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Full text of "Un catauro de cubanismos : apuntes lexicograficos"

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UNIVERSITY  OF 
NORTH  CAROLINA 


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DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 

SOCIETIES 


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JAN   3   s  Í973 
APR  1  9  1973 


UNIVERSITYOFN.C.ATCHAPELHILL 

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This  book  is  due  at  the  LOUIS  R.  WILSON  LIBRARY  on  the 
last  date  stamped  under  "Date  Due."  If  not  on  hold  it  may  be 
renewed  by  bringing  it  to  the  library. 


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in  2012  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hill 


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26 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS 


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OBRAS   DE   FERNANDO  ORTIZ 

Base  para  un  estudio  sobke  la  llamada  reparación  civil.  (Tesis  doc- 
toral), 112  páginas.  Madrid,  1901. 

Las  simpatías  de  Italia  pob  los  mambises  cubanos.  Documentos  'gara 
la   historia   de    la   independencia   de   Cuba.    Marsella,    1905. 

La  crimixalita  dei  negri  in  Ouba.  Publicado  en  el  Archivio  di  Psichia- 
tria,  Medicina  Légale  ed  Antropología  Criminóle.  Vol.  XXIV,  fase. 
IV.  Turin,  1905. 

Il  suicidio  tra  i  negri.  Publicado  en  el  Archivio  di  Psichiatria,  etc. 
Vol.  XXVII.  fase.  III.  Turin,   1906. 

Supebtizione  criminóse  in  Cuba.  Publicado  en  el  Archivio  di  Psi- 
chiatria,  etc.  Vol.  XXVIII,  fase.   V.  Turin,  1906. 

Hampa  Afro-Cubana.  Los  Negros  Brujos.  (Apuntes  para  un  estudio 
de  etnografía  criminal).  Con  prólogo  de  C.  Lombroso,  48  figuras, 
432  páginas.  Madrid  1906.  Segunda  edición:  Madrid.  Editorial 
América,  1917. 

La  inmigración  desde  el  punto  de  vista  criminológico.  (Publicado  en 
la  Revista  Derecho  y  Sociología) .  Habana,  1906,  No.  5. 

Para  la  agonografia  española.  (Estudio  de  las  fiestas  menorquinas) . 
41  páginas  con  13  figuras.  Habana,  1908. 

Los  mambises  italianos.  (Apuntes  para  la  historia  cubana).  64  pági- 
nas. Habana,  1909.  2.a  edición:  Habana,  1917.  3a  ed.,  con  el  título  de 
Italia  y  Cuba.  Habana,  1917. 

La  reconquista  de  America.  (Reflexiones  sobre  el  panMspanismo). 
352  páginas.  Paris,  Ollendorf,  1911. 

Historia  de  Santiago  de  Cuba.  (Compuesta  y  redactada  en  vista  de  los 
manuscritos  de  José  M.  Callejas,  inéditos  y  originales,  de  1823  y 
precedida  de  un  prólogo).  136  páginas.  Habana,  1912. 

La  identificación  dactiloscópica.  (Estudio  de  policiologia  y  derecho 
público).  Edición  oficial.  282  páginas  y  185  figuras.  Habana,  1913. 
Segunda  edición:  Daniel  Jorro.  Madrid,  1916. 

Entre  cubanos.  (Rasgos  de  psicología  criolla).  232  páginas.  Ollendorff. 
París.  1914. 

Seamos  hoy  como  ayer.  (Discurso) .  Habana,  1914. 

La  filosofía  penal  de  los  espiritistas.  (Estudio  jurídico.)  Haba- 
na, 1915. 

Hampa  Afro-Cubana.  Los  Negros  Esclavos.  550  páginas  y  multitud  de 
fl.guras.  Habana,  1916. 

Bases  para  la  Organización  Internacional  de  la  Solidaridad  de  los 
Estados  ante  el  delincuente.  (Informe  ante  la  2.a  Sesión  del  Ins- 
tituto Americano  de  Derecho  Internacional) .  Habana,  1917. 

El  Servicio  Militar  Obligatorio  en  Cuba.  Sus  aspectos  político  y  di- 
plomático.—  (Discurso  parlamentario.)  Habana,  1918. 

Las  actuales  responsabilidades  políticas  y  la  nota  americana. —  (Car- 
ta al  Sr.  Ministro  de  los  E.  U.).  Habana,  1918. 

Las  fases  de  la  evolución  religiosa.  (Conferencia).  Habana,  1919. 

La  Crisis  Cubana.  Sus  causas  y  sus  remedios  (folleto).  Habana,  1919. 

Cuba  en  la  Paz  de  Versalles.  (Discurso  parlamentario).  Habana,  1920. 

Los  Cabildos  Afrocubanos. — Folleto.  Habana,  1921. 

Historia  de  la  Arqueología  Indocubana,  Habana,   1923. 

Un  Catauro  de  Cubanismos.   Apuntes  lexicográficos.  Habana.   1923. 

En  la  Tribuna.  Discursos  Cubanos.  Vols.  I  y  II.  Habana,  1923. 
EN  PRENSA 
Glosario  de  afronegrismos. 

EN  REDACCIÓN 
Los  Afronegrismos  de  nuestro  lenguaje. 
Hampa   Afrocubana. — Los   Negros   Horros. 
Hampa   Afrocubana. — Los   Negros   Curros. 
Hampa   Afrocubana. — Los   Negros   ñañigos. 


• 


COLECCIÓN  CUBANA  de  Libros  y  Documentos  Inéditos 
o  Raros,  dirigida  por  FERNANDO  ORTIZ.    m,  ~  ~    Vol.  4 


FERNANDO  ORTIZ 


UN    CATAURO 


DE 


CUBANISMOS 


APUNTES    LEXICOGRÁFICOS 


Extracto    de    la    "Revista    Bimestre    Cubana' 


HABANA 

CALLE    L,     ESQUINA    A    27  a 


DEDICO 

CON    ADMIRATIVA    DEVOCIÓN 

AL 

DR.  JUAN    M.   DIHIGO, 

CATEDRÁTICO  DE  FILOLOGÍA    EN    LA   UNIVERSIDAD    DE  LA    HABANA  Y  AUTOR    MERITISIMO 

DEL 

"LÉXICO    CUBANO" 


AL   LECTOR 

Este  libro,  en  la  forma  deshilvanada  como  aparece,  es  re- 
producción directa  de  los  "plomos"  que  hubimos  de  ir  publi- 
cando en  la  Revista  Bimestre  Cubana,  durante  los  años  1921 
y  1922. 

Sin  aderezo  alguno,  como  simples  apuntaciones  de  un  ma- 
motreto lexicográfico,  tales  como  fueron  dadas  a  la  prensa 
en  esos  años  para  las  páginas  de  la  Revista  Bimestre  Cu- 
bana, asi  se  publican  hoy  de  nuevo  en  esta  edición,  para  los 
lexicófilos  que  no  desean  esperar  la  tirada  definitiva  que  de  ta- 
les apuntaciones  habrá  de  hacerse,  después  de  ordenarlas  al-fa- 
héticamente,  corregirlas  y  adicionarías  con  sendas  observaciones 

Nació  la  idea  de  recopilar  en  un  cataurito  cubanismos  y 
apuntaciones  lingüísticas,  al  leer  un  valioso  vocabulario  cubano. 
y  analizarlo  para  las  notas  bibliográficas  de  aquella  revista;  y 
en  él  pusimos  algunos  frutos  de  la  tierra,  que  habíamos  reco- 
gido cruzando  la  selva  del  lenguaje  criollo  en  busca  paciente 
de  raíces  y  flores  traídas  y  arrojadas  al  azar  por  los  esclavos 
africanos,  mientras  tumbaban  monte  en  nuestra  isla  para  siem- 
bra de  cañas  y  cafetos;  y  otros  de  muy  diverso  aporte  con  que 
tropezamos  en  nuestras  correrías  por  campos  y  playas  de  Cuba. 

Bien  distintas  labores,  si  no  más  deleitosas,  sí  de  más  per- 
sonal y  original  empeño,  nos  impidieron  ahondar  los  surcos  y 
sacar  al  sol  otros  cangres  de  vocablos,  mondarlos  de  impurezas, 
y  aderezarlos  con  el  "mojito"  e^ue  habría  podido  hacerlos  más 
gustosos.  i 

Pensamos,  si  el  porvenir  no  nos  es  ingrato,  preparar  pron- 
to una  edición  de  este  mamotreto  con  las  papeletas  ordenadas 
alfabéticamente,  con  algún  mejor  aliño,  y  enmiendas  y  adiciones. 

El  Catauro  de  Cubanismos  será  el  tomo  menos  valioso  de 
la  Colección  Cubana;  pero  va  a  ella  como  un  rimero  de  "cu- 


bicherías"  en  el  que  acaso  pueda  alguien  hallar  materiales  para 
más  serias  composiciones,  como  en  los  "rastros"  de  ropaveje- 
ros a  veces  obtenemos  el  trastajo  que,  retocado  o  pulido,  puede 
responder  a  toda  curiosidad  y  ambición. 

Y  esperamos  terminar  este  año  el  Glosario  de  Afronegris- 
mos,  que  tenemos  en  el  torno,  y  del  cual  las  papeletas  que  hoy 
vmi  en  este  Catauro  son  como  virutas  que  la  gubia  ha  ido  sal- 
tando para  descubrir  el  corazón  del  ébano  que  es  objeto  de 
nuestra  afanosa  labor. 

Fernando  Ortiz. 
Habana,  calle  L,  esq.  a  27. 
26  Julio  1923. 


EL  NUEVO  DICCIONARIO  DE  CUBANISMOS 


Constantino    Suakez. — Vocabulario   Cubano. — Habana   1920.      (D 

El  Sr.  Constantino  Suárez,  a  cuyo  seudónimo,  "El  Españolito". 
deseamos  las  mismas  glorias  alcanzadas  en  el  campo  de  la  pintura, 
ha  publicado  un  tomo  de  57S  páginrs  titulado  Vocabulario  Cubano;  si 
bien  en  la  cubierta  se  le  titula  Diccionario  de  Voces  Cubanas,  y  no 
se  indica  nombre  de  autor,  de  tal  modo  que  pudiera  confundirse  con 
una  nueva  edición  de  la  conocida  y  casi  secular  obra  de  Esteban 
Pichardo. 

La  obra  está  orientada  con  acierto  y  desarrollada  con  buen  deseo. 

No  dudamos  en  calificarla  de  recomendable.  El  autor,  conocedor 
y  estudioso  de  la  bibliografía  filológica  cubana,  ba  hecho  obra  origi- 
nal, dando  acertadamente  al  libro  el  carácter  de  apéndice  cubano  al 
"Diccionario  de  la  Lengua",   o  sea  al   de  la  Academia  Española. 

Al  propio  tiempo  ha  evitado  caer  en  el  siboneyismo,  que  a  va- 
rios ha  llevado  en  Cuba  al  prurito  de  catalogar  como  voces  autóctonas 
todas  las  palabras  de  origen  dudoso  y,  aun,  a  muchas  de  reconocida 
derivación  castellana,  catalana,  gallega,  andaluza,  vascuence,  afri- 
cana o  gitana.  Suárez  trata  solamente  de  registrar  los  que  antes  lla- 
máronse por  Pichardo  ■provincialismos  cubanos  o,  como  hoy  diríamos, 
cubanismos,  y  voces  usadas  en  el  habla  común  de  Cuba,  aun  en  las 
capas  vulgares;  cayendo  algunas  veces  en  el  campo  de  los  giros  y  vo- 
ces jergales  del  hampa,  de  carácter  sumamente  transitorio,  que  son 
al  idioma,  más  que  hojas  de  su  esplendoroso  follaje,  parásitos  de  su 
savia,  como   los   curujeyes   lo   son    de   las   palmas   reales. 

Al  Españolito  se  le  ha  criticado  por  haber  incluido  las  palabras 
indecentes,  y  basarse  con  frecuencia  en  el  léxico  del  vulgo.  Igual 
cargo  se  le  hizo,  hace  años,  al  Diccionario  de  Argentinismos  de  To- 
bías Garzón,  y  a  poco,  filólogo  tan  autorizado  como  Miguel  de  Toro 
y  Gisbert  escribía  que  ese  era  precisamente  uno  de  los  mejores  elo- 
gios que  se  podían  hacer  de  aquel  diccionario.  Algo  parecido  puede 
decirse  del  nuevo  diccionario   de   cubanismos. 

Referente  a  la  inclusión  de  ciertas  voces  indecentes  en  el  voca- 
bulario, Suárez  sólo  puede  ser  criticado  en  cuanto  ha  catalogado 
alguna  que  otra  de  uso  corriente  en  todo  el  mundo  hispanoparlante, 
pero  no  por  la  circunstancia  de  tal  indecencia  ha  manchado  el  libro. 


(1)    Artículo  bibliográfico  publicado  en  el  número,   correspondiente  a  Enero-Febrero 
de  1921,  de  la  Revista  Bimestre  Cubana,  de  la  Habana. 


10  FERNANDO   OETIZ 

El  filólogo  venezolano  Rivodó,  decía  en  ocasión  parecida  y  con  todo 
acierto,  que  si  el  Diccionario  ele  la  Academia  había  suprimido  la 
palabra  sinvergüenza  por  lo  desdoroso  de  la  idea  que  envolvía,  "en 
este  caso  debieran  eliminarse  de  él  otras  muebas  tal  vez  peores.  Y 
si  la  supresión  del  vocablo  fuera  indicio  de  supresión  de  la  espe- 
cie, a  fe  que  pudiera  la  Academia  y  todos  los  gramáticos  darse  por 
muy  contentos:  mas  parece  que  no  ha  sucedido  así,  y  esto  lo  com- 
prueba la  existencia  de  algunos  magníficos  ejemplares  que  todavía 
pululan  por  esos  mundos  bien  rollizos  y  satisfechos".  Aparte  de 
que  un  diccionario  de  voces  locales  no  es  un  diccionario  o  galateo, 
que  tenga  que  ponerse  en  manos  de  niños  ingenuos.  Que  se  supri- 
man en  ciertos  diccionarios  manuales,  bien  está;  que  tampoco  son 
completas  las  láminas  de  anatomía  de  las  escuelas  primarias;  pero 
nó  que  las  olvide  el  fisiólogo  del  idioma.  Bueno  sea  que  no  se  re- 
gistren las  voces  que  las  jergas  sexuales  alzan  sin  cesar,  a  caza  de 
eufemismos  las  más  de  las  veces,  pues  por  lo  baladíes,  volanderas 
y  transitorias  no  tenemos  por  qué  inmortalizarlas;  pero  no  hay  razón 
para  omitir  adrede  vocablos  castizos  y  consagrados,  si  así  puede 
decirse  en  este  caso,  máxime  en  nuestras  tierras  latinas,  donde  la 
coprolalia  es  a  manera  de  puerco  estiércol  que  abona  el  lenguaje  y 
tanto  hace  crecer  en  él  la  mala  yerba,  y  aun  árboles  añosos  de  hon- 
dísima raigambre.  ¿Acaso  los  botánicos  deben  abstenerse  de  clasi- 
ficar las  plantas  parasitarias  y  las  ponzoñosas?  Toro  y  Gisbert  pide 
que  tales  voces  se  incluyan  en  los  vocabularios  de  americanismos,  y 
Suárez  obedece  el  justo  mandato  de  tal  autoridad. 

Si  el  objeto  del  Españolito  ha  sido  catalogar  todas  las  especies 
de  la  fronda  lexicográfica  cubana,  ha  hecho  bien,  aunque  se  ha  que- 
dado corto.  Si  solamente  ha  pretendido  registrar  las  voces  que,  por 
tener  permanencia  en  nuestra  habla  común,  merecen  ser  tenidas  por 
ciudadanas,  entonces  debió  expurgar  su  vocabulario  dejando  el  len- 
guaje hampesco  aparte. 

Naturalmente,  que,  en  uno  u  otro  caso,  el  problema  es  simple- 
mente de  índole  filológica  y  no  política,  en  el  sentido  adecentado  de 
esta  palabreja.  Porque  no  se  ofende  a  un  pueblo  observando  con 
positivista  criterio,  y  llevando  la  verdad  por  norma  única,  así  sus 
méritos  como  sus  atrasos;  que  a  menudo  es  más  beneficioso  al  pro- 
greso nacional  un  juicio  acertado  aunque  acerbo,  que  un  homenaje 
empalagoso,  si  es  falso.  Lo  primero  estimula  hacia  el  avance;  lo 
segundo  es  hipócrita  rdulación  que  adormece  el  vigor  progresista. 
A  buen  seguro  que  siempre  han  sido  inútiles,  cuando  no  vergonzosas, 
las  pedradas  a  los  espejos;  y  con  frecuencia  es  señal  de  comprensión 
de  un  vicio,  inicio  de  arrepentimiento  y  augurio  de  corrección  y  me- 
jora, el  arrebol  que  se  nos  sale  a  la  cara,  cuando,  sin  ánimo  de  afren- 
ta, señala  nuestras  desnudeces. 

Cuba  tiene  el  lenguaje  sucio  de  su  mala  vida,  como  todos  los 
pueblos.     Ignorarlo   no   es  obra   de  civismo,   sino  sencillamente,   una 


EL  NUEVO  DICCIONARIO  11 

ignorancia,  y  ésa  sí  que  es  una  claudicación  pueril  de  elementales  de- 
beres públicos,  propia  para  mover  la  piadosa  sonrisa  de  aquéllos,  todo 
el  mundo  culto,  que  solo  en  la  verdad  ven  la  única  base  de  la  civi- 
lización humana  y  del  progreso  de  los  pueblos.  No  seamos  como  los 
avestruces  que  esconden  la  cabeza,  creyéndose  así  en  salvo,  mien- 
tras dejan  en  descubierto  el  resto  de  su  cuerpo,  y  arrojan  piedras 
con  sus  patas  y  hacia  atrás. 

Es  también  ignorancia  suponer  que  cuando  un  pueblo  no  pro- 
nuncia sus  vocablos  conio  ordena  el  Diccionario  de  la  Academia,  me- 
rece la  burla  y  el  escarnio  de  los  cultos.  Ningún  pueblo,  ni  el  de  Cas- 
tilla, comete  tal  tontería;  an'es,  al  contrario,  todos  dan  rienda  suelta  a 
los  impulsos  populares  porque  son  incoercibles  y  manifestación  del 
genio  propio  de  cada  nación.  El  lenguaje  tiene  vida,  y  es  empeño 
inútil  querer  pasmarlo.  ¿Pero  acaso  un  diccionario  pasa  de  ser  el 
inventario  de  un  idioma,  en  un  momento  dado?  ¿Acaso  son  pocas 
las  voce3  que  esperan  entrada  en  él?  ¿Cuántas  fueron  las  que,  por 
muertas,  ya  salieron  de  su  alcázar  para  el  panteón  de  la  filología 
histórica? 

En  el  Pequeño  Larousse  Ilustrado  del  notable  lingüista  Toro  y 
Gisbert,  puede  espigar  todavía,  el  Españolito  buenos  y  numerosos  cu- 
banismos, que  completen  su  vocabulario.  Ese  libro  es,  hasta  ahora, 
el  más  completo  catálogo  de  americanismos. 

Es,  sin  duda,  el  libro  de  Suárez  la  modernización  del  hoy  anti- 
cuado diccionario  de  Pichardo,  a  pesar  de  sus  cuatro  ediciones,  y 
aporta  considerable  documentación  a  los  estudios  de  lexicología  cubana. 

Según  la  propia  clasificación  del  autor,  su  obra  contiene  6,828 
voces  o  acepciones,  o  sean  6,005  cubanismos,  513  americanismos  y  310 
comunes,  de  las  cuales  solamente  unas  3,000  figuran  en  el  dicciona- 
rio de  Pichardo. 

El  autor  ha  olvidado,  sin  embargo,  fuentes  de  información,  como 
son,  vayan  por  ejemplo,  A.  Mon^ori  en  sus  interesantes  Modificaciones 
Populares  ÚM  Idioma  Castellano  en  Criba:  Israel  Castellanos,  en  su 
vocabulario  del  hampa  o  La  Briba  Hampona  (publicado  el  año  1914 
en  la  Revista  Bimestre  Cubana);  Coll  y  Tosté  en  Prehistoria  de 
Puerto  Rico,  y  otras  de  menos  fuste. 

Indudablemente,  el  autor  está  enamorado  de  esa  clase  de  traba- 
jos, y  por  ello  solicita  del  lector  observaciones  y  notas  para  la  futu- 
ra edición,  que  auguramos  sea  próxima;  modestia  y  sinceridad  que 
son  de  estimar,  y  que  abonan  el  sano  propósito  cultural  del  Espé- 
ñolito. 

Como  homenaje  a  sus  méritos  y  aspiración,  más  que  con  de- 
seo de  corrección,  que  está  muy  lejos  de  nuestro  ánimo,  séanos  per- 
mitido apuntar  las  siguientes  observaciones.  Después  de  todo,  tam- 
bién a  Pichardo  le  hicieron  sus  reparos  (Nicolás  de  Cárdenas,  1850) 
o  reparaciones  como  entonces  se  decía,  y  los  errores  del  viejo  dic- 
cionario no   son   ya  para   recordados.     ¿Acaso   no   los   tiene   el   de  la 


12  FERNANDO    OKTIZ 

Academia  de  la  Lengua,  llamado  por  alguna  autoridad,  "esperpento 
filológico"? 

Tenemos  diminutivos  y  aumentativos  curiosísimos,  en  el  terreno 
cariñoso  especialmente,  como  mamasita,  papasito,  papaón,  malusca, 
muchachoncita,  gordinflonseta,  andandito,  ningunita,  poquitiquiti- 
co,  etc.,  algunos  de  los  urales  merecen  papeleta  especial,  y  otros  son 
andalucismos. 

En  cambio,  hemos  convertido  en  Margara  alguna  que  otra  Mar- 
garita, cansados  acaso  de  llamarla  con  desinencia  que  al  vulgo  pa- 
reció diminutiva. 

Como  modismos  o  expresiones  cubanas  pueden  registrarse,  ade- 
más de  los  que  da  el  Españolito,  otros  varios  como  por  ejemplo: 
ahorita;  enseguidita;  ahí,  al  doblar;  solo  en  alma;  de  cajón;  dar  el 
corazón;  del  enemigo  malo;  dar  vareta;  dar  capote;  calentarse  gusa- 
nera; el  pinto  de  la  paloma;  malhaya  sea;  acá  (por  éste)  dijo  tal 
cosa:  letra  de  piojillo;  ningún  de  eso;  camina  que  te  qamina,  espera 
que  te  espera,  habla  que  te  habla,  etc.;  lucir  la  sarasa;  no  haber 
gota  de  aire;  de  arranca  pescuezo;  meter  la  Habana  en  Guanabacoa; 
cuestete  lo  que  te  cueste;  con  bastón  y  to  cuento;  pájaro  gordo; 
cara  de  tranca;  dar  sánsara;  fumar  en  pipa;  no  dar  ni  una  sed  de 
agua;  ser  la  rabia  o  de  rabia  para  una  cosa;  estar  en  la  tea  brava; 
acabarse  el  carbón;  a  palo  seco;  encontrar  el  huevo  del  aura;  niño 
gótico;  poner  rabo;  estar  guindao  el  bicho;  dar  linga;  decirle  botija 
verde;  abogado  de  manigua,  etc. 

Tocante  a  etimologías,  algunas  podrían  rectificarse;  pero  ésta 
no  es  ocasión  ni  hay  ya  humor  para  tanto.  Al  volar  de  la  pluma, 
recordemos  que  la  etimología  siboney  que  da  Suárez,  siguiendo  a 
Alfredo  Zayas.  de  la  voz  guaje,  es  errónea,  (dicho  sea  con  perdón 
del  zayismo  lexicográfico),  pues  se  deriva  del  inglés  wharf,  como  ti- 
fiar, robar,  de  thief,  faite  por  pelea,  de  fight. 

Pero  ello  es  perdonable,  porque  el  terreno  de  las  etimologías 
suele  ser  tan  inseguro  y  movedizo,  como  el  de  las  genealogías  nobi- 
liarias; muy  propio  para  motivar  lo  que  Rufino  J.  Cuervo  llamaba  su 
escepticismo  etimológico;  debiéndose  siempre  andar  como  a  tientas 
por  esos  andurriales,  como  por  entre  pergaminos  y  blasones,  que 
a  menudo  a  un  bastardo  de  inglés  o  americano  nos  lo  convierten  en 
siboney  o  caribe,  como  a  cualquier  pelagatos  o  mataperros  achina- 
do en  descendiente  directo  de  Amadis  de  Gaula,  por  los  cuatro 
costados. 

El  nuevo  diccionario  olvida,  como  todos  los  otros  trabajos  aná- 
logos, muchas  de  las  etimologías  africanas,  que  pueden  inducirse  de 
varias  palabras  usuales  en  Cuba,  como  si  la  gran  población  afri- 
cana que  vino  a  nuestro  país  no  hubiere  Importado  junto  con  sus 
cuerpos  doblados  por  la  servidumbre,  su  alma,  su  cultura,  su  religión, 
sus   lenguajes.     Es    ciertamente   dificilísimo   hoy   día   tratar   de   desen- 


EL  NUEVO  DICCIONARIO  13 

trauar  la  ascendencia  africana  de  algunas  de  nuestras  voces  usuales, 
pero,  indudablemente,  en  varias  es  evidente.  Al  correr  de  la  lec- 
tura hemos  observado  las  siguientes  voces  de  evidente  o  muy  pro- 
bable derivación  africana,  no  anotada  expresamente  por  Suárez:  Am- 
panga, Angola,  Apobanga,  Bilongo,  Calambé,  Calinda,  Caringa,  Coco- 
Hoco,  Cumbancha,  Cúmbila,  Cheche,  Fufú,  Guarapo,  Guarapeta,  Ma>r 
piango,  Seque,  Ñon,  Quimbambas  o  quimbámbaras  o  quimbámbulas, 
Sabicú,  Serensé,  Sirimbo,  etc.,  sin  contar  muchas  voces  geográficas 
africanas,  que  he  recopilado  en  mi  libro  Los  Negros  Esclavos,  como 
arará,  lucumí,  ganga  y  otras  varias  hasta  llegar  a  un  centenar. 

De  otras  voces  reconoce  Suárez  expresamente  su  origen  africa- 
no, como  Bongó,  Cocorícamo,  Congo,  Congo.  Encorio,  Galanga,  Ma- 
langa, Gringuele,  Mandinga,  Ñañigo,  Ñangue,  Ñengue,  Titingó,  Unjú, 
y  alguna  más. 

Manguindó,  en  cambio,  no  es  africana  como  dice,  sino  gitana, 
como  furnia,  giribilla  y  otras  que  corren  en  Cuba;  ni  lo  son  mangón 
y  mangado. 

La  voz  Calalú,  que  da  como  india,  siguiendo  erróneamente  a 
Zayas,  es  africana;   y  lo  mismo  Casimba,  y  así  de  otras. 

Y  Ma,  aunque  usada  por  los  negros,  es  de  origen  castellano,  de 
mamá,  análogamente  alíúy  Ñá,  aféresis  y  apócope  de  Señó-r  y  señora. 

Entre  los  africanismos  omitidos  anotamos:  Quindembo  (baile) 
Changüí  (baile),  Bembé  (baile),  Bilongo.  Bolondro,  Sánsara  (dar 
sánsara),   Moquenque,   Sangaramonito,    Tirirúa,   sin   contar   otros. 

El  refrán  "Chivo  que  rompe  tambor  paga  con  su  pellejo",  es  tra- 
ducción del  ñañigo,  como  otros  varios. 

La  trata  negrera,  la  esclavitud  y  la  labor  en  ingenios  y  cafeta- 
les aportan  muchos  vocablos  originales  o  con  acepciones  especialísimas. 
Al  volar  de  la  pluma  apunto  estas:  Novenario,  asiento,  boca-bajo,  lle- 
vando-cuenta, pringar,  fagina,  pajuela,  tumbadero,  cascara  de  vaca, 
maza,  collar,  pregón,  vientrelibre,  dotación,  negrada,  negro  cangrejo, 
guardiero,  carabela,  coartición,  patronato,  ranchador,  barracón,  pie- 
zas, piezas  de  Indias,  ébano,  muleque,  mulecón,  armazón,  bozalón, 
tachas,  alma  en  boca  y  huesos  en  costal,  hormas,  gavetas,  descachazar, 
tren  de  pailas,  tacho,  aventar,  azúcar  quebrado,  terciado,  mascabado, 
de  cucurucho,  etc. 

Las  voces  originadas,  generalmente  del  inglés,  por  los  trafican- 
tes de  la  trata  negrera,  son  también  olvidadas,  como  luJcu-luku.  ña* 
mi-ñami,  quiquiribú,  san  gara,  etc.  (Véase  pág.  238  del  libro  Los  Ne- 
gros Esclavos),  y  otras  más  recientes,  como  Faite  por  lucha,  Tifiar 
por  robar,  etc. 

De  esa  época  de  la  trata  esclavista  de  bozales  se  deriva  aún  nues- 
tro vulgar  chenche  por  chenche  (change  por  change,  inglés  de  las 
factorías  negras  del   Oeste  africano). 

Omite   el   Españolito   las  voces  con   que   se   distinguían   las  partes 


14  Fernando  oetiz 

de  un  quitrín  y  de  sus  arreos,  (algunas  castizas,  pero  con  acepciones 
cubanas)  como:  sopandas,  albardón,  jibica,  sotrozo,  balancín,  masón 
ca,  bocina,  sobreconcha,  tapacete,  borrén,  pesebrón,  casco,  s&jador, 
gruperas,  anteojeras,  jaquimón,  etc. 

Correspondiendo  gustoso  a  la  demanda  del  joven  autor,  he  de  aco- 
piar para  el  Españolito  en  los  cuadernos  de  la  Revista  Bimestre 
Cubana,  otros  cubanismos  que  no  inserta,  o  cuya  diferente  acepción 
no  consigna,  de  origen  castellano,  mejicano,  etc.,  o  cuyas  etimologías 
estimamos    impugnables. 

Indudablemente,  la  cantera  de  los  cubanismos  es  grande,  y  pue- 
de extraerse  de  ella  mucho  material,  aun  teniendo  en  cuenta  que  no 
pocos  de  los  cubanismos  son  "iberoamerieanismos"  y  que  unos  y  otros, 
las  más  de  las  veces,  son  andalucismos  vivos  o  ya  desaparecidos  en 
la  tierra  madre  de  nuestra  cultura  troncal. 

Por  esto  estimamos  cosa  poco  menos  que  imposible  hacer  un 
vocabulario  de  cubanismos,  o  de  cliilenimos,  o  de  andalucismos,  etc., 
sin  un  plan  integral  hispano-americano.  Mientras  no  se  acometa  la 
obra — que  bien  podría  coronar  la  Academia  de  la  Lengua  con  sus 
correspondientes  de  aquende  el  Atlántico — seguiremos  los  iberoame- 
ricanos dando  por  voces  propias  de  Cuba,  pongo  por  caso,  las  que 
se  oyen  también  en  México,  Quito,  Tegucigalpa,  Bogotá,  Lima  o 
Buenos  Aires;  o,  lo  que  es  muy  frecuente,  las  voces  que  nos  trajeron 
de  Andalucía  y  Extremadura  los  conquistadores  y  pobladores,  y  que 
aquí,  por  haberse  inmovilizado  el  idioma  más  que  allende,  aun  con- 
servan toda  su  savia  y  casi  ameritarían  ser  reingertadas  en  el 
tronco  castellano,  harto  chupado  por  bejucos  de  exóticas  raíces. 
Desde  este  punto  de  vista,  la  labor  de  Suárez,  como  las  de  otros 
(¿porqué  no  decirlo?)  más  técnicamente  preparados  en  una  orien- 
tación científicamente  filológica,  no  podrán  pasar  de  tareas  de  aco- 
pio para  la  edificación  común,  que  ha  de  ser  obra  colectiva,  sesuda  y 
paciente.  Una  iniciativa  académica  con  ese  propósito  cultural  haría 
más  por  los  intereses  morales  de  la  "raza",  que  esa  espumosa  decla- 
mación patriotera,  escanciada  a  los  brindis  en  todo  banquete  patrió- 
tico. Afortunadamente,  los  iberoamericanos  tenemos  tradición  filo- 
lógica que  no  desmerece  en  nada  de  la  española  y  no  pocos  autori- 
zados maestros.  Recordemos  a  Bello,  Pacheco,  Cuervo,  Selva,  Lenz, 
Letellier,  Gagini,  Rivodó,  Garzón,  Segovia,  Tobar,  Uribe,  Monner,  Ra- 
mos Duarte,  Palma,  Membreño,  Icazbalceta,  Granada,  Caleaño,  Coll 
y  Tosté,  Ureña  y  tantos  otros.  Y  allá,  en  la  vieja  metrópoli,  parece 
que  estos  estudios  reviven  con  vigor,  como  puede  pensarse  al  leer  a 
Menéndez  Pidal,  Cejador,  Rodríguez  Marín,  Toro  y  Gisbert,  Bonilla  y 
varios  más.  Aun  en  Cuba,  podemos  anotar  en  el  transcurso  de  pocos 
años  los  estudios  de  J.  Rodríguez  García,  Alfredo  Zayas,  A.  Montori, 
I.  Castellanos,  Chacón  y  otros,  sin  excluir  el  diccionario  cubano  que 
está   preparando    con    indiscutida   maestría   y    extraordinaria   laborío- 


ÉL  NUEVO   DICCIONARIO  15 

sidad  el  Profesor  Dihigo,  continuando  así  la  labor  de  Plcharda,  Ar- 
mas, Bachiller,  Maclas,  Ramos  Dnarte  y  otros. 

Para  terminar,  nos  sirve  de  complacencia "  saludar  la  obra  del 
Españolito,  como  una  muy  plausible  aportación  a  ese  campo  de  la 
cultura  cubana  e  iberoamericana.  Esperamos  ahora  la  pluma  cientí- 
fica de  un  Dihigo  para  llevar  a  su  culminación,  filológicamente  téc- 
nica, esos  estudios,  después  de  más  de  un  siglo  de  haber  sido  desper- 
tado el  interés  por  los  mismos  en  nuestra  tierra,  con  la  notable  Me- 
moria que  promueve  la  edición  de  un  Diccionario  Provincial  de  la  Isla 
de  Cuba,  publicada  en  la  Habana  el  29  de  Octubre  de  1795,  por 
Fray  José  M?  Peñalver,  el  primer  compatriota  que  quiso  obtener, 
como  el  decía,  un  "Lexicón  Havano". 

Por  nuestra  parte,  séanos  permitido  desglosar  de  unos  libros  iné- 
ditos y  que  aun  están  redactándose,  sobre  varios  aspectos  de  la  vida  de 
los  afrocubanos,  algunas  notas  sobre  las  aportaciones  lexicográficas 
de  los  africanos  a  nuestra  habla  vulgar,  y  acaso  a  la  de  Hispano-Amé- 
rica,  y  publicar  hoy  un  mamotreto  de  "cubicherías"  lexicográficas,  a 
modo  de  pobre  catauro  colmado  de  frutos  del  país.  Sirva  ello  como 
prueba  del  interés  con  que  recibimos  publicaciones  de  la  índole  de  la 
que   ha   motivado   estas    mal    pergeñadas    cuartillas. 

Febnando   Ortiz. 


UN  CATAURO  DE  CUBANISMOS 

(Mamotreto   de    "cubicherías"    lexicográficas) 

En  páginas  aparte  ya  hubimos  de  dar  nuestro  modesto  juicio 
acerca  del  nuevo  diccionario  de  cíibanismos  o  vocabulario  cubano, 
redactado  por  el  joven  literato  español  Sr.  Constantino  Suárez.  Allí 
prometimos  enviarle  para  la  segunda  edición,  ya  en  el  telar,  que  tal 
ha  sido  el  éxito  de  la  primera,  algunos  reparos  sobre  ciertas  omisio- 
nes de  vocablos  y  de  acepciones,  que  deben  de  ser  considerados  como 
cubanismos,  por  su  uso,  en  nuestra  tierra,  en  el  habla  culta,  en  la  fa- 
miliar o  en  la  del  populacho,  y  sobre  algunas  posibles  enmiendas  a 
etimologías  y  definiciones,  completando  así  las  que  a  vuela  pluma  hu- 
bimos de  allegar  en  nuestro  ensayo  bibliográfico. 

Hoy  van  a  la  prensa,  escritas  también  al  veloz  tecleo  del  meca- 
nógrafo, algunas  notas  y  apuntes,  que,  después  de  aliñados  con  la  téc- 
nica indispensable  en  todo  trabajo  lexicográfico,  podrán  un  día  servirle 
al  Españolito,  como  gusta  de  llamarse  el  Sr.  Suárez,  y  a  quiénes  ten- 
gan querencia  a  estas  cosas  y  quisicosas  de  la  filología  y  de  la 
lingüistica. 

Si  el  vocabulario  cubano  de  Suárez  es  un  apéndice  a  la  décimo- 
cuarta  edición  del  Diccionario  de  ¡a  Lengua  Castellana  por  la  Real 
Academia  Española,  este  pequeño  mamotreto  que  sigue  será  a  su  vez 
a  manera  de  apéndice  al  vocabulario  de  cubanismos,  por  donde  habrá 
de  serlo  también  del  manoseado  catálogo   académico. 

A  los  vocablos  que  vamos  a  inventariar  podríamos  añadir  otros  va- 
rios, que  son  afrocubanos,  es  decir,  formados  por  derivación  de  dic- 
ciones propias  de  los  lenguajes  africanos  hablados  por  los  distintos 
pueblos  negros  que  llegaron  a  Cuba,  arrancados  por  la  trata  escla- 
vista al  corazón  de  su  continente  patrio,  o  bien  son  voces  que  se  su- 
ponen africanismos,  a  veces  equivocadamente,  por  su  fonética,  su  sig- 
nificado o  sus  analogías. 

Estos  vocablos  afrocubanos  o  africanismos  cubanos,  reales  o  su- 
puestos, se  estudiarán  en  un  trabajo  que  acerca  de  las  aportaciones 
lexicográficas  de  los  elementos  de  color  al  habla  criolla,  publicaremos 


18  FUKNANDO   Ok'rÍ2 

aparte.  Por  esa  razón,  excusamos  repetirlos  incluyéndolos  en  el 
presente. 

Hemos  de  insistir  en  que  nuestras  apuntaciones  sólo  son  tales; 
acopio  de  material  para  que  el  artífice  pueda  construir  su  obra.  Ni 
agotan  los  cubanismos,  que  aun  faltarán,  sin  duda,  por  registrar;  ni 
las  definiciones  pueden  estimarse  como  definitivas,  ni  las  etimologías 
como  inconmutables. 

Sin  originalidad,  pues,  y  sin  pretensiones,  son  estos  apuntes  como 
granos  de  arena  para  la  argamasa  que  cualquier  maestro  sabrá  mez- 
clar y  emplear  en  la  obra  de  construir,  en  un  futuro  que  no  debiera 
ser  lejano,  el  soberbio  alcázar  o  diccionario  donde  pueda  albergarse, 
con  el  explendor  que  es  propio  de  todo  el  linaje  de  nuestro  idioma,  la 
progenie  lingüistica  hispanoamericana. 

Cubanismos 

"Nía. — 'Voz  femenina,  la  nida,  por  nidal. — La  gallina  está  en  la  nía, 
se  dice. 

Jolongo. — Especie  de  saco  pequeño  para  cargar  al  hombro. 

Sajomao. — 'Estropeado  por  montar  a  caballo  u  otro  ejercicio  análogo. 
Corrupción   de  zahornado. 

Fajatina. — Lo  mismo  que  fajazún. 

Jozar. — Corrupción  del  castellano  hozar. 

Desconflautar. — Desbaratar,    entorpecer. 

Desmameyar. — Desbaratar,  estropear.  Vocablo  formado  por  influjo 
fonético  de  desmadejar  y  desmayar. 

Pirulí. — Caramelo  largo  y  fino. 

Pirulero. — El  vendedor  de  pirulí;   parónimo  de  la  anticuada  perulero. 

Apachincharse. — Enriquecerse,    guardar    dinero. 

Abayuncar. — 'Abatir  y  dominar  a  una  persona  o  animal.  En  Guate- 
mala tenemos  bayunco,  hombre  rústico;  en  Perú  baya,  cata- 
falco; en  Chile  bayo,  féretro.  ¿Se  relaciona  con  estas  voces 
nuestro  abayuncar?  En  Cuba  tenemos  el  árbol  bayúa,  (¿aba- 
yuancar?)  que  con  el  árbol  baullúa,  el  bayate,  el  bayuján  y  la 
baya  demuestran  la  frecuencia  de  esta  raíz,  bayu*  o  baya,  en 
nuestra  botánica  indígena.  Y  bayabe  es  en  Oriente  un  cordel 
más  grueso  que  la  cabuya.  ¿Será,  pues,  abayuncar  algo  así 
como  atar  o  moler  a  palos?  No.  Opinamos  que  es  voz  afri- 
cana, mandinga.  Sin  embargo,  acaso  sea  corrupción  de  la  cas- 
tiza  aballar:  llevar   o   conducir   ganado,   bajar   o   abatir. 

Alón. — Al  sombrero  de  mucha  ala.     Aumentativo  de  ala. 

Chaveta. — Es  una  voz  de  tabaquería.  Significa  la  cuchilla  especial 
que  usa  el  tabaquero.  También  la  tomamos,  quizás  por  su 
forma,  dándole  nueva  acepción,  del  antiguo  castellano,  donde 
chabeta  significa:  hoja  de  hierro,  especie  de  cufia  o  clavija, 
que  introducida  por  el  agujero  de  otro  hierro  o  madero,  sirve 


UN  CATAURO  DE  CUBANISMOS  19 

para  que  no  puedan  salir  las  piezas  que  están  ensartadas  en  el 
hierro  principal,  o  para  que  resulten  y  queden  asegurados  en- 
tre sí  los  hierros  o  maderos  que  con  ella  se  unen  y  aprietan. 
En  sentido  figurado,  allí  como  acá,  es  juicio  o  discernimiento; 
por  eso  perder  la  chaveta  es  cosa  grave,  porque  al  perder  el 
buen  sentido  se  desordenan  y  esparcen  todas  las  piezas  o 
ideas  ensartadas  en  el  meollo,  que  la  chaveta  del  seso  tenía 
aseguradas  y  en  orden.  El  Diccionario  de  la  Academia,  en  la 
12a  edición  suprimió  la  chapeta  a  pesar  de  su  vida  idiomática, 
lo  cual,  dicho  sea  de  paso,  fué  un  ejemplo,  de  pérdida  de  la 
chaveta.  Hoy  figura  de  nuevo  en  la  14?  edición,  y  en  vez  de 
chaoeta  es  chaveta,  con  razón,  por  su  etimología. 

Berrear. — Quejarse.  No  es  simple  metáfora,  pues  fué  palabra  usada 
en  este  sentido  en  toda  América  por  los  años  de  la  conquista 
y  colonización. 

Caro. — Cuadrado,  Medida  agrométrica  que  se  usa  en  Oriente;  es  un 
galicismo,  haitiano.  Carrean,  cuadrado,  en  francés.  En  plu- 
ral, el  cubanismo  es  caros.  Equivale  a  la  décima  pane  de  una 
caballería. 

Cortiñán. — Corto.  Especialmente  se  dice  de  una  comida,  ración  pago, 
dádiva  o  favor. 

Chipilingo. — Pequeñito.     Ficha  del  juego  de  pocker.     Del  inglés  cheap. 

Querindango. — Querido,   en  el   sentido   de  concubino,   amante. 

Fuñingue. — Individuo  o   cosa  raquíticos. 

Fuñió. — O  Fuñido,   tiene   igual   significado   que   el   anterior. 

Fine. — Lo  mismo  que  los  anteriores.  Los  tres  proceden  de  fruncir, 
en  su  3a  acepción  del  Diccionario  de  la  Academia. 

Pilongo. — Es  voz  anticuada  española  en  la  acepción,  aun  usada  en 
Cuba,  de  correspondiente  a  una  pila.  Los  nacidos  en  Santa 
Clara  y  bautizados  en  su  parroquia  son  especialmente  llama- 
dos en  Cuba:   pilongos. 

Horqueta. — Horquilla. 

Trancado. — Se  dice  paso  trancado  a  cierto  paso  de  las  caballerías,  no 
precisamente  porque  sea  torpe  ni  molesto,  como  supone  Suá- 
rez,  lo  cual  induce  a  creer  en  un  sentido  análogo  a  paso  ce- 
rrado. No.  El  paso  trancado  es  el  paso  que  en  España  y 
castizamente  se  dice  de  tranco:  paso  largo  o  salto,  echando  un 
pie  adelante,  sentándolo  antes  de  mover  el  otro,  como  se  da  al 
saltar  un  arroyo.  Así  dice  la  Academia,  con  poco  o  ningún 
acierto.  No  se  puede  saltar  sentado  un  pie  antes  de  mover  el 
otro,  porque  no  se  puede  saltar  un  pie  primero  y  otro  después, 
cuando  aquél  ya  pisa  firme;  para  saltar  (levantarse  del  suelo 
con  impulso  y  ligereza)  hay  que  levantar  ambos  pies.  Puede 
un  pie  iniciar  el  salto  y  rematarlo  el  otro,  pero  ambos,  deben 
quedar  contemporáneamente  en  alto.  Si  nó,  ello  no  será  un  sal- 
to, sino  un  tranco.     Luis  Vélez  de  Guevara  dividió  su  Diaolo 


ÚO  FERNANDO    ORÍlZ 

Cojuelo  en  trancos,  en  vez  de  capítulos.  El  paso  tranco  medía 
cinco  pies,  según  un  muy  raro  libro  de  Hernando  Alonso  de 
Herrera,  de  1517  (el  siglo  de  la  colonización  de  América)  cita- 
do por  Bonilla  y  San  Martín. 

Guatrapear. — Está  bien  definido  el  cubanismo  por  Suárez;  así  como 
guatrapeo  y  paso  guatrapeado,  especie  de  trote  corto,  muy  có- 
modo para  el  jinete,  debido  al  compás  regular  de  las  patas  y  a 
la  suavidad  de  la  marcha.  Pero  no  creemos  que  se  derive  de 
gualdrapo  (cobertura  que  llevan  los  caballos  en  las  ancas). 
Gualdrapear  es  poner  dos  cosas  de  vuelta  encontrada,  y  gol- 
pear las  velas  de  un  barco  contra  los  palos  y  jarcias.  Nos  in- 
clinamos a  creer  que,  o  es  enomatopéyica,  por  imitación  del  ruido 
que  hace  el  caballo  al  guatrapear,  o  procede  de  guatropea  o 
cuatropea,  voz  anticuada  con  que  se  designaba  a  toda  bestia 
de  cuatro  pies,  y  muy  especialmente  al  caballo.  Cuatropear  era 
ir  en  cuatro  pies,  y  paso  cuatropeado  era  cierto  paso  en  el  baile. 
Al  ruido  de  este  paso  debió  parecerse  el  del  guadrapeo  de  los 
caballos.  Cuatropeo,  en  fin,  es  voz  de  la  gemianía  que  signifi- 
ca rocín  sin  brío,  un  penco,   como  en  Cuba  decimos. 

Simbombo. — Tonto,  necio,  insípido.  Zambombo,  trae  el  Diccionario 
de  la  Academia. 

Cuerazo. — Golpe  dado  con  un  cuero.  En  su  acepción  metafórica,  como 
picada  o  sablazo.  Dar  cuero,  meter  cuero,  equivalen  a  pegar, 
dar  golpes  con  látigo. 

Gandío. — Glotón,  codicioso.  De  gandir  comer,  voz  gitana,  castellani- 
zada por  la  gente  hampona. 

Gandición. — Glotonería,  codicia,  egoísmo. 

Yabmú. — Baile   afrocubano. 

Guacarnaco. — El  individuo  tonto,  mentecato,  cobardón.  ¿Será  de- 
rivación de  guacharaca,  voz  venezolana,  ave  parecida  a  la 
gallina,  según  Cuervo?  ¿Será  corrupción  de  guanaraca.  que  Coll 
y  Tosté  trae  como  vocablo  antillano,  significando  cierta  clase 
de  batata?  Decirle  a  uno  guacamaca,  equivale,  pues,  a  decirle 
algo  así  como  hoy   decimos:    ñame,   y  hasta  ñame  con  corbata. 

Guaricandilla. — Además  de  las  acepciones  derivadas,  que  trae  Suá- 
rez, quiere  decir,  aunque  esta  acepción  primitiva  se  va  per- 
diendo, afeminado.  Posiblemente  se  deriva  de  otra  voz  vene- 
zolana, guaridle  o  huarich,  según  Cuervo,  que  significa:  hem- 
bra, la  cual  era  también  propia  de  los  indios  de  Puerto  Rico, 
según  Coll  y  Tosté.  Guaricandilla  será,  pues,  diminutivo  de 
sujeto  que  guaric-andea,  guaric-and-illa.  Nótese,  además,  como 
este  vocablo,  aunque  aplicado  a  varones,  por  no  merecerlo  és- 
tos, ya  que  renuncian  a  su  sexo,  no  se  atreve  a  llevar  una  desi- 
nencia masculina  en  o,  que  sería  en  este  caso  impropia,  y  adop- 
ta la  femenina.     No   se  dice   un  guaricandillo. 

Desparrame. —  Acción  de  desparramar. 


UN    CATAURO   DE   CUBANISMOS  21 

Musicanga. — Música  ratonera,   de  mala  muerte. 

Calma-chicha.- — Es  expresión  náutica,  que  quiere  decir  calma  com- 
pleta. Tener  calmaclúclia  o  ser  un  calmachicha,  es  en  Cuba 
ser  un  calmudo,  flemático,  tener  pachocha. 

Sambeque.— Alboroto,  tumulto,  salpafuera,  acepción  ésta  que  no  trae 
Suárez.  La  usó  Francisco  de  Paula  Gelabert,  nuestro  costum- 
brista, para  citar  una  "autoridad",  y  la  recoge  Toro  y  Gisbert. 
¿De  zambra,  zambreque,  como  de  timba,  timbeque;  de  guataca, 
guateque? 

Guapería. — No  es  cubanismo,  propiamente  hablando,  si  no  en  cuan- 
to es  una  voz,  que  hoy  se  usa  sólo  en  Cuba,  ¡triste  privilegio, 
por  cierto!,  aunque  anticuada,  pero  castiza  de  España.  F. 
Rodríguez  Marín  pide  que  entre  en  el  léxico  español,  y  la  en- 
cuentra en  el  libro  de  B.  de  Góngora  El  Corregidor  Sagaz: 
" y   en  medio  de   sus  guaperías  los  prendía." 

Tertulia. — Lugar  primitivamente  destinado  a  las  mujeres  en  un  tea- 
tro, por  disponerlo  así  las  leyes.  Hoy  significa  una  cazuela 
de  preferencia  en  ciertos  teatros  graneles,  adonde  pueden  acu- 
dir ellas  y  ellos.  Se  llamó  así  porque  no  había  en  esa  parte 
alta  de  los  teatros  asientos  fijos,  sino  que  los  espectadores  po- 
dían sentarse  y  colocar  los  asientos  a  sus  anchas,  como  en 
tertulia. 

Luneta. — Asiento  de  la  platea  de  un  teatro.  Aunque  hoy  es  cuba- 
nismo, pues  aquí  no  se  dice  butaca,  como  en  España,  fué  voz 
antigua  castellana  para  decir  el  asiento  que  se  ponía  alrededor 
del  patio,  en  forma  de  media  luna,  frente  al  escenario.  Vino  a 
las  Indias  esta  voz,  cayendo  en  desuso  en  España,  mientras  allá, 
en  cambio,  en  un  cambalache  expontáneo,  se  tomaba  la  voz  bu- 
taca, que  es  americana  según  la  9?  edición  del  Diccionario  de 
la  Academia,  y  venezolana,  según  Cuervo. 

Cazuela. — Es  el  último  piso  del  teatro.  ¿Porqué  se  llamó  así?  Ima- 
ginemos una  respuesta.  En  los  teatros  de  América,  aun  en 
la  Argentina  y  Uruguay,  se  llama  así  al  lugar  de  la  entrada 
general  destinada  a  las  mujeres  exclusivamente.  Ciro  Bayo 
dice  que  las  cazuelas  de  Buenos  Aires  son  escaparates  de  niñas 
bonitas.  También  a  este  lugar  se  le  llamó  en  Cuba,  y  se  le 
sigue  llamando,  el  gallinero  o  lugar  de  gallinas,  como,  por  iro- 
nía, se  puede  decir  que  lo  es  también  la  cazuela.  Y  si  esta  ex- 
plicación pareciese  poco  galante,  recuérdese  que  a  la  cazuela 
se  la  llama  también  más  usualmente  aquí  y  en  España,  el 
paraíso,  palabra  muy  del  caso  para  el  lugar  propio  de  las  ni- 
ñas bonitas.  En  Cuba  prosaicamente  le  dijimos  al  íocal  des- 
tinado a  las  mujeres  en  los  teatros:    tertulia. 

Murruñoso. — Pequeño,    diminuto. 

Flus. — Solamente  es  cubanismo  por  su   ortografía  suavizada,   de  flux. 


22  FERNANDO   ORTIZ 

Esta  es  voz  castiza,  que  aun  se  emplea  en  España  en  igual 
sentido  que  en  Cuba,  aunque  allá  se  va  perdiendo  su  uso.  Sig- 
nificaba en  cierto  juego  de  naipes,  cuando  todas  las  barajas  en 
la  mano  eran  de  un  solo  palo.  Aun  se  usa  en  el  juego  inglés 
de  pocker  el  mismo  vocablo,  con  muy  parecida  pronunciación. 
La  voz  más  corriente  en  España,  pero  no  en  Cuba,  para  expresar 
el  flus,  aplicado  a  las  piezas  de  un  traje  de  igual  tela,  es  temo. 

Chachá. — Instrumento  músico  africano,  usado  en  la  provincia  df> 
Oriente,  especie  de  maraca. 

Fondongo. — Lo  mismo  que  fondón,  en  castellano  vulgar,  y  deri va^- 
de  fondo,  en  su  acepción  figurada,  como  f ondulo.  Eufemismo 
peyorativo  de  trasero. 

Mangue. — La  gritan  en  estos  días,  como  antaño,  los  vendedores  am- 
bulantes de  mangos  o  mangueros.  ¡Mangos,  mangué!  ¿Qué 
quieren  decir  con  ese  extraño  pregón?  Parécenos  voz  gitana: 
Mangos,  ¡a  mí!  ¡A  mí,  que  los  traigo  buenos!  ¡A  mí!  es  man- 
gué, en  caló. 

Moquenque. — Es  de  moquenque,  una  buena  moza.  Mérito,  dificultad. 
Tener  moquenque,  como  lo  tiene  la  etimología  de  esta  pa- 
labreja. 

Lipidia. — Tacañería,   porfía,    obstrucción. 

Lipidioso. — Tacaño,  porfiado. 

Tumbandera. — Instrumento  músico  primitivo  formado  por  una  vari- 
lla de  yaya  clavada  en  tierra  y  arqueada  por  una  fibra  de  guano 
montaña,  alambre  o  cuerda  de  guitarra,  atada  del  otro  extremo 
de  la  yaya  al  centro  de  un  lomo  de  yagua,  que  cubre  un  hoyo 
hecho  en  tierra,  el  cual  sirve  de  caja  de  resonancia.  Derívase 
de  tumba,  que,  por  tumbar,   signica  cierto  baile. 

Picúo. — En  su  acepción  de  cursi.  La  tercera  acepción  de  la  Acade- 
demia  aquí  no  se  usa,  pero  puede  haber  dado  origen  a  la  cu* 
baña,  porque  una  persona  que  habla  mucho  e  inútilmente,  que 
tiene  mucho  pico,  es  cursi,  realmente.  Del  pez  picúa  no  pro- 
cede, pues,  nuestro  cubanismo;  ambos  tienen  un  mismo  pa- 
dre,   pico.     La   buena   prosodia  nos   haría   escribir   picudo. 

Pelona. — La  pelona  es  la  muerte,  aquí  y  en  Andalucía,  porque  pelona, 
o  sin  pelo,  es  la  calavera  que  la  simboliza. 

Sato. — Significa,  también,  de  mala  casta,  de  mala  intención.  Se  dice 
generalmente  del  perro.  ¿Provendrá  de  zato,  antaño,  mendru- 
go de  pan?  ¿Perro  de  mala  raza,  malquerido,  destinado  a  co- 
mer mendrugo? 

Hiquitraque. — Cohete    que    salta    y    revienta    con    detonaciones    repeti- 
das.    En  España  se  dice  triquitraque- 
Recalar. — Llegar  de  paso  a  un  lugar.     "Voz  marítima. 

Guanajería. — Tontería,  sandez,  majadería.  Derívase  de  guanajo,  qu« 
en   América   quiere   decir   pavo,   y   tonto,   sandio,   majadero. 


UN   CATAURO    DE   CUBANISMOS  23 

Santo. — Adjetivo,  por  completo,  refiriéndose  a  espera:  todo  el  santo 
día;   toda  la  santa  noche;   con  santa  paciencia. 

Bonitura. — Cualidad  de  lo  bonito.  El  Diccionario  de  la  Academia  :  a 
trae  lindura. 

Dar. — Pegar.    ¡No  dé!      ¡Dale  duro! 

Echador. — Fanfarrón. 

Entrada. — Zurra,  azotaina.  Entrada  de  golpes.  Entrarle  a  uno  a 
cuerazos.  Tiene  esta  acepción  alguna  analogía  con  las  6?  y  25? 
del   Diccionario   de  la  Academia. 

Sandunga. — Gracia,  donaire.  Es  también  andalucismo.  Pero  si  no 
queremos  inventariar  como  cubanismo  este  vocablo,  ni  tam- 
poco sandunguero,  sí  debemos  hacerlo  con  sandungueo,  sandun- 
guería  y  sandunguear,  que  no  hemos  hallado  en  diccionario 
alguno.  Hoy  está  ya  sandunga  admitida  como  voz  del  Diccio- 
nario de  la  Academia. 

Perreta. — Rabieta.  Es  mejor  que  perrera,  que  nos  da  el  Diccionario 
de  la  Academia,   porque  esta  voz   tiene   tres   acepciones  más. 

Ñongo. — El  individuo  excesivamente  ñoño,  insubstancial,  tonto, 
guanajo. 

Ñoñería.— Acción   propia   de   un   ñoño. 

Ñoñear. — Hacer  ñoñerías.  A  este  cubanismo  le  cabe  la  honra  de  ser 
el  único  verbo  castellano  (?)  que  comienza  con  la  ñ,  porque  el 
anticuado  ñuolar  ha  muerto. 

Monda. — Azotaina. 

Cueriza. — Azotaina  con   el   cuero. 

Cuerear. — Dar  cuerazos.  En  Suramérica  significa  despellejar  un  ani 
mal;    aquí  es  uno  de  tantos  modos  de  despellejar  al  prójimo. 

Reoamoaramoa. — Revuelta,   alboroto. 

Gatazo. — Gato  por  liebre,  engaño.  Según  la  Academia,  es  preciso  qae 
el  gatazo  sea  "para  sacarle  a  uno  dinero  u  otra  cosa  de  valor". 
En  Cuba  es  gatazo  también,  valga  por  ejemplo,  el  que  da  la 
mujer  fea  pero  de  bonito  cuerpo,  al  volverse  y  mostrar  su  cara; 
el  que  da  el  alumno  al  profesor  presentándole  como  suya  una 
lección  copiada,  etc. 

Tártara. — En  vez  de  tartera. 

Superferolítico. — Adjetivo  inventado  para  designar  el  habla  o  ac- 
titud petulante  y  pretenciosa,  especialmente  de  los  llamados 
negros  catedráticos. 

Descompletar. — Descompletar.  Realmente,  por  su  desinencia  conti- 
nuativa, da  una  idea  distinta  de  descompletar:  descompletar 
reiteradamente. 

Provea. — Vulgarismo  y  metátesis  de  pobreza 

Toza. — En  España,  significa  pedazo  de  corteza  de  árbol.  En  Sur 
América,  el  tocón  del  tronco  de  los  árboles.  En  Cuba,  un  tron- 
co de  árbol  labrado.  Esta  acepción  es  anticuada  y  marítima, 
como   muchas   otras   que   aun    corren   por   estas   tierras,   prueba 


24  FERNANDO   ORTIZ 

del  secular  contacto  con  gente  marinesca.  En  Cuba,  donde  la 
construcción  naval  fué  abundante  en  los  arsenales,  debido  a 
nuestras  inmejorables  maderas,  chapapotes,  seguras  bahías  y 
posición  geográfica  privilegiada,  se  llamó  toza,  como  antaño 
en  los  arsenales  andaluces,  a  la  "pieza  dé  madera  que  sale  del 
árbol  a  esquina  viva".  No  es,  pues,  la  corteza,  ni  el  tocón.  En 
la  última  edición  del  Diccionario  de  la  Academia  ya  tiene  carta 
de  naturaleza  la  toza. 

Hermán  ia. — Hermandad,  germanía.  Voz  anticuada,  que  subsiste  en 
algunas  poblaciones  del   Sur  de  Cuba. 

Coletazo. — Xo  se  encuentra  en  todos  los  diccionarios  castellanos,  por 
lo  que  al  parecer,  en  España  al  menos,  es  neologismo  que  susti- 
tuye a  coleada.  El  golpe  dado'  por  la  sacudida  de  la  cola  de 
un  animal,  particularmente  de  los  acuáticos,  peces  y  anfibios. 
Distingüese,  o  debe  dis+inguirse,  de  la  coleada,  que  es  la  sa- 
cudida o  estremecimiento  de  la  cola,  por  más  que  en  Cuba  los 
confundimos  y  solo  usamos  el  primero.  Sí  distinguimos  co- 
lear, mover  la  cola  o  sujetar  por  la  cola  a  una  bestia,  dt 
coletear. 

Coletear. — Dar  coletazos  (por  ejemplo:  los  caimanes  y  los  tiburo- 
nes, en  el  agua),  que  no  se  usa,  al  parecer,  en  España. 

Colazo. — Solamente  debiera  ser  el  aumentativo  de  cola;  pero  en  Cuba 
lo  usamos  impropiamente  por  coleada,  no  sin  cierto  buen 
deseo,  pues  tendemos  a  distinguirlo  de  coletazo.  Colazo  es  la 
sacudida  violenta  de  la  cola,  coletazo  el  golpe  que  el  colazo 
produce. 

Relampagusear. — Hacer  pequeños  relámpagos.  Este  verbo  viene  a 
ser  un  diminutivo    (sic)    de  relampaguear. 

Pajaral. — Lugar   donde    anidan   o   duermen   muchos   pájaros. 

Maragüey. — Planta  que,  según  los  guajiros,  cura  el  "sobrehueso",  o 
especie  de  tumor;    pero  ignoramos   cual   sea   la  medicina. 

Alfarda. — Viga  de  madera  para  construcción.  Algunos  diccionarios 
castellanos  ya  no  traen  esa  voz,  que  en  Cuba  usamos  a  diario. 
Es  palabra  anticuada  de  la  arquitectura  española,  procedente, 
a  buen  seguro,  del  árabe.  Significó  cada  uno  de  los  dos  palos 
o  vigas,  que  en  un  cuchillo  de  armadura,  tienen  la  dirección 
del  tejado,  según  el  Diccionario  de  la  Academia.  Aquí  por  ex- 
tensión la  aplicamos  a  toda  clase  de  vigas  de  madera. 

Alicatado. — En  Andalucía  significa  solamente  cierta  obra  de  azu- 
lejos con  arabescos.  Aquí,  más  modestamente,  es  la  pared  de 
ladrillos  colocados  en  cierta  forma,  de  canto,  pero  sin  azulejos 
ni  arabescos. 

Tiradera. — Acto  de  virarse  o  volcarse  una  embarcación.  Aquí  virar 
equivale  a  dar  vuelta,  pero  no  a  babor  o  a  estribor,  no  sobre 
su    eje    vertical,    sino    sobre    el    horizontal. 


UN   CATAURO   DE  CUBANISMOS  l'o 

Alfalaca. — Especie  de  abarcas  de  pellejo  sin  curtir  con  que  solían 
defender  sus  pies  los  cimarrones  y,  después,  los  libertadores. 
Parece  voz  de  origen  árabe. 

Cayerío. — Conjunto  de  cayos.  Desinencia  abundancial,  (como  en  ca- 
serío, vocerío,  gentío,  mujerío),  que  aquí  produce  formas  nue- 
vas, como  cayerío,  cueverío,  griterío,  gallería,  cantío,  veguerío, 
y  cambia  el  murmurio  en  murmurio. 

Palito  (de  tendedera). — Horquilla  para  tender  ropa,  fijarla  en  la  ten- 
dedera. . 

Ahuevado. — Se  dice  del  pescado  hembra  o  crustáceo  con  huevas. 

Cueverío. — Palabra  muy  apropiada  con  que  nuestros  campesinos  de- 
signan un  conjunto  o  serie  de  cuevas,  grutas  o  cavernas,  de  las 
que  abundan,  en  la  costa  y  los  montes;  como  de  casas,  caserío, 
de  cayo,  cayerío,  etc. 

Acotejar. — Es  exacta  la  explicación  de  Suárez:  ordenar;  pero  signi- 
fica también,  en  su  forma  reflexiva,  acotejarse,  acomodarse,  por 
ej.  "se  acotejó  en  su  hamaca".  La  etimología  no  es  "a-cotejar" 
ni  el  barbarismo  que  se  comete  es  el  que  Suárez  indica,  a  nues- 
tro pobre  juicio.  La  voz  parece  proceder  mejor  de  acotarse, 
vocablo  castizo  anticuado,  que  significa  ponerse  en  salvo  o 
lugar  seguro,  meterse  dentro  de  los  cotos  de  otra  jurisdicción; 
y  de  acotar,  que  quiere  decir:  fijar  la  propiedad  de  una  cosa, 
señalándola  con  un  signo,   poner  coto  a  lo   inconveniente. 

Canarreo. — No  es  solamente  una  expresión  geográfica  aplicada  a  un 
archipiélago  de  cayos,  a  un  cayerío  del  sur.  Significa  pro- 
piamente un  conjunto  de  canales  naturales  o  artificiales;  y 
por  parecerlo  aquéllas  estrechas  vías  de  agua  por  donde  na- 
vegaron los  descubridores,  entre  islitas,  canaleundo,  durante 
el  canal&o  (como  callejeo,  espejeo,  etc.),  cristianaron  aquellos 
lugares  de  tan  poco  fondo  y  entre  orillas,  llamándoles  Los  Ca- 
narreos. La  misma  voz  oímos  hace  varios  años,  reiteradas  veces, 
cerca  de  Cienfuegos,  a  unos  guajiros,  aplicándola  a  unos  cana- 
lizos hechos  al  norte  de  la  Ciénaga  de  Zapata.  Dice,  sin  em- 
bargo, Zayas,  que  es  caribe.  ¿Por  qué?  Lo  que  escribe  en  su 
libro  de  lexicografía  antillana,  demuestra  precisamente  lo  con- 
trario. 

Cañero. — El  vendedor  de  cañas,  que  en  España  se  dice  cañaverero, 
porque  allí  a  las  cañas  de  pescar  se  les  decía  antes  cañaveras, 
es  decir,  verdaderas  cañas,  para  distinguirlas  de  las  cañafistu- 
las,  de  azúcar  o  dulce,  cañas  bravas  y  otras  especies  similares. 
Y,  por  eso,  allá  y  en  Cuba,  aun  decimos  cañaveral  y  no  cañal 
o  cañar,  que  sería  lo  propio,  como  yucal,  platanal,  o  platanar 
(pluraliza:  platanales),  pinar,  palmar,  etc.  Cañero  es  en  Es- 
paña, el  pescador  de  caña,  el  que  hace  caños  o  cañerías,  y  el 
lugar  donde  se  ponen  los  vasitos  llamados  cañas,  en  Andalucía. 


26  FERNANDO  ORTIZ 

En  Cuba,  como  adjetivo,  significa  el  terreno  bueno  para  el  cul- 
tivo de  la  caña.. 

Arrimarse. — Vivir    en    concubinato.      Derivado:     arrimado,    concubino. 

Chulito. — Además  de  ser  diminutivo  de  chulo,  quiere  decir:  perrito. 
He  oído  esta  acepción  en  el  campo,  un  chulito,  varias  veces, 
aunque  siempre  en  diminutivo.  Chucho,  significa  vulgarmen- 
te perro,  en  España,  especialmente  en  el  Sur.  Y  aquí  signi- 
fica no  solamente  el  apodo  frecuente  y  cariñoso  de  los  que  lle- 
van el  nombre  de  Jesús,  sino  también:  "el  látigo  hecho  de 
un  vergajo  retorcido,  con  que  los  infelices  negros  cubanos — 
como  dice  un  diccionario  del  año  1879 — son  cruelmente  azota- 
dos por  sus  bárbaros  amos."  Chulito.  acaso  fuere,  pues,  dimi- 
nutivo de  chucho  (perro) :  chucholito,  formado  con  esa  deri- 
vación para  diferenciarlo  del  diminutivo  de  chitchm  (látigo), 
chuchito;  diferenciación  necesaria  en  el  campo,  donde  siempre 
estaban  al  alcance  de  la  mano  chuchos  de  todas  especies.  Y  de 
un  cacofónico  chuchulito,  debió  pasarse,  por  la  ley  filológica 
del  menor  esfuerzo,  expuesta  por  Muller,  a  chulito,  aféresis, 
que  a  más  de  ser  facilitada  por  imitación  de  otro  vocablo,  no 
es  maravillosa  en  Andalucía,  en  Cuba  y  en  toda  América, 
aun  en  la  sajona,  donde  la  ley  de  la  pereza  lingüistica,  llamé- 
mosla así  por  mayor  claridad,  ha  dejado  sentir  su  imperio  tan 
enérgicamente.  No  obstante,  dice  Oviedo,  el  primer  cronista 
del  Nuevo  Mundo,  que  en  Nicaragua,  "donde  hablan  la  misma 
lengua  que  en  Nueva  España,  al  perro  llaman  xulo,  y  de'  estos 
.rulos  crían  muchos."  Pudiera  ser,  pero  el  cronista  no  es  gran 
autoridad,  que  se  diga,  en  achaques  lingüísticos.  Baste  decir 
que  pretendía  que  los  indios  de  Haití  llamaban  caballos,  a 
una  fruta.   ( ! ) 

Zuncho. — En  su  acepción  de  llanta  de  goma  para  las  ruedas  de  los  co- 
ches, y  por  coche.     Voz  náutica. 

Carretero. — No  solo  el  conductor  de  una  carreta,  sino  el  café  sin  co- 
lar y  ligeramente  espumado,  hecho  aprisa  y  corriendo. 

Tranquera  o  talanquera. — Puerta  de  trancas,   que   tranca  un   cercado. 

Tupir. — Impedir  que  fluya  un  líquido  o  gas  por  un  caño,  canal,  cañe- 
ría, tubo,  agujero,  gollete,  cloaca,  desagüe  y,  en  general,  cual- 
quier conductor  de  fluidos,  hasta  las  narices  cuando  padecen 
fluxión  o  catarro. 

Destupir. — Restablecer  la  circulación  en  algo  que  está  tupido, 

Tupición. — El  estado  de  una  cosa  tupida,  lo  que  tupe. 

Juraco. — Agujero. 

Finados.— Los  difuntos;  maíz  ele  finados. 

Fuguilla. — Impaciencia. 

Cojanco. — El  que  cojea  algo. 

Embromón. — Fastidioso.  De   embromar \  i 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  27 

Pálida. — Onza  de  oro.  Es  voz  desusada  hoy  día,  como  lo  son  las  onzas. 

Barriotero. — De  barrio.  Gente  barriotera  es  gente  vulgar,  descono- 
cida,  picúa,   sin   distinción   alguna. 

Gerundio. — Generoso. 

Taragallúo. — Grandullón,  holgazán.  Derívase,  al  parecer,  de  taraga- 
llo,  palo  como  de  medio  metro  de  alto,  que  se  pone  pendiente 
del  collar  a  los  perros  de  los  ganados,  en  tiempo  de  la  cría  de 
la  caza,  para  que  no  puedan  bajar  la  cabeza  hasta  el  suelo. 
Ni  esta  voz  hispana,  ni  su  objeto,  se  emplean  en  Cuba;  pero 
taragayúo  la  oímos  a  una  familia  guajira,  y  la  usó,  hace  medio 
siglo,   el  costumbrista  Francisco   de   P.   Gelabert. 

Humasera. — Humareda.  • 

Querendón. — Cariñoso. 

Sabrosearse. — Darse  gusto  con  algo   sabroso. 

Tonelete. — Diminutivo  de  tono,  darse  tonelete. 

Espetaperros. — Salir  de  estampía,  a  todo  correr. 

Pollanclón. — Aumentativo  de  pollo.  Se  usa  principalmente  en  su  ter- 
minación femenina. 

Desguazar. — Destruir.     Voz  marítima. 

Fizno. — Ridiculización  de  la  palabra  fino. 

Majuana. — He  oído  esa  palabra,  femenina,  aplicada  por  un  guajiro 
a  un  transbordador  portátil  de  caña  cortada. 

Cafiroleta  o  canfiroieta. — Dulce  de  boniato  y  coco.  Lo  acepta  en  la 
primera  forma  la  R.  Academia. 

Coquismolis. — Dulce  de  huevo  y  coco.  Nos  parece  un  ridículo  cultis- 
mo. Así  como  comem'os  huevos  moles,  debiéramos  tener  co- 
cos moles. 

Encasimbar. — Arrojar  a  una  casimba.  Matar  por  ese  medio.  En  for- 
ma pasiva,  encasimbar  se,  caer  en  una  casimba. 

Canturía. — 'No  es  la  canturria  ni  la  canturria  castellanas,  sino  la 
reunión  que  celebran  los  guajiros  para  cantar,  pasando  la  ve- 
lada o  velorio. 

Chicote. — Látigo  corto.  De  la  acepción  marítima,  cabo  corto  de  una 
soga  o  cuerda,  es  decir:  un  cabo.  Los  niños  cubanos  juegan  a 
chicote  escondió. 

Chamuchina. — Populacho,  gentualla. 

Carromato. — Carro  pesado  de  cuatro  ruedas,  que  sirve  para  el  tráfico 
por  carretera  entre  pueblos  lejanos.  En  Cuba,  hay  que  dis- 
tinguir: carros,  carritos,  carretas,  carretelas,  carrozas,  carrua- 
jes, carretillas,  carretones,  carricoches  y  carromatos,  pues  tie- 
nen significación  especial  algunos  de  esos  vocablos,  distinta  a  la 
que  corre  en  otros  países  de  habla  castellana. 

Criandera. — Nodriza. 

Carro. — También  se  usa  en  Cuba,  en  la  acepción  castellana,  aunque 
Suárez  dice  que  no:  el  carro  de  la  nieve,  el  de  la  basura,  un 
carro  de  muerto,  y  hasta  el  carro  de  la  lechuza,  que  es  el  da 


28  FERNANDO  ORTIZ 

los  entierros  de  pobres,  por  cuenta  del  municipio,  y  el  de  la 
conducción  de  cadáveres  al  necrocomio.  Y  se  dice  también  ca- 
rrero. Toda  ama  de  casa  dice  pestes  del  carrero  de  la  nieve  o 
nevero,  y  del  carrro  de  la  basura. 

Zafarse. — Huir,  quitarse,  soltarse.  Del  verbo  zafar  en  su  acepción 
marítima.     ¡Zafa!  es  a  manera  de  interjección. 

Remeneo. — -Contoneo. 

Carrancla. — Máquina  defectuosa,  como  reloj,  automóvil,  etc.  Deriva- 
do de  la  voz  despectiva  marítima,  barco  viejo  o  tardo  en  na- 
vegar. 

Pachocha. — Flema,  calma,  indolencia,  en  vez  de  pachorra. 

Amapuches. — Bártulos,  avíos,  amaños  para  algún  trabajo. 

Cuchunchear.- — Tramar  algo  unas  personas.  Variante  ortográfico  y 
psicológico  de  cucbicbear. 

Buchinche. — Casucba,  tenducbo,  En  el  Continente  se  usa  bochinche 
para  expresar  tumulto,  alboroto.  Acaso  buchinche  se  derive  de 
bochinche  en  el  sentido  que  usan  los  extremeños,  según  el  re- 
ciente y  macho  libro  de  Chamizo,  El  miajón  de  los  casfúos,  es 
decir,  como  diminutivo  despectivo  de  buche:  sorbo  de  agua 
que  cabe  en  la  boca.  Hemos  oído  decir  en  Cuba  como  término 
de  comparación:  eso  no  vale  un  buche.  Y  de  ahí,  tal  taberna  o 
cafetucho,  por  su  cabida  e  insignificancia,  es  un  buchin  o  bu- 
chinche. Sin  embargo,  bemos  de  permitirnos  otra  e  imología, 
de  bohío  y  chinchal;  de  bohío,  que  es  un  casucho,  y  chinchal, 
un  tenducho;  de  un  hipotético  bohi-chinchal,  que,  suprimida  la 
desinencia  abundancial,  resulta  bohi-chinche. 

Cachacera. — Donde  se  echa  la  cachaza  del  guarapo  en  los  ingenios  de 
azúcar. 

Bolitero. — Tirador  de  bolita,  en  la  rifa  así  llamada 

Bicho. — Figura  del  juego  chino  de  la  charada. 

Arranchar. — Arrebatar.  Variante  de  arrancar,  sin  duda  por  influjo 
fonético  de  la  voz  marítima  arranchar.     Arranchar  con  todo. 

Platal. — Dineral. 

Sambí. — Instrumento  de  cuerda  africano.  El  Diccionario  de  la  Aca- 
demia trae  sambuca,  (del  latín,  griego  y  siriaco)  antiguo  ins- 
trumento de  cuerda  parecido  al  arpa. 

Soconusco. — 'Además  de  significar  el  chocolate,  (Soconusco  es  po- 
blación de  Méjico)  quiere  decir  negocio  sucio,  malversación  de 
fondos  públicos  o  ajenos,  igual  a  chivo,  como  hoy  diríamos. 

Chocolate. — Sinónimo  de  soconusco  en  ambas  acepciones.  El  choco- 
late era  el  chivo  o  sea  el  negocio  sucio  o  malversación  de  fon- 
dos o  intereses  públicos,  en  tiempos  de  la  colonia.  Pero  ¿por 
qué  tenía  esta  acepción  tan  extraña?  Intentemos  explicarlo  en 
cuatro  tiempos:    1'   Chocolate,  sinónimo  de  soconusco;  2°  Soco* 


ÜJÍ    CATAUBO   DE    CUBANISMOS  29 

kusco,  semejante  fonéticamente  a  soconuco;  3?  Soconuco,  dimi- 
nutivo de  socono;  i'i  Socono,  en  lenguaje  de  la  germania,  caló 
gitano  o  bribia  del  bampa  andaluza,  significa  burto;  por  lo 
que  chocolate  y  hurto  fueron  una  misma  cosa. 

Zapatear. — Hacer  la  diligencia,  o  la  dili,  como  dice  el  vulgo,  sapo- 
tear duro. 

Cundido. — Como  cuajado,  en  la  acepción  de  lleno  por  algo  que  extien- 
de, como  el  aceite,  los  piojos,  los  mosquitos,  etc. 

Boyobún. — Ser  de  boyobán,  es  ser  sabroso.     ¿De  vol  au  venti 

Agua-bomba. — Tonto,  sin  gracia. 

Empaquetarse.— "Vestirse   elegante. 

Embullo. — Entusiasmo,  animación. 

Repatingado. — Arrellenado  en  un  asiento,  con  las  piernas  abiertas, 
despatarrado,  esparramado. 

Chichinabo. — De  chicha  (antigua  bebida  india,  becha  de  maíz  fer- 
mentado) y  nabo,  cosa  sin  importancia.  Así  bemos  leído,  pero 
tal  etimología  parécenos  baladí.  Ese  aparejamiento  de  la  cbicba 
y  del  nabo  carece  de  toda  lógica,  y  solo  obedece  a  un  criterio 
exclusivamente  fonético.  Propondremos  dos  etimologías.  Una. 
En  Méjico,  país  vecino,  se  dice  chichinar  por  quemar,  chamus- 
car. Chichinado  como  quemado  o  pavesa  ¿se  babrá  tomado 
como  sinónimo  de  cosa  insignificante?  Otra.  Se  decía  antaño 
en  España  burlescamente,  según  el  P.  Mir,  a  la  noche,  chichi- 
rimoche; a  la  mañana  chichirinada.  La  voz  chichirimoche 
denota  montón  de  cosas,  de  propósitos,  de  promesas,  que  a  la 
mañana  se  desvanecen,  como  lo  expresa  la  voz  chichiri-nada. 
Ambas  son  dicciones  del  estilo  familiar  jocoso.  Es  como  si 
dijéramos:  chacharas  mucho,  y  chacharas  nada.  El  refrán,  dice 
Correas  en  su  Vocabulario  de  refranes,  va  "contra  los  incons- 
tantes que  cada  día  mudan  de  parecer,  y  no  están  en  la  palabra 
que  dan".  Con  tales  antecedentes  acaso  podamos  creer  que  un 
hombre  de  chichinabo,  es,  mejor  dicho,  un  hombre  de  chichiri- 
nada. Se  acerca  aún  más  a  esta  forma,  la  otra  que  usamos  eu 
Cuba:  chichinagua.  Del  chichirinada,  nació  chichirinado  y  de 
este  chichirinabo,  por  sugestión  fonética,  y  hasta  la  expresión 
de  chicha  y  nabo.  En  Cuba,  de  chichiranada  surgió  chichina- 
gua, también  por  atracción  fonética. 

Chichinagua. — Corrupción  del  vocablo  chichinabo. 

Duro. — Mucho,  aplicado  a  una  acción:  zapatear  duro  comer  duro, 
apuchincharse  duro,   robar  duro,  emborracharse  duro,  etc. 

Tamañito. — Pequeño. 

Manguero. — Vendedor  de  mangos. 

Pinero. — Vendedor  de  pinas. 

Arrebuyarse. — Rempujarse.  .    • 

Achichado. — Algo  borracho,  achispado. 

Aguajirado. — 'Como  guajiro,  apocado,   tímido. 


30  FERNANDO  OftTlZ 

Trinca. — Borrachera.     ¿Del  inglés  drinck? 

Trancazo. — Trago  de  bebida  alcohólica. 

Trancar. — Fastidiar  en  una  treta,  mala  acción  o  juego. 

Trancada. — Bromazo,   treta. 

Naiden. — Vulgarismo,  metátesis  por  nadie. 

Tusar.— Por  atusar,  decimos  en  Cuba.  Influencia  del  cubanismo  de 
la  tusa.  También  decimos:  mandar  a  freir  tusas,  por  mandar 
a  uno  al  diablo;   y  dar  tusa  por  correr  huyendo. 

Acemita. — Ha  perdido  la  acepción  castellana  y  se  reduce  al  pan  re- 
dondo dentro  del  cual  se  cocina  un  huevo.     Acemita  de  huevo. 

Sulacre. — Cemento  de  polvo  de  ladrillo  para  tapar  juntas  y  solar  los 
tanques,  hornos,  etc.  En  Tierra  Firme  se  dice  solaque  (¿de 
solar t)  :  pero  acaso  nuestra  pronunciación  sea  más  atinada, 
derivada  de  zulaque,  betún  de  estopa,  cal,  aceite  y  escorias  para 
tapar  jungas  de  obras  hidráulicas,  cañerías,  etc.  De  zulaque, 
viene  nuestro  zumaque  barniz. 

Redondo  (hombre). — Honrado  a  carta  cabal.  Antes  se  usaba,  refi- 
riéndose a  la  ascendencia  noble  o  limpieza  de  sangre  por  los 
cuatro  abuelos.  Se  decía  redondo  por  los  cuatro  costados,  y 
aun  lo  dice  el  mismísimo  Diccionario  de  la  Academia,  lo  cual 
si  genealógicamente  puede  ser  aceptable,  no  deja  de  ser  geo- 
métricamente disparatado,  puesto  que  lo  redondo  o  circular  no 
tiene  cuatro  costados.  Los  ingleses,  con  mayor  lógica,  dicen  de 
un  hombre  sano,  que  es  cuadrado,  y  ese  sí  que  debe  serlo  por 
los  cuatro  costados,  para  serlo  completamente. 

Chavetazo. — Golpe  o  corte  dado  con  la  chaveta  de  los  tabaqueros. 

Mamanteo. — 'Mimo,  chiqueo  a  los  niños. 

Pila. — En  buen  castellano  quiere  decir,  amen  de  otras  acepciones,  el 
montón,  número  o  cúmulo  de  cosas  que  se  ponen  unas  sobre 
otras,  (pila  de  libros,  pila  de  sombreros,  etc.)  Pero  en  Cuba  le 
hemos  dado  un  uso  más  amplio  y  decimos:  pila  de  holgazanes, 
pila  de  años,  y,  lo  que  es  peor,  haber  transcurrido  una  pila  de 
tiempo. 

Tembloso. — Lo  hemos  oído  con  frecuencia  en  el  campo,  y  lo  usó  Vi- 
llaverde   en   su   Cecilia  Yaldés.     Tembloroso. 

Alcoleas. — Así  se  llamaron,  según  Bacardí,  los  esclavos  viejos  e 
inútiles,  arrojados  a  la  calle,  libertos,  por  decreto  del  Gobier- 
no Provisional  de  Madrid,  después  de  la  batalla  de  Alcolea, 
y  alcoleistas,  a  los  nacidos  después  de  1868. 

Mesitera. — Nombre  que  se  daba  a  la  mujer  que  vendía  frutas  y  refres- 
cos en  las  mesitas,  que  transitoriamente  se  situaban  en  las  ace- 
ras de  las  calles  y  paseos,  en  ocasión  de  carnavales,  fiestas  po- 
pulares y  hasta  bailes  privados,  frecuentados  desde  la  vía 
pública  por  pacientes  curiosos  a  quienes  se   servía  o  explotaba. 

Recurvar.— Retroceder  recorriendo  una  curva.  Esta  palabreja  la  in- 
ventamos los  cubanos  para  explicarnos  las  sorpresas  de  los  ci- 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  Si 

clones,  que  en  sus  trayectorias  van  siempre  por  camino  torcido, 
a  juzgar  por  sus  curvas  y  recurvas  aleves. 

Reculillo. — Acción  de  recular  precipitada  o  forzosamente  la  multitud 
mediante  la  presión  del  pánico,  la  fuerza  o  alguna  circunstan- 
cia violenta.     Dar  reculillo. 

Tamboras. — Ciertos  grandes  tambores  africanos,  cuya  feminidad  ig- 
noramos, como  no  sea  la  de  su  semejanza  con  las  tamboras  de 
hierro,  recipientes  de  ácidos,  etc.     O  viceversa.     Es  voz  castiza. 

Cuaba. — En  este  vocablo  debe  de  explicarse  lo  que  es  o  era  una  pun- 
ta de  cuaba,  a  manera  de  lanza  hecha  de  una  vara  puntiaguda, 
con  la  cual  se  armaron  los  cimarrones  y  algunas  dotaciones 
de  esclavos,  al  ser  libertados  y  acudir  a  luchar  por  la  indepen- 
dencia cubana. 

Apalencado. — El  cimarrón  que  se  refugiaba  y  hacía  fuerte  en  un 
palenque. 

Cierrapuertas. — No  tiene  analogía,  ni  de  lejos,  con  el  ; cierra  España! 
que  se  lanzaba  heroicamente  contra  la  morisma.  Antes  al  con- 
trario, nada  tiene  de  heroico,  por  ser  el  ruido  y  acción  de  ce- 
rrar precipitadamente  las  puertas  de  las  casas  por  alarma  de 
algún  alboroto  o  peligro.  Se  armó  un  cierrapuertas.  se  dice. 
Sí  tiene  relaciones,  por  composición  y  prudencia,  con  el  otro 
cubanismo  salpafuera;  sólo  que  con  éste  se  procura  que  salgan 
y  con  aquél  que  no  entren.  En  uno  y  otro  caso  suele  armarse 
un  correcorre  en  una  u  otra  dirección. 

Guanabacoa. — Clase  de  machete,  que  había  antiguamente  en  Cuba: 
"sacó  su  guanabacoa".  Se  dijo  así  de  la  villa  de  Guanabacoa, 
donde  se  hacían. 

Lustrillo. — Zapatos  de  lustrillo,  fueron  en  Cuba,  antaño,  los  que  ogaño 
decimos  de  charol.  La  voz  se  conserva  entre  campesinos  de 
Oriente,  donde  la  hemos  oído. 

Fogonadura. — Es  la  parte  de  una  viga,  poste  u  horcón  que  se  mete 
en  la  pared  o  en  el  suelo,  y  el  hueco  de  la  pared  donde  son  me- 
tidos. Este  cubanismo  es  otro  marinismo.  La  fogonadura,  en 
la  arquitectura  naval,  es  la  abertura  que  se  hace  en  la  cubier- 
ta de  una  nave  para  que  pasen  los  palos,  el  cabestrante,  etc., 
hasta   su   asiento   en   la   respectiva  carlinga. 

Repello. — Aparte  la  acepción  indecente  a  que  se  refiere  Suárez,  es  el 
acto  de  repellar,  y  repellar  es  echar  pelladas  de  yeso,  cal  o 
mezcla  a  la  pared.  Es  aquélla  voz  castiza,  pero  anticuada, 
sustituida  por  revoque  o  enlucido,  y  algunos  diccionarios  que 
debieran  traerla  la  han  olvidado.  En  Cuba  es  de  uso  general 
y  diario.  Además,  significa  la  mezcla  adherida  a  la  pared  al 
repellarla,  p.  ej.:  "se  le  cayó  el  repello  al  muro,  o  se  des- 
conchó''. 

Aguada. — Sitio  en  tierra  para  coger  agua  potable  y  conducirla  a 
bordo,  es  decir,  para  hacer  aguadas.     Es  palabra  marítima,  que, 


32  Fernando  ortiz 

como  otras  muchas  compañeras  tan  saladas  o  salobres,  se  que- 
dó en  tierra  y  hoy  la  usamos,  en  general,  para  decir  el  si- 
tio donde  bebe  el  ganado,  o  abrevadero,  y  hasta  la  hemos  ele- 
vado a  la  toponimia  geográfica:  Aguada  de  Pasajeros,  Aguada 
del  Cura,  etc.,  como  nuestros  hermanos  los  portorriqueños,  que 
tienen  su  Aguadilla. 

Aguachento. — Aguanoso,  aguazoso.  Es  cubanismo,  o  americanismo  al 
menos,  aunque  algún  diccionario  castellano  ya  lo  ha  incorpo- 
rado al  acervo  de  Castilla.  Aquí  se  aplica  especialmente  a  las 
frutas.  Es  correcta  la  explicación  de  Suárez,  y  su  etimolo- 
gía; pero  deseamos  aprovechar  la  ocasión  de  reivindicar  la  pa- 
labreja.    Castizamente  se  dijo  aguazar. 

Papalote. — Fué  baile  indecente,  en  Cuba.  i        j 

Pegar. — Pegar  pajaritos,   es   cazarlos  con  liga   o  pega.  '  -j 

Pega. — Liga  para  cazar  o  pegar  pajaritos. 

Jila. — Por  hila,  fila.     Hoy  se  dice  fila  o  hilera. 

Picar. — lo  Dícese,  aunque  no  por  la  generalidad,  por  sonar  un  ins- 
trumento de  percusión.  Aquí  decimos:  "ensordecían  las  tumbas 
y  tambores  picados  por  los  negros."  Es  voz  que  se  usa  en 
música  para  significar  el  toque  de  una  nota  bien  desligada  de 
otra;  pero  antiguamente  tenía  la  acepción  general.  La  hemos 
encontrado  viva  todavía,  en  la  náutica;  picar  los  cuartos,  es 
sonar  la  campana  que  marca  las  horas  a  bordo,  por  la  que  se 
regulan  los  relevos  de  las  guardias  cada  cuadro  horas.  En 
tierra  ya  no  se  pican  las  campanas,  se  tocan  y  ello  basta,  al 
parecer,  para  tañerlas  o  sonarlas,  lo  cual  no  deja  de  ser  raro, 
si  se  analiza;  pero  se  repican  todavía,  y  es  más  extraño  qa« 
no   picándose   sencillamente,   se  puedan   sin   embargo   repicar. 

2?  Picar  es  entre  cubanos,  como  entre  hispanoparlantes, 
cortar  en  troeitos  muy  menudos,  de  donde  proceden  el  picadi- 
llo de  carne,  la  picadura  del  tabaco  y  el  picapedrero ;  acaso  el 
picapleitos,  hablando  con  perdón,  por  lo  mucho  que  los  des- 
menuza hasta  acabar  por  desmenuzar  al  prójimo,  como  un 
picaro  al  fin,  a  fuerza  de  picadas  y  picardías.  En  náutica,  ex- 
clusivamente, no  hace  falta  partir  en  muchos  pedazos  una 
cosa  para  picarla;  se  la  puede  picar  en  dos,  al  picar  un  cable 
con  el  hacha.  Y  quizás  por  el  habla  marinera  también,  hemos 
reducido  en  Cuba  el  número  de  trozos  que  poder  picar,  porque 
podemos  p^car  u.ia  tela  con  las  tijeras  sin  llegar  a  hacerla 
picadura,  sin  llegar  al  picoteo,  que,  ese  sí,  requiere  un  sin- 
número de  tijeretazos  y  trozos;  y  hasta  oímos  decir  que  se 
puede  picar  un  pollo  entre  dos  y  en  dos  partes  muy  sabrosa- 
mente, y  llegamos  a  picar  una  sola  lasca  de  jamón.  Pues  bien, 
esta  parquedad  en  los  trozos  que  se  pican,  cubanismo  aunque 
no  lo  parezca,  dada  su  sobriedad,  también  fué  desembarcada  de 
las  flotas  coloniales. 


UN    CATAURO    DF    CUBANISMOS 


Sí 


Sabanera. — Es  la  mujer  que  sabanea,  es  decir,  que  vive  cou  varios 
hombres  a  la  vez,  sucesivamente  y  por  turnos,  cosa  que  se 
observa,  como  forma  curiosa  de  supervivencia  poliándrica,  'en- 
tre algunos  grupos  sociales  de  la  Ciénaga  de  Zapata,  según 
Cosculluela  y  otros. 

Bembera. — La  mujer  que  en  esa  zona  semibárbara  de  la  Ciénaga  de 
Zapata  vive  con  un  solo  hombre. 

Costanera. — Lo  relativo  a  la  costa.  En  Cuba  es  la  costa  misma;  en 
relación  a  la  Ciénaga  de  Zapata  se  dice  ten-renos  costaneros; 
pero  también  y  con  más  frecuencia:  de  la  costanera  norte  o  sur, 
según  Cosculluela  y  otros.  En  la  primera  acepción  se  dijo  y 
usó  hace  siglos  en  España. 

Monte  firme. — No  es  ni  el  monte  alto,  ni  el  bajo;  puede  ser  cualquie- 
ra de  los  dos,  siendo  virgen,  o  jamás  cortado.  Cuando  en  un 
monte  hay  una  parte  que  es  muy  espesa,  se  la  llama  un  ma- 
cizo  de   monte. 

Pucha. — Por  ramillete  de  flores.  Dice  bien  Suárez  sobre  la  conve- 
niente adopción  de  esta  voz  por  el  Dic.  de  la  A.  porque  un  ramo 
puede  no  serlo  de  flores,  un  ramillete  has  .a  de  crocante,  un  ma- 
nojo hasta  de  perejil  y  un  puñao  hasta  de  alpiste.  Acéptese 
pucha,  sin  recelos,  que  no  se  va  a  inyectar  sangre  de  infieles  en 
el  idioma  de  los  castellanos  viejos,  sino  latina,  y  bien  latina; 
algo  aguachenta  acaso  por  el  clima,  o  por  la  travesía  del  mar 
No  procede,  como  a  primera  vista  pudiera  pensarse,  y  hemos 
de  confesar  que  nosotros  lo  pensamos  hasta  la  corree 
ción  de  las  pruebas  tipográficas  del  latín  pancus,  (poco 
pocucho  o  poeucha  y,  al  fin  pucha).  Para  creerlo  iba  uno 
como  de  la  mano,  llevado  por  otros  americanismos  bien  cono 
cidos,  nietos,  ya  que  no  hijos,  de  aquel  vetusto  latino  paucus 
que  nos  hace  oir  pucha  en  Colombia,  convertida,  en  una  pe 
quena  medida  de  líquidos,  y  que  se  cambia  en  pucho  (poco,  en 
Colombia  y  Chile;  colilla,  en  Perú,  Quito  y  Bolivia;  cabo  de 
vela,  en  Chile;  sobra  de  algo,  en  Argentina)  puchuela  (cosa 
insignificante,  en  Ecuador  y  Bolivia),  puchisco  (el  último 
hijo,  en  Chile),  etc. — Ese  paucus  castellanizado  con  la  desinen- 
cia despectiva,  que  tan  prolífico  ha  sido  en  América,  no  obs- 
tante ser  tan  poquita  cosa,  es  el  padre  de  los  castizos  puches  y 
nada  menos  que  del  español  puchero.  En  cambio,  la  pucha 
cubana,  salvo  mejor  fundada  opinión,  se  deriva  por  fácil  varia- 
ción fonética,  estimulada  por  la  paronimia  de  los  americanis- 
mos citados,  de  una  hoy  desusada  voz  castiza,  piocha,  que  al 
decir  del  Diccionario  de  la  Academia,  significó  primeramente 
joya  de  varias  figuras  que  usan  las  mujeres  para  adorno  de  la 
cabeza.  Por  su  etimología,  del  italiano  pioggia,  lluvia,  acaso 
se  llamó  así  la  joya  porque  los  componentes  pinjantes  de  la 
misma,   caían  hacia  abajo  o  llovían,  como  vulgarmente  se  dice. 


34  FERNANÜO  OR'fiíí 

Después,  pasó  a  llamarse  piocha,  la  flor  de  mano  (así  dice  éi 
calepino  académico),  hecha  de  plumas  delicadas  de  aves,  o  sea 
una  especie  de  plumado  adorno  femenino,  o  penacho,  usado  por 
damas  de  alto  copete,  (nunca  mejor  usada  esta  expresión,  por- 
que copete  y  piocha  son  de  muy  similares  significados)  en  las 
grandes  ceremonias  de  corte,  de  aquel  tiempo.  Esto  ocurría 
en  el  siglo  XVI,  el  del  pohlamiento  de  las  Indias,  y  por  enton- 
ces, con  una  fácil,  diríamos  casi  automática,  retrotracción  del 
fonema  ío  de  la  italiana  pioggía,  al  originario  plu,  de  la  latina 
pluvia,  llegó  a  Cuba  la  piocha  de  la  Corte  de  las  Españas,  con- 
vertida, por  metáfora,  en  la  modesta  pucha,  que  aun  conserva- 
mos. La  flor  de  mano  pasa  a  serlo,  literalmente;  con  el  auxi- 
lio por  sugestión,  repetimos,  de  otras  puchas,  puchos,  pocuchas, 
puchuelas,  puches  y  pucheros.  Sólo  el  usarse  algo  en  la  Ar- 
gentina, como  eufemismo,  para  disfrazar  una  palabrota  mal- 
sonante, al  decir  de  Monner  Sans,  podría  argumentarse  en  con- 
tra de  su  uso.  Pero  si  a  desterrar  fuéramos  del  habla  culta  to- 
das las  palabrejas  que  la  coprolalia  ensucia,  harto  desmedrados 
seríamos;  ni  creemos  que  ello  baste  para  deshonrar  un  vocablo 
bien  nacido.  Ante  tan  extensa  progenie  y  pureza  de  linaje  ¿no 
sería,  pues,  prudente  dar  entrada  en  la  familia  a  una  hija,  como 
pucha,  que  no  por  criolla  se  prestaría  menos  al  desempeño  de 
un  servicio  en  el  alcázar  del  lenguaje,  hasta  ahora  sin  un,  ser- 
vidor como  ella,  sólo  para  el  tal  menester  nacido? 
Garapiña. — En  América  significa  cierta  bebida  hecha  de  una  infusión 
de  cascara  de  pina,  ferme^ada;  y  en  España  quiere  decir  lí- 
quido congelado  formando  grumos.  Entre  una  y  otra  cosa  hay 
analogía  por  ser  bebidas,  pero  nada  más.  La  garapiña  ame- 
ricana no  necesita  ser  congelada:  la  garapiña  española  no  ne- 
cesita tener  pina.  ¿Cuál  de  las  dos  garapiñas  es  la  propia? 
¿Copió  malamente  una  de  la  otra?     ¿Cuál  de  ellas  copió? 

Si  acudimos  a  la  etimología,  sólo  contamos  con  Larramendi, 
que  la  hace  vascuence,  "de  garai  ipiñía,  que  significa  sobre- 
puesto o  puesto  encima",  lo  cual  maldito  si  nos  convence,  ni 
siquiera  para  las  almendras  garapiñadas,  o  sea  recubiertas  de 
almíbar  cristalizado,  que  parece  helado.  Realmente,  la  pala- 
breja parece  querer  decir  jarabe  de  pina,  y  en  este  caso  la 
bebida  americana  tendría  la  preferencia,  por  más  que  la  voz 
pina  fué  traída  de  España,  y  aplicada  al  ananá,  por  cierta  ana- 
logía de  forma.  Sabemos  que  en  el  siglo  XVII  el  uso  de  la 
helada  y  grumosa  garapiña  era  muy  común  en  España,  tan- 
to que  Calderón  de  la  Barca  al  pintar  las  aficiones  de  las  mu- 
jeres de  su  tiempo,  en  su  Auristela  y  Lisidante,  dice:  "Ellas 
de  nada  se  duelen — como  a  ellas  no  les  falten— almendrucos  y 
pasteles — chufas,  fresas  y  acerolas — garapiñas  y  sorbetes, — des- 
peñaderos   y    rizos, — perritos    y   perendengues."      Lo    importante 


ÚX    CATAURO    DE    CUBANISMOS  "5 

sería  saber  si  se  tomó  garapiña  en  España  antes  del  descu- 
brimiento de  las  Indias. 

CjiUchiche- — Persona  insignificante,  repulsiva  y  adulona. 

Madrugón. — El  acto  de  madrugar,  en  el  sentido  de  anticiparse  a  otro 
o  a  algo  en  alguna  empresa  o  circunstancia,  o,  como  dice  el 
vulgo  cubano:  "tomarle  a  uno  la  acción".  En  esta  acepción 
su  uso  es  común  en  Cuba,  pero  preferentemente  se  usa  tratán- 
dose de  una  mala  acción.  Así  se  entendía  antaño  en  España. 
Dar  madrugón  era  abandonar  la  posada  de  madrugada  sin  pa- 
gar, como  lo  dicen  Cervantes  en  La  Ilustre  Fregona,  y  Quevedo 
en  El  Entremetido,  la  Dueña  y  el  Soplón,  y  en  su  Parnaso 
Español;  también  quería  decir  robar  y  buir  de  madrugada, 
como  creía  el  primer  traductor  italiano  de  las  Novelas  Ejem- 
plares, Novilieri  Clavelli.  Hoy  el  madrugón  perdura  en  Cuba, 
pero  se  ha  perdido  en  España,  dicho  sea  con  relación  tan  sólo 
a  la  semántica. 

Candeleros. — lo  Especie  de  bastilla  o  pliegues  con  que  se  adornaban 
antaño  las  camisas  de  los  negros  curros  en  la  Habana,  y  de  los 
guajiros.  Suárez  y  Toro  y  Gisbert  traen  esta  acepción  en  la 
voz  candelilla.  Nosotros  hemos  oído  candeleros,  con  preferen- 
cia, y  la  usaron  nuestros  costumbristas  del  pasado  siglo.  2?  Los 
esclavos  ayer,  y  hoy  los  peones,  en  los  ingenios,  encargados 
de  encender  y  alimentar  la  candela  o  fuego  de  los  hornos 
de  la  casa  de  calderas. 

Venduta. — 'Significa  además  de  lo  expuesto  por  Suárez,  subasta,  al- 
moneda pública. 

Cayerío. — Conjunto   de   cayos. 

Cantío. — No  parece  corrupción  de  cantido,  voz  ésta  desusada,  sino, 
sencillamente,  desinencia  abundancial  de  canto.  Un  cantío  de 
sinsontes,    el   cantío   de   un   gallo.     Como   de  gente,   gentío. 

Malarrdbia. — La  etimología  de  esta  inverosímil  palabra,  aplicada  a 
un  sabroso  dulce,  en  toda  América,  da  explicación  del  extra- 
ño, fenómeno.  Viene  de  Mahallabia,  voz  árabe  que  también 
significa  un  dulce  con  almíbar.  Lo  que  sí  tiene  rabia,  como  en 
Cuba  decimos,  es  la  corrupción  poronómica  que,  a  través  de  oí- 
dos   andaluces,    fué    sufriendo    la    desarabizada    palabreja. 

Traspuntín. — Voz  derivada  del  francés  strapontín.  Colchoncillo,  Di- 
go'era,  asiento  de  quita  y  pon  en  los  coches.  Aquí,  en  Cuba, 
.  está  en  desuso  a  pesar  de  que  en  los  automóviles  se  emplea  a 
veces,  llamándosele  asienticos.  Pero  se  man  iene  como  vulga- 
rismo groserote,  como  sinónimo  de  trasero. 

Sabijondo. — Muy  sabio,  suele  usarse  despectivamente.  Corrupción  de 
sabihondo,  que  a  su  vez  lo  es,  con  petulancia,  de  sabiondo,  ya 
que  este  vocablo  no  tiene  por  qué  meterse  en  honduras,  como 
tampoco  hediondo,  lirondo,  orondo  y  otros  de  igual  jaez. 

Chotear. — Su    etimología,    según    Suárez,   proviene   de   choto.     Nos    pa- 


86  FERNANDO   ORTÍZ 

rece  algo  arbitraria,  pues  ninguna  de  las  acepciones  de  esta  voz 
castellana  explica  la  acción  despectiva  del  choteo.  Presumo 
que  es  de  origen  gitano,  como  chota.  Chiota  en  caló  significa 
saliva,  de  donde  se  deduce  chota,  el  delator,  por  metáfora;  y 
chiotar  es  escupir,  de  donde  los  gitanos  han  hecho,  con  una  sim- 
ple metátesis,  chotiar,  que  significa  salivar,  llenar  de  saliva; 
y  de  ahí  nació  el  cubano  chotear.  Chotear  ¿no  es  escupirle 
a  uno  moralmente,  dicho  sea  sin  choteo,  o  sin  más  choteito 
que  el  disculpable?  Siguiendo  a  Cejador,  el  notable  lingüista 
español,  llegaríase  a  afirmar,  como  él  hace,  la  raíz  vascuence 
del  chotiar  gitano,  (en  su  libro:  ¡De  la  tierra. .  .1).  Dice  que 
chotear  es  dar  el  soplo,  cuchichear,  y  que,  por  eso,  chute  es 
en  Cádiz  el  ruin,  sin  fe  ni  palabra,  murmurador;  pero  ahora 
no  tenemos  humor  para  enzarzarnos  más  en  tales  disquisicio- 
nes filológicas. 

Ciscón. — El  que  se  avergüenza  fácilmente.  Creemos  que  se  deriva  de 
ciscar,  que  en  castellano  vulgar  significa  ensuciar.  Ciscarse, 
ensuciarse;  ciscar  a  uno,  en  Cuba  y  Méjico,  es  abochornarlo.  Y 
en  gitano  chiscar  es  también,  como  chiotar,  escupir.  Ciscar  y 
chotear  son  estrechos  parientes  en  caló  y  en  Cuba.  Aquí  tene- 
mos: ciscar,  ciscadura,  ciscamiento,  ciscón  y  cisquera.  Se  dijo 
cas'izamente  en  España,  como  con  frecuencia  se  usa  aún  en 
Cuba,  el  adjetivo  aciscado,  que  algunos  aquí  creen  que  es  modo 
incorrecto  del  ciscado.  El  P.  Mir  opina  que  aciscado  importa 
medroso,  temeroso,  atemorizado,  y  cree  que  representa  un  sen- 
tido nuevo,  diferente  de  ciscado,  a  saber,  el  que  tiene  metido 
el  miedo  en  las  entrañas,  el  que  muestra  temor  o  flaqueza,  el 
que  vive  celoso  y  amedrentado.  Los  cubanos,  repito,  le  damos 
a  una  y  otra  voz  un  sentido  más  restringido,  el  de  atemorizado 
por  bochorno,  pero  no  por  otra  causa.  Aquí  los  disparos  no 
ciscan  a  nadie,  en  el  sentido  cubano;  pero,  sí,  por  ejemplo,  unos 
chiflidos. 

Cisquera. — Vergüenza,   bochorno.      "Entrarle   o   darle   a  uno    cisquera.'1 

Apurruñar. — Apretujar  con  las  manos  o  puños.  Parece  epéntesis  de 
apuñar,  como  lo  es  apretujar  de  apretar. 

Soturno. — Taciturno,  triste  y  melancólico.  Palabra  tomada  del  portu- 
gués, debió  llegarnos  con  los  numerosos  extremeños  conquis- 
tadores. 

Magua. — Este  substantivo,  como  el  adjetivo  maguado  y  el  verbo  ma- 
guarse, están  bien  expuestos  por  Suárez:  decepción,  chasco. 
Pero  ¡por  amor  de  Dios!  suprima  la  etimología  caribe  que  les 
atribuye  Zayas,  cuando  son  voces,  las  tres,  de  uso  corriente  en 
Portugal,  y  hace  alrededor  de  medio  siglo  que  Armas  lo  advirtió 
en  Cuba,   en  su  librito  sobre  Los  orígenes  del  lenguaje  criollo. 

Cacho. — Este  vocablo  anticuado  español,  es  aun  muy  usado  en  Cuba, 
en  el  mismo  sentido  que  la  marinería  lo  usaba:   pedazo  pequeño 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  37 

de  algo;  no  solamente  de  pan  (gacho),  de  donde  acaso  se  deri- 
ve. Se  sigue  usando  en  Extremadura  y  Andalucía.  Es,  pues, 
otra  voz  marítima  aplatanada  al  bajar  a  tierra. 

Pesetear. — Pedir  pesetas,  sablear,  vivir  de  picadas. 

¿Chiringa'! — Se  usa  como  negación  ro'.unda  para  oponerse  a  una  soli- 
citud, del  mismo  modo  que  en  otros  países  de  nuestra  habla  se 
dice  ¡Naranjas!,  y  hasta  ¡Naranjas  de  la  china!.  Pues  bien, 
es  el  caso  que  chiringas  son  naranjas  en  el  caló  gitano,  de  don- 
de aquí  son  tantos  los  que  hablan  palabras  gitanas  sin  saberlo. 

Yaya.- — Daño,  dolor,  en  lenguaje  familiar.  Según  Coll  y  Tosté,  yaya 
era  el  nombre  dado  por  los  antillanos  al  pénfigo  sifilítico.  Por 
extensión  ha  venido  a  ser  aquí,  como  en  Colombia,  infantilismo 
o  vulgarismo,  sinónimo  de  dolor.  Y  bien  debe  incluirse  en  un 
diccionario  de  cubanismos,  como  en  los  castellanos  se  incluye 
el  sinónimo  pupa,  que  no  es  sino  otro.'  vulgarismo  e  infantilismo 
análogo,  corrupción  de  baba,  o  sea,  también,  el  pénfigo  sifilítico. 
Es   curiosa   esta   derivación   paralela    de    dos    raíces    distintas. 

Falondres. —  (De)— Irse  de,  o  caerse  de  falondres.  La  trae  Suárez; 
pero  acaso  no  sea  ocioso  recordar  que  es  también  otra  voz  ma- 
rinera, y  no  significa  solamente  "de  repente",  sino  más  bien  "de 
golpe,  de  manera  que  la  caída  sea  de  todo  el  cuerpo".  Hoy 
casi  se  usa  como  sinónimo  de  derrumbarse,  caerse,  etc. 

Bodega. — Es  la  tienda  de  víveres  al  por  menor  o  abacería,  como  dice 
Suárez.  A  veces,  por  extensión,  la  tienda  mixta  de  las  peque- 
ñas poblaciones  o  del  campo,  si  vende  víveres  también.  De 
por  qué  no  es  bodego  ni  bodegón,  ni  han  de  conservarse  en  ella 
los  vinos,  como  sucede  en  Andalucía,  hablaré  en  Los  N-efgros 
Curros,  por  razones  que  en  su  día  podrá  apreciar  el  lector. 

Papujo. — Americanismo,  síncopa  de  papujado,  se  le  dice  a  quien  tiene 
la  papada  abultada.  En  Cuba,  por  analogía:  ojos  papujos,  si 
tienen  el  párpado  inferior  abuPado. 

Chota. — Delator,  soplón.  "Fulano  es  un  chota,  y  ella  es  chota,  tam- 
bién". Es  voz  gitana,  de  la  germanía  española,  mantenida  con 
uso  general  en  Cuba,  y  con  igual  significación. 

Bruja. — Adjetivo  que  en  su  acepción  de  pobre,  sin  dinero,  se  deriva 
según  Arturo  R.  Carnearte,  de  broken.  en  inglés,  quebrado,  por- 
diosero. Es  muy  posible  que  así  sea,  como  en  otros  cubanismos 
ocurre  análogamente.  Sin  embargo,  por  si  alguien  tiene  du- 
das, propongamos  otra,  de  bruje,  que  en  caló  gitano  significa 
precisamen+e  un  real,  una  moneda  ínfima.  Un  sin  bruje,  es 
precisamente  un  hombre  sin  un  real,  sin  un  medio,  en  fin,  un 
bruja.  ¿No  pudo  por  metátesis  en  la  frase,  y  por  contradic- 
ción, nacer  en  Cuba  o  allá,  en  años  remotos,  el  bruja?  Este 
origen  andaluz  y  gitanesco  podía  explicar  además  el  bruja  so- 
pera, aun  no  explicado.  Pobres  sopistas  y  soperos,  eran  los  que 
allende  los  mares  se  alimentaban  de  la  sopa  boba  o  bodrio  de 


38  FERNANDO   OBTIZ 

los  conventos,  los  pordioseros  que  por  Dios  pedían  limosna  e 
iban  o  la  sopa,  a  palacios  señoriales  o  frailescos.  Era,  real- 
mente, el  grado  último  de  pobreza.  Un  bruja  sopero  o  sopera 
(desinencia  femenina  en  o,  por  influencia  de  bruja)  es  un  po- 
brete sin  un  real,  que  tiene  que  vivir  de  la  sopa,  de  la  bazofia, 
del  alimento  que  le  dan  los  demás. 

Berrenchín. — Si  en  España  es  el  vabo  o  tufo  que  despide  el  jabalí 
cuando  está  furioso,  aquí  lo  aplicamos,  por  analogía,  por  no 
tener  jabalíes,  al  tufo  del  chivo,  aun  sin  estar  iracundo  el  ani- 
mal. Por  eso,  cuando  algún  negocio  sucio,  o  chivo,  huele  mal, 
decimos  que  huele  a  berrenchín.  Además,  por  transposición, 
aquí  como  allá,  llamamos  así  al  berrinche  o  berrea  de  los  niños 
y  de  algunos  grandullones,  cuando  se  emberrenchinan. 

Pichicato.— Cicatero,  americanismo  muy  difundido,  aunque  no  tanto 
como  la  cicatería.  \La  voz  se  supone  derivada  del  italiano  piz- 
zicato. Se  trata  de  una  acepción  burlesca,  de  un  humorismo  por 
semejanza  fonética  con  cicatero. 

Coime. — Mozo  que  tantea  en  el  billar.  Es  americanismo  traído  del 
caló  gitano  donde  coime  es  el  señor,  lo  mismo  de  la  casa  de 
juego  {coimero)  que  de  los  cielos,  {coime  de  las  clareas),  que 
del  postríbulo    (coima). 

San. — Guapo,  perdonavidas.  Aféresis  de  cañón,  que  en  lengua  de  la 
mala  vida  o  gemianía  andaluza  significa  el  vago  y  picaro  de 
oficio.  Nosotros  le  hemos  reducido  una  sílaba,  como  si  aquí 
hubiese  venido   a  menos,   cosa   incierta   por   desgracia. 

Chulear. — Viene  de  chulo,  claramente,  y  éste  chulo  quiere  decir  mu- 
chacho, y  también  peso  o  moneda  de  un  duro,  en  caló  gitano. 
Chulear  equivale  a  algo  más  por  el  valor  mayor  de  la  moneda, 
que  pesetear.     Moralmente  vale  menos. 

Ciguato  o  siguato. — El  pescado  que  padece  cierta  enfermedad,  llama- 
da ciguatera,  y  el  que  se  enferma  por  comerlo.  La  ciguatera 
es  un  verdadero  cubanismo,  porque  lo  es  la  enfermedad,  pecu- 
liar de  algunos  peces  en  nuestras  costas  y  las  de  San' o  Domin- 
go. De  aquí  pasó,  sin  duda,  a  Andalucía  como  varias  otras, 
con    sus    derivados:    aciguatar,   aciguatador,    aciguatamiento. 

Allí  aciguatar,  en  el  campo  o  mar  de  la  mala  vida,  significa 
para  la  gente  macarena,  como  antaño  se  dijo,  acechar  con  fin 
siniestro,  herir,  maltra+ar,  matar.  Y  quién  sabe  si,  transfor- 
mado en  chiguatar,  pasó  al  caló  gitano,  significando:  detener, 
sujetar,  aguantar  a  alguien.  Por  donde  le  habríamos  dado  una 
sola  palabreja  a  los  gitanos  a  cambio  de  otras  varias  que  les 
tomamos.      ¡Cambalache   más   gitano...! 

Chapetón. — Americanismo,  hoy  poco  usado  en  Cuba.  Fué  el  soldado 
bisoño,  y,  por  extensión,  el  novicio  en  algo.  Hemos  leído  que  se 
derivó  de  las  chapas  que  en  sus  rojos  carrillos  traían  los  espa- 
ñoles, contrastando  su  cara  con  las  pálidas,  propias  de  estos  cli- 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  39 

mas  tropicales.  Acaso  no  sea  sino  una  variante  (por  atrac- 
ción fonética  de  otras  voces,  como  guapetón,  mocetón,  etc.,) 
de  chapetón,  el  jugador  novato,  en  el  caló  andaluz,  tan  propio 
de  la  chusma  marinesca  de  los  puertos  andaluces,  de  ías  flotas 
que  traficaban  con  estas  Indias. 

Tapacete. — Esta  voz  marinera,  como  tautas  otras  usadas  en  América, 
adoptó  por  analogía  una  acepción  terrestre  en  estas  Indias,  el 
toldo  o  cubierta  con  que  se  tapa  el  pasajero  en  ciertos  carruajes. 

Capataz. — El  jefe  o  cabeza  de  los  cabildos  de  negros. 

Capitalino. — Perteneciente  a  la  capital.  Ayuntamiento  capitalino,  urbe 
capitalina.  Este  adjetivo  es  muy  útil  y  merece  la  adopción  in- 
mediata de  la  Academia.  Si  de  capitolio  tenemos  ya  capito- 
lino 

Capotera. — Envoltura  de  cuero,  unida  a  la  silla  de  montar  por  co- 
rreas, donde   se  lleva  el  capote  o  la  capa  de  agua. 

Carrocería. — Galicismo  muy  generalizado  en  Cuba.  Parte  de  los  ca- 
rruajes o  automóviles  donde  van  la  caja,  los  asientos,  portezue- 
las y  demás  piezas  ajenas  a  las  ruedas,  muelles,  ejes  motores  y 
demás  del   aparato  motriz. 

Carretillear. — Conducir  en  carretilla.  Tan  legítimo  como  de  carreta 
nació   carretear,  ya  apadrinado   por  la  Academia. 

Carabela. — Se  decía  de  les  negros  que  venían  de  África,  como  escla- 
vos, en  una  misma  cargazón  o  buque.  Canuto.  Lucumí  y  Catali- 
no   Mandinga  eran    carabelas. 

