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Full text of "Viajes de Cristóbal Colón, con una carta"

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NAVARRETE  (M.  F.  de) 


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VIAJES  DE  CRISTÓBAL  COLÓN 


VIAJES  CLASICOS 

EDITADOS   POR   CALPE 


Speke  (J.  H.).— Diario  del  descubrimiento  de  las 
fuentes  del  Nilo.  Tomos  I  y  II,  con  grabados  y  cartas. 

BouGAiNviLLE  (L.  A.).— Viaje  alrededor  del  mundo. 
Tomos  I  y  11,  con  láminas  y  cartas. 

Bernier  (F.). — Viaje  al  Gran  Mogol,  Indostán  y 
Cachemira.  Tomos  I  y  II,  con  grabados,  láminas  y  cartas. 

La  Condamine  (C.  de).— Viaje  a  la  América  meri- 
dional. Un  volumen,  con  una  lámina  y  un  mapa. 

Matthews  (].).— Viaje  a  Sierra  Leona.  Un  volumen, 
con  un  mapa. 

Darwin  (C.  R.).— Viaje  de  un  naturalista  alrede- 
dor del  mundo.  Tomos  I  y  II,  con  numerosos  grabados  y 
dos  cartas. 

CooK  (James).— Primer  viaje  alrededor  del  mundo 
del  teniente...  Tomos  I,  II  y  III,  con  grabados,  láminas  y 
cartas. 

Colón  (Cristóbal).  —  Viajes.  Un  volumen,  con  una 
carta. 

CooK  (James).— Viaje  hacia  el  Polo  Sur  y  alrede- 
dor del  mundo.  Tomos  I,  II  y  III,  con  grabados,  láminas 
y  mapas. 

Nüñez  Cabeza  de  Vaca  (Alvar).— Naufragios  y  Co- 
mentarios. Un  tomo,  con  dos  cartas. 


EN  PRENSA: 

Ross  (J.).— Narración  de  un  segundo  viaje  en  bus- 
ca del  paso  del  Noroeste.  Dos  tomos. 

Clapperton.— Viaje  al  África  centraL  Dos  tomos. 

Hernán  Cortés.--  Cartas  de  relación  sobre  la  con- 
quista de  Méjico.  Un  volumen. 

MuNGo  Park.— Descubrimiento  del  río  Niger.  Dos 
tomos. 


Papel  fabricado  expresamente  por  La  Papelera  Espaísola. 


M.  FERNANDEZ  DE  NAVARRJ&TK     :  : 


VIAJES 


D  E 


CRISTÓBAL    COLÓN 


Con  una  carta 


CALPE 


\42 


ES    PROPIEDAD 
COPYRIGHT  BY  CALPK,   MADBID,    1922 


r  't 


Levantina  de  Artes  Gráficas.— Cartagena-Madrid. 


ÍNDICE 


Páginas 

Nota  biográfica  de  Cristóbal  Colon vii 

Primer  viaje  de  Cristóbal  Colon 1 

Carta  del  Almirante  Cristóbal  Colon  escrita  al 
escribano  de  ración  de  los  señores  Reyes  Ca- 
tólicos        187 

Traducción  latina  de  la  carta  de  Cristóbal  Colon 
al  señor  Rafael  Sánchez,  hecha  por  Leandro 
Cosco  e  impresa  la  primera  vez  en  Roma  el  año 

de  1493 197 

Segundo  viaje  de  Cristóbal  Colon 213 

Memorial  que  para  los  Reyes  Católicos  dio  el  Al- 
mirante don  Cristóbal  Colon  en  la  ciudad  de 
Isabela,  a  30  de  enero  de  1 494,  a  Antonio  de 
Torres  sobre  el  suceso  de  su  segundo  viaje  a 
las  Indias,  y  al  final  de  cada  capítulo  la  respues- 
ta de  sus  Altezas 245 

Tercer  viaje  de  Cristóbal  Colon 267 

Carta  del  Almirante  al  ama  (que  había  sido)  del 
príncipe    don    Juan,    escrita    hacia   fines    del 

año  1500 293 

Cuarto  y  último  VI^JE  de  Cristóbal  Colon 307 

Carta  que  escribió  don  Cristóbal  Colon,  Virey  y 
Almirante  de  las  Indias,  a  los  cristianísimos  y 

muy  poderosos  rey  y  reina  de  España 329 

Relación  hecha  por  Diego  Méndez  de  algunos 
acontecimientos  del  último  viaje  del  Almirante 

don  Cristóbal  Colon , 351 

Mapa  de  los  viajes  de  Colon 344     345 


505121 


ADVERTENCIA  DE  ESTA  EDICIÓN 

Las  notas  de  Fray  Bartolomé  de  las  Casas 
llevan  su  nombre.  Las  anónimas  son  de  Martin 
Fernández  de  Navarrete,  Las  señaladas  con  la 
letra  J),  de  J.  Dantín  Cereceda. 

Acompaña  a  esta  edición  un  mapa  (pági- 
nas 344-345)  con  los  derroteros  de  los  cuatro 
viajes  de  Cristóbal  Colón. 


Cristóbal  Colón,  primer  Almirante  de  Castilla  y  del  Océano,  descu- 
bridor del  Nuevo  Mundo,  nació  en  Genova  o  acaso  en  sus  cercanías 
(1436?  14SI?),  y  murió  en  Valladolid  a  20  de  mayo  de  ijoó. 

Iras  navegar  varios  años  por  las  aguas  del  Mediterráneo,  después 
de  14^3  se  le  halla  en  Lisboa,  emporio  marítimo  de  su  tiempo.  Por  enton- 
ces eran  los  portugueses  los  más  audaces  y  diestros  navegantes  del  Viejo 
Mundo.  Entre  ellos  completó  Colón  sus  conocimientos  náuticos;  trazó  di- 
ferentes cartas  de  marear,  con  cuya  venta  pudo  vivir  obscuramente,  y  na- 
vegó las  costas  de  África,  Inglaterra  e  Islandia. 

Acaso  en  esta  última  isla  oyese  hablar,  como  vago  recuerdo  temeroso, 
de  las  viejas  expediciones  escandinavas,  por  el  año  looo,  de  Groenlandia  a 
la  costa  oriental  de  América.  Acaso  el  dibujo  y  trazado  de  las  cartas  de 
que  tantas  veces  dependiera  su  sustento  le  sugirió  ponerse  en  relaciones 
con  Toscanelli,  en  demanda  de  consulta  acerca  de  la  figura  y  tamaño  de 
la  Tierra.  El  error  inicial  de  Toscanelli,  quien  supuso  más  corto  el  ra- 
dio terrestre,  determinó  a  Colón  a  hallar  un  nuevo  camino  occidental 
—  supuesta  la  redondez  de  la  Tierra — hacia  el  país  de  las  especias. 

Expuso  Colón  sucesivamente  sus  proyectos  al  Rey  de  Portugal,  a  los 
Reyes  Católicos  (148J-1486),  al  Rey  de  Inglaterra  y  al  de  Francia.  Ante 
sí,  o  apoyándose  en  el  dictamen  adverso  de  Juntas  científicas  diferentes,  las 
cuatro  Cortes  desecharon  sus,  para  entonces  absurdas,  pretensiones. 

Perdida  la  esperanza  que  Colón  pusiera  en  el  Monarca  francés ,  decidió 
el  navegante  italiano  celebrar  otra  entrevista  con  el  Rey  Católico  español, 
y  a  fines  de  I4gi  Colón  comparece  ante  nueva  Junta  en  Santa  Fe,  que, 
cual  la  de  Salamanca,  condenó  su  proyecto.  Desvanecidas  con  esta  desau- 
torización sus  liltimas  esperanzas,  decidió  Colón  abandonar  España.  Pen- 
só regresar  a  Córdoba  para  recoger  a  su  hijo  Diego  y  dejar  a  su  hijo  na- 
tural Fernando  al  cuidado  de  su  madre,  Beatriz  Enríquez. 

En  términos  de  extrema  pobreza  llegó  Colón  al  convento  de  La  Rábida, 
con  cuyo  prior,  Juan  Pérez,  confesor  de  la  Reina,  trabó  conversación,  ha- 
ciéndole participe  de  sus  sueños  y  miserias.  Juan  Pérez  fué  el  único  que, 
en  el  abandono  general,  comprendió  su  genio.  Poco  después  instó  el  fraile 
a  doña  Isabel  la  Católica  con  tal  fuego  de  convicción,  que  la  expedición 
quedó  decidida. 


VIII 

Armáronse  tres  carabelas — la  Santa  María,  o  capitana,  la  Pinta  y  la 
Niña — en  Palos  de  Maguer.  En  la  primera  embarcó  Colón  como  Almiran- 
te y  Juan  de  la  Cosa  como  maestre;  en  la  segunda,  la  más  velera,  Martín 
Alonso,  el  mayor  de  los  Pinzones,  como  capitán  y  su  hermano  Francisco 
como  maestre;  en  la  Niña,  la  más  pequeña,  Vicente  Yáñez  Pinzón,  como 
capitán.  A  un  total  de  120  hombres — que  Casas  reduce  a  go — se  elevaron 
sus  tripulantes. 

El  viernes  j  de  agosto  de  14^2  zarpó  la  débil  escuadrilla  del  puerto  de 
Palos.  Las  vicisitudes  de  la  navegación  por  el  Océano  Atlántico;  los  pos- 
teriores descubrimientos  en  las  Antillas  y  Tierra  Firme,  que  Colón  reali- 
zara en  sus  cuatros  viajes,  vienen  contenidos  en  el  texto  del  libro  presente, 
compuesto  con  el  diario  del  Almirante  y  con  los  documentos  que  Martin 
Fernández  de  Navarrete  logró  reunir. 

De  la  carencia  de  dotes  de  gobernación  y  de  grandeza  para  entender  el 
valor  intimo  de  la  próspera  fortuna,  en  que  se  ensaya  el  temple  y  calidad 
de  las  almas,  nacieron  las  desdichas  posteriores  del  descubridor  de  Améri- 
ca. Cometió  desaciertos  bastantes  para  atraerse  el  desamor  y  el  odio  de  sus 
compañeros  y  para  buscar  en  vano  su  perdido  prestigio  cuando,  frente  a 
descontentos  y  revoltosos,  hubo  de  él  necesidad.  En  el  tercer  viaje  el  comen- 
dador Francisco  de  Bobadilla  suspendió  al  Almirante  en  sus  funciones  y 
aun  lo  envió  a  España  encadenado.  La  carta  del  Almirante  a  doña  Juana 
de  la  Torre  (véase  pág.  2gj)  pone  en  antecedentes  de  estas  amarguras. 
Aun  cuando  los  Reyes  libertaron  y  rehabilitaron  plenamente  a  Cristó- 
bal Colón,  de  hecho  aquí  terminó  su,  gloriosamente  comenzado,  virreina- 
to de  las  Indias. 


ESTE  ES  EL  PRIMER  VIAGE 


Y  LAS  DERROTAS  Y  CAMINO  QUE  HIZO  EL  ALMIRANTE  DON 

CRISTÓBAL  COLON  CUANDO  DESCUBRIÓ  LAS  INDIAS,  PUESTO 

SUMARIAMENTE  (1),  SIN  EL  PRÓLOGO  QUE  HIZO  A  LOS  REYES, 

QUE  VA  A  LA  LETRA  Y  COMIENZA  DE  ESTA  MANERA 


In  nomine  D.  N,  Jesu  Christi 

l-^ORQUE,  cristianísimos,  y  muy  altos,  y  muy  excelen- 
"■•  tes,  y  muy  poderosos  Príncipes,  Rey  y  Reina  de 
las  Españas  y  de  las  islas  de  la  mar,  nuestros  Señores, 
este  presente  año  de  1492,  después  de  vuestras  Alte- 
zas haber  dado  fín  a  la  guerra  de  los  moros  que  reina- 
ban en  Europa  y  haber  acabado  la  guerra  en  la  muy 
grande  ciudad  de  Granada,  adonde  este  presente  año, 
á  dos  dias  del  mes  de  Enero,  por  fuerza  de  armas  vide 
poner  las  banderas  Reales  de  vuestras  Altezas  en  las 
torres  de  Alfambra,  que  es  la  fortaleza  de  la  dicha 
ciudad,  y  vide  salir  al  Rey  Moro  á  las  puertas  de  la 
ciudad  y  besar  las  Reales  manos  de  vuestras  Altezas  y 


(1)  Fray  Bartolomé  de  las  Casas,  de  cuya  letra  era  el  ori- 
ginal de  que  se  sacó  esta  copia,  poseyó  muchos  papeles  es- 
critos por  el  mismo  Colon,  con  los  cuales  escribió  su  His- 
toria de  Indias,  y  compendió  la  relación  de  este  viage  cual 
la  publicamos,  dejando  íntegro  el  prólogo  ó  carta  dirigida  á 
los  Reyes  Católicos,  que  también  insertó  á  la  letra  en  el 
capítulo  36  de  su  Historia  inédita.  Al  margen  de  esta  copia 
puso  Casas  algunas  notas,  que  hemos  conservado  con  su 
nombre. 

VIAJKS  DE  COLÓN  1 


I  M.  FERNANDEZ  DE  NAVARRETE 

del  Príncipe  mi  Señor,  y  luegfo  en  aquel  presente  mes, 
por  la  información  que  yo  habia  dado  á  vuestras  Alte- 
zas de  las  tierras  de  India,  y  de  un  Príncipe  que  es  lla- 
mado Gran  Can,  que  quiere  decir  en  nuestro  romance 
Rey  de  los  Reyes,  cómo  muchas  veces  él  y  sus  ante- 
cesores habian  enviado  á  Roma  á  pedir  doctores  en 
nuestra  santa  fé,  por  que  le  enseñasen  en  ella  (1),  y  que 
nunca  el  Santo  Padre  le  habia  proveído,  y  se  perdian 
tantos  pueblos  creyendo  en  idolatrías  é  recibiendo  en 
sí  sectas  de  perdición,  vuestras  Altezas,  como  católi- 
cos cristianos  y  Príncipes  amadores  de  la  santa  fé  cris- 
tiana y  acrecentadores  della,  y  enemigos  de  la  secta 
de  Mahoma  y  de  todas  idolatrías  y  herejías,  pensaron 
de  enviarme  á  mí,  Cristóbal  Colon,  á  las  dichas  partidas 
de  India  para  ver  los  dichos  príncipes,  y  los  pueblos  y 
tierras,  y  la  disposición  dellas  y  de  todo,  y  la  manera 
que  se  pudiera  tener  para  la  conversión  dellas  á  núes 
tra  santa  fé;  y  ordenaron  que  yo  no  fuese  por  tierra  ai 
Oriente,  por  donde  se  costumbra  de  andar,  salvo  por 
el  camino  de  Occidente,  por  donde  hasta  hoy  no  sa- 
bemos por  cierta  fé  que  haya  pasado  nadie.  Así  que, 
después  de  haber  echado  fuera  todos  los  judíos  de 
todos  vuestros  reinos  y  señoríos,  en  el  mismo  mes  de 
Enero  mandaron  vuestras  Altezas  á  mí  que  con  arma- 
da suficiente  me  fuese  a  las  dichas  partidas  de  India(2), 


(1)  Paulo  Toscanelli  daba  también  estas  noticias  del 
Gran  Can  al  canónigo  de  Lisboa  Fernando  Martínez  en  car- 
ta escrita  en  Florencia  á  25  de  Junio  de  1474,  tomándolas 
de  lo  que  Marco  Polo  refiere  en  el  prólogo  y  otros  lugares 
de  la  relación  de  su  viage.  Toscanelli  envió  copia  de  esta 
carta  á  Colon  cuando  este  le  consultaba  sobre  su  designio 
de  navegar  al  Occidente  para  ir  á  la  India.  (Véase  la  Histo- 
ria de  Hern.  Colon,  cap.  7.) 

(2)  No  hay  claridad  en  esto.  Aunque  los  Reyes  deter- 
minaron mucho  antes  la  expulsión  de  los  judíos,  no  publi- 
caron su  decreto  hasta  el  30  de  Marzo  de  1492;  y  sí  bien 


VIAJES    DE    COLON  3 

y  para  ello  me  hicieron  garandes  mercedes,  y  me  ano- 
blecieron  que  dende  en  adelante  yo  me  llamase  Don, 
y  fuese  Almirante  mayor  de  la  mar  océana  é  Visorey 
y  Gobernador  perpetuo  de  todas  las  islas  y  Tierra-fir- 
me que  yo  descubriese  y  g-anase,  y  de  aquí  adelante  se 
descubriesen  y  ganasen  en  la  mar  océana,  y  así  suce- 
diese mi  hijo  mayor,  y  así  de  grado  en  grado  para 
siempre  jamás;  y  partí  yo  de  la  ciudad  de  Granada  á 
12  dias  del  mes  de  Mayo  del  mesmo  año  de  1492,  en 
Sábado;  vine  a  la  villa  de  Pelos,  que  es  puerto  de  mar, 
adonde  armé  yo  tres  navios  muy  aptos  para  semejante 
fecho;  y  partí  del  dicho  puerto,  muy  abastecido  de  muy 
muchos  mantenimientos  y  de  mucha  gente  de  la  mar, 
á  tres  dias  del  mes  de  Agosto  del  dicho  año,  en  un 
Viernes,  antes  de  la  salida  del  sol  con  media  hora,  y 
llevé  el  camino  de  las  islas  de  Canaria  de  vuestras  Al- 
tezas, que  son  en  la  dicha  mar  océana,  para  de  allí  to- 
mar mi  derrota  y  navegar  tanto  que  yo  llegase  á  las 
Indias,  y  dar  la  embajada  de  vuestras  Altezas  á  aque- 
llos príncipes  y  cumplir  lo  que  así  me  habían  manda- 
do; y  para  esto  pensé  de  escribir  todo  este  viage  muy 
puntualmente  de  dia  en  día  todo  lo  que  yo  hiciese  y 
viese  y  pasase,  como  adelante  se  verá.  También,  Seño- 
res Príncipes,  allende  de  escribir  cada  noche  lo  que  el 
dia  pasare,  y  el  dia  lo  que  la  noche  navegare,  tengo 
propósito  de  hacer  carta  nueva  de  navegar,  en  la  cual 
situaré  toda  la  mar  y  tierras  del  mar  Océano  en  sus 
propios  lugares,  debajo  su  viento;  y  mas,  componer  un 
libro  y  poner  todo  por  el  semejante  por  pintura,  por 
latitud  del  equinoccial  y  longitud  del  Occidente,  y  so- 
bre todo  cumple  mucho  que  yo  olvide  el  sueño  y  tien- 
te mucho  el  navegar  porque  así  cumple,  las  cuales  se- 
rán gran  trabajo. 


comenzaron  á  tratar  con  Colon  luego  que  entraron  en  Gra- 
nada, no  concluyeron  las  capitulaciones  con  él  hasta  17  de 
Abril.  Así  se  concilia  lo  que  aquí  dice. 


M.  FERNANDEZ  DE   NAV ARRETE 


Viernes  3  de  Agosto 

Partimos  Viernes  3  dias  de  Agosto  de  1492  años  de 
la  barra  de  Saltes  (1)  á  las  ocho  horas;  anduvimos  con 
fuerte  virazón  hasta  el  poner  del  sol,  hacia  el  Sur,  60  mi- 
llas, que  son  15  leguas  (2);  después,  al  Sudueste  y  al 
Sur  cuarta  del  Sudueste,  que  era  camino  para  las  Ca- 
narias. 

El  Sábado  4  de  Agosto 
Anduvieron  al  Sudueste  cuarta  del  Sur. 


(1)  Saltes.  Isla  formada  por  dos  brazos  del  rio  Odiel, 
frente  de  la  villa  de  Huelva.  Hubo  en  ella  población  por  lo 
menos  desde  el  siglo  xii,  y  continuaba  el  año  de  1267,  en 
que  el  Rey  D.  Alonso  el  Sabio  dividió  el  término  de  la  villa 
de  Saltes  con  la  de  Huelva.  Ignórase  cuándo  se  despobló, 
pues  aunque  en  la  Suma  de  Geografía  de  Martin  Fernan- 
dez de  Enciso,  impresa  en  1519,  se  hace  mención  de  aquel 
pueblo,  consta  que  por  aquel  tiempo  solo  existia  la  iglesia 
adjudicada  á  las  de  Huelva:  lo  que  denota  que  ya  no  habia 
población.  No  debió  pasar  mucho  tiempo  sin  que  se  arrui- 
nase la  iglesia,  pues  para  conservar  su  memoria  se  fundó 
dentro  de  Huelva  una  ermita  con  título  de  Nuestra  Señora 
de  Saltes,  en  la  que  se  conserva  una  cruz,  reliquia  de  la  pa- 
rroquia. Aun  existen  en  la  isla  vestigios  de  ella;  y  su  dis- 
trito está  dividido  en  tierras  labrantías,  dehesas  de  pastos 
y  montes  acotados  de  caza  menor,  cuya  propiedad  es  de 
los  Marqueses  de  Ayamonte,  con  título  de  Condes  de  Sal- 
tes. (Dictamen  de  D.  Josef  Ceballos  al  principio  de  Huelva 
ilustrada,  del  Licenciado  D.  Juan  de  Mora,  impresa  en  Se- 
villa, año  1762,  y  en  los  capítulos  1,  5  y  13  de  esta  obra.) 

(2)  Colon  usaba  de  millas  italianas,  que  son  de  menor 
extensión  que  las  españolas,  pues  cuatro  de  aquellas  equi- 
valen á  tres  de  estas  y  á  la  medida  de  una  legua. 


VIAJES  DE  COLON 


Domingo  5  de  Agosto 

Anduvieron  su  via  entre  d¡a  y  noche,  mas  de  40  le- 
guas. 

Lunes  6  de  Agosto 

Saltó  ó  desencajóse  el  gobernario  (1)  á  la  carabela 
Pinta,  donde  iba  Marfein  Alonso  Pinzón,  á  lo  que  se 
creyó  y  sospechó  por  industria  de  un  Gomes  Rascón 
y  Cristóbal  Quintero,  cuya  era  la  carabela,  porque  le 
pesaba  ir  aquel  viage;  y  dice  el  Almirante  que  antes 
que  partiese  habiewi  hallado  en  ciertos  reveses  y  g-ris- 
quetas,  como  dicen,  á  los  dichos.  Vídose  allí  el  Almi- 
rante en  g-ran  turbación  por  no  poder  ayudar  á  la  di- 
cha carabela  sin  su  peligro,  y  dice  que  alguna  pena 
perdia  con  saber  que  Martin  Alonso  Pinzón  era  per- 
sona esforzada  y  de  buen  ingenio;  en  fin,  auduvieron 
entre  dia  y  noche  29  leguas. 

Martes  7  de  Agosto 

Tornóse  á  saltar  el  gobernalle  á  la  Pinta,  y  adobá- 
ronlo y  anduvieron  en  demanda  de  la  isla  del  Lanaa- 
rote,  que  es  una  de  las  islas  de  Canarias,  y  anduvieron 
entre  dia  y  noche  25  leguas. 

Miércoles  8  de  Agosto 

Hobo  entre  los  pilotos  de  las  tres  carabelas  opinio- 
nes diversas  donde  estaban,  y  el  Almirante  salió  mas 
verdadero,  y  quisiera  ir  á  Gran  Canaria  por  dejar  la 
carabela  Pinta,  porque  iba  mal  acondicionada  del  go- 


(1)     Gobernarlo  ó  gobernalle  es  el  timón. 


b  M.  FERNANDEZ  DE  NAVARRETE 

bernario  y   hacia  ag-ua,  y  quisiera  tomar  allí  otra  si  la 
hallara;  no  pudieron  tomarla  aquel  dia. 

Jueves  9  de  Agosto 

Hasta  el  Domingo  en  la  noche  no  pudo  el  Almiran- 
te tomar  la  Gomera,  y  Martin  Alonso  quedóse  en 
aquella  costa  de  Gran  Canaria  por  mandato  del  Almi- 
rante, porque  no  podia  navegar.  Después  tomó  el  Al- 
mirante a  Canaria  (ó  á  Tenerife)^  y  adobaron  muy 
bien  la  Pinta,  con  mucho  trabajo  y  diligencias  del  Al- 
mirante, de  Martin  Alonso  y  de  los  demás;  y  al  cabo 
vinieron  á  la  Gomera.  Vieron  salir  gran  fuego  de  la 
sierra  de  la  isla  de  Tenerife,  que  es  muy  alta  en  gran 
manera.  Hicieron  la  Pinta  redonda,  porque  era  latina; 
tornó  a  la  Gomera  Domingo  a  2  de  Setiembre  con  la 
Pinta  adobada. 

Dice  el  Almirante  que  juraban  muchos  hombres, 
honrados  españoles,  que  en  la  Gomera  estaban  con 
Doña  Inés  Peraza,  madre  de  Guillen  Peraza,  que  des- 
pués fue  el  primer  Conde  de  la  Gomera,  que  eran  ve- 
cinos de  la  isla  de  Hierro,  que  cada  año  vian  tierra  al 
Oueste  de  las  Canarias,  que  es  al  Poniente;  y  otros  de 
la  Gomera  afirmaban  otro  tanto  con  juramento.  Dice 
aquí  el  Almirante  que  se  acuerda  que  estando  en  Por- 
tugal el  año  de  1484  vino  uno  de  la  isla  de  la  Madera 
al  Rey  a  le  pedir  una  carabela  para  ir  a  esta  tierra  que 
vía,  el  cual  juraba  que  cada  año  la  via,  y  siempre  de 
una  manera;  y  también  dice  que  se  acuerda  que  lo 
mismo  decían  en  las  islas  de  los  Azores^  y  todos  estos 
en  una  derrota,  y  en  una  manera  de  señal,  y  en  una 
grandeza  (1).  Tomada,  pues,  agua  y  leña  y  carnes,  y  lo 
demás  que  tenían  los  hombres  que  dejó  en  la  Gomera 


(1)  Por  muerte  de  Fernán  Peraza,  en  1452,  quedó  el  Se- 
ñorío de  las  Ganarías  a  su  hija  Doña  Inés,  casada  con  Die- 
go de  Herrera,  en  cuya  posesión  los  confirmó  el  Rey  D.  En- 


VIAJES     DE    COLÓN  7 

ei  Almirante  cuando  fue  á  la  isla  de  Canaria  á  adobar 
la  carabela  Pirita^  finalmente  se  hizo  a  la  vela  de  la  di- 
cha isla  de  la  Gomera,  con  sus  tres  carabelas,  Jueves  á 
6  dias  de  Setiembre, 


rique  IV  a  28  de  Setiembre  de  1454.  Ya  entonces,  según  dice 
el  Almirante,  veían  los  habitantes  de  la  Gomera  y  del  Hie- 
rro todos  los  años  una  tierra  al  Poniente,  que  se  ha  preten- 
dido ser  la  imaginaria  isla  de  San  Borondnn.  Posteriormen- 
te a  esta  época  continuaron  las  ilusiones  y  la  preocupación 
vulgar  de  su  existencia,  sin  embargo  de  las  expediciones  y 
buques  que  se  despacharon  para  encontrarla  y  reconocer- 
la, sin  que  pudieran  conseguirlo  los  más  hábiles  marine- 
ros que  para  ello  se  emplearon.  Viera,  en  su  Historia  de 
Canarias,  refiere  circunstanciadamente  todos  estos  suce- 
sos con  sinceridad  y  buena  crítica  (tomo  I,  lib.  1,  §  28,  pá- 
gina !>■  y  siguientes),  y  Feijoo  refuta  estas  visiones  como 
una  preocupación  de  la  gente  vulgar.  (Teatro  Crítico, 
tomo  IV.  Disc.  10,  §  10.) 

El  M.  Pedro  de  Medina,  en  sus  Grandezas  de  España  (ca- 
pítulo 52,  página  47),  dice  que  no  muy  distante  de  la  isla 
de  la  Madera  estaba  otra  que  se  llamaba  Antilia,  que  ya  no 
se  veia  y  que  la  halló  figurada  en  una  carta  de  marear  muy 
antigua;  y  Viera  (tom.  I,  pág.  90)  refiere  que  algunos  por- 
tugueses y  habitantes  de  la  Madera  veian  al  Oeste  unas  tie- 
rras que  jamás  pudieron  encontrar  aunque  lo  intentaron,  y 
que  de  ahí  tuvo  principio  el  representar  en  las  cartas  que 
entonces  se  deHneaban  algunas  islas  nuevas  en  nuestros 
mares,  especialmente  la  Antilia  y  San  Borondon.  Esta  se 
halla  situada  en  el  globo  o  mapamundi  que  construyó  Mar- 
tin de  Behem  en  Nuremberg  el  año  1492  como  al  SO.  de 
la  del  Hierro,  aunque  interpuestas  las  islas  de  Cabo  Verde. 

De  estas  preocupaciones,  tan  arraigadas  por  el  espacio 
de  cerca  de  cuatro  siglos,  y  que  dominaban  más  en  la  épo- 
ca de  los  descubrimientos,  á  fines  del  siglo  XV  y  principios 
del  XVI,  y  de  la  maligna  emulación  con  que  después  del  pri- 
merviaje  se  procuró  rebajar  el  mérito  del  gran  Colon,  pudie- 
ron nacer  las  voces  de  haber  sido  antes  descubierto  el  nue- 
vo continente  y  sus  islas,  ya  por  Alonso  Sánchez  de  Huelva 
ó  por  otro  navegante  portugués  o  vizcaíno,  como   escribie 


8  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 


Jueves  6  de  Setiembre 

Partió  aquel  dia  por  la  mañana  del  puerto  de  la 
Gomera,  y  tomó  la  vuelta  para  ir  su  viage,  y  supo  el 
Almirante,  de  una  carabela  que  venia  de  la  isla  del 
Hierro,  que  andaban  por  allí  tres  carabelas  de  Portu- 
gal para  lo  tomar;  debia  de  ser  de  invidia  quel  Rey 
tenia  por  haberse  ido  a  Castilla,  y  anduvo  todo  aquel 
dia  y  noche  en  calma,  y  a  la  mañana  se  halló  entre  la 
Gomera  y  Tenerife. 


Viernes  7  de  Setiembre 

Todo  el  Viernes  y  el  Sábado,  hasta  tres  horas  de 
noche,  estuvo  en  calma. 

Sábado  8  de  Setiembre 

Tres  horas  de  noche  Sábado  comenzó  a  ventar 
Nordeste,  y  tomó  su  via  y  camino  al  Oueste;  tuvo  mu- 
cha mar  por  proa,  que  le  estorbaba  el  camino,  y  anda- 
ría aquel  dia  9  leguas,  con  su  noche. 


ron  varios  españoles,  ya  por  Martin  de  Behem,  como  han 
pretendido  aun  modernamente  algunos  extrangeros;  pero 
Oviedo,  autor  coetáneo,  asegura  que  aquella  novela  con 
verdad  ninguno  la  podía  afirmar,  que  así  corría  por  el  mun- 
do entre  la  gente  vulgar,  y  que  él  la  tenía  por  falsa.  Don  Cris- 
tóbal Cladera,  en  sus  Investigaciones  históricas,  refutó  con 
solidísimas  razones  y  fundamentos  estas  pretensiones  de 
naturales  y  extrangeros,  defendiendo  el  mérito  y  la  gloría 
del  primer  Almirante  de  las  Indias. 


VIAJES    DE    COLON 


Domingo  9  de  Setiembre 

Anduvo  aquel  día  19  leguas,  y  acordó  contar  menos 
de  las  que  andaba,  por  que  si  el  viage  fuese  lueng^o  no 
se  espantase  ni  desmayase  la  gente.  En  la  noche  andu- 
vo 120  millas,  á  10  millas  por  hora,  que  son  30  leguas. 
Los  marineros  gobernaban  mal,  decayendo  sobre  la 
cuarta  del  Nordeste,  y  aun  á  la  media  partida;  sobre 
lo  cual  les  riñó  el  Almirante  muchas  veces. 

Lunes  10  de  Setiembre 

En  aquel  dia  con  su  noche  anduvo  60  leguas,  á  10 
millas  por  hora,  que  son  2  leguas  y  media;  pero  no 
contaba  sino  48  leguas  por  que  no  se  asombrase  la 
gente  si  el  viage  fuese  largo. 

Martes  11  de  Setiembre 

Aquel  dia  navegaron  á  su  via,  que  era  el  Oueste,  y 
anduvieron  20  leguas  y  mas,  y  vieron  un  gran  trozo 
de  mastel  de  nao,  de  120  toneles,  y  no  lo  pudieron 
tomar.  La  noche  anduvieron  cerca  de  20  leguas,  y 
contó  no  mas  de  16  por  la  causa  dicha. 

Miércoles  12  de  Setiembre 

Aquel  dia,  yendo  su  via,  anduvieron  en  noche  y  dia 
33  leguas,  contando  menos  por  la  dicha  causa. 

Jueves  13  de  Setiembre 

Aquel  dia  con  su  noche,  yendo  á  su  via,  que  era  al 
Oueste,  anduvieron  33  leguas,  y  contaba  3  ó  4  menos. 


10  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Las  corrientes  le  eran  contrarias.  En  este  dia,  al  co- 
mienzo de  la  noche,  las  ag-ujas  noruesteaban,  y  a  la 
mañana  noruesteaban  algún  tanto  (1). 

Viernes  14  de  Setiembre. 

Navegaron  aquel  dia  su  camino  al  Oueste,  con  su 
noche,  y  anduvieron  20  leguas;  contó  alguna  menos; 
aquí  dijeron  los  de  la  carabela  Niña  que  habian  visto 
un  garjao  y  un  rabo  de  junco,  y  estas  aves  nunca  se 
apartan  de  tierra,  cuando  mas,  25  leguas. 

Sábado  15  de  Setiembre 

Navegó  aquel  dia  con  su  noche  27  leguas  su  cami- 
no al  Oueste,  y  algunas  mas,  y  en  esta  noche,  al  prin- 
cipio della,  vieron  caer  del  cielo  un  maravilloso  ramo 
de  fuego  en  la  mar,  lejos  de  ellos  4  ó  5  leguas. 

Domingo  16  de  Setiembre 

Navegó  aquel  dia  y  la  noche  á  su  camino,  el  Oues- 
te; andarian  39  leguas,  pero  no  contó  sino  36;  tuvo 
aquel  dia  algunos  nublados;  lloviznó;  dice  aquí  el  Al- 
mirante que  hoy  y  siempre,  de  allí  adelante,  hallaron 
aires  temperantísimos;  que  era  placer  grande  el  gusto 
de  las  mañanas,  que  no  faltaba  sino  oir  ruiseñores. 
Dice  él:  « y  ^Ya_ú\veímjgiQj:.^o^  Abril  en  el  Andalucía  > . 
Aquí  comenzaron  a  ver  muchas  manadas  (2)  de  yerba 
muy  verde,  que  poco  había,  según  le  parecía,  que  se 
había  desapegado  de  tierra,  por  la  cual  todos  juzga- 


(1)  Primera  observación   que  se   hizo   de   la  variación 
magnética. 

(2)  Así  el  original;  quizá  manchas 


VIAJES    DE    COLÓN  11 

ban  que  estaba  cerca  de  algfuna  isla  (1);  pero  no  de 
tierra  fírme,  según  el  Almirante,  que  dice:  porque  la 
tierra  firme  haso  más  adelante,  " 

Lunes  17  de  Setiembre 

Navegó  á  su  camino,  el  Oueste,  y  andarían  en  dia  y 
noche  50  leguas  y  mas:  no  asentó  sino  47;  ayudábales 
la  corriente;  vieron  mucha  yerba  y  muy  a  menudo,  y 
era  yerba  de  peñas,  y  venia  la  yerba  de  hacia  Ponien- 
te; juzgaban  estar  cerca  de  tierra  (2);  tomaron  los  pi- 
lotos el  Norte  marcándolo,  y  hallaron  que  las  agujas 
noruesteaban  una  gran  cuarta,  y  temían  los  marineros, 
y  estaban  penados  y  no  decían  de  qué.  Conociólo  el 
Almirante,  mandó  que  tornasen  a  marcar  el  Norte  en 
amaneciendo,  y  hallaron  que  estaban  buenas  las  agu- 
jas; la  causa  fué  porque  la  estrella  parece  que  hace 
movimiento  y  no  las  agujas  (3).  En  amaneciendo  aquel 


(1)  No  era  infundada  esta  sospecha,  pues  iban  aproxi- 
mándose a  unas  rompientes  que  se  señalan  en  nuestras 
cartas  como  vistas  en  el  año  1802. 

(2)  En  esta  situación  todavía  distaban  las  rompientes 
40  leguas  al  Oeste. 

(3)  El  ingenioso  Colon,  que  fue  el  primer  observador 
de  la  variación,  procuraba  disipar  los  temores  de  su  gente 
explicándoles  de  un  modo  especioso  la  causa  de  este  fenó- 
meno. Así  lo  asegura  su  historiador  Muñoz,  y  así  era  la 
verdad,  como  se  comprueba  al  ver  las  reflexiones  que  hace 
en  su  tercer  viaje  sobre  estas  alteraciones  del  imán.  La 
misma  sorpresa  y  cuidado  de  los  pilotos  y  marineros  es 
una  prueba  decisiva  de  que  hasta  entonces  nadie  había  no- 
tado esta  variación  en  las  agujas.  Así  lo  dicen  Casas,  Her- 
nando Colon  y  Herrera,  historiadores  exactos  y  fidedignos, 
y  por  lo  mismo  es  muy  singular  que  haya  cundido  tanto  la 
opinión  de  que  el  primero  que  observó  las  declinaciones 
del  imán  fuese  Sebastian  Caboto,  que  no  salió  a  descubrir 
hasta  el  año  1497,  con  permiso  del  rey  de  Inglaterra  Enri- 
que VII,  suponiendo  que    publicó    esta    novedad   el    año 


* 


12  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Lunes  vieron  muchas  mas  yerbas,  y  que  parecían  yer- 
bas  de  ríos,  en  las  cuales  hallaron  un  cangrejo  vivo,  el 
cüaTguardo  el  Almirante,  y  dice  que  aquellas  fueron 
señales  ciertas  de  tierras,  porque  no  se  hallan  80  le- 
guas de  tierra;  el  agua  de  la  mar  hallaban  menos  sala- 
da^  desde  que  salieron  de  las  Canarias;  ios  aireSt'Siem- 
pre  mas  suaves;  iban  muy  alegres  todos,  y  los  navios 
quien  mas  podia  andar  andaba  por  ver  primero  tie- 
rra; vieron  muchas  toninas,  y  los  de  ía  Niña  mataron 
una.  Dice  aquí  el  Almirante  que  aquellas  señales  eran 
del  Poniente,  «donde  espero,  en  aquel  alto  Dios  en  cu- 
yas manos  están  todas  las  victorias,  que  muy  presto 
nos  dará  tierra».  En  aquella  mañana  dice  que  vido  un 
ave  blanca  que  se  llama  Rabo  de  junco ^  que  no  suele 
dormir  en  la  mar. 


Martes  18  de  Setiembre 

Navegó  aquel  día  con  su  noche,  y  andarían  mas  de 
55  leguas;  pero  no  asentó  sino  48;  llevaba  todos  estos 
días  mar  muy  bonanza,  ^5omo\en  el  rio  de  Sevilla.  Este 
día  Martin  Alonso,  con  la  Pinta,  que  era  gran  vele- 
ra, no  esperó,  porque  dijo  al  Almirante  desde  su  ca- 
rabela que  había  visto  gran  multitud  de  aves  ir  hacia  el 


de  1549,  y  que  otros  la  atribuyan  á  un  tal  Criñon,  piloto 
de  Dieppe,  hacia  el  año  1534.  Nuestro  erudito  Feijoo  incu- 
rrió en  este  error,  y  lo  sostuvo,  tomándolo,  según  dice,  de 
monsieur  Fontenelle  en  su  Historia  de  la  Real  Academia  de 
Ciencias,  del  año  1712.  (Teat.  Crít.,  tom.  V,  Disc.  11,  y 
Carta  5.^  del  tomo  1.)  El  P.  Fournier  (Hidrog.,  lib.  11,  ca- 
pítulo 10)  atribuye  la  primacía  de  aquella  observación  á 
Caboto  y  á  Gonzalo  Fernandez  de  Oviedo,  sin  duda  por- 
que habló  de  ella  en  el  lib.  2,  cap.  11,  de  su  Historia  gene- 
ral de  las  Indias.  Así  se  ha  procurado  obscurecer  el  mérito 
de  Colon  hasta  en  las  observaciones  que  eran  propias  de 
su  situación  é  hijas  de  su  meditación  y  conocimientos. 


VIAJES    DE    COLÓN  13 

Poniente  y  que  aquella  noche  esperaba  ver  tierra  (1), 
y  por  eso  andaba  tanto.  Apareció  á  la  parte  del  Norte 
una  gran  cerrazón,  qués  señal  de  estar  sobre  la  tierra. 

Miércoles  19  de  Setiembre 

Navegó  su  camino,  y  entre  dia  y  noche  andaria  25  le- 
guas, porque  tuvieron  calma;  escribió  22.  Este  dia,  á 
las  diez  horas,  vino  á  la  nao  un  alcatraz,  y  á  la  tarde 
vieron  otro,  que  no  suelen  apartarse  20  leguas  de  tie- 
rra (2);  vinieron  unos  llovizneros  sin  viento,  lo  que  es^ 
señal  cierta  de  tierra;  no  quiso  detenerse  barloven- 
tea^ndo  el  Almirante  para  averiguar  si  habia  tierra;  mas 
de  que  tuvo  por  cierto  que  á  la  banda  del  Norte  y  del 
Sur  habia  algunas  islas,  como  en  la  verdad  lo  estaban, 
y  él  iba  por  medio  dellas;  porque  su  voluntad  era  se- 
guir adelante  hasta  las  Indias,  y  el  tiempo  es  bueno, 
porque  placiendo  á  Dios  á  la  vuelta  se  veria  todo:  es- 
tas son  sus  palabras...  Aquí  descubrieron  sus  puntos 
los  pilotos:  el  de  la  Niña  se  hallaba  de  las  Canarias 
440  leguas;  el  de  la  Pinta,  420;  el  de  la  donde  iba  el 
Almirante,  400  justas  (3). 

Jueves  20  de  Setiembre 

Navegó  este  dia  al  Oueste  cuarta  del  Norueste,  y  á 
la  media  partida,  porque  se  mudaron  muchos  vientos 
con  la  calma  que  habia;  andarian  hasta  7  ó  8  leguas. 
Vinieron  á  la  nao  dos  alcatrazes,  y  después  otro,  que 
fue  señal  de  estar  cerca  de  tierra,  y  vieron  mucha  yer- 
ba, aunque  el  día  pasado  no  habian  visto  de  ella.  To- 
maron un  pájaro  con  la  mano  que  era  como  un  garjao; 


(1)  Las  rompientes  les  demoraban  al  Oeste,  a  20  leguas 
de  distancia. 

(2)  Estaban  como  a  10  leguas  de  las  rompientes. 

(3)  Es  exacta  la  distancia  que  señala  el  Almirante. 


^ 


14  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

era  pájaro  de  rio  y  no  de  mar;  los  pies  tenia  conao 
"gaviota;  vinieron  al  navio  en  amaneciendo  dos  ó  tres 
pajaritos  de  tierra  cantando,  y  después,  antes  del  sol 
salido,  desaparecieron;  después  vino  un  alcatraz;  venia 
del  Ouesnorueste;  iba  al  Sueste,  que  era  señal  que  de- 
jaba la  tierra  al  Ouesnorueste,  porque  estas  aves  duer- 
men en  tierra  y  por  la  mañana  van  á  la  mar  á  buscar 
su  vida,  y  no  se  alejan  20  leguas. 

Viernes  21  de  Setiembre 

Aquel  dia  fue  todo  lo  mas  c^lma,  y  después  algún 
viento;  andarían  entre  dia  y  noche,  deüo  á  la  via  y  de 
lio  no,  hasta  13  leguas;  en  amaneciendo  hallaron  tanta 
yerba  que  pareciaser  la  mar  cuajada  de  ella  (1),  y  venia 
del  Oueste;  vieron  un  alcatraz,  la  mar  muy  llana,  como 
un  rio,  y  los  aires  los  meJQres  del  mundo.  Vieron  Una 

¡'ballena,  que  es  señal  que  estaban  cerca  de  tierra,  por- 
que siempre  andan  cerca  (2). 

Sábado  22  de  Setiembre 

Navegó  al  Ouesnorueste  más  ó  menos,  acostándose 
á  una  y  otra  parte;  andarían  30  leguas;  no  veían  casi 
yerba;  vieron  unas  pardelas  y  otra  ave;  dice  aquí  el 
Almirante:  mucho  me  fue  necesario  este  viento  contra- 


(1)  Las  corrientes  llamadas  de  las  Canarias  y  ecuatorial 
del  Norte  condujeron  a  Colón  al  Mar  de  los  Sargazos,  re- 
manso del  Atlántico  septentrional,  a  la  altura  de  la  Flori- 
da, en  el  que  se  acumula  número  prodigioso  de  algas,  prin- 
cipalmente sargazos  Esta  es  la  hierba  con  que  en  estos 
días  Colón  fué  tropezando,  dificultándole  a  veces  la  nave- 
gación.— D. 

(2)  Es  muy  fundado  el  juicio  del  Almirante,  pues  nave- 
gaba por  el  Norte  de  las  dichas  rompientes,  á  4  leguas  de 
distancia. 


VIAJES    DE    COLÓN  15 

riot  porque  mi  gente  andaban  muy  estimulados  (1),  que 
pensaban  que  no  ventaban  estos  mares  vientos  para 
volver  a  España;  por  un  pedazo  de  dia  no  hubo  yer- 
ba; después,  muy  espesa. 

Domingo  23  de  Setiembre 

Naveg-ó  al  Norueste,  y  á  las  veces  á  la  cuarta  del 
Norte,  y  á  las  veces  á  su  camino,  que  era  el  Oueste,  y 
andaría  hasta  22  leguas;  vieron  una  tórtola  y  un  alca- 
traz, y  otrojjaf arito  de  rio^  y  otras  aves  blancas;  las 
yerbas  eran  muchas,  y  hallaban  cangrejos  en  ellas,  y 
como  la  mar  estuviese  mansa  y  llana,  murmuraba  la  gen 
te  diciendo  que  pues  por  allí  no  había  mar  grande, 
que  nunca  ventaría  para  volver  a  España;  pero  des- 
pués alzóse  mucho  la  mar  y  sin  viento,  que  los  asom- 
braba, por  lo  cual  dice  aquí  el  Almirante:  asiy  que  muy 
necesario  me  fue  la  mar  alta,  que  no  pareció,  salvo  el 
tiempo  de  los  judíos  cuando  salieronde  Egipto  contra 
Moysen,  quelos  sacaba  de  capimprln^  —y  ^i  b  ^  <í^^ 

Lunes  24  de  Setiembre 

Navegó  á  su  camino  al  Oueste  dia  y  noche,  y  anda- 
rían 14  leguas  y  media;  contó  12;  vino  al  navio  un  al- 
catraz, y  vieren  muchas  pardelas. 

Martes  25  de  Setiembre 

Este  dia  hubo  mucha  calma,  y  después  ventó;  y  fue- 
ron su  camino  al  Oueste  hasta  la  noche.  Iba  hablando 
el  Almirante  con  Martín  Alonso  Pinzón,  capitán  de  la 
otra  carabela.  Pinta,  sobre  una  carta  que  le  había   en 
víado  tres  días  hacia  á  la  carabela,  donde,  según  pare- 


(1)     Aquí  comienza  á  murmurar  la  gente  del  largo  viage. 
Casas. 


16  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

ce,  tenia  pintadas  el  Almirante  ciertas  islas  por  aquella 
mar  (1),  y  decia  Martin  Alonso  que  estaban  en  aque- 
lla comarca,  y  respondía  el  Almirante  que  así  le  pare- 
cía á  él;  pero  puesto  que  no  hubiesen  dado  con  ellas, 
lo  debia  haber  causado  las  corrientes,  que  siempre  ha- 
blan echado  los  navios  al  Nordeste,  y  que  no  habían 
andado  tanto  como  los  pilotos  decían;  y  estando  en 
esto  dijo  el  Almirante  que  le  enviase  la  carta  dicha,  y 
enviada  con  alguna  cuerda  comenzó  el  Almirante  á 
cartear  en  ella  con  su  piloto  y  marineros;  al  sol  pues- 
to subió  el  Martin  Alonso  en  la  popa  de  su  navio,  y 
con  mucha  alegría  (2)  llamó  al  Almirante,  pidiéndole 
albricias,  que  vía  tierra,  y  cuando  se  lo  oyó  decir  con 
afirmación  el  Almirante,  dice  que  se  echó  a  dar  gra- 
cias á  nuestro  Señor  de  rodillas,  y  el  Martín  Alonso 
decia:  Gloria  in  excelsis  Deo,  con  su  gente;  lo  mismo 
hizo  la  gente  del  Almirante,  y  los  de  la  Niña  subié- 
ronse todos  sobre  el  mastel  y  en  la  jarcia,  y  todos  afir- 
maron que  era  tierra,  y  al  Almirante  así  pareció,  y  que 
habría  a  ella  25  leguas;  estuvieron  hasta  la  noche  afir- 
mando todos  ser  tierra;  mandó  el  Almirante  dejar  su 


(1)  Esta  carta  delineada  por  el  Almirante  no  podía  de- 
jar de  ser  como  la  que  Paulo  Toscanellí,  médico  florentin  y 
célebre  astrónomo  de  su  tiempo,  envió  á  Lisboa  en  1474. 
Comprendía  desde  el  Norte  de  la  Irlanda  hasta  el  fin  de 
Guinea,  con  todas  las  islas  que  están  situadas  en  este  via- 
ge;  y  hacía  el  Occidente  se  representaba  el  principio  de  la 
India,  con  las  islas  y  lugares  por  donde  se  podría  andar.  Co- 
lon vio  esta  carta,  y  su  lectura  de  las  relaciones  de  los  via- 
geros,  especialmente  de  Marco  Polo,  le  confirmó  en  la  idea 
de  hallar  por  el  Occidente  la  misma  India  adonde  ellos  ha- 
bían ido  por  la  parte  oriental.  Por  esta  causa  la  situación 
de  las  costas  é  islas,  tomada  de  noticias  tan  vagas,  debia  ser 
muy  imperfecta  é  inexacta,  como  lo  era  también  en  el  pla- 
nisferio de  Martin  de  Behem,  construido  en  1492. 

(2)  Alegrón  de  tierra  por  Martin  Alonso,  pero  no  lo  era. 
Casas. 


VIAJES    DE    COLÓN  17 

camino,  que  era  el  Oueste,  y  que  fuesen  todos  al  Sud- 
ueste,  adonde  había  parecido  la  tierra;  habrian  anda- 
do aquel  dia  al  Oueste  4  legfuas  y  media,  y  en  la  no- 
che, al  Sudeste,  17  legfuas,  que  son  21,  puesto  que  de- 
cia  á  la  gente  13  leguas,  porque  siempre  fingía  á  la 
gente  que  hacía  poco  camino  porque  no  lfi5„p.ar££Íese 
largo;  por  manera  que  escribió  por  dos  caminos  aqueT" 
viage:  el  menor  fue  el  fingido,  y  el  mayor,  el  verdade- 
ro; anduvo  la  mar  muy  llana,  por  lo  cual  se  echaron  á 
nadar  muchos  marineros;  vieron  muchos  dorados  y 
otros  peces. 


Miércoles  26  de  Setiembre 

Navegó  á  su  camino  al  Oueste  hasta  después  de 
mediodía.  De  allí  fueron  al  Sudueste  hasta  conocer 
que  lo  que  decían  que  había  sido  tierra  no  lo  era,  sino 
cielo;  anduvieron  dia  y  noche  31  leguas,  y  contó  a  la 
gente  24.  La  mar  era  como  un  río;  los  aires,  dulces  y 
suavísimos. 


Jueves  27  de  Setiembre 

Navegó  á  su  vía  al  Oueste;  anduvo  entre  dia  y  no- 
che 24  leguas;  contó  á  la  gente  20  leguas;  vinieron  mu- 
chos dorados;  mataron  uno;  vieron  un  rabo  de  junco. 

Viernes  28  de  Setiembre 

Navegó  á  su  camino  al  Oueste;  anduvieron  día  y 
noche,  con  calmas,  14  leguas;  contaron  13;  hallaron 
poca  yerba;  tomaron  dos  peces  dorados,  y  en  los  otros 
navios,  mas. 

VIAJES  DE  COLÓN  2 


18  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 


Sábado  29  de  Setiembre 

Navegó  á  su  camino  al  Oireste;  anduvieron  24  le- 
guas; contó  á  la  gente  21;  por  calmas  que  tuvieron 
anduvieron  entre  dia  y  noche  poco.  Vieron  un  ave  que 
se  llama  rabiforcado  (1),  que  hace  gomitar  á  los  alcatra- 
zes  lo  que  comen  para  comerlo  ella,  y  no  se  mantiene 
de  otra  cosa;  es  ave  de  la  mar,  pero  no  posa  en  la  mar 
ni  se  aparta  de  tierra  20  leguas;  hay  de  estas  muchas 
en  las  islas  de  Cabo  Verde;  después  vieron  dos  alca- 
trazes;  los  aires  eran  muy  dulces  y  sabrosos,  que  diz 
que  no  faltaba  sino  oir  al  ruiseñor,  y  la  mar  juliana  como 
un  rio^parecieron  después  en  tres  veces  tres  alcatra- 
zes  y  un  forcado;  vieron  mucha  yerba. 

Domingo  30  de  Setiembre 

Navegó  su  camino  al  Oueste;  anduvo  entre  dia  y 
noche,  por  las  caimas,  14  leguas;  contó  11;  vinieron  al 
navio  cuatro  rabos  de  junco,  que  es  gran  señal  de  tie- 
rra, porque  tantas  aves  de  una  naturaleza  juntas  es  se- 
ñal que  no  andan  desmandadas  ni  perdidas;  viéronse 
cuatro  alcatrazes  en   dos  veces;  yerba,   mucha. 

Nota.  Que  las  estrellas  que  se  llaman  las  guardias, 
cuando  anochece  están  junto  al  brazo  de  la  parte  del 
Poniente  y  cuando  amanece  están  en  la  línea  debajo  del 
brazo  al  Nordeste,  que  parece  que  en  toda  la  noche  po 
andan  salvo  tres  líneas,  que  son  nueve  horas,  y  esto 
cada  noche;  esto  dice  aquí  el  Almirante.  También  en 
anocheciendo  las  agujas  noruestean  una  cuarta,  y  en 


(1)  El  rabiforcado,  o  rabiahorcado,  es  ave  del  gen.  Ta- 
chypetkes,  de  la  misma  familia  que  los  pelícanos  o  alcatra- 
ces.— D. 


VIAJES    DE    COLÓN  19 

amaneciendo  están  con  la  estrella  justo,  por  lo  cual 
parece  que  la  estrella  hace  movimiento  como  las  otras 
estrellas,  y  las  ag^ujas  piden  siempre  la  verdad. 

Lunes  /.°  de  Octubre 

Navegfó  su  camino  al  Oueste;  anduvieron  25  leguas; 
contó  á  la  gente  20  leguas;  tuvieron  grande  aguacero. 
El  piloto  del  Almirante  temia  hoy  en  amaneciendo 
que  hablan  andado  desde  la  isla  de  Hierro  hasta  aquí 
578  leguas  al  Oueste;  la  cuenta  menor  que  el  Almí- 
raate  mostraba  a  la  gente  eran  584  leguas;  pero  la  ver 
dadera  que  el  Almirante  juzgaba  y  guardaba  era  707 

Martes  2  de  Octubre 


'•n 


Navegó  su  camino  al  Oueste  noche  y  dia,  39  leguas; 
contó  a  la  gente  obra  de  30  leguas;  la  mar,  llana  y  bue- 
na siempre:  á  Dios  muchas  gracias  sean  dadasy  dijo 
aquí  el  Almirante;  yerba  venia  del  Este  ai  Oueste,  por 
el  contrario  de  lo  que  solía;  parecieron  muchos  peces; 
matóse  uno;  vieron  una  ave  blanca  que  parecía  ga- 
viota. 

Miércoles  8  de  Octubre 

Navegó  su  vía  ordinaria;  anduvieron  47  leguas;  con- 
tó á  la  gente  40  leguas.  Aparecieron  pardelas;  yerba, 
mucha,  alguna  muy  vieja,  y  otra  muy  fresca,  y  traía 
como  fruta  (1),  y  no  vieron  aves  algunas;  creía  el  Almí- 


(l)  Acaso  esta  yerba  muy  fresca  que  traía  como  fruta  no 
eran  sino  las  algas,  sargazos  y  Fucus  de  que  ya  se  habló  en 
nota,  y  la  fruta,  los  conceptáculos  de  los  extremos  de  las 
frondes  de  los  Fucus.  La  inmensa  pradera  flotante  que  for- 
man al  acumularse  en  el  remanso  central  del  circuito  de  las 


20  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

rante  que  le  quedaban  atrás  las  islas  que  traía  pinta- 
das en  su  carta.  Dice  aquí  el  Almirante  que  no  se  qui- 
so detener  barloventeando  la  semana  pasada,  y  estos 
dias  que  habia  tantas  señales  de  tierra,  aunque  tenia 
noticia  de  ciertas  islas  en  aquella  comarca,  por  no  se 
detener,  pues  su  fín  era  pasar  a  las  Indias;  y  si  detu- 
viera, dice  él  que  no  fuera  buen  seso. 

Jueves  4  de  Octubre 

Navegó  á  su  camino  al  Oueste;  anduvieron  entre 
dia  y  noche  63  leguas;  contó  a  la  gente  46  leguas;  vi- 
nieron al  navio  más  de  40  pardelas  juntas  y  dos  alca- 
trazes,  y  al  uno  dio  una  pedrada  un  mozo  de  la  cara- 
bela; vino  á  la  nao  un  rabif oreado  y  una  blanca  como 
gaviota. 

Viernes  5  de  Octubre 

Navegó  á  su  camino;  andarían  11  millas  por  hora 
por  noche  y  dia  andarían  57  leguas,  porque  aflojó  la 
noche  algo  el  viento;  contó  a  su  gente  45;  la  mar,  en 
bonanza  y  llana:  á  Dios,  dice,  muchas  gracias  sean  da- 
das; el  aire,  muy  dulce  y  temprado;  yerba,  nenguna; 
aves  pardelas,  muchas;  peces  golondrinas  volaron  en 
la  nao  muchos. 

Sábado  6  de  Octubre 

Navegó  su  camino  al  Vueste  ó  Oueste,  qués  lo  mis- 
mo; anduvieron  40  leguas  entre  dia  y  noche;  contó  á 
la  gente  33  leguas.  Esta  noche  dijo  Martin   Alonso 


corrientes  se  ha  llamado  Mar  de  los  Sargazos,  y  ocupa  en 
el  Atlántico  Septentrional  extensión  superior  a  6.000  mi- 
llas cuadradas. — D. 


VIAJES    DE    COLÓN  21 

que  seria  bien  naveg^ar  a  la  cuarta  del  Oueste,  á  la 
parte  del  Sudueste;  y  al  Almirante  pareció  que  no  de- 
cia  esto  Martin  Alonso  por  la  isla  de  Cipango,  y  el 
Almirante  via  que  si  la  erraban  que  no  pudieran  tan 
presto  tomar  tierra,  y  que  era  mejor  una  vez  ir  á  la 
tierra  firme  y  después  á  ¡as  islas. 

Domingo  7  de  Octubre 

Navegó  á  su  camino  al  Oueste;  anduvieron  12  mi- 
llas por  hora  dos  horas,  y  después  8  millas  por  hora,  y 
andaria  hasta  una  hora  de  sol  23  leguas;  contó  á  la 
gente  18.  En  este  dia,  al  levantar  del  sol,  la  carabela 
Niñüi  que  iba  delante  por  ser  velera,  y  andaban  quien 
mas  podia  por  ver  primero  tierra,  por  gozar  de  la 
merced  que  los  Reyes  a  quien  primero  la  viese  habían 
prometido,  levantó  una  bandera  en  el  topo  del  mastel, 
y  tiró  una  lombarda  por  señal  que  vian  tierra,  porque 
asi  lo  habia  ordenado  el  Almirante.  Tenia  también  or- 
denado que  al  salir  del  sol  y  al  ponerse  se  juntasen 
todos  los  navios  con  él,  porque  estos  dos  tiempos  son 
mas  propios  para  que  los  humores  den  mas  lugar  á 
ver  mas  lejos.  Como  en  la  tarde  no  viesen  la  tierra  que 
pensaban  los  de  la  carabela  Niña  que  habian  visto,  y 
porque  pasaban  gran  multitud  de  aves  de  la  parte  del 
Norte  al  Sudueste,  por  lo  cual  era  de  creer  que  se 
iban  á  dormir  á  tierra  ó  huian  quizá  del  invierno,  que 
en  las  tierras  de  donde  venian  debia  de  querer  venir, 
porque  sabia  el  Almirante  que  las  mas  de  las  islas 
que  tienen  los  portugueses  por  las  aves  las  descubrie- 
ron, por  esto  el  Almirante  acordó  dejar  el  camino  del 
Oueste  y  poner  la  proa  hacia  Ouesudueste  (1),  con  de- 


(1)  El  cambio  de  rumbo  al  Sudoeste  dicese  obedeció  a 
consejos  de  Martín  Alonso  Pinzón,  comandante  de  la  Pin- 
ta. £1  marinero  Vallejo,  de  Moguer,  declaró  en  el  pleito  del 
Almirante  que   Pinzón   vio   en   la    tarde  pasar  loros    con 


22  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

terminación  de  andar  dos  dias  por  aquella  vía.  Esto 
comenzó  antes  una  hora  del  sol  puesto.  Andarían  en 
toda  la  noche  obra  de  5  leg-uas,  y  23  del  día;  fueron 
por  todas  28  leguas  noche  y  día. 

Lunes  8  de  Octubre 

Naveg-ó  al  Ouesudueste,  y  andarían  entre  dia  y  no- 
che 11  leguas  y  media  ó  12,  y  á  ratos  parece  que  an- 
duvieron en  la  noche  15  millas  por  hora,  si  no  está 
mentirosa  la  letra;  tuvieron  la  mar  como  el  rio  de  Se- 
viU^:  gracias  á  Dios,  dice  el  Almirante;  los  aires,"tnuy 
oulces,  como  en  Abril  en  Sevilla,  qués  placer  estar  á 
ellos,  tan  olorosos  son.  Pareció  la  yerba  muy  fresca; 
muchos  pajaritos  del  campo,  y  tomaron  uno  que  iba 
huyendo  al   Sudueste,  grajaos  y  ánades  y  un  alcatraz. 

Martes  9  de  Octubre 

Navegó  al  Sudueste;  anduvo  cinco  leguas;  mudóse 
el  viento  y  corrió  al  Oueste  cuarta  al  Norueste,  y  an 
duvo  4  leguas;  después,  con  todas,  11  leguas  de  día,  y 
á  la  noche,  20  leguas  y  media;  contó  á  la  gente  17  le- 
guas. Toda  la  noche  oyeron  pasar  pájaros. 

Miércoles  10  de  Octubre 

Navegó  al  Ouesudueste;  anduvieron  á  10  millas  por 
hora  y  á  ratos  12  y  algún  rato  á  7,  y  entre  dia  y  noche 
59  leguas;  contó  á  la  gente  44  leguas  no  mas.  Aquí  la 
gente  ya  no  lo  podía  sufrir:  quejábase  del  largo  viage; 
pero  el  Almirante  los  esforzó  lo  mejor  que  pudo  dán- 
doles buena  esperanza  de  los  provechos  que  podrían 


rumbo  Sur,  y  supuso  que  habría  tierra  en  tal  direccióa.- 
Nota  D. 


VIAJES    DE    COLÓN  23 

haber.  Y  anadia  que  por  demás  era  quejarse,  pues  que 
él  habia  venido  á  las  Indias,  y  que  así  lo  habia  de 
proseguir  hasta  hallarlas,  con  el  ayuda  de  nuestro 
Señor. 

Jueves  11  de  Octubre 

Navegó  al  Ouesudueste;  tuvieron  mucha  mar,  mas 
que  en  todo  el  viage  habían  tenido.  Vieron  pardelas  y 
un  junco  verde  junto  á  la  nao.  Vieron  los  de  la  cara- 
bela Pinta  una  caña  y  un  palo,  y  tomaron  otro  palillo, 
labrado  á  lo  que  parecía  con  hierro,  y  un  pedazo  de 
caña  y  otra  yerba  que  nace  en  tierra,  y  una  tablilla. 
Los  de  la  carabela  Niña  también  vieron  otras  señales 
de  tierra  y  un  palillo  cargado  descaramojos  (1).  Con 
estas  señales  respiraron  y  alegráronse  todos.  Andu- 
vieron en  este  día,  hasta  puesto  el  sol,  27  leguas. 

Después  del  sol  puesto  navegó  á  su  primer  caminoj 
al  Oueste;  andarían  12  millas  cada  hora,  y  hasta  dos 
horas  después  de  media  noche  andarían  90  millas,  que 
son  22  leguas  y  media.  Y  porque  la  carabela  Pinta  era 
mas  velera  é  iba  delante  del  Almirante,  halló  tierra  y 
hizo  las  señas  quel  Almirante  habia  mandado.  Esta  tie- 
rra vido  primero  un  marinero  que  se  decía  Rodrigo  de 
Triana;  puesto  que  el  Almirante,  á  las  diez  de  la  no- 
che, estando  en  el  castillo  de  popa,  vido  lumbre;  aun- 
que fue  cosa  tan  cerrada  que  no  quiso  afirmar  que 
fuese  tierra;  pero  llamó  á  Pero  Gutiérrez,  respostero 
destrados  del  Rey,  é  díjole  que  parecía  lumbre,  que 
mírase  él,  y  así  lo  hizo  y  vídola;  díjolo  también  á  Ro- 
drigo Sánchez  de  Segovía,  quel  Rey  y  la  Reina  envia- 
ban en  el  armada  por  veedor,  el  cual  no  vido  nada 
porque  no  estaba  en  lugar  do  la  pudiese  ver.  Después 
quel  Almirante  lo  dijo  se  vido  una  vez  ó  dos,  y  era 
como  una  candelilla  de  cera  que  se  alzaba  y  levantaba, 


(1)     Por  de  escaramujos. 


24  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

lo  cual  á  pocos  pareciera  ser  indicio  de  tierra.  Pero  el 
Almirante  tuvo  por  cierto  estar  junto  á  la  tierra.  Por 
lo  cual,  cuando  dijeron  la  Salve,  que  la  acostumbran 
decir  é  cantar  á  su  manera  todos  los  marineros,  y  se 
hallan  todos,  rogó  y  amonestólos  el  Almirante  que  hi- 
ciesen buena  g-uardia  al  castillo  de  proa,  y  mirasen 
bien  por  la  tierra,  y  que  al  que  le  dijese  primero  que 
via  tierra  le  daria  luego  un  jubón  de  seda,  sin  las  otras 
mercedes  que  los  Reyes  hablan  prometido,  que  eran 
10.000  maravedís  de  juro  á  quien  primero  la  viese.  A 
las  dos  horas  después  de  media  noche  pareció  la  tie- 
rra, de  ¡a  cual  estarían  2  leguas.  Amañaron  (1)  todas 
las  velas,  y  quedaron  con  el  treo  (2),  que  es  la  vela 
grande  y  sin  bonetas,  y  pusiéronse  á  la  corda  (3),  tem- 
porizando hasta  el  dia  Viernes,  que  llegaron  á  una  isle- 
ta  de  los  Lucayos,  que  se  llamaba  en  lengua  de  indios 
Guanahani  (4).  Luego  vieron  gente  desnuda,  y  el  Al- 
mirante salió  á  tierra  en  la  barca  armada,yMartin  Alon- 


(1)  Amañaron  por  amainaron. 

(2)  Treo,  vela  cuadrada  que  se  ponía  solo  cuando  habia 
mal  tiempo,  para  correr. 

(3)  Ponerse  á  la  corda  es  ponerse  al  pairo  ó  atravesa- 
do para  no  andar  ni  decaer  del  punto  en  que  se  está. 

(4)  Examinado  detenidamente  este  diario,  sus  derrotas, 
recaladas,  señales  de  las  tierras,  islas,  costas  y  puertos,  pa- 
rece que  esta  primera  isla  que  Colon  descubrió  y  pisó,  po- 
niéndole por  nombre  San  Salvador,  debe  ser  la  que  está  si- 
tuada mas  al  Norte  de  las  Turcas,  llamada  del  Gran  Turco. 
Sus  circunstancias  conforman  con  la  descripción  que  Colon 
hace  de  ella.  Su  situación  es  por  el  paralelo  de  21°  30';  al 
Norte  de  la  medianía  de  la  isla  de  Santo  Domingo. — Nava- 
rrete. — Es  error  grave  de  Navarrete  haber  supuesto  que  la 
primer  isla  americana  descubierta  por  Colón  perteneciese 
al  archipiélago  de  las  Turcas,  al  N.  de  Haití.  La  isla  de  Gua- 
nahani, que  Colón  llamó  San  Salvador,  es  la  actual  isla 
Watling,  del  Archipiélago  de  las  Bahama  o  Lucayas,  a 
los  24"  de  lat  N.-D. 


VIAJES    DE    COLÓN  25 

SO  Pinzón  y  Vicente  Anes  (1),  su  hermano,  que  era  ca- 
pitán de  la  Niña.  Sacó  el  Almirante  la  bandera  Real,  y 
los  capitanes  con  dos  banderas  de  la  Cruz  Verde,  que 
llevaba  el  Almirante  en  todos  los  navios  por  seña,  con 
una  F  y  una  Y;  encima  de  cada  letra,  su  corona,  una 
de  un  cabo  de  la  )J<  y  otra  de  otro.  Puestos  en  tie- 
rra, vieron  árboles  muy  verdes  y  aguas  muchas  y  frutas 
de  diversas  maneras.  El  Almirante  llamó  á  los  dos  ca- 
pitanes y  á  los  demás  que  saltaron  en  tierra,  y  á  Ro- 
drigo Descovedo,  Escribano  de  toda  el  armada,  y  á 
Rodrigo  Sánchez  de  Segovia,  y  dijo  que  le  diesen  por 
fé  y  testimonio  cómo  él  por  ante  todos  tomaba,  como 
de  hecho  tomó,  posesión  de  la  dicha  isla  por  el  Rey  é 
por  la  Reina  sus  señores,  hacieedo  las  protestaciones 
que  se  requirian,  como  mas  largo  se  contiene  en  los 
testimonios  que  allí  se  hicieron  por  escripto.  Luego  se 
ayuntó  allí  mucha  gente  de  la  isla.  Esto  que  se  sigue 
son  palabras  formales  del  Almirante,  en  su  libro  de  su 
primera  navegación  y  descubrimiento  de  estas  Indias. 
«Ye  (dice  él),  porque  nos  tuviesen  mucha  amistad, 
porque  conosci  que  era  gente  que  mejor  se  libraria  y 
convertiria  á  nuestra  Santa  Fé  con  amor  que  no  por 
fuerza,  les  di  á  algunos  de  ellos  unos  bonetes  colora- 
dos y  unas  cuentas  de  vidrios,  que  se  ponían  al  pescue- 
zo, y  otras  cosas  muchas  de  poco  valor,  con  que  hobie- 
ron  mucho  placer  y  quedaron  tanto  nuestros  que  era 
maravilla.  Los  cuales  después  venían  á  las  barcas  de 
los  navios  adonde  nos  estábamos,  nadando,  y  nos 
traian  papagayos  y  hilo  de  algodón  en  ovillos,  y  azaga- 
yas, y  otras  cosas  muchas,  y  nos  las  trocaban  por  otras 
cosas  que  nos  les  dábamos,  como  cuentecillas  de  vi- 
drio y  cascabeles.  En  fin,  todo  tomaban,  y  daban  de 
aquello  que  tenían,  de  buena  voluntad.  Mas  me  pare- 
ció que  era  gente  muy  pobre  de  todo.  Ellos  andan 
todos  desnudos  como  su  madre  losparió,  y  también 

(1)     Debe  decir  Yañez. 


^l 


^ 


26  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

las  mugieres,  aunque  no  vide  mas  de  una,  farto  moza,  y 
todos  lo  que  yo  vi  eran  todos  mancebos,  que  ning^uno 
vide  de  edad  de  mas  de  treinta  años,  muy  bien  hechos, 
de  muy  fermosos  cuerpos  y  muy  buenas  caras;  los  ca- 
bellos, g^ruesos  cuasi  como  sedas  de  cola  de  caballos, 
i'  é  cortos;  los  cabellos  traen  por  encima  de  las  cejas, 
salvo  unos  pocos  detras,  que  traen  laro-os,  que  jamas 
cortan;  dellos  se  pintan  de  prieto,  y  ellos  son  de  la 
/  color  de  los  canarios,  ni  negros  ni  blancos,  y  dellos  se 
pintan  de  blanco,  y  dellos  de  colorado,  y  dellos  de  lo 
que  fallan,  y  dellos  se  pintan  las  caras,  y  dellos  todo 
el  cuerpo,  y  dellos  solo  los  ojos,  y  dellos  solo  el  nsriz. 
Ellos  no  traen  armas  ni  las  cognocen,  porque  les 
amostré  espadas  y  las  tomaban  por  el  filo,  y  se  corta- 
ban, con  ignorancia.  No  tienen  algún  fierro;  sus  azaga- 
yas son  unas  varas  sin  fierro,  y  algunas  de  ellas  tienen 
al  cabo  un  diente  de  pece,  y  otras  de  otras  cosas. 
Ellos  todos  á  una  mano  son  de  buena  estatura  de 
grandeza,  y  buenos  gestos,  bien  hechos;  yo  vide  algu- 
cAf  nos  que  tenian  señales  de  feridas  en  sus  cuerpos,  y 
les  hices  señas  qué  era  aquello,  y  ellos  me  amostra- 
ron cómo  alli  venían  gente  de  otras  islas  que  estaban 
acerca  y  les  querían  tomar,  y  se  defendían;  y  yo  creí,  é 
creo,  que  aquí  vienen  de  tierra  firme  á  tomarlos  por 
captivos.  Ellos  deben  ser  buenos  servidores  y  de  buen 
ingenio,  que  veo  que  muy  presto  dicen  todo  lo  que 
les  decía,  y  creo  que  ligeramente  se  harían  cristianos, 

I  H^^-  que  me  pareció  que  ninguna  secta  tenian.  Yo,  placien- 
do á  nuestro  Señor,  levaré  de  aquí  al  tiempo  de  mi 
partida  seis  á  V.  A.  para  que  deprendan  fablar.    Nin- 

i';^  guna  bestia,  de  ninguna  manera,  vide,  salvo  papagayos, 
en  esta  isla.»  Todas  son  palabras  del  Almirante. 

Sábado  13  de  Octubre 

«Luego  que  amaneció  vinieron  á  la  playa  muchos 
;^       destos  hombres,  todos  mancebos,  como  dicho  tengo, 


VIAJES    DE    COLÓN  27 

y  todos  de  buena  estatura,  gente  muy  fermosa;  los  ca- 
bellos no  crespos,  salvo  corredíos  y  gruesos  como 
sedas  de  caballo,  y  todos  de  la  frente  y  cabeza  muy 
ancha,  mas  que  otra  generación  que  fasta  aquí  haya 
visto,  y  los  ojos  muy  fermosos  y  no  pequeños,  y  ellos 
ninguno  prieto,  salvo  de  la  color  de  los  canarios,  ni  se 
debe  esperar  otra  cosa,  pues  está  Lesteoueste  con  la 
isla  del  Hierro  (1),  en  Canaria,  so  una  línea.  Las  pier- 
nas muy  derechas,  todos  a  una  mano,  y  no  barriga, 
salvo  muy  bien  hecha.  Ellos  vinieron  á  la  nao  con  al- 
madias, que  son  hechas  del  pie  de  un  árbol,  como  un 
barco  luengo,  y  todo  de  un  pedazo,  y  labrado  muy  á 
maravilla,  según  la  tierra,  y  grandes  en  que  en  algunas 
venían  40  ó  45  hombres,  y  otras  mas  pequeñas,  fasta 
haber  dellas  en  que  venia  un  solo  hombre.  Remaban 
con  una  paia  como  de  fornero,  y  anda  á  maravilla;  y  si 
se  le  trastorna,  luego  se  echan  todos  á  nadar,  y  la  en- 
derezan y  vacian  con  calabazas  que  traen  ellos.  Traían 
ovillos  de  algodón  filado,  y  papagayos,  y  azagayas,  y 
otras  cositas  que  seria  tedio  de  escrebir,  y  todo  daban 
por  cualquiera  cosa  que  se  los  diese.  Y  yo  estaba  aten- 
to y  trabajaba  de  saber  si  habia  oro,  y  vide  que  algu- 
nos dellos  traían  un  pedazuelo  colgado  en  un  agujero 
que  tienen  á  la  nariz,  y  por  señas  pude  entender  que 
yendo  al  Sur  ó  volviendo  la  isla  por  el  Sur  que  esta- 
ba alh'  uix  rey  que  tenia  grandes  vasos  dello,  y  tenia 
muy  mucho.  Trabajé  que  fuesen  allá,  y  después  vide 
que  no  entendían  en  la  ida.  Determiné  de  aguardar 
fasta  mañana  en  la  tarde,  y  después  partir  para  Sud- 
ueste,  que  según  muchos  dellos  me  enseñaron  decían 
que  había  tierra  al  Sur  y  al  Sudueste  y  al  Norueste,  y 
questas  del  Norueste  les  venían  a  combatir  muchas 
veces,  y  así,  ir  al  Sudueste  a  buscar  el  oro  y  piedras 
preciosas.  Esta  isía  es  bien  grande,  y  muy  llana,  y  de 
(1)  La  verdadera  situación  de  esta  isla  respecto  a  la  del 
Hierro  es:  O.,  5**  S.;  E.,  5"  N. — Navarrete. — Téngase  en 
cuenta  el  error  de  Navarrete.  —  D. 


28  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

árboles  muy  verdes,  y  muchas  ag-uas,  y  una  laguna  en 
medio  muy  grande,  (1)  sin  ninguna  montaña,y  toda  ella 
verde,  qués  placer  de  mirarla;  y  estag-ente,  farto  man- 
sa, y  por  la  gana  de  haber  de  nuestras  cosas,  y  tenien- 
do que  no  se  les  ha  de  dar  sin  que  den  algo  y  no  lo 
tienen,  toman  lo  que  pueden  y  se  echan  luego  a  na- 
dar; mas  todo  lo  que  tienen  lo  dan  por  cualquiera  cosa 
que  les  den;  que  fasta  los  pedazos  de  las  escudillas 
y  de  las  tazas  de  vidrio  rotas  rescataban,  fasta  que  vi 
dar  16  ovillos  de  algodón  por  tres  ceotis  (2)  de  Por- 
tugal, que  es  una  blanca  de  Castilla,  y  en  ellos  habria 
mas  de  una  arroba  de  algodón  filado.  Esto  defendiera 
y  no  dejara  tomar  a  nadie,  salvo  que  yo  lo  mandara  to- 
mar todo  para  V.  A.,  si  hobiera  en  cantidad.  Aquí  nace 
en  esta  isla;  mas  por  el  poco  tiempo  no  pude  dar  así 
del  todo  fé,  y  también  aquí  nace  el  oro  que  traen  col- 
gado á  la  nariz;  mas  por  no  perder  tiempo  quiero  ir  á  ver 
si  puedo  topar  á  la  isla  de  Cipango  (3).  Agora,  como 
fue  noche,  todos  se  fueron  á  tierra  con  sus  almadias." 

Domingo  14  de  Octubre 
«En  amaneciendo  mandé  aderezar  el  batel  de  la  nao 


(1)  La  mayor  parte  de  las  islas  del  Archipiélago  de 
Bahama  son  de  origen  coralino.  La  isla  de  Guanahani,  o  de 
Watling,  es  un  atollj  como  lo  da  a  entender  la  laguna  cen- 
tral, que  ya  llamara  la  atención  de  Colón,  y  la  grande  res- 
tinga de  piedras  que  cerca  toda  aquella  isla  alrededor,  como 
dice  en  el  domingo  14  de  octubre. — D. 

(2)  Por  Ceuti  o  cepti,  moneda  de  Ceuta  que  corría  en 
Portugal. 

(3)  Marco  Polo,  en  el  cap.  106  de  la  relación  de  su  viage,. 
asegura  haber  visto  esta  isla,  de  la  cual  hace  una  larga  des- 
cripción, y  añade  que  estaba  situada  en  alta  mar,  a  distan- 
cia de  1.500  millas  del  continente  de  la  India.  El  Dr.  Ro- 
bertson  dice  que  probablemente  es  el  Japón.  (Recherches 
hist.  sur  rinde  ancienne,  sec.  3). 


VIAJES    DE    COLÓN  29 

y  las  barcas  de  las  carabelas,  y  fue  al  luengo  de  la  isla, 
en  el  camino  del  Nornordeste,  para  ver  la  otra  parte, 
que  era  de  la  otra  parte  del  Leste  que  habia,  y  tam- 
bién para  ver  las  poblaciones,  y  vide  luego  dos  ó  tres 
y  la  gente,  que  venían  todos  á  la  playa  llamándonos  y 
dando  gracias  á  Dios;  los  unos  nos  traian  agua;  otros, 
otras  cosas  de  comer;  otros,  cuando  veian  que  yo  no 
curaba  de  ir  á  tierra,  se  echaban  á  la  mar  nadando  y 
venían,  y  entendíamos  que  nos  preguntaban  si  eramos  ^^ 
venidos  del  cielo;  y  vino  uno  viejo  en  el  batel  dentro, 
y  otros  a  voces  grandes  llamaban  todos,  hombres  y  mu-  , 
geres:  venid  á  ver  los  hombres  que  vinieron  del  cielo; -iíÜí 
traedles  de  comer  y  de  beber.  Vinieron  muchos  y  mu-  ' 
chas  mugeres,  cada  uno  con  algo,  dando  gracias  á 
Dios,  echándose  al  suelo,  y  levantaban  las  manos  al 
cielo,  y  después  a  voces  nos  llamaban  que  fuésemos  á 
tierra;  mas  yo  temía  de  ver  una  grande  restinga  de 
piedras  que  cerca  toda  aquella  isla  al  rededor,  y  entre 
medias  queda  hondo  y  puerto  para  cuantas  naos  hay 
en  toda  la  cristiandad,  y  la  entrada  dello  muy  angosta. 
Es  verdad  que  dentro  desta  cinta  hay  algunas  bajas; 
mas  la  mar  no  se  mueve  mas  que  dentro  en  un  pozo. 
Y  para  ver  todo  esto  me  moví  esta  mañana,  porque 
supiese  dar  de  todo  relación  á  vuestras  Altezas,  y 
también  adonde  pudiera  hacer  fortaleza,  y  vide  un  pe- 
dazo de  tierra  que  se  hace  como  isla,  aunque  no  lo  es, 
en  que  habia  seis  casas,  el  cual  se  pudiera  atajar  en 
dos  días  por  isla;  aunque  yo  no  veo  ser  necesario,  por- 
que esta  gente  es  muy  simplíce  en  armas,  como  verán 
vuestras  Altezas  de  siete  que  yo  hice  tomar  para  le 
llevar  y  deprender  nuestra  fabla  y  volvellos,  salvo  que 
vuestras  Altezas,  cuando  mandaren,  puédenlos  todos 
llevar  a  Castilla,  ó  tenellos  en  la  misma  isla  captivos^) 
porque  con  50  hombres  los  terna  todos  sojuzgados  y 
les  hará  hacer  todo  lo  que  quisiere;  y  después,  junto 
con  la  dicha  isleta  están  huertas  de  árboles  las  mas 
hermosas  que  yo  vi,  é  tan  verdes  y  con  sus  hojas  como 


30  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

las  de  Castilla  en  el  mes  de  Abril  y  de  Mayo,  y  mucha 
agfua.  Yo  miré  todo  aquel  puerto,  y  después  me  volví 
a  la  nao  y  di  la  vela,  y  vide  tantas  islas,  que  yo  no  sabia 
determinarme  á  cuál  iria  primero,  y  aquellos  hombres 
que  yo  tenia  tomado  me  decian  por  señas  que  eran 
tantas  y  tantas  que  no  habia  número,  y  anombraron 
por  su  nombre  mas  de  100  (1).  Por  ende,  yo  miré  por 
la  mas  garande  (2),  y  aquella  determiné  andar,  y  así 
hago,  y  será  lejos  desta  de  San  Salvador  5  leguas, y  las 
otras,  dellas  mas,  deltas  menos;  todas  son  muy  llanas, 
sin  montañas,  y  muy  fértiles,  y  todas  pobladas,  y  se  ha- 
ll cen  guerra  la  una  á  la  otra,  aunque  estos  son  muy  sim- 
y^P^íces  y  muy  lindos  cuerpos  de  hombres.» 

Lunes  15  de  Octubre 

«Habia  temporejado  esta  noche  con  temor  de  no 
llegar  á  tierra  á  sorgir  antes  de  la  mañana,  por  no  sa- 
ber si  la  costa  era  limpia  de  bajas,  y  en  amaneciendo 
cargar  velas.  Y  como  la  isla  fuese  mas  lejos  de  5  le- 
guas, antes  será  7,  y  la  marea  me  detuvo,  sería  medio 
día  cuando  llegué  á  la  dicha  isla,  y  fallé  que  aquella 
haz,  qués  de  la  parte  de  la  isla  de  San  Salvador^  se 
corre  Norte  Sur,  y  hay  en  ella  5  leguas,  y  la  otra  que 
vo  seguí  se  corría  Leste  Oueste,  y  hay  en  ella  mas  de 
10  leguas.  Y  como  desta  isla  vide  otra  mayor  al 
Oueste,  cargué  las  velas  por  andar  todo  aquel  día  fas 
ta  la  noche,  porque  aun  no  pudiera  haber  andado  al 
cabo  del  Oueste,  á  la  cual  puse  nombre  la  isla  de  San- 


(1)  La  multitud  de  estas  islas  indica  que  deben  ser  las 
que  forman  los  Caicos,  las  ¡naguas  chica  y  grande,  Marigua- 
na, y  demás  que  se  hallan  al  Oeste.  —A/avarreíe. 

Persiste  Navarrete  en  el  error.  Las  islas  a  que  Colón  se 
refiere  son  las  más  occidentales,  pertenecientes  a  las 
Bahama. —  D. 

(2)  Esta  isla  grande  debe  ser  la  que  llaman  Gran  Caico, 
y  dista  de  la  primera  6  V»  leguas. 


VIAJES    DE    COLÓN  31 

ta  María  de  la  Concepción  (1),  y  cuasi  al  poner  del  sol 
sorgí  acerca  del  dicho  cabo,  por  saber  si  habia  allí  oro, 
porque  estos  que  yo  habia  hecho  tomar  en  la  isla  de 
San  Salvador  me  decian  que  ahí  traian  manillas  de  oro 
muy  garandes  á  las  piernas  y  á  los  brazos.  Yo  bien  creí 
que  todo  lo  que  decian  era  burla  para  se  fugir.  Con 
todo,  rai  voluntad  era  de  no  pasar  por  ninguna  isla  de 
que  no  tomase  posesión,  puesto  que  tomado  de  una  se 
puede  decir  de  todas;  y  sorgí  é  estuve  hasta  hoy  Mar- 
tes, que  en  amaneciendo  fui  á  tierra  con  las  barcas  ar- 
madas, y  salí,  y  ellos,  que  eran  muchos,  así  desnudos  y 
de  la  misma  condición  de  la  otra  isla  de  San  Salvador, 
nos  dejaron  ir  por  la  isla  y  nos  daban  lo  que  les  pedia. 
Y  porque  el  viento  cargaba  á  la  traviesa  Sueste  no  me 
quise  detener  y  partí  para  la  nao,  y  una  almadia  gran- 
de estaba  abordo  de  la  carabela  Niñay  y  uno  de  los 
hombres  de  la  isla  de  San  Salvador,  que  en  ella  era, 
se  echó  á  la  mar  y  se  fué  en  ella,  y  la  noche  de  antes 
á  medio  echado  el  otro  (2)  y  fué  atrás  la  alma- 

dia, la  cual  fugió  que  jamas  fué  barca  que  le  pudiese 
alcanzar,  puesto  que  le  teníamos  grande  avante.  Con 
todo  dio  en  tierra,  y  dejaron  la  almadia,  y  alguno  de 
los  de  mi  compañía  salieron  en  tierra  tras  ellos,  y  to- 
dos fugeron  como  gallinas,  y  la  almadia  que  habían 
dejado  la  llevamos  abordo  de  la  carabela  TVma,  adon- 
de ya  de  otro  cabo  venia  otra  almadia  pequeña  con 

(1)  Esta  parece  ser  la  que  hoy  se  llama  Caico  del  Norte; 
aunque  con  el  nombre  de  Santa  María  de  la  Concepción 
comprendió  todo  el  grupo  de  las  islas  inmediatas,  que  se  lla- 
man los  Caicos,  como  se  nota  mas  adelante,  en  el  día  16  de 
Octubre.  —  Navarrete. — Continúa  Navarrete  en  su  error.  La 
isla  de  la  Concepción  se  llama  así  aún  y  pertenece  a  las 
Bahama  y  no  a  los  Caicos. — D. 

(2)  Con  la  ininteligible  escritura  de  esta  palabra  en  el 
original,  y  el  vacío  ó  hueco  que  sigue,  queda  obscuro  el 
sentido  del  período.  Acaso  quiso  decir:  y  la  noche  de  anta 
al  medio  se  echó  el  otro  á  nado,  y  fue  atrás  la  almadia,  &c. 


32  M.    FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

un  hombre,  que  venia  á  rescatar  un  ovillo  de  algodón, 
y  se  echaron  algunos  marineros  á  la  mar  porque  él  no 
queria  entrar  en  la  carabela,  y  le  tomaron;  y  yo,  que 
estaba  á  la  popa  de  la  nao,  que  víde  todo,  envié  por 
él,  y  le  di  un  bonete  colorado  y  unas  cuentas  de  vidrio 
verdes  pequeñas,  que  le  puse  al  brazo,  y  dos  cascabe- 
les, que  le  puse  á  las  orejas,  y  le  mandé  volver  su  al- 
madia, que  también  tenia  en  la  barca,  y  le  envié  á  tie- 
rra; y  di  luego  la  vela  para  ir  á  la  otra  isla  grande  que 
yo  via  al  Oueste,  y  mandé  largar  también  la  otra  alma- 
dia que  traia  la  carabela  Niña  por  popa,  y  vide  des- 
pués en  tierra  al  tiempo  de  la  llegada  de!  otro  á  quien 
yo  habia  dado  las  cosas  susodichas,  y  no  le  habia  que- 
rido tomar  el  ovillo  de  algodón,  puesto  quel  me  lo 
queria  dar,  y  todos  los  otros  se  llegaron  á  él,  y  tenia 
á  gran  maravilla  é  bien  !e  pareció  que  eramos  buena 
gente  y  que  el  otro  que  se  habia  fúgido  nos  habia  he- 
cho algún  daño  y  que  por  esto  lo  llevábamos,  y  á  esta 
razón  usé  esto  con  él  de  le  mandar  alargar,  y  le  di  las 
dichas  cosas  porque  nos  tuviesen  en  esta  estima,  por- 
que otra  vez  cuando  vuestras  Altezas  aquí  tornen  á 
enviar  no  hagan  mala  compañía;  y  todo  lo  que  yo  le 
di  no  valia  4  maravedís.  Y  así  partí,  que  serian  las  diez 
horas,  con  el  viento  Sueste,  y  tocaba  de  Sur  para  pa- 
sar a  estotra  isla,  la  cual  es  grandísima,  y  adonde  to- 
dos estos  hombres  que  yo  traigo  de  la  de  San  Salva- 
dor hacen  señas  que  hay  muy  mucho  oro,  y  que  lo 
traen  en  los  brazos  en  manillas,  y  á  las  piernas,  y  á  las 
orejas,  y  al  nariz,  y  al  pescuezo.  Y  habia  de  esta  isla 
de  Santa  María  á  esta  otra  9  leguas  Leste  Oueste,  y 
se  corre  toda  esta  parte  de  la  isla  Norueste  Sueste,  y 
se  parece  que  bien  habría  en  esta  costa  más  de  28  le- 
guas (1)  en  esta  faz,  y  es  muy  llana,  sin  montaña  nin- 
guna, así  como  aquellas  de  San  Salvador  y  de  Santa 
María,  y  todas  playas  sin  roquedos,  salvo  que  á  todas 


(1)     Son  solo  19  leguas. 


VIAJES    DE    COLÓN  33 

hay  algunas  peñas  acerca  de  tierra  debajo  del  aguai 
por  donde  es  menester  abrir  el  ojo  cuando  se  quiere 
surgir  é  no  surgir  mucho  acerca  de  tierra,  aunque  las 
aguas  son  siempre  muy  claras  y  se  ve  ei  fondo.  Y  des- 
viado de  tierra  dos.  tiros  de  lombarda,  hay  en  todas  es- 
tas islas  tanto  fondo  que  no  se  puede  llegar  á  él.  Son 
estas  islas  muy  verdes  y  fértiles,  y  de  aires  muy  dulces, 
y  puede  haber  muchas  cosas  que  yo  no  sé,  porque  no 
me  quiero  detener  por  calnr  y  andar  muchas  islas  para 
fallar  oro.  Y  pues  estas  dan  así  estas  señas  que  lo  traen 
á  los  brazos  y  á  las  piernas,  y  es  oro,  porque  les  amos- 
tré algunos  pedazos  del  que  yo  tengo,  no  puedo  errar, 
con  el  ayuda  de  nuestro  Señor,  que  yo  no  le  falle 
adonde  nace.  Y  estando  á  medio  golfo  destas  dos  is- 
las, es  de  saber  de  aquella  de  Santa  María  y  de  esta 
grande,  á  la  cual  pongo  nombre  la  Fernandina  (1),  fa- 
llé un  hombre  solo  en  una  almadia  que  sé  pasaba  de  la 
isla  de  Santa  María  á  la  Fernandina,  y  traia  un  poco 
de  su  pan,  que  sería  tanto  como  el  puño,  y  una  cala- 
baza de  agua,  y  un  pedazo  de  tierra  bermeja  hecha  en 
polvo  y  después  amasada,  y  unas  hojas  secas  que  de- 
be ser  cosa  muy  apreciada  entre  ellos,  porque  ya  me 
trujeron  en  San  Salvador  dellas  en  presente,  y  traia  un 
cestillo  á  su  guisa,  en  que  tenia  un  ramalejo  de  cuen- 
tecillas  de  vidrio  y  dos  blancas,  por  las  cuales  conoscí 
quel  venia  de  la  isla  de  San  Salvador,  y  habia  pasado 
á  aquella  de  Santa  María,  y  se  pasaba  á  la  Fernandina, 
el  cual  se  llegó  á  la  nao;  yo  le  hice  entrar,  que  así  lo 
demandaba  él,  y  le  hice  poner  su  almadia  en  la  nao,  y 
guardar  todo  lo  que  él  traia,  y  le  mandé  dar  de  comer 
pan  y  miel,  y  de  beber,  y  así  le  pasaré  á  la  Fernandi- 
na, y  le  daré  todo  lo  suyo,  porque  dé  buenas  nuevas 
de  nos  para,  á  nuestro  Señor  aplaciendo,  cuando  vues- 

(1)  Conócese  ahora  con  el  nombre  de  ¡nagua  chica. — 
Navarrete. — Fiel  a  su  error  original,  Navarrete  cree  ser 
¡nagua  chica  la  isla  que  llamó  Colón  Fernandina,  y  que  hoy 
se  identifica  con  Exama  grande.  —  ü. 

VIAJES  DE  COLÓN  3 


34  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

tras  Altezas  envíen  acá  que  aquellos  que  vinieren  res- 
ciban  honra  y  nos  den  de  todo  lo  que  hobiere.» 

Martes  16  dt   Octubre 

«Partí  de  las  islas  de  Santa  María  de  la  Concepción, 
que  sería  ya  cerca  del  medio  dia,  para  la  isla  Fernán- 
dina,\a.  cual  amuestra  ser  g-randísima  al  Oueste,y  nave- 
gué todo  aqael  dia  con  calmería;  no  pude  llegar  á  tiem- 
po de  poder  ver  el  fondo  para  surgir  en  limpio,  porque 
es  en  esto  mucho  de  haber  gran  diligencia  por  no  pe»*- 
der  las  anclas;  y  así,  temporicé  toda  esta  noche  hasta 
el  dia,  que  vine  á  una  población,  adonde  yo  surgí,  é 
adonde  habia  venido  aquel  hombre  que  yo  hallé  ayer 
en  aquella  almadia  á  medio  golfo,  el  cual  habia  dado 
tantas  buenas  nuevas  de  nos  que  toda  esta  noche  no 
faltó  almadias  abordo  de  la  nao,  que  nos  traían  agua 
y  de  lo  que  tenían.  Yo  á  cada  uno  le  mandaba  dar  al- 
go, es  á  saber,  algunas  contecillas;  10  ó  12  dellas  de 
vidrio  en  un  filo,  y  algunas  scnaias  de  latón  destas  que 
valen  en  Castilla  uñ~  maTaveHí  cada  una,  y  algunas 
agujetas,  de  que  todoTenian  en^rairdísTnia  excelencia, 
y  también  los  mandaba  dar,  para  que  comiesen  cuando 
venían  en  la  nao,  miel  de  azúcar;  y  después,  á  horas  de 
tercia,  envié  el  batel  de  la  nao  en  tierra  por  agua,  y 
ellos  de  muy  buena  gana  le  enseñaban  á  mi  gente 
adonde  estaba  el  agua,  y  ellos  mismos  traían  los  ba 
rriles  llenos  al  batel,  y  se  folgaban  mucho  de  nos  ha- 
cer placer.  Esta  isla  es  grandísima  y  tengo  determina- 
do de  la  rodear,  porque,segun  puedo  entender, en  ella, 
ó  cerca  della,  ha_y_niiaa-jde.jirQ^.  Esta  isla  está  desviada 
de  la  de  Santa  María  8  leguas  cuasi  Leste  Oueste,y  este 
cabo  adonde  yo  vine,  y  toda  esta  costa,  se  corre  Nor- 
norueste  y  Sursueste,y  vide  bien  20  leguas  de  ella,  mas 
ahí  no  acababa.  Agora  escribiendo  esto  di  la  vela  con 
el  viento  Sur  para  pujar  á  rodear  toda  la  isla,  y  traba- 
jar hasta  que  halle  Samoet,  que  es  la  isla  ó  ciudad 


VIAJES   DE   COLÓN  35 

adonde  es  el  oro,  que  así  lo  dicen  todqs  estos  que 
aquí  vienen  en  la  nao  y  nos  lo  decían  los  de  la  isla 
de  San  Salvador  y  de  Santa  María.  Esta  gfente  es  se- 
mejante á  aquellas  de  las  dichas  islas,  y  una  fabla  y 
unas  costumbres,  salvo  questos  ya  me  parecen  algún 
tanto  mas  dom.éstica^ente,  y  de  tracto,  y  mas  sotiles, 
porque  veo  que  han  traído  algodón  aquí  á  la  nao  y 
otras  cositas:  que  saben  mejor  refetar  (1)  el  pagamen- 
to que  no  hacían  los  otros;  y  aun  en  esta  isla  vide  pa- 
ños de  algodón  fechos  como  mantillos,  y  la  gente  mas 
dispuesta,  y  las  mugeres  traen  por  delante  su  cuerpo 
una  cosita  de  algodón  que  escasamente  les  cobija  su 
natura.  Ella  es  isla  muy  verde  y  llana  y  fértilísima,  y  no 
pongo  duda  que  todo  el  año  siembran  panizo  y  cogen, 
vasLiodas  otras  cosas;  y  vide  muchos  árboles  muy 
fií^rrnpg^dp  Ins  nnpstrn<^j  y  dellos  que  tenían  los  ra- 
mos de  muchas  maneras  y  todo  en  un  pie,  y  un  ramito 
es  de  una  manera  y  otro  de  otra,  y  tan  disforme  que 
es  la  mayor  maravilla  del  mundo  cuánta  es  la  dJi^aLsl; 
dad  de  la  unalñanera  a  la7>t][fi.  verbí  o-racia:  un^ramo 
"tenia  las  tojas  a  manera  de  canas  y  otro  de  manera  de 
lentisco;  y  así,  en  un  solo  árbol,  de  cinco  ó  seis  de  es- 
tas maneras,  y  todos  tan  (feacsg^;  ni  estos  son  enjeri- 
dos,  porque  se  pueda  ^^r>l^  gn^VI  ^jj^rtr^  lo  hace,  an^ 
tes  son  por  los  montes,  ni  curí(cíello^  esta  gente.  No 
le  conozco  secta  ninguna/ y  cr^eO^'^e  muy  presto  syVj(í' 
tofnarian  cristianos,  porque  ellos  son  de  muy  buen  en- 
tender. Aquí  sonólos  peces  tan  disformes  de  los  nues- 
irn<  qiip«^  pnaravilla.  Hay  algunos  hechos  como  gallos 
de  las  mas  finas  colores  del  mundo,  azules,  amarillos, 
colorados  y  de  todas  colores,  y  otros  pintados  de  mil 
maneras;  y  las  colores  son  tan  finas  que  no  hay  hom- 
bre que  no  se  maraville  y  no  tome  gran  descanso  á 
verlos.  También  hay  ballenas;  bestias  en  tierra  no  vide 


(1)     Acaso  refertar,  v.  a.  ant.:  contradecir,  repugnar,  re- 
sistir, rehusar  ó  regatear. 


36  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

ninguna  de  ninguna  manera,  salvo  papagayos  y  la- 
gartos; un  mozo  me  dijo  que  vido  una  grande  culebra. 
Ovejas  ni  cabras  ni  otra  ninguna  bestia  vide,  aunque 
yo  he  estado  aquí  muy  poco,  queesjgedjo  día;  mas 
si  las  hobiese  no  pudiera  jerrarjde^ver  alguna.  El  cer- 
co  destaísTa  escribiré  después  qüe~yo  la  "Robiere  ro- 
deado,» 

Miércoles  17  de  Octubre 

«A  medio  día  partí  de  la  población  adonde  yo  es- 
taba surgido,  y  adonde  tomé  agua  para  ir  rodear  esta 
isla  Fernandina,  y  el  viento  era  Sudueste  y  Sur;  y 
como  mi  voluntad  fuese  de  seguir  esta  costa  desta  isla 
adonde  yo  estaba  al  Sueste,  porque  así  se  corre  toda 
Nornorueste  y  Sursueste,  y  quería  llevar  el  dicho  cami- 
no  de  Sur  y  Sueste,  porque  aquella  parte  todos  estos 
(^^¿¿que  traigo  y  otro  de  quien  hobe  señas  en  esta 
parte  dei  Sur  á  la  isla  á  que  ellos  llaman  Samoet, 
o  adonde  es  el  oro;  y  Martin  Alonso  Pinzón,  capitán  de 
la  carabela  P/nía,  en  la  cual  yo  mandé  a  tres  de  estos 
indios,  vino  á  mí  y  me  dijo  que  uno  dellos  muy  certi- 
ficadamente le  había  dado  á  entender  que  por  la  par- 
te del  Nornorueste  muy  mas  presto  arrodearía  la  isla. 
Yo  vide  que  el  viento  no  me  ayudaba  por  el  camino 
que  yo  quería  llevar,  y  era  bueno  por  el  otro;  di  la 
vela  al  Nornorueste,  y  cuando  fué  acerca  del  cabo  de 
la  isla,  á  dos  leguas,  hallé  un  muy  maravilloso  puerto 
con  una  boca,  aunque  dos  bocas  se  le  puede  decir, 
porque  tiene  un  isleo  en  medio,  y  son  ambas  muy  an- 
gostas, y  dentro  muy  ancho  para  cien  (1)  navios  si 
fuera  fondo  y  limpio,  y  fondo  al  entrada;  parecióme 
razón  del  ver  bien  y  sondear,  y  así  surgí  fuera  del,  y 
fui  en  él  con  todas  las  barcas  de  los  navios,  y  vimos 
que  no  había  fondo.  Y  porque  pensé  cuando  yo  le  vi 
que  era  boca  de  algún  rio,  había  mandado  llevar  barri- 


(1)     En  el  original  dice  parecían;  pero  es  error  conocido. 


VIAJES   DE   COIlÓN  37 

les  para  lomar  agua,  y  en  tierra  halé  unos  ocho  ó  diez 
hombres,  que  luego  vinieron  á  aós,  y  nos  amostraron 
ahi  cerca  la  población,  adonde  yo  envié  la  gente  por 
agua,  una  parte  con  armag,  otros  con  barriles,  y  así  la 
tomaron;  y  porque  era  iejuelos  me  detuve  por  espacio 
de  dos  horas.  En  este  tiempo  anduve  así  por  aquellos 
árboles,  que  era  la  cosa  mas  fermosa  de  ver  que  otra 
que  se  haya  visto,  veyendo  tanta  verdura  en  tanto 
grado  rqrpn  pn  f^\  m^n  dfí  Mayo  en  el  Andalucía,  y  los 
árboles  todos  están  tan  disformes  de  los_^nuestros  como 
el  dia  de  la  noche;  y  así  lásTrutas^_j^L  así  las  verTias 
y  l»snj<>flr».<s  y  ^ndas  Jas  cosas.  Verdad  es  que  algunos 
árboles  eran  de  la  naturaleza  de  otros  que  hay  en 
Castilla,  por  ende  había  muyWan  diferencí^,  y  los 
otros  árboles  de  otras  maneras  eran  tantos  que  no  hay 
persona  que  lo  pueda  decir  ni  asemejar  á  otros  de 
Castilia*  La  gente  toda  era  una  con  los  otros  ya  di- 
chos, délas  mismas  conHiriOTí*'^  y  ^*''  A^en^^Ar^c  y  ^p> 
la  misma  estatura,  v  dallan  de  lo  que  tenían  por  cual- 
qmcra  cosa  que  les  diesen;  y  aquí  vide  que  unos  mo- 
zos de  los  navios  les  trocaron  azagayas  por  unos  pe- 
dazuelos  de  escudillas  rotas  y  de  vidrio,  y  los  otros  que 
fueron  por  el  agua  me  dijeron  cómo  habían  estado  en 
sus  casas,  y  que  eran  de  dentro  muy  barridas  y  lim- 
pias, y  sus  camas  y  paramentos  de  cosas  que  son  como 
redes  de  algodón  (1);  ellas  las  casas  son  todas  á 
manera  de  alfaneques,  y  muy  altas  y  buenas  chinne- 
neas  (2);  mas  no  vide  entre  muchas  poblaciones  que 
yo  vide  ninguna  que  pasase  de  12  hasta  15  casas.  Aquí 
fallaron  que  las  mugeres  casadas  traían  bragas  de  al- 
godón; las  mozas  no,  sino  salvo  algunas  que  eran  ya  de 


(1)  Llámanse  hamacas. 

(2)  Estas  chimeneas  no  son  para  humeros,  sino  unas 
coronillas  que  tieiten  encima  las  casas  de  paja  de  los  in- 
dios. Por  esto  lo  dice,  puesto  que  dejan  abierto  por  arriba 
algo  para  que  salga  el  humo. — Casas. 


38  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

edad  de  18  años.  Y  ahí  había  perros  mastines  y  bran- 
chetes,  y  ahí  fallaron  uno  que  había  al  nariz  un  peda- 
zo de  oro  que  sería  como  la  mitad  de  un  castellano, 
en  el  cual  vieron  letrasj  reñí  yo  con  ellos  porque  no  se 
lo  resgataron  y  dieron  cuanto  pedia,  por  ver  qué  era  y 
cuya  esta  moneda  era;  y  ellos  me  respondieron  que 
nunca  se  le  osó  rescatar.  Después  de  tomada  la  agua 
volví  á  la  nao,  y  di  la  vela,  y  salí  al  Norueste  tanto  que 
yo  descubrí  toda  aquella  parte  de  la  isla  hasta  la  costa 
que  se  corre  Leste  Oueste,  y  después  todos  estos  in- 
dios tornaron  á  decir  que  esta  isla  era  mas  pequeña 
que  no  la  isla  Samoet,  y  que  seria  bien  volver  atrás 
por  ser  en  ella  mas  presto.  El  viento  allí  luego  mas 
calmó  y  comenzó  á  ventar  Ouesnorueste,  el  cual  era 
contrario  para  donde  habíamos  venido,  y  así  tomé  la 
vuelta  y  navegué  toda  esta  noche  pasada  al  Lestesues- 
te,  *y  cuándo  al  Leste  todo  y  cuándo  al  Sueste;  y  esto 
para  apartarme  de  la  tierra  porque  hacia  muy  gran  ce- 
rrazón y  el  tiempo  muy  cargado;  él  era  poco  y  no  me 
dejó  llegar  á  tierra  á  surgir.  Así  que  esta  noche  llovió 
muy  fuerte  después  de  media  noche,  hasta  cuasi  el  dia, 
y  aun  está  nublado  para  llover;  y  nos,  al  cabo  de  la 
isla  de  la  parte  del  Sueste,  adonde  espero  surgir  fasta 
que  aclarezca,  para  ver  las  otras  islas  adonde  tengo  de 
ir;  y  así,  todos  estos  días  después  que  en  estas  Ir^dji^s 
estoy  ha  llovido  poco  ó  mucho.  Crean  vuestras  Alte- 
I  zas  que  es  esta  tierra  la  mejor  é  mas  f^'^HI»  Y  ^pni^f^f^- 
I  da,  y  llana,  y  fiuena  que  haya  en  el  mundo.> 


Jueves  18  de  Octubre 

«Después  que  aclaresció  seguí  el  viento,  y  fui  en 
derredor  de  la  isla  cuanto  pude,  y  surgí  al  tiempo  que 
ya  no  era  de  navegar;  mas  no  fui  en  tierra,  y  en  ama- 
neciendo di  lavela.> 


VIAJES    DE   COLÓN  39 


Viernes  19  de  Octubre 

«En  amaneciendo  levanté  las  anclas  y  envié  la  ca- 
rabela Pinta  al  Leste  y  Sueste  y  la  carabela  Niña  al 
Sursueste,  y  yo  con  la  nao  fui  al  Sueste,  y  dado  orden 
que  llevasen  aquella  vuelta  fasta  medio  dia,  y  después 
que  ambas  se  mudasen  las  derrotas  y  se  recogieran 
para  mí;  y  luego,  antes  que  andásemos  tres  horas, 
vimos  una  isla  al  Leste,  sobre  la  cual  descargamos,  y 
llegamos  a  ella  todos  tres  navios  antes  de  medio  dia  á 
la  punta  del  Norte,  adonde  hace  un  isleo  y  una  restin- 
ga de  piedra  fuera  de  él,  al  Norte,  y  otro  entre  él  y  la 
isla  grande,  la  cual  anorobraron  estos  hombres  de  San 
Salvador  quG  yo  traigo  la  isla  Saometg,  a  la  cual 
pipe  nombre  lá^TsaSe^^^^d).  Üi  viento  era  Norte,  y 
quedaba  el  dicho  isleo  en  derrota  de  la  isla  Fernán- 
dinay  de  donde  yo  habia,45artido,  Leste  Oueste,  y  se 
corria  después  la  costa  desde  el  isleo  al  Oueste, y  habia 
en  ella  12  leguas  fasta  un  cabo,  á  quien  yo  lla^né  q1 
CabsJiexinQSüu^^^  es  de  la  parte  del  Oueste;  y  así  es 
fermoso,  redondo  y  muy  fondo,  sin  bajas  fuera  de  él, 
y  al  comienzo  es  de  piedra  y  bajo,  y  mas  adentro  es 
playa  de  arena,  como  cuasi  la  dicha  costa  es,  y  ahí  sur- 
gí esta  noche.  Viernes,  hasta  la  mañana.  Esta  costa 
toda  y  la  parte  de  la  isla  que  yo  vi  es  toda  cuasi  playa, 
y  la  isla  más  fermosa  cosa  que  yo  vi;  que  si  las  otras 
son  muy  hermosas,  esta  es  mas:  es  de  muchos  árboles 
y  muy  verdes,  y  muy  grandes,  y  esta  tierra  es  mas  alta 

(1)  Parece  que  la  Isabela  corresponde  a  la  isla  que  aho- 
ra se  conoce  con  el  nombre  de  ¡nagua  grande,  y  los  indios 
llamaban  Saomeio. — Navarrete. 

Es  la  isla  Larga  del  Archipiélago  de  las  Lucayas— al 
£.  de  la  isla  Fernandina — ,  que  ]uan  de  la  Cosa,  en  su 
mapa  de  1500,  llama  Yumay.— D. 


40^"  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

que  las  otras  islas  falladas,  y  en  ella  al^ún  altillo,  no 
que  se  le  pueda  llamar  montaña,  mas  cosa  que  afer- 
mosea  lo  otro,  y  parece  de  muchas  aguas  allá  al  me- 
dio de  la  isla;  de  esta  parte  al  Nordeste  hace  una 
grande  angla,  y  ha  muchos  arboledos,  y  muy  espesos 
y  muy  grandes.  Yo  quise  ir  á  surgir  en  ella  para  salir 
á  tierra  y  ver  tanta  fermosura;  mas  era  el  fondo  bajo  y 
no  podía  surgir  salvo  largo  de  tierra,  y  el  viento  era 
muy  bueno  para  venir  á  este  cabo  adonde  yo  surgí 
agora,  al  cual  puse  nombre  Cabo  FermosOy  porque  así 
lo  es;  y  así,  no  surgí  en  aquella  angla,  y  aun  porque 
vide  este  cabo  de  allá  tan  verde  y  tan  fermoso,  así 
como  todas  las  otras  cosas  y  tierras  destas  islas,  que  yo 
no  sé  adonde  me  vaya  primero,  ni  me  sé  cansar  los  ojos 
de  ver  tan  fermosas  verduras  y  tan  diversas  de  las 
nuestras^  aun  creo  que  ha  en  ella  muchas  yerFas  y 
mlichos  árboles  que  val^n  itiuchoen  España  para  tm- 
juras  y  para  medicinas  de  especería;  mas  yo  no  los 
co^mazcQ^  de  que  llevo  grande  p¿Sa.  V  llegando  yo 
aquí  á  esté"  cabo  vino  el  olor  tan  bueno  y  suave  de 
flores  ó  árboles  de  la  tierra,  que  era  la  cosa  mas  dulce 
del  mundo.  De  mañana,  antes  que  yo  de  aquí  vaya,  iré 
en  tierra  á  ver  qué  es  aquí  en  el  cabo;  no  es  la  po- 
blación salvo  allá  mas  adentro,  adonde  dicen  estos 
hombres  que  yo  traigo  que  está  el  Rey  y  que  trae  mu- 
cho oro;  y  yo  de  mañana  quiero  ir  tanto  avante  que 
halle  la  población  y  vea^Jmj^aJ_enguacpnjest£^-R^ 
que  según  estos  dan  las  señas  él  señorea  todas  estas 
islas  comarcanas,  y  va  vestido^  y  trae  sobre__sL-mucho 
oro;  aunque j)n  doy  mucl>^  f^  a  sus  derireSf  así  por  no 
los  eñtender^o__bien,  comojgn  cognoscer  qu.^llQg  son 
tari  pobres  de  oroque  cualquiera. poco  que_este_JRey 
tfSfgtí  les"pfaréce  á  ellos  mu¿ho.  fcste  á  quien  yo  digo 
Cabo  fermoso  creo  que  es  Tila  apartada  de  Saofntto^ 
f  átrh  h^y  ya  ó^rá  éntr eméíFías  pequeña;  yo  no  curo  asi 
dé  ver  tanto  por  merttidov  porcjue  níó  ío  podía  facer  en 
cincuenta  años,  porque  quiero  ver  y  descubrir  lo  iftas 


VIAJES   DE   COLÓN  41 

que  yo  pudiere,  para  vol\^er  a  vuestras  Altezas;  á  nues- 
do  Señor  aplaciendo,  en  Abril.  Verdad  es  que  fallan- 
to  adonde  haya  oro  o  especería  en  cantidad  me  dé- 
teme fasta  que  yo  haya  dello  cuanto  pudiere;  y  por 
esto  no  fago  sino  andar  para  ver  de  topar  en  ello.» 

Sábado  20  de  Octubre 

«Hoy  a!  sol  salido  levanté  las  anclas  de  donde  yo 
estaba  con  la  nao  surgido  en  esta  isla  de  SaometOf  al 
cabo  del  Sudueste,  adonde  yo  puse  nombre  el  Cabo 
de  la  Laguna,  y  á  la  isla  la  Isabela,  para  navegar  al 
Nordeste  y  al  Leste  de  la  parte  del  Sueste  y  Sur, 
adonde  enteiidJLjJe  estos  hombres  que  yo  traigo  que 
era  la  poBTacíon  y  el  Rey  de  ella,  y  fallé  todo  tan  bajo 
el  fondo  que  no  pude  entrar  ni  navegar  á  ello,  y  vide 
que  siguiendo  el  camino  del  Sudueste  era  muy  gran 
rodeo,  y  por  esto  determiné  de  me  volver  por  el  ca- 
mino que  yo  habia  traido  del  Nornordeste  de  la  parte 
del  Oueste,  y  rodear  esta  isla  para  (1)  el  viento 

me  fué  tan  escaso  que  yo  nunca  pude  haber  la  tierra  al 
longo  de  la  costa,  salvo  en  la  noche;  y  por  qués  peli- 
gro (2)  surgir  en  estas  islas,  salvo  en  el  dia,  que  se  vea 
con  el  ojo  adonde  se  echa  el  aucla,  porque  es  todo 
manchas,  una  de  limpio  y  otra  de  non,  yo  me  puse  á 
temporejar  á  la  vela  toda  esta  noche  del  Domingo. 
Las  carabelas  surgieron  porque  se  hallaron  en  tierra 
temprano,  y  pensaron  que  á  sus  señas,  que  eran  coS- 
tumbradas  de  hacer,  iría  á  surgir;  mas  no  quise.» 

Domingo  21  de  Octubre 

«A  las  diez  horas  llegué  aquí  á  este  cabo  del  isleo» 
y  surgí,  y  asimismo  las  carabelas;  y  después  de  haber 

(1)  Igual  vácí<>  en  t\  órrgíriál:  pfárecc  falta  reconocerla,' 

(2)  Así  el  original:  parece  ha  de  déóif  péligrótiy. 


42  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

comido  fui  en  tierra,  adonde  aquí  no  habia  otra  pobla- 
<;ión  que  una  easa,  en  la  cual  no  fallé  á  nadie:  que  creo 
que  con  tejnor  se  habian  fúgido,  porque  en  ella  esta- 
ban todos  sus  aderezos  de  casa.  Yo  no  les  dejé  tocar 
nada,  salvo  que  me  salí  con  estos  capitanes  y  gente  á 
ver  la  isla;  que  si  las  otras  ya  vistas  son-  muy  fermosas 
y  verdes  y  fértiles,  esta  es  mucho  mas  y  de  grandes 
arboledos  y  muy  verdes.  Aqui  es  unas  grandes  lagu- 
nas, y  sobre  ellas  y  á  la  rueda  es  el  arboledo  en  mara- 
villa, y  aquí  y  en  toda  la  isla  son  todos  verdes  y  las 
yerbas  congojen  el  Abril  en  «el  Andalucía;  y  el  cantar 
de  los  pajaritos,  que"]parece  que  er"Kqm£¿.  nunca  se 
querría  partir  de  aquí,  y  las  manadas  de  los  papaga- 
yos, que  ascurecen  el  sol;  y  aves  y  pajaritos  de  tantas 
maneras  y  tan  diversas  de  las  nuestras,  que  es  maravi- 
lla; y  después  ha  árboles  de  mil  maneras,  y  todos  de  su 
manera  fruto,  y  todos  huelen  que  es  maravilla,  que  yo 
estoy  el  m^.q  penad p  del  mundo  de  no  los  (cogñóscef, 
porque  soy  bien  cjerfo  que  todos  son  cosa  de  vaJíaT  V 
^de  ellos  traigo  la  demuestra,  y  asimismo  de  las  yerbas, 
ludando  así  en  cerco  de  una  destas  lagunas  vide  una 
sierpe  (1),  la  cual  matamos  y  traigo  el  cuero  a  vues- 
tras Altezas.  Ella  como  nos  vido,  se  echó  en  la  lagu- 
na, y  nos  le  seguimos  dentro,  porque  no  era  muy  fon- 
da, fasta  que  con  lanzas  la  matamos:  es  de  7  palmos 
en  largo;  creo  que  destas  semejantes  hay  aqui  en  esta 
laguna  muchas.  Aquí  cognoscí  del  lináloe  (2), y  mañana 
he  determinado  de  hacer  traer  á  la  nao  10  quintales, 
porque  me  HijTftn  giig  y^lp.  mnrhn.  Tamhiftn  andando 
en  busca  de  muy  buena  agua  fuimos  á  una  población 
aquí  cerca,  adonde  estoy  surto  media  legua;  y  la  gen- 
te della  como  nos  sintieron,  dieronJtQdos  á  fugir,  y  de- 
jaron las  casas,  y  escondieron  su  ropa  y  lo  que  tenían 


(1)  YGana  (Iguana)  debió  de  ser  esta. —Casas. 

