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Full text of "Tratado para confirmar los pobres cautivos de berbería en la Católica y Antigua Fé y Religion ..."

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Z'ÉTIi iClBNTIA VIMTAi 
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TRATADO 

PARA COHFIRIAR 

LOS POBRES CAUTIVOS DE BERBERÍA 

BN LA CATÓLICA T ANTIGUA FÉ T KELIGION CKISTIANA 

Y PAKA CONSOLAKLOS CON LA PALABRA DE DIOS 

EN LAS AFLICCIONES QUE PADECEN POR 

EL EVANGELIO DE JESUCRISTO. 

COMPUESTO 

POR 

CYPRIANO DE YALERA, 

Y POfi ÉL PUBLICADO EL AÑO 1594. 



msiiMBNTB BBIMPBSSO. 
HAPEID 1872. 

UBBBBÍA DB C. BaILLT-BíJLLIBBB* 

Pkusa de Topete 10. 






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IMPRENTA DB JOSÉ CRUZADO, PEÑÓN, 7. 






«#V>rwV»/«/V<*««W>»V<»WWWW»<W^<l« * »^<WV<^»W«^i^»A<^W W MV»»W»*> 



Basten conio prólogo algunas palabras de Don Luis 
de Usoz y Rio, el cual tanto ha servido á su patria^ 
reimprimiendo esta obra y otras muchas denlos antiguos 
reformadores españoles, las cuales sin él tal vez hubie- 
ran quedado olvidadas para siempre. 

fíEn verdad j en los aterradores anales del cautiverio 
y de la esclavitud y en los no menos tristes de la empe- 
dernida y constante indolencia de los tiranos, no sepre^ 
senta espectáculo mas aflictivo y cargado de miserias, 
que el de la vida de los cautivos en Berbería, sobre todo 
en aquella ladronera de Argel, que estaba a la vista y 
tocaba los dominios de esos dos aplaudidos monarcas 
nuestros Carlos I y Felipe II. Ahí gemian atormenta- 
dos cincuenta mil cautivos en solo Argel... y estas lás- 
timas y pérdidas y cautiverios sin fin, que no remedió ni 
acabó el Señor Don Carlos /, fueron subiendo tan de 
punto con el gobierno del sabio ^ prudente y sagaz Don 
Felipe II su hijo, que aludiendo áély á ellas, exclama 
un historiador nuestro de ropa negra^ en estos términos: 



«¿no es para cristianos afrenta y afrenta muy vergon-- 
sosa, que tantos reyes gasten tan profusamente los teso* 
ros y destruyen profanamente tantas riquezas; y que 
para socorrer á un cristiano cautivo sean tan tenaces, 
tan duros, tan avaros y apocados? iQue los ciega, que 
no miren, que con ninguna cosa podrían convertir los 
ojos del mundo á mirarles con mas amor y espanto, que 
con una procesión de cautivos que llevasen á España?»... 

Por eso Valera, sabedor del miserable estado de los 
cautivos hizo por ellos lo único que podia^ que era el 
darles con esta especie de Epístola Consolatoria el pos- 
trero pero el mas eficaz consuelo de tristes, el consuelo 
de la religión. Imitaba en esto á su compatriota el Doc- 
tor Juan Pérez, con imitación bien propia y adecuada, 
puesto que los mismos cordiales y consuelos necesitaban' 
los cautivos*en Berbería que los de la inquisición... 

Concluiré rogando á todo amigo del bien de España, 
que lea con atenta y buena intención esta obra y las an- 
tes reimpresas y las que alcanzo á reimprimir; ya que 
todas ellas son prendas no despreciables de españolismo, 
formadas en unos tiempos y sazones que a cada pas<y 
nos recomiendan como los mejores de España aquellos 
contemporáneos nuestros, que se tienen por germnoSr^ 
doctos é hidalgos españoles.}^ 



v- 



«Por tu causa, oh Señor, nos matan cada 
día; somos tenidos como ovejas para el dego- 
lladero. Despierta, ¿por qué duermes. Señor? 
Despierta, no te alejes para siempre.» (Sal- 
mo 44, 23.) 



i todos lo» pobres eantiTOS de Berberis, que ]M^ 
decen por el Evangelio de JesnerisU»» salud en 
el mismo Seftor. 



¡Muy amados hermanos en el Señor! Por nueva cer* 
tísima, así de palabra como por carta, he entendido 
las grandes misericordias y mercedes que el Padre de 
las misericordias y de las raercede»os ba hecho de po- 
co acá: que es, que siendo vosotros unos pobres y mi* 
serables cautivos, ocupados de dia y de noche en grain- 
des aflicciones y trabajos corporales, y demás de esto 
no siendo vosotros ejercitados en la leodoR de la sa- 
grada Escritura, mas antes muy ajenos* de ella, y per 
tanto cristianos solamente en el nombre. Su Majestad 
movido no por vuestros méritos ni por vuestras bue- 
nas obras, que hubieseis hecho^ sino por su gran mise- 
ricordia, clemencia y bondad conforme á su eterno 
consejo y decreto os ha querido sacar de la ignonunoia 
en que fuisteis criados, y os hadado á coneoer* á Jesu- 
cristo nuestro Redentor. Por lo cual, yo desde el dia 
que lo oí, no ceso de orar por vosotros y pedir á* Dios 
que seáis llenos de todo conocimiento de wi voluntad, 
en toda sabiduña y entendimiento espiritual , para 
que andéis como es digno de vuestra cristiana refor- 
mada religión que profesáis, agradando al Sefior en 
todo, fhictifioando en todas buenas obra», y creciendo 
en conocimiento de Dios; corroborados de toda forte- 



— 10 — 

con el Padre, casi qo hay quien se acuerde. Nunca 
leemos que la Virgen Sanfisima, ni San Pedro, ni San 
PaMo, ni ninguno de los apóstoles, ni patriarcas, ni 
profetas, haya dicho: Invócame en el dia de la tribu- 
lación y yo te libraré; pero leemos en muy muchos 
pasos de la Escritura, que Dios manda que le iiivoqne^ 
mos en la tribulación; y da su palabra, la cual nunca 
faltará, que nos librará. Me contentaré con un paso 
del salmo 90, 45: «Llámame, dice Dio», en el dia de la 
angustia; te Ubicaré y me honrarás.» Notad, que dice 
Dios, que cuando el hombre invoca i Dios, Dios reci-- 
be este servicio por honra debida á él; y siendo Dios 
celoso no quiere que su honra se dé á criatura nin- 
guna* A este propósito los pobres papistas van en ro- 
merías, unos á esta imagen, otros á la otra, conforme 
á su loca devoción; justamente les dirá Dios: ¿Quién 
os demandó estas cosas de vuestras manos? A esto» ta- 
les justamente se les puede decir lo que dijo Dioi» al 
pueblo judaico (Isaias 29, 43) que es lo mismo que 
dijo eL Señor á los Escribas y Fariseos (S. Mat. 45, 9): 
«En vano me honran enseñando doctrinas, manda- 
mientos de hombres. » 

¿Qué diré aquí de las virtudes que ellos dicen 
que. tiene su agua bendita? Cada domingo el preste 
exorcisa (como ellos llaman] primeramente la sal y 
después el agua; hecho esto, echa la sai en el agua y 
vase á la igiesía y rocía con ella al pueblo» Yo bien 
me acuerdo que el preste decia, haciendo el asperges 
(que asi llaman á este rociar:) aqua benedkta sit 
vobis salus et vüa^ quiere decir^ ^l agita bendita os 
sea á vosotros mlvd y vida. Blasfemia terrible contra 
la )|[ajestad divinjBi. ¿No es esto quitar la gloriia á 



— 11 — 

Dios Y darle A la criatura? Creen que esta agua ben*- 
dita da salud al cuerpo y aprovecha al ánima, y qué 
Vale contra los es|)íritus malignos, y que limpia no so- 
lamente á los hombres, mas aun las cosas que no tie- 
nen Tida. Y así la echan sobre la tierra, sobre las pie- 
dras, sobre las sepulturas; y el preste ruega á Dios que 
le dé esta fuerza y virtud. También sirve para las mu- 
jeres; porque la primera vez que después de paridas 
salen, van á la iglesia, y el preste las sale á recibir 
con su hisopo en la mano y con él las rocía á la puerta 
de la iglesia, y así con esta agua son purificadas. En 
conclusión, est^í agua sirve para muchas cosas; pero 
principalmente para conjurar espíritus, y mas si es de 
noche, y líl conjurador se tiene por muy seguro de los 
diablos, si tiene á su lado agua bendita, queporentón- 
cefe es su dios. Sirve también para bendecir y santificar 
todos los onnamentos de decir misa; con ella rocían el 
lugar donde se ha de edificar alguna iglesia, y cuando 
esté edificada, el obispo rocía lo alto de las paredes, 
después lo del medio y después lo bajo. Seria nunca 
acabar querer decir las virtudes del agua bendita. En 
conclusión, él agua bendita sirve á los papistas de todo 
aquello^que el agua lustral servia á los gentiles. 

También las campanas, según sus tradiciones y sue- 
ños, tienen^ grandes virtudes, y principalmente con- 
tra las tempestades y contra los espíritus malignos. 
Pero tas'campanas para que tengan virtud han de ser 
bautiaadas y ungidas con crisma; y así les ponen 
nombres de este 6 del otro santo ó santa. Yes denotar, 
que según: élIós, el bautismo de las campanas es mu- 
cho maé 'éicelente que el de las criaturas, porque 
cualquier preste y cualquier hombre y aun las muje- 



— 12 — 

res» las parteras, entre ellos pueden bautizar las cria- 
turas; pero las campanas ninguno, sino solo el obispo. 
¿Y qué es hacer burla y escarnio del santo bautismo si 
esto no lo es? Los libros de nuestros adversarios est&n 
llenos de falsos milagros, de fantasmas y de espíritus 
que se oyeron, y de ánimas de difuntos que hablaron 
con este ó con el otro: unas daban á entender su mi- 
serable estado en el infierno, otras decian que pade- 
cían gravísimos tormentos en el purgatorio; pero que 
serian libres de aquellas penas y así irían al cielo, si 
les mandasen decir tantas misas, si cumpliesen por 
ellas una tal cosa, ó un tal y tal voto que ellas habían 
prometido y no cumplido. Las mas de estas visiones 
eran invenciones de los eclesiásticos, que para heiH- 
chir la panza, para tener muy bien de comer y mejor 
vino que beber, decian, que el ánima de fulano les ha- 
bía aparecido y dicho esto ó lo otro. Era tanta la su- 
perstición del pueblo, que había beatas que se ofre- 
cían á deciros, donde estaba el ánima de vuestro pa- 
dre» madre, marido ó mujer, ó de cualquiera otra 
persona que quisieseis, con hacer tales y tales cosas y 
con decir ciertas devociones, como eran los siete sal- 
mos de la penitencia, la oración déla eniparedada, la 
del conde, la del justo juez ó la de Santa Brígida y 
otras tales supersticiones; pero era menester darles 
tanta cera y la gallina crestibermeja y otras cosas. 
Otras apariciones había que eran ilusiones del demo^ 
nío para engañar al pobre simple vulgo, haciéndoles 
creer qu&la misa^ las romerías y otras semejantes co- 
sas eran muy santas y muy buenas; y que por ser ta- 
les ayudaban muy mucho á las ánimas del purgato- 
rio. Todo lo cual era justo juicio y castigo de Dios» 



— la- 
que los dejaba ser engañados del demonio, pues no 
creían á la palabra de Dios que está escrita en la 
sagrada Escritura. 

Contaré aquí un cuento, del cual muchos hacen 
mención. Un cierto sacerdote tomó muchos escara- 
bajos, y púsoles unas candelillas ardiendo, y dejóles ir 
por el cementerio; estos, como anduviesen de noche 
entre las sepulturas, causaban un gran espanto en 
los ignorantes, que los vieron y no sabían el ardid 
del clérigo. Y así todo el pueblo, pensando que erad 
ánimas de purgatorio, estaba atónito y asombrado. 
El bueno del clérigo súbese otro dia al pulpito, y 
predícales que aquellas ánimas venían á demandar so* 
corro y ayuda á los vivos, rogándoles que les man- 
dasen decir tantas misas, las cuales dichas, saldrían 
de las penas en que estaban. Pero la bellaquería y 
buria que de la religión hizo el clérigo, se descu- 
brió, porque se hallaron entre la basura del cemen- 
terio algunos de los escarabajos con sus candelillas 
muertas, los cuales el clérigo no pudo recoger. 

Nótese lo que á este propósito de falsos milagros 
dijimos en el tratado de la misa, pég. 388, y en las si- 
guientes del ánima de Trajano y de la de Falconilla, 
que salieron, como ellos creen, del infierno, y se fue- 
ron al cielo; esta, por las oraciones de la primera már- 
tir, y el otro por las de San Gregorio; item lo que diji- 
mos de la calavera que descubría á Macario lo que pa- 
saba en el purgatorio. No puedo dejar aquí de contar 
lo que, habrá cuarenta años ó poco mas, aconteció en 
Sevilla. Los curas de omnium Sanctorum (que es una de 
las colaciones de Sevilla) un dia, estando en conversa* 
cion, se quejaban que venían pocas misas. El sacristán» 



— la- 
que los oyó, que también perdía su parte, les d^o, que 
él sabia un muy buen medio para hacer que vinieseo. 
Preguntado el cómo , dijo que lo dejasen á él hacer. 
Juntó pues todos los huesos de finados que estaban por 
el cementerio, é hizo á uno predicar la diligencia que 
se habia puesto en recoger los huesos para enterrar- 
los; y pues que se hablan de enterrar, seria muy bien 
hecho que se dijesen algunas misas por ellos; y ¿quién 
las habia de mandar decir y hacerles tanto biep» sino 
los vecinos de aquella colación, que eran paTíentes y 
«amigos de aquellos difuntos?. Supo el ecbacuervo pinr 
tar tan bien el negocio y persuadir de ital manera al 
pueblo, que llovieron misas, y así se les hizo un so- 
lemne entierro. 

Lo que debemos creer tocante á estas fi^itafimas 
y espíritus , que dicen que aparecen , es que no son 
¿nimas de difuntos, sino ó ilusiones del demonio para 
mas engañar al vulgo ignorante, ó invenciones de 
eclesiásticos para sacar dinero de las bolsas de aque- 
llos que piensan que todo cuanto los eclesiásticos 
les dicen, es verdad. En toda la sagrada Escritura no 
hay testimonio ni ejemplo, que las ánimas de los di- 
fuiítos aparezcan á los vivos; por tanto no se debe 
creer, que el ánima de Samuel haya aparecido á Saúl, 
3ino que la pitonisa, por arte del demonio, hizo que 
algún demonio se mostrase en la figura y forma de 
Samuel para acabar de engañar á Saúl, ya. reprobado 
de Dios. Demás de esto, el expreso mandamiento, que 
veda consultar á los tales espíritus, declara eviden- 
temente estas apariciones ser puras ilusiones del de- 
monio. Deut. 48, 40 dice Dios: No sea hallado en ti 
adivinador de adivinaciones? ni agorero, ni sortílega. 



— 15 — 
ni keeliicero, ni encantador de encantamentos^ ni 
qirian inre^nte i Pitón, ni mágico, ni. quien pregunte 
& l€6 muertos, porqne es ábominaeion á JehoYá caal-^ 
quiera que hace estas cosas etc. ' 

.Y ^a )a parábola que el Señor cuenta, Loe. 46, 
confirma lo que decimos. Cuando el rico avarieolé 
rqgó á Akrabam que enviase á lizifro á eaan de sH 
padre; porque tengo, iBce, eiiice atérmanos para que 
les proteste , porque ilo vengan elk» también á esté 
lugar de tonnento, ¿qué le Responde Abrafaam? A 
Moisés y á los [urofetas tienen: óiganlos. El rico 
responiHó* No, padre Abrahám; mas si dj^no fue- 
re á ellos de. los muertos, se enmendarán. Ibs 
Abrabam le diÜQ: Si no oyen á Moisés y é los profe- 
tas, .tampoco se persuadixán, si^ alguno se levanta- 
re de los muertos. El gran Atanasio pregunta, si es 
posible saber la causa, porque Dios no permite que el 
ánima de ningún difunto aparezca en este mundo. Él 
mismo se responde, diciendo, que esto sería causa de 
muchos errores y engaños, porque el d^nonio no que- 
ría mejor ocasión para trasformarse y tomar la figura 
de este ó del otro hombre^ y diciendo que venia del 
otro mundo, contaría ranchas mentiras tx»n que en-- 
ganase á muchos. Crisóstomo, sobre el cap« S.^der San 
Mateo, dice, que no es posible que el ánima de élgun 
difunto vuelva á este mundo ni aparezca á persona al^ 
gun^. Lo mismo dice en su segunda faomilia^ de Láza- 
ro. Cuanto á lo del ánima de Trcyano y diei Falcenilla, 
son suepost Por fé tenemos que en el itffierno no hay 
redención, y que el que una vez por justo é irreivoea*^ 
ble juicio de Dios entrare m él, jamas saldrá de él. 
La razón es, porque en el inferno no hay ai:>rep6ntí- 



— w — 

miento de pecados con confianza en la misericordia de 
Dios por Cristo. Y donde tío hay esto, no hay perdón 
de pecados. Cuanto á sas fingidos milagros, bien fres- 
ca tenemos la memoria de la monja santa de Lisboa, 
que eo 6 de Diciembre fué condenada año 4 5S8. Esta 
fué otra Magdalena de la Cruz. Y esto es de notar, que 
^onde quiera que la reformación del Eyangelio se ha 
en nuestros tiempos comenzado á predicar, todos es- 
tos falsos milagros é ilusiones del demonio han cesa- 
do. Ye el diablo que lo entienden, y que por eso no 
ganará nada, y así cesa de molestar por esa via; pero 
como artero y zorra vieja que es , inventa otras: tal 
es el odio que al género humano tiene. 

Baste lo dicho de las tradiciones, apariciones y des- 
varios forjados de su cabeza, con que nuestros adver- 
sarios quieren y se piensan servir á Dios. La verdadera 
religión cristiana no tiene cuenta con tales locuras. 
Sabe, que en el culto y manera de honrar á Dios, 
ninguna cosa agrada á Dios sino solamente aquello que 
£1 por su boca ha mandado, que es lo que sus santos 
profetas y apóstoles han registrado en el libro que lla- 
mamos la sagrada Escritura. Y asi muchas veces dice 
Dios, hablando con su pueblo: haz lo que yo te man- 
do; y los profetas para confirmar y echar el sello á lo 
que han dicho, concluyen diciendo: Dios lo ha dicho. 
Sabe, que no hay otra ninguna remisión de pecados, 
sino sola la sangre de Cristo, de la cual somos partici- 
pantes por fé. Sabe que el sacramento del bautismo no 
se debe profanar y que Cristo no mandó bautizar 
campanas ni navios, (que también á estos bautizan), 
sino solamente criaturas, hijos de padres fieles, los 
cuales son hijos de la promesa que Dios hizo á Abra- 



— 17 — 

hain, diciéndole: «Yo seré tu Dios y de tu simiente 
después de tí.» Sobe, que Dios solo ha* de ser invoca^ 
do» ' no con supersticiones, fillsos milagros, fingidas 
apariciones, ilusiones del dett^cftilo, ni con idblatHas, 
sino en espíritu y en verdad: y lió en este lugar ó'en 
el otro, sino en todo lugar. Porque ya no es Dios df 
una sola nación, sino de todo el mundo, y de toda su 
iglesia que se llama católica ó universal, á cansa de 
que no está en un lugar sino derramada por tódó el 
mundo. Y cómo los hijos de este siglo sean írnas pru*- 
dentesque ios hijos de la luz en su género, el ahte^ 
cristo ha hallado un maravilloso.medio para mante- 
ner sü reino y entretener los suyos en sus ignoran- 
cias, supersticiones é idolatrías. Entretiénelos con 
sueños, fingidas apariciones, fhlsos milagros y con la 
autoridad del papa, del cual creen (pero sin ninguna 
palabra de Dios,) que no puede errar. 

Cuanto al papa, los papas de muchos affós á esta 
parte, son avarientos, ambiciosos, revoltosos, lujurio- 
sos, sucios en vida y en doctrina; son hombres de pe- 
cado é hijos de perdición; 'antecristos, por decirio 
todo en una palabra, como suficientemente está pro- 
bado en el libro de la autoridad del papa que Dios 
tomó por instrumento para que conocieseis los abusos 
y supersticiones del papado y asi fueseis de veras cris- 
tianos. Y para que su falsa doctrina no se conozca 
ser falsa, el papa prohibe que el pueblo no oiga, ni vea, 
ni por imaginación lea ni medite la sagrada Escritura, 
la cual es el único medio que Dios por su gran miseri- 
cordia ha dejado en el mundo para saber, entender y 
conocer, cual sea la verdadera religión y cual sea la 
falsa, cual sea el culto y manera de honrarle que El 



— 18 — 

mandeiy con quien tome cootento, y cual sea el que 
vede yi deteste. BsUesla^úaiea causa de toda» las b^ 
rqías^Y ern>rie8»: ^gnoraocíaSy suj^rstíeianes é idola— 
triaa» que liay en et^ papado, el ignorar, el no leer, el 
AO meditar la.Eficritura. Poroso dice el Señor (Mat. 
Í2»JI4): «Erráis, porque no sabéis las Escrituras,» 
y sqg^n.dioe S. ¿uan 5, 39, de su Evangelio: escu- 
driñad (d|jo Cristo) las Escrituras etc., y iu<^o dice: 
^Uas $ra las que dantestimoiiio de mí. Q^o si di— 
jeri^: «queréis conocer á Dios y á su Cristo, leed* las 
Escrituras, porque al que no las ieyere^ Di conocerá 
al Padre ni al fl^.. Cuando cierta persona pregun- 
tó a1 Señor como ^poseería la vida eterna. Cristo le 
jcnvió 4 lo.que decia^ la ley^ ¿Qué está, ctice, escrito 
en la ley? ¿cómo lees? David, S*lm. 4 , hablando del 
hombre pío, -dice, que su voluntad es en la ley de Je- 
hová y que en su, ley pensará de dia y de noche. 

Pero dejados aparte muy muchos lugares en que 
Dios: manda leer la Escritura á todos en general y á 
cada uno , en particular, aqjuel grande y admirable 
Salmo 449, que cada- dia cantan ó reean los eclestás— 
ticos papistas, y que ^ tan >pocos . de "ellos lo entienden , 
contiene las alabanzas de la ley de Dios y de su pala- 
bra; y con gr«Ga vehemencia y encarecimiento enco- 
mienda al cristiano, al pío, al qué desea y procura 
servir 4 Dios la lección y meditación de la palabra de 
Dios, cuya lección y meditación con invocadcton del'Es- 
piritu-del Señor, ^Aie alumbre nuestros entendimien- 
tos para que entendamos y saquemos fruto de la lec- 
ción de la Escritura, es necesaria así á chicos como á 
^grandesj^asi á ricos oomo á pobres, ^si á doctos como 
á indoctos. Y así dice: «Lámpara es para mispiés tu 



— 19- 

paliAtra, y lumbre para ;idís .8eodft9éii^:¥atpriociliio 
había «preguntada David , con quéi limpiaria el mozo áu 
«camino, quíereideaír, c¿mo yiyiriael mianeebo en lim- 
pieza; Despende! «coaiido fardaré tu palabr*.» Pn»- 
gúntoles yo ahora: ¿cómo guardará, & el viejo áél 
mozo la palabra de Dios, ó cómale será «lumbre en sus 
caminos, cuando <ro la conoce ni sabe qué cosa sea? 
cuando no Jía lee, ni la medita , ni invoca al Señor que 
le alumbre su entendimiento para entenderla? Y si ea- 
ta'dispnta'^de leer la Escritura se hubiese de liquidar 
por>)0' que dicen los doctores y concilios antiguos (no 
los moderaos en que ha presidido el anteeristo áe 
Roma) fecélmente confirmaríamos lo que ^imos, 
porque no hay ninguno de ellos que no exhorte' ¿ ífiñv 
y oir la sagrada Escritura. 

