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Full text of "Venezuela misionera."

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JUL  2 1 2003 

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AÑO  XXI  — Caracas  Venezuela  — Diciembre  de  1959  — N?  250 


Ha  Nauiímíi  rn  laa  ÜÜbtrufb 


A Pedro  Krysólogo,  el  peque- 
ño guarao  ya  hecho  grande, 
con  cariño. 

Como  los  demás  cristianos,  también 
los  indios  guaraúnos  celebran  la  Pas- 
cua y cantan  amores  y saben  decirle 
ternuras  y delicadezas  al  Niño  Jesús 
y a sus  Santos  Padres. 

Al  enviarles  hoy  desde  estas  páginas 
mi  felicitación  de  Pascuas,  quiero  de- 
dicarles algunos  de  los  “aguinaldos”  o 


cantares  navideños,  que  se  me  han 
ocurrido  pensando  en  ellos. 

Que  estos  cantares  en  lengua  ver- 
nácula y algunos  con  música  también 
guaraúna.  sirvan  para  reavivar  el  san- 
to regocijo  navideño  en  los  internados, 
centros  y escuelas  misionales,  lo  mismo 
que  en  el  propio  corazón  de  las  fami- 
lias guaraúnas  de  las  rancherías  dis- 
persas. Y,  sobre  todo,  para  que  los  indí- 
genas sepan  agradecer  al  Niño  Jesús  el 
don  de  la  fe  y la  gloria  de  haberlos 
hecho  cristianos. 


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322 


VENEZUELA  MISIONERA 


I 

ORIGUAKAIDA 

(Villancico  Guarao) 

(Música  del  Cancionero  guarao) 

(De  la  barcarola  "Barimarane") 


(Letra  original  del  Capuchino  Juglar) 

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lv — ORIGUAKAIDA 


1*— LA  GRAN  FESTIVIDAD 


Origuakaida, 

guarao  abakí. 
Abaki-rane 
guaraotumá-ra. 


Una  grande  fiesta 
celebramos,  ¡oh,  guáraos! 
Celebramos,  sí, 

¡oh,  guaraúnos! 


VENEZUELA  MISIONERA 


323 


Imautu  ekía 

Miañare  jae: 
Santa  María 
isímo-rane 
Jesús  Noboto 
dihaguarae  ñera. 

A la  media  noche 
el  Misterio  se  obró: 

Del  seno 
de  Santa  María 
El  Niño  Jesús 
ha  nacido,  ¡ea! 

*** 

*** 

Cielo  araotuma 
kuai  isiara 
Dihaguara-noko 
yakarama  eku 
jujuya-nera. 
Pastores  yama 
Belén  naría; 
Jesús  mikore, 
doró-raré-ra. 

Los  clestes  moradores 
en  las  alturas, 
del  Portal  del  nacimiento 
por  los  alrededores 
andan  volando. 

Los  pastores 
van  camino  hacia  Belén; 
y al  encontrar  a Jesús, 
de  gozo  se  llenan. 

2'1— AGUARAO  SANTA 

2"— LA  SAGRADA  FAMILIA 

Naokotú-ra, 

naokotú-rá. 

¡Guaraotuma,  naokoturane! 
Kuai-mo  yama 
Joro-simo, 

Santa  María  Auka, 
dihaguaráe-ra 

Venid, 

venid, 

Venid,  ¡oh,  guaraúnos! 
De  arriba  venido 
el  Infantito, 

Hijo  de  Santa  María, 
acaba  de  nacer. 

*** 

•** 

Imautuya  yamara 
Belén  matanarare 
mianaretuma  jae. 

Esta  media  noche 

a un  lado  de  Belén 
han  ocurrido  portentos. 

Bebe  tobo  arai  ñera 

domu  mana  kaguana 
Joro-simo  yajía 

Sobre  un  montón  de  hierbas 
y entre  dos  animales 
el  nacido  Infante  reclinado  está. 

A-Noboto  onayaja 

a-Raní-ma  jegüerea, 
San  José  seoroyara. 

El  Niñito  está  llorando, 
su  madrecita  lo  arrulla 
y San  José  los  contempla. 

Dihaguara-noko  arai-ra 
dokotu  guarakomo, 
Angeles  jujuyaja. 

Sobre  el  Portal  del  Nacimiento 
entonando  cantares, 
revolotean  los  Angeles. 

Cielo  araotuma-rane 

güite  a-rokotu  ekú-ra 
tuatane  nabuaraya: 

En  medio  de  sus  canciones 
los  celestes  espíritus 
de  esta  manera  se  expresan: 

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324 


VENEZUELA  MISIONERA 


"Dioso  saba  groria; 

guaraotuma  yakaera 
doró  takuna  ñera.  . 

39— IMAUTUYA 

Imautuya 

eku-rane 

Dioso  Aukaro-ranera 
dijaguarae  bebe  tobo  araira. 
A-Ranimasi  Tai  jegüereaja. 
¡Guaraotuma, 
miañare! 

Mikitane  naokotu. 

*** 

Dejorojo 

eberane 

tororoya  Noboto; 
a-Ranimasi  onayajarane, 
güite  a Noboto  majanerane: 

"¡Ma  Noboto! 

¡Ma  moneri! 

Onakaya  tone  abau". 

*** 

Kuai  isiara 
ekurane 

cielo  araotuma-rera 
jujuyane, 
dokotu  guarane, 
origuakaida  abayaja-rane. 

Yatu  arakate  abakotu, 
¡guaraotuma  yakaera! 

(Se  canta  con  la  música  de 

"Noche  de  Paz"). 


“Para  Dios  sea  la  gloria; 

y para  los  indios  buenos, 
la  satisfacción  y la  dicha”. 

3'— A LA  MEDIA  NOCHE 

A la 

media  noche 
el  Hijo  de  Dios 

nació  sobre  un  montón  de  pajas. 

Su  Madre  lo  está  arrullando... 

¡Oh,  guáraos, 
qué  maravilla! 

Venid  a verla. 

*•* 

Del  frío 
por  causa 
tirita  el  Infantito; 
y su  Madre  se  ha  puesto  a llorar, 
mientras  lo  estrecha  entre  sus  brazos: 
¡Mi  Niño! 

¡Mi  encanto! 

Deja  de  llorar. 

*** 

Por  los  espacios 


los  espíritus  celestes 
entre  revuelos, 
y entre  cantares, 
celebran  la  gran  festividad. 

Celebradla  también  vosotros, 

¡Oh  preclaros  guaraúnos! 

Fr.  Basilio  M”  de  Barral, 

Misionero  Capuchino. 

Pedernales  (Delta  Amacuro),  diciembre 
de  1959). 


TRAJES  DOVILLA,  los  trajes  sin  competencia.  — Telf.  81-59-87 


ETNOGRAFIA  YUCPA 


Economía  Doméstica 


Indias  “Yucpa"  de  Perijá. 


I V 

LA  CAZA  QUE  PRACTICAN  LOS 
YUCPAS 

Los  lectores  de  esta  Revista,  al  me- 
nos muchos,  habrán  quedado  impresio- 
nados al  enterarse  de  los  gustos  culi- 
narios de  nuestros  yucpas.  Larvas  de 
avispa,  hormigas,  gusanos...  Son  pre- 
sas que  no  se  ven  en  nuestra  mesa  de 
civilizados.  Pues  bien,  hay  todavía 
otros  animales  que  el  yucpa  busca  con 
interés  para  su  alimentación. 

Quizá  cause  repugnancia  el  hecho  de 
que  los  yucpas  comen,  por  ejemplo,  ra- 
tones. Ante  eso  y lo  demás  no  cabe 
más  que  la  sabia  consideración  de 
nuestros  abuelos:  “Lo  que  no  mata, 
engorda. . .” 

RATONES,  ARDILLAS  Y MONOS  EN 
LA  DIETA  DEL  YUCPA 

Aunque  a veces  el  yucpa  come  cual- 
quier clase  de  ratón,  de  cualquier  fa- 


milia y tamaño,  lo  corriente  es  que  bus- 
que especialmente  el  ratón  que  ellos 
llaman  “puerepo”.  Se  consigue  en  los 
montes  y sabanas,  merodeando  casi 
siempre  los  pequeños  maizales  del  in- 
dígena. 

Cuando  éste  se  apercibe  de  la  exis- 
tencia de  estos  roedores  y de  su  cerca- 
nía, le  pone  un  cebo  cualquiera  en  el 
senderito  que  el  ratón  suele  recorrer. 
Al  lado  del  cebo  ha  quedado  un  montón 
de  la  semilla  “kate”,  muy  resinosa, 
que  se  mantiene  ardiendo  toda  la  no- 
che, iluminando  convenientemente  el 
cebo.  El  yucpa  cazador  queda  a la  es- 
pera. Cuando  llega  el  ratón,  le  permite 
que  coma  hasta  que  ya  harto  manifies- 
ta deseos  de  retirarse  a su  escondite. 
En  ese  preciso  momento  el  yucpa  le 
dispara  certeramente  la  pequeña  flecha 
llamada  “mápicha”,  una  flechita  sin 
punta,  terminada  solamente  en  una 
bola  de  cera  silvestre,  especial  para 
esta  clase  de  caza.  A veces  la  bolita  de 
cera  ha  sido  previamente  recalentada 
y por  lo  mismo  llega  hirviendo  al 
blanco. . . 


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326 


VENEZUELA  MISIONERA 


Matado  así,  por  contusión,  el  ratón 
es  recogido  y llevado  al  rancho.  Aquí 
lo  pasan  por  el  fuego,  a fin  de  pelarlo 
mejor.  Luego  lo  abren,  desechan  los 
intestinos  del  roedor,  lo  lavan  con  agua 
fría  y lo  asan  a la  parrilla,  una  parrilla 
elemental  hecha  de  palitos  de  dura 
madera. 

A continuación  lo  comen  y afirman 
ser  algo  exquisito. 

Sabemos  que  en  nuestros  restoranes 
y fondas  se  ha  hecho  pasar  más  de  una 
vez  “gato  por  liebre...”  ¿Sería  posible 
hacer  pasar  “ratón  por  conejo”? 

En  último  término,  al  yucpa  le  ten- 
dría sin  cuidado. 

Si  buscan  ratones  ya  nada  tiene  de 
extraño  que  los  yucpas  busquen  tam- 
bién ardillas.  Al  fin  pertenecen  a la 
misma  clasificación  zoológica. 

La  ardilla  — “kerekshe” — es  una  de 
las  víctimas  más  frecuente  de  la  “oma- 
ye” yucpa,  una  pequeña  flecha  termi- 
nada en  punta  bien  fina. 

Para  capturar  la  ardilla,  el  cazador 
le  pone  un  cebo  de  maíz  — “mi” — so- 
bre un  tronco  atravesado  en  cualquier 
punto  de  monte  espeso  y cerrado. 

Bajo  el  tronco  hay  un  escondite  cons- 
truido especialmente  y dentro  está  el 
cazador. 


Llegada  la  ardilla,  la  dejan  hartarse 
de  maíz,  como  en  el  caso  del  ratón  y 
cuando  pretende  irse  ya  es  tarde:  Un 
flechazo  certero  la  deja  en  el  sitio.  Lue- 
go es  recogida  y se  repite  en  todo  el 
proceso  culinario  seguido  con  el  ratón. 

La  “cocina  yucpa”  acepta  y prepara 
bocados  verdaderamente  insólitos  en 
la  cocina  civilizada.  Tenemos  el  ejem- 
plo del  menú  a base  de  mono. 

A mí  me  divierte  la  cara  que  ponen 
los  visitantes  de  esta  Misión  del  Tu- 
cuco  cuando  al  preguntar  si  hay  mu- 
chos monos  en  la  región  se  les  contes- 
ta que  los  había,  pero  que  los  indíge- 
nas los  han  ido  llevando  a su  estómago 
hasta  el  punto  de  que  ya  no  se  escu- 
cha el  solitario  ladrido  de  un  solo  ara- 
guato. 

Monos  nocturnos  y diurnos,  grandes 
y pequeños,  mansos  y feroces,  todos 
son  muy  codiciados  por  el  yucpa,  cons- 
tituyendo un  plato  bastante  frecuente 
y por  lo  mismo  en  su  aprecio  muy  ex- 
quisito. 

“Poroto”  es  una  palabra  demasiado 
general  que  designa  a cualquier  clase 
de  mono.  Pero  el  yucpa  conoce  diversas 
familias  de  cuadrumanos  y les  da  nom- 
bres distintos.  Sabe  hablar  del  “aris- 
havo”  (araguato),  del  “konuksha” 
(mono  nocturno),  del  “sherere”  (mono 


TRAJES  DOVILLA,  diseños  originales,  confección  inmejorable. 


VENEZUELA  MISIONERA 


327 


carablanca),  del  “mashiramo”  (gorila) 
y de  otros. 

Para  la  captura  del  araguato,  de  la 
marimonda,  del  perezoso,  del  mono 
nocturno  y de  otros  de  regular  tama- 
ño, el  yucpa  fabrica  y usa  la  flecha 
llamada  “míkivi”,  que  no  es  la  más 
grande,  pero  sí  de  las  más  grandes. 

En  cambio,  para  la  caza  del  forzudo 
gorila  sí  emplea  la  flecha  mayor  sali- 
da de  sus  manos,  la  llamada  “shupa- 
ra”,  flecha  empleada  también  en  la 
captura  de  la  danta,  del  tigre  y de 
otros  animales  excepcionalmente  gran- 
des y peligrosos. 

Cuando  el  yucpa  se  apercibe  de  la 
presencia  de  un  mono,  organiza  inme- 
diatamente su  captura.  Como  el  animal 
anda  siempre  por  las  ramas  de  altos 
árboles,  el  yucpa  se  asegura  primero 
de  que  lo  matará  con  solo  dispararle 
desde  abajo.  Si  no  está  seguro  del  re- 
sultado, el  indígena  no  dudará  un  mo- 
mento: él  mismo  trepará  a las  ramas 
y entonces  el  mono  está  perdido. 

Una  vez  en  el  suelo  la  presa  es  re- 
cogida por  el  cazador  o cazadores.  Co- 
mo es  mucho  el  pelo  de  que  está  re- 
vestido, el  mono  es  pasado  varias  veces 
por  las  llamas  de  una  pequeña  fogata, 
hasta  que  queda  mondo  y lirondo  como 
un  huevo...  pero  renegrido.  Luego 
abren  el  viente  del  animal,  le  arran- 
can los  intestinos  que  luego  arrojan 
lejos  y van  cortando  y amontonando 
las  presas  unas  sobre  otras. 

Si  el  yucpa  de  nuestra  historia  es 
tan  afortunado  que  posee  una  olla  o 
paila  en  ella  va  depositando  pedazos 
de  mono  que,  cocido  con  plátano  u 
ocumo,  sabe  después  a gloria. . . (Dicen 
los  yucpas,  que  yo  nunca  probé  esa 
delicia. . .) 

Lo  más  corriente,  sin  embargo,  es 
asar  lo  que  se  va  a beneficiar  del  mono, 
y luego  comerlo  acompañándolo  de 
plátano  asado  también.  Todo  sin  sal 
y sin  ningún  otro  condimento,  por  su- 
puesto. 


Contra  lo  que  oí  en  más  de  una  oca- 
sión, tengo  que  decir  que  no  parece 
cierto  que  el  yucpa  espere  a que  el 
mono  capturado  y muerto  llegue  a des- 
componerse. Se  ha  dicho  que  así,  he- 
diondo y agusanado,  le  resulta  más  sa- 
broso al  indígena. 