(2)  Lo  mismo  que  áloe,  planta  de  la  que  se  extrae  el 
acíbar,  jugo  concreto  de  las  hojas. — D. 


VIAJES   DE   COLÓN  43 

por  el  monte;  yo  no  dejé  tomar  nada  ni  la  valia  de  un 
alfiler.  Después  se  llegaron  á  nos  unos  hombres  de- 
líos,  y  uno  se  llegó  del  todo  aquí;  yo  di  unos  cascabe- 
les y  unas  cuentecillas  de  vidrio,  y  quedó  muy  conten- 
to y  muy  alegre,  y  porque  la  amistad  creciese  mas  y 
los  requiriese  algo  le  hice  pedir  agua,  y  ellos,  después 
que  fui  en  la  nao,  vinieron  luego  á  la  playa  con  sus  ca- 
labazas llenas  y  folgaron  mucho  de  dárnosla,  y  yo  les 
mandé  dar  otro  ramalejo  de  cuentecillas  de  vidrio,  y 
dijeron  que  de  mañana  vernian  acá.  Yo  queria  hinchir 
aquí  toda  la  vasija  de  los  navios  de  agua;  por  ende,  si 
el  tiempo  me  da  lugar,  luego  me  partiré  á  rodear  esta 
isla  fasta  que  yo  haya  lengua  con  este  Rey,  y  ver  si 
puedo  haber  del  el  oro  que/>yn  que  trfí<^T  y  después 
partir  para  otraTsía  grande  mucho,  que  creo  que  debe 
ser  C ¿pango,  según  las  señas  que  me  dan  estos  indios  \  vi 
que  yo  traigo,  á  la  cual  ellos  llaman  Colba  (1),  en  la  \^ 
cual  dicen  que  ha  naos  y  mareantes  muchos  y  muy 
grandes,  y  de  esta  isla  otra  que  llaman  Bosio  (2),  que 
también  dicen  qués  muy  grande,  y  á  las  otras  que  son 
entremedio  veré  así  de  pasada,  y  según  yo  fallare  re- 
caudo de  oro  ó  especería  determinaré  lo  que  he  de 
facer.  Mas  todavía  tengo  determinado  de  ir  á  la  tierra 
firme  y  á  la  ciudad  de  Guisay,  y  dar  las  cartas  de  vues- 
tras Altezas  al  Gran  Can  (3)  y  pedir  i espuesta,  y  venir 
con  ella.» 


(1)  Parece  error  en  el  original,  por  Cuba,  como  se  com- 
prueba mas  adelante. 

(2)  Acaso  Bohío,  como  dice  después. 

(3)  Colón  creyó  siempre  haber  descubierto  las  costas 
orientales  de  la  India.  Así,  pensaba  ir  a  Guisay  (Kinsai  o 
Hang-Cheufu,  en  China)  y  visitar  después  al  Gran  Khan. 
Quedaba  el  Gran  Khan  como  un  eco  o  recuerdo  de  los  re- 
latos de  los  viajeros  venecianos.  En  el  siglo  xiii,  Khubilai 
Khan,  en  la  época  que  la  dinastía  de  los  Tchinguis  alcanzó 
su  apogeo,  intentó  una  expedición  guerrera  al  Japón  (el 
Cipango  de  la  Edad  Media). — D. 


44  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Lunes  22  de  Octubre 

«Toda  esta  noche  y  hoy  estuve  aquí  aguardando   si 
o  el  Rey  de  aquí  ó  otras  personas  traerían  oro  ó  otra  cosa 
de  sustancia,  y   vinieron   muchos  de  esta  gente,  se- 
mejantes á  los  otros  de  las  otras  islas;  así^desLniídos  y 

llos  de  prieto,  y  así  de  lP"^has  maperas.  Traían  azaga- 
yas  y  algunos  ovillos  de  algodón  a  resgatar,  el  cual 
trocaban  aquí  con  algunos  marineros  por  pedazos  de 
vidrio,  de  tazas  quebradas  y  por  pedazos  de  escudi- 
llas de  barro.  Algunos  dellos  traían  algunos  pedazos 
^  de  oro  colgado  al  nariz,  el  cual  de  buena  gana  daban 
por  un  cascabel  destos  de  pié  de  gavilano  y  por  cuen- 
tecillas  de  vidrio;  mas  es  tan  poco,  que  no  es  nada; 
que  es  verdad  que  cualquiera  poca  cosa  queleTes  dé 
ellos  también  tenían  á  gran  maravilla  nuestra  venida,  y 
creían  que  erarnos  venidos  del  cielo.  Tomamos  agua 
para  los  navtosen  una  laguna  que  aquí  está  acerca  del 
Cabo  del  isleo,  que  así  la  nombré,  y  en  la  dicha  laguna 
Martin  Alonso  Pinzón,  capitán  de  la  Pinta^  mató  otra 
sierpe  tal  como  la  otra  de  ayer,  de  7  palmos,  y  fice  to- 
mar aquí  del  lináloe  cuanto  se  falló.» 

Martes  23  de  Octubre 

«Quisiera  hoy  partir  para  la  isla  de  Cuba,  que  creo 
que  debe  ser  Cipango,  según  las  señas  que  dan  esta 
gente  de  la  grandeza  della  y  riqueza,  y  no  me  déteme 
mas  aquí  ni  (1)  esta  isla  alrededor  para   ir   á   la 

pobUcion,  como  tenia  determinado,   para  haber  len- 
gua con  este  Rey  ó  Señor,  que  es  por  no  me  detener 
c  mucho,  pues  veo  que  ac[iiijroJxay-iitÍDLa.^  oro,  y  al 


(1)     Igual  vacío  en  el  original. 


VIAJES    DE    COLÓN  45 

rodear  de  estas  islas  ha  menester  muchas  maneras  de 
viento,  y  no  vienta  así  como  los  hoonbres^ querrían^ 
pues  es  de  andar  adonde  haya  trato  grande,  digo  que 
no  es  razón  de  se  detener  salvo  ir  á  camino,  y  calar 
mucha  tierra  fasta  topar  en  tierra  muy  provechosa, 
aunque  mi  entender  es  questa  sea  muy  provechosa  de 
especería;  mas  que  yo^OLia-XOgJiQzao^  qjue  lJevQ._ia^ 
mayor  penadel  mundoTgue  veo  mil  maneras  de  árbo- 
fes  que  tieñé~cada  uno  su  manera  de  íruta^  Y- ^S!J^ 
37f>r^rññmo  ij^n  t^^pana  <^n  pI  m^s  dp  May^  y  Jiinin.^y 
roil  xnanf-r^ifi  dff  y^bas.  eso  mesmo  con  flores,y  de  todo 
no  se  cognosció,  salvo  este  lináloe  de  que  hoy  man- 
dTTamjjJen  traerá  la  nao  mucho  para  llevaFa  vuestráS' 
Alteras.  Y  no  he  dado  ni  doy  la  vela  para  ~Lu6a  por- 
que  no  hay  viento,  salvo  calma  muerta  y  llueve  mucho; 
y  llovió  ayer  mucho  sin  hacer  ningún  frió,  antes  el  día 
hace  calor,  y  las  noches  temperadas  como  en  Mayo 
en^^£>aiía  en  el  Andal^^ría.»^  •""'  ^ 

Miércoles  24  de  Octubre 

«Esta  noche  á  media  noche  levanté  las  anclas  de  la 
isla  Isabela  del  Cabo  del  isleo,  qués  de  la  parte  del 
Norte  adonde  yo  estaba  posado,  para  ir  á  la  isla  de 
Cuba,  adonde  oí  desta  gente  que  era  muy  grande  y  de 
gran  trato,  y  habia  en  ella  oro,  y  especerías,  y  naos 
grandes,  y  mercaderes;  y  me  amostró  que  al  Ouesud- 
ueste  iría  á  ella,  y  yo  asi  lo  tengo,  porque  creo  que  si 
es  así  como  por  señas  que  me  hicieron  todos  los  indios 
de  estas  islas  y  aquellos  que  llevo  yo  en  los  navios,  por- 
que  por  lengua  no  los  entiendo^  es  la  isla  de  Cipan- 
>,  de 


go,  de  que  se  cuentan  cosas  maravillosas  (1),  y  en  las 

(1)  Según  Humboidt,  con  referencia  a  Titsing  (Anales 
de  los  Emperadores  del  Japón),  en  contraste  con  la  riqueza 
que  Colón  atribuía  al  Japón,  reinaba  entonces  un  dairio, 
Go-tsutsi  Mikado  no-in,  tan  mísero  que  hubo  de  enterrár- 
sele pobremente.  Reinó  de  1465  a  1500.—/). 


^ 


46  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

esperas  (1)  que  yo  vi  y  en  las  pinturas  de  mapamundos 
es  ella  en  esta  comarca,  y  asi  navegué  fasta  el  día  al 
Ouesudueste,  y  amaneciendo  calmó  el  viento  y  llovió, 
y  así  casi  toda  la  noche;  y  estuve  así  con  poco  viento 
fasta  que  pasaba  de  medio  día,  y  entonces  tornó  á  ven- 
tar muy  amoroso,  y  llevaba  todas  mis  velas  de  la  nao, 
maestra,  dos  bonetas,  y  trinquete,  y  cebadera,  y  meza- 
na,  y  vela  de  gavia,  y  el  batel  por  popa;  así  anduve  al 
camino  fasta  que  anocheció,  y  entonces  me  quedaba  el 
Cabo  Verde  (2)  de  la  isla  Fernandinat  el  cual  es  de  la 
parte  de  Sur;  á  la  parte  de  Oueste  me  quedaba  al  Nor- 
ueste, y  hacia  de  mí  á  él  7  leguas.  Y  porque  ventaba 
ya  recio  y  no  sabia  yo  cuánto  camino  hobiese  fasta 
la  dicha  isla  de  Cubay  y  por  no  la  ir  á  demandar  de 
noche,  porque  todas  estas  islas  son  muy  fondas  a  no 
hallar  fondo  todo  en  derredor,  salvo  á  tiro  de  dos 
lombardas,  y  esto  es  todo  manchado  un  pedazo  de  ro- 
quedo y  otro  de  arena,  y  por  esto  no  se  puede  segu- 
ramente surgir  salvo  á  vista  de  ojo,  y  por  tanto  acordé 
de  amainar  las  velas  todas,  salvo  el  trinquete,  y  andar 
con  él,  y  de  á  un  rato  crecía  mucho  el  viento  y  hacia 
mucho  camino,  de  que  dudaba,  y  era  muy  gran  cerra- 
zón, y  llovía;  mandé  amainar  el  trinquete  y  no  anduvi- 
mos esta  noche  dos  leguas  >,  &c. 


Jueves  25  de  Octubre 

Navegó  después  del  sol  salido  al  Oueste  Sudueste 
hasta  las  nueve  horas;  andarían  5  leguas;  después 
mudó  el  camino  al  Oueste;  andaban  8  millas  por  hora, 
hasta  la  una,  después  de  medio  dia,  y  de  alii  hasta  las 
tres,  y  andarían  44  millas.  Entonces  vieron  tierra,  y 


(1)  Acaso  por  esferas. 

(2)  Todavía  se  llama  así  el  cabo  meridional  de  la  isla 
Larga  (Long  Island).  -  D. 


VIAJES    DE    COLÓN  47 

eran  7  á  8  islas  (1),  en  lueng^o  todas  de  Norte   a  Sur; 
distaban  de  ellas  5  leg^uas,  &c. 

Viernes  26  de  Octubre 

Estuvo  de  las  dichas  islas  de  la  parte  del  Sur;  era 
todo  bajo  cinco  ó  seis  leguas;  surgió  por  allí.  Dijeron 
los  indios  que  llevaba  que  habia  dellas  a  Cuba  anda- 
dura de  dia  y  medio  con  sus  almadias,  que  son  nave- 
tas de  un  madero,  adonde  no  llevan  vela.  Estas  son  las 
canoas.  Partió  de  allí  para  Cuba,  porque  por  las  señas 
que  los  indios  le  daban  de  la  grandeza  y  del  oro  y 
perlas  della  pensaba  que  era  ella,  conviene  á  saber^ 
Cipango, 

Sábado  27  de  Octubre 

Levantó  las  anclas  salido  el  sol  de  aquellas  islas,  que 
llamó  las  islas  de  Arena  por  el  poco  fondo  que  tenían 
de  la  parte  del  Sur  hasta  6  leguas.  Anduvo  8  millas 
por  hora  hasta  la  una  del  día  al  Sursudueste,  y  ha- 
brían andado  40  millas,  y  hasta  la  noche  andarían 
28  millas  al  mesmo  camino,  y  antes  de  noche  vieron  tie- 
rra. Estuvieron  la  noche  al  reparo,  con  mucha  lluvia 
que  llovió.  Anduvieron  el  Sábado  fasta  el  poner  del 
sol  17  leguas  al  Sursudueste. 

Domingo  28  de  Octubre 

Fue  de  allí  en  demanda  de  la  isla  de  Cuba  al  Sur- 
sudueste, á  la  tierra-della  mas  cercana,  y  entró   en   un 


(1)  Deben  ser  los  Cayos  orientales  y  meridionales  del 
Gran  Banco  de  Bahama,  que  despiden  placer  de  sonda  al 
Sur,  y  donde  estuvo  fondeado  Colon  el  día  26  de  Octubre, 
partiendo  desde  allí  para  dar  vista  á  Cuba,  como  en  efecto 
la  vio,  entrando  el  día  28  en  el  puerto  de  Ñipe. 


48  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

rio  muy  hermoso  y  muy  sin  peligro  de  bajas  ni  otros 
inconvenientes,  y  toda  la  costa  que  anduvo  por  allí  era 
muy  hondo  y  muy  limpio  fasta  tierra;  tenia  ¡aboca  del 
rio  12  brazas,  y  es  bien  ancha  para  barloventear;  sur- 
gió dentro,  diz  que  a  tiro  de  lombarda.  Dice  el  Almi- 
rante que  nunca  tan  hermosa  cosa  vido,  lleno  de  árbo- 
les todo  cercado  el  rio,  fermosos  y  verdes  y  diversos 
de-kLs  nuQstroSj  con  flores  y  con  su  fruto,  cada_jino— ^ 
de_iumanera.  Aves,  muchas,  y  pajaritos  que  cantaban 
muy  duTcemente;habiagran  cantidad  de  palmas  dei3itra_ 
iiiaiier^jque..JíLS_deJjuinea  y  de  las  nuestras:  de  una 
estatura  mediana  y  Tos  pies  sin  aquella  camisa,  y  las 
hojas  muy  grandes,  con  las  cuales  cobijan  las  casas;  la 
tierra,  muy  llana;  saltó  eí  Almirante  en  la  barca  y  fue  á 
tierra,  y  llegó  á  dos  casas  que  creyó  ser  de  pescado- 
res, y  que  con  temor  se  huyeron,  en  una  de  las  cuales 
halló  un  perro  GpiejumíiaJkdró,  y  en  ambas  casas  ha- 
lló redes  de  hilo  de  palma  y  cordeles,  y  anzuelo  de 
cuerno,  y  fisgas  de  hueso  y  otros  aparejos  de  pescar, 
y  muchos  huegos  dentro,  y  creyó  que  en  cada  una  casa 
se  juntan  muchas  personas;  mandó  que  no  se  tocase 
en  cosa  de  todo  ello,  y  así  se  hizo.  La  yerba  era  gran- 
de como  en  el  Andalucía  por  Abril  y  Mayo.  Halló 
verdolagas  muchas^  bledos.  1  ornóse  aTTa^Barca  y  an- 
duvo por  el  rio  arriba  un  buen  rato,  y  diz  que  era  gran 
placer  ver  aquellas  verduras  y  arboledas,  y  de  las  aves, 
que  no  podia  dejallas  para  se  volver.  Dice  que  es 
-Aaquella  isla  la  mas  hermosa  que  ojos  hayan  visto,  llena 
de  muy  buenos  puertos  y  rios  hondos,  y  la  mar,  que 
parecía  que  nunca  se  debia  de  alzar  porque  la  yerba 
de  la  playa  llegaba  hasta  cuasi  el  agua,  la  cual  no  sue- 
le llegar  donde  la  mar  es  brava;  hasta  entonces  no  ha- 
bía experimentado  en  todas  aquellas  islas  que  la  mar 
fuese  brava.  La  isla  dice  qués  llena  de  montañas  muy 
hermosas,  aunque  no  son  muy  grandes  en  longura,  sal- 
vo altas,  y  toda  la  otra  tierra  es  alta  de  la  manera  de 
^icília;  llena  es  de  muchas  aguas,  según  pudo  enten- 


VIAJES   DE   COLÓN  49 

der  de  los  indios  que  consigo  lleva,  que  tomó  en  la 
isla  de  Guanahani,  los  cuales  le  dicen  por  señas  que 
C_  hay  lOrios  grandes  y  que  con  sus  canoas  no  la  püe- 
den  cercar  en  veinte  dias.  Cuando  iba  á  tierra  coiHos 
navios  salieron  dos  almadias  ó  canoas,  y  como  vieron 
que  los  marineros  entraban  en  la  barca  y  remaban  para 
ir  á  ver  el  fondo  del  rio  para  saber  dónde  habian  de 
surgir,  huyeron  las  canoas.  Decian_los  indios  que 
en  aquella  isla  habia  minas  de  ^rn  y  p?rl«ff,  y  vido  *^í 
Almirante  lugar  apto  para  ellas  y  almejas,  qués  señal 
dellas,  y  enlendia  el  Almirante  que  allí  venian  naos 
^^iQ^^KSEíh-^  grandes,  y  que  de  allí  a  tierra  firme 
habia  jornada  de  diez  dias.  Llamó  el  Almirante  aquel 

rio  y  puerto  de  Snn^Snhtnrínr  (1  )■  ( 

Lunes  29  de  Octubre 

Alzó  las  anclas  de  aquel  puerto  y  navegó  al  Po- 
niente para  ir  diz  que  á  la  ciudad  donde  le  parecía 
que  le  decían  los  indios  que  estaba  aquel  Rey.  Una 
punta  (2)  de  la  isla  le  saiia  á  Norueste  seis  leguas  de 
allí;  otra  punía  (3)  le  salía  al  Leste  10  leguas;  andada 
otra  legua  vido  un  río,  no  de  tan  grande  entrada,  al 
cual  puso  nombre  e}  rio  de  Ig  Id^nn  (4);  anduvo  hasta? 
hora  de  vísperas.  Vido  otro  rio  muy  mas  grande  que 
los  otros,  y  así  se  lo  dJierxiDL.poiL-Señas- los  indifís.  y 
cerca  de  él  vido  buenaspoblacrones  de  casas;  llamó 
aPno'érrTo^e  Wares  (5),  Envió  dos  barcas  á  uñh  po-  ■? 
blacion  por  haber  lengua,  y  á  una  de  ellas  un  indio  de 

(1)  Conócese    con   el   nombre  de   Puerto  o  Bahía   de 
Ñipe,  a  seis  leguas  al  SSE.  de  la  punta  de  Muías. 

(2)  La  punta  de  Muías. 

(3)  Hunta  Cabana,  hacia  el  cayo  de  Moa. 

(4)  Debe  ser  el  puerto  de  Bañes,  que  está  al  NNO.  del 
anterior. 

(5)  Ha  de  ser  el  puerto  de  las  Nuevitas  del  Principe. 

VIAJES  DE  COLÓN  4 


50  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

los  que  traía,  porc[U£ja  los  entendían  al^o  y  paostra- 
^an  estar  contentos  con  Jos  , cristianas,  de  las  cuales 
to^bs  ios  liomtres  y  mug-eres  y  criaturas  huyeron,  des  • 
amparando  las  casas  con  todo  lo  que  tenían,  y  mandó 
el  Almirante  que  no  se  tocase  en  cosa.  Las  casas  diz 
que  eran  ya  mas  hermosas  que  las  que  habían  visto, 
y  creía  que  cuanto  mas  se  alíegase  á  la  tierra  firme  se- 
rian mejores.  Eran  hechas  á  manera  de  alfaneques, 
muy  grandes,  y  parecían  tiendas  en  real,  sin  concierto 
de  calles,  sino  una  acá  y  otra  acullá,  y  de  dentro  muy 
barridas  y  limpias,  y  sus  aderezos  muy  compuestos. 
Todas  son  de  rnma?=!  de  palmas  muy  hermosas. 
/  Hallaron  muchas  estatuas  en  ñ^ur^^Q  mugetes,  y 
mnchas_cahe7,as  en  ipair^ra  Hp  raraTnpf^  (1).  muy  bien 
labri3SZNo  sé  sí  esto  tienen  por  hermosura  ó  adoran 
en  ellas.  Había  perros,  que  jamas  ladraron;  había  ave- 
citas  salvages  mansas  por  sus  casas;  había  maravillo- 
sos aderezos  de  redes  y  anzuelos  y  artificios  de  pas- 
car; no  le  tocaron  en  cosa  dello.  Creyó  que  todos  los 
de  la  costa  debían  de  ser  pescadores  que  llevan  el 
pescado  la  tierra  dentro,  porque  aquella  isla  es  muy 
grande,  y  tan  hermosa  que  no  se  hartaba  de  decir  bien 
della.  Dice  que  halló  árboles  y  frutas  de  muy  maravi- 
lloso sabor,  y  dice  que  debe  haber  vacas  en  ella  y 
otros  ganados,  porque  vído  cabezas  en  hueso  que  le 
parecieron  de  vaca.  Aves  y  pajaritos  y  el  cantar  de 
"^  los  grillos  en  toda  la  noche,  con  que  se  holgaban  to- 
>  dos;  los  aires,  sabrosos  y  dulces  de  toda  la  noche;  ni 
'^  frío  ni  caliente.  Mas  por  el  camino  de  las  otras  islas, 
en  aquellas  diz  que  hacia  gran  calor  y  allí  no,  salvo 
templado  iioxaSL-fiji-Mayo;  atribuye  el  calor  de  las  otras 
islas  por  ser  muy  llanas  y  por  el  viento  que  traían  has- 
ta allí,  ser  Levante,  y  por  eso  cálido.  El  agua  de  aque- 
llos ríos  era  salada  á  la  boca;  no  supieron  de  dónde 
bebían  los   indios,  aunque  tenían   en  sus   casas   agua 

(1)     Por  carátula,  careta  o  mascarilla. 


VIAJES   DE   COLÓN  51 

dulce.  En  este  río  podían  los  navios  boltejar  (í)  para 
entrar  y  para  salir,  y  tienen  muy  buenas  señas  ó  mar- 
cas: tienen  siete  ú  ocho  brazas  de  fondo  á  la  boca  y 
dentro  cinco.  Toda  aquella  mar  dice  que  le  parece 
que  debe  ser  siempre  mansa  como  el  rio  de  Sevilla,  y 
el  agua  aparejada  para  criar  perlas.  Halló  caracoles 
grandes,  sin  sabor,  119  c.nmn  los  de  España.  Señala  ia 
disposición  del  rio  y  del  puerto  (2)  que  arriba  dijo  y 
nombró  San  Salvador,  que  tiene  sus  montañas  her- 
mosas y  altas  romn  la  Ppñfidp  In^  nnnrrtnrníinn^  y  una 
deltas  tiene  encima  otro  montecillo  á  manera  de  una 
hermosa  mezquita.  Este  otro  rio  y  puerto  (3)  en  que 
agora  estaba  tiene  de  la  parte  del  Sueste  dos  monta- 
ñas así  redondas,  y  de  la  parte  del  Oueste  Norueste 
un  hermoso  cabo  llano,  que  sale  fuera. 

Martes  30  de  Octubre 

Salió  del  rio  de  MareSf  al  Norueste,  y  vido  cabo 
lleno  de  palmas,  y  púsole  Cabo  de  Palmas  (4),  des- 
pués de  haber  andado  15  leguas.  Los  indios  que  iban 
en  la  carabela  Pinta  dijeron  que  detras  de  aquel  cabo 
habia  un  río  (5)  y  del  rio  á  Cuba  habia  cuatro  jorna- 
das  (6),  y  dijo  el  capitán  de  la  Pinta  quejeñTeñdia  que 

(1)  Canal  de  la  entrada  del  puerto  de  las  Nuevitas  del 
Príncipe. 

(2)  «El  puerto  de  Baracoa.»  — Casas. — No  es  sino  el 
puerto  de  Ñipe. 

{^^)  «O  es  este  el  de  Baracoa,  por  lo  que  dice  del  cabo 
Llano.»  —  Casas. —  No  es  sino  del  puerto  de  las  Nuevitas 
del  Principe;  las  dos  montañas  son  las  lomas  del  Mañueco, 
y  el  cabo  Llano,  la  Punta  de  Maternillo. 

(4)  Llámase  hoy  el  Alto  de  Juan  Dañue. 

(5)  Rio  Máximo. 

(6)  «Muy  ascufas  andaban  todos  por  no  entender  á  los 
indios.  Yo  creo  que  la  Cuba  que  los  indios  les  decian  era 
la  provincia  de  Cubanacan,  de  aquella  isla  de  Cuba,  que  tie- 
ne minas  de  oro  &c.» — Casas. — No  era  sino  Cuba,  la  ca- 
pital de  la  isla. 


52  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

^esta  Cuba  era  ciudad,  y  que  aquella  tierra  era  tierra 
firme  muy  grande,  que  va  mucho  al  Norte,  y  que  el 
Rey  de  aquella  tierra  tenia  guerra  con  el  Gran  Can,  al 
cual  ellos  llamaban  Cami,  y  á  su  tierra  ó  ciudad,  Fava^ 
y  otros  muchos  nombres.  Determinó  el  Almirante  de 
lleg-ar  á  aquel  rio  y  enviar  un  presente  al  Rey  de  la  tie- 
rra (1)  y  enviarle  la  carta  de  los  Reyes,  y  para  ella  te- 
nia un  marinero  que  habia  andado  en  Guinea  en  lo 
mismo,  y  ciertos  indios  de  Guanahani  que  querian  ir 
con  él,  con  que  después  los  tornasen  a  su  tierra.  Al 
parecer  del  Almirante  distaba  de  la  línea  equinoccial 
42  grados  hacia  la  banda  del  Norte  (2),  si  no  está  co- 
rrupta la  letra  de  drknde  tfo^l^rjá  f^gtp,  y  dirft,qiif>  ha- 
bía de  trabajar  de  ir  al  Gran  Can,  que  pensaba  que 
estaba  por  allí,  ó  á  la  ciudad  de  Cathay  (3),  qués  del 
Gran  (Jan,  que  diz  que  es  muy  grande.^egun  le  fue 
dicho  antes  que  partiese  de  España.  Toda  aquesta  tie- 
rra dice  ser  baja  y  hermosa  y  fonda  la  mar. 

Miércoles  31  de  Octubre 

Toda  la  noche  Martes  anduvo  barloventeando,  y  vido 
un  rio  donde  no  pudo  entrar  por  ser  baja  la  entrada, 
y  pensaron  los  indios  que  pudieran  entrar  los  navios 
como  entraban  sus  canoas,  y  navegando  adelante 
halló  un  cabo  que   salía  muy  fuera,  y  cercado  de   ba- 


(1)  «Toda  esta  tierra  es  la  isla  de  Cuba  y  no  tierra  fir- 
mo— Casas. 

(2)  Los  cuadrantes  de  aquel  tiempo  medían  la  doble  al- 
tura, y,  por  consiguiente,  los  42°  que  dice  distaba  de  la  equi- 
noccial hacia  el  N.  deben  reducirse  a  21**  de  latitud  N.,  que 
es,  con  corta  diferencia,  el  paralelo  por  donde  navegaba 
Colon. 

(3)  Marco  Polo  hace  la  discripcion  del  gran  reino  de 
Cathay,  y  con  este  nombre  se  conoce  aun  la  China  en  mu- 
chas partes  del  Oriente,  según  el  Dr.  Robertson.  (Recherch. 
hittor.,  sect.  3.) 


VIAJES    DE    COLÓN  53 

jos  (1),  y  vido  una  concha  ó  bahía  donde  podían  es 
tar  navios  pequeños,  y  no  lo  pudo  encavalg"ar  porquel 
viento  se  había  tirado  del  todo  al  Norte  (2),  y  toda  la 
costa  se  corría  al  Nornorueste  y  Sueste,  y  otro  cabo 
que  vido  adelante  le  salía  mas  afuera.  Por  esto  y  por- 
quel cíelo  mostraba  de  ventar  recio  se  hobo  de  tornar 
al  rio  de  Mares, 


Jueves  L°  de  Noviembre 

En  saliendo  el  sol  envió  el  Almirante  las  barcas  á 
tierra  á  las  casas  que  allí  estaban,  y  hallaron  que  era 
toda  la  gente  huida,  y  desde  á  buen  rato  pareció  un 
hombre,  y  mandó  el  Almirante  que  lo  dejasen  asegu- 
rar, y  volviéronse  ias  barcas,  y  después  de  comer  tor- 
nó á  enviar  á  tierra  uno  de  los  indios  que  llevaba,  el 
cual  desde  lejos  les  dio  voces  diciendo  qué  nc^Jiobíe- 
sen  miedo  porque  era  buena  ^ente  y  no  EaciarTmaj  á 
nadie,  ni  eran  del  Lirax}  Candantes  daban  de  lo  suy o 
en  muchas  islas  que  habían  estado,  y  echóse  á  nadar 
el  indio  y  fue  á  tierra,  y  dos  de  los  de  allí  lo  tomaron 
de  brazos  y  lleváronlo  á  una  casa,  donde  se  informaron 
del.  Y  como  fueron  ciertos  que  no  se  les  había  de  ha- 
cer mal,  se  aseguraron  y  vinieron  luego  á  los  navios 
mas  de  16  almadias  ó  canoas  con  algodón  hilado  y 
otras  cosíllas  suyas,  de  las  cuales  mandó  el  Almirante 
que  no  se  tomase  nada,  por  que  supiesen  que  no 
buscaba  el  Almirante  salvo  oro,  á  que  ellos  llaman 
nucaí];  y  así,  en  todo  el  día  anduvieron  y  vinieron 
de  tierra  á  los  navios,  y  fueron  de  los  cristianos 
á  tierra  muy.  seguramente.  El  Almirante  no  vido  á 
alguno  dallos  oro,  ^BStfi.  dice  el  Almirante  que  vido 

(1)  Es  lo  que  ahora  se  llama  Boca  de  Carabelas  grandes 
y  Punta  del  Maternillo. 

(2)  «Por  esto  que  dice  aquí  del  viento  que  llevaba  es 
cierto  que  era  Cuba  por  la  costa  que  andaba.» — Casas. 


\ 


54  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

á  uno  deiios  un  pedazo  de  plata  labrado  colgado 
á  la  nariz,  que  tuvo  por  señal  que  en  la  tierra  ha- 
bía plata.  Dijeron  por  señas  que  antes  de  tres  dias 
venian  muchos  mercaderes  de  la  tierra  dentro  á  com- 
prar de  las  cosas  que  allí  llevan  (1)  los  cristianos,  y 
darían  nuevas  del  Rey  de  aquella  tierra,  el  cual,  según 
se  pudo  entender  por  las  señas  que  daban,  questabade 
allí  cuatro  jornadas,  porque  ellos  habían  enviado  mu- 
chos por  toda  la  tierra  á  le  hacer  saber  del  Almirante. 
Esta  gente  dice  el  Almirante  es  de  la  misma  calidad 
y  costumbre  de  los  otros  hallados,  sin  ninguna  secta 
que  yo  conozca,  que  fasta  hoy  aquestos  queTraigo  no 
hejrist 0*11  á^ e r  ñíñgu n o  oFacIó ñ",  añiHs~dicerrra  Sá Ive  y 
p.r^ueMorín  rnn  !?]«;  manos  al  cielo,  como  le  ámues- 
traiH-v^racef»  la  saaal  de  la  cruz.  Toda  la  lengua  tam- 
bien  es  una,  y  todos  amigos,  y  creo  que  sean  todas 
estas  islas  y  que  tengan  atierra  con  el  Gran  Can^-á  que 
ellosTTaman  Cavila,  y  á  la  provincia  Bafan,  y  asi  an- 
dan también  desnudos  como  los  otros.  Esto  dice  el 
Almirante.  El  río  dice  que  es  muy  hondo,  y  en  la 
boca  pueden  llegar  los  navios  con  el  bordo  hasta  tie- 
rra; no  llega  el  agua  dulce  á  la  boca  con  una  legua,  y 
es  muy  dulce.  Y  es  cierto,  dice  el  Almirante,  questa  es 
la  tierra  firme,  y  que  estoy,  dice  él,  ante  Zayto  y  Guin- 
say,  100  leguas  (2)  poco  mas  ó  poco  menos  lejos  de 
lo  uno  y  de  lo  otro,  y  bien  se  amuestra  por  la  mar,  que 
viene  de  otra  suerte  que  fasta  aquí  no  ha  venido,  y 
ayer,  que  iba  al  Norueste,  fallé  que  hacia  frío. 


(1)  Ha  de  decir  llevaban. 

(2)  «Esta  algara  vía  no  entiendo  yo.» — Casas. — Como 
el  Almirante  estaba  persuadido  que  aquella  tierra  era  el  ex- 
tremo del  continente  de  la  India,  se  creía  también  á  distan- 
cia de  100  leguas  de  las  ciudades  que  cita.  Marco  Polo  ha- 
ce la  descripción  de  Quinsay  ó  Giunsay  en  él  cap.  98  de  la 
relación  de  su  viaje. 


VIAJES    DE    COLÓN  55 


Viernes  2  ele  Noviembre 

Acordó  el  Almirante  enviar  dos  hombres  españo- 
les: el  uno  se  llamaba  Rodrigo  de  Jerez,  que  vivía  en 
A»yamonte,  y  el  otro  era  un  Luis  de  Torres,  que  habia 
vivido  con  el  Adelantado  de  Murcia,  y  habia  sido  ju- 
dío, y  sabia  diz  que  hebraico  y  caldeo  y  aun  algo  ará- 
bigo, y  con  estos  envió  dos  indios:  uno  de  los  que  con- 
sigo traía  de  Guanahani,  y  el  otro,  de  aquellas  casas 
que  en  el  rio  estaban  poblados,  Dióles  sartas  de  cuen- 
tas para  comprar  de  comer  si  les  faltase,  y  seis  días  de 
término  para  que  volviesen.  Dióles  muestras  de  espe- 
cería para  ver  si  alguna  della  topasen.  Dióles  instruc- 
ción de  cómo  habían  de  preguntar  por  el  Rey  de  aque- 
lla tierra,  y  lo  que  habían  de  hablar  de  parte  de  los  Re- 
yesde  Castilla:  cómo  enviaban  al  Almirante  para  que  les 
diese  de  su  parte  sus  cartas  y  un  presente,  y  para  sa- 
ber de  su  estado  y  cobrar  amistad  con  él  y  favorece- 
He  en  lo  que  hobiese  dellos  menester,  &c.,  y  que  su- 
piesen de  ciertas  provincias  y  puertos  y  ríos  de  que  el 
Almirante  tenia  noticia,  y  cuánto  distaban  de  allí,  &c. 
Aquí  tomó  el  Almirante  el  altura  con  un  cuadran- 
te esta  noche,  y  halló  que  estaba  42  grados  (1)  de  la 
línea  equinoccial,  y  dice  que  por  su  cuenta  halló  que 
había  andado  desde  la  isla  del  Hierro  1.142  leguas  (2), 
y  todavía  afirma  que  aquélla  es  tierra  firme. 

Sábado  3  de  Noviembre  i^ 

En  la  mañana  entró  en  la  barca  el  Almirante,  y  por- 


(1)  «Esto  es  falso,  porque  no  está  Cuba  sino  en 
grados.»  —  Casas. — Debe  entendérsela  doble  altura.  Véase 
la  nota  2.'  en  el  día  31  de  Octubre. 

(2)  La  verdadera  distancia  andada  era  de  1.105  leguas. 


56  M.  FERNÁNDEZ  DE  N  AVARRETE 

que  hace  el  rio  en  la  boca  un  gran  lago,  el  cual  hace 
un  singularísimo  puerto,  muy  hondo  y  limpio  de  pie- 
dras, muy  buena  playa  para  poner  navios  á  monte  (1) 
y  mucha  leña,  entró  por  el  río  arriba  hasta  llegar  al 
agua  dulce,  que  sería  cerca  de  dos  leguas,  y  subió  en 
un  raontecillo  por  descubrir  algo  de  la  tierra,  y  no  pudo 
ver  nada  por  las  grandes  arboledas,  las  cuales  eran 
muy  frescas,  odoríferas,  por  lo  cual  dice  no  tener  duda 
que  no  haya  yerbas  aromáticas.  Dice  que  todo  era  tan 
hermoso  lo  que  vía,  que  no  podia  cansar  los  ojos  de 
ver  tanta  lindeza,  y  los  cantos  de  las  aves  y  pajaritos. 
Vinieron  en  aquel  día  muchas  almadias  ó  canoas  á  los 
navios  á  resgatar  cosas  de  algodón  filado  y  redes  en 
que  dormían,  que  son  hamacas. 

Domingo  4  de  Noviebmre 

Luego,  en  amaneciendo,  entró  el  Almirante  en  la 
barca  y  salió  á  tierra  á  cazar  de  las  aves  que  el  día  an- 
tes habia  visto.  Después  de  vuelto  vino  á  él  Martin 
Alonso  Pinzón  con  dos  pedazos  de  canela,  y  dijo  que 
un  portugués  que  tenia  en  su  navio  habia  visto  a  un 
indio  que  traía  dos  manojos  della  muy  grandes;  pero 
que  no  se  la  osó  resgatar  por  la  pena  quel  Almirante 
tenia  puesta  que  nadie  resgatase.  Decía  mas:  que 
aquel  indio  traía  unas  cosas  bermejas  como  nueces. 
El  Contramaestre  de  la  Pinta  dijo  que  había  hallado 
árboles  de  canela.  Fue  el  Almirante  luego  allá,  y  halló 
que  no  eran.  Mostró  el  Almirante  á  unos  indios  de  allí 
canela  y  pimienta,  parece  que  de  la  que  llevaba  de 
Castilla  para  muestra,  y  conosciéronla  diz  que,  y  dije- 
ron por  señas  que  cerca  de  allí  había  mucho  de  aque- 
llo, al  camino  del  Sueste.  Mostróles  oro  y  perlas,  y 
respondieron  ciertos  viejos  que  en  un  lugar  que  llama- 

(1)  Poner  los  barcos  á  monte  era  vararlos  en  la  playa 
para  limpiar  ó  recorrer  sus  fondos. 


VIAJES    DE    COLÓN  57 

ban  Bohio  (1)  había  infinito,  y  que  lo  traían   al  cuello^ 
y  á  las  orejas,  y  á  los  brazos,  y  á  las  piernas,  y  también 
perlas.  Entendió  mas:  que  decían  que  había  naos  gran- 
des y  mercaderías,  y  todo  esto  era  al  Sueste.  £ntendiói 
también  que  lejos  de  allí  había  hombres  de  un  oio,^\    h  1 5^ 
otnSTirgh  hocicos  de  perros,  que  comían  los  hombres,!  v'^ 
y  quicen  tomando  uno  Ío  déo-ollaljan   y    le  bebían   t>ir) 
sangre^yie^cortabarr su  ñafúráTTJeferminó  de  volver  á    ^^^  ¿^ 
la  TiacT  é1^ATrñTrañTe~á  esperar  los  dos  hombres /que  ha- 
bia   enviado,    para  determinar    de    partírsela    buscar 
aquellas  tierras  si  no  trujesen   aquéllos  alguna   buena 
nueva  de  lo  que  deseaban.  Dice  mas  el  Almirante:  es- 
ta  gente  es  muy  mansa  y  muy  temerosa,  desnuda,  comoT  ^^ 
dicho  teni?o«"lm  armas  yi  sin  ley.^sfas  tierras  son  muy    \JijK 
fértiles;  ellos  las  tienen  llenas  dé  mames  (ü),  que  son 
cómo  zanahorias (3),  que  tienen  sabor  de  castañas, y  tie- 
nen faxones  (4)  y  fabas  muy  diversas  de  las  nuestras,  y 
mucho  algodón,  el  cual   no  siembran   y   nace  por   los 
montes,  árboles  grandes,  y  creo  que  en  todo  tiempo  lo 
haya  para  coger,  porque  vi  los  cogujos  abiertos  y  otros 
que  se  abrían,  y  flores  todo  en  un  árbol,  y   otras  mil 
maneras  de  frutas  que  no   me  es  posible  escribir,   y 

(1)  *  Bohio  llamaban  los  indios  de  aquellas  islas  á  las 
casas,  y  por  eso  creo  que  no  entendía  bien  e)  Almirante. 
Ante  debia  de  decir  por  la  Isla  Española,  que  llamaban 
Haití.* —Casas. 

(2)  Los  aquí  llamados  mames  por  Colón  son  tubérculos 
de  alguna  especie  del  gen.  Dioscorea  (acaso  la  D.  trífida), 
que  se  llaman  también  ñames  e  yames,  perfectamente  dis- 
tinta de  la  batata  o  aje  de  los  historiadores  primitivos  de 
Indias. — D. 

(3)  «Los  ajes  ó  batatas  son  estos.» — Casas. — Oviedo,  en 
su  Historía  natural  de  las  Indias,  cap.  82,  distingue  los  a/es 
de  las  batatas.  Aquéllos  (dice)  tiran  á  un  color  como  entre 
morado  azul,  y  éstas  son  mas  pardas  y  mejores.  No  les  da 
el  nombre  de  mames. 

(4)  Acato  fexoes,  por  fréjoles  ó  judias,  como  mas  ade- 
lante. 


58  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

todo  debe  ser  cosa  provechosa.  Todo  esto  dice  el 
Almirante. 

Lunes  5  de  Noviembre 

En  amaneciendo  mandó  poner  la  nao  á  monte  y  los 
otros  navios,  pero  no  todos  juntos,  sino  que  quedasen 
siempre  dos  en  el  lug^ar  donde  estaban,  por  la  seg^uri- 
dad,  aunque  dice  que  aquella  g^ente  era  muy  segura  y 
sin  temor  se  pudieran  poner  todos  los  navios  junto  en 
monte.  Estando  así  vino  el  Contramaestre  de  la  Niña 
á  pedir  albricias  al  Almirante  porque  había  hallado 
^almáciga;  mas  no  traía  la  muestra  porque  se  le  había 
caído.  Prometíóselas  el  Almirante,  y  envió  á  Rodrigo 
Sánchez  y  á  Maestre  Diego  á  los  árboles,  y  trujeron 
un  poco  della,  la  cual  guardó  para  llevar  á  los  Reyes, 
y  también  del  árbol;  y  dice  que  se  cognosció  que  era 
almáciga,  aunque  se  ha  de  coger  á  sus  tiempos,  y  que 
había  en  aquella  comarca  para  sacar  1.000  quíntales 
cada  año.  Halló  diz  que  allí  mucho  de  aquel  palo  que 
le  pareció  lináloe.  Dice  mas:  que  aquel  puerto  de  Ma- 
i  res  (1)  es  de  los  mejores  del  mundo  y  mejores  aires  y 
-t  mas  mansa  gente,  y  porque  tiene  un  cabo  de  peña  al- 
tillo se  puede  hacer  una  fortaleza,  para  que  si  aquello 
saliese  rico  y  cosa  grande  estarían  allí  los  mercaderes 
seguros  de  cualquiera  otras  naciones;  y  dice:  nuestro 
Señor,  en  cuyas  manos  están  todas  las  victorias,  ade- 
i'ezca  todo  lo  que  fuere  su  servicio.  Diz  que  dijo  un 
indio  por  señas  que  el  almáciga  era  buena  para  cuan- 
do les  dolía  el  estómago. 

Martes  6  de  Noviembre 

Ayer  en  la  noche,  dice  el  Almirante,  vinieron  los 
dos  hombres  que  había  enviado  á  ver  la  tierra  dentro, 

(1)     «Este  debe  ser  Baracoa.» — Casas, — No  es  sino  las 
J^uevitas  del  Principe, 


VIAJES    DE    COLÓN  59 

y  le  dijeron  cómo  habían  andado  12  leguas  que  habia 
basta  una  población  de  50  casas  (1),  donde  diz  que 
habia  1.000  vecinos,  porque  viven  muchos  en  una  casa. 
Estas  casas  son  de  manera  de  alfaneques  grandísimos. 
Dijeron  que  los  habian  rescebido  con  gran  solemni- 
dad, según  su  costumbre,  y  todos,  así  hombres  como 
mugeres,  los  venían  á  ver,  y  aposentáronlos  en  las  me- 
jores casas;  los  cuales  los  tocaban  y  les  besaban  las  ma- 
nos y  los  pies,  maravillándose  y  creyendo  que  venían 
del  cíelo,  y  así  se  lo  daban  á  entender.  Dábanles  de 
comer  de  lo  que  tenían.  Dijeron  que  en  llegando  los 
llevaron  de  brazos  los  más  honrados  del  pueblo  á  la 
casa  principal,  y  diéronUs  dos  sillas,  en  que  se  asenta- 
ron, y  ellos  todos  se  asentaron  en  el  suelo  en  derredor 
de  ellos.  El  indio  que  con  ellos  iba  les  notificó  la  ma- 
nera de  vivir  de  los  cristianos  y  cómo  eran  buena  gen- 
te. Después  saliéronse  los  hombres  y  entraron  las  mu- 
geres, y  sentáronse  de  la  misma  manera  en  derredor 
dellos,  besándoles  las  manos  y  los  píes,  atentándoles 
si  eran  de  carne  y  de  hueso  como  ellos.  Rogábanles 
que  se  estuviesen  allí  con  ellos  al  menos  por  cinco 
días.  Mostraron  la  canela  y  pimienta  y  otras  especias 
quel  Almirante  les  habia  dado,  y  dijéronles  por  señas 
que  mucha  della  habia  cerca  de  allí  al  Sueste;  pero 
que  en  allí  no  sabían  si  la  habia.  Visto  como  no  te- 
nían recaudo  de  ciudades,  se  volvieron,  y  que  sí  qui- 
sieran dar  lugar  a  los  que  con  ellos  se  querían  venir, 
que  mas  de  500  hombres  y  mugeres  vinieran  con  ellos, 
porque  pensaban  que  se  volvían  al  cíelo.  Vino,  empe- 
ro, con  ellos  un  principal  del  pueblo  y  an  su  hijo  y  un 
hombre  suyo;  habló  con  ellos  el  Almirante;  hízoles 
mucha  honra;  señalóle  muchas  tierras  é  islas  que  habia 
en  aquellas  partes;  pensó  de  traerlos  á  los  Reyes,  y  diz 
que  no  supo  qué  se  le  antojó:  parece  que  de  miedo  y 
de  noche  escuro  quísose  ir  á  tierra;  y  el  Almirante  diz 

(1)     Debe  ser  la  villa  del  Príncipe  ó  el  Bayamo. 


60  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

que  porque  tenía  la  nao  en  seco  en  tierra,  no  le  que- 
riendo enojar,  le  dejó  ir,  diciendo  que  en  amaneciendo 
tornaría,  el  cual  nunca  tornó.  Hallaron  los  dos  cris- 
tianos por  el  camino  mucha  gente  que  atravesaba  á  sus 
pueblos,  mug-eres  y  hombres,  con  un  tizón  en  la  mano, 
yerbas  para  tomar  sus  sahumerios  que  acostumbra- 
ban (1);  no  hallaron  población  por  el  camino  de  rnas 
de  cinco  casas,  y  todos  les  hacían  el  mismo  acatamieri- 
to.  Vieron  BDUchas  maneras  de  árboles  é  yerbas  é  flo- 
res odoríferas.  Vieron  aves  de  muchas  maneras  diver- 
sas de  las  de  España,  salvo  perdices  y  ruiseñores,  que 
cantaban,  y  ánsares,  y  desto  hay  allí  harto;  bestias  de 
cuatro  pies  no  vieron,  salvo  perros  que  no  ladraban. 
La  tierra,  muy  fértil  y  muy  labrada  de  aquellos  mames 
y  fexoes  (2),  y  habas  muy  diversas  de  las  nuestras;  eso 

(1)  En  la  Historia  general  de  Indias,  que  escribió  el 
Obispo  Casas,  capítulo  46,  refiere  mas  circunstanciada- 
mente este  suceso.  «Hallaron  (dice)  estos  dos  cristianos  por 
el  camino  mucha  gente  que  atravesaban  a  sus  pueblos,  mu- 
geres  y  hombres;  siempre  los  hombres  con  un  tizón  en  las 
manos  y  ciertas  yerbas  para  tomar  sus  sahumerios,  que  son 
unas  yerbas  secas  metidas  en  una  cierta  hoja  seca  también, 
á  manera  de  mosquete  hecho  de  papel,  de  los  que  hacen  los 
muchachos  la  Pascua  del  Espíritu  Santo;  y  encendido  por 
una  parte  de  él,  por  la  otra  chupan  ó  sorben  ó  reciben  con 
el  resuello  para  adentro  aquel  humo,  con  el  cual  se  ador- 
mecen las  carnes  y  cuasi  emborracha, y  así  diz  que  no  sienten 
el  cansancio.  Estos  mosquetes,  ó  como  los  llamáremos,  lla- 
man ellos  tabacos.  Españoles  cognoscí  yo  en  esta  Isla  Espa- 
ñola que  los  acostumbraron  á  tomar,  que  siendo  reprendidos 
por  ello,  diciéndoseles  que  aquello  era  vicio,  respondían  que 
«o  era  en  su  mano  dejarlos  de  tomar.  No  sé  qué  sabor  ó 
provecho  hallaban  en  ellos. >  Véase  aquí  el  origen  de  nues- 
tros cigarros.  ¿Quién  diría  entonces  que  su  consumo  y  uso 
llegaría  á  ser  tan  eomún  y  general,  y  que  sobre  este  vicio 
nuevo  y  singular  se  habia  de  establecer  una  de  las  mas  pin- 
gües rentas  del  Estado? 

(2)  Lo  mismo  que  fréjoles  ó  judías. 


VIAJES  DE  COLÓN  61 

mismo  panizo  y  mucha  cantidad  de  algodón  cogido  y 
filado  y  obrado,  y  que  en  una  sola  casa  habian  visto 
mas  de  500  arrobas,  y  que  se  pudiera  haber  allí  cada 
año  4.000  quintales.  Dice  el  Almirante  que  le  parecia 
cjue  no  lo  sembraban  y  que  da  fruto  todo  el  año;  es 
muy  fino,  tiene  el  capillo  muy  grande;  todo  lo  que 
aquella  gente  tenia  diz  que  daba  por  muy  vil  precio,  y 
que  una  gran  espuerta  de  algodón  daba  por  cabo  de 
agujeta  ó  otra  cosa  que  le  dé.  Son  gente,  dice  el  Al- 
mirante, muy  sin  mal  ni  de  guerra;  desnudos  todos, 
hombres  y  mugeres,  como  sus  madres  los  parió.  Ver- 
dad es  que  las  mugeres  traen  una  cosa  de  algodón  so- 
lamente tan  grande  que  le  cobija  su  natura  y  no  mas, 
y  son  ellas  de  muy  buen  acatamiento,  ni  muy  negras, 
salvo  menos  que  canarias.  «Tengo  por  dicho,  serení- 
simos Príncipes  (dice  el  Almirante),  que  sabiendo  la 
lengua  dispuesta  suya  personas  devotas  religiosas,  que 
luego  todos  se  tornarían  cristianos;  y  así,  espero  en 
nuestro  Señor  que  vuestras  Altezas  se  determinarán  á 
ello  con  mucha  dilisrencia,  para  tornar  á  la  Iglesia  tan 
grandes  pueblos,  y  los  convertirán,  así  como  han  des- 
truido aquellos  que  no  quisieron  confesar  el  Padre,  y 
el  Hijo,  y  el  Espíritu  Santo;  y  después  de  sus  días,  que 
todos  somos  mortales,  dejarán  sus  reinos  en  muy  tran- 
quilo estado  y  limpios  de  heregía  y  maldad,  y  serán 
bien  rescebidos  delante  el  Eterno  Criador,  al  cual  ple- 
ga  de  les  dar  larga  vida  y  acrecentamiento  grande  de 
mayores  reinos  y  señoríos,  y  voluntad  y  disposición 
para  acrecentar  la  santa  religión  cristiana,  así  como 
hasta  aquí  tienen  fecho,  amen.  Hoy  tiré  la  nao  de 
monte  (1)  y  me  despacho  para  partir  el  Jueves,  en  nom- 
bre de  Dios,  é  ir  al  Sueste  á  buscar  del  oro  y  espece- 
rías  y  descobrir  tierra.»  Estas  todas  son  palabras  del 
Almirante,  el  cual  pensó  partir  el  Jueves;  pero  porque 


(1)     Tirar  la  nao  de  monte  es  botarla  ó  echarla  al  agua 
cuando  está  varada. 


62  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

le  hizo  el  viento  contrario  no  pudo  partir  hasta   doce 
dias  de  Noviembre. 

Lunes  12  de  Noviembre 

Partió  del  puerto  y  rio  de  Mares  al  rendir  del  cuar- 
to de  alba,  para  ir  á  una  isla  que  mucho  afirmaban  los 
indios  que  traía  que  se  llamaba  Babeque  (1),  adonde, 
segfun  dicen  por  señas,  que  la  gente  della  coge  el  oro 
con  candelas  de  noche  en  la  playa,  y  después  con 
martillo  diz  que  hacian  vergas  dello,  y  para  ir  á  ella 
era  menester  poner  la  proa  al  Leste  cuarta  del  Sues- 
te. Después  de  haber  andado  ocho  leguas  por  la  cos- 
ta delante  halló  un  rio,  y  dende  andadas  otras  cuatro 
halló  otro  rio,  que  parecía  muy  caudaloso  y  mayor  que 
ninguno  de  los  otros  que  habia  hallado.  No  se  quiso 
detener  ni  entrar  en  alguno  dellos  por  dos  respectos: 
el  uno  y  principal,  por  quel  tiempo  y  viento  era  bue- 
no para  ir  en  demanda  de  la  dicha  isla  de  Babeque;  lo 
otro,  porque  si  en  él  hobiera  alguna  populosa  ó  famo- 
sa ciudad  cerca  de  la  mar  se  pareciera,  y  para  ir  por 
el  rio  arriba  eran  menester  navios  pequeños,  lo  que 
no  eran  los  que  llevaba;  y  así  se  perdiera  también  mu- 
cho tiempo,  y  los  semejantes  ríos  son  cosa  para  des- 
cubrirse por  sí.  Toda  aquella  costa  era  poblada,  ma- 
yormente cerca  del  rio,  á  quien  puso  por  nombre  el 
rio  del  Sol;  dijo  quel  Domingo  antes,  11  de  Noviem- 
bre, le  había  parecido  que  fuera  bien  tomar  algun^as 
personas  de  las  de  aquel  rio  para  llevar  á  los  Reyes, 
porque  aprendieran  nuestra  lengua  para  saber  lo  que 
hay  en  la  tierra,  y  porque  volviendo  sean  lenguas  de 
los  cristianog_4LÍQm£n-jaiLestras  costumbres  v  las  cosas 
te  laFéT^porque  yo  vi  é  cognozco  (dice  éí"STniiran- 
te)  quesfa  gente  no  tiene  s^cta  ninguna,  ni-son^-idóla-^ 

(1)  Isla  de  Babeque  ó  Bohío  llamaban  ios  indios  á  la 
costa  de  tierra  firme,  conocida  también  de  ellos  por  Cari- 
taba. 


VIAJES    DE    COLÓN  6S 

tras,  salvo  muy  mansos,  y  sin  saber  qué  sea  mal,  ni  ma- 
tar á  otros,  ni  prender,  y  sin  armas,  y  tan  temerosos 
que  á  una  persona  de  los  nuestros  fqygn  J.00  dellos, 
aunque  burlen  con  ellos,  y  crédulos  y  cogaoscedores 
que  hay  Dios  en  el  cielo,  é  firmes  que  nosotros  habe- 
rnos venido  del  cielo,  y  muy  presto  á  cualquiera^jQra- 
ción  que  nos  les-digfa«io*-^HA^4i^n,  y  lidceri^el-sefial 
de  la  cruz  ^.  Así,  que  deben  vuestras  Altezas  deter- 
minarse áto's  hacer  cristianos,  que  creo  que  si  comien- 
zan, en  poco  tiempo  acabará  de  los  haber  convertido 
á  nuestra  Santa  Fé  multidumbre  de  pueblos,  y  cobran- 
do grandes  señoríos  y  riquezas  y  todos  sus  pueblos 
de  la  España;  porque  sin  duda  es  ch  estas  tierras 
grandísima  sujna  de  oro,  que  no  sin  causa  dicen  estos 
indios  que  yo  traigo  que  ha  en  estas  islas  lugares 
adonde  cavan  el  oro  y  lo  traen  al  pescuezo,  á  las  ore- 
jas y  á  los  brazos  é  á  las  piernas,  y  son  manillas  muy 
gruesas,  y  también  ha  piedras  y  ha  perlas  preciosas  y 
infinita  especería;  y  en  este  rio  de  MareSy  de  adonde 
partí  esta  noche,  sin  duda  ha  grandísima  cantidad  de 
almáciga,  y  mayor  si  mayor  se  quisiere  hacer,  porque 
los  mismos  arboles,  plantándolos,  prenden  de  ligero  y 
ha  muchos  y  muy  grandes,  y  tienen  la  hoja  como  len- 
tisco, y  el  fruto,  salvo  qués  mayor  así  los  árboles  como 
la  hoja,  como  dice  Plinio  é  yo  he  visto  en  la  isla  de 
Xió  en  el  Archipiélago  (1),  y  mandé  sangrar  muchos 
destos  árboles  para  ver  si  echaría  resina,  para  la  traer, 
y  como  haya  siempre  llovido  el  tiempo  que  yo  he  es- 
tado en  el  dicho  rio  no  he  podido  haber  della,  salvo 
muy  poquita  que  traigo  á  vuestras  Altezas,  y  también 
puede  ser  que  no  es  el  tiempo  para  los  sangrar,  que 
esto  creo  que  conviene  al  tiempo  que  los  árboles  co- 
mienzan á  salir  del  invierno  y  quieren  echar  la  flor,  y 


(1)  Antes  de  venir  á  Portugal  y  á  España  había  navega- 
do y  visto  Colon  todo  el  mar  de  Levante.  (Véase  el  cap.  4 
de  su  Hist.,  escrita  por  su  hijo  D.  Hernando.) 


M  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

acá  ya  tienen  el  fruto  cuasi  maduro  ag^ora.  Y  también 
aquí  se  habría  grande  suma  de  algodón,  y  creo  que  se 
y  vendería  muy  bien  acá  sin  le  llevar  á  España,  salvo  á 
^>|  las  grandes  ciudades  del  Gran^Can  que  se  descubri- 
fán  sin  duda,  y  otras  muchas  de  otros  señores  que  ha- 
"Brán  eíT^HícBk  servir  á  vuestras  Altezas,  y  adonde  se 
les  darán  de  otras  cosas  de  España,  de  las  tierras  de 
Oriente,  pues  estas  son  á  nos  en  Poniente,  y  aquí  ha 
también  infinito  lináloe,  aunque  no  es  cosa  para  hacer 
gran  caudal;  mas  del  almáciga  es  de  entender  bien 
porque  no  lo  ha,  salvo  en  la  dicha  isla  de  Xió,  y  creo 
que  sacan  dello  bien  50.000  ducados,  si  mal  no  me 
acuerdo;  y  ha  aquí  en  la  boca  del  dicho  rio  el  mejor 
puerto  que  fasta  hoy  vi,  limpio  é  ancho  é  fondo,  y 
buen  lugar  (1)  y  asiento  para  hacer  una  villa  é  fuerte, 
é  que  cualesquier  navios  se  puedan  llegar  el  bordo  á 
los  muros,  é  tierra  muy  temperada  y  alta,  y  muy  buenas 
aguas.  Así,  que  ayer  vino  abordo  de  la  nao  una  almadia 
con  seis  mancebos,  y  los  cinco  entraron  en  la  nao;  estos 
mandé  detener  é  los  traigo.  Y  después  envié  á  una  casa 
que  es  de  la  parte¿£l  rio  del  Poniente,  y  trujeron 
siete  cabezas  de  nqfíge^J,  entre  chicas  é  grandes,  y  tres 
niños.  EstoJiice  porqujs  .nigjox_se_comp^orj^^  hom- 
bres  en_Es2aña_b^bípndn  mwgfírps  de  su  tíierira  que 
sm^énir,  porquera  otras  "'"chas  veces  se  acaeció 
~traer  los  hombres  de  Gm'pfta  para  q"**  Hf>prf_mjiV«;^n 
la  lengua  en  Portugal^  v  flfíSP"*'*'  0"*=^  V^ly^a"  y  p<=^"ga- 
ban  de  se  aprovechar  dellos  en  su  tierra  nnrla  buena 
compañía  que  le  habían  hecho  y  dádivas  que  se  les 
habían  dados^jen-üegando  en  tierra  ¡amas  parecían. 
Otros 'no  lo  hacían  así.  Así  que  teniendo  susmugeres 
teman  gana  de  negociar  lo  que  se  les  encargare,  y 
también  estas  mugeres  mucho  enseñarán  á  los  nues- 
tros su  lengua,  la  cual  es  toda  una  en  todas  estas  islas 

(1)     Este  puerto,  al  cual  Colon  llamó  del  óo/,  debe   ser 
el  puerto  del  Padre. 


VIAJES    DE    COLÓN  65 

de  India,  y  todos  se  entienden  y  todas  las  andan  con 
sus  almadias,  lo  que  no  han  en  Guinea,  adonde  es  mil 
maneras  de  lenguas,  que  la  una  no  entiende  la  otra. 
Esta  noche  vino  abordo  en  una  almadia  el  marido  de 
una  destas  mujeres,  y  padre  de  tres  fijos,  un  macho  y 
dos  fembras,  y  dijo  que  yo  le  dejase  venir  con  ellos, 
y  á  mí  me  aplogó  mucho,  y  quedan  agora  todos  con- 
solados con  el  que  deben  todos  ser  parientes,  y  él  es 
ya  hombre  de  45  años.»  Todas  estas  palabras  son  for- 
males del  Almirante.  Dice  también  arriba  que  hacia 
algún  frió,  y  por  esto  que  no  le  fuera  buen  consejo  en 
invierno  navegar  al  Norte  para  descubrir  (1).  Navegó 
este  Lunes  hasta  el  sol  puesto  18  leguas  al  Leste  cuar- 
ta del  Sueste,  hasta  un  cabo,  á  que  puso  por  nombre 
el  Cabo  de  Cuba  (2). 

Martes   13  de  Noviembre 

Esta  noche  toda  estuvo  á  la  corda,  como  dicen  los 
marineros,  que  es  andar  barloventeando  y  no  andar 
nada,  por  ver  un  abra,  que  es  una  abertura  de  sierras 
como  entre  sierra  y  sierra,  que  se  comenzó  á  ver  al 
poner  del  sol,  adonde  se  mostraban  dos  grandísimas 
montañas  (3),  y  parecía  que  se  apartaba  la  tierra  de 
Cuba  con  aquella  de  Bohío,  y  esto  decían  los  indios 
que  consigo  llevaban,  por  señas.  Venido  el  día  claro 
dio  las  velas  sobre  la  tierra,  y  pasó  una  punta  que  le 
pareció  anoche  obra  de  dos  leguas,  y  entró  en  un  gran 
golfo,  cinco  leguas  al  Sursudueste,  y  le  quedaban  otras 


(1)  «Desto  que  aquí  dice  parece  que  sí  navegara  hacia  el 
Norte, en  dos  días  sin  duda  descubriera  la  Florida.»  —  Casas. 

(2)  Este  cabo,  según  el  viage  que  hizo  Colon  al  Este 
desde  su  salida  del  rio  de  Mares  (NuevitasJ,  debe  ser  la 
Punta  de  Muías. 

(3)  «Estas  montañas  eran  la  una  el  Cabo  de  Cuba,  que 
se  llama  punta  de  Mahici.* —  Casas. — No  eran  sino  las  Sie- 
rras del  Cristal  y  las  del  Moa. 

VIAJUS  DK  COLÓS  6 


66  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

cinco  para  llegar  al  cabo,  adonde  en  medio  de  dos 
grandes  montes  hacia  un  degollado,  el  cual  no  pudo 
determinar  si  era  entrada  de  n»ar;  y  porque  deseaba  ir 
á  la  isia  que  llamaban  Babeque,  adonde  tenia  nueva, 
según  él  entendía,  que  habia  mucho  oro,  la  cual  isla  le 
salia  al  Leste;  como  no  vido  alguna  grande  población 
para  ponerse  al  rigor  del  viento,  que  le  crecía  mas  que 
nunca  hasta  allí,  acordó  de  hacerse  á  la  mar  y  andar 
al  Leste  con  el  viento,  que  era  Norte,  y  andaba  ocho 
millas  cada  hora,  y  desde  las  diez  del  día,  que  tomó 
aquella  derrota,  hasta  el  poner  del  sol  anduvo  56  mí 
lias,  que  son  14  leguas,  al  Leste,  desde  el  Cabo  de 
Cuba.  Y  de  la  otia  tierra  del  Bohío,  que  le  quedaba  á 
solaviento,  comenzando  del  cabo  del  sobredicho  golfo, 
descubrió  á  su  parecer  80  millas,  que  son  20  leguas,  y 
corríase  toda  aquella  costa  Lesueste  y  Ouesnoroeste. 

Miércoles  14  de  Noviembre 

Toda  la  noche  de  ayer  anduvo  al  reparo  y  bario 
venteando  (porque  decía  que  no  era  razón  de  navegar 
entre  aquellas  islas  de  noche  hasta  que  las  hubiese 
descubierto),  porque  los  indios  que  traía  le  dijeron 
ayer  Martes  que  habría  tres  jornadas  desde  el  rio  de 
Mares  hasta  la  isla  de  Babequey  que  se  debe  entender 
jornadas  de  sus  almadías,  que  pueden  andar  7  leguas, 
y  el  viento  también  le  escaseaba;  y  habiendo  de  ir  al 
Leste  no  podía  sino  a  la  cuarta  del  Sueste,  y  por  otros 
inconvenientes  que  allí  refiere  se  hobo  de  detener 
hasta  la  mañana.  Al  salir  del  sol  determinó  de  ir  á 
buscar  puerto,  porque  de  Norte  se  habia  mudado  el 
viento  al  Nordeste,  y  sí  puerto  no  hallara  fuérale  ne- 
cesario volver  atrás,  á  los  puertos  que  dejaba  en  la 
isla  de  Cuba.  Llegó  á  tierra,  habiendo  andado  aquella 
noche  24  millas  al  Leste  cuarta  del  Sueste;  anduvo  al 
Sur  (1)  millas  hasta  tierra,   adonde   vio   muchas 


(1)     Igual  vacio  en  el  original. 


VIAJES    DE    COLÓN  67 

entradas  y  muchos  isletas  y  puertos,  y  por  quel  vien- 
to era  mucho  y  la  mar  muy  alterada  no  osó  acometer 
á  entrar,  antes  corrió  por  la  costa  al  Norueste  cuarta 
del  Oueste,  mirando  si  habia  puertos,  y  vido  que  ha 
bia  muchos,  pero  no  muy  claros.  Después  de  haber 
andado  asi  64  millas  halló  una  entrada  muy  honda,  an- 
cha un  cuarto  de  milla,  y  buen  puerto  (1),  y  rio,  don- 
de entró  y  puso  la  proa  al  Sursudueste,  y  después  al 
Sur  hasta  lleg-ar  ai  Sueste,  todo  de  buena  anchura  y 
muy  fondo,  donde  vido  tantas  islas  que  no  las  pudo 
contar  todas,  de  buena  grandeza,  y  muy  altas  tierras, 
llenas  de  diversos  árboles  de  mil  maneras,  é  infinitas 
palmas.  Maravillóse  en  gran  manera  ver  tantas  islas  y 
tan  altas,  y  certifica  á  los  Reyes  que  las  montañas  que 
desde  antier  ha  visto  por  estas  costas  y  las  destas  islas 
que  le  parece  que  no  las  hay  mas  altas  en  el  mun- 
do ni  tan  l^ermosas  y  claras,  sin  niebla  ni  nieve,  y  al 
pié  dellas  grandísimo  fondo;  y  dice  que  cree  que  es- 
tas islas  son  aquellas  innumerables  que  en  los  mapa- 
mundos  en  fin  de  Oriente  se  ponen  (2);  y  dijo  que 
creia  que  habia  grandísimas  riquezas  y  piedras  pre- 
ciosas y  especería  en  ellas,  y  que  duran  muy  mucho  al 
Sur  y  se  ensanchan  á  toda  parle.  Púsoles  nombre  la 
mar  de  nuestra  Señora^  y  al  puerto  que  está  cerca  de 
la  boca  de  la  entrada  de  las  dichas  islas  puso  puerto 
del  Principe,  en  el  cual  no  entró  mas  de  velle  desde 
fuera  hasta  otra  vuelta  que  dio  el  Sábado  de  la  sema- 
na venidera,  como  allí  parecerá.  Dice  tantas  y  tales 
cosas  de  la  fertilidad  y  hermosura  y  altura  destas  islas 
que  halló  en  este  puerto,  que  dice  á  los  Reyes  que  no 
se  maravillen  de  encarecellas  tanto,  porque  les  certifí- 


(1)  Parece  debe  ser  el  puerto  de  Tanamo,  en  Cuba. 

(2)  Véase  el  mapamundi  de  Martin  de  Behem,  cons- 
truido en  1492  y  publicado  por  Mur  y  por  Cladera,  y  se  ad- 
vertirá la  multitud  de  islas  que  se  colocaba  al  extremo 
oriental  de  la  India. 


68  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

ca  que  cree  que  no  dice  la  centésima  parte:  alg^unas 
dellas  que  parecía  que  lleg^an  al  cielo  y  hechas  como 
f^  puntas  de  diamantes;  otras,  que  sobre  su  g^ran  altura 
tienen  encima  como  una  mesa,  y  al  pié  dellas  fondo 
grandísimo,  que  podrá  llegar  á  ella  una  grandísima  ca- 
rraca (1),  todas  llenas  de  arboledas  y  sin  peñas. 

Jueves  15  de  Noviembre 

Acordó  de  andallas  estas  islas  con  las  barcas  de  los 
navios,  y  dice  maravillas  dellas,  y  que  halló  almáciga  é 
infínito  lináloe,  y  algunas  deilas  eran  labradas  de  las 
raices  de  que  hacen  su  pan  los  indios,  y  halló  haber 
encendido  fuego  en  algunos  lugares;  agua  dulce  no 
vido;  gente  había  alguna,  y  huyeron;  en  todo  lo  que 
anduvo  halló  hondo  de  15  y  16  brazas,  y  todo  basa, 
que  quiere  decir  quel  suelo  de  abajo  es  arena  y  no 
peña?,  lo  que  mucho  desean  ios  marineros,  porque  las 
peñas  cortan  los  cables  de  las  anclas  de  las  naos. 

Viernes  16  de  Noviembre 

Porque  en  todas  las  partes,  islas  y  tierras  donde  en- 
traba dejaba  siempre  puesta  una  cruz,  entró  en  la  bar- 
ca y  fue  á  la  boca  de  aquellos  puertos,  y  en  una  pun- 
ta de  la  tierra  halló  dos  maderos  muy  grandes,  uno 
mas  largo  que  el  otro,  y  el  uno  sobre  otro,  hechos  una 
cruz,  que  diz  que  un  carpintero  no  los  pudiera  poner 
mas  proporcionados;  y  adorada  aquella  cruz,  mandó 
hacer  de  los  mismos  maderos  una  muy  grande  y  alta 
cruz.  Halló  cañas  por  aquella  playa,  que  no  sabia  don- 
de nacían,  y  creía  que  las  traería  algún  rio  y  las  echa- 
ba á  la  playa,  y  tenia  en  esto  razón.  Fue  á  una  cala 
dentro  de  la  entrada  del  puerto  de  la  parte  del   Sues- 


(1)  Con  este  nombre  designaban  ó  conocían  ya  á  los 
navios  de  mayor  magnitud  en  el  siglo  xiii,  según  lo  expre- 
sa el  Rey  D.  Alonso  el  Sabio  en  la  part.  2.%  tit.  24,  ley  7. 


VIAJES  DE    COLÓN  69 

te  (cala  es  una  entrada  angosta  que  entra  el  agua   del 
mar  en  la  tierra);  allí  hacia  un  alto  de  piedra  y  peña 
como  cabo,  y  al  pié  del  era  muy  fondo,  que  la   mayor 
carraca  del  mundo  pudiera  poner  ei  bordo  en  tierra,  y 
habia  un  lugar  ó  rincón  donde  podían  estar  seis  na- 
vios sin  anclas  como  en  una  sala.  Parecióle  que  se  po- 
día hacer  allí  una  fortaleza  á  poca  costa,   si   en    algún 
tiempo  en  aquella  mar  de  islas  resultase  algún  resgate 
famoso.  Volviéndose  á  ia  nao,   halló  los   indios   que 
consigo   traía   que   pescaban   caracoles   muy  grandes 
que  en  aquellas  mares  hay,  y  hizo  entrar  la  gente  allí  é 
buscar  si  habia  nácaras,  que  son   las  ostias  donde  se 
crian  las  perlas,  y  hallaron  muchas,  pero  no   perlas,   y 
atribuyólo  á  que  no  debía  de  ser  el  tiempo  deílas,  que 
creía  él  que  era  por  Mayo  y  Junio.  Hallaron  los  mari- 
neros un  animal   que   parecía  taso   o   taxo.  Pescaron  \ 
también  con  redes,  y  hallaron  un  pece,  entre  otros  mu-   j 
chos,  que  parecía  propio  puerco,  no  como  tonina,   el 
cual  diz  que  era  todo  concha  muy  tiesta,  y  no  tenia         I 
cosa  blanda  sino  la  cola  y  los  ojos,  y   un    agujero   de-        ^r 
bajo  della  para   expeler  sus  superfluidades;  mandólo       ^ 
salar  para  llevarlo  que  viesen  los  Reyes.  -/^^^c^-c/v^c^'^ 

Sábado  17  de  Noviembre 

Entró  en  la  barca  por  la  mañana  y  fue  á  ver  las  is- 
las que  no  habia  visto  por  la  banda  del  Sudueste;  vido 
muchas  otras  y  muy  fértiles  y  muy  graciosas,  y  en- 
tre medio  dellas  muy  gran  fondo;  algunas  dellas  divi- 
dían arroyos  de  agua  dulce,  y  creía  que  aquella  agua 
y  arroyos  salían  de  algunas  fuentes  que  manaban  en 
los  altos  de  las  sierras  de  las  islas.  De  aquí  yendo 
adelante  halló  una  ribera  de  agua  muy  hermosa  y  dul- 
ce, y  salía  muy  fría  por  lo  enjuto  della;  habia  un  pra- 
do muy  lindo,  y  palmas  muchas  y  altísimas  mas  que 
las  que  había  visto;  halló  nueces  grandes  de  la   India, 


70  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

creo  que  dice,  y  ratones  grandes  (1)  de  los  de  India 
también,  y  cangrejos  grandísimos.  Aves  vido  muchas, 
y  olor  vehemente  de  almizque,  y  creyó  que  lo  debia 
de  haber  allí.  Este  dia,  de  seis  mancebos  que  tomó  en 
el  rio  MareSy  que  mandó  que  fuesen  en  la  carabela 
Niña,  se  huyeron  los  dos  mas  viejos. 

Domingo  18  de  Noviembre 

Salió  en  las  barcas  otra  vez,  con  mucha  gente  de  los 
navios,  y  fue  á  poner  la  gran  cruz  que  habia  mandado 
hacer  de  los  dichos  dos  maderos  á  la  boca  de  la  en- 
trada del  dicho  puerto  del  Príncipe,  en  un  lugar  visto- 
so y  descubierto  de  árboles;  ella  muy  alta  y  muy  her 
mosa  vista.  Dice  que  la  mar  crece  y  descrece  allí  mu- 
cho mas  que  en  otro  puerto  de  lo  que  por  aquella 
tierra  haya  visto,  y  que  no  es  mas  maravilla,  por  las 
muchas  islas,  y  que  la  marea  es  al  revés  de  las  nues- 
tras, porque  allí  la  luna  al  Sudueste  cuarta  del  Sur  es 
baja  mar  en  aquel  puerto.  No  partió  de  aquí  por  ser 
Domingo. 

Lunes  19  de  Noviembre 

Partió  antes  quel  sol  saliese,  y  con  calma,  y  después, 
a!  medio  dia,  ventó  algo  al  Leste  y  navegó  al  Nornord- 
este;  al  poner  del  sol  le  quedaba  el  puerto  del  Prin- 
cipe al  Sursudueste,  y  estaría  del  7  leguas.  Vido  la  isla 
de  Babeque  al  Leste  justo,  de  la  cual  estaría  60  mi- 
llas. Navegó  toda  esta  noche  al  Nordeste  escaso;  añ- 


il) *  Hutías  debían  de  ser.» — Casas.— Oviedo,  en  la 
Relac.  sumar,  de  la  Hisi.  nat.  de  Indias,  cap.  6,  dice  que 
las  hutías  son  cuasi  como  ratones  ó  tienen  con  ellos  algún 
deudo  ó  proximidad;  y  los  coríes  son  como  conejos  ó  gaza- 
pos chicos,  y  no  hacen  mal,  y  son  muy  lindos  y  de  varios 
colores. 


VIAJES    DE   COLÓN  71 

daría  60  millas,  y  hasta  las  diez  del  dia  Martes  otras  12, 
que  son  por  todas  18  leguas,  y  ai  Nordeste  cuarta  del 
Norte. 


Martes  20  de  Noviembre 

Quedábanle  el  Babeque,  ó  las  islas  del  Babeque,  al 
Lesueste,  de  donde  salía  el  viento  que  llevaba,  contra- 
rio. Y  viendo  que  no  se  mudaba  y  la  mar  se  alteraba, 
determinó  de  dar  la  vuelta  al  puerto  del  Principe,  de 
donde  habia  salido,  que  le  quedaba  25  leguas.  No  qui- 
so ir  á  la  isleta  que  llamó  Isabela,  que  le  estaba  12  le- 
guas, que  pudiera  ir  á  surgir  aquel  dia,  por  dos  razo- 
nes: la  una,  porque  vido  dos  islas  al  Sur,  las  quería 
ver;  la  otra,  porque  los  indios  que  traia,  que  habia  to- 
mado en  Guanahani,  que  llamó  San  Salvador,  que 
estaba  8  leguas  de  aquella  Isabela,  no  se  le  fuesen,  de 
los  cuales  diz  que  tiene  necesidad,  y  por  traellos  á 
Castilla  &c.  Tenian  diz  que  entendido  que  en  hallan- 
do oro  los  había  el  Almirante  de  dejar  tornar  á  su  tie- 
rra. Llegó  en  parage  del  puerto  del  Principe;  pero  no 
lo  pudo  tomar  porque  era  de  noche  y  porque  lo  de- 
cayeron las  corrientes  al  Norueste.  Tornó  á  dar  la  vuel- 
ta y  puso  la  proa  al  Nordeste  con  viento  recio;  aman- 
só y  mudóse  el  viento  al  tercero  cuarto  de  la  noche; 
puso  la  proa  en  el  Leste  cuarta  del  Nordeste;  el  vien- 
to era  Susueste  y  mudóse  al  alba  de  todo  en  Sur,  y 
tocaba  en  el  Sueste.  Salido  el  sol,  marcó  el  puerto 
del  Principe,  y  quedábale  al  Sudueste  y  cuasi  á  la 
cuarta  del  Oueste,  y  estaría  del  48  millas,  que  son  12 
leguas. 

Miércoles  21  de  Noviembre 

Al  sol  salido  navegó  al  Leste  con  viento  Sur;  andu- 
vo poco,  por  la  mar  contraria;  hasta  horas  de  vísperas 


72  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

hobo  andado  24  millas.  Después  se  mudó  el  viento  al 
Leste  y  anduvo  al  Sur  cuarta  del  Sueste,  y  al  poner 
del  sol  habia  andado  12  millas.  Aquí  se  halló  el  Al- 
mirante en  42°  de  la  línea  equinoccial  (1)  á  la  parte 
del  Norte,  como  en  el  puerto  de  Mares;  pero  aquí  di- 
ce que  tiene  suspenso  el  cuadrante  hasta  llegar  a  tie- 
rra, que  lo  adobe.  Por  manera  que  le  parecía  que  no 
debía  distar  tanto,  y  tenia  razón,  porque  no  era  posi- 
ble como  no  estén  estas  islas  sino  en  (2)  gra- 
dos. Para  creer  que!  cuadrante  andaba  bueno  le  mo- 
vía ver,  diz,  que  el  Norte  (3)  tan  alto  como  en  Casti- 
lla, y  si  esto  es  verdad,  mucho  allegado  y  alto  andaba 
con  la  Florida;  pero  ¿dónde  están  luego  agora  estas 
islas  que  entre  manos  traía?  Ayudaba  á  esto  que  ha- 
cia diz  que  gran  calor;  pero  claro  es  que  si  estuviera 
en  la  costa  de  la  Florida  que  no  hobiera  calor,  sino 
frío;  y  es  también  manifiesto  que  en  42°  en  ninguna 
parte  de  la  tierra  se  cree  hacer  calor  si  no  fuese  por 
alguna  causa  de  per  accidens^  lo  que  hasta  hoy  no 
creo  yo  que  se  sabe.  Por  este  calor  que  allí  el  Almi- 
rante dice  que  padecía,  arguye  que  en  estas  Indias,  y 
or  allí  donde  andaba,  debía  de  haber  mucho  oro, 
ste  día  se  apartó  Martín  Alonso  Pinzón  con  la  cara- 
bela Pinta,  sin  obediencia  y  voluntad  del  Almirante, 
por  cudicía,  diz  que  pensando  que  un  indio  que  el  Al- 
mirante habia  mandado  poner  en  aquella  carabela  ie 
habia  de  dar  mucho  oro,  y  así,  se  fue  sin  esperar,  sin 
causa  de  mal  tiempo,  sino  porque  quiso.  Y  dice  aquí 
el  Almirante:  «otras  muchas  me  tiene  hecho  y  dicho.» 

Jueves  22  de  Noviembre 
Miércoles  en    la   noche  navegó  al   Sur   cuarta    del 


(1)  Son  solo  2r  de  latitud.  (Véase  la  nota  2.*  en  el  día 
31  de  Octubre.) 

(2)  Igual  vacío  eo  el  original. 

(3)  Falta  el  verbo  era  ó  es^a6apara  completar  la  oración» 


VIAJES   DE    COLÓN  73" 

Sueste  con  el  viento  Leste,  y  era  cuasi  calma;  al  ter- 
cero cuarto  ventó  Nornordeste;  todavía  iba  al  Sur,  por 
ver  aquella  tierra  que  por  allí  le  quedaba,  y  cuando  sa- 
lió el  sol  se  halló  tan  lejos  como  el  día  pasado,  por  las 
corrientes  contrarias,  y  quedábale  la  tierra  40  millas. 
Esta  noche  Martin  Alonso  siguió  el  camino  del  Leste 
para  ir  á  la  isla  de  Babequej  donde  dicen  los  indios 
que  hay  mucho  oro,  el  cual  iba  á  vista  del  Almirante, 
y  habría  hasta  éi  16  millas.  Anduvo  el  Almirante  toda 
la  noche  la  vuelta  de  tierra,  y  hizo  tomar  algunas  de 
las  velas  y  tener  farol  toda  la  noche,  porque  le  pare- 
ció que  venía  hacia  él,  y  la  noche  hizo  muy  clara,  y  el 
ventecillo.  bueno  para  venir  á  él  si  quisiera. 

Viernes  23  de  Noviembre 

Navegó  el  Almirante  todo  el  día  hacía  la  tierra,  aF 
Sur  siempre,  con  poco  viento,  y  la  corriente  nunca  le 
dejó  llegar  á  ella;  antes  estaba  hoy  tan  lejos  della  al 
poner  del  sol,  como  en  la  mañana.  El  viento  era  Les- 
nordeste  y  razonable  para  ir  al  Sur,  sino  que  era  pocoj 
y  sobre  este  cabo  encabalga  otra  tierra  ó  cabo  que 
va  también  al  Leste,  a  quien  aquellos  indios  que  lle- 
vaba llamaban  BohiOf  la  cual  decían  que  era  muy 
grande  y  que  había  en  ella  gente  que  tenia  un  ojo  en 
la  frente,  y  otros  que  se  llamaban  caníbales,  á  quicH 
mostraban  tener  gran  miedo.  Y  desque  vieron  que 
lleva  (1)  este  camino,  diz  que  no  podían  hablar  por- 
que los  comían,  y  q«e  son  gente  muy  armada.  El  Al- 
mirante dice  que  bien  cree  que  había  algo  dello;  mas 
que  pues  eran  armados,  sería  gente  de  razón,  y  creía 
que  habían  captivado  algunos,  y  que  porque  no  vol- 
vían a  sus  tierras  dirían  que  los  comían.  Lo  mismo 
creían  de  los  cristianos  y  del  Almirante  al  principio 
que  algunos  los  vieron. 


(1)     Ha  de  decir  llevaba. 


74  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 


Sábado  24  de  Noviembre 

Navegó  aquella  noche  toda,  y  á  la  hora  de  tercia 
del  día  tomó  la  tierra  sobre  la  isla  llana  (1),  en  aquel 
mismo  lugar  donde  habia  arribado  la  semana  pasada 
cuando  iba  á  la  isla  de  Babeque.  Al  principio  no  osó 
llegar  á  la  tierra  porque  le  parecía  que  aquella  abra  de 
sierras  rompia  la  mar  mucho  en  ella.  Y  en  fin  llegó  á 
la  mar  de  nuestra  Señora,  donde  habia  las  muchas  is- 
las, y  entró  en  el  puerto,  questá  junto  á  la  boca  de  la 
entrada  de  las  islas,  y  dice  que  si  él  antes  supiera  este 
puerto  y  no  se  ocupara  en  ver  las  islas  de  la  mar 
de  nuestra  Señora,  no  le  fuera  necesario  volver  atrás, 
aunque  dice  que  lo  da  por  bien  empleado  por  haber 
visto  las  dichas  islas.  Así,  que  llegando  á  tierra,  envió 
la  barca  y  tentó  el  puerto,  y  halló  muy  buena  barra, 
honda  de  seis  brazas,  y  hasta  20,  y  limpio,  todo  basa; 
entró  en  él  poniendo  la  proa  al  Sudueste,  y  después 
volviendo  al  Oueste,  quedando  la  isla  llana  de  la  par- 
te del  Norte,  la  cual  con  otra  su  vecina  hace  una  la- 
V  guna  de  mar  en  que  cabrían  todas  las  naos  de  £spa- 
n"^  ña  (2)  y  podían  estar  seguras,  sin  amarras,  de  todos  los 
vientos.  Y  esta  entrada  de  la  parte  del  Sueste,  que  se 
entra  poniendo  la  proa  al  Sursudueste,  tiene  la  salida 
al  Oueste  muy  honda  y  muy  ancha;  así  que  se  puede 
pasar  entremedio  de  las  dichas  islas,  y  por  cognosci- 
miento  dellas,  á  quien  viniese  de  la  mar  de  la  parte 
del  Norte,  qués  su  travesía  desta  costa.  Están  las  di- 
chas  islas  al  pié  de  una  grande  montaña  (3),  qués   su 

(1)  Cayo  de  Afoa. 

(2)  «Este  debe  ser  el  puerto  que  llamó  Santa  Catalina, 
porque  llegó  á  él  su  víspera.»  -  Casas. — No  es  sino  el  puer- 
to de  cayo  de  Moa,  cuya  descripción  es  muy  exacta. 

(3)  Las  sierras  de  A4oa. 


VIAJES   DE   COLÓN  75 

iongrura  de  Leste  Oueste,  y  es  harto  luenga  y  mas  alta 
y  luenga  que  ninguna  de  todas  las  otras  que  están  en 
esta  costa,  adonde  hay  infinitas, y  hace  fuera  una  restin- 
ga al  luengo  de  la  dicha  montaña,  como  un  banco,  que 
llega  hasta  ía  entrada. Todo  esto  de  la  parte  del  Sueste, 
y  también  de  la  parte  de  la  isla  llana  hace  otra  restin- 
ga, aunquesta  es  pequeña,  y  así,  entremedias  de  am- 
bas hay  grande  anchura  y  fondo  grande,  como  dicho 
es.  Luego,  á  la  eatrada  á  la  parte  del  Sueste,  dentro, 
en  el  mismo  puerto,  vieron  un  rio  grande  (1)  y  muy 
hermoso,  y  de  mas  agua  que  hasta  entonces  hablan 
visto,  y  que  bebia  el  agua  dulce  hasta  la  mar.  A  la  en- 
trada tiene  un  banco;  mas  después  adentro  es  muy 
hondo  de  ocho  y  nueve  brazas.  Está  todo  lleno  de 
palmas  y  de  muchas  arboledas,  como  los  otros. 

Domingo  25  de  Noviembre 

Antes  del  sol  salido  entró  en  la  barca,  y  fué   a  ver 
un  cabo  ó  punta  de  tierra  (2)   al   Sueste   de   la  isleta 
llana,  obra  de  una  legua  y  media,   porque   le   parecía 
que  había  de  haber  algún  rio  bueno.  Luego,  á   la   en- 
trada del  cabo  de  la  parte  del  Sueste,  andando  dos  ti- 
ros de  ballesta,  vio  venir  un  grande   arroyo   de   muy 
linda  agua,  que  decendia  de  uaa  montaña  (3)  abajo,  y 
hacia  gran  ruido.  Fue  al  rio,  y  vio  en  él   unas   piedras 
relucir,  con  unas  manchas  en  ellas  de  color  de  oro  (4),  <■ 
y  acordóse  que  en  el  rio  Tejo,  que  al  pié  dé!  junto  á  la ; 
mar  se  halló  oro,  y  parecióle  que  cierto  debía  tener    ^ 
oro  (5),  y  mandó  coger  ciertas  de  aquellas  piedras  para  ' 
llevar  á  los  Reyes.  Estando  así  dan   voces  los   mozos 


(1)  Es  el  rio  de  Moa. 

(2)  Punta  del  Mangle  ó  del  Guarico. 

(3)  De  las  sierras  de  Moa, 

(4)  «Estas  debían  ser  piedras  de  Margarita.» — Casas 

(5)  «No  hay  duda  sino  que  allí  lo  había.» — Casas. 


76  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

grumetes  diciendo  que  vian  piñales  (1).  Miró  por   !a 
sierra,  y  vídolos  tan  grandes  y  tan  maravillosos  que  no 
podía  encarecer  su  altura   y  derechura,  como  husos 
.   gordos  y. delgados,  donde  cognosció  que   se   podian 
hacer  navios  é  infinita  tablazón   y  masteles  para  los 
í  mayores  naos  de  España.  Vido  robles  y   madroños,   y 
un  buen  rio,  y  aparejo  para  hacer  sierras  de  agua.  La 
tierra  y  los  aires,  mas  templados  que  hasta  allí,  por  la 
altura  y  hermosura  de  !as  sierras.    Vido   por   la    playa 
muchas  otras  piedras  de  color  de  hierro,  y  otras  que 
decían  algunos  que  eran  de  minas  de  plata,  todas  las 
cuales  trae  el  rio.  Allí  cogió  una  entena  y  niastel  para 
la  mezana  de  la  carabela  Niña.  Llegó  á  la  boca  del 
rio,  y  entró  en  una  cala  (2)  al  pié  de  aquel  cabo  de  la 
.     parte  del  Sueste,  muy  honda  y  grande,  en  que  cabrían 
Ol   100  naos  sin  alguna  amarra  ni  anclas,  y  el  puerto,  que 
^  los  ojos  otro  tal  nunca  vieron.  Las  sierras,  altÍFÍmas, 
de  las  cuales  descendían   muchas  aguas  lindísimas;  y 
todas  las  sierras  llenas  de  pinos,  y  por  todo  aquello  di- 
versísimas y  hermosísimas  florestas  de  árboles.  Otros 
dos  ó  tres  ríos  le  quedaban  atrás.  Encarece  todo  esto 
en  gran  manera  a  los  Reyes,  y  muestra  haber  rescibí- 
do   de   verlo,   y   mayormente   los   pinos,    inestimable 
alegría  y  gozo,  porque  se  podian  hacer  allí  cuantos  na- 
'    víos  desearen,  trayendo  los  aderezos,  si  no  fuere  ma- 
'    dera  y  pez,  que  allí  se  hará  harta,  y  afirma  no  encare- 
cello  la  centésima  parte  de  lo  que  es,   y  que  plugo  a 
nuestro  Señor  de  le  mostrar  siempre  una   cosa   mejor 
'     que  otra,  y  siempre  en  lo  que  hasta  allí  había  descu- 
bierto iba  de  bien  en  mejor,  así  en  las  tierras,  y  arbo- 
ledas, y  yerbas,  y  frutos,  y  flores,  como  en  ¡as  gentes,  y 
siempre  de  diversa  manera,  y  así  en  un  lugar  como  en 
otro.  Lo  mismo  en  los  puertos  y  en  las  aguas.  Y  final- 
mente, dice  que  cuando  el  que  lo  ve  le  es  tan  gran- 


(1)  «Haylos,  pines  admirables.»  —  Casas. 

(2)  Puerto  de  Jaragua. 


VIAJES    DE   COLÓN  77 

de  admiración,  cuánta  mas  será  á  quien  lo  oyere,  y 
que  nadie  lo  podrá  creer  si  no  lo  viere. 

Lunes  26  de  Noviembre 

AI  salir  el  sol  levantó  las  anclas  del  puerto  de  Santa 
Catalinay  adonde  estaba  dentro  de  la  isla  llana,  y  na- 
vegó de  luengo  de  la  costa,  con  poco  tiempo  Sudues- 
te,  al  camino  del  Cabo  del  Pico  (1),  que  era  al  Sues- 
te. Llegó  al  cabo  tarde  porque  le  calmó  el  viento, 
y  llegado  vido  al  Sueste  cuarta  del  Leste  otro  cabo, 
questaria  del  70  millas,  y  de  allí  vido  otro  cabo, 
que  estaría  hacia  el  navio  al  Sueste  cuarta  del  Sur,  y 
parecióle  que  estarla  del  20  millas,  al  cual  puso  nom- 
bre el  Cabo  de  Campana  (2),  al  cual  no  pudo  llegar 
de  día  porque  le  tornó  á  calmar  del  todo  el  viento. 
Andaría  en  todo  uquel  día  32  millas,  que  son  8  leguas. 
Dentro  de  las  cuales  notó  y  marcó  nueve  puertos 
muy  señalados  (3),  los  cuales  todos  los  marineros  ha- 
cían maravillas,  y  cinco  ríos  grandes,  porque  iba  siem- 
pre junto  con  tierra  para  verlo  bien  todo.  Toda  aque- 
lla tierra  es  montañas  altísimas  muy  hermosas,  y  no 
secas  ni  de  peñas,  sino  todas  andables,  y  valles  hermo- 
sísimos. Y  así  ios  valles  como  las  montañas  eran  lle- 
nos de  árboles  altos  y  frescos,  que  era  gloria  mirarlos, 
y  parecía  que  eran  muchos  piñales.  Y  también  detrás 
del  dicho  Cabo  del  Pico,  de  la  parte  del  Sueste,  están 
dos  ísletas  que  terna  cada  una  en  cerco  dos  leguas, 
y  dentro  dellas  tres  maravillosos  puertos  y  dos  gran- 
des ríos.  En  toda  esta  costa  no  vido  poblado  ninguno 

(1)     Punta  del  Mangle  ó  del  Guarico. 

('))     Es  Punta  Vaez. 

(3)  Entre  los  nueve  puertos  que  dice  vio  y  marcó  en 
aquel  trozo  de  costa  deben  notarse  la  ensenada  Yamani- 
^íie  y  los  puertos  de /ara^a,  de  Taco,  Cayaganueque,  de 
Nava  y  Maravi. 


78  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

desde  la  mar;  podría  ser  haberlo,  y  hay  señales  delío, 
porque  donde  quiera  que  saltaban  en  tierra  hallaban 
señales  de  haber  gente  y  huegos  muchos.  Estimaba 
que  la  tierra  que  hoy  vido  de  la  parte  de  Sueste  del 
Cabo  de  Campana  era  la  isla  que  llamaban  los  indios 
Bohio:  parécelo  porque!  dicho  cabo  está  apartado  de 
aquella  tierra.  Toda  la  g-ente  que  hasta  hoy  ha  hallado 
diz  que  tiene  grandísimo  temor  de  los  de  Caniba  ó 
Canima,  y  dicen  que  viven  en  esta  isla  de  Bohioy  la 
cual  debe  de  ser  muy  grande,  según  le  parece,  y  cree 
que  van  á  tomar  á  aquellos  á  sus  tierras  y  casas,  como 
sean  muy  cobardes  y  no  saber  de  armas.  Y  á  esta  cau- 
sa le  parecía  que  aquellos  indios  que  traía  no  suelen 
poblarse  á  la  costa  de  la  mar,  por  ser  vecinos  á  esta 
tierra,  los  cuales  diz  que  después  que  le  vieron  tomar 
la  vuelta  de  esta  tierra  no  podían  hablar,  temiendo  que 
los  habían  de  comer,  y  no  les  podía  quitar  el  temor,  y 
decían  que  no  tenían  sino  un  ojo  y  la  cara  de  perro,  y 
creía  el  Almirante  que  mentían,  y  sentía  el  Almirante 
que  debían  de  ser  del  señorío  del  Gran  Can  que  los 
captivaban. 


Martes  27  da  Noviembre 

Ayer  al  poner  del  sol  llegó  cerca  de  un  cabo,  que 
llamó  Campana,  y  porque!  cielo  claro  y  el  viento  poco 
no  quiso  ir  á  tierra  á  surgir,  aunque  tenía  de  sota- 
vento cinco  ó  seis  puertos  maravillosos,  porque  se  de- 
tenía mas  de  lo  que  quería,  por  el  apetito  y  deleitación 
que  tenía  y  rescibía  de  ver  y  mirar  la  hermosura  y 
frescura  de  aquellas  tierras  donde  quiera  que  entraba, 
y  por  no  se  tardar  en  proseguir  lo  que  pretendía.  Por 
estas  razones  se  tuvo  aquella  noche  á  la  corda  y  tem- 
porejar  hasta  el  día.  Y  porque  las  aguages  y  corrien- 
tes lo  habían  echado  aquella  noche  mas  de  cinco  ó 
seis  leguas  al  Sueste  adelante  de  donde  había  anoche- 


VIAJES    DE    COLÓN  19 

cido,  y  le  había  parecido  la  tierra  de  Campana;  y 
allende  aquel  cabo  parecia  una  grande  entrada  que 
mostraba  dividir  una  tierra  de  otra,  y  hacia  como  isla 
en  medio,  acordó  volver  atrás,  con  viento  Sudueste,  y 
vino  adonde  le  habia  parecido  el  abertura,  y  halló  que 
no  era  sino  una  grande  bahía  (1),  y  al  cabo  della,  de  la 
parte  del  Sueste, un  cabo,  en  eí  cual  hay  unamontaña(2) 
alta  y  cuadrada,  que  parecia  isla.  Saltó  el  viento  ea  el 
Norte,  y  tornó  á  tomar  la  vuelta  del  Sueste,  por  correr 
la  costa  y  descubrir  Lodo  lo  que  allí  hobiese.  Y  vido 
luego  al  pié  de  aquel  Cabo  de  Campana  un  puerto  (3) 
maravilloso  y  un  gran  rio,  y  de  alli  a  un  cuarto  de  le- 
gua otro  rio,  y  de  allí  á  media  legua  otro  rio,  y  dende 
á  otra  media  legua  otro  rio,  y  dende  á  una  legua  otro 
rio,  y  dende  á  otra  otro  rio,  y  dende  á  otro  cuarto 
otro  rio,  y  dende  á  otra  legua  otro  rio  grande,  desde 
el  cual  hasta  el  Cabo  de  Campana  habría  20  millas,  y 
le  quedan  al  Sueste;  y  ios  mas  destos  ríos  tenían  gran- 
des entradas  y  anchas  y  limpias,  con  sus  puertos  ina- 
ravillosos  para  naos  grandísimas;  sin  bancos  de  arena 
ni  de  peña  ni  restingas.  Viniendo  así  por  la  costa,  á  la 
parte  del  Sueste  del  dicho  postrero  rio  halló  una  gran- 
de población  (4),  la  mayor  que  hasta  hoy  haya  hallado, 
y  vido  venir  infinita  gente  á  la  ribera  de  la  mar  dando 
grandes  voces,  todos  desnudos,  con  sus  azagayas  en  la 
mano.  Deseó  hablar  con  ellos  y  amainó  las  velas,  y 
surgió  y  envió  las  barcas  de  la  nao  y  de  la  carabela, 
por  manera  ordenados  que  no  hiciesen  daño  alguno 
a  los  indios  ni  lo  rescibiesen,  mandando  que  les  diesen 
algunas  cosillas  de  aquellos  resgates.  Los  indios  hicie- 
ron ademanes  de  no  los  dejar  saltar  en  tierra  y  resis- 
tirlos. Y  viendo  que  las  barcas  se  allegaban  mas  á  tie- 
rra y  que  no  les  habían  miedo,  se  apartaron  de  la  mar. 

(I)  Era  el  puerto  de  Baracoa. 

{'¿)  El  monte  del  Yunque. 

(3)  El  puerto  de  Maravi. 

(4)  La  de  Baracoa. 


.^0  M.  FERNÁNDEZ  DE    NAVARRETE 

Y  creyendo  que  saliendo  dos  ó  tres  hombres  de  las 
barcas  no  temieran,  salieron  tres  cristianos,  diciendo 
que  no  hobiesen  miedo,  en  su  lengua,  porque  sabian 
algo  della  por  la  conversación  de  los  que  traen  con- 
sigo. En  fin,  dieron  todos  á  huir  que  ni  grande  ni  chi- 
co quedó.  Fueron  los  tres  cristianos  á  las  casas,  que 
son  de  paja  y  de  la  hechura  de  las  otras  que  habian 
visto,  y  no  hallaron  á  nadie  ni  cosa  en  alguna  delias. 
Volviéronse  á  los  navios  y  alzaron  velas  á  medio  dia 
para  ir  á  un  cabo  hermoso  (1)  que  quedaba  al  Leste, 
que  habria  hasta  él  ocho  leguas.  Habiendo  andado  me- 
día legua  por  la  misma  bahía,  vido  el  Almirante  á  la 
parte  del  Sur  un  singularísimo  puerto  (2),  y  de  la  par- 
te del  Sueste  unas  tierras  hermosas  á  maravilla,  así 
como  una  vega  montuosa  dentro  en  estas  montañas,  y 
parecían  grandes  humos  y  grandes  poblaciones  en  ella, 
y  las  tierras  muy  labradas;  por  lo  cual  determinó  de 
se  bajar  á  este  puerto  y  probar  si  podía  haber  lengua 
ó  práctica  con  ellos;  el  cual  era  tal  que  si  á  los  otros 
puertos  había  alabado,  éste  dice  que  alababa  mas  con 
las  tierras  y  templanza  y  comarca  delias  y  población; 
dice  maravillas  de  la  lindeza  de  la  tierra  y  de  los  ár- 
boles, donde  hay  pinos  y  palmas  (3),  y  de  la  grande 
vega, que  aunque  no  es  llana  de  llano  (4),  que  va  al  Sur- 
sueste,  pero  es  llana  de  montes  llanos  y  bajos,  la  mas 
hermosa  cosa  del  mundo,  y  salen  por  ella  muchas  ri- 
veras de  aguas  que  descienden  destas  montañas.  Des- 
pués de  surgida  la  nao  saltó  el  Almirante  en  la  barca 
para  sondar  el  puerto,  qués  como  una  escodilla;  y 
cuando  fue  frontero  de  la  boca  al  Sur  halló  una  entra- 
da de  un  río  que  tenia  de  anchura  que  podía  entrar 
una  galera   por   ella,  y   de   tal  manera   que  no  se  veía 

(1)  La  punta  de  Maici. 

(2)  El  puerto  de  Baracoa. 

(3)  Siempre  donde  hay  palmas  de  las  muy  altas  es  fér- 
tilísima tierra. —  Casas. 

(4)  Quiere  decir  que  no  es  rasa.— Casas. 


VIAJES    DE   COLÓN  81 

tiasta  que  se  llegase  a  ella,  y  entrando  por  ella  tanto 
como  longura  de  la  barca  tenia  cinco  brazas  y  de  ocho 
de  hondo.  Andando  por  ella,  fue  cosa  maravillosa  ver 
las  arboledas  y  frescuras,  y  el  agua  clarísima,  y  las  aves 
y  amenidad,  que  dice  que  le  parecia  que  no  quisiera 
salir  de  allí.  Iba  diciendo  á  los  hombres  que  llevaba  en 
su  compañía  que  para  hacer  relación  a  los  Reyes  de 
las  cosas  que  vian  no  bastaran  mil  lenguas  á  referillo 
ni  su  mano  para  lo  escribir,  que  le  parecia  questaba 
encantado.  Deseaba  que  aquello  vieran  muchas  otras 
personas  prudentes  y  de  crédito,  de  las  cuales  dice  ser 
cierto  que  no  encarecieran  estas  cosas  menos  que  él. 
Dice  mas  el  Almirante  aquí,  estas  palabras:  <' cuánto 
»será  el  benefícip^que  de  aquí  se  puede  haber,   yo  no 

>  lo  escríBoTEs  cierto.  Señores  Príncipes,  que  donde 
>hay  tales  tierras  que  debe  haber  infinitas  cosas  de 
aprovecho;  mas  yo  no  me  detengo  en  ningún  puerto, 
aporque  querría  ver  todas  las  mas  tierras  que  yo  pu- 
»diese  para  hacer  relación  dellas  á  vuestras  Altezas,  y 

>  también  no  sé  ^^J^HS^i^^y  '^  gente  destas  tierragiJiQ, 
» nie^ntienden^T^G^nTo^  y 
» estos  indios  que  yo  traigo  muchas  veces  le  entiendo 
>una  cosa  por  otra,  al  contrario  (1),  ni  fío  mucho  de- 
»llos  porque  muchas  veces  han  probado  á  fugir.  Mas 
»agora,  placiendo  a  nuestro  Señor,  veré  lo  mas  que  yo  y 
> pudiere,  y  poco  á  poco  andaré  entendiendo  y  conos-  / 
>ciendo,  y  faré  enseñar  esta  lengua  á  personas  de  mi 
»casa,  porque  veo  qués  toda  la  lengua  una  fasta  aquí; 
»y  después  se  sabrán  los  beneficios,  y  se  trabajará   de 

>  hacer  todos  estos  pueblos  cristianos,  porque  de  ligero 
»se  hará,  porque  ellos  no  tienen  secta  ninguna  ni  son 
^idólatras,  y  vuestras  Altezas  mandarán  hacer  en  estas 
> partes  ciudad  é  fortaleza,  y  se  convertirán  estas  tie- 
»rras.  Y  certifico  á  vuestras   Altezas   que   debajo  del 

(1)     De  esta  mala  ó  equivocada  inteligencia   resultan  en 
esta  relación  muchos  nombres  mal  expresados. 

VIAJE?  DE  COLÓN  6 


82  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

»sol  no  me  parece  que  las  pueda  haber  mejores  en  fer-- 
utilidad,  en  temperancia  de  frió  y  calor,  en  abundancia 
»de  ag-uas  buenas  y  sanas,  y  no  como  los  rios  de  Gui- 
>nea,  qu£Son  todos  pestilencia;  porque,  loado  nuestro — — 
^^enor7  iiasíarTioy  "d^e  tbdámi-^^  no  habido  perso- 
»na  que  le  haya  mal  la  cabeza  ni  estado  en  cama  por 
»dolencia,  salvo  un  viejo  de  dolor  de  piedra,  de  que 
>él  estaba  toda  su  vida  apasionado,  y  luego  sanó  al 
>cabo  de  dos  dias.  Esto  que  digfo  es  en  todos  tres  na 
»víos.  Así,  que  placerá  á  Dios  que  vuestras  Altezas  en- 
»viarán  acá  ó  vernán  hombres  doctos,  y  verán  después 
»la  verdad  de  todo.  Y  porque  atrás  ten^o  hablado  del 
»sitio  de  villa  é  fortaleza  en  el  rio  de  Mares,  por  el 
»buen  puerto  (1)  y  por  la  comarca;  es  cierto  que  todo 
>es  verdad  lo  que  yo  dije,  mas  no  ha  ninguna  compa- 
»ración  de  allá  aquí,  ni  de  la  mar  de  nuestra  Señora;^^ 
»porque  aquí  debe  haber  infra  la  tierra  grandes  pobla- 
»ciones  y  gente  innumerable  y  cosas  de  grande  prove- 
»cho,  porque  aquí  y  en  todo  lo  otro  descubierto,  y 
» tengo  esperanza  de  descubrir  antes  que  yo  vaya  á 
«Castilla,  digo  que  terna  la  cristiandad  negociación 
>en  ellas,  cuanto  mas  la  España,  á  quien  debe  estar  su- 
»jeto  todo.  Y  digo  que  vuestras  Altezas  no  deben 
»consentir  que  aquí  trate  ni  faga  pié  ningún  extra  n  ge - 
»ro  (2),  salvo  católicos  cristianos,  pues  esfoTue'Tt'tíh 
»y  eF comienzo  del  propósito,  que  fuese  por  acrecen- 
atamiento  y  gloria  de  la  RengioLíLJ:xi¿tiaiia¿ni_j^nir  á 
» estas  partes  ninguno  que  no^ea  buen  cristiano. >  To- 
das  son  sus  palabras.  Subió  allí  por  el  rio  arriba  y  ha- 
lló unos  brazos  del  rio,  y  rodeando  el  puerto  (3)  halló 
á  la  boca  del  rio  estaban  unas  arboledas  muy   gracio- 

(1)  El  puerto  de  las  Nuevitas. 

(2)  Véase  con  cuánto  fundamento  apoyaron  nuestras 
leyes  de  Indias  este  consejo  de  Colon,  tanto  mas  imparcial 
cuanto  era  dado  por  un  extrangero,  aunque  ya  naturalizado 
en  España. 

(3)  El  de  Baracoa. 


VIAJES    DE   COLÓN  83 

sas,  como  una  muy  deleitable  huerta,  y  aiií  halló  una 
almadia  ó  canoa  hecha  de  un  madero  tan  grande  como 
una  fusta  de  12  bancos,  muy  hermosa,  varada  debajo 
de  una  atarazana  ó  ramada  hecha  de  madera  y  cubier- 
ta de  grandes  hojas  de  palma,  por  manera  que  ni  el  sol 
ni  el  agua  le  podían  hacer  daño;  y  dice  que  allí  era  el 
propio  lugar  para  hacer  una  villa  ó  ciudad  y  fortaleza, 
por  el  buen  puerto,  buenas  aguas,  buenas  tierras,  bue- 
nas comarcas  y  mucha  leña. 

Miércoles  28  de  Noviembre 
Estúvose  en  aquel  puerto  aquel  día,  porque  Uovia  y 
hacia  gran  cerrazón,  aunque  podia  correr  toda  la  cos- 
ta con  el  viento,  que  era  Sudueste  y  fuera  á  popa;  pero 
porque  no  pudiera  ver  bien  la  tierra,  y  no  sabiéndola 
es  peligroso  á  los  navios,  no  se  partió.  Salieron  á  tie- 
rra la  gente  de  ios  navios  á  lavar  su  ropa;  entraron  al- 
gunos de  ellos  un  rato  por  la  tierra  adentro;  hallaron 
grandes  poblaciones  y  las  casas  vacías,  porque  se  ha- 
bían huido  todos.  Tornáronse  por  otro  rio  abajo,  ma- 
yor que  aquel  donde  estaban  en  el  puerto. 

Jueves  29  de  Noviembre 
Porque  llovía  y  el  cielo  estaba  de  la  manera  cerra- 
do no  se  partió.  Llegaron  algunos  de  los  cristianos  á 
otra  población  cerca  de  la  parte  de  Norueste,  y  halla- 
ron en  las  casas  á  nadie  ni  nada,  y  en  el  camino  topa- 
ron con  un  viejo  que  no  les  pudo  huir;  tomáronle  y 
dijéronle  que  no  le  querían  hacer  mal,  y  diéronle  al- 
gunas cosillas  del  resgate  y  dejáronlo.  El  Almirante 
quisiera  vello  para  vestillo  y  tomar  lengua  del,  porque 
le  contentaba  mucho  la  felicidad  de  aquella  tierra  y 
disposición  que  para  poblar  en  ella  había,  y  juzgaba 
que  debía  de  haber  grandes  poblaciones.  Hallaron 
en  una  casa  un  pan  de  cera  (1),  que  trujo  a  los  Reyes, 

(1)     Esta  cera  vino  allí  de  Yucatán,  y  por  esto  creo  que 
esta  tierra  es  Cuba. — Casas. 


84  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

y  dice  que  donde  cera  hay  también  debe  haber  otras 
mil  cosas  buenas.  Hallaron  también  los  marineros  en 
una  casa  una  cabeza  de  hombre  dentro  en  un  cestillo, 
cubierto  con  otro  cestillo  y  colgfado  de  un  poste  de 
la  casa,  y  de  la  misma  manera  hallaron  otra  en  otra 
población.  Creyó  el  Alnriirante  que  debia  ser  de  algu- 
nos principales  del  iinage,  porque  aquellas  casas  eran 
de  manera  que  se  acooren  en  ellas  mucha  gente  en  una 
sola,  y  deben  ser  parientes  descendientes  de  uno  solo. 

Viernes  30  de  Noviembre 

No  se  pudo  partir  porquel  viento  era  Levante,  muy 
contrario  á  su  camino.  Envió  ocho  hombres  bien  arma- 
dos, y  con  ellos  dos  indios  de  los  que  traía,  para 
que  viesen  aquellos  pueblos  de  la  tierra  dentro,  y  por 
haber  lengua.  Llegaron  á  muchas  casas  y  no  hallaron  á 
nadie  ni  nada,  que  todos  habían  huido.  Vieron  cuatro 
mancebos  questaban  cavando  en  sus  heredades;  así 
como  vieron  los  cristianos  dieron  á  huir;  no  los  pudie- 
ron alcanzar.  Anduvieron  diz  que  mucho  camino. 
Vieron  muchas  poblaciones  y  tierra  fértilísima,  y  toda 
labrada,  y  grandes  riveras  de  agua,  y  cerca  de  una  vie- 
ron una  almadia  ó  canoa  de  95  palmos  de  longura,  de 
un  solo  madero,  muy  hermosa,  y  que  en  ella  cabrían  y 
navegarían  ciento  y  cincuenta  personas- 

Sábado  I.°  de  Diciembre 

No  se  partió  por  la  misma  causa  del  viento  conira- 
río  y  porque  llovía  mucho.  Asentó  una  cruz  grande  á 
la  entrada  de  aquel  puerto,  que  creo  llamó  el  Puerto 
Santo  (1),  sobre  unas  peñas  vivas.  La  punta  es  aquella 
questá  á  la  parte  del  Sueste,  á  la  entrada  del  puerto, 
y  quien  hobiere  de  entrar  en  este  puerto  se  debe  lie- 


(1)     Es  el  de  Baracoa. 


VIAJES   DE   COLÓN  85 

gar  mas  sobre  la  parte  del  Norueste  á  aquella  punta 
que  sobre  la  otra  del  Sueste,  puesto  que  al  pié  de  am- 
bas, junto  con  la  peña,  hay  12  brazas  de  hondo,  y  muy 
limpio;  mas  á  la  entrada  del  puerto,  sobre  la  punta  del 
Sueste,  hay  una  baja  que  sobreagua  (1),  la  cual  dista 
de  la  punta  tanto  que  se  podria  pasar  entre  medias, 
habiendo  necesidad,  porque  al  pie  de  la  baja  y  del  cabo 
todo  es  fondo  de  12  y  de  15  brazas,  y  á  la  entrada  se 
ha  de  poner  la  proa  al  Sudueste. 

Domingo  2  de  Diciembre 

Todavía  fue  contrario  el  viento  y  no  pudo  partir; 
dice  que  todas  las  noches  del  mundo  vienta  terral,  y 
que  todas  las  naos  que  allí  estuvieren  no  hayan  miedo 
de  toda  la  tormenta  de  mundo,  porque  no  puede  reca- 
lar dentro  por  una  baja  que  está  al  principio  del  puer- 
to &c.  En  la  boca  de  aquel  rio  diz  que  halló  un  gru- 
mete ciertas  piedras  que  parecen  f^ner  nrn;  trujólas 
para  mostrar  á  los  Reyes.  Dice  que  hay  por  altí,  á  tiro 
de  lombarda,  grandes  rios. 

Lunes  3  de  Diciembre 

Por  causa  de  que  hacia  siempre  tiempo  contrario  no 
partia  de  aquel  puerto,  y  acordó  de  ir  á  ver  un  cabo 
muy  hermoso  un  cuarto  de  legua  del  puerto,  de  la 
parte  del  Sueste;  fue  con  las  barcas  y  alguna  gente  ar- 
mada; al  pié  del  cabo  había  una  boca  de  un  buen  rio, 
puesta  la  proa  al  Sueste  para  entrar,  y  tenía  (2)  100 
pasos  de  anchura;  tenia  una  braza  de  fondo  á  la  en- 
trada ó  en  la  boca;  pero  dentro  había  12  brazas,  ó  5, 
y  4,  y  2,  y  cabrían  en  él  cuantos  navios  hay  en  España. 


(1)  Hay,  en  efecto,  este  bajo  en  la  punta  SE.  de  la  en- 
trada de  este  puerto,  que  está  descrita  con  mucha  exactitud. 

(2)  Río  Boma. 


