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Full text of "Vida del valiente ciudadano general Ezequiel Zamora"

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DOCTOR  L?VILLANUEVA 


VIDA 


DEL 


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VALIENTE  CIUDADANO 


GENERAL 


EZEQUIEL  ZAMORA 


CARACAS 
Imprenta  Federación 

4898 


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THE  NEW  YORK 

PUBLIC  L1BRARY 

11¿.r¿8A 

ASTOR.  LENOX  AND 

TILDEN  FOÜ N  DATIONS 

R  1923  L 


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GENERAL  IGNACIO  ANDRADE 

Presidente  Constitucional  del  Estado  Miranda 

CONSIDERANDO  : 

Ninguna  oportunidad  más  propicia  para  enal- 
tecer la  memoria  de  nuestros  Eminentes  Ciudada- 
nos que  la  presente,  en  que  el  entusiasmo  por  la 
Idea  Liberal  se  renueva  al  calor  de  la  Unificación 
del  Partido,  obra  que  constituye  la  mayor  gloria 
del  Benemérito  General  Joaquín  Crespo,  que  la  ini- 
ció y  la  ha  llevado  k  efecto  para  devolver  á  la  causa 
todas  las  grandes  energías  con  que  ha  consumado 
en   épicas  luchas  sus  hermosas   conquistad. 

considerando: 

Que  el   Valiente   Ciudadano  General  Ezequiel 
Zamora   preparó  con  su  admirable  estrategia  el  triun- 
r\  fo   de   la  aspiración  de  los  pueblos;   haciendo  efec- 

tiva la   Federación,  que   Falcón    luego  iluminó  con 
los   esplendores   de   la    magnanimidad. 

CONSIDERANDO  : 


1 


Que   el   Estado  Miranda  cuenta  entre   sus  hijos 
al   invicto  héroe  de  Santa  Inés,    á   cuya   gloria   se 


IV  DOCTOR  L.   VILLÁNUEVA 

consagran    hoy   los    homenajes  del  patriotismo   y   de 
la   gratitud. 

decreto : 

1?  Por  cuenta  del  Estado  se  escribirá  y  edi- 
tará una  obra  que  reseñe  la  vida,  los  servicios  y 
las  glorias  del  Gran  Capitán  Ciudadano  General 
Ezequiel   Zamora. 

2?  Esta  obra  será  dedicada  al  Partido  Liberal 
de  Venezuela  en  la  persona  de  su  Jefe  Benemérito 
General  Joaquín  Crespo,  á  quien  se  le  ofrecerá 
el  20  de  febrero  de  1898;  trigésimo  séptimo  aniver- 
sario de  la  Federación,  por  una  comisión  que  se 
designará  oportunamente  y  que  la  presentará  como 
testimonio  solemne  de  la  adhesión  de  los  pueblos 
de   Miranda  al   Jefe   de  la   causa. 

3?  Por  resolución  separada  se  dispondrá  la 
persona  que  ha  de  escribir  esta  obra,  y  todo  lo 
concerniente    para   su    impresión. 

Dado  en  el  Palacio  de  Gobierno  del  Estado, 
en  Villa  de  Cura  á  10  de  diciembre  de  1896. — 
Año  86?  de  la  Independencia  y  38?  de  la  Fede- 
ración. 

IGNACIO   ANDRADE. 

Refrendado. 

El    Secretario  General. 

Vicente  A-  Betancourt. 

Es  copia  exacta  de   su  original. 

V.  A.  Betancourt. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  T 

Poder  Ejecutivo  del  Estado  Miranda. — Villa  de  Cura: 
16  de   enero  de    1897.— 87?  y   39? 

Resuelto : 

Para  escribir  la  obra  que  reseñe  la  vida,  los 
servicios  y  las  glorias  del  Valiente  Ciudadano  Ge- 
neral Ezequiel  Zamora,  dispuesta  en  el  Decreto 
expedido  en  10  de  diciembre  del  año  próximo  pa- 
sado, se  designa  al  ciudadano  Doctor  Laureano 
Villanueva. 

Comuniqúese  y  publíquese. 

ANDRADE. 
El   Secretario  General. 

Vicente  A.   Betancourt. 

Es   copia  exacta  de   su   original. 

V.  A.  Betancourt. 


El  10  de  diciembre  del  año  anterior,  glorioso 
aniversario  de  la  gran  batalla  de  Santa  Inés,  el  Ge- 
neral Presidente  del  Estado  expidió  un  Decreto  por 
e!  cual  se  dispone  que  por  cuenta  del  Estado  se 
escriba  y  edite  una  obra  que  reseñe  la  vida  y  los 
servicios  del  Valiente  Ciudadano  General  Ezequiel 
Zamora,  y  por  Resolución  separada  se  confió  tan 
importante  trabajo  á  la  brillante  pluma  del  ilustra- 
do Doctor  Laureano  Villanueva.  Dicha  obra  está 
dedicada  al  Partido  Liberal  de  Venezuela,  en  la 
persona   de   su  Jefe    Benemérito  General     Joaquín 


VI  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

Crespo,  /i  quien  se  ofrecerá  el  20  de  febrero  próxi- 
mo, trigésimo  séptimo  aniversario  de  la  Federación, 
jior   una   comisión   que   se  designara   al    efecto. 

(Memoria  del  Secretario  General  del  Estado  Miranda  *euor 
Doctor  Vicente  A.  Betaneourt— 1897). 


l\>der    Ejecutivo  del  Estado  Miranda. — Villa  de  Cu- 
ra:   29  de  diciembre  de    1897.— 87?  y  39?. 

Resuelto : 

De  conformidad  con  el  artículo  2?  del  Decreto 
«de  10  de  diciembre  del  año  anterior,  se  nombra 
|>ura  componer  la  comisión  que  hade  presentar  en 
■nombre  del  Estado,  el  20  de  febrero  entrante,  al 
Benemérito  General  Joaquín  Crespo,  la  obra  que 
reseña  la  vida  del  ciudadano  General  Ezequiel 
Zamora,  á  los  ciudadanos  Generales  Víctor  Rodrí- 
guez,  Francisco  Varguillas  y    José  María  González. 

Comuniqúese   y  publíquese. 

IGNACIO    ANDRADE. 

El   Secretario    General, 

Vicente   A.  Betjxcourt. 
Es  copia  exacta  de   su    original. 

V.    A.  Bktancourt. 


VIDA 


DEL 

VALIENTE  CIUDADANO 

GENERAL  EZEQUIEL  ZAMORA 


CAPITULO  I 

I.  Al  Oeste  de  nuestro  Parque  de  Abril  erigía 
el  Gobierno  de  la  República  en  1881  la  estatua  de  un 
General,  que  por  su  expresión,  y  el  movimiento  de 
la  espada,  debe  suponerse  que  se  le  quiso  representar 
en  ademán  de  desafiar  á  sus  contrarios. 

Es  la  estatua  del  General  Ezequiel  Zamora ; 
militar  de  nuestras  guerras  civiles,  que  ha  merecido 
de  la  gratitud  del  Partido  Liberal  de  Venezuela 
el  renombre  de  Valiente  Ciudadano :  cuya  vida,  no 
muy  larga  en  días,  pero  llena  de  acciones  heroicas, 
se  mantiene  aun,  siendo  ya  casi  pasados  cincuenta 
años,  entre  nieblas  que,  puesta  ningún  escritor  su 
pluma  al  servicio  de  la  justicia,  ha  intentado  hasta 
ahora  disipar :  tal  vez  por  no  haber  sido  posible  re- 
coger materiales  á  propósito  para  coordinarlos  en  un 
libro  con  exactitud,  orden  y  claridad ;  labor  que 
requiere  tiempo,  dinero,  perseverancia  y  serenidad 
de  ánimo ;  cosas  de  que  no  siempre  se  puede  dis- 
poner  en    nuestra   común  azarosa  vida  de  movimien- 


2  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

tos   convulsivos,     poco  adecuada    por   cierto   á    este 
genero   de   estudios.  Pues    para  una   obra  como  ésta 
há   menester   el  historiador,  en  primer  término,  gran 
material    de  la  vida  privada  del    héroe,  de  su  carácter 
moral,   condición,  costumbres  y  convicciones  políticas; 
y   de   su    ingenio    para   trazar  campañas,  y  rectificar- 
las en  su  ejecución  ;  librar  combates,  y  salvar  á  veces 
<íii  fren  te    del  enemigo  la  suerte  de  su  ejército  y  de   su 
Causa.     Y  después,   debe  tener  tino   para    comparar 
las   noticias   que  le    suministren  los    documentos  ofi- 
ciales con    las    de  la     tradición,    por    lo    regular    no 
acordes  entre  sí,  ora  p  r   los    cambios   que    imprimen 
á  unas   y    otras    los    intereses    de    partido,    ora    por 
la  ordinaria  deficiencia  de    las    relaciones   verbales  ó 
-escritas  ;  todo    lo  cual  tiene  que    obligarle  á  averiguar 
-escrupulosamente   los    hechos    olvidados,    ó    no    bien 
•conocidos,  ó  diversamente  interpretados;  á  descubrir- 
los   con    pruebas;    y    rectificarlos    por    los    medios  á 
su  alcance  :  consideración    habida  de  que    la  historia 
no    se   escribe,  ó  no  debe  escribirse,  para  lisonjear  ni 
calumniar   á    los    hombres    ni   á     los    partidcs,    sino 
para  eternizar  la  verdad,  respecto    de    los   unos  y   de 
los   otros:  sólo  que    creemos   permitido  enorgullecer- 
nos,    cuando    sus    fallos,    por   su    equidad   y  justicia, 
castos   y   severos,    honran    la    causa    pública    á    que 
pertenecemos,  ilustran    nuestros  mártires,  y  glorifican 
nuestros  caudillos,  señalándolos  á  la  posteridad,  entre 
los   Grandes   Hombres  de   la  Patria  dotados  de  genio 
para    crear   nuevas   eras  de  gloria,  de  libertad  y  per- 
feccionamiento. 

Ni  hay  que  igualar  el  historiador,  como  en  el 
presente  caso,  al  diarista  de  combate ;  porque  éste 
se  ve  obligado  á  defender  su  programa  con  su  ra- 
zón,   sus   pasiones  y    con  cuantas   armas    sirvan  para 


VIDA  DEL  OENEIiAL   ZAMORA  3 

heiir,  vencer  y  aventar  á  sus  opositores,  donde  quiera 
que  se  presenten,  ó  donde  quiera  que  se  oculten  y 
le  resistan.  Porque  lejos  de  ser  la  prensa  periódica 
pontificado  de  pacífica  evangelización,  ó  tribunal  de 
impasibles  jueces,  es  por  el  contrario,  campo  abierto 
de  controversias  ardorosas,  en  que  no  todos  luchan 
por  la  eterna  justicia,  sino  por  la  justicia  de  los  parti- 
dos ;  ni  por  la  eterna  verdad,  sino  por  la  verdad 
convencional ;  esforzándose  unos  por  el  imperio  de 
la  libertad  y  la  virtud,  no  menos  que  otros  por  la 
dominación  de  los  tiranos. 

Al  paso  que  la  historia  es  la  impecable  vestal, 
sin  odios  ni  amor,  que  alumbra  las  sombras  de  lo  pa- 
sado con  la  sacra  antorcha  de  la  ciencia  y  del  arte, 
para  que  la  humanidad,  por  escarmiento  propio,  rec- 
tifique sus  métodos  de  mejora  en  la  vía,  por  lo  co- 
mún   dificultosa,  de  su  progreso  y  civilización. 

En  cuanto  á  lo  primero,  es  decir,  al  origen  de 
nuestras  noticia*,  es  de  saberse,  para  dar  á  nuestra 
palabra  autoridad  histórica,  que  las  fuentes  que  han 
servido  de  venero  para  llevar  á  cabo  este  libro,  y 
que  es  propio  calificar  de  primitivas,  son  antes  de 
todo  Memorias  manuscritas  é  inéditas,  códices,  car- 
tas, apuntes  y  relaciones  verbales  de  personas  hon- 
radas y  conscientes,  que  fueron  actores  en  los  acon- 
tecimientos que  vamos  á  contar;  una  voluminosa 
colección  de  expedientes  de  causas  por  asonada  y 
conspiración  de  184G  y  1847,  guardados  en  los  ar- 
chivos del  Registro  Público  de  esta  ciudad;  oficios 
de  los  Jefes  militares  y  de  sus  Estados  Mayores,  de 
los  Miüistros  de  Guerra  y  del  Interior,  de  los  Go- 
bernadores y  Comandantes  de  Armas  de  las  provin- 
cias ;  cartas  de  los  Presidentes  Soublette,  Monagas 
y  Castro,  de   los   Generales    Falcón,    Solillo,    Páez, 


DOCTOR  L.   VILLANUEVÁ 


Silva,  Andrade,  Cordero,  Ramos,  Casas,  y  muchos  par- 
ticulares ;  y  en  resolución,  la  correspondencia  misma 
del  General  Zamora,  escrita  en  sus  diversos  campa- 
mentos ;  sus  proclamas,  planes  de  guerra,  y  parte* 
oficiales  de  las  marchas  y  peleas :  testimonios  todos 
ellos,  merecidamente  considerados,  como  preciosos  é 
irrefutables,  porque  satisfacen  al  escritor  cuando 
la  crítica,  no  contenta  con  tener  á  la'  mano  no- 
ticias extraídas  de  fuentes  derivadas,  le  pide  y 
aun  le  exige  que  las  beba  en  las  originales,  úni- 
cas de  donde  puede  surgir  en  toda  su  pureza  la  ver- 
dad de  la  historia,  como  brilla  la  luz,  antes  de  pasar 
por  ningún  medio,  intacta  y  sin  desviaciones,  en  el 
foco  mismo  que  la  produce.  (*) 

En  segundo  lugar,  hemos  mantenido  á  la  vista 
boletines;  periódicos  y  folletos  de  uno  y  otro  bando, 
en  que  corren  impresos  documentos  oficiales,  datos 
de  campañas  y  acciones  de  guerra,  rasgos  biográ- 
ficos de  hombres  notables,  y  artículos  sobre  políti- 
ca, autorizados  con  firmas  auténticas;  instrumentos 
públicos  que  el  arte  de  juzgar  acepta  desde  luego,  co- 
mo manantiales  de  noticias  ciertas,  y  que  son  pruebas 
además,  de  las  aseveraciones  del  historiador,  si  éste 
con  lógica  severa,  escrupulosa  y  hábil  las  depura  do 
las  pasiones  de  sus  autores,  y  las  explica  según  el 
criterio  y  costumbres  de  la  época,  y  las  pone  al 
peso  en  la  balanza  de  la  razón,  fríamente,  sin  pesi- 
mismo ni  piedad. 

Pues  las  publicaciones  impresas  han  venido  a 
sustituir  en  el  presente  tiempo,  á  efecto  de  fun- 
damento y  origen  de  la  historia,  á  los  libros  de 
los    magistrados    de    Roma,    á    los  arta    diurna,  á  los 


*    Parte  de  esto ^  documentos  s^n.        tados  en  el  '-uerpo  de  *;% 
obra  y  otros  se  publicarán  íntegros. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  5 

Anales  de  sus  Pontífices,  y  á  las  tablas  y  colum- 
nas metálicas  de  monumentos  anteriores  al  siglo 
de  Augusto,  en  que  se  grababan  las  leyes,  los 
Tratados  públicos,  los  plebiscitos  y  senado-consul- 
tos que  Plinio  el  Antiguo  y  Tácito  tuvieron  que  des- 
cifrar  y   entender   para  escribir  sus   obras. 

Fatigosa  ha  sido,  como  puede  suponerse,  nuestra 
tarea  de  investigaciones  y  estudios,  por  ver  de  en- 
contrar en  tul  masa,  informe  y  confusa,  materiales 
útiles  con  que  escribir  esta  biografía,  y  distinguir- 
los, escogerlos  y  encadenarlos,  para  reproducir  las 
cosas  como  fueron,  discernir  lo  verdadero  de  lo 
falso,  y  llegar  á  comprender  las  causas  políticas, 
económicas  y  sociales,  que  ocasionaron  el  adveni- 
miento de  nuestro  Partido  Liberal,  á  contar  desde 
1840;  el  significado  moral  de  la  Administración  de 
los  Monagas ;  y  ia  razón  histórica  de  la  disputada 
guerra  de  la  Federación,  y  del  ardor  revoluciona- 
rio que  fue  á  encender,  lejos  de  sus  lares,  el  áni- 
mo excelso  de  nuestro  intrépido  caudillo,  que  ha  sido 
y  es  objeto  de  admiración  para  el  pueblo  y  de 
respeto  para  los  hombres  pensadores:  y  cuya  fiso- 
nomía y  proporciones  históricas  han  desfigurado  cruel- 
mente sus  contrarios;  quienes,  no  sólo  han  alterado 
la  verdad,  en  cuarto  á  la  naturaleza  y  fines  de 
su  causa  política,  que  fue  siempre  la  del  pueblo,  más 
también  en  lo  que  atañe  á  sus  cualidades  perso- 
nales y  á  los  servicios  que  prestó  á  la  Patria  con 
su   ingenio   militar  y  su  valor   heroico. 

De    modo    que   es    lícito    asegurar   que   nuestra 

juventud,  aunque  siente  el  prestigio  mágico  del  nombre 

de    Zamora,  y   oye    con   exaltación  de  ánimo   la  reía- 

4*,ión    de  sus  hazañas,  no  ha  tenido  ocasión  ni  medios 

para  llegar  á  esclarecer  su  causa  política,  y  sus  guerras 


6  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

* 

del  46  y  del  59  ;  y  estudiar  su  tiempo,  conocer  su  re- 
trato histórico  en  su  noble  realidad,  y  aprec  ar  con  pro- 
fundidad, orden  y  justicia  su  carácter  é  ideas  sobre  laa 
cosas  publicas;  ni  el  singular  talento  que  le  dis- 
tinguiera entre  nuestros  más  expertos  capitanes:  vi- 
niendo á  tocar  á  nosotros,  por  designación  honrosísima 
del  señor  General  Ignacio  Andrade,  Presidente  del 
Estado  Miranda  y  Presidente  electo  de  Venezuela, 
el  encargo  de  descorrer  las  nubes  que  han  hecho 
invisible  desde  184(5,  al  Zamora  verdadero,  para  ofre- 
cerlo á  la  generación  presente  y  á  los  historiadores 
de  lo  porvenir ;  no  como  lo  han  pintado  sus  enemi- 
gos, sino  tal  como  lo  formó  la  Providencia ;  esto 
es,  como  un  carácter  animado  de  alta  fuerza  mo- 
ral, para  llevar  á  cabo  su  deseo  vehemente  de 
garantizar  al  pueblo,  por  los  máximos  esfuerzos 
de  su  espada,  el  derecho  supremo  de  gobernar- 
se sin  ser  sujetado  de  ninguna  potestad;  conser- 
vando su  bien  templado  corazón,  en  todas  las  oca- 
siones, inocente  de  ambiciones  personales;  y  hjs 
manos,  como  las  de  un  fanático  por  la  libertad, 
siempre  puras  de  las  manchas  del  vil  peculado, 
v  de  las  no  menos  execradas  de  la  sangre  del 
crimen;  pudiendo  bieü  considerarse  esta  vida,  que 
presentamos  respetuosamente  al  público,  como  la  re- 
surrección histórica  del  drama  verdadero  de  sus  vici- 
situdes, con  sus  coloridos  y  natura1  es  formas  ;  en  que 
el  pueblo  le  verá  primero  infatigable,  pero  sin  ventura, 
en  la  guerra  de  montañas,  por  los  años  de  1846  ;  atado 
al  pie  del  patíbulo  en  1847;  y  luego,  ascendido  por 
el  Gobierno,  para  honrarle,  en  4S  y  40,  á  altas 
jerarquías  en  el  Ejército;  y  por  último,  en  la  campaña 
de  la  Federación,  del  20  de  febrero  de  185!)  al 
10    de  enero   de    18(50,    la    más    ilustre   de  nuestras 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  7 

guerras  civiles.  Pero  todas  veces  demócrata  sincero, 
y  á  la  par  inteligente  y  probo,  con  desprecio  de 
las  riquezas,  con  su  amor  al  pueblo  y  su  deseo  de 
gloria. 

II.    Nació   Ezequiel    Zamora   en   Cúa,   por  los  «■»««■  ■*■■ 

*  7     *  de  Zamora. 

anos  de  1817,  de  Don  Alejandro  Zamora  y  Doña  Paula 
Correa. 

Doña  G regona  Correa  fue  madrina  de  su  bau- 
tismo. No  tuvo  padrino. 

Su  abuelo,  Don  Juan  de  Zamora,  era  hombre 
de  cuenta;  y  avecindado  en  Calabozo,  celebró  allí 
su    casamiento  con    una   señora   de  apellido  Pereira. 

Su  madre  enviudó  en  1821. 

Don  Antonio  José,  su  hermano  mayor,  que  vive 
aún,  tuvo  siete  hijos;  Manuel  Felipe,  Gabriel,  Eze- 
(juiel,  Luis,  Alejandro,  Ester  y  Carlota.  Y  Gabriel,  su 
menor  hermano,  ya  finado,  dejó  cinco:  Gabriel,  Jesús 
María,  Genoveva,  Aurora  y  Sofía,  esposa  de  Jerónimo 
Ótame  nd  i. 

Sus   hermanas  formaron  las  ramas  siguientes  : 

Carlota  casó  con  el  señor  Juan  Cáspers,  de  na- 
ció i  alsaciano. 

Los  hijos  habidos  de  este  matrimonio  son  Me- 
licia,  esposa  del  steñor  Tancredo  Agoslini  ;  y  el  Ge- 
neral Luis  Rafael  Cáspers,  que  estudió  derecho  en 
nuestra  Universidad,  y  ha  desempeñado  con  honor 
y  brillo  destinos  públicos  de  alta  representación, 
como  los  de  Comandante  de  Armas  de  Caracas,4 Mi- 
nistro de  Guerra,  y  Designado  á  la  Presidencia  de 
la  República. 

De  Genoveva,  esposa  del  señor  Doctor  José 
Manuel  García,  su  primo  hermano,  nacieron  cuatro 
hijos:   el  Doctor  Manuel  Felipe  García,  y  las  señoras- 


8  DOCTOR   L.   VILLANVEVA 

i 

Manuela,  casada  con  Alejandro  Tosta ;  Rosa,  con 
el  General  Joaquín  Rodríguez  Guerrero,  Procer  de 
la  Federación  y  antiguo  Edecán  de  Zamora ;  y  Juana 
con  el  Doctor  Jaime  R.  Sanderson,  abogado   notable. 

Raquel  contrajo  matrimonio  con  el  General  José 
Gregorio  Quintana,  cuyos  hijos  son  Francisco,  Gre- 
gorio,   Mercedes  y    Raquel. 

Don  Alejandro,  padre  de  Zamora,  tuvo  dos  her- 
manos, Don  Juan  y  Don  Mateo.  Este  se  alistó 
en  las  banderas  de  los  realistas  v  subió  á  oficial 
de  ejército:  los  otros  dos  abrazaron  la  causa  de  la 
Patria.  Juan  murió  á  poco;  y  Alejandro  sirvió 
desde   1K14  á  las  órdenes   inmediatas  del  Libertador. 

Don  Mateo,  casado  con  Manuela  Gome/-  tuvo  siete 
hijos;  A  saber:  Mateo,  Fidel,  Agustín,  Epitanio,  que 
vive  en  Villa  de  Cura;  Juan  y  Wintila,  oficiales  fede- 
rales; y    Manuela,  esposa  del  señor  Faustino  Trujillo. 

El  señor  (Yispers  crió  á  Zamora,  y  cuidó  de 
su   educación. 

La  madre  de  Zamora,  Doña  Paula  Correa, 
«era  oriunda  de  Villa  de  Cura,  hija  del  señor  X. 
Correa  y  de  Doña  Bárbara  Rodríguez,  prima  her- 
mana de  Doña  Josefa  Rodríguez  de  Pardo,  madre 
<lel  insigne  poeta  Francisco  G.  Pardo,  de  grata  me- 
moria entre  los  hombres  de  letras.  También  era 
prima    de    Doña    Manuela    Rodríguez    de    Montero. 

Rastreando  la  parentela  de  Zamora  encontramos 
«Mitre  sus  deudos  á  Don  Santos  Aranguren  :  y  á  Don 
José  Aranguren,  (\ue  casó  con  Doña  Angela  Me- 
léndez  Pereira,  y  emigró  con  ella  y  sus  hijos,  el 
año  de  14,  de  Villa  de  Cura  á  Maturín,  perdiendo 
en  el  camino  tres  de  ellos,  de  hambre  y  enferme- 
dades.    La  cuarta,    llamada    María  Salomé    Arangu- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  í) 

ren,  contrajo  matrimonio  con  Don  Joaquín  Paúl :  y 
son  estos  los  padres  de  Francisco  Antonio  Paúl  y  de 
los  Generales  Juan  Nepomuceno  y  Juan  de  Je- 
sús Paúl. 

La  quinta  hija,  Antonia  Aranguren,  casó  con  el 
Ilustre  Procer  Capitán  Venancio  Rachadel,  General 
de  la  Federación.  Manuel  Antero  Rachadel  era 
hermano  de  éste. 

Josefa  Aranguren  de  Guerrero,  esposa  del  Ilus- 
tre Procer  Coronel  Francisco  Guerrero,  fue  abuela 
de  los   Generales  Rafael  y  Juan  Carabafio. 

Manuel  Aranguren,  empleado  de  Colombia  en 
el  ramo  de  finanzas  fué  el  padre  de  Antonio  Aran- 
guren, Senador  del  Congreso  de  1892. 

Son  también  parientes  de  Zamora  por  los  Pe- 
reira, el  Comandante  Don  José  María  Meléndez  y 
Pe  reirá,  cunado  del  Doctor  Juan  Germán  Roscio ; 
y  Don  Hermenegildo  Meléndez  Roscio;  el  Ilus- 
tre Procer  Coronel  Manuel  Pereira,  Ayudante 
de  Campo  del  General  Manuel  Cedeíío :  ei  Pbro. 
Doctor  Francisco  Antonio  Pereira,  notable  orador 
sagrado,  Canónigo  de  la  Catedral  de  Caracas,  muy 
adicto  á  Zamora  y  compañero  suyo  en  las  elec- 
ciones del  4íí :  el  General  José  délos  Santos  Pe- 
reira, padre  del  señor  Ismael  Pereira  Alvarez ;  y 
Jacinta  Trujillo,  esposa  del  Ilustre  Procer  Coronel 
José  Eugenio  Rojas,  y  madre  del  General  Rufo 
Rojas. 

La  instrucción  que  recibió  Zamora  tuvo  que 
ser  por  extremo  rudimentaria,  como  se  acostumbraba 
en  las  escuelas  de  los  primeros  días  de  la  Repú- 
blica. Leer,  escribir,  nociones  elementales  de  gra- 
mática  y   aritmética,  y*  doctrina  cristiana:  tal  era  en 


10  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

resumen   lo  que    muy   imperfectamente  se  ensenaba 
entonces. 

Su  preceptor  fue  Don  Vicente  Méndez,  que 
vivía  en  la  antigua  casa  municipal,  sita  en  la  es- 
quina de  las  Mercedes:  y  de  sus  condiscípulos  se 
recuerda  al  Doctor  Pedro  Medina,  Doctor  José  Arnal, 
Doctor  M.  M.  Echeandía,  Licenciado  José  Miguel 
López  y   Carlos  Ávila. 

Inclinóse  desde  niño  á  ejercicios  corporales; 
especialmente  á  la  luchü,  la  natación,  la  carrera 
y  la  equitación  :  caminaba  leguas  á  pie,  y  trepaba  las 
montanas  sin  fatigarse  :  con  lo  cual  desenvolvía  y 
perfeccionaba  su  fuerza  natural,  y  adquiría  agilidad 
y  destreza  en  sus  movimientos  y  acciones. 

Era  alto  y  delgado  de  cuerpo ;  de  ojos  azules  y 
mirada  viva  y  penetrante» :  sus  facciones  se  marcaban 
y  distinguían  por  líneas  bien  definidas  que  daban  á 
su  rostro  por  sus  pómulos  agudos,  su  nariz  recta, 
su  barba  firme  y  saliente,  su  frente  descubierta  y 
bien  modelada,  una  vigorosa  expresión  de  inteli- 
gencia,  altivez    y    energía. 

A  los  diez  y  ocho  años  ya  se  notaba  la  prominen- 
cia de  hiparte  superior  de  la  cabeza,  signo  frenológica 
del  carácter  indomable  y  de  la  virtud  de  la  per- 
severancia.    (1) 

Entonces  empezó  á  viajar  al  Guárico,  acom- 
pañando al  Doctor  José  Manuel  García,  su  pariente, 
que  iba  á  menudo  en  ejercicio  de  su  profesión  de 
abogado,  á  los  tribunales  del  l  amado  cuarto  cir- 
cuito judicial  de  la  provincia  de  Caracas:  y  ea 
la  misma  época  hizo  sus  primeros  negocios  de  ga- 
nado con  recursos  del   filántropo    señor  Cáspers.    De 


1    Gall  and  Spur/heini.-  Organ  fiffi  mi *€?**.— XVII I. 


\ 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  11 

allí  á  poco  tiempo  se  fijó  en  Villa  de  Cura  con 
una  casa  de  víveres,  en  que  mostró  amor  al  trabajo, 
honradez,  actividad   y    decisión  por  el  comercio. 

Ningún  suceso  ocirrió  en  su  juventud  digno 
de  mención,  pues  su  vida  fue  toda  de  ocupaciones 
mercantiles  en  Cura,  San  Juan,  San  Francisco,  El 
Pao,   San  Josd,   Calabozo   y  Apure. 

Jamás   le   dominó    ninguna    intemperancia. 

Amaba  entrañablemente  á  su  madre,  á  cuyas 
necesidades  acudfa  diariamente  con  el  fruto  de  sus 
negocios.  Era  muy  aficionado  al  baile  y  á  la  caza ;  y 
apenas  empezó  á  ejercitar  su  razón  se  le  vio  solicitar 
libros,  especialmente  de  historia,  que  leía  con  avidez. 
Pero  su  maestro  fue  realmente  el  Doctor  García, 
varón  doctísimo  y  amable,  que  popularizaba  dentro 
y  fuera  de  la  Universidad  de  Caracas,  los  fun- 
damentales principios  del  Derecho  romano,  de  la 
fisolofía  moderna,  y  de  la  política  de  la  igualdad ; 
cuyos  consejos  y  lecciones,  floreciendo  en  el  en- 
tendimiento del  joven  Zamora,  de  natural  fácil  y 
claro,  explican  su  educación  moral,  y  la  precisión  y 
firmeza  con  que  sostuvo  siempre  los  derechos  del 
pueblo. 

En  los  Llanos  le  conceptuaban  valeroso,  audaz, 
servicial,  de  perfecta  integridad,  y  sentimientos 
de  compasión  y  liberalidad  hacia  las  familias  del 
pueblo.  Siempre  tenía  dinero  para  socorrer  a  los 
pobres  :  y  después,  cuando  entró  en  la  política,  abría 
la  bolsa  sin  regateos,  para  gastos  de  su  causa  y  ne- 
cesidades personales  de  sus  amigos  y  coparr idarios. 

Menos  de  treinta  anos  contaba  cuando  empezaron 
las  agitaciones  públicas  con  motivo  de  las  luchas  de 
los    partidos  que  se    disputaban   el    poder;  y  afiliado 


12  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

en  el  liberal,  se  asoció  al  Licenciado  Juan  Mar- 
tínez,- para  iniciar  la  propaganda  por  su  partido  en  los 
pueblos  y  caseríos   de   San    Francisco  y    San   José. 

Prestó  servicios  en  la  milicia,  para  devolver  la 
tranquilidad  á  Villa  de  Cura,  cuando  las  facciones 
asoladoras  de  44  y  45 ;  y  distinguióse  ante  las  au- 
toridades y  la  sociedad  por  su  respeto  á  las  leyes  y 
sug  esfuerzos  en  pro  del  orden  y  de  las  garantías 
del  honor,  de  la  vida  y  las  propiedades. 

Era  un  ciudadano  útil ;  hombre  de  bien,  de  to- 
dos estimado. 

Desde  su  edad  juvenil  fraternizó  con  el  partido 
de  los  oprimidos,  como  futuro  campeón  de  los  li- 
berales que  llevaba  en  el  corazón  y  en  el  cerebro 
el  sentimiento  y  el  alma  del  pueblo;  y  en  el  curso 
de  las  revoluciones,  velemos  que  lo  personificará 
genuinamente  en  sus  anhelos,  'en  sus  ideales  de 
redención,  en  sus  santas  iras,  en  su  alteza  de  ánimo, 
y  en  su  generoso  holocausto. 