Por  el  contrario,  les  desagradaría  en 
esa  forma  repugnante.  Sin  embargo  en 
esto,  como  en  otras  cosas,  el  yucpa  no 
es  tan  meticuloso  como  nosotros,  pues 
se  da  el  caso  de  que,  si  el  mono  llegara 
a descomponerse  y empezara  a agusa- 
narse, al  yucpa  aún  le  quedaría  un 
recurso:  asar  de  nuevo  la  carne  ya  asa- 
da y luego  consumirla  de  inmediato. 
Claro  que  en  este  caso  lo  que  comen 
es  casi  tan  repugnante  como  lo  otro. 
Pero  el  yucpa  seguramente  piensa  que 
el  olor  no  se  come.  Y creo  que  pocos 
se  atreverían  a negarle  la  ocurrencia, 
y a contradecirla . . . 

Para  la  caza  del  gorila  — de  los  que 
todavía  quedan  muchos  ejemplares  por 
estas  montañas — los  yucpas  siguen 
procedimientos  distintos,  según  los  ca- 
sos. Si  el  gorila  es  sorprendido  en  ac- 
titud de  reposo,  los  cazadores  se  acer- 
carán disimuladamente  hasta  él  y lo 
matarán  ahí  mismo. 

Pero  ordinariamente  el  gorila  es  sor- 
prendido en  los  caminos,  en  compañía 
de  la  hembra  y del  hijo.  Los  yucpas 
temen  este  encuentro,  porque  invaria- 
blemente el  animal  se  pone  furioso  y 
armándose  de  un  gran  tronco  arreme- 
terá contra  ellos,  dispuesto  a defen- 
derse y defender  a la  hembra  y al  hijo. 

Los  yucpas  se  suben  entonces  a cual- 
quier árbol  o arbusto  próximo  y desde 
allí  organizan  el  ataque  al  enorme  cua- 
drumano. 

Siguiendo  el  proceder  del  tigre  que 
también  busca  carne  de  gorila  — al  me- 
nos así  lo  afirman  los  yucpas — si  el 
gorila  a la  hora  de  ser  herido  mortal- 
mente cae  de  espaldas  los  yucpas  des- 
deñarán su  presa:  Comer  un  animal, 
sobre  todo  un  gorila,  caído  en  esa  posi- 


Para  Ud.  TRAJES  DOVILLA.  — Telf.  81-56-47 


328 


VENEZUELA  MISIONERA 


ción  traería  grandes  calamidades  y 
hasta  les  causaría  la  muerte. 

En  cambio  si  el  gorila  ha  caído  sobre 
su  rostro  entonces  no  hay  peligro  nin- 
guno en  beneficiarlo  y por  eso  inme- 
diatamente comienzan  los  preparativos 
— como  los  ya  descritos  para  los  demás 
cuadrumanos — y los  yucpas  se  dan  su 
gran  banquete  de  gorila. 

Para  terminar  quiero  hacer  resaltar 
una  práctica  extremadamente  curiosa 


observada  por  nuestros  yucpas  y es  que 
los  jóvenes  — varones  y hembras — no 
comerán  jamás  de  la  cabeza  del  mono 
ni  de  ningún  otro  animal  capturado. 
La  razón  es  bien  peregrina:  Porque  si 
se  atrevieran  a probar  la  cabeza  de  un 
animal  su  propia  cabeza  empezaría 
muy  pronto  a poblarse  de. . . canas. 

P.  Prudencio  de  Santelos, 

Misionero  Capuchino. 

(Continuará) 


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Spspa  a bub  Iprtorpfl,  rolaboraíinrrfi 
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TRAJES  DOVILLA,  una  joya  en  ropa  hecha.  — Telf.  81-56-47 


MUERTE  TRAGICA 

Como  anudamos  en  nuestra  edición  anterior, 
el  día  8 del  mes  pasado  murió  trágicamente 
— ahogado  en  el  Caño  Araguaimujo — el  R.P. 
Rafael  de  Corbillos,  joven  misionero  del  Vica- 
riato Apostólico  de  Tucupita  en  el  que  venia 
trabajando  activa  y entusiásticamente  desde 
hacía  diez  años. 

Había  nacido  en  el  pueblo  de  Corbillos,  pro- 
vincia de  León,  España  el  15  de  mayo  de  1919; 
tomó  el  hábito  franciscano  el  13  de  octubre 
de  1940;  profesó  el  15  de  octubre  de  1941  y 
se  ordenó  de  sacerdot  el  25  de  julio  de  1947. 

Lleno  de  fervor  religioso  y celo  misional,  se 
incorporó  a la  Misión  el  15  de  marzo  de  1949, 
residiendo  en  Upata  hasta  el  1 de  abril,  fecha 
en  que  fue  trasladado  a Tucupita  Aquí  y en 
los  Centros  Misionales  de  Araguaimujo  y Guayo 
y en  la  Cuasi-Parroquia  de  Pedernales,  transcu- 
rrieron sus  actividades  apostólicas  y misionales 
durante  dos  lustros.  Actualmente  residía  en 
Araguaimujo  y aquí  le  sorprendió  la  muerte, 
cuando  en  horas  avanzadas  de  la  noche,  tras 
de  atender  a la  planta  eléctrica  de  la  Misión 
y busca'  un  descanso  junto  al  río,  se  desmayó 
— según  creemos — cayendo  al  agua.  La  co- 
rriente le  arrastró  lejos  de  la  Misión  y sus 
hermanos  misioneros  encontraron  al  día  siouicn- 
te  su  cadáver,  al  que  pudieron  dar  piadosa  se- 
pultura. 

Un  hermano  suyo  de  hábito  y compañero  de 
misión  le  ha  dedicado  la  siguiente  composición 
poética. 

IN  MEMORIAM 

Al  R.P.  Rafael  de  Corbillos,  Misionero 
Capuchino,  muerto  en  el  río  Orinoco. 

Son  para  ti,  Fr.  Rafael,  estos  versos. 
Desde  hace  cuatro  años  mi  quehacer  no 
conoció  rima  propia,  aunque  haya  vivido 
la  más  alta  poesía  en  mi  vida  misionera. 
Sí  algo  valen,  es  por  tu  recuerdo,  que 
tiene  la  virtud  de  vivificar  y ennoblecer 
todo  lo  que  toca.  Son  mi  más  sentido 
pésame  a tu  mamá,  hermanos  y demás 
familiares. 


DE  UN  MISIONERO 


Brisa  que  te  vas  al  mar 
y llevas  los  ojos  muertos, 
cuando  llegues  a alta  mar, 
no  grites.  . . 

que  no  está  muerto. 

Tú  no  moriste,  hermano; 

"La  vida  se  cambia,  no  se  quita", 
meditaba  esta  noche. 

Sembrados  en  la  muerte, 
reracemos  en  vida. 

Hoy  somos  el  polvo, 
y mañana.  . la  brisa. 

Cuando  ayer  te  nos  ibas, 
sembraste  en  el  agua 
la  leyenda  más  íntima. 

En  adelante,  tú  serás  en  el  agua 

la  brisa  y el  calor  del  alma  misionera, 

el  ángel  de  las  aguas 

junto  a tu  casería, 

la  juventud,  el  brío 

sacrificado  en  aras  de  los  indios. 

Brisa  que  te  vas  al  mar 
y llevas  los  ojos  muertos, 
cuando  llegues  a alta  mar, 
no  grites.  . . 

que  no  está  muerto. 

¿Para  quién  tu  último  canto?.  . . 
¿Para  quién  tu  último  beso?... 

Las  ondas  lo  llevaron 
por  el  mar  a lo  lejos. 


TRAJES  DOVILLA,  los  Trajes  de  Alta  Fidelidad.  — Telf.  41-16-85 


330 


VENEZUELA  MISIONERA 


Tu  última  sonrisa 
se  la  llevó  la  selva 
para  que  fuera  siempre 
el  triunfo  sobre  el  agua, 
hondura  y sutileza; 
porque  la  tenue  brisa, 
en  la  noche  callada, 
la  vaya  repitiendo 
al  indio  de  la  selva. 

Brisa  que  te  vas  al  mar 
y llevas  los  ojos  muertos, 
cuando  llegues  a alta  mar, 
no  grites.  . . 

que  no  está  muerto. 

¿Qué  imagen  quedó  grabada 
en  tu  retina 

semilla  eterna  de  tus  ojos?... 

¿El  bosque,  la  placidez  del  río  traicionero, 
tu  centro  misional, 
el  bello  caserío 
o el  cielo  tropical? 

¿Y  en  el  recuerdo? 

Fr.  Pedro,  y Fr.  Enrique, 
y Fr.  Aquilino . . . 

La  Patria  muy  lejana, 
un  monte,  un  pueblecito; 
los  ojos  desvelados  de  la  madre 
llorando  siempre  por  abrazar  al  hijo. 

Brisa  que  te  vas  al  mar 
y llevas  los  ojos  muertos, 
cuando  llegues  a alta  mar, 
no  grites. . . 

que  no  está  muerto. 

Tú  no  morirás  en  el  recuerdo; 
serás  en  la  ribera 
faro  y río, 

y si  "sangre  de  mártires, 
semilla  de  cristianos", 
tú  serás  en  la  vida  misionera 
semillero. 

Seguirás  siendo  atalaya 
junto  al  río; 
la  sombra  protectora 
del  centro  misional; 
verás  todos  los  días 
junto  al  templo,  la  palmera 
que  suena  a lluvia, 
a río  y morichal. 

Seguirás  paseando,  junto  al  río, 
por  el  camino  nuevo... 

. . hasta  el  caserío 


de  casas  blancas,  grises  y rosadas. 

Y seguirás  bendiciendo 
el  conuco  de  plátanos, 
el  cafeto,  los  maíces  verdes 
el  cacaotal . . . 

Brisa  que  te  vas  al  mar 
y llevas  los  ojos  muertos, 
cuando  llegues  a alta  mar, 
no  grites. . . 

que  no  está  muerto. 

Y,  cuando  te  visite, 
pasearemos  juntos  por  el  gran  potrero. 

Tú  me  dirás  tus  cosas.  . . 

El  sitio  de  las  garzas,  el  sendero 
del  tigre  en  la  montaña.  . . 

Me  dirás.  . . 
por  qué  el  aruco  canta 
como  infundiendo  miedo; 
por  qué  la  garza  tiene 
ese  cuello  de  cisne; 
por  qué  el  moriche 
canta  con  el  agua 
y sueña  cuando  llueve 
que  está  en  el  morichal.  .. 

Me  dirás.  . . 
lo  que  canta  la  lluvia 
cuando  besa  a la  tierra; 
el  ritmo  que  produce 
el  crecer  de  la  hierba; 
lo  que  le  dice  el  viento 
cuando  la  cimbrea.  . . 

Me  dirás.  . . me  dirás. . . 

Tu  diálogo  no  se  acabará  nunca. 

Seguirás  de  atalaya  junto  al  río, 
prodigando  consejos, 
coraje,  fuego  y brío. 

Dirás  todos  los  días 
tu  voz  de  aliento  al  misionero: 

"Dios  os  bendiga,  hermanos", 

y tus  manos 

bendecirán  gozosas 

las  curiaras  que  pasan  por  el  rio 

cargadas  de  guáraos. 

Brisa  que  te  vas  al  mar 
y llevas  los  ojos  muertos, 
cuando  llegues  a alta  mar, 
no  grites. . . 

que  no  esta  muerto. 

Fr.  FELICISIMO  DE  RESPENDA, 
Misionero  Capuchino. 
Tucupita,  noviembre  de  1959. 


Se  fundó  en  Cumaná  e¡  primer 
Colegio  de  Indios 


Desde  hace  bastante  tiempo  bullían  en 
mi  mente  preguntas  como  éstas:  ¿de 
dónde  provino  que  el  año  1515  o poco 
antes  se  estableciesen  los  frailes  fran- 
ciscanos en  la  Tierra  Firme,  a la  boca 
del  rio  Cumaná,  y los  frailes  dominicos 
no  muy  lejos  de  ellos  en  el  golfo  de 
Santa  Fe?  ¿Cómo  se  explica  que  los 
franciscanos  y dominicos  vinieran  no  co- 
mo capellanes  de  una  expedición,  sino 
como  principales  y solos  y hasta  sin  es- 
colta? 

Muchas  veces  yo  me  había  respondido 
que  SERIA  la  natural  expansión  de  las 
Ordenes  Misioneras.  Pero  no  veía  claro. 
Cuando  he  aquí  que  un  estudio  muy  do- 
cumentado del  franciscano  P.  Domingo 
R.  Rancaño  vino  a da'rme  todas  las  ex- 
plicaciones deseadas  y la  ORAN  NO- 
TICIA para  Venezuela  de  que  el  pri- 
mer Colegio  para  Indios  se  fundó  en 
Cumaná. 

Que  los  frailes  franciscanos  y domi- 
nicos en  sus  monasterios,  los  primeros 
fundados  en  la  Tierra  Firme  en  la  fecha 
antes  dicha,  enseñaban  a varios  mucha- 
chos indios,  hijos  de  señores  principales 
de  aquellas  tierras,  era  un  dato  ya  cono- 
cido y que  circulaba  entre  los  historia- 
dores. Pero  pensábamos  que  se  trataba 
de  ese  natural  extender  en  torno  suyo 
los  rudimentos  de  las  letras  y de  las 
áreas  necesarias  para  la  vida,  propia 
de  toda  persona  practicante  de  las  obras 
de  misericordia,  sin  que  hubiera  un  pro- 
grama más  alto  y bien  definido. 

Pero  resulta  ahora  que  ya  desde  los 
tiempos  de  Fernando  el  Católico,  año  de 
1508,  el  Capítulo  General  de  los  fran- 
ciscanos había  mandado  a petición  del 
rey  una  expedición  extraordinaria  para 
de  la  isla  Española  pasar  varios  de  ellos 
a la  Tierra  Firme.  E igual  cosa  encon- 


tramos en  carta  del  mismo  rey  a Co- 
lón, el  año  1513. 

Las  Cartas  y Cédulas  del  Cardenal 
Cisneros,  regente  entre  Fernando  el  Ca- 
tólico y el  Emperador,  expresan  bien 
claramente  que  los  Misioneros  habían 
pedido  venir  solos  a “parte  de  indios, 
que  no  estuviese  poblada  por  cristianos 
españoles,  porque  ellos  solos  con  su  doc- 
trina, predicación  y ejemplo  pudiesen 
atraer  y animar  a los  indios,  donde  así 
fuesen  con  más  brevedad  en  conocimien- 
to de  las  cosas  de  la  fe  católica”. 

Se  trataba  de  una  experiencia,  que 
aquí  fracasó  por  tropelías  de  aquel  Ho- 
jeda,  famoso  con  su  mala  fama.  Y en 
otras  fracasó  por  volubilidad  de  les  in- 
dios u otros  vicios  capitales,  que  tam- 
bién heredaron  los  aborígenes  america- 
nos como  legítimos  descendientes  de 
Adán. 

Y en  cuanto  al  programa  educacional, 
que  llevaban  los  Misioneros  (o  más  bien 
traían)  a la  Tierra  Firme,  dice  y man- 
da Cisneros  al  Almirante  Diego  Co- 
lón: “Porque  los  Religiosos  llevan  in- 
tención de  hacer  allí  DOS  COLEGIOS, 
que  diz  que  cada  uno  costará  a hacer 
5.000  maravedís,  habéis  de  mandar  con 
ellos  la  persona  o personas...  para  en- 
tender en  la  dicha  labor,  como  en  ha- 
cer de  dar  de  comer  a los  dichos  frai- 
les cuando  ellos  lo  hubieran  menester 
e no  lo  tuvieren  c a los  niños  indios,  que 
tuvieran  en  los  dichos  Colegios”. 