86  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Dejando  un  brazo  de  aquel  rio  fue  al  Sueste,  y  halló  una 
caleta  en  que  vido  cinco  muy  grandes  almadias,  que 
los  indios  llaman  canoas,  como  fustas  muy  hermosas,  y 
labradas  que  diz  era  placer  vellas,  y  al  pié  del  monte 
vido  todo  labrado.  Estaban  debajo  de  árboles  muy  es- 
pesos, y  yendo  por  un  camino  que  salia  á  ellas  fue- 
ron á  dar  á  una  atarazana  muy  bien  ordenada  y  cu- 
bierta, que  ni  sol  ni  agua  no  les  podia  hacer  daño,  y 
debajo  della  habia  otra  canoa,  hecha  de  un  madero 
como  las  otras,  como  una  fusta  de  17  bancos;  era  placer 
ver  las  labores  que  tenia  y  su  hermosura.  Subió  una 
montaña  arriba,  y  después  hallóla  toda  llana  y  sem- 
brada de  muchas  cosas  de  la  tierra,  y  calabazas,  que 
era  gloria  velia;  y  en  medio  della  estaba  una  gran 
población;  dio  de  súbito  sobre  la  gente  del  pueblo,  y 
como  los  vieron,  hombres  y  mugeres  dan  de  huir.  Ase- 
guróles el  indio  que  llevaba  consigo  de  los  que  traia 
diciendo  que  no  hobiesen  miedo,  que  gente  buena  era. 
Hízolos  dar  el  Almirante  cascabeles  y  sortijas  de  la- 
tón y  contezuelas  de  vidrio  verdes  y  amarillas,  con  que 
fueron  muy  contentos.  Visto  que  no  tenian  oro  ni  otra 
cosa  preciosa  y  que  bastaba  dejallos  seguros,  y  que 
toda  la  comarca  era  poblada,  y  huidos  los  demás  de 
miedo,y  certifica  el  Almirante  a  los  Reyes  que  10  hom- 
bres hagan  huir  a  10.000:  tan  cobardes  y  medro- 
sos son  que  ni  traen  armas,  salvo  unas  varas,  y  en  el 
cabo  de  ellas  un  palillo  agudo  tostado^  acordó  volver- 
sfi.-X)ice  que  las  varas  se  las  quitó  todas  con  buena 
maña,  resgatándoselas  de  manera  que  todas  las  dieron. 
Tornados  adonde  habían  dejado  las  barcas  envió  cier- 
tos cristianos  al  lugar  por  donde  subieron,  porque  le 
habia  parecido  que  habia  visto  un  gran  colmenar;  an- 
tes que  viniesen  los  que  habia  enviado  ayuntáronse 
muchos  indios  y  vinieron  a  las  barcas,  donde  ya  se  ha- 
bía el  Almirante  recogido  con  su  gente  toda;  uno 
dellos  se  adelantó  en  el  rio  junto  con  la  popa  de  la 
barca,  y  hizo  una  grande  plática,  quel  Almirante  no  en- 


VIAJES   DE   COLÓN  87 

tendia,  salvo  que  los  otros  indios  de  cuando  en  cuan- 
do alzaban  las  manos  al  cielo  y  daban  una  grande  voz. 
Pensaba  el  Almirante  que  lo  aseguraban  y  que  les  pla- 
cia  de  su  venida;  pero  vido  al  indio  que  consigo  traia 
demudarse  la  cara,  y  amarillo  como  la  cera  temblaba 
mucho,  diciendo  por  señas  quel  Almirante  se  fuese 
fuera  del  rio,  que  los  querian  matar,  y  llegóse  á  un 
cristiano  que  tenia  una  ballesta  armada,  y  mostróla  á 
los  indios,  y  entendió  el  Almirante  que  los  decia  que 
ios  matarían  todos  porque  aquella  ballesta  tiraba  le- 
jos y  mataba.  También  tomó  una  espada  y  la  sacó  de 
la  vaina,  mostrándosela  diciendo  lo  mismo,  lo  cual 
cido  por  ellos  dieron  todos  a  huir,  quedando  todavía 
temblando  el  dicho  indio  de  cobardía  y  poco  cora- 
zón; y  era  hombre  de  buena  estatura  y  recio.  No  qui- 
so el  Almirante  salir  del  rio,  antes  hizo  remar  en  tie- 
rra hacia  donde  ellos  estaban,  que  eran  muy  muchos, 
todos  teñidos  de  colorado  y  desnudos  como  su  ma- 
dre los  parió,  y  algunos  dellos  con  penactios  en  laxa- 
beza  y  otras  plumas,  todos  con  sus  manojos  de  azaga- 
yas. «Llegúeme  a  ellos  y  díles  algunos  bocados  de  pan, 
»y  demándeles  las  azagayas,  y  dábales  por  ellas  á  unos 
>un  cascabelito,  a  otros  unasortijuela  de  latón,  á  otros 
»unas  contezuelas;  por  manera  que  todos  se  apacigua- 
»ron  y  vinieron  todos  á  las  barcas,  y  daban  cuanto  te- 
»nian,  porque  (1)  que  quiera  que  les  daban.  Los  mari- 
» ñeros  habían  muerto  una  tortuga,  y  la  cascara  estaba 
»en  la  barca  enped  azos,  y  los  grumetes  dábanles  della 
>como  la  uña,  y  los  indios  les  daban  un  manojo  de 
» azagayas.  Ellos  son  gente  como  los  otros  que  he  ha- 
>llado  (dice  el  Almirante),  y  de  la  misma  creencia,  y 
»creian  que  veníamos  del  cielo,  y  de  lo  que  tienen 
»luego  lo  dan  por  cualquiera  cosa  que  les  den,  sin  de- 
soír qués  poco,  y  creo  que  así  harían  de  especería  y  de 

(1)     Asi  el  original.  Debe  decir  por  cualquiera  cosa  que 
les  daban. 


88  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

'  ^..Qro  si  lo  tuvigsen.  Vide  una  casa  hermosa,  no  mujr 
agrande,  y  de  cTol  puertas,  porque  así  son  todas,  y  en- 
»tré  en  ella  y  vide  una  obra  maravillosa,  como  cama- 
»ras  hechas  por  una  cierta  manera  que  no  lo  sabria 
»decir,  y  colg-ado  al  cielo  della  caracoles  y  otras  cosas, 
¡»Yo  pensé  que  era  templo,  y  los  llamé,  y  dije  por  sé- 
Añas  si  hacian  en  ella  oración;  dijeron  que  no,  y  subió 
|>uno  dellos  arriba  y  me  daba  todo  cuanto  allí  habia,  y 
Vdello  tomé  algo.» 

Martes  4  de  Diciembre 

Hízose  á  la  vela  con  poco  viento,  y  salió  de  aquel 
puerto,  que  nomhr ó  Puerto  Santo;  á  las  2  leguas  vido  un 
buen  rio, de  que  ayer  habló(l);  fue  de  luengo  de  costa^ 
y  corríase  toda  la  tierra,  pasado  el  dicho  cabo,  Lesues- 
te  y  Ouesnoroeste,  hasta  el  Cabo  Lindo  (2),  que  está 
al  cabo  del  Monte,  al  Leste  cuarta  del  Sueste,  y  hay  de 
uno  á  otro  5  leguas.  Del  cabo  del  monte,  á  legua  y 
media  hay  un  gran  rio  algo  angosto;  pareció  que  te- 
nia buena  entrada  y  era  muy  hondo,  y  de  allí  á  tres 
cuartos  de  legua  vido  otro  grandísimo  rio,  y  debe  ve- 
nir de  muy  lejos;  en  la  boca  tenia  bien  100  pasos,  y  en 
ella  ningún  banco,  y  en  la  boca  ocho  brazas  y  buena 
entrada,  porque  lo  envió  á  ver  y  sondar  con  la  barca, 
y  tiene  el  agua  dulce  allí  hasta  dentro  en  la  mar,  y  es 
de  los  caudalosos  que  habia  hallado,  y  debe  haber 
grandes  poblacii^nes.  Después  del  Cabo  Lindo  hay 
una  grande  bahía  que  sería  buen  paso  por  Lesnordes- 
le  y  Sueste  y  Sursudueste. 

Miércoles  5  de  Diciembre 

Toda  esta  noche  anduvo  á  la  corda  sobre  el  Cabo- 
Lindo,  adonde  anocheció,  por  ver  la  tierra  que  iba  al 


(1)  El  río  Boma, 

(2)  Es  la  Punta  del  Fraile. 


VIAJES    DE    COLÓN  89 

Leste,  y  al  salir  del  sol  vido  otro  cabo  (1)  al  Leste, 
á  2  leguas  y  media;  pasado  aquel  vido  que  la  costa 
volvía  al  Sur  y  tomaba  del  Sudeste  (2),  y  vido  luego 
un  cabo  muy  hermoso  y  alto  (3)  á  la  dicha  derrota,  y 
distaba  desotro  7  leguas;  quisiera  ir  allá;  pero  por  el 
deseo  que  tenia  de  ir  á  la  isla  de  Babeque,  que  le  que- 
daba, según  decian  los  indios  que  llevaba,  al  Nordeste, 
lo  dejó.  Tampoco  pudo  ir  al  Babeque  porque  el  vien- 
to que  llevaba  era  Nordeste.  Yendo  así  miró  al  Sues- 
te y  vido  tierra  (4),  y  era  una  isla  muy  grande,  de  la 
cual  ya  tenian  diz  que  información  de  los  indios,  á  que 
llamaban  ellos  Bohio^  poblada  de  gente.  De  esta  gen- 
te diz  que  los  de  Cuba  ó  Juana  (5),  y  de  todas  eso-  ^ 
tras  islas  tienen  gran  miedo,  porque  rjiz  qiie^jcomian  / 
los  hombres.  Otras  cosas  le  contaban  los  dichos  in- 
dios, por  señas,  muy  maravillosas;  mas  el  Almirante  no 
diz  que  las  creia,  sino  que  debian  tener  mas  astucia  y 
mejor  ingenio  los  de  aquella  isla  Bohio  para  los  cap- 
tivar  quellos,  porque  eran  muy  flacos  de  corazón.  Así 
que,  porquel  tiempo  era  Nordeste  y  tomaba  del  Nor- 
te, determinó  de  dejar  á  Cuba  6  Juanas  que  hasta  en- 
tonces habia  tenido  por  tierra  firme  por  su  grandeza, 
porque  bien  habría  andado  en  un  parage  ciento  y  vein- 
te leguas;  y  partió  al  Sueste  cuarta  del  Leste,  puesto 
que  la  tierra  quel  había  visto  se  hacia  al  Sueste  daba 
este  resguardo,  porque  siempre  el  viento  rodea  del 
Norte  para  el  Nordeste,  y  de  allí  al  Leste  y  Sueste. 
Cargó   mucho  el  viento,  y  llevaba  todas  sus  velas,   la 

(1)  Punta  de  los  Azules. 

(2)  Frontón  oriental  de  Cuba,  que  es  una  gran  playa,  á 
que  llaman  Punta  de  Maici. 

(3)  «Este  debe  ser  la  Punta  de  Maici,  que  es  la  postre- 
ra de  Cuba.»  —  Casas. — No  es  así,  pues  este  cabo  es  el  de 
San  Nicolás,  en  la  Isla  Española  ó  de  Santo  Domingo. 

(4)  «Esta  es  la  £s)oa/ío/o,  según  parece.» — Casas. — Así  es. 

(5)  «Aquí  parece  que  debía  de  haber  puesto  nombre  el 
Almirante  a  Cuba /uaná.»  —  Casas, 


90  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

mar  llana  y  la  corriente  que  le  ayudaba,  por  manera 
que  hasta  la  una,  después  de  medio  día,  desde  la  ma- 
ñana, hacia  de  caminó  8  millas  por  ahora,  y  eran  seis 
horas  aun  no  cumplidas,  porque  dicen  que  allí  eran  las 
noches  cerca  de  quince  horas;  después  anduvo  10  mi- 
llas por  hora,  y  así  andaría  hasta  el  poner  del  sol  88  mi 
lias,  que  son  22  leguas;  todo  al  Sueste.  Y  porque  se 
hacia  noche  mandó  á  la  carabela  Niña  que  se  adelan- 
tase para  ver  con  dia  el  puerto,  porque  era  velera,  y 
llegando  á  la  boca  del  puerto  (1),  que  era  como  la 
bahía  de  Cádiz,  y  porque  era  ya  de  noche,  envió  á  su 
barca  que  sondase  el  puerto,  la  cual  llevó  lumbre  de 
candela,  y  antes  quel  Almirante  llegase  adonde  la  ca- 
rabela estaba  barloventeando  y  esperando  que  la  bar- 
ca le  hiciese  señas  para  entrar  en  el  puerto,  apagósele 
la  lumbre  á  la  barca.  La  carabela,  como  no  vido  lumbre, 
corrió  de  largo  é  hizo  lumbre  al  Almirante, y  llegando 
á  ella  contaron  lo  que  había  acaecido.  Estando  en  esto, 
los  de  la  barca  hicieron  otra  lumbre;  la  carabela  fue  á 
ella,  y  el  Almirante  ho  pudo  y  estuvo  toda  aquella  no- 
che barloventeando. 

Jueves  6  de  Diciembre 

Cuando  amaneció  se  halló  4  leguas  del  puerto;  pú- 
/  solé  nombre  Puerto  Maria  (2),  y  vido  un  cabo  hermo- 
so al  Sur  cuarta  del  Sudueste,  al  cual  puso  nombre 
Cabo  del  Estrella  (3),  y  parecióle  que  era  la  postrera 
tierra  de  aquella  isla  hacia  el  Sur,  y  estaría  el  Almi- 
rante del  28  millas.  Parecióle  otra  tierra  (4),  como  isla 
no  grande,  al  Leste,  y  estaría  del  40  millas.  Quedábale 
otro  cabo  muy  hermoso  y  bien  hecho,  á  quien   puso 

(1)  Puerto  del  Mole  de  San  Nicolás,  en  la  Isla  Española. 

(2)  Puerto  de  San  Nicolás. 

(3)  Cabo  de  San  Nicolás. 

(4)  La  continuación  de  la  costa  septentrional  de  la  Isla 
Española. 


VIAJES    DE    COLÓN  91 

vtiombre  Cabo  del  Elefante  (1),  al  Leste  cuarta  del  | 
Sueste,  y  (listábale  ya  54  millas.  Quedábale  otro  cabo 
al  Lesuesie,  al  que  puso  nombre  el  Cabo  de  Cinquin; 
estaría  del  28  millas.  Quedábale  una  gran  escisura  ó 
abertura  ó  abra  á  la  mar,  que  le  pareció  ser  rio  (2),  al 
Sueste,  y  tomaba  de  la  cuarta  del  Leste;  habría  del  á  la 
abra  20  millas.  Parecíale  que  entre  el  Cabo  del  Ele- 
fante del  de  Cinquin  habia  una  grandísima  entrada  (3), 
y  algunos  de  los  marineros  decían  que  era  aparta- 
miento de  isla;  aquélla  puso  por  nombre  la  Isla  de  la  \ 
Tortuga.  Aquella  isla  grande  parecía  altísima  tierra,  no 
cerrada  con  montes,  sino  rasa  como  hermosas  campi- 
ñas, y  parece  toda  labrada,  ó  grande  parte  della,  y  pa-  . 
recian  las  sementeras  como  trigo  en  el  mes  de  Mayjo^y^ 
en  la  campiña  de  Córdoba.  Viéronse  muchos  fuegos  ?^ 
aquella  noche,  y  de  día  muchos  humos  como  atalayas, 
que  parecía  estar  sobre  aviso  de  alguna  gente  con 
quien  tuviesen  guerra.  Toda  la  costa  desta  tierra  va  al 
Leste.  A  horas  de  vísperas  entró  en  el  puerto  dicho,  y 
púsole  nombre  Puertode^San  N ico  la  s^DorQue  era  día  1 
de  San  Nicolás,  porTionrísuya  (4),  y  a  la  entrada  dél 
se  maravilló  de  su  hermosura  y  bondad,  y  aunque  tie- 
ne mucho  alabados  los  pu-ertos  de  Cuba,  pero  sin  du- 
da dice  él  que  no  es  menos  este,  antes  los  sobrepuja 
y  ninguno  le  es  semejante.  En  boca  y  entrada  tiene  le- 
gua y  media  de  ancho  y  se  pone  la  proa  al  Sursueste, 
puesto  que  por  la  grande  anchura  se  puede  poner  la 
proa  adonde  quisieren.  Va  de  esta  manera  al  Sursues- 
te 2  leguas;  y  á  la  entrada  dél  por  la  parte  del  Sur  se 
hace  como  una  angla,  y  de  allí  se  sigue  así  igual  hasta 
el  cabo,  adonde  está  una  playa  muy  hermosa  y  un  cam- 

(1)  Es  la  Punta  Palmista. 

(2)  Puerto  Escudo. 

(3)  Canal  de  Isla  Tortuga. 

(4)  «No  entiendo  cómo  á  este  puerto  puso  arriba  Puer- 
to María  y  ahora  de  San  Nicolás. « — Casas. — Todavía  con- 
:serva  el  nombre  de  San  Nicolás. 


92  M.    FERNANDEZ  DE  NAVARRETE 

po  de  árboles  de  mil  maneras,  y  todos  cargados  de 
frutas,  que  creía  el  Almirante  ser  de  especería  y  nue- 
ces moscadas,  sino  que  no  estaban  maduras  y  no  se 
conoscia,  y  un  rio  en  medio  de  la  playa.  El  hondo  de 
este  puerto  es  maravilloso  que  hasta  llegar  á  la  tierra, 
en  longura  de  una  (1)  no  llegó   la  sondaresa   ó 

plomada  (2)  al  fondo  con  40  brazas,  y  hay  hasta  esta 
longura  el  hondo  de  15  brazas,  y  muy  limpio,  y  así  es 
todo  el  dicho  puerto  de  cada  cabo  hondo  dentro  á  una 
pasada  de  tierra  de  15  brazas,  y  limpio,  y  desta  manera 
es  toda  la  costa,  muy  hondable  y  limpia,  que  no  parece 
una  sola  baja,  y  al  pié  della,  tanto  como  longura  de  un 
remo  de  barca  de  tierra,  tiene  cinco  brazas,  y  después 
de  la  longura  del  dicho  puerto,  yendo  al  Sursueste,  en 
la  cual  longura  pueden  barloventear  mil  carracas,  boja 
un  brazo  del  puerto  al  Nordeste  por  la  tierra  dentro 
una  grande  media  legua,  y  siempre  en  una  misma  an- 
chura, como  que  lo  hicieran  por  un  cordel,  el  cual  que- 
da de  manera  questando  en  aquel  brazo,  que  será  de 
anchura  de  25  pasos,  no  se  puede  ver  ia  boca  de  la  en- 
trada grande,  de  manera  que  queda  puerto  cerrado  (3),, 
y  el  fondo  de  este  brazo  es,  así  en  el  comienzo  hast% 
la  fin,  de  11  brazas,  y  todo  basa  ó  arena  limpia,  y  hasta 
tierra  y  poner  los  bordos  en  las  yerbas  tiene  ocho  bra- 
zas. Es  todo  el  puerto  muy  airoso  y  desabahado;  de 
árboles,  raso.  Toda  esta  isla  le  pareció  de  mas  peñas 
que  ninguna  otra  que  haya  hallado;  los  árboles,  mas 
pequeños,  y  muchos  dellos  de  la  naturaleza  de  España, 
como  carrascos  y  madroños  y  ot^ós,  y  lo  mismo  de  las 
yerbas.  Es  tierra  muy  alta,  y  toda  canapiña  ó  rasa,  y  de 

(1)  Igual  vacío  en  el  original. 

(2)  Sondalesa  ó  sondaresa.  La  cuerda  del  grueso  del 
dedo  meñique,  y  de  mas  de  100  brazas  de  larga,  en  cuyo 
extremo  se  asegura  el  escandallo  ó  plomada  paka  medir 
la  profundidad  del  mar  y  conocer  la  calidad  de  su  fondo. 

(3)  Es  el  Carenero,  dentro  del  mismo  puerto  de  San  Ni- 
colas. 


VIAJES    DE    COLÓN  93 

muy  buenos  aires,  y  no  se  ha  visto  tanto  frió  como  allí» 
aunque  no  es  de  contar  por  frió;  mas  díjolo  al  respec- 
to de  las  otras  tierras.  Hacia  enfrente  de  aquel  puerto, 
una  hermosa  veg^a,  y  en  medio  della,  el  rio  susodicho; 
y  en  aquella  comarca  (dice)  debe  haber  grandes  po- 
blaciones, según  se  veianlas  almadias  con  que  navegan, 
tantas  y  ian  grandes  dellas  como  una  fusta  de  15  ban- 
cos. Todos  los  indios  huyeron,  y  huian  como  vían  los 
navios.  Los  que  consigo  de  las  isletas  traia  tenían  tan- 
ta gana  de  ir  á  su  tierra,  que  pensaba  (dice  el  Almi- 
rante) que  después  que  se  partiese  de  allí  los  tenia  de 
llevar  á  sus  casas,  y  que  ya  lo  tenjan  por  sospechoso 
porque  no  lleva  ej  camino  de  su  casa,  por  lo  cual  dice 
que  ni  les  creía  lo  que  le  decían  ni  Tos  ejitendia  bien, 
ni  ellosá  él,  y  diz  que  haSia  eF  mayor  miedo  deí  ínüñ- 
do  de  la  genie  de  aquella"Tsla.  Así  que,  por  querer  ha- 
ber  lengua  con  la  gente  de  aquella  isla,  le  fuera  nece- 
sario detenerse  algunos  dias  en  aquel  puerto;  pero  no 
lo  hacia  por  ver  mucha  tierra  y  por  dudar  quel  tiem- 
po le  duraría.  Esperaba  en  nuestro  Señor  que  los  in- 
dios que  traia  sabrían  su  lengua  y  el  la  suya,  y  des- 
pués t(5rñ¥rTaYTráBlára  con"  áqu  gente,  y  placerá  á 
Sü  Magestad  (dice  él)  que  hallará  a|j^iin  h"**»  "f'^igat 
de  oro  antes  H"*^  ynelvf»- 


Viernes  7  de  Diciembre 

Ai  rendir  del  cuarto  del  alba  dio  las  velas  y  salió  de 
aquel  Puerto  de  San  Nicolás^  y  navegó  con  el  viento 
Sudueste  al  Nordeste  2  leguas,  hasta  un  cabo  que  hace 
el  Carenero^  y  quedábale  al  Sueste  un  angla  y  el 
Cabo  de  la  Estrella  al  Sudueste,  y  distaba  del  Almiran- 
te 24  millas.  De  allí  navegó  al  Leste  luengo  de  costahas- 
ta  el  Cabo  Cinquin,  que  seria  48  millas;  verdad  es  que 
las  20  fueron  al  Leste  cuarta  del  Nordeste,  y  aquella 
costa  es  tierra  toda  muy  alta  y  muy  grande  fondo;  has- 
ta dar  en  tierra  es  de  20  y  30  brazas;  fuera  tanto  como 


94  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

un  tiro  de  lombarda  no  se  halla  fondo,  lo  cual  todo 
lo  probó  el  Almirante  aquel  dia  por  la  costa  mucho 
á  su  placer,  con  el  viento  Sudueste.  El  angla  que  arri- 
ba dijo  llega  diz  que  al  Puerto  de  San  Nicolás  tanto 
como  tiro  de  una  lombarda,  que  si  aquel  espacio  se 
atajase  ó  cortase  quedaría  hecha  isla;  lo  demás  bojaria 
en  el  cerco  3  ó  4  millas.  Toda  aquella  tierra  era  muy 
alta  y  no  de  árboles  grandes,  sino  como  carrascos  y 
madroños,  propia  diz  tierra  de  Castilla.  Antes  que  lle- 
gase al  dicho  Cabo  Cinquin  con  2  leguas,  halló  un 
agrezuela  (1)  como  la  abertura  de  una  montaña  (2), 
por  la  cual  descubrió  un  valle  grandísimo,  y  vídolo 
todo  sembrado  como  cebadas,  y  sintió  quedebia  de  ha- 
ber en  aquel  valle  grandes  poblaciones,  y  á  las  espal- 
das del  habia  grandes  montañas  y  muy  altas,  y  cuando 
llegó  al  Cabo  de  Cinquin^  lo  demoraba  el  Cabo  de  la 
Tortuga  al  Nordeste,  y  habria  32  millas  (3),  y  sobre 
este  Cabo  Cinquin,  á  tiro  de  una  lombarda,  está  una 
peña  en  la  mar,  que  sale  en  alto,  que  se  puede  ver  bien; 
y  estando  el  Almirante  sobre  el  dicho  cabo  le  demo- 
raba el  Cabo  del  Elefante  al  Leste  cuarta  del  Sueste, 
y  habria  hasta  él  70  millas  (4),  y  toda  tierra  muy  alta. 
Y  á  cabo  de  6  leguas  halló  una  gran  angla  (5),  y  vido 
por  la  tierra  dentro  muy  grandes  valles  y  campiñas  v 
montañas  altísimas,  todo  á  semejanza  de  Castilla.  Y 
dende  á  8  millas  halló  un  rio  muy  hondo,  sino  que  era 
angosto,  aunque  bien  pudiera  entrar  en  él  una  carraca, 
y  la  boca  todavía  sin  banco  ni  bajas.  Y  dende  á  16 
millas  halló  un  puerto  (6)  muy  ancho  y  muy  hondo  has- 
ta no  hallar  fondo  en  la  entrada  ni  á  las  bordas  á  tres 


(1)  Así  en  el  original;  quizá  abrezuela  ó  anglezuela. 

(2)  Bahía  Mosquito, 

(3)  Debía  demorarle  al   Norte,  á  distancia  de  11   millas. 

(4)  También  hay  error  en  esta  distancia,  pues  debe  ser 
de  15  millas. 

(5)  Puerto  Escudo. 

(6)  La  misma  Bahía  Mosquito  que  vio  antes. 


VIAJES    DE    COLÓN  95 

pasos,  salvo  15  brazas,  y  va  dentro  un  cuarto  de  legua. 
Y  puesto  que  fuese  aun  muy  temprano,  como  la  una 
después  de  medio  dia,  y  el  viento  era  á  popa  y  recio, 
pero  porque  el  cielo  mostraba  querer  llover  mucho  y 
habia  gran  cerrazón,  que  es  peligrosa  aun  para  la  tie- 
rra que  se  sabe,  cuanto  mas  en  la  que  no  se  sabe, 
acordó  de  entrar  en  el  puerto,  al  cual  llamó  Puerto  de 
la  Concepción,  y  salió  á  tierra  en  un  rio  no  muygrarP' 
dé  questá  af  cabo  del  puerto,  que  viene  por  unas  ve- 
gas y  campiñas  que  era  maravilla  ver  su  hermosura; 
llevó  redes  para  pescar,  y  antes  que  llegase  á  tierra 
saltó  una  lisa  como  las  de  España  propia  en  la  barca, 
que  hasta  entonces  no  habia  visto  pece  que  pareciese 
á  los  de  Castilla.  Los  marineros  pescaron  y  mataron 
otras,  y  lenguados  y  otros  peces  como  los  de  Castilla. 
Anduvo  un  poco  por  aquella  tierra,  qués  toda  labra- 
da, y  oyó  cantar  el  ruiseñor  y  otros  pajaritos  como  los 
de  Castilla.  Vieron  cinco  hombres,  mas  no  les  qui- 
sieron aguardar,  sino  huir.  Halló  arrayan  y  otros  árbo- 
les y  yerbas  como  los  de  Castilla,  y  así  es  la  tierra  y 
las  montañas. 

Sábado  8  de  Diciembre 

Allí  en  aquel  puerto  les  llovió  mucho,  con  viento 
Norte  muy  recio;  el  puerto  es  seguro  de  todos  los 
vientos  excepto  Norte,  puesto  que  no  le  puede  hacer 
daño  alguno,  porque  la  resaca  es  grande,  que  no  da 
lugar  á  que  la  nao  labore  sobre  las  amarras  ni  el  agua 
del  rio.  Después  de  media  noche  se  tornó  el  viento  al 
Nordeste  y  después  al  Leste,  de  los  cuales  vientos  es 
aquel  puerto  bien  abrigado  por  la  isla  de  la  Tortuga, 
questá  frontera  36  millas  (1). 


(1)     Esta  distancia  es  solo  de  11  millas. 


-4 


^96  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 


Domingo  9  de  Diciembre 

Este  dia  llovió  é  hizo  tiempo  de  invierno  como  en 
Castilla  por  Octubre.  No  habia  visto  población,  sino 
una  casa  muy  hermosa,  en  el  Puerto  de  San  Nicolás, 
y  mejor  hecha  que  en  otras  partes  de  las  que  habia  vis- 
to. La  isla  es  muy  g-rande,  y  dice  el  Almirante  no  será 
mucho  que  boje  200  legfuas;  ha  visto  qués  toda  muy 
labrada;  creia  que  debían  ser  las  poblaciones  lejos  de 
la  mar,  de  donde  ven  cuando  llegaba,  y  así  huían  todos 
y  llevaban  consigo  todo  lo  que  tenían,  y  hacían  ahu- 
madas como  gente  de  guerra.  Este  puerto  tiene  en  la 
boca  1.000  pasos,  qués  un  cuarto  de  legua;  en  ella  ni 
hay  banco  ni  baja,  antes  no  se  halla  cuasi  fondo  hasta 
en  tierra  á  la  orilla  de  la  mar,  y  hacia  dentro  en  luengo 
va  3.000  pasos,  todo  limpio,  y  basa,  que  cualquiera  nao 
puede  surgir  en  él  sin  miedo  y  entrar  sin  resguardo;  al 
cabo  del  tiene  dos  bocas  de  ríos  que  traen  poca  agua; 
enfrente  del  hay  unas  vegas  las  mas  hermosas  del  mun- 
do y  cuasi^semejables  á  las  tierras  de  Castilla,  antes  és- 
tas  tiene n  ven taj a ,  p or  To  cual  pusn  nomtHieXdichajsla 
la  Isla  Española. 

Lunes  10  de  Diciembre 

Ventó  mucho  el  Nordeste,  y  hízole  garrar  las  an- 
clas medio  cable,  de  que  se  maravilló  el  Almirante,  y 
echólo  á  que  las  anclas  estaban  mucho  á  tierra  y  ve- 
nia sobre  ella  el  viento.  Y  visto  que  era  contrario  para 
ir  á  donde  pretendía,  envió  seis  hombres  bien  ade- 
rezados de  armas  á  tierra,  que  fuesen  2  ó  3  leguas 
dentro  de  la  tierra  para  ver  si  pudieran  haber  lengua. 
Fueron  y  volvieron,  no  habiendo  hallado  gente  ni  ca- 
sas; hallaron  empero  unas  cabanas  y  caminos  muy  an- 


VIAJES   DE   COLÓN  97 

chos  y  lugares  donde  habían  hecho  lumbre  muchos; 
vieron  las  mejores  tierras  del  mundo,  y  hallaron  árbo- 
les de  almáciga  muchos,  y  trujeron  della,  y  dijeron  que 
había  mucha,  salvo  que  no  es  agora  el  tiempo  para  co- 
gella  porque  no  cuaja. 

Martes  1 1  de  Diciembre 

No  partió  por  el  viento,  que  todavía  era  Leste  j 
Nordeste.  Frontero  de  aquel  puerto,  como  está  dicho, 
está  la  Isla  de  la  Tortuga,  y  parece  grande  isla,  y  va 
la  costa  de  ella  cuasi  como  ía  Española,  y  puede  haber 
de  la  una  á  la  otra,  á  lo  mas,101eguas  (1),  conviene  á  sa- 
ber, desde  el  Cabo  de  Cinquin  á  la  cabeza  de  la  Tor- 
tuga; después  la  costa  della  se  corre  al  Sur.  Dice  que 
quería  ver  aquel  entremedio  destas  dos  islas  por  ver 
la  Isla  Española,  qués  la  mas  hermosa  cosa  del  mun- 
do, y  porque,  según  le  decían  los  indios  que  traía,  por 
allí  se  había  de  ir  á  la  Isla  de  Babegue,  los  cuales  le 
decían  que  era  isla  muy  grande  y  de  muy  grandes 
montañas  y  ríos  y  valles,  y  decían  que  la  Isla  de  Bohio 
era  mayor  que  la  Juana,  á  que  llaman  Cuba,  y  que  no 
está  cercada  de  agua,  y  parece  dar  á  entender  ser  tie- 
rra firme,  qués  aquí  detrás  desta  Española,  á  que  ellos 
llaman  Caritaba  (2),  y  que  es  cosa  infinita,  y  cuasi 
traen  razón  que  ellos  sean  trabajados  de  gente  astuta, 
porque  todas  estas  islas  viven  con  gran  miedo  de  los 
de  Caniba;  y  así,  torno  á  decir,  como  otras  veces  dije, .//' 
dice  él,  que  Caniba  no  es  otra  cosa  sino  la  gente  del  J"\l¡ 
Gran  Can,  que  debe  ser  aquí  muy  vecino,  y  terna  navios  \ 
y  vernán  á  captivarlos,  y  como  no  vuelven  creen  que 
se  los  han  comido.  Cada  día  entendemos  mas  á  estos 


(1)  Ya    se  ha  visto  que   son  solo  11  millas.   Acaso   son 
errores  de  la  copia  que  hizo  Casas. 

(2)  Aludían  á  las  costas  de  Tierra-firme. 

TIAJÍS  DK  COLÓN  7 


98  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

indios  y  ellos  á  nosotros,  puesto  que  muchas  veces  ha- 
yan entendido  uno  por  otro  (dice  el  Almirante).  En- 
vió gente  á  tierra;  hallaron  mucha  almáciga  sin  cua- 
jarse; dice  que  las  aguas  lo  deben  hacer,  y  que  en  Xié 
la  cogen  por  Marzo,  y  que  en  Enero  la  cogerian  en 
aquestas  tierras,  por  ser  tan  templadas.  Pescaron  mu- 
chos pescados  como  los  de  Castilla,  albures,  salmo- 
nes, pijotas,  galios,  pámpanos,  lisas,  corbinas,  cama- 
rones, y  vieron  sardinas;  hallaron  mucho  lináloe. 

Miércoles  12  de  Noviembre 

No  partió  aqueste  dia  por  la  misma  causa  del  vien- 
to contrario  dicha.  Puso  una  gran  cruz  á  la  entrada  del 
puerto,  de  la  parte  del  Oueste,  en  un  alto  muy  visto- 
so, en  señal  (dice  él)  que  vuestras  Altezas  tienen  la 
tierra  por  suya^  y  principalmente  por  señal  de  Jesu- 
cristo nuestro  Señor,  y  honra  de  la  cristiandad;  la 
cual  puesta,  tres  marineros  metieron  por  el  monte  á 
ver  los  árboles  y  yerba,  y  oyeron  un  gran  golpe  de 
gente,  todos  desnudos  como  los  de  atrás,  á  los  cuales 
llamaron  é  fueron  tras  ellos,  pero  dieron  los  indios  á 
huir.  Y  finalmente,  tomaron  una  muger,  que  no  pudie- 
ron mas,  porque  yo  (él  dice)  les  habia  mandado  que 
tomasen  algunos  para  honrallos  y  hacelles  perder  el 
miedo,  y  si  hobiese  alguna  cosa  de  provecho,  como  no 
parece  poder  ser  otra  cosa,  según  la  fermosura  de  la 
tierra;  y  así,  trujeron  la  muger,  muy  moza  y  hermosa,  á 
la  nao,  y  habló  con  aquellos  indios,  porque  todos  te- 
nian  una  lengua.  Hízola  el  Almirante  vestir,  y  dióle 
cuentas  de  vidrio  y  cascabeles  y  sortijas  de  latón,  y 
tornóla  á  enviar  á  tierra  muy  honradamente,  según  su 
costumbre;  envió  algunas  personas  de  la  nao  con  ella, 
y  tres  de  los  indios  que  llevaba  consigo,  por  que  ha- 
blasen con  aquella  gente.  Los  marineros  que  iban  en 
la  barca,  cuando  la  llevaban  á  tierra,  dijeron  al  Almi- 


VIAJES   DE   COLÓN  99 

rante  que  ya  no  quisiera  salir  de  la  nao,  sino  quedarse 
con  las  otras  mugeres  indias  que  habia  hecho  tomar 
en  el  puerto  de  Mares  de  la  Isla  Juana  de  Cuba.  T© 
dos  estos  indios  que  venian  con  aquella  india  diz  que 
venian  en  una  canoa,  qués  su  carabela,  en  que  nave- 
gan de  alguna  parte,  y  cuando  asomaron  á  la  entrada 
del  puerto  y  vieron  los  navios  volviéronse  atrás  y  deja- 
ron la  canoa  por  allí  en  algún  lugar,  y  fuéronse  camino 
de  su  población.  Ella  mostraba  el  parage  de  la  pobla- 
ción. Traía  esta  mujer  un  pedacito  de  oro  en  la  nariz, 
que  era  señal  que  habia  en  aquella  isla  oro. 

Jueves  13  de%^Diciembre 

Volvieron  los  tres  hombres  que  habia  enviado  el  Al- 
mirante con  la  muger  á  tres  horas  de  la  noche,  y  no 
fueron  con  ella  hasta  la  población  porque  les  pareció 
lejos  ó  porque  tuvieron  miedo.  Dijeron  que  otro  dia 
vernian  mucha  gente  á  los  navios,  porque  ya  debían  de 
estar  asegurados  por  las  nuevas  que  daria  la  muger.  El 
Almirante,  con  deseo  de  saber  si  habia  alguna  cosa  de 
provecho  en  aquella  tierra,  y  por  haber  alguna  lengua 
con  aquella  gente,  por  ser  la  tierra  tan  hermosa  y  fér- 
til, y  tomasen  gana  de  servir  á  los  Reyes,  determinó 
de  tornar  á  enviar  á  la  población,  confiando  en  las  nue- 
vas que  la  india  habría  dado  de  los  cristianos  ser  bue- 
na gente,  para  lo  cual  escogió  nueve  hombres  bien 
aderezados  de  armas  y  aptos  para  semejante  negocio, 
con  los  cuales  fue  un  indio  de  los  que  traía.  Estos 
fueron  á  la  población  (1),  questaba  4  leguas  y  media 
al  Sueste,  la  cual  hallaron  en  un  grandísimo  valle,  y 
vacía,  porque  como  sintieron  irlos  cristianos, todos  hu- 


(1)  Pueblo  conocido  en  el  dia  con  el  nombre  de  Gre- 
M  orne  y  situado  á  orillas  del  Rio  de  los  tres  Ríos,  que  des 
agua  media  milla  al  Oeste  del  Puerto  de  Paz. 


100  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

yeron,  dejando  cuanto  tenían  la  tierra  dentro.  La  pobla- 
ción era  de  1.000  casas  y  de  más  de  3,000  hombres.  Ei 
indio  que  llevaban  los  cristianos  corrió  tras  ellos  dando 
voces,  diciendo  que  no  hobiesen  miedo,  que  los  cris- 
tianos no  eran  de  Cariba,  mas  antes  eran  del  cielo,  y 
que  daban  muchas  cosas  hermosas  á  todos  los  que  ha- 
llaban. Tanto  los  imprimió  lo  que  decian,  que  se  ase- 
guraron y  vinieron  juntos  deJlos  mas  de  2.000,  y  todos 
venian  á  los  cristianos  y  los  ponian  las  manos  sobre  la 
cabeza,  que  era  señal  de  gran  reverencia  y  amistad,  los 
cuales  estaban  todos  temblando  hasta  que  muchos  los 
aseguraron.  Dijeron  los  cristianos  que  después  que  ya 
estaban  sin  temor  iban  todos  á  sus  casas,  y  cada  uno 
les  traia  de  lo  que  tenia  de  comer,  que  es  pan  de  nia- 
mes  (1),  que  son  unas  raices  como  rábanos  grandes 
que  nacen,  que  siembran  y  nacen  y  plantan  en  todas 
sus  tierras,  y  es  su  vida;  y  hacen  dellas  pan  y  cuecen  y 
asan  y  tienen  sabor  propio  de  castañas,  y  no  hay  quien 
no  crea,  comiéndolas,  que  no  sean  castañas.  Dábanles 
pan  y  pescado  y  de  lo  que  tenían.  Y  por  que  los  in- 
dios que  traia  en  el  navio  tenían  entendido  quel  Almi- 
rante deseaba  tener  algún  papagayo,  parece  que  aquel 
indio  que  iba  con  los  cristianos  díjoles  algo  desto,  y 
así,  les  triijeron  papagayos  y  los  daban  cuanto  les  pe- 
dían sin  querer  nada  por  ello.  Rogábanles  que  no  se 
viniesen  aquella  noche  y  que  les  darían  otras  muchas 
cosas  que  tenían  en  la  sierra.  Al  tiempo  que  toda  aque- 
lla gente  estaba  junta  con  los  cristianos  vieron  venir 
una  gran  batalla  ó  multitud  de  gente  con  el  ma- 
rido de  la  muger  que  había  el  Almirante  honrado  y  cn- 


(1)  Niames  ó  ñames  eran  los  ajes,  especie  de  batatas, 
de  cuyas  raices  hacían  pan  y  tenían  el  sabor  o  gusto  de  las 
castañas.  Así  lo  dicen  más  adelante,  en  los  días  16  y  21  de 
Diciembre.  También  llamaban  cazahi  al  pan  que  hacían  de 
la  raíz  de  la  planta  llamada  yaca.  (Véase  a  Oviedo  en  el 
cap.  5.°  de  su  Hisl.  nat.  de  las  Indias.) 


VIAJES    DE    OÍLÓN  101 

viado,  la  cual  traían  caballera  sobre  sus  hombros/  y'  ' 
venían  á  dar  g-racías  á  los  cristianos  por  la  honra  quel 
Almirante  le  había  hecho  y  dádivas  que  le  había  dado. 
Dijeron  los  cristianos  al  Almirante  que  era  toda  gente 
más  hermosa  y  de  mejor  condición  que  ninguna  otra 
de  las  que  habían  hasta  allí  hallado;  pero  dice  el  Al- 
mirante que  no  sabe  cómo  puedan  ser  de  mejor  con- 
dición que  las  otras,  dando  á  entender  que  todas  las 
que  habían  en  las  otras  islas  hallado  eran  de  muy  bue- 
na condición.   Cuanto  á  la  hermosura,  decían  los  cris- 
tianos que  no  había  comparación  así  en  los  hombres 
como  en  las  mugeres,  y  que  son  blancos  mas  que  los 
otros,  y  que  entre  los  otros  vieron  dos  mugeres  mozas 
tan  blancas  como  podían  ser  en  España.  Dijeron  tam- 
bién, de  la  hermosura  de  las  tierras  que  vieron,  que 
ninguna  comparación  tienen  las  de  Castilla,  las  mejores 
en  hermosura  y  en  bondad,  y  el  Almirante  así  lo  vía 
por  las  que  ha  visto  y  por  las  que  tenia  presentes,  y 
decíanle  que  las  que   vía  ninguna  comparación  tenían 
con  aquellas  de  aquel  valle,  ni  la  campiña  de  Córdoba 
llegaba  aquella  con  tanta  diferencia  como  tiene  eí  día 
de  la  noche.  Decían  que  todas  aquellas  tierras  estaban 
labradas  y  que   por  iftedio  de  aquel  valle  pasaba  un 
rio  (1)  muy  ancho  y  grande  que  podía  regar  todas  las 
tierras.  Estaban  lodos  los  árboles  verdes  y  llenos  de 
fruta,  y  las  yerbas,  todas  floridas  y  muy  altas;  los  cami- 
nos, muy  anchos  y  buenos;  los  aires  eran  como  en  AbríK 
en  Castilla;  cantaba  el  ruiseñor  y  otros  pajaritos  como^ 
en  el  dicho  mes  en  España,  que  dicen  que  era  la  ma-' 
yor  dulzura  del  mundo.  Las  noches  cantaban  algunos^ 
pajaritos  suavemente;  los  grillos  y  ranas  se  oían  mu- 
chas; los  pescados,  como  en  España.  Vieion  muchos, 
almacigos  y  línaloe^yajgodonales;  oro^^ 
no^-es-maravílla  en  taií  poco  tiempo  no  se  halle.  Tcmó¡  ^ 
aquí  el  Almirante  experiencia  de  qué  horas  era  el  día 

(1)     Llamado  de  los  Tres  Rio*. 


X02  M,    FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

y  ía  noche,  y  de  sol  á  sol;  halló  que  pasaron  20  ampo- 
lletas que  son  de  á  media  hora,  aunque  dice  que  allí 
puede  haber  defecto,  porque  ó  no  la  vuelven  tan  pres- 
to ó  deja  de  pasar  algo.  Dice  también  que  halló  por 
el  cuadrante  questaba  de  la  línea  equinoccial  34  gra- 
dos (1). 

Viernes  14  de  Diciembre 

Salió  de  aquel  Puerto  de  la  Concepción  con  terral, 
y  luego,  desde  á  poco,  calmó,  y  así  lo  experimentó  cada 
dia  de  los  que  por  allí  estuvo.  Después  vino  viento  Le- 
vante; navegó  con  él  al  Nornordeste;  llegó  á  la  Isla  de 
la  Tortuga;  vido  una  punta  della,  que  llamó  la  Punta 
P/crna,  que  estaba  al  Lesnordeste  de  lacabezadela  isla, 
y  habría  12  millas,  y  de  allí  descubrió  otra  punta,  que 
llamó  la  Punta  Lanzada^  en  la  misma  derrota  del  Nord- 
este, que  habría  16  millas.  Y  así,  desde  la  cabeza  de  la 
Tortuga  hasta  la  Punta  Aguda  habría  44  millas,  que 
son  11  leguas,  al  Lesnordeste.  En  aquel  camino  había 
algunos  pedazos  de  playa  grandes.  Esta  isla  de  la  Tor- 
tuga es  tierra  muy  alta,  pero  no^ montañosa,  y  es  muy 
hermosa  y  muy  poblada  de  gente  como  la  de  la  Isla 
Española,  y  la  tierra  así  toda  labrada,  que  parecía  ver 
la  campiña  de  Córdoba.  Visto  quel  viento  le  era  con- 
trario y  no  podía  ir  á  la  isla  Baneque  (2),  acordó  tor- 
narse al  Puerto  de  la  Concepción,  de  donde  había  sa- 
lido, y  no  pudo  cobrar  un  rio  questá  de  la  parte  del 
Leste  del  dicho  puerto  dos  leguas. 

Sábado  15  de  Diciembre 

Salió  del  Puerto  de  la  Concepción  otra  vez  para  su 


(1)  Hay  error  en  este  número,  pues  debe  ser  20  grados. 

(2)  Otras  veces  dice  Baveque. 


VIAJES    DE    COLÓN  103 

camino;  pero  en  saliendo  del  puerto  ventó  Leste  recio, 
su  contrario,  y  tomó  la  vuelta  de  la  Tortuga  hasta  ella, 
y  de  allí  dio  vuelta  para  ver  aquel  rio  que  ayer  quisiera 
ver  y  tomar  y  no  pudo,  y  desta  vuelta  tampoco  lo  pudo 
tomar,  aunque  surgió  media  legua  de  sotaviento  en 
una  playa,  buen  surgidero  y  limpio.  Amarrados  sus  na- 
vios, fué  con  las  barcas  á  ver  el  rio,  y  entró  por  un  bra- 
zo de  mar  questá  antes  de  media  legua,  y  no  era  la 
boca;  volvió,  y  halló  la  boca,  que  no  tenia  aun  una  bra- 
za y  vefiia  muy  recio;  entró  con  las  barcas  por  él  para 
llegar  á  las  poblaciones  que  los  que  antier  habia  en- 
viado habian  visto,  y  mandó  echar  la  sirga  en  tierra,  y 
tirando  los  marineros  della  subieron  las  barcas  dos  ti- 
ros de  lombarda,  y  no  pudo  andar  mas  por  la  reciura 
del  corriente  del  rio.  Vido  algunas  casas  y  el  valle 
grande  donde  están  las  poblaciones,  y  dijo  que  otra 
cosa  mas  hermosa  no  habia  visto,  por  medio  del  cual 
valle  viene  aquel  rio.  Vido  también  gente  á  la  entrada 
del  rio,  mas  todos  dieron  á  huir.  Dice  mas:  que  aque- 
lla gente  debe  ser  muy  cazada,  pues  vive  con  tanto  te- 
mor, porque  en  llegando  que  llegan  á  cualquiera  parte, 
luego  hacen  ahumadas  de  las  atalayas  por  toda  la  tie- 
rra, y  esto  mas  en  esta  Isla  Española  y  en  la  Tortuga, 
que  también  es  grande,  que  en  las  otras  que  atrás 
dejaba.  Puso  nombre  al  valle,  Valle  del  Paraíso,  y  al 
rio,  Guadalquivir,  porque  diz  que  así  viene  tan  grande 
como  Guadalquivir  por  Córdoba,  y  á  las  veras  ó  ribe- 
ras del,  playa  de  piedras  muy  hermosas,  y  todo  andable. 

Domingo  16  de  Diciembre 

A  la  m&dia  noche,  con  el  ventezuelo  de  tierra,  dio 
las  velas  por  salir  de  aquel  golfo,  y  viniendo  del  bordo 
de  la  Isla  Española,  yendo  á  la  bolina,  porque  luego  a 
la  hora  de  tercia  ventó  Leste;  á  medio  golfo  halló  una 
canoa  con  un  indio  solo  en  ella,  de  que  se  maravillaba 


104  M.  FERNÁNDEZ  DE  N  AVARRETE 

el  Almirante  cómo  se  podía  tener  sobre  el  ag^ua  siendo 
el  viento  grande.  Hízolo  meter  en  la  nao  á  él  y  á  su 
canoa,  y  halagado  dióle  cuentas  de  vidrio,  cascabeles 
y  sortijas  de  latón,  y  llevólo  en  la  nao  hasta  tierra  á 
una  población  (1)  que  estaba  de  allí  16  millas,  junto  á 
la  mar,  donde  surgió  el  Almirante  y  halló  buen  surgi- 
dero en  la  playa  junto  á  la  población,  que  parecía  ser 
de  nuevo  hecha,  porque  todas  las  casas  eran  nuevas. 
El  indio  fuese  luego  con  su  canoa  á  tierra,  y  da  nuevas 
del  Almirante  y  de  los  cristianos  por  ser  buena  gente, 
puesto  que  ya  las  tenían  por  lo  pasado  de  las  otras 
donde  habían  ido  los  seis  cristianos,  y  luego  vinieron 
mas  de  500  hombres,  y  desde  á  poco  vino  el  Rey  de- 
llos,  todos  en  la  playa,  juntos  á  los  navios  por  questa- 
ban  surgidos  muy  cerca  de  tierra.  Luego,  uno  á  uno  y 
muchos  á  muchos,  venían  á  la  nao  sin  traer  consigo 
cosa  alguna,  puesto  que  algunos  traían  algunos  granos 

^de  oro  finísimo  en  las  orejas  y  en  la  nariz,  el  cual  lue- 
go daban  de  buena  gana.  Mandó  hacer  honra  á  todos 
el  Almirante,  y  dice  el:  porque  son  la  mejor  gente  del 
mundo  y  mas  mansa;  y  sobre  todo^  que  tengo  mucha 
esperanza  en  nuestro  Señor  que  vuestras  Altezas  los 
harán  todos  cristianos,  y  serán  todos  suyos^  que  por 
suyos  los  tengo.  Vido  también  quel  dicho  Rey  estaba 
en  la  playa,  que  todos  le  hacían  acatamiento.  Envióle 
un  presente  el  Almirante,  eí  cual  diz  que  rescibió  con 
mucho  estado,  y  que  seria  mozo  de  hasta  21  años,  y 
que  tenía  un  ayo  viejo  y  otros  consejeros  que  le  con- 
sejaban y  respondían,  y  quél  hablaba  muy  pocas  pala- 
bras. Uno  de  los  indios  que  traía  el  Almirante  habló 
con   él;   le  dijo   que  como  venían  los   cristianos  del 

o  cielo  y  que  andaba  en  busca  de  oro  y  quería  ir  á  la 
Isla  de  Baneque,  y  él  respondió  que  bien  era  y  que 

o  en  la  dicha  isla  había  mucho  oro;  el  cual  amostró  al 
aguacil  del  Almirante,  que  le  llevó  el  presente,  el  ca- 

(1)     Puerto  de  Paz. 


VIAJES   DE   COLÓN  105 

mino  que  habia  de  llevar,  y  que  en  dos  dias  iría  de  allí 
á  ella,  y  que  si  de  su  tierra  habian  menester  algo  lo 
daría  de  muy  buena  voluntad.  Este  Rey  y  todos  los 
otros  andaban  desnudos  como  sus  madres  los  parieron,^ 
y  asi  las  mugeres,  sin  alg-un  empacho,  y  son  los  mas 
hermosos  hombres  y  mugeres  que  hasta  alíí  hobieron  / 
hallado;  harto  blancos,  que  si  vestidos  anduviesen  y  se  0 
guardasen  del  sol  y  del  aire,  serian  cuasi  tan  blanco» 
como  en  España,  por  questa  tierra  es  harto  fría  y  la 
mejor  que  lengua  pueda  decir:  es  muy  alta,  y  sobre  el 
mayor  monte  podrían  arar  bueyes,  y  hecha  toda  á 
campiñas  y  valles.  En  toda  Castilla  no  hay  tierra  que 
se  pueda  comparar  a  ella  en  hermosura  y  bondad. 
Toda  esta  isla  y  la  de  la  Tortuga  son  todas  labradas 
óomo  la  campiña  de  Córdoba.  Tienen  sembrado  en 
ellas  ajeSy  que  son  unos  ramillos  que  plantan,  y  al  pié 
de  ellos  nacen  unas  raices  como  zanahorias,  que  sirven 
por  pan,  y  rallan  y  amasan  y  hacen  pan  dellas,.  y  des- 
pués tornan  á  plantar  el  mismo  ramillo  en  otra  parte  j 
torna  á  dar  cuatro  ó  cinco  de  aquellas  raices,  que  son 
muy  sabrosas,  propio  gusto  de  castañas.  Aqui  las  hay 
las  mas  gordas  y  buenas  que  había  visto  en  ninguna 
parte,  porque  también  diz  que  de  aquellas  habia  en 
Guinea.  Las  de  aquel  lugar  era  tan  gordas  como  la 
pierna,  y  aquella  gente  todos  diz  que  eran  gordos  y 
valientes,  y  no  flacos,  como  los  otros  que  antes  habia 
hallado,  y  de  muy  dulce  conversación,  sin  secta.  Y  los 
árboles  de  allí  diz  que  eran  tan  viciosos  que  las  hojas 
dejaban  de  ser  verdes  y  eran  prietas  de  verduras.  Era 
cosa  de  maravilla  ver  aquellos  valles  y  los  rios  y  bue- 
nas aguas,  y  las  tierras  para  pan,  para  ganado  de  toda 
suerte,  de  que  ellos  no  tienen  alguna,  para  huertas  y 
para  todas  las  cosas  del  mundo  quel  hombre  sepa  pe- 
dir. Después,  á  la  tarde,  vino  el  Rey  á  la  nao;  el  Almi- 
rante le  hizo  la  honra  que  debía,  y  le  hizo  decir  cómo 
era  de  los  Reyes  de  Castilla,  los  cuales  eran  los  mayo- 
res Príncipes  del  mundo.  Mas  ni  los  indios  quel  Almi- 


^ 


106  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

rante  traia,  que  eran  los  intérpretes,  creían  nada,  ni  el 
Rey  tampoco,  sino  creían  que  venían  del  cíelo,  y  que 
los  reinos  de  los  Reyes  de  Castilla  eran  en  el  cielo,  y 
no  en  este  mundo.  Pusiérorle  de. comer  al  Rey  de  las 
cosas  de  Castilla,  y  él  comía  un  bocado  y  después  dá- 
balo todoá  sus  consejeros  y  al  ayo,  y  á  los  demás  que 
metió  consig-o.  «Crean  vuestras  Altezas  questas  tierras 
»son  en  tanta  cantidad  buenas  y  fértiles,  y  en  especial 
» estas  desta  Isla  Españolay  que  no  hay  persona  que  lo 
»sepa  decir,  y  nadie  lo  puede  creer  si  no  lo  viese.  Y 
»crean  questa  isla  y  todas  las  otras  son  así  suyas  como 
♦  Castilla,  que  aquí  no  falta  salvo  asiento  y  mandarles 
>hacer  lo  que  quisieren,  porque  yo  con  esta  gente  que 
atraigo,  que  no  son  muchos,  correría  todas  estas  islas 
>sin  afrenta:  que  ya  he  visto  solo  tres  destos  marineros 
>descender  en  tierra  y  haber  multitud  destos  indios  y 
»todos  huir,  sin  que  les  quisiesen  hacer  mal.  Ellos  no 
'  jtíenen  armas,  y  son  todos  desnudos  y  de  ning-un  ¡n- 
,/  *genio  en  las  armas  y  muy  cobardes,  que  1.000  no 
v^^  »agfuardarían  tres,  y  así,  son  buenos  para  les  mandar  y 
^  »les  hacer  trabajar,  sembrar,  y  hacer  todo  lo  otro  que 

»fuere   menester^  y  que  hagan  villas,  y  se  enseñen  á 
>andar  vestidos  y  á  nuestras  costumbres.» 

ILunes  17  dt  Diciembre 

Ventó  aquella  noche  reciamente  viento  Lesnord- 
este;  no  se  alteró  mucho  !a  mar  porque  lo  estorba  y 
escuda  la  Isla  de  la  Tortuga^  quesíá  frontero  y  hace 
abrigo;  así  estuvo  allí  aqueste  dia.  Envió  á  pescar  los 
marineros  con  redes;  holgáronse  mucho  con  los  cris- 
tianos los  indios,  y  trujáronle  ciertas  flechas  de  los  de 
Caniba  ó  de  los  caníbales,  y  son  de  las  espigas  de  ca- 
ñas, y  exigiéronles  unos  palillos  tostados  y  agudos  y 
son  muy  largos.  Mostráronles  dos  hombres  que  les  fal- 
taban algunos  pedazos  de  carne  de  su  cuerpo,  y  kicié- 


VIAJES    DE    COLÓN  107 

ronles  entender  que  los  caníbales  los  habían  comido  á 
bocados:  el  Almirante  no  lo  creyó.  Tornó  á  enviar 
ciertos  cristianos  á  la  población,  y  á  trueque  de  con- 
tezuelas  de  vidrio  resgataron  algunos  pedazos  de  oro  j 
labrado  en  hoja  delgada.  Vieron  á  uno,  que  tuvo  el 
Almirante  por  gobernador  de  aquella  provincia,  que 
llamaban  Caciquet  un  pedazo  tan  grande  como  la  mano 
de  aquella  hoja  de  oro,  y  parecía  que  lo  quería  resga-o 
tar;  el  cual  se  fué  á  su  casa,  y  los  otros  quedaron  en  la 
plaza,  y  él  hacia  hacer  pedazuelos  de  aquella  pieza,  y 
trayendo  cada  vez  un  pedazuelo  resgatábalo.  Después 
que  no  hobo  mas  dijo  por  señas  quel  había  enviado 
por  mas  y  que  otro  día  lo  traerían.  Estas  cosas  todas,  y 
la  manera  dellos  y  sus  costumbres  y  mansedumbre  y 
consejo,  muestra  de  ser  gente  mas  despierta  y  enten- 
dida que  otros  que  hasta  allí  hobiese  hallado,  dice  el 
Almirante.  En  la  tarde  vino  allí  una  canoa  de  la  Isla 
de  la  Tortuga  con  bien  40  hombres,  y  en  llegando  á 
la  playa,  toda  la  gente  del  pueblo,  questaba  junta,  se 
asentaron  todos  en  señal  de  paz,  y  algunos  de  la  ca- 
noa, y  cuasi  todos  descendieron  en  tierra  El  Cacique 
se  levantó  sólo,  y  con  palabras  que  parecían  de  ame- 
nazas los  hizo  volver  á  la  canoa,  y  les  echaba  agua  y 
tomaba  piedras  de  la  playa  y  las  echaba  en  el  agua,  y 
después  que  ya  todos,  con  mucha  obediencia,  se  pu- 
sieron y  embarcaron  la  canoa,  él  tomó  una  piedra  y  la 
puso  en  la  mano  á  mi  alguacil  para  que  les  tírase,  al 
cual  yo  había  enviado  á  tierra,  y  al  escribano  y  á  otros, 
para  ver  sí  traían  algo  que  aprovechase,  y  el  alguacil 
no  les  quiso  tirar.  Allí  mostró  mucho  aquel  cacique 
que  se  favorecía  con  el  Almirante.  La  canoa  se  fué 
luego,  y  dijeron  al  Almirante  después  de  ida  que  en 
la  Tortuga  había  mas  oro  que  en  la  Isla  Española  por- 
que es  más  cerca  de  Baneque.  Dijo  el  Almirante  que 
creía  que  en  aqucWa.  Isla  Española  ni  en  laTortuga  ho- 
biese minas  de  oro,  sino  que  lo  traían  de  Baneque,  y 
que  traen  poco  porque  no  tienen  aquellos  qué  dar  por 


108  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

ello,  y  aquella  tierra  es  tan  gruesa  que  no  ha  menester 
que  trabajen  mucho  para  sustentarse  ni  para  vestirse, 
como  anden  desnudos.  Y  creia  el  Almirante  questaba 
muy  cerca  de  la  fuente,  y  que  nuestro  Señor  le  había 
O  de  mostrar  donde  nasce  el  oro.  Tenía  nueva  que  de  allí 
al  Baneque  (1)  habia  cuatro  jornadas,  que  podrían  ser 
30  ó  40  legfuas,  que  en  un  dia  de  buen  tiempo  se  po- 
dían andar. 

Martes  18  de  Diciembre 

Estovo  en  aquella  playa  surto  este  dia  porque  no 
habia  viento,  y  también  porque  habia  dicho  el  cacique 
o  que  habia  de  traer  oro,  no  porque  tuviese  en  mucho  el 
o  Almirante  el  oro  (diz  que)  que  podia  traer,  pues  allí 
no  habia  minas,  sino  por  saber  mejor  de  dónde  lo 
traían.  Luego,  en  amaneciendo,  mandó  ataviar  la  nao  y 
ia  carabela  de  armas  y  banderas  por  la  fiesta  que  era 
este  dia,  de  sancta  María  de  la  O,  ó  conmemoración  de 
la  Anunciación:  tiráronse  muchos  tiros  de  lombardas, 
y  el  Rey  de  aquella  Isla  Española  (dice  eí  Almirante) 
habia  madrug-ado  de  su  casa,  que  debía  distar  cinco  le- 
guas de  allí  (2),  según  pudo  juzgar,  y  llegó  á  hora  de 
tercia  á  aquella  población,  donde  ya  estaban  algunos 
déla  nao  quel  Almirante  habia  enviado  para  ver  si  ve- 
0  nía  oro,  los  cuales  dijeron  que  venían  con  el  Rey 
mas  de  200  hombres,  y  que  lo  traían  en  unas  andas 
cuatro  hombres,  y  era  mozo,  como  arriba  se  dijo.  Hoy, 
estando  el  Almirante  comiendo  debajo  del  castillo,  lle- 
gó a  la  nao  con  toda  su  gente.  Y  dice  el  Almirante  á 
los  Reyes:  «Sin  duda  pareciera  bien  á  vuestras  Alté- 
is zas  su   estada   y   acatamiento   que   todos   le    tienen, 

(1)  «Nunca  este  Baveque  pareció:  por  ventura,  era  la 
Isla  de  Jamaica.  >  —  Casas. 

(2)  Era  el  pueblo  de  lo  interior  llamado  en  el  día  Gros 
Morne,  distante  cuatro  leguas  del  Puerto  de  Paz,  en  donde 
estaba  fondeado  el  Almirante. 


VIAJES    DE    COLÓN  109 

»  puesto  que  todos  andan  desnudos.  £1,  así  como  entró 
>en  la  nao,  halló  questaba  comiendo  á  la  mesa  debajo 
»del  castillo  de  popa,  y  él  á  buen  andar  se  vino  ásen- 
»tar  á  par  de  mí,  y  no  me  quiso  dar  lugar  que  yo  me 
»saliese  á  él  ni  me  levantase  de  la  mesa,  salvo  que  yo 
«>comiese.  Yo  pensé  quel  ternia  a  bien  de  comer  de 
» nuestras  viandas:  mandé  luego  traerle  cosas  que! 
>comiese.  Y  cuando  entró  debajo  del  castillo  hizo 
•señas  con  la  mano  que  todos  los  suyos  quedasen 
»fuera,  y  así  lo  hicieron  con  la  mayor  priesa  y  aca- 
»tamiento  del  mundo,  y  se  asentaron  todos  en  la  cu- 
*bierta,  salvo  dos  hombres  de  una  edad  madura,  que 
»yo  estimé  por  sus  consejeros  y  ayo,  que  vinieron  y  se 
^asentaron  á  sus  pies,  y  de  las  viandas  que  yo  le  puse 
» delante  tomaba  de  cada  una  tanto  como  se  toma  para 
»hacer  la  salva,  y  después  luego  lo  demás  enviábalo  á 
»los  suyos,  y  todos  comían  della,  y  así  hizo  en  el  be- 
>ber,  que  solamente  llegaba  á  la  boca  y  después  así  lo 
»daba  á  los  otros,  y  todo  con  un  estado  maravilloso  y 
»muy  pocas  palabras,  y  aquellas  quel  decía,  según  yo 
» podía  entender,  eran  muy  asentadas  y  de  seso,  y  aque- 
>llos  dos  le  miraban  á  la  boca  y  hablaban  por  él  y  con 
>él,  y  con  mucho  acatamiento.  Después  de  comido,  un 
» escudero  traía  un  cinto  que  es  propio  como  los  de 
» Castilla  en  la  hechura,  salvo  qués  de  otra  obra,  que 
»él  tomó  y  me  lo  dio,  y  dos  pedazos  de  oro  labrado, 
»que  eran  muy  delgados,  que  creo  que  aquí  alcanzan 
»poco  del,  puesto  que  tengo  questán  muy  vecinos  de 

>  donde  nace,  y  hay  mucho.  Yo  vide  que  le  agradaba 
»un  arambel  que  yo  tenia  sobre  mi  cama;  yo  se  lo  di, 
»y  unas  cuentas  muy  buenas  de  ámbar  que  yo  traía  al 

>  pescuezo,  y  unos  zapatos  colorados,  y  una  almatraja 
»de  agua  de  azahar,  de  que  quedó  tan  contento  que 
»fue  maravilla,  y  él  y  su  ayo  y  consejeros  llevan  grande 
»pesar  porque  no  me  entendían  ni  yoa  ellos. Con  todo, 
»le  cognoscí  que  me  dijo  que  si  me  cumpliese  algo  de 
»aquí  que  toda  la  isla  estaba  á  mi  mandar.  Yo  envié 


lio  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

>por  unas  cuentas  mias,  adonde  por  un  señal  tengo  wn 
»  excelente  de  oro  (1)  en  que  están  esculpidos  vuestras 
^Altezas,  y  se  lo  amostré,  y  le  dije  otra  vez,  como  ayer, 
»que  vuestras  Altezas  mandaban  y  señoreaban  todo  lo 
^mejor  del  mundo,  y  que  no  había  tan  grandes  Prínci- 
>pes,  y  les  mostré  las  banderas  reales  y  las  otras  de  la 
>cruz,  de  que  él  tuvo  en  mucho;  y  qué  grandes  seño- 
>res  serian  vuestras  Altezas,  decia  él  contra  sus  conse- 
>jeros,  pues  de  tan  lejos  y  del  cielo  me  habian  enviado 
» hasta  aquí  sin  miedo;  y  otras  cosas  muchas  se  pasaron 
>que  yo  no  entendia,  salvo  que  bien  via  que  todo  tenia 
>á  grande  maravilla.»  Después  que  ya  fue  tarde  y  él  se 
quiso  ir,  el  Almirante  le  envió  en  la  barca  muy  honra- 
damente, y  hizo  iirar  muchas  lombardas,  y  puesto  en 
tierra  subió  en  sus  andas  y  se  fue  con  sus  mas  de 
200  hombres,  y  á  su  hijo  le  llevaban  atrás  en  los  hom- 
bros de  un  indio,  hombre  muy  honrado.  A  todos  los 
marineros  y  gente  de  los  navios,  donde  quiera  que  los 
topaba  les  mandaba  dar  de  comery  hacer  mucha  honra. 
Dijo  un  marinero  que  le  habia  topado  en  el  camino  y 
visto  que  todas  las  cosas  que  le  habia  dado  el  Almi- 
rante, y  cada  una  dallas,  llevaba  delante  del  Rey  un 
hombre,  á  lo  que  parecía  de  los  mas  honrados.  Iba  su 
hijo  atrás  del  Rey  buen  rato,  con  tanta  compañía  de 
gente  como  él,  y  otro  tanto  un  hermano  del  mismo 
Rey,  salvo  que  iba  el  hermano  á  pié  y  llevábanlo  del 
brazo  dos  hombres  honrados.  Este  vino  á  la  nao  des- 
pués del  Rey,  al  cual  dio  el  Almirante  algunas  cosas 
de  los  dichos  resgates,  y  allí  supo  el  Almirante  que  al 
Rey  llamaban  en  su  lengua  Cacique.  En  este  día  se  res- 
gató  diz  que  poco  oro;  pero  supo  el  Almirante,  de  un 
hombre  viejo,  que  habia  muchas  islas  comarcanas  á  cien 
leguas  y  mas,  según  pudo  entender,  en  las  cuales  nasce 
muy  mucho  oro,  y  en  las  otras,  hasta  decirle  que  habia 


(1)     «Este  excelente  era  moneda  que  valía  dos  castella- 
nos.»— Casas. 


VIAJES    DE   COLÓN  111 

isla  que  era  todo  oro,  y  en  las  otras,  que  hay  tanta  can-<s> 
tidad  que  lo  cog^en  y  ciernen  como  con  cedazos,  y  la 
funden  y  hacen  vergas  y  mil  labores:  fig-uran  por  señas 
la  hechura.  Este  viejo  señaló  al  Almirante  la  derrota  y 
el  parage  donde  estaba;  determinóse  el  Almirante  de 
ir  allá,  y  dijo  que  si  no  fuera  el  dicho  viejo  tan  princi- 
pal persona  de  aquel  Rey  que  lo  detuviera  y  llevara 
consigo,  ó  si  supiera  la  lengua  que  se  lo  rogara,  y  creía, 
según  estaba  bien  con  él  y  con  los  cristianos,  que  se 
fuera  con  él  de  buena  gana;  pero  porque  tenia  ya  aque- 
llas gentes  por  de  los  Reyes  de  Castilla  y  no  era  razón 
de  hacelles  agravio,  acordó  dejalio.  Puso  una  cruz  muy 
poderosa  en  medio  de  la  plaza  de  aquella  población, 
á  lo  cual  ayudaron  los  indios  mucho,  y  hicieron  diz 
que  oración  y  la  adoraron,  y  por  la  muestra  que  dan 
espera  en  nuestro  Señor  el  Almirante  que  todas  aque- 
lias  islas  han  de  ser  cristianos. 


Miércoles  19  de  Diciembre 

Esta  noche  se  hizo  á  la  vela  por  salir  de  aquel  golfo 
que  hace  allí  la  isla  de  la  Tortuga  con  la  Española^  y 
siendo  de  dia  tornó  el  viento  Levante,  con  el  cual 
todo  este  dia  no  pudo  salir  de  entre  aquellas  dos  islas, 
y  á  la  noche  no  pudo  tomar  un  puerto  (1)  que  por  allí 
parecía.  Vido  por  allí  cuatro  cabos  de  tierra  y  una 
arande  bahía  y  rio,  y  de  allí  vido  una  angla  (2)  muy 
grande,  y  tenia  una  población,  y  á  las  espaldas  un  va- 
lle entre  muchas  montañas  altísimas,  llenas  de  árboles, 
que  juzgó  ser  pinos,  y  sobre  los  dos  Hermanos  (3) 


(1)  El  Puerto  de  la  Granja, 

(2)  La  ensenada  del  puerto  Margot. 

(3)  «Estos  dos  Hermanos  y  el  cabo  de  Torres  no  los  ha 
nombrado  hasta  agora.»  —  Casas. — El  cabo  de  Torres  es  la 
punta  de  Limbé. 


112  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

hay  una  montaña  muy  alta  y  gorda  que  va  de  Nordeste 
al  Sudueste,  y  del  Cabo  de  Torres  al  Lesueste  está 
una  isla  pequeña,  á  la  cual  puso  nombre  Santo  To- 
más porque  es  mañana  su  vigilia.  Todo  el  cerco  de 
aquella  isla  tiene  cabos  y  puertos  maravillosos,  según 
juzgaba  él  desde  la  mar.  Antes  de  la  isla  de  la  parte 
del  Oueste  hay  un  cabo  que  entra  mucho  en  la  mar, 
alto  y  bajo,  y  por  eso  le  puso  nombre  Cabo  alio  y 
bajo  (1).  Del  camino  de  Torres  al  Leste  cuarta  del 
Sueste  hay  60  millas  hasta  una  montaña  mas  alta  que 
otra,  que  entra  en  la  mar  (2)  y  parece  desde  lejos  isla 
por  sí,  por  un  degollado  que  tiene  de  la  parte  de  tie- 
rra; púsole  nombre  Monte  Caribata,  porque  aquella 
provincia  se  llamaba  Caribata.  Es  muy  hermoso  y 
lleno  de  árboles  verdes  y  claros,  sin  nieve  y  sin  nie 
bla,  y  era  entonces  por  allí  el  tiempo,  cuanto  á  los  ai- 
res y  templanza,  como  por  Marzo  en  Castilla,  y  en 
cuanto  á  los  árboles  y  yerbas,  como  por  Mayo;  las  no- 
ches diz  que  eran  de  catorce  horas. 


Jueves  20  de  Diciembre 

Hoy,  al  poner  del  sol,  entró  en  un  puerto  que  estaba 
«ntre  la  isla  de  Santo  Tomás  y  el  cabo  de  Caribata  (3), 
y  surgió.  Este  puerto  es  hermosísimo  y  que  ca- 
bían en  él  cuantas  naos  hay  en  cristianos;  la  entrada 
del  parece  desde  la  mar  imposible  á  los  que  no  ho- 
biesen  en  él  entrado,  por  unas  restringas  de  peñas  que 
pasan  desde  el  monte  hasta  cuasi  la  isla,  y  no  puestas 
por  orden,  sino  unas  acá  y  otras  acullá;  unas  á  la  mar  y 
otras  á  la  tierra;  por  lo  cual  es  menester  estar  despier- 


(1)  Punta  e  isla  Margot. 

(2)  Montaña  so'ure  el  Guarico,  y  la  de  Monte  Cristi,  que 
dista  42  millas. 

(3)  Bahía  de  Acul.  * 


VIAJES   DE   COLÓN  113 

tos  para  entrar  por  unas  entradas  que  tiene  muy  anchas 
y  buenas  para  entrar  sin  temor,  y  todo  muy  fondo  de 
siete  brazas,  y  pasadas  las  restringas,  dentro  hay  12  bra- 
zas- Puede  la  nao  estar  con  una  cuerda  cualquiera 
amarrada  contra  cualesquiera  vientos  que  haya.  A  la 
entrada  de  este  puerto  diz  que  habia  un  cañal  (1),  que 
queda  á  la  parte  del  Oueste  de  una  isleta  de  arena,  y 
en  ella  muchos  árboles,  y  hasta  el  pié  de  ella  hay  siete 
brazas;  pero  hay  muchas  bajas  en  aquella  comarca,  y 
conviene  abrir  el  ojo  hasta  entrar  en  el  puerto:  des- 
pués no  hayan  miedo  á  toda  la  tormenta  del  mundo. 
De  aquel  puerto  se  parecía  un  valle  grandísimo  y  todo 
labrado,  que  desciende  á  él  del  Sueste,  todo  cercado 
de  montañas  altísimas  que  parece  que  llegan  al  cielo, 
y  hermosísimas,  llenas  de  árboles  verdes,  y  sin  duda 
que  hay  allí  montañas  mas  altas  que  la  isla  de  Teneri- 
fe (2)  en  Canaria,  ques  tenida  por  de  las  mas  altas  que 
puede  hallarse.  Desta  parte  de  la  isla  de  Santo  Tomás 
está  otra  isleta  (3)  á  una  legua,  y  dentro  de  ella  otra, 
y  en  todas  hay  puertos  maravillosos;  mas  cumple  mi- 
rar por  las  bajas.  Vido  también  poblaciones  y  ahuma- 
das que  se  hacían. 


Viernes  21  de  Diciembre 

Hoy  fue  con  las  barcas  de  los  navios  á  ver  aquel 
puerto;  el  cual  vido  ser  tal  que  afirmó  que  ninguno  se 
le  iguala  de  cuantos  haya  jamás  visto  (4),  y  excúsase 
diciendo  que  ha  loado  los  pasados  tanto  que  no  sabe 


(1)  «Creo    que   quiere  decir   cañaveral.» — Casas. — Lo 
que  debe  decir  es  canaL 

(2)  En  efecto,  son  montañas  muy  altas,  pero  no  tanto. 

(3)  La  isla  de  Rafas. 

(4)  Buen  puerto  es,  pero  es  mejor  el  puerto  de  Ñipe, 
que  llamó  de  San  Salvador,  en  Cuba. 

VIAJES  DS  COLÓN  8 


114  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

cómo  lo  encarecer,  y  que  teme  que  sea  juzgfado  por 
manificador  excesivo  mas  de  lo  que  es  la  verdad;  á 
esto  satisface  diciendo  que!  trae  consig-o  marineros 
antiguos,  y  éstos  dicen  y  dirán  lo  mismo,  y  todos 
cuantos  andan  en  la  mar,  conviene  á  saber:  todas  las 
alabanzas  que  ha  dicho  de  los  puertos  pasados  ser 
verdad,  y  ser  este  muy  mejor  que  todos  ser  asimismo 
verdad.  Dice  mas  desta  manera:  «Yo  he  andado  23  años 
»en  la  mar,  sin  salir  della  tiempo  que  se  haya  de 
» contar,  y  vi  todo  el  Levante  y  Poniente,  que  dice  por 
»ir  al  camino  de  Septentrión,  que  es  Inglaterra,  y  he 
:» andado  la  Guinea;  mas  en  todas  estas  partidas  no  se 
»halíará  la  perfección  de  los  puertos 

(Vacio  de  renglón  y  medio  en  el  original) 

^fallado    siempre   lo   (1)  mejor  quel  otro,^ 

»que  yo  con  buen  tiento  miraba  mi  escrebir,  y  torno  á 
»decir  que  afirmo  haber  bien  escripto,  y  que  agora 
»este  es  sobre  todos,  y  cabrían  en  él  todas  las  naos 
»del  mundo;  y  cerrado,  que  con  una  cuerda  la  mas 
» vieja  de  la  nao  la  tuviese  amarrada. >  Desde  la  en- 
trada hasta  el  fondo  habrá  cinco  leguas  (2).  Vido  unas 
tierras  muy  labradas,  aunque  todas  son  así,  y  mandó 
salir  dos  hombres  fuera  de  las  barcas  que  fuesen  á  un 
alto  para  que  viesen  si  había  población,  porque  de  la 
mar  no  se  vía  ninguna;  puesto  que  aquella  noche, 
cerca  de  las  diez  horas,  vinieron  á  la  nao  en  una  ca- 
noa ciertos  indios  á  ver  al  Almirante  y  á  los  cristianos, 
por  maravilla,  y  les  dio  de  los  resgates,  con  que  se 
holgaron  mucho.  Los  dos  cristianos  volvieron  y  dije- 
ron dónde  habían  visto  una  población  grande  (3),  un 
poco  desviada  de  la  mar.  Mandó  el  Almirante  remar 
hacia  la  parte  dónde  la  población  estaba,  hasta  llegar 

(1)     Vacio  de  una  palabra  en  el  original. 
Son  cinco  millas. 
El  pueblo  de  Acal. 


VIAJES   DE    COLÓN  115 

cerca  de  tierra,  y  vio  unos  indios  que  venían  á  la  ori- 
lla de  la  mar,  y  parecia  que  venian  con  temor,  por  lo 
cual  mandó  detener  las  barcas  y  que  les  hablasen  los 
indios  que  traia  en  la  nao,  que  no  les  baria  mal  alguno. 
Entonces  se  allegaron  mas  á  la  mar,  y  el  Almirante 
mas  á  tierra,  y  después  que  del  todo  perdieron  el 
miedo,  venian  tantos  que  cobrian  la  tierra,  dando  mil 
gracias  así  hombres  como  mugeres  y  niños;  los  unos 
corrían  de  acá  y  los  otros  de  allá  á  nos  traer  pan,  que 
hacen  de  niameSf  á  quellos  llaman  ajesy  ques  muy 
blanco  y  bueno,  y  nos  traían  aguas  en  calabazas  y  en 
cántaros  de  barro  de  la  hechura  de  los  de  Castilla,  y 
nos  traían  cuanto  en  el  mundo  tenían  y  sabían  que  el 
Almirante  quería,  y  todo  con  un  corazón  tan  largo  y 
tan  contento  que  era  maravilla;  «y  no  se  diga  que  por- 
»que  lo  que  daban  valía  poco  por  eso  lo  daban  libe- 
»ralmente,  dice  el  Almirante,  porque  lo  mismo  hacían, 
»y  tan  líberalmente,  los  que  daban  pedazos  de  oro  o 
»como  los  que  daban  la  calabaza  del  agua;  y  fácil 
*cosa  es  de  cognoscer  (dice  el  Almirante)cuándo  seda 
>una  cosa  con  muy  deseoso  corazón  de  dar.»  Estas 
son  sus  palabras:  «Esta  gente  no  tiene  varas  ni  azaga- 
»yas,  ni  otras  ningunas  armas,  ni  los  otros  de  toda 
»esta  isla,  y  tengo  qués  grandísima;  son  asi  desnudos 
»como  su  madre  los  parió,  así  mugeres  como  hom- 
»bres;  que  en  las  otras  tierras  de  \a  Juana  y  las  otras 
»de  las  otras  ísljfi_ti:aían_]asmugeres  delante  de  sí 
»unas__cosas  de  algodoncon  que  cobijan  su  natura, 
*  tanto  como  una  bragueta  d,p  calza&^de-4K)mbrG.~eii 
>especíaldespues  que  pasan  de  edaddel2_años;  mas 
>aqui,  ni  moza  ni  vjejaTy  en  los  otros  lugarT 
>hmTThres  hacían 'psrnnHer  siig  ippg^^res  de  los  crístía- 
>nosjor  zelos.  mas  allí  no.  yhay  muy  lindos  cn^rnps 
»dj&.  mugeres,  y  ellas  las  primeras  que  venian  á  dar 
»gracias  al  cielo  y  traer  cuanto  tenían,  en  especial  co- 
>sas  de  comer,  pan  de  ajes  y  gonza  avellanada,  y  de 
» cinco  o  seis  maneras  frutas»,  de  las  cuales  mandó  cu- 


116  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

rarel  Almirante  para  traer  á  los  Reyes.  No  menos 
diz  que  hacian  las  mugeres  en  las  otras  partes  antes 
que  se  escondiesen,  y  el  Almirante  mandaba  en  todas 
partes  estar  todos  los  suyos  sobre  aviso  que  no  enoja- 
sen á  alguno  en  cosa  ninguna,  y  que  nada  les  tomasen 
contra  su  voluntad,  y  así,  les  pagaban  todo  lo  que  de- 
llo  rescibian.  Finalmente  (dice  el  Almirante)  que  no 
puede  creer  que  hombre  haya  visto  gente  de  tan  bue- 
nos corazones  y  francos  para  dar,  y  tan  temerosos,  que 
ellos  se  deshacían  todos  por  dar  á  los  cristianos 
cuanto  tenian,  y  en  llegando  los  cristianos,  luego  co- 
rrían á  traerlo  todo.  Después  envió  el  Almirante  seis 
cristianos  á  la  población  para  que  la  viesen  qué  era,  á 
los  cuales  hicieron  cuanta  honra  podían  y  sabían,  y  les 
daban  cuanto  tenían,  porque  ninguna  duda  les  queda 
sino  que  creían  el  Almirante  y  toda  su  gente  haber 
venido  del  cielo;  lo  mismo  creían  los  indios  que  con- 
sigo el  Almirante  traía  de  las  otras  islas,  puesto  que 
ya  se  les  había  dicho  lo  que  debían  de  tener.  Después 
de  haber  ido  los  seis  cristianos  vinieron  ciertas  canoas 
con  gente  á  rogar  al  Almirante,  de  parte  de  un  Señor, 
que  fuese  á  su  pueblo  cuando  allí  se  partiese.  Canoa 
es  una  barca  en  que  navegan,  y  son  dellas  grandes  y 
dellas  pequeñas.  Y  visto  quel  pueblo  de  aquel  Señor 
estaba  en  el  camino,  sobre  una  punta  de  tierra,  espe- 
rando con  mucha  gente  al  Almirante,  fué  allá,  y  antes 
que  se  partiese  vino  á  la  playa  tanta  gente  que  era  es- 
panto, hombres  y  mugeres  y  niños,  dando  voces  que 
no  se  fuese,  sino  que  se  quedase  con  ellos.  Los  men- 
sageros  del  otro  Señor,  que  había  venido  á  convidar, 
estaban  aguardando  con  sus  canoas  por  que  no  se 
fuese  sin  ir  á  ver  al  Señor,  y  asi  lo  hizo,  y  en  llegando 
que  llegó  el  Almirante  adonde  aquel  Señor  le  estaba 
esperando,  y  tenían  muchas  cosas  de  comer,  mandó 
asentar  toda  su  gente,  manda  que  lleven  lo  que  tenían 
de  comer  á  las  barcas  donde  estaba  el  Almirante, 
junto  á  la  orilla  de  la  mar.  Y  como  vido  quel  Almi- 


VIAJES    DE    COLÓN  117 

rante  había  rescebido  lo  que  le  habían  llevado,  todos 
ó  los  mas  de  los  indios  dieron  á  correr  al  pueblo,  que 
debía  estar  cerca,  para  traerle  mas  comida  y  papag^a- 
yos  y  otras  cosas  de  I©  que  tenían,  con  tan  franco  co- 
razón que  era  maravilla.  El  Almirante  les  dio  cuentas 
de  vidrio  y  sortijas  de  latón  y  cascabeles,  no  porque 
ellos  demandasen  algo,  sino  porque  le  parecía  que  era 
razón;  y  sobre  todo  (dice  el  Almirante),  porque  los  . 
tiene  ya  por  cristianos  y  por  de  los  Reyes  de  CastííTa  1  ^ 
mas  que  las  g-entes  de  Castilla,  v  dict;  que  ulia  cusa  I 
no  falta,  salvo  saber  la  l^norua  y  jnandarles;  porque  gf 
todo  lo  que  se  les  mandare  harán  sin  cgjDtraHicjd&n  al-' 
guííirP^^óse  de  allí  el  Almirante  para  los  navios,  y 
los  indios  daban  voces,  así  hombres  como  mugeres  y 
niños,  que  no  se  fuesen  y  se  quedasen  con  ellos  los 
cristianos.  Después  que  se  partían  venían  tras  ellos  á 
la  nao  canoas  llenas  dellos,  á  los  cuales  hizo  hacer 
mucha  honra  y  dalles  de  comer  y  otras  cosas  que  lle- 
varon. Había  también  venido  antes  otro  Señor  de  la 
parte  del  Oueste,  y  aun  á  nado  venían  muy  mucha 
gente,  y  estaba  la  nao  mas  de  grande  media  legua  de 
tierra.  El  Señor  que  dije  se  había  tornado  envíele 
ciertas  personas  para  que  le  viesen  y  le  preguntasen 
destas  islas,  é  los  recibió  muy  bien,  y  los  llevó  con- 
sigo á  su  pueblo  para  dalles  ciertos  pedazos  grandes 
de  oro,  y  llegaron  á  un  gran  río,  el  cual  los  indios  pa-  o 
saron  á  nado;  los  cristianos  no  pudieron,  y  así,  se  tor- 
naron. En  toda  esta  comarca  hay  montañas  altísimas 
que  parecen  llegar  al  cielo,  que  las  de  la  isla  de  Tene- 
rife parecen  nada  en  comparación  dellas  en  altura  y  en 
hermosura,  y  todas  son  verdes,  llenas  de  arboledas 
que  es  una  cosa  de  maravilla.  Entre  medías  dellas  hay 
vegas  muy  graciosas,  y  al  pié  de  este  puerto,  al  Sur, 
hay  una  vega  tan  grande  que  los  ojos  no  pueden  lle- 
gar con  la  vista  al  cabo,  sin  que  tenga  impedimento 
de  montaña,  que  parece  que  debe  tener  15  ó  20  le- 
guas, por  la  cual  viene  un  rio,  y  es  toda  poblada  y  la- 


118  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

brada,  y  está  tan  verde  agora  como  si  fuera  en  Casti- 
lla por  Mayo  ó  por  Junio,  puesto  que  las  noches  tie- 
nen catorce  horas,  y  sea  la  tierra  tanto  Septentrional. 
Así,  este  puerto  (1)  es  muy  bueno  para  todos  los  vien- 
tos que  puedan  ventar,  cerrado  y  hondo,  y  todo  po- 
blado de  gente  muy  buena  y  mansa,  y  sin  armas,  bue- 
nas ni  malas,  y  puede  cualquiera  navio  estar  sin  miedo 
en  él  que  otros  navios  que  vengan  de  noche  á  le  sal- 
tear, porque  puesto  que  la  boca  sea  bien  ancha  de 
mas  de  dos  leguas,  es  muy  cerrada  de  dos  restringas 
de  piedra  que  escasamente  la  ven  sobre  agua,  salvo 
una  entrada  muy  angosta  en  esta  restringa,  que  no  pa- 
rece sino  que  fué  hecho  á  mano  y  que  dejaron  una 
puerta  abierta  cuanto  los  navios  puedan  entrar.  En  la 
boca  hay  siete  brazas  de  hondo  hasta  el  pié  de  una 
isleta  llana  que  tiene  una  playa  y  árboles  al  pié  della; 
de  la  parle  del  Oueste  tiene  la  entrada,  y  se  puede  lle- 
gar una  nao  sin  miedo  hasta  poner  el  bordo  junto  á  la 
peña.  Hay  de  la  parte  del  Norueste  tres  islas  y  un 
gran  rio  á  una  legua  del  cabo  deste  puerto:  es  el  me- 
jor del  mundo;  púsole  nombre  el  Puerto  de  la  mar  de 
Santo  Tomás,  porque  era  hoy  su  dia;  dijole  mar  por 
•    su  grandeza. 

Sábado  22  de  Diciembre 

En  amaneciendo  dio  las  velas  para  ir  su  camino  á 
buscar  las  islas  que  los  indios  le  decian  que  tenian  mu- 
0  o  cho  oro,  y  de  algunas  que  tenian  mas  oro  que  tierra; 
no  le  hizo  tiempo,  y  hobo  de  tornar  á  surgir,  y  envió  la 
barca  á  pescar  con  la  red.  El  Señor  de  aquella  tie- 
rra (2),  que  tenia  un  lugar  cerca  de  allí,  le  envió  una 


(1)  Bahía  de  Acul. 

(2)  Este  era  Guacanagari,  el  Señor  del  Marien,  doade 
el  Almirante  hizo  la  fortaleza  y  dejó  los  39  cristianos.» — 
Casas. 


VIAJES   DE   COLÓN  119 

g-rande  canoa  llena  de  gente,  y  en  ella  un  principal 
criado  suyo,  á  rogar  al  Almirante  que  fuese  con  los  na- 
vios á  su  tierra  y  que  le  daria  cuanto  tuviese.  Envióle 
con  aquél  un  cinto  que  en  lugar  de  bolsa  traía  una  ca- 
rátula que  tenia  dos  orejas  grandes  de  oro  de  marti-o 
lio,  y  la  lengua  y  la  nariz.  Y  como  sea  esta  gente  de 
muy  franco  corazón,  que  cuanto  le  piden  dan  con  la 
mejor  voluntad  del  mundo,  les  parece  que  pidiéndoles 
algo  les  hacen  grande  merced;  esto  dice  el  Almirante. 
Toparon  la  barca  y  dieron  el  cinto  á  un  grumete,  y  vi- 
nieron con  su  canoa  á  bordo  de  la  nao  con  su  emba- 
jada. Primer  que  los  entendiese  pasó  alguna  parte  del 
dia;  ni  los  indios  quél  traíaJos_£flÍjejidiai]Lbjen>  porque 
^ÍJ^Ü^ÍLifeyíl^Jlíir?!^^  de  vocablos  enTnoiJTbres  de 
las  cosas;  en  fin,  acabó  de^^fehdeFpor  serTás"  su  con- 
vite.TTcual  determinó  de  partir  el  Domingo  para  allá, 
aunque  no  solia  partir  de  puerto  en  Domingo,  solo  por 
su  devoción  y  no  por  superstición  alguna;  pero  con  es- 
peranza, dice  é!,  que  aquellos  pueblos  han  de  ser  cris- 
tianos por  la  voluntad  que  muestran,  y  de  los  Reyes  de 
Castilla,  y  porque  los  tiene  ya  por  suyos,  y  porque  ie 
sirvan  con  amor,  les  quiere  y  trabaja  hacer  todo  pla- 
cer. Antes  que  partiese  hoy  envió  seis  hombres  á  una 
población  muy  grande  (1)  tres  leguas  de  allí  de  la  parte 
del  Oueste,  por  quel  Señor  della  vino  el  dia  pasado  al 
Almirante  y  dijo  que  tenia  ciertos  pedazos  de  oro.  En  g 
llegando  allá  los  cristianos,  tomó  el  Señor  de  la  mano 
al  escribano  del  Almirante,  que  era  uno  dellos,  el  cual 
enviaba  el  Almirante  para  que  no  consintiese  hacer  á 
los  demás  cosa  indebida  á  los  indios,  porque  como 
fuesen  tan  francos  los  indios  y  los  españoles  tan  codi- 
ciosos y  desmedidos  que  no  les  basta  que  por  un  cabo 
de  agujeta,  y  aun  por  un  pedazo  de  vidrio  y  descudilla, 
y  por  otras  cosas  de  no  nada,  les  daban  los  indios 
cuanto  querían;  pero  aunque  sin  dalles  algo  se  lo  que- 

(1)     Pueblo  llamado  ahora  del  Recreo. 


120  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

rrían  todo  haber  y  tomar,  lo  quel  Almirante  siempre 
prohibía,  y  aunque  también  eran  muchas  cosas  de  poco 

o  valor,  si  no  era  el  oro,  las  que  daban  á  los  cristianos; 
pero  el  Almirante,  mirando  al  franco  corazón  de  los 
indios,  que  por  seis  contezuelas  de  vidrio  darían  y  da- 

>  ban  un  pedazo  de  oro,  por  eso  mandaba  que  ning^una 
cosa  se  recibiese  dellos  que  no  se  les  diese  alg-o  en 
pag-o.  Así,  que  tomó  por  la  mano  el  Señor  al  escribano 
y  lo  llevó  á  su  casa  con  todo  el  pueblo,  que  era  muy 
grande,  que  le  acompañaba,  y  les  hizo  dar  de  comer, 
y  todos  los  indios  íes  traían  muchas  cosas  de  algodón 
labradas  y  en  ovillos  hilado.  Después  que  fue  tarde 
dióles  tres   ánsares  muy  gordas  el  Señor  y  unos  peda- 

r>  citos  de  oro,  y  vinieron  con  ellos  mucho  número  de 
gente,  y  les  traían  todas  las  cosas  que  allá  habían  res- 
gatado,  y  á  ellos  mismos  porfiaban  de  traellos  acues- 
tas, y  de  hecho  lo  hicieron  por  algunos  ríos  y  por  al- 
gunos lugares  lodosos.  El  Almirante  mandó  dar  al  Se- 
ñor algunas  cosas,  y  quedó  él  y  toda  su  gente  con  gran 
contentamiento,  creyendo  verdaderamente  que  habían 
venido  del  cielo,  y  en  ver  los  cristianos  se  tenían  por 
bienaventurados.  Vinieron  este  día  mas  de  120  canoas 
á  los  navios,  todas  cargadas  de  gente  y  todos  traen 
algo,  especialmente  de  su  pan  y  pescado,  y  agua  en 
cantarillos  de  barro,  y  simientes  de  muchas  simientes 
que  son  buenas  especias;  echaban  un  grano  en  una  es- 
cudilla de  agua  y  bebenla,  y  decían  los  indios  que  con- 
sigo traía  el  Almirante  que  era  cosa  sanísima. 


Domingo  23  de  Diciembre 

No  pudo  partir  con  los  navios  á  la  tierra  de  aquel 
Señor  que  lo  había  enviado  á  rogar  y  convidar,  por 
falta  del  viento;  pero  envió  con  los  tres  mensageros 
que  allí  esperaban  las  barcas  con  gente  y  al  escribano. 
Entretanto  que  aquellos  ¡ban,  envió  dos  de  los   indios 


VIAJES   DE   COLÓN  121 

que  consigfo  traía  á  las  poblaciones  que  estaban  por 
allí  cerca  dei  paragre  de  los  navios,  y  volvieron  con  un 
Señor  á  la  nao  con  nuevas  que  en  aquella  isla  espa- 
ñola habia  g-ran  cantidad  de  oro,  y  que  á  ella  lo  ve-  c 
nian  á  comprar  de  otras  partes,  y  dijéronle  que  allí 
hallaria  cuanto  quisiese.  Vinieron  otros  que  confirma- 
ban haber  en  ella  mucho  oro,  y  mostrábanle  la  manera  c 
que  se  tenia  en  cogello.  Todo  aquello  entendia  el  Al- 
mirante con  pena;  pero  todavia  tenia  por  cierto  que  en 
aquellas  partes  habia  grandísima  cantidad  dello,  y  que 
hallando  el  lugar  donde  se  saca  habrá  gran  barato 
dello,  y  según  imaginaba,  que  por  no  nada.  Y  torna  á 
decir  que  cree  que  debe  haber  mucho,  porque  en  tres 
días  que  habia  questaba  en  aquel  puerto  habia  habido 
buenos  pedazos  de  oro,  y  no  puede  creer  que  allí  lo  '^ 
traigan  de  otra  tierra.  Nuestro  Señor,  que  tiene  en  las 
manos  todas  las  cosas,  vea  de  me  remediar  y  dar 
como  fuere  á  su  servicio:  estas  son  palabras  del  Almi- 
rante. Dice  que  aquella  hora  cree  haber  venido  á  la 
nao  mas  de  1.000  personas,  y  que  todas  traían  algo  de 
lo  que  poseen;  y  antes  que  lleguen  á  la  nao,  con  medio 
tiro  de  ballesta,  se  levantan  en  sus  canoas  en  pie  y  to- 
man en  las  manos  lo  que  traen, diciendo:  tomad,  tomad. 
También  cree  que  mas  de  500  vinieron  á  la  nao  na- 
dando por  no  tener  canoas,  y  estaba  surta  cerca  de 
una  legua  de  tierra.  Juzgaban  que  habían  venido  cinco 
Señores,  hijos  de  Señores,  con  toda  su  casa,  mugeres 
y  niños,  á  ver  los  cristianos.  A  todos  mandaba  dar  el 
Almirante,  porque  todo  diz  que  era  bien  empleado, 
y  dice:  Nuestro  Señor  me  aderece,  por  su  piedad^  que 
halle  este  oro,  digo,  su  mina,  que  hartos  tengo  aqui  que  o 
dicen  que  la  saben:  estas  son  sus  palabras.  En  la  no- 
che llegaron  las  barcas,  y  dígeron  que  había  gran  ca- 
mino hasta  donde  venían,  y  que  al  monte  de  Cariba- 
tan  hallaron  muchas  canoas  con  muy  mucha  gente,  que 
venían  á  ver  el  Almirante  y  á  los  cristianos  del  lugar 
donde  ellos  iban.  Y  tenia  por  cierto  que  si  aquella  fiesta 


122  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

de  Navidad  pudiera  estar  en  aquel  puerto  (1)  viniera 
toda  la  gente  de  aquella  isla,  que  estimaba  ya  por  ma- 
yor que  Inglaterra,  por  verlos;  los  cuales  se  volvieron 
todos  con  los  cristianos  á  la  población  (2),  la  cual  diz 
que  afirmaban  ser  la  mayor  y  la  mas  concertada  de  ca- 
lles que  otras  de  las  pasadas  y  halladas  hasta  allí,  la  cual 
diz  que  es  de  parte  de  laPunta  Santa(3)f  al  Sueste  cua- 
si tres  leguas.  Y  como  las  canoas  andan  mucho  de  remos, 
fuéronse  delante  á  hacer  saber  al  Cacique,  quellos  lla- 
maban allí.  Hasta  entonces  no  habia  podido  entender 
el  Almirante  si  lo  dicen  por  Rey  ó  por  Gobernador. 
También  dicen  otro  nombre  por  grande,  que  llaman 
Nitayno  (4);  no  sabia  si  lo  decían  por  Hidalgo  ó  Go- 
bernador ó  Juez.  Finalmente,  el  Cacique  vino  á  ellos 
y  se  ayuntaron  en  la  plaza,  que  estaba  muy  barrida, 
todo  el  pueblo,  que  habia  mas  de  2.000  hombres.  Este 
Rey  hizo  mucha  honra  á  la  gente  de  los  navios,  y  los 
populares  cada  uno  les  traia  algo  de  comer  y  de  be- 
ber. Después  el  Rey  dio  á  cada  uno  unos  paños  de  al- 
godón que  visten  las  mugeres,  y  papagayos  para  el  Al- 
mirante y  ciertos  pedazos  de  oro;  daban  también  los 
populares  de  los  mismos  paños,  y  otras  cosas  de  sus 
casas,  á  los  marineros,  por  pequeña  cosa  que  les  da- 
ban, la  cual,  según  la  recibían,  parecía  que  la  estimaban 
por  reliquias.  Ya  á  la  tarde,  queriendo  despedir,  el  Rey 
¡es  rogaba  que  aguardasen  hasta  otro  día;  lo  mismo 
todo  el  pueblo.  Visto  que  determinaban  su  venida,  vi- 
nieron con  ellos  mucho  del  camino,  trayéndoles  acues- 
tas lo  quel  Cacique  y  los  otros  les  habían  dado  hasta  las 
barcas,  que  quedaban  á  la  entrada  del  rio. 


(1)  Puerto  del  Guarico. 

(2)  El  Guarico. 

(3)  «Esta  Punta  Santa  no  ha  nombrado.»  —  Casas.  — Es 
la  Panta  llamada  ahora  San  Honorato. 

(4)  « Nitayno  era  principal  y  Señor   después  del  Rey: 
«orno  grande  del  Reino. > — Casas. 


VIAJES   DE   COLÓN.  23 


Lunes  24  de  Diciembre 

Antes  de  salido  el  sol  levantó  las  anclas,  con  el  vien. 
to  terral.  Entre  los  muchos  indios  que  ayer  habian  ve 
nido  á  la  nao,  que  les  habian  dado  señales  de  haber 
en  aquella  isla  oro,  y  nombrado  los  lugares  donde  lo  o 
cogian,  vido  uno  parece  que  mas  dispuesto  y  aficio- 
nado, ó  que  con  mas  alegria  le  hablaba,  y  halagólo  ro- 
gándole que  se  fuese  con  él  á  mostralle  las  minas  del 
oro;  este  trujo  otro  compañero  ó  pariente  consigo,  - 
los  cuales,  entre  los  otros  lugares  que  nombraban 
donde  se  cogia  el  oro,  dijeron  de  Cipango,  al  cual  o 
ellos  llamaban  CivaOf  y  allí  afirman  que  hay  gran  can-  ^ 
tidad  de  oro,  y  quel  Cacique  trae  las  banderas  de  oro 
de  martillo,  salvo  que  está  muy  lejos  al  Leste.  El  Al- 
mirante dice  aquí  estas  palabras  á  los  Reyes.  «Crean 
vuestras  Altezas  que  en  el  mundo  todo  no  puede  ha- 
ber mejor  gente,  ni  mas  mansa;  deben  tomar  vuestras 
Altezas  grande  alegría  porque  luego  los  harán  cristia- 
nos, y  los  habrán  enseñado  en  buenas  costumbres  de 
sus  reinos,  que  mas  mejor  gente  ni  tierra  puede  ser,  y 
la  gente  y  la  tierra  en  tanta  cantidad  que  yo  no  sé  ya 
cómo  lo  escriba;  porque  yo  he  hablado  en  superlativo 
grado  la  gente  y  la  tierra  de  la  Juana,  á  que  ellos  lla- 
man Cuba;  mas  hay  tanta  diferencia  dellos  y  della  á 
esta  en  todo  como  del  día  á  la  noche;  ni  creo  que  otro 
ninguno  que  esto  hobiere  visto  hobiese  hecho  ni  di- 
jese menos  de  lo  que  yo  tengo  dicho,  y  digo  que  es 
verdad  que  es  maravilla  las  cosas  de  acá  y  los  pueblos 
grandes  de  esta  Isla  Española,  que  así  la  llamé,  y  ellos 
le  llaman  Bóhio,  y  todos  de  muy  singularísimo  tracto 
amoroso  y  habla  dulce,  no  como  los  otros,  que  parece 
cuando  hablan  que  amenazan,  y  de  buena  estatura 
^9íBJtt^s_y^  mugeres,  y  no  negros.  Verdad  es  que  todos 
£e  tiñen,  algunos  de  negro  y  otros  de  otro  color,  y  ios 


124  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

mas  de  colorado.  He  sabido  que  lo  hacen  por  el  soF 
que  no  les  haga  tanto  mal,  y  las  casas  y  lugares  tan 
hermosos,  y  con  señorío  en  todos  como  juez  ó  señor 
dellos,  y  todos  le  obedecen  que  es  maravilla,  y  todos 
estos  señores  son  de  pocas  palabras  y  muy  lindas  cos- 
tumbres, y  su  mando  es  lo  mas  con  hacer  señas  con  la 
mano,  y  luego  es  entendido  que  es  maravilla.»  Todas 
son  palabras  del  Almirante. 

Quien  hobiere  de  entrar  en  la  mar  de  Santo  Tomé(\) 
se  debe  meter  una  buena  legua  sobre  la  boca  de  la 
entrada  sobre  una  isleta  llana  (2)  que  en  el  medio  hay^ 
que  les  puso  nombre  la  Amiga,  llevando  la  proa  en 
ella.  Y  después  que  llegare  á  ella  con  eí  ot.°  (3)  de 
una  piedra,  pase  de  la  parte  del  Oueste,  y  quédele  ella 
al  Leste,  y  se  llegue  á  ella  y  no  á  la  otra  parte,  porque 
viene  una  restringa  muy  grande  del  Oueste,  é  aun  en 
la  mar  fuera  della  hay  unas  tres  bajas,  y  esta  restringa 
se  llega  á  la  Amiga  un  tiro  de  lombarda,  y  entreme- 
dias pasará  y  hallará  á  lo  mas  bajo  siete  brazas  y  cas- 
cajos abajo,  y  dentro  hallará  puerto  para  todas  las  naos 
del  mundo,  y  que  estén  sin  amarras.  Otra  restringa  y 
bajas  vienen  de  la  parte  del  Leste  á  la  dicha  isla  Amiga, 
y  son  muy  grandes,  y  salen  en  la  mar  mucho,  y  llega 
hasta  el  cabo  cuasi  dos  leguas;  pero  entre  ellas  pareció 
quehabia  entrada  á  tiro  de  dos  lombardas  de  la  Amiga, 
y  al  pié  del  Monte  Caribatany  de  la  parte  del  Oueste^ 
hay  un  muy  buen  puerto  y  muy  grande  (4). 

Martes  25  de  Diciembre,  dia  de  Navidad 
Navegando  con  poco  viento  el  dia  de  ayer,  desde 


(1)  Entrada  en  la  bahía  de  Acul. 

(2)  Isla  de  Ratas, 

(3)  Así  en  el   original  esta  abreviatura,  que  no  se  en- 
tiende. Acaso  diría  con  el  tiro  de  una  piedra  &c. 

(4)  Puerto  francés. 


VIAJES  DE   COLÓN  125 

la  mar  de  Santo  Tomé  hasta  la  Punta  Santa,  sobre  la 
cual,  á  una  legua,  estuvo  así  hasta  pasado  el  primer 
cuarto,  que  serian  á  las  once  horas  de  la  noche,  acordó 
echarse  á  dormir,  porque  habia  dos  dias  y  una  noche 
que  no  habia  dormido.  Como  fuese  calma,  el  mari- 
nero que  gobernaba  la  nao  acordó  irse  á  dormir  y 
dejó  el  gobernario  á  un  mozo  grumete,  lo  que  mucho 
siempre  habia  el  Almirante  prohibido  en  todo  elviage, 
que  hobiese  viento  ó  que  bebiese  calma,  conviene  á 
saber,  que  no  dejasen  gobernar  á  los  grumetes.  El  Al- 
mirante estaba  seguro  de  bancos  y  de  peñas  porque  el 
Domingo,  cuando  envió  las  barcas  á  aquel  Rey,  habian 
pasado  al  Leste  de  ía  dicha  Punta  Sania  bien  3  le- 
guas y  media,  y  habian  visto  los  marineros  toda  la 
costa  y  los  bajos  que  hay  desde  la  dicha  Punta  Santa 
al  Leste  Sueste  bien  3  leguas,  y  vieron  por  dónde  se 
podía  pasar,  lo  que  todo  este  viage  no  hizo.  Quiso 
nuestro  Señor  que  á  las  doce  horas  de  la  noche,  como 
habian  visto  acostar  y  reposar  el  Almirante  y  vían  que 
era  calma  muerta  y  la  mar  como  en  una  escudilla,  to- 
dos se  acostaron  á  dormir,  y  quedó  el  gobernalle  en  la 
mano  de  aquel  muchacho,  y  las  aguas  que  corrían  lle- 
varon la  nao  sobre  uno  de  aquellos  bancos.  Los  cuales, 
puesto  que  fuese  de  noche,  sonaban  que  de  una 
grande  legua  se  oyeran  y  vieran,  y  fué  sobre  él  tan 
mansamente  que  casi  no  se  sentía.  El  mozo,  que  sintió 
el  gobernalle  y  oyó  el  sonido  de  la  mar,  dio  voces,  á 
las  cuales  salió  el  Almirante,  y  fue  tan  presto,  que  aun 
ninguno  habia  sentido  questuviesen  encallados.  Luego 
el  maestre  de  la  nao,  cuya  era  la  guardia,  salió,  y  díjo- 
les  el  Almirante  a  él  y  á  los  otros  que  halasen  el  ba- 
tel que  traían  por  popa,  y  tomasen  un  ancla  y  la  echa- 
sen por  popa,  y  él  con  otros  muchos  saltaron  en  el 
batel,  y  pensaba  el  Almirante  que  hacían  lo  que  les 
habia  mandado;  ellos  no  curaron  sino  de  huir  á  la  ca- 
rabela, que  estaba  á  barlovento  media  legua.  La  cara- 
bela no  los  quiso  rescibir,  haciéndolo  virtuosamente,  y 


126  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

por  esto  volvieron  á  la  nao;  pero  primero  fue  a  ella  la 
barca  de  la  carabela.  Cuando  el  Almirante  vido  que  se 
huian  y  que  era  su  gfente,  y  las  aguas  menguaban  y  es- 
taba ya  la  nao  la  mar  de  través,  no  viendo  otro  reme- 
dio, mandó  cortar  el  mastel  y  alijar  de  la  nao  todo 
cuanto  pudieron,  para  ver  si  podían  sacarla,  y  como 
todavia  las  aguas  menguasen  no  se  pudo  remediar,  y 
tomó  lado  hacia  la  mar  traviesa,  que  la  mar  era  poco 
ó  nada,  y  entonces  se  abrieron  los  conventos  (1)  y  no 
la  nao.  El  Almirante  fue  á  la  carabela  para  poner  en 
cobro  la  gente  de  la  nao  en  la  carabela,  y  como  ven- 
tase ya  ve«tecillo  de  la  tierra,  y  también  aun  quedaba 
mucho  de  la  noche,  ni  supiesen  cuánto  duraban  los 
bancos,  temporejó  ala  corda  (2)  hasta  que  fue  de  día, 
y  luego  fue  á  la  nao  por  de  dentro  de  la  restringa  del 
banco.  Primero  había  enviado  el  batel  á  tierra  con 
Diego  de  Arana,  de  Córdoba,  alguacil  del  Armada,  y 
Pedro  Gutiérrez,  repostero  de  la  Casa  Real,  á  hacer 
saber  al  Rey  que  lo  había  enviado  á  convidar  y  rogar 
el  Sábado  que  se  fuese  con  los  navios  á  su  puerto,  el 
cual  tenia  su  villa  adelante  obra  de  una  legua  y  media 
del  dicho  banco,  el  cual,  como  lo  supo,  dicen  que  lloró 
y  envió  toda  su  gente  de  la  villa  con  canoas  muy  gran- 
des y  muchas  á  descargar  todo  lo  de  la  nao;  y  así  se 
hizo  y  se  descargó  todo  lo  de  las  cubiertas  en  muy  breve 
espacio:  tanto  fue  el  grande  avíamiento  y  diligencia 
que  aquel  Rey  dio.  Y  él  con  su  persona,  con  herma- 
nos y  parientes,  estaban  poniendo  diligencia  así  en  la 
nao  como  en  la  guarda  de  lo  que  se  sacaba  á  tierra, 
para  que  todo  estuviese  á  muy  buen  recaudo.  De 
cuando  en  cuando  enviaba  uno  de  sus  parientes  aí  Al- 
mirante, llorando,  á  lo  consolar,  diciendo  que  no  resci- 


(1)  Herrera,  en  la  dec.  1/,  líb.  Í.°,  cap.  18,  refiere  pun- 
tualmente este  suceso,  y  dice  que  conventos  llamaban  a  los 
vacíos  que  hay  entre  costillas  y  costillas  de  una  nave. 

(2)  Véase  la  nota  3/  de  la  pág.  24. 


VIAJES   DE    COLÓN  127 

biese  pena  ni  enojo,  quel  le  daría  cuanto  tuviese.  Cer- 
tifica el  Almirante  á  los  Reyes  que  en  ningfuna  parte 
de  Castilla  tan  buen  recaudo  en  todas  las  cosas  se  pu- 
diera poner  sin  faltar  un  agujeta.  Mandólo  poner  todo 
junto  con  las  casas,  entretanto  que  se  vaciaban  algunas 
casas  que  queria  dar, donde  se  pusiese  y  guardase  todo. 
Mandó  poner  hombres  armados  enrededor  de  todo, 
que  velasen  toda  la  noche.  «Él,  con  todo  el  pueblo,  llo- 
raban tanto  (dice  el  Almirante):  son  gente  de  amor  y 
sin  cudicia,  y  convenibles  para  toda  cosa,  que  certifico 
á  vuestras  Altezas  que  en  el  mundo  creo  que  no  hay 
mejor  gente  ni  mejor  tierra:  ellos  aman  á  sus  prójimos  ^ 
como  á  sí  mismoSjV  tienen  uná~liabla  la  mas  dulce  del  ^ 
mundo  y  man&a.  y  siempre  con  risa.  Jbllos  andan  des- 
nudos,  hombres  y  mugeres,  como  sus  madres  los"pa^~~^ 
jne!Xuu_Mas'crean  vuestras  Altezas  que  entre  sí  tienen 
costumbres  muy  buenas,  y  el  Rey  muy  maravilloso  es- 
tado, de  una  cierta  manera  tan  continente,  ques  placer 
de  verlo  todo,  y  la  memoria  que  tienen,  y  todo  quie- 
ren ver,  y  preguntan  qué  es  y  para  qué.>  Todo  esto 
dice  así  el  Almirante  (1). 


Miércoles  26  de  Diciembre 

Hoy  á  salir  del  sol  vino  el  Rey  de  aquella  tierra 
questaba  en  aquel  lugar  á  la  carabela  Niña,  donde  es- 
taba el  Almirante,  y  cuasi  llorando  le  dijo  que  no  tu- 
viese pena,  que  él  le  daría  cuanto  tenia,  y  que  había 
dado  á  los  cristianos  questaban  en  tierra  dos  muy 
grandes  casas,  y  que  mas  les  daría  si  fuesen  menester, 
y  cuantas  canoas  pudiesen  cargar  y  descargar  la  nao,  y 


(1)  Hernando  Colón  copia  en  el  cap.  32  de  su  historia 
la  relación  de  su  padre,  el  Almirante,  sobre  este  suceso,  y 
difiere  algo  en  las  expresiones  aunque  no  en  la  sustancia 
del  texto  que  traslada  Casas. 


128  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

poner  en  tierra  cuanta  gente  quisiese;  y  que  así  lo  ha- 
bía hecho  ayer,  sin  qae  se  tomase  una  migaja  de  pan 
ni  otra  cosa  alguna:  tanto  (dice  el  Almirante)  son  fie- 
les y  sin  cudicia  de  lo  ageno,  y  asi  era  sobre  todos 
aquel  Rey  virtuoso.  En  tanto  quel  Almirante  estaba 
hablando  con  él,  vino  otra  canoa  de  otro  lugar,  que 

o  traía  ciertos  pedazos  de  oro,  ios  cuales  quería  dar  por 
un  cascabel,  porque  otra  cosa  tanto  no  deseaban 
como  cascabeles.  Que  aun  no  llega  la  canoa  abordo 

o  cuando  llamaban  y  mostraban  los  pedazos  de  oro,  di- 
ciendo chuq  chuq  por  cascabeles,  que  están  en  puntos 
de  se  tornar  locos  por  ellos.  Después  de  haber  visto 
esto,  y  partiéndose  estas  canoas  que  eran  de  los  otros 
lugares,  llamaron  al  Almirante  y  le  rogaron  que  les 
mandase  guardar  un  cascabel  hasta  otro  día,  porquél 

o  traería  cuatro  pedazos  de  oro  tan  grandes  como  la 
mano.  Holgó  el  Almirante  de  oír  esto,  y  después  un 
marinero  que  venia  de  tierra  dijo  al  Almirante  que  era 

o  cosa  de  maravilla  las  piezas  de  oro  que  los  cristianos 
questaban  en  tierra  resgataban  por  no  nada;  por  una 
agujeta  daban  pedazos  que  serían  mas  de  dos  caste- 
llanos, y  que  entonces  no  era  nada  al  respecto  de  lo 
que  seria  dende  á  un  mes.  El  Rey  se  holgó  mucho  con 
ver  al  Almirante  alegre,  y  entendió  que  deseaba  mucho 

o  oro,  y  díjole  por  señas  quél  sabía  cerca  de  allí  adonde 
había  dello  muy  mucho  engrande  suma,  y  questuviese 

^  de  buen  corazón,  quél  daría  cuanto  oro  quisiese,  y 
dello  diz  que  le  daba  razón,  y  en  especial  que  lo  ha- 
bía en  Cipango,  á  que  ellos  llamaban  Civao,  en  tanto 
grado  que  ellos  no  lo  tienen  en  nada,  y  quél  lo  traería 
allí,  aunque  también  en  aquella  Isla  Española,  á  quien 
llaman  BohiOj  y  en  aquella  provincia  Caribata  lo 
había  mucho  mas.  El  Rey  comió  en  la  carabela  con  el 
Almirante,  y  después  salió  con  él  en  tierra,  donde  hizo 
al  Almirante  mucha  honra,  y  le  dio  colación  de  dos  ó 
tres  maneras  de  ajes,  y  con  camarones  y  caza,  y  otras 
viandas  quellos  tenían,  y  de  su  pan,  que  llamaban   ca- 


VIAJES  DE  COLÓN  129 

:íavif  donde  lo  llevó  á  ver  unas  verduras  de  árboles 
junto  á  las  casas,  y  andaban  con  él  bien  1.000  perso- 
nas, todos  desnudos.  El  Señor  ya  traia  camisa  y  guan- 
tes, quel  Almirante  le  habia  dado,  y  por  los  guantes 
hizo  mayor  fiesta  que  por  cosa  de  las  que  le  dio.  En 
su  comer,  con  su  honestidad  y  hermosa  manera  de  lim- 
pieza, se  mostraba  bien  ser  de  linage.  Después  de 
haber  comido,  que  tardó  buen  rato  estar  á  la  mesa,  tru- 
jeron  ciertas  yerbas,  con  que  se  fregó  mucho  las  ma- 
nos: creyó  el  Almirante  que  lo  hacía  para  ablandarlas, 
y  diéronle  agua  manos.  Después  que  acabaron  de  co- 
mer llevó  á  la  playa  al  Almirante,  y  el  Almirante  envió 
por  un  arco  turquesco  y  un  manojo  de  flechas,  y  el  Al- 
mirante hizo  tirar  á  un  hombre  de  su  compañía,  que 
sabia  dello;  y  el  Señor,  como  no  sepa  qué  sean  armas, 
porque  no  las  tienen  ni  las  usan,  le  pareció  gran  cosa; 
aunque  diz  quel  comienzo  fue  sobre  habla  de  los  de 
Canibuf  quellos  llaman  CaribeSy  que  los  vienen  á  to- 
mar, y  traen  arcos  y  flechas  sin  hierro,  que  en  todas^ 
aquellas  tierras  no  habia  memoria  del,  y  de  acero  ni  de  I 
otro  metal,  salvo  de  oro  y  de  cobre,  aunque  cobre  no  O 
habia  visto  sino  poco  el  Almirante.  El  Almirante  le  I 
dijo  por  señas  que  los  Reyes  de  Castilla  mandarían 
destruir  á  los  caribes  y  que  á  todos  se  los  mandarían 
traer  las  manos  atadas.  Mandó  el  Almirante  tirar  una 
lombarda  y  una  espingarda,  y  viendo  el  efecto  que  su 
fuerza  hacían  y  lo  que  penetraban,  quedó  maravillado. 
Y  cuando  su  gente  oyó  los  tiros  cayeron  todos  en  tie- 
rra. Trujeron  al  Almirante  una  gran  carátula,  que  tenia 
grandes  pedazos  de  oro  en  las  orejas  y  en  los  ojos  en  ^ 
otras  parles,  la  cual  le  dio  con  otras  joyas  de  oro  quel  ^ 
mismo  Rey  habia  puesto  al  Almirante  en  la  cabeza  y  al 
pescuezo,  y  á  otros  cristianos  que  con  él  estaban  dio 
también  muchas.  El  Almirante  recibió  mucho  placer  y 
consolación  destas  cosas  que  vía,  y  se  le  templó  el  an- 
gustia y  pena  que  habia  rescibido  y  tenia  de  la  pérdida 
de  la  nao,  y  conosció  que  nuestro  Señor  habia  hecho 

yi'L^-^S  07,  COLÓN  9 


130  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

encallar  allí  la  nao  por  que  hiciese  allí  asiento.  «Y  á 
esto  (dice  él)  vinieron  tantas  cosas  á  la  mano,  que  ver- 
daderamente no  fue  aquél  desastre,  salvo  gfran  ventura. 
Porque  es  cierto  (dice  el)  que  si  yo  no  encallara  que 
yo  fuera  de  largo  sin  surgir  en  este  lugar,  por  quel  está 
metido  acá  dentro  en  una  grande  bahía  (1),  y  en  ella 
dos  ó  tres  restringas  de  bajas.  Ni  este  viage  dejara 
aquí  gente,  ni  aunque  yo  quisiera  dejarla  no  les  pudiera 
dar  tan  buen  aviamento  ni  tantos  pertrechos  ni  tantos 
mantenimientos  ni  aderezo  para  fortaleza.  Y  bien  es  ver- 
dad que  mucha  gente  desta  que  va  aquí  me  habían  ro- 
gado y  hecho  rogar  que  les  quisiese  dar  licencia  para 
quedarse.  Agora  tengo  ordenado  de  hacer  una  torre  y- 
fortaleza,  todo  muy  bien,  y  una  grande  cava,  no  por- 
que crea  que  haya  esto  menester  por  esta  gente,  por- 
que tengo  por  dicho  que  con  esta  gente  que  yo  traigo 
sujuzgaria  toda  esta  isla,  la  cual  creo  ques  mayor  que 
Portugal,  y  mas  gente  al  doblo;  mas  son  desnudos  y 
sin  armas,  y  muy  cobardes  fuera  de  remedio.  Mas  es 
razón  que  se  haga  esta  torre,  y  se  esté  como  se  ha  de 
estar,  estando  tan  lejos  de  vuestras  Altezas;  y  por  que 
conozcan  el  ingenio  de  la  gente  de  vuestras  Altezas  y 
lo  que  pueden  hacer,  piaiL  que  con  amor  y  temor  le 
^h^^f*7^an^  y  así  tftrnan  tablas  para  hacer  toda  lalor- 
taleza  dellas,  y  mantenimientos  de  pan  y  vino  para  mas 
de  un  año,  y  simientes  para  sembrar,  y  la  barca  de  la 
nao,  y  un  calafate,  y  un  carpintero,  y  un  lombardero, 
y  un  tonelero,  y  muchos  entre  ellos  hombres  que  de- 
sean mucho,  por  servicio  de  vuestras  Altezas  y  me  ha- 
ü  cer  placer,  de  saber  de  la  mina  adonde  se  coge  el  oro. 
Así,  que  todo  es  venido  mucho  á  pelo  para  que  se  faga 
este  comienzo.  Y  sobre  todo,  que  cuando  encalló  la 
nao  fue  tan  paso  que  cuasi  no  se  sintió  ni  había  ola  ni 
viento.»  Todo  esto  dice  el  Almirante.  Y  añade  mas 
para  mostrar  que  fue  gran  ventura  y  determinada  vo- 

(1)     Bahía  del  Caracol. 


