LIBRARY OF PRINCETON
JUL 2 1 2003
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AÑO XXI — Caracas Venezuela — Diciembre de 1959 — N? 250
Ha Nauiímíi rn laa ÜÜbtrufb
A Pedro Krysólogo, el peque-
ño guarao ya hecho grande,
con cariño.
Como los demás cristianos, también
los indios guaraúnos celebran la Pas-
cua y cantan amores y saben decirle
ternuras y delicadezas al Niño Jesús
y a sus Santos Padres.
Al enviarles hoy desde estas páginas
mi felicitación de Pascuas, quiero de-
dicarles algunos de los “aguinaldos” o
cantares navideños, que se me han
ocurrido pensando en ellos.
Que estos cantares en lengua ver-
nácula y algunos con música también
guaraúna. sirvan para reavivar el san-
to regocijo navideño en los internados,
centros y escuelas misionales, lo mismo
que en el propio corazón de las fami-
lias guaraúnas de las rancherías dis-
persas. Y, sobre todo, para que los indí-
genas sepan agradecer al Niño Jesús el
don de la fe y la gloria de haberlos
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322
VENEZUELA MISIONERA
I
ORIGUAKAIDA
(Villancico Guarao)
(Música del Cancionero guarao)
(De la barcarola "Barimarane")
(Letra original del Capuchino Juglar)
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1 1
lv — ORIGUAKAIDA
1*— LA GRAN FESTIVIDAD
Origuakaida,
guarao abakí.
Abaki-rane
guaraotumá-ra.
Una grande fiesta
celebramos, ¡oh, guáraos!
Celebramos, sí,
¡oh, guaraúnos!
VENEZUELA MISIONERA
323
Imautu ekía
Miañare jae:
Santa María
isímo-rane
Jesús Noboto
dihaguarae ñera.
A la media noche
el Misterio se obró:
Del seno
de Santa María
El Niño Jesús
ha nacido, ¡ea!
***
***
Cielo araotuma
kuai isiara
Dihaguara-noko
yakarama eku
jujuya-nera.
Pastores yama
Belén naría;
Jesús mikore,
doró-raré-ra.
Los clestes moradores
en las alturas,
del Portal del nacimiento
por los alrededores
andan volando.
Los pastores
van camino hacia Belén;
y al encontrar a Jesús,
de gozo se llenan.
2'1— AGUARAO SANTA
2"— LA SAGRADA FAMILIA
Naokotú-ra,
naokotú-rá.
¡Guaraotuma, naokoturane!
Kuai-mo yama
Joro-simo,
Santa María Auka,
dihaguaráe-ra
Venid,
venid,
Venid, ¡oh, guaraúnos!
De arriba venido
el Infantito,
Hijo de Santa María,
acaba de nacer.
***
•**
Imautuya yamara
Belén matanarare
mianaretuma jae.
Esta media noche
a un lado de Belén
han ocurrido portentos.
Bebe tobo arai ñera
domu mana kaguana
Joro-simo yajía
Sobre un montón de hierbas
y entre dos animales
el nacido Infante reclinado está.
A-Noboto onayaja
a-Raní-ma jegüerea,
San José seoroyara.
El Niñito está llorando,
su madrecita lo arrulla
y San José los contempla.
Dihaguara-noko arai-ra
dokotu guarakomo,
Angeles jujuyaja.
Sobre el Portal del Nacimiento
entonando cantares,
revolotean los Angeles.
Cielo araotuma-rane
güite a-rokotu ekú-ra
tuatane nabuaraya:
En medio de sus canciones
los celestes espíritus
de esta manera se expresan:
TRAJES DOVILLA venden comodidad.
Ttlf. 81-56-47
324
VENEZUELA MISIONERA
"Dioso saba groria;
guaraotuma yakaera
doró takuna ñera. .
39— IMAUTUYA
Imautuya
eku-rane
Dioso Aukaro-ranera
dijaguarae bebe tobo araira.
A-Ranimasi Tai jegüereaja.
¡Guaraotuma,
miañare!
Mikitane naokotu.
***
Dejorojo
eberane
tororoya Noboto;
a-Ranimasi onayajarane,
güite a Noboto majanerane:
"¡Ma Noboto!
¡Ma moneri!
Onakaya tone abau".
***
Kuai isiara
ekurane
cielo araotuma-rera
jujuyane,
dokotu guarane,
origuakaida abayaja-rane.
Yatu arakate abakotu,
¡guaraotuma yakaera!
(Se canta con la música de
"Noche de Paz").
“Para Dios sea la gloria;
y para los indios buenos,
la satisfacción y la dicha”.
3'— A LA MEDIA NOCHE
A la
media noche
el Hijo de Dios
nació sobre un montón de pajas.
Su Madre lo está arrullando...
¡Oh, guáraos,
qué maravilla!
Venid a verla.
*•*
Del frío
por causa
tirita el Infantito;
y su Madre se ha puesto a llorar,
mientras lo estrecha entre sus brazos:
¡Mi Niño!
¡Mi encanto!
Deja de llorar.
***
Por los espacios
los espíritus celestes
entre revuelos,
y entre cantares,
celebran la gran festividad.
Celebradla también vosotros,
¡Oh preclaros guaraúnos!
Fr. Basilio M” de Barral,
Misionero Capuchino.
Pedernales (Delta Amacuro), diciembre
de 1959).
TRAJES DOVILLA, los trajes sin competencia. — Telf. 81-59-87
ETNOGRAFIA YUCPA
Economía Doméstica
Indias “Yucpa" de Perijá.
I V
LA CAZA QUE PRACTICAN LOS
YUCPAS
Los lectores de esta Revista, al me-
nos muchos, habrán quedado impresio-
nados al enterarse de los gustos culi-
narios de nuestros yucpas. Larvas de
avispa, hormigas, gusanos... Son pre-
sas que no se ven en nuestra mesa de
civilizados. Pues bien, hay todavía
otros animales que el yucpa busca con
interés para su alimentación.
Quizá cause repugnancia el hecho de
que los yucpas comen, por ejemplo, ra-
tones. Ante eso y lo demás no cabe
más que la sabia consideración de
nuestros abuelos: “Lo que no mata,
engorda. . .”
RATONES, ARDILLAS Y MONOS EN
LA DIETA DEL YUCPA
Aunque a veces el yucpa come cual-
quier clase de ratón, de cualquier fa-
milia y tamaño, lo corriente es que bus-
que especialmente el ratón que ellos
llaman “puerepo”. Se consigue en los
montes y sabanas, merodeando casi
siempre los pequeños maizales del in-
dígena.
Cuando éste se apercibe de la exis-
tencia de estos roedores y de su cerca-
nía, le pone un cebo cualquiera en el
senderito que el ratón suele recorrer.
Al lado del cebo ha quedado un montón
de la semilla “kate”, muy resinosa,
que se mantiene ardiendo toda la no-
che, iluminando convenientemente el
cebo. El yucpa cazador queda a la es-
pera. Cuando llega el ratón, le permite
que coma hasta que ya harto manifies-
ta deseos de retirarse a su escondite.
En ese preciso momento el yucpa le
dispara certeramente la pequeña flecha
llamada “mápicha”, una flechita sin
punta, terminada solamente en una
bola de cera silvestre, especial para
esta clase de caza. A veces la bolita de
cera ha sido previamente recalentada
y por lo mismo llega hirviendo al
blanco. . .
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326
VENEZUELA MISIONERA
Matado así, por contusión, el ratón
es recogido y llevado al rancho. Aquí
lo pasan por el fuego, a fin de pelarlo
mejor. Luego lo abren, desechan los
intestinos del roedor, lo lavan con agua
fría y lo asan a la parrilla, una parrilla
elemental hecha de palitos de dura
madera.
A continuación lo comen y afirman
ser algo exquisito.
Sabemos que en nuestros restoranes
y fondas se ha hecho pasar más de una
vez “gato por liebre...” ¿Sería posible
hacer pasar “ratón por conejo”?
En último término, al yucpa le ten-
dría sin cuidado.
Si buscan ratones ya nada tiene de
extraño que los yucpas busquen tam-
bién ardillas. Al fin pertenecen a la
misma clasificación zoológica.
La ardilla — “kerekshe” — es una de
las víctimas más frecuente de la “oma-
ye” yucpa, una pequeña flecha termi-
nada en punta bien fina.
Para capturar la ardilla, el cazador
le pone un cebo de maíz — “mi” — so-
bre un tronco atravesado en cualquier
punto de monte espeso y cerrado.
Bajo el tronco hay un escondite cons-
truido especialmente y dentro está el
cazador.
Llegada la ardilla, la dejan hartarse
de maíz, como en el caso del ratón y
cuando pretende irse ya es tarde: Un
flechazo certero la deja en el sitio. Lue-
go es recogida y se repite en todo el
proceso culinario seguido con el ratón.
La “cocina yucpa” acepta y prepara
bocados verdaderamente insólitos en
la cocina civilizada. Tenemos el ejem-
plo del menú a base de mono.
A mí me divierte la cara que ponen
los visitantes de esta Misión del Tu-
cuco cuando al preguntar si hay mu-
chos monos en la región se les contes-
ta que los había, pero que los indíge-
nas los han ido llevando a su estómago
hasta el punto de que ya no se escu-
cha el solitario ladrido de un solo ara-
guato.
Monos nocturnos y diurnos, grandes
y pequeños, mansos y feroces, todos
son muy codiciados por el yucpa, cons-
tituyendo un plato bastante frecuente
y por lo mismo en su aprecio muy ex-
quisito.
“Poroto” es una palabra demasiado
general que designa a cualquier clase
de mono. Pero el yucpa conoce diversas
familias de cuadrumanos y les da nom-
bres distintos. Sabe hablar del “aris-
havo” (araguato), del “konuksha”
(mono nocturno), del “sherere” (mono
TRAJES DOVILLA, diseños originales, confección inmejorable.
VENEZUELA MISIONERA
327
carablanca), del “mashiramo” (gorila)
y de otros.
Para la captura del araguato, de la
marimonda, del perezoso, del mono
nocturno y de otros de regular tama-
ño, el yucpa fabrica y usa la flecha
llamada “míkivi”, que no es la más
grande, pero sí de las más grandes.
En cambio, para la caza del forzudo
gorila sí emplea la flecha mayor sali-
da de sus manos, la llamada “shupa-
ra”, flecha empleada también en la
captura de la danta, del tigre y de
otros animales excepcionalmente gran-
des y peligrosos.
Cuando el yucpa se apercibe de la
presencia de un mono, organiza inme-
diatamente su captura. Como el animal
anda siempre por las ramas de altos
árboles, el yucpa se asegura primero
de que lo matará con solo dispararle
desde abajo. Si no está seguro del re-
sultado, el indígena no dudará un mo-
mento: él mismo trepará a las ramas
y entonces el mono está perdido.
Una vez en el suelo la presa es re-
cogida por el cazador o cazadores. Co-
mo es mucho el pelo de que está re-
vestido, el mono es pasado varias veces
por las llamas de una pequeña fogata,
hasta que queda mondo y lirondo como
un huevo... pero renegrido. Luego
abren el viente del animal, le arran-
can los intestinos que luego arrojan
lejos y van cortando y amontonando
las presas unas sobre otras.
Si el yucpa de nuestra historia es
tan afortunado que posee una olla o
paila en ella va depositando pedazos
de mono que, cocido con plátano u
ocumo, sabe después a gloria. . . (Dicen
los yucpas, que yo nunca probé esa
delicia. . .)
Lo más corriente, sin embargo, es
asar lo que se va a beneficiar del mono,
y luego comerlo acompañándolo de
plátano asado también. Todo sin sal
y sin ningún otro condimento, por su-
puesto.
Contra lo que oí en más de una oca-
sión, tengo que decir que no parece
cierto que el yucpa espere a que el
mono capturado y muerto llegue a des-
componerse. Se ha dicho que así, he-
diondo y agusanado, le resulta más sa-
broso al indígena.
