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Full text of "Verbo de admonicion y de combate"

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Tin   I  IHRARVOFTHE 

IMMRSnVOF 

NORTH  (  AROLINA 

Al  C HAPEL  HILL 


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I:M)()\VKI)BY  THK 

DIALKCI IC  AM)  PHILANTHROPIC 

SOCIKTIES 


M 


UNIVERSITYOFNC  ATCHAPELHILL 


00014491203 


This  book  is  due  at  the  WALTER  R.  DAVIS  LIBRARY  on 

the  last  date  síamped  under  "Date  Due."  If  not  on  hold  it 
may  be  renewed  by  bringing  it  to  the  library. 

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Farm  No.  513, 
Rev    1/84 

TALUWWi  AirriSTKJOS  DE 

"LA  f  RáüCE" 

RlVeHA  y  LIVRAMENTO 


$ 


OBRAS  DE   VARGAS  VILA 


Edición  (le  la  Librería  de  la  Vda  de  Ch.  Bourel  —  París. 


Publicadas. 


Aura  (Novela). 

Lo  Irreparable  (Novela). 

Emma  (Novela). 

Copos  de  Espuma   (Cuentos). 

Flor  del  Fango  (Novela). 


Ibis  (Novela). 

Las  Rosas  de  la  Tarde  (Novela). 

Alba  Roja  (Novelaj. 

Los  Parias  (Novela). 

El  Alma  de  los  Lirios  (Novela). 


Política. 


Historia  de  una  Revolución. 
La  Rciíencración. 
Siluetas  Políticas, 
n.ijo  Vilelio. 


Los  Providenciales. 

Verbo    de   Admonición   y  de 

Combate. 
Los  Divinos  v  los  Humanos. 


Para  Prensa. 


Palabras  de  Arte. 
La  Simiente. 
Orfebre. 


Nínive. 

El  Libro  de  las  Desolaciones. 


En  preparación. 


Cés.'ires  de  la  Decadencia. 
Las  Murallas  Malditas. 


El  Alm;i  de  l;i  Raza, 
Mis  Memorias* 


J.  M.  VARGAS  VILA 


Verbo  nos 

de  Admonición 
y  de  Combate 


Un  sembrador  salió  para  sembrar. 


LIBRERÍA  DE  LA  V-^  DE  GIL  BOURET 

PAUÍS  I  MÉXICO 

•23,  Hue  Visconti,  23  |         li,  Cinco  de  Mayo,  li 

^^''  The  üDrary 

Vr^B  Universíty  of  N£)rfr  Carol 
Chaoel  Hill 


Quedan  asegurados  los  derechos  de  propiedad 
conforme  á  la  ley. 


r: 


Y,  ol   verbo  denunciador  iniítil  fué  en  los 
labios  profélicos... 

Los   pueblos    cayeron    en  la  esclavitud  y 
los  hombres  en  la  demencia... 

Y    de    Babilonia    no    quedaron    sino    los 
sauces  melancólicos  para  llorar  sobre  ella... 


MlOlÜ^ü 


J'eMPORTE    CHEZ   les   MOHTS   MOX    liKVE    SOLITAIRE... 


Miré  hacia  la  cuna  de  la  raza,  y  en  la  cuna  de  la 
raza  no  había  sino  el  polvo  de  la  muerte.,. 

miré  hacia  la  Historia  de  la  raza,  y  la  Historia  de 
la  raza  no  era  sino  un  gran  gesto  heroico  hacia  la 
muertes- 
miré  hacia  el  porvenir  de  la  raza,  y  el  porvenir  de 
la  raza  no  era  sino  una  marcha  desesperada  hacia  la 
decadencia,  hacia  la  desaparición  y  hacia  la  muerte; 

por  todas  parles  la  Muerte,  envolviendo  la  raza 
heroica^  herida  de  espanto  y  caída  en  decrepitud; 

porque  había  sido  una  raza  de  Fe,  pero  no  una 
raza  de  Libertad ; 

la  Fe  es  la  virtud  de  los  rebaños; 

la  Libertad  es  el  alma  de  los  pueblos; 

y  y  la  raza  moría  de  su  alma  rhiustral,  quena  había 
ítnhidn  nmnr  la  Libortad ; 


//,  un  Cristo^  vi'rde  y  pútrido^  miraba  desde  el  pe- 
nasen erepuüeidai\  la  marcha  de  la  raza  esj^eclral 
hacia  ¡a  niurrlr; 

era  su  a})risco  de  él,  que  envenenado  por  sus  pará- 
bolas de  Ilusión,  no  había  sabido  hallar  el  camino 
de  la  Verdad,  de  la  Libertad  y  de  la  Vida;     .     .     . 

•......,. 

y  la  raza  iba  hacia  la  Muerte  ; 

y,  yo  me  alcé  en  el  camino  de  la  raza^  y  dije  mis 
palabras  de  Admonición  y  de  Combate; 

y,  denunciéy  tras  de  los  cerros  lejanos,  el  aluvión 
de  la  conquista,  que  venía  con  un  rumor  sordo  de 
marea; 

y,  mostré  en  el  horizonte  pálido,  abrumado  de  au- 
(jurios,  las  crines  incendiadas  y  los  cascos  de  fuerjo, 
de  la  cuadrifja  devastadora  que  iba  á  asolar  la  tierra  ; 

é,  hice  en  el  silencio  de  la  noche,  escuchar  los  cor- 
celes de  infinitos  Alejandros,  que  piafaban  en  las 
colinas  cercanas,  esperando  el  alba  próxima,  para 
descender  á  la  llanura  y  arrollar  y  vencer  y  destruir 
la  raza  confiada,  indolente  y  presuntuosa,  que  mar- 
rhaba  en  la  esclavitud,  feliz  de  su  ignominia; 


y,  el  alba  trágica,  el  alba  de  la  conquista,  llegó  ; 

y,  los  conquistadores  bajaron  á  la  llanura,  y  caye- 
ron sobre  los  mares  romo  halcones  en  furia,  y  por 
todas  partes  vencieron,  destrozaron  y  despojaron  la 
raza  inerte  y  caduca,  que  en  vano  tendía  al  horizonte 
sus   brazos  desarmados,    llamando  al  Dios   de  sus 


—  Xí   — 
Ipijendns,  mnrrto  hace  sifjlmi,  trafi  el  azul  pñüdo  del 
cielo,  en  su  trono  de  nubes  en  derrota; 

í/,  la  raza  crcijente  y  pueril  cencida  fué ; 

vencida  por  los  pirataSy  en  Santiago  y  en  Manila; 

esclavizada  por  los  mercaderes,  en  Cuba  y  Pwrto 

Rico ; 

abofeteada  por  los  esclavos  blondos  de  un  Mi  la 
bufo,  en  la  Guaira  y  en  Puerto  Cabello; 

mutilada  y  despojada  por  los  mercetiarios  en  Co- 
lón y  en  Panamá; 

así,  vendida  por  sus  amos,  y  mutilada  por  sus  con- 
quistadores, asi  castigada  fué,  la  raza  épica  y  obtusa, 
que  no  cuenta  en  la  Historia  más  rebeldías  que  sus 
perpetuas  rebeldías  contra  la  libertad; 

,j,  los  pueblos  serviles  nada  oyeron  ; 

se  dieron  á  la  esclavitud  con  la  voluptuosidad  de 
una  histeria  deforme; 

cerraron  los  ojos  y  se  dieron  nuevos  amos,  besaron 
el  Cristo  q  la  cadena,  y  se  dejaron  llevar  al  mata- 
dero ; 

y,  cuando  sus  amos  los  vendieron,  ellos  besaron 

las  manos  de  sus  amos; 

?/,  cuando  los  conquistadores  los  mutilaron,  ellos, 
como  inmensos  lagartos  á  quienes  les  cortasen  la 
cola,  continuaron  en  marchar... 

¿hacia  dónde? 


rs  bajo  el  horror  cumplido  de  esas  projecias,  que 
vr  la  luz  este  libro  ; 


—    XII    — 

voces  de  sinceridad  y  vocrs  do  inutilidad,  claman 
en  él ; 

perdidas  fueron  en  la  soledad  de  las  almas,  como 
un  gemido  de  olas  en  la  noche  negra; 

el  grano  cayó  sobre  la  roca  estéril,  y  los  pájaros 
del  abismo  devoraron  la  simiente; 

los  bárbaros  han  vencido; 

y,  los  pueblos  de  rodillas,  los  ven  llegar,  tendiendo 
hacia  ellos  los  cuellos  y  las  manos  en  señal  de  sumi^ 
sión  ; 

nuevos  cesares  escalan  los  Capitolios,  m  el  hizan- 
tinismo  lúgubre  de  la  noche  tropical ; 

nuevas  razas,  se  engendran  en  los  aduares  y  las 
llanuras  de  aquellos  ¡pueblos  vencidos  ; 

el  hálito  de  una  resignación  musulmana  liona  la 
llora  ; 

se  escucha  la  respiración  plácida  de  los  apriscos 
rondidos  que  duermon  en  el  crepúsculo  ; 

y,  yo  de  pie,  sobre  la  roca  batida  por  el  oleaje  de 
veinte  añ<fs  de  ostracismo  voluntario  y  do  invencible 
rebeldía,  continúo  en  denunciar  al  mundo,  la  miseria 
de  los  esclavos:,  la  insolencia  de  los  amos,  la  tristeza 
sin  misericordia  en  que  agonizan  y  desaparecen,  las 
tribus  heteróclitas,  que  el  dospoíismo  doma  y  la  con- 
quista viola,  on  la  América  Latina ; 

para  mi  verbo  anunciador  y  donunciador,  yo  no 
deseo  la  triste  cerlidumbro  maravillosa  que  lo  ha  hecho 
una  REALIDAD  tangible  ; 

me  martiriza  el  dolor  de  mi  visión  hecha  Vida; 

ante  la  realización   terrífica   de  mi  verbo  hecho 


—    XIII     — 

ACTO,  mi  a  1)11(1  sii'nlt'  Id  rslHpcfdcciún  de  una  selva 
eu  duelo; 

(icri\  inquieto  y  vertiginoso,  mi  verbo  lleno  de 
culeras  ij  de  éxtasis^  después  de  haber  anunciado  la 
catástrofe^  se  detiene  asombrado  ante  lo  infinito  de 
mis  SUCHOS,  ij  solloza  ante  la  Verdad,  que  empurpura 
como  un  incendio  el  horizonte... 

vencido  por  la  Verdad  de  mis  palabras,  aparto 
con  horror  las  manos  de  aqjiellas  rosas  de  Victoria, 
que  crecieron  en  el  duelo  y  se  abrieron  en  el  desastre ; 

su  florecimiento  prodigioso  me  tortura; 

¿por  qué  existe  la  Visión? 

¿por  qué  brilla  como  un  sol  en  los  sueños  de 
Vidente? 

¿por  qué  existe  la  Verdad? 

¿por  qué  la  pone  el  Destino  en  los  labios  de  ciertos 
hombres  ? 

¿porqué? 


puesto  que  fxiste  la  Verdad,  digamos  la  Verdad ; 

morir  aplastado  por  ella,  es  mil  veces  más  glorioso 
que  morir  combatiendo  contra  ella; 

sembremos  en  las  almas  la  Verdad; 

g,  si  ella  florece  en  flores  de  anonadamiento  g  de 
desastre; 

¡  bendita  sea  la  flor  de  la  Verdad  ! 

VARGAS  VILA. 

París,  19Ü.J. 


No  deshonremos  con  la  bajeza  el  duelo  de  la 
libertad  ; 

si  no  podemos  salvarla,  permanezcamos  dignos 
de  servirla ; 

sepamos  llevar  con  majestad  el  duelo  del  dere- 
cho asesinado ; 

no  coronemos  con  las  flores  del  Silencio  la  frente 
del  delito  vencedor; 

en  esta  apostasía  colectiva  de  los  pueblos  contra 
la  libertad; 

en  el  espanto  doloroso  de  las  sociedades  venci- 
das ; 

en  el  derrumbamiento  de  tantas  cosas  sagradas 
que  parecían  eternas,  pongámonos  de  pie,  acari- 
ciando las  imágenes  que  surgen  de  esas  ruinas  al 
lado  de  las  cosas  inmutables,  y  vueltos  los  ojos  ú 
las  tormentas  futuras,  agitemos  en  las  tinieblas  la 
llama  que  no  se  extingue,  y  arrojemos  el  Yerbo  de 


—    \VI    — 

la  Esperanza  á  la  tierra  que  gime  bajo  los  escom- 
bros... 

una  marea  angustiosa,  una  marea  de  infamia, 
sube  con  silencios  de  muerte  al  horizonte; 

grandes  cimas  han  desaparecido  ya,  y  las  que 
quedan  de  pie,  tiemblan  bajo  el  crepúsculo; 

las  últimas  cumbres  melancólicas,  se  ven  aún 
perfilarse  en  agonía,  bajo  la  tristeza  infinita  de  los 
cielos ; 

todo  desaparece,  todo  se  hunde,  en  la  bruma 
siniestra  del  naufragio ; 

y,  el  sol  del  vencimiento,  alumbra  con  palideces 
vesperales,  esa  decoración  de  catástrofe ; 

un  huracán  de  devastación,  pasa  por  sobre  los 
campos  del  Ideal,  talados  por  hoces  invisibles,  y 
lleva  los  hombres  y  los  hechos  en  un  turbión  de 
ráfaga  otoñal,  hacia  abismos  muy  hondos,  muy  re- 
motos... 

es  la  hora  del  espanto  indescifrable  ; 

y,  es  necesario  hablar  al  horror  de  esa  hora,  en 
ese  limbo  de  miseria,  donde  grita  el  desastre;  

el  oprobio  vence,  y  es  necesario  luchar  contra  el 
oprobio; 

si  los  dioses  y  los  hombres  decretan  el  silencio  y 
la  quietud,  es  necesario  removerse  aún  en  el  fondo 
del  sepulcro,  rebeldes  á  los  hombres  y  á  los  dioses; 

es  bello  el  gesto  del  vencido,  que  abofetea  á  dos 
manos  la  Victoria; 

la  Victoria  no  es  la  Gloria; 


—    XVII    — 

el  Crimen  vencedor,  es  siempre  :  el  Crimen ; 

el  Triunfo,  no  transfigura,  el  Monstruo; 

no  se  está  definitivamente  vencido,  sino  cuando 
se  acepta  cobardemente  la  derrota ; 

alcémonos  contra  el  Crimen; 

combatamos  contra  él; 

y  si  los  dioses  están  del  lado  del  Crimen,  comba- 
tamos también  contra  los  dioses;    

tal  es  el  deber  de  la  hora  actual ; 

resucitar  en  plena  derrota  un  pasado  de  victo- 
rias ; 

contar  en  la  esterilidad  vergonzosa  de  este  ins- 
tante de  oprobio,  la  fecundidad  prodigiosa  de  las 
virtudes  antiguas; 

revivir  en  la  declinación  rápida  de  la  raza,  el 
culto  de  las  grandezas  extintas  y  de  las  glorias 
olvidadas; 

atizar  la  hoguera  de  la  ilusión,  en  las  negras 
horas  de  la  desesperanza  ; 

fabricar  con  el  prodigio  del  Verbo,  el  edificio 
del  porvenir,  sobre  los  campos  de  la  devastación 
y  de  la  ruina; 

gritar  la  vitalidad  indestructible  de  las  ideas,  en 
el  momento  de  las  derrotas  definitivas  ; 

cantar  las  epopeyas  del  derecíio  salvador,  ante 
la  lanza  brutal  del  hecho  violador  ; 

hacer  del  polvo  de  los  vencimientos  inmerecidos, 
la  columna  de  fuego  que  conduzca  las  nuevas  gene- 
raciones á  los  heroicos  triunfos  presentidos; 


—    XVIII    — 

marcar  rumbos  al  espíritu  nuevo,  sobre  ese 
mismo  terreno  removido  por  las  catástrofes  re- 
cientes ; 

prender  con  las  últimas  tablas  del  naufragio, 
una  hoguera  en  la  playa  desierta,  bajo  la  noche 
impenetrable,  para  orientar  á  los  que  van  aún  per- 
didos, en  el  horror  de  la  tormenta  cercana; 

no  dejar  lugar  al  desaliento,  á  la  inercia,  á  la 
desesperanza... 

gritar  á  todos  los  tiempos  y  en  todas  las  horas, 
que  la  libertad  es  intangible  y  la  América  es  indi- 
visible ; 

que  si  somos  ingobernables,  somos  también  in- 
conquistables ; 

que  preferimos  morir  en  el  desorden,  á  perecer 
en  la  conquista ; 

resistir  la  Opresión  y  la  Invasión; 

denunciar  los  despotismos  que  nos  deshonran 
y  los  protectorados  que  nos  asechan; 

romper  los  sables  que  nos  asesinan  dentro,  y  no 
temblar  ante  los  cañones  que  nos  amenazan  fuera; 

ser  los  sagitarios  terribles,  con  el  arco  tendido 
siempre,  denunciando  el  vuelo  de  las  águilas 
siniestras ; 

despertar  el  alma  de  la  raza  amenazada  ; 

proclamar  la  Unión,  como  único  remedio  á  la 
Invasión ; 

unirnos  para  combatir,  si  escrito  está  que  com- 
batamos, y  abrazarnos  para  morir,  si  decretado 
esta  que  desaparezcamos ; 


—  \I\  — 

pero,  morir  de  pie,  morir  como  un  pueblo  y  no 
como  un  rebaño  :  morir  matando; 

nos  agitamos  entre  la  conquista  pacífica  y  la 
conquista  bélica,  entre  la  absorción  y  la  agresión  ; 
entre  los  que  quieren  fundirnos  y  los  que  quieren 
hundirnos; 

lodo  tiende  á  nuestra  desaparición  ; 

negarlo,  es  añadir  la  maldad  á  la  ceguedad; 

silenciarlo,  es  añadir  la  impotencia  a  la  incon- 
ciencia; 

decir  lo  contrario  es  añadir  la  imbecilidad  á  la 
debilidad  ; 

es  el  derecho  de  los  ciegos,  negar  la  luz,  y  es 
acaso  su  consuelo ; 

el  derecho  de  conquista  y  el  de  las  nacionali- 
dades se  disputan  el  mundo  ; 

esa  lucha  es  nuestro  peligro,  y  puede  ser  ¡  ay ! 
nuestra  muerte ; 

¡es  tiempo  de  revivir  la  nacionalidad! 

es  hora  de  reaccionar  contra  la  debilidad; 

las  tiranías  han  educado  nuestros  pueblos  para 
el  yugo ; 

la  Tiranía  precede  á  la  Conquista; 

el  Despotismo  es  el  heraldo  de  la  Invasión ; 

los  dictadores  han  abierto  el  campo  á  los  inva- 
sores ; 

ellos,  haciendo  perder  á  los  pueblos  el  sentido 
de  la  libertad,  mataron  en  los  corazones  el  senti- 
miento de  la  independencia ; 

pueblo  esclavo,  pueblo  apto  á  la  conquista  ; 


—  \\  — 

los  dictadores  llaman  á  los  conquistadores ; 

ellos  atraen  las  águilas  terribles  ; 

reaccionar  contra  su  dominación,  es  reaccionar 
contra  la  invasión ; 

defender  la  Libertad,  para  conservar  la  Nacio- 
nalidad ; 

combatir  por  la  Libertad  de  los  pueblos,  para 
defender  la  independencia  de  América ; 

combatir  por  la  Libertad,  no  es  ser  libre,  pero 
es  mostrarse  digno  de  serlo; 

tal  es  el  destino  de  los  pueblos  heroicos  ; 

pactar  con  el  Despotismo  es  la  agonía  de  un 
pueblo ; 

pactar  con  la  Conquista  es  su  muerte ; 

denunciarlos  ambos  es  el  deber  del  hombre 
libre  ; 

el  deber  no  se  discute  :  se  cumple. 


VERBO  DE  ADMONICIÓN 

Y  DE  COMBATE 


el  Verbo  es  Vida... 


La  amarga  desesperanza,  que  los  problemas  in- 
solutos de  la  política  tormentosa  y  servil  de  nues- 
tros pueblos,  deja  en  las  almas  apasionadas  y  al- 
tivas ; 

la  tristeza  insondable,  que  la  crueldad  de  la  vida 
arroja  sobre  los  espírifus  luchadores,  que  han  visto 
sus  quimeras  de  libertad  plegarse  en  el  crepúsculo 
de  sus  sueños,  como  estandartes  heroicos,  des- 
garrados, que  desaparecen  sin  rendirse,  dejando 
solitaria  el  asta  en  que  llamearon; 

el  espanto  que  el  bramido  bestial  de  la  multitud 
estulta,  causa  en  el  sagrado  pudor  de  las  ideas  ; 

el  asombro  probado  ante  el  contacto  de  la  vileza 
humana,  que  hace  diluir  en  desprecio  las  cimas 
rispidas  de  la  más  alta  ambición  ; 


22  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

el  asco  que  inspira  la  lucha  inevitable  con  la 
Envidia  anafrodita,  inconsolable  y  soberbia  ante 
la  fecundidad  prodigiosa  del  Genio; 

la  desilusión  colérica  de  quien  ha  creído  en  el 
apostolado  de  la  palabra,  en  el  sacerdocio  del  pen- 
samiento, y  ve  de  súbito  la  Histrionía  tribunicia 
profanando  la  cátedra,  y  el  ara  y  el  santuario  man- 
cillados ; 

el  desencanto  de  las  almas  que  han  visto  la 
esterilidad  de  su  vida,  la  inanidad  de  sus  sacrificios, 
la  torpeza  de  su  adhesión  al  culto  de  ideales  piso- 
teados por  la  multitud  irresponsable  y  trágica  —  á 
un  mismo  tiempo  augusta  y  vil  —  y  que  han  sor- 
prendido en  la  faz  de  ese  monstruo,  poliforme  y  ru- 
moroso, la  expresión  de  desdén  estúpido  que  le 
inspiran  los  hombres  superiores,  porque  ella  no 
ama  sino  la  mediocridad  sumisa,  que  mira  y  no 
fascina,  lame  y  no  muerde,  gime  y  no  ruge,  aca- 
ricia y  no  desgarra...  ¡Tiene  miedo  á  la  zarpa  del 
león! 

el  desaliento  invasor,  la  suprema  desconfianza, 
que  caen  sobre  el  ánimo  ala  interrogación  del  por- 
venir, de  la  Quimera  formidable,  que  se  esboza  en 
el  fondo  del  Misterio  ; 

la  resignación  al  vencimiento,  la  nostalgia  del 
ideal,  todo  eso  que  sume  al  alma  en  una  quietud 
augusta  y  cineraria,  y  la  envuelve  en  un  halo  me- 
lancólico de  tristeza  infinita,  como  la  de  las  naves  y 


Y    DE    CdMHATl-:  23 

los  soles  que  se  pierden  en  las  lontananzas  maravi- 
llosas de  los  horizontes  marinos  ; 

todo  eso  arroja  el  alma  asombrada  y  vencida,  en 
el  reino  inmutable  del  Silencio  !... 

pero,  el  Silencio,  no  es  la  Vida ; 

el  Silencio,  es  el  sello  de  la  Muerte  ; 

la  Muerte,  no  combate  ; 

Sillo  la  palabra  siembra  la  Vida  ; 

ella  crea,  ella  vivifica  y  ella  salva  ; 

el  Verbo,  es  Vida ; 

he  ahí  por  qué  callar  es  un  oprobio; 

las  esterilidades  del  Silencio,  asfixian  ;'i  aquel  que 
vive  en  ellas ; 

el  Silencio,  no  reina  sino  sobre  la  Muerte  y  la  De- 
solaci(m...  Es  el  sol  de  Pompeya  y  de  Herculano ; 
la  brisa  que  agita  las  olas  bituminosas  del  Mar 
Muerto  ; 

es  á  causa  del  Silencio,  que  muere  nuestro  cora- 
zón, y  que  los  pueblos  mueren  ; 

es  ;i  la  sombra  del  Silencio,  que  prospera  el  Mal ; 

el  Verbo,  es  germen  y  el  alma  humana  es  surco 
abierto  ante  nosotros ; 

Sembremos  en  él  el  germen  de  la  Verdad  y  de  la 
Vida; 

el  sembrador  tiene  el  deber  de  la  simiente ; 

sembrador  que  devora  el  grano  y  no  lo  siembra, 
mutila  la  humanidad  y  defrauda  la  herencia  de  los 
hombres  : 


±i  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

la  maravilla  de  la  palabra  es  hecha  como  las  au- 
roras de  los  cielos,  para  esplender  sobre  la  Vida; 

la  Tiranía  se  llama  Silencio  ; 

la  Libertad  se  llama  Verbo  ; 

el  Verbo  es  el  rayo  de  I>ivinidad  que  brota  de  los 
labios  del  hombre  para  herir  la  Iniquidad ; 

el  Verbo  es  el  águila  triunfal,  que  lleva  la  tem- 
pestad bajo  las  alas  y  desflora  y  rompe  con  su 
vuelo  todas  las  soledades  del  Silencio ; 

i  dejémosla  volar !... 

las  cimas  y  los  valles  especiantes,  escuchan  ab- 
sortos la  música  lejana  de  ese  vuelo  ;... 

j  Paso  a  las  águilas  del  Verbo  ! 


es  la  hora  del  Sembrador... 


Hay  una  palabra  que  condensa  la  Vida,  y  la  llena 
toda  :  el  Deber. 

y  hay  para  el  hombre  de  pensamiento,  á  quien 
las  multitudes  están  habituadas  á  escuchar,  una 
forma  ineludible  de  ese  deber  ;  la  de  hablar  alto  y 
sin  miedo  en  las  horas  trágicas  de  la  Historia ; 

la  Musa  divulgatriz  de  la  Verdad,  debe  poseer  su 
espíritu,  atormentado  por  la  adivinación  del  peli- 
gro, inspirado  por  los  dioses  del  prodigio,  por  la 
visión  anunciatriz  de  la  catástrofe  y  debe  fulgurar 
en  sus  labios  proféticos  y  aletear  en  sus  frases  in- 
cendiadas; 

su  palabra,  dominadora  y  sugestiva,  como  una 
admonición  y  un  sortilegio,  debe  pasar  como  una 
oriflama  conquistadora  por  sobre  las  almas  atentas 
y  sorprendidas,  mudas  en  esa  hora  de  su  revela- 
ción ; 

su  frase,  incitativa  como  una  caricia,  magnífica 
como  un  crepúsculo,  luminosa  como  un  sol,  debe 


26  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

vibrar  sobre  las  multitudes,  con  el  sonido  augusta 
y  grave,  de  una  lira  dórica,  pulsada  por  la  mano  de 
un  Profeta; 

como  una  rosa  de  oro  y  púrpura,  la  palabra  reve- 
ladora debe  brotar  de  sus  labios  prodigiosos  ; 

como  de  un  cornucopio  mágico,  toda  la  flora  de 
la  Elocuencia,  todos  los  frutos  de  la  Belleza  y  de  la 
Verdad,  deben  fluir  de  su  boca  reveladora,  hecha 
augusta,  por  la  majestad  del  Verbo  anunciador  ; 

y,  su  grito  anútebo,  debe  sonar  como  una  diana, 
en  la  calma  somnolienta  de  los  pueblos  ; 

y,  debe  ofrecer  la  linfa  inagotable  de  la  Espe- 
ranza, al  labio  sitibundo  de  la  Multitud,  ardiente  y 
pueril,  exhausta  de  ideales  ; 

y,  debe,  como  la  figura  del  Cristo  mitológico, 
proyectar  la  fiera  mansedumbre  de  su  virtud  es- 
quiva, sobre  las  ondas  en  furia  del  incalmable  mar 
humano,  misterioso;.. 

la  caricia  brutal  de  su  palabra  denunciadora, 
debe  pasar  por  sobre  la  multitud,  como  una  ala  de 
fuego,  y  debe  aplicar  el  beso  sangriento  de  sus  la- 
bios vengadores,  sobre  la  máscara  deforme  del 
grande  Enigma  de  Inconstancia  y  de  Dolor  :  la 
Muchedumbre ; 

y,  su  Verbo,  embriagador  y  despótico,  capcioso 
como  un  licor,  vibrante  como  un  Epinicio,  debe 
sacudir  la  cabeza  de  esa  Multitud,  —  fiera  dormida 
—  y  despertar  en  ella  toda  la  brutalidad  de  sus 


Y    DE   COMBATE  27 

pasiones  atávicas,  pasiones  heroicas,  salvadoras  en 
la  hora  del  peligro ; 

y,  ii  su  acento,  los  pueblos  deben  sentir  la  vibra- 
ción sonora  de  una  heroicidad  ancestral  vibrar  en 
ellos,  la  levadura  épica  de  generaciones  guerreras 
hervir  en  su  sangre,  el  grito  sonoro  del  combate 
subirles  á  la  garganta,  como  una  marea  de  grandes 
olas  bélicas,  mientras  la  Visión  de  púrpura  y  de 
luz,  la  radiosa  visi(m  de  la  Victoria,  les  arde  las  pu- 
pilas como  un  deslumbramiento; 

tal  es  el  deber  del  hombre  de  pensamiento,  en  la 
hora  que  precede  á  la  conquista  ; 

y,  los  lustros  son  horas  en  la  vida  de  los  pue- 
blos; 

y,  la  hora  de  la  conquista  va  ;l  sonar  para  la  Amé- 
rica ; 

¡la  hora  fatal !... 


...  Porque  el  momento  es  doloroso  y  solemne ; 

porque  la  caricia  pérfida  viene  del  Norte,  fría 
como  el  ala  de  un  halcón  de  la  (iroenlandia,  disi- 
mulada y  brutal,  como  la  garra  de  un  oso  polar; 

porque  los  hijos  de  Jacob  llaman  á  su  hermano 
y  le  hacen  señas  á  orillas  de  la  cisterna,  desde  la 
puerta  de  la  tienda  del  mercader  egipcio  ; 

porque  José,  candido,  va  hacia  ellos,  y  vendido 
será  y  hecho  esclavo,  y  en  esclavitud  morirá,  por- 


28  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

que  la  ciencia  de  los  sueños  ha  acabado  y  las  ser- 
pientes del  Mago  no  se  retiran  ya  al  conjuro  ado- 
lescente ; 

porque  el  lobo  del  Septentrión  ríe  á  los  corderos 
del  Sud ; 

porque  las  palomas  acuden  al  grito  del  milano  ; 

porque  es  la  hora  crepuscular  vecina  de  la 
Noche  ; 

porque  la  vida  sería  vil  si  el  culto  del  deber  no  la 
llenara  ; 

porque  del  deber  lo  sublime  es  el  dolor  ; 

porque  el  deber  no  sabe  del  Éxito  ; 

porque  ha  llegado  la  hora  del  deber,  la  hora  de 
la  palabra  admonitriz ; 

por  eso  sale  del  Silencio  la  palabra  ; 

sale  del  Silencio  y  va  hacia  el  Tumulto ; 

es  la  hora  del  crepúsculo  sobre  los  cielos  y  de  la 
conquista  sobre  la  tierra; 

la  hora  en  que  los  pueblos  dormidos  van  á  ser 
encadenados ; 

es  la  hora  del  grito  en  las  conciencias ; 

es  la  hora  de  arrojar  sobre  los  corazones,  la  se- 
milla de  la  Rebelión,  del  Heroísmo  y  de  la  Gloria ; 

es  la  hora  del  sembrador. 


la  hora  fatal... 


¡  Todo  parece  inclinarse  bajo  el  ala  formidable  ! 

la  cerrazón  del  horizonte  aumenta  el  pavor  de  la 
hora  trágica; 

¡bajo  el  cielo  lívido,  el  pájaro  sangriento  ! 

el  águila  imperial  señorea  sola,  omnipotente  en 
el  espacio  desolado...  Sus  alas  ocultan  el  sol  de  la 
Justicia; 

y,  el  mundo  tiembla,  bajo  las  garras  del  ave  car- 
nicera; 

no  recuerda  la  mente  de  la  Historia,  otro  mo- 
mento de  pavor  igual ; 

el  águila  del  Lacio  cubrió  con  sus  alas  toda  la 
extensión  del  mundo  conocido,  pero,  perseguida 
fué  por  los  halcones  furiosos  de  Cartago,  por  los 
cernícalos  de  Tartaria,  por  los  pájaros  negros  del 
desierto,  que  en  nubes  tumultuosas,  eclipsaron  un 
día  el  sol  de  la  Victoria  ; 

y,  herida  fué  y  desplomada  cayó  de  lo  más  alto 
de  los  cielos,  y  la  tierra  bebió  su  sangre  y  se  clava- 


30  VERBO    DE    ADMOMCTÓN 

ron  bajo  sus  alas  todas  las  flechas  de  la  derrota, 
todas,  hasta  la  flecha  del  Partho  fugitivo  ; 

el  águila  anuncialriz  de  las  legiones  dominó  el 
mundo,  pero  dejó  un  reguero  de  sus  plumas  del 
Ponto  al  Eufrates  y  de  Sarmacia  al  Ebro ; 

y,  ¡  asustada  tembló  un  día  !  Tembló  ante  el  hijo 
de  Amílcar  Barca ; 

tembló  ante  la  mirada  del  Cíclope ; 

aquel  ojo  formidable  brillaba  como  un  sol  de 
sangre,  al  día  siguiente  de  Gannes  ; 

y,  el  águila  del  Sena,  también  cubrió  con  la  som- 
bra de  sus  alas  el  mundo  sometido,  y  su  vuelo  de 
simoun  dispersó  ejércitos  y  aventó  pueblos,  como 
arenas  del  desierto  ; 

y,  con  el  sol,  que  la  Gloria  hizo  para  ella  la 
mañana  de  Austerlitz,  vio  huir  despavoridos,  ante 
el  fulgor  de  su  pupila  roja,  las  águilas  de  Federico 
y  las  de  Habsbourg  y  la  nube  de  aguiluchos  emble- 
máticos de  la  heráldica  sajona,  con  gritos  de  pavor, 
exangües,  desplumados,  como  una  bandada  de  ga- 
viotas fugitivas;... 

pero,  vencida  fué  á  su  turno,  y  acosada  y  herida 
en  Badajoz,  y  chamuscadas  en  Zaragoza  las  plumas 
ensangrentadas,  y  expulsada  por  el  incendio  de  las 
torres  y  minaretes  de  Mosco  w,  y  azotada  por  la 
nieve  en  Beresina,  y  rotas  las  alas  en  Waterloo,  y 
arrojada  por  la  tempestad  en  un  peñón  abrupto, 
para  morir  allí,  nostálgica  y  bravia,  entre  la  incle- 


Y    DE    COMBATE  31 

niencia  del  cielo  y  la  del  mar,  y  la  colera  impla- 
cable, la  salvaje  fiereza  de  un  pueblo  sin  piedad  ; 

¡  hoy,  no  hay  contrario  para  el  águila  sajona  I 

los  corceles  alados  de  la  conquista,  llevan  por 
todo  el  Orbe  conocido  su  cuadriga  incendiada  ; 

y,  en  este  apocalipsis  del  Derecho,  parece  que 
Arcángeles  monstruosos,  vuelta  la  faz  á  los  cuatro 
puntos  del  horizonte,  anunciaran  en  sus  trompetas, 
la  ruina  total  de  los  débiles  y  el  triunfo  definitivo 
de  la  fuerza ; 

las  hordas  adventicias  delpillaje  llenan  el  mundo, 
y  los  perros  que  lamieron  la  sangre  de  Jetzabel, 
aullan  en  la  sombra,  cerca  al  cadáver  insepulto  de 
pueblos  despedazados ; 

la  nave  de  la  Equidad  humana  ha  hecho  nau- 
fragio ; 

arrojada  fué  sobre  los  arrecifes  de  la  barbarie, 
como  la  galera  de  Cleopatra  sobre  las  costas  de  la 
Táurida ; 

el  siglo  XIX,  reclinó  en  el  seno  de  las  edades 
muertas  su  frente  cargada  de  desastres,  y  murió 
en  un  estremecimiento  de  horror,  en  la  derrota  de- 
finitiva de  todos  sus  ideales; 

el  sol  del  nuevo  siglo  se  alza  sobre  un  horizonte 
cárdeno,  mientras  el  rumor  de  pueblos  esclavos  ó 
vencidos,  llena  el  espacio,  semejante  al  grito  de  los 
seis  mil  samnitas  degollados  en  el  Circo  ; 

y,  el  templo  de  Marte,  con  sus  puertas  abiertas 


32  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

sobre  la  colina  sangrienta,  destina  sus  altares  a 

nuevos  sacrificios; 

¡  es  la  hora  de  la  sangre,  la  hora  roja  I 
¡  la  hora  del  Terror  y  la  Conquista  !... 


y  el  leopardo  y  las  águilas  devoran.. 