Jaba. — Dice  Suárez  que  es  una  cesta,  cuya  mayor  dimensión  es  la  al- 
tura. Algunos  lexicógrafos  cubanos,  interpretando  mal  un  texto 
de  Oviedo,  dicen  que  es  voz  indiana.  Creemos  que  nó.  Oviedo 
escribe:-  "hacen  unas  cestas,  que  llaman  navas,  para  meter  lo 
que  quieran  guardar".  ¿Quiénes  llamaban  havas  o  jabas  a  ta- 
les cestas?  ¿Los  indios?  No  lo  dice  Oviedo.  Fueron  los  ma- 
rinos y  conquistadores  andaluces  los  que  le  aplicaron  la  voz 
comunísima  árabe,  al-chaba,  que  aun  hoy  conserva  el  Dicciona- 
rio de  la  Academia  para  significar  la  larga  caja  o  cesta  para 
flechas,  aljaba  o  carcaj.  La  jaba  se  sujeta  por  unos  cordeles  o 
tiras  largas,  también,  como  los  que  sirven  para  igual  uso  en  la 
aljaba.  No  parece,  pues,  india  la  palabreja,  ni  su  derivado 
jabuco.  La  voz  jaba,  suele  usarse  en  sentido  figurado,  por 
joroba,  porque  el  que  carga  una  jaba  a  la  espalda  va  jorobado, 
realmente. 

Careta. —  (Dar). — Dar  broma  con  el  antifaz.  Engañar  a  uno  hipócri- 
tamente.    No  me  des  careta.     Le  dio  el  gran  caretazo. 

Caretazo. — Golpe  con  la  careta. 

Caretudo. — Sujeto  de  cara  tan  dura,  que  parece  llevar  careta. 

Caradura. — Desvergonzado,  hipócrita. 

Cuajo. — La  Academia  da  en  su  4a  acepción  el  sentido  siguiente: 
Cuajar,   1er.   artículo.     Este   dice:    Unir  y  trabar  las   partes  de 


40  FERNANDO     OBTIZ 

un  líquido,  convirtiéndose  en  sólido.  Nos  parece  poco  atinada 
esta  definición  en  lo  que  debiera  ser  de  química,  como  en  lo  de 
lógica;  pero  no  ocupándonos  de  ella,  digamos  que  en  Cuba, 
cuajo  tiene  otro  sen' ido,  que  académicamente  pudiera  ser  ex- 
presado así:  Cuajar,  Ser.  artículo.  Y  leyéndose  entonces  la  re- 
ferencia tendríamos:  Lograrse,  tener  efecto  una  cosa.  Pues 
si  allí  se  dice  cuajó  la  pretensión,  aquí  decimos  a  la  hora  del 
cuajo;  por  más  que  el  cuajo  se  extiende  a  significar  el  momen- 
to preciso  de  lograrse,  efectuarse  o  acontecer  alguna  cosa  y  aun 
el  de  la  muerte.  Así  lo  vemos  en  L.  Rodríguez  Embil,  La  In- 
surrección. 

Cábula. — Por  cúbala,  en  su  tercera  y  cuarta  acepciones.  Se  u^a  ge- 
neralmente en  plural.     ¿Qué  cábulas  son  ésas? 

Cable. — Despacho  telegráfico  transmitido  por  el  cable  submarino. 

Cablegrafiar. — Telegrafiar  por  cable  submarino.  Siendo  correcta  la 
formación  de  esta  voz  y  de  uso  frecuen'e  en  Cuba,  aunque  toda- 
vía no  la  haya  adoptado  el  Diccionario  de  la  Academia;  sin 
duda,  antes  de  mucho,  tendremos  otros  neologismos,  que  aun 
no  hemos  oído  ni  leído,  igualmente  aceptables,  como  cabiefo- 
near  y  cablefonema,  pues  ya  tenemos  cable  por  el  cual  telefo- 
neamos a  los  Estados  Unidos.  Y  va  de  neologismos.  También 
se  suele  ya  usar  radiografiar  y  radiograma,  pero  como  quiera 
que  la  primera   de    esas   palabrejas   puede    dar    origen    a  confu- 

1  sión,    con    otros    empleos    gráficos    del    radium,    bien    podríamos 

decir  mejor  marconigrama  y  marconigra'fiar,  como  se  dice  en 
Italia,  lo  que,  además  de  ser  elegante,  sería  de  justicia. 

Cablegrama. — Igual  que  cable. 

Convoy. — Angarillas,  en  su  cuarta  acepción.  Probable  derivación  figu- 
rativa de  la  voz  marítima. 

Anguila. — Individuo  resbaloso.     Es  una  anguila. 

Aporcar. — Cubrir  con  tierra  las  raíces  de  la  caña  de  azúcar.  La 
acepción  del  Diccionario  de  la  Academia  es  análoga,  no  idéntica. 
Cuervo  demuestra  que  esta  voz  es  clásica    (pág.  511). 

Apolismado. — Fruto  magullado. 

Apolismar. — Magullar  un  fruto.  Se  usa  también  como  verbo  re- 
flexivo. 

Bullanga. — Derivación  despectiva  de  bulla,  escándalo,  jolgorio.  Lo 
usó  ya  a  mediados  del  siglo  último  Francisco  de  P^ula  Gela- 
bert.  Se  conoce  en  el  Continente  la  epéntesis  bullaranga.  La  voz 
bulla  se  usaba  también  en  Cuba  como  sinónimo  de  contoneo; 
"tiene  una  bulla  en  la  cintura  que  echa  fuego",  se  decía. 

Ajonjeo. — Mimo,  chiqueo,  según  Armas.  Hoy  en  desuso.  De  ajonje, 
substancia  pegajosa. 

Aljorozar. — Repellar,  según  Armas.  Hoy  en  desuso.  De  aljor  y  éste 
de  aljez,  yeso. 

Sollate  o  Soyate. — El   pellejo.     Voz   azteca,  según   Armas. 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  41 

Chapapote. — Voz  caribe,  dice  la  Academia;   mejicana,  dice  Armas. 

Coconete. — Niño  pequeño,  hombre  raquítico.  Voz  mejicana,  según 
Armas.     No  nos  lo  parece. 

Fondongo. — Se  deriva  de  fondón-ngo.  Significa  lo  mismo  que  la  o'.ra 
castellana  fondillo,  de  igual  origen.  Fondón,  según  Toro  y 
Gisbert,  es  adjetivo  que  quiere  decir,  vulgarmente,  de  trasero 
muy  abultado.  Pío  Baroja  nos  enseña  otra  palabra  análoga: 
fondoncilla.     Véase,    además,    la    primera    acepción    de    fotingo. 

Tarramenta. — Cornamenta,   así   como    al   cuerno   se   le   dice   tarro. 

Cabreta. — Por  cabritilla. 

Caderudo. — De  grandes  caderas. 

Cala. — 'Aparato  de  metal,  bueco,  de  forma  cónica  y  puntiaguda,  con 
una  muesca  en  un  lado,  bacia  el  centro,  con  el  cual  se  penetran 
los  sacos  de  azúcar,  arroz  u  otros  efectos  para  sacar  muestra 
de  ellos,  sin  abrirlos.  Acción  y  efecto  de  calar,  pues  no  sólo 
los  melones  y  otras  frutas  semejantes  se  calan,  como  parece  su- 
poner el  Diccionario  de  la  Academia. 

Caletón. —  ¡Un  aumentativo,  de  un  diminutivo!  ¿Habráse  visto  otra 
más  absurda?  De  caleta,  diminutivo  de  cala  en  su  segundo 
ariículo,  como  caleta.  Es  frecuente  en  nuestra  toponimia  ma- 
rítima:     Caletón  de   Ventura,   Caletón  del  Rosario. 

Machango. — Se  dice  a  una  mujer  virago,  marimacbo,  o  sea  macha-ngo. 
En  Suramérica  se  le  dice  macha,  según  Ciro  Bayo  y  Toro  y  Gis- 
bert, y  mac%ona,  según  Selva  en  su  Guia  del  Míen  decir.  Al 
decir  de-  Toro  <ty  Gisbert,  machango  es  americanismo  referente  a 
una  especie  de  mono.  Hoy  no  se  usa  ya  en  Cuba  en  tal  sentido 
el  vocablo;  pero  se  usaba  así  al  promediar  el  siglo  pasado.  Ge- 
labert,  en  un  artículo  sobre  los  velorios,  aludía  a  un  apodado 
Machango,  "el  cual,  en  efecto,  tiene  cara  de  mono." 

Leñazo. — Golpe  dado  con  un  leño.  En  la  Vida  y  hechos  de  Esteba- 
nillo  González,  contada  por  el  mismo,  se  usó  en  igual  sentido. 
Ignoramos  si  boy  está  en  desuso  en  España  (la  dicción,  no  la 
acción)  ;    no   trayéndola    el    Diccionario    de    la    Academia. 

Recholata. — Diversión,  jolgorio.  Cuando  el  bautizo  bubo  la  gran  re- 
cholata. Ellos  estuvieron  de  recholata.  Esta  voz  acaso  se  de- 
rive de  la  anticuada  regolax.  El  maestro  Correas  en  su  voca- 
bulario del  siglo  XVII  dice:  "Estar  de  grox,  de  regodeo,  de 
regolax..."  dándoles  igual  significado.  Y  probablemente  por 
atracción  fonética  del  sinónimo  rechonchear,  cambió  la  g  en  ch, 
y  por  el  aumentativo  ata  (como  en  cenata,  bachata,  etc.)  con- 
virtióse la  ax  en  ata  y  de  re-g-ol-ax,  tuvimos  re<-ch^ol-ata. 

Cajonería. — La  acepción  de  la  Academia  es  desusada  en  Cuba.  En 
su  lugar,  queremos  decir:  taller  donde  se  construyen  cajas, 
cajitas  y  cajones.  Como  se  observa,  aquel  substantivo  femeni- 
no ha  nacido  del  aumentativo  de  caja;  por  eso  no  decimos  m  n- 
ca  caj&ría,  ni  cajero,  como  en  España,  sino  cajonería  y  cajmiro. 


42  FERNANDO     ORTIZ 

Cajonero. — Constructor  de  cajas,  cajitas  y  cajones. 

Fileteador. — El  que  filetea.  Se  dice,  generalmen'e,  del  operario  que 
adorna  con  filetes  de  papel  las  cajas  de  cedro  destinadas  al  en- 
vase del  tabaco  elaborado. 

Matungo. — Se  dice  del  animal  matalón,  que  por  su  es'ado  es  conve- 
niente matarlo  (matu-ngo),  para  aprovecharlo  antes  que  una 
próxima  temerte  impida  su  aprovechamiento.  También  se  dice 
de  las  personas  achacosas,  enfermizas,  desmedradas,  flacuchas 
o  débiles.  * 

Cajón.— No  siempre  es  en  Cuba  aumentativo  de  caja,  pues  a  la  ca.jita 
de  tabacos  se  la  suele  decir  siempre  cajón.  Este  cubanismo  es 
tan  arraigado  que  el  mismo  Suárez  lo  usa,  al  definir  la  voz 
filetear. 

Escogida. — 'No  solamente  el  lugar  donde  se  escoge  el  tabaco  en  rama, 
y  la  reunión  de  obreros  encargados  al  efecto,  sino  la  operación 
de   escoger.     La  escogida  resultó  ruinosa, 

Maturranga. — Es  americanismo  y  derivación  despectiva  de  maturraca. 
Acción  poco  correcta,  engañifa,  treta.  Armas  la  deriva  de 
matul,  matulo   (bulto  grande)   matulanga. 

Maturango  en  la  Argentina  es  el  mal  jinete.  En  el  Perú,  el 
caballo  flaco  y  matungo.  Se  dice  también,  por  extensión,  del 
español  o  europeo,  según  Toro  y  Gisbert. 

Confianzudamente. — Con   abusiva  confianza. 

Serpentín. — Tubo  largo  y  enroscado,  que  sirve  para  facilitar  mediante 
el  paso  por  él  del  vapor  caliente,  la  cristalización  del  azúcar 
en  los  tachos. 

Calzada. — Vía  pública  ancha,  por  extensión  de  la  acepción  castellana. 

Camión. — Además  de  la  acepción  castellana,  aunque  ya  casi  del  todo- 
olvidada,  hoy  se  usa  para  el  automóvil  de  carga,  cualquiera  que 
sea  su  capacidad. 

Meter. — Intercalaríamos  la  correspondiente  papeleta  del  Diccionario 
de  la  Academia,  como  sigue:  25.  Correr.  Metía  mucho  el  auto- 
móvil o  el  hareo.  ||  26.  Pegar.  Meter  un  cuerazo.  ||  27.  Traba- 
jar. Ese  esclavo  mete  duro.  Metió  todo  lo  que  pudo.  ||  28.  Re- 
correr gran  distancia.  Meterse  varias  leguas  a  pie.  ||  29. 
Vencer  algo  o  a  alguien.  Me  lo  metí.  ||  30.  Pegar  golpes.  Le 
metió  duro.  Meterle  a  uno  la  mano.  ||  Meter  mano  en  o  de.  fr. 
Ocuparse  de  un  asunto  o  trabajo.  ||  Meter  la  pata.  fr.  Cometer 
un  error.  ||  Meterse  &n  la  pina.  fr.  Acobardarse  ||  Meterse  en 
el  saco.  fr.  Emborracharse.  ||  Meter  caña.  fr.  Trabajar,  por  el 
trabajo  nacional:  meter  caña  a  los  trapiches.  Esta  frase  suele 
ser  sinónima  de  las  demás  acepciones;  así:  le  metió  caña,  pe- 
gar; el  vapor  metía  caña,  iba  velozmente.  En  estas  frases  la 
caña  no  vale  nada.  ¡A  lo  que  hemos  llegado  en  Cuba!  La 
acepción  16,  introducirse  en  una  parte  sin  ser  llamado,  no  siem- 
pre se  enMende  en  Cuba,   cuando  dícese  de  uno,  que  se  metió* 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  4?, 

Así  se  usa,  aunque  haya  precedido  una  llamada  al  acto  de  me- 
terse. Lo  llamaron  del  coche  y  se  metió.  En  esos  casos  vie- 
ne a  ser  un  sinónimo  de  entrar.  Por  eso  se  dice  corriente- 
mente:    el  tiempo  se  metió  en  aguas,  o  entró  a  llover. 

¡Métele! — Está  bien  definido  por  Suárez,  pero  su  aplicación  es  más 
extensa.  Métele  o  mete,  simplemente,  puede  equivaler  a  ¡corre! 
¡pégale!    ¡trabaja! 

Metida. — Caminata,  viaje  o  recorrido  largo.  La  gran  metida.  Para 
ir  a  pie  hay  que  darse  una  gran  metida.  ||  Zurra.  Le  dio  una 
metida  como  para  él  solo.  ||  Fastidio,  disgusto.  Me  llevé  la 
gran  metida.  ||   Equivocación  ¡Qué  metida! 

Metido. — Entremetido.  Usted  es  muy  metido.  ||  Comprometido,  apu- 
rado o  apretado  en  un  negocio  o  empresa.  El  hacendado  está 
muy  metido.   ||   Borracho,  por  metido  en  el  saco. 

Fastidiada. — Fastidio.     Le  dio  la  gran  fastidiada. 

Ajo. — La  Academia  en  el  art.  5?:  Negocio  sospechoso  o  poco  decen- 
te en  que  intervienen  varias  personas.  Andar  en  el  ajo.  Puede 
ser  que  así  sea  en  España.  En  Cuba  el  ajo  es  lo  importante, 
secreto,  culminante,  la  yema  de  un  asunto,  y  así  decimos:  Fu- 
lano votó  sin  estar  en  el  ajo  del  negocio;  al  hablar  dio  en  el 
ajo;  el  ajo  está  en  que  he  llegado  a  tiempo. 

Bofarse. — Toro  y  Gisbert  trae  esta  voz  como  mejicanismo.  Ahuecarse 
una  pared.  Es,  también,  cubanismo.  También  usamos  abo- 
farse. 

Abofarse. — Ahuecarse  una  pared,  separarse  el  repello  de  la  pared, 
como  si  ésta  se  hubiese  inflado.  Bufar  o  bofar,  es  voz  catalana 
que  significa  soplar. 

Guayabo. — El  árbol  que  produce  la  guayaba,  dice  el  Diccionario  de 
la  Academia.  ¿Pero  por  qué  añade:  "En  francés:  goyavief"? 
¿Quiere  decir  con  esto  que  es  un  galicismo?  ¿Sí?  Pues  no  es 
verdad;  como  no  lo  es  guayaba,  tampoco  lo  es  guayabo.  ¿Nó? 
¿Pues  qué,  acaso  en  cada  otra  papeleta  del  Diccionario  se  trae 
a  colación  la  traducción  francesa  de  cada  vocablo?  ¡Fuera,  pues, 
el  goyavier!  Esa  etimología,  si  se  propone  como  tal,  no  vale 
una  guayaba,  para  decirlo  en  criollo.  Recuérdese  en  cambio  al- 
guna de  las  22  acepciones  y  derivados  de  guayaba,  traídas  por 
Suárez,  que,  como  guayabal,  guayabera,  guayabito,  harían  me- 
jor papel  en  el  diccionario  castellano  que  esa  inexplicable  eti- 
mología gabacha.  ¡Que  no  nos  venga  la  Academia  con  guaya- 
bas!,  y   consignemos   así,   de  paso,  otro   cubanismo. 

Ambulancia. — Carro  de  un  hospital,  con  camilla. 

Amorrongarse. — Este  vocablo  que  es  hoy  un  muy  soez  vulgarismo,  no 
tiene  la  etimología  que  supone  Suárez.  Se  deriva  de  la  voz 
marinera  amorronar,  enrollar  la  bandera  y  ceñirla  de  trecho 
en  trecho,  para  izarla  como  señal  en  demanda  de  auxilio.  La 
g  se  ha  entrometido,  dando  una  desinencia  despectiva  a  la  voz, 


44  FERNANDO     OBTIZ 

y  por  sugestión  de  cierto  parónimo  indecente.  Significa:  aco- 
bardarse. 

Apostar. — En  Cuba  no  se  necesita  "un  pacto  entre  los  que  disputan", 
como  parece  exigir  el  Diccionario  de  la  Academia.  Uno  puede 
apostar  a  una  rifa  o  a  la  ruleta,  sin  disputa  alguna,  y  hasta 
sin  pacto  expreso. 

Canalizo. — Diminutivo  de  canal.  Lo  decimos  a  todo  canal  pequeño, 
por  influjo  de  su  acepción  marinera,  que  trae  el  Diccionario 
de  la  Academia. 

Canasta. — Si  ha  de  ser  cesto  redondo,  como  quiere  el  Diccionario  de 
la  Academia,  aquí  la  canasta  no  siempre  lo  es,  Canasto,  dice 
el  Diccionario  que  es  canasta  recogida  de  boca,  cosa  muy  pro- 
pia, al  fin,  de  un  ser  masculino,  en  relación  con  su  femenino; 
pero  en  Cuba  no  nos  fijamos  en  tales  recogimientos  de  boca  y 
aplicamos  una  u   otra  vocal,   sin  reparar   en   sexos. 

Canastillero. — Mueble  para  guardar  la  canastilla  del  niño. 

Metedura. — Acción  de  meter.  Metedura  de  pata.  ¿Qué  metedura  es 
ésa  que  te  traes  en  mis  asuntos? 

Sabrosón. — Comodón. 

Sabroso. — De  sabroso,  como  de  sabrosón,  se  dice  del  que  realiza  un 
acto  o  consigue  algo  sin  molestia  ni  esfuerzo  alguno  de  su 
parte,  como  viajar  o  entrar  en  un  teatro  sin  pagar,  obtener 
buena  nota  en  un  examen  sin  estudiar,  vivir  en  casa  ajena  sin 
costo  alguno,  ser  elegido  para  un  cargo  sin  trabajar  su  can- 
didatura, etc. 

Sabrosearse. — Darse  gusto  de  sabrosón;  acepción  algo  distinta  de  sa- 
borearse. Sabrosearse  se  usó  antaño  en  España  por  hacer  sa- 
broso lo  que  no  lo  es,  según  el  P.  Mir. 

Cliaucliau. — Se  le  dice  al  chino,  sin  duda  por  su  habla  ininteligible; 
pero  no  por  recuerdo  de  ella,  que,  de  quererlo  así,  se  diría  me- 
jor chang  ching  chong,  o  cosa  de  poco  más  o  menos.  Chao, 
chao  decían  ya  los  clásicos  castellanos  por  palabrería,  verbosi- 
dad, tarabilla,  charla  etc.,  como  puede  verse  en  el  Vocabulario 
de  Correas  "que  vivió  en  tiempo  de  Felipe  tercero".  La  mu- 
chachería le  gri'a  a  los  chinos:  ¡Chauchau,  palanqueta!  Y 
esto  requiere  una  explicación.  Dice  Coll  y  Tosté  que  en  el 
lenguaje  de  los  indios"  de  Puerto  Rico  chau  chau  significaba 
pan  delgado.  Las  Casas  dice  que  xaoxao  eran  las  tortas  del- 
gadas de  casabe  que  hacían  los  iTíuios.  Oviedo  dice  que  el  pan 
de  casabe,  delgado  como  obleas,  se  llamaba  xauxau.  Este  signi- 
ficado puede  dar  luz  sobre  la  expresión  chauchau  palanqueta, 
que  se  le  dice  a  los  chinos.  El  chauchau  palanqueta  equivalía 
decir:  xaoxao  palanqueta,  y  debió  de  ser  un  dulce  o  pastelito  de 
torta  de  casabe,  gofio  y  melado,  que  aun  decimos  palanqueta,  y 
el  chauchau  se  aplicó  así  al  pastel,  por  derivación  indiana,  como 
al  chino,  se  le  dijo  por  derivación  castiza.     Esto  aparte  de  que 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  45 

los  chinos  en  sus  puestos  de  frutas  y  freidurías,  son  los  que 
suelen  hoy  día  hacer  y  vender  las  palanquetas.  Por  donde, 
decirle  a  un  chino  chauehau,  como  le  dice  la  muchachería, 
está  bien;  pero  decirle  chauehau  palanqueta  está  rematada- 
mente mal.  Ahí  la  palanqueta  es  voz  atávica,  supervivencia 
de  otra  expresión,  que  por  estar  tan  adherida  al  chauehau,  en 
una  de  las  acepciones  de  esta  voz,  la  antillana,  xaoxao,  le  si- 
gue  al   chauehau,   cuando   no    debe,    en   su   acepción   castiza. 

Enchuchar. — Situar  el  material  rodante  de  un  ferrocarril  en  un  chu- 
cho, o  ramal  auxiliar  de  ferrocarril,  de  modo  que  deje  expedito 
el  tránsito  por  la  vía  principal.  Metafóricamente  se  llamó 
enchuchado  al  militar  separado  interinamente  de  su  cargo  o 
mando  por  el  Presidente  de  la  República  M.  G.  Menocal,  para 
que  otro  o  alguno  de  sus  subordinados  pudiera  servir  los  inte- 
reses políticos  del  Gobierno,  ejerciendo  violencias  contra  los 
electores,  privándolos  de  sus  libertades  ciudadanas  y  arreba- 
tándoles el  sufragio. 

Atestar. — Lo  usamos  aquí  aplicándolo  también  a  las  personas.  La 
iglesia   estaba  atestada  de  gente,   o   atestada,    simplemente. 

Atrabanco. — 'Traba,  obstáculo,  obstrucción,  estorbo. 

Atrabancar. — Poner  trabas,  obstáculos,  etc. 

Polín. — Trozo  de  madera  prismático,  de  longitud  variable,  que  sirve 
de  durmiente  de  los  railes  en  las  vías  férreas.  Traviesa  o  tra- 
vesano del  ferrocarril. 

Resbaloso. — Se  dice  de  la  persona  escurridiza,  difícil  de  comprometer, 
e  informal  en  sus  tratos. 

Resbalosería. — Condición  de  la  persona  resbalosa,  informalidad  en  los 
tratos.     Déjese  de  resbaloserías. 

Cotorrero. — Correspondiente  a  la  cotorra.  Se  llama  así  a  cierta  clase 
de  guayaba. 

Encuevarse. — Corrupción  de  encovarse.  Esta  corrupción  está  en  cier- 
to modo  disculpada  por  haberse  usado,  hasta  por  clásicos,  la 
voz  encubarse  en  sentido  figurado,  meterse  en  una  cuba,  con 
igual  significación  de  esconderse  en  una  cueva,  huir  de  la  pu- 
blicidad. 

Despestañarse. — 'Falta  en  el  Diccionario  de  la  Academia  esta  acep- 
ción figurada,  de  uso  constante  en  Cuba;  trabajar  excesivamen- 
te con  la  vista.,  por  ejemplo,  en  el  estudio,  en  el  bordado,  en  la 
costura,  etc. 

Documentado. — No  solamente  se  dice  del  memorial  o  escrito  acom- 
pañado de  documentos,  sino,  metafóricamente,  de  la  persona 
que  ha  estudiado  a  fondo  y  con  abundancia  de  datos  un  asunto. 

Contrapunteo. — Porfía  picante  *  entre  dos  personas.  Dimes  y  diretes. 
El  acto  de  contrapuntear,  especialmente  en  su  segunda  y  cuar- 
ta acepción  del  Diccionario  de  la  Academia. 


46  FERNANDO     OKTÍZ 

Rascarrabias. — Se  dice  de  la  persona  rabiosa,  pendenciera,  gruñona, 
de  nial  carácter.     Corrupción  de  cascarrabias. 

Mono. — No  los  hay  indígenas  en  Cuba.  Los  que  se  ven  son  importa- 
dos; no  obstante  lo  cual,  además  de  "meterle  a  uno  los  monos 
en  el  cuerpo",  cuando  lo  amedrentan  o  atemorizan  seriamente; 
comparamos,  al  asegurar  la  certeza  una  cosa,  diciendo:  como 
mono;  y  cuando  sopla  aire  frío  o  bace  un  friecito  molesto,  nos 
damos  cuenta  de  que  chifla  el  mono,  cosa  bien  singular,  por 
cierto.  Son  muchos  monos,  al  parecer,  los  que  saltan  en  la 
fronda  de  nuestro"  lenguaje  popular.  ¡Hasta  tenemos  monos 
sabios! 

De  todos  estos  simios  cubanos,  los  más  sorprendentes,  más 
curiosos  aun  que  el  mono  que  chifla  cuando  hace  frío,  son  los 
,•  que  a  uno  le  pueden  meter  en  el  cuerpo.  Ignoramos  el  origen 
!  de  tales  terribles  monos,  pero  no  de  la  expresión  e  idea  del  me- 
timiento, que  es  castiza,  al  decir  del  jesuíta  P.  Mir  y  Noriega, 
quién  la  toma  del  otro  jesuíta  P.  Juan  de  Torres  en  su  Filoso~ 
fía  moral  de  príncipes  (1600),  el  cual  escribió,  tratando  del  mie- 
do que  pasaron  no  menos  de  seiscientos  mil  israelitas:  "les  me- 
tieron el  garbanzo  en  el  cuerpo".  Nosotros  hemos  convertido 
el  garbanzo  en  monos,  así  en  plural,  por  bien  rara  y  absurda 
metamorfosis;  que,  al  ñn,  aunque  con  hoy  inexplicable  metá- 
fora, no  es  cosa  difícil,  que  se  diga,  meterle  a  uno  el  garbanzo 
y  aun  los  garbanzos,  en  el  cuerpo,  pero  harto  dificilillo  ha  de 
ser  que  le  puedan  meter  a  un  prójimo  los  monos,  y  aunque  uno 
sólo  fuere,  en  el  cuerpo,  como  con  frecuencia  se  oye  decir  en 
Cuba. 

Canelón. — Las  piezas  de  cristal  que  cuelgan  como  adorno  de  lámparas 
o  candelabros.  Se  dicen  así,  probablemente,  por  los  canelones  o 
carámbanos  largos  y  puntiagudos,  que  cuelgan  de  las  canales 
cuando  se  hiela  el  agua  lluvia  o  se  derrite  la  nieve;  por  lo  que 
debemos  deducir  que  esta  acepción  nos  fué  traída  de  España, 
donde  suele   haber   carámbanos,   que   aquí  se   desconocen. 

Naiditica. — ¡Sería  aquí  ocioso  dar  cuenta  de  todos  los  diminutivos 
anómalos,  que  usamos  a  diario.  Llegamos  hasta  aplicar  de- 
sinencias diminutivas  a  los  adverbios,  (ahorita,  en  cuántico). 
Pero  este  naiditica  no  tiene  ripio.  De  nada,  nadita,  naita,  na- 
ditica, todos  los  cuales  se  usan;  y,  en  fin,  por  influencia  de  la 
metátesis  del  naiden  vulgar  se  incrusta  una  i,  entre  las  dos 
primeras  sílabas  y  nace  el  naiditica,  y  por  sincopa  surge  el 
naitica. 

Toitico.—  Diminutivo,  popularmente  usado,  de  todo,  mediante  las  for- 
mas intermedias  todito,  toito,  toditico,  y  por  sincopa  de  la  d, 
toitico. 

Calimba.— Es  cubanismo,  según  la  Academia,  cuyo  diccionario  dice: 
"El  hierro  con  que  se  marcan  los  animales"  y  debiera  añadir: 


UN    CATATJÜ0    DE    CUBANISMOS  47 

"y  se  marcaban  los  esclavos".  En  mi  libro  Los  Negros  Escla- 
vos hube  de  escribir  lo  que  sigue: 

Llegado  el  esclavo  a  Cuba,  en  la  época  del  esplendor  de  la 
trata,  era  herrado,  es  decir,  se  le  marcaba  con  el  hierro,  dis- 
tintivo de  la  propiedad  de  su  amo. 

Este  hierro  consistía  en  una  planchuela  de  metal  retorcida 
de  modo  que  formaba  una  cifra,  o  letra  o  signo,  a  la  cual  se 
unía  un  mango  con  el  extremo  de  madera.  Para  marcar  un 
negro  se  calentaba  el  hierro  sin  dejarlo  enrojecer,  se  frotaba 
la  parte  del  cuerpo  donde  se  debía  estampar  la  señal,  general- 
mente el  hombro  izquierdo,  (i)  cdñ  un  poco  de  sebo  o  de  grasa, 
se  ponía  encima  un  papel  aceitado  y  se  aplicaba  el  hierro  lo 
más  ligeramente  posible.  La  carne  se  hinchaba  enseguida  y 
cuando  los  efectos  de  la  quemadura  pasaban,  quedaba  una 
cicatriz  impresa  en  la  piel,  que  nada  podía  ya  borrar.  Esta 
costumbre  fué  desde  los  primeros  tiempos  de  la  trata;  por  eso 
A.  de  Torquemada  al  hablar  de  las  brujas  dice  que  se  dejan 
marcar  del  demonio  como  esclavos.  (2)  Y  fué  conocida  en  Es- 
paña. Gestoso  (3)  nos  refiere  casos  de  esclavos  marcados  (1500) 
en  una  mejilla  con  una  flor  de  lis,  y  con  una  estrella  en  la  otra; 
de  otros  (1520)  marcados  con  una  S  en  un  carrillo  y  en  el  otro 
con  un  clavo:  de  otros  (1522)  marcados  con  un  letrero  en  la 
cara  que  dice:  "esclavo  de  Juan  Romero,"  de  otro  (1555)  mar- 
cado en  la  cara  un  letrero  que  dice:  "Juan  Sánchez,  cantero." 
Comunmente  la  atroz  marca  consistía,  según  Gestoso,  en  una  S 
y  un  clavo,  que  colocaban  en  el  centro  de  dicha  letra  vertical- 
mente.  La  ese  y  el  clavo,  querían  decir  esclavo.  Y  en  otra 
mejilla  marcaban   el   cuyo. 

Pedro  Vega  d)  escribió:  "La  ese  y  el  clavo  en  un  carrillo, 
y  el  cuyo  en  el  otro,  es  la  divisa  del  esclavo"  y  también:  "Es- 
cribirle en  la  cara  que  es  esclavo  y  a  veces  también  el  cuyo," 
es  decir  cuyo,  o  de  quién  era  el  esclavo;  por  lo  que  cuyo  pasó 
a  ser  sinónimo  de  dueño,  amante. 

También  se  usó  el   hierro  con  los  amerindios. 

En  una  anónima  Relación  del  gobierno  e  población  de  las 
Indias  en  cuanto  a  la  Isla  Española,  Cuba,  Xamayca  e  Saint 
Xoan    de   Puerto    Rico    (5)    se    critica    esa    costumbre    infame: 


(1)  C.    Villaverde.      Cecilia    Valdés,   pág.    12  7. 

(2)  Cita   de  Amezua.      Ob.    cit.,   pág.    592. 

(3)  José  Gestoso  y  Pérez.  Curiosidades  antiguas  sevillanas.  Se- 
villa.   1910,   pág.    87   y   sigt. 

(4)  Declaración  de  los  siete  salmos  penitenciales — 1606 — Tomo  5. 
vers.    19,   dic.    2.      Cita   del   P.   J.    Mir. 

(5)  En  el  Archivo  de  Indias,  (Patronato.- — Estante  2o  Caja  la  Le- 
gajo 1?)  La  inserta  el  erudito  portorriqueño  Coll  t  Tosté  en  su  Boletín 
Histórico  de  Puerto  Rico.  Año  III,  núm.  2o,  págs.  118  y  siguientes.  No 
tiene  fecha  pero  Coll  y  Tosté  opina  que  es  de  1519,  y  acaso  del  célebre 
Oviedo. 


48  FERNANDO     OBTIZ 

"...  e  el  otro  es  el  yerro  de  los  naborias,  que  pues  son  libres  e 
non  esclavos,  es  concyencia,  errallos  e  pagar  dineros  por  el 
yerro,  e  baste  que  se  yerren  los  esclavos." 

Esta  ley  de  infamia  cesó  de  regir  en  4  de  Noviembre  de 
1784,  por  disposición  de  Carlos  III. 

A  esta  cruel  operación  se  la  llamó  calimbar,  y  así  se  sigue 
aquí  llamando  boy,  pues  se  aplica  a  las  marcas  del  ganado. 

Al  herrar  o  calimbar  al  esclavo,  se  le  ponía  un  nombre 
cristiano.  A  fines  del  siglo  pasado  la  individualización  civil  de 
los  mismos  era  más  complicada.  Así  vemos  todavía  en  1829, 
una  lista  de  negros  entregados  al  Real  Consulado,  con  el  nom- 
bre africano,  el  número  del  barracón  en  que  estaban  y  el  nom- 
bre católico  que  se  les  babía  puesto.  Pero  lo  general  fué  pres- 
cindir del  nombre  africano  y  usar  sólo  el  católico,  que  a 
los  bozales  se  les  grababa  en  una  latica  que  se  les  colgaba  del 
cuello  como  un  amuleto,  y  además  se  les  marcaba  en  la  ca- 
misa,    (i) 

Volviendo  a  los  errores  del  Diccionario  de  la  Academia,  este 
trae  la  voz  carimba  significando:  "marca  que  con  hierro  can- 
dente se  ponía  a  los  esclavos  en  el  Perú",  y  debió  decir  "en 
toda  América",  porque  calimba  y  carimba  son  lo  mismo,  siendo 
la  trasmutación  de  la  .lingual  fuerte  r  en  la  linguo-paladial  lí- 
quida o  suave  l,  o  viceversa,  cosa  frecuente  en  todos  los  pue- 
blos, y  en  grado  sumo  en  América.  Carimbo  se  dice  hoy  en 
Portugal  al  sello  que  se  usa  para  marcar  en  plomo,  lacre,  etc., 
y  por  extensión,  a  todo  sello,  aun  cuando  no  sea  candente.  Más 
que  cubanismo  y  peruanismo,  según  la  Academia,  sería  un 
americanismo,  y  portuguesismo.  Pero  la  palabreja  es  castiza, 
aunque  perdida,  como  tantas  otras  de  su  casta,  en  el  "solar  de 
la  raza",  pues  en  la  Pícara  Justina  se  dice:  "Los  de  mi  ca- 
limbo saben  hacer  de  una  cara  dos".  Y  dice  el  P.  Mir  que 
proviene  de  calibo,  tomada  por  calibre,  que  en  sentido  figurado 
significa  condición.  Más  bien  quiso  la  picara  Justina  decir  li- 
naje o  casta,  por  más  que  allá  se  van  los  vocablos  en  cuanto  a 
su  sentido;  de  lo  cual  inferimos  que  yerra  el  P.  Mir,  pues  no 
de  calibo  (árabe;  calib,  modelo)  o  calibre,  se  deriva  esa  voz, 
sino  de  calibo,  que  según  la  autoridad  del  mismo  Diccionario 
de  la  Academia,  aun  se  usa  en  Aragón  por  rescoldo,  y  procede 
del  latín  caleré,  estar  caliente.  Recuérdese  sino,  que  se  calim- 
ba con  hierro  candente.  ¿No  es  evidente  que  son  de  un  mismo 
calimbo;  calor,  calentura,  caldo,  caldear,  callentar,  y,  en  fin, 
caliembrar,   calimbrar   o   carimbar? 

Vean,  pues,  los  doctos  de  la  Academia,  para  la  próxima  edi- 
ción de  su  Léxico,  si  ponen  en  orden  esos  vocablos. 

O)      Véase  en   Papel  Periódico  de   la  Havana,  número  del    30   de  Abril 
de   1795. 


ÜN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  4íi 

Yincotel. — Bebida  alcohólica.     Del  inglés  gin  cocktail. 

Champiñón. — Setas.     Del  francés  champignon. 

Flamboyán  o  Framboyán. — Cierto  árbol  que  echa  unas  flores  muy  ro- 
,     jas  como   llamas,  por  lo  cual   en  francés  se   llama  flamboyant. 

Fuetazo. — Trago  de  bebida  alcohólica.     Algunos  dicen  foetazo. 

Fuácata. — Chasquido   del  látigo,   onomatopéyico. 

Escampada. — Período  o  momentos  en  que  cesa  de  llover.  Aprovecha 
esta  escampada  para  iri.e. 

Azucararse. — Convertirse  en  azúcar,  p  separarse  el  azúcar  de  los  de- 
más componentes  de  una  cosa.  El  caramelo  se  azucaró,  el 
anisado  está  azucarado. 

Rasqueta. — El  Diccionario  de  la  Academia  dice:  Amér.  Merid.  Al- 
mohaza. También  en  Cuba,  siendo  totalmente  desusada  la  voz 
almohaza.  Nótese  como  esta  acepción  es  de  origen  marítimo, 
pues  rasqueta  es  propiamente  la  planchuela  de  hierro,  de  can- 
tos afilados  y  con  mango  de  madera,  que  se  usa  para  raer  y 
limpiar  (rascar)  los  palos,  cubiertas  y  costados  de  las  embar- 
caciones. 

Papaúpa. — Estar  de  papaúpa,  estar  bien,  sabrosamente.  Papá  upa,  es 
expresión  infantil,  que  dice  el  niño  al  padre  cuando  quiere 
que  és^e  lo  cargue,  de  donde  viene  el  fam.  aupar.  El  significa- 
do metafórico  del  vocablo  es,  pues,  bien  claro. 

Trinidad. — Conjunto  de  tres  personas  o  cosas  relacionadas  entre  sí. 
Nuestros  cronistas  de  salones  dicen:  Las  tres  señoritas  eran 
una  trinidad  encantadora.  El  Diccionario  de  la  Academia 
no  trae  esa  acepción,  frecuente  en  Cuba,  aunque  la  usaron  los 
clásicos,  según  el  P.  JVfir^  y  Noguera  en  su  Rebusco  de  Voces 
Castizas. 

Grillé. — Galicismo,  corriente  en  Cuba,  para  significar  los  palcos  que 
en  los  teatros  están  sobre  el  proscenio.  Se  les  llama  así  porque 
antiguamente  esos  palcos  tenían  un  enrejado  en  forma  de  ce- 
losía, que  se  cerraba  impidiendo  que  los  expectadores  vieran 
quienes  ocupaban  esos  palcos.  Solían,  aun  hoy,  estar  en  comu- 
nicación inmediata  con  el  escenario  y  a  veces  los  ocupaban  los 
comediantes,  sin  necesidad  de  cambiar  de  traje,  o  personas  que 
por  enlu'adas  o  ir  en  malas  compañías  no  querían  ser  vistas. 
Hoy  se  ha  suprimido  el  enrejado  o  grillé,  que  les  dio  nombre. 

Devanar. — Devanarse  los  sesos.  Preocuparse  excesivamente  por  algo 
sin  resultado  satisfactorio.  El  Diccionario  de  la  Academia  no 
trae  el  reflexivo  devanarse,  ni  tampoco  el  devanearse,  que  sería 
aquí  el  pertinente,  ya  que  devanarse  los  sesos  es  un  disparate 
vulgar  muy  generalizado.  No  hay  que  devanárselos  mucho 
para  creer  que  el  verbo  propio  es  devanearse,  de  devaneo,  de- 
vanear. Hacer  o  decir  despropósitos,  disparates,  ocuparse  inú- 
tilmente. Devanearse  uno  los  sesos  es  pues,  hacerlos  trabajar 
estérilmente. 


50  FERNANDO     OKTIZ 

Descartarse. — Apartarse  de  algo  o  de  alguien.  En  Cuba  es  de  uso 
muy  frecuente  este  reflexivo,  como  también  descartabie. 

Ripiado. — Hecho  ripios.  Ese  vestido  está  ripiado.  Es  participio  del 
verbo  activo  ripiar,  como  bien  lo  define  Suárez,  en  -su  acepción 
cubana.  Como  adjetivo,  equivale  en  Cuba  a  pobrete,  desprecia- 
ble. Fulano  es  un  ripiado,  como  en  el  Continente  se  dice:  es 
un  roto. 

■Ripiarse. — El  verbo  ripiar  se  usa  aquí  también  como  reflexivo,  en  el 
senüdo  figurado  de  perder,  destruir,  etc.  Voy  a  ripiarme  diez 
pesos  a  la  ruleta.     Es  capaz  de  ripiarse  la  vida  con  cualquiera. 

Agalludo. — El  que  tiene  agallas,  en  el  sentido  de  ánimo  esforzado,  des- 
preocupado o  desvergonzado.  Estimamos  errónea  la  acepción 
que  da  Suárez,  codicioso.  Sucede  que  por  agalludo  tenemos  a 
todo  aquel  que  tiene  ánimo  para  desafiar,  con  sus  ac  os  egoís- 
tas  o  inmorales,  la  opinión   ajena. 

Alebrestarse. — -Según  el  Diccionario  de  la  Academia,  significa,  en  sen- 
tido figurativo,  acobardarse,  como  la  liebre.  En  Cuba  se  ale- 
brestan, con  ánimo  muy  ajeno  a  la  cobardía,  aquellos  hombres 
que  ante  las  coquetas  hacen  por  captarse  sus  simpatías.  Ig- 
noramos que  relación  puede  tener  este  sentido  del  vocablo  con 
las  liebres,  aparte  de  que  en  Cuba  no  hay  liebres. 

Entresemana. — En  los  días  de  labor.  Es  muy  frecuente  esta  voz  en 
Cuba.  El  P.  Mir  y  Noguera  dice  que  es  castiza,  citando  a  un 
Fray  Cabrera,  que  en  sus  Sermones  de  Cuaresma  empleaba 
la  palabrita,  en  1600.  Suponemos  que  entonces  fué  de  uso  ge- 
neral en  España  y  que  de  allí  nos  vino,  y  la"  mantenemos  por 
ser  necesaria,  pues  no  es  de  creer  que  la  inventara  el  sermo- 
nero  dominico,  ni  que  tuvieran  en  Indias  tanta  resonancia  sus 
sermones.  Culpa  de  Cuba  no  es  si  este  vocablo  tan  útil  debe 
de  ser  calificado  como  cubanismo,  habiéndosele  despreciado  en 
su  patria. 

Freidera. — Cazo,  cazuela,  sartén  o  vasija  donde  se  frie.  No  lo  trae 
el  Diccionario  de  la  Academia.  En  Cuba  es  de  uso  constante 
en  la  cocina,  así  la  voz  como  el  objeto  que  significa. 

Casarse. — Ligarse  estrechamente  a  una  persona,  aunque  no  sea  con 
vínculo  matrimonial.  Yo  no  me  caso  con  ningún  partido.  Ya 
no  me  caso  con  los  criados.  Este  reflexivo  no  lo  trae  la  Aca- 
demia, y  entre  cubanos  es  muy  frecuente. 

Bacho. — Bachata,   trae   Suárez,   aumentativo   de  bocha. 

Facha. — 'La  expresión  marinera  ponerse  en  facha  o  sea  parar  el  curso 
de  una  embarcación  por  medio  de  las  velas,  haciéndolas  obrar 
en  sentidos  contrarios,  se  usa  en  sentido  figurado;  en  vez  de 
la  otra  expresión,  también  castellana,  aunque  italianismo,  fa- 
cha'&  facha,  o  sea  cara  a  cara.  Así,  se  ponen  en  facha  los  due- 
listas en  el  duelo,  los  bailadores  al  ir  a  bailar. 

Escarceo. — En   Cuba  son  totalmente  desusadas  las  dos  acepciones  que 


Ú^    CATAUKO    DE    CUBA^ISJÍOS  O  i 

da  el  Diccionario  de  la  Academia,  pero  la  primera  de  ellas  ha 
dado  aquí  origen  a  una  nueva  acepción  metafórica.  Dice  el 
Diccionario:  movimiento  en  la  superficie  del  mar,  con  pequeñas 
olas  ampolladas  que  se  levantan  en  los  parajes  en  que  hay  co- 
rrientes. Esta  voz  marítima  ha  sido  aplicada  elegante  y  apro- 
piadamente, en  Cuba,  a  los  incidentes  orales  que  como  peque- 
ñas olas  suelen  levantarse  en  los  debates,  especialmente  en  los 
políticos  y  parlamentarios,  donde  hay  vivas  y  encontradas  co- 
rrientes de  opinión.  Por  extensión  se  aplica,  a  veces,  a  toda 
discusión  vivaz.  En  el  Senado  se  armó  el  gran  escarceo.  Tuvo 
un  escarceo  con  su  suegra. 

Carnero. — Además  de  la  acepción  que  trae  Suárez,  la  usamos,  como 
adjetivo,   por   carneruno.     El  pueblo   es  muy   carnero. 

Carpeta. — Ha  pasado  a  significar  el  escritorio  o  mesa  comercial,  y 
el  departamento  de  contabilidad  de  un  establecimiento.  Juan 
fué  aprendiz  de  carpeta.     Se  sentó  a  la  carpeta. 

Aperreado. — Falta  en  el  Diccionario  de  la  Academia  este  adjetivo,  que 
se  oye  bastante  en  Cuba  y  probablemente  en  España.  Vida  ape- 
rreada o  de  perros. 

Arqueada. — Como  arcada,  en  su  segunda  acepción.  Voz  hoy  usual  en 
Cuba,  y  anticuada  en  España. 

Tinajero. — Armario  en  que  se  pone  la  piedra  de  filtrar  el  agua  pota- 
ble, la  tinaja  o  bernegal  que  la  recibe  y  el  cántaro  y  los  vasos 
para  su  servicio.  Así  dice  muy  bien  el  Diccionario  de  la  Aca- 
demia, pero  intercala:  usado  en  Venezuela.  Y  en  Cuba  también, 
señores  de  la  Academia. 

Brete. — En  una  tercera  acepción,  parecida  a  la  segunda,  en  un  senti- 
do más  amplio,  es  común  en  Cuba:  enredo,  trastorno,  alboroto. 
Buen  brete  se  armó.  No  me  vengas  con  más  bretes. 

Bretero. — El  amigo  de  bretes,  enredos  o  trastornos.  Si  los  clásicos 
hicieron  matrero,  tretero  y  cuatrero,  los  cubanos  hemos  hecho 
un  bretero  de  buena  ley.  ¿Por  qué,  pues,  no  ha  de  tener  cir- 
culación? 

Enseriarse. — Ponerse  serio,  cubanismo  muy  corriente.  La  'discusión 
se  enserió  mucho.  El  Diccionario  de  la  Academia  no  tiene  este 
reflexivo,  ni  ningún  otro  análogo,  con  ser  tan  servicial  el  vo- 
cablo. Se  usó  antaño  aseriarse,  según  sostiene  el  jesuíta  P. 
Mir,  fundándose  en  dicción  de  otro  jesuíta,  éstte  del  siglo 
XVIII.  Quizás  en  Cuba  hicimos  de  aseriarse,  enseriarse,  por  la 
influencia  fonética  de  la  expresión  en  serio.  Sería  de  desear 
que  la  Academia  lo  incluyera  en  la  próxima  edición  de  su  dic- 
cionario (nacido  por  la  ley  que  dio  vida  a  ensoberbecer,  en- 
ternecer, ensopar  y  tantos  otros)  ;  por  más  que  si  así  no  lo  hi- 
ciera, no  será  caso  de  enseriarse  por  ello. 

Derriscadero. — Despeñadero.  Lugar  por  el  cual  se  camina  con  peligro 
de  caer  y  herirse  o  matarse,  o  sea  de  derriscarse,  rodar  peñas 


52  FEENANDO     ORTÍZ 

abajo  o  de  risco  en  risco.    Fig.  Situación  peligrosa.    Es  voz  an- 
ticuada y  en  desuso  en  la  Madre  Patria,  y  aquí,   de  constante 
servicio. 
Cubicar. — Observar.    Es  vulgarismo  poco  usado.     Cubícala  desde  aquí. 
Cuartearse. — Plantarse    provocativamente    en    son    de    reto    o    desafío. 
¿Se    derivará    de    la    expresión    marinesca   ponerse    cuarta    al 
viento  o  sea  rumbo  o  de  proa  al  viento,  de  frente  al  temporal, 
en  fin,  algo  así  como  cara  a  cara? 
Tamaño. — Aquí  no  siempre  lo  usamos  como  adjetivo  comparativo,  sino 
como  sinónimo  de  grande.     Se  quedó  con  tamaños  ojos  contem- 
plándola. 

Puyar. — Meter  puya,  pinchar  con  la  puya.  Púyame  ese  buey  para 
que  jale. 

Baqueteado. — Golpeado,  maltratado,  que  ha  aguantado  mucha  baqueta. 

Faldeta. — En  sentido  figurado,  tonto;  seguramente  por  la  frase:  ser 
de  faldeta  y  maruga,  como  llevan  los  niños. 

Maruga. — Además  de  las  tres  acepciones  que  trae  Suárez:  mal  paga- 
dor. Fulano  es  muy  maruga. 

xatas. — Narices. 

Guángara. — Bien  definido  por  Suárez:  algazara,  broma  ruidosa.  Pero 
no  es  caribe,  aunque  Zayas  lo  decrete.  Procede  claramente  de 
guasa,  guasanga,  guasángara,  guángara,  por  procedimiento  lin- 
güístico que  no  necesitamos  explicar,  subsistiendo  aun  las  cua- 
tro voces  con  el  mismo  significado,  como  fases  sucesivas  de  la 
evolución   de  una   expresión   fonética. 

Bordinguera. — El  ama  de  una  casa  de  huéspedes,  o  bording  hcuse,  en 
inglés.  Es  voz  despectiva  por  influjo  del  afijo  ng.  Su  uso  se 
ha  generalizado,  acaso  por  influjo  ignorado  de  la  voz  marítima 
bordinga,  madera  que  se  pone  por  fuera  de  las  embarcaciones 
para  bordingas  nuevas. 

Bordin. — Casa  de  huéspedes,  de  boarding. 

Bordear. — Vivir  en  casa  de  huéspedes  o  boarding. 

Bordante. — El  que  vive  en   boarding.     Poco  usado. 

Aficionado. — Huracanado.  Viento  aciclonado  es  el  que  sopla  en 
ráfagas  intermitentes  y  en  variantes  direcciones,  como  las  rá- 
fagas o  rachas  del  ciclón.  Es  lastimoso  que  siendo  la  palabra 
huracán  o  juracán,  indígena  antillana,  para  designar  el  ciclón 
precisamente,  haya  caído  aquí  en  desuso,  sustituida  por  un  cul- 
tismo helenista,  como  es  ciclón,  importado  por  los  ingleses. 

Florimbó. — Madera  para  entablar.     Del   inglés  floaring  board. 

Lonchar.— Merendar.     Comer  fiambres.     Del  inglés  to   lunch.    * 

Lonche. — Merienda.  Fiambres  que  se  sirven  en  un  café.  Aunque 
aun  no  se  han  atrevido  los  cafeteros  a  escribirlo  así,  lo  pro- 
nunciamos en  tal   forma  los  cubanos. 

Mecha. — La  parte  delgada  con  que  termina  un  látigo,  ún  fuete,  bien 
del   mismo  material   de   la   parte   gruesa  o   principal   o   de  otro 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  53 

cualquiera.  Así,  hay  látigo  de  cuero  con  mecha  de  cáñamo. 
Se  suele  decir  pajuela. 

Manjúa. — Bien  definida  por  Suárez.  Pececillo  minúsculo,  que  vive  y 
se  pesca  a  bandadas  o  mandras.  Zayas  cree  que  es  voz  caribe. 
Puede  ser,  pero  Armas  opina  que  es  por  uguesa.  En  efecto: 
manjoa  (que  se  pronuncia  manjúa)  es  comida.  Manjúa  lo  es 
también  en  catalán  popular.  Sin  embargo,  a  juzgar  por  la 
existencia  de  otros  vocablos  análogos  y  cubanísimos  para  cier- 
tos peces,  como  manatí,  y  manjuarí,  no  puede  fallarse  el  pleito. 
Acaso  la  voz  sea  majúa  (como  aun  se  dice),  o  manajúa  o  ma- 
najú,  y  la  influencia  paronómica  la  haya  convertido  en  man- 
júa, aportuguesando  la  ortografía. 

Kiple. — Pieza  para  unir  dos  cañerías.     Del  inglés  niple. 

Raquear. — Ir  al  raque.  La  Academia  cuenta  raque  y  raquero,  pero  no 
el  verbo.  Nosotros  lo  usamos,  dándole  un  sentido  más  amplio, 
a  veces  como  sinónimo  de  robar,  con  preferencia  en  la  cos'a, 
aun  cuando  no  precisamente  restos  de  un  naufragio. 

Timba. — Madero,   alfajía  de   grandes   dimensiones.      Del   inglés   timibér. 

Tíquete. — Boleta  para  el  ferrocarril,  teatro,  etc.     Del  inglés   ticket. 

Guateque. — Armas  dice  que  tal  voz  se  deriv»  del  arábigo  huad, 
mano,  porque  es  baile  de  la  gentualla  en  que  se  suele  llevar  el 
compás  con  la  mano.  Zayas  cree  que  es  voz  caribe.  No  con- 
vencen ni  uno  ni  otro.     Falle  un  tercero. 

Hueva. — El  Diccionario  de  la  Academia  dice:  "Masa  que  forman  los 
huevecillos  de  ciertos  pescados,  (peces,  debió  decir)  encerra- 
dos en  una  bolsa  oval".  También  en  Cuba  decimos  huevas  de 
cangrejo,  que  no  es  pez  ni  pescado,  en  el  sentido  que  dice  la 
Academia;  y  huevas  de  jaiba.  Estas  últimas  eran  plato  apeti- 
toso ya  en  los  tiempos  del  descubrimiento,  según  el  P.  B.  de  las 
Casas  (Apologética  Historia  de  las  Indias.  Cap.  6),  y  aun  se 
comen  con  deleite. 

Costumbrista. — El  escritor  de  novelas  o  artículos  de  costumbres.  En 
Cuba  usamos  esta  voz  en  el  lenguaje  culto,  y  no  hay  por  qué 
renegar  de  ella,  antes  bien,  el  Diccionario  de  la  Academia  no 
haría  mal  en  adoptarla,  contando  ya  con  paisajista,  paisista,  ar- 
ticulista, novelista,  sonetista,  y  otros,  aunque  falten  marinista 
y  alguno  más,  ya  consagrados  por  su  uso. 

Candela. — La  usamos  en  vez  de  fuego.  Pero  además,  el  habla  mari- 
nesca, que  nos  enseñó  lo  que  era  en  candela,  es  decir,  en  posi- 
ción vertical,  contribuyó  a  hacernos  decir:  ponerse  o  estar  en 
candela,  que  significa  colérico,  iracundo,  o  sea  ponerse  en  pié 
y  ardiendo. 

Forrero. — El  que  mete  forros,  en  la  acepción  cubana  de  forro:  enga- 
ño, trampa. 

Forrista. — Igual    que    forrero. 


54  FERNANDO     ORTIZ 

Taco. — Desvergonzado,  desenfadado,  elegante,  provocador,  guapo,  va- 
liente. El  Diccionario  de  la  Academia,  sólo  trae  esta  voz  en 
aire  de  taco,  por  desenfado.  Aquí  decimos  lucir  el  taco,  fan- 
farronear, guapear,  elegantear.  Se  usa  generalmente  aplicán- 
dolo a  los  hombres.  Alguna  vez  se  oye  taca,  pero  raramente. 

Taquería. — Desvergüenza,  provocación,  desenfado,  treta  descarada.  No 
significa,    empero,   elegancia. 

Tacuacha. — Acción   o  engaño  poco   correcto,  propia  de  un  taco. 

Citarón. — Citara  es  voz  que  trae  el  Diccionario  de  la  Academia,  y 
significa  pared  con  solo  el  grueso  del  ancho  del  ladrillo  común, 
colocado  de  plano  y  a  lo  largo.  Citarón,  cubanismo,  es  la  pa- 
red con  el  grueso  del  largo  del  ladrillo,  colocado  de  plano  y 
atravesado.  El  aumentativo  de  citarón  responde  a  su  mayor 
grueso  en  relación  a  citara. 

Mayorista. — Neologismo,  que  comienza  a  aplicarse  a  los  comerciantes 
al  por  mayor. 

Pajurria. — 'Véase  la  voz  siguiente. 

Parrugia. — Picúa,  cursi,  gentualla.  Corrupción  de  piruja,  mujer  jo- 
ven, libre  y  desenvuelta.  También  se  dice  pajurria,  acaso  di- 
minutivo despectivo  de  paja,  como  cosa  insignificante.  Siendo 
así,  parrugia  será  metátesis  de  pajurria. 

Espejeras. — Erosiones,  rozaduras,  desollones  o  sahornos  que  se  le 
forman  en  las  asentaderas  a  los  jinetes  novatos  cuando  que- 
dan sahornados;  no  solamente,  como  dice  Suárez,  los  que  se  le 
forman  a  los  animales  por  el  roce  o  ludimiento  de  los  arreos 
o  montura. 

Pintón. — 'Aquí  lo  decimos  del  plátano  y  de  otras  frutas  cuando  co- 
mienzan a  tomar  color  obscuro.  En  España,  según  el  Diccio- 
nario de  la  Academia,  sólo  se  aplica  a  la  uva.  Por  extensión, 
aquí  como  en  Andalucía,  lo  decimos  del  que  comienza  a  em- 
borracharse. 

Cangilón. — Profunda  huella  acanalada,  que  dejan  las  carreas  al  ro- 
dar en  tiempo  de  aguas  por  las  tierras  muertas  o  sin  piedra,  y 
aun  por  las  carreteras  en  mal  estado,  que  bien  pudieran  lla- 
marse muertas,  también. 

Mota. — Borla  finísima  de  pluma  con  que  se  aplican  los  polvos  al  cu- 
tis. Es  cubanismo  de  uso  general,  que  no  hemos  visto  regis- 
trado. De  ahí,  la  frase  que  anota  Suárez;  pasar  la  mota,  adular. 

Motera. — Polvera.  Vaso  de  tocador  donde  se  guardan  los  polvos  y  la 
mota  para  aplicarlos. 

Mirringa. — Pequeña  porción  de  una  cosa  cualquiera.  En  Colombia 
se  dice  mirranga,  y  en  Honduras,  de  igual  raíz  y  con  distinto 
sufijo,  se  dice  mirruña.  A  nuestro  pobre  juicio,  el  proceso  eti- 
mológico de  e3ta  palabreja,  hoy  tan  deformada  y  fuñía,  es  cu- 
riosísimo, determinado  por  el  prurito  andaluz,  y  especialmente 
americano,  de  llevar  los  diminutivos  hasta  el  colmo.     De  miga, 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  5o 

que  ya  es  cosa  bien  pequeña,  se  produjo  migaja  por  disminuir- 
la aun  más;  y  de  migaja,  miaja;  y  de  ésta,  allá  en  Extrema- 
dura miagirrinina  (según  Chamizo) ;  y,  después,  miagirringa, 
o  miagirranga  al  pasar  el  Atlántico,  y,  al  fin,  por  pereza  propi- 
cia, y  no  sin  tino,  a  recortar  el  vocablo,  que  por  querer  hacerlo 
más  y  más  pequeño  iba  resultando  ya  langaruto,  lo  hemos  re- 
ducido  a  migirringa,   mirringa,   mirranga   y   mirruña. 

Jíbaro. — Como  substantivo  y  por  antonomasia,  el  perro  jíbaro  o  mon- 
taraz. Et.  de  jibá,  voz  indoantillana,  bosque,  monte. 

Tarabilla. — Trocito  de  listón  o  papel,  que  se  cuelga  del  rabo  de  un  pa- 
palote para  que  trabe  a  otro.  No  es  la  tarabilla  (trabícula)  del 
Diccionario  de  la  Academia;    más  bien  procede  de  trabilla. 

Chirimoya. — Bien  definida  por  la  Academia,  que  adopta  plenamente 
ese  vocablo.  Suele  usarse  en  Cuba,  vulgarmente,  como  sinó- 
nima de  cabeza.  Le  cayó  la  teja  sobre  la  chirimoya.  Lo  cual, 
dicho  sea  de  paso,  no  está  en  harmonía  con  el  más  alcurniado 
tratamiento  que  merece  su  exquisitez,  la  cual  hacía  decir  al 
Padre  Edert  en  el  siglo  XVII,  al  saborearla  en  América,  que 
"debía  darse  a  los  moribundos  europeos  para  excitar  en  ellos 
el  deseo  del  paraíso",  y  sabido  es  que  los  frailes  fueron  autori- 
dad en  -gulas  como  en  latinajos. 

Salidera. — Se  dice  de  la  mujer  que  gusta  de  salir  y  callejear  más  de 
lo  prudente.  En  Cuba  se  usa  generalmente.  En  España,  pa- 
rece que  no,  pues  el  Diccionario  de  la  Academia,  no  lo  trae; 
por  más  que  el  jesuíta  P.  Mir  y  Noguera,  dice  que  es  voz  clá- 
sica, basándose  en  la  autoridad  de  un  tal  Pero  Sánchez,  ra- 
cionero de  la  catedral  de  Toledo,  que  a  fines  del  siglo  XVI  es- 
cribió un  libro  titulado  Árbol  de  consideración  y  varia  doctri- 
na, dedicando  algunas  de  sus  hojas  a  las  mujeres  salideras. 
Por  donde,  pues,  tendríamos  un  cubanismo,  que  lo  es  por  ha- 
ber dejado  de  ser  hispanismo  (?),  a  título  de  prescripción  ex- 
tintiva. 

Pistolete. — Barreno    pequeño,    y    pequeño    explosivo    para   barrenos. 

Porsia. — Vulgarismo,  apócope  de  la  expresión  por  si  acaso.  Llevaré 
el  revólver  porsia.  No  pretendamos  llevarlo  al  Diccionario 
de  la  Academia,  por  más  que  alguno  de  esos  vulgarismos  en 
forma  apocopacla  se  han  filtrado  hasta  llegar  a  sus  columnas. 
Dígalo,  por  todos,  recle,  tiempo  de  recreación  de  los  prebenda- 
dos. Si  ha  llegado  la  hora  de  abrir  las  puertas  del  diccionario 
a  estas  contracciones  vulgares,  anotemos  el  cubanismo  vul- 
gar,       porsia. 

Reguerío. — Por  regadío.  No  es  un  barbarismo,  como  a  primera  vista 
pudiera  parecer,  pues  quiere  decir,  conjunto  de  regueras  o  re- 
gueros: como  de  cueva,  cueverío;  de  mujer  mujerío,  etc. 

Mazagrán. — Bebida  compuesta  de  café,  azúcar,  limón  y  agua  gaseosa 
o  natural.     Hoy  en  desuso.     Acuso  se  use  o  haya  usado  en  Es- 


56  FERNANDO     OBTIZ 

paña.  Toro  y  Gisbert  la  trae  y  no  la  indica  como  america- 
nismo. 

Manguera. — El  progreso  industrial  nos  ha  obligado  a  llamar  mangue*, 
ra.  no  solamente  a  la  "de  lona  alquitranada",  como  quiere  el 
Diccionario  de  la  Academia,  sino  a  la  de  goma  u  otro  material, 
indistintamente;  y  esa  voz  marítima  ya  la  tenemos  totalmen- 
te aplatanada. 

Lucernario. — Ventana  o  conjunto  de  ventanas  en  el  techo  o  en  la 
parte  superior  de  un  local,  por  donde  entra  luz. 

Control. — Palabreja  muy  difundida  en  Cuba,  como  en  todo  el  mundo 
de  habla  castellana.  Y  no  acertamos  a  fijar  una  bien  castiza, 
que  pueda  expresar  con  igual  precisión  la  misma  idea  que  el 
exótico  control.  Ni  en  los  vocabularios  ingleses  y  castellanos 
hemos  hallado  una  traducción  exacta  del  control.  Por  algo  se 
nos  ha  entrado  de  rondón  en  el  lenguaje,  y  dudamos  que  pueda 
ser  extirpada;  antes,  al  contrario,  creemos  que  su  uso,  más  y 
más  arraigado,  acabará  por  castellanizarla.  Y  con  ella  sus 
derivados:  controlar  (en  Cuba  muy  extendida),  controlador, 
etcétera.  Indudablemente,  el  Diccionario  de  la  Academia  no 
tiene  el  control  del  lenguaje. 

Pilotaje. — Construcción  marítima,  por  ejemplo:  un  muelle,  hecho  con 
pilotes. 

Pintorretear. — Por  pintorrear.  Indica  una  acción  más  continuada, 
como  se  indica  por  la  desinencia. 

Pintorreteo. — Acción  y  efecto  de  pintorretear. 

Revirarse. — Resistirse  a  algo,  ponerse  frente  a  alguien.  Derivación 
de  la  voz  marítima  revirar. 

Revirado. — Rebelde,  negado. 

Ribeteado. — Substantivo.     El  conjunto  de  ribetes. 

Saltaperico. — Cohete   estrepitoso,   rastrero  y  saltarín. 

Sanjuanero. — En  Cuba  decimos  así  de  los  pargos  que  vienen  por  San 
Juan,  y  de  ciertas  palomrs;  nó,  de  las  frutas,  a  excepción  de 
una  especie  de  plátanos. 

Novenario. — Bocabajo  o  castigo  de  nueve  azotes,  que  se  le  daba  a  los 
esclavos,  durante  nueve  días  seguidos. 

Tumbadero. — 'Sitio  destinado  habitualmente,  en  las  antiguas  hacien- 
das, para  aplicar  la  pena  de  azotes  a  los  esclavos,  donde  estos 
se  tumbaban,  para  sufrir  el  bocabajo.  Hoy  tiene  también  la 
acepción  que  da  Suárez:  lupanar.  Y  omitamos  comentarios, 
los  muchos  que  pudieran  decirse. 

Bocabajo. — Castigo  de  azotes,  que  sufrían  los  esclavos  boca  abajo 
Era  llevando  cuenta  cuando  se  le  imponía  al  esclavo  la 
obligación  de  ir  con+ando  los  latigazos  que  recibía;  un  error 
significaba  recomenzar  la  pena.  A  dos  manos  era  el  bocabajo 
doble,  dado  por  dos  contramayorales,  uno  a  cada  lado  de  la 
víctima,   alternando   los   rebencazos. 


UN     CATAUEO    DE    CUBANISMOS  57 

Chancarrazo. — Trago  de  bebida  alcohólica.  Acción  de  beber  excesi- 
vamente,   aunque    sea    agua.      Darse    un    chancarrazo. 

Banquear. — En  el  juego  y  en  los  negocios,  ser  banquero. 

Chichiguaca. — Voz  cariñosa  aplicada  a  los  niños.  Suponemos  que 
procede  del  Continente,  donde  huaca  o  guaca  es  alcancía,  teso- 
ro.    Chichiguaca  parece  ser  tesorito. 

Guaiinga. — Adulador.  Voz  poco  usada.  De  guataca,  con  desinencia  des- 
pectiva. La  etimología  arábiga  de  guataca,  según  Armas,  de 
huad.  mano,  explica  esta  acepción  de  adular,  que  también  se 
dice  en  Cuba  pasar  la  mano.  Esta  acepción  de  guataca,  adu- 
lador, no  la  trae  Zayas.  Guataca  en  el  sentido  de  oreja  grande 
debe  de  derivarse  de  jataca.  que  en  indoantillano,  según  Coll  y 
Tosté,  significaba  vasija  de  higuera  o  güira.  Una  oreja  gran- 
de puede,  por  su  tamaño  y  concavidad,  parecerse  a  una  media 
güira.  La  comparación  de  toda  la  cabeza  con  el  güiro  es  fre- 
cuente aun,  hasta  ser  sinónimas  en  el  lenguaje  vulgar  ambas 
palabras.  Por  otra  parte,  guataca,  en  el  sentido  de  azada  de 
hoja  redondeada,  grande  y  algo  cóncava,  también  debe  de  pro- 
ceder, por  su  forma,  del  mismo  origen.  Además,  y  esto  acaba 
de  confirmar  la  hipótesis  etimológica,  guata  es  mentira,  en 
lengua  antillana,  según  varios,  y  aun  hoy  lo  es  en  Cuba;  y 
güiro,  que  no  es  sino  el  fruto  de  donde  sale  la  guata-ca,  también 
es  engaño,  enredijo  amoroso,  en  una  de  sus  acepciones.  De  modo 
que  tendremos  dos  etimologías,  una  arábiga  y  otra  antillana, 
ambas  para  dos  voces  perfectamente  homónimas.  ¿Será  otro 
caso    de    etimologías    convergentes? 

Carretón. — Unidad  de  medida,  en  el  comercio  del  carbón  vegetal  al 
por  mayor.  Comprende  diez  y  seis  sacos  de  carbón,  de  los  lla- 
mados de  batería.  Si  los  sacos  son  de  los  llamados  chicos,  hay 
que  distinguir  en  sacos  de  azúcar,  en  cuyo  caso  se  cuentan  28 
por  carretón,  y  en  sacos  de  accesoria,  de  los  que  32  entran  en 
un  carretón. 

Carbón  de  torta. — Carbón  vegetal  hecho  a  prensa,  con  cizco,  tierra  y 
cierta  brea. 

Jibe. — Bien  definido  por  Suárez.  Zayas  dice:  "Cedazo  o  cernidor, 
que  hacían  los  indios  con  hojas  de  guano  o  palma,  y  varillas 
de  madera  delgadas".  Léase  el  P.  Las  Casas,  quien  escribe 
,(  híbis.  Razón  para  creer  que  ésta  pudo  ser  voz  indígena,  raíz 
quizá  de  la  otra,  que  es  árabe  castellanizada  (aljibe),  mal  apli- 
cada en  este  caso,  por  corrupción  fonética. 

Liberada. — En  es^os  últimos  tiempos  de  fiebre  financiera  se  ha  pro- 
nunciado mucho  esa  palabra,  refiriéndose  a  las  acciones  total- 
mente pagadas  de  las  compañías  anónimas.  Si  acudimos  al 
Diccionario  de  la  Academia,  veremos  que  liberar  es  voz  anti- 
cuada, y  creeríamos  que  su  participio,  con  terminación  fe- 
menina, no  se  usaba  hoy  en  España,  sino  leyéramos  el  vocablo 


58  FERNANDO     OBTIZ 

en  el  Código  de  Ccir.e:cio  de  España  y  de  Cuba;  con  lo  cual  po- 
dremos pensar,  que  allá  en  Madrid,  lib'erada  será  barbarisrno 
en  la  Academia  de  la  Lengua,  mientras  que  será  un  purismo  en 
la  de  Jurisprudencia.  Aquí  solemos  decir,  también,  de  una 
finca,  que  está  liberada  totalmente  porque  se  la  liberó,  o  redi- 
mió, de  los  gravámenes  que  tenía. 

Colombina. — Especie  de  catre  con  bastidor  de  alambre,  que  solo  por 
rarísima  casualidad  pertenece  a  un  Cristóbal  Colón  o  a  su  fa- 
milia, como  parecería  indicar  la  acepción  académjca  del  vocablo. 

Boleto. — Boleta.  Aquí  masculinizamos  la  palabra,  como  para  que  nos 
perdonen  de  haber  afeminado  otras,  como  azucarera.  Por  este 
delito  no  pueden  condenarnos  los  académicos  de  la  lengua,  so 
pena  de  cumplir  juntos  el  castigo,  porque  esos  señores  ban  he- 
cho masculina  la  juila  o  hutía,  que  por  ser  antillana  debe  ser 
del  sexo  que  digamos  nosotros  y  los  historiadores  de  las  Indias. 

Ballestrinca. — El  nudo  de  esta  voz  náutica,  olvidada  por  la  Real  Aca- 
demia, no  es  el  que  dice  Suárez,  sino  por  extensión.  La  ver- 
dadera ballestrinca,  ballestrinque  o  ballestrín,  es  el  nudo  que 
se  hace  para  atar  un  palo  a  otro,  como  los  dos  pedazos  de  un 
remo  roto,  de  un  mastelero,  etc.  Todavía  lo  usamos  en  este 
sentido,  para  el  empate  de  los  parales  de  un  andamio.  Del  in- 
glés volley-string. 

Pararse. — Por  ponerse  de  pie.  Suárez  se  une  a  los  puristas,  que  com- 
baten esta  dicción,  y  arremete  hasta  contra  la  mismísima 
Academia.  Pero  sufre  un  error  y  cae  en  injusticia.  La  Aca- 
demia no  dice  en  su  17?  acepción:  americanismo  anticuado, 
sino:  Amer.  y  ant.  Es  decir,  que  se  inserta  como  voz  propia  de 
América  y,  además,  del  castellano  antiguo.  Y  así  es,  porque 
en  América  no  es  anticuada,  pero  sí  lo  es  en  España. 

Y  ahora,  en  defensa  del  americanismo.  ¿Con  qué  derecho  se 
nos  puede  exigir  que  aquí  renovemos  el  lenguaje  al  compás  de 
España?  ¿Acaso  por  conservar  ciertos  vocablos  castellanos,  muy 
propios  y  muy  legítimamente  adquiridos,  no  venimos  a  ser  en 
ello  más  puristas  que  los  españoles?  Que  restituyan  los  espa- 
ñoles su  circulación  al  vocablo,  que  ningún  delito  cometió  con- 
tra las  leyes  del  lenguaje  para  vivir  desterrado  de  su  patria, 
bien  que  aquí  le  vaya  tan  guapamente,  que  puede  decirse  que 
se  ha  parado. 

Y  permítasenos  copiar  lo  que  hace  años  dijera  Armas  sobre 
el  caso,  que  bastantes  son  nuestros  pecados  para  que  nos  im- 
puten otros  con  poca  justicia. 

"Pararse,  por  ponerse  de  pié.  Esta  acepción,  usada  en  toda 
América,  es  la  más  censurada  por  los  llamados  puristas,  de  uno 
i  otro  hemisferio,  i  encuentra,  sin  embargo;  su  más  completa 
justificación   en   la  historia  del   idioma  castellano. 

"Nótese   primeramente  que  aunque   el  vocablo  parar,  pararse, 


UX     CATAURO    DE    CUBANISMOS  59 

ha  desaparecido  de  Espña  (hace  siglos,  en  la  acepción  indi- 
cada) han  quedado  algunos  derivados  que  dan  irrecusable  testi- 
monio de  que  existió  el  primitivo;  como  parada,  fila  de  tropas 
o  jentes  de  pié;  paral,  sustentáculo  de  madera,  puesto  de  pié 
o  de  punta. 

"Desde  el  principio  del  idioma  se  dijo  en  castellano  pararse 
en  pié. 

"Et  cuando  el  gato  vio  asomar  de  alueñe  a  la  liebre  et  a  la 
jineta,  paróse  en  pié  a  orar " 

"Et  la  raposa  fué  a  buscarlo  et  hallólo  parado  en  pies:'' 
{Calila   e  Divina,   novela    del   siglo    XIV.) 

"Después  se  dijo  simplemente  pararse,  acepción  que  todavía 
se  conserva  en  toda  América. 

"Estando,  pues,  parados  a  la  orilla. 
Poniéndose  por  orden  convenible." 

(Castellanos,  Elejía  41,  C.   4)." 

Hasta  aquí,  lo  que  dijo  el  cubano  Armas. 

Según  Cuervo,  fué  Batres  Jáuregui  el  primero  que  halló  la 
explicación  del  porqué  los  americanos  decimos  pararse,  por 
ponerse  en  pie,  o  levantarse  citando,  dice  el  filólogo  colombia- 
no, dos  pasajes  de  Calila  e  Dimna.  Ya  hemos  visto  que  no  es 
así,  pues  el  descubrimiento  se  debe  a  un  cubano,  Juan  Ignacio 
de  Armas,  quien  publicó  su  libro  Orígenes  del  Lenguaje  Criollo 
antes  de  1882,  y  el  distinguido  polígrafo  guatemalteco  no  dio 
a  luz  sus  Provincialismos  de  Guatemala  hasta  1892.  Calcaño, 
añade  Cuervo,  completó  la  explicación  en  su  obra  El  caste- 
llano en  Venezuela,  recordando  que  parar  valía,  y  aún  vale 
en  ciertos  casos,  poner,  y  aplicando  la  analogía  de  hincarse  por 
hincarse  de  rodillas.  Cuervo  añade  que  ahora  en  España  se 
usa  solo  en  Asturias,  y  que  de  ahí  pudo  extenderse  por  Améri- 
ca. Vale  más  creer  que  el  uso  del  pararse  fué  general  en  la 
Madre  Patria,  pues,  como  el  propio  lexicógrafo  bogotano  de- 
muestra, su  uso  se  conserva  todavía,  después  de  cuatro  siglos, 
entre  los  judíos  españoles  de  Levante,  en  su  habla,  que  ellos 
mismos  dicen  ladina.  Las  pruebas  acopiadas  por  Cuervo  son 
concluyentes,  y  recuérdese  que  la  expulsión  de  los  judíos  de 
España,  es  decir,  cuando  ellos  cesaron  de  participar  del  mo- 
vimiento evolutivo  del  castellano  peninsular;  coincidió  prác- 
ticamente con  la  población  de  las  Indias;  de  modo  que  el  len- 
guaje castizo,  que  los  desterrados  judíos  se  llevaron  a  los  pue- 
blos orientales  del  Mediterráneo,  fué  el  que  trajeron  a  estas 
riberas  del  Atlántico  los  expulsadores. 

De  paso,  digamos  que  parar  el  rabo  "es  huir.     Y,  además,  en 
Cuba  no  solamente  nos  paramos  en,  o  de,  pie,  sino  que  alguno 
se  para,  o  lo  paran,  de  cabeza,  que  ya  es  un  colmo. 
Ralo. — Campo  de  caña  mal  nacido,  que  crece  con  muchos  claros  en  la 


60  FERNANDO     ORTIZ 

siembra,  estando  las  matps  de  caña  muy  salteadas,  con  mu- 
cha falla. 

Falla. — Dice  el  Diccionario  de  la  Academia  que  es  acepción  anticua- 
da de  falta.  Pues,  aquí  aun  sigue  dando  juego,  sin  falla.  Al 
pasar  lista  le  apuntaron  la  falla.  La  siembra  tiene  mucha 
falla. 

Ramalazo. — Racha  de  viento.  Voz  marítima.  Golpe  de  ramal,  en  sen- 
tido figurado. 

Narigonear. — Conducir  por  el  narigón. 

Empujar. — Tiene  un  uso  extensísimo,  como  sinónimo  de  meter,  en  es- 
tas frases:  le  empujó  (dio)  un  gaznatón;  se  empujó  (comió) 
un  pan  con  timba;  se  está  empujando  (vistiéndose)  nada  menos 
que  el  frac;  se  empujó  (apoderó)  la  presidencia  por  sus  tim- 
bales. (Permítasenos  que  no  traduzcamos  al  castellano  esta 
frase,  por  ser  indecente,  así  en  lo  político  como  en  lo  idiomá- 
tico),  etc.  En  Cuba  es  uno  de  los  verbos  más  manoseados  en- 
tre el  vulgo;    ignoramos  por  qué. 

Cuartería. — No  solamente  la  casa  de  vecindad,  o  el  conjunto  de  habi- 
taciones de  una  casa,  sino,  mejor  aun,  la  edificación  compuesta 
únicamente  de  cuartos.  Fabricó  una  cuartería,  porque  no  pu- 
do más. 

Tumba. — Tala  de  monte.  Vamos  a  la  tumba.  Se  dice  también  la 
tumba  de  caña,  y  tumba  de  carbón,  según  los  casos. 

Entreverar. — Aplicado  a  un  monte,  cortar  y  tumbar  en  él  solamente 
los  troncos  adecuados  al  propósito  del  leñador,  según  sea  para 
leña  o  carbón,  dejando  el  resto  en  pie.  Este  monte  está  entre- 
verado.    Estaban  entreverando  el  monte. 

Centroamericano. — Si    el  Diccionario    de  la   Academia   nos    da   el    ñor- 

teamericano   y   el   suramericano   ¿por   qué  nó    el   centroamerica- 

I      no?    Verdad     es    que  para  la  Academia   no     hay  más     que   dos 

Américas,  como  dice  en  la  voz  mundo.     Aquí  creemos  que  hay 

tres.     Quizá   sea   una  ilusión. 

Noctámbulo. — Nocharniego. 

Pelota. — Pasión,  preferentemente  la  sexual.  "La  pelota  que  yo  ten- 
go no  es  contigo",  reza  la  canción  popular.  El  Diccionario  de 
la  Academia  la  trae,  con  una  acepción  equivalente  a  ramera, 
y  de  ahí  debe  provenir  pelotera,  y  no  de  pelota,  como  su- 
pone aquella  autoridad  idiomática;  sin  que  se  necesite  de  mu- 
cha psicología  ni  gramática,  ni  de  la  parda  siquiera,  para  opi- 
narlo así. 

Bono. — Obligación,  en  su  5?  acepción.  Anglicismo,  de  bond.  Estima- 
mos equivocada  la  explicación  de  Suárez.  Ni  un  cupón,  ni  una 
acción  se  dicen  aquí  bonos;  las  obligaciones,  sí;  hasta  tene- 
mos bonos  hipotecarios,  inscriptos  en  el  Registro  de  la  Propie- 


Cr^í     CATAURO     DE    CUBANISMOS  01 

dad,  sin  que  la  ley  hipotecaria  contenga  esa  voz  inglesa.  Es 
que  las  leyes  del  lenguaje  son  más  poderosas  que  las  de  los 
gobiernos;  por  eso  no  hay  academia,  por  real  que  sea,  que 
pueda  torcerlas  u  olvidarlas. 

Empavonado. — Cubierto  de  pavón.   1 1    Color  de  pavón. 

Pasado. — No  se  dice  solamente  pasa  a  la  mujer  incitante,  sino  que 
también  decimos  pasado,  no  al  hombre  que  incita,  ciertamente, 
ni  tampoco  al  pachucho,  sino  al  individuo,  asunto  u  objeto 
que  satisface  plenamente  la  más  viva  pretensión;  o  en  sentido 
de  certeza  de  algo.  El  argumento  de  la  película  está  pasao. 
Fulanito  está  pasao.  El  abanico  está  pasao.  Su  uso  no  es  ge- 
neral y  acaso  sea  transitorio,  pero  que  es  cubanismo,  téngase 
por  seguro,  pasao. 

Obra. — Patraña-,   engaño,      No   me   vengas   con   más    obras. 

Obrista. — Amigo  de  obras.  Se  dice  especialmente  del  obrero,  que  so 
capa  de  defensa  proletaria,  engaña  a  los  verdaderos  obreros  y 
obtiene  beneficios  del   gobierno  o  de  los  patronos. 

Parque. — Conjunto  de  municiones  de  guerra,  Huyeron  por  no  tener 
parque.  Se  les  acabó  el  parque  y  cargaron  al  machete.  Reci- 
bieron fusiles  y  mucho  parque. 

Parquear. — Aprovisionar  con  parque. 

Ñañiguismo. — 'Sociedad  de  los  ñañigos.  Si  la  Academia  ha  aceptado 
el   vocablo   ñañigo,   procede   que  acepte   ñañiguismo. 

xañiguería. — Acto  o  práctica  de  los  ñañigos. 

Sobregirar. — Librar  o  girar  un  cheque  por  mayor  Cantidad  de  la  que 
se  tiene  depositada  en  el  librado.  Se  usa  también  como  re- 
flexivo, y  se  hace  hasta  con  reflexión. 

Jagüey. — La  registra  el  Diccionario  de  la  Academia,  como  peruanis- 
mo. En  Cuba,  también,  aunque  anticuada,  significa  depósito 
grande  de  agua,  pero  subterráneo.  A  ese  debe  su  nombre  quizás 
el  pueblo  de  Jagüey  Grande,  en  la  Provincia  de  Matanzas. 

Caminar. — Si  caminar  es,  como  dice  el  Diccionario  de  la  Academia, 
"ir  de  viaje  de  un  lugar  a  otro",  aquí  no  usamos  esta  acepción. 
Ningún  cubano  ha  caminado  de  la  Habana  a  Cayo  Hueso.  An- 
dar es  la  acepción  más  usual,  y,  algún  tanto,  la  3?  y  4?.  Los 
cubanos  no  podríamos  escribir,  como  el  Diccionario  de  la  Aca- 
demia, en  la  voz  hamaca,  que  esta  sirve  "para  caminar  dentro 
de  ella." 

Palomilla. — Si  en  España,  según  el  Diccionario  de  la  Academia,  tie- 
nen la  palomilla  los  caballos,  o  sea  la  parte  anterior  de  su 
grupa,  aquí  se  la  concedemos  a  las  reses  vacunas,  y  estimamos 
como  poco  apetecible  la  carne  de  palomilla,  que  no  es  precisa- 
mente del  lomo. 


62  FEBTTANDO     ORTIZ 

Marmolero. — Por  marmolista. 

Ligar. — Ligar  la  zafra  de  azúcar,  es  venderla  de  antemano  toda  ella 
en  conjunto  por  un  precio,  sin  tener  en  cuenta  las  oscilaciones 
del  mercado,  o  estableciendo  un  precio  promedio  fijo  para  toda 
la  zafra,   de  acuerdo   con   sus   variantes. 

Preciosura. — Condición  de  lo  precioso,  preciosidad.  Requiebro  a  ve- 
ces agradecido  (y  merecido)  por  las  cubanas.  ¿Acaso  el  Dic- 
cionario de  la  Academia  no  tiene  ya   lindura? 

Batea. — Artesa  becha  de  duelas,  de  forma  circular,  que  se  emplea  para 
lavar  la  ropa,  y  para  bañarse,  entre  los  campesinos  o  guajiros. 
Fué  voz  marinera.  La  acepción  3?  de  la  Academia  es  distinta. 
La  Academia  antes  creía  que  era  arábiga  la  palabra,  abora 
cree  que  viene  del  latín  (patella)  ;  Zayas  que  de  las  Antillas; 
Coll  y  Tosté  se  remonta  al  sánscrito  váida,  al  través  del  ára- 
be oatiya.  Sin  tantas  pretensiones,  es  también  voz  portuguesa, 
como  magua  y  alguna  otra,  que  se  disputan  por  caribes  y  son 
lusitanas.  De  modo  que  si  se  usó  en  Portugal,  como  en  Casti- 
lla, cuando  el  descubrimiento,  ¿podemos  pensar  que  sea,  real- 
mente, antillana? 

Caída. — Cierto  contoneo  gracioso  al  caminar  o  movimiento  picaresco 
en  la  mímica.  Ella  tiene  una  caidita  de  aronga.  Tiene  una 
caída  de  ojos. 

Camón. — Pieza  curva  de  madera  que  compone  el  cerco  de  una  rueda, 
especialmente   de   carreta. 

Canallada. — Acción  propia  de  un  canalla.  No  nos  parece  muy  atre- 
vido suponer  que  no  sólo  en  Cuba,  sino  también  en  España,  se 
cometerán  y  dirán  canalladas,  pero  sí  es  cierto  que  no  lo  reco 
noce  el  Diccionario  de  la  Academia. 

Perchero. — Perdía,  en  su  2?  acepción.     Percha  para  colgar  un  flus  en 

un  armario  o  escaparate. 
Palanquear. — Apalancar. 
Palanqueo. — Acción  y  efeclo  de  palanquear. 
Nevero. — Vendedor  de  bielo,  que  solemos  decir  nieve,  por  barbarismo 

imperdonable. 
Nevería. — Lugar  donde  se  vende  el  hielo. 
Colchonería. — Tienda  de  colchones  y  otros  artículos  para  el  lecho. 

Fotingo. — Esta  voz  se  ha  usado  en  el  Oriente  de  Cuba  desde  hace 
tiempo,  como  expresión  jergal  de  los  postríbulos,  para  significar 
el  meato  anal.  Probablemente  se  deriva  de  fotre  (fot,  raíz  ca- 
talana, [los  catalanes  han  abundado  de  tiempo  atrás  en  San- 
tiago de  Cuba]  que  significa  fornicar)  y  el  sufijo  despectivo 
ingo,  como  indicando  acaso  el  acto  sexual  contra  natura. 

Pocos  años  hace  que  se  in  rodujeron  en  la  Habana  los  auto- 


TJ2T    CATAUSO    DE    CUBANISMOS  68 

móviles  económicos  de  alquiler,  preferentemente  los  de  la  marca 
Ford.  Y,  para  significar  estos  vehículos  baratos  y  populares, 
genéricamente  llamados  ford,  que  han  sustituido  a  los  anti- 
guos desprestigiados  coches  de  alquiler  (peseteros,  cristali-, 
nos,  etc.),  y  que,  contrastando  con  los  automóviles  de  lujo,  vie- 
nen a  ser  de  ínfima  clase,  se  ha  importado  del  Oriente  de  la 
República,  esa  voz  fotingo,  que  allá  es  indecente,  y  aquí,  en  la 
capital,  es  hoy  de  las  más  usadas  en  el  habla  vulgar. 

Licorero. — Por  licorista.  Tenemos  varias  compañías  licoreras,  que 
nacieron  faltando  a  las  leyes  del  idioma,  cuando  nó  a  otras 
igualmente   respetables. 

Machacante. — Voz  que  traída  de  la  milicia,  la  han  adoptado  los  automo- 
vilistas para  significar  al  ayudante  del  chauffeur,  a  quien  so- 
lemos decir  también  mecánico. 

¡Sabrosura. — Calidad  de  lo  sabroso.  Generalmente  se  usa  aplicándolo 
a  la  condición  de  los  sabrosones. 

Mordaza.- — Cada  una  de  las  dos  piezas  de  acero  que  sirven  para  unir 
o  empatar  unos  con  otros,  a  lo  largo,  los  carriles  de  un  cami- 
no de  hierro,  colocándose  a  ambos  lados  de  sus  extremos  por 
medio  de  pasadores  atornillados. 

Carrilera. — Conjunto  de  los  carriles  de  un  camino  de  hierro,  una  vez 
colocados  formando  la  vía.  Además,  la  acepción  más  restrin- 
gida, desviadero,  que  trae  Suárez.  Si  fuésemos  consecuentes 
con  nuestro  anglicismo  rail,  debiéramos  decir  railera,  como 
desrailar  y   otros. 

Pañería. — Establecimiento    industrial    del    pailero. 

Grampa. — Grapa.  Pieza  de  hierro  para  unir  otras  dos,  o  un  rail  a 
una  traviesa.  No  es  necesario  que  los  extremos  de  la  grampa 
o  grapa  sean  aguzados,  porque  no  siempre  se  clavan  ellos  mis- 
mos a  la  madera;  a  veces  se  les  clava  a  ellos  la  tabla,  o  se 
les  atornilla  o  remacha.  El  Diccionario  de  la  Academia  que 
acepta  la  voz  grapa  y  no  grampa,  como  aquí  usamos,  (cosa 
rara,  dada  la  reconocida  pereza  idiomática  de  toda  América, 
pero  explicable  porque  del  inglés  y  del  francés  importamos  siem- 
pre los  arlículos  de  ferretería),  trae  una  palabreja  desusada 
o  poco  menos,  derivada  de  esa  raíz,  como  es  cramponado,  (de- 
rivado del  francés  cramponné)  adjetivo  de  la  heráldica,  que 
se  refiere  a  las  piezas  del  blasón  que  en  sus  extremidades  tie- 
nen una  media  potenza,  o  sea,  digamos  aquí,  una  figura  de 
crampe  o  grampa.  Toro  y  Gisbert  dice  que  este  vocablo  es  voz 
marítima,  y  por  ello  lo  tendremos  en  Cuba  como  de  uso  ge- 
neral,  aun  en  tierra. 

Engrampar. — Unir  dos  piezas  por  medio  de  grampa.  Fig.  y  fam.  unir 
dos  cosas,  conseguir  un  propósito.  Engrampó  un  destino. 
Después  de  mucha  batalla,  al  fin  engrampó. 


64  FERNANDO     OKTIZ 

Engrampe. — Lugar  por  donde  se  engrampan  las  piezas.  A  veces 
suele  estar  indicado  por  medio  de  agujeros  donde  situar  los 
remaches  o  tornillos,  etc. 

Cuño. — Por  sello,  en  general,  en  su  i?  acepción,  y  no  por  troquel. 
Cuño  de  goma,  o  gomígrafo,  que  no  trae  el  Diccionario  de  la 
Academia.     Pónle  el  cuño. 

Peonía. — Por  pionía. 

Granza. — No  sólo  el  residuo  del  yeso  cuando  se  cierne,  como  dice  el 
Diccionario  de  la  Academia,  sino  de  toda  clase  de  piedra  o  la- 
drillo. 

Murmurio. — Por  murmurio. 

Placer. — Esta  voz  marinesca,  una  vez  en  tierra  firme,  lia  llegado  a 
significar  campo  o  terreno  yermo  en  una  población.  En  la  Ha- 
bana bubo  el  placer  de  Peñalver,  el  placer  del  Polvorín,  amen 
de  otros  placeres  incontables,  dicho  sea  jugando  del  vocablo, 
tanto  que  el  gran  periodista  italiano  Luigi  Barzini  hubo  de 
titular  a  nuestra  capital,  aun  no  hace  muchos  años:  un  paese 
dove  si  gocle  la  vita. 

Plantón. — Por  derivación  de  la  acepción  militar  del  vocablo,  espera 
larga,  desmesurada.     Se  dio  un  plantón. 

Pastelero. — El  que  pastelea. 

Cañandonga. — Aguardiente  de  caña  de  mala  calidad,  según  Suárez,  y 
la  cañafístula;  o  bien,  pudiera  pensarse,  una  caña  de  mala  o  de 
segunda  clase,  lo  cual  explicaría  el  sufijo  peyorativo  onga. 

Alto. — Piso  alto  de  un  edificio.  Vivía  en  el  alto,  Con  mayor  frecuen- 
cia se  dice  en  los  altos.     El  diminutivo  usual  es  altico. 

Bajo. — Piso  bajo  de  un  edificio.  Alquiló  unos  bajos  o  el  bajo.  En 
esta  acepción  no  forma  diminutivo  sino  raramente. 

Plateado. — Bandido  que  durante  las  guerras  de  independencia  se  de- 
dicaba al  pillaje,  unas  veces  pasando  por  libertador  cuba- 
no y    otras  por  guerrillero  español,  según    le  convenía. 

Congresista. — Dice  la  Academia:  "Miembro  de  un  congreso  cientí 
fico."  Pues  cuando  en  Cuba  se  creó  el  congreso  de  la  Repú- 
blica, hubo  que  dar  nombre  a  sus  miembros  y,  además  de  de- 
cirles senadores  o  representantes,  según  la  cámara  de  que  for- 
maban parte,  les  dijimos  a  todos  congresistas,  porque  ambas 
cámaras  forman  el  Congreso;  esto  sin  detenernos  a  pensar  si 
nuestro  congreso  era  o  no  científico,  y  aun  opinando  unánime- 
mente que  no  lo  era.  Y  lo  mismo  ha  debido  de  pasar  en  otros 
Estados  de  América.  Monner  Sanz  propone  que  se  les  llame 
congresales.  como  concejales  a  los  miembros  de  un  concejo,  y 
dice  que  la  palabreja  se  usa  en  Argentina  y  Chile.  Pues  tam- 
bién pudiera  decirse  congresero.  ¡horror!,  porque  de  consejo, 
hacemos   consejero.     Preferimos    congresista,   por   ser  más    eufó- 


UN     CATAÜBO    DE    CUBANISMOS  00 

nieo  que  ambas  y  por  tener  ya  un  precedente  e¡n  el  dicciona- 
rio, aparte  lo  de  científico,  que  maldito  lo  que  hace  falta  para 
definir  el  vocablo,  especialmente  si  se  quiere  ex  ender  su  uso, 
como  en  Cuba  se  ha  extendido,  dicho  sea  con  perdones. 

Mamarrachero. — El    que    acostumbra    hacer    mamarrachos. 

Comiqueorado. — Res  con  un  asta  rota. 

Disparar. — Aquí,  como  en  Suramérica,  significa  huir,  especialmente 
como  reflexivo.  Así  lo  trae  Toro  y  Gisbert.  Es  vocablo  bien 
cas  izo,  aunque  no  lo  trae  el  Diccionario  de  la  Academia,  pues 
lo  usó  en  tal  sencido  Moratín,  valga  por  autoridad.  Si  por 
huir  ligero  metafóricamente  se  pudo  decir  volar,  ¿por  qué  no 
disparar,  más  ligero  todavía,  después  del  invento  y  difusión 
de  la  pólvora  y  de  sus  aplicaciones? 

Vulgarmente,  también  como  reflexivo,  ha  adquirido  un  uso 
extensísimo,  análogo  o  sinónimo  a  meterse  o  empujarse  en  al- 
gunas de  sus  acepciones;  se  disparó  o  empujó  un  buen  almuer- 
zo, se  disparó  el  frac  para  ir  al  teatro;  le  disparó  un  galletazo: 
se  disparó  un  ascenso;  la  mujer  le  disparó  dos  jimaguas;  le 
dispararon  la  cesantía,  etc.  Este  verbo  ha  hecho  gran  fortuna 
en  Cuba.     Aquí  se  dispara  hasta  disparatar. 

Pesandarte. — Peso  moneda.  Hoy  es  totalmente  desusada,  pero  la  en- 
contramos en  Gelabert.  El  origen  que  estimamos  más  proba- 
ble de  es'a  voz  cubana  es  interesante.  Durandarte.  además 
de  durindana,  se  llamó  antiguamente  la  espada  de  Roldan  en 
libros  de  caballería,  como  en  la  historia  del  Caballero  del  Cis- 
ne, inserta  en  la  Gran  Conquista  de  Ultramar,  que  se  escribió 
en  tiempos  del  rey  Alfonso  X  el  Sabio.  Y  allá  en  España  se 
llamó  jergalmente  si  duro  o  moneda  de  cinco  pesetas,  por  su- 
gestión fonética,  duratón  y  durandarte.  Pero  como  el  duro  en 
México,  y  después  en  las  otras  tierras  de  Indias,  se  llamó  peso. 
se  creyó  cosa  lógica  trocar  el  vocablo  dur-andarte.  en  pes-andar- 
te,  y  laus  Deo. 

Caney. — Aunque  sea  voz  taina,  según  el  Diccionario  de  la  Academia, 
debió  significar  algo  más  que  el  bohío  cónico,  pues  aun  hoy 
a  los  lometones  que  conservan  restos  de  indios  los  suelen 
llamar  los  guajiros:    caneyes  de  muertos. 

Lometón. — Diminutivo    masculino    de    la    femenina    loma    o    montículo. 

Canilla.— Cierta  clase  de  arroz,  de  grano  largo.     Arroz  de  canilla. 

Cara  de  tranca. — Cara  de  pocos  amigos,  adusta. 

Cara   larga. — Cara  triste.   Había  allí  muchas  caras   largas. 

Te>. — Pieza  de  cañería  que  tiene  la  forma  de  una  te,  o  sea  una  rama 
perpendicular  a  otra.  Si  se  acepta  por  el  Diccionario  de  la 
Academia  la  voz  codo,  como  pieza  angular  de  cañería,  igual 
procede  hacer  con  la  te.     Cómprame  una  te. 


66  FERNANDO     ORTIZ 

Encajonado. — Día  laborable  entre  dos  festivos.  El  sábado  fué  día 
encajonado. 

Casquero. — Aficionado  a  los  cascos,  en  la  acepción  familiar  que  trae 
Suárez.     Fulano  es  un  viejo  casquero. 

Plancha. — Por  plataforma  de  un  ferrocarril. 

Auto. — Apócope  de  automóvil. 

Motorista. — El  que  bace  mover  y  conduce  realmente  el  tranvía,  o  sea 
el  que  maneja  su  motor.  Adaptación  afortunada  del  inglés 
motorman,  que  venimos  usando  desde  bace  más  de  veinte  años. 
Ahora  nos  falta  otra  palabreja  para  el  chauffeur,  el  que  maneja 
el  motor  del  automóvil  o  auto,  porque  ¡se  oye  por  ahí  cada  pro- 
nunciación del  gálico  vocablo!  Y  automovilista  o  automovilero 
son  sobradamente  largas  y  lentas  en  estos  tiempos  que  parecen 
tan  veloces.  ¿Podría  ser  aceptado  el  neologismo  autorista  o  au- 
toista?  ¡Qué  diablos!  peores  corren  por  el  diccionario.  Venga, 
sino,   otra,   porque  su   necesidad   es  urgente,   ineludible... 

Conductor. — El  que  cobra  el  importe  del  pasaje  a  los  pasajeros  del 
tranvía  o  sea,  en  cubano,  del  carrito,  y  en  cierto  modo  lo  con- 
duce, ordenando  las  paradas  y  las  salidas.  Es  adaptación  algo 
infeliz,  aunque  literal,  del  conductor  inglés. 

Mandarín. — Por  mandón. 

Enguasimar. — Ahorcar  de  una  guásima,  del  árbol  así  llamado. 

Buche. — Dice  Suárez:  "individuo  de  la  plebe,  golfo".  Creemos  insu- 
ficiente la  explicación.  Es,  en  general,  el  sujeto  despreciable 
por  algún  defecto,  que  lo  disminuye  en  el  buen  concepto  de 
los  demás.  Así,  un  hombre  rico  y,  por  tanto,  ajeno  a  la  plebe, 
puede  ser  un  buche,  si  es  un  ignorante,  zafio,  ruin  e  informal. 
Se  dice  corrientemente:  un  tuche;  no  hemos  oído  nunca  una 
buche,  aunque  alguna,  pero  rara  vez,  oímos  decirle  confianzu- 
damente a  una  muchacha:  no  seas  buche.  El  uso,  y  aun  el 
abuso,  de  tal  vocablo  en  Cuba,  nos  parece  reciente,  pues  no  lo 
conocíamos  en  la  Habana,  cuando  niños.  ¿De  donde  vino?  Si 
nos  atenemos  al  sentido  despectivo  de  la  palabra  podemos  su- 
poner dos  orígenes.  Uno,  de  la  tercera  acepción  castellana: 
porción  de  líquido  que  cabe  en  la  boca.  Ese  bache  podría  ha- 
ber sido  tomado  como  término  de  comparación  de  un  sujeto 
despreciable,  insignificante  como  un  buche.  Otro,  de  la  de- 
sinencia despectiva  de  burro,  o  como  dice  el  Diccionario  de  la 
Academia:  borrico  recién  nacido,  acepción  ésta  que  en  Cuba 
es  desusada. 

Y  aun  podríase  aportar  como  fuente  posible,  la  voz  abuchear, 
o   abucheo    del   habla   vulgar   española,   también    despectiva,    que 
significa:    sisear,  protestar,  abroncar. 
No    obstante   lo    anterior,    intentemos    otra    hipótesis.      Según 


ÍTN     CATAURO    BE    CUBANISMOS  67 

Cuervo,  biche  en  lenguaje  bogotano  significa  entero,  canijo,  si 
es  persona,  y  verde  incomible,  si  es  fruta.  Según  Ramos  y 
Duarte  beche  en  Méjico  es  vano,  vacío,  fofo,  y  viche  es  desnu- 
do, pelado.  Suponemos  que  buche  es,  pues,  por  atracción  foné- 
tica de  otras  voces,  una  variante  de  viche,  usual  en  el  conti- 
nente americano,  cuya  voz,  como  viringo  (también,  desnudo, 
pelado),  sé  deriva  de  vis,  fuerza,  con  adición  de  una  de  las  dos 
desinencias  despee  ivas,  más  usuales  en  América:  ingo  o  iche. 
Y  si  es  o  no  convence,  que  venga  otro  a  dilucidar  eí  origen  de 
los  buches,  si  no  es  que  por  ser  tales  dejan  de  merecer  más 
honores. 

Petrolífero. — Que  produce  petróleo. 

Parida. — Dícese  de  la  mata  o  planta  que  acaba  de  dar  su  fruto.  La 
mata  de  plátanos  está  parida. 

Pituita. — Insistencia  molesta  de  alguien   en  su  pretensión. 

Moringa. — Fantasma  imaginario,  como  dice  Suárez.  Debe  ser  voz 
castiza.  El  moro,  la  mora,  fueron  motivo  de  miedo  durante 
siglos,  y  aun  boy  en  ciertas  regiones  españolas,  para  los  niños; 
fueron  el  coco.  Moringa  hubo  de  decirse  en  Cuba,  de  moro 
con  el  sufijo  despectivo  inga,  tan  frecuente  en  América;  como 
allá  en  Extremadura  se  oye  decir  aún,  moracantana  en  igual 
sentido. 

Grajo. — Exacta,  la  definición  de  Suárez;  pero  al  catalogar  a  renglón 
seguido  la  misma  voz  como  planta  fétida,  alguien  pudiera  creer 
que  su  primera  acepción  (olor  repugnante  del  sudor  de  los  ne- 
gros) es  derivada  de  la  segunda,  y  no  es  así.  Grajo  es  un  ave 
española  hedionda,  parecida  al  cuervo,  y  jamás  la  hubo  en 
Cuba,  por  donde  la  acepción  oler  a  grajos  nos  vino  de  España. 

Cindadela. — Bien  definido  el  cubanismo  por  Suárez.  Permítasenos 
recordar  aquí  su  etimología  probable,  diminutivo  de  ciudad. 
porque  a  juzgar  por  el  número  de  sus  moradores  las  casas  de 
vecindad,  semejan  con  exageración  típicamente  andaluza  y  cu- 
bana,  naturalmente,   unas  pequeñas  ciudades. 

Funeraria. — Establecimiento   de  pompas  fúnebres. 

Editorial. — Perteneciente  o  relativo  a  editores  o  ediciones,  dice  la 
Academia.  Muy  bien.  Por  eso,  y  por  evidente  influencia  nor- 
teamericana, llamamos  editoriales,  aquí  como  en  toda  la  Amé- 
rica latina,  el  artículo  de  -fondo  de  los  diarios,  el  que  represen- 
ta la  opinión  del  editor.  El  editor  en  los  Estados  Unidos  es  el 
director  de  una  publicación,  y  de  ahí  la  acepción  panamericana. 

Editorialista. — El  periodista   que  escribe  los  editoriales. 

Comadrajo. — Corrupción  de  comadrazgo.  Hacer  comadrajo  es  un  jue- 
go entre  niños  que  consiste  en  hacer  uno  al  otro  regalo  de  va- 
rios objetos  (frutas,  piedrecitas,  flores,  eíc.,)  y  ser  correspondido 
por  otro  igual.  A  veces  los  esclavos — porque  el  jueguecito  es 
antiguo — engañaban   a   los   amitos,   haciendo   comadrajos,   es   de- 


68  FEBNANDQ     ORTIZ 

cir,  regalándoles  flores,  caña,  cocuyos,  etc.,  en  espera  de  un 
comadre  jo  mejor,  de  fruta,  comidas,  monedas  u  objetos  codi- 
ciados. Fué  hasta  los  comienzos  del  siglo  XIX  costumbre  ge- 
neralizada, por  los  carnavales,  hacer  comadrajos  o  parentescos 
artificiales,  humorísticos,  que  ocasionaban  regalos  recíprocos 
entre  amigos  y,  por  lo  común,  entre  ellos  y  ellas.  Entre  los 
ricachos  de  aquel  entonces,  los  regalos  del  comadrajo  eran  pre- 
texto para  lucir  la  explendidez  y  se  regalaban,  por  ejemplo, 
esclavos  caleseros,  quitrines,  caballos  de  monta,  etc.  Y  los  co- 
madrajos, que  así  se  llamaban  los  regalos,  solían  ir  acompa- 
ñados de  versos  más  o  menos  correctos.  No  hemos  leído  nin- 
guno, impreso  en  colecciones  literarias,  pero  en  amarillentos 
papeles  de  familia  hemos  conservado  el  que  sigue:  "Compadre 
que  a  su  comadre  no  le  dice  donde  vá,  ni  la  quiere,  ni  la  es- 
tima, ni  le  tiene  voluntad."  El  Diccionario  de  la  Academia 
trae  compadrazgo  y  compadraje,  pero  no  comadrazgo,  por  lo 
que  se  deduce  que  allí  las  comadres  debieron  de  tener  menor 
fortuna. 

Estos  comadrajos.  son  parientes  cercanos  de  los  años,  a  que 
se  refiere  el  Diccionario  de  la  Academia,  y  de  los  compadres 
bogotanos  de  que  habla  Cuervo.  Dice  éste:  "Los  españoles, 
según  el  Diccionario,  llaman  echar  damas  y  galanes  a  una  di- 
versión que  se  tiene  en  las  casas  el  último  día  del  año,  y  con- 
siste en  sortear  damas  y  galanes  con  quienes  se  tiene  amistad 
y  correspondencia,  y  los  que  caen  para  el  año  siguiente  se  lla- 
man año;  esto  lo  hacen  en  Bogotá  con  el  nombre  de  sacar  com- 
padres, y  los  que  salen  se  apellidan  compadres  y  comadres. 
Pero  esta  denominación  nos  ha  venido  de  España." 

Trunco. — Por  incompleto.  Se  usa,  no  con  absoluta  impropiedad,  refi- 
riéndose a  obras  o  publicaciones  cuyas  entregas  o  tomos  están 
incompletas. 

Completo. — 'Por  lleno.  Se  usa  en  toda  la  América  hispanoparlante 
y  no  es  un  barbarismo  tan  fenomenal  como  cree  Monner  Sans. 
Porque  si  completo  es  sinónimo  de  cabal  y  éste  quiere  decir 
ajustado  a  medida,  y  se  dice  de  lo  que  le  cabe  a  cada  uno;  al 
decir  un  tranvía  completo  cuando  lleva  sus  pasajeros  cabales, 
no  se  incurrirá  en  un  gran  dislate  que  digamos.  Oímos  en 
Cuba  decir  a  quien  se  levanta  de  la  mesa  después  de  opípara 
comida:  estoy  completo.  Según  el  distinguido  lexicólogo  ci- 
tado, será  esto  un  disparate.  Será  un  familiarism  o . 

Vuelto. — Por  vuelta,  en  su  18*  acepción.  En  toda  la  América  espa- 
ñola decimos  vuelto  por  vuelta.  Si  estos  problemas  del  idioma 
se  resolvieran  democráticamente,  por  ser  los  hispanoamericanos 
más  que  los  españoles,  el  referendum  impondría  al  mundo  de 
habla  castellana  la  masculinización  del  vocablo.  Pero,  aun  no 
siendo  así,  basta  saber  que  vuelta  está  ya  sobrecargada  con  24 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  69 

acepciones  para  preferir  librarla  de  una  y  echársela  al  vuelto, 
que  siquiera  por  macho,  bien  puede  llevar  alguna  carga  más, 
en  beneficio  de  la  claridad  del  lenguaje.  Nos  rebelamos,  de- 
mocráticamente también,   a  la  au4oridad   del   real   diccionario. 

Coloniaje. — Condición  política  de  la  colonia.  Es  palabrita  muy  sona- 
da en  la  América  de  habla  hispánica.  Monner  Sans,  censu- 
rándola, dice:  "¿Por  qué  no  decir  la  época  colonial:'  Porque 
la  desinencia  aje,  o  expresa  inferioridad  o  desprecio,  o,  y  es 
lo  más  frecuente,  conjunto,  juego,  serie  de  cosas  que  pertene- 
cen a  un  todo";  en  este  caso,  conjunto  de  colonias.  El  autor 
añade  que  si  de  inventar  nombres  se  tratase,  propondría  colo- 
nismo, teniendo  en  cuenta  el  valor  de  la  desinencia  ismo,  y  re- 
cordando feudalismo,  cristianismo,  etc.  Atinadas  son  pstas 
observaciones,  pero  convéngase  en  que  si  se  dice  en  América 
coloniaje,  es  precisamente  por  el  influjo,  ignorado  a  veces,  del 
despectivo  sufijo  aje,  pues  aun  pensamos  que  aquella  condición 
política  de  colonias  merece  tal  peyorativo,  como  vasallaje  que 
fué;  pero  no  habría  inconveniente,  para  limar  asperezas  foné- 
ticas y  políticas,  en  adoptar  el  colonismo,  o  ambos  a  la  vez. 

También  decimos  coloniaje,  al  contrato  celebrado  para  el  cul- 
tivo y  fomento  de  una  plantación  o  finca  de  caña  de  azúcar.  En- 
tonces olvidamos  que  en  castellano  existe  la  voz,  muy  apropia- 
da, colonato. 

Regustarse. — Darse  reiteradamen'e  gusto  con  algo.  Salió  regustado 
del   baile.      Se   regustada  con   el    dulce. 

Repecho. — Barbarismo,   por   antepecho. 

Resabioso. — Que  tiene  resabios. 

Sellar. — Sembrar   enteramente   un   campo.      Sellado   de   caña. 

Resellar. — Sembrar  de  nuevo  totalmente  un  campo. 

Salvilla. — Decimos  aquí  a  las  bandejas,  especialmente  si  de  dulces, 
aun  cuando  no  tengan  las  encajaduras  a  que  se  refiere  el  Dic- 
cionario  de  la  Academia. 

Obstaculizar. — Oponer  obstáculos.  Es  verdad  que  ya  tenemos  impedir, 
embarazar,  entorpecer,  dificultar  y  otros;  pero  el  uso  de  este 
vocablo  es^á  muy  generalizado,  es  eufónico  y  no  acertamos  a 
dar  con  ninguna  buena  razón  por  las  que  deba  ser  obstaculizada 
su  entrada  en  el  léxico  castellano. 

Conservatorio. — En  Cuba  se  aplica  exclusivamente  al  establecimiento 
destinado  a  fomentar  y  enseñar  el  arte  musical,  y  no  es  pre- 
ciso que  sea  costeado  por  el  Estado,  como  quiere  el  Diccionario 
de  la  Academia;  es  más,  el  Estado  cubano  no  costea  ninguno. 
Igual  sucede,  más  o  menos,  en  el  resto  de  América.  ;.Por  qué 
pues,  exigir  que  la  subvención  oficial  sea  necesaria?  ¿Y  si  no 
se  debiera  al  Estado,  y  sí  a  una  Provincia  o  Municipio?  O  esa 
definición  es  incorrecta,  o  admítase  un  cubanismo  o  america- 
nismo más. 


70  FEBNANDO   OBTIZ 

Manifestación. — En  castellano,  según  la  Academia,  es  casi  sinónimo 
de  mitin.  Aquí  distinguimos.  El  mitin  es  como  dice  el  dic- 
cionario; pero  la  manifestación  es  siempre  andante  y  casi  siem- 
pre hasta  con  andante  caballería.  Cuando  la  manifestación  no 
anda  se  convierte  en  mitin,  si  surgen  oradores  que  manifiestan 
o  pretenden  manifestar  algo,  que  no  siempre  lo  logran.  Cuan- 
do el  mitin  se  moviliza,  callan  los  oradores  y  marcha  hacia 
algún  sitio,  una  estatua,  una  oficina  pública,  un  cementerio,  etc., 
deja  de  ser  mitin  y  se  convierte  en  manifestación.  Sutilezas 
y   distingos   de  la   política  democrática. 

Pailero. — El  que  hace  pailas.  Por  extensión,  el  que  hace  trabajos  de 
calderería,  remachar  hierro  y  otros  análogos. 

Palero. — El  marinero  encargado  de  las  maniobras  de  los  palos  de  la 
nave. 

Pajarería. — Tienda  donde  se  venden  pájaros. 

Olicoso. — Que   comienza  a  oler   mal. 

Picarazado. — Picoso. 

Pañolero.— Vendedor  o  hacedor  de  panales. 

Pañolería. — Fábrica  de  panales. 

Tirar. — Transportar  por  carreta  o  ferrocarril.  Se  aplica  a  la  caña 
de  azúcar,  preferentemente.  Se  podrá  tirar  barato.  Las  dife- 
rentes acepciones  de  este  verbo  y  del  substantivo  tiro,  producen 
frases  tan  curiosas  como  ésta,  consejo  amenazador  de  un  ha- 
cendado a  un  colono:  aunque  la  caña  está  tirada,  no  se  tire 
en  la  romana  ni  en  el  tiro  tire  mucha,  sino  le  tiro  de  cabeza  o 
le  tiro  un  Uro. 

Tiro. — Acción  y  efecto  de  tirar  la  caña.     Corte,  peso  y  tiro. 

Enrasar. — Hacer  que  quede  plana  la  superficie  exterior  de  los  hor- 
nos de  carbón,  antes  de  darles  candela,  rellenando  los  intersti- 
cios entre  la  leña,  con  trocitos  pequeños,  y  cubriéndolo  todo, 
luego,  con  tierra. 

Cañón. — Cañón  de  aire,  corriente  de  aire.  Acaso,  de  la  3^  acepción 
de   caño. 

Cañonazo. — Accidente  que  ocurre  a  veces  en  los  hornos  de  carbón, 
al  foguerearse  por  formarse  en  su  in'erior  una  dilatación  de 
gases  que  se  abren  paso  al  exterior,  dando  un  estallido.  Se 
llamará  cañonazo  por  este  estallido  algo  ruidoso  o  porque  se 
forma  un  cañón  de  aire,  que  avivando  la  combustión  por  la 
llama,  reduce  a  pavesas  la  leña  acumulada  en  el  horno,  si  no 
se  repara  prontamente  la  avería. 

Quebrada. — Se  dice,  con  aplicación  a  los  hornos  de  carbón,  al  efecto 
de  quemarse  irregularmente,  en  un  sitio  más  que  otro. 

Cruceta. — Palo  largo  que  se  sitúa  en  el  centro  de  un  horno  de  car- 
bón, como  eje  del  mismo,  alrededor  del  cual  se  para  toda  la 
leña.  Suele  ponérsele  en  lo  alto,  que  sobresale  del  horno,  una 
pequeña    traviesa    formando    cruz,    probablemente    por    supervi- 


UN    CATAUEO    DE    CUBANISMOS  71 

vencía  religiosa,  con  lo  cual,  de  tal  modo  rematados  los  hornos 
de  carbón,  con  su  mole  circular  y  negruzca,  semejan  grandes 
túmulos  circulares,  o  piras  de  un  culto  misterioso.  Al  ir  a 
dársele  candela,  se  saca  por  arriba  la  cruceta  y  por  el  pequeño 
hueco  que  se  produce  se  introducen  en  el  horno  las  brasas  que 
han  de  comunicarle  el  fuego. 

Paso. — En  un  horno  de  carbón,  es  el  paso  del  humo,  o  respiradero. 

Foguerear. — No  es  desusada,  como  dice  Suárez,  pues  es  muy  oída  en 
los  desmontes  para  campos  o  siembras  de  caña,  siendo  una 
operación  difícil  y  costosa,  que  a  veces  se  contrata  especial- 
mente. Entre  los  carboneros  se  dice  del  horno  que  se  miela  o 
quema  todo,  con  llama  que  lo  destruye.     El  horno  se  foguereó. 

Foguereo— Acción   de  foguerear. 