Por el contrario, les desagradaría en
esa forma repugnante. Sin embargo en
esto, como en otras cosas, el yucpa no
es tan meticuloso como nosotros, pues
se da el caso de que, si el mono llegara
a descomponerse y empezara a agusa-
narse, al yucpa aún le quedaría un
recurso: asar de nuevo la carne ya asa-
da y luego consumirla de inmediato.
Claro que en este caso lo que comen
es casi tan repugnante como lo otro.
Pero el yucpa seguramente piensa que
el olor no se come. Y creo que pocos
se atreverían a negarle la ocurrencia,
y a contradecirla . . .
Para la caza del gorila — de los que
todavía quedan muchos ejemplares por
estas montañas — los yucpas siguen
procedimientos distintos, según los ca-
sos. Si el gorila es sorprendido en ac-
titud de reposo, los cazadores se acer-
carán disimuladamente hasta él y lo
matarán ahí mismo.
Pero ordinariamente el gorila es sor-
prendido en los caminos, en compañía
de la hembra y del hijo. Los yucpas
temen este encuentro, porque invaria-
blemente el animal se pone furioso y
armándose de un gran tronco arreme-
terá contra ellos, dispuesto a defen-
derse y defender a la hembra y al hijo.
Los yucpas se suben entonces a cual-
quier árbol o arbusto próximo y desde
allí organizan el ataque al enorme cua-
drumano.
Siguiendo el proceder del tigre que
también busca carne de gorila — al me-
nos así lo afirman los yucpas — si el
gorila a la hora de ser herido mortal-
mente cae de espaldas los yucpas des-
deñarán su presa: Comer un animal,
sobre todo un gorila, caído en esa posi-
Para Ud. TRAJES DOVILLA. — Telf. 81-56-47
328
VENEZUELA MISIONERA
ción traería grandes calamidades y
hasta les causaría la muerte.
En cambio si el gorila ha caído sobre
su rostro entonces no hay peligro nin-
guno en beneficiarlo y por eso inme-
diatamente comienzan los preparativos
— como los ya descritos para los demás
cuadrumanos — y los yucpas se dan su
gran banquete de gorila.
Para terminar quiero hacer resaltar
una práctica extremadamente curiosa
observada por nuestros yucpas y es que
los jóvenes — varones y hembras — no
comerán jamás de la cabeza del mono
ni de ningún otro animal capturado.
La razón es bien peregrina: Porque si
se atrevieran a probar la cabeza de un
animal su propia cabeza empezaría
muy pronto a poblarse de. . . canas.
P. Prudencio de Santelos,
Misionero Capuchino.
(Continuará)
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MUERTE TRAGICA
Como anudamos en nuestra edición anterior,
el día 8 del mes pasado murió trágicamente
— ahogado en el Caño Araguaimujo — el R.P.
Rafael de Corbillos, joven misionero del Vica-
riato Apostólico de Tucupita en el que venia
trabajando activa y entusiásticamente desde
hacía diez años.
Había nacido en el pueblo de Corbillos, pro-
vincia de León, España el 15 de mayo de 1919;
tomó el hábito franciscano el 13 de octubre
de 1940; profesó el 15 de octubre de 1941 y
se ordenó de sacerdot el 25 de julio de 1947.
Lleno de fervor religioso y celo misional, se
incorporó a la Misión el 15 de marzo de 1949,
residiendo en Upata hasta el 1 de abril, fecha
en que fue trasladado a Tucupita Aquí y en
los Centros Misionales de Araguaimujo y Guayo
y en la Cuasi-Parroquia de Pedernales, transcu-
rrieron sus actividades apostólicas y misionales
durante dos lustros. Actualmente residía en
Araguaimujo y aquí le sorprendió la muerte,
cuando en horas avanzadas de la noche, tras
de atender a la planta eléctrica de la Misión
y busca' un descanso junto al río, se desmayó
— según creemos — cayendo al agua. La co-
rriente le arrastró lejos de la Misión y sus
hermanos misioneros encontraron al día siouicn-
te su cadáver, al que pudieron dar piadosa se-
pultura.
Un hermano suyo de hábito y compañero de
misión le ha dedicado la siguiente composición
poética.
IN MEMORIAM
Al R.P. Rafael de Corbillos, Misionero
Capuchino, muerto en el río Orinoco.
Son para ti, Fr. Rafael, estos versos.
Desde hace cuatro años mi quehacer no
conoció rima propia, aunque haya vivido
la más alta poesía en mi vida misionera.
Sí algo valen, es por tu recuerdo, que
tiene la virtud de vivificar y ennoblecer
todo lo que toca. Son mi más sentido
pésame a tu mamá, hermanos y demás
familiares.
DE UN MISIONERO
Brisa que te vas al mar
y llevas los ojos muertos,
cuando llegues a alta mar,
no grites. . .
que no está muerto.
Tú no moriste, hermano;
"La vida se cambia, no se quita",
meditaba esta noche.
Sembrados en la muerte,
reracemos en vida.
Hoy somos el polvo,
y mañana. . la brisa.
Cuando ayer te nos ibas,
sembraste en el agua
la leyenda más íntima.
En adelante, tú serás en el agua
la brisa y el calor del alma misionera,
el ángel de las aguas
junto a tu casería,
la juventud, el brío
sacrificado en aras de los indios.
Brisa que te vas al mar
y llevas los ojos muertos,
cuando llegues a alta mar,
no grites. . .
que no está muerto.
¿Para quién tu último canto?. . .
¿Para quién tu último beso?...
Las ondas lo llevaron
por el mar a lo lejos.
TRAJES DOVILLA, los Trajes de Alta Fidelidad. — Telf. 41-16-85
330
VENEZUELA MISIONERA
Tu última sonrisa
se la llevó la selva
para que fuera siempre
el triunfo sobre el agua,
hondura y sutileza;
porque la tenue brisa,
en la noche callada,
la vaya repitiendo
al indio de la selva.
Brisa que te vas al mar
y llevas los ojos muertos,
cuando llegues a alta mar,
no grites. . .
que no está muerto.
¿Qué imagen quedó grabada
en tu retina
semilla eterna de tus ojos?...
¿El bosque, la placidez del río traicionero,
tu centro misional,
el bello caserío
o el cielo tropical?
¿Y en el recuerdo?
Fr. Pedro, y Fr. Enrique,
y Fr. Aquilino . . .
La Patria muy lejana,
un monte, un pueblecito;
los ojos desvelados de la madre
llorando siempre por abrazar al hijo.
Brisa que te vas al mar
y llevas los ojos muertos,
cuando llegues a alta mar,
no grites. . .
que no está muerto.
Tú no morirás en el recuerdo;
serás en la ribera
faro y río,
y si "sangre de mártires,
semilla de cristianos",
tú serás en la vida misionera
semillero.
Seguirás siendo atalaya
junto al río;
la sombra protectora
del centro misional;
verás todos los días
junto al templo, la palmera
que suena a lluvia,
a río y morichal.
Seguirás paseando, junto al río,
por el camino nuevo...
. . hasta el caserío
de casas blancas, grises y rosadas.
Y seguirás bendiciendo
el conuco de plátanos,
el cafeto, los maíces verdes
el cacaotal . . .
Brisa que te vas al mar
y llevas los ojos muertos,
cuando llegues a alta mar,
no grites. . .
que no está muerto.
Y, cuando te visite,
pasearemos juntos por el gran potrero.
Tú me dirás tus cosas. . .
El sitio de las garzas, el sendero
del tigre en la montaña. . .
Me dirás. . .
por qué el aruco canta
como infundiendo miedo;
por qué la garza tiene
ese cuello de cisne;
por qué el moriche
canta con el agua
y sueña cuando llueve
que está en el morichal. ..
Me dirás. . .
lo que canta la lluvia
cuando besa a la tierra;
el ritmo que produce
el crecer de la hierba;
lo que le dice el viento
cuando la cimbrea. . .
Me dirás. . . me dirás. . .
Tu diálogo no se acabará nunca.
Seguirás de atalaya junto al río,
prodigando consejos,
coraje, fuego y brío.
Dirás todos los días
tu voz de aliento al misionero:
"Dios os bendiga, hermanos",
y tus manos
bendecirán gozosas
las curiaras que pasan por el rio
cargadas de guáraos.
Brisa que te vas al mar
y llevas los ojos muertos,
cuando llegues a alta mar,
no grites. . .
que no esta muerto.
Fr. FELICISIMO DE RESPENDA,
Misionero Capuchino.
Tucupita, noviembre de 1959.
Se fundó en Cumaná e¡ primer
Colegio de Indios
Desde hace bastante tiempo bullían en
mi mente preguntas como éstas: ¿de
dónde provino que el año 1515 o poco
antes se estableciesen los frailes fran-
ciscanos en la Tierra Firme, a la boca
del rio Cumaná, y los frailes dominicos
no muy lejos de ellos en el golfo de
Santa Fe? ¿Cómo se explica que los
franciscanos y dominicos vinieran no co-
mo capellanes de una expedición, sino
como principales y solos y hasta sin es-
colta?
Muchas veces yo me había respondido
que SERIA la natural expansión de las
Ordenes Misioneras. Pero no veía claro.
Cuando he aquí que un estudio muy do-
cumentado del franciscano P. Domingo
R. Rancaño vino a da'rme todas las ex-
plicaciones deseadas y la ORAN NO-
TICIA para Venezuela de que el pri-
mer Colegio para Indios se fundó en
Cumaná.
Que los frailes franciscanos y domi-
nicos en sus monasterios, los primeros
fundados en la Tierra Firme en la fecha
antes dicha, enseñaban a varios mucha-
chos indios, hijos de señores principales
de aquellas tierras, era un dato ya cono-
cido y que circulaba entre los historia-
dores. Pero pensábamos que se trataba
de ese natural extender en torno suyo
los rudimentos de las letras y de las
áreas necesarias para la vida, propia
de toda persona practicante de las obras
de misericordia, sin que hubiera un pro-
grama más alto y bien definido.
Pero resulta ahora que ya desde los
tiempos de Fernando el Católico, año de
1508, el Capítulo General de los fran-
ciscanos había mandado a petición del
rey una expedición extraordinaria para
de la isla Española pasar varios de ellos
a la Tierra Firme. E igual cosa encon-
tramos en carta del mismo rey a Co-
lón, el año 1513.
Las Cartas y Cédulas del Cardenal
Cisneros, regente entre Fernando el Ca-
tólico y el Emperador, expresan bien
claramente que los Misioneros habían
pedido venir solos a “parte de indios,
que no estuviese poblada por cristianos
españoles, porque ellos solos con su doc-
trina, predicación y ejemplo pudiesen
atraer y animar a los indios, donde así
fuesen con más brevedad en conocimien-
to de las cosas de la fe católica”.
Se trataba de una experiencia, que
aquí fracasó por tropelías de aquel Ho-
jeda, famoso con su mala fama. Y en
otras fracasó por volubilidad de les in-
dios u otros vicios capitales, que tam-
bién heredaron los aborígenes america-
nos como legítimos descendientes de
Adán.
Y en cuanto al programa educacional,
que llevaban los Misioneros (o más bien
traían) a la Tierra Firme, dice y man-
da Cisneros al Almirante Diego Co-
lón: “Porque los Religiosos llevan in-
tención de hacer allí DOS COLEGIOS,
que diz que cada uno costará a hacer
5.000 maravedís, habéis de mandar con
ellos la persona o personas... para en-
tender en la dicha labor, como en ha-
cer de dar de comer a los dichos frai-
les cuando ellos lo hubieran menester
e no lo tuvieren c a los niños indios, que
tuvieran en los dichos Colegios”.
El plan no iba montado al aire y en
la fantasía, sino sobre realidades. Y por
eso aquellos Misioneros, que deseaban
tener mano libre con los indios en su
evangelización, sin interferencia de co-
dicias pidieron, sin embargo, “piezas de
artillería y pólvora y otras armas” para
TRAJES DO VILLA, los Trajes de Alta Fidelidad. — Telf. 41-16-85
332
VENEZUELA MISIONERA
usarlas contra los temibles Caribes, que
se decía eran antropófagos.
