la, doctrina evangélica se eo^
mei¥ié al> principio á predicar, lawi' viviendo a^ctkdí
grandes predicadores, los apóstoles, luz del mundo y
sal de la tierra, como el Señor los llama, Mat. 5, se
comenzaron á levantar en la iglesia de Dios y entre
los mismos que hablan recibido el Evangelio, grandes
divisiones, cismas y contiendas. Y ya os hemos avisado
de esto, para que no os escandalicéis cuando viereis 6
oyereis, di visiones y sectas á causa del Evangelio. En-
tre otras que al principio hubo, fué esta, que muchos
de los judíos convertidos á Cristo querían (como que
no bastara la fé en Cristo para ser salvos) obligar á los
gentiles convertidos á Cristo, á guardar juntamente
con el Evangelio la ley de Moisés, y principalmente la
circuncision;y así como lo cuenta S. Lúeas, Hech. 4 5, 4 ,
enseñaban á los hermanos que si no se circuncidaban
conforme al rito de Moisés, no podían ser salvos; y pa*
ra conQrmiar su falsa doctrina, decían, que así lo en^
señaban los apóstoles en Jerusalem, y que Pablo, que
enseñaba lo contrario, no era apóstol de Cristo sino
discípulo de un Ananias,^discípulo de los discípulos de
Cristo. Uno de estos que querian poner un tal yugo á
los cristianos era (como lo nota Epifanio) Cerinto. A
este y á los demás se opuso animosamente S. Pablo,
exhortando á los fíeles á estar firmes en la libertad, en
que Cristo los habja libertado y que no se volviesen
otra vez á ser presos en el yugo de servidumbre. Dice*
les y firmalo.de.su nombre, que sí se circuncidan.
Cristo no les aprovechará nada. Y asi les dice: Otra
vez vuelvo á protestar á todo hombre que se circun-
cidare que es obligado á hacer toda la ley. Vacíos sois
de Cristo los que por la ley os justificáis; de la grada
habéis caído. Porque nosotros por el esfiírítu de Jalé
esperamos la esperanza: de la^usticia etc.
— w —
Esto y macho mas escribió S. Pablo en la epístola
ijne envió á los Gálatas, á muchos de ios cuales loflí
falsos engañadores habían engañado. El fuego se en-^
cendió tanto entre las dos partes, que fué menester
para confirmación de la verdad enviar á ambas partes
á Jerusaiem, donde aun residía el sacro senado de lo^
apóstoles. Tenidos á Jerusaiem, júntanse los apóstoles
y los ancianos para conocer de este negocio. La parte
contraria tenia sus fautores en la iglesia de Jerusaiem,
que eran algunos de la secta de los fariseos que habían
creído. Habida grande contienda sobre este negocio,
Pedro, como uno de los principales del concilio, dijo
su parecer; el cual condena como á yugo intolerable
la doctrina de aquellos que enseñaban la circuncisión
y lo demás de la ley ser necesaria para ser salvos: y
abona y aprueba la contraria, que es la doctrina de la
fé que Bamabas y Pablo predicaban; y así concluye suf
razonamiento, diciendo: por la gracia del Señor Jesu*
cristo creemos ser salvos también como ellos, quiere