El  Oriente  es  la  tierra  del  prodigio; 

en  el  seno  de  sus  selvas,  como  en  el  de  la  hembra 
de  la  Biblia,  se  libra  el  duelo  formidable  ; 

y  el  fuerte  vence  al  justo ; 

el  Archipiélago  malayo  es  como  el  vientre  de 
Livia,  el  lugar  de  la  tragedia ; 

allí,  toda  una  nacionalidad,  toda  una  raza  está 
próxima  á  desaparecer  bajo  el  aluvión  de  la  con- 
quista; 

las  hordas  de  los  bárbaros  del  Norte,  asuelan, 
asesinan,  roban  los  hogares  de  un  pueblo  entero, 
que  sucumbe  bajo  el  número,  bajo  las  turbas 
ebrias  de  los  voluntarios  blancos  y  de  los  negros 
semisalvajes  de  la  República  Modelo;.... 

el  silencio  del  horror  cerca  el  Archipiélago  incen- 
diado, donde  en  nombre  de  la  Civilización,  un 
pueblo  ebrio  de  avaricia,  como  si  hubiese  visto 
abrirse  ante  él,  el  tonel  que  hizo  locos  los  centau- 
ros, eclipsa  la  crueldad  de  los  tártaros  y  el  horror 

3 


34  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

de  las  conquistas  asirías,  y  sembrando  la  desola- 
ción y  la  muerte,  va  como  los  godos  del  Fonto 
Euxino,  resuelto  á  tener  la  soledad  por  único  testigo 
de  su  victoria ;.... 

Y,  ¿Cuba? 

¡  agoniza  entre  las  garras  del  águila  también  ! 

allí  no  hay  un  pueblo  sino  una  sombra; 

desde  que  la  independencia  falta  á  un  pueblo,  se 
hace  en  el  mapa  un  vacío; 

aquel  hueco  sombrío,  allí  donde  se  hunde  la 
Grande  Antilla,  atrae  nuestros  ojos  con  la  fascina- 
ción pavorosa  del  abismo; 

Cuba  es  como  el  vaso  roto,  que  arroja  el  Profeta, 
en  el  camino  de  los  pueblos  de  la  América; 

es  el  hierro  clavado  en  la  entraña  ; 

sus  llagas  son  nuestras  llagas,  sus  dolores  son 
nuestros  dolores,  y  su  hundimiento  marcará  el 
principio  de  nuestra  desaparición  ; 

Cuba,  no  puede  acabar  de  renacer  ó  de  morir ^  sin 
que  nosotros  todos,  nos  sintamos  vivir  de  su  vida  ó 
morir  de  su  muerte; 

no  puede  ser  extraña  á  pueblos  débiles,  la  des- 
aparición total  de  un  pueblo  hermano,  los  funerales 
de  una  nacionalidad,  desaparecida  en  medio  á  los 
festines  de  la  fuerza; 

i  Oh,  Polonia  del  trópico  !  ¡  Oh  Marti ! 

¡  Inanidad  de  un  sueño  generoso ! . . . . 


Y    DE    COMBATE  35 


el  África  es  la  tierra  del  Misterio; 
es  la  Esfinge,  en  cuyo  labio  calcáreo  duerme  el 
pavor  de  la  palabra  trágica; 
la  virgen  negra,  la  virgen  tenebrosa,  tiende  sus 
.   labios  de  fuego  al  conquistador  sajón,  y  sobre  su 
seno  de  Isis,  insaciable  y  mortal,  caen  los  hijos  de 
^  Albión,  cuyas  cabelleras  blondas,  fingen  rayos  de 
sol  en  una  urna  de  basalto; 
y  el  suelo  austral  se  hace  rojo  de  sangre  humana  ; 
y  el  grito  que  ensordeció  á  Caín,  entre  el  ramaje 
de  la  fronda  edénica,  no  suena  ya  sobre  la  selva 
africana  ; 
ya  el  fratricidio  no  conmueve  á  Dios ; 
ya  la  sangre  de  Abel  no  clama  á  la  Justicia; 
el  Mal  es  omnipotente  y  el  Crimen  es  sagrado;... 

y,  el  leopardo  devora  repúblicas  en  ílor  ; 

y,  pueblos  libres  expiran  bajo  la  garra  potente  ; 

y  ante  ese  espectáculo  de  horror  la  Europa  calla 
ó  aplaude,  cómplice  ó  cobarde  ; 

y  el  Gobierno  republicano,  de  Washington,  cele- 
bra el  hundimiento  de  la  República  en  Pretoria. 

y,  Alemania  golpea  con  el  martillo  de  Thor,  en 
las  puertas  de  Windsor  ; 

y,  el  mundo  es  un  festín  de  razas ; 

Ghamberlain,  anuncia  al  mundo  la  liga  anglo- 
sajona ; 


3G  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

Inglaterra,  Alemania  y  los  Estados  Unidos,  sue- 
ñan la  grande  hegemonía  de  su  raza,  que  se  cree 
destinada  al  dominio  del  mundo,  en  virtud  del  De- 
recho Divino  de  la  Fuerza; 

Salisbury,  ha  dado  la  palabra  de  orden  de  la  liga 
formidable  :  los  fuertes  serán  siempre  los  fuertes^  y 
los  débiles  están  llamados  á  desaparecer ; 

y,  en  virtud  de  este  aforismo  monstruoso,  que 
como  los  cascos  del  caballo  de  Atila,  pasa  extin- 
guiendo el  germen  del  derecho,  en  las  llanuras 
sombrías,  asoladas  por  la  guerra,  va  la  raza  visiona- 
ria, la  tremenda  usurpadora,  como  una  pantera 
hambrienta,  ora  en  las  selvas  malayas,  cazando 
hombres  amarillos,  ora  en  el  África  Austral,  asal- 
tando y  destruyendo  los  hogares  de  un  pueblo  puro 
y  heroico,  religioso  y  bravio  ; 

es  verdad  que  los  filipinos  hacen  morder  el  polvo 
á  los  aventureros  de  la  América  y  que  la  derrota  ha 
llenado  de  tristeza  y  de  oprobio,  las  legiones  orgu- 
llosas  de  Su  Majestad  Británica,  ¡ay!  pero,  todo 
eso  no  es  sino  un  miraje  del  Destino,  perspectivas 
del  Deseo,  en  el  brumoso  país  de  la  Quimera; 

la  victoria  es  voluble  y  es  esquiva,  la  fuerza 
es  permanente  y  es  tenaz ; 

y  el  triunfo  definitivo  será  de  ella;... 

y,  ante  este  huracán  de  conquistas,  que  por  todas 
partes  avienta  pueblos  y  razas,  y  barre  los  débiles, 
como  ramas  secas  de  una  selva,  ¿qué  hacen  éstos? 


Y    DE    Cü.MliAii;  37 

¿qué  hace  la  América  Latina,  que  después  del 
Celeste  Imperio,  será  la  presa  codiciada  por  la  Am- 
bición para  el  desmembramiento  y  la  conquista? 

la  América,  sueña  y  calla ; 

cuando  se  habla  de  conquista,  sus  hombres  dn 
Estado  ríen... 

eso  los  libra  del  trabajo  de  pensar ; 

cada  vez  que  un  grito  de  angustia,  una  alerta 
cualquiera,  llega  a  sus  oídos,  ellos  ríen.... 

y,  una  prensa  mediocre  y.  venal  les  hace  coro  ; 

y,  es  una  carcajada  homérica; 

y,  los  Sumos  Pontífices  de  la  Histrionía,  ríen  de 
la  Conquista  ; 

y,  sienten  que  las  uñas  de  la  zarpa  se  clavan  en 
el  corazíjn  del  Continente,  y  ríen,  ríen,  y  ríen  ;.... 

ese  idiotismo  amable  y  bufo,  es  la  única  coraza 
puesta  sobre  el  corazón  de  América  ; 

y,  ven  que  los  alemanes  poseen  casi  todo  el  Bra- 
sil, que  los  ingleses  velan  la  hora  de  llegar  al  Ori- 
noco, que  los  yankees  han  tomado  á  Puerto  Rico, 
y  nuestros  hombres  de  Eslado,  ríen,  ríen... 

¡oh,  hilaridad  sagrada  y  bestial! 

la  prensa  seria  se  ocupa  por  intervalos  de  este 
problema,  pero  una  prensa  tumultuosa  y  pueril, 
ahoga  la  voz  del  patriotismo,  con  sus  gritos  de  se- 
rrallo y  con  sus  muecas  de  clown  ; 

se  tiene  miedo,  un  miedo  cerval,  de  mirar  al  pur- 
venir: 


38  ^fERBO    DE   ADMONICIÓN 


¥1' 


el  Carpe  diem,  de  Horacio,  parece  ser  la  divisa 
de  los  gobiernos  y  de  los  pueblos ; 

los  grandes  pensamientos  y  los  grandes  hombres 
han  desaparecido; 

nadie  protesta,  nadie  se  mueve,  nadie  avanza 
contra  la  Conquista ; 

los  pueblos,  inermes  y  desamparados  mueren 
solos ; 

y  el  pensamiento  avanza.... 

en  Cuba,  hay  un  partido  anexionista  potente, 
una  turba  descastada,  en  busca  de  nuevo  Amo  ; 

Cuba  es  tierra  y  conquista  de  los  yankees; 

vixit,  podría  escribir  la  Historia,  como  epitafio  a 
la  independencia  de  aquel  pueblo; 

un  patriotismo,  escaso  y  glorioso,  vela  aún  ; 

la  juventud  y  el  pueblo,  sueñan  con  la  defensa 
de  la  patria,  y  como  el  león  de  mármol  de  Lucerna, 
cubren  con  el  pecho  y  con  las  manos,  el  escudo 
paterno  amenazado; 

pero,  aventados  serán,  y  devorados,  y  hechos 
polvo  ; 

la  conquista  implacable  no  perdona ;     .     .     .     . 

en  tanto,  las  voces  de  unión  y  de  Concordia,  las 
llamadas  á  la  raza  y  a  la  vida,  se  pierden  en  la 
obscura  lejanía  del  horizonte,  en  la  inmutable  apa- 
tía de  unos  pueblos  y  la  vocinglería  fratricida  de 
los  otros : 


V    di:    (;OMlJATE|f     *  'iO 

y  mienlríis  ellos  duermen  en  una  inctiferencia 
culpable,  i»  se  desangran  en  una  lid  homicida,  la 
invasión  avanza  :  la  invasión  rubia  y  astuta,  el  tu- 
desco y  el  normando  ; 

y,  en  su  bandera  estrellada  y  en  las  alas  de  suB 
águilas,  lleva  escrito  el  lema  formidable,  la  senten- 
cia de  muerte  de  una  raza  : 

Finís  latinorum... 


Verba  fluminea. 


La  Verdad  ha  dejado  de  florecer  sobre  los  labios 
inspirados ; 

el  gran  lirio  albo,  se  marchita  y  muere,  bajo 
este  viento  de  pavor  que  hoy  sopla  sobre  América; 

el  Miedo,  centinela  vil,  guarda  en  la  boca  la  pa- 
labra esclava  ; 

la  rosa  púrpura,  la  frase  ígnea,  que  brota  de  los 
labios  en  cólera,  no  tiene  ya  valor  para  nacer  ; 

el  anatema  fúlgido  estalla  y  muere  sin  eco,  como 
el  rayo  sin  fulgores  en  la  tormenta  polar  ; 

solo  un  himno,  el  himno  á  la  Victoria  Omnipo- 
tente, llena  el  espacio  ; 

y,  se  oye  un  rumor,  como  salido  de  las  ergástu- 
las  y  el  Circo  al  paso  del  triunfador  antiguo,  como 
el  canto  de  los  vencidos  esclavos,  en  torno  a  la 
tienda,  donde  el  jefe  de  los  mercenarios  duerme, 
harto  de  vino  y  de  botín  ; 

la  embriaguez  de  la  Victoria  posee  al  mundo  ; 


VEHBO    DE    ADMONICIÓN    Y    DE    COMBATE  U 

lii  América  tiembla,  ante  el  éxilo  coronado  y  san- 
griento; 

la  Victoria  brutal,  el  Despojo  vil,  la  Insolencia 
del  bárbaro,  marchan  erguidas  y  soberbias,  lle- 
vando como  séquito,  al  mundo,  silencioso  y  asom- 
brado ; 

así,  como  el  galo  en  pos  del  César,  así,  como  el 
númida  uncido  al  carro  del  publicano  de  Arpiño, 
así,  esclavo  del  Miedo,  así  va  el  mundo  ; 

estupefacta  por  la  Audacia  está  la  tierra,  en  un 
momento  de  asombro  ; 

despertada  ha  sido,  despertada  por  las  águilas,  y 
tiembla  de  pavor  ; 

conquistada  ha  sido  por  la  Fuerza,  dominada  ha 
sido  por  el  Crimen,  y  dobla  la  rodilla  ante  los  bár- 
baros  

ved  la  zambra  en  el  campo  de  batalla  ; 

ved  los  conquistadores  victoriosos  ; 

contemplad  la  Odisea  de  ese  pillaje  ; 

al  grito  de  libertad,  se  lanzaron  sobre  Cuba, 
sobre  las  Filipinas,  sobre  Puerto  Rico  y  las  hicie- 
ron suyas  ; 

se  anunciaron  como  los  hijos  de  Washington  y 
fueron  los  filibusteros  de  Walker  ; 

cayeron  sobre  esos  pueblos  como  el  pie  de  un 
paquidermo,  y  aplastaron  su  corazón  ; 

así,   agoniza  entre  sus  brazos  la  República  Cu- 


42  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

baña,  así  muri(3  ahogada  en  sangre  la  República 
Filipina,  así  estranguladas  por  la  mano  amiga  de 
los  republicanos  del  Norte  ; 

en  Cuba,  la  protecci(jn,  conquista  disfrazada;  en 
Manila,  la  batalla,  conquista  descarada  ;  en  Puerto 
Rico  la  posesión,  conquista  tolerada.  .  siempre  y 
doquiera,  la  Conquista; 

y  áeste  despojo  vil  lo  llaman  :  la  Victoria; 

y  escritores,  pensadores,  diaristas  de  nuestra 
América  latina,  noblemente  engañados  por  el  mi- 
raje lejano,  han  aplaudido  este  engaño  pérfido,  esta 
burla  a  la  generosidad  humana,  este  zarpazo  de  un 
tigre  disfrazado  de  Tartufo  ; 

y  deslumbrados  por  la  Victoria  se  han  convertido 
al  culto  de  la  Fuerza ; 

y,  así,  ¡se  han  empeñado  en  hacer  creer  d  esos 
pueblos  en  la  generosidad  de  aquel  coloso,  en  po- 
nerles como  modelo  la  Gran  República^  en  pintár- 
sela como  amiga  y  como  hermana! 

i  Oh  doloroso  y  funesto  error ; 

él  dará  sus  frutos^  frutos  de  maldición  y  de  Con- 
quista ; 

¿por  qué  no  hacer  ver  á  esos  países  lo  que  son 
en  realidad  esta  raza  y  este  pueblo  ?,  raza  voraz, 
enemiga  y  desdeñosa,  pueblo  inmenso,  bastardo  y 
cruel,  insolente  y  despectivo  hacia  nosotros,  con 
una  idea  monstruosa  de  su  superioridad  y  una  in- 
vencible idea  de  conquistarnos ; 


Y    DE    C0M15ATE  Í3 

.  ¿por  qué  no  pintarles  como  es  este  país  hetercj- 
clíto,  orgulloso  y  dominante,  que  nos  codicia  y  nos 
desprecia,  turbión  de  razas  aún  informe  y  ame- 
nazante, que  va  sobre  nosotros? 

¿por  qué  no  mostrarles  tal  como  es,  esta  oligar- 
quía poderosa,  más  que  la  oligarquía  de  los  Eupa- 
tridas,  aristocracia  moderna  salida  del  fondo  de  las 
minas  de  California  y  de  las  hulleras  de  Pensilva- 
nia,  armada  de  cuarzos  gigantescos,  despreciando 
la  grandeza  de  las  viejas  armaduras  y  de  los  muer- 
tos caballeros,  vergonzosa  de  su  sangre  plebeya, 
orguUosa  de  su  civilización  monstruosa,  de  la  be- 
lleza tenebrosa,  inquietante  y  viril,  de  sus  vírgenes 
auríferas,  mito  deseado,  vaso  de  oro,  en  que  van  á 
apagar  su  sed  los  hijos  de  viejas  noblezas  europeas, 
decrépitas  y  arruinadas? 

pero,  no; 

se  les  pinta  como  generosidad  lo  que  fué  ambi- 
ción, como  desinterés  lo  que  fué  emboscada,  como 
heroísmo  lo  que  fué  pillaje  y  robo  ; 

y  en  una  horda  opulenta,  que  regresa  de  la  con- 
quista, se  les  hace  ver  un  ejército  de  héroes  que 
vuelve  de  la  victoria  ;  fama  mendax; 

y  esos  pueblos  lo  creerán,  porque  el  espíritu 
humano  es  ávido  de  fábulas,  y  así  se  hace  de  la 
Historia,  una  conspiración  contra  la  Verdad,  como 
dijo  José  de  Maistre,  y  así  abre  la  Admiraci('>n  el 
camino  á  la  Invasión  ; 


^4  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

frente  á  ese  error  terrible  y  generoso,  hay  un 
deber  inflexible  é  imperioso  :  el  de  decirla  verdad, 
toda  la  verdad,  á  los  pueblos  de  la  América ; 

y  ante  el  desenlace  inesperado  de  aquella  gue- 
rra (1),  que  cambió  la  suerte  de  los  pueblos  conquis- 
tados y  amenaza  llevar  el  imperio  de  su  fuerza  y  el 
tum,ulto  de  sus  hordas,  hasta  los  mares  del  sur,  al 
corazón  de  esos  pueblos  lusitanos,  que  viven  can- 
tando himnos  al  vencedor,  sin  temor  de  su  salvaje 
violación; 

ante  el  avance  fabuloso  de  la  bandera  estrellada, 
que  ondea  hoy,  no  ya  a  pocas  millas  de  distancia, 
sino  en  las  costas  mismas  del  continente  latino  ; 

ante  la  llamada  teoría  imperialista,  que  no  es  otra 
cosa  que  la  doctrina  del  pillaje,  del  robo  y  la  con- 
quis  ta; 

ante  el  Walkerismo  oficial,  ó  sea  el  filibusterismo 
yankee,  proclamado  y  aplicado  al  Asia  y  á  la  Amé- 
rica en  presencia  del  mundo  sometido; 

ante  esas  olas  de  fuego  y  sangre,  arrojadas  sobre 
los  filipinos,  para  ahogar  su  derecho  á  tener  patria, 
su  sagrada  aspiración  á  ser  libres ; 

ante  la  conquista  simulada  de  Cuba,  ante  esta 
anexión  solapada  y  cobarde ; 

ante  la  actitud  de  los  papeles  periódicos  yankecs, 
tan  despectivos,  tan  ignorantes,  tan  agresivos  para 
nosotros; 

(1)  Guerra  Ilispano-Americana. 


Y   DE    COMBATE  45 

ante  el  pensamiento  conquistador,  que  avanza 
como  una  ola  y  crece  y  se  hincha  en  el  corazón  de 
aquel  gigante; 

ante  el  giro  tortuoso  que  han  tomado  los  aconte- 
cimientos ; 

ante  la  lúgubre  visión  del  mañana,  amenazante  ; 

Ante  la  ocupación  próxima  de  Panamá,  que  puede 

YA  considerarse  COMO  TIERRA  POR  YANKEES  CONQUIS- 
TADA (1) ; 

ante  tanta  nube  en  el  horizonte  ; 

ante  el  tropel  de  aventureros  que  marchan,  ca- 
llar es  un  delito; 

es  la  hora  trágica  para  los  débiles  ;  y  debe  anun- 
ciárseles; 

el  triunfo,  cayendo  sobre  la  fuerza,  como  un  to- 
rrente que  engruesa  otro  torrente,  lo  ha  hecho 
irresistible ; 

la  Victoria  ha  hecho  augusto  el  Crimen  ; 

el  apetito  del  monstruo  se  ha  despertado  ; 

el  león  no  conoce  otra  enfermedad  que  el  dis- 
gusto de  los  alimentos,  dice  Plinio  ; 

este  león  no  está  saciado,  y  su  fiebre  es  de  con- 
quistas ; 

es  la  hora  nostálgica  del  bruto  ;  ¡  guay,  de  los  dé- 
biles ! 

Ante  las  hordas  del  Norte  que  se  aprestan  á 

(1)  ¡Escrito  en  1898  !...  enNew-York. 


46  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

AVANZAR  SOBRE  NOSOTROS,  demos  cl  grilo  de  : 
j  Alerta ! 

los  últimos  de  una  raza  destinada  acaso  á  la  des- 
aparición y  á  la  conquista,  denunciemos  el  peli- 
ligro ; 

y  pongamos  nuestra  voz  entre  el  pueblo  y  la  con- 
quista, como  pondríamos  nuestro  cuerpo  entre  los 
invasores  y  la  patria,  si  ese  cuerpo  pudiera  detener 
un  instante,  siquiera  un  solo  instante  la  Victoria... 


Fatal  exodus... 


Uno  como  soplo  de  tempestad  pasó  sobre  la 
América; 

el  huracán  de  la  guerra  asordó  el  espacio,  en- 
crespó los  mares,  sepultó  las  escuadras,  como  las 
caravanas  el  vendaval  de  los  desiertos,  quebró  un 
poder  cuatro  veces  secular,  desgarró  la  bandera  de 
Lepanto,  borró  fronteras  de  reinos,  hizo  retroceder 
asombrados  los  tercios  de  Pavía,  y  d  su  conjuro 
formidable,  se  alzaron  legiones  de  combatientes  en 
una  selva  de  esclavos;... 

temblaron  á  su  paso  las  islas  y  los  hombres ; 

en  el  incendio  de  la  selva,  el  viejo  león  hispano 
huyó  despavorido,  y  el  águila  salvaje  persiguiólo, 
batió  sobre  él  las  alas  formidables,  desgarróle  el 
flanco  ensangrentado,  desgreñó  su  melena  encane- 
cida y  tinto  en  sangre  lo  dejó  partir ; 

y  se  fué...  se  borró  su  silueta  enflaquecida  en 
esas  lontananzas  incendiadas,  en  el  crepúsculo  gris 
de  la  derrota  ..  mudo  en  el  dolor  Tlel  vencimiento... 


48  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

y  SU  rugido  que  tantos  siglos  repercutió  en  la  His- 
toria, no  estremeció  las  selvas  ni  los  valles ;... 

sólo  se  fué  el  viejo  león  de  los  combates; 

y,  los  cachorros  que  deja  en  América,  se  ocultan 
en  sus  selvas,  asombrados,  confusos  ante  el  vuelo 
de  las  águilas ; 

y  la  bandera  hispana  desapareció  del  horizonte 
americano ; 

y,  allí,  donde  extendía  su  rojo  y  gualda,  señal 
de  la  Victoria,  abren  sus  alas  sangrientas,  flámulas 
del  combate,  las  águilas  de  Zaratoga  y  de  York- 
town,  señal  de  la  conquista ; 

¡lábaro  de  la  Fuerza  vencedora!... 


la  Europa,  vuelta  de  su  asombro,  de  su  pavor  in- 
menso, herida  en  su  orgullo  con  el  despojo  de  su 
hermanadébil,  silenciosa  y  hosca,  vuelve  sus  ojos  al 
Oriente,  donde  el  oso  del  Cáucaso,  vela  el  letargo 
del  hombre  amarillo  opiatizado ; 

y  el  águila  del  Norte,  avergonzada  de  su  lucha 
sin  gloria,  sedienta  de  conquistas,  se  resigna  ape- 
nas á  plegar  las  alas  ansiosas  de  espacio  y  á  cerrar 
las  garras  nostálgicas  de  presas ;... 

el  reparto  de  Oriente  no  la  seduce  ; 

no  despiertan  su  apetito  los  miembros  enflaque- 
cidos de  esos  pueblos,  que  duermen  como  faquires, 
en  las  faldas  del  Godjar  y  en  las  riberas  del  Petchili  ; 


V    DE    COMBATE  49 

cuando  hayan  sido  despedazados  por  otros,  cxIlmi- 
dcrd  su  vuelo  desde  el  archipiélago  malayo,  dundo 
colgó  su  nido,  iril  al  festín  de  carne  y  se  posará 
allí,  silenciosa  y  hosca,  sobre  su  presa  escogida, 
con  las  alas  extendidas  y  los  ojos  desmesurada- 
mente abiertos  sobre  el  inmenso  y  silencioso 
oriente  ; 

por  hoy,  no  piensa  en  eso; 

su  pupila  roja  se  vuelve  hacia  el  sur,  que  es  su 
pertinaz  visi('>n  ; 

es  el  país  de  su  ensueño  ; 

Cuba  es  tierra  suya.  Puerto  Rico  es  su  conquista; 

y  eriza  las  plumas  de  sus  alas  y  va  uacia  Pa- 
namá, que  le  oculta  la  vista  de  Ilaw  ai ; 

leed  los  periódicos  del  día; 

todos  ellos  hablan  del  destino  manifiesto  de  este 
pueblo  hacia  el  Sur; 

todos  marcan  el  Istmo,  como  el  límite  momen- 
táneo á  su  ambición ; 

y  van  sobre  él ; 

nada  detendrá  á  ese  pueblo  en  su  camino  de  in- 
vasión, nada,  sino  la  Fuerza; 

un  destino  fatal  é  inapelable  lo  impulsa  allá,  y 
parece  que  oyera  vibrar  en  el  espacio  las  palabras 
(le  la  Escritura  :  date  priesa  al  despojo  y  apresúrate 
'i  la  presa. 

los  instintos  brutales  de  su  raza  los  llaman  ;í  la 
conquista ; 

4 


50  VERBO    DE  ADMONICIÓN 

son  los  hombres  del  Norte,  los  descendientes  de 
los  normandos,  de  los  piratas  del  Báltico,  que  en 
las  barcas  de  cuero  cruzaron  la  ola  negra  bajo  el 
cielo  brumoso  para  dar  principio  al  pillaje  de  los 
pueblos ; 

son  los  hijos  de  los  teutones,  que  enterraron  en 
el  silencio  de  sus  selvas'líís  legiones  de  Varo,  que 
hicieron  la  desesperación  de  Octavio,  y  asaltaron 
el  Capitolio  con  sus  cabezas  blondas,  como  un  tri- 
gal movible,  y  sus  ojos  azules,  llenos  del  estupor 
salvaje  de  sus  montañas  sagradas  ; 

son  los  descendientes  de  los  peores  mendigos  de 
Albión  y  deGermania,  venidos  en  obscura  emigra- 
ción á  América,  hechos  poderosos,  y  que  hoy  sien- 
ten vibrar  en  sí  todos  los  atavismos  de  su  raza 
aventurera ; 

lo  que  pasó  en  Cuba,  no  fué  sino  el  prólogo  de 
un  drama  :  la  conquista  de  América. 

no  fué  una  reflexión  filantrópica,  fué  un  odio 
etnológico,  lo  que  levantó  aquellas  olas  de  fuego  y 
sangre  en  que  naufragó  la  independencia  de  dos 
pueblos. 

no  fué  una  guerra  de  dos  países,  fué  un  duelo  de 
dos  razas ; 

un  pensador  sajón  lo  dijo  ya; 

y  el  fracaso  de  la  raza  latina  se  acentúa; 

todo  es  vencimiento,  todo  es  ruina,  en  torno  de 
esta  raza,  que  parece  herida  por  la  cólera  de  los 


Y    DE    COMBATE  51 

dioses,  denunciada  por  el  verbo  de  los  profetas, 
locada  por  la  lepra  de  Lázaro  ; 
¡derrota  y  decadencia! 


algo   más  que  el  i)er¡plo  de 

Ilannón,  que  las  medallas  de  que  habla  el  historia- 
dor, que  los  versos  de  Plinio  y  el  recuerdo  de  Aní- 
bal, queda  de  Cartago ; 

queda  su  espíritu,  encarnado  en  la  raza  sajona ; 

queda  el  odio  latente  de  las  dos  viejas  razas; 

Cartago  vive  contra  Roma; 

Cartago  vence ; 

el  triunfo  es  suyo; 

hoy  el  mundo  es  cartaginés,  sí,  porque  es  inglés ; 

hoy  el  alma  latina  está  vencida  ; 

nada  puede  el  fantasma  de  Escipión ; 

todos  los  muertos  de  Zama  están  en  pie  ; 

los  fenicios  rotos  por  Ciro,  y  los  cartagineses, 
muertos  por  las  legiones,  se  han  rehecho  y  son  los 
vencedores ; 

las  ruinas  de  Tiro  se  animan  con  nueva  vida,  sin 
recordar  el  paso  de  Alejandro,  y  de  la  hoguera  de 
Cartago,  sale  un  cisne  inmaculado,  cisne  con  alas 
de  oro ; 

Tyro,  Babilonia,  Capadocia,  resucitan  bajo  otros 
nombres,  Mercurio,  el  dios  de  alados  pies,  impera 
-olo ; 


52  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

la  India,  el  Soudán,  Matabelán,  Egipto,  Dongola, 
Gibraltar,  Malta,  Manila,  Haway,  Cuba,  Puerto  Rico, 
tales  son  las  grandes  avanzadas  de  los  modernos 
fenicios ; 

y  el  verso  de  Homero,  que  hizo  llorar  al  romano, 
parece  vibrar,  no  ya  para  un  pueblo,  sino  para  una 
raza ; 

Troya  también  verá  su  último  día. 


y  el  crepúsculo  de  ese  día  aciago  avanza  ya; 

los  vencedores  de  Salamina  son  mendigos  bajo 
el  cetro  de  un  Glencksbourg  ó  esclavos  bajo  la  cimi- 
tarra del  Tártaro ; 

los  campeones  de  Himera,  no  encuentran  tierra 
donde  posar  el  pie,  y  el  último  HohenzoUern,  se 
unió  al  turco  para  asesinarlos  en  Armenia ; 

y  los  sajones  crecen,  marchan,  se  dilatan,  y  un- 
cen á  su  destino  la  Victoria; 

tienen  sus  reyes  en  Escocia  é  Irlanda,  su  alma 
mater^  en  Windsord,  los  nietos  de  su  reina  en  Ber- 
lín y  Petersburg,  sus  abuelos  en  Copenhaghen, 
reinan  bajo  el  cielo  de  Ática,  tienen  sus  legiones 
en  Egipto,  en  la  India,  en  África,  y  los  bastardos  de 
sus  pecheros  y  lacayos  tienen  la  garra  puesta  sobre 
América ; 

con  tanta  razón  como  Garlos  V,  pueden  decir  que 


V  DE  combatí-:  rj3 

en  el  Imperio  de  su  raza  no  se  pone  el  Sol,  pues 
los  primeros  ojos  que  lo  ven  surgir  en  el  Oriente, 
y  los  últimos  que  lo  ven  ocultarse  en  el  Ocaso,  ojos 
sajones  son  ; 

el  águila  que  se  escapaba  de  las  hogueras  en  las 
orgías  tirianas,  cubre  hoy  con  sus  alas  toda  la 
extensión  del  globo ; 
nada  detiene  su  vuelo  majestuoso ; 
su  aleteo  formidable  pone  pavor  en  la  conciencia 
humana,  y  una  sola  pluma  caída  de  sus  alas,  basta 
para  aplastar  á  un  pueblo ; 

raza  soberbia  y  triste,  soñadora  y  sensual,  avara 
y  cruel,  va  bajo  las  banderas  de  Mercurio  con- 
quistando el  mundo,  rapaz  como  los  lobeznos 
de  Sarmacia,  astuta  como  las  panteras  de  Su- 
matra ; 

libre  ya  de  la  neurosis  semítica  que  la  agitó  en  la 
antigüedad,  más  cultos  sus  atavismos  de  dominio, 
ya  no  crucifica  los  leones  ;l  la  vera  de  los  caminos, 
pero  crucifica  los  pueblos  en  las  grandes  veredas 
de  la  Historia; 

ahí  están,  puestos  en  cruz,  los  tres  últimos  ven- 
cidos ; 

las  águilas  remolinean  en  torno  á  esos  islotes  de 
allende  el  océano,  donde  los  pueblos  conquistados 
principian  su  agonía; 
y  parten  en  obscura  emigración ; 
¿á  dónde  van  las  águilas  del  Norte? 


54  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

allá  van  en  columna  triangular  ú  los  bosques  del 
trópico; 

¡  allá  van  ! . . . 

despertad  los  cóndores  de  Ayacucho  ; 

¡despertad  los  cóndores  de  Maipu!... 


Ex  ungue  leonem 


Y,  nuestros  pueblos  duermen  indolentes,  en  me- 
dio de  su  pompa  florestal; 

soberbios,  descuidados,  nada  escuchan  ;  ciegos 
por  sus  pasiones  nada  ven ; 

el  rumor  de  sus  escándalos  atruena  sus  oídos,  y 
el  fulgor  de  sus  hogueras  les  deslumhra  las  pu- 
pilas ; 

ocupados  en  forjarse  ídolos  en  la  Iliada  intermi- 
nable de  las  contiendas  civiles,  no  alzan  su  cabeza 
poderosa,  inclinada  hacia  la  fragua  formidable  ; 

ensordecidos  por  sus  querellas,  por  el  rumor  de 
sus  disputas  bizantinas,  no  sienten  los  pasos  del 
conquistador  que  avanza... 

y  despertarán  ante  el  invasor^  con  la  candida  sor- 
presa de  los  habitantes  de  Tárenlo,  al  ver  la  blanca 
aparición  de  las  velas  latinas,  como  la  proyecciíjn 
de  un  vuelo  de  palomas,  aparecer  tras  el  Junius 
Lacinianum,  el  Promontorio  Sagrado; 

y  el  Conquistador  avanza... 


56  VERBO   DE   ADMONICIÓN 

avanza  en  medio  del  Silencio,  como  Escipión,  á 
cuyo  paso  enmudecían  los  perros  cuando  iba  al 
Capitolio ; 

avanza  entre  la  inmovilidad  ó  el  miedo  de  unos 
gobiernos  de  la  América  del  Sur,  y  la  complicidad 
bochornosa,  la  venalidad  aleve  de  los  dictatoriales  de 
Colombia,  (1)  que  viendo  que  por  sí  solos  no  tienen 
precio,  señalan  al  invasor  el  camino  y  le  sirven  de 
puente,  aunque  perezcan  luego  como  la  hija  de 
Tarpeyo,  bajo  el  escudo  del  Conquistador,  y  el  oro 
que  les  arroje  encima,  en  pago  de  su  infamia. 

cuando  los  bárbaros,  como  las  olas  de  un  mar  en 
cólera,  se  abalanzaban  sobre  el  Lacio,  extraviados 
en  las  selvas,  las  bestias  feroces  les  servían  de 
guías,  dice  el  historiador; 

y  estas  hordas  del  Norte,  que  van  sobre  nosotros, 
encuentran  también  bestias  salvajes  que  las  guíen  ; 

los  ambiciosos  van  á  la  cabeza  de  la  invasión  y 
reciben  como  Priscus  su  imperio  de  manos  de  los 
bárbaros ; 

la  conquista  los  corona  antes  de  devorarlos; 

y  el  conquistador  avanza,  entre  el  silencio  y  el 
elogio  de  los  diarios  latinos,  indiferentes  ó  abstraí- 
dos en  el  problema  diario  de  su  sociología  parro- 
quial ; 

y  avanza,  entre  la  inercia,  la  incredulidad,  la 

(1)  Escrito  en  1898.  —  i  Seis  años  antes  de  la  venta  de 
Panamá ! 


Y    DK    COMUATK  .)  i 

burla,  de  esos  pueblos  de  nuestra  raza,  que  arma- 
dos del  heroísmo  do  la  muerte,  no  temen  nada,  ni 
su  desaparición  del  globo  ; 

es  tiempo  de  despertarlos ; 

es  tiempo  de  decirles  que  en  este  sif,'lo  el  heroísmo 
es  nada  y  la  fuerza  es  todo  ; 

que  el  yelmo  de  don  Quijote  y  su  lanza  enmohe- 
cida, no  son  ya  armas  de  combate  ; 

que  los  pecheros  del  .Xorte  lian  dado  cuenta  de 
los  hidalgos  de  la  Mancha ; 

que  avanzan  sobre  sus  nietos; 

que  el  jjvoximus  ardcl  Ucalegon^  ese  grito  que 
despertó  á  Eneas  en  el  incendio  de  Troya,  ha  de  vi- 
brar sobre  América ; 

que  el  conquistador,  veloz  como  Atalante,  no  se 
detiene ; 

que  las  manzanas  de  Hipómene  no  estorban  su 
marcha,  porque  él  las  lleva  en  las  manos ; 

que  en  esas  democracias  nuestras,  no  hay  para 
el  criterio  de  ese  pueblo,  sino  turbas  insurrectas, 
semibárbaras,  agrupaciones  de  negros,  aptas  á  la 
conquista ; 

que  así  lo  dice  todos  los  días,  á  todas  horas,  en 
todos  los  tonos,  la  prensa  del  país,  indocta,  es  ver- 
dad, pero  sincera; 

que  todo  el  poder  y  el  apetito  de  los  conquista- 
dores antiguos,  reside  en  los  músculos  y  el  vientre 
de  ese  gigante  sajón; 


58  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

que  ya  extendió  un  brazo  hacia  el  Oriente  y  em- 
puñó las  Filipinas ; 

QUE  EL   OTRO    LO   EXTIENDE   HACIA  NOSOTROS,  y  hace 

ya  sombra  la  proyección  de  su  mano  sobre  los 
pueblos  del  Sud ; 

los  bárbaros  van  al  Capitolio; 

¿adonde  están  los  gansos  divinos  que  perturben 
el  sueño  de  esos  pueblos? 