VIAJES    DE    CO^      \ 

luntad  de  Dios  que  la  nao  allí  encallase  por  que  dejase 
allí  gente,  que  si  no  fuera  por  la  traición  del  maestre  y 
de  la  g^ente,  que  eran  todos  ó  los  mas  de  su  tierra,  de 
no  querer  echar  el  ancla  por  popa  para  sacar  la  nao, 
como  el  Almirante  los  mandaba,  la  nao  se  salvara,  y 
así  no  pudiera  saberse  la  tierra  (dice  él)  como  se  supo 
aquellos  dias  que  allí  estuvo  y  adelante,  por  los  que 
allí  entendía  dejar,  porque  él  iba  siempre  con  inten- 
ción de  descubrir  y  no  parar  en  parte  mas  de  un  dia 
si  no  era  por  falta  de  los  vientos,  porque  la  nao  diz  que 
era  muy  pesada  y  no  para  el  oficio  de  descubrir;  y  lle- 
var tal  nao  diz  que  causaron  los  de  Palos,  que  no 
cumplieron  con  el  Rey  y  la  Reina  lo  que  le  habían 
prometido:  dar  navios  convenientes  para  aquella  jor- 
nada, y  no  lo  hicieron.  Concluye  el  Almirante  diciendo 
que  de  todo  lo  que  en  la  nao  había  no  se  perdió  una 
aguja,  ni  tabla  ni  clavo,  porque  ella  quedó  sana  como 
cuando  partió,  salvo  que  se  cortó  y  rajó  algo  para  sa- 
car la  vasija  y  todas  las  mercaderías,  y  pusiéronlas  to- 
das en  tierra  y  bien  guardadas,  como  está  dicho;  y 
dice  que  espera  en  Dios  que  á  la  vuelta  que  él 
entendía  hacer  de  Castilla  había  de  hallar  un  tonel  de 
oro  que  habrían  resgatado  los  que  había  de  dejar,  y  O 
que  habrían  hallado  la  mina  del  oro,  y  la  especería,  y  o 
aquello  en  tanta  cantidad  que  los  Reyes  antes  de  tres 
años  emprendiesen  y  aderezasen  para  ir_á  conquistar  J^ 
la  Casa  Santa,  que  asi  (TÍTCc~él)-^wtTÍ5s?ea  vuestras  Al-~^ 
fezas  güéfodaTla  ganancia  desta  mi  empresa  se  gas- 
tase en  la  conquista  de  Jerusalen,  y  vuestras  Altezas 
se  rieron  y  dijeron  que  les  placia,  y  que  sin  esto  tenian 
aquella  gana.  Estas  son  palabras  del  Almirante. 


Jueves  27  de  Diciembre 

En  saliendo   el   sol  vino   á  la  carabela  el  Rey  de 
aquella  tierra,  y  dijo  al  Almirante  que  había  enviado 


132  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

o  por  oro,  y  que  lo  quería  cobrir  todo  de  oro  antes  que 
^se  fuese,  antes  le  rogfaba  que  no  se  fuese;  y  comieron 
con  el  Almirante  el  Rey  é  un  hermano  suyo,  y  otro  su 
pariente  muy  privado,  los  cuales  dos  le  dijeron  que 
querían  irá  Castilla  con  él.  Estando  en  esto  vinieron (1) 
como  la  carabela  Pinta  estaba  en  un  rio  al  cabo  de 
aquella  isla;  luego  envió  el  cacique  allá  una  canoa,  y 
en  ella  el  Almirante  un  marinero,  porque  amaba  tanto 
al  Almirante  que  era  maravilla.  Ya  entendia  el  Almi- 
rante con  cuanta  priesa  podia  por  despacharse  para  la 
vuelta  de  Castilla. 

Viernes  28  de  Diciembre 

Para  dar  orden  y  priesa  en  el  acabar  de  hacer  la 
fortaleza  y  en  la  g^ente  que  en  ella  había  de  quedar, 
salió  el  Almirante  en  tierra,  y  parecióle  quel  Rey  le 
había  visto  cuando  iba  en  la  barca,  el  cual  se  entró 
presto  en  su  casa  disimulando,  y  envió  á  un  su  her- 
mano que  recibiese  al  Almirante,  y  llevólo  á  una  de 
las  casas  que  tenia  dadas  á  la  gente  del  Almirante,  la 
cual  era  la  mayor  y  mejor  de  aquella  villa.  En  ella  le 
tenían  aparejado  un  estrado  de  camisas  de  palma, 
donde  le  hicieron  asentar.  Después  el  hermano  envió 
un  escudero  suyo  á  decir  al  Rey  que  el  Almirante  es- 
taba allí,  como  quel  Rey  no  sabia  que  era  venido, 
puesto  quel  Almirante  creía  que  lo  disimulaba  porha- 
celle  mucha  mas  honra.  Como  el  escudero  se  lo  dijo, 
dio  el  cacique  diz  que  á  correr  para  el  Almirante,  y 
púsole  al  pescuezo  una  gran  plasta  de  oro  que  traía  en 
c  la  mano.  Estuvo  allí  con  él  hasta  la  tarde,  deliberando 
lo  que  había  de  hacer. 


(1)     Debe  de  faltar  nuevas. 


VIAJES    DE    COLÓN  133 


Sábado  29  de  Diciembre 

En  saliendo  e!  sol  vino  á  la  carabela  un  sobrino  del 
Rey,  muy  mozo  y  de  buen  entendimiento  y  buenos  hí- 
gados (como  dice  el  Almirante),  y  como  siempre  tra- 
bajase por  saber  adonde  se  cogfia  el  oro,  pregfuntaba  á  o 
cada  uno,  porque  por  señas  ya  entendia  algfo,  y  así, 
aquel  mancebo  le  dijo  que  á  cuatro  jornadas  habia  una 
isla  al  Leste,  que  se  llamaba  Guarionex^  y  otras  que  se 
llamaban  Macorix  y  Mayonic  y  Fuma  y  Cibao  y  Co- 
roay  (1),  en  las  cuales  habia  infinito  oro,  los  cuales  o 
nombres  escribió  el  Almirante,  y  supo  esto  que  le  ha- 
bia dicho  un  hermano  del  Rey,  é  riñó  con  él,  segfun  el 
Almirante  entendió.  También  otras  veces  habia  el  Almi-  ^ 
rante  entendido  que  el  Rey  trabajabajior  que  nP  ft" 


tendiese  donde  nascia  y  se  c<5gTaeroro,  por  que  no  lo 
nié&Q-i-XfiSgataró  comprar  á  otra  parte^Mas  es~  tanto 
>  en  tantos  lugares  y  en  esta  mesma  Isla  Española 
(dice  el  Almirante),  que  es  maravilla.  Siendo  ya  de  no- 
che le  envió  el  Rey  una  gran  carátula  de  oro,  y  en- o 
viole  á  pedir  un  bacin  de  agfua  manos  y  un  jarro: 
creyó  el  Almirante  que  lo  pedia  para  amandar  hacer 
otro,  y  así,  se  lo  envió. 


Domingo  30  de  Diciembre 

Salió  el  Almirante  á  comer  á  tierra,  y  llegó  á 
tiempo  que  habian  venido  cinco  Reyes  subjetos  á 
aqueste  que  se  llamaba  Guacanagari^  todos  con  sus 
coronas,  representando  muy  buen  estado,  que  dice  el 


^ 


(1)     «Éstas  no  eran  islas,  sino  provincias  de  la  Isla  Es- 
pañola. » — Casas. 


134  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Almirante  á  los  Reyes  que  sus  Altezas  hobieran  pla- 
.cer  de  ver  la  manera  dellos.  En  llegando  en  tierra  el 
Rey  vino  á  rescibir  al  Almirante,  y  lo  llevó  de  brazos 
á  la  misma  casa  de  ayer,  á  dó  tenia  un  estrado  y  sillas, 
en  que  asentó  al  Almirante,  y  luego  se  quitó  la  corona 
de  la  cabeza  y  se  la  puso  al  Almirante,  y  el  Almirante 
se  quitó  del  pescuezo  un  collar  de  buenos  alaqueques 
y  cuentas  muy  hermosas  de  muy  lindos  colores,  que 
parecía  muy  bien  en  toda  parte,  y  se  lo  puso  a  él;  y  se 
desnudó  un  capuz  de  fina  grana,  que  aquel  dia  se  ha- 
bía vestido,  y  se  lo  vistió;  y  envió  por  unos  borceguíes 
de  color,  que  le  hizo  calzar,  y  le  puso  en  el  dedo  un 
grande  anillo  de  plata,  porque  habían  dicho  que  vie- 
ron una  sortija  de  plata  á  un  marinero  y  que  había 
hecho  mucho  por  ella.  Quedó  muy  alegre  y  muy  con- 
tento, y  dos  de  aquellos  Reyes  que  estaban  coa  él 
vinieron  adonde  el  Almirante  estaba  con  él  y  trujeron 
al  Almirante  dos  grandes  plastas  de  oro,  cada  uno  la 
suya.  Y  estando  así  vino  un  indio  diciendo  que  había 
dos  días  que  dejara  la  carabela  Pinta  al  Leste  en  un 
puerto.  Tornóse  el  Almirante  á  la  carabela,  y  Vicente 
Anos  (1),  capitán  de  ella,  afirmó  que  había  visto  rui- 
barbo, y  que  lo  había  en  la  isla  Amigay  questá  á  la  en- 
trada de  la  mar  de  Santo  lomé,  questaba  6  leguas  de 
allí  (2),  é  que  había  cognoscido  los  ramos  y  raíz.  Di- 
cen quel  ruibarbo  echa  unos  ramitos  fuera  de  tierra  y 
unos  frutos  que  parecen  moras  verdes  cuasi  secas,  y  el 
palillo  questá  cerca  de  la  raíz  es  tan  amarillo  y  tan  fino 
como  la  mejor  color  que  puede  ser  para  pintar,  y  de- 
bajo de  la  tierra  hace  la  raíz  como  una  grande  pera. 

Lunes  31  de  Diciembre 
Aqueste  día  se  ocupó  en  mandar  tomar  agua  y  leña 


\\     Debe  decir  Vicente  Yañez. 
2)     Bahía  y  pueblos  del  Caracol 


VIAJES    DE   COLÓN  135 

para  la  partida  á  España,  por  dar  noticia  presto  á  los 
Reyes  para  que  enviasen  navios  que  descubriesen  lo 
que  quedaba  por  descubrir,  porque  ya  el  negocio  pa 
recia  tan  grande  y  de  tanto  ton) Oj  que  es  joiaravitla 
(dijo  ^  Almirante),  y  dice  que  no  quisiera  partirse 
hasta  que  hobiera  visto  toda  aquella  tierra  que  iba  ha- 
cia el  Leste,  y  andarla  toda  por  la  costa,  por  saber 
también  (diz  que)  el  tránsito  de  Castilla  á  ella  para 
traer  ganados  y  otras  cosas.  Mas  como  hobiese  que- 
dado con  un  solo  navio  no  le  parecía  razonable  cosa 
ponerse  á  los  peligros  que  le  pudieran  ocurrir  descu- 
briendo. Y  quejábase  que  todo  aquel  mal  é  inconve- 
niente (1)  haberse  apartado  de  la  carabela  Pinta, 


Martes  /.°  de  Enero  de  1493 

A  media  noche  despachó  la  barca  que  fué  á  la  is- 
ieta  Amiga  para  traer  el  ruibarbo.  Volvió  á  vísperas 
con  un  serón  dello;  no  trujeron  mas  porque  no  lleva- 
ron azada  para  cabar:  aquello  llevó  por  muestra  á  losi 
Reyes.  El  Rey  de  aquella  tierra  diz  que  había  enviado 
muchas  canoas  por  oro.  Vino  la  canoa  que  fue  á  saber   » 
de  la  Pinta  y  el  marinero,  y  no  la  hallaron.  Dijo  aquel 
marinero  que  20  leguas  de  allí  habían  visto  un  Rey 
que  traía  en  la  cabeza  dos  grandes  plastas  de  oro,  y  ¿ 
I u ego^ufiJos  indios  -de-Ja  canoa  le  hablaron  se  ¡as 
quitó,  y  vido  también  mucho  oro  á  otras  personas,  o 
Creyó  el  Almirante  quel  Rey  Guacanagari  debía  de 
haber  prohibido  á  todos  que  no  vendiesen  oro  á  los  o 
cristianos,  por  que  pasase  todo' por  su  mano.  Mas  él 
habia  sabido  los  lugares,  como  dijo  antier,  donde  lo 
había  en  tanta  cantidad  que  no  lo  tenían  en  precio. 
También  la  especería,  que  (como  dice  el  Almirante). 
€3  mucha  y  mas  vale  que  pimienta  y  manegueta,  dejaba 


(1)     Falta  provenia  de. 


136  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

encomendados  á  los  que  allí  quería  dejar  que  hubie- 
sen cuanta  pudiesen. 

Miércoles  2  de  Enero 

My  Salió  de  mañana  en  tierra  para  se  despedir  dei  Rey 
Guacanagari  é  partirse  en  el  nombre  del  Señor,  é 
dióle  una  camisa  suya,  y  mostróle  la  fuerza  que  tenían 
y  efecto  que  hacíanl  as  lombardas,  por  lo  cual  mandó 
armar  una  y  tirar  al  costado  de  la  nao  que  estaba  en 
tierra,  porque  vino  á  propósito  de  platicar  sobre  los 
caribes,  con  quien  tienen  g^uerra,  y  vido  hasta  donde 
llegó  la  lombarda,  y  como  pasó  el  costado  de  la  nao 
y  fué  muy  lejos  la  piedra  por  la  mar.  Hizo  hacer  tam- 
bién un  escaramuza  con  la  gente  de  los  navios  armada, 
diciendo  al  cacique  que  no  hubiese  miedo  á  los  cari- 
bes aunque  viniesen.  Todo  esto  diz  que  hizo  el  Almi- 
rante por  que  tuviese  por  amigos  á  los  cristianos  que 
dejaba  y  por  ponerle  mjedo  que  los  temiese.  Llevólo 
el  Almirante  á~comer  consigo  á  la  casa  donde  estaba 
aposentado,  y  á  los  otros  que  iban  con  él.  Encomen- 
dóle mucho  el  Almirante  á  Diego  de  Arana,  y  á  Pe- 
dro Gutiérrez,  y  á  Rodrigo  Escovedo,  que  dejaba  jun 
tamente  por  sus  tenientes  de  aquella  gente  que  allí 
dejaba,  por  que  todo  fuese  bien  regido  y  gobernado  á 
servicio  de  Dios  y  de  sus  Altezas.  Mostró  mucho 
amor  el  cacique  al  Almirante  y  gran  sentimiento  en 
su  partida,  mayormente  cuando  le  vido  ir  á  embarcarse. 
jDíjo  al  Almirante  un  privado  de  aquel  Rey  que  había 
c;lmandado  hacer  una  estatua  de  oro  puro  tan  grande 
como  el  mismo  Almirante,  y  que  dende  á  diez  días  la 
habían  de  traer.  Embarcóse  el  Almirante  con  propó- 
sito de  se  partir  luego,  mas  el  viento  no  le  dio  lugar. 
Dejó  en  aquella  IslaEspañola,  que  los  indios  diz^ 
que  llamaban  Bohioy  Bfjhombres  con  la  fortaleza,  y 
diz  que  muchos  amígo^-de  aquel  Rey  Guacanagari,  é 


VIAJES    DE    COLÓN  137 

sobre  aquellos,  por  sus  tenientes,  á  Diego  de  Arana, 
natural  de  Córdoba,  y  á  Pedro  Gutiérrez,  repostero  de 
estrado  del  Rey,  criado  del  despensero  mayor,  é  á  Ro- 
drigo de  Escobedo,  natural  de  Segovia,  sobrino  de 
Fr.  Rodrigo  Pérez,  con  todos  sus  poderes  que  de  los 
Reyes  tenia.  Dejóles  todas  las  mercaderías  que  los  Re- 
yes mandaron  comprar  para  los  resgates,  que  eran  mu- 
chas, para  que  las  trocasen  y  resgatasen  por  oro,  con  q 
todo  lo  que  traía  la  nao.  Dejóles  también  pan  bizco- 
cho para  un  año,  y  vino,  y  mucha  artillería,  y  la  barca 
de  la  nao  para  que  ellos,  como  marineros  que  eran  los 
mas,  fuesen,  cuando  viesen  que  convenia,  á  descubrir 
lamina  de  oro,  porque  á  la  vuelta  que  volviese  el  Al- o 
mirante  hallase  mucho  oro  y  lugar  donde   se  asentase© 
ana  villa,  porque  aquel  no  era  puerto  a  su  voluntadr 
mayormente  quel  oro  que  allí  traían  venía  diz  que  délo 
Leste,  y  cuanto  mas  fuesen  al  Leste  tanto  estaban  cer- 
canos de  España.  Dejóles  también  simientes  para  sem 
brar   y    sus    oñciales,    escribano   y   alguacil,   y   entre 
aquéllos  un  carpintero  de  naos  y  calafate,  y  un  buen 
lombardero,  que  sabe  bien  de   ingenios,   y  un  tone- 
lero, y  un  físico,  y  un  sastre,  y  todos  diz  que  hombres 
de  la  mar. 


Jueves  3  de  Enero 

No  partió  hoy  porque  anoche  diz  que  vinieron  tres- 
de  los  indios  que  traía  de  las  islas,  que  se  habían  que- 
dado, y  dijéronle  que  los  otros  y  sus  mugeres  venían 
al  salir  del  sol.  La  mar  también  fue  algo  alterada,  y  no 
pudo  la  barca  estar  en  tierra;  determinó  partir  mañana,, 
mediante  la  gracia  de  Dios.  Dijo  que  si  él  tuviera  con-      i 
sigo  la  carabela  Pinta  tuviera  por  cierto  de  llevar  un  ^'7¿ 
tonel  de  oro,  porque  osara  seguir  las  costas  de  estas  o 
islas,  ío  que  no  osaba  hacer  por  ser  solo,  porque  no  le 
acaeciese   algún    inconveniente    y   se    impidiese    su. 


138  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

vuelta  á  Castilla  y  la  noticia  que  debia  dar  á  los  Reyes 
de  todas  las  cosas  que  habia  hallado.  Y  si  fueran  cierto 
que  la  carabela  Finta  llegara  á  salvamento  en  España 
con  aquel  Martin  Alonso  Pinzón,  dijo  que  no  dejara 
de  hacer  lo  que  deseaba;  pero  porque  no  sabia  del,  y 
porque  ya  que  vaya  podrá  informar  á  los  Reyes  de 
mentiras,  por  que  no  le  manden  dar  la  pena  que  él  me- 
recía como  quien  tanto  mal  habia  hecho  y  hacia  en 
haberse  ido  sin  licencia,  y  estorbar  los  bienes  que  pu- 
dieran hacerse  y  saberse  de  aquella  vez,  dice  el  Almi- 
rante, confiaba  que  nuestro  Señor  le  daria  buen  tiempo 
y  se  podria  remediar  todo. 

Viernes  4  de  Enero 

Saliendo  el  sol  levantó  las  anclas  con  poco  viento, 
con  la  barca  por  proa  el  camino  del  Norueste,  para  sa- 
lir fuera  de  la  restringa  por  otra  canal  mas  ancha  de 
la  que  entró,  la  cual  y  otras  son  muy  buenas  para  ir  por 
delante  de  la  Villa  de  la  Navidad  (1),  y  por  todo 
aquello  el  mas  bajo  fondo  que  halló  fueron  tres  brazas 
hasta  nueve,  y  estas  dos  van  de  Norueste  al  Sueste, 
5egun  aquellas  restringas  eran  grandes,  que  duran  des 
de  el  Cabo  Santo  hasta  el  Cabo  de  Sierpe,  que  son 
mas  de  6  leguas,  y  fuera  en  la  mar  bien  3,  y  sobre 
el  Cabo  Santo  bien  tres,  y  sobre  el  Cabo  Santo,  á 
una  legua,  no  hay  mas  de  ocho  brazas  de  fondo,  y 
dentro  del  dicho  cabo,  de  la  parte  del  Leste,  hay 
muchos  bajos  y  canales  para  entrar  por  ellos  (2), 
y  toda  aquella  costa  se  corre  Norueste  Sueste, 
y  es  toda  playa,  y  la  tierra  muy  llana  hasta  bien 
4  leguas    la  tierra  adentro.    Después    hay    montañas 


(1)  «Llamó  Villa  de  la  Navidad  la  fortaleza  y  el  asiento 
>que  allí  hizo,  porque  llegó  allí  día  de  la  Navidad,  como  pa- 
dece por  lo  de  arriba.» — Casas, 

(2)  Puerto  del  Guarico  o  ciudad  del  cabo. 


VIAJES   DE   COLÓN  139 

muy  altas,  y  es  toda  muy  poblada  de  poblacio- 
nes grandes,  y  buena  gente,  segfun  se  mostraba  con 
los  cristianos.  Navegó  así  al  Leste  camino  de  un  monte 
muy  alto,  que  quiere  parecer  isla,  pero  no  lo  es,  por- 
que tiene  participación  con  tierra  muy  baja,  el  cual 
tiene  forma  de  un  alfaneque  muy  hermoso,  al  cual  puso 
nombre  Monte- Crlstiy  el  cual  está  justamente  al  Leste 
del  Cabo  Santo^  y  habrá  18  leguas  (1).  Aquel  dia,  por 
ser  el  viento  muy  poco,  no  pudo  llegar  al  Monte-Cristi 
con  6  leguas.  Halló  cuatro  isletas  de  arena  (2)  muy  ba- 
jas, con  una  restringa  que  saÜa  mucho  al  Norueste  y  an- 
daba mucho  al  Sueste  (3).  Dentro  hay  un  grande  gol- 
fo (4)  que  va  desde  dicho  monte  al  Sueste  bien  20  le- 
guas (5),  el  cual  debe  ser  todo  de  poco  fondo  y  mu- 
chos bancos,  y  dentro  del,  en  toda  la  costa,  muchos  rios 
no  navegables,  aunque  aquel  marinero  quel  Almirante 
envió  con  la  canoa  á  saber  nuevas  de  la  Pinta  dijo  que 
vido  un  rio  (6)  en  el  cual  podrían  entrar  naos.  Surgió 
por  allí  el  Almirante  seis  (7)  leguas  de  Monte-Cristi  en 
19  brazas,  dando  la  vuelta  á  la  mar  por  apartarse  de 
muchos  bajos  y  restringas  que  por  allí  habia,  donde 
estuvo  aquella  noche.  Da  el  Almirante  aviso  que  el  que 
hobiere  de  ir  á  la  villa  de  la  Navidad  que  cognosciere 
á  Monte- Cristif  debe  meterse  en  la  mar  2  leguas  &c.; 
pero  porque  ya  se  sabe  la  tierra,  y  mas,  por  allí,  no  se 
pone  aquí.  Concluye  que  Cipango  estaba  en  aquella 
isla,  y  que  hay  mucho  oro,  y  especería,  y  almáciga,  y 
•ruibarbo. 


(1)  Está  al  N.  80°  E.,  distancia  de  10  leguas. 

(2)  Los  siete  Hermanos. 

(3)  Placer  de  los  siete  Hermanos. 

(4)  Bahía  de  Manzanillo. 

(5)  Así  el  original;  pero  debe   decir  al  Sudoeste  bien 
¡tres  leguas. 

(6)  Río  Tapion,  en  la  bahía  de  Manzanillo. 

(7)  Seis  leguas:  deben  ser  tres  leguas. 


140  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 


Sábado  5  de  Enero 

Cuando  el  sol  quería  salir  dio  la  vela  con  el  terral;^ 
después  ventó  Leste,  y  vido  que  de  la  parte  del  Su- 
sueste  (1)  del  Monte-Cristi,  entre  él  y  una  isleta,  pare> 
cia  ser  buen  puerto  para  surgir  esta  noche,  y  tomó  el 
camino  al  Lesueste,  y  después  al  Sursueste  bien  6  le- 
guas á  cerca  del  monte,  y  i.halló  andadas  las  6  leguas 
17  brazas  de  hondo  y  muy  limpio,  y  anduvo  así  3  leguas 
con  el  mismo  fondo.  Después  abajó  á  12  brazas  hasta 
el  morro  del  monte,  y  sobre  el  morro  del  monte,  á  una 
legua,  halló  9,  y  limpio  todo  arena  menuda.  Siguió  así 
el  camino  hasta  que  entró  entre  el  monte  y  la  isleta  (2), 
adonde  halló  tres  brazas  y  media  de  fondo  con  baja 
mar,  muy  singular  puerto,  adonde  surgió  (3).  Fué  con 
la  barca  á  la  isleta,  donde  halló  fuego  y  rastro  que  ha- 
bían estallado  allí  pescadores.  Vido  allí  muchas  pie- 
dras pintadas  de  colores,  ó  cantera  de  piedras  tales,  de 
labores  naturales,  muy  hermosas  diz  que  para  edificios 
de  iglesia  ó  de  otras  obras  reales,  como  las  que  halló 
en  la  isleta  de  San  Salvador.  Halló  también  en  esta  is- 
leta muchos  pies  de  almáciga.  Este  Monte- Cristi  diz 
que  es  muy  hermoso  y  alto  y  andable,  de  muy  linda  he- 
chura (4),  y  toda  la  tierra  cerca  de  él  es  baja,  muy  lin- 
da campiña,  y  él  queda  así  alto  que  viéndolo  de  lejos 
parece  isla  que  no  comunique  con  alguna  tierra.  Des- 
pués del  dicho  monte,  al  Leste  vido  un  cabo  á  24  millas, 
al  cual  llamó  Cabo  del  Becerro  (5),  desde  el  cual  hasta 


(1)  Ha  de  ser  del  Oes-sudoeste. 

(2)  Isla  Cabra. 

(3)  Fondeadero  de  Monte- Cristi. 

(4)  «Dice  verdad,  que  por  mar  y  por  tierra  parece  isla, 
como  un  montón  de  trigo.»—  Casas. 

(5)  Punta  Rucia. 


VIAJES    DE    COLÓN  141 

«I  dicho  monte  pasa  en  la  mar  bien  2  ieg-uas  unas  res- 
tringas de  bajos,  aunque  le  pareció  que  habia  entre 
ellas  canales  para  poder  entrar;  pero  conviene  que  sea 
de  dia  y  vaya  sondando  con  la  barca  primero.  Desde 
el  dicho  monte  al  Leste  hacia  el  Cabo  del  Becerro  las 
4  leguas  es  todo  playa  y  tierra  muy  baja  y  hermosa,  y 
lo  otro  es  toda  tierra  muy  alta  y  grandes  montañas  la- 
bradas y  hermosas,  y  dentro  de  la  tierra  va  una  sierra 
de  Nordeste  al  Sueste,  la  mas  hermosa  que  habia  vis 
to,  que  parece  propia  como  la  sierra  de  Córdoba.  Pa- 
recen también  muy  lejos  otras  montañas  muy  altas,  ha- 
cia el  Sur  y  del  Sueste, y  muy  grandes  valles,  y  muy  ver- 
des, y  muy  hermosos,  y  muy  muchos  ríos  de  agua;  todo 
esto  en  tanta  cantidad  apacible  que  no  creia  encare- 
cerlo la  milésima  parte.  Después  vido  al  Leste  del  di- 
cho monte  una  tierra  que  parecía  otro  monte,  así  como 
aquel  de  Cristi  en  grandeza  y  hermosura.  Y  dende  ala 
cuarta  del  Leste  al  Nordeste  es  tierra  no  tan  alta  y  ha- 
bría bien  100  millas  ó  cerca. 


Domingo  6  de  Enero 

Aquel  puerto  es  abrigado  de  todos  los  vientos,  salvo 
de  Norte  y  Norueste,  y  dice  que  poco  reinan  por  aque- 
lla tierra,  y  aun  destos  se  pueden  guarecer  detrás  de  la 
isleta;  tiene  tres  hasta  cuatro  brazas.  Salido  el  sol  dio 
la  vela  por  ir  la  costa  delante,  la  cual  toda  corría  ai 
Leste,  salvo  ques  menester  dar  resguardo  á  muchas 
restringas  de  piedra  y  arena  que  hay  en  la  dicha  costa. 
Verdad  es  que  dentro  dellas  hay  buenos  puertos  y  bue- 
nas entradas  por  sus  canales.  Después  de  medio  dia 
ventó  Leste  recio,  y  mandó  subir  á  un  marinero  al  topo 
del  mástel  para  mirar  los  bajos,  y  vido  venir  la  cara- 
bela Pinta  con  Leste  á  popa,  y  llegó  al  Almirante,  y 
porque  no  habia  donde  surgir  por  ser  bajo,  y  volvióse 
el   Almirante  al   Monte-Cristi,   á  desandar  10  leguas 


142  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

atrás  que  habia  andado,  y  la  Pinta  con  él.  Vino  Martin 
Alonso  Pinzón  á  la  carabela  Niña,  donde  iba  el  Almi- 
rante, á  se  excusar  diciendo  que  se  habia  partido  del 
contra  su  voluntad,  dando  razones  para  ello;  pero  el 
Almirante  dice  que  eran  falsas  todas  y  que  con  mucha 
soberbia  y  cudicia  se  habia  apartado  aquella  noche 
que  se  apartó  déi,  y  que  no  sabia  (dice  el  Almirante) 
de  donde  le  hobiesen  venido  las  soberbias  y  desho- 
nestidad que  habia  usado  con  él  aquel  viage,  las  cuales 
quiso  el  Almirante  disimular  por  no  dar  lugar  á  las  ma- 
las obras  de  Satanás,  que  deseaba  impedir  aquel  viag-e> 
como  hasta  entonces  habia  hecho,  sino  que  por  dicho 
de  un  indio  de  los  quel  Almirante  le  habia  encomen- 
dado, con  otros  que  lleva  en  su  carabela,  el  cual  le  ha- 
bia dicho  que  en  una  isla  que  se  llamaba  Baneque  ha- 
bia mucho  oro,  y  como  tenia  el  navio  sotil  y  ligero  se 
quiso  apartar  y  ir  por  sí,  dejando  al  Almirante.  Pero  el 
Almirante  quísose  detener  y  costear  la  \s\di  Juana  y  ía 
Española,  pues  todo  era  un  camino  del  Leste.  Des- 
pués que  Martin  Alonso  fué  á  la  isla  Baneque  diz  que 
no  halló  nada  de  oro,  y  se  vino  á  la  costa  de  la  Espa- 
ñola por  información  de  otros  indios,  que  le  dijeron 
haber  en  aquella  isla  Española,  que  los  indios  llamaban 
Bohio,  mucha  cantidad  de  oro  y  muchas  minas,  y  por 
esta  causa  llegó  cerca  de  la  villa  de  la  Navidad,  obra 
de  15  leguas,  y  habia  entonces  mas  de  veinte  días, 
por  lo  cual  parece  que  fueron  verdad  las  nuevas  que 
los  indios  daban,  por  las  cuales  envió  el  Rey  Guaca- 
nagari  la  canoa  y  el  Almirante  el  marinero,  y  debia  de 
ser  ida  cuando  la  canoa  llegó.  Y  dice  aquí  el  Almi- 
rante que  resgató  la  carabela  mucho  oro,  que  por  un 
cabo  de  agujeta  le  daban  buenos  pedazos  de  oro  del 
tamaño  de  dos  dedos,  y  á  veces  como  la  mano;  y  lle- 
vaba el  Martin  Alonso  la  mitad,  y  la  otra  mitad  se  re- 
partía por  la  gente.  Añade  el  Almirante,  diciendo  á  los 
Reyes:  «Así  que,  señores  Príncipes,  que  yo  conozco 
»que  milagrosamente  mandó  quedar  allí  aquella  nao 


VIAJES    DE    COLÓN  143 

» nuestro  Señor,  porqués  el  mejor  lugar  de  toda  la  isla 
»para  hacer  el  asiento  y  mas  cerca  de  las  minas  del 
>oro.»  También  diz  que  supo  que  detrás  de  la  isla 
Juana,  de  la  parte  del  Sur,  hay  otra  isla  grande  (1),  en 
que  hay  muy  mayor  cantidad  de  oro  que  en  esta,  en 
tanto  grado  que  cogian  los  pedazos  mayores  que  ha- 
bas, y  en  la  isla  Española  se  cogian  los  pedazos  de  oro 
de  las  minas  como  granos  de  trigo  (2).  Llámase  diz 
que  aquella  isla  Yamaye  (3).  También  diz  que  supo  el 
Almirante  que  allí  hacia  el  Leste  habia  una  isla  adonde 
no  habia  sino  solas  mugeres,  y  esto  diz  que  de  muchas 
personas  lo  sabia.  Y  que  aquella  Isla  Española,  ó  la 
otra  isla  Yamayey  estaba  cerca  de  tierra  firme  10  jor 
nadas  de  canoa,  que  podia  ser  60  ó  70  leguas,  y  que 
era  la  gente  vestida  allí. 

Lunes  7  de  Enero 

Este  dia  hizo  tomar  una  agua  que  hacia  la  carabela 
y  calafetalla  (4),  y  fueron  los  marineros  en  tierra  á 
traer  leña,  y  diz  que  hallaron  muchos  almacigos  y  li- 
náloe. 

Martes  8  de  Enero 

Por  el  viento  Leste  y  Sueste  mucho  que  ventaba  no 
partió  este  dia,  por  lo  cual  mandó  que  se  guarneciese 


(1)  «Dice  verdad,  pero  es  tierra  firme.» — Casas. — No  es 
sino  la  isla  de  Jamaica. 

(2)  «Y  aun  como  una  gran  hogaza  de  pan  de  Alcalá,  o 
como  un  cuartal  de  Valladolid  se  halló  grano  de  oro  en  la 
Española,  é  yo  lo  vi;  y  otros  muchos  de  libra,  y  de  dos,  y  de 
tres,  y  de  ocho  libras  se  hallaron  en  esta  Española.»  —  Casas 

(3)  La  Jamaica. 

(4)  Por  calafatearla. 


144  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

la  carabela  de  agua  y  leña  y  de  todo  lo  necesario 
para  todo  el  viage,  porque  aunque  tenia  voluntad  de 
costear  toda  la  costa  de  aquella  Española  que  an- 
dando al  camino  pudiese,  pero  porque  los  que  puso 
en  las  carabelas  por  capitanes  eran  hermanos,  con- 
viene á  saber:  Martin  Alonso  Pinzón  y  Vicente  Anes, 
y  otros  que  les  seguían  con  soberbia  y  cudicia  esti- 
mando que  todo  era  ya  suyo,  no  mirando  la  honra 
quel  Almirante  les  habia  hecho  y  dado,  no  hablan 
obedecido  ni  obedecían  sus  mandamientos,  antes  ha- 
cían y  decían  muchas  cosas  no  debidas  contra  él,  y  el 
Martin  Alonso  lo  dejó  desde  21  de  Noviembre  hasta 
6  de  Enero,  sin  causa  ni  razón,  sino  por  su  desobedien- 
cia; todo  lo  cual  el  Almirante  habia  sufrido  y  callado 
por  dar  buen  fin  á  su  viage;  así  que,  por  salir  de  tan 
mala  compañía,  con  los  cuales  dice  que  complia  disi- 
mular, aunque  gente  desmandada,  y  aunque  tenia  diz 
<jue  consigo  muchos  hombres  de  bien,  pero  no  era 
tiempo  de  entender  en  castigo,  acordó  volverse  y  no 
parar  mas  con  la  mayor  priesa  que  le  fuese  posible. 
Entró  en  la  barca  y  fue  al  rio,  que  es  allí  junto  (1),  hacia 
el  Sursudoeste  del  Monte  Cristi^  una  grande  lengua, 
donde  iban  los  marineros  á  tomar  agua  para  el  navio, 
y  halló  que  el  arena  de  la  boca  del  rio,  el  cual  es  muy 
grande  y  hondo,  era  diz  que  toda  llena  de  oro,  y  en 
tanto  grado  que  era  maravilla,  puesto  que  era  muy 
menudo.  Creía  el  Almirante  que  por  venir  por  aquel 
rio  abajo  se  desmenuzaba  por  el  camino,  puesto  que 
dice  que  en  poco  espacio  halló  muchos  granos  tan 
grandes  como  ientajas;  mas  de  lo  menudito  diz  que 


(1)  Este  río  es  Yaqui,  muy  poderoso  y  de  mucho  oro,  y 
podía  ser  que  lo  hallase  entonces  el  Almirante,  como  dicen. 
Pero  todavía  creo  que  mucho  de  ello  debía  ser  margasita, 
porque  allí  hay  mucha,  y  pensaba  quizá  el  Almirante  que 
era  oro  todo  lo  que  relucía. — Casas.— Es  en  efecto  el  río 
Yaque  o  de  Santiago. 


VIAJES   DE   COIRÓN  145 

había  mucha  cantidad.  Y  porque  la  mar  era  llena  y  en- 
traba el  agua  salada  con  la  dulce,  mandó  subir  con  la 
barca  el  rio  arriba  un  tiro  de  piedra;  hincheron  los  ba- 
rries  desde  la  barca,  y  volviéndose  á  la  carabela  ha- 
llaban metidos  por  los  aros  de  los  barriles  pedacitos 
de  oro,  y  lo  mismo  en  los  aros  de  la  pipa.  Puso  por 
nombre  el  Almirante  al  rio  el  Rio  del  Oro  (1),  el  cual, 
de  dentro,  pasada  la  entrada,  muy  hondo,  aunque  la  en- 
trada es  baja  y  la  boca  muy  ancha,  y  del  á  la  villa  de 
la  Navidad  17  leguas  (2).  Entremedias  hay  otros  mu- 
chos rios  grandes;  en  especial,  tres,  los  cuales  creía 
que  debían  tener  mucho  mas  oro  que  aquel,  porque 
son  mas  grandes  (3),  puesto  queste  es  cuasi  tan  grande 
como  Guadalquivir  por  Córdoba;  y  dellos  á  las  minas 
del  oro  no  hay  20  leguas  (4).  Dice  más  el  Almirante: 
que  no  quiso  tomar  de  la  dicha  arena  que  tenía  tanto 
oro,  pues  sus  Altezas  lo  tenían  todo  en  casa  y  á  la 
puerta  de  su  villa  de  la  Navidad,  sino  venirse  á  mas 
andar  por  llevalles  las  nuevas  y  por  quitarse  de  la  mala 
compañía  que  tenía,  y  que  siempre  había  dicho  que 
era  gente  desmandada. 


Miércoles  9  de  Enero 

A  medía  noche  levantó  las  velas  con  el  viento 
Sueste,  y  navegó  al  Lesnordeste;  llegó  á  una  punta 
que  llamó  Punta  roja  (5),  que  está  justamente  al  Leste 
del  Monte-Cristi  60  millas  (6),  y  al  abrigo  della  surgió 


(1)  El  río  de  Santiago. 

(2)  La  distancia  verdadera  son  8  leguas. 

(3)  Mayor  es  este  que  todos  aquellos:  yo  lo  sé.  —  Casas, 

(4)  Ni  4  leguas  hay  de  ellos  a  las  minas. — Casas. 

(5)  Punta  Isabelica. 

(6)  Son  solo  10  y  media  leguas,  o  42  millas  italianas  de 
las  que  usaba  Colon. 

VUJB8  DB  COLÓN  10 


46  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

á 

la  tarde,   que  serian  tres  horas  antes  que  anoche- 
ciese. No  osó  salir  de  allí  de  noche  porque  había  mu- 
chas restringas,  hasta  que  se  sepan,  porque  después 
serán  provechosas  si  tienen,  como  deben  tener,  canales, 
y  tienen  mucho  fondo  y  buen  surg^idero  seguro  de  to- 
dos vientos.  Estas   tierras   desde    Monte-Cristi    hasta 
allí  donde  surgió  son  tierras  altas  y  llanas  y  muy  lindas 
campiñas,  y  á  las  espaldas  muy  hermosos  montes,  que 
van  de  Leste  á  Oueste,  y  son  todos  labrados  y  verdes, 
i  ques  cosa  de  maravilla  ver  sa  hermosura,  y  tienen  mu- 
chas  riveras  de  agua.  En  toda  esta  tierra  tíáy  muchas 
tortugas,  de  las  cuales  tomaron  los  marineros  en  el 
Monte-Cristi,  que  venían  á  desovar  en  tierra,  y  eran 
muy  grandes  como  una  grande  tablachina.  El  día  pa- 
sado, cuando  el  Almirante  iba  al  rio  del  Oro^  dijo  que 
^'vido  tres  serenas  que  salieron  bien  alto  delaTmar,  pero 
no  eran  tan  hermosas  como  las  pintan  (1),  que  en  al- 
/  guna  manera  tenían  forma  de  hombre  en  la  cara.  Dijo 
,  que  otras  veces  vido  algunas  en  Gufnea,  en  la  costa  de 
i  la  Manegueta.  Dice  que  esta   noche,   en    nombre   de 
nuestro  Señor,  partiría  á  su  viage,  sin  mas  detenerse  en   • 
cosa  alguna,  pues  había  hallado  lo  que  buscaba,  por-/%- 
que  no  quiere  mas   enojo   con   aquel  Martm  ~Sl©nso 
hasta  que  sus  Altezas  supiesen  las  nuevas  de  su  viage 
I  y  de  lo  que  ha  hecho;  y  después  no  sufriré  (dice  él) 
1  hechos  de  malas  personas  y  de  poca  virtud,  las  cuales, 
I  contra  quien  les  dio  aquella  honra,  presumen  hacer  su 
voluntad  con  poco  acatamiento. 

Jueves  10  de  Enero 
Partióse  de  donde  había  surgido,  y   al  sol  puesto 


(1)  Acaso  eran  los  manatíes  o  vacas  marinas  que  des- 
cribe Oviedo  en  el  cap.  85  de  su  Historia  natural  de  las 
Indias. 


VIAJES    DE    COLÓN  147 

lieg-ó  á  un  rio  (1),  al  cual  puso  nombre  Rio  de  Gracia; 
dista  de  la  parte  del  Sueste  3  leguas;  surgió  á  la  boca, 
ques  buen  surgidero,  á  la  parte  del  Leste.  Para  entrar 
dentro  tiene  un  banco  que  no  tiene  sino  dos  brazas  de 
agua  y  muy  angosto;  dentro  es  buen  puerto  cerrado, 
sino  que  tiene  mucha  bruma,  y  della  iba  la  carabela 
Pinta,  donde  iba  Martin  Alonso,  muy  maltratada,  por- 
que diz  que  estuvo  allí  resgatando  diez  y  seis  dias, 
donde  resgataron  mucho  oro,  que  era  lo  que  deseaba 
Martin  Alonso.  El  cual,  después  que  supo  de  los  in- 
dios quel  Almirante  estaba  en  la  costa  de  la  misma 
Isla  Española,  y  que  no  lo  podia  errar,  se  vino  para  él. 
Y  diz  que  quisiera  que  toda  la  gente  del  navio  jurara 
que  no  hablan  estado  allí  sino  seis  dias.  Mas  diz  que 
era  cosa  tan  publica  su  maldad  que  no  podia  encobrir. 
El  cual,  dice  el  Almirante,  tenia  hechas  leyes  que  fuese 
para  él  la  mitad  del  oro  que  se  resgatase  ó  se  hobiese, 
y  cuando  hobo  de  partirse  de  allí  tomó  cuatro  hom- 
bres indios  y  dos  mozas  por  fuerza,  á  los  cuales  el  Al- 
mirante mandó  dar  de  vestir  y  tornar  en  tierra  que  se 
fuesen  á  sus  casas;  lo  cual  (dice)  es  servicio  de  vues- 
tras Altezas f  porgue  hombres  y  mugeres  son  todos  de 
vuestras  Altezas,  asi  desta  isla  en  especial  como  de  las 
otras.  Mas  aquí  donde  tienen  ya  asiento  vuestras  Al- 
tezas se  debe  hacer  honra  y  favor  á  los  pueblos,  pues 
que  en  esta  isla  hay  tanto  oro  y  buenas  tierras  y  espe- 
cería. 


Viernes  11  de  Enero 

A  media  noche  salió  del  Rio  de  Gracia,  con  el  te- 
rral; navegó  al  Leste  hasta  un  cabo  que  llamó  Bel- 


(1)  Este  río  es  el  que  dicen  de  Martín  Alonso  Pinzón, 
que  está  5  leguas  del  Puerto  de  Plata.— Casas.— Es  el  Rio 
Chuzona  chico,  3  leguas  y  media  del  Puerto  de  Plata. 


148  M,  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

prado,  4  leguas,  y  de  allí  al  Sueste  está  el  monte  á 
quien  puso  Monte  de  Plata  (1),  y  dice  que  hay  8  le- 
guas. De  allí  al  cabo  Belprado,  al  Leste  cuarta  de! 
Sueste,  está  el  cabo  que  dijo  del  Ángel,  y  hay  18  le- 
guas, y  deste  cabo  al  Monte  de  Plata  hay  un  golfo  (2) 
y  tierras  las  mejores  y  mas  lindas  del  mundo,  todas 
campiñas  altas  y  hermosas,  que  van  mucho  la  tierra 
adentro,  y  después  hay  una  sierra,  que  va  de  Leste  á 
Oueste,  muy  grande  y  muy  hermosa,  y  al  pié  del 
monte  hay  un  puerto  (3)  muy  bueno,  y  en  la  entrada 
tiene  14  brazas,  y  este  monte  es  muy  alto  y  hermoso,  y 
todo  esto  es  poblado  mucho,  y  creía  el  Almirante  de- 
bía haber  buenos  ríos  y  mucho  oro.  Del  Cabo  del  Án- 
gel, al  Leste  cuarta  del  Sueste,  hay  4  leguas  á  una 
Punta  que  puso  del  Hierro  (4),  y  al  mismo  camino,  4 
leguas,  está  una  punta  que  llamó  la  Punta  Seca  (5);  y 
de  allí  al  mismo  camino,  á  6  leguas,  está  el  Cabo  que 
dijo  Redondo  (6);  y  de  alli  al  Leste  está  el  Cabo  Fran- 
cés^ y  en  este  cabo,  de  la  parte  de  Leste,  hay  una  angla 
grande  (7),  mas  no  le  pareció  haber  surgidero.  De  allí 
una  legua  está  el  Cabo  del  Buen  tiempo;  deste,  al  Sur 
cuarta  del  Sueste,  hay  un  Cabo  que  llamó  Tajado,  una 
grande  legua;  deste  hacia  el  Sur  vido  otro  cabo,  y  pa- 
recióle  que  habría  15  leguas.  Hoy  hizo  gran  camino, 


(1)  Este  Monte  llamó  de  Plata  porque  es  muy  alto  y  es- 
tá siempre  sobre  la  cumbre  una  niebla  que  lo  hace  blanco  ó 
plateado,  y  al  píe  de  él  está  el  Puerto  que  se  dice  por  aquel 
monte  de  Plata. — Casas. 

(2)  Abra  y  puerto  de  Santiag:  La  distancia  de  18  le- 
guas que  señala  del  Cabo  del  Ángel  al  Monte  de  Plata  es 
solo  de  6  leguas. 

(3)  Puerto  de  Plata. 

(4)  Punta  Macuris.  La  distancia  de  4  leguas  es  solo 
de  3. 

(5)  Punta  Sesua.  La  distancia  es  solo  una  legua. 

(6)  Cabo  de  la  Roca.  Las  6  leguas  son  solo  5. 

(7)  Bahía  Escocesa. 


VIAJES    DE    COLÓN  149 

porque  el  viento  y  las  corrientes  iban  con  él.  No  osó 
surgir  por  miedo  de  los  bajos,  y  asi,  estuvo  á  la  corda 
toda  la  noche. 


Sábado  12  de  Enero 

Al  cuarto  del  alba  navegó  al  Leste  con  viento 
fresco,  y  anduvo  así  hasta  el  dia,  y  en  este  tiempo  20 
millas,  y  en  dos  horas  después  andaría  24  millas.  De 
allí  vido  al  Sur  tierra  (1),  y  fue  hacia  ella,  y  estaría  de- 
lla  48  millas,  y  dice  que  dado  resguardo  al  navio  anda- 
ría esta  noche  28  millas  al  Nornordeste.  Cuando  vido 
la  tierra,  llamó  á  un  cabo  que  vido  el  Cabo  de  Padre 
é  Hijoy  porque  á  la  punta  de  la  parte  del  Leste  tiene 
dos  farallones,  mayor  el  uno  que  el  otro  (2).  Después, 
al  Leste,  2  leguas,  vido  una  grande  abra  y  muy  her- 
mosa entre  dos  grandes  montañas,  y  vido  que  era 
grandísimo  puerto,  bueno  y  de  muy  buena  entrada; 
pero  por  ser  muy  de  mañana  y  no  perder  camino,  por- 
que por  la  mayor  parte  del  tiempo  hace  por  allí  Lestes, 
y  entonces  le  lleva  Nornorueste,  no  quiso  detenerse 
mas.  Siguió  su  camino  al  Leste  hasta  un  cabo  muy  alto 
y  muy  hermoso,  y  todo  de  piedra  tajado,  á  quien  puso 
por  nombre  Cabo  del  Enamorado  (3),  el  cual  estaba  al 
Leste  de  aquel  puerto,  á  quien  llamó  Puerto  Sacro  (4), 
32  millas;  y  en  llegando  á  él  descubrió  otro  muy 
mas  hermoso  y  mas  alto  y  redondo,  de  peña  (5)  todo, 
así  como  el  Cabo  de  San  Vicente,  en  Portugal,  y  es- 
taba del  Enamorado  al  Leste  12  millas.  Después  que 
llegó  á  emparejarse  con  el  del  Enamorado^  vido  entre- 


(1)  Era  la  península  de  Samaná. 

(2)  Isla   Yazuml 

(3)  Cabo  Cabrón. 
Puerto   Yaffueron, 
Cabo  Samaná. 


(4) 
(5) 


150  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

medias  dél  y  de  otro  vído  que  se  hacia  una  grandísima 
bahía  (1),  que  tiene  de  anchor  3  leg^uas,  y  en  medio  de* 
lia  está  una  isleta  pequeñuela  (2);  el  fondo  es  mucho  á 
la  entrada  hasta  tierra;  surgió  allí  en  12  brazas;  envió 
la  barca  en  tierra  por  agua  y  por  ver  si  habían  lengua, 
pero  la  gente  toda  huyó.  Surgió  también  por  ver  si 
toda  era  aquella  una  tierra  con  la  Española;  y  lo  que 
dijo  ser  golfo,  sospechaba  no  fuese  otra  isla  por  si. 
Quedaba  espantado  de  ser  tan  grande  la  Isla  Espa- 
ñola. 


Domingo  13  de  Enero 

No  salió  deste  puerto  por  no  hacer  terral  con  que 
saliese;  quisiera  salir  por  ir  á  otro  mejor  puerto,  por- 
que aquel  era  algo  descubierto,  y  porque  quería  ver 
en  qué  paraba  la  conjunción  de  la  Luna  con  el  Sol, 
que  esperaba  á  17  deste  mes,  y  la  oposición  della  con 
Júpiter  y  conjunción  con  Mercurio,  y  el  Sol  en  opósito 
con  Júpiter  (3),  que  es  causa  de  grandes  vientos.  En- 
vió la  barca  á  tierra  en  una  hermosa  playa  para  que  to- 
masen de  los  ajes  para  comer,  y  hallaron  ciertos  hom- 
bres con  arcos  y  flechas,  con  los  cuales  pararon  á  ha- 
blar, y  los  compraron  dos  arcos  y  muchas  flechas,  y 
rogaron  á  u«o  dellos  que  fuese  á  hablar  al  Almirante 
á  la  carabela;  y  vino,  el  cual  diz  que  era  muy  disforme 
en  el  acatadura  mas  que  otros  que  hobiesen  visto:  te- 
nía el  rostro  todo  tiznado  de  carbón,  puesto  que  en  to- 
das partes  acostumbran  de  se  teñir  de  diversos  coló- 


!1)     Bahía  de  Samaná. 
2)     Cayo  de  Levantados. 

(3)  Por  aquí  parece  que  el  Almirante  sabía  algo  de  as- 
trología,  aunque  estos  planetas  parece  que  do  están  bien 
puestos  por  falta  del  mal  escribano  que  lo  trasladó. — Casas, 


VIAJES    DE   COLÓN  151 

res.  Traia  todos  cabellos  (1)  muy  largos  y  encogidos 
y  atados  atrás,  y  después  puestos  en  una  rebecilla  de 
plumas  de  papagayos,  y  él  así  desnudo  como  los  otro  . 
Juzgó  el  Almirante  que  debia  de  ser  de  los  caribes  (2) 
que  comen  los  hombres,  y  que  aquel  golfo  que  ayer 
habia  visto,  que  hacia  apartamiento  de  tierra,  y  que  se- 
ría isla  por  sí.  Preguntóle  por  los  caribes,  y  señalóle  al 
Leste,  cerca  de  allí,  la  cual  diz  que  ayer  vio  el  Almi- 
rante antes  que  entrase  en  aquella  bahía,  y  díjole  el  in- 
dio que  en  ella  habia  muy  mucho  oro,  señalándole  la 
popa  de  la  carabela,  que  era  bien  grande,  y  que  peda- 
zos habia  tan  grandes.  Llamaba  al  oro  tuob  y  no  en- 
tendía por  caona  (3),  como  le  llaman  en  la  primera 
parte  de  la  isla,  ni  por  nozay,  como  lo  nombran  en  San 
Salvador  y  en  las  otras  islas;  al  alambre  ó  á  un  oro 
bajo  llaman  en  la  Española  tuob.  De  la  isla  de  Mati- 
nino  dijo  aquel  indio  que  era  toda  poblada  de  muge- 
res  sin  hombres,  y  que  en  ella  hay  muy  mucho  íuo6,que 
es  oro  ó  alambre,  y  que  es  mas  al  Leste  de  Carib, 
También  dijo  de  la  isla  de  Goanin  (4),  adonde  hay 
mucho  tuob,  Destas  islas  dice  el  Almirante  que  habia 
por  muchas  personas  dias  habia  noticia.  Dice  mas  el 
Almirante:  que  en  las  islas  pasadas  estaban  con  gran 


(1)  Estos  debían  ser  los  que  llamaban  Ciguayos,  que  to- 
dos traían  los  cabellos  así,  muy  largos. — Casas. 

(2)  No  eran  caribes,  ni  los  hubo  en  la  Española  jamás. 
Casas. 

(3)  Caona  llamaban  al  oro  en  la  mayor  parte  de  la  Isla 
Española,  pero  había  dos  o  tres  lenguas. — Casas. 

(4)  Este  Goanin  no  era  isla,  según  yo  creo,  sino  el  oro 
bajo,  que  según  los  indios  de  la  Española  tenía  un  olor  por 
que  lo  preciaban  mucho,  y  a  éste  llamaban  Goanin. — Casas, 
Estas  islas  que  menciona  Colón  conocidas  de  los  indios, 
que  le  demoraban  al  Este,  y  de  las  cuales  venían  los  cari- 
bes, deben  ser  las  de  Puerto  Rico,  las  Vírgenes  y  demás 
ihmadas  Caribes,  siendo  cierto  que  a  Puerto  Rico  conocían 
ios  indios  con  el  nombre  de  Isla  de  Carib, 


152  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

temor  de  Carib,  y  en  algunas  le  llamaban  Caniba,  pero 
en  la  Española,  Carib,  y  que  deben  de  ser  gente  arris- 
cada, pues  andan  por  todas  estas  islas  y  comen  la  gente 
que  pueden  haber.  Dice  que  entendía  algunas  pala- 
bras, y  por  ella  diz  que  saca  otras  cosas,  y  que  los  in- 
dios que  consigo  traia  entendían  mas,  puesto  que  ha- 
llaba diferencia  de  lenguas  por  la  gran  distancia  de  las 
tierras.  Mandó  dar  al  indio  de  comer,  y  dióle  pedazos 
de  paño  verde  y  colorado,  y  cuentezuelas  de  vidrio,  á 
que  ellos  son  muy  aficionados,  y  tornóle  á  enviar  atie- 
rra, y  díjole  que  trújese  oro  si  lo  había,  lo  cual  creia 
por  algunas  cositas  suyas  quél  traia.  En  llegando  la 
barca  á  tierra,  estaban  detras  los  árboles  bien  55  hom- 
bres desnudos  con  los  cabellos  muy  largos  (1),  así  co- 
mo las  mugeres  los  traen  en  Castilla.  Detrás  de  la  ca- 
beza traían  penachos  de  plumas  de  papagayos  y  de 
otras  aves,  y  cada  uno  traia  su  arco.  Descendió  el  in- 
dio en  tierra  é  hizo  que  los  otros  dejasen  sus  arcos  y 

flechas,  y  un  pedazo  de  palo  que  es  como  un (2) 

muy  pesado,  que  traen  (3)  en  lugar  de  espada,  los  cua- 
les después  se  llegaron  á  la  barca,  y  la  gente  de  la  bar- 
ca salió  á  tierra,  y  comenzáronles  á  comprar  los  arcos 
y  flechas  y  las  otras  armas,  porquel  Almirante  asi  lo 
tenia  ordenado.  Vendidos  dos  arcos  no  quisieron  dar 
mas,  antes  se  aparejaron  de  arremeter  á  los  cristianos 
y  prendellos.  Fueron  corriendo  a  tomar  sus  arcos  y  fle- 
chas donde  los  tenían  apartados,  y  tornaron  con  cuer- 
das en  las  manos  para  diz  que  atar  á  los  cristianos. 


(1)  Estos  creo  eran  los  que  se  llamaban  ciguayos  en  la 
sierras  y  costas  del  Norte  de  la  Española,  desde  cuasi  Puer- 
to de  Plata  hasta  Higuey  inclusive. — Casas. 

(2)  Igual  vacío  en  el  original. 

(3)  Este  es  del  árbol  de  palma,  que  es  durísimo,  hecho 
a  manera  de  una  peleta  de  hierro  que  hacen  para  freír  hue- 
vos o  pescado,  grandes  de  cuatro  palmos,  boto  por  todas 
partes:  llámanle  macana. — Casas. 


VIAJES    DE    COLÓN  153 

Viéndolos  venir  corriendo  á  ellos,  estando  los  cristia- 
nos apercibidos,  porque  siempre  los  avisaba  de  esto 
el  Almirante,  arremetieron  los  cristianos  á  ellos,  y  die- 
ron á  un  indio  una  g^ran  cuchillada  en  las  nalgfas,  y  á 
otro  por  los  pechos  hirieron  con  una  saetada,  lo  cual 
visto,  que  podian  gfanar  poco  aunque  no  eran  los  cris- 
tianos sino  siete  y  ellos  ciacuenta  y  tantos,  dieron  á 
huir,  que  no  quedó  ninguno,  dejando  uno  aquí  las  fle- 
chas y  otro  allí  los  arcos.  Mataran  diz  que  los  cristia- 
nos muchos  dallos  si  el  piloto  que  iba  por  capitán 
dellos  no  lo  estorbara.  Volviéronse  luego  á  la  carabela 
los  cristianos  con  su  barca,  y  sabido  por  el  Almirante 
dijo  que  por  una  parte  le  habia  pesado  y  por  otra  no, 
por  que  hayan  miedo  á  los  cristianos,  porque  sin  duda 
(dice  él)  la  gente  de  allí  es  diz  que  de  mal  hacer,  y  que 
creia  que  eran  los  de  Carib,  y  que  comiesen  los  hom- 
bres, y  porque  viniendo  por  allí  la  barca  que  dejó  á  los 
39  hombres  en  la  fortaleza  y  villa  de  la  Navidad,  tengan 
miedo  de  hacerles  algún  mal.  Y  que  si  no  son  de  los 
caribes,  al  menos  deben  ser  fronteros  y  de  las  mismas 
costumbres,  y  gente  sin  miedo,  no  como  los  otros  de 
las  otras  islas,  que  son  cobardes  y  sin  armas  fuera  de 
razón.  Todo  esto  dice  el  Almirante,  y  que  querría  to- 
mar algunos  dellos.  Diz  que  hacían  muchas  ahumadas, 
como  acostumbran  en  aquella  Isla  Española. 


Lunes  14  de  Enero 

Quisiera  enviar  esta  noche  á  buscar  las  casas  de 
aquellos  indios,  por  tomar  algunos  dellos,  creyendo 
que  eran  caribes,  y  por  el  mucho  Leste  y  Nordeste  y 
mucha  ola  que  hizo  en  la  mar;  pero  ya  de  día  vieron 
mucha  gente  de  indios  en  tierra,  por  lo  cual  mandó  el 
Almirante  ir  allá  la  barca  con  gente  bien  aderezada, 
los  cuales  luego  vinieron  todos  á  la  popa  de  la  barca, 
y  especialmente  el  indio  quel  dia  antes  habia  venido  á 


154  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

la  carabela  y  el  Almirante  le  había  dado  las  cosíllas  de 
resg-ate.  Con  este  diz  que  venia  un  Rey,  el  cual  habia 
dado  al  indio  dicho  unas  cuentas  que  diese  á  los  de  la 
barca,  en  señal  de  seguro  y  de  paz.  Este  Rey,  con  tres 
de  los  suyos,  entraron  en  la  barca  y  vinieron  á  la  cara- 
bela. Mandóles  el  Almirante  dar  de  comer  bizcocho  y 
miel,  y  dióle  un  bonete  colorado  y  cuentas,  y  un  pe- 
dazo de  paño  colorado,  y  á  los  otros  también  pedazos 
de  paño,  el  cual  dijo  que  traería  mañana  una  carátula 
de  oro,  afírmando  que  allí  habia  mucho,  y  en  Carib  y 
en  Matinino.  Después  los  envió  á  tierra  bien  conten- 
tos. Dice  mas  el  Almirante:  que  hacían  agua  mucha  las 
carabelas  por  la  quilla,  y  quéjase  mucho  de  los  calafa- 
tes, que  en  Palos  las  calafatearon  muy  mal,  y  que 
cuando  vieron  quel  Almirante  habia  entendido  el  de- 
fecto de  su  obra  y  los  quisiera  constreñir  á  que  la  en- 
mendaran, huyeron.  Pero  no  obstante  la  mucha  agua 
que  las  carabelas  hacían,  confia  en  nuestro  Señor,  que 
le  trujo,  le  tornará  por  su  piedad  y  misericordia,  que 
bien  sabia  su  Alta  Magestad  cuanta  controversia  tuvo 
primero  antes  que  se  pudiese  expedir  de  Castilla,  que 
ninguno  otro  fue  en  su  favor  sino  El,  porque  él  sabia 
su  corazón,  y  después  de  Dios  sus  Altezas,  y  todo  lo 
demás  le  habia  sido  contrario  sin  razón  alguna.  Y  dice 
mas  así:  «y  han  seido  causa  que  la  Corona  Real  de 
vuestras  Altezas  no  tengan  100  cuentos  de  renta  mas 
de  la  que  tiene  después  que  yo  vine  á  les  servir,  que 
son  siete  años  agora  á  20  dias  de  Enero  este  mismo 
mes  (1),  y  mas  lo  que  acrecentado  seria  de  aquí  en 
adelante.  Mas  aquel  poderoso  Dios  remediará  todo.» 
Estas  son  sus  palabras. 


(1)     Por  esta  cueata  del  Almirante,  vino  a  servir  a  los 
Reyes  Católicos  en  20  de  Enero  de  1486. 


VIAJES    DE    COLÓN  155 


\Martes    15  de  Enero 

Dice  que  quiere  partir  porque  ya  no  aprovecha 
nada  detenerse,  por  haber  pasado  aquellos  desconcier- 
tos: debe  decir  del  escándalo  de  los  indios.  Dice 
también  que  hoy  ha  sabido  que  toda  la  fuerza  del  oro 
estaba  en  la  comarca  de  la  villa  de  la  Navidad  de  sus 
Altezas,  y  que  en  la  isla  de  Carib  (1)  habia  mucho 
alambre  y  en  Matinino,  puesto  que  será  difícultoso  en 
Carib,  porque  aquella  gente  diz  que  come  carne  hu- 
mana, y  que  de  allí  se  parecía  la  isla  dellos,  y  que  te- 
nia determinado  de  ir  allá,  pues  está  en  el  camino,  y  á 
ia  de  Matinino,  que  diz  que  era  poblada  toda  de  mu-  ¡lo 
geres  sin  hombres,  y  ver  la  una  y  la  otra,  y  tomar  diz 
algunas  dellas.  Envió  el  Almirante  la  barca  á  tierra,  y 
el  Rey  de  aquella  tierra  no  habia  venido,  porque  diz 
que  la  población  estaba  lejos;  mas  envió  su  corona  de 
oro,  como  habia  prometido,  y  vinieron  otros  muchos 
hombres  con  algodón  y  con  pan  y  ajes,  todos  con  sus 
arcos  y  flechas.  Después  que  todo  lo  hobieron  resga- 
tado,  vinieron  diz  que  cuatro  mancebos  á  la  carabela, 
y  pareciéronle  al  Almirante  dar  tan  buena  cuenta  de 
todas  aquellas  islas  que  estaban  hacia  el  Leste,  en  el 
mismo  camino  quel  Almirante  habia  de  llevar,  que  de- 
terminó de  traer  á  Castilla  consigo.  Alli  diz  que  no  te- 
nían hierro  ni  otro  metal  que  se  hobiese  visto,  aunque 
en  pocos  días  no  se  puede  saber  de  una  tierra  mucho, 
así  por  la  dificultad  de  la  lengua,  que  no  entendía  el 
Almirante,  sino  por  discreción,  como  por  quellos  no 
saben  lo  quél  pretendía  en  pocos  días.  Los  arcos  de 
aquella  gente  diz  que  eran  tan  grandes  como  los  de 
Francia  é  Inglaterra;  las  flechas  son  propias  como  las 
azagayas  de  las  otras  gentes  que  hasta  allí  había  visto, 


(1)     Puerto  Rico. 


156  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

que  son  de  los  pimpollos  de  las  cañas  cuando  son  si- 
miente, que  quedan  muy  derechas  y  de  long-ura  de  una 
vara  y  media,  y  de  dos,  y  después  ponen  al  cabo  un 
pedazo  de  palo  agudo  de  un  palmo  y  medio,  y  encima 
de  este  palillo  algunos  le  ingieren  un  diente  de  pescado, 
y  algunos,  y  los  mas,  le  ponen  allí  yerba,  y  no  tiran 
como  en  otras  partes,  salvo  por  una  cierta  manera  que 
no  pueden  mucho  ofender.  Allí  había  muy  mucho  al- 
godón y  muy  fino  y  luengo,  y  hay  muchas  almácigas,  y 
parecíale  que  los  arcos  eran  de  tejo,  y  que  hay  oro  y 
cobre;  también  hay  mucho  ají,  ques  su  pimienta,  della 
que  vale  mas  que  pimienta,  y  toda  la  gente  no  come 
sin  ella,  que  la  halla  muy  sana:  puédanse  cargar  50  ca- 
rabelas cada  año  en  aquella  Española.  Dice  que  halló 
mucha  yerba  en  aquella  bahía,  de  la  que  hallaban  en 
el  golfo  cuando  venia  al  descubrimiento,  por  lo  cual 
creía  que  había  islas  al  Leste  hasta  en  derecho  de 
donde  las  comenzó  á  hallar,  porque  tiene  por  cierto 
que  aquella  yerba  nasce  en  poco  fondo  junto  á  tierra, 
y  dice  que  si  así  es,  muy  cerca  estaban  estas  Indias  de 
las  Islas  de  Canaria,  y  por  esta  razón  creía  que  dista- 
ban menos  de  400  leguas. 

Miércoles  16  de  Enero 

Partió  antes  del  día  tres  horas  del  golfo  que  llamó  el 
Golfo  de  las  flechas  (1),  con  viento  de  la  tierra,  después 
con  viento  Oueste,  llevando  la  proa  al  Leste  cuarta 
del  Nordeste  para  ir  diz  que  á  la  Isla  de  Carib  (2) 
donde  estaba  la  gente   de   quien   todas   aquellas   ís- 


(1)  «Sospecho  que  éste  era  el  Golfo  de  Samaná,  donde 
salen  los  ríos  Yuna  y  Camo,  ríos  poderosos  de  la  Isla  Es- 
pañola.»— Casas. — Es  la  Bahía  de  S amana  en  donde  des- 
agua el  rio  Yuna. 

(2)  Puerto  Rico. 


VIAJES   DE   COLÓN  157 

las  y  tierras  tanto  miedo  tenian,  porque  diz  que  con 
sus  canoas  sin  numero  andaban  todas  aquellas  mares, 
y  diz  que  comian  los  hombres  que  pueden  haber.  La 
derrota  diz  que  le  habia  mostrado  unos  indios  de  aque- 
llos cuatro  que  tomó  ayer  en  el  puerto  de  las  Flechas. 
Después  de  haber  andado  á  su  parecer  64  millas  seña- 
láronle los  indios  quedarla  la  dicha  isla  al  Sueste  (1); 
quiso  llevar  aquel  camino,  y  mandó  templar  las  velas, 
y  después  de  haber  andado  2  leguas  refrescó  el  viento, 
muy  bueno  para  ir  á  España:  notó  en  la  gente  que  co- 
menzó á  entristecerse  por  desviarse  del  camino  dere- 
cho por  la  mucha  agua  que  hacian ambas  carabelas,y  no 
tenian  algún  remedio,  salvo  el  de  Dios;hobode  dejar  el 
camino  que  creía  que  llevaba  de  la  isla  y  volvió  al  de- 
recho de  España,  Nordeste  cuarta  del  Leste,  y  anduvo 
así  hasta  el  sol  puesto  48  millas,  que  son  12  leguas. 
Dijéronle  los  indios  que  por  aquella  via  hallaría  la  isla 
de  MatininOt  que  diz  que  era  poblada  de  mugeres  sin 
hombres,  lo  cual  el  Almirante  mucho  quisiera,  por  lle- 
var diz  que  á  los  Reyes  cinco  ó  seis  deilas;  pero  no 
dudaba  que  los  indios  supiesen  bien  la  derrota,  y  él  no 
se  podía  detener,  por  el  peligro  del  agua  que  cogían 
las  carabelas;  mas  diz  que  era  cierto  que  las  habia,  y 
que  cierto  tiempo  del  año  venían  los  hombres  á  ellas 
de  la  dicha  isla  de  Carib,  que  diz  que  estaba  deilas 
10  ó  12  leguas,  y  sí  parían  niño  enviábanlo  á  la  isla  de 
los  hombres,  y  si  niña  dejábanla  consigo.  Dice  el  Al- 
mirante que  aquellas  dos  islas  no  deben  distar  de  don- 
de habia  partido  15  ó  20  leguas,  y  creía  que  eran  al 
Sueste  y  que  los  indios  no  lo  supieron  señalar  la  de- 
rrota. Después  de  perder  de  vista  el  cabo  que  nombró 
de  San  Theramo  (2),  de  la  Isla  Española,  que  le  que- 


(1)  Distaba  de  Puerto  Rico  en  esta  situación  30  leguas- 

(2)  «Este  cabo  de  San  Theramo  creo  cierto  que  es  el 
que  llaman  ahora  el  cabo  del  Engaño.^ — Casas. — El  cabo  de 
San  Theramo  debe  ser  el  cabo  Samaná,  extremo  oriental 


158  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

daba  al  Oueste  16  legfuas,  anduvo  12  legfuas  al  Leste 
cuarta  del  Nordeste;  llevaba  muy  buen  tiempo. 

Jueves  17  de  Enero 

Ayer  al  poner  del  sol  calmóle  algfo  el  viento;  anda- 
ria  14  ampolletas,  que  tenia  cada  una  media  hora  ó 
poco  menos,  hasta  el  rendir  del  primer  cuarto,  y  anda- 
na cuatro  millas  por  hora,  que  son  28  millas.  Después 
refrescó  el  viento,  y  anduvo  así  todo  aquel  cuarto,  que 
fueron  10  ampolletas,  y  después  otras  seis  hasta  salido 
el  sol,  8  millas  por  hora,  y  así  andaría  por  todas  84  mi- 
llas, que  son  21  leguas,  al  Nordeste  cuarta  del  Leste, 
y  hasta  el  sol  puesto  andaría  44  millas,  que  son  11  le- 
guas, al  Leste.  Aquí  vino  un  alcatraz  á  la  carabela,  y 
después  otro,  y  vido  mucha  yerba  de  la  que  está  en  la 
mar  (1). 


Viernes  18  de  Enero 

Navegó  con  poco  viento  esta  noche,  al  Leste  cuarta 
del  Sueste,  40  millas,  que  son  10  leguas,  y  después  al 
Sueste  cuarta  del  Leste  30  millas,  que  son  7  leguas  y 
media,  hasta  salido  el  sol.  Después  de  salido  el  sol  na- 
vegó todo  el  dia  con  poco  viento  Lesnordeste  y  Nord- 
este y  con  Leste  mas  y  menos,  puesta  la  proa  á  veces 
al  Norte  y  á  veces  á  la  cuarta  del  Nordeste  y  al  Ñor- 
nordeste,  y  así,  contando  lo  uno  y  lo  otro,  creyó  que  an- 
daría 60  millas,  que  son  15  leguas^.  Pareció  poca  yerba 
en  la  mar;  pero  dice  que  ayer  y  hoy  pareció  la  mar  cua- 
jada de  atunes,  y  creyó  el  Almirante  que  de  allí  debían 

de  la  Península,  y  que  en  su  derrota  era  el  cabo  que  le  que- 
daba al  Oste. 

(1)     Proximidad  a  un  bajo,  del  cual  pasó  4  leguas  al  Sur. 


VIAJES   DE   COLÓN  159 

de  ir  á  las  almadrabas  del  duque  de  Conil  y  de  Cáliz. 
Por  un  pescado  que  se  llama  rabiforcado,  que  anduvo 
alrededor  de  la  carabela,  y  después  se  fue  la  via  de  Sur- 
sueste,  creyó  el  Almirante  que  había  por  allí  algfunas 
islas.  Y  al  Lesueste  de  la  Isla  Española  dijo  que  que- 
daba la  Isla  de  Carib  y  la  de  Matínino,  y  otras  mu- 
chas. 


Sábado  19  de  Enero 

Anduvo  esta  noche  56  millas  al  Norte  cuarta  de 
Nordeste  y  64  al  Nordeste  cuarta  del  Norte.  Después 
*del  sol  salido  navegó  al  Nordeste  con  el  viento  Le- 
sueste, con  viento  fresco,  y  después  á  la  cuarta  del 
Norte,  y  andaría  84  millas,  que  son  21  leguas.  Vido  la 
mar  cuajada  de  atunes  pequeños;  hobo  alcatraces,  ra- 
bos de  juncos  y  rabiforcados. 

Domingo  20  de  Enero 

Calmó  el  viento  esta  noche,  y  á  ratos  ventaba  unos 
baleos  (1)  de  viento,  y  andaría  por  todo  20  millas  al 
Nordeste.  Después  del  sol  salido  andaría  11  millas  al 
Sueste;  después,  al  Nornordeste  36  millas,  que  son  9 
leguas.  Vido  infinitos  atunes  pequeños;  los  aires,  diz 
que  muy  suaves  y  dulces,  como  en  Sevilla  por  Abril  ó 
Mayo,  y  la  mar,  dice,  á  Dios  sean  dadas  muchas  gracias, 
siempre  muy  llana.  Rabiforcados,  y  pardelas  y  otras 
aves  muchas  parecieron. 

Lunes  21  de  Enero 
Ayer   después   del    sol    puesto    navegó    al   Norte 


(1)     Así  en  el  original,  por  ráfagas,  según  parece. 


160  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRKTE 

cuarta  del  Nordeste,  con  el  viento  Leste  y  Nordeste; 
andaría  8  millas  por  hora  hasta  media  noche,  que  se- 
rian 56  millas.  Después  anduvo  al  Nornordeste  8  mi- 
llas por  hora,  y  así  serian  en  toda  la  noche  104  millas, 
que  son  26  leguas,  á  la  cuarta  del  Norte  de  la  parte 
del  Nordeste.  Después  del  sol  salido  navegó  al  Nor- 
nordeste con  el  mismo  viento  Leste,  y  á  veces  á  la 
cuarta  del  Nordeste,  y  andaria  88  millas  en  once  horas 
que  tenia  el  dia,  que  son  21  leguas,  sacada  una  que 
perdió  porque  arribó  sobre  la  carabela  Pinta  por  ha- 
blalle.  Hallaba  los  aires  mas  fríos,  y  pensaba  diz  que 
hallarlos  mas  cada  dia  cuanto  mas  se  llegase  al  Norte, 
y  también  por  las  noches  ser  mas  grandes  por  la  an*^ 
gostura  de  la  espera.  Parecieron  muchos  rabos  de  jun- 
cos y  pardelas,  y  otras  aves;  pero  no  tantos  peces,  diz 
que  por  ser  el  agua  mas  fría;  vido  mucha  yerba. 

Martes  22  de  Enero 

Ayer  después  del  sol  puesto  navegó  al  Nornordeste 
con  viento  Leste,  y  tomaba  del  Sueste;  andaba  8  mi- 
llas por  hora  hasta  pasadas  cinco  ampolletas,  y  tres  de 
antes  que  se  comenzase  la  guardia,  que  eran  ocho  am- 
polletas; y  asi,  habria  andado  72  millas,  que  son  18  le- 
guas. Después  anduvo  á  la  cuarta  del  Nordeste  al 
Norte  seis  ampolletas,  que  serian  otras  18  millas.  Des- 
pués, cuatro  ampolletas  de  la  segunda  guarda  al  Nor- 
deste, 6  millas  por  hora,  que  son  3  leguas  al  Nordeste- 
Después,  hasta  el  salir  del  sol,  anduvo  al  Lesnordeste 
11  ampolletas,  6  leguas  (1)  por  hora,  que  son  7  leguas. 


(1)  Aquí  hay  error  en  este  cálculo,  pues  siendo  cada  am- 
polleta de  media  hora,  como  deja  dicho,  y  suponiendo  que 
sean  6  millas  por  hora,  resultan  en  las  cinco  horas  y  media 
33  millas  andadas,  que  hacen  8  y  un  cuarto  leguas,  según 
las  contaba  Colón. 


VIAJES   DE  COLÓN  161 

Después,  al  Lesnordeste,  hasta  once  horas  del  día, 
32  millas.  Y  así,  calmó  el  viento  y  no  anduvo  mas  en 
aquel  dia.  Nadaron  los  indios.  Vieron  rabos  de  juncos 
y  mucha  yerba. 

Miércoles  23  de  Enero 

Esta  noche  tuvo  muchos  mudamientos  en  ios  vien- 
tos; tanteado  todo  y  dado  los  resguardos  que  los  ma- 
rineros buenos  suelen  y  deben  dar,  dice  que  andaria 
esta  noche  al  Nordeste  cuarta  del  Norte  84  millas, 
que  son  21  legfuas.  Esperaba  muchas  veces  á  la  cara- 
bela Pinta,  porque  andaba  mal  de  la  bolina,  porque  se 
ayudaba  poco  de  la  mezana,  por  el  mastel  no  ser  bue- 
no, y  dice  que  si  el  capitán  della,  ques  Martin  Alonso 
Pinzón,  tuviera  tanto  cuidado  de  proveerse  de  un  buen 
mastel  en  las  Indias,  donde  tantos  y  tales  habia,  como 
fue  cudicioso  de  se  apartar  del,  pensando  de  henchir 
el  navio  de  oro,  él  lo  pusiera  bueno.  Parecieron  mu- 
chos rabos  de  juncos  y  mucha  yerba;  el  cielo,  todo  tur- 
bado estos  dias;  pero  no  habia  llovido,  y  la  mar, 
siempre  muy  llana,  como  en  un  rio,  á  Dios  sean  dadas 
muchas  gracias.  Después  del  sol  salido  andaria  al 
Nordeste  franco  cierta  parte  del  dia  30  millas,  que  son 
7  leg-uas  y  media,  y  después  lo  demás  anduvo  al  Les- 
nordeste otras  30  millas,  que  son  7  leguas  y  media. 

Jueves  24  de  Enero 

Andaria  esta  noche  toda,  consideradas  muchas  mu- 
danzas que  hizo  el  viento  al  Nordeste,  44  millas,  que 
fueron  11  leguas.  Después  de  salido  el  sol  hasta  puesto 
andaria  al  Lesnordeste  14  leguas. 

Viernes  25  de  Enero 

Navegó  esta  noche  al  Lesnordeste  un  pedazo  de  la 
noche,  que  fueron  13  ampolletas,  9   leguas  y   media; 

TUJt»  D3  COLÓK  21 


162  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

después  anduvo  al  Nornordeste  otras  seis  millas.  Sa- 
lido  el  sol,  todo  el  día,  porque  calmó  el  viento,  anda- 
ría al  Lesnordeste  28  millas,  que  son  7  leguas.  Mata- 
ron los  marireros  una  tonina  y  un  grandísimo  tiburón, 
y  diz  que  lo  habían  bien  menester  porque  no  traían 
ya  de  comer  sino  pan  y  vino  y  ajes  de  las  Indias. 

Sábado  26  de  Enero 

Esta  noche  anduvo  al  Leste  cuarta  del  Sueste  56  mi- 
llas, que  son  14  leguas.  Después  del  sol  salido  nave- 
gó a  las  veces  al  Lesueste  y  á  las  veces  al  Sueste;  an- 
daría hasta  las  once  horas  del  día  40  millas.  Después 
hizo  otro  bordo,  y  después  anduvo  á  la  relinga  (1),  y 
hasta  la  noche  anduvo  hacia  el  Norte  24  millas,  que 
son  6  leguas. 

Domingo  27  de  Enero 

Ayer,  después  del  sol  puesto,  anduvo  al  Nordeste  y 
al  Norte,  y  al  Norte  cu;  rta  del  Nordeste,  y  andaría 
5  millas  por  hora,  y  en  13  horas  andaría  65  millas,  que 
son  16  leguas  y  media.  Después  de  salido  el  sol  andu- 
vo hacía  el  Nordeste  24  millas,  que  son  6  leguas,  has- 
ta medio  día,  y  de  allí  hasta  el  sol  puesto  andaría  3  le- 
guas al  Lesnordeste. 

Lunes  28  de  Enero 

Esta  noche  toda  navegó  al  Lesnordeste,  y  andaría 
36    millas,  que  son  9  leguas.   Después   del   sol  salido 


(1)  Andar  a  la  relinga  parece  que  es  bolinear  para  ga- 
nar barlovento.  Antiguamente  decían  también  navegar  de 
bolina  y  orza. 


VIAJES    DE   COLÓN  163 

anduvo  hasta  el  soi  puesto,  á  Lesnordeste,  20  millas, 
que  son  cinco  leguas.  Los  aires  halló  templados  y  dul- 
ces. Vido  rabos  de  juncos  y  pardelas  y  mucha  yerba. 

Martes  29  de  Enero 

Navegó  a!  Lesnordeste,  y  andaria  en  la  noche,  con 
Sur  y  Sudueste,  39  millas,  que  son  9  leguas  y   media. 
En  todo   el   dia  andaria  8  leguas.  Los  aires,  muy  tem 
piados,  como  en  Abril  en  Castilla;  la   mar,  muy   llana; 
peces  que  llaman  dorados  vinieron  abordo. 

Miércoles  30  de  Enero 

En  toda  esta  noche  andaria  7  leguas  al  Lesnordeste. 
De  dia  corrió  al  Sur  cuarta  al  Sueste  13  leguas  y  me- 
dia. Vido  rabos  de  juncos  y  mucha  yerba  y  muchas 
toninas. 

Jueves  31  de  Enero 

Navegó  esta  noche  al  Norte  cuarta  del  Nordeste 
30  millas,  y  después,  al  Nordeste,  35  millas,  que  son 
16  leguas.  Salido  el  sol,  hasta  la  noche  anduvo  al  Les- 
nordeste 13  leguas  y  media.  Vieron  rabos  de  junco  y 
pardelas. 

Viernes  /.°  de  Hebrero 

Anduvo  esta  noche  al  Lesnordeste  16  leguas  y  me- 
dia. El  dia  corrió  ai  mismo  camino  29  leguas  y  un  cuar- 
to; la  mar,  muy  liana,  a  Dios  gracias. 

Sábado  2  de  Hebrero 

Anduvo  esta  noche  al  Lesnordeste  40  millas,  que 
son  10  leguas.  De  dia,  con  el  mismo  viento  a  popa,  to- 


164  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

rrió  7  millas  por  hora;  por  manera  que  en  once  horas 
anduvo  77  millas,  que  son  19  le^fuas  y  cuarta;  la  mar, 
muy  llana,  gracias  a  Dios,  y  los  aires,  muy  dulces.  Vie- 
ron tan  cuajada  la  mar  de  yerba,  que  si  no  la  hobieran 
visto  temieran  ser  bajos.  Fárdelas  vieron. 

Domingo  3  de  Hebrero 

Esta  noche,  yendo  á  popa  con  la  mar  muy  llana,  a 
Dios  gracias,  andarían  29  leguas.  Parecióle  la  estrella 
del  Norte  muy  alta,  como  en  el  Cabo  de  San  Vicente; 
no  pudo  tomar  el  altura  con  el  astrolabio  ni  cuadran- 
te, porque  la  ola  no  le  dio  lugar.  El  día  navegó  a  Les- 
nordeste  su  camino,  y  andarla  10  millas  por  hora,  y 
así,  en  once  horas  27  leguas. 

Lunes  4  de  Hebrero 

Esta  noche  navegó  al  Leste  cuarta  del  Nordeste; 
parte  anduvo  12  millas  por  hora,  y  parte  10,  y  así,  an- 
duvo 130  millas,  que  son  32  leguas  y  media.  Tuvo  el 
cielo  muy  turbado  y  llovioso,  y  hizo  algún  frió,  por  lo 
cual  diz  que  cognoscia  que  no  habia  llegado  a  la  Isla 
de  los  Azores.  Después  del  sol  levantado  mudó  el  ca- 
mino y  fué  ai  Leste.  Anduvo  en  todo  el  dia  77  millas, 
que  son  19  leguas  y  cuarta. 

Martes  5  de  Hebrero 

Esta  noche  navegó  al  Leste;  andaría  toda  ella  54  mi- 
llas, que  son  14  leguas  menos  media.  El  dia  corrió 
10  millas  por  hora,  y  así  en  once  horas  fueron  110  mi- 
llas, que  son  27  leguas  y  media.  Vieron  pardelas  y  unos 
palillos,  que  era  señal  que  estaban  cerca  de  tierra. 

Miércoles  6  de  Hebrero 

Navegó  esta  noche  al  Leste;  andaría  11  millas  por 
hora;  en  trece  horas  de  ia  noche   andaría   143   millas. 


VIAJES   DE   COLÓN  165 

que  son  35  leg^uas  y  cuarta.  Vieron  muchas  aves  y  par- 
delas.  El  dia  corrió  14  millas  por  hora,  y  así  anduvo 
aquel  dia  154  millas,  que  son  38  leg^uas  y  media;  de 
manera  que  fueron  entre  dia  y  noche  74  leguas,  poco 
mas  ó  menos.  Vicente  Anes  (1)  dijo  que  hoy  por  la 
mañana  le  quedaba  la  Isla  de  Flores  al  Norte  y  la  de 
la  Madera  al  Leste.  Roldan  dijo  que  la  Isla  del  Fayal 
o  la  de  San  Greg-orio  le  quedaba  al  Nornordeste,  y  el 
puerto  Santo  al  Leste.  Pareció  mucha  yerba. 

Jueves  7  de  Hebrero 

Navegó  esta  noche  al  Leste;  andarla  10  millas  por 
hora,  y  asi,  en  trece  horas  130  millas,  que  son  32  le- 
guas y  media;  el  dia,  8  millas  por  hora;  en  once  horas, 
78  millas,  que  son  22  leguas.  En  esta  mañana  estaba 
el  Almirante  al  Sur  de  la  Isla  de  Flores  75  leguas,  y  el 
piloto  Pedro  Alonso,  yendo  al  Norte,  pasaba  entre  la 
Tercera  y  la  de  Santa  María,  y  al  Leste  pasaba  de  bar- 
lovento de  la  Isla  de  la  Madera  12  leguas  de  la  parte 
del  Norte.  Vieron  los  marineros  yerba  de  otra  manera 
que  la  pasada,  de  la  que  hay  mucha  en  las  Islas  de  los 
Azores.  Después  se  vido  de  la  pasada. 

Viernes  8  de  Hebrero 

Anduvo  esta  noche  3  millas  por  hora  al  Leste  por 
un  rato,  y  después  caminó  á  la  cuarta  del  Sueste;  an- 
duvo toda  la  noche  12  leguas.  Salido  el  sol,  hasta  me- 
dio dia  corrió  27  millas;  después,  hasta  el  sol  puesto, 
otras  tantas,  que  son  13  leguas  al  Sursueste. 

Sábado  9  de  Hebrero 

Un  rato  desta  noche  andaría  3  leguas  al  Sursueste, 
y  después  al  Sur  cuarta  del  Sueste;  después,  al  Nord- 


(l)     Debe  decir  Yañez. 


166  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

este>  hasta  las  diez  horas  del  dia,  otras  5  leguas,  y  des- 
pués, hasta  la  noche,  anduvo  9  leguas  al  Leste. 

Domingo  10  de  Hebrero 

Después  del  sol  puesto  navegó  al  Leste  toda  la  no- 
che 130  millas,  que  son  32  leguas  y  media;  el  sol  sa- 
lido, hasta  la  noche  anduvo  9  millas  por  hora,  y  así, 
anduvo  en  once  horas  99  millas,  que  son  24  leguas  y 
media  y  una  cuarta. 

En  la  carabela  del  Almirante  carteaban  ó  echaban 
punto  Vicente  Yañes  y  los  dos  pilotos  Sancho  Ruiz  y 
Pedro  Alonso  Niño,  y  Roldan,  y  todos  ellos  pasaban 
mucho  adelante  de  las  islas  de  los  Azores  al  Leste,  por 
sus  cartas,  y  navegando  al  Norte  ninguno  tomaba  la 
Isla  de  Santa  María,  ques  la  postrera  de  todas  las  de 
los  Azores,  antes  serian  delante  5  leguas,  é  fueran  en  la 
comarca  de  la  Isla  de  la  Madera  ó  en  el  Puerto  Santo. 
Pero  el  Almirante  se  hallaba  muy  desviado  de  su  ca- 
mino, hallándose  mucho  mas  atrás  quellos,  porque  esta 
noche  le  quedaba  la  Isla  de  Flores  al  Norte,  y  al  Leste 
iba  en  demanda  á  Nafe,  en  África,  y  pasaba  á  barlo- 
vento de  la  Isla  de  la  Madera  de  la  parte  del  Norte 
(1)  leguas.  Así,  quellos  estaban  mas  cerca 
de  Castilla  quel  Almirante  con  150  leguas.  Dice  que, 
mediante  la  gracia  de  Dios,  desque  vean  tierra  se  sabrá 
quien  andaba  mas  cierto.  Dice  aquí  también  que  pri- 
mero anduvo  263  leguas  de  la  Isla  del  Hierro  á  la  ve- 
nida que  viese  la  primera  yerba  &c. 

Lunes  11  de  Hebrero 

Anduvo  esta  noche  12  millas  por  hora,  á  su  camino, 
y  así,  en  toda  ella  contó  39  leguas,  y  en  todo  el  dia 


(1)     Igual  vacío  en  el  original. 


VIAJES  DE  COLÓN  167 

corrió  16  leg^iías  y  inedia.  Vido  muchas  aves,  de  donde 
creyó  estar  cerca  de  tierra. 

Martes  12  de  Hebrero 

Navegó  al  Leste  6  millas  por  hora  esta  noche,  y  an- 
daría hasta  el  dia  73  millas,  que  son  18  leguas  y  un 
cuarto.  Aquí  comenzó  á  tener  grande  mar  y  tormenta, 
y  si  no  fuera  la  carabela  diz  que  muy  buena  y  bien 
aderezada,  temiera  perderse.  El  dia  corria  11  ó  12  le- 
guas con  mucho  trabajo  y  peligro. 

Miércoles  13  de  Hebrero 

Después  del  sol  puesto,  hasta  el  dia,  tuvo  gran  tra- 
bajo del  viento  y  de  la  mar,  muy  alta,  y  tormenta:  re- 
lampagueó hacia  el  Nornordeste  tres  veces;  dijo  ser 
señal  de  gran  tempestad  que  habia  de  venir  de  aquella 
parte  ó  de  su  contrario.  Anduvo  á  árbol  seco  lo  mas 
de  la  noche;  después  dio  una  poca  de  vela,  y  andaría 
52  millas,  que  son  13  leguas.  En  este  dia  blandeó  un 
poco  el  viento;  pero  luego  creció,  y  la  mar  se  hizo  te- 
rrible, y  cruzaban  las  olas,  que  ato/mentaban  los  na- 
vios. Andaría  55  millas,  que  son  13  leguas  y  media. 

Jueves  14  de  Hebrero 

Esta  noche  creció  el  viento,  y  las  olas  eran  espanta- 
bles, contraria  una  de  otra,  que  cruzaban  y  embaraza- 
ban el  navio,  que  no  podía  pasar  adelante  ni  salir  de 
entremedias  dellas,  y  quebraban  en  él;  llevaba  el  papa- 
^^go  (1)  muy  bajo,  para  que  solamente  lo  sacase   algo 


(1)     Papahígo  mayor  llamaban  a  la  vela  mayor  sin  bone- 
la,  y  papahígo  menor,  la  del  trinquete. 


168  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

de  las  ondas;  andaría  así  tres  horas,  y  correría  20  mi- 
llas. Crecía  mucho  la  mar  y  el  viento;  y  viendo  el 
peligro  grande,  comenzó  á  correr  á  popa  donde  el 
viento  lo  llevase,  porque  no  había  otro  remedio.  En- 
tonces comenzó  á  correr  también  la  carabela  Pintan  en 
que  iba  Martin  Alonso,  y  desapareció,  aunque  toda  fa 
noche  hizo  faroles  el  Almirante  y  el  otro  ie  respondíaj 
hasta  que  parece  que  no  pudo  mas  por  la  fuerza  de  la 
tormenta,  y  porque  se  hallaba  muy  fuera  del  camino 
del  Almirante.  Anduvo  el  Almirante  esta  noche  a 
Nordeste  cuarta  del  Leste  54  millas,  que  son  13  le- 
guas. Salido  el  sol  fue  mayor  el  viento,  y  la  mar  cru- 
zando mas  terrible;  llevaba  el  papahígo  solo  y  bajo, 
para  quel  navio  saliese  de  entre  las  ondas  que  cruza- 
ban, por  que  no  lo  hundiesen.  Andaba  el  camino  del 
Lesnordeste,  y  después  á  la  cuarta  hasta  el  Nordeste; 
andaría  seis  horas  así,  y  en  ella  7  leguas  y  media.  El 
ordenó  que  se  echase  un  romero  que  fuese  á  Santa 
María  de  Guadalupe  y  llevase  un  cirio  de  cinco  libras 
de  cera,  y  que  hiciesen  voto  todos  que  al  que  cayese 
la  suerte  cumpliese  la  romería,  para  lo  cual  mandó 
traer  tantos  garbanzos  cuantas  personas  en  el  navio 
venían,  y  señalar  uno  con  un  cuchillo  haciendo  una 
cruz,  y  metellos  en  un  bonete  bien  revueltos.  El  prime- 
ro que  metió  la  mano  fué  el  Almirante,  y  sacó  el  gar- 
banzo de  la  cruz,  y  así,  cayó  sobre  él  la  suerte,  y  des 
de  luego  se  tuvo  por  romero  y  deudor  de  ir  a  cumplir 
el  voto.  Echóse  otra  vez  la  suerte  para  enviar  romero 
a  Santa  Maria  de  Loreto,  que  está  en  la  marca  de  An- 
cona,  tierra  del  Papa,  ques  casa  donde  nuestra  Señora 
ha  hecho  y  hace  grandes  milagros,  y  cayó  la  suerte  a 
un  marinero  del  puerto  de  Santa  María,  que  se  llamaba 
Pedro  de  Villa,  y  el  Almirante  le  prometió  de  le  dar 
dineros  para  las  costas.  Otro  romero  acordó  que  se 
enviase  a  que  velase  una  noche  en  Santa  Clara  de  Mo- 
guer,  é  hiciese  decir  una  misa,  para  lo  cual  se  torna- 
ron á  echar  los  garbanzos  con  el  de  la  cruz,  y  cayó  la 


VIAJES  DE  COLÓN  169 

suerte  al  mismo  Almirante.  Después  desto  el  Almirante 
y  toda  la  g^ente  hicieron  voto  de  en  llegando  á  la  pri- 
mera tierra  ir  todos  en  camisa  en  procesión  á  hacer 
oración  en  una  Iglesia  que  fuese  de  la  invocación  de 
nuestra  Señora. 

Allende  los  votos  generales  ó  comunes,  cada  uno 
hacia  en  especial  su  voto,  porque  ninguno  pensaba  es- 
capar, teniéndose  todos  por  perdidos,  según  la  terrible 
tormenta  que  padecían.  Ayudaba  a  acrecentar  el  peli- 
gro que  venia  el  navio  con  falta  de  lastre,  por  haberse 
alivianado  la  carga,  siendo  ya  comidos  ios  bastimentos,^ 
y  el  agua  y  vino  bebido,  lo  cual  por  cudicia  del 
próspero  tiempo  que  entre  las  islas  tuvieron  no  prove- 
yó el  Almirante,  teniendo  propósito  de  lo  mandar  las- 
trar en  la  Isla  de  las  Mugeres,  adoade  lleva  (1)  propó- 
sito de  ir.  El  remedio  que  para  esta  necesidad  tuvo 
fue,  cuando  hacerlo  pudieron,  henchir  las  pipas  que 
tenían  vacias  de  agua  y  vino  de  agua  de  la  mar,  y  con 
esto  en  ella  se  remediaron. 

Escribe  aquí  el  Almirante  las  causas  que  le  ponían 
temor  de  que  alli  nuestro  Seííor  no  quisiese  que  pere- 
ciese, y  otras  que  le  daban  esperanza  de  que  Dios  lo 
había  de  llevar  en  salvamento,  para  que  tales  nuevas 
como  llevaba  á  los  Reyes  no  pereciesen.  Parecíale 
quel  deseo  grande  que  tenia  de  llevar  estas  nuevas  tan 
grandes,  y  mostrar  que  había  salido  verdadero  en  lo 
que  había  dicho  y  proferídose  á  descubrir,  le  ponía 
grandísimo  miedo  de  no  lo  conseguir,  y  que  cada  mos- 
quito diz  que  le  podía  perturbar  é  impedir.  Atribuyelo 
esto  a  su  poca  fe  y  desfallecimiento  de  confianza  de  la 
Providencia  Divina.  Confortábale,  por  otra  parte,  las 
mercedes  que  Dios  le  había  hecho  en  dalle  tanta  vic- 
toria descubriendo  lo  que  descubierto  había,  y  com- 
plídole  Dios  todos  sus  deseos,  habiendo  pasado   ew 


(1)     Debe  ser  llevaba  o  llevó. 


170  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

Castilla  en  sus  despachos  muchas  adversidades  y  con- 
trariedades. Y  que  como  antes  hobiese  puesto  su  fin  y  en- 
derezado todo  su  negocio  á  Dios,  y  le  habia  oido  y  dado 
todo  lo  que  le  habia  pedido,  debía  creer  que  le  daría 
cumplimiento  de  lo  comenzado  y  le  llevaría  eu  salva- 
mento. Mayormente  que,  pues  le  habia  librado  ala  ida, 
cuando  tenia  mayor  razón  de  temer  de  los  trabajos 
que  con  los  marineros  y  g-ente  que  llevaba,  los  cuales 
todos  á  una  voz  estaban  determinados  de  se  volver  y 
alzarse  contra  él  haciendo  protestaciones,  y  el  eterno 
Dios  le  dio  esfuerzo  y  valor  contra  todos,  y  otras  cosas 
de  mucha  maravilla  que  Dios  habia  mostrado  en  él  y 
por  él  en  aquel  viage,  allende  aquellas  que  sus  Alte- 
zas sabían  de  las  personas  de  su  casa.  Así  que  (dice) 
que  no  debiera  temer  la  dicha  tormenta.  Mas  su  fla- 
queza y  congoja  (dice  él)  no  me  dejaba  asentar  (1)  la 
ánima.  Dice  mas:  que  también  le  daba  gran  pena  dos 
hijos  que  tenia  en  Córdoba  al  estudio  (2),  que  los  de- 
jaba huérfanos  de  padre  y  madre  en  tierra  extraña,  y 
los  Reyes  no  sabían  los  servicios  que  les  habia  en 
aquel  viage  hecho,  y  nuevas  tan  prósperas  que  les  lle- 
vaba, para  que  se  moviesen  á  los  remediar.  Por  esto, y 
por  que  supiesen  sus  Altezas  cómo  nuestro  Señor  le 
había  dado  victoria  de  todo  lo  que  deseaba  de  las  In- 
dias, y  supiesen  que  ninguna  tormenta  habia  en  aque- 
llas partes,  lo  cual  dice  que  se  puede  cognoscer  por  la 
yerba  y  árboles,  questán  nacidos  y  crecidos  hasta  den- 
tro en  la  mar,  y  por  que  si  se  perdiese  con  aquella  tor- 
menta los  Reyes  hobíesen  noticia  de  su  viaje,  tomó  un 
pergamino  y  escribió  en  él  todo  lo  que  pudo  de  todo 
4o  que  habia  hallado,  rogando  mucho  á  quien  lo  hallase 


(1)  El  original  dice  ase nsar.  Parece  debe  ser  asentar  o 
xisosegar. 

(2)  Don  Diego  y  D.  Hernando  Colon,  a  quienes  cuando 
el  padre  emprendió  el  segundo  viaje  dejó  ya  de  pajes  del 
Príncipe  D.  Juan. 


VIAJES  DE  COLÓN  171 

que  lo  llevase  á  los  Reyes.  Este  pergamino  envolvió  en 
un  paño  encerado,  atado  muy  bien,  y  mandó  traer  un 
gran  barril  de  madera,  y  púsole  en  él  sin  que  ninguna 
persona  supiese  qué  era,  sino  que  pensaron  todos  que 
era  alguna  devoción,  y  así  lo  mandó  echar  en  la  mar. 
Después,  con  los  aguaceros  y  turbionadas,  se  mudó  el 
viento  al  Oueste,  y  andaria  así  á  popa,  solo  con  el  trin- 
quete, cinco  horas,  con  la  mar  muy  desconcertada,  y 
andaria  2  leguas  y  medía  al  Nordeste.  Había  quitado  el 
papahígo  de  la  vela  mayor  por  miedo  que  alguna  onda 
de  la  ípar  no  se  lo  llevase  del  todo. 


Viernes  15  de  Hebrero 

Ayer,  después  del  sol  puesto,  comenzó  á  mostrarse 
claro  el  cielo  de  la  banda  del  Oueste,  y  mostraba  que 
quería  de  hacia  allí  ventar;  dio  la  boneta  (1)  á  la  veía 
mayor;  todavía  era  la  mar  altísima,  aunque  iba  algo 
bajándose;  anduvo  ai  Lesnordeste  4  millas  por  hora,  y 
en  trece  horas  de  noche  fueron  13  leguas.  Después 
del  sol  salido  vieron  tierra;  parecíales  por  proa  al  Les- 
nordeste; algunos  decían  que  era  la  Isla  de  la  Madera; 
otros,  que  era  la  Roca  de  Cintra,  en  Portugal,  junto  á 
Lisboa.  Saltó  luego  el  viento  por  proa  Lesnordeste,  y 
la  mar  venia  muy  alta  del  Oueste;  habría  de  la  carabe- 
la á  la  tierra  5  leguas.  El  Almirante,  por  su  navegación, 
se  hallaba  estar  con  las  Islas  de  los  Azores,  y  creía  que 
aquella  era  una  dellas;  los  pilotos  y  marineros  se  halla- 
ban ya  con  tierra  de  Castilla. 


(1)  Boneta.  El  pedazo  de  vela,  o  vela  pequeña,  que  ordi- 
nariamente se  cortaba:  la  del  trinquete,  al  tercio,  y  la  de  la 
mayor,  al  cuarto,  y  se  unía  por  los  olíaos  al  papahígo  para 
andar  más. 


172  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 


Sábado  16  de  Hebrero 

Toda  esta  noche  anduvo  dando  bordos  por  enca- 
balgfar  la  tierra,  que  ya  se  cognoscia  ser  isla;  á  veces 
iba  al  Nordeste,  otras  al  Nornordeste,  hasta  que  salió 
el  sol,  que  tomó  la  vuelta  del  Sur  por  lleg-ar  á  la  isla, 
que  ya  no  veian  por  la  gran  cerrazón,  y  vido  por  popa 
otra  isla,  que  distaría  8  leguas.  Después  del  sol  salido, 
hasta  la  noche,  anduvo  dando  vueltas  por  llegarse  á  la 
tierra,  con  el  mucho  viento  y  mar  que  llevaba.  Al  decir 
la  salve,  ques  á  boca  de  noche,  algunos  vieron  lumbre 
de  sotavento,  y  parecía  que  debía  ser  la  isla  que  vieron 
ayer  primero,  y  toda  la  noche  anduvo  barloventeando 
y  allegándose  lo  mas  que  podía,  para  ver  sí  al  salir  del 
sol  via  alguna  de  las  islas.  Esta  noche  reposó  el  Al- 
mirante algo,  porque  desde  el  Miércoles  no  había  dor- 
mido ni  podido  dormir,  y  quedaba  muy  tollido  de  la» 
piernas  por  estar  siempre  desabrigado  al  frío  y  r.I  agua 
y  por  el  poco  comer.  El  sol  salido  (1),  navegó  al  Sur- 
sudueste,  y  á  la  noche  llegó  á  la  isla,  y  por  la  gran  ce- 
rrazón no  pudo  cognoscer  qué  isla  era. 

Lunes  18  de  Hebrero 

Ayer,  después  del  sol  puesto,  anduvo  rodeando  la 
isla  para  ver  donde  había  de  surgir  y  tomar  lenguaj 
surgió  con  una  ancla,  que  luego  perdió;  tornó  á  dar  la 
vela  y  barloventeó  toda  la  noche.  Después  del  sol  sa- 
lido llegó  otra  vez  de  la  parte  del  norte  de  la  isla,  y 
donde  le  pareció  surgió  con  un  ancla,  y  envió  la  barca 
en  tierra,  y  hobieron  habla  con  la  gente  de  la  isla,  y 
supieron  como  era  la  isla  de  Santa  María,  una  de  las 


(1)     Esto  fué  el  Domingo  17  de  Febrero. 


VIAJES  DE  COLÓN  173 

de  los  Azores,  y  enseñáronles  el  puerto  (1)  donde  ha- 
bían de  poner  la  carabela,  y  dijo  la  gente  de  la  isla 
que  jamas  habian  visto  tanta  tormenta  como  la  que  ha- 
bía hecho  los  quince  dias  pasados,  y  que  se  maravilla- 
ban como  habian  escapado;  los  cuales  (diz  que)  die 
ron  muchas  gracias  á  Dios,  y  hicieron  muchas  alegrías 
por  las  nuevas  que  sabían,  de  haber  el  Almirante  des- 
cubierto las  Indias.  Dice  el  Almirante  que  aquella  su 
navegación  había  sido  muy  cierta,  y  que  había  carteado 
bien;  que  fuesen  dadas  muchas  gracias  á  nuestro 
Señor,  aunque  se  hacia  algo  delantero;  pero  tenia  por 
cierto  questaba  en  la  comarca  de  las  Islas  de  los  Azores, 
y  que  aquella  era  una  dellas.  Y  diz  que  fingió  haber 
andado  mas  camino  por  desatinar  á  los  pilotos  y  mari 
ñeros  que  carteaban,  por  quedar  él  señor  de  aquella 
derrota  de  las  Indias,  como  de  hecho  queda,  porque 
ninguno  de  todos  ellos  traía  su  camino  cierto,  por  lo 
cual  ninguno  puede  estar  seguro  de  su  derrota  para 
las  Indias. 


Martes  19  de  Hebrero 

Después  del  sol  puesto  vinieron  á  la  ribera  tres 
hombres  de  la  isla  y  llamaron;  envióles  la  barca,  en  la 
cual  vinieron  y  trujeron  gallinas  y  pan  fresco,  y  era 
día  de  Carnestolendas,  y  trujeron  otras  cosas  que  en- 
viaba el  capitán  de  la  isla,  que  se  llamaba  Juan  de 
Castañeda,  diciendo  que  lo  conocía  muy  bien  y  que 
por  ser  noche  no  venia  á  vello;  pero  que  en  amane- 
ciendo vendría  y  traería  mas  refresco,  y  traería  con- 
sigo tres  hombres  que  allá  quedaban  de  la  carabela,  y 
que  no  los  enviaba  por  el  gran  placer  que  con  ellos 
tenia  oyendo  las  cosas  de  su  viage.  El  Almirante 
mandó  hacer  mucha  honra  á  los  mensageros,  y  raan- 


(1)     El  puerto  de  San  Lorenzo, 


174  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

dóles  dar  camas  en  que  durmiesen  aquella  noche,  por* 
que  era  tarde  y  estaba  la  población  lejos.  Y  porque  el 
Jueves  pasado,  cuando  se  vido  en  la  ang-ustia  de  la 
tormenta,  hicieron  el  voto  y  votos  susodichos,  y  el  de 
que  en  la  primera  tierra  donde  hobiese  casa  de  nues- 
tra Señora  saliesen  en  camisa,  &c.,  acordó  que  la  mi- 
tad de  la  gente  fuese  á  compliilo  á  una  casita  questaba 
junto  con  la  mar,  como  ermita,  y  él  iría  después  con  la 
otra  mitad.  Viendo  que  era  tierra  segura,  y  confiando 
en  las  ofertas  del  capitán  y  en  la  paz  que  tenia  Portu- 
gal con  Castilla,  rogó  a  los  tres  hombres  que  se  fue- 
sen á  la  población  y  hiciesen  venir  un  clérigo  para  que 
les  dijese  una  misa.  Los  cuales,  idos  en  camisa,  en 
cumplimiento  de  su  romería,  y  estando  en  su  oración^ 
saltó  con  ellos  todo  el  pueblo  á  caballo  y  á  pié,  con  el 
capitán,  y  prendiéronlos  á  todos.  Después,  estando  el 
Almirante,  sin  sospecha,  esperando  ja  barca  para  salir 
él  á  cumplir  su  romería  con  la  otra  gente,  hasta  las 
once  del  dia,  viendo  que  no  venían,  sospechó  que  los 
detenían  ó  que  la  barca  se  habia  quebrado,  porque 
toda  la  isla  está  cercada  de  peñas  muy  altas.  Esto  no 
podía  ver  el  Almirante  porque  la  ermita  estaba  detrás 
de  una  punta.  Levantó  el  ancla  y  dio  la  vela  hasta  en 
derecho  de  la  ermita,  y  vido  muchos  de  caballo  que 
se  apearon  y  entraron  en  la  barca  con  armas^y  vinie- 
ron á  la  carabela  para  prender  al  Almirante.  Levantóse 
el  capitán  en  la  barca  y  pidió  seguro  al  Almirante; 
dijo  que  se  lo  daba;  pero  ¿qué  inovacion  era  aquella 
que  no  vía  ninguna  de  su  gente  en  la  barca?;  y  añadió 
el  Almirante  que  viniese  y  entrase  en  la  carabela,  quel 
haría  todo  lo  quel  quisiese.  Y  pretendía  el  Almirante 
con  buenas  palabras  traello  por  prendello  para  recu- 
perar su  gente,  no  creyendo  que  violaba  la  fé  dándole 
seguro,  pues  él,  habiéndole  ofrecido  paz  y  seguridad,  lo 
habia  quebrantado.  El  capitán,  como  diz  qiTe  traía  mal 
propósito,  no  se  fío  á  entrar.  Visto  que  no  se  llegaba  á 
la  carabela,  rogóle  que  le  dijese  la  causa  por  qué  de- 


VIAJES  DE  COLÓN  175 

tenia  su  gente,  y  que  deilo  pesaría  a!  Rey  de  Portug^al, 
y  que  en  tierra  de  los  Reyes  de  Castilla  recebian  ios 
portugueses  mucha  honra,  y  entraban  y  estaban  segu- 
ros como  en  Lisboa;  y  que  los  Reyes  habían  dado  car- 
tas de  recomendación  para  todos  ios  Príncipes  y  Se- 
ñores y  hombres  del  mundo,  las  cuales  le  mostraría  si 
se  quisiese  llegar;  y  quél  era  su  Almirante  del  mar 
Océano  y  Visorey  de  las  Indias,  que  agora  eran  de  sus 
Altezas,  de  lo  cual  mostraría  las  provisiones  firmadas 
de  sus  firmas  y  selladas  con  sus  sellos,  las  cuales  íe 
enseñó  de  lejos;  y  que  los  Reyes  estaban  en  mucho 
amor  y  amistad  con  el  Rey  de  Portugal,  y  le  habían 
mandado  que  hiciese  toda  la  honra  que  pudiese  á  los 
navios  que  topase  de  Portugal;  y  que  dado  que  no  le 
quisiese  darle  su  gente,  no  por  eso  dejaría  de  ir  á  Cas- 
tilla, pues  tenia  harta  gente  para  navegar  hasta  Sevilla, 
y  serían  él  y  su  gente  bien  castigados,  haciéndoles 
aquel  agravio.  Entonces  respondió  el  capitán  y  los  de- 
más no  conocen  acá  Rey  é  Reina  de  Castilla,  ni  sus 
cartas,  ni  le  habían  miedo,  antes  les  darían  á  saber 
qué  era  Portugal,  cuasi  amenazando.  Lo  cual  oído,  el 
Almirante  hobo  mucho  sentimiento,  y  diz  que  pensó 
si  había  pasado  algún  desconcierto  entre  un  reino  y 
otro  después  de  su  partida,  y  no  se  pudo  sufrir  que  no 
les  respondiese  lo  que  era  razón.  Después  tornóse  diz 
que  á  levantar  aquel  capitán  desde  lejos,  y  dijo  al  Al- 
mirante que  se  fuese  con  la  carabela  al  puerto,  y  que 
todo  lo  que  él  hacia  y  había  hecho  el  Rey  su  Señor  se 
lo  había  enviado  á  mandar;  de  lo  cual  el  Almirante 
tomó  testigos  los  que  en  la  carabela  estaban,  y  tornó 
el  Almirante  á  llamar  al  capitán  y  á  todos  ellos,  y  les 
dio  su  fé,  y  prometió,  como  quien  era,  de  no  descen- 
der ni  salir  de  la  carabela  hasta  qua  llevase  un  ciento 
de  portugueses  á  Castilla,  y  despoblar  toda  aquella 
isla.  Y  así,  se  volvió  á  surgir  en  el  puerto  donde  estaba 
primero,  porquel  tiempo  y  viento  era  muy  malo  para 
hacer  otra  cosa. 


176  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 


Miércoles  20  de  Hebrero 

Mandó  aderezar  el  navio  y  hinchir  las  pipas  de  agua 
de  ia  mar  por  lastre,  por  questaba  en  muy  mal  puerto, 
y  temió  que  se  le  cortasen  las  amarras,  y  así  fue;  por 
ío  cual  dio  lávela  hacia  la  Isla  de  San  Miguel,  aunque 
en  ning-una  de  las  de  los  Azores  hay  buen  puerto  para 
el  tiempo  que  entonces  hacia,  y  no  tenia  otro  remedio 
sino  huir  a  la  mar. 


Jueves  21  de  Hebrero 

Partió  ayer  de  aquella  Isla  de  Santa  María  para  la 
de  San  Miguel,  para  ver  si  hallaba  puerto  para  poder 
sufrir  tan  mal  tiempo  como  hacia,  con  mucho  viento  y 
mucha  mar,  y  anduvo  hasta  la  noche  sin  poder  ver  tie- 
rra una  ni  otra,  por  la  gran  cerrazón  y  oscurana  (1)  quel 
viento  y  la  mar  causaban.  El  Almirante  dice  que  esta- 
ba con  poco  placer  porque  no  tenia  sino  tres  marine- 
ros solos  que  supiesen  de  la  mar,  porque  ios  que  mas 
alli  estaban  no  sabían  de  la  mar  nada.  Estuvo  a  la  cor- 
da toda  esta  noche,  con  muy  mucha  tormenta  y  grande 
peligro  y  trabajo;  y  en  lo  que  nuestro  Señor  le  hizo 
merced  fue  que  la  mar  ó  las  ondas  della  venían  de 
sola  una  parte,  porque  si  cruzaran  como  las  pasadas 
muy  mayor  mal  padeciera.  Después  del  sol  salido,  visto 
que  no  vía  la  Isla  de  San  Miguel,  acordó  tornarse  á  la 
Santa  María,  por  ver  si  podía  cobrar  su  gente  y  la 
barca  y  las  amarras  y  anclas  que  allá  dejaba. 

Dice  que  estaba  maravillado  de  tan  mal  tiempo 
como  había  en  aquellas  islas  y  partes,  porque  en  las 
Indias  navegó  todo  aquel  invierno  sin  surgir,  é  habia 


(1)     Por  oscuridad. 


VIAJES  DE  COLÓN  177 

siempre  buenos  tiempos,  y  que  una  sola  hora  no  vido 
la  mar  que  no  se  pudiese  bien  navegar,  y  en  aquellas 
islas  había  padecido  tan  grave  tormenta,  y  lo  mismo  le 
acaeció  á  la  ida  hasta  las  Islas  de  Canaria;  pero  pasada 
dellas  sismpre  halló  los  aires  y  la  mar  con  gran  tem- 
planza. Concluyendo,  dice  el  Almirante  que  bien  di- 
jeron los  sacros  teólogos  y  los  sabios  filósofos,  quel 
Paraíso  terrenal  está  en  el  fin  de  Oriente,  porque  es 
lugar  temperadísímo.  Así,  que  aquellas  tierras  que 
agora  él  había  descubierto,  es  (dice  él)  el  fin  del 
Oriente. 