El  plan  no  iba  montado  al  aire  y en 
la  fantasía,  sino  sobre  realidades.  Y por 
eso  aquellos  Misioneros,  que  deseaban 
tener  mano  libre  con  los  indios  en  su 
evangelización,  sin  interferencia  de  co- 
dicias pidieron,  sin  embargo,  “piezas  de 
artillería  y pólvora  y otras  armas”  para 


TRAJES  DO  VILLA,  los  Trajes  de  Alta  Fidelidad.  — Telf.  41-16-85 


332 


VENEZUELA  MISIONERA 


usarlas  contra  los  temibles  Caribes,  que 
se  decía  eran  antropófagos. 

Y pidieron  además,  y el  Cardenal  Re- 
gente Ies  mandó  dar,  vestuarios,  vino  y 
mantenimientos,  ganado,  bestias  y aves 
y menudencias  para  rescatar  con  los  in- 
dios. Y aparece  poeo  después  de  ya  ins- 
talados en  estas  costas  el  detalle  curio- 
so (sería  a petición  de  parte)  del  Empe- 
rador Carlos  V,  que  manda  se  provea 
a los  frailes  de  una  red,  llamada  chin- 
chorro, para  pescar. 

No  se  les  escapó  a los  Misicneros  el 
detalle,  o más  b:en  problemas,  de  la  len- 
gua. Y de  ahí  que  Cisneros  escribiese  al 
Almirante:  “Y  que  porque  dicen  que  te- 
nían necesidad  de  llevar  algunos  niños 
indios  por  lenguas  para  traer  y conver- 
tir los  otros  indios.  . . por  la  presente 
mandamos  se  les  den  cuales  quisieren”. 

La  conclusión,  a que  sobre  este  pun- 
to llega  el  F.  Raneaño  es  la  siguiente: 
“Consta,  además,  por  otras  Cédulas  Rea- 


les que  para  entonces  (1519)  ya  tenían 
los  franciscanos  en  Cumaná  unos  CUA- 
RENTA INDIOS  ESTUDIANTES,  de 
manera  que  este  Colegio  de  Indios  pue- 
de considerarse  el  primero  fundado  ex- 
presamente con  ese  fin  en  América”. 

Esa  es  la  conclusión  de  un  estudio. 
Pero  nuestra  conclusión  en  la  realidad 
de  esta  Tierra  Firme  es  que  tales  pri- 
micias, tan  prometedoras,  fueron  sega- 
das en  flor  por  atropellos  de  gente  sin 
conciencia.  Y otra  conclusión  más  de 
nuestros  días.  ¡Ojo  a les  Hojedas!  Do- 
quiera surge  una  Misión  con  su  escuela, 
su  ganadería,  su  agricultura,  etc.,  etc., 
merodea  toda  una  legión  de  filibusteros 
al  acecha  de  sus  posibles  ganancias.  A 
veces  en  forma  de  reptiles  susurrando 
motivos  y razones  a los  inexpertos 
indios. 

Fr.  C.  DE  ARMELLADA, 

franciscano. 


AVISO  IMPORTANTE  A NUESTROS  SUSCRIPTORES 

Con  el  fin  de  facilitar  la  lectura  de  nuestra  Revista  VENEZUELA  MISIONE- 
RA a toda  clase  de  personas,  habíamos  mantenido  durante  largos  años  el  valor  irri- 
sorio de  su  suscripción,  o sea  de  bolívares  seis  anuales. 

Pero  ahora,  como  ya  lo  advertimos  en  otra  ocasión,  habiendo  sido  elevado  con- 
siderablemente el  costo  de  la  publicación  y habiendo  sido  suprimido  también  el  libre 
franqueo  para  los  impresos  nacionales,  que  existía  hasta  hace  poco...,  por  esta  y 
otras  razones  nos  hemos  visto  obligados  a elevar  igualmente  el  precio  de  la  sus- 
cripción de  nuestra  Revista. 

Por  tanto,  desde  el  próximo  mes  de  enero  será  de  diez  bolívares  (Bs.  10)  anua- 
les. En  esto  no  hacemos  más  que  seguir  la  insinuación  de  algunos  de  nuestros  sus- 
eriptores,  que  nos  habían  dicho  que  todo  lector  amante  de  nuestras  Misiones  lo 
mismo  abonaría  seis  bolívares  que  diez. 

VENEZUELA  MISIONERA  no  tiene  otra  finalidad  que  el  bien  de  nuestras  Mi- 
siones venezolanas,  obra  verdaderamente  cristiana  y patriótica,  a la  cual  todos  de- 
bemos ayudar  moral  y materialmente  con  la  mayor  generosidad. 


TRAJES  DOVILLA  en  toda  la  República.  — Telf.  81-59-87 


El  Indigenismo  navegando  entre 
Scila  y Caribdis. 

El  indigenismo  siempre  ha  navega- 
do entre  Scila  y Caribdis.  Me  refiero 
al  antiguo  de  las  Leyes  de  Indias  y 
Cédulas  Reales  y Ordenanzas  de  Go- 
bernadores. Y también  al  moderno  de 
Fueros  Indígenas  Nacionales  y Con- 
gresos Indigenistas  Interamericanos. 

Y estos  escollos  de  derecha  e iz- 
quierda no  eran  uno  y uno,  sino  más 
bien  hileras  indias  de  “roques”  a una 
y otra  mano  y a todo  lo  largo  de  la 
navegación.  Voy  a tratar  de  enume- 
rar algunos;  porque,  como  queda  di- 
cho, la  navegación  continúa  y nos 
interesa  acertar  con  el  justo  medio, 
tan  deseable  en  todas  las  actuaciones 
humanas. 

1. — Las  reducciones  o concentra- 
ción en  poblados  fue  medida  previa 
vista  y exigida  como  necesaria  para 
toda  ulterior  actuación  sobre  los  in- 
dios. Así  lo  pensaron  los  virreyes,  los 
gobernadores  y hasta  los  misioneros 
más  abnegados.  No  era  aquello  de  que 
los  montes  vinieran  a ellos  para  no 
tener  que  ir  ellos  a los  montes;  era  la 
imposibilidad  de  dar  un  sacerdote,  un 
médico  y un  maestro  a cada  familia 
de  indios;  que  así,  en  meras  agrupa- 
ciones familiares  vivían  y viven  mu- 
chos indios,  desparramados  en  inmen- 
sos territorios. 

Y aquí  el  primer  escollo:  cómo  con- 
seguir eso  “sin  les  hacer  agravio”, 
cómo  vencer  su  fuerte  resistencia  a la 
concentración  y a toda  sujeción  que  no 
sea  la  paterna.  Nada  violento  es  du- 
rable. Pero  con  caña  nadie  pesca  mul- 
titudes. 

Y ahí  queda  el  problema,  el  esco- 
llo. Si  usas  de  violencia,  eso  es  injus- 
to, te  dicen.  Si  con  la  suavidad  con- 


sigues poco  y tu  obra  es  lenta  y ape- 
nas perceptible,  “hay  que  dejarse  de 
pamplinas,  compelle  intrare”. 

¿Mi  solución  personal?  Dar  en  el 
segundo  escollo  antes  que  en  el  prime- 
ro. No  importa  lo  que  digan.  Que 
ellos,  los  mal-dicientes,  pongan  más 
cañas  o nos  den  para  poner  más  cebo. 
Y quede  en  claro  que  en  nuestras  ac- 
tuales Misiones  del  Caroní,  Delta 
Amacuro  y Goajira-Perijá  esta  solu- 
ción es  la  que  está  en  marcha  con  una 
levísima  concesión  a la  primera  para 
la  formación  de  los  Internados. 

2. — “Castellanizar”  al  indio,  requi- 
sito indispensable  si  se  desea  incorpo- 
rarlo a la  nacionalidad”,  escribe  R.M. 
L.E.  Y luego  nos  salta  a los  puntos  de 
la  pluma  la  misma  cuestión:  cómo  ha- 
cer ésto  “sin  molestia  y sin  costa” 
de  los  indios.  Para  lograr  esto,  cual- 
quiera que  sea  el  método  y los  estí- 
mulos que  adoptemos,  hay  que  presu- 
poner ya  resuelto  lo  enunciado  en  el 
número  anterioi 

Hay  que  ir,  sin  duda  ninguna,  a 
castellanizar  o españolizar  a los  in- 
dios; pero  previamente  el  misionero, 
el  maestro,  el  médico,  el  jefe,  etc.,  ha 
de  “utilizar  la  iengua  nativa  para  pe- 
netrar en  el  mundo  de  la  afectividad 
indígena,  llevándole  los  mensajes  de 
la  cultura  que  él  desconoc  e”. 
(R.M. L.E.) 

Si  los  indios  no  están  concentrados, 
el  problema  no  tiene  ni  sentido.  ¿Có- 
mo ellos  van  a aprender  el  castellano, 
ni  cómo  puede  nadie  enseñárselo?  Y 
concentrados  unos  pocos  en  los  Inter- 
nados, tratar  o intentar  que  olviden 
su  lengua  es  tratar  o intentar  su  mu- 
tilación o atrofia  intelectual,  más  in- 
justa y más  nociva  que  la  mutilación 
física.  Hay  que  reparar  en  ello  y no 


TRAJES  DOVILLA,  máxima  expresión  en  trajes  de  calidad.  — Telf.  41-16-85 


S34 


V ¿iNEZ U FU j A MISIONERA 


olvidar  que  el  indio  puede  ser  perfec- 
tamente bilingüe. 

Las  pequeñas  dificultades,  que  pue- 
den provenir  de  la  subsistencia  de  las 
lenguas  indígenas,  no  tienen  compara- 
ción con  la  barbaridad  de  intentar  su- 
primirlas violentamente.  Su  coexisten- 
cia con  una  lengua  nacional  más  am- 
plia debe  ser  causa  de  regocijo.  No 
hay  lengua  bárbara.  “El  bárbaro  soy 
yo  (dice  San  Pablo)  si  no  entiendo 
al  que  me  habla’’.  En  cualquier  tribu 
pudo  haberse  encarnado  el  Hijo  de 
Dios.  En  cualquier  lengua  puede  pre- 
gonarse el  Evangelio.  Cualquier  len- 
guaje puede  ser  vehículo  de  la  gra- 
cia de  los  sacramentos. 

3. — Nomadismo  vs.  propiedad  terri- 
torial. Hay  muchas  tribus,  que  apenas 
pasan  la  etapa  de  recolectores,  y vi- 
ven sin  bienes  raíces  y ni  siquiera 
aprecio  de  los  mismos.  Apenas  si  tie- 
nen un  comienzo  de  amor  a la  propie- 
dad territorial,  que  hay,  no  obstante 
y por  su  bien,  que  infundirles.  Pero 
el  paso  del  nomadismo  a la  vida  se- 
dentaria, de  la  etapa  de  recolectores 
a agricultores  y ganaderos,  necesita 
un  tiempo  más  o menos  largo  de  adap- 
tación psicológica.  De  ahí,  entre  otras 
razones,  la  necesidad  de  establecer 
zonas  indígenas  reservadas. 

Se  trata  sólo  de  una  medida  tran- 
sitoria, como  tantas  otras  en  favor  de 
los  indios.  Y el  mismo  carácter  tiene 
o debe  tener  hacerlos  propietarios  y 
no  dejarles,  no  obstante,  disponer  li- 
bremente de  sus  propiedades.  Una  in- 
capacitación permanente  no  sería  jus- 
ta. Por  encima  de  todos  los  inconve- 
nientes, llegado  su  tiempo  hay  que 
romper  con  la  tutela  paterna,  etc.  No 
a humo  de  pajas  se  inventó  aquello 
de  que  los  Pueblos  de  Misión  pasaran 
a los  20  años  a ser  Pueblos  de  Doc- 
trina. 

Reservar  perennemente  una  vasta 
región  para  que  en  ella  unas  tribus 
errantes  de  corto  número  quieran  vi- 
vir sólo  de  la  caza,  de  la  pesca  y de 


la  recolección  de  los  frutos  espontá- 
neos, no  se  entiende  cómo  esto  pueda 
ser  legítimo.  De  esa  manera  no  ca- 
brían los  hombres  en  el  mundo.  Yo 
he  citado  más  de  una  vez  aquella  fra- 
se bella  y verdadera:  “Los  hombres 
sin  tierra  tienen  derecho  a las  tierras 
sin  hombres”. 

4. — El  paso  de  la  mentalidad  má- 
gica a la  mentalidad  científica  tam- 
bién tiene  sus  problemas  y su  más  o 
menos  largo  proceso.  Incluso  yo  opi- 
no que  pueden  coexistir  (aunque  iló- 
gicamente) como  estratos  mentales 
sobrepuestos.  Ya  en  otras  ocasiones 
he  hablado  de  lo  que  es  la  mentali- 
dad mágica,  que  de  ninguna  manera 
identifico  con  la  mentalidad  prelógica, 
que  algunos  atribuyeron  a ciertos  pue- 
blos primitivos.  Todas  las  tribus  ve- 
nezolanas conocidas  por  mí  directa  o 
indirectamente,  adolecen  de  este  mal. 
Pero  debo  advertir  que  apenas  habrá 
en  el  mundo  persona  totalmente  libre 
de  este  mismo  defecto  mental.  Así  a 
lo  menos,  leo  en  algunos  tratadistas, 
cuya  idea  comparto. 

Los  conflictos  provenientes  de  esta 
mentalidad  aparecen  principalmente 
en  el  campo  religioso  y en  el  cam- 
po sanitario,  dietético,  etc.  Yo  sé,  por 
ejemplo,  que  en  cierta  zona  los  indios 
exigían  para  entregar  sus  hijos  al  In- 
ternado que  no  se  les  obligase  a co- 
mer carne,  queso  o leche  de  vaca  y 
menos  de  cabra.  En  otra,  las  cédulas 
de  inscripción  de  bautismo  llegaron  a 
nuestras  manos  después  de  muchos 
años,  entre  otros  motivos  por  la  cau- 
tela con  que  habían  sido  conservadas 
para  preservar  a los  inscritos  en  ellas 
de  influencias  mágicas. 

Algunos  hablan  de  “costra  mítica” 
o cáscara  mítica,  en  que  está  encerra- 
da la  mente  de  los  indios  americanos. 
Apropiándome  esta  metáfora,  digo  yo 
que  no  hay  que  romper  antes  de  tiem- 
po esta  cáscara;  cuando  se  incube  y 
desarrolle  suficientemente  la  mentali- 
dad religiosa,  higiénica,  etc.,  que  nos- 


TRAJES  DOVILLA,  los  trajes  sin  competencia. 


Teléfono  41-65-42 


VENEZUELA  MISIONERA 


335 


otros  les  infundimos  o inoculamos, 
ellos  romperán  por  sí  mismos  esa  cás- 
cara o envoltura.  Y si,  como  los  hi- 
jos de  perdiz  echan  a correr  sin  des- 
prenderse totalmente  de  la  cáscara,  no 
se  lo  ridiculicemos  demasiado.  Nos 
vuelven  a decir  que  muchos  andamos 
todavía  con  un  tanto  de  esa  cáscara 
pegada,  aunque  no  la  vemos. 

5.  — Sobre  otros  escollos  como  el  ra- 
cismo, el  paganismo,  etc.,  ya  en  otras 
ocasiones  he  llamado  la  atención.  Por 
eso  me  creo  relevado  de  hacerlo  ahora. 

6.  — El  hecho  de  que  un  indio  ins- 
truido fuera  de  su  tribu,  al  regresar 
a la  misma  sea  reabsorbido  por  ella 
demuestra  el  engaño  de  formarlos 
fuera  de  su  ambiente  para  que  no  su- 
fran las  malas  influencias  del  mismo. 
Y demuestra  la  verdad  de  aquel  pos- 
tulado que  dice:  el  indio  debe  ser  for- 
mado en  su  medio  y para  su  medio. 
“La  escuela  instruye,  en  tanto  que  la 
comunidad  educa”.  (R.M.-L.E. 