¿á  dónde  está  el  Manlio  desconocido  ? 

¿surgirá  de  las  tinieblas? 

¿se  perderá  la  voz  admonitriz  como  la  de  Casan- 
dra,  bajo  la  maldición  de  los  dioses? 

¿la  indiferencia  y  el  miedo  devorarán  al  que 
grita,  como  las  serpientes  al  sacerdote  que  extendía 
su  mano  impidiendo  la  brecha  en  la  muralla? 

eso  no  importa; 

la  hija  de  Priamo  fué  arrastrada  por  la  turba  sol- 
dadesca, Laocoón  fué  devorado  por  las  víboras  mari- 
nas, pero,  la  ciudad  sorda  pereció  en  una  noche, 
bajo  el  arado  del  fuego,  y  en  pos  de  sus  profetas, 
va  el  fantasma  de  Ilion,  ensangrentado ;  (1) 

ante  el  peligro  anunciado  habrá  quien  dude  y 
ría;.... 

en  la  onda  de  cretinismo  que  sube  al  horizonte 
todo  es  posible; 

(1)  Así  como  los  que  anunciamos  la  invasión  yankee  y 
la  desmembración  de  la  Patria.  Panamá  vendida  y  conquis- 
tada atestigua  la  lucidez  del  patriotismo  vidente. 


Y    DE    COMKATE  59 

v¿t'  ridenlibus 


y  el  águila  del  Norte  eriza  sus  plumas  ?/  mira  (d 
Sud;... 

ya  va  á  extender  su  vuelo ;... 

Aníbal,  niño,  en  las  playas  de  Andrumeta,  apri- 
sionando una  águila,  la  ahogaba  contra  su  corazón, 
aunque  le  ensangrentara  el  pecho  con  las  garras ; 

¡acaso  la  presentía  como  escapada  de  una  legión 
en  el  desastre  de  Zama  ! 

nosotros  no  podemos  aprisionar  el  águila  del 
Norte,  y  la  presentimos  ya  señoreando  sobre  el 
horizonte  patrio; 

cumplimos  con  señalar  su  rumho,  designándola 
al  tiro  del  Arquero ; 

¡sagitarios  de  pampas  y  montañas,  allá  van  las 
águilas  del  Norte  !... 

el  último  rey  de  los  hérulos,  habiendo  prohibido 
que  le  anunciasen  una  derrota,  no  la  impidió,  ni  la 
aplazó  siquiera,  y  cuando  el  centinela  apuñaleado 
gritó  á  las  puertas  de  su  propia  tienda,  ¡desgra- 
ciado rey!  ¡desgraciados  hérulos!  las  lanzas  de  los 
lombardos  le  traían  algo  más  terrible  que  la  de- 
rrota :  la  muerte. 

en  este  trance  supremo,  cuando  merced  á  la  con- 
fusión y  ai  desconcierto  y  á  la  espesa  sombra  que 


60  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

el  estupor  produce  en  la  conciencia,  el  enemigo 
avanza  silencioso  como  los  soldados  de  Brunswick, 
el  escritor  como  el  caballero  de  Assas,  debe  dar  el 
grito  de  alerta  :  ¡  á  mí  Auvergne  !  ¡  he  ahí  el 
enemigo!... 

aunque  caiga  después,  cubierto  de  dardos  y  ba- 
ñado en  sangre  ; 

Caer  sin  haber  temblado  es  la  Victoria. 


Hoc  erat  in  votis... 


Procelaria  de  esta  tormenta,  ¿cuál  la  palabra  de 
consuelo? 

augur  de  la  catástrofe,  ¿  cuál  el  conjuro  á  tanto 
mal? 

profeta  de  la  invasión,  ¿cuál  el  remedio  de  esca- 
par á  ella  ? 

¿qué  diques  levantaremos  ante  la  ola  de  los  bár- 
baros? 

¿qué  muro  alzaremos  entre  ellos  y  nosotros? 

así  exclamarán  las  almas  asombradas ; 

así  nos  dirán  sonriendo,  bajo  su  espléndida  más- 
enla bilis,  los  apóstoles  del  yan/dsismo  ; 

la  fuerza  se  repele  con  la  fuerza; 

y  la  Unión  hace  la  Fuerza; 

Bolívar,  dio  la  palabra  salvadora,  en  los  espantos 
de  la  muerte,  envuelto  en  las  brumas  augúrales  de 
su  inmortalidad ; 

Unión,  UnióUy  Unión  ; 

así  dijo  el  Genio^  moribundo  ; 


62  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

unión  de  Méjico  y  de  los  pueblos  de  Centro  Amé- 
rica en  una  Gran  Confederación,  más  grande  que 
esta  que  vinieron  á  romper  la  ambición  nefasta  y 
sanguinaria  de  Estrada  Cabrera  y  las  intrigas  avie- 
sas del  ex-Presidente  Iglesias ; 

unión,  liga  ofensiva  y  defensiva  de  los  fragmen- 
tos de  la  Antigua  Colombia,  algo  que  levante  en  los 
mares  del  Sur  la  sombra  augusta  de  aquella  visión 
imponente  y  grandiosa; 

unión  del  Perú  y  Bolivia,  las  dos  hijas  gloriosas 
de  Ayacucho ; 

unión  de  Chile  y  de  los  pueblos  del  Plata ; 

unión  por  todo  el  Continente  ; 

un  Congreso  de  esos  pueblos  y  de  esa  raza,  con- 
vocado por  la  Argentina  y  reunido  en  Buenos  Aires, 
precisamente  frente  á  ese  Congreso  Pan-Ameri- 
cano, que  la  diplomacia  pérfida  pudo  reunir,  al  lla- 
mamiento de  la  Nación  Invasora ; 

la  declaración  formal  de  ese  Congreso  de  man- 
tener la  INTEGRIDAD  DEL  TERRITORIO  LATINO  AMERI- 
CANO, Y  LA  Soberanía  indiscutida  é  indiscutible  de 
Colombia  sobre  las  costas  y  las  aguas  del  canal 
interoceánico  construido  al  través  de  territorio 
suyo  ;  (1) 


(1)  Si  eso  hubiera  sucedido  así  ¿  Panamá  habría  podido 
ser  cercenado  sin  una  gota  de  sangre  y  vendido  por  un 
aventurero  francés  al  sórdido  impudor  del  gobierno  ameri- 
cano ? 


Y    DE    COMBATE  63 

una  Convencitm,  un  Tratado  formal  en  que  esas 
repúblicas  todas,  se  comprometan  á  defender  mutua 
y  colectivamente,  su  Integridad  y  su  Independen- 
cia, contra  toda  tentativa  de  anexión  y  de  Conquista, 
intentada  por  yankees  y  europeos; 

liga  de  fraternidad,  liga  de  defensa  mutua  :  un- 
guibus  et  rostro ; 

un  Tribunal  Arbitral,  permanente  en  esa  misma 
ciudad; 

la  Gran  Metrópoli  del  Sur,  haciéndose  el  nido  del 
alma  latina,  frente  á  la  Gran  Metrópoli  del  Norte, 
hecha  el  nido  sombrío  del  alma  sajona ; 

las  guerras  internacionales  conjuradas  por  el  Tri- 
bunal Arbitral  de  Buenos  Aires,  sin  necesidad  de 
ir  á  mendigar  justicia  á  la  ignorancia  ó  la  mala  fe 
de  Gobiernos  extranjeros; 

las  guerras  civiles  suprimidas  por  la  equidad  de 
los  gobiernos  v  el  buen  sentido  de  los  pueblos: 

PAZ  Y  unión; 

liga  ofensiva  y  defensiva  de  todos  esos  pueblos, 
retoños  del  latinismo  vencido,  contra  las  invasiones 
crecientes  de  ese  retoño  soberbio  del  sajonismo 
vencedor; 

liga  de  esos  países  contra  la  Invasión  y  la  Extor- 
sión, contra  Europa  y  contra  Norte-América  ; 

admitir  la  invasión  del  Progreso  y  rechazar  el 
progreso  de  la  Invasión  ; 

estrechar  más  y  mus  nuestras  relaciones  diplo- 


64  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

máticas  y  comerciales  con  los  países  latinos  de  Eu- 
ropa, especialmente  con  Italia  y  con  España; 

promover  por  todos  los  medios  la  populosa  emi- 
gración española  é  italiana,  hasta  mezclar,  mejorar 
y  cambiar  las  bajas  capas  de  nuestro  pueblo  indí- 
gena y  formar  ciudadanos  laboriosos  y  conscientes, 
aptos  para  el  ejercicio  de  sus  derechos  y  prontos  al 
cumplimiento  de  sus  deberes ; 

hacer  ciudadanos  y  soldados ; 

formar  ejércitos  permanentes,  disciplinarlos  y 
prepáralos  :  Si  vis  Pacem,  para  Bellum; 

las  repúblicas  del  África  austral  nos  han  dado  el 
ejemplo ; 

á  la  unión  y  á  la  previsión  debieron  su  fuerza  y 
sus  victorias ; 

ellas  se  unieron,  ellas  se  armaron  en  silencio  y 
se  hicieron  formidables  previendo  al  invasor ; 

y  la  invasión  llegó  ; 
.  por  la  unión  pudieron  resistir  y  por  la  unión  pu- 
dieron combatir ; 

por  ella  acabaron  con  Jamesson,  por  ella  han  te- 
nido tanto  tiempo  en  jaque  las  fuerzas  fabulosas 
del  Reino  Unido ; 

¿qué  no  seríamos,  qué  no  haríamos  nosotros, 
mucho  más  fuertes,  más  numerosos,  más  aguerri- 
dos á  la  lucha  ? 

la  unión  será  nuestra  vida; 

paz  y  unión,  he  ahí  el  muro; 


Y    DE    COMUATE  65 

unión,  he  ahí  el  lema; 
¿ideología?  sea,  pero  generosa; 
¿ensueño?  sea,  pero  luminoso; 
nadie  puede  obligarnos  á  pensar  vil,  ni  ;i  soñar 
ruin... 


¿que  es  imposible? 

¿  que  esos  pueblos  anarquizados,  divididos,  rotos 
como  las  legiones  de  Perseo,  sienten  penetrar  en 
ellos  la  muerte  ? 

¿que  están  abiertos  á  la  derrota,  á  la  invasión  y 
á  la  conquista? 

que  el  caudillaje  los  ahoga,  los  debilita  y  los  en- 
trega; 

que  allí  no  hay  lugar  para  las  grandes  ideas, 
espacio  para  los  grandes  pensamientos  ; 

que  allí  no  hay  calor  sino  para  la  polémica  local, 
ruidosa  y  estéril  en  su  ruindad  inconsolable  ; 

que  entre  las  recriminaciones  del  pasado  y  las 
querellas  del  presente  nadie  piensa  en  los  peligros 
del  lejano  porvenir ; 

que  en  aquellos  climas  abrumadores,  todo  se 
arrastra  y  nada  vuela  ; 

que  los  cóndores  emblemáticos  han  muerto ; 

que  nuestros  símbolos  de  victoria  han  sucum- 
bido ; 

5 


66  VERBO   DE    ADMOiMCIÓN 

que  no  hay  alma  latina  en  América  ;... 

¡  mentira  !  ¡  mentira  !  sofisma  vil ;... 

no  lo  digamos,  no  lo  pensemos  siquiera,  bajo  las 
miradas  del  águila  que  olea  ; 

aunque  así  fuera  de])eríamos  ocultarlo  y  recor- 
dar á  la  América  su  alma  salvaje,  para  que  esca- 
para por  el  suicidio  del  horror  de  la  cadena  ; 

la  mujer  de  Asdrúbal,  apuñaleando  sus  hijos  y 
arrojándose  con  ellos  á  las  llamas,  de  lo  alto  del 
Acrópolis,  fué  como  el  alma  de  su  patria,  escapando 
por  la  muerte  del  horror  de  la  Victoria,  y  de  la 
suerte  de  Gorinto  ; 

¿que  allí  no  hay  unión,  ni  fuerza,  ni  pueblos  que 
organicen  una  sabia  resistencia? 

¿que  no  es  posible  salvarse? 

¿que  un  fatalismo  musulmán  prepara  aquellos 
pueblos  á  la  esclavitud  y  á  la  conquista  ? 

está  bien  ; 

entonces,  que  esa  América  duerma  en  sus  orgías 
de  sangre  y  lama  como  un  lebrel  los  pies  de  sus 
Señores ; 

los  bárbaros  velan...  y  ellos  la  despertarán... 

pueblos  que  se  duermen  en  la  abyección,  des- 
piertan en  la  conquista ; 

la  América  del  Sud  despertará  pisoteada  por  los 
hombres  del  Norte,  y  no  se  oirá  siquiera  su  grito 
al  perecer  bajo  el  tacón  del  invasor  ; 

y  después  de  haber  deshonrado  la  libertad  con 


\    iii:  co.Mr.ATi;  »)/ 

sus  escándalos,  deshonrará  la  esclaviliid  con  sus 
])ajezas ; 

y  los  que  le  anunciaron  la  hora  trágica,  morirán 
lejos...  ¿  do  dolor?  no,  de  vergüenza... 

el  dolor  es  para  el  infortunio  inmerecido  ; 

la  vergüenza  para  la  infamia  consentida  ; 

¡ellos  que  se  creían  concebidos  en  la  matriz  de 
una  leona,  resultarán  ser  los  hijos  de  una  liebre; 

y,  ocultarán  lejos  el  dolor  de  su  derrota,  ya  que 
no  podrán  ocultar  la  vergüenza  de  su  origen  ; 

¡  pero,  no!... 

la  América  no  perecerá  así ;  ella  se  alzará  y  ve  - 
lará  ; 

ella  defenderá  como  leona  la  frontera  del  de- 
.--ierto ; 

Bolívar,  Sanmartín,  Hidalgo,  Morazán,  no  fueron 
hombres,  fueron  pueblos  ; 

y  esos  pueblos  viven  ; 

son  cóndores  que  duermen  en  las  cimas  ; 

ellos  despertarán,  centelleando  en  el  peñón  la 
pupila  somnolienta,  enarcando  el  cuello  rojo,  como 
llama  del  volcán,  y  extendiendo  el  ala  negra,  pa- 
bellón de  la  Victoria ; 

esperan  la  llegada  de  las  águilas  ; 

¿  que  traen  sangre  en  las  garras  ? 

ellos  conocen  esa  sangre,  porque  desgarraron 
primero  el  vientre  de  ese  león ; 

¿  avanzan  las  águilas  ? 


68  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

habrá  choque  en  el  aire  y  en  las  peñas,  gritos  de 
guerra,  nubes  de  plumas  desgarradas,  sonidos  de 
alas  rotas,  desbandada  de  águilas  que  huyen... 

j salve  América!... 

tú  serás  libre,  mientras  quede  un  cóndor  sobre 
tus  cimas; 

¡  despertémoslos  cóndores  bravios! 

¡  las  águilas  avanzan ! 

¡  al  ver  los  centinelas  del  desierto  detendrán  el 
vuelo ! 

ellas  no  temen  al  deshonor,  sino  á  la  Fuerza ; 

seamos  la  Fuerza ; 

Alejandro,  arrastrando  la  Pitia  por  los  cabellos, 
hizo  hablar  á  los  dioses  :  nada  te  resistirá,  hijo  mío, 
dijo  la  Pitonisa  profanada  ; 

seamos  fuertes  y  arrancaremos  la  palabra  de  la 
victoria,  de  la  boca  del  oráculo  ; 

y  haremos  hablar  al  dios  Éxito  para  nosotros  ; 

La  Fuerza  esclaviza  la  Victoria  ; 

seamos  fuertes ; 

así,  no  seremos  nunca  esclavos  ; 

seamos  fuertes...  (1) 

(1)  Los  acontecimientos  desmintieron  todo  este  bello 
sueño.  La  América  fué  mutilada  por  el  yankee.  Y  desde  la 
Argentina  á  México,  la  cobardía  selló  los  labios  de  un  Con- 
tinente. Cobardes  y  mendaces  esos  pueblos  latinos  conti- 
nuaron en  vivir  sin  protestar.  Panamá  es  la  espina  clavada 
en  su  garganta.  ¡  Morirán  de  ella...! 


Per  inania  regna... 


Todo  se  hunde  en  la  sombra,  en  un  vago  crepús- 
culo de  crimen  ; 

rojo  como  un  mar  de  púrpura  el  horizonte  y  va- 
gas esperanzas  de  idealidad  cayendo  en  él,  como 
rosas  blancas  en  el  fondo  de  una  ánfora  de  sangre  ; 

un  sollozo  gigantesco,  amenazante  saliendo  del 
pecho  de  los  pueblos,  del  alma  inconsolable  de  las 
multitudes,  una  sinfonía  de  dolor  hecha  de  espe- 
ranzas perdidas  y  de  sueños  imposibles  ; 

nunca  siglo  alguno  había  muerto  en  un  fracaso 
más  completo  de  todos  sus  ideales  ; 

la  mentira  de  la  civilización  se  ha  roto,  y  de  su 
seno  de  Esfinge,  como  de  la  cabeza  del  Dios  del 
Serapeum,  han  salido  las  quimeras  como  un  tropel 
de  insectos  asustados ; 

y  sobre  sus  labios  lacerados,  no  se  posa  ya, 
aquel  rayo  de  sol,  que  hacía  cantar  la  verdad 
entre  los  labios  del  ídolo  ; 


70  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

el  eclipse  de  la  Esperanza  es  completo  en  el  alma 
de  los  hombres; 

y  la  sombra  brutal,  impenetrable,  se  hace  noche 
en  el  horizonte  de  los  pueblos  ; 

la  Fe,  que  es  la  esperanza  en  Dios,  ha  muerto  y 
la  multitud  estulta  va  como  un  toro  ciego  al 
ateísmo ; 

la  Esperanza,  que  es  la  fe  en  los  hombres,  tam- 
bién ha  muerto,  y  las  turbas  desilusionadas,  van 
como  un  rebaño  asustado  al  pesimismo ; 

la  Caridad,  que  es  la  Fe  en  el  Bien,  también  mu  - 
rió,  y  el  hombre  entregado  á  sus  instintos  de  bes- 
tia, va  en  carrera  precipitada  albarbarismo  ; 

el  mundo  ya  no  cree,  ya  no  espera,  ya  no 
ama ; 

todas  las  formas  del  Entusiasmo,  de  la  Esperanza 
y  del  Amor,  se  mueren  ; 

y,  es,  que  todo  nos  ha  mentido,  todo  nos  ha  en- 
gañado, á  nosotros,  los  hijos  ilusos  de  ese  siglo  de 
miseria  y  de  dolor; 

todo  ha  sido  estéril,  todo  es  triste,  en  esta  hora 
fatal  de  negaci(jn  ; 

y  el  mundo  tiembla  aterido,  desconsolado,  som- 
brío, en  un  campo  de  conizas  ; 

todas  las  grandes  ideas  han  hecho  quiebra  frau- 
dulenta, arrastrando  en  su  fracaso  las  ilusiones  to- 
das de  la  conciencia  universal ; 

la  Libertad,  ha  sido  una  quimera ; 


Y    DE   COMnATi:  71 

lii  Civilizacii'm,  una  iiienlira  ;  el  Derecho,  un  sar- 
easmo ; 

y  la  liuuianidad  miserable,  despojada,  liani- 
brieula  de  Ideal,  pide  cuenta  álos  explotadores  de 
su  Fe ; 

y  delira  sitibunda,  como  el  camello  rendido,  que 
en  una  larde  de  marcha,  se  lleva  al  torrente  seco  y 
se  le  dice  :  bebe,  camello,  ese  fué  un  torrente,  si  tú 
(¡uieres  un  mar,  muy  cerca  está  la  Mar  Muerta  ¡j  el 
pasto  de  sus  orillas  1/  la  sal  de  sus  guijarros  :  bebe  la 
muerte... 

y  se  da  la  Muerte,  como  único  premio  ala  Espe- 
ranza... 

¿qué  queda  de  las  que  fueron  luces  de  alba  y  es- 
trellas de  la  aurora,  en  ese  siglo  muerto  de  men- 
tira? 

el  Derecho,  la  Justicia,  la  Ley,  ¿  qué  queda  de 
ellos  ? 

¿  habrá  quien  ose  decir  que  aún  viven  ? 

el  Derecho,  se  llama  Fuerza  ; 

la  Justicia,  se  llama  Fuerza  ; 

la  Ley,  se  llama  Fuerza; 

ningún  Ideal  queda  en  pie,  todos  han  sido  vol- 
cados ; 

ninguna  Idea  queda  pura,  todas  han  sido  vio- 
ladas ; 

sólo  la  Fuerza  queda,  erguida,  vencedora,  omni- 
potente, sobre  la  tumba  de  ese  siglo  mentiroso  y 


72  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

venal,  nacido  en  el  cri'iler  de  un  volcán  y  muerto 
como  Job,  en  un  estercolero  ; 

la  Libertad,  la  Igualdad,  la  Fraternidad,  esas 
tres  Musas  que  velaron  la  cuna  del  siglo  muerto, 
¿  qué  se  hicieron  ? 

]  desvanecidas  fueron  como  fantasmas !  i  rotas 
como  estatuas  de  diosas  de  una  religión  pros- 
cripta!... 

¡la  Libertad!... 

en  su  nombre  se  vieron  los  bárbaros  del  Norte, 
alzarse  como  un  huracán  devastador,  caer  sobre 
la  hispánica  Nación,  desprevenida,  herirla,  despo- 
jarla sin  combate,  sin  gloria,  sin  esfuerzo,  expulsar 
del  Continente  los  restos  de  sus  legiones  que 

...  un  día 
sorprendieron  al  sol  que  se  dormía 
tras  los  remotos  mares  del  Occidente... 

y  el  gran  cerdo  de  Pensilvania,  gloria  del  escudo 
de  esos  bárbaros,  alzó  su  mole  grasa,  allí  donde  los 
leones  de  Castilla,  perfilaban  su  silueta  de  gloria 
en  un  horizonte  de  leyenda  ; 

¡la  Igualdad  !... 

preguntad  por  la  caricia  de  esa  diosa,  á  las  tur- 
bas dolientes  que  se  arrastran  en  la  senda  tortuosa 
de  la  vida; 

álos  obreros  esclavos,  que  nacen,  viven,  luchan 
y  se  mueren  en  las  entrañas  de  la  mina  obscura ; 


Y    UK    CO.MnATi:  '•> 

á  los  judíos,  insultados,  perseguidos,  dispersa- 
dos por  el  mundo; 

á  los  rebaños  de  niños  que  la  tisis  consume  en 
las  fábricas  de  vidrios,  y  cuyos  labios  adolescentes 
sólo  los  desdora  el  beso  de  la  Muerte,  en  el  seno 
de  la  tumba ; 

á  los  neutros,  linchados  diariamente,  en  espectá- 
culo público  en  los  Estados  del  Sud,  de  la  Hepú- 
blica  Modelo,  y  cazados  como  fieras,  á  plena  luz 
meridiana,  en  las  calles  de  New  York  ; 

á  las  multitudes  analfabetas,  que  pululan  en 
vida  vegetal,  bajo  las  altas  capas  sociales  ; 

á  los  campesinos  que  mueren  de  hambre  y  de 
fiebre,  cerca  á  la  azada  inútil,  sobre  la  tierra  es- 
téril ; 

¡  la  Fraternidad ! 

preguntad  á  las  mujeres  y  los  niños  boers,  fusi- 
lados por  Lord  Koberts,  sobre  las  cenizas  de  sus 
casas  incendiadas  ; 

á  las  poblaciones  filipinas,  asesinadas  durante  el 
sueño  ó  cazadas  y  fusiladas  en  masa,  en  las  calles 
y  en  las  plazas,  por  orden  del  General  Arthur  ; 

á  los  Ministros  y  á  la  familia  de  la  reina  de  los 
Hobas,  hechos  fusilar  en  Tamanariva  por  el  (lene- 
ral  Galiani ; 

á  los  cuarenta  mil  derviches,  asesinados  en  un 
solo  día,  por  Lord  Kitchener,  en  Odurmán ; 

alas  poblaciones  de  Tien-Sing,  de  Cing-Fou,  de 


74  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

Pekín,  que  han  visto  pasar  sobre  ellas  el  espectro 
rojo  de  la  Civilización  europea  ;... 

las  mujeres  violadas;  los  niños  desventrados  ó 
estrellados  contra  los  muros,  por  los  soldados 
ebrios  del  Emperador  de  Alemania ;  los  hombres 
asesinados  en  los  brazos  de  las  esposas ;  los  hijos 
en  el  seno  de  las  madres  ;  los  templos  en  ruinas,  las 
tumbas  profanadas,  os  hablarán  de  ese  vocablo ; 

¡  la  Civilización!... 

¿no  visteis  su  última  epopeya?  (1) 

¿  no  visteis  las  hordas  de  los  soldados  europeos, 
al  grito  del  Atila  teutón,  cuya  espada  virgen  tiem- 
bla en  el  brazo  roto,  lanzarse  sobre  las  costas  del 
mar  amarillo,  para  castigar  un  pueblo  culpable  del 
solo  crimen  de  amar  sus  dioses,  su  patria  y  su  de- 
recho? 

al  grito  de  esos  nuevos  bárbaros,  salidos  del 
fondo  de  la  Europa,  para  imponer  á  pueblos  leja- 
nos nuevos  dioses,  nuevas  leyes,  nuevos  amos, 
¿no  escuchasteis  mezclado  el  grave  rumor  de  los 
diplomáticos  discutiéndolas  cabezas  que  habían  de 
cortarse,  los  tormentos  que  habían  de  infligirse  á 
Príncipes  y  generales  culpables  del  crimen  de  haber 
amado  á  su  país  y  defenderlo  de  una  invasión  ex- 
tranjera? 

(1)  La  invasión  á  China  predicada  y  ordenada  por  Gui- 
llermo de  Prusia,  cuyas  hordas  desenfrenadas  de  hotentotes 
rubios,  eclipsaron  la  barbarie  de  los  hombres  primitivos. 


los  enviados  de  Alila,  de  Marico,  de  hcn^frico,  á 
pesar  del  !>  ]'iriis  del  galo,  no  discutieron  tanto 
la  tortura,  no  vendieron  el  martirio,  no  metodiza- 
ron el  asesinato  con  una  ferocidad  semejante  á  la 
de  ese  grupo  de  ministros  europeos,  discutiendo  la 
muerte  al  pie  délas  murallas  de  Pekín  incendiadas 
por  sus  hordas  tumultuarias  ; 

la  onda  de  la  barbarie  europea  sumergi(')  el  viejo 
Oriente  ; 

y  sobre  las  olas  rojas  de  esa  inundaci(')n  que  hi- 
cieron un  mar  de  sangre,  las  piedras  mismas  pro- 
testaron contra  tanta  iniquidad; 

y  la  alta  marea  no  desciende,  la  ciUera  de  los 
fuertes  no  se  aplaca  ; 

¿  cuándo  se  íetirarán  esas  olas  de  barbarie  que 
hoy  se  rompen  contra  los  pechos  inermes  de  pue- 
blos cuyos  brazos  desarmados  se  alzan  para  pedir 
Misericordia  ? 

¿  qué  nuevo  solitario  saldrá  al  encuentro  de 
estos  nuevos  Vándalos,  dicióndoles  como  Isac  á 
Valente  :  cesa  tu  iniquidad^  tú  haces  la  guerra  á 
Dios  ? 

los  altares  de  la  Piedad  no  humean ; 

el  crimen  no  detiene  su  carrera; 

los  tiempos  son  de  Intolerancia  y  de  Injusticia; 

las  jornadas  sangrientas  se  suceden  con  la  rapi- 
dez de  un  vértigo  rojo  ; 

los  pueblos  desaparecen  en  el   torbellino  de  la 


76  VERKO    DE    ADMONICIÓN 

conquista  como  envueltos  en  un  manto  de  rayos; 

la  fuerza  pasa  como  el  caballo  de  Atila,  sem- 
brando la  desolación  sobre  la  tierra  ; 

los  hombres  se  precipitan  en  la  iniquidad  y  los 
pueblas  en  la  demencia  ; 

tal  es  la  tristeza  del  momento  actual ; 

per  Inania  Regna. 


verso  la  vita. 


Es  la  hora  fatídica  del  Caos; 

los  pliegues  de  la  bruma  monstruosa  se  detienen 
estupefactos  en  las  grandes  cimas  sombrías; 

y  en  el  misterio  del  horizonte  se  sienten  remo- 
ver sudarios  invisibles  y  vuelos  letárgicos  de 
larvas  gigantescas ; 

los  soñadores  tenebrosos  y  sinceros,  con  la 
pupila  fija  en  el  abismo  profundo,  meditan  sobre 
Patmos  invisibles ; 

la  insania  divina  los  posee  ; 

olas  de  blancura  estremecida  vienen  hasta  ellos; 

y  en  la  bruma,  su  palabra  florece,  como  una  pri- 
mavera de  mirtos,  y  revienta  en  la  noche,  como  una 
floración  de  estrellas ; 

y  sus  sueños  van  fingiendo  en  la  sombra  dolo- 
rosa,  un  tropel  de  cisnes  negros,  en  un  lago  espe- 
cular ; 

porque  es  la  hora  fatídica  del  Caos; 


78  YERRO    DE  ADMONICIÓN 

gérmenes  de  Muerte  trabajan  en  el  seno  de  la 
Vida  ; 

y  son  luces  trémulas  de  noctículos  lívidos,  las 
que  bordan  como  tenues  luces  de  oro  el  horizonte 
escarlata  ; 

blancuras  de  mortajas  y  albas  ropas  bautismales, 
silencios  de  tumba  y  rumores  de  cuna  se  miran  y 
se  escuchan  ; 

y  el  alba  permanece  inquieta,  envuelta  en  densas 
vaguedades  de  crepúsculo  ; 

la  tumba  abierta  en  que  cayó  un  siglo  triste  de 
mentira,  de  agitacifm  y  de  conquista  ; 

y  la  cuna  donde  ha  abierto  sus  ojos  á  la  luz  un 
siglo  niño,  nacido  entre  la  guerra  y  el  escándalo, 
el  dolor  y  la  iniquidad  ; 

y  la  Muerte,  como  un  pelícano  de  mito,  exten- 
diendo sus  alas  inmóviles  sobre  estos  dos  extremos 
de  la  Vida ; 

una  época  que  no  tiene  ya  fuerzas  parala  Vida, 
y  otra  que  no  tiene  aún  conciencia  de  ella  ; 

algo  que  ha  dejado  de  ser  y  algo  que  no  es  to- 
davía ; 

tales  son  los  signos  del  tiempo  informe  y  azaroso 
en  que  vivimos  ; 

hora  de  descomposición  y  de  transformación  ; 

vestigio  de  lo  que  fué,  germen  de  loque  será; 

montón  de  ruinas,  bajo  las  cuales  germina  se- 
pultada la  nueva  vida ; 


Y  di:  comhatk  79 

restos  de  incendio,  on  cuyas  cenizas,  se  ocnlla  el 
fuego  en  i^^iicion  eterna  ; 

algo  testigo  de  duelos  inacabables  y  sombríos; 

rastros  de  una  nueva  titanomaquía,  de  una  lu- 
cha formidable,  aún  indecisa,  entre  los  dioses  y  los 
hombres  ; 

momento  sociológico  informe  y  confuso,  que  no 
tendrá  nombre  en  la  Historia,  porque  no  es  la  Fe, 
ni  la  incredulidad: 

ni  la  Paz,  ni  la  Guerra  ; 

ni  la  plena  Barbarie,  ni  la  plena  Civilizaci('»n  ; 

ni  la  inviolabilidad  de  las  naciones,  ni  la  legiti- 
midad de  las  conquistas  ; 

ni  la  revolución  ni  la  estabilidad ; 

ni  la  anarquía,  ni  el  orden  ; 

ni  el  yugo  de  la  tiranía,  ni  el  reinado  de  la  liber- 
tad; 

ni  el  régimen  del  privilegio,  ni  la  plenitud  de  la 
igualdad  ; 

ni  el  triunfo  del  individualismo,  ni  el  del  colec- 
tivismo ; 

niel  de  la  aristocracia,  ni  el  de  la  democracia; 

ni  la  hora  de  la  Monarquía,  ni  la  de  la  República  ; 

no  es  ya  el  derecho  divino  y  no  es  aún  el  dere- 
cho humano  ;  no  es  la  hora  de  los  reyes,  ni  la  liora 
de  los  pueblos  ; 

es  la  incoherencia,  la  inconsecuenci  i,  la  impo- 
tencia: 


(SU  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

la  confusión  de  todos  los  principios,  el  contuber- 
nio de  todos  los  errores  ; 

la  duda,  la  incertidumbre,  el  caos  ; 

sobre  la  tumba  aun  entreabierta  de  ese  siglo, 
crece  la  Esperanza  como  un  lis  ; 

y  en  la  vaga  penumbra  astral,  el  siglo  niño  se 
yergue  y  con  pie  alado,  como  de  ninfa  que  des- 
flora la  vaga  quietud  de  un  lago  escandinavo, 
avanza,  ¡  blanco  Mago  !  en  los  hondos  silencios  del 
Misterio ; 

y  avanza,  bajo  el  cielo  que  se  incendia  sobre  su 
cabeza  y  la  tierra  que  tiembla  bajo  sus  pies ; 

¿  á  dónde  va? 

va  hacia  la  Vida... 

y  nosotros  con  él ; 

verso  la  vila,  verso  la  vita... 


di  servo  arbitrio... 


El  parlamentarismo  expira  deshonrado  y  vencido, 
profanado  por  los  gobiernos,  que  no  ha  podido 
salvar,  despreciado  por  los  pueblos  que  no  ha  sa- 
bido defender ; 

instrumento  de  tortura  y  rebelión,  ha  servido 
más  para  oprimir  que  para  libertar,  y  no  se  ha 
alzado  indignado  sino  para  caer  más  pronto  de 
rodillas ; 

el  carnerismo  vergonzoso  de  las  asambleas,  ha 
hecho  que  el  alma  heroica  del  pueblo  huya  de 
ellas ; 

la  última  en  que  palpitó  vibrante  y  tenaz  el  alma 
pública,  se  llam(')  :  la  Convención  franc<;aa ; 

en  aquel  grandioso  y  lúgubre  cenáculo  de  abo- 
gados sombríos  y  de  asesinos  togados,  Pretorio  el 
más  alto,  que  registran  Jas  cimas  de  la  Historia, 
respiraba  toda  el  alma  de  una  época,  con  soplo  de 
muerte  y  de  exterminio,  y  se  alzó,  trágica  y  san- 


82  VEHIJO    DE   ADMONICIÓN 

grienta,  roja  y  negra  como  un  rayo  espectral,  la 
Venganza  de  los  Siglos  ; 

el  alma  de  la  Libertad,  seescap»)  como  un  cántico 
de  los  labios  del  último  girondino  asesinado; 

¡bandada  de  cisnes  trágicos,  con  los  cuellos  de 
ánforas  tronchados  por  la  mano  inllexible  de  la 
Muerte,  en  el  lago  crepuscular  de  los  ensueños  ! 

de  aquellas  rosas  líricas,  deshojadas,  se  escapó 
como  un  perfume,  el  alma  dolorosa  de  la  Repú- 
blica ; 

con  los  jacobinos  terminó  la  grandeza  del  Poema 
Rojo,  imponente  y  devastador  como  el  cich'tn  ; 

y  cuando  las  cabezas  pálidas  de  Robespierre  y  de 
Saint-Just,  juntaron  sus  labios  fríos,  entre  la  cesta 
sangrienta,  con  aquel  beso  de  tigres  muertos,  con 
ese  estremecimiento  de  leones  agarrotados,  murió 
el  alma  déla  grande  y  soberbia  Asamblea  Popular, 
se  apagó  el  trágico  aliento  de  la  Revuelta,  que  hizo 
temblar  el  mundo,  se  eclipsó  el  Mito  formidable,  y 
se  extinguió  ese  ciclo  rojo  del  Ideal  bermejo,  que 
tuvo  por  tribuna  la  Convención,  por  altar  el  Patí- 
bulo, por  dios  la  Libertad,  por  sacerdote  el  Ver- 
dugo, y  por  Código,  esa  Biblia  de  la  Histeria,  que 
escribió  en  la  soledad,  el  alma  ingrata,  desolada  y 
triste,  del  filósofo  de  Ginebra  ; 

el  Consejo  de  los  Quinientos,  no  fué  ya  sino  el 
nidar  de  gansos  capitolinos,  mudos  de  espanto 
sobre  la  tumba  de  Manilo  . 