Y pidieron además, y el Cardenal Re-
gente Ies mandó dar, vestuarios, vino y
mantenimientos, ganado, bestias y aves
y menudencias para rescatar con los in-
dios. Y aparece poeo después de ya ins-
talados en estas costas el detalle curio-
so (sería a petición de parte) del Empe-
rador Carlos V, que manda se provea
a los frailes de una red, llamada chin-
chorro, para pescar.
No se les escapó a los Misicneros el
detalle, o más b:en problemas, de la len-
gua. Y de ahí que Cisneros escribiese al
Almirante: “Y que porque dicen que te-
nían necesidad de llevar algunos niños
indios por lenguas para traer y conver-
tir los otros indios. . . por la presente
mandamos se les den cuales quisieren”.
La conclusión, a que sobre este pun-
to llega el F. Raneaño es la siguiente:
“Consta, además, por otras Cédulas Rea-
les que para entonces (1519) ya tenían
los franciscanos en Cumaná unos CUA-
RENTA INDIOS ESTUDIANTES, de
manera que este Colegio de Indios pue-
de considerarse el primero fundado ex-
presamente con ese fin en América”.
Esa es la conclusión de un estudio.
Pero nuestra conclusión en la realidad
de esta Tierra Firme es que tales pri-
micias, tan prometedoras, fueron sega-
das en flor por atropellos de gente sin
conciencia. Y otra conclusión más de
nuestros días. ¡Ojo a les Hojedas! Do-
quiera surge una Misión con su escuela,
su ganadería, su agricultura, etc., etc.,
merodea toda una legión de filibusteros
al acecha de sus posibles ganancias. A
veces en forma de reptiles susurrando
motivos y razones a los inexpertos
indios.
Fr. C. DE ARMELLADA,
franciscano.
AVISO IMPORTANTE A NUESTROS SUSCRIPTORES
Con el fin de facilitar la lectura de nuestra Revista VENEZUELA MISIONE-
RA a toda clase de personas, habíamos mantenido durante largos años el valor irri-
sorio de su suscripción, o sea de bolívares seis anuales.
Pero ahora, como ya lo advertimos en otra ocasión, habiendo sido elevado con-
siderablemente el costo de la publicación y habiendo sido suprimido también el libre
franqueo para los impresos nacionales, que existía hasta hace poco..., por esta y
otras razones nos hemos visto obligados a elevar igualmente el precio de la sus-
cripción de nuestra Revista.
Por tanto, desde el próximo mes de enero será de diez bolívares (Bs. 10) anua-
les. En esto no hacemos más que seguir la insinuación de algunos de nuestros sus-
eriptores, que nos habían dicho que todo lector amante de nuestras Misiones lo
mismo abonaría seis bolívares que diez.
VENEZUELA MISIONERA no tiene otra finalidad que el bien de nuestras Mi-
siones venezolanas, obra verdaderamente cristiana y patriótica, a la cual todos de-
bemos ayudar moral y materialmente con la mayor generosidad.
TRAJES DOVILLA en toda la República. — Telf. 81-59-87
El Indigenismo navegando entre
Scila y Caribdis.
El indigenismo siempre ha navega-
do entre Scila y Caribdis. Me refiero
al antiguo de las Leyes de Indias y
Cédulas Reales y Ordenanzas de Go-
bernadores. Y también al moderno de
Fueros Indígenas Nacionales y Con-
gresos Indigenistas Interamericanos.
Y estos escollos de derecha e iz-
quierda no eran uno y uno, sino más
bien hileras indias de “roques” a una
y otra mano y a todo lo largo de la
navegación. Voy a tratar de enume-
rar algunos; porque, como queda di-
cho, la navegación continúa y nos
interesa acertar con el justo medio,
tan deseable en todas las actuaciones
humanas.
1. — Las reducciones o concentra-
ción en poblados fue medida previa
vista y exigida como necesaria para
toda ulterior actuación sobre los in-
dios. Así lo pensaron los virreyes, los
gobernadores y hasta los misioneros
más abnegados. No era aquello de que
los montes vinieran a ellos para no
tener que ir ellos a los montes; era la
imposibilidad de dar un sacerdote, un
médico y un maestro a cada familia
de indios; que así, en meras agrupa-
ciones familiares vivían y viven mu-
chos indios, desparramados en inmen-
sos territorios.
Y aquí el primer escollo: cómo con-
seguir eso “sin les hacer agravio”,
cómo vencer su fuerte resistencia a la
concentración y a toda sujeción que no
sea la paterna. Nada violento es du-
rable. Pero con caña nadie pesca mul-
titudes.
Y ahí queda el problema, el esco-
llo. Si usas de violencia, eso es injus-
to, te dicen. Si con la suavidad con-
sigues poco y tu obra es lenta y ape-
nas perceptible, “hay que dejarse de
pamplinas, compelle intrare”.
¿Mi solución personal? Dar en el
segundo escollo antes que en el prime-
ro. No importa lo que digan. Que
ellos, los mal-dicientes, pongan más
cañas o nos den para poner más cebo.
Y quede en claro que en nuestras ac-
tuales Misiones del Caroní, Delta
Amacuro y Goajira-Perijá esta solu-
ción es la que está en marcha con una
levísima concesión a la primera para
la formación de los Internados.
2. — “Castellanizar” al indio, requi-
sito indispensable si se desea incorpo-
rarlo a la nacionalidad”, escribe R.M.
L.E. Y luego nos salta a los puntos de
la pluma la misma cuestión: cómo ha-
cer ésto “sin molestia y sin costa”
de los indios. Para lograr esto, cual-
quiera que sea el método y los estí-
mulos que adoptemos, hay que presu-
poner ya resuelto lo enunciado en el
número anterioi
Hay que ir, sin duda ninguna, a
castellanizar o españolizar a los in-
dios; pero previamente el misionero,
el maestro, el médico, el jefe, etc., ha
de “utilizar la iengua nativa para pe-
netrar en el mundo de la afectividad
indígena, llevándole los mensajes de
la cultura que él desconoc e”.
(R.M. L.E.)
Si los indios no están concentrados,
el problema no tiene ni sentido. ¿Có-
mo ellos van a aprender el castellano,
ni cómo puede nadie enseñárselo? Y
concentrados unos pocos en los Inter-
nados, tratar o intentar que olviden
su lengua es tratar o intentar su mu-
tilación o atrofia intelectual, más in-
justa y más nociva que la mutilación
física. Hay que reparar en ello y no
TRAJES DOVILLA, máxima expresión en trajes de calidad. — Telf. 41-16-85
S34
V ¿iNEZ U FU j A MISIONERA
olvidar que el indio puede ser perfec-
tamente bilingüe.
Las pequeñas dificultades, que pue-
den provenir de la subsistencia de las
lenguas indígenas, no tienen compara-
ción con la barbaridad de intentar su-
primirlas violentamente. Su coexisten-
cia con una lengua nacional más am-
plia debe ser causa de regocijo. No
hay lengua bárbara. “El bárbaro soy
yo (dice San Pablo) si no entiendo
al que me habla’’. En cualquier tribu
pudo haberse encarnado el Hijo de
Dios. En cualquier lengua puede pre-
gonarse el Evangelio. Cualquier len-
guaje puede ser vehículo de la gra-
cia de los sacramentos.
3. — Nomadismo vs. propiedad terri-
torial. Hay muchas tribus, que apenas
pasan la etapa de recolectores, y vi-
ven sin bienes raíces y ni siquiera
aprecio de los mismos. Apenas si tie-
nen un comienzo de amor a la propie-
dad territorial, que hay, no obstante
y por su bien, que infundirles. Pero
el paso del nomadismo a la vida se-
dentaria, de la etapa de recolectores
a agricultores y ganaderos, necesita
un tiempo más o menos largo de adap-
tación psicológica. De ahí, entre otras
razones, la necesidad de establecer
zonas indígenas reservadas.
Se trata sólo de una medida tran-
sitoria, como tantas otras en favor de
los indios. Y el mismo carácter tiene
o debe tener hacerlos propietarios y
no dejarles, no obstante, disponer li-
bremente de sus propiedades. Una in-
capacitación permanente no sería jus-
ta. Por encima de todos los inconve-
nientes, llegado su tiempo hay que
romper con la tutela paterna, etc. No
a humo de pajas se inventó aquello
de que los Pueblos de Misión pasaran
a los 20 años a ser Pueblos de Doc-
trina.
Reservar perennemente una vasta
región para que en ella unas tribus
errantes de corto número quieran vi-
vir sólo de la caza, de la pesca y de
la recolección de los frutos espontá-
neos, no se entiende cómo esto pueda
ser legítimo. De esa manera no ca-
brían los hombres en el mundo. Yo
he citado más de una vez aquella fra-
se bella y verdadera: “Los hombres
sin tierra tienen derecho a las tierras
sin hombres”.
4. — El paso de la mentalidad má-
gica a la mentalidad científica tam-
bién tiene sus problemas y su más o
menos largo proceso. Incluso yo opi-
no que pueden coexistir (aunque iló-
gicamente) como estratos mentales
sobrepuestos. Ya en otras ocasiones
he hablado de lo que es la mentali-
dad mágica, que de ninguna manera
identifico con la mentalidad prelógica,
que algunos atribuyeron a ciertos pue-
blos primitivos. Todas las tribus ve-
nezolanas conocidas por mí directa o
indirectamente, adolecen de este mal.
Pero debo advertir que apenas habrá
en el mundo persona totalmente libre
de este mismo defecto mental. Así a
lo menos, leo en algunos tratadistas,
cuya idea comparto.
Los conflictos provenientes de esta
mentalidad aparecen principalmente
en el campo religioso y en el cam-
po sanitario, dietético, etc. Yo sé, por
ejemplo, que en cierta zona los indios
exigían para entregar sus hijos al In-
ternado que no se les obligase a co-
mer carne, queso o leche de vaca y
menos de cabra. En otra, las cédulas
de inscripción de bautismo llegaron a
nuestras manos después de muchos
años, entre otros motivos por la cau-
tela con que habían sido conservadas
para preservar a los inscritos en ellas
de influencias mágicas.
Algunos hablan de “costra mítica”
o cáscara mítica, en que está encerra-
da la mente de los indios americanos.
Apropiándome esta metáfora, digo yo
que no hay que romper antes de tiem-
po esta cáscara; cuando se incube y
desarrolle suficientemente la mentali-
dad religiosa, higiénica, etc., que nos-
TRAJES DOVILLA, los trajes sin competencia.
Teléfono 41-65-42
VENEZUELA MISIONERA
335
otros les infundimos o inoculamos,
ellos romperán por sí mismos esa cás-
cara o envoltura. Y si, como los hi-
jos de perdiz echan a correr sin des-
prenderse totalmente de la cáscara, no
se lo ridiculicemos demasiado. Nos
vuelven a decir que muchos andamos
todavía con un tanto de esa cáscara
pegada, aunque no la vemos.
5. — Sobre otros escollos como el ra-
cismo, el paganismo, etc., ya en otras
ocasiones he llamado la atención. Por
eso me creo relevado de hacerlo ahora.
6. — El hecho de que un indio ins-
truido fuera de su tribu, al regresar
a la misma sea reabsorbido por ella
demuestra el engaño de formarlos
fuera de su ambiente para que no su-
fran las malas influencias del mismo.
Y demuestra la verdad de aquel pos-
tulado que dice: el indio debe ser for-
mado en su medio y para su medio.
“La escuela instruye, en tanto que la
comunidad educa”. (R.M.-L.E.
7. — Tal vez el principal Scila-Carib-
dis del Indigenismo ha sido la disyun-
tiva jurídica ¿legislación común o
legislación especial para los indios?