7.  — Tal  vez  el  principal  Scila-Carib- 
dis  del  Indigenismo  ha  sido  la  disyun- 
tiva jurídica  ¿legislación  común  o 
legislación  especial  para  los  indios? 
Esto  ha  sido  también  materia  de  mu- 
chos comentarios  en  esta  misma  sec- 
ción. Por  eso  hoy  me  limito  a copiar 
unas  palabras,  que  hago  totalmente 
mías  del  Sr.  Roberto  M.  L.  Estenos: 

“Al  advenir  la  República,  bajo  el 
soplo  del  liberalismo  y al  calor  de  los 
impulsos  igualitarios,  se  abolieron  las 
leyes  protectoras,  dictadas  por  el  Con- 
sejo de  Indias,  y se  les  otorgó  la  ciu- 
dadanía, reconociéndolos  plenamente, 
sin  taxativa  alguna,  como  sujetos  de 
derecho  y emancipándolos  de  toda  tu- 
toría. El  título  de  ciudadano  otorgado 
al  indio,  expoliado  por  todos  los  abu- 
sos, víctima  de  todas  las  asechanzas, 
despojado  de  sus  tierras  y de  sus  legí- 
timas pertenencias,  sin  armas  legales 
para  defenderse,  tuvo  entonces  — lo 
sigue  teniendo  hasta  ahora — todo  el 
sarcasmo  del  INRI  en  la  Cruz.”  “Pro- 
clamada la  igualdad  de  todos  los  ha- 
bitantes ante  la  ley,  suprimido  el  an- 
tiguo status  de  los  indios,  desconoal- 


da  la  propiedad  comunal  como  ele- 
mento de  integración  de  éstos  y base 
de  su  fuerza  como  grupo,  la  Constitu- 
ción y los  Códigos,  tanto  en  México 
como  en  Argentina,  en  el  Perú  como 
en  Colombia,  trataron  al  indio  como 
un  ente  de  pleno  derecho  y lo  abando- 
naron a sus  propias  fuerzas,  haciéndo- 
lo caer,  por  eso  en  manos  de  sus  ex- 
plotadores.” 

‘En  casi  todos  los  países,  tras  el 
armazón  ideológico  del  liberalismo 
que  propugnaba  la  igualdad  de  todos 
los  ciudadanos,  s>n  preocuparse  de  ha- 
cerla realmente  efectiva,  se  escondie- 
ron los  zarpazos  sistemáticos  contra 
la  pequeña  propiedad  aborigen  y sub- 
secuente fortalecimiento  d e I lati- 
fundio”. 

“Fuerza  es  reconocer  que  casi  todos 
nuestros  países  latinoamericanos  se 
hallan  en  esta  materia  muy  por  deba- 
jo de  las  Reales  Ordenes,  que  sobre  la 
tierra  y el  trabajo  del  indio  promulgó 
hace  siglos  la  metrópoli  española.” 

“Nada  tiene  de  denigrante  para  él 
(el  indio)  esta  legislación  ad  hoc;  de 
la  misma  manera  no  es  denigrante  pa- 
ra el  obrero  las  leyes  sociales  que  lo 
amparan,  no  es  depresiva  para  los  em- 
pleados la  legislación  especial  que  pro- 
tege sus  derechos,  ni  es  humillante  pa- 
ra el  militar  el  código  privativo  que 
norma  sus  actividades  profesionales, 
ni  es  lesiva  para  la  dignidad  de  las 
mujeres  en  estado  grávido  la  legisla- 
ción que  las  protege  en  sus  periodos 
prenatal  y de  lactancia.” 

Con  estas  advertencias  a la  vista, 
quede  bien  claro  que  cuando  los  Mi- 
sioneros u otros  indigenistas  recla- 
man el  cumplimiento  de  las  leyes  es- 
peciales (en  nuestro  caso  el  Fuero  In- 
dígena Venezolano)  o trabajan  para 
que  a tenor  de  las  mismas  se  den  ór- 
denes para  su  mayor  eficacia,  lo  que 
pretenden  es  la  protección  de  los  in- 
dios, que  tal  vez  tienen  pies  para  la 
huida  o flechas  para  la  resistencia, 
pero  no  tienen  voz  para  la  reclama- 
ción legal. 

FRAILEJON  DEL  PARAMO 


Otra  baja  más  en  nuestras  filas. 


Se  nos  fue  el  R.  P.  Constantino 


Todavía  estábamos  dolorosamente 
impresionados  por  la  trágica  desapa- 
rición del  muy  recordado  P.  Rafael  de 
Co¡  bíllos,  en  aguas  del  Orinoco,  cuan- 
do el  26  del  mes  pasado  nos  llega  otra 
infausta  comunicación  partió. pándo- 
nos  el  fallecimiento  del  R.P.  Constan- 
tino de  La  Vega,  ocurrido  en  la  Re- 
sidencia franciscana  da  Cumaná,  don- 
de el  venerable  anciano,  de  34  años, 
era  muy  querido  y respetado. 

El  P.  Constantino  había  nacido  en 
el  pueblo  de  La  Vega,  provincia  de 
Asturias,  España,  el  V de  marzo  de 
1875;  vistió  la  seráfica  librea  el  4 de 
enero  de  1891;  hizo  su  primera  profe- 
sión el  17  de  enero  de  1892,  y la  so- 
lemne el  20  de  enero  de  1895;  reci- 
bió la  ordenación  sacerdotal  el  9 de 
julio  de  1900. 

Dos  años  más  tarde  — setiembre  de 
1902 — arribaba  a las  playas  venezo- 
lanas. Por  largos  años  y con  fervo- 
roso celo  ejerció  el  ministerio  apostó- 
lico en  Caracas,  Maracaibo,  Valencia, 
Cumaná...  como  igualmente  en  las 
Casas  que  la  Orden  tiene  en  Cuba  y 
Puerto  Rico.  Fue  el  fundador  y pro- 
pagador de  las  Marías  de  los  Sagra- 
i ios,  obra  que  miró  siempre  con  el  ma- 
yor interés  y cariño. 

En  muchas  oportunidades  dio  mues- 
tras de  sus  dotes  de  atildado  escritor, 
poeta  y pintor,  las  que  empleó  como 
medios  eficaces  en  su  largo  apostola- 
do en  bien  de  las  almas. 

Los  últimos  años  los  pasó  en  Cu- 
maná,  ciudad  que  por  sus  gloriosas 
tradiciones  históricas  y misionales  tu- 
vo para  él  un  atractivo  irresistible.  La 
venerable  figura  del  P.  José  de  Cara- 
bantes,  apóstol  de  la  Nueva  Andalu- 
cía, era  para  el  P.  Constantino  una 
noble  obsesión:  quería  darlo  a cono- 
cer, que  se  escribiera  su  vida,  que  se 
publicaran  sus  obras.  . . 


Y en  la  Cumaná  de  sus  nobles  amo- 
res e ilusiones  entregó  su  alma  al 
Creador  el  25  de  noviembre.  rodeado 
de  sus  hermanos  de  hábito  y del  ca- 
riño de  sus  amigos  y admiradores.  Su 
entierro  fue  una  verdadera  y pública 
manifestación  de  duelo  y de  aprecio 
hacia  el  finado.  ¡Descanse  en  paz! 

¡DADLE.  SEÑOR,  EL  DESCANSO 
ETERNO.  Y LA  LUZ  PERPETUA 
LO  ALUMBRE! 


TRAJES  DOVILLA,  el  sello  de  distinción.  — Telf.  81-59-87 


Vinieron  al  seno  de  la 

I glesia  C a tólica 

No  son  las  palabras,  por  más  elocuentes  que  sean,  sino  las  obras,  las  que  nos 
arrastran  tras  de  sí. 

Los  grandes  en  el  reino  de  los  cielos  son  los  que  primero  practican  y des- 
pués predican. 

Testigos,  que  testifiquen  con  su  buen  vivir  (y  a veces  renunciando  a su 
vida  con  el  martirio),  más  que  testigos  meramente  hablantes,  son  los  que  Cristo 
quiere  y necesita  para  extender  su  reinado  en  el  mundo. 

Quien  a Dios  busca,  a Dios  halla.  O Dios  se  le  hace  el  encontradizo  en 
cualquier  parte  del  mundo,  y valiéndose  de  cualquier  medio. 

¿Camino  para  encontrar  a Dios?  Practicar  las  virtudes:  principalmente 
la  pureza  de  vida  y la  caridad  con  el  prójimo. 

Ojos  limpios  para  ver  la  luz.  Y Dios  es  luz  y es  verdad.  Corazón  sensi- 
ble para  vibrar  con  las  alegrías  y las  tristezas  del  prójimo.  Y Dios  es  amor 
y es  caridad. 

Los  santos  con  sus  ejemplos  de  vida  atraen  hacia  la  Iglesia  Católica.  Los 
malos  cristianos,  con  sus  perversos  ejemplos  hacen  dudar  o apartan  de  la  reli- 
gión de  Cristo  a los  que  en  ella  hubieren  entrado. 

Con  Cristo,  consciente  o inconscientemente,  todos  seguimos  diciendo:  por 
los  frutos  se  conoce  e!  árbol.  Ni  la  vid  da  espinos,  ni  el  espino  uvas. 

Así,  y por  esos  camines  de  Dios,  vinieron  al  seno  de  nuestra  Santa  Madre, 
la  Iglesia  Católica:  Erwin  Julius  Fedrich  Rafael  Shrhe  Winther  e Himo  María 
Francisca  Mesmoudi  Seide. 

Los  bautizó  en  nuestra  iglesia  de  San  Rafaei  de  La  Florida  (Caracas)  el 
R.P.  Isaac  de  Mongreganes.  Fueron  padrinos,  respectivamente:  Eduardo  Elí- 
seo. M.  Martínez  y Delia  Inés  de  M.;  Nicolás  de  Castro  y Graciela  Sanz  de  Castro. 

¡Bienvenidos  al  seno  de  nuestra  Santa  Madre  la  Iglesia  Católica! 

A.  DE  LA  RIBERA 


Bautismo  de  los  conversos. 


Hay  un  TRAJE  DOVILLA  para  cada  ocasión.  — Telf.  41-16-85 


HUMBOLDT  Y LA  CIENCIA  DE  LOS 

MISIONEROS 


(Continuación) 

CATUARO  (Edo.  Sucre) 

Un  doctor  en  teología. — Malhadada  in- 
clinación. — Tigres. — Todo  extraordina- 
rio.— Un  vivo  litigio. — El  régimen  inte- 
rior de  las  misiones. 

“Era  un  doctor  en  teología . . . Había 
conservado  una  malhadada  inclinación 
por  lo  que  él  llamaba  cuestiones  meta- 
físicas. Queria  saber  lo  que  yo  pensaba 
del  libre  albedrío,  de  los  métodos  de 
desprender  los  espíritus  de  su  prisión 
corporal  y más  que  todo  del  alma  de 
los  animales,  acerca  de  los  cuales  tenía 
las  ideas  más  extravagantes . . . 

No  pudimos  librarnos  de  conversacio- 
nes “sobre  la  necesidad  de  la  trata  (de 
negros),  sobre  la  malicia  innata  de  los 
mismos  y sobre  .las  ventajas  que  saca 
esta  raza  de  su  estado  de  servidumbre 
entre  los  cristianos”  (11-104). 

“Todo  era  extraordinario  en  esta  pe- 
queña misión  de  Catuaro,  hasta  la  ca- 
sa parroquial  que  tenía  dos  pisos  y ha- 
bía sido  por  eso  objeto  de  vivo  litigio 
entre  las  autoridades  seculares  y las 
eclesiásticas.  El  Superior  de  los  Capu- 
chinos, hallándola  demasiado  suntuosa 
para  un  misionero,  había  querido  obligar 
a los  indios  a que  la  demoliesen;  el  go- 
bernador se  había  opuesto  a ello  con 
energía,  y su  voluntad  había  prevalecido 
entre  (sobre  la  de)  los  frailes. 

Cito  estos  hechos  poco  importantes  de 
sí  (!)  porque  dan  a entender  el  régi- 
men interior  de  las  misiones;  que  no 
siempre  es  tan  pacífico  cual  en  Euro- 
pa se  le  supone  (11-104). 

* * * 


P.  DAVID  MUCIENTES, 
Agustino 

Ya  hablamos,  en  el  estudio  anterior, 
de  este  franciscano,  que  por  causa  acci- 
dental, administraba  una  misión  capu- 
china. 

“Era  un  doctor  en  teología”. 

Esto  prueba  que  entre  los  misioneros 
también  había  doctores.  “Diríase  que  el 
progreso  de  las  luces  se  siente  hasta  en 
las  selvas  (o  misiones)  de  América” 
(1-334). 

“Había  conservado  una  malhadada  in- 
clinación por  las  cuestiones  metafí- 
sicas”. 

“Había  conservado”.  Aquí  tiene  Hum- 
bold,  confesado  por  él  mismo,  una  prue- 
ba más  de  que  los  misioneros  conserva- 
ban su  amor  a la  ciencia,  contra  la  du- 
da que  nos  acaba  de  exponer;  "dudo 
que  el  deseo  de  instrucción  se  conserve 
en  un  joven  religioso  aislado  en  las  ori- 
las del  río  Tigre”  (II-69).  Catuaro  no 
estaba  a las  orillas  de  este  río,  pero  “la 
misión...  está  situada  en  la  región  más 
salvaje.  Todavía  circundan  la  iglesia 
árboles  de  gran  ccrpulencia  y los  tigres 
vienen  de  noche  a comerse  las  gallinas 
y cerdos  de  los  indios”  (II-104). 

“Inclinación  por  lo  que  él  llamaba 
cuestiones  metafísicas”. 

No  sólo  él,  cualquier  filósofo  las  hu- 
biera calificado  así:  el  libre  albedrío, 
los  métodos  de  desprender  los  espíri- 
tus, el  alma  de  los  animales...  son 
cuestiones  metafísicas.  Pero  Humboldt 
nos  da  una  razón  de  su  mal  humor: 
“cuando  uno  ha  atravesado  las  selvas 
en  la  estación  de  las  lluvias,  siente  poco 
gusto  por  este  género  de  especulacio- 
nes”. Cierto,  cuando  uno  ha  atravesado 
las  selvas  en  la  estación  de  las  lluvias, 
y sobre  todo  si  se  ha  mojado,  como  le 
ocurrió  en  Guanaguana  (11-61),  no  tie- 


En  cada  reunión  hay  TRAJES  DOVILLA.  — Telf.  81-59-87 


VENEZUELA  MISIONERA 


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ne  ganas  de  oir  cuestiones  metafísicas, 
sino  simplemente  de  secarse. 

“No  pudimos  librarnos  de  conversacio- 
nes "sobre  la  necesidad  de  la  trata”. 

A Humboldt  se  le  indigestó,  no  sabé- 
mos  bien  por  qué,  el  doctor  teólogo, 
acaso  porque  además  de  estar  Humboldt 
cansado,  el  doctor  “ablaba  sin  cesar”  y 
"petulantemente”;  pero  los  temas,  de 
por  si  y entre  tales  personas,  no  eran 
ni  debían  ser  desagradables;  la  necesi- 
dad de  la  trata,  la  malicia  innata  de  los 
negros,  etc.;  temas  discutibles,  muy  dis- 
cutibles, aún  a fines  del  siglo  XVIII. 

"Las  ventajas  que  saca  esta  raza”. 

Esto  debió  sacar...  de  sus  casillas  a 
Humboldt  y sacará  a más  de  un  lector 
moderno;  pero  véase  nada  más  que  un 
testimonio:  "Si  los  tratasen  humana- 
mente, seria  mejor  suerte  la  de  los  es- 
clavos entre  los  cristianos,  que  no  ser 
libres  en  sus  tierras;  demás  que  es  la 
mayor  bienaventuranza  venir  a ser  cris- 
tianos”. ¿Quién  profirió  tal  sentencia, 
que  hoy  día  nos  escandaliza?  El  P.  Fran- 
cisco de  Vitoria,  Príncipe  del  Derecho 
Internacional.  (Carta,  en  Relecciones. 
Buenos  Aires,  1S46,  pág.  28). 