Ptero entre todos ellos S. JuaniCrisóstomo admira- 
blemente exhorta en ihuy muchos lugares á todo gé- 
nero y suerte así deiiombres como de mujeres, chicos 
y grandes, ricos y pobres^etc., i leer la Escritura; y 
el mismo responde á todas las objeciones que nuestros 
adversarios el dia de boy hacen contra la lección de la 
Escritura. Pero de todos ellos es admirable el sermón 
tercero que hizo de Lázaro. Dice, pues^al principio de 
este sermón: Yo tengo por costumbre de deciros mu- 
chos >dias : antes la materia de que tengo de tiatar 
para que vosotros en el entretanto toméis vuestro li- 
bro, y advirtiendo toda la suma de lo que se puede 
tratar, después que huMereis entendida lo que se ha 
dicho, os aparejéis para oir lo que resta. Y esto siem- 
pre exhorto y nunca cesaré de exhortarlo, que no so- 
lamente aquí (quiere decir en la iglesia) advirtáis lo 
que se os dice, mas aun, cuando estuviereis en casa os 



— 20 — 

«fercíteís continuamente en la lección áe la sagrada 
Eseritura. Y luego responde á las (ri>jeciones, dicien^ 
do: 7 no me diga nadie, yo harto tengo que entender 
en los negocios de la rqiública, yo soy magistrado; yo 
soy oficial que vivo del trabajo de mis manos, yo soy 
casado, tengo mujer, hijos y familia que proveer; yo 
soy hombre del mundo, y por eso no me conviene á 
n^í l¿er la Escritura, sino á aquellos que han de- 
jado al mundo y se han ido al yermo. A los cuales^ 
responde: ¿Qué dices , oh hombre? No te conviene 
á tí revolver la» Escrituras porque andas distraído 
^n nrachos cuidados? Antes te digo que es mas tu 
deber que no de los otros etc. Y da la razón, dice, que* 
aquellos no tienen tanta necesidad de leer la Escritura, 
coáio los que están á manera de decir en mitad de la 
mar traídos de acá para allA con las ondas. Los tales,, 
dice, tienen siempre necesidad de un continuo con- 
forto de la Escritura. Aquellos esténse asentados lejos 
de la batalla y por eso.no reciben muchas heridas» 
Pero tú, porque continuamente estás en la batalla, 
porque muchas veces eres herido, por eso tienes mas- 
necesidad de remedios como aquel á quien la mujer 
provoca, el hijo le contrista y mueve á ira, el enemigo 
le acecha, el amigo le tiene envidia. Y asi va discur- 
riendo y concluye diciendo: por lo cual es menester 
sin cesar tomar armas de la Escritura. Y un poco mas^ 
abajo: y no puede ser ahora, no puede ser, digo, que 
alguno se salve, )si continuamente no se ejercita en la 
lección espiritual etc. Y luego: ¿No ves tú, que los^ 
herreros, plateros y todos cuantos se ocupan en algún 
arte mecánica, tienen toda la herramienta y todos los 
instrumentos de su arte aparejados y puestos en ór- 



— 21 .— 
den? Aunque sean muy pobres y que la hambre loa 
aqueje, con todo esto mas aína sufrirán la hambre que 
vender alguno de los instrumentos de su. arte para co-i 
mer etc. ítem: ciertamente nosotros debemos tener el 
mismo ánimo que ellos. Y como los instrumentos de 
su arte son el martillo, la yunque, las tenazas, así de 
la misma manera los instrumentos de nuestra arte son 
los libros de los apóstoles y de los profetas y toda la. 
Escritura divinalmente inspirada y provechosa etc. 
ítem, así que no seamos negligentes en procurar haber 
estos libros por no ser heridos de herida mortal. ítem, 
la misma vista de los libros causa que no seamos tan 
prontos á pecar. Si habemos cometido alguna cosa, que - 
nos es prohibida, en volviendo á casa y mirando los 
Ubros nuestra conciencia con mayor vehemencia nos 
condena etc. Otra objeción que pone, es la que algunos^ 
de nuestros tiempos hacen. ¿Quesera, dicen, sino en- 
tendemos lo contenido en los libros? Responde Grí- 
sóstomo: Aunque no entendáis los secretos de la Esr 
critura, pero cotí todo esto, la misma lección de la 
Escritura causa en nosotros una cierta santidad; 
aunque no puede ser, que todo cuanto leéis ignoréis.- 
Porque la gracia del Espíritu por eso dispensó y mo- 
dificó todo lo que está en la Escritura para que los 
publícanos, pescadores, artífices, pastores, apóstoles», 
idiotas é indoctos fuesen salvos por medio de estos li~ 
bros, para que ningún idiota se valiese de esta escusa 
diciendo, que la Escritura es oscura; para que lo que 
en ella se dice, todos lo pudiesen fácilmente ver y para 
que el artífice^ el criado, la viuda y el mas ignorante 
de todos los hombres sacase alguna ganancia y pro^ 
vecho de haber oído leer la Escritura etc.. ítem,; loa 



— » — 

apóstoles y los profetas manifiesto y claro propusieron^ 
á todos los que dijeron como comunes doctores del 
mrando' para- que cada uno por sí pueda aprender lo 
qne se dfce'de sota la lección. Y esto pronunciándola 
antes el profeta, dijo: todos serán enseñados de Dios 
y niiif^no dirá á su prójimo: ¡conoce á Diosl porque 
todos me conocerán desde el mas pequeño hasta el 
mayor etc. Esto dijo Isaias, cap. 54, 4 3, Jeremías, 
3tf 34, y Juan, 6, 4S. ítem dice Crisóstomo: Ademas 
de esto ¿las señales, los milagros é historias no son 
cosas manifiestas y claras, que todos las entienden? 
Asi que, pretesto, excusa y cobertura es de pereza 
lo que dicen, que no se entiende lo que está en la Es- 
critura. ¿Cómo en algún tiempo podrás entender lo 
que ni aun de pasada no quieres mirar? Toma el libro 
eñ tus manos, lee toda la historia y lo que es claro 
retiénelo en tu memoria ; y lo que es oscuro y no 
muy claro léelo muchas yeces; y si con la continua lec- 
ción aun no lo pudieres entender, vete á algún sabio, 
á algún docto hombre, comunica con ellos lo que has- 
leldo etc. ítem: grande arma es contra el pecado la 
lección de la Escritura; gran precipicio y profundo 
piélago el ignorar la Escritura: gran pérdida es de la 
salvación no saber nada de lo contenido en las leyes 
divinas: la ignorancia de las escrituras es causa de las 
herejías; esta ignorancia hace que los hombres vivan 
tan ma), esta de alto á bajo lo revuelve todo porquo 
no puede ser, no puede, digo, ser, que el que continua 
y atenftamente leyere la Escritura, quede sin prove- 
cho etc. Todo esto y mucho mas, dice San Crisóstomo 
en el dicho sermón: lo cual lo mas que he podido he 
abreviado. 



— 38 — 

I)e . lo. cual clarameate vemas, cnao hnpiam^te 
haya el papa prohibido al pueblo ciístiaiMv el leer lá 
palabra- de Dios; en lo cual hace contra el eipreao 
mandamiento de Dios y contra lo i|ae los profetas^ 
Cristo y sus apóstoles y doctores antigooi enseñaron, 
y por cuya lección los santos mártires de Jesucristo 
padecieron martirio. Expreso mandamiento, es de 
Dios, Deut. 47, 18, en que manda al rey que se haga 
escribir en un libro la ley de Dios y (pie tenga este 
libro y lea en él todos los dias de su vida. Y luego 
djee, , para que le servirá la lección de esta Escritura: 
para que aprenda á temer á Jehová su Dios, para guar- 
dar todas las palabras de aquesta ley y estos estatutos 
para hacerlos etc. 

Y asi conforme á este decreto el buen emperador 
Teodosio II , descendiente de casta' de españoles^ ét 
con i su jntipía mano escribió todo el Nuevo Testa«- 
mento, y tenia por costumbre leer cada dia por la 
mañana, en ^, á la cual lección, la emperatríi, su 
mujer, llamada < Eudoxia , mujer bien ejercitada • en 
k Escritura y las hermanas del emperador se halla- 
ban presentes. De Alñredo» rey de Inglaterra, se lee, 
que repartía las veinte y cuatro horas que hay en 
el dia y en la noche en tres partes: las ocho pasaba le- 
yendo, orando, meditando; otras ocho gastaba en la 
administración de su reino, y las otras ocho cumpliendo 
con las necesidades de su cuerpo. Del emperador Car- 
io Magno se lee, que era muy dado á la lección de la 
sagrada Escritura. El rey.de España Receswinto ó Ro* 
einsunto, que murió año 672, entre otras virtudes que 
se cuentan 'de. él, tuvo una sed insaciable de saber los 
secretos misterios de la sagrada Escritura y asi jamn» 



- 34 - 

estaba oiicomia sin ,lener consigo grandes teólogoá, k 
quieoQS (Hrdiiiariantente. preguntaba cosas muy profun- 
das y | necesarias para su salvación. De lo cual hace 
mención el Doctor lUescas en) su pontiflcal en Juan Vil* 

Jarot)ien el misino autor hablando de Gregorio Y 
diee que Roberto, rey de Francia, entre otras virtu- 
des fué muy docto: á maravilla en las letras sagradas y 
en laS) humanas. El mismo autor dice, que don 
Alonso!, que llamaron Católico, recogía con diligen- 
cia los libros de la sagrada Escritura, que» andaban en 
poder de los infieles. Nuestro buen rey Recaredo, por 
ser tan bien ejercitado en la lección de la Escritura, 
él mismo con su sabio razonamiento convenció muchos 
prestes arríanos, y así mas con razón que con autori- 
dad, de rey los hizo convertir á la verdadera religión 
cristiana. Pluguiese á Dios que los reyes del dia de hoy 
imitasen á estos santos reyes leyendo la sagrada Es- 
critura, meditándda y orando; y no tuviesen cuenta 
con loque el pápalos prohibe, que no lean la Escrí- 
tUFa, sino con lo que Dios les manda que la lean. Vea« 
pues, él papa la cuenta que dará á Dios por haber en- 
gañado al mundo. No se espante, pues, si por ^t<) y 
por otras cosas semejantes lo llamemos antecristo» 
pueslo es. . / . ; 

..En declarar este abuso algo he sido largo; pero se 
me -perdonará por ser tan necesario que mis españoles 
lo sepan y entiendan. £1 Señor les dé su gracia para 
que se aprovechen de lo^ que su compatriota con deseo 
de . avisarles en el principal punto de su salvación les 
ha dicho. .Consideren siquiera si digo verdad, si. la Es- 
critura dice lo que les he dicho» si los padres y prin* 
oípalmente S. Juan Crisóstomo en el lugar alegado^ 



— 25 — 

dice lo que de él ha alegado. Infinitas gracias pues, 
hermanos mios, debéis dar á Dios que en vuestra cau- 
tividad corporal os ha dado la verdadera libertad que 
es la del espíritu. Teníais una fé confusa, muerta, é 
histórica, no sabíais lo que creíais: ahora Dios os ha 
dado por medio de haber oído su palabra una fé ciará 
Y viva: creéis con una cierta confianza de la miserícor* 
dia divina, que por la sangre de Jesucristo, y no por 
otro medio ninguno (que no lo hay) sois justificados 
delaate del acatamiento del Padre, y que como tales 
debeis^obrar buenas obras y huir de las malas. Sedle, 
pues, grato:^: Su Majestad lleve adelante la buena obra 
que en> vosotros ha comenzado. No basta bien comen- 
zar, es menester perseverar. Y el que perseverare has- 
ta el fin, este será salvo. No os prometáis en este 
mundo grandes riquezas por ser de veras cristianos; 
nuestras riquezas en el cíelo están, allí no tendréis 
miseria, no hambre ni aflicción, no cautiverio, no bo- 
fetón ni repelón, no palos ni azotes, todo esto será ya 
pasado, y bienaventurado el que lo hubiera padecido 
con paciencia por el nombre del Señor; su salario se- 
rá muy grande. El Señor os haga la gracia para que 
seáis constantes en la confesión de su nombre. Leed la 
sagrada Escritura, y si no podéis leer, oíd cuando 
oth)S la leen ó tratan de ella; meditad y rumiad loque 
habéis leído ú oido^ invocad al Señor que os enseñe 
con su Espíritu, porque todas nuestras diligencias no 
valen nada si Su Majestad no las bendice. 

Lo que resta, es consolaros' y daros algún orden pa- 
ra saberos gobernar en la empresa que habéis tomado 
ea manos. Muchps4ügares hay en la Escritura que 
sirven á este propósito; pero la primera epístola de 



- Si- 
san Pedro me pav<)ici4 muy propia para esto^ Por tan- 
to 08 aconsejo que Ja lea»; y 91 no tenéis libro, yo haré 
aquí un sumario de los principales puntos en ella cone- 
tenídos que hacen á vuestro propósito. S. Pedro es- 
cribió esta epístola 6 los fieles que del judaismo se.har- 
bten convertido á Cristo » los cuales andaban desterrar- 
dos de su tierra que Dios les había dado y estaban 
derramados por diversas partes del mundo, ^endo» 
pues, S. Pedro apóstol de los judíos como & Pablo lo 
era de los gentiles, escríbeles esta carta para: oooao^ 
larlos en sus aflicciones, en sus necesidadesvea su 
hambre y desnudez, en su destierro y cautiverio. Ex- 
hórtalos á tener paciencia, pues este es el camino real 
por donde Dios lleva á sus hijos y por: donde llevóla 
Cristo, del cual dice que fué afligido por nosotros, de- 
jáfidono» ejemplo para que vosotroe. sigáis sus. pisadasí. 
Conftrmalo&en la fé en Cristo, quefaabian recibido etc. 
Comienza su epístola hablando no solamente con 
los judíos convertidos de aquel tiempo, sino= aun con 
vosotros cristianos convertidos al verdadero cristía- 
nismo. Dice pues: Pedro, apóstol de Jesucrtsta á los 
extranjeros que están esparcidos en Ponto etc.; áilos 
extranjeros que están cautivos en tierra de Moros, ele- 
gidos según la presciencia de Dios Padre, en santifica* 
cion del Espíritu para obedecer y ser rociados con la 
sangre de Jesucristo; este es el verdadero (Mspergis' que 
no el delagua que llaman bendita; gracia y paz os sea 
multiplicada. Alabado sea el Dios y Padre de* nuestro 
Señor Jesucristo, que según su gran misevieordia 
nos ha regenerado en esperanza viva por la ressrreo- 
eíop de Jesucristo de los muertos par» la- herencia 
incorruptible y que no puede contaminarse ni maarchi* 



— 27 — 

taY9dr consenrada en los cielos para vosotros que sois 
guardados en )a virtud de Dios por fé para alcanzar la 
salud que está aparejada para ser manifestada en el 
postrimero tiempo. En lo cual vosotros os alegráis, es- 
tando al presente un poco de tiempo afligidos en di- 
versas tentaeione», si es necesario; para que la prueba 
de yuesttafife mucho mas preciosa que el oro etc., sea 
Krilada en alabanza, gloria y honra, cuándo Jesucris- 
to fuere manifestado, al eual no habiendo visto lo 
amáis; en el cual creyendo aunque al presente no lo 
veáis, os alegráis con gozo Inefable y glorificado ganan- 
do el fin- de vuestra fé que es la salud de vuestras áni- 
mas etc. 

ítem: por lo cual teniendo los lomos de vuestít) 
entendimiento ceñidos con templanza, esperad per- 
fectamente en la gracia que os es presentada cuando 
Jesucristo os es manifestado; como hijos obedientes, 
no conformándoos con los deseos que antes teníais 
estando en vuestra ignorancia papistica. Mas como 
aquel que os ha llamado, es santo, semejantemente 
también vosotros sed santos en toda conversación etc. 
ítem: Rescatados sois de vuestra vana conversación, 
fai cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas 
corruptibles como oro, plata, mas con la sangre pre- 
ciosa de Cristo etc. ítem: Habiendo purificado vues- 
tras ánimas en la obediencia de la verdad por el espí- 
rtttf^ien caridad hermanable sin fingimiento, amaos 
un09 antros entrañablemente de corazón puro, siendo 
renacidos^ no de simiente corruptible, sino de incor- 
ruptible por la palabra de Dios viviente. Esta pala-^ 
bna os quitaba el papa^ y asi no podíais renacer en 
Ortafo, la cual palabra (á pesar del antecristó), perma* 



— 28 — 

nece para siempre; y esta es la palabra que por ^ 
Evangelio os ba.sidk> ahora en vuestro deatierro ^ úou^ 
^69*io anunciada etc. 

ítem: Vosotros, como piedras vivas sed edi&cados 
una casa espiritual y uo sacerdocio santo para ofrecer 
sacrificios espirituales, . agradables á Jesucristo etc» 
ítem: Para que anunciéis las virtudes de aquel que os 
ha llamado de las tinieblas (en que estabais todo el 
tiempo de vuestra ignorancia, antes que fues^ Uamor^ 
dos al verdadero conocimiento de Cristo) á su luz. admi* 
rabie (que es el verdadero conocimiento de Cristo, y 
como debemos servir al Padre, no según los manda- 
mientos y tradiciones de los hombres, mas según lo 
que Su Majestad ha mandado en su santa Escritura, á 
la cual hacéis bien en leerla y oiría.) Vosotros, que 
en tiempos pasados no erais pueblo, mas ahora sois 
pueblo de Dios, que en el tiempo pasado no habíais 
alcanzado misericordia, mas ahora habéis ya alcanza- 
do misericordia. 

Amados, yo os ruego como extranjeros y caminan- 
tes, absteneos de los deseos camales que batallan con- 
tra el ánima. Y tened vuestra conversación honesta 
entre los gentiles, entre moros, judíos y falsos cristic^ 
nos,, en medio [de los cuales habitáis , para que en lO: 
que ellos murmuran de vosotros como de malhecho- 
res y Iierejes, por haber de veras conocido á Crista t 
glorifiquen á Dios en el dia de la visitación, estimán- 
doos por las buenas obras. Sed pues sujetos á toda or- 
denación humana por Dios, ahora sea rey como á su- 
perior, ahora á los gobernadores como de Él enviados 
para venganza de los malhechores, y para loor de los 
que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios» 



— 29 — 

que liaeiendo biea hagáis callar 1a^ ignorancia de los 
hombres yanés «te. ítem: Vosotros siervos, vosotros 
c&uHvos én tierra de moros, sed sujetos con todo temor 
i Tüestros señores, no solamente á los buenos y hu- 
manos, mas aun también A los rigurosos. Porgue esto 
es agradable, si alguno á causa de la conciencia que 
tiene delante de Dios, sufre molestias padeciendo in- 
justamente. Porque ¿qué gloría es, si pecando vosotros 
sois abofeteados , apaleados , azotados , echados en 
mazmofras, donde padecéis mucha hambre y miseria 
y fo SufMs? Mas si haciendo bien y confesando á Jesu- 
eristój vuestro Redentor^ms afligidos y lo sufrís, esto es 
cierto agradable delante.de Dios. Porque para esto 
sois llamados, pues que Cristo fué afligido por nosotros, 
tío será gran cosa que nosotros seamos también afligid 
dos por Él\ porque Cristo fué afligido , dejándonos 
qemplo para que vosotros, pobres cautivos^ sigáis sus 
-pinsiáñs 9 padezcáis como Él, el cual no hizo pecado; 
pero ¿quién de nosotros puede con verdad decir: limpio 
estoy de pecado? ni fué hallado engaño en su boca. El 
eüal mlBtldiciéndole no tomaba á maldecir, y cuando 
padecía no amenazaba, sino remitía (la causa) al que 
juzga justamente etc. ítem: Por la herida del cual 
habéis sido sanos, porque vosotros, antes que de veras 
conocieseis á Cristo, erais como ovejas descarriadas; 
más ahora sois ya convertidos al pastor y obispo de 
vuestras ánimas etc. 

ítem: Sed todos de un consentimiento, de una afee- 
dou, amándoos hermanablemente , misericordiosos, 
amigables, no volviendo mal por mal, ni maldición 
por maldición , sino antes por el contrario bendicien- 
do, sabiendo que vosotros sois llamados á que po- 



— ao — 

^eais en b^eocia beBdicion. Porque el.qpe.ifuíece 
amar la vida y Yer Ias.dias buenos, iieCraae .su-^leiir- 
gua .del mal,>y-su8.,labios uo bablen eaga&o; ap^ 
tese ,d^l mal y, baga bieo, biuqu^ la pazry^aigala.iBor- 
que los, ojos d^l SeSor e^t4ii sobre .los juntos, yrjip^^ 
orejas atentasi ksusox9^iofk§iS.M rostro del Se&or egti 
sobre aquellos, que bacen. mal. ¿Y quién-tes aqyelqQC 
os.podrá dafiar» si vosotros seguís -^1 bien? Ma6i);«^pA- 
bien si i^lgupa cosa padecéis por bacer biai)* i^ftMis 
bienaventurados. Por tanto no temáis por .^1. teoM^r 
de aquellos, y no seáis turbadoi^; pero santífica4 ^^ 
Señor Dios en v.uestros corazones. Y estad ;SÍ0qE\pi:e 
aparejados para responder á cada uno que os demfiii- 
daré razón de la esperanza que está en vosotrofii (y. de 
la causa porque habéis dejado al papa]^ y. ^to (^pn 
mansedumbre y reverencia, teniendo buQna QojicieiH- 
cia para que en lo que murmuren de vosotros ^como 
de malhechores , sean conGundidps los > que bliasfei^An 
vuestra buena conversación en Cristo. Porque m^r 
es que. seáis afligidos haciendo bien, si la voluntad.de 
Dios así lo quiere» que no haciendo mal. Porqve-tam- 
bien Cristo padeció una vez por los pecados, el Justo 
por los injustos, para llevarnos A Dios, mortificado- á 
la verdad en la carne, pero vivificado en espíritu etc. 
^ ítem: Pues que Cristo ha padecido por nosotros jQn 
la carne, vosotros también estad armados del malicio 
pensamiento, que el que ha padecido en. la..,€|^?» 
cesó del pecado,^ para que ya el tiempo que qued^ ^n 
carne^viva, no á las concupiscencias de loschomb^e^, 
sino á la voluntad de Dios. Porque nos debe bastar t 
que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecbo 
la voluntad de los gentiles ó de los anUcristiam)S-4e 



— 81-^ 

nuMsfyv tiempo ^ cuando cony^rsábamós en disolución 
nob; éb concupisceneias, en embriagueces, en glotañe^ 
Has, en beberes,' en ignorancias , snperstidoneSy blasfe- 
mias y en abonfínables ídolatrias, (como son las que 
cometíais, pensando hacer gran serricio á la Santísima 
Virgen, baciéndoia igual con Dios, que solo es Todepo- 
deíFdso, que la eligió y crió para qué ftiese madre; se- 
gún la.camé, de nuestro Redentor Jesucristo. 

El himno que is^mmoAi Am maris stella está lleno 
de semejantes blasfemias como cuando dice: tiFúndah- 
nos^M'paz, mudando el nombre de Eva, suelta las 
priiriOnies á los culpados, dá luihbre á los ciegos, alanza 
nuestt^os males,' demanda todos los bienes. Muéstrate 
ser madte,» quiere decir: Entienda tu Hijo con qrmn 
lo ha; iú eres su madre. Y un poco mas abajo: «Haz 
que n<osotros, libres de culpas, seamos afables y cac- 
tos. Concede mm Vida pura, haz el camino seguro.» 
ítem: en el himno que comienza: quem térra, pon- 
tas etc., al fin están estas palabras: aMaría, madre de 
gradia, hiadre de misericordia, tú nos defiende del 
enemigo, y recíbenos en la hora de la muerte.)> La 
ortciou que comienza: Salve regina, mater misericor-- 
6ÍMP«tc«,éstá llena de semejantes blasfemias. Oid la 
razón por que digo esto: porque la honra y gloria que 
es propia del Dios eterno y de su Hijo Cristo, como 
es perdonar pecados, ser padre de gracia y de miseri- 
cordia, hacer que los ciegos vean etc., su Majestad no 
la comunica á criatura, ninguna, por santísima que 
sea, ebmo se ve por 16 que el mismo Dios dice ha- 
blando con el Mesías, nuestro Cristo, Isaías, 42, 6, (lo 
cual' prueba el Mesías ser verdadero Dios, pues hace 
iOque solo Jehová hace.) «Yo, Jehová, te llamé en 



— 82 — 

justicia y por tu mano te tendré, te guardaré, y te 
pondré por alianza del pueblo ^ por luz de gentes, 
para que abras ojos de ciegos, para que saques presos 
de mazmorras y de casas de prisión . á asentados en 
tinieblas; yo Jehová, este es mi nombre y á otro no 
daré mi gloria, ni mi alabanza á esculturas.». 

