Skip to main content

Full text of "Verbo."

See other formats


LIBRARY  OF  PRINCETON 


SEP  2 9 2004 


THEOLOGICAL  SEMINARY 


PER  BX1462.A1  V47 


Verbo . 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
in  2016 


https://archive.org/details/verbo2171ciud 


^KRY  OF 

JAri 


V^^OGICAL 


ERBO 


En  el  principio  era  el  Verbo 

S.  Juan  1,  1 


Octubre  1960 


ano  II  — n°  17 


LA  CIUDAD  CATÓLICA 


SIM  VALOR  COML  '" 

¿QUÉ  ES  LA  REVOLUCIÓN? 


“La  Revolución  es  una  doctrina  que  pretende  fundar  la 
sociedad  sobre  la  voluntad  del  hombre  en  lugar  de  fundarla 
sobre  la  voluntad  de  Dios”  ^ “Ella  se  manifiesta  por  un  sis- 
tema social,  político  y económico  nacido  del  cerebro  de  los 
filósofos,  sin  cuidado  de  la  tradición  y caracterizado  por  la 
negación  de  Dios  sobre  la  sociedad  pública.  Esto  es  la  Revo- 
lución, y es  allí  donde  hay  que  atacarla” 

“El  resto  no  es  nada,  o más  bien  todo  fluye  de  aquéllo, 
de  esa  rebelión  orgullosa  de  donde  salió  el  Estado  moderno, 
el  Estado  que  ha  tomado  el  lugar  de  todo,  que  se  ha  hecho 
dios,  y que  nosotros  rehusamos  adorar. 

La  contra-Revolución  es  el  principio  contrario,  es  la  doc- 
trina que  hace  reposar  la  sociedad  sobre  la  ley  Cristiana” 
Secularizar  la  sociedad  y el  Estado,  emancipar  de  toda 
influencia  católica  los  órdenes  de  la  vida,  y,  si  fuera  posible, 
arrancar  la  fe  de  todas  las  almas;  restaurar  el  imperio  de 
Luzbel  sobre  la  ruina  del  de  Cristo,  tal  es  el  fin  de  la  Revo- 
lución cosmopolita,  que  tácita  o expresamente,  con  franque- 
za o doblez,  persiguen  la  escuela  y partidos  liberales  (y  mar- 
xistes), que  son  los  instrumentos  por  los  cuales  se  difunde  y 
desarrolla  en  el  mundo” 

“Llámese  Racionalismo,  Socialismo,  Revolución  o Libe- 
ralismo (o  Comimismo,  agregamos),  será  siempre,  por  su 
condición  y esencia  misma,  la  negación  franca  o artera,  pe- 
ro radical,  de  la  fe  cristiana,  y en  consecuencia  importa  evi- 
tarlo con  diligencia,  como  importa  salvar  las  almas” 


“Después  de  los  tres  primeros  siglos,  durante  los  cuales 
la  Tierra  rebosó  de  sangre  de  cristianos,  se  puede  decir  que 
jamás  la  Iglesia  atravesó  una  crisis  tan  grave  como  aquella 
en  que  entró  a fines  del  siglo  xviii. 

“Bajo  el  efecto  de  la  loca  filosofía  salida  de  la  herejía 
de  los  novadores  y de  su  traición;  y por  el  desatino  en  ma- 
sa de  los  espíritus,  estalló  la  Revolución,  cuya  extensión  fue 
tal  que  trastornó  las  bases  cristianas  de  la  sociedad,  no  sólo 
en  Francia,  sino  poco  a poco  en  todas  las  naciones”.  S.  S. 
Benedicto  XV  (A.  A.  S.,  7 de  marzo  de  1917). 

Y esto  es  la  Revolución:  la  gran  rebelión  que,  incubada 
desde  muy  lejos,  nace  vigorosa  en  los  últimos  tiempos  (si- 
glo XVIII  en  adelante).  La  Revolución  no  es  sólo  el  laicismo 
en  las  escuelas,  ni  la  disolución  en  la  familia,  ni  el  odio  a la 
autoridad  civil,  ni  la  persecución  religiosa,  ni  el  trastrueque 
del  mundo  del  trabajo.  Es  todo  eso;  pero  es  algo  más.  Es  el 
afirmar  que  tanto  el  orden  social  como  el  individual  se  han 
de  establecer  sobre  los  derechos  del  hombre  y no  sobre  los 
derechos  de  Dios.  ¿Sus  etapas?  Renacimiento,  Reforma,  Re- 
volución francesa,  Comunismo. 


‘ Alberto  de  Mun,  Discurso  en  la  Cámara  de  Diputados  de 
Francia,  en  noviembre  de  1878.  Fué  de  Mun  economista,  organiza- 
dor del  “Catolicismo  social”,  varias  veces  diputado,  propulsor  de  la 
legislación  social  francesa  y académico  (1841-1914). 

’ A.  de  Mun,  del  discurso  a la  Tercera  Asamblea  General  de 
miembros  del  Círculo  Católico,  22  de  mayo  de  1878. 

’ Vázquez  de  Mella,  La  persecución  religiosa.  Obras  comple- 
tas. T.  V,  p.  35.  El  autor  (1861-1928),  insigne  apologista  católico 
y elocuente  orador,  mereció  ser  llamado  en  España,  su  patria,  “El 
verbo  de  la  Tradición”. 

* Carta  colectiva  de  los  limos,  y Rvdmos.  Prelados  de  la  pro- 
vincia eclesiástica  de  Burgos. 


VERBO 

ORGANO  DE  FORMACION  DOCTRINARIA 
de 

LA  CIUDAD  CATOLICA 


Octubre  1960 


Año  II,  n’  17 


ÍNDICE 


Vida  de  La  Ciudad  Católica:  La  Segunda  Jornada  de 

La  Ciudad  Católica 3 

Enseñanza  de  La  Ciudad  Católica:  La  Revolución 

(Séptima  parte)  6 

El  pensamiento  moderno  y la  Revolución  (Segunda 

parte)  15 

La  voz  de  la  Jerarquía:  Encíclica  Quas  Primas  (Pri- 
mera parte)  25 

Sobre  el  “Rearme  moral”  39 

Fe  de  erratas 44 


Córdoba  679,  esc.  710,  Bs.  Aires,  Argentina  - Teléf.  32-6343 


\ 


Con  las  debidas  licencias 
Director:  M.  Roberto  Gorostiaga 


Precio  del  ejemplar:  Rep.  Argentina:  $ 12. — Exterior  0,20  dólar 

Suscripción  a 6 números:  Argentina  $ 70. — %.  Exterior  1. — dólar 
Suscripción  extraordinaria:  $ 500. — % ó 6 dólares 

Córdoba  679,  esc.  710,  Buenos  Aires,  Argentina 
V Cheques  y giros  a la  orden  de  LA  CIUDAD  CATOLICA 


LA  SEGUNDA  JORNADA  DE  LA 
CIUDAD  CATÓLICA 


Con  la  gracia  de  Dios,  el  domingo  18  de  diciembre  pró- 
ximo realizaremos,  como  ya  anunciáramos,  nuestra  Jomada 
correspondiente  al  año  1960.  La  misma  tendrá  lugar  — gra- 
cias a la  gentileza  de  los  Hermanos  Maristas — en  el  Colegio 
Champagnat,  Montevideo  1050,  y se  desarrollará  de  acuerdo 
al  siguiente  programa; 

A las  8:  Misa. 

8,45:  Desayuno. 

9,30:  1“  Exposición.  Tema:  El  marxismo^  ^‘toma  de  con- 
ciencia” de  la  “civilización  moderna” . Expositor:  Dr. 
Héctor  Llambias. 

10,30:  2“  Exposición.  Tema:  La  esencia  del  pensamiento 
marxista.  Expositor:  Dr.  Juan  A.  Casaubon. 

11,30:  3^  Exposición.  Tema:  El  marxismo  en  acción  en  el 
mundo  (comunismo,  bolcheviquismo,  titismo  o comu- 
nismos nacionales,  etc.).  Acción  en  nuestro  país.  Ex- 
positor; Teniente  Coronel  D.  Juan  Francisco  Guevara. 
12,15:  Los  expositores  estarán  a disposición  del  público  para 
satisfacer  inquietudes,  aclarar  dudas,  ampliar  aspec- 
tos de  los  temas  tratados,  etc. 

12,35:  Angelus. 

1 2,45 : Almuerzo. 

13,35:  Visita  al  Santísimo.  Breve  presentación  de  la  obra  de 
“Adoración  nocturna”,  en  Buenos  Aires,  a cargo  del 
Sr.  Goddard. 

13,45;  Descanso. 

14,30:  4“  Exposición.  Tema:  Condiciones  de  eficacia  en  la 


3 


lucha  contra  el  comunismo.  Expositor:  Ing.  Roberto 
Pincemin. 

15,30:  Los  asistentes,  distribuidos  en  seis  grupos,  constitui- 
rán “mesas  redondas”  para  discutir  el  tema  de  la  4’ 
exposición. 

16,15:  5“  Exposición.  Tema:  La  formación  de  los  cuadros.  La 
Ciudad  Católica.  Expositor:  Ing.  M.  Roberto  Goros- 
tiaga. 

17,15:  Los  asistentes,  distribuidos  en  seis  grupos,  constitui- 
rán “mesas  redondas”  para  discutir  el  tema  de  la  5® 
exposición. 

18,30:  Rendición. 

La  elección  del  tema,  actual  como  pocos,  tiene  carácter 
de  adhesión  al  Congreso  Mariano.  La  Iglesia  nos  exhorta  en 
estos  momentos  a luchar  contra  el  comunismo  ateo  en  de- 
fensa de  la  Fe,  de  la  Patria,  la  familia,  las  libertades  legiti- 
mas, la  propiedad;  en  una  palabra,  de  todo  el  orden  natural 
y divino  amenazado  por  aquél  en  su  odio  contra  Dios  y con- 
tra Su  Obra. 

No  haremos  en  esta  Jomada  una  refutación  científica 
del  marxismo,  pues  hace  ya  mucho  que  ha  sido  superado  en 
ese  terreno.  Se  trata  de  mostrar  el  mecanismo  de  la  ideología 
marxista,  tan  difícil  de  ser  comprendida  por  muchos,  y que 
es  como  la  clave  para  entender  y saber  oponerse  eficazmente 
a la  acción  del  comunismo  ateo. 

Las  sesiones  de  la  tarde  tendrán  un  carácter  eminente- 
mente práctico,  en  consonancia  con  la  finalidad  de  La  Ciu- 
dad Católica,  que  busca  formar,  no  sabios  (¿quiénes  somos 
para  ello?),  sino  prudentes.  Trataremos,  pues,  de  la  acción, 
de  la  acción  del  comunismo,  de  cómo  éste  procura  que  actúen 
quienes  no  piensan  como  ellos,  y de  cómo  deben  actuar  quie- 
nes quieran  vencer  este  “satánico  azote”  que  dijo  S.  S.  Pío  XI. 

Y el  mismo  Papa,  en  la  Divini  Redemptoris,  nos  re- 
cuerda: 

“Pero  «si  el  Señor  no  guardare  la  ciudad,  en  vano  vigila 
“ el  centinela»  ^ Por  esto,  como  último  y poderosísimo  reme- 

’ Salmo  CXXVI-1. 


4 


“ dio,  os  recomendamos,  Venerables  Hermanos,  que  en  vues- 
“ tras  diócesis  promováis  e intensifiquéis  del  modo  más  efi- 
“ caz  el  espíritu  de  oración  unido  a la  penitencia  cristiana. 
“ Cuando  los  Apóstoles  preguntaron  al  Salvador  por  qué  no 
“ habían  podido  librar  del  espíritu  maligno  a un  endemonia- 
“ do,  les  respondió  el  Señor:  «Tales  demonios  no  se  lanzan 
“ más  que  con  la  oración  y el  ayuno»  Tampoco  podrá  ser 
“ vencido  el  mal  que  hoy  atormenta  a la  hiunanidad  sino  con 
“ una  santa  cruzada  universal  de  oración  y de  penitencia,  y 
“ recomendamos  singularmente  a las  órdenes  contemplativas, 
“ masculinas  y femeninas,  que  redoblen  sus  súplicas  y sacri- 
“ ficios  para  impetrar  del  cielo  una  poderosa  ayuda  a la  Igle- 
“ sia  en  las  luchas  presentes,  con  la  potente  intercesión  de 
“ la  Virgen  Inmaculada,  la  cual,  así  como  un  dia  aplastó  la 
“ cabeza  de  la  antigua  serpiente,  así  también  es  hoy  segura 
“ defensa  e invencible  «auxilio  de  los  cristianos»”. 

Por  ello,  para  que  esta  2^  Jomada  de  La  Ciudad  Cató- 
lica dé  todos  sus  frutos,  pedimos  a-  todos  los  amigos  y simpa- 
tizantes la  preparen  con  sus  oraciones.  ¡Qué  fuerza  hacen 
ante  el  trono  de  Dios  las  oraciones  de  los  buenos,  máxime 
cuando  éstas  son  presentadas  por  las  manos  inmaculadas  de 
Nuestra  Señora! 

En  otro  orden,  y para  un  mejor  rendimiento  de  la  Jor- 
nada, señalamos  la  conveniencia  de  ir  estudiando  la  serie 
“Marxismo,  comunismo,  bolcheviquismo  y titismo”,  que  sa- 
lió en  Verbo  de  los  nos.  3 al  9,  y también  las  “Normas  de 
acción”  aparecidas  en  los  nos.  2 al  7. 

No  dejen  de  concurrir  todos  nuestros  amigos.  A los  que 
viven  fuera  de  Buenos  Aires  y creen  en  la  eficacia  de  esta 
obra,  les  señalamos  la  conveniencia  de  hacer  el  sacrificio  y 
asistir  a la  Jornada  “completa”.  Quienes  deseen  que  se  les 
consiga  alojamiento,  no  dejen  de  escribimos. 

Con  la  Iglesia,  ponemos  nuestra  lucha  y esta  Jomada 
en  especial  bajo  la  éjida  del  poderoso  Protector  de  la  Iglesia, 
San  José. 


’ S.  Mateo  XVII  - 20. 