Y    DE    COMBATi:  H.'i 

y,  el  bárbaro,  que  venía,  seguido  de  sus  águilas, 
espanto  con  el  extremo  de  su  fusta  esa  bandada  de 
aves  de  corral ; 

cuando  Júpiter  Scappín,  el  corso  funambulesco, 
estrangul»)  la  República,  hacía  ya  mucho  tiempo 
que  la  voz  imponente  y  grave  del  Pueblo  había 
huido  de  su  garganta ; 

su  alma  trágica  y  bravia,  dormía  con  Dantón  y 
con  Vergniaud,  en  la  noche  de  la  Muerte ; 

el  espíritu  invencible  y  puro  de  las  asambleas 
desapareció  con  aquellos  hombres; 

después  no  ha  quedado,  sino  algo  como  la 
mueca  de  la  Elocuencia  en  la  Tribuna  de  los  Rostros ; 

¡  bandadas  de  pericos  ebrios  de  vocablos,  revol- 
cándose entre  el  fiemo  de  las  águilas  caudales; 

los  senados  de  Napoleón,  serrallos  galoneados; 

la  C.'imara  introuvahle,  rebaño  de  camellos,  con 
accesos  de  furor  • 

aquella  otra  imprevisora  y  desleal,  que  forjó  en 
la  fragua  de  las  jornadas  de  julio  el  cetro  de  Luis 
Felipe ; 

el  aula  en  que  dio  Guizot  sus  cursos  de  pedante 
pedagogía  y  Berryer  hizo  oir  las  sinfonías  de  su 
elegante  vaciedad; 

la  sala  de  espectáculos  parlamentarios,  en  que 
di(j  sus  conciertos  líricos  Lamartine  y  exhibió  sus 
juegos  de  prestidigitación,  Thiers,  el  espiritual  ina- 
riunettede  la  tribuna; 


84  VERBO    DE  ADMOiMClOiN 

la  cámara  del 2  de  Diciembre,  aquel  prostíbulo  de 
infamia ! 

el  desierto  en  que  gritó  Hugo ; 

el  estercolero  sobre  el  cual  lanzó  el  poeta  el  rayo 
de  su  cólera  ; 

las  asambleas  del  segundo  Imperio,  esas  turbas 
de  libertos,  que  temblaban  de  rodillas  ante  el  hijo 
de  Hortensia,  que  deslumhraba  con  su  abyecta  ver- 
bigeración el  Duque  de  Morny  y  sedujo  con  la 
armonía  de  su  sonora  vacuidad  Emile  Olivier  ; 

después. . .  el  silencio  donde  suena,  como  el  grito 
de  una  águila  en  la  noche,  una  voz...  la  de  Gam- 
betta; 

y...  una  calma  de  aprisco  poblada  de  balidos ; 

así  la  Europa  toda; 

en  Alemania,  parlamentos  sumisos  y  apacibles, 
como  jumentos  éticos,  desgarrados  los  ijares  por 
las  espuelas  de  Bismarck,  corriendo  en  manada, 
azotados  por  los  tropos  bélicos  del  canciller  Caprivi, 
ó  durmiendo  con  placidez  de  rumiantes,  distraída 
su  hambre  de  grano  por  las  metáforas  agrarias  del 
conde  de  Bulow ; 

en  Austria-Hungría,  los  diputados  czekes,  sir- 
viendo de  Cristos  á  la  mayoría  austríaca,  como  en  el 
Parlamento  británico  los  diputados  irlandeses  sir- 
viendo de  mofa  á  la  lealtad  mastodontesca  de  los 
hijos  de  John  BuU; 

y  en  todas  partes  un  socialismo  escolástico  extra- 


Y    DE    COMBATE  ^"> 

viando  las  almas  de  acción  con  la  insLabilidad  do 
sus  mirajes,  la  vaí^uedad  temblorosa  do  sus  adosó- 
la ductilidad  elei^antc  de  sus  metáforas  y  la  esteri- 
lidad dolorosa  de  su  vida  ; 

uno  como  viento  de  fronda,  sopla  á  veces  sobre 
los  parlamentos  sometidos; 

pero  no  es  el  alma  de  la  rebeli<'>n,  sino  el  alma 
del  tumulto,  la  que  grita  en  ellos,  y  llena  los  ám- 
bitos del  escándalo ; 

y  si  la  Elocuencia  triunfa,  es  arrojada  del  recinto, 
donde  toda  virtud  es  crimen  y  la  voz  déla  Justicia 
es  Rebeldía. 

y  el  exilio  de  la  Verdad,  completa  el  triunfo  de  la 
Iniquidad ; 

y  el  éxodo  de  los  grandes  tribunos  deja  en  pos 
de  sí  la  soledad  y  el  silencio,  donde  suena  el  estri- 
dor de  sus  últimas  palabras,  con  el  sangriento 
horror  de  las  catástrofes  futuras  ; 
esa  mudez  engendrará  el  tumulto ; 
de  esas  bocas  cerradas  estallará  el  clamor  como 
una  tempestad  ; 

esas  lenguas  mutiladas  serán  banderas  de  Rebe- 


li.'.n  ; 


y  como  la  cabeza  del  Rautista,  las  faces  abofetea- 
das de  los  tribunos,  pálidas  en  las  manos  del 
Pueblo,  harán  retroceder  espantado  al  Despotismo 
que  ordenó  cortarlas  ; 

los  labios  cerrados  de  esos  tribunos,  condenados 


8()  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

al  silencio,  harán  temblar  ú  Heredes  Anlipater,  aún 
iTiJis  que  su  verbo  fracasante,  lleno  de  verdades 
abrumadoras  y  frases  de  esplendor ; 

la  elocuencia  del  martirio  supera  la  elocuencia 
del  lenguaje  ; 

la  mano  de  la  fuerza  magnifícalo  que  tritura ; 

la  derrota  es  sagrada,  como  la  muerte  ; 

revolcado  en  el  polvo,  se  transfigura  el  vencido  ; 

toda  violencia  engrandece  á  quien  la  sufre ; 

toda  injusticia  es  halo  de  martirio  y  luz  de  gloria 
sobre  la  frente  ultrajada  ; 

710  es  verdad  que  un  crimen  haya  sido  nunca  úlil^ 
ni  una  injusticia  haya  sido  necesaria; 

esos  parlamentos,  ebrios  de  servilismo,  suicidán- 
dose con  su  propia  indignidad,  entregando  sus  tri- 
bunos á  la  venganza  implacable  de  sus  amos,  dando 
maniatados  sus  grandes  apóstoles  como  presa  á  la 
Tiranía  bestial,  acusan  más  que  la  decadencia  opro- 
biosa del  sistema,  la  quiebra  estallante  de  su  men- 
talidad, y  la  ignominia  absoluta  de  sus  hombres; 

ellos,  han  hecho  recordar  los  tiempos  nefastos, 
en  que  Manuel  pudo  ser  tomado  del  cuello  por  la 
mano  brutal  del  polizonte,  y  arrancado  de  la  tri- 
buna, entre  la  estupefacción  y  el  miedo  de  una  Cá- 
mara imbécil  (>  cobarde  ; 

y,  aquellos  otros  días  tumultuosos,  en  que  Lui;? 
Blanc,  abandonado  de  todos,  como  un  Cristo  en  el 
Pretorio,  fué  entregado  al  furor  de  sus  enemigos. 


Y    DK    COMUATi:  iS  / 

por  una  cámara  abyecta  y  amedrentada,  á  quien  la 
gloria  de  aquel  grande  hombre  exasperaba; 

y,  aquellos  otros,  en  que  Blanqui,  el  eterno  sos- 
pechado, fué  dado  como  gaje  á  la  reacción  en  un 
verdadero  vértigo  de  infamia  ; 

dentro  de  la  Justicia  no  hay  partidos  ; 

y,  para  una  alma  honrada,  no  hay  mas  partido 
que  el  de  la  Justicia  ; 

no  hay  Justicia  política;  sino  Venganza  polí- 
tica; 

la  Justicia  tiene  en  sus  manos  una  balanza,  la 
política  tiene  una  hacha  :  hiere,  no  pesa,  mata,  no 
juzga  ; 

todo  juez  político  es  un  verdugo  ; 

no,  no  hay,  no  ha  habido,  no  puede  haber  Jus- 
ticia política ; 

no  hay  sino  atentados  políticos  ; 

los  atributos  de  la  Justicia  son  la  Imparcialidad 
y  la  Verdad  ; 

y,  la  política  es  ciencia  de  pasiim  y  de  mentira  ; 

la  política  es  á  la  Justicíalo  que  la  Magia  ala 
Ciencia  :  una  farsa,  pero  una  farsa  sangrienta; 

la  política  y  la  Justicia  son  rivales  ; 

cuando  una  sociedad,  cree  no  tener  otro  medio 
de  salvarse  que  la  justicia  política,  esa  sociedad 
está  irremediablemente  perdida,  porque  como  Bru- 
nechilda  bajo  su  escudo,  ella  se  ampara  bajo  la 
fuerza  ; 


88  VERHO    DE    ADMONICIÓN 

y  las  sociedades  perecen  por  la  fuerza  ; 
ellas  no  se  salvan  sino  por  la  Justicia  : 
todo   abuso  de  la  Victoria,  aprovecha  á  la  De- 
rrota ; 


en  la  Cámara  austriaca,  los  jóvenes  czeches,  se 
insurreccionan  y  ensayan  el  obstruccionismo,  esa 
forma  letal  de  rebelión,  que  es  como  la  cólera  de  la 
inercia ; 

osan  hablar  en  lengua  czecha  entre  el  tumulto 
de  los  alemanes  que  protestan  ; 

la  lengua  natal  de  los  vencidos,  es  criminal  álos 
oídos  del  vencedor ; 

el  esclavo  no  tiene  derecho  á  hablar  sino  la  len- 
gua del  amo,  y  eso  para  el  cántico... 

en  Inglaterra  en  la  Cámara  de  las  Comunas,  los 
diputados  irlandeses  que  se  negaron  á  tomar  parte 
en  una  discusión,  fueron  expulsados  manu  mili- 
tari,  y  arrastrados  por  la  fuerza  fuera  del  salón  ; 

y,  se  fueron  abofeteados  y  vencidos,  entonando 
el  :  God  save  (he  Ireland... 

\  protesta  conmovedora  en  su  simplicidad  lírica! 
pero  estéril,  como  los  versículos  de  la  Biblia  y  los 
himnos  sagrados  de  los  boers  en  las  selvas  del 
África  incendiada  ;  ^ 

la  fuerza,  pájaro  ebrio  de  sombra,  no  detiene  su 
vuelo  vencedor,  no  pliega  sus  alas,  que  se  agitan 


V    DE    COMIlATi:  !S".) 

sobre  el  mundo,  con  la  obócsion  siniestra  áv,  un 
mal  sueño ; 

y  en  el  vértigo  de  sus  triunfos,  éntrela  dolorosa 
ruptura  de  los  ritmos,  y  las  sonoridades  tristes  de 
un  mundo  que  ora  y  que  se  queja,  ella  prende  en 
su  horizonte,  cada  día,  nuevas  conquistas,  que 
brillan  sobre  la  tierra  ensangrentada,  que  hace  on- 
dulaciones de  roja  mar  reverberante,  como  astros 
muertos,  en  un  cielo  llorecido,  sobre  un  fondo  de 
grana ; 

I  oh,  la  salvaje  fuerza  vencedora  I 


Sunt  lacrimse  rerum... 


Lasólas  de  la  barbarie  se  retiran  lentamente. ..(1) 

la  marea  del  crimen  baja,  dejando  la  desolación 
y  el  espanto  sobre  la  playa  silenciosa,  que  cubrió 
con  su  ola  roja  ; 

las  hordas  adventicias  del  pillaje  vuelven  la  es- 
palda á  la  conquista  imposible  y  huyen  ; 

los  bárbaros,  tornan  á  sus  hogares  ; 

y  la  China  sangrienta,  despedazada,  mira  desde  la 
altura  de  su  cruz,  los  pretorianos  occidentales,  que 
se  alejan,  cargados  con  el  botín  de  sus  despojos; 

la  Europa,  al  retirarse  de  China,  se  retira  des- 
lionrada  y  vencida ; 

deshonrada  por  sus  propios  crímenes,  vencida 
por  la  inercia  hostil  de  sus  contrarios  ; 

en  pos  de  esas  hordas  ebrias  y  rapaces,  que 
vuelven  á  Occidente,  las  águilas  augustales  de  la 
Gloria,  no  trazan  las  curvas  gigantescas  de  su  vuelo ; 

(1)  Retirada  de  las  hordas  europeas  invasores  de  China 
(1901% 


\i;i;i:()   lu;  Aii.Md.Mcio.N   v   in,  co.miiaik  \n 

nubes  (le  cuervos  voraces  las  lu'eceden  y  las  si- 
guen ; 

¡  pájaros  heráldicos  de  aquellos  legionarios  del 
saqueo ! 

¡  pájaros  agoreros  de  la  muerte,  únicos  dignos  de 
hacer  compañía  á  aquella  legión  merodeadora,  que 
huye  ! 

¡  vencidos  de  las  ruinas  y  el  honor,  vuelven  los 
pretorianos  del  Estrago ! 

ni  un  rayo  de  gloria  ilumina  la  marcha  de  esos 
bárbaros  funambuh^scos; 

sonámbulos  de  un  sueño  trágico,  empujados  por 
manos  superiores,  en  la  tormenta  vertiginosa  del 
momento,  se  retiran  en  la  bruma,  roto  el  arco  de 
Atila,  irresponsables  y  malditos,  dejando  en  pos 
de  sí,  un  hormigueamiento  lívido  de  espectros,  un 
lúgubre  estancamiento  de  sombras; 

ciegos  ejecutores  de  un  designio  criminal,  po- 
seídos de  un  extraño  furor  de  destrucci('>n,  cum- 
pliendo la  consigna  est(')lida  de  un  impei'ial  de- 
mente, (1)  abordando  todas  las  riberas  del  oprobio, 
sembrando  la  desolaciím  y  la  tristeza,  pasaron 
como  llevados  por  un  viento  de  tempestad,  esos 
sembradores  de  la  muerte,  sin  valor,  sin  genio  y 
sin  grandeza; 

todo  les  ha  sido  propicio  ; 

(1)  Guillermo  de  Prusia. 


92  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

la  bajeza  délos  hombres,  la  Irisleza  de  la  época, 
la  complicidad  de  los  acontecimientos  ; 

todo  ..  menos  la  Gloria  y  el  Honor ; 

el  Atila  tudesco,  que  ordenó  aquella  invasión 
salvaje,  y  predicando  la  ley  del  talión  ante  su  pue- 
blo Cándido  y  cruel,  envió  sus  hordas  destructoras 
al  asesinato  y  al  pillaje,  las  ve  regresar  hoy,  y  cree 
su  bandera  muy  altamente  colocada,  porque  ondea 
sobre  un  montículo  de  cadáveres  en  putrefacción, 
sobre  muros  en  llamas,  sobre  un  estercolero  en 
fermento ; 

y  taciturno  y  demente  como  Genserico,  este  ex- 
traño destructor  de  pueblos,  que  no  afronta  la 
muerte,  pero  la  decreta,  ve  indiferente  el  regreso 
de  sus  turbas  vencidas,  y  sus  ojos  lügubressueñan, 
ebrios  de  obscuridad,  en  el  seno  tenebroso  de  la 
insania; 

cuando  Alarico,  sitió  por  tercera  vez  á  Roma,  se 
conformó  con  exigir  todo  el  dinero,  todos  los  mue- 
bles de  valor,  todos  los  esclavos  de  origen  bár- 
baro ; 

¡  rey  I  exclamaron  los  enviados  del  Senado,  ¿qué 
quedará  pues  á  los  romanos  ! 

la  vida,  respondió  el  bárbaro  impasible  ; 

¡  la  vida  !  ni  eso  quedó  á  los  chinos  desventura- 
dos, que  no  huyeron  á  la  aproximaciihi  de  la  bar- 
barie occidental ; 

el  espectáculo  que  el  mundo  romano  presentaba 


Y  DE  comhatl:  y-i 

después  do  las  excursiones  do  los  bárbaros,  cuando 
los  godos  extendían  la  desolación  sobre  la  tierra, 
saqueaban  el  Ponto  Euxino,  caían  sobre  el  Asia 
Menor,  y  reducían  á  cenizas  la  tercera  Grecia  ; 

cuando  los  alanos  destruían  en  pocos  días  cua- 
renta y  cinco  ciudades,  empujando  ante  ellos  como 
un  rebaño,  senadores  y  matronas,  amos  y  esclavos, 
mujeres  y  niños ; 

cuando  los  hunos,  sembraban  la  muerte  en 
aquellos  campos  en  que  Salvianó  vio  las  ciudades 
llenas  de  cadáveres  y  pájaros  y  perros  de  presa 
ahitándose  de  carne  infecta,  como  únicos  habita- 
dores de  esa  tierra ; 

cuando  los  thuringios,  cometían  aquellas  cruel- 
dades desconocidas,  que  Theodorico,  hijo  de 
Khlowigh,  recordaba  ochenta  años  después,  para 
excitar  los  francos  á  la  venganza  ; 

cuando  Atila,  el  marl'úlo  de  Dios,  puso  el  sello  de 
la  muerte  sobre  la  vida  de  la  tierra,  el  horror,  la 
barbarie,  el  crimen,  no  llegaron  al  extremo  de  fría 
y  terrible  ferocidad,  que  las  hordas  germanas,  es- 
pantables y  miserables,  desplegaron  en  los  silen- 
cios del  extremo  Oriente ; 

así,  con  una  desolación  trágica,  como  aquella  que 
después  de  la  derrota  de  Valente,  se  extendió  desde 
los  muros  de  Constan tinopla,  hasta  los  Alpes  julia- 
nos, cuando  las  dos  Thraseas  ofrecían  desde  lejos 
el  espectáculo  de  una  soledad  verde  blanqueada  de 


94  VEHBO    DE    ADMONICIÓN 

osamentas,  así  ha  quedado  la  China,  al  retirarse  de 
sus  playas  el  siniestro  aluvión  de  la  barbarie ; 

las  ciudades  fueron  devastadas,  los  hombres  de- 
gollados, el  suelo  se  cubrió  de  cadáveres  y  ruinas  ; 

en  la  intemperie  de  todos  los  derechos,  no  quedó 
á  los  grandes  patriotas  chinos,  libertad,  sino  para 
escoger  el  género  de  su  muerte  :  el  suicidio  ó  el 
cadalso ; 

y  la  Europa  insaciable,  pedía  á  cada  ejecución, 
el  sacrificio  de  nuevos  mártires ; 

de  un  mar  al  otro,  la  mano  sacrilega  de  los  bár- 
baros paseó  el  incendio,  ardió  las  ciudades  y  los 
campos,  y  barrió  como  una  lengua  roja,  las  costas 
del  océano  oriental ; 

á  su  paso  se  prostituyeron  los  hogares,  se  de- 
rrumbaron los  templos,  los  sacerdotes  y  los  pue- 
blos perecieron  por  el  hierro  y  por  el  fuego,  los 
muertos  mismos  se  vieron  profanados,  y  las  tum- 
bas sagradas,  sintieron  las  manos  de  la  invasión 
penetrar  en  sus  entrañas  ; 

sobre  los  fragmentos  de  los  templos,  sobre  las 
piedras  de  los  altares,  sobre  los  sepulcros  violados, 
la  devastación  extendió  su  imperio  ; 

los  desgraciados  que  escapaban  al  desastre  de  las 
ciudades,  eran  perseguidos  y  degollados  en  los 
campos ; 

todo  fué  arrasado,  todo  destruido,  y  los  bárbaros 
llevaron  la  peste  á  las  ciudades  sitiadas,  para  dar 


Y    DE    COMBATE  95 

al  vienlo  la  inisiúii  tío  Uevaí-  l;i  imici-lQ  más  allá  de 
los  uniros  ({ue  ellos  no  osaban  asaltar  ; 

¡ntrr>')\(la  nobis  nidilinhi  sinil  :  slrmirs,  /nrln  in- 
ri'ndidy  nip'niíCy  itili'rfeclíones,  excrarialionr.s  lionii- 
)iu))i...  Omni II  (jruiimus,  sicpc  jhivimus,  vix  conso- 
lali  sinnus,  pudieron  exclamar  los  chinos,  como  San 
Agustín,  ante  la  desolación  del  África,  asolada  por 
los  vándalos  ; 

y,  ya  vuelven,  los  bárbaros,  vencidos  ; 

¿vuelven  de  la  confjuista? 

no,  porque  nada  han  podido  conquistar  ; 

¿vuelven  de  la  victoria? 

no,  porque  no  han  sabido  combatir  ; 

vuelven  del  asesinato,  del  estupro,  del  incendio 
y  del  pillaje... 

¡hurrah  á  los  bárbaros  que  vuelven  !... 

¡  hurrah  á  la  civilización  que  pasa  con  el  César 
teutón  á  la  cabeza  !... 


hurrah  ! 


y  el  mundo  estupefacto  nada 

dice ; 

se  apaga  apenas  en  el  espacio  el  gemido  de  dos- 
cientos mil  chinos  asesinados  ; 

se  asienta  en  el  desierto  el  polvo  levantado  por 
tantas  hordas  en  marcha  ; 

caen  las  últimas  piedras  de  tantos  templos  un 
ruinas ; 


1)Ü  VERnO    DE   ADMOMCIÓN 

se  extinguen  los  últimos  fulgores  de  las  ciudades 
en  llamas; 

vuelven  los  huesos  dispersos,  por  manos  de  la 
piedad,  á  los  sepulcros  abiertos ; 

y  pasa,  y  se  aleja,  y  muere  el  huracán  de  la  bar- 
barie ; 

y  el  mundo  calla... 

¡  sobre  la  tierra  cae  la  sombra !  ¡  sobre  la  tierra 
cae  la  noche  !... 

Nuü  cVombrc,  niiit  tragiquc,  ó  nuit  déscspcrcc; 

en  el  horizonte  bermejo,  en  los  ponientes  cár- 
denos de  todas  esas  glorias  sanguinarias,  mueren 
los  ideales  en  el  trágico  y  desconsolado  gesto  del 
martirio ; 

y  fingen  en  su  muerte  dolorosa,  crepúsculos  de 
dioses  y  de  soles;  "* 

y  el  mundo  entra  en  la  noche  como  en  su  Im- 
perio ; 

i  la  sombra  es  su  conquista ! . . . 


Ecce  Deus... 


Un  viento  de  desolación  y  de  espanto,  pasa  en 
este  momento  por  sobre  la  Europa  sorprendida... 

los  sabios  callan,  guardando  el  secreto  en  la  boca 
amarga,  seguros  de  que  la  aurora  del  verbo  no  ha 
llegado ; 

los  héroes,  nostálgicos  de  gloria,  no  mueven  sus 
espadas,  pues  saben  que  los  siglos  heroicos  han 
pasado  ; 

las  águilas  de  la  Victoria,  se  han  posado  sobre 
cimas  inaccesibles,  y  se  niegan  á  seguir  esas  tur- 
bas obscuras,  que  en  marejadas  de  barbarie,  partea 
de  Europa  sobre  el  África,  el  Asia  y  la  América,  por- 
tadoras de  la  muerte  y  del  pillaje; 

y,  la  angustia  sube  formidable,  con  lamentos  de 
treno  enfurecido ; 

y,  ese  clamor  viene  de  lejos,  de  muy  lejos,  de  las 
selvas  insondables  del  dolor  ; 

esa  voz  de  marejada  (|ue  se  escucha,  es  la  voz  de 
un  océano  que  no  ruge,  sino  en  muy  raras  horas  de 
la  Historia; 


\)H  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

el  océano  de  las  lágrimas  del  mundo ; 

ese  aullido  que  llena  las  ciudades  y  los  campos, 
no  es  el  de  las  fieras  del  desierto,  es  el  de  un  noble 
animal  que  muere  de  hambre  sobre  los  campos  in- 
cultos y  en  las  ciudades  hostiles  ; 

es  el  grito  del  hombre  miserable,  que  antes  de 
morir  en  el  combate  de  la  vida,  ensaya  la  lucha, 
rebelde  á  pronunciar  ante  los  felices  de  la  tierra,  el : 
moritiiri  ie  salutant,  de  los  antiguos  gladiadores  ; 

esos  nuevos  esclavos  que  se  rebelan  á  entrar  en 
el  Circo,  para  morir  en  él,  bajo  las  grandes  fieras 
potentadas,  no  vienen  del  desierto  y  de  la  estepa, 
sedientos  de  la  sangre  y  del  botín  ; 

vienen  del  fondo  de  la  mina  obscura,  larvas 
ciegas  en  busca  de  la  luz  ;  ,^ 

vienen  del  campo  triste,  donde  la  helada  mató 
en  germen,  el  mísero  alimento  del  mañana ; 

vienen  del  taller,  donde  la  máquina  hace  inútil* 
la  mano  del  hombre  ; 

son  los  sin  pan,  los  sin  trabajo ; 

no  son  las  legiones  de  Atila  las  que  llegan,  son 
las  legiones  del  Hambre,  de  aquel  pálido  hermano 
de  la  Muerte  ; 

ya  los  pueblos  no  van  á  la  conquista  de  la  Gloria ; 

ese  miraje  astral  no  los  seduce  ; 

ya  no  van  á  la  conquista  de  la  Libertad  5 

la  sangrienta  Quimera  no  los  toca; 

no  van  á  la  conquista  del  Derecho  ; 


\     HE    CUMIiAlK 


99 


dejan  .1  Prometeo  sobre  su  roca  ; 

van  á  la  conquista  del  pan  ; 

ya  no  piden  ser  grandes,  no  piden  ser  libres,  no 
piden  sino  :  ser ; 

no  aspiran  á  combatir,  no  aspiran  á  gobernar,  no 
aspiran  sino  á  vivir  ; 

¡  la  vida,  la  vida  !,  he  ahí  el  grito  formidable  de 
los  grandes  miserandos  de  la  tierra; 

¡la  Vida! 

he  ahí  el  grito  que  resuena  en  Roma,  en  Turín, 
en  Trieste,  en  Marsella,  en  Barcelona,  en  Amster^ 
dam  ;... 

y  la  invasiíjn  pavorosa  avanza;... 

¿en  qué  Campos  Cataláunicos,  contra  qué  escudo 
invencible  se  romperá  esta  invasión  de  la  Miseria? 


¿se  romperá?  ¿nos  romperá? 


la  onda  sangrienta  sube, 

sube ;.. . 

los  sembradores  de  la  Muerte,  arrojan  la  semilla 
en  el  surco  rojo,  abierto  con  sus  picas  demoledoras, 
y  esperan  ver  surgir  la  gran  cosecha  libertaria  y 
renovatriz  del  mundo ; 

sus  trágicas  siluetas  se  proyectan  en  la  hora  cre- 
puscular, desmesuradas,  en  las  livideces  del  paisaje 
campesino,  ú  se  diseñan  formidables  en  el  horizonte 
cárdeno,  sobre  los  muros  negros  de  las  ciudades 
incendiadas; 


100  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

son  los  lívidos  sembradores  del  Espanto; 
¡los  amos  del  mañana!... 

en  esta  hora  dolorosa  de  la  Historia,  hora  de  re- 
volución universal,  hora  de  gestación  caótica,  en 
que  todo  el  pasado  se  derrumba,  con  siniestro  fra- 
gor de  catástrofe  y  un  porvenir  incierto  se  anuncia 
en  una  alba  rojiza  amenazante ; 

en  este  instante  psicológico  de  la  vida  universal, 
en  que  un  hondo  lamento  anuncia  la  muerte  dolo- 
rosa  del  mundo  antiguo,  mientras  un  quejido  como 
de  niño  enfermo,  anuncia  la  aparición  de  un  mundo 
nuevo,  los  pensadores,  los  escritores,  los  conduc- 
tores de  conciencias  y  de  pueblos,  tienen  el  dere- 
cho y  el  deber  de  detenerse  á  contemplar  esta  hora 
crepuscular  y  decisiva,'  las  luces  rojas  de  este 
ocaso,  el  incendio  de  esta  aurora; 

hombres  y  dioses,  todo  se  sepulta; 

hombres  y  dioses,  todo  va  á  surgir  ; 

cuando  los  dioses  sonrientes  y  bellos  de  la  He- 
liada,  cayeron  bajo  el  hacha  de  los  bárbaros,  sali- 
dos de  los  más  remotos  puntos  del  planeta,  para 
insultar  la  Belleza  y  sepultar  el  Arte,  ascetas  repug- 
nantes, venidos  de  los  desiertos,  con  pieles  y  con 
almas  de  fieras,  monjes  ignorantes  y  groseros,  pre- 
dicadores enfurecidos  ó  tiernos,  anunciaron  al 
mundo  la  Libertad,  la  Redención,  la  Paz,  entre  los 
hombres ; 

de  los  confines  del  mundo  bárbaro,  los  mendigos, 


V    DE    CO.MIJATE  1 01 

los  libertos,  los  misenibles,  trajeron  el  Dios  de  una 
horda  esclava,  lo  alzaron  desgarrado  y  muerto,  en 
lo  alto  do   un  monto,  clavado  Á  dos  maderos  en 
cruz,  por  sobre  la  tierra  incendiada  y  penitente;... 
era  la  bandera  de  todas  las  reivindicaciones  ; 
la  rebelión  contra  los  dioses,  contra  los  sacer- 
dotes, contra  los  Césares; 
la  condenación  implacable  dol  pasado; 
los  dioses  y  los  hombres,  todos  fueron  hallados 
falsos,  ante  el  tribunal  de  aquel  plebeyo  triste,  de 
aquel  insurrecto,  que  había  amotinado  con  su  pala- 
bra los  esclavos,  los  mendigos,  los  anarquistas  de 
esa  época  obscura  de  la  Historia,  que  se  oculta  más 
allá  de  la  falda  opuesta  del  G('>lgota ; 
y  el  visionario  destructor  Iriunfi» ; 
y,  al  pie  de  la  cruz,  que  fué  su  trono,  la  humani- 
dad desarrapada,  sembr(')  la  semilla  do  la  libertad, 
y  esper(')  ver  surgir  el  árbol  inmortal ; 
i  y  aguardó  siglos  I 
y  el  árbol  no  nació; 

extrañas  larvas  salieron  dol  pie  mismo  de  la  cruz, 
horribles  monstruos  coronados  y  mitrados,  con 
mantos  de  púrpura  y  de  armiño,  grandes  capas 
pluviales,  coronas  y  tiaras  y  un  brillo  cegador  de 
orientales  pedrerías  ; 

todo  el  pasado  resurgii)  del  pie  dol  mismo  árbol 
ya  podrido  de  la  cruz  ; 
y  hubo  Césares  y  Pontífices,  y  esclavos  y  rebaños 


102  VEHRO    DE    ADMONICIÓN 

como  antes  de  que  el  extraño  Cristo  paslóforo,  su- 
biera á  su  patíbulo,  entre  los  gritos  de  la  plebe  soez, 
que  tanto  amaba; 

el  ensayo  de  aquel  anarquismo  pastoril,  fué  un 
fracaso ; 

su  triunfo  fué  efímero  ; 

el  despotismo  reinó  más  fuerte,  después  de  aquel 
abono  de  sangre ; 

hoy,  el  Galileo,  agoniza  de  nuevo  sobre  su  ma- 
dero negro,  en  una  desolación  mayor  que  la  que  lo 
rodeó  aquella  tarde  triste,  en  que  entregó  su  cuerpo 
á  los  verdugos ; 

y  su  reinado  agoniza  con  él ; 

en  un  noble  gesto  de  fatiga,  el  ajusticiado,  parece 
querer  desprender  sus  manos  del  madero  y  arran- 
carse la  corona  de  su  reinado  quimérico,  para  coro- 
nar con  ella  el  nuevo  dios  ; 

¿quién  será  él?  ¿de  dónde  vendrá? 

¿en  qué  oscuro  rincón  del  mundo  lo  engendrará 
el  milagro  de  la  plebe  ? 

¿en  medio  de  qué  conmoción  profunda  lo  pari- 
rán las  entrañas  de  la  tierra? 

la  época  no  es  propicia  para  el  nacimiento  de  los 
héroes  ni  de  los  dioses ; 

ya  el  gesto  extinto  de  los  viejos  héroes  no  mues- 
tra á  los  pueblos  el  camino  de  la  Gloria; 

ya  los  mártires  no  mueren  señalando  el 
cielo ; 


Y    DE    COMBATE  103 

la  plebe  que  avanza  á  devorarlo  lodo,  no  tiene 
ideas ; 

no  tiene  sino  apetitos; 

es  la  gran  bestia  apocalíptica,  somnolienta  y 
triunfal ; 

lo  que  asoma  en  el  horizonte  no  es  una  pálida 
cabeza  de  mártir,  pidiendo  la  corona  y  la  aureola  ; 

es  un  inmenso  vientre,  pidiendo  pan; 

la  lucha  de  las  grandes  ideas,  pas(j; 

la  lucha  de  los  grandes  apetitos  ha  llegado; 

ha  muerto  el  Ideal ; 

no  queda  en  pie,  sino  el  Instinto ; 

el  nuevo  dios  se  llama:   Vientre; 

¡salud  al  nuevo  dios! 


Cristo  rojo... 


El  mundo  es  un  campo  abierto  á  todas  las  ca- 
rreras del  espanto ; 

en  el  horror  de  la  bruma  insondable,  el  estreme- 
cimiento del  pavor  pasa  sobre  el  alma  de  los  hom- 
bres, llenándola  de  una  extraña,  inexplicable  in- 
quietud ; 

los  reyes  tiemblan,  en  el  soberbio  aislamiento  de 
su  grandeza  quimérica;  -^ 

los  pueblos  espantados  se  refugian  en  un  raro 
sueño  de  soberbia,  enarbolando  el  pabellón  rojo  de 
un  desastroso  sueño  sombrío  ; 

en  aquel  peñón  de  todos  los  dolores,  se  organiza 
la  rugidora  invasión,  que  como  una  manada  ham- 
brienta de  lobos  de  Circasia,  ha  de  caer  sobre  el 
mundo  y  devorarlo ; 

la  revolución  de  la  Miseria  organiza  su  legiones, 
y  como  en  todo  período  histórico  que  precede  ;i 
una  submersión  del  mundo  en  la  barbarie,  una 
angustia  formidable  priva  sobre  la  tierra; 


vnnno  de  AnMONicióN  y  de  coMnATr.  in."» 

los  poderosos  lieinblan  de  soberbia,  los  ricos 
tiemblan  de  espanto,  los  pueblos  se  estremecen  de 
piedad  y  los  miserables  rugen  de  hambre  y  de 
cólera ; 

la  crisálida  de  un  gran  sueno  se  rompe  en  la 
estepa  solitaria,  en  medio  de  uno  de  esos  grandes, 
pavorosos  silencios  de  la  Historia ; 

rayos  de  Helios  penetran  en  las  almas  sona- 
doras ; 

y  el  problema  avanza,  más  augusto,  más  angus- 
tioso que  nunca,  y  aprieta  la  garganta  del  mundo, 
sofocándolo  ; 

el  ejército  del  Hambre,  hace  su  tremenda  apari- 
ción ; 

el  anarquismo,  desarrapado  y  sucio,  es  su  Re- 
dentor, su  Ap(')Stol,  su  Profeta  ; 

es  él,  quien  avanza,  trágico  como  la  Muerte,  y 
dice  al  mundo  sorprendido  :  ¡  heme  aquí  ! 

es. el  Mesías  de  las  turbas  miserables,  el  sombrío 
conductor  de  los  hambrientos,  que  se  presenta  á 
los  ahitos,  pidiéndoles  cuenta  de  su  hartazgo; 

conquistador  implacable,  cuya  bandera  es  un 
harapo,  llama  y  reúne  bajo  ella,  todos  los  miseran- 
dos de  la  tierra ; 

y  avalanchas  de  turbas  famélicas,  van  en  pos  de 
ese  lívido  guerrero,  que  parece  evadido  de  la 
tumba  de  un  nuevo  Gengis-Kahn  ; 

y  el  fúnebre  Ap(')stol  de  la  Destrucción,  fija  su 


106  VERBO    DK    ADMONICIÓN 

mirada  asesina  sobre  el  mundo,  y  avanza  contra 
él; 

y  da  sus  grandes  batallas  ; 

¿  no  lo  sentís  estremecerse  formidable,  en  el  co- 
razón de  la  Europa  amedrentada? 

¿  qué  son  esos  motines  sangrientos  y  terribles, 
á  cuyos  gritos  de  rebelión  responden  los  cañones, 
las  fusiladas  y  la  muerte  ? 