Viernes  22  de  Hebrero 

Ayer  surgió  en  la  Isla  de  Santa  María,  en  el  lugar  ó 
puerto  donde  primero  había  surgido,  y  luego  vino  un 
hombre  á  capear  desde  unas  peñas  que  allí  estaban 
fronteras,  diciendo  que  no  se  fuesen  de  allí.  Luego 
vino  la  barca  con  cinco  marineros  y  dos  clérigos  y  un 
escribano;  pidieron  seguro,  y  dado  por  el  Almirante, 
subieron  á  la  carabela,  y  porque  era  noche  durmieron 
allí,  y  el  Almirante  les  hizo  la  honra  que  pudo.  A  la 
mañana  le  requirieron  que  les  mostrase  poder  de  los 
Reyes  de  Castilla,  para  que  á  ellos  les  constase  cómo 
con  poder  dellos  había  hecho  aquel  viage.  Sintió  el 
Almirante  que  aquello  hacían  por  mostrar  color  que 
no  habían  en  lo  hecho  errado,  sino  que  tuvieron  ra- 
zón, porque  no  habían  podido  haber  la  persona  del 
Almirante,  la  cual  debieran  de  pretender  coger  á  las 
manos,  pues  vinieron  con  la  barca  armada,  sino  que 
no  vieron  quel  juego  les  saliera  á  bien,  y  con  temor  de 
lo  quel  Almirante  había  dicho  y  amenazado,  lo  cual 
tenia  propósito  de  hacer,  y  creyó  que  saliera  con  ello. 
Finalmente,  por  haber  la  gente  que  le  tenían  hobo  de 
mostralles  la  carta  general  de  ios  Reyes  para  todos  los 
Príncipes  y  Señores  de  encomienda,  y  otras  provisío- 

riAJBg  DE  COLÓN  12 


178  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

nes,  y  dióles  de  lo  que  tenia,  y  fuéronse  á  tierra  con- 
tentos, y  lueg^o  dejaron  toda  la  g^ente  con  la  barca,  de 
los  cuales  supo  que  si  tomaran  al  Almirante  nunca  lo 
dejaran  libre,  porque  dijo  el  capitán  quel  Rey  su  Señor 
se  lo  habia  asi  mandado. 


Sábado  23  de  Hebrero 

Ayer  comenzó  á  querer  abonanzar  el  tiempo;  le- 
vantó las  anclas  y  fue  a  rodear  la  isla  para  buscar  al- 
gún buen  surg-idero  para  tomar  leña  y  piedra  para  las- 
tre, y  no  pudo  tomar  surgidero  hasta  horas  de  com- 
pletas. 

Domingo  24  de  Hebrero 

Surgió  ayer  en  la  tarde  para  tomar  leña  y  piedra,  y 
porque  la  mar  era  muy  alta  no  pudo  la  barca  llegar  en 
tierra,  y  al  rendir  de  la  primera  guardia  de  noche  co- 
menzó á  ventar  Oueste  y  Sudueste;  mandó  levantar  las 
velas  por  el  gran  peligro  aue  en  aquellas  islas  hay  en 
esperar  el  viento  Sur  sobre  el  ancla,  y  en  ventando 
Sudueste,  luego  vienta  Sur.  Y  visto  que  era  buen 
tiempo  para  ir  á  Castilla,  dejó  de  tomar  leña  y  piedra, 
y  hizo  que  gobernasen  al  Leste,  y  andaria  hasta  el  sol 
salido,  que  habia  seis  horas  y  media,  7  millas  por  hora, 
que  son  45  millas  y  media.  Después  del  sol  salido 
hasta  ponerse  anduvo  6  millas  por  hora,  que  en  once 
horas  fueron  66  millas,  y  45  y  media  de  la  noche,  fue- 
ron 111  y  media,  y  por  consiguiente,  28  leguas. 

Lunes  25  de  Hebrero 

Ayer  después  del  sol  puesto  navegó  al  Leste  su  ca- 
mino, 5  millas  por  hora:  en  trece  horas  de  esta  noche 


VIAJES    DE    COLÓN  179 

andaría  65  millas,  que  son  16  leguas  y  cuarta.  Después 
del  sol  salido  hasta  ponerse  anduvo  otras  17  leg^uas  y 
media,  con  la  mar  llana,  gracias  á  Dios.  Vino  á  !a  cara- 
bela un  ave  muy  grande  que  parecía  águila. 


Martes  26  de  Hebr^ro 

Ayer  después  del  sol  puesto  navegó  á  su  camino  al 
Leste,  la  mar  llana,  á  Dios  gracias;  lo  mas  de  la  noche 
•andaría  8  millas  por  hora:  anduvo  100  millas,  que  son 
25  leguas.  Después  del  sol  salido,  con  poco  viento, 
tuvo  aguaceros;  anduvo  obra  de  8  leguas  al  Lesnord- 
este. 

Miércoles  27  de  Hebrero 

Esta  noche  y  dia  anduvo  fuera  de  camino  por  los 
vientos  contrarios  y  grandes  olas  y  mar,  y  hallábase 
125  leguas  del  Cabo  de  San  Vicente,  y  80  de  la  isla 
de  la  Madera,  y  106  de  la  de  Santa  María.  Estaba  muy 
penado  con  tanta  tormenta,  agora  questaba  á  la  puerta 
de  casa. 

Jueves  28  de  Hebrero 

Anduvo  de  la  mesma  manera  esta  noche  con  diver- 
sos vientos  al  Sur  y  al  Sueste,  y  á  una  parte  y  á  otra,  y 
al  Nordeste,  y  al  Lesnordeste,  y  desta  manera  todo 
este  día. 

Viernes  /.°  de  Marzo 

Anduvo  esta  noche  al  Leste  cuarta  al  Nordeste 
12  leguas;  de  día  corrió  al  Leste  cuarta  del  Nordeste 
23  leguas  y  medía. 


180  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 


Sábado  2  de  Marzo 

Anduvo  esta  noche  á  su  camino  al  Leste  cuarta  del 
Nordeste  28  leguas,  y  el  dia  corrió  20  leguas. 

Domingo  3  de  Marzo 

Después  del  sol  puesto  navegó  á  su  camino  al  Leste. 
Vínole  una  turbiada  (1)  que  le  rompió  todas  las  velas, 
y  vídose  en  gran  peligro,  mas  Dios  los  quiso  librar. 
Echó  suertes  para  enviar  un  peregrino  diz  que  á  Santa 
María  de  la  Cinta,  en  Huelva,  que  fuese  en  camisa,  y 
cayó  la  suerte  al  Almirante.  Hicieron  todos  también 
voto  de  ayunar  el  primer  Sábado  que  llegasen,  á  pan  y 
agua.  Andaría  60  millas  antes  que  se  le  rompiesen  las 
velas;  después  anduvieron  á  árbol  seco  por  la  gran 
tempestad  del  viento  y  la  mar,  que  de  dos  partes  los 
comía.  Vieron  señales  de  estar  cerca  de  tierra;  hallá- 
banse todo  cerca  de  Lisboa. 


Lunes  4  de  Marzo 

Anoche  padecieron  terrible  tormenta,  que  se  pensa- 
ron perder  de  las  mares  de  dos  partes  que  venían,  y 
los  vientos  que  parecía  que  levantaban  la  carabela  en 
los  aires,  y  agua  del  cielo,  y  relámpagos  de  muchas 
partes;  plugo  á  nuestro  Señor  de  lo  sostener,  y  anduvo 
así  hasta  la  primera  guardia,  que  nuestro  Señor  le  mos- 
tró tierra,  viéndola  los  marineros;  y  entonces,  por  no 
llegar  á  ella  hasta  conoscella,  por  ver  si  hallaba  algún 
puerto  ó  lugar  donde  se  salvar,  dio  el  papahígo,  por 


(1)     Por  turbonada. 


VIAJES    DE    COLÓN  181 

no  tener  otro  remedio  y  andar  algo,  aun(^ue  con  gran 
peligro,  haciéndose  á  la  mar,  y  así  los  guardó  Dios 
hasta  el  día,  que  diz  que  fue  con  infinito  trabajo  y  es- 
panto. Venido  el  dia,  conosció  la  tierra,  que  era  la 
Roca  de  Cintra,  ques  junto  con  el  rio  de  Lisboa, 
adonde  determinó  entrar  porque  no  podia  hacer  otra 
cosa:  tan  terrible  era  la  tormenta  que  hacia  en  la  villa 
de  Cascaes,  que  es  á  la  entrada  del  rio.  Los  del  pue- 
blo diz  que  estuvieron  toda  aquella  mañana  haciendo 
plegarias  por  ellos,  y  después  questuvo  dentro  venia 
ia  gente  a  verlos,  por  maravilla  de  cómo  habian  esca- 
pado, y  así,  á  hora  de  tercia  vino  á  pasar  á  Rastelo, 
dentro  del  rio  de  Lisboa,  donde  supo  de  la  gente  de 
la  mar  que  jamás  hizo  invierno  de  tantas  tormentas,  y 
que  se  habian  perdido  25  naos  en  Flandes,  y  otras  es- 
taban alii  que  había  cuatro  meses  que  no  habian  po- 
dido salir.  Luego  escribió  el  Almirante  al  Rey  de  Por- 
tugal, questaba  9  leguas  de  allí,  de  cómo  los  Reyes  de 
Castilla  le  habian  mandado  que  no  dejase  de  entrar  en 
los  puertos  de  su  Alteza  á  pedir  lo  que  hobiese  me- 
nester, por  sus  dineros,  y  quel  Rey  le  mandase  dar 
lugar  para  ir  con  la  carabela  á  la  ciudad  de  Lisboa, 
porque  algunos  ruines,  pensando  que  traía  mucho  oro, 
estando  en  puerto  despoblado,  se  pusiesen  á  cometer 
alguna  ruindad,  y  también  porque  supiese  que  no  ve- 
nia de  Guinea,  sino  de  las  Indias. 

Martes  5  de  Marzo 

Hoy,  después  que  el  patrón  de  ia  nao  grande  del 
Rey  de  Portugal,  la  cual  estaba  también  surta  en  Ras- 
telo,  y  la  mas  bien  artillada  de  artillería  y  armas  que 
diz  que  nunca  nao  se  vido,  vino  el  patrón  della,  que 
se  llamaba  Bartolomé  Díaz,  de  Lisboa,  con  el  batel  ar- 
mado, á  la  carabela,  y  dijo  al  Almirante  que  entrase  en 
el  batel  para  ir  á  dar  cuenta  á  los  hacedores  del  Rey  é 


182  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

al  Capitán  de  la  dicha  nao.  Respondió  el  Almirante 
quel  era  Almirante  de  los  Reyes  de  Castilla  y  que  no 
daba  él  tales  cuentas  á  tales  personas,  ni  saldria  de  las 
naos  ni  navios  donde  estuviese,  si  no  fuese  por  fuerza 
de  no  poder  sufrir  las  armas.  Respondió  el  patrón  que 
enviase  al  Maestre  de  la  carabela;  dijo  el  Almirante 
que  ni  al  Maestre  ni  á  otra  persona  si  no  fuese  por 
fuerza,  porque  en  tanto  tenia  el  dar  persona  que  fuese 
como  ir  él,  y  questa  era  la  costumbre  de  los  Almiran- 
tes de  los  Reyes  de  Castilla,  de  antes  morir  que  se  dar 
ni  dar  gente  suya.  El  patrón  se  moderó  y  dijo  que, 
pues  estaba  en  aquella  determinación,  que  fuese  como 
él  quisiese;  pero  que  le  rogaba  que  le  mandase  mos- 
trar las  cartas  de  los  Reyes  de  Castilla,  si  las  tenia.  Al 
Almirante  plugo  de  mostrárselas,  y  luego  se  volvió  á 
la  nao,  é  hizo  relación  al  Capitán,  que  se  llamaba  Al- 
varo Dama,  el  cual,  con  mucha  orden,  con  atabales  y 
trompetas  y  añafiles,  haciendo  gran  fiesta,  vino  á  la  ca- 
rabela, y  habió  con  el  Almirante,  y  le  ofreció  de  hacer 
todo  lo  que  le  mandase. 

Miércoles  6  de  Marzo 

Sabido  cómo  el  Almirante  venia  de  las  Indias,  hoy 
vino  tanta  gente  á  verlo  y  á  ver  los  indios,  de  la  ciudad 
de  Lisboa,  que  era  cosa  de  admiración,  y  las  maravi- 
llas que  todos  hacian,  dando  gracias  á  nuestro  Señor 
y  diciendo  que  por  la  gran  fe  que  los  Reyes  de  Cas- 
tilla tenian  y  deseo  de  servir  á  Dios,  que  su  alta  Ma- 
gestad  los  daba  todo  esto. 

Jueves  7  de  Marzo 

Hoy  vino  infinitísima  gente  á  la  carabela  y  muchos 
caballeros,  y  entre  ellos  los  hacedores  del  Rey,  y  to- 


VIAJES    DE    COLÓN  183 

dos  daban  infinitísimas  gracias  á  nuestro  Señor  por 
tanto  bien  y  acrecentamiento  de  la  cristiandad  que 
nuestro  Señor  habia  dado  á  los  Reyes  de  Castilla,  el 
cual  diz  que  apropiaban  porque  sus  Altezas  se  traba- 
jaban y  ejercitaban  en  el  acrecentamiento  de  la  Reli- 
gión de  Cristo. 

Viernes  8  de  Marzo 

Hoy  rescibió  el  Almirante  una  carta  del  Rey  de 
Portugal  con  D.  Martin  de  Noroña,  por  la  cual  le  ro- 
gaba que  se  llegase  adonde  él  estaba,  pues  el  tiempo 
no  era  para  partir  con  la  carabela,  y  así  lo  hizo  por 
quitar  sospecha,  puesto  que  no  quisiera  ir,  y  fué  á 
dormir  á  Sacanben;  mandó  el  Rey  á  sus  hacedores 
que  todo  lo  que  hobiese  el  Almirante  menester  y  su 
gente  y  la  carabela  se  lo  diese  sin  dineros,  y  se  hiciese 
todo  como  el  Almirante  quisiese. 

Sábado  9  de  Marzo 

Hoy  partió  de  Sacanben  para  ir  adonde  el  Rey  es- 
taba, que  era  el  valle  del  Paraíso,  9  leguas  de  Lisboa; 
porque  llovió  no  pudo  llegar  hasta  la  noche.  El  Rey  le 
mandó  rescebir  á  los  principales  de  su  casa  muy  hon- 
radamente, y  el  Rey  también  le  rescibió  con  mucha 
honra,  y  le  hizo  mucho  favor,  y  mandó  sentar  y  habló 
muy  bien,  ofreciéndole  que  mandaría  hacer  todo  lo 
que  á  los  Reyes  de  Castilla  y  á  su  servicio  compílese 
complidamente,  y  mas  que  por  cosa  suya;  y  mostró  ha- 
ber mucho  placer  del  viage  haber  habido  buen  tér- 
mino y  se  haber  hecho;  mas  que  entendía  que  en  la 
capitulación  que  habia  entre  los  Reyes  y  él  que  aque- 
lla conquista  le  pertenecía,  á  lo  cual  respondió  el  Al- 
mirante que  no  había  visto  la  capitulación  ni  sabia  otra 


184  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

cosa  sino  que  los  Reyes  le  habían  mandado  que  no 
fuese  á  la  mina  ni  en  toda  Guinea,  y  que  asi  se  habia 
mandado  á  pregfonar  en  todos  los  puertos  del  Anda- 
lucía antes  que  para  el  viage  partiese.  El  Rey  gracio- 
samente respondió  que  tenia  él  por  cierto  que  no  ha- 
bría en  esto  menester  terceros.  Dióle  por  huésped  al 
Prior  del  Ciato,  que  era  la  mas  principal  persona  que 
allí  estaba,  del  cual  el  Almirante  rescibió  muy  muchas 
honras  y  favores. 

Domingo  10  de  Marzo 

Hoy,  después  de  misa,  le  tornó  á  decir  el  Rey  si  ha- 
bía menester  algo,  que  luego  se  le  daria,  y  departió 
mucho  con  el  Almirante  sobre  su  viage,  y  siempre  le 
mandaba  estar  sentado  y  hacer  mucha  honra. 

Lunes  11  de  Marzo 

Hoy  se  despidió  del  Rey,  é  le  dijo  algunas  cosas 
que  clígesen  de  su  parte  á  los  Reyes,  mostrándole 
siempre  mucho  amor.  Partióse  después  de  comer,  y 
envió  con  él  á  D.  Martín  de  Noroña,  y  todos  aquellos 
caballeros  le  vinieron  á  acompañar  y  hacer  honra 
buen  rato.  Después  vino  á  un  monasterio  de  San  An- 
tonio, ques  sobre  un  lugar  que  se  llama  Villafranca, 
donde  estaba  la  Reina,  y  fueie  á  hacer  reverencia  y 
besarle  las  manos,  porque  le  habia  enviado  á  decir 
que  no  se  fuese  hasta  que  la  viese,  con  la  cual  estaba 
el  duque  y  el  marqués,  donde  rescibió  el  Almirante 
mucha  honra.  Partióse  della  el  Almirante  de  noche,  y 
fué  á  dormir  á  Llandra. 

Martes  12  de  Marzo 

Hoy,  estando  para  partir  de  Llandra  para  la  cara- 
bela, llegó  un  escudero  del  Rey,  que  le  ofreció  de  su 


VIAJES   DE   COLÓN  185 

parte  que  si  quisiese  ir  á  Castilla  por  tierra,  que  aquel 
fuese  con  él  para  lo  aposentar  y  mandar  dar  bestias  y 
todo  lo  que  hobiese  menester.  Cuando  el  Almirante 
dél  se  partió,  lo  mandó  dar  una  muía  y  otra  á  su  pi- 
loto, que  llevaba  consigno,  y  diz  que  al  piloto  mandó 
hacer  merced  de  20  espadines,  según  supo  el  Almi- 
rante: todo  diz  que  se  decia  que  lo  hacia  porque  los 
Reyes  lo  supiesen.  Llegó  á  la  carabela  en  la  noche. 


Miércoles  13  de  Marzo 

Hoy,  á  las  ocho  horas,  con  la  marea  de  ingente  (1) 
y  el  viento  Nornorueste,  levantó  las  anclas  y  dio  la 
vela  para  ir  á  Sevilla. 

Jueves  14  de  Marzo 

Ayer  después  del  sol  puesto  siguió  su  camino  al 
Sur,  y  antes  del  sol  salido  se  halló  sobre  el  Cabo  de 
San  Vicente,  ques  en  Portugal.  Después  navegó  al 
Leste  para  ir  á  Saltes,  y  anduvo  todo  el  dia  con  poco 
viento  hasta  agora,  questá  sobre  Furon. 

Viernes  15  de  Marzo 

Ayer  después  del  sol  puesto  navegó  á  su  camino 
hasta  el  dia,  con  poco  viento,  y  al  salir  del  sol  se  halló 
sobre  Saltes,  y  á  hora  de  medio  día,  con  la  marea  de 
montante  (2),  entró  por  la  barra  de  Saltes  hasta  dentro 
del  puerto  de  donde  habia  partido  á  3  de  Agosto  del 
año  pasado;  y  así,  dice  él  que  acaba  agora  esta  escrip- 


(1)  Ingente,  adj.  ant.  Lo  que  es  muy  grande.  Acaso  quiso 
decir  Colón  que  la  marea  era  de  mucha  grandeza  ó  cre- 
ciente. 

(2)  Montante,  la  marea  creciente. 


186  M.    FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

tura,  salvo  que  estaba  de  propósito  de  ir  á  Barcelona 
por  la  mar,  en  la  cual  ciudad  le  daban  nuevas  que  sus 
Altezas  estaban,  y  esto  para  les  hacer  relación  de  todo 
su  viag^e,  que  nuestro  Señor  le  habia  dejado  hacer  y 
le  quiso  alumbrar  en  él.  Porque,  ciertamente,  allende 
quel  sabía  y  tenía  firme  y  fuerte  sin  escrúpulo  que  su 
alta  Majestad  hace  todas  las  cosas  buenas,  y  que  todo 
es  bueno  salvo  el  pecado,  y  que  no  se  puede  aba- 
lar (1)  ni  pensar  cosa  que  no  sea  con  su  consenti- 
miento: «esto  deste  viage  conozco  (dice  el  Almirante) 
»que   milagrosamente  lo  ha   mostrado   así,   como   se 

>  puede  comprender  por  esta  escriptura^  por  muchos 

♦  milagros  señalados  que  ha  mostrado  en  el  viage,  y  de 
»mí  que  ha  tanto  tiempo  questoy  en  la  corte  de  vues- 
»tras  Altezas  con  opósito  y  contra  sentencia  de  tan- 
»Las  personas  principales  de  vuestra  casa,  los  cuales 
»todos  eran  contra  mí,  poniendo  este  hecho  que  era 

>  burla.  El  cual  espero  en  nuestro  Señor  que  será  la 

♦  mayor  honra  de  la  cristiandad  que  así  ligeramente 

♦  haya  jamás  aparecido. ♦  Estas  son  finales  palabras  del 
Almirante  D.  Cristóbal  Colon  de  su  primer  viage  á 
las  Indias  y  al  descubrimiento  dellas. 

Es  copia  de  la  que  de  letra  del  Obispo  Fr,  Bartolomé 
de  las  Casas  existe  en  el  archivo  del  excelentísimo  se- 
ñor Duque  del  Infantado,  en  un  tomito  de  á  folio,  fo- 
rrado en  pergamino,  con  76  fojas  útiles,  de  letra 
menuda  y  metida.  Allí  hay  otra  copia  antigua,  algo 
posterior  á  la  de  Casas,  también  en  folio,  con  igual 
forro  y  de  140  fojas.  Ambas  se  han  tenido  presentes 
en  la  prolija  confrontación  que  hemos  hecho  con  las 
nuestras  el  cosmógrafo  mayor  de  Indias,  Don  Juan 
Bautista  Muñoz,  y  yo,  en  Madrid  á  27  de  Febrero  de 
/75^/.=Martín  Fernández  de  Navarrete. 


(1)     Abalar  parece  ha  de  ser  avallar,  que  en  lo  antiguo 
«ra  lo  mismo  que  valuar. 


CARTA   DEL   ALMIRANTE 
CRISTÓBAL  COLON 

ESCRITA  AL  ESCRIBANO  DE  RACIÓN  DE  LOS  SEÑORES 
REYES  CATÓLICOS  (I) 


^^EÑOR:  Porque  sé  que  habréis  placer  de  la  grande 
*^^  Vitoria  que  nuestro  Señor  me  ha  dado  en  mi 
viage  vos  escribo  esta,  por  la  cual  sabréis  cómo  en 
veinte  (2)  dias  pasé  las  Indias  con  la  armada  que  los 
ilustrísimos  Rey  y  Reina,  nuestros  Señores,  me  dieron, 
donde  yo  fallé  muy  muchas  islas  pobladas  con  gente 
sin  número,  y  dellas  todas  he  tomado  posesión  por 
sus  Altezas  con  pregón  y  bandera  Real  extendida,  y 


(1)  Esta  carta  la  dirigió  Colon  a  Luis  de  Santangel,  es- 
cribano de  ración  de  los  Reyes  Católicos.  Este  oficio  era  de 
la  Casa  Real  de  Aragón,  y  equivalia  al  de  contador  mayor 
de  la  Corona  de  Castilla,  que  obtenía  entonces  Alonso  de 
Quintaniila.  Así,  que  dos  contadores  mayores,  que  pueden 
considerarse  como  dos  ministros  de  hacienda,  uno  por 
Castilla  y  otro  por  Aragón,  intervinieron  en  la  empresa  del 
Almirante.  El  mismo  Santangel  parece  que  fué  tesorero  de 
la  casa  y  corte  del  Rey  en  Cataluña  el  año  1470,  y  tesorero 
de  la  hermandad  de  Castilla  en  unión  con  Francisco  Pinelo, 
jurado  de  Sevilla,  que  también  tuvo  parte  en  los  primeros 
negocios  de  Indias. 

(2)  En  el  original  está  en  números  romanos  muy  confu- 
sos, y  debe  decir  setenta  y  un  dias,  como  se  demuestra  en 
una  nota  al  fin  de  esta  carta. 


188  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

no  me  fue  contradicho.  A  la  primera  que  yo  fallé  puse 
nombre  San  Salvador,  á  conmemoración  de  su  Alta 
Mag-estad,  el  cual  maravillosamente  todo  esto  ha  dado; 
los  indios  la  llaman  Guanahani.  A  la  segfunda  puse 
nombre  la  isla  de  Santa  María  de  Concepción;  á  la 
tercera,  Fernandina;  á  la  cuarta,  la  Isabela;  á  la  quinta, 
isla/uana,  é  así  á  cada  una  nombre  nuevo.  Cuando  yo 
llegfué  á  \a  Juana  (1)  seguí  la  costa  dalla  á  poniente,  y 
la  fallé  tan  grande  que  pensé  que  sería  tierra  firme  de 
la  provincia  de  Catayo;  y  como  no  fallé  así  villas  y  lu- 
gares en  la  costa  de  la  mar,  salvo  pequeñas  poblacio- 
nes, con  la  gente  de  las  cuales  non  podía  haber  fa- 
blas,  porque  luego  fuian  todos,  andaba  yo  adelante 
por  el  dicho  camino,  pensando  de  non  errar  grandes 
ciudades  é  villas;  y  a!  cabo  de  muchas  leguas,  visto 
que  non  habia  innovación  y  que  la  costa  me  levaba  al 
setentrion,  de  adonde  mi  voluntad  era  contraria,  por- 
que el  invierno  era  ya  encarnado,  yo  tenia  propósito 
de  hacer  del  al  austro,  y  también  el  viento  medio  ade- 
lante, determiné  de  no  aguardar  otro  tiempo,  y  volví 
atrás  fasta  un  señalado  puerto,  de  adonde  envié  dos 
hombres  por  la  tierra  para  saber  si  habia  Rey  ó  gran- 
des ciudades.  Andovieron  tres  jornadas,  y  hallaron  in- 
finitas poblaciones  pequeñas  y  gentes  sin  número,  mas 
non  cosa  de  regimiento,  por  lo  cual  se  volvieron.  Yo 
entendía  harto  de  otros  indios  que  ya  tenia  tomados, 
cómo  continuamente  esta  tierra  era  isla,  é  así  seguí  la 
costa  della  al  oriente  ciento  y  siete  leguas,  fasta  donde 


(1)  La  identificación  de  las  islas  que  aquí  nombra  Colón 
con  los  nombres  actuales,  es  la  siguiente: 

Guanahani  (que  Colón  llamó  San  Salvador)  es  la  Isla 
Watling. 

Santa  María  de  la  Concepción  es  La  Concepción. 

Fernandina  es  la  Exuma  grande. 

Saometo  o  Isabela  es  Isla  larga. 

Juana  es  Cuba  (o  Colba). — Nota  D. 


VIAJES   DE  COLÓN  189 

facía  fin;  del  cual  cabo  habia  otra  isla  al  oriente,  dis- 
tante deste  diez  é  ocho  leg^uas,  á  la  cual  puse  luego 
nombre  la  Española;y{u\  allí,y  segui  la  parte  delseten- 
trion,  así  como  de  layija/2a,al  oriente  ciento  é  setenta  y 
ocho  grandes  leguas  por  vía  recta  del  oriente,  así  como 
de  la  Juana,  la  cual  y  todas  las  otras  son  fortísimas  en 
demasiado  grado,  y  ésta  en  extremo;  en  ella  hay  mu- 
chos puertos  en  la  costa  de  la  mar  sin  comparación  de 
otros  que  yo  sepa  en  cristianos,  y  fartos  ríos  y  buenos  y 
grandes  ques  maravilla;  las  tierras  dellas  son  altas,  y  en 
ellas  muy  muchas  sierras  y  montañas  altísimas,  sin  com- 
paración de  la  isla  de  Ceirefrey,  todas  fermosísimas,  de 
mil  fechuras,  y  todas  andables  y  llenas  de  árboles  de 
mil  maneras,  y  altas,  y  parescen  que  llegan  al  cielo;  y 
tengo  por  dicho  que  jamás  pierden  la  foja,  según  lo 
que  puedo  comprender,  que  los  vi  tan  verdes  y  tan 
fermosos  como  son  por  Mayo  en  España.  Dellos  están 
floridos,  dellos  con  fruto,  y  dellos  en  otro  termino,  se- 
gún es  su  calidad;  y  cantaba  el  ruiseñor  y  otros  pájaros, 
de  mil  maneras,  en  el  mes  de  Noviembre  por  allí  donde 
yo  andaba.  Hay  palmas  de  seis  ó  de  ocho  maneras, 
ques  admiración  verlas  por  la  diformidad  fermosa  de- 
llas, mas  así  como  los  otros  árboles  é  frutos  é  yerbas; 
en  ella  hay  pinares  á  maravilla,  é  hay  campiñas  grandí- 
simas, é  hay  miel,  é  de  muchas  maneras  de  aves  y  fru- 
tas muy  diversas.  En  las  tierras  hay  muchas  minas  de 
metales  é  hay  gente  inestimabile  número.  La  Española 
es  maravilla:  las  sierras  y  las  montañas  y  las  vegas  y  las 
campiñas  y  las  tierras,  tan  fermosas  y  gruesas  para  plan- 
tar y  sembrar,  para  criar  ganados  de  todas  suertes,  para 
edificios  de  villas  y  lugares.  Los  puertos  de  la  mar, 
aquí  non  habría  creencia  sin  vista,  y  de  los  ríos,  mu- 
chos y  grandes  y  buenas  aguas;  los  más  de  los  cuales 
traen  oro.  En  los  árboles  y  frutos  y  yerbas  hay  grandes 
diferencias  de  aquellas  de  Xa  Juana;  en  esta  hay  mu- 
chas especies,  y  grandes  minas  de  oro  y  de  otros  me- 
tales. La  gente  desta  isla  y  de  todas  las  otras»  que  he 


190  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

fallado  y  he  habido  noticia  andan  todos  desnudos, 
hombres  y  mugeres,  así  como  sus  madres  los  paren, 
aunque  algunas  mugeres  se  cobijan  un  solo  lugar  con 
una  foja  de  yerba  ó  una  cosa  de  algodón  que  para  ello 
hacen  ellos.  Non  tienen  fierro  ni  acero,  armas,  ni  son 
para  ello:  non  porque  non  sea  gente  bien  dispuesta  y 
de  fermosa  estatura,  salvo  que  son  muy  temerosos  á 
maravilla.  Non  tienen  otras  armas  salvo  las  armas  de 
las  cañas  cuando  están  con  la  simiente,  á  la  cual  po- 
nen al  cabo  un  palillo  agudo,  y  no  osan  usar  de  aqué- 
llas: que  muchas  veces  me  acaeció  enviar  á  tierra  dos 
ó  tres  hombres  á  alguna  villa  para  haber  fabla,  y  salir 
á  ellos  dellos  sin  número,  y  después  que  los  veian  lle- 
gar fuian  á  non  aguardar  padre  á  hijo;  y  esto  no  porque 
á  ninguno  se  haya  fecho  mal,  antes  á  todo  cabo  adonde 
yo  haya  estado  y  podido  haber  fabla  les  he  dado  de 
todo  lo  que  tenia,  asi  paño  como  otras  cosas  muchas, 
sin  recibir  por  ello  cosa  alguna;  mas  son  así  temerosos 
sin  remedio.  Verdad  es  que  después  que  se  aseguran 
y  pierden  este  miedo  ellos  son  tanto  sin  engaño  y  tan 
liberales  de  lo  que  tienen,  que  no  lo  creerán  sino  el 
que  lo  viese.  Ellos,  de  cosa  que  tengan,  pidiéndosela 
jamás  dicen  de  nó;  antes  convidan  á  la  persona  con 
ello,  y  muestran  tanto  amor,  que  darían  los  corazones, 
y  quier  sea  cosa  de  valor,  quier  sea  de  poco  precio, 
luego,  por  cualquiera  cosa,  de  cualquier  manera  que 
sea  que  se  les  dé,  por  ello  son  contentos.  Yo  defendí 
que  non  se  les  diesen  cosas  tan  ceviles  como  pedazos 
de  escudillas  rotas  é  pedazos  de  vidrio  roto  y  cabos 
de  agujetas,  aunque  cuando  ellos  esto  podían  llegar 
les  páresela  haber  la  mejor  joya  del  mundo:  que  se 
acertó  haber  un  marinero  por  una  agujeta  de  oro  peso 
de  dos  castellanos  y  medio,  y  otros  de  otras  cosas, 
que  muy  menos  valían,  mucho  más.  Ya  por  blancas 
nuevas  daban  por  ellas  todo  cuanto  tenían,  aunque 
fuesen  dos  ni  tres  castellanos  de  oro,  ó  una  ó  dos  de 
algodón  filado.  Fasta  los  pedazos  de  los  arcos  rotos  de 


VIAJES    DE    COLÓN  191 

las  pipas  tomaban,  y  daban  lo  que  tedian  como  bestias^ 
así,  que  me  pareció  mal  é  yo  lo  defendí.  Y  daba  yo 
graciosas  mil  cosas  buenas  que  yo  llevaba  por  que  to- 
men amor;  y  allende  desto  se  farán  cristianos,  que  se 
inclinan  al  amor  y  servicio  de  sus  Altezas  y  de  toda  la 
nación  castellana,  é  procuran  de  ayudar  é  nos  dar  de 
las  cosas  que  tienen  en  abundancia  que  nos  son  nece- 
sarias. Y  non  conocían  ninguna  seta  ni  idolatría,  salvo 
que  todos  creen  que  las  fuerzas  y  el  bien  es  en  el 
cielo;  y  creían  muy  firme  que  yo  con  estos  navios  y 
gente  venia  de!  cielo,  y  en  tal  acatamiento  me  reciben 
en  todo  cabo  después  de  haber  perdido  el  miedo.  Y 
esto  non  procede  porque  sean  ignorantes,  salvo  de 
muy  sotil  ingenio,  é  hombres  que  navegan  todas  aque- 
llas mares,  que  es  maravilla  la  buena  cuenta  quellos 
dan  de  todo,  salvo  porque  nunca  vieron  gente  vestida 
ni  semejantes  navios.  Y  luego  que  llegué  á  las  Indias, 
en  la  primera  isla  que  fallé  tomé  por  fuerza  algunos 
dellos  para  que  deprendiesen  y  me  diesen  noticia  de 
lo  que  había  en  aquellas  partes,  é  así  fué:  que  luego 
entendieron  y  nos  á  ellos,  cuándo  por  lenguas  ó  señas, 
y  estos  han  aprovechado  mucho;  hoy  en  día  los  traigo 
que  siempre  están  de  propósito  que  vengo  del  cielo, 
por  mucha  conversación  que  hayan  habido  conmigo. 
Y  estos  eran  los  primeros  á  pronunciarlo  adonde  yo 
llegaba,  y  los  otros  andaban  corriendo  de  casa  en  casa, 
y  á  las  villas  cercanas,  con  voces  altas:  «Venie  á  ver  la 
gente  del  cielo.»  E  así,  todos,  hombres  como  mugeres, 
después  de  haber  el  corazón  seguro  de  nos,  veníeron 
que  non  quedaba  grande  ni  pequeño,  que  todos  traían 
algo  de  comer  y  de  beber,  que  daban  con  un  amor 
maravilloso.  Ellos  tienen  en  todas  las  islas  muy  muchas 
canoas,  de  manera  de  fustas  de  remo;  dellas  mayores, 
dellas  menores,  y  algunas  y  muchas  son  mayores  que 
una  fusta  de  diez  y  ocho  bancos;  non  son  tan  anchas, 
porque  son  de  un  solo  madero;  mas  una  fusta  no 
terna  con  ellas  al  remo,  porque  van  que  no  es  cosa  de 


192  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

«creer,  y  con  éstas  navegan  todas  aquellas  islas,  que  son 
innumerables,  y  traen  sus  mercaderías.  Algunas  destas 
canoas  he  visto  sesenta  y  ochenta  hombres  en  ella,  y 
cada  uno  con  su  remo.  En  todas  estas  islas  non  vide 
mucha  diversidad  de  la  fechura  de  la  gente  ni  en  las 
costumbres  ni  en  la  lengua,  salvo  que  todos  se  entien- 
den, que  es  cosa  muy  singular;  para  lo  que  espero  que 
determinarán  sus  Altezas  para  la  conversión  dellas  á 
nuestra  Santa  Fe,  á  la  cual  son  muy  dispuestos.  Ya 
dije  cómo  yo  habia  andado  ciento  siete  leguas  por  la 
costa  de  la  mar,  por  la  derecha  línea  de  Occidente  á 
Oriente,  por  la  Isla /uaná;  según  el  cual  camino  puedo 
decir  que  esta  isla  es  mayor  que  Inglaterra  y  Escocía 
juntas,  porque  allende  destas  ciento  siete  leguas  me 
quedan  de  la  parte  de  Poniente  dos  provincias  que  yo 
no  he  andado,  la  una  de  las  cuales  llaman  Cibau, 
adonde  nace  la  gente  con  cola  (1),  las  cuales  provin- 
cias non  pueden  tener  en  longura  menos  de  cincuenta 
ó  sesenta  leguas,  según  puedo  entender  destos  indios 
que  yo  tengo,  los  cuales  saben  todas  las  islas.  Esta 
otra  Española,  en  cerco  tiene  mas  que  la  España  toda 
desde  Colunia,  por  costa  de  mar,  fasta  Fuenterabia,  en 
Vizcaya,  pues  en  una  cuadra  anduve  ciento  treinta  y 
ocho  grandes  leguas  por  recta  línea  de  Occidente  á 
Oriente,  Esta  es  para  desear,  é  vista  es  para  nunca 
dejar,  en  la  cual,  puesto  que  de  todas  tenga  tomada 
posesión  por  sus  Altezas,  y  todas  sean  mas  abastadas 
de  lo  que  yo  sé  y  puedo  decir,  y  todas  las  tengo  por 
de  sus  Altezas,  cual  de  ellas  pueden  disponer  como  y 
tan  cumplidamente  como  de  los  Reinos  de  Castilla,  en 
esta  Española,  en  lugar  mas  convenible  y  mejor  co- 
marca para  las  minas  de  oro  y  de  todo  trato,  así  de  la 


(1)  Estas  noticias  extravagantes  nacían  tal  vez  de  la  ig- 
norancia de  los  indios,  y  también  de  no  ser  bien  entendidos 
por  el  Almirante  y  por  los  españoles,  que  no  comprendían 
su  lengua  ni  sus  expresiones. 


VIAJES    DE    COLÓN  193 

tierra  firme  de  acá  como  de  aquella  de  allá  del  Gran 
Can,  adonde  habrá  gran  trato  é  ganancia,  he  tomado 
posesión  de  una  villa  grande,  á  la  cual  puse  nombre  la 
Villa  de  Navidad,  y  en  ella  he  fecho  fuerza  y  fortaleza, 
que  ya  á  estas  horas  estará  del  todo  acabada,  y  he  de- 
jado en  ella  gente  que  basta  para  semejante  fecho,  con 
armas  y  artillerías  é  vituallas  para  más  de  un  año,  y 
fusta  y  maestro  de  la  mar  en  todas  artes  para  facer,  y 
grande  amistad  con  el  Rey  de  aquella  tierra,  en  tanto 
grado  que  se  presciaba  de  me  llamar  y  tener  por  her- 
mano; é  aunque  le  mudasen  la  voluntad  á  ofender,  esta 
gente  él  ni  los  suyos  non  saben  que  son  armas,  y  an- 
dan desnudos  como  ya  he  dicho,  é  son  los  mas  teme- 
rosos que  hay  en  el  mundo.  Así,  que  solamente  la 
gente  que  allá  quedó  es  para  destroir  toda  aquella  tie- 
rra, y  es  isla  sin  peligro  de  sus  personas  sabiéndose 
regir.  En  todas  estas  islas  me  paresce  que  todos  los 
hombres  son  contentos  con  una  muger,  y  á  su  mayoral 
ó  Rey  dan  fasta  veinte.  Las  mugeres  me  parece  que 
trabajan  más  que  los  hombres,  ni  he  podido  entender 
si  tienen  bienes  propios,  que  me  pareció  ver  que 
aquello  que  uno  tenia  todos  hacían  parte,  en  especial 
de  las  cosas  comederas.  En  estas  islas,  fasta  aquí  no  he 
hallado  hombres  mostrudos,  como  muchos  pensaban; 
mas  antes  es  toda  gente  de  muy  lindo  acatamiento,  ni 
son  negros  como  en  Guinea,  salvo  con  sus  cabellos 
correndios,  y  no  se  crian  adonde  hay  espeto  (1)  dema- 
siado de  los  rayos  solares:  es  verdad  quel  sol  tiene  allí 
gran  fuerza,  puesto  ques  distante  de  la  línea  equi- 
noccial veinte  é  seis  grados;  en  estas  islas,  adonde  hay 
montañas  grandes,  ahí  tenia  fuerza  el  frío  este  invierno; 
mas  ellos  lo  sufren  por  la  costumbre  é  con  la  ayuda  de 
las  viandas,  como  son  especias  muchas  y  muy  calien- 
tes en  demasía:  ansi,  que  mostruos  non  he  hallado  ni 

(1)     Espeto,  en  lo  antiguo,  era  lo  mismo  que  asador.  Aquí 
lo  usa  el  Almirante  por  calor. 

TIAJES  ÜJS  COLÓN  13 


194  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

noticia,  salvo  de  una  isla  ques  aquí  en  la  segunda  cala, 
entrada  de  las  Indias,  ques  poblada  de  una  gente  que 
tienen  en  todas  las  islas  por  muy  feroces,  los  cuales 
comen  carne  viva.  Estos  tienen  muchas  canoas,  con  las 
cuales  corren  todas  las  islas  de  India  y  roban  y  toman 
cuanto  pueden.  Ellos  non  son  mas  disformes  que  los 
otros,  salvo  que  tienen  costumbre  de  traer  los  cabe- 
llos largos  como  mugeres,  y  usan  arcos  y  flechas  de 
las  mismas  armas  de  cañas,  con  un  palillo  al  cabo,  por 
defecto  de  fierro,  que  non  tienen.  Son  feroces  entre 
estos  otros  pueblos,  que  son  en  demasiado  grado  co- 
bardes; mas  yo  no  los  tengo  en  nada  mas  que  á  los 
otros.  Estos  son  aquellos  que  trocaban  las  mugeres  de 
matrimonio,  ques  la  primera  isla  partiendo  de  España 
para  las  Indias  que  se  falla,  en  la  cual  non  hay  hombre 
ninguno.  Ellas  non  usan  ejercicio  femenil,  salvo  arcos 
y  flechas  como  los  sobredichos  de  cañas,  y  se  arman  y 
cobijan  con  láminas  de  alambre,  de  que  tienen  mucho. 
Otra  isla  me  aseguran  mayor  que  la  Española  en  que 
las  personas  non  ticBen  ningún  cabello.  En  esta  hay 
oro  sin  cuento,  y  destas  y  de  otras  traigo  conmigo  in- 
dios para  testimonio.  En  conclusión,  á  fablar  desto  so- 
lamente que  se  ha  fecho,  este  viage,  que  fue  así  de 
corrida,  pueden  ver  sus  Altezas  que  yo  les  daré  oro 
cuanto  hobieren  menester  con  muy  poquita  ayuda  que 
sus  Altezas  me  darán:  agora  especería  y  algodón 
cuanto  sus  Altezas  mandaren,  y  almásiga  cuanta  man- 
daren cargar,  é  de  la  cual  fasta  hoy  no  se  ha  fallado 
salvo  en  Grecia  y  en  la  isla  de  Xio,  y  el  Señorío  la 
vende  como  quiere,  y  lignaloe  cuanto  mandaren  car- 
gar, y  esclavos  cuantos  mandaren  cargar,  é  serán  de 
los  idólatras;  y  creo  haber  fallado  ruibarbo  y  canela,  y 
otras  mil  cosas  de  sustancia  fallaré  que  habrán  fallado 
la  gente  que  yo  allá  dejo,  porque  yo  no  me  he  dete- 
nido ningún  cabo  en  cuanto  el  viento  me  haya  dado 
lugar  de  navegar;  solamente  en  la  Villa  de  Navidad, 
en  cuanto  dejé  asegurado  é  bien  asentado.  E,  á  la  ver- 


VIAJES  DE  COLÓN  195 

dad,  mucho  mas  fíciera  si  los  navios  me  sirvieran  como 
razón  demandaba.  Esto  es  cierto,  y  eterno  Dios  nues- 
tro Señor,  el  cual  dá  á  todos  aquellos  que  andan  su 
camino  victorias  de  cosas  que  parecen  imposibles,  y 
esta  señaladamente  fue  la  una,  porque  aunque  destas 
tierras  hayan  fablado  otros,  todo  va  por  conjetura,  sin 
alegar  de  vista;  salvo  comprendiendo  tanto  que  los 
oyentes,  los  mas,  escuchaban  y  juzgaban  mas  por  fabla 
que  por  otra  cosa  dello.  Así  que,  pues  nuestro  Reden- 
tor dio  esta  victoria  á  nuestros  ilustrisimos  Rey  é 
Reina  é  á  sus  Reinos,  famosos  de  tan  alta  cosa,  adonde 
toda  la  cristiandad  debe  tomar  alegría  y  facer  grandes 
fiestas,  dar  gracias  solemnes  á  la  Santa  Trinidad,  con 
muchas  oraciones  solemnes  por  el  tanto  ensalzamiento 
que  habrán  ayuntándose  tantos  pueblos  a  nuestra 
Santa  Fe,  y  después  por  los  bienes  temporales  que 
non  solamente  á  la  España,  mas  todos  los  cristianos 
ternán  aquí  refrigerio  é  ganancia;  esto  segundo  ha  fe- 
cho ser  muy  breve.  Fecha  en  la  carabela,  sobre  las  Is- 
las de  Canaria  (1),  quince  de  Febrero  de  noventa 
y  tres. 

(Anima  (2)  que  venia  dentro  en  la  carta.) 

Después  desta  escrita,  estando  en  mar  de  Castilla, 
salió  tanto  viento  conmigo  Sur  y  Sueste,  que  me  ha 
fecho  descargar  los  navios  por  correr  aquí  en  este 
puerto  de  Lisbona  hoy,  que  fue  la  mayor  maravilla  del 
mundo,  adonde  acordé  de  escribir  á  sus  Altezas.  En 
todas  las  Indias  he  siempre  hallado  los  tiempos  como 


(1)  Las  islas  que  vieron  el  15  de  Febrero  no  eran  las 
Canarias,  sino  las  Azores  o  Terceras.  Véase  el  diario,  pági- 
na 171. 

(2)  Anima  llamaban  al  papel  escrito  que  se  introducía 
en  la  carta  después  de  cerrada. 


196  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

en  Mayo,  adonde  yo  fui  en  noventa  y  tres  dias,  é  volví 
en  setenta  y  ocho  (1),  salvo  que  estas  tormentas  me 
han  detenido  trece  corriendo  por  esta  mar.  Dicen  acá 
todos  los  hombres  de  la  mar  que  jamás  hobo  tan  mal 
nvierno  ni  tantas  pérdidas  de  navios.  Fecha  á  los  cua- 
tro de  Marzo  (2). 

Esta  carta  envió  Colon  al  Escribano  de  Ración  de 
las  islas  halladas  en  las  Indias  é  otra  de  sus  Altezas. 

Está  copiado  literalmente  del  documento  original, 
que  obra  en  este  Real  Archivo  de  Simancas,  en  el  Des' 
pacho  y  correspondencia  general  Interior  de  Estado,  al 
número  /.^  V  lo  firmó  en  él  á  28  de  Diciembre  de 
78J8,=TomAs  González. 


(1)  Así  parece  que  dice  en  el  original,  en  donde  está  es- 
crito en  números  romanos  y  enmendados;  pero  habiendo 
salido  Colon  de  la  barra  de  Saltes  el  3  de  Agosto  y  desem- 
barcado en  la  isla  de  San  Salvador  el  12  de  Octubre,  es 
claro  que  deben  contarse  setenta  y  un  días  de  viaje  a  la 
ida  y  cuarenta  y  ocho  a  la  vuelta,  contando  desde  el  16  de 
Enero,  en  que  salió  del  golfo  de  las  Flechas,  hasta  el  4  de 
Marzo,  que  entró  en  el  río  de  Lisboa. 

(2)  Esta  fecha,  puesta  en  el  original  de  Colon  en  núme- 
ros romanos,  está  muy  confusa,  y  parece  significar  14;  pero 
bien  examinada  no  puede  ser  sino  del  4  de  Marzo. 


TRADUCCIÓN  LATINA  DE  LA  CARTA  DE  CRISTÓBAL  COLON  AL 

SR.  RAFAEL  SÁNCHEZ,  HECHA  POR  LEANDRO  COSCO,  É  IMPRESA 

LA  PRIMERA  VEZ  EN  ROMA,  EL  AÑO  D^  1493 


ADVERTENCIA  DEL  EDITOR 

/\  UNQüE  la  carta  precedente  es  en  sustancia  la 
*  *■  misma  que  tradujo  al  latín  Leandro  Cosco,  y  se 
estampó  en  Roma  por  el  impresor  que  se  suscribe 
Eucharius  Argenteus,  el  año  1493,  hemos  creído  que 
seria  tan  curioso  como  útil  reimprimirla  en  esta  colec- 
ción, especialmente  después  que  el  Sr.  Bossi  la  ha  pu- 
blicado en  ei  apéndice  de  su  vida  de  Colon,  traducida 
al  francés  é  impresa  en  París  en  1824,  copiándola  de 
una  edición  que  juzga  muy  rara  existente  en  la  Biblio- 
teca pública  de  Milán  que  (segfun  dice)  difícilmente  se 
hallará  en  alguna  otra  Bibliotecaf  pues  no  se  la  ve  ci- 
tada en  los  catálogos  de  las  colecciones  mas  ricas  en 
rarezas  bibliográficas.  En  consecuencia  de  la  impor- 
tancia y  singfularidad  que  dá  el  Sr.  Bossi  á  esta  edición, 
examina  y  describe  minuciosamente  su  frontispicio, 
sus  folios,  sus  líneas,  su  letra  y  sus  estampas;  cita  la 
opinión  del  Sr.  Gianorini.  bibliotecario  que  fué  de  la 
Universidad  de  Pavía,  quien,  describiendo  con  mucha 
exactitud  este  precioso  volumen,  se  contentó  con  de- 
cir que  lo  creia  impreso  en  el  siglo  XV;  prueba  de 
que  carecía  de  la  nota  del  lugar,  del  impresor  y  del 
año  en  que  se  había  hecho.  El  erudito  bibliotecario 
Morelli  opina  que  hay  dos  ediciones  de  !a  traducción 
latina  de  esta  carta,  que  él  cree  datada  en  1492,  lo  que 
ciertamente  es  un  imposible,  pues  Colon  no  regresó  á 
Lisboa  hasta  el  4  de  Marzo  de   1493,  añadiendo  que 


198  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

las  dos  tienen  un  titulo  diferente,  sin  fecha  ni  expre- 
sión del  lugfar  donde  están  impresas,  aunque  presume 
lo  estén  en  Roma,  probablemente  un  año  después  de 
aquel  en  que  se  hizo  la  traducción.  El  ejemplar  de  Mi- 
lán, según  Bossi,  pertenece  á  una  de  estas  ediciones 
de  Roma  de  1493,  las  cuales  se  han  hecho  tan  raras 
que  Gianorini  asegura  que  no  la  halla  descripta  en 
parte  alguna,  y  Jossi  solo  ha  indicado  una  edición  de 
esta  carta,  la  que  difiere  enteramente  de  la  de  Milán, 
infiriendo  de  esto  su  editor  que  sea  la  otra  hecha  en 
Roma,  citada  por  Morelli. 

Para  satisfacer  tantas  dudas  y  aun  contradicciones, 
nos  ha  parecido  oportuno  dar  las  noticias  que  publicó 
el  Sr.  Barcia  en  la  Biblioteca  Occidental,  de  Pinelo, 
impresa  en  Madrid,  año  de  1738,  en  folio,  tomo  II,  co- 
lumna 564,  donde  hablando  de  Cristóbal  Colon  dice 
que  cuando  llegó  á  la  Villa  de  Palos  escribió  á  los  Re- 
yes Católicos  un  sumario  de  lo  que  le  sucedió  en  este 
primer  viage,  y  luego  añade,  entre  otros  escritos  suyos: 
«  Carta  de  las  islas  nuevamente  halladas  en  el  mar  de 
*las  Indias,  en  castellano.  Alejandro  de  Cosco  tradujo 
»en  latín  esta  carta,  impresa  el  año  de  1493.  Después 
»se  imprimió  en  el  libro  titulado:  Beilum  Cristiano- 
*rum  Príncipum,  prcecipué  Gallorum  contra  sarrace- 
*noSt  lí)33,  en  Basilea,  fól.,  y  en  el  Nuevo,  imp.  1532, 
»fól  64;  1555  fol.;  y  en  la  España  ilustrada,  tom.  11, 
»fól.  1282,  y  parece  la  que  pone  Draudio  en  su  Bi- 
*blioteca  clásica,  impresa  por  Enrique  Pedro  con  el 
«título:  De  la  primera  vista  de  las  islas  del  Mar  In- 
»diano,  añadida  la  embajada  del  Rey  de  Etiopia  al 
»Papa.» 

En  la  Biblioteca  Real  de  Madrid,  sala  de  mss.,  est.  J., 
cod.  123,  al  fin,  existia  un  ejemplar  de  la  traducción 
de  esta  carta  latina  de  Colon,  hecha  por  Leandro 
Cosco,  expresando  al  fin:  Impressit  Romee  Eucharius 
Argenteus,  Anno  Domini  MCCCCXCIIL  De  este  im- 
presor dan  noticia  algunos  bibliógrafos,  y  D.  Carlos 


VIAJES   DE  COLÓN  199 

de  Laserna  y  Santander,  en  su  Dictionaire  Biblio' 
graphigue  choisi  du  quinziéme  siéckt  ¡mp.  en  Bruselas, 
año  1805,  part.  l.^  pág.  152,  número  26,  dice  que  se 
llamaba  Eucharius  Silber  ó  Franck,  de  Herbípoli 
(Wurtbourg),  y  que  como  silber  en  alemán  signifíca 
argent  (plata),  por  esta  razón  se  nombra  á  este  impre- 
sor, ya  Argyrios,  en  griego,  ya  Argénteas,  en  latín, 
como  se  ve  en  las  obras  que  estampó. 

Del  ejemplar  de  la  Biblioteca  Real  de  Madrid  han 
dado  noticia  varios  escritores,  y  entre  ellos  D.  Juan 
Bautista  Muñoz,  cosmógrafo  mayor  de  Indias,  en  la 
pág.  7  del  prólogo  al  tomo  1.°  de  su  Historia  del 
Naevo-Mundo,  impresa  en  Madrid  en  1793;  añadiendo 
que  el  texto  original  nos  lo  ha  conservado  casi  ínte- 
gro Andrés  Bernáldez,  Cura  de  los  Palacios,  en  su 
Historia  ms.  de*  los  Reyes  Católicos,  y  D.  Cristóbal 
Cladera,  en  la  pág.  26  de  sus  Investigaciones  históricas 
sobre  los  principales  descubrimientos  de  los  Españoles 
en  el  mar  Océano,  impresas  en  Madrid,  año  de  1794. 
El  Sr.  Muñoz  sacó  ademas  una  copia  exactísima  del 
ejemplar  de  la  Biblioteca  Real,  confrontándolo  con  la 
edición  de  Escoto  en  la  España  ilustrada^  anotando 
sus  variantes.  En  el  año  de  1791  sacamos  una  copia 
del  mismo  original  para  nuestra  colección,  y  ahora  he- 
mos debido  á  la  fina  amistad  del  Sr.  D.  Francisco  An- 
tonio González,  Bibliotecario  mayor  del  Rey  nuestro 
Señor,  no  solo  el  haber  confrontado  de  nuevo  el  texto 
de  la  copia  de  Muñoz  con  el  de  la  Híspanla  ilustrata 
y  con  el  encontrado  en  Milán,  publicado  por  Bossi, 
sino  el  haberlo  traducido  con  elegancia  y  precisión  á 
la  lengua  castellana,  para  hacer  más  general  su  conoci- 
miento. 

Merece  todo  elogio  el  celo  del  Sr.  Bossi,  pero  no 
podemos  omitir  que  la  traducción  latina  publicada  en 
su  obra  contiene  varios  defectos;  y  aunque  estamos 
persuadidos  de  que  los  habrá  conservado  por  hallarse 
en  el  original,  que  se  propuso  seguir  con  nimia  exacti- 


200 j,  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

tud,  Ó  por  darle  todo  el  carácter  de  autenticidad,  sin 
embar^fo,  son  tales  que  en  algunos  pasa§fes  desfiguran 
el  verdadero  sentido  é  intención  del  autor  primitivo  de 
la  carta.  Así  se  testifica  cotejando  el  contenido  de 
ella  con  la  relación  del  viage  y  con  la  que  ahora  pu- 
blicamos. El  erudito  que  quiera  tomarse  la  molestia  de 
hacer  este  paralelo  se  desengañará  por  sí  mismo  cuan- 
do observe  que  en  el  latín  adoptó  el  Sr.  Bossi  una 
puntuación  que  trunca  los  períodos,  y  que  en  el  fran- 
cés resalta  una  libertad  excesiva  para  todo  traductor. 
Tampoco  se  encuentra  la  exactitud  conveniente  en  los 
últimos  versos  latinos  que  se  añaden  después  de  la  fe- 
cha de  la  carta  de  Colon. 

Infiérese  de  todo  que  la  traducción  de  ella  hecha  al 
latín  por  Cosco  no  es  tan  rara  como  se  supone,  pues 
se  ha  reimpreso  muchas  veces  y  en  varias  colecciones; 
y  aunque  escasean  mucho,  como  es  natural,  las  edicio- 
nes hechas  en  Roma  en  1493,  tampoco  faltan  escrito- 
res que  las  hayan  examinado  y  que  hayan  dado  al 
público  noticia  de  su  mérito,  de  su  rareza  y  de  los  lu- 
gares donde  se  conservan  ó  se  han  conservado. 


CARTA  DE  CRISTÓBAL  COLON 

A  QUIEN  ES  MUY  DEUDORA  NUESTRA  ÉPOCA,  ACERCA  DE  LAS 
ISLAS  DE   LA  INDIA  HALLADAS  POCO  HÁ  SOBRE  EL  GANGES, 

Y  Á  CUYA  CONQUISTA  HABÍA  SIDO  ENVIADO  OCHO  MESES  HIZO, 

Y  Á  EXPENSAS  DE  LOS  INVICTÍSIMOS  REYES  DE  LAS  ESPAÑAS 
FERNANDO  É  ISABEL;  DIRIGIDA  AL  MAGNÍFICO  SR.  RAFAEL  SÁN- 
CHEZ, TESORERO  DE  LOS  MISMOS  SERENÍSIMOS  MONARCAS,  Y 
TRADUCIDA  DEL  ESPAÑOL  AL  LATÍN  POR  EL  GENEROSO  Y  LITE- 
RATO LEANDRO  DE  COZCO  Á  25  DE  ABRIL  DE  1493,  AÑO  PRIMERO 

DEL  PONTIFICADO  DE  ALEJANDRO  VI 

I  ONOCIENDO  que  os  será  de  placer  que  haya  yo  te- 
^^  nido  feliz  éxito  en  mi  empresa,  he  dispuesto  es- 
cribiros esta  carta,  que  os  manifieste  todos  y  cada  uno 
de  los  sucesos  ocurridos  en  mi  viage  y  los  descubri- 
mientos que  han  sido  su  resultado.  Treinta  y  tres  días 
después  de  mi  salida  de  Cádiz  arribé  al  mar  de  la  In- 
dia, donde  hallé  muchas  islas  habitadas  por  innumera- 
bles gentes,  y  de  ellas  tomé  posesión  a  nombre  de 
nuestro  felicísimo  Monarca,  á  público  preg-on  y  acla- 
maciones, tremolando  bandera  y  sin  contradicción  al- 
guna; puse  á  la  primera  el  nombre  de  San  Salvador, 
en  cuya  protección  confiado  llegué  así  á  esta  como  á 
las  demás;  los  Indios  la  llaman  Guanahanin-  Di  tam- 
bién nuevo  nombre  á  cada  una  de  las  otras,  habiendo 
mandado  que  la  una  se  llamase  Santa  María  de  la 
Concepción;  otra,  la  Fernandina;  la  tercera,  Isabela;  la 
cuarta, yuana,  y  así  respectivamente  las  restantes.  Lue- 
go que  arribamos  a  la  que  acaba  de  nombrarse  (Jua- 
na) me  adelanté  un  poco  cerca  de  su  costa  hacia  el 
Occidente, y  la  descubrí  tan  grande  y  sin  límite,  que  no 
hubiera  creído  ser  isla,  sino  mas  bien  la  provincia 
continental  de  Cathay;  pero  sin  ver  poblaciones  o  mu- 


202  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

nicipios  situados  en  sus  términos  marítimos,  sino  al- 
gunas aldeas  y  predios  rústicos,  con  cuyos  habitantes 
no  podia  entrar  en  conversación,  porque  huian  en  el 
momento  de  vernos.  Pasaba  adelante  creyendo  hallar 
alguna  ciudad  o  villa;  y  viendo  por  fin  que  nada  se 
nos  presentaba  después  de  habernos  internado  mucho, 
que  esta  jornada  nos  dirigía  al  norte,  lo  que  intentaba 
yo  evitar  porque  dominaba  el  frío  y  el  ánimo  era  par- 
tir hacia  mediodía,  quando,  por  otra  parte,  no  nos  eran 
favorables  los  vientos,  determiné  suspender  nuestr-a  par- 
tida ulterior,  y  así,  retrocediendo,  volví  á  cierto  puerto 
que  había  designado,  desde  donde  envié  á  tierra  dos 
de  los  nuestros  que  investigasen  si  había  en  aquella 
provincia  Rey  o  algunas  ciudades.  Recorrieron  estos 
el  país  por  espacio  de  tres  días,  y  hallaron  innumera- 
bles pueblos  y  habitaciones,  pero  pequeñas  y  sin  go- 
bierno alguno,  por  lo  que  tornaron  a  nosotros.  En 
este  tiempo  había  yo  averiguado  por  ciertos  Indios,  que 
había  tomado  allí,  que  esta  provincia  era  ciertamente 
isla;  y  así,  caminé  hacia  el  oriente,  costeando  hasta  la 
distancia  de  322  millas,  donde  es  el  fin  de  la  misma; 
desde  allí  vi  por  la  parte  de  oriente  otra,  isla  distante 
de  la  Juana  54  millas,  á  la  que  puse  por  nombre  Es- 
pañola; llegué  á  ella  y  dirigí  la  ruta  hacia  el  norte,  del 
mismo  modo  que  en  la  Juana  al  orieute,  como  en  dis- 
tancia de  564  millas.  Esta  misma  y  todas  las  situadas 
en  el  mismo  punto  son  fértilísimas;  la  referida  Juana 
está  circundada  de  muchos  puertos  segurísimos,  es- 
paciosos y  que  exceden  a  cuantos  he  visto  jamás;  las 
bañan  por  todas  partes  muchos,  copiosos  y  saludables 
ríos;  tiene  asimismo  gran  número  de  elevadísimos 
montes.  Todas  estas  islas  son  muy  bellas  y  presentan 
varias  perspectivas;  son  transitables  y  llenas  de  mu- 
cha diversidad  de  árboles  de  inmensa  elevación,  y  que 
creo  conserven  en  todo  tiempo  sus  hojas,  porque  las 
vi  tan  reverdecidas  y  brillantes  cual  suelen  estar  en 
España  en  el  mes  de  Mayo;  unos  colmados  de  flores, 


VIAJES  DE    COLÓN  203 

otros  cargados  de  frutos,  ofrecían  todos  la  mayor  her- 
mosura, á  proporción  del  estado  en  que  se  hallaban 
y  según  la  calidad  y  naturaleza  de  cada  uno.  Cantaban 
el  ruiseñor  y  otras  varias  é  innumerables  aves,  y  can- 
taban en  el  mes  de  Noviembre,  que  era  el  tiempo  en 
que  yo  registraba  pais  tan  delicioso.  Hay  además  en 
dicha  is\^  Juana  siete  ú  ocho  variedades  de  palmas, 
superiores  á  las  nuestras  en  su  altura  y  belleza,  así  co- 
mo todos  los  demás  árboles,  yerbas  y  frutos.  Se  obser- 
van en  ella  pinos  admirables,  campos  y  prados  vastísi- 
mos, varias  aves,  diversas  mieles  y  diversos  metales, 
excepto  hierro.  En  aquella  á  que  dimos  el  nombre  de 
Española  hay  montes  sublimes  y  agradables  á  la  vista, 
dilatados  sembrados,  bosques,  campos  feracísimos,  y 
todos  muy  en  proporción  para  sembrar,  para  pastos  y 
para  fabricar  edificios;  la  comodidad  y  primor  de  sus 
puertos  y  la  muchedumbre  de  rios  que  contribuye  á 
la  salubridad,  excede  á  cuanto  pueda  imaginarse,  á  no 
verlo.  Sus  árboles,  pastos  y  frutos  se  diferencian  mu- 
cho de  los  que  produce  la  isla  Juanm;  pero  abunda 
además  de  diversos  géneros  de  aromas,  de  oro  y  de 
metales.  Los  habitantes  de  uno  y  de  otro  sexo,  así  en 
la  Española  como  en  las  otras  islas  que  vi  y  de  que 
tengo  noticia,  andan  siempre  desnudos  como  nacieron, 
á  excepción  de  algunas  mugeres,  qu  ecubren  su  des- 
nudez con  alguna  hoja  verde  ó  algodón,  o  con  al- 
gún velo  de  seda  que  ellas  fabrican  para  este  objeto. 
No  existe  entre  ellos,  como  ya  expresé,  hierro  alguno; 
así  es  que  no  tienen  armas,  como  que  les  son  desco- 
nocidas, ni  son  aptos  para  su  manejo,  ne  por  la  mala 
construcción  de  su  cuerpo,  pues  son  bien  formados, 
sino  porque  son  tímidos  y  llenos  de  cobardía;  llevan, 
no  obstante,  por  armas  cañas  secas  al  sol,  en  cuyo  pun- 
to inferior  ó  mas  grueso  fijan  o  introducen  un  astil  de 
madera  seca  y  aguzado  en  punta,  y  ni  aun  de  esto  se 
atreven  á  usar  continuamente;  porque  ha  sucedido 
muchas  veces  que,  habiendo  enviado  dos  o  tres  de  los 


204       *  M,  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

míos  á  ciertas  poblaciones  para  que  tratasen  con  sus 
moradores,  salian  los  indios  como  escuadrón  desorde- 
nado, y  al  notar  que  se  acercaban  los  nuestros  huían 
con  tai  velocidad  que  el  padre  abandonaba  a  los  hijos 
y  los  hijos  a  los  padres;  y  esto  ocurría  no  porque  se 
hubiese  causado  a  ninguno  daño  ó  injuria,  antes  bien, 
les  di  á  cuantos  me  acerqué  y  hablé  cuanto  tenia, 
paño  y  otras  muchas  cosas,  sin  tomar  nada  de  lo  suyo, 
sino  porque  están  por  naturaleza  poseídos  de  pavor  y 
de  miedo.  No  obstante,  cuando  se  consideran  seguros 
y  han  depuesto  todo  terror  son  muy  sencillos,  de  buena 
fé  y  espléndidos  con  cuanto  tienen:  ninguno  niega  lo 
queposee  a  quien  lo  pide,y  convidan  ellos  mismos  aun 
para  que  se  les  ruegue.  Ofrecen  hacia  todos  un  gran 
cariño;  dan  por  cosas  pequeñas  aun  las  mas  grandes, 
contentándose  con  lo  más  mínimo  ó  nada;  yo  prohibí, 
por  tanto,  que  se  les  diesen  cosas  de  tan  poquísima  es- 
timación y  de  ningún  valor  cuales  son  fragmentos  ó 
trozos  de  platos,  escudillas  y  vidrio,  clavos  y  correas; 
aunque  si  podían  lograr  alguna  de  estas  cosas  les  pa- 
recía haber  llegado  a  ser  dueños  de  los  mas  bellos  ju- 
guetes y  prendas  que  hay  en  el  mundo.  Ha  sucedido 
que  un  marinero  haya  adquirido  por  una  correa  ó  cuer- 
da tanto  oro  cuanto  es  el  valor  de  tres  sueldos  de  oro, 
y  otros  mas  ó  menos  cantidad  por  otras  cosas  de  me- 
nos precio,  especialmente  por  blancas  nuevas  o  nue- 
vamente acuñadas,  ó  ciertas  monedas  de  oro,  por  las 
cuales  daban  cuanto  les  pedía  el  vendedor,  esto  es, 
onza  y  media  y  dos  de  oro,  ó  treinta  y  cuarenta  libras 
de  algodón,  que  ya  ellos  conocían.  Asimismo  compra- 
ban como  idiotas,  por  algodón  y  oro,  trozos  ó  frag- 
mentos de  arcos,  de  vasijas,  de  botellas  y  de  tinajas, 
lo  que  prohibí  por  ser  injusto,  y  les  di  muchos  utensi- 
lios bellos  y  preciosos  que  había  llevado  conmigo,  sin 
exigir  recompensa,  para  atraérmelos  con  mas  facilidad, 
para  que  reciban  la  fé  de  Jesucristo,  y  para  que  estén 
mas  dispuestos  é  inclinados  al  amor  y   obediencia  al 


VIAJES    DE   COLÓN  205 

Rey,  á  la  Reina,  a  nuestros  Príncipes  y  á  iodos  ios 
españoles,  y  para  que  cuiden  buscar,  reunir  y  entre- 
garnos lo  que  abunda  entre  ellos  y  nosotros  necesita- 
mos, absolutamente.  No  conocen  la  idolatría,  antes 
bien  creen  con  toda  firmeza  que  toda  la  fuerza,  todo 
poder  y  todos  los  bienes  existen  en  el  cielo,  y  que  yo 
he  bajado  de  tan  alta  mansión  con  mis  naves  y  marine- 
ros, habiéndome  recibido  en  sus  playas  bajo  este  con- 
cepto, luego  que  habían  desechado  su  temor.  Ni  son 
perezosos  ni  rudos,  sino  de  un  grande  y  perspicaz  in- 
genio, y  cuantos  surcan  aquel  mar  dan,  no  sin  admi- 
ración, razón  de  lo  que  observaron  en  sus  viages;  pero 
jamás  vieron  gentes  vestidas  ni  embarcaciones  seme- 
jantes á  las  nuestras.  Luego  que  arribé  a  aquel  mar, 
tomé  con  violencia  en  la  primer  isla  algunos  indios, 
que  aprendiesen  de  nosotros  y  nos  enseñasen  igual- 
mente cuanto  conocían  en  aquel  pais,  y  esto  nos  fué 
de  gran  ventaja,  porque  en  breve  tiempo  los  entendi- 
mos á  ellos  y  ellos  á  nosotros,  asi  por  demostraciones 
como  por  señales  y  palabras,  por  lo  que  nos  fueron 
de  grande  utilidad.  Están  ahora  conmigo,  y  aunque 
hace  algún  tiempo  que  permanecen  en  nuestra  compa- 
ñía, conservan  siempre  la  idea  de  que  he  bajado  de 
los  cielos,  y  publican  esto  mismo  en  cualquier  parte 
adondejarribamos,  exclamando  en  seguida,  en  alta  voz, 
á  todos  los  demás:  «Venid,  venid  y  veréis  gentes  que 
han  venido  de  la  región  etérea».  A  virtud  de  esta  ex' 
clamacion,  así  mugeres  como  hombres,  niños  y  adul- 
tos, jóvenes  y  ancianos,  después  de  haber  depuesto  el 
miedo  que  poco  antes  habían  concebido,  nos  visitaban 
á  porfía,  inundando  los  caminos,  trayéndonos  unos  co- 
mida, otros  bebida,  y  todos  con  el  mayor  cariño  y  ob- 
sequio increíble.  Cada  una  de  estas  islas  posee  muchas 
canoas,  de  sólida  y  compacta  madera,  aunque  estre- 
chas, parecidas,  no  obstante,  en  la  longitud  y  forma  á 
nuestras  fustas,  pero  mas  veloces  en  su  curso;  se  les  da 
solo  á  remo  la  dirección.  Las  hay  grandes,  medianas  y 


206  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

pequeñas;  con  todo,  las  mayores  tienen  disposición 
para  diez  y  ocho  bancos  de  remeros,  y  con  ellas  nave- 
gan  á  todas  aquellas  islas,  que  son  innumerables,  y 
con  las  que  tienen  su  mutuo  comercio.  Vi  algunas  de 
estas  canoas  que  llevaban  hasta  setenta  y  ochenta  re- 
meros. No  hay  en  todas  estas  islas  diversidad  alguna 
en  la  físoncmía,  en  las  costumbres  ó  lengua,  antes 
bien,  todos  se  entienden  recíprocamente,  lo  que  es,  en 
mí  dictamen,  muy  ventajoso  para  que  se  verifiquen  los 
deseos  de  nuestro  Serenísimo  Rey,  reducidos  á  que  se 
conviertan  ó  profesen  la  santa  fé  de  Cristo,  á  la  que, 
según  mi  entender,  están  prontos  y  dispuestos.  He  di- 
cho que  anduve  en  recta  dirección  de  poniente  á 
oriente  trescientas  veinte  y  dos  millas  para  llegar  á  la 
\s\b.  Juana.  Según  este  viage  y  la  distancia  del  camino, 
puedo  asegurar  que  ésta  es  mayor  que  la  Inglaterra  y 
Escocia  juntas;  porque  ademas  de  las  referidas  millas, 
y  por  la  parte  que  mira  á  occidente,  restan  aun  dos 
provincias  que  no  reconocí,  y  de  las  cuales  á  la  una 
llaman  los  indios  Anam,  y  cuyos  habitantes  nacen  con 
cola.  Se  extienden  á  la  longitud  de  ciento  ochenta  mi- 
llas, según  me  han  manifestado  los  que  llevo  conmigo, 
y  que  tienen  mucho  conocimiento  de  todas  ellas.  La 
extensión  de  la  Española  es  cual  toda  la  España  desde 
Cataluña  á  Fuenterabía;  de  lo  que  se  infiere  fácilmente 
que  una  de  sus  cuatro  partes,  que  recorrí  en  línea  di- 
recta de  occidente  á  oriente,  ocupa  quinientas  cuarenta 
millas.  Como  me  apoderé  de  un  trozo  de  ella  y  sea 
isla  no  digna  de  desprecio,  á  pesar  de  haber  tomado 
posesión  solemne  de  todas  las  demás  á  nombre  de 
nuestro  invictísimo  Rey,  á  quien  en  todo  queda  entre^ 
gado  su  imperio,  tomé,  no  obstante,  en  sitio  mas  pro- 
porcionado, como  de  mas  ventaja  y  de  mas  comercio, 
posesión  especial  de  una  ciudad  grande,  á  la  que  puse 
el  nombre  de  Natividad  del  Señor^  y  mandé  al  punto 
edificar  un  alcázar  ó  fortaleza,  que  ya  debe  estar  con- 
cluida, en  la  que  he  dejado  cuantos  hombres  me  han 


VIAJES    DE    CGLÓN  207 

parecido  necesarios,  con  toda  clase  de  armas  y  víveres 
sufícientes  para  mas  de  un  año;  les  queda  una  carabela 
y  constructores  diestros  en  la  marina  como  en  otras  ar- 
tes, después  de  haberles  proporcionado  la  benevolen- 
cia y  estimación  y  amistad  del  Rey  que  manda  en 
aquella  isla.  Son  sus  habitantes  amables  y  benignos, 
en  tal  forma  que  aun  el  Rey  se  gloriaba  llamarme  su 
hermano.  Mas  si  varian  de  sentimientos  é  intentan  da- 
ñar á  los  que  quedaron  en  la  fortaleza  ó  cindadela,  no 
les  es  posible,  porque  carecen  de  armas,  están  desnu- 
dos y  son  muy  cobardes;  por  tanto,  los  que  ocupan  el 
alcázar  pueden  contener  toda  la  isla  sin  peligro  alguno 
por  su  parte,  siempre  que  no  quebranten  las  leyes  y 
régimen  que  les  he  dado.  A  lo  que  pude  saber,  cada 
uno  está  casado  con  una  sola  muger,  á  excepción  de 
los  Príncipes  y  Reyes,  á  quienes  es  permitido  tener 
hasta  veinte.  Las  mugeres  parece  trabajan  mas  que  los 
hombres,  y  no  pude  averiguar  si  gozan  propiedades, 
porque  observé  que  uno  tenia  á  su  cargo  distribuir  á 
los  demás,  especialmente  alimentos  ó  manjares  y  co- 
sas semejantes.  No  encontré  entre  ellos,  como  se  pre- 
sumía, monstruo  alguno  (1),  sino  gentes  de  mucho 
obsequio  y  benignidad.  No  son  tan  negros  como  los 
etiopes;  sus  cabellos  son  aplastados  y  caldos;  no  habitan 
donde  hieren  mas  vivamente  los  rayos  del  sol,  porque 
allí  es  terrible  su  fuerza  y  dista  al  parecer  veinte  y  seis 
grados  de  la  equinoccial.  En  las  cimas  de  los  montes 
no  falta  grande  frío,  del  cual  se  libertan,  ya  por  estar 
acostumbrados  al  clima,  y  ya  con  el  uso  de  comidas  y 
bebidas  muy  cálidas,  que  toman  continua  y  pródiga 
mente.  Así  es  que  no  observé  monstruos  ni  llegó  á 
mi  noticia  que  los  hubiese,  exceptuando  la  isla  llamada 
CariSf  que  es  la  segunda  según  se  va  desde  la  Espa- 
ñola á  la  India,  y  la  que  habitan  personas  que  son 
consideradas  por  sus  circunvecinas  como  las  mas  fe- 


(1)     Hombre  cruel,  sanguinario. 


208  M.   FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

roces;  éstas  se  alimentan  de  carne  humana.  Poseen 
muchas  especies  de  canoas,  con  las  que  llegan  á  des- 
embarcar en  todas  las  islas  de  la  India,  roban  y  arre- 
batan cuanto  se  les  presenta^  En  nada  se  diferencian 
de  los  otros  sino  en  llevar  largos  los  cabellos  como 
las  mugeres,  y  en  servirse  de  arcos  y  flechas  de  caña, 
fíjas,  como  ya  se  insinuó,  en  astiles  aguzados  por  la 
parte  mas  gruesa;  y  ésta  es  la  causa  de  que  sean  con- 
siderados como  feroces,  por  lo  que  los  demás  indios 
les  tienen  un  miedo  incalculable;  pero  yo  formo  el 
mismo  concepto  de  ellos  que  de  los  demás.  Estos  son 
los  que  se  unen  á  ciertas  mugeres  que  habitan  solas  la 
isla  Matenin,  que  es  la  primera  desde  la  Española  á 
la  India.  Estas  mugeres  no  se  dedican  á  labor  alguna 
propia  de  su  sexo,  pues  usan  de  arcois  y  dardos,  según 
se  dijo  de  los  anteriores,  y  se  ponen  por  defensa  lá- 
minas de  cobre,  de  que  tienen  grande  abundancia.  Me 
aseguran  haber  otra  isla  mayor  que  la  expresada  Espa- 
ñola cuyos  habitantes  no  tienen  cabellos  y  abunda 
especialísimamente  de  oro  sobre  las  otras.  Llevo  de 
esta  y  de  las  demás  que  he  reconocido  hombres  que 
testifíquen  mi  relación.  Finalmente,  para  compendiar 
mi  partida  y  vuelta,  así  como  para  referir  en  breve  las 
ventajas  de  este  viage,  prometo  que  con  pequeños  au- 
xilios que  me  suministren  nuestros  invictísimos  Reyes, 
he  de  presentarles  cuanto  oro  se  necesite,  y  tanta  can- 
tidad de  aromas,  de  algodón,  almáciga,  que  se  encuen- 
tran solo  en  Quio,  y  tanta  de  lináloe,  y  tantos  esclavos 
para  el  servicio  de  la  marina,  cuantos  quisieren  exigir 
sus  Magestades.  Ofrezco  lo  mismo  de  ruibarbo  y  de 
infínitos  géneros  de  aromas,  que  estoy  ya  persuadido 
han  hallado  y  hallarán  todavía  los  que  dejé  en  la  for- 
taleza; porque  yo  en  ninguna  parte  me  he  detenido 
sino  lo  que  me  han  obligado  los  vientos  y  lo  que  se 
tardó  en  edificar  la  fortaleza  en  la  ciudad  de  la  Nati- 
mdad,  y  mientras  di  las  providencias  necesarias  para 
una  seguridad  completa.  Aunque  todo  lo  referido  pa- 


VIAJES   DE  COLÓN  209 

rezca  grande  é  inaudito,  seria  aun  mas  maravilloso  si 
hubiera  tenido  á  mi  disposición  las  embarcaciones 
competentes;  con  todo,  esta  empresa  digna  y  admira- 
ble no  está  en  proporción  de  mis  méritos,  sino  que  es 
debida  á  la  sagrada  fe  católica  y  á  la  piedad  y  religión 
de  nuestros  Reyes,  pues  el  Señor  concedió  á  los  hom- 
bres lo  que  ni  aun  podian  imaginar  Uegarian  á  conse- 
guir. Porque  suele  Dios  oir  á  sus  siervos  y  á  los  que 
aman  sus  preceptos  aun  en  lo  que  parece  imposible, 
según  me  ha  sucedido  á  mí,  que  he  arribado  á  una  em- 
presa que  no  tocó  hasta  ahora  mortal  alguno;  pues  si 
bien  ciertos  habian  escrito  ó  hablado  de  la  existen- 
cia de  estas  islas,  todos  hablaron  y  escribieron  con 
dudas  y  por  conjeturas,  pero  ninguno  asegura  haberlas 
visto:  de  que  procedía  que  se  tuviesen  por  fabulosas. 
Así,  pues,  el  Rey,  la  Reina,  los  Príncipes  y  sus  reinos 
felicísimos,  como  toda  la  Cristiandad,  tributen  gracias 
á  nuestro  Salvador  Jesucristo,  que  nos  concedió  tal 
victoria  y  prósperos  sucesos.  Celébrense  procesiones; 
háganse  fiestas  solemnes;  llénense  los  templos  de  ra- 
mas y  flores;  gózese  Cristo  en  la  tierra  cual  se  regocija 
en  los  cielos  al  ver  la  próxima  salvación  de  tantos 
pueblos  entregados  hasta  ahora  á  la  perdición.  Rego- 
cijémonos así  por  la  exaltación  de  nuestra  fe  como 
por  el  aumento  de  bienes  temporales,  de  los  cuales  no 
solo  habrá  de  participar  la  España,  sino  toda  la  Cris- 
tiandad. 

Tales  son  los   sucesos  que   he  descrito   con  breve- 
dad. A  Dios.  En  Lisboa,  á  catorce  de  Marzo. 

Cristóbal  Colon, 

Almirante  de  la  Armada  del  Océano. 


VIAJES  1)K  COLÓN  14 


EPIGRAMA 

DE  R.  L.  DE  corearía,  OBISPO  DE  MONTEPALUCIO, 
AL  INVICTÍSIMO  REY  DE  LAS  ESPAÑAS 

Ya  no  resta  á  la  España  tierra  alguna 
En  donde  su  pendón  esclarecido 
No  se  tremole  y  triunfe:  á  sus  esfuerzos 
Espacio  el  orbe  fuera  reducido. 

Gloriarte  puedes,  caudaloso  Betis, 

Y  añadir  á  tus  timbres  mas  antiguos 
Otro  nuevo,  que  en  ondas  del  oriente 
Descubrieron  tus  hijos,  siempre  invictos. 

Al  inmortal  Colon  loor  eterno 

Y  memoria  de  un  pueblo  agradecido, 

Y  más  rendidas  y  respetuosas  gracias 
.   Al  Dios  excelso,  sabio  é  infinito. 

Al  Dios  que  te  prepara  nuevos  reinos 
Donde  se  ejerza  el  tuyo  y  su  dominio, 
Con  que  llamarte  puedas  entre  todos 
Valiente,  poderoso,  fiel,  benigno. 


SEGUNDO  VIAGE 
DE   CRISTÓBAL  COLON 


ESTA  SEGUNDA  NAVEGACIÓN  ESCRIBIÓ  PEDRO  MÁRTIR  EN  LA 
TIN,  A  ROMA,  Y  PORQUE  UN  DR.  CHANCA  (l)  LLAMADO,  NATURAL 
DE  SEVILLA,  FUE  EN  ESTE  VIAGE  Y  ARMADA  POR  MANDADO  DE 
LOS  CATÓLICOS  REYES,  Y  DENDE  ALLÁ  ESCRIBIÓ  Á  LOS  SEÑO- 
RES DEL  CABILDO  DE  SEVILLA  LO  QUE  LES  ACAECIÓ  Y  LO  QUE 
VIO,  PONGO  TRAS  ESTO  EL  TRESLADO  DE  SU  CARTA,  AUNQUE 
TODO  SE  VIENE  A  UNO;  PERO  EL  UNO  LO  CUENTA  COMO  LO  OYÓ 
Y  EL  DE  SEVILLA  COMO  LO  VIO,  Y  NO  SE  CONTRADICE,  Y  ALGU- 
NAS COSILLAS  DEJÓ  EL  UNO  DE  RECONTAR  QUE  LAS  RECUENTA 
EL  OTRO,  Y  PORQUE  UNOS  EN  LA  MANERA  DEL  RECONTAR  SON 
MAS  AFABLES  QUE  OTROS;  SÍGUESE  LA  CARTA  DEL  DICHO 
DR.  CHANCA,  QUE  ESCRIBIÓ  Á  LA.  CíBDAD  DE  SEVILLA  DE  ESTE 
SEGUNDO  VIAGE  EN  LA  MANERA  SIGUIENTE: 


|\/|uY  magnífico  Señor:  Porque  las  cosas  que  yo 
*''■*'  particularmente  escribo  á  otros  en  otras  cartas 
no  son  igualmente  comunicables  como  las  que  en  esta 
escritura  van,  acordé  de  escribir  distintamente  las  nue- 
vas de  acá  y  las  otras  que  á  mí  conviene  suplicar  á 
vuestra  Señoría,  é  las  nuevas  son  las  siguientes:  Que 
ia  flota  que  los  Reyes  Católicos,  nuestros  Señores,  en- 


(1)  Por  despacho  de  23  de  Mayo  de  1493  se  mandó  que 
el  Dr.  Chanca  fuese  de  físico  en  la  armada  de  Colon,  y  con 
fecha  del  24  se  previno  a  los  Contadores  mayores  le  die- 
sen el  salario  y  ración  por  que  había  de  estar  de  Escribano 
en  las  Indias.  £1  Cura  de  los  Palacios  hace  mención  del 
Dr.  Chanca  y  tuvo  presente  esta  relación,  como  puede  verse 
en  el  cap.  1 20  de  su  Historia  ms.    de  los  Reyes  Católicos. 


214  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

viaron  de  España  para  las  Indias  é  gfobernacíon  del  su 
Almirante  del  mar  Océano,  Cristóbal  Colon,  por  la  di* 
vina  permisión  parte  de  Cáliz  á  veinte  y  cinco  de  Se- 
tiembre del  año  de  (1) 

años,  con  tiempo  é  viento  convenible  á  nuestro  cami- 
no, é  duró  este  tiempo  dos  dias,  en  los  cuales  pudi- 
mos andar  al  pié  de  50  leguas,  y  luego  nos  cambió  el 
tiempo  otros  dos,  en  los  cuales  anduvimos  muy  poco 
ó  no  nada;  plogó  á  Dios  que  pasados  los  dias  nos  tor- 
nó buen  tiempo,  en  manera  que  en  otros  dos  llegamos 
á  la  Gran  Canaria,  donde  tomamos  puerto, lo  cual  nos 
fue  necesario  por  reparar  un  navio  que  hacia  mucha 
agua,  y  estovimos  ende  todo  aquel  dia,  é  luego  otro 
dia  partimos,  é  fizónos  algunas  calmerías,  de  manera 
que  estovimos  en  llegar  al  Gomero  cuatro  ó  cinco 
dias,  y  en  la  Gomera  fue  necesario  estar  algún  dia  por 
facer  provisiones  de  carne,  leña  é  agua  la  que  mas  pu- 
diesen, por  la  larga  jornada  que  se  esperaba  hacer  sin 
ver  mas  tierra;  ansi,  que  en  la  estada  destos  puertos  y 
en  un  dia  después  de  partidos  de  la  Gomera,  que  nos 
fizo  calma,  que  tardamos  en  llegar  fasta  la  isla  del  Fie- 
rro, estovimos  diez  y  nueve  o  veinte  dias;:desde  aqui, 
por  la  bondad  de  Dios,  nos  tornó  buen  tiempo,  el  me- 
jor que  nunca  flota  llevó  tan  largo  camino;  tal,  que  par- 
tidos del  Fierro  á  trece  de  Octubre,  dentro  de  veinte 
dias  hobimos  vista  de  tierra;  y  vieramosla  á  catorce  ó 
quince  si  la  nao  Capitana  fuera  tan  buena  velera  como 
los  otros  navios,  porque  muchas  veces  los  otros  navios 
sacaban  velas  porque  nos  dejaban  mucho  atrás.  En 
todo  este  tiempo  hobimos  mucha  bonanza,  que  en  él  ni 
en  .todo  el  camino  no  hobimos  fortuna,  salvo  la  víspe- 
ra de  San  Simón,  que  nos  vino  una  que  por  cuatro  ho- 
ras nos  puso  en  harto  estrecho.  El  primero  Domingo 
después  de  Todos  Santos,  que  fue  á  tres  dias  de  No- 
viembre, cerca  del  alba,  dijo  un  piloto  de  la  nao  Ca- 


(1)     Igual  vacío  en  el  original.  Debe  decir  del  año  de  1493. 


VIAJES  DE  COLÓN  215 

pitaña:  < ¡Albricias,  que  tenemos  tierra!»  Fue  el  alegría 
tan  grande  en  la  gente,  que  era  maravilla  oir  las  gritas  y 
placeres  que  todos  hacian,  y  con  mucha  razón:  que  la 
gente  venían  ya  tan  fatigados  de  mala  vida  y  de  pasar 
agua,  que  con  muchos  deseos  sospíraban  todos  por 
tierra.  Contaron  aquel  día  los  pilotos  del  armada  des- 
de la  isla  de  Fierro  hasta  la  primera  tierra  que  vimos 
unas  800  leguas;  otros,  780,  de  manera  que  la  diferen- 
cia no  era  mucha,  é  mas  300  que  ponen  de  la  Isla  de 
Fierro  fasta  Cáliz,  que  eran  por  todas  1.100;  ansi,  que 
no  siento  quien  no  fuese  satisfecho  de  ver  agua.  Vi- 
mos el  Domingo  de  mañana  sobredicho,  por  proa  de 
los  navios,  una  isla,  y  luego,  á  la  man  derecha,  pareció 
otra:  la  primera  era  la  tierra  alta  de  sierras  (1)  por 
aquella  parte  que  vimos;  la  otra  (2)  era  tierra  llana, 
también  muy  llena  de  árboles  muy  espesos,  y  luego 
que  fue  mas  de  día  comenzó  á  parecer  á  una  parte  é  á 
otra  islas;  de  manera  que  aquel  día  eran  seis  islas  á  di- 
versas partes,  y  las  mas  harto  grandes.  Fuimos  endere- 
zados para  ver  aquella  que  primero  habíamos  visto,  é 
llegamos  por  la  costa  andando  mas  de  una  legua,  bus- 
cando puerto  para  sorgir,  el  cual  todo  aquel  espacio 
nunca  se  pudo  hallar.  Era  en  todo  aquello  que  parecía 
desta  isla  todo  montaña  muy  hermosa  y  muy  verde, 
fasta  el  agua,  que  era  alegría  en  mirarla,  porque  en 
aquel  tiempo  no  hay  en  nuestra  tierra  apenas  cosa 
verde.  Después  que  allí  no  hallamos  puerto  acordó  el 
Almirante  que  nos  volviésemos  á  la  otra  isla  que  pa- 
rescia  á  la  mano  derecha,  que  estaba  desta  otra  4  ó 
5  leguas.  Quedó  por  entonces  un  navio  en  esta  isla  bus- 
cando puerto  todo  aquel  día,  para  cuando  fuese  nece- 
sario venir  á  ella,  en  la  cual  halló  buen  puerto  é  vido 


(1)  La  Dominica,  que  llamó  así  por  haberla  descubierto 
en  dia  Domingo. 

(2)  La  Marigalante,  que  llamó  así  porque  la  nao  en  que 
iba  Colón  tenia  este  nombre. 


21ft  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

casas  é  g'entes,  é  luego  se  tornó  aquella  noche  para 
donde  estaba  la  flota,  que  habia  tomado  puerto  en  la 
otra  isla  (1),  donde  decendió  el  Almirante,  é  mucha 
gfente  con  éí,  con  la  bandera  Real  en  las  manos,  adon- 
de tomó  posesión  por  sus  Altezas  en  forma  de  dere- 
cho. En  esta  isla  habia  tanta  espesura  de  arboleda  que 
era  maravilla,  é  tanta  diferencia  de  árboles  no  conoci- 
dos á  nadie  que  era  para  espantar,  dellos  con  fruto,  de- 
llos  con  flor;  ansi,  que  todo  era  verde.  Allí  hallamos 
un  árbol  cuya  hoja  tenia  el  mas  fino  olor  de  clavos 
que  nunca  vi,  y  era  como  laurel,  salvo  que  no  era  ansi 
grande;  yo  ansi  pienso  que  era  laurel  su  especia.  Allí 
habia  frutas  salvajinas  de  diferentes  maneras,  de  las 
cuales  algunos  no  muy  sabios  probaban,  y  del  gusto 
solamente  tocándolas  con  las  lenguas  se  les  hinchaban 
las  caras,  y  les  venia  tan  grande  ardor  y  dolor  que  pa- 
recían que  rabiaban  (2),  los  cuales  se  remediaban  con 
cosas  frías.  En  esta  isla  no  hallamos  gente  nin  señal 
della;  creímos  que  era  despoblada,  en  la  cual  estovi- 
mos  bien  dos  horas,  porque  cuando  aUí  llegamos  era 
sobre  tarde,  e  luego  otro  día  de  mañana  partimos  para 
otra  isla  (3),  que  parescia  en  bajo  desta,  que  era  muy 
grande,  fasta  la  cual  desta,  que  habría  7  ú  8  leguas,  lle- 
gamos á  ella  hacía  la  parte  de  una  gran  montaña  que 
parecía  que  quería  llegar  al  cíelo,  en  medio  de  la  cual 
montaña  estaba  un  pico  mas  alto  que  toda  la  otra 
montaña,  del  cual  se  vertían  á  diversas  partes  muchas 
aguas,  en  especial  hacía  la  parte  donde  Íbamos;  de 
3  leguas  paresció  un  golpe  de  agua  tan  gordo  como  un 
buey,  que  se  despeñaba  de  tan  alto  como  si  cayera 
del  cielo;  parescia  de  tan  lejos,  que  hobo  en  los  navios 
muchas  apuestas:   que  unos  decían  que   eran   peñas 


(1)  En  la  Marigalante. 

(2)  De  esto  se  infiere  que  seria  fruta  del  manzanillo,  que 
produce  efectos  semejantes. 

(3)  La  Guadalupe. 


VIAJES   DE  COLÓN  217 

blancas  y  otros  que  era  ag^ua.  Desque  llegamos  mas  á 
cerca  vidose  lo  cierto,  y  era  la  mas  hermosa  cosa  del 
mundo  de  ver  de  cuan  alto  se  despeñaba  é  de  tan 
poco  logar  nacía  tan  gran  golpe  de  agua.  Luego  que  lle- 
gamos cerca  mandó  el  Almirante  á  una  carabela  lige- 
ra que  fuese  costeando  á  buscar  puerto,  la  cual  se 
adelantó  y,  llegando  á  la  tierra,  vido  unas  casas,  é  con 
la  barca  saltó  el  Capitán  en  tierra  é  llegó  á  las  casas, 
en  las  cuales  halló  su  gente,  y  luego  que  los  vieron 
fueron  huyendo,  é  entró  en  ellas,  donde  halló  las  co- 
sas que  ellos  tienen,  que  no  habian  llevado  nada, 
donde  tomó  dos  papagayos  muy  grandes  y  muy  diferen- 
ciados de  cuantos  se  habian  visto.  Halló  mucho  algo- 
don  hilado  é  por  hilar,  é  cosas  de  sus  mantenimientos, 
é  de  todo  trajo  un  poco;  en  especial  trajo  cuatro  ó  cin- 
co huesos  de  brazos  é  piernas  de  hombres.  Luego  que 
aquello  vimos  sospechamos  que  aquellas  islas  eran  las 
de  Caribe  (1),  que  son  habitadas  de  gente  que  comen 
carne  humana,  porque  el  Almirante,  por  las  señas  que 
le  habian  dado  del  sitio  destas  islas,  el  otro  camino,  los 
indios  de  las  islas  que  antes  habian  descubierto,  habia 
enderezado  el  camino  por  descubrirlas,  porque  esta- 
ban mas  cerca  de  España,  y  también  porque  por  allí 
se  hacia  el  camino  derecho  para  venir  á  la  Isla  Espa- 
ñola, donde  antes  habia  dejado  la  gente,  á  los  cuales, 
por  la  bondad  de  Dios  y  por  el  buen  saber  del  Almi- 
rante, venimos  tan  derechos  como  si  por  camino  sabi- 
do é  seguido  viniéramos.  Esta  isla  es  muy  grande, 
y  por  el  lado  nos  pareció  que  habia  de  luengo  de 


(1)  Al  descubrir  Colón  América  topó  con  dos  pueblos 
de  hombres:  el  grupo  arauaco,  gentes  tímidas  y  pacíficas, 
pobladores  de  las  grandes  Antillas,  y  los  caribes,  antropófa- 
gos y  guerreros,  habitantes  de  las  pequeñas  Antillas  y  cos- 
tas de  Tierra  Firme.  Aunque  la  voz  caribe  en  su  lengua  sig- 
nifica bravo,  los  españoles,  con  el  tiempo,  la  hicieron  sinó- 
nima de  caníbal. — Nota  D. 


218  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

costa  25  legfuas;  fuimos  costeando  por  ella  buscando 
puerto  mas  de  2  leg-uas;  por  la  parte  donde  Íbamos 
eran  montañas  muy  altas;  á  la  parte  que  dejamos  pare- 
cían grandes  llanos;  á  la  orilla  de  la  mar  había  algunos 
poblados  pequeños,  é  luego  que  veían  las  velas  huían 
todos.  Andadas  2  leguas  hallamos  puerto,  y  bien  tarde. 
Esa  noche  acordó  el  Almirante  que  á  la  madrugada 
saliesen  algunos  para  tomar  lengua  é  saber  qué  gente 
era,  no  embargante  la  sospecha  é  los  que  ya  habían 
visto  ir  huyendo,  que  era  gente  desnuda  como  la  otra 
que  ya  el  Almirante  había  visto  el  otro  viage.  Salieron 
esa  madrugada  ciertos  capitanes;  los  unos  vinieron  á 
hora  de  comer  é  trageron  un  mozo  de  fasta  catorce 
años,  á  lo  que  después  se  sopo,  é  él  dijo  que  era  de 
los  que  esta  gente  tenían  cativos.  Los  otros  se  dividie- 
ron: los  unos  tomaron  un  mochacho  pequeño,  al  cual 
llevaba  un  hombre  por  la  mano,  é  por  huir  lo  des- 
amparó. Este  enviaron  luego  con  algunos  dellos;  otros 
quedaron,  é  destos  unos  tomaron  ciertas  mugeres  na- 
turales de  la  isla,  é  otras  que  se  vinieron  de  grado,  que 
eran  de  las  cativas.  Desta  compañía  se  apartó  un  capi- 
tán, no  sabiendo  que  se  habia  habido  lengua  con  seis 
hombres,  el  cual  se  perdió  con  los  que  con  él  iban, 
que  jamás  sopieron  tornar,  fasta  que  á  cabo  de  cuatro 
días  toparon  con  la  costa  de  la  mar,  é  siguiendo  por 
ella  tornaron  á  topar  con  la  flota  (1).  Ya  los  teníamos 
por  perdidos  é  comidos  de  aquellas  gentes,  que  se  dí- 

(1)  Fué  Diego  Márquez  el  veedor,  que  iba  por  Capitán 
de  un  navio,  quien  con  ocho  hombres  más  desembarcó  y  se 
internó  en  la  isla  sin  licencia  del  Almirante,  el  cual  con  cua- 
drillas de  gente  y  trompetas  los  hizo  buscar  en  vano.  Uno 
de  los  que  se  comisionaron  con  este  objeto  fué  Alonso  de 
Hojeda,  con  40  hombres,  y  dijeron  a  la  vuelta  haber  encon- 
trado muchas  plantas  y  cosas  aromáticas,  variedad  de  aves 
y  caudalosos  ríos.  Los  extraviados  no  pudieron  regresar  a 
sus  navios  hasta  el  día  8  de  Noviembre. — Casas,  en  su  His- 
toria ms.,  cap.  84. 


VIAJES  DE  COLÓN  219 

cen  los  Caribes,  porque  no  bastaba  razón  para  creer 
que  eran  perdidos  de  otra  manera;  porque  iban  entre 
ellos  pilotos,  marineros  que  por  la  estrella  saben  ir  é 
venir  hasta  España,  creiamos  que  en  lan  pequeño  es- 
pacio no  se  podían  perder.  Este  dia  primero  que  allí 
decendimos  andaban  por  la  playa  junto  con  el  agua 
muchos  hombres  é  mugeres  mirando  la  flota,  é  mara- 
villándose de  cosa  tan  nueva,  é  lleg-ándose  alguna  bar- 
ca á  tierra  á  hablar  con  ellos,  diciéndolos  tayno  taynoy 
que  quiere  decir  bueno,  esperaban  en  tanto  que  no  sa- 
llan del  agua,  junto  con  él  moran,  de  manera  que  cuan- 
do ellos  querían  se  podían  salvar;  en  conclusión,  que 
de  los  hombres  ninguno  se  pudo  tomar  por  fuerza  n¡ 
por  grado,  salvo  dos  que  se  aseguraron  é  después  los 
trajeron  por  fuerza  allí.  Se  tomaron  mas  de  20  muge- 
res  de  las  cativas,  y  de  su  grado  se  venían  otras  natu- 
rales de  la  isla,  que  fueron  salteadas  é  tomadas  por 
fuerza.  Ciertos  mochachos  captivos  se  vinieron  á  nos- 
otros huyendo  de  los  naturales  de  la  isla,  que  los  te- 
nían captivos.  En  este  puerto  estovimos  ocho  días  á 
causa  de  la  pérdida  del  sobredicho  capitán,  donde  mu- 
chas veces  salimos  á  tierra,  andando  por  sus  moradas 
é  pueblos  que  estaban  á  la  costa,  donde  hallamos  in- 
finitos huesos  de  hombres,  é  los  cascos  de  las  cabezas 
colgados  por  los  casas  á  manera  de  vasijas  para  tener 
cosas.  Aquí  no  parescieron  muchos  hombres;  la  cau- 
sa era,  según  nos  dijeron  las  mugeres,  que  eran  idas 
10  canoas  con  gentes  á  saltear  á  otras  islas.  Esta  gente 
nos  pareció  mas  pulítica  que  la  que  habita  en  estas  otras 
islas  que  habernos  visto,  aunque  todos  tienen  las  mo- 
radas de  paja;  pero  estos  las  tienen  de  mucho  me- 
jor hechura,  é  mas  proveídas  de  mantenimientos,  é 
parece  en  ellas  mas  industria,  ansí  veril  como  femenil. 
Tenían  mucho  algodón  hilado  y  por  hilar,  y  muchas 
mantas  de  algodón  tan  bien  tejidas,  que  no  deben 
nada  a  las  de  nuestra  patria.  Preguntamos  á  las  muge- 
res  que  eran  cativas  en  esta  isla  que  qué  gente  era  esta; 


22Q  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

respondieron  que  eran  Caribes.  Después  que  enten- 
dieron que  nosotros  aborrecíamos  tal  gfente  por  su 
mal  uso  de  comer  carne  de  hombres,  holgaban  mu- 
cho, y  si  de  nuevo  traían  alguna  muger  ó  hombre 
de  los  Caribes  secretamente  decían  que  eran  Cari- 
bes: que  allí  donde  estaban  todos  en  nuestro  poder 
mostraban  temor  dallos,  como  gente  sojuzgada,  y  de 
allí  conocimos  cuales  eran  Caribes  de  las  mugeres 
e  cuáles  no,  porque  las  Caribes  traían  en  las  pier- 
nas en  cada  una  dos  argollas  tejidas  de  algodón, 
la  una  junto  con  la  rodilla,  la  otra  junto  con  los 
tobillos,  de  manera  que  les  hacen  las  pantorrillas 
grandes,  é  de  los  sobredichos  logares  muy  ceñidas, 
que  esto  me  parece  que  tienen  ellos  por  cosa  gen- 
til; ansí,  que  por  esta  diferencia  conocemos  los  unos 
de  los  otros.  La  costumbre  de  esta  gente  de  Ca- 
ribes es  bestial;  son  tres  islas:  esta  se  llama  Turuquei- 
ra;  la  otra  que  primero  vimos  se  llama  Ceyre;  la  ter- 
cera, Ayay;  estos  todos  son  conformidad  como  si  fue- 
sen de  un  linage,  los  cuales  no  se  hacen  mal:  unos  é 
otros  hacen  guerra  á  todas  las  otras  islas  comarcanas, 
los  cuales  van  por  mar  150  leguas  á  saltear  con  mu- 
chas canoas  que  tienen,  que  son  unas  fustas  pequeñas 
de  un  solo  madero.  Sus  armas  son  frechas  en  lugar  de 
hierros;  porque  no  poseen  ningún  hierro,  ponen  unas 
puntas  fechas  de  huesos  de  tortugas  los  unos;  otros 
de  otra  isla  ponen  unas  espinas  de  un  pez  fechas  den- 
tadas, que  ansí  lo  son  naturalmente,  a  manera  de  sie- 
rras bien  recias,  que  para  gente  desarmada,  como  son 
todos,  es  cosa  que  les  puede  matar  é  hacer  harto 
daño;  pero  para  gente  de  nuestra  nación  no  son  armas 
para  mucho  temer.  Esta  gente  saltea  en  las  otras  islas, 
que  traen  las  mugeres  que  pueden  haber,  en  especial 
mozas  y  hermosas,  las  cuales  tienen  para  su  servicio  é 
para  tener  por  mancebas,  é  traen  tantas  que  en  50  ca- 
sas ellos  no  parecieron,  y  de  las  cativas  se  vinieron 
mas  de  20  mozas.  Dicen  también  estas  mugeres  que 


VIAJES  DE  COLÓN  221 

estos  usan  de  una  crueldad  que  parece  cosa  increíble: 
que  los  hijos  que  en  ellas  han  se  los  comen,  que  sola- 
mente crian  los  que  han  en  shs  mujeres  naturales.  Los 
hombres  que  pueden  haber,  los  que  son  vivos  llévan- 
selos  á  sus  casas  para  hacer  carniceria  dellos,  y  los  que 
han  muerto,  lueg^o  se  los  comen.  Dicen  que  la  carne 
del  hombre  es  tan  buena  que  no  hay  tal  cosa  en  el 
mundo;  y  bien  parece,  porque  los  huesos  que  en  estas 
casas  hallamos  todo  lo  que  se  puede  roer  todo  lo  te- 
nían roído,  que  no  había  en  ellos  sino  lo  que  por  su 
mucha  dureza  no  se  podía  comer.  Allí  se  halló  en  una 
casa  cociendo  en  una  olla  un  pescuezo  de  un  hombre. 
Los  mochachos  que  cativan  córtanlos  el  miembro,  é 
sirvense  de  ellos  fasta  que  son  hombres,  y  después, 
cuando  quieren  facer  fiesta,  mátanlosécómenselos,  por- 
que dicen  que  la  carne  de  los  mochachos  é  de  las  jnu- 
geres  no  es  buena  para  comer.  Destos  mochachos  se 
vinieron  para  nosotros  huyendo  tres,  todos  tres  cor- 
tados sus  miembros.  E  á  cabo  de  cuatro  días  vino  el 
capitán  que  se  había  perdido,  de  cuyavenidaestábamos 
ya  bien  desesperados,  porque  ya  los  habían  ido  a  bus- 
car otras  cuadrillas  por  dos  veces,  é  aquel  día  vino  la 
una  cuadrilla  sin  saber  dellos  ciertamente.  Holgamos 
con  su  venida  como  si  nuevamente  se  hobieran  halla- 
do; trajo  este  capitán,  con  los  que  fueron  con  él,  10  ca- 
bezas entre  mochachos  y  mugeres.  Estos  ni  los  otros 
que  los  fueron  á  buscar  nunca  hallaron  hombres,  por- 
que se  habían  huido,  ó  por  ventura  que  en  aquella  co- 
marca había  pocos  hombres,  porque,  según  se  supo  de 
las  mugeres,  eran  idas  10  canoas  con  gentes  á  saltear 
á  otras  islas.  Vino  él  é  los  que  fueron  con  él  tan  des- 
trozados del  monte,  que  era  lástima  de  los  ver;  decían, 
preguntándoles  cómo  se  habían  perdido,  dijeron  que 
era  la  espesura  de  los  árboles  tanta  que  el  cielo  no 
podían  ver,  é  que  algunos  de  ellos,  que  eran  marine- 
ros, habían  subido  por  los  árboles  para  mirar  el  estre- 
lla, é  que  nunca  la  podieron  ver,  é  que  si  no  toparan 


222  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

con  el  mar  fuera  imposible  tornar  á  la  flota.  Partimos 
desta  isla  ocho  dias  después  que  allí  lleg^amos  (1). 
Luego  otro  dia  á  medio  dia  vimos  otra  isla  (2),  no  muy 
grande,  que  estarla  desta  otra  12  leguas;  porque  el  pri- 
mero dia  que  partimos  lo  mas  del  dia  nos  fízo  calma, 
fuimos  junto  con  la  costa  desta  isla,  é  dijeron  las  In- 
dias que  llevábamos  que  no  era  habitada,  que  los  Ca- 
ribes la  hablan  despoblafdo,  é  por  esto  no  paramos 
en  ella.  Luego  esa  tarde  vimos  otra  (3);  á  esa  noche, 
cerca  desta  isla,  fallamos  unos  bajos,  por  cuyo  temor 
sorgimos,  que  no  osamos  andar  fasta  que  fuese  de  dia. 
Luego  á  la  mañana  paresció  otra  isla  (4)  harto  grande; 
á  ninguna  destas  islas  nos  llegamos,  por  consolar  los 
que  habian  dejado  en  la  Española,  é  no  plogó  á  Dios, 
según  que  abajo  parecerá.  Otro  dia  á  hora  de  comer 
llegamos  a  una  isla  (5),  é  pareciónos  mucho  bien,  por- 
que parecía  muy  poblada,  según  las  muchas  labranzas 
que  en  ella  habia.  Fuimos  allá  é  tomamos  puerto  en  la 
costa;  luego  mandó  el  Almirante  ir  á  tierra  una  barca 
guarnecida  de  gente,  para  si  pudiese  tomar  lengua 
para  saber  qué  gente  era,  é  también  porque  habíamos 
menester  informarnos  del  camino,  caso  quel  Almiran- 
te, aunque  nunca  habia  fecho  aquel  camino,  iba  muy 
bien  encaminado,  según  en  cabo  pareció.  Pero  porque 
las  cosas  dubdosas  se  deben  siempre  buscar  con  la  ma- 
yor certinidad  que  haberse  pueda,  quiso  haber  allí 
lengua,  de  la  cual  gente  que  iba  en  la  barca  ciertas 
personas  saltaron  en  tierra,  é  llegaron  en  tierra  á  un 
poblado  de  donde  la  gente  ya  se  habia  escondido. 
Tomaron  alli  cinco  ó  seis  mugeres  y  ciertos  mocha- 
chos,  de  las  cuales  las  mas  eran   t^    bien   de  las  cati- 


(1)  Partieron  el  Domingo  10  de  Noviembre. 

(2)  La  Isla  Monserrate. 

(3)  El  Almirante  la  nombró  Santa  María  la  Redonda. 

(4)  Santa  María  la  Antigua. 

(5)  La  de  San  Martin. 


VIAJES   DE  COLÓN  223 

vas,  como  en  la  otra  isla,  porque  también  estos  eran 
de  los  Caribes,  según  ya  sabiamos  por  la  relación  de 
las  mugeres  que  traiamos.  Ya  que  esta  barca  se 
quería  tornar  á  los  navios  con  su  presa  que  habia 
fecho  por  parte  debajo,  por  la  costa  venia  una  canoa 
en  que  venían  cuatro  hombres  é  dos  mugeres  é  un 
mochacho,  é  desque  vieron  la  flota,  maravillados,  se 
embebecieron,  tanto,  que  por  una  grande  hora  es- 
tovieron  que  no  se  movieron  de  un  lugar  casi  dos  tiros 
de  lombarda  de  los  navios.  En  esto  fueron  vistos 
de  los  que  estaban  en  la  barca  é  aun  de  toda  la  flota. 
Luego  los  de  la  barca  fueron  para  ellos  tan  junto 
con  la  tierra,  que  con  el  embebecimiento  que  tenian, 
maravillándose  é  pensando  qué  cosa  seria,  nunca  los 
vieron  hasta  que  estovieron  muy  cerca  dellos,  que  no 
les  pudieron  mucho  huir  aunque  harto  trabajaron  por 
ello;  pero  los  nuestros  aguijaron  con  tanta  priesa  que 
no  se  les  pudieron  ir.  Los  Caribes,  desque  vieron  que 
el  hoir  no  les  aprovechaba,  con  mucha  osadia  pusie- 
ron mano  á  los  arcos,  también  las  mugeres  como  los 
hombres;  é  digo  con  mucha  osadia  porque  ellos  no 
eran  mas  de  cuatro  hombres  y  dos  mugeres,  é  los 
nuestros  mas  de  25,  de  los  cuales  fírieron  dos:  al  uno 
dieron  dos  frechadas  en  los  pechos  é  al  otro  una  por 
el  costado,  é  si  no  fuera  porque  llevaban  adargas  é 
tablachutas,  é  porque  los  invistieron  presto  con  la  bar- 
ca é  les  trastornaron  su  canoa,  asaetearan  con  sus  fre- 
chas  los  mas  dellos.  £  después  de  trastornada  su  ca- 
noa quedaron  con  el  agua  nadando,  é  á  las  veces  ha- 
ciendo pie,  que  allí  había  unos  bajos,  é  tovieron  harto 
que  hacer  en  tomarlos,  que  todavía  cuanto  podían  ti- 
raban, é  con  todo  eso  el  uno  no  lo  pudieron  tomar  sino 
mal  herido  de  una  lanzada,  que  murió,  el  cual  traje- 
ron ansí  herido  fasta  los  navios.  La  diferencia  destos 
á  los  otros  indios  en  el  hábito  es  que  los  de  Caribe 
tienen  el  cabello  muy  largo;  los  otros  son  tresquilados 
é  fechas  cien  mil  diferencias  en  las  cabezas  de  cruces. 


224  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

é  de  otras  pinturas  en  diversas  maneras,  cada  uno 
como  se  le  antoja,  lo  cual  se  hacen  con  cañas  agu- 
das. Todos,  ansi  los  de  Caribe  como  los  otros,  es  gen- 
te sin  barbas,  que  por  maravilla  hallarás  hombre  que 
las  tenga.  Estos  Caribes  que  allí  tomaron  venían  tiz- 
nados los  ojos  é  las  cejas,  lo  cual  me  parece  que  ha- 
cen por  gala,  é  con  aquello  parescian  mas  espanta- 
bles; el  uno  destos  dice  que  en  una  isla  deUos,  llama- 
da Cayre,  que  es  la  primera  que  vimos,  á  la  cual  no 
llegamos,  hay  mucho  oro;  que  vayan  allá  con  clavos  é 
contezuelas  para  hacer  sus  canoas,  é  que  traerán  cuan- 
to oro  quisieren.  Luego  aquel  dia  partimos  de  esta 
isla,  que  no  estaríamos  allí  mas  de  seis  ó  siete  horas; 
fuimos  para  otra  tierra  (1)  que  pareció  á  ojo  que  es- 
taba en  el  camino  que  habíamos  de  facer;  llegamos 
noche  cerca  della.  Otro  dia  de  mañana  fuimos  por  la 
costa  della;  era  muy  gran  tierra,  aunque  no  era  muy 
continua,  que  era  mas  de  cuarenta  y  tantos  islones  (2), 
tierra  muy  alta,  é  la  mas  della  pelada,  la  cual  no  era 
ninguna  ni  es  de  las  que  antes  ni  después  habernos 
visto.  Parecía  tierra  dispuesta  para  haber  en  ella  me- 
tales; a  esta  no  llegamos  para  saltar  en  tierra,  salvo 
una  carabela  latina  llegó  á  un  islon  de  estos,  en  el 
cual  hallaron  ciertas  casas  de  pescadores.  Las  indias 
que  traíamos  dijeron  que  no  eran  pobladas.  Anduvi- 
mos por  esta  costa  lo  mas  deste  dia,  hasta  otro  día  en 
la  tarde,  que  llegamos  a  vista  de  otra  isla,  llamada  Bu- 
renguen  (3),  cuya  costa  corrimos  todo  un  día;  juzgá- 
base que  ternia  por  aquella  banda  30  leguas.  Esta  isla 
es  muy  hermosa  y  muy  fértil  á  parecer;  á  esta  vienen 


(1)  Isla  de  Santa  Cruz,  donde  surgieron  el  Jueves  14  de 
Noviembre. 

(2)  A  la  mayor  de  estas  islas  llamó  el  Almirante  Santa 
Úrsula,  y  a  todas  las  otras,  las  once  mil  Vírgenes. 

(3)  Isla  de  Puerto  Rico,  a  la  que  llamó      Almirante  San 
Juan  Bautista. 


VIAJES   DE    COLÓN  225 

los  de  Caribe  á  conquistar,  de  la  cual  llevaban  mucha 
g-ente;  estos  no  tienen  fustas  ningunas  nin  saben  andar 
por  mar;  pero,  según  dicen  estos  Caribes  que  toma- 
mos, usan  arcos  como  ellos,  é  si  por  caso  cuando  los 
vienen  á  saltear  los  pueden  prender,  también  se  los  co- 
men, como  los  de  Caribe  a  ellos.  En  un  puerto  (1) 
desta  isla  estovimos  dos  dias,  donde  saltó  mucha 
gente  en  tierra;  pero  jamás  podimos  haber  lengua, 
que  todos  se  fuyeron  como  gente  temorizadas  de  los 
Caribes.  Todas  estas  islas  dichas  fueron  descubiertas 
deste  camino,  que  fasta  aqui  ninguna  dellas  habia  visto 
el  Almirante  el  otro  viage;  todas  son  muy  hermosas  é 
de  muy  buena  tierra;  pero  esta  paresció  mejor  á  todos; 
aquí  casi  se  acabaron  las  islas  que  fácia  la  parte  de 
España  habia  dejado  de  ver  el  Almirante,  aunque  te- 
nemos por  cosa  cierta  que  hay  tierra  mas  de  40  leguas 
antes  de  estas  primeras  hasta  España,  porque  dos  dias 
antes  que  viésemos  tierra  vimos  unas  aves  que  llaman 
rabihorcados,  que  son  aves  de  rapiña  marinas  é  no 
sientan  ni  duermen  sobre  el  agua,  sobre  tarde  rodean- 
do sobir  en  alto,  é  después  tiran  su  via  á  buscar  tierra 
para  dormir,  las  cuales  no  podrían  ir  á  caer,  según  era 
tarde,  de  12  ó  15  leguas  arriba,y  esto  era  á  laman  de- 
recha donde  veníamos  hasta  la  parte  de  España;  de 
donde  todos  juzgaron  allí  quedar  tierra,  lo  cual  no  se 
buscó  porque  se  nos  hacia  rodeo  para  la  w\:\  que  traía- 
mos. Espero  que  á  pocos  viages  se  hallará.  De  esta  isla 
sobredicha  (2)  partimos  una  madrugada,  é  aquel  día, 
antes  que  fuese  noche,  hobimos  vista  de  tierra,  la  cual 
tampoco  era  conocida  de  ninguno  de  los  que  habían 
venido  el  otro  viage;  pero  por  las  nuevas  de  las  Indias 
que  traiamos  sospechamos  que  era  la  Española,  en  la 


(1)  Ensenada  de  May  agües. 