ENSEÑANZA  DE  LA  CIUDAD  CATOLICA 


LA  REVOLUCIÓN 

Séptima  parte 


La  Contra-Iglesia  y las  sectas 

Es  importantísimo  reconocer  y hacer  admitir  la  inspira- 
ción diabólica,  la  acción  infernal  de  la  Revolución,  de  que 
habláramos  en  capítulos  anteriores. 

Si  en  todos  los  males  que  en  esta  hora  torturan  al  mun- 
do el  Infierno  y sus  ángeles  desempeñan  un  papel  y todas 
sus  fuerzas  están  en  ello  comprometidas,  ¡qué  locura  sería 
entonces  la  nuestra  si  quisiéramos  salir  victoriosos  de  tal  com- 
bate contando  con  las  solas  fuerzas  naturales  de  que  dispo- 
nemos! 

Si  existe  en  beneficio  de  los  esfuerzos  del  enemigo  un 
multiplicador  satánico,  la  sabiduría  nos  índica  que  es  pru- 
dente no  olvidar,  y menos  aún  despreciar,  el  multiplicador 
de  la  Gracia,  que  es  la  Fuerza  misma  de  Aquél  que  solo  ha 
podido  vencer  al  mundo. 

Y podemos  aquí  recordar  las  palabras  del  Apóstol  en  su 
Epístola  a los  Efesíos  (VI-11-12):  “Revestios  de  toda  la  ar- 
madura de  Dios  para  poder  contrarrestar  a las  acechanzas  del 
diablo,  porque  no  es  nuestra  pelea  solamente  contra  los  hom- 
bres de  carne  y sangre,  sino  contra  los  príncipes  y potestades, 
contra  los  adalides  de  estas  tinieblas  del  mundo,  contra  los 
espíritus  malignos  esparcidos  en  los  aires”. 

¡Allí  está  el  Poder  Divino,  y pretendemos  prescindir  de 
él!  Pretendemos  luchar  en  el  orden  de  la  sola  naturaleza, 
como  si  el  combate  en  que  estamos  empeñados  se  limitara  a 


6 


ese  nivel,  como  si  nuestros  mismos  enemigos  se  encontraran 
en  ese  plano;  como  si  detrás  de  ellos  y para  ellos  no  milita- 
ran todas  las  fuerzas  del  Infierno;  como  si  el  mismo  Satanás 
no  fuera  su  apoyo 

Si  la  palabra  “Contra-Iglesia”  merece  ser  empleada,  la 
Revolución,  con  todas  sus  ramificaciones  o secuelas  doctrina- 
rias y tácticas,  es  en  esta  hora  la  “Contra-Iglesia”. 

La  palabra,  en  verdad,  hace  sonreír.  Muchos  vacilan  en 
emplearla,  puesto  que  ella  supone  el  complot,  y en  su  can- 
didez, rechazan  el  creer  en  él.  León  XIII,  en  la  única  Carta 
Pontificia  que  los  revolucionarios  invocan  sin  conocerla,  y 
tergiversando  su  sentido,  habla  precisamente  del  “vasto  com- 
plot que  ciertas  hombres  han  formado  para  aniquilar  al  cris- 
tianismo” La  idea  misma  de  ese  complot  y del  contra- 
ataque más  o menos  combativo  que  él  supone  no  debería  ex- 
ti’añar  a un  miembro  de  la  Iglesia  militante. 

No  le  extrañará,  sin  duda,  a quien  tenga  presente  en  su 
espíritu  lo  que  nos  enseña  S.  S.  León  XIII  al  comienzo  de 
su  Encíclica  “Humanum  Genus”: 

“Después  de  que,  por  envidia  del  demonio,  el  género  hu- 
“ mano  se  separó  miserablemente  de  Dios,  al  cual  era  deudor 
“ de  su  llamamiento  a la  existencia  y de  sobrenaturales  do- 
“ nes,  se  dividió  en  dos  campos  enemigos,  los  cuales  no  cesan 
“ de  combatirse.  El  primero  es  el  reino  de  Dios  en  la  tierra, 
“ esto  es,  la  verdadera  Iglesia  de  Jesucristo,  cuyos  miembros, 
“ si  quieren  pertenecerle  desde  el  fondo  del  corazón  y de  mo- 
“ do  que  les  sirva  para  su  salvación,  deben  necesariamente 
“ servir  a Dios  y a su  único  Hijo  con  toda  su  alma  y con 
“ toda  su  voluntad.  El  segundo  es  el  reino  de  Satanás.  Bajo 
“ su  imperio  y en  su  poder  se  encuentran  todos  los  que  — se- 
“ gún  los  funestos  ejemplos  de  su  jefe  y de  nuestros  primeros 
“ padres,  se  niegan  a obedecer  a la  ley  divina  y multiplican 

Cf.,  “Satán  en  la  Ciudad”,  hermosa  obra  de  Bigne  de  Villeneu- 
ve.  (Ed.  del  Cedro),  pág.  125. 

“En  medio  de  las  solicitudes”,  parágrafo  2. 


7 


“ sus  esfuerzos,  ora  para  prescindir  de  Dios,  ora  para  proce- 
“ der  directamente  contra  Dios. 

“San  Agustín  vió  y descubrió  con  suma  perspicacia  es- 
“ tos  dos  reinos,  bajo  la  forma  de  dos  ciudades  opuestas  la 
“ una  a la  otra;  sea  por  las  leyes  que  las  rigen,  sea  por  el 
“ ideal  a que  aspiran,  y con  un  ingenioso  laconismo,  ha  pues- 
“ to  de  relieve  en  las  siguientes  palabras  el  principio  consti- 
“ tutivo  de  cada  una  de  ellas:  «Dos  amores  han  dado  naci- 
“ miento  a dos  ciudades:  la  ciudad  terrestre  procede  del  amor 
“ de  sí  mismo,  llevado  hasta  el  desprecio  de  Dios;  la  ciudad 
“ celestial  procede  del  amor  de  Dios,  llevado  hasta  el  despre- 
“ cío  de  sí  mismo» 

“En  toda  la  serie  de  siglos  que  nos  han  precedido,  estas 
“ dos  ciudades  no  han  cesado  de  luchar  una  contra  otra,  em- 
“ pleando  para  ello  toda  suerte  de  procedimientos  y las  ar- 
“ mas  más  diversas,  aun  cuando  no  siempre  con  el  mismo 
“ ardor  e idéntica  impetuosidad”. 

Ver  las  cosas  a la  luz  de  sus  principios 
más  elevados 

Es  importante  evitar  todo  error,  todo  engaño,  en  la  idea 
que  debemos  hacemos  de  la  preparación  de  ese  complot:  la 
“contra-iglesia”. 

Los  excesos  de  una  imaginación  pueril,  la  falta  de  rigor 
en  la  crítica  o en  la  acusación  no  sólo"  serán  ineficaces,  en  sí 
mismos,  sino  que  incluso  serán  contraproducentes,  pues  el  ad- 
versario no  dejará  .de  aprovecharse  de  ellos,  y en  el  nombre 
de  algunas  tonterías  que  hayamos  cometido  sabrá  presentar 
como  igualmente  ridiculas  todas  las  otras  acusaciones  que  se 
le  hagan. 

Como  primera  recomendación,  para  evitar  la  minimi- 
zación,  es  necesario  estudiar  las  cosas  por  sus  principios 
más  elevados.  Así  el  problema  de  la  Contra-  Iglesia  se  nos 


“La  Ciudad  de  Dios”,  libro  xiv,  cap.  28. 


8 


aparecerá  como  el  de  la  resistencia  que  el  naturalismo  opone 
al  estado  sobrenatural  que  Dios  se  ha  dignado  ofrecer  a sus 
criaturas.  “Y  este  problema  abarca  todos  los  tiempos.  Fue 
“ planteado  a los  Angeles  en  el  Paraíso  Terrenal;  en  el  de- 
“ sierto,  donde  Cristo  quiso  someterse  a la  tentación,  y será 
“ propuesto  a toda  la  Cristiandad  y a cada  uno  de  nosotros 
“ hasta  el  fin  de  los  tiempos” 

Ubicados  ante  tal  perspectiva,  los  detalles  de  orden  prác- 
tico pueden  ser  objeto  de  un  estudio  menos  peligroso,  pues  su 
importancia  corre  menos  riesgo  de  ser  subestimada.  Pero  este 
estudio  es  indispensable,  y sería  criminal  menospreciar  su 
importancia. 


Conjuración  satánica 

¡El  complot  existe,"^  y jamás  el  poder  de  los  conjurados 
ha  sido  tan  grande! 

Pero,  como  nos  dice  el  Episcopado  Argentino  en  una  de- 


Mons.  Delassus,  “La  Conjuración  Anticristiana”,  Prefacio. 

Cf.  Mons.  Delassus  ib.,  p.  83:  “Eli  15  de  enero  de  1881,  el  «Dia- 
“ rio  de  Ginebra»  publicaba  una  conversación  de  su  corresponsal  en  Pa- 
“ ris  con  uno  de  los  jefes  de  la  mayoría  francmasona  que  dominaba 
“ entonces,  como  hoy,  la  Cámara  de  Diputados  de  Francia.  Y decía:  En 
“ el  fondo  de  todo  esto  hay  ima  inspiración  dominante,  un  plan  estable- 
“ cido  y metódico  que  se  desenvuelve  más  o menos  ordenadamente,  con 
“ lentitud,  pero  con  una  lógica  invencible.  Lo  que  hacemos  es  sitiar  al 
‘ Catolicismo  romano,  tomando  como  punto  de  apoyo  al  Concordato. 
“ Queremos  hacerlo  capitular  y estrellarse.  Sabemos  dónde  están  sus  fuer- 
“ zas  vivas,  y es  allí  donde  queremos  atacar”.  Eln  el  número  del  23 
de  enero  de  1886,  la  «Semana  religiosa  de  Cambrai»,  se  transcriben 
estas  otras  palabras  dichas  en  Lila:  “Perseguiremos  sin  piedad  al  clero 
“ya  todo  lo  que  atañe  la  religión.  Emplearemos  contra  el  Catolicismo 
“ medios  que  ni  se  imaginan.  Haremos  esfuerzos  de  genio  para  que  él 
“ desaparezca  de  este  mundo.  Si  a pesar  de  todo  eso  resistiera  a esa  gue- 
“ rra  científica,  yo  sería  el  primero  en  declarar  que  es  de  esencia  di- 
“vina”  Y M.  G.  de  Pascal,  en  marzo  de  1907,  decía:  “Hace  muchos 
“ años,  el  Cardenal  Mermillod  me  contó  un  hecho  cuyos  rasgos  pintan 
“ bien  la  situación,  ocurrido  cuando  él  estaba  en  Ginebra.  Eh  ilustre 
“ prelado  veía  de  tiempo  en  tiempo  al  príncipe  Jerónimo  Bonaparte.  El 


9 


claración  pública  “Los  papas,  pilotos  supremos  e infali- 
“ bles  de  la  civilización,  comprendieron  el  peligro  que  ame- 
“ nazaba  al  mundo  a través  de  las  sectas,  y lo  señalaron  des- 
“ de  la  primera  hora  declarando  palmariamente  la  conjuración 
satánica  que  se  cernía  sobre  la  humanidad”. 

Y así  nos  advierte  S.  S.  Pío  XI  en  la  “IXvini  Redemp- 
toris”  (par.  18): 

“Una  tercera  y poderosa  a5mda  de  la  difusión  del  comu- 
“ nismo  es  esa  verdadera  conspiración  del  silencio  ejercida 
“ por  una  gran  parte  de  la  prensa  mundial  no  católica.  De- 
“ cimos  conspiración,  porque  no  se  puede  explicar  de  otro 
“ modo  el  que  una  prensa  tan  ávida  de  poner  en  relieve  aun 
“ los  más  menudos  incidentes  cotidianos,  haya  podido  pasar 
“ en  silencio  durante  tanto  tiempo  los  horrores  cometidos  en 
“ Rusia,  en  México  y también  en  gran  parte  de  España,  y 
“ hable  relativamente  tan  poco  de  una  organización  mundial 
“ tan  vasta  cual  es  el  comunismo  moscovita.  Este  silencio  se 
“ debe  en  parte  a razones  de  una  política  menos  previsora 
“ y está  apoyada  por  varias  fuerzas  ocultas,  que  desde  hace 
“ tiempo  tratan  de  destruir  el  orden  social  cristiano” . 


“ principe  revolucionario  gustaba  sobremanera  de  la  conversación  espi- 
“ ritual  del  obispo.  Un  dia  le  dijo:  — Yo  no  soy  amigo  de  la  Iglesia 
“ Católica,  no  creo  en  su  origen  divino;  pero  conociendo  lo  que  se  trama 
“ contra  ella,  los  admirables  esfuerzos  concertados  contra  su  existencia, 
“ si  ella  resiste  el  asalto,  me  veré  obligado  a declarar  que  allí  hay  algo 
“ que  sobrepasa  lo  humano”.  En  junio  de  1903,  “La  Verdad  Francesa” 
relataba  que  M.  Ribot,  en  una  conversación  intima  había  hablado  de  la 
misma  manera:  “Yo  sé  lo  que  se  prepara,  conozco  minuciosamente  la 
“ trampa  que  se  le  tiende.  Y bien,  si  la  Iglesia  Romana  escapa  de  ella, 
“ aquí  en  Francia,  será  un  milagro,  milagro  tan  extraordinario  a mis 
“ ojos,  que  me  haré  católico  con  vosotros”. 

El  Cardenal  Saliege,  en  sus  “Conferencias  para  los  retiros  eclesiás- 
ticos”, 1953,  declaraba:  “...todo  sucede  como  si  hubiera  una  acción  or- 
“ questada  por  una  cierta  prensa  más  o menos  periódica,  por  ciertas  reu- 
“ niones  más  o menos  secretas,  tendientes  a preparar  en  el  seno  del  ca- 
“ tolicismo  un  movimiento  de  acogida  al  comunismo.  Hay  conductores, 
“ que  saben.  Hay  seg^jidores,  que  son  inconscientes  y que  avanzan” 
Declaración  sobre  la  Masonería  de  la  Reunión  Plenaria  del  Epis- 
copado Argentino  del  20-11-59. 