Antes  de  ser  un  gran  General  fue  un  hombre 
de  trabajos  rudos,  al  igual  del  pueblo,  que  suda  por 
la  existencia ;  así  como  pasó  Páez,  para  gloria  suya, 
por  la  ley  sociológica  de  la  democracia  ascendente, 
de  pastor  bárbaro  á  Ciudadano  Esclarecido  ;  y  de  las 
majadas  de  un  hato  á  la  celeste  Constelación,  en 
que  viven  inmortales  los  venerados  Dioses  de  la 
Patria. 

Tal  es,  en  breves  razones,  el  carácter  físico  y 
moral  del  joven  predestinado  á  representar  el  papel 
de  personaje  trascendental,  en  la  vida  política  y  mi- 
litar de  Venezuela,  durante  el  largo  período  de  184G 
á   18ÍÍ0. 

Empero,  antes  de  relatar  esta  vida,  es  menester 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  13 

dar  idea  de  los  hombres  de  nuestros  partidos,  de 
sus  principios,  defectos  y  méritos ;  de  sus  talentos, 
intereses  y  pasiones;  para  preparar  el  escenario  en 
que  nuestro  héroe  va  á  ostentar  las.  más  bellas  vir- 
tudes públicas,  su  heroísmo  eminente,  su  fanatismo 
político,  y  sus  mejores  y  más  sobresalientes  talentos 
militares. 

Pues  no  puede  juzgarse  á  Zamora,  sin  conocer 
bien  su  tiempo.  Por  lo  cual  nos  permitimos  con- 
vidar al  lector  para  hacer  una  excursión  por  el  cam- 
po de  aquella  historia  llena  de  magnos  hechos,  que 
nos  enseñarán  cómo  se  batían  los  partidos,  cada  uno 
con  su  bandera  y  su  programa ;  de  qué  modo  se 
comportaban  los  hombres,  en  lucha  hasta  morir,  sin 
cometer  ninguno  el  pecado  de  la  deserción  ó  la 
infidencia  ;  cómo  renunciaban  los  Ministros  sus  car- 
teras, cuando  sus  ideas  no  triunfaban  en  el  Gabinete, 
de  lo  que  nos  dejaron  ejemplo  A  randa  y  Q  úntero, 
Jacinto  Gutiérrez,  Miguel  Herrera,  el  Doctor  Urru- 
tia  y  el  Doctor  Sanavria  ;  cómo  en  fin  se  inmolaban 
aquellos  políticos  en  el  servicio  público  y  volvían 
á  sus  hogares  sin  buena  suerte,  á  veces,  pero  con 
honra  y  dignidad. 

111.     El  Partido   político  que  nacía  en  1840  con  programa  dei 
el  nombre  de  Gran  Partido  Liberal  sustentaba  como 
programa  político,    civil,   económico  y   social,  los    si- 
guientes principios,  dogmas  y  tendencias: 


— Cumplimiento  rígido  de  la  Constitución  y  las 
leyes  ;  por  lo  cual  se  apellidó  Partido  de  oposición 
constitucional. 


14  DOCTOR   L.   VILL  ¿NUEVA 


II 


— Efectividad  del  principio  de   alternabilidad  en 
el  desempeño  de  los  empleos  públicos. 


ni 


— Uso  ó  empleo  del  poder  electoral,  en  virtud 
del  cual,  el  Partido,  conocida  á  fondo  la  situación 
moral  v  material  de  la  sociedad,  debía  convertir 
sus  convicciones  en  propósitos  políticos,  y  trabajar 
por  constituirse  en  mayoría  para  ganar  la  victoria. 


IV 


— Creación  de  dos  grandes  partidos  nacionales 
que,  sometidos  de  buena  te  á  las  leyes  fundamen- 
tales del  país,  pudieran  garantizar  las  libertades  pú- 
blicas. 


v 


— Difusión  de  las  republicanas  prácticas  de  exa- 
minar libremente,  por  medio  de  la  prensa  ó  en 
asociaciones  públicas,  todo  lo  (pie  pudiera  afectar  los 
intereses  de  la  comunidad. 


vi 


— Reprobación  de  los  crímenes  individuales,  y 
del  otro,  mayor  aún,  de  apelar  á  la  fuerza  para  re- 
solver las  cuestiones  políticas. 


VII 


— Aplicación  de  todas  las  influencias  legales  de 
los  partidos  para  llevar  á  cibo  el  proceso  de  las 
elecciones:  verdaderas  pero  santas  revoluciones,  pres- 
critas y  autorizadas  por  las  leyes. 


VIII 


— Nombramiento  para  las  Cámaras    Legislativas 
de   hombres  ilustrados,  patriotas,  independientes,  pro- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  15 

fcos  y  dignos  de  la  confianza  del  pueblo,  como 
legisladores  ortodoxos  en  el  dogma  liberal  ;  pues 
no  se  empeñaba  tanto  el  Partido  en  la  elección  del 
Presidente  de  la  República,  como  en  la  del  Congreso; 
porque  siendo  de  la  incumbencia  de  este  Cuerpo  la 
aplicación  de  los  remedios  para  los  males  del  país, 
resultaba  que,  asegurada  la  elección  de  buenos  le- 
gisladores, era  infalible  el  triunfo  de  la  oposición 
constitucional :  tanta  confianza  así  había  entonces  en 
fe  eficacia  de  las  instituciones,  las  cuales  imponían 
efectivamente  al  Ejecutivo  obediencia  á  las  decisiones 
del  Poder  Legislativo :-  pudiendo  decirse,  en  verdad, 
que  si  el  Gobierno  logró  alcanzar  alguna  vez,  en  las 
Cámaras,  por  influencias  más  ó  menos  lícitas,  el 
triunfo  de  sus  ideas,  en  ciertas  altas  cuestiones  de 
Estado,  no  se  le  permitió  nunca  llevar  á  cabo,  por 
lo  menos  sin  oposición  formal  y  pertinaz,  la  aspi- 
ración que  pudiera  tener  en  el  fondo  de  su  mente 
á   dominar  los  Congresos  y  oprimir  el  país. 

IX 

— Disminución  de    las    contribuciones    públicas. 

x 

— Independencia   de    la  Iglesia,  del  Foder  Judi- 
cial, de  la  Universidad  y  los  Colegios. 

XI 

— Responsabilidad  de  los  empleados. 

XII 

— Auxilio  á  las  industrias. 

XIII 

— Abolición  de  la  lev  del  10  de  abril  de  1834. 


El  Venezolano. 


16  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

XIV 

— Guerra  al  Banco  por  sus  monopolios  y  privile- 
gios. 

XV 

— Leyes  de  retiro  pana  los  Proceres,  y  de  mon- 
tepío para  sus  viudas  é  hijas. 

xvi 
— Ley  para  organizar  la  milicia  nacional. 

IV.  A  este  efecto,  reunidos  en  junta  pública 
varios  individuos  de  inteligencia  y  patriotismo,  deter- 
minaron establecer  un  periódico  hebdomadario,  con  el 
nombre  de  El  Venezolano,  cuya  mira  debía  ser: 

Combatir  con  el  lenguaje  de  la  razón  los  prin- 
cipios de  la  oligarquía  política  que  afligía  á  Vene- 
zuela ;  los  errores  de  la  administración,  y  los  extra- 
víos de  las  legislaturas  pasadas  ;  sostener  y  consolidar 
la  opinión  de  los  que  formaban  el  partido  de  los 
verdaderos  principios  constitucionales;  y  favorecer  la 
marcha  franca  y  liberal  de  la  República. 

Estas  bases  fueron  aceptadas  unánimemente  por 
los  señores  Antonio  Leocadio  Guzmán,  nombrado 
Redactor  del  periódico ;  Mariano  Mora,  tesorero,  y 
Tomás  Lander,  José  Gabriel  Lugo,  Rafael  María 
Lugo,  José  Austria,  Jacinto  Gutiérrez,  José  Julián 
Punce,  José  Bernardo  Arévalo,  y  Tomás  J.  Sanavria, 
en  Caracas,  á  20  de  agosto  de  1840. 

Pegón  se  ve,  junto  con  los  reclamos  de  la 
opinión  pública  sobre  asuntos  políticos,  se  levanta- 
ban los  referentes  á  materias  económicas,  con  el 
propósito  de  buscar  remedio  pronto  y  eficaz  al  ma- 
lestar   "     los  propietarios   territoriales,  de    los    agri- 


VIDA  BEL  GENERAL  ZAMORA  17 

cultores,    comerciantes,    artesanos,   jornaleros    y    de 
cuantos  vivían  de  su  trabajo    personal.  (1) 

V.  Para  inteligencia  de  los  sucesos  que  vamos  á  L*01i*ar<iu£^ 
referir,  es  de  saberse  que  para  1840  se  había 
constituido  una  oligarquía  con  influencias  en  el  Go- 
bierno; compuesta  principalmente  de  un  grupo,  adue- 
ñado hacía  tiempo  de  los  puestos  públicos  sin  que- 
rer  soltarlos;    de    los    prestamistas,    á    quienes   itn- 

1  Los  contribuyentes  pira  los  gastos  d<*  este  pmiódico 
fueron,  los  que  A  continuación  se  expresan,  *-egún  documento* 
que  se  encuentran  en  la  Secretaría  de  la  Academia  Nacional 
de  la  Historia : 

1  Toma*  Lander $  25 

2  José  Ignacio  Paz  Castillo 15 

3  Florencio  Orea 10 

4  Félix  Ostro 10 

5  Remigio  Armas 15 

6  Francisco  R.  del  Toro 25 

7  J.  J.M 5 

8  J.S.M 25 

1)  Juan  Bautis  a  Mijares 25 

10  Mariano  A se^nio 10 

11  J.  BaasdeRoger 10 

12  Jos- Gabriel  Lugo 10 

13  Rafae' MaíaLugo 25 

14  José  Julián  Fonce 10 

15  José  Manuel  Morales 10 

1<>  Diego  Haut'sta  Urbaneja 25 

17  Bar  olomé  Manrique 10 

18  José  Austria 10 

10    Anacleto  Clemente 25 

20  Rutino  Blanco 5 

21  Manuel  Echeandía 10 

22  Ignacio  J.Chaquert 10- 

23  José  B.   Aiévalo 10 

24  Tomás  J.  Sanavria 25 

25  Medardo  Medina 20 

26  MaTtín  Echegarreta 10 

27  Francisco  de  la  Madriz 10 

28  José  Toribio  Iri barren 10 

29  Casiano  Santana 25 

30  Ramón  Lozano  y  Ca 25 

31  Vicente  lbarra 25 

32  José  Pérez 10 

33  UnamigoG.  F 10 

JÍ4  Otro  id.  R.  1 10 

35  Vicenta  Mexias 10 

3tf  Fermín  Beit  a 15 

37  Guillermo  Espino 15 

í<8  J.  M.  Jesurum 10 

30  Lufa  Correa 5 

$        570 


18  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

portaba  sostener  la  ley  de  diez  de  abril  de  1834, 
que  autorizaba  cualquier  premio  en  los  prestamos; 
y  entregaba  atado  el  deudor  al  acreedor,  como  una 
víctima,  sin  defensa,  condenada  ala  extorsión;  de 
los  empresarios  del  Banco,  que  absorbía  parte  del 
tesoro  público  y  gozaba  de  privilegios  inconstitu- 
cionales; y  en  resolución,  de  todos  los  que  tenían 
miedo  á  las  innovaciones  y  á  los  conflictos  pú- 
blicos. 

En  el  ara  de  este  partido  inmolábanse  a  me- 
nudo los  derechos  de  los  ciudadanos,  las  preciosas 
conquistas  de  la  libertad  civil,  la  justicia  de  los 
tribunales    y    la   soberanía   del    pueblo. 

El  sistema  representativo  q  e  reconoce  por 
base  la  igualdad  democrática,  la  competencia  de  los 
talentos  v    del    mérito,    era   una  farsa. 

Páez  era  el  jefe  de  esta  oligarquía;  caudillo  de 
resplandeciente  gloria  militar  en  la  guerra  de  eman- 
cipación ;  amado  del  pueblo,  en  sus  primeros  anos; 
incapaz  de  apropiarse  un  centavo  del  erario  ;  ambicioso 
basta  su  muerte  de  poder  y  mando,  bien  que  sin  cuali- 
dades de  administrador  y  menos  de  hombre  de  Estado ; 
habíase  hecho  y  confirmado  autócrata  después  de  la 
renuncia  de  Vargas,  y  como  tal  concentraba  en  sus 
manos  todos  los  poderes,  y  distribuía  al  propio 
arbitrio,  los  nombramientos  de  todos  los  empleados 
civiles,  consulares  y  diplomáticos,  y  los  del  ejército 
y    la   Iglesia. 

Aunque  inclinado  al  bien,  endureció  su  carác- 
ter en  el  gobierno;  y  en  el  promedio  de  su  carrera  pre- 
firió apartarse  del  pueblo,  de  donde  había  salido,  para 
descender  á  jefe  de  un  partido  de  hombres  de  nego- 
cios y  de  pasiones  irascibles;  y  amancilló  en  su  an- 
cianidad el   brillo   de  su  fama  con  la  nota   de  cruel, 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  19 

cuando  antes,  aún  en  la  guerra  á  muerte,  había 
sobresalido  entre  los  Libertadores,  por  su  genero- 
sidad   v    su    clemencia. 

Contábanse  en  este  partido  individuos  de  saber 
y  patriotismo,  pero  imbuidos  en  ciertos  principios  de 
orden  económico  y  político  que  les  nublaban  la  mente, 
para  no  permitirles  apreciar  los  justos  reclamos  de  la 
actualidad  ni  penetrar  el  porvenir;  como  aquellos 
honrados  patricios  de  Roma  que  se  apostaron  va- 
namente con  su  ídolo  Poní  peyó  y  su  grande  orador, 
entre  el  glorioso  pasado  de  la  colosal  República  y 
el  advenimiento  de  la  humanitaria  revolución  social 
que  les  prometía  el  partido  popular.  De  este  nú- 
mero era  Vargas,  sabio  y  piadoso  padre  de  nuestra 
medicina;  el  diplomático  Fortique,  agraciado  por  la 
naturaleza  con  el  primoroso  don  de  gentes;  Alegría, 
sacerdote  virtuoso;  Toro,  Espinal  y  Pedro  José 
Rojas,  oradores  de  inspiración;  Juan  Vicente  Gon- 
zález y  José  María  de  Rojas,  periodistas  de  pelea: 
Cajigal,  Ríos,  Tovar,  Quintero,  Michelena  y  otros 
igualmente  dignos    de   veneración    y    respeto. 

Veamos  cómo  pinta  el  señor  Guzmán  á  Vargas 
v  á  Espinal  en  JE  l  Venezolano,  de  11  de  mayo  de 
1«S44,  con  motivo  de  haberse  opuesto  uno  y  otro 
*m  la  Cámara  del  Senado,  al  inconstitucional  privi- 
legio de  la  exención  de  la  patente  d?l  Banco  Na- 
cional : 

'•  Siempre  hemos  sostenido,  y  permítasenos  recordarlos 
con  orgullo,  que  Vargas  es  un  ciudadano  de  capacidad 
superior,  de  principios  fijos  y  de  conciencia  propia:  que 
puede  caer  en  el  error,,  que  puede  excederse  alguna  vez 
en  miramientos  y  en  consideraciones,  que  engañado  puede 
encontrarse  fuera  de  la  órbita  de  la  opinión  pública,  pero 
que  en  las  grandes  cuestiones,  en  los  puntos  cardinales, 
en  aquellas  oportunidades  solemnes  en  que  á  veces  se 
juega  el  depósito  de  los  derechos  comunes  y  la  suerte 
de  una  y  aun  de  más  generaciones,   se  encontrará  siem- 


20  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

pre  firme,  invulnerable,  ejemplo  de  próbida  independen- 
eia.  Ni  aun  las  preocupaciones  de  nuestro  propio  partido, 
que  también  hemos  tenido  por  disculpable,  nos  han  fas- 
cinado nunca,  ni  podido  arrancarnos  el  convencimiento- 
que  después  de  muchos  anos  nos  hemos  formado  de  la 
intachable  rectitud  de  este  buen  venezolano.  Véasele 
hoy  el  primero,  sin  esperar  á  saber  lo  que  piensan  los 
demás,  sin  consultar  á  ningún  poder,  sin  detenerse  en 
cuáles  fueron  los  resultados,  escudando  con  su  pecho  la 
inviolabilidad  déla  Constitución,  el  depósito  de  nuestros 
derechos.  Una  cualidad  por  lo  menos  deben  tener  nues- 
tros escritos,  la  de  ser  consecuentes.  Escribiendo  con 
una  sola  conciencia,  siempre  con  ella,  y  nada  más  que  con 
ella,  al  través  de  los  sucesos,  pasando  por  sobre  todas  las 
circunstancias  se  nos  ha  de  encontrar  los  mismos.  ¿Por 
qué  á  veces  tan  distantes  del  señor  E>pina1,  atacados 
por  su  pluma  y  por  su  firma,  nunca  nos  hemos  avanzado 
á  denunciarle  como  un  oligarca  cual  concurrían  á  pintarlo 
diversas  y  aun  poderosas  circunstancias  !  Por  una  sola 
cualidad,  que  respetamos  profundamente  donde  quiera 
que  la  conocemos ;  la  rectitud.  Cierto  es,  que  en  tiem- 
pos comunes,  en  el  andar  de  la  sociedad,  el  señor  Espi 
nal  más  de  una  vez  ha  contemporizado  con  el  poder,  de  tal 
manera  que  se  ha  enagenado  las  simpatías  del  partido  libe- 
ral, y  que  nosotros  mi>mos  nos  hemos  creído  en  el  deber  de 
reprobar  sus  deferencias ;  pero  nunca  hemos  podido  olvidar 
que  en  situaciones  solemnes  de  inminente  riesgo  de  la  justi- 
cia ó  de  la  libertad,  hemos  visto  al  señor  Espinal  despren- 
derse de  todo  linaje  de  consideraciones,  y  defender  aunque 
solo, un  a  causa  grande  y  justa.  Entre  otros  ejemplos  des- 
cuella el  del  indulto  á  los  rendidos  en  Puerto  Cabello.  Cuan- 
do la  Legislatura,  arrastrada  por  el  vértigo  de  aquellos 
tiempos,  después  de  otorgada  una  gracia  la  rescindió  vergon- 
zosamente, cuando  acordado  un  perdón  y  cerrado  un  con- 
"trato  violó  el  contrato  y  quiso  mauchar  el  perdón  con 
sangre,  el  señor  Espinal  descollando  en  aquel  infierno  de 
pasiones,  sostuvo  hasta  el  último  puntóla  bandera  de  la 
justicia  y  de  la  humanidad.  Es  de  aquellos  pocos  hombres 
que  pueden  quedarse  solos  con  una  sola  convicción.  Hoy 
lo  está  demostrando.  Permítase,  á  El  Ven^zolapo  que  en 
bien  de  la  causa  que  defiende,  ostente  la  justicia  de  sus 
conceptos  y  la  unidad  de  sus  creencias.'' 

ia opo«cion.  VI.     Con  la  aj  ari<  ion  de  El  Vinezolano  empezó  á 

organizarse  la  opinión  pública  en  los  dos  partidos 
políticos  que  han  venido  hasta  la  fecha,  combatiendo 
por  dirigir  el  Gobierno  en  Venezuela  :  el  Liberal,  llama- 
do apóstol  de  h»  "Vrtad ;  y   el  Conserrador,  que  se  ha 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMOKA  21 

titulado  representante  del  principio  del  orden  :  los  cua- 
les entablaron  allí  mismo  una  lucha  activísima  sobre  el 
modo  de  aplicar  la  Constitución ;  llamándose  cada 
uno  el  verdadero  partido  constitucional ;  pues  la  no- 
ción de  la  ley  los  empeñaba  á  colocarse  en  sus 
respectivas  posiciones  al  amparo  del  derecho  (1). 

Como  era  de  esperarse,  la  oposición  emprendida 
por  los  liberales  fue  calificada,  primero  por  los  perio- 
distas de  la  oligarquía,  y  después  por  el  Gobierno, 
-de  conjuración  para  inmolar  la  República,  al  abrigo 
v  compañía  del  alto  clamor  levantado  por  las  dificul- 
tades pecuniarias  de  los  empresarios  agrícolas  (2). 
Al  libre  examen  de  las  cosas  públicas  se  llamaba  licen- 
cia; á  la  discusión  oral,  osadía,  y  delito  a  la  inde- 
pendencia de  la  prensa :  á  lo  cual  respondían  los 
liberales  apellidando  á  sus  contrarios,  usurpadores 
■oligarcas,  estafadores  y  logreros. 

Pero  en  realidad  el  estado  de  la  nación  había 
llegado  á  ser  tristísimo,  no  exclusivamente  en  lo 
político,  sino  bajo  todos  respectos. 

Los  proceres,  con  algunas  excepciones,  vivían 
infelices,    olvidados  ó  proscritos. 

La  sociedad  parecía  en  ruinas;  escasa  de  civismo, 
<Je  luces  y  dinero:  entumecida  por  una  larga  inmo- 
vilidad ;  sin  periódicos  para  discutir  lo  que  interesaba 
á  sus  gremios  productores,  y  para  moverlos  ánimos 
á  la   vida   batalladora,  culta  y  alegre  de  la  República 


1  El  Venezolano,  no*  ha  dicho  Don  Jesús  María  Mo-ales 
Marca.no,  pluma  esclarecida  del  partid)  conservad  rf  empezó  á 
dar  v:d*  'on  soplo  vigoroso  al  pensamiento  de  ri^aniz^r  el  par- 
tido poMtico  Que,  propagando  los  principas  liberales  y  t»m  In- 
flólos por  ba^d  ra,  transformaba  en  verdadero  sstnna  DTosre- 
BÍ8la  de  civilización  demo  -j  ática  los  elementos  de  sny>  fecundas, 
que  la  lutina  d*  los  Gobiernos  y  la  faUa  de  iniciativa  d4*  loa 
pueblo*  mantenían  estañes  y  en  un  estado  puramente  emb:ionv 
lio.    (Biografís  úel  (¿enera l  ¡)¡>g     Ykarr  ) 

2  Men*nje  pi esidenc'al  dtj  1N 17. 


22  DOCTOR  L.    VILLANUEVA 

democrática;  sin  partidos  políticos  ni  tribuna  de  opo- 
sición. El  Gobierno  y  el  pueblo  parecían  dormidos 
en  un  silencio  profundo,  y  cuando  despertaban,  por 
cortos  intervalos,  apenas  si  permitían  entender  que 
estuvieran  meditando  dar  algunos  pasos  adelante,  lentos 
y  tímidos,  sobre  política  6  ciencia  administrativa^ 
ó  materias  internacionales. 

El  Venezolano  condensó  una  vez  las  instituciones 

de  aquel  partido  en  los  términos  siguientes  :     . 

*'  Harto  recientes  son,  decía,  asaz  escandalosos,  harto 
sensibles  al  pueb'o  venezolano,  los  excesos  del  poder,  y 
más  que  crueles  los  padecimientos  de  la  nación.  Leyes 
que  destruyen  la  propiedad;  leyes  que  hacen  espantosa 
la  suerte  del  traba jador ;  leyes  que  entronizaron  la  usura, 
que  aconsejaron  la  avaricia,  que  autorizaron  las  más  bár- 
baras persecuciones;  leyes  que  destruyeron  el  ejército,  que 
mandaron  demoler  nuestras  fortalezas,  que  comprometie- 
ron grandes  porciones  del  territorio:  leyes  que  convirtie- 
ron al  clero  en  máquina  de  dominación,  y  que  buscaban 
la  perpetuidad  de  los  mandatarios  haciendo  instrumentos 
políticos  el  incensario,  el  tribunal  de  la  penitencia  y  la 
Cátedra  del  Espíritu  Santo;  leyes  que  degradaron  á  los 
antiguos  servidores  de  la  Patria;  leyes  que  esclavizan 
los  establecimientos  científicos;  leyes  que  gravan  con 
tuertes  pechos  los  estudios,  para  dificultarlos  y  hacerlos 
imposibles  al  talento  yá  la  aplicación  del  pobre;  leyes 
que  han  delegado,  traspasado  y  confundido  los  altos  y 
distintos  poderes  que  separó  la  Constitución;  leyes  que 
han  encarecido  la  justicia,  y  otras  que  la  han  embrollado, 
y  otras  que  han  hecho  perpetuos  los  pleitos,  y  otras  que 
han  privado  de  toda  garantía  á  los  contratos,  y  engendra- 
do y  preparado  así  nuevos  é  innumerables  litigios,  cual 
mina  de  inmoralidad  y  depredación  :  leyes  vengativas  que 
se  han  llamado  perdones;  y  perdones  que  se  h  ui  llamado 
castigos:  leyes  que  han  empleado  la  augusta  soberanía 
del  pueblo  en  desahogar  rencores  personales,  en  establecer 
patrimonios  individuales,  en  crear  y  suprimir  tribunales 
y  magistraturas,  y  comisiones  y  empleos,  para  premiar  y 
castigar  al  amigo  y  al  enemigo :  leyes  destructoras  de  la 
igualdad  en  la  milicia,  y  en  las  letras  y  en  el  ejercicio  de 
los  derechos  civiles :  leyes,  en  tiu,  que  llevándonos  á  in- 
mensa distancia  del  código  fundamental,  han  destruido- 
la  Patria  y  conducídola  á  los  umbrales  de  la  desesperación." 

cuwüon econo-  VIL   La  cuestión  económica  se  imponía  cada  vez. 

con  mayores  proporciones,  hasta  el  extremo  de  que  el 


mío*. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  23 

Gobierno  creyó  que  era  ella  la  base  fundamental  de  la 
formación  del   partido   liberal:  y  si  en  verdad  no    fue 
esta  su  única  causa  generadora,   debe  considerársela 
como  una  de  las  principales :  pues  en    casos   de  tal 
linaje,  sucede  que    las   cuestiones   económicas  se  re- 
suelven   por   su    propia    naturaleza   en    violentísimas 
cuestiones  de  política.     Y  en  el  presente,  como  nece- 
sitara Venezuela  salir  de  la  miseria  en  que  se  hundía, 
esforzáronse  los  liberales,  y  aun    algunos    que    no    lo 
eran,   en  trabajar  con  asiduidad  y  acopio    de    ciencia, 
por    vivificar     su     agricultura   y  demás     industrias. 
Empero,    cuando   vino   á   la    conciencia   de    la  ma- 
yoría, empobrecida  y  desesperada,  el   convencimien- 
to de  que  los  poderes    públicos    no   acertaban   á    re- 
mediar  sus    urgentes,   imperiosas  é  impretermitibles 
necesidades  materiales,  púsose  á  un   lado    la  cuestión 
económica;  y    empezaron    á    emplearse   los    mejores 
esfuerzos  de  patriotismo,  en  cambiar   por  las    eleccio- 
nes, y  de  manera  radical,  la  estructura  política  de    la 
nación  ;  con  la  esperanza  de   llegar  por   otro   camino, 
pero  siempre  en  la  paz,  con  otros  programas   y    otros 
hombres  á  mejorar  su  vida  económica. 

Por  estos  motivos,  antes  de  hablar  de  las  elec- 
ciones, en  las  cuales  hemos  de  encontrar  por  los 
años  del  4(i  á  Ezequiel  Zamora,  empezando  su  ca- 
rrera pública  como  cabeza  y  superior  de  los  liberales 
en  el  cantón  de  Villa  de  Cura,  perteneciente  ájla  sazón 
á  la  provincia  de  Caracas,  sdanos  permitido,  para 
contornear  la  historia  de  la  primera  ¿poca  de  nuestro 
Partido,  referir  lo  que  hicieron  los  liberales  por  ver  de 
reparar  los  males  de  una  situación  miserabilísima, 
ocasionada  por  la  usura,  por  el  malísimo  estado  de 
las  vías  de  comunicación,  que  el  señor  Pedro  José 
Rojas  llamó  en  la  Cámara  de    Representantes,    estado 


24  DOCTOR  L.   YILLANIEVA 

rigurosamente  bruto;  por  la  falta  de  brazos  para  la 
agricultura,  el  subido  precio  de  los  fletes,  que  no 
bajaba  de  cuatro  pesos  por  carga,  la  escasez  y  carestía 
de  los  jornales,  la  falta  de  capitales  y  su  alto  premio, 
insoportable  á  las  industrias. 

Escasísimo  el  comercio  interior,  y  el  mayor 
de  las  capitales  y  puertos  restringido  en  sus  impor- 
taciones, llegóse  el  afio  de  45  á  un  millón  de  pesos 
de  diferencia  en  su  contra,  entre  ellas  y  los  gastos  : 
los  prestamistas  escondían  su  metálico :  y  los  ha- 
cendados empezaban  á  verse  privados  de  recursos 
para  atender  á  sus  siembras  y  cosechas,  y  al  mante- 
nimiento de  sus  familias. 

Para  formarnos  idea  cabal  de  la  ruina  de  la 
sociedad  en  aquellos  años  de  penuria  general,  veamos 
cómo  la  pintaban,  no  los  liberales  que  eran  los  hom- 
bres de  la  oposición,  sino  individuos,  fervorosos  par- 
tidarios del  Gobierno,  en  folletos,  en  discursos  par- 
lamentarios y  en  sus  periódicos  más  acreditados. 

El  Liberal  del  señor  José  María  de  Rojas,  co- 
rrespondiente al  4  de  enero  de  1845,  1uc5^í>  de  aca- 
bada su  lamentación,  por  la  falta  de  estadística  que 
le  suministrara  conocimientos  exactos  de  la  expor- 
tación del  café,  bastante  disminuida  en  aquel  año, 
asienta  que  los  inconvenientes  con  que  tropezaba  la 
agricultura  en  aquel  entonces,  eran  insuperables  por 
el  Gobierno;  pues  ni  caminos  podían  abrirse  porque 
no  había  conque:  y  añade:  "  El  año  de  44  ha  si- 
do bajo  todos  respectos  aflictivo  y  calamitoso :  él 
dejará  tristes  y  permanentes  recuerdos  de  sus  aciagos 
efectos.  Esperar  debemos  por  tanto  que  el  de  1845 
en  que  estamos,  sea  si  no  feliz,  á  lo  menos  lie- 
vadero.'' 


VIDA  DEL  ttENERAI,   ZAMORA  25 

El  señor  Doctor  Ancízar  escribe  otros  días,  y 
en  este  mismo  periódico,  lo  siguiente: 

"Nuestros  pecados,  y  acaso  los  de  nuestros  padres 
también,  juntamente  con  el  ángel  malo  de  Sud  América, 
nos  trastornaron  los  cascos  en  1841,  nos  los  volcaron  en 
42,  y  nos  evaporaron  todo  el  juicio  en  44.  Gritamos 
tanto  y  tan  recio,  que  no  podíamos  oir  la  voz  de  la  razón, 
y  llenamos  de  espanto  á  los  capitalistas  prestadores  de 
dinero  y  géneros  comerciables,  quienes  comenzaron  á  reti- 
rar del  giro  y  guardar  sus  valores  hasta  ver  en  (pié 
paraba  la  bulla,  escaseando  sus  préstamos  y  exigiendo 
de  prisa  los  pagos,  con  lo  que  crecieron  los  apuros  y  los 
clamores.  Estos  últimos  subieron  en  hora  menguada  hasta 
las  leyes  de  crédito,  y  suscitamos  graves  recelos  en  el 
comercio  mayor,  cuyas  operaciones  fueron  restringiéndose 
con  merma  de  importaciones,  de  rentas  públicas,  de  ca- 
pitales circulantes,  de  todo,  menos  de  nuestro  vértigo,  (pie 
forzosamente  se  ha  convertido  en  verdadera  miseria." 

il  Nuestra  agricultura,  hermosamente  desarrollada 
pero  todavía  en  fomento,  y  necesitando  de  anticipacio- 
nes, se  ha  visto  de  súbito  privada  de  recursos  en  algunos 
lugares  importantes  de  la  Uepública,  amenazada  de  gran- 
des quebrantos,  y  á  punto  de  arrastrar  en  su  caída  el 
bienestar  de  muchas  familias  industriosas." 