(2)  Puerto  Rico. 

VIAJIS  !>■  COLáW  15 


226  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

cual  agora  estamos  (1).  Entre  esta  isla  é  la  otra  de  Bu- 
riquen  parecía  de  lejos  otra  (2),  aunque  no  era  grande. 
Desque  llegamos  á  esta  Española,  por  el  comienzo  de 
ella  era  tierra  baja  y  muy  llana  (3),  del  conocimiento 
de  la  cual  aun  estaban  todos  dudosos  si  fuese  la  que 
es,  porque  aquella  parte  nin  el  Almirante  ni  los  otros 
que  con  él  vinieron  habian  visto,  é  aquesta  isla,  como 
es  grande,  es  nombrada  por  provincias,  é  á  esta  parte 
que  primero  llegamos  llaman  Haytif  y  luego  á  la  otra 
provincia  junta  con  esta  llaman  Xamaná,  é  á  la  otra 
Bohío,  en  la  cual  agora  estamos;  ansí,  hay  en  ellas  mu- 
chas provincias  porque  es  gran  cosa,  porque  según 
afirman  los  que  la  han  visto  por  la  costa  de  largo,  di- 
cen que  habrá  200  leguas;  á  mi  me  parece  que  á  lo 
menos  habrá  150;  del  ancho  della,  hasta  agora  no  se 
sabe.  Allá  es  ido  cuarenta  días  ha,  á  rodearla,  una  cara- 
bela, la  cual  no  es  venida  hasta  hoy.  Es  tierra  muy  sin- 
gular, donde  hay  infinitos  ríos  grandes  é  sierras  gran- 
des é  valles  grandes  rasos,  grandes  montañas;  sospecho 
que  nunca  se  secan  las  yerbas  en  todo  el  año.  Non 
creo  que  hay  invierno  ninguno  en  esta  nin  en  las  otras, 
porque  por  Navidad  se  fallan  muchos  nidos  de  aves, 
dellas  con  pájaros,  é  dellas  con  huevos.  En  ella  ni  en 
las  otras  nunca  se  ha  visto  animal  de  cuatro  pies,  salvo 
algunos  perros  de  todas  colores,  como  en  nuestra  pa- 
tria; la  hechura,  como  unos  gosques  grandes;  de  ani- 
males salvajes  no  hay.  Otrosí,  hay  un  animal  de  color 
de  conejo  é  de  su  pelo,  el  grandor  de  un  conejo 
nuevo,  el  rabo  largo,  los  pies  é  manos  como  de  ratón; 
suben  por  los  árboles;  muchos  los  han  comido;  dicen 
que  es  muy  bueno  de  comer;  hay  culebras  muchas,  no 
grandes;  lagartos,  aunque  no  muchos,  porque  los  in- 


(1)  El  Viernes  22  de  Noviembre  tomó  el  Almirante  la 
primera  tierra  de  la  Isla  Española. 

(2)  La  Mona  y  Monito. 

(3)  Cabo  del  Engaño,  en  la  Isla  Española. 


VIAJES    DE   COLÓN  227 

dios  hacen  tanta  fiesta  dellos  como  haríamos  allá  con 
faisanes;  son  del  tamaño  de  los  de  allá,  salvo  que  en 
la  hechura  son  diferentes,  aunque  en  una  isleta  peque- 
ña (1)  que  está  junto  con  un  puerto  que  llaman  Monte 
CristOt  donde  estovimos  muchos  días,  vieron  muchos 
dias  un  lagarto  muy  grande,  que  decian  que  seria  de 
gordura  de  un  becerro,  é  atan  complido  como  una 
lanza,  é  muchas  veces  salieron  por  lo  matar,  é  con  la 
mucha  espesura  se  les  metia  en  la  mar,  de  manera  que 
no  se  pudo  haber  del  derecho.  Hay  en  esta  isla  y  en 
las  otras  infínitas  aves  de  las  de  nuestra  patria,  é  otras 
muchas  que  allá  nunca  se  vieron;  de  las  aves  domésti- 
cas nunca  se  ha  visto  acá  ninguna,  salvo  en  la  Zurw 
guia  habia  en  las  casas  unas  ánades,  las  mas  dellas 
blancas  como  la  nieve  é  algunas  dellas  negras,  muy 
lindas,  con  crestas  rasas,  mayores  que  las  de  allá,  me- 
nores que  ánsares.  Por  la  costa  desta  isla  corrimos  al 
pié  de  100  leguas,  porque  hasta  donde  el  Almirante 
habia  dejado  la  gente  habría  en  este  compás,  que  será 
en  comedio  ó  en  medio  de  la  isla.  Andando  por  la 
provincia  della  llamada  Xamaná  en  derecho,  echamos 
en  tierra  uno  de  los  indios  quel  otro  viage  habían  lle- 
vado, vestido  é  con  algunas  cosillas  quel  Almirante  le 
había  mandado  dar.  Aquel  día  se  nos  murió  un  mari- 
nero vizcaíno  que  habia  seído  herido  de  los  caribes 
que  ya  dije  que  se  tomaron,  por  su  mala  guarda,  é 
porque  íbamos  por  costa  de  tierra  dióse  lugar  que  sa- 
liese una  barca  á  enterrarlo,  é  fueron  en  reguarda  de 
la  barca  dos  carabelas  cerca  con  tierra.  Salieron  á  la 
barca  en  llegando  en  tierra  muchos  indios,  de  los  cua- 
les algunos  traían  oro  al  cuello  é  á  las  orejas;  querían 
venir  con  los  cristianos  á  los  navios,  é  no  los  quisieron 
traer,  porque  no  llevaban  licencia  del  Almirante;  los 
cuales,  desque  vieron  que  no  los  querían  traer  se  me- 
tieron dos  dellos  en  una  canoa  pequeña  é  se  vinieron, 


(1)     Isla  Cabra, 


228  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

á  una  carabela  de  las  que  se  habían  acercado  á  tierra, 
en  la  cual  los  recibieron  con  su  amor,  é  trajéronlos  á 
la  nao  del  Almirante,  é  dijeron,  mediante  un  intérprete, 
que  un  Rey  fulano  los  enviaba  á  saber  qué  gente  era- 
mos, é  á  rogar  que  quisiésemos  llegar  á  tierra,  porque 
tenian  mucho  oro  é  le  darian  dello  é  de  lo  que  tenian 
de  comer;  el  Almirante  les  mandó  dar  sendas  camisas 
é  bonetes  é  otras  cosillas,  é  les  dijo  que  porque  iba  á 
donde  estaba  Guacamarí  non  se  podria  detener,  que 
otro  tiempo  habría  que  le  pudiese  ver,  é  con  esto  se 
fueron.  No  cesamos  de  andar  nuestro  camino  fasta  lle- 
gar á  un  puerto  llamado  Monte  Cristi,  donde  estuvi- 
mos dos  días  para  ver  la  disposición  de  la  tierra, 
porque  no  había  parecido  bien  al  Almirante  el  logar 
donde  había  dejado  la  gente  para  hacer  asiento.  De- 
cendimos  en  tierra  para  ver  la  dispusicion;  había  cerca 
de  allí  un  gran  río  (1)  de  muy  buena  agua;  pero  es 
toda  tierra  anegada  é  muy  indispuesta  para  habitar. 
Andando  veyendo  el  rio  é  tierra  hallaron  algunos  de 
los  nuestros  en  una  parte  dos  hombres  muertos  junto 
con  el  rio,  el  uno  con  un  lazo  al  pescuezo  y  el  otro 
con  otro  al  pié;  esto  fue  el  primero  día.  Otro  día  si- 
guiente hallaron  otros  dos  muertos  mas  adelante  de 
aquéllos;  el  uno  destos  estaba  en  disposición  que  se 
le  pudo  conocer  tener  muchas  barbas.  Algunos  de  los 
nuestros  sospecharon  mas  mal  que  bien,  é  con  razón, 
porque  los  indios  son  todos  desbarbados,  como  dicho 
he.  Este  puerto  está  del  lugar  donde  estaba  la  gente 
cristiana  12  leguas  (2);  pasados  dos  días  alzamos  velas 
para  el  lugar  donde  el  Almirante  había  dejado  la  so- 
bredicha gente,  en  compañía  de  un  Rey  destos  indios, 
que  se  llamaba  Guacamarí,  que  pienso  ser  de  los  prin- 
cipales desta  isla.  Este  día  llegamos  en  derecho  de 


(1)  Río  de  Santiago, 

(2)  Son  7  leguas  solamente. 


VIAJES    DE    COLÓN  229 

aquel  lugfar;  pero  era  ya  tarde  (1),  é  porque  allí  habia 
unos  bajos  donde  el  otro  día  se  habia  perdido  la  nao 
en  que  habia  ido  el  Almirante  no  osamos  tomar  el 
puerto  cerca  de  tierra  fasta  que  otro  dia  de  mañana  se 
desfondase  é  pudiesen  entrar  seguramente;  quedamos 
aquella  noche  no  una  legua  de  tierra.  Esa  tarde,  vinien- 
do para  allí  de  lejos,  salió  una  canoa  en  que  oarescian 
cinco  ó  seis  indios,  los  cuales  venían  á  prisa  para  nos- 
otros. El  Almirante,  creyendo  que  nos  seguraba  hasta 
alzarnos,  no  quiso  que  los  esperásemos,  é  porfiando 
llegaron  hasta  un  tiro  de  lombarda  de  nosotros,  é  pará- 
banse á  mirar,  é  desde  allí,  desque  vieron  que  no  los 
esperábamos,  dieron  vuelta  é  tornaron  su  vía.  Después 
que  surgimos  en  aquel  lugar  sobredicho  (2)  tarde,  el 
Almirante  mandó  tirar  dos  lombardas, á  ver  si  respon- 
dían los  cristianos  que  habían  quedado  con  el  dicho 
Guacamarí,  porque  también  tenían  lombardas,  los  cua- 
les nunca  respondieron,  ni  menos  parescian  huegos  ni 
señal  de  casas  en  aquel  lugar,  de  lo  cual  se  desconso- 
ló mucho  la  gente  é  tomaron  la  sospecha  que  de  tal 
caso  se  debía  tomar.  Estando  ansí  todos  muy  tristes, 
pasadas  cuatro  ó  cinco  horas  de  la  noche,  vino  la  mis- 
ma canoa  que  esa  tarde  habíamos  visto,  e  venia  dando 
voces,  preguntando  por  el  Almirante  un  Capitán  de 
una  carabela  donde  primero  llegaron;  trajéronlos  á  la 
nao  del  Almirante,  los  cuales  nunca  quisieron  entrar 
hasta  que  el  Almirante  los  hablase;  demandaron  lum- 
bre para  lo  conocer,  é  después  que  lo  conocieron  en- 
traron. Era  uno  dellos  primo  del  Guacamarí,  el  cual 
los  había  enviado  otra  vez.  Después  que  se  habían  tor- 
nado aquella  tarde  traían  carátulas  de  oro,  que  Guaca- 


(1)  Surgió  el  Almirante  a  la  entrada  del  Puerto  de  la 
Navidad  Miércoles  27  de  Noviembre,  hacía  la  medía  no- 
che, y  al  día  siguiente  a  la  tarde  entró  en  lo  interior  del 
puerto. 

(2)  Bahía  del  Caracol. 


230  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

mari  enviaba  en  presente:  la  una  para  el  Almirante  é 
la  otra  para  un  capitán  quel  otro  viage  habia  ido  con 
él.  Estovieron  en  la  nao  hablando  con  el  Almirante,  en 
presencia  de  todos,  por  tres  horas,  mostrando  mucho 
placer,  preguntándoles  por  los  cristianos  qué  tales  es- 
taban; aquel  pariente  dijo  que  estaban  todos  buenos, 
aunque  entre  ellos  habia  algunos  muertos  de  dolencia 
é  otros  de  diferencia  que  habia  contecido  entre  ellos, 
é  que  Guacamarí  estaba  en  otro  lugar  ferido  en  una 
pierna  é  por  eso  no  habia  venido,  pero  que  otro  dia 
vernia;  porque  otros  dos  Rey^s,  llamado  el  uno  Caona- 
bó  y  el  otro  Mayrení,  habian  venido  á  pelear  con  él  é 
que  le  habian  quemado  el  logar;  é  luego  esa  noche  se 
tornaron  diciendo  que  otro  dia  vernian  con  el  dicho 
Guacamarí,  é  con  esto  nos  dejaron  por  esa  noche  con- 
solados. Otro  dia  en  la  mañana  estovimos  esperando 
que  viniese  el  dicho  Guacamarí,  é  entretanto  saltaron 
en  tierra  algunos  por  mandado  del  Almirante,  é  fueron 
ai  lugar  donde  solían  estar,  é  halláronle  quemado  un 
cortijo  algo  fuerte  con  una  palizada,  donde  los  cristia- 
nos habitaban,  é  tenían  lo  suyo  quemado  é  derribado, 
é  ciertas  bernias  (1)  é  ropas  que  los  indios  habian 
traído  á  echar  en  la  casa.  Los  dichos  indios  que  por 
allí  parecían  andaban  muy  cahareños,  que  no  se  osa- 
ban allegar  á  nosotros,  antes  huian;  lo  cual  no  nos  pa- 
reció bien,  porque  el  Almirante  nos  habia  dicho  que 
en  llegando  á  aquel  lugar  salían  tantas  canoas  dellos  á 
bordo  de  los  navios  á  vernos,  que  no  nos  podríamos 
defender  dellos,  é  que  en  el  otro  viage  ansí  lo  facían; 
é  como  agora  veíamos  que  estaban  sospechosos  de 
nosotros,  no  nos  parecía  bien;  con  todo,  halagándolos 
aquel  día  é  arrojándolos  algunas  cosas,  ansí  como  cas- 
cabeles é  cuentas,  hobo  de  asegurarse  un  su  pariente 
del  dicho  Guacamarí  é  otros  tres,  los  cuales  entraron 


(1)     Bernia,  s.  f.  Capa  de  abrigo  hecha  de  un  tejido    bas- 
to de  lana,  semejante  al  de  las  mantas  y  de  varios  coló  res. 


VIAJES  DE   COLÓN  231 

en  la  barca  é  trajéronlos  á  la  nao.  Después  que  le  pre- 
guntaron por  los  cristianos  dijeron  que  todos  eran 
muertos,  aunque  ya  nos  lo  había  dicho  un  indio  de  los 
que  llevábamos  de  Castilla  que  lo  habian  hablado  los 
dos  indios  que  antes  habian  venido  á  la  nao,  que  se 
habian  quedado  á  bordo  de  la  nao  con  su  canoa,  pero 
no  le  habiamos  creído.  Fue  preguntado  á  este  pariente 
de  Guacamarí  quién  los  había  muerto;  dijo  que  el  Rey 
de  Caonabó  y  el  Rey  Mayrení,  é  que  le  quemaron  las 
cosas  del  lugar,  é  que  estaban  dellos  muchos  heridos, 
é  también  el  dicho  Guacamarí  estaba  pasado  un  mus- 
lo, y  él  que  estaba  en  otro  lugar, y  que  él  quería  ir  lue- 
go allá  á  lo  llamar,  al  cual  dieron  algunas  cosas,  é  lue- 
go se  partió  para  donde  estaba  Guacamarí.  Todo  aquel 
dia  los  estovímos  esperando,  y  desque  vimos  que  no 
venían,  muchos  tenían  sospecha  que  se  habían  ahoga- 
do los  indios  que  antenoche  habían  venido,  porque  los 
habían  dado  á  beber  dos  ó  tres  veces  de  vino,  é  ve- 
nían en  una  canoa  pequeña  que  se  les  podría  trastor- 
nar. Otro  día  de  mañana  salió  á  tierra  el  Almirante  é 
algunos  de  nosotros,  é  fuimos  donde  solía  estar  la 
villa,  la  cual  nos  vimos  toda  quemada,  é  los  vesti- 
dos de  los  cristianos  se  hallaban  por  aquella  yerba. 
Por  aquella  hora  no  vimos  ningún  muerto.  Había  en- 
tre nosotros  muchas  razones  diferentes:  unos  sospe- 
chando que  el  mismo  Guacamarí  fuese  en  la  traición 
ó  muerte  de  los  cristianos;  otros  les  parecía  que  no, 
pues  estaba  quemada  su  villa;  ansí,  que  la  cosa  era  mu- 
cho para  dudar.  El  Almirante  mandó  catar  todo  el  sitio 
donde  los  cristianos  estaban  fortalecidos,  por  quél  los 
había  mandado  que  desque  tovíesen  alguna  cantidad 
de  oro  que  lo  enterrasen.  Entretanto  que  esto  se  hacia 
quiso  llegar  á  ver  á  cerca  de  una  legua,  do  nos  parecía 
que  podría  haber  asiento  para  poder  edificar  una  villa, 
porque  ya  era  tiempo,  adonde  fuimos  ciertos  con  él, 
mirando  la  tierra  por  la  costa,  fasta  que  llegamos  á  un 
poblado  donde  había  siete  ú  ocho  casas,  las  quales 


232  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

habian  desamparado  los  indios  luego  que  nos  vieron 
ir,  é  llevaron  lo  que  pudieron  é  lo  otro  dejaron  escon- 
dido entre  yerbas  junto  con  las  casas;  que  es  gente 
tan  bestial  que  no  tienen  discreción  para  buscar  lugar 
para  habitar;  que  los  que  viven  a  la  marina  es  maravi- 
lla cuan  bestialmente  edifican,  que  las  casas  enderedor 
tienen  tan  cubiertas  de  yerba  ó  de  humidad,  que  es- 
toy espantado  cómo  viven.  En  aquellas  casas  hallamos 
muchas  cosas  de  los  cristianos,  las  cuales  no  se  creian 
que  ellos  hobiesen  rescatado,  ansi  como  una  almalafa 
muy  gentil,  la  cual  no  se  habia  descogido  de  como  la 
llevaron  de  Castilla,  é  calzas  é  pedazos  de  paños,  é 
una  ancla  de  la  nao,  quel  Almirante  habia  alH  perdido 
el  otro  viage,  é  otras  cosas  de  las  cuales  mas  se  es- 
forzó nuestra  opinión,  y  de  acá  hallamos,  buscando 
las  cosas  que  tenian  guardadas  en  una  esportilla  mu- 
cho cosida  é  mucho  á  recabdo,  una  cabeza  de  hombre 
mucho  guardada.  Allí  juzgamos  por  entonces  que  se- 
ria la  cabeza  de  padre  ó  madre,  ó  de  persona  que  mu- 
cho querían.  Después  he  oido  que  hayan  hallado  mu- 
chas desta  manera,  por  donde  creo  ser  verdad  lo  que 
allí  juzgamos;  desde  allí  nos  tornamos.  Aquel  dia  ve- 
nimos por  donde  estaba  la  villa,  y  cuando  llegamos 
hallamos  muchos  indios  que  se  habian  asegurado  y  es- 
taban rescatando  oro;  tenian  rescatado  fasta  un  marco; 
hallamos  que  habian  mostrado  donde  estaban  muertos 
11  cristianos,  cubiertos  ya  de  la  yerba  que  habia  cre- 
cido sobre  ellos,  é  todos  hablaban  por  una  boca  que 
Gaonabó  é  Mayrení  los  habían  muerto;  pero  con  todo 
eso  asomaban  queja  que  los  cristianos  uno  tenia  tres 
mugeres,  otro  cuatro,  donde  creemos  quel  mal  que  les 
vino  fue  de  zelos.  Otro  dia  de  mañana,  porque  en  todo 
aquello  no  habia  logar  dispuesto  para  nosotros  po- 
der hacer  asiento,  acordó  el  Almirante  fuese  una  cara- 
bela á  una  parte  para  mirar  lugar  conveniente,  é  algu- 
nos que  fuimos  con  él  fuimos  a  otra  parte,  á  do  halla- 
mos un  puerto  muy  seguro  é  muy  gentil  disposición 


VIAJES   DE   COLÓN  233 

de  tierra  para  habitar;  pero  porque  estaba  lejos  de 
donde  nos  deseábamos  que  estaba  la  mina  de  oro  no 
acordó  el  Almirante  de  poblar,  sino  en  otra  parte  que 
fuese  mas  cierta,  si  se  hallase  conveniente  disposición» 
Cuando  venimos  deste  lugar  hallamos  venida  la  otra 
carabela  que  habia  ido  á  la  otra  parte  á  buscar  el  di- 
cho lugar,  en  la  cual  habia  ido  Melchior  é  otros  cua- 
tro ó  cinco  hombres  de  pro.  E  yendo  costeando  por 
tierra  salió  á  ellos  una  canoa  en  que  venian  dos  indios, 
el  uno  era  hermano  de  Guacamarí,  el  cual  fue  cono- 
cido por  un  piloto  que  iba  en  la  dicha  carabela,  é 
preguntó  quién  iba  allí,  al  cual  dijeron  los  hombres 
prencipales,  dijeron  que  Guacamarí  les  rogaba  que  se 
llegasen  á  tierra,  donde  él  tenia  su  asiento  con  fasta 
50  casas.  Los  dichos  prencipales  saltaron  en  tierra  con 
la  barca  é  fueron  donde  él  estaba,  el  cual  fallaron  en 
su  cama  echado  faciendo  del  doliente  ferido.  Pablaron 
con  él,  preguntándole  por  los  cristianos;  respondió, 
concertando  con  la  mesma  razón  de  los  otros,  que  era 
que  Caonabó  é  Mayrení  los  habían  muerto,  é  que  á  él 
habían  ferido  en  un  muslo,  el  cual  mostró  ligado;  los 
que  entonces  lo  vieron  asi  les  pareció  que  era  verdad 
como  él  lo  dijo;  al  tiempo  del  despedirse  dio  á  cada 
uno  dellos  una  joya  de  oro,  á  cada  uno  como  le  pare- 
ció que  lo  merescia.  Este  oro  facían  en  fojas  muy  del- 
gadas, porque  lo  quieren  para  facer  carátulas  é  para 
poderse  asentar  en  betún  que  ellos  facen;  si  así  no 
fuese  no  se  asentaría.  Otros  facen  para  traer  en  la  ca- 
beza é  para  colgar  en  las  orejas  é  narices;  ansí,  que  to- 
davía es  menester  que  sea  delgado,  pues  que  ellos 
nada  desto  hacen  por  riqueza,  salvo  por  buen  parecer. 
Dijo  el  dicho  Guacamarí,  por  señas  é  como  mejor 
pudo,  que  porque  él  estaba  ansi  herido  que  dijesen  al 
Almirante  que  quisiese' venir  á  verlo.  Luego  quel  Al- 
mirante llegó  los  sobredichos  le  contaron  este  caso. 
Otro  día  de  mañana  acordó  partir  para  allá,  al  cual 
lugar  llegaríamos  dentro  de  tres  horas,  porque  apenas 


234  M.   FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

habría  dende  donde  estábamos  allá  tres  leguas;  ansi 
que  cuando  allí  llegamos  era  hora  de  comer;  comimos 
antes  de  salir  en  tierra.  Luego  que  hobimos  comido 
mandó  el  Almirante  que  todos  los  capitanes  viniesen 
con  sus  barcas  para  ir  en  tierra,  porque  ya  esa  mañana, 
antes  que  partiésemos  de  donde  estábamos,  habia  ve- 
nido el  sobredicho  su  hermano  á  hablar  con  el  Almi- 
rante é  á  darle  priesa  que  fuese  aí  lugar  donde  estaba 
el  dicho  Guacamarí.  Allí  fue  el  Almirante  á  tierra,  é 
toda  la  gente  de  pro  con  él,  tan  ataviados  que  en  una 
cibdad  prencipal  parecieran  bien;  llevó  algunas  cosas 
para  le  presentar,  porque  ya  habia  recibido  del  alguna 
cantidad  de  oro,  é  era  razón  le  respondiese  con  la 
obra  é  voluntad  quél  habia  mostrado.  El  dicho  Guaca- 
marí ansímismo  tenia  aparejado  para  hacerle  presente. 
Cuando  llegamos  hallámosle  echado  en  su  cama,  como 
ellos  lo  usan,  colgado  en  el  aire,  fecha  una  cama  de 
algodón  como  de  red;  no  se  levantó,  salvo  dende  la 
cama  hizo  el  semblante  de  cortesía  como  él  mejor 
sopo,  mostró  mucho  sentimiento  con  lágrimas  en  los 
ojos  por  la  muerte  de  los  Cristianos,  é  comenzó  á  ha- 
blar en  ello,  mostrando  como  mejor  podía  cómo  unos 
murieron  de  dolencia  é  cómo  otros  se  habían  ido  á 
Caonabó  á  buscar  la  mina  del  oro,  é  que  allí  los  habían 
muerto,  é  los  otros  que  se  los  habían  venido  á  matar 
allí  en  su  villa.  A  lo  que  parecían  los  cuerpos  de  los 
muertos,  no  habia  dos  meses  que  habia  acaecido.  Esa 
hora  él  presentó  al  Almirante  ocho  marcos  y  medio 
de  oro,  é  cinco  ó  600  labrados  de  pedrería  de  diver- 
sos colores,  é  un  bonete  de  la  misma  pedrería,  lo  cual 
me  parece  deben  tener  ellos  en  mucho.  En  el  bonete 
estaba  un  joyel,  lo  cual  le  dio  en  mucha  veneración. 
Paréceme  que  tienen  en  mas  el  cobre  quel  oro.  Está- 
bamos presentes  yo  y  un  zurugíano  de  armada;  en- 
tonces dijo  el  Almirante  al  dicho  Guacamarí  que  nos- 
otros eramos  sabios  de  las  enfermedades  de  los  hom- 
bres, que    nos   quisiesen   mostrar  la  herida;    él   res- 


VIAJES  DE  COLÓN  235 

pondió  que  le  placía,  para  !o  cual  yo  dije  que  sería 
necesario,  si  pudiese,  que  saliese  fuera  de  casa,  por- 
que con  la  mucha  gente  estaba  escura  é  no  se  podria 
ver  bien;  lo  cual  él  fizo  luego,  creo  mas  de  empacho 
quede  gana;  arrimándose  á  él,  salió  fuera.  Después  de 
asentado,  llegó  el  zurugiano  á  él  é  comenzó  de  desli- 
garle; entonces  dijo  al  Almirante  que  era  ferida  fecha 
con  ciba,  que  quiere  decir  con  piedra.  Después  que  fue 
desatada  llegamos  á  tentarle.  Es  cierto  que  no  tenia 
mas  mal  en  aquella  que  en  la  otra,  aunque  él  hacia  del 
raposo,  que  le  dolía  mucho.  Ciertamente  no  se  podía 
bien  determinar,  porque  las  razones  eran  ignotas,  que 
ciertamente  muchas  cosas  había  que  mostraban  haber 
venido  a  él  gente  contraría.  Ansimesmo  el  Almirante 
no  sabia  que  se  hacer;  parescióle,  é  á  otros  muchos, 
que  por  entonces,  fasta  bien  saber  la  verdad,  que  se 
debia  disimular,  porque  después  de  sabida,  cada  que 
quisiesen,  se  podía  del  recibir  enmienda.  E  aquella 
tarde  se  vino  con  el  Almirante  á  las  naos,  é  mostrá- 
ronle caballos  é  cuanto  ahí  había,  de  lo  cual  quedó 
muy  maravillado  como  de  cosa  extraña  á  él;  tomó  co- 
lación en  la  nao  é  esa  tarde  luego  se  tornó  á  su  casa; 
el  Almirante  dijo  que  quería  ir  á  habitar  allí  con  él  é 
quería  facer  casas,  y  él  respondió  que  le  placía,  pero 
que  el  lugar  era  mal  sano  porque  era  muy  húmido,  é 
tal  era  él  por  cierto.  Esto  todo  pasaba  estando  por  in- 
térpretes dos  indios  de  los  que  el  otro  viage  habían 
ido  á  Castilla,  los  cuales  habían  quedado  vivos  de  siete 
que  metimos  en  el  puerto,  que  los  cinco  se  murieron 
en  el  camino,  los  cuales  escaparon  á  uña  de  caballo. 
Otro  día  estuvimos  surtos  en  aquel  puerto,  é  quiso 
saber  cuándo  se  partiría  el  Almirante;  le  mandó  decir 
que  otro  día.  En  aquel  día  vinieron  á  la  nao  el  sobre- 
dicho hermano  suyo  é  otros  con  él,  é  trajeron  algún 
oro  para  rescatar.  Ansimesmo  el  día  que  allá  salimos 
se  rescató  buena  cantidad  de  oro.  En  la  nao  había 
10  mugeres  de  las  que  se  habían  tomado  en  las  islas 


236  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

de  Cariby;  eran  las  mas  dellas  de  Boriquen.  Aquel 
hermano  de  Guacamarí  habló  con  ellas;  creemos  que 
les  dijo  lo  que  luegfo  esa  noche  pusieron  por  obra,  y 
es  que  al  primer  sueño  muy  mansamente  se  echaron  al 
agua  é  se  fueron  á  tierra,  de  manera  que  cuando  fue- 
ron falladas  menos  iban  tanto  trecho  que  con  las  bar- 
cas no  pudieron  tomar  mas  de  las  cuatro,  las  cuales 
tomaron  al  salir  del  agua;  fueron  nadando  mas  de  una 
gran  media  legua.  Otro  dia  de  mañana  envió  el  Almi- 
rante á  decir  á  Guacamarí  que  le  enviase  aquellas  mu- 
geres  que  la  noche  antes  se  habian  haido,  é  que  luego 
las  mandase  buscar.  Cuando  fueron  hallaron  el  lugar 
despoblado,  que  no  estaba  persona  en  él:  ahí  tornaron 
muchos  fuerte  á  afirmar  su  sospecha;  otros  decian  que 
se  habría  mudado  á  otra  población,  quellos  ansí  lo 
suelen  hacer.  Aquel  dia  estovimos  allí  quedos  porque 
el  tiempo  era  contrario  para  salir;  otro  dia  de  mañana 
acordó  el  Almirante,  pues  que  el  tiempo  era  contra- 
rio, que  seria  bien  ir  con  las  barcas  á  ver  un  puerto  la 
costa  arriba,  fasta  el  cual  habría  2  leguas  (1),  para  ver 
si  habría  dispusicion  de  tierra  para  hacer  habitación; 
donde  fuemos  con  todas  las  barcas  de  los  navios,  de- 
jando los  navios  en  el  puerto.  Fuimos  corriendo  toda 
la  costa,  é  también  estos  no  se  seguraban  bien  de  nos- 
otros; llegamos  á  un  lugar  de  donde  todos  eran  hui- 
dos. Andando  por  él  fallamos  junto  con  las  casas, 
metido  en  el  monte,  un  indio  ferido  de  una  vara,  de 
una  ferida  que  resollaba  por  las  espaldas,  que  no  ha- 
bia  podido  huir  mas  lejos.  Los  desta  isla  pelean  con 
unas  varas  agudas,  las  cuales  tiran  con  unas  tiranderas 
como  las  que  tiran  los  mochachos  las  varillas  en  Cas- 
tilla, con  las  cuales  tiran  muy  lejos  asaz  certero.  Es 
cierto  que  para  gente  desarmada  que  pueden  hacer 
daño.  Este  nos  dijo  que  Caonabó  é  los  suyos  lo  ha- 
bian ferido  é  habian  quemado  las  casas  á  Guacamarí. 


(1)     Puerto  Delfín  o  Bahiajd. 


VIAJES    DE    COLÓN  237 

Ansí,  quel  poco  entender  que  los  entendemos  é  las  ra- 
zones equivocas  nos  han  traído  á  todos  tan  afuscados 
que  fasta  agora  no  se  ha  podido  saber  la  verdad  de  la 
muerte  de  nuestra  gfente,  é  no  hallamos  en  aquel 
puerto  díspusicion  saludable  para  hacer  habitación. 
Acordó  el  Almirante  nos  tornásemos  por  la  costa 
arriba  por  do  habíamos  venido  de  Castilla,  porque  la 
nueva  del  oro  era  fasta  allá.  Fuenos  el  tiempo  contra- 
rio, que  mayor  pena  nos  fue  tornar  30  leguas  atrás  que 
venir  desde  Castilla,  que  con  el  tiempo  contrario  é  la 
largueza  del  camino  ya  eran  tres  meses  pasados  cuan- 
do descendimos  en  tierra.  Plugo  a  nuestro  Señor  que 
por  la  contrariedad  del  tiempo,  que  no  nos  dejó  ir  mas 
adelante,  hobimos  de  tomar  tierra  en  el  mejor  sitio  y 
díspusicion  que  pudiéramos  escoger,  donde  hay  mu- 
cho buen  puerto  é  gran  pesquería  (1),  de  la  cual  tene- 
mos mucha  necesidad  por  el  carecimiento  de  las  car- 
nes. Hay  en  esta  tierra  muy  singular  pescado  mas  sano 
quel  de  España.  Verdad  sea  que  la  tierra  no  consiente 
que  se  guarde  de  un  dia  para  otro  porque  es  caliente 
é  húmida,  é  por  ende  luego  las  cosas  introfatibles  li- 
geramente se  corrompen.  La  tierra  es  muy  gruesa  para 
todas  cosas;  tiene  junto  un  rio  prencípal  é  otro  razo- 
nable, asaz  cerca  de  muy  singular  agua;  edifícase  so- 
bre la  ribera  del  una  cibdad,  Marta,  junto  quel  lugar 
se  deslinda  con  el  agua,  de  manera  que  la  metad  de 
la  cibdad  queda  cercada  de  agua  con  una  barranca  de 
peña  tajada,  tal  que  por  allí  no  ha  menester  defensa 
ninguna;  la  otra  metad  está  cercada  de  una  arboleda 
espesa  que  apenas  podrá  un  conejo  andar  por  ella;  es 
tan  verde  que  en  ningún  tiempo  del  mundo  fuego  la 
podrá  quemar;  hase  comenzado  á  traer  un  brazo  del 
rio,  el  cual  dicen  los  maestros  que  traírán  por  medio 


(1)     La  /sábela,  distante   10  leguas  al  Este  de  Monte 
Cristi. 


238  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

del  lugar,  é  asentarán  en  él  moliendas  é  sierras  de 
agua,  é  cuanto  se  pudiere  hacer  con  agua.  Han  sem- 
brado mucha  hortaliza,  la  cual  es  cierto  que  crece  mas 
en  ocho  dias  que  en  España  en  veinte.  Vienen  aquí 
continuamente  muchos  indios  é  caziques  con  ellos, 
que  son  como  capitanes  dellos,  é  muchas  indias;  todos 
vienen  cargados  de  ages  (1),  que  son  como  nabos,  muy 
excelente  manjar,  de  los  cuales  facemos  acá  muchas 
maneras  de  manjares  en  cualquier  manera;  es  tanto 
cordial  manjar  que  nos  tiene  á  todos  muy  consolados, 
porque  de  verdad  la  vida  que  se  trajo  por  la  mar  ha 
seido  la  mas  estrecha  que  nunca  hombres  pasaron,  é 
fue  ansi  necesario  porque  no  sabiamos  qué  tiempo  nos 
haria  ó  cuánto  permitiría  Dios  que  estoviesemos  en  el 
camino;  ansi,  que  fue  cordura  estrecharnos,  porque 
cualquier  tiempo  que  viniera  pudiéramos  conservar  la 
vida.  Rescatan  el  oro  é  mantenimientos  é  todo  lo  que 
traen  por  cabos  de  agujetas,  por  cuentas,  por  alfileres, 
por  pedazos  de  escudillas  é  de  plateles.  A  este  age  lla- 
man los  de  Caribi  nabi,é  los  indios  hage.Toda.  esta  gen- 
te,  como  dicho  tengo,  andan  como  nacieron,  salvo  las 
nougeres  de  esta  isla  traen  cubiertas  sus  vergüenzas,  de- 
ltas con  ropa  de  algodón,  que  les  ciñen  las  caderas;  otras, 
con  yerbas  é  fojas  de  árboles.  Sus  galas  dellos  é  dellas 
es  pintarse,  unos  de  negro,  otros  de  blanco  é  co1o»t.qo, 
de  tantos  visajes  que  en  verlos  es  bien  cosa  de  reir;  las 
cabezas  rapadas  en  logares,  é  en  logares  con  vedijas 
de  tantas  maneras  que  no  se  podría  escrebir.  En  con- 
clusión, que  todo  lo  que  allá  en  nuestra  España  quieren 
hacer  en  la  cabeza  de  un  loco,  acá  el  mejor  dellos  vos 
lo  terna  en  mucha  merced.  Aquí  estamos  en  comarca  de 
muchas  minas  de  oro,  que  según  lo  que  ellos  dicen  no 
hay  cada  una  dellas  de  20  ó  25  leguas;  las  unas  dicen 


(1)     Con  la  voz  acres  designaron  los  historiadores  primi- 
tivos de  Indias  a  la  batata  (Batatas  edulis). — Nota  D. 


VIAJES    DE    COLÓN  239 

que  son  en  Niti,  en  poder  de  Caonabó,  aquel  que 
mató  los  cristianos;  otras  hay  en  otra  parte  que  se  lla- 
ma CibaOf  las  cuales,  si  place  á  nuestro  Señor,  sabre- 
mos é  veremos  con  los  ojos  antes  que  pasen  muchos 
dias,  porque  agora  se  fíciera  sino  porque  hay  tantas 
cosas  de  proveer  que  no  bastamos  para  todo,  porque 
la  gente  ha  adolecido  en  cuatro  ó  cinco  dias  el  tercio 
della;  creo  la  mayor  causa  dello  ha  seido  el  trabajo  é 
mala  pasada  del  camino,  allende  de  la  diversidad  de  la 
tierra;  pero  espero  en  nuestro  Señor  que  todos  se  le- 
vantarán  con  salud.  Lo  que  parece  desta  gente  es  que 
si  lengua  toviesemOsS  que  todos  se  convertirian,  por- 
que cuanto  nos  veen  facer  tanto  facen,  en  hincar  las 
rodillas  á  los  altares,  é  al  Ave  María,  é  á  las  otras  de- 
vociones é  santiguarse;  todos  dicen  que  quieren  ser 
cristianos,  puesto  que  verdaderamente  son  idólatras, 
porque  en  sus  casas  hay  figuras  de  muchas  maneras; 
yo  les  he  preguntado  qué  es  aquello;  dicenme  que  es 
cosa  de  lurey,  que  quiere  decir  del  cielo.  Yo  acometí 
á  querer  echárselos  en  el  fuego,  é  hádaseles  de  mal 
que  querian  llorar;  pero  ansi  piensan  que  cuanto  nos- 
otros traemos  que  es  cosa  del  cielo,  que  á  todo  llaman 
lurey,  que  quiere  decir  cielo.  El  dia  que  yo  salí  á  dor- 
mir en  tierra  fue  el  primero  dia  del  Señor;  el  poco 
tiempo  que  habemos  gastado  en  tierra  ha  seido  mas  en 
hacer  donde  nos  metamos,  é  buscar  las  cosas  necesa- 
rias, que  en  saber  las  cosas  que  hay  en  la  tierra;  pero 
aunque  ha  sido  poco  se  han  visto  cosas  bien  de  ma- 
ravillar: que  se  han  visto  árboles  que  llevan  lana  y 
harto  fina;  tal,  que  los  que  saben  del  arte  dicen  que 
podrán  hacer  buenos  paños  dellas.  Destos  árboles  hay 
tantos  que  se  podrán  cargar  las  carabelas  de  la  lana, 
aunque  es  trabajosa  de  coger,  porque  los  árboles  son 
muy  espinosos;  pero  bien  se  puede  hallar  ingenio  para 
la  coger.  Hay  infinito  algodón  de  árboles  perpetuos 
tan  grandes  como  duraznos.  Hay  árboles  que  llevan 
cera  en  color  y  en  sabor  é  en  arder  tan  buena  como 


240  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

la  de  abejas;  tal,  que  no  hay  diferencia  mucha  de  la 
una  á  la  otra.  Hay  infinitos  árboles  de  trementina  muy 
singular  é  muy  fina.  Hay  mucha  alquitira,  también  muy 
buena.  Hay  árboles  que  pienso  que  llevan  nueces 
moscadas,  salvo  que  agora  están  sin  fruto,  é  digo  que 
lo  pienso  porque  el  sabor  y  olor  de  la  corteza  es 
como  de  nueces  moscadas.  Vi  una  raiz  de  gengibre 
que  la  traia  un  indio  colgada  al  cuello.  Hay  también 
linalce,  aunque  no  es  de  la  manera  del  que  fasta  agora 
se  ha  visto  en  nuestras  partes;  pero  no  es  de  dudar 
que  sea  una  de  las  especias  de  lináloes  que  los  dotores 
ponemos.  También  se  ha  hallado  una  manera  de  ca- 
nela, verdad  es  que  no  es  tan  fina  como  la  que  allá  se 
ha  visto;  no  sabemos  si,  por  ventura,  lo  hace  el  defecto 
de  saberla  coger  en  sus  tiempos  como  se  ha  de  coger, 
ó  si  por  ventura  la  tierra  no  la  lleva  mejor.  También 
se  ha  hallado  mirabolanos  cetrinos,  salvo  que  agora 
no  están  sino  debajo  del  árbol;  como  la  tierra  es  muy 
húmida  están  podridos;  tienen  el  sabor  mucho  amar- 
go; yo  creo  sea  del  podrimiento;  pero  todo  lo  otro, 
salvo  el  sabor,  que  está  corrompido,  es  de  mirabolanos 
verdaderos.  Hay  también  almástica  muy  buena.  Todas 
estas  gentes  destas  islas  que  fasta  agora  se  han  visto 
no  poseen  fierro  ninguno. Tienen  muchas  ferramientetó, 
ansi  como  hachas  é  azuelas, hechas  de  piedra,  tan  gen- 
tiles é  tan  labradas  que  es  maravilla  cómo  sin  fierro  se 
pueden  hacer.  El  mantenimiento  suyo  es  pan  hecho 
de  raices  de  una  yerba  que  es  entre  árbol  é  yerba,  é 
el  age,  de  que  ya  tengo  dicho  que  es  como  nabos, 
que  es  muy  buen  mantenimiento;  tienen  por  especia, 
por  lo  adobar,  una  especia  que  se  llama  agí  (1),  con  la 
eual  comen  también  el  pescado,  como  aves  cuando 
las  pueden  haber,  que  hay  infinitas  de  muchas  mane- 


(1)    iLos  o^o  ajís  dt  las  Antillas  son  los  pimientos.-- 
ntn  D. 


J^ota  D. 


VIAJES    DE    COLÓN  •        241 

ras.  Tienen  otrosí  unos  granos  como  avellanas,  muy 
buenos  de  comer.  Comen  cuantas  culebras  é  lagartos 
é  arañas  é  cuantos  gusanos  se  hallan  por  el  suelo;  ansí, 
que  me  parece  es  mayor  su  bestialidad  que  de  ningu- 
na bestia  del  mundo.  Después  de  una  vez  haber  de- 
terminado el  Almirante  de  dejar  el  descobrir  las  minas 
fasta  primero  enviar  los  navios  que  se  habían  de  par- 
tir á  Castilla  (1),  por  la  mucha  enfermedad  que  había 
seido  en  la  gente,  acordó  de  enviar  dos  cuadrillas  con 
dos  Capitanes,  el  uno  á  Cibao  (2)  y  el  otro  á  Nití, 
donde  está  Caonabó,  de  que  ya  he  dicho,  los  cuales 
fueron  é  vinieron  el  uno  á  20  dias  de  Enero  é  el  otro 
á  21;  el  que  fue  á  Cibao  halló  oro  en  tantas  partes 
que  no  lo  osa  hombre  decir,  que  de  verdad  en  mas  de 
50  arroyos  é  ríos  hallaban  oro,  é  fuera  de  los  ríos,  por 
tierra;  de  manera  que  en  toda  aquella  provincia  dice 
que  do  quiera  que  lo  quieran  buscar  lo  hallarán.  Trajo 
muestra  de  muchas  partes  cómo  en  la  arena  de  los 
ríos  é  en  las  hontizuelas,  que  están  sobre  tierra,  créese 
que  cavando,  como  sabemos  hacer,  se  hallará  en  ma- 
yores pedazos,  porque  ios  indios  no  saben  cavar  ni 
tienen  con  qué  puedan  cavar  de  un  palmo  arriba.  El 
otro,  que  fue  á  Niti, trajo  también  nueva  de  mucho  oro 
en  tres  ó  cuatro  partes;  ansimesmo  trajo  la  muestra 
dello.  Ansí,  que  de  cierto  los  Reyes  nuestros  Señores 
desde  agora  se  pueden  tener  por  los  mas  prósperos  é 
mas  ricos  Príncipes  del  mundo,  porque  tal  cosa  hasta 


(1)  Envió,  en  efecto,  12  navios,  al  mando  de  Antonio  de 
Torres,  que  se  hizo  a  la  vela  del  puerto  de  la  Navidad  el  día 
2  de  Febrero  de  1494,  trayendo  relación  de  todo  lo  que  ha- 
bía ocurrido. 

(2)  Este  fué  Alonso  de  Hojeda,  que  con  15  hombres  sa- 
lió por  el  mes  de  Enero  de  1494  a  buscar  las  minas  de  Ci- 
bao, y  volvió  pocos  días  después  con  buenas  noticias,  ha- 
biendo sido  en  todas  partes  muy  bien  recibido  de  los  natu- 
rales. 

TIAJB8  DB  COLÓN  16 


242  •       M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

agfora  no  se  ha  visto  ni  leido  de  ninguno  en  el  mundo, 
porque, verdaderamente,  á  otro  camino  que  los  navios 
vuelvan  pueden  llevar  tanta  cantidad  de  oro  que  se 
puedan  maravillar  cualesquiera  que  lo  supieren.  Aqui 
me  parece  será  bien  cesar  el  cuento;  creo  los  que  no 
me  conocen  que  oyeren  estas  cosas  me  ternán  por 
prolijo  é  por  hombre  que  ha  alargado  algo;  pero  Dios 
es  testigo  que  yo  no  he  traspasado  una  jota  los  térmi- 
nos de  la  verdad. 

Hasta  aquí  es  el  treslado  de  lo  que  conviene  á  nue- 
vas de  aquellas  partes  é  Indias  (1).  Lo  demás  que  ve- 
nia en  la  carta  no  hace  al  caso,  porque  son  cosas  par- 
ticulares que  el  dicho  Dr.  Chanca,  como  natural  de 
Sevilla,  suplicaba  y  encomendaba  á  los  del  Cabildo  de 
Sevilla,  que  tocaba  á  su  hacienda  y  á  los  suyos,  que  en 
la  dicha  Cibdad  habia  dejado,  y  llegó  esta  á  Sevilla 
en  el  mes  de  (2)  año  de  1493  años. 

Se  ha  copiado  de  un  códice  que  posee  la  Real  Aca- 
demia de  la  Historia,  escrito  á  mediados  del  siglo  XVI, 
y  era  parte  de  la  colección  de  papeles  relativos  á 
Indias  que  formó  Fr.  Antonio  de  Aspa,  religioso  Geró- 
nimo del  Monasterio  de  la  Mejorada,  junto  á  Olmedo, 
El  códice  tiene  33  hojas:  las  17  primeras  contienen 
los  libros  h^  y  2.^  de  las  Decadas  de  Pedro  Mártir  de 
AngleriUf  traducidos  al  castellano.  El  1.°  está  interpo 
lado  con  varias  adiciones  del  traductor ,  que  escribía  há- 


(1)  Es  lástima  que  el  Dr.  Chanca  no  refiriese  los  suce- 
sos posteriores  de  la  Española,  que  son  muy  importantes 
y  los  cuentan  otros  historiadores  coetáneos. 

(2)  Igual  vacío  en  el  original.  La  fecha  del  año  está  equi- 
vocada. Esta  carta  debió  venir  en  los  navios  de  Torres,  y 
ser,  por  consiguiente;  escrita  a  fines  de  Enero  de  Í494,  des- 
pués de  la  primera  expedición  de  Hojeda. 


VIAJES  DE  COLÓN  243 

cia  los  años  de  1512  á  1524.  El  2.°  es  traducción  casi 
literal.  Desde  la  hoja  17  v.  hasta  la  31  se  contiene  la 
relación  anterior  del  Dr.  Chanca',  documento  hasta 
ahora  inédito,  del  cual  sacó  una  copia  D.  Manuel 
Avella,  que  se  halla  en  la  colección  de  D,J,  B.  Muñoz, 
y  la  he  tenido  presente  al  confrontarla  con  el  original 
en  Madrid  á  12  de  Junio  de  1807  ==MARTm  FERNAN- 
DEZ DE  NaVARRETE. 


MEMORIAL 


QUE  PARA  LOS  REYES  CATÓLICOS  DIO  EL  ALMIRANTE  DON  CRIS- 
TÓBAL COLON  EN  LA  CIUDAD  ISABELA,  A  30  DE  ENERO  DE  1494,  A 
ANTONIO  DE  TORRES,  SOBRE  EL  SUCESO  DE  SU  SEGUNDO  VIAGE 
Á  LAS  INDIAS,  Y  AL  FINAL  DE  CADA  CAPITULO,  LA  RESPUESTA 
DE   SUS  ALTEZAS  (i) 


I  O  que  vos  Antonio  de  Torres,  capitán  de  la  nao 
•""^  Marigalante  e  alcaide  de  la  ciudad  Isabela,  ha- 
béis de  decir  é  suplicar  de  mi  parte  al  Rey  é  la  Reina 
nuestros  señores,  es  lo  sig-uiente: 

Primeramente,  dadas  las  cartas  de  creencia  que  lle- 
váis de  mí  para  sus  Altezas,  besareis  por  mí  sus  reales 
pies  é  manos,  é  me  encomendareis  en  sus  Altezas 
como  á  Rey  é  Reina  mis  señores  naturales,  en  cuyo  ser- 
vicio yo  deseo  fenecer  mis  días,  como  esto  mas  larga- 
mente vos  podréis  decir  á  sus  Altezas,  según  lo  que 
en  mí  vistes  é  supistes. 

Sus  Altezas  se  lo  tienen  en  servicio. 

ítem:  Como  quiera  que  por  las  cartas  que  á  sus  Al  - 
tezas  escribo,  y  aun  el  padre  fray  Buil  y  el  tesorero, 
podrán  comprender  todo  lo  que  acá  después  de  nues- 
tra llegada  se  fizo,  y  esto  harto  por  menudo  y  exten- 


(1)  En  el  original  y  en  el  traslado  del  registro,  de  donde 
se  sacó  esta  copia,  están  las  respuestas  al  margen  de  cada 
capítulo. 


246  M.    FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

sámente,  con  todo,  diréis  á  sus  Altezas  de  mi  parte  que 
á  Dios  ha  placido  darme  tal  gracia  para  en  su  servicio, 
que  hasta  aquí  no  hallo  yo  menos  ni  se  ha  hallado  en 
cosa  alguna  de  lo  que  yo  escribí  y  dije  y  afirmé  á  sus 
Altezas  en  los  días  pasados,  antes,  por  gracia  de  Dios, 
espero  que  aun  muy  mas  claramente  y  muy  presto  por 
la  obra  parecerá,  porque  las  cosas  de  especeria,  en  so- 
las las  orillas  de  la  mar,  sin  haber  entrado  dentro  en 
la  tierra,  se  halla  tal  rastro  é  principio  della,  que  es 
razón  que  se  esperen  muy  mejores  fines,  y  esto  mis- 
mo en  las  minas  de  ore,  porque  con  solos  dos  que 
fueron  a  descubrir  cada  uno  por  su  parte,  sin  dete- 
nerse allá  porque  era  poca  gente,  se  han  descubierto 
tantos  rios  tan  poblados  de  oro,  que  cualquier  de  los 
que  lo  vieron  é  cogieron  solamente  con  las  manos, 
por  muestra,  vinieron  tan  alegres,  y  dicen  tantas  cosas 
de  la  abundancia  dello,  que  yo  tengo  empacho  de  las 
decir  y  escribir  á  sus  Altezas;  pero  porque  allá  va 
Gorbalan,  que  fué  uno  de  los  descubridores,  él  dirá 
lo  que  vio,  aunque  acá  queda  otro  que  llaman  Hojeda, 
criado  del  duque  de  Medinaceli,  muy  discreto  mozo  y 
de  muy  gran  recabdo,  que  sin  duda,  y  aun  sin  compa- 
ración, descubrió  mucho  mas,  según  el  memorial  de 
los  rios  que  él  trajo,  diciendo  que  en  cada  uno  de 
ellos  hay  cosa  de  no  creella;  por  lo  cual  sus  Altezas 
pueden  dar  gracias  á  Dios ,  pues  tan  favorablemente 
se  ha  en  todas  sus  cosas. 

Sus  Altezas  dan  muchas  gracias  á  Dios  por  esto,  y 
tienen  en  muy  señalado  servicio  al  Almirante  todo  lo 
que  en  esto  ha  fecho  y  hace,  porque  conocen  que  des- 
pués de  Dios  á  él  son  en  cargo  de  todo  lo  que  en  esto 
han  habido  y  hohieren;  y  porque  cerca  desto  le  escri- 
ben mas  largo,  a  su  carta  se  remiten, 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas,  como  quier  que  ya  se  les 


VIAJES   DE   COLÓN  247 

escribe,  que  yo  deseaba  mucho  en  esta  armada  poder- 
les enviar  mayor  cuantidad  de  oro  del  que  acá  se  es- 
pera poder  coger,  si  la  gfente  que  acá  está  nuestra  la 
mayor  parle  súbitamente  no  cayera  doliente;  pero 
porque  ya  esta  armada  non  se  podia  detener  acá  más, 
siquiera  por  la  costa  grande  que  hace,  siquiera  porque 
el  tiempo  es  este  propio  para  ir  y  poder  volver  los  que 
han  de  traer  acá  las  cosas  que  aquí  hacen  mucha  men- 
gua, porque  si  tardasen  de  irse  de  aqui  non  podrian 
volverse  para  Mayo  los  que  han  de  volver,  y  allende 
desto,  si  con  los  sanos  que  acá  se  hallan,  así  en  mar 
como  en  tierra  en  la  población,  yo  quisiera  emprender 
de  ir  á  las  minas  ó  rios  agora,  habia  muchas  dificulta- 
des é  aun  peligros,  porque  de  aquí  á  23  ó  24  leguas, 
en  donde  hay  puertos  é  rios  para  pasar  y  para  tan  largo 
camino,  y  para  estar  allá  al  tiempo  que  seria  menes- 
ter para  coger  el  oro,  había  menester  llevar  muchos 
mantenimientos,  los  cuales  non  podrian  llevar  á  cues- 
tas, ni  hay  bestias  acá  que  á  esto  pudiesen  suplir,  ni 
los  caminos  é  pasos  non  están  tan  aparejados,  como 
quier  que  se  han  comenzado  á  adobar  para  que  se  po- 
diesen  pasar;  y  también  era  grande  inconveniente  de- 
jar acá  los  dolientes  en  lugar  abierto  y  chozas,  y  léis 
provisiones  y  mantenimientos  que  están  en  tierra;  que 
como  quier  que  estos  indios  se  hayan  mostrado  á  los 
descubridores,  y  se  muestran  cada  día,  muy  simples  y 
sin  malicia,  con  todo,  porque  cada  día  vienen  acá  en- 
tre nosotros,  non  pareció  que  fuera  buen  consejo  me- 
ter á  riesgo  y  á  ventura  de  perderse  esta  gente  y  los 
mantenimientos,  lo  que  un  indio  con  nn  tizón  podría 
hacer  poniendo  huego  á  las  chozas,  porque  de  noche 
y  de  dia  siempre  van  y  vienen;  á  causa  dellos  tenemos 
guardas  en  el  campo,  mientras  la  población  está  abierta 
y  sin  defensión. 

Que  lo  hizo  bien. 


248  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Otrosí:  Como  habernos  visto  en  los  que  fueron  por 
tierra  á  descubrir  que  los  mas  cayeron  dolientes  des- 
pués de  vueltos,  y  aun  algunos  se  hobieron  de  volver 
del  camino,  era  también  razón  de  temer  que  otro  tal 
conteciese  á  los  que  agora  irian  destos  sanos  que  se 
hallan,  y  seguirse  hian  dos  peligros  de  allí:  el  uno,  de 
adolecer  allá  en  la  misma  obra,  do  no  hay  casa  ni  re- 
paro alguno,  de  aquel  cacique  que  llaman  Caonabó, 
que  es  hombre,  según  relación  de  todos,  muy  malo  y 
muy  mas  atrevido,  el  cual,  viéndonos  allá  así,  desbara- 
tados y  dolientes,  podría  emprender  lo  que  non  osaría 
si  fuésemos  sanos;  y  con  esto  mismo  se  allega  otra  di- 
ficultad: de  traer  acá  \o  que  llegásemos  de  oro,  porque, 
ó  habíamos  de  traer  poco  y  ir  y  venir  cada  día,  y  me- 
terse en  el  riesgo  de  las  dolencias,  ó  se  habla  de  en- 
viar con  alguna  parte  de  la  gente,  con  el  mismo  peligro 
de  perderlo. 

Lo  hizo  bien. 

Así,  que  diréis  á  sus  Altezas  que  estas  son  las  cap- 
sas  porque  de  presente  non  se  ha  detenido  el  armada 
ni  se  les  envía  oro  mas  de  las  muestras;  pero  confiando 
en  la  misericordia  de  Dios,  que  en  todo  y  por  todo 
nos  ha  guiado  hasta  aquí,  esta  gente  convalescerá 
presto,  como  ya  lo  hace,  porque  solamente  les  prueba 
la  tierra  de  algunas  cecíones,  y  luego  se  levantan,  y  es 
cierto  que  sí  toviesen  algunas  carnes  frescas  para  con- 
valescer,  muy  presto  serían  todos  en  pié  con  ayuda  de 
Dios,  é  aun  los  mas  estarían  ya  convalescidos  en  este 
tiempo;  empero  que  ellos  convalescerán;  con  estos  po- 
cos sanos  que  acá  quedan,  cada  día  se  entiende  en  ce- 
rrar la  población  y  meterla  en  alguna  defensa,  y  los 
mantenimientos  en  seguro,  que  será  fecho  en  breves 
días,  porque  non  ha  de  ser  sino  albarradas:  que  non 
son  gente  los  indios  que,  si  dormíendo  non  nos  fallasen 


VIAJES    DE    COLÓN  249 

para  emprender  cosa  ninguna,  aunque  la  toviesen  pen- 
sada; que  así  hicieron  á  los  otros  que  acá  quedaron, 
por  su  mal  recabdo,  los  cuales,  por  pocos  que  fuesen 
y  por  mayores  ocasiones  que  dieran  á  los  indios  de 
haber  é  de  hacer  lo  que  hicieron,  nunca  ellos  osaran 
emprender  de  dañarles  si  los  vieran  á  buen  recabdo; 
y  esto  fecho,  luego  se  entenderá  en  ir  á  los  dichos  rios, 
ó  desde  aquí  tomando  el  camino,  y  buscando  los  me* 
jores  expedientes  que  se  puedan,  ó  por  la  mar  rodean- 
do la  isla  fasta  aquella  parte  de  donde  se  dice  que  no 
debe  haber  mas  de  6  ó  7  leg-uas  hasta  los  dichos  rios, 
por  forma  que  con  segfuridad  se  pueda  cojer  el  oro  y 
ponerlo  en  recabdo  de  alg^una  fortaleza  ó  torre  que  allí 
se  hagfa  luego,  para  tenerlo  cogido  al  tiempo  que  las 
dos  carabelas  volverán  acá,  é  para  que  luego,  con  el 
primer  tiempo  que  sea  para  navegar  este  camino,  se  en- 
víe á  buen  recabdo. 

Que  está  bien,  y  asi  lo  debe  hacer. 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas,  como  dicho  es,  que  las 
causas  de  las  dolencias  tan  general  de  todos  es  de  mu- 
damiento de  aguas  y  aires,  porque  vemos  que  á  todos 
arreo  se  extiende  y  peligran  pocos;  por  consiguiente, 
la  conservación  de  la  sanidad,  después  de  Dios,  está 
que  esta  gente  sea  proveída  de  los  mantenimientos 
que  en  España  acostumbraba,  porque  dellos,  ni  de 
otros  que  viniesen  de  nuevo,  sus  Altezas  se  podrán 
servir  si  no  están  sanos,  y  esta  provisión  ha  de  durar 
hasta  que  acá  se  haya  fecho  cimiento  de  lo  que  acá  se 
sembrare  é  plantare,  digo  de  trigos  y  cebadas,  é  viñas, 
de  lo  cual  para  este  año  se  ha  fecho  poco,  porque  no 
se  pudo  de  antes  tomar  asiento,  y  luego  que  se  tomó 
adolescieron  aquellos  poquitos  labradores  que  acá  es- 
taban, los  cuales,  aunque  estovieran  sanos,  tenían  tan 
pocas  bestias  y  tan  magras  y  flacas,  que  poco  es  lo  que 


250  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

pudieran  hacer;  con  todo,  algfuna  cosa  han  sembrado, 
mas  para  probar  la  tierra,  que  parece  muy  maravillo- 
sa, para  que  de  allí  se  puede  esperar  remedio  alguno 
en  nuestras  necesidades.  Somos  bien  ciertos,  como  la 
obra  lo  muestra,  que  en  esta  tierra  así  el  trigo  como  el 
vino  nacerá  muy  bien;  pero  hase  de  esperar  el  fruto, 
el  cual,  si  tal  será  como  muestra  la  presteza  del  nacer 
del  trigo  y  de  algunos  poquitos  de  sarmientos  que  se 
pusieron,  es  cierto  que  non  fará  mengua  el  Andalu- 
cía ni  Secilia  aquí,  ni  en  las  cañas  de  azúcar,  según 
unas  poquitas  que  se  pusieron  han  prendido;  porque 
es  cierto  que  la  hermosura  de  la  tierra  de  estas  islas, 
así  de  montes  é  sierras  y  aguas  como  de  vegas,  donde 
hay  ríos  cabdales,  es  tal  la  yista,  que  ninguna  otra  tie- 
rra que  sol  escaliente  puede  ser  mejor  al  parecer  n¡ 
tan  fermosa. 

Pues  la  tierra  es  taU  que  debe  procurar  que  se  siem- 
bre lo  mas  que  se  pudiere  de  todas  cosas^  y  á  D.Juan 
de  Fonseca  se  escribe  que  envié  de  contino  todo  Lo  que 
fuere  menester  para  esto. 

ítem:  Diréis  que,  á  cabsa  de  haberse  derramado  mu- 
cho vino  en  este  camino  del  que  la  flota  traía,  y  esto, 
según  dicen  los  mas,  á  culpa  de  la  mala  obra  que  ios 
toneleros  ficieron  en  Sevilla,  la  mayor  mengua  que 
agora  tenemos  aquí,  ó  esperamos  por  esto  tener,  es 
de  vinos;  y  como  quier  que  tengamos  para  mas  tiem- 
po así  bizcocho  como  trigo,  con  todo,  es  necesario 
que  también  se  envíe  alguna  cuantidad  razonable, 
porque  el  camino  es  largo  y  cada  día  no  se  puede 
proveer,  é  asimismo  algunas  canales,  digo  tocinos,  y 
otra  cecina  que  sea  mejor  que  la  que  habemos  traído 
este  camino.  De  carneros  vivos,  y  aun  antes  corderos  y 
cordericas,  más  fembras  que  machos,  y  algunos  bece- 
rros y  becerras  pequeños  son  menester  que  cada  vez 


VIAJES    DE    COLÓN  251 

vengan  en  cualquier  carabela  que  acá  se  enviare,  y 
algunas  asnas  y  asnos,  y  yeguas  para  trabajo  y  simien- 
te, que  acá  ninguna  de  estas  animaÜas  hay  de  que 
hombre  se  pueda  ayudar  ni  valer.  Y  porque  recelo 
que  sus  Altezas  no  se  fallarán  en  Sevilla,  ni  los  oficia- 
les ó  Ministros  suyos  sin  expreso  mandamiento  non 
proveerían  en  lo  porque  agora  con  este  primero  ca- 
mino es  necesario  que  venga,  porque  en  la  consulta  y 
en  la  respuesta  se  pasaria  la  sazón  del  partir  los  na- 
vios que  acá  por  todo  Mayo  es  necesario  que  sean,  di- 
réis á  sus  Altezas,  como  yo  vos  di  cargo  y  mandé, 
que  del  oro  que  allá  lleváis,  empeñándolo  ó  ponién- 
dolo en  poder  de  aigun  mercader  en  Sevilla,  el  cual 
distraya  y  ponga  los  maravedís  que  serán  menester 
para  cargar  dos  carabelas  de  vino  y  de  trigo,  y  de  las 
otras  cosas  que  lleváis  por  memorial,  el  cual  mercader 
lleve  ó  envié  el  dicho  oro  para  sus  Altezas,  que  le 
vean,  resciban  y  hagan  pagar  lo  que  hobiere  distraído 
é  puesto  para  el  despacho  y  cargazón  de  las  dichas 
dos  carabelas,  las  cuales,  por  consolar  y  esforzar  esta 
gente  que  acá  queda,  cumple  que  fagan  mas  de  poder 
de  ser  acá  vueltas  por  todo  el  mes  de  Mayo,  por  que  la 
gente,  antes  de  entrar  en  el  verano,  vea  é  tengan  algún 
refrescamiento  destas  cosas,  en  especial  para  las  do- 
lencias; de  las  cuales  cosas  acá  ya  tenemos  gran  men- 
gua, como  son  pasas,  azúcar,  almendras,  miel  é  arroz, 
que  debiera  venir  en  gran  cuantidad,  y  vino  muy  poca, 
é  aquello  que  vino  es  ya  consumido  é  gastado,  y  aun 
la  mayor  parte  de  las  medicinas  que  de  allá  trojieron, 
por  la  muchedumbre  de  los  muchos  dolientes;  de  las 
cuales  cosas,  como  dicho  es,  vos  lleváis  memoriales 
así  para  sanos  como  para  dolientes,  firmados  de  mi 
mano,  los  cuales  cumplidamente,  si  el  dinero  bastare, 
ó  á  lo  menos  lo  que  mas  necesario  sea  para  agora  des- 
pachar, es  para  que  lo  puedan  luego  traer  los  dichos 
dos  navios,  y  lo  que  quedare  procurareis  con  sus  Al- 


252  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

tezas  que  con  otros  navios  venga  lo  mas  presto   que 
ser  pudiere. 

Sus  Altezas  enviaron  á  mandar  á  D,  Juan  de  Fon- 
seca  que  luego  haya  información  de  los  que  hicieron 
ese  engaño  en  los  toneles^  y  de  sus  bienes  haga  que  se 
cobre  todo  el  daño  que  vino  en  el  vino,  con  ías  costas; 
y  en  lo  de  las  cañas,  vea  como  las  que  se  enviaren  sean 
buenasy  y  en  las  otras  cosas  que  aqui  dice,  que  las 
provea  luego. 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas  que,  á  cabsa  que  acá  no 
hay  leng^ua  por  medio  de  la  cual  á  esta  gente  se  pueda 
dar  á  entender  nuestra  santa  fé,  como  sus  Altezas  de- 
sean, y  aun  ios  que  acá  estamos,  como  quier  que  se 
trabajará  cuanto  pudieren,  se  envían  de  presente  con 
estos  navios  así  de  los  caníbales,  hombres  y  mujeres 
y  niños  y  niñas,  los  cuales  sus  Altezas  pueden  mandar 
poner  en  poder  de  personas  con  quien  puedan  mejor 
aprender  la  leng-ua,  ejercitándolos  en  cosas  de  servi- 
cio, y  poco  á  poco  mandando  poner  en  ellos  alg-un 
mas  cuidado  que  en  otros  esclavos,  para  que  depren- 
dan unos  de  otros,  que  no  se  hablen  ni  se  vean  sino 
muy  tarde,  que  mas  presto  deprenderán  allá  que  no 
acá,  y  serán  mejores  intérpretes,  como  quier  que  acá 
non  se  dejará  de  hacer  lo  que  se  pueda;  es  verdad  que 
como  esta  gente  platican  poco  los  de  la  una  Isla  con 
los  de  ía  otra,  en  las  lenguas  hay  alguna  diferencia  en- 
tre ellos,  según  como  están  mas  cerca  ó  mas  lejos;  y 
porque  entre  las  otras  islas  las  de  los  caníbales  son 
mucho  grandes  y  mucho  bien  pobladas,  parecerá  acá 
que  tomar  dellos  y  dellas  y  enviarlos  allá  á  Castilla 
non  sería  sino  bien,  porque  quitarse  hian  una  vez  de 
aquella  inhumana  costumbre  que  tienen  de  comer 
hombres,  y  allá  en  Castilla,  entendiendo  la  lengua  muy 
mas  presto,  rescibirian  el  bautismo  y  farian  el  prove- 


VIAJES  DE  COLÓN  253 

cho  de  sus  ánimas:  aun  entre  estos  pueblos  que  non 
son  de  esas  costumbres  se  ganaría  gfran  crédito  por 
nosotros  viendo  que  aquellos  prendiésemos  y  cativa- 
semos  de  quien  ellos  suelen  rescibir  daños,  y  tienen 
tamaño  miedo  que  del  hombre  solo  se  espantan;  certi- 
ficando á  sus  Altezas  que  la  venida  é  vista  de  esta 
flota  acá  en  esta  tierra,  así  junta  y  hermosa,  ha  dado 
muy  i^rande  autoridad  á  esto  y  muy  grande  seguridad 
para  las  cosas  venideras,  porque  toda  esta  gente  de 
esta  grande  isla  y  de  las  otras,  viendo  el  buen  trata- 
miento que  á  los  buenos  se  fará  y  el  castigo  que  á  los 
malos  se  dará,  verná  á  obediencia  prestamente  para 
poderlos  mandar  como  vasallos  de  sus  Altezas.  Y 
como  quier  que  ellos  agora  donde  quier  que  hombre 
se  halle  non  solo  hacen  de  grado  lo  que  hombres 
quiere  que  fagan,  mas  ellos  de  su  voluntad  se  ponen  á 
todo  lo  que  entienden  que  nos  puede  placer,  y  tam- 
bién pueden  ser  cierto  sus  Altezas  que  non  menos  allá 
entre  los  cristianos  príncipes  haber  dado  gran  reputa- 
ción la  venida  desta  armada  por  muchos  respetos,  así 
presentes  como  venideros,  los  cuales  sus  Altezas  po- 
drán mejor  pensar  y  entender  que  non  sabría  decir. 

Decirle  heis  lo  que  acá  ha  habido  en  lo  de  los  cani 
bales  que  acá  vinieron. 

Que  está  muy  ¿/en,  y  así  lo  debe  hacer;  pero  que 
procure  allá,  como  si  ser  pudiere ^  s^  reduzgan  á  nues- 
tra santa  fé  católica^  y  asimismo  lo  procure  con  los  de 
las  islas  donde  está. 

ítem:  Direís  á  sus  Altezas  que  el  provecho  de  las 
almas  de  los  dichos  caníbales,  y  aun  destos  de  acá,  ha 
traído  el  pensamiento  que  cuantos  mas  allá  se  llevasen 
seria  mejor;  y  en  ello  podrían  sus  Altezas  ser  servidos 
desta  manera:  que  visto  cuanto  son  acá  menester  los 
ganados  y  bestias  de  trabajo  para  el  sosteDÍmiento  de 


254  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

la  gente  que  acá  ha  de  estar  y  bien  de  todas  estas  is- 
las, sus  Altezas  podrán  dar  licencia  é  permiso  á  un  nú- 
mero de  carabelas  sufíciente  que  vengan  acá  cada  año, 
y  trayan  de  los  dichos  ganados  y  otros  mantenimientos 
y  cosas  para  poblar  el  campo  y  aprovechar  la  tierra,  y 
esto  en  precios  razonables  á  sus  costas  de  los  que  las 
trugieren,  las  cuales  cosas  se  les  podrian  pagar  en  es- 
clavos de  estos  caníbales,  gente  tan  fiera  y  dispuesta 
y  bien  proporcionada  y  de  muy  buen  entendimiento, 
los  cuales,  quitados  de  aquella  inhumanidad,  creemos 
que  serán  mejores  que  otros  ningunos  esclavos;  la 
cual  luego  perderán  que  sean  fuera  de  su  tierra,  y  de 
estos  podrán  haber  muchos  con  las  fustas  de  remos 
que  acá  se  entienden  de  hacer,  fecho,  empero,  presu- 
puesto que  cada  una  de  las  carabelas  que  viniesen  de 
sus  Altezas  pusiesen  una  persona  fiable,  la  cual  defen 
diese  las  dichas  carabelas  que  non  descendiesen  á  nin- 
guna otra  parte  ni  isla  salvo  aquí,  donde  ha  de  estar 
la  carga  y  descarga  de  toda  la  mercaduría;  y  aun  des- 
tos  esclavos  que  se  llevaren,  sus  Altezas  podrian  ha- 
ber sus  derechos  allá;  y  desto  traeréis  ó  enviareis  res- 
puesta, por  que  acá  se  hagan  los  aparejos  que  son  me- 
nester con  mas  confianza,  si  á  sus  Altezas  parecie- 
re bien. 

En  esto  se  ha  suspendido  por  agora  hasta  que 
venga  otro  camino  de  allá  y  escriba  el  Almirante  lo 
que  en  esto  le  paresciere, 

ítem:  También  diréis  á  sus  Altezas  que  mas  prove- 
choso es,  y  menos  costa,  fletar  los  navios  como  los  fle- 
tan los  mercaderes  para  Flandes,  por  toneladas,  que 
non  de  otra  manera;  por  ende,  que  yo  vos  di  cargo  de 
fletar  á  este  respecto  las  dos  carabelas  que  habéis 
luego  de  enviar,  y  así  se  podrá  hacer  de  todas  las  otras 
que  sus  Altezas  enviaren,  si  de  aquella  forma  se  ter- 


VIAJES    DE    COLÓN  255 

nán  por  servidos;  pero  non  entiendo  decir  esto  de  las 
que  han  de  venir  con  su  licencia  por  la  mercaduria  de 
los  esclavos. 

Sus  Altezas  mandan  á  D,  Juan  de  Fonseca  que  en 
el  fletar  de  las  carabelas  tenga  esta  forma,  si  ser  pu- 
diere. 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas  que,  á  causa  de  escusar 
alguna  mas  costa,  yo  merqué  estas  carabelas  que  lle- 
váis por  memorial  para  retenerlas  acá  con  estas  dos 
naos,  conviene  á  saber,  la  Gallega  y  esa  otra  Capita- 
na, de  la  cual  merqué,  por  semejante,  del  Maestre  della 
los  tres  ochavos  por  el  precio  que  en  el  dicho  memo- 
rial destas  copias  lleváis  firmado  de  mi  mano,  los  cua- 
les navios  non  solo  darán  autoridad  y  gfran  seguridad 
á  la  g-ente  que  ha  de  estar  dentro  y  conversar  con  los 
indios  para  cojer  el  oro,  mas  aun  para  otra  cualquier 
cosa  de  peligro  que  de  gente  extraña  pudiera  acon- 
tescer;  allende  que  las  carabelas  son  necesarias  para  el 
descubrir  de  la  tierra  firme  y  otras  islas  que  entre  aquí 
é  allá  están;  y  suplicareis  á  sus  Altezas  que  los  mara- 
vedís que  estos  navios  cuestan  manden  pagar  en  los 
tiempos  que  se  les  ha  prometido,  porque  sin  dubda 
ellos  ganarán  bien  su  costa,  según  yo  creo  y  espero  en 
la  misericordia  de  Dios. 

El  Almirante  lo  hizo  bien,  y  decirle  heis  como  acá  se 
pagó  al  que  vendió  la  nao,  y  mandaron  á  D,  Juan  de 
Fonseca  que  pague  lo  de  las  carabelas  que  el  Almi- 
rante compró. 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas  y  suplicareis  de  mi  parte, 
cuanto  mas  humildemente  pueda,  que  les  plega  mu- 
cho mirar  en  lo  que  por  las  cartas  y  otras  escripturas 
verán   mas   largamente  tocante  á  la  paz  é  sosiego  é 


256  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

concordia  de  los  que  acá  están,  y  que  para  las  cosas 
del  servicio  de  sus  Altezas  escojan  tales  personas  que 
non  se  tenga  recelo  dellas,  y  que  miren  mas  á  lo  por 
que  se  envían  que  non  á  sus  propios  intereses;  y  en 
esto,  pues  que  todas  las  cosas  vistes  é  supistes,  habla- 
reis e  diréis  á  sus  Altezas  la  verdad  de  todas  las  cosas 
como  las  comprendistes,  y  que  la  provisión  de  sus  Al- 
tezas que  sobre  ello  mandaren  facer  venga  con  los 
primeros  navios,  si  posible  fuere,  á  fin  que  acá  no  se 
hagan  escándalos  en  cosa  que  tanto  va  en  el  servicio 
de  sus  Altezas. 

Sus  Altezas  están  bien  informados  desto  y  en  todo 
se  proveerá  como  conviene, 

tem:  Diréis  á  sus  Altezas  el  asiento  de  esta  ciudad 
é  »a  fermosura  de  la  provincia  alrededor  como  la  vis- 
tes y  comprendistes,  y  como  yo  vos  hice  alcayde  della 
por  los  poderes  que  de  sus  Altezas  tengo  para  ello, 
á  los  cuales  humildemente  suplico  que  en  alguna  par- 
té  de  satisfacción  de  vuestros  servicios  tengan  por 
bien  la  dicha  provisión,  como  de  sus  Altezas  yo  espero. 

A  sus  Altezas  plaze  que  vos  seáis  alcayde. 

ítem:  Porque  Mosen  Pedro  Margarite,  criado  de  sus 
Altezas,  ha  bien  servido,  y  espero  que  así  lo  hará  ade- 
lante, en  las  cosas  que  le  fueron  encomendadas,  he  ha- 
bido placer  de  su  quedada  aqui,  y  también  de  Gaspar 
y  de  Beltran,  por  ser  conocidos  criados  de  sus  Alte- 
zas, para  los  poner  en  cosas  de  confianza;  suplicareis  á 
sus  Altezas  que,  en  especial  al  dicho  Mosen  Pedro, 
que  es  car  :ío  y  tiene  hijos,  le  provean  de  alguna  en- 
comienda .  Oiden  de  Santiago,  de  la  cual  él  tiene 
el  hábito,  por  que  su  muger  é  hijos  tengan  en  que  vi- 
vir. Asimismo  haréis  relación  de  Juan  Aguado,  criado 


VIAJES    DE    COLÓN  257 

de  sus  Altezas,  cuan  bien  é  diligentemente  ha  servido 
en  todo  lo  que  le  ha  seido  mandado;  que  suplico  á  sus 
Altezas  á  él  é  á  los  sobredichos  los  hayan  por  enco- 
mendados é  por  presentes. 

Sus  Altezas  mandan  asentar  á  Mosen  Pedro  30.000 
maravedís  cada  añOf  y  á  Gaspar  y  Beltran^ácada  uno, 
15.000  maravedís  cada  año  desde  hoy  15  de  Agosto 
de  94  en  adelante^  y  así  les  haga  pagar  el  Almirante 
en  lo  que  allá  so.  hobiere  de  pagar  y  D.Juan  de  Fon- 
seca  en  lo  que  acá  se  hobiere  de  pagar;  y  en  lo  de  Juan 
Aguado,  sus  Altezas  habrán  memoria  de  él. 

ítem:  Diréis  ásus  Altezas  el  trabajo  que  el  Dr.  Chan- 
ca tiene  con  el  afruenta  de  tantos  dolientes  y  aun  la  es- 
trechura de  los  mantenimientos,  é  aun  con  todo  ello  se 
dispone  con  gran  diligencia  y  caridad  en  todo  lo  que 
cumple  á  su  oficio;  y  porque  sus  Altezas  remitieron  á 
mí  el  salario  que  acá  se  le  habia  de  dar,  porque  estan- 
do acá  es  cierto  quel  non  toma  ni  puede  haber  nada 
de  ninguno,  ni  ganar  de  su  oficio  como  en  Castilla  ga- 
naba ó  podria  ganar,  estando  á  su  reposo  é  viviendo 
de  otra  manera  que  acá  no  vive;  y  así,* que  como  quie- 
ra que  él  jura  que  es  mas  lo  que  allá  ganaba  allende 
el  salario  que  sus  Altezas  le  dan,  y  non  me  quise  ex- 
tender mas  de  50.000  maravedís  por  el  trabajo  que  acá 
pasa,  cada  un  año  mientras  acá  estoviere,  los  cuales 
suplico  á  sus  Altezas  le  manden  librar  con  el  sueldo  de 
acá  y  eso  mismo,  porque  él  dice  y  afirma  que  todos  los 
físicos  de  vuestras  Altezas  que  andan  en  reales  ó  semejan- 
tes cosas  que  estas  suelen  haber  de  derecho  un  día 
de  sueldo  en  todo  el  año  de  toda  la  gente;  con  todo, 
he  seido  informado,  y  dícenme  que,  como  quier  que 
esto  sea,  la  costumbre  es  de  darles  cierta  suma  tasada 
a  voluntad  y  mandamiento  de  sus  Altezas,  en  compen- 
sa de   aquel   día  de  sueldo.  Suplicareis  á  sus  Alte- 

TIAJIS  DK  COLÓN  17 


258  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

zas  que  en  ello  manden  proveer,  así  en  lo  del  salario 
como  de  esta  costumbre,  por  forma  que  el  dicho  doc- 
tor tenga  razón  de  ser  contento. 

A  sus  Altezas  place  desto  del  doctor  Chanca,  y  que 
se  le  pague  esto  desde  quel  Almirante  gelo  asentó ^  y 
que  gelos  pague  con  lo  del  sueldo. 

En  esto  del  día  del  sueldo  de  los  físicos,  non  lo 
acostumbran  haber  sino  donde  el  Rey  nuestro  Señor 
esté  en  persona, 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas,  de  Coronel,  cuanto  es 
hombre  para  servir  á  sus  Altezas  en  muchas  cosas,  y 
cuanto  ha  servido  hasta  aqui  en  todo  lo  más  necesa- 
rio, y  la  mengua  que  del  sentimos  ag-ora  que  está  do- 
liente, y  que  sirviendo  de  tal  manera  es  razón  quél 
sienta  el  fruto  de  su  servicio  non  solo  en  las  merce- 
des para  después,  mas  en  lo  de  su  salario  en  lo  presente, 
en  manera  quél  é  los  que  acá  están  sientan  que  les 
aprovecha  el  servicio,  porque  según  el  ejercicio  que 
acá  se  ha  de  tener  en  cojer  este  oro,  no  son  de  tener 
en  poco  las  personas  en  quien  tanta  diligencia  hay;  y 
porque  por  su  habilidad  se  proveyó  acá  por  mí  del 
oficio  de  alguacil  mayor  destas  Indias,  y  en  la  provi- 
sión va  el  salario  en  blanco,  que  suplico  á  sus  Altezas 
gelo  manden  henchir  como  mas  sea  su  servicio,  mi- 
rando sus  servicios,  confirmándole  la  provisión  que 
acá  se  le  dio  é  proveyéndole  de  él  de  juro. 

Sus  Altezas  mandan  que  le  asienten  15.000  mara- 
vedís cada  año  mas  de  su  sueldo,  é  que  se  le  paguen 
cuando  le  pagaren  su  sueldo. 

Asimismo  diréis  á  sus  Altezas  como  aquí  vino  el 
bachiller  Gil  García  por  Alcalde  mayor  é  non  se  le  ha 
consignado  ni  nombrado  salario,  y  es  persona  de  bien 


VIAJES    DE    COLÓN  259 

y  de  buenas  letras,  é  diligente,  é  es  acá  bien  necesa- 
rio; que  suplico  a  sus  Altezas  le  manden  nombrar  e 
consignar  su  salario  por  manera  que  él  se  pueda 
sostener,  é  le  sea  librado  con  el  dinero  del  sueldo 
de  acá. 

Sus  Altezas  le  mandan  asentar  cada  año  20.000 
maravedís  en  tanto  que  allá  estuviere,  y  mas  su  suel- 
do, y  que  gelo  paguen  cuando  pagaren  el  sueldo. 

Ítem:  Diréis  á  sus  Altezas,  como  quier  que  ya  se  lo 
escribo  por  las  costas,  que  para  este  año  non  entiendo 
que  sea  posible  ir  á  descobrir  hasta  que  esto  destos 
rios  que  se  hallaron  de  oro  sea  puesto  en  el  asiento 
debido  á  servicio  de  sus  Altezas,  que  después  mucho 
mejor  se  podrá  facer,  porque  no  es  cosa  que  nadie  la 
podiese  facer  sin  mi  presencia  á  mi  grado  ni  á  servi- 
cio de  sus  Altezas,  por  muy  bien  que  lo  fíciese,  como 
es  en  dubda  según  lo  que  hombre  vee  por  su  pre- 
sencia. 

Trabaje  como  lo  mas  preciso  que  ser  pueda  se  sepa 
lo  adito  de  ese  oro. 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas  como  los  escuderos  de  ca- 
ballo que  vinieron  de  Granada,  en  el  alarde  que  fície- 
ron  en  Sevilla  mostraron  buenos  caballos,  é  después, 
al  embarcar,  yo  no  lo  vi  porque  estaba  un  poco  do- 
liente, y  metiéronlos  tales  quel  mejor  dellos  non  pa- 
rece que  vale  2.000  maravedís,  porque  vendieron  los 
otros  y  compraron  estos,  y  esto  fué  de  la  suerte  que  se 
hizo  lo  de  mucha  gente  que  allá  en  los  alardes  de  Se- 
villa yo  vi  muy  buena;  parece  que  Juan  de  Soria,  des- 
pués de  dado  el  dinero  del  sueldo,  por  algún  interese 
suyo,  puso  otros  en  lugar  de  aquellos  que  yo  acá  pen- 
saba fallar,  y  fallo  gente  que  yo  nunca  habia  visto:  en 


260  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

esto  ha  habido  gran  maldad,  de  tai  manera  que  yo  no 
sé  si  me  queje  del  solo;  por  esto,  visto  que  á  estos  es- 
cuderos se  ha  fecho  la  costa  hasta  aquí  allende  de  sus 
sueldos,  y  también  á  sus  caballos,  y  se  hace  de  presen- 
te y  son  personas  que  cuando  ellos  están  dolientes  ó 
non  se  les  antoja  non  quieren  que  sus  caballos  sirvan 
sin  ellos  mismos,  sus  Altezas  no  quieren  que  se  les 
compren  estos  caballos,  sino  que  sirvan  á  sus  Altezas, 
y  esto  mismo  no  les  paresce  que  deban  servir,  ni  cosa 
ninguna,  sino  á  caballo,  lo  cual  agora  de  presente  non 
face  mucho  al  caso,  é  por  esto  parece  que  seria  me- 
jor comprarles  los  caballos,  pues  que  tan  poco  valen,  y 
non  estar  cada  dia  con  ellos  en  estas  pendencias;  por 
ende,  que  sus  Altezas  determinen  esto  como  fuere  su 
servicio. 

Sus  Altezas  mandan  á  D.  Juan  de  Fonseca  que  se 
informe  de  esto  de  estos  caballos,  y  si  se  hallare  que  es 
verdad  que  hicieron  ese  engaño f  lo  envien  á  sus  Al- 
tezas, porque  lo  mandarán  castigar;  y  también  se  in- 
forme deso  que  dice  de  la  otra  gente,  y  envié  la  pes- 
quisa á  sus  Altezas;  y  en  lo  destos  escuderos,  sus  Alte- 
zas mandan  que  estén  allá  y  sirvan,  pues  son  de  las 
guardas  y  criados  de  sus  Altezas;  y  á  los  escuderos 
mandan  sus  Altezas  que  den  los  caballos  cada  vez 
que  fueren  menester  y  el  Almirante  lo  mandare,  y  si 
algún  daño  recibieren  los  caballos  yendo  otros  en  ellos, 
por  medio  del  Almirante  mandan  sus  Altezas  que  gelo 
paguen, 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas  como  aquí  han  venido 
mas  de  2C0  personas  sin  sueldo,  y  hay  algunos  dellos 
que  sirven  bien,  y  aun  los  otros  por  semejante  se  man- 
dan que  lo  hagan  así,  y  porque  para  estos  primeros 
tres  años  será  gran  bien  que  aqui  estén  1.000  hom- 
bres para  asentar  y  poner  en  muy  gran  seguridad  esta 


VIAJES   DE  COLÓN  261 

isla  y  ríos  de  oro,  y  aunque  hobiese  100  de  caballo 
non  se  perdería  nada,  antes  parece  necesario,  aunque 
en  estos  de  caballo,  fasta  que  oro  se  envié,  sus  Altezas 
podrán  sobreceer;  con  todo,  á  estas  200  personas  que 
vienen  sin  sueldo  sus  Altezas  deben  enviar  á  decir  si 
se  les  pag-ará  sueldo  como  á  los  otros,  sirviendo  bien, 
porque  cierto  son  aecesarios,  como  dicho  teng-o,  para 
este  comienzo. 

De  estas  200  personas  que  aquí  dice  que  fueron  sin 
sueldo t  mandan  sus  Altezas  que  entren  en  lugar  de  los 
que  han  faltado  y  faltaren  de  los  que  iban  á  sueldo  y  se- 
yendo  hábiles  y  á  contentamiento  del  Almirante  y  y  sus 
Altezas  mandan  al  Contador  que  los  asiente  en  lugar 
de  los  que  faltaren,  como  el  Almirante  lo  dijere, 

Ilem:  Porque  en  algo  la  costa  de  esta  gente  se  puede 
aliviar  con  industria  y  formas  que  otros  Príncipes  sue- 
len tener  en  otras,  lo  g-astado  mejor  que  acá  se  podría 
escusar,  paresce  que  seria  bien  mandar  traer  en  los  na- 
vios que  vinieren,  allende  de  las  otras  cosas  que  son 
para  los  mantenimientos  comunes,  y  de  la  botica,  za- 
patos y  cueros  para  los  mandar  facer,  camisas  comu- 
nes y  de  otras,  jubones,  lienzo,  sayos,  calzas,  paños 
para  vestir,  en  razonables  precios,  y  otras  cosas,  como 
son  conservas,  que  son  fuera  de  ración  y  para  conser- 
vación de  la  salud,  las  cuales  cosas  todas  la  gente  de 
acá  rescibiria  de  grado  en  descuento  de  su  sueldo,  y 
si  allá  esto  se  mercase  por  Ministros  leales  y  que  mi- 
rasen el  servicio  de  sus  Altezas,  se  ahorraría  algo:  por 
ende,  sabréis  la  voluntad  de  sus  Altezas  cerca  desto,  y 
si  les  pareciere  ser  su  servicio,  luego  se  debe  poner  en 
obra. 

Por  este  camino  se  solía  ser  fasta  que  mas  escriba 
el  Almirante,  y  ya  enviarán  á  mandar  a  D.  Juan  de 
Fonseca,  con  Jimeno  de  Bribiesca,  que  provea  en  esto. 


262  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

ítem:  También  diréis  á  sus  Altezas  que,  por  cuanto 
ayer,  en  el  alarde  que  se  tomó,  se  falló  la  gente  muy 
desarmada,  lo  cual  pienso  que  en  parte  contesció  por 
aquel  trocar  que  allá  se  fizo  en  Sevilla  o  en  el  puerto 
cuando  se  dejaron  los  que  se  mostraron  armados  y 
tomaron  otros  que  daban  algo  á  quien  los  trocaba, 
paresce  que  seria  bien  que  se  mandasen  traer  200  co- 
razas y  lOO  espingardas  y  100  ballestas,  y  mucho  al- 
macén, que  es  la  cosa  que  mas  menester  habernos,  y 
de  todas  estas  armas  se  podrán  dar  á  los  desarmados. 

Ya  se  escribe  á  D.  Juan  de  Fonseca  que  provea 
en  esto, 

ítem:  Por  cuanto  algunos  ofíciales  que  acá  vinieron, 
como  son  albañiles  y  de  otros  oficios,  que  son  casa- 
dos y  tienen  sus  mugeres  allá,  y  querrian  que  allá  lo 
que  se  les  debe  de  su  sueldo  se  diese  á  sus  mugeres 
ó  á  las  personas  á  quien  ellos  enviaren  sus  recabdos, 
para  que  les  compren  las  cosas  que  acá  han  menester, 
que  á  sus  Altezas  suplico  les  mande  librar,  porque  su 
servicio  es  que  estos  estén  proveidos  acá. 

Va  enviaron  á  mandar  sus  Altezas  á  D.  Juan  de 
Fonseca  que  provea  en  esto, 

ítem:  Porque  allende  las  otras  cosas  que  allá  se  en- 
vian  á  pedir  por  los  memoriales  que  lleváis  de  mi 
mano  firmados,  así  para  mantenimiento  de  los  sanos 
como  para  los  dolientes,  seria  muy  bien  que  se  hobie- 
sen  de  la  Isla  de  la  Madera  50  pipas  de  miel  de  azú- 
car, porque  es  el  mejor  mantenimiento  del  mundo  y 
mas  sano,  y  non  suele  costar  cada  pipa  sino  á  dos  du- 
cados, sin  el  casco,  y  si  sus  Altezas  mandan  que  á  la 
vuelta  pase  por  allí  alguna  carabela  las  podrá  mercar, 
y  también  10  cajas  de  azúcar,  que  es  mucho  menester; 


VIAJES   DE  COLÓN  263 

que  ésta  es  la  mejor  sazón  del  año,  digo  entre  aquí  é 
el  mes  de  Abril,  para  fallarlo,  é  haber  dello  buena  ra- 
zón, y  podríase  dar  orden  mandándolo  sus  Altezas,  é 
que  non  supiesen  allá  para  donde  lo  quieren. 

Don  Juan  de  Fonseca,  que  provea  en  esto. 

ítem:  Diréis  á  sus  Altezas,  por  cuanto  aunque  los 
rios  tengan  en  la  cuantidad  que  se  dice  por  los  que  lo 
han  visto,  pero  que  lo  cierto  dello  es  quel  oro  non  se 
engendra  en  los  rios,  mas  en  la  tierra,  quel  agua,  topan- 
do con  las  minas,  lo  trae  envuelto  en  las  arenas,  y  por- 
que en  estos  tantos  rios  se  han  descubierto,  como 
quiera  que  hay  algunos  grandecitos,  hay  otros  tan  pe- 
queños que  son  mas  fuentes  que  no  rios,  que  non  lle- 
van de  dos  dedos  de  agua,  y  se  falla  luego  el  cabo 
donde  nascc;  para  lo  cual  non  solo  serán  provechosos 
los  lavadores  para  cogerlo  en  el  arena,  mas  los  otros 
para  cavarlo  en  la  tierra,  que  será  lo  mas  especial  é  de 
mayor  cuantidad;  é  por  esto  será  bien  que  sus  Altezas 
envien  lavadores  é  de  los  que  andan  en  las  minas  allá 
en  Almadén,  porque  en  la  una  manera  y  en  la  otra  se 
faga  el  ejercicio,  como  quier  que  acá  non  esperare- 
mos á  ellos,  que  con  lavadores  que  aquí  tenemos,  es- 
peramos, con  la  ayuda  de  Dios,  sí  una  vez  la  gente  está 
sana,  allegar  un  buen  golpe  de  oro  para  las  primeras 
carabelas  que  fueren. 

A  oiro  camino  se  proveerá  en  esto  cumplidamente; 
en  tanto,  mandan  sus  Altezas  á  D.Juan  de  Fonseca 
que  envié  luego  los  mas  minadores  que  pudiere  haber, 
y  escriben  al  Almadén  que  de  alli  tomen  los  que  más 
pudieren  y  los  envien, 

ítem:  Suplicareis  á  sus  Altezas  de  mi  parte  muy  hu- 
mildemente, que  quieran  tener  por  muy  encomendado 


264  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

á  Villacorta,  el  cual,  como  sus  Altezas  saben,  ha  mu- 
cho servido  en  esta  neg-ociación,  y  con  muy  buena  vo- 
luntad, y  según  le  conozco,  persona  diligente  y  afecio- 
nada  á  su  servicio;  rescibiré  merced  que  se  le  dé  al- 
gún cargo  de  confianza  para  lo  cual  él  sea  suficiente 
y  pueda  mostrar  su  deseo  de  servir  y  diligencia,  y  esto 
procuraréis  por  forma  que  el  Villacorta  conozca  por 
la  obra  que  lo  que  ha  trabajado  por  mí  en  lo  que  yo 
le  hobo  menester  le  aprovecha  en  esto. 

Así  se  hará. 

ítem:  Que  los  dichos  Mosen  Pedro  y  Gaspar  y  Bel- 
tran,  y  otros  que  han  quedado  acá,  trajieron  capitanías 
de  carabelas  que  son  agora  vueltas,  y  non  gozan  del 
sueldo;  pero  porque  son  tales  personas  que  se  han  de 
poner  en  cosas  principales  y  de  confianza,  non  se  les 
ha  determinado  el  sueldo  que  sea  diferenciado  de  los 
otros;  suplicareis  de  mi  parte  á  sus  Altezas  determinen 
lo  que  se  les  ha  de  dar  en  cada  un  año,  ó  por  meses, 
como  mas  fueren  servidos. — Fecho  en  la  ciudad  Isabe- 
la á  treinta  dias  de  Enero  de  mil  cuatrocientos  y  no- 
venta y  cuatro  años. 

Va  está  respondido  arriba;  pero  porque  en  el  dicho 
capitulo  que  en  esto  habla  dice  que  ^ozan  del  salariot 
desde  agora  mandan  sus  Altezas  que  se  les  cuenten  a 
todos  sus  salarios  desde  que  dejaron  las  capitanías. 

Hállase  una  copia  coetánea  desde  el  folio  124  hasta 
el  129  de  un  libro  en  folio  rotulado:  Libro  de  trasla- 
dos de  las  cédulas  y  provisiones  de  armadas  para  las 
Indias  del  tiempo  de  los  Reyes  Católicos,  que  existe 
en  el  archivo  general  de  Indias  de  SevillUf  entre  los 
papeles  traídos  del  de  Simancas,  legajo  /.^  de  los  de 
Diferentes  materias. —  Y  al  folio  68  del  mismo  libro  se 


VIAJES   DE   COLÓN  265 

halla  la  nota  siguiente:  E!  memorial  que  trajo  Antonio 
de  Torres  del  Almirante  de  las  Indias  es  su  traslado 
el  que  aquí  adelante  está  cosido,  y  llevó  el  dicho  An- 
tonio de  Torres  el  original  respondido  en  las  márge- 
nes, según  está  en  este  dicho  traslado. — Confrontóse 
en  30  de  Mayo  de  1193, — Martin  Fernández  de 
Navarrete. 


TERCER  VIAGE  DE  CRISTÓBAL  COLON 

LA  HISTORIA  DEL  VIAGE  QUEL  ALMIRANTE  D.  CRISTÓBAL  CO- 
LON HIZO  LA  TERCERA  VEZ  QUE  VINO  Á  LAS  INDIAS,  CUANDO 
DESCUBRIÓ  LA  TIERRA  FIRME,  COMO  LO  ENVIÓ  Á  LOS  REYES 
DESDE  LA  ISLA  ESPAÑOLA 

^ERENÍSIMOS  é  muy  altos  é  muy  poderosos  Prínci- 
*^  pes  Rey  é  Reina  nuestros  Señores:  La  Santa  Tri- 
nidad movió  á  vuestras  Altezas  á  esta  empresa  de  las 
Indias,  y  por  su  infinita  bondad  hizo  á  mí  mensagfero 
dello,  al  cual  vine  con  el  embajada  á  su  Real  conspe- 
tu,  movido  como  á  los  mas  altos  Príncipes  de  cristia- 
nos y  que  tanto  se  ejercitaban  en  la  fé  y  acrecenta- 
miento della;  las  personas  que  entendieron  en  ello  lo 
tuvieron  por  imposible,  y  el  caudal  hacían  sobre  bie- 
nes de  fortuna,  y  allí  echaron  el  clavo.  Puse  en  esto 
seis  ó  siete  años  de  grave  pena,  amostrando  lo  mejor 
que  yo  sabia  cuanto  servicio  se  podía  hacer  á  nuestro 
Señor  en  esto  en  divulgar  su  santo  nombre  y  Fé  á 
tantos  pueblos;  lo  cual  todo  era  cosa  de  tanta  excelen- 
cia y  buena  fama  y  gran  memoria  para  grandes  Prínci- 
pes; fué  también  necesario  de  hablar  del  temporal, 
adonde  se  les  amostró  el  escrebir  de  tantos  sabios 
dignos  de  fé,  los  cuales  escribieron  historias.  Los  cua- 
les contaban  que  en  estas  partes  había  muchas  rique- 
zas, y  asimismo  fue  necesario  traer  á  esto  el  decir  é 
opinión  de  aquellos  que  escribieron  é  situaron  el 
mundo;  en  fin,  vuestras  Altezas  determinaron  questo  se 
pusiese  en  obra.  Aquí  mostraron  el  grande  corazón 
que  siempre  fícieron  en  toda  cosa  grande,  porque  to- 


268  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

dos  los  que  habían  entendido  en  ello  y  oído  esta  plá- 
tica todos  a  una  mano  lo  tenían  á  burla,  salvo  dos 
frailes  (1),  que  siempre  fueron  constantes.  Yo,  bien 
que  llevase  fatiga,  estaba  bien  seguro  que  esto  no 
veroia  á  menos,  y  estoy  de  contino,  porque  es  verdad 
que  todo  pasará  y  no  la  palabra  de  Dios,  y  se  com- 
plirá  todo  lo  que  dijo;  el  cual  tan  claro  habló  de  estas 
tierras  por  la  boca  de  Isaías  en  tantos  lugares  de  su  Es- 
criptura,  afirmando  que  de  España  les  seria  divulgado 
su  santo  nombre.  E  partí  en  nombre  de  la  Santa  Tri' 
nidad,  y  volví  muy  presto  con  la  experiencia  de  todo 
cuanto  yo  había  dicho  en  la  mano;  tornáronme  á 
enviar  vuestras  Altezas,  y  en  poco  espacio  digo,  no 
de  (2)  le  descubrí  por  virtud  divinal  333  leguas 

de  la  tierra  firme,  fin  de  Oriente,  y  setcentas  (3)  islas 
de  nombre  (4),  allende  de  lo  descubierto  en  el  primero 
víage,  y  le  allané  la  Isla  Española,  que  boja  mas  que 
España,  en  la  que  la  gente  della  es  sin  cuento,  y  que 
todos  le  pagasen  tributo.  Nació  allí  mal  decir  y  me 
nosprecio  de  la  empresa  comenzada  en  ello,  porque 
no  había  yo  enviado  luego  los  navios  cargados  de  oro, 
sin  considerar  la  brevedad  del  tiempo,  y  lo  otro  que 
yo  dije,  de  tantos  inconvenientes;  y  en  esto,  por  mis 


(1)  Fr.  Juan  Pérez  Marchena,  franciscano,  guardián  del 
convento  de  la  Rávida,  y  Fr.  Diego  de  Deza,  dominico 
después  arzobispo  de  Sevilla. 

(2)  igual  vacío  en  el  original. 
(3^     Por  setecientas. 

(4)  En  el  segundo  viaje  no  descubrió  la  tierra  firme, 
como  dice,  sino  que  creyó  lo  era  la  Isla  de  Cuba,  que  no 
pudo  acabar  de  reconocer,  ni  se  averiguó  ser  isla  hasta  que, 
por  orden  del  Rey,  el  comendador  mayor,  Nicolás  Ovando, 
comisionó  a  Sebastián  de  Ocampo,  que  la  rodeó  y  recono- 
ció toda  en  el  año  de  1508. —Véase  Herrera,  dec.  1.^,  li- 
bro 7,  capítulo  1.°  En  el  número  de  islas  comprendió  sin 
duda  las  muchas  que  vio  al  Sur  de  Cuba,  en  el  paraje  que 
llamó  Jardín  de  la  Reina. 


VIAJES    DE    COLÓN  269 

pecados  ó  por  mi  salvación  creo  que  será,  fue  puesto 
en  aborrecimiento  y  dado  impedimento  á  cuanto  yo 
decia  y  demandaba,  por  lo  cual  acordé  de  venir  á 
vuestras  Altezas,  y  maravillarme  de  todo,  y  mostrarles 
la  razón  que  en  todo  habia,  y  les  dige  de  los  pueblos 
que  yo  habia  visto,  en  qué  ó  de  qué  se  podrían  salvar 
muchas  ánimas,  y  les  truje  las  obligaciones  de  la  gen- 
te de  la  Isla  Española,  de  cómo  se  obligaban  á  pagar 
tributo  é  les  tenian  por  sus  Reyes  y  señores,  y  les  tru- 
je abastante  muestra  de  oro,  y  que  hay  mineros  y  gra- 
nos muy  grandes,  y  asimismo  de  cobre;  y  les  truje  de 
muchas  maneras  de  especerías,  de  que  sería  largo  de 
escribir,  y  les  dije  de  la  gran  cantidad  de  brasil,  y  otras 
infinitas  cosas.  Todo  no  aprovechó  para  con  algunas 
personas,  que  tenían  gana  y  dado  comienzo  a  mal  de- 
cir del  negocio,  ni  entrar  con  fabla  del  servicio  de 
nuestro  Señor  con  se  salvar  tantas  ánimas,  ni  á  decir 
questo  era  grandeza  de  vuestras  Altezas,  de  la  mejor 
calidad  que  hasta  hoy  haya  usado  Príncipe,  por  quel 
ejercicio  é  gasto  era  para  el  espiritual  y  temporal,  y 
que  no  podía  ser  que  andando  el  tiempo  no  hobiese 
la  España  de  aquí  grandes  provechos,  pues  que  se 
veían  las  señales  que  escribieron  de  lo  de  estas  parti- 
das tan  manifiestas;  que  también  se  llegaría  á  ver  todo 
el  otro  complimiento,  ni  á  decir  cosas  que  usaron 
grandes  Príncipes  en  el  mundo  para  crecer  su  fama, 
así  como  de  Salomón,  que  envió  desde  Hierusalem,  en 
fin  de  Oriente,  á  ver  el  monte  Sopora,  en  que  se  de- 
tovieron  los  navios  tres  años,  el  cual  tienen  vuestras 
Altezas  agora  en  la  Isla  Española;  ni  de  Alejandre, 
que  envió  á  ver  el  regimiento  de  la  Isla  de  Trapobana, 
en  India,  y  Ñero  Cesar  á  ver  las  fuentes  del  Nilo  (1) 


(1)  Estos  ejemplos  que  pone  el  Almirante  de  la  historia 
antigua  los  amplifica  y  comenta  su  historiador  Casas,  con 
gran  erudición  y  proligidad,  en  los  capítulos  128  y  129  de 
su  historia  inédita. 


270  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

y  la  razón  por  que  crecían  en  el  verano,  cuando  las 
aguas  son  pocas,  y  otras  muchas  grandezas  que  hicie- 
ron Príncipes,  y  que  á  Príncipes  son  estas  cosas  dadas 
de  hacer;  ni  valia  decir  que  yo  nunca  había  leído  que 
Príncipes  de  Castilla  jamás  hobiesen  ganado  tierra 
fuera  delia,  y  que  esta  de  acá  es  otro  mundo  en  que 
se  trabajaron  romanos  y  Alejandre  y  griegos,  para  la 
haber  con  grandes  ejercicios,  ni  decir  del  presente  de 
los  Reyes  de  Portugal,  que  tovieron  corazón  para  sos- 
tener á  Guinea,  y  del  descobrir  delia,  y  que  gastaron 
oro  y  gente  á  tanta,  que  quien  contase  toda  la  del 
Reino  se  hallaría  que  otra  tanta  como  la  mitad  son 
muertos  en  Guinea,  y  todavía  la  continuaron  hasta  que 
les  salió  dello  lo  que  parece,  lo  cual  todo  comenzaron 
de  largo  tiempo,  y  ha  muy  poco  que  les  da  renta;  los 
cuales  también  osaron  conquistar  en  África,  y  sostener 
la  empresa  á  Cepta,  Tanjar  y  Arcilla,  é  Alcázar,  y  de 
contino  dar  guerra  á  los  moros,  y  todo  esto  con  gran- 
de gasto,  solo  por  hacer  cosa  de  Príncipe,  servir  á 
Dios  y  acrecentar  su  Señorío. 

Cuanto  yo  mas  decia,  tanto  mas  se  doblaba  á  poner 
esto  á  vituperio,  amostrando  en  ello  aborrecimiento, 
sin  considerar  cuánto  bien  pareció  en  todo  el  mundo 
y  cuánto  bien  se  dijo  en  todos  los  cristianos  de  vues- 
tras Altezas  por  haber  tomado  esta  empresa,  que  no 
hobo  grande  ni  pequeño  que  no  quisiese  dello  carta. 
Respondiéronme  vuestras  Altezas  riéndose  y  diciendo 
que  yo  no  curase  de  nada  porque  no  daban  autoridad 
ni  creencia  á  quien  les  mal  decia  de  esta  empresa. 

Partí,  en  nombre  de  la  Santísima  Trinidad,  Miérco- 
les 30  de  Mayo  (1)  de  la  Villa  de  San  Lúcar,  bien  fa- 
tigado de  mi  viage,  que  adonde  esperaba  descan- 
so, cuando  yo  partí  de  estas  Indias,  se  me  dobló  la 


(1)     Del  año  1498. 


VIAJES   DE   COLÓN  271 

pena  (l),y  navegué  á  la  Isla  de  ia  Madera  por  camino  no 
acostumbrado,  por  evitar  escándalo  que  pudiera  tener 
con  un  armada  de  Francia  (2),  que  me  aguardaba  al 
Cabo  de  San  Vicente,  y  de  allí  á  las  Islas  de  Cana- 
ria (3),  de  adonde  me  partí  con  una  nao  y  dos  carabe- 
las, y  envíe  los  otros  navios  á  derecho  camino  á  las  In- 
dias a  la  Isla  Española  (4),  y  yo  navegué  al  Austro  con 
propósito  de  llegar  a  la  línea  equinoccial,  y  de  allí  se- 
guir al  Poniente  hasta  que  la  Isla  Española  me  queda- 
se al  Septentrión,  y  llegado  a  las  Islas  de  Cabo  Ver- 
de (5),  falso  nombre,  porque  son  atan  secas  que  no  vi 
cosa  verde  en  ellas,  y  toda  la  gente  enferma,  que  no 
osé  detenerme  en  ellas,  y  navegué  al  Sudueste  480  mi- 
llas, que  son  120  leguas,  adonde  en  anocheciendo  te- 
nia la  estrella  del  norte  en  cinco  grados;  allí  me  des- 
amparó el  viento,  y  entré  en  tanto  ardor  y  tan  grande, 
que  creí  que  se  me  quemasen  los  navios  y  gente,  que 
todo  de  un  golpe  vino  a  tan  desordenado,  que  no  ha- 


(1)  Alude  a  los  trabajos  y  dificultades  que  oponían  para 
su  habilitación  los  que  procuraban  desacreditarlo  e  indis- 
ponerlo con  los  Reyes. 

(2)  Herrera  dice  (dec.  l.°,  lib.  3.°,  cap.  9)  que  era  arma- 
da portuguesa;  pero  Casas  (cap.  130)  asegura  era  francesa. 

(3)  Herrera  y  D.  Hernando  Colon  dicen  que  llegó  a  la 
Isla  de  Puerto  Santo  el  7  de  Junio;  que  luego  partió  para  la 
Madera,  y  de  allí  para  la  Gomera,  adonde  llegó  el  19,  y  el 
21  salió  a  la  mar. 

(4)  Mandaban  los  tres  navios  que  el  Almirante  destacó 
para  la  Española  Pedro  de  Arana,  natural  de  Córdoba, 
hermano  de  la  madre  de  D.  Hernando  Colón;  Alonso 
Sánchez  de  Carabajal,  regidor  de  Baeza,  y  Juan  Antonio 
Colombo,  deudo  del  Almirante,  a  quienes  conoció  y  trató 
Fr.  Bartolomé  de  las  Casas,  según  dice  en  el  cap.  130  de  su 
historia. 

(5)  El  27  de  Junio,  y  surgió  en  la  Isla  de  la  -5a/,  y  el  30 
salió  para  la  Isla  de  Santiago,  desde  donde  se  puso  en  de 
rrota  el  4  de  Julio. 


272  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

bía  persona  que  osase  descender  debajo  de  cubierta 
á  remediar  la  vasija  y  mantenimientos;  duró  este  ardor 
ocho  días;  al  primer  dia  fue  claro,  y  los  siete  dias  si- 
guientes llovió  e  hizo  ñumblado,  y  con  todo  no  fallar 
mos  remedio;  que  cierto  si  así  fuera  de  sol  como  el 
primero,  yo  creo  que  no  pudiera  escapar  en  ning^una 
manera. 

Acordóme  que,  navegando  á  las  Indias,  siempre  que 
yo  paso  al  Poniente  de  las  Islas  de  los  Azores  100  le- 
guas, allí  fallo  mudar  la  temperanza,  y  esto  es  todo  de 
Septentrión  en  Austro,  y  determiné  que  si  á  nuestro 
Señor  le  pluguiese  de  me  dar  viento  y  buen  tiempo, 
que  pudiese  salir  de  adonde  estaba,  de  dejar  de  ir 
mas  al  Austro  ni  volver  tampoco  atrás,  salvo  de  nave- 
gar al  Poniente,  á  tanto  que  ya  llegase  a  estar  con  es* 
ta  raya  con  esperanza  que  yo  fallaría  allí  así  tempera- 
miento,  como  había  fallado  cuando  yo  navegaba  en  el 
paralelo  de  Canaria.  E  que  si  así  fuese,  que  entonces  yo 
podría  ir  mas  al  Austro;  y  plugo  á  nuestro  Señor  que 
al  cabo  de  estos  ocho  dias  de  me  dar  buen  viento  Le- 
vante,  y  yo  seguí  al  Poniente,  mas  no  osé  declinar 
abajo  al  Austro  porque  fallé  grandísimo  mudamiento 
en  el  cielo  y  en  las  estrellas,  mas  non  fallé  mudamien- 
to en  la  temperancia;  así,  acordé  de  proseguir  delante 
siempre  justo  al  Poniente,  en  aquel  derecho  de  la  sie- 
rra Lioa  (1),  con  propósito  de  non  mudar  derrota  fasta 
adonde  yo  había  pensado  que  fallaría  tierra,  y  allí  ado- 
bar los  navios,  y  remediar,  si  pudiese,  los  mantenimien- 
tos y  tomar  agua,  que  no  tenia;  y  al  cabo  de  diez  y  sie- 
te dias,  los  cuales  nuestro  Señor  me  dio  de  próspero 
viento.  Martes  31  de  Julio,  á  medio  dia,  nos  amostró 
tierra  (2),  é  yo  la  esperaba  el  Lunes  antes,  y  tuve  aquel 
camino  fasta  entonces;  que  en  saliendo  el  sol,  por  de- 


(1)  O  Sierra  Leona. — D. 

(2)  Viola  el  primero  un  marinero  de  Huelva,  criado  del 
Almirante,  que  se  llamaba  Alonso  Pérez 


VIAJES   DE   COLÓN  273 

fecto  del  agua  que  no  tenia,  determiné  de  andar  a  las 
islas  de  los  caribales,  y  tomé  esa  vuelta;  y  como  su  alta 
Magestad  haya  siempre  usado  de  misericordia  con- 
migo, por  acertamiento  subió  un  marinero  á  la  gavia, 
y  vido  al  Poniente  tres  montañas  juntas;  dijimos  la 
Salve  Regina  y  otras  prosas,  y  dimos  todos  muchas 
gracias  á  nuestro  Señor,  y  después  dejé  el  camino  de 
Septentrión,  y  volvi  hacia  la  tierra,  adonde  yo  llegué  á 
hora  de  completas  á  un  cabo  á  que  dije  de  la  Galea  (1), 
después  de  haber  nombrado  á  la  Isla  de  la  Trinidad^ 
y  allí  hobiera  muy  buen  puerto  si  fuera  fondo,  y  habia 
casas  y  gente,  y  muy  lindas  tierras,  atan  fermosas  y 
verdes  como  las  huertas  de  Valencia  en  Marzo.  Pesó- 
me cuando  no  pude  entrar  en  el  puerto,  y  corrí  la  cos- 
ta de  esta  tierra  del  luengo  fasta  el  poniente,  y  anda- 
das 5  leguas  fallé  muy  buen  fondo  y  surgí  (2),  y  en  el 
otro  día  di  la  vela  á  este  camino,  buscando  puerto  para 
adobar  los  navios  y  tomar  agua,  y  remediar  el  trigo 
y  los  bastimentos  que  llevaba  solamente.  Allí  tomé 
una  pipa  de  agua,  y  con  ella  anduve  ansí  hasta  llegar 
al  cabo,  y  allí  fallé  abrigo  de  Levante  y  buen  fondo,  y 
así,  mandé  surgir  y  adobar  ía  vasija  y  tomar  agua  y 
leña,  y  descendir  la  gente  á  descansar  de  tanto  tiempo 
que  andaban  penando. 

A  esta  punta  llamé  del  Arenal  (3),  y  allí  se  falló 
toda  la  tierra  follada  de  unas  animalías  que  tenían  la 


(1)  Ahora  se  llama  Cabo  Galeota,  y  es  el  más  oriental 
y  meridional  de  la  Isla  de  Trinidad  de  Barlovento,  y  se  ha- 
lla en  latitud  N.  10°  9'  00",  y  longitud  occidental  del  meri- 
diano del  Observatorio  de  Cádiz  54°  42'  00". 

(2)  En  1°  de  Agosto  por  las  inmediaciones  de  la  punta 
de  Alcatraz,  en  la  costa  Sur  de  dicha  isla;  su  latitud, 
10°  6'  00",  y  longitud  54°  55'  00'\ 

(3)  Llámase  ahora  Punta  cL  ¡cacos,  la  más  SO.  de  la  Isla 
Trinidad;  su  latitud,  10°  03'  30",  y  su  longitud,  55°  41'  00". 

VIAJBS  UK  COLÓN  Ih 


274  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

pata  como  de  cabra  (1),  y  bien  que,  según  parece  ser,^ 
allí  haya  muchas,  no  se  vido  sino  una  muerta.  £}  día  si- 
guiente (2)  vino  de  hacia  oriente  una  grande  canoa 
con  24  hombres,  todos  mancebos  e  muy  ataviados  de 
armas,  arcos  y  flechas  y  tablachinas,  y  ellos,  como  dije, 
todos  mancebos,  de  buena  disposición  y  no  negros, 
salvo  mas  blancos  que  otros  que  haya  visto  en  las  In- 
dias, y  de  muy  lindo  gesto  y  fermosos  cuerpos,  y  los 
cabellos  largos  y  llanos,  cortados  á  la  guisa  de  Casti- 
lla, y  traian  la  cabeza  atada  con  un  pañuelo  de  algodón 
tejido  á  labores  y  colores,  el  cual  creía  yo  que  era  al- 
maizar. Otro  de  estos  pañuelos  traian  ceñido  é  se  co- 
bijaban con  él  en  lugar  de  pañetes.  Cuando  llegó  esta 
canoa  habió  de  muy  lejos,  é  yo  ni  otro  ninguno  no  lo 
entendíamos,  salvo  que  yo  les  mandaba  hacer  señas 
que  se  allegasen,  y  en  esto  se  pasó  mas  de  dos  horas, 
y  sí  se  llegaban  un  poco,  luego  se  desviaban.  Yo  les 
hacia  mostrar  bacines  y  otras  cosas  que  lucían,  para 
enamorarlos  por  que  viniesen,  y  á  cabo  de  buen  rato  se 
allegaron  mas  que  hasta  entonces  no  habían,  y  yo  de- 
seaba mucho  haber  lengua,  y  no  tenía  ya  cosa  que  me 
pareciese  que  era  de  mostrarles  para  que  viniesen, 
salvo  que  hice  sobir  un  tamborín  en  el  castillo  de  popa 
que  tañesen,  é  unos  mancebos  que  danzasen,  cre- 
yendo que  se  allegarían  á  ver  la  fiesta;  y  luego  que 
vieron  tañar  y  danzar  todos  dejaron  los  remos  y  echa- 
ron mano  á  los  arcos  y  los  encordaron,  y  embrazó  cada 
uno  su  tablachina,  y  comenzaron  á  tirarnos  flechas; 
cesó  luego  el  tañer  y  danzar,  y  mandé  luego  sacar 
unas  ballestas,  y  ellos  dejáronme  y  fueron  á  mas  andar 
á  otra  carabela,  y  de  golpe  se  fueron  debajo  la  popa 
della,  y  el  piloto  entró  con  ellos,  y  dio  un  sayo  é  un 
bonete  á  un  hombre  principal  que  le  pareció  dellos,  y 


(1)  Estas   patas  eran  de  venado,  que  hay  muchas  por 
allí. — Casas. 