Volar. — Destruir  un  horno  de  carbón  por  el  fuego,  o  precipitar  su 
quema.  El  horno  se  voló,  o  lo  volaron  por  maldad.  Probable- 
derivación  de  la  4a  acepción  fig.  del  Diccionario  de  la  Academia. 

Corrida. — Corrida  de  sacos  es  la  cantidad  que  cobra  el  almacenista 
de  carbón  a  los  carboneros  por  el  uso  de  sus  sacos,  e  indemni- 
zación por  roturas  y  pérdida  de  los  mismos.  Es  costumbre 
mercantil  de  la  plaza  y  su  importe  es  de  dos  pesos  por  cada 
viaje  de  16  sacos. 

Dentuso. — Por  dentudo,  especialmente  si  los  dientes  son  salidos  hacia 
fuera  de  la  boca. 

Estoraca. — Persona  tonta  y  sin  provecho.  ¿De  estoraque.?  Lo  duda- 
mos a  pesar  de  la  afinidad  fonética. 

Quema  china. — La  quema  de  monte  que  arrasa  el  campo,  quemando 
hasta  los  troncos,  sin  necesidad  de  foguereo. 

Rehilete. — Juguete  que  se  hace  con  papel,  a  modo  de  molinillo  que 
se  fija  con  un  alfiler  al  extremo  de  un  palito  y  gira  rápida- 
mente, movido  por  el  viento. 

Calilla. — Además  de  la  acepción  que  trae  Suárez,  y  de  ser  diminutivo 
de  cala  en  su  tercera  acepción,  que  ha  substituido  totalmente  a 
ésta,  significa   persona   majadera,    molesta,    entrometida,    pesada. 

Peletería. — Tienda  donde  se  venden  zapatos  al  por  menor.  La  zapa- 
tería es  donde  se  hacen,  o  donde  se  venden  hechos  a  medida. 

Peletero. — Comerciante  de  zapatos  al  por  menor. 

Calandraca. — Se  dice  por  calandrajo,  en  su  acepción  de  persona  ridi- 
cula y  despreciable.  Es  probable  que  digamos  calandraca  por 
sugestión  marinesca,  pues  esta  voz  significa  cierta  sopa  que 
con  galleta  hecha  pedazos  se  hace  a  bordo,  cuando  hay  escasez 
de  víveres. 

Recuelo. — Café  que  se  hace  colando  de  nuevo  el  ya  utilizado  an- 
teriormente. 

Recurrido. — Nombre  substantivo,  el  que  se  opone  al  recurso  que  es- 
tablece un  recurrente  contra  una  resolución  que  favorece  a 
aquél.     Si   el  Diccionario  de  la  Academia  reconoce  el  recurren- 


72  FERNANDO     OKTIZ 

te,  igual  procede  que  haga  con  el  recurrido,  en  prueba  de  jus- 
ticia imparcial.  Al  menos,  ambos  vocablos  los  usamos  en  el 
foro  cubano. 

Refistolero. — Por  refitolero,  vocablo   frailuno. 

Regatero. — El  que  regatea  mucho  los  precios. 

Piso. — 'Según  el  Diccionario  de  la  Academia  tal  parece  que  el  piso 
solo  se  aplica,  en  su  5?  acepción,  a  la  habitación  de  un  seglar 
en  un  monasterio.  Aquí  está  a  piso,  no  habiendo  monasterios 
que  admitan  seglares,  el  ganado  en  los  potreros  del  prójimo,  si 
éste  cobra  un  precio  por  ello,  a  cuyo  precio  también  se  le  lla- 
ma piso. 

Escalera. — Suplicio  de  azotes  a  que  se  condenaba  a  los  esclavos  aján- 
dolos a  una  e3calera.  Por  haberlo  utilizado  como  tortura  las 
autoridades  coloniales,  cier'a  conspiración  nacionalista  de  me- 
dir dos  del  siglo  XIX,  se  conoce  en  nuestra  historia  como  la 
de  la  escalera. 

Volado. — Se  dice  del  carbón  que  se  voló  o  quemó  prematuramente,  de 
poco  peso  y  fuerza,  y  cenizo. 

Repeinar. — Limpiar   con   el   peine,  el   plan  para  un   horno   de   carbón. 

Peime. — Instrumento,  a  modo  de  rastro,  que  usan  los  carboneros 
para  limpiar  el  plan  del  horno. 

Rosa. — Medida  superficial  que  resulta  de  dividir  una  caballería  de 
tierra  por  18. 6.  Se  usa  solamente  en  el  Norte  de  la  provincia 
oriental. 

Manguero. — Vendedor  de  mangos  o  mangas. 

Loseta. — Diminutivo  de  losa,  que  ha  adquirido  personalidad  propia, 
para  significar  la  losa  artificial  de  cemento  hidráulico,  también 
conocida,   impropia  y   generalmente,  por   mosaico. 

Mosaico. — Losa  cuadrada  ar'ificial  de  cemento  hidráulico,  de  colores, 
imitando  el  taraceo  de  piedras,  llamado  propiamente  mosaico. 
Piso  de  mosaico,  en  Cuba,  lo  es  de  imitación,  sino  se  especifica 
que  lo  es  de  verdadero  mosaico. 

Enrejillar. — Poner  rejilla  a  los  asientos. 

Enrejillador. — El  que  pone  rejillas. 

Pótala. — 'Persona  pesada,  moltesta,  insoportable.  Voz  del  lenguaje 
marinero. 

Recesar. — Verbo  activo  derivado  del  anglicismo   receso. 

Recambio. — Por  cambio,  especialmente  en  la  expresión  de  los  mecá- 
nicos:  pieza  de  recambio. 

Cantinera. — Se  dice  de  la  bodega  que  vende  mucha  bebida  en  cantina. 

Cañería. — Lo  usamos  por  caño  de  metal,  por  el  cual  se  conduce  no 
solamente  agua,  como  quiere  el  Diccionario  de  la  Academia, 
sino  también  gases  para  el  alumbrado,  alcohol,  etc. 

Furrumalla. — Gente  de  ningún  prestigio,  de  mala  vida.  Esta  voz  se 
deriva  seguramente  de  faramalla. 

Hacendado. — En  Cuba  se  dice  del   que  tiene  hacienda  en  bienes  rus- 


UN     CATAURO     DE    CUBANISMOS  73 

ticos.  Y  aun  se  usa  por  lo  común,  con  más  restringida  acep- 
ción, significando  el  dueño  de  un  ingenio  de  azúcar  de  caña. 
Asociación  de  Hacendados  y  Colonos. 

Trancar. — Además  de  las  acepciones  castellanas,  fastidiar  o  embro- 
mar a  uno  por  sorpresa,  detenerlo  mientras  huye.  Lo  trancó 
mientras  jugaba,  lo  trancó  con  el  cuentecito. 

Trancada. — Acción  y  efecto  de  trancar.  La  trancada  que  le  dieron  fué 
mayúscula. 

Ferretero. — El  comerciante  de  ferretería.  Si  esta  última  palabra  está 
ya  adoptada  por  el  Diccionario  de  la  Academia,  ¿por  qué  no  la 
otra? 

Lloviznoso. — Del  tiempo,  cuando  son  frecuentes  las  lloviznas.  Si  de 
lluvia  tenemos  lluvioso,  ¿no  podemos  aceptar  un  lloviznoso,  de 
llovizna?  En  Cuba  es  de  uso  general. 

Mangonear. — No  tiene  aquí  la  1?  de  las  dos  acepciones  que  en  España. 
Y  tiene,  por  extensión,  una  tercera.  Realizar  algún  negocio 
ilícito    o    gestión    abusiva   en    asuntos   ajenos. 

Coco. — No  es  necesariamente  tierra  blanquecina,  como  reza  el  Dic- 
cionario de  la  Academia,  al  fijar  este  reconocido  cubanismo. 
Es  el  conjunto  de  piedrecitas  o  cascajo  que  se  criba  por  los  al- 
bañiles  en  un  cedazo  o  zaranda,  para  aprovechar  las  más  me- 
nudas en  el  hormigón  o  el  relleno  de  ciertas  obras.  Será  blan- 
quecino el  coco  si  lo  es  el  material  del  cascajo  de  que  proce- 
de, como  lo  es  generalmente  por  ser  calizos,  por  lo  común,  los 
cascotes;  pero  no  será  blanquecino  si  procede  de  ladrillos  o  pie- 
dras pizarrosas. 

Picotear. — Picar  menudamente. 

Panetela. — Además  de  la  2?  acepción  de  la  Academia.  Especie  de 
bizcocho.  Derivado  de  panela.  Es  muy  usual.  Tenemos  pa- 
netelas hasta  borrachas. 

Manisero. — Vendedor  de  maní  o  manises,  Suárez  escribe  manicero. 
Aparte  de  que  así  no  lo  pronunciamos,  bien  que  podría  ser  por 
defecto  prosódico,  no  acertamos  a  comprender  por  qué  ha  de 
escribirse  con  c  y  no  con  s. 

Hispanófilo. — No  creemos  que  este  vocablo,  de  explicación  aquí  ociosa, 
como  el  otro,  hisnanófobo.  sean  cubanismos,  propiamente  di- 
chos, pero  no  trayéndolos  el  Diccionario  de  la  Academia  permí- 
tasenos solicitar  se  les  dé  a  ambos  carta  de  naturaleza. 

Centroamericano. — -El  Diccionario  académico  en  su  última  edición  nos 
da  norteamericano  y  sudamericano,  como  conceptos  geográficos, 
y  se  le  olvida  la  América  Central,  sin  razón.  ¿En  qué  catego- 
ría, según  el  Diccionario  de  la  Academia,  habría  que  clasificar 
a  los  salvadoreños  y  guatemaltecos?  ¿Como   norteamericanos? 

Latinoamericano. — Aunque  el  Diccionario  de  la  Academia  nos  trae 
hispanoamericano,  no  acepta  el  latinoamericano,  en  perjuicio  de 
brasileños,  haitianos  y  algún  otro,  que  desde  el  punto  de  vista 


74  .FERNANDO    OETIZ 

étnico  no  podríamos  clasificar.  En  los  Estados  Unidos  suelen 
incluir  el  Brasil  en  la  Hispanic  America,  porque,  dicen,  que 
Hispania  significó  la  península  ibérica  en  la  antigüedad,  com- 
prendiendo la  actual  España  y  Portugal.  No  deja  de  ser  acep- 
table la  explicación,  pero  ella  no  debe  impedir  que  tengamos 
el  latinoamericano  en  el  diccionario  como  en  el  lenguaje  co- 
rriente. 
Iberoamericano. — Palabra  aquí,  en  América,  muy  usada,  y  que  el  Dic- 
cionario de  la  Academia  tampoco  trae.  Dicho  sea  de  paso,  años 
atrás  ocurriósenos  que  sería  conveniente  una  palabreja  para 
significar  precisamente  el  conjunfo  de  pueblos  iberoamericanos, 
o  sea  de  pueblos  de  América  descendientes  de  los  de  Iberia,  y 
pensamos  en  Ameribérica.  análogo  a  Iberoamérica.  En  cam- 
bio, el  Diccionario  permite  las  expresiones  América  latina  o 
América  española,  en  este  último  caso  con  abusiva  absorción  de 
la  América  lusitana. 
Americano. — Aunque  castellanamente  debe  significar  el  natural  de 
América,  así  de  la  Septentrional  como  de  la  Meridional  o  de  la 
Central;  así  de  la  Continental  como  de  la  Insular;  en  los  Es- 
tados Unidos,  en  Cuba,  y,  puede  decirse  con  certeza,  en  todo  el 
mundo,  americano  ha  venido  a  significar  el  natural  de  los  Es- 
tados Unidos.  Y  o  tendrá  que  aceptarla  al  fin,  aunque  a  rega- 
ñadientes, el  Diccionario  de  la  Academia,  tomándola  del  lengua- 
je común,  o  habrá  que  inventar  una  palabra  gentilicia  dedica- 
da especialmente  a  los  hijos  de  los  Estados  Unidos  de  Améri- 
ca. Por  no  tener  éstos  en  su  denominación  política  e  interna- 
cional otra  voz  geográfica  que  América,  se  ha  venido  atribu- 
yendo, por  el  uso,  el  monopolio  de  la  misma  a  los  vecinos  del 
Septentrión;  de  igual  manera  que,  precisamente  para  huir  de 
ese  escollo,  se  ha  chocado  con  otro  tan  injusto,  pero  menos 
trascendente,  como  el  de  llamar  a  su  república  los  Estados  uni- 
dos por  antonomasia,  olvidando  los  Estados  Unidos  de  México, 
los  Estados  Unidos  del  Brasil,  y  alguna  otra  federación  repu- 
blicana de  nuestra  América. 

La  palabra  yankee  o  yanqui,  que  el  Diccionario  de  la  Acade- 
mia trae  como  homónima  de  norteamericano,  es  impropia  porque 
solo  comprende  a  los  hijos  de  la  Nueva  Inglaterra,  los  Esta- 
tados  del  Nordeste  de  aquel  país,  y  produce  la  repulsión  de  los 
hijos  de  los  Estados  del  Sur.  'La  voz  norteamericano,  más 
apropiada,  no  lo  es  tampoco,  pues  Canadá  y  México,  son  pue- 
blos de  la  América  del  Nort-e,  salvo  rectificación  geográfica. 
De  paso  digamos  que  la  expresión  del  Diccionario  de  la  Aca- 
demia: Estados  Unidos  de  la  América  del  Norte,  es  incorrecta, 
porque  la  denominación  legal  e  internacional  de  ese  pueblo  es 
Estados  Unidos  de  América,  simplemente,  y  no  hay  por  qué  po- 
nerle rabos,   al  menos  desde  un  punto   de  vista  académico, 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  75 

El  problemita  solo  podría  resolverse  inventando  un  vocablo 
especial,  produciendo  un  cultismo,  que  en  este  caso  habría  esta- 
do y  aun  estaría  muy  justificado,  pues  no  hay  que  esperar  que 
el  vulgo  lo  resuelva  apropiadamente.  Varias  palabrejas  se  han 
intentado  para  el  caso.  Angloamericano  es  una  de  ellas,  pero 
olvida  los  canadienses.  Americosajones  es  otra,  con  igual  de- 
fecto. Los  propios...  americanos  se  dan  cuenta  de  que  este 
apelativo  les  es  molesto  en  sus  relaciones  con  o! ros  americanos, 
los  ladinos.  Por  esto  la  Unión  Panamericana,  de  Washington, 
organismo  que*  corresponde,  paralelamente,  a  la  Unión  Ibero 
Americana  de  Madrid,  ha  inventado  y  propaga  en  su  maga- 
zine  mensual,  la  palabra  estadounidense.  Un  publicista  es- 
pañol lanzó  otra:  estadunitano.  Ambos  son  vocablos,  que, 
aceptada  la  antonomasia,  umversalmente  reconocida,  de  Estados 
Vnidos,  están  formados  como  gentilicios  de  acuerdo  con  las 
sanas  leyes  del  idioma,  aunque  preferimos  la  nacida  en  Wash- 
ington por  más  eufónica.  Dudamos,  empero,  de  que  ésta,  u 
otra  cualquiera,  ingre-e  en  el  lenguaje  castellano;  por  más  que, 
indudablemente,  si  fuese  bautizada  en  la  pila  académica  po- 
dría en  el  habla  culta  irse  abriendo  campo  y,  acaso,  llegar  a 
difundirse  bastante,  aun  sin  llegar  a  contrarestar  el  peso  del 
americano,  dicho  por  los  millones  de  angloparlantes  y  de  los 
pueblos  por  ellos  culturalmente  influidos,  que  no  son  pocos  que 
digamos.  Pero,  repitámoslo,  la  palabra  sería  útilísima,  y  con 
ella  algunas  derivadas,  porque  leemos  por  esas  prensas  de 
Dios,  o  del  diablo,  cada  yanquizado,  yanqninizar  y  aun  alguna 
peor,  que  sólo  por  triste  necesidad  puede  uno  tragarlas  como 
mendrugo  de  pan  duro,  por  exigencia  del  hambre  que  trae  la 
carestía  de  más  apetecible  manjar. 

Registrón. — El  amigo  de  registrar  muebles,  papéis  u  otras  cosas 
ajenas. 

Regalía.— Precio  anticipado,  que  por  un  contrato  de  arrendamiento 
suele  percibir,  además  de  la  cuota  periódica,  importe  del  mis- 
mo, el  dueño  de  una  finca,  preferentemente  si  es  urbana  y  des- 
tinada   a  establecimiento  mercantil. 

Refaccionar. — Proporcionar  la  refacción,  cubanismo  este  último  ya  ad- 
mitido por  la  Academia,  atinadamente,  contraviniendo  la  opi- 
nión de  Suárez.  Hay  hacendados  que  se  refaccionan  a  sí  mis- 
mos, pocos  por  desgracia. 

La  refacción  (derivado  de  refección)  debió  de  ser  antaño  el 
gasto  de  la  refección  simplemente,  o  sea  de  la  compostura  o 
reparación  del  ingenio  o  maquinaria  para  hacer  azúcar,  du- 
rante el  tiempo  muerto.  Después  debió  de  extenderse  a  todos 
los  gastos  de  limpieza  y  sostenimiento  de  los  campos  y  de  la 
finca,  en  general,  terminada  la  zafra. 

Piragua. — Tiene  la  acepción  castellana.     Metafísicamente  decimos   que 


76  FEBNANDO     OETIZ 

está  al  borde  de  la  piragua,  el  que  corre  un  peligro  de  muerte, 
ya  que  es^ar  al  borde  de  la  inestable  embarcación  es  estar  a 
punto  de  volcarla  y  de  ahí  a  la  muerte,  a  breve  paso. 

Habitante. — Por  habitante  de  la  luna  entendemos  a  los  infelices,  o 
felices,  que  de  noche  duermen  habitualmente  en  los  bancos  de 
los  paseos  públicos,  a  falta  de  hogar  o  de  voluntad  de  dormir 
en  él.  Y  de  ahí,  por  contracción  perezosa,  el  despectivo  habi- 
tante, aplicado  a  los  pordioseros  y  parásitos  de  la  vida  hampona. 

Despalillado. — Acción  de  despalillar  el  tabaco. 

Despalillo. — Acción  de  despalillar. 

Clarioso. — Amigo  de  las  verdades,  o  de  las  claridades. 

Zuncho. — Llanta,  cincho,  en  su  segunda  acepción.  Esta  voz  lo  es 
también  castellana,  pero  marítima.  Aquí  la  hemos  cubanizado 
aplicándola  al  cincho  de  hierro  o  goma  de  las  ruedas  de  los  ca- 
rruajes.    En  Cuba  decimos  suncho  por  pereza  prosódica. 

Enzunchar. — Operación  de  ceñir  una  rueda  con  el  zuncho  o  llanta 
correspondiente. 

Leopoldina. — Especie  de  cadena  colgante  de  reloj.  No  sabemos  que 
tenga  relación  alguna  con  esta  joya  pinjante  el  General 
D.  Leopoldo  O'Donnell,  como  parece  la  tuvo  con  la  leopoldina 
que  nos  cuelga  el  Diccionario  de  la  Academia. 

Celaduría. — Oficio  del  celador.  Lugar  donde  está  su  oficina.  Dis- 
trito donde  ejerce  su  función.  Si  el  Diccionario  de  la  Acade- 
mia admite  celador,  con  igual  razón  habría  de  catalogar  la 
celaduría;  como  de  comisario,  comisaría;  de  corredor  corre- 
duría, de  contador,  contaduría,  etc. 

Veleta. — Pieza  de  hierro  en  forma  de  tosca  saeta  pintada  de  blanco 
y  rojo,  que  se  coloca  en  forma  giratoria  en  los  cambiagujás  o 
bocas  de  los  chuchos  de  los  ferrocarriles,  para  indicar  de  lejos 
si  éstas  esfán  abiertas  o  no. 

Pilón. — Pesa  colocada  en  la  palanca  del  aparato  cambiagujás  en  los 
chuchos  de  los  ferrocarriles,  para  que  no  se  mueva  fácilmente 
de  la  posición  en  que  se  le  deja,  al  abrir  o  cerrar  el  chucho. 

Desviadero. — Chucho  de  un  ferrocarril,  que  conectándose  por  sus  dos 
extremos  con  la  vía  principal,  de  la  que  es  paralelo,  general- 
mente, sirve  para  apartar  los  trenes  de  esta  vía,  dejándola  libre 
para  el  tránsito. 

Fiera. — Egoísta,  desaforado,  no  ya  tocante  a  su  crueldad,  sino  a  su 
falta  de  escrúpulos.  El  general  es  una  fiera.  ¡Que  fiera  nos 
resultó  el  hombre!  También  suele  decirse  de  la  persona  te- 
mible por  su  fortaleza  en  alguna  actividad  o  negocio.  Como 
ajedrecista  es  una  fiera. 

Pantera. — Fiera,  en  la     acepción  metafórica  cubana. 

Comadrona. — Por  comadre,  en  su  1*  acepción. 

Pacífico. — Este  vocablo  se  aplica.,  como  substantivo,  al  campesino  que 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  77 

durante    una    revolución    no    toma    parte    por    ninguno    de    los 
bandos. 

Poceta. — Bache  lleno   de  agua.     Diminutivo  de  poza. 

Dormidero. — Sitio  donde  duerme  el  ganado,  dice  el  Diccionario  de  la 
Academia.  Y  donde  duermen  las  aves,  diríamos  los  cubanos. 
Un  buen  dormidero  de  rabiches.     Volaban  para  el  dormidero. 

Viandero. — Vendedor  de  viandas,  en  su  acepción  cubana,  bien  ex- 
puesta por  Suárez.  Al  despreocupado  Maurice  de  Walléffe, 
que  tantas  ridiculas  cosas  publicó  de  nuestras  costumbres,  en 
su  insulso  libro  Les  paradises  de  l'Amerique  Central,  le  dijeron 
en  la  Habana  que  la  alimentación  del  pobre  consistía  princi- 
palmente en  viandas,  y  el  talentudo  francés  se  despachó  di- 
ciendo que  el  pobre  cubano  se  alimentaba  de  carnes,  sin  duda, 
porque  carne  se  traduce  por  viande,  en  francés.  Viandero  es, 
también,  el  aficionado  a  comar  viandas. 

Viboreño. — Relativo  a  la  víbora.  En  Cuba  no  tenemos  víboras,  salvo 
en  el  campo  metafórico,  donde  abundan,  por  desgracia;  pero 
la  Habana  cuenta  con  un  barrio  llamado  de  la  Víb07~a,  y  nues- 
tros cronistas  de  sociedad  no  cesan  de  decirles  lindezas,  muy 
merecidas,   a  las   lindas   viboreñas. 

Piquera. — Pocos  saben  aquí  lo  que  es  la  piquera,  sin  embargo,  es 
usual  la  frase  estar  a  la  piquera  o  sea  estar  a  las  oportunida- 
des. En  su  tercera  acepción,  piquera  significa  agujero  de  un 
tonel  por  donde  sale  el  vino;  siendo,  pues,  cosa  recomendable 
estar  a  la  piquera,  si  queremos  catarlo,  ya  que  al  pie  de  la 
piquera  se  bebe  el  vino,  de  igual  modo  que,  como  con  frecuen- 
cia pensamos,  al  pie  del  coco  se  bebe  el  agua. 

Enzunchador. — Oficio  del  que  enzuncha. 

Dormida. — Acción  de  dormir,  sueño.  Si  dormición  y  dormimiento,  que 
significa  lo  mismo,  son  voces  anticuadas  ¿por  qué  no  aceptar  el 
cubanismo,  que  es  ciertamente  más  propio  que  suefw,  por  las 
muchas  acepciones  equívocas  que  tiene?     Echar  una  dormidita. 

Dormir. — Apoyarse  un  madero,  viga  u  otra  pieza  de  construcción, 
sobre  otra.  El  tablón  ha  de  dormir  sobre  esta  viga;  un  rail 
duerme  sobre  las  traviesas,  por  lo  cual  a  éstas  se  les  dice,  a 
veces,  los  durmientes  de  la  vía.  El  Diccionario  de  la  Academia 
no  reconoce  esta  acepción  y,  sin  embargo,  trae  la  voz  durmien- 
te, madero  que  duerme. 

Atravesaño. — Traviesa. 

Polín. — Traviesa. 

Galleta. — Bofetada. 

Galletazo. — Bofetada.     Golpe  dado  con  una  galleta. 

Estas  palabras  proceden  del  habla  marinesca,  ya  que  la  ga- 
lleta era  a  bordo  la  base  de  la  alimentación,  y  en  los  primeros 
tiempos  de  la  población  de  las  Indias  fué  de  uso  muy  general. 
Y  aun  consérvase  en  la  Argentina  el  modismo  colgarle  la  ga- 


78  FERNANDO     OKTIZ 

lleta,  por  despedir  o  despachar  a  uno,  y  en  Cuba  tenemos  ga* 
lleta  con  gorgojo,  como  expresión  sinónima  de  persona  muy 
vieja,  que  ya  no  se  puede  comer. 

Maisito. — Cierto  guiso  de  maíz,  que  debiéramos  pronunciar,  si  no 
hubiera  otras  leyes  más  impera- ivas  que  las  de  la  prosodia, 
maicito. 

Escampada. — Tiempo  que  cesa  de  llover,  entre  dos  lluvias. 

Cotorro. — Macho  de  la  cotorra,  por  más  que  es  la  cotorra,  el  único 
animal  cuyo  femenino  indica  a  la  vez,  por  lo  general,  los  dos 
géneros  indistintamente,  y  hasta  el  Diccionario  de  la  Acade- 
mia reconoce  su  carácter  epiceno,  lo  cual  no  es  muy  galante, 
que  se  diga,  pues  es  ésta  una  primacía  femenil,  dada  la  carac- 
terística parlotera  de  las  cotorras,  poco  de  agradecer  por  el  sexo 
débil.  Esta  voz  figura  en  la  toponimia  cubana:  El  Cotorro,  en 
la  Provincia  de  la  Habana. 

Cotorrera. — Perteneciente  o  relativo  a  la  cotorra.  En  Cuba  tenemos 
guayabas   cotorreras,   acento   cotorrero. 

Homenajeado. — Voe»bk  Vue  se  nos  ha  colado  últimamente,  traído  de 
Suramériev      iVr0ona  objeto   de   un  homenaje. 

Homenajear.-  -Rendir  homenaje. 

Maletero. — Ca/gador  de  equipajes  de  los  viajeros. 

Forrear. — Meter  forros. 

Farrista. — Metedor  de  forros. 

Forrero. — Metedor  de  forros. 

Laborante. — El  que  laboraba  secretamente  en  Cuba  por  el  separatis- 
mo nacionalista,  propalando  noticias  favorables  a  la  santa  cau- 
sa. Se  dice  que  surgió  el  vocablo  de  un  artículo  de  Rafael  M. 
Merchan,  titulado  Laboremus. 

Laborantismo. — Propaganda  o  acción  de  los  laborantes.  Hoy  se  apli- 
ca a  toda  propaganda  de  intención  encubierta. 

Galera. — Sala  de  una  prisión  aunque  no  sea  de  mujeres,  como  quiere 
el  Diccionario.  Conjunto  de  presos  que  la  ocupan.  Capataz  de 
galera.     Las  galeras  del  presidio. 

Portal. — En  su  segunda  acepción,  según  el  Diccionario  de  la  Acade- 
mia: lugar  cubierto,  cons. ruido  regularmente  sobre  pilares, 
que  se  fabrica  en  las  calles  y  plazas  para  pasearse  o  preser- 
varse del  agua  y  del  sol.  En  Cuba  portal  se  le  dice  al  pórtico. 
2?  acepción.  No  acertamos  a  dar  con  esos  portales,  o  sitios 
cubiertos  construidos  sobre  pilares,  en  las  plazas  españolas,  re- 
corriéndolas de  nuevo  con  la  imaginación;  de  sus  pórticos 
sí,  sitios  cubiertos  y  con  columnas. 

Tasajería. — Comercio  importador  y  vendedor  de  tasajo. 

Tasajero. — Comerciante  de  tasajo. 

Centén. — Aunque  en  lo?  tiempos  que  escribimos  ya  no  circulan  en 
Cuba  los  centenes,  por  haber  sido  prohibidos  hace  pocos  años, 
cuando   se   publicó   la   14?   edición   del   Diccionario   de  la  Acade- 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  79 

toia  aun  los  teníamos;  y,  aunque  a  escondidas,  alguno  que  otro 
se  conserva.  En  relación  a  España  pudo,  pues,  decir  el  Diccio- 
nario de  la  Academia  que  valía  cien  reales  vellón,  y  de  ahí  su 
etimología.  Aquí  decíamos  centenes  y,  algunas  veces  centenes 
alfonsinos,  por  la  efigie  de  Don  Alfonso  XII  que  llevan  acu- 
ñada, las  monedas   de   oro,  de  25   pesetas,   de  ese  rey. 

Azucarero. — Industrial  que  hace  azúcar,  el  hacendado  azucarero;  pero 
no  lo  usamos  en  la  2?  acepción,  diciendo  entonces  maestro  de 
azúcar,  como  se  diría:  maestro  carpintero.  Ni  tampoco  la 
4?  acepción,  que  denominamos,  con  desinencia  femenina,  azu- 
carera. 

Azucarera. — Azucarero  4?  acepción.  Si  en  España  se  dijo  y  dice 
azucarero,  por  vaso  azucarero,  aquí  feminizamos  el  vocablo,  más 
que  por  buscar  una  diferencia  con  la3  otras  acepciones  de  azu- 
carero, lo  cual  dice  basante  en  pro  de  la  variante  cubana,  por 
imitación  fonética  de  otros  cacharros  de  parecido  servicio, 
como  sopera,  cafetera,  tetera,  ensaladera,  fiambrera,  salsera, 
quesera,   etc.,   olvidando   el   s ulero   y   otros   masculinos. 

Jagua. — La  Academia  dice  que  es  voz  mejicana.  Coll  y  Tosté,  siguien- 
do a  varios  historiadores  del  descubrimiento  y  población,  la 
tiene  por  antillana..   ¿A  más  señores? 

Ras. — Decimos  ras  de  mar  a  la  agi  ación  de  las  aguas  marinas  que, 
impulsadas   por  el  viento,   invaden  e   inundan  la  costa. 

Murruñoso. — Diminuto.  Y  otra  acepción:  nostálgico.  En  esta  acep- 
ción ha  de  derivarse  de  murria.  También  se  dice  morriñoso,  de 
morriña,  como  trae  Suárez. 

Cocliinata. — Lechigada  de  cochinos.  Por  extensión,  el  conjunto  de 
cochinos  o  piara  de  una  hacienda,  o  de  una  cría.  Se  murió 
toda  la  cocliinata. 

Lechonata. — Análogo  a  cochinata,  pero  refiriéndose  exclusivamente 
a  los  lechones. 

Rastro. — Lugar  donde  ejerce  su  comercio  el  chamarilero,  es  decir, 
donde  se  venden  rastrojos. 

Mole. — Lo  usamos,  también,  como  sinónimo  de  multitud.  Mole  de 
pescados,  mole  de  gente.  Y  así  se  explica  el  cubanismo  molote, 
ya  aceptado  como  tal  por  la  Academia. 

Doblón. — Decíamos  así,  pues  ya  está  prohibida  en  Cuba  su  circula- 
ción, a  la  moneda  de  oro  de  cuño  español  equivalente  a  20  pe- 
setas.    A  la  moneda  solíamos  decirle  doblón  isabelino. 

Congestión. — Por  influjo  norteamericano,  donde  la  palabra  tiene  un 
uso  muy  generalizado,  decimos  congestión  a  la  acumulación  de 
gente  en  una  vía  pública  o  lugar  determinado;  a  la  de  mercan- 
cías en  los  muelles,  aduana,  etc.,  a  la  de  buques  en  un  puerto, 
etc.     De  ahí  se  deriva  análoga  acepción  para  congestionar. 

Descongestión. — Acción  y  afecto  de  descongestionar. 

Descongestionar. — Cesar    la    congestión.      Este    vocablo    y    el    anterior 


tSÜ  FEBNANDO     OBTIZ 

faltan  en  el  Diccionario  de  la  Academia,  no  ya  en  la  acepción 
cubana,  sino  en  lo  absoluto.  Y  son  muy  útiles  y  de  uso  fre- 
cuente por  los  médicos. 

Fijarse. — En  esta  forma  reflexiva,  el  verbo  fijar  significa  fijar  uno  su 
atención.  Esta  acepción,  que  constituye  un  americanismo  muy 
extendido,  desde  Cuba  a  la  Argentina,  es  derivada  de  la  5?  del 
Diccionario  de  la  Academia:  dirigir  o  aplicar  intensamente.  Y 
no  parece  un  gran  dislate  por  cierto,  decirle  a  un  distraído: 
¡fíjese  VA,  porque  tanto  vale  como:  ¡diríjase  V.  al  asunto!  o 
¡apliqúese  intensamente  a  lo  que  le  enseño!  Monner  Sans,  en 
su  purismo,  combate  el  americanismo,  que  es  muy  aceptable 
y,  sobre  todo,  aceptado.  Y  si  no,  fíjese  bien,  observe,  analice 
y  verá. 

Casquillo. — Cápsula  de  una  bala.  Miedo.  Le  entró  un  casquillo  tre- 
mendo. 

Encasquillar. — Be  dice  cuando  se  obstruye  el  funcionamiento  de  un 
arma  de  fuego  por  causa  del  casquillo.  Acobardarse,  entrarle 
miedo   a   uno.     Se  usa  preferentemente  como   reflexivo. 

Desencasquillar. — Arreglar   el   arma   encasquillada. 

Concreto. — Compuesto  de  cemento,  arena  y  piedra  mezclados  con  agua, 
muy  usado  modernamente  en  construcciones. 

Fraguar. — Este  término  de  albañilería  se  aplica  también  al  concreto 
y  demás  composiciones  en  que  entra  el  cemento,  y  no  sólo  a 
los  materiales   que  indica  el   Diccionario   de  la  Academia. 

Payasear. — En  España,  como  aquí,  se  conocen  los  payasos  y  sus  paya- 
sadas. Nosotros  a  menudo  payaseamos  o  nos  conducimos  como 
petulantes  y   vanidosos,   que  llamamos  aquí  payasos. 

Payaseo. — Acción  y   efecto  de  payasear. 

Oblata. — Nos  dicen  que  se  da  este  nombre  a  la  monja  de  cierta  orden 
religiosa  de  mujeres  de  color,  profesa,  que  se  fundó  en  Cuba, 
y  que  actualmente  solo  perdura  en  los  Estados  Unidos. 

Externado. — Colegio  de  alumnos  externos,  contraposición  al  internado, 
o  parte  de  los  conventos  donde  se  da  enseñanza  a  los  alumnos 
externos.  El  Externado  del  Corazón  de  Jesús  es  un  colegio  de 
niñas,  de  la  Habana. 

Luneta. — Diminutivo  de  luz.  La  luz  (Acepción  10?)  >  que  alumbra  una 
habitación  en  lo  alto  de  las  puertas  y  ventanas,  cerrada  con 
vidrios  de  colores,  muy  común  en  Cuba.  Está  formada  por  la 
prolongación     del  marco,   bajo  el   dintel    y   entre  los  largueros. 

Busca. — Aledaños,  ventajas  o  entradas  más  o  menos  lícitas,  o,  por  lo 
general,  ilícitas  del  todo,  de  algún  cargo  o  puesto  público. 
El  gobernador  tenía  muchas  buscas. 

PHazo. — Pitada  Esta  voz  la  usamos  preferentemente  en  su  segunda 
acepción.  El  pitazo  de  la  locomotora  fué  una  pitada  del  ma- 
quinista. 

Constancia. — Substantivo    derivado    del    verbo    constar:    ser    cierta    y 


UN     CATAURO     DE    CUBANISMOS  8 1 

manifiesta  una  cosa;  será,  pues,  certeza  o  manifestación  de 
algo.  ¿Por  qué  no  aceptarlo?  Monner  Sans,  que  se  opone  al 
disparate,  básase  solamente  en  que  la  palabra,  según  el  Diccio- 
nario de  la  Academia,  significa  algo  distinto.  ¿Acaso  no  bay 
voces  con  acepciones  bien  distintas?  El  vocablo  parece  nacido 
de  buena  ley,  mejor  que  otros  mucbos,  ya  adoptados  a  pesar  de 
su  bastardía.     Y  esto  basta  para  constancia  de  nuestra  opinión. 

Monte  criollo. — Mon'e  bajo  o  de  maniguas,  arbustos  o  madera  floja; 
distinto  del  monte  firme,  que  lo  es  de  madera  dura,  de  cora- 
zón o  monte  virgen. 

Plátano  frito. — El  Diccionario  de  la  Academia  dice  al  final  del  ar- 
tículo plátano:  "ora  se  come  crudo,  ora  en  conserva".  Y  frito. 
también,  señores  académicos,  frito  de  varias  maneras,  y  sal- 
cochado. Y  conste  que  el  autor  de  este  mamotreto  ha  comido 
plátanos  fritos,  en  Madrid,  fritos  por  manos  cubanas.  Prueben 
los  venerables  académicos  y,  a  buen  seguro,  que  en  la  próxima 
edición  de  su  diccionario  darán  cabida  a  los  platanitos  fritos. 
¿Cómo  no? 

Para  que  se  convenzan  los  académicos  de  las  mucbas  ma- 
neras de  comer  plátanos  lean  a  Oviedo,  el  primer  cronista  de 
Indias  (I.  pág.  291)  donde  dice:  "Esta  es  muy  buena  fructa, 
é  quando  se  curan  estos  plátanos  abiertos  al  sol,  hendiéndolos 
con  un  cuchillo  en  dos  mitades  al  luengo,  é  dándoles  sendas 
cuchilladas,  ó  cada  dos  á  cada  mitad,  cortando  la  fructa  al 
luengo  la  cascara  é  no  rompiendo  la  cascara  ó  cuero,  hácen- 
se  en  el  sabor,  quando  están  curados,  muy  semejantes  a  los 
higos  passos,  y  aun  mejores:  en  el  horno  asados,  sobre  una 
erja  ú  otra  cosa  semejante,  son  muy  buena  é  sabrosa  fructa, 
é  paresce  un  género  sobre  sí,  como  lo  es  de  una  conserva  me- 
losa é  de  muy  buen  cordial  e  suave  gusto.  Assí  mesmo  co- 
ciéndolos en  la  olla  con  la  carne,  es  muy  buen  manjar;  pero 
no  ha  de  estar  el  plátano  mucho  duro  para  lo  cocer  con  la 
carne,  ni  muy  maduro,  ni  se  ha  de  echar  sino  quajido  esté  la 
carne  quassi  cocida,  é  desollado;  porque  en  uno  o  dos  hervores 
o  en  poco  espacio  de  tiempo  se  cuece  el  plátano.  Comidos  cru- 
dos, después  que  maduran,  es  muy  gentil  fructa,  y  no  es  me- 
nester comer  con  ella  pan  ni  otra  cosa,  y  es  excelente  sabor,  e 
sana  e  de  genfil  digistión;  que  nunca  he  oydo  decir  que  hiciesse 
mal  a  ninguno". 

Platanero. — Vendedor  de  plátanos,  relativo  al  plátano.  Aquí  tenemos 
viento  platanero,  sijá  platanero,  etc. 

Chupeta. — Por  chupador.  Pieza  de  goma  en  forma  de  pezón,  por  don- 
de el  niño  chupa  o  efectúa  la  succión  de  la  leche  del  biberón. 

Mesilla. — Mesa  o  puesto  de  venta  en  un  mercado  público. 

Mesillero. — El  dueño  o  comerciante  de  una  mesilla  de  un  mercado. 

Culipandeo. — Derivado   de  cuchipanda. 


82  FERNANDO      ÓRTIZ 

Catedrático. — Intelectualmente  petulante.  Estilo  que  ridiculiza  a  los 
catedráticos.    Es   un    negrito    catedrático. 

C aar enten ario. — El  que  sufre  la  cuarentena.  Relativo  a  la  cuarente- 
na.    Período,  reglamento,  lazareto  cuarentenario. 

Grisáceo. — De  color  gris.  La  Academia  acepta  gríseo.  Si  estima  acep- 
tables rosáceo,  liliáceo.  ¿Por  qué  no  grisáceo? 

En  materia  de  colores  que  tiran  a  otros,  no  se  ha  fijado  to- 
davía en  nuestra  lengua  una  desinencia  específica.  Así,  además 
de  áceo,  en  rosáceo  y  liliáceo;  tenemos,  según  la  Academia: 
negral  de  negro;  negruzco,  de  moreno  algo  negro;  azulado,  de 
azul  (y  en  Cuba,  azuloso  y  azuláceo)  ;  colorado,  de  color;  aza- 
franado, de  azafrán;  morado,  de  mora;  plateado,  de  plata;  ama- 
rillento, de  amarillo  (en  Cuba,  además:  amarilloso);  argentino 
y  argénteo,  de  argentens  o  pla'a;  verdoso,  de  verde;  verdusco, 
de  verde  obscuro;  pardusco,  de  pardo  claro;  cárdeno,  de  cardo; 
gríseo,  de  gris;  carmesí,  carmín,  de  carmes;  blancazo,  blanque- 
cino y  blancuzco,  de  blanco;  albar  y  albariso,  albo  o  blanco;  ro- 
jal y  rojizo,  de  rojo;  rúbeo,  rubicundo  y  rubial  de  rubio;  plo- 
mizo, de  plomo,  etc.  De  modo,  que  tenemos  las  siguientees  de- 
sinencias: áceo.  ado,  al.  ar.  azo,  eno,  ecino,  eo,  ento,  í,  in,  ino, 
izo,  oso,  usco  y  uzeo  (¿por  qué  tal  distinción  ortográfica,  de 
s  y  z,  por  la  Academia?).  No  tenemos  ahora  humor  para  escu- 
driñar el  origen  de  esa  curiosa  irisación  idiomática. 

Fritura. — Dice  el  Diccionario  de  la  Academia  que  equivale  a  fritada 
y  que  ésta  significa  conjunto  de  cosas  fritas.  Pues  en  Cuba 
distinguimos  fritura  de  fritada.  A  esta  voz  le  damos  la  acep- 
ción castellana,  pero  por  fritura  entendemos  simplemente  un 
guiso  o  composición  culinaria  hecho  friendo,  v.  gr. :  una  fri- 
tura de  pescado,  de  huevo,  de  yuca,  de  sesos  etc.  El  conjunto 
de  las  frituras  será  una  fritada.  .  Cuando  la  cosa  frita  lo  eis 
sin  aderezo  o  compostura,  entonces  no  es  fritura.  Así,  el  pes- 
cado frito,  no  es  igual  a  la  fritura  de  pescado. 

nísparatero. — Que  hace  disparates,  preferentemente  contra  la  higiene 
y  la  salud.     Se  murió  porque  era  muy  disparatero. 

Coger. — Apropiarse  de  bienes  ágenos,  especialmente  si  de  fondos  pú- 
blicos, malversar.  El  senador  coge  mucho.  En  ese  gobierno 
todo  el  mundo  cogía. 

Cogedor. — Malversador.     Ese   concejal  es  un  cogedor. 

Cogedero. — Cargo  o  puesto  público  donde  es  fácil  y  hasta  usual  (¡po- 
bre Cuba!)   coger.     Ese  puesto  de  loterías  es  un  gran  cogedero. 

Cogioca. — No  es  precisamente  el  "afán  de  lucro",  como  supone  Suá- 
rez,  sino  el  lucro  mismo,  la  malversación.  ¿Fué  influida  esta 
voz  por  cogioba,  que  se  supone  antillanismo,   polvo   de  tabaco? 

Cogida. — Acfo  de  coger  en  la  7?  acepción  del  Diccionario  de  la  Aca- 
demia.    Le  dieron  la  gran  cogida. 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  H'á 

Mandarria. — Por  extensión,  de  esta  voz  más  bien  propia  de  calafates, 
a  todo  martillo  pesado  para  batir  bierro. 

Mandarriazo. — Golpe   dado   con   una  mandarria. 

Heladero. — El  que  bace  helados,  pues  en  Cuba,  por  caprichos  de  los 
usos  idiomáticos,  aun  cuando  los  helados  se  hacen  en  una  sor- 
betera, ya  apenas  sabemos  que  son  sorbetes. 

Heladera. — Recipiente  donde   se   hacen  los  helados.   Sorbetera. 

Lasca. — Por  extensión  decimos  con  mucha  frecuencia:  lasca  de  pan; 
y  metafóricamente,  sacar  lasca,  por  conseguir  algo  de  alguien. 
De  fulano  no  hay  quien  saque  lasca. 

Jagüeyal. — Sitio  'poblado    de   árboles   llamados   jagüeyes. 

Plan. — Lugar  preparado  para  construir  un  horno  de  carbón,  que  se 
aplana  cuidadosamente.  Probable  derivación  de  la  acepción 
marítima  del  vocablo. 

Corte. — Lugar  donde  se  cor  a  la  caña  o  el  monte.  Se  dice  corte  de 
caña,  corte  de  leña,  corte  de  madera,  corte  de  carbón,  según 
los  casos. 

Corte  de  carbón. — Esta  locución  es  impropia  porque,  realmente,  el 
carbón  no  se  corta;  lo  que  se  hace  es  cortar  leña  para  hacerla 
carbón. 

Birrión. — Mancha  de  forma  alargada.  Con  el  chocolate  se  llenó  la 
cara  de  birriones.  Mancharon  la  pared  con  birriones  de  fango. 
¿De  vira  y  virón? 

Encofrado. — Conjunto  de  bastidores  o  revestimiento  de  madera  que 
se  construye  como  molde  de  pisos,  paredes,  columnas  y  demás 
piezas  de  construcción  dentro  del  cual  se  echa  el  concreto  o  ce- 
mento, para  que  al  fraguar  se  solidifique  adoptando  la  forma 
de  aquél. 

Manigual. — Conjunto  de  maniguas  o  maniguazos. 

Enmaniguarse. — Llenarse  de  maleza  o  maniguas  un  terreno  inutili- 
zándose para  el  cultivo. 

Manicurista. — Como  que  el  cuidado  lujoso  de  las  manos,  ha  sido  cosa 
algo  difundida  por  acá  en  estos  últimos  años  de  abun- 
dancia y  prosperidad,  no  nos  dimos  cuenta  de  que  en  1914  el 
Diccionario  de  la  Academia  aceptó  la  voz  manicuro,  a,  para 
significar  la  persona  que  tiene  el  oficio  de  cuidar  las  manos, 
y  principalmente  cortar  y  pulir  las  uñas.  Y  por  eso  nos  em- 
peñamos en  hallar  una,  como  manicurista  o,  lo  que  es  peor, 
manicure,  literalmente  del  inglés.  Si  manicurista  pudiera  acep^ 
tarse,  esta  última  es  abominable.  La  del  diccionario  es  preferi- 
ble, pues  ya  usamos  pedicuro.  Por  más  que  ya  suele  sonar  con 
frecuencia  pediatrista,  por  el  recuerdo  fonético  de  callista. 
Opinamos  que  estos  istas  prevalecerán  en  Cuba. 

Alcosa. — Por  defectuosa  variación  prosódica  así  decimos  al  dulce  lla- 
mado alcoroza,  que  por  inveterada  costumbre  se  vende  una  vez 
al  año,  por  Semana  Santa,  al  son  de  matraquillas  y  voceo  de  los 


84  FERNANDO     OBTIZ 

vendedores.  Pero  no  es  esto  lo  más  grave.  A  fuerza  de  oir  gritar 
¡oleosa!,  ¡oleosa!  hemos  llegado  a  creer  que  el  dulce  debía  de- 
cirse la  cosa,  y  así,  tras  una  absurda  metátesis,  se  oye  prego- 
nar en  los  días  de  recogimiento  católico:   ¡la  cosa!  ¡la  cosa! 

Mezcladora. — Máquina  que  sirve  para  mezclar,  v.  gr.  los  materiales 
(arena,  piedra,  cemento  y  agua)    para  hacer  concreto. 

Cucarachero. — Cundido  de  cucarachas.     Esta  casa  es  muy  cucarachera. 

Mercedante. — El  que  otorga  una  merced. 

Mercedar. — Por  mercedear.  De  antiguo  hemos  leído  esa  voz,  en  vez 
de  la  que  trae  el  Diccionario  de  la  Academia.  Mercedar  pro- 
bablemente, pues,  será  andalucismo,  como  muchas  otras  que 
corren  por  estas  Indias,  que  antaño  recibieron  su  cultura  de  la 
metrópoli  hispalense. 

Patinazo. — Acción  y  efecto  de  patinar  los  carruajes.  Voz  hoy  muy 
usual  con  la  abundancia  de  automóviles  y  asfaltado  de  las  ca- 
lles. 

Patón. — Se  decía  durante  los  últimos  tiempos  de  la  dominación  co- 
lonial a  los  españoles.  Aumentativo  derivado  de  pata.  De  pie 
grande. 

Cohechable. — Vocablo  de  uso  frecuente,  por  ser,  asimismo,  frecuentes 
las  ocasiones  del  cohecho.  Si  el  Diccionario  de  la  Academia 
acepta  cohecho,  en  el  sentido  más  honrado  de  la  frase,  debiera, 
también  honradamente,  aceptar  cohechaole. 

Componte. — Bien  explicado  por  Suárez,  como  sus  derivados  compon- 
teador,  compontear  y  componteo.  El  componte  es  práctica  co- 
lonial antigua  en  las  Antillas.  La  guardia  rural,  hoy  soldados 
de  orden  público,  lo  heredaron  (talis  pater,  filius  itaer)  de  la 
guardia  civil  y  del  orden  público  de  los  tiempos  de  la  colonia; 
y  de  quien  lo  heredarían  esfos  componteadores,  sábelo  Dios. 
Por  eso,  opinamos  que  no  de  un  irónico  componer,  sino  de 
comporte,  se  derivó  la  maldita  palabreja;  de  comporte  que 
antiguamente  significó  sufrimiento,  según  el  Diccionario  de  la 
Academia.  Dar  comporte,  como  dar  cabuya,  dar  garrote,  etc., 
fueron  importaciones  de  antaño. 

Bufa. — Borrachera,  como  bien  dice  Suárez.  Coger  una  bufa.  Estar 
bufa.  Es  cubanismo  muy  corriente;  cubanismo  si  lo  quieren 
reconocer  por  tal,  después  de  saber  que  se  usó  en  España  como 
expresión  de  germanía;  ya  que  para  algunos  las  voces  nuestras 
en  la  Madre  Pa+ria,  aunque  sean  vivas  en  alguna  patria  hija, 
no  deben  considerarse  como  peculiares  de  ésta  y  sí  de  su  so- 
lariega casona.  En  la  Vida  y  hechos  de  Estebanillo  González, 
por  el  mismo  (1646-1725)  se  dice:  "También  tienen  sus  pe- 
gatostes  los  gentiles  hombres  de  la  bufa",  tomada  esta  voz  por 
vida  airada,  guapería,  chocarrería.  De  ahí  a  nuestra  acepción 
medía  breve  paso. 
Notemos  otra  coincidencia,  con  perdón  encarecido  del  lector. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  85 

Bufa,  fué  voz  que  antiguamente  significó  en  España  ventosidad 
hedionda,  sin  ruido.  Y  hoy  a  la  borrachera  se  le  llama  vul- 
garmente pea.  Parece  que  el  olfato,  irritado  por  la  peste  que 
despide  el  aliento  del  borracho,  inspiró  tales  metáforas  malso- 
nantes y  malolientes. 

Hachear. — Competir,  jugar  algo  a  los  dados.  Del  inglés  to  match. 
Este  machear  es  un  gringo  que  nada  tiene  que  ver  con  el  cas- 
tizo, aquí  desusado. 

Diamante. — Lugar  cuadrilongo  donde  se  colocan  los  jugadores  de  pe- 
lota para  jugar  al  base-ball.  Procede  del  inglés,  casi  diríamos 
del  americano. 

Repórter. — No  hay  quien  diga  aquí  reportero,  ni  a  tres  tirones..  ¡Es- 
tamos tan  cerca  de  los  angloparlantes!  Ni  hay  posibilidad  de 
desterrar  el  anglicismo. 

Bonitura. — Condición  de  lo  bonito.  Si  el  Diccionario  de  la  Academia 
acepta  lo  bonito  ¿no  merece  el  exequátur  la  bonitura? 

Avance. — 'Acción,  palabra  o  gesto  por  el  cual  uno  se  adelanta  a  otro  u 
otros  para  restablecer  la  cordialidad  perdida.  El  hizo  el  primer 
avance. 

Avellanado. — De  color  de  avellana.  No  es  cubanismo,  aunque  aquí  se 
use,  pues  también  en  España,  aunque  no  lo  traiga  el  Diccio- 
nario  de   la  Academia. 

Avenida. — En  Cuba,  y  en  toda  América,  no  es  necesaria  la  concu- 
rrencia de  árboles  a  los  lados  para  que  una  vía  ancha  lleve  ese 
nombre,  como  requiere  el  Diccionario  de  la  Academia.  En 
Cuba  es  de  reciente  uso,  por  sugestión  de  las  avenidas  de 
New  York  que  tampoco  tienen  árboles  necesariamente. 

Asnear. — No  es,  tampoco,  un  cubanismo,  pero  válganos  lo  abundantí- 
simo del  azúcar  entre  nosotros  y  lo  esencial  que  es  a  la  riqueza 
cubana,  para  atribuirnos  el  derecho  de  suplicarle  a  la  Real 
Academia  que  al  definir  el  azúcar  no  diga  que  es  "soluble  en  el 
agua  y  en  el  alcohol".  Lo  es,  sin  duda,  pero  también  lo  es  ¡que 
diablo!  en  la  clara  del  huevo,  y  en  la  yema,  y  en  el  jugo  de 
las  frutas,  y  en  el  vino,  y  en  la  leche,  y  en  el  café,  y  hasta  en 
la  tinta,  si  se  quiere.  Bastaría  decir  soluble,  sin  especificar,  y 
se  diría  mejor. 

Azuloso. — Azulado. 

Amarilloso. — Amarillento. 

Bachero. — Reparador  de  baches. 

Balastrar. — Por  balastar. 

Balotaje. — Recuenco  de  las  balotas  de  una  votación. 

Mamparería. — Tienda  o  fábrica  de  mamparas.  Aquí  las  mamparas 
no  suelen  ser  de  piel  o  tela,  como  define  el  Diccionario  de  la 
Academia  sino  de  vidrios  multicolores  .  ¿Valdrá  la  rectifi- 
cación? 

Mamparero. — El  hacedor  de  mamparas. 


86  FERNANDO    ORTIZ 

Cedazo. — Bien  definido  por  Suárez,  pero  no  procede  de  ceder,  como 
supone.  Es  simplemente,  una  derivación  metafórica  del  ceda- 
zo castizo,  (derivado  del  latín  setacium,  de  seta,  cerda)  o  sea 
del  instrumento  para  cerner  o  cribar.  Véase  sino.  Para  cer- 
ner hay  que  imprimir  al  cedazo  un  rápido  e  incesante  movií- 
miento  de  lado  a  lado,  cuyo  recuerdo  motivó  su  aplicación  a 
los  contoneos  del  baile.  ¿No  lo  cree  el  lector  así?  Pues  vea 
este  otro  caso  bien  probado.  La  zaranda  no  es  más  que  un 
cedazo  rectangular  y,  por  la  viveza  de  sus  movimientos  para 
cerner  o  cribar,  ha  nacido,  con  otros  hermanitos  más,  el  po- 
pular vocablo  zarandear,  usado  hasta  por  los  que  no  saben  lo 
que  es  una  zaranda,  que  significa  moverse  con  viveza,  prisa  y 
facilidad.  (Además:  zarandeo  [que  no  trae  el  Diccionario  de 
la  Academia],  zarandeador,  zarandillo,  zarandajas  etc.).  Pero 
existe  otro  hijo  natural  de  la  zaranda,  aunque  el  Diccionario 
de  la  Academia  se  lo  atribuya  nada  menos  que  al  persa,  (sin 
que  neguemos  la  posibilidad,  a  través  del  árabe,  de  un  caso  de 
etimologías  convergentes)  cual  es  la  zarabanda,  baile  picares- 
co que  se  usó  en  España  durante  los  siglos  XVI  y  XVII,  ya  fue- 
ra de  ella  los  árabes,  dígase  de  paso,  y  caracterizado  por  los 
movimientos  lascivos  de  caderas,  que  recordaban  los  vivaces  del 
cedazo  o  zaranda  para  zarandear  el  grano  o  la  uva.  En  Cuba, 
todavía  hoy,  tres  siglos  después  de  terminada  la  zarabanda, 
que  acaso  sobrevive  en  nuestra  lasciva  y  afrocubana  rumba,  oí- 
mos gritar,  para  es'imular  los  movimientos  lascivos  de  los  rum- 
beros: ¡echa  coca  pa  la  zaranda!,  que  quiere  decir:  echa  pie>- 
drecitas  menudas  para  la  zaranda,  para  que  ésta  se  mueva 
más  y  más  y  pueda  cribarlas,  cernerlas,  es  decir,  para  que  ten- 
ga que  zarandearse  más.  El  sentido  metafórico  de  ese  grito 
es  bien  claro  y  revela  toda  una  supervivencia  secular  y  su 
origen  etimológico.  Acaso  algún  lector  cubano  exclame  al  lle- 
gar aquí,  ¡celta  coco.':  pero,  ¡que  diantres!,  paisano,  en  materia 
de  disquisiciones  lexicográficas  hay  a  veces  que  cerner  o  za- 
randear mucho  si  se  aspira  a  obtener  alguna  fina  inducción.  Si 
la  zaranda  aun  vive  lozanamente  en  Cuba,  en  forma  de  rumba, 
con  igual  razón  perdura  el  cedazo  en  el  danzón. 

Como  ampliación  de  lo  anterior,  hubimos  de  escribir,  lo  que 
sigue: 

Dice  bien  Suárez:  al  definir  la  voz  cedazo.  "Espacio  entre 
dos  cambios  de  compás,  en  una  pieza  bailable,  particularmente 
del  danzón".  Y  añade:  (Et.  De  "ceder").  Y  en  esto  no  esta- 
mos de  acuerdo.  Veamos  por  qué.  Cedazo,  en  su  castiza  y  propia 
acepción,  aun  viva  en  ambos  lados  del  Atlántico,  es  un  ins- 
trumento para  cerner.  Y  cerner,  como  dice  el  Diccionario  de 
la  Academia  si  bien  significa  separar  con  el  cedazo  cualquier 
materia    reducida    a    polvo,    también    quiere    decir:      Andar    o 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  87 

menearse  moviendo  el  cuerpo  a  uno  y  otro  lado,  como  quien 
cierne".  Así  dice  el  diccionario  oficial;  nosotros  añadimos: 
"como  quien  mueve  el  cedazo." 

Sigamos.  Pichardo  explica  lo  que  antes  era  el  cedazo  crio- 
llo: "Figura  de  la  danza  cubana.  Es  un  vals  (aunque  a  dos 
por  cuadro)  reducido  a  los  ocho  compases  de  la  repetición  de  la 
segunda  parte  con  que  siempre  finalizan  las  danzas,  o  sus  trein- 
ta y  dos  compases,  cualquiera  que  sean  las  figuras  anteriores." 
De  modo,  que  el  cedazo  fué  el  final  de  la  danza,  no  un  inter- 
valo o  variante  de  ella,  como  es  hoy.  Por  eso  se  entusiasma 
Pichardo,  en  la  voz  danza,  al  decir  como  los  hijos  de  esta  tie- 
rra "se  mecen  voluptuosamente  en  los  cedazos,  con  todo  el  oído 
y  coquetería  africana  (¡j."  En  el  cedazo  estaba  la  pimienta,  lo 
culminante  del  baile  y  de  su  voluptuosidad,  de  su  movimiento. 

Y  por  tal  movimiento  del  cuerpo,  "a  uno  y  otro  lado"  debió  lla- 
mársele cedazo,  recordando  el  movimiento  del  cuerpo  con  el  ce- 
dazo, al  cerner  con  él.  Todavía  mantenemos  una  supervivencia 
de  esfa  motivación  psicológica,  cuando  en  guateques  y  rumbas,  se 
oye  jalear  a  los  bailadores  diciendo:  ¡echa  coco!,  y,  hasta,  ¡echa 
coco  pa  la  zaranda! ;  pues  una  zaranda  es  una  criba,  harnero  o 
cedazo,  ni  más  ni  menos.  Echar  coco  a  la  zaranda  es  echarle 
material  para  cernerlo,  moviendo  aquélla.  Así  como  al  excitar 
para  un  fuerte  trabajo  a  un  individuo,  se  le  dice:  ¡mete  caña!, 
símbolo  nacional  cubano  del  trabajo,  por  meter  caña  de  azúcar 
al  trapiche  del  ingenio;  así  al  animar  a  un  bailador  para  que 
acentúe  sus  movimientos,  o  a  una  mulata  para  que  avive  sus 
contoneos,  se  le  grita:  ¡echa  coco!  para  que  se  mueva  más  y 
más,  o  sea,  para  que  se  zarandeen,  o  muevan  como  la  zaranda. 

Y  no  es  difícil  pensar  que  la  zaranda,  si  proviene  del  persa 
serbend,  danza,  a  la  vez  se  sienta  influenciada  tal  voz  por  la  tam- 
bién persa  zarand.  criba. 

Cedazo,  debió  de  ser,  pues,  una  parte  del  baile,  la  final,  la 
de  más  movimiento.  Y  por  si  esto  no  bastara,  recuérdese  que  tai- 
lar  un  cedazo  era  en  la  época  de  la  colonización  indiana  acto  de 
brujería  adivinatoria  por  el  que  encorozaron  a  más  de  una  he- 
chicera; (1)  cuya  expresión  hampona  o  apicarada,  precisa- 
mente por  tal,  no  es  de  dudar  que  fuera  también  parte,  en  su 
adopción,  para  expresar  el  momento  de  la  danza,  de  más  hechi- 
zo y  picardía. 

Pero,  digamos  más,  tenemos  prueba  de  que  antaño  se  usaron 
como  sinónimas  de  baile  o  danza  las  voces  expresivas  de  los  ins- 
trumentos para  cerner.  Léanse,  sino,  los  versos  de  Juan  de 
Castellanos,    en    sus    famosas    Elegías    de    Varones    Ilustres    de 


(1)      Apuntes  de  Hojas.     El  Viaje  entretenido. 


88  FERNANDO     ORTIZ 

Indias   (Elegía  V,  canto  II)   cuando  fustigando  la  molicie  de  la 
juventud  de  sus  días,  dice: 

"Mas  ya  no  hallareis  tales  mozuelos, 
"En  escuela  de  Marte  ni  Minerva, 
"Pues  todos  huyen  destos  desconsuelos, 
"Y  dicen  que  las  flechas  tienen  yerha; 
"Hay  hojaldres,  pasteles  y  buñuelos, 
"Hay  botes  y  barriles  de  conservas, 
"Hay  cedazo,  harnero,  y  hay  zaranda, 
"Y  sábeles  muy  bien  la  cama  blanda." 

Con  lo  cual,  creemos  demostrado  que  cedazo,  baile,  no  pro- 
cede etimológicamente  de  ceder. 

Acaguasar. —En  sentido  reflexivo,  llenarse  un  cañaveral  de  caguaso, 
cuando  la  caña  es  pobre  o  no  se  han  hecho  las  debidas  limpias. 
Se  acaguasó   la  colonia.  | 

Xavaja. — Cuchillo  que  se  coloca  en  el  espolón  a  los  gallos  para  la 
lidia  o  pelea. 

Zapatón. — 'Navaja  que  se  pone  en  el  espolón  al  gallo  para  la  pelea. 

Ramazón. — Dibujos  que  se  observan  en  las  tablas  de  ciertas  maderas 
de  construcción,  modo  de  ramaje  que  acrecienta  su  valor  para 
la  ebanistería,  como  en  la  caoba,  caracolillo,  etc. 

Rodea. — Hacen  los  carboneros  la  rodea  del  carbón  al  irlo  sacando  del 
horno,   rodeando  éste. 

Picado. — Camino  estrecho,  para  el  paso  de  un  hombre,  hecho  a  través 
de  un  monte,  picando  las  ramas  y  matas  con  el  machete.  Abrir 
un  picado  para  el  agrimensor.  Cuando  el  picado  se  amplía  se 
convierte  en  trocha,  y  si  se  convierte  en  vía  para  el  paso  de  un 
carro,  se  le  llama  carril. 

Nacido. — Nacencia,    en   su   segunda   acepción. 

Muela. — Se  dice  en  mala  parte,  de  la  persona  que  sirve  a  otra  solapa- 
damente en  sus  designios  contra  una  tercera.  Fulano  le  sir- 
vió de  muela  en  tal  asunto. 

Sámago, — Además  de  la  acepción  que  trae  el  Diccionario  de  la  Aca- 
demia, aquí  decimos  sámago  a  la  parte  más  blanda  de  un  leño, 
entre  la  cascara  y  el  corazón.     Este  palo  tiene  mucho  sámago. 

Corazón. — No  solamente  la  parte  interior  de  una  cosa  inanimada, 
como  quiere  el  Diccionario  de  la  Academia,  en  cuyo  sentido 
dice:  el  corazón  de  un  árbol.  Decimos  corazón  al  centro  del 
tronco  cuando  éste  es  duro,  diferenciándose  del  sámago,  que 
es  la  par'e  blanda  y  exterior  que  lo  rodea.  Aquí  tenemos  ma- 
dera de  corazón,  y  madera,  que  a  pesar  de  la  anotada  acepción 
académica,  no  es  de  corazón,  porque  es  blanda  o  fofa  e  inútil 
para  ciertos  usos.  Cuando,  por  ejemplo,  se  contratan  traviesas 
para  ferrocarril  o  polines,  se  exige  que  sean  de  madera  dura,  de 
corazón. 


TTX    CATATTEO    DE    CUBANISMOS  89 

Mosquero. — Abundancia  de  moscas.  No  se  pudo  comer  por  el  mos- 
quero que  se  sufría. 

Mosquitero. — El  Diccionario  de  la  Academia  solo  conoce  el  pabellón 
o  colgadura  de  cama;  y  aquí  tenemos  mosquiteros  para  hama- 
cas, para  sombreros,  para  tanques  de  agua,  etc. 

Conchucharse . — No  creemos  en  la  probabilidad  de  su  derivación  del 
vocablo    sinónimo    conchabarse,    sino    de   chuchear   o    cuchichear. 

Conchavado. — En  vez  de  conchabado,  así  lo  escribimos  en  Cuba,  pro- 
bablemente mejor  que  el  Diccionario  de  la  Academia,  por  ra- 
zón de  su  etimología.  La  que  ofrece  la  docta  corporación  es 
sorprendente:  ¡de  conclave!  ¡Que  tendrá  que  ver  aquí  la  jun- 
ta de  cardenales!  Lo  que  sucede  es  que  cónclave  o  conclave  y 
conchabado  tienen  un  origen  común,  latino:  cum  clavis.  con  lla- 
ve; y  así  como  de  ambas  palabras  se  hizo  conclave,  por  ser  ésta 
reunión  de  cardenales  que  se  encerraban  bajo  llave  y  hasta  a 
cal  y  canto,  para  elegir  pontífice.  Así  convertida  la  clavis  la- 
tina no  sólo  en  la  clave,  sino  en  la  chave  castellana  vieja,  aun 
hoy  portuguesa;  por  procedimientos  filológicos  que  no  importa 
exponer  aquí,  fácilmente  se  hubo  el  conchave,  y  de  ahí  concha- 
varse, en  sus  acepciones,  propias  y  metafóricas,  de  unir,  juntar, 
asociar  cosas  o  personas.  Prueba  de  ello  es  la  voz  chaveta,  que 
así  la  escribe  el  Diccionario  de  la  Academia,  muy  propiamente, 
por  ser  a  manera  da  llave,  clave,  clavija,  chave  o  cerrojo,  que 
mantiene  unidas  varias  cosas  ensartadas  o  conchavadas  en  una 
pieza  principal. 

No  hay  que  olvidar,  sin  embargo,  que  el  Diccionario  de  la 
Academia  hasta  la  12»  edición  traía  chabeta.  y  así  otros  diccio- 
narios, como  Monlau,  Barcia,  Toro  y  Gómez.  Salva,  etc..  y  has- 
ta Barcia  nos  asegura  que  la  voz  procede  "fuera,  de  toda  duda" 
de  capite,  ablativo  de  caput  (cabeza).  La  Academia,  como  he- 
mos vis^o,  no  lo  cree  así,  ni  nosotros  tampoco:  pero  hay  que 
ser  consecuentes:  o  chaveta  nos  obliga  a  escribir  conchavados. 
o  si  insistimos  en  decir  conchabarse,  no  podemos  mantener  la 
ortografía  de  chaveta,  so  pena  de  perder  la  ídem,  o  la  lógica, 
que  en  este  caso  habría  de  ser  lo  mismo. 

Línea. — Vía  férrea.     La  línea  está  interrumpida. 

Pasudo. — El  pelo  en  forma  de  pasas,  3.a  acepción  del  Diccionario  de 
la  Academia.  Pelo  pasudo.  El  que  tiene  pasas.  El  negro  es 
pasudo.    En  Tierra  Firme  se  dice  pasuso. 

Parrafada. — Conversación.      Echaremos    una    parrafadita. 

Paragüero. — El  que  compone  paraguas.  El  vendedor  ambulante  de 
los  mismos.  El  cochero  de  alquiler,  de  ínfima  clase,  por  que 
suele  usar  enorme  paraguas  en  el  pescante  del  coche,  cuando 
llueve  y  hasta  cuando  aprieta  el  sol.  Por  extensión,  el  con- 
ductor inhábil  de  un  automóvil. 


90  FERNANDO     ORTIZ 

Apuñalarse   o   Apuñalearse. — Guardarse    dinero    en    los    bolsillos. 

Apuñaleado. — Enriquecido. 

Argollar. — Echarle  a  uno  una  argolla,  atarlo,  esclavizarlo.  La  joven 
argolló  al  novio.     Se  argolló  en  su  empleo. 

Arrastre. — Influencia  política  o  social.  Aquel  senador  es  hombre  de 
mucho  arrastre. 

Arrenquín. — No  creemos  que  sea  corrupción  de  arranquín,  y  que  éste 
venga  de  ¡arre!.  Estimamos  que  arranquín  es  derivación  des- 
pectiva de  arranque,  por  ironía,  como  de  galope  se  hizo  galopín. 
El  arre  hizo  trasmutar  la  o  en  e. 

Maleta. — Joroba. 

Maletudo. — Jorobado. 

Zarambutear. — Zarandear,  en  su  2»  acepción.  Esta  palabreja  es  otra 
supervivencia  andaluza.  Se  formó  por  corrupción,  engendro 
indiano,  de  zarabutear,  hacer  cosas  con  impericia  y  atropella- 
miento,  según  el  Diccionario  de  la  Academia,  y  poco  a  poco 
ha  pasado  a  ser  zarandear,  que  puede  ser  un  medio  de  zarabu- 
tear, pero  no  el  único.  Niña,  no  lo  zarambutees  que  lo  vas  a 
derramar.     No  me  zarambutees  que  me  siento  mal. 

Cimarrón. — Zayas  se  empeña  en  que  sea  voz  tomada  de  los  moradores 
del  Nuevo  Mundo  y  trae  numerosas  citas.  El  P.  Mir  le  prece- 
de, y  la  supone  antillana.  Ciertamente  que  esta  palabreja,  pa- 
sada a  las  Antilas  francesas  e  inglesas,  ha  dado  motivo  a  ma- 
labarismos  etimológicos.  Y  la  docta  Academia  resuelve  el  pro- 
blema de  un  modo  sencillo  y  convincente,  de  cima,  que  era  el 
lugar  que  habitaban  los  cimarrones.     Ni  el  huevo  de  Colón. 

Pajuela. — Punta  de  cáñamo,  torcida  y  nudosa,  al  extremo  de  la  cuar- 
ta;  látigo   con   que   se  castigaba  a  los   esclavos. 

Mechar. — Fué  voz  usada  en  Cuba  y  en  España,  en  los  tiempos  de  la 
esclavitud,  durante  los  siglos  XVI  y  XVII,  y  aun  hoy  solemos 
decir  aguantar  la  mecha,  por  sufrir  un  castigo  o  molestia.  De 
lo  que  fué  el  bárbaro  mechar,  pringar,  o  lardar  los  esclavos 
hubimos  de  escribir  hace  años,  esto  que  repetimos: 

"Por  ejemplo:  "al  esclavo,  si  muero,  mando  que  cada  día  le 
pringuen  tres  veces."  (Francisco  de  Quevedo.  El  entremetido 
y  la  dueña  y  el  soplón.  Véase  en  sus  Obras  Satíricas  y  Festi- 
vas, Madrid,  1911,  pág.  306.)  No  parece  acertada  la  observa- 
ción de  Julio  Cejador  a  esta  voz  usada  en  El  Lazarillo  de  Tor- 
mes.  (Edición  de  "La  Lectura."  Madrid,  1914,  pág.  85).  Dice 
el  autor  de  la  picaresca  obra:  "a  mi  padre  agotaron  y  pringa- 
ron," y  Cejador  anota:  "Pringaron  o  pingaron,  colgaron,  ahor- 
caron. (Tirso:  Mari  Hem.,  3,  22:  Pues,  según  nos  quiere  mal, 
|  he  de  pringarme.  Q.  Benau.  I,  331:  Te  arrojo  y  pringo  en  las 
nubes.  Pingar  por  ahorcar,  colgar,  se  usa  en  León,  Maragate- 
ría,  Palencia,  Segovia,  de  pen  (di)  car  (e),  penderé)."  Sin 
embargo,  es  evidente  que  Pringar  no  tiene  nada  que  ver  con 


UN     CATAUBO    DE    CUBANISMOS  91 

pingar.  Si  esta  voz  viene  de  pendicare,  y  lo  demuestra  más 
claramente  su  derivado,  aún  hoy  en  uso,  pingajo;  la  voz  prin- 
gar, en  cambio,  debe  derivarse  de  pringue:  grasa  que  da  de  sí 
el  tocino  u  otra  materia  crasa  cuando  se  aplica  y  derrite  al 
fuego.  Pringar  es  la  acción  de  untar  con  pringue  alguna  cosa. 
Y  antiguamente,  aunque  lo  olvide  Cejador,  se  solía  en  España 
castigar  a  los  esclavos  echándoles  pringue  hirviendo.  Cuando 
Quevedo  hace  desear  a  un  esclavo  que  lo  pringuen  tres  veces 
al  día,  no  quiere  decir,  como  interpretaría  Cejador,  que  le  ahor- 
quen tres  veces  diarias.  Ello  sería  un  absurdo.  En  Cuba 
también  se  pringó  a  los  esclavos,  como  se  verá  más  adelante 
al  transcribir  precepto  de  las  Ordenanzas  de  Alonso  de  Cáceres. 
Hasta  los  diccionarios  de  la  lengua  castellana,  en  las  voces 
pringar  y  pringue  explican  su  significado  en  relación  con  el 
bárbaro  castigo  citado.  Véase,  por  ejemplo,  el  Nuevo  Dicciona- 
rio de  la  Lengua  Castellana,  editado  en  1879  por  una  Socie- 
dad de  literatos,  que  no  es  el  mejor  aunque  sí  es  el  que, 
ahora  que  escribo,  tengo  a  mano.  Pringar,  tanto  vale  como  lar- 
dar o  mechar  los  esclavos  con  grasas,  resinas  o  pringue  Hir- 
viendo. Más  tarde,  suavizados  los  castigos,  la  voz  pringar  se 
adoptó  para  la  aplicación  del  menjurje  descrito,  que,  acaso.  Dro- 
duciría  parecidos  sufrimientos." 

"En  el  entremés  de  Los  Negros,  de  Simón  Aguado,  (a)  un  se- 
ñor amenaza  a  un  negro  esclavo  con  pringarlo,  gastando  cuatro 
libras  de  tocino  en  su  barriga  a  ese  fin.  Los  esclavos  del  en- 
tremés, a  pesar  de  que  el  amo  quiere  tomar  una  hacha  para 
pringarlos,  acaban  cantando  y  danzando,  demostrando  que  es- 
tán  emperrados  en  hacer  su  voluntad: 

"Mira  mexo,  Dominga 
que  te  vienen  a  pringar, 
y  no  me  pienso  mudar 
aunque  ma  se  me  pringa:' 

Este  entremés  interesantísimo  responde  definitivamente  a  la 
cuestión.  Es  curioso  observar  cómo,  sin  duda  por  igual  razón, 
en  la  jerigonza  maleante  de  la  bribia  hispana  del  siglo  xvi  se 
llamaba  tocino  a  los  azotes.  (b)  El  Diccionario  de  la  Academia 
dice:  "Echar  a  uno  pringue  hirviendo  castigo  usado  anti- 
guamente»." 


(a)  Es  de  fecha  1602,  según  el  Ms.  que  se  conserva  en  la  Biblioteca 
Nacional  de  España.— Véase  en  Emilio  Cotarelo.  Colección  de  entremeses, 
loas,  bailes,  jácaras  y  mojigangas  desde  fines  del  siglo  XVI  a  mediados  del 
XVIII.      Tomo   lo  Vol.    19  pág-s.    31   y  sigts. 

(b)  Rafael  Salillas.  El  delincuente  español.  El  Lenguaje,  Ma- 
drid,   1S96,   pág.    178,   Agustín  de  Rojas.   El    Viaje  entretenido,  Libro  1». 


92  FERNANDO     ORTIZ 

En  Cuba,  las  Ordenanzas  de  Cáceres  no  permitían  mechar  a 
los  esclavos  ni  asarlos   ( ! ) 

Canoa. — Dice  Suárez  que  suele  oirse  en  lugar  de  "artesa"  cuando  ésta 
es  de  reducidas  proporciones.  Nosotros  hemos  visto  canoas  o 
recipientes  de  agua  hechos  de  un  tronco  de  árbol,  donde  be- 
ben tres  yuntas  de  bueyes  contemporáneamente. 

Mosquear. — Llenarse  algo  de  moscas.  La  sopera  se  mosqueó.  Com- 
plicarse o  dificultarse  la  solución  de  un  asunto  hasta  hacerse 
poco  deseable.  El  negocio  se  va  a  mosquear.  No  lo  mosqueen 
más.     Ya  está  mosqueado. 

Portorriqueño. — Voz  aceptada  ya  por  el  Diccionario  de  la  Academia, 
para  significar  al  "Natural  de  Puerto  Rico",  y  lo  "pertenecien- 
te a  la  ciudad  e  isla  de  este  nombre".  ¿A  la  ciudad?  Válganos 
nuestra  condición  de  antillanos  y  la  ocasión  de  ir  a  la  prensa 
este  catauro,  para  pedir  una  rectificación  geográfica  a  la  Aca- 
demia. No  existe,  que  sepamos,  la  ciudad  de  Puerto  Rico,  pues 
su  capital  se  llama  hoy  día,  para  mayor  gloria  del  Bautista, 
San  Juan,   y  san  juaneros  a  sus  hijos. 

Cinturón. — Por  cinto. 

Martiauar. — Oímos  esta  palabreja  por  primera  vez  a  un  negro  brujo, 
curandero,  explicando  como  antes  de  aplicar  a  las  sienes  del  en- 
fermo ciertas  hojas  había  que  mortiguarlas,  o  sea:  pasarlas 
algo  por  el  rescoldo.  La  oímos,  años  después,  a  la  cocinera, 
diciendo  que  para  mejor  descañonar  un  pollo  era  conveniente 
mortiguarlo,  o  sea:  pasarlo  un  poco  por  encima  del  fogón. 
Últimamente  la  hallamos  en  un  casi  centenario  libro  manus- 
crito de  recetas  de  cocina,  donde  se  exige  para  que  los  tamales 
salgan  bien,  entre  otras  cosas  igualmente  importantes,  que 
se  envuelva  la  masa  de  harina  de  maíz  en  hojas  de  plátano 
mortiguadas.  Hemos  preguntado  a  familiares  algo  duchos  en 
el  arte  de  la  cocina,  y  responden  que  hay  que  calentarlas  mante- 
niéndolas sobre  el  fuego,  de  modo  que  se  oscurezcan  algo 
y  no  estén  tan  vivas.  Por  todo  lo  cual  deducimos  que  la  pa- 
labreja es  una  variante  de  amortiguar:  hacer  menos  viva  algu- 
na cosa,  dejarla  como  muerta;  pero  variante  completamente 
fijada  y  cristalizada,  con  un  siglo  al  menos  de  permanencia. 
Un  cocinero  nos  dijo  que  era  machucar  la  carne  con  la  mano 
del  mortero,  o  sea  macerarla,  para  que  se  reblandezca.  Podría 
tomarse  esta  acepción  en  sentido  figurativo  de  la  anterior,  por- 
que, la  maceración  consiste  precisamente  en  amortiguar  la  vi- 
veza de  la  carne  antes  de  cocerla.  En  fin,  hemos  encontrado 
amortiguar,  aplicada  a  unas  plantas,  en  la  Apologética  Historia 
de  B.  de  Las  Casas,  quien  dice:  "luego  con  el  sol  se  amortiguan 
y  marchitan  (aquellas  ramillas)  como  que  se  mueren".  No  es- 
tán pues  extraviados  nuestros  viejos  brujos  y  cocineros. 


tjjNT     CATAURO    DE    CUBANISMOS  93 

Viento. — Cada  uno  de  los  tres  cordeles  que  sostienen  el  papalote,  ata- 
dos por  un  extremo  al  cordel  con  que  sujeta  éste  al  volar. 

Abancuchar. — Deshancar  al  banquero  de  un  juego. 

Saltuñate. — De  salto  y  uña.  Se  dice  a  la  jugada  que  hacen  los  mu- 
chachos, colocándose  una  bola  sobre  la  uña  del  pulgar  apoyada 
al  índice  y  haciéndola  saltar  con  fuerza,  por  impulso  de 
aquel  dedo. 

Uantutrí. — De    one,   two,   three,   voces    inglesas,   juego   de   pelota   entre 

Barrigada. — Carne  de  barrigada  es  la  de  la  parte  de  la  barriga  de  la 
res,  que,  según  las  cocineras,  es  la  única  que  da  hebras,  indis- 
pensables para  guisar  ropavieja. 

Rueda. — Aquí  decimos  rueda  de  pan,  a  su  lasca  circular,  no  siendo  el 
pan  ni  carne  ni  pescado.  Decimos  esto,  en  vista  de  la  acep- 
ción   6a    del    vocablo,    aceptada     por    el    diccionario     académico. 

Tocineta. — Por  tocino,   aquí  poco  usado  entre  cubanos. 

Cuchara. — Por  llana,  paleta  o  palustre,  instrumento  triangular  y  de 
mano,  que  usan  los  albañiles  para  manejar  la  mezcla  o  arga- 
masa. Además,  significa  maestro  albañil.  Un  albañil  que  sabe 
manejar  la  cuchara.  Eran  en  la  obra  tres  cucharas  y  dos  peo- 
nes. Presumimos  que  esta  acepción  debió  correr  en  España, 
y  que  de  ahí  vino  la  locución  media  cuchara,  que  nos  da  el  Dic- 
cionario por   persona   de  mediana  habilidad   en  un   oficio. 

Turismo. — En  Cuba  nos  hemos  encariñado  con  la  palabrita  hasta  pro- 
mulgar una  ley  que  así  se  llama:  del  turismo,  que  viene  a  rer 
vivir  o  poco  menos,  en  pleno  siglo  XX,  el  famoso  Ordenamiento 
de  las  tahurerías,  del  Rey  Sabio  Don  Alfonso  X;  que  no  otra 
cosa  se  propone  la  afrentosa  leyecita  que  la  legalización  de  ga- 
ritos y  prosperidad  de  tahúres  so  capa  de  favorecimiento  de  los 
inmigratorios  viajes  por  el  país  con  fines  de  distracción  y  re 
creo.  Pero,  sea  de  ello  lo  que  fuere,  si  el  turismo,  aunque  ga1 
licismo,  figura  ya  muy  legítimamente  en  nuestro  lenguaje,  por 
ley  del  Congreso  y  por  ley  del  idioma,  debiera  serlo  también 
por  ley  del  Diccionario  de  la  Academia.  En  este  ha  penetrado 
ya,  logrando  carta  de  ciudadanía,  la  voz  turista,  pero  no  turis- 
mo.  ¿Por  qué?  Comprendemos  que  aun  sea  prematuro  para 
proponer  un  verbo  turear,  aunque  ya  le  llegará  su  día,  pero  el 
sustantivo  turismo  ha  sido  ya  adoptado  por  los  españoles.  ¿No 
lo  creen  los  Sres.  Académicos? 

Cangrejo. — Por   cámbaro,   que   aquí   desconocemos. 

Barril. — Irse  uno  al  barril  es  fracasar,  como  en  Suramérica  lo  es  irse 
al  bombo,  y  ello  porque  entre  las  cosas  que  el  barril  puede  con- 
servar y  transportar  está  la  basura.  El  barril  de  la  basura,  es 
en   Cuba   utensilio    casero   indispensable,    tan    usado,    que    suele 


94  FERNANDO     OKTIZ 

darse   ese  nombre   a  vasijas  y   recipientes   que   nada  tienen   de 
barriles. 

Flecando. — Lacio,  3?  acepción.  Se  aplica  al  pelo  lacio,  como  un  com- 
parativo exagerado:  recto  como  flecha.  La  palabreja,  muy 
usual,  nos  recuerda  la  época  del  descubrimiento  y  conquisa. 

Ganzúo. — Así  llama  la  muchachería  al  inhábil  en  el  arte  infantil  de 
empinar  papalotes. 

Tortolilla. — La  caída  al  suelo  de  un  papelote  dando  vueltas  rápidas, 
o  las  vueltas  que  da  en  el  aire,  sin  caer,  lo  que  sucede-  cuando 
pierde  el  rabo  o  cola. 

Terequeté. — Patatús. 

Irse  de  bolina, — Expresión  marinesca,  que  recoge  el  Diccionario  de  la 
Academia,  y  que  aquí  conservan  los  muchachos  para  expresar 
que  el  papalote  se  fué,  a  impulsos  del  viento,  por  haberle  cor- 
tado el  cordel  que  lo  retenía. 

Cantado. — Canto.  Es  muy  frecuente  en  Cuba  sustantivar  los  partici- 
pios; por  lo  cual,  no  hemos  de  pretender  recogerlos  todos.  Su 
llorao  no  me  convence,  ni  su  rezao  tampoco.  Su  caminaito  me 
gusta.     Etc.,  etc. 

Golilla. — La  parte  superior  de  la  cola  de  un  papalote. 

Virulilla. — Algo  así  como  un  buche,  insignificante,  pobretón.  Ese  es 
un  sombrero  de  virulilla.  Tú  eres  un  virulilla.  ¿De  viruta, 
virutilla? 

Bravo. — Enojado,  violento.  Este  americanismo,  corriente  en  toda  la 
América  Hispana,  y  que  trae  Suárez,  es  sólo  un  arcaísmo,  y 
debiera  reintegrarse  al  léxico.  Véase  lo  que  dice  Cuervo,  con- 
venciendo,   en   sus   Apuntaciones    Críticas,    (pág.    512). 

Pardo. — Mulato.     Mezcla  de  blanco  y  negro. 

Moro. — Hemos  oído  aplicar  esta  voz  al  caballo  negro,  como  en  Espa- 
ña, y  no  solo  al  blanco  con  viso  obscuro,  como  dice  Pichardo. 
Bien  es  verdad  que  esa  palabreja  ha  sido  aplicada  al  tuntún 
en  estas  Américas,  según  puede  verse  en  Cuervo. 

Espuela. — Por   espolón  del  gallo. 

Figurín.  —  (Domingo  del) — Tercer  domingo  de  cuaresma,  que  en  la 
Habana  no  lo  parece,  por  continuarse  en  él  las  mascaradas  y 
locuras  del  carnaval.     Véase  piñata. 

Coartación. — Copiamos    de    nuestro    libro    Los   Negros   Esclavos: 

La  coartación  consistía  en  el  derecho  que  adquiría  el  esclavo 
entregando  una  cantidad  de  dinero  a  su  amo,  de  no  ser  vendido 
sino  por  un  precio  prefijado  del  cual  se  descontaba  dicha  canti- 
dad, pudiendo  libertarse  entregando  al  amo  la  diferencia  en 
dinero  que  mediaba  entre  la  ya  entregada  por  la  coartación  y 
el  precio  prefijado. 

La  coartación  limitaba,  restringía,  coartaba  la  potestad  domi- 
nica del  amo,  por  lo  cual  era  ciertamente  impropio  llamar 
coartado  al   esclavo,   cuando  en  rigor  el  coartado  era  el  señor. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  95 

La  coartación  dimanaba  del  derecho  que  tenía  todo  esclavo  de 
emanciparse  entregando  al  amo  el  precio  de  su  libertad,  el 
importe  del  valor  medio  de  un  esclavo  en  el  mercado;  y  del 
derecho  de  cambiar  de  amo,  de  buscarse  un  nuevo  amo  que  lo 
comprase.  En  este  caso  la  compraventa  llegaba  a  ser  obligatoria 
para  el  vendedor.  Este  derecho  de  libertarse,  o  de  hacerlo  par- 
cialmente, es  decir,  de  coartarse,  a  veces  se  podía  ejercitar  por 
el  esclavo,  ya  mereciendo  esa  gracia  por  legado  testamentario 
de  algún  blanco,  amo  o  protector  amigo,  caso  frecuente  en  las 
ciudades  y  en  las  casas  ricas  en  favor  de  los  esclavos  domésti- 
cos; o  ya  comprando  la  libertad  por  el  ahorro.  Este  en  el  campo 
era  muy  difícil,  por  más  que  los  esclavos  tuvieran  sus  conucos, 
pequeños  paños  de  tierra  que  ellos  podían  cultivar  con  frutos 
menores  en  provecho  propio,  durante  los  domingos  y  fiestas, 
si  es  que  no  había  faenas  extraordinarias  impuestas  por  mayo- 
rales abusadores.  Pero  en  la  ciudad  el  ahorro  no  tenía  más 
fuerte  obstáculo  que  la  imprevisión  característica  de  la  primi- 
tividad psicológica  africana,  y  a  veces  la  mala  fe  del  amo.  Sé 
de  un  caso  en  que  el  pobre  esclavo,  que  como  casi  todos  no  sabía 
leer  ni  escribir,  marcaba  cada  peso  de  su  ahorro  con  una 
muesca  en  su  bastón,  con  cuya  única  y  débil  prueba  quiso 
convencer,  en  vano,  a  su  amo  depositario,  de  que  le  había 
entregado  ya  dinero  suficiente  para  su  libertad. 
Coartar. — Ejecutar  la  coartación  de  un  esclavo.     Se  usa  tambión  como 

reflexivo. 
Gancho. — Horquilla    de    tocador.    Suele   decirse   ganchillo. 
Koyita. — La   hoyita  es  la  f oseta  supra-external,  o  sea  pequeña  depre- 
sión o  concavidad  de  la  piel  entre  las  articulaciones  de  las  cla- 
vículas con  el  externen.     Lo  emplean  mucho  nuestros  curande- 
ros, pues  parece  la  hoyita  sitio  privilegiado  para  depositar  mi- 
lagrosos menjurjes  que  sanan  la  garganta  o  el  pecho. 
Gente. — Por    gente    educada    y    decente.      No    sabía    conducirse    como 

gente. 
Cabildos. — Suárez  dice  Cabildo  de  negros.     No  es  necesario.     En  Cuba 
el  cabildo,  por  antonomasia,  es  el  de    negros.    Y  añade:     "reu- 
nión que  celebran,  etc."     Ya  no  hay  cabildos. 
Copiamos    de    un    nuestro    folleto    Los    cabildos    afrocubanos: 
Los  negros  procedentes  de  una  misma  tribu  constituyeron  en 
cada   ciudad    una    asociación   así    llamada,    quizás   por    analogía 
a   la    corporación   municipal,    que   entonces   recibía   ese   nombre. 
Pichardo,  en  su  diccionario,  dice  así,  explicando  lo  que  era  un 
cabildo:     "Reunión   de   negros  y  negras  bozales  en   casas   desti- 
nadas  al   efecto  los  días   festivos,  en  que  tocan  sus   atabales  y 
tambores    y    demás    instrumentos    nacionales,    cantan    y    bailan 
en    confusión    y    desorden    con    un    ruido    infernal    y    eterno    sin 


FEBNaNÍX)     OBTÍ¿ 

intermisión.  Reúnen  fondos  y  forman  una  especie  de  socie- 
dad de  pura  diversión  y  socorro,  con  su  caja,  Capataz,  Mayor- 
domo, Rey,  Reina,  etc."  Fuera  de  la  Habana  se  llamaban  tam- 
bién estas  sociedades  reinados,  según  Pichardo  "para  aquellas 
fiestas  en  que  hace  de  reina  una  negra,  que  sentada  en  un  alto 
trono  y  acompañada  de  sus  oficiales,  presencia  y  preside  el  bai- 
le continuo  y  tocatas  de  subditos". 

Cada  cabildo,  repito,  lo  formaban  los  compatriotas  africa- 
nos de  una  misma  nación.  El  cabildo  era  algo  así  como  el  ca- 
pítulo, consejo  o  cámara,  que  ostentaba  la  representación  de 
todos  los  negros  de  un  mismo  origen.  Un  magnate  esclaviza- 
do, cuando  no  el  mismo  jefe  de  la  tribu,  pero  generalmente  el 
más  anciano,  era  el  rey  del  cabildo,  a  quién  en  castellano  se 
le  daba  el  nombre  de  capataz  o  capitán;  el  primero  tomado  del 
Jefe  del  trabajo  a  que  estaban  sometidos  los  negros,  y  el  se- 
gundo, prestado  por  la  gerarquía  militar  a  que  tan  aficiona- 
dos eran  aquéllos,  y  en  uno  y  otro  caso  derivados,  como  tam- 
bién cabildo,  de  caput,  cabeza.  El  rey  disfrutaba  de  conside- 
rable poder  dentro  del  corto  radio  de  acción  que  le  dejaba  li- 
bre el  poder  social  de  los  blancos.  Durante  el  año  era  el  que 
custodiaba  los  fondos  de  la  sociedad  y  el  que  imponía  multas  a 
sus  subditos.  La  reina  ocupaba  el  inmediato  rango.  Algunos 
otros  cargos  existían,  no  todos  bien  definidos,  de  carácter  ce- 
remonial, de  los  cuales  era  muy  codiciado  el  de  abanderado, 
cargo  creado  cuando  fué  admitida  la  bandera  como  simbólica 
del  cabildo.  Al  segundo  Jefe  solía  llamársele  mayor  de  plaza, 
título  tomado   del   ejército. 

El  historiador  matancero  Alfonso,  dice:  "Por  cabildos  de 
negros  se  entiende  la  reunión  de  los  de  cada  nación  en  los  días 
festivos  para  bailar  a  usanza  de  su  país.  Provienen  estos  ca- 
bildos, según  noticias,  del  permiso  que  para  tales  desahogos  se 
concedía  a  los  negros  que  compraba  el  rey  con  destino  a  los 
cortes  de  madera,  que  se  hacían  en  esta  Isla  para  la  construc- 
ción de  bajeles  para  la  armada  y  dotación  de  los  potreros  del 
ganado  aplicado  a  los  trabajos  de  la  extracción  de  las  minas 
Concurren  libres  y  esclavos  y  se  les  permite,  desde  tiempo  in- 
memorial, tener  sus  banderas  como  insignias  del  Cabildo,  y 
aquí  por  lo  menos,  a  la  nación  Congo  Real,  portar  una  muy 
parecida  al  mismo  pabellón  nacional.  Estas  instituciones  son 
útiles  porque  ejercen  actos  humanitarios  y  piadosos,  propen- 
diendo a  la  manumisión  de  aquellos  asociados,  que  por  su 
moralidad  y  buen  comportamiento  consideran  digno  de  conse- 
guirla a  costa  de  los  fondos  de  la  reunión,  que  se  nutren  de  pe- 
queñas limosnas  que  exhiben  cuando  concurren  al  baile,  y  sue- 
len también  hacerse  cargo  de  curar  a  sus  paisanos  enfermos." 
El  cabildo,  vocablo  usado  ya  en  la  traducción  al  romance  del 


ÜN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  97 

Fuero  Juzgo,  tanto  quiere  decir  como:  ayuntamiento  de  homares 
que  viven  en  un  ordenamiento ;  y  de  tales  voces  cabildo  y  ayun- 
tamiento, aunque  arcaicas,  la  segunda  aun  la  conservamos  ele- 
gantemente en  la  nomenclatura  de  nuestras  instituciones  mu- 
nicipales, como  se  mantiene  la  primera  más  propiamente  en 
las  instituciones  eclesiásticas;  y  aun  solemos  usar  por  tradi- 
ción la  expresión  caoildo  municipal,  como  sinónimo  de  ayun- 
tamiento, que  es  la  cámara  legislativa  o  deliberante  de  nuestro 
actual  municipio.  Y  aun  decimos:  cabildeos,  cabildo  catedral, 
sala    capitular,    etc. 

La  voz  cabildo  se  usaba  en  España,  en  la  época  de  la  colo- 
nización, aplicada  a  las  reuniones  o  juntas  de  las  cofradías  re- 
ligiosas (i).  Y  allí  en  Sevilla  hubo  cabildos  de  negros,  porque 
hubo  cofradías  de  negros  muy  notables,     y  desde  antiguo. 

Sardina. — ^(Domingo  de  la) — Es  el  cuarto  de  cuaresma,  que  aquí  ha- 
cemos prolongación  profana  del  carnaval.     Véase  piñata. 

Armazón. — Cargamento  de  esclavos. 

Bozalón. — Aumentativo  de  bozal.     Negro  muy  bozal. 

Pieza. — Esclavo.  Solía  decirse  también,  pieza  de  Indias  y  pieza  de 
ébano,  eufemismos  tristes. 

Entrenar. — Anglicismo,  de  to  train.  amaestrar,  enseñar,  habituar  a  al- 
gún ejercicio  o  trabajo. 

Tren  de  carga. — Por  tren  de  mercancías. 

Tragante. — Pieza  de  tubería  o  canal  que  traga  el  agua  de  lluvia. 

Bajante. — Canal  por  donde  baja  el  agua  de  lluvia  que  recoje  un  tejado 
o   azotea. 

Tallerista. — Dueño  o  comerciante  de  un  taller  de  aserrar  madera,  o 
taller  de  madera, 

Queque. — Dice  bien  Suárez,  del  inglés  calce.  Pero  permítasenos  otra 
etimología,  al  menos  con  el  carácter  de  etimología  convergen- 
te, porque  la  influencia  de  la  una  converge  con  o+ras  influen- 
cias de  muy  distinto  o  lejano  origen  a  determinar  la  formación 
de  un  nuevo  vocablo  o  acepción.  Antiguamente  la  voz  queque 
significó  en  castellano  cualquier  cosa,  algo.  Siendo  así  y  pensan- 
do que  de  calce  (pron.  queik)  no  hemos  hecho  queique,  sino 
precisamente  queque,  y  que  éste  es  una  adehala  o  contra,  que 
suele  pedirse  por  los  niños  que  compran  algo  en  las  bodegas. 
¿será  exceso  de  fantasía  pensar  que  los  muchachos  pedigüeños, 
habían  de  pedir  queques  al  bodeguero,  y  que  por  tal  costumbre 


(1)  Véase  Justino  Matute  y  Gaviria.  Noticias  relativas  a  la  His- 
toria de  Sevilla. — Sevilla  1886,  pág.  76.  En  1584  se  dio  sitio  a  la  Herman- 
dad de  Ntra.  Sra.  de  la  Iniesta  para  que  "los  cofrades  hagan  su  cabildo". 
(Parte  II,  folio  III.  Capítulo  lo. — En  el  Gusmán  de  Alfarache  de  Mateo 
Alemán  se  dice,  refiriéndose  a  los  miembros  de  cierta  fantástica  herman- 
dad o  junta:  "siendo  tenidos  por  hermanos,  no  gocen  de  los  privilegios  de 
ellos,  no  los  admitan  en  sus  cabildos,  ni  se  les  dé  cera  el  día  de  su  fiesta". 


98  FERNANDO     OKTÍ¿ 

se  fijaría  al  vocablo?  Porque  cake  tiene  una  significación 
más  amplia  y  extensa  que  la  de  una  simple  galleta;  más  bien 
equivale  a  pastel.  Comer  queques,  en  cambio,  es  decir:  comer 
cualquier  cosa,  es  ser  bobo. 

Resquemo. — Poco  usado.  El  jugo  de  ciertas  frutas,  por  ejemplo:  el 
resquemo  de  limón.  La  2?  acepción  del  Diccionario  de  la  Aca- 
üemia  es  similar. 

Resquemor. — Encono  o  mala  voluntad  hacia  una  persona,  contra  la 
cual  está  uno  quemado. 

Tupido. — En  Cuba  y  resto  de  América,  al  torpe,  corto  de  entendimien- 
to. Como  los  cubanos  tenemos  el  verbo  tupir,  comprendemos 
que  un  hombre  tupido  es  aquel  cuya  inteligencia  está  obs- 
truida, como  puede  estarlo  un  caño.  No  hay,  pues,  que  pro- 
poner una  aféresis  de  estúpido,  como  dice  el  erudito  argentino 
Selva.  Acaso  un  tenue  eufemismo,  por  similitud  fonética. 

Corralera. — Legua  corralera.  La  cita  Suárez,  en  el  artículo  corral; 
pero  no  lo  inserta  aparte,    como  merece. 

Planazo. — Cintarazo.  Golpe  dado  de  plano  con  el  machete,  la  espada 
u  otra  arma  blanca  análoga. 

Plan. — Parte  plana  del  machete.  Golpe  dado  con  la  misma.  Los 
guardias  dieron  mucho  plan.  Para  distinguirlo  de  la  expre- 
sión:   dar  machete,  que  es  machetear,  no  dar  plan,  sino  filo. 

Batición. — Por   batido,  batimiento.     La  batición  de  los  huevos. 

Mamón. — Esta  voz  y  su  derivado,  mamoncillo,  están  bien  explicados 
por  Suárez,  pero  no  creemos  aceptable  la  etimología  indiana 
que  le  da  Oviedo,  el  primer  cronista  del  Nuevo  Mundo,  atribu- 
yéndolas a  los  indios  venezolanos.  Es  fruta  la  del  mamón  o 
mamoncillo,  tal  como  la  describe  Oviedo,  que  para  comer  su 
carnosidad  hay  que  colocarla  entera  entre  ambos  labios,  para 
quitarle  la  carnosidad  con  los  dientes;  ello  hace  que  los  labios 
se  prolonguen  hacia  adelante,  que  estiren  las  bembas,  en  la  ac- 
titud que  adoptan  los  niños  para  mamar  el  pecho  materno.  Y 
por  eso,  sin  duda,  se  llamaron  mamones  o  mamoncillos,  según 
clase  y  país.  La  Academia  parece  haberlo  entendido  así,  no 
haciendo  de  mamón  (no  trae  mamoncillo)  un  artículo  separa- 
rado,  sino  dándolo  como  una  acepción  más  del  vocablo,  que  tie- 
ne otra  originaria. 

Politiquero. — Politicastro. 

Politiquear. — Hacer  política  menuda,  de  bajo  vuelo. 

Politiquería. — Política   que  hacen   los   politiqueros. 

Cucaracheo. — Bullir  una  multitud  de  cucarachas,  ruido  que  producen. 

Esquinero. — Mueble  que  se  coloca  en  las  esquinas  de  las  habitaciones. 

Esquinado. — Situación  en  que  queda  un  mueble  cuando  se  coloca  en 
una  esquina  de  la  habitación,  pero  en  forma  atravesada  ta- 
pando el  vértice  del  ángulo  que  forman  las  paredes,  y  tocan- 
do éstas  por  sus  extremos. 


ÜÑ    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  99 

Jan. — Bien  explicado  el  vocablo  por  Suárez.  No  es  voz  castiza,  ni 
india,  (en  antillano  es  coa,  que  aun  se  usa  en  Cuba)  ni  afri- 
cana. Es  voz  inglesa:  hand,  mano.  Sembrar  a  jan,  se  dice, 
por  sembrar  a  mano.  En  cambio  el  objeto  si  es  antillanísimo, 
como  puede  verse  en  Oviedo  y  Las  Casas,  al  describir  la  siem- 
bra de  los  conucos  con  las  coas,  como  únicos  instrumentos  de 
labranza. 

Rendir. — Cundir.  El  arroz  rinde  mucho  al  cocerse.  Según  Cuervo 
esta  acepción  nos  la  importaron  los  gallegos. 

Oliscoso. — Generalmente  decimos  olicoso.  Que  olisca.  Aquí  diríamos 
olisquea,   que  está  muy  bien   dicho,   diccionario  aparte. 

Olisquear. — Oliscar.  La  desinencia  frecuentativa  o  continuativa  en 
ea,  le  da  mayor  intensidad  a  la  acción  del  verbo. 

Habano. — Color  atabacado,  claro. 

Perdulario. — Hombre  perdido. 

Bullarengue. — Bulla,  bullaje,  bullanga.  Todos  esos  vocablos  derívanse 
de  bullir,  que,  al  decir  del  Diccionario  de  la  Academia,  es  en  una 
de  sus  acepciones:  moverse,  agitarse  una  persona  con  viveza 
excesiva;  no  parar,  no  estar  quieta  en  ninguna  parte.  El  bu- 
llarengue criollo  tiene  un  sentido  despectivo,  traído  de  su  desi- 
nencia; y  si  bien  desciende  del  vocablo  susodicho,  bullir,  reco- 
noce como  madre  legítima  a  una  palabra  de  Cuba  ya  huida, 
bullarea,  que  aun  parece  tener  vida  lozana  en  el  pueblo  anda- 
luz. En  la  salada  novela  de  Muñoz  y  Pabón,  Paco  Góngora,  se 
lee:  "¿que  tiene  de  partícula  la  Semana  Santa  de  Sevilla  pa 
tanta  bullarea  y  tanta  estallina  como  trae  arma?". 

Cuando  aquí  decimos  de  una  mujer:  tiene  un  bullarengue  en 
la  cintura,  es  como  decir:  se  trae  un  movimiento  excesivo,  o 
sea  un  bullebulle.  ¿Que  por  qué  significa  también,  engaño  o 
fingimiento?  Suponemos  que  la  acepción  nació  hace  medio 
siglo,  cuando  se  usaba  por  las  mujeres  el  polizón  o  falsas  ca- 
deras. Entonces  el  bullarengue  de  las  coquetas  debió  de  pa- 
recer algo  realmente  excesivo,  y  el  vocablo  que  antaño  signifi- 
caba sólo  el  movimiento,  pasó  metafóricamente  a  denominar  el 
objeto  donde  aquel  más  se  acentuaba  y  se  concentraba  la  aten- 
ción del  observador.  Y  de  ahí  pasó  a  significar  todo  artificio 
engañoso  o  fingido.  En  Tierra  Firme  se  dice  bullaranga,  tam- 
bién epéntesis  de  bulla,  y  dice  Rivodó  que  es  onomatopéyica. 
No  acertamos  a  ver  por  donde. 

Torreja. — Por  torrija. — Según  demostró  Cuervo,  pues  también  se  usa 
en  Bogotá   (927),  es  de  uso  antiguo  en  España. 

Machucón. — Machucamiento. 

Pechugazo. — Pechazo,  golpe  con  el  pecho. 

Pechugón. — Pechugazo. 

Alfombrado. — Substantivación  del  participio  del  verbo  alfombrar.  El 
alfombrado  se  manchó. 


100  feriando   ortiz 

Diablito. — Suárez  da  una  explicación  aproximada;  pero  se  equivoca 
cuando  supone  que  la  comparsa  del  diablito,  es  siempre  com- 
parsa de  ñañigos.  Los  ñañigos  tienen  su  diablito,  o  írime; 
pero  no  todos  los  diablitos  eran  ñañigos.  Diaolito  fué  todo 
negro  africano  vestido  a  usanza  de  su  tierra  o  chavacanamen- 
te,  que  el  día  de  Reyes,  o  con  motivo  de  otras  festividades, 
salía  a  la  calle  a  bailar  y  refocilarse  con  sus  paisanos  y  com- 
pañeros de  servidumbre.  En  nuestro  estudio  acerca  de  La 
fiesta  ajrocubana  del  día  de  Reyes,  escribíamos:  "¿Por  qué  a 
esta  fiesta  se  llamó  de  diaolitos?  Acaso  porque  al  tener  que 
darle  nombre  los  blancos,  encontraron  en  los  disfraces  abi- 
garrados de  los  africanos,  en  sus  saltos  y  cabriolas,  en  sus 
cuernos  y  carenas  cierta  analogía  con  los  diaolitos  o  diablillos, 
como  aun  dice  el  Diccionario  de  la  Academia,  o  máscaras  si- 
mulando diablos,  que  antiguamente  solían  acompañar  las  pro- 
cesiones católicas  del  Corpus  Christi  en  Cuba,  como  en  España 
y  otros  países.  Diablitos  se  les  llamaba  en  Cuba  a  esas  mas- 
caradas místicas,  como  puede  verse  en  Pérez  Luna,  y  diablitos, 
por  ende,  llamarían  a  los  mamarrachos  africanos  de  nación  d) 
en  sus  atávicas  procesiones."  En  dicho  trabajo,  véanse  más 
minuciosas  explicaciones. 

Tiradera. — Tirante. 

Suiza. — Bailar  la  suiza,  por  bailar  la  comba. 

Tabaquería. — En  Cuba  no  es  el  lugar  donde  se  vende  tabaco,  sino 
donde  se  hace  o  tuerce.  Y  los  cubanos  debemos  de  tener  voz 
y  hasta  voto,   en  esa  materia. 

Raptar. — Verbo  usadísimo  en  Cuba.  Cometer  el  delito  de  rapto,  cuya 
comisión  es  también  harto  frecuente. 

Tecleo. — Ruido  y  movimiento  del  teclado  de  un  piano,  ahora  de  una 
maquinita  de  escribir. 

Corrugado. — Voz  anticuada  y  que  estaba  ,ya  perdida,  significando 
arrugado.  Pero  los  americanos  o  estadounidenses  nos  han  im- 
portado año  tras  año  el  hierro  corrugated  para  las  obras  de 
hormigón  o  cemento  armado,  y  hemos  caído  en  un  anglicismo 
más,  que  solamente  puede  librarse  de  tal  sambenito  apelando 
al  abolengo  castizo.  Por  donde  una  caduca  palabreja  castella- 
na ha  revivido  por  una  infusión  de  vitalidad  inglesa.  Ambos 
vocablos,  el  de  Castilla  y  el  de  Inglaterra,  son  hijos  del  la+ín, 
y  ello  explica  el  caso  cumplidamente. 

Tabiquería. — Conjunto  de  tabiques  de  una  casa.  La  tabiquería  que 
sea  alicatada  o  de  panderete. 

Sotabarba.- 


(1)     Rafael    Félix    Pérez    y     Luna.       Historia    de     Sancti    Spíritus. 
Sancti   Spíritus,    1888,    pág.    411. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  101 

Tabaquero. — Relativo   al    tabaco.      Por    tabacalero. 
Zoquetada. — Acción  propia   de  un  zoquete. 
Zoquetería. — Zoquetada. 

Madre. — Monner  Sans,  refiriéndose  a  la  Argentina  escribió:  Su. — "Si 
a  algún  paisano  se  le  dice  "su  madre",  contestará  rápida- 
mente y  como   ofendido:    "La  suya,  amigo." 

"¿Por  qué?  ¿Por  qué  dar  sentido  denigrativo  al  posesivo  que 
nos  ocupa? 

"Hablando  de  tal  anomalía  con  un  argentino  viejo,  me  decía 
que  antiguamente — ahora  se  ha  modificado — entre  el  su  y  ma- 
dre se  colocaba  otra  palabra  ofensiva  que  aun  se  recoge  de  la- 
bios acanallados,  siendo  natural  entonces  que  el  interpelado 
respondiese  con  enojada  vivacidad:  "La  suya,  amigazo."  Ver- 
dad es  también  que  en  aquellos  tiempos  y  atemperándose  a  lo 
dicho  por  Cervantes,  no  se  daba  a  la  voz  que  por  respeto  omi- 
to tanta  gravedad  como  hoy." 

Añadamos  nosotros,  con  permiso  de  lectores  susceptibilísi- 
mos, que  suele  haberlos  por  estas  tierras,  que  igual  pudiera  es- 
cribirse de  Cuba,  bien  que  el  sentido  denigrativo  no  recae  so- 
bre posesivo  alguno,  sino  precisamente  sobre  la  palabra  que 
con  devoción  debiera  ser  siempre  dicha.  Tanto  es  el  abuso  de 
la  grosería,  que  con  sobrada  frecuencia  en  reuniones  frivolas 
y  en  el  tea+ro  se  evita  pronunciar  el  materno  vocablo,  y  si  por 
ingenuidad  o  desenfado  se  pronuncia,  especialmente  si  prece- 
dido del  posesivo,  se  oye  un  retronar  de  golpes  dados  con  los 
nudillos  en  las  mesas,  bancos  o  tablas,  como  para  significar 
¡paso!  (palabreja  y  golpecillos  usados  en  ciertos  juegos  de 
baraja  y  dominó;  acepción  de  la  30-%  por  extensión  de  la  9a  del 
verbo  pasar)  como  diciendo:  no  entro  en  el  juego,  conmigo  no 
hay  jugada. 

Y  ya  en  este  resbaladizo  terreno,  como  para  salir  de  él  mejor, 
recordemos  que  en  Cuba,  si  es  frase  injuriosa,  como  lo  c?  en 
todos  los  pueblos  civilizados,  la  de  no  tener  padre;  también  lo 
es  aquí  la  de  no  tener  madre,  porque  madre  en  ese  caso  sig- 
nifica vergüenza,  generosidad,  decoro  y  cuantas  cualidades  cons- 
tituyen la  honradez  y  la  dignidad  del  ser  humano.  Y  vayase  lo 
uno  por  lo  otro. 
Empatar. — Empalmar.  Voz  marinesca  que  significa:  sujetar  el  an- 
zuelo por  su  pata  al  cordel,  por  medio  de  varias  vueltas  y  nu- 
dos. No  hace  falta  precisar,  como  hace  Suárez,  que  no  se  ha 
de  notar  la  juntura,  unión  o  empate. 
Empate. — Empalme. 

Fletado. — Ir  fletado,  es  ir  huido,  disparado.  En  cambio,  en  Colom- 
bia, según  Cuervo,  se  dice  al  que  huye  que  sale  sin  fletes. 
¡Vaya  uno  a  saber  por  qué  ambas  acepciones  contradictorias 
para  una  misma  idea! 


/ 


102  FERNANDO     OBTIZ 

Flete. — Carga  de  una  nave,  tren  o  vehículo  cualquiera.  El  automóvil 
iba  con  flete.     Poco  flete  tiene  el  vapor. 

Carmelita. — Color  del  hábito  de  los  frailes  carmelitas,  tirando  al  del 
tabaco.     Andalucismo. 

Año  muerto. — Año  en  que  no  se  paga  renta  o  interés,  por  arrenda- 
miento, censo  o  préstamo.  Se  usaba  antaño  hasta  en  las  es- 
crituras públicas. 

Tiempo  muerto. — Periodo  entre  el  final  de  una  zafra  y  comienzo  de  la 
siguiente,  mientras  cesan  las  labores  del  trapiche  en  los  inge- 
nios.    Generalmente,  la   segunda  mitad   del   año. 

Manga. — Cercas  o  estacadas  formando  un  callejón  ancho  de  entrada 
y  que  se  estrecha  a  medida  que  se  avanza  en  él,  que  se  solían 
colocar  en  algunos  antiguos  corrales  de  ganado  para  facilitar 
el  cierre  o  acorralamien+o  del  mismo.  Un  corral  de  manga. 
Se  llamó  también,  recogedor,  porque  servía  para  recoger  el 
ganado. 

Matamore. — Matahamore,  escribe  Suárez,  pero  quizá  sea  preferible  la 
otra  forma,  pues  así  se  pronuncia  por  el  pueblo,  y  así  se  usa 
en  Argentina  y  Chile,  si  bien  con  otra  significación  de  co- 
mestible,   no  sabemos  si  tan  apetitoso. 

Embanderar. — Poner  banderas. 

Pichón. — No  sólo  el  pollo  de  la  paloma  casera,  sino  de  la  silvestre, 
y  de  todo  volátil  casero,  silvestre  o  cimarrón,  salvo  el  pollo  de 
la  gallina.  En  la  Argentina  se  ha  llegado  a  decir  pichón  de 
rata  y  de  cualquier  otro  cuadrúpedo  de  otra  estatura.  Aquí  nos 
arreglamos  con  los  diminutivos  y  con  el  uso  y  abuso  de  cacho- 
rro. El  Diccionario  de  la  Academia  acepta  que  figurada  y  fa- 
miliarmente se  les  diga  pichón  a  las  personas  del  sexo  mascu- 
lino, en  señal  de  cariño.  ¿Por  qué,  pues,  con  menor  esfuerzo, 
no  ha  de  aceptar  que  se  les  diga  a  los  pollos  de  cualquier  ave, 
v.  gr.:  pichoneito  de  canario,  o  pichón  de  gaviota?  En  Cuba 
solemos  decir  pichón  al  aprendiz  o  estudiante  v.  gr.:  pichón 
de  abogado,  pichón   de  músico,   etc. 

Lastimadura. — Por  lastimamiento.  que  aquí  nadie  conoce  ni  dice. 
Procede  de  un  infinitivo;  lastimar,  como  tantos  otros  voca- 
blos (amargura,  añadidura,  desolladura,  magulladura,  etc.).  Si 
de  magullar,  tenemos  en  el  Diccionario  de  la  Academia  magu- 
llamiento y  magulladura  para  significar  lo  mismo  ¿podría  al- 
guien lastimarse  de  admitir  lastimadura,  además  de  lastima- 
miento ? 

Tocateja. — Salir  de  tocateja,  suele  decirse  por  salir  de  estampía,  hu- 
yendo, de  espetaperros.  Como  tocaba,  según  el  Diccionario  de 
la  Academia,,  significa  zurra,  se  nos  ocurre  que  tocateja  será 
diminutivo  anticuado  de  tocata,  en  esa  acepción.  Y  se  explica 
así  que  uno  salga  de  tocateja  más  que  de  prisa. 

Zapatera. — Mueble  para  guardar  zapatos. 


ÜN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  103 

Teatrero. — Amigo  de  frecuentar  teatros. 

Trova. — Mentira.     No  me  vengan  con  más  trovas. 

Lienza. — Instrumento  para  medir  longitudes.     Cordel  para  pescar. 

Lienzo< — Antigua  medida  o  porción  de  tierra  sembrada,  hoy  en  de- 
suso. Un  conuco  de  treinta  lienzos.  En  sentido  análogo  aun 
conserva  el  Diccionario  de  la  Academia:  un  lienzo  de  pared  o 
muralla. 

Paño. — Dice  el  Diccionario  de  la  Academia:  ant.  Lienzo  de  pared. 
Aquí  usamos  esa  acepción;  pero  también,  con  mayor  frecuencia 
esta  otra:  paño  de  tierra,  aun  en  las  escrituras  públicas  de 
dominio.  Suárez  dice:  paño  de  la  tierra.  Creemos  que  el  la 
es  error  tipográfico.  La  dicción  no  solamente  se  aplica  al 
terreno  cultivable,  aunque  ésta  debió  de  ser  la  acepción  pri- 
mera (como  lienzo  de  tierra,  hoy  en  desuso),  sino  a  toda  bre- 
ve extensión  de  terreno. 

Corasí. — Mosquito  de  horribles  picadas.  Zayas  supone  que  el  voca- 
blo es  caribe.  Creemos  que  tampoco  éste  lo  es.  A  este  mos- 
quito se  le  llama  también  coracero  o  lancero  por  la  lanza  tre- 
menda con  que  parece  picar.  Y  ello  explica  cómo  procede  de 
coraza  o  coracina.  Ya  los  guerreros  descubridores,  que  debie- 
ron sufrir  las  primeras  cargas  de  estos  bichos,  debieron  de 
darle    el    nombre   militar,    que    bien    merecido    tienen. 