“Todo  era  extraordinario  en  esta  pe- 
queña misión...  hasta  la  casa  parro- 
quial”. ¿Y  por  qué?  ¡Porque  tenía  dos 
pisos ! 

“El  Superior  de  los  capuchinos  habia 
querido  obligar  a. . . que  la  demoliesen”. 

El  Superior  de  los  capuchinos  o el 
Guardián  de  Caripe,  era  para  esos  días 
un  arquitecto  espléndido,  que  acababa 
de  levantar  la  iglesia  de  San  Antonio, 
"la  maravilla  del  país”  (11-60)  ¿cómo 
iba  a mandar  demoler  una  casa  pa- 
rroquial? 

“El  gobernador  se  había  opuesto  a 
la  demolición”. 

Aquí  el  gobernador  se  había  opuesto 
a la  demolición,  dice  Humboldt;  y allí 
en  San  Antonio,  “el  gobernador...  im- 
probó el  lujo  de  tales  construcciones  en 
las  misiones  y con  el  mayor  sentimien- 
to de  los  religiosos  quedó  interrumpida 
la  terminación  del  templo”  (11-60).  ¿A 


quién  creemos?  Tal  vez  pudo  ocurrir 
en  tiempos  distintos;  pero  Humboldt  no 
lo  dice. 

"Cito  estos  hechos  porque  dan  a en- 
tender el  régimen  interior  de  las  Mi- 
siones”. 

"Cito  estos  hechos:  “el  vivo  litigio  en- 
tre las  autoridades  seculares  y las  ecle- 
siásticas” "porque  dan  a entender  el 
régimen  interior  de  las  misiones”.  No 
creo  que  ni  el  Superior  de  los  capuchi- 
nos ni  el  gobernador  de  la  provincia 
tuviesen  un  vivo  litigio  por  tales  minu- 
cias, y más  a fines  del  siglo  XVIII. 

“Desde  esta  época  (1768)  hasta  los 
disturbios  políticos  (de  la  independen- 
cia) la  administración  civil  ha  evitado 
cuidadosamente  mezclarse  en  los  asun- 
tos de  los  capuchinos”  (IV-438)  y Ca- 
tuaro  era  misión  de  estos  Padres. 

“El  régimen  interior  de  las  misiones 
no  siempre  es  tan  pacífico  cual  en  Euro- 
pa se  le  supone”. 

Cierto,  pero  también  el  régimen  “casi 
siempre”  es  más  pacífico  de  lo  que  en 
Europa  se  supone,  y váyase  lo  uno  por 
lo  otro. 

BARCELONA  (Edo.  Anzoátegui). 

Un  proyecto:  colonia  de  negros  libres. 

Era  la  capital  de  las  misiones  de  los 
padres  franciscanos,  y donde  éstos  ce- 
lebraban los  Capítulos.  El  Superior  lle- 
vaba el  título  de  Guardián,  y estos  da- 
tos indican  que  tenía  que  ser  una  per- 
sona prudente  e inteligente. 

Como  Humboldt  no  suele  ser  preciso 
en  las  fechas,  no  sabemos  si  correspon- 
derá al  Guardián  que  él  conoció  en  1799 
y en  1800,  el  siguiente  proyecto  muy  ra- 
zonable y muy  práctico:  “Espantado  el 
Padre  Guardián  de  los  Observantes  de 
la  rápida  despoblación  de  los  dos  pue- 
blos (Atures  y Maipures)  situados  cerca 
de  las  cataratas;  había  propuesto,  hace 
algunos  años,  al  Gobernador  de  la  pro- 
vincia, que  reside  en  Angostura,  reem- 
plazar los  indios  con  negros  (libres). 
Sábese  que  la  raza  africana  resiste  ma- 


TRAJES  DOVILLA,  acabados  a mano.  — Telf.  41-16-85 


310 


VENEZUELA  MISIONERA 


ravillosamente  a los  climas  ardientes  y 
húmedos.  Una  colonia  de  negros  libres 
obtuvo  perfectamente  éxito  en  las  ori- 
llas malsanas  del  Caura,  en  la  misión 
de  San  Luis  de  Guaraguaraico  (también 
de  franciscanos),  donde  cogen  las  más 
ricas  cosechas  de  maíz.  El  Padre  Guar- 
dián quiso  transportar  a las  cataratas 
del  Orinoco  una  parte  de  esos  colonos 
negros  o comprar  esclavos  en  las  islas 
Antillas,  en  las  que  logran  su  objeto 
(o  sea  su  libertad),  como  en  el  rio  Cau- 
ra (lo  logran)  negros  fugitivos  del  Ese- 
quivo  (o  Guayana  holandesa).  Es  proba- 
ble que  hubiera  dado  resultado  feliz  ese 
proyecto...  Una  malentendida  piedad 
hizo  fracasar  este  proyecto.  Respondió 
el  gobernador  a los  frailes  "que  puesto 
que  no  se  podía  asegurar  mejor  la  vida 
de  los  negros  que  la  de  los  indios,  no 
era  justo  obligar  a los  primeros  a que 
habitasen  los  (dos)  pueblos  de  las  ca- 
taratas” (IV-27). 

“El  Padre  Guardián  había  propuesto 
reemplazar  los  indios  con  negros 
(libres)”. 

Como  se  ve,  y lo  aprueba  Humboldt 
dos  veces  (IV-27  y IV-389),  el  proyec- 
to era  bueno:  no  se  trataba  de  llevar 
esclavos  sino  negros  libres,  con  lo  cual 
esas  dos  misiones  “las  llaves  del  Orino- 
co” hubiesen  prosperado  grandemente  y 
con  ellas  el  resto  de  las  misiones  hasta 
San  Carlos,  en  la  frontera  del  Brasil. 

“Una  malentendida  piedad”. 

Creo  no  sea  esta  la  verdadera  razón 
de  la  negativa,  pues  en  el  Caura  tenían 
el  ejemplo  palpable  del  pueblo  de  San 
Luis  de  Guaraguaraico.  Tal  vez  razones 
económicas  o apuros  del  erario  guber- 
namental. 

CARACAS  (Distrito  Federal). 

Un  amigo  de  Humboldt. — Voluntarlo 
para  el  viaje  al  Río  Negro. — Recomen- 
daciones.— Un  fraile  astrónomo. — Otro 
naturalista. — Un  mártir  en  el  Apure. — 
Al  árbol  del  pan,  del  Pacífico  al  Pacífi- 
co, pasando  por  Venezuela. 

“Dos  meses  pasé  en  Caracas.  Habitá- 
bamos, el  Sr.  Bonpland  y yo,  una  casa 
grande  aislada"  (11-260). 


“Uno  de  nuestros  amigos,  el  Padre 
(Francisco)  Andújar,  capuchino,  piensa 
acompañarnos  (al  Alto  Orinoco),  por- 
que, del  Apure  en  adelante,  no  encon- 
traremos más  que  indios  y misioneros . . . 
Nosotros  gozamos  de  una  protección  dis- 
tinguida por  parte  del . . . Padre  Guar- 
dián de  los  Observantes  (o  francisca- 
nos) y del  Prefecto  de  los  capuchinos” 
Caracas,  3-II-00)  (11-354). 

“En  medio  de  una  naturaleza  tan  ma- 
ravillosa y rica  en  producciones,  nadie 
en  estas  playas  (o  costas)  se  ocupaba 
del  estudio  de  las  plantas  y de  los  mi- 
nerales. Fue  solamente  en  un  (el)  con- 
vento de  los  franciscanos  donde  encon- 
tré a un  anciano  respetable,  el  Padre 
Puerto  (Puerta),  que  calculaba  el  Al- 
manaque para  todas  las  Provincias  de 
Venezuela  y que  tenía  algunas  nociones 
precisas  sobre  el  estudio  de  la  astro- 
nomía moderna.  Interesábanle  vivamen- 
te nuestros  instrumentos,  y un  dia  se 
vio  llena  nuestra  casa  de  todos  los  frai- 
les de  San  Francisco,  quienes,  con  gran 
sorpresa  nuestra,  solicitaban  ver  una 
brújula  de  inclinación”.  (11-264).  “El 
P.  Andújar,  misionero  capuchino  de  la 
Provincia  de  Caracas,  apasionado  de  ’as 
investigaciones  relativas  a la  Historia 
Natural,  ha  transportado  el  árbol  del 
pan  de  la  Guayana  española  a Barinas,  y 
de  allí  al  Reino  de  Nueva  Granada,  (Co- 
lombia). Es  así  como  las  costas  acciden- 
tales de  América,  bañadas  por  el  Mar 
del  Sur  (o  Pacífico)  reciben  de  las  An- 
tillas inglesas  una  producción  de  las 
Islas  de  la  Sociedad”  (IV-396). 

Al  subir  a la  Silla  de  Caracas,  cuenta 
que  los  negros  se  burlaban  de  los  reza- 
gados “y  de  quien  menos  se  compade- 
cían era  de  un  joven  fraile  capuchino 
profesor  de  matemáticas. . . Este  había 
olvidado  que  vestidos  tan  largos  y pe- 
sados (como  los  suyos)  debían  estor- 
barle en  la  subida...  Pasó  el  resto  del 
día  en  una  hacienda  cercana,  viéndonos 
escalar  el  monte  con  un  catalejo  endere- 
zado hacia  la  Silla.  Este  religioso,  que 
no  carecía  de  instrucción  física...,  fue 
asesinado,  pocos  años  después,  por  los 
indios  salvajes  del  Apure”  (11-268). 


EN  LA  MISION  DE  KA  VANA  YEN 


111.—  UN  LADRIDO  EN  LA 
NOCHE 

“Conticuere  ones  intentique  ora 
tenebant”. 

Perdóneme,  lector,  este  hexáme- 
tro virgiliano,  si  no  entiendes  la- 
tín; pero  no  encuentro  otra  forma 
más  expresiva  y concisa  de  decir 
nuestro  estado  físico  y anímico  su- 
midos en  las  sombras  de  aquella  no- 
che tropical  cuando  la  última  colilla 
se  apagó  en  el  fondo  de  la  quebrada. 

En  mi  vida  misionera  — no  muy 
larga  ciertamente — he  gozado  los 
más  variados  espectáculos  en  con- 
tacto con  la  naturaleza:  he  dormido 
solo,  con  mi  caballo  por  único  com- 
pañero, colgado  de  dos  árboles,  des- 
pués de  haberme  perdido  en  la  sel- 
va y he  despertado  con  la  algara- 
bía de  miles  y miles  de  loros,  he 
tenido  que  aguantar  estoicamente 
torrenciales  aguaceros  entre  true- 
nos y relámpagos  en  la  selva  y en 
descampado;  he  pasado  ratos  inol- 
vidables sentado  al  lado  de  grandes 
y pequeñas  cascadas  de  estas  tie- 
rras; he  volado  sobre  mundos  en- 
cantados de  algodón... 

Pero  hasta  ahora  no  había  gozado 
de  un  espectáculo  tan  armónico  en 
medio  de  la  “noche  serena”  entre 
el  silencio  del  artificio  que  dentro 
de  la  naturaleza  ponen  los  humanos 
y los  mil  ruidos  asordinados  de  los 
pequeños  vivientes  que  en  la  noche 
despliegan  sus  actividades  al  borde 
y dentro  de  la  selva. 

— Va  a empezar  la  fiesta;  me  dijo 
Nazario  en  un  susurro,  dándome  un 
golpecito  en  el  costado. 

Y,  efectivamente,  empezaba  -el 
“Nocturno  tropical”. 

Fue  la  señal  un  sonido  metálico 
que  subió  desde  el  fondo  de  la  que- 
brada... 


Es  la  ranita...  me  susurró  de 
nuevo.  Un  sonido  limpio,  suave  y 
definido  que  a intervalos  de  un 
tercio  de  minuto  fue  sonando  en  di- 
versos puntos  por  espacio  de  hora 
y media. 

Y,  como  si  hubiese  sido  la  se- 
ñal de  atención  para  la  orquesta 
nocturna  de  la  selva,  al  segundo 
“TENG”,  empezó  a nuestra  espal- 
da el  variado  bisbiseo  de  los  innú- 
meros grillos  de  la  sabana,  sin  las 
estridencias  de  aquellos  grillos  que 
con  una  paja  cazábamos  de  mucha- 
chos en  las  praderas  y ribazos  en 
primavera. 

Más  lejos  — a nuestra  derecha — 
un  ave  nocturna  emitía  su  silbido 
a largos  intervalos,  que  contestaba 
otra  más  lejana.  Más  lejos,  otra  pa- 
recía decir*  “aquí  está’  y más  le- 
jos aún,  por  los  bajumbales  del  Chi- 
naday  un  enorme  sapo  semejaba  un 
repique  de  bombo  formando  los  ba- 
jos. 

Se  levanta  un  airecillo  entre  la 
arboleda,  que  mansamente  va  des- 
pertando las  hojas  adormiladas  y 
lacias  por  el  calor  del  día... 

Detrás  de  nosotros,  como  a tres 
metros,  unos  pasos,  que  se  acerca- 
ban sobre  la  hierba  seca,  la  hoja- 
rasca y palitos,  sin  prisa,  pero  tam- 
bién sin  recelo. 

Un  escalofrío  me  corrió  por  la 
espalda,  pensando  que  podría  ser 
“él”  y cogernos  de  sorpresa  pasan- 
do por  los  palos  en  que  estábamos 
sentados;  le  previne  con  un  golpe- 
cito  a Nazario  que  me  contestó: 
"Quietos”;  es  la  lapa  que  sube  a 
cenar. 

Alberdi  se  volvió,  con  la  escopeta 
lista. 

— “Quietos”,  volvió  a susurrar 
Nazario;  y la  lapa  siguió  su  camino 
por  todo  el  borde  de  la  arboleda, 


TRAJES  DOVILLA,  con  las  mejores  telas  del  mundo.  — Telf.  81-56-47 


342 


VENEZUELA  MISIONERA 


sin  importarla  nuestra  presencia  o 
sin  darse  cuenta  de  ella. 

— “Ya  vienen’’. 

—“¿Qué?” 

— Escuche,  no  más. 

Debajo  y enfrente  de  nosotros 
pareció  que  la  maleza  se  reanima- 
ba; por  todas  partes  se  oían  revo- 
loteos sin  precaución ; pequeños 
animales  en  carreritas  que  repenti- 
namente cesaban  y recomenzaban 
alocados. 

— Son  los  “rapipelaos”  — zarigüe- 
yas— , que  vienen  a la  fiesta.  En 
efecto  todos  parecían  concurrir  al 
sitio  de  los  cadáveres;  llegaban, 
danzaban,  paraban,  comían,  revolo- 
teaban y volvían  a callarse  para  lue- 
go volver  a correr  y perderse  final- 
mente en  silencio  en  todas  direccio- 
nes, mientras  la  ranita  seguía  in- 
cansable marcando  el  compás. 

Me  da  un  acceso  de  tos,  que  trato 
de  amortiguar  con  el  brazo,  y se 
hace  un  silencio  inesperado.  Na- 
zario  me  alarga  un  trocito  de  casa- 
be bien  duro  diciendo:  cómalo  po- 
co a poco.  Y con  eso  se  me  puso  la 
tos  y empezó  de  nuevo  la  música. 
Ahora  son  unas  pisadas  más  fuer- 
tes, quebrada  arriba. 