10 


En  una  Carta  Pastoral  de  1878,  Mons.  Martín,  Obispo 
de  Natchitoches,  en  los  Estados  Unidos,  dijo: 

“En  presencia  de  esta  persecución  de  una  universalidad 
“ hasta  aquí  desconocida,  de  la  simultaneidad  de  sus  actos, 
“ de  la  similitud  de  medios  que  ella  emplea,  nos  vemos  obli- 
“ gados  a admitir  la  existencia  de  una  dirección  dada,  de  un 
“ plan  de  conjunto,  de  una  fuerte  organización  que  pone  en 
“ ejecución  un  determinado  fin  hacia  el  que  todo  tiende. 

“Sí,  existe  esta  organización  con  su  fin,  su  plan  y la  di- 
“ rección  oculta  a la  que  obedece;  sociedad  compacta,  pese  a 
“ su  dispersión  sobre  el  globo,  sociedad  mezclada  a todas  las 
“ sociedades  sin  depender  de  ninguna,  un  poder  por  encima 
“ de  todo  poder,  excepto  al  de  Dios;  sociedad  terrible,  y que 
“ es  tanto  para  la  sociedad  religiosa  como  para  la  civil  no 
“ sólo  un  peligro,  sino  el  más  terrible  de  los  peligros” 


¡Espectáculo  extraño  el  de  este  ejército  del  desorden,  y 
sin  embargo  ordenado  jerárquicamente! 

¿Cómo  puede  ser  que  los  factores  de  la  revuelta  practi- 
quen la  obediencia,  que  los  adversarios  de  toda  desigualdad 
establezcan  jerarquías  y que  los  enemigos  del  Estado  Social 
estén  ellos  mismos  constituidos  en  sociedad?  Asombrosa  con- 
tradicción de  una  realidad  indiscutible. 


Cf.,  lo  que  de'Maistre  escribía  a su  Soberano  en  1811  desde  San 
Petersburgo:  “Vuestra  Majestad  no  debe  dudar  un  instante  de  la  exis- 
“ tencia  de  una  secta  grande  y formidable  que  ha  jurado  desde  hace 
“ tiempo  la  caída  de  todos  los  tronos;  y ella  se  vale  de  los  mismos  prín- 
“ cipes  con  habilidad  infernal,  para  derribarlos...  Veo  aquí  todo  lo  que 
“ hemos  visto  en  otras  partes:  una  fuerza  disimulada  que  engaña  a los 
“ soberanos  y los  obliga  a estrangularse  con  sus  propias  manos ...  La 
“ acción  es  incontestable,  hasta  que  el  agente  no  sea  enteramente  cono- 
“ cido.  El  talento  de  esta  secta  para  encantar  a los  gobernantes  es  imo 
“ de  los  más  terribles  y extraordinarios  fenómenos  que  se  han  visto  en 
“el  mundo”.  (Obras  completas,  tomo  xii,  pág.  42). 


11 


La  unidad  de  la  Revolución 


Sin  duda  la  Contra-Iglesia  es  Una,  en  cierto  sentido,  y 
de  Maistre  no  estaba  equivocado  al  hablar  de  “la  Secta”  con 
mayúscula  y en  singular.  Sin  embargo,  es  necesario  evitar  el 
hacerse  una  idea  demasiado  simplista,  que  finalmente  deriva 
en  provecho  de  las  sectas,  sobre  una  inexacta  unidad  de  en- 
tendimiento y de  acción.  Pues  si  la  Contra-Iglesia  es  una,  es 
también  múltiple  y terriblemente  dividida.  “Muchas  de  esas 
sectas  se  profesan  mutuamente  un  odio  feroz”,  ha  podido  es- 
cribir Marcel  Lallemand  Se  destrozan,  se  devoran,  se  ma- 
tan entre  ellos  y suscitan  guerras  entre  sí,  cuyas  funestas  con- 
secuencias pagan  las  naciones. 

No  nos  asombra,  por  tanto,  que  Rousseau  haya  estado 
en  pugna  con  Voltaire,  que  los  hombres  de  “La  Gironde”  ha- 
yan sido  reducidos  por  los  jacobinos,  que  los  liberales  fueran 
vencidos  por  los  radicales,  éstos  descartados  por  los  socialistas 
y éstos  últimos  por  los  partidarios  de  Moscú. 

Otra  muestra  de  su  carácter  satánico.  También  en  el  In- 
fierno los  condenados  se  contradicen,  aunque  su  odio  sea 
común. 

Satanás  es  im  jefe  duro  y cruel,  que  tortura  a aquellos 
que  le  sirven:  lo  mismo  hace  la  Revolución. 

Robespierre  obtendrá  la  cabeza  de  Danton,  y los  del 
Termidor  la  de  Robespierre;  Thiers  aplastará  a los  partida- 
rios de  la  Comuna;  Villa,  Carranza  y Zapata  guerrearán  en- 
tre sí.  En  cuanto  al  régimen  soviético,  conocemos  el  carácter 
de  las  purgas  mediante  las  cuales  se  cúra  periódicamente. 

Tales  querellas  son  reales,  y sería  pueril  subestimar  su 
gravedad.  Sin  embargo,  no  atentan,  en  cierto  sentido,  contra 
la  unidad  de  la  Revolución;  porque  si  bien  entre  sus  miem- 
bros se  entredevoran,  todos  contribuyen,  consciente  o incons- 
cientemente, al  triimfo  de  la  anarquía. 


Apuntes  sobre  el  ocultismo,  pág.  100. 


12 


Sentido  de  las  proporciones 


Puestos  a precisar  la  importancia  de  la  Revolución  como 
fuerza  universal  y contra-iglesia,  evitemos  el  dejarnos  hipno- 
tizar y el  no  saber  distinguir  su  influencia  más  que  a través 
de  sus  victorias. 

Sin  duda,  esta  influencia  es  inmensa,  sobre  todo  desde 
hace  dos  siglos,  y múltiples  hechos  históricos,  la  victoria  de 
las  tropas  de  la  Revolución  francesa  en  Valmy  o nuestra 
batalla  de  Pavón,  por  ejemplo,  son  imposibles  de  explicar 
si  no  se  los  relaciona  con  ima  acción  oculta.  Esta  acción,  sin 
embargo,  no  es  ni  podria  ser  la  razón  última  de  la  Historia, 
contenida  como  está  en  el  marco  del  orden  natural,  cuyas 
leyes  se  imponen  a ella  pese  a todo.  Las  relaciones  de  causa 
a efecto  juegan  para  la  masonería  como  para  el  resto  del  gé- 
nero humano,  y por  poderosa  que  sea  la  Revolución,  no  está 
todavía  llamada  a detener  el  mecanismo  del  bueno  y viejo 
orden  natural. 

Es  asi  como  espiritus  insuficientemente  instruidos  de 
las  maniobras  de  las  sectas  supieron  reconocer  perfectamen- 
te a qué  consecuencias,  hacia  qué  acontecimientos  se  vería 
arrastrada  la  lógica  revolucionaría  tarde  o temprano. 

Cf.  especialmente  “Las  Sociedades  Secretas  y la  Sociedad”,  por 
Deschamps,  tomo  ii,  pág.  164:  “El  duque  de  Brunswick,  gran  maestro 
“ de  todo  el  orden  masónico,  elegido  en  Wilhelmsbad,  habia  sido  elegido 
“ precisamente  como  generalisimo  de  la  coalición  contra  la  Francia  re- 
“ volucionaria.  Abora  bien,  él  rebusa  sistemáticamente  subordinar  su  ac- 
“ ción  a la  del  ejército  de  los  principes . . . Entra  en  negociaciones  secre- 
“ tas  con  los  hombres  de  la  Comuna  de  París  y con  Dumouriez,  también 
“ alto  francmasón  que  comandaba  las  fuerzas  francesas.  Esas  negociacio- 
“ nes  condujeron  a la  retirada  de  Valmy”.  Kellermann  no  tenia  con  él 
más  que  25.000  hombres,  mientras  que  Brunswick  tenía  50.000,  que  po- 
dían ser  reforzados  por  30.000  austríacos,  sin  contar  los  150.000  hom- 
bres del  rey  de  Prusia.  A pesar  de  esta  superioridad  aplastante,  los  ene- 
migos prácticamente  no  libraron  batalla.  Brunswick,  declarando  la  posi- 
ción de  los  franceses  inatacable,  pese  a que  éstos  estaban  en  la  más  ab- 
soluta imposibilidad  de  desplegarse,  ordenó  la  retirada.  (Ver  los  detalles 
en  la  obra). 


13 


Importa,  pues,  guardar  bien  en  el  espíritu  ese  sentido 
agudo  de  la  naturaleza  de  las  cosas  que  sirven  de  teatro  al 
cristiano  tanto  como  al  francmasón. 

El  mundo  de  hoy  se  nos  aparece  como  un  mar  infestado 
de  piratas.  Seguramente  es  importante  saber  dónde  se  ocul- 
tan y cuál  es  su  táctica.  Pero  creer,  obsesionados  por  los  cor- 
sarios, que  el  armamento  del  navio  y las  leyes  ordinarias  de 
la  navegación  carecen  de  la  importancia  que  antes  se  les 
acordaba,  es  condenarse  infaliblemente  a naufragar  antes  de 
haber  podido  defenderse  del  primer  pabellón  n^ro. 


14 


EL  PENSAMIENTO  MODERNO 
Y LA  REVOLUCIÓN 

Segunda  parte 


(Cómo  se  ha  llegado  a dar  crédito  a tales  absurdos,  al 
punto  de  hacerlos  norma  de  vida  individual  y colectiva,  “evi- 
dencias” contra  las  que  nadie  puede  alzarse  so  pena  de  con- 
vocar sobre  su  cabeza  todas  las  iras  y todas  las  calumnias  de 
los  empresarios  de  tal  mundo  y de  los  que  en  él  creen  a pies 
juntillas?  ¿Cómo  casi  todos  comulgan  hoy  con  esas  ruedas  de 
molino,  ya  “democráticas”,  ya  monocráticas,  ya  tecnocráticas, 
que  anteponen  lo  que  queremos  — o lo  que  hábilmente  se  nos 
hace  querer — a lo  que  es?  ¿Cómo  es  que  casi  nadie  se  ex- 
traña hoy  de  que,  por  ejemplo,  en  materia  de  teología  o de 
filosofía  en  la  enseñanza  tenga  hoy  igual  peso  el  voto  de  un 
ignorante  en  esas  materias  que  el  de  un  sabio  en  ellas;  que 
en  asuntos  de  familia,  de  educación  de  la  juventud,  de  moral, 
pese  tanto  la  voluntad  de  un  soltero  depravado,  o la  de  un 
adúltero  divorciado  y “re-casado”,  que  la  de  un  honesto  pa- 
dre de  familia  o la  de  un  santo;  que  en  materia  de  organi- 
zación política  pese  igual  la  opinión  del  que  sólo  “sabe”  de 
ello  lo  que  los  periódicos  le  hacen  creer,  que  la  del  que  ha 
dedicado  su  vida  a la  meditación  y estudio  de  esos  problemas; 
que  en  materia  de  fin  último  de  la  sociedad  valga  igual  el 
voto  del  virtuoso  que  el  del  crápula? 

La  contestación  es  una  sola:  vivimos  en  pleno  ambiente 
y desarrollo  de  la  “Revolución  moderna”,  y tal  ambiente, 
con  sus  todopoderosos  “slogans”,  apoyados  por  los  enor- 
mes intereses  económicos  y religiosos  (antirreligiosos)  que 
son  motor  de  tal  “Revolución”,  ha  terminado  por  confor- 


15 


mar  las  mentes  de  los  hombres  a su  imagen  y semejanza, 
apartándolos  del  más  elemental  sentido  común  y pruden- 
cia política  (para  no  hablar  del  total  desprecio  por  lo  sobre- 
natural que  en  los  más  ha  engendrado). 


¿En  qué  consiste  esta  Revolución,  la  Revolución  con  ma- 
yúscula, la  de  la  Modernidad?  Muchas  veces  se  lo  ha  expues- 
to en  Verbo.  Podemos  decir  que  su  esencia  nos  es  dada  por 
las  siguientes  palabras  de  N.  S.  Jesucristo:  “Si  alguno  quiere 
venir  en  pos  de  mí,  niegúese  a sí  mismo,  tome  a cuestas  su 
cruz  y sígame.  Pues  quien  quisiere  poner  a salvo  su  vida,  la 
perderá;  mas  quien  perdiere  su  vida  por  causa  de  mi,  la  ha- 
llará” (Ev.  s.  S.  Mateo,  16,  24-25;  versión  del  P.  Rover). 
Aquí  se  señalan,  respectivamente,  los  tipos  de  vida  cristiano 
y anticristiano.  Negación  de  sí  mismo,  olvido  de  sí,  existencia 
en  función  de  Dios:  vida  cristiana;  búsqueda  de  sí,  rechazo 
de  la  cruz,  “salvación”  egoísta  y mundana  del  “yo”  y de  sus 
“derechos”  con  negación  teórica  o práctica  de  Dios:  vida  an- 
ticristiana. Estos  dos  tipos  de  vida  individual,  hechos  tipo  de 
vida  social,  configuran  las  dos  “ciudades”  de  que  hablara  San 
Agustín:  “Dos  amores  hicieron  dos  ciudades:  a la  terrena  ®, 
el  amor  de  sí  hasta  el  desprecio  de  Dios;  a la  celestial,  en 
cambio,  el  amor  de  Dios  hasta  el  desprecio  de  sí”  (De  Civ. 
Dei,  XIV,  xxvm). 

Por  lo  tanto,  la  “Revolución  de  la  modernidad”  consis- 
tirá esencialmente  en  un  proceso  en  que  el  hombre,  cada 
vez  con  mayor  extremosidad,  se  busca  a sí  mismo  como 
centro  último  de  interés  y como  bien  supremo,  ya  indivi- 
dualmente (liberalismo)  ya  socialmente  (marxismo  y otras 
formas  totalifarias),  hasta  llegar  al  desprecio,  olvido  y aun 


* La  “ciudad  terrena”  de  S.  Agustín  no  es  el  Estado,  sino  el  con- 
junto de  los  hombres  que  se  buscan  a si  mismos,  con  desprecio  de  Dios. 
Claro  es  que  los  Estados,  si  no  son  santificados  por  Cristo  y su  Iglesia, 
infaliblemente  ponen  su  fuerza  al  servicio  de  los  “ideales”  de  dicha  “ciu- 
dad terrena”. 