Coracero. — El  mosquito  corasí,  lancero  o  lancetero. 

Cantaletear. — Dar  cantaleta. 

Parrandear. — Ir  de  parranda. 

Cayero. — Habitante  de  un  cayo. 

Partidario. — Campesino  encargado  del  cultivo  de  una  finca,  yendo  a  la 
parte  o  a  partido  con  el  dueño. 

Partido. — Se  dice  dar  a  partido  una  finca  cuando  se  contrata  su  cul- 
tivo con  un  campesino  yendo  a  la  parte,  generalmente  a  la  mi- 
tad, de  utilidades.  Tomar  a  partido  es  el  mismo  contrato  con 
referencia  al  partidario.  Tener  a  partido,  es  expresión  co- 
mún para  ambos. 

Apear. — Usamos  mucho  este  vocablo,  para  "bajar  de  su  sitio  alguna 
cosa".  Esta  acepción  en  España,  según  el  Diccionario  de  la 
Academia  (la  9*)  es  puramente  arquitectónica.  En  Cuba  es 
de  uso  general.  Apéame  ese  sombrero.  Y  también  la  genera- 
lizamos, extendiendo  el  uso  de  la  la  acepción:  desmontar  o  ba- 
jar a  alguno  de  una  caballería  o  carruaje.  Aquí  no  sólo  apea- 
mos a  uno  de  una  silla,  si  esfá  subido  en  ella;  sino  que  se 
apea  él  solo  hasta  de  una  escalera,  sin  que  tengan  que  apear- 
lo   a   él. 

Barbacoa. — Dice  Suárez  que  el  Diccionario  de  la  Academia  admite 
7  acepciones  americanas,  ninguna  de  las  cuales  tiene  actual- 
mente uso  en  Cuba.  Si  señor,  alguna  la  tiene,  como  la  6a,  que 
el   léxico   oficial   da   como   mejicanismo.     Esa   especie   de   parri- 


104  FERNANDO     OBTIZ 

lia  de  palos  para  asar  la  carne,  es,  también  aquí,  y  en  Centroa- 
mérica,  una  barbacoa.  Un  lechón  asado  en  barbacoa  es  sa- 
brosísimo y  muy  conocido  en  el  campo.  Testigo  intachable: 
Bachiller  y  Morales.    (Cuba  Primitiva,  pág.   211.) 

Talonario. — Libro   de   donde   se   cortan   los   talones. 

Sosera. — Adjetivo  y  substantivo,  por  soso.  Es  un  sosera.  Fulano 
es  más  sosera  que  otra  cosa. 

Trusa. — Se  dice  al  traje  de  baño  que  usan  los  hombres. 

Zafra. — Hacer  zafra.  Enriquecerse,  por  más  que  en  el  terreno  de  la 
realidad  no  sean  siempre  lo  mismo  hacer  riqueza  y  hacer  zafra. 

Zalea. — Según  el  Diccionario  de  la  Academia  es  la  piel  de  carnero  u 
oveja  con  lana.  Aquí  era  la  piel  de  res  vacuna,  curtida,  sin 
lana,  que  se  extendía  en  la  crma  bajo  la  sábana,  para  dormir 
más  fresco.  Ha  caído  en  desuso. 

Tortor. — Dar  tortor,  por  dar  tortura.  Esa  voz,  de  origen  marinesco, 
se  ha  usado  en  Cuba  en  los  tiempos  del  coloniaje,  y  en  los  del 
republicana  je,  porque  en  una  y  otra  época  ha  habido  en  Cuba 
caribes,  que  llevados  por  la  pasión  de  una  política  encanalla- 
da, han  torturado  a  infelices  presos  polínicos  por  medio  de, 
para  decirlo  algo  académicamente,  una  trinca  de  cabo,  que  li- 
gando sus  muñecas  y  aun  otras  partes  más  dolorosas  y  menos 
femeninas  de  su  cuerpo,  han  sido  retorcidas  por  medio  de  una 
palanca,  con  lo  que  causaban  horrible  mal  a  las  víctimas  para 
quebrantar  sus  espíritus  esforzados  y  hundir  en  la  vergüenza, 
antes,  al  buen  nombre  de  España,  y,  después,  al  de  Cuba. 

Sibucao. — Cierta  planta  cuyas  propiedades  medicinales  la  hacen  uti- 
lizable  contra  las  hemorragias.  Se  nos  dice  que  fué  traída  de 
Filipinas;  ignoramos  si  con  tal  nombre  y  desconocemos  su  de- 
nominación botánica. 

Yerbero. — Vendedor  de  yerbas  medicinales.  Antaño  fueron  muchos 
los  yerberos  callejeros.  En  la  demolida  plaza  del  Vapor,  de  la 
Habana,  había  un  puesto  muy  acreditado  en  ese  tráfico,  y  aun 
queda  alguno  que  otro. 

Partidarista. —  ¡Como  nos  llenamos  la  boca  los  políticos  al  achacar  al 
adversario  sectarismos  partidaristas!  Y  no  pensamos  que  esta 
palabreja  es  un  cultismo  innecesario,  teniendo  ya  el  lenguaje  a 
partidario  y  siendo  preferible  partidista.  La  abundancia  de 
los  istas  en  el  campo  político  nos  lleva  hasta  a  deformar  el  len- 
guaje.    Y  si  no  fuera  más  que  el  lenguaje... 

Sectarismo. — Apasionamiento  sectario.  Por  extensión,  mantenimien- 
to tesonero  de  una  idea  o  principio  insostenible. 

Tesonero. — El  que  tiene  tesonería. 

Corúa. — Es  en  Cuba — y  lo  atestigua  Suárez — cierta  ave  marina,  y  la 
meretriz  de  baja  estofa.  Y  Zayas,  seguido  por  Suárez  (que  en 
materia  etimológica  suele  ser  excesivamente  zayista),  afirma 
que  es  voz  caribe.     Pues  no  hay  tal.     Chamizo,   el  poetazo  de 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  105 

Extremadura,  en  sus  versos  de  El  miajón  de  los  castúos,  nos 
enseña  el  vocablo  extremeño  coruja  en  dos  acepciones:  1?  Le- 
chuza, y  2a;  Mujer  mala  e  hipócrita;  es  decir  en  dos  análogas 
a  las  cubanas.  No  cabe  duda,  pues,  que  corúa  es  derivada, 
por  suavización  de  la  j  de  coruja.  No  extrañe  que  al  ave  cu- 
bana los  conquistadores  extremeños,  que  fueron  numerosos  en 
las  Indias,  y  en  todas  ellas  dejaron  huella  de  su  valimiento,  (re- 
cordemos sólo  a  Hernán  Cortés  y  Pizarro).  le  llamaran  coruja, 
como  a  la  lechuza  de  su  tierra,  pues  sabido  es  que  igualmente 
dieron,  por  analogía  más  o  menos  próxima,  nombres  traídos  de 
su  patria  a  las  cosas  nuevas  que  descubrían,  a  los  animales  (al 
caimán,  lagarto,  de  donde  el  horrible  alligator  inglés,  en  Flo- 
rida), a.  las  frutas  {níspero  al  zapote  aun  se  dice  en  cierta 
parte  de  Cuba),  a  las  comidas  (frangollo,  trigo  cocido  como 
arroz,  a  un  guiso  de  plátano)  etc.  Y  la  segunda  acepción  figu- 
rada es  ocioso  explicarla.  El  Diccionario  de  la  Academia  trae 
curuja  con  igual  significación.  Y  ya  tenemos  otra  voz  desea- 
rioizada. 

Corúo   y   corúa  se  dice  de  la  persona  mal   encarada,   de  mal 
talante. 

Pasmado. — En  Cuba,  como  en  toda  nuestra  América:  individuo  torpe, 
tonto,   encogido   de   carácter,   insulso. 

Come-come. — Por  comezón. 

Caña. — Entre  las  clases  de  caña  de  azúcar,  que  especifica  Suárez,  ha- 
bría que  incluir  la  caña  de  medio  tiempo,  la  que  no  siendo  ya 
de  primavera,  aun  no  es  de  Irlo. 

Caña. — Agurrdiente  de  caña.  Tómate  un  trago  de  caña.  La  caña 
es  aquí,  por  antonomasia,  la  de  azúcar.  Los  vocablos  cañadulce, 
cañaduz,  cañamiel,  inventados  por  los  andaluces,  nos  son  des- 
conocidos. 

tabanazo. — Al  parecer,  aumentativo  masculino  de  una  sabana,  feme- 
nina. SabPna  pequeña.  Realmente,  aunque  su  desinencia  lo  dé 
a  entender,  el  vocablo  no  es  aumentativo.  Como  se  ve,  refiérese 
a  una  disminución  del  vocablo  primitivo,  que  se  dice,  también, 
sabanita.  Estimamos  que  es  voz  formada  por  influjo  fonético 
de  otros  vocablos  como  pedazo,  retazo,  eriazo  y  otras,  de  sentido 
diminutivo  o  despectivo.  Por  eso  el  vocablo  se  hace  también 
masculino:    el  sabanazo. 

Esquinar. — Situar  un  mueble  o  alguna  cosa  de  modo  que  quede  es- 
quinado. 

Bobera. — Por  bobería,  y  por  bobo.  No  altera  su  terminación  al  con- 
cordar con  voces  masculinas  o  femeninas.  Un  bobera,  cuántas 
boberas  dice. 

Colgalejo.— Colgajo.     Colgandejo,  se  dice  en   Colombia. 

Sinvergüenza. — Por  desvergüenza.  Así  decimos:  es  mucha  su  sinver- 
güenza.    Pero  mejor  decimos:    su  sinvergüencería.     En  Cuba  y 


106  FERNANDO   OBTTZ 

en  Tierra  Firme,  como  en  España,  la  sinvergüencería  abunda, 
y  la  Academia  de  la  Lengua  sin  enterarse.  Vamos,  señores 
académicos,  para  la  15?  edición  del  diccionario  abran  paso  a 
sinvergüencería  y  no  teman,  que  ello  no  significará  sinver- 
güencearse,  ni  hacer  ninguna  sinver  güenzur  a  o  sirvengüenzada. 

Desenyugar. — Quitar  del  yugo. 

Desparejo. — 'Dispar.  Vocablo  formado  por  influjo  de  desparear  y 
parejo. 

Tarar. — Descontar  la  tara  del  peso.  El  Diccionario  de  la  Academia, 
trae,  en  cambio  destarar,  por  "rebajar  la  tara  de  lo  que  se  ha 
pesado  con  ella".  Es  decir,  que  para  destarar  hay  que  haber 
tarado  primero. 

Sangrepesado. — Pesado,  antipático,  más  oído  que  sangripesado. 

Sangreligera. — Más  oído  que  sangriligero.  El  muchacho  es  muy  san- 
greligera. 

Antiesclavista. — Contrario  a  la  esclavitud.  Circunstancialmente  fue- 
ron llamados  los  adversarios  del  régimen  de  esclavitud,  aboli- 
cionistas. 

Zarceo. — Discusión  o  debate  agresivo.  De  zarzo,  que  equivale  a  e-ri- 
ba, cedazo,  zaranda.  Zarceo  equivale  a  agitar  de  un  lado  a  otro 
el  zarzo. 

Catolizar. — Hacer  católicos. 

Descatolizar. — Se  usa  en  Suramérica,  por  hacer  abandonar  el  cato- 
licismo. 

Masilla. — Pasta  hecha  de  blanco  de  España  y  aceite  de  linaza,  que 
usan  los  carpinteros  para  unir  los  vidrios  a  la  madera,  y  ta- 
par todos  los  intersticios  en  las  junturas.  También,  la  masa 
de  yeso,  o  enlucido,  que  usan  los  albañiles  para  el  blanqueo  y 
pulimento  de  techos  y  paredes. 

Masiliero. — El  que  hace  o  coloca  la  masilla,  o  enmasillador. 

Enmasillador. — El  que  enmasilla. 

Emparedar. — Construir  paredes. 

Picapica. — Además  de  la  planta  cairel,  que  da  Suárez,  comezón.  Le 
entró  picapica.  Persona  de  persistencia  enojosa.  El  hombre 
es  muy  picapica. 

Caminado— ~El  caminado  se  dice  al  modo  de  caminar.  Se  traía  un 
caminadito  muy  ridículo. 

Nadado.— Por  el  ant.  nadadura.  Tiene  buen  nadado.  Además,  se 
dice:  paso  nadado,  al  de  las  caballerías  que  revuelven  mucho 
las  manos  al  andar. 

Destarrar.— Romper  los  tarros  o  cuernos.  También  se  usa  como  re- 
flexivo, y  con  las  picarescas  acepciones  que  el  lector  puede  su- 
poner. No  nos  parece  muy  acertada  la  explicación  de  Suárez: 
"fam.,  herirse  o  matarse  en  accidente".  Claro  está  que  en  ese 
sentido  no  familiar,  sino  vulgarote  e  indecente,  suele  usarse  el 


UN  CATAURO  DE  CUBANISMOS  107 

vocablo,  pero  falta  fijar  primero  la  acepción  propia,  y  muy  se- 
riamente dicha,  y   no  la  metafórica  y  grosera. 

Encartuchar. — 'Envolver,  guardar  o  meter  en  cartucho  o  cucurucho. 
No  decimos  nunca:   encucuruchar. 

Enchapar. — Por  chapar. 

Encartar. — Gustar,  convenir  o  hacerle  a  uno  juego.  Pulanito  no  me 
encarta.     No  le  encartó  la  hora  de  salida. 

Enmasillar. — Poner  masilla. 

Agua. — Aplicado  a  la  arquitectura,  es  cada  una  de  las  diferentes  in- 
clinaciones que  tiene  un  tejado.  Edificio  a  dos  aguas  es  aquel 
cuyo  tejado  tiene  dos  corrientes,  a  una  agua,  el  que  tiene  una 
sola.  Y  asi  se  dice,  también,  de  cuatro  aguas,  etc.  Así  se  de- 
cía en  lempos  del  descubrimiento   (Oviedo,  I,  64). 

Galera. — Por  galerada,  contenido  de  una  galera,  utensilio  de  los  ti- 
pógrafos. 

Gárgaras. — Por  gargarismo.     El  niño  tomó  estas  gárgaras. 

Pormenorizar. — Dar  pormenores. 

Sancocho. — Por  extensión,  se  dice  de  todo  guiso  mal  hecho  o  insípido. 
Acción  y  efecto  de  sancochar. 

Calabazo. — Bien  explicado  por  Suárez.  Como  demuestra  Cuervo,  su 
uso  español  es  del  tiempo  del  descubrimiento.  En  Cuba  con- 
servamos el  modismo  bien  criollo:  perder  güiro  calaoazo  y 
miel,  para  indicar  que  se  ha  perdido  todo,  continente  y  conte- 
nido. Algunos  dicen:  perder  gimo,  calabaza  y  miel;  pero  a 
más  de  ser  erróneo,  carece  de  sentido  lógico.  Aun  en  los  si- 
glos XVI  y  XVII  era  usual  en  España  usar  la  calabaza  para  el 
vino,  miel,  etc.  Y  aquí  el  güiro-calabazo,  ó  sea  el  güiro  en  for- 
ma de  calabaza,  que  como  calabaza  servía  para  llevar  líquidos. 

Tembladera.— Tremedal,  que  aquí   es   desconocido  vocablo. 

Templa, — Porción  de  guarapo  en  cocción  o  meladura,  que  se  evapora 
en  un  tacho,  para  la  cristalización  del  azúcar. 

Zapatudo. — 'Se  dice  de  algún  fruto  golpeado,  blanduzco,  pasado. 

Tonada.— Mentira,  trova. 

Tolete. — Voz  de  origen  marinesco.     Palo  que  usa  la  policía. 

Toletazo. — Golpe  dado  con  un  tolete. 

Chanchullar.— -Hacer  chanchullos.  La  Academia,  que  trae  chanchullo. 
no  inserta  el  verbo,  que  aquí  usamos  bastante.  Dice  aquélla 
que  proviene  de  chancha,  y  ésta  a  su  vez  de  chanza,  en  su  acep- 
ción de  embuste,  engaño.  ¿No  puede  suponerse  que  provenga  de 
chancho,  puerco,  y  que  la  voz  chancha  es  la  chanza,  influen- 
ciada fonéticamen'e  por  el  chancho?  Un  chanchullo  tanto  quie- 
re decir  como  negocio  sucio,  o  puerco.  Amén  de  que  chancho. 
en  tal  sentido,  es  americanismo,  como  dice  la  Academia  solah 
mente  porque  ya  han  olvidado  la  palabrita  los  españoles,  pues 
antes  la  tuvieron  y  rodaron  por  allá,  con  igual  significación. 
Bien  claro  lo  dice  Agustín  de  Rojas,  en  una  de  tantas  loas  como 


108  FEBNANDO     OBTIZ 

coleccionó  en  su  obra  El  Viaje  Entretenido,  (Madrid  1901— 
To  II,  pág.  202),  libro  de  1604,  al  versificar  en  loor  del  cochino 
como  sigue:  "Este  gentil  animal, — que  ha  dado  cierto  sabe- 
mos,— a  más  de  algún  rey  de  España, — su  natural  nombre  mes- 
mo. — -Y  algún  necio  le  ha  pesado,  porque  le  han  llamado  puer- 
co.— Quien  da  su  nombre  a  los  reyes, — y  con  él  honra  a  los  rei 
nos — ¿de  qué  se  afrenta,  sepamos, — si  no  es  por  no  merecello? — 
Pues  Sancho,  puerco  o  cochino, — todo  es  uno,  aquesto  es  cier- 
to,— y  deste  nombre  de  Sancho — cuántos  reyes,  conocemos'." 
Chanchullar,  pues,  equivale  a  "hacer  porquerías"  en  los  ne- 
gocios. 

Destárate. — Cascote,  maderos,  puertas,  ventanas  y  demás  piezas  más 
o  menos  maltrechas  procedentes  del  desbarate  de  un  edificio. 
El  albañil  hizo  su  casita  con  los  desbarates  de  la  otra. 

Espinilla. — Viejo  americanismo,  según  Cuervo.  Cilindrito  vermifor- 
me de  materia  sebácea  o  suciedad,  que  llena  los  poros  mayores 
del  cutis  de  la  cara. 

Chivo,  a. — Cabra,  cualquiera  que  sea  su  edad.  Aquí,  y  en  España  du- 
rante el  siglo  de  oro,  como  demuestra  Cuervo  (555),  el  macho 
cabrío,  aun  el  más  procreador,  sigue  siendo  un  chivo,  por  eu- 
femismo del  sinónimo  de  cornudo.  Por  eso  ha  nacido  el  verbo 
chivar,  y  por  eso  es  indecente  y  vulgarísimo.  La  Academia  dice 
que  el  vocablo  procede  del  alemán  zibbe,  cordero.  Puede  ser. 
Pero  recuérdese  el  chevreau  francés  sin  ir  tan  lejos.  Especial- 
mente cuando  el  casfellano  adoptó  la  locución  pie  de  gibao  para 
cierta  antigua  danza  de  corvetas,  que  hacían  los  caballos  na- 
politanos, del  pied  de  chivan,  como  después  se  dijo  en  Provenza, 
de  las  danzas  imitando  los  corcovos  y  corvetas  de  esos  brutos. 
El  chevreau  francés,  con  sus  cabrunos  corcovos,  y  el  chivau,  de 
las  corvetas  danzantes,  se  bastaron  para  producir  el  chivo  es- 
pañol; y  para  el  chivo  americano,  basta  con  recordar  el  eufemis- 
mo con  que  se  intenta  disfrazar  el  nombre  satánico  del  ma- 
cho de  la  cabra,  que  en  todos  los  dominios  del  castellano  sig- 
nifica el  consentidor  del  adulterio  de  su  propia  esposa. 

Pero  para  llegar  a  o'ro  chivo,  al  chivo  cubano  o  cubiche,  hay 
que  recorrer  más  largo  camino.  Sabido  es  que  se  llama  chivo, 
desde  la  evacuación  de  Cuba  por  los  españoles  (porque  antes 
se  decía  soconusco  o  chocolate),  al  negocio  sucio  o  malversación 
encubierta  de  fondos  ajenos,  especialmente  de  los  públicos. 

Cuando  la  evacuación  española  se  hicieron  numerosos  en- 
juagues, pretextando  que  habían  desaparecido  los  papeles,  ex- 
pedientes y  aun  legajos  enteros.  El  pretexto  era  bueno,  por  lo 
verosímil  en  muchos  casos,  y  se  dijo  entonces  que  en  tal  o  cual 
asunto  fulano  se  había  comido  los  papeles.  Y  como  esa  carto- 
fagía  es  común  en  los  chivos,  el  vulgo  comenzó  a  comparar  con 
los  chivos  a  los  que  comían  papeles,  o  a  los  malos  negocios  y 


ÜN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  109 

manejos  que  con  tales  tragaderas  se  realizaban.  Así  nos  lo 
han  contado;  por  más  que  otros,  con  menos  complicaciones,  nos 
han  dicho  que  chivo,  procede  de  chivar,  porque  es  el  negocio 
en  que  sale  el  pueblo  chivado.  Se  non  e  vero...  El  chivo  y 
su  significado,  siguen  rollizos  y,  al  parecer,  con  promesas  de 
larga  vida.      ¡Dios  nos  ampare! 

Chivería, — Negocio  de  chivos. 

Chivirico  o  chibirico  o  chiribico. — La  prolífica  fauna  de  los  chivos, 
motiva  cada  día  nuevas  acepciones,  dando  el  significado  de 
chivo,  a  esta  palabreja,  que  antes  era  sólo,  inocentemente,  un 
dulce  casero. 

Enchumbar. — Empapar.  Se  dice  especialmente  de  ciertos  comestibles 
cuando   han   sido    excesivamente    remojados    al    cocinarse. 

Ceba. — Porción  de  ganado  destinado  a  ser  cebado. 

Cebador. — Potrerero  que  ceba  ganado. 

Mejorador. — Cebador,  ganadero  que  compra  ganado  flaco  y  luego  lo 
ceba  o  mejora. 

Mejora. — Ceba. 

Moruno. — Se  aplica  a  cierta  clase  de  calzado  de  vaquetilla,  usado  por 
nuestros  campesinos  o  guajiros,  tierra,  adentro.  Bien  antiguo 
debe  de  ser  este  vocablo  en  Cuba. 

Pie. — Aquí  decimos  ganado  en  pie,  o  sea  antes  de  ser  beneficiado  o 
muerto  para  el  consumo,  como  alimento. 

Engoar. — Echar  carnada  a  los  peces,  para  que  acudan  al  sitio  desti- 
nado para  la  pesca.     ¿De  engordar? 

Comequeques. — Véase  el  vocablo  comer. 

Enfuñingarse. — Por  enfurriñarse.  Ya  la  traía  Pichardo,  y  aun  se  usa. 
Suárez  la  suprime. 

Ensartar. — Por  enhebrar,  es  de  uso  general. 

Cosamala. — Diablo,  duende,  hechizo.  Brincaba  que  parecía  que  tenía 
cosamala.  Ahí  anda  la  cosamala. 

Casero. — Es  de  mucho  uso  popular.  Como  decía  Pichardo,  no  es  sólo 
el  vendedor  ambulante,  que  va  de  casa  en  casa,  sino  también 
quien  a  él  le  compra.  El  casero  le  vende  a  la  casera. 

Coñacazo. — Trago  de  cognac.  No  decimos,  empero,  vinazo,  romazo, 
cotelazo,  cervezazo ;  etc.;  pero  sí  ginebrazo ,  aguardientazo , 
cañazo. 

Abintestate. — Pichardo  trae  abentestate  y  dice:  "Una  cosa  abandona- 
da a  la  intemperie  o  sin  cuidado  alguno.".  Pudiera,  mejor,  de- 
cirse: Descuidadamente.  Dejó  las  puertas  abintestate,  o  abier- 
tas. Procede  de  ab  intestato,  locución  forense,  de  origen  lati- 
no, que  indica  la  herencia  sin  testamento  que  regule  su  re- 
parto. Una  herencia  ab  intestato  era  semillero  de  pleitos,  frau- 
des  y   desórdenes. 

Demoler. — Se  aplica  al  procedimiento  de  dividir  una  hacienda  co- 
munera. 


liÓ  FEBNAÍÍDO   0&TI2 

Demolitorio. — El  juicio  para  demoler  una  hacienda  comunera. 

Boronilla. — Hecho  boronilla,  añicos,  pulverizado.  Se  usa  especial- 
mente al  tratar  del  pan,  galletas  o  alimentos  análogos.  Proce- 
de del  árabe  alboronia. 

Comer. — Este  vocablo,  que  aquí  se  mantiene  con  las  acepciones  espa- 
ñolas, en  el  populacho  cambia  malamente  de  sentido,  según  la 
substancia  comible,  o  comedera,  ya  que  no  alimenticia,  que  lo 
acompañe.  En  Cuba  para  asegurar  que  uno  es  bobo,  bruto,  tor- 
pe y  demás  análogas  lindezas,  que  indican  poca  inteligencia, 
decimos  que  es  un  come...  ¡bueno!  que  es  un  coprófago,  para 
decirlo  con  palabrita  técnica,  que  a  nadie  puede  asquear.  Pero 
necesitando  emplear,  como  es  fácil  comprender,  de  eufemismos 
para  expresar  tan  sucia  y  asquerosa  locución,  decimos:  come- 
bolas, comevatibia,  comequeque  y  otras,  sin  contar  otra  fagía 
no  menos  puerca,  que  no  me  atrevo  a  explicar,  porque  la  subs- 
tancia que  se  supone  comedera  tampoco  la  he  hallado  en  el 
diccionario  académico.  En  cambio,  comer  candela  y  comer 
plomo,  así  como  no  comer  miedo,  son  cosas  propias  de  valien- 
tes y  valentones.     Y  come^come  es  comezón. 

Y  Suárez  trae  todavía,  otras  dicciones  análogas  como:  comer 
cotorra,  hablar  mucho;  comer  pavo,  quedarse  en  el  baile  sin 
pareja;  comer  maíz,  malversar  un  funcionario  los  caudales  a  su 
cargo,  o  dejarse  cohechar;  comer  guásumas,  faltar  a  la  escuela 
los  alumnos;  comer  de  cantina,  estar  sin  energías;  comer  en 
cazuela,  hablar  mal  de  alguien,  sin  saber  que  nos  escucha  la 
víctima;   comerse  un  pan,  llevarse  chasco;   etc. 

Tampeño. — Natural  de  Tampa,  ciudad  de  la  Florida,  muy  relaciona- 
da con  Cuba. 

Matar  la  culebra. — Dice  Suárez  "Culebra:  baile  de  la  gentualla"  y 
recoje  la  frase  que  encabeza  estas  líneas,  sinónima  de  la  es- 
pañola: matar  el  tiempo.  El  nombre  del  baile  fué  precisamente 
ése:  matar  la  culebra.  En  nuestro  estudio  sobre  el  día  de  Re- 
yes, dijimos  lo  que  sigue: 

"Este  fué  un  baile  de  la  gentualla,  según  dice  Pichardo;   me- 
jor, puede  decirse  que  fué  un  baile  de  pantomima  ritual.     Una 
porción    de    negros    saltando,    bailando    y    cantando,    llevaba    a 
cuestas  por  las  calles  de  la  Habana  un  enorme  culebrón  artifi- 
cial  de   varios   metros   de  largo,   parándose  frente   a  las   casas, 
que   les    daban    aguinaldo.     La    escena   representaba   la   muerte 
de  la  culebra,  y  era  la  celebración  de  sus  características. 
"Y  mírale  los  ojos,  parecen  candela, 
Y  mírale  los  dientes,  parecen  filé  (alfileres). 
"Tendida   la   culebra   en    el    suelo,   le   bailaban   alrededor,   así 
cantándole,   terminando: 

"Que  la  culebra  se  murió... 
Calabasón,  son  san... 


tfíí    CATAURO    DE    CUBANISMOS  llí 

"Según  Bachiller   y   Morales,  solían  terminar  así: 
La  culebra  se  murió, 
sángala,  muleque. 

"Tal  pantomima  fué  muy  popular,  y  el  día  de  reyes,  después 
de  pasear  por  toda  la  Habana,  se  ejecutaba  en  el  patio  del  pa- 
lacio de  los  capitanes  generales,  ante  la  suprema  autoridad. 
Pues  bien,  esta  escena  de  carácter  ofiolátrico,  es  característica 
de  muchos  carnavales  africanos,  indostánicos  y  de  otros  con- 
tinentes. 

"Limitándome  a  los  antecedentes  africanos  más  precisos, 
recordaré  que  ceremonia  análoga  se  celebra  anualmente  entre 
los  negros  de  la  isla  española  de  Fernando  Póo,  donde  todos 
los  años,  después  de  matarla,  cuelgan  la  piel  de  una  enorme 
serpiente  del  árbol  mayor  del  parque  público  con  grandes  cere- 
monias, (i)  Frazer  (2)  después  de  referir  muchos  ejemplos  de 
muertes  rituales  de  animales,  concluye  resumiéndolos,  así:  "El 
animal  sagrado  es  muerto  una  vez  al  año,  con  gran  solemnidad. 
Antes  o  inmediatamente  después  de  su  muerte,  se  le  pasea  de 
puerta  en  puerta,  a  fin  de  que  todos  los  adoradores  puedan  re- 
coger la  parte  de  potencia  divina,  que  se  dice  emana  del  cuer- 
po del  dios  muerto  o  agonizante."  Esas  muertes  zoolátricas 
son  frecuentes  entre  los  primitivos,  y  Frazer  afirma  que,  en  la 
época  prehistórica,  estas  procesiones  debieron  ser  muy  practi- 
cadas en  Europa,  a  juzgar  por  sus  numerosas  supervivencias. 

"La  serpiente,  dragón  monstruoso  o  tarasca,  aun  figura  en 
las  procesiones  del  Corpus  Christi,  en  muchas  naciones  católi- 
cas de  Europa.  La  muerte  de  la'  culebra  o  dragón,  del  animal 
sagrado,  en  fin,  es  rito  que  sobrevive  en  los  carnavales  de  mu- 
chos pueblos,  según  Reinach.  (3)  Según  Doutté,  siguiendo  a 
Frazer,  en  esas  tan  difundidas  pantomimas,  antiquísimas  y  pri- 
mitivas, de  la  muerte  del  animal  sagrado  o  del  dios  agrario, 
puede  hallarse  el  origen  del  arte  dramático. 

"No  es  pueril  afirmar,  pues,  que  los  afrocubanos,  al  "matar 
la  culebra",  realizaban  inconscientemejnte  un  rito  ancestral, 
arraigadísimo  en   casi  todos  los  pueblos. 

Queda  aclarado,  así,  el  origen  de  la  expresión,  matar  la  cule- 
bra ;  antaño  nombre  de  un  baile,  ogaño  expresión  equivalente 
a  actividad  inútil  o  ficticia,  a  matar  el  tiempo;  asesinato  de  los 
más  aleves  y  pecaminosos  que  se  nos  imputan,  a  menudo  con 
razón,  a  los  de  nuestra  "raza". 


(1)  T.    J.    Hutchinson,   Impresiona   of    Western   África.      London    1S5S 

(2)  Ob.   cit.   T.  H.   pág.   220. 

(3)  Ob.  cit.  T.  I,  pág.  19.  Véase  también  Edward  Doutte,  en  su  no- 
table libro  Magie  et  Religión  dans  VAfrique  du  Nord,  Argel,  1909,  páginas 
498,    533. 


112  FERNANDO     OÉTI2 

Evolucionar. — Hacer   evolución. 

Solucionar,  arse. — Resolver,  dar  solución. 

Influenciar,  arse. — Ejercer  o  sufrir  influencia. 

Zoquetear. — Actuar  como  un  zoquete,   hacer  sufrir  zoquetadas. 

Desilusión. — Desencanto.  Efecto  de  desilusionarse.  Si  está  el  verbo 
en  el   Diccionario   de  la  Academia  ¿por  qué  no  el  substantivo? 

Jinigua. — Pez  del  mar  Caribe,  cuya  descripción  ignoramos. 

Ostión. — Dice  el  Diccionario  de  la  Academia  que  procede  de  ostrón,  y 
que  éste  es  ostra  mayor  y  más  barata  que  la  común.  Aparte 
de  lo  poco  preciso  que  resulta  definir  un  ser  zoológico,  ppr  su 
precio  relativo;  en  Cuba  no  podríamos  aceptar  esa  definición 
académica.  Aquí  nadie  dice  ostra,  todos  son  ostiones,  los  gran- 
des y  los  pequeños;  y  los  del  país  como  los  de  importación.  Y 
suelen  valer  lo  mismo,  pues  los  cubanos  compensan  su  peque- 
nez con  su  mejor  sabor,  mientras  los  americanos,  son  mayores, 
pero  de  gusto  no  tan  exquisito.  Gagini,  pues  en  Costa  Rica  su- 
cede algo  análogo,  dice  que  la  acepción  debe  ser  antigua,  y  do- 
cumenta su  aserto. 

Linchamiento. — El    Diccionario    de    la    Academia    admite    linchar. 

Linchador. — El  que  lincha. 

Mantequilla. — La  que  conoce  la  Academia  está  mezclada  con  azúcar, 
la  americana  no. 

Mantequillera. — Vaso  en  que  se  conserva  y  sirve  la  mantequilla. 

Mantecoso. — Billete  de  banco,  por  la  grasa  asquerosa  de  que  se  cubren 
con  la  circulación  de  mano  en  mano. 

Bayoyo  (Estar) — Estar  abundante. — Voz  usada  en  la  región  orien- 
tal, preferentemente.  .  La  paloma  estaba  bayoya.  El  soldado 
estaba  bayoyo  o  abundaba. 

En    nuestro   lenguaje   tenemos,    también    bayoya,    cierto    lagar- 
to, y  bayuyo.  cierto  arbusto  inútil. 

Habilitar. — Fastidiar  a  uno,  con  alguna  acción.  ¡Te  han  habilitado! 
Además  de  las  acepciones  académicas,  de  las  cuales  no  sabe- 
mos si  puede  derivarse  el  cubanismo.  En  Centroamérica,  se- 
gún Gagini,  una  vaca  habilitada  es  la  que  ha  sido  cubiera  por 
el   toro.  Y  no   entramos   en   disquisiciones. 

Habilitado. — Estar  habilitado,  se  le  dice  a  un  despreocupado,  para 
afrentarlo  con  su  falta,  como  diciéndole:  está  Vd.  fresco;  o: 
es  Vd.  un  fresco. 

Jalarse. — No  es  sólo  emborracharse,  como  dice  "Suárez,  sino  palidecer, 
ponerse  ojeroso,  desencajado.  Fulanita  tiene  la  cara  jala.  Con 
la  enfermedad  se  jaló  mucho. 

Mollero. — Por  molledo. 

Fosforito. — Enclenque,  flacucho,  canijo.  En  Tierra  Firme  se  usan 
fifiriche,  firifiri  y  filimisco.  Gagini  supone  que  procedan  del  cas- 
tellano fililí,  delicadeza,  delgadez.  Podría  ser  también,  que  de 
filis;  pero  no  creemos  en  una,  ni  en  otra. 


tíJÍ    CATAURO   DE    CUBANISMOS  113 

Fondero. — Dueño  de  una  fonda. 

Camagiieyano. — Natural  de  Camagüey.  La  trae  Suárez,  con  otros 
muchos  nombres  derivados  de  nuestra  toponimia.  El  Diccio- 
nario de  la  Academia  ya  que. trae  bayamés  y  otras,  bien  haría 
recogiendo  esta  voz  y  otras  muy  corrientes  como  habanero, 
santiaguero.  villareño,  cien  fueguero,  etc.  Y  no  se  nos  diga 
que  no  tienen  importancia,  porque  vemos,  por  ejemplo,  que 
tras  de  bayamés,  trae  bayano,  natural  de  Bayas,  ciudad  de 
Italia.  Confesamos  no  haber  oído  jamás  tal  ciudad,  habiendo 
vivido  algunos  años  en  aquella  hermosa  tierra.  Ni  hemos  dado 
con  tal  población  en  los  diccionarios  que  ahora  tenemos  a  mano 
(la  "Ene.  Británica",  y  la  de  Espasa).  ¿Dónde  estará  Bayas? 
Baiamo,  sí  es  una  población  italiana  de  menos  de  3,000  habi- 
tantes, como  se  vé,  de  escasa  importancia.  Esa  Bayas,  ¿será 
una  baya  académica?  Y  perdón  por  el  juego  de  palabras.  In- 
dudablemente, necesita  un  buen  repaso  la  geografía,  en  la  Aca- 
demia. 

Chupeta. — Pezón  de  goma  que  se  le  pone  en  la  boca  al  niño  para  que 
se  entretenga  sin  mamar  ni  llorar.  Por  extensión,  el  pezón  o 
chupador  del  biberón. 

Desenroscar. — Acción  contraria  a  enroscar. 

Sentada. — Por  asentada. 

Escandalada. — Aumentativo  de  escándalo. 

Fantoche. — Italianismo.  Payaso,  títere.  Metafóricamente,  presuntuo- 
so, ridículo. 

Apurijo. — Diminutivo  de  apuro.  Se  tiende  con  ese  vocablo  a  intensi- 
ficar el  significado  de  apuro.  Un  apurijo  parece  ser  algo  más 
premioso  que  un  simple  apuro. 

Patinero. — Lodo  que  se  forma  cuando  se  pisa  a  menudo  sobre  agua 
derramada  en  el  suelo.    ¿De  patinar? 

Bolón. — Muchedumbre,  multitud.  Iba  un  bolón  de  mujeres.  Pesca- 
mos un  bolón  de  majua.  Corrían  los  bolones  de  gente.  Vamos 
en  bolón. 

Encabar. — Colocar  el  cabo  a  una  herramienta  o  utensilio.  Por  metá- 
fora, cuando  un  sujeto  no  está  muy  encajado  en  sus  razones  o 
conducta,  por  el  guajiro  se  le  dice  que  está  mal  encabado. 

Aguantar  la  mecha. — Esta  expresión  se  usa  en  toda  América.  Dice 
Cuervo:  "Aludiendo  a  la  que  ponen  en  las  heridas  y  llagas 
los  cirujanos,  se  dice  aguantar  la  mecha  por  sobrellevar  resig- 
nadamente  algo  que  molesta."  Con  todo  el  respeto  debido  a  los 
prestigios  del  filólogo  bogotano,  opinamos  que  el  modismo  pro- 
vino de  mecha  más  molesta,  y,  por  tanto,  de  resignación  más 
difícil  y  aun  de  aguante  más  obligado.  En  la  voz  pringar,  se 
verá  en  qué  consistía  este  bárbaro  castigo  aplicado  antaño  a 
los  esclavos,  aquí  y  en  España.  A  los  esclavos  se  les  mechaba 
con   grasas,   resinas,   tocino   o   pringue   hirviendo.     Aguantar  la 


Ü4  FEfiNATÍDO     OfiTlZ 

mecha,  era  aguantar  el  castigo,  como  también  se  dice:  aguan- 
tar eí  palo. 

¡Fo! — Interjección  usada  cuando  se  percibe  mal  olor.  Véanse  Mem- 
breño  y  Gagini.     ¿Contracción  de  follar? 

Primasaguas. — Las  primeras  aguas  que  caen  al  romper  las  de  la  esta- 
ción de  las  lluvias. 

Volío. — Vuelo  en  su  2?  acepción  académica.  Algunos  escriben  volido, 
Suárez  y  Gagini  inclusive,  por  pudor  prosódico;  pero  quizás 
sea  ello  innecesario,  en  Cuba  al  menos,  donde  rara  vez  se  usa 
así  el  vocablo,  salvo  por  cultismo.  Está  formado  por  contami- 
nación, como  dice  Cuervo,  o  por  etimologías  convergentes,  de 
volada  y  voleo  y  de  otros  vocablos  que  sugieren  la  desinencia 
en  ío,  tales  como  chiflido,  soplido,  etc.,  que  terminan  en  ido; 
pero  también  de  otros  muy  corrientes  entre  los  campesinos  cu- 
banos, y  aun  algunos  sin  dejar  de  ser  muy  castizos,  que  aca- 
ban en  ío,  como  gentío,  mujerío,  y  los  criollismos  cantío,  caye- 
río, cueverío,  veguerío,  hembr&río,  ele. 

Emplumarse. — Además  de  las  varias  acepciones  que  da  Suárez,  se 
dice:  emplumárselas,  salir  de  estampía.  Es  americanismo  muy 
extendido.  ¿Procederá  de  la  vieja  acepción  académica,  poner 
plumas,  para  que  vuele,  a  un  dardo  o  una  saeta?  La  difusión 
de  su  uso  en  estas  Indias  permite  alzar  la  hipótesis. 

Reportaje. — Informe  o  noticia  llevada  por  un  repórter  al  periódico. 

Saleta. — Variante  diminutiva  de  salado,  en  la  acepción  de  malaven- 
turado. El  es  un  saleta  y  ella  también.  Vocablo  contaminado 
por  salar  y  la  interjección  despee  iva  ¡sale!,  amen  de  la  desi- 
nencia eta,  también  por  lo  común  peyorativa,  como  en  proxe- 
neta, guarapeta,  cantaleta,  chancleta,  etc.  Saleta  se  usa  mu- 
cho para  expresar  una  sala  pequeña. 

Pechazo. — Golpe  con  el  pecho.  Acción  de  gran  esfuerzo.  Dio  un  pe- 
chazo y  salió  electo. 

Latero. — Por  latoso,  que  también  empleamos. 

Payama. — Voz  japonesa,  hoy  de  uso  general,  universal  diríamos.  Pero 
hace  mal  Suárez  en  suponer  que  las  payamas  no  tienen  sola- 
pas, a  veces  si  y  muy  vistosas,  como  los  vivos,  que  suelen 
serlo  también  por  sus  colores. 

Payama  de  Daño. — Lo  explica  Suárez.  Es  un  infame  barbarismo,  poco 
generalizado.  Albornoz  es  el  vocablo  apropiado,  aunque  fre- 
cuentemente se  diga:  capa  de  baño,  mejor  que  el  nipónico 
payama. 

Capirro. — Lo  hemos  oído,  repetidas  veces,  como  pelirrojo,  aplicado 
a  las  personas.  En  Colombia  se  dice  catire.  Cuervo  da  como 
voz  primitiva  venezolana,  carapirem,  rubio,  rojo.  Y  bien  po- 
dría ser  la  misma  de  la  cual  procediera  el  cubanismo.  Nos 
inclinaríamos  a  darlo  por  seguro,  sino  recordáramos  un  capillus 
y  un  ruber,  latinos,  que  nos  hacen  dudar,  pues  se  puede  pensar 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  115 

en  la  forma  capirrubio.  Suárez  da  otra  acepción,  que  debe 
de  ser  derivada  de  ésta.  Por  extensión,  se  dice  del  sujeto  algo 
amulatado,  es  decir,  de  pelo  pasudo,  delator  de  su  mixta  as- 
cendencia étnica. 

Primavera. — Además  de  la  acepción  astronómicamente  propia,  tene- 
mos acá  otra,  impropia,  pues  no  solemos  decir  que  estamos  en 
primavera,  hasta  que  comienza  la  estación  de  las  lluvias,  por 
lo  común  ya  entrado  Mayo.  De  es  as  dislocaciones  astronómi- 
cas cuéntase  alguna  otra  en  América.  Así,  en  Centroamérica 
llaman  verano  a  los  meses  en  que  no  llueve,  que  son  desde  Di- 
ciembre basta  Abril. 

Templarse. — Huir.  Se  templó.  ¡Tiémpiese,  hombre!  Algunas  ve- 
ces se  toma  por  emborracharse. 

Pionono. — Cierto  dulce  de  panetela  y  crema,  de  forma  cilindrica,  cuya 
relación  con  el  Sumo  Pontífice  del  Syllabus,  ignoramos  en  ab- 
soluto; si  es  que  realmente  tenga  alguna,  dicho  y  pensado  sea 
con  toda  reverencia. 

Sángüiche.— Emparedado.     Corrupción  del   inglés  sandivich. 

Pando. — Estar  uno  pando,  es  tener  la  barriga  llena  o  hinchada.  De- 
rivación de  pandear. 

Trompón. — Trompada,   4?   acepción   del    Diccionario   de   la   Academia. 

Guatitrompis. — Riña  de  trompadas.  ¿Anglicismo?  Jugar  a  la  guati- 
trompis,  andar  de  guatitrompis. 

Pateada. — Pateadura. 

Cangrejero. — Relativo  al  cangrejo;  así,  se  dice  del  terreno  abundan- 
te de  cangrejos.  Por  esto  se  apodan  cangrejeros,  los  nativos 
de   Matanzas,   Cárdenas   y   Caibarién. 

Cangrejo  moro. — ¿Qué  tendrá  de  moro?  ¿Serán  similares,  pues  en 
España  no  los  hay,  a  otros  de  la  Morería,  y  de  ahí  los  bauti- 
zaron por  moros,  dicho  sea  con  perdón,  los  descubridores  y  po- 
bladores, que  harto  tuvieron  que  ver  con  la  morisma  y  con  sus 
costas?  En  el  Mediterráneo  hemos  conocido  y  saboreado  los 
cangrejos  judíos,  pequeños  y  vivaces. 

Consentido. — Además  de  la  afrentosa  acepción  académica,  tenemos 
otra  nacida  de  la  4?  del  verbo  consentir.  Persona  mimada,  con- 
fianzuda. 

Pavo. — Comer  pavo  es  en  toda  la  América  no  bailar  por  quedarse  sin 
compañero.  Probable  derivación  de  lo  que  solían  hacer  antaño, 
y  aun  ogaño,  en  los  saraos  las  personas  que  no  bailaban,  de- 
dicarse a  las  golosinas  del  ambigú. 

Patrocinado. — Esclavo  emancipado,  que  aun  estaba  sujeto  temporal- 
mente a  la  obligación  de  ciertos  servicios  al  amo  o  patrono,  es 
decir,   sometido   aún   al  patronato. 

Patronato. — Situación  intermedia  entre  la  esclavitud  y  la  emancipa- 
ción en  que  quedaron  los  esclavos  africanos  cuando  aquélla  fué 
abolida  en  Cuba. 


Üfí  FERNANDO     OBTÍZ 

Plantificarse. — Además  de  las  acepciones  académicas,  plantarse,  en 
sus  acepciones  9.a,  12.a,  13.a  y  14.a.  La  etimología  popular,  que 
en  éste  caso,  para  vigorizar  la  acción  del  verbo  plantar,  no  pue- 
de, como  en  otros  muchos  casos  trocar  el  ar  final  por  ear,  por- 
que se  confundiría  con  plantear,  consigue  ese  mismo  propósito 
diciendo  plantificar  por  plantar. 
Raspón. — Huella  que  una  cosa  deja  en  otra,  al  rasparla. 
Rasponazo. — Raspón. 

Macío. — 'Dice  bien  Suárez,  en  su  vocabulario.  Y  ha  hecho  bien  en  no 
seguir  esta  vez,  como  otras,  a  Zayas  en  sus  etimologías  caribes, 
porque  macío.  no  es  voz  indoantillana.  Lo  es  portuguesa,  que 
significa  suave  al  tacto,  dócil,  como  lo  es  el  macío.  Acaso  los 
primeros  descubridores,  al  observar  la  espadaña  en  nuestras 
bajas  y  cenagosas  costas  y  bahías,  la  llamaron  macío,  para  con- 
trastarla con  otra  planta  parecida  también,  muy  común  en  las 
ciénegas  y  esteros,  la  cortadera,  porque  lejos  de  ser  suave  el 
tacto,   corta,   con  el  filo  de  sus  largas  hojas. 

Y  ya  contamos  con  otra  palabreja  portuguesa,  que  nos  daban 
por  caribe,  como  magua. 
Panudo. — No  sólo  se  dice  del  aguacate,  como  opina  el  Diccionario  de 
la   Academia,   sino   de   otros   frutos   también,   como   del   mamey, 
cuando  la  masa  o  pulpa  tiene  cierta  consistencia.     También  se 
dice  amasado. 
Amasado. — Se  dice  del  aguacate  o  del  mamey,  cuando  su  pulpa  tiene 
consistencia,  es  decir,  cuando  está  bien  formada  su  masa.  Igual 
a  panudo. 
Dotación. — Conjunto  de  los  esclavos  de  una  hacienda.     Voz  marítima. 
Carátula. — Portada,  carpeta,  o  cubierta  de  un  cuaderno. 
Cartucho. — Bolsa   o   recipiente   de   papel.      Por   derivarse   del   italiano 
cartoccio,   nos   parece   muy   legísima   esta   acepción;    mejor    que 
cucurucho.     El  cucurucho,  que  nos  da  la  Academia,  es  un  reci- 
piente cónico,  arrollando  el  papel  en  esa  forma;   pero  el  cartu- 
cho no  es  cónico  y  puede  adoptar  cualquier  figura  geométrica; 
siempre  será  cartucho,  mientras  sea  de  papel.     No  es,  pues,  vi- 
cioso el  uso  de  este  vocablo,  en  la  acepción  americana,  y  esti- 
mamos  que  la  Academia  no   habría   de  hacer   ningún   desagui- 
sado  adoptándolo   como   hijo   bien   nacido.     No  teniendo   el   cas- 
tellano un  vocablo  que  signifique  propiamente  lo  que  cartucho, 
debieron  tomarlo  del  italiano  los  mismos  guerreros,    que  logra- 
ron gloria  en  Italia  y  después,   esparramados  por  las  Indias,   le 
dieron  vida  y  uso  corriente,    y  llegará  a  ser  académico.    ¡Vaya 
si  llegará!  ¡Cómo  nó! 
Huevazo. — Aumentativo  de   huevo.     Además,   golpe  dado   con   un  hue- 
vo. La  cosa  no  fué  en  Cuba  tan  singular,  como  a  primera  vis- 
ta ha  de  parecer  andar  a  huevazos.    En  los  antiguos  carnava- 
les,  y   aun   en   los   presentes,   aunque   a   hurtadillas,   no   fueron 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  117 

cosa  rara  los  Kuevazos,  en  la  Habana,  como  tampoco  en  Espa- 
ña. La  costumbre  carnavalesca  de  arrojar  al  prójimo  puñados 
de  harina,  o  huevos  llenos  de  harina  o  de  aguas  olorosas,  que 
aun  hoy  en  Cuba  se  defiende  por  fuero  de  tradición,  nos  vino 
de  la  tierra  española,  donde  fué  antigua  diversión  de  carnesto- 
lendas. Así  puede  verse  del  texto  de  un  interesante  libro  de 
Enrique  Cock,  notario  apostólico  y  arquero  holandés  al  servi- 
cio de  España,  a  fines  del  siglo  XVI  (D,  el  cual  escribe: 
"...en  España  la  costumbre  que  van  en  máscaras  por  las  ca- 
lles diciendo  coplas  y  cosas  para  reir,  echando  huevos  llenos 
de  agua  de  olores  donde  ven  doncellas  en  las  ventanas,  porque 
ésta  es  la  mayor  inclinación  de  los  desta  tierra,  que  son  muy 
deseosos  de  luxuria,  y  aun  quitándose  el  freno  van  estos  tres 
días  así  caballeros  como  ciudadanos  a  caballo  y  a  pie  diciendo 
coplas  que  saben,  donde  piensan  remediar  sus  corazones  del 
amor  y  aguardan  el  galardón  de  sus  trabajos.  La  gente  baxa, 
criados  y  mozas  de  servicios,  echan  manojos  de  harina  unos  a 
otros  en  la  cara  citando  pasan,  o  masas  de  nieve,  si  ha  caído, 
o  naranjas  de  Andalucía  mayormente  donde  hay  cuantidad 
dellas."  En  Cuba,  años  atrás,  y  aun  hoy  día,  a  hurtadillas,  por 
caballeros  y  gente  baxa  a  la  par,  se  prodigan  los  huevos  con 
harina.  •  '        TT*1 

Papalote. — Voz  derivada  del  azteca  papalotle,  mariposa,  y  no  de  pa- 
pelote, como  algunos,  con  el  vulgo,  creen  y  tienen  por  seguro. 

Tristonazo .  — Algo  triste . 

¡Záfese.'  o  ¡Záfate! — Interjección  despreciativa  que  suele  usarse 
siempre  en  la  primera  forma,  aun  en  caso  de  tute,  o,  equivalen- 
te a  ¡largúese!,   ¡quítese  de  ahí!,  ¡huye! 

Blanconazo. — Se  dice  de  la  persona  que  sería  totalmente  blanca  de 
raza,  si  no  tuviese  alguna  poca  sangre  negra  en  sus  venas.  Esa 
blanconaza  es  muy  bonita.   Algo  blanco,  no  del  todo. 

Cayohuesero. — Natural  |  o  vecino  de  Cayo  Hueso,  población  de  la 
Florida  (Key  Wes<-,  en  inglés,  corrupción  de  la  toponimia  cas- 
tellana, o  viceversa,  que  de  ambas  pudo  ser),  o  del  barrio  de 
la  Habana  igualmente  denominado. 

Patear. — Dice  el  Diccionario  de  la  Academia:  dar  golpes  con  los 
pies.  ¿No  sería  mejor  decir:  dar  patadas?  En  Cuba  el  caballo 
patea  o  cocea  y  no  tiene  pies. 

Pateador. — El  animal  que  acostumbra  patear. 

Requete. — Prefijo  aumentativo  inseparable,  muy  usado  en  Cuba:  re- 
quetemalo.  requeteviejo,  requetesordo,  requetebonita.  Es  un 
prefijo  triple,  si  así  se  puede  decir;   porque  las  bonitas  en  Cuba 


(1)      Enrique    Cock. — Jornada    de    Zaragoza    hecha    por    Felipe    II    en 
tm— Madrid  1879. 


118  FERNANDO     OBTIZ 

tienen,  amen  de  los  superlativos  vulgares,  como  bonitísima, 
archibonita,  superbonita  y  otros  más  o  menos  fantásticos  e  hi- 
perbólicos, los  siguientes  graduales:  rebonMa,  requebonita  y 
requetebonita  ;  y  aun  hemos  oído,  ¡y,  por  Dios,  que  el  caso  lo 
merecía! :  requetemuybonitísima.  También  hemos  anotado:  re- 
quetechirriquitiquita,  lo  que  es  un  colmo  de  pequenez. 

Revolverse. — Mudar  felizmente  de  fortuna,  obtener  algún  propósito 
venturoso.  Te  revolviste.  Me  revolveré  como  pueda.  Se  re- 
volvió fulano.  Presumimos  que  aun  cuando  hoy  usemos  el  vo- 
cablo en  el  lenguaje  familiar  tan  sólo,  puede  tener  alguna  as- 
cendencia bien  castiza,  aludiendo  a  las  vueltas  o  revueltas  de 
la  rueda  de  la  fortuna,  metáfora  antes  más  en  boga  que  hoy 
día,  aun  cuando  no  haya  cesado  de  rodar.  En  el  Poema  de 
Alfonso  Onceno,  anterior  al  siglo  XV,  se  lee:  "Mudada  es  tu 
ventura, — la  rrueda  se  rrebolvióT  En  Cuba  decimos  popular- 
mente, jugando  del  vocablo:  "revolverse  como  el  cayuco  en  la 
arena".  Suponemos  que  aludiera  primitivamente,  al  surgir  la 
expresión,  a  los  movimientos  que  hay  que  imprimirle  a  un  ca- 
yuco para  que  salga  de  la  arena. 

Patochada — Metátesis  de  pachotada,  que  ha  venido  a  sustituir  esta 
palabreja  en  el  uso  corriente. 

Parado. — No  sólo  derecho  y  en- pie,  como  dice  el  Diccionario  de  la 
Academia,  como  americanismo,  sino  también  tieso.  A"sí:  pelo 
parado,   orejas   paradas,   rabo  parado,   cuello  de  camisa  parado. 

Reverbero. — Suárez  define  bien  el  infernillo  o  cocinilla  tan  vulgar  en 
toda  América;  pero  creemos  que  sobra  indicar  que  es  para 
"calentar  líquidos  por  la  noche".  Y  de  día  también,  ¿por  qué 
nó?  Como  quiera  que  el  reverbero  se  utiliza  con  alcohol,  la 
frase:  peste  a  reverbero,  quiere  decir:  borrachera  o  peste  a 
bebida  alcohólica. 

Torería.— Travesura  de  muchacho.  La  Academia  dice  que  es  cuba- 
nismo. El  P  Mir  y  Noriega  dice  que  no,  por  pertenecer  la 
palabreja  al  romance  y  emplearla  los  clásicos,  citando  al  frai- 
le agustino  Valderrama  en  su  Teatro  de  las  religiones,  de 
1615.  Pero  lo  cierto  es  que  los  españoles  perdieron  el  voca- 
blo, que  les  legaron  sus  antepasados,  mientras  nosotros,  que 
tantas  voces  del  viejo  acervo  hemos  despilfarrado,  como  bota- 
rates que  somos,  tuvimos  empeño  en  conservar  algunas  vetus- 
tas joyas  de  familia,  y  esa  es  una  de  ellas.  De  donde  se  de- 
duce que  o  la  torería  es  voz  cubana,  porque  hoy  no  es  caste- 
llana, aunque  lo  haya  sido;  o,  de  lo  contrario,  si  por  mor  del 
nacimiento  tan  sólo  hay  que  seguirla  teniendo  por  castella- 
na, pese  al  evidente  cambio  de  ciudadanía,  que'  nos  devuelvan 
los  castellanos  alguna,  como  el  huracán,  esa  voz  caribe,  que 
nació  en  estas  Antillas  y  que  ya  aquí  nadie  usa  como  voz  pro- 
pia y  originaria  para  significar  el  ciclón. 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  119 

Esto  dicho,  conste  que  hemos  oído  en  Madrid  hablar  de  la 
torería,  quejándose  de  la  degeneración  de  la  torería  o  de  la 
gente  y  afición  toreras  (hace  algunos  lustros,  antes  de  la  mons- 
truosa  regeneración),  como  pudiera  decirse  de  la  judería  o  la 
morería  o  el  mujerío. 

Hembrerío    o    hembrería. — Conjunto    de    hembras,    mujeres,   mujerío. 

Salidero. — Lugar  por  donde  se  sale.  Se  dice  en  Cuba,  con  preferencia 
si  la  salida  es  de  líquidos,  gases,  etc.  La  tambora  tiene  un  sa- 
lidero. Tratándose  de  edificios  se  usa  salida,  como  en  España. 
El  Diccionario  no  tiene  salidero.  El  P.  Mir  y  Noriega  arre- 
mete contra  él  por  eso,  esta  vez  con  razón,  pues  es  voz  clásica, 
citando  a  Venegas  y  a  Zamora..  do¿  escritores  del  siglo  XVTI, 
por  lo  cual  ya  se  impone  que  la  Academia  se  conduzca  con  esta 
palabreja  cimarrona,  como  en  torería,  que  la  ha  vuelto  al  redil 
de  su  diccionario,  como  cubanismo.  Si  tal  ha  hecho  con  tore- 
ría, tal  debe  hacer  con  salidero.  El  argumento  es  de  los  que 
precisamente  no  tienen  salidero,  como  diría  el  cartujo  Fray 
Lorenzo  de  Zamora,  que  goce  de  la  gloria  divina. 

Encuerar. — Además  de  la  acepción  cubana,  que  trae  Suárez,  oímos 
entre  nosotros  otra  anticuada  española,  que  no  trae  el  Dic- 
cionario de  la  Academia:  criar  piel,  pellejo  o  cuero,  una  he- 
rida. Así  la  usaba  Oviedo,  cuando  decía,  alabando  las  virtu- 
des curativas  de  la  y  agruma:  "le  comen  la  carne  mala...  la 
desenconan,...  le  encueran  e  totalmente  sanan  la  llaga". 
(I,  pág.  300). 

Boxeo. — Anglicismo  de  uso  general,  de  box.  Pugilato.  Admitiéndose 
la  raiz,  la  desinencia  no  está  mal  aplicada.  Ya  hemos  leído 
boxístico. 

Boxeador. — El  que  boxea,  pujilista. 

Cardón. — Esta  cactácea  tan  usada  para  setos  vivos  se  conoce,  con 
igual  nombre,  en  CJentroamériea, 

Res. — Por  antonomasia,  la  bovina  o  vacuna. 

Cerote. — Miedo.     Le  entró  un  cerote,  que  se  moría. 

Chancletudo. — Más    despreciativo,    por    la    desinencia,    que    chancletero. 

Demivírgenes. — Horroroso  vocablo,  que  hemos  leído  en  una  novela  y 
algún  diario.  Lo  estimamos  aborrecible  e  inútil.  No  necesi- 
tamos llegar  a  Marcelo  Prevost  para  dar  con  vocablo  de  idén- 
tico significado,  pues  en  el  Quijote  leemos  semidoncellas  y  ello 
basta,  aunque  no  lo  traiga  el  Diccionario  de  la  Academia,  des- 
pués de  tantos  siglos  de  haber  sido  aquél  bien  troquelado;  y 
aunque  sólo  fuera  por  el  mal  paso  del  novelista  francés  al  me- 
ter una  cubanita  en  la  picaresca  colada,  bien  podríamos  rene- 
gar del  galicismo  mal  sonante  y  trocarlo  por  un  cervantismo 
eufónico  y  acomodado  a  respetables  leyes  del  idioma. 

Sinvergonzón. — Aumentativo  de  sinvergüenza. 

Intencional.— Con  intención.     ¿Que  también  se  usa  en  España?     Bue- 


120  FERNANDO     OBTIZ 

no,  pues  que  lo  pongan,  si  es  así,  en  el  diccionario  de  ajila. 
Noso'ros  pedimos  que,  al  menos,  nos  lo  acepten  en  el  de  aquí. 

Zoquetudo. — Persona  muy  zoquete. 

Dobladillar. — Hacer  dobladillo. 

Dobladillo  de  ojo. — Especie  de  dobladillo. 

Presupuestar-rse. — Hacer  presupuesto. 

Silenciar-rse. — Hacer  silencio,  pasar  en  silencio. 

Chalanero. — Marinero  de  una  chalana. 

Patana. — Especie  de  chalana  grande,  cuadrilonga,  apenas  sin  proa  ni 
popa,   para  el  transporte  de  efectos  en  los  puertos. 

Vivero. — Embarcación   para  el   transporte  de   pescados   vivos. 

Simiñoca. — Enredo,  cosa  complicada,  pieza  de  una  máquina,  de  ex- 
plicación difícil  o  desconocida. 

Angarilla. — Piedrecita  atada  a  un  hilo,  con  que  los  muchachos  trar 
tan  de  apoderarse  del  papalote  de  otro,  tirándola  por  encima 
del  cordel  que  sujeta  a  éste  mientras  está  en  el  aire,  y  tiran- 
do, después.  Echarle  la  angarilla.  Esta  expresión  se  usa 
en  los  negocios,  para  expresar  que  uno,  por  medio  de  una  tre- 
ta, se  ha  apoderado  del  negocio  que  otro  trabajaba. 

Tirabeque. — Juguete,  con  dos  gomas  tirantes,  con  que  los  muchachos 
disparan  piedras  a  larga  distancia. 

Mameyazo. — Golpe  dado  con  un  mamey.  Por  extensión,  todo  golpe 
dado  o  recibido  por  una  persona. 

Corrida. — Época  del  desove  de  los  peces.     Arribazón. 

Ensoparse. — Mojarse,  hacerse  una  sopa.  El  Diccionario  de  la  Acade- 
mia da  una  acción  muy  restringida  al  verbo  ensopar.  En 
Cuba,  uno  mismo  puede  ensoparse  con  la  lluvia,  y  tener  enso- 
pada la  camisa  por  el  sudor. 

Encimar. — Dice  Cuervo:  "Es  para  nosotros  dar  encima,  para  los 
españoles  poner  encima."  En  Cuba,  ni  una  cosa  ni  otra;  aquí, 
se  usa  como  reflexivo,  y  es  ir  sobre  uno,  al  decir  del  Dicciona- 
rio de  la  Academia,  o,  como  decimos  entre  cubanos:  irse  en- 
cima.    El  hombre  se  le  encimó.     El  corsario  se  encimaba. 

Apilonar. — Machacar  en  el  pilón. 

Emperifollarse. — Adornarse    con    perifollos,    emperejilarse. 

Panadera. — Artesa  de  zinc,  barro,  porcelana  u  otra  materia,  donde 
uno   se  baña. 

Embarcar. — En  Cuba  no  solo  se  embarcan  las  personas  en  las  em- 
barcaciones, sino  en  los  ferrocarriles,  y  hasLa  en  los  vehículos 
de  toda  clase;  hoy,  hasta  en  los  aeroplanos. 

Plata.— Dinero.     Es  hombre  de  mucha  plata. 

Revolisquear. — Hacer  revolisco. 

Bajear. — Convencer  a  alguien  para  que  acceda  a  algún  propósito.  Se 
usa,  por  lo  general,  cuando  se  requiere  una  labor  lenta  y  te- 
naz para  llegar  al  convencimiento.  El  vocablo  se  deriva  de 
bajar.      El    Diccionario    de    la    Academia    (Ed.    14a)    dice:    "Ir 


ÜN    CATAUBO   DE    CUBANISMOS  121 

desde  un  lugar  o  otro  que  esté  más  bajo".  Suponemos  que 
debió  decirse  "desde  un  lugar  a  otro";  por  lo  que  pensamos 
que  ello  es  errata  tipográfica,  de  las  no  corregidas  en  la 
fe  que  va  junto  al  colofón  del  diccionario  académico.  Esta  voz 
bajar,  se  convirtió  en  bajear,  adoptando  la  desinencia  conti- 
nuativa al  aplicarse  a  la  acción,  real  o  fabulosa,  de  la  ser- 
piente que,  según  se  dice,  atrae  con  su  mirada  al  pajarito,  o 
a  la  jutia,  que  está  allá  en  lo  alto  del  árbol,  y  poco  a  poco, 
como  resistiéndose  a  la  atracción  irresistible  del  reptil,  va 
bajando  de  rama  en  rama,  hasta  ponerse  al  alcance  de  las 
fauces  que  han  de  devorarlo.  El  majá  lo  bajeó,  se  dice,  o  sea 
lo  bajó.  Esta  acepción  se  conserva  en  nuestros  campos;  pero 
en  las  ciudades  ha  adquirido  el  significado  metafórico  arriba 
expuesto,  y  es  muy  usual.  Bajearlo  a  uno.  ¡Qué  bien  la  ba- 
jeaste!.  No  me  bajees  más. 

Rumorarse. — Correr  el  rumor. 

Clausurar-rse. — Acción   de   realizar  una  clausura    (4a  acepción). 

Ilusionar-rse. — Producir   ilusión,   ser   presa   de   ilusiones. 

Extorsionar. — Causar  o  cometer  extorsión. 

Manufacturar. — Producir  manufacturas. 

Enraizar. — Echar   raíces,   arraigar. 

Esbozar. — Hacer  un  esbozo. 

Tertuliar. — Hacer  tertulia. 

Machuquillo. — Guiso,  o  fruta  de  sartén,  como  diría  el  Diccionario  de 
la  Academia,  que  se  hace  con  plátano  machucado.  Y  luego  dice 
ese  diccionario  que  el  plátano  sólo  se  come  de  dos  manera,  cru- 
do o  en  conserva. 

Rallo. — Instrumento  musical  primitivo,  que  se  hace  de  una  lata  cur- 
va y  llena  de  agujerillos  de  borde  saliente,  como  un  verdadero 
y  castizo  rallo.  Se  toca  pasando  y  estregando  por  ellos  una 
varilla  metálica,  y  sirve  para  acompañamiento.  A  su  sonido 
le  decimos  el  cMquichí  del  rallo.  Con  un  clarinete,  un  cor- 
netín, un  rallo  (o  guayo,  que  es  el  rallo  siboney)  y  los  indis- 
pensables timbales,  se  forma  una  orquesta  criolla  capaz  de 
sostener  durante  la  noche  entera  un  dar>zomo  bravo. 

Mosquito  lancero. — Es  el  lancetero,  que  trae  Suárez.  Notemos  que 
en  Cuba  jamás  decimos  moscos  por  mosquitos,  como  sucede  en 
Méjico  y  demás  regiones  de  Tierra  Firme.  La  pequenez  del 
mosquito  nos  lleva  a  ello.  Estas  desinencias  do  la  repugnante 
familia,  son  todas  caprichosas  y  sin  atender  a  sexos.  Mosca 
se  le  dice  aun  al  macho;  mosco,  aun  a  la  hembra;  mosquito  a 
los  de  ambos  sexos;  moscón  hasta  a  la  que  debiera  ser  mosco- 
na; moscarda  a  hembra  y  a  macho;  moscardón  a  macho  y  a 
hembra,  todo  lo  cual  añade  nueva  repugnancia  sobre  el  puer- 
co linaje.  Y  no  sería  del  todo  desacertado  distinguir,  por 
ejemplo,  entre  mosquito   y  mosquita,   pongamos   por  caso,  pues 


Y¿-¿  FERNANDO    OETIZ 

que  ésta  es,  según  el  Diccionario,  la  que  nos  pica  y  produce 
picor,  y  el  machito  chupa  solo  las  flores.  ¡Bendito  sea!  Al 
mosquito  lancero,  lo  hemos  oído  llamar  coracero.  Coracera, 
habría  que  decir,  más  bien,  según  eso. 

Preñar. — Por   empreñar,    que    aquí    suena   como    groserote   vulgarismo. 

Engurrúñate. — Sobrevive  este  vocablo,  anticuado,  en  su  uso  y  su 
forma,   en   la   frase:      Paciencia   y   engurrúñate. 

Zapatones. — Botana,  aquí  ya  poco  usado.  Por  la  misma  manera  que 
se  dice,  hoy  día,  con  mayor  frecuencia  zapato,  que  bota. 

Jipi. — Por  jipijapa.  Cier'a  clase  de  sombreros,  procedente  de  esa  po- 
blación.    En  Suramérica  se  dice  jipa. 

Malmodado. — Persona   de   malos   modales. 

Cuchareta. — Diminutivo  anticuado  que  usamos  solamente  para  sig- 
nificar cierto  pato,  como  explica  Suárez,  y  para  la  locución: 
meter  la  cuchareta,  que  el  Diccionario  de  la  Academia  trae  en 
esta  forma:  meter  uno  su  cuchara.  Por  lo  demás,  nos  confor- 
mamos con  cucharita  y  cucharilla. 

Hincarse. — Arrodillarse. 

Torcaza. — Paloma  torcaz. 

Mata. — Si  la  Academia  exige  que  tenga  el  tallo  corto,  aquí  hemos 
convenido  hacer  de  mata,  casi  un  sinónimo  de  planta  fructífe- 
ra, especialmente  para  evitarnos,  por  la  característica  pereza 
lingüistica  de  América,  pensar  como  se  dice  el  árbol  productor 
de  tal  o  cual  fruto.  Así,  hemos  olvidado  el  cocotero  para  de,- 
cir  una  mata  de  cocos;  el  naranjo,  por  la  mata  de  naranjas;  y 
lo  mismo  decimos  mata  de  albahaca,  que  mata  de  plátanos, 
mata  de  ajíes,  mata  de  mamoncillos,  mata  de  caña,  mata  de 
tomates,  mata  de  mangos,  hasta  mata  de  palma,  etc.,  sin  parar 
mientes  en  si  sus  tallos  son  cortos,  o  tan  largos  como  los  de 
los  cocoteros,  naranjos  y  palmeras  o  palmas. 

Gtirruw.ina. — Cosa  insignificante.  El  Difcipnario  de  la  Academia 
atribuye  un  origen  vascuence  a  esfa  voz,  en  su  acepción,  úni- 
ca que  inserta,  de  contemplación  excesiva  de  la  mujer  propia. 
Aquí,  en  América,  desconocemos  tal  acepción,  y  tenemos,  en 
cambio,  muchas  otras,  que  da  Selva,  el  cual  dice:  voz  onoma- 
topéyica,  del  gurugurá  de  los  palomos.  Dice  Suárez  que  la  voz 
probablemente  procederá  de  Asturias.  ¿Será  porque  en  bable, 
gurrumina,  significa  arruga  y  vieja?  Pues  vean  la  Academia, 
Selva  y  Suárez,  si  hacen  un  esfuerzo  para  ponerse  de 
acuerdo,  si  es  que  lo  merece  esa  gurrumina. 

Aplanadora. — Por  aplanadera. 

Azulejear. — Por  azulejar. 

Bombear. — Dar    bombo,    7?   acepción    del    Diccionario    de  la   Academia. 

Bombástico. — Que  da  bombo.  Imitando  a  Cuervo,  diremos:  bom- 
bo +  encomiástico  —  bombástico. 

Elogiástico. — Elogiador.      Contaminación    de    elogio    y    encomiástico. 


UN     CATAtJBO    DE    CUBANISMOS  123 

Botija  verde. — "Decirle  a  uno  botija  verde",  es  expresión  equivalente 
a  decirle  perrerías,  ponerlo  de  "vuelta  y  inedia",  en  fin,  in- 
creparlo, insultarlo.  Si  nos  son  conocidos  los  vocablos  botija 
y  verde,  ignoramos  lo  que  quieran  decir  originariamente,  am- 
bos unidos.  Presumimos  que  ello  deba  de  explicarse  por  un  an- 
dalucismo; prra  lo  cual  se  requeriría  la  genial  erudición  de 
un  Rodríguez  Marín. 

Cocal. — No  es  venezolanismo,  como  quiere  la  Academia.  Se  usa  en 
estas  Antillas  y  en  Centroamérica.  Bien  es  verdad  que  Cen- 
troamérica  no  existe,  a  juzgar  por  el  Diccionario  de  la  Acade- 
mia, que  no  la  recuerda. 

Danzoneo. — Acción  y  efecto  de  danzonear,  como  de  bailotear,  bai- 
loteo. 

Danzonear. — Bailar    danzones,   mucho   o    continuadamente. 

Desbarbar. — Muy  castizo  vocablo,  que  castellanamente  usamos  nos- 
otros al  decir  que  la  cocinera  debe  desbarbar  el  maíz,  antes  de 
rallarlo.  Pero  decimos,  también,  que  debe  desbarbar  los  ca- 
lamares,  es   decir,   cortarle   los   tentáculos. 

Requemo. — La  parte  de  un  guiso  que  se  requema.  Absorber  y  quitar 
el  agua,  líquido,  humedad  de  un  suelo,  recipiente  u  otro  lu- 
gar cualquiera  con  una  esponja,  o  algo  que  la  sustituya  en  ese 
servicio. 

Esponjear. — Por  esponjar,  además  de  las  acepciones  del  Diccionario 
de  la  Academia.  Además,  curiosear  chismes  o  noticias  re- 
servadas. Muy  atinada  acepción,  porque  el  que  así  esponjea. 
es  como  el  que  pasa  la  esponja  para  absorber  hasta  la  última 
gota  de  agua. 

Alante.; — Esta  síncopa  de  adelante  podrá  ser  importada  de  Asturias, 
como  asegura  Suárez;  pero  habrá  que  confesar  que  la  expor- 
tación de  la  palabreja  ha  sido  extensísima,  pues  a  más  de  ha- 
ber inundado  a  Andalucía  se  ha  corrido  por  el  continente  de 
América.  Véase  a  Gagini,  por  ejemplo.  Es  aun  más  curiosa 
esta  otra  síncopa:    palante.   para   adelante. 

Fufú. — La  Academia  daba  el  vocablo  africanismo  en  la  lia  edición 
cíe  su  diccionario.  ¿Por  qué  lo  suprimió  en. las  siguientes?  En 
Cuba  seguimos  comiendo  fufú  de  plátano  y  de  otras  clases,  y 
le  conservrmos  el  nombre. 

Bequista. — Poseedor  de  una  beca. 

Maeadamizar. — Empedrar  por  el  sistema  Mac  Adam. 

Independizar. — Hacer  independiente. 

Acá.— Se  usa  este  adverbio,  vulgarmente,  como  pronombre.  Acá  me 
dijo.  Y  a  veces,  se  usa  también  con  igual  carácter,  aquí.  Aquí 
no  quiere. 

Abracar. — Abrazar,  abarcar. 

Bebida. — Embriaguez,     Entregarse  a  la  bebida. 

Blandusco   o    blanduzco. — Blandujo.     ¿Cuál   ha   de   ser   la   atinada   or- 


1 -J4  FERNANDO     OBTIZ 

tografía?  Porque  leemos  en  el  Diccionario  de  la.  Academia,  de 
una  parte  blancuzco,  negruzco,  etc.,  y  de  otra  verdusco,  par- 
dusco... 

Harina  de  Castilla. — La  harina  de  trigo,  aunque  proceda,  como  hoy 
precede,  de  tierras  anglosajonas.  Sin  duda,  se  llamó  así  para 
distinguirla  de  la  harina  de  maíz,  aquí  tan  usada;  por  un  pro- 
cedimiento análogo  al  que  en  Europa  llevó  a  decir  trigo  de  In- 
dias o  grano  turco,  al  maíz;  gallo  de  Indias  o  turkey  al  gua- 
najo indiano,  e^c.  La  harina  de  trigo  nos  vino  de  Castilla  du- 
rante siglos,  y  de  ahí  el  nombre.  Otras  cosas  aun  decimos  de 
Castilla,  para  distinguir  una  clase  de  otras,  como  jabón  de 
Castilla  (hasta  en  los  Estados  Unidos  se  dice  Castillo,  soap), 
cera  de  Castilla  (la  más  blanca),  vinagre  de  Castilla,  melón  de 
Castilla,  caña  de  Castilla   (la  de  pescar),  lirio  de  Castilla,  etc. 

Rajón. — Además  del  sentido  que  trae  Suárez,  otro  análogo:  piedra 
que  sirve  para  el  afirmado  de  la  carretera. 

Enrajonar. — Colocar   el    enrajonado. 

Enrajonado. — El  conjunto  de  rajones  colocados  para  el  afirmado  de 
un  piso,  en  una  obra  de  albañilería,  carretera,  etc. 

Piñata. —  (Domingo  de)  El  primer  domingo  de  cuaresma,  que  en  la 
Habana  se  considera  de  carnaval,  pues  se  pasean  las  mascara- 
das por  los  paseos  públicos,  se  dan  bailes  de  antifaz  y  se  des 
borda  la  alocada  alegría  de  la  juventud  habanera  como  en  pie 
nos  días  de  Carnestolendas.  Y  la  bullanga  carnavalesca  sigue 
aun  más  entrada  la.  cuaresma,  reproduciendo  paseos,  compar 
sas  y  bailes,  de  domingo  en  domingo.  En  la  Habana  comienza 
el  carnaval,  ó,  al  menos,  los  bailes  de  máscaras,  desde  media- 
dos de  Enero;  pero,  oficialmente,  el  domingo  de  carnaval,  así 
llamado.  Siguen  el  lunes  y  el  martes  de  carnaval.  El  miércoles 
de  ceniza  pasa,  con  sus  lúgubres  meditaciones,  desapercibido. 
Llega  el  otro  domingo,  que  es  el  de  piñata,  y  el  desenfreno  si- 
gue con  entusiasmo.  Y  así  van  pasando  el  domingo  de  la  vieja  o 
segundo  de  cuaresma;  el  domingo  del  figurín  o  tercero  de 
cuaresma;  y  el  domingo  de  la  sardina  ó  cuarto  de  cuaresma, 
cuando  se  despide  Momo  hasta  el  año  venidero;  si  es  que  el 
domingo  de  Pascua,  no  se  le  ocurre  a  algún  centro  ó  grupo  de 
danzoneadores  dar  otro  baile  de  máscaras,  con  el  nombre  de 
las  flores.  El  año  1899,  primer  año  después  de  la  guerra  sepa 
ratista,  se  bailó  y  duró  el  carnaval  hasta  el  quinto  domingo  de 
cuaresma,  que  se  llamó  el  apenaicitis.  Y  así  cubaneamos  los 
días  que  en  la  Madre  Patria  son  de  recogimiento,  vigilia  y  pe- 
nitencia. Culpa  nuestra  no  es  del  todo,  que  ello  es  añeja  cos- 
tumbre colonial,  nacida  y  fomentada  desde  viejo,  cosa  de  un 
siglo  al  menos,  cuando  la  Iglesia  y  el  Estado  convivían  en  es- 
trecho maridaje.  Y  también  allí,  en  España,  parece  que  no  es 
del  todo  desusada  tal  costumbre  carnavalesca. 


ÜX    CATAURO    DE    CUBAIÍISIÍOS  12o 

Véase,  sino,  el  artículo  piñata,  donde  se  refiere  al  "baile  de 
máscaras  del  primer  domingo  de  cuaresma,"  el  diccionario 
académico. 

Chiquichí. — Onomatopéyico  vocablo,  que  significa  el  ruido  del  rallo 
y  del  guayo  al  ser  sonados  como  instrumentos  musicales. 

Dulcera. — Vasija  donde  se  guarda  o  sirve  el  dulce,  aunque  no  sea  de 
almíbar,  según  parece  exigir  el  Diccionario  de  la  Academia, 
por  ejemplo:  el  de  pasta  de  guayaba,  cusubé,  cafiroleta,  maja- 
rete, etc. 

Dulcero. —  Hacedor  o  vendedor  de  dulces. 

Em  barro . — Embarrado . 

Embarrado. — Suárez  olvida  este  cubanismo,  que  trae  Pichardo  y  es 
muy  usual  en  el  campo.  Modo  de  construcción  rústica,  formada 
de  un  encujado  o  cañizo,  cubierto  con  una  masa  de  barro.  Casa 
de  embarrado  y  guano. 

Enfrentar. — Hacer  frente. 

Cañonazo. — Dice  bien  Suárez.  El  cañonazo,  lo  es  por  antonomasia  el 
que  dispara  una  fortaleza  de  la  Habana  a  las  9  de  la  noche, 
por  lo  que  el  vocablo  es  un  habanismo.  En  tiempos  de  la  domi- 
nación española  se  disparaba  a  las  8  p.  m.  Y  tiempo  atrás  va- 
riaba la  hora  según  las  estaciones.  Dice  Pichardo:  "Dobladas". 
"El  toque  de  dobles  de  las  campanas  todas  las  noches,  que 
otros  dicen  ánimas.  Ya  dieron  o  tocaron  las  dobladas,  como  al 
romper  el  alba:  ya  tocaron  el  Ave  María.  En  la  Habana  tam- 
bién se  dice:  el  cañonazo,  ya  tiraron  el  cañonazo,  aludiendo  al 
que  tira  la  Capitana  a  esas  horas.  El  Sr.  Arboleya  explica  que 
en  el  Obispado  de  la  Habana  se  tocan  las  Animas  a  las  9  desde 
el  2  de  Abril  al  13  de  Septiembre,  y  en  el  resto  del  año  a 
las  8." 

Cuando  la  Capitana  dejó  de  ser  nave  fija  en  el  apostadero,  se 
substituyó  con  el  cañonazo  disparado  por  la  fortaleza  de  la  Ca- 
bana. Dicho  sea  de  paso,  el  cañonazo  debiera  tirarse  a  las  12 
meridiano,  como  se  hace  en  algunas  fortalezas  de  Italia.  La  lo- 
cución cubana  como  cañonazo,  expresa  seguridad,  seguro  como 
cañonazo,  quiere  decir;  y  no  es  un  habanismo,  pues  se  ha 
extendido  por  la  Isla. 

Guachinango. — Según  Armas  y  Coll  y  Tosté,  es  voz  mejicana;  pero 
posiblemente  tenga  otro  origen,  aunque  se  use  en  Méjico  para 
designar  un  pez,  y  en  Cuba  y  Venezuela  para  designar  los  me- 
jicanos. Guachi  en  Colombia  es  hombre  del  pueblo.  Quizá  esta 
voz,  como  guachinango,  provengan  de  guanche.  que  se  aplica  aún 
hoy  bastante  en  Cuba  a  los  nativos  de  islas  Canarias  (isleños 
por  antonomasia),  y  que  según  la  Academia,  "dícese  del  indi- 
viduo de  la  raza  que  poblaba  las  islas  Canarias  al  tiempo  de 
su  conquista."  A  los  indígenas  mejicanos,  burlescamente,  como 
dice   Suárez,   se  les  pudo,  pues,   aplicar  por   su   parecido   étnico 


126  ÍEENAIÍDO     OBTÍZ 

con  aquellos  isleños  aborígenes,  la  voz  guanche,  con  la  desi- 
nencia despectiva  añgo,  tan  usada  en  Cuba  y  toda  América, 
guanchenango. 

Véase  lo  que  dice  Bachiller  y  Morales,  en  "Cuba  Primitiva:" 
"Guachinango. — Se  llamaba  así  á  los  mexicanos  en  el  Departa- 
mento occidental:  en  el  central  parece  que  tuvo  una  significación 
más  bélica,  pues  se  hablaba  de  haberse  armado  los  vejeranos,  gua- 
chinangos y  voluntarios  en  cierta  ocasión  en  Villaclara.  (Véa- 
se la  Historia  de  Villaclara  por  el  Sr.  González.) — En  las  frases 
familiares  significa  apacible,  zalamero:  es  muy  guachinango. 
Según  Díaz  del  Castillo,  es  voz  indígena  en  Cuba,  que  significa 
extranjero."  Seguimos  opinando  en  el  origen  canario:  guanche- 
nango; nada  sorprendente  si  se  tienen  en  cuenta  las  íntimas,  re- 
laciones seculares  entre  los  isleños  canarios  y  los  isleños  cu- 
banos . 

Aflojada. — El  conjunto  de  los  añojos,  en  una  hacienda  de  ganado. 
Análogo  a  boyada,  caballada,  vacada,  etc. 

Boconear. — Echar  bravatas  el  bocón. 

Torete. — El  toro  de  dos  o  tres  años. 

Bocadillo. — No  se  hace  solamente  con  boniato,  como  dice  Suárez;  ni 
de  guayaba,  como  pretende  el  diccionario  de  la  Academia.  Es- 
te libro,  excediéndose  acaso  y  llevado  por  un  raro  entusiasmo, 
añade:  "son  muy  celebrados  los  de  Mérida  de  Venezuela  y  los 
de  Vélez  de  Nueva  Granada."  En  Cuba  y  Centro  América,  sin 
tantas  celebraciones,  los  hacemos,  también,  de  mamey,  de  co- 
co, de  mantequilla,  etc.  Y  no  creemos  que  sean  menos  sabrosos 
que  los  continentales,  dicho  sen  cen  perdón  de  la  Academia  de 
la  Lengua,  sólo  de  la  lengua,  que  aun  no  ha  llegado  a  ser, 
como  pudiera   creerse,  Academia   del   Paladar. 

Mijito. — Cariñoso   vulgarismo,   por   mi   hijito. 

Vieja. — Tiene  las  acepciones  castellanas.  Además,  suele  ser  sinónimo 
hipocorístico,  como  diría  Cuervo,  de  madre.  Por  esto,  habría 
que  repetir  aquí  lo  que  en  la  correspondiente  papeleta  hubimos 
de  decir,  en  colaboración  con  Monner  Sans.  Y  mejor  es  no  re-- 
petirlo. 

Domingo  de  la  Vieja. — Es  en  la  Habana,  el  segundo  domingo  de  cua- 
resma, que  se  festeja  como  si  de  carnaval  fuera,  Véase  piñata. 

Punta. — Suárez  explica  la  expresión  punta  de  ganado.  Creemos  que 
no  difiere  esencialmente  de  la  registrada  por  el  diccionario 
académico,  acepción  4a.  También  se  aplica  en  Cuba  a  las  cosas, 
y  se  dice:  una  punta  de  boniato,  de  col,  etc.  Es  ella  extensión 
de  la  14a  acepción  de  la  Academia.  La  acepción  tabaquera,  que 
da  Suárez,  está  ya  en  el  diccionario,  como  15a  acepción  del 
vocablo. 

Puntería. — De   puntería   es    expresión    encomiástica,    aplicada   a    perso- 


tJN    ÓATATTBO   DE    CUBANISMOS  127 

ñas  y  cosas.  Se  dice:    es  un  médico  ó  abogado  de  puntería,  un 
tabaco,  un  caballo  o  un  mamey  de  puntería,  etc.     •  • 

Fuma. — Además  de  las  acepciones  que  recoge  Suárez,  el  tabaco  rústi- 
camente torcido  por  el  guajiro  cosechero  para  su  propio  con- 
sumo. Suele  decírsele  a  veces  a  tales  tabacos  vegueros,  voca- 
blo que  insértase  en  el  diccionario  académico.  Encendimos  dos 
fumas. 

Taburete. — Para  el  diccionario  castellano,  los  taburetes  con  respaldo 
lo  tienen  muy  estrecho.  En  Cuba,  no;  lo  que  nos  lleva  a  opinar 
que  la  estrechez  del  respaldo  no  debiera  tomarse  como  carac- 
terística propia  para  la  definición  del  taburete.  El  taburete 
cubano  suele  ser  de  majagua,  cedro  ó  caoba  y  guarnecido  de 
vaqueta. 

Bacheado. — Se  dice  del  viento  a  ráfagas  o  aciclonado.  No  es  de  uso 
muy  frecuente,  pero  ya  la  hemos  leído  en  los  partes  del  Obser- 
vatorio Nacional. 

Salteado. — Traducción   culinaria  del  vocablo  francés  sauté.. 

Saltear. — Traducción  de  sauter,  palabra  del  lenguaje  cocinero  francés. 

Cajeta. — Diminutivo  anticuado  de  caja,  hoy  usado  solamente  en  len- 
guaje de  repostería.  Huevos  en  cajeta,  cajeta  de  boniato,  se  dice 
a  ciertos  dulces  hechos  en  cajitas  de  papel  blanco.  En  Centro- 
américa  es  casi  sinónimo  de  conserva  de  dulce. 

Cajetilla. — Por  antonomasia,   la  de  los   cigarrillos. 

Cajetillera. — Operaría   encargada   de   eneajetillar   cigarrillos. 

Encajetillar. — Envasar  los  cigarros  en  cajetillas. 

Tiburón. — Es  voz  caribe,  según  el  diccionario  de  la  Academia,  apo- 
yándose, probablemente,  en  Fr.  B.  de  las  Casas,  (Hist.  Apologé- 
tica de  Indias,  I.,  27)  el  cual  dice  que  se  encuentran  por  estos 
mares  unos  peces  "de  hechura  de  cazones  o  al  menos  todo  el 
cuerpo,...  que  los  indios  llamaron  tiburones.''  Bachiller  y  Mo- 
rales y  Coll  y  Tosté  parecen  aceptar  la  insegura  opinión  de 
que  el  vocablo  quiere  decir  tí.  tierra  y  burón,  pez;  mientras 
García  opina  que  el  tiburón  se  decía  también  cajaya.  Fernando 
Colón  no  da  al  tiburón  el  carácter  de  indígena.  Oviedo,  en  su 
notable  Historia  Natural  de  estas  Indias  (I.  pág.  429)  dice  sin 
embargo,  que  "en  los  mares  de  la  costa  de  España  hay  tiburones, 
si  bien,  añade,  son  por  acá  más  comunes  e  más  particulamente 
vistos  é  muertos  a  menudo..."  Después  de  decir  que  se  comen 
con  salsa  de  ajíes,  afirma  que  "los  pequeños,  que  llaman  ba- 
quetas, son  mejores."  De  este  párrafo  del  primer  naturalista 
que  escribió  sobre  estos  animales  indianos,  parece  deducirse 
que  ambas  cosas  son  españolas. 

En  Cuba  llamamos  cazón-  el  tiburón  pequeño,  cuando  al  decir 
de  la  Academia  parecen  ser  peces  distintos;  y  el  diminutivo 
académico  de  tiburón  es  tiburoncillo. 

Alegría. — Dulce.   El   Diccionario   de  la  Academia   dice:    Ajonjolí.   Nué- 


Í28  ITEIt&AííbO     OÉTÍ2 

gado  o  alajú  condimentado  con  ajonjolí.  Lo  característico  es 
allá  el  ajonjolí.  No  sucede  así  en  Cuba,  donde  tenemos  alegría 
de  coco,  alegría  de  maní,  amén  de  las  otras  alegrías,  menos 
usadas,  de  avellanas,  almendras  y  ajonjolí,  que  fueron  sin  du- 
da las  originarias.  Lo  característico  parece  ser  la  almíbar,  ó 
melado,  que  se  cuece  basta  que  tome  punto  muy  subido,  a  la 
que  se  le  echa  la  avellana,  el  ajonjolí,  el  maní  ó  trocitos  de 
coco,  y  una  vez  enfriada  la  masa  se  la  corta  en  pedacitos  y  se 
sirve  sobre  hojas  de  rnaiz  seco  recortadas,  cajetas  de  papel,  etc. 

Mocho. — En  Cuba  es  también  sustantivo.  Un  mocho  de  tabaco  es  un 
cabo,  una  colilla;  como  en  italiano  se  dice  mozzo.  Suárez  trae, 
a  su  vez,  el  sustantivo  mocha. 

Camote. — Suárez  trae  la  acepción  cubana:  burla  consistente  en  no 
pagar  lo  perdido  en  una  apuesta.  Camote  es  voz,  no  usada  en 
Cuba,  que  trae  el  diccionario  de  la  Academia,  significando  'ba- 
tata, y  como  derivada  del  mejicano  camotlí.  basándose  proba- 
blemente en  el  antiguo  "Vocabulario  en  lengua  castellana  y 
mexicana"  de  A.  de  Molina  (México,  1571),  repetido  por  Aeos- 
ta  y  Sahagún. 

Leo  Wiener  sostiene  que  esa  palabra  se  deriva  de  otra  que 
existía  en  Filipinas  antes  del  descubrimiento  de  América,  don- 
de, se  dice,  se  conoció  el  boniato  ó  camote,  como  puede  verse 
en  la  relación  del  viaje  de  Legazpi.  Camote,  dice  Wiener, 
es  vocablo  originario  filipino,  que  significa  "raíz."  Wiener  de- 
sarrolla una  interesante  teoría  etimológica  analizando  los  fone- 
mas que  traducen  boniato  a  través  de  los  idiomas  malayos,  ja- 
ponés, chino,  Javanés,  para  deducir  erróneamente,  a  mi  humil- 
de juicio,  que  el  boniato  ó  camiote  debió  ir  a  Filipinas  proce- 
dente de  África. 

Volviendo  al  camote  cubano,  este  vocablo  debió  formarse  de 
camelo,  chasco,  burla,  que  en  forma  aumentativa  y  peyorativa 
debió  dar  camelote;  pero  como  camelote  tenía  ya  de  antiguo 
otra  acepción  muy  diversa,  que  puede  leerse  en  el  Diccionario 
de  la  Academia;  y  acá  en  Indias,  en  toda  Tierra  Firme,  desde 
México,  a  donde  fué  llevado  el  camote  de  Filipinas  (pues  sabi- 
do es  que  desde  Nueva  España  se  colonizó  aquel  archipiélago 
oceánico),  hasta  el  Perú,  se  usaba  corrientemente  la  voz  camo- 
te para  un  comestible  de  consumo  diario,  es  de  presumir  que 
por  atracción  ó  contaminación  fonética  se  vino  a  decir  camote 
por  camelo  o  camelote. 

Rebujío. — Tabaco  rebujío  ó  rebujido,  para  escribirlo  con  una  jamás 
oída  corrección  prosódica,  dicen  los  vegueros  al  tabaco  que  se  da 
muy  raquítico. 

Cubitero. — Natural  de  la  sierra  de  Cubitos.  Véase  la  novela  román- 
tica Sab  de  la  Avellaneda.    (Cap.  IX.) 

Semiamor. — Es    palabra    que    escribió,    porque    sintió    semiamores,    so- 


tJlt     CATAÜEO    DE    CUÉAÑlsMOS  Í29 

sos  por  añadidura,  Tula  Avellaneda,  la  gran  poetisa  cubana, 
según  cuenta  en  su  autobiografía.  ¿Y  no  sería  recomendable 
aceptar  este  lindo  vocablo,  y  su  posible  derivado,  semiamorío? 
Para  significar  la  acción,  el  diccionario  trae  enamoricar 
(prendarse  levemente  y  sin  grande  empeño  de  una  persona), 
que  en  Cuba  decimos  enamoriscar.  ¿Cómo  diremos  al  sustanti- 
vo? ¿Enamoriscamiento?  Así  lo  hemos  oído  alguna  vez.  El  vo- 
cablo de  la  Avellaneda  nos  parece  más  correcto,  aunque  desu- 
sado. ¿No  habrá  que  buscar  con  qué  traducir  el  flirt  inglés? 
Fajatina. — Como  fajadura,  fajada,  fajazón  y  fajera,  acción  de  fajar 
o  fajarse.  Suárez  expone  bien  esos  vocablos.  Y  aprovechemos 
la  ocasión  para  defender  el  cubanismo  por  castizo,  copiando  a 
nuestro  compatriota  Juan  Ignacio  de  Armas.  "Fajar,  que  en 
Cuba  se  dice  por  reñir,  pelear. 

"El  lusitano   fuerte   i    esforzado, 
Puesto  que  se  sintió  mui  mal  herido, 
Nada  de  su  vigor  menoscabado, 
Fajó   con   el   gandul   embravecido." 

(Castellanos,  Elejía  11,  C.  3). 

Jarana. — Broma.  No  hay  que  llegar  en  Cuba  a  la  diversión  bulliciosa 
de  que  habla  el  Diccionario  de  la  Academia.  Se  lo  dijo  de  jarana. 

Jaranear. — Bromear. 

Piquetazo.  Piquete. — Cuervo  lo  analiza  etimológicamente,  así:  picota- 
zo,  piquete:    piquetazo. 

Abrirse. — Huir.  No  es  necesario  que  se  haga  con  disimulo,  como  dice 
Suárez.    Se   usa  en    Méjico   y   Centroamérica,    según   Gagíni. 

Chequeador. — El  que  chequea. 

Ranfla  moñuda. — Locución  para  significar  en  el  juego,  la  jugada  que 
gana  a  todos,  cobrando  todas  las  apuestas  que  hay  en  la  mesa. 
Por  extensión,  hace  ranfla  moñuda  el  que  gana  todas  las  ven- 
tajas de  un  negocio,  todas  las  posiciones  en  discusión,  todo  el 
dinero  en  caja,  etc.  La  locución  se  nos  resiste  hasta  ahora  a 
todo  intento  de  análisis  etimológico.  Indudablemente  es  anti- 
cuada y  sobrevive  por  uno  de  tantos  milagros  de  vitalidad  idio- 
mática.  Parece  que  se  deriva  de  manfla,  concubina  ó  prostituta, 
la  cual  puede,  ciertamente,  ser  moñuda.  Pero  ¿por  qué  una  ra- 
mera con  mucho  moño,  ha  venido  a  parar  en  tan  fortunada  Ju- 
gada? ¿Será  arrambla  (arrastrar  con  todo)  y  moñuda  (de  méri- 
to, de  copete)  ?  A  menos  que  sea  un  eufemismo  para  eludir  una 
voz  indecente  de  igual  desinencia,  como  suele  usarse  moño, 
algunas  veces,  por  Blasco  Ibáñez  y  otros  nada  ó  menos  literatos. 
Pudiera  ser,  porque  rambla  en  América,  según  Toro  y  Gisbert,  se 
ha  trocado  en  ranfla.  Y  moñuda,  ó  sea  que  tiene  moña  ó  moño, 
puede  querer  decir  soberbia,  sobresaliente,  ya  que  moña  en 
Colombia  es  orgullo,  altivez;   y  mo/7o  es  penacho,  moños,  darse 


130  ítebnaNdo  mtiz 

tono,  etc.  El  parentesco  hampón  de  ambas  locuciones  no  sé 
nos  oculta;  pero  de  ahí  no  pasamos. 

Tembleque. — Trémulo. 

Temblequeo. — Acción  de  temblequear. 

Plantillero. — El  que  hace  plantillas  (7a  acepción).  El  vanidoso,  echa- 
dor. 

Comelún. — Por  comilón. 

Enamoriscar. — Por  enamoricar.  Es  usual  en  Canarias. 

Escacharrar. — Escachar. 

Saltoatrás. — Por   saltatrás,  tornatrás. 

Enfrentar. — Hacer  frente.  También  se  usa  como  reflexivo.  Hay  que 
enfrentarse  con  el  problema. 

Zafar. — Desatar.  Recuérdese  que  es  voz  marinesca,  y  que,  por  tanto, 
para  zafar  una  nave  hay  que  desatar  unos  amarres,  ó  como 
aquí  decimos,  zafar  los  nudos.  Hoy  en  Cuba  nos  zafamos  hasta 
los  zapatos  y  se  nos  zafan  los  botones.  También  significa  evi- 
tar un  golpe  o  una  obligación;  y  así  decimos  que  fulano  zafó 
el   cuerpo   al   yayazo.   que  zutano   zafa  el   lomo   al   trabado,   etc. 

Tejérselas. — Huir  a  todo  correr.  La  expresión  se  la  tejió,  ó  tejérselas. 
se  refiere  a  las  piernas,  que  movidas  con  mucha  rapidez,  lle- 
gan a  entretejerse ;  y  perdónese  a  nuestro  pueblo  la  hipérbole 
que  parece  andaluza,  si  no  lo  es,  que  bien  pudiera  serlo,  de 
muy  legítimo  nacimiento. 

Salación. — Dice  Gagíni  en  su  Diccionario  de  Costarriqueñismos,  que 
"En  la  Edad  Media  ora  costumbre  sembrar  de  sal  los  terrenos 
pertenecientes  a  los  excomulgados  y  grandes  criminales:  de 
ahí  que  se  dé  a  salarse  la  acepción  de  "hacerse  desgraciado  pa- 
ra toda  la  vida,"  y  así  el  vulgo  cree  que  el  que  le  pega  a  un  sa- 
cerdote o  a  sus  padres  se  sala:'  Este  párrafo  explica,  perfecta- 
mente el  origen  histórico  de  los  vocablos  cubanismos  salación, 
salado,  salir  y  saleta.  Para  más  explicaciones  léase  nuestro  libro 
"Los  Negros  Brujos." 

Cocuyera. — La  acepción  primitiva  la  trae  Suárez.  La  derivada  es: 
lámpara  pequeña  colgante,  generalmente  compuesta  de  un  fa- 
nal con  canelones. 

Alfajor. — El  alfajor  no  es  siempre  como  define  el  Diccionario  de  la 
Academia:  pasta  de  harina  de  yuca,  papelón,  pina  y  jengibre, 
que  se  hace  en  América;  pues  aquí — véase  el  Manual  del  Coci- 
nero Criollo,  de  José  E.  Triay — se  hace  con  miel,  almendras, 
huevos,  canela,  anís,  pimienta,  ajonjolí,  malanga,  aceite  y  otros 
varios  ingredientes,  según  se  trate  de  alfajor  criollo,  roscas  de 
alfajor,  etc. 

Chilindrón. — La  Real  Academia  da  a  este  vocablo  una  acepción  úni- 
ca, minuciosamente  explicada,  que  se  desconoce  en  Cuba.  Es 
la  unión  de  la  sota,  caballo  y  rey,  en  una  mano,  como  azar  de 
un  juego  de  naipes  llamado  así. 


tTN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  ]'¿\ 

En  Cuba,  nos  dicen  unos,  que,  significa  las  visceras  comibles 
del  chivo;  y  otros  que  el  conjunto  del  chivo,  y  otros,  en  fin, 
que  el  cordero,  no  el  chivo.  De  ahí  que  se  use  el  vocablo  como 
sinónimo  de  chivo,  cuando  este  significa  chanchullo  ó  negocio 
poco  limpio.  Al  alcalde  le  gustaba  el  chüindrón.  Por  cierto, 
véase  la  curiosa  coincidencia  psicológica  a  través  de  los  ma- 
res, que  análogamente  chanchullo  se  deriva  del  suramericanismo 
chancho,  cochino,  y  significa  a  la  vez  el  ilícito  negocio  a  que 
alude  la  Academia,  y  las  tripas  del  cerdo;  por  donde  chüindrón 
es  a  chivo,  como  chanchullo  a  chancho.  Allá  a  los  que  andan 
en  malos  y  puercos  manejos  con  los  fondos  públicos,  y  aún 
con  los  privados,  los  llaman  chanchulleros,  comparando  su 
conducta  a  la  de  los  cochinos;  aquí  les  decimos,  también,  chi- 
veros, refiriéndolos  a  la  del  macho  cabrío.  Dada  la  metafórica 
e  infamante  acepción  del  nombre  de  éste,  dudamos  cual  vocablo 
de  ambos  resulte  más  ofensivo.  Nos  dicen  que  chüindrón  es 
voz  vizcaína. 

Bizcorneado. — Tuerto.  Cuervo,  que  en  Bogotá  hallaba  el  vocablo  biz- 
corneta, suponía  que  era  procedente  de  Aragón,  donde  se  dice 
bizcuemo  por  bisojo. 

Tipa. — Mujerzuela  despreciable.  Del  masculino  Upo,  en  una  acepción 
despectiva,  hemos  sacado  el  femenino  tipa,  vulgarismo  de  uso 
favorecido  por  la  frecuencia  con  que  hemos  de  acudir  a  los 
eufemismos   para  calificar  a   ciertas  mujeres.    Esa  es   una   tipa. 

Locería. — Lugar  donde  se  vende  loza,  y  conjunto  de  la  loza  del  ajuar 
casero.  No  es  inútil,  como  dice  Silva,  para  nombrar  el  conjun- 
to de  objetos  de  loza  destinados  al  ajuar  doméstico.  Acaso, 
•  decimos,  porque  si  es  verdad  que  según  el  Diccionario  de  la 
Academia,  a  ese  conjunto  se  le  llama  también  loza,  el  voca- 
blo locería  es  más  propio,  nacido  de  buena  ley,  como  gritería, 
chillería,  hembrería,  correría  y  tantos  otros  de  igual  desinen- 
cia acumulativa. 

Atropellado. — Dulce  de  guayaba  que  se  hace  echando  cascos  de  esa 
fruta  en  la  masa  o  pasta  dulce  de  la  misma,  y  agregándole  un 
poco  de  pimienta  molida,  como  se  hace  en  Camagüey.  Tene- 
mos atropellado  de  guayaba,  de  guanábana,  etc.  Se  caracteriza 
por  los  cascos  de  fruta  entre  la  masa.  Creemos  que  el  vocablo 
sea  andalucismo.  Nos  recuerda  el  zámpalo  presto,  de  Andalu- 
cía, por  su  humorismo. 

Embozado. — Plato  dulce  que  se  hace  friendo  ruedas  de  plátano,  canis- 
tel,  pomarosa,  mamey,  manzana,  etc.,  después  de  cierta  prepa- 
rado n  en  aguardiente,  envolviéndoles  en  una  pasta  de  harina 
y  huevo.  Este  es  el  embozado  de  frutas.  Lo  hay  de  crenia. 

Terijicolorao. — Aparte  la  defectuosa  prosodia  en  la  desinencia,  la  pa- 
labra es  correcta,  derivada  de  verija  y  colorado.  Se  suele  apo- 
dar así,  entre  la  muchachería  provinciana,  a  los  nativos  de  San 


132  FEÉNANDO     ÓÉTlt 

Juan   de  los  Remedios,   aludiendo  a  la  tierra  colorada  en  Que 
ésta  villa  está  ubicada. 

Cañambrule. — Aguardiente  de  caña.  Vulgarismo,  de  caña  y  orule, 
oruler,  en  francés:   arder. 

Transar. — Por  transigir.  Influjo  fonético  e  inculto  de  transigir  y  del 
vocablo  trance,  en  su  acepción  forense. 

Canoa. — Por  voz  caribe  la  tiene  el  Diccionario  Académico,  y,  general- 
mente, se  opina  que  fué  la  primera  voz  india  que  se  popularizó 
en  todo  el  viejo  mundo  hasta  hacerse  de  uso  universal.  "Wie- 
ner, aguafiestas,  cree  diversamente,  y  la  da  por  palabra-fantas- 
ma. El  13  de  Octubre  de  1492,  dice,  cuando  la  tierra  americana 
fué  vista  por  primera  vez,  el  diario  colombino  reza:  "Ellos  vi- 
nieron a  la  nao  con  almadías,  que  son  hechas  del  pié  de  un  ár- 
bol como  un  barco  luengo,  y  todo  de  un  pedazo,  etc."  En  esta 
relación  no  suena  la  palabra  canoa. 

Ese  vocablo,  almadía,  del  árabe  alma  diyalo,  es  el  usual  para 
expresar  las  canoas  negras,  y  Colón,  que  estuvo  en  Guinea,  na- 
turalmente lo  aplicó  a  los  esquifes  de  los  indios.  En  ningún 
lugar  usó  Colón  el  vocablo  canoa  en  vez  de  almadía,  salvo  una 
excepción,  a  primera  vista,  en  una  relación  del  día  17  de  Di- 
ciembre, donde  varias  veces  se  usa  la  voz  canoa. 

En  la  primera  carta,  en  latín,  sigue  diciendo  Wiener,  se  usa 
la  voz  scaphas  donde  en  castellano  dice  canoa;  y  dice  Wiener 
que  si  el  original  hubiese  dicho  canoa  así  lo  habría  dejado  el 
traductor  latino.  Tampoco  apareciera  tal  vocablo  en  el  texto 
catalán,  ni  en  el  alemán.  Por  todo  lo  cual  opina  Wiener,  apo- 
yado en  antecedentes  de  graves  incorrecciones  lexicográficas  lle- 
vadas a  las  versiones  de  la  primera  carta  de  Colón,  que  estan- 
do el  vocablo  scaphas  en  el  manuscrito,  caligráficamente  gótico, 
parecía  deber  leerse  como  canoas,  y  de  ahí  se  produjo  este 
ghQstword,  que  hoy  se  cree  que  es  históricamente  la  primera  pa- 
labra india  que  se  difundió  por  Europa.  Colón  pudo  usarla  en 
su  segundo  viaje,  por  más  que  tengamos  de  él  "ipsissima  ver- 
bar  El  vocablo  s,e  encuentra  en  varios  lenguajes  caribes,  reco- 
noce Wiener;  pero  no  en  el  puro  bakairi,  donde  estaría  si  fue- 
se realmente  caribe.  Sólo  la  encontramos  en  la  carta,  dice  Wie 
ner,  difundida  por  los  españoles.  Y  al  lector  exigente,  que  acu 
da  al  texto  interesantísimo   del   catedrático  de  Harvard. 

Encebollado. — Esta  voz  es  sustantivo,  según  el  Diccionario  de  la  Acá 
demia,  indicando  cierto  guiso.  Aquí  la  usamos  como  adjetivo 
Salsa   encebollada,   de   cebollas. 

Mollete. — Derivado  de  la  acepción  castellana,  tiene  otra  este  vocablo, 
Plato  que  se  hace  rellenando  pan  redondo  ó  de  telera,  mollete, 
con  cierto  picadillo.  También  tenemos  un  dulce  llamado  mollete 
ó   moyete  de  mamey  colorado. 

Guajiro. — El    Diccionario    de   la    Academia    dice    que    es    el    campesino 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  133 

blanco  de  la  isla  de  Cuba.  En  Cuba  tenemos  guajiros  negros;  y 
también  en  isla  de  Pinos,  digamos  de  paso,  ya  que  el  Dicciona- 
rio Académico  persiste,  como  los  rancios  colonialistas,  en  an- 
teponer siempre  al  nombre  de  nuestra  patria  el  de  isla,  prefirien- 
do así  su  carácter  geográfico  al  político.  Sin  duda  el  D.  de  la  A. 
ha  sido  sugestionado  por  la  etimología  yucateca  de  la  palabre- 
ja. Antaño  sí,  el  guajiro  era  el  blanco,  porque  el  negro  era 
esclavo;  pero  a  medida  que  el  negro  se  ha  emancipado,  tam- 
bién la  gente  de  color  se  ha  hecho  guajira.  Se  impone,  pues  la 
corrección  de  la  papeleta.  El  Diccionario  de  la  Academia  sos- 
tiene la  etimología  yucateca  del  vocablo.  Léase  lo  que  dijo  Ba- 
chiller Morales  acerca  de  este  asunto: 

"Supone  el  Sr.  Noda  que  era  el  significado  de  la  palabra  el 
de  un  rango  social  inferior  al  del  casique,  y  lo  aplica  á  los  na- 
turales de  Vuelta  de  Abajo.  Oviedo,  dice,  que  es  sinónimo  de 
casique  en  Tierra  Firme  {Sumario,  cap.  x.)  Guajiros  se  llaman 
en  Cuba  los  habitantes  del  campo  y  no  les  gusta  el  apodo,  aca- 
so porque  lo  atribuyan  á  una  acusación  de  rusticidad.  Si  gua 
es  un  artículo,  tal  vez  parezca  compuesta  la  palabra  de  gua  y 
gíbaro:  perros  gibaros,  cochinos  gibaros,  se  llaman  en  Cuba  los 
silvestres;  y  gíbaro  en  Puerto  Rico  al  hombre  campesino.  Hay 
una  nación  de  goajiros:  La  Guajira.  Si  se  cree  al  padre  Simón, 
eran:  "gente  desnuda  de  todo,  hasta  las  partes  de  la  honestidad 
que  también  traían  descubiertas  hombres  y  mujeres,  salteado- 
res y  vagamundos,  sin  poblaciones  ni  hogares  conocidos,  pues 
andan,  como  dicen,  á  noche  y  mesón,"  viven  bajo  los  árboles  y 
no  cultivan  las  tierras,  "holgazanes  por  bastarle  para  su  sus- 
tento las  frutas  de  los  árboles  que  son  muchas."  El  Padre  Si- 
món reconoce  su  valor  que  costó  caro:  "y  no  ha  habido  quien 
les  haya  puesto  coyundas  de  sumisión."  (Not.  Historiales.) 
D.  Antonio  Julián  forma  de  esa  nación  mejor  concepto:  la 
califica  de  valiente  como  su  antecesor,  pero  de  muy  civil  con 
los  extranjeros  con  quienes  comercia;  que  han  adoptado  el  ser- 
vicio de  los  caballos  de  que  tienen  velocísimos,  llamados  agui- 
lillas; no  fueron  conquistados  y  aunque  cree  que  los  no  reduci- 
dos andan  como  nuestro  padre  en  el  Paraíso,  se  visten  cuando 
bajan  á  sus  tratos  y  describe  el  traje.  Le  parecia  su  lengua  so- 
nora y  una  de  las  mejores  de  América.  Desgraciadamente  no 
presenta  más  muestra  de  ello  que  la  palabra  nape  con  que  lla- 
maban al  padre.  {Historia  de  la  Provincia  de  Santa  Marta. 
Disc,  III  y  siguientes.)  Consérvase  esa  nación  en  nuestros  dias 
y  se  le  suponen  18,000  almas  entre  Venezuela  y  Colombia:  son 
laboriosos  ganaderos,  según  Codazzi.  (Resumen  de  la  Geog.  de 
Ven...  pág.  256.)" 

"Al  publicar  Ternaux  Compans  el  manuscrito  del  sumario  de 
Oviedo,  que  antes  he  citado,  y  perteneció  á  Muñoz,  t™  'os  Non- 


134  I^BNANDO     OETIZ 

venes  Anuales  des  Yoyages  se  anota  ia  pa/mura  guagiro,  "así: 
pero  esta  palabra  la  han  d,aoptado  de  los  caribes."  Los  amagas, 
arrouges  ó  arrouakasis  (formas  diversas  de  una  palabra  como 
lo  advertimos  en  otro  artículo;)  los  galibís  ó  galibitos;  los  gua- 
hiros  ó  goagiros  me  parecen  tribus  de  la  bela  nación  caraibe." 
Esas  son  palabras,  con  excepción  de  lo  que  agrego  entre  parén- 
tesis de  Daonxion  Lavayse,  Voyage  aux  iles  L.  t.  1»,    página  287." 

Guagirería. — Conducta    inculta,    apocada,    propia    de   los   guajiros. 

Pataletear. — Tener  pataletas. 

Acordonar. — Aquí  lo  suelen  decir  los  guajiros  cuando  preparan  un 
terreno  para  siembra  de  hortaliza.  Estoy  acordonando  para 
malanga. 

Peludo. — Suele  aplicarse  a  los  guajiros  montunos,  en  algunos  pue- 
blos del  interior,  desde  tiempo  anterior  al  heroico  de  los 
poilus. 

Borra. — Por  antonomasia,  los  residuos  del  café  después  de  colado.  La 
borra  es  buena  para  los  pobres. 

Traspatio. — Las  casas  de  Cuba,  y  del  resto  de  las  viejas  ciudades  con- 
tinentales, tienen  patio  y  traspatio,  ó  patio  de  atrás,  el  último 
patio  de  los  dos  con  que  cuentan.  Entre  el  patio,  que  es  el  prin 
cipal,  recuerdo  del  andaluz,  y  el  traspatio,  suele  estar  el  come- 
dor. 

Poca. — Traducción  de  la  voz  inglesa  pocTcer.  El  juego  de  la  poca.  El 
género  no  lo  tenemos  aún  bien  determinado  y  solemos  decir 
un  poca  o   una  poca,  indistintamente. 

Guacarnaco. — Tonto,  imbécil.  Guacaraca  es  voz  indoJantillana,  que 
según  Pedro  Mártir  de  Anglería,  era  una  especie  de  raíz  ali- 
menticia que  comían  los  indios".  Siendo  así,  decirle  a  uno  gua- 
carnaco será  como  decirle  ñame,  ó  cosa  de  poco    más  ó  menos. 

Guafe. — Pequeño  muelle  ó  tablado  sobre  el  mar.  Añade  Zayas,  dán- 
dola como  indiana:  "probablemente  la  letra  F,  se  ha  introdu- 
cido en  este  vocablo  sustituyendo  erróneamente  a  otra."  Nada 
de  eso.  Cuervo,  varios  lustros  antes  de  escribir  Zayas,  ya  había 
dicho  que  procede  del  inglés  ivharf,  y...  pax  Christi.  No  fueron 
siboneyes,  tainos  ni  caribes  los  que  nos  la  legaron,  sino  piratas 
ó   filibusteros  de  muy   distinto  linaje. 

Mamey. — Voz  india,  dice  el  Diccionario  de  la  Academia.  Debió  decir 
indoantillana,  ó,  por  seguir  la  momenclatura  que  le  es  habi- 
tual, caribe  ó  haitiana,  porque  el  vocablo  es  de  Sto.  Domingo, 
de  la  antigua  Española.  Bien  claramente  dijo  Oviedo:  "uno  de 
los  más  hermosos  árboles  que  puede  haber  en  el  mundo.... 
esta  fruta  es  la  mejor  que  hay  en  esta  Isla  Española"  (I.  pág. 
305):  y  Las  Casas  añadió:  "...fruta  que  los  indios  llamaban  ma- 
meyes; es  en  olor  y  sabor  fruta  de  reyes"  (Apologética,  pág.  13.) 

Caimito. — Bien  expuesto  por  Suárez.  Traemos  esta  voz  al  mamotre 
to  para  reclamar  su  inmediata  inclusión  en  el  Diccionario  de  la 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  135 

Academia.  Hace  cuatro  siglos  que  el  vocablo  corre  por  esos 
mundos.  Véase  en  la  Apologética  del  P.  Las  Casas,  (cap.  XIII) 
quien  la  da  como  india;  y  de  él  la  copiaría  el  P.  Cobo  en  su 
Historia  del  'Nuevo  Mundo.  Y  antes  la  escribió  Oviedo,  dedican- 
do un  capítulo  (Cap.  III  Lib.  VII)  a  ese  fruto.  En  Cuba  le  te- 
nemos todavía,  repetidas  veces,  en  la  toponimia  geográfica,  y 
su   uso,  como   especie  botánica  y   fruta  apetitosa,  es   constante. 

Cocuyo. — La  Academia  no  reconoce  el  origen  indiano  que  muchos  le 
atribuyen.  Quizá  tenga  razón.  Armas  hace  tiempo  creía  que 
tal  palabra  provenía  de  cucullus,  latín.  Es  posible.  Cucullus, 
fué  la  parte  del  vestido  que  se  ponía  sobre  la  cabeza,  y  al  cu- 
clillo, por  tener  un  copete  en  la  cabeza,  se  le  llamó  cuculus. 
Acaso  algún  frailuco  al  ver  la  misteriosa  fosforescencia  sobre 
la  cabeza  del  cocuyo  ó  cucuyo,  como  también  se  dice,  así  lo  lla- 
mó. Quizás  una  originaria  voz  indígena,  cucu.  u  otra  análoga,  se 
transformó  por   atracción   fonética  del   latín. 