— Un  zorro;  dice  Nazario.  Tam- 
bién hay  para  él ; como  saben  la  ho- 
ra en  que  viene  el  cazador  se  apro- 
vechan antes  de  su  presa,  para  evi- 
tarse trabajo  y complicaciones.  Pe- 
ro éste  parece  que  nos  ha  olido, 
pues  se  detiene  y poco  a poco  sus 
pasos  se  pierden  a lo  lejos. 

En  cambio  vuelven  los  rabipelaos 
que  llegan,  corren,  paran,  comen  y 
vuelven  a correr  monte  arriba. 

— Mire,  dice  Nazario  y encien- 
de la  linterna:  en  una  caña  de  bam- 
bú hace  equilibrios  uno  que,  al  sen- 
tirse entre  la  luz,  se  para,  nos  mira 
tranquilamente  y...  sigue  su  faena. 

— Ahora...  un  trago  de  café  y si- 
lencio de  nuevo  en  la  espera. 


Para  no  dormirme  me  pongo  a re- 
zar el  Rosario  con  los  dedos  de  la 
mano  izquierda,  mientras  con  la  de- 
recha sostengo  la  escopeta  sobre  las 
rodillas. 

¿Cuántos  recé?  Pues...  no  lo  sé; 
llegé  a hacerlo  casi  maquinalmente 
creo  que  las  diez  Ave  Marías  unas 
veces  serían  quince  y otras  veinte; 
el  caso  no  es  dormirse  ni  perder  el 
tiempo. 

Así  han  pasado  una,  dos,  tres  ho- 
ras ; cuando  siento  un  golpecito  al 
cosado  y... 

— Ya  está  ahí. 

Por  la  izquierda,  remontando  la 
corriente  y chapoteando  a veces,  sin 
precaución  vienen  unas  pisada  fuer- 
tes. Hacia  la  derecha  y enfrente 
vienen  bajando  por  entre  la  arbole- 
do otras  más  fuertes,  incautas,  co- 
mo de  una  vaca  que  se  llegara  a be- 
ber... De  pronto...  un  golpe  más 
fuerte  sobre  un  arbusto  y el  ruido 
de  algo  que  cae  y huye  precitada- 
mente por  la  maleza;  se  paran  las 
pisadas  un  instante  y siguen  acer- 
cándose más.  Otro  golpe;  esta  vez 
no  hay  ruido  de  carrera  fugitiva  si- 
sino  ruido  de  unos  huesillos  que  son 
quebrados  entre  fuertes  mandíbu- 
las, mientras  los  pasos  siguen  so- 
nando más  cerca  de  los  cadáveres. 

— No  disparar  hasta  que  esté  co- 
miendo, se  dice  en  un  susurro,  sin 
moverse,  casi  sin  respirar...  y si- 
guen los  pasos,  pero  ahora  con  cau- 
tela. 

Se  ha  detenido  el  aire,  se  ha  ca- 
llado la  ranita  y los  grillos  parecen 
muertos...  Sólo  las  pisadas  que  se 
acercan  más  y las  escopetas  se  alis- 
tan y nuestros  nervios  tensos,  ten- 
sos... 

Me  he  olvidado  de  rezar;  me  da 
la  impresión  de  que  estoy  sudando, 
que  la  tonsura  se  me  ha  encres- 
pado; que  no  hay  en  el  mundo  más 
que  una  escopeta  que  yo  estoy  apre- 


Para  usted,  TRAJES  DOVILLA.  — Telf.  81-56-47 


VENEZUELA  MISIONERA 


343 


tando,  apretando  eternamente  en 
espera  de  la  señal  de  “fuego”.  Y... 
esa  eternidad  queda  cortada  no  por 
la  luz  de  los  tres  focos  y el  grito 
de  fuego...  sino  por...  Un  ladrido 
desesperado,  lastimero  al  otro  la- 
do de  la  selva  mientras  dos  fugas 
precipitadas  se  acusan  entre  la  ma- 
leza. 

— Maldito  Brujo;  nos  ha  estro- 
peado. No  hay  nada  que  hacer. 

Se  encienden  los  focos;  nos  le- 
vantamos, desentumecemos  los 
miembros  y por  los  palos  salimos 


a la  sabana  con  desespero.  Son  las 
dos  de  la  mañana. 

Dos  muchachos  se  quedan  aún, 
tercos  y esperanzados,  por  el  aca- 
so... Pero  el  tigre  no  vuelve  ya,  ni 
a la  noche  siguiente. 

Al  día  siguiente  el  antiguo  va- 
quero ha  visto  las  huellas  de  dos 
tigres,  uno  grande  y otro  pequeño, 
que  se  dirigían  hacia  San  Isidro, 
donde  pastan  los  burros. 

Fr.  Bienvenido  de  V illacidayo 

Mis.  Cap. 


UN  MISIONERO  AGRADECIDO 

El  Misionero  R.P.  Basilio  María  de  Barral  nos  encarga  hacer  llegar  a los  bien- 
hechores de  nuestras  Misiones  su  agradecimiento  por  el  sustancioso  aguinaldo  que 
para  su  Misión  le  han  enviado  por  intermedio  del  R.P.  Isaac  de  Mondreganes.  Dios 
se  lo  pague. 

paso  quiere  aprovechar  la  oportunidad  para  poner  en  conocimiento  de  los 
lectores  de  VENEZUELA  MISIONERA  que,  además  de  los  Centros  Misionales  de 
Araguaimujo  y Guayo,  existe  en  el  Delta  del  Orinoco  la  Misión  de  Pedernales,  que 
si  bien  todavía  no  está  reconocida  oficialmente  como  centro  misional,  es  una  Misión 
de  hecho,  en  la  que  se  está  desarrollando  un  apostolado  intensivo  y extensivo  muy 
digno  de  tenerse  en  cuenta.  Valga  como  prueba  el  hecho  de  que  el  pasado  año  sola- 
mente durante  los  dias  que  median  entre  Navidad  y Reyes,  se  hicieron  alrededor  de 
cuatrocientos  bautismos,  la  mayor  parte  en  la  propia  iglesia,  desplazándose  los  indí- 
genas a Pedernales  desde  los  últimos  confines  del  Guanipa  (Estado  Monagas)  y aún 
del  Guarapiche. 

“Lectores  hermanos  — nos  dice  el  Padre  en  su  nota—  esta  multitud  de  aborí- 
genes (ya  lo  ha  hecho  notar  alguien  en  esta  Revista)  me  consideran  todos  como 
“ABUELITO”  suyo;  y es  muy  justo  que  el  abuelo  se  interese  por  todos  sus  “NIETI- 
COS”.  Por  esto,  en  nombre  de  todos,  os  pido  una  demostración  de  vuestro  cariño 
y de  vuestro  interés  por  ellos”. 


Los  TRAJES  DOVILLA  cuestan  menos  de  lo  que  usted  esperaba  pagar. 

Telf.  81-56-47 


La  Expedición  Iturri&ga  (1754-1761)  y las 
Misiones  Capuchinas  del  Caroní 


Todos  los  historiadores  venezolanos, 
hasta  en  los  breves  textos  escolares,  ha- 
blan de  esta  expedición  con  loa  para 
quienes  la  dirigieron;  y muy  justamen- 
te ponderan  la  importancia  de  los  des- 
cubrimientos geográficos  y de  la  funda- 
ción de  pueblos  en  los  límites  con  el  en- 
tonces imperio  portugués.  Y bien  sería 
que  además  de  Yturriaga,  Solano,  Alva- 
rado,  etc.,  se  citaran  siquiera  los  nom- 
bres de  Simón  López,  Francisco  Boba- 
dilla,  Apolinar  Diez  de  la  Fuente  y Si- 
món Santos,  máximos  exploradores  del 
Alto  Orinoco,  Guainía  y Casiquiare. 

Quienes  entre  nosotros  venían  desde 
años  estudiando  la  historia  de  las  Mi- 
siones Capuchinas  y su  influencia  en  la 
historia  patria  (Rionegro,  Lodares,  Ca- 
rrocera, etc.),  habían  relacionado  esta 
célebre  expedición  con  las  Misiones  de 
Guayana  mediante  un  informe  de  don 
Eugenio  F.  Alvarado,  sumamente  elogio- 
so para  las  mismas.  (A.  G.  de  Siman- 
cas. Estado,  legajo  7.390).  El  P.  Lodares 
explica  el  origen  de  este  Documento  co- 
mo un  simple  pasar  el  tiempo  útilmente 
de  Alvarado,  “deseoso  de  averiguar  la 
marcha  de  las  Misiones”,  ‘mientras  se 
preparaba  la  expedición  al  Alto  Orinoco 
y Amazonas”,  ya  que  "más  de  un  año 
estuvieron  detenidos  en  Santo  Tomás 
de  Guayana  por  las  dificultades  de  las 
comunicaciones”.  (Los  Franciscanos  Ca- 
puchinos en  Venezuela,  t.  II.  Caracas, 
1930,  pág.  215). 

Documentos  inéditos,  posteriormente 
vistos  en  Barcelona  (España),  me  ha- 
bían hecho  creer  que  esta  relación  de 
Alvarado  era  fruto  de  su  agradecimien- 
to por  los  muchos  auxilios  en  indios  y 
provisiones,  que  los  Misioneros  del  Ca- 
roní habían  prestado  a la  expedición  y 
particularmente  a él  durante  su  larga 
demora  entre  ellos.  Pero  de  este  error 
vino  a sacarnos  Demetrio  Ramos  con  su 
estudio  “El  tratado  de  límites  de  1750 


y la  expedición  de  Iturriaga  al  Orinoco” 
(Madrid,  1946),  hecho  directamente  so- 
bre documentos  originales  de  Simancas, 
Madrid,  etc. 

El  informe  de  Alvarado  obedece  a 
otros  móviles  y forma  parte  de  los  “pro- 
pósitos secretos  de  la  expedición”  (cap. 
V de  la  obra  cit.,  págs.  65-85),  que  a es- 
tas alturas  ya  dejaron  de  serlo  y que 
quizás  no  sea  inútil  divulgarlos.  Yo,  al 
menos,  así  lo  creo  y trataré,  por  consi- 
guiente, de  hacerlos  conocidos  del  pú- 
blico con  mi  mayor  deseo  de  que  nues- 
tros historiadores  los  incluyan  entre  los 
avances  históricos,  muy  dignos  de  vivi- 
ficar los  textos  escolares,  a veces  ca- 
rentes de  motivaciones  y con  simples 
catalogaciones  de  acontecimientos. 

Demetrio  Ramos  dice  que  los  propósi- 
tos secretos  fueron  dos:  1’)  descubri- 
miento de  canela,  cacao,  especies,  p’an- 
tas  medicinales  y minas  (aspecto  econó- 
mico de  la  expedición),  y 29)  expulsión 
de  los  holandeses  de  aquella  faja  de  te- 
rrenos entre  el  Amazonas  y el  Orinoco, 
en  que  furtivamente  se  habían  asentado 
(aspecto  político  de  la  expedición). 

I 

Para  trabajar  en  el  primero  de  los 
propósitos  fue  incluido  enti'e  los  miem- 
bros destacados  de  la  expedición  el  bo- 
tánico sueco,  discípulo  de  Linneo,  Pe- 
dro Loefling.  Por  cartas  del  mismo  sa- 
bemos cuánto  fue  auxiliado  en  su  per- 
sona y en  su  cometido  particular  por  los 
Misioneros  de  Cumaná,  Píritu  y Caroní. 
Muchos  datos,  que  no  puedo  ocuparme 
en  reproducir  aquí,  pueden  verse  en  la 
obra  “Pedro  Loefling  en  Venezuela, 
1754-1756”,  por  Stig  Rydén  (Madrid, 
año  1957). 

Sólo  cito,  entre  tantos,  el  servicio  del 
P.  Angel  de  Gerona,  capuchino,  prestán- 
dole un  manuscrito  en  lengua  pariago- 
to  para  que  de  él  copiara  los  nombres 


TRAJES  DOVILLA,  calidad  y confección  garantizada.  — Telf.  81-56-47 


VENEZUELA  MISIONERA 


345 


de  animales  y plantas  para  cuando  tu- 
viera que  valerse  de  los  indios  en  sus 
búsquedas.  (Ob.  cit.,  pág.  165).  Loefling 
habia  establecido  su  cuartel  general  en 
la  Misión  de  Santa  Eulalia  de  Murucuri; 
en  un  grave  ataque  de  fiebres,  que  a 
tantos  compañeros  de  expedición  cortó 
la  vida  y que  a él  mismo  apenas  le  ha- 
bían abandonado  desde  su  desembarco 
en  Cumaná,  fue  llevado  para  mejor  asis- 
tencia a San  Antonio  del  Caroní,  "don- 
de murió  el  22  de  febrero  de  1756  des- 
pués de  haber  aceptado  la  religión  Cató- 
lica, Apostólica  Romana”.  “Aquí  murió 
y fue  enterrado  junto  a la  iglesia,  al  pie 
de  un  naranjo,  con  sus  propios  vestidos 
en  lugar  de  mortaja”.  (Ob.  cit.,  pági- 
nas 130-131). 

Sobre  lo  que  en  este  misma  materia 
botánica,  mas  la  mineral,  hizo  e informó 
Alvarado,  puede  leerse  la  obra  de  De- 
metrio Ramos  (págs.  159-170);  y sin 
necesidad  de  acudir  a las  fuentes,  el  lec- 
tor verá  patente  la  prestación  de  infor- 
mes por  parte  de  los  misioneros  capu- 
chinos. 

II 

Respecto  al  segundo  propósito,  de 
acorralar  y,  si  fuera  posible,  expulsar 
de  sus  actuales  posesiones  a los  holan- 
deses, se  partía  del  principio  cierto  de 
que  ‘todo  e‘l  terreno  comprendido  entre 
los  ríos  Marañón  y Orinoco  pertenece 
indudablemente  a las  dos  Coronas  (es- 
pañola y portuguesa)  (y)  cualquiera  es- 
tablecimiento de  los  demás  extranjeros 
en  aquel  paraje  se  debe  mirar  ejecuta- 
do contra  el  derecho”.  (Ramos,  pág.  79). 
Ambas  cortes  se  habían  convenido  en 
valerse  de  todos  los  medios  indirectos 
para  estrechar  a francesa  y holandesa 
en  sus  establecimientos,  “en  inteligen- 
cia de  que  si  con  este  género  de  hosti- 
lidad u otro  mejor  que  se  discurra,  des- 
amparasen los  que  ahora  tienen,  parti- 
rían el  terreno  amigablemente  los  dos 
soberanos”.  (Id.  pg.  80). 

Hay  que  recordar  aquí  los  ataques 
abiertos  de  los  piratos  holandeses  y de- 


más a los  establecimientos  españoles  del 
Orinoco  y los  que  hacían  valindéose  de 
los  caribes  o disfrazándose  ellos  mismos 
de  caribes  (que  todo  consistía  en  embi- 
jarse y ponerse  guayuco  , llegando  en 
sus  incursiones  no  sólo  a las  Misiones 
capuchinas  del  Caroní  y Yuruari,  sino 
también  a las  de  los  jesuítas  en  el  Ori- 
noco. Sobre  todos  estos  puntos  debía 
informarse  Alvarado  e informar  después 
proponiendo  medios,  cosa  que  hizo  minu- 
ciosamente. (Ob.  cit.,  pgs.  133-150). 

Concretando  más  el  asunto  que  nos 
ocupa,  leemos  entre  las  instrucciones  de 
Iturriaga  a don  Eugenio  Alvarado:  “Pro- 
curará V.S.  averiguar. . . el  terreno  que 
ocupan  los  Misioneros  Capuchinos  Cata- 
lanes de  la  Guayana  y la  distancia  que 
hay  hasta  las  Colonias  holandesas  de  la 
costa;  si  tienen  comunicaciones  entre 
ellas;  qué  número  de  pueblos  tienen  fun- 
dados y su  vecindario;  si  los  misioneros 
tienen  ganados  u otras  granjerias;  y si 
van  adelatando  la  población  con  el  rum- 
bo a la  costa;  en  cuyo  caso  les  adverti- 
rá V.S.  el  perjuicio  de  que  los  indios 
puedan  aficionarse  al  trato  con  los  ho- 
landeses; y lo  demás  que  le  parezca 
conveniente  mientras  que,  informado 
S.M.,  toma  otra  providencia.”  (Ob.  cit., 
página  129). 