El  Doctor  H.  Nadal,  Diputado  al  Congreso  por 
Barinas,  publicó  un  artículo  del  cual  tomamos  estos 
párrafos : 

"Confieso  que  poco  después  de  haber  llegado  á  la 
capital,  que  es  en  todas  partes  el  fuco  de  donde  nacen  el 
bien  ó  el  mal  de  un  país,  quedé  convencido  de  que  la 
crisis  actual  no  estaba  solo  limitada  á  la  parte  material. 
En  mi  estudio  sobre  nuestra  situación,  yo  he  encontrado 
el  mayor  mal  en  la  relajación  de  todos  los  resortes  morales 
y  sociales.  Escarnecida  la  autoridad,  desvirtuada  la  ley, 
menospreciada  la  religión,  y  desarrollado  un  germen  de 
ambición  incalculable,  naturalmente  ha  debido  debilitarse 
el  amor  al  trabajo,  fuente  de  toda  riqueza.  Me  con- 
vencí, pues,  de  que  la  crisis  se  extendía  á  la  política,  á  la 
moral,  á  la  religión,  y  por  consecuencia  al  bienestar  ma- 
terial de  todos  los  a¿  ociados;  y  deduje  de  mis  principios, 
que  el  remedio  para  tan  grande  mal  no  podía  ser  instan- 
táneo, inmediato,  sino  lento,  variado,  de  modo  que  alcan- 
zase á  curar  todas  las  dolencias/* 

El  señor  Pedro  Jos¿  Rojas,   al  salvar  su  voto  en 


20  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

la  sesión  en  que  se  aprobó,  en  tercera  discusión,  el 
artículo  1?  del  proyecto  del  Instituto  Aranda,  estampó 
estas  palabras  : 

"Pongamos  a  un  lado  las  causas  del  malestar  que 
aflije  á  la  República ;  malestar  que  nunca  he  desconocido, 
ni  mirado  con  desdén,  porque  soy  venezolano.  Hácenle 
consistir  en  la  usura  los  defensores  del  proyecto,  única- 
mente en  la  usura.  Detesto  de  corazón  la  usura ;  pero  no 
convengo  en  que  sólo  á  su  ruinoso  prestigio  se  deban  loa 
conflictos  económicos  que  deploramos.  ¿  Se  olvidan  acaso 
los  proyectistas  del  malísimo  estado,  del  estado  riguro- 
samente bruto  de  nuestras  vías  de  comunicación  !  ¡  Se 
olvidan  de  que  no  hay  brazos  en  la  República  bastante» 
para  la  conservación  y  fomento  de  las  empresas  agrícolas? 
¿  Ignoran  que  la  carestía  de  los  trasportes  y  la  escasez  y 
carestía  de  los  jornales,  son  influencias  sobradamente  da- 
ñosas sobre  el  progreso  industrial  de  todo  país  ?  No  saben 
que  el  industrial  que  consume  un  valor  de  ocho,  para  pro- 
ducir uno  de  seis,  en  vez  de  producir  destruye  ?  No  hay 
capitales,  se  replica:  el  interés  del  dinero  ha  subido  por 
consiguiente  á  una  rata  que  la  industria  no  puede  sopor- 
tar. Enhorabuena :  agregúese  á  los  anteriores  este  ele- 
mentó  de  ruina  y  no  habrá  ya  mucha  discordancia,  por 
lo  que  mira  á  las  causas  de  nuestras  crisis,  entre  los 
proyectistas  y  yo.'? 

El  señor  General  Austria,  sustentador  de  la 
candidatura  del  General  Páez  para  la  Presidencia  de 
la  República,  circuló  en  Valencia  un  folleto  en  que 
dijo  : 

"Hemos  indicado  ya  que  para  proceder  con  acierte 
en  las  elecciones  no  debemos  perder  de  vista  las  cuestiones 
(pie  hoy  llaman  la  atención  nacional  por  el  grande  interés 
que  envuelven  y  porque  afectan  el  progreso  material  y  efi 
porvenir  de  nuestra  patria.  La  cuestión  económica,  á  la 
cual  consideramos  íntimamente  ligada  la  cuestión  política; 
debe  recibir  una  solución  pronta  y  favorable  del  cuerpo 
legislativo,  porque  tiene  en  su  apoyo  el  clamor  unísono  y 
bien  expresado  de  la  mayoría  de  los  venezolanos,  y  su 
imperiosa  necesidad  y  conveniencia  ahogan  los  intereses 
fraccionarios  y  la  avidez  de  parciales  lucros.  Estol  cues- 
tión económica  ha  sido  ya  formulada  en  los  proyectos  de 
Instituto  de  crédito  territorial,  de  empréstito,  y  de  caminos, 
que  se  han  sometido  á  la  deliberación  de  las  Cámaras 
legislativas;  y  aunque  desgraciadamente  no  tienen  estos 
proyectos  el  apoyo  que  debieran  tener  del  Poder  Ejecutivo, 
no  obsta   porque  las  convicciones  y   la  voluntad  nacional 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  27 

han  sufocado  el  voto  infundado  y  terco  de  una  adminis- 
tración desorientada,  cuyo  negativo  sistema  consiste  en  no 
tener  ninguno,  en  dejar  hacer,  con  tal  de  no  hacer  ella 
nada. 

"Es  sin  duda  la  cuestión  económica  la  que  debe  lla- 
mar con  toda  preferencia  la  atención  de  los  venezolanos, 
porque  sólo  con  su  triunfo  puede  asegurarse  del  equili- 
brio social  y  quedar  bien  garantida  la  libertad.  Sin  inde- 
pendencia personal  son  ilusorias  las  ventajas  de  nuestra 
organización  política,  y  quiméricos  todos  los  derechos  y 
garantías.  El  malestar  y  aun  la  indigencia,  devoran  ya  d 
los  ciudadanos;  y  en  semejante  situación  los  sufragios 
pueden  no  ser  el  eco  de  la  conciencia  y  del  patriotismo, 
y  sí  de  la  necesidad  y  del  egoísmo.  No  busquemos  un  pue- 
blo de  héroes,  porque  sólo  encontraremos  un  pueblo  de 
hombres,  sugetos  á  la  suprema  ley  de  su  conservación  y 
con  todas  las  debilidades  de  la  especie.  Esta  sola  consi- 
deración persuade,  que  todos  nuestros  esfuerzos  deben 
dirigirse  principalmente  á  conquistar  la  independencia 
personal  de  los  ciudadanos ;  á  sacar  á  la  Nación  del  mal 
estar  que  la  agobia;  porque,  digámoslo  de  una  vez:  en 
una  .República  de  indigentes  no  puede  haber  libertad." 

El  señor  Toro  en.  su  opúsculo  contra  la  Ley  de 
10  de  abril  discurre  así: 

u  Venezuela  espera  una  ley  justa  y  equitativa  que  dé 
garantías  á  los  acreedores  sin  sacrificarles  los  deudores, 
que  tienen  igual  derecho  al  amparo  y  protección  de  los 
poderes  públicos. 

"2?  Quitada  á  la  usura  la  traba  y  la  sujeción  de  la  leyr 
el  negocio  de  préstamo  fue  el  más  lucrativo  de  todos,  su 
práctica  se  extendió  en  todas  las  clases  de  la  sociedad, 
los  contratos  más  monstruosos  se  celebraron  sin  sonrojo,  y 
los  tribunales  de  la  República  fueron  llamados  á  ejecutar- 
los, con  escándalo  de  la  justicia  y  con  oprobio  de  las 
leyes. 

u  Es  un  hecho  palpable  que  en  Venezuela  el  espíritu 
de  agio,  la  sed  de  lucros  por  vergonzosos  que  sean,  la 
práctica  de  la  usura  en  su  más  destructora  voracidad,  han 
invadido  rápidamente  todas  las  clases  del  pueblo,  con  muy 
poco  adelantamiento  de  los  intereses  materiales,  compa- 
rado con  la  inmensa  pérdida  que  se  ha  hecho  en  sentí- 
mientop  morales,  y  en  aquellos  rasgos  de  noble  largueza 
y  de  generoso  desprendimiento  tan  frecuentes  en  nuestros 
padres  y  tan  geniales  en  la  raza  castellana. 

"  En  materia  de  Gobierno  y  de  legislación  los  hechos 
generales  no  deben  despreciarse  por  mantener  una  ttoría. 
El  clamor  contra  la  ley  de  10  de  abril  que  se  ha  levan- 


28  DOCTOR  L.   VILLATÍUEVA 

tado  en  Venezuela,  se  ha  visto  acompañado  con  hechos 
muy  expresivos.  El  odio  á  los  tribunales  ;  la  división  en 
la  sociedad  ;  las  calificaciones  de  logreros,  usureros,  esta- 
fadores por  una  parte,  y  por  la  otra  de  alzados,  tramposos 
y  arteros ;  esta  división  y  pugna  produciendo  conflictos 
públicos,  desmanes  y  amenazas  que  alarman  la  población  y 
perturban  los  hábitos  de  paz  y  armonía;  las  voces  de 
Monte  Sacro  y  de  Palenque  difundidas  en  la  capital  de  la 
República  y  valles  circunvecinos,  aplicada*  unas  veces 
como  injurias  á  los  agricultores,  otras  como  remedios  vio- 
lentos á  lo  que  se  ha  llamado  crisis;  todo  esto  sirviendo 
á  unos  de  bandera  para  clamar  contra  el  Gobierno  y  con- 
tra la  pretendida  oligarquía  de  empleados  y  de  logreros; 
á  otros  de  motivos  para  formar  planes  económicos  más  ó 
menos  atrevidos  con  que  se  conmueven  ios  ánimos  y  se 
predisponen  á  las  más  graves  innovaciones,  con  la  mira 
de  sacar  el  país  de  su  postración  actual ;  á  otros,  en  fin, 
de  ocasión  para  excitar  las  pasiones  populares,  corromper 
las  masas  con  los  más  torpes  halagos  y  desencadenar  lu 
más  vil  de  la  sociedad,  contra  t°da  notabilidad,  cualquiera 
que  sea  su  título,  la  riqueza,  la  gloria  militar,  ó  las  vir- 
tudes civiles.  No  diré  que  sea  causa  única  de  este  estado 
de  cosas  la  ley  de  10  de  abril;  son  varias  las  que  obran 
simultáneamente ;  pero  sí,  que  contribuye  muy  poderosa- 
mente á  la  perturbación  y  á  la  inmoralidad  ;  y  que  por  una 
reacción  natural  obra  contra  la  libertad,  la  seguridad  y 
la  introducción  de  capitales,  objetos  que  principalmente 
se  tuvieron  en  mira  al   sancionarla. 

"  3V  Desde  que  los  jueces  en  nombre  de  la  ley  han  po- 
dido dar  un  fallo,  haciendo  cumplir  contratos  marcados 
con  injusticia  original  y  notoria,  los  jueces  y  la  ley  han 
sufrido  la  reacción  que  los  efectos  de  esta  injusticia  produ- 
cen en  el  ánimo  del  público.  Las  nociones  de  lo  justo  y  de 
lo  injusto  existen  en  la  conciencia  de  todos  los  hombres,  y 
es  un  movimiento  espontáneo  en  ellos  rebelarse  contra 
toda  injusticia  y  toda  iniquidad,  ya  sean  la  obra  de  un 
particular,  ya  la  de  la  fuerza  pública.  La  ley  no  es  para 
los  hombres  santa  sino  cuando  es  la  expresión  de  la  jus- 
ticia, y  los  jueces  no  les  inspiran  reverencia,  sino  cuando 
pueden  citar  sus  decisiones  como  inapelables  en  el  tribunal 
de  la  razón.  El  de  Comercio  encargado  por  su  institu- 
ción de  una  frecuente  aplicación  de  la  ley  de  10  de  abril, 
lleva  hoy  sobre  sí  la  execración  de  toda  Venezuela ;  pues 
se  ha  visto  que  hasta  los  partidos  políticos  más  opuestos 
y  enconados  se  han  reunido  con  voz  unánime  para  pedir 
su  supresión.  Jamás  se  había  visto  en  los  tribunales  de 
Venezuela  la  autoridad  de  la  ley  dando  fuerza  y  apoyo  á  las 
extorsiones  más  monstruosas,  no  ya  paliadas  y  encubiertas, 
sino  manifiestas  y  públicas,  haciendo  ostentación  de  dere- 
cho y  legitimidad.     Cuando  estos  países  eran  gobernados 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  29 

por  el  sistema  colonial  jamás  se  atribuían  á  la  fuente 
del  poder  los  vicios  de  la  administración  de  justicia; 
aquella  se  creía  pura ;  los  que  podían  elevar  su  voz  hasta 
el  trono  lo  hacían  con  la  esperanza  de  encontrar  un  juez 
recto  y  paternal,  y  cuando  esto  no  era  dado  y  la  iniquidad 
se  consumaba,  se  decía  con  fe  sincera:  el  Monarca  lo  ignora. 
Cuando  el  velo  cayó  y  se  descubrieron  los  vicios  en  la 
esencia  misma  del  poder,  los  pueblos  sacudieron  su  yugo 
y  reconocieron  la  necesidad  de  poner  bajo  la  salvaguardia 
de  un  gobierno  patrio  y  de  instituciones  liberales,  los 
derechos  más  sagrados  del  individuo  y  de  la  sociedad. 
¿  Que  sucede  si  hoy  se  vicia  la  ley  y  se  desautorizan  los 
tribunales  con  sentencias  injustas  y  desastrosas,  que  cual- 
quiera que  sea  en  ellos  el  nombre  que  se  invoque  repug- 
narán siempre  á  la  conciencia  y  á  la  opinión  pública  ? 
Sucede  lo  que  hoy;  que  se  ve  el  descrédito  de  la  ley 
y  el  odio  á  los  tribunales.  Universal  es  el  clamor  que  se 
levanta  contra  el  tribunal  mercantil,  y  no  hay  calificativo 
odioso  é  infamante  que  no  se  le  haya  prodigado  por  todos 
los  partidos. 

"Nuestra  vanidad  nacional  se  mortifica  al  contemplar 
el  cuadro  que  ofrece  aquella  gran   República  Americana, 

y  la  mano  rehusa  trazar  el  de es  preeiso  decirlo 

el  de  nuestras  miserias.  Una  exclamación,  sin  embargo, 
se  escapa  de  lo  más  hondo  del  pegho,  al  considerar  que  se 
mantiene  en  Venezuela  la  ley  que  permite  rematar  las 
propiedades  territoriales,  por  lo  que  se  ofrezca  por  ellas 
en  el  remate,  cuando  no  hay  capitales  en  su  provincia 
más  rica  y  más  poblada,  para  abrir  siquiera  un  mal 
camino  de  carros,  de  quince  ó  veinte  leguas  de  extensión, 
para  salvar  de  la  postración  en  que  ha  caído  uno  de  los 
más  fértiles  y  bellos  territorios.  (1) 

El  Presidente  de  la  Nación  da  noticia  á  las  Cá- 
maras Legislativas  de  la  situación  económica  del 
país,  en  los  términos  siguienles: 

"Durante  el  curso  de  los  tres  años  últimos,  se  ha 
visto  la  Administración  rodeada  de  circunstancias  difíciles 
en  que,  en  obsequio  de  mi  deber,  he  hecho  cuanto  ha 
estado  en  mis  facultades  para  asegurar  el  bien  futuro  de 

1  Puede  demostrarse  de  una  manera  rigorosa  que  los  Valles 
del  Tur  muhipluaiíao  sus  productos  y  su  riqueza en  el  espacio 
de  tres  á  cuatro  años,  si  tuviesen  nn  camino  caire  t*-ro  que  los 
ligante  4  la  capital.  Hitos  val  es  son  el  quinero  de  la  rápita', 
sus  terreros  son  de  una  portentosa  fertilidad,  sns  vearas  y  sus 
alturas  producen  todos  lo»  frutos  tropicales  de  la  mejor  calidad, 
y  no  distan  mas  de  quince  ó  vein'e  legua*  del  mar;  y  sin  em- 
bargo de+me^rar,  y  ts  posible  qu?  ss  arrisen  mucho  si  no  seles 
abren  m*s  fáciles  comunicaciones. 


i 


30  DOCTOR   L.   VILLATíirEYA 

la  Nación,  y  lie  aceptado  todos  los  sinsabores  que  me  lia 
traído  esta  situación  como  un  nuevo  servicio  que  he  po- 
dido ofrecer  á  mi  patria.  La  oposición  que,  guiado  por 
mis  convicciones,  he  hecho  constantemente  á  la  idea  de 
un  auxilio  directo  que  algunos  habían  concebido  como 
Temed io  para  la  crisis  económica  que  sentía  lu  República 
désele  antes  que  me  encargase  de  su  Gobierno,  lia  desagrada- 
do á  muchos  de  mis  conciudadanos  que  habían  acogido 
sin  temor  el  empleo  de  aquel  peligroso  arbitrio.  La  desa- 
zón que  produce  el  malestar  individual,  se  ha  agravado 
por  el  carácter  hostil  que  ha  desplegado  la  prensa  de 
.  algún  tiempo  acá,  inclinando  á  la  desobediencia  y  al  des- 
precio de  la  autoridad  y  de  las  leyes,  y  provocando  la 
desunión  de  los  ciudadanos  en  una  gran  parte  de  la  Re- 
pública." (1) 

Tal  era  la  situación  política,  económica  y  social 
que  los  beneméritos  creadores  del  Partido  Liberal 
se  proponían  modificar  en  la  paz,  por  las  elecciones, 
los  Congresos  y  la  prensa,  con  ventajas  inmediatas 
para  el  bienestar  y  la  libertad  de  la  masa  general  de 
la  República ;  y  con  facilidades,  cada  vez  mayores, 
para  el  desarrollo  progresivo  de  los  gérmenes  de 
una  nueva  civilización. 

instituto  de  VIII.  Obedeciendo   á  este  orden    de  generosas 

ftnu  Aranda.  ^  O 

ideas,  redactó  el  señor  Dr.  Aranda,  señalado  entre  los 
hombres  de  Estado  del  Partido  Liberal,  un  proyecto 
de  ley  para  las  Cámaras  de  1845,  con  el  nombre 
de  Instituto  de  movilización  del  Crédito  Territorial, 
que  vamos  á  reproducir,  para  honrar  los  humani- 
tarios esfuerzos  de  aquel  político  pensador  y  pa- 
triota, que  conoció  desde  temprano,  con  su  extra- 
ordinario talento,  la  raíz  de  nuestros  males  públicos, 
y  propuso  con  acierto  el  medio  para  encaminar  la 
Patria  por  una  senda  de  progreso  verdadero  ;  al  modo 
que  en  crisis  semejantes  se  les  ocurriera  y  lo  llevaran 
á  cabo,  más  tarde,   con    resultados  sorprendentes,  go- 


1  Meo  saje  presidencial  de  1846. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  31 

tiernos  de   otros    países,  como  el   de   la  República 
Argentina  ;  y  el  de  Francia,  bajo  Napoleón  III. 

Adoptaron  el  proyecto  y  lp  presentaron  en  la  Cá- 
mara de  Representantes  los  señores  Miguel  Palacio, 
Eloy  Paredes,  Rafael  Agostini,  Miguel  Mujica,  Lau- 
reano Reverón,  Miguel  G.  Maya,  con  modificaciones, 
Tomás  Veracoecbea,  Ramón  Alcántara,  Mariano  J. 
Raldiris,  con  modificaciones,  Felipe  Sojo,  Juan  Gar- 
cía, 1).  Cerero,  I.  Lovera,  Francisco  J.  Madriz,  José 
Antonio  Sánchez,  Raimundo  Freites,  J.  Racamonde, 
Manuel  Ayesta,  A.  Blanco,  Manuel  F.  de  Tovar, 
Fernando  Olavarría. 

Sostuviéronlo  en  la  prensa,  entre  otros,  El  Af/ri- 
eultor  y  El  Progreso,  y  lo  combatió  principalmente 
El  Liberal.  En  las  Cámaras  se  distinguieron  como 
opositores  los  Senadores  Doctor  Vargas  y  Villas- 
mil  y  los  Representantes  Nadal  y  Pedro  J.  Rojas. 
Aprobado  el  proyecto  en  ambas  Cámaras,  tras  largas 
y  ruidosas  discusiones,  fue  al  cabo  objetado  por 
el  Poder  Ejecutivo  ;  y  al  volver  á  la  Cámara  de  su 
erigen  quedó  archivado  en  ella,  porque  algunos  dé 
los  que  lo  aprobaron  en  las  discusiones,  se  adhi- 
rieron á  última  hora  á  la  voluntad  del  Gobierno. 
Hé  aquí  cómo  da  cuenta  El  Liberal  de  las  sesiones 
de  la  Cámara  de  Representantes  de  20  y  21  de 
«ayo,  en  que  fueron  consideradas  las  objeciones  del 
Poder  Ejecutivo. 

No  habiendo  habido  las  dos  terceras  partes  de  los 
■siembros  presentes  como  lo  requiere  el  artículo  05  de  la 
Constitución,  la  Presidencia  declaró  archivado  A  proyecto 
y  así  se  escribió  en  el  acta  de  la  sesión.  Ni  podía  ser  de 
otra  suerte  á  vista  de  lo  terminante  de  la  letra  del  artículo 
constitucional  citado,  que  dice  así: 

6íArt.  1>2.  La  Cámara  examinará  de  nuevo  el  pro- 
yecto con  las  observaciones  ú  objeciones  propuestas  por 


32  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

el   Ejecutivo  y  si  las  hallare  fundadas  mindaiá  archivar 
el  proyecto." 

Sin  embargo  de  este  claro  precepto  del  código  funda- 
mental, un  momento  después  h izóse  por  el  honorable  señor 
Balbuena  la  proposición '  de  que  se  alzase  la  sanción  á  lo 
acordado,  para  resucitar  el  ya  muerto  proyecto  de  Instituto. 
La  Presidencia  admitió  inmediatamente  la  proposición,  á 
pesar  de  la  oposición  de  varios  señores  Representantes,  y 
empezó  una  disensión  acalorada  que  quedó  diferida  para 
el  21.  En  este  dia  creció  el  escándalo,  porque  se  insultó 
atrozmente  á  dos  ó  tres  señores  Representantes  que  ha- 
biendo auti*s  votado  por  el  proyecto,  en  uso  de  su  plena 
libertad  y  en  conformidad  á  su  conciencia,  no  tuvieron  por 
conveniente  insistir ;  acto  que  los  señores  institutistas  han 
calificado  de  traición,  en  tanto  que  sus  oponentes  nada 
han  dicho  contra  los  señores  que  habiendo  sido  sus  compa- 
ñeros en  opinión  y  en  sufragio  contra  el  Instituto,  han 
creído  conveniente  pasar  á  fortificar  las  filas  contra  las 
objeciones  para  elevar  á  ley  lo  que  desde  un  principio  hasta 
el  fin  estuvieron  contradiciendo. 

La  sesión  del  21  fué  tormentosa  y  la  proposicióu  que 
en  ella  se  ha  sostenido  no  es  como  quiera  escandalosa  sino 
revolucionaria,  porque  desde  que  la  mayoría  absoluta  de  una 
Cámara  cree  que  su  querer  puede  ser  superior  á  la  letra  y 
mandato  de  la  Constitución,  ella  se  desnuda  de  sus  títulos, 
rompe  el  pacto  y  espone  la  Nación  á  funestos  trastornos. 
Esperamos  para  dicha  de  Venezuela  que  el  acto  no  se  con- 
sumará y  que  calmadas  las  pasiones,  la  razón,  la  ley,  el 
orden  y  los  principios  se  harán  oir  de  los  mismos  señores  á 
quienes  la  pérdida  de  esta  cuestión  ha  exaltado  más  allá 
de  lo  que  compete  á  los  Representantes  del  pueblo. 

Vamos  á  dar  un  extracto  del  proyecto: 

Establecíase  el  Instituto  de  Crédito  Territorial 
bajo  la  garantía  de  la  Nación,  y  autoriza  básele  para 
abrir  créditos,  mediante  hipotecas,  por  la  mitad  del 
valor  libre  de  éstas,  sobre  propiedades  en  estado  de 
producción,  y  cuyo  valor  se  determinaba  sobre  la 
base  de  seis  por  ciento  de  su  producto  anual  líquido; 
y  éste  se  fijaba  en  el  término  medio  del  que  hubiera 
tenido  en  el  quinquenio  inmediato ;  y  además,  so1 re 
el  valor  de  las  propiedades  urbanas  y  sobre  el  de 
las  tierras  donde  hubiera  hatos ;  á  razón  de  cinco 
por  ciento  anual,  pagaderos  por  trimestres  anticipa- 
dos y   con    veinte  anos  de  plazo. 


VIDA  DEL  GENERAL,  ZAMORA  33 

Ningún  crédito  podía   pasar  de  veinte  mil  pesos: 

El  Instituto  expediría  títulos  de  capital  y  renta 
á  los  que  tuvieran  créditos  abiertos  en  sus  libros  á 
razón  del  tres  por  ciento  anual;  debiendo  amor- 
tizarlos anualmente  por  la  suerte :  y  se  le  permitía 
además  contratar  empréstitos  dentro  ó  fuera  del 
país,  bajo  la  responsabilidad  de  la  Nación,  y  con 
intervención  del  Gobierno;  y  prestar  dinero,  ó  hacer 
descuentos  de  corto  plazo  á  agricultores,  criadores 
y  artesanos,  bajo  fianza  personal,  ó  mediante  el 
depósito  de  documentos  de  crédito  público  ó   privado. 

El  Congreso  fijaba  anualmente  la  cantidad  que 
podía    emitirse  en  títulos  de  capital  de  renta. 

La  primera  emisión  sería  de  cinco  millones  de 
pesos. 

Todas  las  reglas  de  administración,  contabilidad 
y  gobierno  del  Instituto  tenían  que  ser  aprobadas  por 
el  Poder  Ejecutivo. 

Autorizábase  al    Gobierno  para  que  le  auxiliase 
con  la   suma  de  cinco   millones  de  pesos  en   efectivo,  ■ 
que    tomaría  en  empréstito,  dentro  ó  fuera  de  la  Re- 
pública, bajo  la  responsabilidad  de  la  Nación.   (1) 

Cuarenta  y  cinco  anos  más  tarde,  el  señor  Doc- 
tor Eduardo  Gárate,  que  ha  hecho  estudios  espe- 
ciales de  estas  materias,  para  contribuir  á  que  Vene- 
zuela llegue  á  la  civilización  científica  y  productiva 
de  los  pueblos  modernos,  revivió,  por  un  acto  de 
patriotismo  benemérito,  la  idea  fundamental  del  Ins- 
tituto Aranda,  en  su  proyecto  de  Crédito  Territorial, 


1  Al  fin  de  este  capítulo  va  impreso  el  proyecto,  tal  como  lo 
aprobaron  las  Cámara?,  y  el  Mensaje  del  Presidente  con  su»  ob- 
jeciones. 


lU  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

que  presentó  á  la  Sociedad  Nacional  Agrícola  y 
Pecuaria  en  1800:  y  antes,  en  18(J8,  había  escrito  el 
ilustrado  señor  J.  A.  Mosquera,  en  su  folleto  titu- 
lado   Cuestión  Agrícola  un  párrafo  que  dice  así: 

"En  184o  como  ahora,  hombres  pensadores  aman- 
tas del  país,  honrados  y  jus  icieros,  fijáronse  en  la 
creación  de  un  Instituto  como  la  medida  salvadora ; 
pero  entonces  como  hoy,  no  faltaron  personas  equi- 
vocadas ó  inexpertas,  que  á  nombre  de  una  mal  enten- 
dida justicia,  y  un  mal  entendido  celo  por  el  Tesoro 
Público,  combatieron  de  trente,  y  Cv>n  todos  sus  es- 
fuerzos la  medida;  y  no  faltaron  tampoco  entonces 
como  ahora,  otras,  que,  por  miras  interesadas  ó  egoís- 
tas, ó  una  lamentable  ceguedad,  pretendiesen  burlar 
la  opinión  y  propósitos  públicos,  falsificando  el  reme- 
dio con  algo  que  bien  podía  convenir  á  ellos,  pero 
<jue  en  manera  alguna  satisfacía  las  necesidades  ni 
Jas  aspiraciones  dominantes/1 

Gárate  y  Mosquera,  juntamente  con  los  señores 
Domingo  Eraso,  Carlos  Engelke  y  Carlos  Alberto 
Urbaneja,  presentaron,  en  noviembre  de  18H8,  un  lu- 
minoso informe  sobre  este  mismo  asunto  á  a  ante- 
dicha Sociedad ;  con  lo  que,  ai  cabo  de  medio  siglo 
ha  venido  á  coronarse  de  gloria,  por  un  nuevo  voto  de 
aprobación  consciente  y  público,  la  primitiva  idea  que 
debe  Venezuela  á  su  Partido  Liberal,  de  redimir 
nuestras  industrias  por  los  Bancos  de  Crédito  Terri- 
torial. 

Proyecto  de  Ley  sobre  movilización  de  Crédito  Territorial. 

EL  SENADO  Y  CÁMARA  DE    REPRESENTANTES  DE  LA  REPÚ- 
BLICA DE  VENEZITELA,  REUNIDOS  EN  CONGRESO, 

Decretan  : 
Art.  Io    Bajo   la  garantía  de   la  Nación  y  eu  los  tér- 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  35 

minos  que  expresa  esta  ley,  se  establece  un  Instituto  de 
Crédito  Territorial,  cuya  dirección,  administracióa  y  ope- 
raciones  se  determinan  en  los  artículos  siguientes : 

Art.  2?  La  dirección  y  administración  de  este  Ins- 
tituto, será  desempeñada  por  tres  directores  que  tengan 
las  cualidades  de  Senador,  nombrados  del  modo  siguiente  : 
El  Poder  Ejecutivo,  previo  el  voto  consultivo  «leí  Con- 
sejo de  Gobierno,  propondrá  nueve  individuos  á  la  Cáma- 
ra de  Representantes,  y  ésta,  reduciendo  el  número  á 
.seis,  lo  presentará  al  Senado  para  que  nombre  los  tres 
Directores. 

§  1?  El  Poder  Ejecutivo  por  esta  primera  vez,  hará 
•dentro  de  24  horas  después  de  sancionada  esta  ley,  la 
propuesta  de  los  nueve  individuos  de  que  habla  este 
-artículo. 

§  2?  La  duración  de  los  tres  Directores  será  por  seis 
años,  reemplazándose  de  uno  en  uno  cada  dos  anos,  para 
lo  cual  los  tres  de  la  primera  elección  cesarán  del  modo 
siguiente:  el  último  nombrado,  á  los  dos  años  :  el  segundo 
á  los  cuatro  y  el  primero  á  los  seis. 

§  3o  Las  vacantes  accidentales  que  ocurran,  se  lle- 
narán por  el  Poder  Ejecutivo  hasta  la  inmediata  reunión 
del  Congreso. 

§  4o  Los  Directores  que  fueren  nombrados  Senadores 
-ó  Representantes,  Consejeros  ó  Sec  otarios  de  Es'ado, 
por  el  mismo  hecho  cesan  en  su  des>gjo  de  Director ; 
v  del  mismo  modo  los  agentes  nombrad**.  --Senadores, 
Representantes  ó  Diputados  provinciales,  cesarán  en  su 
destino  de  agentes.  Tampoco  pueden  ser  Directores  ni 
agentes,  los  Senadores,  Representantes  y  Diputados  pro- 
vinciales, los  Consejeros  y  Secretarios  de  Estado. 

Art.  3?    La  Dirección  está  autorizada  : 

1°     Para  abrir  crédito  en  los  libros  del   Instituto  al 

<\ue  lo  solicite  mediante    la   hipoteca   correspondiente,  y 

dentro  del  término  que  previene  esta  ley. 

2?  Para  calificar  y  aceptar  la  hipoteca  de  dichos 
créditos,  y  también  para  admitir  las  ya  calificadas  y 
aceptadas  por  la  Junta  de  que  habla  el  artículo  f>°  de 
esta  ley. 

3o  Para  expedir  títulos  de  capital  y  renta  á  los  que 
tengan  crédito  abierto  en  el  Instituto. 

4?  Para  recaudar  las  sumas  que  se  deban  al  Ins- 
tituto, y  satisfacer  las  que  éste  deba  por  créditos  y  amor- 
tización de  los  títulos,  ó  por  cualquier  otro  respecto. 

;1°    Para  descontar  al  medio  por  ciento  por  año  los 


36  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

títulos  emitidos,  en  las  épocas  designadas  en  el  articula 
14 ;  y  también  para  vender  dichos  títulos,  y  hacer  amor- 
tizaciones extraordinarias  cuando  lo  crea  conveniente  el 
crédito  del  Instituto. 

0?  Para  nombrar  el  agente  que  debe  haber  en  cada 
provincia,  peritos  en  la  de  su  residencia  y  cualesquiera 
otros  comisionados  que  exijan  los  negocios  de  su  cargo. 
También  podrá  suspenderlos.  Los  peritos  tendrán  por 
remuneración  los  derechos  del  arancel  judicial :  los  agen- 
tes el  sueldo  que  la  Dirección  les  asigna  de  1.200  á  2.000 
pesos:  y  los  demás  comisionados,  la  cantidad  que  la 
misma   Dirección  estime  conveniente,   según  su   trabajo. 