Esto ha sido también materia de mu-
chos comentarios en esta misma sec-
ción. Por eso hoy me limito a copiar
unas palabras, que hago totalmente
mías del Sr. Roberto M. L. Estenos:
“Al advenir la República, bajo el
soplo del liberalismo y al calor de los
impulsos igualitarios, se abolieron las
leyes protectoras, dictadas por el Con-
sejo de Indias, y se les otorgó la ciu-
dadanía, reconociéndolos plenamente,
sin taxativa alguna, como sujetos de
derecho y emancipándolos de toda tu-
toría. El título de ciudadano otorgado
al indio, expoliado por todos los abu-
sos, víctima de todas las asechanzas,
despojado de sus tierras y de sus legí-
timas pertenencias, sin armas legales
para defenderse, tuvo entonces — lo
sigue teniendo hasta ahora — todo el
sarcasmo del INRI en la Cruz.” “Pro-
clamada la igualdad de todos los ha-
bitantes ante la ley, suprimido el an-
tiguo status de los indios, desconoal-
da la propiedad comunal como ele-
mento de integración de éstos y base
de su fuerza como grupo, la Constitu-
ción y los Códigos, tanto en México
como en Argentina, en el Perú como
en Colombia, trataron al indio como
un ente de pleno derecho y lo abando-
naron a sus propias fuerzas, haciéndo-
lo caer, por eso en manos de sus ex-
plotadores.”
‘En casi todos los países, tras el
armazón ideológico del liberalismo
que propugnaba la igualdad de todos
los ciudadanos, s>n preocuparse de ha-
cerla realmente efectiva, se escondie-
ron los zarpazos sistemáticos contra
la pequeña propiedad aborigen y sub-
secuente fortalecimiento d e I lati-
fundio”.
“Fuerza es reconocer que casi todos
nuestros países latinoamericanos se
hallan en esta materia muy por deba-
jo de las Reales Ordenes, que sobre la
tierra y el trabajo del indio promulgó
hace siglos la metrópoli española.”
“Nada tiene de denigrante para él
(el indio) esta legislación ad hoc; de
la misma manera no es denigrante pa-
ra el obrero las leyes sociales que lo
amparan, no es depresiva para los em-
pleados la legislación especial que pro-
tege sus derechos, ni es humillante pa-
ra el militar el código privativo que
norma sus actividades profesionales,
ni es lesiva para la dignidad de las
mujeres en estado grávido la legisla-
ción que las protege en sus periodos
prenatal y de lactancia.”
Con estas advertencias a la vista,
quede bien claro que cuando los Mi-
sioneros u otros indigenistas recla-
man el cumplimiento de las leyes es-
peciales (en nuestro caso el Fuero In-
dígena Venezolano) o trabajan para
que a tenor de las mismas se den ór-
denes para su mayor eficacia, lo que
pretenden es la protección de los in-
dios, que tal vez tienen pies para la
huida o flechas para la resistencia,
pero no tienen voz para la reclama-
ción legal.
FRAILEJON DEL PARAMO
Otra baja más en nuestras filas.
Se nos fue el R. P. Constantino
Todavía estábamos dolorosamente
impresionados por la trágica desapa-
rición del muy recordado P. Rafael de
Co¡ bíllos, en aguas del Orinoco, cuan-
do el 26 del mes pasado nos llega otra
infausta comunicación partió. pándo-
nos el fallecimiento del R.P. Constan-
tino de La Vega, ocurrido en la Re-
sidencia franciscana da Cumaná, don-
de el venerable anciano, de 34 años,
era muy querido y respetado.
El P. Constantino había nacido en
el pueblo de La Vega, provincia de
Asturias, España, el V de marzo de
1875; vistió la seráfica librea el 4 de
enero de 1891; hizo su primera profe-
sión el 17 de enero de 1892, y la so-
lemne el 20 de enero de 1895; reci-
bió la ordenación sacerdotal el 9 de
julio de 1900.
Dos años más tarde — setiembre de
1902 — arribaba a las playas venezo-
lanas. Por largos años y con fervo-
roso celo ejerció el ministerio apostó-
lico en Caracas, Maracaibo, Valencia,
Cumaná... como igualmente en las
Casas que la Orden tiene en Cuba y
Puerto Rico. Fue el fundador y pro-
pagador de las Marías de los Sagra-
i ios, obra que miró siempre con el ma-
yor interés y cariño.
En muchas oportunidades dio mues-
tras de sus dotes de atildado escritor,
poeta y pintor, las que empleó como
medios eficaces en su largo apostola-
do en bien de las almas.
Los últimos años los pasó en Cu-
maná, ciudad que por sus gloriosas
tradiciones históricas y misionales tu-
vo para él un atractivo irresistible. La
venerable figura del P. José de Cara-
bantes, apóstol de la Nueva Andalu-
cía, era para el P. Constantino una
noble obsesión: quería darlo a cono-
cer, que se escribiera su vida, que se
publicaran sus obras. . .
Y en la Cumaná de sus nobles amo-
res e ilusiones entregó su alma al
Creador el 25 de noviembre. rodeado
de sus hermanos de hábito y del ca-
riño de sus amigos y admiradores. Su
entierro fue una verdadera y pública
manifestación de duelo y de aprecio
hacia el finado. ¡Descanse en paz!
¡DADLE. SEÑOR, EL DESCANSO
ETERNO. Y LA LUZ PERPETUA
LO ALUMBRE!
TRAJES DOVILLA, el sello de distinción. — Telf. 81-59-87
Vinieron al seno de la
I glesia C a tólica
No son las palabras, por más elocuentes que sean, sino las obras, las que nos
arrastran tras de sí.
Los grandes en el reino de los cielos son los que primero practican y des-
pués predican.
Testigos, que testifiquen con su buen vivir (y a veces renunciando a su
vida con el martirio), más que testigos meramente hablantes, son los que Cristo
quiere y necesita para extender su reinado en el mundo.
Quien a Dios busca, a Dios halla. O Dios se le hace el encontradizo en
cualquier parte del mundo, y valiéndose de cualquier medio.
¿Camino para encontrar a Dios? Practicar las virtudes: principalmente
la pureza de vida y la caridad con el prójimo.
Ojos limpios para ver la luz. Y Dios es luz y es verdad. Corazón sensi-
ble para vibrar con las alegrías y las tristezas del prójimo. Y Dios es amor
y es caridad.
Los santos con sus ejemplos de vida atraen hacia la Iglesia Católica. Los
malos cristianos, con sus perversos ejemplos hacen dudar o apartan de la reli-
gión de Cristo a los que en ella hubieren entrado.
Con Cristo, consciente o inconscientemente, todos seguimos diciendo: por
los frutos se conoce e! árbol. Ni la vid da espinos, ni el espino uvas.
Así, y por esos camines de Dios, vinieron al seno de nuestra Santa Madre,
la Iglesia Católica: Erwin Julius Fedrich Rafael Shrhe Winther e Himo María
Francisca Mesmoudi Seide.
Los bautizó en nuestra iglesia de San Rafaei de La Florida (Caracas) el
R.P. Isaac de Mongreganes. Fueron padrinos, respectivamente: Eduardo Elí-
seo. M. Martínez y Delia Inés de M.; Nicolás de Castro y Graciela Sanz de Castro.
¡Bienvenidos al seno de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica!
A. DE LA RIBERA
Bautismo de los conversos.
Hay un TRAJE DOVILLA para cada ocasión. — Telf. 41-16-85
HUMBOLDT Y LA CIENCIA DE LOS
MISIONEROS
(Continuación)
CATUARO (Edo. Sucre)
Un doctor en teología. — Malhadada in-
clinación. — Tigres. — Todo extraordina-
rio.— Un vivo litigio. — El régimen inte-
rior de las misiones.
“Era un doctor en teología . . . Había
conservado una malhadada inclinación
por lo que él llamaba cuestiones meta-
físicas. Queria saber lo que yo pensaba
del libre albedrío, de los métodos de
desprender los espíritus de su prisión
corporal y más que todo del alma de
los animales, acerca de los cuales tenía
las ideas más extravagantes . . .
No pudimos librarnos de conversacio-
nes “sobre la necesidad de la trata (de
negros), sobre la malicia innata de los
mismos y sobre .las ventajas que saca
esta raza de su estado de servidumbre
entre los cristianos” (11-104).
“Todo era extraordinario en esta pe-
queña misión de Catuaro, hasta la ca-
sa parroquial que tenía dos pisos y ha-
bía sido por eso objeto de vivo litigio
entre las autoridades seculares y las
eclesiásticas. El Superior de los Capu-
chinos, hallándola demasiado suntuosa
para un misionero, había querido obligar
a los indios a que la demoliesen; el go-
bernador se había opuesto a ello con
energía, y su voluntad había prevalecido
entre (sobre la de) los frailes.
Cito estos hechos poco importantes de
sí (!) porque dan a entender el régi-
men interior de las misiones; que no
siempre es tan pacífico cual en Euro-
pa se le supone (11-104).
* * *
P. DAVID MUCIENTES,
Agustino
Ya hablamos, en el estudio anterior,
de este franciscano, que por causa acci-
dental, administraba una misión capu-
china.
“Era un doctor en teología”.
Esto prueba que entre los misioneros
también había doctores. “Diríase que el
progreso de las luces se siente hasta en
las selvas (o misiones) de América”
(1-334).
“Había conservado una malhadada in-
clinación por las cuestiones metafí-
sicas”.
“Había conservado”. Aquí tiene Hum-
bold, confesado por él mismo, una prue-
ba más de que los misioneros conserva-
ban su amor a la ciencia, contra la du-
da que nos acaba de exponer; "dudo
que el deseo de instrucción se conserve
en un joven religioso aislado en las ori-
las del río Tigre” (II-69). Catuaro no
estaba a las orillas de este río, pero “la
misión... está situada en la región más
salvaje. Todavía circundan la iglesia
árboles de gran ccrpulencia y los tigres
vienen de noche a comerse las gallinas
y cerdos de los indios” (II-104).
“Inclinación por lo que él llamaba
cuestiones metafísicas”.
No sólo él, cualquier filósofo las hu-
biera calificado así: el libre albedrío,
los métodos de desprender los espíri-
tus, el alma de los animales... son
cuestiones metafísicas. Pero Humboldt
nos da una razón de su mal humor:
“cuando uno ha atravesado las selvas
en la estación de las lluvias, siente poco
gusto por este género de especulacio-
nes”. Cierto, cuando uno ha atravesado
las selvas en la estación de las lluvias,
y sobre todo si se ha mojado, como le
ocurrió en Guanaguana (11-61), no tie-
En cada reunión hay TRAJES DOVILLA. — Telf. 81-59-87
VENEZUELA MISIONERA
339
ne ganas de oir cuestiones metafísicas,
sino simplemente de secarse.
“No pudimos librarnos de conversacio-
nes "sobre la necesidad de la trata”.
A Humboldt se le indigestó, no sabé-
mos bien por qué, el doctor teólogo,
acaso porque además de estar Humboldt
cansado, el doctor “ablaba sin cesar” y
"petulantemente”; pero los temas, de
por si y entre tales personas, no eran
ni debían ser desagradables; la necesi-
dad de la trata, la malicia innata de los
negros, etc.; temas discutibles, muy dis-
cutibles, aún a fines del siglo XVIII.
"Las ventajas que saca esta raza”.
Esto debió sacar... de sus casillas a
Humboldt y sacará a más de un lector
moderno; pero véase nada más que un
testimonio: "Si los tratasen humana-
mente, seria mejor suerte la de los es-
clavos entre los cristianos, que no ser
libres en sus tierras; demás que es la
mayor bienaventuranza venir a ser cris-
tianos”. ¿Quién profirió tal sentencia,
que hoy día nos escandaliza? El P. Fran-
cisco de Vitoria, Príncipe del Derecho
Internacional. (Carta, en Relecciones.
Buenos Aires, 1S46, pág. 28).
“Todo era extraordinario en esta pe-
queña misión... hasta la casa parro-
quial”. ¿Y por qué? ¡Porque tenía dos
pisos !