decir, los judíos y los gentiles. Entonces toda la mul-
titud (que estaba en el concilio, de los cuales cada uno
decía su parecer) calló y oyeron á Pablo y á Bamabas
que eran la parte contraría. Los cuales defendiendo
constantemente su causa como punto principal de la
religión cristiana, que no admite otra justicia sino por
la fé en Cristo, contaron las grandes maravillas y se-
ñales que Dios había hecho por medio de ellos entre
las gentes. Y desde que Pablo y Bamabas hubieron
acabado de hablar, Santiago, como presidente del con-
cilio, por ser (como dicen) obispo de Jemsalem, don-
de se tenia el concilio, habiendo oído á ambas partes y
habiendo tomado él parecer de los del concilio, de-
tmikiá énnonilHre dé la i^ésfa te CMsa, éisfmw ét
M^ei" aprestado» el pafeeer de Pedro; it eml llaiti* £l-
itfon^ y de^ haberlo confiHÉado coh lo que babiañ di^
eh0 tos profetas* Y asf ccmcluye diciendo: «o^f^ lo
etial fo juigo que los cfae di& las gentes so* oM^ior--
toiP A Stoo tío han de ser ifNt«letados, sino eicMMlN
Entonces \ú$ apésteles, ancianos y toda la ii^iíü
é> eoncUio escribieran mía earta á los conrertidos de
los gentiles, en tat cual le» hablan de esta manara:
aporcttaiito hemos oido* que algunos qae han salido
de nosotros os han inqoietado con pdlahras^ iMItOv-
iiMdo Tuestias Animas, mandándoos circuncidáis y
gnardav la ley, á los caales no mandamos, hAnos pare-
cido ayuntados en uno de elegir Taroaes y enviarlos A
vosotros con noestros amados Barnabas y Pablo, hoitt*
brea(pEie han entregado sus vidas por el nombre de
lAKflitro Señor Jeaaeristo. Asf que enviamos A Jlidáa y
k SilaSf los cuales también por palabra os harAn saber
h^ mismo: que ha parecido bien al Espíritu Santo y A
ndsotros, de ninguna carga os poner» etc. Yenfdos Jlt^
da# y Silas, portadores de la carta^ y Pablo y Bamabis
jtíátamente con ellos A Ántioquia, juntando la molU-^
tuA, quiere decir ta iglesia de cristianos (pie habia M
Antloquía, dieron la carta; la cual como leyerdn, fuCM
vos gosEDSos de la consolación etc.
Veis aquí el buen suceso que hubo esta cueslkm si
él ttMabre es justificado por fé sin las obras que Dtoa
ttandaba en su ley, ó no, en el concilio que vevdadi^
iMiMie fué regido, por el Esfrfritu Santo. Con üoftlo
eflcr te parte contraria no cesó de ensatar m hlM
disctfiiay nadando la ley cóüi el Evangdidl 0^ tsM
7
«l4ieimli^ .Ehionitas y los Ceríntianfos, deloscoaleá
s|4jíQron:d6i^uefi los, grandes herejes, los ariands, qw
totalm&nM nos quitaban: nuestra salud por la fé en
Qrí^to^.haciéndolo njenOr?que el Padjre y no consubs-
tancial «con el P^ns; 1& eoaMiere>la fué condenada en
difUi^l &niQsí simo concilio nicena que el gran Constan-
tino convocó. De estos árlanos, volviendo á nuestro
pre()»¿^ito, 'como trescientos años después de Ario,
saliárMadioma, que compuso su Alcorán ó ley, .mez^
daiu}o?:]a ley de Moiiíes con el Evangelio.