Otro  aspecto  menos  agradable  de  las 
relaciones  de  la  expedición  Iturriaga  y 
los  capuchinos  de!  Caroní  lo  descubre 
también  el  Sr.  Ramos  (págs.  175-193). 
Este  aspecto  ingrato  tuvo  antes  su  apa- 
rición entre  el  Gobernador  de  Cumaná 
e Iturriaga,  y otra  aparición  posterior 
aún  más  fuerte  entre  éste  y los  jesuí- 
tas: la  expedición  no  estaba  bien  prepa- 
rada administrativamente  y de  ahí  que 
el  alojamiento,  provisiones  y viajes  de 
reconocimiento  y traslado  resultaban 
muy  gravosos  para  todos  aquellos  por 
cuyos  territorios  pasaba  (¿qué  decir 
cuando  en  ellos  se  demoraba  años  ente- 
ros?) Así  tenemos  la  queja  del  P.  Beni- 
to de  La  Garriga  a don  Mateo  Gual,  el 
Gobernador  de  Cumaná:  “nos  acaban  de 
comer  las  subsistencias,  nos  destruyen 


Para  su  hijo,  TRAJES  DOVILLA.  — Telf.  41-16-14 


346 


VENEZUELA  MISIONERA 


las  yucas  tiernecitas,  que  se  han  de  ra- 
llar para  mantenerlos  y abastimentarlos 
de  casabe  y mañoco  y para  dar  socorro 
a la  otra  gente  de  arriba.  Creo  nos  quie- 
ren examinar  la  paciencia;  no  llegamos 
a entender  los  ocultos  juicios  en  sus  de- 
terminaciones; todos  los  días  dicen  que 
se  van  y luego  se  mira  lo  contrario; 
ahora  tienen  el  bastimento  pronto  y no 
se  sabe  el  secreto  que  impide  su  marcha; 
luego  embarcan  y más  presto  vuelven  a 
desembarcar".  Les  acababan  el  arroz,  el 
maíz  y no  digamos  las  gallinas,  presa 
tan  preferida  por  todos  les  pasajeros  y 
máxime  siendo  idea  general  en  aquellos 
tiempos  que  eran  la  receta  ideal  contra 
las  fiebres  palúdicas. 

Finalmente,  Iturriaga  chocó  con  su 
más  y su  menes  en  todas  partes  respec- 
to a sus  atribuciones  de  Delegado  Real, 
que  le  malquistaron  bastante  con  las  au- 
toridades civiles  y misionales  por  donde 
pasaba.  Por  lo  que  se  refiere  a las  Mi- 
siones del  Caroní,  sus  actuaciones  de 
fuerza  contra  los  caribes,  muchos  de 
ellos  ya  reducidos  a Pueblo,  provoca- 
ron serios  incidentes,  que  obligaron  a 
los  Misioneros  a levantar  su  voz  de  pro- 
testa ante  las  autoridades  limítrofes.  Es- 
cribió el  P.  La  Garriga:  ‘‘Lo  más  sensi- 
ble para  nosotros  es  dejarnos  alterados 
los  Caribes;  no  será  mucho  si  tenemos 
algún  ruido...’  hasta  yo  estoy  privado 
de  hablar  con  dichos  presos.”  Prisiones 
y otros  castigos  alborotaron  grandemen- 
te. Y el  Gobernador  de  Cumaná  inter- 


preta la  salida  repentina  de  Iturriaga 
(cuando  salió)  el  27  de  junio  de  1756 
del  pueblo  de  Caroní  de  PP.  Catalanes 
como  un  cierto  miedo  por  la  agitación  e 
inquietud,  que  él  mismo  había  provocado 
entre  los  indios. 

No  obstante  estos  des  aspectos  negati- 
vos, que  más  bien  son  faltas  de  acierto 
que  mala  voluntad,  creo  que  el  saldo  de 
las  relaciones  entre  esta  célebre  expedi- 
ción y las  Misiones  Capuchinas  del  Ca- 
roní es  positivo.  Estas  ayudaron  econó- 
micamente y con  sus  informes,  e Itú- 
rriaga  trataba  de  alejar  y,  si  era  posi- 
ble, desalojar  a holandeses  y franceses 
(más  tarde  ingleses)  de  aquellos  territo- 
rios para  que  más  pacíficamente  pudie- 
ran trabajar  y extenderse  los  capuchi- 
nos en  sus  conquistas.  Si  tal  cosa  se  hu- 
biera logrado,  todo  el  territorio  de  la 
margen  izquierda  del  Esequivo  (al  me- 
nos) sería  hoy  Venezuela. 

Pero  sobre  todo,  los  Misioneros  Capu- 
chinos, no  obstante  los  trastornos  eco- 
nómicos que  la  diuturna  permanencia  de 
la  Comisión  en  su  territorio  les  causara, 
tienen  que  estar  agradecidos  al  informe 
del  segundo  de  la  expedición,  don  Eu- 
genio F.  Alvarado. 

Yo  he  tenido  el  gusto  de  leerlo  ínte- 
gro en  Simancas,  y creo  que  el  testimo- 
nio de  Alvarado  es  una  de  esas  “coro- 
nas de  agradecimiento”,  que  Duarte  Le- 
vel  reclamaba  de  Venezuela  para  los 
Capuchinos. 

J.  M.  GARCIA  GOMEZ 


Luzca  siempre  elegante  con  su  creación  DOVILLA.  — Telf.  81-56-47 


Homenaje. 


La  Muerte  de  un  Apóstol 

Por  ALBERTO  SANABRIA 


CUMANA,  diciembre  de  1959. — Visi- 
tamos a nuestra  querida  tierra  cuma- 
nesa  por  breves  días.,  en  !os  cuales  re- 
cibimos el  sincero  cariño  y cordiales 
atenciones  de  familiares  y amigos. 

Al  llegar  nosotros  a la  ciudad  del  Man- 
zanares, entregaba  su  alma  al  Creador 
nuestro  honorable  amigo  el  M.R.P.  Fr. 
Constantino  María  de  La  Vega,  anciano 
y noble  Ministro  del  Señor. 

En  edad  cercana  a los  noventa  años 
se  nos  escapó  por  las  puertas  de  la 
muerte  este  varón  dotado  de  singulares 
virtudes  y de  sabias  enseñanzas.  Era  el 
Padre  Constantino  un  verdadero  orna- 
mento de  la  benemérita  Orden  Francis- 
cano-Capuchina, a quien  tanto  debe 
nuestra  Patria  desde  los  días  de  la  con- 
quista. Numerosos  pueblos  del  Oriente 
venezolano  fueron  fundados  por  los  Pa- 
dres Franciscanos,  y todavía  se  conser- 
van templos,  de  recia  estructura  y de 
clásico  estilo,  que  nos  hablan  elocuen- 
temente de  la  abnegada  labor  de  aque- 
llcs  valientes  y humildes  Misioneros. 
Entre  esos  Santuarios  de  piedad  y belle- 
za, recordamos  las  iglesias  de  San  An- 
tonio de  Maturín,  Arenas,  San  Francis- 
co de  Asís,  San  Lorenzo,  San  Fernando 
y tantos  otros  pueblos  de  los  Estados 
Sucre  y Monagas.  También  en  los  Esta- 
dos Anzcátegui  y Nueva  Esparta  hay  re- 
cuerdos muy  valiosos  de  los  Padres  Ca- 
puchinos; y allá  en  la  Guayana  venezo- 
lana, tierra  de  leyendas  y de  la  más  ri- 
ca y exuberante  naturaleza,  se  encuen- 
tran todavía  monumentos  de  piedra  y de 
fe,  como  fieles  testimonios  de  la  obra 
de  los  Franciscanos. 

En  Cumaná,  se  puede  contemplar  el 
frontis  del  trisecular  Convento  del  his- 
toriado Barrio  de  San  Francisco,  suce- 
sor del  primer  monasterio  levantado  en 
el  nuevo  mundo,  en  la  primitiva  pobla- 
ción fundada  por  los  Padres  Francisca- 


nos, muy  cerca  del  Mar  Caribe  y del 
pintoresco  río  Manzanares,  y donde  se 
dio  comienzo  a !a  actual  capital  del  Es- 
tado Sucre,  en  los  primeros  años  del  si- 
glo XVI. 

Joven  todavía  llegó  e!  Padre  Constan- 
tino a tierras  venezolanas,  y Cumaná  fue 
para  él  el  sitio  de  su  predilección.  Hace 
alrededor  de  treinta  y cinco  años  fue 
trasladado  a Cumaná,  y desde  entonces 
amó  aquella  tierra  con  amor  de  verda- 
dero hijo.  Celebró  los  triunfos  de  la  ciu- 
dad primada  y lloró  sus  dolores.  Su  acen- 
drada virtud,  su  vasta  ilustración,  su  es- 
píritu de  caridad  y su  profunda  fe  reli- 
giosa, los  dedicó  por  entero  a la  tierra 
eumanesa. 

En  Cumaná  celebró  el  Padre  Constan- 
tino sus  Bodas  de  Plata  Sacerdotales,  y 
veinticinco  años  después,  Dios  le  permi- 
tió que  en  esa  misma  tierra,  tan  ligada 
a la  Orden  Franciscana,  conmemorara 
sus  Bodas  de  Oro  con  la  Iglesia  de  Cris- 
to. Siempre  manifestó  su  deseo  de  repo- 
sar definitivamente  en  la  tierra  cuma- 
nesa,  y allí  estará  para  siempre,  reci- 
biendo el  permanente  homenaje  de  los 
más  bellos  crepúsculos  y de  las  plateadas 
noches  de  luna  que  constituyen  uno  de 
los  más  hermosos  encantos  de  la  ciudad 
primogénita. 

Conservamos  del  Padre  Constantino 
innumerables  recuerdos;  a su  llegada  a 
aquella  tierra,  él  saludó  nuestra  juven- 
tud con  señalado  afecto,  y de  sus  labios 
siempre  recibimos  la  voz  de  aliento  y el 
consejo  cordial.  Cómo  nos  complacía 
conversar  con  el  noble  anciano,  tan  lle- 
no de  experiencia  y de  sabiduría.  Tenía 
el  Padre  Constantino  señalado  amor  por 
la  Historia,  y tuvo  en  su  vida  una  pa- 
sión, cual  fue  la  de  exaltar  la  obra  del 
Venerable  Padre  José  de  Carabantes, 
quien  esta  en  proceso  de  beatificación, 
(Pasa  a la  pág.  352) 


TRAJES  DOVILLA,  máxima  expresión  en  trajes  de  calidad. — Telf.  41-16-85 


Asaltada  la  Misión  de  Guana  por  bandoleros 

armados 


Uno  de  los  Centros  Misionales  del  Vi- 
cariato Apostólico  de  Maehiques,  titu- 
lado de  Santa  María  de  Guana,  instala- 
do recientemente  en  lo  que  antes  era 
la  hacienda  “Guana”,  propiedad  de  la 
Misión  de  Guarero  del  mismo  Vicariato, 
en  la  Guajira  venezolana,  fue  asaltado 
a medianoche  del  día  3 de  diciembre  por 
cinco  bandoleros  armados,  A continua- 
ción copiamos  el  relato  literal  que  el 
diario  “Panorama”  de  Maracaibo,  del 
día  5 de  diciembre,  hace  de  tan  trágico 
suceso. 

“Cinco  bandoleros  colombianos  asal- 
taron a medianoche  del  jueves  (dia  3 
de  diciembre)  la  Misión  Capuchina  de 
Santa  María  de  Guana,  en  la  Guajira; 
y después  de  robar  10.000  bolívares  dis- 
pararon a mansalva  contra  el  Padre  Su- 
perior, Domingo  de  Bilbao,  quien  reci- 
bió un  balazo  en  la  espalda,  pero  con 
tanta  suerte  que  el  proyectil  solamen- 
te le  quedó  abotonado  y el  propio  re- 
ligioso se  lo  extrajo  con  los  dedos. 

El  Padre  de  Bilbao  llegó  ayer  a Mara- 
caibo. En  la  mañana  ingresó  al  Hospi- 
tal Central,  donde  fue  atendido  por  el 
médico  de  guardia.  Posteriormente  re- 
gresó al  Convento,  donde  permanece  aún. 

Los  cinco  foragidos  fueron  hasta  la 
Misión,  y sigilosamente  llegaron  direc- 
tamente a la  habitación  del  Padre  Su- 
perior. 

En  otras  habitaciones  dormían  los  mi- 
sioneros Germán  de  San  Sebastián  y 
Prudencio  de  Santelos,  quienes  no  se 
percataron  de  lo  que  ocurrió  sino  cuan- 
do el  Padre  de  Bilbao  llegó  herido. 

El  asalto. — Los  asaltantes  debían  co- 
nocer muy  bien  el  sitio.  Incluso,  por  lo 
menos  alguno  de  ellos,  ha  debido  tener 
acceso  en  otra  oportunidad  a la  Misión, 
porque  llegaron  directamente  a la  habi- 
tación donde  guardaban  el  dinero. 

Cuando  el  Padre  de  Bilbao  despertó, 
debido  al  ruido  de  los  misteriosos  visi- 
tantes, se  vio  encañonado  por  tres  re- 
vólveres. 

— ¿Qué  pasa?  — se  atrevió  a pre- 
guntar. 


El  cabecilla  de  la  banda  le  repitió  en- 
tonces numerosas  veces  esto: 

— ¡Rápido,  rápido,  la  plata! 

Mientras  el  jefe  lo  apuntaba  con  el 
arma,  los  otros  registraban  todo  el 
cuarto. 

— El  dinero  no  aparece  — dijo  uno  de 
los  bandidos. 

La  amenaza  de  los  antisociales  llegó 
al  máximo,  cuando  uno  de  ellos  saltó 
encolerizado  y se  situó  al  lado  del  mi- 
sionero. Entonces  hundió  violentamen- 
te el  cañón  del  arma  en  la  espalda  del 
Padre. 

— Padre,  usted  va  a morir. 

El  Padre  de  Bilbao  no  contestó  nada. 

El  robo. — Los  maleantes  siguieron 
en  su  búsqueda  hasta  que  abrieron  el 
baúl.  Allí  estaba  el  dinero  y los  valo- 
res para  la  construcción  del  Centro  In- 
dígena. 

El  dinero  era  para  cancelar  a los 
obreros  que  trabajan  en  las  obras  y, 
además,  darles  su  respectivo  aguinaldo. 
Los  fondos  recolectados  proceden  de  la 
colaboración  que  presta  el  Ministerio  de 
Justicia,  que  tiene  asignados  4.000  bolí- 
vares mensuales  y el  resto  es  de  dona- 
ciones particulares. 

Pero  los  delincuentes  cargaron  con 
todos  los  objetos  de  valor.  Los  treslada- 
ron  a un  carro  que  esperaba  a corta  dis- 
tancia de  la  Misión. 

¡A  liquidarlo!  Allí  surgió  la  idea  de 
liquidar  al  capuchino.  El  cabecilla  ha- 
bló con  sus  pandilleros.  Querían  elimi- 
narlo, porque  era  el  único  que  podía 
identificarlos.  El  Padre  escuchó  a los 
forajidos  y decidió  ponerse  a salvo  en 
la  primera  oportunidad. 