“El Superior de los capuchinos habia
querido obligar a. . . que la demoliesen”.
El Superior de los capuchinos o el
Guardián de Caripe, era para esos días
un arquitecto espléndido, que acababa
de levantar la iglesia de San Antonio,
"la maravilla del país” (11-60) ¿cómo
iba a mandar demoler una casa pa-
rroquial?
“El gobernador se había opuesto a
la demolición”.
Aquí el gobernador se había opuesto
a la demolición, dice Humboldt; y allí
en San Antonio, “el gobernador... im-
probó el lujo de tales construcciones en
las misiones y con el mayor sentimien-
to de los religiosos quedó interrumpida
la terminación del templo” (11-60). ¿A
quién creemos? Tal vez pudo ocurrir
en tiempos distintos; pero Humboldt no
lo dice.
"Cito estos hechos porque dan a en-
tender el régimen interior de las Mi-
siones”.
"Cito estos hechos: “el vivo litigio en-
tre las autoridades seculares y las ecle-
siásticas” "porque dan a entender el
régimen interior de las misiones”. No
creo que ni el Superior de los capuchi-
nos ni el gobernador de la provincia
tuviesen un vivo litigio por tales minu-
cias, y más a fines del siglo XVIII.
“Desde esta época (1768) hasta los
disturbios políticos (de la independen-
cia) la administración civil ha evitado
cuidadosamente mezclarse en los asun-
tos de los capuchinos” (IV-438) y Ca-
tuaro era misión de estos Padres.
“El régimen interior de las misiones
no siempre es tan pacífico cual en Euro-
pa se le supone”.
Cierto, pero también el régimen “casi
siempre” es más pacífico de lo que en
Europa se supone, y váyase lo uno por
lo otro.
BARCELONA (Edo. Anzoátegui).
Un proyecto: colonia de negros libres.
Era la capital de las misiones de los
padres franciscanos, y donde éstos ce-
lebraban los Capítulos. El Superior lle-
vaba el título de Guardián, y estos da-
tos indican que tenía que ser una per-
sona prudente e inteligente.
Como Humboldt no suele ser preciso
en las fechas, no sabemos si correspon-
derá al Guardián que él conoció en 1799
y en 1800, el siguiente proyecto muy ra-
zonable y muy práctico: “Espantado el
Padre Guardián de los Observantes de
la rápida despoblación de los dos pue-
blos (Atures y Maipures) situados cerca
de las cataratas; había propuesto, hace
algunos años, al Gobernador de la pro-
vincia, que reside en Angostura, reem-
plazar los indios con negros (libres).
Sábese que la raza africana resiste ma-
TRAJES DOVILLA, acabados a mano. — Telf. 41-16-85
310
VENEZUELA MISIONERA
ravillosamente a los climas ardientes y
húmedos. Una colonia de negros libres
obtuvo perfectamente éxito en las ori-
llas malsanas del Caura, en la misión
de San Luis de Guaraguaraico (también
de franciscanos), donde cogen las más
ricas cosechas de maíz. El Padre Guar-
dián quiso transportar a las cataratas
del Orinoco una parte de esos colonos
negros o comprar esclavos en las islas
Antillas, en las que logran su objeto
(o sea su libertad), como en el rio Cau-
ra (lo logran) negros fugitivos del Ese-
quivo (o Guayana holandesa). Es proba-
ble que hubiera dado resultado feliz ese
proyecto... Una malentendida piedad
hizo fracasar este proyecto. Respondió
el gobernador a los frailes "que puesto
que no se podía asegurar mejor la vida
de los negros que la de los indios, no
era justo obligar a los primeros a que
habitasen los (dos) pueblos de las ca-
taratas” (IV-27).
“El Padre Guardián había propuesto
reemplazar los indios con negros
(libres)”.
Como se ve, y lo aprueba Humboldt
dos veces (IV-27 y IV-389), el proyec-
to era bueno: no se trataba de llevar
esclavos sino negros libres, con lo cual
esas dos misiones “las llaves del Orino-
co” hubiesen prosperado grandemente y
con ellas el resto de las misiones hasta
San Carlos, en la frontera del Brasil.
“Una malentendida piedad”.
Creo no sea esta la verdadera razón
de la negativa, pues en el Caura tenían
el ejemplo palpable del pueblo de San
Luis de Guaraguaraico. Tal vez razones
económicas o apuros del erario guber-
namental.
CARACAS (Distrito Federal).
Un amigo de Humboldt. — Voluntarlo
para el viaje al Río Negro. — Recomen-
daciones.— Un fraile astrónomo. — Otro
naturalista. — Un mártir en el Apure. —
Al árbol del pan, del Pacífico al Pacífi-
co, pasando por Venezuela.
“Dos meses pasé en Caracas. Habitá-
bamos, el Sr. Bonpland y yo, una casa
grande aislada" (11-260).
“Uno de nuestros amigos, el Padre
(Francisco) Andújar, capuchino, piensa
acompañarnos (al Alto Orinoco), por-
que, del Apure en adelante, no encon-
traremos más que indios y misioneros . . .
Nosotros gozamos de una protección dis-
tinguida por parte del . . . Padre Guar-
dián de los Observantes (o francisca-
nos) y del Prefecto de los capuchinos”
Caracas, 3-II-00) (11-354).
“En medio de una naturaleza tan ma-
ravillosa y rica en producciones, nadie
en estas playas (o costas) se ocupaba
del estudio de las plantas y de los mi-
nerales. Fue solamente en un (el) con-
vento de los franciscanos donde encon-
tré a un anciano respetable, el Padre
Puerto (Puerta), que calculaba el Al-
manaque para todas las Provincias de
Venezuela y que tenía algunas nociones
precisas sobre el estudio de la astro-
nomía moderna. Interesábanle vivamen-
te nuestros instrumentos, y un dia se
vio llena nuestra casa de todos los frai-
les de San Francisco, quienes, con gran
sorpresa nuestra, solicitaban ver una
brújula de inclinación”. (11-264). “El
P. Andújar, misionero capuchino de la
Provincia de Caracas, apasionado de ’as
investigaciones relativas a la Historia
Natural, ha transportado el árbol del
pan de la Guayana española a Barinas, y
de allí al Reino de Nueva Granada, (Co-
lombia). Es así como las costas acciden-
tales de América, bañadas por el Mar
del Sur (o Pacífico) reciben de las An-
tillas inglesas una producción de las
Islas de la Sociedad” (IV-396).
Al subir a la Silla de Caracas, cuenta
que los negros se burlaban de los reza-
gados “y de quien menos se compade-
cían era de un joven fraile capuchino
profesor de matemáticas. . . Este había
olvidado que vestidos tan largos y pe-
sados (como los suyos) debían estor-
barle en la subida... Pasó el resto del
día en una hacienda cercana, viéndonos
escalar el monte con un catalejo endere-
zado hacia la Silla. Este religioso, que
no carecía de instrucción física..., fue
asesinado, pocos años después, por los
indios salvajes del Apure” (11-268).
EN LA MISION DE KA VANA YEN
111.— UN LADRIDO EN LA
NOCHE
“Conticuere ones intentique ora
tenebant”.
Perdóneme, lector, este hexáme-
tro virgiliano, si no entiendes la-
tín; pero no encuentro otra forma
más expresiva y concisa de decir
nuestro estado físico y anímico su-
midos en las sombras de aquella no-
che tropical cuando la última colilla
se apagó en el fondo de la quebrada.
En mi vida misionera — no muy
larga ciertamente — he gozado los
más variados espectáculos en con-
tacto con la naturaleza: he dormido
solo, con mi caballo por único com-
pañero, colgado de dos árboles, des-
pués de haberme perdido en la sel-
va y he despertado con la algara-
bía de miles y miles de loros, he
tenido que aguantar estoicamente
torrenciales aguaceros entre true-
nos y relámpagos en la selva y en
descampado; he pasado ratos inol-
vidables sentado al lado de grandes
y pequeñas cascadas de estas tie-
rras; he volado sobre mundos en-
cantados de algodón...
Pero hasta ahora no había gozado
de un espectáculo tan armónico en
medio de la “noche serena” entre
el silencio del artificio que dentro
de la naturaleza ponen los humanos
y los mil ruidos asordinados de los
pequeños vivientes que en la noche
despliegan sus actividades al borde
y dentro de la selva.
— Va a empezar la fiesta; me dijo
Nazario en un susurro, dándome un
golpecito en el costado.
Y, efectivamente, empezaba -el
“Nocturno tropical”.
Fue la señal un sonido metálico
que subió desde el fondo de la que-
brada...
Es la ranita... me susurró de
nuevo. Un sonido limpio, suave y
definido que a intervalos de un
tercio de minuto fue sonando en di-
versos puntos por espacio de hora
y media.
Y, como si hubiese sido la se-
ñal de atención para la orquesta
nocturna de la selva, al segundo
“TENG”, empezó a nuestra espal-
da el variado bisbiseo de los innú-
meros grillos de la sabana, sin las
estridencias de aquellos grillos que
con una paja cazábamos de mucha-
chos en las praderas y ribazos en
primavera.
Más lejos — a nuestra derecha —
un ave nocturna emitía su silbido
a largos intervalos, que contestaba
otra más lejana. Más lejos, otra pa-
recía decir* “aquí está’ y más le-
jos aún, por los bajumbales del Chi-
naday un enorme sapo semejaba un
repique de bombo formando los ba-
jos.
Se levanta un airecillo entre la
arboleda, que mansamente va des-
pertando las hojas adormiladas y
lacias por el calor del día...
Detrás de nosotros, como a tres
metros, unos pasos, que se acerca-
ban sobre la hierba seca, la hoja-
rasca y palitos, sin prisa, pero tam-
bién sin recelo.
Un escalofrío me corrió por la
espalda, pensando que podría ser
“él” y cogernos de sorpresa pasan-
do por los palos en que estábamos
sentados; le previne con un golpe-
cito a Nazario que me contestó:
"Quietos”; es la lapa que sube a
cenar.
Alberdi se volvió, con la escopeta
lista.
— “Quietos”, volvió a susurrar
Nazario; y la lapa siguió su camino
por todo el borde de la arboleda,
TRAJES DOVILLA, con las mejores telas del mundo. — Telf. 81-56-47
342
VENEZUELA MISIONERA
sin importarla nuestra presencia o
sin darse cuenta de ella.
— “Ya vienen’’.
—“¿Qué?”
— Escuche, no más.
Debajo y enfrente de nosotros
pareció que la maleza se reanima-
ba; por todas partes se oían revo-
loteos sin precaución ; pequeños
animales en carreritas que repenti-
namente cesaban y recomenzaban
alocados.
— Son los “rapipelaos” — zarigüe-
yas— , que vienen a la fiesta. En
efecto todos parecían concurrir al
sitio de los cadáveres; llegaban,
danzaban, paraban, comían, revolo-
teaban y volvían a callarse para lue-
go volver a correr y perderse final-
mente en silencio en todas direccio-
nes, mientras la ranita seguía in-
cansable marcando el compás.
Me da un acceso de tos, que trato
de amortiguar con el brazo, y se
hace un silencio inesperado. Na-
zario me alarga un trocito de casa-
be bien duro diciendo: cómalo po-
co a poco. Y con eso se me puso la
tos y empezó de nuevo la música.
Ahora son unas pisadas más fuer-
tes, quebrada arriba.
— Un zorro; dice Nazario. Tam-
bién hay para él ; como saben la ho-
ra en que viene el cazador se apro-
vechan antes de su presa, para evi-
tarse trabajo y complicaciones. Pe-
ro éste parece que nos ha olido,
pues se detiene y poco a poco sus
pasos se pierden a lo lejos.
En cambio vuelven los rabipelaos
que llegan, corren, paran, comen y
vuelven a correr monte arriba.
— Mire, dice Nazario y encien-
de la linterna: en una caña de bam-
bú hace equilibrios uno que, al sen-
tirse entre la luz, se para, nos mira
tranquilamente y... sigue su faena.