Recogedor. — Véase   manga.    Mejor    debiera   haberse    dicho:    recogedero. 

Cogedor. — Hoy  vocablo  que  se  dice  a  mala  parte,  antaño  era  el  que 
ogaño  llamaríamos  recaudador  de  impuestos.  Así.  en  unos  do- 
cumentos de  1493,  recopilados  por  el  famoso  cervantófilo  Dr. 
Thebussem,  (Segunda  Relación  de  Artículos)  se  dice  de  un  tal 
Diego  Rois,  que  era  "fiel  é  cogedor"  en  Medina  Sidonia  de  la 
renta  del  almojarifazgo.  ¡Fiel  y  cogedor!,  no  podría  decirse 
hoy  día  en  esta  Antilla  ni  jugando  del  vocablo. 

Bracear. — Nadar  sacando  los  brazos  del  agua.  Por  extensión,  abrirse 
paso  con  los  brazos,  entre  la  multitud. 

Ferryboat. — Diremos  como  el  acucioso  Selva,  en  su  Guía  del  buen 
decir,  copiándolo:  "Hemos  inaugurado  el  primer  ferryboat : 
pero  se  pronuncia  de  manera  tal  esta  voz,  que  ni  resulta  inglesa, 
ni  de  lengua  alguna;  ¿por  qué  no  escribir  y  leer  derechamente 
ferrobote,  como  corresponde  en  buen  castellano?"  Realmente, 
si  ya  tenemos  el  vocablo  ferrocarril  ¿por  qué  reparar  en  el  fe- 
rrobote, máxime,  cuando,  al  fin  y  al  cabo,  no  parece  sino  una  feliz 
combinación  de  ferrocarril  y  de  bote?  Si  a  analizar  fuéramos, 
habiéndose  olvidado  su  probable  origen,  del  apellido  inglés  Ferry. 
la  voz  no  sería  del  todo  apropiada,  porque  ferrobote.  querría 
decir  bote  de  hierro,  y  así  lo  son  muchos  vapores,  casi  todos; 
y  el  ferryboat  es  la  embarcación  construida  exprofeso  para 
transportar  carros  cargados,  vehículos  y  hasta  vagones  ó  coches 
de  ferrocarril,  llevándose  sobre  unas  vías  ó  ferrocarriles  tendidos 
en  su  interior.  Lo  característico  no  sería,  pues,  el  ferro,  sino  el 
carril.  Ello,  y  la  circunstancia  de  que  bote  es  en  castellano  un  pe- 
queño esquife,  nos  llevarán  a  pensar  con  rigor  en  un  posible  carri- 
nave.  ó,  cuando  más,  en  un  carribote,  pero  no  los  creemos  verosí- 
miles, por  más  que  el  carrinave  nos  parezca  acuñado  de  buena  ley. 
Ei  ferrobote  es  de  más  fácil  circulación  y  aceptable  por  todos 


1 36  FERNANDO     OETIZ 

prontamente,  por  fuerza  de  la  presión  fonética  del  anglicismo. 
En  Cuba,  como  en  la  Argentina,  parece  muy  admisible.  El  ca- 
rrinave  sería  un  cultismo,  y  el  ferrobote,  un  barbarismo  acaso, 
pero,  y  precisamente  por  ello,  el  uso  de  éste  cundiría  mucho  más. 

Asiento. — Los  asientos  de  esclavos  eran  los  contratos  de  derecho  pú- 
blico, que  celebraban  los  reyes  de  España  para  conceder  el  pri- 
vilegio temporal  de  la  trata  negrera,  a  ciertos  mercaderes,  por 
lo  común  flamencos  y  genoveses. 

Guásima. — Gaazuma  escribieron  Oviedo  y  Las  Casas,  atribuyéndole  la 
voz  a  los  indios;  pero,  como  dice  Suárez,  ahora  nadie  pronun- 
cia así.  Esta  voz  debiera,  también,  constar  en  el  Diccionario  de 
la  Academia,   con  tanto  ó  más  derecho  que  otras. 

Hamaca. — El  Diccionario  de  la  Academia  dice  que  esta  voz  proviene 
del  holandés  hangmat,  cama  suspendida.  Oviedo  dice  terminan- 
temente que  los  indios  de  la  Española  llamaban  hamaca  a  sus 
camas,  y  las  describe  de  esta  manera: 

"Una  manta  texida  en  partes  y  en  partes  abierta,  á  escaques 
cruzados  hecha  red,  porque  sea  mas  fresca,  y  es  de  algodón  hi- 
lado (de  mano  de  las  indias),  la  qual  tiene  de.. luengo  diez  ó 
doce  palmos  y  mas  ó  menos  y  del  ancho  que  quieren  que  tenga. 
De  los  extremos  desta  manta  están  asidos,  é  penden  muchos  hi- 
los de  cabuya  ó  de  henequén  (de  los  quales  hilos  se  dirá  ade»- 
lante  en  el  capítulo  X  del  libro  VII).  Aquestos  hilos  ó  cuerdas 
son  postizos  é  luengos,  é  vánse  á  concluir  cada  uno  por  sí  en 
el  extremo  ó  cabos  de  la  hamaca,  desde  un  trancahilo  (de  donde 
parten),  que  está  fecho  como  una  empulguera  de  una  cuerda 
de  ballesta,  é  assi  la  guarnescen,  asidos  al  ancho  de  cornijal  á 
cornijal,  en  el  extremo  de  la  hamaca.  A  los  quales  trancahilos 
ponen  sendas  sogas  de  algodón  ó  de  cabuya  bien  fechas  ó  del 
gordcr  que  quieren:  á  las  quales  ?ogas  llaman  hicos.  porque  Meo 
quiere  degir  lo  mismo  que  soga,  ó  cuerda;  y  el  un  hico  atan  á 
un  árbol  ó  poste  y  el  otro  al  otro,  y  queda  en  el  ayre  la  hamaca, 
tan  alta  del  suelo  como  la  quieren  poner.  E  son  buenas  camas 
é  limpias,  é  como  la  tierra  es  templada  no  hay  nesgessidad  de 
ropa  alguna  engima,  salvo  si  no  están  á  par  de  algunas  monta- 
ñas de  sierras  altas,  donde  haga  frió:  é  como  son  anchas  é  las 
cuelgan  floxas,  porque  sean  mas  blandas,  siempre  sobra  ropa 
de  la  misma  hamaca,  si  la  quieren  tener  engima  de  algunos  do- 
bleges  della.  Pero  si  en  casa  duermen,  sirven  ios  po^te  ó  estan- 
tes del  buhio,  en  lugar  de  árboles,  para  colgar  esta"  ha  oía  cas  ó 
camas:  é  si  hage  frió  se  ponen  algunas  brasas  sin  llama  debaxo 
la  hamaca,  en  tierra  ó  por  allí  gerca,  para  se  calentar.  Pero  en 
la  verdad  al  que  no  es  acostumbrado  de  tales  camas,  no  son 
apagibles,  si  no  son  muy  anchas;  porque  están  la  cabeza  é  los 
pies  del  que  duerme  en  ellas,  altos  y  los  lomos  baxos  y  el  hom- 
bre enarcado,  y  es  quebrantado  dormitorio;   pero  guando  tienen 


UN  CATAURO  DE  CUBANISMOS  13? 

buena  anchura,  échanse  en  la  mitad  dellas  de  través,  y  assi  es- 
tá igual  toda  la  persona." 

"Para  en  el  campo,  y  en  especial  donde  oviere  arboledas  para 
las  colgar,  me  paresge  que  es  la  mejor  manera  de  camas  que 
puede  ser  entre  gente  de  guerra;  porque  es  portátil,  é~  un  mu- 
chacho se  la  lleva  só  el  brazo,  y  el  de  caballo  por  caparazón  ó 
coxin  de  silla.  Y  en  los  exérgitos  no  serian  poco  provechosas  en 
España  é  Italia  é  otras  partes,  porque  no  adolesgerian  ni  mo- 
rirían tantos,  por  dormir  en  tierra  en  los  inviernos  é  tiempos 
tempestuosos.  Y  llévanlas  en  estas  partes  é  Indias  los  hombres 
de  guerra  dentro  de  unas  gestas  con  sus  tapadores  ligeros,  que 
acá  se  llaman  havas,  y  en  otras  partes  destas  Indias  se  digen 
patacas,  segund  se  dirá  adelante,  las  quales  hagen  de  los  oihaos. 
é  assi  van  guardadas  é  limpias;  é  no  duerme  la  gente  en  tierra 
tendidos,  como  en  los  reales  de  los  chripstianos  se  hage  en  Eu- 
ropa é  África  é  otras  partes.  Y  si  acá  esto  no  sel  higiesse,  pOr 
ser  la  tierra  tan  húmeda,  seria  mayor  peligro  este  que  la  mis- 
ma guerra;  é  si  la  he  sabido  dar  á  entender,  esta  cama  es  desta 
manera  que  aqui   está  pintada." 

Opinamos  que  la  etimología  holandesa  es  aventurada.  No 
creemos  que  en  los  tiempos  de  Oviedo,  pudiera  éste  conocer  las 
voces  holandesas,  si  es  que  entonces  ya  tenían  tal  aplicación 
y  se  conocía  el  objeto;  lo  cual  no  parece  deducirse  de  la  satis- 
facción con  que  Oviedo  describe  las  hamacas  y  las  recomienda 
a  los  ejércitos  europeos.  Los  demás  historiadores  de  Indias  si- 
guen, a  Oviedo. 
Macana. — Voz  mejicana,  dice  el  Diccionario  de  la  Academia.  Fernan- 
do de  Colón  y  B.  de  las  Casas  opinaron  hace  siglos  que  era  voz 
de  la  Isla  Española.  (Apologética,  pág.  38).  Oviedo  (1.  pág.  334) 
usa  el  vocablo,  pero  no  lo  atribuye  a  los  indios.  Gomara  sigue 
a  Las  Casas;  (pág.  173)  "que  llaman  macanas."  dice.  No  falta 
quien  crea  que  es  voz  castellana.  Esta  opinión  acaba  de  ser 
apoyada  por  Leo  Wiener,  con  los  siguientes  argumentos.  Es  voz 
que  se  difundió  por  toda  América  y  viene  atribuida  como  india 
y  propia  del  lenguaje  de  diferentes  pueblos  indígenas  de  Améri- 
ca. Pedro  Martyr  la  atribuye  a  los  del  Darién.  Garcilazo  de  la 
Vega  la  supone  peruana,  de  los  inca13.  Pedro  Cieza  de  León  dice 
que  es  propia  de  los  indios  del  Cauca.  Cabeza  de  Vaca  la  con- 
cede a  los  guaraníes  del  Plata.  Un  vocabulario  chileno,  de  1642. 
trae  la  palabreja.  Añade  Wiener  nue  fué  palabra  española  y 
portuguesa,  maca,  macan,  maza,  cachiporra,  clave;  y  que  se 
encuentra  en  el  viejo  español  como  magaña,  mazana,  porra. 
prominencia,  bulto  "knoo",  ya  en  el  siglo  XII.  Cita  al  efecto,  un 
texto  de  "Fuentes  para  la  Historia  de  Castilla  por  los  P.  P.  Be- 
nedictinos de  Silos — (Madrid.  1907 — Vol.  II.  p.  52)  .  Cree  que  se 
deriva  a  su  vez  de  manzana.  6  sea  del  latín  matiana.  La  pala- 


138  FERNANDO    OBTIZ 

bra  fué  tomada,  dice  Wiener,  por  Colón  de  la  traducción  espa- 
ñola ó  portuguesa  de  Mareo  Polo,  donde  éste  dice  que  los  japo- 
neses no  podían  ser  muertos  con  espada,  por  mor  de  un  hechi- 
zo, sino  con  clavas  de  madera.  La  traducción  francesa  dijo: 
il  les  font  amazer  con  maque.  "Con  mazze"  dice  el  texto  italiano. 

May  orear. —Función  del  mayor  o  mayoral.  Se  aplica  en  el  campo  a 
cualquier  jefe,  como  capataz  de  cuadrilla  de  peones,  jefe  de  una 
familia  etc.  Adviértese  que  ya  la  voz  mayor  no  se  usa  sino  ra- 
ramente, como  antaño,  en  el  sentido  de  jefe  de  alguna  agrupa- 
ción o  cuerpo. 

Morrocoyo. — Bien  definida  por  el  Diccionario  de  la  Academia,  y  por 
Suárez.  Etimología  castellana,  no  caribe.  De  morro. 

Enaguas.— ~No  entremos  en  definiciones,  pero  por  amor  de  Dios  que 
sea,  señores  académicos,  no  digáis  que  este  vocablo  procede 
del  mejicano.  No.  Si  es  voz  cubana  y  tan  cubana,  que  fué  uno 
de  los  más  sonados  cuoanismos  coloniales,  que  dejó  de  serlo,  no 
por  haberse  descubierto  una  ascendencia  mejicana,  (¿azteca, 
náhuatl,  ó  de  que  otra  parte  de  Méjico?,  porque  el  lenguaje  me- 
jicano no  existe  como  unidad  filológica),  sino  porque  pasaron 
las  naguas  a  ser  vestidas  allende  el  mar,  y  su  uso,  como  su  vo- 
cablo, se  extendió  por  todas  las  Españas.  Zayas  que  ahora,  en 
esta  papeleta  de  su  Lexicografía  Antillana,  tiene  razón  de  so- 
bra, escribe  lo  siguiente,  que  dado  lo  patriótico  de  la  reivindica- 
ción de  las  naguas,  nos  permitimos  reproducir:  "Naguas. — En 
este  vocablo  se  halla  el  origen  de  la  palabra  enaguas,  tan  usa- 
da en  España  y  países  hispanoamericanos  para  designar  la  saya 
interior,  o  que  debajo  del  vestido  llevan  las  mujeres," 

"Todos  los  autores  han  escrito  esta  voz,  terminándola  en 
una  S,  y  todos  los  que  describen  las  Naguas,  convienen  en  que 
eran  faldas  de  algodón,  atadas  a  la  cintura,  y  que  llegaban  has- 
ta las  rodillas,  y  muchos  aseveran  que  no  era  prenda  propia 
de  doncellas." 

"Dice  Encizo:  "Usan  las  mujeres  unas  que  llaman  naguas,  fe- 
chas de  manera  que  las  toman  del  cinto  a  la  rodilla,  y  las  vír- 
genes andan  como  nacen." 

"Casas  se  expresa  así:  "Medias  faldillas  de  algodón  blancas, 
y  muy  labradas,  en  la  tejedura  dellas,  que  llamaban  naguas,  que 
les  cubrían  desde  la  cintura  hasta  media  pierna."  Antes  había 
manifestado  que  "las  mujeres  doncellas  tampoco  traían  ni  cu- 
brían cosa,  solo  las  corruptas  o  dueñas  se  cubrían  las  vergüen- 
zas, o  con  ciertas  faldetas  bien  hechas  y  labradas  de  tela  de 
algodón,  que  les  tomaban  desde  el  ombligo  hasta  medio  mus- 
lo...". 

"Bernal  Díaz  del  Castillo,  refiriéndose  a  los  indios  de  Cuba, 
dice  que  las  mujeres  llevaban  "unas  ropas  de  algodón  que  llar 
maban  naguas". 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  ]39 

"Los  españoles  consideraron  cosa  de  valor  las  naguas,  y  así 
vemos  que  entre  los  tributos  que  en  Nueva  España  se  pagaban 
a  Cortés,  figuran:  "Veinte  naguas  e  veinte  camisas  ricas".  En 
la  "Relación  de  oro  y  joyas  que  el  Señor  Almirante  ha  recibido 
después  que  el  Receptor  Sebastian  de  Ocaña  partió  para  Casti- 
lla, desde  10  de  Marzo  de  1495",  se  incluyen  hasta  58  naguas. 
"En  el  testamento  del  Conquistador  de  Cuba  Diego  Velázquez, 
otorgado  en  Santiago  en  1524,  se  encuentra  por  primera  vez 
empleada  la  palabra  enaguas.  En  cuanto  a  la  postrera  vez  que 
se  ha  usado  la  voz  naguas,  en  el  concepto  original,  ha  sido  en 
el  poema  "Espejo  de  paciencia",  escrito  por  Silvestre  de  Balboa, 
vecino  de  Puerto  Príncipe  (Camagüey)  en  1608.  El  tema  del 
poeta  fué  el  secuestro  del  Obispo  Fray  Juan  de  las  Cabezas  Al- 
tamirano,  en  Yara,  por  el  pirata  Gilberto  Girón,  y  para  recibir 
al  pastor  rescatado,  las  Amadriades 

"Bajaron  de  los  árboles   en  naguas." 

Rajarse. — Desdecirse  de  un  compromiso,   huir  de  un  aprieto. 

Acriollarse. — Como  aplatanarse,  adaptarse  al  ambiente  y  costumbres 
criollas. 

Caieaje.— Conjunto  de  caicos.  Zayas,  que  sin  duda  sabe  lo  que  signi- 
fica Caicaje,  dice  así: 

"Finca  rústica  próxima  a  Placetas,  provincia  de  Santa  Clara, 
Cuba." 

"Esta  palabra  es  derivada  de  caico,  que  significa  arrecife  a 
flor  de  agua,  siendo  de  advertir  que  dicha  finca  está  muy  sem- 
brada de  rocas,  de  las  llamadas  "diente  de  perro". 

Cambute.— Zayac  recuerda  este  vocablo  de  la  toponimia  de  la  provin- 
cia de  la  Habana,  y  lo  supone  antillano,  pero  la  palabra  está 
en  el  Diccionario  de  la  Academia,  con  significado  botánico  ex- 
tendido en  toda  la  América  tropical,  (probable  derivación  de 
cambur,  otra  planta).  Suárez  cita  como  cubanismo  cambutera. 
Gagini,  que  presenta  el  vocablo  como  costarriqueñismo,  lo  supo- 
ne portugués,   pero   no   analiza  esa  etimología,   ni  la   demuestra. 

Trenista. — Dueño  de  un  tren,  en  la  acepción  cubana.  Fulano  era  tre- 
nista de  coches.  Los  trenistas  de  lavado  suben  el  precio. 

Papa. — Según  el  P.  B.  Cobo  en  su  Historia  del  Nuevo  Mundo  (Libro 
IV — Cap.  XIII)  así  llamaban  los  indios  quichuas  a  las  batatas 
de  la  Isla  Española,  hoy  patatas.  No  sería,  pues,  exacta,  la  eti- 
mología latina  que   trae   el   Diccionario  de  la  Academia. 

Patata. — Voz  americana,  dice  el  Diccionario  de  la  Academia.  En  cam- 
bio, aquí  en  América,  la  tenemos  por  hispanismo.  Véase  la  voz 
batata,   en   este   mamotreto.   En  América   decimos   papa. 

Arepa. — Zayas  la  propone  como  antillana;  la  Academia  de  la  Lengua, 
como   traída  del   cumanagoto  erepa,   maíz. 

Baquiano. — Suárez   hace   bien   en   no   darla   como   voz   cubana,   aunque 


140  FERNANDO     ORTI2 

Zayas  la  incluye  en  su  lexicografía.  El  Diccionario  de  la  aca- 
demia la  trae,  derivada  del  latín,  sin  duda.  La  usaron,  sin  sub- 
rayar, todos  los  cronistas  del  Nuevo  Mundo. 
Cabuya. — El  Diccionario  de  la  Academia  se  corrije,  dando  en  su  fé 
de  erratas  cabuya  (voz  caribe)  por  cabulla  (de  cabo).  Hace 
años  dijo  Armas  que  cabulla  era  voz  marinera,  significando  el 
enredo  y  confusión  de  cabos,  en  la  cubierta  de  la  nave,  en  vir- 
tud de  la  desinencia  ulla,  que  expresa  desorden,  como  en  pa- 
trulla y  garulla.  Según  los  cronistas  de  Indias,  aquí  se  usó  des- 
de los  primeros  tiempos. 

Caney. — Dice  el  Diccionario  de  la  Academia  que  es  voz  taina.  Esto 
es  demasiada  especificación.  Mejor  sería  decir  indoantillana. 
La  segunda  acepción  es  errónea.  Bien  harán  los  académicos 
en  leer  a  Oviedo,  en  su  Historia  General  y  Natural  de  Indias, 
(Libro  VI.  Cap.  I),  quien  les  dirá  lo  que  era  un  caney.  A  los 
montículos  con  yacimientos  de  indios,  se  les  dice  aún  hoy  día, 
caneyes  de  muertos. 

Comején. — Bien  podría  decir  el  Diccionario  de  la  Academia  que  es 
voz  indoantillana.  Véase  a  Oviedo.  I.  pág.  452. 

Farola. — Por  faro.  La  farola  del  Morro.  Jamás  decimos  los  cubanos: 
El  faro  del  Morro. 

Puerta  de  golpe. — Cancilla.  Se  llamó  así  porque  se  cierra  de  golpe, 
del  que  da  al  cerrarse,  sin  más  trabajo  ni  artificio.  En  Cuba 
hemos  elevado  la  dicción  a  la  toponimia  geográfica.  Puerta  de 
golpe  es  población  cubana. 

Conuco. — No  creemos  que  sea  voz  indoantillana  aunque  digan  que  lo 
dijo  Oviedo,  y  lo  dijera  realmente  Fray  Bartolomé  de  las  Ca- 
sas. Otros,  como  Pichardo,  están  inclinados  a  tenerla  por  afri- 
cana; y  Wiener  lo  asegura.  Y  otros,  en  fin,  con  Armas,  cree- 
mos que  es  voz  castiza  (de  cono  con-uco)  con  desinencia  di- 
minutiva, como  de  cayo,  cayuco,  de  jara,  jaruco,  etc  De  todo 
ello  se  tratará  ampliamente  en  otra  ocasión,  en  nuestro  voca- 
bulario de  africanismos,  porque  no  falta  quien  asegure  que  es 
negroafricana  la  tan  llevada  y  traída  palabreja.   (1) 

Macuto. — Saco  largo  y  estrecho  y,  por  extensión,  envoltorio  de  la  ha- 
maca y  ropa  que  lleva  al  hombro  el  jornalero.  Pero  esta  pala- 
bra tiene  otra  acepción  análoga,  anterior,  de  la  cual  proviene 
la  expuesta.  Esciibió  Pichardo:  "Especie  de  saco  largo  y  an- 
gosto, tejido  de  guano."  Dice  Zayas  en  su  Lexicografía  Anti- 
llana: "Una  jaba,  o  cesto,  formado  do  hojas  de  palmera  entreteji- 


(1)  Véase  en  "Cuba  Contemporánea"  nuestro  articulo:  KI  vocablo  "co- 
nuco", que  se  reproducirá  en  nuestro  próximo  libro  Los  africanismos  de  nues- 
tro lenguaje,  t 


ttií  Catauro  de  cubanismos  141 

das.  El  macuto  es  largo  y  estrecho,  cerrado  uno  de  sus  extre- 
mos y  con  tapa  por  el  otro,  o  cuerdas  que,  al  apretarse,  unen 
sus  bordes".  La  Academia  lo  da  como  voz  caribe,  aplicada  sola- 
mente a  cosa  análoga  que  se  usa  en  Venezuela.  ¿Será  voz  ca- 
ribe, como  quieren  la  Academia  y  otros?  Permítasenos  la  duda. 
Más  bien  parece  una  simple  variante  de  macona,  ó  sea  de  la  voz 
castiza,  que  significa  en  castellano,  precisamente,  canasta  gran- 
de. Por  otra  parte,  la  idea  del  macuto  está  unida  a  la  de  per- 
sonajes y  cosas  del  hampa  colonial.  Así  vemos,  macuto,  en  Ve 
nezuela,  cesto  de  pordioseros;  macutero,  en  Méjico,  ladrón,  ra- 
tero, (¿porque  llevaba  macuto?) ;  macuco,  en  Chile,  taimado,  pi- 
caro; macuito,  en  Perú,  negro;  macuquero,  minero  clandesti- 
no; macuquino,  peso  ó  moneda  recortado,  esquinado,  deficien- 
te; los  cuales  vocablos  no  están  reñidos  con  la  idea  de  maco- 
na, ó  banasta  grande,  antes,  al  contrario,  ya  se  sabe  que  una 
banasta  así,  o  macuto,  la  usaban  los  pordioseros  de  Venezuela; 
y  probablemente  los  macuteros  ó  rateros  de  Méjico.  Y  de  ma- 
cuto á  macuito.  macuco,  macuquero  y  macuquino,  la  trans- 
formación es  ya  psicológicamente  fácil.  Si  leemos  la  defini- 
ción del  macuto,  que  dá  Zayas,  la  que  da  la  Academia,  y  la  que 
de  la  banasta  da  ésta,  observaremos  como  en  las  tres  se  da  como 
característica  que  sea  un  cesto  tejido,  de  cañas  de  mimbres  ó 
listas  de  madera,  ó  de  hojas  de  palmera,  cosas  similares  y  sus- 
titutivas  unas  de  otras,  según  los  países.  Y  de  macona,  banas- 
ta grande,  se  hizo  por  los  pobladores,  al  encontrar  cierta  ba- 
nasta pequeña  en  estas  Indias,  tejida  por  los  aborígenes:  ma- 
cuto; cambiando  la  desinencia  aumentativa  ona.  por  la  diminu- 
tiva y  despectiva  uto,  la  misma  que  de  caño  deriva  cañuto,  de 
corno,  cornuto,  de  largo,  langaruto,  etc.;  no  siendo  más  abun- 
dantemente prolífica  porque  esa  t  intervocal  ha  sido  suavizada 
por  el  pueblo  castellano  trocándola  siempre  en  d,  (vida  por 
vita,,  ruda  por  ruta,  etc.) ;  explicándose,  no  obstante,  esas  de- 
sinencias en  uto  del  castellano  del  siglo  XVI  por  la  influencia 
del  italiano,  principalmente,  o  por  supervivencia  arcaica.  Y 
ya  en  andanzas  etimológicas,  ascendamos  hasta  el  latín,  y  ha- 
llaremos la  raiz  de  mac-ona  y  mac-uto,  en  macula,  malla,  red, 
urdimbre,  como  las  de  las  banastas,  sean  grandes  ó  maconas, 
sean  chicas  o  macutos. 
Jaruco. — Merengue  hecho  con  clara  de  huevo,  azúcar  y  miel  de  abeja, 
con  mucho  punto.  Acaso  proceda  de  Jaruco,  antigua  población 
y  puerto  de  Cuba,  ya  citado  en  1517  por  el  historiador  Bernal 
Díaz  del  Castillo.  A  su  vez,  Jaruco  procede  de  jara,  árbol 
muy  abundante  en  Cuba,  especialmente  en  la  región  central. 
Jaruco  sería  un  dimniutivo  y  despectivo  de  jara,  como  de  ca- 
yo, cayuco;  de  jaba,  jabuco,  etc.  Pero,  sépase  que  la  voz  jara 
no   es   caribe,   sino   bien   castiza,   anterior   al   descubrimiento   de 


\i'l  FERNANDO   ORTÍZ 

las  Indias  Occidentales.  "En  un  baile  fondo,  escuro,  apartado,— - 
espeso  de  xaras,  sonné  que  andava",  se  lee  en  la  Reuelación  de 
vn  hermitanno,   que,  con  otros   escritos  sueltos  anteriores  al  si- 
glo  XV,   trae   Alemany   en   su   Estudio   elemental   de   Gramática 
histórica  de  la  lengua  castellana. 
Cairo. — Define  bien  Suárez,  tomándolo  de  Zayas.   Pero  no  nos  conven- 
ce  el   indigenismo   de  la   palabreja.    Parécenos    pariente   cercano 
de  cairel,  por  su  significación  y  fonetismo. 
Seboruco. — Buena,   1h   explicación   de   Suáre?.    Además:    bruto,   ignoran- 
te.  Zayas   da  el  vocablo   como  antillano,   porque  lo  trae  Bernal 
Díaz  del  Castillo;  pero  el  propio  lexicógrafo  reconoce  que  la  raíz 
indígena  es  ciba,  piedra.   Veo  es,  repetimos  una  vez  más,  sufijo 
despectivo.  Zayas  se'  empeña  en  creer  que  neo  es  desinencia  in- 
dígena que  acaso  indique  aumento.    (¡)    No.  Es  castellanísima,  ó 
es  disminutiva   (como  en  cayuco)   ó  es  despectiva,  en  cuyo  caso 
puede  compaginarse  con  un   aumentativo    (como  en  jabuco.)    De 
ciba  deben  de  provenir   cibú.   eibuco  y  cibucán,  voces   de  Haití 
y  de  Boriquén. 
Babunuco. — Especie   de    almohadilla,    o    rodete,    para   llevar   carga   so- 
bre la  cabeza.  Zayas  la  cree  antillana.  No  creemos  que  lo  sean 
todas   esas  voces  usadas   en   Cuba  con  la  muy   castiza   desinen- 
cia en   uco,   (como  Jaruco.  Jabuco.  Conuco,  Seboruco,  etc).  aun- 
que Zayas  las  dé     como  tales.    Babunuco,    salvo  más    fundada 
opinión,   procede   de    bamboneo,   que   según   el    Diccionai'o   de   la 
Academia,    equivalía    antaño    a    bamboleo:    movimiento    de    una 
cosa  a  un  lado  y  otro  ¿in  perder  el  sitio  en  que  está.  El  bamt- 
bonuco,   después   babonuco.  garantiza  precisamente  el   bamboneo 
de  lo  que  se  carga  sobre  la  cabeza. 
Botella. — Bien    definido   por    Suárez,   y   bien   dicho,    al   añadir   que   "es 
modismo  nacido   durante  el   gobierno   del  Gral.   Menocal",   cuan- 
do   las    sinecuras    y     destinos   sin    trabajo    se     prodigaron    a   los 
paniaguados  y  cortesanos,  hasta  lo  inverosímil,  con  grave  daño 
del  tesoro  público  y  de  la  Nación.  Pero  la  voz,  en  acepción  pa- 
recida, se  venía  usando  de  tiempo  atrás,  para  expresar  la  con- 
dición de  las  personas  que  entraban   en   un   espectáculo  sin  pa- 
gar, o  "de   botella".  Ignoramos  el  origen  de  tal  acepción;    pero 
de  la  abusadora  plaga  de  botelleros  en  los  espectáculos  de  Cuba 
sabemos  que,  junto  con  cosas  mejores,  y  aun  con  otras  peores, 
nos  vinieron  de  la  Madre  Patria  Andalucía.  Ya  en  1604,  los  fa- 
randuleros del   Viaje  Entretenido  de  Agustín  de  Rojas,  se  que- 
jaban de  esta  suerte:    "¿Pues  si  eso  no  fuera,  había  otra  para 
la   comedia   como   Sevilla?   Porque   de   tres   partes  de  gente,   es 
la  una,  los  que  entran  sin  pagar,  así  valientes  como  del  barrio. 
Y   estorbárselo,   no  tiene   remedio."   El   comediante  compuso  una 
saladísima   loa  a  los  bravucones   y  sabrosones   que   no  pagaban 
y  hablaban  mal  de  la  comedia,  y  de  loa  honrados  espectadores 


ttNT    CATAURO    DE    CUBANISMOS  l43 

que  pagaban,  cual  era  su  deber:  "no  solo  quien  no  paga  se 
contenta, — dice — 'con  hacernos  tan  sólo  un  solo  daño,  sino 
que  quien  lo  escucha  se  deshonra,—  y  toma  el  no  pagar  por  pun- 
to de  honra".  Y  aún,  tras  la  loa,  platican  los  cómicos  diciendo: 
'Pero'  lo  que  espanta  en  Sevilla  es  que  haya  tanta  justicia,  y 
no  tenga  remedio  esto  de  la  cobranza.  Muchas  diligencias  se 
han  hecho  y  no  han  aprovechado,  porque  el  hombre  que  acos- 
tumbra a  entrar  de  balde,  si  le  hacen  pedazos,  no  han  de  po- 
der resistirle.  Muchos  autores  lo  han  querido  llevar  coon  rigor, 
y  no  es  posible.  Antes  si  riñen  con  uno  es  peor.  Porque  ha  de 
entra.r  aquel  con  quien  riñen  y  otros  veinte  que  a  hacer  las 
amistades  se  ofrecen."  Han  pasado  más  de  tres  siglos,  y  en 
Cuba  seguimos  como   en   Sevilla. 

Y  vaya  de  cuento.  La  primera  botella  que  hubo  en  Cuba,  di- 
ríamos la  semilla,  que  tan  delictuosa  floración  alcanzó  bajo 
el  gobierno  del  Presidente  Menocal,  sembróse  ha  muy  cerca  de 
cuatro  centurias  en  tierra  sevillana,  al  concederse  a  Don  Fer- 
nando Colón,  el  hijo  predilecto  del  descubridor  y  notable  cro- 
nista, quien  ya  cerca  de  la  fosa  obtuvo  del  favor  real,  por  no 
ser  bastantes  otros  beneficios  y  honras,  "una  pensión  de  qui- 
nientos pesos  anuales  sobre  la  isla  de  Cuba,"  según  cuenta  el 
autor  del  estudio  biográfico  que  precede  a  la  edición  de  1892  de 
la  "Historia  del  Almirante  Don  Cristóbal  Colón'',  debida  a  la 
pluma  de  tan  ilustre  botellero.  ¡Si  como  él  hubiesen  sido  los 
que  después  gozaron  de  tal  favor! 
Bejuco. — Lo  dan  por  vocablo  indígena,  pero  no  podemos  menos  de  im- 
pugnarlo como  tal,  pues  desconfiamos  siempre  de  esos  ueos  ca- 
ribes. Realmente,  así  como  creemos  castizos  y  bien  castizos 
Jarueo.  Jabuco,  Conuco.  Seboruco  y  otros  que  por  indianos  sue- 
len tenerse,  dando  sus  probables  raíces  etimológicas,  porque 
en  esto  de  las  etimologías  Cuervo  nos  enseñó  su  escepticismo; 
quisiéramos  tener  por  cristiano  el  bejuco.  Hemos  de  intentarlo 
dando  dos  hipótesis,  aun  a  trueque  de  pasar  por  atrevidos.  Se- 
gún se  puede  ver  en  las  viejas  crónicas,  los  indios  antillanos 
se  teñían  el  cuerpo  cuando  iban  para  la  guerra,  con  dos 
tintes,  uno  rojo  y  otro  negro,  a  girones,  como  dice  el  P.  Las 
Casas.  El  unto  rojo,  que  era  el  usual  para  librarse  de  mosqui 
tos  y  jejenes,  lo  sacaban  de  la  bija,  planta  que  también  les  ser 
vía  de  medicinal,  por  cocción  de  su  fruto.  El  tinte  negro,  según 
el  Ldo.  Echagoian,  que  copia  Zayas,  se  extrae  de  la  raiz  de  eier 
to  bejuco,  como  de  la  infusión  de  ciertos  bejucos,  al  decir  de 
P.  Las  Casas,  extraían  un  purgante  "para  males  de  flema'' 
Pues  bien,  no  dudemos  que  bejuco  sea  voz  usada  por  lo*s  indios 
según  el  P.  Las  Casas;  pero,  ¿no  pudieron  inventarla  los  espa- 
ñoles, añadiendo  a  la  medicinal  bija  del  tinte  rojo,  la  desig- 
nación   diminutiva   despectiva   uco,   para    expresar    el   medicinal 


144  Fernando   obtí¿ 

bejuco,  del  tinte  negro.  Según  Bachiller  y  Morales,  se  pronun- 
cia el  vocablo  indistintamente,  bejuco  ó  bijuco.  ¿Pura  fantasía 
etimológica? 

Intentemos  otra  etimología,  aunque   análoga,   más   precisa. 

Las  Casas  escribe:  "llamábanle  los  indios  bexucv,  la  penúl- 
tima sílaba  luenga".  Antes  dijo  Oviedo:  "e  atañías  muy  bien 
con  bexucos,  que  son  unas  venas  o  correas  redondas  que  se 
crían  revueltas  a  los  árboles,  y  también  colgando  de  ellos,  co- 
mo la  correhuela."  El  P.  Cobo,  aunque  ya  este  escritor  no  es  au- 
toridad para  el  caso,  dice:  "Los  indios  de  la  Isla  Española  da- 
ban nombre  de  Vejteco,  etc."  Lo  que  más  llamaba  la  atención 
de  los  españoles,  como  en  los  cronistas  puede  leerse,  era  la  fa- 
cilidad con  que  los  bejucos  sirven  de  sogas  o  cordeles,  y  el  prin- 
cipal uso  que  de  ellos  hacían  los  indios,  ó  sea  para  atar  las  ca- 
ñas o  cujes  con  que  construían  sus  caneyes  y  bohíos.  Y  lo  usa- 
ban, en  esta  su  especial  arquitectura,  para  ligar  las  hojas  con 
que  hacían  la  cobija  de  sus  casas,  ó  sean  las  hojas  de  bijao. 

¿Qué  era  el  bijao?  Lo  dice  Oviedo:  "Las  hojas  de¡  estos  bi- 
haos  son  muy  luengas  y  anchas,  y  echan  unos  tallos  en  la  mi- 
tad, y  alrededor  del  tallo  están  las  hojas  que  suben  desde  el 
pié  del  tallo.  Destas  hojas  e  bihaos  se  sirven  mucho  los  indios, 
en  especial  en  la  Tierra  Firme;  porque  con  estas  hojas  cubren 
algunas  casas,  y  es  buena  de  cubrir  é  más  limpia  que  la  de  la 
paja,  é  más  hermosa  por  de  dentro  de  la  casa.  Quando  llueve, 
pónense  los  indios  estas  hojas  sobre  las  cabezas,  acertándose 
donde  las  hay  ó  topándolas,  ampáranse  del  agua  con  ellos,  como 
lo  harían  con  un  sombrero.  De  la  corteza  de  un  tallo  que  echan 
en  medio  (o  astil  que  nace  entre  las  hojas)  hacen  unas  cestas 
que  llaman  havas",  etc.  El  P.  Cobo  añade:  (Tomo  1,  pág.  370) 
que  sus  flores  son  coloradas,  y  que  en  sus  hojas  envuelven  los 
indios  los  tamales  y  mercancías.  Los  colonizadores,  pues,  que 
conocieron  los  bijaos,  tallos,  con  cuyas  cortezas,  y  cascaras  cur- 
vadas y  retorcidas  se  hacían  por  los  indios  cestas  o  jabas,  bien 
pudieron  llamar  bijucos,  y  después  bejucos,  soldando  el  diminu- 
tivo ó  despectivo  uco  al  bijao,  así  bij-uco,  a  las  correhuelas,  que 
semejaban  al  bijao,  y  que,  juntamente  con  las  hojas  del  bijao 
servían  para  cobijar  los  bohíos  y  caneyes  de  los  indios.  La  raiz 
sería,  pues,  india;  pero  no  el  sufijo  que  le  sirve  de  terminación. 

Por  más  que  no  falten  aun  dudas  acerca  del  indianismo 
del  vocablo  bijao.  Veamos.  Oviedo  dice,  al  descubrir  los  bijaos, 
que  "ninguna  fructa  echan  de  comer,  sino  ciertas  cosas  assí 
mesmas  é  no  á  otra  alguna  semejantes  é  muy  coloradas  esas 
fructas."  De  lo  cual  parece  deducirse  que  esa  planta  ó  tallo 
se  llamó  bijao,  ó  sea  embijao,  ó  embijado,  por  tener  sus  frutas 
el  color  de  la  bija,  que,  como  sabe  el  lector,  era  aquel  tinte  ro- 
jo con   que  se  teñían  los   indios.  Hasta  aquí,  el  proceso  étimo- 


ÜN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  145 

lógico  nada  tiene  de  nuevo;  siempre  seguirá  siendo  india  la 
raíz,  bija,  ahora,  en  vez  de  bijao.  Pero  es  el  caso  que  del  origen 
indoantillano  de  bija,  ó  bixa,  como  aún  dice  Oviedo,  no  se  tie- 
ne tampoco  seguridad  absoluta,  no  obstante  que  Las  Casas  se 
la  atribuya,  como  tantas  otras,  a  los  indígenas,  y  en  esto  lo 
siga  la  Academia,   que  llama  "caribe"  a  esa  voz. 

El  jesuíta  Bernabé  Cobo  en  su  Historia  del  Nuevo  Mundo  al 
hablar  del  achiote,  que  así  se  llamó  la  bija  fuera  de  estas  An- 
tillas, dice:  "Con  él  solían  los  indios  untarse  el  cuerpo,  que 
ellos  llaman  embijarse,  y  por  eso  en  algunas  partes  llaman  vija 
a  esta  planta."  Este  parrafito  parece  demostrar  la  ingenuidad 
lexicológica  de  los  cronistas  de  Indias,  al  llegar  a  atribuir  el 
vocablo  embijarse  (sic)  a  los  indios,  y  el  origen  castellano,  por 
nosotros  propuesto,  del  vocablo  bijao  (embijado),  contradiciendo 
a  otros,  no  menos  ingenuos  historiadores,  como  Oviedo.  Y  a  este 
párrafo  del  P.  Cobo,  le  anota  al  pié  el  erudito  Marcos  Jiménez 
de  la  Espada,  como  sigue:  "Dudo  que  bija  y  embijarse  sean  pa- 
labras de  procedencia  indiana;  porque  recuerdo  haber  leído  en 
algún  MS.  anterior  al  descubrimiento  del  Nuevo  Mundo,  "color 
bixio",  por  cárdeno,  rojizo  ó  amoratado.  Y  esta  nota  (aun- 
que es  de  lamentar  no  esté  documentada)  basta  para  echar  por 
tierra  la  etimología  académica,  basada  en  Las  Casas,  que  en 
estas  materias,  y  acaso  en  otra:,  dio  alas  a  su  fantasía  y  come- 
tió imperdonables  yerros  y  ligerezas.  El  propio  Oviedo  dice: 
"solían  teñirse  con  cierto  ungüento  de  color  bixio  ó  colorado." 
No  creemos  que  merezca  los  honores  del  debate,  la  etimología 
que  trae  Armas,  de  bajo,  corrupción  de   bajueo. 

Decididamente,  esos  ucos  antillanos  no  logran  convencernos 
de  su  prosapia  caribe;  más  bien  parecen  nacidos  en  Santander 
y  llevados  a  Indias  por  los  andaluces,  que  con  los  montañeses 
tuvieron  antaño,  y  tienen  aun,  especiales  relaciones  por  la  fre- 
cuente inmigración  de  aquéllos  a  las  tierras  más  soleadas.  Esos 
conucos,  seborucos  y  jarucos,  semejan  vocablos  de  El  sabor  de  la 
tierruca,  de  Sotíleza.  de  Peñas  Arriba  y  de  otras,  tantas  obras 
maestras  de  Pereda,  más  que  del  habla  de  los  aborígenes  de  es- 
tas islas.  De  la  antigua  habla  de  Castilla  algunos  ucos  logra- 
ron personalidad  propia,  que  les  conserva  el  Diccionario,  como 
hayuco  (fruto  del  haya),  almendruco  (fruto  verde  del  almen- 
dro), abejaruco,  etc.  De  esa  fuente  castiza  provienen  los  ucos 
antillanos. 
Caico. — Arrecife  al  ras  de  agua.  Zayas  la  supone  indígena.  Nos  parece 
turca,  de  caique,  esquife  destinado  al  servicio  de  las  galeras. 
Lo  poco  que  sobresalen  los  caicos  del  agua,  pudo  hacerlos  compa- 
rar a  pequeñas  embarcaciones,  por  su  tamaño  y  figura.  Coll  y 
Tosté  supone  que  se  deriva  de  cayo.  ¿No  será  más  claro,  lo  con- 
trario, por  más  que  la  Academia,  dice  que  viene  del  alto  alemán? 


I4t>  FÉBÑATÍDO     OtíTl¿ 

Creemos  que  sí.  De  caico,  por  su  significado  originario  de  eá- 
quife  (caique),  se  formó  el  diminutivo  cayuco  (cal-u-co)  que 
hoy  está  en  el  Diccionario  de  la  Academia,  con  la  primitiva 
acepción  turquesca  de  caique  o  caico;  y  fué  también  cayuco  el 
nombre  de  un  pequeño  arrecife  o  peñasco,  y  perdiendo  el  sufijo 
diminutivo  o  despectivo,  reapareció  en  cayo  la  antigua  forma 
caico,  para  significar  el  islote  bajo  y  arenoso  de  nuestros  mares. 
De  modo  que  varias  formaciones  paralelas,  caico  y  cayo,  han 
querido  decir  a  la  vez  el  escollo,  ó  peña  que  sobresale  poco  del 
agua  y  el  pequeño  barquichuelo  que  le  sirve  de  comparación. 

Cayuco. — Son  usadas  las  dos  acepciones  que  traen,  una  la  Academia  y 
otra  Suárez.  Además,  se  dice  del  individuo  cabezón,  testarudo  y 
de  la  cabeza  grande,  cayuca.  Zayas  lo  incluye  en  su  lexicografía 
antillana,  cuando  cayo  no  es  antillano  indígena,  y  uco  es  cas- 
tellano puro.  Lo  mismo  sucede  con  caoyuco,  un  riachuelo  de 
Puerto  Rico.  Lo  citamos  aquí,  aun  cuando  no  debiéramos  ha- 
cerlo, para  tener  ocasión  de  negar  su  aborigenismo.  sostenido 
por  Zayas.  Oviedo  lo  llama  así,  pero  también  lo  llama  Cauyo; 
lo  que  corrobora  nuestra  tesis:  los  vocablos  en  neo  ó  son  casti- 
zos castellanos,  ó  lo  es  siempre,  cuando  menos,  la  desinencia 
diminutiva   o   despectiva. 

Arcabuco. — Lugar  cubierto  de  malezas  y  breñas.  Así  dice  hoy  la  Aca- 
demia. Antes  de  la  14?  edición  del  diccionario,  decía  que  era 
americanismo.  Zayas,  aunque  confiesa  que  ignora  la  proceden- 
cia del  vocablo,  lo  incluye  en  su  Lexicografía  Antillana.  Dice 
así,  tomando  datos  de  Bachiller  y  Morales,  en  su  "Cuba  Primi- 
tiva": "Ignoramos  la  procedencia  de  este  vocablo,  no  usado  por 
los  españoles  antes  del  descubrimiento  de  América,  y  frecuente- 
mente empleado  en  relatos  acerca  de  sus  incursiones  y  con- 
quistas en  el  nuevo  mundo.  Pudiera  ser  antillano  si  se  con- 
sidera que  de  la  Española  llevaron  los  conquistadores  el  co- 
nocimiento de  vocablos,  que  emplearon  después  y  que  en  Cu- 
ba también  se  aplicó  esta  palabra  desde  temprano." 

"La  Academia  de  la  Lengua  Española  la  califica  de  america- 
nismo; la  Enciclopedia  de  Seguí  dice  es  americanismo  del  Río 
de  la  Plata;  y  la  de  Espasa  expresa  que  es  vocablo  de  la  len- 
gua aimarú,  o  sea  de  los  indios  bolivianos,  y  que  significa  mon- 
taña poblada  de  árboles." 

"De  las  numerosas  citas  del  uso  de  esta  voz  que  pudiéramos 
hacer,  tomamos  las  siguientes:  "Un  hoyuelo  pequeño  en  un 
arcabuco."  "Toda  tierra  muy  llana. . .  e  sin  arcabucos.''  (Re- 
lación de  Gaspar  de  Espinosa,  Alcalde  Mayor  de  Castilla  del 
Oro.  1516.)  "Fué  acordado  que  rompiésemos  un  arcabuco  de 
monte  de  cañaverales."  "Dejaron  hecha  una  celada  de  siete 
españoles  metidos  en  el  arcabuco^  "Cierta  gente  de  la  natural 
que  estaba  rancheada  en  los  arcabucos."  "E  hallaron  un  arca- 


UN  CATAURO  DE  CUBANISMOS  Í4? 

buco   de   raices    muy   peligrosas."    (Relación   del    descubrimiento 
de  Antiochía,  por  Jorge  Robledo.  1540.)*' 

"En  un  documento  redactado  en  la  Habana  sobre  el  saqueo  y 
destrucción  do  la  ciudad  por  el  pirata  Jacques  de  Sores,  en  1555, 
leemos:  "Una  senda  que  estaba  en  el  monte  por  los  arcabucos 
hasta  llegar  a  esta  villa."  "Saltó  en  tierra  en  el  arcabuco  que 
está  a  esta  otra  parte  de  la  villa." 

"En  un  acta  del  Ayuntamiento  de  la  Habana,  de  9  de  sep- 
tiembre de  1569  se  emplea  esta  palabra  con  referencia  a  las 
malezas  y  breñas  que  existían  donde  hoy  el  barrio  del  Vedado, 
y  ocultaban  la  ciudad  a  la  vista  de  los  corsarios  o  piratas  que 
infectaban  estos  mares." 

Si  no  se  da  etimología  valedera,  permítasenos  aventurar  una, 
del  árabe  alcabo.  bóveda,  (por  alcabo,  diminutivo  castellanizado 
alcabuco,  como  de  aljaba,  jaba,  jabuco)  que  dio  alcobar  y  alcoba. 
y  que  se  aplicó  por  los  marinos  del  descubrimiento  y  pobladores 
andaluces  a  los  enmarañados  cayos  de  monte  firme  de  Cuba  vir- 
gen, que  formaban  y  forman  aún,  donde  subsisten  libres  de  las 
tumbas,  verdaderas  bóvedas  con  su  ramaje.  Y  si  no  gusta  la  ará- 
biga procedencia,  venga  otra  que  sea  católica,  porque  si  fuese 
caribe  sería  igualmente  infiel. 
Baliareque  ó  bajareque. — Se  tiene  esta  voz  por  antillana.  Todos  los 
lexicógrafos  cubanos,  exceptuando  Armas,  la  creen  tal.  La  pa- 
labreja se  ha  extendido  por  el  Continente,  hasta  el  Perú,  lo 
cual  no  basta  para  afirmar  su  antillanismo.  Hoy  la  da  co- 
mo costarriqueñismo  Gagini.  Por  ser  muy  interesante  a  nues- 
tro objeto  copiamos  lo  que  éste  dice: 

"Bajareque. — Según  Armas  (Orig .  del  leng .  criollo)  es  voz 
de  origen  castellano  y  debe  pronunciarse  pajareque." 

"Picón  define  así  el  pajareque:  "Cañizo,  o  lo  que  es  lo  mismo, 
pared  o  tapia  hecha  de  horcones  y  de  cañas  bravas  que  se  ama- 
rran con  bejuco,  se  rellenan  con  piedras  y  con  tierra  y  so  aljo- 
rozan o  empañetan  con  barro". 

"En  C.  R.  hay  bajareque  de  cañas  y  bajareque  de  reglas;  y  a 
causa  de  los  temblores,  es  construcción  muy  generalizada,  así 
en  el  campo  como  en  las  ciudades.  Las  personas  remilgadas  pro- 
nuncian bahareque.  La  etimología  atrás  apuntada  es  correcta, 
a  juicio  de  varios  escritores  centro  y  sudamericanos,  como  MiL 
chelena,  Membreño,  etc.;  aunque  no  faltan  razones  para  creer 
que  es  voz  Indígena.  La  Acad.  había  dado  cabida  a  bajareque 
en  la  11.a  edic.  del  Dic;  pero  suprimió  este  término  en 
la  12.a  En  una  relación  del  pueblo  de  Ocelotepeque  del  año  1609 
se  lee  bareque  (v.  Doc.  de  América  y  Oceanía.  t.  IX,  p.  207)." 

Añadamos  que  ambas  formas  son  aun  conservadas,  como  en 
el  resto  de  Hispanoamérica,  en  Cuba,  y  Suárez  cree  que  baja- 
reque  es   corrupción   de    bahareque,   aunque,  llevado  por  los   an- 


Í48  Fernando    óütü 

teriores,  supone  que  ésta  es  voz  indígena.  La  Academia  sólo  da 
de  nuevo,  en  la  14a  edición,  la  primera  forma,  como  cubanismo, 
desconociendo  la  segunda  que   es   anterior. 

Armas,  nuestro  rebelde  compatriota,  opinaba  que  era  voz 
castellana,  derivada  de  pajareque.  No  convence,  por  más  que,  a 
nuestro  pobre  juicio,  acertaba  cuando  se  negaba  a  reconocer  el 
origen  indio  del  vocablo.  Estimamos  que  el  vocablo  no  es  sino 
una  corrupción  de  la  voz  castiza,  que  aun  conserva  la  Aca- 
demia: albareque,  "red  parecida  al  sardinal".  ¿Y  qué  es  el  sar- 
dinal? Dice  el  propio  diccionario:  "red  que  se  mantiene  entre 
dos  aguas  en  posición  vertical  para  que  se  enmallen  en  ella  las 
sardinas".  Pues  bien,  de  esa  red  vertical  ó  aloareque,  proviene 
el  bajareque.  El  proceso  fonético  es  el  que  sigue:  í°  albahareque 
voz  árabe;  2o  supresión  del  artículo  al.  prefijo,  y  queda  el 
bahareque  cubano,  cambiado  por  aspiración  popular  de  la  h,  en 
bajareque ;  3?  allá  en  España,  suprimida  la  h  aspirada  y  recorta- 
da la  a.  se  llegaría  sin  dificultad  al  breve  bareque,  que  por  man- 
tener el  al  árabe  sigue  siendo  albareque  con  los  bonores  del 
diccionario. 

Recuérdese  como  se  construía  el  bahareque  o  caney  de  los  in- 
dios: con  cañas  tejidas  con  bejucos;  y  ese  tejido  recordó  a  los 
conquistadores  el  de  la  red  vertical  del  albahareque,  que  la 
chusma  marinesca  conoció  en  las  costas  hispanas,  acaso  en  las 
famosas  Almadrabas  de  Zahara,  universidad  de  los  picaros 
de  aquellos  tiempos.  La  voz  se  mantiene  en  la  Argentina,  siendo 
según  Toro  y  Gisbert,  sinónima  de  quincha,  zarzo  de  juncos, 
pared  de  caña  y  palos.  El  diccionario  de  la  Sociedad  de  Litera- 
tos, dice  con  más  detalle:  "bahareque:  pared  hecha  de  palos 
hincados  entretejidos  en  cañas  y  barro,  y  a  veces  con  solo  ca- 
ñas." En  fin,  recuérdese  como,  según  Gagini,  en  1609  se  decía 
en  el  Continente  bareque,  simplemente,  que  con  el  artículo  al 
adherido  como  prefijo,  nos  da  el  albareque,  puro  y  lozano,  del 
diccionario  académico.  El  albareque,  bahareque  ó  bajareque  es, 
pues,  propiamente,  el  tejido  de  cujes  y  cañas,  para  el  emba- 
barrado. 

Cristóbal  Colón  encontró  los  bohíos  cubanos  de  vara  en  tie- 
rra, como  hoy  decimos,  hechos  de  hojas  ctíT  palma,  a  dos  aguas 
y  dijo,  según  Las  Casas,  en  su  Relación  del  Primer  Viaje,  que 
eran  las  casas  indias  "hechas  a  manera  de  alfaneques,  muy 
grandes",  es  decir  como  tiendas  de  campaña,  pues  "parecían 
tiendas  en  real  sin  concierto  de  calles".  Pues,  los  españoles,  al 
ver  los  bohíos  de  embarrado,  hechos  con  barro  seco  sostenido 
por  una  armazón  de  cujes  y  "redes  de  hilo  de  palma  y  corde- 
les", como  los  que  halló  Colón  al  desembarcar  en  Cuba  por  pri- 
mera   vez,    debieron   pensar    con    igual    criterio    comparativo    y 


UN  CATAUBO  DE  CUBANISMOS  149 

analógico,  que  tales  habitaciones  eran  "hechas  a  manera  de 
alvareques,  ó  redes  de  pesca  en  las  almadrabas;  y  quedó,  por 
analogía,  aceptada  la  palabreja. 
Batata. — Dice  el  Diccionario  de  la  Academia  que  esta  voz  procede  de 
patata,  y  que  ésta  es  americana.  Al  revés,  sería  decir  mejor: 
patata,  de  batata,  y  ésta  antillana,  o  caribe  como  suele  decir 
el  Léxico  académico.  Los  historiadores  de  Indias  traen  la  voz 
batata.  Véase  a  Oviedo  (T°.  1.  pág.  273)  ;  "Batata  es  un  grand 
mantenimiento",  etc.  Lo  mismo,  en  Fr.  B.  de  las  Casas  (Cap. 
X)  :  "Hay  otras  raíces,  que  llamaron  los  indios  ajes  y  batatas,'' 
etc.  También  en  Pedro  Martyr  de  Anglería:  (Dec.  II.  Lib.  X. 
Cap.  I)  "Cavan  también  de  la  tierra  unas  raíces,  que  nacen  na- 
turalmente, y  los  indígenas  llaman  batatas...  etc."  Igual,  en 
Gomara:  (pág.  167)...  y  las  batatas,  que  son  raíces  dulces." 
El  vocablo,  siendo  antillano,  fué  conocido  por  los  españoles, 
cuando  estos  adoptaron  la  voz  patata,  y  aplicado  a  una  esperte 
de  boniato.  Así  se  deduce  de  la  Historia  del  Nuevo  Mundo  por 
el  P.  Bernabé  Cobo  (Libro  IV.  Cap.  VIII).  El  propio  jesuíta 
nos  habla  de  las  papas,  que  así  se  llamaron  en  el  Perú  las  ba>- 
tatas  o  patatas  (Cap.  XIII).  Cobo  tenía  esa  voz  por  quichua, 
lo  cual  desmentiría  la  etimología  académica. 

La  voz  patata  debió  de  nacer  (ya  se  usó  en  1555,  en  la  colec- 
ción de  refranes  de  Griego)  por  refundición  fonética  de  dos  vo- 
ces indianas  para  igual  objeto:  batata  y  papa.  Esto  aparte,  la 
confusión  que  tuvieron  los  españoles  en  la  nomenclatura  de 
las  cosas  de  Indias,  especialmente  de  los  comestibles,  puede 
observarse  en  todos  los  cronistas  é  historiadores  del  siglo  XVI. 
Aún  hoy  se  discute  que  fueron  los  ajes,  boniatos,  batatas,  ñames 
y  otras  especies. 

Armas  opinaba  que  de  la  voz  árabe  bad.  piedra,  con  el  sufijo 
ata.  que  llama  burlesco,  se  hizo  por  los  conquistadores  la  voz 
batata,  como  de  cosa,  cosiata.  aun  usada  en  Costa  Firme.  En 
Cuba  tendríamos  aun  bachata,  recholata,  y  con  terminación 
masculina,  boniato,    (antes  boniata,)    zocato,  etc. 

Cacalote. — Dulce  de  maiz  tostado,  con  azúcar  y  miel  de  abejas.  Pa- 
rece de  procedencia  mejicana,  y  no   es  muy  usado. 

Canuco. — Dice  bien  Suárez.  Se  oye  a  menudo  en  Cuba  para  signifi- 
car algo  canoso.  ¿Habrá  quien  pretenda  que  es  voz  indígena, 
por  su  desinencia,  seboruco,   bejuco   o  conuco? 

Arrimo. — Dice  el  Dic.  de  la  Acá.  en  su  acepción  4?:  "Pared  sobre 
que  no  carga  peso".  En  Cuba  se  llama  arrimo  a  la  pared  me- 
dianera a  la  que  se  arrima  la  nueva  construcción.  O  también 
el   derecho    de   medianería.    Le   cobré    los   arrimos. 

Atesar. — 'Este  vocablo  de  la  marinería  aun  suele  usarse  entre  cuba- 
nos.  Poner  tirante  una  soga  o  cordel.    Y  entre  campesinos  he- 


150  FERNANDO     OBTIZ 

mos  oído  decir,  en  sentido  figurado,  atesar  por  cohibir,  im- 
pedir, poner  freno  a  los  actos  de  un  sujeto.  A  Catalino  lo  te- 
nían atesado,  hay  que  atesarlo. 
Austriacante. — Así  se  designó  a  los  cubanos  que  hacían  política  con 
los  partidos  españoles  en  Cuba,  y  en  contra  de  las  aspiracio- 
nes nacionalistas.  El  vocablo  fué  importado  de  Italia,  del  vo- 
cabulario político  italiano  cuando  sus  luchas  por  la  libertad 
del  yugo  austríaco.  Allí  eran  austriacanti  los  que  no  parti- 
cipaban de  los  anhelos  patriotas  de  los  Mazzini  y  los  Cavour. 
El  vocablo  ha  caído  en  desuso. 
Pampaniya. — Este  vocablo  no  se  usa  actualmente  en  Cuba;  pero  es 
de  creer  que  aun  se  mantiene  en  el  resto  de  América  donde 
haya  indios  salvajes.  Pero  Zayas  lo  da  como  indoantillano.  Y 
no  lo  es.  Queremos  aprovechar  la  oportunidad  que  esta  pala- 
brita nos  brinda  para  demostrar  a  los  sibone-yistas,  como  es 
peligroso  tomar  por  aborígenes  ciertas  voces,  sólo  porque  nos 
las  han  transmitido  los  historiadores,  hasta  indicando  a  veces 
que  los  indios  las  usaban  así;  cuando  lo  cierto  es,  en  la  ma- 
yoría de  los  casos,  que  fueron  vocablos  traídos  por  los  descu- 
bridores, bien  de  raíces  árabe?.,  entonces  frescas  en  la  memo- 
ria por  su  contacto  constante  con  los  recién  expulsados  mo- 
ros, y  con  moriscos,  berberiscos  y  gente  de  igual  jaez;  bien 
de  las  costas  africanas  recorridas  por  ellos,  por  Colón  inclu- 
sive, antes  de  venir  a  las  Indias;  bien  inventadas  de  raiz.  El 
caso  de  la  pampaniya  es  evidente.  Dice  Zayas:  "De  las  varias 
descripciones  hechas,  se  deduce  que  la  Pampaniya  era  un  ob- 
jeto destinado  a  cubrir  la  parte  genital  de  lasi  mujeres,  col- 
gando de  un  cordón  que  las  ceñía  la  cintura,  del  tamaño  de 
una  mano,  o  menos,  y  forma  de  hoja  de  árbol;  se  hacía  de 
algodón  sin  hilar,  o  burdamente  tejido,  o  de  hojas  o  corteza 
de  ciertas  plantas,  'y  se  adornaba  así  como  el  cinto,  con  pie- 
drecillas  de   varios  colores." 

"He   aquí    algunas   referencias   a    la   Pampaniya." 

"Cristóbal  Colón  en  su  Diario  expresa  que  "Las  mujeres  traen 
una  cosa  de  algodón,  solamente  tan  grande  que  les  cubre  su 
natura   y    no   mas". 

"Bernáldez,  hablando  de  un  cacique  de  Cuba  y  de  su  comiti- 
va, que  solicitaron  acompañar  a  Colón  dice:  "Su  mujer  venia 
adornada  desnuda,  salvo  un  solo  lugar  de  su  miembro  que  de 
una  cosilla  de  algodón  no  mayor  de  una  hoja  de  naranjo,  te- 
nia tapado". 

"El  mismo  autor  describe  la  Pampaniya  de  la  hija  de  un  ca- 
cique: "Un  cordón  del  que  pendía  una  cosa  de  hechura  de 
yedra,  de  piedras  verdes  y  coloradas  pegadas  sobre  algodón; 
el   cordón   era  de  piedras  negras  muy   menudas". 

"Encizo,  en  su  "Suma  de  Geografía",  dice  que  la  mujer  que 


UN    CATAUEO    DE    CUBANISMOS  151 

no  es  doncella,  "si  no  tiene  naguas,  ponese  una  hoja  atada 
con  unas  cuerdas  de  algodón  con  que  se  cubre...  y  llaman  a 
aquella   hoja   pampaniya". 

"Oviedo  manifiesta:  "Pampaniya,  ques  un  pedazo  de  lienzo 
u    otra   tela,    tamaño   como    una  mano". 

"Por  último,  en  una  Relación  de  la  Provincia  de  Costa  Ri- 
ca, del  año  1566,  se  expone:  que  "Los  demás  indios  andan  des- 
nudos, que  sino  con  algunas  pampaniyas.  de  corteza  de  arbo- 
les,  con  que   se  tapan...    no  tienen   otra  cosa". 

Obsérvese  como  hasta  uno  de  los  historiadores,  Encizo,  pa- 
rece decir  que  los  indios  llaman  pampaniya.  En  otros  dan  la 
voz  como  americanismo.  Pues  bien,  pampaniya  no  puede  ser 
más  castiza,  diminutivo  de  pámpana,  hoja  de  la  vid.  Hasta 
el  Diccionario  de  la  Academia  trae  la  voz  pampanilla,  tapa- 
rrabo, y  añade:  "por  alusión  a  la  hoja  de  parra  con  que  se  cu- 
brieron nuestros  primeros  padres".  Véase  hasta  que  punto  se 
nos  dan  por  vírgenes  voces  siboneyes,  viejas  y  resobadas  pa- 
labras castellanas,  de  casta  latina,  casi  al  desnudo,  sin  pám- 
pana que  cubra  púdicamente  la  paradisíaca  ingenuidad  filoló- 
gica. 
Cuba. — El  erudito  profesor  de  Harvard  Leo  Wiener  acaba  de  dar 
una  teoría  etimológica  del  nombre  geográfico  de  nuestra  pa- 
tia,  que  contradice'  la  opinión,  hasta  ahora  unánime,  de  que 
Cuba  es  vocablo  antillano.  Wiener  cree  que  no,  y  razona  co- 
mo sigue.  De  la  "Relación  del  primer  viaje  de  Colón  para  el 
descubrimiento  de  las  Indias"  extracta  este  párrafo,  refirién- 
dolo al  21  de  Octubre  de  1492: 

"Yo  quería  henchir  aquí  toda  la  vasija  de  los  navios  de 
agua;  por  ende  si  el  tiempo  me  da  lugar  luego  me  partiré  a 
rodear  esta  isla  fasta  que  yo  haya  lengua  con  este  Rey,  y 
ver  si  puedo  haber  del  el  oro  que  dijo  que  trae  y  después  par- 
tir para  otra  isla  grande  mucho,  que  creo  que  debe  ser  Ci- 
pango,  según  las  señas  que  me  dan  estos  indios  quef  yo  trai- 
'go,  a  lo  cual  ellos  llaman  Colba  (1),  en  la  cual  dicen  que  ha 
naos  y  mareantes  muchos  y  muy  grandes,  y  de  esta  isla  otra 
que  llaman  Bossio  (2),  que  también  dicen  qués  muy  grande, 
y  a  las  otras  que  son  entremedio  veré  así  de  pasada,  y  se- 
gún yo  fallare  recaudo   de   oro   o  especería  determinaré  lo   que 


< 1  )  Parece  error  en  el  original  por  Cuba,  como  se  comprueba  más 
adelante. — Navarrete. 

(2)  Acaso  Bohío,  como  dice  después. — Navarrete.  Además  esta  pa- 
labra parece  escrita  diversamente  según  la  interpretación  que  ha  mere- 
cido el  signo  caligráfico  correspondiente  a  la  ese  prolongada  que  usara  Co- 
lón, que  unos  han  tomado  por  ese  como  hizo  Las  Casas,  y  otros  por  jota, 
por  lo  que  Navarrete  dice  en  nota  a  esta  voz :  "acaso  bohío,  cjomo  d'iae 
después" — (Nota  de   F.   O.) 


152  FEBNANDO     OETIZ  ■> 

he  de  facer.  Más  todavía  tengo  determinado  de  ir  a  la  tierra 
firme  y  a  la  ciudad  de  Guisay,  y  dar  las  cartas  de  vuestras 
Altezas  al  Gran  Can,  y  pedir  respuestas  y  vehir  en  ella." 

Wiener  sigue  diciendo:  "Podemos  aquí  afirmar,  sin  circun- 
loquios que  Colón  mentía  cada  vez  que  decía  que  los  indios 
que  él  había  tratado  le  dijeron  tal  o  cual  cosa.  Cuando  más 
ellos  repetirían  las  palabras  que  Colón  profería,  y  es  claro 
que  él  les  preguntó  por  Cipango.  Lo  que  aconteció  fué  lo  si- 
guiente. Colón  no  logró  encontrar  a  Cipango,  donde  él  la  ha- 
bía emplazado.  Observó  varios  mapas  y  vio  que  estaba  diver- 
samente situada  y  con  distinto©  nombres.  Fra  Mauro  la  llamó 
Capangu.  Albertino  de  Virga  la  tituló  Caparu.  En  los  ma- 
nuscritos italianos  de  Marco  Polo  se  lee  Zipagu,  ZÁpangu,  Zi- 
bagun,  Gunpangue,  Gipangu,  Caparun  y  Capangu,  el  cual  de- 
bió derivarse  de  Cypanga,  Cupangu  u  otra  forma  análoga.  Las 
varias  ortografías  derivan  del  uso  de  significar  la  letra  ene 
por  un  rasgo  sobre  la  palabra,  por  lo  que  no  se  tuvo  certeza 
de  a  qué  sílaba  coresponde  la  ene.  No  sabemos  cual  fué  en 
rigor  la  forma  fonética  de  Cipango,  que  Colón  les  preguntó  a 
los  indios,  pero  sabemos  lo  que  éstos  dijeron,  por  una  rela- 
ción conservada  por  Herrera,  tan  circunstanciada  que  no  de- 
ja duda  de  su  autenticidad  y  de  su  existencia  en  el  manus- 
crito original  de  Colón:  "Como  los  castellanos  preguntaban 
mucho  por  el  oro  de  los  indios,  que  llevaban  en  las  naves  res- 
pondían.  Cubanacán,  i  ellos  pensaban  que  quería  decir  el  Gran 

Can,   i   que  deyía  de  estar  cerca  la  tierra  del   Catayo,    . . 

pero  no  tardó  en  saberse  que  Cuhanacán  era  provincia  en 
medio  de  Cuba,  como  Nacrfn  significa  tanto  como  enmedio,  i 
que  allí  había  minas  de  oro".  En  Octubre  23,  Colón  escribió: 
"Quisiera  hoy  partir  para  la  isla  de  Cuba,  que  creo  que  debe 
ser  Cipango,  seg-n  las  señas  que  dan  esta  gentei  de  la  gran- 
deza della  y  riqueza,  y  no  me  deterné  más  aquí  ni  (i)  esft'a 
esta  isla  al  rededor  para  ir  a  la  población,  como  tenía  deter- 
minado, para  haber  lengua  cort  este  Rey  o  Señor,  que  efs  po(r 
no  me  detener  mucho,  pues  veo  que  aquí  no  hay  mina  de  oro, 
y  al  rodear  de  estas  islas  ha  menester  muchas  maneras  de 
viento,  y  no  vienta,  así  como  los  hombres  querrían.  Y  pues  es 
de  andar  adonde  haya  trato  grande,  digo  que  no  es  razón  de 
se  deitener  salvo  ir  a  camino,  y  calar  mucha  tierra  fasta  to- 
par en  tierra  muy  provechosa,  aunque  mi  entender  es  questa 
sea  muy  provechosa  de  especería."  En  Octubre  24  continúa  Co- 
lón: "Esta  noche  a  media  noche  levanté  las  anclas  de  la.  isla 
Isabela  del  cabo  del  Isleo  (2)  ques  de  la  parte  Norte  a  donde 
yo  estaba  posado  para  ir  a  la  isla  de  Cuba,  a  donde  oí  desta 


(í)      Igual   vacío  en   el  original. 
(    ,      Cabo   de    Santa   María. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  153 

gente  que  era  muy  grande  y  de  gran  trato,  y  había  en  ella 
oro  y  especerías  y  naos  grandes  y  mercaderes;  y  me  amostró 
que  al  Ousudue?te  iría  a  ella,  y  yo  así  lo  (tengo,  porque  creo 
que  si  es  así  como  por  señas  que  me  hicieron  todos  los  indios 
de  estas  islas  y  aquellos  que  llevo  yo  en  los  navios,  porque  por 
lengua  no  los  entiendo,  es  la  isla  de  Cipango,  de  que  se  cuen- 
tan cosas  maravillosas,  y  en  las  esferas  que  yo  vi  y  en  las 
pinturas  de  mapamundos  es  ella  en  esta  comarca."  Como 
siempre,  Cuba  era  un  fuego  fatuo.  Después  de  describir  una 
isla,  decide  en  Octubre  30  que  Cuba  está  aun  más  allá.  Dice 
Colón:  "Los  indios  que  iban  en  la  carabela  Pirata  dijeron  que 
detrás  de  aquel  cabo  había  un  río  (1)  y  del  río  a  Cuba  había 
cuatro  jornadas  (2),  y  dijo  el  capitán  de  la  Pinta  que  enten- 
día que  esrta  Cuba  era  ciudad,  y  que  aquella  tierra  era  tielrra 
firme  muy  grande,  que  va  mucho  al  Norte  y  que  el  Rey  de 
aquella  tierra  tenía  guerra  con  el  Gran  Can,  al  cual  ellos  lla- 
maban Comí,  y  a  su  tierra  o  ciudad  Fava,  y  otros  muchos 
nombres.  Determinó  el  Almirante  de  llegar  a  aquel  río  y  en- 
viar un  presente  al  Rey  de  la  tierra  (3)  y  enviarle  la  carta 
de  los  Reyes,  y  para  ella  tenía  un  marinero  que  había  andado 
en  Guinea  en  lo  mismo,  y  ciertos  indios  de  Guanahani  que 
querían  ir  con  él,  con  que  después  los  tornasen  a  su  tierra.  Al 
parecer  del  Almirante  distaba  de  la  línea  equinocial  cuarenta 
y  dos  grados  hacia  el  Norte  (4),  si  no  está  corrupta  la  letra 
de  donde  trasladé  esto,  y  dice  que  había  de  trabajar  de  ir  al 
Gran  Can,  que  pensaba  que  estaba  por  allí  o  la  ciudad  de  Ca- 
thay  (5),  ques  del  Gran  Can,  que  diz  que  es  muy  grande,  se- 
gún le  fué  dicbo  antes  que  partiese  de  España."  "En  2  de 
Noviembre,  sigue  diciendo  Wiener,  Colón  decidió  enviar  ¡a 
Rodrigo  de  Jerez  y  Luis  de  Torres,  quien  había  vivido  con  el 
adelantado  de  Murcia  y  era  judío  y  conocía  hebreo  y  caldeo 
y  aun  algo  de  árabe,  a  visitar  al  Rey  de  Cuba  con  el  objeto 
de  presentarle  cartas  y  encontrar  lo  que  fuera  necesario.  Na- 
turalmente un   hombre  que  hablaba  árabe  y  otro  que  sabía  el 


(1)  Río   Máximo. — Navarrete. 

(2)  "Muy  ascuras  andaban  todos  por  no  entender  a  los  indios.  Yo 
creo  que  la  Cuba  que  los  indios  les  decían,  era  la  provincia  de  Gubanacan 
de  aquella  isla  de  Cuba,  que  tiene  minas  de  oro,  etc." — Casas. — No  era  Cu- 
ba,  la  capital   de  la   isla. — Navarrete. 

(3)  "Toda  esta  tierra  es  la  isla  de  Cuba  y  no  tierra  firme." 

(4)  Los  cuadrantes  de  aquel  tiempo  medían  la  doble  alturn  :  y  por 
consiguiente  los  42°  que  dice  distaba  de  la  equinocial  haqia  el  N.  deben 
reducirse  a  21°  de  latitud  N,  que  es,  con  corta  diferencia,  el  paralelo  por 
donde  navegaba   Colón. 

(5)  Marco  Polo  hace  la  descripción  del  gran  reino  de  Cathay ;  y  con 
este  nombre  se  conoce  aún  la  China  en  muchas  partes  de  Oriente,  según 
«1  Dr.    Robertson. 


154  FERNANDO     ORTIZ 

lenguaje  de  Guinea,  como  hemos  visto  antes,  eran  especial- 
mente indicados  para  tratar  con  los  reyes  de  las  Indias.  No 
hay  duda  de  que  muchas  de  las  extrañas  etimologías  que  en- 
contramos procedieron  realmente  de  estos  dos  eminentes  fi- 
lólogos,  el  marinero  de  Guinea  y  el  judío  Torres." 

"Ya  vimos,  añade  Wiener,  que  Cipango  produjo  alguna  for- 
ma como  Cupago,  la  cual  condujo  a  la  otra:  Cutanacán.  Al- 
guien sugirió  que  este  vocablo  debía  ser  Cutlaycán,  "El  Gran 
Can",  pero  ellos  descubrieron  pronto  que  la  etimología  real- 
mente significaba  "interior  de  Cuba"  y  Herrera  propuso  Cu- 
ta-macán.  En  realidad  la  división  que  inspiró  a  Herrera  es 
Cutan-can,  donde  Can  está  en  lugar  del  mandingo  kouno, 
"interior".  Aquí  claramente  se  ve,  dice  Wiener,  que  el  em- 
bajador guineo  sugirió  la  etimología.  Colón,  primeramente 
aceptó  la  voz  cutlaycán  como  atinada,  y  escribió  Colta,  por 
Cotia,  como  nombre  de  la  isla,  el  cual  después  cambió  por 
Cuta. 

Después  de  desarrollar  esa  novísima  teoría,  Wiener  deldica 
unos  párrafos  a  sostener  como  el  nombre  de  Juana  que,  se- 
gún los  historiadores,  dio  Colón  a  esta  isla,  no  fué  sino  deri- 
vación de  Sata,  Fava,  Yana  o  Jana,  nombre  de  una  isla  que 
se  llamaba  así  en  el  mapa  catalán  de  1375. 

La  ingeniosa  hipótesis  etimológica  que  hace  derivar  Cuta 
de  colta,  cotia,  cutlayacán,  cutanacán,  cupago  y  Cipango  me- 
rece todos  nuestros  respetos,  pefro  confesamos  que  no  nos 
convence. 
Gótico. — Este  adjetivo,  amén  de  significar  "perteneciente  a  los  go- 
dos", y,  metafóricamente,  "noble,  ilustre";  en  Cuba  lo  aplica- 
mos etn  la  locución  "niño  gótico"  a  niños  de  ninguna  o  poca 
ilustración  y  nobleza.  Decimos  "niño  gótico"  al  mozalbete  mal- 
criado, que  molesta  con  palabras,  gestos  o  actos  indecorosos  a 
las  niñas.  A  menudo  la  prensa  se  hace  eco  del  escándalo  pro- 
movido por  algunos  "niños  góticos",  pues  suelen  operar  en 
pandillas  como  cobardes  que  son.  La  locución  niño  gótico  está 
fijada  en  nuestro  lenguaje  popular;  pero  ¿cuál  es  el  origen  de 
tan  extraña  acepción?  Del  despectivo  godo,  que  un  tiempo  se 
aplicaba  a  los  españoles  secuaces  del  gobierno  de  la  colonia,  no 
es;  porque  no  son  godos  tales  niños  encanallados,  sino  preci- 
samente góticos. 

Creemos  que  la  expresión  niño  gótico  es,  simplemente,  un 
insulto  consagrado,  si  puede  así  decirse,  a  tales  pillos.  Anta- 
ño se  usaba  inscribir  los  hijos  naturales  en  los  registros  pa- 
rroquiales de  las  Indias,  suponemos  que  también  en  los  de  Castilla, 
Con  letra  gótica,  para  distinguir  su  inscripción  de  la  de  los 
hijos  legítimos.  De  ahí  que  tales  hijos  se  llamaran  hijos  de 
letra  gótica.  Por  tanto  niño  gótico,  equivale  a  hijo  ilegítimo, 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  155 

niño  sin  madre  o  cosa  así;  y  sabido  es  que  no  tener  madre 
es  un  insulto  muy  frecuentemente  oído  en  Cuba,  que  el  vulgo 
estima  muy  apropósito  para  los  niños  góticos,  cuando  se  per- 
miten tan  desvergonzados  desafueros.  Sepan,  pues,  tales  pi- 
llos, que  al  llamarlos  niños  góticos  se  les  quiere  decir  algo 
bien    distinto    de    una    descendencia    nobiliaria. 

Tar agallo. — Grandullón. — Su  hija  es  una  taragalla.  Derívase  de  fran- 
gollo.  Se  usa  también  en  Venezuela,  según  Toro  y  Gisbert. 

Huevero. — Usamos  el  vocablo  en  acepción  distinta  a  las  que  da  el 
Diccionario  oficial,  en  la  locución:  "el  perro  huevero,  aunque 
le  quemen  el  hocico",  para  significar  lo  inútil  del  castigo  para 
los  mal  habituados. 

Repagilando. — Suele  usarse  en  la  expresión:  "irse  repagilando",  "ir- 
se aprisa  y  refunfuñando".  Corrupción  de  raspahilando,  vo- 
cablo que  no  trae  el  Dic.  de  la  Academia.  Raspahilar,  "hilar 
raspa"  y  "regruñir",  ir  como  de  prisa  y  enfadado,  fué  voz  cas- 
tiza. En  el  entremés  de  Don  Miguel  de  Cervantes  Saavedra,  ti- 
tulado El  Juez  de  los  divorcios,  se  lee:  "...  sale  por  esa  puen- 
te toledana  raspahilando". 

Devanar. — Devanar  los  sesos  decimos,  por  error,  en  vez  de  devanear. 

Sonsoniche. — Voz  despectiva,  por  la  desinencia.  Además  de  tener,  en 
sentido  peyorativo,  las  acepciones  académicas  de  sonsonete, 
tiene  otra  figurada:  "repetición  molesta  de  palabras  o  razones". 
No  siga  con  el  sonsoniche. 

En  el  lenguaje  apicarado  de  la  germania  se  dijo  soniche 
(son-iche)  al  "silencio",  por  contradicción,  procedimiento  muy 
frecuente  en  tal  jeringonza.  De  donde,  sonsoniche  se  deriva  de 
sonsonete  y  soniche,  o  bien  de  sonsonete  (son-son-ete)  sustitu- 
yendo el  diminutivo  simple  ete,  adherido  a  la  reduplicación 
de  la  raiz,  por  el  diminutivo  despectivo  iche,  tan  usado  en  Amé- 
rica. Antaño  (en  el  entremés  de  Teresa,  1745,  por  ejemplo)  en 
España  se  empleaba  otro  diminutivo,  y  se  oía  decir  sonsone- 
sillo,  antes  de  que  cristalizara  el  sonsonete  con  igual  signifi- 
cado, y  que  se  llegara  al  indiano  sonsoniche.  La  tonadilla  decía: 
"...  con  el  taconcillo — y  el  sonsonecillo — se  baila  hacia  así:  — 
Oiga  usté,  mire  usté,  entre  usté — con  el  cascabel,  con  el  tu- 
rumbí;  oiga  usté — oiga  usté,  mire  usté,  entre  usté."  El  sonso- 
necillo, sonsonete  o  sonsoniche  está  caracterizado  por  la  repe- 
tición del  usté  en  esos  versos. 

Caoyuco. — Río  de  Puerto  Rico.  Traemos  este  vocablo  al  mamotreto 
de  "cubicherías"  lexicográficas,  aun  cuando  no  es  un  cubanismo, 
para  observar,  en  obsequio  a  nuestra  tesis  de  que  las  voces 
antillanas  en  uco  no  fueron  de  indios,  en  cuanto  a  su  desinen- 
cia al  menos,  pues  caoyuco  se  descompone  en  la  voz  cauyo  y  el 
diminutivo  uco.  Esa  voz  Cauyo  es  la  que  daba  Oviedo  a  dicho 
río,  indistintamente  que  Cauyuco,  lo  cual,  a  nuestro  pobre  jui- 


156  FEBNANDO   OETIZ 

ció,  basta  para  evidenciar  lo  atinado  de  nuestro  criterio  lexi- 
cográfico tocante  a  los  ucos  antillanos.  Hoy  día  se  dice  el  río 
Yauco  por  metátesis  de  Cauyo,  influenciado  por  la  forma  Cau- 
yuco.  Esta  no  es,  pues,  indoantillana,  como  se  ha  sostenido. 

Cibuco. — O  Cebuco,  es  río  de  Puerto  Rico.  Derívase  del  antillano  ciba, 
piedra,  y  la  desinencia  castellana  uco.  Aunque  el  vocablo  no 
es  cubanismo,  viene  a  esta  página  por  la  misma  razón  que 
Caoyuco.  Véase.  No  es,  pues,  indoantillana,  sino  en   su  raiz. 

Sabina. — Ni  es  cubanismo,  ni  es  voz  indiana,  como  pretende  Zayas.  La 
voz  está  en  el  Diccionario  de  la  Academia  y  procede  sin  va- 
riación del  latín. 

Chicharronería. — Puesto   donde  hacen  chicharrones. 

Chicharronero. — El  que  hace  chicharrones.  Hoy  día  no  existen  en 
Cuba  puestos  exclusivos  de  chicharrones.  Los  chinos  con  sus 
puestos  de  frutas  y  freidurías  de  pescado,  bollos,  etc.,  han  abo- 
lido al  chicharronero.  Aun  hoy,  empero,  se  pregonan  chicha- 
rrones, por  vendedores  ambulantes,  junto  con  bollitos,  tamales 
con  pica  y  sin  pica.  En  España  la  venta  de  chicharrones  fué 
común  en  los  siglos  XVI  y  XVII.  Hasta  se  imprimió  un  entre- 
més anónimo  llamado  Los  chicharrones  (cita  de  Cotarelo),  en 
el  cual,  atendiendo  a  que  los  moros  no  comen  carne  de  cerdo, 
se  dice  graciosamente: 

"Chicharrones    vendo,    niñas, 
manjar   de  cristianos  viejos, 
que  sólo  la  gente  limpia 
es  la  que  come  los  puercos." 

Tiquitiquí. — Voz  imitativa.  Ruido  pequeño  acompasado.  Como  el  tic- 
tac del  reloj.  Pequeño  movimiento  continuado.  Y  figuradamen- 
te, sonsonete,  estribillo,  cuchicheo  o  conversación  continua,  mo- 
nótona, desesperante.  No  sigas  con  ese  tiquitiquí.  Original- 
mente debió  decirse  tic  y  tic,  hoy  convertido  en  tiquitiquí.  Véa- 
se la  voz  culear. 
Cuiear. — Caminar  el  niño  arrastrando  sus  asentaderas.  Es  cubanismo 
el  vocablo  si  se  atiende  a  que  se  usa  en  Cuba,  y  no  lo  admite 
leí  Diccionario  de  la  Lengua.  Y  acaso  debiera  admitirlo,  porque 
en  Castilla  se  usó  muy  apropiadamente  en  la  acepción  de  con- 
tonear  las  caderas.  En  la  Comedia  Tesorina,  escrita  en  1535, 
estudiada  por  el  eruditísimo  académico  Sr.  Don  Emilio  Cota- 
relo, se  inserta  esta  copla,  refiriéndose  a  las  mujeres  de  aquéJ 
tiempo : 

"¡Oh   pobretas! 
Van   unas  esmoladetas 
tic  y  tic  menudeando 
que  parecen   unas  anadetas 
según  que  van  culeando.'" 


ÜÜ     CATAUBO    DE    CUBANISMOS  Í5? 

Se  refiere  al  movimiento  rápido  con  que  agitan  la  cola  esos 
animales. 

Aurero. — El  Dic.  de  la  A.  dice:  "lugar  donde  se  reúnen  muchas  au- 
ras", y  da  el  vocablo  como  cubanismo.  Nos  permitimos  creei 
que  se  diría  mejor:  "reunión  de  muchas  auras",  porque  el 
aurero  no  se  refiere  al  lugar.  Un  aurero  puede  existir  por  mul- 
titud de  auras  volando  juntas  sin  un  lugar  determinado. 

Negrería.— Conjunto  de  negros. — Se  dijo  antaño  a  la  negrada  de  las 
^       plantaciones,  aunque  esta  voz  predominó.  Hoy  ésta  ha  desapa- 
recido   casi,    y    la    sustituye    negrería,    apropiadamente,    por    su 
desinencia  abundancial.  Algunas  veces  la  oímos  como  voz  mas- 
culina:  el  negrerío. 

Ñañiguería. — El  conjunto,  grupo  o  ambiente  de  ñañigos.  El  concejal 
fué  electo  por  la  ñañiguería. 

Chivichana. — Rifa  o  juego  clandestino.  En  Bolivia  tenemos,  según 
Cuervo -(1003),  el  galicismo  chicana  (triquiñuela,  argucia).  De 
chicana  y  chivo  en  su  acepción  maliciosa,  resultaría  chivi- 
chana. 

Budín. — Mala  traducción   del  pudding   inglés. 

Chino,  a. — El  individuo  hijo  de  negro  y  mulata,  o  viceversa,  según 
La  Academia.  1 1  Mulata  achinada,  hijo  de  negro  o  mulata  y  chino 
de  China.  Adjetivo  cariñoso,  hipocorístico,  que  diría  Cuervo, 
que  se  aplica  a  personas  mayores,  aun  siendo  blancas.  Con  este 
vocablo  ha  sucedido  como  con  la  voz  negro,  que  significando 
en  una  época  algo  despectivo,  fué,  por  lo  mismo,  usado  como 
expresión  de  cariño. 

Tenemos  en  Cuba,  además,  el  chino  manila,  locución  usada 
para  significar  el  verdadero  chino  de  China,  que  casi  como  es- 
clavo, y  por  vía  de  Manila,  nos  fué  traído  al  mediar  el  si- 
glo XIX  para  sustituir  al  siervo  negro.  Hubo  necesidad  de 
esta  locución  bimembre  porque  la  simple  dicción  chino  (del 
azteca  chinoa,  color  tostado)  venía  ya  teniendo  en  Cuba  co- 
mo en  Costa  Firme  un  significado  distinto,  aunque  también  de 
aplicación  etnográfica  y,  por  tanto,  de  fácil  confusión. 

También  tenemos  el  perro  chino,  o  sea  el  calungo  de  que 
habla  Cuervo,  ya  aceptado  por  el  Dic.  de  la  Academia.  Véase  la 
notable  obra  del  cubano  Juan  I.  de  Armas.  La  zoología  de  Colón. 
Y  por  fin,  tenemos  la  china  hispana  o  piedra  pequeña,  y  otra 
china  a  la  que  solemos  decir  siempre  china  pelona,  y  su  deri- 
vación metafórica  chinita. 

No  acertamos  a  explicarnos  por  qué  al  referirnos  a  esta 
acepción  decimos  invariablemente  china  pelona  y  no  china, 
simplemente.  ¿Por  qué  el  afán  de  resaltar  la  carencia  de  pelo 
del  guijarro?  ¿Por  qué  no  nos  fijamos,  por  ejemplo,  en  la  ca- 
rencia de  olor,  o  de  sabor,  o  de  vida?  La  china  pelona  es  la 
lisa;  la  otra,  la  china  simple,  no  lo  es.  Trataremos  de  dar  unas 


Í58  FEBNANDO     OBTIZ 

hipótesis;   pero  antes  véase  otra  acepción  muy  común  en  Cuba, 
no   recogida  aun   como  cubanismo. 

China  es  la  vesícula  de  la  varicela  y  la  huella  cóncava  que 
ésta  suele  dejar  en  la  piel.  Por  extensión  se  aplica  a  la 
pústula  de  las  viruelas.  Tiene  la  cara  llena  de  chinas.  Ade- 
más .significa,  la  enfermedad  de  lat  varicela.  En  este  caso  sue- 
le usarse  la  voz  en  plural.  "Le  dieron  las  chinas'".  Por  exten- 
sión suele  decirse  china  a  cualquier  huella  o  señal  del  cutis 
parecida  a  las  marcas  de  las  enfermedades  antedichas.  Henjps 
oído  hablar  de  las  chinas  de  la  vacuna.  Ignoramos  si  esta 
acepción  tiene  un  origen  geográfico,  pero  creemos  que  no,  que 
se  deriva  de  la  castiza,  "piedrecita"  y  guijarro  pequeño;  la  cual, 
a  su  vez,  procede  de  pechina,  voz  castellana  hoy,  más  corriente 
en  el  Mediterráneo,  donde  significa  no  sólo  la  venera  gallega 
o  concha  de  los  peregrinos  de  Santiago,  sino,  genéricamente, 
los  caracolitos,  Conchitas  y  ciertas  piedrecitas  de  mar,  de  forma 
cóncava. 

Volvamos  a  la  china  pelona.  Pudiera  ser  que  esta  locución  se 
mantenga  por  tradición,  habiendo  cambiado  de  significado,  co- 
mo sucede  con  la  locución  chau  chau  palanqueta  y  otras,  que 
estudia   la   "enantiosemia",   esa  juvenil   rama  de  la  semántica. 

En  Andalucía,  nuestra  pródiga  madre,  se  llamó  pelona  a  la 
enfermedad,  que  alguien  supuso  erróneamente  originaria  de 
América,  que  en  los  siglos  del  descubrimiento  y  población  de 
las  Indias  se  llamaba  de  las  bubas,  y  que  hoy  para  disfrazarla 
la  afrancesamos  y  decimos  avariosis.  Y  debió  llamarse  pelona 
por  la  alopecia  que  suele   caracterizarla. 

También,  acaso  por  acepción  derivada,  o  por  directa  obser- 
vación de  la  característica  falta  de  pelo  de  la  calavera,  llamóse 
en  Andalucía  la  pelona,  a  la  muerte. 

Paralelamente,  si  así  pudiera  decirse,  en  Cuba  se  llamó  la 
china  o  las  chinas  a  las  varicelas  y  aun  a  las  viruelas,  enfer- 
medad cuyas  pústulas  nada  tienen  que  envidiar  a  las  bubas 
de  la  pelona  andaluza.  La  locución  la  china  pelona  debió,  pues, 
de  derivarse,  quizás  por  contaminación  (y  aquí  si  que  esta  pala- 
bra está  muy  apropiada)  o  fusión  de  ambas  dicciones,  y  expre- 
sar la  enfermedad  de  la  sífilis.  Esta  expresión  fué  después  per- 
diéndose, por  el  mismo  motivo  que  se  evita  pronunciar  hoy 
día  esta  palabra  y  se  rodea  de  eufemismos;  pero  por  tradición 
fonética,  y  de  lingüística  picaresca  fué  fijándose  para  significar 
la  china  del  arroyo,  que  innecesariamente  fué  apellidada  pelona, 
como  aun  se  le  oye  decir  a  los  chinos  de  los  pueetos  de 
fruta:  chau  chau  palanqueta,  cuando  hemos  olvidado  el  xau- 
xau  de  casabe  de  hace  siglos,  origen  de  la  expresión  "enan- 
tiosémica". 
La    expresión    "llegarle    a    uno    las    chinas9',    que    Suárez    da 


tria  catáueo  de  cubanismos  159 

como  cubanismo,  significando  "llegarle  a  uno  la  mala  suerte 
o  desgracia",  es  derivación  de  la  china,  enfermedad,  y  de 
análoga  locución  "tocarle  a  uno  la  suerte",  que  regiajtra  el 
Diccionario  de  la  Academia. 

Otra  hipótesis,  que  creemos  más  aceptable,  es  la  siguiente. 
Antaño  ciertos  guajiros  pilaban  y  descascaraban  ciertos  granos, 
o  la  cascara  de  huevo  para  hacer  la  cascarilla,  en  el  pilón, 
mediante  una  gran  china,  como  siglos  atrás  hicieron  los  indios 
tainos  y  siboneyes,  la  cual  por  su  destino  se  llamó  china 
pilona.  Y  cualquier  china,  de  las  más  lisas,  de  las  que  servía 
para  el  caso,  se  llamó  china  pilona,  sin  relación  alguna  con 
pelo,  que  no  obstante  corrompió  el  vocablo  y  lo  hizo  pelona 
en  vez  de  pilona,  como  debiera  decirse. 

Güiro. — Algo  escondido,  cosa,  enredijo  o  noticia  que  no  se  quiere 
que  se  sepa.  Generalmente  se  aplica  a  los  amores  ilícitos  clan- 
destinos. Fulano  tenía  un  güiro.  Hasta  hemos  oído:  Fulanita 
fué  güiro  mío. 

Coger  güiro,  según  dice  Cuervo  (983),  es  un  cubanismo  que 
expresa  rastrear,  descubrir  lo  oculto.  En  Bolivia  se  dice  co<- 
ger  el  güiro.  Cuervo  supone  que  la  expresión  cubana  es  me- 
táfora tomada  de  güiro,  "que  es  allí,  dice,  nombre  de  varios 
bejucos".  Opinamos,  no  obstante,  que  la  metáfora  surgió  no 
por  lo  que  rastrean  los  bejucos,  sino  porque  antaño,  hace  si- 
glos, cuando  no  eran  frecuentes  los  envases  de  vidrio  y  los 
de  barro,  el  güiro,  o  sea  el  fruto  del  bejuco  así  llamado,  como 
aun  hoy  sucede  en  el  campo,  era  un  recipiente  muy  usual  para 
guardar  manteca,  vino,  miel,  sal,  etc.  (como  en  la  calabaza  de 
los  peregrinos),  y  aun  dinero.  De  ahí  se  derivó  decir:  "perder 
güiro  calabazo  y  miel".  El  güiro  fué  aquí  la  guaca  o  hucha 
de  Suramérica.  Las  onzas  de  oro  se  enterraban,  cuando  no 
había  botijas,  en  un  güiro.  Y  de  ahí  es  que  vino  a  decirse:  te- 
ner un  güiro,  coger  güiro,  etc. 

Leontina. — Galicismo.   Cadena   de   reloj. 

Mixtificar. — Embaucar,   falsear.   Galicismo. 

Mixtificación. — Embaucamiento,    falsificación.    Galicismo. 

Etiqueta. — Rótulo  o  marbete.  Galicismo  que  ha  sustituido  casi  to- 
talmente  ambos  vocablos. 

Gambado. — Torcido  de  piernas.  Este  americanismo  que  trae  Suárez, 
no  nos  parece  que  provenga  del  anticuado  gamba  "pierna", 
como  su  vocabulario  indica,  sino  más  bien  de  combar,  curvar, 
encorvar.  Cambar  en  Venezuela  se  dice  por  combar.  No  obs- 
tante, el  trueque  de  la  c  por  la  g  sí  puede  atribuirse  a  la  gam- 
ba antigua  o  pierna;  por  lo  que  tendremos  a  estilo  de  Cuer- 
vo:   combar   o   cambar  -f-  gamba  =  gambar. 

Irse   en   sangre. — Aquí   tenemos   una   acepción   del   vocablo    ir   en   su 
|^  forma  reflexiva  y  con  la  proposición   en,   que  no  es  la  17  del 


Í6Ó  FEBNAND0     OÉTÍZ 

Dic.  de  la  A.;  pero  que  debe  haber  surgido  por  analogía  con 
la  20.a,  la  21.a,  la  23.a  y  la  25?;   irse  en  sangre,  desangrarse. 

Pateada. — Por  pateadura  y  pateamiento. 

Jorungo. — Lo  usamos  en  Cuba  por  persona  mortificante,  pesada.  En 
Venezuela  se  dice  así  al  extranjero  o  gringo.  Parece  proceder 
de  Jorungar,  que  en  Venezuela  equivale  a  hurgonear,  o  huro- 
near. Hurón  es,  según  el  Dic.  de  la  A.,  "persona  que  averigua 
y  descubre  los  secretos",  y  "persona  huraña".  De  hurón,  hu- 
rongo  (por  adición  del  despectivo  ongo),  y,  después,  por  metá- 
tesis, horungo,  que  se  convierte  en  jorungo  al  aspirar  fuerte» 
mente  la  h,   cosa  frecuente  en  nuestro  pueblo. 

Guajirada. — Acción  que  por  inculta  se  califica  como  propia  de  los 
guajiros  o  campesinos.  Hacer  tal  cosa  es  una  guajirada. 

Pelona. — Andalucismo  muy  extendido  en  Cuba.  Así  llamamos  a  la 
muerte,  como  en  Ultramar.  (Luis  Montoto.  Personajes  y  per- 
sonillas que  corren  por  las  tierras  de  arribas  Castillas.  T  II. 
Sevilla,   1912,  pág.   2S5.) 

Aguajirarse. — Apocarse,  abochornarse,  volverse  tímido  del  trato  so- 
cial. 

Yanquirule. — Despectivo  de  yanqui,  natural  de  los  Estados  Unidos. 
Procede  del  himno  patriótico,  popular  entre  los  norteños  cuan- 
do su  guerra  civil  contra  los  Estados  confederados  del  Sur, 
que  se  titula  Yanfcee  rule. 

Apalencarse. — Refugiarse   los   cimarrones   en   un   palenque. 

Bachear. — Impropiamente  suele  decirse  de  la  operación  de  rellenar 
y  reparar  los  baches  de  una  carretera.  Cobraron  por  recons- 
truirla y  solamente  la  bachearon. 

Plus. — Copita  de  licor  que  se  toma  después  del  café.  Cuervo  nos  da 
la  solución  etimológica  (1005)).  Dice:  "Desde  niños  nos  de- 
vaneábamos los  sesos  pensando  que  querría  decir  plus-café,  pues 
no  dábamos  con  él  en  ningún  diccionario  francés:  a  la  postre 
hemos  visto  que  los  franceses  lo  que  usan  es  pousse-café,  esto1 
es  empuja-café:''  En  Cuba  tendríamos  el  siguiente  proceso: 
pousse-café,  plus-café,  plus. 

Irradiar. — Expulsar  de  una  sociedad  o  partido.  Especialmente  suce- 
de en  el  antiguo  régimen  de  la  prostitución  habanera.  Es  un 
galicismo,  de  rader.  En  Suramérica  el  galicismo  se  ha  intro- 
ducido en  su  forma  radiar,  para  decir  "borrar  de  la  lista  mi- 
litar". 

Mobiliario. — Por  moblaje.  Galicismo. 

Finanza. — Galicismo.  Hacienda  pública,  conocimientos  hacendísticos. 
Se  dice:    la  ciencia  de  la  finanza,  la  alta  finanza. 

Financiar. — Galicismo.  Realizar  o  asegurar  la  parte  monetaria  de 
un  negocio,  dar  o  prestarle  el  dinero  necesario  para  su  desen- 
/olvimiento.    Si  la  Academia   ya  admite  financiero... 

Financiero.— Esta    \^oz   está   ya   aceptada  por   el   diccionario   académi- 


UN    CATAUB0    J>E    CUBANISMOS  Í¿Í 

co;  pero  en  Cuba  no  solemos  aplicarla  exclusivamente  al 
"hombre  entendido  en  hacienda  pública",  sino  a  todo  hombre 
entendido  en  la  creación  y  desarrollo  de  grandes  negocios  y 
combinaciones  monetarias  y  bancarias.  Al  financiero  de  la  ha- 
cienda pública  lo   llamamos   hacendista. 

F mandamiento. — La    operación   de   financiar  un   negocio. 

Contado  rabioso  (Al). — Suárez  explica  atinadamente  esta  rara  locu- 
cución.  Creemos  que  es  una  derivación  de  la  expresión  sur- 
americana  ran  contán  (Cuervo,  1005),  a  su  vez  corrupción 
de  la  francesa  argent  comptant.  Contado  rabioso,  es  un  contán, 
no  simple,  pensaría  el  vulgo,  sino  un  contán  con  ran.  Y  pen- 
sando que  entre  cubanos,  tener  rabia,  es  tener  dificultad  y  mé- 
rito una  cosa,  claramente  se  deduce  que  de  ese  ran,  hizo  rabia 
el  vulgo,  porque  en  nuestras  costumbres  fáciles  e  impreviso- 
ras, pagar  al  contado  para  muchos  realmente  tiene  rabia.  Y  si 
no    convence    la    disquisición    lexicográfica,    venga    otra. 

Jambrusia. — Vulgarismo,   por   hambre. 

Jicotea. — Se  llama  así  al  dedo  del  pie  cuando  se  sale  por  un  agujero 
del  calzado.  Porque  el  dedo  que  así  asoma  semeja  la  cabeza 
de  la  jicotea  o  tortuga  cuando  sale  de  la  concha. 

2  banquero. — Guardián  de  una  talanquera.  Hoy  no  suele  haberlos, 
pero  sí  los  había  cuando  la  esclavitud.  El  Dic.  académico  su- 
pone que  el  vocablo  procede  de  palanquera.  Creemos  que  más 
lógica  es  la  etimología  de  tranquera,  y  ésta  de  tranca. 

La  Avellaneda  (Sab.  cap.  I),  usó  taranqueía.  Esta  debió  ser 
la  forma  precedente  (de  tranca)  a  talanquera.  Y  de  tranca  pro- 
cedió también  trancar,  que  es  para  lo  que  sirve  una  taranquera 
o  talanquera. 

Tachuela. — Clavo,  o  alfiler  largo  y  de  cabeza  grande  que  usaban  las 
mujeres  para  prenderse  la  mantilla. 

Ensarta. — Por  sarta. 

Ensarto. — Por  sarta.  Pescó   un   ensarto   de  viajacas. 

Arrollar. — Palabra  obscena.  En  el  baile  de  la  rumba,  contorsiones 
lascivas  de  caderas.   Reza  la  copla  popular: 

Que  mujer  más   descarada, 
como   me   la   está   pegando, 
mientras    yo    me   rompo    el    cuero, 
ella   está  en  la  rumba,   arrollando. 

Aviador. — Vulgarismo    modernísimo :    sodomita. 
Aviadora. — Mujer  prostituta. 

Aviación. — Correría  o  aventura  de   amores   fáciles. 
Jeringón. — Molesto,  de  la  3.a  acepción  de  jeringar. 
Jeringa, — Molestia.    De   la   3.a   acepción   de   jeringar,   aceptada   por   el 
Diccionario. 


m 


Mgsdr 

ÍÓ2  FERNANDO   OÉTlZ  '       f»  | 

Guarachero. — Cantor  o  bailador  de  guarachas,  además  de  las  ácep' 
ciones  figuradas,  que  trae  Suárez. 

Guarachear. — Bromear,   ir   de  juergas.  '5 I  :' 

Rompimiento. — El  comienzo  de  una  acción  continuada.  El  rompi- 
miento de  la  fiesta,  de  la  molienda.  , '  ' 

Despido. — Por  despedida. 

Jarico. — Hemos  oído  llamar  así  a  cierta  tortuga  o  jicotea,  fuere  o 
no  macho.  ¿Diminutivo  de  jaco,  nombre  de  una  pequeña 
jicotea  marina?    (A.   Perpiñan.  El   Camagüey.) 

Sardina. — Domingo  de  la  Sardina  es  el  tercer  domingo  de  Cuaresma.  a 

Baile  de  la  Sardina  el  que  se  celebra  ese  día. 

La  sardina  fué  símbolo  de  la  Cuaresma  en  España,  como  ,  ■  .  \ 
indicación  de  la  vigilia  propia  de  esa  época  del  año,  y  se  acos- 
tumbró enterrar  la  sardina  el  martes  de  Carnestolendas  o  ,|  ¡ . 
mardi  gras  de  los  franceses.  Después  se  fué  relajando  él  rigor  >,'  *H 
religioso,  y  aun  en  plena  Cuaresma  se  celebraron  ceremonias  ,  .  Ú 
carnavelescas.  Recuérdese  la  Mi-Caréme  de  los  franceses.  Vean-  jjj  '*■ 
se  las  voces  Vieja,  Piñata  y  Figurín.                                                 'L|,v,,;^i* 

Forro. — Suárez  expone  la  vulgar  acepción  común:  "trampa,  engaño".  ']  ,;.:■'  .;j! 
En  el  juego  es  carta,  ficha  o  pieza  que  se  juega  en  forma  fu-  I/;'  i  " 
lleresca.  En  el  dominó  meten  forros.  En  el  lenguaje  de  los.  po-  A*'|f'|;|'1 
litiqueros,  es  el  falso  elector,  y  el  voto  ilegalmente  emitido  '.},''■'"' 
o  el  simulado  en  las  actas  de  escrutinio.  El  concejal  salió  gra-ji"' 
cias  a  sus  muchos  forros.  ¿De  ganforro  o  ganfarro,  bribón,  pí-y 
caro,  de  mala  vida? 

Creemos   que  el   proceso   fonético-psicológico   de  la  formación 
del  vocablo  es  el  siguiente.  El  adjetivo   horro,  y  antiguamente  r;'i 
forro,  significó:    liberto,  libre  o  exento,  como  en  horro  de  deu-J 
das,   negro   horro,   etc.   De   ahí   provino  la   expresión   ir   horro,  3 
queriendo  decir,  según  el  Dic.   académico,  que  se  ha  ido  a  un  |IP 
negocio  o  salido  de  él  libre  o  exento  de  pago,  sin  pagar  su  par- 
te, o  sea,  como  decimos  en  Cuba,  ir  de  guagua,  salir  de  guagua, 
de  gracia,  de  balde,  o  de  gratis.  Por  el  influjo  de  estas  locucio-; 
nes  que  llevan   la  preposición   de,   ésta  introdújose  en  la  otra, 
y  se  dijo  y  dice:   ir  de  forro  (u  horro)  al  teatro,  salir  de  forro] 
concejal,  etc.,  o  sea  sin  pagar  el  precio  de  entrada  o,  por  ex- 
tensión, ilegalmente,  contra  la  regla  o  si  delíer,  etc.  Así  la  voz.¡ 
horro   o   la   forro,   prosódicamente   antlenaaa,   que   conservamos 
en    Cuba,    pasó   a    convertirse   de   adjetivo   a   sustantivo   y    fué¿ 
fácil   llegar   a  sustantivar  la  acción  y  efecto  de  ir   o  salir  de: 
forro,  diciendo  forro  a  la  trampa,  añagaza,  burla  de  la  ley,  ile-j 
galidad,   etc.,  y  a  la  persona  o  cosa  "cuerpo  del   delito".   Así: 
esa  ficha  es  un  forro,  o  es  de  forro;  aquel  votante  es  un  forro/ 
o  mete  forro. 

Y  la  frecuencia  de  forros  ha  traído  varios  derivados:  forrear,* 
forrero,  forrista,  etc. 


tíN    CÁTAUHO   DE    CUBANISMOS  íéÁ 

(Juay ero. — El  que  toca  el  guayo. 

Guayo. — Por  metáfora,  el  individuo  de  cara  muy  barrosa. 

Veracruzano. — Natural    de   Veracruz,   vecina    ciudad    mejicana. 

Jarrero. — Vendedor  de  jarros,  dice  el  Dic.  de  la  A.;  y  como  en  Cuba 
vender  jarros  significa  "ser  vanidoso  o  decir  vanidades",  de 
aquí   que  jarrero   equivalga  a  vanidoso  también. 

Encueruso. — Forma  despectiva  de  la  locución   en  cueros.  Vulgarismo. 

Fandango. — Pig.    Escándalo.    Se   armó   el   gran   fandango. 

Enfandangarse.  —  Violentarse,  encolerizarse.  Curiosa  convergencia 
vulgar  de  enfadarse  y  fandango.  En  cuanto  lo  insultaron  se 
enfandangó. 

Grillero. — El  mentiroso,  dado  a  contar  grillas.  El  Dic.  oficial  acepta 
esta  voz,  por  lo  que  grillero  no  puede  ser  excomulgado. 

Jamaiquino. — Jamás  decimos  en  Cuba  jamaicano,  al  natural  de  Ja- 
maica, vocablo  que  recoje  el  Dic.  de  la  Academia.  Decir  ja- 
maicano en  Cuba,  produciría  el  mismo  efecto  que  decir  sevi- 
llino  en  Andalucía,  pongamos  por  caso. 

Floreo. — Dice  el  Dic.  de  la  Academia:  "Conversación  vana  y  de  pa- 
satiempo, o  dicbo  vano  y  superfluo  empleado  sin  otro  fin  que 
el  de  hacer  alarde  de  ingenio,"  etc.  En  Cuba  mantenemos  ese 
uso,  pero  lo  ampliamos  llevándolo  a  toda  acción,  no  simple- 
mente oral.  Así,  cuando  uno  de  esos  habilidosos  y  temerarios 
automovileros  que  corren  por  esas  calles,  quiere  lucir  sus  au- 
dacias en  el  manejo  del  automóvil,  burlándose  de  las  reglas 
de  la  circulación  de  vehículos,  y  poniendo  en  riesgo  la  inco- 
lumibilidad  de  los  peatones,  se  le  dice:  "fotinguero,  déjate  de 
floreos". 

Fonguear. — Vocablo  del  base-ball.  Dar  a  la  pelota  para  practicar  a 
los  jugadores,  antes  del  juego  o  desafío.  El  hampa  le  da  otra 
acepción  picaresca. 

Frijol. — Tapadilla,  algo  oculto  o  reservado.  Le:  sacaron  los1  frijoles. 
Le  descubrieron  el  gran  frijol. 

Ganga. — Baratura.   Tú  quieres  mucha  ganga. 

Ganguero. — Amigo   de  conseguir  ganga. 

Horqueta. — Horquilla  que  usan  las  lavanderas  para  levantar  las  ten- 
dederas. 

Jamaquear. — Sacudir,  zarandear  a  uno.  No  me  jamaquees.  La  acep- 
ción que  aporta  Suárez  es  derivada  de  ésta,  la  cual,  a  su  vez, 
procede  de  hamaquear,  columpiar,  mecer  en  la  hamaca  o  ja- 
maca, como  aun  dicen  los  campesinos. 

Ácana. — Ser  ácana,  es  ser  tacaño,  miserable,  ruin,  duro;  y  se  deri- 
va este  vulgarismo,  metafóricamente,  de  la  madera  del  ácana, 
una  de  las  más  estimadas  precisamente. 

Bayusera. — Mujer  que  frecuenta  el   oayit. 

Cachorrada. — Acción  propia  de  una  persona  cachorra  o  sea  perra, 
de  mala  intención,  rencorosa. 


Í64  FERNANDO    OÉTÍ2 

Despetroncarse. — Huir  a  todo  correr.  Vulgarismo  poco  usado.  Con* 
taminación  de  despernar  y  destroncar. 

Jorobeta. — Forma  diminutiva  como  conservamos  el  vocablo  joroba, 
en  su  2.a  acepción  de  impertinencia  o  molestia  enfadosa.  ¡Bas- 
ta de  jorobeta! 

Jauco. — Este  toponímico  (barrio  y  río  en  Baracoa)  parece  corru- 
ción  de  jaruco,  como  éste  diminutivo  de  jaro,  que  no  es  voz  in- 
dia, sino  bien  castiza,  que  trae  ei  diccionario  oficial,  derivada 
de  jara.  De  esta  voz  se  derivan  otros  toponímicos  cubanos,  que 
se  empeñan  en  catalogar  como  aborígenes:  Jarao,  hacienda 
en  Sancti-Spiritus;  Jaraguá,  árbol  muy  alto  de  madera  dura 
y  puesto  cerca  de  Baracoa;  Jar  aguan,  corral  en  Güira  de  Me- 
lena; Jar ag Mea,  hacienda  rural.  En  1546  se  citaba  el  nombre 
de  un  pueblo  cerca  de   Santiago  de  Cuba,  llamado   Jara. 

Moco  de  herrero. — Según  el  Diccionario  de  la  Academia  es  "la  es- 
coria que  sale  del  hierro  encendido  en  la  fragua  cuando  se 
martilla  y  apura".  Nosotros  lo  decimos,  especialmente  en  Vuel- 
tabajo,  aunque  algo  en  desuso,  a  la  tierra  perdigón,  o  sea  la 
tierra   granulosa,   con  óxidos  de  hierro,   poco   productiva. 

Piedra  de  ojo. — Cierta  piedrecita  de  playa  que  puesta  en  el  ojo,  bajo 
el  párpado,  sin  esfuerzo  se  mueve  por  toda  la  órbita  y  la  lim- 
pia. Se  mueve  sola  con  zumo  de  limón,  según  Esteban  Pichar- 
do  en  su  Geografía  (Vol.  II,  p.  43). 

Las  virtudes  de  estas  piedras  de  ojo  (piérres  aux  yeux)  ya 
fueron  notadas  por  el  P.  Charlevoix  en  su  notable  Histoire  de 
l'lsle  Espagnole  ou  de  8.  Domingue  (Amsterdam.  1733.  T.  1.°, 
pág.  28),  quien  les  atribuye  en  latín  el  nombre  de  umbilicus 
marinus. 

Asiático. — Por  mucho  tiempo  se  le  ha  dicho  por  antonomasia  al  chih 
no,  por  no  confundir  al  hijo  de  China  con  el  hijo  de  negro  y 
mulata. 

Sabanetón. — Sabana  pequeña.  De  sabana,  se  formó  el  diminutivo  sa- 
baneta,  y  de  ésta  sabanetón,  que  no  es,  por  tanto  un  aumen- 
tativo, aunque  lo  parezca  por  su  desinencia.  Igual  proceso  fo- 
nético tenemos   en   cala,   caleta,   coletón.  Véase  sabanazo. 

Pan. — Suárez  explica  esta  voz,  pero,  a  nuestro  pobre  juicio,  pudiera 
añadirle  el  carácter  típico  de  cónica,  como  pone  de  relieve  E. 
Pichardo,  porque  "representa,  dice,  un  pan  de  azúcar"  o  pilón. 

Arranchador. — RancJieador  o  ranchador.  Cazador  de  esclavos  cima- 
rrones. 

Ranchador. — Rancheador. 

Quemados. — En  plural  solemos  usar  esta  voz,  que  en  singular  tiene 
su  acepción  castiza  registrada:  "rodal  de  monte  consumido  en 
todo  o  en  parte  por  el  fuego".  Así  es  como  se  desmontaba  en 
Cuba  por  los  indios,  según  Oviedo,  y  después  por  los  españo- 
les, para  proceder  a  las  siembras  y  labranzas.   El  vocablo  se 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  165 

ha  fijado  en  la  toponimia:   Quemados  de  Marianao,  Quemados  de 
Güines,  Quemados  de  Yaoii,  etc. 

Atollador. — Aplicado  a  un  arroyo,  significa  que  se  atasca.  La  voz,  de 
raíz  castiza,  puede  venirnos  de  Extremadura  donde  se  usa 
atolladar.  (M.  D.  González,  en  su  obra  histórica  sobre  Villa- 
clara.) 

Pan  de  sábado. — Ant.  Auxilio  consistente  en  un  real  o  etn  un  medio, 
que  cada  sábado  debía  llevar  a  su  maestro  el  alumno  de  las 
escuelas    de   instrucción   primaria,    a  fin    del    siglo    XVIII. 

Paito. — Diminutivo  de  padre,  usado  en  Vueltarriba.  De  padre,  pae, 
paito.   (A.  Perpiñan.  El  Camagüey,  1889,  pág.  21.) 

Quiquirito. — Gallo  americano.  Suárez  trae  esta  otra  forma,  que  debe 
ser   anterior,    y    ambas    onomatopéyicas:    quiquiriquito. 

Espanta  totíes. — Viejo  esclavo  que  en  los  ingenios  solía  ocuparse  de 
ahuyentar  los  totíes,  para  que  estos  pájaros  no  picotearan  el 
azúcar. 

Cobija. — Dice  Suárez:  "En  Cuba  se  dice  solamente  al  techo  de  guano 
o  de  yagua,  con  que  se  cubren  todos  los  bohíos  y  algunas  ca- 
sas campesinas,  entre  ellas  las  casas  de  tabaco.  En  los  demás 
casos  se   dice   "techo",   "techumbre  o  tejado". 

Añadamos  que  la  voz  es  de  buen  origen  latino,  según  la 
Academia.  De  cooperculum,  de  cooperire,  cubrir.  Pero  esta  acep- 
ción nuestra,  que  constituye  un  indiscutido  cubanismo,  ha  de- 
bido ser  influenciada  por  el  hecho  de  que  las  cobijas  de  los 
bohíos  indios  se  hacían  preferentemente  con  hojas  de  bihao  o 
bijao,  o  sea  de  palma  yarey  o  macana. 

Antiguamente  no  sólo  se  llamó  cobija  al  techo,  sino  a  las 
paredes  de  un  bohío,  si  eran  de  yagua  o  guano,  lo  cual  refuer- 
za la  anterior  hipótesis.  Lo  demuestra  el  siguiente  texto  de 
M.  D.  González  en  su  Memoria  histórica  de  la  villa  de  Santa 
Clara  (pág.  351)  referente  a  una  acta  del  cabildo  villaclareño, 
de  26  de  Mayo  de  1693,  que  dice:  "que  ningún  vecino  cobije 
su  casa  para  abajo,  y  el  que  no  pueda  embarrarla  o  entablarla, 
cobijará  las  paredes  de  yaguas  y  no  de  guano,  por  el  mucho 
riesgo  de  fuego".  De  ahí  se  desprende  que  no  sólo  la  techum- 
bre, sino  las  paredes,  eran  objeto  de  la  cobija. 