16 


negación  de  Dios,  renovando  en  la  historia  el  “No  serviré" 
luciferino  y el  “Seréis  como  dioses"  de  la  tentación  satánica 
a nuestros  primeros  padres. 

Sus  etapas  son:  el  nominalismo  filosófico-teológico  y el 
regalismo  político;  el  humanismo  renacentista;  la  “Reforma” 
protestante;  el  racionalismo  y el  iluminismo;  la  Revolución 
Francesa;  el  liberalismo;  el  socialismo  y,  por  último,  el  co- 
munismo. También  entran  en  buena  parte  en  ella  los  movi- 
mientos de  aparente  o insuficiente  reacción,  en  que  Dios, 
Cristo  y la  Iglesia  no  ocupan  el  primer  lugar,  y donde  por 
tanto  el  hombre  se  busca  a sí  mismo,  como  ocurre  en  ciertas 
restauraciones  infiltradas  de  liberalismo  o de  regalismo  ab- 
solutista. Más  aún  el  fascismo  — de  raíz  hegeliana  y nietz- 
cheana — , y sobre  todo  el  nazismo,  que  entra  de  lleno  en  la 
Revolución,  en  unión  dialéctica  con  su  aparente  opuesto,  el 
marxismo. 

Ahora  bien,  esta  “Revolución”  tiene  sus  secretos  pero 
hábiles  y poderosos  promotores  terrenos  (para  no  contar  su 
primer  motor  extraterreno:  Lucifer  caído  en  Satán);  aque- 
llos grupos  de  hombres  que  han  hecho  de  la  negación  de 
Cristo  el  centro  mismo  de  su  existencia,  entre  los  cuales  ocu- 
pan principalísimo  lugar  los  seguidores  de  aquellos  Anás  y 
Caifás  que,  no  obstante  estar  convencidos  de  que  Cristo  era 
el  Hijo  de  Dios  y el  Mesías,  puesto  que  los  soldados  del  se- 
pulcro les  anunciaron  la  Resurrección,  persistieron  en  su  odio 
y en  su  n^ativa  a reconocerlo  y servirlo,  reactualizando  así 
el  “Non  serviam”.  “Non  serviam”  que  por  implicación  lógica 
y ético-existencial  los  ha  conducido  al  “Eritis  sicut  dii”  (“se- 
réis como  dioses”),  y con  ello  al  ateísmo  militante  y a la 
sustitución  del  Mesías  teológico  por  el  propósito  de  establecer 
un  dominio  político  y económico  en  la  tierra  entera,  basado 
en  la  negación  de  Dios.  Así,  la  desesperación  teológica,  el 
pecado  contra  el  Espíritu  Santo,  el  preferir  la  condenación 
eterna  a reconocer  en  Jesús  al  Señor,  Mesías,  Cristo,  Hijo  de 
Dios  y Dios  encamado,  está  en  la  base  misma  de  la  “Revo- 


17 


lución  de  la  Modernidad”  y explica,  a la  vez,  su  carácter 
progresivamente  ateo,  la  excepcional  persistencia  en  sus  pro- 
pósitos y la  tenaz  e inmisericorde  continuidad  en  sus  proce- 
deres. A tal  oculto  poder-motor  de  la  Revolución  se  unen  o 
terminan  por  unirse,  como  por  \ma  natural  afinidad,  todas 
las  religiones  y filosofías  falsas:  teosofía,  espiritismo,  protes- 
tantismo, religiones  orientales,  racionalismo,  idealismo,  ma- 
terialismo, relativismo,  neopositivismo,  existencialismo  ateo, 
etc.,  y todos  los  poderes  de  la  tierra  no  santificados  por  Cris- 
to: poderío  de  estados  paganos  o repaganizados,  alta  finanza 
internacional  \ políticos  inescrupulosos,  propulsores  de  la  in- 
moralidad sexual,  etc. 

Así,  vemos  que  el  subjetivismo  y voluntarismo  políticos 
de  que  habláramos  primero,  tanto  en  su  forma  llamada  “de- 
mocrática” como  en  la  “dictatorial-pseudocarismática”  no  son 
ni  siquiera  sinceros  en  cuanto  se  presentan  como  tales,  como 
emanación  natural  de  la  voluntad  del  “pueblo”,  bajo  la  pri- 
mera o segunda  forma.  La  “democracia”  o la  “dictadura”  es 
lo  que  aparece  hacia  afuera,  lo  “exotérico”,  lo  que  se  hace 
creer  al  vulgo  para  utilizarlo  como  instrumento;  pero  lo  real, 
lo  interior,  lo  efectivo  — tras  la  cubierta  engañosa  de  los  par- 
tidos políticos  profesionales,  y operando  sobre  muchos  de  sus 
hombres  y tras  sus  comités — es  la  oligarquía  de  la  Revolu- 
ción. No  en  vano  Walter  Rathenau,  después  de  la  primera 
guerra  mundial,  decía  que  el  mundo  estaba  gobernado  por 
no  más  de  quinientos  hombres,  y que  él  los  conocía  a todos. 
Por  otra  parte,  basta  leer  con  cuidado  la  “Riographical  Ency- 
clopedia  of  the  World”  y especialmente  su  capítulo  “Who’s 
important  in  bussiness”  (Quién  es  importante  en  los  nego- 
cios), para  darse  cuenta  de  que:  protestantismo,  finanza  in- 
ternacional, judaismo,  masonería,  rotarianismo,  Y.  M.  C.  A., 
etc.,  son  una  sola  y misma  cosa,  y que  gobiemem  el  mundo. 


’ Sobre  esto,  ver  el  libro  ya  citado  de  H.  Coston.  Hace  ver  el  tras- 
fondo  real  de  la  política  moderna. 

* Editado  en  Nueva  York  por  el  “Institute  for  Research  in  Biogra- 
phy”.  Varias  ediciones. 


18 


Y,  para  desconcierto  tanto  de  los  marxistas  como  de  los  que 
esperan  demasiado  del  neoliberalismo  capitalista  como  valla 
contra  el  comunismo,  también  puede  probarse  que  la  pluto- 
cracia internacional,  al  menos  en  algunas  de  sus  ramas,  es 
la  que  ha  financiado  la  Revolución  Soviética,  la  que  ha  en- 
tregado a los  comunistas  media  Europa  en  Yalta,  y la  que 
ha  hecho  luego  lo  mismo  con  China,  Indochina,  Corea,  etc. 
Es  que  se  yerra  en  lo  sustancial  cuando  se  interpretan  los 
hechos  contemporáneos  desde  un  punto  de  vista  exclusiva  o 
preponderantemente  económico  o político,  sin  advertir  su 
substrato  profundo,  de  lucha  teológica.  Siendo  verdad  esto 
último,  no  puede  ya  extrañar  que  im  mismo  poder  anticris- 
tiano de  la  Revolución  esté  detrás,  tanto  del  supercapitalismo 
hedonista  y agnóstico  como  del  comunismo  ateo;  tanto  detrás 
de  la  “democracia”  liberal  o socialista  como  de  muchos  dic- 
tadores que  no  hacen  de  lo  católico  el  primer  motor  de  sus 
acciones  políticas,  sino  que  lo  posponen  o incluso  lo  persi- 
guen. Las  divergencias,  dentro  de  la  “Revolución”  — dejan- 
do dé  lado  las  ficticias — existen,  por  cierto,  pero  no  son 
esenciales,  no  son  relativas  al  fin  último,  que  es  la  descris- 
tianización total. 

Pero  quizá  lo  más  grave  es  el  hecho  de  que  la  mentali- 
dad sabiamente  creada  por  los  promotores  de  la  Revolución 
moderna  se  haya  infiltrado  — y se  esté  infiltrando  progresiva- 
mente— en  las  filas  católicas  *.  En  muchos  círculos  católicos 
se  habla  mucho  del  hombre,  de  la  persona  humana  y de  sus 
derechos,  de  la  fraternidad  de  todos  los  hombres,  de  la  tole- 
rancia universal,  de  la  justicia  social,  de  las  condiciones  de 
vida,  de  las  “culpas  de  la  Iglesia”  o de  tales  o cuales  obispos 
o sacerdotes;  y se  habla,  en  cambio,  muy  poco  de  Dios,  me- 
nos de  Cristo,  nada  del  pecado,  de  la  muerte,  del  infierno. 


“Ver  nuevamente  el  libro  de  Coston.  También  sobre  esto  se  nos 
ha  recomendado  el  libro  de  un  húngaro  anticomunista,  Marchalko,  The 
World  Conquerors  (“Los  conquistadores  del  mundo”),  versión  inglesa 
editada  en  Londres;  pero  no  lo  hemos  leído  personalmente. 

* Cf.  Pastoral  Colectiva  del  Episcopado  italiano  al  Clero  (25-iii-60). 


19 


de  Satanás,  del  “misterio  de  iniquidad”  que  lucha  en  la  his- 
toria contra  el  pleno  triunfo  del  reino  de  Cristo,  de  los  dere- 
chos públicos  de  la  Iglesia,  de  Cristo  como  Rey  universal,  de 
la  necesidad  de  ascetismo  y de  entrar  por  la  puerta  angosta, 
de  la  ineluctable  necesidad  de  la  cruz  para  llegar  a la  luz, 
del  “timor  Domini  initium  sapientiae”,  del  Anticristo  y los 
poderes  que  son  su  instrumento,  de  la  lucha  cotidiana  del 
cristiano  contra  los  demonios  que  nos  circundan  como  leones 
rugientes  — como  dijera  San  Pedro — para  devoramos  qui- 
tándonos la  vida  de  la  gracia. 

Y ocurre  que,  por  necesaria  implicancia,  estos  defectos 
sustanciales  en  la  formación  y piedad  cristianas  individuales 
repercuten  en  la  actitud  de  tales  personas  ante  lo  social  y 
viceversa;  y asi  se  las  ve  inficionadas  de  liberalismo  y hasta, 
a veces,  de  marxismo  latente.  Es  que  es  muy  duro  luchar 
siempre  contra  el  “mimdo”  que  nos  rodea  y presiona  con 
sus  vigencias  y “slogans”;  por  eso,  salvo  tener  una  forma- 
ción y piedad  individuales  muy  sólidas  y profundas,  se  ter- 
mina por  ceder  más  o menos  a esa  presión  del  “mundo”;  y 
aunque  no  se  llegue  a la  apostasía  — cosa  que  también  su- 
cede a veces — , se  diluye  al  catolicismo  callando  de  él  todo 
lo  que  en  lo  público  pudiera  molestar  a liberales  y marxistes. 
Y así  se  silencia  el  reinado  social  de  Cristo,  el  poder  indirecto 
de  la  Iglesia  sobre  el  Estado  en  materias  mixtas,  la  necesi- 
dad de  enseñanza  religiosa,  etc.,  y se  confunde  la  caridad 
cristiana  con  la  “fraternidad”  revolucionaria;  el  amor  al  pró- 
jimo con  la  tolerancia  de  errores  especulativos  y desvíos  mo- 
rales; la  libertad  para  el  bien  con  la  libertad  liberal  que  ante 
todo  es  contra  Dios  y contra  los  deberes  morales  de  base  tras- 
cendente, divina;  la  justicia  social  cristiana  con  el  igualita- 
rismo jacobino  o marxista;  la  democracia  pluralista  y jerár- 
quica del  Mensaje  de  S.  S.  Pío  XII  en  1944,  con  la  sombría 
demagogia  masiva,  tiránica,  estatista  y procomunista  de  un 
Fidel  Castro,  por  ejemplo,  que  es  su  verdadera  antítesis,  pre- 
vista en  ese  Mensaje.  Y también,  a veces,  la  defensa  de  los 
auténticos  valores  de  una  nación  con  el  totalitarismo  neopa- 
gano  nazi  o fascista  propiamente  dichos,  o con  el  “naciona- 


2U 


lismo  popiilar”,  de  fabricación  trotzkista  y de  apenas  disi- 
mulado servicio  a la  sovietización  internacional. 

Es  que  los  pseudovalores  de  la  Revolución  moderna  no 
son  pirra  y simplemente  la  negación  de  los  valores  cristianos; 
la  cosa  es  mucho  más  sutil:  son  su  verdadera  corrupción.  Y 
como  lo  corrupto  guarda  semejanza  con  la  cosa  misma  antes 
de  su  corrupción,  y a partir  de  ésta  se  origina,  la  confusión 
es  fácil  para  cristianos  mal  formados  o mal  dispuestos  moral- 
mente, que  además  viven  en  el  ambiente  de  la  Revolución 
moderna;  por  eso  llegan  a creer  en  el  “cristianismo”  o en  la 
fácil  cristianización  de  tales  pseudovalores,  olvidando  el  lú- 
cido adagio  aristotélico  que  la  escolástica  cristiana  ha  hecho 
suyo:  “corruptio  optimi  pessima”,  “la  corrupción  de  las  cosas 
mejores  es  la  peor  de  todas 

Por  ello  tiene  razón  Jean  Marial  cuando,  en  la  “Toma 
de  Posición”  que  precede  a “Au  Commencement”  (obra  que 
nos  proponemos  traducir),  dice,  refiriéndose  a la  actitud  de- 
rrotista que  tales  cristianos  adoptan  ante  la  Revolución  (que 
los  tiene  ya,  o medio  ganados,  o del  todo  acobardados):  ‘El 
“ desorden  ha  alcanzado  el  máximo,  y,  desesperando  de  ven- 
“ cerlo,  aquellos  mismos  que  no  han  abandonado  la  intención 
“ de  combatirlo  no  conciben  otra  táctica  que  una  especie  de 
“ retirada  a través  de  la  cual  se  abandona  todo  aquello  que, 
“ con  razón  o sin  ella,  no  les  parece,  a los  mismos,  esen- 
“cial.  . . ¡Y  nos  asombramos  después  de  que  los  buenos  es- 
“ tén  paralizados  por  un  pesado  complejo  de  inferioridad! 