¿  qué  son  esas  huelgas  amenazantes  de  Marsella, 
de  Barcelona,  de  Genova,  de  Turín,  de  Madrid,  del 
Havre  ? 

son  os  estremecimientos  de  la  gran  bestia  dolo- 
rosa  y  terrible  :  la  multitud  ; 

es  ella,  que  se  despierta,  llena  de  sueños  brumo- 
sos y  de  apetitos  insaciables ; 

sus  ojos  lúgubres,  sueñan  con  visiones  de  sangre 
y  de  exterminio,  y  su  gran  vientre,  inapaciguado, 
sueña  con  el  hartazgo  indefinido  ; 

su  grito  de  guerra  paradoxal  y  extraño,  estre- 
mece al  mundo,  como  un  gemido  en  la  noche ; 
como  un  rugido  en  la  selva  ; 

manifestaciones  de  una  alma  soberana  brillan  en 
esta  triste  visionaria  del  horror,  que  no  tiene  la 
apacible  mansedumbre  de  aquel  otro  desarrapado 
de  la  Historia,  aquel  humilde  Cristo  de  Betania,  que 
la  precedió  en  los  senderos  de  la  predicación  y  del 
patíbulo ; 

en  la  ambigüedad  sangrienta  de  sus  sueños,  en 


\     lii:    Ctt.MHATi:  lo. 

la  incortidiiiul)!-»'  Uirhadora  de  sus  aspiracioiu'.-,, 
surgen,  como  una  primavera  de  horror,  todos  ]«>< 
fermentos  y  los  venenos  del  odio  secular  ; 

ni  un  rayo  de  azul  atraviesa  las  pupilas  y  los 
sueños  de  ese  monstruo  ; 

es  ciego  á  la  piedad  y  á  la  esperanza  ; 

en  vano  habla  del  amor  á  todos  los  dolores,  .i 
todas  las  miserias,  á  todas  las  angustias,  á  todas 
las  tristezas  de  la  plebe,  y  pone  en  el  canto  litúr- 
gico de  sus  aspiraciones  las  notas  modulatorias  de 
la  Caridad  y  del  Amor ; 

su  rugido  es  refractario  á  las  conmiseraciones  y 
al  perdón  ; 

es  implacable  é  inexorable  ; 

el  mundo  había  olvidado  la  piedad  ; 

y  este  extraño  destructor,  viene  ú  recordársela, 
en  nombre  de  la  Muerte  ; 

los  dioses  y  los  cultos,  los  sistemas  y  las  ideas 
no  mueren  :  se  transforman  ; 

y,  este  anarquismo,  vengador  y  tenebroso,  no  es 
sino  el  discípulo  y  el  continuador  de  aquel  Cristia- 
nismo primitivo ;  como  él  desarrapado  y  triste, 
como  él  perseguido,  y  que,  como  él,  camino  al 
triunfo  por  el  Dolor  y  por  la  Muerte  ; 

el  anarquismo  es  el  Cristo  Ilojo  de  la  Historia: 

el  Cristo  Blanco,  el  Cristo  de  la  Piedad  y  del 
Amor,  ha  muerto ; 

el  Cristo  de  la  Venganza  y  la  Justicia,  el  (risto 


IOS  VnRnO    DE    ADMONICIÓN 

Rojo,  ha  nacido,  y  adoctrina,  como  el  otro,  ontrc 
los  harapientos  de  la  tierra  ; 

Tiberio,  ignor(')  el  obscuro  vagabundo  que  con  sus 
parábolas  de  amor,  sembraba  sueños  de  redención 
en  las  almas  de  Judea  ; 

y  los  herederos  de  ese  dulce  visionario,  llega- 
ron un  día  á  Roma,  y  hendieron  con  los  brazos  do 
la  Cruz,  el  cráneo  del  Imperio,  moribundo  ; 

los  poderosos  de  hoy,  fingen  ignorar  ó  desfiguran 
la  apariciím  de  este  otro  novador,  nacido  como 
aquél  de  las  entrafias  de  ia  plebe  y  sembrador  como 
él,  de  sueños  de  rebelión  en  la  mente  de  los  hom- 
bres ; 

y,  ese  terrible  visionario,  henderá  con  su  hacha 
ensangrentada,  la  cabeza  del  mundo  enveje- 
cido ; 

el  Cristo  del  Amor,  ha  muerto  ; 

el  Cristo  del  Odio,  ha  aparecido  ; 

el  Apóstol  de  la  Piedad,  se  borra  y  muere  en  las 
perspectivas  candidas  de  vaguedades  infinitas, 
como  una  rosa  mustia,  en  la  luz  de  un  crepúsculo 
doliente ; 

el  Apóstol  de  la  Venganza,  aparece  entre  el  in- 
cendio y  el  horror,  como  una  flor  de  sangre,  bro- 
tada de  las  entrañas  del  Averno  ; 

Algo  muy  albo,  muy  triste,  se  ve  perderse  en  las 
lejanías  del  horizonte  ; 

es  el  Cristo  Blanco,  que  se  aleja,  recogiendo  sus 


409 

Y    DE    (-.U.Ml'.Ail-  ^"-^ 

albas  vesliduras,  cual  las  alas  úc  u.,  pájaro  ,,,„. 

muere ; 

y  algo  sonoro  y  purpúreo,  se  ve  surgir  en  la 
densa  cerrazón  del  horiz-onle,  como  un  relámpago 
cárdeno,  que  rompe  una  nube  negra ; 

es  el  Crhlo  ¡tojo,  que  hace  su  aparición  si- 
niestra ;  .      1  1 

como  una  lloración  de  rosas  blancas,  bajo  el  he- 
lado beso  del  invierno,  las  parábolas  del  Irisle  He- 
denlor,  se  mueren  en  las  almas  de  los  hombres  ; 

como  una  lloraciun  de  cactus  rojos,  bajo  el  sol 
ce-ador  de  los  desiertos,  las  paradoxas  del  nuevo 
Redenlor,    estallan    en    la    mente    de    los    pue- 

blos  ; 

„mo,.,  fué  la  palabra  del  Cristo  que  se  va  ; 
odio,  es  la  palabra  del  Cristo  que  aparece ; 
amaos  los  unos  d  los  oíros,  exclama,  agonizante 
el  Galileo,  cuando  cerró  sus  labios,  como  elcal.zde 
una  flor  que  dio  polen  de  Verdad : 

mataos  los  unos  á  los  otros,  ps  la  palabra  del 
nuevo  Salvador,  cuya  boca  se  abre  como  el  cráter 
de  un  volcán,  para  dar  la  palabra  de  la  Muerte  ; 

el  Cristo  mítico  y  blanco,  se  elevó  sobre  el  la- 
bor, en  una  nube  de  ensueños  ; 

el  Cristo  trágico  y  rojo,  aparece  sobre  el  mundo 
en  una  nube  de  horrores  ; 

el  Cristo  nianaj,  era  la  promesa  pueril  de  la  Ls- 

peraazii ; 


lio  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

el  Cris  lo  Mojo,  es  la  promesa  viril  de  la  Ven- 
ganza : 

más  allá  de  la  cruz  del  Cristo  Blanco,  se  exten- 
dían los  reinos  fabulosos  de  la  Vida  ; 

y,  en  torno  al  pedestal  del  Cristo  Rojo,  los  reinos 
silenciosos  de  la  Muerte... 

¡  oh,  el  Cristo  Blanco  ! 

\  oh,  el  Cristo  Rojo  .'... 


las  águilas  latinas. 


Porque  el  momento  hislúrico  es  triste,  de  una 
tristeza  abrumadora ; 

porque  la  cerrazón  del  horizonte  es  densa,  de 
una  densidad  pavorosa ; 

porque  un  estremecimiento  de  angustia  agita  el 
mundo  todo  ; 

y,  porque  la  humanidad  dolorosa,  no  sabe  dónde 
volver  los  ojos  alligidos  ; 

por  eso,  en  la  sombría  tristeza  del  momento, 
todo  rayo  de  esperanza  finge  fulgores  de  sol ; 

mientras  el  Oriente  tiembla  profanado  bajo  la 
mutilación  y  el  pillaje  de  los  bárbaros  occidentales  ; 

y  el  Transvaal,  sucumbió  en  el  heroísmo  como 
un  mártir  en  la  hoguera  prendida  por  las  manos 
de  Lord  Kitchener  ; 

y  en  Rusia,  la  juventud  de  liis  escuelas,  como  un 
trigal  bajo  el  huracán,  cae  arrollada  i)0r  la  onda 
férrea  de  los  cosacos  ; 

mientras  tanto  crimen  y  tanta  sangre  caen  sobre 


112  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

la  tierra,  una  sonrisa  de  Paz,  brilla  como  un  rayo 
de  alba  en  los  mares  de  Occidente  ; 

un  estremecimiento  de  alegría,  un  rumor  de 
fiesta,  pasan  por  los  jardines  y  los  parajes  encan- 
tados de  la  costa  azul ; 

y  la  ribera  se  enllora,  coronándose  como  una 
desposada,  con  todos  los  azahares  de  sus  naranjos 
en  Oor  ; 

y,  va,  como  una  canéfora  nubil,  á  ofrecer  todas 
las  flores  de  su  primavera  espléndida,  al  altar  de 
una  diosa  abandonada  y  perseguida  :  la  Frater- 
nidad ; 

y,  el  Mediterráneo,  azul,  profundo,  rumoroso,  se 
muestra  como  una  copa  de  zafiro,  ornada  de  lirios 
heráldicos,  y  en  cuyo  fondo  han  caído  negros  pé- 
talos sombríos ; 

son  los  vapores  de  guerra,  los  heraldos  del  terror 
y  de  la  muerte,  que  van  allí,  á  saludar  sumisos  : 
el  Amor  y  la  Paz  ;  (1) 

es  allí  que  se  dan  el  beso  dos  hermanas,  largo 
tiempo  separadas,  que  vuelven  de  muy  lejos,  de 
viajes  tormentosos  por  el  estéril  país  de  la  qui- 
mera ; . . . 

es  el  abrazo  de  fraternidad  de  dos  grandes  na- 
ciones, de  dos  hijas  gloriosas  de  la  vieja  madre 
Roma,  de  la  raza  del  Lacio,  que  un  día  cubrió  como 
una  inundación  la  tierra  toda;... 

(1)  La  visita  de  la  Escuadra  Italiana  á  Tolón. 


V    DK    COMUATK  I  13 

hi  ludia  y  la  Friiiicia,  las  dos  hijas  dik'clas  du  la 
Historia,  se  han  abrazado  de  nuevo  en  la  rada  de 
Toh'tn; 

el  mundo  mira  hosco  y  airado  aposentarse  esas 
extrañas  águilas,  las  del  Sena  y  las  del  Lacio,  en 
los  mástiles  de  los  mismos  buques,  y  abrir  frater- 
nalmente las  alas,  al  calor  del  mismo  sol ; 

la  hora  de  la  fraternidad  de  las  razas  se  aproxima ; 

el  viento  del  peligro,  que  sopla  sobre  la  tierra, 
las  llama  á  la  uni(')n  y  á  la  defensa  ; 

Salisbury,  Chamberlain,  de  Inglaterra,  Gui- 
llermo de  Prusia,  proclaman  la  unión  de  la  raza 
sajona,  y  del  Capitolio  de  Washington,  los  marmi- 
tones de  esa  raza,  responden  en  un  ¡  Intrrah  !  for- 
midable, al  grito  de  esa  unión  ; 

grandes  hombres  de  Estado  de  nuestra  raza,  han 
pensado,  que  si  no  era  la  liora  de  una  un¡('»n  defini- 
tiva, era  al  menos  la  de  una  aproximación  cari- 
ñosa de  los  pueblos  latinos  de  Europa  ; 

en  la  entrevista  de  Tolón,  el  corazón  de  los  dos 
más  poderosos  países  latinos  ha  palpitado  al  uní- 
sono ; 

la  España,  vencida,  pero  no  destruida,  despo- 
jada, pero  no  muerta,  ha  concurrido  á  la  cita  fra- 
ternal ; 

es  una  hora  trascendental,  esta  hora  de  la  recon- 
ciliación y  de  la  paz; 

las  áí^íiilas  fraternizan  v  los  leones  sonríen  ; 


lli  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

el  gallo  galo  ha  cantado  desde  lo  alto  de  los  más- 
tiles, en  la  rada  de  Tolón  ; 
es  la  hora  del  Alba  ; 
el  Alba  de  una  raza  que  despierta... 


dios  del  siglo.. 


Vencido  hasta  en  el  corazón,  el  siglo  traidor  mu- 
Tiñy  dejándonos  como  herencia,  la  adoraci('>n  de  su 
ídolo  deforme  :  el  Miedo  ; 

he  ahí  el  dios  del  nuevo  siglo  ; 

los  reyes  tiemblan  de  espanto,  viendo  la  som- 
bra de  su  grandeza  decrecer,  como  la  de  una  cima 
á  la  aparición  del  alba  ; 

los  pueblos  tienen  miedo  de  sí  mismos,  y  se 
asombran  de  ver  su  propia  sombra,  engrandecida 
en  el  crepúsculo,  reflejarse  sobre  la  onda  turbia  de 
las  revoluciones  indescifrables  ; 

y,  los  mil  tentáculos  del  monstruo  insaciable, 
abarcan  el  mundo  y  lo  sumergen  bajo  la  trasparen- 
cia pérfida  de  una  serenidad  halagadora  ; 

y,  los  conductores  de  los  pueblos,  los  hombres 
trágicos,  van  hacia  la  noche,  sin  presentir  la  au- 
rora, que  se  alza  detrás  de  ellos,  con  blancuras 
ideales,  infinitas ; 

y,  lasólas  enormes  del  pensamiento  humano,  se 


116  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

alzan  en  el  horizonte,  y  pasan  sobre  el  mundo,  im- 
pulsando el  largo  estremecimiento  de  las  muche- 
dumbres dolorosas,  semejante  al  oleaje  de  una  mar 
misteriosa,  incógnita; 

y  sobre  la  vertiginosa  tormenta  de  los  pueblos, 
el  Destino  pone  el  pavoroso  sello  de  lo  desconocido  ; 

en  la  opacidad  siniestra  de  los  acontecimientos, 
solo  alcanza  á  verse  la  sombra  del  Derecho  fugi- 
tivo, que  huye  vencido,  en  la  aridez  ilimitada  de 
una  desolación  sin  nombre  ; 

en  los  mares  taciturnos  de  la  Infamia,  la  Justicia 
Suprema  hace  naufragio,  cual  si  la  batiese  sobre 
el  escollo,  la  terrible  brutalidad  de  un  mar  Egeo; 

y,  todo  es  indescifrable  en  la  bruma  angustiante 
del  momento ; 

y,  sellada  está  como  un  enigma,  la  palabra  sal- 
vadora de  la  época ; 

por  todas  partes,  la  incertidumbre,  la  incoheren- 
cia, el  miedo  ; 

al  equilibrio  europeo,  sucede  la  instabilidad  eu- 
ropea ; 

¿  cuál  será  el  orden  nuevo,  que  ha  de  suceder  á 
esta  instabilidad  amenazante,  que  poniéndolo  todo 
en  duda,  lo  pone  todo  en  peligro  ? 

¿qué  forma  definitiva  de  gobierno  se  despren- 
derá de  todo  esto  ? 

el  derecho  divino  y  el  sufragio  universal,  ¿pueden 
coexistir? 


Y  ni;  coMiuTi:  I  I  / 

¿cómo  se  L'oncilian  el  derecho  lieredilario  y  el 
derecho  popular  ? 

si  los  acontecimientos  hacen  necesaria  una  nueva 
partición  de  la  Europa,  ¿cómo  se  hará  esa  parti- 
ción, sin  herir  el  sentimiento  de  las  nacionalida- 
des, que  parece  no  haber  sido  erigido  en  derecho, 
sino  para  ser  violado  en  hecho? 

¿qué  significa  esa  palabra  :  nacionalidades? 
¿  dónde  comienzan  ? 

en  realidad  y  sin  frases,  ¿existe  ó  ha  existido  en 
Europa,  otro  derecho  que  el  derecho  de  la  fuerza, 
más  ó  menos  temperado  por  la  prudencia  ? 

si  es  posible  otro  derecho  en  esta  era  de  conquis- 
tas, ¿porqué  no  apresurarse  á  instituirlo? 

nunca  fueron. para  ello  las  circunstancias  más 
propicias  ; 

el  mundo  está  hambriento  de  paz,  ¿por  qué  no 
dársela  ? 

y,  la  interrogación  formidable  está  en  el  hori- 
zonte de  los  pueblos,  oscilante,  como  la  cauda  de 
un  cometa  mortal; 

y,  el  mundo  marcha  ; 

¿  hacia  dónde  ? 

vacilante  entre  la  Revolución  y  la  Reacción, 
¿hacia  cuál  inclinará  el  género  humano  la  cabeza 
cargada  de  dolores  ? 

¿Cuándo  el  mundo  moral,  inclinará  el  eje  hacia 
el  Derecho? 


118  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

¿Cuándo,  i  oh  Justicia  !  llegará  tu  día? 

los  pueblos  lloran  en  la  desolación  de  tu  or- 
fandad ; 

¡  oh  !  siglo  mentiroso  el  siglo  muerto  ; 

habló  de  todos  los  derechos,  y  todos  los  violó  ; 

por  él,  despedazada  fué  la  Polonia,  entre  las 
garras  de  las  águiLogjajonas  y  las  del  oso  polar; 

y  la  Dinamarca  fué  despedazada  por  el  Austria  y 
por  la  Prusia ; 

y,  desapareció  el  Hanover  ; 

y,  la  Francia  fué  mutilada  ; 

y,  España  despojada  fué; 

y,  Grecia  vencida  por  el  bárbaro  ; 

y,  Creta  gime  asustada,  en  las  manos  del  Sul- 
án ; 

y  la  Armenia,  se  desangra  y  muere,  como  una 
virgen  cristiana  en  las  arenas  del  Circo  ; 

y,  la  Macedonia  de  Alejandro,  se  debate  en  sus 
cadenas ; 

y  la  Albania  desmaya; 

y,  el  Transvaal  desapareció  ; 

y  Cuba  agoniza,  con  la  bandera  estrellada  cla- 
vada en  el  corazón  ; 

y,  ¿  esa  fué  tu  conquista  ?  ;  oh  civilización  men- 
tida y  sanguinaria  1 

¡  oh  precursores  I  ¡  oh  luchadores  del  Ideal  I  vues- 
tra es  la  derrota ; 

¡oh,  Kosciusko!  sobre  tu  obra,  los   czares  han 


Y    DE    COMIJAIL  119 

escrito  el  epitalio  que  trazó  tu  espada  :  /''mis  l*n- 
loniíc... 

¡oh,  Martí!  sobre  tu  sueño  y  sobre  tu  pueblo,  los 
bárbaros  del  Norte,  liau  escrito  la  trágica  palabra  : 
Vi.rit. 

¡  dormid  en  paz  !  oh  soñadores  ; 

los  tiempos  heroicos  han  pasado  ; 

la  gloria  ha  muerto  ; 

no  hay  sino  una  epopeya  digna  de  estos  tiempos  : 
la  expedición  de  China  ; 

y  una  (jlor'ia  digna  de  este  siglo  :  la  de  Aguinaldo, 
el  tagalo  traidor... 


leviatán  feroz  .. 


En  el  triste  silencio  omnipresente,  la  augusta 
reb,elión  abre  las  alas  ; 

y  semeja  un  pájaro  de  púrpura,  sobre  la  gris 
quietud  de  un  mar  de  estaño  ; 

es  el  ave  fulgente  del  mañana,  el  ave  Redención, 
que  vuela  y  grita,  desgranando  sus  notas  vengado- 
ras, en  la  quietud  servil  de  un  pueblo  esclavo  ; 

el  lobo  adolescente  y  taciturno  lame  su  herida  en 
la  silente  estepa; 

y  el  misterio  profundo  de  las  masas  liiervc  en 
aquel  oleaje  doloroso ; 

y,  el  incurable  loco,  el  despotismo,  azota  el  dorso 
de  la  mar  gigante  ; 

y,  es  un  océano  en  cólera  la  turba,  que  encadena 
en  su  entraña  desgarrada,  el  leviatán  feroz  :  el 
alma  rusa ; 

y,  como  extraña  floración  de  espumas,  sobre  el 
mar  agitado  y  tempestuoso,  se  ven  abrir  las  almas 
juveniles,  en  las  ondas  furiosas  del  tumulto ; 


Vi:i!l;(i    DK    AI>.^1(».M(  1(')>     '^     |»1.    (().\ir,  \ll  i  _;  I 

¡  salve  á  la  adolescencia  legionaria ! 

¡  salve  al  Apóstol  Juvenlud  !  ¡  olí  salve! 

y,  es  una  aurora,  aurora  de  venganza,  la  (lue 
rompe  en  el  pálido  horizonte  ;. 

una  alba  es  la  protesta,  una  alba  roja  ; 

y,  tifió  en  sangre  su  veste  inmaculada,  como  la 
virgen  pávida,  en  el  Circo  ; 

¿escucháis  ese  grito  que  desgarra  el  silencio  en 
los  montes  del  üral? 

es  Prometeo,  que  aun  vive  encadonad(.»  del  C;íu- 
caso  en  la  Cima  ;  , 

el  mito  visionario  se  hace  eterno  > 

¡  eterno,  como  el  mal  que  lo  encadena  ! 

y,  perdura  el  rebelde  formidable,  perdura  bajo 
el  ala  que  lo  azota,  con  el  pico  asesino  en  las  entra- 
ñas; 

¿  no  lo  oís  cómo  grita  en  la  penumbra,  el  grito 
de  dolor  iiondo,  insondable? 

¿no  lo  escucháis  clamar  por  la  Justicia,  por  la 
justicia  eterna,  que  es  su  madre? 

¡olí  Justicia  !  oli^  madre  mía,  ved  mi  din'lo,  dice  el 
Titñn. 

y,  en  su  duelo  lleno  de  venganzas,  como  en  el 
seno  de  una  tempestad,  ¿novéis  el  rayo? 

encadenado  será  y  clavado  á  la  roca  formi- 
dable ; 

pero,  robó  el  fuego  del  cielo,  arrebató  el  rayo  á 
las  manos  de  Júpiter  ; 


12:2  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

y,  el  dios  tiembla  ; 

la  agonía  del  Olimpo  ha  comenzado  ; 

Jove,  está  herido  de  muerte  ; 

y  morirá 


y,  en  tanto,  la  Hidra  Implacable,  tiende  la  pompa 
sacerdotal  de  sus  alas  de  tinieblas,  sobre  la  floridez 
de  lirios  en  botón  ; 

¡  una  siega  de  flores  en  capullo ! 

j  una  siega  de  pámpanos  floridos  ! 

y,  el  nubil  heroísmo  encadenado  fué  ; 

y,  sobre  su  corazón  rojo  y  latente,  abre  el  buitre 
letárgico  las  alas ; 

¿escucháis  el  rumor  de  los  cosacos  en  carrera 
tendida? 

¿á  dónde  van? 

¿qué  quieren  esas  fieras  del  desierto? 

¿qué  busca  su  apetito  ? 

¿á  quién  devoran? 

van  al  asesinato  despiadado,  ¡  centauros  de 
Error  contra  la  Luz  ! 

y,  hay  gritos  de  protesta  y  de  agonía  y  rumor  de 
la  muerte  en  las  tinieblas ; 

y  un  estremecimiento  trágico,  como  viento  de 
Octubre  en  la  montaña,  pasa  por  sobre  el  corazón 
del  mundo ; 

es,  que  la  fuerza  brutal  mata  al  Derecho ; 

la  lanza  de  los  cosacos  asesina  la  Esperanza; 


Y    DK   C<»MMATi:  l:i3 

¡  es  la  iiora  crepuscular  en  que  agoniza  la  Idea !  ( 1 ) 

bajo  aquel  huracán  de  barbarie,  cae  la  Juventud, 
muere  la  aurora ; 

y,  en  la  noche  que  desciende,  se  ahogan  en 
sangre  sobrenatural  los  lises  candidos; 

¡  oh  momento  de  horror  y  de  tinieblas  ! 

¡  decid  si  es  la  hora  del  dolor  para  el  pensa- 
miento ! 

...  el  drama  del  cosaco  vencedor,  la  epopeya  san- 
grienta del  genízaro,  ese  epinicio  lúgubre  de  la 
fuerza  omnipotente,  esa  victoria  de  la  soldadesca 
ebria  sobre  la  juventud  desarmada  y  gloriosa,  esa 
tragedia  sangrienta  que  el  Imperio  del  Czar  ofrece 
al  mundo,  es  el  complemento  lógico  del  estado  de 
insania  en  que  vivimos; 

¡la  misma  lucha,  agonía  y  muerte  del  Derecho, 
en  todas  partes! 

los  mismos  sayones  en  el  huerto,  los  mismos  es- 
cribas del  Pretorio,  los  mismos  legionarios  y  la 
plebe,  y  la  misma  ascensión  hacia  el  Calvario,  las 
mismas  livideces  de  la  cumbre,  y  el  mismo  Mártir 
pálido  en  la  cruz... 

j  oh  eternidad  del  drama  doloroso ! 

¡  y,  allí  también  el  Justo  fué  vencido  ! 

¡y,  allí  también  el  Crimen  vencedor  ! 

(1)  Aáesinalü  de  ios  estudiaates  de  Riew,  Moscou  y 
Petersbouríí. 


124  VERBO    DE   AÜMOMCIUN 

y  el  Justo  era  gallardo,  adolescente,  fuerte  como 
el  arcángel  de  la  Biblia ; 

era  la  juventud  ; 

traía  en  sus  manos  como  oliva  mítica  :  la  Idea  ; 

entre  sus  labios,  como  una  flor  purpúrea  :  la 
Protesta ; 

sobre  su  frente  pálida,  se  abrían,  como  alas  de 
libélulas  gigantes,  nimbándolas  con  luces  de  cre- 
púsculo, todos  los  blancos  sueños  del  Ideal; 

y  ese  David  sin  honda,  fué  vencido; 

y,  degollado  fué  por  el  cosaco  lleno  de  aquel 
orgullo  pavoroso,  del  bárbaro  que  viola  la  Ver- 
dad ; 

y,  la  protesta  que  expiró  en  sus  labios,  era  una 
flor  de  sueño,  flor  de  símbolo  ; 

y,  salido  había  de  las  escuelas  como  de  un  nido 
de  águilas  heroicas ; 

y,  fué  hasta  el  pie  del  trono,  rumoreando  una 
sola  súplica :  Juslicia; 

y,  el  pálido  perfil  del  autijcrata,  del  taciturno  y 
místico  déspota,  tuvo  un  ceño  de  cólera  incle- 
mente, y  la  nube  siniestra  de  venganzas,  cayó  des- 
mesurada, asoladora,  ahogando  aquellas  voces  que 
pedían  '.Justicia,  nada  más,  sólo  :  Justicia; 

y,  la  virgen  protesta  fué  violada,  muerta  como 
Hipatia,  sobre  el  Propileo  ; 

y  la  soldadesca  feliz,  ebria  de  sangre,  gozosa  de 
insultar  las  nieves  luminosas  de  la  Idea,  se  preci- 


Y    DK    COMBATÍ':  1  li.» 

piló  como  un  lorrente  de  acero  y  romp¡<»  la  |>io- 
testa  generosa ; 

¡  qué  jornadas  de  mengua  y  de  dolor! 

toda  la  juventud  de  las  escuelas  atacada,  arro- 
llada por  los  cosacos,  muriendo  desarmada  bajo 
los  cascos  de  los  caballos,  atravesado  el  coraztm  por 
las  bayonetas  asesinas,  expirando  en  las  sombras 
de  la  noche  bajo  el  golpe  del  látigo  ó  fusilada 
en  grupos  al  aclarar  el  alba,  en  el  patio  de  un 
cuartel; 

y,  mil  setecientos  niños  deportados  á  Siberia; 

de  Moscow  á  Pietroburgo,  de  Pietroburgo  á 
Kiew,  una  onda  rumorosa  de  protesta  ha  seguido 
estos  asesinatos  colectivos  ; 

y  uno  como  estremecimiento  misterioso,  de  sorda 
cólera  nacional,  conmueve  el  coraz<'»n  de  todas  las 
Rusias ; 

el  alma  eslava,  melancólica  y  grandiosa,  des- 
pierta al  ruido  de  la  fusilería  que  asesina  su  juven- 
tud, que  es  la  esperanza,  y  que  cae  así  como  las 
hojas  de  un  rosal  sacudido  que  se  desgaja  sobre  un 
pantano  ; 

¡  oh,  momento  desesperante  y  trágico  ! 

¡oh.  Justicia!  ¿tu  reino  ha  acabado  sobre  la 
tierra? 

no  ; 

vives  en  el  vientre  de  esa  rebelión  fecunda,  te 
nutres  de  esa  sangre  generosa; 


120  YERRO    DE    ADMONICIÓN 

y,  surgirás  un  día;  ¡  oh,  fénix  inmortal!  de  tus 
cenizas; 

tras  de  aquellos  féretros  de  adolescentes,  que 
siguen  sollozando  las  madres  dolorosas  ; 

tras  de  esas  caravanas  de  niños  deportados,  que 
no  han  de  volver  jamás  al  hogar  enlutecido ; 

tras  de  todo  ese  duelo  y  esa  desaparición,  va 
sollozante  el  alma  de  la  Patria  ; 

y,  sobre  todas  esas  livideces  que  caen  sobre  el 
vencimiento,  blancuras  de  sudario  y  blancuras  de 
estepa,  ella  escribe  esta  palabra  inconmensurable: 
Esperanza; 
■  y  la  Esperanza  se  abre  como  un  asfódelo  inmor- 
tal, en  las  losas  del  sepulcro,  y  brota  como  un  lirio 
de  fuego  en  las  nieves  de  Siberia  ; 

la  Esperanza  es  la  aurora  del  vencido ; 

la  tumba  de  los  héroes  es  genitriz  de  las  victo- 
rias; 

mañana,  en  el  silencio  infinito  en  que  ha  muerto 
el  grito  de  esas  turbas,  el  oleaje  estremecido  del 
pueblo,  y  el  clamor  de  las  ciudades,  se  despertará 
el  insólito  rumor  de  la  turbulencia  inacabable  ; 

la  Revolución,  implacable  y  trágica,  pasará,  es- 
cribiendo sobre  el  mármol  y  las  nieves  que  cubren 
la  Protesta  asesinada,  las  palabras  que  sonaron  á 
los  oídos  de  Lázaro  :  surge  et  amhula; 

y  los  muertos  se  alzarán  y  caminarán  hacia  tu 
^  trono,  1  oh  César ! 


V    DR    COMMATE  1 ÍÍ7 

y,  110  habrá  espesor  en  las  pajreiluinbres  de  lii 
purpura  donde  puedas  esconder  ía  frente,  ni  plu- 
iñonés  en  las  almohadas  donde  los  cortesanos  sofo- 
caron tus  abuelos,  para  taparte  los  oídos  y  no  es- 
cuchar en  el  vértigo  del  miedo,  el  estallido  de  las 
voces  formidables ; 

¡  oh  César  !  los  días  del  absolutismo  están  conta- 
dos : 

el  pueblo  camina  en  la  sombra  contra  él ; 

y  llegará ; 

el  trágico  incendio  del  horizonte,  formando  un 
círculo  de  fuego  en  torno  á  tu  aislamiento,  te 
anunciará  que  ha  sonado  la  hora  en  que  el  rayo  de 
la  Justicia,  respondiendo  al  clamor  del  Universo, 
ha  caído  sobre  tu  trono  (1) ; 

y,  entonces,  ¡  oh,  sombra  de  Baltasar !  el  muro 
incendiado  te  dirá  la  leyenda  de  tu  gloria;... 

Mane,  TJiccel,  Phnres... 

(1)  La  mano  de  ioá  hombres  amarillos,  ha  suplido  la  mano 
de  Dios,  escribiendo  en  las  soledades  de  Mandchuria,  con 
un  pincel  de  llamas,  el  formidable  dístico  de  muerte...  Bal- 
tasar idiota  llora  como  Boabdil...  Sus  lágrimas  no  apa;4a- 
rán  el  incendio,  ni  vengarán  la  sangre  derramada...  La  Jus- 
ticia vive...  (1904) 


lucha  mortal. 


El  monstruo  gime,  herido  en  las  entrañas,  se 
agita  estoico  en  convulsión  violenta  ; 

y,  el  mundo  que  presencia  su  agonía,  espera  ver 
surgir  de  sus  despojos,  toda  la  floración  de  la  vic- 
toria ;... 

el  duelo  es  formidable,  duelo  á  muerte,  entre  la 
libertad  y  el  fanatismo  ; 

y,  es  un  momento  sociológico  grandioso; 

vientos  de  persecución  y  de  derrota  soplan  sobre 
las  teocráticas  legiones ; 

y,  ellas,  luchan  terribles  en  la  brecha,  con  una 
ciega  fe  de  iluminados  ; 

y  es  horrible  en  su  trágica  armadura  el  espectro 
siniestro  del  pasado ; 

la  rebelión  de  las  almas  ha  roto  el  suelo  bajo  sus 
plantas ; 

la  explosión  déla  luz  ha  incendiado  el  cielo  sobre 
su  cabeza ; 

y,  hundido  á  mitad  entre  las  ruinas,  en  las  livi- 


MililiO    |)K    Al>.MuM(.lt'».N     ^     DK    CoMlJAll-:  1 21) 

llecos  do  eso  crepúsculo  san^i-iento,  combate  aún, 
como  un  buitre  rencoroso,  agitando  sus  alas  mori- 
bundas, en  pos  de  la  presa  que  se  escapa  ; 

y,  sus  alas  fatigadas  bacen  sombra,  y  su  pico 
sangriento  biere  aún; 

trágica  agonía  del  monstruo  ; 

por  todas  partes  el  clericalismo  atacado  acude  ú 
la  breclia,  y  por  todas  partes  retrocede,  sintiendo 
la  explosión  de  la  muralla  ; 

y,  soldado  de  Dios,  como  él  se  llama,  permanece 
estupefacto,  viendo  las  bordas  de  los  bombres  lle- 
gar victoriosas  sobre  el  muro  ; 

el  cielo  lo  ba  abandonado ; 

las  legiones  divinas  no  vienen  ya  en  su  ayuda ; 

los  ángeles  no  combaten  á  su  lado  ; 

el  borizonte  no  se  incendia  con  el  fulgor  de  alas 
divinas ; 

el  Milagro  ba  muerto; 

ya  el  lábaro  de  Constantino  es  un  barapo  entre 
sus  manos ; 

por  todas  partes  la  nave  de  San  Pedro  bace  agua ; 

el  naufragio  crece ; 

y,  en  los  borizontes  lejanos,  no  bay  ni  cima,  ni 
faro,  ni  esperanza;... 

la  cólera  del  cielo  encima,  la  inclemencia  del 
mar  abajo... 

sobre  su  cabeza  el  rayo,  bajo  sus  tablas  rotas,  el 
abismo ; 

ü 


130  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

y,  el  conductor  en  pie,  blanco  lirio  del  naufra- 
gio, como  hecho  de  la  espuma  de  las  olas,  envuelto 
como  en  un  sudario  entre  los  blancos  jirones  de 
las  velas  desgarradas  ; 

¡  ay,  los  tiempos  han  cambiado  ! 

de  los  castillos  abiertos  no  salen  ya  caballeros 
misteriosos,  armados  de  todas  armas,  para  ir  á  la 
conquista  del  Santo  Sepulcro  ; 

nubes  de  turistas  van  ú  Jerusalen  en  ferrocarril ; 

los  nuevos  cruzados  son  los  viajeros  de  Cook; 

la  Biblia  de  ese  viaje, es  el  Birdecker  ; 

el  fantasma  de  Godofredo  no  cabalga  ya  en  los 
llanos  de  Palestina; 

y,  don  Quijote,  duerme  para  siempre,  bajo  la 
majestad  de  sus  arreos,  en  las  llanuras  polvorien- 
tas de  la  Mancha ; 

de  los  castillos  feudales,  hechos  fábricas  y  talle- 
res, en  vez  de  caballeros  armados,  salen  obreros 
pensativos  ; 

ya  no  se  oye  el  ruido  de  las  espadas  sino  el  del 
martillo ; 

esas  multitudes  no  van  á  la  conquista  del  sepul- 
cro, sino  á  la  conquista  del  pan  ; 

ya  no  se  combate  por  Dios,  sino  por  la  Vida  ; 

el  reino  de  la  Fe  ha  pasado  ; 

y  el  Conde.de  Man  es  uno  de  sus  últimos  pro- 
fetas ; 


Y    PE    COMIlAli;  i:{I 

la  logion  del  pusado,  osliiperada,  .-.  í.í.  p.ua  ,t  la 
última  batalla ; 

el  alma  humana,  tanlo  l¡omj)0  prisiouora  en  las 
redes  de  la  sombra,  empieza  á  despertar  ; 

los  leones  nost;'ilgicos  no  quieren  ser  ya  las  bes- 
tias donK'sticas  que  el  Papado  ha  llevado  en  pos  de 
-í,  mutiladas  y  vencidas  ; 

y,  el  alma  de  la  multitud  es  ondeante  y  traidora 
como  el  mar  ; 

como  él,  tiene  descensos  magnéticos  y  marejadas 
sombrías ; 

en  la  vaga  inconsciencia  de  su  oleaje,  ella  siem- 
l»ra  la  muerte  y  da  la  vida : 

¡  guay  !  del  domador  de  mullitudes  cuando  la 
fiera  trágica  despierta  : 

el  rayo  no  vendrá  de  dios  sino  del  pueblo  ; 

dios  es  un  mito  ; 

el  pueblo  una  verdad; 

dios,  es  el  pasado  ; 

los  cadáveres  no  fecundan  ; 

la  muerte  es  estéril ! 


el  apóstol. 