Raya. — Raya  de  yuca  se  llamó  al  lugar  donde  se  rallaba  la  yuca  para 
hacer  el  casabe.  La  prosodia  era  defectuosa;  pero,  aun  dicién- 
dose ralla,  el  cubanismo  es  incuestionable.  Lo  hallamos  escrito 
en  una  acta  municipal  de  1735  prohibiendo  que  los  negros  can- 
ten y  toquen  tambor  "en  las  rayas  de  yuca,  como  lo  acostumbran". 

Aguantar. — 'Sujetar.  Probable  extensión  de  la  2.a  acepción  académica. 
Aguántame  la  silla,  que  se  bambolea.  Aguántame,  que  me  cai- 
go. Aguántame  este  papel  mientras  me  lavo. 

Basiliquear. — 'Desgracia,  dar  mala  suerte.  Poco  usado  y  entre  juga- 
dores. De  basilisco. 


166  FERNANDO     OBTIZ 

Bombero. — Afortunado,  dado  a  las  bambas.  Procede  del  juego  del  bi- 
llar llamado  pina,  donde  es  la  bola  metida  en  tronera  por  ca- 
sualidad. Parece  voz  onomatopéyica,  derivada  del  sonido  de  lrs 
bolas  de  billar  al  chocar  unas  con  otras. 

Figurín. — El  Domingo  del  figurín  es  el  cuarto  de  la  Cuaresma  (D. 
Esta  denominación  es  moderna.  En  1883  el  cuarto  domingo  de 
Cuaresma  se  señaló  por  primera  vez  en  la  Habana  por  haber 
dado  un  baile  de  máscaras  el  Casino  Español,  que  por  aquel 
entonces  era  la  sociedad  que  imponía  ciertas  normas  sociales 
tocante  a  su  adopción  oficial,  y  el  baile  se  llamó  del  entierro 
de  la  sardina.  Hay  que  pasar  más  años  para  que  los  gacetille- 
ros y  cronistas  hablen  del  figurín. 

Suponemos  que  el  origen  de  esta  denominación  fuera  el  si- 
guiente. Después  de  1883  quedaron  cuatro  bailes  de  disfraces 
en  Cuaresma,  correspondiendo  a  los  cuatro  primeros  domin- 
gos: piñata,  vieja,  sardina  y  entierro  de  la  sardina.  De  los 
otros  domingos  de  Cuaresma,  el  quinto  y  sexto,  por  ser  los 
más  significativos  desde  el  punto  de  vista  religioso  (el  quin- 
to por  estar  ya  inmediato  a  la  semana  de  dolores,  y  el  sexto 
por  ser  el  de  ramos,  inmediato  a  la  semana  de  pasión)  el  pueblo 
habanero  se  abstenía  de  bailar,  hasta  el  séptimo  domingo,  que 
terminaba  la  Cuaresma,  o  sea  el  de  Pascua  de  Resurrección. 
Así  que  el  cuarto  domingo  fué  el  último  en  que  se  concedía 
permiso  para  bailes.  Las  autoridades,  dicho  sea  de  paso,  pro- 
hibían todo  espectáculo  público,  como  teatros,  retretas,  diora- 
mas, caballitos,  etc.,  los  viernes  de  Cuaresma,  y  vayase  lo  uno 
por  lo  otro. 

Por  otra  parte,  la  locución  último  figurín,  no  sólo  fué  usual 
para   expresar   el   vestido   a   la   derniére,   "a   la   última   moda", 
au   dernier  cri,   o   "a  la  última",   que   aun   se  usan;    sino   que 
pasó   como  vulgarismo   a  significar  lo  último  de  algo:    la  últi- 
ma carta,  la  última  copa,  etc.  Y  la  denominación  de  domingo 
del  entierro  de  la  sardina  por  ser  el  último  de  los  bailes  car- 
navalescos permitidos  y  por  evitar  confusión  con  el  tercer  do- 
mingo, el  de  la  sardina,  fué  trocándose  por  la  del  último  figurín. 
,        El  figurín   se  ha  dicho   en  el  lenguaje  familiar  al   último   en 
una  serie.  Recordamos  que  nuestra  abuelita,  cuando  quería  ju- 
-     gar  el  último  juego  de  baraja  con  su  nieto,  le  decía:    "vamos 
/     a  jugar  ahora  el  figurín". 

Por  lo  que  se  ve,  el  domingo  del  figurín  quiere  decir  el 
último. 

Derrienga. — Por   derrengó. 


(1)  En  la  papeleta  piñata  (pág.  124)  está  equivocado  el  orden  de 
las  denominaciones  do  los  domingos  de  Cuaresma,  usurpados  en  Cuba  por 
fel   Carnaval. 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  167 

Vejerano. — Vejestorio.  Al  estilo  de  Cuervo:  vejete  -J-  veterano  =  ve- 
jerano. 

Abacorar. — Además  de  la  acepción  de  Suárez:  abracar.  La  significa- 
ción del  vocablo,  que  se  usa  también  en  Venezuela  (Toro  y 
Gispert),  parece  insegura,  probablemente  por  ser  corrupción, 
a  la  vez,  de  abarcar  y  abracar. 

Abracar. — Sujetar  a  una  persona,  animal  o  cosa  entre  los  brazos.  De 
abrazar.  Es  muy  usado. 

Abarrotar. — La  4?  acepción  académica  la  extendemos  mucbo.  Así: 
el  coche  está  abarrotado  de  fruto,  su  cabeza  se  abarrotó  de  nú- 
meros, etc. 

Catibiero. — Propiamente  el  hacedor  o  vendedor  de  catabía.  Pero  di- 
ciéndose come  catibía  al  mentecato  o  tonto,  catibiero  es  un 
vulgarismo  sinónimo  de  tonto,  guanajo.  Eres  "un  come  cati- 
bía'1 y  "eres  un  catibiero"   se  equivalen. 

Cargar. — Cubrir  en  su  4.a  acepción.  En  ganadería,  preñar  una  res. 
Una  vaca  o  yegua  cargada.  El   garañón  la  cargó. 

Trinca. — Además  de  las  acepciones  que  da  el  Dic.  de  la  Academia, 
y  el  cubanismo,  que  recoge  Suárez,  significa,  como  vulgarismo, 
la  bebida   o  borrachera.    Del  inglés   to   drink. 

Abollar. — Por  extensión,  "golpear".  Le  abollaron  un  ojo. 

Bolero. — Si   bola  y   bolada  son  "mentira",    bolero   será   "mentiroso". 

Bombo. — Tibio,  si  se  aplica  a  los  líquidos:  agua  bomba.  Insípido, 
reblandecido,  pasado,  si  se  aplica  a  las  frutas.  Tenemos  la  fru- 
ta bomba,  eufemismo  que  evita  nombrar  castellanamente  el 
el  fruto  del  papayo,  que  aquí  tiene  acepción  obscena.  Antaño 
se  decía  fruta  boba.  Véase  en  Miguel  Rodriguez-Ferrer. — Natura- 
leza y  civilización  de  la  grandiosa  Isla  de  Cuba. —  (Madrid.  1876, 
pág.  644.) 

Tonto,  guanajo,  si  se  aplica  a  las  personas. 

Abombar. — Entibiar  el  agua.  Reblandecer  un  fruto.  Atontar  una  per- 
sona. 

Disco. — La  vulgarización  del  fonógrafo  y  de  sus  discos  ha  traído 
este  neologismo:  repetición  de  unas  mismas  razones.  Ya  co- 
nozco ese  disco.  Cambíame  el  disco. 

Orejano. — Propiamente,  según  el  Dic.  de  la  Academia,  es  el  ganado 
sin  marca  en  las  orejas;  pero,  por  extensión,  se  aplicaba  al 
ganado  cimarrón  o  huido. 

Palmota. — Ant.  Palmeta  para  castigo  de  los  niños  escolares.  Era  de 
caoba,  o  majagua,  etc. 

Guayaba. — Solía  llamarse  así  por  razón  del  color  a  la  mulata  blar»~ 
conaza. 

Guayabúa. — Mulata  blanconaza. 

■  Rompida. — Conjunto  de  arrecifes  o  mitcaros  donde  rompe  el  mar. 
Por  rompiente. 

Sebucán. — El  Dic,  de  la  Academia  trae  esta  voz  como  propia  de  Ve- 


168  FERNANDO     OETIZ 

nezuela.  Es  indígena  antillana  y  puede  leerse  ya  eta.  Oviedo, 
Bmé.  de  las  Casas,  Gomara,  etc.  Como  cibucán,  que  así  se 
escribía,  era  una  manga  de  empleita  de  palma  para  exprimir 
la  harina  de  la  yuca,  lo  cual  se  solía  lograr  por  medio  de  unas 
gruesas  piedras  que  ataban  a  uno  de  sus  extremos,  según  cuenta 
Oviedo;  y  como  ciba  quiere  decir  piedra  entre  los  aborígenes, 
de  ahí  que  se  deduzca  que  cibucán  procede  de  ciba.  La  Acade- 
mia no  haría  mal   en  corregir  esta  papeleta. 

Camellón. — Género  para  vestidos  y  abrigos  de  pelo  de  camello  con 
mezcla  de  lana  (siglo  XVIII).  Se  usaba  con  las  telas  de  aquel 
entonces:  piñuela,  peñasco,  carro  de  oro,  peldefebre,  angari- 
pola,  capichola,  tercianeía,  picote,  mué,  ormasí. 

Palometas. — Ant. — Tela  para   abrigos    (siglo  XVIII). 

Isa. — Ant. — Adorno  con  que  se  engalanaban  las  monturas  (siglo  XVIII). 

Alambiquero. — Antaño  fué  el  que  manejaba  y  cuidaba  el  alambique 
y  hacía  el  aguardiente.  Hoy  la  voz  está  algo  en  desuso  porque 
ya  no  suele  haber  pequeños  alambiques  en  los  ingenios,  y 
porque  ya  el  alambique  es  aparato  complicado  que  requiere  el 
concurso  de  varios  trabajadores  de  diferente  índole,  por  lo 
que  el  vocable  alambique  no  se  podría  aplicar  a  ninguno  de 
éstos  en  especial. 

Aparejería. — Establecimiento  donde  se  construyen  los  aparejos,  o 
arreos  ordinarios  que  se  ponen  a  las  caballerías  para  car- 
garlas. 

Aparejero. — Hacedor  de  aparejos. 

Azucarero. — Véase  el  Dic.  de  la  Academia.  Además:  el  dueño  de  una 
azucarería,  tienda  dedicada  a  la  venta  de  azúcar. 

Pinenses. — :Nombre  que  recibían  los  naturales  de  Pinar  del  Río,  que 
antes  se  decía  Piñal  del  Río.   Hoy  pinareños. 

Descabezar. — Buscar  las  cabezadas  o  nacimiento  de  un  río  o  arroyo 
para  pasar  de  un  lado  al  otro,  sin  vadearlo.  Suele  hacerse 
cuando  la  creciente  impide  el  vado  o  paso  y,  naturalmente, 
si  las  cabezadas  no  están  distantes.  Descabezar  un  sueño  quie- 
re decir  comenzar  a  dormir. 

Ajiconal. — Vocablo  aJgo  sonado  en  la  toponimia  cubana.  Lugar  de 
ajicones. 

Cayuelo. — Antiguo  diminutivo  de  cayo,  conservado  en  la  toponimia. 
Hoy  suele  decirse  cayito. 

Corojal. — Lugar  de  corojos. 

Vara  estadal. — Según  Esteban  Pichardo,  se  llamó  a?í  al  cuadrado 
de  dos  varas  y  una  tercia  de  lado,  lo  preciso  para  un  montón 
de  yuca,  de  cuya  siembra  era  unidad  de  medida,  según  Acta 
del  capítulo  habanero  de  24  de  Octubre  de  1596.  Debe  de  equiva- 
ler al  estado  castellano.  Véase  en  el  Dic.  de  la  Academia. 

Obrada.— Medida  superficial  que  aun  se  usa  en  Castilla  y  Sevilla, 
según  se  ve  en  el  Dic.  de  la  Academia;  equivale  a  la  labor  que 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  16ÜJ 

en  un  día  hace  un  hombre  cavando  la  tierra,  o  una  yunta 
arándola.  En  Cuba  equivale  a  3,000  estadales  o  montones. 
Y  36,000  estadales,  o  doce  obradas,  equivalían  a  una  caballería, 
cubanismo   éste   que   trae   aquel   diccionario. 

Juez  de  mojones. — El  designado  para  deslindar  y  amojonar  una  ha- 
cienda   (siglo  XVIII). 

Ajiaco. — La  comida,   por  antonomasia.   "Hay   que   ganarse  el   ajiaco.'' 

Arrancuchar. — Pérdida  total  del  dinero,  en  el  juego.  Como  abancu- 
char.  Arrancuchar  debe  de  ser  vocablo  anterior  a  abancuchar. 
Este  se  derivó  por  el  influjo  de  la  banca  que  solía  ser  abancu- 
chada  o   arrancuchada.  ¿De  arrancar  y   arranchar? 

Cayuco. — Deformidad    de   la   bóveda  craneal. 

Bacalao. — Flaco.   "Ella  era  un  bacalao." 

Cambumbia. — Juego  infantil.  El  palito  que  terminado  en  punta  por 
sus  extremos  sirve  de  base  al  juego.  Este  consiste  en  poner 
la  cambumbia  en  el  suelo,  dentro  de  un  cuadrado,  haciéndola 
saltar  a  lo  lejos,  dándole  por  uno  de  sus  extremos  con  otro 
palo.  En  el  aire  se  le  da  a  la  cambumbia  a  fin  de  alejarla  todo 
lo  posible  del  cuadrado  y  gana  el  que  la  aleja  más,  midiéndose 
la  distancia  con  el  palo  que  sirve  para  el  juego. 

Serón. — Medida.  Sinónimo  de  caballo  o  carga,  si  se  aplica  a  los  plá- 
tanos. 

Cuerda. — Cuerda  de  leña. — El  montón  de  leña  cortada  en  rajas  de 
cuatro  pies  inglesas,  que  ocupa  tendida  en  el  suelo  el  ancho 
de  una  raja,  otro  de  alto  y  dos  tantos  de  largo  (Pichardo). 
En  el  Dic.  de  la  Academia  consta  la  acepción  de  "medida  de 
ocho  varas  y  media".  ¿Se  dirá,  pues,  cuerda  de  leña,  porque 
comprende  la  leña  que  se  puede  atar  con  una  cuerda  (la  típi- 
ca de  ocho  varas  y  media)  ? 

Tarea  de  leña. — Montón  de  leña  cortada  en  rajas  de  cuatro  pies, 
que  ocupa  tendida  en  el  suelo  el  ancho  de  una  raja,  dos  tan- 
tos de  alto,  tres  de  largo    (Pichardo). 

Macuto. — Medida  de  sal.  Saco  largo  y  estrecho,  tejido  de  guano,  de 
cuatro  arrobas  de  capacidad. 

Carretada. — Cabida  de  una  carreta.  Como  medida  equivale  a  120 
arrobas  o  15  caballos.  La  Academia  acepta  la  acepción  como 
mejicanismo. 

Tendido. — Medida  de  la  soga,  equivalente  a  25  brazas. 

Canastada. — Cabida  de  una  canasta. 

Barrilada. — Cabida  de  un  barril. 

Cuñete. — Envase  o  recipiente  de  lata.  Tiene  además  los  usos  caste- 
llanos. 

Cerca  de  pie. — Vallado  que  se  hace  con  palos  o  janes  enterrados  de 
punta. 

Cerca  echada. — Vallado  de  palos  horizontales,  tendidos  (latas)  y  ase- 
gurados con  otros  verticales   (estante  o  jan). 


170  FERNANDO     OBTIZ 

Lata. — El  palo  tendido  de  una  cerca  echada.  Véase  cumbrera. 

Cerca  de  lienzos. — Igual  a  cerca  echada. 

Lienzos. — El  espacio  entre  dos  estantes,  en  una  cerca  echada  o  de 
lienzos. 

Mqyetado. — Cerca  echada  en  zig-zag  o  ángulos,  sinónimo  de  cerca 
alemana,  ¿De  la  voz  marinesca  mollete'? 

Cerca  alemana. — Cerca  echada  en  zig-zag. 

Ombliguero. — Fracción  de  un  potrero  establecida  para  que  los  ani- 
males vayan  mudando  los  pastos. 

Catalán. — En   Oriente,   sinónimo   de   bodeguero. 

Contracolgadizo. — Casa  con  una  sola  corriente  en  el  techo,  pero  di- 
vidida en  dos  de  diferente  ángulo,  aunque  hacia  un  mismo 
lado.    (Esteban  Pichardo.) 

Atarazana. — En  la  región  oriental,  a  la  casa  con  techo  de  dos  co- 
rrientes o  "a  dos  aguas",  una  hacia  el  frente  y  otra  hacia  el 
fondo. 

Calera. — Además  de  las  acepciones  castellanas,  lugar  donde  se  alma- 
cena la  cal  en  los  ingenios,  y  lugar   donde  se  vende. 

Calero. — El   obrero  encargado  de  la  cal  en  los  ingejnios. 

Seronero. — Es  camino  seronero  o  de  caballería,  aquella  vereda  por 
donde  sólo  puede  pasar  a  la  vez  una  caballería  con  serón 
abierto. 

Desecho. — Camino  de  desecho,  aquél  que  se  deriva  del  principal  para 
desechar  algún  mal  paso,  volviendo  luego  a  confluir. 

Horqueta. — Bifurcación  de  un  camino.  De  horca,  horcajo. 

Corral  falso. — El  corral  principal  en  las  antiguas  haciendas,  distan- 
te del  asiento,  para  excusar  el  trabajo  de  conducir  tan  lejos 
el  ganado.  Ha  quedado  la  voz  en  nuestra  toponimia:  Corral 
Falso  de  Macuriges. 

Corral  de  amansa. — El  corral  destinado  al  ganado  cerrero  o  cima- 
rrón. 

Matazón. — En  el  campo:  rastro,  matadero,  carnicería.  Compró  una 
matazón, 

Caja. — Medida  antigua  del  azúcar.  Tenía  cinco  palmos  de  largo,  dos 
de  alto  y  tres  de  ancho.  Regularmente  contenía  16  arrobas  de 
azúcar.  Cuando  vacía,   se  llamaba   envase. 

Estuche. — Medida  antigua  de  azúcar,  aproximadamente  la  mitad  de 
la  caja. 

Saca. — Medida  o  saco  de  carbón  de  cinco  palmos  de  largo  y  tres  de 
diámetro.  Se  distingue  del  saco,  que  no  llega  ni  a  la  mitad. 

Carga. — Medida  de  carga  de  las  caballerías,  por  lo  itie  es  sinónimo 
de  caballo.  Equivale  a  ocho  arrobas. 

Caballo. — Carga  de  una  caballería.  Se  computa  de  ocho  arrobas.  El 
serón,   aplicado   a   los   plátanos,   es   sinónimo. 

Jícaro. — Vaso,  jicara  o  escudilla,  hecho  de  cascara  de  coco,  que  se 
adornaba    con    grabados    y    pulimentaba    hasta    semejar    el    aza» 


UN     CATAUEO    DE    CUBANISMOS  171 

bache.  Los  había  guarnecidos  de  plata,  con  asas  y  pies  del 
propio  metal.  En  esos  jícaros  se  servía  el  chocolate  y  otros  lí- 
quidos,  pues  eran  escasos  los  bernegales. 

Loba. — Ant. — Era  por  antonomasia,  en  Cuba,  la  vestimenta  o  sotana 
de  luto,  que  cubría  todo  el  cuerpo  (siglo  XVIII).  Se  usaba  con 
el  capirote  o  capuchón  negro  y  en  punta.  Fué  prohibido  su 
uso  por  lo  extravagante  y  peligroso,  pues  era  a  manera  de 
disfraz  que  ocultaba  a  quien  lo  llevaba. 

Temblequeo. — Temblor  frecuente  o  continuado.  La  Academia  admite 
tembleque  y  temblequear.  A  veces  decimos   tembeieque. 

Terequeté. — Patatús,    y,    además,    temblor,    temblequeo. 

Nos  permitimos  suponer  que  este  vocablo  tiene  un  origen 
picaresco.  Teque,  teque,  reteque,  teque..,.  fué  sonsonete  del 
baile  llamado  zarambeque,  que  tanta  boga  obtuvo  en  España 
en  el  siglo  XVII,  por  lo  indecente  y  lascivo,  equivalente  a 
nuestra  rumba. 

Véanse  las  siguientes  notas,  tomadas  del  erudito  y  ameno 
estudio  de  Cotarelo. 

El   entremés   El   destierro   del   hoyo   termina  así: 

"¡Zarambeque,   teque 
lindo  zarambeque!" 

El  Diccionario  de  Autoridades  cita  a  Montero  (Ob.  postu- 
ma:   2<>,  377) : 

"Ya  que  saltos  y  brincos 
se  han  hecho  leyes, 
que   teque,   reteque, 
lindo  zarambeque." 

En  el  entremés  de  El  Portugués,  de  Cáncer  (1651),  se  baila 
al  final  por  negros  el  zarambeque  con  el  estribillo: 

"Teque,    teque,    teque, 
vaya   el   zarambeque." 

En  la  loa  para  Las  Amazonas  de  D.  Antonio  de  Solís  (1655), 
se  baila  un  zarambeque,  cantando: 

"Teque,    teque,    teque, 
nuestro  día  es  éste". 

En  el  baile  de  Los  Borradlos,  de  Suárez  de  Deza  (1663), 
se  baila  con  el  mismo  bordón: 

"¡Teque,   teque,  teque! 

Vaya,   Heráclito,   un   Zarambeque." 

En  el  entremés  de  Los  Volatines  y  mojiganga  (siglo  XVII), 
se  canta: 


172  FEBJTANDO     OBTIZ 

"con  vueltas  del  Zarambeque 
teque,    reteque,    teque,    reteque." 

En  El  parto  de  Juan  Rana,  lo  mismo: 

"Teque,   teque,   teque." 

En  el  entremés  de  Avellaneda  La  boda  de  Juan  Rana  (1664), 
se  canta  al  final:  , 

"¡Ay,    que    teque,    reteque, 
siempre   alegran   los   zarambeques!" 

En  la  Mojiganga  de  D.  Gaiferos  (fines  del  siglo  XVII),  se 
dice: 

"Teque,    teque,    teque, 
vaya    el    zarambeque." 

Y  se  canta  esta  copla,  que  a  los  efectos  de  la  significación 
cubana  del  terequeíé  o  temblequeo,  tiene  especial  importancia: 

Y  pues  él  está  en  tembleque, 
bailad  conmigo  o  por  mí, 
y  todos  juntos  aquí 
lloremos  un  zarambeque.'' 

Y  así,  podríamos  aportar  otras  citas  del  bordoncillo  carac- 
terístico  del  zarambeque. 

El  terequeté  ba  debido  formarse  por  fusión  de  los  elemen- 
tos fonéticos  del  sonsonete  teque,  reteque,  teque,  reteque,  con 
una  simple  metátesis  de  la  sílaba  re. 

Pero  ¿de  dónde  proviene  el  teque?  ¿Será  una  voz  sin  signi- 
ficación, un  ripio  fonético,  diríamos,  para  consonantar  con 
zarambeque;'  No  es  de  creer  así.  Como  consonante  no  era  in- 
dispensable. En  las  coplas  de  bailes  y  entremeses  se  usan,  por 
ejemplo:  peque  y  el  burlesco  tembleque,  sin  contar  otros  que 
estuvieron  a  su  alcance,  como:  jeque,  alfaneque,  etc.  ¿No  es 
significativo  que,  puestos  a  escoger  un  bisílabo,  acaso  por  mor 
del  ritmo  musical,  prefirieran  el  teque,  y  no  jeque,  peque,  se- 
que, beque  o  breque,  que  tienen  significado  propio?  ¿No  es  intere- 
sante observar  que  exceptuados  los  subjuntivos  en  eque,  los 
sustantivos  castellanos  así  terminados  son  o  árabes  marí- 
timos o  militares  (jeque,  jabeque,  taibeque,  alfaneque,  alfa- 
queque,  almaleque,  almajaneque),  o  voces  marinescas  y  de 
las  flotas  de  guerra  y  coloniales  (beque,  breque,  claveque,  es- 
peque, homabeque  y  las  variantes  arenque,,  palenque,  reben- 
que, trenque,  estrenque,  obenque  y  craquelenque) ,  o  vulga- 
rismos preferentemente  andaluces  (tembleque,  tirabeque,  pe- 
neque   y    enclenque),    exceptuando    el    neologismo    cheque?    ¿Y 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  1/3 

no  es  curioso  que  entre  los  cubanismos,  de  los  más  indiscu- 
tibles, contemos  tantos  finales  en  eque,  como:  meque,  queque, 
mayabeque,  tembeleque,  sabaneque,  timbeque,  guateque,  sam- 
beque, muleque  (Bayeque  o  Bieque,  en  Puerto  Rico),  además  de 
las  variantes  tenque,  buquenque,  moquenque  y  merequetén?  Es- 
to y  el  origen  africano  del  zarambeque  ¿no  ayudarán  a  inves- 
tigar el  origen  del  téqueí 

El  uso  casi  exclusivo  de  la  desinencia  eque  en  voces  árabes, 
marineras,  militares  e  indianas,  basta  para  demostrarnos  que 
su  procedencia  no  es  castiza  y  sí  de  importación  tardía,  con- 
temporánea del  descubrimiento  y  población  de  América  y  de 
las  correrías  navales  contra  piralfas  y  /turquescos.  Pero  la 
abundancia  del  eque  en  estas  Indias  y  en  la  gente  marinesca, 
podría  inducirnos  a  creer  que  se  trata  de  una  influencia  afri- 
cana, por  más  que  no  podamos  asegurarlo. 

El  teque  (reteque  es  el  teque  con  el  prefijo  frecuentativo 
re),  digámoslo  ya,  es  sin  duda,  indiano,  cuando  menos,  como 
indiano  fué  el  zarambeque,  que  lo  llevó  a  España;  indiano, 
después  de  ser  africano.  (Véase  esta  voz  en  nuestro  Vocabula- 
rio de  negroafricanismos.) 

En  América  parece  que  tenemos  varios  derivados  de  teque, 
como  tequirar,  "dañar",  "perjudicar",  en  Honduras;  tequio- 
so, "molesto",  "pesado",  "travieso",  en  la  América  Central; 
tequiche,  "dulce  de  maiz",  en  Venezuela;  tequila,  aguardiente 
del  maguey;  pero  son  derivaciones  de  tequio,  voz  del  náhuatl 
tequitl,    "oficio",    "carga",    "trabajo",    "tarea    de   minero". 

Estar  de  teque  fué  expresión,  boy  anticuada,  que  significó 
"estar  de  broma",  según  el  diccionario  de  la  Sociedad  de  Lite- 
ratos, y  esto  nos  baria  pensar  en  una  posible  derivación  de 
nuestro  guateque  o  en  una  aféresis  del  mismo,  si  realmente  no 
fuese  expresión  derivada  del  teque,  teque  del  zarambeque,  por 
su  significado. 

El  vocablo  tecle  ("enclenque",  en  Chile,  y  "aparejo  de  un 
motón",  en  la  marinería)  parece  derivado  del  teque  en  cues- 
tión; como  lo  fué,  sin  duda,  el  vocablo  tengue,  de  corta  vida, 
que  en  tiempos  de  Don  Francisco  de  Quevedo  dio  nombre  al 
baile  Tengue,  tengue  {El  entretenido,  la  dueña  y  el  soplón), 
que  no  debió  de  ser  sino  una  variante  del  zarambeque,  y  de 
su  teque,  teque.  (En  Cuba»  del  pez  tenca  hemos  hecho  el  pez 
tengue.) 

Esta  forma  tengue,  tengue,  de  indudable  desinencia  peyo- 
rativa, por  teque  teque;  y  el  aentido  despectivo  de  mucbas  de 
las  voces  así  terminadas,  especialmente  los  vulgarismo^,  nos 
hacen  pensar  que  eque  no  sea  sino  una  variante  del  sufijo 
engue,  cuya  interpretación  y  análisis  lexicológico  publicare- 
mos en  próximo  estudio,  variante  influida  y  forzada  a  la  conso- 


1?4  STSSÍÍAÑDO    Ofelia 

nancia  del  vocablo  zarambeque.  La  raíz  del  vocablo  tequé, 
como  de  tengue,  puede  ser  una  imitativa  del  temblor,  o  del 
movimiento  continuado  o  del  ruido  acompasado,  algo  así  como 
tic,  que  da  origen  a  tic-tac,  tiquitiqui,  chiquichiqui,  etc. 
Balay. — El  Dic.  académico  acepta  el  cubanismo  balay:  "plato  de 
madera,  especie  de  batea,  con  que  se  avienta  el  arroz  antes  de 
cocerlo".  En  América  se  llama  balay  a  cierta  cesta  de  mimbre. 
Zayas  la  incluye  entre  las  voces  indígenas.  Picbardo  no  se 
atrevió  a  tanto.  En  la  3a  edición  de  su  Diccionario  Provincial 
de  Tozes  cubanas,  cambió  la  ortografía  de  la  palabra,  tal  co- 
mo  la   recoge   el   Dice,   de  la  Academia.   Antes   escribía    balaí. 

Cuervo  (983)  define  mejor  el  balay:  "instrumento  a  mane- 
ra de  bandeja  redonda,  formado  por  un  aro  de  bejuco  en  que 
está  asegurado  un  tejido  de  tiritas  vegetales,  el  cual  instru- 
mento sirve  para  aventar  cosas  secas  o  pasar  líquidas  de 
alguna  consistencia". 

No  se  usa  el  balay  solamente  para  limpiar  el  arroz,  separan- 
do la  cascara  del  grano,  sino  también  el  café.  Fué  voz  usual 
en  los  cafetales.  Esto  nos  ayuda  a  creer,  pues  sabido  es  el  des- 
arrollo que  a  los  cafetales  trajeron  los  colonos  franceses,  que 
el  balay  procede  del  francés  balai  o  balayer,  escoba,  barrer. 

Esto,  no  obstante,  refiriéndonos  solamente  a  la  forma  orto- 
gráfica del  vocablo,  no  queremos  decir  que  el  vocablo  sea  ra- 
dicalmente francés,  porque  se  deriva  del  latino  baleium,  es- 
coba, el  cual  dio  al  castellano  unas  bien  castizas  voces,  como 
abalear,  que  significa:  "separar  del  trigo,  cebada,"  etc.,  después 
de  aventados,  y  con  escoba  a  propósito  para  ello,  los  granzo- 
nes y  paja  gruesa;  y  abaleo,  "la  acción  y  efecto  de  abalear", 
y  "la  escoba  para  abalear".  Aun  más,  el  Dic.  de  la  A.  recoge 
la  voz  baleo  en  sus  acepciones:  "aventador,  4a  acepción",  o 
sea:  "ruedo  pequeño,  comúnmente  de  esparto,  con  mango  o 
sin  él,  que  sirve  principalmente  para  aventar  e|l  fuego,  y  se 
emplea  también  para  recoger  la  basura,  y  otros  menesteres 
domésticos".  Por  donde  podemos  escribir,  en  resumen:  Ba- 
lay =  baleo.  Etimología  latina,  forma  afrancesada.  Y  véase, 
como  desaparece  el  cariUismo  de  otra  voz,  que  algunos  quieren 
que  sea  indígena  de  estas  tierras. 
Balayar. — Aventar  la   cascara   del   grano   del   arroz  o   del   café  con   el 

balay.  Véase  la  voz  balay. 
Horita. — Con  defectuosa  prosodia,  se  suele  pronunciar  con  desinen- 
cia diminutiva  el  adverbio  ahora,  ahorita.  Y  hemos  oído  hori- 
tiquitica,  que  es  buen  ejemplo  del  afán  de  emplear  diminutivos 
que  tenemos  en  América  .  Ahorita  tanto  quiere  decir  como  muy 
pronto  o  prontíto;  horitiquitica  casi  equivale  a  inmediatamen- 
te. Decimos  casi  porque  metafísicamente  es  imposible  supo- 
nerle gradaciones  a  la  idea  de  ahora. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  Í7Ó 

Aire. — La  Academia  trae  una  10?  acepción,  familiar:  "ataque  de 
parálisis".  En  Cuba  se  ha  extendido  algún  tanto  esa  acepción, 
y  a  cualquier  enfermedad  o  accidente  de  difícil  o  dudosa  de- 
nominación le  decimos  aire.  Tenía  aire  en  un  ojo.  Le  dio  aire. 

Majá. — Se  dice,  también,  del  hombre  taimado,  astuto,  cauteloso,  cu- 
le~brón. 

Es  voz  caribe,  según  el  Dic.  de  la  Academia.  Puede  ser. 
Pero  teniendo  en  cuenta  que  la  serpiente  llamada  majá  se  en- 
cuentra preferentemente  en  los  lugares  húmedos,  remansos  de 
los  ríos,  charcas,  lagunas  y  ciénagas,  ¿no  puede  imaginarse 
que  al  dar  nombre  los  españoles  a  las  culebras  (Oviedo  en  su 
famosa  Historia  Natural,  no  da  ni  uno,  ni  recoge  las  voces  que 
fueren  indias),  asignaron  al  majá,  el  nombre  de  culebra  almajal 
o  de  los  lugares  húmedos?  Almajal  es  voz  árabe,  que  despro- 
vista del  artículo  prefijo  queda  en  majal.  No  afirmamos  el 
arabismo  de  la  palabreja;  pero  no  queremos  silenciar  la  hi- 
pótesis. 

Elmajá,  es  aun  hoy  día,  población  árabe  de  la.  Tripolitania. 

Galleguería.  —  Conjunto  de  gallegos.  La  voz  gallego  suele  decirse 
como  sinónimo  de  criado  o  trabajador  jornalero.  Y,  por  eso, 
hemos  oído  hablar  de  la  galleguería  de  la  cuadra,  es  decir, 
del  conjunto  o  reunión  de  los  criados  que  habitan  en  la  man- 
zana de  casas,  etc. 

Boyobán. — Ser  de  boyobán  es  ser  sabroso.  ¿De  vol  au  vent?  Pro- 
bablemente deriva  de  la  locución  de  voy  o  van.  Cuando  dos 
guajiros  tratan  de  liquidar  un  ganado  o  frutos  que  tienen  a 
partido,  cualquiera  de  ellos  al  justipreciarlos  suele  decir  para 
afirmar  la  equidad  de  la  tasación,  por  ejemplo:  los  añojos  a 
tanto  de  voy  o  van.  o  también,  a  voy  o  van,  es  decir,  o  me  que- 
do con  ellos  por  tal  precio  y  voy  por  ellos  o  Vd.  me  los  paga 
por  lo  mismo,  y  va  Vd.  por  ellos. 

Es  probable  corrupción  de  esta  expresión  guajira,  cuando  se 
dice,  por  ejemplo:  Fulano  entró  en  el  negocio  de  a  voy,  es 
decir,   sin   cálculo,   ni   prudencia,   a   todo   riesgo. 

Esterear. — Reunir  el   guano   de  tejer   en   esteras. 

Estera. — Atado  que  contiene  cien  pencas  de  guano. 

Estalaje. — Además  de  la  acepción  que  trae  Pichardo  y  copia  Suárez, 
probable  corrupción  de  atalaje:  el  vestido  o  aspecto  del  indi- 
viduo sucio  o  mal  vestido.  Sabiendo  que  atalaje  significa  el 
equipo  de  las  bestias  de  tiro,  es  fácil  comprender  el  sentido 
del  vocablo. 

Estante. — Dice  bien  Suárez.  Procede  de  la  acepción  marinesca  que 
nos  trae  el  Dic.  de  la  A. 

Estantería. — El  conjunto  de  los  estantes  o  janes  de  las  cercas.  La 
estantería  era  de  ácana. 


Í?6  FEENANDO     ORTl¿ 

Catata. — No  sólo  el  mate  amarillo,  en  Camagüey;  sino,  por  exten- 
sión, la  onza  de  oro,  en  lenguaje  familiar. 

Claro  de  guayaba. — Se  llamó  así  a  lo  que  hoy  decimos  jalea. 

Desmontar. — Se  usa  decir  entre  los  campesinos,  por  alojarse.  "Está 
desmontado  en  casa  de  Goyo." 

Enjalmado. — La  res  o  bestia  que  tiene  en  el  lomo  alguna  mancha 
blanca  del  tamaño   de  la  enjalma. 

Tarraya. — Cierta  red  de  pescar,  de  forma  cónica,  con  plomos  al  bor- 
de para  precipitar  su  sumersión,  que  tira  un  solo  pescador 
con  especial  habilidad,  cogiendo  en  ella  al  pez  o  peces.  Es  la 
atarraya   o   esparavel.  , 

Tarrayazo. — Tirada  de  la  tarraya.  Pesca  que  la  tarraya  saca  de  una  vez. 

Corte.  —  Antes  se  dijo  en  Cuba  corte  de  ingenio  al  terreno  necesario 
para  fundar  y  sostener  una  fábrica  de  azúcar  de  caña,  regu- 
larmente  unas    treinta   caballerías. 

Y  se  dijo,  también,  corte  de  agiaco  a  la  cantidad  de  viandas  que 
era  necesario  cortar  o  reunir  para  cocinar  ese  rico  plato  criollo. 

Cuajero. — Cuajo  preparado   para  con   él   cuajar  la  leche. 

Cabezazo. — Cabezada. 

Chotero. — En  Vuelta  Arriba,  por   choteador. 

Barriga. — Barriga  de  potrero  suelen  decir  los  guajiros  de  la  Vuel- 
ta Arriba,  al  que  come  mucha  vianda  sin  parar  mientes  en 
su   calidad. 

Cascambruca. — Además  de  la  acepción  que  trae  Pichardo:  "penden- 
cia o  trajedia  entre  muchos",  significa  en  Vuelta  Arriba,  un 
dulce  de  cascos  de  guayaba  hecho  con  la  fruta  partida  por 
la  mitad,   con   semilla  y  todo. 

Trochar. — Abrir   trocha. 

Sopimpa. — Sopapo,  o  acción  de  dar  sopapos.  Vulgarismo  q¡ue  va 
cayendo  en  desuso.   Se  armó  una  sopimpa. 

Cintiura. — Conquistador,    amanta,    tenorio.    Vulgarismo. 

Pitera. — Además  de  las  dos  acepciones  que  inserta  Suárez:  agujero 
que  la  oxidación  abre  en  un  tanque  de  hierro,  por  donde  sale 
el  contenido  de  éste;    salidero. 

Picuismo. — Condición    de   lo   picúo.   Cursilería. 

Cazabe. — En  Cuba  decimos  casabe.  Dice  el  Dic.  de  la  Academia: 
"(Del  haitiano  cazabí,  pan  de  yuca)  Torta  que  se  hace  en 
varias  partes  de  América  con  una  harina  sacada  de  la  raiz 
de  la  mandioca."  La  etimología  indiana  se  apoya  en  los  pri- 
meros historiadores  y  descubridores.  Zayas  dice  que  la  primera 
vez  que  se  halla  la  palabra  casabe  (antes  se  decía  cagabi)  es 
en   la   relación    de   Ginés   Navarro,   de   1528. 

Leo  Wiener,  el  original  lexicólogo  de  Harvard  opina  diver- 
samente a  la  creencia  general.  Ya  en  Américo  Vespucio  (car- 
ta de  Soderini,  1504)  encuentra  el  vocablo  y  dice:  "No  hay 
duda  de  que  Vespucio   conocía  la  voz  árabe  qasab,   mijo".   La 


tjif    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  17? 

Semilla  de  qasab  o  mijo,  añade  Wiener,  tan  poco  conocida  en 
Europa  constituía  en  Trípoli,  según  P.  Blanquiere,  en  sus 
"Letters  from  the  Mediter -ranean7'  (Londres,  1813)  la  más  nu- 
tritiva harina  que  puede  imaginarse,  y  formaba  parte  princi- 
pal de  la  comida  del  pueblo.  Ese  vocablo  árabe  entró  en  Esr 
paña,  como  cazabe,  y  en  Portugal  como  cazada,  y  más  tarde 
produjo  varios  curiosos  vocablos  indios  en  América.  Según 
Wiener,  puede  casi  seguirse  el  "deterioro"  del  vocablo,  desde 
su  original  árabe  qasab.  y  luego  cazada,  aparentemente  hacia 
el  Norte,   desde  el  Brazil. 

Cañangazo. — Trago  de  caña.  Análogo  a  coñacazo,  ginebrazo,  y  otros. 
Obsérvese  que  no  se  dice  solamente  cañazo,  sino  que  se  le  in- 
tercala el   fonema  despectivo   anga,  tan   corrido   en  América. 

Salto  de  rata. — Se  llama  "techado  o  tejado  a  salto  de  rata"  el  que 
tiene  las   tablas  desunidas,   separadas  unas   de   otras. 

Situado.  —  Por  derivación  de  la  acepción  genérica  que  trae  el 
Dic.  de  la  A.  aquí  fué  el  auxilio  o  subvención  periódica  de 
dinero,  que  para  subvenir  a  los  gastos  públicos  de  Cuba  venían 
de  Méjico.  Pichardo  trae  el  vocablo,  que  no  es  propiamente 
un  cubanismo,  aunque  fué  aquí  muy  usual,  sino  que  era 
propio    del    dereicho    administrativo    y    fiscal    de    las    colonias 


Topón. — Topada   de   dos   jinetes. 

Toponazo. — Topada. 

Mano. — Una  mano  de  plátanos  es  un  grupo  de  plátanos  que  quedan 
por  un  extremo  unidos  al  ser  separados  del  racimo.  Si  son 
plátanos  machos  suelen  ser  separados  en  manos  de  a  cinco,  pero 
hay  manos  con  20  ó  25  plátanos.  Un  serón  de  plátanos  tiene 
sesenta  manos. 

También  la  usamos  en  acepción  parecida  a  la  19?  del 
Dic.  de  la  A.  "Había  una  mano  de  palomas...  Cayó  una  mano 
de  rayos."   Es  sinónimo  de  cantidad. 

Molejón. — Además  de  la  acepción  propia  del  cubanismo,  la  piedra 
de  afilar  oriunda  del  país. 

Firmón. — El  letrado  o  funcionario  que  firma  en  escritos  y  disposi- 
ciones preparadas  por  otro,  sin  tener  conciencia  de  lo  que  hace. 

Guaracha. — Además  de  las  acepciones  de  Pichardo  y  Pérez,  música 
u  orquesta  pobre,  compuesta  de  acordeón  o  guitarra,  güiro, 
maracas,  etc. 

Guarachear. — Bromear,   parrandear. 

Lengua. — Hablar  lengua  un  negro,  es  hablar  su  idioma  original  afri- 
cano o  de  sus  ascendientes. 

Lenguaje. — Lengua    extraña    no    entendida.    Me    echó    un    lenguaje. 

Lola. — Raíz  de  la  malanga,  según  Pichardo.  Cada  mata,  dice,  pro- 
duce 8  ó  12  bolas. 


lt§  felíÑAÍíbo     ÜETÍ¿ 

Hiserita. — Y  también  miseritica.  De  miseria.  Cantidad  muy  pequé* 
ña  o  ínfima  de  alguna  cosa.  Una  miserUa  de  sal. 

Sabina. — Además  de  la  acepción  botánica,  en  Vuelta  Arriba  suele 
decirse  al  curioso  o  dado  a  enterarse  de  lo  que  no  le  importa. 

Taitabuico. — Plátanos  verdes  fritos,  machacados  con  chicharrones  de 
puerco. 

Fogonearse.— Podrirse  la  parte  enterrada  de  los  palos,  horcones  o 
janes    usados    en    cercas,    construcciones,    etc. 

Potatear. — Sonar   un   fotuto. 

Fuácata.  —  Es  onomatopéyica  voz.  Antaño  se  decía  fuátaca  y  fua- 
tacazo,  lo  cual  parece  dar  a  entender  que  procede  el  vocablo 
de  fuete,  fuetazo,  látigo  y  latigazo.  Véase  la  explicación  de 
Suárez. 

Janear. — Colocar  los  janes  para  cerca.  Montar  en  una  bestia  de  un 
salto  sin  poner  el  pie  en  el  estribo,  apoyándose  solamente  en 
las  manos   (hand,  en  inglés). 

Prieto. — Trigueño. 

Saca. — Ganado  de  saca  es  el  que  está  para  ser  sacado  del  potrero  y 
vendido. 

Penitencial. — Ant. — Procesión  religiosa  que  solía  efectuarse  en  oca- 
siones extraordinarias,  para  cumplir  penitencias.  Según  M.  de 
González  {Memoria  histórica  de  la  Villa  de  Santa  Clara,  pá- 
gina 188)  solían  concurrir  los  penitentes  con  sayal  blanco, 
desnuda  la  parte  superior  del  cuerpo,  y  cubierta  la  cabeza  y 
rostro  con  una  caperuza.  Llevaban  a  cuestas  cruces  pesadas, 
o,  por  su  punta  y  perpendiculares,  espadas  de  cinco  cuartas, 
y  cadenas,  cilicios,  etc.  Los  miembros  del  Ayuntamiento  iban 
sin  medias  ni  zapatos. 

Peineta  de  barilla. — Ant. — A  fines  del  siglo  XVIII  las  peinetas  que 
usaban  las  señoras  en  Cuba  no  eran  muy  altas,  pero  sí  an- 
chas, pues  iban  de  oreja  a  oreja.  Llevaban  en  el  borde  supe- 
rior una  varilla  de  oro,  y  de  ahí  su  nombre,  que  se  escribía 
como    se   pronunciaba:    "de   barilla". 

Palillos. — Ant. — Tacones  de  madera  de  dos  y  tres  pulgadas,  los  que 
hoy  llamamos  de  Luis  XV,  que  se  adherían  al  calzado.  Intro- 
ducidos a  fines  del  siglo  XVIII,  su  uso  arraigó  de  tal  manera, 
que  ha  venido  a  ser  característico  del  zapato  de  la  cubana, 
hasta  el  punto  de  que  en  los  Estados  Unidos  les  llaman  Cuban 
heeis.  El  calzado  ha  sido  siempre  una  de  las  prendas  más  cui- 
dadas por  la  mujer  cubana,  de  pie  diminuto  y  alto  empeine, 
originado  probablemente  por  su  falta  de  ejercicio  a  pie. 

Pantallas. — Ant. — Nombre    que    solía    darse    a    las    cornucopias    con 

candeleros. 
Aljorra. — Ant. — Nombre   de   una   enfermedad    o   plaga   que   acabó   con 
las  siembras  de  trigo  en  Cuba,  a  comienzos  del  siglo  XIX.  Del 
árabe  áljor,   excremento,   que  produce  el   castellano  alhorre. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  179 

Montón. — Unidad   de  medida  de  las  siembras   de   yuca  y   ñame.   Dice 
Pichardo:     "Respecto    al    ñame    se    cuenta    por    montones,    que 
son  las  lometas  o  conos  de  tierra  donde  se  siembra."  En  igual 
sentido  lo  usaba  ya  Fray  B.  de  las  Casas    (siglo  XVI). 
Véase  el  vocablo  conuco. 

Lometa. — Diminutivo,  hoy  poco  usado,  de  loma.  Hoy  decimos  más 
lomita. 

Demoler. — Aplicado  a  una  finca,  ingenio  o  hato,  significa  cesar  para 
siempre  el   cultivo,  fabricación  de  azúcar  o   crianza  de  ganado. 

Habitación. — Finca  agraria  donde  residen  o  habitan  sus  dueños. 
Acepción  introducida  en  Oriente  por  los  franceses,  según  Pi- 
chardo. 

Habitante. — Dueño  de  una  habitación,  según  la  acepción  del  cuba- 
nismo oriental. 

Palanqueta. — Es  forma  diminutiva  de  palanca,  de  la  que  usamos 
siempre  para  expresar  esta  dicción,  aunque  la  palanca  sea  real- 
mente una  palancota. 

Palanquear. — Por   Apalancar. 

■Jibabuco. — Barrio  antiguo  de  la  villa  de  Trinidad. 

Viene  este  vocablo  al  mamotreto  para  recordar  que,  aunque 
indígena,  según  alguno,  es  otro  diminutivo  en  neo,  de  jibabo, 
que  a  su  vez  se  deriva  de  jibá,  arbusto  propio  de  lugares  hú- 
medos. 

De  esta  voz  jibá,  se  derivan  en  nuestra  lengua  y  toponimia: 
Gibara  (ciudad),  Jibacoa  (pueblo,  barrio,  río  y  hacienda  en 
varias  provincias)  ;  Jibaracón,  lugar  en  la  costa  de  Baracoa. 
y,  según  Pichardo,  todo  lugar  por  donde  desagua  un  río  al 
mar  cuando  lleva  exceso  de  agua  y  corre  paralelo  a  la  costa) ; 
jíbaro  (pueblo  y  laguna,  montaraz  y  montuno)  ;  jibabo  (lugar 
donde  abunda  el  jiba),  y  jibarero  (perro  perseguidor  de  ani- 
males jíbaros). 

A  Jibabuco   se   le   dijo   también  Jibabunico,   lo   cual   confirma 
el  carácter  diminutivo  de   ese  vocablo   en  uco. 
Véase  la  voz  jíbaro. 

Cimarronería. — Condición    de    cimarrón. 

Arriba. — Estar  de  arriba,  quiere  decir  estar  de  buenas,  en  situación 
ventajosa,  próspera. 

Además,  significa  en  nuestra  toponimia:  oriental.  "Vueltarri- 
ba."  Véase  la  voz  abajo  en  este  mamotreto. 

Abajo. — En  la  toponimia  cubana  las  voces  arriba  y  abajo,  respecti- 
vamente han  significado:  oriental  y  occidental.  Así  tenemos: 
Yueltayriba  y  Vueltabajo.  Cupeyes  Arriba  y  Cupeyes  Aba- 
jo, etc.  Procede  ese  uso  de  la  marina,  según  Esteban  Pichardo. 
^spejülo. — Así  solía  llamarse  en  el  siglo  XVIII  "de  espejillo",  a 
cierto  género  de  construcción  de  casas,  parecido  al  embarra- 
do,  aunque   más   progresista   que   éste.   No   hemos   dado   con   su 


i  §6  Jfebñañdo    óbtíz 

exacta  significación,   hallando  la  palabreja  en  la   Geografía  dé 
Pichardo. 

Cazuela. — Comer  cazuela  o  en  cazuela  quiere  decir  hablar  mal  im- 
pensadamente de  una  persona  estando  ella  presente  o  al- 
guno  de  sus  familiares  o  amigos. 

Cazuelazo. — Acción  o  efecto  de  comer  en  cazuela.  "¡Comí  un  cazue- 
lazo ! " 

Paraguayo. — Machete. 

Bamburria. — Vulgarismo  derivado  de  bamba.  "Apunté  a  ese  número 
de  bamburria,  y  salió." 

Abrirse. — Los  galleros  dicen  de  un  gallo  que  se  abre,  cuando  pierde 
miedo  y  osa  acometer  al  contrario  o  se  envalentona.  "El  gallo 
está  abierto." 

Rabo. — Tiene  este  vocablo  las  acepciones  que  en  España.  Poner  ra- 
bo fué  antigua  burla  carnavalesca,  hoy  casi  desusada  y  pro- 
pia sólo  de  muchachos,  que  consistía  en  colgarle  disimulada- 
mente a  una  persona  un  rabo  de  cochino  o  de  papel,  de  modo 
que  anduviera  luciendo  el  apéndice  caudal.  Poner  mazas  y 
colas  fué  entretenimiento  burlesco  de  las  carnestolendas  en 
España  (siglo  XVII),  según  leemos  en  el  entremés  de  ese 
nombre  (Las  Carnestolendas)  de  Calderón  de  la  Barca,  junto 
con  tirar  huevos  con  harina  o  llenos  de  agua,  y  agua  con  je- 
ringas, las  peleas  o  corridas  de  gallos,  aporrear  con  vejigas, 
tiznar  con  hollín,  etc. 

Hoy  se  dice  ponerle  a  uno  rabo  como  equivalente  a  burlarse 
de  uno.  "Al  presidente  le  pusieron  rabo." 

Mosquear. — Otra  acepción  análoga  a  la  ya  registrada:  manoseado. 
Ese  negocio  está  mosqueado.  Esa  pieza  teatral  está  muy  mos- 
queada. 

Este  significado  procede  del  lenguaje  del  hampa  hispana. 
En  la  Jácara  de  doña  Isabel,  la  ladrona,  donde  se  trata  de  la 
jerga  hampona  (Colección  de'  Cotarelo,  vol.  II,  pág.  535),  se 
dice  que  a  los  azotes  se  les  llama  mosqueado. 

Ttepagilando. — Salir  repagilando,  es  decir  de  estampía,  o  de  espeta- 
perros. El  vocablo  es  corrupción  de  otro  castizo,  ya  perdido 
por  el  Diccionario  de  la  Academia:  raspahüando  o  raspailando. 
En  el  entremés  Las  civilidades  (Colección  de  Cotarelo,  II. 
pág.  505)  se  dice:  "venga  rabo  entre  piernas  raspailando".  En 
el  entremés  de  Cervantes  El  juez  de  los  divorcios,  se  escribe: 

" sale  por  eea  puente  toledana  raspahüando,  a  pesar  de  las 

malas  mañas  de  la  harona". 

Tajaleo. — Como  dice  Suárez,  aplícase  festivamente  a  la  comida.  ¿Por 
las  tajadas?  Pero  el  vocablo  tiene  un  rancio  sabor  castizo.  Ta- 
jadores se  decía  a  los  platos  trincheros  en  tiempos  del  Arci- 
preste de  Hita    (Libro  de  Buen  Amor,  coplas  1252  y  1399). 

Biscocho. — Siempre   lo    pronunciamos    así,    en    vez    de    bizcocho,    como 


UN     CATAURO    DE     CUBANISMOS  181 

demanda  la  Academia.  Y,  a  juzgar  por  la  etimología  (del  latín 
bis,  dos  veces,  y  coctus,  cocido),  es  posible  que  tengamos  en 
esto  más  lógica  que  la  alta  corporación.  Si  nos  exige  bis-abuelo 
y  bis-nieto  ¿por  qué  no  decir  bis-cocho,  dos  veces  cocido? 

Moldería. — Conjunto  de  moldes  de  una  cerería,  de  una  jabonería,  de 
una  fundición,  etc. 

Berrear. — Aplicado  a  un  negocio  quiere  decir  que  es  sucio  o  ilícito, 
que  en  él  hay  chivo.  Véase  esta  voz  en  este  catauro.  "Esa  ca- 
rretera berrea." 

Limpieza. — Acto  ritual  que  realiza  el  negro  brujo  para  limpiar  a  un 
individuo   de  su  mala  suerte...    y  de  su  dinero. 

Llorón. — Por  derivación  de  la  acepción  castellana,  se  dice,  también, 
al  ■pedigüeño  y  al  dado  a  lamentarse  con  exceso.  También  le 
decimos  guaiboso,  del  árabe  uayh. 

Llorona. — Acción  del  pedigüeño,  que  diríamos  pedigiieñería.  Ahora 
que  tiene  dinero,  échale  una  llorona  o  una  guaya. 

Majúa. — Metafóricamente:     mujer    insignificante. 

Puyar. — Meter  puya,  hincar  la  puya  al  buey  para  que  jale  la  carreta. 
Decir  o   lanzar  pullas. 

Escabuyarse. — ror  escabullirse.  Influido  el  vocablo  por  el  cubanismo 
cabuya. 

Lambiar. — Lamer.  Vulgarismo. 

Pamplinero. — Quien   viene   con   pamplinas. 

Guasero. — Por  guasón. 

Yistilla. — Conocimiento  claro  de  las  cosas,  dice  el  Dic.  de  la  Acade- 
mia, en  la  10?  acepción  de  vista.  Aquí  la  usamos  frecuente- 
mente  en   esa  forma   diminutiva,    que  parece   agudizarla. 

Reviejío. — O  reviejido,  por  reviejo. 

Torcaza.  —  Paloma  torcaz  acepta  el  Diccionario  de  la  Academia,  y 
nosotros  aplicamos  y  sustantivamos  la  voz  torcaza,  por  anto- 
nomasia. Según  dicho  Diccionario  tal  parece  que  el  adjetivo 
torcaz  fólo  puede  aplicarse  a  palomas,  y  antaño  no  lo  enten- 
dieron así.  En  una  loa  muy  curiosa  de  las  que  ha  recogido  Co- 
tarelo  (vol.  2?,  pág.  441),  se  lee:  "y  los  elefantes  nobles,  tor- 
caces y  agrestes  lobos",  de  donde  parece  deducirse  que  torcaz 
y  torcaza  derivan  de  torca,  y  que  quieren  decir  algo  análogo 
a  "cerril". 

Pero  hay  que  convenir  en  que  la  voz  torcaza  no  es  voz  co- 
rrompida, como  en  su  purismo  pretendía  Pichardo,  sino  muy 
sana  y  castiza,  mantenida  desde  antiguo  en  Cuba,  como  va- 
rias otras,  aun  después  de  desusadas  y  corrompidas  en  Castilla. 
Así  vemos  como  el  Arcipreste  de  Hita  en  su  Libro  de  Buen 
Amor    (coplas  1091  y  1113) : 

"Vino  el  cabrón  montes  con  corgas  é  torcagas. . ." 
"A  las  torcagas  matan  los  sabogas  valyentes." 


182  FERNANDO     OBTIZ 

Majarete. — Por  metáfora:    hombre   galanteador,   almibarado. 

Machar. — Voz  muy  apropiada.  Dícese  de  la  niña  que  gusta  de  los 
juegos  y  hábitos  propios  de  varones.  Esa  está  siempre  ma- 
chando en  la  calle.  Recuérdese  que  a  la  mujer  hombruna  o 
marimacho,  decimos  machanga. 

Paluchero. — El  dado  a  la  palucha  o  palique.  Y  patucha,  según  Suá- 
rez,  es  "charla  frivola  con  algo  de  embuste  o  adulación".  Pro- 
ceden ambos  (así  como  paluchear  y  paluchería)  de  parlar,  ha- 
blar, y  palucha  parece  italianismo  por  su  desinencia  despec- 
tiva en  ucha  (uccia),  que,  como  la  en  acha  (accia)  nos  fueron 
importadas  por  los  soldados  y  galeotes  tras  de  sus  correrías 
italianas,  y  por  los  faranduleros  y  matachines  itálicos,  que  en 
el  siglo  XVI  hacían  las  delicias  de  España. 

Perrera. — No  solamente  la  del  niño,  que  aquí  decimos  perreta,  sino 
el   escándalo,  la  gritería.   Se  armó  la  gran  perrera. 

Puyero. — El  que  puya  a  los  bueyes.  Individuo  que  goza  mortificando 
con  pullas.  ¿Procederá  pulla  del  portugués  o  del  francés,  co- 
mo dice  el  Dic.  de  la  Academia?  ¿No  reconocerán  esos  voca- 
blos (los  castellanos  pulla,  puya,  puga,  punta,  junto  con  el  portu- 
gués pulha  y  otros,  el  Trances  pouille  y  sus  análogos,  los  ita- 
lianos punta,  pungeilo  y  muchos  más,  y  aún  el  inglés  pusTi, 
punch,  pun  y  otros  varios)  una  etimología  latina?  En  Cuba 
no  decimos  pulla,  sino  puya,  y  de  ahí  que  pronunciemos  puye- 
ro, el  que  puya  a  la  yunta  de  bueyes  o  al  prójimo. 

Manatí. — Además  del  animal  así  llamado,  el  bastón  o  látigo  formado 
con  su  piel.  Estuvo  prohibido  en  estas  Antillas  el  uso  del  bas- 
tón de  manatí  cuando  la  esclavitud,  y  no  podía  emplearse  en 
azotar  a  los  negros.  Se  dice  que  por  ser  muy  cruel.  Alguien 
supone  que  ello  se  debía  a  que  la  huella  de  sus  azotes  era  per- 
manente y  ello  dificultaba  después  la  venta  del  esclavo,  pues 
se  suponía  por  el  comprador,  al  ver  las  marcas  del  castigo,  que 
el   infeliz   tenía  la  tacha  de  ser   de   carácter   turbulento. 

Nortazo. — Nortada  o  norte  fuerte. 

üosubia, — Comida.  Salvo  más  convincente  opinión,  creemos  que  esta 
voz  puede  haberse  formado  por  contaminación  de  varias  otras, 
con  la  base  de  cosuba,  que  según  Pichardo  es  la  película  que 
cubre  el  grano  de  maiz,  o  la  parte  blancuzca  por  donde  el  gra- 
no se  adhiere  a  la  tusa  o  zuro.  Además,  recordemos  los  voca- 
blos cusubé  o  cosubé,  casabe  y  hasta  la  gitana  cotubía,  ayuno, 
vigilia. 

Tea. — Estar  en  la  tea  o  en  la  tea  incendiaria  es  estar  en  la  miseria 
o  sin  dinero.  Se  quiere  decir  que  está  uno  en  situación  horri- 
ble, como  si  lo  quemasen  vivo. 

La  frase,  de  antiguo  origen,  debió  ser  antaño  más  explica- 
ble, cuando  asar  a  una  persona  era  cosa  frecuente,  cuando  la 
Santa  Inquisición  en  sus  autos  de  fe,  atizaba  el  fuego  contra  jor- 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  183 

guiñes,  herejes  y  relapsos,  allí  en  la  Metrópoli  como  acá  en  sus 
colonias  indianas;  o  cuando  el  amo  pringaba,  mechaba  o  asa- 
ba a  sus  esclavos  con  hachas  o  teas  encendidas. 

Atear  se  decía  entonces  por  encender  y  enateado  por  quemado. 

Escribió  Castellanos,  el  elegiaco  cantor  de  los  heroicos  va- 
rones :  • 

"Recogieron    los    nuestros    los    despojos, 
mriz,   yucas   v   charcos   desecados, 
todos   muy   encendidos   en   arrojos 
por   hallar   muchos   indios   enateados." 

En  una   edición  de  las  Elegías,   se   l~e  esta  variante: 

"por    hallar   muchos    indios    cuarteados" 

o  sea  trozados  en  cuatro;   pero  el  verso  sigue  así: 

"y  no  por  nuevas  ya,  sino  por   ojos 
les  ven  en  barbacoas  ser  asados" 

Pues  bien,  de  este  vocablo  enatear,  derivóse  en  la  tea.  Y  has- 
ta suele  deirse,  para  que  no  quepa  duda,  en  la  tea  incendiaria. 
En  cuanto  al  sentido  metafórico  es  fácil  de  comprender,  aná- 
logo a  estar  en  la  fuácata,  pues  siendo  fuácata  onomatopéyico 
de  golpe,  se  entiende  estar  en  la  fuácata,  estar  golpeado,  mo- 
lido, en  los  azotes,  etc. 

Aguacate. — Como  la  tinta  del  aguacate  es  expresión  oída  en  Cuba,  co- 
mo en  otros  pueblos  de  América,  para  significar  que  algo  es 
duradero.  A.  Rojas  en  su  Ensayo  de  un  diccionario  de  vocablos 
indígenas  de  uso  frecuente  en  Venezuela  (Caracas,  1881)  di- 
ce que  en  su  país  la  gente  pobre  marca  la  ropa  blanca  ponien- 
do el  lienzo  sobre  la  semilla  del  aguacate,  trazando  en  seguida 
sobre  él  las  letras  con  ayuda  de  un  alfiler.  En  Cuba  se  tiñen, 
pasándolas  por  una  semilla  de  aguacate,  las  lienzas   de  pescar. 

Encabuyado. — Atado  con  cabuya  o  entisa.  Se  usa  como  sustantivo. 
Encabuyado  suele  decirse  al  palo  cuyo  mango  está  cubierto  de 
un  tejido  de  cordel  o  entisado  para  afirmar  en  él  la  mano.  En- 
tisar  es,  como  bien  dice  Suárez,  un  galicismo.  Encabuyar, 
aunque  menos  usado,  es  más  criollo. 

Entisado.  —  Entisadura.  Tejido  de  cordel  para  forrar  un  palo,  un 
güiro,  etc. 

Carita. — El  frijol  de  carita,  según  parece  deducirse  de  Suárez,  se 
dice  así  por  su  analogía  con  la  española  judía  de  careta.  Qui- 
zás. Pero  acaso  una  y  otra  locución  se  deriven  de  la  voz 
caráota,  que  es  la  aplicada  por  los  caribes  a  uno  de  los  frijoles 
(phaseolus)     que    encuentran    los    castellanos    en    estas    Indias, 


184  FEBNANDO   OBTIZ 

según  Arístides  Rojas;    por  más  que  Roque  Barcia  y  otros  la 
deriven   del   griego   karoton,  zanahoria. 

Guasasa. — El  nombre  de  esa  molestísima  y  diminuta  mosca,  cuyos 
enjambres  tanto  atormentan  al  caminante  de  lugares  cenego- 
sos,  no  es  indoantillana  como  cree  Zayas,  a  juzgar  por  Ramos 
y  Duarte,  quien  precisa  la  etimología:  del  yucateco  gua,  tal, 
y  sa,  mucho.  Guasasa,  por  tanto,  equivaldría  a  tal  mucho-mu- 
cho    y  no  deja  de  ser  lógica  la  etimología. 

De  paso  recojamos  una  expresión  criolla,  no  muy  refinada 
que  digamos,  pero  sí  muy  expresiva,  aplicada  a  las  personas 
entremetidas  e  impertinentes:  "molesta  como  guasasa  en  culo 
de  perro". 

Pina. — Aparte  de  las  acepciones  que  recopila  el  Diccionario  acadé- 
mico, significa  puñetazo.  Igual  acepción  hemos  Oído  en  Cata- 
luña, por  lo  que  no  creemos  que  sea  en  rigor  un  cubanismo, 
pero  el  calepino  castellano  no  la  ha   recogido  aun. 

Apuntemos  aquí  la  frase  "pina,  mamey,  zapote",  que  se  de- 
riva del  canto  popular,  que  dice  con  estribillo:  "A  la  conclu- 
sión del  año — pina,  mamey,  zapote"  o  sea,  todo  igual,  sin  va- 
riación. Decir:  "total  pina,  mamey,  zapote",  significa  "total, 
nada,  o  lo  mismo". 

Piüazo. — Golpe   dado   con  una  pina.   Puñetazo. 

Pareja. — La  pareja,  por  antonomasia,  lo  es  la  de  guardias  rurales, 
como  lo  fué  la  de  soldados  de  orden  público.  Hoy  hemos  vuel- 
to  a   adoptar   esta   nomenclatura,   por    desgracia. 

Caribe. — Además  de  las  acepciones  académicas.,  significa  cierta  sus- 
tancia incolora,  pegajosa  y  picante,  que  se  desprende  de  algu- 
nas plantas  y  esponjas  marinas,  produciendo  extraordinario 
picor  si  se  toca.  "Ese  esponjen  temía  mucho  caribe."  Dada  la 
fama  de  ferocidad  que  tuvieron  los  indios  caribes,  no  es  de 
extrañar  la  explicación  del  vocablo.  Así,  en  Venezuela  se  lla- 
ma, caribe  a  cierto  pececillo  rojo  de  los  ríos,  en  extremo  vo- 
raz y  fiero,  y  sumamente  peligroso,  en  virtud  de  que  discurre 
por  aquellas  aguas  en  número  de  millones.  (El  Llanero,  por 
Daniel    Mendoza. — Cultura    Venezolana.    Dic.    1921,    pág.    238.) 

Cuarentón. — Persona  cuya  edad  alcanzó  los  cuarenta  años.  Suele  de- 
cirse despectivamente.  Un  tenorio  cuarentón.  Como  cincuen- 
tón, sesentón  y  setentón,  aceptados  por  la  Real  Academia. 

Treintañón. — Por  treintañal,  al  aplicarse  a  las  personas.  Ella  ya  es 
treintañona. 

Maroma. — Hacer  maromas  no  es  solamente  hacts:  suertes  de  volatines 
en  la  maroma,  sino  actuar  o  intentar  algo  en  forma  indecisa, 
vacilante,  como  el  maromero  cuando  avanza  caminando  en  la 
cuerda;  o  bien  actuar  exhibiéndose  y  llamando  la  atención  so- 
bre sí  con  algún  yropósito,  como  el  galán  que  le  hace  maro- 
mas a  una  muchacha. 


UN    CATAUBO    DE    CUBANISMOS  18Ó 

Yegua. — Pare  la  yegiiita  es  locución  guajira  para  indicarle  a  uno  que 
no  siga  hablando  de  un  asunto,  o  que  se  calle. 

Infumable. — Que  no  se  puede  fumar.   Por  extensión:    detestable. 

Jipiguano. — Sombrero  de  guano  en  forma  de  jipijapa. 

Lengüeteo. — Acción   de   dar  lengüetadas. 

Leja. — Horrible  declinación  femenina  de  un  adverbio  de  lugar.  Así,  se 
dice  por  algunos  campesinos:    "Esa  estancia  está  muy  leja.'' 

Reales. — Dinero.   Hombre   de  mucres   reales. 

Fiestas  reales  eran  las  muy  solemnes  y  bulliciosas  que  se 
celebraban  por  grandes  acontecimientos  dinásticos,  como  na- 
cimientos y  bodas  de  monarcas  y  príncipes.  Hoy,  ¡que  mudan- 
za! se  aplica  la  locución  estar  de  fiestas  reales,  irónicamente, 
a  los  que  en  público  se  limpian  puercamente  con  los  dedos  sus 
narices,  porque  se  dice  que  "están  limpiando  los  salones",  y 
hasta  se   les   pre Junta:    "Dónde   es   el   baile?" 

Rascabucheo. — Voz  p'earesca,  de  vario  significado.  Debió  de  sig- 
nificar primerf„r'J"=iite  al  tocamiento  deshonesto  de  los  pechos 
de  una  mujer,  después,  por  extensión,  todo  acto  análogo  y  la 
acción  de  sorríender  y  contemplar  las  desnudeces  femeninas. 
También  tenemos  los  verbos  rascabuchar  y  rascabuchear,  el 
último   caracterizado   por   la   desinencia   frecuentativa   de   ear. 

Rascabuche. — El   individuo   dado   al   rascabucheo. 

Casasola. — Egoísta.    Fulano   es   muy    casasola. 

Chanteiro. — Galiciano.  Voz  gallega,  que  se  aplica  vulgarmente  a  to- 
dos los  galicianos. 

Chilampín. — Chino.  Voz  china,  que  se  aplica  a  todos  los  hijos  del 
que   fué   Celeste    Imperio. 

Cañamazo. — Eufemismo  por  aguardiente  de  caña,  o  caña,  o  cañazo  o 
cañangazo. 

Desmondongar. — Sacar  el  mondongo  a  un  animal  o  a  una  persona. 

Polvasera. — Por  polvareda.  Suárez  escribe  polvacera.  ¿Por  qué  ese 
ceceo,  jamás  oído  entre  cubanos? 

Picada. — Petición  de  dinero,  análogo  a  sablazo,  cuerazo,  etc.  Reco- 
jamos la  frase:  "volver  por  la  picada",  reincidir  en  algún  acta 
o  gesto. 

Papalote.— Documento  o  escrito  de  mucha  extensión.  Suele  decirse 
en   sentido   despectivo.    ¿De  papelote? 

Angarilla. — Cordel  con  una  piedrecita  atada  a  un  extremo,  que  se 
lanza  contra  el  cordel  que  sostiene  un  papalote  ajeno,  para 
trabarlo  y  apoderarse  de  él.  Esa  guerra  o  piratería  de  papa- 
lotes, fué  afición  corriente  entre  la  muchachería  cubana,  y  aun 
suele  observarse. 

Apasito. — Adverbio.  Bajo,  en  voz  baja.  Por  pasito. 

Boquilla. — De  boquilla,  quiere  decir,  de  pura  palabrería,  expresión 
falsa  o  jactanciosa.  El  Dic.  académico  recoge  la  locución  de 
boca,  que  es  análoga;  pero  en  Cuba  es  más  amplia,  pues  no  sólo 
se   aplica  al   que  se  jacta  de  poseer  cualidades   que   no   tienel 


186  FERNANDO    ORTIZ 

sino  al  que  dice  algo  incierto  o  promete  lo  que  no  va  a  cum- 
plir.  "Fulano  apostó  de  boquilla" 

Barrigón. — El   niño.    "Fulano  tiene  tres   barrigones.'' 

Bucear. — Buscar   objetos   perdidos    en    teatros,    tranvías,    etc. 

Centavito. — La  moneda  de  níquel  de  un  centavo. 

Compuesta. — Ginebra  compuesta  con  otras  bebidas.  Dame  una  com- 
puesta. 

Cerquitica. — Adverbio    de    lugar    ci'banísimo.    Análogo    a    ahoritica. 

Coco.— La  cabeza  calva  o  sin  pelo.  El  coco  pelado. 

Explicotear. — Muy  curioso  vulgarismo,  por  explicar.  Por  su  desinen- 
cia frecuentativa  en  ear  y  por  el  cotear  final,  parécenos  que 
al  estilo  de  Cuervo  pudiéramos  explicar  el  vocablo  diciendo: 
Explicar  +  picotear  =  explicotear,  algo  así  como  bacer  una 
explicación  muy  pormenorizada  e  insistente,  es  decir,  hecha 
picadillo. 

Feróstico. — Además  de  la  acepción  académica,  quiere  aquí  decir  feo. 
"La  niña  es  'feróstica.'' 

Chancleta. — Se  dice  despectivamente  de  la  nim1  recién  nacida,  al  sa- 
berse que   es  bembra.    "Fulana  tuvo  una   Chancleta." 

Cuidado. — Eufemismo  para  expresar  el  embarazo  de  la  mujer.  "Cata- 
na ya  salió  de  su  cuidado." 

Chupón. — Dice  la  Academia  que  es  anticuada  voz  y  que  debe  susti- 
tuirse por  chupetón.  Jamás  usamos  ésta  los  cubanos  y  si  aqué- 
lla,  que  aun  promete  larga  vida. 

Cajiia  premiada. — Fritura  de  bacalao.  ¿Por  qué  se  llamará  así?  ¿Por 
la,s  sorpresas  que  contienen  esas  frituras  de  las  freidurías  de 
los  chinos? 

Sudor. — Por  sudorífico.   "Tomó  dos  sudores.'' 

Sebingo. — Despectivo  de  sebo.  Secreción  producida  por  el  desaseo  en 
los  órganos   genitales   del   hombre. 

Seboquenque. — Sebingo. 

Fana. — Sebingo. 

Totí. — Se  le  dice  despectivamente  al  negro,  sin  duda,  por  la  negrura 
del   pájaro  así  llamado. 

Tragedia. — En  Cuba  hemos  suavizado  también  este  vocablo,  si  no  en 
su  prosodia,  sí  en  su  significación,  y  decimos  tragedia  a  cual- 
quier disgusto,  y  a  cualquier  riña  de  chiquillos.  "¡No  tengan 
tragedias!   es   recomendación   paternal. 

Tonada. — Sonsonete,  estribillo.  ||  Petición,  razón  o  argumento  insis- 
tente. "¡Vuelta  con  la  tonada!"  ||  Razón  inconsistente.  "¡Déjate 
de  tonadas!  ¡No  creo  en  esa  tonada!"  ||  Fanfarronería,  expre- 
sión vanidosa.   "Sólo  le  queda  a  fulano  la  tonada." 

Tarugo.— Mozo   sirviente   en   los   escenarios  y   circos. 

Toletari. — Vulgarismo,  por  vigilante  de  policía.  Así  se  les  llamó  des- 
de la  primera  intervención  militar  americana  (1899-1902) 
cuando  se  organizó  la  policía  cubana,  llevando  el  club  o  tolete, 
como  única  arma,    coincidiendo  la  inauguración  del   tolete  cori 


ÜS    CATAURO    DE    CUBANISMOS  ]S7 

la  del  juego  vasco  de  pelota  y  arribo  de  pelotaris  a  Cuba.  Y 
de  ahí  que,  como  Rufino  J.  Cuervo  diría:  tolete  +  pelotari  = 
toletari. 
Prángana, — Miseria,  inopia.  No  acertamos  a  dar  con  la  etimología  de 
este  vulgarismo.  Nos  parece  vocablo  rodado,  como  los  guija- 
rros del  arroyo,  por  la  torrentera  de  la  mala  vida.  Y  quizás 
venga  del  portugués  praga,  "plaga,  azote,  calamidad,  infortu- 
nio". Prágana,  en  lusitano,  quiere  decir  "barba  de  las  espigas 
de  trigo",  y  nada  tiene  que  ver  con  la  dicción  cubana,  pero 
acaso  baya  contribuido  a  convertir  la  praga  en  prágana,  y,  de 
f.hí,  en  prángana.  Otras  voces  bien  portuguesas  tenemos  por 
acá,  sin  darnos  cuenta,  como  chubasco,  magua,  etc. 
Vómito. — El  vómito  era  el  vómito  negro  o  fiebre  amarilla.  Hoy  ha 
desaparecido  de  Cuba  la  bicolor  dolencia,  gracias  a  Finlay  (cu- 
bano) y  a  Gorgas  (estadounidense)  ;  por  lo  que  la  antonoma- 
sia también  va  desapareciendo. 
Remiendo. — La    locución    vulgar    "no    hay    remiendo"    es    muy    usual. 

Quiere  decir:    "no   hay  remedio". 
Resulta  sea  que. — Modismo  vulgar  muy  oído.  Equivale  a  resulta  que. 

o  de  modo  que. 
Rebellina. — Equivalente    a    rabia,    en    su    vulgar    acepción    cubana    de 
mérito,  belleza  o   dificultad.   El   problema  tiene  rebellina,   como 
la  etimología  de   esta  palabreja. 
Verdolaga. — Lo  dijimos  del  billete  de  banco   de  un   peso,  en  tiempos 
coloniales,  que  era  de  color  verde.  Aunque  los  billetes  que  hoy 
corren,  los  greenbacks,  son  también  verdes,  hemos  olvidado  al- 
go la  palabrita. 
Venenoso. — Hombre   tenorio,    conquistador. 

Mambisa. — Usase    también    como    adjetivo.    "Diana    mambisa.    almuer- 
zo mambí," 

El    sustantivo    mambí   también    se    dice   mambís,   y    el   plural 
siempre   se   forma   diciendo   mambises,   nunca  mambíes. 
Lista. — Se  usa  unida  al  verbo  vender.  Vender  una  lista  es  pasar  fren- 
te a  la  persona  que  se  enamora,  con  objeto  de  verla  y  ser  visto 
por  ella.  Vender  listas  es,  por  extensión,  enamorar  a  una  mujer. 
Como  el  vendedor  de  listas,  encajes  y  cintas  de  hiladillo  era 
y  es  aun  un   sujeto   que  pasa  y   repasa  por  la  calle...    de  ahí 
debió  de  venir  la  locución  cubana. 
Ap eñusc amiento . — Acción   de  apeñuscarse.    Si   el   Dic.   de  la  Academia 
admite  este  verbo,  bien  podrá  aceptar   el   sustantivo   tan  usual 
en  Cuba. 
Arrumbambaya. — De    arrumbambaya    solía    decirse,    hoy    no    tanto,    a 
la  mujer  rumbera.  El  vocablo  sonaba  en  un  canto  de  rumba  y 
consonantaba   con  vocablos   indecentes. 
Aletear. — Vulgarismo.   Estar   en   la  inopia. 

Este  vocablo  se  explica  como  sigue:    Si  bruja  signitica  pobre, 
sin  dinero    (véase  el  vocablo  en  este  catauro),  también   quiere 


188  FJSKNANDO     OBTIZ 

decir  una  mariposa  negruzca,  que  en  Oriente  llaman  tatagua. 
De  ahí  que  algunos,  no  conformes  con  decir  bruja  a  secas,  o 
bruja  sopera,  aun  digan  bruja  aleteadora  al  pobrete,  recordan- 
do las  alas  de  la  tatagua  y  su  aleteo.  Y  ya  es  fácil  pensar 
qué  aletear  ha  venido  a  significar  estar  en  la  miseria  o  estar 
bruja.  Fulano  está  aleteando. 

Arreparar. — Por  reparar. 

Aguacatazo. — Golpe  con  un  aguacate.  Por  extensión,  golpe  con  un 
objeto  lanzado. 

Ajo. — Palabra  obscena  o  blasfemia.  "Al  hablar  echaba  muchos  ajos. 
No  aguantes  que  te  echen  un  ajo."  Aféresis  de  un  vocablo  inde- 
cente, que  por  extensión,  comprende  todas  las  interjecciones 
obscenas. 

Demongo. — Eufemismo,  por  demonio.  Análogo  a  demontre  y  demonche. 

Cubanaeán. — Fué  antaño  la  región  central  de  Cuba,  según  los  prime- 
ros historiadores.  Hoy  solemos  oiría  en  la  locución  cubanaeán 
entero,  para  expresar  "cubano  de  pura  cepa,  o  reyoyo". 

Cáncamo. — Persona   inútil   por  vejez   o   enfermedad. 

Chuculún. — Voz  onomatopéyica.  Ruido  que  hace  un  objeto  o  ser  vi- 
viente al  sumergirse  de  golpe  en  el  agua.  ||  En  sentido  figu- 
rado:   esconder  una  cosa. 

Draque. — Bebida    alcohólica,    Anglicismo. 

Dir. — Por  ir. 

Encaramillo. — Por  caramillo. 

Etiquencia. — Etiquez. 

Friecitos. — Los  primeros  fríos  del  invierno  de  Cuba. 

Ya  llegaron  los  friecitos,  se  dice,  y  con  razón,  en  diminutivo. 

Planchada. — Como  adjetivo  femenino  se  dice  de  la  mujer  sin  pechos 
protuberantes.  Y  conste  que  protuberante  no  está,  tampoco,  en 
el  Dic.  de  la  Academia.  Pero,  en  general,  se  aplica  también  el 
vocablo  a  otras  protuberancias  femeninas.  "Ella  63  muy  plan- 
chada de  caderas." 

Palpa. — Estar  pulpa  una  mujer  es  estar  apetitosa,  como  la  pulpa  de 
tamarindo.  También  se  aplica  a  las  cosas,  pero  con  menos  fre- 
cuencia. 

Pulpa  es,  también,  no  sólo  la  parte  mollar  de  la,  fruta,  sino 
el  dulce  o  pasta  hecho  de  pulpa  de  frutas,  como  de  tamarindo, 
de  guanábana,  de  mamey,  etc. 

Camarón. — Así  se  llamó  vulgarmente  a  los  billetes  de  banco  colonia- 
les, de  a  cinco  peso^  que  eran  rojos,  como  los  camarones  sal- 
cochados. 

Malojear. — Cortar  maloja.  Como  forrajear. 

Negrófilo. — Eufemismo    pueril,    por    negro. 

Ñeñe. — Excremento.   Voz  vulgaróta  y  poco  usada. 

Vieja. — Es  también  el  hambre.  Hambre  vieja  se  dice  al  hambre  no 
saciada  en  mucho  tiempo,  o  al  voraz.  Matar  la  vieja  es.  por 
tanto,  matar  el  hambre. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  189 

Huesera. — Fué  antaño  la  mujer  pobre  que  vivía  allá  por  la  barriada 
de  San  Lázaro,  en  la  Habana,  a  la  orilla  del  mar,  donde  hoy 
existe  el  Malecón,  y  que  vivía  de  la  compra,  limpia  y  venta 
de  mondongo,  tripas  y  huesos  de  res.  Análogo  a  mondonguera, 
tripicallera,  tripera,  etc. 

Hoy  se  dice  a  la  mujer  flaca,  sin  carnes. 
Sábila. — El  áloe.  Así  pronunciamos  nosotros.  Suárez  recoge  esta  voz 
como  cubanismo.  No  hay  tal.  Sábila  decimos  por  zabila  o  za- 
bida, que  es  voz  catalogada  en  el  Dic.  de  la  Academia,  proce- 
dente del  árabe.  Dicho  sea  de  paso,  según  Ramos  y  Duarte,  la 
zabila  es  la  cabuya.  Según  Las  Casas,  "la  cabuya,  que  son  unas 
pencas  como  la  zabila  de  que  se  hace  hilo..." 
Anjá. — Es  un  cubanismo.  Como  tal  lo  traen  el  diccionario  de  la  So- 
ciedad Literaria  (1879),  Toro  y  Gómez,  Macías  y  otros.  Pichar- 
do  lo  recogió  el  primero,  en   su  Diccionario   de   voces   cubanas. 

La  Academia  acepta  ahora  ¡aja!  como  interjección  familiar 
para  indicar  complacencia  o  aprobación;  pero  no  inserta  anjá, 
ni  dice  que  aja  proceda  de  Cuba. 

Pichardo  escribió:  Anjá  es  "interjección  del  vulgo  ínfimo 
de  la  Isla,  equivalente  al  Meh  usado  exclusivamente  en  la  ciu- 
dad de  Santiago  de  Cuba,  significando  admiración  o  burla.  Pe- 
ro anjá  denota  más  comúnmente  aprobación,  expresándose  de- 
cisivamente, en  superlativo  grado,  así  como  en  Puerto  Príncipe 
y  Bayamo  se  dice  Angela  María:   muy  bien,  perfectamente". 

No  tenemos  prueba  de  que  sea  voz  castiza  anterior  al  descubri- 
miento. Si  no  lo  fuera  habría  que  pensar  en  la  hipótesis  de  que 
sea  antillana.  J.  Davíes,  en  su  vocabulario  caribe,  que  tomó  de 
F.  Raymond,  escribe:  Si  =  anhan,  que  se  pronuncia  anján. 
¿Será  caribe  el  vocablo  cubanismo?  ¿Habrá  ido  de  estas  Anti- 
llas a  la  Península  Ibérica?  Según  Ramos  y  Duarte,  en  su 
Diccionario  Yucayo,  este  cubanismo  procede  de  la  duplicación 
de  lia  o  ja.  que  significa  sí,  en  ciboney.  Por  si  esto  nc  bastara, 
lia  o  ja  quiere  decir  sí  tf.mbién  en  lengua  yucateca.  ¡Aja!  no 
fué  voz  que  figurara  siempre  en  los   diccionarios   castellanos. 

En  el  de  la  Sociedad  Literaria  figura  el  cubanismo  ¡anjá!, 
y  no  ¡aja! 

La  locución  Angela  María,  tomada  de  la  salve,  oración  cató- 
lica, debe  de  ser  derivación  fonética  del  anjá.  Lo  mismo  que 
¡Angela  Pera!  y  ¡Angela  Pérez!  que  dicen  los  que  no  quieren 
nombrar  para  tan  simples  y  vulgares  ocasiones  a  la  madre  de 
Jesús. 
Meh. — Pichardo  escribió  que  Meh  se  usaba  en  la  ciudad  de  Cuba, 
o  Santiago  de  Cuba,  significando  admiración,  reconvención  o 
burla.  Ignoramos  el  por  qué  de  la  hache  final.  Suponemos  que 
sea  derivación  de  la  frase  ¡Me  dijiste!,  que  suele  también 
usarse  en  igual  sentido. 


195  peen  ando   ostís 

Gallo  tapao. — Es  locución  frecuente  en  Cuba  para  indicar  algo  oculto 
hasta   el  momento   oportuno  o   sorpresa  preparada. 

Procede  la  frase  de  las  gallerías,  cuando  el  gallero  va  a  la 
valla  con  su  gallo  escondido  en  un  saco  para  que  no  se  anali- 
cen  inoportunamente  sus  condiciones  de  pelea. 

Cayueazo. — Golpe  con  la  cayuca  o  cabeza. 

Enjorquetarse. — O,  como  no  se  oye,  enhorquetarse.  Lo  hemos  oído  sólo 
en  esta  forma  reflexiva.  Significa  montar  a  horcajadas,  algo 
así  como  un  hipotético  enhorcajarse.  Horqueta  es  voz  corriente 
en  Cuba,  como  horcajadura;  por  lo  que  enjorquetarse  equival- 
dría a  enhorca jadurarse  si  este  vocablo  existiera  en  el  uso. 

Blof. — Engaño  con  palabras  consistente  en  hacer  creer  a  otro  que  la 
situación  propia  es  mejor  o  más  ventajosa  de  lo  que  en  realidad 
es;  anglicismo  procedente  del  bluff,  jugada  del  juego  del  pocker. 
La  palabreja  be  ha  popularizado  como  el  juego  y  es  de  uso  ge- 
neral. 

Blofero. — Arnigo  de  dar  blof  o  bluff,  p£ra  decirlo  con  el  vocablo  in- 
glés, del  cual  deriva  Ja  palabreja. 

Blofista. — Como  blofero. 

Blofear  —  Dar  blof. 

Blofe. — Ya  hemos  visto  escrita  la  palabra   blof  con   esa  ortografía. 

Zapatero. — Mal  jugador.  Extensión  de  la  acepción  familiar  6.a,  que 
trae  el  Dic.  de  la  A. 

Resisterio. — Por  resistero. 

Siringa. — Forma   derivada   del   cubanismo  ñinga. 

Manfuanfua. — La   comida.   Es   vocablo   vulgarote. 

Chachá. — Vulgarismo.   La   comida. 

Rancheo. — Expedición  o  salida  que  hacían  los  ranchadores  en  busca 
de  cimarronea  La  palabra,  no  recogida  por  el  Dic.  de  la  Acade- 
mia, es,  sin  embargo,  castiza.  Castellanos  en  las  Elegías  de 
Varones  Ilustres  de  Indias,  escribió  (Elegía  XI,  canto  segundo) 
estos  versos: 

"En  tanto  que  la  barca  se  hacía 
no  faltaron  rancheos  y   salidas. 

Embejucar. — Poco  usado.  Atar  con  bejucos  la  armazón  de  una  bar- 
bacoa, de  un  encujado,  etc. 

Bejuquera. — Lugar  de  bejucos,  conjunto   de  bejucos. 

Acriollado. — El   extranjero  que  se  acriolla. 

Nacencia. — Nascencia.  Así  dice  nuestro  campesino,  como  aun  en  Ex- 
tremadura y   Andalucía. 

AcZúmío.— Diminutivo   de  adiós,  muy   usual   en  lenguaje  familiar. 

Abrelata. — Instrumento   para  abrir  cajas  de   hoja   de  lata. 

Cortalata. — Instrumento   para   cortar   hoja   de   lata. 

Aporte. — Barbarigmo.  Acción  y  efecto  de  transportar  un  médium  es- 
piritista  algún   objeto  material. 


bS    CAÍATJÉO    DE    CUBANISMOS  191 

Musiquero. — Persona  impertinente  y  chismosa,  amigo  de  traer  mú- 
sicas. 

Arisco. — Además  de  "áspero  e  intratable",  que  dice  el  Dic,  lo  usa- 
mos por  "miedoso"  del  trato  social.  "Los  guajiros  suelen  ser 
ariscos." 

Cruceteo. — Cruce    reiterado    por    el   mismo    sitio. 

Recruzar.— Cruzar    reiteradamente. 

Discursear. — Pronunciar  discursos  continuamente.  Usase  como  des- 
pectivo. 

Empolla. — Ant. — Por   ampolla. 

Empolleta. — Fastidio,  molestia,  broma  pesada.  Diminutivo  de  empo- 
polla,  en  su  acepción  de  vejiga. 

Abogada. — No  sólo  la  mujer  del  abogado,  según  académica  acepción, 
sino  la  mujer  que  ejerce  la  abogacía,  que  algunas  contamos 
ya  en  Cuba.  Sin  embargo,  oficialmente,  se  dice:  abogado  de 
oficio,    aunque  el  cargo   lo   desempeñe   una  mujer. 

Administración. — La    de    la    extremaunción    católica. 

Flaquencia. — Flacura. 

Nacionalista. — Partidario    del   nacionalismo. 

Acartonar. — No  solamente  se  dice,  como  quiere  el  Dic,  de  la  persona 
de  edad,  quedarse  enjuta,  pero  sana;  sino,  también,  por  analo- 
gía, del  enfermo  o  tísico  al  queda.rse  enjuto  y  aparentemente 
curado.   "Fulano  está  encartonado." 

Aceituno. — Aceitunado. 

Acriollarse. — Decimos  en  estas  Indias,  por  adaptarse  a  las  costum- 
tumbres  criollas.  En  Cuba  solemos  decir  aplatanarse,  y  eso  que 
el  plátano  no  es  cubano  de  origen. 

Pasaje.— Calle  irregular  que  se  abre  en  una  manzana  de  casas  para 
dar   paso   a   edificios   o   habitaciones   interiores. 

Aplatanamiento. — Adaptación  a  las  costumbres  del  país.  Acción  y 
efecto  de  aplatanarse. 

Aplatanación. — Adaptación  a  las  costumbres  de  Cuba,  aclimatación 
moral. 

Acrioll amiento. — Acción    y    efecto    de    acriollarse. 

Abogadismo. — Solemos  decirlo  en  tono  despectivo,  como  leguleyería. 
Defectuoso   espíritu   excesivamente   dado  a  formulismos   legales. 

Abusador. — Vocablo  muy  frecuente  en  Cuba,  como  lo  son,  por  des- 
gracia, los  abusos  y  abusadores.  El  que  abusa  de  su  fuerza, 
confianza,  etc. 

Yucal. — Plantación  de  yuca. 

Acabóse. — Escándalo,  desorden,  tumulto  que  termina  o  acaba  con  una 
situación  dada.  "Aquello  fué  el  acabóse:'  También  se  dice  de 
una  gran  desgracia,  mal,  derrota,  cataclismo,  etc.,  que  ponen 
fin  a  un  estado,  época  o  situación.  "La  muerte  del  padre  fué 
el  acabóse  para  esa  familia."  Solemos  también  decirlo  de  toda 
situación  decisiva,  pero  desfavorable.  "Este  debate  será  ol 
acabóse." 


Í92 


FERNANDO     OBTIZ 


Cucubá.— Nombre  que  se  da  también  al  ave  nocturna  cotunto.  Nues- 
tro folklore   conserva  la  expresión   "tener  ojos  de  cucubá"  pa- 
ra decir  de  una  persona  que  produce  "mal  de  ojo".  Acerca  de 
esa   superstición    guajira    escribió    hace   años    un    bello    artículo 
Antonio  Bachiller  y  Morales. 
Habitar.— Se  dice  así,  según  F.  G.  y  G.  de  Peralta   (Cuba  y  América, 
1902,  p.   404),   de  la  "operación   de  reparar   y   dar  fuego   a  los 
árboles    procedentes    del    desmonte,    para    principiar    la    prepa- 
ración del  terreno  que  ha  de  ser  cultivado". 
¿No   será   corrupción    compresiva   de   habilitar? 
Redondear. — Ultimar   un   negocio   o   asunto.   Antes   se   decía   con   fre- 
cuencia   en    el    foro    cubano    ''redondear   una    testamentaría",   y 
hasta  se   solía  anunciar  venta   de   esclavos  y  bestias   para  tal 
redondeo. 
Redondeo. — Acción  y  efecto  de  redondear. 
Narizón. — Como  narizudo,   dice  bien   Suárez. 

Usamos  aquí  la  expresión  "encontrarse  dos  narizones''  para 
significar  que  se  pusieron  frente  a  frente  con  su  soberbia,  ter- 
quedad  o   carácter   dos  voluntariosos. 

Y   decimos   así   porque  según   uno    de   nuestros   refranes,   que 
acaso  no  sea  nuestro,  "dos  narizones  no  se  pueden  besar",  esto 
es,  entendeirse  mutuamente. 
Azorada. — Azoramiento. 
Azarada. — Bochorno. 

Azarar. — Según  la  Academia  sólo  se  usa  como  verbo  activo  y  su  se- 
gunda acepción  tanto  vale  como  la  primera  de  azorar.  Aquí  el  uso 
parece  inclinarse  a  distinguir  entre  uno  y  otro  vocablo.  Azorar, 
quiere  decir  como  la  Academia  desea;  pero  azarar,  como  ver- 
bo activo  generalmente  significa  abochornar,  ciscar,  atolon- 
drar, etc.  Y  se  usa  también  como  reflexivo.  "El  guajiro  al  en- 
trar en  el  teatro  se  azaró  y  al  oir  los  tiros  se  azoró." 
Toldado. — Voz  ya  algo  en  desuso,  significó  baile  en  un  lugar  toldado 

o  entoldado. 
Juego  (de  ñañigos). — Sociedad  secreta  de  ñañigos.  ¿Por  qué  la  voz 
juego  toma  esta  acepción,  que  mantenemos  en  Cuba?  Antaño 
se  estilaron  en  esta  tierra  bailes  públicos  para  solemnizar  fies- 
tas reales  o  carnavalescas  a  las  que  acudían  danzantes  que 
ejecutaban  vistosas  mudanzas  y  figuras.  A  los  grupos  y  com- 
parsas de  bailadores  se  les  llamó  juegos  por  influjo  de  las 
acepciones  9  y  12,  que  nos  recuerda  el  Diccionario.  Así  tuvie- 
ron los  habaneros  juegos  de  pasiegos,  de  catalanes,  etc.  Y  por 
analogía  a  los  grupos  de  ñañigos,  que  el  día  de  Reyes  y  en 
otras  ocasiones  salían  con  el  diablito  al  frente  bailando  a  su 
modo,  se  les  llamó  también  juegos  de  ñañigos,  y  de  ahí  a  que 
recibieran  tal  apelativo  las  mismas  tenebrosas  sociedades  fué 
todo  uno. 
Deshijado. — Acción  y  efecto  de  deshijar.  Véase  esta  voz  en  Suárez. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  193 

Desencabar. — Quitar  el  mango  o  cabo  a  un  utensilio.  Puede  usarse 
también   como   reflexivo. 

Júnior. — Esta  palabreja  se  nos  lia  colado  en  el  lenguaje,  procedente 
de  la  antigua  Roma,  con  trasbordo  en  Londres  y  Nueva  York. 
Significa  "más  joven",  del  latín  júnior;  pero  la  fiemos  adop- 
tado por  imitación,  nada  criticable  por  lo  demás,  de  nuestros 
vecinos  norteños.  El  fiijo  de  Juan  Pérez,  que  Juan  Pérez  se 
llama  como  su  padre,  luce  más  flamante  poniéndose  así:  Juan 
Pérez,  jr.,  aunque  olvide  el  apellido  de  la  santa  autora  de  sus 
días,  contra  la  buena  y  atinada  costumbre  de  nuestros  ante- 
pasados. 

Parabrisa. — Vidrio  que  se  coloca  al  frente  de  los  automóviles  para 
impedir  o  atenuar  la  molestia  del  aire  violento  al  correr. 

Bucanero. — Pirata  que  en  los  siglos  XVII  y  XVIII  saqueaba  los 
puertos  americanos,  especialmente  los  de  las  Antillas.  El  vo- 
cablo es  de  empleo  muy  corriente  y  hasta  necesario  en  la  lite- 
ratura histórica  de  Cuba  y  de  toda  América.  ¿Por  qué  no  lo  fia 
recogido  ya  la  R.  Academia  Española  de  la  Lengua?  Procede 
del  francés  boucannier  según  dicen;  pero  quizás  no  sea  así. 
Porque  ¿de  dónde,  a  su  vez,  proviene  esa  voz  gabacfia? 

Cabriola. — Travesura. 

Aguachinangado. — De   costumbres  guachinangas. 

Aindiado. — De  color  y  figura  de  los  indios. 

Amoscarse. — Aparte    de   las    acepciones    académicas,    abochornarse. 

Amerindio. — Indio  de  América.  Es  un  cultismo  muy  útil,  que  ya  co- 
rre entre  etnólogos  e  historiadores,  traducido  del  inglés  ame- 
rindian,   vocablo   formado   de   "americano"  e   "indio". 

La  desgraciada  circunstancia  de  creer  los  descubridores  que 
estas  tierras  de  América  eran  las  de  Indias;  y  el  haberse  aferra- 
do a  esa  denominación,  aun  después  de  conocer  el  error,  ha 
mantenido  en  varios  idiomas  europeos  el  uso  equívoco  de  los 
vocablos  "indio"  e  "Indias",  como  aplicables  a  hombres  y  paí- 
ses de  continentes  distintos.  Por  otra  parte,  la  necesidad  para 
el  etnólogo  de  diferenciar  el  nativo  de  América  de  raza  cobriza, 
del  americano  descendiente  de  raza  blanca,  le  ha  llevado  a 
forjar   el   neologismo,   con   significado    inequívoco. 

Igual  necesidad  se  experimenta  en  los  reducidos  campos  de 
las    etnografías    regionales    americanas. 

En  las  Antillas,  por  ejemplo,  carecemos  de  un  vocablo  que 
exprese  el  indio  antillano  y  no  podemos  apellidarlo  con  un  de- 
nominativo étnico,  porque  fueron  varios  los  pueblos  que  ocu- 
paron estas  islas  y  les  dieron  sus  diversas  culturas  prefiispá- 
nicas,  como  los  aruacas  o  tainos  y  caribes.  En  Cuba,  al  menos, 
fiabía  además  los  guanahabibcs  y  los  ctboneyes.  Por  esto  nos 
serían  muy  útiles  unos  cubanismos  neológicos,  como  indocu- 
"oano  e  indoantillano.  En  Haití  y  Santo  Domingo  el  mal  se  reme- 
dia algún  tanto  aplicándoles  el  derivado  gentilicio  de   Quisque- 


194  fÉRNAÑbo     ÜRTÍá 

ya.  Y  en  Puerto  Rico  se  les  puede  llamar  Borinqueños  o  bórí- 
queños,  recordando  el  nombre  geográfico  precolombino  de  la 
isla.  Pero  en  Cuba,  por  haberse  afortunadamente  perdido  los 
nombres  monárquicos  de  Juana  y  Fernandina,  que  hubieron 
de  ponerle  los  conquistadores,  se  conserva  el  uso  del  toponími- 
co indio  y  si  a  los  pobladores  precolombinos  les  dijésemos  cu- 
banos, simplemente,  los  confundiríamos  con  los  otros  hijos  de 
Cuba  de  ascendencia  europea  o  africana. 

La  norteamericana  Irene  A.  Wright,  que  como  todos  los  afi- 
cionados a  tales  estudios,  experimentó  la  falta  de  un  vocablo 
apropiado,  quiso  suplirlo,  y  recordando  el  borinqueño,  que  los 
castellanos  derivaron  castizamente  del  indio  Borinquen,  del 
vocablo  Cuba  formó  el  gentilicio  cubeño  ("The  Early  History 
of  Cuba,  1492-1586".  New  York.  1916.)  Pero  este  neologismo, 
producto  del  acoplamiento  de  una  raiz  india  con  una  desinen- 
cia gentilicia  castellana,  no  parece  del  todo  aceptable.  Pre- 
feriríamos el  vocablo  cubaney,  que  habría  de  ser  más  en  con- 
sonancia con  el  genio  y  elementos  propios  de  los  lenguajes 
indios,  que  aquí  se  hablaron. 

El  uso  viene  consagrando  el  vocablo  amerindio;  pero  si  no 
se  cree  muy  de  acuerdo  con  el  genio  castellano,  acéptese  indo- 
americano,   ya  que  tenemos  en   el   Dic.   el   indoeuropeo. 

Y,  por  consecuencia,  si  no  se  quiere  llegar  a  un  cubanindio 
o  a  un  antillanindio,  fórmense  y  recíbanse  indocubano  e  indo- 
antillano,  que  buena  falta  nos  hacen. 

Antillanindio. — No  es  cubanismo  todavía,  y  acaso  no  llegue  a  serlo 
nunca;  pero  ese  vocablo,  que  puede  proponerse  para  significar 
el  indio  de  las  Antillas,  debiera  entrar  en  la  circulación  del 
vocabulario    etnográfico    americano.    Véase    amerindio. 

Cubanindio. — No   es.  cubanismo   aún,   pero   nos  permitimos   proponerlo 
como  tal  y  hasta  creer  que  habrá  de  llegar  a  serlo.   ¡Tantos  vo- 
cablos peor  nacidos  corren  por  ahí,  rozagantes  y  bien  orondos! 
Y,  si  no,  admítase  indocubano,  que  al  igual  que  indoeuropeo, 
está   bien   engendrado    bajo    las    leyes  del    lenguaje. 

Bufeo. — Pez  parecido  a  la  tonina,  que  bufa  a  flor  de  agua,  según  los 
pescadores   de   Vuelta  Abajo   e   Isla  de   Pinos. 

Resolana. — Resistero,    2.a    acepción.    'Ahí    hay    mucha   resolana.'' 

Bichorno. — Por   bochorno. 

Pincharra. — Fisga. 

Veril. — Dice  el  Dic.  de  la  Academia:  "Orilla  o  borde  de  un  bajo,  som- 
bra, placer,  etc."  Es  preciso  que  esa  orilla  sea  la  que  divide  el 
bajo  de  agua  profunda  o  de  golfo,  como  por  acá  decimos;  por- 
que a  veces  el  placer  comienza  desde  tierra,  y  entonces  esa 
orilla,  la  costa,  aunque  sea  orilla  de  un  placer  no  es  un  veril. 
Este  es  un   acantilado   o   cantil   submarino. 

Blanquizal. — Parte  blanquiza  de  un  placer. 


tiií    GáTAUÉO   Í)É   CUBANISMOS  19') 

Golfo. — Decimos  mar  de  golfo  al  mar  profundo  y  abierto,  libre  de  ca- 
yos, bajos,  placeres,  quebradas  y  múcaras. 

Manchoneado. — Terreno  con  manchas.  Lo  hemos  oído  mucho  en  boca 
de  pescadores,  refiriéndose  al  fondo  del  mar  con  manchas  de 
vegetación,    ramajales,    cebadales,    etc. 

Poza. — Sitio  del  fondo  del  mar  entre  rocas,  donde  es  más  profundo. 
Generalmente  se  le  dice  poceta. 

Poceta. — Poza. 

Poceteado. — Placer  con  pozas  o  pocetas. 

Saltahojas. — Insecto  que  acostumbra  vivir  en  la  caña  de  azúcar 
(Stenocramts   saccharioorus,   Westw).    Hay   varias   especies. 

Mosaico. — Enfermedad  infecciosa  de  la  caña  de  azúcar.  También  sue- 
le llamarse  esa  enfermedad  "de  rayas  amarillas". 

Salvita. — Insecto  chupador  de  la  caña  de  azúcar  y  de  varias  otras 
gramíneas.    (Monecphora    bicincta,    Say.) 

Malanga  de  la  dicha.  (Dieffenbachia  seguiría.  Sch.) — Especie  de  ma- 
langa. Se  dice  que  las  hojas  machucadas  en  solución  alcohóli- 
ca sirven  para  aliviar  el  reuma.  El  Dr.  Scholz  sostiene  que 
es  el  mejor  antiaí'rodisiaco  femenino,  pero  sin  acción  sobre  el 
hombre. 

Batidero. — Parte  lateral  de  la  red  llamada  chinchorro  inmediata  al 
copo.  El  chinchorro  es  vocablo  y  arte  de  pesca  bien  cfistizo, 
que  usamos  en  estas  costas,  como  también  el  trasmallo  y  la 
tarraya. 

Pita. — En  general,  a  todo  cordel,  y  especialmente  a  los  de  pesca. 

Chemero. — Pescador  de  chemas  ||  Fig.  Aficionado  a  las  chemas,  en 
la  acepción  maliciosa  de  ramera,  que  trae  Suárez.  ||  Destinado 
a  la  pesca  de  la  chema.  "Anzuelo  chemero." 

Salabar. — Especie  de  jamo.  Salabre,  la  hemos  oído  en  el  Levante  es- 
pañol, con  igual  significado;  por  lo  que  suponemos  que  haya 
sido    traída    por    los   pescadores    mallorquines. 

Dedalillo. — 'Producto  vegetal  marítimo,  en  forma  de  pequeños  cilin- 
dros, color  obscuro,  que  se  encuentra  flotando  cerca  de  la  su- 
perficie de  las  aguas  en  los  placeres  en  la  primavera,  y  es  muy 
apetecido  de  los  pargos.  Acaso  especie  de  semilla  o  florecencia 
de  alguna  planta  submarina.  De  "dedal",  por  su  forma. 

Fortalecer. — Adquirir    fuerzas.    "El    enfermo    se    fortaleció." 

Fortalecido,  a. — Adj.  Que  tiene  fuerzas  o  que  es  fuerte.  "Es  un  viejo 
muy  fortaleció. ,"   "El  jiquí  es  madera  fortalecía" 

Paño. — Se  aplica  también  a  la  red.  Paño  de  carey  es  una  red  de  m¡i- 
11a  ancha  de  18  pulgadas  para  coger  careyes. 

Rejerío. — Conjunto  de  raíces. 

Gallito. — Especie  de  agua  viva  de  nuestros  mares. 

Agua  mala. — Producto   del  mar,   que  produce  picazón   si   se   toca. 

Agua  viva. — Producto  del  mar,  casi  transparente,  especie  de  agua 
mala. 

Jinigua. — Pez  muy  pequeño,  más  que  la  majúa. 


196  ¿„¿ííANbo   6btíz 

Jiníguano. — Como  jinigua. 

Palanca. — En  nuestra  marina  se  llama  así  a  toda  pértiga  o  páíó* 
aunque   no    esté    destinada  a   palanquear   la   embarcación. 

Palanquear. — Mover  la   embarcación  con  la  palanca. 

Chapingorro. — Avío  de'  pesca  formado  de  un  aro  al  cual  va  unida 
una  red  de  forma  cónica.  Especie  de  jamo. 

Guante. — Clase  de  esponja. 

Esponja. — Los  pescadores  esponjeros  las  dividen,  sin  pretensiones  de 
certeza  zoológica,  astfi:  Esponja  macho,  macho  fino,  macho 
guante,  macho  aforrado,  macho  cueva,  hembra  de  primera, 
hembra  de  segunda,  macho  sembrado,  esponja  rodadera  y 
jibes. 

Barrería. — Conjunto  de  barras,  8.a  acepción.  Lugar  de  una  barra,  8.a 
acepción. 

Embicar. — Hacer  que  un  bote  clave  la  proa  en  la  playa. 

Jibe. — Especie  de  esponja  de  ínfimo  valor,  usada  sólo  para  fregar 
suelos. 

Florear. — Rizar  o  mover   el   viento  la  mar,   formando   olas  pequeñas. 

Tinglado. — Anfibio  en  forma,  me  dicen,  de  caja  de  muerto  o  ataúd, 
tiene  4  brazuelos,  pone  como  200  buevos  en  tierra  alta  por 
Septiembre  y  Octubre,  especialmente  en  Cayo  Largo,  Golfo  de 
Méjico.  Me  dicen  unos  pescadores  de  Vuelta  Abajo  que  el  tin- 
glado sale  del  agua  prendido,  es  decir,  encendido,  o  sea  fosfo- 
rescente. Su  grasa  se  extrae  colgando  el  animal  sobre  unas 
horquetas,  y  se  utiliza  contra  el  reumatismo. 

Esponjero. — Pescador  de  esponjas. 

Esponjear. — Secar  el  agua  o  humedad  de  un  sitio  con  una  esponja.  || 
Husmear,  2.a  acepción. 

Roñada.— Especie  de  rodete  de  bejucos,  con  que  se  protejen  las  ma- 
deras  de  la   embarcación   contra   golpes,   objetos   calientes,   etc. 

Propela. — Voz  femenina  que  va  cundiendo  para  significar  la  hélice 
de  las  pequeñas  embarcaciones  automotoras.  Es  anglicismo,  de 
propeller. 

Asistir. — Atender  2.a  acepción.  Ocuparse  de  algo.  "Fui  a  pescar  ca- 
guamas, pero  no  pude  asistir  todo  el  cayo." 

Chinchorro. — Además  de  las  acepciones  que  aporta  el  Diccionario  de 
la  Academia,  llamamos  así  a  una  chinche  de  gran  tamaño. 
(Rhodnius   prolixus,    Stal.) 

Chupa-chupa. — Nombre  con  que  también  se  conoce  el  chinchorro. 

Gusano  de  cartucho. — Insecto  dañino  a  la  arboricultura  cubana. 
{Oiketicus  Poeyi,  Lucas.) 

Marea. — Cantidad  de  esponja  pescada  en  una  expedición  de  pesque- 
ría. Rendir  marea  es  llevar  la  pesca  a  su  destinatario. 

Arceo. — Movimiento  de  una  embarcación  producido  por  el  oleaje  ¿De 
zarceo? 

Tejido. — Se  dice  en  la  costa  de  los  mosquitos  cuando  están  en  bandas 
o  plagas.  "El  jején  está  tejió." 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  197 

Camino  de  pies. — Vereda  en  el  monte  para  el  paso  de  las  personas  y 
de  las  bestias  sin  carga.  Es  más  estrecho  que  el  camino  se- 
ronero. 

Jugar  la  cabeza. — Moverla  en  evitación  de  un  golpe.  "En  el  monte 
hay  que  ir  jugando  la  cabeza."  ||  Fig.  Esconderse  de  alguien, 
evitar  una  mala  ocasión  o  riesgo.  "Me  anda  jugando  la  eabezr.," 

Trinqueval. — €arro  de  dos  ruedas,  con  la  parte  central  del  eje  elevada 
al  nivel  del  borde  superior  de  las  rueden  Sirve  en  los  malos 
caminos  de  los  montes  para  poder  arrastrar  maderas,  sin  cho- 
car con  las  piedras,  tocones  y  demás  accidentes  del  terreno 
que  pasan  entre  las  ruedas. 

Esponjan. — Especie  de  esponja  inútil  por  su  falta  de  flexibilidad.  La 
desinencia  en  ón  se  usa  aquí  como  despectiva,  no  como  au- 
mentativa. 

Herver. — Arcaismo,  por  hervir. 

Acarnerado. — Manso  y  tímido  como  carnero. 

Rascacielos. — El  edificio  de  muchos  pisos.  Traducción  literal  del  slcy- 
scraper  inglés. 

Homatismo. — Reumatismo.  Influencia  fonética  de  romadizo,  que  por 
corrupción  se  dice  así,  a  veces,  al  reumatismo. 

Serruchar. — Aperruchar,    que   aquí   casi   nunca   decimos. 

Tabloncillo. — Madera  cortada  en  estrechas  tablas,  propias  para  pisoi. 

Rocoso. — Referente  a  la  roca.  "Formación  rocosa",  "concavidad  ro- 
cosa''. No  estimamos  que  esta  voz  sea  propiamente  un  cuba- 
nismo, pues  en  España  debe  de  usarse  también,  por  ser  muy 
útil.  En  Cuba  traducimos  las  Rocky  Mountains  de  los  E.  U. 
por  Montañas  Rocosas.  Y  algunas  veces  traducimos  mal  di- 
ciéndolas  Montañas  Rocallosas.  La  rocalla  no  es  la  roca. 

Tabaquera. — Caja  o  petaca  para  tabacos. 

Taquígrafa. — El  Dic.  Académico  no  acepta  este  femenino,  que  aquí 
usamos  a  troche  y  moche,  de  taquígrafo.  Y  debe  de  tener  razón  la 
Academia. 

Vejestorio.  —  La  Academia  quiere  que  se  aplique  a  la  persona 
muy   vieja,    en   sentido    despectivo.    Aquí    lo    aplicamos   también 

a  las  cosas y  hasta  a  las  ideas  y  demás  inmateriales,  "Ese 

vestido  es  un  vejestorio "  "¡Vaya  una  teoría!    ¡Qué  vejestorio!" 

Agua. — Irse  el  agua  es  como  levantar  el  tiempo,  cesar  de  llover. 

Aguantón. — Persona  que  aguanta  mucho,  excesivamente  tolerante  o 
consentidora. 

Agujeta. — Aguja  de  enjaretar. 

Chubascoso. — 'Tiempo  de  chubascos. 

Chubasquear. — Menudear  los  chubascos. 

Chubasquero. — Capa   impermeable   para   defenderse   de   chubascos. 

Chiripazo  —  Chiripa.    Le    damos    la    terminación    en    azo    por    influjo 


198  FEENANDO     OBTIZ 

de  la  expresión  "golpe  de  suerte",  que  nos  convierte  la  chiripa 
en  un  golpe,  como  aguacatazo,  mameyazo,  etc. 

Ramajo. — Rama  de  un  árbol  o  arbusto  terrestre  o  marítimo.  Ramaje. 

Ramajal. — Lugar  de  muchos  ramojos.  Dícese  del  placer  con  ramajos, 
lugar  favorito  para  la  pesca  de  pargos,  dicho  sea  de  paso. 

Peje  de  aire. — El  peje  que  se  pesca  habitualmente  a  2  ó  3  brazas  de 
la  superficie  del  mar,  como  la  sierra,  el  gallego,  la  palometa. 

A  la  lúa. — Locución  marítima,  cuando  por  la  inseguridad  del  viento 
la  embarcación  pierde  el  gobierno,  pues  no  hincha  la  vela  con 
fijeza.  Cuando  por  ser  el  viento  franco  en  popa,  puede  amurarse 
la  vela  a  babor  o  a  estribor  indistintamente. 

Achantarse. — Por   analogía  de  la  acepción  académica,  estacionarse. 

Aflojar. — Entregar  a  regañadientes  una  cosa,  en  especial  el  dinero. 
Vulg.  "Aflójame  los  reales." 

Perencejo. — Como  perengano. 

Potranco. — Masculino  de  potranca,  que  aquí  solemos  usar,  no  confor- 
mándonos sólo  con  el  vocablo  potro.  Potranco  viene  a  ser  un 
diminutivo  de  potro. 

Quincalla. — Por  quincallería. 

Mongorro. — Especie  de  boniato.  Según  un  experto  cubano,  existen  más 
de  200  variedades  de  boniato,  pero  son  las  más  recomendables 
por  su  buen  rendimiento  y  magnífica  calidad:  papa,  centauro 
amarillo,  jersey,  vueltabajero,  maní  morado,  jiguaní,  martinica 
morado,  sapotillo  morado,  matojo,  vueltarriba,  mulato  y  mon- 
gorro. Antes  (1882)  se  conoció  el  boniato  llamado  tumbasaco, 
cuyo  nombre  actual  ignoramos. 

Matojo. — Especie  de  boniato. 

Tetuán. — Insecto  que  ocasiona  graves  daños  en  las  plantas  de  boniato. 

Penca. — La  aplicación  desde  los  tiempos  antecolombinos  de  las  pen- 
cas de  palma  para  cobijar  o  techar  los  bohíos,  nos  ha  llevado 
p,  decir  penca  de  zinc  a  las  láminas  de  ese  metal  para  cubrir 
los  techos. 

Llenante. — Flujo,   2.a  acepción.  ¿ 

Vaciante. — Reflujo  de  la  marea. 

Santo. — Aplícase  a  ciertas  formaciones  madrepóricas,  como  columnas, 
que  suelen  alzarse  en  los  cebadales  y  bajíos  de  los  placeres.  Son 
de  poca  consistencia,  pues  se  caen  si  chocan  con  la  embar- 
cación. 

Ajetrear. — El  verbo  aje\trearset  que  como  reflexivo  trae  la  Academia, 
aquí  corre  también  como  activo. 

Ajises. — No  solemos  decir  ajíes,  sino  ajises. 

Canela. — Adj.  fig.  Mulata. 

Canina. — Basta  decir  canina,  para  saber  que  nos  referimos  al  hambre. 
Este   cubanismo   es   simplemente   una   antonomasia. 

Canilla. — Pierna  tan  delgada  y  sin  carnes,  que  merece  ser  llamada 
con  el  nombre  del  hueso,  simplemente.  "En  el  baño  lució  sus 
canillas.'" 


ÜN    CATATJBO    DE    CUBANISMOS  199 

Quitar. — ¡Quién  quita!  decimos,  como  ¡quien  sabe! 

Nortazo. — Fuerte  viento  norte. 

Pajaral. — Lugar  donde  anidan  y  viven  muchos  pájaros.  Dícese  tam- 
bién nidal. 

Despampanante. — Que  despampana  3.a  acepción.  Que  quita  el  pámpa- 
no, o,  lo  que  es  lo  mismo,  que  quita  la  hoja  de  parra,  la  pam- 
panilla, el  taparrabos,  que  deja  confuso. 