.... De.larley.tomó el circuncidarse, el no comer carne
d^^'jpperco y; las purificaciones, lavándose etc. Del
Evang^ia tomó decir quenCrísto era Palabra de Mas;
dijp,^ue..C^isto^era;< espíritu^ virtud y ánima de »Dios
queil9Cíódela virgen María,; la cual lo concibió ain
cQiiocer>Taron. Perocon todo esto niega ser Dios, nie-
ga se^ hjjQ de Dios, contra los manifiestos testimonios
qu^4ei nuevo y del antiguo Testamento ya hemos,
para^cQüfirmacioft de la divinidad de Cristo^ alegado;
níogft,,como A^io^; Cristo ser ab eterno engendrado de
l%su))9<iancia del Padre;^ niega ser sacrificio por el lir-
n^ humano; ^cha por tierraitodo cuanto el Evange«-
lip ieqseña tocante : á la > reznision de los pecadosi y to^
cainteiá:la,fó, lacu^Lrecibe la reconciliación por me-
dio de Cristo que es el solo n^dianero entre Dios y los
hombres; dice que Cristo es un excelente profeta y
embl(M^i'' de Dios V que Dios envió al mundo para
QUílI se enmendase; dice que por cuanto los hpmibgre^
i^rOQi'imal de la doctrina de Cristo, que Dio$ euvi^
¿iMahoQia comaá mas excelente profeta, el oualfoon
lft;elpada caíStigase^á todos aquellos que no^^^bedec^iKH
sefifása Ai([Joianv Los Mahometanos;^. joaandoi día iesbt
fMtBatíá 7 Tuerza se haii alzado co'd Árabía^4[^n^ígrah
jMÚrtQ 46 África, con casi toda la Asia menor y. ináyot,
fXén gvan parte de la Europa. Los cuale^ hoyhaéiM
«fios ftaeron totalmente echados de nuestra- E^ñaMS
reioo de Mahoma y el del papa ya ha ca^ mil años
que comenzaron. El papa comenzó como zorra, con
astucia y con engaño bajo color de santidad. El primer
}Nipa ftié Bonifacio III; este fué el primero que se lla-
mó obispo universal, lo cual ninguno de los obispos de
Roma, sus predecesores, jamas se habia llamado. Ma-
homa casi en el mismo tiempo comenzó como león,
con violencia.
Y así ambos han entretenido sus reinos y persej^ido
el de Cristo; Mahoma con su Alcorán y el papa, con sus
decretales. Manda Mahoma en su Alcorán, que si al-
gún judio 6 cristiano preguntase á sus mahometanos
algo de su tey y secta, que no les respondan,. y qué les
digan que á cada generación es dada ley, y que cada
uno siga su ley, y que luego los dejen y se aparten de
ellos sin escuchar lo que mas les respondieren y dije-
ren. Este error y secta guardan hasta hoy dia los
mahometanos contra toda razón natural, que nos en-
seña saber la verdad, y que la busquemos y ameraos;
porque procede de Dios. Y no hay donde podánios
hallar la verdad tocante al conocimiento del verdadero
Dios y de la religión y culto con que quiere ser hoiH
rado , sino solamente en la palabra de Dios , que * les
santos profetas en el Testamento antiguo, y Cristo y
stis apóstoles en el nuevo han enseñado y predicado. Si
los mahometanos admitiesen la sagrada Escritura^ po-
dríase disputar con ellos; pero no la admitiendo no
hay que hablar con ellos; porque contra quien niega
d» ])W(, no Mí qae disputar. L9 man^ ^ ákptív
ígftl^ place yjdeAne usan,^ l9if aniia§« fueg^y^mir
p^t y MTa|M)niMvCoD0luii:emo8dicieDdp, que eo ímpo-
t^hí 9er v€9*iiadera Feligiaii ^90 gue Pío8«e«irva aqw^
Oa JCfí» desQcba la doctrina qu^ los profetas y losapáf»
t9ljp9 en^üaren; el Alcorán desecb#. la doetrina do iaa
íffof^i^ 7 de los apóstoles, luegQ no es verdadera jor
Ugiop 4e píos* ]teoi^, la verduidi^ra religión se conftw*
ina con la palal>jra de Dios ; luQgo. donde no hay pfdir
b|:a d^ J)m, no Jbay verdadera jeligiop.