(2)  Jueves  2  de  Agosto. 


VIAJES   DE   COLÓN  275 

quedó  concertado  que  le  iría  hablar  allí  en  la  playa, 
adonde  ellos  luego  fueron  con  la  canoa,  esperándole, 
y  él,  como  no  quiso  ir  sin  mi  licencia,  como  ellos  lo 
vieron  venir  á  la  nao  con  la  barca,  tornaron  á  entrar  en 
la  canoa  é  se  fueron,  é  nunca  mas  los  vide  ni  á  otros 
de  esta  isla. 

Cuando  yo  lleg-ué  a  esta  punta  del  Arenal  (1),  allí 
se  hace  una  boca  grande  de  2  leguas  de  Poniente  á 
Levante,  la  isla  de  la  Trinidad  con  la  tierra  de  Gra- 
da,  y  que  para  haber  de  entrar  dentro  para  pasar  al 
Septentrión  había  unos  hileros  de  corrientes  que  atra- 
vesaban aquella  boca  y  traían  un  rugir  muy  grande,  y 
creí  yo  que  sería  un  arrecife  de  bajos  é  peñas,  por  el 
cual  no  se  podría  entrar  dentro  en  ella,  y  detrás  de 
este  hilero  había  otro  y  otro,  que  todos  traían  un  rugir 
grande  como  ola  de  la  mar  que  va  a  romper  y  dar  en 
peñas  (2).  Surgí  allí  á  la  dicha  punta  del  Arenal^  fuera 
de  la  dicha  boca  (3),  y  fallé  que  venia  el  agua  del 
Oriente  fasta  el  Poniente  con  tanta  furia  como  hace 
Guadalquivir  en  tiempo  de  avenida,  y  esto  de  contino 
noche  y  día,  que  creí  que  no  podría  volver  atrás  por 
la  corriente,  ní  ir  adelante  por  los  bajos;  y  en  la  noche, 
ya  muy  tarde,  estando  al  bordo  de  la  nao,  oí  un  rugir 
muy  terrible  que  venia  de  la  parte  del  Austro  hacia  la 
nao,  y  me  paré  á  mirar,  y  vi,  levantando  la  mar  de  Po- 
niente á  Levante,  en  manera  de  una  loma  tan  alta 
como  la  nao,  y  todavía  venia  hacia  mí  poco  á  poco,  y 
encima  della  venia  un  filero  de  corriente  que  venia  ru- 
giendo con  muy  grande  estrépito  con   aquella  furia  de 


(1)  «Esta  punta  debió  de  ser  la  de  !a  Trinidad. > — Casas. 
— Es  la  punta  de  ¡cacos,  la  cual  forma  con  la  costa  de  tierra 
firme  un  canal  de  3  leguas  con  dirección  de  ONO.-ESE. 

(2)  En  este  parage  es  muy  notable  el  escarceo  de  las 
corrientes,  que  tiran  para  el  Oeste  con  una  velocidad  de 
dos  y  media  millas  por  hora. 

(3)  En  el  fondeadero  de  punta  ¡cacos. 


276  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

aquel  rugir  que  de  los  otros  hileros  que  yo  dije  que 
me  parecían  ondas  de  mar  que  daban  en  peñas,  que 
hoy  en  dia  tengo  el  miedo  en  el  cuerpo  que  no  me 
trabucasen  la  nao  cuando  llegasen  debajo  della,  y  pasó 
y  llegó  fasta  la  boca,  adonde  allí  se  detuvo  grande  es- 
pacio. Y  el  otro  día  siguiente  envié  las  barcas  á  son- 
dar y  fallé  en  el  mas  bajo  de  la  boca  que  había  seis  ó 
siete  brazas  de  fondo,  y  de  contíno  andaban  aquellos 
hileros  unos  por  entrar  y  otros  por  salir,  y  plugo  á 
nuestro  Señor  de  me  dar  buen  viento,  y  atravesé  por 
esa  boca  adentro,  y  luego  hallé  tranquilidad,  y  por 
acertamiento  se  sacó  del  agua  de  la  mar  y  la  hallé 
dulce.  Navegué  al  Septentrión  fasta  una  sierra  muy 
alta,  adonde  serian  26  leguas  (1)  de  esta  punta  del 
Arenal,  y  allí  había  dos  cabos  de  tierra  muy  alta,  el 
uno  de  la  parte  del  Oriente,  y  era  de  la  misma  Isla  de 
la  Trinidad  (2),  y  el  otro  del  Occidente,  de  la  tierra 
que  dije  de  Gracia  (3),  y  allí  hacía  una  boca  muy  an- 
gosta (4),  mas  que  aquella  de  la  punta  del  Arenal,  y 
allí  había  ios  mismos  hileros  y  aquel  rugir  fuerte  del 
agua  como  era  en  la  punta  del  Arenal,  y  asimismo  allí 
la  mar  era  agua  dulce;  y  fasta  entonces  yo  no  había 
habido  lengua  con  ninguna  gente  de  estas  tierras,  y  lo 
deseaba  en  gran  manera,  y  por  esto  navegué  al  luengo 
de  la  costa  de  esta  tierra  hacia  el  Poniente,  y  cuanto 
mas  andaba  hallaba  el  agua  de  la  mar  mas  dulce  y  mas 
sabrosa,  y  andando  una  gran  parte  llegué  a  un  lugar 
donde  me  parecían  las  tierras  labradas  (5),  y  surgí  y 
envié  las  barcas  á  tierra,  y  fallaron  que  de  fresco  se 


(1)  Son  solo  13  leguas  y  dos  tercios. 

(2)  Punta  de  Peña  Blanca. 

(3)  Punta  de  la  Peña. 

(4)  Boca  Grande,  una  de  las  de  Dragos. 

(5)  Las  inmediaciones  de  Macuro,  en  la   costa  septen- 
trional occidental  del  golfo  de  Paria  o  de  Ti  '  idad. 


VIAJES    DE    COLÓN  277 

habia  ido  de  allí  gente,  y  fallaron  todo  el  monte  cu- 
bierto de  gatos  paules;  volviéronse,  y  como  esta  fuese 
sierra,  me  pareció  que  mas  allá  al  Poniente  las  tierras 
eran  mas  llanas,  y  que  allí  seria  poblado,  y  por  esto 
sería  poblado,  y  mandé  levantar  las  anclas  y  corrí 
esta  costa  fasta  el  cabo  de  esta  sierra,  y  allí  á  un  río 
surgí  (1),  y  luego  vino  mucha  gente,  y  me  dijeron  como 
llamaron  á  esta  tierra  Parias  y  que  de  alíí,  mas  al  Po- 
niente, era  mas  poblado;  tomé  dellos  cuatro,  y  des- 
pués navegué  al  Poniente,  y  andadas  8  leguas  mas 
ai  Poniente,  allende  una  punta  á  que  yo  llamé  del 
Aguja  (2),  hallé  unas  tierras  las  mas  hermosas  del 
mundo,  y  muy  pobladas;  llegué  allí  una  mañana  á  hora 
de  tercia,  y  por  ver  esta  verdura  y  esta  hermosura 
acordé  surgir  y  ver  esta  gente,  de  ios  cuales  luego  vi- 
nieron en  canoas  á  la  nao  á  rogarme,  de  partes  de  su 
Rey,  que  descendiese  en  tierra;  é  cuando  vieron  que 
no  curé  dellos  vinieron  á  la  nao  infinitísimos  en  ca- 
noas, y  muchos  traían  piezas  de  oro  al  pescuezo,  y  al- 
gunos atados  á  los  brazos  algunas  perlas;  holgué  mu- 
cho cuando  las  vi,  é  procuré  mqcho  de  saber  donde 
las  hallaban,  y  me  dijeron  que  allí  y  de  la  parte  del 
Norte  de  aquella  tierra. 

Quisiera  detenerme;  mas  estos  bastimentos  que  yo 
traía,  trigo  y  vino  é  carne  para  esta  gente  que  acá  está, 
se  me  acababan  de  perder,  los  cuales  hobe  allá  con 
tanta  fatiga,  y  por  esto  yo  no  buscaba  sino  á  mas  an- 
dar á  venir  á  poner  en  ellos  cobro  y  no  ime  detener 
para  cosa  alguna;  procuré  de  haber  de  aquellas  perlas, 
y  envié  las  barcas  á  tierra;  esta  gente  es  muy  mucha, 
y  toda  de  muy  buen  parecer,  de  la  misma  color  que 
os  otros  de  antes,  y  muy  tratables;  la  gente  nuestra 


(1)  Un  río  inmediato  al  O.  de  la  punta  Cumaná,  en  di- 
cha costa:  su  latitud,  10°  36',  y  su  longitud,  55"  56'  00." 

(2)  Ahora  se  llama  de  Alcatraces;  su  latitud,  10**  27',  y  su 
longitud,  56°  13'. 


278  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

que  fué  á  tierra  los  hallaron  tan  convenibles,  y  los  re- 
cibieron muy  honradamente;  dicen  que  lueg"o  que  lle- 
garon las  barcas  á  tierra  que  vinieron  dos  personas 
principales  con  todo  el  pueblo,  creen  que  el  uno  era 
el  padre  y  el  otro  era  su  hijo,  y  los  llevaron  á  una  ca- 
sa muy  grande  hecha  á  dos  aguas,  y  no  redonda,  como 
tienda  de  campo,  como  son  estas  otras,  y  allí  tenían 
muchas  sillas,  á  donde  los  fícieron  asentar,  y  otras  don- 
de ellos  se  asentaron,  y  hicieron  traer  pan,  y  de  muchas 
maneras  frutas  é  vino  de  muchas  maneras  blanco  é 
tinto,  mas  no  de  uvas:  debe  él  de  ser  de  diversas  ma- 
neras, uno  de  una  fruta  y  otro  de  otra;  y  asimismo  debe 
de  ser  dello  de  maiz,  que  es  una  simiente  que  hace 
una  espiga  como  una  mazorca,  de  que  llevé  yo  allá  y 
hay  ya  mucho  en  Castilla,  y  parece  que  aquel  que  lo 
tenia  mejor  lo  traía  por  mayor  excelencia  y  lo  daba 
en  gran  precio;  los  hombres  todos  estaban  juntos  á  un 
cabo  de  la  casa,  y  las  mugeres  en  otro.  Recibieron 
ambas  las  partes  gran  pena  porque  no  se  entendían, 
ellos  para  preguntar  a  los  otros  de  nuestra  patria,  y  los 
nuestros  por  saber  de  la  suya.  E  después  que  hobieron 
rescebido  colación  allí  en  casa  del  mas  viejo,  los  llevó 
el  mozo  a  la  suya,  é  fizo  otro  tanto,  é  después  se  pu- 
sieron en  las  barcas  é  se  vinieron  á  la  nao,  é  yo  luego 
levanté  las  anclas  porque  andaba  mucho  de  priesa  por 
remediar  los  mantenimientos  que  se  me  perdían,  que  yo 
había  habido  con  tanta  fatiga,  y  también  por  remediar- 
me á  mí,  que  había  adolescido  por  el  desvelar  de  los 
ojos:  que  bien  quel  viaje  que  yo  fui  a  descubrir  la  tierra 
firme  (1)  estuviese  treinta  y  tres  días  sin  concebir  sueño 
y  estoviese  tanto  tiempo  sin  vista,  non  se  me  dañaron 
los  ojos  ni  se  me  rompieron  de  sangre  y  con  tantos 
dolores  como  agora. 


(1)  No  era  la  tierra  firme  la  que  dice,  sino  \^  Isla  de 
Cuba,  que  no  pudo  rodear  ni  reconocer  del  todo,  y  la  tuvo 
siempre  por  parte  del  continente  o  tierra  firme. 


VIAJES  DE  COLÓN  279 

Esta  gente,  corno  ya  dije,  son  todos  de  muy  Hhda 
-estatura,  altos  de  cuerpos,  é  de  muy  lindos  gestos,  los 
cabellos  muy  largos  é  llanos,  y  traen  las  cabezas  ata- 
das con  unos  pañuelos  labrados,  como  ya  dije,  her- 
mosos, que  parecen  de  lejos  de  seda  y  almaizares;  otro 
traen  ceñido  mas  largo,  que  se  cobijan  con  él  en  lugar 
de  pañetes,  ansi  hombres  como  mugeres.  La  color  de 
esta  gente  es  mas  blanca  que  otra  que  haya  visto  en 
las  Indias;  todos  traían  al  pescuezo  y  á  los  brazos  algo 
á  la  guisa  de  estas  tierras,  y  muchos  traían  piezas  de 
oro  bajo  colgado  al  pescuezo.  Las  canoas  de  ellos  son 
muy  grandes  y  de  mejol"  hechura  que  no  son  estas 
otras,  y  mas  livianas,  y  en  el  medio  de  cada  una  tie- 
nen una  apartamiento  como  cámara,  en  que  vi  que  an- 
daban los  principales  con  sus  mujeres.  Llamé  allí  á  este 
lugar  JardineSf  porque  así  conforman  por  el  nombre. 
Procuré  mucho  de  saber  donde  cogían  aquel  oro,  y 
todos  me  aseñalaban  una  tierra  frontera  dellos  al  Po 
niente,  que  era  muy  alta,  mas  no  lejos;  mas  todos  me 
decían  que  no  fuese  allá  porque  allí  comían  los  hom- 
bres, y  entendí  entonces  que  decían  que  eran  hom- 
bres caríbales,  é  que  serían  como  los  otros,  y  después 
he  pensado  que  podría  ser  que  lo  decían  porque  allí 
habría  animalias.  También  les  pregunté  adonde  cogían 
las  perlas,  y  me  señalaron  también  que  al  Poniente  y 
al  Norte  detrás  de  esta  tierra  donde  estaban.  Déjelo 
de  probar  por  esto  de  los  mantenimientos  y  del  mal 
de  mis  ojos,  y  por  una  nao  grande  que  traigo,  que  no 
es  para  semejante  hecho. 

Y  como  el  tiempo  fue  breve,  se  pasó  todo  en  pre- 
guntas, y  se  volvieron  á  los  navios,  que  seria  hora  de 
vísperas,  como  ya  dije,  y  luego  levanté  las  anclas  y  na- 
vegué al  Poniente;  y  asimesmo  el  día  siguiente  fasta 
que  me  fallé  que  no  había  si  non  tres  brazas  de  fondo, 
con  creencia  que  todavía  esta  seria  isla  y  que  yo  po- 
dría salir  al  Norte;  y  así  visto,  envié  una  carabela  sotü 
•adelante  a  ver  si  habia  sa|ida  o  si  estfibfi  cerrado,  y 


280  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

ansí  anduvo  mucho  camino  (asta  un  ^olfo  muy  grande, 
en  el  cual  parecía  que  habia  otros  cuatro  medianos,  y 
del  uno  salia  un  rio  grandísimo  (1);  fallaron  siempre 
cinco  brazas  de  fondo  y  el  agua  muy  dulce,  en  tanta 
cantidad  que  yo  jamás  bebíla  pareja  della.  Fui  yo  muy 
descontento  della  cuando  vi  que  no  podía  salir  al 
Norte  ni  podia  andar  ya  al  Austro  ni  al  poniente  por- 
que yo  estaba  cercado  por  todas  partes  de  la  tierra,  y 
así,  levanté  las  ancías  y  torné  atrás,  para  salir  al  Norte 
por  la  boca  que  yo  arriba  dije,  y  no  pude  volver  por 
la  población  adonde  yo  habia  estado,  por  causa  de  Us 
corrientes,  que  me  habían  desviado  della,  y  siempre  en 
todo  cabo  hallaba  el  agua  dulce  y  clara,  y  que  me  lle- 
vaba al  Oriente  muy  recio  fácia  las  dos  bocas  que  arri- 
ba dije,  y  entonces  conjeturé  que  los  hilos  de  la  co* 
rriente  y  aquellas  lomas  que  salían  y  entraban  en  es- 
tas bocas  con  aquel  rugir  tan  fuerte,  que  era  pelea  del 
agua  dulce  con  la  salada  (2).  La  dulce  empujaba  á  h 
otra  por  que  no  entrase,  y  1ü  salada,  por  que  la  otra  no 
saliese;  y  conjeturé  que  allí  donde  son  estas  dos  bocas 
que  algún  tiempo  seria  tierra  continua  á  la  Isla  de  Is 
Trinidad  con  la  tierra  de  Gracia,  como  podrán  ver 
vuestras  Altezas  por  la  pintura  de  lo  que  con  esta  les 
envío.  Salí  yo  por  esta  boca  del  Norte  (3),  y  hallé  quel 
agua  dulce  siempre  vencía;  cuando  pasé,  que  fue  con 
£uerza  de  viento,  estando  en  una  de  aquellas  lomas 

(1)  Debe  ser  el  río  de  Paria  o  el  Guarapich:  el  primero, 
en  latitud  10°  25'  y  longitud  56°  43',  y  el  segundo,  en  lati- 
tud 10°  9'  y  longitud  56°  29'.  Este  es  el  paraje  que  el  Al- 
mirante llamó  Golfo  de  las  Perlas. 

(2)  Acierta  plenamente  el  Almirante  con  la  explicación 
de  este  fenómeno,  que  a  la  salida  del  Sena  llaman  los  fran- 
ceses Mascaret,  bora  los  indios  en  la  desembocadura  del 
Ganges  y  pororoca  los  brasileños  en  la  desembocadura  de 
Amazonas.  En  la  «Jornada  de  Omagua  y  El  Dorado» 
llama  Macar eo. — Nota  D. 

(3)  Por  Boca  Grande  el  día  13  de  Agosto. 


VIAJES    DE    COLÓN  281 

baiíé  en  aquellos  hilos  de  la  parte  de  dentro  el  agua 
dulce,  y  de  fuera,  salada. 

Cuando  yo  navegfué  de  España  á  las  Indias  fallé 
luego  en  pasando  100  leguas  á  Poniente  de  los  Azo- 
res grandísimo  mudamiento  en  el  cielo  é  en  las  estre- 
iias,  y  en  la  temperancia  del  aire  y  en  las  aguas  de  la 
mar,  y  en  esto  he  tenido  mucha  diligencia  en  la  expe- 
riencia. 

Fallo  que  de  Septentrión  en  Austro,  pasando  las  di- 
chas 100  leguas  de  las  dichas  islas,  que  luego  en  las  agu- 
jas de  marear,  que  fasta  entonces  nordesteaban,  norues- 
tean  una  cuarta  de  viento  todo  entero,  y  esto  es  en 
allegando  allí  á  aquella  línea,  como  quien  traspone  una 
cuesta,  y  asimesroo  fallo  la  mar  toda  llena  de  yerba  de 
una  calidad  que  parece  ramitos  de  pino  y  muy  carga- 
da de  fruta  como  de  lantisco,  y  es  tan  espesa  que  al 
primer  viage  pensé  que  era  bajo  y  que  daria  en  seco 
con  los  navios,  y  hasta  llegar  con  esta  raya  no  se  falla 
un  solo  ramito;  fallo  también  en  llegando  allí  la  mar 
muy  suave  y  llana,  y  bien  que  vente  recio,  nunca  se  le- 
vanta. Asimismo  hallo  dentro  de  ía  dicha  raya,  hacia 
Poniente,  la  temperancia  del  cielo  muy  suave,  y  no  dis- 
crepa de  la  cantidad,  quier  sea  invierno,  quier  sea  en 
verano.  Cuando  allí  estoy  hallo  que  la  estrella  del 
Norte  escribe  un  círculo  el  cual  tiene  en  el  diámetro 
cinco  grados,  y  estando  las  guardas  en  el  brazo  dere- 
cho entonces  está  la  estrella  en  el  mas  bajo,  y  se  va 
alzando  fasta  que  llega  al  brazo  izquierdo,  y  entonces 
está  cinco  grados,  y  de  allí  se  va  abajando  fasta  llegar 
á  volver  otra  vez  al  brazo  derecho 

Yo  allegué  agora  de  España  á  la  Isla  de  la  Madera, 
y  de  allí  á  Canaria,  y  dende  á  las  islas  de  cabo  Verde, 
de  adonde  cometí  el  viage  para  navegar  al  Austro  fas- 
ta debajo  la  línea  equinoccial,  cómo  ya  dije;  allegando 
á  estar  en  derecho  con  el  paralelo  que  pasa  por  la 
Sierra  Leoa^  en  Guinea,  fallo  tan  grande  ardor  y  los 
rayos  del  sol  tan  calientes,  que  pensaba  de  quemar,  y 


282  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

bien  que  lloviese  y  el  cielo  fuese  muy  turbado,  siem- 
pre yo  estaba  en  esta  fatiga,  fasta  que  nuestro  Señor 
proveyó  de  buen  viento  y  a  mí  puso  en  voluntad  que 
yo  navegase  al  Occidente  con  este  esfuerzo,  que  en 
llegando  á  la  raya  de  que  yo  dije,  que  alií  fallaría  mu- 
damiento en  la  temperancia.  Después  que  yo  empare- 
jé á  estar  en  derecho  de  esta  raya,  luego  fallé  la  tem- 
perancia del  cielo  muy  suave,  y  cuanto  mas  andaba 
adelante  mas  multiplicaba;  mas  no  hallé  conforme  á 
esto  las  estrellas. 

Fallé  allí  que  en  anocheciendo  tenia  yo  la  estrella 
del  Norte  alta  cinco  grados,  y  entonces  las  guardas 
estaban  encima  de  la  cabeza,  y  después,  á  la  media  no- 
che, fallaba  la  estrella  alta  10°,  y  en  amaneciendo,  que 
las  guardas  estaban  en  los  pies  15, 

La  suavelidad  de  la  mar  fallé  conforme,  mas  no  en 
la  yerba;  en  esto  de  la  estrella  del  Norte  tomé  grande 
admiración,  y  por  esto  muchas  noches,  con  mucha  di- 
ligencia, tornaba  yo  á  repricar  la  vista  deila  con  ej  cua- 
drante, y  siempre  fallé  que  caía  el  plomo  y  hilo  á  un 
punto. 

Por  cosa  nueva  tengo  yo  esto,  y  podrá  ser  que  será 
tenida  que  en  poco  espacio  haga  tanta  diferencia  el 
cielo. 

Yo  siempre  leí  que  el  mundo,  tierra  é  agua  era  es- 
férico, é  las  autoridades  y  esperiencias  que  Tolomeo 
y  todos  los  otros  escribieron  de  este  sitio  daban  é 
amostraban  para  ello  así  por  eclipses  de  la  luna  y  otras 
demostraciones  que  hacen  de  Oriente  fasta  Occidente, 
como  de  la  elevación  del  polo  de  Septentrión  en 
Austro.  Agora  vi  tanta  disformidad^  como  ya  dije,  y 
por  esto  me  puse  á  tener  esto  del  naundo,  y  fallé  que 
«-^no  era  redondo  en  la  forma  que  escriben,  salvo  que  es 
de  la  forma  de  una  pya  (1)  que  sea  toda  muy  redonda. 


(1)     La  forma  piriforme  que  Colón  atribuye  a  la    Tierra 


VIAJES  DE  COLÓN  283 

salvo  allí  donde  tiene  el  pezón,  que  allí  tiene  mas  alto, 
ó  como  quien  tiene  una  pefota  muy  redonda  y  en  un 
lugar  delia  fuese  como  una  teta  de  muger  allí  puesta, 
y  que  e^taTparte  destepezon  sea  la  mas  alta  é  mas 
prbpinca  al  cielo,  y  sea  deEJio  la  línea  equinoccial^  y^ 
€n  esta  mar  Océana,  en  fin  del  Oriente,  adonde  acaba 
toda  la  tierra  é  islas,  é  para  esto  allego  todas  las  razo- 
nes sobreescriptas  de  la  raya  que  pasa  al  Occidente 
de  las  islas  de  ios  Azores  100  leguas  de  Septentrión 
en  Austro,  que  en  pasando  de  allí  al  Poniente  ya  van 
los  navios  alzándose  hacia  el  ci^lo  ^"«VCrmpTPte^  y  en- 
tonces^ se  ^pza  de  mas  suave  tempprantj'Ja  y  ^^  muda 
cTeTaguja  de  marear  por  causa  de  la  suavidad'Besa 
cuarta  de  vienro,  y  cuanto  mas  va  adelante  é  alzándose 
mas  noruestea,  y  esta  altura  causa  el  desvariar  del 
círculo  que  escribe  la  estrella  del  Norte  con  las  guar- 
das, y  cuanto  mas  pasare  junto  con  la  línea  equinoc- 
cial, mas  se  subirán  en  alto  y  mas  diferencia  habrá  en 
las  dichas  estrellas  y  en  los  círculos  dellas.  Y  Tolo- 
meo  y  los  otros  sabios  que  escribieron  de  este  mundo 
creyeron  que  era  esférico,  creyendo  queste  hemisferio 
que  fuese  redondo  como  aquel  de  allá  donde  ellos  es- 
taban, el  cual  tiene  el  centro  en  la  Isla  de  Arin,  qués 
debajo  la  línea  equinoccial  entre  el  sino  Arábico  y 
aquel  de  Persia,  y  el  círculo  pasa  sobre  el  cabo  de 
San  Vicente,  en  Portugal,  por  el  Poniente,  y  pasa  en 
Oriente  por  Cangara  y  por  las  Seras,  en  el  cual  hemis- 
ferio no  hago  yo  que  hay  ninguna  difícultad,  salvo  que 
sea  esférico  redondo,  como  ellos  dicen;  mas  este  otro 
digo  que  es  como  seria  la  mitad  de  la  pera  bieiTTg^  ' 
dbnda,  la  cual  toviese  el  pezón  alto  como  yo  dije,  (T* 
•Cdmo  una  teta  de  muger  en  una  pelota  redonda;  así, 
que  desta  media  parte  non  bobo  noticia  Tolomeo  iTí 
Htes"  otros  que   escribieron  del    rauodo,~por  ser  muy 

coincide  con  la  forma  tetraédríca  que  hoy  se  le  concede. — 
Nota  D. 


284  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

ignoto;  solamente   hicieron  raiz  sobre  el  hemisferio 
adonde   ellos   estaban,  ques  redondo  esférico,  como 
arriba  dije.  Y  agora  que  vuestras  Altezas  lo  han  man- 
dado navegar  y  buscar  y  descobrir,  se  amuestra  evi- 
dentísimo, porque  estando  yo  en  este  viage  al  Septen- 
trión 20  grados  de  la  línea  equinoccial,  allí  en  derecho 
de  Hargin  é  de  aquellas  tierras,  é  allí  es  la  gente  ne- 
gra é  la  tierra  muy  quemada,  y  después  que  fui  á  las 
islas  de  cabo  Verde,  allí  en  aquellas  tierras  es  la  gente 
mucho  mas  negra,  y  cuanto  mas  bajo  se  van  al  Austro 
tanto  mas  llegan  al  extremo,  en  manera  que  allí  en  de- 
recho donde  yo  estaba,  qués  la  Sierra  LeoQf  adonde 
se  me  alzaba  la  estrella  de!  Norte  en  anocheciendo 
cinco  grados,  allí  es  la  gente  negra  en  extrema  canti- 
dad, y  después  que  de  allí  navegué  al  Occidente  tan 
extremos  calores;  y  pasada  la  raya  de  que  yo  dije,  fa- 
llé multiplicar  la  temperancia,  andando  en  tanta  canti- 
dad, que  cuando  yo   llegué  á  !a  Isla  de  la   Trinidad, 
adonde  la  estrella  del  Norte  en  anocheciendo  también 
se  me  alzaba  cinco  grados,  allí  y  en  la  tierra  de  Gracia 
hallé   temperancia  suavísima,  y   las  tierras  y   árboles 
muy  verdes  y  tan  hermosos  como  en  Abril  en  las  huer- 
tas de  Valencia,  y  la  gente  de  allí  de  muy  linda  esta- 
tura, y  blancos  mas  que  otros  que  haya  visto  en  las  In- 
dias, é  los  cabellos  muy  largos  é  llanos,  é  gente  mas 
astuta  é  de  mayor  ingenio,  é  no  cobardes.  Entonces 
era  el  sol  en  Virgen  encima  de  nuestras  cabezas  é  su- 
yas; ansí  que  todo  esto  procede  por  la  suavísima  tem- 
perancia que  allí  es,  la  cual  procede  por  estar  mas  alto 
en  el  mundo  mas  cerca  del  aire  que  cuento;  y  así,  me 
afirmo  quel  mando  no  es  esférico,  salvo  que  tiene  esta 
diferencia  que  ya  dije;  la  cual  es  en  este  hemisferio 
adonde  caen  las  Indias  é  la  mar  Océana,  y  el  extremo 
dello  es  debajo  la  línea  equinoccial,  y  ayuda  mucho  á 
esto  que  sea  ansí,  porque  el  sol,  cuando  nuestro  Señor 
lo  hizo,  fue  en  el  primer  punto  de  Oriente,  ó  la  pri- 
mera luz  fue  aquí  en  Oriente,  allí  donde  es  el  extre- 


VIAJES    DE   COLÓN  285 

mo  de  la  altura  deste  mundo;  y  bien  quel  parecer  de 
Aristotel  fuese  que  el  Polo  antartico  ó  la  tierra  ques 
debajo  del  sea  la  mas  alta  parte  en  el  mundo  y  mas 
propincua  al  cielo,  otros  sabios  le  impugfnan  diciendo 
que  es  esta  ques  debajo  del  ártico;  por  las  cuales  ra- 
zones parece  que  entendían  que  una  parte  deste  mundo 
debia  de  ser  mas  propincua  y  noble  al  cielo  que  otra, 
y  no  cayeron  cr  esto  que  sea  debajo  del  equinoccial 
por  la  forma  que  yo  dije,  y  no  es  maravilla,  porque 
deste  hemisferio  non  se  hobiese  noticia  cierta,  salvo 
muy  liviana  y  por  argumento,  porque  nadie  nunca  lo 
ha  andado  ni  enviado  á  buscar  hasta  ag^ora,  que  vues- 
tras Altezas  le  mandaron  explorar  é  descubrir  la  mar 
y  la  tierra. 

Fallo  que  de  allí  de  estas  dos  bocas,  las  cuales,  como 
yo  dije  están  frontero  por  línea  de  Septentrión  en 
Austro,  que  haya  de  la  una  á  la  otra  26  leguas  (1),  y 
no  pudo  haber  en  ello  yerro  porque  se  midieron  con 
cuadrante,  y  destas  dos  bocas  de  Occidente  fasta  el 
golfo  que  yo  dije,  al  cual  llamé  de  las  Perlas^  que  son 
68  leguas  (2)  de  4  millas  cada  una,  como  acostumbra- 
mos en  la  mar,  y  que  de  allá  de  este  golfo  corre  de 
contino  el  agua  muy  fuerte  hacia  el  Oriente,  y  que  por 
esto  tienen  aquel  combate  estas  dos  bocas  con  la  sa- 
lada. En  esta  boca  de  Austro,  á  que  yo  llamé  de  la 
Sierpe  (3),  fallé  en  anocheciendo  que  yo  tenia  la  es- 
trella del  Norte  alta  cuasi  cinco  grados,  y  en  aquella 
otra  del  Septentrión,  á  que  yo  llamé  del  Drago,  eran 
cuasi  siete,  y  fallo  quel  dicho  golfo  de  las  Perlas  está 


(1)  Desde  la  Punta  de  ¡cacos,  que  es  la  noreste  de  la 
boca  del  sur,  hasta  la  de  la  Peña,  que  es  la  occidental  de  la 
boca  grande  en  las  de  los  Dragos,  solo  hay  13  leguas  y  dos 
tercios. 

(2)  Deben  ser  21  1/3  leguas. 

(3)  Llámase  en  el  día  Canal  del  Soldado  por  un  islote 
con  este  nombre,  que  casi  está  en  el  medio. 


286  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

occidental  al  Occidente  de  él         (1)  de  To- 

lomeo  cuasi  3.900  millas,  que  son  cuasi  70  grados 
equinocciales,  contando  por  cada  uno  56  millas  é  dos 
tercios. 

La  Sacra  Escriptura  testifica  que  nuestro  Señor  hizo 
al  Paraíso  terrenal,  y  en  él  puso  el  árbol  de  la  vida,  y 
del  sale  una  fuente  de  donde  resultan  en  este  mundo 
cuatro  rios  principales:  Ganges  en  India,  Tigris  y  Eu- 
frates en  (2)  los  cuales  apartan  la  sierra  y 
hacen  la  Mesopotamia  y  van  á  tener  en  Persia,  y  el 
Nilo,  que  nace  en  Etiopia  y  va  en  la  mar  en  Alejandría. 

Yo  no  hallo  ni  jamás  he  hallado  escriptura  de  lati- 
nos ni  de  griegos  que  certificadamente  diga  el  sitio  en 
este  mundo  del  Paraíso  terrena!,  ni  visto  en  ningún 
mapamundo,  salvo  situado  con  autoridad  de  argumen- 
to. Algunos  le  ponían  allí  donde  son  las  fuentes  del 
Nilo,  en  Etiopia;  mas  otros  anduvieron  todas  estas  tie- 
rras y  no  hallaron  conformidad  dallo  en  la  temperan- 
cia del  cielo,  en  la  altura  hacia  el  cielo,  por  que  se  pu 
diese  comprehender  que  él  era  allí,  ni  que  las  aguas 
del  diluvio  hobiesen  llegado  allí,  las  cuales  subieron 
encima,  &c.  Algunos  gentiles  quisieron  decir  por  argu- 
mentos que  él  era  en  las  Islas  Fortunatas,  que  son  las 
Canarias,  &c. 

San  Isidro  y  Beda  y  Strabo,  y  el  maestro  de  la  his- 
toria escolástica,  y  San  Ambrosio  y  Scoto,  y  todos  los 
sanos  teólogos,  conciertan  quel  paraíso  terrenal  es  en 
el  Oriente,  &c. 

Ya  dije  lo  que  yo  hallaba  deste  hemisferio  y  de  la 
hechura,  y  creo  que  si  yo  pasara  por  debajo  de  la  lí- 
nea equinoccial  que  en  llegando  allí  en  esto  mas  alto 
que  fallara  muy  mayor  temperancia,  y  diversidad  en 


(1)  Este  mismo  vacío  en  el  original.  Parece  que  falta  el 
primer  meridiano,  o  cosa  que  signifique  eso. 

(2)  Igual  vacío  en  el  original.  Parece  ha  de  decir  en  la 
Turquía  asiática. 


VIAJES    DE    COLÓN  287 

las  estrellas  y  en  las  aguas;  no  porque  yo  crea  que  allí 
donde  es  el  altura  del  extremo  sea  navegable  ni  ag-ua, 
ni  que  se  pueda  subir  allá,  porque  creo  que  allí  es  el 
paraiso  terrenal,  adonde  no  puede  llegar  nadie,  salvo 
por  voluntad  divina,  y  creo  que  esta  tierra  que  agora 
mandaron  descubrir  vuestras  Altezas  sea  grandísima  y 
haya  otras  muchas  en  el  Austro  de  que  jamás  se  hobo 
noticia. 

Yo  no  tomo  quel  paraiso  terrenal  sea  en  forma  de 
montaña  áspera,  como  el  escrebir  dello  nos  amuestra, 
salvo  quel  sea  en  el  colmo  allí  donde  dije  la  figura  del 
pezón  de  la  pera,  y  que  poco  á  poco  andando  hacia 
allí  desde  muy  lejos  se  va  subiendo  á  él;  y  creo  que 
nadie  no  podría  llegar  al  colmo,  como  yo  dije,  y  creo 
que  pueda  salir  de  allí  esa  agua,  bien  que  sea  lejos  y 
venga  a  parar  alli  donde  yo  vengo,  y  faga  este  lago. 
Grandes  indicios  son  estos  del  paraiso  terrenal (1),  por- 
quel  sitio  es  conforme  á  la  opinión  de  estos  santos  é 
sanos  teólogos,  y  asimismo  las  señales  son  muy  con- 
formes, que  yo  jamás  leí  ni  oí  que  tanta  cantidad  de 
agua  dulce  fuese  asi  adentro  é  vecina  con  la  salada;  y 
en  ello  ayuda  asimismo  la  suavísima  temperancia,  y  si 
de  allí  del  paraíso  no  sale,  parece  aun  mayor  maravi- 
lla, porque  no  creo  que  se  sepa  en  el  mundo  de  rio 
tan  grande  y  tan  fondo  (2). 

Después  que  yo  salí  de  la  boca  del  Dragón,  ques  la 
una  de  las  dos  aquella  del  Septentrión,  á  la  cual  así 
puse  nombre  (3),   el  dia  siguiente,   que   fue  dia  de 

(1)  En  esta  costa  de  Paria  situó  Colón  el  paraíso  terre- 
nal.— Nota  D, 

(2)  Dice  verdad. — Casas. 

(3)  Llámase  boca  del  Drago,  como  a  todas  las  que  for- 
man las  Islas  Chacachacares,  de  Huevos  y  de  Monos,  situa- 
das entre  la  punta  más  occidental  septentrional  de  la  Isla 
Trinidad,  llamada  de  Peña  blanca,  y  la  de  la  Peña,  en  la 
costa  del  continente,  que  el  Almirante  llama  de  Gracia,  y  se 
halla  en  latitud  lO**  43'  15"  y  longitud  55"  37'. 


288  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Nuestra  Señora  de  Ag-osta,  fallé  que  corria  tanto  la 
mar  al  Poniente,  que  después  de  hora  de  misa,  que  en- 
tré en  camino,  anduve  fasta  hora  de  completas  65  le- 
guas de  4  millas  cada  una,  y  el  viento  no  era  demasia- 
do, salvo  muy  suave;  y  esto  ayuda  al  cog^noscimiento 
que  de  allí  yendo  al  Austro  se  va  mas  alto,  y  andando 
hacia  el  Septentrión,  como  entonces,  se  va  descen- 
diendo. 

Muy  conoscido  tengo  que  las  aguas  de  la  mar  lle- 
van su  curso  de  Oriente  a  Occidente  con  los  cielos,  y 
que  allí  en  esta  comarca  cuando  pasan  lleva  mas  velo- 
ce  camino,  y  por  esto  han  comido  tanta  parte  de  la  tie- 
rra, porque  por  eso  son  acá  tantas  islas  (1),  y  ellas 
mismas  hacen  desto  testimonio,  porque  todas  a  una 
mano  son  largas  de  Poniente  a  Levante  y  Norueste  é 
Sueste,  que  es  un  poco  más  alto  é  bajo,  y  angostas  de 
Norte  á  Sur  y  Nordeste  Sudueste,  que  son  en  contra- 
rio de  los  otros  dichos  vientos,  y  aquí  en  ellas  todas 
nascen  cosas  preciosas  por  la  suave  temperancia  que 
les  procede  del  cielo,  por  estar  hacia  el  mas  alto  del 
•  mundo.  Verdad  es  que  parece  en  algunos  lugares  que 
las  aguas  no  hagan  este  curso;  mas  esto  no  es,  salvo 
particularmente  en  algunos  lugares  donde  alguna  tierra 
le  está  al  encuentro,  y  hace  parecer  que  andan  diver- 
sos caminos. 

Plinio  escribe  que  la  mar  é  la  tierra  hace  todo  una 


(1)  Son  tan  juiciosas  estas  observaciones  del  Almirante 
como  conformes  a  la  doctrina  de  los  más  célebres  escritores 
modernos  de  Historia  natural.  Del  movimiento  alternativo 
del  flujo  y  reflujo  resulta  el  movimiento  continuo  del  mar  de 
Oriente  a  Occidente,  que  en  algunos  parajes,  como  en  el 
golfo  de  Paria,  es  sumamente  violento  e  impetuoso;  y  de  esto 
debe  resultar  que  el  mar  vaya  ganando  terreno  por  la  parte 
de  Occidente,  perdiéndole  en  la  de  Oriente.  Véanse  las 
pruebas  de  la  teórica  de  la  Tierra  del  conde  de  Buffon, 
artículo  12. 


VIAJES    DE    COLÓN  289 

esfera,  y  pone  questa  mar  Oceana  sea  !a  mayor  canti- 
dad del  agua,  y  está  hacia  el  cielo,  y  que  la  tierra  sea 
debajo  y  que  le  sostenga,  y  mezclado  es  uno  con  otro 
como  el  amago  de  la  nuez  con  una  tela  gorda  que  va 
abrazado  en  ello.  El  maestro  de  la  historia  escolástica 
sobre  el  Génesis  dice  que  las  aguas  son  muy  pocas, 
que  bien  que  cuando  fueron  criadas  que  cobijasen 
toda  la  tierra,  que  entonces  eran  vaporables  en  manera 
de  niebla,  y  que  después  que  fueron  sólidas  é  junta- 
das que  ocuparon  muy  poco  lugar,  y  en  esto  concierta 
Nicolao  de  Lira.  El  Aristotel  dice  que  este  mundo  es 
pequeño  y  es  el  agua  muy  poca,  y  que  fácilmente  se 
puede  pasar  de  España  a  las  Indias,  y  esto  confirma  el 
Avenruyz  y  íe  alega  el  Cardenal  Pedro  de  Aliaco,  au- 
torizando este  decir  y  aquel  de  Séneca,  el  cual  con- 
forma con  estos,  diciendo  que  Aristóteles  pudo  saber 
iiiuchos  secretos  de!  mundo  á  causa  de  Alejandro  Mag- 
no, y  Séneca  á  causa  de  César,  Ñero  y  Plinio  por  res- 
peto de  los  romanos,  los  cuales  todos  gastaron  dineros 
é  gente  y  pusieron  mucha  diligencia  en  saber  los  se- 
cretos del  mundo  y  darlos  á  entender  á  los  pueblos;  el 
cual  Cardenal  da  á  estos  grande  autoridad  mas  que  á 
Tolomeo  ni  á  otros  griegos  ni  árabes,  y  á  confirmación 
de  decir  quel  agua  sea  poca  y  quel  cubierto  del  mun- 
do della  sea  poco,  al  respeto  de  lo  que  se  decia  por 
autoridad  de  Tolomeo  y  de  sus  secuaces;  á  esto  trae 
una  autoridad  de  Esdras,  del  3.°  (1)  libro  suyo,  adonde 
dice  que  de  siete  partes  del  mundo  las  seis  son  descu- 
biertas y  la  una  es  cubierta  de  agua,  la  cual  autoridad 
es  aprobada  por  Santos,  los  cuales  dan  autoridad  al  3.° 
é  4.°  libro  de  Esdras,  ansí  como  es  San  Agustín  é  San 
Ambrosio  en  su  exameroriy  adonde  alega  allí  vendrá 
mi  hijo  Jesús  é  morirá  mi  hijo  Cristo,  y  dicen  que  Es- 
dras fue  Profeta,  y  asimismo  Zacarías,  padre  de  San 


(1)     No  está  sino  en  el  4.*" — Casas. 

YIAJKS  DK  COLÓN  19 


290  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Juan,  y  el  braso  (1)  Simón;  las  cuales  autoridades  tam- 
bién alega  Francisco  de  Mairones;  en  cuanto  en  esto 
del  enjuto  de  la  tierra,  mucho  se  ha  experimentado 
ques  mucho  mas  de  lo  quel  vulgo  crea;  y  no  es  mara- 
villa, porque  andando  mas  mas  se  sabe. 

Torno  á  mi  propósito  de  la  tierra  de  Gracia  y  rio  y 
lago  que  allí  fallé,  atan  grande  que  mas  se  le  puede 
llamar  mar  que  lago,  porque  lago  es  lugar  de  agua,  y 
en  seyendo  grande  se  dice  mar^  como  se  dijo  á  la  mar 
de  Galilea  y  ai  mar  Muerto;  y  digo  que  si  no  procede 
del  Paraíso  terrenal,  que  viene  este  rio  y  procede  de 
tierra  infinita  (2),  pues  al  Austro,  de  la  cual  fasta  agora 
no  se  ha  habido  noticia;  mas  yo  muy  asentado  tengo 
en  el  anima  que  allí  donde  dije  es  el  Paraíso  terrenal, 
y  descanso  sobre  las  razones  y  autoridades  sobrees- 
criptas. 

Plega  á  nuestro  Señor  de  dar  mucha  vida  y  salud  y 
descanso  á  vuestras  Altezas  para  que  puedan  prose- 
guir esta  tan  noble  empresa,  en  la  cual  me  parece  que 
rescibe  nuestro  Señor  mucho  servicio  y  la  España 
crece  de  mucha  grandeza,  y  todos  los  cristianos  mu- 
cha consolación  y  placer,  porque  aquí  se  divulgará  el 
nombre  de  nuestro  Señor;  y  en  todas  las  tierras  adon- 
de los  navios  de  vuestras  Altezas  van,  y  en  todo  cabo, 
mando  plantar  una  alta  cruz,  y  á  toda  la  gente  que  ha- 
llo notifico  el  estado  de  vuestras  A.ltezas  y  como  su 
asiento  es  en  España,  y  les  digo  de  nuestra  santa  fé 
todo  lo  que  yo  puedo,  y  de  la  creencia  de  la  Santa 
Madre  Iglesia,  la  cual  tiene  sus  miembros  en  todo  el 
mundo,  y  les  digo  la  policía  y  nobleza  r'?  todos  los 
cristianos,  y  la  fé  que  en  la  Santa  Tr¡r¡  >¿iá  tienen;  y 
plega  á  nuestro  Señor  de  tirar  de  memoria  a  las  per- 


(1)  Voz  dudosa  en  la  escritura  y  en   el  significado.    El 
mismo  copiante  antiguo  dice  que  esto  está  mal  escripto. 

(2)  Esta  atinada  reflexión  persuadió  al  Almirante  que 
aquélla  era  la  tierra  firme. 


VIAJES  DE  COLÓN  2911 

sonas  que  han  impugnado  y  impugnan  tan  excelente 
empresa,  y  impiden  y  impidieron  por  que  no  vaya  ade- 
lante, sin  considerar  cuanta  honra  y  grandeza  es  del 
Real  Estado  de  vuestras  Altezas  en  todo  el  mundo;  no 
saben  que  entreponer  á  maldecir  de  esto,  salvo  que  se 
hace  gasto  en  ello,  y  porque  luego  no  enviaron  los  na- 
vios cargados  de  oro,  sin  considerar  la  brevedad  del 
tiempo  y  tantos  inconvenientes  como  acá  se  han  habi- 
do, y  no  considerar  que  en  Castilla,  en  casa  de  vuestras 
Altezas,  salen  cada  año  personas  que  por  su  mereci- 
miento ganaron  en  ella  mas  de  renta  cada  uno  dellos 
mas  de  lo  ques  necesario  que  se  gaste  en  esto;  ansí- 
mesmo,  sin  considerar  que  ningunos  Príncipes  de  Es- 
paña jamás  ganaron  tierra  alguna  fuera  della,  salvo 
agora  que  vuestras  Altezas  tienen  acá  otro  mundo,  de 
donde  puede  ser  tan  acrescentada  nuestra  santa  fé  y 
de  donde  se  podrán  sacar  tantos  provechos,  que  bien 
que  no  se  hayan  enviado  los  navios  cargados  de  oro, 
se  han  enviado  suficientes  muestras  dello  y  de  otras 
cosas  de  valor,  por  donde  se  puede  juzgar  que  en 
breve  tiempo  se  podrá  haber  mucho  provecho;  y  sin 
mirar  el  gran  corazón  de  los  Príncipes  de  Portugal, 
que  há  tanto  tiempo  que  prosiguen  la  impresa  de  Gui- 
nea, y  prosiguen  aquella  de  África,  adonde  han  gasta 
do  la  mitad  de  la  gente  de  su  Reino,  y  agora  está  el 
Rey  mas  determinado  á  ello  que  nunca.  Nuestro  Se- 
ñor provea  en  esto  como  yo  dije  y  les  ponga  en  me- 
moria de  considerar  de  todo  esto  que  va  escripto,  que 
no  es  de  mil  partes  la  una  de  lo  que  yo  podría  escre- 
bir  de  cosas  de  Príncipes  que  se  ocuparon  á  saber  y 
conquistar  y  sostener. 

Todo  esto  dije,  y  no  porque  crea  que  la  voluntad 
de  vuestras  Altezas  sea  salvo  proseguir  en  ello  en 
cuanto  vivan,  y  tengo  por  muy  firme  lo  que  me  res- 
pondió vuestras  Altezas  una  vez  que  por  palabra  le 
decía  desto,  no  porque  yo  hobiese  visto  mudamiento 
ninguno  en  vuestras  Altezas,  salvo  por  temor  de  lo  que 


292  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

yo  oía  destos  que  yo  digo;  y  tanto  da  una  gotera  de 
agua  en  una  piedra,  que  le  hace  un  agujero;  y  vuestras 
Aitezas  me  respondió  con  aquel  corazón  que  se  sabe 
en  todo  el  mundo  que  tienen,  y  me  dijo  que  no  curase 
de  nada  de  eso,  porque  su  voluntad  era  de  proseguir 
esta  empresa  y  sostenerla  aunque  no  fuese  sino  pie- 
dras y  peñas,  y  quel  gasto  que  en  ello  se  hacia  que  lo 
tenia  en  nada,  que  en  otras  cosas  no  tan  grandes  gas- 
taban mucho  mas,  y  que  lo  tenian  todo  por  muy  bien 
gastado  io  del  pasado  y  lo  que  se  gastase  en  adelante, 
porque  creian  que  nuestra  santa  fé  sería  acrecentada  y 
su  real  señorío  ensanchado,  y  que  no  eran  amigos  de 
su  Real  Estado  aquellos  que  les  maldecían  de  esta 
empresa:  y  agora,  entre  tanto  que  vengáis  á  noticia 
desto  destas  tierras  que  agora  nuevamente  he  descu- 
bierto, en  que  tengo  asentado  en  el  ánima  que  allí  es 
el  Paraíso  terrenal,  irá  el  adelantado  con  tres  navios, 
bien  ataviados  para  ello,  á  ver  mas  adelante,  y  descu- 
brirán todo  lo  que  pudieren  hacia  aquellas  partes.  En- 
tretanto yo  enviaré  á  vuestras  Altezas  esta  escriptura  y 
la  pintura  de  la  tierra,  y  acordarán  lo  que  en  ello  se 
deba  facer,  y  me  enviarán  á  mandar,  y  se  cumplirá  con 
ayuda  de  la  Santa  Trinidad  con  toda  diligencia,  en  ma- 
nera que  vuestras  Altezas  sean  servidos  y  hayan  pla- 
cer. Deo  gracias. 

La  copia  que  ha  servido  de  original  es  de  letra  del 
Obispo  Fray  Bartolomé  de  las  Casas j  y  se  halla  en  el 
archivo  del  Excelentísimo  Sr.  duque  del  Infantado^  en 
los  dos  códices  descriptos  al  fin  del  primer  viage.  Con- 
frontóse esta  copia  con  igual  esmero  en  Madrid  a 
1.^  de  Marzo  de  /7P/.=Martin  Fernández  de  Na- 

VARRETE. 


CARTA 

DEL  ALMIRANTE   AL  AMA  (i)  (QUE  HABÍA  SIDO)  DEL  PR  NCIP 
DON  JUAN,  ESCRITA  HACIA  FINES  DEL   AÑO  1500 

|\/|  UY  virtuosa  Señora:  Si  mi  queja  del  mundo  es 
*'''■'  nueva,  su  uso  de  maltratar  es  de  muy  antigfuo. 
Mil  combates  me  ha  dado,  y  á  todos  resistí  fasta  agora, 
que  no  me  aprovechó  armas  ni  avisos.  Con  crueldad 
me  tiene  echado  al  fondo.  La  esperanza  de  aquel  que 
crió  á  todos  me  sostiene:  su  socorro  fue  siempre  muy 


(1)  Aunque  Ortiz  de  Zúñiga  dice  que  la  Reina  Católica, 
cuando  nació  el  Príncipe  D.  Juin,  nombró  para  aya  suya 
(que  llamaban  comunmente  Ama,  en  el  estilo  de  aquel  tiem- 
po) a  Doña  María  de  Guzman,  tía  del  Señor  de  la  Algaba, 
como  lo  escribe  el  Cura  de  los  Palacios,  es,  sin  embargo, 
muy  cierto  que  Colon  dirigió  esta  carta  a  la  Ama  o  nodriza 
que  habia  sido  del  Príncipe,  Doña  Juana  de  la  Torre,  herma- 
na de  Pedro  de  Torres,  secretario  de  S.  A.,  y  de  Antonio 
de  Torres,  que  fué  con  el  Almirante  al  segundo  viaje,  y  de 
quien  ya  hemos  hecho  mención.  Esta  señora  fué  muy  favo- 
recida de  la  Reina  Católica,  que  por  albalá  fecho  en  Grana- 
da a  31  de  Agosto  de  1499  le  consignó  60.000  mrs  de  ra- 
ción y  quitación;  y  a  su  hija  Doña  Isabel  de  Avila,  ya  muer- 
ta Doña  Juana,  le  mandó  dar,  para  su  casamiento,  millón  y 
medio  de  maravedís,  con  fecha  en  Alcalá  de  Henares  a  1 1 
de  Julio  de  1503;  mandando  después,  en  la  Mejorada,  a  10 
de  Junio  de  1504,  librarlos  donde  fuesen  mejor  pagados  en 
cualesquier  rentas  de  los  años  1505  y  1506.  El  texto  de  es- 
ta carta  se  ha  rectificado  por  el  que  se  incluye  en  el  Códice 
Colombo  Americano,  página  298. 


294  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

presto.  Otra  vez,  y  no  de  lejos,  estando  yo  mas  bajo, 
me  levantó  con  su  brazo  divino,  diciendo:  ho  hombre 
de  poca  fe,  levántate,  que  yo  soy;  no  hayas  miedo  (1). 
— Yo  vine  con  amor  tan  entrañable  á  servir  á  estos 
Príncipes,  y  he  servido  de  servicio  de  que  jamás  se 
oyó  ni  vido. — Del  nuevo  cielo  y  tierra  que  decia  nues- 
tro Señor  por  San  Juan  en  el  Apocalipse,  después  de 
dicho  por  boca  de  Isaías,  me  hizo  dello  mensagero  y 
amostró  en  cual  parte.  En  todos  hobo  incredulidad,  y 
á  la  Reina  mi  Señora  dio  dello  el  espíritu  de  inteli- 
gencia y  esfuerzo  grande,  y  lo  hizo  de  todo  heredera, 
como  á  cara  y  muy  amada  hija.  La  posesión  de  todo 
esto  fui  yo  á  tomar  en  su  Real  nombre.  La  ignorancia 
en  que  habia'n  estado  todos  quisieron  enmendallo  tras- 
pasando el  poco  saber  a  fablar  en  inconvenientes  y 
gastos.  Su  Alteza  lo  aprobaba  al  contrario,  y  lo  sostu- 
vo fasta  que  pudo. — Siete  años  se  pasaron  en  la  pláti- 
ca y  nueve  ejecutando  cosas  muy  señaladas  y  dignas 
de  memoria  se  pasaron  en  este  tiempo:  de  todo  no  se 
fizo  concepto.  Llegué  yo,  y  estoy  que  non  ha  nadie  tan 
vil  que  no  piense  de  ultrajarme.  Por  virtud  se  contará 
en  el  mundo  á  quien  puede  no  consentillo. — Si  yo  ro- 
bara las  Indias  ó  tierra  que  san  face  (2)  en  el  ello  de 
que  agora  es  la  fabla  del  altar  de  San  Pedro,  y  las 
diera  á  los  moros,  no  pudieran  en  la  España  amostrar- 
me mayor  enemiga.  ¿Quién  creyera  tal  adonde  hobo 
siempre  tanta  nobleza? — Yo  mucho  qaisiera  despedir 
del  negocio  si  fuera  honesto  para  con  mi  Reina:  el  es- 


(1)  Esto  lo  refiere  su  hijo  D.  Hernando  (cap.  84),  cuan- 
do el  día  después  de  Navidad  de  1499  se  vio  el  Almirante 
abandonado  de  todos,  con  guerra  de  los  indios  y  de  los  ma- 
los cristianos,  y  en  ta.  extremo,  que  por  huir  de  la  muerte 
lo  abandonó  todo  y  tuvo  que  meterse  en  el  mar  en  una  ca- 
rabela pequeña. 

(2)  Ni  así  hace  sentido  ni  como  lo  trae  el  Códice  Co- 
ló mbo  Americano,  diciendo  que  jaz  hase  ellas  de  que,  &c. 


VIAJES    DE    COLÓN  295 

fuerzo  de  nuestro  Señor  y  de  su  Alteza  fizo  que  yo 
continuase,  y  por  aliviarle  algo  de  los  enojos  en  que  á 
causa  de  la  muerte  estaba  (1)  cometí  viage  nuevo  al 
nuevo  cielo  é  mundo,  que  fasta  entonces  estaba  en 
oculto,  y  si  no  es  tenido  allí  en  estima,  así  como  los 
otros  de  las  Indias,  no  es  maravilla,  porque  salió  á  pa- 
recer de  mi  industria. — A  San  Pedro  abrasó  el  Espí- 
ritu Santo,  y  con  él  otros  12,  y  todos  combatieron  acá 
y  los  trabajos  y  fatigas  fueron  muchas;  en  fín  de  todo 
llevaron  la  victoria. — Este  viage  de  Paria  creí  que  apa- 
ciguara algo,  por  las  perlas  y  la  fallada  de  oro  en  la 
Española.  Las  perlas  mandé  yo  ayuntar  y  pescar  á  la 
gente  con  quien  quedó  el  concierto  de  mi  vuelta  por 
ellas,  y  á  mi  comprender,  á  medida  de  faiiega:  si  yo 
non  lo  escribí  á  SS.  AA.  fue  porque  así  quisiera  ha- 
ber fecho  del  oro  antes. — Esto  me  salió  como  otras 
cosas  muchas;  no  las  perdiera,  ni  mi  honrra,  si  buscara 
yo  mi  bien  propio  y  dejara  perder  la  Española  ó  se 
guardaran  mis  privilegios  é  asientos.  Y  otro  tanto  digo 
del  oro  que  yo  tenia  agora  junto:  que  con  tantas 
muertes  y  trabajos,  por  virtud  divinal,  he  llegado  a  per- 
fecto. Cuando  yo  fui  á  Paria  fallé  cuasi  la  mitad  de  la 
gente  en  la  Española  alzados,  y  me  han  guerreado  fasta 
agora  como  á  moro,  y  los  indios,  por  otro  cabo,  grave- 
mente (2).  En  esto  vino  Hojeda  (3)  y  probó  á  echar  el 

(1)  Esto  lo  dice  por  la  muerte   del    Príncipe  D 
acaecida  en  Salamanca  el  dia  4  de  Octubre  de  1497. 

(2)  Después  de  haber  descubierto  el  Almirante  la  Isla 
de  Trinidad  navegó  por  la  costa  de  Paria,  reconoció  la  Isla 
de  la  Margarita,  fondeó  el  20  de  Agosto  de  1498  entre  la 
Beata  y  la  Española,  y  entró  en  el  puerto  o  río  de  Santo 
Domingo  el  30  del  mismo  Agosto.  Halló  alborotada  la  Co- 
lonia, rebelado  a  Roldan,  a  quien  había  dejado  de  Juez  ma- 
yor, y  en  guerra  y  parcialidades  los  españoles,  entre  si  y  con 
los  indios. 

(3)  Alonso  de  Hojeda  llegó  a  la  Española  el  5  de  Sep- 
iembre  de  1498. 


296  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

sello,  y  dijo  que  sus  Altezas  lo  enviaban  con  prome- 
sas de  dádivas  y  franquezas  y  pagfa;  allegfó  gfran  cua- 
drilla: que  en  toda  la  Española  muy  pocos  hay  salvo 
vagamundos  y  ninguno  con  muger  y  fijos.  Este  Hojeda 
me  trabajó  harto  y  fuele  necesario  de  se  ir,  y  dejó 
dicho  que  luego  seria  de  vuelta  con  mas  navios  y  gen- 
te, y  que  dejaba  la  Real  persona  de  la  Reina  á  la 
muerte  (1).  En  esto  llegó  Vicente  Yañez  con  cuatro 
carabelas;  hobo  alboroto  y  sospechas,  mas  no  daño, 
Los  indios  dijeron  de  otras  muchas  á  los  caníbales  y  en 
Paria,  y  después  una  nueva  de  seis  otras  carabelas  que 
traia  un  hermano  del  Alcalde;  mas  fue  con  malicia,  y 
esto  fue  ya  á  la  postre,  cuando  ya  estaba  muy  rota  la 
esperanza  que  sus  Altezas  hobiesen  jamás  de  enviar 
navios  á  las  Indias,  ni  nos  esperarlos,  y  que  vulgar- 
mente decían  que  su  Alteza  era  muerta. — Un  Adrián, 
en  este  tiempo,  probó  alzarse  otra  vez,  como  de  an- 
tes (2);  mas  nuestro  Señor  no  quiso  que  llegase  a 
efecto  su  mal  propósito.  Yo  tenia  propuesto  en  mi  de 
no  tocar  el  cabello  á  nadie,  y  á  este,  por  su  ingratitud, 
con  lágrimas  no  se  pudo  guardar,  asi  como  yo  lo  tenia 
pensado  (3).  A  mi  hermano  no  hiciera  menos  si  me 


(1)  Ya  se  había  reconciliado  Roldan  con  el  Almirante 
y  logrado  éste  apagar  la  sedición  cuando  llegó  Hojeda,  ha- 
ciendo ostentación  de  su  favor  con  el  Obispo  Fonseca,  ene- 
migo de  Colon,  e  intentó  levantar  nuevos  alborotos  contra 
éste;  pero,  bien  escarmentado,  tuvo  que  salir  de  la  Espa- 
ñola. 

(2)  Adrián  Mogica,  que  habia  sido  de  los  rebeldes  con 
Roldan. 

(3)  Preso  Mogicacon  otros  rebeldes,  mandó  el  Almiran- 
te se  procediese  con  ellos  con  arreglo  a  las  leyes;  y  a  Mo- 
gica se  le  sentenció  a  horca,  como  principal  cabeza  de  la 
conjuración.  Así  lo  dice  D.  Hernando  Colon;  pero  Herrera 
añade  que,  rehusando  confesarse,  para  dilatar  el  castigo, 
mandó  el  Almirante  echarle  de  una  almena  abajo  en  el 
Fuerte  de  la  Concepción. 


VIAJES   DE   COLÓN  297 

quisiera  matar  y  robar  el  señorio  que  mi  Rey  é  Reina 
me  tenían  dado  en  guarda. — Este  Adrián,  segfun  se 
muestra,  tenia  enviado  a  D.  Fernando  á  Jaragua,  á  alle- 
gar á  algunos  de  sus  secuaces,  y  allá  hobo  debate  con 
el  Alcalde,  adonde  nació  discordia  de  muerte;  mas  no 
liego  a  efecto.  El  Alcalde  le  prendió  y  á  parte  de  su 
cuadrilla;  y  el  easo  era  que  él  los  justiciaba  sin  que  yo 
lo  proveyere;  estovieron  presos  esperando  carabela  en 
que  se  fuesen;  las  nuevas  de  Hojeda  que  yo  dije  fície- 
ron  perder  la  esperanza  que  ya  no  venia. — Seis  meses 
habia  que  yo  estaba  despachado  para  venir  á  sus  Alte- 
zas con  las  buenas  nuevas  del  oro  y  fuir  de  gobernar 
gente  disoluta  que  no  teme  á  Dios  ni  á  su  Rey  ni  Rei- 
na, llena  de  achaques  y  de  malicias.  -A  la  gente  aca- 
bara yo  de  pagar  con  600.000  maravedises,  y  para  ello 
habia  cuatro  cuentos  de  diezmos  é  algunos  sin  el  ter- 
cio ÚqI  oro. — Antes  de  mi  partida  supliqué  tantas 
veces á  sus  Altezas  que  enviasen  allá,  ámi  costa, á  quien 
tuviese  cargo  de  la  justicia,  y  después  que  fallé  alzado 
el  A^lcalde  se  lo  supliqué  de  nuevo  ó  por  alguna  gente, 
ó  al  menos  algún  criado  con  cartas;  porque  mi  fama 
es  tal,  que  aunque  yo  faga  iglesias  y  hospitales  siempre 
serán  dichas  espeluncas  para  latrones.  Proveyeron  ya 
al  fin,  y  fue  muy  al  contrario  de  lo  que  la  negociación 
demandaba:  vaya  en  buena  hora,  pues  que  es  á  su  gra 
do.  Yo  estuve  allá  dos  años  sin  poder  ganar  una  pro- 
visión de  favor  para  mí  ni  por  los  que  allá  fuesen  (1), 
y  este  llevó  un  arca  llena:  si  pararán  todas  á  su  servi- 
cio. Dios  lo  sabe.  Ya,  por  comienzos,  hay  franquezas 
por  20  años,  que  es  la  edad  de  un  hombre,  y  se  coge 


(1)  Volvió  Colon  de  su  segundo  viaje  a  Cádiz  el  It  de 
Junio  de  1496;  los  Reyes  le  recibieron  con  mucha  satisfac- 
ción; dieron  órdenes  para  disponer  su  tercer  viaje;  pero  el 
Obispo  Fonseca,  que  le  era  poco  afecto,  retardó  su  cum- 
plimiento hasta  30  de  Mayo  de  1498.  Así  lo  dice  Ortiz  de 
Zúñiga  en  sus  Anales  de  Sevilla. 


298  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

el  oro  que  hobo  persona  de  cinco  marcos  en  cuatro 
horas,  de  que  diré  después  mas  largo. — Si  pluguiese  á 
sus  Altezas  de  desfacer  un  vulgo  de  los  que  saben  mis 
fatigas,  que  mayor  daño  me  ha  hecho  el  mal  decir  de 
las  gentes  que  no  me  ha  aprovechado  el  mucho  servir 
y  guardar  su  facienda  y  señorío,  seria  limosna,  é  yo 
restituido  en  mi  honra,  é  se  fablaria  dello  en  todo  el 
mundo,  porquel  negocio  es  de  calidad  que  cada  dia  ha 
de  ser  mas  sonado  y  en  alta  estima.  En  esto  vino  el 
Comendador  Bobadilla  á  Santo  Domingo  (1);  yo  esta- 
ba en  la  Vega  y  el  Adelantado  en  Jaragua,  donde  este 
Adrián  habia  hecho  cabeza;  mas  ya  todo  era  llano  y  la 
tierra  rica  y  en  paz  toda.  El  segundo  dia  que  llegó  se 
crió  Gobernador  y  fizo  oficiales  y  ejecuciones,  y  apre- 
gonó  franquezas  del  oro  y  diezmos,  y  generalmente  de 
toda  otra  cosa,  por  20  años,  que,  como  digo,  es  la  edad 
de  un  hombre,  y  que  venia  para  pagar  á  todos,  bien 
que  no  habian  servido  llenamente,  hasta  ese  dia,  y  pu- 
blicó que  á  mí  me  habia  de  enviar  en  fierros,  y  á  mis 
hermanos,  así  como  lo  ha  fecho  (2),  y  que  nunca  yo 
volvería  mas  alli  ni  otro  de  mi  linage,  diciendo  de  mi 
mil  desonestidades  y  descorteses  cosas.  Esto  todo  fue 
el  segundo  dia  quél  llegó,  cómo  dije,  y  estando  yo 
lejos  absenté,  sin  saber  dello  ni  de  su  venida. — Unas 
cartas  de  sus  Altezas  firmadas  en  blanco,  de  que  él  lle- 
vaba una  cantidad,  hinchó  y  envió  al  Alcalde  y  á  su 
compañía  con  favores  y  encomiendas.  A  mí  nunca  me 
envió  carta  ni  mensagero,  ni  me  ha  dado  fasta  hoy. 
Piense  vuestra  merced  ¿qué  pensaría  quien  tuviera  mi 
cargo?  ¿honrar  y  favorecer  á  quien  probó  á  robar  á 


(1)  Francisco  de  Bobadilla,  Comendador  de  la  Orden 
de  Calatrava,  llegó  a  Santo  Domingo  a  ?3  de  Agosto  de 
1500. 

(2)  Este  modo  de  explicarse  el  Almirante  indica  que  es- 
cribió esta  carta  cuando  llegó  preso  a  Cádiz  el  25  de  No- 
viembre de  1500,  según  Herrera.  D.  I'.,  I.  4.**,  c.  10. 


VIAJES  DE  COLÓN  299 

SUS  Altezas  el  señorío  y  ha  fecho  tanto  mal  y  daño? 
¿y  arrastrar  á  quien  con  tantos  peligros  se  lo  sostuvo? 
— Cuando  supe  esto,  creí  que  esto  seria  como  lo  de 
Hojeda  ó  uno  de  los  otros:  templóme  que.  supe  de  los 
frailes  de  cierto  que  sus  Altezas  lo  enviaban.  Escrebi- 
le  yo  que  su  venida  fuese  en  buena  hora,  y  que  yo  es- 
taba despachado  para  ir  á  la  Corte,  y  fecho  almoneda 
de  cuanto  yo  tenia,  y  que  en  esto  de  las  franquezas 
que  no  se  acelerase,  que  esto  y  el  gobierno  yo  se  lo 
daría  luego  tan  llano  como  la  palma,  y  así  lo  escribí  á 
los  religiosos.  Ni  él  ni  ellos  me  dieron  respuesta,  antes 
se  puso  él  en  son  de  guerra,  y  apremiaba  á  cuantos 
allí  iban  que  le  jurasen  por  Gobernador,  dijeronme 
que  por  20  años.  Luego  que  yo  supe  de  estas  franque 
zas  pensé  de  adobar  un  yerro  tan  grande,  y  que  él  se- 
ria contento,  las  cuales  dio  sin  necesidad  y  causa  de 
cosa  tan  gruesa,  y  á  gente  vagabunda,  que  fuera  dema- 
siado para  quien  trujera  muger  y  hijos.  Publiqué  por 
palabras  y  por  cartas  que  él  no  podía  usar  de  sus  pro- 
visiones, porque  las  mías  eran  las  mas  fuertes,  y  les 
mostré  las  franquezas  que  llevó  Juan  Aguado. — Todo 
esto  que  yo  fice  era  por  dilatar,  por  que  sus  Altezas 
fuesen  sabidoresdel  estado  de  latierra  y  hobiesen lugar 
de  tornar  á  mandar  en  ello  lo  que  fuese  su  servicio. 
Tales  franquezas,  escusado  es  de  las  apregonar  en  las 
Indias.  Los  vecinos  que  han  tomado  vecindad  es  logro, 
porque  se  les  dan  las  mejores  tierras,  y  á  poco  valer 
valerán  200.000  maravedís  al  cabo  de  los  cuatro  años 
que  la  vecindad  se  acaba,  sin  que  den  una  azadonada 
en  ellas.  No  diría  yo  asi  si  los  vecinos  fuesen  casados; 
mas  no  hay  seis  entre  todos  que  no  estén  sobre  el  aviso 
de  ayuntar  lo  que  pudieren  y  se  ir  en  buena  hora.  De 
Castilla  seria  bien  que  fuesen,  y  aun  saber  quién  y 
cómo,  y  se  poblase  de  gente  honrada.  Yo  tenia  asen- 
tado con  estos  vecinos  que  pagarían  el  tercio  del  oro 
y  los  diezmes,  y  esto  á  su  ruego,  y  lo  recibieron  en 
grande  merced  de  sus  Altezas.  Reprendiles  cuando  yo 


300  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

OÍ  que  se  dejaban  dello  y  esperaban  quél  conmigo 
faria  otro  tanto;  mas  fue  el  contrario. — Indig-nólos  con- 
tra mi  diciendo  que  yo  les  quería  quitar  lo  que  sus 
Altezas  les  daban,  y  trabajó  de  me  los  echar  acuestas, 
y  lo  hizo,  y  que  escribiesen  á  sus  Altezas  que  no  me 
enviasen  mas  al  cargo,  y  así  se  lo  suplico  yo  por  mí  y 
por  toda  cosa  mia,  en  cuanto  no  haya  otro  pueblo,  y 
me  ordenó  él  con  ellos  pesquisas  de  maldades  que  al 
infierno  nunca  se  supo  de  las  semejantes.  Allí  está 
nuestro  Señor,  que  escapó  á  Daniel  y  á  los  tres  mu- 
chachos con  tanto  saber  y  fuerza  como  tenia,  y  con 
tanto  aparejo,  si  le  pluguiere,  como  con  su  gana. — Su- 
piera yo  remediar  todo  esto  y  lo  otro  que  está  dicho 
y  ha  pasado  después  que  estoy  en  las  indias,  si  me 
consintiera  la  voluntad  á  procurar  por  mi  bien  propio 
y  me  fuera  honesto.  Mas  el  sostener  de  la  justicia  y 
acrecentar  el  señorío  de  sus  Altezas,  fasta  agora,  me 
tiene  al  fondo.  Hoy  en  dia,  aue  se  falla  tanto  oro,  hay 
división  en  que  haya  mas  ganancia  ir  robando  ó  ir  á  las 
minas.  Por  una  muger  también  se  fallan  100  castella- 
nos, como  poruña  labranza,  y  es  mucho  en  uso,  y  ha 
ya  fartos  mercaderes  que  andan  buscando  muchachas; 
de  9  á  10  son  agora  en  precio;  de  todas  edades  ha  de 
tener  un  bueno. — Digo  que  en  decir  yo  quel  Comen- 
dador no  podia  dar  franquezas  que  hice  yo  lo  quél  de- 
seaba; bien  que  yo  á  él  dijese  que  era  para  dilatar 
fasta  que  sus  Altezas  toviesen  el  aviso  de  la  tierra  y 
tornasen  á  ver  y  mandar  lo  que  fuese  su  servicio. — 
Digo  que  la  fuerza  del  maldecir  de  desconcertados  me 
ha  hecho  mas  daño  que  mis  servicios  fecho  provecho: 
mal  ejemplo  es  por  lo  presente  y  por  lo  futuro.  Fago 
juramento  que  cantidad  de  hombres  han  ido  á  las  In- 
dias que  no  merescian  el  agua  para  con  Dios  y  con  el 
mundo  y  agora  vuelven  allá.  Enemistólos  á  ellos  todos 
conmigo,  y  él  parece,  según  se  hobo  y  según  sus  for- 
mas, que  ya  lo  venia,  y  bien  encendido,  ó  es  que  se 
dice  que  ha  gastado  mucho  por  venir  á  este  negocio;: 


VIAJES    DE    COLÓN  301 

no  se  deilo  mas  de  lo  que  oyó.  Yo  nunca  oí  que  el 
pesquisidor  alleg-ase  los  rebeldes  y  ios  tomase  por  tes- 
tigos contra  aquel  que  gobierna  á  ellos  y  á  otros  sin 
fé,  ni  dignos  della. — Si  sus  Altezas  mandasen  hacer 
una  pesquisa  general  allí,  vos  digo  yo  que  verían  por 
gran  maravilla  como  la  isla  no  se  funde. — Yo  creo  que 
se  acordará  vuestra  merced  cuando  la  tormenta  sin 
velas  me  echó  en  Lisbona  (1),  que  fui  acusado  falsa- 
mente que  había  ido  ya  allá  al  Rey  para  darle  las  In- 
dias. Después  supieron  sus  Altezas  al  contrario,  y  que 
todo  fue  con  malicia.  Bien  que  yo  sepa  poco,  no  sé 
quien  me  tenga  por  tan  torpe  que  yo  no  conozca  que 
aunque  las  Indias  fuesen  mías  que  yo  no  me  pudiera 
sostener  sin  ayuda  de  Príncipe.  Si  esto  es  así  ¿adonde 
pudiera  yo  tener  mejor  arrimo  y  seguridad  de  no  ser 
echado  dellas  del  todo  que  en  el  Rey  é  Reina,  nuestros 
Señores,  que  de  nada  me  han  puesto  en  tanta  honra  y 
son  los  mas  altos  Príncipes  por  la  mar  y  por  la  tierra 
del  mundo?  Los  cuales  tienen  que  yo  les  haya  servido, 
é  me  guardan  mis  privilegios  y  mercedes,  y  si  alguien 
me  los  quebranta  sus  Altezas  me  los  acrescientan  con 
aventaja,  como  se  vido  en  (o  de  Juan  Aguado,  y  me 
mandar  hacer  mucha  honra;  y  como  dije  ya,  sus  Alte- 
zas rescibieron  de  mí  servicios  y  tienen  mis  hijos  sus 
criados,  lo  que  en  ninguna  manera  pudiera  esto  llegar 
con  otro  Príncipe,  porque  adonde  no  hay  amor  todo 
lo  otra  cesa. — Dije  yo  agora  ansi  contra  un  maldecir 
con  malicia  y  contra  mi  voluntad,  porque  es  cosa  que 
ni  en  sueños  debiera  allegar  á  memoria,  porque  las 
formas  y  fechos  del  Comendador  Bobadilla  con  mali- 
cia las  quiere  alumbrar  en  esto;  mas  yo  le  faré  ver  con 
el  brazo  izquierdo  que  su  poco  saber  y  gran  cobardía 
con  desordenada  cudicia  le  ha  fecho  caer  en  ello. — 
Ya  dije  como  yo  le  escrebí  y  á  los  frailes,  y  luego 
partí  así,  como  le  dije,  muy  solo,  porque  toda  la  gente 


(1)     El  4  de  Marzo  de  1493,  de  vuelta  del  primer  viaje. 


302  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

estaba  con  el  Adelantado,  y  también  por  le  quitar  de 
sospecha;  él,  cuando  lo  supo,  echó  á  D.  Diego  preso 
en  una  carabela  cargado  de  fierros,  y  á  mí  en  llegando, 
fizo  otro  tanto,  y  después  al  Adelantado, cuando  vino. 
Ni  le  fablé  mas  á  él  ni  consintió  que  hasta  hoy  nadie 
me  haya  fablado,  y  fago  juramento  que  no  puedo  pen- 
sar por  qué  sea  yo  preso. — La  primera  diligencia  que 
fizo  fué  á  tomar  el  oro,  el  cual  hobo  sin  medida  ni 
peso,  é  yo  absenté  dijo  que  queria  él  pagar  dello  á  la 
gente,  y,  según  oí,  para  sí  fizo  la  primera  parte,  y  envía 
por  resgate  resgatadores  nuevos.  Deste  oro  tenia  yo 
apartado  ciertas  muestras,  granos  muy  gruesos  como 
huevos  como  de  ánsar,  de  gallinas  y  de  pollas,  y  de 
otras  muchas  fechuras,  que  algunas  personas  tenían  co- 
gido en  breve  espacio,  con  que  se  alegrasen  sus  Alte- 
zas y  por  ello  comprendiesen  el  negocio  con  una  can- 
tidad de  piedras  grandes  llenas  de  oro.  Este  fue  el 
primero  á  se  dar  con  malicia,  por  que  sus  Altezas  no 
tuviesen  este  negocio  en  algo  fasta  quel  tenga  fecho  el 
nido,  de  que  se  dá  buena  priesa.  El  oro  que  está  por 
fundir  mengua  al  fuego:  una  cadena  que  pesaría  fasta 
20  marcos  nunca  se  ha  visto.  Yo  he  sido  muy  agravia 
do  en  esto  del  oro,  mas  aun  que  de  las  perlas,  porque 
no  las  he  traído  á  sus  Altezas. — Ei  Comendador,  en 
todo  lo  que  le  pareció  que  me  dañaría,  luego  fué  pues- 
to en  obra.  Ya  dije  con  600.000  maravedises  pagara 
á  todos  sin  robar  á  nadie,  y  había  mas  de  cuatro  cuen- 
tos de  diezmos  y  alguacilazgo  sin  tocar  en  el  oro.  Hizo 
unas  larguezas  que  son  de  risa,  bien  que  creo  que  en- 
comenzó  en  si  la  primera  parte:  allá  lo  sabrán  sub  A! 
tezas  cuando  le  mandaren  tomar  cuenta,  en  especial . , 
yo  estuviese  á  ella.  El  no  face  sino  decir  que  se  debe 
gran  suma,  y  es  la  que  yo  dije  y  no  tanto.  Yo  he  sido 
muy  mucho  agraviado  en  que  se  haya  enviado  pesqui- 
sidor sobre  mi  que  sepa  que  si  la  pesquisa  que  él  en- 
viare fuere  muy  grave  que  él  quedará  en  el  gobierno. 
— Pluguiera  á  nuestro  Señor  que  sus  Altezas  le  envía- 


VIAJES    DE   COLÓN  303 

ran,  á  él  ó  á  otro,  dos  años  há,  porque  sé  que  yo  fuera 
ya  libre  de  escándalo  y  de  infamia  y  no  se  me  quitara 
mi  honra  ni  la  perdiera:  Dios  es  justo,  y  ha  de  hacer 
que  se  sepa  por  qué  y  cómo.  Allí  me  juzgan  como  go- 
bernador que  fue  á  Cecilia  ó  ciudad  ó  villa  puesta  en 
regimiento  y  adonde  las  leyes  se  puedan  guardar  por 
entero  sin  temor  de  que  se  pierda  todo,  y  rescibo 
grande  agravio. — Yo  debo  ser  juzgado  como  capitán 
que  fue  de  España  á  conquistar  fasta  las  Indias  á  gente 
belicosa  y  mucha,  y  de  costumbres  y  seta  á  nos  muy 
contraria,  los  cuales  viven  por  sierras  y  montes,  sin 
pueblo  asentado  ni  nosotros;  y  adonde  por  voluntad 
Divina  he  puesto  só  el  Señorío  del  Rey  é  de  la  Reina, 
nuestros  Señores,  otro  mundo;  y  por  donde  la  España, 
que  era  dicha  pobre,  es  la  mas  rica. — Yo  debo  ser 
juzgado  como  capitán  que  de  tanto  tiempo  fasta  hoy 
trae  las  armas  á  cuestas  sin  las  dejar  una  hora,  y  de  ca- 
balleros de  conquistas  y  del  uso,  y  no  de  letras,  salvo 
si  fuesen  de  griegos  ó  de  romanos,  ó  de  otros  moder- 
nos, de  que  hay  tantos  y  tan  nobles  en  España,  ca  de 
otra  guisa  rescibo  grande  agravio  porque  en  las  Indias 
no  hay  pueblo  ni  asiento, — Del  oro  y  perlas  ya  está 
abierta  la  puerta  y  cantidad  de  todo,  piedras  preciosas 
y  especería,  y  de  otras  mil  cosas  se  pueden  esperar  fir- 
memente; y  nunca  mas  mal  me  viniese  como  con  el 
nombre  de  Nuestro  Señor  le  daría  el  primer  viage,  asi 
como  diera  la  negociación  del  Arabia  Feliz  fasta  la 
Meca,  como  yo  escribí  á  sus  Altezas  con  Antonio  de 
Torres  en  la  respuesta  de  la  repartición  del  mar  é  tie- 
rra con  los  portogueses;  y  después  viniera  á  lo  de  polo 
ártico,  así  como  lo  dije  y  di  por  escripto  en  el  mones- 
terio  de  la  Mejorada. — Las  nuevas  del  oro  que  yo  dije 
que  daría  son  que  día  de  Navidad,  estando  yo  muy 
afligido  guerreado  de  los  malos  cristianos  y  de  indios, 
en  términos  de  dejar  todo  y  escapar,  si  pudiese,  la  vida, 
me  consoló  Nuestro  Señor  milagrosamente  y  dijo: 
esfuerza^  no  desmayes  ni  temas;  yo  proveeré  en  todo; 


304  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

los  siete  años  del  término  del  oro  no  son  pasados,  y 
en  ello  y  en  lo  otro  le  daré  remedio  (1). — Ese  dia  supe 
que  habia  80  leg^uas  de  tierra,  y  en  todo  cabo  dellas, 
minas;  al  parecer  agora  es  que  sea  toda  una.  Algunos 
han  cogido  120  castellanos  en  un  día,  otros  90,  y  se 
ha  llegado  fasta  250.  De  50  fasta  70,  y  otros  muchos 
de  20  fasta  50,  es  tenido  por  buen  jornal  y  muchos  lo 
continuaban:  el  común  es  6  fasta  12,  y  quien  de  aquí 
abaja  no  es  contento.  Parece  también  que  estas  minas 
son  como  las  otras,  que  responden  en  ios  días  no 
igualmente;  las  minas  son  nuevas  y  los  cogedores.  El 
parecer  de  todos  es  que  aunque  vaya  allá  toda  Casti- 
lla, que  por  torpe  que  sea  ia  persona  que  no  abajará 
de  un  castellano  ó  dos  cada  dia,  y  agora  es  esto  así  en 
fresco.  Es  verdad  que  el  que  tiene  algún  indio  coge 
esto;  mas  el  negocio  consiste  en  el  cristiano.  Ved  qué 
discreción  fue  de  Bobadilla  dar  todo  por  ninguno  y 
cuatro  cuentos  de  diezmos  sin  causa  ni  ser  requerido, 
sin  primero  lo  notificar  á  sus  Altezas;  y  el  daño  no  es 
este  solo.  Yo  sé  que  mis  yerros  no  han  sido  con  fin  de 
facer  mal,  y  creo  que  sus  Altezas  lo  creen  así  como  yo 
lo  digo,  y  sé  y  veo  que  usan  de  misericordia  con  quien 
maliciosamente  los  desirve.  Yo  creo  y  tengo  por  muy 
cierto  que  muy  mejor  y  mas  piedad  harán  conmigo, 
que  caí  en  ello  con  inocencia  y  forzosamente,  como 
sabrán  después  por  entero,  y  el  cual  soy  su  fechura,  y 
mirarán  á  mis  servicios  y  cognoscerán  de  cada  dia  que 
son  muy  aventajados.  Todo  pornan  en  una  balanza, 
así  como  nos  cuenta  la  Santa  Escriptura  que  será  el 
bien  con  el  mal  en  el  dia  del  juicio.  Si  todavía  man- 
dan que  otro  me  juzgue,  lo  cual  no  espero,  y  que  sea 
por  pesquisa  de  las  Indias,  humilmente  les  suplico  que 
envíen  allá  dos  personas  de  conscíencia  y  honrados,  á 
mí  costa,  los  cuales  fallarán  de  ligero  agora  que  se  ha- 

(1)     Véase  la  Hist  del  Almiranie  por  Hern.  Colon,  capí- 
tulo 84. 


VIAJES    DE    COLÓN  305 

lia  el  oro  cinco  marcos  en  cuatro  horas;  con  esto  é  sin 
ello,  es  muy  necesario  que  lo  provean. — El  comenda- 
dor, en  llegando  á  Santo  Domingo,  se  aposentó  en  mi 
casa;  así  como  la  falló,  así  dio  todo  por  suyo  (1):  vaya 
en  buena  hora;  quizá  lo  habia  menester:  cosario  nunca 
tal  usó  con  mercader.  De  mis  escripturas  tengo  yo 
mayor  queja  que  así  me  las  haya  tomado  que  jamás 
se  le  pudo  sacar  una,  y  aquellas  que  mas  rae  habían  de 
aprovechar  en  mi  disculpa  esas  tenia  más  ocultas.  Ved 
qué  justo  y  honesto  pesquisidor.  Cosa  de  cuantas  él 
haya  hecho  me  dicen  que  haya  seido  con  término  de 
justicia,  saivo  absolutamente.  Dios  Nuestro  Señor  está 
con  sus  fuerzas  y  saber,  como  solía,  y  castiga  en  todo 
cabo,  en  especial  la  ingratitud  de  injurias. 

Hállase  una  copia  hecha  por  D.  J.  B.  Muñoz  en  un 
tomo  de  su  colección  de  m.  ss.  de  Indias,  que  existe 
en  la  Real  Academia  de  la  Historia^  rotulado  por 
fuera  Viages  del  Almír.  Crist.  Colon,  y  se  ha  corregi- 
do el  texto  por  el  que  se  incluyó  en  el  Códice  Colom- 
bo  Americano,  impreso  en  Genova  en  1823,  y  se  dice 
copiado  en  el  Monasterio  de  Santa  Maria  de  las  Cue- 
vas, en  Sevilla. 


(1)     Asi  dice  también  D.  Hern.  Colon  en  el  cap.  85  de  la 
historia  del  Almirante. 


VÍAJB8  DB  COLÓN  20 


CUARTO  Y  ULTIMO  VIAGE 
DE  CRISTÓBAL  COLON 

H  L  Rey  é  la  Reina.=D.  Cristóbal  Colon,  nuestro 
''-^  Almirante  de  las  islas  é  tierra  firme  que  son  en  el 
mar  Océano  á  la  parte  de  las  indias:  vimos  vuestra 
letra  de  26  de  Hebrero  y  las  que  con  ella  enviastes  y 
los  memoriales  que  nos  distes,  y  á  lo  que  decís  para 
este  viage  á  que  vais,  querríades  pasar  por  la  Españo- 
la; ya  os  dejimos  que  porque  no  es  razón  que  para  este 
viage  á  que  ag-ora  vais  se  pierda  tiempo  alguno,  en 
todo  caso  vais  por  este  otro  camino;  que  á  la  vuelta, 
placiendo  á  Dios,  si  os  pareciere  que  será  necesario, 
podréis  volver  por  alíi  de  pasada  para  deteneros  poco, 
porque,  como  vedes,  converná  que  vuelto  vos  de  viage 
á  que  agora  veáis  seamos  luego  informados  de  vos  en 
persona  de  todo  lo  que  en  él  hobiéredes  fallado  é 
fecho,  para  que  con  vuestro  parescer  é  consejo  provea- 
mos sobre  ello  lo  que  mas  cumpla  á  nuestro  servicio; 
y  las  cosas  necesarias  del  rescate,  de  acá  se  proveen. 
Aqui  vos  enviamos  la  instrucción  de  lo  que  pla- 
ciendo á  nuestro  Señor  habéis  de  facer  en  este  viage; 
y  á  lo  que  decís  de  Portugal,  Nos  escrebimos  sobrello 
al  Rey  de  Portugal,  nuestro  hijo,  lo  que  conviene,  y 
vos  enviamos  aquí  la  carta  nuestra  que  decís  para  su 
capitán,  en  que  le  hacemos  saber  vuestra  ida  hacia  el 
Poniente  y  que  habemos  sabido  su  ida  hacia  el  Le- 
vanta; y  si  en  camino  os  topáredes,  os  tratéis  los  unos 
á  los  otros  como  amigos  y  como  es  razón  de  se  tratar 
capitanes  é  gentes   de   Reys   entre   quien   hay  tanto 


308  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

debdo,  amor  é  amistad,  deciéndole  que  lo  mismo  ha- 
bemos  mandado  á  vos,  y  procuraremos  quel  Rey  de 
Portugal,  nuestro  hijo,  escriba  otra  tal  carta  ai  dicho 
su  capitán. 

A  lo  que  nos  suplicáis  que  hayamos  por  bien  que 
levéis  con  vos  este  viage  a  D.  Fernando  vuestro  hijo, 
y  que  la  ración  que  se  le  da  quede  á  D.  Diego  vuestro 
hijo,  á  Nos  place  dello. 

A  lo  que  decís  que  querriades  llevar  uno  ó  dos  que 
^  sepan  arábigo,  parescenos  bien,  con  tal  que  por  ello 
no  os  detengáis. 

A  lo  que  decís  que  parte  de  la  ganancia  se  dará  á 
la  gente  que  va  con  vos  en  esos  navios,  decimos  que 
vayan  de  la  manera  que  han  ido  los  otros. 

Las  10000  piezas  de  moneda  que  decís,  se  acordó 
que  no  se  fíciesen  por  este  viage  fasta  que  mas  se  vea. 

De  la  pólvora  y  artillería  que  demandáis,  vos  ave- 
rnos mandado  ya  proveer  como  veréis. 

Lo  que  decís  que  no  podísteis  hablar  ai  Doctor  Án- 
gulo é  al  Licenciado  Zapata  á  causa  de  la  partida,  es- 
crevidnoslo  larga  é  particularmente. 

Cuanto  á  lo  otro  contenido  en  vuestros  memoriales 
é  letras,  tocante  á  vos  y  á  vuestros  hijos  é  hermanos, 
porque,  como  vedes,  á  causa  que  Nos  estamos  en  ca- 
mino y  vos  de  partida,  no  se  puede  entender  en  ello 
fasta  que  nos  paremos  de  asiento  en  alguna  parte,  y  si 
esto  hobiésedes  de  esperar  se  perdería  el  viage  que 
agora  vais;  por  eso  es  mejor  que,  pues  de  todo  lo  ne- 
cesario para  vuestro  viage  estáis  despachado,  vos  par- 
tais  luego  sin  detenimiento  alguno,  y  quede  á  vuestro 
hijo  el  cargo  de  solicitar  lo  contenido  en  los  dichos 
memoriales;  y  tened  por  cierto  que  de  vuestra  prisión 
nos  pesó  mucho,  é  bien  lo  vistes  vos  é  lo  conocieron 
todos  claramente,  pues  que  luego  que  lo  supimos  lo 
mandamos  remediar,  y  sabéis  el  favor  con  que  os  ha- 
bemos  mandado  tratar  siempre,  y  agora  estamos  mu- 
cho mas  en  vos  honrar  é  tratar  muy  bien,  y  las  merce- 


VIAJES   DE   COLÓN  309 

des  que  vos  tenemos  fechas  vos  serán  guardadas  ente- 
ramente, segfund  forma  é  tenor  de  nuestros  previllejos 
que  dellas  tenéis,  sin  ir  en  cosa  contra  ellas,  y  vos  y 
vuestros  hijos  gozareis  dellas  como  es  razón;  y  si  ne- 
cesario fuere  confirmarlas  de  nuevo,  las  confirmare- 
mos, V  á  vuestro  hijo  mandaremos  poner  en  la  pose- 
sión de  todo  ello;  y  en  mas  que  esto  tenemos  voluntad 
de  vos  honrar  y  facer  mercedes,  y  de  vuestros  hijos  y 
hermanos.  Nos  tememos  el  cuidado  que  es  razón,  y 
todo  esto  se  podrá  facer  yendo  vos  eo  buena  hora  é 
quedando  el  carg-o  á  vuestro  hijo,  como  está  dicho;  y 
así,  vos  rogamos  que  en  vuestra  partida  no  haya  dila- 
ción. De  Valencia  de  la  Torre  á  catorce  días  de  Mar- 
zo de  quinientos  é  dos  años.=YO  EL  REY.=YO  LA 
RElNA.=Por  mandado  del  Rey  é  de  la  Reina.=Ml- 
GUEL  Pérez  de  Almazan. 


Instrucción  para  el  Almirante. 


Eí  Rey  é  la  Reina:  D.  Cristóbal  Colon»  nuestro  Al- 
mirante de  las  islas  é  tierra  firme  que  son  en  el  mar 
Océano  á  la  parte  de  las  indias:  lo  que.  Dios  querien- 
do, habéis  de  facer  en  el  viage  á  que  vais  por  nuestro 
mandado,  es  lo  siguiente: 

Primeramente  habéis  de  trabajar  de  facer  vela  con 
los  navios  que  lleváis  lo  mas  brevemente  que  podáis, 
pues  todo  lo  que  para  vuestro  despacho  se  había  de 
proveer  está  fecho  y  pagada  la  gente  que  con  vos  va, 
porquel  tiempo  de  agora  es  muy  bueno  para  navegar, 
y  según  es  largo  el  viage,  que  Dios  queriendo  habéis 
de  ir  todo  el  tiempo  de  aquí  adelante,  es  bien  menes- 
ter antes  que  vuelva  la  fortuna  del  invierno. 

Habéis  de  ir  vuestro  viage  derecho,  si  el  tiempo  no 
os  feciere  contrario,  á  descubrir  las  islas  é  tierra  firme 


310  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV  ARRETE 

que  son  en  las  Indias  en  la  parte  que  cabe  á  Nos,  y  si 
á  Dios  piugfuiere  que  descubráis  ó  falléis  las  dichas 
islas  habéis  de  surgir  con  los  navios  que  leváis  y  en- 
trar en  las  dichas  islas  é  tierra  firme  lo  mas  á  seguridad 
vuestra  y  de  la  gente  que  leváis  que  ser  pueda,  y  ha- 
béis de  tomar  posesión  por  Nos  é  en  nuestro  nombre 
de  las  dichas  islas  é  tierra  firme  que  así  descubriére- 
des,  y  habéis  de  informaros  del  grandor  de  las  dichas 
islas,  é  facer  memoria  de  todas  las  dichas  islas  y  de  la 
gente  que  en  ellas  hay  y  de  la  calidad  que  son,  para 
que  de  todo  nos  traigáis  entera  relación. 

Habéis  de  ver  en  estas  islas  y  tierra  firme  que  des- 
cubriéredes  qué  oro  é  plata  é  perlas  é  piedras  é  es- 
pecería é  otras  cosas  hobiere,  é  en  qué  cantidad  ó 
cómo  es  el  nascimiento  de  ellas,  é  facer  de  todo  ello 
relación  por  ante  nuestro  escribano  é  oficial  que  Nos 
mandamos  ir  con  vos  para  ello,  para  que  sepamos  de 
todas  las  cosas  quen  las  dichas  islas  é  tierra  firme  ho- 
biere. 

Habéis  de  mandar  de  nuestra  parte  que  ninguna 
persona  sea  osado  de  rescatar  con  ninguna  mercadu- 
ría ni  otra  cosa  ningún  oro,  nin  plata,  nin  perlas,  nin 
piedras,  nin  especería,  nin  otras  cosas,  de  ninguna  ca- 
lidad que  sean,  ecepto  que  sean  aquellas  que  vos  se- 
ñaláredes  é  nombráredes  con  acuerdo  é  en  presencia 
del  dicho  nuestro  escribano  é  oficial,  el  cual  ha  de  to- 
mar por  escrito  los  nombres  de  las  tales  personas  que 
á  ello  fueren,  é  obligación  dellos  que  bien  é  fielmente 
manifestarán  lo  que  trujeren  en  presencia  vuestra  y  del 
dicho  escribano  é  oficial,  sin  encobrir  cosa  alguna;  con 
que  sean  certificados  que  por  cualquier  cosa  que  en- 
cubrieren caerán  en  pena  de  perdimiento  de  sus  bie- 
nes, é  las  personas  á  la  nuestra  merced. 

Todo  lo  que  se  trujere  é  hobiere  de  las  dichas  islas 
é  tierra  firme,  así  de  oro  como  de  plata  é  perlas  é  pie- 
dras é  especería  é  otras  cosas,  se  ha  de  entregar  á  Fran- 
cisco de  Porras  en  presencia  vuestra  é  del  nuestro  es- 


VIAJES   DE   COLÓN  Sil 

cribano  é  oficial  que  enviamos,  el  cual  ha  de  facer  libro 
de  todo  ello,  é  en  él  habéis  vos  de  firmar  é  el  dicho 
nuestro  escribano  é  oficial  é  la  persona  que  así  lo  res- 
cibiere,  para  que  por  el  dicho  libro  é  relación  se  haga 
cargo  dello  al  dicho  Francisco  de  Porras  é  Nos  sepa- 
mos cuanto  es. 

De  la  gente  qae  leváis  habéis  de  dejar  en  aquellas 
islas  que  descubriéredes  la  que  á  vos  paresciere,  y  ha- 
béis de  mirar  que  queden  lo  mejor  mantenidos  de 
proveimientos  que  ser  pueda,  é  á  seguridad  de  sus  per- 
sonas. 

Todos  los  capitanes  é  maestres  é  marineros  é  pilo- 
tos é  gentes  de  armas  que  fueren  en  los  dichos  navios 
que  leváis  han  de  facer  é  obedescer  vuestros  manda- 
mientos como  si  Nos  ge  lo  mandásemos;  á  los  cuales 
habéis  de  tratar  como  á  personas  que  nos  van  á  servir 
en  semejante  jornada,  é  habéis  de  tener  desde  el  dia 
que  partiéredes  fasta  que  volváis  la  justicia  cevil  é  cre- 
minal  sobrellos,  á  los  cuales  mandamos  que  vos  obe- 
dezcan según  dicho  es. 

Otrosí:  al  tiempo  que,  Dios  queriendo,  vos  hobié- 
redes  de  volver,  ha  de  venir  con  vos  el  dicho  nuestro 
escribano  é  oficial,  é  habéis  de  procurar  de  traernos  la 
mas  complida  é  larga  é  entera  relación  de  todo  lo  que 
descubriéredes,  é  de  las  nasciones  de  la  gente  de  las 
dichas  islas  é  tierra  firme  que  falláredes,  y  no  habéis 
de  traer  esclavos;  pero  si  buenamente  quisiere  venir 
alguno  por  lengua,  con  propósito  de  volver,  traedle. 

Asimismo,  porque  no  se  puede  encubrir  ninguna 
cosa  entre  la  gente  que  trujiéredes  en  los  navios,  de 
lo  que  no  se  hobiere  manifestado  ni  entregado,  antes 
que  embarquéis  para  acá  habéis  de  catar  todo  lo  que 
cada  uno  metiere  en  los  dichos  navios,  é  ha  de  facer 
el  dicho  nuestro  escribano  é  oficial  inventario  dello, 
firmado  de  vuestro  nombre  é  del  suyo,  porque  al  tiem- 
po que  desembarcáredes,  Dios  queriendo,  se  vea  por 
la  misma  orden  si  traen  otra  cosa  alguna  de  mas  de  lo 


312  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

que  hobiere  manifestado,  porque  si  lo  trujieren  lo  ha- 
brán perdido  y  será  para  Nos,  é  mas,  caerán  en  la 
pena  sobre  dicha. 

Lo  cual  todo  que  dicho  es  vos  mandamos  que  así 
fagades  é  cumplades  según  é  por  la  forma  é  manera 
que  aquí  se  contiene,  sin  exceder  en  cosa  alguna  dello, 
é  sí  otras  cosas  hobiere  demás  de  las  sobredichas  que 
se  deban  proveer  para  lo  que  á  nuestro  servicio  cum- 
ple e  al  buen  recabdo  de  nuestra  hacienda,  proveedlo 
como  mas  cumpla  á  nuestro  servicio,  ca  para  ello  vos 
damos  por  esta  nuestra  instrucción  poder  cumplido;  é 
mandamos  á  los  dichos  capitanes,  maestres  é  marine- 
ros é  pilotos  é  hombres  de  armas  que  fagan  todo  lo 
que  conforme  á  esta  nuestra  instrucción  les  mandare- 
des  de  nuestra  parte,  so  las  penas  que  vos  le  pusiére- 
des  ó  les  mandáredes  poner  de  nuestra  parte,  las  cua- 
les vos  damos  poder  para  las  ejecutar  en  ellos  é  en 
sus  bienes.  Fecha  en  Valencia  de  la  Torre  á  catorce 
días  del  mes  de  Marzo  de  mil  é  quinientos  é  dos  años. 
=YO  EL  REY.=YO  LA  REINA.=Por  mandado  del 
Rey  é  de  la  Reina.=MiGUEL  Pérez  de  Almazan. 

Una  carta  de  sus  Altezas  para  el  capitán  del  armada 
del  Rey  de  Portugal. 

Nos  el  Rey  é  la  Reina  de  Castilla,  de  León,  de  Ara- 
gón, de  Secilia,  de  Granada  &c.,  enviamos  á  saludar  á 
vos  (1)  ,  capitán  del  Se- 

renísimo Rey  de  Portugal,  nuestro  hijo:  facemos  vos 
saber  que  Nos  enviamos  al  Almirante  D.  Cristóbal 
Colon,  levador  desta,  con  ciertos  navios  donde  suelen 
ir,  e  su  ida  es  fácia  el  Poniente;  y  porque  habemos  sa- 
bido quel  dicho  Rey  de  Portugal,  nuestro  hijo,  os  en- 
vía con  ciertos  navios  á  la  parte  de  Levante,  é  podría 


(1)     Igual  vacío  en  el  original. 


VIAJES    DE    COLÓN  313 

ser  que  vos  topásedes  en  camino,  haberos  mandado 
que  al  dicho  Almirante  Don  Cristóbal  Colon,  que  si  os 
topáredes,  vos  tratedes  los  unos  á  los  otros  como  ami- 
gos é  como  capitanes  é  gentes  de  Reys  entre  quien 
hay  tanto  debdo,  amor  é  amistad;  por  ende.  Nos  vos 
rogamos  que  así  lo  fagáis  vos  de  vuestra  parte.  De  Va- 
lencia de  la  Torre  á  catorce  de  Marzo  de  mil  quinien- 
tos dos  años.=YO  EL  REY.=YO  LA  REINA.=Al- 
MAZAN,  Secretario. 

Después  se  le  envió  otra  tal  como  esta  carta  de 
arriba. 

Relación  del  viage  é  de  la  tierra  agora  nuevamente 
descubierta  por  el  Almirante  D.  Cristóbal  Colon, 

Fizóse  á  la  vela  de  la  bahía  de  Cádiz,  con  los  cuatro 
navios  que  llevó,  miércoles  á  once  días  de  Mayo  año 
de  mil  é  quinientos  é  dos  años.  Llevó  la  via  de  las 
Islas  de  Canaria  (1)  de  la  Isla  del  Fierro.  Mandó  tomar 
la  derrota  para  las  Indias  al  Oueste  cuarta  ai  Sudues 
te;  despidióse  de  vista  destas  islas  jueves  á  veinte  é 
seis  dias  deste  dicho  mes. 

Miércoles  de  mañana,  quince  dias  de  Junio,  tomó 
tierra  de  una  isla  que  se  dice  Matinino  (2),  que  son 
aquellas  las  primeras  islas  de  las  Indias;  están  300  le- 
guas antes  de  lalsla  Españolay  en  su  camino;  aquí  pidió 
el  Almirante  parescerá  los  hombres  de  la  mar,  dándoles 
cuenta  por  do  quería  y  podía  seguir  su  viage:  él  siguió 
la  via  de  la  Isla  Española;  en  ella  se  detuvo  algunos 
dias, sin  suigír  ni  entrar  en  el  puerto  de  Santo  Domin- 
go mas  de  cuanto  mandó  ir  un  suyo  á  tierra  de  la  isla; 
á  qué  fue  no  se  sabe;  la  salida  fue  abajo  del  puerto  do 
estaba  el  Gobernador. 

(1)  Llegó  a  la  Gran  Canaria  el  20  de  Mayo.  Hern.  Co- 
lon, cap.  88. 

('2)     Isla  de  Santa  Lucia. 


314  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Desta  isla  se  despidió  jueves  á  catorce  días  de  Julio, 
la  via  del  Oueste.  Sábado  sigfuiente  llegó  á  vista  de  la 
Isla  Jamaica  (1),  do  antes  habia  de  tomar  su  derrota 
para  de  allí  ir  á  descubrir;  no  paró  en  ella;  fue  cuatro 
dias  la  via  del  Oueste  cuarta  al  Sudueste,  sin  fallar 
otra  tierra;  fue  otros  dos  dias  al  Nornorueste,  é  otros 
dos  al  Norte.  Domingo  veinte  é  cuatro  dias  deste  mes 
vieron  tierra;  estaban  los  navios  mas  decaídos  de  lo 
que  pensaban  por  las  muchas  corrientes.  Fue  á  tomar 
una  isla  baja  (2),  donde  tomó  su  derrota  para  ir  á  des- 
cubrir. Desta  isla,  que  ya  antes  era  descubierta,  que 
está  comarcana  con  la  tierra  de  Cuba,  tomó  su  derrota 
para  ir  á  descubrir.  Partió  de  aquí  miércoles  á  veinte  y 
siete  dias  deste  dicho  mes;  atravesó  un  golfo  pequeño 
en  que  habrá  poco  mas  de  90  leguas;  fue  la  vía  del 
Sur  cuarta  al  Surueste. 

Sábado  siguiente  vieron  tierra.  Fue  de  una  isla  (3)  la 
primera  tierra  que  descubrió;  es  pequeña;  bojar  á  20  le- 
guas; no  tiene  cosa  de  provecho;  mostráronles  á  los 
indios  oro  en  grano  é  perlas;  maravilláronse  de  vello, 
é  demandábanlo;  es  gente  de  guerra;  son  flecheros; 
son  hombres  de  buena  estatura. 

Desta  isla  pareció  otra  tierra  muy  alta  (4)  é  cercana; 
fue  á  ella  por  el  Sur;  estará  desta  isla  10  leguas;  de 
aquí  se  tomó  un  indio  para  levar  por  lengua  á  esta  tie- 
rra grande,  é  este  dijo  algunos  nombres  de  provincias 
desta  tierra;  tomó  puerto,  al  cual  nombró  el  Almirante 
la  Punta  de  Caxinas  (5);  de  esta  punta  comenzó  á  ir 
descubriendo  por  esta  costa,  y  por  ser  los  vientos  con- 
trarios anduvo  muy  poco;  nunca  de  la  costa  desta  tie- 
rra se  apartó  día,  é  todas  las  noches  venía  á  surgir 


(1)  A  los  Cayos  de  Morante. 

(2)  Cago  largo. 

(3)  Isla  Guanaja. 

(4)  La  costa  de  Trujillo. 

(5)  Punta  Castilla  y  puerto  de  Trujillo. 


VIAJES   DE   COLÓN  315 

junto  con  tierra;  la  costa  es  bien  temerosa,  ó  lo  fizo 
parescer  ser  aquel  año  muy  tempestuoso,  de  muchas 
agfuas  é  tormenta  del  cielo;  iba  contino  viendo  la  tie- 
rra, como  quien  parte  de  cabo  de  San  Vicente  hasta 
el  cabo  de  Finisterre,  viendo  contino  la  costa;  15  le- 
guas adelante  desta  punta  hizo  tomar  la  posesión  en 
un  rio  que  salia  grande  de  la  tierra  alta,  é  dícese  el 
Rio  de  la  Posesión  (1). 

Pasando  de  aquí  adelante  fue  toda  la  tierra  muy 
baja,  de  gente  muy  salvage,  y  de  muy  poco  provecho; 
hizo  la  tierra  ya  casi  al  fin  de  la  tierra  baja  un  cabo 
que  fasta  aquí  fue  lo  peor  de  navegar,  é  púsele  nom- 
bre de  Cabo  de  Gracias  á  Dios  (2). 

Pasó  adelante;  llegó  una  provincia  que  se  nombra 
Cariay,  tierra  de  muy  gran  altura  (3):  hállase  gente  de 
muy  buenas  disposiciones,  muy  agudos,  deseosos  de 
ver;  extrañaban  mucho  cualquier  cosa  que  les  mostra- 
ban; aquí  paresció  entre  algunos  de  los  principales 
algún  guani  (4);  tenían  algodón  tejido;  todos  andan 
desnudos  por  toda  la  costa,  salvo  que  traen  mugeres  é 
hombres  cubiertas  sus  partes  secretas  con  unas  telas 
que  sacan  debajo  de  las  cortezas  de  los  árboles;  traen 
ios  cuerpos  é  las  caras  todos  pintados  como  los  ber- 
beriscos; aquí  viemos  (5)  puercos  y  gatos  grandes 
monteses,  é  los  trajeron  á  los  navios;  aquí  se  tomaron 
indios  para  lenguas,  é  quedaron  algo  escandaliza- 
dos (6). 

De  aquí   pasó   adelante,   é   como   iba  requiriendo 

(1)  Río  Tinto. 

(2)  Llegó  a  este  cabo  el  día  14  de  Septiembre. 

(3)  Costa  de  Mosquitos,  donde  surgió  el  25  de  Setiem- 
bre. 

(4)  Guani  o  guanin  llamaban  al  oro  bajo. 

(5)  En  los  puertos  de  Blewfield  y  San  Juan  de  Nicara- 
gua. 

(6)  Véase  como  refiere  este  suceso  D.  Hernando  Colon, 
que  también  estuvo  presente,  en  el  cap.  91   de  su   historia. 


316  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

puertos  é  bahías,  pensando  hallar  el  estrecho,  llegó  á 
una  muy  gran  bahía  (1);  el  nombre  de  esta  tierra  se 
dice  Cerabaro  (2);  aquí  se  falló  la  primera  muestra  de 
oro  fino,  que  traía  un  indio  una  como  patena  en  los  pe- 
chos, é  se  resgató;  aquí  se  tomaron  indios  para  infor- 
marse donde  habia  aquel  oro  é  donde  se  traía;  de  aquí 
comenzó  á  ir  resgatando  por  toda  la  costa. 

Por  información  de  los  indios  fue  á  otra  gran  bahía, 
que  se  dice  Aburema  (3);  era  por  alh'  la  tierra  muy 
alta  é  fragosa;  las  poblaciones,  puestas  en  las  monta- 
ñas; hóbose  aquí  un  indio  el  cual  dijo  que  adelante 
por  la  costa,  andadura  de  medio  día,  habia  de  aquello 
que  pedíamos;  es  la  gente  por  toda  esta  costa  tan  sal- 
vage  y  tan  sobre  sí  cada  Señorío,  que  de  20  en  20  le- 
guas no  se  entienden  unos  á  otros. 

Pasó  desta  bahía  y  fue  á  un  rio  que  se  nombra 
Guyga  (4),  do  salieron  ála  ribera  muchos  indios  arma- 
dos con  sus  lanzas  é  flechas,  é  algunos  dellos  con  es- 
pejos de  oro  puestos  en  los  pechos;  es  esta  gente  de 
manera  que  después  de  habido  nuestro  resgate  luego 
lo  aborrecían  que  parescia  bien  tener  en  mas  sus  joyas 
que  las  nuestras;  es  esta  tierra,  á  la  costa  de  la  mar,  fra- 
gosa, de  arboledas  muy  espesas;  ninguna  población 
está  á  la  costa,  salvo  2  ó  3  leguas  la  tierra  adentro,  é 
no  pueden  ir  dende  la  mar  á  las  poblaciones  por  tie- 
rra, sino  por  los  ríos,  en  sus  canoas. 

De  aquí  pasó  adelante  á  otra  provincia  que  se  dice 
Cobraba  (5),  y  por  estonces,  á  causa  de  no  haber 
puerto,  no  se  cató  mas  de  tomar  un  indio  para  lengua; 
pasó  á  la  ida  por  toda  esta  costa  de  Veragua  sin  saber 
el  secreto,  salvo  seguir  adelante  á  descubrir  mas  tie- 

(1)  Bahía  del  Almirante  y  boca  del  Toro. 

(2)  Don  Hernando  Colón  la  llama  Zerahora. 

(3)  Laguna  de  Chiriqui. 

(4)  Río  de  Veragua.  D.  Hernando  Colon  le  llama  Guaig. 

(5)  Don  Hernando  Colon  la  llama  Cobrara. 


VIAJES    DE    COLÓN  317 

rra,  y  después  que  de  aquí  pasó  iba  paresciendo  me- 
nos oro. 

Fue  lo  postrero  que  descubrió  una  tierra  do  falló  un 
puerto  muy  pequeño,  que  puso  nombre  el  Puerto  del 
Retrete  (1),  y  aqui  no  traían  los  indios  sino  unos  sar 
cilios  de  oro  bajo;  ya  por  aquí  parescian  muchas  mues- 
tras de  la  costumbre  é  uso  de  ios  indios  de  la  tierra 
de  Lis  perlas,  y  en  algunas  cartas  de  navegar  de  algu 
nos  de  los  marineros  juntaba  esta  tierra  con  la  que 
habia  descubierto  Hojeda  y  Bastidas,  que  es  la  costa 
de  las  perlas;  será,  en  suma,  la  tierra  que  agora  descu- 
brió 350  leguas. 

De  aquí  deste  puerto  dio  la  vuelta  á  la  tierra  que 
atrás  quedaba,  por  información  del  indio  que  traia  por 
lengua  que  adelante  no  habia  mas  oro,  sino  que  las 
minas  quedaban  en  la  tierra  de  Veragua;  llegó  al  rio 
de  Veragua;  no  hobo  entrada  para  ios  navios;  hallóse 
cerca  otro  rio  que  se  dice  Y.  n.  ebra  (2);  aqui  fizo 
meter  los  navios  á  mucho  peligro;  martes  diez  días  de 
Enero  de  quinientos  tres  años  entraron  los  navios  en 
este  rio;  es  en  la  misma  tierra  de  Veragua. 

Luego  se  informó  el  Almirante,  del  Cacique,  á  do 
estaban  las  minas;  de  muy  buena  voluntad  lo  dijo,  é 
así  lo  fizo  que  envió  dos  fijos  suyos  con  los  cristianos 
á  que  nos  enseñasen  las  minas;  mostraba  mucha  volun- 
tad  á  los  cristianos;  dende  en  veinte  y  seis  días  que  los 
navios  estaban  dentro  en  este  rio  (3)  se  descubrieron 
las  minas;  están  del  puerto  do  nombran  Santa  María 


(1)  Puerto  Escribanos,  donde  entró  el  sábado  26  de  No- 
viembre. 

(2)  Don  Hernando  Colon  dice  que  los  indios  le  llama- 
ban Kiebra.  El  Almirante  le  llamó  de  Belén  porque  fondeó 
cerca  del  jueves  de  la  Epifanía,  y  el  lunes  9  de  Enero 
de  1503  entró  en  aquel  río  con  dos  de  sus  navios;  los  otros 
dos  entraron  al  día  siguiente. 

(3)  El  río  de  Belén. 


318  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

de  Belén,  hasta  ellas,  8  leguas;  es  tierra  trabajosa  así  de 
montaña  como  de  muchos  ríos,  que  rio  hay  que  se 
pasa  39  veces;  hallamos  muchas  minas  afondadas  de 
dos  mismos  indios  fondura  de  medio  estado;  son  muy 
diestros  en  el  sacar  del  oro;  fuemos  75  hombres  á 
ellas,  é  en  obra  de  un  dia  sacamos  2  ó  3  castellanos 
sin  aparejo  ninguno,  sino  de  las  mismas  minas  que  los 
indios  tenian  fechas;  es  el  oro  muy  menudo;  no  volvi- 
mos mas  á  ellas;  lo  que  mas  se  anduvo  por  la  tierra 
dentro  fueron  10  leguas;  no  se  supo  mas  secreto  de 
decir  que  dentro  la  tierra  habia  mayores  poblaciones, 
y  por  ser  gente  de  poca  verdad  no  quiso  el  Almirante 
que  fuese  gente  á  vella;  y  como  luego  mandó  prender 
al  Cacique,  do  se  le  fizo  mucho  daño,  que  le  quemaron 
su  población,  que  era  la  mejor  que  habia  en  la  costa  é 
de  mejores  casas,  de  muy  buena  madera,  todas  cubier- 
tas de  fojas  de  palmas,  é  prendieron  á  sus  fijos,  é  aquí 
traen  algunos  dellos,  de  que  quedó  toda  aquella  tierra 
escandalizada  (1);  desto  no  sé  dar  cuenta  sino  que  lo 
mandó  facer  é  aun  apregonar  escala  franca. 

De  aquí  se  partió  porque  los  Indio»,  después  de 
preso  su  Cacique,  dieron  en  el  real  de  los  cristianos, 
do  mataron  y  firieron  muchos;  quedó  dentro  deste  rio 
uno  de  los  navios,  que  no  podía  salir  porque  pedia  mu- 
cha agua;  otro  quedó  en  otro  puerto  de  la  costa  (2), 
que  habia  recibido  mas  daño  de  la  bruma  é  era  mas 
viejo;  en  los  otros  dos  navios  se  vino  con  la  gente  la 
vuelta  de  la  Española,  que  decía  que  no  habia  fasta 
ella  150  leguas  (3);  fue  á  parar  á  tierra  de  Cuba  mas 


(1)  Sobre  la  causa  de  la  prisión  del  Cacique  y  de  sus  hi- 
jos, y  sobre  los  sucesos  que  ocasionó,  véanse  los  capí- 
tulos 97,  98  y  99  de  la  historia  de  D.  Hern.  Colon. 

(2)  En  Portobelo  dejó  el  Almirante  la  nave  Vizcaína 
por  estar  inutilizada. 

(3)  La  verdadera  distancia  es  de  225  leguas. 