Alcagiiete. — Por  alcahuete. 

Prehispano. — Decimos  del  período  de  la  historia  de  Cuba  y  de  Amé- 
rica, anterior  a  la  conquista  hispana. 

Precolombino. — Anterior  al  período  histórico  de  Colón,  es  decir,  an- 
terior al  descubrimiento  de  América. 

Antecolombino. — Anterior  al  período  histórico  del  descubrimiento  de 
de  América  por  "Cristoforo  Colombo";  pero  los  americanos  so- 
lemos decir  más  precolombino. 

Canario. — Además  de  las  acepciones  académicas:  de  color  de  canario. 
"Llevó  un  vestido  canario." 

Chivería. — Conjunto  de  chivos,  en  su  acepción  de  negocio  sucio  o  en- 
gaño. Se  dice  también  del  propio  negocio:  "Eso  es  una 
chivería." 

Como  quiera  que  la  familia  criolla  del  chivo  ha  dado  prue- 
bas de  vigorosa  prolificidad,  como  criada  al  fin  con  el  suculento 
chocolate,  o  soconusco  de  la  colonia,  hemos  creído  necesario 
dedicar  a  la  "lexicografía  del  chivo"  especiales  apuntaciones. 
La  palabra  chivo  tiene  en  Cuba  una  larga  descendencia,  algo 
indecentona,  picaresca  y  desprestigiada.  Acaso  la  deshonra  ven- 
ga de  la  voz  chivar,  porque  de  este  verbo  parece  ser  realmente 
la  prolificidad  maldita,  y  es  interesante  conocer  no  tan  sólo  la 
extensión  de  la  vulgarota  prole,  sino  de  qué  tronco  procede  fa- 
milia tan  poco  distinguida. 

Suárez  en  su  Diccionario  de  voces  cubanas,  donde  cataloga 
tantos  vulgarismos  de  nuestro  lenguaje  popular,  registra  los 
siguientes  vocablos: 

"Chivada,  f. — fam. — Equivale  a  "chasco",  decepción":  "Nos 
dieron  buena  chivada  en  la  carrera  de  caballos". 

Chivado,  da.  adj. — fam. — Denota  pobreza,  escasez  de  recursos: 
"Una  familia  chivada".  Véase  chivarse   (1.a  acep.). 

Chivado,  da.  adj. — fam. — Significa  mal  estado  de  salud:  "Ma- 
nuel quedó  chivado  de  una  pierna  en  el  vuelco  del  automóvil.'' 
Véase  chivarse   (2.a  acep.). 

Chivado,  da.  adj. — fam. — Lo  mismo  que  "dificultoso",  "emba- 
razoso":   "Un  negocio  muy  chivado". 

Chivadura.  f. — fam. — Acción  y  efecto  de  chivar:  "Estoy  can- 
sado de  tanta  chivadura" . 

Chivar,  v.  a. — fam. — Como  "provocar",  "molestar",  fastidiar": 
"Yo  chivé  mucho  a  don  Juan  por  fanfarrón".  El  principal  uso 
es  en  infinitivo. 


FEBNANDO     OBTIZ 

Chivarse,  v.  ref. — fam. — Al  tomar  este  verbo  la  forma  refle- 
xiva recibe  varios  significados,  algunos  a  capricho  del  que  lo 
emplea.  Una  de  las  principales  acep.  es  la  de  "arruinarse"; 
"Rafael  se  chivó  en  el  juego". 

Chivarse,  v.  ref.  faan. — Ser  víctima  de  un  accidente:  "Los  vo- 
latineros se  chivan  cuando  menos  lo  esperan". 

Chivarse,  v.  ref. — fam. — Lo  mismo  que  "irritarse",  "encoleri- 
zarse": "Mi  mujer  se  chiva  por  un  quítame  allá  esas  pajas". 
En  Colombia  según  Cuervo,  empléase  enchivarse  con  esta  mis- 
ma acepción. 

Chivero,  ra.  adj. — fam. — Aplícase  a  la  persona,  regularmente 
un  político,  muy  aficionado  a  los  negocios  llamados  chivos 
(2.a   acep.).   Véase. 

Chivichana.  f. — Lotería  o  rifa  secreta,  prohibida  y  perseguida 
por  las  autoridades. 

Chivo,  m. — Barba  en  forma  de  perilla  grande,  a  la  manera 
que  la  tiene  el  chivo  o  cabrito.  También  se  dice,  cual  en  otras 
partes  de  América,  chiva,  pero  con  menos  frecuencia  en  Cuba. 
Según   Cuervo,   en   Colombia   se   dice  chivera. 

Chivo,  m. — Negocio  sucio,  ilícito,  particularmente  si  lo  efec- 
túa algún  político:  "El  Senador  H.  entra  en  toda  clase  de 
chivos". 

Chivo,  m. — Algunos  dicen  así  al  árbol  más  conocido  por 
humo    (2.a  acep.).  Véase. 

Chivo,  va.  adj. — Equivale  a  "incomodado",  "irritado",  y  es 
el  p.  p.  de  chivarse  (3.a  acep.)  sincopado:  "Anita  se  puso  chiva, 
porque  no  la  dejaron  ir  al  teatro". 

Chivo  (De),  mod.  adv. — Lo  mismo  que  decir  de  contraban- 
do, de  tapadillo,  clandestinamente:  "Nunca  falta  quien  entre 
en  el  teatro  de  chivo". 

Chivón,  na.  ad.  fam. — Aplícase  a  la  persona  muy  mortifican- 
te:   "Un  niño  muy  chivón".  Véase  chivar." 

A  estas  voces,  algunas  ya  comentadas  en  papeletas  de  este 
catauro,  podemos  añadir   estas  otras,   no  menos  conocidas. 

Chiveta.^Cuo.  f.  fam. — Acción  y  efecto  de  chivar.  "¡Vaya 
una  chiveta!"  Contaminación  fonética  de  la  voz  chivo,  con 
otra  muy  española  y  muy  indecente  que  el  Diccionario  de  la 
Academia  no  cataloga,  ni  nosotros  tenemos  por  qué  señalar. 

Chivería. — Cuo.  f.  fam. — Conjunto  de  chivos,  en  su  acepción 
de  negocio  sucio  o  engaño;  y  también  se  dice  del  mismo  ne- 
gocio ilícito  o  inmoral. 

Chivirico. — Cuo.    f.    fam. — Diminutivo   burlesco   de    chivo. 

Estos  vocablos  son  muy  legítimos,  ya  que  no  muy  católicos, 
hijos  de  Cuba,  pues  no  corren  todos  por  el  resto  de  las  Américas. 
Del  diccionario  Pequeño  Laurousse  ilustrado,  adaptado  al  es- 
pañol por  el  erudito  lingüista  Miguel  de  Toro  y  Gisbert,  libro 
que  es  el  más  completo  calepino  de  americanismos,  sólo  pode- 


TJN     CATAUBO    DE    CUBANISMOS  201 

mos  entresacar  como  derivaciones  de  chivo,  las  voces  ameri- 
canas: Chiva,  f.  Guat.  y  Honduras.  "Manta,  cobertor".  Honü. 
"Borrachera  y  berrinche".  Chivateado,  da.  adj.  Fam.  "Con- 
tante y  sonante".  Chivato,  m.  Col.  "Variedad  de  un  ají  muy 
fuerte".  Adj.  Col.  "Bellaco,  ruin".  Chiveba.  "Perilla,  barba". 
Chiviixo.  m.  Perú.  "Pájaro  de  plumaje  negro  y  azul".  Chivo. 
Col.    "Berrinche,    cólera".    Arg.    "Cabrón". 

El  Diccionario  académico  no  trae  ninguna  acepción  despectiva 
de  chivo,  ni  de  sus  castizas  derivaciones  (chival,  chivato,  chi- 
vetero, chivital  y  chivitil),  ni  reconoce  el  hoy  cubanísimo  y 
vulgarísimo  verbo  chivar. 

De  todas  estas  voces  podemos  formar  dos  grupos,  uno  que 
pudiéramos  titular  zoológico,  y  otro  picaresco,  derivado  direc- 
mente  del  verbo  chivar,  y  que  ha  influenciado  algunas  acep- 
ciones maldicientes   de  las  voces   del  grupo  anterior. 

La  Academia  supone  que  chivo  procede  del  alemán  zibbe, 
cordero.  Pudiera  ser;  pero  sabido  es  cuan  difundida  fué  la  picar- 
día en  la  España  del  siglo  de  oro,  tanto  que  llegó  a  producir  la 
grandiosa  y  única  literatura  picaresca,  y  bien  puede  creerse 
que  haya  tenido  intervención  en  el  origen  de  este  linaje  de  pa- 
labras, y,  a  buen  seguro,  que  en  su  difusión  y  mantenimiento 
por   estas  tierras. 

Hace  años  que  Rufino  J.  Cuervo,  en  sus  célebres  Apuntacio- 
nes críticas  sobre  el  lenguaje  bogotano  ( #  555)  observaba 
como  en  esta  América  (y  en  Cuba  inclusive)  la  voz  chivo  se 
aplica  al  macho  cabrío,  cualquiera  que  sea  su  edad,  y  no,  co- 
mo detalla  la  Academia,  a  la  "cría  de  la  cabra,  desde  que  no 
mama  hasta  que  llega  a  la  edad  de  procrear".  Y  añadía  el 
eminente  filólogo  que  el  uso  hispanoamericano  cuenta  los  bue- 
nos apoyos  de  Moratín,  Quevedo,  Iglesias  y  Arriaza,  demos- 
trando así  como  el  lenguaje  de  estos  países  mantiene  voces 
y  significados  castizos  ya  perdidos  en  su  patria  originaria, 
pero  que,  por  eso  mismo,  no  dejan  de  ser  castizos  y  de)  muy 
legítimo  empleo. 

Ya  hemos  dicho  en  otra  parte  que  el  chivo  castellano  en  vez 
de  proceder  del  alemán,  parece  que  más  bien  derívase  del 
chevreau  francés.  Así  se  explicaría  claramente  la  acepción  aca- 
démica determinada  por  la  edad,  pues  chevreau  (pr.  chevró) 
no   significa  cabra,   sino  precisamente   cabrito. 

Especialmente,  cuando  el  castellano  adoptó  la  locución  pie  de 
gibao  para  cierta  danza  antigua  de  corvetas,  que  hacían  los 
caballos    napolitanos    y    bailaban    en   la   Corte  los   faranduleros. 

Y  más  aun  creemos  en  ese  influjo  etimológico  recordando 
como  del  pie  de  gibao,  se  originó  el  pie  de  chivau  (pr.  chi- 
vo) en  Provenza,  para  las  danzas  imitando  los  corcovos  y  cor- 
vetas  de    aquellos   caballos    amaestrados. 

El   chevreau   francés  con  sus   cabrunos   corcovos   y   el   chivau 


202  FERNANDO     OBTIZ 

de  las   corvetas   danzantes   se   bastaron  para  producir   el   chivo 
español. 

Y  esto  ha  de  bastar  en  relación  al  grupo  zoológico  del  la 
progenie  lingüistica  que  estamos  tratando. 

Para  el  chivo  americano,  la  disquisición  ha  de  ser  más  amplia. 

Creemos  que  su  extensión  a  todo  macho  cabrío,  aquí  como 
en  España,  hubo  de  deberse  a  la  adopción  del  vocablo  en  sen- 
tido eufemístico  para  disfrazar  el  satánico  nombre  del  ma- 
cho de  la  cabra,  que  en  todos  los  dominios  del  castellano  sig- 
nifica metafóricamente  y  desde  viejo,  el  consentidor  del  adul- 
terio de  su  mujer. 

Pero  no  basta  esto  para  explicar  el  vocablo  cubano  chivar, 
y  sus  derivados  (chivada,  chivado,  chivadura,  chiveta,  chivón, 
chivería,  etc.)  hasta  llegar  al  chivo  de  los  negocios  y  de  los 
engaños,  vocablo  popular  hoy  usual  en  toda  boca  cubana,  aun 
en  la  más  limpia  y  honrada. 

Intentemos  orientarnos  en  el  laberinto  etimológico,  pidien- 
do de  antemano  mil  perdones  al  culto  lector  si  hemos  de  lla- 
mar a  puertas  poco  honestas  para  descubrir  donde  naciera  tan 
indecentona   palabrota,    madre    de    tan    rollizos    descendientes. 

Al  verbo  del  ayuntamiento  carnal  le  dijeron  usuaímente 
nuestros  antepasados  "folgar,  holgar  y,  después,  gozar".  No 
hay  necesidad  de  documentar  esta  afirmación  con  citas  de 
erudición  fácil.  Gozar  se  decía,  y  aun  holgar,  en  los  siglos  del 
descubrimiento  y  de  la  colonización  de  América.  El  verbo  pi- 
caresco y  de  los  lupanares  fué  otro,  que  aun  conservamos,  por 
derivación  del  latino  fodio,  is,  ere  (a  través  de  la  variación 
de  la  efe  inicial,  reconocida  en  muchas  palabras,  en  h,  y  por 
aspiración  de  ésta  en  j) ,  ayudada  por  corrupción  del  italiano 
godere,  gozar,  entre  la  tropa  de  los  tercios  que  recorrieron 
Italia  y  entre  la  chusma  de  las  galeras  que  frecuentaron  sus 
puertos,  como  los  de  estas  Indias. 

Y  hubo  que  buscar,  como  sucede  siempre  en  casos  tales,  un 
fácil  eufemismo  de  igual  sílaba  inicial,  que  permitiera  ter- 
minar decentemente  una  palabrota  mal  comenzada  por  impul- 
so malicioso,  aoenas  se  advirtiera  que  no  debía  ser  pronun- 
ciada en  forma  mal  sonante,  ya  por  la  presencia  en  un  momen- 
to inadvertida  de  personas  dignas  de  respeto,  ya  porque  cesado 
el  arrebato  que  la  trajera  a  los  labios,  la  desviara  en  éstos  el  res- 
peto a  la  propia  conciencia.  De  estos  vocablos^máscaras  pudiera 
darse  unr.  larga  colección,  conocida  por  los  estudiosos  de  la  mala 
vida,  de  la  coprolalia.,  de  las  blasfemias  y  demás  impurezas  del  len- 
guaje en  los  ambientes  también  impuros  de  todos  los  países  e 
idiomas.  Valgan  por  otras  las  voces  y  locuciones  españolas 
caramba,  caracoles,  me  caso;  las  francesas  sapristi,  nom  d'un 
chien,  etc.  Y  por  eso  tuvo  el  castellano  una  nueva  acepción  del 


CS    CATAURO    DE    CUBANISMOS  203 

vocablo  jorobar.  No  me  jorobes,  tanto  quiso  y  quiere  todavía 
decir   como:    "no   me   fastidies,    molestes,    vejes    o    incomodes". 

Pero  joroba  (raíz  árabe)  es  igual  a  corcova  (del  latín  con- 
curvare) y  a  giba  (del  latín  gibba) ;  y  jorobar  equivale  por  tan- 
to, a  corcovar  y  a  gibar. 

Gibar,  como  hoy  dice  el  Dic.  académico,  y  jibar,  como  se 
decía  antes,  también  tuvieron  esa  acepción  metafórica  y  pi- 
caresca de  jorobar.  Gibar,  dice  el  Dic.  de  la  lengua:  "fig.  y  fam. 
Fastidiar,  vejar,  molestar." 

Es  ya  fácil  enlazar  este  gibar,  con  la  antigua  danza  del  pie 
de  gibao. 

En  el  entremés  La  Escuela  de  danzar  (1640)  de  Navarrete 
y   Rivera    (cita  de  Cotarelo)    se   escribió: 

"¿Quiere   un   Pie  de  gibao? 

Es   corcovado, 
y  no  quisiera  el  gusto  trabajado." 

El  Diccionario  de  la  Academia  dice:  "Pie  de  gibao:  Danza 
o  baile  que  tuvo  uso  antiguamente  y  ya  no  tiene  ninguno  ni 
se  sabe  como  era." 

El  académico  erudito,  Sr.  Don  Emilio  Cotarelo  en  su  valiosa 
Colección  de  Entremeses,  etc.  (Vol.  I,  pág.  CCLVII)  escribe:  "Pie 
de  jibao  (sic)  (Danza).  Esquivel  Navarro  en  sus  Discursos 
sobre  el  Arte  del  Danzado,  al  tratar  del  paso  llamado  subste- 
nido,  dice:  "Es  un  movimiento  grave  que  se  practica  en  Tor- 
neo, Hacha,  Pie  de  gibao,  Alemana  y  otras  danzas  a  este  tono." 
El  sustenido  consistía  en  permanecer  más  o  menos  tiempo 
sobre  las  puntas  de  los  pies  " 

El  Dic.  de  la  Lengua  dice  en  la  voz  corveta:  "movimiento 
que  se  enseña  al  caballo,  obligándole  a  ir  sobre  las  piernas  con 
los  brazos  en  el  aire".  Y  recordando  que  se  llamó  pie  de  gibao 
a  ciertas  figuras  ecuestres,  que  bacían  los  caballeros  corveteando 
sus  caballos,  ya  puede  pensarse  que  algo  se  sabe  de  lo  que 
fué  tal  danza,  al  menos  ha  de  creerse  que  en  ella  se  imitaban 
las  corvetas  de  los  caballos  y  las  del  cabrito  o  chivan  o 
macho  cabrío.  Tan  poco  humanos  fueron  los  movimien- 
tos de  la  danza,  que  Lope  de  Vega  en  su  comedia  El 
Maestro  de  danzar,  hace  decir  a  un  personaje:  "Aprende  el 
pie  de  gibao  a  costa  de  tu  cabeza".  Y  también  a  otro:  "Eso  del 
pie  de  gibao  es  extremado."  Además,  recojamos  este  sustancio- 
so párrafo  de  Rufino  J.  Cuervo,  y  repárese  como  algo  se  sabe 
de  tal  danza: 

"La  danza  de  pie  de  gibao,  que  vale  tanto  como  danza  de  cor- 
veta, que  hace  con  los  caballos  napolitanos,  amaestrados  para 
esto,  haciendo  reverencias  y  doblando  las  corvas"  (Covarru- 
bias,  s.  v.  corcova) :  de  aquí  puede  colegirse  que  el  nombre  de 
esta   danza    es   la   transcripción    aproximada   del    provepzal   pie 


204  FERNANDO     ORTIZ 

{ped)  de  chivan,  pie  de  cabrito,  pues  por  aquellos  tiempos  ge,  gl 
sonaban  en  castellrno  como  che,  chi  en  Francia,  y  que  dicha 
danza  tuvo  su  origen  en  las  que  se  hacían  en  Provenza  con  fi- 
guras de  caballo  y  naturalmente  simulando  corvetas.  Francio- 
sini  nos  dice  que  pie  de  gibao  es  un  bailo  Franzese  (véase  er 
Mistral  chivalet  y  chivan  pus;  según  Godefroy,  pié  de  vean 
era  una  especie  de  danza).  Cervantes  menciona  también  las 
corvetas  de  los  caballos  o  corceles  napolitanos  en  el  Coloquio 
de  los  perros   (fol.  258:   Madrid,  1613). 

Y  ya  que  hemos  aludido  al  italiano  godere,  hagámoslo  aho- 
ra con  el  vulgarismo  italiano  chiavare,  que  significa  algo  co- 
mo chivar,  y  con  el  vocablo  groserote  chiavata.  algo  como  los  cu- 
banismos  chivadura,   chiveta  o  chivata. 

Tras  estas  disquisiciones  lexicográficas  acerca  del  grupo 
zoológico  de  chivo,  y  del  grupo  picaresco  de  chivar,  y  del  po- 
sible origen  de  ambos  vocablos,  llegamos  a  otros  en  que  ambas 
ramas  de  la  familia  se  acoplan,  haciendo  engendro  de  nuevas 
acepciones   vulgares. 

En  esa  categoría  comprendemos  las  voces  chivo  (negocio 
sucio,  ilegítimo;  tapadillo,  engaño)  y  sus  inmediatas  deriva- 
ciones   (chivero,    chivería,    chivirico   y    chivichana) . 

Este  chivo  cubanismo,  en  cuanto  significa  la  malversación 
encubierta  de  fondos  ajenos,  el  negocio  ilícito  o  sucio,  es  de 
pocos  años,  a  partir  del  cese  de  la  soberanía  de  España,  pues 
en  la  época  colonial  a  tales  chanchullos  o  malos  manejos  de 
la  cosa  pública  se  les  llamó  soconusco  y  chocolate;  lo  cual  prue- 
ba que  aun  conserva  vigorosa  vitalidad  la  prolííica  palabreja. 
(Véanse  estos  dos  últimos  vocablos  en  este  Catauro  de  cuba- 
nismos.) 

Cuando  la  evacuación  española  se  hicieron  numerosos  en- 
juagues, pretextando  que  habían  desaparecido  los  papeles,  ex- 
pedientes y  aun  legajos.  El  pretexto  era  bueno,  por  lo  verosímil 
en  muchos  casos,  y  se  dijo  entonces  que  en  tal  o  cual  asunto 
fulano  se  había  comido  los  papeles.  Y  como  esa  cartofagia  es 
común  en  las  cabras  j  chivos,  el  vulgo  y  los  caricaturistas  co- 
menzaron a  comparar  con  los  chivos  a  los  que  comían  papeles, 
o  a  los  malos  manejos  que  con  tales  tragaderas  se  realizaban. 

Así  nos  lo  han  contado;  por  más  que  otros,  con  menos  com- 
plicaciones, nos  han  dicho  que  chivo  procede  de  chivar,  por- 
que es  el  negocio  en  que  el  pueblo  sale  chivado.  Se  non  e 
vero 

Y  así  debe  de  ser,  puesto  que  en  otros  países,  Puerto  Rico 
por  ejemplo.también  se  dice  chivo,  en  la  acepción  infame,  y 
no  es  de  creer  que  hasta  allí  trascendiera  el  vocablo  si  fuese 
de  histórica,  pero  transitoria  explicación  cartofágica,  y  no  se 
derivase  del  viejo  chivar,  cuya  raigambre  es  tan  extensa  en 
países  de  habla  española. 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  205 

El   chivo   y   su   significado   siguen    rollizos   y,   al   parecer,   con 
promesas   de  larga  vida.    ¡Dios  nos   ampare! 
Vieja    (Domingo  de  la). — Es  en  Cuba  el  segundo  domingo  de  la  Cua- 
resma,   que   se   festeja   burlescamente   como    si   fuera   de   Carna- 
val. "Véase  la  voz  piñata  en  este  mamotreto. 

¿Por  qué  esta  denominación  de  la  vieja?  Debe  de  ser  otra 
costumbre  burlesca  de  cuaresma,  que  como  la  de  piñata,  nos 
viene  de  la  madre  patria.  "Partir  o  aserrar  la  vieja  era  una  ex- 
traña costumbre  que  tenía  parte  del  pueblo  de  Madrid  de 
reunirse  en  la  Plaza  Mayor  el  día  medio  de  la  Cuaresma,  con 
escaleras,  linternas,  faroles,  o  cirios  encendidos,  esperando  el 
suceso,  que  no  llegaba,  de  partir  por  el  eje  a  una  mujer  an- 
ciana. Era  la  preocupación  creer  que  si  la  vela  se  apagaba, 
como  sucedía  casi  siempre,  pues  cuando  no  el  viento  lo  hacían 
los  picaros  que  se  mezclaban  con  la  gente,  no  podía  verse  tan 
hórrido  espectáculo."  Así  se  lee  en  la  Mojiganga  de  lo  que  pa- 
sa en  la  mitad  de  la  Cuaresma  al  partir  la  vieja,  y  dice  Cota- 
relo  en  su  Colección  de  Entremeses    (I,  pág.  CCXCIX). 

Parecida  costumbre  aun  se  mantiene  en  Roma,  donde  la 
fiesta  de  los  moccoli  en  el  Corso  romano  es  de  las  más  populares. 
La  micaréme  de  Francia,  responde  a  esa  idea  de  partir  la 
vieja,  el  día  medio  de  la  Cuaresma. 

La  vieja  era  la  Cuaresma.  Aun  se  usa  en  España,  y  aquí 
usóse  también,  representar  la  Cuaresma  con  la  figura  de  una 
vieja  con  siete  pies,  que  simbolizan  sus  siete  semanas.  La 
vieja,  contrastando  con  la  juventud  de  Carnestolendas,  debió 
de  ser  signo  de  recogimiento,  ayuno  y  tristor. 

Cuando  en  Cuba  se  obtuvo  bailar  en  Cuaresma  después  del 
domingo  de  piñata,  para  darle  nombre  al  baile  y  a  la  fiesta, 
debió  de  tomarse  la  expresión  española  de  partir  la  vieja,  que 
quiso  decir  mediar  la  Cuaresma,  y  quedó  en  nuestras  costum 
bres  el  domingo  de  la  vieja. 

En  1842  aun  no  se  conocía  otro  domingo  de  baile,  consagra- 
do por  la  costumbre  con  apelativo  fijo,  después  del  domingo  de 
la  vieja.  Ni  aun  el  nombre  de  la  vieja  era  indiscutido  para  de- 
nominar el  baile  de  ese  domingo.,  pues  al  baile  de  disfraces 
que  se  dio  en  Tacón  (el  principal  teatro  de  la  Habana),  se  le 
denominó  de  La  Estafeta. 

En  ese  mismo  año  se  bailó  el  domingo  siguiente,  el  que  hoy 
diríamos  de  la  sardina,  anunciándose  en  la  prensa  de  aquel 
entonces,  que  en  el  domingo  de  gracia,  es  decir  el  concedido 
por  la  graciosa  voluntad  del  Capitán  General,  se  celebraría  en 
Tacón  un  baile  llamado  La  Victoria. 
Balde. — Voz  marinesca,  que  usamos  en  Cuba,  aplicada  al  cubo,  gene- 
ralmente de  metal. 
Baldear. — Lavar  el  piso  de  una  casa  con  baldes  de  agua.  Voz  de  la 
marinería,  aplatanada  en  tierra  de  Cuba,  como  también  baldeo. 


206  FEBNANDO     OBTÍ¿ 

Cloroformar. — Por  cloroformizar. 

Claro. — Intermedio  entre  dos  aguaceros,  escampo.  "Aprovecha  este 
claro  para  salir." 

Rompimiento  de  nubes  para  aclarar.  "Mira  un  claro  por 
allí."  Referido  al  monte,  equivale  a  limpio  de  malezas.  "Corría 
el   caballo   por   un   claro." 

Limpio. — Referido  al  monte  significa  claro,  desprovisto  de  manigua. 
"El  venado  salió   a  un  limpio." 

Zanjón. — Si  bien  decimos  zanja  y  este  es  nombre  femenino,  no  deci- 
mos zanjona,  en  la  forma  aumentativa,  sino  zanjón,  haciendo 
masculino  el  vocablo.  Conservamos  el  vocablo,  además,  en  nues- 
tra toponimia  histórica,  en  el  Zanjón,  célebre  por  el  famoso 
pacto,  que  en  definitiva  no  vino  a  zanjar  nada. 

Chicotazo. — No  es  sólo  mejicanismo,  como  dice  el  Dic.  de  la  A. 

Chicote. — Es  también  cubanismo.  La  muchachería  juega  en  Cuba  al 
"chicote  escondido". 

Chicotear. — También    es   cubanismo. 

Buenazo.   a. — Por   bonazo.   Persona  de   carácter  bondadoso. 

Burén. — No  es  solamente  la  plancha  de  hierro,  como  algunos  exigen, 
para  hacer  o  tostar  el  casabe.  El  burén  puede  ser  de  barro,  y 
tal  era  entre  los  indios,  de  quienes  nos  viene  el  vocablo,  según 
Fr.  B.  de  las  Casas. 

Buscabulla    o    buscabullas. — Entrometido,    pendenciero. 

Sacatrapos. — Voz  de  la  milicia  colonial,  que  aplicamos  de  ordinario 
en  vez  de  sacatapón  o  sacacorchos. 

Zanjeo. — Acción  y  efecto  de  zanjar.  En  las  explotaciones  forestales 
de  las  costas  bajas  cenagosas  de  Cuba,  el  transporte  de  la  ma- 
dera y  carbón  se  hace  a  los  largo  de  zanjas  artificiales,  sirgan- 
do las  chalanas  cargadas,  y  el  vocablo  zanjeo  es  de  uso  corrien- 
te allí,  como  en  todo  otro  sitio  donde  se  procede  a  desaguar 
los  terrenos  pantanosos  zanjándolos  o  zanjeándolos,  como  por 
acá  decimos. 
Zanjear. — Por  zanjar.  Aquí  zanjamos  una  cuenta,  pero  zanjeamos 
un  terreno,  porque  abrimos  en  él  muchas  zanjas,  y  la  desinen- 
nencia  continuativa  en  ea,  así  quiere  significarlo. 
Coliblanco. — Gallo  de  cola  blanca. — Es  vocablo  de  gallería,  análogo  al 

colicano,  que  admite  el  Dic  de  la  Academia. 
Requintar. — Defensa  esforzada  que  hace  un  gallo  contra  los  ataques 
de  su  rival.  Acepción  análoga  a  la  2*  del  Dic.  de  la  Academia. 
Envalarse. — Acobardarse  el  gallo  en  la  lidia.  ¿No  será  derivación   de 
la  voz  marinesca  embalar,   "asustar  la  pesca  para  que  se  pre- 
cipite en  las  redes"? 
Revoleo. — Revuelo,   2?   acepción.   De  revolear. 
Coger. — Herir.   "El    gallo   estaba   cogió   en   la  molleja."   "Lo   cogieron 

en  la  hoyita." 
Indoantillano. — El    indio    de    las   Antillas.    Cultismo    etnográfico    muy 
necesario. 


ÜÑ    CATAURO    DE    CUBANISMOS  207 

Indocubano. — El  indio  de  Cuba. — Voz  etnográfica  muy  conveniente. 
Para  la  misma  idea  se  han  propuesto  indocubano,  cubanindio 
y  cubeño.  El  primero  nos  parece  más  aceptable,  el  segundo  sue- 
na a  anglicismo  (por  ir  el  adjetivo  antes  del  nombre)  ;  pero 
nunca  el  último.  Si  de  inventar  solamente  se  tratara,  prescin- 
diendo de  antecedentes  lingüísticos  castellanos,  sería  más  crio- 
llo decir  cubaney. 

l'ndoamericano. — Indio   de  América.   Véase   el   vocablo  Amerindio. 

Corte. — Por  antonomasia,  la  corte  correccional.  Anglicismo  que  se  nos 
ha  colado,  como  la  institución,  tribunal  para  faltas  y  delitos 
leves.  Es  vocablo  muy  corrido  en  Hispanoamérica,  proviniendo 
del  francés  o  del  inglés. 

Refiriéndose  a  los  cañaverales,  corte  o  corte  de  caña  es 
cañaveral  que  sje¡  está  cortando  para  la  molienda.  "Caña  de 
tres  cortes,  que  se  ha  cortado  ya  tres  veces. 

Crápula. — Corrupción,  abandono  a  los  vicios.  "Entregado  a  la  crápu- 
la.'" No  es  aquí,  pues,  solamente  la  borrachera,  como  en  el 
Dic.  de  la  A. 

Además,   decimos  crápula  por  crapuloso. 

Enguarapetarse. — Emborracharse. 

Endilgar. — Traspasar  a  otro   una  molestia  o  hacerlo  víctima  de   ella. 

"Me  endilgó  el  pleito  para  que  se  lo  defendiera."  Lo  usamos 

siempre   como   despectivo.    "Nos   endilgó   una  poesía"   no   quiere 

decir  simplemente  que  la  poesía  nos  fué  dirigida,  sino  que  era 

mala  o  que  por  mala  o  latosa  la  tuvimos. 

Gacho,  a. — Bajo.  "La  cueva  era  muy  gacha'',  es  decir,  de  techo  muy 
bajo.  "Una  casita  gacha.'' 

Fogaje.— (Sofoco,  soflama. 

Fotutear. — Sonar  un  fotuto. 

Filibustera. — La  mujer  que  trabajaba  por  la  emancipación  de  Cuba  del 
dominio  español. 

Candela. — Ponerse  en  candela.  Enfurorizarse  o  encenderse  el  ánimo. 
De  calentarse,  5.a  acep.  Cuando  observamos  que  alguien  se  ca- 
lienta en  una  porfía,  solemos  decir  "se  calentó  gusanera". 

Coquero. — Dueño  de  cocales  o  hacienda  de  cocos. 

Banal. — Galicismo  muy   arraigado.   Vulgar,   común,   trivial. 

Banalmente. — Vulgarmente,    sin    fundamento. 

Banalidad. — Vulgaridad,    trivialidad.    ¿De    banalüé,    fr.? 

Coqueta. — 'Mueble  tocador  de  espejo. 

Coquetería. — Refinamiento  en  el  adorno  de  una  cosa,  como  habitación, 
coche,  etc. 

Coqueto,  a. — Que  tiene  coquetería. 

Coquetón. — Coqueto. 

Cortar.— 'Refiriéndose  al  campo,  ir  a  campo  traviesa.  Si  al  camino. 
"cortar  camino",   abreviarlo  yendo  por  atajos. 

Prender. — Encender.  La  acepción  7.a  que  trae  el  Dic.  de  la  Academia 


208  FERNANDO    ORTIZ 

es  distinta.  "¡Prende  la  luz!   ¡El  bohío  estuvo  prendió  toda  ia 
noche!" 

Revoltura. — Revolvimiento.  "El  peje  se  zafó  con  las  revolturas  que 
dio." 

Pujío.— "Pujo.  Quejido  comprimido,  fatigoso.  Acaso  sea  voz  formada, 
por   contaminación,   de  pujo   y  quejido. 

Virtud. — Órgano  sexual  masculino.  "La  virtud  del  cocodrilo."  Los 
guajiros  y  pescadores  tienen  no  pocas  aplicaciones  folklóricas 
del  vocablo.  Así,  suponen  que  la  virtud  del  caimán,  seca  y 
raspada  en  polvo,  se  debe  tomar  contra  el  pasmo  o  tétanos. 
La  virtud  de  la  caguama  macho  reducida  a  polvo  es,  según 
se  corre  por  los  cayeríos  y  playas,  un  gran  afrodisiaco,  "porque 
es  dura  como  hierro"  y  "porque  el  acto  carnal  del  caguamo  y 
la  caguama  dura  cuarenta  días".  Por  las  costas  del  sur  una 
virtud  de  caguama  vale  de  5  a  10  pesos. 

Aciguatar. — Producir  la  ciguatera.  El  Dic.  de  la  A.  sólo  admite  la 
forma  reflexiva,  y  es  un  error.  "El  pargo  no  aciguata."' 

Ciguatar. — Como  aciguatar. 

Enciguatar. — Como  aciguatar.  Usase  también  como  verbo  reflexivo. 
En  una  de  nuestras  excursiones  piscatorias  por  los  placeres  del 
Sur,  oímos  decir  a  un  pescador  que  el  peje  estaba  enguasitado. 
Nos  pareció  una  simple  metátesis;  pero  nos  ha  hecho  pensar 
si  así  sería  la  forma  anterior  del  vocablo  enciguatar,  y  que 
éste  se  habría,  en  cambio,  formado  por  metátesis  de  enguasi- 
tar.  Esta  forma  intermedia  nos  daría  una  etimología  clara,  de 
guastar  o  enguastar.  voz  hoy  anticuada,  que  significó  "consumir, 
destruir";  e,  indudablemente,  el  infeliz  enguasitado,  se  enguas- 
taba  pronto. 

De  paso,  recojamos  del  folklore  criollo  la  creencia  de  que 
contra  la  ciguatera  sólo  es  eficaz  el  cocimiento  de  polvo  del 
hueso  o  espina,  quemado,  del  peje  que  la  produjo.  Es  un  caso 
evidente  de  la  llamada  magia  simpática,  que  se  remonta  a  los 
indocubanos. 

Grampín. — Avío  de  pesca  formado  por  varios  anzuelos  atados  juntos. 
¿De  crapa? 

Tute. — Reunión  de  cuatro  personas  de  igual  condición.  Suele  decirse 
despectivamente.  "¡Vaya  un  tute  de  bandoleros!"  Es  acepción 
tomada  del  juego  del  tute,  donde  reunir  cuatro  reyes  es  la 
la    suerte   o   jugada   superior. 

De  paso  digamos  que,  según  el  Dic.  de;  la  Academia,  el  vo- 
cablo proviene  del  italiano  tutti,  todos,  lo  cual  es  muy  acep- 
table, si  bien  la  forma  femenina  tutte,  nos  parece  más  decisiva. 
Fué,  sin  duda,  juego  que  los  soldados  de  los  tercios  de  Italia 
trajeron  a  las  Españas,  juntamente  con  otros  que  conserva- 
mos en  estas  Indias,  como  la  brisca  (it.  briscia)  y  el  cargata- 
sajo   (quizás  el  it.  scargalaseno) ,  sin  contar  la  lotería   (lotto), 


UN  CATAURO  DE  CUBANISMOS  2Ü9 

que  fué  trasmitida  de  estadistas  genoveses  y  venecianos   a  los 
de  pueblos  vecinos. 

Engoar. — Cebar  los  peces  para  atraerlos  al  sitio   de  la  pesca. 

Engodar.— Al  Sur  de  Cuba  hemos  oído  engodar  por  engoar,  en  boca 
de  pescadores,  lo  cual  puede  bacer  pensar  que  engoar  proceda 
de  engordar,   engoddar  y  engodar. 

Engodo. — Carnada  con  que  se  ceba  o  engoa  a  los  peces. 

Pina. — Decimos  estar  uno  en  la  pina,  o  metido  en  la  pitia,  por  estar 
uno  en  situación  difícil,  o  lleno  de  temores.  El  origen  de  la 
locución  es  fácil  de  comprender  para  el  que  baya  estado  al- 
guna vez  en  un  piñal  crecido,  donde  bay  que  caminar  con  los 
brazos  en  alto  y  con  sumo  cuidado  para  no  ser  víctima  de  las 
muy  punzantes  bojas.  Y  así  como  aquí  decimos  la  caña  por  el 
cañaveral  ("el  ganado  se  metió  en  la  caña")  ;  así  decimos  la 
pina  por  el  piñal;  y,  por  todo  ello,  metido  en  la  pifia  equivale 
a  metido  en  un  trance  de  cuidado,  como  el  de  caminar  en  un 
piñal. 

Langostero. — Especie  de  fisga,  formada  con  un  anzuelo  atado  al  ex- 
tremo de  una  vara,  con  que  se  pescan  las  langostas.  1 1  Barco  pes- 
cador   o   pesquero    de    langostas.    "Un   balandro    langostero.'' 

Pesquero. — Pescador,  aplicado  a  los  barcos.  ||  Buque  dedicado  a  la 
pesca.    1 1    Pesquera. 

Tulanga. — Dulce  de  maiz,  lecbe  y  azúcar,  en  forma  de  torta.  Tam- 
bién se  bace  de  coco. 

Aunque  nos  lo  presentan  como  vocablo  africano,  acaso  no  lo 
sea.  Quizás  sea  derivación  corrompida  de  atol  o  atole,  voz  ame- 
ricana o  mejicana,  que  significa  una  especie  de  gacbas  con  ha- 
rina de  maiz,  agua  o  lecbe.  Y  de  atol,  con  el  despectivo  anga. 
tendríamos   atolanga,   atulanga,   tulanga. 

Embromar. — Tiene  en  estas  Indias  una  acepción  más  maliciosa  que 
las  académicas,  como  derivada  no  de  broma,  "bulla  o  cbanza". 
sino  de  broma  "molusco  que  destruye  las  naves,  las  broma  o 
embroma".  Equivale  a  fastidiar,   dañar,  perjudicar. 

Charamuscar. — Chamuscar. 

Cuchilla. — Cortaplumas,  pequeño  cuchillo,  navaja,  herramienta  con 
filo  y  forma  de  cuchillo. 

Cuchillazo. — Cuchillada. 

Cacuama. — Forma  similar  a  caguama,  que  es  la  más  usada.  El  Cu- 
calambé  cantaba  como  sigue: 

En  medio  de  estos  manglares 
que   se   columpian   gentiles, 
brillan   conchas  y   reptiles 
y  caeríamos  de  los  mares. 

Gozne. — El  Dic.  de  la  A.  dice  que  los  goznes  se  aplican  a  las  arcas, 
baúles,  etc.,  y  a  todo  lo  que  ha  de  abrirse  y  cerrarse.  En  Cuba 
no  hemos  logrado  aplicarlos  a  los  párpados,  ni  a  la  boca,  ni  a 


2Í0  FERNANDO     ORTÍZ 

las  manos,  ni  a  los  brazos,  ni  a  las  alas,  ni  a  las  tijeras,  ni  a 
a  los  abanicos,  ni  a  los  agujeros,  ni  a  los  pozos,  ni  a  las  zan- 
jas, ni  a  los  sobres,  ni  a  las  sesiones,  ni  a  las  procesiones,  etc. 
¿No  será  preferible  que  rectifique  el  Diccionario,  ya  que  lo 
hemos  abierto  y  cerrado  inútilmente  varias  veces  en  busca  de 
unos  goznes  de  que  carece? 

Rihito. — Diminutivo  cubano  de  "río".  Lo  tenemos  fijado  por  la  topo- 
nimia. Es  barrio  de  Jiguaní. 

Cunyaya. — 'Probable  vocablo  indio.  Máquina  para  exprimir  el  jugo  de 
caña,  de  la  yuca,  etc.  Es  bien  simple,  consiste  en  una  palanca 
apoyada  en  la  rama  de  un  árbol,  que  por  presión  bacia  abajo 
exprime  el  fruto  puesto  entre  ella  y  el  tocón  del  mismo  árbol. 
Aun  suele  verse  alguna  en  Vuelta  Arriba. 

Raque. — Vulgarismo  moderno.  Ganga,  venta  muy  ventajosa  para  el 
comprador.  "En  la  tienda  de  ropas  hay  mañana  un  buen  raque:' 
¿De  raquear? 

Yaguarama. — Machete.  Clase  de  machete. 

Enterrorio. — Enterramiento    o    sepultura    de    indios    (Ferrer,    p.    165). 

Tocolote. — Nombre  que  también  recibe  en  Cuba  el  ave  nocturna  más 
conocida  por  ciguapa.  Ferrer  (Naturaleza  y  civilización  de  la 
grandiosa  isla  de  Cuba.  Madrid,  1876;  pág.  237)  reproduce  esta 
copla  curiosa  del  viejo  folklore  criollo: 

"Tocolote   canta 
indio   se   muere; 
yo  no  lo  creo, 
pero  ello  sucede." 

Vueltarriba. — A  veces  se  usa  esta  voz  compuesta,  como  adjetivo.   De 

Vuelta    Abajo    hemos    derivado    vueltabajero,    pero    de    Vuelta 

Arriba    no    hemos    obtenido    un    vueltarribero,    que   habría    sido 

lógico.  Nos  hemos  conformado  con  dar  vida  al  adjetivo  vuelta- 

rriba.  "Boniato  vueltarriba." 
Sigual. — Lugar  donde  abunda  la  sigua.  Así  se  escriben  por  lo  común 

ambas  palabras.   Algunos  sostienen,   y  bien  puede  ser  que  con 

razón,   que  debe  decirse  cigual  y  cigua. 
Guaniquieal. — Lugar   donde   abunda   el   guaniqui.   Suárez   trae  el  gua- 

niquinal.   Nuestra   toponimia  ha  fijado  también  la  forma   Gua 

niquical,  caserío  del  término  de  Trinidad. 
Ocujal. — 'Lugar  de  ocujes. 
Escuelero. — Maestro  de  escuela. 
Ningunear. — Faltar    a    la    consideración    debida,    por    considerarlo    a 

uno  como  si  nadie  fuere,  como  si  fuera  ninguno. 
Celoso. — Se   aplica  a  las  piezas   de  una  máquina  cuando   se  mueven 

con   excesiva   facilidad   apenas  las   tocan,    como   puede  serlo   el 

gatillo  de  una  escopeta. 
Mielecita. — Diminutivo  cubano  de  miel. 


ÜÑ    CATA  ÚBO    DE    CUBANISMOS  211 

Cascarrudo. — Se  dice  del  tabaco  demasiado  fuerte.    (Juan  B.  Jiménez. 
"Aventuras  de  un  mayoral".   Matanzas,  1882.)    ¿De  escarudo? 

Ardedor. — Que  arde  fácilmente. 

Desbotonear. — Forma  del  vocablo  desbotonar,  que  como  cubanismo 
recoge  ya  eí  Dic.  de  la  A. 

Desbotonamiento. — Acción   y   efecto   de  desbotonar. 

Desbotoneo. — Acción   y   efecto   de  desbotonar  o  desbotonear. 

Amarinar. — Por  amarillear.  Se  aplica  al  tabaco. 

Maduradero. — Secadero  de  tabaco. 

Enmallar. — Envolver  en   tejido  de  mallas.   Aplícase  al  tabaco. 

Embetuneo. — Acción  y  efecto  de  embetunar  el  tabaco. 

Enterciamiento. — Acción  y   efecto  de  enterciar  el   tabaco. 

Clarona. — Se  dice  a  la  hoja  de  tabaco  clara, 

Mazorear. — Formar  mazorca  el  maiz. 

Gabiar. — Acabar  de  desarrollarse  la  planta  del  maiz,  luciendo  el  güín 
con  el  penacho  característico.  Así  hemos  visto  escrita  la  pala- 
breja agrícola  en  "Las  Aventuras  de  un  mayoral"  (pág.  100). 
Pero  suponemos  que  debe  decirse  gaviar,  porque  el  cubanismo 
seguramente  se  deriva  de  gavia,  "vela  que  se  coloca  al  maste- 
lero mayor  de  la  nave",  y  metafóricamente  ha  sido  comparado 
con  izar  la  gavia,  el  brote  del  bohordo  empenachado  del  maiz. 

Magua. — Pececillo  diminuto,  que  hoy  decimos  majúa    (Ferrer). 

Gala.— Gratificación.  La  A.  lo  acepta  ya  como  americanismo.  (Ferrer. 
pág.  243.) 

Mangué. — Igual  que  magua  o  majúa  o  manjúa.    (Ferrer.) 

Achote. — Es  la  bija,  o  bixa  orellana,  con  que  los  indios  antillanos  y 
en  general  los  aruacas  y  caribes,  que  poblaron  las  costas  sep- 
tentrionales de  la  América  meridional,  y  los  indios  de  México 
y  Centro  América  se  pintaban  el  cuerpo  de  rojo  o  embijaban. 
Este  vocablo  fué  muy  corriente  en  los  primeros  siglos  de  la  co- 
lonización de  las  Américas.  De  ahí  que  aun  se  diga  en  algunos 
países  "estar  uno  en  achote'',  o  sea  muy  colorado,  bien  por  so- 
foco o  por  la  soflama  del  bochorno  o  la  vergüenza. 

Sobre  esa  base,  podríamos  pensar  que  achotear  a  uno,  debió 
de  ser  ponerlo  colorado,  avergonzado.  Y  siendo  así,  ya  tendría- 
mos otra  verosímil  etimología  de  chotear,  por  una  comunísima 
aféresis*  de     la  a  inicial. 

Ya  en  este  catauro  o  mamotreto  hubimos  de  tratar  de  la  eti- 
mología de  las  voces  chotear  y  choteo.  Valgan  estos  párrafos, 
como  adicionales. 

Mosquitada. — Conjunto,   nube  o  plaga  de  mosquitos. 

Casimboso,  a. — Que  tiene  casimbas. 

Cieneguero. — El  que  habita  o  frecuenta  la  ciénega  o  ciénaga. 

Desentarquinar. — Quitar  el  tarquín. 

Culebrear. — Eludir  con  evasivas  un  compromiso. 

Culebreo. — Acción  y  efecto  de  culebrear. 


212  FERNANDO     OBTI¿ 

Costero,  a. — Costanero,  aplicado  a  la  navegación  y  a  más  cosas.  "Bu- 
que costero." 

Corso. — Decimos  pesca  al  corso,  a  la  pesca  que  se  hace  yendo  el  bar- 
co navegando.  Y  decimos  peces  de  corso,  a  los  que  así  se  pes- 
can, como  la  aguja  de  paladar,  el  bonito,  la  picúa,  etc. 

Cordón. — disposición  de  personas  o  cosas  en  serie,  una  tras  la  otra. 
Vocablo  de  origen  militar.  "Cordón  de  coches,  de  lomas."  Re- 
cuerda la  disposición  de  los  nudos  en  el  cordón  de  las  órdenes 
monásticas,   de   donde  deriva   el   cordonazo  de  S.  Francisco. 

Corriente. — Calidad  ordinaria,  vulgar,  común.  "Vino  corriente,  abani- 
co corriente,  discurso  y  poesía  corrientes.'' 

Chicharrón. — "Saber  a  chicharrón"  quiere  decir  "saber  mal"  una  co- 
sa. En  Puerto  Rico  se  dice  (Malaret)  "saber  a  chicharrón  de 
sebo",  y  esta  frase,  ya  perdida  en  Cuba,  puede  explicar  el  ori- 
gen de  la  otra  simplificada,  que  aun  perdura. 

Sorullo. — Por  gorullo. 

Gozo. — El  Dic.  de  la  A.  dice  "Movimiento  del  ánimo  que  se  complace 
en  la  posesión  o  esperanza  de  bienes  o  cosas  halagüeñas  y  ape- 
tecibles". En  Cuba  aplicamos  el  vocablo  no  sólo  a  la  posesión 
y  a  la  esperanza,  sino  también  al  recuerdo. 

Mesa. — Meseta,  2.a  acep.  En  nuestra  toponimia  histórica  decimos 
siempre  mesa.  Allá  en  Oriente  encontramos  Mesa  Abajo,  Mesa 
Buena  Vista,  Mesa  del  Sordo,  Mesa  de  la  Papaya,  solamente  en 
la  zona  de  Maisí, 

Esta  acepción  debió  de  ser  muy  corriente  en  los  tiempos  del 
descubrimiento,  y  mientras  en  España  ha  sido  olvidada,  susti- 
tuida por  la  forma  diminutiva,  aquí  la  conservamos  en  toda  su 
vitalidad.  Y  dígasenos:  ¿por  qué  razón  hemos  de  abandonar 
su  empleo,  siendo  tan  castiza?  ¿Por  qué  aquí  hemos  de  ajustar  la 
marcha  del  lenguaje  al  paso  que  va  en  Castilla? 

Curanderismo. — Prácticas   del   curandero. 

Hierbazal. — Lugar  de  mucha  hierba.  El  vocablo  ha  sido  recogido  de 
labios  de  incultos  pescadores  vueltabajeros  al  indicarnos  la 
condición  del  fondo  submarino  sobre  el  que  bogábamos.  Es  voz 
bien  formada,  análoga  a  ramajal  (de  ramajos),  cebadal  (de 
ceba,  o  corrupción  de  ceibadal),  etc.,  que  también  corren  por 
el   folklore  playero. 

Playero. — Relativo  a  la  playa.  Generalmente  se  dice  al  habitante  de 
una  playa,  y  al  píllete  de  playa. 

Cuña. — Persona  influyente. 

Guanajería. — 'Sandez,  tontería,  guanajada,  condición  propia  de  la  per- 
sona guanaja. 

Bombero. — Tonto,  inhábil,  pazguato.  "Ése  me  parece  el  gran  bombero 
de  la  vida." 

Para  conocer  el  extraño  sentido  hay  que  explicar  otros  cu- 
banismos, como  bombera,  aguabomba  y  frutabomba;  pero  ello 
se  quedará  para  el   Vocabulario  de  negroafricanismos,  pues  es- 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  213 

te  bombero  ingenuo  tiene  una  apicarada  e  indecentona  as- 
cendencia africana. 

Crema. — Color  de  crema    (2.a   acepción). 

Crestón. — Con  mucha  cresta. 

Cuquería. — Condición   de  la  persona  cuca. 

Curiosear. — Mirar  o  averiguar  algo  con  curiosidad  reiterada,  aunque 
no  sea,  como  dice  la  A.,  cosa  que  otros  hacen  o  dicen. 

Curioseo. — Acción  y  efecto  de  curiosear. 

Narizón. — De  gran  nariz.  "Dos  narizones  no  pueden  besarse''  deci- 
mos para  expresar  que  dos  tercos,  tozudos  o  voluntariosos  no 
pueden  entenderse.  Y  como  consecuencia  del  refrán,  narizón  suele 
oirse  por  "testarudo"   o   "voluntarioso". 

Narizudo. — De  nariz  grande,  sin  que  haya  de  llegar  al  tamaño  de  la  de 
aquel  que  "érase  un  hombre  a  una  nariz  pegado",  etc. 

Comodón,  na. — Muy  dado  a  la  comodidad. 

Conferencista. — Por   conferenciante. 

Contraparte. — "Voz   forense   que   significa   "la   parte   contraria". 

Cucarachita  martina. — Personaje  de  un  popular  cuento  de  niños,  de 
probable  origen  andaluz,  aunque  con  marcados  caracteres  in- 
dianos. 

Cocorotina. — La  parte  superior  de  la  cabeza. 

Gusto  cubano. — Sarpullido.  Mal  haya  el  ironista  que  inventara  la  lo- 
cución. Antaño  se  dijo  al  mal  de  bubas  "mal  de  Indias",  mal 
francés,  gálico"  o  "mal  italiano",  y  ogaño  "española"  a  la  "influen- 
za". Y  nos  pasamos  los  siglos  achacando  males  al  prójimo  y 
haciéndolo  responsable  de  los  que  caen  sobre  nosoti'os.  El  sar- 
pullido es  erupción  cutánea  que  suele  producirse  cuando  los 
calores  en  la  gente  sucia  y  desaseada;  y  muchos  inmigrantes, 
al  tener  que  rascarse,  irónicamente  pensaron  que  ello  era  un 
"deleite"   propio   de   Cuba. 

Tardecita. — Crepúsculo  vespertino.   "Llegó   a  la  tardecita." 

Plataforma. — Programa  de  un  partido  político.  Vocablo  importado  de 
los  Estados  Unidos. 

Accidentado. — Galicismo  muy  común,  aplicado  al  terreno  fragoso  o 
quebrado. 

Alacena. — Mueble  casero  para  guardar  comestibles.  No  es  preciso  que 
esté  empotrado,  como  la  alacena  académica. 

Aprontar. — Suele   decirse  por  aportar   o   anticipar   dinero. 

Arrempujar. — Este  vocablo,  que  en  Castilla  es  hoy  anticuado,  aquí 
es  de  uso  constante,  más  frecuente  que  rempujar. 

Basebolero. — Jugador  del  juego  americano  de  pelota  base-ball,  muy 
popular  en  Cuba,  a  pesar  de  lo  cual  no  hemos  creado  todavía 
el  vocablo  basebol. 

Cumbrera. — Explica  Suárez:  "La  viga  más  elevada  sobre  la  que  des- 
cansan las  dos  vertientes  de  un  tejado."  O  una  sola  o  más  de 
dos.  Esta  precisa  acepción  debió  de  ser  castiza,  o  indiana  al  me- 
nos, en  el  siglo  XVI.  Castellanos  la  usa   (Elegías.  P.  II,  C,  1). 


214  FERNANDO   OBTIZ  ¡ 

"De  los  cercanos  montes  y  riberas 
cortaron    estantillos    y    horcones, 
varas,    soleras,    latas   y   cumbreras, 
para   hacer   con   estos   materiales 
las   casas  y   la6  cercas   de   solares." 

Y  en  otro  lugar   (Parte  III,  C.  IX)   dice: 

"Enciéndense    los   pelos    con    la    lumbre 
y  fué  la  fuerza  dellos  de  manera 
que   voló   pronto   hasta   la  techumbre 
y   salió  por   encima  la  cumbrera.'" 

Y  la  usó  Oviedo  en  su  Historia. 

Atoro. — Atascamiento,  obstrucción.  Acción  y  efecto  de  atragantarse, 
que  a  veces  decimos  también  atragantamiento. 

Atragantamiento. — Acción   y   efecto   de   atragantarse. 

Atrabanco. — Traba  u   obstáculo   que  impide  una  acción. 

Autonomía. — Para  el  Dic.  de  la  Academia  equivale  a  la  independen- 
cia; pero  no  es  lo  mismo  para  la  historia  colonial.  Autonomía 
usualmente  es  el  gobierno  de  un  pueblo  por  sí  mismo,  pero  so- 
metido a  la  soberanía  de  otro  Estado. 

Camarero. — Sirviente  de  cámara  o  de  pasajeros  en  buques  y  ferroca- 
rriles. 

Concesionario. — Por    confesonario. 

Confort. — Voz  hoy  casi  cosmopolita.  Comodidad  personal.  En  caste- 
llano acaso  debiera  decirse  conforte,  dando  a  esta  palabra  cas- 
tiza, derivada  de  confortar,  una  nueva  acepción. 

Confortable. — Que  ofrece  o  tiene  confort.  Que  conforta. 

Connotado. — Conspicuo.    Galicismo   innecesario. 

Continuismo. — Partidarismo  en  favor  de  la  continuación  de  una  per- 
sona en  el  desempeño  de  un  cargo  público.  ¡Cuánta  sangre  y 
cuánto   crimen   ha   costado   en   nuestra  América!     ¡Y    en    Cuba! 

Reeleccionista. — Partidario  de  la  reelección. 

Habana. — Los  habaneros  solemos  llamar  a  veces  Habana  a  la  parte 
antigua  de  la  ciudad,  la  que  estuvo  amurallada.  Y  así  se  oye 
decir  a  algún  viejo,  saliendo  de  su  casa  en  el  barrio  del  Ve- 
dado, Cerro  o  Jesús  del  Monte:   "me  voy  a  la  Habana". 

Cantaleta. — Habla   insistente  y   mortificante. 

Carón,  na. — De  cara  ancha. 

Comadrita. — Silla  pequeña,  propia  para  que  la  niña  se  siente  en  ella 
al  jugar  a  "comadres". 

Boniata. — Especie  de  yuca.  Vocablo  que  se  introdujo  de  Costa  Fir- 
me, desde  los  años  de  la  conquista,  para  designar  la  yuca  que 
no  mata,  la  buena,  que  por  esto  debió  de  llamarse  boniata. 
Aunque  así  parece  deducirse  de  Oviedo  (Hist.  Gen.  y  Nat.  de 
Indias.  Lib.  VII,  cap.  II)  y  de  otros  cronistas,  acaso  esa  yuca 
no  fuese  realmente  tal,   sino   el   boniato,  que   hoy  decimos, 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  215 

Dice  Juan  de  Castellanos  en  sus  Elegías  (Ele.  XII,  Can- 
to II): 

"No  trato  de  las  yucas  boniatos, 
que   se   suele  comer   como  batatas." 

Y  estos  versos  parecen  indicar  que  antaño  no  se  confundían 
la  batata  y  el  boniato,  como  supone  Zayas,  basándose  en  con- 
fusiones populares  ulteriores. 

Murió. — Así  decimos  vulgarmente,  y  a  veces  murió  el  cochino,  para 
significar  que  ha  terminado  un  asunto,  y  no  sólo  una  discu- 
sión, como  supone  Suárez. 

Debe  ser  expresión  influenciada  por  Méjico.  Allí  se  dice  chillar 
el  cochino,  al  descubrimiento  de  un  enredijo,  análogo  a  la  locu- 
ción cubana  berrear  el  chivo,  en  sentido  figurado. 

Coger. — Se  dice  aquí  coger  goteras  por  trastejar. 

Cogida. — Por  cogedura,   en  relación  con  la  7.a  acepción  de  coger. 

Cogioquero. — Persona  dada  a  la  cogioca.  El  uso  del  vocablo  es  escaso, 
pero   no  las   ocasiones   de   emplearlo. 

Caguaso. — Suárez  define  esta  voz  en  sus  varias  acepciones.  Quizás  de- 
biera escribirse  caguazo,  aunque  hay  que  convenir  en  que  jamás 
la  pronunciamos  así.  ¿Por  qué?  Porque  nos  parece  haber  hallado 
este  vocablo,  como  indianismo,  en  las  Elegías  de  Juan  de  Cas- 
tellanos   (P.  II,  E.  IV,  C.  II),  aunque  en  forma  distinta. 

"Con  más   otras   raíces   comederas, 
que  son  pericaguazos  y  batatas." 

Ese  pericaguazo  debe  de  ser  pariente,  si  no  el  mismísimo  pa- 
dre, del  caguazo  cubano. 

Zayas  supone  que  sea  voz  indoantillana.  Es  posible,  porque 
desgajando  el  azo.  aumentativo  despectivo,  nos  queda  cagua, 
de  sabor  aborigen. 

Borrachín,    na. — Borracho   consuetudinario. 

Carraspeo. — Efecto  de  la  carraspera. 

Ciénega. — Ciénaga. 

Cieneguero. — Relativo   a   la   ciénaga. 

Cerní. — Ser  sobrenatural  e  ídolo  entre  los  indoantillanos,  de  civiliza- 
ción taina.  También  se  escribió  Zemí4  El  vocablo  se  encuen- 
tra   en   todos   los    primeros    cronistas    del    descubrimiento. 

Taino,   a. — Indio  de  las  Antillas,  de  origen   aruaca  o  araguaca. 

Palo. — La  locución  como  palo,  quiere  decir  "seguro",  "puntual".  Es 
análoga  o  esta  otra:  "como  cañón".  "Dieron  las  nueve  y  llegó 
como  palo." 

Clericalismo. — Partidarismo   en    favor   del   clero. 

Pítima. — fam.  Borrachera.  No  podemos  asegurar  que  sea  cubanismo, 
pues  el  vocablo  está  como  castellano  en  el  Dic.  de  la  A.  y  aquí 


216  FERNANDO     ORTIZ 

lo  usamos  poco,  por  más  que  puede  ser  del  lenguaje  de  los  in- 
docubanos.  De  todos  modos,  no  creemos  que  su  empleo  en  esa 
acepción  picaresca,  pueda  hacerse  en  sentido  figurado  deriva- 
do de  un  socrocio,  como  opina  la  Academia,  y  a  su  vez  de  un 
epítema.  La  pítima  borrachera  procede  de  pytyma,  (Hans 
Stade)  que  fué  la  forma  común  indiana  del  tabaco  procedente 
del  Brasil,  Gua.yana  e  islas  francesas  e  inglesas,  de  la  cual  se 
derivaron  petun,  petuner  (Scarron),  betum,  betume,  etc.  Sa- 
bido es  que  al  tabaco  o  cogioba  de  los  indios  cubanos  se  le  dio 
varios  nombres  en  Europa,  como  "hierba  santa",  "hierba  de 
reina"  o  "hierba  del  condestable",  antes  de  que  se  fijara  la  voz 
antillana  tabaco.  El  petum,  la  antigua  pítima,  ha  quedado  en 
el  Brasil  y  entre  los  anglosajones  para  expresar  el  tabaco  tor- 
cido para  mascar;  y  sabido  es  que  los  indios  mascaban  y  fu- 
maban tabaco  y  caían  en  grandes . . .  pítimas  rituales.  Esta  voz 
debió,  pues,  de  entrar  en  la  jerga  de  la  mala  vida  por  los  con- 
quistadores indianos  repatriados,  y  de  ahí  pasaría  al  lenguaje 
familiar. 

Asambleísta. — Individuo   de  una  asamblea. 

Constituyente. — Individuo   de    una   convenaión    constituyente. 

Balotaje. — Votación   por   bolas.    Galicismo. 

Pitchear. — Actuación   del  jugador  llamado   piécher  en   el   base-ball. 

Batear. — 'Dar  con  el  bate. 

Bateador. — El  jugador  que  batea  la  pelota. 

Calzoncillos. — Usamos  el  vocablo  indistintamente  en  singular  y  en 
plural. 

Estante. — Dice  Suárez:  "La  estaca  que  se  clava  verticalmente  en  las 
cercas."  Añadamos  que  este  cubanismo  es  supervivencia  de  una 
en  España  muerta  acepción,  que  antaño  fué  corriente,  análoga  a 
la  cubana.  Léase  en  Castellanos  (Elegías.  P.  III.  Elegía  a  Benal- 
cázar,  O.  III): 

"Y  entrenas  una  casa  que  tenía 
cuatrocientos   estantes  por   hilera, 
tan   grueso  cada  cual,   que   no   podía, 
por    una   y    otra   parte    rodeado, 
ser   de  dos   españoles  abrazado." 

No   la    incluyó    Rodríguez    Marín   en    sus   Dos   mil    quinientas 

Voces,  pero  mereciera  ser  la  2501. 
Campanazo. — Campanada. 
Asalto. — Baile  que  se  da  por   sorpresa,   no   siempre   real  y   a  menudo 

fingida,   presentándose  los   bailadores   en   casa  amiga. 
Baraja. — Carta  o  naipe.   "Juego  de   baraja." 
Futbolero. — Jugador  de  foot-ball. 
Futbolístico. — Perteneciente   al  foot-ball. 
Bate. — Castellanización  del  bat  inglés;  palo  con  que  se  da  a  la  pelota 

en  el  base-ball. 


UN     CATAURO    DE    CUBANISMOS  217 

Pelota. — La  expresión  "darle  a  la  pelota"  significa  actuar  en  algo 
con  acierto  o  aprobación.  Y  sabemos  acentuar  el  éxito  dicien- 
do "darle  dulce  a  la  pelota";  y  por  ser  muy  corrida  la  frase 
basta  que  digamos  le  da  muy  dulce. 

Cayo. — Zayas  da  el  vocablo  como  indoantillano,  diciendo  que  es  "nom- 
bre dado  por  los  indios  a  las  isletas".  El  nombre  indio,  concre- 
tamente aruaca  o  taino,  era  otro,  del  cual  cayo  se  deriva.  Se- 
gún Brett  (p.  483  y  485),  los  aruacas  llamaban  caeri  o  kaieri 
a  las  islas,  no  precisamente  a  las  pequeñas,  sino  a  "las  islas"; 
por  más  que  bien  pudo  suceder  que  los  islotes  o  cayos,  por  ser 
innominados  particularmente,  fuesen  comprendidos  todos  en 
el  genérico  caeri  o  kaieri.  Y  de  este  vocablo  tendríamos  el  sin- 
gular cae  a  kaie,  y  de  abí  el  cayo  español,  el  cai  francés  y  el 
key  inglés.  Cayo  no  es,  pues,  propiamente  hablando,  una  voz 
india,   sino   la   castellanizaron   de   ésta. 

Tal  hipótesis  nos  ha  llevado  a  rectificar  nuestro  criterio 
acerca  del  origen  de  caico,  como  se  publicará  al  editarse  este 
catauro  en  forma  de  libro. 

Aura. —  (Voz  taina.)  Suárez  explica  a  que  repugnante  avechucho  se 
le  dio  y  da  ese  nombre. 

Naboría. — La  Academia  dice  "Indio  libre,  etc."  Y  Gonzalo  Fernán- 
dez de  Oviedo  y  Valdés,  lo  definió  así:  "Naboría  es  un  indio  que 
no  es  esclavo,  pero  está  obligado  a  servir  aunque  no  quiera." 
En  Cuba,  y  en  todas  las  Indias,  se  ha  venido  entendiendo  que 
eran  siervos,  si  bien  los  conquistadores  no  querían  confesar  la 
servidumbre  a  que  reducían  a  esos  indios  y  los  llamaban  hi- 
pócritamente naiborias,  aun  cuando  cayeran  en  las  anfibologías 
de  Oviedo,  al  tratar  de  definir  su  situación  jurídica.  La  voz  es 
taina,  y  es  nuestro  modesto  juicio,  que  su  raiz  es  la  misma 
de  naiboa,  jugo  venenoso  de  la  yuca  que  debe  ser  desechado. 
Los  aruacas  decían  naibomanoko  a  la  casa  donde  tenía  que  re- 
tirarse la  mujer  durante  su  desarreglo  menstrual.  Naiboria,  o 
naboría  vendría  a  ser  algo  como  "casta  social  apartada  y  ab- 
yecta". 

Bolero. — Además  de  las  acepciones  castellanas:  Cierta  canción  cuba- 
na. ||  Chaquetilla  que  a  veces  impone  la  moda  a  las  mujeres, 
parecida  a  la  de  las  majas  goyescas.  ||  Jugador  de  bolas,  en  la 
bolera. 

Bombear. — Hacer   funcionar  una   bomba    (1.a   acepción). 

Bombeo. — Acción  y  efecto  de  bombear. 

Callejón. — No  siempre  el  callejón  es  estrecho  en  Cuba,  como  en  el 
Dic.  de  la  A.  También  llamamos  callejón  al  ancho  si  es  corto, 
especialmente  al   de  los  campos. 

Escambray.~Voz  toponímica  cubana.  La  sierra  del  Escambray  está 
en  la  prov.  de  Santa  Clara.  Zayas  cree  que  el  vocablo  es  cu- 
banindio.   Y   es   castizo.   Escambrón,   voz   anticuada,   es   nombre 


218  FEBNANDO     OBTIZ 

de   cierto   arbusto   espinoso,   o   zarza,   como   puede   leerse   en   el 
Dic.  académico. 

Y  fué  voz  corriente  en  la  época  de  la  conquista.  Castellanos 
escribe    (Elegía  XIV,   canto  1) : 

"Aunque   los    bosques    tienen    aspereza 
y  espinas  y  escambrones  a  sus  trechos." 

Tan  fragoso  por  sus  escambrones  y  peñascales  es  la  sierra 
villareña,  que  suele  decirse  en  Cuba:  "¿Qué  hay?  Piedras  en 
el  Escambray,   que  mientras  más   sacan,  más  hay." 

Aspavientoso. — Por   aspaventero,   que  nunca  decimos. 

Presilla. — Prendedero   de  papeles  hecho   de   alambre. 

Bandidaje. — Acción    criminal    del   bandido. 

Bueieito. — Diminutivo  de  buey,  consagrado  por  nuestra  toponimia 
geográfica. 

Cabecear, — Atar  las  hojas  de  tabaco  por  sus  cabezas. 

Cacicato. — Por  cacicazgo. 

Calistenia. — Ejercicio  corporal  sistemático.  Gimnástica  escolar  o  do- 
méstica. 

Calis  tónico. — Relativo  a  la  calistenia. 

Tasajo. — La  voz  tasajo  sonó  y  sigue  sonando  mucho  en  Indias.  In- 
cluímos el  tasajo  en  el  catauro  para  anotar  la  etimología  portu- 
guesa, que  le  da  el  Dic.  de  la  A.,  y  de  ahí,  repetir  lo  verosímil 
de  otras  etimologías  portuguesas  de  ciertos  cubanismos,  como 
magua  y  otros,  que  nos  guisaban  como  indígenas  precolom- 
binos. 

Teta. — Loma  aislada  de  forma  cónica.  Es  cubanismo  muy  sonado  y 
fijado  en  nuestra  toponimia:  Tetas  de  Managua,  Tetas  de  Ca- 
marioca.  Se  emplea  hoy  casi  exclusivamente  cuando  las  lomas 
de  es,a  forma  son  dos  juntas,  de  igual  o  aproximado  tamaño. 

Ya  se  encuentra  en  escrito  del  siglo  XVI,  pues  Juan  de  Cas- 
tellanos escribió: 

"O   es  cerro  que  por  ser  de  su  hechura 
los   españoles   le  llamamos   teta.'' 

Congreso. — Órgano  del  Poder  Legislativo  republicano,  compuesto  de 
Cámara    de   Representantes   y    Senado. 

Cajún. — Es  baile  de  cajún  el  efectuado  pobremente  por'  afrocubanos, 
llamándosele  así  por  el  "instrumento",  que  a  fslta  de  un  tam- 
bor, suele  tocarse  en  ellos  remedando  el  rítmico  son  del  tam- 
borileo. En  Puerto  Rico  existen  los  análogos  "bailes  de  bom- 
ba". De  cajún  es  "de  veras"  o  "con  seguridad".  "Iré  a  verte 
mañana  de  cajún."  "Debemos  pagar  eso  de  cajún." 

Boicotear. — Impedir  que  una  persona  continúe  normalmente  sus  ne- 
gocios o  actividades,  mediante  propaganda  en  su  contra,  que 
se  hace  entre  sus  favorecedores.  Del  inglés  boycott. 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  219 

Boicoteo. — Acción,  y  efecto  de  boicotear. 

Boicoteador. — Quien   boicotea. 

Calabazo. — Vasija   hecha   del    fruto   de  la   güira,    o    del   güiro-calabazo. 

Saco. — Traemos  este  vocablo  al  catauro  para  registrar  la  locución 
meterse  en  el  saco,  equivalente  a  "embriagarse". 

Es  un  eufemismo  de  la  milicia  indiana  no  anotado  por  Var- 
gas Machuca,  pero  corriente  entre  los  conquistadores.  La  em- 
briaguez del  vino  se  comparó  a  la  del  saco  o  saqueo  del  con- 
quistador, y  eso  es  todo.  Hoy,  que  hemos  olvidado  la  anticuada 
acepción  de  saco,  no  solemos  presumir  en  que  saco  se  mete  el 
borracho.  El  elegiaco  Castellanos  nos  muestra  como  la  borra- 
chera equivalía  a  metimiento  en  el  saco,  y  aun  que  le  era  si- 
multánea   (Elegía  XIII,   canto   II) : 

"Ande  la  borrachera  y   el   tabaco, 
hínchense  bien  las  pieles  y  los  senos, 
suenan  voces  y  gritos  en  el  saco, 
y    cuantos   van   y    vienen    vuelven    llenos." 

Yuca. — El  berraco  está  en  la  yuca,  locución  es  para  significar  que 
existe  una  situación  difícil  y  nociva,  como  la  que  se  plantea 
al  guajiro  cuando  el  berraco  entra  hozando  en  las  tablas  de 
yuca  y   dispuesto  a  acabar  con  la  plantación. 

Recalaje. — Lugar  donde  recala  un  buque. 

Lipidia. — Como  dice  Suárez,  es  "impertinencia,  majadería".  Usase  co- 
mo sustantivo  y  como  adjetivo  aplicado  a  la  persona  imperti- 
nente o  majadera.  También  se  dice   lipidioso. 

Este  vocablo,  hoy  muy  usado,  no  es  sino  el  retoño  vigoroso 
de  un  vocablo  anticuado.  Así  como  lujuria  no  sólo  significa  el 
vicio  carnal,  sino  también  "exceso  o  demasía  en  algunas  cosas", 
y  suele  oirse  aun  en  Cuba  decir  vulgarmente  a  una  persona 
majadera:  "déjate  de  lujurias'':  a  la  lujuria  se  dijo  libídine. 
y  a  la  lujuriosa,  libidinosa.  Pero  antaño  libidinosa  se  escribió 
libidiosa.  por  lo  que  libídine  pudo  decirse  libidia,  madre  de  la 
lipidia  antillana,  que  es  equivalente  a  "lujuria"  en  la  segunda 
acepción   académica  de   este  vocablo. 

Léase  en  Castellanos:  "Anacaona  la  libidiosa  —  ansimismo 
llegó  muy  poderosa."    (Elegías  II,  canto  II.) 

Arrevesado. — Corrupción  frecuente  de  enrevesado. 

Bartolina. — Calabozo  obscuro,  donde  echan   al  preso  a  la  bartola. 

Boyar. — Flotar  en. el  agua,  como  una  boya. 

Brava. — Imposición  por  la  fuerza  corporal  o  de  las  circunstancias. 
"Le  dieron  una  brava  y  renunció.  Ese  cobro  judicial  fué  una 
brava." 

Bravero. — No  equivale  siempre  a  bravatero,  como  supone  Suárez. 
Bravatero  es  el  guapo  que  echa  bravatas  y  fieros.  El  acreedor 
que  faltando  a  su  palabra  de  espera,  cobra  su  crédito  en  el  tér- 
mino escrito,  es  un  bravero,  como  lo  es  todo  abusador,  que  se 


220  FEBNANDO     OBTIZ 

prevalece  de  cierta,s  circunstancias  para  imponer  su  voluntad 
contra  ley,  o,  cuando  menos,  contra  la  equidad  o  la  moral. 

Bravería. — Procedimiento   o   conducta  caracterizado  por  las   bravas. 

Queque. — Según  Ramos  y  Duarte,  queque  oyó  decir  en  Vueltabajo  por 
moneda  de  a  real.  Quizás  fuera  en  sentido  figurado;  pero  re- 
cuérdese que  Castellanos  en  sus  Elegías  (Elegía  XII,  canto  1.°) 
dice: 

"Resplandecen   también  joyeles   de   oro, 
queque,   paracaguá,    grupo,    caronas, 
de   que  muchos  ornaban   sus  personas." 

Y  esto  nos  hace  pensar  que  el  queque  de  los  guajiros  de  Gua- 
ne,  que  oyó  Ramos  y  Duarte,  tenía  relación  con  algún  metal 
precioso. 

Macho. — 'Según  el  Dic.  de  la  Academia  (3.a  acepción)  se  dice  de  "la 
planta  que  fecunda  a  otra  de  su  especie  con  el  polen  de  sus 
estambres".  Aquí,  en  Indias,  no  sutilizamos  para  atribuir  tal 
o  cual  sexo  a  una  planta,  con  objeto  de  distinguir  una  especie 
de  otra  algo  semejante.  Y  tenemos  plátano  mucho  y  plátano 
hembra,  sin  fecundación  entre  ambos,  y  también  majagua  ma- 
cho, majagiiilla  macho,  bejuco  ubi  macho,  rompezaragüey  ma- 
cho, etc.  Y,  si  no  la  palabra  macho,  el  procedimiento  especifica- 
dor  nos  fué  trasmitido  por  los  indios,  y  esa  sexualización  ca- 
prichosa constituye  esencialmente  una  supervivencia  folklórica 
indoamericana.  Los  indios  jíbaros  (en  Cuba  jíbaro  y  silvestre 
son  sinónimos  vocablos)  atribuían  a  cada  planta  un  espíritu 
con  sexo,  masculino  o  femenino,  según  los  caprichos  de  su  in- 
teligencia primitiva.  (R.  Karstex.  The  religión  of  the  Jibaro 
indians  of  Eastern  Ecuador.)  Haxs  Stade  nos  cuenta  de  los  in- 
dios tupi-guaraníes,  que  todos  los  árboles  con  frutos  comesti- 
bles eran  machos  para  ellos,  y  hembras  los  otros. 

Botado. — Abundante  en  el  mercado,  si  se  usa  con  el  verbo  estar.  Muy 
barato,  si  se  usa  con  el  verbo  ser.  "Las  pinas  están  botadas", 
que  hay  muchas.  "Las  pinas  son  botadas'',  que  valen  muy 
poco. 

Defensa. — Tope  que  suele  ponerse  al  automóvil  en  su  delantera  para 
defenderlo  algo  de  un  choque. 

Botellería. — Conjunto  de  botellas.  Del  político  que  disfruta  de  mu- 
chas botellas,  o  sean  puestos  imaginarios  creados  cuando  el 
desastroso  gobierno  del  Presidente  Menocal  para  el  cobro  frau- 
dulento de  sus  asignaciones,  decimos  metafóricamente  que  tiene 
una  botellería. 

Boticaria. — En  Cuba  el  progreso  femenino  ha  producido  muchas  doc- 
toras en  farmacia,  y  de  ahí  el  vocablo.  El  feminismo  impondrá 
a  la  Academia  de  la  Lengua  no  pocas  innovaciones,  al  menos 
en  su   Diccionario. 


ÜN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  221 

Manso,  a. — Adj.  Dice  el  Dic.  de  la  A.  entre  otras  cosas  q,ue  ahora  no 
importan:  "aplícase  a  los  animales  que  no  son  bravos."  Acep- 
tándose la  acepción  del  vocablo  bravo,  como  silvestre,  que  es 
castiza,  que  aquella  corporación  cataloga  en  las  papeletas  ave, 
paloma,  palma,  tuna,  etc.,  y  que  perdura  en  América,  daríamos 
por  menos  incompleta  la  explicación  del  diccionario.  Pero  así 
como  aquí  bravo  es  todo  lo  silvestre,  también  es  manso  todo 
lo  que  no  es  silvestre,  no  sólo  los  animales  sino  las  demás  co- 
sas, y  hasta  los  hombres.  Así  ha  sido  desde  antaño.  Leemos  en 
Cristóbal  de  Acuña  (Nuevo  descubrimiento  del  gran  río  de 
las  Amazonas.  1S91.  Núm.  XXIIII,  p.  48):  "Yuca  mansa",  dis- 
tinguida de  la  "yuca  brava''  o  silvestre,  que  podemos  leer  en 
Vargas  Machuca    (Milicia  Indiana,  ed.  de  1892,  I,  p.  135). 

Contracandela. — Es  éste  un  cubanismo  recogido  por  la  Academia.  Pe- 
ro digamos  que  nos  viene  de  antaño,  vocablo  de  los  neopobla- 
dores  de  Indias.  El  canónigo  de  Tunja  escribió  otra  forma  del 
mismo  ideograma,  que  corría  por  estas  tierras.  (Elegías.  Par- 
te II,  E.  II,  G.  II.) 

"Pero  siendo  tumulto  ya  tan  ciego, 
un   portugués,   soldado   diligente, 
a  grande  priesa  puso  contrafuego 
donde   se    recogió   la    demás    gente. 
Y   ansí   cuando   llegó   la  llama,   luego 
perdió  la  fuerza  y  el  furor  ardiente, 
por   no   tener   allí   tierra   ni   viento 
paja    con    que    le    diese    nutrimento." 

¿Estaría  de  sobra  el  contrafuego  en  el  Dic.  académico?  El 
benemérito  Rodríguez  Marín  pide  su  inclusión.  (Dos  mil  qui- 
nientas voces,  etc.) 
Arranchar. — Como  arrancar.  "El  gobernante  arranchó  con  todo"  o 
se  apropió  de  cuanto  pudo.  Es  viejo  vocablo  colonial  y  viejo 
achaque  al  par.  En  el  siglo  XVI  ya  el  poeta  historiador  Juan 
de  Castellanos  versificaba  así    (Elegías,   P.  II,  E   .1,  C.   1): 


"Luego   salieron   otros   arráncheos 
diciendo  que   el  hurtar  es  dulce  cosa." 

Reparto. — Fraccionamiento   de   un   terreno   en   solares,    para   su    urba- 
nización. Antaño  se  dijo  repartimiento: 

"Hizo  micer  Ambrosio  de  solares, 
según   orden,   común   repartimiento. 
nivelando  las  calles  y  lugares 
para  mejor  trazar   aquel   asiento." 

Castellanos,  Elegías,  etc.  P.  II,  E.  I,  C.  1.) 


222  FEBÍÍANDO     OÉTÍZÍ 

Bravo,  a — Adj.  El  Dic.  de  la  A.  que  aplica  esta  voz  a  los  animales  en 
el  sentido  de  "fiero  o  feroz",  que  anota  la  5.a  acepción  como 
"áspero,  inculto,  fragoso",  que  cita  las  locuciones  palma  brava, 
paloma  brava,  tuna  brava,  y  las  va  explicando  en  sus  papeletas 
respectivas  como  silvestre,  no  reconoce  expresamente  esta  acep- 
ción del  vocablo,  que  fué  y  es  aun  muy  corriente  en  estas  In- 
dias. Un  indio  bravo,  fué  un  salvaje,  aunque  no  fuese  feroz  ni 
fiero.  Castellanos  (Elegía  XIV,  C.  1)  distinguió  claramente  y 
fijó  el  sentido  de  bravo: 

"Domésticas  y   bravas  muchas  aves, 
ningunas  tan   gustosas  y   suaves." 

Monifato. — Monicaco.  Muy  probable  contaminación  fonética  del  ad- 
jetivo latino   de  los  glosadores,   bonifatus. 

Cutara. — La  chinela  o  pantufla.  Suárez  atribuye  a  Zayas  una  etimo- 
logía caribe.  Creemos  que  Zayas  no  se  metió  en  tales  honduras, 
aparte  de  que  el  vocablo  parece  taino,  del  aruaca  kotiro,  "pie". 
Y,  además,  Bartolomé  de  las  Casas  en  su  Apologética  dice 
textualmente:  "cotaras  o  cacles,  que  era  lo  que  traían  por  za- 
patos, que  sólo  tienen  suela  de  cierto  hilo  y  con  ciertas  aguje- 
tas de  muy  bien  adobado  cuero  con  que  se  las  atan,  y  son  muy 
bien  hechas.  En  la  lengua  desta  isla  Española  se  llamaron  cu- 
taras y  cacles  en  la  de  México". 

Caraira. — Suárez  define  el  animal  de  ese  nombre.  Zayas  no,  pero  di- 
ce que  es  voz  indígena.  Mucho  afirmar  parece,  porque  siendo 
el  vocablo  aruaca  o  taino,  y  este  pueblo  no  siendo  aborigen,  es 
lo  más  probable  que  la  palabreja  no  sea  originaria  de  Cuba, 
que  eso  querría  decir  indígena,  y  que  penetrara  en  este  país 
con    la   invasión    precolombina    de   los    aruacas. 

Cuaba, — Familiarmente  se  dice  hoy  en  Cuba,  que  es  cuaba  la  per- 
sona que  no  cumple  sus  obligaciones."  Así  dice  Zayas,  muy 
bien.  Suárez,  que  tanto  crédito  ha  concedido  a  Zayas  en  ma- 
teria etimológica,  en  esta  ocasión  parece  no  haberlo  seguido. 

Bijirita. — Este  vocablo,  que  en  Cuba  tiene  hasta  cuatro  acepciones 
registradas  por  Suárez,  parece  derivarse  del  vocablo  vigirima, 
que  usaron  los  indios  del  Darien,  denominando  una  ave  fan- 
tástica, "que  ojos  humanos  no  han  visto".  Por  sus  funciones 
mitológicas  parece  ser  zoomorfización  del  lucero  matutino. 
(Juan  de  Ocampo,  Nueva  umbría,  pág.  144.) 

buniato. — Vocablo  del  latín  y  del  griego,  según  la  Academia.  Pudiera 
suceder.  Pero  los  historiadores  de  Indias  dicen  que  la  voz  6o- 
niata  fué  aplicada  a  la  yuca  que  era  buena,  que  no  mata,  que 
no  tenía  ponzoña;  así  como  se  dijo  boniama  a  cierta  especie 
de  pina  buena.  (Oviedo.  I.  269;  Cobo  I.  pág.  353).  En  1553  ya 
se  usaba  en  Cuba  decir  boniato.  Esa  transformación  de  la  o  en 
u  es  corrupción  de  sabor  africano.  Véase  la  voz  boniata  en  este 
catauro. 

Barrer. — Es  usual   en   Cuba  la  expresión   al   barrer,   cuando  se  com- 


ÜN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  k22ü 

pra  la  totalidad  de  un  ganado,  de  una  cosecha,  de  una  mer- 
cancía,   sin    seleccionar,    barriendo    con    todo. 

El  erudito  lexicógrafo  cubano  Félix  Ramos  Duarte,  en  su 
Diccionario  de  Observaciones  Críticas  sobre  el  lenguaje  de  es- 
critores cubanos  (Habana,  1912,  1er.  cuaderno),  al  estudiar  la 
locución  al   barrer,  copia  el  siguiente  párrafo  de  Hacías: 

"Al  barrer,  expresión  adverbial  que  tiene  dos  significados: 
"(I)  uno  familiar,  que  denota  la  generalidad  co  nque  se  habla, 
"obra  o  saluda,  v.  b. :  "sois  unos  haraganes  al  barrer;  es  decir, 
"sin  excepción  sois  unos  haraganes:  "adiós  al  barrer,  esto  es. 
"adiós  a  todos;  y  (II)  otro  comercial,  que  se  aplica  general- 
"mente  en  las  ventas  de  café,  en  contraposición  de  al  vaciar 
"para  que  se  entienda  vendida  la  mercancía  junto  consu  en- 
"vase."    (Jóse    Miguel   Macias,    Dice.    Cubano.) 

Critica  luego  atinadamente  Ramos  Duarte  la  expresión  a 
la  luz  de  la  sintaxis  contemporánea,  tildándola  de  incorrecta 
en   relación   con  su  significado. 

La  locución,  sin  duda,  se  deriva  por  corrupción,  y  esto  expli- 
ca la  incorrección  sintáxtica,  de  la  voz  abarrisco,  "de  golpe". 
como  afirma  Ramos  y  Duarte,  quien  añade: 

"Abarrisco  quiere  decir  "inmediata  y  desordenadamente,  sin 
"modo  ni  consideración  alguna,  y  lo  mismo  que  sin  reparo  y 
"atropelladamente."  (Dice,  de  Autoridades.)  "Voto  a  tal  y  a 
'  cual,  un  todo  lo  había  de  llevar  abarrisco:'  (D.  Francisco  dk 
Quevedo,  Cuento.) 

"Cata  que  vendrá   el   pedrisco. 
Que  lleva  todo  abarrisco." 

(Mingo  Revulgo,  copla  28.) 

"Ha  parecido  acá  que  lo  más  conveniente  es  que  después  que 
"dicho  capitán  llegare  con  su  gente,  y  hayan  descansado  y  re- 
frescado, que  toda  la  gente  de  esa  ciudad  (Santo  Domingo) 
"e  isla  se  junten  é  abarrisco  vayan  de  un  golpe  todos  a  buscar 
"los  contrarios  (los  indios  sublevados  con  Bnriquillo)  y  to- 
"marlos."  (Relación  testimoniada  del  asiervto  que  se  ha  tomado 
"con  el  capitán  Francisco  de  Barrionuevo  para  ir  a  la  paz  y 
"quietud  de  los  indios  de  la  Sierra  del  Baraisco  (Balioruco), 
"en  el  distrito  de  la  Audiencia  de  Santo  Domingo,  año  de 
"1553).    (i) 

"Abarrisco  (Del  vasco  abarescu,  a  diestro  y  siniestro;  aba- 
"rots.  zipizape,  contienda),  m.  adv.  U.  con  el  v.  llevar.  Incon- 
sideradamente, sin  orden  ni  concierto."  (Miguel  Seguí.  Enci- 
clopedia Ilustrada.) 

Pudiéramos  añadir   que,  más  propiamente,  al   barrer  procede 


(1)     Doc.  del  Archivo  de  Indias,   1.a   serie,  t.   1.°,   p.   484. 


224  FEBNANDO     OÉTÍ¿ 

de  abarrer,  voz  castiza  que  reporta  el  Dic.  de  la  Academia, 
equivalente  a  barrer,  "llevarse  todo  lo  que  había  de  una  parte." 
Abarrisco,  según  el  mismo  diccionario,  también  se  escribe  a  ba- 
rrisco y  esta  expresión  adverbial  significa  "en  junto,  sin  dis- 
tinción". Al  barrer,  pues,  equivale  a  la  locución  a  barrer,  y  lo 
único  incorecto  en  esta  expresión, .  como  en  la  al  vaciar,  reco- 
gida por  Maclas,  es  la  ele  adherida  por  contaminación,  como 
diría  Rufino  J.  Cuervo,  a  la  preposición  a. 
Yucal. — Sitio  poblado  de  yucas. 

Es  voz  hispanoamericana  empleada  por  Juan   de   Castellanos 
en  sus  Elegías,  tantas  veces  citadas  en  este  Catauro. 

"Habrá    fértilísimos    yucales. 
que  son  unas  raíces  conocidas, 
que  si  se  comen  verdes,  son  mortales, 
y  ansí,  privan  a  muchos  de  las  vidas..." 

Chapeador. — El  que  chapea. 

Desenyugar. — Desuncir. 

Desenyuntar. — Desuncir. 

Requerir. — Aplicado  a  las  peleas  de  gallos,  equivale  a  "anunciar".  Y 
dicho  se  está,  pues,  que  no  hay  que  suponerlo  cubanismo,  sien- 
do bien  castiza  esa  acepción.  Acaso,  no  obstante,  puede  decirse 
que  para  algunos  el  vocablo  equivale  a  "concertar",  casar;  pe- 
ro trátase  entonces  de  una  impropiedad  de  lenguaje. 

Calcuta. — Natural  de  Calcuta,  o  de  raza  de  Calcuta,  si  se  aplica  a  un 
gallo  de  pelea.   "El   rabón   era  calaíta:' 

Deseonflautaeión. — fam.  Acción  y  efecto  de  desconflautar.  ¿Qué  ten- 
drá que  ver  la  flauta  en  estas  cosas? 

Barbero. — Además  de  la  acepción  de  Suárez,  se  dice  del  gallo  de  pe- 
lea dado  a  atacar  al  rival  en  la  barba,  con  sus  espolones,  y  has- 
ta con  las  navajas,  en  cuyo  caso  el  vocablo  está  aun  más  jus- 
tificado. 

Onza. — Estar  una  cuestión  debatida  de  onza  a  peso  en  favor  de  una 
de  las  partes  contendientes,  es  presentársele  muy  favorable. 
Es  frase  antigua  de  las  gallerías  y  vallas,  cuando  en  las  apues- 
tas se  llega  a  casar  una  pelea  ofreciendo  un  logro  de  una  onza 
de  oro  contra  un  peso. 
Llerene. — Dieren  o  yerén.  "Véase  el  Vocabulario  de  cubanismos  de 
Suárez,  y,  sobre  todo,  léase  el  cap.  XIII,  lib.  VII  de  la  Historia 
General  y  Natural  de  las  Indias  de  Fernández  de  Oviedo,  y  se 
hallará  la  definición  indiana  de  lirén,  muy  abundante  y  culti- 
vada entonces  en  la  Española.  Vocablo  indio,  pero  no  caribe. 
Machetazo. — No  sólo  es  el  golpe  que  se  da  con  un  machete,  como  dice 

la  Academia,  sino  la  herida  que  así  se  produce. 
Machetear. — Amachetear,    como   diría   el    académico,   que   aquí   no   se 
oye. 


ÜÜ    CATAUBO    DE    CUBANÍSitOS  -Jlió 

Detective. — Policía  secreto.  Es  anglicismo.  El  vulgo  lo  pronuncia 
dando  a  las  letras  el  valor  fonético  que  en  castellano.  Los  cul- 
tos o  que  de  tales  presumen  pronuncian  detcctiv.  o,  lo  que  es 
igual,  lo  dicen  en  inglés. 

Dollar. — Peso  duro,  moneda  de  los  Estados  Unidos  de  América  que 
se  divide  en  cien  centavos. 

Ea  otro  anglicismo,  americanismo  debiéramos  decir,  que  se 
ha  difundido  mucho  hasta  penetrar  en  el  Dic.  de  la  Academia. 
Lo  escribimos  aquí  en  inglés,  y  lo  pronunciamos  próximamen- 
te en  igual  forma,  como  dólar.  Así  lo  escribe  la  Academia  cas- 
tellanizando atinadamente  la  ortografía  y  forzando  la  pronun- 
ciación correcta;  pero  en  Cuba  insistimos  malamente  en  es- 
cribir dollar. 

Ji. — Usase  en  las  expresiones  o  ji  o  ja  "una  cosa  u  otra";  ni  ji  ni  ja 
"ni  una  cosa  ni  otra,  ni  oste  ni  moste". 

Sagüería. — Hemos  oído  en  la  región  oriental  la  locución  comparativa 
"más  tieso  que  sagüería";  pero  no  hemos  dado  con  el  signifi- 
cado del  último  de  esos  vocablos.  Suponemos  se  refiera  a  algún 
árbol  o  planta. 

Matojal. — Matorral,    conjunto   de   mato  jos.   Véase   en    Suárez   esta  últi- 
ma voz. 

Matonismo. — Bravuconería,  conducta  propia  de  matones. 

Masa. — Dice  el  D.  de  la  A.  en  la  4.a  acepción:  "Instrumento  de  ma- 
dera dura,  que  sirve  para  machacar  el  esparto  y  el  lino."  Y  de 
esta  acepción  derivóse  la  cubana.  "Pieza  cilindrica  y  horizon- 
tal de  acero,  que  con  otras  compone  un  trapiche  de  cañadulce, 
con  que  ésta  se  machaca." 

Y  el  Dic.  añade  en  la  7.a  acepción.  "Tronco  u  otra  cosa  pe- 
sada, en  que  prende  y  asegura  la  cadena  a  los  monos  y  a  los 
micos  para  que  no  se  huyan."  Podríase  decir  "y  a  los  escla- 
vos". El  castigo  de  la  maza  fué  muy  usado  en  las  plantaciones 
indianas.  Véase  el  capítulo  dedicado  a  tales  penalidades  en 
nuestro   libro    "Los    Negros   Esclavos". 

Mosto. — Hez  del  jugo  de  la  caña  dulce  o  melar.  "Los  mostos  del  in- 
genio corrompían   el   agua  del  río." 

Pijirigua. — Ridículo,  mezquino.  "Baile  de  pijirigua:'  Es  apodo  fre- 
cuente de  personas   pequeñas. 

Pormenor. — Detalle,   dato  minucioso   de   algo. 

Pormenorizar. — Dar   pormenores. 

Dulce— Darle  dulce  es  locución  cubana  que  se  explicaría  el  lector  si 
leyere  la  papeleta  correspondiente  a  pelota,  en  este  catauro. 

Cutáneo. — Acción  y  efecto  de  cubanear. 

Desgreñado. — Con  los  cabellos  en  desorden,  greñudo.  La  palabrita 
peca  de  antinómica  porque  un  desgreñado  se  dice  precisamen- 
te a  quien  tiene  sobra  de  greñas. 

Acubanado. — 'Aplatanado.  Análogamente  se   dijo  acastellanado  por  los 


226  FERNANDO     OJEITÍ2 

clásicos.  Así  lo  recuerda  Rodríguez  Marín   (Dos  mil  quinientas 
voces,  etc.) 
Rebumbio. — Dice   Suárez:    "Amer.  m.   fam.   Alboroto,  desorden,  confu- 
sión." Y  dice  bien. 

La  Academia  no  reconoce  la  palabreja.  Es  vocablo  que  pro- 
cede del  clásico  rebumbar,  que  usó  Lope  de  Vega,  en  El  Cuer- 
do en  su  casa  (act.  1),  y  que  tampoco  registra  la  corporación, 
según  observa  Rodríguez  Marín: 

"Y   no   digo  a  quien   desvela 
el  rebumbar  la  pelota..." 

Burocrático. — Dice  la  Academia:  "Perteneciente  o  relativo  a  la  bu- 
rocracia." Y  en  burocracia:  "Influencia  excesiva  de  los  emplea- 
dos públicos  en  los  negocios  del  Estado."  Muy  atinada  definición 
por  razón  etimológica  de  la  cracia  griega.  Resulta,  pues,  impropio 
llamar  burocracia  al  "conjunto  de  empleados",  como  en  Cuba 
y  otras  partes  del  mundo  acostumbramos  decir,  por  falta  de  un 
vocablo  expresamente  formado  para  significar  esa  idea,  abs- 
tracción hecba  de  si  la  influencia  del  "conjunto  de  empleados" 
es  excesiva,  normal  o  deficiente. 

Así  mismo,  úsase  aplicar  la  voz  burocrático  a  lo  relativo  a  los 
empleados  públicos  sea  o  no  excesiva  su  influencia.  Así  se  oye 
decir  "reorganización  burocrática",  que  no  significa,  como  aca- 
démicamente debiera  significar  "reorganización  de  la  influen- 
cia excesiva  de  los  empleados  públicos",  sino,  simplemente, 
"reorganización  de  los  empleos  o  del  sistema  o  costumbres  bue- 
nas o  malas  de  los  mismos". 

Si  fuéramos  a  forjar  neologismos,  y  conste  que  en  este  caso 
estimamos  la  empresa  como  tentadora  y  necesaria,  y  si  no  qui- 
siéramos prescindir  del  francés  burean,  castellanizaríamos  la 
raiz  y  habría  forzosamente  que  pensar  en  buroría.  burorío, 
blindad,  que  saldrían  voces  horriblemente  híbridas  y  amulares. 
Mejor  es  partir  de  empleo  (véase  el  vocablo  empleomanía  en 
este  catauro)  o  de  oficina.  De  esta  playa  podríamos  bogar  ha- 
cia puertos  menos  inseguros,  tales  como  oficinado  (como  epis- 
copado, parentado.  senado  o  sindicado);  oficinato  (como  sin- 
dicato, pr  otóme  dk  ato,  patronato,  etc.);  ofxinería  (como  frai- 
lería, gendarmería,  chiquillería,  y  los  cubanismos  hembrería, 
piratería,  etc.),  u  oficinidad  (como  oficialidad,  hermandad,  cris- 
tiandad, etc.). 

Necesitamos  evidentemente  un  neologismo  para  expresar 
"conjunto  de  empleados",  así  como  otro  para  sustituir  a  ofici- 
nesco, que  se  toma  a  mala  parte,  al  decir  atinado  del  D.  de 
la  A.  Pero  para  éste  bastaría  con  autorizar  una  acepción  de 
oficinal;  mientras  que  para  lo  otro  se  requiere  mayor  forcejo. 
Espuela. — Espolón  del  gallo. 


trN    CAtAUEO   t)E    CUBANISMOS  227 

Espueíazo. — Espolazo.   Golpe   dado  por   el    gallo   con   el   espolón. 

Espuelero. — Se  dice  del  gallo  que  sabe  pelear  bien  con  sus  espuelas 
o   espolones. 

Familiar. — Pariente.  Para  la  Academia  es  adjetivo,  y  aquí  lo  usamos 
también   como    sustantivo.    "Es   un    familiar   mío." 

Guarapetería. — Hábito  vicioso  de  la  embriaguez.  "Se  entregó  a  la 
guarapetería." 

Guayaeán. — Lo  define  la  Academia.  Aquí  tiene  una  acepción  vulgar 
el  vocablo:  duro,  peso,  moneda  de  cinco  pesetas.  Y  véase  su 
origen.  El  guayaeán  es  madera  de  gran  dureza,  tanto  que  deci- 
mos: "duro  como  el  guayaeán",  y  por  eso  duro  y  guayaeán  se 
equivalen  en  el  lenguaje  del  populacho.  Y  de  guayaeán.  mo- 
neda de  un  peso,  se  derivaron  guayo  y  guaya,  en  igual  senti- 
do vulgar. 

Tumbada. — Acción   y  efecto   de  tumbar.   "Le  dio  la  gran  tumbada." 

Dos. — Decimos  en  dos,  equivalente  a  "por  mitad".  "Le  partió  en  dos.  ' 

Alforzar. — Coser  alforzas.  Es  voz  muy  corriente  en  Cuba.  Fué  clásica, 
como  demuestra  Rodríguez  Marín  (Dos  mil  quinientas  vo- 
ces, etc). 

Emballenado. — Conjunto  de  las  barbas  de  ballena  o  ballenas  de  un 
corsé  o  vestido. 

Guijo. — El  eje  de  las  mazas  o  cilindros  en  los  trapiches  de  ingenio. 
Así  dice  bien  El  Españolito  en  su   Vocabulario   Cubano. 

En  rigor,  es  un  casticismo  más;  vocablo  olvidado  en  España 
y  por  la  Academia.  Rodríguez  Marín  lo  encuentra  en  una 
obra  de  Fr.  Juan  de  Pineda  {.Agricultura  cliristiana)  y  trata 
de  devolverlo  al  léxico.  Escribió  el  fraile:  "...que  como  en 
los  quicios  de  la  puerta  el  guijo  asienta  y  entra  en  el  tejuelo, 
ansi  el  vn  hueso  tiene  su  comcavidad  y  el  otro  su  prominencia 
o  espigo  que  entra  y  encaxa  en  ella  al  justo..." 

Desengañado,  a. — El  que  ha  experimentado  desengaño.  "Ese  amigo 
ea  un  desengañado" 

Desempatar. — Deshacer    un    empate,    desatar. 

Casar. — Concertar   una  apuesta  o  pelea  de   gallos. 

Descasar.- — Deshacer    una    casa.    "¿Vamos    a    descasar    la    pelea?" 

Casa. — Acción  y  efecto    "e  casar.  "La  casa  era  muy  igual." 

Garete  (Ir  o  irse  al). — Esta  voz  marinesca,  que  la  Academia  limita 
a  "las  embarcaciones  sin  gobierno",  en  Cuba  la  aplicamos  cons- 
tantemente a  los  asuntos  terrestres.  "Familia  al  garete,  cole- 
gio al  garete,  ingenio  al  garete,  etc."  Aquí  tenemos  muchas 
cosas  al  garete.  Hemos  llegado  r.  tener  hasta  el  gobierno  al 
garete,  o  sea  un  gobierno  sin  gobierno,  que  debe  ser  un  col- 
mo de. . .  garete: 
Eticar,  se. — Transmitir  o  contraer  la  enfermedad  de  la  tisis.  Debiera 

escribirse  Jieticar  o  heticarse. 
Etico,  ca. — Tísico,   hético.  En  Cuba  hemos  suprimido  la  hache,  supo- 


228  i-B*TAÍít>0    6BT1Z 

nemos  que  por  mor  de  la  ética  o   sea  de  la  moral,   dicho  sea 
sin  jugar  del   vocablo. 

etiquencia. — 'Etiquez  o  hetiquez. 

Feminista. — Partidario   del   feminismo. 

Gambarse. — Torcerse  lais  piernas.  De  gamba  (pierna)  +  combarse 
(encorvarse  o  torcerse). 

Indio. — Dícese  del  gallo  que  tiene  el  plumaje  colorado  oscuro,  excep- 
to el  de  la  pechuga,  que  es  de  color  negro. 

¿Y  por  qué  se  llama  indio?  Porque  asi  se  pintaban  los  in- 
dios, de  rojo  con  el  achiote  o  bija,  y  de  negro  con  la  yagua  y> 
otros  tintes.  Es,  pues,  la  palabrita  gallera  una  muy  curiosa 
supervivencia   folklórica   de  multisecular   raigón. 

Empolleta. — Diminutivo  de  ampolla,  que  significa  "molestia,  fasti- 
dio, daño". 

Empozarse. — Llenarse  de  pozos  un  terreno. 

Enterrar. — Hincar.  U.  t.  c.  r.  "Ella  se  enterró  una  aguja,  queriendo 
enterrar  un  clavo  en  la  tabla." 

Hincar. — Arrodillarse.  "¡Híncate,  niña!"  No  necesitamos  decir  "hin- 
car de  rodillas",  aunque  solemos  decir  así  por  supervivencia  de 
una  hipérbole  mística. 

Hincada. — Hincadura.  Añade  Suárez  que  el  único  uso  dado  en  Cuba 
al  vocablo  es  en  el  sentido  de  lastimarse  con  una  aguja,  clavo 
u  otro  objeto  punzante.  Diferimos  de  esta  opinión.  También 
se  aplica  a  la  acción  y  efecto  de  arrodillarse  o  hincarse  de 
rodillas.  "La  mujer  se  dio  en  la  iglesia  una  hincada  de  más 
de  una  hora." 

■lobero. — Por  hovero  u  overo.  Aplícase  a  los  animales  amarillentos. 
Overo  decimos  i  los  mestizos  que  tienen  manchas  blanqueci- 
nas en  la  epidermis. 

Guariminica. — Dícese  en  Oriente  a  la  mujer  que  en  la  Habana  deci- 
mos picúa,  la  cursi,  la  que  en  Camagüey  a  veces  apellidan 
marcopérez.  "Esa  es  una  guariminica,  una  marcopérez." 

Marcopérez. — Cursi,  picúa.  Es  un  localismo  camagüeyano,  un  ca- 
magüeyanismo.  "Es  una  marcopérez."1  ¿Quién  sería  ese  Don 
Marcos   Pérez   de   tan   abundante  prole? 

Camera. — La  planta  del  ñame.  Poco  empleado  el  vocablo.  Ya  hemos 
explicado  como  en  Cuba  solemos  usar  y  abusar  de  la  voz  ma- 
ta, y  así  decimos  cas¿  siempre:  "mata  de  ñames,  mata  de 
plátanos",  y  hasta  "mata  de  palma  o  de  naranja" 

Enfangar. — Dice  la  Academia:  "Meter  una  cosa  en  el  fango  o  lodo." 
En  Cuba  no  necesitamos  meterla  para  enfangaría,  nos  basta 
con  ensuciarla  en  cualquier  forma  con  el  fango,  con  emba- 
rrarla. 

Escobillón. — Deshollinador,  4.a  acepción.  Deriva  del  escobillón  arti- 
llero, que  nos  cuenta  la  Academia. 

Fornalla. — Según  la  Academia  es  voz  anticuada;  aquí  es  de  uso  cons- 
tante. 


UN     CATAUB0    DE    CUBANISMOS  229 

Gavilán. — Uñero.  Suponemos  que  el  vocablo  es  una  mala  "traduc- 
ción" te  esparaván. 

Inalámbrico,    ca.— Aplicase   a   la   "telegrafía   sin   hilos". 

Pulguero. — Pulguera. 

Pupitre. — Según  la  Academia  es  un  "mueble  de  madera,  con  tapa  en 
forma  de  plano  inclinado,  que  se  pone  en  la  mesa  para  escri- 
bir sobre  él".  En  Cuba  los  tenemos  ya  de  hierro,  y  casi  nin- 
guno se  pone  nn  la  mesa,  porque  pupitre  y  mesa  forman  un 
solo  mueble,  por  ejemplo,  los  de  las  escuelas  públicas  y  pri- 
vadas,  los  de  las   oficinas  de  contabilidad,   etc. 

Chiqueón,  a. — Muy  ehiqaeador  o  que  chiquen  mucho.  Suárez  dice 
chiquión,  pero  creemos  que  lo  propio  es  decir  chiqueón.  Y  si 
el  chiqueo  aumenta  y  pasa  de  chiqueón,  hasta  decimos  chi- 
queoncito.    "Ella    es   muy    chiqueoncita." 

Ratonero,  a. — Que  caza  ratones.  "Perro  ratonero.''  "El  majá  es  ra- 
tonero." 

Estropajear. — fam.  Estropear  a  una  persona,  hacerla  estropajo.  Se 
propone    este   vocablo    intensificar   la   acción    de    estropear. 

Forro. — Funda,    especialmente  aplicado   a   la  del   catre. 

Guagua. — Dice  la  Academia:  "(Voz  cubana)  f.  Cosa  baladí."  Se  equi- 
voca la  limpiadora  corporación,  que  sin  duda  interpretó  erró- 
neamente un  texto  de  Esteban  Pichardo.  Guagua  se  refiere  aquí 
siempre  al  ningún  costo  o  precio  de  las  cosas,  y  sólo  por  ex- 
tensión figurativa  a  la  baratura.  En  uno  y  otro  caso,  siempre 
es  el  "precio",  y  no  el  "aprecio"  lo  que  define  nuestra  "guaga". 
Una  cosa  baladí  será  guagua,  si  no  vale  nada  o  si  tiene  pre- 
cio  ínfimo;    de  modo  que  baladí  no  equivale   a   guagua. 

Jeringón. — Quien  jeringa,  fastidia  o  molesta.  Es  voz  vulgarota,  pero 
muy  oída. 

Tubatuba. — Nombre  que  también  se  da  en  Oriente  a  la  tuatúa.  que 
registra  el  Dic.  académico.  Ya  Pichardo  recogía  la  creencia  de 
que  arrancadas  las  hojas  tirando  hacia  arriba  sirven  para  vo- 
mitivo, y  si  hacia  abajo  para  purgante.  Se  me  dice  que  ello  se 
debe  a  que  tirando  hacia  arriba  suele  romperse  y  arrancarse 
algo  de  corteza  y  que  en  ésta  se  halla  la  virtud  vómica. 

Macanear. — Golpear  con  la  macana. 

Macanudo. — Excelente,  superior,  bonísimo.  "La  fiesta  estuvo  maca- 
nuda, es  una  mujer  macanuda." 

Perencejo. — Persona  del  anónimo  pero  muy  sonado  grupo  de  los  fu- 
lano, merengano,  zutano  y  perengano. 

Explotar. — Hacer  explosión.   "El   cañón   explotó." 

¡Hole! — Por  ¡hola!.  ¡Hola!  +  ¡ole!  =  ¡Hole!  Y  luego  habrá  quien 
desconozca   nuestra   progenie   andaluza . . . 

Ilusionismo. — Acción  y  efecto  de  ilusionar. 

Ilusionista. — Fácil   a  las  ilusiones,   empresas  y   negocios   ilusivos. 

Jerónimo. — Usase  en  la  locución  sin  Jerónimo  de  duda,  para  expresar 
sin  duda   alguna,   sin  átomo   de  duda.  Este  Jerónimo  antillano. 


230  FEBNANDO     OETIZ 

es  uno  de  los  más  misteriosos  personajes  andariegos  del  habla 
vernacular  de  estas  Antillas.  ¿De  qué  convento  se  escaparía? 
Porque  a  juzgar  por  la  influencia  de  los  padres  Jerónimos  o 
jeronimianos  en  la  colonización  de  estas  Indias,  y  por  su 
relación  con  las  cosas  dudosas,  cuyo  esclarecimiento  filosófico 
era  propio  de  su  misión  monacal,  parece  probable  su  frailía.  ¿No 
vendría  de  Sevilla  como  el  dominico,  Fr.  Bartolomé  de  las  Ca- 
sas? Averigüelo  Rodríguez  Marín,  que  es  el  Vargas  de  las 
pesquisas  andaluzas. 

Junquillo. — Bastoncillo  delgado  y  flexible,  aunque  no  sea  hecho  de 
junco.    ||   Cadenilla  de  oro  que  usaban  las  mujeres  al  cuello. 

Lanchaje. — Gabela  o  precio  del  uso   de  una  lancha. 

Largar. — Aflojar,  soltar.  Es  voz  marinesca  muy  empleada  en  Cuba, 
como  lo  es  por  igual  origen  "aflojar".  "Le  aflojó  o  largó  una 
bofetada,  le  aflojó  o  largó  los  papeles,  aflójame  o  lárgame  el 
dinero!" 

Toro  mean. — La  poco  refinada  expresión  corre  en  Vueltarriba  por 
equivalente  a  "guapo,  valiente,  dominador".  De  un  político  de 
"mucho  arrastre"  oímos  decir  varias  veces  entre  potrereros  y 
hacendados:    "Ese  es  el  toro  meón  de  Camagüey." 

Machetín. — Machete  corto,  especiaJmente  el  adaptado  a  la  guerra  en 
forma  que  ajusta  al  extremo  del  fusil,  como  bayoneta. 

Majaderear. — Hacer   majaderías. 

Ordeño. — Acción  y  efecto  de  ordeñar. 

Orejón. — La  Academia  escribe:  "Pedazo  de  melocotón  en  forma  de 
cinta  secado  al  aire  y  al  sol."  En  Cuba  lo  decimos  al  "plátano 
maduro  aplastado  secado  al  aire  y  al  sol".  Pero  el  vocablo  tie- 
ne poco  uso,  como  no  lo  va  teniendo  tampoco  tal  golosina.  Fué 
muy  saboreada  en  los  primeros  tiempos,  como  puede  verse  en 
Oviedo.   Hoy  solemos   decir  "plátano   paso''. 

Patiseco. — Esmirriado. 

Pifiar. — Cometer  una  pifia  (2.a  acepción)  en  cualquier  juego  o  acto 
de  la  vida. 

Porra. — A  la  porra  es  expresión  vulgarota,  pero  muy  sonada  y  di- 
cha, aun  por  personas  honestas,  come  inocente;  y  fué  antaño 
indecencia  velada  por  eufemismo  poco  tupido.  Irse  a  la  porra 
o  solamente  ¡a  la  porra!  se  truecan  aun  hoy,  cuando  la  ira  o 
la  incivilidad  desatan  la  grosería,  en  las  mismas  locuciones 
impúdicas,   dichas   sin   eufemismos  que  velen   la  pornografía. 

2  ristonazo. — Algo  triste  o  tristón. 

Tristón. — Algo  triste. 

Destartalar. — Descomponer,  desbaratar,  desordenar.  ¿De  tartalear?  La 
Academia  acepta  destartalado.  ¿Por  qué  no  el  verbo?  "La  ma- 
rejada destartaló   el  cayuco:'' 

Elevado. — Tranvía  o  ferrocarril  que  va  sobre  una  fábrica  de  hierro, 
elevada  del  suelo  por  columnas.  "Tomó  el  elevado:'  ||  Esta  fá- 
brica. "Se  cayó  del  elevado." 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  231 

Elevador. — Ascensor.   Del  inglés  Elevator. 

Endiablado. — Difícil,  peligroso.  También  decimos  de  todos  los  dia- 
blos. "Ese  pleito  es  endiablado." 

Endemoniado.— Endiablado.    "El   viaje   es   endiablado." 

Latente. — Latiente.  Y  en  sentido  figurado  "vivo,  animado,  intenso",  es 
decir,  casi  lo  contrario  a  lo  que  acepta  el  Dic.  de  la  A.  Es 
americanismo  muy  generalizado.  "El  patriotismo  del  presidente 
está  latente'1  dicho  en  castellano  puede  ser  una  verdad,  pero  es 
un  insulto  o  poco  menos;  dicho  en...  cubiche  es  un  elogio.  No 
en  vano  el  crítico  español,  Martínez  Villergas,  dijo  de  Cuba  que 
era  el   "país  de  los  viceversas". 

Renegrido,   da. — Muy   negro   o  denegrido. 

Parece  corrupción  del  vocablo  denegrido;  pero  suele  aplicar- 
se a  seres  que  no  denegrecen,  como  una  gallina,  un  negro,  etc, 
por  extensión  del  sentido.  Es  en  rigor  un  cubanismo  porque 
aquí  se  usa  a  diario  y  no  en  España,  si  bien  puede  hallars? 
el  vocablo  entre  los  clásicos  (Quiñones  de  Benavente.  Entre- 
més del  Burlón,   apud  Rodríguez  Marín)  : 

"Pues  ¿no  me  he  de  quexar,  si  ya  me  tienes, 
a   pellizcos  la   carne  renegrida? 

Desflecar. — Desbaratar  una  cosa  en  forma  de  flecos.  "Le  desflecó  el 
palo  en  la  cabeza."    ||   Azotar. 

Estanquero. — Empleado  de  una  valla  de  gallos  con  funciones  princi- 
pales de  juez  de  las  lidias.  Así  vino  en  decirse,  probablemente, 
porque  las  peleas  de  tales  crestadas  alimañas  fueron  para  el 
Estado  rentas  estancadas ;  y  acaso  vuelvan  a  serlo,  porque  va- 
mos a  pasos  redoblados  a  época  de  estancamiento,  como  el 
añejo. 

Desmeritar. — Desmerecer.  Lo  contrario  de  ameritar.  ||  Denigrar,  des- 
acreditar. 

Despreocupado. — El  que  no  tiene  preocupaciones.  Suele  también  de- 
cirse despectivamene  y  por  extensión  al  descuidado  y  abandona- 
do. Usase  como  si  y  como  adj. 

Desprestigiado. — Se  dice  este  adjetivo  de  quien  ha  perdido  todo  pres- 
tigio, que  está  desacreditado.  U.  t.  c.  s.  "Ese  chino  es  un  des- 
prestigiado." 

Embarrar. — Fig.  Desacreditar,  manchar  el  prestigio  de  alguien.  U.  t. 
c.  r.  "El  senador  se  embarró.''  [|  Ensuciar.  "El  niño  se  embarró 
de    chocolate."    "La    pared    quedó    embarrada   de   pintura." 

Embarrada. — Embarradura.  "El  gobernador  se  dio  la  gran  embarrada'' 

Imposible. — De  imposible  tratamiento,  incorregible,  incurable.  "El  en- 
fermo   está  imposible."    "El   niño   de  majadero   está  imposible." 

Jeremiquero. — Persona  que  jeremiquea  con  frecuencia.  Voz  de  poco 
uso,  con: o  jeremiqueo. 


232  FEBNANDO     OBTIZ  '** 

La  Academia  ya  tiene  "jeremiada".  ¡Oh  lamentable  prole  de 
Jeremías! 

Lagartija. —  (Comer  lagartijas.)    Estar  muy  flaco. 

Lastimón. — Lastimamiento,    lastimadura. 

Lavamanos. — La  Academia  dice:  "Depósito  de  agua  con  caño,  llave 
y  pila  para  lavarse  las  manos."  Ese  aparato  ya  es  anticuado. 
Ya  se  usan  pocos  lavamanos  con  depósito.  Bastaría  decir  pila 
para  lavarse  las  manos. 