La  “corrupción”  en  el  orden  de  las  verdades,  bienes  y virtudes 
cristianas  consiste  en  no  orientarlas  hacia  su  último  fin.  Dios  sobrenatu- 
ralmente conocido  y amado,  sino  hacia  algo  infravalente:  Dios  sólo  na- 
turalmente conocido  y amado  (con  exclusión  o preterición  de  lo  sobre- 
natural), o,  peor  aún,  el  hombre,  o la  sociedad,  o el  “Progreso  Humano”, 
etc.  Esa  corrupción  puede  darse  en  lo  individual  y/o  en  lo  social.  Como 
lo  relativo  a un  fin  recibe  su  esencia  de  su  orientación  a ese  fin,  cam- 
biado el  fin  se  altera  la  esencia  de  eso  que  era  relativo:  así  ocurre  con 
la  “fe”,  la  “caridad”,  el  “orden  cristiano”,  etc.,  no  orientados  a Dios 
sobrenatiiralmente  revelado.  Sólo  conservan  los  nombres;  su  esencia,  em- 
pero, se  ha  corrompido. 


21 


“ Pero  ¿cómo  podría  suscitar  entusiasmo  una  doctrina  que 
“ se  abandona  así,  capítulo  por  capítulo? . . . Como  era  de 
“ prever,  era  fatal  que,  de  seguirse  esa  vía,  nos  encaminára- 
“ mos  hacia  fracasos  acerbos ...  Lo  que  se  nos  prometía  co- 
“ mo  debiendo  asegurar  el  éxito,  y cuya  aceptación  se  nos 
“ pedía  con  ese  solo  fin,  aparece  ahora  como  habiendo  sido 
“ el  instrumento  de  una  derrota  sin  atenuantes . . . Hemos 
“ abandonado  la  enseñanza  rigurosa  de  la  Verdad  para  lo- 
“ grar  — se  decía — ciertas  importantes  ventajas  temporales. 
“ Resultado:  hemos  perdido  a la  vez  la  clara  luz  de  la  Ver- 
“ dad  y las  ventajas  temporales  que  siempre  habíamos  te- 
“ nido . . . ¿Cabe  extrañarse?  ¿No  éramos,  acaso,  «hijos  de  la 
“ luz»,  y no  consistía  nuestra  única  razón  de  ser  en  dar  tes- 
“ timonio  de  la  Verdad,  pues  todo  lo  demás  es  sólo  añadidura? 
“ Convengámoslo:  no  tenemos  más  fe  en  la  Verdad.  No  cree- 
“ mos  en  su  fuerza.  Hemos  querido  sutilizar,  obrar  con  ro- 
“ déos  y oblicuamente,  mentir  como  los  «hijos  de  las  tinie- 
“ blas»,  esperando,  así,  que  triunfaríamos  como  ellos.  Y hénos 
“ aquí  de  espaldas  contra  el  muro  ante  el  cual  puede  que 
“ se  nos  fusile.  ¡Ay!  Todo  ello  está  bien,  y lo  tenemos  mere- 
“ cido.  Dios  habrá  mostrado  que  Él  es  y permanece  siendo  el 
“ único  maestro”. 

Ante  esos  pasajes,  escritos  en  y para  Francia,  ¿no  pare- 
ce, acaso,  que  estuviéramos  oyendo  una  descripción  de  la  ac- 
titud de  gran  parte  del  catolicismo  argentino  desde  unos  años 
a esta  parte?  Se  han  perdido  para  Cristo  los  colegios,  las  uni- 
versidades, los  periódicos  y demás  medios  de  difusión;  el  po- 
der público  es  constitutivamente  laico;  masones  y marxistas 
se  hallan  infiltrados  por  doquier,  especialmente  en  la  educa- 
ción, donde  conforman  las  almas  de  los  argentinos  que  ma- 
ñana decidirán  la  suerte  de  la  patria;  avanza  la  inmoralidad 
y el  crimen;  se  debilitan  organizaciones  católicas;  nuestra 
patria  es  campo  de  experimentación  en  que  se  ensayan  toda 
clase  de  poderosas  influencias  que,  no  estando  santificadas 
por  Cristo,  se  hallan,  consciente  o inconscientemente,  al  ser- 
vicio de  la  Revolución  moderna;  el  odio  entre  las  clases  au- 
menta, no  reconciliadas  ellas  en  Cristo;  el  impulso  viril  de 


22 


la  renovación  católica,  que  cambió  la  situación  de  la  Iglesia 
entre  1928  y 1950,  aproximadamente,  parece  debilitado,  y 
_ muchos  católicos  creen  que  la  mejor  manera  de  difundir,  o 
por  lo  menos  de  mantener,  el  catolicismo  es  disimularlo  bajo 
“slogans”  meramente  hmnanos,  unciéndolo  al  cargo  de  algu- 
na ideología  de  moda,  cediendo  al  prestigio  del  mundo  y del 
“progreso  moderno”. 

Ante  esta  situación  universal  y argentina,  creemos  de 
suma  utilidad  una  reforma  intelectual,  porque  sin  ella  to- 
da reforma  moral  corre  el  peligro  de  ser  artificial  y ficti- 
cia; pero  una  reforma  intelectual  destinada  a ser  el  pre- 
facio de  una  conversión  rigurosa  y total:  natural  y sobrena- 
tural. Porque  es  el  caso  de  subrayar  aquí  la  absoluta  necesi- 
dad de  lo  sobrenatural  en  lo  individual  y en  lo  social:  afec- 
tada por  el  pecado  original,  la  naturaleza  humana  es,  incluso, 
incapaz  de  alcanzar  su  fin  natural  sin  la  ayuda  de  la  gracia 
sobrenatural,  santificante,  participación  en  nosotros  de  la  vi- 
da divina  que  Cristo  poseía  por  derecho  propio.  Es  un  dogma 
de  fe.  ¿Cómo  se  explica  entonces  que  haya  tantos  católicos 
que  lo  olvidan  en  lo  social,  queriendo  una  reforma  de  la  so- 
ciedad en  que  el  catolicismo  positivo  y sobrenatural  es  deja- 
do de  lado,  para  ser  sustituido  por  un  “cristianismo”  natima- 
lizado,  cuyas  virtudes  y valores  vienen  a confundirse  casi  con 
los  masónicos  de  la  Revolución  Francesa  o con  los  marxistas 
de  la  Rusia  soviética?  ¿Olvidan;  acaso,  que  lo  social  brota  de 
la  acción  individual  de  algunos,  y revierte,  a través  del  am- 
biente creado  por  sus  instituciones  públicas,  sobre  el  alma 
individual  de  todos,  para  su  salvación  o condenación  eternas? 
¿Olvidan,  acaso,  además,  el  carácter  no  sólo  interior,  sino 
también  público,  del  Reino  de  Dios,  del  Cuerpo  Místico  de 
Cristo,  de  la  Iglesia?  Por  otra  parte,  la  naturaleza  humana 
ha  sido  elevada  a un  fin  sobrenatural,  que  la  trasciende  infi- 
nitamente: la  visión  facial  de  la  Trinidad.  Para  lograr  tal 
fin,  todo  debe  conspirar  a ello:  lo  individual  y lo  social.  Fi- 
nalmente, cabe  recordar  que  mientras  doce  rudos  apóstoles. 


23 


sin  armas  ni  letras  ni  dinero,  pero  apoyándose  en  el  Espíritu 
Santo,  crearon  las  bases  para  la  conquista  de  todo  el  orbe 
grecorromano,  los  católicos  actuales  — más  de  400  millones — 
no  hacen  sino  retroceder  frente  a la  Revolución  porque  no 
se  apoyan  principalmente  en  lo  sobrenatural;  y que  si  nos 
limitamos  sólo  a medios  naturales,  nuestra  derrota  frente  a 
la  Revolución  es  matemáticamente  evidente  y necesaria,  por- 
que nosotros  no  podemos  emplear  más  que  medios  verdaderos 
y justos;  ella,  en  cambio,  liberada  de  toda  norma  trascenden- 
te, “más  allá  del  bien  y del  mal”  (Nietzsche),  puede  emplear 
la  verdad  y la  mentira;  lo  honesto  y lo  deshonesto;  lo  justo 
y lo  injusto;  el  bien  y el  mal 

Pero,  en  cambio,  nosotros  tenemos  la  ayuda  de  la  gracia 
sobrenatural  — verdadera  participación  en  nosotros  de  la  Na- 
turaleza Divina — que  se  nos  comimica  por  Cristo  y se  de- 
rrama a la  Humanidad  por  intermedio  de  la  Virgen  María. 

Por  eso  aquella  reforma  intelectual  que  emprende  La 
Ciudad  Católica  se  ordena  al  triunfo  de  Cristo  Rey  por  Ma- 
ría, Reina  del  Cielo  y de  la  Argentina,  desde  Luján,  el  Valle 
de  Catamarca,  Itatí;  y Reina  también  de  nuestra  Patria  Gran- 
de, Hispanoamérica  toda,  desde  Guadalupe,  Coromoto  y tan- 
tos lugares  santificados  por  su  presencia. 


PiNCIUS. 


” El  insistir  sobre  lo  sobrenatural  no  importa  renunciar  a ningún 
medio  natural  lícito;  ai  contrario,  exige  utilizarlos,  pero  sobreelevándolos 
por  la  influencia  de  la  gracia  realmente  poseída,  y orientándolos  hacia 
el  fin  último  sobrenatural  del  hombre  en  lo  individual  y social:  la  vi- 
sión y amor  directos  e inmediatos  de  la  Divina  Esencia,  de  la  Trinidad 
en  la  Unidad,  y de  Cristo,  el  Dios-Hombre,  en  su  centro.  Y,  secunda- 
riamente, de  la  ciudad  toda  de  los  bienaventurados,  con  la  Virgen  Ma- 
ría* en  primer  término,  luego  de  la  Humnaidad  de  Jesucristo.  , 


24 


LA  VOZ  DE  LA  JERARQUIA 


QUAS  PRIMAS 

11  de  diciembre  de  1925 

Encíclica  sobre  el  reinado  social  de  Jesucristo 
y la  fiesta  de  Cristo  Rey 

A los  Venerables  hermanos,  Patriarcas,  Primados,  Arzobis- 
pos y otros  Ordinarios  del  lugar,  en  paz  y comunión  con 
la  Sede  Apostólica. 

Venerables  Hermanos:  Salud  y bendición  apostólica. 

LA  PAZ  DE  CRISTO  EN  EL  REINO  DE  CRISTO 

1)  En  la  primera  enciclica  que  dirigimos,  una  vez  as- 
cendidos al  Pontificado,  a todos  los  Obispos  del  Orbe  católico 
mientras  indagábamos  las  causas  principales  de  las  calami- 
dades que  oprimian  y angustiaban  al  género  humano,  recor- 
damos haber  dicho  claramente  que  tan  grande  inundación 
de  males  se  extendía  por  el  mundo  porque  la  mayor  parte  de 
los  hombres  se  había  alejado  de  Jesucristo  y de  su  Santa  Ley 
en  la  práctica  de  su  vida,  en  la  familia  y en  las  cosas  públi- 
cas; y que  no  podía  haber  esperanza  cierta  de  paz  duradera 
entre  los  pueblos  mientras  que  los  individuos  y las  naciones 
negasen  y renegasen  el  imperio  de  Cristo  Salvador.  Por  tan- 
to, como  advertimos  entonces  que  era  necesario  buscar  la  paz 
de  Cristo  en  el  reino  de  Cristo,  así  anunciábamos  también 
que  habíamos  de  hacer  para  este  fin  cuanto  nos  fuere  posi- 
ble; “en  el  reino  de  Cristo”,  decíamos,  porque  nos  parecía 


25 


que  no  se  puede  tender  más  eficazmente  a la  renovación  y 
aseguramiento  de  la  paz  que  procurando  la  restauración  del 
reino  de  Nuestro  Señor. 

2)  Entretanto,  el  surgir  y avivarse  de  un  benévolo  mo- 
vimiento de  los  pueblos  hacia  Cristo  y Su  Iglesia,  la  cual 
puede  solamente  damos  la  salvación,  nos  daba  cierta  espe- 
ranza de  tiempos  mejores;  movimiento  en  el  cual  muchos 
que  habían  despreciado  el  reino  de  Cristo  y andaban  como 
prófugos  de  la  casa  paterna  se  preparaban  y casi  se  daban 
prisa  a volver  a los  caminos  de  la  obediencia.  Y todo  lo  que 
sucedió  y se  hizo  en  el  curso  de  este  Año  Santo,  digno,  por 
cierto,  de  perpetua  memoria,  ¿no  acrecentó  también  el  honor 
y la  gloria  del  divino  Fundador  de  la  Iglesia,  nuestro  Supre- 
mo Rey  y Señor? 


El  Año  Santo  y el  Reino  de  Cristo 

3)  En  efecto,  la  Exposición  Misionera  del  Vaticano  sor- 
prendió la  mente  y el  corazón  de  los  hombres  ya  dando  a 
conocer  la  extensión  del  reino  de  su  Esposo  en  los  continen- 
tes y en  las  islas  más  apartadas  del  océano,  ya  por  el  gran 
número  de  regiones  conquistadas  al  catolicismo  con  el  sudor 
y la  sangre  de  fortísimos  e invictos  misioneros,  ya,  finalmen- 
te, dando  a conocer  las  vastas  regiones  que  todavía  han  de 
someterse  al  suave  y saludable  ‘imperio  de  nuestro  Rey. 

Aquellas  multitudes  que  durante  el  Año  Jubilar  vinie- 
ron de  todas  partes  de  la  tierra  a la  Santa  Ciudad,  dirigidas 
por  los  Obispos  y sacerdotes,  ¿qué  buscaban,  sino,  purifica- 
das sus  almas,  proclamarse  junto  al  sepulcro  de  los  Apósto- 
les y delante  de  Nos,  súbditos  fieles  de  Jesucristo  en  el  pre- 
sente y en  el  porvenir? 

4)  Y este  reino  de  Cristo  pareció  iluminado  por  nueva 
luz  cuando  Nos,  probada  la  heroica  virtud  de  seis  confesores 
y vírgenes,  los  elevamos  a los  honores  de  los  altares.  Mucha 
alegría  y aliento  experimentamos  en  nuestro  ánimo  cuando 


26 


en  el  esplendor  de  la  Basílica  Vaticana,  promulgado  el  de- 
creto solemne,  una  multitud  innumerable  de  pueblos  alzaba 
el  cántico  de  acción  de  gracias,  exclamando;  ¡Tu  rex  gloriae 
Christi!  Porque  mientras  los  hombres  y las  naciones,  aleja- 
das de  Dios  por  el  odio  recíproco  y por  las  intestinas  discor- 
dias, caminan  hacia  la  ruina  y la  muerte,  la  Iglesia  de  Dios, 
continuando  en  dar  al  género  humano  el  alimento  de  la  vida 
espiritual,  cría  y forma  generaciones  de  santos  y santas  para 
Jesucristo,  el  cual  no  cesa  de  llamar  a la  bienaventuranza 
celestial  a los  que  fueron  súbditos  fieles  y obedientes  en  el 
reino  de  la  tierra. 