De  pronto  se  zafó  del  hombre  que  lo 
llevaba  sujetado  por  la  camisa.  De  Bil- 
bao corrió  en  zig-zag;  quería  evitar  en 
esa  forma  que  lo  alcanzaran  los  proyec- 
tiles. Uno  de  los  hampones  apretó  el  ga- 
lillo y el  misionero  recibió  el  balazo  en 
la  espalda. 

Los  otros  dos  misioneros  habían  des- 
pertado y subieron  al  techo.  Buscaban 

(Sigue  en  la  |ȇg.  352) 


1.— DIEGO  RUIZ  MALDONADO.-- 
Viaje  por  los  ríos  Casaría  re.  Meta  y 
Orinoeo,  de  Santa  Fe  de  Bogotá  a Gua- 
yana  y Trinidad,  1638-39.  Introducción 
y Notas  del  P.  Fray  Cesáreo  de  Arme- 
llada, Misionero  Capuchino.  — Separata 
c’.el  Boletín  de  la  Academia  Nacional  de 
la  Historia. — Caracas,  Imprenta  Nacio- 
nal, 1959. — 30  p. 

El  P.  Armellada,  en  sus  búsquedas  en 
la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid,  en- 
contró este  manuscrito  con  el  interesan- 
te relato  del  viaje  que  Ruiz  Maldonado 
hizo  desde  Bogotá  a Guayana  y Trini- 
dad. Envió  copia  a la  Academia  Nacio- 
nal de  la  Historia,  quien  vista  su  impor- 
tancia acordó  publicarlo  en  su  Boletín 
y hacer  de  él  una  separata. 

C.  C. 


2. GUILLERMO  MORON.  — Los 

Cronistas  y la  Historia. — Ediciones  del 
Ministerio  de  Educación. — Dirección  de 
Cultura  y Bellas  Artes,  Caracas,  1957 — 
192  pp. — 16  x 11  cms. 

Contiene  tres  estudios  bio-bibliográfi- 
cos  amplísimos  de  Fray  Pedro  Aguado, 
franciscano,  primer  historiador  de  Ve- 
nezuela; de  José  de  Oviedo  y Baños  y 
de  Fray  Antonio  Caulín,  también  fran- 
ciscano. Los  tres  son  de  los  principales 
cronistas  de  Venezuela. 

El  estudio  sobre  Fray  Pedro  Aguado 
fue  escrito  — según  dice  el  autor — ‘‘pa- 
ra servir  de  introducción  al  primer  tomo 
de  las  Fuentes  para  la  Historia  de  Ve- 
nezuela, edición  crítica  de  los  textos  de 
Aguado,  Simón  y Oviedo  y Baños  que 


oportunamente  será  publicada”.  Hasta 
ahora  sólo  ha  publicado  el  Dr.  Mo- 
rón en  un  solo  tomo  la  obra  de  Oviedo 
y Baños  y la  Historia  Corográfica  de  la 
Nueva  Andalucía,  del  P.  Caulín,  prece- 
didas, respectivamente,  de  los  citadcs 
estudios  bio-bibliográficos,  contenidos  en 
“Los  Cronistas  y la  Historia”. 

Los  trabajos  históricos  de  Morón  so- 
bre Aguado,  Oviedo  y Bañes  y Caulín, 
son  los  más  extensos  y críticos  que  co- 
nocemos; en  ellos  se  estudia  a fondo  la 
vida  y obras  de  estos  tres  grandes  cro- 
nistas de  la  época  colonial. 

C.  C. 

3.— MIGUEL  ANGEL  MUDARRA.  — 
Marco  Antonio  Saluzzo,  Caballero  de  la 
Libertad.  — Publicaciones  del  Conceja 
Municipal  del  Distrito  Sucre  (Cumaná, 
Venezuela). — 31  pp.— 23  x 16  cms. 

Este  opúsculo  se  publica  con  ocasión 
del  CXXV  Aniversario  del  nacimiento 
del  ilustre  cumanés  Marco- Antonio 
Saluzzo,  y en  él  nos  habla  el  Sr.  Muda- 
rra  de  los  puntos  culminantes  de  su  bio- 
grafiado: Cuna  de  Saluzzo;  su  nacimien- 
to y primeros  años;  Barcelona  y Saluz- 
zo; síntesis  áe  la  personalidad  de  Sa- 
luzzo; el  orador  y sus  discursos;  las 
obras  de  Saluzzo;  el  escritor  y el  poeta; 
Saluzzo:  gentilhombre  republicano;  su 
vida  pública;  comentarios  finales. 

Queda  probado  una  vez  más  que  Mar- 
co-Antonio  Saluzzo  fue  uno  de  los  más 
ilustres  hijos  de  la  histórica  y legendaria 
Cumaná,  sultana  del  Manzanares  y rei- 
na del  Oriente  venezolano. 

C.  C. 


i 


INDICE  GENERAL  DE 
"VENEZUELA  MISIONERA" 


AÑO  XXI— 1959 


EDITORIALES 


Págs. 


“Venezuela  Misionera”  cumplió  ya 

sus  veinte  años  de  vida 1 

Insistiendo  sobre  el  mismo  tema: 

El  Problema  Indígena  en  Ve- 
nezuela   33 

La  Semana  de  Historia  del  Orien- 
te Venezolano  y su  interés  mi- 
sional   65 

La  triste  situación  de  los  Aborí- 
genes: infelices  en  sus  misma 

Patria  97 

Proyectos  y necesidades  en  la 

Misión  del  Caroni  129 

Nuestro  Homenaje  al  Barón  de 

Humboldt  161 

Orientación  Misional  e Indige- 
nista   193 

La  Misión  de  Guajira-Perijá. — 

Nuevos  Avances  225 

El  Día  Universa]  de  las  Misiones  257 
El  Templo  de  Nuestra  Señora  de 

las  Mercedes  en  Caracas 291 

La  Navidad  en  las  Misiones 321 


Etnografía  Yucpa.  — Eoconomía 
Doméstica  ....  243,  268,  302  325 

Excursión  misional  por  los  ríos 
loaba  rú,  Antavaré,  Karún  y Pa- 
ra gua  205,  234 

Excursión  por  la  jurisdicción  de 
Santa  Elena  de  Uairén . . . 279,  319 


Orientación  Misionera  e Indige- 
nista   53,  Í39,  333 

Lenguas  Indígenas  de  Perijá 

75,  108,  131,  179 

Cuestiones  Indigenistas  de  la 
Gran  Sabana:  Respuestas  de 

Ekaremenín  154,  164 

Recuerdos  y evocaciones  de  las 
anticuas  Misiones  de  Cumaná: 
Martirio  del  P.  Fr.  Miguel  de 


Albalate  86,  112 

Humboldt  y la  Hospitalidad  de 
los  Misioneros,  25,  58,  120,  151,  176, 
216,  246,  282,  312,  338 

Bibliografía  28,  62,  95,  160,  191  224 
Espinas  y Flores. — Retablos  de 

mi  vida  misionera 23,  46 

Evangelio  y vida  22,  61,  94,  128  159 

ARTICULOS  VARIOS 


Págs. 


Cartas  de  los  indios 31 

Bendición  e inauguración  de  la 
nueva  iglesia  de  Belén  de 

Mérida  4 

Avances  misionales  en  Extremo 

Oriente  en  el  último  año 8 

Los  Kanaimas  en  la  historia  indí- 
gena de  Venezuela 9 

Las  medidas  del  tiempo  según  los 

Indios  Pemón  12 

Crónica  de  la  Misión  de  S.  Fran- 
cisco de  Guayo 15 

Documentos  interesantes  sobre  las 
antiguas  Misiones  de  Cumaná  19 
Bodas  de  Oro  Religiosas  del  P. 

Claudio  de  Velilla  20 

¿ Es  posible  que  los  hombres  se 

alimenten  de  insectos?  36 

El  antiguo  Hospicio  de  Capuchi- 
nos en  Caracas  38 

Monjas,  Guaraúnos  y Frailes  ...  41 

Datos  históricos  sobre  las  anti- 
guas Misiones,  especialmente 

de  Cumaná  50 

Una  buena  noticia  52 

La  Misión  del  Caroni  y las  Misio- 
nes vecinas  55 

Los  PP.  Benedictinos  de  Rio  Bran- 
co,  vecinos  por  el  Sur  de  la 


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VENEZUELA  MISIONERA 


351 


Misión  del  Caroni  63 

Regreso  del  P.  Armellada 70 

Las  Veladas  de  Pedernales 71 

Una  visita  a la  Exposición  Voca- 

cional  77 

Los  indios  de  la  Gran  Sabana,  co- 
medores de  insectos  81 

Recordando  a uno  de  los  ‘Chibios” 
en  el  primer  aniversario  de 

su  muerte  83 

La  tradición  de  la  Guajira  Vene- 
zolana   90 

Los  PP.  Jesuítas  de  la  Guayana 
Inglesa,  vecinos  por  el  Norte  de 

la  Misión  del  Caroni 92 

Palpitación  nacional  indigenista..  99 
Nuevo  Monumento  de  la  fe  de  un 

pueblo  (S.  José  de  Perijá)  101 

Tres  españoles  de  Acción  Católi- 
ca, misioneros  en  Venezuela...  105 
Nuevas  perspectivas  nacionales: 
Amanece  otra  vez  en  el  rio 

Caura  116 

Un  gran  investigador  franciscano, 

el  R.P.  Lino  G.  Cañedo 118 

El  Pacto  de  Aricuaisá  123 

Exposición  del  Ropero  misional . . 136 

Panorámicas  misionales  141 

El  Monasterio  de  Monjas  “Con- 
cepciones”   145 

Los  días  y la  Misión 148 

La  dieta  a base  de  insectos:  Car- 
ta del  P.  David  Mucientes 157 

Nota  necrológica:  El  V.  Hno.  Fr. 

Abundio  de  Jabares  170 

Historia  que  parece  leyenda:  ¿Tu- 
ristas?   171 

Indigenismo  igual  a “amor  ple- 

nus”  al  indio  174 

La  cabra  y el  erial  de  la  Guajira  182 
Algunos  elementos  filosóficos  de 

los  indios  Pemón  185 

Visita  ad  limina  de  los  Vicarios 
Apostólicos  del  Caroni  y de  Ma- 

chiques  187 

Nuestro  Padre  que  está  en  los 
cielos  188 


Aclaratoria  del  P.  Santelos  sobre 

Vocabulario  Motilón  195 

Sueños  y realidades:  Aparición 
del  P.  Bartolomé  de  las  Casas.  196 
Gesto  generoso  de  un  suscritor. . 197 

Retablo  de  mujeres  misioneras..  198 
Los  Damuino  (Tabúes)  de  los  in- 
dios Pemón  201 

La  primera  iglesia  de  Caracas.  . 203 

En  la  Misión  de  Kavanayén:  Rus- 

ty  y la  Vela  209,  254 

La  Obra  de  los  Capuchinos  en  la 

la  tierra  de  Monagas 212 

El  sacrificio  del  Misionero 215 

El  Problema  Indígena  en  Centro- 

América  219 

¿ Algo  nuevo  sobre  cooperación 

misional?  221 

Lenguas  y Dialectos  de  los  Moti- 
lones de  Venezuela 231 

Comentarios  a un  artículo  sobre 

la  fundación  de  Cumaná 238 

Visita  ad  limina  del  Vicario  Apos- 
tólica de  Tucupita  245 

Datos  de  dos  misioneros  seglares 

y uno  Capuchino 248 

Un  Nuevo  Astro  en  el  Firmamen- 
to (S.  Lorenzo  de  Brindis)...  251 
Gestos  nobles  y generosos  en  fa- 
vor de  “Venezuela  Misionera”.  . 256 

San  Francisco  de  Asís,  Gran  Mi- 
sionero   260 

III  Centenario  de  un  pueblo  mi- 
sional.— Santa  María  de  los 

Angeles  del  Guácharo  263 

Los  Kamaino  (Presagios)  de  los 

indios  Pemón  272 

El  Vicariato  Apostólico  de  Tucu- 
pita: Estado  de  la  Misión 

en  1958  274 

Contra  exterminio  de  los  Motilo- 
nes se  pronuncia  la  Universidad 

del  Zulia  285 

¿Quiénes  son  los  grandes  en  el  in- 
digenismo?   286 

Indios  venezolanos  que  podrían  es- 
tar en  los  altares 287 


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352 


VENEZUELA  MISIONERA 


Cosas  y casos  de  los  indios  de 

Perijá  305 

La  Voz  de  unas  Ruinas  históricas 

y Evocadoras  308 

A propósito  de  la  publicación  de 

dos  libros  del  P.  Viñayo 315 

Un  fraile  lego  Capuchino,  Gran 

Arquitecto  317 

Muerte  trágica  de  un  Misionero..  329 
Se  fundó  en  Cumaná  el  primer 

Colegio  de  Indios  331 

Una  baja  más  en  nuestras  filas: 
se  nos  fue  el  R.P.  Constantino  336 


Vinieron  al  seno  de  la  Iglesia  Ca- 
tólica   337 

En  la  Misión  de  Kavanayén — III — 

Un  ladrido  en  la  noche 341 

Un  Misionero,  agradecido  343 

La  expedición  Iturriaga  (1754- 
1761)  y las  Misiones  Capuchi- 
nas del  Caroní)  344 

Homenaje  — La  muerte  de  un 

Apóstol  347 

Asaltada  la  Misión  de  Guama  por 
bandoleros  armados  348 


ASALTADA  LA  MISION  DE  GUANA 
POR  BANDOLEROS  ARMADOS 

(Viene  de  la  pág.  348). 

llegar  a la  planta  eléctrica  para  encen- 
derla. 

La  luz  provocó  que  los  malhechores 
se  dieran  a la  fuga,  siempre  disparando 
sus  armas. 

La  Guardia  Nacional  de  Carretal  lle- 
gó hasta  el  sitio.  En  esa  forma  se  logró 
tranquilizar  los  ánimos  de  todos. 

Lo  más  extraño  del  caso  es  que  el 
proyectil  no  penetró  como  lamentable- 
mente siempre  ocurre. 

— ¡No  sé,  pero  el  disparo  no  me  hirió 
de  gravedad!... 

Habló  de  las  graves  consecuencias  de- 
bido a este  asalto.  La  construcción  mi- 
sional ha  sido  paralizada;  hay  que  re- 
cuperar el  dinero  robado. 

Por  último  se  supo  que  los  misione- 
ros se  dirigirán  al  Gobierno  de  Colom- 
bia para  exponerle  el  caso  y tratar  de 
que  colabore  en  la  restitución  de  lo  que 
se  robaron. 


LA  MUERTE  DE  UN  APOSTOL 
(Viene  de  la  pág.  347). 

y del  cual  cuentan  verdaderos  milagros 
realizados  en  su  labor  evangelizadora, 
especialmente  en  el  Oriente  venezolano. 

Cumaná  recordará  a través  del  tiem- 
po al  Padre  Constantino:  su  venerada 
figura  de  antiguo  Patriarca,  su  fino  tra- 
to, su  bondad  sin  límites  V sn  fecunda 
obra  de  Apóstol.  Cuando  los  achaques 
propios  de  la  avanzada  edad,  no  hablan 
fatigado  su  varonil  existencia,  se  com- 
placía en  pintar  sugestivos  cuadros,  en 
escribir  alguna  bella  poesía  o en  elabo- 
rar criteriosas  páginas  históricas.  Des- 
cendía el  Padre  Constantino  de  noble  fa- 
milia española,  y sin  embargo,  su  pre- 
ciosa vida  estaba  llena  de  la  más  pura 
humildad. 

Padre  Constantino,  ya  te  encuentras 
definitivamente  en  la  tierra  que  tanto 
amaste,  y que  el  Señor  te  conceda  la 
luz  perpetua  y el  descanso  eterno. 

(De  “El  Universal”,  11-12-59). 


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