Algo  análogo  sucede  con  la  voz  lavabo,  que  el  Diccionario  de- 
fine "mesa  con  jofaina,  etc."  Puede  la  Academia  quitar  la  me- 
sa y  la  jofaina,  y  decir  sencilla  y  genéricamente:  "pila  para 
lavarse  una  persona". 

Tornapurga. — Período  en  que  se  halla  el  enfermo  que  ha  tomado  un 
purgante  hasta  que  cesan  los  efectos  de  éste.  Análogo  a  los 
castizos   tornaboda,   tornaguía   y   tornaviaje. 

Siniestro. — 'Accidente  que  en  caso  de  seguro  motiva  la  indemnización. 
No  es  sólo  el  accidente  marítimo,  sino  el  incendio  terrestre,  el 
choque,  el  robo  o  pérdida,  etc.,  según  fuese  el  objeto  del  seguro. 
"Al  mes  del    incendio  le  pagaron  el   siniestro.'' 

Chorote.— Dulce  espeso  de  maiz  y  miel.  Por  extensión  dícese  del  cho- 
colate "a  la  española",  y  de  cualquier  bebida  análoga,  densa  y 
casi  pastosa.  Suponemos  que  sea  voz  traída  de  Méjico. 

Mameluco. — Prenda  infantil  de  vestir,  compuesta  de  pantalón  y  ca- 
misa en  una  pieza. 

Manigua. — El  Dic.  de  la  A.  da  esta  voz  como  aplicada  solamente  al 
"terreno  de  la  isla  de  Cuba  cubierto  de  malezas",  aunque  no  la 
anota  como  cubanismo.  Pero  hay  manigua  en  las  otras  Antillas 
hispanoparlantes.  La  manigua  fué  la  revolución  separatista, 
y  se  dijo  irse  a  la  manigua,  al  alzarse  en  armas,  etc. 

Manigüero. — Que   vive   en  la  manigua.    \  |    Alzado  en   armas  contra   la  ^ 
metrópoli.   1 1   Que  juega  manigua  o  sea  una  especie  de  juego  de 
monte,  que  por  no  llegar  a  ser  "monte  bravo"  no  pasa  de  ser 
manigua. 

Embotellar. — Aprender    de   memoria  un    discurso. 

Embotellado. — Discurso  aprendido  de  memoria.  "No  le  dejaron  soltar 
el  embotellado." 

Alambrado. — Acción  y  efecto  de  alambrar.  Se  dice  vino  alambrado  al 
embotellado  y  garantizado  por  una  redecilla  de  alambre  que 
envuelve  la  botella. 

Dicho  sea  de  paso,  alambrar  no  es  aquí  lo  que  dice  el  Dic  de 
la  A.  cuyo  alambrar  es  "cercar  un  sitio".  Aquí  alambramos 
las  cosas,  como  las  botellas,  o  una  parcela  de  terreno,  sin  ne- 
cesidad de  "circunvalarla",  como  requeriría  el  alambrado  aca- 
démico. 

Embuchado. — Secreto.    "Suelta    el    embuchado."    ||    Entripado,    3.a    a. 

Embuchar. — Callar    un    secreto.    "Se   tenía   embuchado   el   notición." 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  033 

Lider. — Director  de  un  partido  o  agrupación  social.  "Esa  dama  es  la 
lider  de  la  alta  sociedad.  El  lider  del  Senado."  Del  inglés  leader. 
Ameritar. — Merecer.  Vocablo  muy  oído  en  Cuba. 

Empleomanía.— Conjunto  de  empleados.  "Redujo  la  empleomanía  de 
la  casa."  Esta  acepción  ba  nacido  por  faJta  de  otra  voz  apropia- 
da, que  es  muy  necesaria  al  castellano.  En  realidad,  la  manía 
se  ha  tomado  erróneamente  como  desinencia  abundancial;  pero 
este  es  un  craso  error  e  infracción  inexcusable  de  las  leyes  del 
lenguaje.  Suele  decirse  en  igual  sentido  burocracia;  pero  esta 
voz  tiene  una  significación  muy  acertada  y  propia,  reconocida 
ya  por  la  Academia.  Empleomanía  y  burocracia  son  vocablos 
que  se  dicen  en  mala  parte,  que  envuelven  una  intención  despec- 
tiva, y  necesitamos  en  castellano  una  palabra  que  exprese  el 
"conjunto  de  empleados"  sin  referencia  a  "manías",  "afanes 
codiciosos"  y  "excesivas  influencias",  que  sugieren  aquellos  vo- 
cablos a  que  se  suele  echar  mano  como  sustitutivos.  Casi  es  de 
extrañar  que  los  empleados,  especialmente  los  públicos,  no  ha- 
yan pensado  en  emplear  algo  del  sobrante  tiempo  de  su  empleo 
para  impedir  que  corra  más  por  ahí  con  pretensiones  de  de- 
corosa presencia,  hasta  entre  legajos  y  balduques,  la  despectiva 
empleomanía.  ¿Haría  al  caso  empleadería  o  empleaderío?  Que- 
da  hecha   la   propuesta. 

También  habría  de  ser  útilísimo  un  neologismo  para  expre- 
sar lo  relativo  al  empleo  y  al  empleado;  y  forzados  a  forjarlo 
se  tendría  que  batir  un  empieal,  o  emplear,  o  empleista  y  un 
empieadal  o  empleadesco  o  empleadista.  (Véase  el  vocablo  bu- 
rocracia.) 

Decidirán  los  lingüistas  y  la  Academia.  Y  Dios  sobre  todos, 
como  rezan  los  calendarios  populares  en  materia  de  pronósticos. 

Frita. — Se  suele  decir,  como  vulgarismo,  a  la  comida.  "No  gana  ni  pa- 
ra la  frita,  hay  que  buscarse  la  frita.'1 

Latería. — Comida  conservada  en  lata.   "Hoy  comí   de  latería." 

Lavada. — Lavadura.  "Tan  sucio  se  puso,  que  hubo  de  darse  varias 
lavadas." 

Doliente. — Persona  doliente  por  la  muerte  reciente  de  un  familiar. 
"Di  el  pésame  a  los  dolientes,  que  iban  al  entierro." 

Efectismo. — Efecto  impresionante  que  se  produce  en  la  opinión  sin 
razón  ni  motivo  serio,  ni  finalidad  sustancial.  Calidad  de  lo 
efectista.   "Ese  anuncio  es  sólo  efectismo''' 

Efectista. — Que  produce  efectismo.  "Mengano  es  un  discurseador 
efectista.'' 

Emocionar. — Producir  emoción. 

Emocionante. — Que  emociona. 

Empapada. — Acción  y  efecto  de  empapar  o  empaparse. 

Lejísimo. — Muy  lejos.  A  este  adverbio  le  damos  no  sólo  forma  super- 
lativa, sino  que  lo  adjetivamos.  "Ellas  estaban  lejísimo  o  le- 
lísimas." 


234  FERNANDO      ORTIZ 

Lejito.  a. — fam.  Poco  lejos.  No  conforme  con  lejitos,  adverbio  en  di- 
minutivo  (sic),  hemos  creado  el  adjetivo:   "La  casa  esta  tejUa." 

Lejitos. — Forma  patológica  diminutiva  del  adverbio  lejos. 

Lejos. — También  convertimos  este  proteiforme  vocablo  en  conjunción: 
'•lejos  de  venir,  se  fué,  Jejos  de  ayunar,  comió."  Equivale  a  en 
vez  de,  en  lugar  de. 

Silenciar. — Dejar  algo  en  silencio,  no  decirlo. 

Tramposería. — Acción  propia   de   tramposo. 

Grulla. — El  folklore  cubano  de  la  región  oriental  conserva  la  expre- 
sión cantarle  la  grulla.  Díoese  que  cuando  una  persona  tarda 
en  morir  y  es  víctima  de  una  larga  y  penosa  agonía  bay  que 
cantarle  la  grulla  para  acabar  sus  males,  y  a  ese  efecto  piado- 
so un  amigo  desde  una  esquina  o  algo  lejos  de  la  casa  grita: 
"¡Fulano  comió  grulla!";  y  otro  contesta  a  distancia:  ¡No  la 
comió!.  ¡Si  la  comió!  replica  el  primero.  ¡No  la  comió!  repite 
el  segundo;  y  así  varias  veces.  Y  cuéntannos  que  el  infeliz 
muere  pronto  y  sin  sufrir.  Nótese  que  en  realidad  no  bay  canto 
alguno,  y  sólo  un  diálogo  en  alta  voz  y  al  parecer,  real  y  po- 
sitivamente anodino. 

¿Cuál  es  el  origen  de  la  anodina  costumbre?  ¿Será  de  origen 
indio,  remontándose  a  perdidas  prácticas  totemistas?  ¡Quién 
sabe!  ¿Podremos  algún  día  llegar  a  asegurarlo?  Quizás  antes 
nos  canten   la  grulla. 

Girioilla. — Miedo.  Esta  acepción  la  tomamos  del  Glosario  de  Ramón 
Martínez,   como  propia  de   Santiago  de  Cuba. 

Pretorio. — Dice  Suárez:  "Escalón  o  escalera  de  pocos  peldaños,  de 
piedra  o  manipostería,  que  en  algunas  poblaciones  hay  en  las 
aceras,  delante  de  las  puertas,  para  librar  el  desnivel  entre 
el  pavimento  y  el  piso  de  las  casas."  Esta  es  acepción  nacida 
por  extensión  de  la  propia:  "Pórtico  o  "portal"  al  frente  de 
una  casa  alta,  de  nivel  superior  al  de  la  calle,  con  escalera  de 
entrada  generalmente  comprendida  en  el  pavimento  de  aquél." 
Cuando  el  desnivel  es  poco,  pueden  las  escaleras  estar  en  la 
acera,  como  dice  El  Españolito;  pero  si  la  altura  del  piso  de 
la  casa  es  considerable,  es  imposible  tender  una  escalera  en 
la  acera  y  entonces  se  construye  en  el  interior  del  portal,  des- 
de la  calle  al  piso  de  éste,  que  se  llama  en  Oriente  pretorio, 
como   se   dijo    antaño   en   la   Habana. 

¿Etimología?  Creemos  que  religiosa.  Fueron  numerosas  las 
estampas  y  pinturas  del  gobernador  o  presidente  de  la  provincia 
romana  de  Grlilea  Poncio  Pilatos,  dirigiéndose  a  la  multitud 
hebrea  desrle  el  "pretorio",  figurado  por  un  pórtico  con  ante- 
pecho sobre  la  vía  pública.  Y  si  de  ahí  no  provino  el  "pretorio" 
cubano,  dígasenos  de  dónde,  que  bien  quisiéramos  otra  eti- 
mología de  más  gratos  recuerdos,  por  más  que  aquel  presiden- 
te es  sin  duda  el  único  de  quien  no  se  puede  decir  que  "jar 
más  tuvo  las  manos  limpias". 


UN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  235 

Tripoteo. — Al  tripoteo.  Al   retortero,   al   estricote,   a  mal   traer.  Voca- 
blo usual  en  Oriente.   (R.  M.). 
¿Procederá  del  francés  tripoter? 
Amellar. — Por  mellar.    (R.   M.).  Prótesis  muy  frecuente  en  Cuba. 
Mamonciliero. — El    árbol    que    da    el    mamoncillo,    en    Oriente,    según 

R.   Martínez. 
Apachurrar. — Por   despachurrar.    (R.    M.). 

Apazote. — Pazote.  Esta  hedionda  planta  en  Cuba  se  emplea  para 
brevajes  de  brujería,  y  bay  quien  supone  que  la  mata  trae  for- 
tuna a  su  poseedor.  (R.  M.). 
Aplazado,  a. — Unido  en  concubinato,  con  promesa  de  matrimonio 
aplazado.  Es  voz  de  Oriente,  según  R.  M.  ¡Honesto  eufemismo! 
"Vivían  aplazados." 
Aplazarse. — Unirse   en   concubinato. 

Barbaján. — Ramón  Martínez  no  cree  que  se  aplica  a  los  rústicos,  co- 
mo dice   Suárez,  sino  que   equivale  a  malo,   acerbo,  etc.   "¡Que 
barbaján !" 
Bayoya. — Vulg.   Barriga.   Voz   de    Santiago   de   Cuba.    (R.   M.). 
Bejuquero. — Bejucal.    (R.   M.). 

Caía7«?;.^Antaño    fué    sinónimo    de    "bodeguero'',   modesto    comercian- 
te de  víveres,  que   entre  nosotros  es   cabeza  de  turco  de  befas 
y   bromas,   como   en  Madrid   el  hortera. 
Por  eso  se  cantó  la  guaracha: 

"Al   pasar   por   un    barranco, 
Gritó   un   negrito  bozal: 
;Ay,   mi    Dio!     ¡Quién   fuera   branco, 
Aunque   fuera   catalán!" 

Bacía. — Lavazas.  Voz  de  Santiago  de  Cuba  y  su  región,  según  R.  M. 

Badajazos. — Badajada. 

Balance. — Mecedora.    (R.   M.). 

Balandrero. — Pescador  que  embarca  en  un  balandro.  El  Dic.  acadé- 
mico acepta  "balandro"',  como  voz  usada  en  Cuba. 

Ballestilla. — Arco   de  violín.    ||    fig.   Persona   delgada.    (R.    M.). 

Probable    derivación    de    la    acepción    marinesca,    que    nos    da 
el   Dic.   de  la  A. 

Duro,  a. — Ponte  duro  o  dura,  es  locución  vulgar,  que  hemos  oído  mu- 
cho en  Oriente,  aun  entre  gente  "bien",  como  desde  hace  pocos 
años  hemos  dado  en  decir.  Y  significa:  "anímate,  embúllate, 
avívate".  Y  para  más  dato,  oímos  un  nuevo  son,  que  dice: 
"Ponte  dura,  Isabel,  ponte  dura..."  No  tenemos  por  qué  dar 
fe  de  la   decencia   original   de  la  expresión. 

xeñe. — Excremento,    porquería.    (Oriente.    R.    M.). 

¡Ojo! — Interjección  de  desprecio  e  indiferencia,  como  diciendo:  ¡A 
mi  qué!    ¡No  me  importa!    (R.  M.). 

Panguango. — Pazguato,    "sanguango".    (R.    M.). 

Peje. — fig.   Mujer,   amante.    (Oriente.  R.   M.) . 


236  FERNANDO     ORTIZ 

Arrebolada. — Se  dice  en  Santiago  de  Cuba  y  su  región  a  la  mujer 
emperejilada,    y   no   sólo   con   arrebol.    (R.    M.). 

Arriero. — Suárez  describe  el  ave  de  ese  nombre.  Es  creencia  muy 
generalizada,  según  R.  Martínez,  la  de  que  el  arriero  en  salsa 
cura   la   desgana. 

Atrozonarse. — Atorozonarse. 

Babucha. — Especie  de  chambra  o  corpino,  según  R.  M.  Voz  de  Oriente. 

Senserenico. — Tomeguín.    (Oriente.    R.    M.). 

El  senserenico  canta  chiquilianes,  tirulíes  y  repeticiones,  que 
así  se  clasifican  sus  encantadores  trinos:  su  canto  exaltado,  su 
canto  normal,   o   su   disputa  con   un   compañero. 

Chiquiliún. — Trino  de  un  tomeguín  o  senserenico.  Voz  onomatopéyi- 
ca.    (R.   M.). 

Tirulí. — Trino  de  un  tomeguín.  Voz  onomatopéyica.    (R.   M.). 

Yaba. — Probablemente  la  misma  yaba.  Según  R.  Martínez,  era  usual 
en  Santiago  de  Cuba,  cuando  al  llamar  a  alguien  contestaba 
éste   "¡ya  va!",   replicarle:    "¡buena  madera  para  taburetes!" 

Apreparar. — Por  preparar.  Al  decir  de  R.  M.  hubo  en  Oriente  una 
tonadilla  que  decía: 

"Aprepárate    mandinga, 
Que   frutan  va, 
El    que   dice   que  no   quiere 
Y    queriendo    etá." 

Aroma, — "Estar  en  su  aroma'',  equivale  a  "estar  en  su  apogeo,  a  su 
gusto,  etc." 

Llamamos   aroma  y  mata   de  aroma  al   aromo. 

"En  el  patio  de  mi  casa, 
Hay   una   mata   de  aroma; 
El  que  hable  mal  de  mí 
Que  la   lengua   se  le   coma."    (R.    M.). 

Ludio. — Listo,    picaro.    (Oriente.    R.    M.).    ¿De    largo   y    larguirucho. 

Mabinga, — Especie   de  tasajo.    (R.   M.). 

Macho,  a. — Puerco,  cerdo.  (Oriente.  R.  M.).  Pero  no  se  dice  "carne 
de  macho'',   sino   de  puerco. 

Mayal. — Cerca  de  mayas  o  "matas  de  maya".  (R.  M.).  "Brincar  el 
mayal",  equivale  a  saltar  la  cerca,  y  si  se  dice  de  una  guajirita 
significa  que  se  fué  con  el  novio. 

Mejer. — Comer.  Voz  anticuada,  de  uso  actual  en  Oriente.  (R.  M.).  Es 
allá  expresión  en  el  juego  de  naipes,  cuando  un  jugador  come 
las  cartas  a  otro,  decir  "me je  meje,  ya  devolverás."  Así  debió 
de  decirlo  Hernán  Cortés,  el  primer  alcalde  de  Santiago  de 
Cuba. 

Alfajolrico. — Alfajor  rico.  Clase  de  alfajor.  (R.  M.).  Dice  este  escri- 
tor:   "Se  hace  una  pasta  de  harina  de  yuca  (o  sea  de  casabe  re-1 


ÜX    CATAURO    DE    CUBANISMOS  237 

hiojado  en  miel  o  en  almíbar),  pina  y  jengibre;   y  se  corta  en 
romboides." 

Alfajor  de  panocha. — Según  R.  Martínez:  "Se  lleva  a  punto  de  mel- 
cocha cierta  miel  o  almíbar,  y  se  le  echa  clavo,  canela,  culan- 
tro tostado,  ajonjolí  tostado  y  almendras.  Se  deja  embeber  una 
hora  y  luego  se  vacía  en  cajitas,  cucuruchus,  etc.,  y  se  le  riega 
ajonjolí  y  canela  en  polvo." 

Altarito. — Diminutivo  incorrecto  de  altar,  en  vez  de  "altarcito".  1 1 
Conjunto  de  ilusiones.  En  esta  acepción  se  emplea  en  la  frase 
muy  oída  de  "se  le  cayó  o  derrumbó  el  altarito". 

Sudón,  na. — Sudoroso,  sa. 

Comelón,  na. — Por  comilón,  na. 

Chiripa. — Dice  la  Academia:  "En  el  juego  del  billar,  suerte  favora- 
ble que  se  gana  por  casualidad  |[  2  fig.  y  fam.  Casualidad  fa- 
vorable." 

No  dice  nada  acerca  de  su  origen.  ¿Será  americano?  Quizá. 
Chiripa  es  vocablo  que  aun  se  usa  en  tribus  aruacas  y  guara- 
níes de  Suramérica  (Ebland  Xordexskiold.  Comparative  Eth- 
nographical  studies.  Vol.  2.  Goteborg,  1920,  pág.  59),  y  signi- 
fica pampanilla  o  taparrabo.  Recuerde  ahora  el  lector  hispano, 
y  el  iberoamericano,  como  en  la  coprolalia  vernacular  es  fre- 
cuente simbolizar  en  partes  y  líquidos  sexuales  la  buena  suer- 
te en  el  juego  y  en  la  vida,  o  sea  la  frecuencia  de  "casualida- 
des favorables".  ¿Es,  pues,  inverosímil  que  se  introdujera  el 
uso  de  la  voz  chiripa,  a  modo  de  eufemismo  que  encubriera 
como  taparrabo  lingüístico  otros  de  los  desnudos  vocablos,  que 
aun  se  exhiben  por  esos  mundos,  sin  pudor  ni  recato?  Decirle 
a  uno  que  tiene  chiripa,  equivale  en  Cuba  a  decirle  suciamente 
que  tiene...  Perdónenos  el  lector  que  no  apuremos  el  argu- 
mento ni  volvamos  sobre  él...  ni  por  chiripa;  no  acertamos 
a  dar  con  honesta  pampanilla   que   lo   cubra   con   abastanza. 

Marteño. — Clase   de  plátano   guineo,    conocido   en   Oriente. 

Tajona. — Tambora  africana.  ]|  El  son  de  esa  tambora.  ||  Baile  al  son 
de  ese  instrumento. 

Tahona. — Tajona. 

Taona. — Tajona. 

Caclianchán. — Alcahuete.    Servidor    político    incondicional. 

Morenaje. — Conjunto  de  los  morenos  o  negros.  "Todo  el  morenaje  in- 
gresó en  el  partido." 

Champiura. — Vulg.  Acción  propia  de  un  ehampion.  Alarde  vanidoso. 
"Me  soltó  la  champiura  de  que  era  rico."  Vocablo   de   Oriente. 

Albur. — La  expresión  albur  de  arranque,  significa  el  último  albur,  en 
que  suele  jugarse  el  todo  por  el  todo.  Se  ha  dicho  reiteradas 
veces  de  los  gobernantes,  que  próximos  a  cesar  en  la  presiden- 
cia u  otros  cargos,  han  realizado  vergonzosos  y  desvergonzados 


Ü3S  FERNANDO     ORTÍZ 

apoderarnientos    de    fondos    públicos.    "El    general    está    en    su 
albur  de  arranque." 

Hemos  oído  decir  ahur  de  arranque,  sin  duda,  por  lo  que  de 
despedida  han  tenido  esos  albures;  pero  ello  es  una  corrupción 
más,  la  del  vocablo  sumada  a  la  de  la  acción.  De  paso  diga- 
mos que  antaño,  como  para  significar  más  lo  poco  católico  de 
ahur,  que  tan  hereje  debe  de  ser  como  el  albur,  se  decía  siem- 
pre al  que  despedíase  con  esa  vulgar  interjección:  "abur  dijo 
el  diablo  por  no  mencionar  a  Dios".  Pero  seguimos  diciendo 
abur,  y  ya,   académicamente.    ¡Las  diabluras   del   lenguaje! 

Jandango. — Una  planta  muy  alta  y  sin  rama.  Así  dice  R.  Martínez 
en  su  "Glosario".  Voz  de  Oriente. 

Jandangón. — Individuo   alto   y    desgarbado.    (R.    M.). 

Jigüe. — Debió  de  tenerse  por  característico  de  este  ser  invisible  y 
fantástico,  creado  por  la  imaginación  india,  especie  de  gnomo, 
la  de  ser  negro,  pues,  según  R.  Martínez,  a  los  negritos  se  les 
decía  antaño:    "Parece  un  jigüe:' 

Patagüevos. — Especie  de  matas  de  color  gris,  con  que  jugaban  los 
muchachos.    (R.  M.). 

Lengüín. — Hablador,   lenguaraz,    chismoso. 

Lengüino. — Hablador,   lenguaraz.    (R.    M.). 

Leyista. — Leguleyo.    (Oriente.   R.   M.). 

Dentada. — Dentellada. 

Desapartarse. — Por  apartarse. 

Emborujar. — Aborujar. 

Empanjarse. — Empacharse.    Cubanismo    de   Oriente.    (R.    M.). 

Empañetar. — Enlucir,    blanquear    una    casa.    (R.    M.). 

Empapazón. — Aguazal.    (R.    M.). 

Empinado. — En  Oriente,  trebejo  de  cocina  donde  se  coloca  el  colador 
del  café.    (R.  M.). 

Fachendo. — Fachendoso.    Orientalismo,    según   R.    Martínez. 

Fafaratina. — En  Oriente,  confusión,  barullo,  escándalo.  "Se  armó  una 
fafaratina.'' 

Celebrarse. — Cortejarse.  Es  vocablo  de  Oriente,  que  se  aplica  a  las 
conversaciones  de  los  enamorados.  "Esos  novios  se  están  cele- 
brando en  el  pretorito."  Y  no  está  mal  inspirada,  que  digamos, 
la  palabreja.  En  aquella  región  cubana  no  se  acostumbra  de- 
cir   cortejar,    porque    cortejo    significa    "amante,    querido". 

Enterito. — Válganos  este  diminutivo,  como  pudieran  valemos  otros 
muchos  (Manguito,  callandito,  desnudito,  derechito,  cerradito, 
lejitos,  clarito,  etc.)  para  poner  de  relieve  en  el  uso  o  abuso 
de  formas  diminutivas  que  hacemos  en  Indias,  la  aplicación 
de  éstas  para  intensificar  el  sentido  de  un  vocablo.  Enterito 
quiere  decir  "entero  del  todo",  "muy  entero",  como  lejitos  es 
"muy  lejos",  blanquito  es  "muy  blanco",  áescaraáito  es  "muy 
descarado",   jorobadito   es   "muy  jorobado",   etc.   Por  donde  una 


ÚX    CATAUKO    DE    CUBANISMOS  239 

forma  diminutiva  viene  a  ser  aumentativa.  Y  solemos  usar 
para  mayor  intensidad,  de  esa  forma  aumentativa  de  los  len- 
guajes primitivos,  por  contaminación  africana  acaso,  consis- 
tente en  la  duplicación  del  vocablo:  "El  agua  está  clarita 
clarita;  me  queda  un  billete  enterito  enterito;  se  fué  callan- 
dito callandito",  etc. 

Burar. — Por  aburar.  Dícese  aplicada  a  la  ropa  que  se  plancha.  "¡Vas 
a  burar  esa  ropa!" 

Burena. — fam.  Santiago  de  Cuba.  Docena.  "Tengo  una  burena  de  ma- 
tes."   (R.   M.). 

Caballero   pobre. — Torrija,   Voz  de  Oriente.    (R.   M.). 

Canchanchara. — Se  aplica  a  unos  terrones  de  azúcar  prieto,  muy  du- 
ros que  no  se  pueden  mascar  y   se  chupan.    (R.    M.). 

Cañambú. — Caña  de  bambú.  Análogo  el  vocablo  a  cañaduz,  canale- 
ra, etc. 

Guaraguo. — fig.    Guapo,    matón.    "Orientalismo",    según    R.    Martínez. 

Guayar. — Trabajar.   Vulg.   de    Santiago   de   Cuba.    (R.    M.)  . 

Sirica. — Miedo,  güica.    (R.   M.). 

Habladera.— Habladuría.    (R.  M.). 

Hervor. — Acedías.    (Oriente.   R.   M.). 

Hurguetear. — Hurgar.    Algunos    dicen    jurguetear.    (Oriente.    R.    M.) . 

Desguatacar.  —  Descortezar,  mondar,  pelar,  descascarar.  Dícese  en 
Oriente  aplicándose  a  la  yuca.    (R.  M.). 

Caricato. — Comida  de  plátano  pintón  asado  y  machacado  en  pebre. 
(R.  M.). 

Cosita. — La  hora  de  la  cosita,  fué  antaño  de  una  a  una  y  cuarto  en 
las  escuelas  públicas,  para  la  merienda  o  cosita  o  dulce  seco 
que  se  llevaba  para  comerlo.    (R.   M.). 

Cositera. — Vendedora  de  cosita,  como  alfajor,  merengue,  panqué,  ale- 
gría, etc.    (R.  M.). 

Mazamorra. — Majarete,  en  Oriente. 

Cosuba. — 'Residuo  inservible  de  la  yuca  después  de  extraer  de  ella 
las  materias  utilizables.   De   ahí   derívase   cosubc. 

Zurrupía. — Zurrapa.    (R.   M.). 

Buije. — Brujo,  duende.  Hemos  recogido  el  vocablo  en  las  Villas.  ¿Se-'á 
formado  por   "brujo"   y   "jigüe"? 

Rencorista. — Por    "rencoroso". 

Curtiembre. — Curtiduría.    Cubanismo    oriental.    (R    M.). 

Cutarear. — Sonar  las  cutaras   o  chancletas.    (R.    M.). 

Cutarera. — Chancletera,  aplicada  a  la  mujer. 

Chaguala. — Zapato  viejo.   Usase   en   Oriente  y  en   Sur   América. 

Chivato. — El  chivo  capaz  de  padrear.    (R.  M.). 

Chochó. — Bijirita.   Voz  de   Santiago  de  Cuba.    (R.   M.). 

Churrupiarse. — Zurruscarse.    Cubanismo   de    Oriente.    (R.    M.). 

Fresconaza. — Lampusa,  atrevida;  aplicado  el  vocablo  a  la  mujer. 
(R.   M.). 


¿40  ¿-ERRANDO     OBTIZ 

Furo. — Hoyo.  Este  vocablo  de  rancia  y  castiza  raiz  aun  se  usa  en 
Santiago  de  Cuba.    (R.  M.). 

Gambado.— 'Estevado,  o  sea:  "que  tiene  las  piernas  torcidas  en  arco, 
como  la  esteva".  Al  patizambo  o  sea  al  de  "piernas  torcidas 
bacia  afuera",  le  decimos  siempre  gambado;  pero  al  estevado 
cuyas  piernas  se  curvan  bacia  adentro,  solemos  decirle  patas 
de  catre,  con  muy  poca  piedad. 

Blaneuso. — Blancuzco.  Solían  decir  los  negros  despectivamente  al 
blanco.  Hoy  suelen  decirle  "blanquito  amarilloso",  según  Ra- 
món Martínez. 

Empañetada. — Esta  palabra  se  usa  en  la  expresión  "pared  empañe- 
tada'',  para  significar  que  es  de  "embarrado".    (R.    M.). 

Bolillos. — Baquetas  o  palillos  con  que  se  toca  el  tambor.    (R.  M.). 

Bomba. — Además  de  las  académicas  conocemos  en  Cuba  otras  bom- 
bas. Algunas  trae  el  Vocabulario  cubano  de  Suárez. 

Al  sombrero  de  copa  alta,  trebejo  que  ba  motivado  chanzas 
desde  su  aparición  primera,  se  le  llamó  en  Cuba  bomba,  por 
comparación  con  las  registradas  en  las  acepciones  2.a  y  3.a 
del  D.  de  la  A.  Y  para  especificar  se  le  dice  aun  bomba  de  pelo, 
Bomba  de  iglesia  solía  llamarse  a  la  guardabrisa;  y  bomba 
de  fuego  a  la  girándula  pirotécnica.    (R.  M.). 

Bonúo. — Puñetazo.   Voz   de   Santiago   de   Cuba.    (R.    M.). 

Botaganado. — Apéndice  delantero  que  llevan  las  locomotoras  en  Cu- 
ba para  defenderse  en  caso  de  choque  contra  un  animal.  De 
botar  y  ganado.    (R.  M.). 

Firulístieo. — En  Oriente,  según  R.  M.,  se  dice  al  negro  que  abusa  de 
la  ese  en  la  pronunciación. 

Equivale  a  veces  al  superferolítico  del   resto  de  Cuba. 

Francés. — Oro  francés,   se  dijo  al   cobre.    (R.   M.). 

Los  franceses  inmigrados  de  Haití,  cuando  la  revolución  se- 
paratista de  aquella  colonia  francesa,  y  los  constantes  contac- 
tos con  haitianos  han  dejado  su  sello  en  la  región  oriental 
cubana.  Allí  se  dijo  para  denostar  al  francés  inmigrado:  "fran- 
cés judío,  bautizao  con  agua  de  bacalao",  y  acaso  se  remonte 
el  insulto  a  la  época  de  los  hugonotes,  cuando  los  bucaneros 
y  filibusteros  franceses,  dueños  de  la  isla  Tortuga,  eran  harto 
temidos  de  los  santiagueros. 

¡Ajila! — Interjección  ordenando  a  una  persona  que  se  vaya.  Equivale 
a  ¡fuera!,  ¡vaya!  Derivación  de  ahilar,  que  está  en  el  D.  de 
la  A. 

Ajilarse. — Irse.   De  ahilarse. 

Aceite  de  gas. — Petróleo. 

Aceite  de  carbón. — Petróleo. 

Luz   brillante. — Petróleo. 

Gasolina. — En   Vueltarriba   se    dice   al    vehículo   ferroviario    o   náutico 


UN  CATAURO  DE  CUBANISMOS  241 

inovido  por  motor  de  gasolina:    "Descarrilé  en  ia  gasolina,  nos 
embarcamos  en  la  gasolina." 

Yagua. — Cortar  yagua.  Ciscarse. 

Caciento. — Bija,    achiote,    según    Ramón    Martínez. 

Aguacamola—  Guacamol    o    guacamole.    Corrupción    muy    frecuente. 

Aguachirre. — Por   aguachirle.    (R.   Martínez). 

Cafagua. — fam.   Aguachirle   de   café.    (Oriente.   R.    M.). 

Aguar áientúo. — Entregado  a  la  embriaguez  del  aguardiente.    (R.   M.j. 

Aguatero.  —  Se  dice  despectivamente  del  que  no  bebe  licores  y  sí 
sólo  agua. 

Vinatero,  a. — Además  de  las  acepciones  académica",  aquí  poco  usadas, 
se   dice   de  la  persona  bebedora  de  vino. 

Ahogato. — Vulg.   Or.   Cusubé.    (R.   M.). 

Ajiaco.  —  Dice  la  Academia:  "Especie  de  olla  podrida  usrda  en 
América,  que  se  hace  de  legumbres  y  carne  en  pedazos  pe- 
queños y  se  sazona  con  ají."  Es  verdad  que  "legumbre''  so 
dice  por  extensión  a  toda  hortaliza;  pero  esa  no  es  la  acep- 
ción propia,  y  como  quiera  que  al  ajiaco  no  se  le  echa  ningún 
género  de  "fruto  que  se  cría  en  vainas",  es  de  creer  que  si  en 
esa  definición  se  cambiara  legumbres  por  hortalizas,  ganaría 
en  precisión  y  claridad.  Y  acaso  también  estaría  mejor  decir 
"carnes",  en  plural,  porque  en  el  ajiaco  entra  la  carne  fresca 
y  la  cecina  o  tasajo,  y  la  de  "res",  y  la  de  puerco,  y  hasta  la 
de  pollo. 

En    Cuba    tenemos    ajiaco    montuno,    de    Carne  güey,    bayamés 
y    habanero,    según    sus   componentes    y    condimentación. 

Tropezón. — Especie  de  dulce,  análogo  al  atropellado.  Ramón  Martí- 
nez recoge  el  pregón,  bolero  o  crítica,  que  se  cantaba  en  San- 
tiago   de    Cuba: 

"Alegría   de   coco, 
dulce  de  limón, 
a   nadie   le   falta 
su   buen   tropezón." 

Aleluya. — Cierto  dulce  de  leche.  El  Dic.  de  la  Academia,  en  la  "i.3 
registra  esta  acepción.  Ramón  Martínez  recoge  el  vocablo  en 
Santiago  de  Cuba,  y  nos  da  la  receta:  "Para  tres  litros  de  le- 
che, una  libra  de  almendras  molidas  y  cinco  de  azúcar.  Cuan- 
do tiene  "el  punto"  se  echa  la  mfsa  en  un  tablero  y  se  cortan 
las  aleluyas  con  moldes  de  hojalata  de  la  figura  que  se  quiera, 
echándole  grajea  encima."  Para  el  Dic  es  dulce  de  monjas, 
que  se  repartía  en  Pascua  de  Resurrección.  En  las  Indias  lo 
hemos    secularizado   y   vendido   con    este   pregón: 

"¡Aleluya!     ¡Aleluya! 
Cada  uno   con   la  suya." 


2Í'Ú  FERNANDO     ORTIZ 

Y  del  pregón  hicimos  dicharacho  de  bien  distintas  y  poco 
monjiles  aplicaciones. 

Guaniao. — Abundante  en  dinero.  Es  vocablo  poco  usado,  que  hemos 
oído  alguna  que  otra  vez  en  Oriente.  Procede,  sin  duda,  de  gua- 
nín,  oro  de  baja  ley  o  cobre,  voz  indoantillana  que  corre  por 
todas  las  Américas,  como  difundida  por  los  conquistadores 
europeos. 

En  estas  Antillas  conservamos  aun  muchas  voces  toponími- 
cas derivadas  "al  parecer"  del  guaní  o  guanín  precolombino, 
como  Guaniano  en  Haití,  Guanica  en  Puerto  Rico,  y  Guaní 
cun,  Guaniguanico,  Guanimar,  Guaninao,  Guaninaguas,  Guaní- 
nao,   Guaninicú  y  Cayaguaní  en  Cuba. 

No  aseguramos  que  todas  e~as  voces  procedan  de  guaní; 
pues  dada  la  influencia  del  prefijo  determinativo  gua  en  el 
habla  indoantillana,  y  la  del  gentilicio  guane,  de  que  en  ocasión 
más  propicia  habremos  de  tratar  ampliamente,  sería  muy 
aventurado   sostener   esa   opinión. 

De  todos  modos  es  interesante  el  vulgarismo  guaniao,  que 
con  castellanizada  prosodia  debiera  ser  guaniado,  y  su  persis- 
tencia a  través  de  los  siglos. 

Protocolista. — Empleado  de  un  notario  encargado  del  protocolo  y  re- 
dacción de  escrituras  matrices.  Es  vocablo  usual  en  la  región 
oriental   de  Cuba;    en   la  occidental   decimos   cartulario. 

Cartulario. — Véase  protocolista.  Las  acepciones  académicas  no  son 
ya  usadas  en  Cuba. 

Ajilimójili. — fig.    Barullo,   mescolanza.    (R.    M.). 

Ajoto. — Vulg.  Or.  Repulsa,  desprecio.  (R.  M.) .  "Recibió  un  gran 
ajoto.'"  ¿Derívase  de  hoto? 

Ajotar. — Vulg.  Oriente.  Repulsar,  despreciar.  "¡Te  ajotaron!"  ¿De 
hoto,  como  ahotado  y  ahotas? 

Alcaraira. — Caraira.  (R.  M.).  Se  cree  por  los  montunos  que  las  auras 
no  comen  de  la  carne  putrefacta  hasta  que  la  caraira  toma  su 
parte    primero. 

Alebretarse—  Vulg.  Or.  Excitarse  sexualmente.  (R.  M.).  Forma  de! 
vocablo  alebrestarse,  en  su  acepción  indecentona. 

Fanguero. — Fangal. 

Finado. — Difunto.  Maiz  de  finaos,  es  un  plato  culinario  de  granos  de 
maiz. 

Acaso  tenga  relación  con  ese  maiz  la  vieja  costumbre,  san- 
tiaguera  o  cubana,  que  nos  cuenta  Ramón  Martínez  en  su  Glo- 
sario. Antaño  era  la  época  o  semana  de  los  finaos,  la  que  se- 
guía del  2  de  Noviembre,  o  dedicación  religiosa  a  los  difuntos 
hasta  el  día  9  del  mismo  mes.  Los  hermanos  mayores  obli- 
gaban a  los  menores  a  que  guardaran  su  merienda  y  parte  de 
su  comida  para  los  finaos;  y  cuando  estaban  dormidos  los  her- 
manitos,  los  grandullones  se  comían  lo  guardado  inocentemen- 


ÜN    CATAURO    DE    CUBANISMOS  243 

te.   Estos   solían   con   voz   hueca  y   gangosa   decir   ocultos   para 
amedrentar   a   sus   pueriles   víctimas: 

"Angeles    somos, 
Del  cielo  venimos, 
Carne   tenemos, 
Casabe  pedimos." 

En  la  región  occidental  de  Cuba  también  se  conoció  la  cos- 
tumbre, traída  sin  duda  de  España.  El  maiz  de  finaos  se  prepa- 
raba dejándolo  remojar  en  agua  con  een.'za,  lo  cual  si  para  al- 
gunos recordaba  el  pulvis  eris  del  rito  cuaresmal  del  miércoles 
de  ceniza,  en  que  la  iglesia  católica  recuerda  a  sus  fieles  la 
triste  condición  de  mortales,  para  otros  es  una  simple  práctica 
casera  de  culinaria  para  reblandecer  los  granos  de  maiz,  al 
igual  que  se  suele  hacer  con  los  garbanzos,  habichuelas,   etc. 

El  maiz  de  finaos  se  preparaba  el  día  1.°  de  Noviembre  y  se 
comía  el  día  2.  Probablemente  antaño  debió  de  dejarse  servido 
en  la  mesa,  para  los  finaos,  durante  la  noche  o  vigilia  del  día 
de  difuntos,  como  sucede  en  numerosas  regiones  de  Europa; 
pero  no  tenemos  prueba  de  que  así  fuera. 

También  era  corriente  que  la  noche  del  Io  de  Noviembre  los 
muchachos  guardasen  bajo  la  almohada  alguna  comida,  como 
pastelitos,  galletas  o  fruta,  para  los  difuntos  o  finaos.  Fué  ésta, 
también,  costumbre  muy  extendida  en  el  Viejo  Mundo,  de  la 
cual  sobreviven  en  Cuba  los  catalanes  panallets,  que  suelen 
venderse  en  algunas  casas  de  la  Habana  el  día  de  Todos  los 
Santos. 

Los  antecedentes  y  explicación  de  esta  supervivencia  de  an- 
cestral superstición,  que  se  remonta  a  las  más  oscuras  y  pri- 
mitivas edades  de  la  evolución  humana,  nos  haría  salir  del 
catauro  lingüístico. 

Velorio. — Reunión  aburrida,  poco  animada.  "El  mitin  fué  un  velorio'' 

Güititía. — Persona    insignificante,    "picúa",    cursi. 

Huyan,   a. — Que   huye   con    facilidad.    "Un    gallo    huyan.'' 

Cumplido. — Decimos  cumplió,  del  gallo  cuya  edad  le  impide  ser  bravo 
luchador. 

Rosita. — Decimos  ir  o  estar  de  rositas  al  que  va  o  está  en  condicio- 
nes muy  ventajosas  o  preferentes.  "El  fué  a  la  lucha,  electoral 
sin  gastar  dinero,   o  sea  de  rositas. 

Flor. — "Ir  o  estar  de  flor"  es  ir  o  estar  como  se  desea,  ventajosa- 
mente,   perfectamente.    "La   fiesta   quedó   de  flor.'' 

Jajonear. — Tamborilear  en  un  cajón.  "Toda  la  noche  se  la  pasaron 
cajoneando  una  rumba." 

Desratizar.  —  Vocablo  inventado  por  nuestra  burocracia  sanitaria, 
para    poder    decir    fina    y    sencillamente    "matar    ratas",    o    sea 


'244  FERNANDO    OjRTÍfc 

destruir  esos  roedores,   que  propagan  epidemias,  mediante   pro- 
cedimientos   enérgicos    de    fumigaciones   raticidas. 

Pero  acaso  el  neologismo  oficinesco,  que  ya  figura  en  nues- 
tras leyes  de  salubridad  no  está  en  un  todo  de  acuerdo  con  las 
del  lenguaje.  Quizás  habría  sido  más  lógico  decir  desratar  o  des- 
ratonar, aunque  no  sonara  tan  fizno;  así  como  decimos  "de- 
salar" y  no  "desalizar",  "desairar"  y  no  "desairizar",  "desba- 
ratar" y  no  "desbaratizar",  "descarar"  y  no  "descarizar",  o  "des- 
ramar", "desrizar",  "destapar",  "destarar",  etc. 
Desratizado?: — Que  desratiza. 

Desratizaeión. — Acción  y  efecto  de  desratizar,  o  sea  matar  ratas  bu- 
rocráticamente.   "El    negociado    de    desratizaeión.'' 
Mangal. — Sitio  poblado  de  mangos. 

Reporte. — Informe  burocrático  referente  a  infracciones  administra- 
tivas. Anglicismo. 
Reportar. — Informar  a  un  superior  en  contra  de  un  inferior,  denun- 
ciar. Anglicismo. 
Jabao,  jaba. — Además  de  la  acepción  ya  recogida,  se  dice  metafóri- 
camente de  la  persona  de  opinión  intermedia  u  oscilante  entre 
dos  partidos  o  bandos.  "Esos  son  unos  liberales  jábaos:'' 

El  folklore  infantil  cubano   conserva  en  sus  cantos   y  juegos 
el   vocablo,   diciendo   así: 
i 

"La  gallina  la  jaba, 
puso  el  huevo  en  la  nidá, 
puso  1,  puso  2,  puso  3,  puso  4,  puso  5,  puso  6,  puso  7,  puso  8. 
guárdame  ese  bizcocho 
para  mañana  a  las  ocho." 

Voluntario. — Igual  a  la  acepción  anticuada  de  voluntarioso:  "deseo- 
so, que  hace  con  voluntad  y  gusto  una  cosa".  Decimos:  "Fula- 
no es  poco  voluntario  para  dar  dinero." 

Movilizado. — Soldado  irregular  o  guerrillero  gubernamental  de  nues- 
tras  guerras   civiles. 

Guerrea. — Nombre  que  solemos  dar  a  nuestras  revoluciones  armadas 
o  guerras  civiles,  por  su  brevedad.  "La  guerrita  de  Febrero, 
la  de  Agosto."  Pero  respetamos  algo  más  la  corta  contienda 
separatista  que  siguió  a  la  guerra  nacional  de  los  diez  años, 
llamándola   no    "guerrita",   sino   la   "guerra   chiquita". 

Manglero,  a. — Que  habita  en  los  manglares.  "Jaiba  manglera."  De 
un  individuo  muy  fiera,  se  oye  decir:  "es  una  jaiba  manglera 
de  cuatro  bocas." 

Tender. — Tender  un  muerto  es  prepararlo  como  exigen  las  costum- 
bres funerales. 

Tendido. — Preparación  de  un   cadáver  para  las  exequias.   ||   Conjunto 


i;n   catauro   de   cubanismos  2-ió 

de  objetos  propios  para  los  funerales,  como  ataúd,  cirios,  cor- 
tinajes, etc.  "Todo  el  día  se  trabajó  en  el  tendido.''  "El  tendido 
era  muy  pobre." 

Por  extensión  de  la  acepción  3.a  del  D.  de  la  A.  y  de  este 
fúnebre  cubanismo,  ha  venido  a  llamarse  también  tendido,  el 
conjunto  de  adornos  de  papeles,  colorines,  palmr.s  y  bandera 
con  que  solemos  adornar  una  "cuadra",  cuando  vamos  a  ce- 
lebrar un  mitin  político.  "Para  el  tendido  del  mitin  me  dieron 
una  picada." 

Chavetear. — Cortar  reiteradamente  con  la  chaveta.  "La  mesa  estaba 
toda  chaveteada.''  Golpear  con  la  chaveta.  En  sentido  figurado 
se  dice  por  desaprobar  ruidosa  y  públicamente.  Es  costumbre 
de  las  fábricas  de  tabaco  cubanas,  que  mientras  los  tabaqueros 
están  en  su  labor  de  tocar  el  tabaco,  un  lector  de  fuerte  y  bien 
entonada  voz,  lea  para  todos,  unos  periódicos  del  día,  la  novela 
de  moda  o  el  libro  sociológico  de  rojo  subido.  Y  con  frecuen- 
cia cuando  un  editorial,  un  pensamiento  o  un  párrafo  de  la 
lectura  excita  la  oposición  del  auditorio,  éste  golpea  repetida- 
mente scbre  la  mesa  de  trabajo  en  señal  de  desaprobación,  y, 
a  veces,  si  el  chaveteo  es  insistente  no  continúa  la  lectura  y 
se  pasa  a  otro  tema. 

Chaveteo. — Acción  de  chavetear. 

Taña. — Viene  esta  voz  al  catauro  tomada  de  la  locución  del  viejo 
folklore  infantil: 

"Huevo,    araña, 
pico   o   taña." 

Esta  expresión  se  usa  en  un  juego,  que  suele  recibir  el  nom- 
bre de  toda  ella,  así  se  dice:  Vamos  a  jugar  a  "huevo  araña, 
pico-o  taña". 

El  juego  y  el  sonsonete  que  le  es  .característico  debe  de  ha- 
bernos  llegado   de  España. 

Adriano  García-Lomas  en  su  reciente  Estudio  del  dialecto 
popular  montañés  (San  Sebastián,  1922)  recoge  el  entreteni- 
miento de  la  muchachería  de  Cantabria,  diciendo: 

Burros...  "Juego  de  los  tres  burros."  Colocado  el  que  hace 
de  burro  para  que  los  demás  se  monten  en  él,  es  preguntado 
por  el  que  está  en  la  parte  superior,  en  esta  forma  :e 

"Escudilla,   barreñón. 
De  codín  de   codón. 
De  la  cabra  cabritón 
Si  me  dices  lo  que  son. 
Tijeretas  o  punzón 
cazueluca  o  cazolón. 


246  FEBIÍANDO     ORTIZ 

Y  si  el  burro  acierta  la  posición  en  que  el  preguntador  tiene 
los  dedos,  es  sustituido  por  aquél,  y  si  no  continúa  con  la  car- 
ga. También  se  llama,  sigue  diciendo  García-Lomas,  juego  del 
gr-rbancito,   con   este   estribillo: 

"¿Garbancito?  ¿haba?    ¡Que  bien  salta  la  mi  pava! 
Chorro,   morro,  pico   o   tallo,   ¿qué   será?" 

La  variante  cubana  de  este  juego  de  niños  y  de  su  sonso- 
nete, acaso  derive  de  esta  última,  al  través  de  una  forma  an- 
daluza, que  desconocemos.  Sabido  es  cuan  frecuente  y  soste- 
nida fué  la  emigración  montañesa  a  las  provincias  héticas. 

Ignoramos  el  significado  de  la  voz  taña,  que  quizás  sea  co- 
rrupción de  tallo,  usada  en  la  Montaña.  Pero  pudiera  haber 
sucedido  que  de  tallo  (de  tallar,  7.a  acepción),  pasara  a  talla 
(tercer  artículo)  y  de  ahí,  por  fuerza  del  consonante  de  araña, 
se  convirtiera  en  taña. 

La  forma  de  poner  los  dedos  es  la  siguiente:  huevo,  hácese 
con  los  dedos  pulgar  e  índice  de  ambas  manos  un  óvalo;  araña, 
se  imita  con  los  dedos  de  las  manos  abiertas  las  patas  de  ese 
insecto;  pico,  los  dedos  índice  y  pulgar  de  ambas  manos  se  unen, 
los  de  una  contra  los  de  otra,  formando  dos  picos;  taña,  ce- 
rradas ambas  manos  se  unen  tocándose  por  las  primeras  fa- 
langes. Esta  posición  puede  dar  idea  de  la  talla,  voz  marinera, 
como  araña  puede  ser  también  un  marinismo. 

Jorocón. — Hombre  valiente  y  de  confianza. 

Cachurra. — Dulce  de  guayabas  enteras  hervidas  y  en  melado.  Cachu- 
rra es  voz  montañesa,  o  del  antiguo  castellano,  que  en  Canta- 
bria significa  "porra",  o  cierta  bola  de  madera.  Véase  en  El 
Sabor  de  la  Tierruca  de  Pereda,  y  el  Estudio  del  Dialecto  Po- 
pular Montañés,   de  García-Lomas. 

Esterado  (Estar). — Esta  locución  suele  oirse  en  Oriente  para  signi- 
ficar abundancia.  "El  coco  está  esterado",  o  hay  cocos  en 
abundancia. 

Apoyar. — Se  dice  por  nuestros  guajiros  que  un  ternero  apoya,  cuan- 
do se  le  hace  mamar  la  ubre  de  la  vaca,  para  facilitar  el  inicio 
del   ordeño. 

Flaconazu. — Dícese  del  gallo  flojo  para  la  pelea  con  su  semejante 
("Aventuras  de  un  mayoral",  p.   221). 

Dona. — Esta  anticuada  voz  castellana,  la  oimos  a  las  veces  como  una 
de  tantas  palabras  sin  clara  o  ya  perdida  significación,  manteni- 
das por  la  tradición. 
Es  ejemplo  curioso  de   ello  el   siguiente  verso   folklórico  que 
usan  los  niños   para  contar   los   veinte   dedos,   señalando   uno   a 
cada  acento: 


UN'    CATAURO    DE    CUBANISMOS  247 

"Una,   dona, 
Trena,  catona, 
Quina,   quineta 
Estaba  la  reina 
En  su  gabinete. 
Vino   Gil, 

Rompió  el  cuadril. 
Cuadril,    cuadrón, 
Cuéntalos   bien 
Que   los   veinte   son." 

Tumbasaco. — Clase    de    boniato,    según    Juan    J.    Jiménez:    "Aventuras 

de  un   mayoral"    (Matanzas,   1882,   pág.   131). 
Rebatido)'. — Se  dice  del   gallo  que  rebate  bien. 
Pipisigallo. — Cantan  en  Cuba  los  niños  jugando: 

"Pipisigallo 
jugando    a    caballo, 
la  mano   cortada, 
¿quién  la   cortó? 

Lechonato. — Diminutivo   usual  de   lechan. 

Malangal. — Siembra  de  malangas.   Suárez  trae  malangar. 

Garitero. — Dueño  de  un   garito. 

Revolador. — Se  dice  del  gallo  de  pelea,  que  revuela  mucho. 

Repetidor. — Dícese  del   gallo  que   repite   el  mismo  ataque. 

Lunera. — Suena   esta   palabra   en    el    canto    infantil    siguiente: 

"Luna,   lunera,   cascabelera. 
cinco  toritos  y  una  ternera. 
Estaba  la  Virgen  en   un   corredor 
cosiendo  la  capa  de  Nuestro  Señor. 
Tírame  la  lima,  tírame  el  limón, 
tírame  la  llave  de  tu  corazón." 

No  respondemos  de  que  los  dos  primeros  versos  vayan  siempre 
unidos  a  los  segundos,  aunque  así  los  hayamos  oído  varias 
veces. 
Cubichería. — Condición  o  cosa  propia  de  los  cubiches,  apelativo  des- 
l  pectivo,  y  no  sólo  festivamente,  como  dice  Suárez,  que  nos 
damos  los  cubanos.  Atribuyéndonos  la  característica  de  des- 
preocupación e  informalidad,  a  un  acto  informal  y  poco  serio 
le  décimo?,  cubichería.  Bien  podemos,  pues,  llamar  cubicherías 
lexicográficas  a  e^jta  pila  de  cubanismos  y  disquisiciones  volan- 
deras. 


*  * 


248  FERNANDO     OKTIZ 

LOCUCIONES    CUBANAS 

A  las  locuciones  anotadas  por  Suárez,  añádanse  las  que  siguen: 
Juntarse  el  hambre  con  las  ganas  de  comer;  La  cascara  guar- 
da, el  palo;  Al  que  se  va  del  trozo  se  lo  come  el  gíbaro;  Al  pie 
del  coco  se  bebe  el  agua;  La  dicha  de  la  fea  la  bonita  la  de- 
sea; Más  jalan  dos  tetas  que  dos  carretas;  Llevarse  a  uno  de 
encuentro;  Mejorando  los  presentes;  Mentar  la  madre;  Parar 
una  casa;  Parar  las  orejas;  Parar  el  rabo;  Pararse  derecho; 
Pararse  el  pelo;  Caer  parado;  Cuello  parado;  Parar  a  uno  de 
cabeza;  Parado  de  bigotes;  Parado  de  manos;  Parado  en  dos 
patas;  Veremos  a  ver;  Quedar  enamorado  en  veremos;  Calen- 
tarse gusanera;  Comer  a  pulso  una  cosa;  Hacer  una  cosa  a 
pulmón  o  a  pulso;  Dar  largas  a  un  asunto;  Comulgar  con 
tortas  de  casabe;  Tener  güiro;  Descubrirle  a  uno  el  güiro;  Más 
que  ajonjolí  dan  por  medio;  Ya  no  suena  su  maruga;  Da  y 
quita  jorobita;  A  gato  viejo,  guayabito;  Apearse  por  la  cola; 
Bravo  como  ají;  El  palo  tiene  jutía;  Cuando  los  gallos  pelones 
cantan  el  Ave  María;  Meter  la  Habana  en  Guanabacoa;  Quien 
tiene  nigua  no  puede  caminar;  Freir  un  huevo;  Aquí  quiqui- 
riquí, arroz  con  ají,  me  pica  la  lengua  y  no  lo  quiero  decir; 
Ábrete,  penca  de  guano;  Hacerse  la  mosquita  muerta  o  hacerse 
el  majá  muerto;  Acabar  con  la  quinta  y  con  los  mangos;  A 
como  quiera  van  los  mangos;  Sacarlo  de  cantador;  Dejarse 
caer;  Pegarse  a  la  batea;  Hacerse  el  chivo  loco;  No  comer  de 
eso;  No  mascar  de  ese  lado;  Comer  de  cantina;  Nunca  le  eché 
maloja;  Candela  que  juman  gato;  Estar  a  punto  de  caramelo; 
Mude  el  catre,  que  caen  goteras;   Ni  por  un  gallo  inglés. 

Y  aun  pudieran  espigarse  muchas  en  el  campo  de  nuestra 
habla  popular. 

CERRANDO    EL    "CATAURO" 

No  queremos  terminar  estas  apuntaciones  al  vocabulario  cu- 
bano de  Suárez,  sin  dejar  anotado  que,  como  dice  atinada- 
mente Toro  y  Gisbert,  en  su  libro  acerca  de  los  americanis- 
mos, muchos  de  éstos  se  conocen  y  se  usan  en  Madrid  y  son, 
cuando  menos,  andalucismo?..  No  quiere  esto  decir  que  no 
sean  americanismos  a  la  vez,  que  pueden  hasta  haberse  ori- 
ginado en  América  y  haberse  difundido  más  tarde  por  las  re- 
giones de  la  Metrópoli  más  en  relación  con  nuestros  países. 
Toro  y  Gisbert  da  una  lista  de  americanismos,  que  son  tam- 
bién provincialismos  españoles:  de  ellos  se  usan  en  Cuba, 
amén  de  otros  ya  comentados,  los  que  siguen  con  las  acep- 
ciones o  peculiaridades  por  dicho  lingüista  registradas  (pá- 
gina 145  y  sigts.),  a  saber:  Acabóse  (ser  el),  adulón,  aflojar, 
ahogo,     almíbar,     almohada,     anchar,     andavete,     aproximación, 


VVt    CATAURO    DE    CUBANISMOS  249 

apurar,  armatroste,  ayer  noche,  tarro,  berrear,  borococo,  borrachín, 
caballitos,  caca,  caldtrero,  camino  de,  canturria,  calabacear, 
cascanueces,  casco  d$  fruta,  cerrado,  cigarro,  cortapapel,  cos- 
turero, churretada,  chupado,  desgarrar,  de  pie,  álceselo,  en- 
sartar la  aguja,  entierro,  escobillar,  esperpento,  extrañar,  de 
firme,  -flojonazo,  frito,  guagua,  guardapelo,  guisado,  guiso,  ha- 
bilidoso, hartada,  hincarse,  holán,  indino,  inglés,  no  ver  ni 
jota,  lacena,  malhaya  sea,  maluco,  por  mor  de,  mayúsculo, 
navaja,  nieve,  ojén,  pagano,  panteón,  dar  el  pecho,  perencejo, 
pijotería,  pijotero,  salir  pintado,  polvorón,  mandar  a  uno  a  la 
porra,  al  pelo,  por  medio,  puntilla,  qué  sé  yo  ni  qué  sé  cuan- 
do, requeteviejo,  rinconera,  sangre  de  horchata,  ten  con  ten, 
tipo,  trompada,  tunantería  y  velorio.  Como  dice  Toro  y  Gis- 
bert,  el  Dic.  de  la  A.  es  "particularmente  pobre  en  materia 
de  lenguaje  vulgar",  y  en  el  vulgo  es  donde  se  opera  con  pre- 
ferencia la  renovación  de  un  idioma.  Los  vulgarismos  más 
que  los  cultismos  dan  vida  al  árbol  de  un  lenguaje,  éstos  lo 
vestirán  con  follaje  esplendoroso,  pero  de  aquéllos  viene  la 
savia,  la  robustez  de  su  tronco  y  la  lozanía  de  su  vida.  Por 
eso  las  recopilaciones  de  vocablos  vulgares  tienen  especial  va- 
lor para  el  conocimiento  de  un  idioma  y  para  las  investiga- 
ciones de  la  filología  comparada.  Es  indispensable,  efectiva- 
mente, un  diccionario  de  andalucismos  para  poder  con  mayor 
provecho  estudiar  los  americanismos,  ya  que  Andalucía  fué 
la  zona  de  contacto  entre  España  y  sus  Indias,  y  éstas  le  de- 
ben su  cultura  básica.  De  allá  nos  llegó  el  vocabulario  del 
descubrimiento,  de  la  conquista  y  de  la  colonización,  y  por  los 
puertos  andaluces  de  Palos,  Sevilla,  Cádiz  y  Sanlúcar  pene- 
traron las  voces  indianas,  que  pasaron  el  mar  para  significar 
nuevas  cosas,  hasta  entonces  desconocidas,  o  nuevas  acepcio- 
nes de  voces  viejas,  que  al  contacto  con  los  idiomas  y  costum- 
bres aborígenes  adquirían  reflejos  y  matices  inesperados  y 
sorprendentes. 

Ni  siquiera  hemos  de  sostener  que  todas  las  voces  acopiadas 
sean  verdaderos  cubanismos;  pero  se  estilan  en  Cuba,  y  la 
Academia  no  ha  reconocido  a  todas  ellas  la  ciudadanía  oficial. 
Aqaso  muchas  rodarán,  también,  por  las  regiones  peninsulares 
de  España;  pero,  en  la  imposibilidad  de  comprobar,  desde  esta 
ínsula,  su  vecindad  en  tal  o  cual  provincia  hispana,  y  hasta  en 
la  propia  corte  donde  tiene  su  asiento  la_docta_  corporación  lin- 
güística, hemos  preferido,  antes  que  despreciarlas  y  omitirlas, 
apretujarlas  en  este  catauro  de  frutos  de  la  tierra  criolla,  pa- 
ra que  el  botánico,  que  un  día  quiera  entretenerse  en  clasifi- 
carlas en  relación  con  la  lujuriosa  flora  hispánica,  pueda 
darles  su  lugar  en  la  fronda  antillana,  si  de  esltos  países  son 


250  FERNANDO     OETIZ 

peculiares,  o  en  cualquier  otro  cayo  de  monte  del  enmarañado 
léxico  castellano.  a 

Y  quizás  habrían  de  ser  contadisimos  los  vocablos  exclusi- 
vamente cubanos,  porque  aun  cuando  nuestras  relaciones  con  las 
otras  Antillas  hispanoparlantes,  Santo  Domingo  y  Puerto  Rico, 
no  sean  tan  íntimas  como  fueran  de  desear,  no  obstante,  es  lo 
cierto  que  de  los  cubanismos  que  registra  el  Dic.  de  la  Academia, 
no  pocos  son  corrientes  en  labios  borinqueños  o  de  los  hijos  de 
Quisqueya,  y  en  razón  de  verdad  antillanismos  debieran  de 
llamarse  los  más  de  ellos,  que  no  cubanismos,  como  han  sido 
motejados  malamente. 

Pero  cubanismos  son,  a  fin  de  cuentas,  con  criterio  algo  am- 
plio, por  ser  voces  usuales  en  Cuba,  aun  cuando  también  lo 
sean  en  Puerto  Rico  o  en  Sevilla,  pongamos  por  caso,  y  como 
tales  habrá  que  admitirlos,  provisionalmente  al  menos,  que  si 
hubiéramos  de  mover  la  zaranda  del  análisis  hasta  el  extremo 
que  algunos  quisieran,  muchas  de  las  palabras  que  como  co- 
munes aporta  «1  catálogo  académico  habrían  de  tenerse  por  so- 
lo oídas  en  Extremadura,  en  Andalucía  o  en  la  Maragatería, 
o  en  la  misma  Castilla.  Aunque  ello  parezca  paradógico  y  qui- 
zás lo  sea,  no  todas  las  voces  privativas  de  Castilla  deben  en- 
trar a  velas  desplegadas  en  el  mar  del  castellano,  sin  llevar  su 
matrícula  provincial;  pues  gracias  a  circunstancias  históri- 
cas cuya  exposición  está  muy  fuera  de  lugar,  el  idioma  cas- 
tellano, aun  cuando  no  podamos  llamarlo  español,  es  algo  más 
que  el  habla  regional  exclusiva  de  unas  provincias  españolas, 
cuna  de  una  cultura,  pues  bajo  su  augusto  manto  se  cobijan 
pueblos,  que,  aun  hablando  castellano,  no  serían  bien  entendidos 
en  Castilla;  de  igual  manera  que  algunos  de  sus  castizos  y  sola- 
riegos poblanos  de  Salamanca  o  de  Santander  no  habrían  de 
ser  comprendidos,  con  sus  localismos  o  provincialismos  ran- 
ciamente castellanos,  en  tierras  de  América,  ni  acaso  en  el 
propio   Madrid. 

Uno  de  los  factores  que  más  influyeron  en  el  vocabulario 
criollo,  fué  la  larga  navegación  a  la  vela  que  obligaba  al  in- 
migrante y  colonizador  al  contacto  duradero  por  meses  con  la 
gente  marinera  y  con  la  parla  peculiar,  que  luego  trataba  de 
aplicar  en  tierra.  En  Cuba  se  nota  muy  especialmente,  esa 
influencia,  debido  a  la  larga  permanencia  de  las  flotas  en  la 
Habana,  de  uno  a  dos  meies  cuando  menos  y,  a  veces,  invier- 
nos enteros;  a  los  arsenales  que  se  crearon  y  mantuvieron  para 
la  construcción  naval,  gracias  a  las  ricas  maderas  cubanas;  y  a 
las  guardadas  bahías  en  el  centro  de  un  inmenso  golfo  sin  ver- 
daderos  puertos   naturales. 

Y  en  el  mamotreto  que  antecede,  como,  mejor  aun,  en  el  vo- 
cabulario  de   Suárez,  el  lector  puede  hallar  esta  característica 


DATOS   HISTÓRICOS   CUBANOS  251 

que  ya  el  cubano  Armas  notó  en  sus  Orígenes  del  Lenguaje 
criollo  hace  medio  siglo,  y  luego  Cuervo  en  sus  famosas  Apun- 
taciones críticas,  y  Toro  y  Gisbert  en  sus  Americanismos.  Tra- 
tando de  completar  los  marinisvios  o  nauticismos  registrados 
por  Suárez  y  por  nosotros,  recogemos  de  Armas,  Cuervo  y  To- 
ro y  Gisbert,  como  usados  en  Cuba,  los  que  siguen,  además  de 
otros  ya  tratados,  con  las  acepciones  en  tales  libros  expresa- 
das: falcas,  flete,  fletar  (y  en  Cuba  fletear,  fletera),  tolete,  trin- 
car, vientos,  zafacoca,  abarrotar,  aguaje,  amarrar,  asocar,  ba- 
rrenar la  ley,  botar,  boyar,  dotación,  embicar,  embonar,  em- 
paque, escorar,  fondearse,  gaza,  guinda,  halar  o  jalar,  janga- 
da, largar,  motón,  rebenque,  regatear,  resaca  y  varar.  Armas 
apunta  como  marinescas  cabuya,  radios,  tesar,  desguazar, 
tumbar,  pasar,  crujía,  morrocoyo,  chubasco,  chinchorro,  cima- 
rrón, dengue,  banquearlo,  esquifación,  bija,  mucura,  damajuana, 
batea,  abra,  rol,  brisa,  morro,  rasqueta,  matolaje  y  otras. 

Revisando  esos  libros  puede  Suárez  completar  su  valioso  vo- 
cabulario y  arriarnos  una  segunda  edición  cuanto  antes. 

Estimamos,  además,  digno  de  ser  observado,  que  El  Españo- 
lito  dice  siempre  que  a  las  estimologías  zayistas  se  refiere. 
"Voz  caribe,  según  Zayas.',  y  esto  resulta  impropio  porque  en 
la  lexicografía  antillana  de  este  autor,  nunca  se  dice  que  las 
voces  recopiladas  sean  caribes,  antes  al  contrario,  como  puede 
verse  en  la  introducción  a  su  libro,  donde  se  sostiene  que  el 
léxico  se  refiere  al  lenguaje  de  los  precolombinos  de  las  Anti- 
llas mayores,  Lucayas  y  Babamas,  excluyendo  las  de  Barloven- 
to, de  los  caribes.  Zayas  acepta  para  gentilicio  de  los  indocu- 
banos  el  vocablo  ciboney,  y  no  emplea  ni  una  vez,  cosa  de  que 
con  razón  se  sorprende  el  arqueólogo  Harrington  (Cuba  before 
Columbus),  los  vocablos  aruaca  o  araguaca,  y  taino,  que  entre 
los  lingüistas  expresan  científicamente  la  especie  de  lenguaje 
hablado  comúnmente  en  dichas  Antillas.  El  nombre  de  caribe 
tiene  una  significación  etimológica  y  lingüística  bien  determi- 
nada desde  hace  mucho  tiempo,  y,  naturalmente,  es  error  ina- 
ceptable caracterizar  como  caribes  todas  las  voces  que  como 
antillanas  recopila  Zayas,  más  cuando  éste  no  ha  cfído  en 
realidad  en  este  error,  aunque  haya  dado  otras  bien  indis- 
culpables caídas.  Y  no  habiendo  podido  Zayas  estudiar  cien- 
tíficamente el  parentesco  idiomático  de  los  vocablos  por  él  co- 
leccionados, por  desconocer  la  bibliografía  de  tal  disciplina 
americanista,  al  aludir  a  su  opinión  etimológica,  caso  de  que 
se  estime  necesario,  lo  que  está  bien  lejos  de  ser  así,  habría 
que  decir  simplemente  "india"  o  "indoantillana"  o,  cuando 
más  "ciboney".  Pero,  si  El  Españolito  desea  sostener  sus  re- 
ferencias etimológicas,  preferible  es  que  no  cite  autor,  o  que. 
no  saliendo  del   radio  cubano,  se  limite  a  Bachiller,  cuya  hon- 


¿0¿  ¿"EfiNAÑDO     ORTÍ2 

radez  y  valimiento  mental  está  fuera  de  duda,  hasta,  que  se 
haga  en  realidad  el  ciclópeo  trabajo  de  reconstruir  la  básica 
sustentación  etimológica  de  los  cubanismos,  especialmente  de 
los  indianos.  Dicho  sea  esto  en  obsequio  de  la  obra  lexicográ- 
gráflca  de  Suárez,  que  nos  inspira  simpatías,  destinada  a  la 
gran  circulación  y  no  a  la  meramente  cubiche,  donde  quizás 
podrían    disculparse   ciertos    cubaneos. 

Habría  de  ser  también  muy  útil  revisar  todas  las  etimo- 
logías americanas  académicas,  porque  a  buen  seguro  que  al- 
guna de  ellas  habría  de  ser  reivindicada  para  Cuba  y  demás 
Antillas.  Así,  en  la  voz  enaguas,  se  dice  por  el  Dic.  de  la  Aca- 
demia que  procede  de  la  mejicana  naguas,  siendo  esta  voz 
antillanísima  por  testimonio  de  historiadores  de  Indias,  como 
Oviedo,  Fr.  B.  de  las  Casas,  Encizo  y  Bernal  Díaz  del  Castillo, 
ratificado,  si  era  ello  necesario,  por  Cuervo,  Zayas  y  otros.  En 
cambio  la  voz  coco,  la  atribuyen  académicamente  al  lenguaje 
aimará  cuando  es  conocidísimo  el  origen  español  de  la  misma 
expuesto  por  Oviedo,  y  vayase  lo  uno  por  lo  otro. 

Y  reiteramos  una  vez  más,  que  estas  apuntaciones  carecen 
de  toda  pretensión  científica.  La  manifestación  es,  ciertamen- 
te ociosa;  pero  no  es  malo  poner  la  yagua  antes  que  caiga  la 
gotera. 

No  se  sorprenderá  el  lector  si  decimos  que  los  cubanismos 
han  ido  al  catauro  "sin  pelar",  tales  como  los  íbamos  halando 
al  correr  de  nuestras  lecturas,  arrancados  del  follaje  de  los 
libros  o  caídos  de  puro  maduros  en  los  hierbazales  del  habla 
vernacular. 

Han  ido  a  la  publicidad  de  la  Revista  Bimestre  Cubana, 
a  medida  que  el  editor  nos  reclamaba  cuartillas  y  sólo  po- 
díamos ofrecerle  la  zafra  de  unas  semanas,  sin  la  monda  de 
una  buena  técnica  y  el  aderezo  y  aliño  con  que  debieran  haber 
sido  acompañados.  Pero  tenemos  la  esperanza  de  que  no  ha  de 
faltar  quien  en  breve  pueda  extraerles  el  jugo,  y  con  el  dulzor 
de  su  propio  ingenio  haga  de  esos  frutos  cimarrones  de  nues- 
tro catauro,  rica  y  sabrosa  golosina  para  lexicógrafos  de  buen 
gusto. 

¿Van  en  este  catauro  todos  los  cubanismos?  No.  No  caben 
en  él  muchos  de  los  centenares  registrados  por  El  Españolito 
en  su  Vocabulario  cubano.  Otros  hemos  separado  para  nuestro 
próximo  Glosario  de  afronegrismos  reales  o  supuestos  que 
habrá  de  ser  obrita  complementaria  del  catauro,  cuyas  ya- 
guas cerramos  hoy  definitivamente.  Y  aun  podrían  recogerse 
algunas  ambuestas  más  de  frutos  idiomáticos  de  la  tierra,  con 
que  colmar  el  catauro  criollo.  Por  hoy  bastan  los  acopiados, 
que  nos  es  fuerza  dar  de  mano  a  estos  tarbajos,  aun  cuando 
deleitosos,  para  ultimar  otros   de  mayor  apremio. 


ÚÑ     CATAURO    DE    CUBANISMOS  ¿óá 

No  hemos  de  cerrar  el  Catauro  de  Cubanismos  con  la  hoja- 
rasca de  estos  párrafos,  sin  prender  en  ella  unas  florecitas  de 
gratitud,  aunque  sean  humildes  romerillos,  para  los  que  nos 
han  aportado  algunas  apuntaciones,  como  los  Dres.  Gaspar 
Agüero  Israel  Castellanos  y  Ramiro  Cabrera,  y  los  Sres.  Fer- 
nando Flores  y  Ramón  Martínez  desde  Santiago  de  Cuba.  Y 
para  los  estudiantes  que  desde  España,  Chile  y  Estados 
Unidos  de  América  nos  han  mostrado  interés  en  coleccio- 
nar nuestras  "cubicherías"  lexicográficas.  Para  éstos,  además, 
hemos  de  decir  que,  amén  de  una  breve  tirada  aparte  de  los 
"plomos"  de  la  Revista  Bimestre  Cubana,  verá  probablemente 
la  luz  de  la  publicidad  cuando  florezcan  los  aguinaldos,  una 
edición  del  catauro,  con  las  papeletas  por  orden  alfabético, 
adicionadas  muchas  de  ellas  con  nuevas  observaciones  "cubi- 
ches", y  rectificadas  y  limpias  otras,  que  fueron  picadas  por  el 
gusanito  del  error. 

Con  lo  cual,  dejamos  diccionarios,  vocabularios,  léxicos  y  de- 
más amapuches,  quedando  colmado  este  catauro  de  cubanismos 
más  o  menos  jojotos,  apolismados,  socatos  y  papandujos.  Acaao 
pueda  brindarlos  a  cualquier  lexicólogo  talentudo,  de  ésos  que 
saben  por  donde  le  entra  el  agua  al  coco,  y  hasta  dónde  el  jején 
puso  el  huevo,  para  que  los  acoteje  o  se  apuchinche  de  ellos  si 
a  bien  lo  tuviere;  pues,  después  de  todo  por  mucho  que  el 
aura  vuele,  siempre  la  pica  el  pitirre. 


UNA  AMBUESTA  DE  CUBANISMOS 

Poco  tiempo  ha  que  en  la  Revista  Bimestre  Cubana  hu- 
bimos de  publicar,  en  una  serie  de  sus  periódicos  ejemplares, 
no  pocas  anotaciones  lexicográficas,  aportando  a  la  obra  nada 
fácil  de  un  léxico  cubano  los  apuntes  que  veníamos  obtenien- 
do a  consecuencia  de  otros  trabajos  sobre  cosas  de  nuestra  tie- 
rra, como  pobres  virutas  saltadas  por  el  escoplo  o  el  cepillo  en 
la  labor  desde  hace  años  emprendida  sobre  el  fuste  del  hampa 
afrocubana  i1). 

Esas  apuntaciones  de  lexicografía,  espigueo  de  voces  ol- 
vidadas por  otros  antecesores  en  el  esquilmo  del  lenguaje  ver- 
náculo, comentarios  volanderos  a  etimologías  inseguras,  acla- 
raciones de  semántica  cubana  y  remembranzas  del  abandona- 
do folklore  criollo,  fueron  a  las  cajas,  o  a  los  "linotipos" 
como  hoy  se  dice,  tales  como  salían  de  la  pluma,  sin  orden 
alfabético  ni  aderezo  de  la  técnica  lexicográfica,  y  formaron 
un  verdadero  mamotreto,  que  titulamos  cubanamente  Ca- 
tauro de  cubanismos,  en  cuyas  yaguas  podrá  encontrar  el  es- 
tudioso algunas  sugestiones,  datos  y  críticas,  amén  de  no  po- 
cos frutos  hueros  o  jojotos,  que  quizás  le  sirvan  para  empresas 
de  otra  monta  y  cuidado. 

Fuera  del  Catauro  de  cubanismos  hemos  venido  recopi- 
lando, labor  de  selección  que  al  catauro  dio  origen,  las  voces 


(1)  Véanse  los  tomos  ya  publicados:  Hampa  Afrocubana,  Los  Negros 
Esclavos;  Hampa  Afrocubana.  Los  Negros  Brujos.  Están  para  terminarse 
otros  dos  volúmenes :  Hampa  Afrocubana.  Los  Negros  Horros  y  Hampa 
Afrocubana,  Los  Negros  Curros.  Y  en  el  telar  ha  entrado  ya  la  última 
obra  de  la  serie :  Hampa  Afrocubana,  Los  Negros  Ñañigos. 


256  FEBTTANDO     OBTIZ 

que  a  nuestro  lenguaje  popular  fueron  traídas  por  la  in- 
fluencia de  las  poblaciones  africanas,  o  deformadas  o  colorea- 
das por  los  idiomas  negros.  De  esta  labor  lexicográfica  saldrán 
varios  ensayos,  ya  casi  ultimados,  siendo  el  principal  un  Glo- 
sario de  afranegrismos,  que  está  ya  en  prensa. 

En  el  Catauro  no  se  ban  incluido  los  cubanismos  de  real 
o  supuesto  origen  africano,  que  en  el  Glosario  ban  tenido  ca- 
bida, por  donde  éste  en  buena  parte  vendrá  a  ser  a  modo  de 
complemento  de  aquél. 

El  resultado  de  esos  ensayos,  inexperta  recolección  de 
herbolario,  pone  de  manifiesto  que  la  flora  idiomática  de  estas 
Antillas  es  tan  rica  como  su  botánica,  y  cuan  abundante  her- 
bario lingüístico  puede  obtener  el  hombre  de  ciencia  que  her- 
borice en  los  tupidos  maniguales  y  cerrados  montes  del  habla 
de  estos  pueblos,  abonada  por  tantas  razas  y  lenguas.  Ella 
será  labor  científica  altamente  meritoria,  al  nivel  de  la  ele- 
vadísima  preparación  especial  que  se  requiere  en  quien  pre- 
tenda llevarla  a  cabo  con  éxito. 

Horros  nosotros  de  esa  pretensión,  no  dudaremos,  sin  em- 
bargo, en  recoger  y  dar  a  otros  las  apuntaciones  que  hagamos 
al  margen  de  otras  actividades  mentales,  como  se  recogen  las 
Conchitas  de  las  playas  o  las  florecitas  del  bosque,  por  irrefre- 
nable impulso  de  curiosidad  ante  la  obra  infinita  y  bella  de  la 
Naturaleza. 

Que  otra  cosa  no  son  las  palabras  sino  corales,  nácares  o 
alimañas,  rodados  por  el  incesante  aguaje  de  las  ideas  hasta 
las  playas  del  idioma ;  sino  corolas  o  frutos,  que  en  la  fronda 
de  i  lenguaje  hace  brotar  de  hondas  raíces  y  simientes  ignotas 
la  germinación  eterna  del  pensamiento. 

A  continuación  van  otros  cubanismos,  pocos,  apenas  una 
ambuesta,  de  los  recogidos  en  nuestras  últimas  correrías  por 
los  montes,  sabanas  y  cayeríos  cubanos,  en  busca  de  otras  ricas 
cosas  de  la  tierra.  Que  sirvan  para  colmar  el  catauro. 


Tataya.  f. — Tatagua.  La  hemos  recogido  en  la  región  oriental. 
Juntar. — Dícese   juntar   candela   por   " hacer   una   hoguera    o 
lumbre  en  el  hogar". 


UNA    AMBUESTA    DE    CUBANISMOS  257 

Lo  que  se  junta  no  es  precisamente  la  candela,  sino 
las  materias  combustibles  para  encenderlas. 
Chipojo,  adj.  m. — Enfadado,  irritado. 

Suele   decirse   en   Oriente:    "¡Qué    chipojo    está!" 
Es    una    acepción    metafórica,  pues  el  vocablo  significa 
en  Cuba  un  reptil  parecido  al  camaleón. 
Despetroncarse,  r.  fam. — Descuajaringarse. 

Hoy  está  en  desuso.  En  1886  había  en  la  Habaua 
un  baile  titulado  "Mulata  me  despetronco". 
Yaguancazo.  m. — Golpe  con  una  yagua. 

En  1886  hubo  un  baile  popular  en  la  Habana,  lla- 
mado "Acuérdate  del  yaguancazo". 
Araña,  f. — Vehículo  de  lujo  muy  ligero,  de  cuatro  ruedas,  de 
ordinario  tirado  por  un  solo  caballo,  que  suele  guiar  el 
dueño.  Tiene  capota,  que  se  baja  cuando  el  sol  o  la  llu- 
via no  la  hacen  necesaria.  En  la  parte  posterior  lleva 
un  asiento,  muy  reducido,  para  el  lacayo. 

Así  leemos  en    el    Diccionario    de    Füipinismos    de 
W.  E.  Retana.  Es  voz  corriente  en  Cuba. 
Convoy,  m. — Angarillas,  4.a  acep. 

En    Cuba   jamás   decimos    angarillas,   y   muy    poco 
vinagreras. 
Parteador.  m. — Partero.  Porque  "partea". 
Parteadora.  f. — Partera. 

Cocal,  m. — Dice  la  R.  A.   que  en  Venezuela  se  llama  así  al 
cocotal.  Y  en  Cuba,  pudiera  añadirse,  porque  aquí  jamás 
suena  este  último  vocablo  académico. 
Pareja,  f. — Tronco  de  animales  de  tiro. 
¡  Caray  !  m. — Caramba. 

Es  un  vocablo  eufemismo,  de  la  socorrida  serie  de 
los  caramba,  carape,  caracoles,  carambola,  carijo,  etc., 
para  encubertar  una  indecentona  palabrota. 

Según  el  D.  de  Autoridades  caray  se  dijo  eii  Espa- 
ña antes  de  1680,  equivalente  a  carey.  Todavía  nosotros 
lo  hemos  oído  en  el  Levante  español :  caray  marí.  Pare- 
ce que  es  voz  antillana.  (Rufino  J.  Cuervo.  Apuntacio- 
nes criticas  sobre  el  lenguaje  bogotano.  París,  1914, 
p.  671.) 


258  FERNANDO      0RTI7 

Verdolaga,  f. — Antiguo  billete  cubano  de  un  peso.  Se  llamó 
así  popularmente  por  ser  verde  de  color. 

Pollo  enterrao. — Con  esta  locución  se  significó  popularmen- 
te el  "arroz  con  pollo",  o  sea  el  pollo  muerto  y  enterrado 
en  arroz. 

Merengue. — Tener  asco  a  la  clara  de  huevo  y  comer  merengue. 
Expresión  antaño  muy  oída  en  Cuba  para  expresar  co- 
mo una  persona  caía  en  el  defecto  que  más  había  cri- 
ticado. 

Chancletear,  a. — No  es  en  Cuba,  precisamente,  "andar  en 
chancletas",  como  dice  la  Academia,  sino  producir 
chancleteo. 

Socollón,  m. — Animal  de  tiro  que  no  hala  parejo. 

Este  vocablo  parece  ser  uno  de  tantos  curiosos  apla- 
tanamientos  de  voces  marítimas.  El  diccionario  acadé- 
mico nos  dice  que  socollada  es  el  "estirón  o  sacudida 
que  dan  las  velas  cuando  hay  poco  viento  y  las  jarcias 
cuando  están  flojas",  y  también  "vaivén  y  cabezada 
que  la  mar  que  viene  de  proa  hace  dar  al  buque,  levan- 
tando y  sumergiendo  con  violencia  el  tajamar  en  el 
agua".  De  modo  que  el  buey  socollón  es  el  que  al  tirar 
de  la  carreta  da  socolladas. 

La  Academia  dice  que  socollada  procede  de  so, 
3er.  art.  y  cuello;  y  debe  de  ser  así.  Mas  habría  que  ex- 
plicar, cosa  quizás  no  imposible,  por  qué  a  su  vez  pro- 
cede de  "cuello",  la  voz  collada,  que  siguificó 
"Continuación  o  duración  del  viento  de  una  misma 
parte  por  algún  tiempo"  (Dic.  de  Socs.  de  Lit.)  ;  y 
palabreja  que  dio  sin  duda  origen  a  socollada,  es  decir 
el  estirón  o  estrapada  que  dan  las  velas  cuando  súbi- 
mente  cae  el  viento,  o  sea  la  collada.  Esa  caída  de  la 
collada  la  expresa  el  vocablo  anticuado  so.  So  -f-  collada 
viene  a  ser  "caída  del  viento". 

Pero  collad'a,  más  que  de  "cuello",  parece  derivarse 
de  colla,  que  siendo  monzón  o  temporal  de  los  mares  de  Fi- 
lipinas, que  se  caracteriza,  precisamente,  por  su  fuerza 
varia  y  alternativas  de  chubascos  violentos  y  recalmo- 
nes, bien  puede  suponerse  que  diera  paternidad  a  la 
collada  o  socollad/a  en  cuestión. 


UNA    AMBUESTA    DE    CUBANISMOS  259 

Para  demostrar  la  etimología  académica,  de  "cue- 
llo", acaso  habría  que  proceder  inversamente,  y  pensar 
que  en  vez  de  ascender  del  cubanismo  socollón,  de  las 
bestias  de  tiro,  por  socollada,  collada  y  colla,  hasta  cue- 
llo, a  pesar  del  peldaño  que  nos  falta  entre  estas  últi- 
mas voces;  habría  que  bajar  mejor  de  cuello  y  de  un 
originario,  castizo  y  hoy  perdido  socollar,  o  socollada 
animal  (de  cuya  voz  sería  supervivencia  el  socollón 
criollo)  ;  que  significara  "la  acción  de  tirar  con  fuerza  o 
embestida  la  bestia  de  arrastre",  embestida  que  siempre 
se  produce  "bajando  el  cuello"  para  empujar  la  collera 
o  collar  que  reguarda  el  horcate.  Y  así  de  cuello,  por 
socollar,  por  collar  o  collera,  términos  de  la  industria 
terrestre,  que  nos  darían  una  socollada,  muy  propia  de 
los  animales,  que  tienen  cuello,  llegaríamos  por  vía  de 
metáfora  a  la  socollada  marítima,  prescindiendo  en  este 
caso  de  la  colla  de  los  mares  índicos. 

Malembo,  m.  Vulg.  — Enfermo.  "Estoy  malembo."  Creemos 
que  el  vocablo  es  un  afronegrismo. 

Comelata.  f.  Vulg. — Comilona. 

Revirado,  da.  adj. — Estrábico,  bizco. 

Tuhbao,  bá.  adj.  Vulg. — Enfermo.  De  tumbado. 

Sangrona,  f. — Molestia,  fastidio.  "Ya  vienes  con  tu  sangrona. 
Derívase  del  adjetivo  sangrón,  "sangrepesao". 

Paritorio,  m. — Parto.  Lo  concerniente  al  mismo.  "Ayer  estu- 
vieron de  paritorio  en  su  casa." 

Corneta,  f.  Vulg. — Nariz.  "Rompióle  la  cometa". 

Maluquera,  f .  —  Dolencia.  José  Martí  escribió  al  reseñar  su 
breve  vida  en  la  manigua  separatista:  "A  cada  momen- 
to alzo  la  pluma  o  dejo  el  taburete  y  el  corte  de  palma 
en  que  escribo,  para  adivinarle  a  un  doliente  la  malu- 
quera, porque  de  piedad  o  casualidad,  se  me  han  jun- 
tado ^n  el  bagaje  más  remedios  que  ropa,  y  no  para  mí 
que  no  estuve  más  sano  nunca."  Pero  pudiera  suceder 
que  maluquera  fuese  vocablo  traído  por  Martí  de  sus 
patrióticas  andanzas  y  correrías  continentales.  Toro  y 
Gispert  da  la  palabra  como  colombianismo.  Malunquear, 
por  "estropear",  leemos  en  el  Diccionario  de  FiUpi- 
nismos  de  W.  E.  Retana. 


2ÜÚ  FEBÍÍAtfDO     OBTÍZ 

Tres.  m. — Instrumento  popular  cubano,  similar  a  la  bandurria, 
pero  que,  como  su. nombre  lo  indica,  sólo  consta  de  tres 
cuerdas  dobles. 

Sacramento,  m. — Compadre  o  comadre,  unido  espiritualmen- 
te  por  el  ''sacramento"  del  bautismo.  "La  comadre  que 
no  quiere  a  su  sacramento..."  Este  vulgarismo  ha  ido 
cayendo  en  desuso;  fué  muy  sonado  en  el  siglo  pasado. 

Azuquita.   f. — Diminutivo  de  azúcar. 

Atusadero.  m.  —  Establecimiento  donde  se  tusa  a  las  caba- 
ballerías. 

Juba.  f. — La  hembra  del  jubo. 

Jubera.  f. — Conjunto  de  jubos.  Cuando  la  juba  está  en  celo, 
"le  caen"  varios  jubos,  que  en  sus  asaltos  forman  una 
enmarañada  masa  con  la  hembra.  A  ese  agrupamiento 
de  entrelazadas  serpientes  le  llaman  nuestros  guaji- 
ros jubera. 

Descompuesta. — Aplícase  este  adjetivo  femenino,  como  eufe- 
mismo, a  la  hembra  que  está  en  celo.  "La  perra  está 
descompuesta." 

Bongosero.  m. — Tocador  de  longo. 

Maraquero,  m. — Tocador  de  maracas. 

Botijuela,  f .  —  Instrumento  de  viento  de  las  orquestas  afro- 
cubanas,  consistente  en  una  antigua  botija  de  aceite  per- 
forada en  uno  de  sus  costados.  Los  negros  viejos  la  sue- 
len llamar  bunga. 

Pascualear.  a. — Cacarear  de  la  gallina  guinea,  que  dice:  pas- 
cual. . .   pascual,  según  la  interpretación  folklórica. 

Mojo.  m.  —  Bebida  compuesta  de  ron,  azúcar,  limón  y  agua 
gaseosa. 

Plorimbó.  adj. — Tabloncillo  o  madera  aserrada  para  pisos  o 
construcciones  análogas.  "Un  tabique  de  florimbó." 
Derívase  de  las  voces  inglesas  floaring  board,  que  es 
el  término  comercial  con  que  se  suele  importar. 

Otra  locución  vulgar  ha  surgido  hace  poco.  Ir  de 
florimbó,  es  ir  de  flor,  o  sea  de  gratis,  o  "de  primera", 
muy  cómodamente,  o  "a  pedir  de  boca".  La  locución 
propia  es  "ir  de  flor",  y  la  otra  es  una  corrupción  por 
semejanza  fonética,  simplemente. 


UNA    AMBUESTA    DE    CUBANISMOS  261 

i  Cafuinga!  m. — Café  muy  malo.  Usase  en  Oriente.  ||2  Interjección 
indecentona,   como   ¡car.  .  .    acoles!   ¡car.  . .    amo  a ! 

Este  vocablo  debe  de  estar  influido  por  Cafunga,  tér- 
mino de  nuestro  folklore,  que  explicaremos  en  nuestro 
próximo   Glosario   de  Afronegrismos. 

Roleta,  f. — Juego  de  bolas  en  el  cual  se  coloca  dentro  de  un 
círculo  el  número  de  bolas  acordado.  Se  sortea  el  turno 
u  orden  de  los  jugadores.  Todas  las  que  logre  sacar 
con  su  bola  el  tirador,  le  pertenecen.  Mientras  esté  sa- 
cando bolas  de  la  roleta  o  del  rolo,  como  también  lo  lla- 
man los  muchachos,  el  jugador  está  en  el  Uro.  Hay  en 
este  juego  una  regla,  que  los  muchachos  establecen  di- 
ciendo: "El  que  vomita,  pierde."  Es  decir,  el  jugador 
que  deja  la  bola  dentro  de  la  roleta,  pierde.  (Israel  Cas- 
tellanos.) 

Tejo.  m. — Juego  que  hacen  los  muchachos  con  botones.  Ponen 
una  lata  con  el  fondo  hacia  arriba  y  en  él  ponen  los  bo- 
tones que  se  juegan.  Desde  la  raya  establecida,  por  el 
orden  que  les  ha  tocado  tiran  el  tejo,  hecho  con  un  pe- 
dazo de  ladrillo.  Los  botones  que  caigan  debajo  del  tejo, 
serán  del  tirador.  Los  vendedores  de  periódicos  juegan  el 
tejo  con  centavos,  en  vez  de  botones.  Pero  el  juego  es 
el  mismo.   (I.  C.) 

Palitos,  m.  pl. — En  la  música  popular  se  da  el  nombre  de 
palitos  a  dos  cilindritos  de  madera  dura,  que  se  hacen 
sonar  golpeándolos  por  su  mitad. 

Salado,  m. — Sabor  de  sal.  "El  guiso  tiene  un  salaito  muy  sa- 
broso. ' ' 

Chivato,  ta.   adj. — Asustado,  miedoso.   "Estaba  chivato." 

Chivatearse,   r. — Asustarse,   coger  miedo. 

Altamiba.  f. — Artemisa. 

Cara  vela.   f. — Significó   entre   los  negros   "compañera,   amiga, 
querida,  etc."  Decía  la  canción  afrocubana : 
"Yo   me  muero 
Si  tú  no  so  mi 
Caravelá." 
¿  Será  derivación  de  carabela  como  se  supone  ?  No. 
Es  vocablo  africano,  que   explicaremos  en  nuestro   Glo- 
sario. 


262  FEBÍÍANDO     OBTÍ2 

Quien  sabe. — Quizá.  En  Cuba  se  usa  mucho  esta  locución  ad- 
verbial, más  que  quizás.  "Quien  sabe  iremos."  Con  lo 
cual  en  rigor  sólo  mantenemos  vivo  y  modernizado  un 
giro  antiguo,  el  representado  por  el  vocablo  quizabes, 
que  recopila  el  Diccionario  de  la  R.  Academia,  antece- 
sor de  quizás  y  quizá.  Y  quien  sabe  no  estaría  mal  que 
llegáramos  a  escribir  quiensabe,  acoplando  los  vocablos, 
como  hicieron  en  quizabes  y  siguen  haciendo  en  quien- 
quiera y  quienesquiera.  Ello  habría  de  ser  con  más  razón 
que  en  este  último  caso,  porque  no  hay  peligro  de  llegar 
hoy  a  caer  en  el  uso  de  un  innato  quienesabe,  como  se  ha 
caído   en   un  autorizado   quienesquiera. 

Titulación,  f. — Conjunto  de  títulos  de  una  propiedad  inmue- 
ble. '"La  casa  tiene  muy  mala  titulación."  Es  término 
de  origen  forense  ya  difundido  y  aceptado  en  el  habla 
general. 

Sambe.  m. — Era  un  juego  entre  niños.  Consistía  en  regalarse 
mutuamente  un  distintivo,  como  un  lazo,  un  alfiler,  una 
cinta,  un  collar,  etc.,  quedando  obligado  a  llevarlo  a  la 
vista  hasta  el  primer  encuentro,  horas  después,  al  día 
siguiente,  etc.  El  que  había  dado  el  distintivo  decía,  en 
cuanto  recordaba  el  juego :  sambé  que  lo  vi,  o  sambé  que 
mo  lo  vi,  según  los  casos,  y  suponemos  que  el  infractor 
pegaba  prenda.  Es  recuerdo  de  infancia.  Hoy  no  hemos 
visto  ni  oído  ningún  sa-mbé.  Parécenos'  voz  africana, 
acaso  juego  de  negritos. 

Algunos  dicen  sambeque.- 

Manganzón,  na.  adj. — Holgazán,  vago,  zangolotino.  Es  una  de 
tantas  voces  heredadas  de  los  portugueses.  En  el  len- 
guaje lusitano  mangar  es  "burlarse  de  uno",  mangacao 
es  "burla",  maganao  "tunantear",  magano  "tuno", 
"pillo".  El  vocablo  corre  por  toda  América. 

Tataguaya.  f. — Cabeza.  Es  vocablo  poco  usado,  que  oimos  en 
las  Villas.  "Le  dio  en  la  tataguaya." 

Chorreado,  m. — Juego  infantil  consistente  en  arrojar  tarjetas 
o  figuras  desde  una  altura  mediana.  El  que  logre  montar 
una  de  las  tarjetas  o  figuras  lanzadas,  gana  el  chorrea- 
do. Para  el  chorreado  se  utilizan  las  figuras  que  distri- 


UNA    AMBUESTA    DE    CUBANISMOS  263 

buyen    las    fábricas    de    confituras    y    las    de    cigarros. 
(Apunte  de  Israel  Castellanos.) 

Vapor,  m. — Dícese  de  la  manera  de  arrojar  el  trompo  a  dis- 
tancia. 

Charro,  m. — Nombre  que  se  da  al  también  juego  de  las  chi- 
natas.  (Véase  Suárez.) 

PiquiniqueN,  m. — Los  muchachos  llaman  piquiniquén  al  jue- 
go siguiente.  Ponen  de  base  una  piedra  y  desde  ella 
arrojan  una  lata  de  conserva  que  tiene  en  su  interior 
piedras  o  clavos.  A  uno  de  los  muchachos  le  toca  ir  a  re- 
coger la  lata  o  piedra  lanzada.  Y  mientras  que  lo  hace, 
sus  compañeros  se  ocultan.  Después  que  recoge  la  lata 
o  piedra  tiene  que  ir  descubriendo  el  escondite  de  cada 
uno.  Si  mientras  llena  su  cometido  uno  de  los  mucha- 
chos sale  y  pisa  la  base,  el  que  la  pisa  grita  piquiniquén, 
salen  los  que  aun  quedaban  escondidos,  y  el  muchacho 
paga  su  descuido  volviendo  a  recoger  la  lata  o  piedra 
que  lanzan  sus  compañeros.  Si  por  fortuna  descubre  el 
escondite  de  todos,  al  primero  en  ser  descubierto  le  toca 
recoger  la  lata.  Cuando  algún  descubierto  se  hace  el  re- 
molón, el  muchacho  dice:  "Con  permiso  de  la  piedra 
voy  a  sacar  a  Juanito  detrás  de  la  columna"  (o  del 
punto  en  que  esté  oculto).  Mientras  hace  esto  los  es- 
condidos no  pueden  salir  para  pisar  la  piedra  y  gritar 
piquiniquén.    (Israel  Castellanos.) 

Caguama,  f.  Vulg. — Cabeza.  Usase  en  sentido  despectivo.  "¡Qué 
caguama  tienes ! ' '  equivale  a  ' '  ¡  qué  bruto  eres ! ' ' 

Cascarilla,  f. — No  solamente  es  el  blanquete  de  cascara  de 
huevo,  según  cree  la  R.  Academia.  También  lo  hubo  de 
caracol  marino. 

Ponqué,  m. — Especie  de  bizcochuelo. 

En  Oriente,  según  Ramiro  Martínez,  suele  decir 
en  sentido  figurado:  "Fulanita  se  da  mucho  ponqué  o 
tono." 

QuitaipoN".  m. — Cierre  de  bambúes  con  que  se  improvisa  una 
talanquera  en  un  portillo. 

Yayero,  ra.  adj.  U.  t.  c.  s. — Dice  Suárez :  "Aplícase  a  la  perso- 
na inoportuna  y  entrometida",  y  que  es  de  poco  uso. 
De  ahí  ha  debido  de  tomar  su  dato  García-Lomas 


264  tEBÑANÜO   OBTifc 

para  escribir  lo  que  sigue  en  su  reciente  y  erudito  Es- 
tudio del  dialecto  popular  montañés  (S.  Sebastián, 
1922)  :  "Yañeru.  Pertenece  a  importación  indiana.  De- 
rivado de  yayero:  En  Cuba:  entrometido,  que  se  mete 
donde  no  le  llaman  o  no  le  importa".  No  creemos  que 
sea  imposible  la  paternidad  cubana  del  yañeru  monta- 
ñés, dada  la  abundancia  de  "indianos"  en  aquella  her- 
mosa Cantabria;  estimamos  que  la  acepción  de  "inopor- 
tuno o  entrometido"  no  es  la  precisa  en  Cuba.  Sigue 
diciendo  García-Lomas :  "En  el  sentido  figurado  se  usa 
en  la  Montaña  el  verbo  ynñear,  diciéndose  que  yañea 
a  quien  llora  de  mentirijucas.  Quizás  corresponda  a  un 
vocablo  onomatopéyico  esta  última  y  curiosa  acepción." 
Y  esta  muy  atinada  observación  del  lexicógrafo  cánta- 
bro nos  lleva  de  la  mano  a  la  acepción  cubana.  Yayero 
significa  "llorón",  quien  siempre  está  con  lástimas  y 
quejumbroso,  exagerando  sus  contrariedades  y  disgus- 
tos, y,  naturalmente,  "importunando"  al  prójimo,  por 
donde  en  metáfora  se  haya  podido  aplicar  yayero  al 
"importuno"  y  después,  con  otro  esfuerzo  de  figura- 
ción, al  "entrometido". 

Y  yayero  procede  de  yaya,  voz  infantil,  onomato- 
péyica,  que  significa  "dolor,  daño,  mal".  Véase  en 
nuestro  Catauro  de  Cubanismos. 

Paripé,  m. — Simulación,  acto  hipócrita.  "Hizo  el  paripé  de 
quererla."  "Hizo  el  paripé  que  se  suicidaba." 

Chambel.  m. — Aparato  de  pesca  formado  por  una  varita  ho- 
rizontal atada  al  cordel,  que  sostiene  en  cada  uno  de 
sus  extremos  una  pita  o  reinal  con  un  anzuelo.  ¿Será 
este  vocablo  y  no  el  toponímico  Chambas,  el  origen  eti- 
mológico   de   la   popular   chambelonaf 

Reinal,  m. — Pita  o  cordel  atado  a,  un  extremo  del  chambel  y 
que  sostiene  el  anzuelo. 

Grilla,  f. — Mentira,  broma  verbal.  "No  me  metas  esa  grilla." 
El  Diccionario  de  la  Academia  trae  esta  voz  en  la 
locución  "esa  es  grilla";  pero  no  trae  la  acepción  más 
concreta  que  reconocemos  en  Cuba,  y  probablemente  en 
la  misma  España.  En  Italia  grillo,  además  de  su  acep- 
ción zoológica,  igual  a  la  castellana,  quiere  decir  "ca- 


UNA    AMBUESTA    DE    CUBANISMOS  265 

pricho,  chifladura",  sentido  ideológicamente  próximo  al 
cubano.  Se  dice  que  el  origen  del  doble  significado  es 
latino  clásico,  pues  según  Plinio  (Sympos,  XXV.  37)  : 
"Antiphilus  jocosis  nomine  Gryllum  deridiculi  habitus 
pinxit,  unde  id  genus  picturse  grylli  vocantür."  Y  fué 
costumbre  romana  la  de  los  amuletos,  grylli,  constituí- 
dos  por  figuras  de  animales,  grotescas  y  humorística- 
mente monstruosas,  contra  el  mal  de  ojo  o  fascinación. 
(F.  T.  Elworthy.  The  Evil  Eye.  Londres,  1895,  p.  144.) 

Ñangueta.  f. — Aplícase  vulgarmente  a  la  persona  que  tiene  un 
miembro  deformado  o  ñangado.  "Ese  es  un  ñangueta." 

Chivo,  m. — La  fecundidad  de  la  picaresca  palabreja  es  extra- 
ordinaria. 

Llámase  chivo  al  golpe  dado  con  la  rodilla  o  ro- 
dillazo. Los  muchachos  cuando  riñen,  según  Israel  Cas- 
tellanos, procuran  bajar  la  cabeza  del  contrario,  po- 
niéndola a  la  altura  de  la  cintura,  a  fin  de  darle  el  ro- 
dillazo, el  chivo  en  la  cara. 

Guarapetas,  m.  Vulg. — Copa  de  algún  licor.  "Ya  se  tomó 
cinco  guarapetazos. 

Jirimica,  f.  Vulg. — Lloriqueo. 

Cócora,  f. — Dícese  vulgarmente  de  la  persona  que  infunde 
temor.  "El  encargado  es  la  cócora  del  solar." 

Catana,  f. — Aparato  mecánico  defectuoso.  Se  aplica  a  un  re- 
loj, a  un  carruaje,  a  una  máquina  de  coser,  etc.  Es, 
pues,  vocablo  despectivo. 

¿Etimología?  De  Santa  Catalina.  El  martirio  de  es- 
ta santa,  mediante  una  rueda  dentada,  dio  origen  a  que 
las  ruedas  dentadas,  especialmente  las  de  dientes  agu- 
dos y  oblicuos  que  hacen  mover  el  volante  de  ciertos  re- 
lojes, se  llamen  ruedas  catalinas.  La  rueda  catalina,  o 
la  catalina,  simplemente,  fué  después  pieza  popular  de 
los  ingenios,  cuando  fueron  desaparciendo  los  antiguos 
cachimbos  y  trapiches  de  extraer  guarapo  y  hacer  azú- 
car. Y  aun  se  oye  decir:  "Fulano  tiene  rota  la  catali- 
na" por  "tiene  trastornado  el  cerebro".  Y  ha  fijado  el 
nombre  nuestra  toponimia :  Catalina  de  Güines.  Y  poco 
a  poco  Catalina  fué  casi  sinónimo  de  "maquinaria". 
Pero   nuestra   dulzona  habla   familiar   convirtió    el 


266  FERNANDO     ORTI2 

nombre  de  Catalina  en  el  apocorístico  Catana,  en  sentido 
de  cariñoso  despectivo,  suprimiéndole  la  sílaba  U,  que 
parecía  darle  al  vocablo  un  sonido  desinencia!  diminu- 
tivo. Catana  es,  pues,  una  Catalina  despreciable,  o  sea  una 
máquina  de  poco  o  ningún  mérito. 

En  Filipinas,  según  W.  E.  Retana,  la  voz  catana 
significa  "arma  blanca,  propia  de  chinos  y  japoneses,  es- 
pecie de  sable  corto,  bien  afilado".  No  creemos  que  este 
filipinismo  tenga  relación  con  el  cubanismo. 

Choteada,  f. — Acción  y  efecto  de  chotear.  " Le  dieron  la 
gran  choteada." 

Grajo,  m — Olor  a  grajos.  Llámase  así  al  olor  que  despiden  los 
negros  sudorosos.  "En  el  mitin  había  un  grajo  horri- 
ble." Es  voz  traída  de  España,  pues  en  Cuba  no  hay 
grajos. 

Maturraca,  f. — Ardid  ilícito,  treta,  marrullería,  enredijo  amo- 
roso. Algunos  dicen  maturranga,  forma  que  creemos  de- 
rivada de  maturraca,  por  acción  del  despectivo  nga. 
"El  hombre  tiene  su  maturraca." 

Siguapa,  f. — Lechuza  o  corúa,  en  el  sentido  aplicable  a  la 
mujer. 

Derrenguera.    f. — Derrengadura.    "Se    sentía    con    mucha   de- 
rr  enguera." 

Echador,  m. — Bambollero,  que  alardea  de  riquezas. 

Toa.  f.  antic. — Voz  dada  onomatopéyicamente  a  la  "rana"  por 
los  indios.  Así  dicen  Pichardo,  Zayas  y  Suárez.  La  ono- 
matopeya  es  verosímil;  y  puede  justificar,  igualmente, 
que  toad  sea  voz  común  del  idioma  inglés,  de  donde  pudo 
venirnos  el  vocablo,  sin  acudir  a  los  indios  haitianos.  Y 
hasta  del  mandinga,  como  diremos  en  el  Glosario  de 
afronegrismos. 

Tinguaro. — Voz  toponímica.  No  es  india,  como  dice  Zayas,  si- 
no guanche,  o  isleña  de  Tenerife. 

Taoro. — Voz  toponímica,  antigua  finca  en  Punta  Brava.  Pro- 
cede de  Canarias,  como  Tinguaro. 

Zacatecas,  m. — Sepulturero.  Agente  de  pompas  fúnebres.  Sue- 
le decirse  también  en  forma  irregular  femenina :  zaca- 
teca; pero  nunca  se  dice  zacateco,  como  se  deduce  del 
Diccionario  de  la  R.  Academia. 


UNA    AMBUESTA    DE    CUBANISMOS  267 

Suponemos  que  el  uso  del  vocablo  comenzara  por 
haber  sido  dedicados  a  tan  ingratos  oficios  algunos  de 
los  indios  que  de  Yucatán  y  otras  regiones  mejicanas, 
fueron  importados  durante  el  siglo  pasado,  tratando  de 
conjurar  la  crisis  de  braceros  al  prohibirse  la  trata  es- 
clavista. 

Manflorita.  m. — Hermafrodita.  Corrupción  motivada  por  el 
influjo  fonético  de  manfla,  manflota  y  manflotesco,  vo- 
ces hamponas  que  pueden  verse  en  el  diccionario  de 
la  R.  A. 

Zumba,  m. — El  pájaro  zun-zun  o  colibrí,  también  llamado 
zumbete,  en  la  región  oriental. 

Antaño  los  muchachos  acostumbraban  sacarle  el  co- 
razón al  pajarito  para  hacer  "brujería".  El  corazón  do 
zumbete  era  propio  para  dejar  enamorada  a  la.  persona 
que  se  escogía  como  víctima,  a  la  que  se  le  hacía  beber 
un  brebaje  que  contenía  partículas  del  corazoncito. 

Freidera,  f. — Cazuela  donde  se  fríe. 

Fridera.  f. — Corrupción  frecuente  de  "freidera". 

Giro.  adj. — Atolondrado.  "Me  tenían  giro,  lo  traían  giro,  lo 
volvían  giro." 

Mabinga,  f. — Tasajo  o  "carne  de  Montevideo",  según  se  oye 
en  Oriente.  Vocablo  africano,  que  se  analizará  en  el 
Glosario  de  afronegrismos. 

Bacán,  m. — Especie  de  tamal,  hecho  con  harina  fina  de  maiz 
tierno. 

Mediamanta.  f. — Turrón  melcochado  hecho  con  azúcar  prieto. 
Tiene  la  forma  de  un  triángulo  isósceles  y  de  ahí  debió  de 
recibir  el  nombre,  de  esa  forma,  como  sucede  con  el  dul- 
ce aljófar,  pues  las  mantas  o  chales  de  nuestras  abue- 
las, al  doblarlas  para  echarlas  al  hombro,  tomaban  esa 
forma  triangular. 

Afarolado,  da.  adj.  Forma  de  sombrero  que  usaban  los  negros 
curros,  según  puede  verse  en  Tipos  y  Costumbres,  etc., 
y  en  los  artículos  de  José  V.  Betancourt. 

Bruja. — Además  de  la  acepción  de  este  sustantivo  de  género 
masculino,  ya  tratada  en  el  Catauro  de  cubanismos 
("Ese  es  un  bruja")  ■  en  Cuba  usamos  el  vocablo  como 
adjetivo  y  como  sustantivo.  Véase  brujo. 


268  FERNANDO     OBTIZ 

Matazonero,  m. — Dueño  de  una  matazón.  Usase  en  Camagüey 

y  Oriente. 
Frutero,  ni. — Arboleda  de  frutales.  "La  finca  tenía  un  buen 

frutero."  Oído  en  Camagüey. 
Plateado,    adj. — Durante    la    "guerra    grande"   llamaban    así 
en  Cuba  a  los  latrofacciosos  o  insurrectos,  por  usar  ma- 
chete con  puño  de  plata. 

Así  dice  Vergara  (p.  243),  Es  posible  que  los  mis- 
mos que  aplicaban  indistintamente  a  los  cubanos  en  ar- 
mas contra  España  los  dictados  de  "latrofacciosos"  e 
"insurrectos",  los  llamaran  también  plateados. 

En  Cuba  solíase  llamar  plateados  a  los  españoles  y 
cubanos,  que  durante  las  guerras  de  liberación  se  dedica- 
ban al  pillaje  de  los  indefensos,  fingiéndose  soldados  de 
España  o  de  Cuba,  según  les  convenía. 
Brujo,  ja.  adj. — Que  practica  la  brujería.  Que  es  propio  de 
la  brujería, 

Con  las  voces  bruja  y  brujo  el  léxico  -  académico 
no  ha  sido  del  todo  cuidadoso. 

En  el  artículo  bruja  entiende  este  vocablo  como  ad- 
jetivo, en  todas  sus  acepciones,  inclusive  en  la  tercera : 
"Mujer  que,  según  la  opinión  vulgar  (y  a  veces  según 
la  docta  eclesiástica,  pudiera  añadirse),  tiene  pacto  con 
el  diablo,  y  hace  cosas  extraordinarias  por  su  medio." 
Esta  acepción  parece  la  definición  de  un  sustantivo ;  si 
se  quiere,  de  un  adjetivo  sustantivado.  Creemos  que  o 
bruja  es,  además  de  adjetivo,  sustantivo,  como  lo  es, 
según  el  propio  diccionario,  la  voz  brujo;  o  no  lo  es 
tampoco  este  último  vocablo.  Si  ambos  son  sustantivos, 
la  Academia  ha  debido  indicarlo,  señalando  al  frente  de 
esa  acepción  tercera  la  inicial  efe,  del  género  femenino. 
O  redactar  un  artículo  más,  que  sería  más  apropiado. 

En  cambio,  en  el  artículo  brujo  marca  exclusiva- 
mente su  carácter  de  sustantivo  masculino,  y  no  recoge 
la  frecuente  acepción  adjetival.  En  Cuba  decimos:  "de- 
lito brujo,  santo  brujo,  baile  brujo,  boniato  brujo." 

Pero  en  Cuba  tiene  otra  acepción  el  adjetivo,  apli- 
cado exclusivamente  al  tasajo.  Suárez  dice:  "Sirve  de 
aditamento  al  tasajo,  boniato,  etc.";  pero  no  especifica 


UNA    AMBUESTA    DE    CUBANISMOS  269 

su  sentido  en  ese  caso,  ni  la  razón  del  mismo.  Pichardo 
decía:  "tasajo.  Por  antonomasia  se  entiende  el  que  vie- 
ne de  ultramar,  Tampieo,  Costafirme,  Buenos  Aires,  etc. 
Este  se  trae  en  pedazos  mayores  o  menores  que  se  lla- 
man Tmajo  en  Penca-,  entre  ellos  se  distingue  el  Pato, 
que  es  masa;  Manta,  la  barrigada  y  demás,  que  abierta 
parece  una  manta  y  tiene  más  pellejo.  Todo  este  Tasajo 
se  clasifica  a  veces  con  el  nombre  de  Brujo  por  la  creen- 
cia de  que  se  aumenta  guisándole  para  distinguirle  de 
los  otros;  pues  hay  también  Tasajo  fresco  del  país  y  el 
afamado  de  Cayo  Romano  e  Isla  de  Pinos,  de  consumo 
particular  a  diferencia  del  Brujo  destinado  para  las 
Fincas  de  campo.  El  Tasajo  de  Caja  viene  en  cajas  de 
Norte  América.  Tasajo  Rebenque  es  el  nervioso  o  piltra- 
fudo. Tasajito  se  dice  regularmente  al  ahumado  de 
puerco." 

La  opinión  folklórica,  recogida  por  Pichardo,  es 
inexacta,  nacida  del  deseo  popular  de  hallar  un  expli- 
cación al  adjetivo  brujo,  aplicado  a  ese  tasajo.  Hoy  día 
suele  concretarse  más  el  sentido  refiriéndolo  al  "tasajo 
salcochado  sin  condimentación",  o  al  "de  ínfima  ca- 
lidad". 

Cuando  se  aplica  al  boniato,  ello  se  justifica  por  la 
precocidad  extraordinaria  que  se  atribuye  a  la  especie 
boniato  morado,  como  también  se  llama,  y  se  quiere  apli- 
car como  cosa  de  encantamiento  o  brujería.  Pero  esto 
no  fué  así  con  el  tasajo.  Al  "tasajo  malo"  se  le  llamó 
brujo,  porque  los  lucumíes  lo  dijeron  buruh  "malo",  y 
buruju  "peor".  (Crowther,  99.)  Y  sabido  es  que  el  tasajo 
brujo  fué  en  Cuba  la  base  de  la  alimentación  del  esclavo. 
La  acepción  cubana,  o  afrocubana,  pues,  debemos 
recogerla  así:   "Dícese   del  tasajo   de   mala  calidad." 

Desguabilar,  a. — Desarreglar,   descuajaringar.   "Lleva  el  som- 
brero desguabilao." 

Culillo.  f. — Prisa,   ímpetu,  impaciente.   "Tenía  un  culillo  de 
irse."  Como  fuguilla. 

Hachador,   m. — Hachero.   2.   art.  Se  lee  así  en  los  periódicos 
de  hace  un  siglo,  de  la  Habana. 

Pilador,  ra.  adj. — Majador  de  granos  en  el  pilón.  U.  m.  c.  s. 


270  FERNANDO     ORTIZ 

Negeo  de  aemazón. — Decíase  del  negro  bozal  recién  llegado  de 
África,  en  la  armazón  de  un  buque  negrero. 

Guandoli.   m.   Vulg. — Se   ha   venido   diciendo   este   anglicismo 
por  "un  peso".  De  one  dollar  o  sea  "un  dólar". 

Colón,  m.  Ant.  Vulg. — Se  dijo  al  billete  de  a  peso,  porque  lle- 
vaba estampada  la  efigie  del  Descubridor. 

Encabezado,  da.  adj.  Ant. — Persona  que  se  suscribía  para  su- 
fragar los  gastos  de  un  baile. 

Fué  usual  antaño  el  vocablo  adjetivo  en  esta  acep- 
ción y  forma  sustantiva,  especialmente  entre  la  gente 
de  color.  Para  celebrar  un  baile,  después  de  extingui- 
dos los  "cabildos"  cuando  desapareció  la  esclavitud,  so- 
lían reunirse  varios  individuos  que  se  llamaban  "em- 
presarios". Estos  eran  los  organizadores  y  respondían 
de  los  gastos:  alquiler  de  la  casa,  alumbrado,  adorno, 
comidas  y  bebidas,  etc.  Anunciaban  el  baile  por  medio 
de  hojas  sueltas  chabacanamente  redactadas,  en  las  cua- 
les, además  del  título  del  baile  ("Los  hijos  de  la  San- 
dunga", "Los  Caballitos  de  San  Vicente",  "Antonio 
dale  serrucho",  "La  Masucamba",  "A  los  Pitimbú", 
"Mandinga  moro  azul",  "Mulata  me  despetronco", 
"Acuérdate  del  Yaguancazo",  etc.)  se  publicaban  los 
nombres  de  los  "empresarios",  de  los  "bastoneros"  y 
"bastoneras",  y  de  los  "encabezados"  y  "encabezadas". 
Suponemos  que  estas  personas  recibieron  esa  de- 
nominación porque  "encabezaban"  la  lista  de  las  ins- 
criptas como  suscriptoras  y  futuras  asistentes.  La  pu- 
blicidad de  sus  nombres,  alguno  siéndolo  "de  guerra", 
era  un  atractivo  más  para  los  bailadores,  que  acudían 
al  baile  pagando  su  cuota  correspondiente. 

El  Dr.  Manuel  Pérez  Beato  conserva  una  curiosa 
colección  de  tales  anuncios  de  bailes,  y  de  ahí  se  toman 
estos  datos. 


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