5)  Además,  coincidiendo  con  el  año  jubilar  el  xvi  siglo 
desde  la  celebración  del  Concilio  de  Nicea,  quisimos  también 
que  en  el  recuerdo  centenario  fuese  asimismo  conmemorado 
en  la  Basílica  Vaticana  con  tanto  mayor  gusto  cuanto  que 
aquel  sagrado  concilio  definió  y propuso  como  dogmas  la  con- 
sustancialidad  del  Unigénito  con  el  Padre,  e incluyó  en  el 
Símbolo  la  fórmula:  “Cujus  regni  non  erit  finís”,  proclaman- 
do la  dignidad  real  de  Cristo. 

Habiendo,  pues,  concurrido  este  Año  Santo  de  varias 
maneras  a ilustrar  el  reino  de  Cristo,  nos  parece  que  hare- 
mos cosa  muy  conforme  con  nuestro  oficio  apostólico  si  se- 
cundando la  súplica  de  muchísimos  Cardenales,  Obispos  y 
fieles,  hechas  a Nos,  ya  solos,  ya  colectivamente,  cerramos 
este  Año  jubilar  introduciendo  en  la  sagrada  liturgia  una 
fiesta  especial  de  Cristo  Rey. 

Y esto  nos  da  tanta  alegría,  que  nos  obliga,  venerables 
hermanos,  a dirigiros  estas  palabras:  vosotros,  pues,  procura- 
réis acomodar  lo  que  digamos  acerca  del  culto  de  Jesucristo 
Rey  a la  inteligencia  del  pueblo,  y explicar  el  sentido  de 
modo  que  esta  solemnidad  anual  produzca  cada  vez  mayores 
frutos. 


27 


I.  — LA  REALEZA  DE  CRISTO 


Fundamento  de  la  realeza  de  Cristo 

a)  El  nombre  de  Rey  dado  a Jesucristo. 

6)  Desde  hace  mucho  tiempo  se  ha  usado  comúnmente 
llamar  a Cristo  con  el  apelativo  de  Rey  por  el  grado  de  exce- 
lencia que  tiene  en  modo  supereminente  entre  todas  las  co- 
sas creadas. 

De  tal  modo,  en  efecto,  se  dice  que  Él  reina  en  la  mente 
de  los  hombres  no  sólo  por  la  elevación  de  su  pensamiento 
y por  lo  vasto  de  su  ciencia,  sino  también  porque  Él  es  la 
Verdad  y es  necesario  que  los  hombres  reciban  con  obedien- 
cia la  Verdad  de  Él;  igualmente  reina  en  la  voluntad  de  los 
hombres  ya  porque  en  Él  a la  santidad  de  la  voluntad  divina 
responde  la  perfecta  integridad  y smnisión  de  la  voluntad 
humana,  ya  porque  con  sus  inspiraciones  influye  en  nuestra 
libre  voluntad  de  tal  modo  que  nos  inflama  hacia  las  cosas 
más  nobles.  Finalmente,  Cristo  es  reconocido  como  “Rey  de 
los  corazones  por  la  caridad  de  Cristo,  que  sobrepasa  toda  hu- 
mana comprensión”  \ y por  los  atractivos  de  su  mansedmnbre 
y benignidad.  Nadie,  en  efecto,  entre  los  hombres  fue  tan 
amado,  ni  lo  será  nunca  como  Jesucristo. 

Pero  para  entrar  de  lleno  en  el  asunto,  todos  debemos 
reconocer  que  es  necesario  reivindicar  para  Cristo  Hombre, 
en  el  verdadero  sentido  de  la  palabra,  el  nombre  y los  po- 
deres de  Rey;  en  efecto,  solamente  en  cuanto  hombre  se  pue- 
de decir  que  ha  recibido  del  Padre  la  potestad  y el  honor  del 
Reino  porque,  como  Verbo  de  Dios,  siendo  de  la  misma 
sustancia  del  Padre,  forzosamente  debe  tener  de  común  con 
Él  lo  que  es  propio  de  la  Divinidad;  y por  consiguiente,  tie- 
ne sobre  todas  las  cosas  creadas  sumo  y absolutísimo  imperio. 


’ Eph.  3,  19. 

* Dan.,  7,  13-14. 


28 


b)  La  Realeza  de  Cristo  en  el  Antiguo  Testamento, 
en  especial  en  los  oráculos  de  los  Profetas. 

7.  ¿Y  no  leemos  de  hecho,  con  frecuencia,  en  las  Sagra- 
das Escrituras,  que  Jesucristo  es  Rey?  Él  es  llamado  “el  Prín- 
cipe que  debe  salir  de  Jacob  ^ y que  por  el  Padre  ha  sido 
constituido  Rey  sobre  el  monte  santo  de  Sión,  y que  recibirá 
las  gentes  en  herencia  y tendrá  en  posesión  los  confines  de 
la  tierra”  El  salmo  nupcial,  que  bajo  la  imagen  de  un  Rey 
riquísimo  y potentísimo  ha  preconizado  el  futuro  Rey  de 
Israel,  tiene  estas  palabras:  “Tu  sede,  oh  Dios  en  los  siglos 
de  los  siglos;  vara  de  rectitud  la  vara  de  tu  reino”  Y de- 
jando otros  muchos  testimonios  semejantes,  en  otro  lugar,  pa- 
ra ilustrar  con  más  claridad  los  caracteres  de  Cristo,  se  pre- 
anuncia que  su  reino  será  sin  límite  y enriquecido  con  los 
dones  de  la  justicia  y de  la  paz.  En  sus  días  aparecerá  la 
justicia  y la  abundancia  de  la  paz,  y dominará  de  un  mar 
a otro  mar,  y desde  el  río  hasta  los  términos  del  orbe  de  la 
tierra 

8.  A este  testimonio  se  añaden  en  el  modo  más  amplio 
los  oráculos  de  los  Profetas,  y sobre  todo  el  conocidísimo  de 
Isaías:  Nos  ha  nacido  un  Párvulo,  nos  ha  sido  dado  un  Hijo, 
y su  principado  sobre  sus  hombros,  y se  llamará  su  nombre 
Admirable,  Consejero,  Dios  Fuerte,  Padre  del  Siglo  futuro, 
Príncipe  de  la  Paz;  sobre  el  trono  de  David  y sobre  su  reino 
se  sentará  para  confirmarlo  y fortalecerle  en  juicio  y justi- 
cia, ahora  y para  siempre”  Y los  otros  Profetas  concuerdan 
con  Isaías.  Así  Jeremías,  cuando  predice  que  nacerá  de  la 
estirpe  de  David  “el  Vástago  justo  que  juzgará  en  toda  la  tie- 
rra” también  Daniel  predice  el  establecimiento  de  un  Reino 

’ Núm.,  24,  19. 

‘ Ps.,  2. 

‘ Ps.,  44. 

* Ps.,  71. 

’ Is.,  9,  6-7. 

* Jeremías,  23,  5. 


29 


por  parte  del  Rey  del  Cielo,  “reino  que  nunca  será  disipado...: 
permanecerá  para  siempre”  Y continúa:  “Contemplaba  en 
la  visión  de  noche,  y he  aquí  que  venia  gobre  las  nubes  del 
cielo  uno  como  el  Hijo  del  Hombre,  y se  llegó  hasta  el  An- 
ciano de  dias,  y en  su  presencia  fue  presentado;  y le  dió  la 
potestad  y el  honor  y el  reino,  y todos  los  pueblos,  tribus  y 
lenguas  le  servirán;  su  potestad  es  eterna  y no  le  será  arre- 
batada y su  reino  no  se  corromperá  jamás”  Los  escritores 
de  los  Evangelios  aceptan  y reconocen  como  sucedido  cuanto 
predijo  Zacarías  acerca  del  Rey  manso,  el  cual,  “subiendo  so- 
bre una  asna  y su  pollino,  estaba  para  entrar  en  Jerusalén 
como  Justo  y como  Salvador,  entre  las  aclamaciones  de  las 
turbas” 

c)  La  Realeza  de  Cristo  en  el  Nuevo  Testamento. 

9.  Por  lo  demás,  esta  doctrina  acerca  de  Cristo  Rey  que 
hemos  tomado  aquí  y allá  en  los  libros  del  Antiguo  Testa- 
mento no  sólo  no  disminuye  en  las  páginas  del  Nuevo;  más 
aún,  en  él  se  confirman  por  modo  espléndido  y magnífico. 
Y aquí,  pasando  por  alto  el  mensaje  del  Arcángel,  por  el 
cual  fué  advertida  la  Virgen  que  debia  dar  a luz  un  hijo, 
al  cual  Dios  había  de  dar  la  sede  de  David,  su  padre,  y que 
había  de  reinar  en  la  casa  de  Jacob  para  siempre  y que  su 
reino  no  había  de  tener  fin  vemos  que  Cristo  mismo  da 
testimonio  de  su  Imperio. 

En  efecto,  ya  en  su  último  discurso  a las  turbas,  cuando 
habla  del  premio  y de  las  penas  reservadas  perpetuamente  a 
los  justos  y a los  condenados;  ya  cuando  responde  al  presi- 
dente romano,  que  le  pregunta  públicamente  si  era  Rey;  ya 
cuando,  resucitado,  confió  a los  Apóstoles  el  encargo  de 
amaestrar  y bautizar  a todas  las  gentes,  toma  ocasión  opor- 

‘ Dan.,  2,  44. 

Dan.,  7,  13,  14. 

” Zach.,  9,  9. 

“ Luc.,  1,  32-33. 


30 


tuna  para  atribuirse  el  nombre  de  Rey  y públicamente 
confirma  que  es  Rey  “ y anuncia  solemnemente  que  a Él 
“ha  sido  dado  todo  poder  en  el  cielo  y en  la  tierra”  Con 
estas  palabras  ¿qué  se  quiere  significar  sino  la  grandeza  de 
su  potestad  y la  extensión  inmensa  de  su  reino?  No  puede, 
pues,  sorprendernos  si  aquel  que  es  llamado  por  San  Juan 
“Príncipe  de  los  Reyes  de  la  tierra”  lleva,  como  apareció  al 
Apóstol  en  la  visión  apocaliptica,  en  su  vestido  y en  su  mus- 
lo escrito:  “Rey  de  reyes  y Señor  de  los  señores”  Puesto  que 
el  Padre  Eterno  constituyó  a Cristo  heredero  universal  es 
preciso  que  Él  reine  hasta  que  lleve,  al  fin  de  los  siglos,  a 
los  pies  del  trono  de  Dios  a todos  sus  enemigos 

d)  La  Realeza  de  Cristo  en  la  Liturgia. 

10.  De  esta  doctrina  de  los  Sagrados  Libros  viene  por 
consecuencia  el  que  la  Iglesia,  reino  de  Cristo  sobre  la  tierra, 
destinada  naturalmente  a extenderse  a todos  los  hombres  y 
a todas  las  naciones,  haya  saludado  y proclamado  en^el  ciclo 
anual  de  su  liturgia  a su  Autor  y Fundador  como  Señor  so- 
berano y Rey  de  los  reyes,  multiplicando  las  formas  de  su 
afectuosa  veneración.  Usa  este  título  de  honor,  que  expresa 
en  su  hermosa  variedad  de  palabras  el  mismo  concepto,  co- 
mo hizo  ya  en  la  antigua  salmodia  y en  los  antiguos  sacra- 
mentaríos.  hoy  también  lo  hace  en  los  oficios  públicos  y en 
la  inmolación  de  la  Hostia  Inmaculada.  En  esta  alabanza  a 
Cristo  Rey  fácilmente  se  descubre  la  hermosa  armonía  entre 
nuestro  rito  y el  rito  oriental,  de  modo  que  se  hace  mani- 
fiesto también  en  este  caso  que  “La  ley  de  la  oración  esta- 

“ Mat.,  25,  31  - 40. 

” Joan.,  18,  37. 

” Mat.,  28,  18. 

” Apoc.,  1,  5. 

” Apoc.,  19,  16. 

“ Hebr.,  1,  1. 

" I Cor.,  15,  25. 


31 


y 


blece  la  ley  de  la  creencia”  (legem  credendi  lex  statnit  suppli- 
candi). 

e)  Cristo,  Rey  por  la  unión  hipostática. 

11.  Muy  a propósito  Cirilo  de  Alejandría,  para  mostrar 
el  fundamento  de  esta  dignidad  y de  este  poder,  advierte  que 
“Cristo  obtiene  la  dominación  de  todas  las  criaturas,  no  arran- 
cada por  la  fuerza  ni  tomada  por  ninguna  otra  razón,  sino  por 
su  misma  esencia  y naturaleza”  Esto  es,  el  principado  de 
Cristo  se  forma  por  aquella  unión  admirable  que  se  llama 
“unión  hipostática”.  De  lo  cual  se  sigue  que  Cristo  no  sólo 
debe  ser  adorado  como  Dios  por  los  ángeles  y por  los  hom- 
bres, sino  que  a Él  deben  obedecer  y estar  sujetos  como 
hombres,  es  decir,  que  por  el  solo  hecho  de  la  unión  hipos- 
tática Cristo  tiene  potestad  sobre  todas  las  criaturas. 


f)  Cristo,  Rey  por  la  redención. 

12.  ¿Qué  cosa  más  bella  y suave  que  el  pensamiento  de 
que  Cristo  reina  sobre  nosotros  no  solamente  por  derecho  de 
naturaleza,  sino  también  por  derecho  de  conquista  en  fuer- 
za de  la  redención?  ¡Ojalá  que  los  hombres  desmemoriados 
recordasen  cuánto  hemos  costado  a nuestro  Salvador!  “Ha- 
béis sido  redimidos,  no  con  oro  y plata,  corruptibles,  sino  con 
la  preciosa  sangre  de  Cristo,  como  cordero  inmaculado  e in- 
contaminado No  somos,  pues,  ya  nuestros,  puesto  que 
Cristo  nos  ha  comprado  con  el  más  alto  precio  nuestros 
mismos  cuerpos  son  miembros  de  Cristo 


In  Luc.,  10. 