7o  Para  emitir  títulos  hasta  igualar  la  cantidad  me- 
tálica que  se  consiga  en  empréstito  por  el  Poder  Ejecu- 
tivo, á  quien  se  autoriza  para  contratarlo  dentro  ó  fuera 
de  la  República,  por  la  suma  de  5.000.000  de  pesos,  bajo 
la  responsabilidad  de  la  Nación. 

8o  Para  descontar  con  plazos  hasta  de  un  año,  bajo 
dos  tirinas  de  responsabilidad  ó  mediante  el  depósito  cíe 
documentos  de  crédito  publico  ó  privado,  que  valgan  el 
duplo  de  la  cantidad  que  se  solicita,  con  el  interés  que 
la  Dirección  fijará  precisamente,  con  aprobación  del  Po- 
der Ejecutivo,  al  empezar  sus  operaciones.  Siempre  que 
hayan  de  hacerse  descuentos,  la  Dirección  y  las  agencias 
lo  anunciarán  al  publico  con  la  anticipación  de  veinte  días, 
por  carteles  y  por  los  periódicos,  en  donde  los  hubiere,  ex- 
presando la  suma  que  tenga  á  bien  destinar  á  este  objeto. 
La  cantidad  que  se  dé  en  descuento  á  cada  peticionario 
no  podrá  exceder  de  5.000  pesos;  y  cuando  las  solici- 
tudes excedan  de  la  suma  destinada  al  descuento,  se 
distribuirá  entre  los  mismos  peticionarios  á  prorrata. 

9o  Para  establecer  todas  las  reglas  de  administración 
contabilidad  y  gobierno  con  aprobación  del  Poder  Eje- 
cutivo. 

10.  Para  proveer  á  las  agencias  de  los  fondos  que 
les  correspondan,  conforme  al  artícnlo  4o  y  sus  pará- 
grafos. 

Art.  4o  Dentro  de  cuatro  meses  después  de  estable- 
cido el  Instituto,  se  planteará  una  agencia  de  él  en  cada 
una  de  las  provincias  de  la  República.  A  estas  agencias 
serán  comunes  las  atribuciones  441,  el  primer  inciso  de 
la  5%  en  lo  relativo  á  descuentos,  y  la  8n  del  artículo 
;5V  de  esta  ley,  y  además  cumplirán  todas  las  órdenes  de  la 
Dirección.  El  Instituto  no  podrá  abrir  su  giro,  sino  cuando 
estén  establecidas  todas  las  agencias. 

§  1?    Los  fondos  que  deben  remitirse  á  estas  agencias 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  37 

conforme  al  numero  10  del  artículo  que  precede,  tendrán 
por  base  la  población,  con  arreglo  al  último  censo  apro- 
bado. 

§  2o  En  las  provincias  en  que  los  pedidos  calificados 
excedan  de  la  cantidad  que  les  corresponda,  tomada  la 
base  de  su  poblacióu,  se  repartirá  aquella  entre  todos  los 
peticionarios  de  la  respectiva  provincia,  rebajando  á 
prorrata. 

§  3o  Si  alguna  ó  algunas  provincias  no  hicieren  pe- 
didos sobre  la  base  de  hipotecas  calificadas,  ó  aquellos 
no  cubrieren  lo  que  les  haya  r-abido  con  arreglo  á  la  base 
de  población,  y  conforme  á  los  parágrafos  anteriores,  se 
les  remitirá  siempre  por  la  Dirección  la  cantidad  que  faite, 
hasta  cubrir  su  cuota  sobre  la  misma  base  de  población, 
para  que  la  destine  á  descuentos,  según  el  número  8? 
ílel  artículo  3o,  hasta  que  haya  quienes  la  soliciten  con 
hipoteca,  con  arreglo  al  artículo  13,  reduciendo  los  térmi- 
nos á  la  mitad,  á  saber:  dos  meses  para  recibir  las  peti- 
ciones, avaluar,  calificar  y  aceptar  las  hipotecas,  y  dos 
meses  para  que  la  Dirección  emita  los  títulos  conforme  á 
esta  ley. 

Art.  T>°  En  la  capital  de  cada  provincia,  excepto  en 
la  de  la  Kcpública,  habrá  una  junta  auxiliar  de  la  Di- 
rección, compuesta  del  Gobernador,  del  agente  de  la  Di- 
rección y  del  Administrador  principal  de  rentas  munici- 
pales. A  esta  junta  corresponde:  Io  el  nombramiento  de 
peritos  para  el  avalúo  de  las  fincas  situadas  en  la  provincia 
y  que  hayan  de  hipotecarse;  2o  la  calificación  y  acepta- 
ción de  tales  fincas;  3?  las  inspección  sobre  las  hipotecas; 
y  4°  del  desempeño  de  todos  los  demás  encargos  que  le 
haga  la  Dirección  en  su  respectiva  provincia. 

Art.  <>?  Se  abrirá  crédito  en  los  libros  del  Instituto 
hasta  por  la  mitad  del  valor  libre  de  las  hipoteca  luego 
que  esta  haya  sido  aceptada  por  la  Dirección,  ó  juntas 
auxiliares;  pero  ningún  crédito  podrá  exceder  de  20.000 
pesos. 

Art.  7?  El  valor  de  los  bienes  que  se  ofrezcan  en 
hipoteca  se  determinará  sobre  la  base  de  (>  por  ciento  de 
su  producto  anual  líquido;  y  este  producto  se  fijará  en 
el  término  medio  del  qne  hayan  tenido  en  el  quinquenio 
inmediato.  En  las  nueve  fundaciones  agrí  olas  el  valor 
se  estimará  proporcionalmente  por  el  de  otros  estableci- 
mientos de  la  misma  clase  y  del  mismo  lugar,  que  se  ha- 
llen en  estado  de  producir.  Ninguna  otra  propiedad  que 
no  se  halle  en  estado  de  producir,  podrá  ser  aceptada 
para  la  hipoteca. 

§  Io    El  valor  de  las    propiedades  urbanas    se  esti- 


SÍ  DOCTOR  L.VILLANUEVA 

mará  también  por  el  producto  liquido  de  (5  por  ciento 
»nual,  bien  sean  aquellas  ocupadas  por  sus  propios  due- 
ños, bien  por  otras  personas. 

§  2°  A  los  dueños  de  hatos,  se  les  abrirá  crédito  hasta 
el  valor  total  de  las  tierras  donde  estén  fundados  sus  hatos, 
cuyo  valor  se  determinará  por  los  peritos  de  Ja  Dirección 
ó  de  la  juntas  auxiliares  en  sus  casos,  arreglándose  á  la 
estimación  común. 

Art.  *°  En  períodos  que  no  pasarán  de  tres  años,  se 
hará  constar  el  estado  de  las  hipotecas  ante  la  Dirección 
ójunta  auxiliar  respectiva,  quienes  exigirán  nuevas  ga- 
rantías hipotecarias  por  las  que  hayan  desmerecido,  ó  el 
reintegro  inmediato  de  la  suma  de  crédito  que  corres- 
ponda ni  demérito,  ó  de  todo  el  «rédito,  si  el  demérito 
fuese  considerable. 

§  único.  Esto  no  obsta  á  que  cuando  la  Dirección  ó 
la  junta  auxiliar  estimen  conveniente  sab^r  el  estado  de 
la  hipoteca  de  alguno  de  ios  deudores  al  Instituto,  la  ha- 
gan reconocer  para  los  fines  expresados. 

Art.  9°  El  crédito  abierto  en  los  libros  del  Instituto 
obliga  al  (pie  lo  haya  obtenido,  al  pago  semestral  antici- 
pado de  o  por  ciento  durante  veinte  años,  á  menos  que 
antes  de  este  término  el  deudor  satisfaga  la  cantidad  que 
reste  por  los  títulos  que  recibió,  devolviendo  los  que  co- 
rrespondan á  la  parte  no  satisfecha. 

Art.  10.  El  Instituto  pagará  á  los  tenedores  de  lo* 
títulos  el  «S  por  ciento  de  interés  dentro  de  los  veinte  días 
siguientes  á  cada  semestre  vencidos  después  de  la  fecha 
del  título. 

§  único.  La  Dirección  designará  el  lugar  y  tiempo 
en  que  deban  pagnrse  los  intereses  de  los  títulos,  así  en 
ella  corno  en  las  agencias  y  en  el  extranjero;  y  también 
para  la  amortización  de   estos  títulos. 

Art.  11.  Anualmente  se  aplicará  á  la  amortización 
de  los  títulos  una  cantidad  igual  al  3  por  ciento  de 
aquella  á  que  asciendan  todos  los  títulos  emitidos,  y 
que  hayan  estado  en  circulación  un  año  por  lo  menos. 
La  suerte  designará  los  que  deban  ser  redimidos,  y  esta 
operación  se  hará  con  la  mayor  publicidad  posible.  Las 
amortizaciones  extraordinarias  se  harán  del  mismo  modo, 
y  con  la  cantidad  que  determine  la  Dirección,  cuando 
lo  crea  conveniente. 

§  único.  Los  intereses  de  los  títulos  amortizados  se 
aplicarán  necesariamente  al  descuento  de  los  títulos  que 
estén   en  circulación,   ó   á  amortizaciones  extraordinarias. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  30 

Art.  12.  Los  títulos  se  extenderán  en  la  forma  de 
billetes  pagaderos  al  portador,  según  las  disposiciones, 
de  la  presente  ley,  y  por  las  cantidades  de  100  pesos- 
de  capital  y  de  (>  pesos  de  renta  anual. 

Art.  13.  Para  la  emisión  de  los  títulos  la  Dirección 
invitará  á  los  aspirantes,  concediendo  para  su  presenta- 
ción el  término  de  cuatro  mese,  y  el  día  en  que  se 
venza  este  término  abrirá  un  registro  en  que  se  inscri- 
ba á  todos  los  aspirantes  que  se  hayan  presentado  hasta 
aquel  día,  ó  se  presentaren  en  los  cuatro  meses  siguien- 
tes. En  cada  agencia  se  conservará  una  copia  del  re 
gistro  de  los  títulos  pedidos  y  de  las  hipotecas  que  los- 
afiancen  en  las  respectivas  provincias. 

§  único.  Los  dos  plazos  de  que  habla  este  artículo,, 
principiarán  á  correr  en  las  provincias  desde  el  día  en 
que  establecidas  las  agencias  hagan  la  invitación  por 
orden  de  la   Dirección. 

Art.  14.  Será  deber  de  la  Dirección  y  de  las  agen- 
cias hacer  el  descuento  de  todos  los  títulos  que  se  les 
pres°nten  de  los  que  hayan  cabido  á  sus  respectivas 
provincias  y  además  los  que  la  Dirección  mande  des- 
contar en  dichas  agencias  en  las  épocas  que  la  mis- 
ma dirección  designe;  y  estas  épocas  no  podrán  ser  menos, 
de  tres  en  el  ano,  previos  los  anuncios  correspondientes, 
con  anticipación  de  30  d'as. 

Art.  15.  Cada  aspirante  inscrito  designará  inmedia- 
tamente la  hipoteca,  presentando  el  título  con  que  la> 
posee  y  los  documentos  que  acrediten  que  se  halla  libre 
de  gravámenes  ó  que  deducido  el  duplo  de  los  graváme- 
nes por  censos,  queda  una  parte  libre  que  pueda  res- 
ponder al  Instituto,  ó  que  los  acreedores  anteriores- 
ceden  su  derecho  de  prioridad  y  cualquier  otro  derecho- 
que  les  perjudique. 

Art.  16.  El  justiprecio  de  los  bienes  parala  hipoteca 
se  hará  por  el  perito  ó  peritos  nombrados  con  arreglo» 
á  esta  ley. 

§  único.  La  parte  interesada  podrá  recusar  sin  causa 
hasta  dos  de  los  peritos  que  nombre  la  Dirección  ó  la 
Junta  auxiliar  resi>e¿tiva,  con  tai  que  no  hayan  princi- 
piado á   ejercer  su  encargo. 

Art.  17.  No  se  concederá  prórroga  de  plazo  ó  mo- 
ratoria para  el  entero  de  las  cantidades  que  se  deban 
al  Instituto.  La  Dirección  y  agencias  demandarán  eje- 
cutivamente á  los  deudores  morosos  ante  el  tribunal  que 
conozca  de  los  negocios  de  la  Hacienda  Nacional.  En 
estos  juicios   el    Instituto,   la   Dirección    y   agentes    que- 


40  DOCTOR   L.   YILLAKUEVA 

<ian  asimilados   á  l:t    Hacienda    Nacional,  y   á  sus  em- 
pleados. 

§  único.  El  empleado  que  no  proceda  á  demandar 
¡al  deudor  dentro  del  tercero  día  después  de  vencido  el 
plazo,  será  responsable  de  las  consecuencias  de  su  de- 
mora. 

Art.  18.  La  venta  judicial  de  las  lincas  hipotecadas 
podrá  hacerse  por  las  dos  terceras  partes  de  su  valor 
■calculado  por  los  peritos  respectivo»,  y  si  esto  no  se  con- 
siguiere en  tres  almonedas  sucesivas  con  intervalo  de  15 
<lías  de  una  á  otra,  se  podrá  hacer  la  venta  en  la  ter- 
■cera  por  la  cantidad  adeudada  y  costas,  y  si  no  hubiere 
quien  ofrezca  la  deuda  y  costas,  la  Dirección  deliberará 
lo  conveniente. 

Art.  10.  La  certificación  de  los  directores  ó  agentes 
«obre  la   legitimidad  del   crédito  tendrán  tuerza  ejecutiva. 

Art.  20.  El  Poder  Ejecutivo  dispondrá  que  la  Di- 
Teeción  pague  oportunamente  los  intereses  del  emprésti- 
to que,  según  esta  tey,  garantiza  la  Nación,  y  que  des- 
tine también  las  cantidades  necesarias  para  amortizar  el 
«capital,  todo  conforme  á  las  condiciones  que  se  estipulen 
■en  el  contrato  de  empréstito. 

Art.  21.  El  Secretario  de  Hacienda  inspeccionará 
mensual  mente  los  trabajos  de  la  Dirección  y  hará  el  tan- 
teo de  caja:  cuidará  del  cumplimiento  de  la  presente  ley 
y  de  los  reglamentos  del  Instituto,  corregirá  las  taitas 
ó  abusos  que  note,  é  informará  de  todo  al  Presidente 
de  la  República,  quien  podrá  suspender  á  cualquier  em- 
pleado culpable   hasta   la  Resolución   del   Congreso. 

§  único.  En  las  agencias  tendrá  la  misma  inspección 
y  hará  el  tanteo  de  caja  el  Gobernador  de  la  Provincia 
acompañado  de  su  Secretario,  y  de  las  faltas  que  note 
informará  inmediatamente  á  la  Dirección  y  al  Secretario 
«de   Hacienda. 

Art.  22.  El  Instituto  queda  exento  del  pago  de  todo 
impuesto  ó  contribución  nacional  ó   municipal. 

Art.  23.  En  las  escrituras  que  se  registren  para 
^asegurar  las  hipotecas  que  se  constituyan  á  favor  del 
Instituto  del  Crédito  Territorial,  no  se  cobrará  el  cuarto 
por  ciento  que  la  ley  de  registro  ha  impuesto  sobre  las 
escrituras  que  se  refieren  á  cantidades  que  han  de  pa- 
garse ó  recibirse  por  los  otorgantes,  ni  tampoco  en  las 
-escrituras  de  cancelación  de  aquéllas. 

Art.  24.  El  sueldo  de  cada  Director  será  de  tres 
mil    pesos  anuales. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  41 

Art.  25.  La  Dirección  se  instalará  dos  meses  después 
de  publicada  esta  ley ;  y  se  ocupará  inmediatamente  en 
formar  el  reglamento  general  y  los  particulares  de  las 
agencias,  mientras  corre  el  término  al  artículo  13  para 
la  inscripción  de  los  aspirantes  á  los  títulos  del  Insti- 
tuto, nombrará  los  agentes  en  las  provincias,  les  seña- 
lará sueldo,  y  dictará  las  demás  medidas  que  estime  con- 
renientes  á  su  objeto.  Los  directores  y  los  agentes  dis- 
frutarán solo  de  la  mitad  de  su  sueldo  ínterin  no  principie 
la  emisión  de  títulos. 

Art.  26.  Los  directores  y  agentes  prestarán  fianza 
antes  de  entrar  en  el  desempeño  de  sus  destinos,  por  el 
duplo  de  los  sueldos  que  disfruten. 

Art.  27.  El  Instituto  no  podrá  hacer  otras  opera- 
ciones (pie  las  detalladas  en  la  presente  ley. 

Art.  28.  La  Dirección  pasará  cada  tres  meses  al 
Secretario  de  Hacienda  un  estado  de  todos  los  negocios 
del  Instituto.  El  Secretario  formará  un  resumen  de  di- 
chas noticias  y  lo  pasará  al  Congreso  en  sus  reuniones 
anuales  con  ios  demás  informes  que  juzgue  convenientes, 
y  hará   publicar  en  la  Gaceta  dichos  estados. 

Art.  29.  La  Dirección  refundirá  en  su  cuenta  anual 
que  llevará  por  años  económicos  de  julio  á  junio  las  de 
las  «agencias  (pie  le  serán  remitidas  en  la  época  que  ella 
fije  en  sus  reglamentos;  y  la  pasará  en  1?  de  octubre  de 
cada  año  al  Tribunal  mayor  de  cuentas  para  su  examen 
y  aprobación.  Dicho  Tribunal  encontrándolas  conformes, 
espedirá  el  competente  finiquito,  y  no  estándolo,  pasará 
á  los  directores  la  planilla  de  reparos  para  su  solvencia 
en  el  preciso  término  de  30  días.  En  uno  y  otro  caso 
el  Tribunal  mayor  informará  al  Congreso  por  conducto 
de  la  Secretaría  de  Hacienda,  con  los  documentos  co- 
rrespondientes á  las  mismas  cuentas,  en  los  primeros  15 
días  de   cada  reunión  ordinaria. 

Art.  30.  La  falsificación  de  los  títulos  del  Instituto, 
la  instrucción  de  títulos  falsificados,  la  posesión  de  títulos 
falsificados  á  sabiendas  de  serlo,  con  intención  de  ponerlos 
en  circulación  fraudulenta,  el  hecho  de  grabar  alguna 
plancha  ó  preparar  algunos  intrumeutos  ó  materiales  con 
el  objeto  de  falsificar  títulos  del  Instituto,  ó  el  de  tener 
en  su  poder  semejante  plancha,  instrumento  ó  materiales, 
con  el  intento  de  que  sean  empleados  en  falsificar  dichos 
títulos,  se  castigará  con  la  pena  de  tres  á  ocho  años 
de  trabajos  forzados,  ó  con  la  de  prisión  (pie  no  pase 
de  diez  años  y  multa  que   no  exceda  de  cinco  mil  pesos. 

Art.  31.  La  emisión  de  títulos  mas  allá  de  lo  permitido 
por  la  ley,  se  castigará  con   la  deposición  del   destino,  si 


42  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

no  hubiere  habido  fraude.  Resultando  éste,  se  impondrán 
además  las  penas  que  señalen  las  leyes  comunes.  En 
ambos  casos  se  recocerán  los  títulos  emitidos  ilegalmente 
y  se  destruirán. 

Art.  32.  Los  directores  y  agentes  incurren  en  las 
mismas  penas  que  los  empleados  de  Hacienda  en  los  ca- 
sos de  fraude,  malversación,  connivencia  ú  otros  delitos 
respecto  de  los  negocios  que  manejan. 

Art.  33.  Las  quejas  por  injusticia  atribuidas  á  la 
Dirección  ó  á  las  agencias,  se  dirigirán  al  Secretario  de 
Hacienda,  en  la  capital ;  y  á  los  gobernadores  en  las  pro- 
vincias para  los  efe  otos  del  artículo  21  y  su  parágrafo,  y 
para  que  pasando  estos  su  informe  al  Secretario  de  Ha- 
cienda  tenga  su   cumplimiento  el  artículo  28. 

Art.  34.  El  Poder  Ejecutivo  en  la  consecución  del 
empréstito,  no  admitirá  condiciones  gravosas  á  los  finea 
del   Instituto  y  que  estén  en   pugna   con  la  presente  ley. 

Art.  3.5.  El  Tesoro  público  suplirá  con  calidad  de 
reintegro  de  los  fondos  del  Instituto,  los  gastos  necesarios 
para  conseguir  el  empréstito  y  plantar  la  Dirección  y  sus 
agencias  hasta  que  abran  su  giro 

Art-  3<>.  Ni  los  directores  ni  los  agentes  podrán  ob- 
tener títulos  ni  otra  clase  de  auxilio  de  los  fondos  del 
Instituto. 

§  único.  Tampoco  podrán  comprometerse  como  fiado- 
res por  cantidades  que  se  soliciten  del  Instituto. 

Dado  en  Caracas,  á  4  de  mayo  de  1845,  16°  de  la  Ley 
y  35°  de  la  Independencia. — El  Presidente  del  Senado, 
Eduardo  A.  Hurtado. — El  Presidente  de  la  Cámara  de 
Representantes,  Miguel  G.  Maya. — El  Secretario  del 
Senado,  J.  Ángel  Freiré. — El  Secretario  de  la  Cámara  de 
Representantes,  Juan  A.  Pérez." 


OBJECIONES  HECxIIS  POR  EL  PODER  EJECUTIVO  AL  PRO* 
YECTO  DE  LEY  SOBRE  INSTITUTO  DE  CRÉDITO  TERRI- 
TORIAL. 

Excelentísimo  señor  : 

El  cumplimiento  de  un  deber  imprescindible  me  pone 
en  la  necesidad  de  devolver  al  Congreso  el  proyecto  de 
decreto  que  funda  un  Instituto  de  Crédito  Territorial  so- 
bre la  garantía  de  la  Nación.  No  se  me  oculta  la  dis- 
l>licencia  con   que   va  á   ser  recibido  este  paso  por  una 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  43 

porción,    no  corta,    de  ciudadanos    muy    estimables  que 
están  persuadidos  de   que  el   acto   legislativo  á   que  me 
retíero  es  un  manantial   de  bienes  para   Venezuela,  y  lo* 
cuales  han  de   ver  con   disgusto  todo  lo  que  en  su  con- 
cepto se  oponga  al  logro  de  tan  caro  objeto;  mas  tengo 
que    pasar    por  esta   pena,   después   que  muy    detenidas 
meditaciones  sobre  la  materia  me  lian   dado    por    insul- 
tado que    la    utilidad   del  país,    la   conservación    de   sn 
crédito  y  la  defensa  y  protección  de  los  derechos  de  todo* 
exigen  de  mí  que  haga  cuantos  esfuerzos  estén  en   mis 
facultades  para  detener,  por  las  vías  legales,   la  sanción 
de  una  medida  que  ofrece  en   su  ejecución  graves  incon- 
venientes.   Estimulado  por  las  más  fuertes  convicciones 
y  animado  del  más  ardiente  celo  por  la   felicidad  de  la 
Kepública,   dispuesto  á    hacer  por  ella    todo  género  de 
sacrificios,  voy   á  prestarle  el  de  contrariar  un  i>royecto 
qne  ha  aprobado  una  muy  considerable  mayoría  de  am- 
bas Cámaras,   como  el    medio  más  propio  para  sacar  á 
las  industrias  del  abatimiento  en  que  se  hallan,  y  traer- 
nos  luego  bienes  políticos  y  económicos  de  alta  impor- 
tancia.   Tengo  el  sentimiento  de  pensar  muy  de  otro  modo 
v  de  haber  formado  un   juicio  distinto  sobre  el  Instituto 
de  crédito  territorial,   según   se  formula  en  el  proyecto, 
después  de  haber  oído  las  razones  con  que  se  ha  soste- 
nido é  impugnado. 

En  el  Mensaje  que  dirigí  al  Congreso  al  iniciar  su» 
presentes  sesiones,  dije  á  las  Honorables  Cámaras  que 
nuestro  estado  interior  requería  que  con  toda  solicitud 
se  examinasen  los  distintos  ramos  de  la  legislación  en  su 
relación  con  el  progreso  general  de  la  Bepública ;  para 
oue  con  conocimiento  de  lo  u.ne  fuese  justo  y  conveniente 
á  la  Sociedad,  decretara  el  Congreso  medidas  que  pu- 
dieran ser  abrazadas  con  confianza  por  todos  los  venezo- 
lanos y  que  produjeran  beneficios  importantes  á  nuestra 
patria.  La  que  contiene  el  proyecto  de  crédito  territorial, 
ni  la  creo  justa  ni  conveniente,  ni  será  abrazada  con 
confianza  por  todos  los  venezolanos,  y  lejos  de  producir 
beneficios  importantes  puede  ser  fecunda  en  todo  género 
de  males. 

En  Venezuela,  dorde  las  rentas  publicas  se  forman 
de  las  contribuciones  que  indirectamente  pagan  todos  los 
ciudadanos,  no  puede  considerarse  corno  rigorosamente 
justo  un  auxilio  que  no  puede  alcanzar  á  todos,  y  para 
el  cual  se  comprometen  en  garantía  las  rentas  que  todos 
pagan.  Con  tal  sistema  de  contri buciones  es  inconcilia- 
ble todo  auxilio  directo  por  la  relación  que  debe  existir 
siempre  eníre  el  empleo  que  se  haga  délas  rentas  y  el 
bienestar  de  los  que  las  forman.  Por  más  que  el  Congreso 
se   haya  esmeado  en  generalizar  el   auxilio  á  las  indus- 


44  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

trias,  ya  distribuyéndolo  entre  todas  las  provincias,  según 
la  base  de  población,  ya  reduciendo  á  veinte  mil  pesos 
el  máximum  del  auxilio  á  que  pueda  aspirarse,  ya  per- 
mitiendo el  empréstito  de  algunas  cantidades  sin  hipote- 
cas, no  puede  negarse  que  el  beneftcio,  para  que  sea  pro- 
vechoso, sólo  puede  alcanzar  á  un  pequeño  número  de 
propietarios,  insignificante,  comparado  con  la  totalidad 
de  los  industriales  venezolanos.  Cuando  este  modo  de 
ver  la  cuestión  se  haga  familiar,  cuando  el  resultado 
convenza  á  muchos  de  los  que  hoy  esperan  sin  funda- 
mento obtener  el  auxilio,  que  él  no  puede  dispensarse  á 
todos,  cuando  se  palpe  la  distinción  que  necesariamente 
ha  de  hacerse  entre  los  qne  prestan  seguridades  y  los 
que  no  pueden  darlas,  no  obstante  la  mayor  necesidad 
de  socorro  que  tienen  éstos,  nada  será  comparable  á  su 
disgusto;  y  puede  asegurarse  que  el  que  se  hace  sentir 
en  la  actualidad  por  consecuencia  del  atraso  de  los  in- 
dustriales, se  concentrará  en  loa  últimos  y  i>odrá  produ- 
cir efectos  más  desagradables.  Sin  entrar  en  minuciosas 
demostraciones  sobre  la  inseguridad  de  las  hipotecas,  sobre 
visicitudes  y  sobre  otros  puntos  que  se  han  discutido 
juiciosa  y  acertadamente  para  convencer  la  certidumbre 
del  riesgo  á  que  se  expone  el  Tesoro  público,  no  obstante 
las  precauciones  que  se  han  escogido  para  desviar  todo 
peligro,  yo  me  limitaré  á  interpelar  acerca  de  su  exis- 
tencia el  buen  criterio  de  todos  los  Honorables  Senado- 
res y  Representantes,  y  á  enunciar  como  una  verdad 
umversalmente  reconocida  en  sus  principios,  que  el  ac- 
cidente muy  posible  de  que  la  Nación  haya  de  pagar  por 
sus  fiados  y  quedar  constituida  acreedora  de  estos,  la 
coloca  bajo  un  doble  aspecto  en  una  situación  delicada, 
porque  produce  simultáneamente  las  quejas  de  los  con- 
tribuyentes y  el  desafecto  de  los  adeudados.  La  medida 
de  auxilio  que  ha  acordado  el  Congreso,  no  solo  traerá 
inconvenientes  graves  al  establecimiento,  como  lo  he 
indicado,  sino  que  cada  vez  irán  siendo  mayores  y  au- 
torizando nuevas  y  mayores  exigencias.  Presiento  que 
si  llega  á  tener  efecto,  ella  será  la  materia  preferente, 
si  no  la  única,  de  las  legislaturas  venideras,  y  que  les 
robará  como  este  ano,  pero  ya  de  un  modo  inevitable, 
el  tiempo  preciso  que  reclaman  medidas  indirectas  que 
á  la  larga  deben  producir  un  resultado  más  satisfac- 
torio. 

Cna  protf cción  como  la  que  se  acuerda,  en  que  para 
guardar  consecuencia  ha  debido  prcseindirsc  absoluta- 
mente de  la  moralidad  y  atender  sólo  á  la  responsabilidad 
material  del  que  la  solicita,  si  por  una  parte  presenta-  al 
Gobierno  revestido  de  odiosas  apariencias  y  á  algunos 
industriales  probos  y  dignos  de  consideración  enteramen- 
te  desatendidos,  por  otra  provoca   el   abuso  de  muchos  á 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  45 

quienes  hasta  ahora  ha  salvado  una  saludable  timidez  en 
contraer  empeños,  por  las  facilidades  que  le  brinda  y  por 
la  competencia  en  que  pone  la  ley  á  todas  las  provincias 
para  obtener  en  virtud  de  los  pedidos  de  sus  habitantes 
la  rata  del  empréstito  correspondiente  á  su  población. 
Nada  hay  más  funesto  para  la  riqueza  de  un  país  que  la 
imprudencia  de  las  empresas;  y  una  ley  que  la  estimula,  que 
convida  al  abuso  que  interesa  en  su  favor  el  tuerte  sen- 
timiento del  patriotismo  local,  no  puede  ser  conveniente. 

Por  otra  parte,  el  crédito  de  la  Nación,  siendo  una 
propiedad  de  todos  los  venezolanos,  no  puede  usarse  sino 
en  beneficio  de  todos  y  con  la  más  rigorosa  economía.  El 
se  disminuye  como  el  de  los  particulares  cuando  se  recar- 
ga con  muchas  obligaciones.  El  debe  conservarse  intacto 
para  el  caso  de  una  guerra,  si  tal  desgracia  pudiera  afli- 
girnos algún  día,  para  la  apertura  de  caminos  y  otras 
empresas  de  utilidad  general  de  que  tanto  ha  menester  un 
país  naciente  é  inculto  como  Venezuela,  y  aun  para  ope- 
raciones financieras  que  tuviesen  por  objeto  la  conserva- 
ción de  ese  mismo  crédito  nacional.  Paréceme  que  em- 
peñarlo en  un  auxilio  directo  y  no  general  en  circnnstan 
cías  en  que  con  una  deuda  pasiva  exterior  de  mas  de  veinte 
millones  de  pesos,  carecemos  de  vías  de  comunicación,  de 
este  importante  resorte  de  mejora  y  engrandecimiento,  es 
obrar  de  una  manera  poco  conforme  á  los  principios  admi- 
nistrativos que  recomiendo  y  cuya  solidez  no  puede  menos 
(pie  reconocer  la  ilustración  del  Congreso. 

Si  de  estas  consideraciones  generales  quisiera  des- 
cender á  ocuparme  de  pormenores  del  proyecto,  que  tengo 
la  honra  de  devolver,  se  me  presentaría  un  vasto  campo 
de  observaciones  sobre  inconvenientes  para  su  ejecución; 
pero  convencido  de  que  las  Honorables  Cámaras  habrán 
sometido  á  un  ilustrado  examen  muchas  de  las  que  yo  ira- 
dría  hacerle,  me  limitaré  á  exponer  que  según  los  cálculos 
más  probables,  fundados  en  la  experiencia  de  esta  clase 
de  negociaciones,  el  empréstito  de  cinco  millones  de  pesos 
qne  se  manda  negociar  para  que  sirva  de  capital  al  Ins- 
tituto, aun  cuando  se  consiga  el  seis  por  ciento  de  interés 
anua],  calculando  este  sobre  la  suma  que  realmente  venga 
al  paí*,  hechas  las  deducciones  que  son  de  costumbre, 
resultará  á  una  rata  de  9  á  10  por  ciento,  lo  cual  será  un 
inconveniente  insuperable  para  la  ejecución  de  la  ley  por 
el  gran  perjuicio  que  sufrirá  la  Nación. 

El  Poder  Ejecutivo  se  ha  opuesto  á  la  medida  que 
abraza  el  proyecto  desde  su  segunda  discusión  en  la  Cá- 
mara donde  tuvo  su  origen,  y  aunque  su  oposición  no 
bastó  á  detener  su  progreso  ha  llegado  Ja  oportunidad  de 
consignar  en  nn  documento  solemne  los  motivos  de  esta 


46  DOCTOR   L.   VILLANÜEVA 

<>l>osición,  para  que  la  Nación,  de  quien  tiene  sus  poderes, 
<3onozea  la  conducta  de  su  delegado. 