. La Santísima Virgen, mientras vi?ió en este man- 
do, se guai:dara miuy bien de admitir tales adu— 
laciones y locas devociones; pues eran blasfemias ton- 
ira la majestad del Padre celestial, que la crió» de 
Cristo, que la redimió, y del Espíritu Santo que la 
santificó y adornó con tantas virtudes, cuantas conve- 
nia que tuviese la que habia de ser madre de nuestro 
Redentor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero 
hombre; y así tampoco las querrá oir ahora. Estos, 
pues, que piensan hacerle gran servicio con ellas, no 
le hacen servicio ninguno, sino gran desplacer y des- 
honor. La verdadera honra con que debemos honrar 
á la Santísima Virgen y á los demás santos, es seguir 
sus pisadas, ser sus imitadores, como ellos lo fueron de 
Cristo. Y así dice S. Pablo hablando con los Corin- 
tios, cap. 4 4 : «Sed imitadores de mi como yo lo soy de 
Cristo.» {Pero volvamos á nuestro apóstol S. Pedro.) 

Y esto parece cosa extraña á los que os vituperan, 
que vosotros no corráis con ellos en el mismo, desen- 
frenamiento de disolución. Los cuales darán cuenta al 
que está aparejado para juzgar los vivos y los muer- 
tos etc. ítem: mas el fin de todas.las cosas se acerca. Sed 
pues templados y velad en oración. Y sobre todo te- 
ned entre vosotros ferviente caridad, porque la caridac} 
cubrirá multitud de pecados. (Estas últimas palabras 
tomó S. Pedro del capítulo 1 v. 4 2 de los prover-* 



— 38 — 

biofl; de Salomón , donde «stá bien claro lo que |iln; 

ellas quiere decfr^).Dlce, pues, Saloiiion: «(El odio des* 

pieria las rencillas, JBiaa la- caridad cubrirá todas k^ 

maldades^» Comoisi díjeraf: el hombre que tiene odio 

áotro, descubre todo cuanto mal sabe de él, y así unoe 

á otros se mnerden ; comen por vengatfte; mas por !el 

contrarío, el que tiene caridad^ el que ama, eocufarev 

disimula, 7 bace que no:Yelas fritas; 7 arunqne sea 

ofendido setenta i^es siete Yoces^ les perdona, oon^ 

forme á lo que manda el Señor Sat. /t8, 22« Por 

tanto nuestros adversarios mu7 al po^lo traen esie 

paso, como que las limosnas 7 otros cyercfcios de cari^ 

dad sean recompensa delante de Dios en d perdonar 

los pecados. 

(Prosigue San Pedro:) Si alguno habfau, hable eon^ 

forme ¿ las palabras de Dios etc. Itei|i: carísimos, no 

os maravilléis, cuando sois examinados por Aiege^lo' 

cual se bace para vuestra prueba, como sialguna com 

per^rina os aconteciese, mas ánteson que soisr par* 

ticipantes de las aflicciones de Gristo gózaos parn 

que también en la revelación de su gloria os gocéis en 

triunfo. Sí sois vituperados en nombre de Cristo, sois 

bienaventurados, porque la gloría 7 el Espíritu de Bioa 

reposa sobre vosotros. Cierto, según eUos, éljesblasfe* 

mado, mas según vosotros es glorificado. Así que no 

sea ninguno de vosotros afligido como homicida ó la^ 

drcHy^ó malhechor ó codicioso de los irienes ajehos'. 

Pero si alguno es afligido como cristiano, no se aver-* 

gíienee; totes glorifique á Dios en esta parte. Porque 

también ya es tiempo que el juicio comience de la 

casa .de Dios. Y si primero (comienza) de nosotros-, 

¿qué fioHserá ^1 de aquellos que no obedecen al evan- 

3 



-84 — 
gelío d& Dios? Y si el justo es dificultosamente salvo, 
¿á dónde parecerá el pecador é infiel? Y por eso los 
que son afligidos* según la voluntad dé Dios, enco-^ 
miéndenle sus ánimas como á fiel posesor, haciendo 
bien etc* 

ítem: humillaos , pues, debajo de la poderosa 
mano de Dios para que Él os ensalce, cuando fuere 
tiempo; echando toda vuestra solicitud en Él, porque 
Él tiene cuidado de vosotros. Sed templados y velad; 
porque vuestro adversario el diablo, anda como león 
bramando alrededor de vosotros, buscando alguno 
que trague. Al cual resistid firmes en la fé, sabiendo 
que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en la 
compañía de vuestros hermanos que están en el mun- 
do. Mas el Dios de toda gracia, que nos ha llamado á 
su gloria eterna por Jesucristo, después que hubiereis 
un poco de tiempo padecido. Él mismo os perfeccione , 
confirme, Corrobore y establezca etc. Concluye pues 
San Pedro su epístola tan necesaria para los pobres 
cristianos, extranjeros y afligidos de aquel tiempo^ y 
tan necesaria en este tiempo para vosotros pobres cris^ 
tianos^ extranjeros, afligidos y cauHvos en Berbería^ 
diciendo: Paz sea con vosotros, los que estáis en Jesu- 
cristo, amen. Quiere decir, los que creéis con el corazón 
y confesáis con la boca, Jesucristo ser vuestro Redmi— 
tor, y que no hay otro medio ninguno por dónde vuestros 
pecados sean perdonados j sino por sola su intercesión, 
muerte y pasión. 

De una cosa os quiero avisar para que no os es- 
candalicéis ni ofendáis, cuando viereis ú oyereis que 
donde quiera que se predica el Evangelio (que es las 
buenas nuevas que nos son dadas, que el Padre eterno 



— 85 — 

graciosamente, sin interés ninguno, sino por solp 
€risto nos perdona nuestros pecados) y principalmen- 
te cuando se comienza á predicar, se levantan tumul- 
tos y revueltas; el padre es contra el hijo y el hijo 
contra el padre; unos lo creen, otros lo blasfeman y 
se hacen muy peores que antes eran. Así siempre ha 
sido, así es y así siempre será. En comenzando Dios á 
edificar su Iglesia, luego Satanás edifica su capilla en 
ella, la cual muchas veces se alarga tanto, que la Igle- 
sia de Dios es capilla. Cuando Dios al [írincipio plantó 
su Iglesia en el justo Abel, luego Satanás edificó la 
suya en el impío Caín , que persigue Abel por ser bue- 
no, justo y santo, y no para hasta que lo mata. Los 
del tiempo de Noé se hacen burla de lo que les predi- 
caba Noé. Lo mismo hacen los de Sodoma con Lot. 
Los filisteos persiguen á Abraham, Isaac y Jacob, 
que eran la Iglesia de Dios. Ismael se hace burla 
de Isaac , Esaú persigue á su hermano Jacob , Saúl 
i David. 

Y viniendo al nuevo Testamento, cuando Cristo 
* predicó su Evangelio en Jerusalem y en otras partes 
de Judea ¡qué de revueltas hubol unos decían: bien 
4lice, bien predica, profeta es, el Mesías es; otros 
decían: engañador es, blasfemo es, revoltoso es, Sa- 
maritano (quiere decir: hereje) es, endemoniado está, 
en virtud de Beelzebub hace sus milagros, toda Jeru- 
salem revuelve; los Escribas, Fariseos, Doctores de la 
ley, los Sacerdotes y principalmente los sumos Pon- 
tífices no pueden sufrir su doctrina y son los mayores 
enemigos que Cristo tiene, los cuales con su odio 
rabioso de tal manera persiguen á Cristo, (porque les 
descubría sus engaños é hipocresías y daba á entender 



-36- 
el verdadero culto con que Dios quiere ser honrado} 
que no paran hasta hacerlo morir, y muerte la ma» 
afrentosa que entonces se daba, muerte de cruz; con 
este género de muerte mataban y sacaban del mundo 
como indignos de vivir en él á los mayores desuella- 
caras, á los mayores bellacos, abominables y desespe- 
rados. Servia entonces la muerte de cruz de lo mismo 
que ahora sirve la muerte de fuego. El dia de Pente- 
costés, cuando el Espíritu Santo visiblemente descen- 
dió sobre los apóstoles y ellos comenzaron á predicar 
públicamente el Evangelio de Cristo crucificado ¡qué 
de revueltas hubo en Jerusaleml Unos se admiran y 
otros dicen: borrachos están. Aun estando los após- 
toles en Jerusalem, se levantó aquella tan reñida cues- 
tión, que tanto mal ha hecho y aun hasta el dia de 
hoy hace en la iglesia de Dios, si la fé en Cristo baste 
para la salud ó si sean menester las obras que manda 
la ley. Esta cuestión se liquidó en el primer concilio 
cristiano que se tuvo en Jerusalem, como mas abajo 
veremos. Salidos los apóstoles de Jerusalem, idos á 
predicar el Evangelio por el mundo, como Cristo se 
lo habia mandado ¿cómo son recibidos? El mundo no 
puede sufrir su doctrina, persigue y mata á los apó^ 
toles y los demás que profesaban la ley de Cristo. Este 
odio fué la causa que en la iglesia de Dios hubiese 
tantos mártires, tantos que morían por la doctrina 
del Evangelio, por la fé de Jesucristo. 

Este mismo odio tienen los Escribas y Fariseos de 
nuestros tiempos, quiero decir los clérigos y frailes, 
los sabios del mundo, los obispos, cardenales y prin- 
cipalmente los papas contra la reformación, que así 
cuanto á la doctrina como cuanto á las costumbres , 



— 3f7 — 

hombres doctos y píos enviados de Dios para recoger 
las reliquias de Israel, quiero decir, los ñeles, no 
interesando otra cosa, sino la gloría de Dios y la sa- 
lud de las ánimas y poniendo su honor y vida en ma- 
nifestísimo peligro, han predicado, y por la miseri- 
€Ot*dia dé Dios aun predican el dia de hoy para gran 
servicio de Dios y salud de las ánimas. Y no han bas- 
tado ni podido todas las astucias, estratagemas é in- 
venciones de nuestros adversarios ni todas sus perse- 
cuciones, su confiscar los bienes, su afrentar y quitar 
la honra, su encarcelar, su azotar, su desterrar, su 
echar á galeras, matar y quemar, á apagar y deshacer 
este fuego, esta doctrina evangélica que el Espíritu 
Santo ha encendido y quiere que arda, que se pro- 
pague y cunda por todo el mundo antes de la segunda 
venida del Señor; como vemos que ha cundido por 
toda la Cristiandad y aun dentro de España, que es 
la nación que mas se opone á esta reformación, ha 
entrado y no como quiera sino entre nobles, gente de 
lustre é ilustre, doctos y pios. Remítome á tantos 
autos como á este propósito se han hecho en España. 
Y esto es de notar, en lo cual Dios muestra su po- 
tencia, que mientras mas nuestros adversarios persi- 
guen y queman, mas y mas crece el número de los 
fieles; porque la sangre de los mártires es la simiente 
(como dice y muy bien Tertuliano) del Evangelio. Los 
fieles son como el grano de trigo, el cual para que 
firtíctifique, para que de uno salgan ó treinta ó sesenta 
ó ciento es menester que muera. Estos predicadores 
de réfbi'macion, imitando á Cristo, á los profetas y 
apóstoles condenan el fausto, soberbia, avaricia y am- 
bición de los eclesiásticos, su mala vida y peor doc- 



-as- 
triña; quieren y procuran, que todo esto se reforme 
conforme á lo que Dios manda en la sagrada Escritura», 
qué los profetas, Cristo y sus apóstoles predicaron y 
que la primitiva iglesia guardó; porque lo primera 
(como dice S. Cypriano) es lo verdadero. Y eso valdrá. 
' Cuando S. Pablo quiso corregir los abusos que ha- 
bían entrado en la Iglesia de Corinto, cuanto al San- 
tísimo Sacramento de la cena del Señor, el mejor re— 
medio que halló, fué reducir la cena que los Corintios 
celebraban, á su primera institución, para que no le 
añadiesen ni quitasen, sino que la celebrasen ni mas 
ni menos que Jesucristo, su instituidor, la celebró. Y 
así les dice, cap. 1 4 , 23: «Yo recibí del Señor lo que 
también os he enseñado etc.i> Esto mismo hacen ahora 
estos, que procuran la reformación, quieren quitar los 
abusos, que se han introducido en la celebración del 
bautismo y de la cena del' Señor, en la doctrina de la 
justiflcacion y de la invocación y en lo demás, y que 
se celebren estos sacramentos como Cristo los ce- 
lebró. Y en una palabra, quieren que todo vaya re- 
glado por la palabra de Di<fe. En negocios de religión^ 
en que les va la salud de las ánimas, no quieren re- 
girse por sueños ni por invenciones ni por tradiciones 
de hombres, sino por la sagrada Escritura. 

Veis aquí, hermanos mios, la causa, porque en co- 
menzando á predicar palabra de Dios, el mundo no la 
puede sufrjr y no pudiéndola sufrir se arma contra 
ella. Pero él cristiano lío querrá tener paz con el mun- 
do haciendo lo que el mundo hace, que es perseguir 
á Cristo, á su doctrina y á los que la siguen; antes le 
hará la guerra, aunque sea un hombrecillo de no nada 
cuanto al mundo, confiado en aquel que dijo: «¡Con- 



— 39 — 

fiad y yo vencí al mundol» De esta guerra avisó el Se* 
ñor á sus discípulos Mat. 40, 34: aNo penséis, les 
dice, que he venido para meter paz en la tierra; no 
he venido para meter paz, sino cuchillo. Porque he 
venido para hacer disensión del hombre contra su pa- 
dre y de la hija contra su madre» etc. El Santo Si- 
meón, cuando tomó al niño Jesús en sus brazos, dj^ 
(como lo cuenta San Lucas, cap. 2, 34 de su Evan* 
gelio) á su madre María: hé aquí, que e»te es dado 
para caída y para leyantamiento de muchos en Israel 
y para señal á quien será contradicho. Isaías cap. 8, 
44, hablando de Cristo dice lo mismo. S. Pablo, 
Rom. 9, 33> alegando el dicho lugar de Isaías dice: 
«hé aquí, pongo en Síon piedra de tropezón y pie- 
dra de caida; y todo aquel que creyere en ella, no 
será ayergpnzadQ.» De la misma manera habla S. Pe- 
dro de estapiedjra 4 Ped. 2, 6. Esta piedra es Cristo, 
sobre el cual Pedro y todos los demás apóstoles y toda 
la Iglesia católica, y cada miembro de ella en parti- 
cular están funda.dos. No os ofendáis puesi, hermanos 
mios, ni os sea ocasión para volveros atrás, las disen- 
siones que oiréis y veréis á causa del Evangelio. El 
Señor, nos ha avisado de ello. Sabed, que esta es una 
de las certísimas marcas y señales, que consigo trae el 
Evangelio; en siendo predicado y anunciado divide la 
luz de. las tinieblas, muestra cua) sea la verdadera doc- 
trina y cual la falsa, muestra cual : sea el culto, y ser- 
vicio qué Dios mande y cual el que vede, cuales sean 
las obras qu^ le agraden y cuales, toa que le desa- 
graden. .; . . , . .1 : f ■ ' f'-, 

El Señor os baga gracia» quQ vencida ¡esta tenta- 
ción la cual en los principiantes es grande, y hace 



— 40 — 

Tolver atrás á algtaos, paséis adelante en la confesión 
á% 8U nombre y digáis como dijo S. Pedro en nom- 
bre de toda la iglesia, cuando el Señor preguntó 
if sas doce apóstoles , si se qaerian ellos también 
volver atrás, si se querían ir de él, como dgonos de 
los discípulos k) habían hecho: Señor, responde Pe- 
dro ¿á quién ii^mos? tienes palabras de vida eterna. Y 
nosotros creemos y conocemos que tú eres Cristo, Hijo 
de Dios viviente. Jüan^ 6, 68. Esta guerra que consigo 
trae el Evangelio, propiamente hablando no la causa 
el Evangelio, pues es Evangielió de pa2 y así lo Rama 
S* Pablo, y el Dios, cuyo es el evangelio, es autor de 
paa, sus pensamientos son de paz y no de disensión 
ni de guerra. La malicia y el odio que los hombres 
mundanos sin Espíritu de Dios tienen al Evangelio y 
ic la pura y sana doctrina es la causa de esta guerra. 
Si los hombres oyendo la sana doctrina la creyesen, 
no habría guerra ninguna, sino gran paz y quietud. 
Dios nos haga la gracia que obedezcamos al Evangelio 
para qué tengamos paz; no la que el mundo da, sino 
la que Cristo tanto encomendó á sus discípulos. Esta 
paz ninguno la tiene sino solamente el que fbére jus- 
tificado por fé. No hay hombre en el mundo tan p i- 
cífico como el verdadero cristiano, con el Espíritu de 
Dios regenerado. Este tal cuando se trata de sí en 
particular y no de la gloría de Dios, tiene gran pa- 
ciencia, sufre y soporta mucho á trueque de no que- 
btarlapttz. 

HaciendKi pues vosotros la profesión qué hacéis de 
crístianos reformados, necesariamente habéis de tener 
mientras vivieras en esta tierra de Berbería ii^ónibates 
con tres maneras de gentes, con antecristianos, con 



— 41 — 

jttdfofti j con Moro^, y prrncipahnente con el diablo 
ifMéA tentará con diversas suertes de tentaciones. Es 
ptt^ menester artnaros^ y estar apercibidos contra sus 
ascdtosi Latí armas no son carnales ni terrenas sino 
espíritliates, cuales las describe S. Pabto (como buen 
guenr^m, que siempre andtiba armado con ellas y las 
babia muy bien experimentado y probado.) Rabiando 
con tos fifesios les dice: «rTéstfos de toda la armadura 
de* Dios para que podáis estar contra las asechanzas del 
diablo;)» Entre otras piezas, con que el apóstol arma 
al oristáitM), nombrados muy principales, la una es 
el encado j que dice ser la fé en el cual podréis apa- 
gar lodos tos dardos de fuego del maligno; la otra es 
la aspada, que dice ser la palabra de Dios; ta cual, co- 
m^ dice el apóstol (Hebreos 4, 42), es viva y eficaz y 
mas penetrante que todo cuchillo de dos filos y que 
alcania hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las 
coyunturas y tuétanos, y que discierne los pensa- 
mientos y las intenciones del corazón. Por bien tonto 
y loco tendríamos al soldado que entrase eii la batalla 
y quisiese pelear con mortales poderosos y desespera- 
dos eMitaigo», y no llévase armas con que defenderse 
ni ébn que ofender al enemigo. 

. Tai es d cristiano, que sienda su vida una conti- 
nua bfftdla espiritual, ito searma con armas espiritua- 
les oétf ^ y COA péflabria de Dios. La fé para que sea 
vivtf y apírovéche^ bá dé ser fundada sobre la palabra 
de filotf. La palabra dé Dios, parra que sea eficaz y 
obré i^iVadM, es menester que? sea cíéida. Délo cual 
vemoi' euaüto mal haya hecho el aiitecrísto en la igle- 
sia <lé Dfos desaímando al pueblo déla principal pieza 
de su^ armas, que es la palabra de Dios, la cual bajo 



— 42 — 

graves entredichos y penas no le deja leer. ¿Cómo 
peleará sin espada con el enemigo? Después de haber 
el apóstol armado al cristiano con todas sus armas, 
mándale, que sea continuo en la oración, que invoque 
á Dios que le asista para que sus enemigos no preya- 
lezcan contra él, mas sean deshechos y destruidos^. 
La oración del justo (como dice Santiago cap. 5» 4 6) 
mucho vale: lo cual confirma con el ejemplo deBIias. 

La lección de la Escritura y la oración son dos 
ejercicios muy principales del cristiano. Cuando ora- 
mos hablamos con Dios, y cuando leemos la palabra 4e 
Dios, Dios habla con nosotros* Oigámoslo, pues, si 
queremos que nos oiga. En esta batalla de que hablo, 
ninguno presuma de sí mismo: humíllese delante de 
la Majestad divina, rogándole que por Cristo le au- 
mente la fé y le declare su palabra. Sabrá este tal 
mantener por la palabra de Dios su religión cristiana 
y confundir los adversarios, que contra ella le habla- 
ren. Su Majestad os haga la gracia de perseverar y 
crecer en él. . 

El npmbre de cristiano cuando con el nombre 
concurren las partes necesarias que hacen á uno ver- 
daderamente cristiano, es muy precioso y. de .omy 
grande estima en el acatamiento de Dios. Porque el 
verdadero y no hipócrita cristiano, que es el que.sigue 
las pisadas de Cristo, es un .verdadero trasljAi^ un 
vivo retrato y una expresa. Í9iágeu de Cristo^ y Cristo 
es imagen del Padre. Dios que es ipi^isiblei, ^ Oisto 
se ha hecho visible y palpable. Todo cuanto, e^ Cristo 
por naturaleza, lo es el cristiano por gracia y ad/op<viM. 

Y así es hijo de Dios, renacido, como dice S.iPjedr^^ 
no de simiente corruptible sino de incorruptible» por 



— 43 — 

la palabra del Dios viviente, i Pedro, 4 , 23. S. Juan 
dice, que Cristo á todos los que lo recibieron, les dio 
potestad de ser l^ijos de Dios» á los que creen en su non^ 
bre. Juan 4 , 42. De esta manera el cristiano par- 
ticipa de la naturaleza divina. Y como Cristo es rey, 
pero no de este mundo, que venció el pecado, muerte 
y demonio, asi lo es el cristiano, el cual con las fuer- 
zas que su rey Cristo le da, vence los mismos enemigos, 
pecado, muerte y demonio. Como Cristo es sacerdote, 
que se ofreció á sí mismo al Padre eterno, asi el cris- 
tiano se ofrece á sí mismo negando su propia voluntad 
y sujetándola á la ley de Dios. Y así ofrece por medio 
de su Sumo Pontífice Cristo á Dios un perpetuo sacri- 
ficio, es á saber, como la declara el apóstol Hebr. 43, 
45: «fruto de labios que confiesen á su nombre. x> 

Y como Cristo es profeta, que declara y enseña la 
voluntad de su Padre, asi el cristiano siendo enseñado 
de Dios, habla palabra de Dios y cosa que edifique; 
conforme á lo que dijo San Pedro: «si alguno bablia, 
hable conforme á las palabras de Dios.» 4 Pedro 4, 
4 4 . Muy lejos deben de estar de la boca del cristiano 
palabras sucias, vanas, picantes, murmuradoras y mu* 
chp menos blasfemas. Gran perfección es la que se 
demaifda del cristiano; pero, lo que es imposible al 
hombre, e^.posible y muy hacedero á Dios, como lo 
dijo el, ángel á la Santa Virgen, cuando ella le pregun- 
tó como concebiría no conociendo varón: ninguna cosa, 
dice, es imposible á Dios. Por eso se Hama Todopode- 
rpso. Y el cristiano en cierta nianera lo es, y por esoS. 
Pablo, Filip. 4, 13dice: «todo lo puedo en Cristo, que me 

fortalece.;» 
.?8tQ que hemos dicho, que Cristo, es rey, sacpr- 



— /tt — 

dote 7 profeta , y que por el mismo caso ctiaiquíera 
cristiano, si es cristiano, es rey, sacerdote y piroffeta, 
consideró muy bien S. Pedro, cuando dijo, hablando 
con todos los cristianos y con cualquiera de ellos: aVúi- 
otros sois el linaje elegido, él real sacerdocio, gente 
santa etc.» Esta manera de hablar tomó S. Pedto de 
loque dice Dios, Exod. 19, 5, hablando no con los 
sacerdotes solos sino con toda la casa de Jacob, con to- 
do el pueblo de Israel. Si oyereis, dice, mi voz y guar^ 
daréis mi concierto, vosotros seréis mi tesoro sobre 
todos los pueblos; porque mia es toda la tieira. Vos- 
otros seréis mi reino de sacerdotes y gente santa. S. 
Juan en su Apocalipsi, cap. 4, 6 dice: Cristo nos ha 
hecho reyes y sacerdotes para Dios, (quiere decir, es- 
pirituales y no de este mundo.) Siendo, pues, tanta la 
dignidad, autoridad y majestad del cristiano, razón es 
q[ue no se acobarde, que no se abata ni se deje hollar 
del demonio, ni se haga siervo del pecado, que no vi- 
va según la carne; cuyas obras, (como las cuenta S. 
Pablo, Gal. 5, 49) son adulterio, fornicación, inmun- 
dicia, disolución, servir á ídolos, hechicerías, enemis- 
tades^ pleitos, celos, contiendas, disensiones, sectas, 
envidias, homicidios, borracheces, banqueterías y co- 
sas semejantes á estas. Los que estas cosas hacen, dice 
S; Pablo, que no heredarán el reino de Dios.. 