I Petr.,  I,  18-19. 
“ I Cor.,  6,  20. 

’’  I Cor.,  6,  15. 


32 


Naturaleza  y realeza  de  Cristo 

a)  Triple  potestad  del  principado  de  Cristo. 

13.  Queriendo  expresar  la  naturaleza  y el  valor  de  este 
principado,  indicaremos  brevemente  que  consta  de  una  tri- 
ple potestad,  la  cual,  si  faltase,  ya  no  tendríamos  el  concepto 
de  un  verdadero  y propio  principado.  Los  testimonios  saca- 
dos de  las  Sagradas  Escrituras  acerca  del  imperio  universal 
de  nuestro  Redentor  prueban  más  que  suficientemente  cuan- 
to hemos  dicho;  y es  dogma  de  fe  que  Jesucristo  ha  sido 
dado  a los  hombres  como  Redentor,  en  el  cual  deben  poner 
su  confianza,  y al  mismo  tiempo  como  Legislador,  al  cual 
deben  obedecer 

Los  Santos  Evangelios  no  sólo  nos  dicen  que  Jesucristo 
ha  promulgado  leyes;  mas  también  nos  lo  presentan  en  el 
acto  mismo  de  legislar;  y el  Divino  Maestro  afirma  en  dife- 
rentes circunstancias  y con  diversas  expresiones  que  todos 
los  que  observen  sus  mandamientos  darán  prueba  de  amarle 
y permanecerán  en  su  caridad 

El  mismo  Jesús,  delante  de  los  judíos  que  le  acusaban 
de  haber  violado  el  sábado  por  haber  dado  la  salud  al  para- 
lítico, afirmaba  que  el  Padre  le  había  dado  la  potestad  judi- 
cial, “porque  el  Padre  no  juzga  a nadie,  sino  que  dió  todo 
juicio  al  Hijo”  En  lo  cual  se  comprende  también  su  de- 
recho de  premiar  y castigar  a los  hombres  aun  durante  su 
vida,  porque  esto  no  puede  separarse  de  una  cierta  forma 
de  juicio. 

Además,  debe  atribuirse  a Jesucristo  la  potestad  ejecu- 
tiva, puesto  que  es  necesario  que  todos  obedezcan  a su  man- 
dato, y nadie  puede  sustraerse  a él  ni  a los  suplicios  esta- 
blecidos. 


Trident.,  ses.  6,  cap.  21. 
“ Joan.,  14,  15;  15,  10. 
Joan.,  6,  22. 


33 


b)  Campo  de  la  Realeza  de  Cristo. 

El  dominio  espiritual. 

14.  Que  este  reino  sea,  por  otra  parte,  principalmente 
espiritual,  nos  lo  demuestran  los  pasajes  de  la  Sagrada  Biblia 
arriba  citados  y nos  lo  confirma  el  mismo  Jesucristo  con  su 
modo  de  obrar. 

En  varias  ocasiones,  en  efecto,  cuando  los  judíos  y los 
mismos  Apóstoles  creían  erróneamente  que  el  Mesías  devol- 
vería la  libertad  al  pueblo  y establecería  el  reino  de  Israel, 
Él  procuró  quitarles  de  la  cabeza  este  vano  intento  y espe^ 
ranza;  y también  cuando  estaba  para  ser  proclamado  Rey 
por  la  multitud  que,  llena  de  admiración,  le  rodeaba.  Él  de- 
clinó tal  título  y tal  honor,  retirándose  y escondiéndose  en 
la  soledad;  finalmente,  delante  del  presidente  romano,  anun- 
ció que  Su  reino  no  era  de  este  mundo 

Este  reino  en  los  Evangelios  se  nos  presenta  de  tal  mo- 
do que  los  hombres  deben  prepararse  en  él  por  medio  de  la 
penitencia,  el  cual  sacramento,  aunque  sea  un  rito  externo, 
purifica  y produce  la  regeneración  interior. 

Este  reino  es  opuesto  únicamente  al  reino  de  Satanás  y 
a la  potestad  de  las  tinieblas,  y exige  de  sus  súbditos  no  so- 
lamente un  ánimo  despegado  de  las  riquezas  y de  las  cosas 
terrenas,  la  dulzura  de  las  costumbres  y el  hambre  de  la  jus- 
ticia, sino  también  que  se  nieguen  a sí  mismos  y tomen  su 
cruz.  Habiendo  Jesucristo  constituido,  como  Redentor,  la  Igle- 
sia con  su  sangré,  y como  sacerdote  ofrecídose  a Sí  mismo 
perpetuamente  cual  Hostia  de  propiciación  por  los  pecados 
de  los  hombres,  ¿quién  no  ve  que  la  dignidad  real  que  le 
reviste  tiene  carácter  espiritual  por  el  uno  y el  otro  oficio? 


” Joan.,  18,  36. 


34 


El  dominio  temporal. 

15.  Por  otra  parte,  erraría  gravemente  el  que  arrebatase 
a Cristo  Hombre  el  poder  sobre  todas  las  cosas  temporales, 
puesto  que  Él  ha  recibido  del  Padre  un  derecho  absoluto  so- 
bre todas  las  cosas  creadas,  de  modo  que  todo  se  somete  a 
su  arbitrio;  sin  embargo,  mientras  vivió  sobre  la  tierra  se 
abstuvo  completamente  de  ejercitar  tal  poder;  y como  des- 
preció entonces  la  posesión  y el  cuidado  de  las  cosas  huma- 
nas, así  permitió  y permite  que  los  poseedores  de  ellas  las 
utilicen. 

A este  propósito  se  acomodan  bien  aquellas  palabras: 
“No  arrebata  los  reinos  mortales  el  que  da  los  celestiales” 
Por  tanto,  el  dominio  de  nuestro  Redentor  abraza  todos  los 
hombres,  como  lo  confirman  estas  palabras  de  nuestro  pre- 
decesor, de  inmortal  memoria,  León  XIII,  palabras  que  ha- 
cemos nuestras:  “El  imperio  de  Cristo  se  extiende  no  sola- 
mente sobre  los  pueblos  católicos  y aquellos  que,  regenerados 
en  la  fuente  bautismal,  pertenecen  en  rigor  y por  derecho 
a la  Iglesia,  aunque  erradas  opiniones  los  tengan  alejados  o 
la  disensión  los  separe  de  la  caridad,  sino  que  abraza  tam- 
bién a todos  los  que  están  privados  de  la  fe  cristiana;  de 
modo  que  todo  el  género  humano  está  bajo  la  potestad  de 
Cristo” 


Sobre  los  individuos  y sobre 
la  sociedad. 

16.  Ni  hay  diferencia  entre  los  individuos  y el  consor- 
cio civil,  porque  los  individuos,  unidos  en  sociedad,  no  por 
eso  están  menos  bajo  la  potestad  de  Cristo,  que  lo  está  cada 
uno  de  ellos  separadamente.  Él  es  la  fuente  de  la  salud  pri- 
vada y pública.  “No  hay  salvación  en  algún  otro,  ni  ha  sidó 
dado  debajo  del  cielo  a los  hombres  otro  nombre  en  el  cual 


“ Hym.  Epiphan. 

” Ene.  “Annum  Sacrum”,  25/5/1899. 


35 


podamos  ser  salvos”  Sólo  Él  es  el  autor  de  la  prosperidad 
y de  la  verdadera  felicidad,  tanto  para  cada  uno  de  los  ciu- 
dadanos como  para  el  Estado:  “No  es  feliz  la  ciudad  por  otra 
razón  distinta  de  aquella  por  la  cual  es  feliz  el  hombre; 
porque  la  ciudad  no  es  otra  cosa  sino  una  multitud  concorde 
de  hombres” 

No  rehúsen,  pues,  los  jefes  de  las  naciones  el  prestar 
público  testimonio  de  reverencia  al  imperio  de  Cristo,  jun- 
tamente con  sus  pueblos,  si  quieren,  con  la  integridad  de  su 
poder,  el  incremento  y el  progreso  de  la  patria.  En  efecto, 
muy  a propósito  y oportunas  para  el  momento  actual  son 
aquellas  palabras  que  al  principio  de  nuestro  pontificado  es- 
cribimos Nos  acerca  de  la  disminución  del  principio  de  autori- 
dad y de  respeto  al  poder  público:  “Alejado  de  hecho,  asi  lo 
lamentábamos  entonces,  Jesucristo  de  las  leyes  y de  la  cosa 
pública,  la  autoridad  aparece,  sin  más,  como  derivada  no  de 
Dios,  sino  de  los  hombres:  de  modo  que  hasta  el  fundamento 
de  ella  vacila;  quitada  la  causa  primera,  no  hay  razón  para 
que  uno  deba  mandar  y otro  obedecer.  De  esto  se  ha  seguido 
una  general  perturbación  de  la  sociedad,  la  cual  ya  no  se 
apoya  sobre  sus  fundamentos  principales” 


Ventajas  del  reconocimiento  de  la  realeza  de  Cristo 

a)  Para  los  gobernantes. 

17.  En  cambio,  si  los  hombres  en  privado  y en  público 
reconocen  la  soberana  potestad  de  Cristo,  necesariamente 
vendrán  al  consorcio  humano  señalados  beneficios  de  justa 
libertad,  de  tranquila  disciplina  y apacible  concordia.  La  dig- 
nidad real  de  Nuestro  Señor,  así  como  hace  en  cierto  modo 
sagrada  la  autoridad  humana  de  los  príncipes  y de  los  jefes 

""  Act.,  4,  12. 

” San  Agustín,  “Epístola  ad  Macedonium”,  3. 

“ Ene.  “Urbi  arcano”. 


36 


de  Estado,  así  ennoblece  los  deberes  ciudadanos  y de  su  obe- 
diencia. En  este  sentido  el  apóstol  San  Pablo,  inculcando  a 
las  esposas  y a los  siervos  que  respetasen  como  a Jesucristo 
a sus  respectivos  maridos  y amos,  les  advertía  claramente 
que  no  debían  obedecerlos  como  a hombres,  sino  como  a vi- 
carios de  Cristo,  ya  que  sería  poco  conveniente  que  hombres 
redimidos  con  la  sangre  de  Cristo  sirviesen  a otros  hombres. 
“Habéis  sido  redimidos  por  gran  precio,  no  os  hagáis  siervos 
de  los  hombres” 

b)  Ventajas  para  los  individuos. 

18.  Si  los  príncipes  y los  magistrados  legítimos  se  per- 
suaden que  ellos  mandan  no  tanto  por  derecho  propio  cuan- 
to por  mandato  del  Rey  divino,  se  comprende  fácilmente  que 
harán  uso  santo  y prudente  de  su  autoridad  y se  tomarán 
gran  interés  por  el  bien  común  y la  dignidad  de  los  súbditos 
al  hacer  las  leyes  y exigir  su  ejecución.  De  tal  manera,  quita- 
da toda  causa  de  sedición,  florecerá  y se  consolidará  el  orden  y 
la  tranquilidad;  porque  aunque  el  ciudadano  vea  en  los  prín- 
cipes y jefes  del  Estado  hombres  semejantes  a él,  o por  cual- 
quier razón  indignos  o vituperables,  no  se  sustraerá  por  eso 
a la  obediencia  en  cuanto  reconozca  en  ellos  la  imagen  y la 
autoridad  de  Cristo,  Dios  y Hombre. 

c)  Ventajas  para  los  pueblos. 

19.  Por  lo  que  se  refiere  a la  concordia  y a la  paz,  es 
manifiesto  que  cuanto  más  vasto  es  el  reino  y más  largamen- 
te abraza  el  género  humano,  tanto  más  se  hacen  conscientes 
los  hombres  de  aquel  vínculo  de  fraternidad  que  les  une.  Y 
este  conocimiento,  así  como  aleja  y disipa  los  conflictos  fre- 
cuentes, así  endulza  y disminuye  sus  amarguras.  Y si  el  rei- 
no de  Dios,  como  de  derecho  abraza  a todos  los  hombres,  así 

I Cor.,  7,  23. 


37 


de  hecho  los  abrazase  verdaderamente,  ¿por  qué  habríamos 
de  desesperar  de  aquella  paz  que  el  Rey  pacífico  traía  a la 
tierra,  como  Rey  que  vino  “para  reconciliar  todas  las  cosas 
y “no  para  hacerse  servir,  sino  para  servir  a los  demás”  y 
que  aun  siendo  el  Señor  de  todos,  se  ha  hecho  ejemplo  de 
humildad  e inculcó  principalmente  esta  virtud,  juntamente 
con  la  caridad,  diciendo:  “Mi  30igo  es  fácil  y mi  peso  lige- 
ro”? ¡Qué  felicidad  podríamos  gozar  si  los  individuos,  las 
familias  y las  sociedades  se  dejasen  gobernar  por  Cristo!  En- 
tonces realmente,  para  usar  las  palabras  que  nuestro  prede- 
cesor León  XIII  dirigía  hace  veinticinco  años  a todos  los 
Obispos  del  orbe  católico,  “se  podrían  cerrar  muchas  heridas, 
todo  derecho  adquiriría  su  antigua  fuerza,  volverían  los  bie- 
nes de  la  paz,  caerían  de  las  manos  las  espadas  y las  armas 
si  todos  aceptaran  voluntariamente  el  imperio  de  Cristo,  le 
obedecieran  y toda  lengua  proclamase  que  N.  S.  Jesucristo 
está  en  la  gloria  de  Dios  Padre” 


Fin  de  la  primera  parte. 


Coios.,  1,  20. 

Matt.,  20,  28. 

“ Matt.,,  11,  30. 

” Encicl.  “Annum  Sacrum”. 