Si  el  Instituto  hubiera  de  producir  los  bienes  que  au- 
guran sus  sostenedores,  nada  se  perdería  por  un  nuevo 
examen ;  si  males,  yo  habría  tenido  la  satisfacción  de  di- 
ferirlos. No  sostengo  causa  propia:  sostengo  la  pública 
■en  desempeño  del  alto  deber  en  que  estoy  constituido  por 
la  voluntad  de  mis  conciudadanos,  y  aunque  alguno  le 
sea  enojoso  mi  proceder,  espero  que  más  tarde  harán  jus- 
ticia á  la  sinceridad  de  mis  intenciones  y  á  la  honradez  de 
mis  principios.  Amo  de  todo  corazón  el  bien  de  mi  patria, 
y  si  me  impresiona  profundamente  toda  presunción  del 
mal  para  mis  conciudadanos*  esta  impresión  nace  de  un 
sentimiento  puro  y  ageno  de  todo  lo  que  pudiera  carac- 
terizarlo de  caprichoso  ó  sistemático.  Respeto  y  acato  la 
opinión  del  Congreso  como  la  expresión  legítima  de  la 
voluntad  nacional,  y  este  mismo  respeto,  y  la  necesidad 
de  conservar  la  confianza  de  mis  conciudadanos,  me  ha 
determinado  á  someter  á  vuestra  alta  consideración  estas 
observaciones  en  busca  de  vuestra  última  resolución,  á  la 
-cual  daré  más  puntual  y  exacto  cumplimiento. 

Si  esta  ííltima  resolución  del  Congreso  fuere  la  de 
encontrar  fundadas  mis  observaciones,  en  este  caso  os 
pediré  desde  ahora  vuestra  cooperación  para  la  ejecución 
«de  un  plan  qne  tenga  por  objeto  la  mejora  pronta  y  eficaz 
-de  nuestras  principales  vías  de  comunicación,  en  una 
■empresa  nacional  de  caminos,  usando  del  crédito  público. 
La  aprobación  anual  de  ltiü.OUO  pesos  para  la  mejora  gra- 
dual de  las  vías  (le  comunicación,  dentro  de  cincuenta 
anos  habrá  ascendido  á  ocho  millones  de  pesos,  y  nuestros 
•caminos  se  encontrarán  en  el  mismo  estado  que  hoy  con 
muy  poca  diferencia.  No  sucedería  así  si  desde  luego  se 
aplicasen  los  ocho  millones  ó  menos.  Muy  pronto,  dentro 
«de  dos  anos  quizá,  empezaríamos  á  experimentar  grandes 
beneficios,  y  antes  de  quince,  el  impulso  que  habría  reci- 
bido nuestra  industria,  habría  sido  más  que  suficiente 
para  pagar  dicha  suma,  dejándonos  un  grande  é  incalcuia 
b!e  aumento  en  la  riqueza  pública  y  en  la  mejora  de 
nuestra  condición  social.  Cada  día  es  más  urgente  la 
aplicación  de  nuestros  recursos  á  esta  grande  empresa. 
El  vuelo  que  lleva  el  ramo  de  caminos  en  todo  el  mundo 
nos  ha  dejado  atrás  á  una  distancia  inmensa,  y  los  costos 
«de  trasporte  recargan  nuestros  productos  con  un  grava- 
men que  ya  no  pueden  soportar  el  más  económico,  ni  el 
más  laborioso  propietario. 

Mas  si  vuestra  última  resolución  fuera  la  de  que  no 
encontráis  fundadas  mis  observaciones ,  el  proyecto  será  ley 
de  la  República,  y  el  Poder  Ejecutivo  empleará  en   su  eje- 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  47 

ración  la  más  solícita  diligencia,  para  que  se  realicen  los 
bieoes  que  el  Congreso  se  promete  y  se  disminuyan  los 
nales  que  el  Poder  Ejecutivo  terne. 

Excino.  seüor. 

Carlos  Soublette. 

Caracas  :  mayo  19  de  1845. — 1G  de  la  Ley  y  35  de  la  In- 
dependencia." 


:„    ^. 


CAPITULO  II 

I.     Anudando  el  hilo  de  nuestra    historia  en   lo  „  *ol¿tic*  del 

Oral.  Soublette. 

referente  á  las  ocurrencias  políticas,  debemos  de- 
cir que  á  las  leyes,  con  que  se  tenía  encadenado 
el  país,  intentaron  los  oligarcas  agregar  otras,  aún 
más  restrictivas;  y  al  efecto  presentaron  al  Con- 
greso del  45,  proyectos  para  limitar  la  libertad 
de  la  prensa,  aumentar  la  fuerza  permanente,  anu- 
lar las  funciones  del  Poder  Municipal  en  lo  relati- 
vo al  nombramiento  de  jueces  inferiores,  como  re- 
sorte para  las  e'ecciones,  que  necesitaban  poner  en 
manos  del  Poder  Ejecutivo;  y  otro,  aún  más  descabe- 
llado, en  que  disponían  que  no  se  permitiese  votar 
á  los  que  no  supiesen  leer  y  escribir;  con  lo  cual 
pensaban  inutilizar  en  los  comicios  las  cuatro  quin- 
tas partes  de  los  venezolanos,  afiliados  ya  en  el 
Partido  Liberal.  Por  fortuna  todos  estos  proyectos 
fueron  desechados  por  las  Cámaras  y  por  el  General 
Soublette,  Presidente  constitucional  en  el  período  de 
43,  44,  45  y  46  ;  personaje  cuyo  carácter  y  princi- 
pios no  se  conformaban  á  los  dogmas  de  exclusión  y 
absolutismo  del  Partido  de  la  oligarquía,  del  cual  no 
era  jefe,  pero  ni  aun  inspirador. 

Véase,  si  no. 
4 


50  DOCTOR   L.   VILLA2ÍUEYA 

En  los  años  del  43  y  44  mantúvose  el  Ge- 
neral Soublette  firmemente  neutral  entre  los  dos  par- 
tidos, sin  patrocinar  á  ninguno  de  los  dos:  mos- 
trando el  más  nimio  respeto  á  la  Constitución  y 
á  la  prensa,  y  asegurando  á  todos  los  ciudadanos 
sin  distinción,  las  garantías  que  les  brindaban  las 
instituciones. 

No  tenemos  reparo  en  escribir  este  juicio,  por- 
que nuestra  palabra  como  liberal  es  insospechable;  y 
debemos  escribir  estas  páginas,  sujetos  á  las  dos 
principales  leyes  de  la  historia,  á  saber:  no  atre- 
verse á  decir  nada  que  sea  falso;  atreverse  á  decir 
todo   lo  que   sea    verdad  (1). 

La  estructura  política  de  aquella  situación  estri- 
baba en  las  tres  siguientes  fuerzas  públicas : 

El  Gobierno — El  Partido  Conservador — El  Par- 
tido Liberal. 

La  conducta  de  Soublette  en  los  dos  primeros  años 
de  su  presidencia,  nos  trae  á  la  memoria  la  serenidad 
de  Washington  en  los  primeros  años  de  su  gobierno, 
cuando  empezó  la  lucha  entre  los  federalistas  de  Ha- 
milton,Secretario  del  Tesoro,  llamados  el  partido  del 
orden,  que  pedía  grandes  facultades  para  el  gobierno 
federal,  no  sin  detrimento  de  la  soberanía  de  los  Es- 
tados ;  y  el  partido  de  Jefferson,  Secretario  de  Es- 
tado, conocido  con  el  nombre  de  los  republicanos: 
Partido  liberal  de  los  primeros  días  de  la,  Unión, 
que  reclamaba  la  independencia  de  las  Secciones, 
y  proponía  que  el  gobierno  federal  se  ocupara  en 
despachar  los  asuntos  internacionales,  antes  que 
los  negocios  de  la  política  doméstica.  Aquel  gran 
magistrado  tuvo  al  fin,    por    imposición    de    las    cir- 


1    Cicerón.— De  o  rato  re.  11—15. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  51 

cunstancias,  que  inclinarse  á  los  federalistas;  por  lo 
<\ue,  encolerizados  los  republicanos,  empezaron  á 
insultarle,  hasta  burlarse  de  los  títulos  gloriosísi- 
mos con  que  lo  habían  honrado  sus  conciudadanos, 
poco   antes,  por  amor  y   gratitud.  (1). 

Ya  para  45  se  notó  en  el  general  Soublette 
■disposición  á  servir  los  intereses  de  los  oligarcas,  con 
motivo  del  proyecto  del  instituto ;  y  desde  aquella  fe- 
«cha  los  liberales  extremistas,  perdida  la  esperanza  de 
.atraerle?  ó  de  mantenerle  por  lo  menos  en  su  posición 
de  neutral,  se  dieron  á  atacarle  en  todos  sus  periódi- 
cos, y  aun  á  amenazarle  de  muerte  ;  lo  que  equivalía 
de  parte  de  sus  escritores  á  cometer  el  gravísimo  error 
de  sacrificar  en  el  ara  del  deleite  de  la  vana  populari- 
dad, que  tanto  embelesa  á  los  tribunos  y  periodistas, 
la  conquista  probable  del  poder  por  el  favor  de  la  opi- 
nión pública,  asistida  de  ciertas  eficaces  y  discretas  in- 
fluencias oficiales:  camino  seguro  que  aconsejan  tomar 
los  más  prácticos  hombres  de  Estado  en  t  anees  pa- 
recidos. 

Con  todo,  el  General  Soublette  procuraba  siem- 
pre mediar  entre  unos  y  otros,  impidiendo,  hasta 
donde  le  era  posible,  que  el  principio  de  autoridad 
rayase  en  tiranía,  y  la  justicia  de  los  tribunales  en 
-crueldad,  y  que  se  abusara  del  poder  de  aquellas 
terribles  leyes  para  oprimir  á  los  liberales;  conte- 
niendo al  mismo  tiempo  á  estos,  con  discreción  y 
justicia,  para  no  dejarles  llegar  á  los  excesos  á  que 
tienden  siempre  en  sus  principios  los  partidos  po- 
pulares. 

Porque  si  bien  es  verdad  que  los  partidos  conser- 
vadores, llamados   de   orden,    son   implacables  en    su 


1    Lo»  republicanos  le  llamaban  The  Stepfather  ofhia  conntry. 
— Brice.  The  American  conmouwealth. — Voi.  II. 


52  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

despotismo,  odiosos  por  sus  crueldades,  y  nocivos  at 
progreso  público  por  su  tenaz  apego  á  lo  pasado ;  tam~ 
bien  tenemos  por  cierto,  que  los  partidos  liberales 
en  sus  principios,  con  más  fe  en  el  pueblo  que  en  el 
gobierno,  han  sido  siempre  demagogos.  En  Roma 
con  los  Gracos,  Mario  y  Catilina.  En  Francia  con 
el  Terror  del  93,  con  los  Rojos  del  48  y  los  Co- 
munistas del  70.  En  los  Estados  Unidos  con  el 
partido  de  Jefferson.  En  Venezuela  con  los  patriotas 
del  año  de  11  que  gritaban:  "viva  la  santa  demago- 
gia." Y  tal  sucede,  porque  la  demagogia  es  la  suspira- 
da forma  de  vida  autonómica  de  todas  las  infancias  ; 
de  la  infancia  del  hombre,  cuando  aspira  á  la  inde- 
pendencia personal ;  de  la  infancia  de  los  pueblos, 
cuando  quieren  pasar  de  colonias  á  naciones  sobe- 
ranas ;  de  la  infancia  de  los  partidos  democráticos, 
cuando  empiezan  sus  ludias  por  la  libertad. 

Aspiraba  también  Soublette  á  implantar  una  polí- 
tica de  fusión,  ó  unión  entre  los  moderados  de  ambos 
bandos,  diciendo  (pie  su  Gobierno  era  nacional  y  no 
de  partido;  lo  cual  desagradaba  á  los  oligarcas,  quie- 
nes lejos  de  querer  compartir  el  poder  con  sus  contra- 
rios, pugnaban  porque  se  les  persiguiera,  hasta  ren- 
dirlos v  acabarlos. 

Pensó  una  vez  proponer  al  señor  Guzmán  la  Se- 
cretaría de  la  Legación  del  General  Urdaneta  en  Pa- 
rís, y  los  oligarcas  intrigaron  tanto  contra  esta  idea, 
que  al  fin  tuvo  (pie  desistir  de  ella :  y  si  bien  no 
era  este  empleo  apetecible  para  Guzmán,  habría 
quedado  siempre  la  propuesta,  á  lo  menos  como 
signo  de  una  política  de  tolerancia  y  conciliación, 
que  los  exaltados  calificaban  de  política  de  laisscr 
/aire,  laisscr  p(ixs<.'ry  atribuida  á  debilidad,  vacilación 
y    abandono  ;    cuando,  según  dejó  escrito  su  Ministro 


VIDA  DEL  OUXkRAL   ZAMORA  53 

Cobos  Fuertes,  era  justamente  el  resultado  de  un 
-plan  premeditado  y  seguido  sin  titubear  en  todo  el 
curso  de  su  Administración  (1). 

Este  mismo  Ministro  explica,  aunque  con  mu- 
chos miramientos  hacia  sus  eopartidarios,  cómo  se  for- 
mó la  oligarquía,  y  de  qué  modo  acaeció  su  inesperada 
ascensión  personal  á  la  Casa  de  Gobierno,  cuando  re- 
nunció el  Doctor  Aranda  las  Carteras  de  Hacienda 
y  Relaciones  Extenores,  por  no  estar  de  acuerdo  con 
el    Presidente  en   el  proyecto  de  Ley  del  Instituto. 

Hé  aquí   sus   palabras : 

"Hasta  1S44  los  Ministerios  habían  sido  servidos  por 
sujetos  de  reconocida  capacidad,  experimentados  en  la 
administración  de  los  negocios  ó  formados  en  las  mesas 
de  las  Secretarias,  como  era  regular.  Los  patriotas  que 
nos  habían  gobernado,  habían  temido  confiar  los  intereses 
públicos  á  manos  inexpertas.  Como  los  primeros  marinos 
no  osaban  salir  del  Mediterráneo,  salvando  las  columnas 
•de  Hércules,  así  nuestros  primero*  magistrados  no  se 
atrevían  á  salir  de  un  corto  número  de  hombres  aptos, 
ú  quienes,  y  á  los  que  los  sostenían,  se  dio  el  apodo  de 
olhjarcas  (gobierno  de  pocos.)  Los  que  se  denominaban 
liberales  impugnaban  esa  honrosa  timidez,  la  acriminaban 
y  pedían  el  ensanche  del  círculo  elegible.  A  estas  exi- 
gencias debo  mi  honorífica  é  inesperada  elección  para 
Ministro  de  Interior  y  Justicia."     (2) 

II.    IK'bese  á  los  liberales  el  primer  trascenden-   ios  iiber*iet 

1  /  fundan  la  pren- 

tal  movimiento  de  nuestra  prensa  política,  pues  á  la"Politica- 
vez  que  del  40  al  4(i  fomentaron  sin  descanso  la  crea- 
ción de  órganos  suyos  para  esparcir  las  nuevas  ideas, 
avigorar  el  ánimo  de  sus  parciales,  y  darles  á  cono- 
cer el  mérito  de  directores  de  la  causa,  y  los  defectos 
y  culpas  de  sus  enemigos,  provocaban  á  éstos  á 
levantar  tribunas  para  discutir  con  ellos  los   intereses 

1  M*teri <»les  para  la  biografía  del  (reneral  C.  SouVette,  publi- 
•cadoseí  Caracas  en  1*70  por  el  Doctor  F.  Cobos  Fuertes. 

2  Este  nombramiento  marca  de  una  manera  indeleble  la  po- 
lítica neutral  del  Poder  Ejecutivo  eu  la  contienda  política  de  los 
partidos  constituci  male«.  Es  uu  chasco  para  la  oligarquía:  es  un 
progreso. — El  Venezolano,  número  241. 


54  DOCTOR   L.   VILLANUBVA 

nacionales,  en  el  campo  luminoso  de  la  paz  y  de 
las  leyes.  Sus  oradores  y  periodistas,  Landerr 
Guzmán,  Renclón,  Urrutia,  Sanavria,  Larrazábalr 
Arteaga,  el  padre  Espinoza,  Echeandía,  Arandar 
Bruzual,  Ruiz,  Arvelo,  el  Doctor  García,  y  otros  de 
no  menores  prendas  de  inteligencia  y  patriotismo,, 
despertaban  el  pueblo,  enseñábanle  sus  derechos,  y  le 
incitaban  á  ejercerlos  en  las  elecciones  y  en  la  prensa. 
Constituidos  en  partido  político  avivaron  por  una  reac- 
ción natural  las  energías. de  sus  contrarios,  v  les  obli- 
garon  á  defenderse  con  la  pluma  y  la  palabra;  que- 
dando establecida  desde  entonces  y  por  primera 
vez,  la  lucha  de  nuestros  partidos,  cada  cual  con 
sus  principios,  hombies  y  periódicos.  De  suerte 
que,  puede  bien  decirse  que  los  liberales  fueron 
los  fundadores  de  nuestra  prensa  independien- 
te, los  que  ensenaron  por  medio  de  ella  a  soste- 
ner las  libertades  públicas,  á  mover  las  inteligen- 
cias al  progreso  común,  y  á  poner  en  vigencia  el 
derecho  electoral  para  dar  comisarios  á  la  Nación 
al    gusto    de    sus    mayorías. 

El  periódico  principal  de  la  propaganda  liberal 
fue  El  YvnezoJano. 

Este  periódico  empezó  á  salir  en  agosto  de 
1840  en  la  imprenta  del  señor  Valentín  Espinal  ; 
de  aquí  se  mudó  á  la  de  los  señores  Núñez  y  Mar- 
quiz,  entre  las  esquinas  de  Catedral  y  las  Madri- 
ces.  Después  se  imprimió  en  la  del  señor  George 
Córser,  entre  Camejo  y  Santa  Teresa.  De  esta  pasó* 
á  la  suya  propia,  que  se  instaló  en  la  esquina  de  La 
Bolsa,  y   se    inauguró  el  28  de  octubre  de  1841. 

La  primera  publicación  de  este  taller  tipográfico 
fué    una  hoja  escrita    por  el   señor    Guzmán,    como 


VIDA  DEL,  GENERAL   ZAMORA  5,> 

homenaje  de  la  "Sociedad  de  Artistas"  al  Libertador. 
Era  Presidente  de  este  Cuerpo  el  maestro  talabartero 
Jos¿  Luis  Moreno ;  Vicepresidente,  el  maestro  sastre 
Santiago  Madriz  ;  y  Tesorero  el  maestro  carpintero 
Juan  García,  uno  de  los  diputados  muertos  el  24  de 
enero. 

Constituyóse  el  personal  de  la  redacción  con  el 
señor  Juan  V.  González,  en  calidad  de  colaborador, 
hasta  184o,  en  que  este  se  convirtió  á  la  oligarquía,  y 
con  los  escribientes  Jerónimo  E.  Blanco,  León  Cova¿ 
Carlos  Berrío,  padre  del  General  Joaquín  Berríor 
León  Van  Praag,  X.  Maurv,  Epifanio  Franco,  Tomás 
Pacaníns  v  Abigaíl  Lozano. 

PERSONAL  DE    LA   IMPRENTA: 

Regente 
Zacarías  Lia  gimo 

Cajistas 

Manuel  J.  Rivas  José  Félix  Monasterios 

Juan  Bautista  Galarraga        José  de  J.  Torrealba 

León  Echeverría 

Distribuidores  y  cajistas  en  periódicos 

Jacinto  Echeverría  Federico  Latassa 

Sandalio  Urizaba  Eliodoro  López 

Prensistas 

Felipe  Ovalles  Benigno  Barroza 

Nicomedes  Peña  Manuel  María  Mondragón 

Vicente  Lliliado 

Encuadernador :  Benicio  Cordero 

Con  estos  empleados  se  abrió    la    imprenta;  y  se 
clausuró    en    octubre   de    184fi  con    los   siguientes  : 

Regente,  Camilo  Machado         Eliodoro  López 
Juan  Bautista  Galarraga  Felipe  Ovalles 

Ramón  Alcalde  Pina 


56  DOCTOR  L.   VILLAKUEVA 

Al  principio  de  1843  se  trasladó  esta  imprenta 
á  la  casa  de  la  esquina  de  la  Sociedad,  de  la  pro- 
piedad de  Doña  María  Antonia  Bolívar  de  Clemen- 
te, hermana  del    Libertador. 

En  el  renombrado  Sextenio  de  incubación  del 
Partido,  publicaron  los  liberales  diversos  periódi- 
cos, de  más  ó  menos  duración,  pero  todos  con  el 
mismo  programa  de  oposición  por  un  parte,  y  de 
ideas  innovadoras   por   la  otra,   á  saber: 

El  Centinela  del  Avila,  del  Doctor  Sanavria  y 
del  señor   T.    Lander,    1840. 

El  Relámpago,  de  Lander,  Arvelo  y  Guzmán, 
1843. 

El  Agrictdtor,  del  Doctor  M.  M.  Echeandía  y 
Esteban  Herrera,  1844 — Órgano  de  la  Sociedad 
Agrícola. 

La   Nuera  Era,  d?\  Doctor  Fidel  Rivas  y  Rivas. 

El  Trabuco,  El  Zancudo,  Las  Avispas,  de  Lu- 
ciano  Requena. 

El  Sin  Camisa,  de    Mauricio  y  Teodosio  Blanco. 
El  Republicano,  de  Blas    Bruzual. 
El  Diario   de   Caracas,  de   Manuel   Larrazábal. 
El  Constitucional,    del    Doctor  Urrutia  y  varios. 

El  Progreso,  defensor  del  Instituto  Aranda, 
1845. 

El  Elector,  del  Doctor  Lucio  Pulido  y  Doctor 
G.    Tell    Villegas. 

Los  A  yes  del  Pueblo,  1845. 

El  Tribuno,  de  Cumaná,  de  E.  Rendón. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  57 

El  Observador,  de  Cu  maná. 

El  Patriota,  redactado  por  el  Doctor  Felipe  La- 
rrazábal,  cuvo  Editor  era  su  hermano  Salvador  Larra- 
záhal ;  Cronista  Colaborador,  su  hermano  Manuel 
Larrazábal :  y  Secretario  de  la  Redacción,  Rafael 
Díaz,  sacerdote  después  y  hoy  Canónigo  de  la  Iglesia 
Metropolitana.  Entre  sus  colaboradores  trabajaban,  los 
sejíores  Pbro.  Doctor  José  Alberto  Espinoza,  Doctor 
Ramón  Anzola,  Licenciado  Claudio  Viana,  General 
José  M.  Olivares  v  Doctor  José  Manuel  García.  Sus 
impresores  fueron  Elias  León,  Regente  Cajista;  y 
oficiales,  Epifanio  Franco.  Andrés  Figuera,  Fermín 
Villegas,  Valentín  Blanco  y  José  Jesús  Castro,  pren- 
sista. 

Fuera  de  estos  periódicos,  circulaban  muchos 
pecpieííos  de  chistes,  versos  y  caricaturas. 

Para  contrarrestar  la  prensa  liberal,  publicaron 
)os  gobiernistas  en  el  mismo  Sextenio  los  que  á  con- 
tinuación se  expresan  : 

El  Correo  de  Caracas,  de  Cajigal,  Acevedo  y 
Briceüo :  El  Liberal,  de  Julián  García  y  después 
de  José  María  de  Rojas;  El  Nacional,  de  Cajigal; 
La  Unión,  continuación  de  El  Nacional ;  El  Estan- 
darte Nacional,  de  José  Quintín  Suzarte  y  Cristó- 
bal Mendoza;  El  Promotor,  de  Olegario  Metieses 
y  Fernando  Antonio  Díaz :  El  Diario  de  la  Tarde, 
de  Juan  Vicente  González;  La  Prensa,  del  mismo 
González ;  Venezuela  Ubre,  de  Hermenegildo  Gar- 
cía; La  Razón,  de  Fernando  A.  Díaz;  Las  Cati- 
lifiarias,  de  Juan  Vicente  González  ;  El  Itn parcial, 
de  Espinal  y  Acevedo;  El  Mercurio,  de  los  mismos; 
El  Manzanares,  de  Pedro  J.  Rojas,  El  Tiempo,  y 
otros  de  menor  nombradla. 


58  DOCTOR   L.    VILLANl  EVA 

Después  del  respetable  Gobierno  de  Varga», 
quedó  la  sociedad  hasta  el  42  bajo  la  presión  ener- 
vante de  Administraciones  con  falta  de  iniciativa  para 
las  mejoras,  de  Congresos  independientes  y  de  Muni- 
cipalidades activas;  sin  partidos  políticos,  ni  alterna- 
bilidad  en  los  empleos;  y  sobre  todo,  sin  prensa 
de  oposición,  que  es  unas  veces,  la  irresistible  tuer- 
za motriz  de  la  opinión  contra  la  pereza  ó  los 
descuidos  de  los  mandatarios;  v  otras,  el  iulgu- 
rante  látigo  de  Dios  contra  los  opresores  de  los 
pueblos. 

El  9  de  febrero.  tttt  i*  •'         i*        i  •  i  i         •  i 

111.  La  evangelizacion  (te  ios  liberales  inspirada 
en  los  más  puros  principios  de  las  ciencias  morales  y  po- 
líticas, vino  á  ser  una  fuente  de  vida  (pie  incitaba  los 
jóvenes,  aun  los  de  familias  oligarcas,  á  amar  la  libertad, 
á  venerar  las  instituciones,  y  á  emplear  con  entusiasmo 
sus  aptitudes  en  las  controversias  sobre  los  diversos 
ramos  de  la  Administración  publica;  en  comprobación 
de  lo  cual,  puede  citarse  lo  que  ocurrió  el  \)  de  fe- 
brero de  44,  día  magno  de  la  libertad,  cuando  los 
oligarcas,  sin  freno  en  sus  desafueros,  querían  que  el 
jurado  de  imprenta  multase  y  encarcelase  al  señor 
Guzmán  por  un  periódico,  El  Reli'nnpaffn,  que  había 
sido  impreso  en  su  taller  tipográfico,  contra  el  señor 
Juan    Pérez,    Director    del    Banco  Nacional. 

Agitado  Caracas  en  el  día  por  gruesos  bando* 
de  liberales  y  de  oligarcas  (pie  cruzaban  las  calles, 
amenazándose  mutuamente,  creció  en  angustias  por 
la  tarde,  ansiosos  todos  de  saber  el  veredicto  de 
los  jueces.  Fue  entonces  cuando  agolpada  la  mul- 
titud con  gran  gritería  contra  la  casa  del  Jurado, 
entre  las  esquinas  de  la  Pedrera  y  Marcos  Parra,  se 
vio  á  los  hijos  del  General  Soublette,  Carlos  y  Evaris- 
to, bajar    del  Molino,  sito  en   el  cerro  del  Calvario,    á 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  59 

la  cabeza  de  los  estudiantes  de  la  Universidad,  dando 
vivas  á  la  libertad  de  imprenta.  Loable  rasgo  de 
virtud  cívica,  que  da  á  entender,  cuanto  habían  ga- 
nado en  todas  las  esferas  de  la  sociedad  las  nuevas 
ideas  políticas,  que  los  liberales  venían  inculcando- 
en  la  couci^ncia  pública,  por  medio  de  sus  aren- 
gas  y    escritos. 

La  entrada  de  estos  jóvenes  por  la  esquina  de 
Marcos  Parra  produjo  tal  conmoción,  que  los  agentes 
de  policía,  apostados  en  las  ventanas  de  la  casa  del  Ju- 
rado, botaron  las  carabinas  y  se  pusieron  en  fuga. 
Los  oligarcas,  asustados  con  el  tumulto,  cada  vez  más 
exaltado,  idearon  disolverlo  por  la  fuerza,  para  impo- 
nerles su  voluntad  á  los  jueces;  y  al  efecto  diputaron 
una  comisión  al  (xeneral  Soublette  para  informarle  de 
las  cosas  y  pedirle  que  mandara  al  Coronel  Codazi,  Di- 
rector de  la  Academia  de  Matemáticas,  con  una  fuer- 
za de  artillería  que  despejase  la  calle.  El  Presidente, 
luego  que  oyó  á  los  diputados,  les  contestó,  dueño  de 
sí,  con  las  palabras  siguientes,  que  se  han  hecho  in- 
mortales :  Digan  ustedes  al  señor  P residente  del  Jara- 
do,  'jae  para  conserrar  el  orden  to([ue  la  campanilla. 
Tan  prudente  conducta  de  parte  del  General  Presi- 
dente exacerbó  á  los  oligarcas,  quienes  para  vengarse 
de  él,  publicaron  el  día  siguiente  una  grande  hoja 
suelta,  titulada  El  Gran  Traidor,  y  después  otra  lla- 
mada La  Oposición  Garyantúa,  destinada  también  á 
infamarle.  Los  liberales,  pur  el  contrario,  le  colmaron 
de  alabanzas. 

IV.  En  1  s  primeros  combates  eleccionarios  de  40  Elecciones  de  i 
y  42  los  liberales  fueron  ciertamente  vencidos;    pero40*148' 
lejos  de    perder  el  ánimo,  cobraron  nuevos  bríos  para 
emprender   otros  contra  el  Banco  y  los  curiales. 

Llegó  el    44,    y    en    el  cantón    Caracas,    com- 


00  DOCTOR   L.   VILLAXUEVA 

puesto  de  17  parroquias,    (1)    ganaron    los    liberales 
por   2.141    votos  contra    800    de  los    oligarcas;    con 
que  lograron  el  triunfo  de  su  plancha  de  electores  (2) 
y   la  mitad  de  los  miembros   del    Concejo  Municipal; 
y    queriendo  hacer  buen  uso  de  la  victoria,  se  apresu- 
raron á  ofrecer  sus  servicios   al  Presidente,  para  sos- 
tenerle  y    resguardar    el   orden    publico.     Pero    los 
oligarcas  se  dieron  sus  artes  de  adulterar  las  votacio- 
nes en  otros  Canfines;   pues  cuando  los  registros  da- 
ban á  los  liberales  55  votos,  que   eran   más  de  las  dos 
terceras  partes  del  colegio  electoral,  resultó  que    per- 
dieron la    elección  de  los   diputados  de  la   provincia, 
porque  los  enemigos  consiguieron  elevar  ilegalmente  á 
doce  el  número  de  electores  del  Cantón  Calabozo,  y  á 
cuatro  los  de  Chaguaramas  y  Orituco,  todos  s  ivcs,  y 
hacer   figurar  la  parroquia  de  San  Juan  de  los  Morros 
con  más    sufragantes  que  todo  el  Cantón  de  Villa    de 
Cura:    con    lo    cual    obtuvieron  en     definitiva    cinco 
electores  por  aquel  Cantón     Así  y  todo,  no  contaban 
sino  veinticinco,   y     no  fué  sino    por  cohecho,    cómo 
alcanzaron  otros  más  en  el  colegio,  con  lo  cual  pudie- 
ron nombrar  los  diputados  de    la  provincia    por  una 
mayoría    de    tres    votos.     Empero,    resaltaban    tanto 
el    prestigio   y   méritos  de    los    candidatos   liberales, 
que    los  mismos  oligarcas  tuvieron    que  votar  por  al- 
gunos de  ellos,  como  por  el  Pbro.    Doctor   José   Al- 
berto Espinoza,   Rector  y    Catedrático  de  la  Univer- 


1  El  cantón  Caracas  pe  componía  de  las  siguientes  parroquia*: 
San  Pablo,  Candelaria,  Altagraeia,  San  Juan,  Santa  Rosalía,  Ma- 
<»arao.  Los  Toques,  Antíniano,  Catedral.  Chaeao,  El  Val'e,  L,a 
Vega,  Cañizal,  San  Antonio,  San  Diego,  Paraeotos  y  San  Pedro. 

2  La  p'atchn  de  electores,  ganada  por  lo*,  liberales  en  Cara- 
cas fué  eeta  :  Doctor  Cario*  Ai  velo,  José  Lu;s  Moreno,  Esteban 
Herrera.  Doctor  Jo  é  Alberto  Espinoza.  Doctor  José  Manuel  (Gar- 
cía, Doctor  M.  M.  Eeheaudía,  Auto  io  L.  Quzímín,  Doctor  To- 
más José  Sanavr»a.  Saatago  Mudnd,  Juan  Francisco  Guzím'm , 
Florencio  Orea,  José  To libio  Iribarren,  Ricardo  Romualdo  Biasco. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  61 

sidad,  Penitenciario  de  la  Catedral  y  sapientísimo  en 
letras  divinas  v  humanas. 