Mas al contrario, el cristiano sé estimé eú Añicbo, 
haga gran caso de sí ioíismo como de cosa muy preciosa 
yde inestimable Valor: pues es rey, sacerdote y pw— 
fetá, hijo y heredero de Dios: y así ande y viva séguii 
el espirita cuyos frutos son caridad, gozo, paz, toterán- 
cia, benignidad, bondad, fé, mansedumbre, templahza^ 
longanimidad, modestia, continencia, castidad. Contra 



— 45 — 
los tales, como dice el mismo apóstol, no hay I^; 
poique ellos se son á sí mismos ley. T así no bay 
condenación ninguna para ellos, porque están en Je- 
sucristo, y estando en Él no andan conforme á la car- 
ne, mas conforme al espíritu. Porque la ley del espí- 
ritu de vida en Cristo Jesús los ha librado de la- ley 
del pecado y de la muerte; y lo demás que á este 
propósito ya discurriendo. Romanos 8, 1 . Y pues que 
todo esto tenemos y somos por Cristo, razón será pa^ 
conforto de vuestra fé, y principalmente viviendo 
vosotros entre infieles y enemigos de la cruz de Cristo 
(de quien el cristiano se gloría), con los cuales ten- 
dréis cada dia combates, que digamos que es lo que 
debéis creer de Cristo de cuyo nombre os llamáis cris- 
tianos. 

El cristiano debe firmemente creer y por esto cien 
mil vidas, sí tantas tuviese, poner, en un solo Dios, 
creador del cielo y de la tierra, y que este un solo Dios 
es, como él mismo lo ha declarado en su sagrada 
Escrituca, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Id, dice el 
Sefior, Mat. 28, 49, enseñad á todas las gentes bau- 
tizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Es- 
píritu Santo. Y su discípulo muy amado dice: Tres 
son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, la 
Palabra y el Espíritu Santo y estos tres son uno. 
4 Juan 5, 7. Este misterio de la Santísima Trinidad 
no lo dejó Dios de manifestar á los santos patriarcas y ' 
profetas del testamento antiguo. Es verdad, que no tan 
danimente como en el nuevo. Para confirmación de 
esto no alegaré aquí sino dos pasos: el primero es del 
Salmo 440; y lo alegaré conforme á la translación 
española que los judíos han hecho^ para que no digan. 



— 46 — 

que nuestra translación , de que usamos los crístianosv 
es mala. Dijo Adonai (que 6s Jehová; que los judió» 
por superstición no quieren nombrar) á mi Señor: 
Siéntate á mi derecha hasta que ponga tus enemigos 
escaño de tus pies. David, arrebatado en espíritu pro- 
fetiza en este salmo del Mesías que llamamos Cristo, 
dos cosas: la primera, los oficios, que el Padre eterno 
le entregara; la segunda como se habrá Cristo en la 
ejecución de estos oficios de que aquí se hace mención. 

Los oficios son dos: su eterno reino del cual trata en 
los tres primeros versos y su eterno sacerdocio, de que 
trata verso 4. De la ejecución de estos dos oficios se 
trata en el resto del salmo. Este salmo es de grandí- 
sima importancia para convencer la obstinación de los 
judíos cuanto á la eternidad y divinidad del Mesías, y 
por ser tal, el Señor enseñando en el templo, lo alegó 
á este propósito, Mat. 22, 42. Preguntóles, pues: 
¿Qué os parece de Cristo? ¿Cuyo hijo es? Respóndenle: 
de David. El les dice: Pues, como David en espíritu lo 
llama Señor, diciendo: dijo el Señor á mi Señor etc. 
Pues si David lo llama Señor, ¿cómo es su hijo? etc. 
Fueron de tanto peso y eficacia estas palabras y tan 
perentorias, que los fariseos por mas sofistas, astutos y 
calumniadores que eran, no tuvieron que responder, j 
cobráronle tanto miedo, que de allí en adelante (conoLO 
dice el Evangelista] jamas le vinieron con preguntas 
como antes solían para tentarlo. Y así, dejadas las dis- 
putas, tratan de matarlo; como de hecho lo hicieron. 

David dice que Jehová dijo á su Señor, siéntate á mi 
diestra; de dos personas hace aquí mención David, del 
Padre eterno y de su Mesías, á quien David llama Se- 
ñor, y en llamarlo Señor, denota David que el Uesfas 



— 47- 

era'mas que hombre, que' era eterno, que era Dios. Lo 
cual confirma David con las palabras que el Padre dice 
luego al Mesial: (csiéntate á mi diestra.» ¿A quién, no 
digo de los hombres, sino aun de los ángeles, que son 
las más excelentes criaturas ha dicho Dios jamás: 
siéntate á mi diestra hasta que ponga etc.? El apóstol, 
Heb. I, 43, entre otras razones con que prueba la 
divinidad del Hijo de Dios pone esta que Dios le dijo: 
siéntate á mi diéátra , lo cual á ninguno de los ánge- 
les jamas ha dicho etc. ítem, es de notar lo que David 
dice en el ctíarto verso: juró Jehová y no se arrepenti- 
rá: Tá (serás) sacerdote para siempre según uso de 
Malkiesedek, ó como nuestra translación dice, confor- 
me al rito dé Melchisedec. Este Adonai, á quien habla 
Jehová, esté Mesías^ este á quien David llama Señor, 
el mismo David dice que será sacerdote para siempre, 
quiero decir, sacerdote eterno, conforme á la manera 
de Melchisedec y no conforme á la de Aaron: de lo 
cual ^ concluye, que venido el Mesías, habia de cesar 
el sacerdocio de Aaron con todo su aparato y culto 
extemo, como de hecho cesó; y que habia de haber 
otro sacerdocio que jamas cesase sino que fuese eterno, 
cuyo sacerdote también fuese eterno y no mortal. 
Siendo, pues, el Mesías eterno rey y eterno sacerdote, 
y asentándose á la diestra de Jehová, como David en 
este salmo le dice, sigúese, que el Mesías, demás de 
ser verdadero hombre, habia de ser verdadero Dios. 
Y tal lo esperaron los judíos antiguos. 

Los judíos modernos que han escrito después de 
la venida de Cristo, antes quieren darse al diablo que 
encontrarse con nuestro Cristo; y así unos de ellos en- 
tienden por el Señor, de quien habla aquí David á 



Abraham, otros al mismo David. Lo cual no ¡mede 
ser verdad, porque cuanjto é. David, el mismo T)wé Ib 
llama Señor; y ui David ni Abr^ham fueron fncer4etes 
ni conforme al rito de Aaron, ni del de Melchi^dec; 
ni jamas Díqs les dijo, ni al uno ni al otro por snas 
santos que fueron, que se sentase ¿ su diestira; ^ne 
fuera darle majestad divina demás de la humana^ ctmio 
la tiene el verdadero Mesías, nuestro Cfisto^/qne es 
verdadero Dios y verdadero hombría; y así e^té aoi^ 
tado á la diestra del Padrq, al cual el Padjre bft dado 
toda su autoridad como el mismo Señor ItO dice, (Ma- 
teo, 28, 48. «Toda potestad, dice, me es dada en «1 
cielo y en la tierra.» Esto en cuanto al salmo. 

£1 segundo paso es de Esaias, cap. 64 , 1 , donde 
dice: «Sprito de Adonai Dios sobre mi» etc., ,(|aiere 
decir: El espíritu del Señor Jehová sobre :mí.. Aq^^ 
nombran todas tres personas: Espíritu, Jehová y agqel 
sobre quien estaba el Espíritu, que es Cristo. Las co- 
sas, que se cuentan aquí, que hizo este sobre quien 
estaba el Espíritu de Jehová, oo pueden haliaroe en 
ningún otro que en Cristo. Porque tod^os los otros 
profetas recibieron el Espíritu en medida; unpf» ma^Jy 
otros menos; pero Cristo recibe el Espíritu todo entieano 
con todos sus dones, no se le da por medica. T asi^ 
solo con la virtud de su Espíritu hace y cupiple ^;odo 
cuanto aquí se dice. Él es ungido para dar hucBas 
nuevas á los pobres, él es enviado del Padre panhfliainiír 
los quebrantados de corazón, para pregonar áJos cau- 
tivos libertad y á los ciegos vista .etc., como el mis- 
mo Señor lo testifica, Luc. 4, 48; que todja estiai Escri- 
tura se había cumplido entonces en lo^ oidos As loa 
que estaban presentes. Lo que debamos creer del Pa- 



— 49 — 

dre, del Hijo y del Espirita Santo, está sumado en la 
breye confesión de fé que haéen todos los cristianos, 
que llamamos el credo, y en el símbolo niceno y mas 
ampliamente en el de Atanasio que comfienka: Cual- 
quiera que quisiere ser salvo etc. De estos tres sím- 
bolos aprenda el cristiano lo que há de creer cuanto á 
estas tres personas; y así sabrá dar cuenta de su fé, y 
no será cristiano en nombre y porque lo fueron sus 
padres, sino de hecho y de veras; no será de aquéllos 
que dicen: Creo eh Dios á pies juntiUos, creo lo que 
cree la Iglesia. Y si le preguntaseis, qué cree la Igle- 
sia, ellos no lo saben, ni lo han procurado saber, cier- 
to el demonio les lleva gran ventaja en esto; el cual 
preguntado si quisiese responder, sabria mucho mejor 
que ellos decir, qué es lo que cree la Iglesia de ¡Jesu- 
cristo. 

Este Mesías, este Hijo de Dios y Redentor del 
mundo, fué prometido en tiempo de la ley que llama- 
mos de natura y después en tiempo de la ley escrita. 
La primera promesa fué hecha acabando Adam de pe- 
car. Gen. 3. Examinando Dios á Adam como había pe- 
cado, y echando Adam la culpa sobre su mujer, y la 
mujer sobre la serpiente. Dios comienza su castigo de 
la serpiente, y entre otras cosas le dice: enemistad 
pondré entre tí y la mujer, y entre tu simiente y su 
simiente; ella (quiere decir, la simiente de la mujer, 
que es Cristo) te herirá en la cabeza y tú le herirán 
en el calcañar. Como el demonio por su gran malicia 
tomó á la mujer Eva por instrumento para hacer pe-, 
car Adam y á toda su posteridad eri él, en quien (dice 
S. Pablo, Rom. S, 12, hablando de Adam) todóS 
pecaron, así Dios por su infinita bondad tomó por ins- 

4 



— 50-- 
trumento otra mujer , que fué la Santísima Virgen, de 
la cual naciese el Redentor del mundo, el cual deshi- 
ciese las obras del demonio y volviese á poner á Adam 
y á su posteridad en la gracia y favor del Padre eter- 
no como antes y aun mas que antes estaba. Estos, de 
quien hace Moisés mención, son los primeros que lee- 
mos en la sagrada Escritura haber pecado. Y cada 
uno pecó en diferente grado de pecado. La serpiente ó 
demonio pecó de malicia, de odio que tenia contra el 
linaje humano y con contento que tomaba en ofender 
á su Criador, sin jamas arrepentirse de ello. Y así pecó 
contra el Espíritu Santo, á quien se atribuye amor y 
caridad, y por eso no hubo remedio para su pecado. 
Conforme á lo que dice el Señor, Mat. 42, 32 y Mar- 
cos 3, 29, el pecado contra el Espíritu Santo jamas 
será perdonado. De este género de pecado pecaron los 
fariseos contra los cuales habla Cristo en los dos luga- 
res alegados de S. Mateo y de S. Marcos. 

La mujer, engañada de la serpiente, pecó por igno- 
rancia, y así pecó contra el Hijo, á quien se atribuye 
sabiduría, porque él es la sabiduría del Padre, y así 
Eva, por pecar por ignorancia, alcanzó perdón. De 
este género de pecado pecó S. Pablo antes de su con- 
versión; y fué recibido á misericordia como él mismo 
lo testifica, \ Tim. 4,43. Adam no pecó por malicia 
como la serpiente, ni pecó por engaño como Eva, mas 
pecó por flaqueza, condescendiendo á comer del frutp 
que Dios le habia vedado, por hacer placer á su mu* 
jer. Y así dice S. Pablo, \ Tim. 2, 14: Adam no fué 
engañado, sino la mujer fué engañada en la rebelión* 
De este género de pecado pecó S. Pedro cuando negó 
á su Maestro. Este pecado de flaqueza es contra el 



- 51 — 

Padre» á quien se atribuye omnipotencia » y hay per- 
don para éh 

A uno de estos tres géneros de pecados, se redu- 
cen todos cuantos pecados se han cometido, cometen, 
y cometerán contra la Majestad divina. Porque cual- 
quiera que peca, ó peca por malicia, ó por ignorancia, 
ó por flaqueza. 

Esta misma promesa refirmó Dios á Abraham, 
Isaac y Jacob, como se lee en el Génesis cap. 23 
y cap. 26 y cap. 28. En tu simiente, dice Dios, ha- 
blando con cada uno de estos patriarcas, serán bendi- 
tas todas las gentes. La misma promesa fué hecha á 
David, con la cual él y los demás fieles se consolaban 
en sus tristezas y trabajos , teniendo por certísimo que 
Dios cumpliría su promesa y les enviaría el Redentor, 
que los librase no de la cautividad de Egipto, no de la 
de Babilonia, no de la cautividad de los romanos, sino 
de la cautividad ^píritual del verdadero Faraón, del 
verdadero Nabucodonosor , del verdadero antecristo. ^ 
Y no se contentó Dios con prometerles el Mesías, mas 
aun, les da á entender el tiempo en que había de ve- 
nir, y las circunstancias , y el cómo habia de venir y 
para qué había de venir; para que cuando lo viesen 
todo cumplido, estuviesen ciertos que ya era venido el 
Mesías. Jacob, inspirado del Espíritu divino, profetizó 
del Mesías diciendo: «No se tirará vara de Yehuda y 
escribano de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y 
á él apañamiento de pueblos^» ó mas claro conforme 
á nuestra translación: «No será quitado el cetro de 
Judá y el legislador de entre su» pies hasta que'venga 
Siloh , y á él se congregaráa los pueblos.» Si lugar 
hay enla Escritura de gran consolación y docüina. 



.este es unOy^que taa nianifiestamente htbtede la-Téni^- 
da de Cristo, cuyo reino es reino eterno y óuyo poder 
es jubito. Y si hay lugar eñ la Escritura que los ju- 
dips.coriron\paD con^ sus quimeras y imaginaciones ^ 
este ^ ^no.. Los judíos antiguos confiesan este lugar- 
entepdarfiíe,del Mesías, y ^sí di caldeo parafraste ,^ d& 
tanta reputación entre los judíos, lo que- el texto dice: 
l\ast«^ que venga Silob, traslada, basta ^e venga el 
Mesías. Pero los moderaos unos entienden una cosa, y 
otros otra por el odio que tienen con Cristo. Y cuan- 
do; no saben qué decir, responden como me respondió^ 
un judío de señal. pqrtugues, anciano y muy- buen 
médico, que Jacob, cuando dijo esto, estaba borracho, 
y que el Espíritu de Dios se^habia apartado de él por 
quererse meter áfaablar aquello que Dios no le había 
revelado. Profetiza pues Jaoob; que no faltará de los 
descendientes de David, quien gobierne y rija e) pne- 
hló iudáíco hasta que venga el Mesías, j que venido- 
el Mesías, él será el gobernador, capitán y rey. 
- Los judíos que ha mas de 4500 años que están 
derramados por el mundo, sujetos á naciones extrae 
ñas, y de ellas afligidos y maltratados,' ^ todo este 
tiempo no han tenido- rey, ni gobernador de los des- 
cendientes de David^ no tienen aquél su gran y sum(y 
sacerdote,, que era figura deGristo^no tienen el Peaáh, 
que era la celebración del cordera pascual, no- tienen' 
los, .otros sacrificios de toros y de cameros etc.,« qoe* 
ñgasíban el verdadeoro sa/^rificío que ofreció JesuQristo»- 
¿Dónde.está*el arca .del testamentóos conciertas? ^dónde 
es|án • la& dos. tablas^f^n.qae Dios .escribió- Iqs die? man^ 
damienios? ¿dónde está lavai^^de Aaron que reverde- 
citó jjdónde el^eáatarovde oroique^teniael maoáíTodc^ 



— «3- 

esto jft hd'ma9de'4500 añds^qtie'híaí éésado, y tk)se M- 
bequé se Haya hecho de ello. BI profeta Osédsdiee, 
*eBp.<dv>t; estaspalabras: «MüChos días atarán l0!s hijOs 
4fe terad sin rey y síh sefior, y sin sacrificio y sita €í9tá- 
tua y stn^ephodyBínteraphin. Despnes tolVet^nloB- hi- 
jos deisrád, y bfiscarán ¿ Jehová Sü Dios y á'DaVíd sü 
rey, y- temerán á Jeliová y'á sú bondad en elOnde iftis 
•días.» Lo que díee, que buscarán á David su rey tió sie 
jpoedeentetídéF deDaVldque ha dbs'mil ^ tantos afids 
4|0e murióysinó de Cristo. Y así el eaíMeo 'paraf^i^é 16 
interpreta de ésta' manelra: Y obedecerán á su rey-^1 
Mesías, hijo de QÉTid.E^ profecía déla cbtiVersioto ife 
jo» judíos sé va cumpliendo cada dia en loii que dél jd- 
daismo se eonvieiten, creyendo el Mesías feer ya'venido. 
Daniel cap. 9^ 24, dice el tiempo qué fáltabin 
Jhasta la venida- del Mesías, (conviene á sábei* setena 
tá seitianas de años que son 490 baos). Dice'piiés 
Daniel: Setenta ^niailias é^tán deterfkiidacfeÍBr 'soVté lü 
Í)ueblo y sobre tu santa ciudad, piara- Asnecer la fireí- 
varicaoion y expiar la iniquidad; y "pafa ti^aérla 'jü^^ 
tjcia de los Siglos, y para seWiaria tteiblí y iá pwfteeífe 
y uR^r ta santidad de santidades etc. Y <veriso 36 didé: 
Después de las sesenta y dos ^ematitís, (á las cudlés^é 
han de añadir siete semanas, como en el precedente 
verso lo dijo^) el Mesías será muerto (ó cómo dice' Ta 
translación de los jdhIíos:) será tajado uHgidó, *^to(e 'é^ 
io mismo. De esta manera ; casi al fin- de Itfssétetita sé^ 
manas, fué muerto Cristo^ Y éuanénta añosr despüeá^dé 
^sa muerte vinieron los romaáos^ que aituíDafíIél Ra- 
ma pueblo pvincipe, y destrU^éirdn ta oiiidád de'Jérd- 
salem y el templo, '€(»iio en el véi^ó 27 k> ptofétizé 
Datiíel.iSeteiita aeotnas, que \Mm idO alííej»; fiiisiaDíós 



— 5i ^ 
de término, y no solamente son pasados los 490 años, 
sino mas de los mil. Sigúese, pues la palabra de Dios 
no puede faltar, que el Mesias es ya mucho tiempo ha 
venido. Demás de esto, todas las cosas que Daniel dice 
que se hablan que cumplir. en las primeras siete se-^ 
manas, en las sesenta y dos semanas y en la últioMt se- 
mana, que todas juntas hacen 70 semanas, se han 
cumplido. ¿Por qué pues no se habrá cumplido lo que 
dice de la venida del Mesías ó ungido? Dios reveló á 
Jeremías, que su pueblo estarla cautivo setenta años 
en Babilonia. Y como Dios lo prometió, así lo cuní*- 
plió. Porque acabados los setenta años, envió á Ciro, 
el cual los libró del cautiverio temporal. Estos setenta 
.a6os fueron figura de las setenta semanas de que Da^ 
iiuel habla, y la cautividad temporal debajo del rey de 
Babilonia, fué figura de la cautividad espiritual debajo* 
del príncipe del mundo, que es el demonio. Y Ciro,, 
.que los libró de aquella cautividad temporal, fué figu- 
ra del Mesías que llamamos Cristo, el cual nos libró* 
de la cautividad espiritual. Porque ño hay otro me- 
dianero que aplaque la ira de Dios sino Él. Como los 
profetas, y principalmente Esaias, cap. 53, lo dicen^ 
Dios haya misericordia de los pobres judíos, y les haga 
gracia que se conviertan á Él, y así sirvan á Jehová 
con temor, y besen al Hijo^ quiero decir, den obe- 
diencia aji Mesías. Porque si este no hacen, se acabaiá 
de enojar Dios con ellos, y los destruirá de todo punto 
cuanto al cuerpo y cuanto al ánima. 

Quien quisiere saber las grandes mortandades de 
millares y millares de judíos, sus gravísimos trabajos 
y calamidades que padecieron estando cercados y 
cuando la ciudad filé entrada y la grande hambre ^tatt- 



— 55 — 

to que las madres comían sus propias criaturas, lea 
á Josefo de belh judaico^ que se halló presente. Todo 
lo cual fué castigo con que Dios los castigó por haber 
ellos muerto al Mesías tan afrentosamente. 

Y esto de la afrentosa muerte del Mesías no fué Daniel 
el primero que lo profetizó: Isaías muchos años antes lo 
había profetizado. Léase su cap. 53, que es el capítulo 
que en toda la escritura mas claramente habla de la 
muerte ignominiosa del Señor y de su victoria y triun- 
fo contra la muerte, y de los grandes beneficios que el 
género humano recibió por su muerte. Y habla de es- 
tas cosas tan claramente, que no parece (como lo no- 
ta S. Jerónimo) decir como profeta lo que había de 
ser sino contar como evangelista la historia como era 
ya pasada. Dos cosas se sacan de este capítulo: la pri- 
mera, que el Mesías, de quien en todo este capítulo se 
trata (como los mismos judíos, que antiguamente es- 
cribieron, lo entienden) es verdadero hombre, la se- 
gunda, que es verdadero Dios. Como verdadero hom- 
bre es azotado, herido y abatido de Dios; como se di- 
ce verso 4, fué muerto, como se dice verso 8, fué 
cortado de la tierra de los vivientes. Y luego pone 
la causa, por qué fué azotado, herido, abatido y 
muerto: la rebelión de mi pueblo. Y verso 6 había 
dicho: Jehová traspuso en él el pecado de todos nos- 
otros. Su divinidad se prueba de lo que dice, que 
nunca hizo maldad ni hubo engaño en su boca. ¿Qué 
hombre hay que no peque? Salomón, Prov. 24, \Qy 
dice: siete veces cae el Justo y se torna á levantar, 
quiere decir, muchas veces. Y si el justo cae muchas 
veces, ¿qué hará el injusto? Siempre cae, porque todo 
lo que hace el hombre sin fé, es pecado. 



— Ge- 
La tercera, es su oficio el quitar los pecados satis- 
faciendo por ellos, lo cual uo es obra que puro hom— 
t)re la pueda hacer. Porque solo Dios quita, perdona y 
y rae los pecados, como el mismo lo testifica, 
Isaias 43, 41: ^Yo, yo Jehová; y fuera de mí no 
hay quien salve.» ítem dice de él, que cuando hubie- 
re puesto su vida por expiación, verá linaje, vivirá 
por largos días y la voluntad de Jehová será prospera- 
da en su mano. Murió, pues, Cristo; pero de tal ma-r 
ñera murió, que la muerte no lo detuvo; porque con 
su potencia divina resucitó triunfando de la muerte, 
del pecado y de Satanás. Y todo esto por nosotros, 
para alcanzarnos perdón y reconciliarnos con su pa- 
dre, haciéndonos hijos suyos; y si hijos, herederos. 
¿Quién puede con la fé en él, que el profeta llama con 
su conocimiento, justificar los hombres sino solo Dios? 
Cristo hace esto, como lo testifica el verso 44: si- 
gúese, pues, que es Dios. Ya hemos visto por el ca- 
pítulo 3 del Génesis, que el Mesías habia de ser si- 
miente de mujer, quiere decir, hijo de mujer, verda- 
dero hombre. Su manera de concepción y nacimiento 
él profeta Isaías la declara, cap. 7, 44, diciendo: <xHé 
aquí, la virgen concebirá y parirá hijo y llamará su 
nombre Emmanuel.» Su madre santísima virgen lo 
concibió y virgen lo parió. Porque esta es la señal que 
Dios da, y el milagro que hace, que una virgen con- 
tra el curso natural délas mujeres conciba y para. ¿Qué. 
milagro fuera que una mujer con ayuntamiento de 
varón concibiese y pariese? El vocablo hebreo almah 
significa propiamente doncella^ moza virgen (como 
lo Dota S. Jerónimo), cual era la santa virgen María, 
y lo era Rebeca, la cual Gen. 24, 43, se llama almah^ 



— 57 — 
y lo e^a María ó Mirjan,. hermana de Moisés, la cual 
Ej^pd. 2, 8, se llama almah. £1 lugar de $u nacimjúen* 
to, Michas, cap. 5, ^, lo profetizó: «Y tu Betlehem 
Ephrata, peqjueua para ser en los millares de Judá, de 
ti me saldrá; ^1 que será Señor en Israel, y sus salidas 
son desde el principio, desde los dias del siglo. )> O co- 
mo trasladan los judíos y sus ^^liduras de antigüedad, 
de dias de siempre. Bste paso es admirable, porque en 
él se confirman Jas dos naturalezas del Mesías, huma- 
na y diviip^.La humana, cuando dice, que nacerá en 
BeUebem; la divina, cuando dice, sus salidas de anti- 
güe4ad, de dias de. siempre, quiere decir: no comenr- 
zó cuando nació en Betlehem, al^ eterno fué.Sígueae^ 
pues, que es Dios. Rabbí Salomón dice; que este, de 
quien habla aquí el profeta es el Mesías, hijo de David. 
Los escribas, preguntado de Heródes, donde habia de 
nacer el Mesías, como S. Mateo lo testifica, cap. 2, 
respondieron: en Betlehem. Y para confirmación de 
lo que decían alegaron este paso de Míchéas. 