El Señor por su gran misericordia lleve adelanta Ja
buena obra que en vosotros ha comenzado y gs dé
gHfcia q^p cada dia crezcáis de fé en fi&, deconoQH'
nfj^i|to 4o su^ misericordias en jqayor conpcimieiHtli;
os coñuda i|ae crezcáis de virtud en virtud* de tal
BiaiMI^ q^e ;con vuestro buen ejemplo de padengia
(fp vu^tf^^ trabajas y con vuestra bondad y santidad
é^ lEi^a vuestros propíos adversarios sean conveocidoa
en. sus cppciepcias^ puando cou laboca no loquisieieQ
proi^iwciart ^ 4ficir: ciertamente nosotros estába^ioa
eqgafiadpfi, esta es otra genjte de la que pensMHHMa
etc. Jfp^á s^r que con vuestra buena vjda, cop yiWh'
t|0 buoP ^eiEq;>lo de piedad y bondad y con vuastvi»
buep ?i|aEOaar de cosas de Dios, que oirán y verán an
vaaptros^ |i|lgi|BOS d^ ellos se ppnviertan á la verdado-
la niligiou ocistlana. Esto no^s intposible ; porque lo
que f aba algunas vep(^e<x>ntecido,, querer jBedju4e
up.po^ra eaiitívoó jcauljva^ se j^ayan juud^os y aw
algu«9« vMtciep^^ tod^ m r^iii^^aini^rtiáo ájinaatsai^aii^
ta fi oalálica» quf ^stáasqrita m la 4aemd» EsaFíturr
f|i ^tA miimo .pQ4r4M«irt6p«r i^iw»» :9m¡P^ wu»h
tn viDáio fománicoe Dios por instnuneDtD je eon*
iándns.IBlpArio, varón docto y pió, flamenco den»*
, «n flu primer libro que intituló de saorm Scrip^
hBoHone quoticUana, de la lección cotidiana de la
aigmdafscritura, libro cierto digno de ser leido, r^
oogji algunos notables ejemplos á este propósito; de
cQfD tnbajo yo aquf me serviré. Dice pues de esta
masfeara: Como sea así , que nunca se permita á los
olbmposj predicadores tener libertad de entrar ¿gen*
tea extrañas, bárbaras y remotas naciones, para predi-
en ti Evangelio, ha empero acontecido que algún hom-
linpldwyo, que con su arte y oficio ganaba su vida, 6
algún 'Soldado, mercader ó factor siendo cautivo haya
aeaao venido á las tales gentes. Este hombre pues por
haberse, cuando estaba en su libertad, dado á leer la sa«
inda Eacrí tura, luego que tuvo alguna noticia del len-
guaje de aquellos cuyo cautivo era, comenzó á tratar
da los principales puntos de la religión cristiana; al
prineiipio «on pocos y después andando el tiempo con
muchos^ íEn fln este insistió tanto en hacer esto con
Bñ ádfuiaabie espíritu, gracia y vehemencia, que mu-
<^us dé sus oyentes de muy buena voluntad abrazaron
nuestra religión. Y de esta manera aquellos á quien
m el cuidado ni diligencia de los obispos, ni las ar--
naasde los reyes ni de los príncipes, ni la fuersa, po-*'
tencia, ni astucia ninguna nunca pudieron hacerlos
amigos nuestros, una poca.de noticia de la palabra de
Sioe que un pobre laico ó seglar como llaman tenía,
¡6$ trajo é nosotros y nos juntó con un tínculo indiso*
iuUe, jqne no.se podrá deshacer*
Anfipo ea su historia eclesiástica, lib. 40, cap. O-,
•4
i
-íte-
yl%b<&>réló'lib. 4, cap. 32 cuentan líim'historíir. iioí^
table y es esta: Un mancebo llamado Frumencia^ ifi^
traído én piedad y en bñenas letras^ «se fué enJtom-
pañfa de MeropiO'Tiroy fll<^sofo, hasta' ta India, donde
Ib cautivaron y cautivo lo hicieron servir de servicios
viles; pero llevado despue^á la corte y haciendo muy
bien todo cuanta se le mandaba , diéronle un oficia ^
cargo. Este hallando oportunidad juntó consigo cieiv
tos mercaderes romanos bien ejercitados en nuestra
religión; ayudado de estos comenzó á juntar congre^
gacionesal modo de los cristianos; y él con una gran