Toca  al   que  esqriba  la  histor'w  completa  de  este 
bello  período  de  la    vida  civil    de   Venezuela,  hacer 
el  cómputo  de  los  sufragios  en  las  elecciones  primarias 
de  todos  los  Cantones,  para  poner  de  manifiesto,  cómo 
iba   ostentándose  el   interés    por   tratar  los  negocios 
públicos,  con  cuánto  vigor  se  desarrollaba  el  poder  de 
las  instituciones  y  en  qué  grado  se  enardecía  la  lucha 
entre  los  dos  partidos:  pues  nosotros,  para  no  salimos 
de  los  límites    retóricos  impuestos  á    una   biografía, 
apenas  si  podemos  dar  cuenta   de  los   resultados   de 
las  elecciones  del  Cantón  Caracas;   haciendo  constar 
que  en  1838,  cuando  la  oligarquía  funcionaba  exclusi- 
vamente, y  practicaba  sus  elecciones  sin  contradicción, 
sólo  se  inscribieron  300  sufragantes  en  todo  el  Cantón, 
que  es  de  suponerse  fuesen  en   gran  parte   empleados 
públicos.    El  año  de  40,  en  que  alboreaba  la  prensa  de 
oposición,  se  inscribieron  mil  quinientos  sufragantes,  á 
saber:    mil   oligarcas  y  quinientos   liberales.     En  42 
fué  mayor  el  número.     En  44  presentaron  los  libera- 
les 2.141   votos  y  los   oligarcas  <S0O.  En    4(5  presen- 
taron los  liberales  guzmancistas  2.742,  y  ios  oligarcas 
1.084:    con    esto  se  revelan  las  conquistas  obtenidas 
por  los  liberales  en  la  opinión    pública,  por  medio  de 
su  prensa  y  sus  sociedades   políticas,    únicas  fuerzas 
que  se  permitieron  preparar,  de  uno  á  otro  período, 
para  disputar  el  poder  á  sus  contrarios. 

Perseverando  en  tan  ruda  labor,  llegaron  á  la 
contienda  del  46,  que  habrían  ganado  en  toda  la 
República,  si  en  vez  de  fraccionarse  en  parcialidades 
eleccionarias,  se  hubieran  presentado  en  los  comi- 
cios con  un  solo  candidato.  Entonces  perdió  el 
partido  su    unidad,    y   malgastó    parte   de  sus   fuer- 


^ 


62  DOCTOR  L.   VILLAKUEVA 

2as  en  disensiones  y  cismas;  quedando  los  grupos 
salonistas,  guzmanoistas,  blanquistas,  marinistas  y 
-monaguistas  (gregoriano)  vencidos  por  la  candidatura 
•del  General  José  Tadeo  Monagas,  recomendada  por 
Páez,  y  sostenida  por  casi  todos  los  amigos  de  éste. 

Las   cinco  agrupaciones  liberales  registraron  207 
Aotos  ;  y   el  candidato  de   la  oligarquía  107 :    y   bien 
que    aquella   cifra    no    llegaba    á   las  dos    terceras 
partes  del  número  total   de    los   electores,  ó  de  otro 
modo,  á    213    sobre    319,    compréndese    que    unidos 
todos   los  liberales   en  una    sola  candidatura,  habrían 
conseguido    para    su     causa    gran    parte    de    la    mi- 
tad   renovada   del   Congreso,   que    sumada    á    los  li- 
berales triunfantes    en    el    período    anterior,    habría 
constituido  una    mayoría  para    luchar  en    la    concre- 
tación,    con     la    casi    certidumbre    de    la    victoria. 
Pero  la  Providencia  había  preparado  de  distinto  modo 
.los  destinos  de  la  Nación,  combinando  misteriosamen- 
te, en  una  singular  unidad  dramática,  las  más  inespera- 
das  y  grandiosas  escenas,  para  hacer  surgir  de  aquella 
inestricable    confusión,    al  Presidente    audaz  que  ha- 
bía   de   dar  en    48    el  poderío   á  los  liberales,    redi- 
mirles de    todas   las  servidumbres,    y   devolver  á    la 
Patria,    vivos  y    fuertes,    todos    sus    hijos,    condena- 
dos  unos   por  los    tribunales  oligarcas   al    destierro, 
y  otros   al    presidio    ó  á  la  muerte. 

Pero  no  nos  corresponde  hablar  ahora  de  tal 
hecho,  que  constituye  uno  de  los  episodios  de  la 
trágica  historia  de  aquella  época,  reservada  á  otras 
plumas;  sino  de  lo  concerniente  á  los  actos  co- 
metidos por  el  Gobierno  y  sus  parciales  para  coac- 
cionar las  elecciones  en  Caracas,  y  anular  los  vo- 
tos recaídos  en  el  señor  Guzmán  para  elector,  y 
los    sucesos  que  ocurrieron  en    las    elecciones  de  Ma- 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  63 

racay,  Magdaleno,  Villa  de  Cura  y  otros  lugares  ;  y 
que,  á  no  dejar  duda,  fueron  la  causa  de  la  revo- 
lución angada  de  1846,  de  que  procedió  el  caudillo 
liberal  cuya  historia 'vamos  á  escribir  :  bien  que  haya 
«ido  necesario  referir,  siquiera  brevemente,  los  oríge. 
nes  del  Partido,  para  llegar  a  las  funciones  elec- 
torales del  46,  al  atentado  contra  las  votaciones  de 
los  ciudadanos,  y  tener  más  cabal  idea  de  las  arbitra- 
riedades de  los  oligarcas  para  retener  el  poder,  y 
de  la  justicia  y  excelencia  de  la  causa  pública  á 
que  consagró  Zamora  desde  joven,  su  espada,  sus 
talentos  é  intereses  y  aun  su  propia  vida  ;  pues  no  se 
lanzó  él  á  la  guerra  civil  por  codicia  de  gobernar  ó  in- 
clinación á  los  desastres,  siró  por  servir  con  nobleza 
heroica  á  un  orden  de  ideas,  con  que  á  su  entender, 
podía  ser  conducido  el  país  á  otros  destinos,  más  con- 
formes á  los  principios  de  la  República  Democrática, 
ofrecida  á  sus  conciudadanos  desde  la  más  alta  y 
más  gloriosa  tribuna  que  nunca  jamás  se  alzara  en 
Venezuela. 

V.     En   julio  de  46,    ó    si  decimos,  en    vísperas 

i       i  i  •  ¡i*    Eleooione»  del46 

de  las  elecciones,  que  entonces  empezaban  el  pri- 
mero de  agosto,  ordenó  el  Gobierno  un  recluta- 
miento de  labriegos  para  aumentar  la  tropa  de  línea 
que  venía  de  Valencia  á  Caracas ;  medida  inusitada 
con  la  cual  se  infringía  el  Decreto  Ejecutivo  sobre 
alistamiento,  vigente  desde  el  mes  de  agosto  de  1836. 
Y  acto  continuo  dictó  otra  Resolución  por  la  cual 
daba  á  la  milicia  Jefes  y  Oficiales,  sin  atender  á  la 
Ley  de  14  de  mayo  del  mismo  año,  que  disponía, 
que  los  empleados  de  esta  clase  debían  ser  propues- 
tos al  Gobierno  por  el  Gobernador  de  la  Provincia, 
en  número  cuadruplo»  Estos  hechos,  por  desgracia 
muy  comunes  en  administraciones  posteriores,  fueron 


64  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

motivos  de  grande  escándalo;  pues  por  primera  vez 
se  cometía  el  abuso  de  conducir  hombres  amarrados 
á  los  cuarteles,  para  condenarlos  al  servicio  forzado 
de  las  armas. 

De  que,  alarmados  los  hombres  de  principios 
republicanos,  y  lastimados  los  sentimientos  humani- 
tarios de  todos  los  ciudadanos,  movióse  el  Concejo 
Municipal,  en  cuyo  seno  había  una  mayoría  de 
oposición,  debido  al  triunfo  de  las  elecciones  de  44,  á 
discurrir  larga  y  acaloradamente  en  la  sesión  del 
22  de  julio,  sobre  materia  de  tan  grave  interés  para 
el  pueblo,  y  por  su  naturaleza  y  efectos  extrema- 
damente simpática  y  fascinadora:  quedando  consig- 
nado en  el  acta  de  ese  día,  á  manera  de  declara- 
ción de  doctrinas  políticas  de  la  Municipalidad,  man- 
tener el  respeto  á  las  leyes  y  al  orden  público,  y 
salir  ella  fiadora  de  la  libertad  del  sufragio  y  de  la  se- 
guridad personal,  bajo  los  principios  de  la  Constitución. 
En  la  misma  junta  propuso  el  municipal  Orea,  confir- 
mando así  las  palabras  con  los  hechos,  la  fórmula 
parlamentaria  característica  y  decisiva  en  trances  se- 
mejantes, de  nombrar  una  comisión  que  presentara 
en  la  sesión  inmediata  un  proyecto  sobre  las  me- 
didas que  había  de  adoptar  el  Concejo,  para  asegu- 
rar á  los  ciudndanos  del  Cantón  el  libre  uso  de 
sus  sufragios,  en  las  elecciones  que  iban  á  practicarse. 
Aprobado  que  hubo  el  Cuerpo  esta  moción,  eligió 
al  efecto,  á  los  Concejales  Echeandía,  Arveloy  Me- 
dina ;  y  dos  días  después,  el  22  de  julio,  se  leyó 
y  aprobó  en  junta  extraordinaria  el  informe  d«í 
esta  Comisión,  en  que  opinaba  que  se  protestara 
enérgicamente  contra  la  violación  de  la  Ley  fun- 
damental y  de  las  especiales  que  garantizaban  log 
derechos  individuales  de  los  venezolanos,    para   neu- 


YIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  65 

tralizar  de  esta  manera  el  terror  que  tales  arbitraria!? 
providencias  del  Poder  Ejecutivo  hubieran  causado,  ó 
pudieran  causar  en  los  sencillos  y  vi r.  uosos  proleta- 
rios, y  cuantos  males  se  originaran  de  ellas :  y  final- 
mente proponía:  1?,  que  en  la  próxima  reunión  del 
Congreso  se  acusase  constitucionalmente  al  Poder 
Ejecutivo  por  las  infracciones  expresadas ;  y  2?,  que 
como  medio  único  al  alcance  del  Concejo,  expedito  y 
eficiente  para  .radicar  en  el  corazón  de  todos  los 
sufragantes,  y  hacer  renacer  en  ellos  la  confianza 
perdida  por  el  desorden  de  los  alistamientos  y  el 
estrépito  de  las  armas,  se  dirigiese  á  los  ciudadanos 
del  Cantón  una  Alocución  patriótica,  sostenedora  del 
respeto  á  las  leyes  y  al  orden  público,  y  en  que  se  les 
recordase  el  interés  que  debían  toimr  en  el  uso  y  ejer- 
cicio del  único  acto  de  soberanía  que  les  competía  cons- 
titucionalmente ;  y  á  la  vez  se  les  tranquilizase  res- 
pecto de  su  libertad  personal  y  de  la  libertad  del 
sufragio  en  el  círculo  legal,  según  las  doctrinas  y 
principios  de  la  Constitución. 

Las  generaciones  de  hoy  y  las  de  lo  porvenir 
leerán  con  gusto  este  documento  que  les  dará  á 
entender  cómo  cumplían  sus  deberes  cívicos  aque- 
llos austeros  republicanos,  padres  de  nuestro  Partido 
Liberal. 

Dice  así : 

INFORME  DE  LA  COMISIÓN 

Ilustre  Concejo  Municipal : 

"La  Comisión  nombrada  para  abrir  concepto  sobre 
las  medidas  que  deban  tomarse,  en  armonía  con  las  leyes, 
en  consecuencia  de  los  actuales  alistamientos  militares, 
y  para  asegurar  á  los  ciudadanos  la  completa  franqueza 
y  libertad  con  que  en  el  próximo  período  eleecionario  deben 
concurrir  á  ejercer  la  preciosa  atribución  que  les  compete 
en  la  soberanía  de  las  asambleas  primarias,  pasa  á  eva- 

O 


06  DX'TOR   L.   VILLANt'EVA 

cuar  brevemente  su  informe,  sintiendo  que  lo  premioso 
de  la  materia  no  le  haya  permitido  demorarse  algo  más  y 
ofrecer  al  muy  ilustre  Concejo  ntia  obra  menos  imperfecta, 
que  fuese  digna  de  la  sabiduría  del  cuerpo  y  de  la  gravedad 
del  caso  que  le  ocupa." 

Con  notable  sorpresa  ha  visto  la  población  la  entrada 
en  esta  capital,  en  Ja  mañana  del  día  de  ayer,  de  esa 
fuerza  armada  con  gente  colecticia,  cuando  consta  á  todos 
que  ningún  reclutamiento  se  ha  hecho  con  sujeción  á 
las  terminantes  disposiciones  de  las  leyes,  y  por  consi- 
guiente se  juzga  vulnerada  su  integridad  y  ofendido  su 
rospeto  por  el  poder  mismo  á  quien  más  especialmente 
están  encomendados  su  acatamiento  y  observancia. 

Tal  es  el  caso;  y  conforme  á  la  ley  fundamental, 
una  grave  responsabilidad  pesa  sobre  el  Poder  Ejecutivo, 
debe  éste  responder  á  la  Nación,  representada  en  sus 
Cámaras  constitucionales,  de  su  conducta ;  y  es  la  oca- 
sión de  usar  del  derecho  precioso  de  representar,  acu- 
sando á  los  funcionarios  infractores  de  las  leyes,  ante  sus 
jueces  competentes,  los  Legisladores. 

En  una  República  como  la  nuestra,  donde  ningún 
querer  es,  ni  debe  ser  superior  á  la  Constitución  y  á 
las  leyes,  es  cosa  de  la  mayor  trascendencia  que  haya 
alguno  que  viole  los  cánones  de  nuestra  seguridad  y 
bienestar ;  subiendo  de  punto  su  gravedad  si  la  viola- 
ción se  ejecuta  por  aquel  mismo  á  quien  entre  las  atri- 
buciones de  su  autoridad,  compete  la  de  mandar  ejecutar 
y  cuidar  de  que  todos  cumplan  y  ejecuten  las  leyes,  de- 
cretos y  actos  del  Congreso  (atribución  2o,  artículo  117 
de  la  Constitución). 

No  queda  medio  entre  los  extremos  de  pertenecer 
la  tropa  armada  que  ayer  entró  en  esta  capital  ó  á  la 
fuerza  permanente  ó  á  la  milicia  nacional.  Si  lo  primero, 
la  conscripción  ha  debido  hacerse  por  enganche ;  si  lo 
segundo,  la  milicia  nacional  no  está  obligada  á  (lar  ser- 
vicios fuera  de  su  respectiva  población,  sino  en  los  casos 
de  conmoción  interior  á  mano  armuda,  que  amenace  la 
seguridad  de  la  República,  ó  de  invasión  exterior  repen- 
tina, que  son  los  del  US  de  la  Constitución,  y  en  los 
términos  y  casos  requeridos  por  las  leyes.  No  puede  de- 
cirse lo  primero,  esto  es,  que  la  conscripción  haya  sido 
hecha  por  enganche,  porque  la  Gaceta  de  Gobierno,  ni 
ningún  otro  papel  oticial,  ni  por  bando  ni  otro  medio, 
ha  publicado  la  disposición  ejecutiva  sobre  levantamiento 
de  tropas  permanentes,  ni  ha  habido  reparto  proporcional 
entre  las  provincias  ni  los  cantones,  ni  se  ha  visto  en- 
ganche en  los  pueblos,  sino  que  por  el  contrario,  se 
sabe  (pie  arbitrariamente  se  han  tomado  los  hombres ; 
con  menos  razón  puede  convenirse  en  lo  segundo,  porque 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  67 

«n  el  estado  de  paz  y  pública  tranquilidad  de  que  goza 
la  República,  nada  hay  que  amenace  su  seguridad  interior. 
No.  es  del  caso  para  la  opinión  de  la  comisión  el  argu- 
mento de  la  autoridad  que  tiene  el  Poder  Ejecutivo  para 
llamar  al  servicio  la  parte  de  la  milicia  nacional  que  el 
Consejo  de  Gobierno  considera  necesaria,  porque  cuando 
usa  de  esta  medida  crtraardinaria,  ha  de  ser  en  virtud 
<le  la  facultad  que  le  acuerde  dicho  Concejo,  y  publi- 
cando necesariamente  el  acta  de  ese  acuerdo,  que  ade- 
más debe  circularse  á  todas  las  autoridades. 

Por  otra  parte,  si  es  que  la  tropa  armada  introducida 
en  la  capital  pertenece  á  la  milicia  activa  nacional,  como 
parece  probarlo  el  hecho  de  que  la  mayor  parte  de  su#  ofi- 
cialidad no  es  veterana,  ha  debido  hacerse  el  reclutamien- 
to por  las  autoridades  y  por  los  trámites  que  designan 
la  ley  de  14  de  mayo  de*  1836  y  el  Decreto  Ejecutivo  de  1? 
de  agosto  del  mismo  ano.  La  comisión  está  persuadida 
de  que  no  se  han  observado  estos  imprescindibles  requi- 
tos, porque  su  observancia  requería  el  cumplimiento  de 
la  ley  orgánica  de  milicias,  del  cual  está  muy  distante  el 
Poder  Ejecutivo;  y  aún  sobre  la  mesa  de  este  mismo 
cuerpo  existe  el  voto  de  una  comisión  respetable,  pidiendo, 
por  no  haberse  cumplido  jamás,  que  se  reclamare  la  eje- 
cución de  la  ley  citada,  que  es  una  preciosa  garantía  de 
las  instituciones  republicanas. 

No  quiere  la  comisión  dejar  de  decir  que  con  bastante 
sorpresa  sabe  por  notoriedad  que  un  ciudadano  se  halla 
en  la  parroquia  de  Los  Teques  y  otro  en  Charallave,  co- 
giendo gente  sin  las  ritualidades  legales,  para  que  figu- 
ren como  cuerpos  de  milicia.  Tal  procedimiento  infringe 
el  párrafo  1?  del  artículo  6o  del  Decreto  de  1?  de  agosto 
de  1836,  y  despoja  la  autoridad  de  los  magistrados  civiles 
de  cada  parroquia  de  las  atribuciones  especiales,  que  con 
relación  á  reclutamiento  de  milicianos,  les  da  el  Decreto 
precitado.  Y  cuando  la  comisión  considera  que  en  estos 
movimientos  puede  juzgarse  que  entre  por  mucho  algún 
fin  político  y  meramente  eleccionario ;  cuando  considera 
<|iie  los  ciudadanos  á  quienes  violentamente  se  ha  arran- 
cado de  sus  parroquias,  hau  perdido  contra  todo  fuero  y 
ley  el  derecho  inestimable  de  sufragio ;  cuando  considera, 
en  fin,  que  nada  hay  que  se  oponga  más  al  libre  ejercicio 
de  la  soberanía  popular,  en  cuyo  acto  vamos  á  entrar  en 
los  próximos  días,  que  las  armas  y  el  levantamiento  de 
tropas,  ante  cuya  fuerza  se  debilitan  las  leyes  y  se  inti- 
mida parte  de  los  ciudadanos,  que  dejan  de  ser  libres,  no 
puede  resistirse  al  sentimiento  de  ver  violadas  las  leyes, 
violada  la  Constitución,  y  considerado  el  poder  público 
como  sostenedor  de  la  causa  de  una  parcialidad  política. 

La  comisión  cree,  pues,   que  el  Poder  Ejecutivo  ha 


1 


'  08  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

infringido  su  Decreto  de  Io  de  agosto  de  1830,  la  ley  de 
14  de  mayo  del  mismo  ano,  las  que  le  son  concordantes,, 
y  el  artículo  180  de  la  Constitución,  en  la  parte  que  le 
prohibe  ejecutar  órdenes  contrarias  á  las  formalidades 
prescritas  por  las  leyes. 

En  un  Estado  constituido  no  pueden  jamás  pretermi- 
tirse las  fórmulas,  que  son  las  divinidades  protectoras 
de  la  inocencia  y  de  la  libertad.  Entre  Venezuela  y  Tur- 
quía no  hay  otra  diferencia,  sino  que  aquí,  entre  nosotros, 
las  leyes  son  la  egida  del  ciudadano,  y  allá  el  hombre  es 
un  esclavo  del  Sultán.  Si  pues  se  huellan  las  leyes,  si 
se  vulnera  la  santidad  de  nuestra  Constitución,  no  habrá 
más  diferencia  entre  uno  y  otro  Estado,  que  la  del  nom- 
bre; y  en  vano  hablarán  los  venezolanos  de  su  libertad 
civil,  de  sus  garantías  políticas,  y  de  su  independencia 
l>ersonal. 

La  comisión  cree  por  tanto  que  el  Ilustre  Concejo 
Municipal  de  Caracas  debe  salvar,  en  cuanto  esté  á  su 
alcance,  la  autoridad  y  dignidad  de  las  leyes,  sin  lesión 
de  la  obediencia  al  Gobierno,  y  por  tanto  protesta  una  y 
mil  veces  enérgicamente  contra  la  manera  ilegal  y  extem- 
poránea con  que  se  ha  formado  esa  tropa  introducida  en 
esta  capital,  contra  la  violación  de  nuestra  ley  fundamen 
tal,  contra  la  infracción  de  las  leyes  que  garantizan  los 
derechos  individuales  de  los  venezolanos ;  contra  el  efec- 
to que  todo  esto  pueda  causar,  aterrorizando  á  nuestros 
virtuosos  y  sencillos  proletarios,  en  los  días  eleccionarios  ; 
y  por  ftn,  contra  todo  mal  (pie  pueda  originarse  de  la  ile- 
gal y  arbitraria  medida  tomada  por  el  Poder  Ejecutivo  ; 
y  propone :  1?,  que  en  la  próxima  reunión  del  Congreso 
se  acuse  constitucionalmente  al  Poder  Ejecutivo  por  las 
infracciones  expresadas;  y  2o,  que  el  muy  ilustre  Concejo 
Municipal  dirija  á  los  ciudadanos  de  su  Cantón  una  alocu- 
ción patriótica,  en  que  á  la  vez  que  se  sostenga  el  respeto 
á  las  leyes  y  el  orden  publico,  se  les  recuerde  el  interés 
que  deben  tomar  en  el  ejercicio  del  único  acto  de  sobera- 
nía que  les  compete  constitucionalmente,  y  á  la  vez  se 
le  tranquilice  respecto  de  su  libertad  personal  y  libertad 
del  sufragio  en  el  círculo  legal,  con  las  doctrinas  y  los  prin- 
cipios de  nuestra  preciosa  Constitución. 

Acto  continuo  comisionó  el  Concejo  á  sus  vo- 
cales Echeandía  y  Arvelo,  para  que  redactaran  la 
alocución  y  la  protesta  á  que  se  refería  el  informe 
recie'n  aprobado.  Fa\  este  estado  tomó  la  palabra 
el  concejal,  señor  Juan  Vicente  González,  y  en  una 
violenta  improvisación    apellidó  al  Concejo  de  anar- 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  69 

-quista;  por  lo  cual  fue  llamado  al  orden  repetidas 
ocasiones.  Leyóse  el  artículo  37  del  reglamento 
interior  á  petición  de  varios  concejales,  y  apoyado 
■en  él,  declaró  el  Presidente,  que  el  diputado  Gon- 
zález había  tiritado  al  decoro  del  Cuerpo,  empleando 
conceptos  que  le  ofendían ;  y  en  consecuencia,  abrió 
la  discusión  sobre  la  pena  que  conforme  al  citado 
artículo  debía   aplicársele. 

Medina  propuso  que,  para  corregir  á  González 
por  el  desacato  cometido,  se  le  previniese  que  se 
retirara  de  la  sesión.  El  Presidente  no  admitió  esta 
propuesta,  porque  no  creía  que  el  Concejo  tuviese 
facultades  para  disponer,  que  uno  de  sus  miembros 
desocupase  el  puesto  que  le  había  sido  conferido 
-constitucionalmente  por  el  pueblo.  Medina  apeló 
-de  esta  resolución,  pero  á  poco  retiró  su  solicitud. 
En  seguida  el  diputado  Arvelo,  con  apoyo  suficiente, 
propuso,  que  el  Concejo  delegase  en  el  Presidente 
la  facultad  de  designar  la  manera  de  corregir  á 
González,  por  haber  faltado  tenazmente  al  decoro 
del  Concejo.  Cerrado  el  debate,  se  votó  esta  mo- 
ción y  fué  aprobada;  y  conforme  á  ella  determinó 
el  Presidente  privar  del  uso  de  la  palabra  al  se- 
ilor  González  durante  aquella  sesión.  Mas  como 
en  el  acto  suplicó  éste  que  se  le  permitiese  seguir 
tomando  parte  en  la  discusión,  ofreciendo  hacerlo 
•con  el  respeto  y  calma  que  se  le  exigía,  como  una 
satisfacción  que  daba  al  Cuerpo,  el  Presidente  ac- 
cedió á  su  ruego,  amonestándole  que  en  caso  de 
falta  se  restablecería  la  pena,  y  se  le  obligaría  ade- 
más á  pagar  una  multa.  Continuó  la  consideración 
•del  informe,  y  cerrado  el  debate  pidió  Echeandía, 
apoyado  por  más  de  la  quinta  parte  de  los  miem- 
bros presentes,  que  la  votación  fuese   nominal;  y  así 


70  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

se  acordó.  Recogida  ésta,  estuvieron  p>r  aprobar  eE 
informe  en  todas  sus  partes,  Echeindía,  Medina,  An- 
drade,  Plaza,  Moreno,  Arvelo,  Orea  y  Olivares;  y 
por  negarlo,  Ponte  y  González.  I  icontinenti  pro- 
puso Echeandía,  con  el  apoyo  de  Andrade,  que  se 
nombrara  por  la  presidencia,  una  comisión  de  dos- 
vocales  para  redactar  la  alocución  y  la  protesta  á 
que  se  refería  el  informe  aprobado,  y  cerrada  la 
discus'ón,  así  lo  acordó  el  Cuerpo.  El  Presidente 
conHró  este  encargo  á  los  diputados  Echeandía  y 
Arvelo. — (Esta  acta  está  firmada  por  el  Presidente 
Ponte  y   el  Secretario  del  Concejo,    José  I).  Gómez.) 

Irritado  el  Gobierno  por  las  disposiciones  con 
que  los  municipales  afeaban  sus  procedimientos  so- 
bre orden  público  y  desacataban  su  autoridad,  se 
precipitó  con  medidas  irregulares  á  perder  en  un 
día,  como  en  efecto  perdió,  y  lo  cual  será  siempre 
digno  de  lamentarse,  la  prudencia  y  fortaleza  con 
que  resistiera  desde  1843  los  ataques  de  la  opo- 
sición: virtudes  tanto  mis  necesarias  en  aquel  lance 
á  los  hombres  del  Gobierno,  cuanto  que  sus  con- 
trarios empezaban  á  cambiar  de  estrategia,  pasando 
ahora  con  valor  y  decisión  de  los  artículos  de  la 
prensa,  donde  hasta  entonces  se  habían  mantenido- 
evangelizando  á  los  pueblos,  al  combate  atrevido- 
de  golpes  efectivos  y  legales  por  el  celo  del  bien  pú- 
blico, gratos  en  extremo  á  la  multitud  que  vení¿> 
despertando  á  la  vida  activa  y  bulliciosa  de  la  li- 
bertad   civil. 

Lanzado  por  este  camino,  expidió  el  Ejecutivo* 
una  Resolución  por  órgano  del  Ministro  de  lo  In- 
terior, en  que  improbaba  los  actos  del  Concejo,  y 
suspendía  de  sus  destinos  á  los  concejales  que  ha- 
bían   aprobado   el  dictamen    de    la    Comisión,    y    al 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  71 

Jefe  político,  señor  Clemente  Ponte,  que  había  pre- 
sidido la  sesión :  con  lo  que  el  escándalo  subió  de 
punto.  Con  este  motivo  quedaron  fuera  del  Conce- 
jo, los  liberales  Echeandía,  Medina,  Andrade,  Plaza, 
Arvelo,  Orea,  Olivares  y  Doctor  Toribio  González. 
Consumóse  así  un  hecho  á  todas  luces  ilegal,  y 
nunca  visto  en  el  funcionamiento,  hasta  entonces 
tranquilo  y  ordenado,  de  la  Administración  Soublette  ; 
pues  los  municipales  no  eran  servidores  dependientes 
del  Poder  Ejecutivo,  como  lo  alegaba  el  Ministro 
del  Interior,  sino  funcionarios  de  cargo  concejil  y 
obligatorio,  elegidos  por  el  pueblo  ;  sin  que  de  nin- 
guna manera  y  por  ningún  motivo  pudieran  ser 
suspendidos  de  sus  empleos  por  el  Presidente  de 
la  República.  Tal  fué  el  primer  doloroso  atenta- 
do cometido  en  Venezuela  contra  el  Poder  Muni- 
cipal; y  de  que  no  es  permitido  dejar  de  hablar 
cuando  se  buscan  las  causas  que  produjeron  la 
Revolución    armada   de    1846. 

También  el  Concejo  de  Ocumare  fué  suspendido 
de    sus  funciones,  y    sus  vocales  sometidos  á  juicio. 

Veinte  y  cuatro  años  más  tarde,  esto  es,  en  1870, 
publicó  el  ex-Ministro  Cobos  Fuertes,  la  siguiente  de- 
claración en  las  páginas  de'  folleto  citado:  "Esa  suspen- 
sión de  jos  Concejos  municipales,  hoy  tan  chocante, 
bajo  el  régimen  federal,  es  la  tínica  medula  que  ha 
podido  ser  censurada  á  nuestra  administración,  con 
algún  viso  de  justicia.  Me  comprometo  á  probar 
que  ella  no  solamente  fue  legal,  bajo  el  anterior 
sistema,  sino  que  nos  fue  dolorosamente  impuesta 
por  la  necesidad,  para  evitar  otras  de  un  carácter 
más  grave  que  hubieran  podido  tomarse,  con  arreglo 
á    la   ley  de  conspiradores." 

Como  observaciones  nuestras  á  tan  magistral  afir- 


72  DOCTOR   L.   YILLANUEYA 

mación,  se  nos  permitirá  estampar  algunos  conceptos 
en  favor  de  la  causa  municipal,  por  la  que  otras  veces 
hemos  abogado.  Los  Concejos  municipales  fueron,  son 
y  serán  la  piedra  angular  de  la  estructura  orgánica 
de  la  sociedad:)'  en  aquel  tiempo,  entre  nosotros,  se 
les  respetaba  como  el  primer  y  más  sencillo  poder  pú- 
blico, en  que  había  delegado  la  asociación  su  soberanía, 
para  que  atendesen  á  los  primitivos  é  indispensables 
servicios  de  la  vida  pública,  bajo  el  sistema  centro-fe- 
deral de  la  Constitución  de  1830. 

Ellos  cuidaban  de  la  policía  de  salubridad,  de 
la  comodidad  y  ornato  de  las  poblaciones,  de  la  be- 
neficencia pública,  policía  rural  y  composición  de  ca- 
minos; atendían  á  la  instrucción  primaria,  hospitales 
y  fomento  de  las  industrias;  y  velaban  porque  los 
bagajes,  alojamientos  y  demás  suministros  para  la 
tropa,  obligatorios  entonces  á  todos  los  ciudadanos, 
se  repartiesen  con  equidad  entre  los  vecinos,  con- 
forme á  los  reglamentos  de  la  materia;  y  última- 
mente, estaban  encargados  por  la  ley  de  la  distribu- 
ción en  sus  parroquias,  de  los  empréstitos  y  contribu- 
ciones extraordinarias,  cuyas  cuotas  hubiera  repar- 
tido la  Diputación  provincial  entre  los  Cantones. 