Cuenta Esdras, cap. 3, 42, que cuando los viejos 
vueltos de Babilonia vieron el nuevo templo que edi- 
ficó Zorobabel, y se acordaban del primer templo que 
edificó Salomón, que los caldeo^ destruyeron, dice 
que- lloraban y suspiraban, viendo el segundo no te^ 
nqr que ver, ni con mucho, con el primero, ni en edi- 
ficios, ni en ornamentos, ni en riquezas, ni en abun- 
dfu]\cia de sacrificios. El profeta Haggeo, para conso- 
lar estos viejos, les dice cap. 2,9: la gloria de aquesta 
cas^ postrera jserá mayor que la de la primera; lo cual 
confirma diciendo, que así lo dijo Jehová de los ejér- 
citos. Esto se cui:^plió, cuando la santa virgen presen* 
tó inQxiüo ^A,el tefnplo y cuando él mismo entró mu- 



— 58 — 
chas veces en el templo, predicó en él é hizo muchos 
milagros. Los ejercicios en que Cristo se habia de ocu- 
par, mientras viviese, Isaias, cap. 61 , los predijo. 

El Espíritu, dice, del Señor Jehová sobre mi, porque 
me ungió Jehová; envióme á predicará los abatidos, y 
atar (las llagas) de los quebrantados de corazón, ápre* 
dicar libertad á los cautivos y á los presos abertura de 
la cárcel etc. Viniendo á Jerusalem á morir por la re- 
dención délos hombres, envió estando ya cerca de Je- 
rusalem, dos de sus discípulos que le trajesen un asna 
con su pollino. Los cuales traídos, sus discípulos (co-- 
mo lo cuenta S. Mateo, cap. 24 ,) pusieron sobre ellos 
sus mantos y hiciéronlo asentar sobre ellos (conviene á 
saber ya sobre el uno ya sobre el otro,) y mucha com- 
pañía tendían sus mantos en el camino, y otros corta- 
ban ramos etc. Y los compañeros que iban delante y 
y los que iban detras, aclamaban diciendo: Hosana a} 
hijo de David, bendito el que viene en el nombre del 
Señor etc. 

Esta manera de entrada en Jerusalem, caballero so- 
bre un asno y no en carro triunfal, pero con todo 
esto recibido tan solemnemente como príncipe y rey, 
nofuéacaso. Y así diceel Evangelista, que todo esto fué 
hecho para que se cumpliese lo que fué dicho por el 
profeta: Decid á la hija de Sion: Hé aquí, tu rey te 
viene manso, sentado sobre un asna y un pollino. 
Zacarías 9, 9. Tampoco fué acaso que Cristo fuese 
vendido por treinta dineros y que Judas, que lo ven- 
dió, arrepentido echase los treinta dineros en el tem- 
plo; porque así lo habia profetizado Zacarías, cap. 41 : 
Apreciaron mi salario en treinta (monedas) de plata 
y échelas en casa de Jehová al tesorero; como lo a:lega 



— 50 — 

S. Hateo, cap. 27, 9. Y como Cristo ñié vendido por 
treinta dineros, asi quiso Dios entre otros castigos con 
que los castigó, que treinta judíos fuesen vendidos, 
como lo cuentan las historias , por un dinero. De es- 
tos judíos vendidos treinta por ten dinero, cupo una 
buena parte á nuestra España. Tampoco fué acaso, que 
preso Cristo sus discípulos lo desamparasen; porque 
asilo habia dicho Zacarías, cap. 43, 7: Hiere al pas- 
tor y se derramarán las ovejas; como lo alega S. Ma- 
teo, cap. 26, 34. Tampoco fué acaso, que Cristo fuese 
levantado en la cruz, para que todos los que mirasen, 
creyendo en él, fuesen salvos; porque esto significaba 
laiserpiente que levantó Moisés. Num. 24, 9 se cuenta, 
que habiendo pecado el pueblo, que Dios les envió 
serpientes venenosísimas, que mordían al pueblo, y de 
ello morian; entonces el pueblo, confesando publica- 
mente su pecado, rogaron á Moisés, que rogase á Dios 
por ellos. Oró pues Moisés á Dios, y Dios le dijo: Hazte 
una serpiente ardiente y ponía sobre la bandera, y 
será que cualquiera que* fuere mordido y mirare á ella, 
vivirá etc. El Señor dando á entender el género de 
muerte, que habia de padecer, dijo como lo testifica 
S. Juan, cap. 3, 44: «Como Moisés levantó la ser- 
piente en el desierto, así es necesario, que el hijo del 
hombre sea levantado, para que todo aquel, que cre- 
yere en El, no se pierda, mas tenga vida eterna.» 
Tampoco fué acaso que sus manos y sus pies fuesen 
enclavados, porque David, salmo 22, lo profetizó así: 
horadaron, dice, mis manos y mis pies. Los judíos 
modernos con el odio que tienen á Cristo, han cor-- 
rompido est&poso y en lugar de leer en hebreo cam, 
qne quiere decir, horadaron, leen eaari, que quiere 



— 60--. 

decir, como letm; ¿los cuales siguió la tnroslacÍMi 
pa&ola de los judíos, pero los ejemplares antiguos «o 
leen coan como leoD^^ sino earn^ horadAron. Asi lo 
leen los 70 intérpretes que trasladaron la l)ibyft>de 
jiebreo -en griego. La translación caldáiea y la át 'los 
Etíopes, como la nota Galattno, lib. 8» leen: honh- 
daron. Los Masorítas, que son de §ra& autoñdad-mir 
tre los judíos, testifican, como lo nota TredieKo y 
otros, que en la mayor parte de los ejemplares bien 
correctos se lee cam, horadaron. Y asi S« Hat«o 
alega este paso. Tampoco fué acaso «el dacle'á'beber 
vinagre. David, salmo 69, 22, lo había profetnado 
diciendo: pusieron en mi comida hiél y en mi^s^doe 
dieron á beber vinagre. S. Juan, cap. 4^^ 28^ dice» 
que Cristo dijo: sed tengo, para que se cumpliese la Es* 
critura etc. Tampoco fué acaso, que los soldado», ' co^ 
mO' hubieron crucificado é Jesús, tomaron susve»^ 
tidos y hicieron cuatro partes etc., pero la túnica -flio 
costura no la partieron, sino echaron suertes sobre 
ella, cuya seria. Y dice S. Jua«, cap. 49, 24, «fue 
esto pasó así para que se cumpliese la Escritura que 
dice: partieron para sí mis vestidos y sobre mi veaK* 
dura echaron suerte; salmo 22, 4^. 

Tampoco fué acaso, que habiendo- los soldado» qn^ 
brado las piernas á los dos ladrones, que fueron <MOfr- 
ficados con Cristo, cuando vinieron á Cnsto, ño seles 
quebraron, sino un soldado lo hirió 6n el cpsMdo» 
S. Juan, cap. 19, 96 dice, que estas cosas fueros *lie^ 
chas para que se cumpliese la Escritura: «hueMiiM» 
quebrantareis de él.» . ;» • 5 :• 

Mandaba Dios, Exod. 42, 46 y Num. 9» 49|ique 
cuando el pueblo de Israel comiese «el eordeto^pas^ 



— «1 — 

€ua}, que no Je quebrasen hueso ninguno: y porque 
Jesuoristo era el verdadero cordero pascual, que quita 
leS'pecados-del mundo, cuja figura era el otro que 
comian; los soldados sin ellos pensar en ello, no le 
quebraron hueso ninguno. Y cuando el soldado le 
pasó el costado con la lanza, S. Juan dice, que se 
cumplió' la Escritura que dice: verán é aquel al cuál 
traspasaron. Zaear. 12, 40. El apóstol, Heb. 13, 11, 
halla gi^n misterio en que Cristo hubiese padecido 
fuera de la puerta; cuyas palabras son estas: «los ani- 
males, la sangre de los cuales es metida por el pecado 
e»^ santuario por el pontífice, los cuerpos de estos 
son quemados fuera dd real. Por lo cual tambieíi 
Jesus^ para santificar el pueblo por su propia sangre, 
padeció fu^a de la puerta . » 

Y es de notar el juicio de Dios, que como los ju- 
díos mataron á Cristo en la víspera de la pascua, asi 
ordenó Diosque Vespasiano y su hijo Tito pusiesen el 
cerco sobre Jerusalem el mismo dia de la pascua; y 
en ca9tigo del menosprecio de la doctrina que Criáto 
tres años y medio les predicó, ordenó Dios que tres 
años y medio estuviesen cercados, al cabo de los cua- 
les fué entrada Jerusalem; y fueron tantos los muer- 
tos, que dice Josefo, como testigo de vista, que lie- 
garon/á once veceá cien mil. 

Casi todo cuanto habemos alegado de los profetas 
ha sido del abatimiento, pasión y muerte de Ctísto^ 
Efli todo lo cual, si bien se considera, no solamente 
mostró ser verdadero hombre; pero, lo que es mas de 
maravillar, ser verdadero Dios. Porque si como hom- 
bve nació de una mujer, como mas que hombre nació 
4e una virgen; <;omo hombre sintió hambreí, sed, can- 



sancio y las demás miserias, á qae es sujeto el hom-* 
bre por el pecado; pero como mas que hombre pade- 
ció todo esto, libre de todo pecado y con su sola pala- 
bra, por ser Dios, sanó toda suerte de enfermedades, 
así corporales como espirituales. Como hombre mur* 
rió, mas como Dios, se resucitó á si mismo y á otros. 
Conforme á lo que antes habia dicho (Juan, 40, 48): 
nadie quita mi alma de mi, pues yo la pongo de mí 
mismo; poder tengo para ponerla y poder tengo para 
volverla á tomar. 

Mostremos ahora que lo que le aconteció cuanto á 
su ensalzamiento, como es su gloriosa resurreccioB^ 
ascensión etc.. Dios lo haya también revelado á sus 
santos profetas. San Pedro en aquel solemne primer 
sermón que hizo después de haber visiblemente reci- 
bido el Espíritu Santo entre otras cosas que dijo, co- 
mo lo cuenta S. Lúeas, Hech. 2, 30, dijo lo que se 
sigue: «así que siendo profeta y sabiendo que con 
juramento le habia Dios jurado, que del fruto de su 
lomo, cuanto á la carne, levantarla á Cristo, que se 
asentaría sobre su silla, viéndolo antes, habló de la 
resurrección de Cristo, que su alma no haya sido de- 
jada en el infierno ni su carne haya visto corrupción.» 
(Salmo 16, 10.) El haber estado Joñas tres dias y tres 
noches en el vientre de la ballena, fué figura que Cristo 
habia de estar en el sepulcro tres dias y tres noches, co- 
mo el mismo Señor lo dice,(Mat. 4 2, 40.) Lo que dice Da- 
vid, salmo 68» 49: «subiste alo alto, cautivaste cauti- 
vidad, tomaste dones para los hombres.» S. Pahlo; 
Efes. 4, 8, lo aplica á la ascensión de Cristo.^ 

Cuandolos apóstoles en eldiadePentecostéshabkhaa 
diversas lenguas, como lo cuenta S. Lúeas» Hech. 2,1m 



— ca- 
que los oían unos se maravillaban, otros se burlaban, 
diciendo, que estaban borrachos. A estos segundos 
dice S. Pedro, y no con injurias, sino con toda dul- 
zura: aVarones judíos y todos los que habitáis en 
Jerusalem, esto os sea notorio, y oid mis palabras; 
porque estos no están borrachos, cómo vosotros pen- 
sáis, no habiendo pasado que tres horas del dia. 
Mas esto es lo que fué dicho por el profeta Joeb etc. 
Concluyamos, pues, de aquí, para confirmación 
de nuestra religión cristiana, y para saber responder 
á los judíos que se burlan de nuestro Cristo y de nos- 
otros, porque decimos ser venido el Mesías, Cristo ó 
ongído, que todo es uno, que confesamos y adoramos 
los cristianos ser el verdadero Mesías que Dios prome- 
tió á los padres, y que los santos profetas inspirados 
por el Espíritu Santo profetizaron muy mucho antes 
que habia de venir; pues en él solo y en ningún otro 
concurren todas las cosas que ellos profetizaron, que 
el Mesías habia de tener, como son su concepción y 
natividad de una virgen, Esaias; su nacer en Bet- 
lehem, Michéas; su hallarse en el templo segundo, y 
con su presencia hacerlo mas glorioso que el prime- 
ro, Haggeo; su sanar las enfermedades, no solamente 
las del cuerpo, sino también las del ánima, que re- 
quieren potencia divina, Esaias; su entrada en Jerusa- 
lem caballero en un asno etc., Zacarías; ser desampa- 
rado de sus discípulos, Zacarías; ser vendido por 
treinta dineros, Zacarías; ser levantado en la cruz, 
Moisés; ser pasados sus pies y sus manos, David; darle 
á beber vinagre, David; echar suerte sobre sus vesti- 
dos, David; no quebrarle hueso ninguno, Moisés; el 
pasarle el costado, ^Zacarías; el morir fuera de la puer- 



- 64 — 

ta, Moisés; su afrentosa muerte y pasión, Esaias; :el 
estar tres dias y tres noches en el sepulcro, Joñas; sa 
resurrección, David; su ascensión, David; la yenída 
del Eíspirítu Santo, Joel. Demás de estas certíamas 
marcas, el tiempo en que Dios habia prometido que 
habid de venir el Mesías es pasado y mas que pasado; 
pues que no solamente son pasadas las setenta sema- 
nas de Daniel, que son cuatrocientos noven ta^ años, 
sino mas de dos mil y tantos años; porque tanto ha, 
que Daniel profetizó. Demás de esto, los judíos, muy 
muchos años ha que no tienen rey ni señor de loüt 
descendientes de David, ni su gran sacerdote^ ni sa- 
crificios, ni lo demás que ya hemos dicho, cómo 
Jacob profetizó que no lo tendrían, venido el IMteslas/ 
y como lo profetizó Oseas. Lástima, pues< es de 
haber de los pobres judíos, que habiendo sido ellos 
tantos años el verdadero pueblo de Dios, ahora seaa 
la escoria del mundo, y esto por justo juicio de Dios, 
que los castiga por su inobediencia é incredulidad 
que tuvieron matando al Mesías. 

Algunos judíos ha habido, que viendo el tiempo 
en qiie el Mesías era prometido ser pasado, afirma- 
ron ser ellos el Mesías, y así engallaron á sí mismos y 
á otros muchos. Tal fué un judío llamado Bencosba 
ó Barcosba, al cual diciendo que era el Mesías, lois 
judíos se allegaron. De este Barcosba cuentan grandes 
maravillas; y así se juntaron doscientos mil hombres, 
y se rebelaron contra los romanos. Para castigar esta 
rebelión, los romanos enviaron á Vespasittno, como 
ya hemos dicho. Cuarenta y ocho años- despue9"de 
la destrucción de Jerusalem, los judíos hicierotí á Bi¡- 
ter su ciudloid capital, tomando por adalid y capilaii'á 



— es- 
otro falso Mieslaft; á los cuales el ejéroíto del empera- 
dor. Adriano castigó muy bien con muerte de. muy 
Hiuchoa de ellos.; Fray AkHüo Venero en su Enchiri- 
4ÍQB de los tien^ios, fol. 4/06, dice de • esta rnaaera: 
AelMttdo.Teodoredo en España, cvyo reino comeni]6 
año 444 , dioe el cardenal Hartino, que un diablo tom^ 
.forma de hombre y dio á enteoder á los judies» que 
eya Moisés, y que los quería lleyar por el mar á tierra 
de.ipromision, lo cual ellos cceyendo entraron en el 
agua grandes gentes de ellos, donde la mayor parle 
.Je ahogó, y los que escaparon se toroaron crístíanos. 
Muchos de los rabinos de Ips judíos, convencidos por 
los manifiestos testimonios de la- Escritura, por no 
confesar puestro Cristo ser el Mesías, se acogen á sus 
desvarios. Dicen que es verdad que el Mesías nació en 
tiempo del rey Heredes, mas que está por los pecados 
«escondido. Y en dónde está escondido, no convienen; 
unos dicen, que está en Sion, en compañía de los an- 
ieles; otros dicen, que está de la otra parte de los 
montes Carpios; otros dicen, que anda mendigando 
por el mundo y que se mostrará cuando placerá á 
Dios. Veis aquí, como el diablo los trae engañados. 
Demos, pues, nosotros gracias al Señor, que nos ha 
hecho tantas misericordias, como es damos á conocer 
á ^u Hijo Jesucristo, en el cual creyendo somos sal* 
vos. Su Majestad haga la misma gracia á los judíos y 
& todas las demás gentes y naciones, que aun no lo 
conocen y por eso lo blasfeman; para que conocién» 
dolo lo ^orifiquemos y alabemos todos de un corazón 
conforme á lo que en el salmo 447 se nos manda. 
Alabad, dice, á J^ová, todas las gentes, alabadlo to- 
dos los pueblos. Porque ha engrandecido sobre nos- 



otroa su misericordia y la verdad de Jefaová es pan 
siempre. ' . •• ■ 

Concluiré con los judíos con un. paso notable de 
Jeremías, cap. 23, 5^ en el cual todas la» tres ooáés 
que pretendemos probar' -^tar en Cristo, se pmetaín 
y verifican, que son su divinidad, -su humanidad' y 
ofk^io. Dios viendo el poco cuidado que los malos pas- 
tores tenían de sus ovejas racionales, y ppr el 'contra- 
rio, el estrago que bacían de ellas, amenaza á los tales 
pastores que: los castigará y les quitará, el oficio, y 
que en su lugar pondrá buenos pastores que lasapth- 
cienten; y principalmente les promete á Cristo, que 
es el pastor de los pastores. Dice, pues. Dios de esta 
manera, (y^porque este paso es contra los judíos, lo 
alegaré conforme á su translación): Hé días vinientes, 
dicho de Adonai, y levantaré á David hermoUo justo, y 
reinará rey y prosperará y hará juicio y justicia en la 
tierra. En sus dias será salvo Jehudah y Israel morará 
á fiducia; y este su nombre que llamarán Adonai, 
nuestro justo.» Lo mismo casi palabra por palabra 
dice el mismo Jeremías, cap. 33, 1 4. Este paso los 
antiguos hebreos entienden, como es la verdad; del 
Mesías, al pié de la letra. Y así el caldeo trasladó lo 
que aquí está hermoUo justo, Mesías justo. Presuí- 
puesto esto, que este lugar se entiende del Mesías, 
veamos lo que el mismo Dios dice de él. Prímeramen-- 
te, dice, que levantará á David hermollo ó renuevo 
justo, en lo cual se denota la naturaleza humana del 
Mesías, el cual, según la carne se llama y es hijo de 
David. Hasta aquí convenimos con los judíos. 

Lo segundo que dice es, que el nombre con que 
le llamarán^ será Jehová (que los judíos trasladan Ado- 



,jiaív)\Bi»oMlayetJ^hov4jnOTifestM^ 

nombres, los cuales por ciertos respectos se ccim^fií- 

can k las criaturas, peí» lesteíaiopiiMreiJtehfV^i^H^^íg- 

iP^fioa la esencia di«ÍM« eli^^it^Sliosjeoppyldi^i^da je;^,fií 

fWsmo ^D Bingun.respeGlad^las.cri#tur|as».f;f[.j^' pcch 

. piq mombira^eDíp»» con el cqal nípguDftqr|At9ini,,iI)9r 

.^ntteinia que sea, por nil^gm^l^ ^'^ m^mfí^^i^^VW 

i de llamar, y a^í dice Dios, fisaja^ ,4S9,,8: ^Yp^ J^Í)P.^^« 

este es im..nombre.».pe Jk> cuaA^si&ifuigue., qpcj.^piies 

,^jy[esías^es llamad^ J^ová» qu^ ^e^ Tecd^eip. Díp^. 

Los judíos Uamao ¿ este.iH>m^MMl|I>|e;.s j^s^'f^^?- 

. ca lo pronuncian, aunque lo^eso'iben^.YrOiiajivio^n la 

^Biblia esté -escrito Jehová, leen AdoAaiii QUÍfre, doffú'» 

señor^El que quisiere saberla eau/!^rde»/^;SypersU- 

cion judaica en no pronui^iar; :^1 iiombi;e de Je¡i^p\|i, 

. léala anione^tacipn,. al tectorique'^l.í^térpr^tei^^e.la 

Biblia esp^QoJa h^p.alprÍQ<^íOrd^.la Bibljaf ,Y qu^^el 

nombre del Mes^aa )b#ys(í4e^]r tjehqvA^ lo$.^tig(UOS 

Judíos lo i^ti|9caq..;RaM)i Ab)),a; esctíbiepdp /$f)bre.|as 

. lamentaciones! i de» Jeremías «preguirta: . .- ¿Qiál , s^ , el 

. nombí;^ del] Me^ía^TlEl misi9i0.r9aponde, diQiendp; Su 

. nombre: ser^ietiovA. y?. pva.c|í>l)0l*iif4CipQi^ ]9^.W^ 

-dice,, alega Jos. dos .pasQ^t de« Jef ep)ia& 4elcap^ iS^/y.^^I 

33y que beipQS. alegado. Y< el com^ptarÍQ. solare e^jl^l- 

. no 20^ i di<^^\isto.qued6JQ^¡SHgetos,4Q},^n)f;Qy^(de 

K^r^e y de.sangre, quiera dcj^ájr^^d^r^wiray^tepcipqi;^!, 

ningunoi de ellos ^o Uaina . |ÍqI> ppmltra^^ yp^ .¿4ft ¿óp- 

de viene que .Dios Ifauje MiMaaí^ A^^^ii ;jDqi]P>%|B?j¿Y 

. . ^uáL es ^\JL nombre?, jCiertameiU^ siu, noip^r^c^.Ji^ová, 

. conforme áfiquellp^, que. se 4|pe; el; bojaaíJ^ad^^^^Dj)ate 

4ehQ¥á es su nombre. Y RabU Mo^^s llfijii^ 



^ jMindó to <|m dtee Sdfotrias, para tHfHxigr él nombré 'de 
Jehútidj "ftqiif , úieé^ Jehofáifo es otra feoaa qae «I téf 



LolértéMl'^lie dice DffOB del Mesías, ea que es naea- 
troJtMtD ó huestra jnstíeia. Este es el oficio pirineipMl 
del Ifésfás; qne no solamente es en si Justo, mw iftk 
aun es nñéistra Jnt^ticia. Para eso bajó deléctelo, se biio 
Ikombré semejante en todoé nosotros, excepto el pef^ 
ca8b,inici6, vivió en este mundo süflieñdo itinthos 
' trabajos; padeció muerte etc., para ser nuestra justi- 
cia, 7 faedios justos con su justicia, reconciliamos con 
el' Padre. S. Pablo hablando de Cristo 4 . Cor. 4 , 30 
dice: «el cual es hecho para nosotros de Dios sabidu- 
ría y justicia y santificación y redención.» El deseo que 
tengo que vosotros, hermanos mios, pobres cautivos, 
jiefo ricoii en la libertad del espíritu y ios demás cris- 
tianos que estáis en Berbería y tratáis en lengua esi»- 
fiola con los judíos, sepáis responderles cnanto al prin- 
cipal artículo de nuestra religión cristiana tocante á la 
persona de Jesucristo, á sus dori naturalezas , divina y 
huínana^ y cuanto á su oficio^ me ha hecho ser hrgo. 
Creo, que el cristiano que esto leyere, dará gracias á 
Dios: porque aquí tiene con que confirmar su fé y bas* 
taAte que responder y objetar á los judíos. Y porque 
disputábamos contra judíos que no admiten el testa- 
mento nuevo, todas nuestras pruebas y razones son to- 
madas del testamento antiguo, y las alegamos según la 
translación que los judíos han hecho en español. Ahora: 
dqádos los jüdtos hablemos con cristianos* 