El  apóstol  es  solo  ; 

¡glorioso  y  conmovedor  deslino  el  suyo  ! 

su  corazón,  aislado  del  corazón  de  las  multitudes, 
las  fecunda  como  el  sol  á  la  tierra,  sin  tocarlas  ; 

la  soledad  es  su  reino  ; 

toda  alma  es  un  universo,  cuando  deja  de  amarse 
ama,  cuando  deja  de  escuchar  se  escucha; 

y,  el  Apóstol  vive  en  el  limbo  radioso  de  su  sole- 
dad, en  mudo  coloquio  con  su  pensamiento,  bajo  el 
ojo  fulgurante  de  su  dios  ; 

se  siente  pensar,  y  el  ruido  de  su  pensamiento  se 
hace  Verbo ; 

el  coloquio  del  Sinaí  es  eterno  ;  vibra  siempre  en 
las  ondas  del  Misterio; 

las  águilas  de  Patmos,  vuelan,  vuelan... 

no  se  cansan  jamás  ; 

la  curva  luminosa  de  sus  alas  y  el  salvaje  fulgor 
de  sus  pupilas  brillan  siempre  en  la  roca  formi- 
dable ; 


VERBO    DE   ADMONICIÓN    Y    DE    CUMIJATE  lii.i 

y,  pasan,  como  Hechas  de  lo  eterno,  iluminando 
el  horizonte  obscuro ; 

¡terrible  sai^itario  el  pensador! 

aquel  que  no  se  aisla,  se  dispersa ; 

y,  el  apóstol  se  aisla  ; 

y,  como  todo  le  es  hostil,  refugia  en  la  soledad 
su  cabeza  lapidada,  mientras  puede  reclinarla  en  la 
tumba  cariñosa;  casi  siempre  una  tumba  en  tierra 
i'Ktrafia  ; 

la  patria  del  apóstol  :  el  Dolor  ; 

bajo  su  inspiración  sagrada,  confía  como  la  Pito- 
nisa, su  pensamiento  al  ala  tenebrosa  de  las  tem- 
pestades ; 

y  dice  la  palabra  fecunda  de  la  Vida  y  la  Verdad ; 

sus  ojos,  viudos  de  emoci('»n,  no  lloran  nunca; 

sus  oídos,  vírgenes  de  la  lisonja,  no  la  sienten  ; 

sus  labios  inaccesibles  á  la  mentira,  no  la  dicen; 

y,  en  el  círculo  simbf'tlico  de  su  aislamiento,  el 
flemiurgo  borrascoso  é  insociable,  alza  su  frenle 
como  un  faro ; 

y,  su  mano  es  la  columna  de  fuego  en  el  desierto 
de  las  almas  :  eris  siciil  deas... 

airado,  inaccesible,  como  un  dios  ; 

es  fuente  de  Verdad ; 

el  Dolor  tocó  en  su  pensamiento,  y  la  Verdad 
brotó  de  él,  como  el  agua  del  seno  de  la  roca ; 

y,  como  un  pelícano  salvaje,  da  su  inabarcable 
<oraz(')n  á  devorar  ; 


134  VERBO    DE  ADMONICIÓN. 

Dios,  lo  hizo  inagotable  y  formidable  ; 

el  carbón  de  Isaías,  que  ardió  sus  labios,  tam- 
bién cauterizó  su  corazón ; 

el  dardo  del  insulto  no  lo  hiere  ; 

inclina  por  piedad,  su  cabeza,  cargada  de  pen- 
samientos eternos,  hacia  la  efímera  lucha,  hacia  las 
turbulencias  de  los  hombres,  y  siente  venir  á  él,  el 
vértigo  de  la  Muerte ; 

y,  como  un  cisne  en  agonía,  da  entonces  la  pa- 
labra de  la  Vida; 

el  grito  del  espanto,  el  sollozo  de  la  misericor- 
dia, la  voz  de  la  consolación,  brotan  de  sus  labios, 
pero  no  la  palabra  de  :  Adorar  : 

no  adorará ; 

si  el  pilar  de  un  templo,  conmovido  de  adora- 
ción, quisiera  doblarse  y  adorar  como  los  fieles,  el 
templo  se  derrumbaría,  sepultando  en  sus  ruinas 
los  dioses,  los  creyentes  y  el  altar ; 

la  adoración  del  hombre  por  el  hombre,  es  vil ; 

el  evomerismo  de  la  política  es  servil ; 

¿  qué  hay  digno  de  adorar,  en  esas  turbulentas 
insanias  de  la  fuerza,  en  ese  fangal  hirviente, 
donde  al  calor  del  lodo,  el  Escolopendro  crece  hasta 
el  Tifón  ? 

sólo  la  Verdad  es  inmutable  ; 

la  nobleza  de  una  Vida,  es  servir  ú  la  Verdad  : 
Vilam  impenderé  Vero; 

la  gloria  de  un  talento  es  ser  fiel  á  las  ideas  ; 


V    DE    COMDATE  l.*Jo 

y,  el  Apóstol,  desprecia  el  crecimiento  fenome- 
nal de  los  hombres  de  la  fuerza,  en  las  orgías  san- 
grientas de  la  política ; 

I  trágicas  flores  de  sangre,  efímeras  y  crueles, 
como  la  angustia  de  un  mal  sueño! 

y,  va  al  encuentro  de  los  pueblos,  que  marchan 
en  manada,  condenados  inocentes,  como  los  cerdos 
de  Agrippa,  llevados  al  sacrificio  por  parásitos 
ciegos  de  soberbia  ; 

y,  de  pie,  sobre  el  sendero  de  la  piara,  les  pre- 
gunta como  el  Apóstol  al  Maestro  :  /.  qiio  vadis? 
¿  á  dónde  vais  ? 

y,  con  la  grandilocuencia  de  su  C(')lera,  con  su 
intlexihle  querer  de  Taumaturgo,  rompe  los  ídolos 
en  presencia  de  la  muchedumbre  estupefacta, 
mientras  tendiendo,  en  el  crepúsculo,  su  mano 
pálida  de  sembrador  de  sueños,  les  muestra  en 
lontananza  el  polo  inmóvil  de  la  Idea  ; 

y  con  el  acento  del  legislador  hebraico  les  grita  : 
No  adorarás  ; 

no  adorarás  esos  amos  de  un  momento,  esos 
dioses  de  carne  que  tu  corrupción  engendró  y  tu 
servilismo  nutre  ; 

no  adorarás  esos  ídolos  pretorianos,  iiijos  de  la 
turbulencia,  que  en  una  hora  de  insania  se  acosta- 
ron hechos  monstruos  y  despertaron  hechos 
dioses ; 

no  adorarás  esas  libélulas  fugitivas,  alzadas  de 


13G  VERBO    I»E   ADMONICIÓN 

tu  propia  corrupción,  que  han  arrojado  sobre  sus 
hombros  de  insectos,  un  harapo  sangriento  como 
púrpura ; 

no  adorarás  esos  cesares  de  un  día,  esos  hijos 
del  acaso,  nacidos  de  las  entrañas  de  la  guerra, 
como  la  larva  de  las  entraíias  del  volcán  ; 

no  adorarás  ese  monstruo  :  el  Déspota; 

no  lo  adorarás ; 

como  al  ídolo  de  la  Biblia,  rómpelo  en  pedazos; 

forjado  en  la  fragua  de  tus  pasiones,  fúndelo  de 
nuevo  y  arroja  al  viento  la  miseria  de  sus  metales 
en  fusión  ; 

y  con  el  verso  mosaico  les  repite  ; 

no  adorarás  sino  al  señor  tu  Dios ; 

y  Dios  tiene  un  solo  nombre  :  Libertad; 

adorarás  la  Libertad ; 

he  ahí  la  palabra  del  Apóstol... 


God  save  the  King. 


Bajo  el  cielo  negro,  en  el  horror  de  la  tinicbla 
engrandeciente,  entre  el  largo  rugido  del  universo 
que  sufre  y  cuyo  lamento  sube  en  la  noche  impe- 
netrable como  un  grito  de  dolores  amotinados,  se 
escuchan,  cual  himnos  de  olas  en  la  mañana  triun- 
fal, los  cánticos  maravillosos,  las  salutaciones 
adoratrices  de  muchedumbres  en  fiestas; 

es  un  rey  que  pasa; 

un  rumor  como  de  mar  que  sube  en  el  silencio, 
se  escucha  sonar  bajo  los  cielos  serenos,  en  las 
inmensas  avenidas,  bajo  los  altos  pórticos  de  la 
Ciudad  Sol ; 

son  las  aclamaciones  de  la  Francia  ;l  su  enemigo 
tradicional  que  la  visita  ; 

todas  las  frentes  vueltas  hacia  el  Rey  de  Ingla- 
terra, lo  saludan  ; 

¡  irrlromc  /  ¡  welcomc  I 

y,  los  rencores  nacionales  huyen^  como  un  vuelo 
circular  de  buitres  que  se  pierden  en  el  crepúsculo; 


138  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

ese  Rey,  viene  de  la  Ciudad  Eterna,  de  esa  gran 
ruina  pétrea,  que  atestigua  en  su  melancolía  glo- 
riosa, la  triste  inanidad  de  las  conquistas,  la  esteri- 
lidad dolorosa  de  las  obras  de  la  fuerza  ; 

él,  alcanzó  á  ver,  en  el  encanto  triste  de  las  tar- 
des romanas,  la  soledad  de  los  grandes  arcos  triun- 
fales, alzándose  en  las  vías  desiertas,  donde  hace 
siglos  el  viento  borró  las  huellas  de  los  conquista- 
dores hechos  Césares  y  de  los  Césares  hechos  dioses 
por  voluntad  augusta  del  Senado  ; 

la  inmortalidad  que  les  decretaron,  yace  con 
ellos  en  el  silencio  y  el  olvido... 

el  fantasma  de  aquel  grande  Imperio  desvane- 
cido, ¿no  diría  nada  á  ese  Aníbal  pacífico.  Empe- 
rador de  la  nueva  Cartago,  cuyas  turbas  mercena- 
rias, pilladoras  de  pueblos,  acaban  de  ser  vencidas, 
por  allá  en  las  fronteras  del  mundo  bárbaro,  por 
un  nuevo  Jugurta,  que  levantó  con  los  cuerpos  de 
sus  subditos  y  el  pecho  de  sus  caballos,  la  muralla 
impenetrable,  á  la  invasión  creciente  de  la  barbarie 
saxona? 

él,  fué  el  huésped  del  heredero  de  los  nuevos 
conquistadores  romanos,  los  gloriosos  lobatonesde 
Saboya,  prendidos  hoy  al  pez('»n  de  la  gran  loba  la- 
tina, que  al  pie  del  Capitolio,  sueña  aún  con  la  con- 
quista, como  en  los  días  que  lastimaban  sus  ubres 
generosas,  los  dientes  ya  feroces  de  los  gemelos  de 
lihea : 


Y    DE    COMÜATE  Ki"J 

y,  ese  rey  pas(')  el  Tíber,  y  puso  su  mano  en  la 
mano  nonagenaria  del  Pontífice,  su  más  terrible 
rival,  en  el  reinado  espiritual  de  sus  subditos; 

y,  por  primera  vez  el  Papa  Luterano,  entr(')  co- 
ronado y  radioso,  bajo  los  altos  p('>rticos  de  San 
Diimaso,  hasta  la  celda  austera  donde  el  Papa  Ca- 
tólico, extiende  su  cayado  sobre  la  grey  dispersa, 
en  esta  hora  terrible,  de  rebelión  y  de  tormenta; 

el  Cisma,  puso  sus  manos  en  las  manos  de  la 
Fé; 

el  Papa  Anglicano  y  el  Papa  Romano  se  estre- 
charon ; 

Cristo  y  elanlicristo  se  abrazaron: 

no  fueron  dos  reinos,  fueron  dos  iglesias,  que  se 
besaron  ; 

por  sobre  todas  las  reconciliaciones  de  los  reinos 
efectivos  de  la  tierra,  la  reconciliaci('tn  de  estos  dos 
reinos  quiméricos  del  cielo,  extiendo  en  su  conmo- 
vedora puerilidad,  una  como  bandera  de  paz  ante  el 
horizonte  blanco  y  la  universal  tristeza  de  las  almas 
Cándidas  y  pías; 

el  beso  de  los  dos  Papas,  tiende  uno  como  arco 
iris,  sobre  el  mar  agitado  de  las  almas  ; 

es  la  hora  de  las  grandes  reconciliaciones  ; 

un  minuto  de  Paz  ; 

¡  bendito  sea  ! 

los  pensadores  se  inclinan  sobre  los  aconteci- 


1  ÍO  YERRO    DE    ADMONICIÓN 

mientos  como  á  la  orilla  de  un  océano,  lleno  del 
infinito  de  las  olas  ; 

la  poderosa  voz  de  la  marea  humana,  sube  en  la 
sombra  profunda,  donde  apenas  pueden  distin- 
guirse vagas  cimas,  nimbadas  de  crepúsculos,  en  la 
triste  gloria  de  un  sol  pálido ; 

extraños  focos  de  luz,  como  radiosos  semáforos, 
brillan  en  la  lontananza  brumosa,  allá  sobre  las 
costas  lejanas  de  la  Historia  ; 

en  la  placidez  del  momento,  el  velo  rojo  de  la 
guerra  se  recoge  lentamente,  sobre  los  horizontes 
serenos  ; 

en  el  cielo,  que  semeja  un  gran  velo  franjeado 
de  oro,  donde  se  abren  los  lises  albos  de  la  Espe- 
ranza, tiende  su  vuelo  ondulante  la  paloma  inma- 
culada de  la  paz ; 

y  entre  los  cánticos  de  las  alegres  salutaciones, 
sobre  las  multitudes  felices  y  las  banderas  desple- 
gadas, parece  que  la  voz  de  un  dios  desconocido, 
vibrando  en  el  aire  calmado,  murmurara  desde  lo' 
alto,  las  eternas  palabras,  que  perdonan  y  ben- 
dicen : 

Pax  vobis. 


Imperial  Barnum, 


El  iillimo  viaje  do  Guillermo,  el  de  Prusia,  á 
Roma,  ha  demostrado  bien  que  este  extraño  aliado 
no  entiende  ser  sino  el  huésped  condicional  de 
Víctor  Manuel  III  y  que  su  política  confesional, 
tiene  en  más  aliarse  al  Papa  contra  la  Francia  li- 
beral, que  al  Rey  contra  la  Francia  militar  ; 

esta  vez,  el  viaje  del  Barnum  Imperial,  revistió 
la  fastuosa  decoraci(Jn  de  un  peregrinaje  teatral ; 

y,  la  comicidad  abyecta  de  las  pompas  reales, 
dijo  al  mundo,  cómo  aquel  monarca,  escoltado  de 
sus  coraceros  blancos,  en  la  Ciudad  Intangible, 
hacía  honores  de  soberano,  al  enemigo  implacable 
de  la  Italia  libre  ; 

las  águilas  de  Prusia,  no  hicieron  sino  un  alto 
en  el  Quirinal,  y  do  allí  emprendieron  el  vuelo  á  la 
colina  hostil  :  al  Vaticano  ; 

y,  el  aliado  pérfido,  probo  así,  que  más  que  al 
Rey  de  Italia,  su  aliado  material,  la  visita  era  al 
Papa  Romano,  su  aliado  espiritual 


[\-l  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

la  Italia  liberal  lo  ha  comprendido 


de  Roma,  el  InfaLigable  Anacarsis  del  ridículo, 
fué  hasta  el  Monte  Casino  ; 

y,  la  grande  Abadía,  blanca  sobre  la  roca  negra 
y  bajo  el  cielo  azul,  vi(311egaraquel  descendiente  de 
Federico  el  Grande-,  precioso  fruto  de  degenera- 
ción, alucinado  como  su  antecesor,  obsesionado 
por  las  neurosis  de  su  temperamento  de  eslavo 
bárbaro ; 

su  espada,  de  una  virginidad  inofensiva,  le  servía 
de  uno  como  humilde  bastón  de  peregrino,  para 
ascender  hasta  la  roca  abrupta,  donde  su  impla- 
cable abuelo,  había  llegado  en  alas  de  la  muerte  y 
del  pillaje ; 

allí,  de  pie  sobre  la  Roca  Janula,  que  la  devas- 
tación de  los  antiguos  tudescos  conmovió  tan  ru- 
damente con  sus  ondas  de  barbarie,  pudo  ver  ex- 
tenderse :  á  un  lado,  los  grandes  llanos  melancóli- 
cos, que  van  hasta  los  Alpes  Julianos ;  y  al  ptro, 
los  parajes  encantados  de  la  Gran  Grecia,  que  se 
extienden  como  una  caricia  de  belleza,  hasta  los 
mares  córsicos ; 

por  todas  partes,  la  decoración  y  el  cántico,  de 
esa  cosa  esquiva  á  su  nombre  y  su  reinado  :  la 
Gloria ; 

los  rudos  abates,  que  duermen  el  sueño  eterno,  en 
el  claustro  sombrío,  condottieres  tonsurados,  que 


Y    DE    COMHATE  lío 

se  acostabiin  en  la  muerte  eon  la  espada  al  lado  y 
la  cruz  abacial  enlrc  las  manos  sangrientas,  debie- 
ron sonreír  de  desdén  en  su  sepulcro,  ante  la  apari- 
ción de  aquel  conquistador  de  opereta,  tan  sobe- 
ranamente bufo,  de  aquel  matador  de  chinos,  Iván 
el  Terrible,  que,  esquivo  á  los  combates  y  al  peligro, 
quiere  desde  su  palacio  de  Polsdam,  con  su  brazo 
corto  y  deforme,  ensayar  el  gesto  que  encadena 
los  siglos  ; 

y,  de  las  llanuras  inmortales,  de  los  mares  pací- 
ficos de  índigo,  debió  sentir  llegar  hasta  él,  como 
una  carcajada  sonora,  como  una  fanfarria  gozosa, 
ese  ruido  que  acoge  y  envuelve  su  vida,  sus  em- 
presas y  su  nombre  :  el  Ridículo ; 

el  ridículo  que  lo  inmortaliza  y  que  lo  aplasta ; 

ese  es  su  reino... 


caput  mortuum, 


La  acre  cólera  de  los  pueblos  se  había  disemi- 
nado en  el  horizonte  como  un  aluvión  de  llamas ; 

tras  las  montañas  incendiadas,  el  sol  de  la  de- 
vastación se  ocultaba,  proyectando  un  crepúsculo 
de  púrpura,  sobre  paisajes  siniestros  de  extermi- 
nio ; 

en  el  duelo  inmenso  de  la  naturaleza,  estallaba 
la  cólera  de  los  hombres,  como  un  volcán  humano, 
rugiendo  en  erupción,  bajo  la  indiferencia  taciturna 
de  los  dioses ; 

dispersada  á  los  cuatro  vientos  del  horizonte,  la 
ceniza  de  la  desolación  marcaba  la  tierra  peni- 
tente, sobre  cuyas  llanuras  anafródicas,  relincha- 
ban desbocados  los  caballos  de  Ezequiel; 

el  mundo  era  como  un  abismo  enorme,  donde  se 
incubaban  las  catástrofes,  en  el  flujo  y  reflujo  del 
Misterio,  bajo  el  ojo  ataraxeo  de  lo  Eterno  ; 

el  duelo  inmenso  de  la  hora,  hacía  siniestra- 
mente tristes  los  hombres  y  las  cosa&; 


VERnO    DE    ADMONICIÓN    V    DE    COMnATE  1 'i."J 

y,  la  tierra  parecía  gemir,  como  sacudida  por  la 
carrera  vertiginosa  de  todas  las  cuadrigas  aladas 
del  Apocalipsis ; 

sobre  las  más  altas  cimas  del  pensamiento,  pro- 
fetas dolorosos  y  extraños,  arrojaban  la  simiente 
del  Ideal,  sobre  muchedumbres  estupefactas,  tar- 
das en  devorarla ; 

y,  bajo  la  noche  de  los  cielos  y  la  obscuridad  se- 
pulcral de  los  astros,  sus  ojos  hambrientos  de  es- 
plendores, devoraban  las  tinieblas,  sin  ver  lucir 
un  rayo  salvador,  en  la  derrota  deíinitiva  de  la  luz; 

y,  en  la  soledad  de  sus  almas  heridas  é  inapaci- 
guadas ; 

ante  el  abandono  de  los  hombres  y  de  las  cosas; 

absortos  ante  la  ruta  incierta  de  los  aconteci- 
mientos, que  como  ríos  fangosos,  iban  hacia  la 
desaparición  y  hacia  la  muerte  ; 

los  profetas  callaron  ; 

era  el  alba  de  la  barbarie; 

\  la  hora  más  triste  de  la  historia  humana  I 

la  civilización  agonizaba ; 

el  bárbaro  había  vencido ; 

las  hordas  de  Marico  habían  de  nuevo  escalado 
el  Capitolio ; 

y,  la  tristeza,  se  extendía  sobre  el  mundo  como 
un  manto  de  duelo; 


10 


146  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

el  pueblo  más  grande  de  la  tierra,  había  sido 
vencido  y  humillado ; 

las  hordas  adventicias  de  los  germanos,  habían 
regresado  á  sus  hogares,  hartas  de  asesinato  y  de 
pillaje ; 

los  príncipes  teutones,  feroces  y  taciturnos, 
habían  vuelto  á  sus  castillos  feudales,  en  el  fondo 
de  las  selvas  negras,  ó  en  las  cimas  abruptas,  y  con- 
taban su  botín,  traído  por  esclavos  blancos,  que 
recordaban  los  quince  mil  elefantes  de  Antioco  ; 

la  Europa  cómplice,  temblaba  ante  el  espanto  de 
su  propia  iniquidad ; 

pueblos  desencadenados  en  el  dolor,  aventando 
lejos  sus  cadenas  y  alzando  en  un  gesto  formidable, 
sus  brazos  lacerados  al  vacío  ; 

las  águilas  napoleónicas,  muertas  bajo  las  picas 
populares  de  la  conmoción,  ó  fugitivas  ante  el  res- 
plandor siniestro  de  las  teas,  portadoras  del  incen- 
dio ; 

y  los  aguiluchos  sajones,  repasando  el  Rhin, 
hartos  de  sangre  y  podredumbre  ; 

la  República,  brotada  como  un  prodigio,  en  me- 
dio á  escenas  terribles  de  heroísmo  y  de  degolla- 
ción ; 

un  Imperio  derrumbado ; 

un  gran  pueblo  mutilado  ; 

la  gloria  prostituida ; 

la  libertad  vencida ; 


Y    DE    COMBATE  147 

el  género  humano  en  duelo  ; 

tal  era  el  cuadro  del  mundo,  en  esa  hora  trágica 
de  miseria,  en  que  se  anunció  á  la  tierra,  esa  lif^.i 
formidable  de  Odio,  de  Ingratitud  é  Indignidad, 
que  se  llamó  :  la  Triple  Alianza  ; 

el  Odio  :  la  Alemania; 

la  Ingratitud  :  Italia  ; 

la  Indignidad  ;  el  Austria  ; 

¡  el  triángulo  terrible  ! 

Víctor  Manuel  II  había  muerto  ; 

el  águila  saboyarda,  que  un  siglo  atrás  había  sa- 
lido de  Cerdeña,  famélica  y  terrible  á  caza  de  pue- 
blos y  coronas ; 

y,  había  caído  sobre  Aix,  y  pasado  los  Alpes,  y 
llegado  al  Po,  y  atravesado  el  Arno,  y  volado  por 
sobre  el  Adriático  hasta  Venecia  y  por  sobre  el  Me- 
diterráneo hasta  Ñapóles  y  había  cruzado  el  estrecho 
hastaposarse  en  Sicilia,  alpic  de  la  solfa  tara  extinta  ; 

y,  arrebatado  de  Milán,  la  corona  de  hierro  del 
Grande  Imperio,  y  abatídose  sobre  la  cúpula  de  San 
Pedro  en  Roma,  aprisionando  en  sus  garras  las 
llaves  del  Pescador,  el  cayado  del  Pastor,  la  tiara 
del  Pontífice,  extendiendo  la  sombra  de  sus  alas 
conquistadoras  sobre  el  silencio  de  la  Ciudad 
Eterna,  yacía  exánime  y  rendida  sobre  un  gran 
bosque  de  laureles,  en  los  mármoles  del  Panteón, 
sobre  la  tumba  del  gran  Rey  ;... 


148  VERBO    DE  ADMOMCIÓN 

Garibaldi,  había  desaparecido,  y  con  él,  el  más 
fulgurante  rayo  de  heroísmo  que  haya  iluminado 
la  leyenda  y  la  historia,  de  Homero  á  Teócrito,  y 
de  Plutarco  á  Bovio  ; 
los  días  heroicos  de  la  Italia  habían  pasado  ; 
los  héroes  se  habían  ido ; 

los  políticos  habían  llegado  ; 

á  los  fundadores  seguían  los  destructores  ; 

los  leviatanes  del  peculado  removían  ya  los  mares 
fangosos  de  esa  política  obscura  y  nefasta,  en  cuyo 
fondo  no  se  vio  por  luengos  años  reflejarse  ya  el 
rostroheroicoyelalmagrandiosadelajoven  Italia  ; 

se  estaba  lejos,  bien  lejos,  de  los  tiempos  de  Ma- 
nín  y  de  Mazzini ; 

los  enanos  jugaban  con  la  melena  del  león  de 
Venecia  y  desgarraban  el  Evangelio  del  soñador 
augusto ; 

Crispí  había  llegado  al  poder  ; 

Crispí  no  era  el  genio,  era  el  rencor,  era  la  pasión 
baja,  enconada  y  sórdida  ; 

su  odio  á  la  Libertad,  cuando  gobernó,  no  es 
comparable  sino  á  su  pasión  por  ella  mientras  la 
deshonró  sirviéndola ; 

el  ex  Pretor  de  Sicilia,  estranguló  la  Libertad 
con  mano  más  brutal,  que  la  que  empleó  antes  en 
estrangular  la  Monarquía; 

Crispí,  no  era  un  hombre  de  Estado,  como  la 
hipérbole  adulatriz  lo  ha  dicho  ; 


^     DE    COMlJATi:  I  V.l 

era  un  jacobino  apóstata  y  violento,  qno  después 
de  traicionar  la  Libertad,  no  pons<'.  sino  on  des- 
truirla ; 

era  un  Saint-.hist  sin  virtud,  un  Uol)espicrre  sin 
austeridad,  puesto  al  servicio  del  Rey; 

era  un  Collot  d'Herbois,  hecho  Ministro; 

¡  tránsfuga  oprobioso,  que  empleó  la  mitad  de 
su  vida  en  traicionar  la  otra  mitad  ! 

Bismarck,  magnífico  y  odioso,  lo  meduseaba ; 

y,  fué  la  caricatura  de  Bismarck  ; 

desde  su  palacio  de  Berlín,  oteaba  el  cuervo  té- 
trico que  había  llegado  al  Quirinal  y  posado  en  la 
Consulta,  afilaba  el  pico  hostil  y  las  garras  brutales, 
para  ir  contra  la  grandeza  y  el  corazón  de  la  liber- 
tad italiana; 

y  lo  sedujo  ; 

y  llevó  la  Italia  al  pacto  abominable ; 

llevó  al  Gobierno,  no  llev(')  al  pueblo  italiano,  á 
íormar  el  triángulo  fatal ; 

la  Italia,  ha  amado  siempre  la  Francia  :  su  liber- 
tadora ; 

ha  odiado  siempre  al  Austria  :  su  torturadora ; 

y  desdeña  á  la  Germania,  que  as}>ira  á  ser  su 
explotadora ; 

y  el  pacto  abominable  se  hizo  ; 

y,  la  Italia  mutilada  abrazó  á  sus  verdugos ; 

y,  la  Alemania  se  unió  á  su  viejo  adversario  ; 

y,  el  Austria,  tendií»  una  mano  al  Hey  de  Prusia, 


150  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

por  sobre  los  campos  sangrientos  de  Sadowa,  y 
otra  al  Rey  de  Italia,  por  sobre  el  recuerdo  terrible 
de  Solferino  y  de  Palestro ; 

y,  estrech(3  contra  su  corazón  cobarde,  aquellos 
dos  terribles  enemigos  de  su  raza  y  de  su  pueblo, 
aquellos  vencedores  suyos,  que  habían  infligido 
las  más  sangrientas  derrotas  y  las  más  tristes  muti- 
laciones á  su  Imperio ; 

y,  por  un  cuarto  de  siglo  el  crimen  fué ;     .     .     . 

hoy,  la  obra  se  derrumba; 

la  Triple  Alianza^  agoniza; 

obra  del  Odio,  los  odios  históricos  la  matan  ; 

entre  Prusia  y  Austria,  se  alza  el  fantasma  de 
Sadowa ; 

entre  Austria  é  Italia,  los  fantasmas  de  Trieste  y 
del  Tirol ; 

el  Imperio  auslriaco,  agrietado  y  vacilante,  se 
derrumba ; 

sobre  la  tumba  del  trágico  y  siniestro  empera- 
dor, se  hará  pedazos  ; 

el  heredero  de  esa  raza  de  atridas,  verá  su  reino 
dividido  y  disperso,  como  aquellos  que  aventaba 
lejos,  la  maldición  de  los  dioses  de  la  Biblia  ; 

la  Hungría  clama ; 

el  alma  madgiar  se  incorpora,  despertada,  como 
si  pasase  sobre  ella,  el  soplo  profético  de  Kossuth  ; 

la  Polonia  se  mueve  en  el  sepulcro,  rebelde  al 


Y    DE    COMUATK  l.'il 

Finís  /'o/o/í/.r,  de  Kosciuslvo  ;  y  el  lenix  inmortal 
aguarda  el  alba ; 

el  Tirol,  tiende  sus  brazos  suplicantes  á  la  madre 
Italia; 

el  león  somnoliento  de  Venecia,  ve  con  dolor, 
sus  últimos  cachorros,  dormidos  bajo  las  alas  de 
las  águilas  austríacas  ; 

y,  las  tres  grandes  frentes  pensativas  de  Mazzini, 
de  Manín,  de  Garibaldi,  se  inclinan  sobre  la  Italia 
irredenta,  llamándola  á  la  Vida  ; 

surgirá ; 

en  tanto,  la  Italia  libre,  mira  hacia  la  Francia ; 

desaparecida  y  olvidada  la  mediocridad  rencorosa 
de  Crispi,  la  Italia  liberal  tiende  la  mano  á  la  nación 
hermana,  á  la  gran  genitora  de  su  liberación,  á  la 
gran  sembradora  de  fecundas  utopías  ; 

y,  á  través  de  los  Alpes,  las  dos  grandes  manos 
de  la  latinidad  gloriosa  se  estrechan  con  amor; 

y  en  las  alturas  del  Janículo,  la  estatua  de  Gari- 
baldi se  ilumina,  como  si  miríadas  de  soles  se 
extendiesen  sobre  ella,  cual  una  guirnalda  de  iris 
sobre  su  frente  heroica  ; 

es  el  fulgor  de  todos  sus  sueños,  surgiendo  rea- 
lizados del  seno  de  la  obscura  noche  ; 

la  época  es  de  nuevas  orientaciones  ; 

la  \ía  estí'i  trazada  inmensa,  luminosa  y  recta, 
hacia  la  paz ; 

el  sol  de  la  fraternidad  remonta  el  horizonte  como 


\:\^1  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

una  ave  mitolí'igica,  á  lentos  golpes  de  ala,  entre  el 
clamor  formidable  de  dos  grandes  pueblos,  orgu- 
llosos de  su  gloria  y  de  su  fuerza ; 

el  Rey  de  Italia,  huésped  de  París,  sintió  en 
la  Ciudad  Sol ,  el  deslumbramiento  de  la  apo- 
teosis ; 

el  alba  engrandeciente  de  la  Simpatía  estalló  á  su 
paso,  como  una  sinfonía  gigantesca  de  clamores 
entusiastas ; 

y,  á  las  sonoridades  largas  y  épicas  de  los  cla- 
rines, el  corazón  de  los  dos  pueblos  hermanos  vibró 
unísono,  escuchando  como  un  toque  de  llamada  á 
combates  no  remotos,  que  la  latinidad,  hoy  dis- 
persa y  vencida,  lidiará  mañana,  en  la  lucha  impla- 
cable y  definitiva  de  las  razas; 

en  tanto,  el  gran  crimen  de  la  Triplicidad,  ago- 
niza ; 

en  vano  el  Emperador  funámbulo,  tiende  sus 
manos  suplicatorias  para  impedir  la  ruina  de  sus 
sueños  ; 

como  una  lluvia  de  estrellas  filantes,  uno  á  uno, 
desaparecen  de  su  horizonte,  donde  el  ridículo, 
como  una  máscara  grotesca,  lo  saluda  ; 

y  la  Historia,  con  un  foete  de  yámbicos  aristofa- 
nescos,  azota  al  retórico  imperial,  que  como  Actcón 
por  los  lebreles  de  Diana,  grita,  triturado  por  los 
dientes  implacables,  de  la  risa  universal,  que  lo 
devora ; 


^    di:  cM.Mr.A  1 1 


la  disolución  do  la  Triph'  A  l'xnizit  será  la  primera 
etapa  de  la  decadencia  alemana  ; 

su  epopeya  habrá  sido  bastante  á  despertar  la 
hilaridad  de  los  siglos,  y,  Guillermo  el  grotesco, 
habrá  sido  la  íiel  representación  de  ese  Imperio 
fugitivo ; 

sin  ciertos  pueblos  y  ciertos  hombres,  la  Historia 
sería  triste ; 

el  Emperador  Alemán  es  la  única  nota  jocosa  de 
la  política  europea; 

su  figura  pueril,  empenachada  y  ruidosa,  es  el 
heraldo  de  la  carcajada ; 

sin  él,  el  mundo  político  sería  un  teatro  sin 
bufón ; 

él,  es  el  único  que  hace  vibrar  lo  bufo  en  la  tra- 
gedia ; 

por  la  sinceridad  de  su  ridículo  desarma  la  crítica 
y  la  Historia; 

yo  lo  admiro,  como  á  Fregó li ; 

amo  mi  clown  imperial ; 

él,  solo,  me  divierte  ; 

los  demás,  me  fatigan  ñ  me  enojan  ; 

y  como  á  todo  bufí'm,  después  de  reir  lo  liaría 
azotar,  por  su  impudencia  ; 

tanto  así  me  divierte  S.  M.  Arlcíiuín... 


la  inexorable  ola.  . 


El  peregrinaje  devastador  de  la  Conquista  no 
detiene  su  marcha; 

va  por  entre  los  granos  magníficos  y  los  campos 
florecidos,  tronchando  las  espigas  del  derecho, 
sembrando  la  esterilidad  en  los  llanos  arados  por 
sus  garras  de  pillaje  ; 

los  pueblos  en  un  espanto  de  agonía,  apenas  si 
alzan  sus  frentes  de  larvas,  hundidas  en  la  tierra 
para  verlo  pasar ; 

y  no  ven  la  Muerte,  que  llega,  sino  al  resplandor 
de  la  espada  que  cercena  sus  cabezas ; 

un  gran  silencio,  grande  como  el  de  un  mar  ante 
los  náufragos,  parece  escuchar  la  majestuosa  voz 
evocatriz,  que  puebla  el  horizonte  con  la  pesada 
gloria  rítmica  de  las  grandes  evocaciones ; 

el  vértigo  de  la  gloria  no  pasa  ya  sobre  los  co- 
razones trágicos ; 

los  herederos  de  las  grandes  epopeyas,  no  saben 
resucitar  de  entre  el  lodo  sangriento,  la  sombra  de 


VEÍ1150    di:    admonición    V    Di:    COMlJATi:  l.")0 

aquellos  í^randes  victoriosos,  que  se  alineaban  para 
morir,  ebrios  de  gloria,  al  sonido  de  las  fanfarrias 
épicas,  que  sonaban  sobre  sus  cabezas  transfigura- 
das, como  el  himno  luminoso  de  una  tempestad  do 
prodigios ; 

degenerados,  enervados,  se  debaten  en  las  tinie- 
blas, sin  acertar  á  salir  de  la  angustia,  por  las 
puertas  del  esfuerzo  ; 

su  enervamiento  poderoso  es  cuasi  la  apoteosis 
del  marasmo ; 

las  palabras,  sonoras  y  grandiosas  no  dicen  nada 
á  sus  corazones  atrofiados  ; 

¡  la  Gloria  I  ¿es  que  dice  algo  ;i  sus  oídos  ese  vo- 
cablo, intraducibie  y  cuasi  extraño  á  sus  almas 
nostálgicas  del  yugo? 

las  visiones  radiosas,  apote(')SÍcas  de  heroísmos 
antiguos  ¿no  dicen  nada  á  sus  pupilas  turbias, 
obscurecidas  por  el  llanto  del  esclavo? 