VIAJES    DE   COLÓN  319 

de  100  leguas  (1)  abajo  de  la  Española;  los  marineros 
no  traían  ya  carta  de  navegar,  que  se  las  había  el  Al- 
mirante tomado  á  todos;  se  decían  que  el  yerro  que  se 
hizo  al  principio  había  causado  gran  desconcierto  en 
el  descubrir.  Vínose  por  esta  costa  de  Cuba  fasta  Cabo 
de  Cruz,  50  leguas  de  la  Española,  que  pudiera  ir  muy 
bien  á  ella  y  fuera  el  viage  mas  breve  y  no  hobiera  el 
daño  que  hobo  por  irse  á  la  Isla  Jamaica,  do  estuvimos 
catorce  meses  (2)  ganando  la  gente  y  los  navios  sin 
facer  ningún  servicio;  la  causa  desta  ida  á  Jamaica  no 
hay  quien  lo  sepa  mas  de  querello  facer  (3).  Llegó  á 
surgir  á  San  Lúcar  jueves  siete  de  Noviembre  de  qui- 
nientos cuatro  años. 

Relación  de  las  derrotas  de  ¿a  costa  de  la  tierra  que 
deja  descubierta  (4). 

De  la  punta  de  Caxinas,  que  es  la  primera 
tierra  en  que  dio,  do  comenzó  á  descubrir,  fasta 
el  cabo  de  Gracias  á  Dios,  hay  80  leguas:  có- 
rrese Leste  Oueste 80  70 

Del  cabo  fasta  el  río  del  Desastre  hay  70  le 
guas:  córrese  Nordeste  Su-Sudueste  (N-S.) ...    70  62 

Deste  rio  á  cabo  de  Roas  hay  12  leguas:  có- 
rrese Norte  Sur 21  10 


(i)  Eran  150  leguas,  y  el  parage  adonde  arribó  fué  a  las 
islas  situadas  al  Sur  de  Cuba,  que  llamó  en  otro  viaje  el 
fardin  de  la  Reina. 

(2)  Deben  ser  doce  meses  y  cinco  días,  pues  llegaron  a 
Puerto  Bueno  el  23  de  Junio  de  1503  y  salieron  para  la  Es- 
pañola el  28  de  Junio  de  1504. 

(3)  Esta  relación  fué  dada  por  Diego  de  Porras;  y  es 
bien  sabido  que  éste  y  su  hermano  Francisco  fueron  los  ca- 
bezas de  la  rebelión  contra  el  Almirante  en  Jamaica. 

(4)  Hemos  añadido  la  segunda  columna,  con  la  distan- 
cia que  señalan  nuestras  cartas  entre  los  puntos  que  se 
citan,  y  rectificamos  entre  paréntesis  su  arrumbamiento  o 
dirección. 


320  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Deste  cabo  fasta  Cariay  hay  55  leguas:  có- 
rrese Norueste  Sueste  (NNO-SSE) 55  12 

De  Cariay  fasta  Aburema  hay  42  leguas:  có- 
rrese  Norueste  Sueste  (NNO-SSE) 42  45 

De  Aburema  á  la  Isla  del  Escudo  hay  15  le- 
guas: córrese  Norueste  Sueste  (ENE-OSO)    .   15 

Del  Escudo  fasta  punta  de  Prados  (1),  28  le- 
guas: córrese  Leste  Oueste  (ENE-OSO).  ....   28 

De  punta  de  Prados  fasta  puerto  de  Basti- 
mento hay  35  leguas:  córrese  Lesnordeste 
Oueste-Sudueste 35     5 

De  puerto  de  Bastimento  fasta  el  puerto  del 
Retrete,  que  fue  la  postrera  escala  que  fizo  de 
descubrir,  hay  15  leguas:  córrese  Leste  cuarta 
Sueste 15  11 


Relación  del  oro  que  se  hobo  por  resgate  en  toda  esta 
costa  desta  tierra  descubierta. 

Son  las  piezas  de  oro  resgatadas,  entre  grandes  y 
pequeñas,  220,  é  pesaron  todas  nueve  marcos  é  tres 
ochavas  é  siete  tomines  é  un  grano. 

Es  e!  guani  que  se  hobo  por  resgate  12  piezas,  entre 
pequeñas  é  grandes:  las  10  pesaron  un  marco  y  seis 
onzas  é  tres  ochavas  é  seis  tomines;  las  dos  piezas  que 
no  se  pesaron  son  un  canutillo  é  un  espejuelo. 

Relación  del  oro  que  trajo   el  Adelantado   de    Ver- 
agua cuando  trajo  preso  al  Cacique  é  ciertas  piezas 
de  guani. 

Fueron  cinco  espejos  grandes  de  oro  é  otras  piezas 
menudas,  que  pesaron  tres  marcos  é  tres  onzas  de  oro, 
sin  dos  coronas  que  el  Adelantado  tomó  por  joya  de 


(1)     Portobeh. 


VIAJES   DE   COLÓN  321 

ca:  uan,  é  otro  espejo  que  se  dio  al  Almirante,  que  no 
se  pesó. 

De  gfuani  fueron  23  piezas,  que  pesaron  tres  mar- 
cos. —DiEGO  DE  Porras. 

Todo  el  resgate  que  de  Castilla  se  levó,  así  de  pie- 
zas de  paños  é  de  lienzos  palomeras  de  Flandes,  é 
sobre  mesas  é  resg^ate  de  mercería,  de  que  en  aquella 
tierra  muy  poco  se  gastó,  todo  lo  entregué  al  Almiran- 
te, é  lo  dio  á  un  suyo;  de  todo  tengo  la  relación  para 
cuando  me  fuere"  demandada,  é  de  otras  cosas  así  de 
tiros  é  de  jarcia  é  herramientas  que  se  perdieron,  á 
cuya  culpa  de  todo  daré  entera  relacion.=DlEGO  DE 
Porras. 

Quien  este  resgate  recibió  é  lo  gastó  se  dice  Pedro 
Gentil,  vecino  de  Palos,  criado  del  Almirante. 

Relación  de  la  gente  é  navios  que  llevó  á  descubrir  el 
Almirante  Don  Cristóbal  Colon. 

CARABELA    CAPITANA 

Diego  Tristan,  capitán:  falleció  jueves  seis  de  Abril 
de  1502. 

Ambrosio  Sánchez,  maestre. 

Juan  Sánchez,  piloto  mayor  de  la  Armada:  falleció 
á  17  de  Mayo  de  1504. 

Antón  Donato,  contramaestre. 


Ma 


rineros. 


Martin  Dati. 

Bartolomé  García:  falleció  domingo  28  de  Mayo  de 
503  años. 

Pero  Rodríguez:  falleció  jueves  6  de  Abril  de  503 
años. 

Juan  Rodríguez. 

VIAJES  UK  COLÓN  21 


322  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Alonso  de  Almagro. 

Pedro  de  Toledo, 

Pedro  de  Maya:  falleció  jueves  6  de  Abril  de  503 
años. 

Juan  Gómez. 

Dieg^o  Roldan. 

Juan  Galleg-o. 

Juan  de  Valencia:  falleció  sábado  13  de  Enero 
de  504. 

Gonzalo  Rodríguez:  falleció  martes*  4  de  Abril  de 
503. 

Tristan  Pérez  Chinchorrero. 

Rodrigo  Vergayo. 

Escuderos. 

Pedro  Fernandez  Coronel. 
Francisco  Ruiz. 
Alonso  de  Zamora. 
/    Guillermo  Ginovés. 
Maestre  Bernal,  Físico. 

Grumeies, 

Diego  Portogalete:  falleció  miércoles  á  4  de  Enero 
de  503. 

Martín  Juan, 

Donís  de  Gaive. 

Juan  de  Zumados. 

Francisco  de  Estrada. 

Antón  Chavarin. 

Alonso,  criado  de  Mateo  Sánchez:  falleció  jueves  6 
de  Abril  de  503. 

Grigorío  Sollo:  falleció  miércoles  27  de  Junio  de 
504. 

Diego  el  Negro. 

Pero  Sánchez. 


VIAJES    DE    COLÓN  323 

Francisco  Sánchez. 

Francisco  de  Morón. 

Juan  de  Murcia. 
I  Grigorio  Ginovés. 

Ferrando  Dávila. 

Alonso  de  León. 

Juan  de  Miranda:  falleció  martes  11  de  Abril  de  503. 

García  de  Morales:  quedó  por  doliente  en  Cádiz; 
era  criado  del  Almirante. 

Juan  Garrido:  falleció  á  27  de  Febrero  de  504. 

Baltasar  Daragon. 

Oficiales  de  nao, 

Martin  de  Arriera,  tonelero. 

Doming-o  Viscaino,  calafate:  falleció  jueves  6  de 
Abril  de  503. 

Diego  Francés,  carpintero. 

Juan  Barba,  lombardero:  falleció  á  20  de  Mayo  de 
504. 

Mateo  Bombardero:  falleció  jueves  6  de  Abril  de 
503. 

Juan  de  Cueliar,  trompeta. 

Gonzalo  de  Salazar,  trompeta. 

CARABELA  «SANTIAGO»,  DE  PALOS 

Francisco  de  Porras,  capitán. 

Diego  de  Porras,  escribano  é  oficial  de  la  Armada. 

Francisco  Bermudez,  maestre. 

Pero  Gómez,  contramaestre. 


Marineros. 

Rodrigo  Xímon. 

Francisco  Domingo:  falleció  sábado  4  de  Febrero 
de  503. 


324  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

luán  de  Quijo. 

Juan  Rodrig-uez:  falleció  á  6  de  Abril  de  503. 

Juan  de  la  Feria. 

Juan  Camacho. 

Juan  Grand. 

Juan  Reynaltes:  falleció  jueves  6  de  Abril  de  503. 

Diego  Gómez. 


Diego  Martin. 
Alonso  Martin. 


Escuderos, 


Francisco  de  Farias. 
Diego  Méndez. 
Pedro  Gentil. 
Andrea  Ginovés. 
Juan  Jácome. 
Batista  Ginovés. 


Grumetes. 


Gonzalo  Ramirez. 

Juan  Bandrojin:  falleció  á  23  de  Octubre  de  503. 

Diego  Ximon. 

Aparicio. 

Donis  :  falleció  jueves  1.°  de  Junio  de  503. 

Alonso  Escarraman,  Francisco  Márquez  y  Juan  de 
Moguer  llevan  sueldo  de  dos  grumetes;  el  Alonso  fa- 
lleció martes  23  de  Enero  de  504. 

Alonso  de  Cea. 

Pedro  de  Villatoro. 

Ramiro  Ramirez. 

Francisco  Dávila. 

Diego  de  Mendoza. 
[Diego  Cataño. 

Oficiales  de  nao, 
\     Bartolomé  de  Milán,  lombardero. 


VIAJES   DE   COLÓN  325 

Juan  de  Noya,  tonelero. 

Domingo  Darana,  calafate:  falleció  jueves  6  de  Abril 
de  503. 
v    Machin,  carpintero, 

NAVIO    «GALLEGO» 

Pedro  de  Terreros,  capitán:  falleció  miércoles  29 
de  Mayo  de  504. 

Juan  Quintero,  maestre. 

Alonso  Ramón,  contramaestre:  falleció  jueves  á  6 
de  Abril  de  503. 

Marineros. 

Rui  Ferrandes. 

Luis  Ferrandes. 

Gonzalo  Garcia. 

Pedro  Mateos. 

Julián  Martin:  falleció  jueves  6  de  Abril  de  503. 

Diego  Cabezudo. 

Diego  Barranco. 

Diego  Delgado. 

Rodrigalvares. 


Gonzalo  Camacho. 


Escuderos. 


Grumetes. 


Pedro  de  Flandes. 

Bartolomé   Ramirez:   falleció    jueves   6   de   Abril 
de  503. 

Antón  Quintero. 
Bartolomé  Dalza. 


326  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

Gonzalo  Flamenco. 
Pedro  Barranco. 

luán  Galdil:  falleció  9  de  Setiembre  de  504. 
Alonso  Peñac. 
Esteban  Mateos,  page. 
Diego  de  Santander. 
Garcia  Polanco. 
Juan  Garcia. 

Francisco  de  Medina;  huyó  en  ía  Española,  no  se 
supo  mas  de  él. 

Juan  de  San  Martín. 

NAVÍO    «vizcaíno» 

/       Bartolomé  de  Fresco,  Ginovés,  capitán. 

Juan  Pérez,  maestre:  falleció  sábado  7  de  Octubre 
de  503. 

Martin  de  Fuenterabia,  contramaestre:  falleció  á  17 
de  Setiembre  de  502. 

Marineros. 

Pedro  de  Ledesma. 

Juan  Ferro. 

Juan  Moreno. 

San  Juan. 

Gonzalo  Diaz. 

Gonzalo  Gallego;  huyó  en  la  Isla  Española,  y  dije- 
ron que  habia  fallecido. 

Alonso  de  la  Calle:  falleció  martes  23  de  Mayo 
de  503. 

Lope  de  Pego. 

Escuderos, 

Fray  Alejandre,  en  lugar  de  Escudero. 
\    Juan  Pasau,  Ginovés. 


VIAJES    DE    COLÓN  327 


Grumetes, 


Migfuel  de  Lariaga:  falleció  sábado  17  de  Setiembre 
de  502. 

Andrés  de  Sevilla. 

Luis  de  Vargas. 
I     Batista  Ginovés. 

Francisco  de  Levante. 

Francisco  de  Córdoba;  entró  en  lugar  de  un  escu- 
dero, criado  del  Almirante,  que  se  quedó  en  Sevilla. 
Se  huyó  en  la  Española  á  la  ida,  y  esta  allá. 

Pedro  de  Montesel. 

Rodrigo  de  Escobar. 

Domingo  de  Barbasta  ó  Narbasta:  falleció  martes 
26  de  Marzo  de  504. 

Pascual  de  Ausurraga. 

Cheneco  ó  Cheulco,  page. 

Marco  Surjano:  falleció  miércoles  11  de  Setiembre 
de  504  años. 

La  carabela  Capitana  se  fletó  á  razón  de  9,000  ma- 

vedis  cada  mes. 

La  carabela  Santiago  se  fletó  á  razón  de  10,000  ma- 
ravedís cada  mes. 

El  navio  Gallego,  á  razón  de  8,333  maravedís. 

Lacarabela  Vízcaina,á  7,000  maravedís  por  cada  mes. 

Ficiéronse  á  la  vela  del  río  de  Sevilla  miércoles  á  3 
dias  del  mes  de  Abril  de  502  años. 

Comenzó  á  ganar  la  carabela  Capitana  dende  3  de 
Abril  de  502  años.  Zabordóse  en  Jamaica  por  manda- 
do del  Almirante  sábado  á  12  de  Agosto  de  503  años. 

Comenzó  á  ganar  sueldo  la  carabela  que  se  decia 
Santiago  dende  3  dias  de  Abril  de  502  años.  Zabor- 
dóse en  Jamaica  domingo  á  23  de  Julio  de  503  años. 

Comenzó  á  ganar  sueldo  el  navio  Gallego  dende 
miércoles  3  dias  de  Abril  de  502  años;  quedó  este 


328  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

navio  en  Veragua,  que  lo  dejaba  el  Almirante  con  la 
gente  para  fortaleza;  sirvió  fasta  sábado  15  de  Abril 
de  503  años,  que  lo  desamparó  la  gente. 

Comenzó  á  ganar  sueldo  la  carabela  Vizcaína  dende 
miércoles  3  de  Abril  de  502  años.  Comprósela  el  Al- 
mirante al  maestre  por  precio  de  40,000  maravedis, 
para  enviar  á  la  Española;  fué  la  venta  miércoles  15 
dias  de  Febrero  de  503  años. 

Llegó  el  Almirante  á  surgir  de  vuelta  de  su  viage  al 
puerto  de  San  Lúcar  jueves  á  7  dias  de  Noviembre  de 
504  años.=DiEGO  de  Porras. 

Don  Tomás  González,  del  Consejo  de  S.  M.,  canó- 
nigo de  la  Santa  Iglesia  de  Plasencia,  académico  co- 
rrespondiente de  la  historia  y  comisionado  regio  para 
el  reconocimiento  y  arreglo  del  archivo  general  de  Si 
mancas,  certifico  que  esta  copia  está  conforme  con  su 
original,  que  se  conserva  en  el  mencionado  archivo,  y 
lo  firmo  en  él  á  20  de  Enero  de  182J. =ToMÁs  Gon- 
zález. 


CARTA 

QUE  ESCRIBIÓ  D.  CRISTÓBAL  COLON,  VIREY  Y  ALMIRANTE  DE 
LAS  INDIAS,  Á  LOS  CRISTIANÍSIMOS  Y  MUY  PODEROSOS  REY  Y 
REINA  DE  ESPAÑA,  NUESTROS  SEÑORES,  EN  QUE  LES  NOTIFICA 
CUANTO  LE  HA  ACONTECIDO  EN  SU  VIAGE,  Y  LAS  TIERRAS, 
PROVINCIAS,  CIUDADES,  RÍOS  Y  OTRAS  COSAS  MARAVILLOSAS, 
Y  DONDE  HAY  MINAS  DE  ORO  EN  MUCHA  CANTIDAD,  Y  OTRAS 
COSAS  DE  GRAN  RIQUEZA  Y  VALOR 


^SERENÍSIMOS  y  muy  altos  y  poderosos  Príncipes  Rey 
*^^  é  Reina  nuestros  Señores:  Dé  Cáliz  pasé  á  Cana- 
ria en  cuatro  días,  y  dende  á  las  Indias  en  diez  y  seis 
dias,  donde  escribia.  Mi  intención  era  dar  prisa  á  mi 
viage  en  cuanto  yo  tenia  los  navios  buenos,  la  gfente  y 
los  bastimentos,  y  que  mi  derrota  era  en  la  I  ,!a  d  i  Ja- 
maica; y  en  la  Isla  Dominica  escribí  esto;  fasta  allí  truje 
el  tiempo  á  pedir  por  la  boca.  Esa  noche  que  allí  entré 
fue  con  tormenta,  y  grande,  y  me  persiguió  después 
siempre.  Cuando  llegué  sobre  la  Española  invié  el  en- 
voltorio de  cartas,  y  á  pedir  por  merced  un  navio  por 
mis  dineros,  porque  otro  que  yo  llevaba  era  inavega- 
ble  y  no  sufría  velas.  Las  cartas  tomaron,  y  sabrán,  si 
se  las  dieron,  la  respuesta.  Para  mí  fue  mandarme  de 
parte  de  ahí  que  yo  no  pasase  ni  llegase  á  la  tierra; 
cayó  el  corazón  á  la  gente  que  iba  conmigo,  por  temor 
de  los  llevar  yo  lejos,  diciendo  que  si  algún  caso  de 
peligro  les  viniese  que  no  serian  remediados  allí,  antes 
les  seria  fecha  alguna  grande  afrenta.  También  á  quien 
plugo  dijo  que  el  Comendador  había  de  proveer  las 
tierras  que  yo  ganase.  La  tormenta  era  terrible,  y  en 
aquella  noche  me  desmembró  los  navios:  á  cada  uno 


330  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

llevó  por  su  cabo  sin  esperanzas,  salvo  de  muerte;  cada 
uno  de  ellos  tenia  por  cierto  que  los  otros  eran  per- 
didos. ¿Quién  nasció,  sin  quitar  á  Job,  que  no  muriera 
desesperado?  que  por  mi  salvación  y  de  mi  fijo,  her- 
mano y  amigos  me  fuese  en  tal  tiempo  defendida  la 
tierra  y  los  puertos  que  yo,  por  la  voluntad  de  Dios, 
g-ané  á  España  sudando  sangre? — E  torno  á  los  navios 
que  así  me  habia  llevado  la  tormenta  y  dejado  á  mí 
solo.  Deparómelos  nuestro  Señor  cuando  le  plugo.  El 
navio  Sospechoso  habia  echado  á  la  mar,  por  escapar, 
fasta  la  isola  la  Gallega;  perdió  la  barca,  y  todos  gran 
parte  de  los  bastimentos;  en  el  que  yo  iba,  abalumado 
á  maravilla,  nuestro  Señor  le  salvó  que  no  hubo  daño 
de  una  paja.  En  el  Sospechoso  iba  mi  hermano;  y  él, 
después  de  Dios,  fue  su  remedio.  E  con  esta  tormenta, 
así  á  gatas  me  llegué  á  Jamaica;  allí  se  mudó  de  mar 
alta  en  calmería  y  grande  corriente,  y  me  llevó  fasta  el 
Jardín  de  la  Reina  sin  ver  tierra.  De  allí,  cuando  pude, 
navegué  á  la  tierra  firme,  adonde  me  salió  el  viento  y 
corriente  terrible  al  opósito;  combatí  con  ellos  sesenta 
dias,  y  en  fin  no  le  pude  ganar  mas  de  70  leguas. — En 
todo  este  tiempo  no  entré  en  puerto,  ni  pude,  ni  me 
dejó  tormenta  del  cielo,  agua  y  trombones  y  relámpa- 
gos de  continuo,  que  parecía  el  fin  del  mundo.  Llegué 
al  cabo  de  Gracias  á  Dios,  y  de  allí  me  dio  nuestro 
Señor  próspero  el  viento  y  corriente.  Esto  fue  á  12  de 
Setiembre.  Ochenta  y  ocho  dias  habia  que  no  me 
habia  dejado  espantable  tormenta,  á  tanto  que  no  vide 
el  sol  ni  estrellas  por  mar;  que  á  los  navios  tenia  yo 

C  abiertos,  á  las  velas  rotas,  y  perdidas  anclas  y  jarcia, 
cables,  con  las  barcas  y  muchos  bastimentos,  la  gente 
^  muy  enferma,  y  todos  contritos,  y  muchos  con  prome- 
l  sa  de  religión,  y  no  ninguno  sin  otros  votos  y  rome- 
rías. Muchas  veces  habían  llegado  á  se  confesar  los 
unos  á  los  otros.  Otras  tormentas  se  han  visto,  mas  no 

r  durar  tanto  ni  con  tanto  espanto.  Muchos  esmorecie- 
ron, harto  y  hartas  veces  que  teníamos  por  esforzados. 


VIAJES  DE  COLÓN  331 

El  dolor  del  fijo  que  yo  tenia  allí  me  arrancaba  el  áni- 
ma, y  mas  por  verle  de  tan  nueva  edad,  de  13  años,  en  > 
tanta  fatiga,  y  durar  en  ello  tanto;  nuestro  Señor  le  dio 
tal  esfuerzo  que  él  avivaba  á  ios  otros,  y  en  las  obras 
hacia  él  como  si  hubiera  navegado  ochenta  años,  y  él 
rae  consolaba.  Yo  había  adolescido  y  llegado  fartas 
veces  á  la  muerte.  De  una  camarilla  que  yo  mandé 
facer  sobre  cubierta,  mandaba  la  vía.  Mi  hermano  esta- 
ba en  el  peor  navio  y  mas  peligroso.  Gran  dolor  era  el 
mió,  y  mayor  porque  lo  truje  contra  su  grado;  porque, 
por  mi  dicha,  poco  me  han  aprovechado  veinte  años 
de  servicio  que  yo  he  servido  con  tantos  trabajos  y  pe- 
ligros, que  hoy  dia  no  tengo  en  Castilla  una  teja;  si  ^ 
quiero  comer  ó  dormir  no  tengo,  salvo  al  mesón  ó  ta-  ^ 
berna,  y  las  mas  de  las  veces  falta  para  pagar  el  esco- 
te. Otra  lástima  me  arrancaba  el  corazón  por  las  espal-  r 
das,  y  era  de  D.  Diego  mi  hijo,  que  yo  dejé  en  España 
tan  huérfano  y  desposesionado  de  mi  honra  é  hacien- 
da; bien  que  tenia  por  cierto  que  allá,  como  justos  y 
agradecidos  Príncipes,  le  restituirían  con  acrescenta- 
miento  en  todo.  Llegué  á  tierra  de  Cariay,  adonde  me 
detuve  á  remediar  los  navios  y  bastimentos  y  dar 
aliento  á  la  gente,  que  venia  muy  enferma.  Yo,  que, 
como  ciije,  había  llegado  muchas  veces  á  la  muerte,  allí 
supe  de  las  minas  del  oro  de  la  provincia  de  Ciambat  ^ 
que  yo  buscaba.  Dos  indios  me  llevaron  á  Carambaru,  * 
adonde  la  gente  anda  desnuda  y  al  cuello  un  espejo 
de  oro;  mas  no  le  querían  vender  ni  dar  á  trueque. 
Nombráronme  muchos  lugares  en  la  costa  de  la  mar 
adonde  decían  que  había  oro  y  minas;  el  postrero  era 
Veragua^  y  lejos  de  allí  obra  de  25  leguas;  partí  con 
intención  de  los  tentar  á  todos,  y  llegado  ya  el  medio 
supe  que  había  minas  á  dos  jornadas  de  andadura; 
acordé  de  inviarlas  á  ver  víspera  de  San  Simón  y  Ju- 
das, que  había  de  ser  la  partida;  en  esa  noche  se  le- 
vantó tanta  mar  y  viento,  que  fue  necesario  de  correr 
hacia  adonde  él  quiso;  y  el  indio  adalid  de  las  minas, 


332  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

siempre  conmigo. — En  todos  estos  lugares  adonde  yo 
habla  estado  fallé  verdad  todo  lo  que  yo  habia  oido; 
esto  me  certificó  que  es  así  de  la  provincia  de  Cigua- 
re,  que  según  ellos  es  descrita  nueve  jornadas  de  an- 
;  dadura  por  tierra  al  Poniente;  allí  dicen  que  hay  infi- 
nito oro,  y  que  traen  corales  en  las  cabezas,  manillas  á 
los  pies  y  á  los  brazos  delIo>  y  bien  gordas,  y  del  si 
lias,  arcas  y  mesas  las  guarnecen  y  enforran.  También 
dijeron  que  las  mugeres  de  alli  traían  collares  colgados 
de  la  cabeza  á  las  espaldas.  En  esto  que  yo  digo,  la 
gente  toda  de  estos  lugares  conciertan  en  ello,  y  dicen 
tanto  que  yo  seria  contento  con  el  diezmo.  También 
todos  conocieron  la  pimienta.  En  Ciguare  usan  tratar 
en  ferias  y  mercaderías;  esta  gente  así  lo  cuentan,  y 
me  amostraban  el  modo  y  forma  que  tienen  en  la  ba- 
rata. Otrosí,  dicen  que  las  naos  traen  bombardas,  arcos 
y  flechas,  espadas  y  corazas,  y  andan  vestidos,  y  en  la 
tierra  hay  caballos,  y  usan  la  guerra,  y  traen  ricas  ves- 
tiduras, y  tienen  buenas  cosas.  También  dicen  que  la 
mar  boxa  á  Ciguare,  y  de  allí  á  10  jornadas  es  el  rio 
de  Gangues  (1).  Parece  que  estas  tierras  están  con  Ver- 
agua como  Tortosa  con  Fuenterabia  ó  Pisa  con  Ve- 
necia.  Cuando  yo  partí  de  Carambaru  y  llegué  á  esos 
lugares  que  dije  fallé  la  gente  en  aquel  mismo  uso, 
salvo  que  los  espejos  del  oro  quien  los  tenia  los  daba 
por  tres  cascabeles  de  gabilan  por  el  uno,  bien  que 
pesasen  10  ó  15  ducados  de  peso.  En  todos  sus  usos 
son  como  los  de  la  Española.  El  oro  cogen  con  otras 
artes,  bien  que  todos  son  nada  con  ios  de  los  cristia- 
nos. Esto  que  yo  he  dicho  es  lo  que  oyó.  Lo  que  yo  sé 
es  que  el  año  de  94  navegué  en  24°  al  Poniente  en  tér- 
mino de  nueve  horas,  y  no  pudo  haber  yerro  porque 
hubo  eclipses:  el  sol  estaba  en  Libra  y  la  luna  en  Arie- 
te. También  esto  que  yo  supe  por  palabra  habíalo  yo 


(1)     Como  Colon  creía  ser  aquel  el  Continente  del  Asia 
juzgaba  estar  allí  el  río  Ganges,  a  10  jornadas  de  Ciguare 


VIAJES    DE    COLÓN  333 

sabido  largo  por  escrito.  Tolomeo  creyó  de  haber 
bien  remedado  á  Marino,  y  ahora  se  falla  su  escritura 
bien  propincua  al  cierto.  Tolomeo  asienta  Catigara  á 
12  líneas  lejos  de  su  Occidente,  que  él  asentó  sobre 
el  cabo  de  San  Vicente,  en  Portugal,  dos  grados  y  un 
tercio.  Marino  en  15  líneas  constituyó  la  tierra  é  tér- 
minos. Marino  en  Etiopia  escribe  al  indo  la  linea  equi- 
noccial mas  de  24°,  y  ahora  que  los  portugueses  le  na- 
vegan le  fallan  cierto.  Tolomeo  diz  que  la  tierra  mas 
austral  es  el  plazo  primero,  y  que  no  abaja  mas  de  15° 
y  un  tercio.  E  el  mundo  es  poco:  el  enjuto  de  ello  es 
seis  partes;  la  séptima  solamente  cubierta  de  agua;  la 
experiencia  ya  está  vista,  y  la  escribí  por  otras  letras  y 
con  adornamiento  de  la  Sacra  Escriptura,  con  el  sitio 
del  Paraíso  terrenal,  que  la  santa  Iglesia  aprueba;  digo 
que  el  mundo  no  es  tan  grande  como  dice  el  vulgo,  y 
que  un  grado  de  la  equinoccial  está  56  millas  y  dos 
tercios:  pero  esto  se  tocará  con  el  dedo.  Dejo  esto, 
por  cuanto  no  es  mi  propósito  de  fablar  en  aquella 
materia,  salvo  de  dar  cuenta  de  mi  duro  y  trabajoso 
viage,  bien  que  él  sea  el  mas  noble  y  provechoso, — 
Digo  que  víspera  de  San  Simón  y  Judas  corrí  donde 
el  viento  me  llevaba,  sin  poder  resistirle.  En  un  puer- 
to excusé  diez  días  de  gran  fortuna  de  la  mar  y  del 
cielo  allí  acordé  de  no  volver  atrás  á  las  minas,  y  dé- 
jelas ya  por  ganadas.  Partí,  por  seguir  mi  viage,  llo- 
viendo; llegué  á  puerto  de  Bastimentos,  adonde  entré, 
y  no  de  grado:  la  tormenta  y  gran  corriente  me  entró 
allí  catorce  dias;  y  después  partí,  y  no  con  buen  tiem- 
po. Cuando  yo  hube  andado  15  leguas,  forzosamente 
me  reposó  atrás  el  viento  y  corriente  con  furia;  vol- 
viendo yo  al  puerto  de  donde  había  salido,  fallé  en  el 
camino  al  Retrete,  adonde  me  retruje  con  harto  peligro 
y  enojo,  y  bien  fatigado  yo  y  los  navios  y  la  gente;  de- 
túveme  allí  quince  dias,  que  así  lo  quiso  el  cruel  tiem- 
po; y  cuando  creí  de  haber  acabado  me  fallé  de  co- 
mienzo; allí  mudé  de  sentencia  de  volver  á  las  minas 


334  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

y  hacer  algo  fasta  que  me  viniese  tiempo  para  mi  viage 
y  marear;  y  iiegado  con  4  leguas,  revino  la  tormenta,  y 
me  fatigó  tanto  á  tanto  que  ya  no  sabia  de  mi  parte. 
Allí  se  me  refrescó  del  mal  la  llaga:  nueve  dias  anduve 
perdido  sin  esperanza  de  vida;  ojos  nunca  vieron  la 
mar  tan  alta,  fea  y  hecha  espuma.  El  viento  no  era  para 
ir  adelante,  ni  daba  lugar  para  correr  hacia  algún  cabo. 
Allí  me  detenia  en  aquella  mar  fecha  sangre,  herbien- 
do  como  caldera  por  gran  fuego.  El  cielo  jamás  fue 
visto  tan  espantoso:  un  dia  con  la  noche  ardió  como 
forno,  y  así  echaba  la  llama  con  los  rayos,  que  cada 
vez  miraba  yo  si  me  habia  llevado  los  masteies  y  velas; 
venían  con  tanta  furia  espantables,  que  todos  creíamos 
que  me  habían  de  fundir  los  navios.  En  todo  este  tiem- 
\  po  jamás  cesó  agua  del  cíelo,  y  no  para  decir  que  11o- 
I  vía,  salvo  que  resegundaba  otro  diluvio.  La  gente  es- 
I  taba  ya  tan  molida  que  deseaban  la  muerte  para  salir 
'  de  tantos  martirios.  Los  navios  ya  habían  perdido  dos 
veces  las  barcas,  anclas,  cuerdas,  y  estaban  abiertos, 
•sin  velas. — Cuando  plugo  á  nuestro  Señor  volví  á 
Puerto  Gordot  adonde  reparé  lo  mejor  que  pude.  Voí 
vi  otra  vez  hacia  Veragua  para  mi  viage,  aunque  yo  no 
estuviera  para  ello.  Todavía  era  el  viento  y  corrientes 
contrarios.  Llegué  casi  adonde  antes,  y  allí  me  salió 
otra  vez  el  viento  y  corrientes  al  encuentro,  y  volví 
otra  vez  al  puerto:  que  no  osé  esperar  la  oposición  de 
Saturno  con  mares  tan  desbaratados  en  costa  brava, 
porque  las  mas  de  las  veces  trae  tempestad  ó  fuerte 
tiempo.  Esto  fue  día  de  Navidad  en  horas  de  misa. 
Volví  otra  vez  adonde  yo  habia  salido,  con  harta  fati- 
ga, y  pasado  año  nuevo  torné  á  la  porfía:  que  aunque 
me  hiciera  buen  tiempo  para  mi  viage,  ya  tenia  los  na 
víos  inavegables  y  la  gente  muerta  y  enferma.  Dia  de 
la  Epifanía  llegué  á  VeraguUf  ya  sin  aliento;  allí  me 
deparó  nuestro  Señor  un  río  y  seguro  puerto,  bien  que 
á  la  entrada  no  tenia  salvo  10  palmos  de  fondo;  metí- 
me  en  él  con  pena,  y  el  dia  siguiente  recordó  la  fortu- 


VIAJES    DE    COLÓN  335 

na:  si  me  faUa  fuera,  no  pudiera  entrar  á  causa  del 
banco.  Llovió  sin  cesar  fasta  14  de  Febrero,  que  nunca 
hubo  lug-ar  de  entrar  en  la  tierra  ni  de  me  remediar  en 
nada;  y  estando  ya  seguro,  á  24  de  Enero,  de  improviso 
vino  el  rio  muy  alto  y  fuerte;  quebróme  las  amarras  y 
proeses  (1),  y  hubo  de  llevar  los  navios,  y  cierto  los  vi 
en  mayor  peligro  que  nunca.  Remedió  nuestro  Señor, 
como  siempre  hizo.  No  sé  si  hubo  otro  con  mas  mar- 
tirios. A  6  de  Febrero,  lloviendo,  invié  70  hombres  la 
tierra  adentro;  y  á  las  5  leguas  fallaron  muchas  n^inas; 
ios  indios  que  iban  con  ellos  los  llevaron  á  un  cerro 
muy  alto,  y  de  allí  les  mostraron  hacia  toda  parte  cuan- 
to los  ojos  alcanzaban,  diciendo  que  en  toda  parte 
habia  oro,  y  que  hacia  el  Poniente  llegaban  las  minas 
20  jornadas,  y  nombraban  las  villas  y  lugares  y  adonde 
habia  de  ello  mas  ó  menos.  Después  supe  yo  que  el 
Quibian  que  habia  dado  estos  indios  les  habia  man- 
dado que  fuesen  á  mostrar  las  minas  lejos  y  de  otro  su 
contrario;  y  que  adentro  de  su  pueblo  cogian,  cuando 
él  queria,  un  hombre  en  diez  dias  una  mozada  de  oro; 
los  indios  sus  criados,  y  testigos  de  esto,  traigo  conmi- 
go. Adonde  él  tiene  el  pueblo  llegan  las  barcas.  Vol- 
vió mi  hermano  con  esa  gente,  y  todos  con  oro  que 
habían  cogido  en  cuatro  horas  que  fue  allá  á  la  estada. 
La  calidad  es  grande,  porque  ninguno  de  estos  jamás 
habia  visto  minas,  y  los  mas,  oro.  Los  mas  eran  gente 
de  la  mar,  y  casi  todos  grumetes.  Yo  tenia  mucho  apa- 
rejo para  edificar  y  muchos  bastimentos.  Asenté  pue- 
blo y  di  muchas  dádivas  al  Quibian,  que  así  llaman  al 
Señor  de  la  tierra;  y  bien  sabia  que  no  habia  de  durar 
la  concordia:  ellos  muy  rústicos  y  nuestra  gente  muy 
importunos,  y  me  aposesionaba  en  su  término;  después 
que  él  vido  las  cosas  fechas  y  el  tráfago  tan  vivo,  acor- 


(1)  Debe  decir  proises  o  proizes.  Proiz  es  la  piedra  u 
otra  cosa  firme  en  tierra  donde  se  amarran  las  embarcacio- 
nes. Hoy  se  llama  noray. 


336  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

dó  de  las  quemar  y  matarnos  á  todos;  muy  al  revés 
salió  su  propósito:  quedó  preso  el,  mug-eres  y  fijos  y 
criados;  bien  que  su  prisión  duró  poco:  el  Quibían  se 
fuyó  á  un  hombre  honrado  á  quien  se  habia  entregado 
con  guarda  de  hombres,  é  los  hijos  se  fueron  á  un 
maestre  de  navio,  a  quien  se  dieron  en  él  á'  buen  re- 
caudo.— En  Enero  se  habia  cerrado  la  boca  del  rio.  En 
Abril  los  navios  estaban  todos  comidos  de  broma,  y 
no  los  podia  sostener  sobre  agua.  En  este  tiempo  hizo 
el  rio  una  canal,  por  donde  saqué  tres  dellos  vacios 
con  gran  pena.  Las  barcas  volvieron  adentro  por  la  sal 
y  agua.  La  mar  se  puso  alta  y  fea,  y  no  les  dejó  salir 
fuera;  los  indios  fueron  muchos  y  juntos  y  las  comba- 
tieron, y  en  fin  los  mataron.  Mi  hermano  y  la  otra 
gente  toda  estaban  en  un  navio  que  quedó  adentro;  yo, 
muy  solo,  de  fuera,  en  tan  brava  costa,  con  fuerte  fiebre, 
en  tanta  fatiga;  la  esperanza  de  escapar  era  muerta; 
subí  así  trabajando  lo  mas  alto,  llamando  á  voz  teme- 
rosa, llorando,  y  muy  aprisa,  los  maestros  de  la  guerra 
de  vuestras  Altezas,  á  todos  cuatro  los  vientos,  por  so- 
corro; mas  nunca  me  respondieron.  Cansado,  me  dor- 
mecí  gimiendo;  una  voz  muy  piadosa  oí  diciendo:/0 
estulto  y  tardo  á  creer  y  á  servir  á  tu  Dios,  Dios  de 
todos!  ¿Qué  hizo  él  mas  por  Moysés  ó  por  David  su 
siervo?  Desque  nasciste,  siempre  él  tuvo  de  ti  muy 
grande  cargo.  Cuando  te  vido  en  edad  de  que  él  fue 
contento,  maravillosamente  hizo  sonar  tu  nombre  en 
la  tierra.  Las  Indias,  que  son  parte  del  mundo,  tan 
ricas,  te  las  dio  por  tuyas;  tú  las  repartiste  adonde  te 
plugo,  y  te  dio  poder  para  ello.  De  los  atamientos  de 
la  mar  océana,  que  estaban  cerrados  con  cadenas  tan 
fuerteSi  te  dio  las  llaves;  y  fuistes  obedescido  en  tantas 
tierras,  y  de  los  cristianos  cobraste  tan  honrada  fama. 
¿Qué  hizo  el  mas  alto  pueblo  de  Israel  cuando  le  sacó 
de  Egipto?  ¿Ni  por  David,  que  de  pastor  hizo  Rey  en 
Judea?  Tórnate  á  él,  y  conoce  ya  tu  yerro;  su  miseri- 
cordia es  infinita;  tu  vejez  no  impedirá  á  toda  cosa 


VIAJES  DE  COLÓN  337 

grande;  muchas  heredades  tiene  él  grandísimas.  Abra- 
han  pasaba  de  cien  años  cuando  engendró  a  Isaac,  ¿ni 
Sara  era  moza?  Tú  llamas  por  socorro  incierto;  res- 
ponde: ¿quién  te  ha  afligido  tanto  y  tantas  veces.  Dios 
ó  el  mundo?  Los  privilegios  y  promesas  que  dá  Dios 
no  las  quebranta,  ni  dice  después  de  haber  recibido  el 
servicio  que  su  intención  no  era  esta  y  que  se  entien- 
de de  otra  manera,  ni  dá  martirios  por  dar  color  á  la 
fuerza:  él  vá  al  pié  de  la  letra;  todo  lo  que  él  promete 
cumple  con  acrescentamiento:  ¿esto  es  uso?  Dicho 
tengo  lo  que  tu  Criador  ha  fecho  por  ti  y  hace  con 
todos.  Ahora  medio  muestra  el  galardón  de  estos  afa- 
nes y  peligros  que  has  pasado  sirviendo  á  otros.  Yo, 
así  amortecicio  oí  todo;  mas  no  tuve  yo  respuesta  á  pa- 
labras tan  ciertas,  salvo  llorar  por  mis  yerros.  Acabó 
él  de  fabiar,  quien  quiera  que  fuese,  diciendo:  No 
temas,  confia:  todas  estas  tribulaciones  están  escritas 
en  piedra  mármol,  y  no  sin  causa. — Levánteme  cuan- 
do pude;  y  al  cabo  de  nueve  dias  hizo  bonanza,  mas 
no  para  sacar  navios  del  rio.  Recogí  la  gente  que  esta- 
ba en  tierra,  y  todo  el  resto  que  pude,  porque  no  bas- 
taban para  quedar  y  para  navegar  ios  navios.  Quedara 
yo  á  sostener  el  pueblo  con  todos,  si  vuestras  Altezas 
supieran  de  ello.  El  temor  que  nunca  aportarían  allí 
navios  me  determinó  á  esto,  y  la  cuenta  que  cuando  se 
haya  de  proveer  de  socorro  se  proveerá  de  todo.  Partí, 
en  nombre  de  la  Santísima  Trinidad,  la  noche  de  Pas- 
cua, con  los  navios  podridos,  abrumados,  todos  fechos 
agujeros.  Allí  en  Belén  dejé  uno,  y  hartas  cosas.  En 
Belpuerto  hice  otro  tanto.  No  me  quedaron  salvo  dos 
en  el  estado  de  los  otros,  y  sin  barcas  y  bastimentos, 
por  haber  de  pasar  7,000  millas  de  mar  y  de  agua  ó 
morir  en  la  vía  con  fijo  y  hermano  y  tanta  gente.  Res- 
pondan ahora  los  que  suelen  tachar  y  reprender,  di- 
ciendo allá  de  en  salvo:  ¿por  que  no  hacíades  esto  allí? 
Los  quisiera  yo  en  esta  jornada.  Yo  bien  creo  que  otra 
de  otro  saber  los  aguarda:  á  nuestra  fe  es  ninguna. — 

TIAJEB  DH  COLÓN  22 


338  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

Llegfué  á  13  de  Mayo  en  la  provincia  de  Mago,  que 
parte  con  aquella  del  Catay  o  (1),  y  de  allí  partí  para 
la  Española;  navegué  dos  dias  con  buen  tiempo,  y  des- 
pués fue  contrario.  El  camino  que  yo  llevaba  era  para 
desechar  tanto  número  de  islas,  por  no  me  embarazar 
en  los  bajos  de  ellas.  La  mar  brava  me  hizo  fuerza,  y 
hube  volver  atrás  sin  velas  (2);  surgí  á  una  isla  adonde 
de  golpe  perdí  tres  anclas,  y  á  la  media  noche,  que  pa- 
recía que  el  mundo  se  ensolvía,  se  rompieron  las  ama- 
rras al  otro  navio,  y  vino  sobre  mí,  que  fue  maravilla 
como  no  nos  acabamos  de  se  hacer  rajas:  el  ancla,  de 
forma  que  me  quedó,  fue  ella,  después  de  nuestro 
Señor,  quien  me  sostuvo.  Al  cabo  de  seis  dias,  que  ya 
era  bonanza,  volví  á  mi  camino;  así,  ya  perdido  del  todo 
'^  de  aparejos  y  con  los  navios  horadados  de  gusanos 
/  mas  que  un  panal  de  abejas,  y  la  gente  tan  acobardada 
^  y  perdida,  pasé  algo  adelante  de  donde  yo  había  lle- 
gado denantes;  allí  me  torné  á  reposar  atrás  la  fortu 
na;  paré  en  la  misma  isla  en  mas  seguro  puerto;  al 
cabo  de  ocho  días  torné  á  la  via  y  llegué  á  Jamaica  en 
fin  de  Junio,  siempre  con  vientos  punteros  (3),  y  los 
navios  en  peor  estado;  con  tres  bombas,  tinas  y  calde- 
j  ras  no  podían,  con  toda  la  gente,  vencer  el  agua  que 
entraba  en  el  navio,  ni  para  este  mal  de  broma  hay 
otra  cura.  Cometí  el  camino  para  me  acercar  á  lo  mas 
cerca  de  la  Española,  que  son  28  leguas,  y  no  quisiera 
haber  comenzado.  El  otro  navio  corrió  á  buscar  puer 
to  casi  anegado.  Yo  porfíe  la  vuelta  de  la  mar  con  tor- 


il) Así  lo  dice  Marco  Polo  en  el  cap.  65  de  su  viaje,  y 
de  allí  tomó  Colon  probablemente  esta  noticia,  creyendo 
era  aquel  el  Continente  de  la  Asia. 

(2)  Véase  el  mapa  de  los  viajes  de  Colón  que  acompa- 
ña a  esta  edición,  en  las  páginas  344  y  345. 

(3)  Viento  puntero,  lo  mismo  que  viento  escaso,  o  el  que 
sopla  por  la  proa  o  de  la  parte  adonde  debe  dirigirse  la  de- 
rrota. 


VIAJES   DE   COLÓN  339 

menta.  El  navio  se  me  anegó,  que  milagrosamente  me 
trujo  nuestro  Señor  á  tierra.  ¿Quién  creyera  lo  que  yo 
aquí  escribo?  Digo  que  de  cien  partes  no  he  dicho  la 
una  en  esta  letra.  Los  que  fueron  con  el  Almirante  lo 
atestigüen.  Si  place  á  vuestras  Altezas  de  me  hacer 
merced  de  socorro  un  navio  que  pase  de  64,  con 
200  quintales  de  bizcocho  y  algún  otro  bastimento,  abas- 
tará para  me  llevar  á  mí  y  á  esta  gente  á  España  de  la 
Española.  En  Jamaica  ya  dije  que  no  hay  28  leguas  á 
la  Española.  No  fuera  yo,  bien  que  los  navios  estuvie- 
ran para  ello.  Ya  dije  que  me  fue  mandado  de  parte 
de  vuestras  Altezas  que  no  llegase  á  allá.  Si  este  man- 
dar ha  aprovechado.  Dios  lo  sabe.  Esta  carta  invio  por 
via  y  mano  de  indios:  grande  maravilla  será  si  allá 
llega. — De  mi  viage  digo:  que  fueron  150  personas 
conmigo,  en  que  hay  hartos  suficientes  para  pilotos  y 
grandes  marineros:  ninguno  puede  dar  razón  cierta 
por  donde  fui  yo  ni  vine:  la  razón  es  muy  presta.  Yo 
partí  de  sobre  el  puerto  del  Brasil;  en  la  Española  no 
me  dejó  la  tormenta  ir  al  camino  que  yo  quería;  fue 
por  fuerza  correr  adonde  el  viento  quiso.  En  ese  día 
caí  yo  muy  enfermo;  ninguno  habia  navegado  hacia 
aquella  parte;  cesó  el  viento  y  mar  dende  á  ciertos 
días,  y  se  mudó  la  tormenta  en  calmería  y  grandes  co- 
rrientes. Fui  á  aportar  á  una  isla  que  se  dijo  de  las 
BocaSy  y  de  allí  á  tierra  firme.  Ninguno  puede  dar 
cuenta  verdadera  de  esto,  porque  no  hay  razón  que 
abaste;  porque  fue  ir  con  corriente  sin  ver  tierra  tanto 
número  de  días.  Seguí  la  costa  de  la  tierra  firme;  esta 
se  asentó  con  compás  y  arte.  Ninguno  hay  que  diga 
debajo  cuál  parte  del  cielo  ó  cuándo  yo  partí  de  ella 
para  venir  á  la  Española.  Los  pilotos  creían  venir  á 
parar  á  la  isla  de  Sanct-joan;  y  fuera  en  tierra  de 
MangOf  400  leguas  mas  al  Poniente  de  adonde  decían. 
Respondan,  si  saben,  adonde  es  el  sitio  de  Veragua. 
Digo  que  no  pueden  dar  otra  razón  ni  cuenta,  salvo 
que  fueron  á  unas  tierras  adonde  hay  mucho  oro,  y 


340  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

certificarlo;  mas  para  volver  á  ella,  el  camino  tienen  ig- 
noto: sería  necesario  para  ir  á  ella  descubrirla  como 
de  primero.  Una  cuenta  hay  y  razón  de  astrología,  y 
cierta:  quien  la  entiende  esto  le  abasta.  A  visión  pro- 
fética  se  asemeja  esto.  Las  naos  de  las  Indias,  si  no 
navegan  salvo  á  popa,  no  es  por  la  mala  fechura  ni 
por  ser  fuertes;  las  grandes  corrientes  que  alli  vienen, 
juntamente  con  el  viento,  hacen  que  nadie  porfié  con 
bolina,  porque  en  un  dia  perderían  lo  que  hubiesen 
ganado  en  siete;  ni  saco  carabela  aunque  sea  latina 
portuguesa.  Esta  razón  hace  que  no  naveguen,  salvo 
con  colla,  y  por  esperarle  se  detienen  á  las  veces  seis 
y  ocho  meses  en  puerto;  ni  es  maravilla,  pues  que  en 
España  muchas  veces  acaece  otro  tanto. — La  gente  de 
que  escribe  Papa  Pió  (1),  según  el  sitio  y  señas,  se  ha 
hallado,  mas  no  los  caballos,  pretales  y  frenos  de  oro; 
ni  es  maravilla,  porque  allí  las  tierras  de  la  costa  de  la 
mar  no  requieren,  salvo  pescadores,  ni  yo  me  detuve 
porque  andaba  á  prisa.  En  Cariay  y  en  esas  tierras  de 
su  comarca  son  grandes  fechiceros  y  muy  medrosos. 
Dieran  el  mundo  porque  no  me  detuviera  alli  una 
hora.  Cuando  llegué  allí,  luego  me  inviaron  dos  mu- 
chachas muy  ataviadas;  la  mas  vieja  no  seria  de  once 
años  y  la  otra  de  siete;  ambas  con  tanta  desenvoltura, 
que  no  serian  mas  unas  putas;  fraian  polvos  de  hechi- 
zos escondidos;  en  llegando  las  mandé  adornar  de 
nuestras  cosas  y  las  invié  luego  á  tierra;  allí  vide  una 
sepultura  en  el  monte,  grande  como  una  casa  y  labra- 
da, y  el  cuerpo  descubierto  y  mirando  en  ella.  De  otras 
artes  me  dijeron  y  roas  excelentes.  Animalias  menudas 
y  grandes  hay  hartas  y  muy  diversas  de  las  nuestras. 
Dos  puercos  hube  yo  en  presente,  y  un  perro  de  Ir- 
landa no  osaba  esperarlos.  Un  ballestero  había  herido 


(1)  Pío  II,  que  publicó  un  libro  cuyo  título  es:  Cosmo- 
graphia  seu  historia  rerum  ubique  gesfarum  locorumque  de 
criptio.  (Bossi.) 


VIAJES    DE    COLÓN  341 

una  animalia  que  se  parece  á  gfato  paúl,  salvo  que  es 
mucho  mas  garande  y  e!  rostro  de  hombre;  teníale  atra- 
vesado con  una  saeta  desde  los  pechos  á  la  cola,  y 
porque  era  feroz  le  hubo  de  cortar  un  brazo  y  una 
pierna;  el  puerco,  en  viéndole,  se  le  encrespó  y  se  fue 
huyendo;  yo,  cuando  esto  vi  mande  echarle  begare,  que 
así  se  llama  adonde  estaba;  en  llegando  a  él,  así  estan- 
do á  la  muerte  y  la  saeta  siempre  en  el  cuerpo,  le  echó 
la  cola  por  el  hocico  y  se  la  amarró  muy  fuerte,  y  con 
la  mano  que  le  quedaba  le  arrebató  por  el  copete 
como  á  enemi§"o.  El  auto  tan  nuevo  y  hermosa  monte- 
ría me  hizo  escribir  esto.  De  muchas  maneras  de  ani- 
malias  se  hubo,  mas  todas  mueren  de  barra.  Gallinas 
muy  garandes  y  la  pluma  como  lana  vide  hartas.  Leo- 
nes, ciervos,  corzos,  otro  tanto,  y  así  aves.  Cuando  yo 
andaba  por  aquella  mar  en  fatiga,  en  algunos  se  puso 
heregía  que  estábamos  enfechizados,  que  hoy  día  están 
en  ello.  Otra  gente  fallé  que  comían  hombres:  la  des- 
formidad  de  su  gesto  lo  dice.  Allí  dicen  que  hay  gran- 
des mineros  de  cobre;  hachas  de  ello,  otras  cosas  la- 
bradas, fundidas,  soldadas,  hube,  y  fraguas  con  todo 
su  aparejo  de  platero  y  los  crisoles.  Allí  van  vestidos, 
y  en  aquella  provincia  vide  sábanas  grandes  de  algo- 
don,  labradas  de  muy  sotiles  labores;  otras  pintadas 
muy  sutilmente  á  colores  con  pinceles.  Dicen  que  en 
la  tierra  adentro  hacia  el  Catayo  las  hay  tejidas  de 
oro.  De  todas  estas  tierras  y  de  lo  que  hay  en  ellas, 
falta  de  lengua,  no  se  saben  tan  presto.  Los  pueblos, 
bien  que  sean  espesos,  cada  uno  tiene  diferenciada 
lengua,  y  es  en  tanto  que  no  se  entienden  los  unos  con 
los  otros  mas  que  nos  con  los  de  Arabia.  Yo  creo 
que  esto  sea  en  esta  gente  salvage  de  la  costa  de  la 
mar,  mas  no  en  la  tierra  adentro. — Cuando  yo  descu- 
brí las  Indias  dije  que  eran  el  mayor  señorío  rico  que 
hay  en  el  mundo.  Yo  dije  del  oro,  perlas,  piedras  pre- 
ciosas, especerías,  con  los  tratos  y  ferias,  y  porque  no 
pareció  todo  tan  presto  fui  escandalizado.  Este  castigo 


342  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

me  hace  agora  que  no  diga  salvo  lo  que  yo  oigo  de  los 
naturales  de  la  tierra.  De  una  oso  decir,  porque  hay 
tantos  testigos,  y  es  que  yo  vide  en  esta  tierra  de  Ver- 
agua mayor  señal  de  oro  en  dos  dias  primeros  que 
en  la  Española  en  cuatro  años,  y  que  las  tierras  de  la 
comarca  no  pueden  ser  roas  fermosas  ni  mas  labradas, 
ni  la  gente  mas  cobarde,  y  buen  puerto,  y  fermoso  rio, 
y  defensible  al  mundo.  Todo  esto  es  seguridad  de  los 
cristianos  y  certeza  de  señorío,  con  grande  esperanza 
de  la  honra  y  acrescentamiento  de  la  religión  cristia- 
na; y  el  camino  allí  será  tan  breve  como  á  la  Española, 
porque  ha  de  ser  con  viento.  Tan  señores  son  vuestras 
Altezas  de  esto  como  de  Jerez  ó  Toledo:  sus  navios 
que  fueren  allí  van  á  su  casa.  De  allí  sacarán  oro;  en 
otras  tierras,  para  haber  de  lo  que  hay  en  ellas,  con- 
viene que  se  lo  lleven,  ó  se  volverán  vacíos,  y  en  la 
tierra  es  necesario  que  fíen  sus  personas  de  un  salva- 
ge. — Del  otro  que  yo  dejo  de  decir,  ya  dije  por  qué 
me  encerré;  no  digo  así,  ni  que  yo  me  afírme  en  el  tres 
doble  en  todo  lo  que  yo  haya  jamás  dicho  ni  escrito, 
y  que  yo  esto  á  la  fuente,  genoveses,  venecianos  y 
toda  gente  que  tenga  perlas,  piedras  preciosas  y  otras 
cosas  de  valor,  todas  las  llevan  hasta  el  cabo  del 
mundo  para  las  trocar,  convertir  en  oro:  el  oro  es  ex- 
celentísimo, del  oro  se  hace  tesoro,  y  con  él,  quien  lo 
tiene,  hace  cuanto  quiere  en  el  mundo,  y  llega  á  que 
echa  las  ánimas  al  paraíso  (1).  Los  señores  de  aquellas 


(1)  Colon,  tan  religioso  y  versado  en  las  Sagradas  Es- 
crituras, quiso  manifestar  aquí,  no  que  las  riquezas  por  sí, 
sino  que  el  buen  uso  de  ellas,  distribuyéndolas  en  limosnas 
para  socorrer  las  necesidades  del  prójimo,  en  fundaciones 
pías,  y  ejerciendo  de  este  modo  una  caridad  discreta  y  pru- 
dente, redime  los  pecados  después  de  las  demás  diligencias 
prescritas  por  la  religión.  Así  debe  entenderse  este  pasaje, 
cuyo  sentido  conforma  con  muchos  de  las  Sagradas  Letras, 
y  en  especial  con  los  siguientes:  Eleemosyna  á  morte  liberat 


VIAJES   DE   COLÓN  343 

tierras  de  la  comarca  de  Veragua,  cuando  mueren  en- 
tierran  el  oro  que  tienen  con  el  cuerpo,  así  lo  dicen:  á 
Salomón  llevaron  de  un  camino  666  quintales  de  oro, 
allende  lo  que  llevaron  los  mercaderes  y  marineros,  y 
allende  lo  que  se  pagó  en  Arabia.  De  este  oro  fizo 
200  lanzas  y  300  escudos,  y  fizo  el  tablado  que  habia 
de  estar  arriba  dellas  de  oro  y  adornado  de  piedras 
preciosas,  y  fizo  otras  muchas  cosas  de  oro,  y  vasos 
muchos  y  muy  grandes  y  ricos  de  piedras  preciosas. 
Josefo,  en  su  crónica  de  Antiquitatibus  lo  escribe.  En  / 
el  Paralipómenon  y  en  el  libro  de  los  Reyes  se  cuenta 
de  esto.  Josefo  quiere  que  este  oro  se  hobiese  en  la 
Áurea;  si  así  fuese,  digo  que  aquellas  minas  de  la  Áurea 
son  unas  y  se  convienen  con  estas  de  Veragua,  que, 
como  yo  dije  arriba,  se  alarga  al  Poniente  20  jornadas, 
y  son  en  una  distancia  lejos  del  polo  y  de  la  línea.  Sa- 
lomón compró  todo  aquello,  oro,  piedras  y  plata,  é  allí 
le  pueden  mandar  á  coger  si  les  aplace.  David,  en  su 
testamento  dejó  3,000  quintales  de  oro  de  las  Indias  á 
Salomón  para  ayuda  de  edificar  el  templo,  y  según  Jo- 
sefo era  el  destas  mismas  tierras.  Hierusalem  y  el 
monte  Sion  ha  de  ser  reedificado  por  manos  de  cris-  [ 
tianos:  quién  ha  de  ser,  Dios,  por  boca  del  Profeta,  en 
el  décimo  cuarto  salmo  lo  dice.  El  Abad  Joaquín  dijo 
que  este  habia  de  salir  de  España.  San  Gerónimo,  á  la 
santa  muger  le  mostró  el  camino  para  ello.  El  Empe- 
rador del  Catayo  ha  días  que  mandó  sabios  que  le  en- 
señen en  la  fé  de  Cristo.  ¿Quién  será  que  se  ofrezca  á 
esto?  Si  nuestro  Señor  me  lleva  á  España,  yo  me  obli- 
go de  llevarle,  con  el  nombre  de  Dios,  en  salvo. — 
/  Esta  gente  que  vino  conmigo  han  pasado  increíbles 
peligros  y  trabajos.  Suplico  á  V.  A.,  porque  son  po- 
bres, que  les  mande  pagar  para  luego,  y  les  haga  mer- 

et  purgat  peccata,  et  facit  invenire  misericordiam  et  vitam 
osternam.  (Tob.,  12.  8.)  Beatas  qui  intelligit  super  egenum  et 
DQupetem:  in  die  mala  liberahit  eum  Dominas.  (Salmo  40). 


—^r4fi/co^ei.CJj?p^r 


p^;p5,^^=. 


•XV'% 

^#-1 


«►.'Caimanes      /{:        f 
I  I ;       / 


..       "^^/TlCA 


346  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

cedes  á  cada  uno  segfun  !a  calidad  de  la  persona,  que 
les  certifico  que  á  mi  creer  les  traer  las  mejores  nue- 
vas que  nunca  fueron  á  España.  El  oro  que  tiene  el 
Qaibian  de  Veragua  y  los  otros  de  la  comarca,  bien 
que  según  información  él  sea  mucho,  no  me  páreselo 
bien  ni  servicio  de  vuestras  Altezas  de  se  lo  tomar 
por  via  de  robo:  la  buena  orden  evitará  escándalo  y 
mala  fama  y  hará   que  todo  ello  venga  al  tesoro  que 

\  no  quede  un  grano.  Con  un  mes  de  buen  tiempo  yo 

1  acabara  todo  mi  viage;  por  falta  de  los  navios  no  por- 
fié á  esperarle  para  tornar  á  ello,  y  para  toda  cosa  de 
su  servicio  espero  en  aquel  que  me  hizo  y  estaré  bue- 
no. Yo  creo  que  V.  A.  se  acordará  que  yo  queria  man- 
dar hacer  los  navios  de  nueva  manera:  la  brevedad  del 

\  tiempo  no  dio  lugar  á  ello,  y  cierto  yo  habia  caido  en 
^Á^o  que  cumplía.  — Yo  tengo  en  mas  esta  negociación  y 

(^  minas  con  esta  escala  y  señorío  que  todo  lo  otro  que 

(está  hecho  en  las  Indias.  No  es  este  hijo  para  dar  á 
criar  á  madrastra.  De  la  Española,  de  Paria  y  de  las 
otras  tierras  no  me  acuerdo  de  ellas,  que  yo  no  llore; 
creia  yo  que  el  ejemplo  dellas  hobiese  de  ser  por  es- 
totras al  contrario;  ellas  están  boca  á  yuso,  bien  que 
no  mueren;  la  enfermedad  es  incurable,  ó  muy  larga; 
quien  las  llegó  á  esto  venga  agora  con  ei  remedio,  si 
puede  ó  sabe;  al  descomponer,  cada  uno  es  maestro. 
Las  gracias  y  acrescentamiento  siempre  fue  uso  de  las 
dar  á  quien  puso  su  cuerpo  á  peligro.  No  es  razón  que 
quien  ha  sido  tan  contrario  á  esta  negociación  le  goce, 
ni  sus  fijos.  Los  que  se  fueron  de  las  Indias  fuyendo 
los  trabajos  y  diciendo  mal  dellas  y  de  mí  volvieron 
^on  cargos;  así  se  ordenaba  agora  en  Veragua:  malo 
ejemplo,  y  sin  provecho  del  negocio  y  para  la  justicia 
del  mundo;  este  temor  con  otros  casos  hartos  que  yo 
veía  claro,  me  hizo  suplicar  á  V.  A.  antes  que  yo  vi- 
niese á  descubrir  esas  islas  y  tierra  firme  que  me  las 
dejasen  gobernar  en  su  Real  nombre;  plúgoles;  fue 
por  privilegio  y  asiento,  y  con  sello  y  juramento,  y  me 


VIAJES   DE   COLÓN  347 

intitularon  de  Viso  Rey  y  Almirante  y  Gobernador  ge- 
neral de  todo,  y  aseñalaron  el  término  sobre  ías  islas 
de  los  Azores  100  leguas,  y  aquellas  del  Cabo  Verde 
por  línea  que  pasa  de  polo  á  polo,  y  desto  y  de  todo 
que  mas  se  descubriese,  y  me  dieron  poder  largo;  la 
escritura,  á  mas,  largamente  lo  dice. — El  otro  negocio 
famosísimo  está  con  los  brazos  abiertos  llamando;  ex- 
trangero  ha  sido  fasta  ahora.  Siete  años  estuve  yo  en  ; 
su  Real  corte,  que  á  cuantos  se  fabló  de  esta  empresa/ 
todos  á  una  dijeron  que  era  burla:  agora,  fasta  los  sas- 
tres suplican  por  descubrir.  Es  de  creer  que  van  á  sal- 
tear, y  se  les  otorga,  que  cobran  con  mucho  perjuicio 
de  mi  honra  y  tanto  daño  del  negocio.  Bueno  es  de 
dar  á  Dios  lo  suyo  y  aceptar  loque  le  pertenece. Esta  es 
justa  sentencia,  y  de  justo.  Las  tierras  que  acá  obede- 
cen á  V.  A.  son  mas  que  todas  las  otras  de  cristianos, 
y  ricas.  Después  que  yo,  por  voluntad  divina,  las  hube 
puestas  debajo  de  su  Real  y  alto  señorío,  y  en  filo  para 
haber  grandísima  renta,  de  improviso,  esperando  na- 
vios para  venir  á  su  alto  conspecto   con  victoria  y 
grandes  nuevas  del  oro,  muy  seguro  y  alegre  fui  preso 
y  echado  con  dos  hermanos  en  un  navio,  cargados  de  ^ 
fierros,  desnudo  en  cuerpo,  con  muy  mal  tratamiento,  \ 
sin  ser  llamado  ni  vencido  por  justicia:  ¿quién  creerá  / 
que  un  pobre  extrangero  se  hobiese  de  alzar  en  tal 
lugar  contra  V.  A.  sin  causa  ni  sin  brazo  de  otro  Prín-   \ 
cipe,  y  estando  solo  entre  sus  vasallos  y  naturales,  y  ( 
teniendo  todos  mis  fijos  en  su  Real  corte?  Yo  vine  á 
servir  de  28  años  (1),  y  agora  no  tengo  cabello  en  mi 


(1)  En  esto  hay  equivocación,  como  ya  la  advirtió  el 
Sr.  Bossi.  Algunos  historiadores  suponen  que  Colon  murió 
de  60  años,  en  el  de  1506,  y  que  por  consiguiente  nació  en 
1446.  Su  hijo  D.  Hernando  asegura  que  vino  a  Castilla  des- 
de Portugal  al  fin  del  1484.  El  Cura  de  los  Palacios,  que 
le  trató  y  conoció,  dice  que  murió  in  senectute  hona  de  edad 
de  70  años,  poco  más  o  menos.  Esto  parece  lo  más  proba- 
ble, como  lo  manifestaremos  en  otro  lugar. 


'i 


348  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

persona  que  no  sea  cano,  y  el  cuerpo  enfermo,  y  gas- 
tado cuanto  me  quedó  de  aquellos,  y  me  fue  tomado 
y  vendido,  y  á  mis  hermanos  fasta  el  sayo,  sin  ser  oido 
ni  visto,  con  gran  deshonor  mió.  Es  de  creer  que  esto 
no  se  hizo  por  su  Real  mandado.  La  restitución  de  mi 
honra  y  daños,  y  el  castigo  en  quien  lo  fizo,  fará  sonar 
su  Real  nobleza;  y  otro  tanto  en  quien  me  robó  las 
perlas,  y  de  quien  ha  fecho  daño  en  ese  almirantado. 
Grandísima  virtud,  fama  con  ejemplo  será  si  hacen 
testo,  y  quedará  á  la  España  gloriosa  memoria  con  la 
de  vuestras  Altezas  de  agradecidos  y  justos  Príncipes. 
La  intención  tan  sana  que  yo  siempre  tuve  al  servicio 
de  vuestras  Altezas,  y  la  afrenta  tan  desigual,  no  da 
lugar  al  ánima  que  calle,  bien  que  yo  quiera:  suplico  á 
vuestras  Altezas  me  perdonen. — Yo  estoy  tan  perdido 
^como  dije;  yo  he  llorado  fasta  aqui  á  otros:  haya  mise- 
ricordia agora  el  cielo  y  llore  por  mí  la  tierra.  En  el 
temporal,  no  tengo  solamente  una  blanca  para  el  ofer- 
ta; en  el  espiritual,  be  parado  aquí  en  las  Indias  de  la 
jforma  que  está  dicho:  aislado  en  esta  pena,  enfermo, 
aguardando  cada  dia  por  la  muerte,  y  cercado  de  un 
cuento  de  salvages  y  llenos  de  crueldad  y  enemigos 
nuestros,  y  tan  apartado  de  los  Santos  Sacramentos  de 
la  Santa  Iglesia,  que  se  olvidará  desta  anima  si  se 
aparta  acá  del  cuerpo.  Llore  por  mí  quien  tiene  cari- 
dad, verdad  y  justicia.  Yo  no  vine  este  viage  á  nave- 
gar por  ganar  honra  ni  hacienda:  esto  es  cierto,  porque 
estaba  ya  la  esperanza  de  todo  en  ella  muerta.  Yo  vine 
á  V.  A.  con  sana  intención  y  buen  zelo,  y  no  miento. 
Suplico  humildemente  á  V.  A.  que,  si  á  Dios  place  de 
me  sacar  de  aquí,  que  haya  por  bien  mi  ida  á  Roma  y 
otras  romerías.  Cuya  vida  y  alto  estado  la  Santa  Trini- 
dad guarde  y  acresciente.  Fecha  en  las  Indias,  en  la 
Isla  de  Jamaica,  á  7  de  Julio  de  1503  años. 

De  esta  carta  hace  mención  el  Licenciado  Antonio 
de  Lean  Pinelo  en  su  Biblioteca  occidental,  diciendo: 


VIAJES    DE    COLÓN  349 

<^ Hállase  una  carta  suya  (de  Colon)  escrita  en  Ja- 
^maica  á  7  de  Julio  de  1503)  que  fue  su  último  viage, 
y>  del  cual  es  relación  enviada  á  los  Reyes  Católicos, 
»imp.  4.^;  aunque  D.  Lorenzo  Ramírez  de  Prado,  del 
*  Consejo  de  Indias,  con  su  curiosidad  la  tienen  ma- 
^^nuscrita.  La  impresa  estaba  en  la  librería  de  D.Juan 
»de  Saldierna,*  (Epit.  de  la  Bibüot.  orient.  occid.  &c., 
imp.  en  4.^,  año  1629,  pág.  61;  y  en  la  edición  de  Bar- 
cia en  fot,  año  1738,  tom.  IL,  pág.  566.)  D.  Hernando 
Colon,  en  la  Historia  de  su  padre  (cap.  94),  asegura  que 
esta  carta  la  envió  á  los  Reyes  Católicos  por  Diego 
Méndez,  y  que  estaba  impresa.  El  Sr.  Bossi  dice  (Vida 
de  Colon,  ilustrac.  núm.  XXVIIl)  que,  traducida  por 
Constanzo  Baynera  de  Brescia,  se  imprimió  en  Vénc- 
ela en  1505,  y  que  ha  llegado  á  ser  muy  rara  hasta 
que  el  caballero  Morelli,  Bibliotecario  en  Venecia,  la 
ha  publicado  recientemente,  ilustrándola  con  eruditas 
notas.  El  Sr.  Bossi  la  incluye  también  en  su  obra,  q 
la  ilustra  con  juiciosas  observaciones. — El  texto  que 
publicamos  se  copió  de  un  Códice  de  letra  de  media- 
dos del  siglo  XVI,  que  era  del  Colegio  mayor  de  Cuen- 
ca, en  Salamanca,  y  probablemente  la  misma  copia 
que  tuvo  Ramírez  de  Prado,  cuyos  papeles  legó  á  dicho 
Colegio.  Ahora  existe  en  la  Biblioteca  particular  de 
Cámara  del  Rey  nuestro  Señor,  y  se  cotejó  en  Madrid 
á  12  de  Octubre  de  1807.~M ARTW  Fernández  de 
Navarrete. 


RELACIÓN 

HECHA  POR  DIEGO  MÉNDEZ   DE  ALGUNOS  ACONTECIMIENTOS 
DEL  ÚLTIMO  VIAGE  DEL  ALMIRANTE  D.  CRISTÓBAL  COLON 


I  liEGO  Méndez,  vecino  de  la  ciudad  de  Santo  Do- 
'*-^  mingo  de  la  Isla  Española,  hallándose  en  la  villa 
de  Valladolid,  donde  á  la  sazón  estaba  la  corte  de 
SS.  MM.,  otorg-ó  testamento  en  6  dias  del  mes  de  Junio 
del  año  de  1536,  por  testimonio  de  Fernán  Pérez,  es- 
cribano de  SS.  MM.  y  su  notario  público  en  la  su 
corte  y  en  todos  los  sus  Reinos  y  Señoríos;  siendo  tes- 
tigos al  otorgamiento  Diego  de  Arana,  Juan  Diez  Mi- 
randa de  la  Cuadra,  Martin  de  Orduña,  Lúeas  Fernan- 
dez, Alonso  de  Ángulo,  Francisco  de  Hinojosa  y  Diego 
de  Aguilar,  todos  criados  de  la  Señora  Vireina  de  las 
Indias.  Y  entre  otros  capítulos  del  mencionado  testa- 
mento hay  uno  que  á  la  letra  dice  así. 

Cláusula  del  testamento.  ítem:  Los  muy  ilustres 
Señores  el  Almirante  D.  Cristóbal  Colon,  de  gloriosa 
memoria,  y  su  hijo  el  Almirante  D.  Diego  Colon,  y  su 
nieto  el  Almirante  D.  Luis,  á  quien  Dios  dé  largos 
dias  de  vida,  y  por  ellos  la  Vireina  mi  Señora,  como 
su  tutriz  y  curadora,  me  son  en  cargo  de  muchos  y 
grandes  servicios  que  yo  les  hice,  en  que  consumí  y 
gasté  todo  lo  mejor  de  mi  vida,  hasta  acaballa  en  su 
servicio;  especialmente  serví  al  gran  Almirante  don 
Cristóbal  andando  con  su  Señoría  descubriendo  Islas 
y  Tierra  firme,  en  que  puse  muchas  veces  mi  persona 
á  peligro  de  muerte  por  salvar  su  vida  y  de  los  que 
con   él  iban  y  estaban;   mayormente  cuando   se  nos 


352  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

cerró  el  puerto  del  rio  de  Belén  ó  Yebra,  donde  está- 
bamos con  la  fuerza  de  las  tempestades  de  la  mar  y  de 
los  vientos,  que  acarrearon  y  amontonaron  la  arena  en 
cantidad  con  que  cegaron  la  entrada  del  puerto.  Y  es- 
tando su  Señoría  allí  muy  congojado,  juntóse  gran  mul- 
titud de  Indios  de  !a  tierra  para  venir  á  quemarnos  los 
navios  y  matarnos  á  todos,  con  color  que  decían  que 
iban  á  hacer  guerra  á  otros  Indios  de  la  provincia  de 
Cobrava  Aurira,  con  quien  tenían  guerra;  y  como  pa- 
saron muchos  dellos  por  aquel  puerto  en  que  tenía- 
mos nosotros  las  naos,  ninguno  de  la  armada  caia  en 
el  negocio  sino  yo,  que  fui  al  Almirante  y  le  dije:  Se- 
ñor,  esta  gente  que  por  aguí  han  pasado  en  orden  de 
guerra  dicen  que  se  han  de  juntar  con  los  de  Veragoa 
para  ir  contra  los  de  Cobrava  Aurira:  yo  no  lo  creo^ 
sino  el  contrario,  y  es  que  se  juntan  para  quemarnos 
los  navios  y  matarnos  á  todoSy  como  de  hecho  lo  era. 
Y  diciéndome  el  Almirante  como  se  remediaría,  yo 
dije  á  su  Señoría  que  saldría  con  una  barca  é  iría  por 
la  costa  hacía  Veragoa^  para  ver  donde  asentaban  el 
real.  Y  no  hube  andado  media  legua  cuando  hallé  al 
pié  de  1,000  hombres  de  guerra  con  muchas  vituallas 
y  brevages,  y  salté  en  tierra  solo  entre  ellos,  dejando 
mi  barca  puesta  en  flota;  y  hablé  con  ellos  según  pude 
entender,  y  ofrecíme  que  quería  ir  con  ellos  á  la  gue- 
rra con  aquella  barca  armada,  y  ellos  se  escusaron  re- 
ciamente diciendo  que  no  le  habían  menester;  y  como 
yo  me  volviese  á  la  barca  y  estuviese  allí  avista  dellos 
toda  ia  noche,  vieron  que  no  podían  ir  á  las  naos  para 
quemallas  y  destruíllas,  según  tenían  acordado,  sin 
que  yo  lo  viese,  y  mudaron  propósito;  y  aquella  noche 
se  volvieron  todos  á  Veragoa^  y  yo  me  volví  á  las  naos 
y  hice  relación  de  todo  á  su  Señoría,  é  no  lo  tuvo  en 
poco.  Y  platicando  conmigo  sobrello,  sobre  qué  ma- 
nera se  ternía  para  saber  claramente  el  intento  de 
aquella  gente,  yo  me  ofrecí  de  ir  allá  con  un  solo  com 
pañero,  y  lo  puse  por  obra,  yendo  mas  cierto  de  la 


VIAJES    DE    COLÓN  353 

muerte  que  de  la  vida;  y  habiendo  caminado  por  la 
playa  hasta  el  rio  de  Veragoa  hallé  dos  canoas  de  In- 
dios extranjeros,  que  me  contaron  muy  á  la  clara  como 
aquellas  gentes  iban  para  quemar  las  naos  y  matarnos 
á  todos,  y  que  lo  dejaron  de  hacer  por  la  barca  que 
allí  sobrevino,  y  questaban  todavía  de  propósito  de 
volver  á  hacello  dende  á  dos  dias,  é  yo  les  rogué  que 
me  llevasen  en  sus  canoas  el  rio  arriba,  y  que  gelo  pa- 
garía; y  ellos  se  escusaban  aconsejándome  que  en  nin- 
guna manera  fuese,  porque  fuese  cierto  que  en  llegan- 
do me  matarían  á  mí  y  al  compañero  que  llevaba.  E  sin 
embargo  de  sus  consejos  hice  que  me  llevasen  en  sus 
canoas  el  rio  arriba  hasta  llegar  á  los  pueblos  de  los 
Indios,  los  cuales  hallé  todos  puestos  en  orden  de 
guerra,  que  no  me  querían  dejar  ir  al  asiento  principal 
del  Cacique;  y  yo,  fingiendo  que  le  iba  á  curar,  como 
cirujano,  de  una  llaga  que  tesia  en  una  pierna,  y  con 
dádivas  que  les  di,  me  dejaron  ir  hasta  el  asiento  real, 
que  estaba  encima  de  un  cerro  llano  con  una  plaza 
grande,  rodeada  de  300  cabezas  de  muertos  que  ha- 
bían ellos  muerto  en  una  batalla;  y  como  yo  hubiese 
pasado  toda  la  plaza  y  llegado  á  la  Casa  Real,  hubo 
grande  alboroto  de  mugeres  y  muchachos  que  estaban 
á  la  puerta,  que  entraron  gritando  dentro  en  el  pala- 
cío.  Y  salió  de  él  un  hijo  del  señor,  muy  enojado,  di- 
ciendo palabras  recias  en  su  lenguaje,  é  puso  las 
manos  en  mí  y  de  un  empellón  me  desvió  muy  lejos  de 
sí;  diciéndole  yo,  por  amansarle,  como  iba  á  curar  á  su 
padre  de  la  pierna,  y  mostrándole  cierto  ungüento  que 
para  ello  llevaba,  dijo  que  en  ninguna  manera  habia  de 
entrar  donde  estaba  su  padre.  Y  visto  por  mí  que  por 
aquella  vía  no  podía  amansarle,  saqué  un  peine  y  unas 
tijeras  y  un  espejo,  y  hice  que  Escobar,  mi  compañero, 
me  peínase  y  cortase  el  cabello.  Lo  cual  visto  por  él 
y  por  los  que  alíí  estaban,  quedaban  espantados;  y  yo 
entonces  hice  que  Escobar  le  peinase  á  él  y  le  cortase 
el  cabello  con  las  tijeras,  y  díselas  y  el  peine  y  el  es- 

VIAJKS  DE  COLÓN  2S 


354  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

pejo,  y  con  esto  se  amansó;  y  yo  pedí  que  trajesen 
algfo  de  comer,  y  luegfo  lo  trajeron,  y  comimos  y  be- 
bimos en  amor  y  compaña,  y  quedamos  amigos;  y  des- 
pedime  del  y  vine  á  las  naos,  y  hice  relación  de  todo 
esto  al  Almirante  mi  señor,  el  cual  no  poco  holgó  en 
saber  todas  estas  circunstancias  y  cosas  acaecidas  por 
mí;  y  mandó  poner  gran  recabdo  en  las  naos  y  en  cier- 
tas casas  de  paja,  que  teníamos  hechas  allí  en  la  playa, 
con  intención  que  había  yo  de  quedar  allí  con  cierta 
gente  para  calar  y  saber  los  secretos  de  la  tierra. 

Otro  día  de  mañana  su  Señoría  me  llamó  para  tomar 
parecer  conmigo  de  lo  que  sobre  ello  se  debía  hacer, 
y  fue  mi  parecer  que  debíamos  prender  aquel  señor  y 
todos  sus  capitanes,  porque  presos  aquellos  se  sojuz- 
garía la  gente  menuda;  y  su  Señoría  fue  del  mismo  pa- 
recer; é  yo  di  el  ardid  y  la  manera  con  que  se  debía 
hacer,  y  su  Señoría  mandó  que  el  señor  adelantado,  su 
hermano,  y  yo  con  él,  fuésemos  á  poner  en  efecto  lo 
sobredicho  con  80  hombres.  Y  fuimos,  y  diónos  Nues- 
tro Señor  tan  buena  dicha  que  prendimos  el  Cacique 
y  los  mas  de  sus  capitanes  y  mugeres  y  hijos  y  nietos, 
con  todos  los  principales  de  su  generación,  y  envían - 
dolos  á  las  naos  ansí  presos,  soltóse  el  Cacique,  al  que 
le  llevaba  por  su  mal  recabdo,  el  cual  después  nos  hizo 
mucho  daño.  En  este  instante  plugo  a  Dios  que  llo- 
vió mucho,  y  con  la  gran  avenida  abriósenos  el  puerto» 
y  el  Almirante  sacó  los  navios  á  la  mar  para  venirse  á 
Castilla,  quedando  yo  en  tierra  para  haber  de  quedar 
en  ella  por  contador  de  su  Alteza,  con  70  hombres,  y 
quedábame  allí  la  mayor  parte  de  mantenimientos  de 
bizcocho  y  vino  y  aceite  y  vinagre. 

Acabado  de  salir  el  Almirante  á  la  mar,  y  quedando 
yo  en  tierra  con  obra  de  20  hombres,  porque  los  otros 
se  habían  salido  con  el  Almirante  á  despedir,  súbita- 
mente sobrevino  sobre  mí  mucha  gente  de  la  tierra, 
que  serian  mas  de  400  hombres,  armados  con  sus  varas 
y  flechas  y  tiradores,  y  tendiéronse  por  el  monte  en  haz 


VIAJES    DE    COLÓN  355 

y  dieron  una  grita  y  otra  y  luegfo  otra,  con  las  cuales 
plugo  á  Dios  me  apercibieron  á  la  pelea  y  defensa  de 
ellos;  y  estando  yo  en  la  playa,  entre  los  bohios  que 
tenia  hechos,  y  ellos  en  el  monte,  á  trecho  de  tiro  de 
dardo,  comenzaron  á  flechar  y  agarrochar  como  quien 
agarrocha  toro,  y  eran  las  flechas  y  tiraderas  tantas  y 
tan  continuas  como  granizo,  y  algunos  dellos  se  des- 
mandaban para  venirnos  á  dar  con  las  machadasnas  (1); 
pero  ninguno  dellos  volvían,  porque  quedaban  alli  cor- 
tados brazos  y  piernas  y  muertos  á  espada;  de  lo  cual 
cobraron  tanto  miedo,  que  se  retiraron  atrás, habiéndo- 
nos muerto  7  hombres  en  la  pelea,  de  20  que  éramos,  y 
de  ellos  murieron  10  ó  9  de  los  que  venian  á  nosotros 
mas  arriscados.  Duró  esta  pelea  tres  horas  grandes,  y 
Nuestro  Señor  nos  dio  la  victoria  milagrosamente, sien- 
do nosotros  tan  poquitos  y  ellos  tanta  muchedubre. 

Acabada  esta  pelea  vino  de  las  naos  el  capitán  Diego 
Tristan,  con  las  barcas,  para  subir  el  río  arriba  á  tomar 
agua  para  su  viaje;  y  no  embargante  que  yo  le  acon- 
sejé y  amonesté  que  no  subiese  el  rio  arriba,  no  me 
quiso  creer,  y  contra  mi  grado  subió  con  las  dos  barcas 
y  12  hombres  el  rio  arriba,  donde  le  toparon  aquella 
gente  y  pelearon  con  él,  y  le  mataron  a  él  y  todos  los 
q^e  llevaba,  que  no  se  escapó  sino  uno  á  nado,  que 
íiujo  la  nueva;  y  tomaron  las  barcas  y  hiciéronlas  pe- 
dazos, de  que  quedamos  en  gran  fatiga,  ansí  el  Almi- 
rante, en  la  mar  con  sus  naos  sin  barcas,  como  nosotros 
en  tierra,  sin  tener  con  que  poder  ir  á  él.  Y  á  todo  esto 
no  cesaban  los  indios  de  venirnos  á  acometer  cada  rato, 
tañiendo  bocinas  y  atabales  y  dando  alaridos  pensan- 
do que  nos  tenían  vencidos.  El  remedio  contra  esta 
gente  que  teníamos  eran  dos  tiros  falconetes  de  frus- 


(1)  Machadasna:  s.  f.  Arma  como  una  maza  jporra  que 
usaban  los  indios,  y  acaso  la  misma  que  en  Nueva  España 
llamaban  Macana. 


356  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAV ARRETE 

lera  (1)  muy  buenos,  y  mucha  pólvora  y  pelotas,  con 
que  los  ojeábamos  que  no  osaban  llegar  á  nosotros. 
Y  esto  duró  por  espacio  de  cuatro  dias,  en  los  cuales 
yo  hice  coser  muchos  costales  de  las  velas  de  una  nao 
que  nos  quedaba,  y  en  aquéllos  puse  todo  el  bizcocho 
que  teníamos,  y  tomé  dos  canoas  y  até  la  una  con  la 
otra  parejas  con  unos  palos  atravesados  por  encima,  y 
en  estos  cargué  el  bizcocho  todo,  en  viajes,  y  las  pipas 
de  vino  y  azeite  y  vinagre  atadas  en  una  guindaleja,  y 
á  jorno  (2)  por  la  mar,  tirando  por  ellas  las  canoas, 
abonanzando  la  mar,  en  siete  caminos  que  hicieron  lo 
llevaron  todo  a  las  naos,  y  la  gente  que  conmigo  es- 
taba poco  á  poco  la  llevaron,  é  yo  quede  con  cinco 
hombres  á  la  postre,  siendo  de  noche,  y  en  la  postre- 
ra barcada  me  embarqué;  lo  cual  el  Almirante  tuvo  á 
mucho,  y  no  se  hartaba  de  me  abrazar  y  besar  en  los 
carrillos  por  tan  gran  servicio  como  alli  le  hice,  y  me 
rogó  tomase  la  capitanía  de  la  nao  Capitana  y  el  re- 
gimiento de  toda  la  gente  y  del  viaje,  lo  cual  yo  acep- 
té por  le  hacer  servicio  en  ello,  por  ser,  como  era,  cosa 
de  gran  trabajo. 

Postrero  de  Abril  de  1503  partimos  de  Veragoa  con 
tres  navios,  pensando  venir  la  vuelta  de  Castilla,  y 
como  los  navios  estaban  todos  abujerados  y  comidos 
de  gusanos  no  los  podíamos  tener  sobre  agua,  y  an- 
dadas 30  leguas  dejamos  el  uno,  quedándonos  otros 
dos  peor  acondicionados  que  aquel,  que  toda  la  gente 
no  bastaba  con  las  bombas  y  calderas  y  vasijas  á  sacar 
el  agua  que  se  nos  entraba  por  los  abujeros  de  la 
broma;  y  de  esta  manera,  no  sin  grandísimo  trabajo  y 
peligro,  pensando  venir  á  Castilla,  navegamos  treinta  y 


(1)  Fruslera:  s.  f.  ant.  El  metal  que  se  hace  de  las  raedu- 
ras que  salen  de  las  piezas  de  latón  o  azófar  cuando  se  tor- 
nean. 

(2)  Así  el  original.  Ha  de  decir  á  jorro,  que  es  lo  que 
ahora  se  llama  á  remolque. 


VIAJES   DE   COLÓN  357 

cinco  días,  y  en  cabo  dellos  llegamos  á  la  Isla  de 
Cuba  á  lo  mas  bajo  delía,  a  la  provincia  de  HomOj  allá 
donde  agora  está  el  pueblo  de  la  Trinidad,  de  mane- 
ra que  estábamos  mas  lejos  de  Castilla  300  leguas 
que  cuando  partimos  de  Veragoa  para  ir  á  ella;  y, 
como  digo,  los  navios,  mal  acondicionados,  innavega- 
bles, y  las  vituallas,  que  se  nos  acababan.  Plugo  á  Dios 
nuestro  Señor  que  pudimos  llegar  á  la  Isla  de  Jamaica, 
donde  zabordamos  los  dos  navios  en  tierra  y  hici- 
mos de  ellos  dos  casas  pajizas,  en  que  estábamos,  no 
sin  gran  peligro  de  la  gente  de  aquella  isla,  que  no 
estaba  domada  ni  conquistada,  nos  pusiesen  fuego  de 
noche,  que  fácilmente  lo  podi^n  hacer,  por  mas  que 
nosotros  velábamos. 

Aqui  acabé  de  dar  la  postrera  ración  de  bizco- 
cho y  vino,  y  tomé  una  espada  en  la  mano  y  tres 
hombres  conmigo,  y  fuíme  por  esa  isla  adelante, 
porque  ninguno  osaba  ir  á  buscar  de  comer  para  el 
Almirante  y  los  que  con  él  estaban;  y  plugo  a  Dios 
que  hallaba  la  gente  tan  mansa  que  no  me  hacian  mal, 
antes  se  holgaban  conmigo  y  me  daban  de  comer  de 
buena  voluntad.  Y  en  un  pueblo  que  se  llama  Agua- 
cadiba  concerté  con  los  Indios  y  Cacique  que  harian 
pan  cazabe,  y  que  cazarían  y  pescarian,  y  que  darían 
de  todas  las  vituallas  al  Almirante  cierta  cuantía  cada 
día,  y  lo  llevarían  a  las  naos,  con  que  estuviese  allí 
persona  que  ge  lo  pagase  en  cuentas  azules  y  peines 
y  cuchillos  y  cascabeles  y  anzuelos  y  otros  rescates 
que  para  ello  llevábamos;  y  con  este  concierto  despa- 
ché uno  de  los  dos  cristianos  que  conmigo  traia  al 
Almirante,  para  que  enviase  persona  que  tuviese  car- 
go de  pagar  aquellas  vituallas  y  enviarlas. 

Y  de  allí  fui  á  otro  pueblo  que  estaba  3  leguas  de 
este  y  hice  el  mismo  concierto  con  el  Cacique  y  íadios 
de  él,  y  envié  otro  cristiano  al  Almirante  para  que  en- 
viase allí  otra  persona  al  mismo  cargo. 

Y  de  allí  pasé  adelante  y  llegué  a  un  gran  Cacique 


358  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

que  se  llamaba  HuareOf  donde  agora  dicen  Melilla, 
que  es  13  leguas  de  las  naos,  del  cual  fui  muy  bien  re- 
cebido,  que  me  dio  muy  bien  de  comer  y  mandó  que 
todos  sus  vasallos  trajiesen  dende  á  tres  dias  muchas 
vituallas,  que  le  presentaron,  é  yo  ge  las  pagué  de  ma- 
n  era  que  fueron  contentos;  y  concerté  que  ordinaria- 
mente las  traerían,  habiendo  allí  persona  que  ge  las 
pagase,  y  con  este  concierto  envié  el  otro  cristiano  con 
los  mantenimientos  que  allá  me  dieron  al  Almirante,  y 
pedí  al  Cacique  que  me  diese  dos  Indios  que  fuesen 
conmigo  fasta  el  cabo  de  la  isla,  que  el  uno  me  lleva- 
ba la  hamaca  en  que  dormía  é  el  otro  la  comida.  Y 
desta  manera  caminé  hasta  e!  cabo  de  la  isla,  á  la  parte 
del  Oriente,  y  llegué  á  un  Cacique  que  se  llamaba 
AmeyrOf  é  hice  con  él  amistades  de  hermandad,  y  dile 
mi  nombre  y  tomé  el  suyo,  que  entre  ellos  se  tiene  por 
grande  hermandad.  Y  cómprele  una  canoa  muy  buena 
que  él  tenia,  y  dílé  por  ella  una  bacineta  de  latón  muy 
buena  que  lievabaen  la  manga,yei  sayo  y  una  camisa  de 
dos  que  llevaba,  y  embarquéme  en  aquella  canoa,  y 
vine  por  la  mar,  requiriendo  las  estancias  que  había 
dejado  con  seis  Indios  que  el  Cacique  me  dio  para 
que  me  la  ayudasen  á  navegar;  y  venido  a  los  lugares 
donde  yo  había  proveído,  hallé  en  ellos  los  cristianos 
que  el  Almirante  había  enviado,  y  cargué  de  todas  las 
vituallas  que  les  hallé,  y  fuíme  al  Almirante,  del  cual 
fui  muy  bien  recebído,  que  no  se  hartaba  de  verme  y 
abrazarme  y  preguntar  lo  que  me  había  sucedido|  en 
el  viaje,  dando  gracias  á  Dios  que  me  había  llevado  y 
traído  á  salvamiento  y  libre  de  tanta  gente  salvage.  Y 
como  al  tiempo  que  yo  llegué  á  las  naos  no  había  en 
ellas  un  pan  que  comer,  fueron  todos  muy  alegres  con 
mí  venida,  porque  les  maté  la  hambre  en  tiempo  de 
tanta  necesidad,  y  de  allí  adelante  cada  día  venían  los 
Indios  cargados  de  vituallas  á  las  naos  de  aquellos  lu- 
gares que  yo  había  concertado,  que  bastaban  para 
230  personas  que  estaban  con  el  Almirante. 


VIAJES    DE    COLÓN  359 

Dende  á  10  días  el  Almirante  me  llamó  á  parte  y 
me  dijo  el  gran  peligro  en  que  estaba,  diciéndome 
asi:  Diego  Méndez^  hijo:  ninguno  de  cuantos  aquí  yo 
tengo  siente  et  gran  peligro  en  que  estamos  sino  yo  y 
vos,  porque  somos  muy  poquitos  y  estos  indios  salva- 
ges  son  muchos  y  muy  mudables  y  antojadizos,  y  en 
¿a  hora  que  se  les  antojare  de  venir  y  quemarnos  aquí 
donde  estamos  en  estos  dos  navios  hechos  casas  paji- 
zas, fácilmente  pueden  echar  fuego  dende  tierra  y 
abrasarnos  aquí  á  todos;  y  el  concierto  que  vos  habéis 
hecho  con  ellos  de  traer  los  mantenimientos  que  traen 
de  tan  buena  gana,  mañana  se  les  antojará  otra  cosa 
y  no  nos  traerán  nada,  y  nosotros  no  somos  parte 
para  tomar gelo  por  fuerza  si  no  estar  á  lo  que  ellos 
quisieren.  Yo  he  pensado  un  remedio  si  a  vos  os  pare- 
ce: que  en  esta  canoa  que  comprastes  se  aventurase 
alguno  á  pasar  a  la  Isla  Española  a  comprar  una  nao 
en  que  pudiesen  salir  de  tan  gran  peligro  como  este  en 
que  estamos.  Decidme  vuestro  parecer.  Yo  le  respondí: 
Señor:  el  peligro  en  que  estamos  bien  lo  veo  que  es  muy 
mayor  de  lo  que  se  puede  pensar.  El  pasar  desta  isla 
á  la  Isla  Española  en  tan  poca  vasija  como  es  la 
canoa,  no  solamente  lo  tengo  por  dificultoso,  sino  por 
imposible:  porque  haber  de  atravesar  un  golfo  de  40  le- 
guas de  mar  y  entre  islas  donde  la  mar  es  mas  im^ 
petuosa  y  de  menos  reposo,  no  sé  quien  se  ose  aventu- 
rar á  peligro  tan  notorio.  Su  Señoria  no  me  replicó, 
persuadiéndome  reciamente  que  yo  era  el  que  lo 
habia  de  hacer,  á  lo  cual  yo  respondí:  Señor:  muchas 
veces  he  puesto  mi  vida  á  peligro  de  muerte  por 
salvar  la  vuestra  y  de  todos  estos  que  aqui  están,  y 
nuestro  Señor  milagrosamente  me  ha  guardado  y  la 
vida;  y  con  todo,  no  han  faltado  murmuradores  que 
dicen  que  vuestra  Señoria  me  acomete  á  mi  todas  las 
cosas  de  honra,  habiendo  en  la  compañía  otros  que 
las  harían  también  como  yo,  y  por  tanto  paréceme  á 
mí  que  vuestra  Señoría  los  haga  llamar  á  iodos  y  los 


360  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAV ARRETE 

proponga  este  negocio,  para  ver  si  entre  todos  ellos 
habrá  alguno  que  lo  quiera  emprender,  lo  cual  yo 
dudo,  y  cuando  todos  se  echen  de  fuera  yo  pondré 
mi  vida  á  muerte  por  vuestro  servicio,  como  muchas 
veces  lo  he  hecho. 

Luego  el  dia  siguiente  su  Señoría  los  hizo  juntar  á 
todos  delante  sí,  y  les  propuso  el  negocio  de  la  ma- 
nera que  á  mí;  é  oido,  todos  enmudecieron,  y  algu- 
nos dijeron  que  era  por  demás  platicarse  en  semejante 
cosa,  porque  era  imposible  en  tan  pequeña  vasija 
pasar  tan  impetuoso  y  peligroso  golfo,  de  40  leguas^ 
como  este,  entre  estas  dos  islas,  donde  muy  recias 
naos  se  habían  perdido  andando  a  descubrir,  sin 
poder  romper  ni  forzar  el  ímpetu  y  furia  de  las  co- 
rrientes. Entonces  yo  me  levanté  y  dije:  Señor:  una 
vida  tengo  no  más;  yo  la  quiero  aventurar  por  ser- 
vicio de  vuestra  Senaria  y  por  el  bien  de  todos  los 
que  aquí  están,  porque  tengo  esperanza  en  Dios 
nuestro  Señor  que,  vista  la  intención  con  que  yo  ¿o 
hago  me  librará,  como  otras  muchas  veces  lo  ha 
hecho.  Oída  por  el  Almirante  mi  determinación,  le- 
vantóse y  abrazóme  y  besóme  en  el  carrillo,  dicien- 
do: Bien  sabia  yo  que  no  habia  aqui  ninguno  que 
osase  tomar  esta  empresa  sino  vos;  esperanza  tengo 
en  Dios  nuestro  Señor  saldréis  della  con  vitoria, 
como  de  las  otras  que  habéis  emprendido. 

El  dia  siguiente  yo  puse  mi  canoa  á  monte  (1),  y  le 
eché  una  quilla  postiza,  y  le  di  su  brea  y  sebo,  y  en  la 
popa  y  proa  clávele  algunas  tablas  para  defensa  de  I 
mar,  que  no  se  me  entrase,  como  hiciera  siendo  rasa;  y 
púsele  un  mástil  y  su  vela,  y  metí  los  mantenimientos 
que  pude  para  mi  y  para  un  cristiano  y  para  seis 
indios,  que  éramos  ocho  personas,  y  no  cabían  mas 
en  la  canoa;  y  despedíme  de  su  Señoría  y  de  todos,  y 
fuime  la  costa  arriba  de  la  isla  de  Jamaica,  donde  está- 


(1)     Véase  la  nota  de  la  pág.  56. 


VIAJES    DE    COLÓN  361 

bamos,  que  hay  dende  las  naos  hasta  el  cabo  della 
35  leguas  (1),  las  cuales  yo  naveg-ué  con  gfran  peligro 
y  trabajo,  porque  fui  preso  en  el  camino  de  Indios 
salteadores  en  la  mar,  de  que  Dios  me  libró  milagro- 
samente. Y  llegado  al  cabo  de  la  isla,  estando  espe- 
rando que  la  mar  se  amansase  para  acometer  mi 
viaje,  juntáronse  muchos  Indios  y  determinaron  de  ma- 
tarme y  tomar  la  canoa  y  lo  que  en  ella  llevaba;  y  así, 
juntos  jugaron  mi  vida  á  la  pelota  para  ver  á  cual 
dellos  cabria  la  ejecución  del  negocio.  Lo  cual  senti- 
do por  mi  víneme  ascondidamente  á  mi  canoa,  que 
tenia  3  leguas  de  allí,  y  híceme  á  la  vela  y  vineme 
donde  estaba  el  Almirante,  habiendo  quince  dias  que 
de  allí  había  partido;  y  contéle  todo  lo  sucedido  y 
cómo  Dios  milagrosamente  me  había  librado  de  las 
manos  de  aquellos  salvages.  Su  Señoría  fue  muy  ale- 
gre de  mi  venida,  y  preguntóme  si  volvería  al  viaje. 
Yo  dije  que  sí,  llevando  gente  que  estuviese  conmi- 
go en  el  cabo  de  la  isla  hasta  que  yo  entrase  en  la 
mar  a  proseguir  mi  viaje.  Su  Señoría  me  dio  70  hom- 
bres, y  con  ellos  a  su  hermano  el  Adelantado,  que 
fuesen  y  estuviesen  conmigo  hasta  embarcarme  y  tres 
dias  después.  Y  desta  manera  volvi  al  cabo  de  la  isla, 
donde  estuve  cuatro  días.  Viendo  que  la  mar  se 
amansaba  me  despedí  de  ellos  y  ellos  de  mí,  con  har- 
tas lágrimas,  y  encomendeme  á  Dios  y  á  nuestra  Se- 
ñora del  Antigua,  y  navegué  cinco  dias  y  cuatro  no- 
ches, que  jamas  perdí  el  remo  de  la  mano  gober- 
nando la  canoa,  y  los  compañeros  remando.  Plugo  á 
Dios  nuestro  Señor  que  en  cabo  de  cinco  dias  yo 
arribé  á   la  isla  Española,  al  Cabo  de  San  Miguel  (2) 


(1)  Esta  punta  oriental  de  la  isla,  dice  D.  Hernando  Co- 
lon que  los  indios  llamaban  Aoamaquique,  y  que  distaba 
34  leguas  de  Maima,  donde  quedaba  el  Almirante. 

(2)  Este  Cabo  se  llamó  después  del  Tiburón.  Omite 
Méndez  su  llegada  a  la  isleta  Navaza,  y  otros  pormenores 


362  M.    FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

habiendo  dos  días  que  no  comíamos  ni  bebíamos  por 
no  tenello,  y  entré  con  mi  canoa  en  una  ribera  muy 
hermosa,  donde  luego  vino  mucha  gente  de  la  tierra  y 
trajeron  muchas  cosas  de  comer,  y  estuve  allí  dos 
días  descansando.  Y  tomé  seis  Indios  de  alh',  dejados 
os  que  llevaba,  y  comenzé  á  navegar  por  la  costa  de 
a  Isla  Española,  que  hay  dende  allí  hasta  la  Cibdad  de 
Santo  Domingo  130  leguas,  que  yo  había  de  andar, 
porque  estaba  allí  el  Gobernador,  que  era  el  Comen 
dador  de  Lares;  y  habiendo  andado  por  la  costa  de  la 
isla  80  leguas,  no  sin  grandes  peligros  y  trabajos, 
porque  la  isla  no  estaba  conquistada  ni  allanada,  llegué 
á  la  provincia  de  Azoa,  que  es  24  leguas  antes  de 
Santo  Domingo,  y  allí  supe  del  Comendador  Gallego 
como  el  Gobernador  era  partido  á  la  provincia  de  Xu- 
ragoa  (1)  á  allanarla,  la  cual  estaba  50  leguas  de  allí.  Y 
esto  sabido,  dejé  mí  canoa  y  tomé  el  camino  para  tierra 
de  Xuragoa^  donde  hallé  el  Gobernador,  el  cual  me  de- 
tuvo allí  siete  meses,  hasta  que  hizo  quemar  y  ahorcar 
84  Caciques  Señores  de  vasallos,  y  con  ellos  áNacao- 
na,  la  mayor  Señora  de  la  isla,  á  quien  todos  ellos  obe- 
decían y  servían  (2).  Y  esto  acabado  vine  de  pié  á  tierra 
de  Santo  Domingo,  que  eran  70  leguas  de  allí,  y  estuve 
esperando  que  viniesen  naos  de  Castilla,  que  había 
mas  de  un  año  que  nc  habían  venido.  Y  en  este  co- 
medio plugo  á  Dios  que  vinieron  tres  naos,  de  las 
cuales  yo  compré  la  una  y  la  cargué  de  vituallas,  de 
pan  y  vino  y  carnes  y  puercos  y  carneros  y  frutas,  y  la 
envié  a  donde  estaba  el  Almirante,  para  en  que  vínie- 


que  refieren  D.  Hernando  Colon  y  Antonio  de  Herrera  en 
sus  historias. 

(1)     Ha  de  ser  Jaragua. 

2)  Señales  de  matriarcado,  fenómeno  frecuente  en  las 
tribus  americanas.  En  la  Relación  de  Hernando  de  Soto 
por  países  de)  Míssíssipí  se  advierte  también  cómo  era  re- 
verenciada otra  gran  señora  o  cacica. — Nota  D. 


VIAJES    DE    COLÓN  363 

sen  él  y  toda  la  gente,  como  vinieron,  allí  á  Santo  Do- 
mingo y  de  allí  á  Castilla.  E  yo  me  vine  delante  en 
las  otras  dos  naos  á  hacer  relación  al  Rey  y  á  la  Reina 
de  todo  lo  sucedido  en  aquel  viage. 

Pareceme  que  será  bien  que  se  diga  algo  de  lo  acae- 
cido al  Almirante  y  a  su  familia  en  un  año  que  estuvie- 
ron perdidos  en  aquesta  isla,  y  es  que  dende  á  pocos 
dias  que  yo  me  partí  los  indios  se  amotinaron  y  no  le 
querían  traer  de  comer  como  antes,  y  él  ios  hizo  llamar 
á  todos  los  Caciques  y  les  dijo  que  se  maravillaba  de- 
Hos  en  no  traerle  la  comida  como  solian,  sabiendo, 
como  él  les  había  dicho, que  había  venido  allí  por  man- 
dado de  Dios,  y  que  Dios  estaba  enojado  dellos,  y  que 
él  ge  lo  mostraría  aquella  noche  por  señales  que  haría 
en  el  cíelo;  y  como  aquella  noche  era  el  eclipse  de  la 
luna,  que  casi  toda  se  escureció,  díjoles  que  Dios  hacia 
aquello  por  enojo  que  tenía  dellos  porque  no  le  traían 
de  comer,  y  ellos  lo  creyeron  y  fueron  muy  espanta- 
dos, y  prometieron  que  le  traerían  siempre  de  comer, 
como  de  hecho  lo  hicieron,  hasta  que  llegó  la  nao  con 
los  mantenimientos  que  yo  envié,  de  que  no  pequeño 
gozo  fue  en  el  Almirante  y  en  todos  los  que  con  él 
estaban;  que  después,  en  Castilla,  me  dijo  su  Señoría 
que  en  toda  su  vida  había  visto  tan  alegre  día,  y  que 
nunca  pensó  salir  de  allí  vivo,  y  en  esta  nao  se  em- 
barco (1)  y  vino  á  Santo  Domingo;  y  de  allí  á  Castilla. 

He  querido  poner  aquí  esta  breve  suma  de  mis  tra- 
bajos y  grandes  y  señalados  servicios  (2),  cuales  nun- 

(1)  A  28  de  Junio  de  1504;  entró  en  el  Puerto  de  Santo 
Domingo  el  13  de  Agosto;  salió  para  España  el  12  de 
Septiembre,  y  surgió  en  San  Lúcar  el  Jueves  7  de  No- 
viembre. 

(2)  D.  Hernando  Colon  dice  en  el  cap.  94  que  Méndez 
escribió  una  relación  de  este  viaje,  y  en  el  cap.  104,  que  des- 
de la  Española  envió  con  Diego  de  Escobar  otra  noticia  de 
su  viaje  cuando  aquél  fue  a  Jamaica  por  orden  de  Ovando 
a  visitar  al  Almirante  mandando  una  carabela. 


364  M.  FERNÁNDEZ  DE   NAVARRETE 

ca  hizo  hombre  á  Señor,  ni  los  hará  de  aquí  adelante 
del  mundo;  y  esto  á  fin  que  mis  hijos  lo  sepan  y  se 
animen  a  servir,  é  su  Señoria  sepa  que  es  oblig*ado  á 
hacerles  muchas  mercedes. 

Venido  su  Señoría  á  la  Corte,  y  estando  en  Sala- 
manca en  la  cama  enfermo  de  gota,  andando  yo  solo 
entendiendo  en  sus  negocios  y  en  la  restitución  de 
su  estado  y  de  la  gobernación  para  su  hijo  don 
Diego,  yo  le  dije  ansi:  Señor:  ya  vuestra  Señoria 
sabe  lo  mucho  que  os  he  servido  y  lo  mas  que  traba/o  de 
noche  y  de  dia  en  vuestros  negocios:  suplico  á  vues- 
tra Señoria  me  señale  algún  galardón  para  en  pago  de- 
lio;  y  él  me  respondió  alegremente  que  yo  lo  señalase  y 
él  lo  cumpliría,  porque  era  mucha  razón.  Y  entonces 
yo  le  señalé  y  supliqué  á  su  Señoria  me  hiciese  merced 
del  oficio  del  Alguacilazgo  mayor  de  la  Isla  Española 
para  en  toda  mi  vida;  y  su  Señoria  dijo  que  de  muy 
buena  voluntad,  y  que  era  poco  para  lo  mucho  que 
yo  había  servido;  mandóme  que  lo  dijese  ansi  al  señor 
D.  Diego  su  hijo,  el  cual  fue  muy  aiegre  de  la  merced 
á  mi  hecha  de  dicho  oficio,  y  dijo  que  si  su  padre  me 
lo  daba  con  una  mano,  él  con  dos.  Y  esto  es  ansi  la 
verdad  para  el  siglo  que  á  ellos  tiene  y  a  mi  espera. 

Habiendo  yo  acabado,  no  sin  grandes  trabajos  míos, 
de  negociar  la  restitución  de  la  gobernación  de  las 
Indias  al  Almirante  D.  Diego,  mí  Señor,  siendo  su 
padre  fallecido,  le  pedí  la  provisión  del  dicho  oficio. 
Su  Señoria  me  respondió  que  lo  tenia  dado  al  Adelan- 
tado su  tío;  pero  que  él  me  daría  otra  cosa  equivalen- 
te á  aquella.  Yo  dije  que  aquélla  diese  él  a  su  tío  y  á 
mi  me  diese  lo  que  su  padre  y  él  me  habían  prometi- 
yo,  lo  cual  no  se  hizo,  y  yo  quedé  cargado  de  servi- 
cios sin  ningún  galardón,  y  el  Sr.  Adelantado,  sin  ha- 
berlo servido,  quedó  con  mi  oficio  y  con  el  galardón 
de  todos  mis  afanes. 

Llegado  su  Señoria  a  la  Cibdad  de  Santo  Domingo 
por  Gobernador,  tomó  las  varas  y  dio  este  oficio   á 


VIAJES  DE  COLÓN  365 

Francisco  de  Garay,  criado  del  Sr.  Adelantado,  que  lo 
sirviese  por  éi.  Esto  fue  en  10  dias  del  mes  de  Julio 
de  1510  años.  Valia  entonces  el  oficio  á  lo  menos  un 
cuento  de  renta,  del  cual  la  Vireina,  mi  Señora,  como 
tutriz  y  curadora  del  Virey,  mi  Señor,  y  él  me  son  en 
cargo  realmente  y  me  lo  deben  de  justicia  y  de  foro 
conscíentíoBf  porque  me  fue  hecha  la  merced  de  él  y 
no  se  cumplió  conmigo  dende  el  dia  que  se  dio  al 
Adelantado  hasta  el  postrero  de  mis  dias,  porque  si  se 
me  diera  yo  fuera  el  mas  rico  hombre  de  la  isla  y  mas 
honrado;  y  por  no  se  me  dar  soy  el  mas  pobre  della, 
tanto  que  no  tengo  una  casa  en  que  more  sin  alquiler. 

Y  porque  habérseme  de  pagar  lo  que  el  oficio  ha 
rentado  seria  muy  dificultoso,  yo  quiero  dar  un  medio, 
y  será  este:  que  su  Señoría  haga  merced  del  Aguaci- 
lazgo  mayor  de  la  Cibdad  de  Santo  Domingo  á  uno 
de  mis  hijos  para  en  toda  su  vida,  y  al  otro  le  haga 
merced  de  su  Teniente  de  Almirante  en  la  dicha 
Cibdad;  y  con  hacer  merced  destos  dos  oficios  á  mis 
hijos  de  la  manera  que  he  aquí  dicho,  y  poniéndolos 
en  cabeza  de  quien  los  sirva  por  ellos  hasta  que  sean 
de  edad,  su  Señoría  descargará  la  conciencia  del  Al- 
mirante su  padre  y  yo  me  satisfaré  de  la  paga  que  se 
me  debe  de  mis  servicios;  y  en  esto  no  diré  mas  de 
dejallo  en  sus  conciencias  de  sus  Señorias,  y  hagan  en 
ello  lo  que  mejor  les  pareciere. 

ítem:  Dejo  por  mis  albaceas  y  ejecutores  deste  mi 
testamento,  aquí  en  la  Corte,  al  Bachiller  Estrada  y  á 
Diego  de  Arana,  juntamente  con  la  Vireina,  mi  Seño- 
ra, y  suplico  yo  a  su  señoría  lo  acepte  y  les  mande  á 
ellos  lo  mismo, 

Otra  cláusula.  ítem:  Mando  que  mis  albaceas  com- 
pren una  piedra  grande,  la  mejor  que  hallaren,  y  se 
ponga  sobre  raí  sepultura,  y  se  escriba  en  derredor 
della  estas  letras:  Aquí  yace  el  honrado  caballero 
Diego  Méndez,  que  sirvió  mucho  á  la  Corona  Real  de 
España  en  el  aescubrimiento  y  conquista  de  las  Indias, 


366  M.  FERNÁNDEZ  DE  NAVARRETE 

con  el  Almirante  D.  Cristóbal  Colon,  de  gloriosa  me- 
moriaf  que  las  descubrió,  y  después  por  si  con  naos 
suyas  á  su  costa;  falleció,  &c.  Pido  de  limosna  un 
Pater  noster  y  una  Ave  María. 

ítem:  En  medio  de  la  dicha  piedra  se  hagfa  una 
canoa,  que  es  un  madero  cavado  en  que  los  Indios 
navegan,  porque  en  otra  tal  navegó  300  leguas,  y  en- 
cima pongan  unas  letras  que  digan:  Canoa. 

Caros  y  amados  hijos  mios  y  de  mi  muy  cara  y  ama- 
da mujer,  Doña  Francisca  de  Ribera:  la  bendición  de 
Dios  Todopoderoso,  Padre  y  Hijo  y  Espíritu  Santo,  y  la 
mía  descienda  sobre  vos  y  vos  cubra  y  vos  haga  ca- 
tólicos cristianos,  y  os  dé  gracia  que  siempre  le  améis 
y  temáis.  Hijos:  encomiendoos  macho  la  paz  y  con- 
cordia y  que  seáis  muy  conformes  y  no  soberbios, 
sino  muy  humildes  y  muy  amigables  á  todos  los  que 
contratáredes,  por  que  todos  os  tengan  amor;  servid 
lealmente  al  Almirante  mi  Señor  y  su  Señoría  os  hará 
muchas  mercedes,  por  quien  él  es  y  porque  mis 
grandes  servicios  lo  merecen;  y  sobre  todo  os  mando, 
hijos  mios,  seáis  muy  devotos  y  oyais  muy  devotamen- 
te los  Oficios  Divinos,  y  haciéndolo  ansí  Dios  nuestro 
Señor  os  dará  largos  días  de  vida.  A  él  plega,  por  su 
infinita  bondad,  haceros  tan  buenos  como  yo  deseo  que 
seáis,  y  os  tenga  siempre  de  su  mano.  Amen. 

Los  libros  que  de  acá  os  envío  son  los  siguientes. 

Arte  de  bien  morir,  de  Erasmo.  Un  sermón  de 
Erasmo  en  romance.  Josefo:  de  Bello  Judaico,  La  Filo- 
sofía moral  de  Aristóteles.  Los  libros  que  se  dicen 
Lingua  Erasmi.  El  libro  de  la  Tierra  santa.  Los  colo- 
quios de  Erasmo.  Un  tratado  de  las  querellas  de  la 
Paz.  Un  libro  de  Contemplaciones  de  la  Pasión  de 
nuestro  Redentor.  Un  tratado  de  la  venganza  de  la 
muerte,  de  Agamenón,  y  otros  tratadillos. 

Ya  dije,  hijos  mios,  que  estos  libros  os  dejo  por 
mayorazgo,  con  las  condiciones  que  están  dichas  de 
suso  en  el  testamento,  y  quiero  que  vayan  todos  con 


VIAJES    DE    COLÓN  367 

algunas  Escrituras  mias  que  se  hallarán  en  el  arca  que 
está  en  Sevilla,  que  es  de  cedro,  como  ya  está  dichos 
pongan  también  en  esta  el  mortero  de  marmol  que  está 
en  poder  del  Sr.  D.  Hernando,  ó  de  su  mayordomo. 

Digo  yo  Diego  Méndez  que  esta  Escritura,  conteni- 
da en  trece  hojas,  es  mi  testamento  y  postrimera  vo- 
luntad, porque  yo  lo  ordené  é  hice  escribir,  y  lo  fírmé 
de  mi  nombre,  y  por  él  revoco  y  doy  por  ningunos 
otros  cualesquier  testamentos  hechos  en  cualesquier 
otros  tiempos  ó  lugar,  y  solo  éste  quiero  que  valga, 
que  es  hecho  en  la  villa  de  Valladolid  en  19  dias  del 
mes  de  Junio,  año  de  nuestro  Redentor  de  1536  años. 
=DlEGO  Mendez=E  yo'el  dicho  Garcia  de  Vera,  Es- 
cribano Notario  público,  presente  fui  á  todo  lo  que 
dicho  es  que  de  mí  se  hace  mención,  é  por  mandado 
del  dicho  Sr.  Teniente  é  pedimento  del  dicho  Bachi- 
ller Estrada,  este  testamento,  en  estas  26  hojas  de 
papel,  pliego  entero,  como  aquí  parece,  fice  escrebir 
como  ante  mí  se  presentó  é  abrió,  é  ansí  queda  origi- 
nalmente en  mi  poder.  E  por  ende  fice  aquí  este  mí 
signo  tal,  en  (está  signado)  testimonio  de  verdad.= 
García  de  WERA.=(Está  firmado) 

Concuerda  literalmente  con  las  cláusulas  copiadas 
de  un  testimonio  signado  y  firmado  por  el  expresado 
escribano  Garcia  de  Vera,  que  obra  originalmente  en 
el  archivo  del  Excmo,  Sr,  Almirante  Duque  de  Ver- 
aguas, de  donde  lo  copié  en  Madrid  á  25  dias  del  mes 
de  Marzo  de  1825  años, — ToMÁs  González. 

Nota. — Las  demás  cláusulas  de  esU  testamento  de 
Diego  Méndez  son  relativas  á  sus  disposiciones  fune- 
rales, declaración  de  deudas,  tanto  en  su  favor  como 
contra  si  en  España  y  en  la  Isla  Española  y  otros 
negocios  meramente  personales  y  de  su  familia,  que 
ninguna  relación  ni  alusión  <//'  ¿n  al  Almirante  Colon 
ni  á  sus  viajes,  navegaciones  y  descubrimientos,  por 
lo  cual  no  se  han  copiado. 


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