'Cuanto al nuevo testamento, los cuatro evangelis- 
tas han claraméti te y sin circunloquios ni rodeos es- 
crito lá historia de la vida y hechos de Cristo (aunque 



— 8».— 

* 

49 cumto el Señojr hiío y di j/i^. ¿cÚMq ^^bf^^j^?) ^(^, 
0^. dijo S. JuoQt j sontas últimas palabra;$,de,6u filf^^ 
gjelio; «hay tambiep oti^s muphfts cosoj^, qjie bízp JQ- 
sus que si s^ escribiesen cada una poit^í^ ni al^^ op ^\. 
mund^ pienso que cabrian los librqsi que se ba))|ap. de 
^s^rjbin. A la historia pues de,estos i^yanjieli^tas nie re- 
i^ito^ A^ora para mayor cpnfirmacipp 4e aueat^i^fé 
landre aquí cinco maqera^ de argfimentps ó. raa^ojaes^ 
^6 cuentan los Evangelista^, y principa)meate3f Ju^n, 
cqn que se prueba la divinidad de nuestro l^edentor Je- 
sucristo. La primera es el testimonio que el Pad^e da 
de Cristo en su bautismo y transflguraciou. Este,; dic^^ 
es mi amado Hijo en el cual tomo contento ;< á él oid: 
(Mat. 3, 17 y cap, 47, S.) La segunda razpue^ toma- 
ba del testimonio que S. Juan Bautista da de él (Juan 
4, 22.) Este es, dice, el que ha de venyr tras mi, el 
cual es 4ute9 de mi, del cual yp no spy digno de del- 
atar la correa del zaqpato. En lo que dijo , es antes de 
mij denotó la divinidad de Cristo, según la cual Cristo 
^ra antes del Bautista, y antes que Abrahaní fuese, 
quiere decir, ab eterno. El mismo. Bautista, mp^tran- 
do á Cristo con su dedo, dijo: «Este es el cordero de 
Dios que quita el pecado del mundo» ^ (Juan, 4 , 29.) La. 
tercera razón, las obras y milagros que hizo Cristo, de 
las cuales hablaron los profetas pero priucipalmente 
Isaías cap. 42 y cap. 64 , que ya heoio^ alegado. Y 
así son los judíos inexcusables,» que habiendo visto las[ 
maravillosas obras de Cristo, con todo no locreye]:oD. 
Y para convejncerlos dice Cristo, (Juan 45, 24;) «sí no 
hubiese hOwbo entre ellos ojiras, cufies iiio([un Qtr<^ 
ha hecho , po tenAriaa pecadp; mas aj|iora y las ban 



v»to i aboriréiceií á irif y á üii Padre.» Y cap. 6, 3ff 
dice Cristo: (clas obras, que yo hago dan testimonio* 
de mí.» Y'cáp. 10, 37 dice CristoV «%¡ hoba^o ^bra^ 
de nii Padre, no me creáis; más si las hago, y' si á mf 
nó' creéis, creed á las obres, para qtie conozc«lis y 
crfeals queel Padre es en mí y yo en el Padre.» Y cap. 
44, H: «no me creéis, que yo soy en el Padre y el 
Padre én m'í , otraníente creednié porlas mismas obras. x> 
' La cuarta razón son los muchos testimonios, que hay 
en ls( sagrada Escritura de la divinidad de Cristo. Por' 
lo cual él Señor, hablando con los judíos, (Jüán 'Sy 39) 
les dice: «escudriñad las Escrituras etc., ellas dan tesh 
timotiio de mi.» Cuanto al testamento antiguo yá he-' 
mos (coññitadó á ló$ judíos cuanto á su Mesías que 
aún esperan) alegado algunos notables pasos, como es 
el del áalmo 110, «asiéntate á mi derecha etc.» Aho- 
ra con la brevedad posible alegaremos manifestísimos 
testimonios del testamento nuevo, que claramente ha- 
blan de la divinidad de Cristo; los cuales un Español, 
queriendo probar la divinidad del Hijo de Dios, alegd^ 
contra Erasmó pensando que era áriano. En esto últi- 
mo sé engañó. El primer lugar es, que el nombre Im- 
mánuel, que quiere decir, Dios con nosotros, se da á' 
Cristo, (Mat. 1 , 23.) El cual lugar es tomado del cap* 
7 de Isaías. Segundo es, que todo el evangelio de S. 
Juan es escrito á este propósito, quiero decir, paríi pro- 
bar la divinidad de Cristo; en el cual evangelio Cristo 
¿e llama A sí mismo Dios; por lo cuál los jndío^ lo 
quisieron' apedt-ear como á blasfemo. S. Juan feómíen- 
za su evangelio diciendo: en el principio éta lá Pa— 
labra, y tó "Palabra era cerca de Dios y Díós era lá Pa- 
íáhra etc., y* asi va discurriendo por toáó su evangelio^ 



— 71 — 
Tercero .tei^timonio, S. Tomas eomo lo testifica S. Joan 
cap. 20, 28,d¡jo á Cristo: «Señor mió y Dios mió*» ■ 

Ciiiarto testimonio, S. Pablo, (como lo cuenta S. Li^ 
cas, Hech. 20, 28), hablando con los ancianos deEfeso, 
por los cuales Jbabia enviado desde Mileto y despidién- 
dose de ellos, entre otras palabras les dijo: «portante 
nUrad por vosotros y por todo el rebaño, en que el 
lEspirítu Santo. os ha puesto por obispos para apacen- 
tar la iglesia de Dios la cual ganó por su sangre. No 
duda el apóstol llamar sangre de Dios por la unión de 
la persona en las dos naturalezas de Cristo, según la 
cual se dijo: «el Hijo del hombre que está en el cielo.» 
Quinto testimonio, S. Pablo, Rbm. 9, 5, hablando dé 
los judíQS dice: «cuyos son los padres y de los cuales 
es Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas 
las cosas, bendito por siglos.» Sexto testimonio, S. Pa- 
blo, Filip. 2, 6, hablando de Cristo, dice: «el cual sien- 
do en forma de Dios (quiere decir en substancia de 
Dios, como 16 declara Atanasio) no tuvo por rapiña 
ser igual á Dios.» Y en otro lugar dijo: «yo soy el que 
soy.». 

Séptimo testimonio, S. Pablo, Colos. 2, 9, ha- 
blando de Cristo dice: «en él habita toda plenitud de di- 
vinidad corporalmen te.» Octavo testimonio, S.Pablo, 
hablando de Cristo con su discípulo Tito, cap. 2, 4f 
dice: <cla gracia de nuestro Salvador Dios se manifestó 
á todos ios hombres, enseñándonos que renunciando 
á la impiedad y á los deseos del siglo, vivamos en este 
siglo templada, justa y píamente, esperando aquella 
esperanza bienaventurada y la venida gloriosa, del gran 
Dios y Salvador nuestro , Jesucristo.» Nono testimo- 
nio, el apóstol Hebr. 1 , 8, hablando de Cristo , dice: 
«mas al Hijo: tu trono, oh Dios , por siglo del siglo.» 



— 72 — 

T poco antes había dieho hablando del miamo Cristi: 
adórenlo todos los ángeles de Dios. Décimo teatinicP- 
Qio, S. Juan en su primera epístola cap^ 5, 30 dice: 
«y estamos en el verdadero, en su Hijo Jescfcnsto; 
ésíe es el verdadero Dios y la vida etema.'k 

La quinta razón son los testimonios que Cristo da de sf 
mismo. Y aunque cuanto á los hombres el téstiÉkmfM 
que uno da de si mismo, no vale, porque como di^Ia 
ley civil, ninguno en su propia causa vale por testigo; 
pero cuando el que habla» es Dios, su testimonte wkhh 
porque él es la misma verdad. Y ya hemos sufidi^iiítei 
mente probado Cristo ser Dios, luego su testimonio 
de si mismo vale. Cristo, Juan 5, 47 dice á los judión 
«Mi padre hasta ahora obra y yo obro.» Y como luegf^ 
dice el evangelista: «entónce3, por tanto, mas procu- 
raban los judíos matarlo, porque no solo quebranto- 
ba el sábado, mas aun también á su padre líamaba 
Dios, haciéndose igual á Dios,» y lo demás que cuen- 
ta el evangelista. Y cap. 4 , 30 dice Cristo: ayo y 
mi padre una cosa somos.» Entonces volvieron á to- 
mar piedras los judíos para apedrearlo. Preguntodoi 
de Cristo, porqué lo apedreaban, responden, que por 
sus blasfemias; porque tú, dicen, siendo hombre, te 
haces Dios etc. Cristo hablando de sus ovejas, un pck^ 
antes dijo: «yo les doy vida eterna, y para siempre Éé 
perecerán y nadie las arrebatorá de mi mano.» ¿QkSÉk 
puede dar vida eterna á los que creen en él sino Dios? 
Cristo la da; es pues Dios. 

Por tonto nosotros teniendo puesto sobre nosotros^ 
una tan grande nube de testigos , tontos testimonios 
del Padre, de S. Juan Bautista, de los milagros que 
Cristo hizo, de los testimonios del nuevo y del antb- 



-13- 

gno testamente^ y del mismo Cristo creamos con fé vi^ 
ra; fiAidadaf ^obire liBi palábhi de IKos, que Jesucristo 
e9 verdadero Dios y v^rdaídero liombre , él cual murid 
por nuestros pecados y resucitó por nuestra justifica- 
ción*, Rom^ 4y 26. Y es esta tan propia obra de Cris- 
to, que* ningún otro la puede hacer. Así lo dice S. Pe* 
drOy Hech. 4, 42: 4r£n ningún otro hay salud; porque 
no hay otro nombre debajo del cielo dado á los hom- 
bres^ en que podamos ser salvos.^» Murió pues Cristo 
por sblvar los pecadores ^ de los cuales cada cristiano, 
si quiere' ser salvo, ha de creer, que es uno. El que 
no le eteyere téngase este tal por cierto que no será 
i^alTO sino condenado, como lo dice nuestro Redentor 
hablando con sus apóstoles, Mar. 16, 16. Así lo creia 
S. Pd>lo, cuando hablando con su discípulo Timoteo 
dijo: «palabra fiel, (quiere decir, certísima) y digna de 
ser fecibida de todos, que Cristo Jesús vino al mundo 
para salvar los pecadores, de los cuales yo soy el pri- 
mero.» 1.*Tim. 1, 15. Poco antes habia dicho de sí 
mismo, que habia sido blasfemo, perseguidor é injuria- 
dor etc. Esto es lo que confesamos en el credo, cuan- 
do deeiihos: creo la remisión de los pecados; quiere 
decir, crea, que aunque yo no soy digno, que Dios me 
perdone mis pecados, sino que me eche en el profundo 
del infierno, pues que nunca le he amado con todo mí 
corazón, ni he amado á mi prójimo comoá mí mismo, 
mas he quebrantado su ley, y esto no una vez sino infi- 
nitas; pero con todo esto creo, que Su Majestad 
por iiu gran misericordia, que me ha mostrado en Cris- 
to, mi Redentor, la cual yo be aprehendido por fé, me 
ha perdonado todos mis pecados y que no me los im- 
putará. Su Majestad nos aumente la fé; porque Sata* 



-7*- 
nás anda bien listo y negociado en meternos dudase, 
la cabeza para que no creamos ser nosotros del núr 
mero de aquellos á quien Dios ha perdonado losi pe- 
cados. 

Las causas que hayan movido Dios á perdonar k los 
pecadores y perdonándolos salvarlos , la Escritura sftr 
grada las trata en muchas partes; pero no pondré aquí 
sino un solo paso, en el cual se ponen todas lasenatro 
causas de nuestra salvación. S. Pablo, hablando con 
los Efesios, cap. 2, 4 les dice: «Empero Dios, qpe es 
rico en misericordia , por su mucha caridad con qucí nps 
amó« aun estando nosotros muertos en pecados,. nos 
dio vida juntamente con Cristo ; por cuya gracia .sois 
salvos. Y juntamente nos resucitó y asimismo nos hi- 
zo asentar en los cielos con Cristo Jesús, para.mostrar 
en los siglos venideros las abundantes riquezas de. su 
gracia en la bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 
Porque por gracia sois salvos por la fé, y esto Jio de yosr 
otros que don de Dios es. No por obras para que nar- 
die se glorie; porque hechura suya somos, criados en 
Cristo Jesús para buenas obra$ , las cuales Dios 
preparó para que anduviésemos en ellas.» ]Bl apóstol 
pone por causa eficiente de un tan gran beneficio, co-- 
mo es nuestra salvación, la gratuita misericordia de 
Dios; por causa material pone á Cristo, por instrumen- 
tal, pone la fé, por medio de la cual recibimos este be- 
neficio. Porque aunque sea muerto por todos, pero^no 
todos serán salvos, sino solo los fieles, solo los que en 
él creyeren. Por causa final pone la gloria de. Dios» 
que lo glorifiquemos. El Señor, Marc. 6, 46, exhor-- 
tando á sus apóstoles á bien obrar, les dice: asi alum-. 
bre vuesta luz delante de los hombres, para que vean 



— •75 — 

¥tiestiM- bbfas< bUMfls y glorifiquen á voeistro Padre 
qoé^^íStá en'los cíeles. Gtoriflcómóslo caáDdo todo lo 
qué pensamos, decimos y hacemos, va encaminado á 
la gloría: 'de Dios y al proyecho del prójimo. Para eso* 
nos crió; el bien qne hacemos al prójimo, Dios lo po- 
ne en^éa libro de iíect6o, Dios lo toma á su cuenta, ni 
mamitnénos que si á su Majestad fuera hecho. Gomo 
él tKismo lo testifica diciendo Mat. 25, iO: «lo que 
habéis hecho á uno de estos pequeñitos á mí lo habéis 
heilio:» ■ 

81 nuestros adversarios los papistas quisiesen adver- 
tirlo que aquí ha hecho S. Pablo, lo cual en otros mu- 
chas lugares confirma, no porfiarían tanto en decir el 
pecador no ser justificado por sola la fé, mas que ha 
nÉeneister demás de la fé obras para ser justificado. 
¿Qué buenas obras puede hacer un pecador, enemigo 
de Dios, uno que no está reconciliado con Dios, que 
no está en su gracia y favor? Todo cuanto hará, dirá y 
pensará será pecado, todo lo abominará Dios, porque 
sin fé es imposible agradar á Dios, Hebr. 11 , 6; y to- 
do cuanto no procede de fé es pecado. Rom. 14, 23. 
¿Qué es la causa que el sacrificio de Cain no agradó á 
líios y el de Abel le agradó y lo aceptó? La fé como lo 
testifica el apóstol Hebr. 11, 4. De manera que es 
imposible hacer buenas obras que agraden á Dios el 
que no es justificado por fé. Como el árbol no es bue- 
no porque echa buen fruto, sino al contrario echa 
btreñ fruto porque es bueno, así el cristiano no es jus- 
tificado delante de Dios porque hace buenas obras, 
tnafsal contrario hace buenas obras, porque es justifi- 
cado. 

lia justificación causa y produce las buenas obras? 



— Ttt — 

las bqeoM 4)jtera9 no causao m prodipcao la jiistifineiii» 
sino, son frutos de ella. El bombre^qm no hicíeie bw» 
nas obras, téngase por cierto que «os es regiHHiisBdt» 
que no es jusMficado, que no tiene fé; porque eomoí 
es íniposible que haya fuego sin calor, asi es inqMNdr- 
ble que uno tenga fé verdadera, y crea ser jüatíicado 
por la sangre de Cristo, que este tal no hagabtteoa» 
obras. La fé sin obras no es fé, porque está mnefta* 
Y como el hombre muerto ó pintado no es honbrs ¡Ar 
no una apariencia de hombre, así la fé muerta ó: Mil-* 
tórica no es fé, sino una cosa que parece fé* S. Aga&- 
tín entre otras muy muchas sentencias dioe esta: to 
buenas obras siguen al justificado, no preceden al^ue 
ha de ser justificado» 

No somos pues justificados por nuestras buenas 
obras, sino por la gran misericordia de Dios manifes- 
tada en Cristo, lo cual aprehendemos por la fé. Sien- 
do nosotros regenerados, siendo justificados por fé, 
tenemos paz, (como dice S. Pablo, Rom* 5, 4), con 
Dios por el Señor nuestro Jesucristo , y lo que hace- 
mos le es agradable. Y aunque haya en ella machas 
imperfecciones y faltas, el Sefior no nos las imputa; y 
asi somos santos y bienaventurados, conforme á lo 
que dice el mismo S. Pablo Rom. 4, 7, tomándolo 
de David: «(bienaventurados aquellos cuyas iniquidSK 
des son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos.» 
(Salmo 32, 1 .) La justificación del pecador no es sala- 
rio ni jornal, ni paga que Dios da al pecador por suf 
buenas obras: porque ¿qué buenas obras hará, (com^ 
ya hemos dicho,) el pecador que está en disfavor y 
desgracia de Dios? La justificación obra es de soloDipa^ 
don suyo es y merced gratuita que su Majestad hace 



é«^naella6'qife -teiriaee, que^Mi tos ifete en su élemb 
consejo éi ha elegido, pl«destiiiado y llamado pai^ vi- 
4la eterna. A erton'él les 4a verdadera y viva fé^ para 
Meerios' capaces de las promesas que su IfoJesUd^ les 
4ttee« Creyeron, dice 8. Léñase Bech. 13, 48, lodoft l<is 
¡qúeéMban antes ordenadas pam vida eterna. Esta sa- 
na, santa, cristiana y católica doctrina qne el hombre 
walostificadopor sola la fé en Jesucristo $in sns obras, 
i» santos apóstoles )a predicaron, los santos doctores 
dn ia iglesia católica, regida por el Espirita Santo, 
conforme á aquello que su Majestad ha declarado «n 
so sa^tkda Escritura, la enseñaron y los santos márti- 
res de Jesucristo la confesaron, y por esta confesiéiin 
taeroár martirizados. 

La doctrina que el hombre sea justificado por sus 
obras^ que el hombre sea compañero de Dios, y tenga 
Su parte en su justificación, ensalza, engríe y ensober- 
bece al hombre, que de su naturaleza es soberbio, al- 
iWo y oiigulloso, que de^ea ser tan bueno y tan pode- 
roso como el mismo Dios, y quetriasi le ftiése posible, 
oo haber menester al "mismo Dios. Porque aquella pri- 
' mera lección, que le enseñó el diablo, cuando le dijo: 
seréis como dios^, sabiendo el bien y el Ihal, se' le 
ijó , quedó , iihprimió y arraigó en sus entrañas , en 
su entendimiento y mucho mas en su Tolúntad. Por- 
que ¿qué cosa hay que el hombre, en cuanto hombre 
y no regenerado , apetezca mas que ser señor y man- 
dai? Y por esto esta nueva doctrina, que los hombres 
shi Espíritu de Dios se han fbrjado, qué no basta creer, 
^e Jesucristo murió *por nuestros pecados y resu-« 
citó por nuestra justificación , sino que es menester 
^eel hotobre se- ayude á sí mismo fcacieiidb bntéñ^s 



taseii^^bfarloi, les agrada tanto.. .^ > .> .^--^ > 

i . Y ppr^f^i ponti'Ario 60D(kiiiaA, peroígueii Y.qvteamaiá 

iosqufi.pD^fesan y^oaeaaii la cantráríav que es la wk 

jK ]!;^Ugii4i» M cualJos-i^reifetas/'Cmto; Busapáato*- 
)^ eDseaajrj(>n y profesaro»i»4a i^ual abate^cíealfiíiiée!, 

/miquilay deshace al hombrev y da toda la.glnia 'á 
DipS: y 9ia hipocresía Di ^ fiogiitiiento ninguno coofiesa 

su. miseria ¿inhabilidad i>ara» hacer bien, y mámala 
inclinacioQ á hacer mal. Y ¿qué maravillan que iccnlr* 

, fies0 efito^,pu^8 que S. Pablo, el cual por e&eeleticia, 
pqrqjue , trabajó en la. conversión de los Gentiles, mas 

. que; oipguno.d^ todos loa apóstoles^es llamado el^após- 
tol y vaso de elección, confiesa e3to y aun jnucjbormas 

,(le sí misi7^o?,|U)in. 2, 4$: «ni el bien que quiero lia— 
gQ^.ánte^ 1q que. aborrezcoaquello hago. Ítem yiveo 

. 9tsa J^y en mismi^bros, qjue revela i^ontra to l^yide 
ini l^pírita y que me lleva cautivo á la ley idelipeeado 

. que. está, ep mis-^ipmbros.» Por 1(> cual exclama Jui&- 
gp dipiendp: «¡miserable hombre de míi.iquíéamejí-' 

. l^rafád^ cuerpo detesta mui^rte? «Y^lmismo.tesiMM»- 

. 4^:)>. lagr^cia de Dios por JesucrístQ,, nuestro StíioF«» 
Nptad^.^ue no , dice ,^ yo n^e. libraré rporimis buenas 

, . pbrs^s, por mis grandes trabaaos, . q^e .tomó en^ la. pm- 
dícacioA dpi evangelio de J[esuc^Í3to,;del qualuo iine 
afrento, y a^í^^toy aparejado ámoríir por éUcp^Me 
hecho i)aurió«. , ,, . ,,,, 

^ No dice, po^ mi^, méritos^ por mis límpsnas, por^ m$ís 
ayunos y disciplinas, comp. nuestros nueypsF^riseoi; 4o 
dicen y,efi^ñan albora; mas dici^, . la gracia de. Qios^oe 
librará pp)r Jesucristo, Señor nuestroi* Humillémonos 
. pues, del^ntQ deltrono déla Majestad divina y cpn.tc^o 



jmeslroc<9r^zoncoofesietnos^ede nuestra cosecha tío 
ha)r«nii<ysotrGfs que pecados y miserias, y tpie si hay algo 

delMieiiov sí alguna bo^a obrh háé6íti6^;si algbrqii^ 
-iraeno sea tfeciihos ó pensamos yiéné dé Dios. Él es el 
qué iiabilita nuesttx> etatendimieri to y aficiona nuestra 
voluntad para que conozcamos lo bueno, toamemíos y 
io pónganlos por obra.'Y asi dice S. Pablo, Filipen- 
ses, 2, 43: Dios es el que en vosotros obrr, así el 
querer como el- hacer por su buena voluntad. '«Y 2 
-ClOrintíos, 3, ' 5 dice: «no que seamos eficientes de 
nosotros mismos para pensar algo^como'de nosotros 
mismos; sino» <fue huéi^ra suficiencia es de Dios.» Y 
si el:hombré auh regenerado, coihó lo era el apóstol, 
no puede de sí mismo como de sí mismo, pensar bien 
¿cuento menos podrá hablar bien,y cuánto muy menos 
podrá obrar bien? Dé pues la gloria á Dios cuando' lo 
hiciere y á sí mismo la confusión. Y no es la cuestión, 
sí .podetnos de nosotros mismos, conro de uosott^s 
mismos, pensar mal, hablar mal y pensar mal. Todo 
•esto nos es natural por el pecado. Y así dice Dios ha- 
blando del hombre (como aquél que muy bien lo co- 
' noce): «Todo el intento dé los pensamientos del coTa- 
' zon del hombre malo es ciertamente con todo tiem- 
po.!^ Gen. 6, 5. La cuestiones, si el hombre de* sí 
' mismo j como de sí mismo, pueda pensar bien; hablar 
biéh, hacer bien. El apóstol lo niega en los lugares 
poco ha alegados. Por tanto , cuando hubiéremos 
obradO' bien, digamos, cohio el Señor lo mandó decir 
á^us apóstoles: «siervos inútiles sottios; porque lo que 
debíamos hacer hicinios. Luc. 42, 47. Lois que esto 
• dicen, muy lejos están de pensar que por sus obras 
•mefrecen esto y lo otro; knuy lejos están de pensar. 



— » — 

que hay en ellas unas obras que UanuiB de oospnia^ 
.y otras de superrogacion que ellos no liaii aieiMater, 
.y asi las rqmrten nuestros adversarios coa ipáiem quíe- 
reo y hacen cambalaches con día. Esta doctrina lúi- 
cha yensoberi)ece al pobre hombre y no da.la|;hm 
A Dios; por tanto abominémosla y 4liraoemos.k que 
ousefia á abatir y humillar al hombre y. dar k gloria 
á Dios. 