¡nada,  nada ! 

nada  despierta  los  cóndores,  que  duermen  con 
las  alas  rotas,  sobre  los  estandartes  vencidos  ; 

nada ; 

y,  las  águilas  llegaron,  llegaron  de  mares  muy 
remotos  poblados  de  maravillas  y  posadas  sobre  el 
pecho  de  los  pueblos  inertes  devoraron  su  corazim, 
su  cobarde  corazón,  que  no  había  sabido  ni  latir 
para  la  libertad,  ni  ofrecerse  á  hi  muerte  en  el 
amor  heroico  de  la  gloria; 


150  VERnO    DE    ADMONICIÓN 

ahora  que  el  conquistador  avanza,  mutilando  los 
pueblos  que  vence,  insolente  y  feliz  entre  la  turba 
de  libertos,  que  baten  palmas  de  victoria,  delante 
del  carro  vencedor,  ¿qué  dirán  aquellos  profetas  de 
la  servidumbre,  que  rieron  al  anuncio  de  los  profe- 
tas de  la  libertad  que  anunciaban  la  aparicii'tn  te- 
rrible de  los  bárbaros? 

¿qué  dirán  de  la, miseria  infinita  de  sus  mentes 
sin  vuelo  y  de  la  enorme  estulticia  de  sus  palabras 
sin  portada? 

¿  qué  dirán  ? 

¿  conservarán  aún  adeptos  en  presencia  del  mentís 
que  los  bárbaros  les  dan  golpeando  con  sus  picas, 
sobre  sus  cráneos  sin  pensamientos  y  sobre  sus 
corazones  sin  valor? 

¿qué  actitud  guardarán  en  presencia  de  la  derrota 
que  los  acontecimientos  les  infligen  ? 

¿la  enfatuación  del  sofisma  les  cerrará  los  ojos, 
ante  la  sangrienta  lección  que  los  hechos  terrifi- 
cantes  y  sangrientos  les  han  dado  ? 

ese  contagio  bélico  que  gana  todos  los  podero- 
sos, y  resucita  las  orgías  de  sangre,  la  saturnal  de 
las  hecatombes  que  parecían  cerradas  para  siempre ; 

esos  gestos  sangrientos  del  furor  humano,  te- 
rribles gestos  de  barbarie,  que  hacen  recular  asom- 
brada la  pobre  piedad  consoladora,  relegada  á  los 
limbos  del  olvido,  ¿serán  hallados  bellos  por  estos 
indigentes  de  la  mentalidad,  por  estos  terribles 


V  ni:  coMiJATK  i:;; 

acéfalos  de  la  banalidad,  cuya  miseria  iuleleclual  se 
ejerce  en  trazar  eternamente  una  curva  ignominiosa 
en  el  vacío? 

tal  vez; 

voluntariamente  ciegos  o  ignominiosamente  ser- 
viles, continúan  en  negar  la  amenaza  que  se  alza 
formidable  ante  la  clarividencia  y  la  lucidez  tri'igica 
de  los  grandes  visionarios ; 


¡  oh,  pueblos  de  América  !   ¡  la  hora  ha  llegado  ! 

las  hordas  mercenarias  que  devastan  la  tierra 
han  llegado  hasta  vosotros ; 

no  se  detendrán; 

marchamos  á  reculones  ante  ellas,  por  un  llano 
sin  senderos,  ante  un  horizonte  iluminado  de  re- 
lámpagos ; 

el  movimiento  de  devastación  avanza; 

ó  armarse  anlecl  6  sucunihir  bajo  el; 

he  ahí  el  dilema. 


los  mercenarios  (Ij 


Los  pretorianos  de  Colombia  entran  en  el  luiiuiUo 
y  van  á  la  traición;... 

La  paz  enérvalos  ejércitos  que  la  guerra  enno- 
blece; 

¿qué  no  hará  de  las  turbas  mercenarias  que  el 
despotismo  asuelda  contra  la  libertad  y  lanza  contra 
el  derecho  ? 

1  así  han  perecido  siempre  esas  demagogias  des- 
póticas, asesinadas  por  los  mismos  mercenarios  á 
los  cuales  habían  confiado  su  defensa  ; 

los  pretorianos  de  Panamá  llaman  la  conquista  ; 

si  los  americanos  llegan  á  desembarcar  allí,  no  se 
embarcarán  jamás; 

el  istmo  será  definitivamente  suyo ; 

(1)  Esto  fué  escrito  y  publicado  por  Vargas  Vila,  en  su 
periódico  «  Nóniesis  »  de  New- York,  meses  antes  que  los 
pretorianos  colombianos  vendieran  el  Istmo  á  Buneau  Va- 
rilla y  el  sucio  aventurero  traspasara  su  venta  á  los  EE. 
UU.  con  la  tranquila  insolencia  de  un  vendedor  de  esclavos 
en  las  costas  de  Benadir... 


VEUnO  DE  ADMONICIÓN  Y  DE  COMUATE     lüü 

los   legionarios  rcbcklrs  (pie  llaman  esa  dcsaslr<\ 

ESTÁN  VENDIDOS? 


todo  tiende  á  acotar,  á  desacreditar,  á  acabar  la 
débil  soberanía  de  Colombia  soljre  el  Islmo; 

el  corazón  se  hiela,  viendo  así  la  patria  desapa- 
recer, recogiéndose  hacia  sus  montañas  salviíjes; 

y,  el  alma  se  llena  de  angustia,  ante  la  lenta 
agonía  de  esta  nación,  que  parece  destinada  á  des- 
aparecer con  la  libertad  que  asesinó^ 

viendo  ese  lento  y  continuo  trabajo  de  una  nación 
por  suicidarse,  la  conmiseración  cede  el  lugar  á  la 
indignación ; 

la  suerte  de  ese  país  interesa  al  Continente  ; 

si  los  pretorianos  traen  una  nueva  intervención, 
será  definitiva; 

si  los  ijankees  ponen  la  mano  sobre  el  Istmo^  no  lo 
soltarán  jamás  ; 

la  América  latina  estará  ya  cogida  por  el  cuello, 
y  para  siempre... 

y,  la  raza  débil  y  cobarde,  morirá  estrangulada 
por  el  bárbaro ; 

¡ah,  la  política  nefanda  de  Núfiez,  llamando  á 
los  americanos  en  su  ayuda  ! 

¡  ah,  la  intervención  de  1885  ! 

¡ah,  Ricardo  Becerra  implorando  de  rodillas  la 
invasión  !... 


IGO  VEU150    DE   ADMONICIÓN 

cuando  los  bárbaros  fueron  aceptados  como  alia- 
dos, Roma  desapareció; 

el  día  en  que  acabó  el  mundo  romano,  dice  un 
historiador,  fué  aquel  en  que  Casiodoro,  escribió 
estas  Jíneas  en  los  fastos  consulares: 

EN  ESTE  AÑO  EL  REY  DE  LOS  GODOS,  TeODORICO, 
LLAMADO    POR   LOS   VOTOS  DE   TODOS,  INVADIÓ    Á    ROMA ; 

TRATÓ  AL  Senado  con  dulzura,  é    nizo  larguezas 

AL  pueblo. 

el  día  en  que  Rafael  Núñez  llamó  álos.americanos 
al  Istmo  y  Ricardo  Becerra,  suplicó  de  rodillas  el 
asesinato  de  la  integridad  nacional,  Colombia 
abdicó  de  su  soberanía,  por  el  asentimiento  dado 
á  la  Invasión  ; 

hoy  y  yendo  ante  el  yugo  ^  por  los  senderos  del  escán- 
dalo, no  hace  sino  cumplir  su  trágico  destino; 

la  pluma  de  Núñez  abrió  el  camino  a  los  bárbaros ; 

la  espada  de  los  pretorianos  les  abre  la  brecha 
en  la  muralla; 

por   ella  pasarán; 


¿  qué  recogerá  el  Istmo  conquistado? 

recogerá  la  servidumbre  de  los  vencedores, 
unida  á  la  servidumbre  de  los  vencidos  ; 

j  la  misma  persecución  de  la  raza,  la  misma 
opresión,  el  ilotismo  oficial  imperante  en  Filipi- 
nas, en  Hawai,  en  Puerto  Rico! 


Y    DE    COMBATE  IGl 

semn  los  tácalos  de  Occidente  ; 

ellos  verí'in  desaparecer  su  nacionalidad  sin 
obtener  otra ; 

como  en  Puerto  Rico,  sus  nuevos  amos  no  se 
dignarán  hacerlos  siquiera  ciudadanos  ; 

ir;'in  de  la  anarquía  al  vasallaje,  como  los  filipi- 
nos del  coloniaje  á  la  muerte,  y  como  los  por- 
torriqueños, de  la  riqueza  á  la  servidumbre  ; 

¡  pobre  Istmo  amado ! 

¡  desgraciada  Colombia ! 

y  aun  eres  bella,  pobre  patria  mía,  con  la  belleza 
implacable  de  la  Muerte,  que  pesa  sobre  tí... 


11 


esclavos  blondos.. 


Es  bello  ser  clemente,  pero  á  condición  de  ser 
consecuente; 

en  Europa,  la  clemencia  está  muy  lejos  de  la 
consecuencia ; 

la  piedad  de  la  Europa,  es  una  piedad  intermi- 
tente, un  histerismo  político,  epidémico  é  inocuo; 

I  con  qué  sagrado  horror,  la  coalición  visible  del 
miedo  vuelve  los  ojos  al  Oriente,  y  compadece  los 
asesinatos  de  cristianos  ! 

¡  qué  amargos  reproches  le  merecen  las  tropas 
turcas,  las  carnicerías  de  Monadir,  los  crímenes  de 
Albania  ! 

I  cómo  afrenta  al  Sultán  ! 

¿  dónde  estaba  el  corazón  de  esa  Europa  senti- 
mental, cuando  otro  Sultán,  el  de  Berlín,  que  no 
tiene,  sobre  el  de  Constantinopla,  otra  superioridad 
que  la  del  ridículo,  desató  sus  turbas  armadas, 
como  un  huracán  de  muerte  y  destrucción  sóbrela 
Ghina  inerme,  recomendándoles  no   perdonar  la 


Vl.miU     IM.    AliMuMi.Ui.N     \     1»E    l.U.MHAll':  103 

villa  a  nadie,  no  ahorrar  prisioneros,  no  dar  cuar- 
tel? 

¿  dónde  estuvo  su  grito  de  horror,  cuando  más 
de  trescientos  mil  chinos,  cayeron  asesinados  por  la 
barbarie  tudesca,  y  las  ciudades  fueron  incendia- 
das y  los  campos  talados  y  las  mujeres  violadas  y 
los  niños  estrellados  contra  las  murallas,  y  lacla 
de  la  ferocidad  subi(')  tan  alto,  como  no  se  recuerda 
igual  en  los  tiempos  inmemoriales  prehistóri- 
cos ? 

¿  dónde  ? 

¡  el  silencio  y  la  complicidad  ! 

los  ejércitos  de  la  Europa  coaligada  se  hicieron 
solidarios  de  los  genízaros  blondos  de  Germania; 

el  (ienserico  tudesco,  virgen  de  batallas,  vio  sus 
esclavos  armados  pasear  la  muerte  en  el  Extremo- 
Oriente,  y  todos  los  soldados  de  Europa,  combatir 
bajo  el  ala  de  sus  águilas  imperiales,  al  mando 
supremo  del  Feld-Mariscal  de  Waldersee  ; 

la  Francia  misma  fué  al  pillaje  á  las  órdenes  de 
un  general  prusiano  ; 

¡  oh  vergüenza ! 

¿  dí'inde  pues  el  derecho  á  la  indignaciím,  des- 
pués de  tanta  indignidad? 

¿  por  qué  calla  la  Europa  ante  el  asesinato  oficial, 
sistemático  de  los  hebreos  en  Rusia? 

i  se  grita  contra  el  asesinato  de  los  armenios  ! 

y,  los  chinos,  ¿  no  eran  hombres? 


104  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

los  judíos  polacos  de  Alemania  y  los  de  Uusia, 
¿  no  lo  son  ? 

¡  se  clama  contra  las  varas  y  el  foete  de  los  tur- 
cos ! 

y  ¿  los  estudiantes  rusos  azotados  en  los  cuar- 
teles, muriendo  bajo  el  kniick  en  los  hielos  de  Sibe- 
ria? 

y  los  esclavos  blancos  de  Germania,  esos  pobres 
soldados  bestializados,  brutalizados,  muriendo 
bajo  el  foete  de  los  caporales  tudescos,  ó  esca- 
pando el  las  torturas  por  la  puerta  del  suicidio... 

¿  quién  los  defiende  ? 

¿  quién  clama  contra  eso  ? 

¿  dónde  pues  principia  la  justicia  ? 

¿  dónde  la  equidad? 

yo  no  acierto  á  definir  esos  grados  del  horror, 
esos  matices  de  la  compasión,  más  insultantes 
para  la  generosidad,  que  la  absoluta  indiferencia  ; 

en  los  campos  de  la  crueldad  y  la  barbarie,  ¿  en 
qué  se  diferencian  los  genízaros  reprimiendo  la  in- 
surrección de  Albania,  ú  los  cosacos  reprimiendo 
las  de  San-Petersbourg,  ó  los  uhlanos  blancos  re- 
primiendo las  de  los  boxers  ? 

si  alguien  lo  sabe,  que  lo  diga  ; 

las  tres  barbaries  son  idénticas  ; 

la  barbarie  turca,  la  barbarie  moscovita,  la  bar- 
barie tudesca... 

todas  una  sola  :  la  Barbarie  ; 


Y    DE   COMhATt:  165 

ardiente  y  fanática  más  allá  de  los  Dardanelos  ; 
fría,  implacable,  más  allá  de  los  montes  urales; 
pesada,  charlatanesca,  ebria,  más  allá  de  Metz  y 
de  Strasbourg ; 

pero,  siempre  la  barbarie,  la  implacable  barba- 
rie asoladora ; 

el  Sultán  negro,  el  Sultán  rojo,  el  Sultán  blanco; 
los  tres  idénticos,  ebrios  de  misticismo  bárbaro, 
de  feudalismo  anacrónico,  reinando  y  matando  en 
nombre  de  Dios  y  de  su  orgullo  ; 

la  Turquía  y  la  Rusia,  están  moralmente  fuera 
de  la  civilización  y  de  la  Europa  ; 

sólo  la  Alemania  feudal,  afrenta  el  mapa  de  la 
civilización  europea ; 

¡  los  alemanes !  he  ahí  los  b;irbaros  de  Occidente  ; 

¡  los  terribles  esclavos  blancos  de  la  selva  negra! 

¿  por  qué  extrañar  que  el  Sultán  de  Berlín,  sea 

el  más  poderoso  sostén  del  Sultán  de  Constanti- 

nopla? 

¿quién  ha  disciplinado  los  ejércitos  turcos,  que 
han  ido  á pacificar  la  Macedonia  y  la  Albania? 

los  esclavos  galoneados  de  Guillermo  el  In- 
efable ; 

¿quién  provee  de  cañones,  fusiles  y  municiones 
las  tropas  musulmanas  que  asesinan  los  cristianos 
y  colman  el  horror  en  la  península  balkánica? 

los  parques  y  los  armadores  del  Lohengí  ín  fu- 
nambulesco; 


166  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

¿por  quiún  triunfa  Abdul,  el  tétrico? 

por  Guillermo  el  cómico  ; 

estas  dos  máscaras  de  la  tragedia  y  la  comedia, 
se  confunden  y  se  funden  en  un  solo  rostro  :  el  del 
Horror  ; 

son  los  sembradores  del  Espanto  ; 

y,  ¿qué  hacen  los  poderes  cristianos,  en  pre- 
sencia de  este  protector  de  mahometanos? 

S.  M.  Apostólica,  el  viejo  y  taciturno  Emperador 
de  Austria  es  su  aliado  ; 

y  el  fantasma  blanco,  el  Papa,  de  Roma,  hace 
pocole  abrió  los  brazos...  y  extendió  la  mano  sobre 
él,  no  para  anonadarlo,  sino  para  bendecirlo  ; 

y,  sobre  la  cabeza  teológica  de  aquel  Teodorico 
de  opereta,  batió  sus  alas  de  armiño  la  téurgica 
paloma  de  la  paz  ; 

¡  y,  el  pájaro  celestial  no  se  hizo  rojo,  al  tocar 
aquel  bárbaro  ensangrentado  I 

así  va  el  mundo  ; 

así,  con  la  mentira  en  los  labios  y  el  miedo  en  el 
corazón  ; 

así,  de  rodillas  por  la  infamia,  camino  hacia  la 
muerte ; 

los  aliados  de  Rusia  hablan  de  libertad,  sin 
atreverse  á  mirar  á  las  nieves  de  Siberia  ; 

los  aliados  de  Alemania,  osan  hablar  de  Piedad, 
sin  querer  mirar  hacia  la  China  incendiada; 

y  la  mentira  no  los  ahoga  ; 


\     l»E    COMBATE  107 

los  tiempos  heroicos  y  dignos  lian  pasado ; 

la  Verdad,  la  Justicia  y  el  Ideal,  expiran  solita- 
rios, sin  una  mano  que  sostenga  en  el  aire  su  ban- 
dera, sobre  la  cual  se  ha  ajado  y  caído  en  polvo,  el 
oro  de  sus  lises  inmortales  ; 

el  Miedo,  cauteloso  y  feroz,  impera  solo; 

los  amplios  caminos  del  heroísmo  están  de- 
siertos ; 

las  cimas  del  Ideal,  se  envuelven  en  la  bruma; 

la  lenta  procesión  de  soñadores  que  iba  hacia  las 
alturas  solitarias,  para  coger  la  rosa  pálida,  la  rosa 
inmortal  del  Sacrificio,  no  aja  ya  el  polvo  de  los 
senderos  con  las  caudas  de  sus  mantos  de  mártires 
ó  de  héroes ; 

ya  no  se  va  camino  de  la  quimera  á  morir  al  pie 
mismo  de  la  Cruz  ; 

ni  se  va  camino  de  la  libertad  á  morir  al  pie  de 
una  bandera ; 

el  mundo  muere  bajo  la  planta  del  Miedo,  como 
un  esclavo  degollado,  bajo  el  pie  del  eunuco  que  lo 
mata; 

y  sobre  las  ruinas  de  ese  mundo  en  agonía,  como 
la  síntesis  de  esta  época  nefanda,  como  el  símbolo 
de  la  barbarie  actual  implacable  y  grandílocua,  se 
alza  un  hombre  :  (núllmno  el  Turco^  con  una 
hacha  de  sílex  en  la  mano... 


ante  el  Czar... 


Si  pedimos  justicia  á  los  gobiernos,  tenemos  el 
deber  de  pedirla  también  á  los  partidos  ; 

el  socialismo  italiano,  amenazando  silbar  al  Czar 
de  Rusia  en  las  calles  de  Roma,  se  demuestra 
vehemente,  pero  no  consecuente  ; 

los  brazos  que  permanecieron  inmóviles  al  paso 
del  Emperador  de  Alemania,  marchando  del  pa- 
lacio Caffarelli  al  Vaticano,  no  tienen  el  derecho  de 
alzarse  amenazantes,  hacia  el  Emperador  de  Rusia, 
en  camino  al  Quirinal; 

en  virtud  de  esa  abstención  ante  el  cesarismo, 
han  perdido  el  derecho  de  tensión  ante  el  despo- 
tismo ; 

los  labios  que  permanecieron  mudos  al  paso  del 
asesino  coronado  de  Berlín,  no  tienen  el  derecho  de 
contraerse  para  el  silbido  insultador,  al  paso  del 
asesino  coronado  de  San  Petersburgo ; 

cuando  Guillermo  de  Prusia,  rodeado  de  sus  co- 
raceros blancos,  las  águilas  de  cuyos  cascos  seme- 


VERBO  DE  ADMONICIÓN  Y  DE  COMBATE     109 

jaban  inmensos  bniitcs  do  oro,  cernióndoso  sobre 
la  Ciudad  Eterna,  atravesó  en  sus  coches  de  gala, 
con  libreas  emocionantes,  para  ir  á  visitar  al  Pon- 
tífice romano,  haciendo  con  esa  visita  un  doble  in- 
sulto ;i  la  libertad  y  á  la  lealtad,  ¿  dónde  estaban  los 
socialistas  italianos,  defensores  de  la  justicia  uni- 
versal? 

¿por  qué  no  extendieron  sus  brazos  lapidadores, 
hacia  ese  déspota  bizantino,  que  á  diario  los  in- 
sulta, con  la  verbigeración  agresiva  de  sus  arengas 
reales ; 

que  finge  despreciarlos,  con  su  arrogancia,  y  los 
humilla  con  su  jactancia; 

que  los  condena  ala  muerte,  provocándola  con- 
mocií'm  pretoriana  contra  la  conmocicm  ciuda- 
dana ; 

y,  que,  arengando  á  sus  legiones,  arma  el  brazo 
de  sus  hijos  contra  ellos,  haciendo  el  gesto  orde- 
nador de  la  irremediable  muerte? 

ese  hombre  acababa  de  insultarlos  ante  la  momia 
del  armador  Krupp,  y  apuntaba  aún  las  bayonetas 
de  su  Ejército  contra  el  pecho  de  los  últimos  elec- 
tores del  socialismo ; 

¿por  qué  callaron  ante  él? 

¿por  qué  no  silbaron  entonces? 

¿por  qué  enmudecieron  ante  ese  demente  coro- 
nado, sanguinario  y  terrible,  enormemente  ridículo 
y  fastuoso? 


170  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

¿  dónde  estalla  la  fraternidad  universal  en  esa 
hora? 

¿la  política  italiana,  los  intereses  de  la  JViple 
Alianza^  lo  ahogaba  todo  ? 

el  socialismo  italiano,  haciendo  retroceder  ante 
su  actitud,  al  oso  uraño  que  les  venía  de  los  montes 
Urales,  ha  obtenido  una  gran  victoria  ; 

si  hubiera  hecho  retroceder  así,  al  lobo  audaz 
que  un  día  les  vino  de  los  linderos  de  la  Selva 
Negra,  se  habría  cubierto  de  gloria ; 

los  déspotas  están  fuera  de  la  humanidad ; 

con  ellos  la  hospitalidad  es  una  complicidad; 

no  tienen  el  derecho  de  asilo  ; 

habiendo  destruido  todas  las  leyes,  no  tienen  el 
derecho  de  ampararse  bajo  ninguna  ; 

abandonados  del  cielo,  odiados  de  la  tierra,  no 
deben  tener  sino  su  casco  imperial  para  guarecerse 
bajo  él; 

¡ay,  de  ellos!  cuando  el  rayo  inesperado,  caído 
de  cielos  ignotos,  funda  sobre  sus  frentes,  el  hierro 
de  las  águilas  doradas  ; 

de  la  sombra  estallará  el  castigo,  como  una  cer- 
tidumbre luminosa ; 

la  Justicia  se  perfila,  como  un  arco  iris  sin  límites, 
sobre  el  desierto  que  cruje  bajo  el  pie  de  los  cha- 
cales ; 

y,  en  medio  del  gran  silencio  que  dobla  todas  las 


Y    DE    COMRATr:  171 

frentes,  alj^^o  se  levanta  como  una  hostia  pi'ilida  y 
luminosa; 

esa  hostia  ser¿i  un  sol; 

Esperémoslo. 


triste  descenso... 


La  onda  negra  avanza  ; 

¡la  onda  negra  y  sombría!  tristemente  agitada 
en  su  silencio  obscuro  ; 

en  la  sombra  morlal  la  onda  no  es  sonora ; 

¡  es  la  onda  áfona  y  muerta  !  ¡la  onda  letal ! 

el  soplo  estremecido  de  la  gran  borrasca  está 
lejano ; 

el  soplo  desmesurado  de  la  fiebre  bélica,  que 
agit(')  el  alma  impávida  de  los  grandes  paladines  de 
la  rebelión  y  los  hizo  lanzar  su  ronco  grito  de 
guerra,  en  la  decoraci(3n  terrible  del  incendio  y  el 
horror  de  las  matanzas,  se  ha  extinguido  bajo  los 
horizontes  malditos,  en  la  calma  glacial,  en  la  triste 
calma  del  vencimiento,  en  la  amarga  memoria  de 
las  irremediables  catástrofes ; 

el  rumoroso  mar  está  distante  ; 

el  mar  de  la  guerra,  el  mar  enfurecido,  el  mar 
vesperal,  rojo  y  tétrico,  sobre  el  cual  van  los  ba- 


VEIU50    DE    ADMONICIÓN    Y    DE    COMUATE  17.'J 

jeles  de  la  muerte,  llevados  por  los  vientos  del  es- 
panto... está  lejano... 

su  onda  de  fuego  y  exterminio  besa  otra  ribera 
y  azótalos  farallones  de  otra  costa  ; 

no  es  ya  el  mar  :  es  el  pantano  que  amenaza ; 

¡  el  pantano !  el  monstruo  híbrido  de  olas  turbias, 
el  agua  triste  y  calmada,  de  cuyo  fondo  emerge  la 
muerte  como  una  tenebrosa  (lor  fatal ;  no  es  la 
conquista  bélica,  es  la  conquista  ¡jact/icu,  que 
avanza... 

¡  la  onda  fangosa  y  sin  rumor !  la  onda  pálida, 
que  invade,  y  sube,  y  mata  en  el  silencio  ; 

¡la  muerte  tétrica  sucediendo  ala  muerte  bélica; 
el  espanto,  al  coraje;  el  estupor,  al  grito; 

no  es  ya  la  tempestad,  es  la  inundación  que  sube 
al  horizonte ; 

¡calmada  y  trágica!  como  un  tropel  de  sombras 
hacia  la  selva  agreste  ; 

su  atmósfera  es  la  paz,  los  juncos  de  sus  riberas 
el  Silencio  y  el  Misterio  ; 

las  cimas  amenazadas,  no  ven  en  su  ataraxia 
pétrea,  subir  la  onda  que  mata,  la  onda  que  ha  de 
sumergirlas  en  la  sombra  y  en  la  muerte  ; 

hechas  á  ser  heridas  de  lo  alto,  en  su  eterno  com- 
bate con  el  cielo,  sienten  la  nostalgia  del  rayo,  que 
ha  de  mellar  sus  cotas  de  granito,  pero  no  temen 
el  agua  silenciosa,  que  besa  sus  plantas  de  gi- 
gantes ; 


174  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

y,  la  ola  carcome  y  roe  y  sube... 

y,  ha  de  sorprenderlas  en  su  mudo  coloquio  con 
los  astros  ; 

y,  con  su  beso  de  fango,  apagará  en  los  labios  de 
piedra,  la  última  palabra  impenetrable  ;... 

y,  las  cimas  hechas  á  ser  pulverizadas,  morirán 
ahogadas ; 

el  rayo  fulmina,  la  onda  borra ; 

y,  la  onda  sube... 

denunciemos  esa  onda ; 

esa  onda  traidora,  que  no  ruge,  que  no  se  alza, 
que  no  muestra  sus  lomos  de  cetáceo,  que  no  se 
bota  contra  la  roca  negra,  como  un  león  con  mele- 
nas de  cristal ;... 

denunciemos  la  inundación  fatal ; 

seamos  como  los  pájaros  sagrados  del  Capitolio, 
en  la  noche  negra,  ante  el  tumulto  de  los  bárbaros  ; 

gritemos  comolahijadePríamo,  al  ver  la  máquina 
fatal  pasar  los  muros  de  Ilion ; 

clamemos  como  Laocoón,  sin  temor  á  las  víboras 
monstruosas,  que  han  de  apagar  en  los  labios  pro- 
féticos  el  grito  denunciador... 


denunciar,    anunciar,    castigar...    ¿para    qué 


¿á  quién  ?. 


la  América  duerme  en  una  atonía  abyecta,  y  ce- 
rrados los  ojos  desaparece  lentamente,  como  una 
isla  tragada  por  el  océano  ; 


Y    DE    COMILVTE  175 

la  lí loria  y  la  Vicloria  han  plegado  las  alas  en 
cimas  muy  remotas,  cercanas  á  cielos  inacce- 
sibles : 

y,  en  ese  hormigueamiento  de  pueblos  en  de- 
rrota, que  pululan  sobre  aquel  continente  esclavo, 
el  espanto  ha  cerrado  todos  los  labios  y  el  interés 
ha  entregado  á  la  cadena  todos  los  corazones  ; 

nadie,  ni  los  siervos  ni  los  amos,  tienen  talla  para 
vivir ; 

nadie  esboza  un  gesto  viril  en  el  espacio ; 

en  ese  campo  de  la  devastación,  no  aparece  ni  un 
hombre,  ni  una  idea  ; 

ni  una  espada  libertadora  en  el  horizonte,  ni 
una  palabra  vibradora  en  la  agonía  glacial; 

¡  la  sombra  y  el  silencio  I 

el  momento  actual  se  desarrolla  en  lontananzas 
moncjtcnas  de  crimen  y  de  tristeza  ; 

y,  el  espíritu  humano,  pliega  con  dolor  las  alasj 
ante  la  inmutable  obscuridad  de  aquel  imperio 
triste  de  la  fuerza,  de  la  esterilidad  y  de  la  muerte  : 

y,  todo  degenera  en  nuestras  democracias  tumul- 
tuosas ; 

todo,  bástala  rebeldía ; 

la  epopeya  se  prostituye  ; 

los  héroes  duermen,  desaparecidos  de  la  Historia 
y  de  la  Vida,  bajo  el  manto  insondable  del  olvido 
y  de  la  tierra  ; 

en  el  escenario  desierto,  antes  ucupadu  por  los 


176  VERBO    DE   ADMONICIÓN 

grandes  hombres,  entre  las  armaduras  rotas  de  los 
héroes  legendarios,  los  enanos  hacen  irrupción, 
convirtiendo  en  campo  de  feria,  lo  que  fué  el  teatro 
de  las  más  sangrientas  lides  de  la  Historia  ; 

y,  los  gitanos  vandalizan  donde  los  héroes  mo- 
rían ; 

los  héroes  desaparecen  de  la  escena  ; 

la  tragedia  pasa,  llega  la  farsa  ; 

lo  heroico  se  elimina  y  lo  bufo  entra  en  escena ; 

y,  suplen  á  las  águilas  bravias,  las  bandadas  de 
pavos  de  corral ; 

murió  la  epopeya ; . . . 

el  crimen  mismo,  entra  en  la  zona  de  la  imbeci- 
lidad ; 

los  amos  valen  menos  aún  que  los  esclavos  ; 

¡  pústulas  pestilenciales !  deshonran  el  bisturí 
que  las  revienta ; 

no  merecen  el  puñal  de  Bruto,  y  deshonran  la 
cloaca  de  Nerón ; 

al  ir  á  castigarlos,  la  Historia  no  encuentra  casi 
hombres  en  su  camino  ; 

guiñapos  de  nombres,  plantas  rastreras  é  incul- 
tas se  enredan  á  los  pies  del  historiador,  que  no  se 
libra  de  ellas  sino  dignándose  romperlas  con  des- 
precio ; 

ya  no  hay  á  quien  castigar  ; 

la  cólera  se  desarma  y  el  dicterio  se  aplaca,  al 
llegar  á  esos  titís  dominadores,  que  hacen  visajes 


Y    DE    nOMHATE  177 

all;'i  en  esa  /ona  vegetativa  de  pura  animalidad, 
zona  Irisle,  donde  mueren  las  Tiltimas  manifesta- 
ciones de  vida  del  pensamiento  humano  ; 

son  la  diversif'm  y  la  vergüenza  de  su  época ; 

son  la  mueca  del  atentado  y  la  caricatura  del 
crimen  ; 

¡oh  !  las  tristes  larvas  de  la  ambición,  nacidas  en 
el  estercolero  del  ridículo  y  muriendo  aplastadas 
bajo  las  plantas  formidables  del  desprecio  uni- 
versal ; 

da  pena  prostituir  el  estilo,  un  estilo  hecho  á  los 
grandes  hecatonqueros  de  la  Epopeya,  modelado 
para  la  estrofa  en  los  grandes  himnos  bélicos  de  la 
Historia,  forjado  en  las  fraguas  magníficas  de  la 
inspiración  para  caer  como  rayos  sobre  las  frentes 
de  los  déspotas  y  como  un  desgarramiento  de  tem- 
pestad sobre  las  púrpuras  de  los  cesares,  y  haber 
de  mancillarlo,  de  hacerlo  descender,  hasta  esas 
bajas  capas  de  la  vida,  donde  la  casualidad  hizo 
nacer  esas  larvas  perturbadoras  de  la  libertad  y  de 
la  paz  ; 

j  qué  tristes  son  estos  descensos  de  la  historia  1 

i  cuan  melancólicamente  dolorosa,  esta  necesi- 
dad de  tocar  con  la  clava  de  Hércules,  tinta  en 
sangre  de  la  hidra,  los  crótalos  venenosos,  que  los 
acontecimientos  hacen  brotar  en  los  senderos  fan- 
gosos de  la  política ! 

á  veces  descender  es  un  deber  ; 

12 


178  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

la  pluma  es  faro  y  es  cauterio; 

alumbra  y  quema ; 

cae  lo  mismo  sobre  la  gloria  de  César,  que  sobre 
la  llaga  de  Tiberio  ; 

se  enoja,  no  se  sonroja  ; 

aunque  descienda  no  se  mancilla,  ni  cayendo 
sobre  el  lecho  de  Heliogabálo  ; 

vibra  lo  mismo  en  el  Sinaí  que  en  el  estercolero  ; 

y  con  el  rayo  de  Jeliová,  mata  los  gusanos  de 
Job ; 

pongamos  el  cauterio  vengador  encima  de  la 
pústula  sangrienta... 

es  la  hora... 

todo  desaparece,  todo  se  hunde,  en  aquel  nau- 
fragio doloroso  de  los  pueblos  ; 

y  si  el  destino  no  detiene  la  catástrofe,  pronto 
se  extenderá  sobre  ellos,  no  una  bandera  sino  un 
sudario  ; 

un  pueblo  oprimido  es  un  pueblo  herido  ; 

pero,  ¡  ay  I  un  pueblo  conquistado  es  un  pueblo 
amortajado  ; 

y  la  conquista  va  sobre  ellos... 

los  tiempos  han  venido  en  que  sería  necesario 
un  hombre  ó  un  pueblo  que  tuviese  la  superioridad, 
la  iniciativa,  la  grandeza,  el  genio... 

todo  el  pasado  de  discordias  abdicaría  el  cetro 
entre  sus  manos  ; 


V  í)E  roMiiATn  i  79 

en  la  cstcrilidiul  ¡nfjuiie  dt'l  inoincnlo,  no  liay 
ese  hombre  ni  ese  pueblo  ; 

nadie ; 

nada  ; 

cuando  el  destino  quiere  castigar  una  época,  la 
condena  á  la  esterilidad; 

el  primer  síntoma  de  los  pueblos  en  decadencia 
es  su  imposibilidad  absoluta  de  producir  grandes 
ideas  ; 

y  la  señal  definitiva  de  su  desaparición,  es  la 
impotencia  de  producir  héroes  capaces  de  morir 
por  ellas ; 

los  pueblos  mueren  con  el  Ideal  quealiment(j  su 
vida ; 

de  las  ruinas  misericordiosas  de  los  pueblos,  sue- 
len alzarse  genios  heroicos,  que  parecen  heredar 
la  grandeza  del  mundo  destruido  ; 

¿  quién  se  alzará  del  fermento  de  estos  pueblos 
en  descomposición  ? 

¿  nadie  ? 

¿  nada  ? 

i)i  solitudine  vacat  Ierra... 

la  tierra  está  en  desolación  ; 

y,  las  ruinas  arraigan  en  la  iMuert(3... 


noble  heroísmo... 