El  Concejo  era  la  potestad  protectora  del  orden 
social,  que  mediaba  entre  el  pueblo  y  los  altos  pode- 
res del  Estado;  no  enteramente  independiente,  es 
verdad,  como  lo  quieren  nuestros  federalistas,  pero  sí 
digna  de  ser  estimada  como  mejora  preciosa,  ganada 
por  ¡os  constituyentes  de  1830  en  el  avance  incesante 
y  meritorio  de  nuestra  civilización  política.  Aquel  po- 
der no  era  el  municipal  perfecto,  como  lo  establecieron 
años  después  los  liberales  en  la  Constitución  de  1857; 
pero  sí  una  institución  benévola,  augusta  por  su  origen 
popular,  y  útil  por  sus  múltiples  atribuciones  en  favor 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  73 

déla  comunidad  y  merecedora,  por  lo  iuímiio,  de  que 
el  Gobierno  la  acatase  y  defendiese,  para  no  dejarla 
convertir  en  instrumento  degradado  de  intereses  y  pa- 
siones de  partido.  Pues  allí  mismo  sucedió,  como  resul- 
tado lógico  de  tan  censurable  extralimitación  de  autori- 
dad, que  el  Concejo  Municipal  de  Caracas  vino  á  que- 
dar con  una  mayoría  de  oclio  oligarcas  por  seis  libera- 
les, con  la  cual  se  apresuraron  los  agentes  del  Banco, 
que  eran  los  principales  intrigantes  contra  éstos,  á 
recabar  del  Concejo  una  resolución  inicua,  como  al  fin 
la  consiguieron  en  la  junta  del  20  de  agosto  ;  y  la  cual 
consistió  en  arrogarse  audazmente,  el  nuevo  é  ilegal 
Concejo,  el  derecho  de  calificar  los  electores  ;  cuando 
no  estaba  facultado  por  las  leyes,  sino  para  verificar 
los  escrutinios  de  las  elecciones  parroquiales,  pudien- 
do  sólo  excluir  los  votos  de  individuos  cuyos  nombres 
no  estuviesen  inscritos  en  la  lista  de  sufragantes,  ni 
en  la  de  elegibles,  y  los  que  hubieran  sido  escritos  y 
dados  de  manera  diferente  á  las  reglas  establecidas 
en  la  ley  4'?  del  Código,  no  leídos  ni  firmados,  y 
los  declamados  nulos  por  las  juntas  parroquiales. 

La  minoría  liberal,  que  se  componía  de  Guzmán, 
Doctor  La rrazá bal,  M.  M.  Quintero,  José  L.  García, 
L.  Emazábel  y  Manuel  R.  Tirado,  se  opuso  á  esta 
ilegal  disposición. 

La  Resolución  del  Concejo  decía  así :  "  El  Con- 
cejo  Municipal  declara  en  cumplimiento  de  la  Consti- 
tución y  de  la  Ley  de  Elecciones,  que  no  escrutará 
sufragios  dados,  en  favor  de  individuos  que  esta- 
ban suspensos  de  los  derechos  de  sufragantes  parro- 
quiales al  tiempo  de  inscribirse  en  la  lista  de  elec- 
tores, al  tiempo  de  comenzarse  las  elecciones,  aun- 
que se  hallasen  inscritos   en  la   lista   de  electores,    ó 


74  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

en   todo  el  tiempo   de   los   ocho  días  período  de  la 

elección." 

(Acta  del  Concejo  Municipal  de  20  de  agosto  de  1846). 

Los  liberales  salvaron  sus  votos  y  los  presenta- 
ron por  escrito. 

Bien  merece  conservarse  en  la  historia  de  nues- 
tro civismo,  el  voto  de  Guzmán  y  Larrazábal,  en  que 
estos  publicistas  condensaron  la  doctrina  legal  de 
aquel  tiempo  en  materia  de  elecciones,  y  expusieron 
con  exactitud  y  perspicuidad  la  prevaricación  de  los 
funcionarios  de  la  oligarquía  contra  el  Código  de 
Elecciones;  y  contra  el  principio,  sagrado  cual  ningu- 
no, de  la  soberanía  popular;  y  la  dignidad  de  los 
sufragantes,  despreciada  y  escarnecida. 

He  aquí  tan    importante  documento: 

VOTO  SALVADO 
DE  LOS  CONCEJALES    GUZMÁN  V  LARRAZÁBAL 

Muy  Ilustre  Concejo  Municipal: 

Reunido  el  cuerpo  en  su  nueva  composición,  y  des- 
pués de  antecedentes  que  todos  conocemos,  á  practicar 
el  escrutinio  de  las  elecciones  parre  quialcs,  lia  pasado 
ayer  una  rt solución  que  en  el  hteho  y  covtra  derecho,  se- 
gún nuestro  humilde  entender,  anula  3íillares  de  su- 
fragios en  el  Cantón  Caracas  y  afecta  radicalmente  los 
derechos  imprescriptibles  c  inalienables  de  una  respetable, 
conocida  y  grande  mayoría  de  nuestros  conciudadanos. 
Debemos  exponer  con  noble  y  legal  franqueza  los  fun- 
damentos de  nuestro  juicio,  y  de  la  protesta  de  nues- 
tros votos  que  salvamos  en  aquel  acto ;  y  para  no  es- 
cribir un  volumen  en  tan  estrecho  tiempo,  omitiremos  la* 
innumerables  doctrinas,  esforzados  razonamientos  y  co- 
piosas razones  legales  que  hemos  presentado  al  Cuerpo 
en  las  diferentes  discusiones  de  la  materia,  y  concretar 
remos  este  documento  al  examen  de  un  solo  punto. 

Este  será  el  de  la  ley  vigente  en  contraste  con  el 
acuerdo. 

Acaba  de  publicarse  un  Código  de  Elecciones.  En  este 
Código  ha  explicado  el  Congreso  la  inteligencia  de  los 
artículos  de  la  Constitución  relativos  á  elecciones.  El 
artículo  S?   de    la    ley  7a,    así    lo  declara;    prohibe  que 


7FL 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  7£> 

pueda  dársele  otra  inteligencia  á  los  artículos  constitu- 
cionales y  declara  nulo  todo  acto  contrario  á  los  man- 
damientos del  expresado  código ;  y  además  lo  declara  aten- 
tatorio contra  la  tranquilidad  y  orden  públicos. 

Esta  ley  7"  que  fija  la  inteligencia  de  la  Constitución 
y  atribuye  sola  y  exclusivamente  al  Presidente  y  conjueces. 
ile  la  asamblea  parroquial,  decidir  de  plano  las  dudas  y 
controversias  que  ocurran  sobre  calificación  de  los  sufra- 
gantes parroquiales  y  sobre  formas  y  nulidades  de  la* 
elecciones  y  quejas  por  cohecho  ó  soborno. 

Ai  Colegio  electoral  atribuye  la  expresada  ley,  única 
y  exclusivamente  la  calificación  constitucional  d¿  los  elec- 
tores, y  la  decisión  sobre  formas,  nulidades  y  quejas  que 
ocnrran  en  él. 

El  párrafo  primero  del  artículo  4o  que  así  lo  dispone 
terminantemente,  dice : 

§  Io  La  calificación  de  que  trata  este  artículo  se  limi- 
tará á  decidir  si  el  elector  tiene  las  cualidades  que  para 
serlo  exige  el  articulo  27  de  la  Constitución;  y  al  ocuparse 
en  ella  el  Colegio  Electoral,  no  podrá  ser  á  la  vez  sino  la 
de  un  solo  elector.,  el  cual  no  tendrá  voto  en  su  propia  cues- 
tión ;  pero  ningún  elector  podrá  ser  inhabilitado  sino  por 
una  mayoría  que  exceda  en  dos  votos,  por  lo  menos,  al  nú- 
mero de  los  que  fueren  de  diversa  opinión. 

El  examen,  pues,  de  si  un  ciudadano  en  quien  ha 
recaído  la  mayoría  de  votos  de  sus  conciudadanos  para 
elector,  tenía  ó  nó  suspensos  sus  derechos  de  sufragante 
parroquial,  por  enagenación,  falencia,  deuda  ó  fondos  pú- 
blicos y  demás  casos  contenidos  en  el  artículo  lú  de  la 
Constitución,  incumbe  al  Colegio,  y  nada  más  que  al 
Colegio,  según  la  ley ;  y  el  ejercerla  el  Concejo,  sin  que 
lo  nombre  siquiera,  ni  Jo  mencione  en  parte  alguna  esta 
ley  7a  del  Código  de  Elecciones,  que  explica  y  fija  irre- 
vocablemente el  sentido  de  los  artículos  constitucionales,, 
nos  parece  una  transgresión  de  la  ley,  por  la  cual  se 
usurpan  al  Colegio  sus  atribuciones,  se  las  apropia  el 
Concejo  Municipal,  se  trastorna  el  orden  con  que  el  pue- 
blo venezolano  puede  y  debe  ejercer  el  gran  poder  de 
la  soberanía,  que  le  asegura  su  pacto  fundamental  y  se 
comete,  en  fin,  aquel  acto  nulo  que  declara  tal  el 
artículo  S?  de  la  ley  7n  y  que  califica  de  atentado  contra 
la  tranquilidad  y  orden  públicos. 

Así  lo  creemos  con  un  corazón  patriota,  y  sana  y 
libre  conciencia ;  y  aunque  acatemos  y  respetemos  el  acuer- 
do pasado  por  la  mayoría  del  Concejo,  tenemos  el  de- 
recho y  el   deber  de   salvar  y  de  fundar  nuestros  votos. 

No  necesita  corroboración  lo  que  hemos  expuesto; 
pero  en  apoyo  de   nuestras  protestas  añadiremos,  que  se- 


76  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

gún  el  artículo  4V  de  la  ley  7"  y  su  §  11,  el  juicio  que 
se  debe  celebrar  para  decidir  si  un  elector  tenía  ó  nó 
suspensos  sus  derechos,  no  solo  toca  exclusivamente  al 
-Colegio,  sino  que  tiene  un  procedimiento  especial  con 
trámites  y  formalidades  prescritas  por  la  ley  para  el 
caso. 

Paréeenos,  pues,  claro  y  terminante  que  el  examen 
-de  si  un  elector  lo  és  ó  nó  constitucionalmente,  perte- 
nece al  Colegio,  cuando  la  ley  7"  que  explica  y  fija  la 
inteligencia  de  la  Constitución  en  materia  de  elecciones 
lo  establece  así  de  una  manera  terminante  v  ni  menciona 
siquiera  á  los  Concejos  Municipales. 

Pasemos  ahora  al  examen  de  la  ley  T>a  del  Código 
•de  elecciones,  cuyo  título  es:  k"lel  escrutinio  de  las  elee- 
•ciones  parroquiales."  Esta  es  la  ley  que  menciona  á  los 
('oncejos  Municipales;  pero  no  para  autorizarlos  á  cobrar 
en  contradicción  con  la  ley  7"  ya  citada,  ni  de  una  manera 
•discrecional  (pie  contundiese  las  atribuciones  correspon- 
dientes délos  diversos  cuerpos  electorales ;  sino  por  el 
•contrario,  para  limitarlos  expresamente  á  los  casos  únicos 
•en  que  no  debe  contar  los  votos  parroquiales,  porque  la 
ley  loa  declaró  ya  nulos  en  diferentes  artículos  de  la  ley  4a; 
y  i>or  tanto,  no  son  los  atribuidos  al  Colegio  Electoral. 

La  Ley  sobre  escrutinio,  dice  : 

Art.  Io  El  Jefe  político  del  Cantón  con  rocará  al  Con- 
cejo Municipal,  y  éste  procederá  inmediatamente  d  hacer  el 
escrutinio  y  reculación  de  los  sufragios,  anunciándolo  dos 
días  antes  al  público.  Los  registros  se  abrirán  y  examinarán 
-en  público  uno  á  uno.  ó  bien  escrutando  todos  los  sufragios, 
ó  bien  solo  los  de  algunos  días,  pasando  en  los  demás  por 
el  escrutinio  asentado  al  pie  de  cada  día  por  la  junta  pa- 
rroquial, y  rectificando  siempre  aquellos  en  que  se  encuentre 
equivocación  ;  sin  que  pueda  excluir  otros  tvfragios  que  los 
que  hubieren  declarado  nulos  las  juntas  parroquiales  con 
arreglo  al  artículo  ,?°  de  la  ley  4a  y  los  que  tas  mismas 
Juntas  hubieren  admitido  contra  el  tenor  d*>  los  artículos 
4o  y  6?  y  los  que  se  encuentren  en  los  casos  de  los  artículos 
10  y  11  de  la  misma  ley  4" 

Resulta,  pues,  que  los  Concejos  solo  pueden  excluir 
<le  la   cuenta  los  votos  en  cinco   casos,  que  son  los  citados. 

1" — (Artículo  4°,  ley  4a)  El  voto  del  individuo  cuyo 
nombre  no  estuviere   inscrito  en  la  lista  de  sufragantes. 

2a — (Artículo  0°,  ley  4")  Los  votos  recaídos  en  per- 
sona que  no  estuviese  en  las  listas  de  elegibles. 

3o — (Artículo  10,  ley  4a)  Los  votos  escritos  en  otra 
parte  ó  en  otra  forma  que  las  establecidas  en  el  artículo 
10;    es  decir,  dados  en  asamblea   abierta  en  los  ocho  días 


AÍDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  77 

eleccionarios,  en  el  número  de  electores  correspondiente 
al  Cantón,  escritos  en  los  libros  oficiales  de  registros,  y 
expresando  el  nombre  y  apellida  del  sufragante  y  los  de 
sus  elegidos. 

4o — (Artículo  11,-  ley  4a)  Los  votos   no  leídos   y   fir- 
mados por  cada  sufragante  ó  por  otro  individuo  á  ruego- 
suyo. 

o?  y  último.  Los  votos  que  declaren  nulos  las  juntas 
parroquiales. 

He  aquí  los  casos,  clara,  precisa  y  terminantemente 
expresados  por  la  ley,  en  los  cuales  no  debe  el  Concejo 
contar  los  votos.  El  resto  de  esta  ley  5'í  no  vuelve  á 
tratar  de  exclusión  alguna,  sino  que  reglamenta  el  modo 
de  venir  los  registros  al  Concejo,  y  remitir  éste  á  quien 
compete,  el  registro  general,  con  otras  formalidades  agenas 
de  la  esencia  de  la  cuestión.  Pero  sí  dicen  relación  á  ella, 
las  observaciones  siguientes: 

l!t  Admitido  que  pueda  perderse  un  registro  parro- 
quial, basta  para  el  escrutinio  (art.  37,  ley  5!)  copia  autén- 
tica del  resumen  general  de  votos,  y  es  obligatorio  para  el 
Concejo  hacer  cuenta  de  e*tos  votos,  aunque  de  ninguna 
manera  pueda  averiguar  si  los  sufragantes  tenían  ó  no- 
suspenso  sus  derechos ;  luego  no  le  incumbe  tal  averi- 
guación. 

11*  Manda  el  artículo  4o  de  la  misma  ley  que  el  regis- 
tro general  formado  por  el  Concejo,  comprenda  en  sí, 
todos  los  individuos  que  hayan  obtenido  sufragios  en  las 
asambleas  parroquiales.  Y  este  adverbio  todos,  aplicado- 
á  los  que  hayan  recibido  sufragios,  destruye  la  idea  de 
que  el  Concejo  pueda  haber  entrado  á  escoger  y  calificar. 
Y  aunque  el  artículo  añade,  que  el  registro  lleve  cons- 
tancia de  los  votos  que  hubiesen  dejado  de  incluirse  en 
él,  dice  que  ha  de  ser  por  estar  en  alguno  de  los  casos 
del  artículo   1?,  los  cuales  dejamos  expresados. 

3tt  El  artículo  57  dice:  "los  electores  que  resulten 
nombrados  serán  avisados  y  requeridos,  etc.;"  y  no  dice  : 
los  electores  escogidos  ó  calificados  por  el  Concejo.  Más 
adelante  ordena  la  ley,  (pie  solo  se  tengan  por  impedidos 
los  que  *fc  se  excusen  por  impedimento  físico  ú  otro  grave 
y  fundado."  En  seguida  manda  lo  siguiente :  u  serán 
reemplazados  por  el  Concejo  con  "  los  que  tengan  más 
votos  en  los  escrutinios." 

4"  Por  último,  el  artículo  87  de  la  ley  o™  dice  termi- 
nantemente lo  que  sigue:  "La  exclusión  de  votos  en  los 
escrutinios  fuera  de  los  casos  previstos  en  estas  leyes, 
será  penada  en  cada  miembro  del  Concejo  Municipal  que 
resulte  culpable,  con  una  multa  de  25  pesos  por  cada  su- 
fragante, cuyo  voto  hubiere  dejado  de  escrutarse,  y   si  la 


78  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

■omisión  fuere  de  todo  el  registro  de  una  parroquia  que- 
darán además  inhabilitados  los  culpables  para  desem- 
peñar en  la  República  ningún  cargo  de  honor  ó  de  con- 
fianza por  el  espacio  de  seis  anos." 

Tenemos  pues,  por  resultado  del  examen  de  la  ley 
■especial  de  los  escrutinios,  que  el  Concejo  no  tiene  la  fa- 
cultad de  calificar  á  los  elegidos,  y  por  consiguiente  que 
no  le  toca  á  él  la  averiguación  de  si  los  elegidos  tienen 
las  calidades  ó  cualidades  constitucionales,  cuyo  juicio 
pertenece  al  Colegio. 

Entre  las  disposiciones  generales  del  Código  de  elec- 
-ciones  establecidas  en  la  lev  8*  se  encuentra  en  el  artículo 

fe 

15  la  siguiente : 

Si  se  notare  por  algún  gobernador  de  provincia  que  el 
resultado  del  escrutinio  practicado  por  un  Concejo  Munici- 
pal no  está  conforme  con  el  que  den  los  escrutinios  parciales 
que  haya  recibido  de  las  parroquias^  ordenará  la  rectificación, 
y  si  no  obstante  ésta,  subsistiere  la  diferencia,  entonces  pe- 
dirá los  registros,  y  los  pasará  con  los  escrutinios  parro- 
quiales al  Colegio  electoral. 

Esta  disposición  de  la  ley  es  abiertamente  incompa- 
tible con  la  facultad  que  pretende  ejercer  el  Concejo  de 
Caracas  de  separarse  de  los  registros  parroquiales  deses- 
timando millares  de  votos  que  pueden  constar  en  aquéllos, 
por  esa  calificación  extemporánea  que  le  atribuye  el  acuer- 
do de  ayer  sobre  los  elegidos  ;  y  los  que  aquí  salvan  sus 
votos,  juzgan  imposible  la  coherencia  ó  consonancia  del 
acuerdo  del  día  de  ayer  con  el  expresado  artículo  1.1  de 
la  lev  8" 

Por  más  que  quisiéramos  abreviar,  nos  sería  imposi- 
ble omitir  otro  poderoso  argumento  en  apoyo  de  nuestra 
opinión.  La  ley  9"  que  trata  de  responsabilidad  en  ge- 
neral en  materia  de  elecciones,  muy  circunstanciadamen- 
te se  contrae  á  la  de  aquellos  que  pueden  alterar  el  voto 
público  ó  influir  torticeramente  en  la  libre  emisión  de 
los  sufragios  populares.  Habla  por  consiguiente  de  todo 
exceso  posible  y  de  su  juicio  y  castigo  en  las  asambleas 
parroquiales  y  colegios  electorales  que  son  los  únicos  vehí- 
culos (pie  establece  á  la  voluntad  pública  y  prescinde  de 
los  Concejos  Municipales,  porque  el  Código  entero  los 
desconoce  como  vehículos  de  la  voluntad  pública ;  mien- 
tras que  el  acuerdo  del  día  de  ayer  reconcentra  en  el  Con- 
cejo un  poder  tan  grande  y  trascendental,  que  desapare- 
cen ante  él  y  se  vuelven  nada  los  trabajos  de  las  juntas 
de  notables,  la  validez  de  las  listas  de  sufragantes  parro- 
quiales, la  del  padrón  de  elegibles,  los  términos  prescritos 
para  reclamar,  oir  y  resolver,  todos  los  trámites  estable- 
cidos para  estas  operaciones,  las  jurisdicciones  de  las 
juntas  y  asambleas  ;  y  en  fin,  la  voluntad  de  los  chutada- 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  79 

nos  emitida  por  mandato  de  la  Constitución  en  el  tiempo, 
modo  y  formas  prevenidas  por  la  ley,  y  sea  en  número 
que  fuere,  aunque  se  cuenten  los  votos  por  millares  :  des- 
aparece también  la  especial  atribución  de  los  colegios ;  y 
en  el  humilde  concepto  de  los  que  firman,  quedan  las  elec- 
ciones á  la  merced  de  los  Concejos. 

Siendo  esta  la  voz  de  nuestras  conciencias,  respetan- 
do cnanto  es  debido  el  acuerdo  aprobado  por  la  mayoría 
el  día  de  ayer,  liemos  salvado  nuestros  votos,  y  consigna- 
mos aquí  las  razones  en  que  se  apoyan. 

Caracas  :  21  de  agosto  de  1846. 

Antonio  L.  Gvzmán. — Felipe  LarrazIbal. 

La  mayoría  liberal  estaba  legalmente  en  pose- 
sión del  poder  municipal  de  Caracas  y  de  otros 
Cantones  por  la  voluntad  del  pueblo,  claramente 
expresada  en  las  elecciones  del  44;  y  sólo  por  un 
acto  despótico  de  usurpación  de  facultades  podía 
despojársela  de  sus  prerrogativas,  atribuciones  é 
influencias.  Poro  el  partido  oligarca,  empecinado  en 
sus  propósitos  de  dominación  absoluta  y  perpetua, 
no  se  paró  en  valla  alguna  para  mantener  debajo 
de  su  mano  los  Concejos,  á  quienes  la  Constitu- 
ción y  las  leyes  reconocían  atribuciones  políticas 
en  el  complicado  proceso  de  las  elecciones.  Pues 
á  ellos  tocaba  designaren  junio  del  año  electoral, 
dos  vecinos  notables,  que  asociados  á  'a  primera  au- 
toridad civil  de  la  parroquia,  formasen  la  lista  de 
los  sufragantes  y  la  de  los  que  tenían  cuaidades 
para  electores  ;  y  luego,  de  acuerdo  con  la  primera 
autoridad  civil  del  Cantón,  hacer  una  lista  general 
comprensiva  de  todos  los  ciudadanos  que  tenían 
cualidades     para  electores    en  el  Distrito   respectivo. 

Por  los  artículos  20  y  30  de  la  Constitución, 
era  el  Concejo  Municipal  quien  abría  los  registros 
de  las  Asambleas  parroquiales,  verificaba  el  escru- 
tinio de    los   votos,  y  declaraba   constitucionalmente 


80  DOCTOR  L.   VILLAXUEVA 

nombrados  para  electores    á  los    que    hubieran  obte- 
nido  mayor   número   de  ellos. 

Mili» aba  también  en  la  conciencia  pública  otra 
valiosa  consideración  de  carácter  histórico,  para 
exaltarse  contra  aquellas  supremas  determinaciones 
oficiales;  injustas,  porque  vulneraban  derechos  bien 
adquiridos  ;  imprudentes,  porque  iban  á  desafiar  las 
iras  de  un  partido  prestigioso ;'  y  repugnantes,  por 
que  con  ellas  se  vulneraba  el  principio  de  legalidad, 
que  ha  sido  siempre  talismán  de  nuestros  pueblos. 
Nos  referimos  a  la  venerada  costumbre,  imperante 
en  aquella  ¿poca,  y  heredada  del  régimen  colonial  y 
de  Colombia,  de  considerar  las  Municipalidades  como 
representantes  del  pueblo  ;  elevada  á  la  categoría  de 
derecho  comunal  por  la  opinión  pública  y  confirmada 
por  actos  solemnísimos,  como  el  del  19  de  Abril 
de  1810,  con  que  se  inició  nuestra  emancipación; 
y  por  otro  como  el  de  1818,  que  si  bien  enteramente 
favorable  á  la  dominación  del  rey  de  España,  (1) 
confirmaba  las  razones  que  se  tenían  para  guardar 
á  estos  Cuerpos  los  más  respetuosos  y  profundos 
miramientos  por  todos  los  ciudadanos. 

Más  tarde,  bajo  la  República,  al  jurar  esta  mis- 
ma Municipalidad  la  Constitución  de  Cúcuta  la  objetó, 
declarando  que  contenía  disposiciones  inadaptables 
á  la  Provincia,  y  cometió  á  los  Representantes  de 
ésta  el  encargo  de  reverla  y  discutirla.  En  otra 
ocasión  protestó  contra  la  Ley  de  alistamiento  de 
las  milicias,  y  en  1825  hizo  lo  mismo  respeceto  del 
Decreto  Ejecutivo  sobre  conspiradores.  Por  últi- 
mo, en  182G  alzó  su  voz  ante  el  Intendente  Es- 
calona y  ante   la   Cámara  de  Representantes,    recia- 

1    Véase  el  manitiesto  trilingüe  de  la  Municipalidad  de  Ca- 
racas de  1818. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         .     -        81 

mando  garantías  para  la  seguridad  personal  de  los 
caraqueños,  con  motivo  de  los  desafueros  en  las  ca- 
lles de  la  capital,  ordenados  por  el  General  Páez, 
para  cumplir  el  Decreto  Ejecutivo  de  1824  sobre 
alistamiento  general  de  las  milicias.  Y  lejos  de  ser 
atropellados  los  concejales  en  aquel  trance,  ó  desti- 
tuidos ó  despojados  del  derecho  de  tomar  parte  en  tan 
graves  cuestiones,  se  les  oyó  con  respeto  ;  y  median- 
do el  Intendente  con  aqueila  autoridad  militar,  logró 
suspender  el  reclutamiento  y  devolver  el  sosiego  á 
la  ciudad.  Los  Representantes  de  la  Nación,  aten- 
diendo á  las  quejas  del  Concejo  Municipal,  y  opinando 
que  Páez  había  violado  los  derechos  individuales 
de  los  moradores  de  Caracas,  !e  acusaron  ante  la 
Cámara  del  Senado ;  la  cual  admitió  la  acusación 
y  le  suspendió  de  su  destino.  No  <■  stá  demás  decir 
que  de  aquí  se  originó  la  revolución  de  1826,  pro- 
movida por  el  Concejo  Municipal  de  Valencia,  y  aco- 
gida y  continuada  por  otros  Concejos,  para  apoyar  la 
deplorable  insubordinación  de  Páez  contra  el  Go- 
bierno y  el  Congreso  de  Colombia,  de  que  se  mani- 
festó dicho  General  arrepentido  días  después,  en  va- 
rios documentos  públicos. 

Y  no  fué  menos  escandaloso  lo  que  hizo  el  Concejo 
de  Caracas  en  las  juntas  subsiguientes.  Al  escrutar 
los  registros,  anuló  los  de  las  parroquias  de  San  Diego, 
Macarao  y  La  Vega,  por  causas  de  poca  importancia; 
j  al  sumar  los  votos  de  otras  contó  los  que  le  parecían, 
alegando  unas  veces  que  los  nombres  estaban  es- 
critos de  distinto  modo  en  la  lista  de  sufragantes 
parroquiales  que  en  el  registro  de  sufragios ;  otras,  que 
ciertos  individuos  elegidos  eran  deudores  á  fondos 
públicos,    como    sucedió   con    el    señor   Guzmán,  á 

6 


82  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

quien  borraron  de  la  plancha  triunfante  de  Electo- 
res, por  el  fútil  motivo  de  adeudar  unos  cuantos  cén- 
timos en  el  tribunal  de  1?  Instancia  de  Caracas.  El 
acta   de   esa  Junta   dice  así : 

Se  leyó  por  mandato  de  la  Presidencia,  una  certifica- 
ficación  relativa  al  señor  Antonio  Leocadio  Guzínqn,  en  la 
que  consta  que  dicho  señor  es  deudor  á  fondos  público» 
por  impuesto  para  gasto^  de  justicia  en  el  expediente  se- 
guido contra  él  por  José  Vicente  Aránibnru,  según  lo  cer- 
tifica el  Secretario  del  Juzgado  de  1"  instancia,  señor  Juan 
Valero.  De  seguidas  el  señor  González  (Juan  Vicente) 
apoyado,  propuso :  que  en  virtud  de  esta  certificación  pre- 
sentada por  José  Eugenio  Díaz,  Lope  María  Bello,  Manuel 
María  Alemán  y  otros,  el  Concejo  declarase  al  señor  An- 
tonio Leocadio  Guzmán,  comprendido  en  su  Acuerdo  de 
20  de  agosto  precitado.  Así  fué  acordado,  votando  en 
contra  los  señores  Tirado,  Quintero  y  Emazábel. 

De  suerte  que  Venezuela  debe  al  antiguo  par- 
tido oligarca,  dos  grandes  males  en  el  desarrollo  de 
su  vida  pública,  á  saber:  la  institución  infame  del 
reclutamiento  forzoso,  muy  parecida  á  la  de  la  es- 
clavitud, y  la  otra,  no  menos  abominable,  de  coac- 
cionar la  voluntad  de  los  pueblos  en  el  acto  su- 
premo de  las  elecciones.  Pocas  veces  se  ha  visto 
tan  resaltantemente,  que  de  un  hecho,  al  parecer 
pequeño,  hayan  surgido  acontecimientos  tan  graves 
para    la  suerte  de  un  país. 

El  Concejo  Municipal  de  Ocumare  del  Tuy  fue 
igualmente  depuesto,  y  sus  miembros  sometidos  á 
juicio.  Tropa  armada  recorría  los  Altos  de  Caracas, 
y  reclutaba  para  la  milicia  á  los  conocidos  guzman- 
cistas ;  y  con  el  fin  de  impedir  las  elecciones,  asus- 
taban á  los  vecinos,  pidiéndoles  alojamiento  y  bagajes. 
El  Concejo  de  Caracas  suspendió  los  jueces  de  las 
parroquias  foráneas,  de  filiación  liberal :  y  á  esta  sa- 
zón asesinaban  en  La  Vega  á  un  sufragante  guz- 
mancista. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  83 

VI.  La  Asamblea  de  San  Juan  de  los  Morros,  decía-     Asambleas 

...  electoral©». 

ra  revolucionaria  la  lista  en  que  aparecía  el  retrato  de 
-Guzmán,  y  facciosos  á  todos  los  que  votasen  por  ella. 
En  Magdaleuo  prenden  al  juez  Revete  y  al  señor  Uz- 
canga,  echan  de  la  Junta  á  los  sufragantes,  y  anulan 
las  elecciones,  porque  sólo  habían  votado  los  liberales  : 
iodo  lo  cual  ocasionó,  como  más  adelante  diremos,  el 
alzamiento  de  Rangel,  con  más  de  trescientos  de 
Man  u  are. 

En    Maraca  y  la   Asamblea    rechaza  á   los    libe- 
rales,    y    dice     que    no    admite     sufragios     por   mu- 
ñecas,   refiriéndose   al    retrato     del     señor    Guzmán, 
impreso  en  las  papeletas:  muchos  electores    son  ame- 
nazados   con    sumarios:    la  Ronda    de     policía    des- 
pués de   haber    votado,   contra  el    tenor    expreso  de 
la  ley,  se  sitúa   en   la   puerta   del   local  para  no  dejar 
entrar   á  ningún    guzmancista:   y    la  Asamblea   aun 
se  atrevió  á   declarar,  que   no   obstante  lo    prescrito 
en  el  artículo  180  de  la  Constitución,  la  fuerza  armada 
podía  deliberar.  Y  todavía  hizo  más,  pues  á    petición 
del  Jefe  político,  niega  sus  derechos  de  sufragar  á  los 
liberales  que,  citados  para  la  milicia,  no  hubiesen  con- 
currido á  ella.     Esta  circunstancia  era  falsa;    pero  se 
le   dio  crédito  para  los  efectos  de  las  votaciones.     A 
otros    se    les   encausó    por    supuesto   cohecho,    y    á 
todos  se  les  molestaba  con  insultos  v  amenazas.  Actos 
semejantes  á  los  referidos  se  ejecutaron   en  Choroní, 
Turmero,  San  Francisco  v  San  Joaé  de  Tiznados. 

Pero  los  de  Villa  de  Cura  fueron  mas  inau- 
ditos y  de  más  honda  trascendencia;  porque  allí 
tuvieron  los  oligarcas  que  habérselas  con  Eze- 
<juiel  Zamora,  Jefe  cantonal  del  Partido,  mozo  en- 
tusiasta y  decidido  cual  ninguno,  quien  desde  el 
1?    de   agosto,    pasaba    las  noches   con     sus   parcia- 


84  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

les  alrededor  de  la  casa  de  la  Junta,  para  entrar 
el  primero  en  ella  y  ocupar  la  sala,  cuando  por 
la  mañana  abrían  la  puerta  y  se  decía  aba  instalada 
la  Asamblea.  Esto  iba  enfureciendo  con  tal  inten- 
sidad á  los  oligarcas,  que  al  fin  para  salir  de  él, 
le  acusaron  ante  la  Asamblea  parroquial,  de  haber 
solicitado  en  los  campos  y  en  la  ciudad  sufragios 
para  sí,  y  conducido  partidas  de  sufragantes  á  votar 
por  sus  listas ;  lo  que  equivalía,  en  sentir  de  aquellos 
políticos,  á  llevar  el  intere's  electoral  más  allá  de 
los  límites  constitucionales  y  legales,  debiendo  en 
consecuencia  aplicársele  la  condigna  pena. 