Como las ara&as convierten en veneno elibwD ji;^ 
go de las flores, de que las abejas haceiijn dvlce 
miel, asi ni mas ni menos nuestros adversarios coiif- 
vlerten esta sana doctrina en mal y en ponioqa. Dieen 
que es pestilencial, herética y abominable, y |XHr la 
tal la persiguen á fuego y á sangre. Dicen que IvK^ 
á los hombres haraganes, perdidos, sin cuidado niih- 
guno de obrar bien ni de hacer buenas obras, pues que 
no son salvos por ellas. Á lo cual les rosando, que 
una cosa es prenotar si las buenas obras justifiquen 
al hombre ó por lo menos sean alguna parte y concur- 
ran en la justificación, y otra cosa es preguntar si el 
hombre cristiano regenerado por el Espíritu de Dios, 
deba y sea obligado á hacer buenas obras, de manera 
que sino las hace, no sea cristiano. Gran diferencia 
hay entre estas dos preguntas y demanda^. Cuanto r4 
la primera ya hemos bastantemente probado por. la 
Sagrada Escritura que un hombre, enemigo mortal 
de Dios, no regenerado, sin Espíritu de Dios, y sin 
verdadera y viva fé en Cristo, no puede hacer jcosa 
que agrade á Dios, porque sin fé ^ íniiposiUe ^agra- 
dar á Dios. Y por el contrarío todo cuanto hace Je le 
convierte en pecado, porque todo lo que.no procede 
de fé, es pecado. ¿Cómo pues este tal se podrá pctf las 



— 81 — 

obras <|ue hace, justificar delante de Dios y recohci**^ 
litfi^ con Dios, hacerse amigo familiar de Dios y aun 
mas, hijo y heredero de Dios? Porque todo esto se in-' 
cluye en el nombre de justificación. 

La respuesta pues está clara, que un hombre que 
está en tal estado no puede en manera ninguna hacer 
obras por las cuales sea justificado y reconciliado con 
Dios. ¿Qué remedio pues hay para este miserable pe** 
cador? ¿Hay alguno? Respondo que ninguno de su 
parte, pero que lo hay único, excelente y admirable 
de parte de Dios; al cual tendrá y alcanzará el hombre 
con tal que crea que Dios es el que justifica al impío 
y que no hay otro que salve, sino El solo y sin com-^ 
pañia ni ayuda de otra cosa ninguna. El modo que 
Dios tiene para justificar los impíos, es este: que ha- 
biéndose todos los hombres por el pecado apartado de 
Diosy hecho sus enemigos, Dio!» por su infinita mise- 
ricordia, movido de piedad, se condoleció de los hom» 
bres, y asi entresacó un buen número de ellos sin 
hacer injuria á los demás, pues justamente eran con- 
denados por haberse apartado de Dios, los cuales, 
- que entresacó, su Majestad en su eterno consejo antes 
conoció y predestinó para que fuesen hechos confor- 
mes á la imagen d^ su Hijo, para que él sea el primo- 
génito entre muchos hermanos. Y á los que predes-' 
tino á estos también llamó, y á los que llamó á estos 
también justificó, y á los que justificó á estos también 
glorificó; como lo dice el apóstol. Rom. 8, 30. 

Mas habia un gran estorbo que impedia esta mi- 
sericordia de Dios, y era su suma justicia. Porque de 
tal manera Dios es misericordioso que también es jus- 
to. Dios había puesto en depósito grandísimos tesoros 



6 



— 82- 
en las manos del hombre; él hombre como mala dita» 
como mal pagador, alzóse con todo y alzado perdiólo 
todo y a^ hizo banco roto. Dios quiere ser satisfecho, 
quiere que el hombre le pague todo cuanto le debe; 
el hombre no puede pagar y lo que peor es, aborrece 
tanto á su acreedor, que aunque tuviese de que pagar 
DO le pagaría. Dios entonces, siendo justo en todos 
sus caminos y misericordioso en todas sus obras, halló 
un medio para usar de misericordia con «1 hombre 
siu hacer contra su justicia. Y asi fué muy bien pa- 
gado y no perdió lii aun una sola blanca de todo cuan- 
to le debía el hombre. El medio fué este: qUe envió 
á su propio y único Hijo, el cual haciéndose por obra 
del Espíritu Santo hombre en el sacratísimo vientre 
de la Santísima Virgen, nació de ella; y de tal mane- 
ra se hizo hombre, que no dejó de ser Dios. Porque 
era menester que el que había de redimir al linaje 
humano fuese hombre y Dios, y Dios y hombre. Pon- 
qué si fuera puro hombre, fuera pecador como los de- 
mas^ y así no pudiera pagar ni satisfacer al Padre por 
nuestros pecados; mas antes hubiera menester quien 
lo reconciliase con Dios; y si fuera puro Dios y no 
hombre, no pudiera tomar á su cuenta nuestros po- 
cados pi morir por nosotros. Fué pues menester, que 
juntamente fuese verdadero Dios y verdadero bombín, 
semejante en todo á nosotros, excepto el pecado. T 
asi pudo pagar y satisfacer por nosotros como de hei- 
cho pagó y satisizo al Padre. Y así tomó á su Cuenta 
y á su caiigo todo cuanto el hombre debia, y edióse 
sobre sus espaldas todos los pecados de lodos loa 
hombres. 

Humillado pues y abatido de esta nfaileiia el Hijo 



deI)ioft, el Padre .eterno DO lo perdonó, maa antes lo 
«Uitsegó por todiMSr iKUSotrosá la muerte y muerte 4? 
crux. Estte «batimiento, esta obedienciav esta mperte 
de cri^ fué de tan buen olor al Padre y fué de ¡tanta 
eficacia y virtud, que el Padre se tuyo por coptento» 
satíafecbo y enteramente pagado de todo cuanto totfo 
el linaje humanor le debia; y 'la cédula y .obligación 
í^ae el Padre tenia conti» nosiotros^ por la cual nos 
demandaba la deuda, fUé raída y ra^^da, quitándote 
Cristo del medio y enclavándola qn^ Jia cruz^ , ccpn^ 
dice S. Pablo» Colos. .2, 4 4% ¡Oh bienaveiitlir^da cx\t4 
}0b bienaventurada rmuerte y i pa^on de m Redw^ 
que tanto bien nos hicistel GonsidQrando-el.ap^stpl 
S. Pablo este admiraUe beneficio, que por la: n^verte 
de Cristo él y 4od0s nosotros irecibímos, dijo,, .<jal. 
jS, 4.4: «lejos eaté de mí gloriarme.^no en ^la crm; de 
nueatiH) Señor Jesucristo; por el cual e| mundo iqe 
69 crucificado á, mi y yo al mundo. v Eisto que dicfi S. 
Bable de gloriarse en la cruz de ^isl^uiuiere d^jur 
que no se gloriará sino solamente ^n, >Cristo,crq(^0(!^ 
do al cual él predicaba; como él mismo, hablap^Q.^iW 
loa CoriQtiQs, lo dice. .4. Gor. 4 , 23. 'Nosotras, djú^ií^, 
predicamos á Crista.crucificado, que, QS,á los judíos 
ciertamente tropezadeto y.á las gantes IcH^urai.,: No /se 
glor iaba el ai^óstd f eit ia chtuk. de , p^lo . en que , J^syp 
cristo fUé erucificadovno.la.bpnra^.ni «^oií^ba^^cpr- 

■ ■ mi 

IDO nuestcos: advessarios la .mandap lioiH*ar y adorjaj^, 
y con la .misma Adofacion^que ilaijiian latrifi^ q}ie,,jiffr 
¡amiente dan á Dios. Esto.;deL}a/cru|í ^e,(Ú^ocpqiQ^^e 
posada para que ninguno toQie {de, est4^1i\$;s|r prifife^ 
de adorar la etu2 de pak> étde.pl^tat; .porque bápwb) 
asiles superstición ¿idolairía 






-*- ' 

Y puesto caso' (íiue este beneficio de Cristo se pro-^ 
pong» á todos los hombres, y que la muerte de(>isto 
sea d^ si suficiente y bástante para' isalvar todos cuan- 
tos se perdieron en Adam, mas con todo esto M to- 
dos ^ gozan de este beneficio sino solamente fos que 
ciiMin , los que tienen Terdadera y viva fé, la cual nuñ<^ 
ca está ocio^yiMasobra por caridad; los que dancré-^ 
dito á la palabra dé Otos y se confian en él« teniendo 
por certísimo, que antes faltará cielo y tierra que fal- 
te Dios; ni aun en una jota, de todo cuanto ha proMe-^ 
fidé; EÍsta tal fé no és ^bra nuestra sino dé Dios que 
la !rifuñdé én los oorazonés^ de aquellos que á éi le pla- 
ce, dcm'suyo es. Y por estb el apóstol, hablando con 
los Tésalohicenses , les dice: «no e^ de todos la fé.» 
(i. Tes. á, 2.) Y Si Lúeas dice: «creyeron todos los que 
estaban antes ordenados para vida etema;)i Hecb. 13, 
i8. Tengamos pues, hermanos mios, en muy mucho 
la fé; que nuestro Dios, movido de misericordia y no 
por nuestras obras, nos ha dado; roguémosle, como-Ió 
haciáii los apóstoles, que nos la aumente, que la baga 
cteceír en nosoíroa de día en dia, mas y mas. Lo cual 
yeiios qué su Majestad ha hecho con vosotros.^ Teniais 
antes una manera de noticia, un no sé qué dé concN» 
dmíenfo y fé en €risto: ahora le ha placido aumentar- 
te, dándoos mucho mayor noticia de Cristo y del bé-^ 
úeficio de su muerte y pasión. El que ^comenzó la bue^ 
'¿á'obra en vosotros la llevé adelante. Estad pues fie- 
mes éh la fé, y tomó' buenos guerreros de Dios rests-^ 
tíd al enemigo én t6. Yelsaquí, hennános, como Dios 
lusti&cá al impío por k fé sin la ayuda de las obras 
buenas que haya hecho 6 bagá: las cuales no tiene án-* 
tes de ser justificado sino después, porque Ut raiz y 



manantial de donde procedea «Jas buenas obras 
eslafé* • ■'..♦:■> 

Cuanto á la segunda demanda, si el hombre críbtía^ 
no, reg^er^do por el Espíritu de Dios, deba 7 sea obli- 
gado ¿ , hacer buenas obras^ de manera que si no las 
hape m es cristiano sino .hipócrita, digo; que jel tal 
no tiene de cristiano sino el nombre: Y para mejor 
entender e&to,. será menester advertiros que la-rrii*^ 
gion cristiana consiste en dos cosas: en £¿, por la cual 
somos justificados, delante de Dios v y en obras coa lais 
cúsales obedecemos á Dios^ que.noslas; manda hacer; y 
testificamos á los hombres que tenemos verdadera fé, 
y. por el consiguiente que somos hijos de Dios. El su^ 
mario de Jlo que debemos creer se contiene, como ya 
hemos dicho, en el credo. El sumario de lo que deba"*-' 
mos hacer ó no : hacer se contiene en los diez mandad 
míen tos que Dios con %u propia mano escribió 'én dos 
tablas de piedra, como están esmtosen el cap; 20 del 
Éxodo, y se, repiten en el cap. 5 del Deuteronomio; 
dpnde los hallareis todos diez mandañiiéñtos enteros* 
De e^tos- diez mandamientos nuestros adi^ersaríos ^o^ 
mo traidores y alevosos que son contra' el Dios que los 
crióv han totalmente quitado el segundo^ que es 00»^ 
tra las imágenes; y viéndose con nueve mandamien-*- 
tos, del último^ que prohibe la concupiscencia , has 
hecho dos. De manera que nos esnecesarío, :sí qoerb^ 
m¡os ser cristianos, si queremos hacer nuestro- deber/ 
que es vivir conforme, alo que Dio^noi mAnda en su ley i 
hacer lo que nos manda «y huk de «aquellb que «üo» 
prohibe; : bajo pena q.u^ si:^( sio Jo.hieiéremos no lien-^ 
dremos part;QiQBielr0ino>id^lQS cielos sino en el deio^ 
infiernos^ EsjUí esr Idi pausa, porque 'Ol Señor nofs énoar^ 



g< tan encateeidameiite las buenas obras; y esto en 
muy muchos lugares de la Escritura, de los cuales 
pondré aquí algunos. 

Dios hablando oon su pueblo, Levit. 48, 5 les dke: 
«Mis estatutos y mis derechos guardareis; los tMles 
hacienda el hombre vivirá en ellos.» Lo mismo dice 
Bseq* 20^ II y Deut. 6, S. Tendremos, dice, justicia, 
eüando guardaremos haciendo todos esrtos matida-» 
míentós delante de Jehová, nuestro Dios, como él nos 
ha mandado. Los sermones de los profetas son unas 
exhortaciones á guardar la ley de Dios, á bien vivir, á 
hacer buenas obras , con promesas de parte de Dios 
de todo buen suceso y felicidad ; y por el contratia 
amenazas contra todos aquellos que no guardaren la 
ley dé Dios, que mal vivieren, que hicieren malas 
obras. Cuando un doctor de la ley (que era lo que 
ahora llamamos doctor ó maestro en santa teología) 
preguntó al Señor, qué Iharia, para poseer la vida eter^ 
na, el Señor le respondió: ¿Qué esté escrito en la ley? 
¿cómo lees? El doctor respondió: «amarán al Señor tu 
Dios dé todo tn corazón y de toda tu alma y de todas 
tus fuerzas, y de todo tu entendimiento: y á tüpróji-^ 
Bfiooomo á ti mismo.» Al cual el Señor dijo: «Bien 
has respondido^ baz esto y vivirás.» Y asi (cuando el 
Señor en el último dia juzgará á todos los hijos de 
Adaro) á todos aquellos que hubieren dado de comer 
y de beber al necesitado, hubieren recogido y acaricia-^ 
do al extranjenny hubieren vestido al desnudo y yisi-- 
tado at«nf€írmo y al encarcelado, á estos tales pondré 
á sumano derecha y les dirá: venid benditos de mi Pa* 
dpé, poseed el reino etc. Yi^orelcontí^rio *á Ms que 
no .seihidúeren ejercitado eii semejantes obras de mi^ 



— 87 — 
serícordia, mas hubieren endurecido sus corazones, no 
dando de comer ni de beber al necesitado , no albep* 
gando al extranjero etc., el Se&or los pondrá á su ma- 
no izquierda y les dirá: Idos de mí, malditos, al fuego 
eterno etc. Mat. 25. El apóstol S. Pablo comunmente 
en las epístolas que escribió, trata al principio de la fé, 
como de fundamento y raiz de la religión cristiana, 
sin la cqal fé ninguna cosa agrada á Dios, mas todo le 
desplace, par hermoso que parezca á los hombres, 
cuanto fuere hecho sin fé. Lo segundo que hace es tra- 
tar de las obras como de frutos que la fé produce. 

Cuatro causas y razones hay por que los hombres 
deban hacer bien y apartarse del mal. La primera 6s 
la necesidad ; porque nos es necesario obedecer el 
mandamiento de Dios que nos manda obrar bien y 
apartarnos del mal. La segunda es la dignidad de las 
buenas obras, que agradan á Dios y le son sacrificios 
gratos, y asi Dios las honra con títulos muy honoríficos 
y á las maks con afrentosos. La tercera, los premios 
que Dios tiene prometidos á las buenas obras y los cas- 
tigos á las malas. Y esto no solamente en esta vida, mas 
aun en la por venir. Por tanto, si fuésemos sabios si- 
quiera, nuestro propio interés y provecho nos debrian 
provocar á hacer bien y á guardarnos del mal, pues que 
no nos va en ello, sino ó ir á gozar de Dios en compa- 
iíía de los ángeles ó ir al infierno con todos los diablos. 
Irán, dice el Señor, Mat. 26, 46, los malos al tormento 
eterno y los justos á la vida eterna. 

La cuarta razón es porque las buenas obras son 
ejercicios en que se ejercita la fé, y son frutos del Es- 
pírrtu, como las obras malas son obras de la carne, de 
desorbediencia y de incredulidad. La ociosidad '^e 



— 88 — 

consigo grandes maks; el diablo en viendo á uno ocioso 
luego lo ocupa, luego le da en que entender; no le fal- 
ten malos pensamientos y malos deseos que le meter 
en la cabeza; j habiendo el hombre concebido de esta 
manera el pecado, á su tiempo lo pare. Por tanto el 
hombre cristiano que desea servir á Dios, ocúpese^ en 
ejercicios de fé, en bien obrar, en bien hablar y en 
bien pensar, que esto es su deber, porque asi ]o man- 
da Dios. Los. que dicen y asi lo tienen lo que yo he 
dicho y tengo de las buenas obras, no las menospre- 
cian sino las estiman en mucho. Y así exhortan á los 
demás á bien obrar para que sean perfectos, como su 
Padre que está en los cíelos lo es. Como es necesario 
que el sol alumbre, el fuego dé calor y el buen árbol 
eche buen fruto, así es necesario que el cristiano haga 
buenas obras. Su Majestad nos aumente la fé, para que 
todo lo que hiciéremos sea para su gloria. 

Con todo cuanto hemos dicho de la dignidad y ex- 
celencia de las buenas obras, que agradan á Dios, que 
le son sacrificio de suave olor y que como tales las re- 
munera etc., con todo esto debemos entender que es- 
ta dignidad no la tienen de sí mismas ni en sí mismas. 
Porque aun la mas perfecta obra buena que hacemos, 
es imperfecta, es sucia y manchada; como lo dice 
Isaías, cap. 64, 6: «Todas nuestras justicias son como 
-trapo de inmundicia.» Y así, si Dios las quisiese juz- 
gar con el rigor de su justicia^ hallaría bastante por 
qué condenarlas. Temiéndose de esto aquel á quien 
Dios halló conforme á su corazón, dice en el Sal- 
mo 443, 2: «no entres en juicio con tu siervo; por- 
que ningún viviente será justificado delante de tí.» 
¿Cómo, pues, son buenas? ¿Cómo son gratas á Dios? 



— 80 — 

¿Por qué las remunera con vida como si fuesen per-^ 
fectísínoas, ^siendo tan imperfectas? Eso hace Dios por 
ser tan. bueno, que no les imputa;^ la imperfección que 
halla eii ellas, sino que como si no la tuviesen, como 
si fuesen perfectisimas, las acepta y galardona. Y todo 
esto hace porque la persona que las hace, le es acepta, 
le es grata, siendo justificada por fé: <cjustifícados por 
íé, dice S. Pablo, Rom. 5, 1, tenemos paz para con 
Dios por el Señor nuestro Jesucristo.» Place, pues, 
ia obra á Dios, porque le place la persona, y la perso- 
na place, porque place Cristo. 

Concluyamos, pues, de todo lo dicho, ser necesario 
hacer buenas obras, y que no es cristiano el que no 
las hace; pero que con todo esto no son' causa, ni par- 
te ninguna de la justificación; mas antes al contrario, 
la. justificación es la causa y manantial de todas las 
buenas obras. Cuando la hija fuere madre de su pro- 
pia madre, entonces las buenas obras serán causa ó 
parte de la justificación. Engáñanse, pues, muy mu^ 
cho nuestros adversarios cuando condenan como er- 
rónea, blasfema y herética esta proposición: el hom- 
brees justificado por la fé y no por las obras. Y no so- 
lamente condenan la proposición, sino aun á cualquie- 
ra que la mantuviere y creyere; y así lo queman vivo, 
habiéndolo Dios pronunciado por boca de sus santos 
apóstoles. S. Pablo, Rom. 3, 217, hace esta pregunta: 
¿dónde está la jactancia? Respuesta: «es echada fuera;» 
Pregunta: ¿por cuál ley? ¿de las obras? Respuesta: <sno^ 
mas. por la ley de la fé.» Y poniendo la conclusión de 
esta cuestión dice: «así que determinamos ser el hom- 
bre justificado sin las obras de la ley.» El mismo após- 
tol coafirma esta doctrina al principio del cap. 4, di^ 



— 90 — 

ciende: «Si Abraham fué justificado por las obras, 
tiene gloria, mas no acerca de Dios.» (Quiere decir, 
tíeoe de qué gloriarse delante de los hombres, pero no 
- delante de Dios.) 

Y luego alegando la Escritura dice: «creyó Abra- 
ham i Dios y le fué imputado á justicia.» Y da la ra« 
zon: «porque al que obra, no se le cuenta el salario 
por merced, mas por deuda. Mas al que no obra siao 
cree en aquel que justifica al impío, la fé le es conta- 
da por justicia.» Lo cual confirma con autoridad del 
Salmo 32, 1 , donde dice David, ser bienaventurado el 
hombre aK cual Dios atribuye justicia sin las obras, 
diciendo: «Bienaventurados aquellos, cuyas iniquida- 
des son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos. » Y 
como Abraham fué justificado por fé y no por olHras, 
asi todos cuantos son justificados, son justificados por 
fé y no por obras, como luego lo dice. 

El mismo ejemplo de Abraham y al miismo propó-* 
sito alega el apóstol Gal. 3, 6; y este es uno de los 
argumentos con que confirma su causa: dice, que si 
el hombre fuese justificado p<>r las obras que Dios 
manda en su ley, que era menester que este tal hom^ 
bre cumpliese, y esto perfectísimamente, todo cuanto 
la ley manda. Porque escrito está: «maldito todo aquel 
que no permaneciere en todas las cosas que están es- 
critas en el libro de la ley, para hacerlas.» Y por eso 
Santiago, cap. 2, 40, dice: «cualquiera que hubiere 
guardado toda la ley y ofendiere en uno, es hecho 
culpado de todos.» Y que por ley entienda la ley^ mo- 
ral, quiero decir los diez mandamientos, por lo que 
luego se sigue, se ve: porque el que dijo, no comételas 
adulterio, también ha dicho, no matarás; y s! mhú-^ 



— 91 — 
hkattB cometido adulterio, empero hubieres muerto, 
ya eres hecho tranagresor de la ley etc. Y vemos que 
no hay hombre, e&cepto Cristo, que haya hecho toáé 
cuanto la ley manda y con la perfección que ella de^ 
manda; porque ¿qoién ha amado á Dios con todo su 
coraMn y á su prójimo como á sí mismo? Sigúese muy 
bien la conclusión , que no hay hombre ninguno que 
sea Justificado por las obras, (pues ninguno las puede 
hacer tales cuales la ley requiere,) sino que es justifl* 
cado por la gran misericordia del Padre eterno, mani-^ 
testada en Cristo, la cual aprehendemos por medio de 
lafé. 

Tuvieron los padres y doctores antiguos de la igle- 
sia católica por tan verdadera y por tan católica esta 
doctrina, que no solamente dijeron el hombre ser jus- 
tiflcado por fé, mas aun añadieron y no sin licencia de 
Ib Escritura, que por sola la fé. Si yo quisiese alegar 
aquí sus notables dichos á este propósito, seria me- 
nester escribir muchos pliegos de papel; pero poY evi- 
tsfr prolijidad en cosa tan clara y tan manifiesta, no 
pondré aquí sino algunos; y esto con la brevedad posible, 
Y antes que los alegue, os quiero advertir, que cuando 
los padres siguiendo la palabra de Dios, dicen: el hom<^ 
bre es justificado por sola la fé, no quieren decir otra 
cosa, sino que es justificado por sola la misericordia de 
Dios y por solo el mérito de Cristo, lo cual no pode- 
mos con instrumento ninguno aprehender, sino con 
sola la fé. 