constancia y sinceridad les predicaba ;el Evangelio. En
conclusión exhortando á los que oian sus sermones
ftié causa que todos los de aquel reino se tornasen
cristianos y que con gran religión creyesen Jesucristo
ser el solo y único Redentor;
Los mismos autores en los capítulos siguientes
cuentan de una cierta mujer cristiana de poca «stofiei,
la cual estando cautiva en tierra de los Ibero» (que
son pueblos septentrionales) como en gran manera
se angustiase con la hendionder de la mazmoY-
ra, dióse á ayunos y oración; y dié tal manera' se dio é
invocar al Sefior, que en breve tiempo vino á alcañ-^
zar admirables virtudes y verdaderamente apostó-
licas. Primeramente ella tuvo un gran don de hacer
grandes milagros y prodigios. Demás de esto enseñaba
los principales puntos de la religión cristiana con tan^
ta gracia, cuanta todos podian admirar en un tal sexo,
é imitar ninguno. Siendo pues ella adornada de estos
dones, los cuales ejercitaba con gran diligenciay singu-
lar fé, en muy poco tiempo trajo al rey, reina y á todos
siis vasallos al conocimiento del verdadero Dios y 6alr*
— 103 —
VQdor.'nuestro Jesucristo. A los cuales ya convertidos
les: persuadió, que edificasen templos en los cuales se
congregasen para oír la palabra de Dios, y los exhortó
que enviasen sus embajadores al gran Constantino,
que: entonces era emperador de Roma, para que les
enfiasen hombres doctos que los enseñasen. El buen
emperador se alegró tanto con esta embajada, como si
hubiera con sus armas conquistado nuevos reinos y
¡HToyincias. Y asi les envió luego varones de muy bue-
na y de santa doctrina.
Escribe también Nicéforo Calisto en el libro 8,
cap. 35 de su historia eclesiástica, que uno, lla-r
mado Gregorio, al cual Peridates, rey de los arme-r
nios, habia detenido en una profunda y cenago^
aa fosa, después de haber padecido muy muchas
injurias y diversos trabajos y tormentos por espacio
de eatorce años en el dicho lugar, convirtió á toda la
AknioDia, haciéndoles dejar la idolatría y adorar á un
aolo 7 eterno Dios conforme á la religión cristiana.
Este mismo autor, cap. 33, dice, que las guerras que
los romanos hicieron á las naciones bárbaras, y prin-
cipalmente siendo emperador Galieno y después de
él, fueron muy muchas veces causa que la religión
cristiana se propagase y cundiese por diversas partes
del mundo. Porque los romanos que los bárbaros cau-
tivaban, esos mismos cautivos enseñaban á sus amos
la verdadera religon cristiana. Zonaras, autor griego,
cuenta que en el tiempo que los búlgaros hacían cruel
ipierra á los Constan tí nopoli taños, que los Constan-
tinopotitanos cautivaron una noble doncella, la cual
llevada á Constantínopla aprovechó muy mucho, en
lasr; buenas letras y en la doctrina evangélica; la (lual
— 106 -
Yo de cierto me acuerdo de vofotro^ en mis oracio-
nes, i^ufdícando al Padre dó la& misericordias^ que 09
aumente la fé, os dé paciencia en vuestras aflicQi^ie9
y cautiverio» os liaga constantes; en la confesión 4§ m
nombrar os enriquezca ide sus dones eipirituale^t Vf^ñ
que cuando el Se&or yfindrir.i ju^ar yív^ y H)i^tc^,
haUéndoos tales por JuiJ^eros él ib^cho t^lesni <>P4WI^
venid . benditos d^ mí Padre» j^H^i ^1 rano ffpai^ja^
para vosotros desde la fundapio^ del mmdQr Al cn^U
que con el Padre y cm el Espíritu Stanto vivie y reina
eternamente, .se9 gloria y.bonra para sieinpreí APIWt
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