38 


SOBRE  EL  “REARME  MORAL” 


Desde  hace  un  tiempo  un  movimiento  llamado  Rearme 
Moral  desarrolla  una  intensa  campaña  en  nuestro  país,  a la 
par  que  trabaja  activamente  en  muchos  países  de  Europa  y 
América.  La  Ciudad  Católica  ha  considerado  oportuno  pro- 
porcionar algunos  elementos  de  juicio  a fin  de  orientar  me- 
jor a los  lectores  de  Verbo  con  respecto  a este  movimiento. 
A tal  fin  se  transcribe  lo  publicado  por  “Verbe'^  en  su  nú- 
mero 114,  de  julio-agosto  de  1960,  tomado  a su  vez  de  la 
“Semana  Católica  de  Luzórí\ 

Consecuente  con  la  clara  y firme  posición  de  La  Ciudad 
Católica  en  lo  que  se  refiere  a la  obediencia  debida  a la 
Jerarquía  de  la  Iglesia,  destacamos  — en  la  transcripción  que 
damos  en  seguida — la  opinión  de  S.  E.  Monseñor  Cherriere, 
Obispo  de  Lausanne,  Ginebra  y Friburgo,  en  Suiza;  la  nota 
de  la  Asamblea  de  los  Cardenales  y Arzobispos  franceses;  y 
por  último  la  advertencia  del  Santo  Oficio. 

Expresa  “Verbe”: 

Este  organismo,  al  que  no  le  falta  dinero  ha  inundado, 
en  una  reciente  campaña,  doce  países  de  Europa  con  sus  fo- 
lletos de  propaganda.  La  “Semana  Católica  de  Luzón”  nos 
dice  lo  que  al  respecto  puede  pensar  un  católico 

' “La  Correspondance  de  la  Publicité”,  del  16  de  abril  de  1960,  ha 
hecho  las  cuentas  y precisado  que  “el  conjunto  de  la  operación,  impre- 
sión y difusión  de  88.000.000  de  ejemplares  representa  una  inversión  de 
800.000.000  de  francos”. 

’ Semaine  Catholique  de  Lugon,  del  16  de  abril  de  1960. 


39 


Muchos  hogares  han  ya  recibido  o van  a recibir  un  ma- 
nifiesto del  “Rearme  Moral”  sobre  el  tema  “Ideología  y Co- 
existencia” . . . Este  documento,  de  30  páginas,  declara  en  lo 
esencial: 

“En  la  hora  actual  dos  ideologías  se  disputan  el  mundo, 
“ la  primera,  el  «Rearme  Moral»,  cree  que  el  mundo  debe 
“ ser  regido  por  el  espíritu  de  Dios  y que  la  naturaleza  hu- 
“ mana  debe  ser  modificada.  La  otra,  el  Comunismo,  cree 
“ que  el  mundo  debe  ser  regido  por  el  espíritu  del  hombre 
“ y que  es  necesario  explotar  la  naturaleza  humana.  Una  u 
“ otra  debe  triunfar. 

“El  comunismo  es  una  ideología,  es  decir,  una  idea  que 
“ domina  a la  totalidad  de  la  persona,  inseparable  de  la  lu- 
“ cha  estratégica  que  quiere  llevar  el  mundo  a vivir  confor- 
“ me  a ella.  No  se  le  puede  hacer  frente  únicamente  me- 
“ diante  medios  militares  y económicos,  sino  solamente  me- 
“ diante  una  ideología  superior. 

“El  Rearme  Moral  es  una  ideología  superior.  Posee  una 
“ estrategia  superior  porque  responde  a las  verdaderas  nece- 
“ sidades  del  hombre  y porque  es  válida  para  todos  los  hom- 
“ bres,  en  todas  partes,  para  comunistas  y no  comunistas ...” 

Así  presentado,  el  “Rearme  Moral”  aparece  inmediata- 
mente bastante  seductor  y de  una  tal  naturaleza  como  para 
suscitar  fácilmente  la  simpatía,  inclusive,  tal  vez,  la  adhe- 
sión de  algunos  católicos. 

Sin  embargo,  la  imprecisión  del  contenido  doctrinal  de 
este  movimiento,  en  el  cual  no  resulta  difícil  detectar  a la 
vez  influencias  protestantes,  un  cierto  indiferentismo  reli- 
gioso, una  forma  de  mesianismo  temporal  y sobre  todo  un 
moralismo  sin  raíz,  ha  llevado  a la  jerarquía  católica  a for- 
mular a su  respecto  y en  varias  oportunidades  reservas  y aún 
puestas  en  guardia  que  sin  duda  es  útil  recordar. 

Así,  el  25  de  octubre  de  1947,  Su  Excelencia  Monseñor 
Charriere,  Obispo  de  Lausanne,  Ginebra  y Friburgo,  es  de- 
cir, “Ordinario”  del  lugar  en  donde  se  desarrollan  las  prin- 


\ 


40 


cipales  manifestaciones  del  “Rearme  Moral”,  ha  publicado 
una  larga  declaración,  en  la  que  puede  leerse: 

“El  mundo  actual  sufre  cruelmente  por  las  disensiones 
“ que  destrozan  la  sociedad  en  los  planos  nacional  e interna- 
“ cional.  Y estas  disensiones  tienen  su  fuente  profunda  en 
“ una  insuficiente  rectificación  de  los  espíritus  y de  los  cora- 
“ zones  con  respecto  a Dios. 

“Sin  embargo,  el  «Rearme  Moral»  pretende  encontrar 
“ remedio  a estas  divergencias,  llevando  a los  hombres  a re- 
“ conocer  primero  sus  propias  faltas  antes  de  preocuparse 
“ por  las  de  los  demás. 

“Este  método  traduce  en  los  hechos  uno  de  los  princi- 
“ pios  esenciales  de  la  moral  cristiana.  Él  ha  producido  re- 
“ sultados  excelentes.  Es  así  que  se  ha  visto  a católicos  y 
“ protestantes  buscar  sinceramente  el  medio  de  hacer  conver- 
“ ger  sus  esfuerzos  para  reconstruir  la  unidad  cristiana,  y 
“ aun  a patronos  y obreros  reconciliarse. 

“Sin  embargo,  el  «Rearme  Moral»  suscita,  en  católicos 
“ excelentes,  inquietudes  y reservas.  Ellos  comprenden  la 
“ oportunidad  y aun  la  urgencia  de  una  tal  convergencia  de 
“ buenas  voluntades.  Pero  temen  que  por  exceso  de  preocu- 
“ pación  por  encontrar  imanimidad  no  desemboque  el  Rear- 
“ me  Moral  en  erigir  como  método  completo,  pero  en  sí  in- 
“ suficiente,  o en  mensaje  integral  cristiano,  a un  ideal  de 
“ cristianismo  que  dejará  en  las  sombras  a cuestiones  esen- 
“ cíales  como  la  fe  en  el  misterio  central  de  la  Trinidad,  en 
“ la  Divinidad  de  Cristo,  en  la  Iglesia  fundada  por  Él,  o 
“ en  los  Sacramentos. 

“Hay  allí,  sin  ninguna  duda,  un  escollo  peligroso.  La 
“ búsqueda  y la  puesta  en  evidencia  de  los  valores  comunes 
“ a las  distintas  confesiones  o religiones  es  legítimo.  Pero  ella 
“ no  debe  conducir  a sacrificar  o minimizar  los  valores  no 
“ comunes,  que  son  a menudo  fundamentales. 

“Por  su  naturaleza  — y no  importa  cuán  justas  sean  sus 
“ soluciones  sobre  puntos  secundarios — , el  «Rearme  Moral» 
“ no  podrá  representar  de  una  manera  adecuada  a la  revela- 


41 


“ ción  Divina,  única  capaz  de  salvar  cada  alma  y el  mundo 
“ entero”. 

Por  su  parte,  la  asamblea  de  los  Cardenales  y Arzobis- 
pos franceses  ha  publicado,  en  el  mes  de  marzo  de  1948,  la 
nota  siguiente: 

“D.  No  podrán  frecuentar  las  reuniones  de  «Rearme 
“ Moral»  nada  más  que  católicos  bien  informados  sobre  su 
“ religión  y que  previamente  hayan  pedido  opinión  de  un 
“ sacerdote  suficientemente  informado  de  las  condiciones  re- 
“ queridas  para  que  un  católico  pueda  participar  sin  sufrir 
“ daños. 

“2“.  Los  sacerdotes  y religiosos  — con  mayor  razón  los 
“ seminaristas — no  frecuentarán  el  «Rearme  Moral»  sin  ha- 
“ ber  recibido  autorización  de  sus  Obispos  y de  sus  superio- 
“ res  religiosos.  En  toda  oportunidad  ellos  cuidarán  de  no 
“ dejar  creer  que  su  presencia  en  las  reuniones  de  «Rearme 
“ Moral»  significa  una  aprobación  de  principio  de  la  jerar- 
“ quía  Católica  con  respecto  al  movimiento”. 

Por  último,  el  Santo  Oficio  ha  publicado,  en  1955,  una 
advertencia,  en  la  que  se  dice: 

“El  Santo  Oficio  se  extraña  al  ver  a tantos  católicos,  y 
“ más  aún  a eclesiásticos,  buscar  la  obtención  de  algunos  fi- 
“ nes  morales  y sociales,  loables  en  sí,  en  el  seno  de  un  mo- 
“ vimiento  que  está  lejos  de  poseer  el  patrimonio  de  doctrina 
“ de  vida  espiritual  y de  medios  sobrenaturales  que  es  pro- 
“ pió  de  la  Iglesia  Católica. 

“Se  ha  comprobado  aún,  con  el  mayor  asombro,  la  ma- 
“ ñera  según  la  cual  algunos,  defendiendo  con  entusiasmo  exa- 
“ gerado  los  métodos  y los  medios  propuestos  por  «Rearme 
“Moral»,  parecen  pensar  que  ellos  son  más  eficaces  en  el 
“ seno  de  este  movimiento  que  en  el  seno  de  la  Iglesia  Ca- 
“ tólica  misma. 

“Muchos,  por  otra  parte,  ven  en  «Rearme  Moral»  un 
“ peligro  de  sincretismo  y de  indiferencia  religiosa. 


42 


“Es  por  esta  razón  que  el  Santo  Oficio  repite  las  direc- 
“ tivas  siguientes: 

“1.  No  es  conveniente  que  los  sacerdotes  seculares  y re- 
“ guiares,  y aún  menos  los  religiosos,  participen  en  las  reu- 
“ niones  de  «Rearme  Moral». 

“2.  En  el  caso  en  que  circunstancias  excepcionales  ha- 
“ gan  oportuna  una  tal  participación,  la  autorización  del  San- 
“ to  Oficio  deberá  ser  solicitada  previamente.  Esta  autoriza- 
“ ción  no  será  acordada  sino  a sacerdotes  doctos  y particu- 
“ larmente  advertidos,  especialmente  desde  el  punto  de  vista 
“ doctrinal  y teológico. 

“3.  Por  último,  no  es  conveniente  que  laicos  católicos 
“ acepten  puestos  directivos  en  «Rearme  Moral». 

“ Los  católicos  son  invitados,  en  consecuencia,  a adoptar 
“ una  actitud  reservada  y prudente  con  respecto  a «Rearme 
“Moral»,  que  presenta  riesgos  tanto  más  numerosos  cuanto 
“ más  frágil  y discutible  es  su  armazón  doctrinal”. 


NOTA  COMPLEMENTARIA 

El  “Rearme  Moral”  ha  sido  fundado  el  4 de  junio  de  1938  por 
Franck  Buchman,  antiguo  pastor  luterano,  nacido  en  1878  en  Pensylva- 
nia  (EE.  UU.),  de  una  familia  de  origen  suizo.  . . La  guerra  limitó  las 
actividades  del  R.  M.  a Inglaterra  y a los  Estados  Unidos.  Pero  a par- 
tir de  1945  el  movimiento  se  desarrolló  en  Europa  y estableció  en  Caux- 
Sur-Montreux  (Suiza),  sobre  las  orillas  del  lago  Lemán,  un  centro  in- 
ternacional donde  tienen  lugar  cada  año  las  reuniones  mundiales  del 
“Rearme  Moral”,  que  agrupan  a ministros,  parlamentarios,  jefes  de  in- 
dustrias, jefes  sindicales,  marxistes,  etc. . . . 


43 


FE  DE  ERRATAS 


Llamamos  la  atención  de  nuestros  lectores  acerca  de  un 
error  que  involuntariamente  consigna  nuestro  número  de 
julio  del  corriente  año  en  la  transcripción  del  Syllabus. 

En  efecto,  en  el  apartado  vi,  referente  a los  “Errores  re- 
lativos a la  sociedad  civil  considerada,  sea  en  sí  misma,  sea 
en  sus  relaciones  con  la  Iglesia”,  pág.  40,  proposición  39,  y 
cuyo  texto  es  como  sigue: 

3®)  “Siendo  el  estado  la  fuente  y manantial  de  todos  los 
derechos,  goza  de  un  derecho  «ilimitado»”,  se  transcrihió 
limitado  en  lugar  de  “ilimitado” . 

Por  lo  tanto,  rogamos  a los  lectores  de  Verbo  que  corri- 
jan la  mencionada  edición  en  la  forma  expuesta,  a fin  de 
salvar  el  error  cometido. 


Asimismo  hacemos  constar  que  en  nuestro  número  de 
setiembre,  la  1^  parte  del  artículo  “El  pensamiento  moderno 
setiembre  la  parte  del  artículo  “El  pensamiento  moderno 
y la  Revolución”  aparece  erróneamente  firmado  por  el  Dr. 
Juan  A.  Casaubón,  activo  colaborador  de  Verbo  y antiguo 
amigo  de  esta  publicación. 


44 


CUPON  DE  SUSCRIPCIÓN 


Sr.  Administrador  de  VERBO 
Córdoba  679,  esc.  710. 

Capital 


El  que  suscribe  

domiciliado  en  - - 

tiene  el  agrado  de  remitir  a Ud.  la  cantidad 

de  $ - 


Firma 


Suscripción  a 6 números:  Argentina  $ 70. — %.  Exterior  1. — dólar 
Suscripción  extraordinaria:  $ 500. — %.  o 6 dólares 
Precio  del  ejemplar:  Rep.  Argentina:  $ 12. — 'X.  Exterior  0,20  dólar 

Cheques  y giros  a la  orden  de  LA  CIUDAD  CATOLICA 
Córdoba  679,  esc.  710,  Buenos  Aires,  Argentina 


e 

TARIFA  REDUCIDA 

1=  í 

Concesión  n«  5250 

u “ o 

FRANQUEO  PAGADO 

i o 

Concesión  n^  1217 

Domingo  E.  Taladriz,  San  Juan  3875.  Bs.  As. 


Princeton  Theoloalcal  Seminary  Library 


012 


01458  6996 


Fof  USB  m ’Objííirf  oHI'§ 


í