Al  heroísmo  de  la  guerra,  sucede  el  heroísmo  de 
la  paz  ; 

hay  una  virtud  más  amarga  en  combatir  la  inso- 
lencia del  despotismo  vencedor,  que  en  atacarlo 
cara  á  cara,  entro  horizontes  de  fuego  y  decora- 
ciones de  matanza ; 

la  sabiduría  de  los  héroes  de  esa  hora,  se  com- 
pone de  acritud  y  de  arrebato,  de  desdén  y  de  fe  ; 

el  gesto  del  Apóstol,  que  se  alza  sobre  la  tierra 
florecida  de  cadáveres,  cuando  el  ultraje  aulla 
sobre  las  riberas  de  la  Envidia,  y  el  aire  está  eri- 
zado de  manos  levantadas  contra  él,  no  es  menos 
noble  que  el  del  Rey  de  Esparta,  cayendo  ante  las 
flechas  enemigas,  de  pie  frente  al  muro  pelásgico; 

al  resplandor  de  la  hora  épica  sucede  el  fulgor 
de  la  hora  profética  ; 

á  la  epopeya  del  cañón  debe  suceder  la  epopeya 
de  la  pluma ; 

el  pensador  engendra  al  luchador  ; 


vi:iu;u  DL  AUMu.MciO.N   V  ui:  l(j.mi;aii.         hsi 

es  el  verbo  quien  críala  guerra  ; 

Marte,  nace  armado  de  la  cabeza  de  Minerva; 

la  vida  es  guerra  ; 

en  la  frontera  de  dus  pueblos  est;'i  el  dios  Tér- 
mino :  la  guerra ; 

en  el  límite  de  dos  partidos,  está,  la  Idea  :  la 
guerra ; 

entre  dos  individuos  está,  el  interés  :  la  guerra; 

los  pueblos  no  han  sido  grandes  sino  por  la 
guerra ; 

Roma  no  dominó  al  mundo  por  la  paz  ;     * 

la  paz  no  cría  sino  intereses; 

sólo  la  guerra  ci  ía  ideales  ; 

la  guerra  frente  al  despotismo  no  es  un  placer, 
es  un  deber ; 

la  patria  sin  la  libertad  no  es  la  patria,  es  un  de- 
sierto ; 

predicar  la  paz  frente  al  despotismo,  es  la  for- 
mula más  vil  del  servilismo ; 

toda  tierra  oprimida  debe  ser  como  la  gleba 
gloriosa,  de  donde  salieron  armados  los  hijos  de 
Cadmos,  de  los  dientes  del  dragón; 

á  la  guerra  fracasada,  debe  suceder  la  guerra 
predicada; 

no  dar  tregua  al  despotismo  ; 

tal  es  el  deber  del  pensador ; 

en  nuestra  América,  el  monstruo  caiUico  forma, 
como  un  pedazo  de  imperio  africano,  en  el  cual 


18^  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

esboza  su  gesto  obscuro,  de  monarquía  Oriental,  en 
trabajo  de  devastación; 

sobre  las  guerras  domadas  y  los  pueblos  venci- 
dos, el  despotismo  aspira  el  humo  de  la  adulación, 
como  aquel  Rey  de  Nínive,  que  un  fresco  asirio  nos 
muestra,  respirando  largamente,  con  los  párpados 
cerrados,  una  flor  de  lotus,  sentado  en  un  trono 
hecho  de  cabezas  cortadas,  absorto  en  el  frenesí  de 
su  sueño ; 

la  omnipotencia  hace  caer  en  la  infancia  al  hombre 
que  no  es  de  talla  de  soportarla ; 

el  vértigo  se  apodera  del  déspota  y  le  hace  per- 
der el  sentido  de  la  realidad  y  la  noción  de  los 
límites ; 

la  palabra,  imposible^  que  no  era  más  persa  para 
Ciro,  que  latina  para  Calígula,  no  es  española  para 
nuestros  déspotas  bozales,  sumidos  en  su  sueño 
monstruoso  y  bárbaro ; 

en  la  postración  unánime  que  los  rodea,  extrañan 
que  haya  hombres  de  pie,  más  altos  que  ellos  ; 

las  garras  arrogantes,  las  fauces  pedidoras  de 
sangre,  los  monstruos  sueñan  en  devorar  los  pen- 
sadores, como  última  satisfacción  de  su  apetito 
bestial ; 

frente  á  las  fauces  abiertas  de  la  bestia,  ¿cuál 
es  el  deber  del  pensador? 

azotar  más  rudamente  la  cabeza  estupefacta  del 
monstruo; 


Y     It|'    r(iMi!\li:  ISi) 

lio  callarse  ; 

no  rendirse ; 

al  ver  la  libertad  bajo  los  talones  de  un  bai-baro, 
el  pensador  extiende  su  dedo  denunciador  hacia  el 
perverso  y  lo  señala; 

la  acrimonia  de  sus  aliteraciones  lo  marca ; 

y  sus  elipsis  enigmáticos,  caen  sobre  la  cabeza 
del  protervo,  como  un  vuelo  de  pájaros  de  fuego; 

él,  se  erguir;!  soberbio  y  amenazante  ante  la  me- 
diocridad escoltada  por  la  imbecilidad,  ante  el  trono 
de  esos  déspotas  rurales,  creadores  de  un  desierto 
de  vergüenza  más  allá  de  un  río  de  sangre,  que  se 
empeñan  en  poner  un  velo  de  leyenda  sobre  su 
usurpación,  y  cuya  púrpura  no  logra  ocultar  su, 
actitud  deplorable  de  pretorianos  en  acecho; 

en  vano  se  agitar;in  contra  él  los  gusanos  pulu- 
lantes de  la  demagogia  oficial,  los  defensores  de 
esos  gobiernos  de  aventura,  los  heraldos  del  pena- 
cho, los  cameláis  de  la  dictadura  y  de  la  infamia  ; 

esas  hordas  arengadas  por  el  foete  no  le  dan 
pavor ; 

él,  continúa  en  subir  en  el  dolor  la  pendiente  que 
lleva  hacia  la  libertad,  mientras  los  otros  continúan 
en  descender  en  el  triunfo,  la  pendiente  que  lleva 
hacia  la  infamia  ; 

él,  no  desciende  á  esas  profundidades  de  la  ba- 
jeza de  las  cuales  no  se  remonta  nunca ; 

su  gloria  es  exasperar  la  Envidia; 


184  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

no  se  ama  su  nombre,  porque  su  resplandor 
arroja  en  la  sombra  todas  las  mediocridades  ; 

y,  los  aplastados  se  denuncian  por  el  grito,  ya 
que  no  pueden  levantarse  por  el  vuelo  ; 

haciendo  frente  a  todos  lados,  como  los  toros  de 
una  hecatombe,  él  es  invulnerable  ; 

su  gloria  es  hecha  para  el  asalto  ; 

levantarse  contra  ella,  es  una  forma  de  caer  ante 
ella; 

como  una  fortaleza  asaltada  por  bárbaros,  los 
dardos  de  sus  enemigos  no  la  derrumban  sino  la 
coronan  ; 

atacarla  es  uno  como  abordaje  á  las  estrellas  ; 

ir  al  asalto  de  esa  gloria,  es  algo  así  como  pillar 
el  sol... 


la  paz  infame. 


Después  de  una  tempestad  la  mar  no  se  serena, 
las  ondas  quedan  largo  tiempo  tumultuosas; 

estremecido  en  su  derrota,  el  espíritu  público 
hace  apenas  el  gesto  de  vivir,  bajo  la  cimitarra  de 
aquellas  sombras  de  Bajo  Imperio,  que  reinan 
en  América,  convulsionándose  sobre  pueblos  en 
agonía; 

en  la  sombría  tristeza  del  momento,  la  conciencia 
del  vacío  y  de  la  decadencia  inminente,  crece  en 
las  grandes  almas  hasta  el  gesto  sombrío  de  lo 
trágico ; 

se  siente  con  horror  subir  la  muerte; 

¡con  qué  acre  deseo,  con  qué  fuerza  de  pasión 
inapaciguada,  los  pueblos  se  dan  al  servilismo, 
como  á  una  terrible,  imperiosa  voluptuosidad! 

se  nace  esclavo  aun  sin  tener  amo; 

lo  que  hay  de  terriíicante  en  estas  fuerzas  ciegas 
que  se  desencadenan  contra  el  bien,  es  la  especie 
de  trágica  y  salvaje  inconsciencia  que  las  impulsa  : 


180  VEHIJO    DE    ADMONICIÓN 

el  vértigo  de  la  servidumbre  lleva  esos  pueblos 
esclavos  á  la  podre  ; 

vertebrado  como  un  áspid  mitológico,  el  mons- 
truo enorme  y  terrible  del  despotismo,  se  despe- 
reza ó  salta,  sobre  la  carne  exhausta  de  aquellos 
pueblos  en  martirio; 

el  vuelo  silencioso  de  los  ideales,  como  una  lluvia 
de  estrellas  filantes,  se  pierde  en  el  horizonte,  sin 
deslumhrar  las  pupilas  de  la  gran  bestia,  en  éxtasis 
de  sangre  ; 

la  ferocidad  tranquila  de  aquellos  asesinos  no 
impone,  pero  asombra ; 

sobre  los  campos  largamente  enrojecidos  con  la 
sangre  reciente  ; 

en  la  calma  de  los  horizontes,  confusamente  so- 
nora con  los  últimos  ruidos  del  clarín  guerrero; 

en  esa  como  égloga  roja,  se  ven  cual  una  bandada 
de  buitres  bajando  de  las  cimas  taciturnas,  los  pája- 
ros siniestros  del  despotismo,  abatirse  sobre  la  mi- 
seria de  aquellos  pueblos  casi  en  descomposición  ; 

y  en  el  horizonte  lívido,  (Iota  la  proyección  negra 
de  esas  alas  de  vampiros,  como  grandes  nubes  cre- 
pusculares, arrastrándose  en  campos  de  la  muerte ; 

j  y,  en  aquellos  pueblos  antes  heroicos,  no  hay  un 
brazo  armado  que  detenga  el  Crimen! 

se  muere  humildemente,  silenciosamente;  casi 
feliz  de  agonizar  bajo  las  plantas  del  César ; 


Y    DR    CUMlíATE  IST 

¡extraño  feíKJmeno  de  cobardía! 

no  se  teme  á  la  muerte,  sino  á  la  forma  de 
muerte  ; 

no  se  sabe  morir  frente  al  César,  sino  bajo  el 
César ; 

se  tiene  miedo  de  la  muerte  heroica ; 

no  se  sabe  ya  morir  sino  de  rodillas; 

¡  pobres  pueblos  ! 

ya  no  les  queda  más  recurso  que  el  de  las  lá- 
grimas ; 

han  conquistado  el  derecho  triste  de  vivir,  ya 
que  han  renunciado  al  derecho  heroico  de  saber 
morir ; 

ya  merecen  la  paz  ; 

han  obtenido  el  derecho  supremo  á  la  cadena ; 

así,  como  los  galeotes  :  ya  que  es  más  delito  re- 
nunciar á  la  libertad  que  atentar  á  ella  ; 

así,  vencidas  liastaen  el  alma  van,  esas  tribus  su- 
misas, desaparecidas  de  la  vía  heroica,  borrándose 
de  la  Historia,  excomulgadas  de  la  vida  sublime... 

¿  dónde  está  el  alma  de  esos  pueblos  ? 

¿no  saldrá  ya  de  ellos  nunca,  el  clamor  formi- 
dable de  los  antiguos  pueblos  viriles,  pronto  á  las 
grandes  justicias  y  á  las  supremas  reivindica- 
ciones? 

¿desaparecerán  coronados  por  el  halo  del  mar- 
tirio estéril,  que  atrae  sobre  las  almas  y  los  pue- 


ltS(S  VERBO    DE    ADMONICIÓN 

blos  viles,  la  misericordia  y  el  desprecio  de  los 
hombres? 

la  resignación  es  virtud  de  esclavos  ; 

sólo  la  rebelión  es  virtud  de  hombres  ; 

el  despotismo  no  se  vence  con  lágrimas ; 

se  le  ahoga  en  sangre  ; 

su  corazón  no  está  hecho  para  la  conmiseración 
y  la  piedad,  no  está  fabricado  sino  para  taberná- 
culo del  mal  y  receptáculo  á  la  punta  de  una  espada ; 

por  el  hierro  y  por  el  fuego  ; 

he  ahí  cómo  se  combate  el  despotismo ; 

todo  lo  que  liberta  es  santo  ; 

todo  lo  que  rompe  un  yugo,  es  sagrado  ; 

tener  misericordia  con  el  despotismo  es  una  de- 
bilidad indisculpable ; 

esperarla  de  él,  es  una  indignidad  abominable  ; 

la  lucha  sin  tregua  y  sin  cuartel ; 

la  lucha  á  la  medida  de  sus  fuerzas  y  aun  más 
allá...   '. 

he  ahí  q1  deber  ; 

¿  es  que  no  hay  ya  quien  se  dispute  el  derecho 
de  morir  por  un  pueblo  ? 

¿no  tiene  ya  heraldos  ese  derecho  terrible? 

¡  hora  maravillosa  de  la  vida  aquella  en  que  se 
puede  morir  por  la  libertad  ! 

ó  morir  bajo  las  garras  de  la  fiera  ; 

ó  cortárselas  de  un  golpe ; 

he  ahí  el  dilema. 


la  cólera  sagrada 


No  liay  relurica  posibhí  frente  al  crimen  irre- 
ductible; 

el  trabajo  de  la  frase,  el  brillo  de  la  metáfora,  se 
rompen  ante  las  sinuosidades  del  delito,  como  la 
ola  contra  la  roca,  y  saltan  coléricos  con  el  desgre- 
ñamiento  tormentoso  de  una  cabellera  de  Medusa  ; 

meditando  sobre  las  vastas  obscuridades  de  la 
Historia,  la  cólera  puede  hacerse  serena  como  en 
Tácito  ; 

la  lontananza  tenebrosa,  lima  los  hoscos  y  leja- 
nos lincamientos  del  delito  ; 

pero,  ante  el  encuentro  tumultuoso,  inmediato, 
del  crimen,  y  la  aparici('>n  fantástica  de  los  hara- 
pientos de  la  crápula,  la  serenidad  sería  una  com- 
plicidad; 

el  grito  es  un  deber; 

la  vasta  meditación  religiosa  del  pensador,  inte- 
rrumpida porel  tumulto,  hade  convertirse  en  C('»lera 
sagrada  y  su  frase  en  látigo  de  luz  vibrante  en  los 


190  VERBO    DE    ADMOMCIÓiN 

espesores  de  la  sombra,  con  ceguera  inexorable, 
castigadora  de  larvas  insurrectas,  en  el  tormentoso 
abismo,  donde  fluye  y  refluye  el  oleaje  tenebroso 
del  delito  ; 

Isaías,  prometiendo  Nínive  á  los  topos ; 

Ezequiel,  prometiendo  Jerusalem  d  las  llamas ; 

¿qué  son?... 

son  el  encuentro  trágico  de  la  conciencia  hu- 
mana con  el  cínico  crimen  vencedor  ;... 

la  fidelidad  á  las  ignominias  de  su  tiempo,  es  la 
mayor  vileza  de  las  mediocridades  y  la  mayor  tris- 
teza de  las  grandes  almas,  que  ven,  con  espanto 
doloroso,  la  declinación  rápida  de  su  tiempo  hacia 
el  oprobio ; 

cada  hora  de  la  Historia  tiene  su  Tiberio  y  su 
Cristo,  su  Capitolio  y  su  Calvario,  su  César  y  su 
Mártir ; 

adorar  lo  que  ella  adora,  vilipendiar  lo  que  ella 
vilipendia,  es  la  triste  misión  de  las  turbas  in- 
conscientes, la  sola  noción  de  vida  de  las  mayorías 
abyectas,  ineluctablemente  enfermas  del  torpe  pe- 
corismo  nazareno  ; 

el  alma  del  hombre  libre  no  sigue  esa  corriente 
de  bajezas; 

aislada  en  esa  tempestad  de  fango,  es  como  un 
gran  farallón  iluminado  en  la  sombría  tragedia  de 
la  noche  ; 


Y    DE    COMHATE  lí)l 

el  refractario  es  la  protesta  ; 

es  el  grito  contra  las  cosas  viles  de  su  siglo ; 

sobre  él  caen  todas  las  violencias  y  todas  las  in- 
clemencias del  rayo  y  del  insulto  ; 

porque  no  sigue  las  debilidades  de  su  época ; 

porque  no  adora  sino  la  libertad  y  no  corteja 
sino  á  ella ; 

porque  no  cántalas  ab'luijns  de  la  victoria,  mise- 
rable y  vil ; 

porque  no  se  inclina  ante  las  grandes  imposi- 
ciones del  Destino  adverso ; 

porque  en  medio  del  desaliento  invasor  que  pa- 
raliza los  ánimos,  las  tempestades  de  sus  cóleras 
decoran  con  una  emoci('»n  de  incendio,  el  horizonte 
fastuoso  de  sus  grandes  pensamientos  ; 

porque  sus  brazos,  perfilados  en  el  gesto  del  es- 
panto y  del  reproche,  no  se  extienden  en  actitud 
suplicatoria ; 

porque  su  frente  se  alza  hacia  la   tempestad, 
desafiadora,  buscando  el  rayo,  sin  temerlo ; 
^  porque  sus  rodillas  no  se  doblan  ; 

porque  desprecia  los  recursos  del  silencio  igno- 
minioso ; 

porque  sabe  que  el  silencio  quema  los  lalnos  que 
sella ; 

porque  mira  con  horror  y  castiga  con  rigor  á  los 
amos  de  los  hombres  ; 

porque  no  se  inclina  ante  la  talla  de  esos  pig- 


11)2  VERI50    DE   ADMONICIÓN 

meos,  que  para  verse  pjrandes  hacen  ponerlos  otros 
de  rodillas ; 

porque  su  risa  agobia  la  triste  grandeza  de  esos 
ídolos,  que  no  pueden  verse  altos  sino  en  un  liori- 
zonte  de  cabezas  inclinadas  ; 

porque  su  desdén  es  implacable  para  aquellos 
que  deshonran  el  suceso  por  la  ineptitud  y  sacri- 
fican los  caprichos  de  la  victoria  por  el  exceso  de 
su  mediocridad  y  que  ciegos  ante  el  horizonte 
negro,  provocan  las  tormentas,  no  por  exceso  de 
valor  sino  por  falta  de  genio  ; 

porque  afrenta  esos  déspotas  ridículos  y  sen- 
suales, que  viven  bajo  el  solio  como  en  un  esce- 
nario de  opereta  y  se  revuelcan  en  la  púrpura 
como  en  el  calor  hospitalario  de  un  lecho  de  man- 
cebía ; 

porque  se  indigna  ante  esos  pueblos  ávidos  de 
milagros  y  de  azote,  que  esperando  la  grande  Epi- 
fanía de  la  Quimera,  se  desbordan  de  ese  entu- 
siasmo con  que  el  servilismo  de  las  multitudes  sa- 
luda ;í  los  amos  que  la  casualidad  les  da; 

porque  sonríe  de  misericordia  y  de  desprecio, 
ante  esos  zoófitos  de  la  omnipotencia,  pobres  seres 
de  miseria,  que  no  tienen  nada  en  torno  suyo,  ni 
siquiera  las  tristes  mentiras  del  prestigio ; 

porque  sacude  y  hace  estremecer  la  cabeza  es- 
tupefacta de  esos  ídolos  de  la  Idiotía,  monstruos  de 
arcilla,  instrumentos  de  destrucción  al  servicio  de 


Y    DE    COMIIATK  iWA 

una  fiicr/a  l)rulal,  trágicos  como  el  incendio,  irres- 
ponsables y  fatales  como  el  hacha  de  un  verdugo, 
gesticulando  en  la  insolencia  de  sus  pretensiones 
ya  que  no  pueden  tener  el  orgullo  de  ellas ; 

¡  tristes  electos  del  acaso  y  del  favor,  cuya  des- 
mesurada n"íaldad,  está  en  razón  directa  de  su  sa- 
grada nulidad ! 

porque  se  rebela  á  reconocer  que  el  esfuerzo 
noble  sea  impotente  á  conjurar  las  catástrofes  y 
arroja  una  mirada  de  legítimo  orgullo  sobre  su 
obra  redentora; 

porque  el  magnetismo  del  peligro  lo  seduce  en 
las  cargas  heroicas  de  la  prensa  y  ama  la  atroz 
poesía  del  combate,  el  gesto  del  último  vencido, 
cabalgando  hacia  la  muerte  ; 

porque  en  la  pertinaz  visión  de  las  cosas  huma- 
nas, sus  ojos  se  hacen  tristes  y  sus  frases  se  hacen 
amargas  ante  la  interminable  procesión  de  los  re- 
baños de  hombres  en  camino  hacia  los  rojos  mata- 
deros, bajo  la  sangrienta  aprobación  de  ponientes 
incendiados,  en  la  tristeza  infinita  de  un  horizonte 
de  cenizas ; 

porque  con  un  amplio  gesto  indignado,  como  el 
de  Antonio  descubriendo  el  rostro  de  César  apuña- 
leado, descubre  el  cuerpo  sangriento  del  derecho 
asesinado  y  clama  por  su  venganza  ; 

porque  no  capitula,  no  se  rinde,  no  se  calla; 

porque  persiste  en  denunciar  el  crimen,  cuando 

13 


194  VEKIiO    DE   ADMONICIÓN 

la  tierra  tiembla  y  enmudece  ante  él,  como  dice  la 
palabra  de  la  Biblia  ; 

por  eso  lo  insultan,  por  eso  vociferan,  por  eso 
amotinan  los  pueblos  y  los  lacayos  contra  él :    . 

y  todas  las  flagrancias  de  la  tortura  no  podrán 
nada  contra  él; 

los  Xerxes  del  espanto  y  del  terror,  retrocederán 
ante  su  cólera,  que  es  santa,  ó  temblarán  ante  su 
serenidad,  que  es  augusta; 

el  Destino  lo  hizo  así,  inquebrantable  como  la 
roca,  inexpugnable  como  el  sol; 

alumbrará,  quemará  y  carbonizará; 

así  estaba  escrito  en  la  génesis  de  su  vida; 

su  lumbre  de  astro,  iluminará  y  fulminará,  sobre 
las  podredumbres  desoladas  de  los  siglos ; 

y,  el  paso  de  su  vida  se  sentirá  como  los  truenos 
del  Sinaí ;  como  el  tropel  de  las  águilas  enloquecidas 
de  Efeso  ;  como  las  cabalgadas  astrales  del  Apoca- 
lipsis ; 

la  soledad  potente  de  su  vuelo  apaga  los  rumores 
del  tumulto... 


el  rayo  duerme. 


El  fracaso  del  espanto  aterra  las  almas,  y  el  cla- 
mor délas  derrotas  llena  los  corazones; 

el  pensador  habla; 

y,  el  insulto  vocifera ; 

y,  van  los  redentores,  lapidados,  en  su  serenidad 
inalterable  y  fiera,  abstraídos  en  el  desprecio  so- 
brenatural del  peligro  y  del  insulto,  sordos  ante  las 
olas  amotinadas  que  rugen  contra  ellos ; 

la  vida  es  inclemente,  el  suelo  hostil,  el  cielo  tur- 
bulento, para  los  sembradores  del  Ideal ; 

el  gesto  apostólico  se  pierde  en  el  horizonte  in- 
diferente, ante  la  gran  noche  que  avanza  inexo- 
rable ; 

de  la  tierra  ensangrentada  por  las  batallas,  donde 
heroicidades  ancestrales  regaron  las  más  bellas 
flores  del  asesinato  y  del  martirio,  se  alzan  voces  de 
una  pacificación  cobarde,  como  si  en  vez  de  sangre 
hubiese  bebido  lágrimas  la  tierra ; 

á  las  generaciones  de  aquellos  que  supieron  mo- 


196  VEIIBO    1)1^    ADMONICIÓN 

rir,  lian  sucedido  las  de  aquellos  que  no  piden  sino 
vivir ; 

se  pacía  con  la  infamia,  al  precio  de  la  vida  ; 

la  hora  de  los  grandes  hechos  ha  pasado,  y  el 
sueño  de  las  grandes  cosas  se  ha  desvanecido ; 

y,  sobre  la  tumba  de  los  supremos  heroísmos, 
los  silencios  del  Olvido  se  cierran,  como  las  olas  de 
un  mar  sin  rumores ; 

los  grandes  vientos  de  la  pacificación  pasan 
sobre  la  tierra,  exacerbando  el  pánico  anhelante  de 
los  esclavos  y  la  crueldad  omnipotente  de  los  amos  ; 

todo  el  terror  que  contiene  la  hora  actual,  se  tra- 
duce en  el  silencio  oprobioso  de  una  abdicación 
colectiva  de  las  almas  ; 

el  gran  león  Rebeldía,  sucumbió  bajo  las  acres 
torturas  de  los  dardos,  convulsionado  de  angustia, 
en  el  incendio  asesino  de  sus  melenas  reales; 

el  sol  Libertad,  desaparecido  fué  del  horizonte, 
en  el  pérfido  candor  de  un  cielo  sin  fronteras; 

el  monstruo  de  la  desesperación,  se  contorsiona 
mudo,  sobre  la  gran  boca  del  abismo,  donde  antes 
aullaba  el  huracán  ; 

venidas  de  un  horizonte  inmensamente  lejano,  se 
agrupan,  se  extienden,  se  confunden,  en  una  lividez 
armoniosa  y  unísona,  las  nubes  letárgicas  de  la  in- 
diferencia, del  miedo,  y  de  la  paz  ; 

nuestro  mundo  americano  está  feliz  en  sus  cade- 
nas, rotó  y  domado  por  la  fuerza; 


V    I»L:    Clt.MUATlO  1!)7 

los  salvajes  profetas,  hoscos  en  su  duelo  f(»iMiii- 
dable  con  la  tierra,  callan  bajo  esta  (»Ia  profunda, 
llena  de  extraños  misterios  ; 

como  grandes  águilas  quietas,  sus  palaljras  ar- 
dientes velan,  con  las  alas  plegadas  en  un  ritmo  de 
amor; 

y,  el  largo  estremecimiento  de  las  venganzas  que 
germinan,  se  siente  apenas  pasar  bajo  sus  alas 
inmóviles; 

las  víperas  en  orgía,  se  desperezan  al  pie  de  las 
águilas  en  duelo ; 

sobre  el  mágico  río  de  la  esperanza,  no  titila  el 
lucero  de  las  quimeras,  y  sus  ondas  ennegrecidas 
van  á  perderse  en  el  abismo  vertiginoso,  de  las 
cosas  profundas  éinnombradas  ; 

en  los  grandes  senderos  de  la  lucha,  donde  antes 
se  abrían  en  una  floración  de  gloria  roja,  las 
grandes  flores  del  peligro,  del  triunfo  y  de  la 
muerte,  se  abren  hoy,  bajo  un  cielo  de  quietud, 
flores  pálidas  de  infamia,  de  vencimiento  y  de  letar- 
go, bajo  la  caricia  acre  de  un  viento  de  voluptuosi- 
dades inquietantes  ; 

los  pájaros  enloquecidos  del  espanto,  hienden 
el  aire,  por  donde  ayer  cruzaban  los  pájaros 
canoros  del  ideal,  junto  al  ¡iguila  roja  de  la 
gloria ; 

en  el  enervamiento  universal,  bajo  la  sondara 
mala  del  silencio,  plegadas  como  sudarios,  duer- 


19S  VEHHO    DE    ADMONICIÓN 

men  despedazadas,  las  fuertes  hojas  bélicas  del 
poema  de  acero  de  la  guerra; 

el  clarín  de  los  grandes  anatemas  yace  mudo, 
cerca  al  lecho  de  los  últimos  guerreros,  dormidos 
en  un  gran  sueño  próximo  al  de  la  muerte,  repo- 
sando sobre  la  almohada  altanera  del  desdén  y 
del  Olvido; 

confusos  clamores  gruñen  en  el  horizonte,  pesado 
aún  de  la  gran  tiniebla  nocturna; 

es  el  odio  en  demencia; 

la  miseria  alza  su  faz  taciturna,  en  la  lejana  cla- 
ridad de  un  terrible  cielo  rojo  ; 

flor  gloriosa  y  sombría,  la  Venganza  abre  sus 
hojas  en  la  tiniebla  implacable  ; 

el  desastre  gesticula  en  la  sombra; 

el  rostro  del  estupor  va  á  diseñarse,  como  una 
gran  mueca  trágica,  por  entre  las  desgarraduras 
de  un  cielo  de  muerte  ; 

voces  confusas  gritan  en  la  sombra,  y  dicen  : 

—  ¡  Es  necesario  marchar  ! 
y,  algo  marcha  ; 

—  Sacudid  la  vida  inútil. 

y,  algo  se  pone  en  movimiento  ; 

un  largo  rugido  pavoroso,  fatal  aún  á  los  dioses 
mismos,  va  á  mezclarse  al  horror  de  los  clarines  de 
ayer  y  á  engrosar  el  océano  de  las  antiguas  cóle- 
ras ; 


Y    DE    CdMHATE  199 

y,  los  déspotas  do  América,  los  vencedores  do 
los  pueblos,  duermen  su  sueno  allanero  y  teme- 
rario ;... 

dejadlos  dormir ; 

ellos  despertarán  cuando  el  puño  lerriblo  caiga 
sobre  sus  bocas  insolentes  ; 

no  morirán  por  la  espada  ; 

dejad  dormir  los  pueblos  serviles  su  sueno  de 
muerte,  estrechando  en  sus  labios  esclavos  el  tallo 
de  la  flor  letárgica,  la  pálida  rosa  mortal  :  la  Paz ; 

del  horizonte  divino  vendrá  el  soplo  que  destro- 
zará uno  á  uno  los  pétalos  de  esa  flor  fatal ; 

vendrá  ;i  la  hora  inexorable  en  que  la  palabra 
sobrehumana  de  los  pensadores,  cayendo  majes- 
tuosa en  la  gran  sombra  mortuoria,  haya  florecido 
en  la  rosa  mortal  de  la  Venganza... 

dejadlos  dormir ; 

¡  el  rayo  los  despertará  !... 


vae  victis.  . 


Porque  de  agotamiento  en  agotamiento,  de  falta 
en  falta  fueron  ciegos  al  abismo ; 

porque  mandamiento  tras  mandamiento,  gloria 
tras  gloria,  heroísmo  tras  heroísmo,  todo  lo  viola- 
ron y  lo  olvidaron  todo  ; 

porque  sometidos  fueron  y  dóciles  se  prestaron 
íi  la  sumisión  y  al  yugo  del  amo  mercenario  que 
encadenó  su  cobardía ; 

porque  vencidos  fueron,  vencidos  hasta  en  el  co- 
razón protervo,  y  de  su  vencimiento  hicieron  gala, 
y  de  sus  coyundas  fingiéronse  diademas,  y  rieron  y 
gozaron  en  la  servidumbre,  como  esclavos  ebrios, 
que  huelgan  en  jocundía,  para  diversión  del  amo  ; 

porque  deshonraron  la  esclavitud  amándola',  y 
fueron  voluptuosos  del  azote,  y  pobladores  del  es- 
panto hicieron  concierto  con  la  cadena  y  acuerdo 
con  la  muerte,  para  esperarla  en  holgorio  y  alegría, 
felices  de  ser  hollados  ; 

porque  con  labios  tartamudos  elogiaron  la  ini- 


NtKBO    ItE    Al>Mt>.MLlÓN    Y    DE   COMUAIH  '2()[ 

(juidad  y  en  lengua  extraña  insultaron  la  virtud,  y 
verbo  de  servidumbre  fué  su  verbo  ; 

porque  el  guijarro,  pronto  fué  en  sus  manos  á  la 
lapidación  de  sus  profetas,  y  la  i)i('dra  de  la  honda 
hendi('»  los  aires  para  herirlos  ; 

porque  en  esas  manos  tlorecieron  las  rosas 
monstruos  de  la  adulación,  cuando  los  amos  vinie- 
ron ; 

porque  como  hembras  de  serrallo  se  afanaron  en 
tejerles  coronas  y  se  tendieron  ante  ellos  para  ser 
violados ; 

porque  su  fortaleza,  si  la  tuvieron,  arrancada 
fué,  y  hollada  fué,  como  ílor  caduca,  que  el  torbe- 
llino trastornador  dispersó  en  polvo,  sobre  el  valle 
estéril  ; 

porque  todo  lo  que  en  ellos  era  corona  de  gloria 
y  diadema  de  hermosura,  desapareció,  como  frutas 
de  la  vendimia,  castigadas  con  turbión  de  gra«> 
nizos  y  ahogadas  en  aguas  recias  que  salen  de 
madre ; 

porque  hicieron  ídolos  de  los  hombres,  y  adora- 
ron la  esclavitud  ; 

por  eso  heridos  han  sido  los  pueblos  de  la  Amé- 
rica ; 

¡  heridos  de  gangrena  moral  I 

¡  y,  mueren  de  ella  ! 


202  VERP.O    DE    ADMONICIÓN 

y,  he  allí  que  el  cielo  de  las  misericordias  cerrado 
esta  sobre  sus  cabezas  ; 

y  como  un  viento  recio  en  día  de  solano,  el  dolor 
y  Ja  desolación  pasan  sobre  ellos,  como  viento  de 
exterminio,  castigador  de  iniquidades; 

y,  desde  las  riberas  de  los  ríos  á  lo  alto  de  los 
montes,  el  sol  no  alumbra  sino  espaldas  inclinadas, 
rotas  por  el  azote,  y  cabezas  de  varones  dobladas 
ante  los  amos  enseñoreados  sobre  los  pueblos  ; 

y,  como  sombra  de  la  noche  priva  el  silencio 
sobre  la  tierra  triste  con  la  garganta  llena  de  gemi- 
dos y  los  flancos  repletos  de  dolores  ; 

y,  como  en  el  valle  de  la  Visión,  la  sombra  de  la 
cólera  oculta,  todo  lo  torna  en  espanto  ; 

y,  ¡  el  corazón  tiembla  oyendo  ! 

y,  el  alma  se  espanta  viendo  ; 


y,  cuándo,  ¡  oh  !  ¿  cuándo  terminará  la  iniqui- 
dad? 

¿  volverá  la  voz  á  los  pueblos,  la  fuerza  al  brazo, 
el  corte  á  la  espada,  el  valor  ante  el  arco  entesado 
y  el  coraje  al  mirar  de  la  batalla  ? 

¿cuándo  quebrantada  será  la  Ciudad  del  Error  y 
quebrantada  y  puesta  en  polvo  la  muralla  dentro 
de  la  cual  los  prevaricadores  prevaricaron,  la  tierra 
fué  mentirosa,  el  ánimo  cobarde,  el  labio  falso,  el 
corazón  del  hombre  bajo  y  vil  ? 


Y  di:  comhatr  20:í 

¿  su  {gemido  se  har.'t  cesar  y  de  lo  postrero  de  la 
tierra  salmos  de  gloria  oiremos  ? 

¡  es  tiempo  !  j  es  tiempo  !... 

de  lo  contrario,  el  cantar  de  la  conquista  cantnn'i 
sobre  esos  pueblos... 

rjy  extraños  vendrán  de  tierras  lejanas,  instrumen- 
tos de  oculto  furor  para  destruirlos  ; 

?/,  como  asolamiento  omnipotente  caerán  sobre 
ellos ; 

y,  en  vano  henchirse  han  de  terror  y  enojo,  y 
ardor  de  ira  han  de  sentir,  porque  tornados  serán 
en  soledad,  y  arados  del  haz  de  los  pueblos  libres; 

murmullos  de  multitudes  ávidas  y  de  naciones 
congregadas  siienanya,  hambrientas  de  devorarlos  y 
furiosas  de  raerlos  de  la  superficie  de  la  tienda; 

y,  del  Támesis  y  del  Rhin  y  del  Hudsón,  partirá 
la  altivez  de  los  hombres  blondos  para  abatirlos; 

y,  como  corzas  amontadas,  como  ovejas  sin  pas- 
tor, sucumbirán  ante  ellos  y  caídos  serán  y  atra- 
vesados á  espada  y  á  cuchillo  ; 

y,  el  sajón,  como  el  medo  antiguo,  no  tendrá 
misericordia  de  fruto  de  vientre,  ni  perdonará  á 
hijo  nacido : 

y,  las  águilas  que  hacen  sombra  sobre  la  tierra, 
caerán  sobre  ellos ; 

y,  devorados  serán  ; 

y  la  luna  y  el  sol  se  avergonzarán  de  haberlos 
alumbrado,  cuando  caigan  para  no  levantarse  y 


204 


VERBO    DE   ADMONICIÓN 


atados  por  sus  propias  manos  hayan  ido  al  invasor, 
temblando  de  bajeza ; 

y  hollados  hasta  en  el  polvo,  cansados  de 
deshonrar  la  vida,  irán  con  pasos  menesteroso^  á 
deshonrarla  muerte... 

V¿e  Victis... 


FIN 


ÍNDICE 


el  Verbo  es  Vida 21 

es  la  hora  del  Sembrador 2.'i 

la  bora  fatal.       .       .       29 

y  el  leopardo  y  la?  ágiiüas  devoran 33 

verba  fluminea '*') 

fatal  Exodus 47 

ex  iingue  Iconem -j"» 

hoc  eral  in  votis <''l 


per  inania  regna 


(-.9 


verso  la  Vita < ' 

di  servo  arbitrio ^1 

sunt  lacrima}  rerum ''O 

ecce  deus      '•^'í 

Cristo   Rojo loi 

las  águilas  latinas 111 

dios  del  siglo H'j 

leviatán  feroz 120 

lucha  mortal 128 

el  apóstol 132 

God  save  the  Ring 131 

imperial  Rarnum l'*l 

caput  morluum l'»4 

la  inexorable  ola 1-J4 

los  mercenarios 158 

esclavos  blondos 162 

ante  el  czar 168 


200  ÍNDICE 

triste  descenso : íli 

noble  heroísmo 180 

hi  paz  infame 185 

la  cólera  sagrada 189 

el  rayo  duerme      195 

vce  victis -00 


PARÍS.   —  LIBRERÍA  É  IMPRENTA  DK  LA  vda  DE  CH.   BOURKT. 


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