— Ahora... un trago de café y si-
lencio de nuevo en la espera.
Para no dormirme me pongo a re-
zar el Rosario con los dedos de la
mano izquierda, mientras con la de-
recha sostengo la escopeta sobre las
rodillas.
¿Cuántos recé? Pues... no lo sé;
llegé a hacerlo casi maquinalmente
creo que las diez Ave Marías unas
veces serían quince y otras veinte;
el caso no es dormirse ni perder el
tiempo.
Así han pasado una, dos, tres ho-
ras ; cuando siento un golpecito al
cosado y...
— Ya está ahí.
Por la izquierda, remontando la
corriente y chapoteando a veces, sin
precaución vienen unas pisada fuer-
tes. Hacia la derecha y enfrente
vienen bajando por entre la arbole-
do otras más fuertes, incautas, co-
mo de una vaca que se llegara a be-
ber... De pronto... un golpe más
fuerte sobre un arbusto y el ruido
de algo que cae y huye precitada-
mente por la maleza; se paran las
pisadas un instante y siguen acer-
cándose más. Otro golpe; esta vez
no hay ruido de carrera fugitiva si-
sino ruido de unos huesillos que son
quebrados entre fuertes mandíbu-
las, mientras los pasos siguen so-
nando más cerca de los cadáveres.
— No disparar hasta que esté co-
miendo, se dice en un susurro, sin
moverse, casi sin respirar... y si-
guen los pasos, pero ahora con cau-
tela.
Se ha detenido el aire, se ha ca-
llado la ranita y los grillos parecen
muertos... Sólo las pisadas que se
acercan más y las escopetas se alis-
tan y nuestros nervios tensos, ten-
sos...
Me he olvidado de rezar; me da
la impresión de que estoy sudando,
que la tonsura se me ha encres-
pado; que no hay en el mundo más
que una escopeta que yo estoy apre-
Para usted, TRAJES DOVILLA. — Telf. 81-56-47
VENEZUELA MISIONERA
343
tando, apretando eternamente en
espera de la señal de “fuego”. Y...
esa eternidad queda cortada no por
la luz de los tres focos y el grito
de fuego... sino por... Un ladrido
desesperado, lastimero al otro la-
do de la selva mientras dos fugas
precipitadas se acusan entre la ma-
leza.
— Maldito Brujo; nos ha estro-
peado. No hay nada que hacer.
Se encienden los focos; nos le-
vantamos, desentumecemos los
miembros y por los palos salimos
a la sabana con desespero. Son las
dos de la mañana.
Dos muchachos se quedan aún,
tercos y esperanzados, por el aca-
so... Pero el tigre no vuelve ya, ni
a la noche siguiente.
Al día siguiente el antiguo va-
quero ha visto las huellas de dos
tigres, uno grande y otro pequeño,
que se dirigían hacia San Isidro,
donde pastan los burros.
Fr. Bienvenido de V illacidayo
Mis. Cap.
UN MISIONERO AGRADECIDO
El Misionero R.P. Basilio María de Barral nos encarga hacer llegar a los bien-
hechores de nuestras Misiones su agradecimiento por el sustancioso aguinaldo que
para su Misión le han enviado por intermedio del R.P. Isaac de Mondreganes. Dios
se lo pague.
paso quiere aprovechar la oportunidad para poner en conocimiento de los
lectores de VENEZUELA MISIONERA que, además de los Centros Misionales de
Araguaimujo y Guayo, existe en el Delta del Orinoco la Misión de Pedernales, que
si bien todavía no está reconocida oficialmente como centro misional, es una Misión
de hecho, en la que se está desarrollando un apostolado intensivo y extensivo muy
digno de tenerse en cuenta. Valga como prueba el hecho de que el pasado año sola-
mente durante los dias que median entre Navidad y Reyes, se hicieron alrededor de
cuatrocientos bautismos, la mayor parte en la propia iglesia, desplazándose los indí-
genas a Pedernales desde los últimos confines del Guanipa (Estado Monagas) y aún
del Guarapiche.
“Lectores hermanos — nos dice el Padre en su nota— esta multitud de aborí-
genes (ya lo ha hecho notar alguien en esta Revista) me consideran todos como
“ABUELITO” suyo; y es muy justo que el abuelo se interese por todos sus “NIETI-
COS”. Por esto, en nombre de todos, os pido una demostración de vuestro cariño
y de vuestro interés por ellos”.
Los TRAJES DOVILLA cuestan menos de lo que usted esperaba pagar.
Telf. 81-56-47
La Expedición Iturri&ga (1754-1761) y las
Misiones Capuchinas del Caroní
Todos los historiadores venezolanos,
hasta en los breves textos escolares, ha-
blan de esta expedición con loa para
quienes la dirigieron; y muy justamen-
te ponderan la importancia de los des-
cubrimientos geográficos y de la funda-
ción de pueblos en los límites con el en-
tonces imperio portugués. Y bien sería
que además de Yturriaga, Solano, Alva-
rado, etc., se citaran siquiera los nom-
bres de Simón López, Francisco Boba-
dilla, Apolinar Diez de la Fuente y Si-
món Santos, máximos exploradores del
Alto Orinoco, Guainía y Casiquiare.
Quienes entre nosotros venían desde
años estudiando la historia de las Mi-
siones Capuchinas y su influencia en la
historia patria (Rionegro, Lodares, Ca-
rrocera, etc.), habían relacionado esta
célebre expedición con las Misiones de
Guayana mediante un informe de don
Eugenio F. Alvarado, sumamente elogio-
so para las mismas. (A. G. de Siman-
cas. Estado, legajo 7.390). El P. Lodares
explica el origen de este Documento co-
mo un simple pasar el tiempo útilmente
de Alvarado, “deseoso de averiguar la
marcha de las Misiones”, ‘mientras se
preparaba la expedición al Alto Orinoco
y Amazonas”, ya que "más de un año
estuvieron detenidos en Santo Tomás
de Guayana por las dificultades de las
comunicaciones”. (Los Franciscanos Ca-
puchinos en Venezuela, t. II. Caracas,
1930, pág. 215).
Documentos inéditos, posteriormente
vistos en Barcelona (España), me ha-
bían hecho creer que esta relación de
Alvarado era fruto de su agradecimien-
to por los muchos auxilios en indios y
provisiones, que los Misioneros del Ca-
roní habían prestado a la expedición y
particularmente a él durante su larga
demora entre ellos. Pero de este error
vino a sacarnos Demetrio Ramos con su
estudio “El tratado de límites de 1750
y la expedición de Iturriaga al Orinoco”
(Madrid, 1946), hecho directamente so-
bre documentos originales de Simancas,
Madrid, etc.
El informe de Alvarado obedece a
otros móviles y forma parte de los “pro-
pósitos secretos de la expedición” (cap.
V de la obra cit., págs. 65-85), que a es-
tas alturas ya dejaron de serlo y que
quizás no sea inútil divulgarlos. Yo, al
menos, así lo creo y trataré, por consi-
guiente, de hacerlos conocidos del pú-
blico con mi mayor deseo de que nues-
tros historiadores los incluyan entre los
avances históricos, muy dignos de vivi-
ficar los textos escolares, a veces ca-
rentes de motivaciones y con simples
catalogaciones de acontecimientos.
Demetrio Ramos dice que los propósi-
tos secretos fueron dos: 1’) descubri-
miento de canela, cacao, especies, p’an-
tas medicinales y minas (aspecto econó-
mico de la expedición), y 29) expulsión
de los holandeses de aquella faja de te-
rrenos entre el Amazonas y el Orinoco,
en que furtivamente se habían asentado
(aspecto político de la expedición).
I
Para trabajar en el primero de los
propósitos fue incluido enti'e los miem-
bros destacados de la expedición el bo-
tánico sueco, discípulo de Linneo, Pe-
dro Loefling. Por cartas del mismo sa-
bemos cuánto fue auxiliado en su per-
sona y en su cometido particular por los
Misioneros de Cumaná, Píritu y Caroní.
Muchos datos, que no puedo ocuparme
en reproducir aquí, pueden verse en la
obra “Pedro Loefling en Venezuela,
1754-1756”, por Stig Rydén (Madrid,
año 1957).
Sólo cito, entre tantos, el servicio del
P. Angel de Gerona, capuchino, prestán-
dole un manuscrito en lengua pariago-
to para que de él copiara los nombres
TRAJES DOVILLA, calidad y confección garantizada. — Telf. 81-56-47
VENEZUELA MISIONERA
345
de animales y plantas para cuando tu-
viera que valerse de los indios en sus
búsquedas. (Ob. cit., pág. 165). Loefling
habia establecido su cuartel general en
la Misión de Santa Eulalia de Murucuri;
en un grave ataque de fiebres, que a
tantos compañeros de expedición cortó
la vida y que a él mismo apenas le ha-
bían abandonado desde su desembarco
en Cumaná, fue llevado para mejor asis-
tencia a San Antonio del Caroní, "don-
de murió el 22 de febrero de 1756 des-
pués de haber aceptado la religión Cató-
lica, Apostólica Romana”. “Aquí murió
y fue enterrado junto a la iglesia, al pie
de un naranjo, con sus propios vestidos
en lugar de mortaja”. (Ob. cit., pági-
nas 130-131).
Sobre lo que en este misma materia
botánica, mas la mineral, hizo e informó
Alvarado, puede leerse la obra de De-
metrio Ramos (págs. 159-170); y sin
necesidad de acudir a las fuentes, el lec-
tor verá patente la prestación de infor-
mes por parte de los misioneros capu-
chinos.
II
Respecto al segundo propósito, de
acorralar y, si fuera posible, expulsar
de sus actuales posesiones a los holan-
deses, se partía del principio cierto de
que ‘todo e‘l terreno comprendido entre
los ríos Marañón y Orinoco pertenece
indudablemente a las dos Coronas (es-
pañola y portuguesa) (y) cualquiera es-
tablecimiento de los demás extranjeros
en aquel paraje se debe mirar ejecuta-
do contra el derecho”. (Ramos, pág. 79).
Ambas cortes se habían convenido en
valerse de todos los medios indirectos
para estrechar a francesa y holandesa
en sus establecimientos, “en inteligen-
cia de que si con este género de hosti-
lidad u otro mejor que se discurra, des-
amparasen los que ahora tienen, parti-
rían el terreno amigablemente los dos
soberanos”. (Id. pg. 80).
Hay que recordar aquí los ataques
abiertos de los piratos holandeses y de-
más a los establecimientos españoles del
Orinoco y los que hacían valindéose de
los caribes o disfrazándose ellos mismos
de caribes (que todo consistía en embi-
jarse y ponerse guayuco , llegando en
sus incursiones no sólo a las Misiones
capuchinas del Caroní y Yuruari, sino
también a las de los jesuítas en el Ori-
noco. Sobre todos estos puntos debía
informarse Alvarado e informar después
proponiendo medios, cosa que hizo minu-
ciosamente. (Ob. cit., pgs. 133-150).
Concretando más el asunto que nos
ocupa, leemos entre las instrucciones de
Iturriaga a don Eugenio Alvarado: “Pro-
curará V.S. averiguar. . . el terreno que
ocupan los Misioneros Capuchinos Cata-
lanes de la Guayana y la distancia que
hay hasta las Colonias holandesas de la
costa; si tienen comunicaciones entre
ellas; qué número de pueblos tienen fun-
dados y su vecindario; si los misioneros
tienen ganados u otras granjerias; y si
van adelatando la población con el rum-
bo a la costa; en cuyo caso les adverti-
rá V.S. el perjuicio de que los indios
puedan aficionarse al trato con los ho-
landeses; y lo demás que le parezca
conveniente mientras que, informado
S.M., toma otra providencia.” (Ob. cit.,
página 129).
Otro aspecto menos agradable de las
relaciones de la expedición Iturriaga y
los capuchinos de! Caroní lo descubre
también el Sr. Ramos (págs. 175-193).