Orígenes sobre la epístola á los Romanos, cap. 3, 
27, dice: «Basta la justificación de sola la fé, para que 
uno creyendo sea justificado aunque ninguna buena 
oUra haya hecho«» Y para confirmar lo que ha dicho^ 



Jtrae por- ejemplo al ladrón iquefiué cnicificadooow 
Crífito, y á la mujer* á la cual dijo Cristo: <{Tu fé te 
ba hecho salva.» S. Basilio eo el sermoq dq la humil- 
dad, dice: «el hombre es justific/gido por lafé sola.» 
S. Hilario, sobre el cap. 8 de S. Mateo, dice: «sola la 
fé justifica. 31» S. Ambrosio, sobre el cap. 3 á los Roma- 
nos, dice: «justificados graciosamente» porque lúiigu- 
na cosa obrando ni haciendo son justificados por la fé 
sola, por don de Dios.» ítem sobre el primer capitulo 
de la 2. Cor. dice: «Esta es ordenación de Dios^ que 
el que cree en Cristo, sea salvo: siin obrar,, recitíendo 
graciosamente la remisión de los pecados por sola la 
fé.» S. Juan Crisóstomo ea muy muchos lugares dice, 
que por sola la fé sin obras somos • justificados. S. 
Agustin es todo nuestro, el ^ual de propósito trata esr 
lia materia, escribiendo contra los pe|agi^qos,..cu]ra 
herejía han resucitado los papistas, pue^ que atribu- 
yen tanto al hombre que dicen, que por su libre al- 
bodrio, por sus fuerzas, por sus obras es JMStificado. 
S. Jerónimo escribiendo á Ctesiphonte contra estos 
pelagíanos y declarando aquellas palabras del apóstol: 
«ninguna carne es justificada perlas obras de la ley,» 
dice de esta manera: lo cual para que jao penséis ser 
dicho de la ley mosaica tan solamente y no de todas 
los mandamientos, los cuales se contienen en el Qom- 
bre de ley, el misma apóstol dice: ^aprmbo q%áe la ley 
es .¿Kena.» Baste lo que hemoS' alegado. ; .:< 

Los fariseos y hipócritas de nuestros tiempos son 
tan arrogantes, presuntuosos y tan pelagíanos, que no 
se contentan con decir,, que pueden hacer todo cuanto 
la ley de Dios les manda, mas aun pasan mucho mas 
adelanter dicen que pueden hacer y que hacen mucji!»: 



— » — 

inas'de 16 -que la ley les manda ^ Y á esto nracbo mas 
IMiÁanf obras de ^pei^rógaeion^ las cnales ellos pue^ 
detf^dar y aplicar, 7 asi las dan y aplican, y anh coa 
^ritóá' quién quisieren: Paraestos (pues pueden co- 
tM ellb^ diicetí, cumplir la ley y aun hacer mas) enr 
vatio GriatO' : es muerto. Esto e» certísimo, que si lo9 
hombres 'pudteiian hacer lo que la ley les manda y con 
la perfección que «Ha requiere, que fueran justifica- 
dos por ^sobras; y que los tales sin fé se salvaran; 
puesno habían menester á Cristo. Pero por cuanta 
ningún hombre hay qnt cumpla la ley, y con la per- 
fección que debe, por eso es menester que no por sus 
obras sino por la fé en Jesucristo sea salvo. Pregunto^ 
les yo á estos nuevos fariseos, á estos nuevos pelagía- 
nos, que tan desvergonzadamente dicen que hacen lo 
que Dios les manda y aun mas; ¿cuándo en toda su 
vida hayan amado á Dios con todo su corazón y á su 
prójimo como á sí mismo? Sus conciencias, cierto, sí 
no están del todo cauterizadas y poseídas del diablo^ 
les testificaráp, que jamas lo han hecho como con vié^ 
ne. No han amado á' Dios y al prójimo como deben; 
luego transgresores son de la ley, luego no la cum- 
plen, ni hacen cuanto les manda, y si no hacen cnanto 
les manda , mucho mén os harán el bien que no les manda.. 
El cristiano es obligado á hacer todo cuanto bien 
pudiere y aun mas si pudiese. El que mayores dones 
ha recibido, mas obligado es á bien emplearlos en el 
servicio de Dios y del prójimo; porque para este fin le 
hizo Dios merced de ellos. -Y cuando hubiere hecho 
todo su deber, conforme á ^u poder, que es la agracia 
que Dios le ha dado, no se ensobeiiiezca pensando que 
lia hecho mas que lo que debe; mas conodeiido suim* 



perlecciOB y^que ningUBa co^a de bueno tíepe :de f|( 
mUmo, dé la gloria á Dios y asi mismto k cixskbiimmp 
y ayí humillado delante de la (Majestad, dífioa, «digas 
siervo inútil soy etc. Haciendo .e^to tendrá ^noapii^ba 
el. beneficio que por la fé en Cristo». el cual.muüiÓ&pPPt 
nuestro^ pecados y resucitó ppr nuestra juattScacion, 
ha recibido, y procurará con el favor divino de tol dm^ 
ñera ordenar su vida (como aquel que no esí iii9»to á 
ten gran beneficio, merced y misericordia) que IMoa 
sea glorificado y el prójimo ayudado. . ' 
. Creo que de lo que hemos dkho, tendréis»: herma- 
nos mios, harte bastentes razones para confirmar 
vuestra fé en Cristo, contra las tentecíones del demo» 
nio, y que tendréis harto que responder á judíos y i 
antecristianos cuando os demandaren cuente de vuesu 
tra fé y de la esperanza que tenéis; y de esto- manera 
no os avergonzareis del nmnbre de ctístianos ^queter 
neiSrOi del Evangelio que profesáis. El cual, como dL 
jo S. Pablo, Rom. 4, 46^ es potencia de Dios parasarí- 
lud á todo aquel que cree; al judío primeramente 
(porque á ellos la palabra de Dios les fué confiada) y 
después al griego; 'quiere decir á los que de la gen- 
tilidad se convirtieren á Cristo. Debajo de eátos des 
noDibres, de judio y de griego, ae comprenden to<tos 
las nacioues 4el mundo, lascujeiles creyendo- al Etan- 
gelio de Jesucristo crucificado serán salvas^ y las que 
no lo creyeren serán condenadas. 

, Ahora par^i^ cumplir áek tod9 con mi«promesav sena 
menest^ deciros algo tocante á los moros, cuyos cau- 
tL^OS!^ jorque así ha placido, á Dios, Él sabe por qué y 
pwra qué) sois. Cuando la, doctrina evangélica se eo^ 
mei¥ié al> principio á predicar, lawi' viviendo a^ctkdí 



grandes predicadores, los apóstoles, luz del mundo y 
sal de la tierra, como el Señor los llama, Mat. 5, se 
comenzaron á levantar en la iglesia de Dios y entre 
los mismos que hablan recibido el Evangelio, grandes 
divisiones, cismas y contiendas. Y ya os hemos avisado 
de esto, para que no os escandalicéis cuando viereis 6 
oyereis, di visiones y sectas á causa del Evangelio. En- 
tre otras que al principio hubo, fué esta, que muchos 
de los judíos convertidos á Cristo querían (como que 
no bastara la fé en Cristo para ser salvos) obligar á los 
gentiles convertidos á Cristo, á guardar juntamente 
con el Evangelio la ley de Moisés, y principalmente la 
circuncision;y así como lo cuenta S. Lúeas, Hech. 4 5, 4 , 
enseñaban á los hermanos que si no se circuncidaban 
conforme al rito de Moisés, no podían ser salvos; y pa* 
ra conQrmiar su falsa doctrina, decían, que así lo en^ 
señaban los apóstoles en Jerusalem, y que Pablo, que 
enseñaba lo contrario, no era apóstol de Cristo sino 
discípulo de un Ananias,^discípulo de los discípulos de 
Cristo. Uno de estos que querian poner un tal yugo á 
los cristianos era (como lo nota Epifanio) Cerinto. A 
este y á los demás se opuso animosamente S. Pablo, 
exhortando á los fíeles á estar firmes en la libertad, en 
que Cristo los habja libertado y que no se volviesen 
otra vez á ser presos en el yugo de servidumbre. Dice* 
les y firmalo.de.su nombre, que sí se circuncidan. 
Cristo no les aprovechará nada. Y asi les dice: Otra 
vez vuelvo á protestar á todo hombre que se circun- 
cidare que es obligado á hacer toda la ley. Vacíos sois 
de Cristo los que por la ley os justificáis; de la grada 
habéis caído. Porque nosotros por el esfiírítu de Jalé 
esperamos la esperanza: de la^usticia etc. 



— w — 

Esto y macho mas escribió S. Pablo en la epístola 
ijne envió á los Gálatas, á muchos de ios cuales loflí 
falsos engañadores habían engañado. El fuego se en-^ 
cendió tanto entre las dos partes, que fué menester 
para confirmación de la verdad enviar á ambas partes 
á Jerusaiem, donde aun residía el sacro senado de lo^ 
apóstoles. Tenidos á Jerusaiem, júntanse los apóstoles 
y los ancianos para conocer de este negocio. La parte 
contraria tenia sus fautores en la iglesia de Jerusaiem, 
que eran algunos de la secta de los fariseos que habían 
creído. Habida grande contienda sobre este negocio, 
Pedro, como uno de los principales del concilio, dijo 
su parecer; el cual condena como á yugo intolerable 
la doctrina de aquellos que enseñaban la circuncisión 
y lo demás de la ley ser necesaria para ser salvos: y 
abona y aprueba la contraria, que es la doctrina de la 
fé que Bamabas y Pablo predicaban; y así concluye suf 
razonamiento, diciendo: por la gracia del Señor Jesu* 
cristo creemos ser salvos también como ellos, quiere 
decir, los judíos y los gentiles. Entonces toda la mul- 
titud (que estaba en el concilio, de los cuales cada uno 
decía su parecer) calló y oyeron á Pablo y á Bamabas 
que eran la parte contraría. Los cuales defendiendo 
constantemente su causa como punto principal de la 
religión cristiana, que no admite otra justicia sino por 
la fé en Cristo, contaron las grandes maravillas y se- 
ñales que Dios había hecho por medio de ellos entre 
las gentes. Y desde que Pablo y Bamabas hubieron 
acabado de hablar, Santiago, como presidente del con- 
cilio, por ser (como dicen) obispo de Jemsalem, don- 
de se tenia el concilio, habiendo oído á ambas partes y 
habiendo tomado él parecer de los del concilio, de- 



tmikiá énnonilHre dé la i^ésfa te CMsa, éisfmw ét 
M^ei" aprestado» el pafeeer de Pedro; it eml llaiti* £l- 
itfon^ y de^ haberlo confiHÉado coh lo que babiañ di^ 
eh0 tos profetas* Y asf ccmcluye diciendo: «o^f^ lo 
etial fo juigo que los cfae di& las gentes so* oM^ior-- 
toiP A Stoo tío han de ser ifNt«letados, sino eicMMlN 

Entonces \ú$ apésteles, ancianos y toda la ii^iíü 
é> eoncUio escribieran mía earta á los conrertidos de 
los gentiles, en tat cual le» hablan de esta manara: 
aporcttaiito hemos oido* que algunos qae han salido 
de nosotros os han inqoietado con pdlahras^ iMItOv- 
iiMdo Tuestias Animas, mandándoos circuncidáis y 
gnardav la ley, á los caales no mandamos, hAnos pare- 
cido ayuntados en uno de elegir Taroaes y enviarlos A 
vosotros con noestros amados Barnabas y Pablo, hoitt* 
brea(pEie han entregado sus vidas por el nombre de 
lAKflitro Señor Jeaaeristo. Asf que enviamos A Jlidáa y 
k SilaSf los cuales también por palabra os harAn saber 
h^ mismo: que ha parecido bien al Espíritu Santo y A 
ndsotros, de ninguna carga os poner» etc. Yenfdos Jlt^ 
da# y Silas, portadores de la carta^ y Pablo y Bamabis 
jtíátamente con ellos A Ántioquia, juntando la molU-^ 
tuA, quiere decir ta iglesia de cristianos (pie habia M 
Antloquía, dieron la carta; la cual como leyerdn, fuCM 
vos gosEDSos de la consolación etc. 

Veis aquí el buen suceso que hubo esta cueslkm si 
él ttMabre es justificado por fé sin las obras que Dtoa 
ttandaba en su ley, ó no, en el concilio que vevdadi^ 
iMiMie fué regido, por el Esfrfritu Santo. Con üoftlo 
eflcr te parte contraria no cesó de ensatar m hlM 
disctfiiay nadando la ley cóüi el Evangdidl 0^ tsM 

7 



«l4ieimli^ .Ehionitas y los Ceríntianfos, deloscoaleá 
s|4jíQron:d6i^uefi los, grandes herejes, los ariands, qw 
totalm&nM nos quitaban: nuestra salud por la fé en 
Qrí^to^.haciéndolo njenOr?que el Padjre y no consubs- 
tancial «con el P^ns; 1& eoaMiere>la fué condenada en 
difUi^l &niQsí simo concilio nicena que el gran Constan- 
tino convocó. De estos árlanos, volviendo á nuestro 
pre()»¿^ito, 'como trescientos años después de Ario, 
saliárMadioma, que compuso su Alcorán ó ley, .mez^ 
daiu}o?:]a ley de Moiiíes con el Evangelio. 
.... De.larley.tomó el circuncidarse, el no comer carne 
d^^'jpperco y; las purificaciones, lavándose etc. Del 
Evang^ia tomó decir quenCrísto era Palabra de Mas; 
dijp,^ue..C^isto^era;< espíritu^ virtud y ánima de »Dios 
queil9Cíódela virgen María,; la cual lo concibió ain 
cQiiocer>Taron. Perocon todo esto niega ser Dios, nie- 
ga se^ hjjQ de Dios, contra los manifiestos testimonios 
qu^4ei nuevo y del antiguo Testamento ya hemos, 
para^cQüfirmacioft de la divinidad de Cristo^ alegado; 
níogft,,como A^io^; Cristo ser ab eterno engendrado de 
l%su))9<iancia del Padre;^ niega ser sacrificio por el lir- 
n^ humano; ^cha por tierraitodo cuanto el Evange«- 
lip ieqseña tocante : á la > reznision de los pecadosi y to^ 
cainteiá:la,fó, lacu^Lrecibe la reconciliación por me- 
dio de Cristo que es el solo n^dianero entre Dios y los 
hombres; dice que Cristo es un excelente profeta y 
embl(M^i'' de Dios V que Dios envió al mundo para 
QUílI se enmendase; dice que por cuanto los hpmibgre^ 
i^rOQi'imal de la doctrina de Cristo, que Dio$ euvi^ 
¿iMahoQia comaá mas excelente profeta, el oualfoon 
lft;elpada caíStigase^á todos aquellos que no^^^bedec^iKH 
sefifása Ai([Joianv Los Mahometanos;^. joaandoi día iesbt 



fMtBatíá 7 Tuerza se haii alzado co'd Árabía^4[^n^ígrah 
jMÚrtQ 46 África, con casi toda la Asia menor y. ináyot, 
fXén gvan parte de la Europa. Los cuale^ hoyhaéiM 
«fios ftaeron totalmente echados de nuestra- E^ñaMS 
reioo de Mahoma y el del papa ya ha ca^ mil años 
que comenzaron. El papa comenzó como zorra, con 
astucia y con engaño bajo color de santidad. El primer 
}Nipa ftié Bonifacio III; este fué el primero que se lla- 
mó obispo universal, lo cual ninguno de los obispos de 
Roma, sus predecesores, jamas se habia llamado. Ma- 
homa casi en el mismo tiempo comenzó como león, 
con violencia. 

Y así ambos han entretenido sus reinos y persej^ido 
el de Cristo; Mahoma con su Alcorán y el papa, con sus 
decretales. Manda Mahoma en su Alcorán, que si al- 
gún judio 6 cristiano preguntase á sus mahometanos 
algo de su tey y secta, que no les respondan,. y qué les 
digan que á cada generación es dada ley, y que cada 
uno siga su ley, y que luego los dejen y se aparten de 
ellos sin escuchar lo que mas les respondieren y dije- 
ren. Este error y secta guardan hasta hoy dia los 
mahometanos contra toda razón natural, que nos en- 
seña saber la verdad, y que la busquemos y ameraos; 
porque procede de Dios. Y no hay donde podánios 
hallar la verdad tocante al conocimiento del verdadero 
Dios y de la religión y culto con que quiere ser hoiH 
rado , sino solamente en la palabra de Dios , que * les 
santos profetas en el Testamento antiguo, y Cristo y 
stis apóstoles en el nuevo han enseñado y predicado. Si 
los mahometanos admitiesen la sagrada Escritura^ po- 
dríase disputar con ellos; pero no la admitiendo no 
hay que hablar con ellos; porque contra quien niega 



d» ])W(, no Mí qae disputar. L9 man^ ^ ákptív 
ígftl^ place yjdeAne usan,^ l9if aniia§« fueg^y^mir 
p^t y MTa|M)niMvCoD0luii:emo8dicieDdp, que eo ímpo- 
t^hí 9er v€9*iiadera Feligiaii ^90 gue Pío8«e«irva aqw^ 
Oa JCfí» desQcba la doctrina qu^ los profetas y losapáf» 
t9ljp9 en^üaren; el Alcorán desecb#. la doetrina do iaa 
íffof^i^ 7 de los apóstoles, luegQ no es verdadera jor 
Ugiop 4e píos* ]teoi^, la verduidi^ra religión se conftw* 
ina con la palal>jra de Dios ; luQgo. donde no hay pfdir 
b|:a d^ J)m, no Jbay verdadera jeligiop. 

El Señor por su gran misericordia lleve adelanta Ja 
buena obra que en vosotros ha comenzado y gs dé 
gHfcia q^p cada dia crezcáis de fé en fi&, deconoQH' 
nfj^i|to 4o su^ misericordias en jqayor conpcimieiHtli; 
os coñuda i|ae crezcáis de virtud en virtud* de tal 
BiaiMI^ q^e ;con vuestro buen ejemplo de padengia 
(fp vu^tf^^ trabajas y con vuestra bondad y santidad 
é^ lEi^a vuestros propíos adversarios sean conveocidoa 
en. sus cppciepcias^ puando cou laboca no loquisieieQ 
proi^iwciart ^ 4ficir: ciertamente nosotros estába^ioa 
eqgafiadpfi, esta es otra genjte de la que pensMHHMa 
etc. Jfp^á s^r que con vuestra buena vjda, cop yiWh' 
t|0 buoP ^eiEq;>lo de piedad y bondad y con vuastvi» 
buep ?i|aEOaar de cosas de Dios, que oirán y verán an 
vaaptros^ |i|lgi|BOS d^ ellos se ppnviertan á la verdado- 
la niligiou ocistlana. Esto no^s intposible ; porque lo 
que f aba algunas vep(^e<x>ntecido,, querer jBedju4e 
up.po^ra eaiitívoó jcauljva^ se j^ayan juud^os y aw 
algu«9« vMtciep^^ tod^ m r^iii^^aini^rtiáo ájinaatsai^aii^ 
ta fi oalálica» quf ^stáasqrita m la 4aemd» EsaFíturr 
f|i ^tA miimo .pQ4r4M«irt6p«r i^iw»» :9m¡P^ wu»h 



tn viDáio fománicoe Dios por instnuneDtD je eon* 

iándns.IBlpArio, varón docto y pió, flamenco den»* 
, «n flu primer libro que intituló de saorm Scrip^ 
hBoHone quoticUana, de la lección cotidiana de la 
aigmdafscritura, libro cierto digno de ser leido, r^ 
oogji algunos notables ejemplos á este propósito; de 
cQfD tnbajo yo aquf me serviré. Dice pues de esta 
masfeara: Como sea así , que nunca se permita á los 
olbmposj predicadores tener libertad de entrar ¿gen* 
tea extrañas, bárbaras y remotas naciones, para predi- 
en ti Evangelio, ha empero acontecido que algún hom- 
linpldwyo, que con su arte y oficio ganaba su vida, 6 
algún 'Soldado, mercader ó factor siendo cautivo haya 
aeaao venido á las tales gentes. Este hombre pues por 
haberse, cuando estaba en su libertad, dado á leer la sa« 
inda Eacrí tura, luego que tuvo alguna noticia del len- 
guaje de aquellos cuyo cautivo era, comenzó á tratar 
da los principales puntos de la religión cristiana; al 
prineiipio «on pocos y después andando el tiempo con 
muchos^ íEn fln este insistió tanto en hacer esto con 
Bñ ádfuiaabie espíritu, gracia y vehemencia, que mu- 
<^us dé sus oyentes de muy buena voluntad abrazaron 
nuestra religión. Y de esta manera aquellos á quien 
m el cuidado ni diligencia de los obispos, ni las ar-- 
naasde los reyes ni de los príncipes, ni la fuersa, po-*' 
tencia, ni astucia ninguna nunca pudieron hacerlos 
amigos nuestros, una poca.de noticia de la palabra de 
Sioe que un pobre laico ó seglar como llaman tenía, 
¡6$ trajo é nosotros y nos juntó con un tínculo indiso* 
iuUe, jqne no.se podrá deshacer* 

Anfipo ea su historia eclesiástica, lib. 40, cap. O-, 



•4 

i 



-íte- 

yl%b<&>réló'lib. 4, cap. 32 cuentan líim'historíir. iioí^ 
table y es esta: Un mancebo llamado Frumencia^ ifi^ 
traído én piedad y en bñenas letras^ «se fué enJtom- 
pañfa de MeropiO'Tiroy fll<^sofo, hasta' ta India, donde 
Ib cautivaron y cautivo lo hicieron servir de servicios 
viles; pero llevado despue^á la corte y haciendo muy 
bien todo cuanta se le mandaba , diéronle un oficia ^ 
cargo. Este hallando oportunidad juntó consigo cieiv 
tos mercaderes romanos bien ejercitados en nuestra 
religión; ayudado de estos comenzó á juntar congre^ 
gacionesal modo de los cristianos; y él con una gran 
constancia y sinceridad les predicaba ;el Evangelio. En 
conclusión exhortando á los que oian sus sermones 
ftié causa que todos los de aquel reino se tornasen 
cristianos y que con gran religión creyesen Jesucristo 
ser el solo y único Redentor; 

Los mismos autores en los capítulos siguientes 
cuentan de una cierta mujer cristiana de poca «stofiei, 
la cual estando cautiva en tierra de los Ibero» (que 
son pueblos septentrionales) como en gran manera 
se angustiase con la hendionder de la mazmoY- 
ra, dióse á ayunos y oración; y dié tal manera' se dio é 
invocar al Sefior, que en breve tiempo vino á alcañ-^ 
zar admirables virtudes y verdaderamente apostó- 
licas. Primeramente ella tuvo un gran don de hacer 
grandes milagros y prodigios. Demás de esto enseñaba 
los principales puntos de la religión cristiana con tan^ 
ta gracia, cuanta todos podian admirar en un tal sexo, 
é imitar ninguno. Siendo pues ella adornada de estos 
dones, los cuales ejercitaba con gran diligenciay singu- 
lar fé, en muy poco tiempo trajo al rey, reina y á todos 
siis vasallos al conocimiento del verdadero Dios y 6alr* 



— 103 — 

VQdor.'nuestro Jesucristo. A los cuales ya convertidos 
les: persuadió, que edificasen templos en los cuales se 
congregasen para oír la palabra de Dios, y los exhortó 
que enviasen sus embajadores al gran Constantino, 
que: entonces era emperador de Roma, para que les 
enfiasen hombres doctos que los enseñasen. El buen 
emperador se alegró tanto con esta embajada, como si 
hubiera con sus armas conquistado nuevos reinos y 
¡HToyincias. Y asi les envió luego varones de muy bue- 
na y de santa doctrina. 

Escribe también Nicéforo Calisto en el libro 8, 
cap. 35 de su historia eclesiástica, que uno, lla-r 
mado Gregorio, al cual Peridates, rey de los arme-r 
nios, habia detenido en una profunda y cenago^ 
aa fosa, después de haber padecido muy muchas 
injurias y diversos trabajos y tormentos por espacio 
de eatorce años en el dicho lugar, convirtió á toda la 
AknioDia, haciéndoles dejar la idolatría y adorar á un 
aolo 7 eterno Dios conforme á la religión cristiana. 
Este mismo autor, cap. 33, dice, que las guerras que 
los romanos hicieron á las naciones bárbaras, y prin- 
cipalmente siendo emperador Galieno y después de 
él, fueron muy muchas veces causa que la religión 
cristiana se propagase y cundiese por diversas partes 
del mundo. Porque los romanos que los bárbaros cau- 
tivaban, esos mismos cautivos enseñaban á sus amos 
la verdadera religon cristiana. Zonaras, autor griego, 
cuenta que en el tiempo que los búlgaros hacían cruel 
ipierra á los Constan tí nopoli taños, que los Constan- 
tinopotitanos cautivaron una noble doncella, la cual 
llevada á Constantínopla aprovechó muy mucho, en 
lasr; buenas letras y en la doctrina evangélica; la (lual 



— 106 - 

Yo de cierto me acuerdo de vofotro^ en mis oracio- 
nes, i^ufdícando al Padre dó la& misericordias^ que 09 
aumente la fé, os dé paciencia en vuestras aflicQi^ie9 
y cautiverio» os liaga constantes; en la confesión 4§ m 
nombrar os enriquezca ide sus dones eipirituale^t Vf^ñ 
que cuando el Se&or yfindrir.i ju^ar yív^ y H)i^tc^, 
haUéndoos tales por JuiJ^eros él ib^cho t^lesni <>P4WI^ 
venid . benditos d^ mí Padre» j^H^i ^1 rano ffpai^ja^ 
para vosotros desde la fundapio^ del mmdQr Al cn^U 
que con el Padre y cm el Espíritu Stanto vivie y reina 
eternamente, .se9 gloria y.bonra para sieinpreí APIWt 



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