Este aspecto ingrato tuvo antes su apa-
rición entre el Gobernador de Cumaná
e Iturriaga, y otra aparición posterior
aún más fuerte entre éste y los jesuí-
tas: la expedición no estaba bien prepa-
rada administrativamente y de ahí que
el alojamiento, provisiones y viajes de
reconocimiento y traslado resultaban
muy gravosos para todos aquellos por
cuyos territorios pasaba (¿qué decir
cuando en ellos se demoraba años ente-
ros?) Así tenemos la queja del P. Beni-
to de La Garriga a don Mateo Gual, el
Gobernador de Cumaná: “nos acaban de
comer las subsistencias, nos destruyen
Para su hijo, TRAJES DOVILLA. — Telf. 41-16-14
346
VENEZUELA MISIONERA
las yucas tiernecitas, que se han de ra-
llar para mantenerlos y abastimentarlos
de casabe y mañoco y para dar socorro
a la otra gente de arriba. Creo nos quie-
ren examinar la paciencia; no llegamos
a entender los ocultos juicios en sus de-
terminaciones; todos los días dicen que
se van y luego se mira lo contrario;
ahora tienen el bastimento pronto y no
se sabe el secreto que impide su marcha;
luego embarcan y más presto vuelven a
desembarcar". Les acababan el arroz, el
maíz y no digamos las gallinas, presa
tan preferida por todos les pasajeros y
máxime siendo idea general en aquellos
tiempos que eran la receta ideal contra
las fiebres palúdicas.
Finalmente, Iturriaga chocó con su
más y su menes en todas partes respec-
to a sus atribuciones de Delegado Real,
que le malquistaron bastante con las au-
toridades civiles y misionales por donde
pasaba. Por lo que se refiere a las Mi-
siones del Caroní, sus actuaciones de
fuerza contra los caribes, muchos de
ellos ya reducidos a Pueblo, provoca-
ron serios incidentes, que obligaron a
los Misioneros a levantar su voz de pro-
testa ante las autoridades limítrofes. Es-
cribió el P. La Garriga: ‘‘Lo más sensi-
ble para nosotros es dejarnos alterados
los Caribes; no será mucho si tenemos
algún ruido...’ hasta yo estoy privado
de hablar con dichos presos.” Prisiones
y otros castigos alborotaron grandemen-
te. Y el Gobernador de Cumaná inter-
preta la salida repentina de Iturriaga
(cuando salió) el 27 de junio de 1756
del pueblo de Caroní de PP. Catalanes
como un cierto miedo por la agitación e
inquietud, que él mismo había provocado
entre los indios.
No obstante estos des aspectos negati-
vos, que más bien son faltas de acierto
que mala voluntad, creo que el saldo de
las relaciones entre esta célebre expedi-
ción y las Misiones Capuchinas del Ca-
roní es positivo. Estas ayudaron econó-
micamente y con sus informes, e Itú-
rriaga trataba de alejar y, si era posi-
ble, desalojar a holandeses y franceses
(más tarde ingleses) de aquellos territo-
rios para que más pacíficamente pudie-
ran trabajar y extenderse los capuchi-
nos en sus conquistas. Si tal cosa se hu-
biera logrado, todo el territorio de la
margen izquierda del Esequivo (al me-
nos) sería hoy Venezuela.
Pero sobre todo, los Misioneros Capu-
chinos, no obstante los trastornos eco-
nómicos que la diuturna permanencia de
la Comisión en su territorio les causara,
tienen que estar agradecidos al informe
del segundo de la expedición, don Eu-
genio F. Alvarado.
Yo he tenido el gusto de leerlo ínte-
gro en Simancas, y creo que el testimo-
nio de Alvarado es una de esas “coro-
nas de agradecimiento”, que Duarte Le-
vel reclamaba de Venezuela para los
Capuchinos.
J. M. GARCIA GOMEZ
Luzca siempre elegante con su creación DOVILLA. — Telf. 81-56-47
Homenaje.
La Muerte de un Apóstol
Por ALBERTO SANABRIA
CUMANA, diciembre de 1959. — Visi-
tamos a nuestra querida tierra cuma-
nesa por breves días., en !os cuales re-
cibimos el sincero cariño y cordiales
atenciones de familiares y amigos.
Al llegar nosotros a la ciudad del Man-
zanares, entregaba su alma al Creador
nuestro honorable amigo el M.R.P. Fr.
Constantino María de La Vega, anciano
y noble Ministro del Señor.
En edad cercana a los noventa años
se nos escapó por las puertas de la
muerte este varón dotado de singulares
virtudes y de sabias enseñanzas. Era el
Padre Constantino un verdadero orna-
mento de la benemérita Orden Francis-
cano-Capuchina, a quien tanto debe
nuestra Patria desde los días de la con-
quista. Numerosos pueblos del Oriente
venezolano fueron fundados por los Pa-
dres Franciscanos, y todavía se conser-
van templos, de recia estructura y de
clásico estilo, que nos hablan elocuen-
temente de la abnegada labor de aque-
llcs valientes y humildes Misioneros.
Entre esos Santuarios de piedad y belle-
za, recordamos las iglesias de San An-
tonio de Maturín, Arenas, San Francis-
co de Asís, San Lorenzo, San Fernando
y tantos otros pueblos de los Estados
Sucre y Monagas. También en los Esta-
dos Anzcátegui y Nueva Esparta hay re-
cuerdos muy valiosos de los Padres Ca-
puchinos; y allá en la Guayana venezo-
lana, tierra de leyendas y de la más ri-
ca y exuberante naturaleza, se encuen-
tran todavía monumentos de piedra y de
fe, como fieles testimonios de la obra
de los Franciscanos.
En Cumaná, se puede contemplar el
frontis del trisecular Convento del his-
toriado Barrio de San Francisco, suce-
sor del primer monasterio levantado en
el nuevo mundo, en la primitiva pobla-
ción fundada por los Padres Francisca-
nos, muy cerca del Mar Caribe y del
pintoresco río Manzanares, y donde se
dio comienzo a !a actual capital del Es-
tado Sucre, en los primeros años del si-
glo XVI.
Joven todavía llegó e! Padre Constan-
tino a tierras venezolanas, y Cumaná fue
para él el sitio de su predilección. Hace
alrededor de treinta y cinco años fue
trasladado a Cumaná, y desde entonces
amó aquella tierra con amor de verda-
dero hijo. Celebró los triunfos de la ciu-
dad primada y lloró sus dolores. Su acen-
drada virtud, su vasta ilustración, su es-
píritu de caridad y su profunda fe reli-
giosa, los dedicó por entero a la tierra
eumanesa.
En Cumaná celebró el Padre Constan-
tino sus Bodas de Plata Sacerdotales, y
veinticinco años después, Dios le permi-
tió que en esa misma tierra, tan ligada
a la Orden Franciscana, conmemorara
sus Bodas de Oro con la Iglesia de Cris-
to. Siempre manifestó su deseo de repo-
sar definitivamente en la tierra cuma-
nesa, y allí estará para siempre, reci-
biendo el permanente homenaje de los
más bellos crepúsculos y de las plateadas
noches de luna que constituyen uno de
los más hermosos encantos de la ciudad
primogénita.
Conservamos del Padre Constantino
innumerables recuerdos; a su llegada a
aquella tierra, él saludó nuestra juven-
tud con señalado afecto, y de sus labios
siempre recibimos la voz de aliento y el
consejo cordial. Cómo nos complacía
conversar con el noble anciano, tan lle-
no de experiencia y de sabiduría. Tenía
el Padre Constantino señalado amor por
la Historia, y tuvo en su vida una pa-
sión, cual fue la de exaltar la obra del
Venerable Padre José de Carabantes,
quien esta en proceso de beatificación,
(Pasa a la pág. 352)
TRAJES DOVILLA, máxima expresión en trajes de calidad. — Telf. 41-16-85
Asaltada la Misión de Guana por bandoleros
armados
Uno de los Centros Misionales del Vi-
cariato Apostólico de Maehiques, titu-
lado de Santa María de Guana, instala-
do recientemente en lo que antes era
la hacienda “Guana”, propiedad de la
Misión de Guarero del mismo Vicariato,
en la Guajira venezolana, fue asaltado
a medianoche del día 3 de diciembre por
cinco bandoleros armados, A continua-
ción copiamos el relato literal que el
diario “Panorama” de Maracaibo, del
día 5 de diciembre, hace de tan trágico
suceso.
“Cinco bandoleros colombianos asal-
taron a medianoche del jueves (dia 3
de diciembre) la Misión Capuchina de
Santa María de Guana, en la Guajira;
y después de robar 10.000 bolívares dis-
pararon a mansalva contra el Padre Su-
perior, Domingo de Bilbao, quien reci-
bió un balazo en la espalda, pero con
tanta suerte que el proyectil solamen-
te le quedó abotonado y el propio re-
ligioso se lo extrajo con los dedos.
El Padre de Bilbao llegó ayer a Mara-
caibo. En la mañana ingresó al Hospi-
tal Central, donde fue atendido por el
médico de guardia. Posteriormente re-
gresó al Convento, donde permanece aún.
Los cinco foragidos fueron hasta la
Misión, y sigilosamente llegaron direc-
tamente a la habitación del Padre Su-
perior.
En otras habitaciones dormían los mi-
sioneros Germán de San Sebastián y
Prudencio de Santelos, quienes no se
percataron de lo que ocurrió sino cuan-
do el Padre de Bilbao llegó herido.
El asalto. — Los asaltantes debían co-
nocer muy bien el sitio. Incluso, por lo
menos alguno de ellos, ha debido tener
acceso en otra oportunidad a la Misión,
porque llegaron directamente a la habi-
tación donde guardaban el dinero.
Cuando el Padre de Bilbao despertó,
debido al ruido de los misteriosos visi-
tantes, se vio encañonado por tres re-
vólveres.
— ¿Qué pasa? — se atrevió a pre-
guntar.
El cabecilla de la banda le repitió en-
tonces numerosas veces esto:
— ¡Rápido, rápido, la plata!
Mientras el jefe lo apuntaba con el
arma, los otros registraban todo el
cuarto.
— El dinero no aparece — dijo uno de
los bandidos.
La amenaza de los antisociales llegó
al máximo, cuando uno de ellos saltó
encolerizado y se situó al lado del mi-
sionero. Entonces hundió violentamen-
te el cañón del arma en la espalda del
Padre.
— Padre, usted va a morir.
El Padre de Bilbao no contestó nada.
El robo. — Los maleantes siguieron
en su búsqueda hasta que abrieron el
baúl. Allí estaba el dinero y los valo-
res para la construcción del Centro In-
dígena.
El dinero era para cancelar a los
obreros que trabajan en las obras y,
además, darles su respectivo aguinaldo.
Los fondos recolectados proceden de la
colaboración que presta el Ministerio de
Justicia, que tiene asignados 4.000 bolí-
vares mensuales y el resto es de dona-
ciones particulares.
Pero los delincuentes cargaron con
todos los objetos de valor. Los treslada-
ron a un carro que esperaba a corta dis-
tancia de la Misión.
¡A liquidarlo! Allí surgió la idea de
liquidar al capuchino. El cabecilla ha-
bló con sus pandilleros. Querían elimi-
narlo, porque era el único que podía
identificarlos. El Padre escuchó a los
forajidos y decidió ponerse a salvo en
la primera oportunidad.
De pronto se zafó del hombre que lo
llevaba sujetado por la camisa. De Bil-
bao corrió en zig-zag; quería evitar en
esa forma que lo alcanzaran los proyec-
tiles. Uno de los hampones apretó el ga-
lillo y el misionero recibió el balazo en
la espalda.
Los otros dos misioneros habían des-
pertado y subieron al techo. Buscaban
(Sigue en la |ȇg. 352)
1.— DIEGO RUIZ MALDONADO.--
Viaje por los ríos Casaría re. Meta y
Orinoeo, de Santa Fe de Bogotá a Gua-
yana y Trinidad, 1638-39. Introducción
y Notas del P. Fray Cesáreo de Arme-
llada, Misionero Capuchino. — Separata
c’.el Boletín de la Academia Nacional de
la Historia. — Caracas, Imprenta Nacio-
nal, 1959. — 30 p.
El P. Armellada, en sus búsquedas en
la Biblioteca Nacional de Madrid, en-
contró este manuscrito con el interesan-
te relato del viaje que Ruiz Maldonado
hizo desde Bogotá a Guayana y Trini-
dad. Envió copia a la Academia Nacio-
nal de la Historia, quien vista su impor-
tancia acordó publicarlo en su Boletín
y hacer de él una separata.
C. C.
2. GUILLERMO MORON. — Los
Cronistas y la Historia. — Ediciones del
Ministerio de Educación. — Dirección de
Cultura y Bellas Artes, Caracas, 1957 —
192 pp. — 16 x 11 cms.
Contiene tres estudios bio-bibliográfi-
cos amplísimos de Fray Pedro Aguado,
franciscano, primer historiador de Ve-
nezuela; de José de Oviedo y Baños y
de Fray Antonio Caulín, también fran-
ciscano. Los tres son de los principales
cronistas de Venezuela.
El estudio sobre Fray Pedro Aguado
fue escrito — según dice el autor — ‘‘pa-
ra servir de introducción al primer tomo
de las Fuentes para la Historia de Ve-
nezuela, edición crítica de los textos de
Aguado, Simón y Oviedo y Baños que
oportunamente será publicada”. Hasta
ahora sólo ha publicado el Dr. Mo-
rón en un solo tomo la obra de Oviedo
y Baños y la Historia Corográfica de la
Nueva Andalucía, del P. Caulín, prece-
didas, respectivamente, de los citadcs
estudios bio-bibliográficos, contenidos en
“Los Cronistas y la Historia”.
Los trabajos históricos de Morón so-
bre Aguado, Oviedo y Bañes y Caulín,
son los más extensos y críticos que co-
nocemos; en ellos se estudia a fondo la
vida y obras de estos tres grandes cro-
nistas de la época colonial.
C. C.
3.— MIGUEL ANGEL MUDARRA. —
Marco Antonio Saluzzo, Caballero de la
Libertad. — Publicaciones del Conceja
Municipal del Distrito Sucre (Cumaná,
Venezuela). — 31 pp.— 23 x 16 cms.
Este opúsculo se publica con ocasión
del CXXV Aniversario del nacimiento
del ilustre cumanés Marco- Antonio
Saluzzo, y en él nos habla el Sr. Muda-
rra de los puntos culminantes de su bio-
grafiado: Cuna de Saluzzo; su nacimien-
to y primeros años; Barcelona y Saluz-
zo; síntesis áe la personalidad de Sa-
luzzo; el orador y sus discursos; las
obras de Saluzzo; el escritor y el poeta;
Saluzzo: gentilhombre republicano; su
vida pública; comentarios finales.
Queda probado una vez más que Mar-
co-Antonio Saluzzo fue uno de los más
ilustres hijos de la histórica y legendaria
Cumaná, sultana del Manzanares y rei-
na del Oriente venezolano.
C. C.
i
INDICE GENERAL DE
"VENEZUELA MISIONERA"
AÑO XXI— 1959
EDITORIALES
Págs.
“Venezuela Misionera” cumplió ya
sus veinte años de vida 1
Insistiendo sobre el mismo tema:
El Problema Indígena en Ve-
nezuela 33
La Semana de Historia del Orien-
te Venezolano y su interés mi-
sional 65
La triste situación de los Aborí-
genes: infelices en sus misma
Patria 97
Proyectos y necesidades en la
Misión del Caroni 129
Nuestro Homenaje al Barón de
Humboldt 161
Orientación Misional e Indige-
nista 193
La Misión de Guajira-Perijá. —
Nuevos Avances 225
El Día Universa] de las Misiones 257
El Templo de Nuestra Señora de
las Mercedes en Caracas 291
La Navidad en las Misiones 321
Etnografía Yucpa. — Eoconomía
Doméstica .... 243, 268, 302 325
Excursión misional por los ríos
loaba rú, Antavaré, Karún y Pa-
ra gua 205, 234
Excursión por la jurisdicción de
Santa Elena de Uairén . . . 279, 319
Orientación Misionera e Indige-
nista 53, Í39, 333
Lenguas Indígenas de Perijá
75, 108, 131, 179
Cuestiones Indigenistas de la
Gran Sabana: Respuestas de
Ekaremenín 154, 164
Recuerdos y evocaciones de las
anticuas Misiones de Cumaná:
Martirio del P. Fr. Miguel de
Albalate 86, 112
Humboldt y la Hospitalidad de
los Misioneros, 25, 58, 120, 151, 176,
216, 246, 282, 312, 338
Bibliografía 28, 62, 95, 160, 191 224
Espinas y Flores. — Retablos de
mi vida misionera 23, 46
Evangelio y vida 22, 61, 94, 128 159
ARTICULOS VARIOS
Págs.
Cartas de los indios 31
Bendición e inauguración de la
nueva iglesia de Belén de
Mérida 4
Avances misionales en Extremo
Oriente en el último año 8
Los Kanaimas en la historia indí-
gena de Venezuela 9
Las medidas del tiempo según los
Indios Pemón 12
Crónica de la Misión de S. Fran-
cisco de Guayo 15
Documentos interesantes sobre las
antiguas Misiones de Cumaná 19
Bodas de Oro Religiosas del P.
Claudio de Velilla 20
¿ Es posible que los hombres se
alimenten de insectos? 36
El antiguo Hospicio de Capuchi-
nos en Caracas 38
Monjas, Guaraúnos y Frailes ... 41
Datos históricos sobre las anti-
guas Misiones, especialmente
de Cumaná 50
Una buena noticia 52
La Misión del Caroni y las Misio-
nes vecinas 55
Los PP. Benedictinos de Rio Bran-
co, vecinos por el Sur de la
Para usted TRAJES DOVILLA. — Telf. 41-81-06
VENEZUELA MISIONERA
351
Misión del Caroni 63
Regreso del P. Armellada 70
Las Veladas de Pedernales 71
Una visita a la Exposición Voca-
cional 77
Los indios de la Gran Sabana, co-
medores de insectos 81
Recordando a uno de los ‘Chibios”
en el primer aniversario de
su muerte 83
La tradición de la Guajira Vene-
zolana 90
Los PP. Jesuítas de la Guayana
Inglesa, vecinos por el Norte de
la Misión del Caroni 92
Palpitación nacional indigenista.. 99
Nuevo Monumento de la fe de un
pueblo (S. José de Perijá) 101
Tres españoles de Acción Católi-
ca, misioneros en Venezuela... 105
Nuevas perspectivas nacionales:
Amanece otra vez en el rio
Caura 116
Un gran investigador franciscano,
el R.P. Lino G. Cañedo 118
El Pacto de Aricuaisá 123
Exposición del Ropero misional . . 136
Panorámicas misionales 141
El Monasterio de Monjas “Con-
cepciones” 145
Los días y la Misión 148
La dieta a base de insectos: Car-
ta del P. David Mucientes 157
Nota necrológica: El V. Hno. Fr.
Abundio de Jabares 170
Historia que parece leyenda: ¿Tu-
ristas? 171
Indigenismo igual a “amor ple-
nus” al indio 174
La cabra y el erial de la Guajira 182
Algunos elementos filosóficos de
los indios Pemón 185
Visita ad limina de los Vicarios
Apostólicos del Caroni y de Ma-
chiques 187
Nuestro Padre que está en los
cielos 188
Aclaratoria del P. Santelos sobre
Vocabulario Motilón 195
Sueños y realidades: Aparición
del P. Bartolomé de las Casas. 196
Gesto generoso de un suscritor. . 197
Retablo de mujeres misioneras.. 198
Los Damuino (Tabúes) de los in-
dios Pemón 201
La primera iglesia de Caracas. . 203
En la Misión de Kavanayén: Rus-
ty y la Vela 209, 254
La Obra de los Capuchinos en la
la tierra de Monagas 212
El sacrificio del Misionero 215
El Problema Indígena en Centro-
América 219
¿ Algo nuevo sobre cooperación
misional? 221
Lenguas y Dialectos de los Moti-
lones de Venezuela 231
Comentarios a un artículo sobre
la fundación de Cumaná 238
Visita ad limina del Vicario Apos-
tólica de Tucupita 245
Datos de dos misioneros seglares
y uno Capuchino 248
Un Nuevo Astro en el Firmamen-
to (S. Lorenzo de Brindis)... 251
Gestos nobles y generosos en fa-
vor de “Venezuela Misionera”. . 256
San Francisco de Asís, Gran Mi-
sionero 260
III Centenario de un pueblo mi-
sional.— Santa María de los
Angeles del Guácharo 263
Los Kamaino (Presagios) de los
indios Pemón 272
El Vicariato Apostólico de Tucu-
pita: Estado de la Misión
en 1958 274
Contra exterminio de los Motilo-
nes se pronuncia la Universidad
del Zulia 285
¿Quiénes son los grandes en el in-
digenismo? 286
Indios venezolanos que podrían es-
tar en los altares 287
TRAJES DOVILLA, calidad y confección garantizada. — Telf. 81-56-47
352
VENEZUELA MISIONERA
Cosas y casos de los indios de
Perijá 305
La Voz de unas Ruinas históricas
y Evocadoras 308
A propósito de la publicación de
dos libros del P. Viñayo 315
Un fraile lego Capuchino, Gran
Arquitecto 317
Muerte trágica de un Misionero.. 329
Se fundó en Cumaná el primer
Colegio de Indios 331
Una baja más en nuestras filas:
se nos fue el R.P. Constantino 336
Vinieron al seno de la Iglesia Ca-
tólica 337
En la Misión de Kavanayén — III —
Un ladrido en la noche 341
Un Misionero, agradecido 343
La expedición Iturriaga (1754-
1761) y las Misiones Capuchi-
nas del Caroní) 344
Homenaje — La muerte de un
Apóstol 347
Asaltada la Misión de Guama por
bandoleros armados 348
ASALTADA LA MISION DE GUANA
POR BANDOLEROS ARMADOS
(Viene de la pág. 348).
llegar a la planta eléctrica para encen-
derla.
La luz provocó que los malhechores
se dieran a la fuga, siempre disparando
sus armas.
La Guardia Nacional de Carretal lle-
gó hasta el sitio. En esa forma se logró
tranquilizar los ánimos de todos.
Lo más extraño del caso es que el
proyectil no penetró como lamentable-
mente siempre ocurre.
— ¡No sé, pero el disparo no me hirió
de gravedad!...
Habló de las graves consecuencias de-
bido a este asalto. La construcción mi-
sional ha sido paralizada; hay que re-
cuperar el dinero robado.
Por último se supo que los misione-
ros se dirigirán al Gobierno de Colom-
bia para exponerle el caso y tratar de
que colabore en la restitución de lo que
se robaron.
LA MUERTE DE UN APOSTOL
(Viene de la pág. 347).
y del cual cuentan verdaderos milagros
realizados en su labor evangelizadora,
especialmente en el Oriente venezolano.
Cumaná recordará a través del tiem-
po al Padre Constantino: su venerada
figura de antiguo Patriarca, su fino tra-
to, su bondad sin límites V sn fecunda
obra de Apóstol. Cuando los achaques
propios de la avanzada edad, no hablan
fatigado su varonil existencia, se com-
placía en pintar sugestivos cuadros, en
escribir alguna bella poesía o en elabo-
rar criteriosas páginas históricas. Des-
cendía el Padre Constantino de noble fa-
milia española, y sin embargo, su pre-
ciosa vida estaba llena de la más pura
humildad.
Padre Constantino, ya te encuentras
definitivamente en la tierra que tanto
amaste, y que el Señor te conceda la
luz perpetua y el descanso eterno.
(De “El Universal”, 11-12-59).
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