En  conclusión,  pidieron  que  la  Asamblea  decla- 
rase* nulos  los  sufragios  que  Zamora  hubiese  reci- 
bido para  Elector  del  Cantón:  y  esta  Junta  com- 
puesta de  enemigos  suyos,  oyó  la  acusación,  y  dictó 
en  el  acto  la  sentencia  que  en  seguida  reproduci- 
mos, copiada  de  los  registros  electorales  de  aquel 
año : 

En  nombre  de  la  Kepública  de  Venezuela,  por  lo  que 
resulta  de  estas  actuaciones,  y  por  lo  que  les  consta  á  Ios- 
miembro»  de  esta  Junta,  acerca  de  que,  apareciendo  Eze- 
quiel  Zamora  en  una  de  las  listas  de  candidatos  para  elec- 
tores de  este  Cantón,  se  ha  recomendado  á  sí  mismo  y 
exigido  sufragios  para  si,  se  declara  que  son  nulos  y  de 
ningún  valor  los  votos  que  se  lian  recibido  en  favor  del 
expresado  Zamora;  declarándose  asimismo  que  este  no 
puede  sufragar:  todo  de  confonnidad  con  el  artículo  46  de 
la  Constitución.  Y  á  los  efectos  que  haya  lugar,  se  pasará 
este  expediente  á  la  autoridad  que  corresponda,  por  el 
Presidente  de  esta  Asamblea. — Ciudad  de  Cura,  agosto 
ocho  de  mil  ochocientos  cuarenta  y  seis. — El  juez,  José 
Ignacio  Celis. — Conjuez,  Aureliano  Otáñez. — Conjuez,  Juan 
Cuervos. — Conjuez,  Andrés  Fuentes. — Coiyuez,  Juan  Bau- 
tista Salías. 

Remitióse  este  expediente  al  juez  de  1?  Ins- 
tancia del  cuarto  Distrito  Judicial.  Y  tete  tuvo  el 
buen  juicio  de  devolverlo,  exponiendo  que  no  había 
cometido  Zamora  los  hechos  de  que  se    le   acusaban. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  85 

«como  tune  onario  publico,  llamado  á  intervenir  en 
el  acto  de  las  elecciones ;  ni  constituían  ellos  tam- 
poco por  su  naturaleza,  una  falta  ó  delito  de  aque- 
llos de  que  según  la  ley  9?  del  Código  de  Elecciones 
de  8  de  abril  de  aquel  ano,  debiera  conocer  la  res- 
pectiva Corte  Superior  ó  algún  otro  de  los  tribu- 
nales comunes  en  su  caso.  (1). 

Zamora,  arrebatado  de  ira,  se  precipitó  en  un 
lance  personal,  contra  uno  de  los  conjueces,  dando  lu- 
gar á  que  lo  arrestaran  :  y  sus  amigos,  viéndose  coac- 
cionados se  retiraron  del  local. 

VIL  Acaeció  en  aquellos  días  un  incidente  deli-  p^oS^ií 
-cado  que  vino  á  enredar  más  los  hilos  de  la  política. 
Tal  fué  el  proyecto  de  una  conferencia  en  La  Victoria, 
«ntre  el  General  Páez  y  el  señor  Guzmán.  Uno  y  otro 
negaron  haber  tomado  la  iniciativa  en  el  asunto.  Los 
documentos  publicados  entonces  y  que  tenemos  á 
la  vista,  nos  autorizan  para  referir  el  hecho  en  los 
términos  siguientes.  (2)  Tomás  Hernández  informó 
en  privado  al  señor  Guzmán,  que  Juan  Reina,  ami- 
go y  deudo  del  General  Páez,  se  había  reunido  con 
é\  en  el  camino  de  Maracay  á  Caracas,  é  impuéstole 
de  trases  sueltas  de  aquel  Jefe,  muy  significativas  de 
su  deseo  de  conciliar  los  intereses  públicos,  sin  sa- 
crificar las  doctrinas  liberales,  ni  la  honra  de  sus 
propagadores :  que  dicho  General  se  manifestaba 
puro  de  iodo  espíritu  de  partido,  y  extraño  á  las 
violencias,    infracciones     de    leyes  y  abusos     contra 

1  Tribunal  d«  1*  Instancia  á  cargo  de  Manuel  Alfonzo. 

2  Acta  de  la  Comisión  de  la  Reunión  Liberal  de  Caracas, 
encargada  de  señalar  el  lugar  de  la  entrevista  fecvada  en  La 
Victoria  á  4  de  set  emhre,  aprobada  por  pus  vocales  Jos 4  de  Iri- 
barren,  Juan  O.  Hurtado,  Comandan  t*  Pascual  Lures.  Bruno 
Hurtado,  Mauricio  Blanco,  Froilán  M.  Bi*ot,  Coronel  Jos*  Sa- 

Instiano  d«  la  Plam,  Valerio  Ca«tro,  A.  Lniares.  Santiago  Te- 
rrero. Ramón  Sos»,  Doctor  FéJix  Man  a  Alfonzo,  Felipe  Bigot, 
'Tomás  Hernández. 


86  DOCTOR   L.  VILLANUEVA 

el  querer  popular ;  revelando  en  sus  conversaciones 
la  más  absoluta  imparcialidad  y  la  más  prudente  dis- 
posición de  ánimo.  Reina  encargó  á  Hernández  que 
viese  al  señor  Guzmán  y  le  informara  de  estas  co- 
sas, porque  deseaba  él  como  padre  de  familia  y  buen» 
ciudadano,  contribuir  en  cuanto  le  fuera  dable  á  la 
salvación  del  país.  Hernández,  luego  que  llegó  á  Ca- 
racas, visitó  al  tribuno,  le  instruyó  de  todo,  y  le  expresó 
sus  más  sanos  y  patrióticos  deseos.  Aquel  le  oyó 
con  gusto,  y  le  protestó  sus»  opiniones  y  sentimientos 
en  favor  de  todos  los  venezolanos:  y  horas  después 
le  ratificó  Reina  personalmente  las  disposiciones  del 
General  Páez,  sus  desapasionados  juicios,  y  el  propósi- 
to de  hacer  cuanto  conviniera  á  la  salud  de  la  Repú- 
blica. Fué  entonces  cuando  Reina  le  preguntó,  si  él 
se  negaría  á  verse  con  el  Ciudadano  Esclarecido,  para 
tratar  de  los  negocios  públicos  ;  á  lo  cual  contestó  el 
tribuno  diciendo,  que  estaría  dispuesto  en  todo  tiempo- 
á  cualquier  gestióu  de  que  pudiera  derivarse  algún 
bien  ala  patria;  pero  que  inmutable  en  sus  principios,. 
y  celoso  de  la  dignidad  del  partido  á  que  pertenecía, 
no  le  era  permitido  dar  paso  alguno  hacia  aquel  Ge- 
neral, que  no  diese  éste  hacia  él. 

Reina  caminó  la  vuelta  de  Maracav,  v  dos  día* 
después  acompañado  del  señor  Tomás  Hernández 
y  del  señor  Lugo,  sobrino  del  General  Páez,  pasó 
á  la  hacienda  de  El  Tigre,  cerca  de  La  Victoria,  á 
conferenciar  con  el  General  Marino  :  de  lo  que  re- 
sultó, que  dicho  General  tomase  á  empeño  el  in- 
vitar á  Páez  y  á  Guzmán,  á  una  entrevista,  ha- 
ciendo valer  para  ello  su  autoridad  social  y  política, 
y  su  amistad  con  ambos.  A  este  efecto  escribió  una 
carta  á  Guzmán,  y  se  encaminó  á  Maracav  á  hablar 
con  Páez,  cuyos  sentimientos  en   favor  de  la  concilia- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA.  87 

ción  nacional  pudo  entonces  apreciar  en  todo  su  valor. 
Comprometido  ya  en  aquella  empresa  y  ganoso  ele  dar- 
le término  feliz,  comisionó  Marino  á  los  señores  Doc- 
tor Félix  María  Alfopzo,  Felipe  Bigot  y  Tomás  Her- 
nández, para  que,  en  Caracas,  propusiesen  á  Guzmá» 
ir  á  La  Victoria,  asegurándole  que  lo  demás  se 
arreglaría  fácilmente.  Hé  aquí  las  cartas  de  Guz- 
mán  v  Marino : 

Señor  General  Santiago  Marino. 

La  Victoria. 

Caraca*  :  agosto  22  de  1840. 

Mi  querido  General  y  amigo: 

Si  en  todo  tiempo  y  circunstancias,  mi  corazón  me 
tiene  á  la  disposición  de  usted  \  cou  cuánta  más  fuerza 
obedecería  al  influjo  de  su  amistad,  cuando  ella  invoca 
el  nombre  sagrado  de  la  Patria,  y  cuando  lejos  de  exi- 
girme un  sacrificio,  me  ofrece  una  oportunidad'  dichosa 
para  probar  que  mi  cabeza  está  libre  de  toda  ambición 
y  que  mi  pecho  no  abriga  ninguna  baja  pasión  f  No  a 
La  Victoria,  sino  al  Cuzco  iría  yo  por  complacer  á usted, 
por  servir  á  mi  patria,  por  probar  la  fuerza  de  mis  in- 
tenciones, así  á  mis  amigos  como  á  mis  preocupados  ene- 
migo». 

La  misión  que  usted  quiere  desempeñar  generosamente, 
no  puede  ser  más  noble  ni  más  digna  de  su  antiguo  y 
elevado  rango  social.  ¡  Quiera  la  suerte  que  usted  recoja 
de  tan  sano  propósito,  los  copiosos  y  saludables  frutos 
que  sin  duda   se  propone ! 

No  me  sorprende  de  manera  alguna  la  disposición 
de  ánimo  del  señor  General  Páez.  Después  de  una  es- 
cuela práctica  de  tantos  años,  y  &  presencia  de  los  hechos 
que  nos  rodean,  él  no  puede  menos  que  creer  conmigo, 
y  con  todos  los  patriotas  previsivos,  (pie  este  teatro  de 
súbitas  violencias  y  alevosos  atentados  que  las  pasiones 
quieren  sustituir  al  goce  de  los  derechos  y  al  imperio  de 
la  justicia,  no  puede,  en  manera  alguna,  servir  de  fun- 
damento á  la  seguridad  de  todos,  á  la  libertad  de  todosr 
al  porvenir  de  Venezuela. 

En  cuanto  á  mí,  apelo  á  usted  mismo;  usted  me  co- 
noce, i  Pudiera  yo  abrigar  otros  deseos  que  los  del  bien 
de  la  patria!  La  patria  son  nuestros  hijos  y  nuestros. 
padres,  nuestras  esposas  y  hermanos,  nuestros  amigos  y 
compatriotas,  el  depósito    de   las  glorias  pasadas,   todos. 


88       '  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

los  bienes  presentes  y  el  inmenso  porvenir.  Un  hombre 
es  un  átomo.  El  que  como  yo  carece  de  grandes  servi- 
cios, $  que  será  al  lado  de  la  patria  I  4  Qué  serán  sus 
míseros  intereses,  sus  miras  y  pasiones!  El  único  valor 
del  hombre  es  eí  que  tenga  para  servir  á  su  patria. 

Con  tales  sentimientos,  profundamente  esculpidos  en  el 
corazón,  es  para  mi  una  felicidad  que  alguno  crea  que 
puedo  ser  útil  para  todos,  y  si  es  un  procer  como  el 
General  Marino,  es  una  felicidad  honrosa.  Y  si  mañana 
llegara  á  ser  cierto  que  yo  había  podido  contribuir  á  la 
salud,  libertad  y  gloria  de  la  patria,  ¡  cuan  dichoso  sería 
el  presente  que  debiera  á  la  fortuna  ! 

Pero,  General,  para  los  actos  trascendentales  es  que 
se  necesita  mayor  tino  y  acierto.  Sí  yo  voy  á  Maracay 
I  no  interpretarán  este  paso,  amigos  y  contrarios,  ya  como 
traición,  ya  como  bajeza,  ya  de  mil  otras  maneras?  El 
General  sin  los  oligarcas  es  siempre  el  General  Páez,  es 
más,  es  mucho  más  que  con  ellos ;  pero  yo  sin  la  confianza 
y  amor  de  los  liberales  ¡  qué  soy  f  ¿  qué  podré  servir  ni 
parala  patria,  ni  para  la  amistad  I 

Avíseme  usted  que  el  General  estará  tal  día  en  tal 
casa,  hacienda,  posada,  fuera  de  la  jurisdicción  de  Ma- 
racay, y  cuente  usted  conmigo  á  su  lado,  solo,  con  pocos, 
con  muchos,  ó  lomo  usted  quiera,  siempre  en  mis  prin- 
cipios liberales,  y  dispuesto  á  cuanto  el  honor  y  la  patria 
exijan  de  mí.  Mientras  usted  no  tenga  esta  seguridad, 
yo  expondría  sus  respetos  y  mi  decoro  á  un  verdadero 
chasco,  sin  culpa  de  nadie,  ni  provecho  de  ninguna  especie. 

Si  usted  realiza  su  propósito,  y  yo  me  veo  con  el 
General  Páez  en  estas  circunstancias,  tengo  la  más  ciega 
confianza  en  que  se  han  de  poner  las  bases  de  benéficos 
resultados. 

Siempre  será  de  usted  amigo  cordial  su  afectísimo, 

Antonio  Leocadio  Guzmán. 


Señor  Antonio  Leocadio  Guzmán. 

Caracas.. 

La  Victoria  :   agosto  27  de  1840. 

Mi  querido  amigo : 

La  misma  noche  que  recibí  su  interesante  carta  de 
22  de  los  corrientes,  que  nuestro  amigo  el  señor  Her- 
nández me  entregó,  y  después  de  oír  detenida  y  aten- 
tamente las  observaciones  de  éste,  salí  para  Maracay, 
♦siempre  firme  en  mi  propósito  de  no  omitir  paso  alguno, 
ni   perdonarme  ninguna   especie  de  fatiga    hasta   allanar 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  89 

los  obstáculos  que  de  algún  modo  tiendan  á  entorpecer 
la  realización  del  pensamiento  sublime,  de  la  idea  pa- 
triótica, que  realizada,  es  en  mi  concepto  la  salvación  de 
los  más  caros  intereses  de  los  venezolanos;  pues  en  las 
presentes  circunstancias,  difíciles,  sumamente  difíciles  á 
mi  ver,  ningún  plan  legal  puede  realizarse  que  conduzca 
á  un  resultado  satisfactorio,  sin  que  estén  de  acuerdo 
los  dos  hombres  de  más  poderoso  influjo  sobre  sus  con- 
ciudadanos. 

Usted  en  esta  parte  piensa  como  yo,  y  todas  las 
personas  con  quienes  antes  y  después  de  haber  recibido 
su  carta  del  22,  he  conferenciado  sobre  el  particular,  ra- 
tonan de  la  misma  manera,  y  esto  con  pruebas  inequí- 
vocas de  conocimiento  ínt;mo,  con  entusiasmo  diré  mejor. 

Pero  desgraciadamente  se  atraviesa  un  pequeño  in- 
conveniente, que  solo  usted  puede  vencer  y  que  la  patria 
le  ordena  que  lo  venza.  Al  General  Páez  le  es  imposible 
salir  en  estos  días  de  Maracay,  sin  exponerse  á  una  re- 
caída, que  puede  ser  fatal.  Está  aun  enfermo,  alimen- 
tándose con  líquidos,  y  alguna  pequeña  salida  que  da  es 
en  silla  de  mano  y  á  pocos  pasos  de  su  casa;  de  lo 
contrario,  yo  le  aseguro  á  usted  que  iría  á  cualquier 
parte  adonde  el  bien  común  lo  llamase  á  verse  con  usted. 

Por  otra  parte,  hoy  es  tan  pública  la  disposición,  el 
deseo  que  él  tiene  de  realizar  esta  entrevista,  y  tan  sa- 
bido de  una  multitud  de  personas  este  deseo  y  las  di- 
ficultades que  á  él  le  impiden  salir  á  otra  parte  á  rea- 
lizarlo, que  todos  sus  escrúpulos  de  partido  y  delicadeza 
personal  deben  desaparecer. 

Nada  diré  á  usted  de  temores  por  su  seguridad  per- 
sonal ;  porque  ni  usted  es  hombre  que  teme,  ni  su  amigo 
lo  llamaría,  si  ni  aún  remotamente  viese  que  corría  algún 
riesgo,  ni  las  personas  entre  quienes  usted  va  á  estar  son 
capaces  de  faltar  á  las  leyes  de  la  caballerosidad. 

Los  amigos  Alfonso,  Bigot  y  Hernández,  van  cerca 
de  usted  á  interpone»!*  su  amistad  y  á  convencerlo  con  todos 
los  argumentos  que  les  sugiera  su  patriotismo  y  el  co- 
nocimiento que  tienen  del  estado  de  esta  negociación  por 
aeá,  de  que  debe  venirse  con  ellos  inmediatamente. 

Téngase  usted  con  ellos,  mi  amigo,  véngase  usted. 
Yo  tengo  una  casa  en  Maracay,  que  es  la  de  usted,  á 
la  que  usted  llegará,  y  en  la  que  quedará  todo  concluido,  sin 
salir  usted  de  allá  á  buscar  á  nadie. 

Pero  si  todavía  le  pareciese  á  usted  mucho  ir  hasta 
allá,  venga  al  menos  á  La  Victoria,  adonde  usted  no 
iraede  tener  un  motivo  para  dejar  de  venir.  Situado 
aquí,    la  distancia   es  ya   corta  y  las  relaciones  pueden 


90  DOCTOR  L.   VILLANUEVÁ 

ser  más  eficaces,  por  lo  más  prontas.  En  el  Cantón  Vic- 
toria nadie  puede  gloriarse  de  estar  entre  los  soy  oí 
con  más  verdad  que  usted. 

Hasta  la  vista,  mi  amigo;  y  digo  hasta  la  vista, 
porque  más  resistencia  de  su  parte  no  puede  ni  aún  pre- 
sumirse por  su  afectísimo  amigo 

Q.  B.  S.  M., 

S.  Makiño. 

Guzmán,  queriendo  siempre  ajustar  sus  proce- 
deres al  dictamen  de  la  mayoría,  convocó  la  Gran 
Sociedad  Liberal,  y  la  impuso  de  todo  lo  tratado; 
añadiendo  que  deseaba  que  sus  amigos  políticos  de- 
signasen el  lugar  donde  debiera  celebrarse  la  entre- 
vista, porque  era  este  un  punto  de  etiqueta  en  que  se 
comprometía    el  decoro   del  Partido. 

En  la  casa  de  Caracas  del  señor  Bigot,  rico  pro- 
pietario de  los  Valles  de  Aragua,  tuvo  lugar  esta  últi- 
ma reunión  de  liberales;  en  que  Guzmán,  después  de 
un  brillante  discurso  sobre  la  conveniencia  de  la  en- 
trevista, invitó  á  los  amigos  que  quisieran  acompañar- 
le. Al  salir  d-5  la  capital  constituían  el  núcleo  del 
séquito   los  ciudadanos  : 

Felipe  Bigot,  Tomás  Hernández,  Doctores  Félix  Al- 
fonso, Manuel  Echeandía.  José  Manuel  García  y  Fidel  Ri- 
vas  ;  Juan  X.  Castillo,  Mariano  Blanco,  José  Toribio  lri- 
barren,  Jesús  MR  Blanco ;  Coroneles  Vicente  Sarria,  José 
Salustiano  Plaza  y  Ezeuuiel  Zamora ;  Gabriel  Zamora,  An- 
tonio José  Zamora,  José  Rafael  Pacheco,  Antonio  Guzmán 
B.,  Salvador  Larrazábal,  Luciano  Requena,  Esteban  Mo- 
lonny,  Isaac  Delvalle,  Pilar  Meneses,  Manuel  Solórzano, 
Guillermo  Sánchez,  Manuel  Plaza,  Francisco  C.  Hurtado, 
Doctor  José  Arnal,  Bruno  Hurtado,  Creor  Jaspe. 

Llego  Guzmán  al  Consejo  con  2.000  hombres,  y 
á  la  Victoria  con  4.000. 

Páez  escribió  á  Marino  dos  cartas,  en  que  acep- 
taba la  entrevista  en  su  casa  de  Maracay,  ó  en  su  ha- 
cienda de  la  Trinidad.  Pero  la  comisión  opinó,  porque 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  91 

la  conferencia  se  celebrara  fuera  de  dicha  villa,  por  ra- 
zones de  conveniencia  y  honra;  pues  no  podía  aparecer 
el  candidato  más  notable  del  Partido  Liberal,  yendo 
de  Caracas  á  Maracay,  con  gran  número  de  amigos, 
á  visitar  al  poderoso  caudillo  á  quien  tanto  había 
combatido. 

En  este  punto  la  comisión  tuvo  razón.  Al  paso 
que,  y  nos  es  penoso  decirlo,  no  acertó  igualmente 
el  General  Páez  á  escoger  los  medios  adecuados 
para  lograr  una  conferencia,  de  la  que  se  prometía, 
según  manifestaba,  bienes  inapreciables  para  la  pa- 
tria ;  como  si  alguna  perniciosa  influencia  de  los  oli- 
garcas, empeñada  á  última  hora,  le  hubiera  desviado 
de  sus  primeros  y  generosos  intentos  ;  ideando  para 
desbaratar  aquella  obra  patriótica,  una  infranqueable 
dificultad  de  etiqueta.  Ciertamente,  Páez  pudo  ase- 
gurar en  aquel  trance  la  paz  pública,  con  el  orden  legal 
y  los  fueros  de  la  mayoría  nacional,  no  más  que  con- 
versando algunas  horas  con  aquel  grupo  de  patriotas. 

Páez  era  ,en  la  ocasión,  omnipotente ;  y  le  tocaba 
por  lo  mismo  allanar  los  medios  para  poner  término 
á  tan  enojosa  contienda,  sin  humillar  á  sus  contrarios; 
supuesto  que  el  señor  Guzmán  no  había  solicitado 
la  conferencia  ;  y  era  además  un  expectable  personaje 
de  la  política,  merecedor,  á  no  dejar  duda,  de  las 
más  respetuosas  consideraciones  y  de  los  más  distin- 
guidos miramientos  ;  pues  estas  son  siempre  las  ma- 
neras requeridas  en  palabras  y  acciones  para  enten- 
derse los  hombres  cultos,  sobre  todo  cuando  van  á 
tratar  graves  cuestiones  que  interesan  al  Estado. 

Es  imposible  que  hombres  de  honor  puedan 
acercarse  á  restablecer  sus  relaciones  de  amistad  ó 
de  política,  si  no  se  atestiguan  mutuamente  los  co- 
medimientos que  el  talento  ilustrado  y    la  alta  educa- 


92  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

ción  saben  revestir    de    amabilidad    irresistible,    de 
primor  y  gracia. 

El  Páez  de  Maracay  no  es  el  Páez  hidalgo,  que 
trepa  solo  por  la  selva  de  Lagartijo,  para  ir  á  conver- 
sar con  el  realista  Cisne  ros,  á  fin  de  atraerle  á  la 
obediencia  del  Gobierno,  y  devolver  la  paz  y  el  sosie- 
go á  la  provincia  de  Caracas.  Entonces  bajó  de  su  ra- 
diante solio  á  la  guarida  de  un  bárbaro;  y  ahora  no  quie- 
re igualarse  á  un  hombre  de  inteligencia  y  patriotismo, 
para  tratar  con  él  de  la  suerte  de  la  Patria,  en  el  cam- 
po de  la  razón  y  de  las  conveniencias  públicas.  Aca- 
so creía  que  nuestro  sabio  tribuno  valía  menos 
que  Cisneros:  ó  no  quería  ver  y  confesar  que  tras 
¿1  iba  el  pueblo,  enloquecido  de  entusiasmo  por  su 
libertad,  y  por  ejercer  el  republicano  derecho  de  elegir 
sus  mandatarios.  Tal  vez  pensó  que  el  tribuno  debía 
llegar  á  él  de  rodillas  y  ofrendarle  su  partido.  Pero 
el  señor  Guzmán,  modesto  al  par  que  digno,  como  los 
hombres  de  virtud  y  talento,  firme  con  la  conciencia 
de  sus  responsabilidades,  se  detuvo  en  La  Victoria  á 
esperar  que  se  fijase  la  entrevista  fuera  del  recinto  de 
Maracay:  pudiendo  bien  comparársele  en  tan  azaroso 
trance,  al  héroe  del  Tasso,  que  marchaba  con  sereni- 
dad á  su  destino,  sin  dejarse  extraviar  por  las  seduc- 
ciones del  mágico  que  ideaba  perderle. 

x*  fuwr» efrü.  VIII.  Llegado  es  el  tiempo  de  decir,  como  razón 

que  completó  el  fracaso  de  la  conferencia,  que, 
cuando  se  ventilaban  estos  problemas  en  los  Va- 
lles de  Aragua,  entre  Marino,  Páez  y  Guzmán, 
llegó  de  repente  la  noticia  á  La  Victoria  del  alza- 
miento de  Eangel  en  Manuare;  de  los  sucesos  de 
Güigüe,  Yuma,  Magdaleno  y  Villa  de  Cura,  y  del 
nombramiento  del  General  Páez  para  Jefe  del  ejér- 
cito.    Desde    este  momento  nadie    pensó   ya    en  la 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  93 

ideada  conferencia ;  sino  en  volver  unos  á  Caracas, 
en  huir  otros,  y  en  alzarse  los  demás.  Era  el  caso 
que  cerca  de  cuatro  mil  personas  habían  acompa- 
ñado al  señor  Guzmán  de  Caracas  á  La  Victoria ; 
quiénes  de  una  manera,  quiénes  de  otra ;  sobresa- 
liendo entre  todos,  Ezequiel  Zamora,  por  la  arro- 
gancia con  que  iba  á  caballo,  lanza  enastada  y  espada 
al  cinto,  al  lado  del  eminente  tribuno,  como  si  hu- 
biera tomado  á  su  cargo,  motu  propio,  custodiarle 
por  el  camino,  y  en  los  pueblos;  llevando  la  adhesión 
á  su  persona  hasta  montarle  guardia  de  honor  en  la 
casa  que  le  sirvió  de  alojamiento  en  La  Victoria. 

Tales  ocurrencias  de  revueltas  entristecieron  al 
señor  Guzmán  ;  porque  en  su  mente  no  hirvió  nunca  la 
pasión  de  la  guerra  como  recurso  para  resolver  por  su 
medio  los  complexos  problemas  de  la  vida  pública. 
Cuando  le  dieron  la  noticia  de  los  alzamientos,  dijo 
estas  bellas  palabras,  dignas  de  un  tribuno  honrado 
y  patriota : 

u  Yo  no  he  hecho  esta  predicación  para  formar 
soldados,  sino  ciudadanos" 

Pero  entre  sus  acompañantes  había  muchos  que 
no  discurrían  en  el  mismo  sentido.  Pues  á  unos 
exaltaba  la  ambición,  y  á  otros  el  ahinco  de  sacudir 
el  oprobioso  yugo  de  autoridades  desaforadas:  cuáles 
respiraban  venganza,  por  injurias  recibidas  en  las 
elecciones ;  cuáles,  malcontentos,  y  confiados  en  su 
valor,  hablaban  públicamente  de  apelar  á  las  armas, 
como  único  modo  de  acabar  con  el  partido  impe- 
rante, que  no  escrupulizaba  cometer  arbitrariedades^ 
por  escandalosas  que  fuesen,  con  tal  de  mantener  en 
sus  manos  las  riendas  del  Estado. 

Eran  Zamora  y  el  Doctor  Echeandía  de  los  más 
decididos   por  la   guerra.    Y   no   pensando   sino   en 


04  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

ella,  diéronse  á  imaginar  operaciones  de  alzamien- 
tos en  la  provincia  de  Caracas,  fiados  en  que  el 
General  José  Gregorio  Monagas  les  apoyaría  -en  las 
de  Oriente,  y  el  ciudadano  Napoleón  Sebastián  Ar- 
teaga  en  la  de  Barinas. 

De   esta   confusión  de  pareceres  violentos   y  ra- 
ciocinios acalorados    vino    á  resultar,    que  el   séquito 
del  tribuno  empezó  á  dispersarse  ;    tomando  cada  uno 
el  partido  que  mejor  le  pareció.    Y  el  suceso  ruidoso 
que    días  antes  se    asemejaba   á    los   honores  de   un 
triunfo   popular,  quedó  reducido  á  tener  que  volverse 
el    señor  Guzmán,   medio  oculto   y    de  noche,  á  Ca- 
racas;   donde   el    Gobierno,    muy    mal    inspirado  en 
aquella    coyuntura,    estaba  ya  dispuesto    á  prender- 
le,   como  al  fin   lo  hizo,    por   imputarle   injustamen- 
te el    delito  de   conspirador  que,  según  las  leyes    de 
la  época,  se  penaba  con  la  muerte.  (1). 

d¿ 8r. <h>wnr  IX.    El  señor  Guzmán   no  era  conspirador.     Al 

igual  del  tribuno  Gambetta  detestaba  la  guerra  civil. 
Y  tenemos  por  averiguado  y  cierto  que  opinaba  con 
lectitud. 

Ni  en  escritos,  ni  en  discursos,  ni  en  conver- 
saciones del  señor  Guzmán  se  encontró  jamás  un 
pensamiento  ó  una  frase  que  incitara  á  la  guerra  :  ni 
en  el    voluminoso   expediente  de  su    Causa  hay  tes- 


(1)    Secretaría  del  Interior. — Caracas  :  setiembre  21  de  1846. 

Resuelto. — Habiéndose  ordenado  por  el  supremo  Poder  Ejecuti- 
vo en  uso  de  la  facultad  3*,  del  artículo  118  de  la  Constitución  el 
arresto  del  señor  Antonio  L.  Guzmán  y  no  habiéndose  podido 
efectuar  en  esta  ciudad,  no  obstante  las  diligencias  que  se  han 
practicado  al  intento ;  hágase  saber  á  todos  los  gobernadores,  jefes 
políticos  y  jueces  de  pa?  ae  la  República  para  que  le  capturen  y 
remitan  á  esna  capital  á  disposición  del  Ministro  del  Interior  y 
Justicia.  Publicándose  al  erecto  esta  resolución  en  la  Gaceta  de 
Gobierno. 

Por  S.  E„ 

Cobos  Fuertes. 


VIDA  BEL  GENERAL  ZAMORA  95 

timonio   alguno  que   autorizase   para  enjuiciarle   por 
conspiración. 

Empero,  el  intento  de  loe  oligarcas  no  consistía 
tfimpleBftente  en  inmolar  un  hombre,  sino  un  após- 
tol; no  era  su  empeño  fusilar  un  conspirador,  sino 
apagar  una  idea ;  y  si  osaban  derramar  la  inocente 
sangre  de  un  mártir,  era  por  quebrar  en  el  cadalso  la 
pluma  que  los  había  desprestigiado  en  el  criterio  del 
pueblo;  aquel  aparente  débil  instrumento,  don  del  cielo, 
que  había  producido  la  más  radical  é  irresistible  re- 
volución en  la  política  de  la  República.  Hombres 
eran  aquéllos  que  no  se  detenían  á  pensar,  que  los 
principios  no  se  destruyen  en  los  suplicios,  así  como  la 
fe  religiosa  no  se  calcina  en  las  hogueras.  Pues  las  al- 
mas inspiradas  en  la  libertad,  y  educadas  en  el  reve- 
rente culto  de  la  Patria,  suben  de  los  sangrientos  alta- 
res de  la  expiación,  como  ángeles  celestes,  para 
rociar  la  conciencia  humana,  desde  las  cimas  de  la 
inmortalidad,  con  el  éter  vivificante  de  esos  luminosos 
ideales  que  crean  la  religión  del  patriotismo,  é  inspiran 
abnegación  sublime,  para  enseñarnos  á  padecer  y  mo- 
rir por  las  virtudes  públicas. 

El  señor  Guzmán  fué  llevado  á  la  cárcel  el  4 
de  octubre.  El  juicio  duró  hasta  el  1?  de  junio  del 
47,  en  que  la  Corte  Suprema  confirmó  la  sentencia 
de  muerte  pronunciada  por  la  Superior  y  por  el 
tribunal  de  1?  Instancia.  El  2  del  propio  mes  la 
conmutó  el  Presidente  Monagas,  en  expulsión  per- 
petua, del  territorio  de  la  República. 

X.  Digamos  ahora  quién   era  Rangel,  y   porqué  Ran^. 
se  levantó. 

Francisco  José  Rangel  era  natural  de  Nutrias,  y 
soldado,  según  informes,  del  General  Zaraza  en  la 
guerra  de  la  Independencia,  en   cuyo  servicio  por  los 


96  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

años  de  1817  y  1818  aprendió  á  conocer  minucio- 
samente los  caminos  y  veredas  de  las  sierras  de  Ca- 
rabobo  y  Aragua,  los  vados  de  los  ríos,  quebradas  y 
lagunas  que  bañan  las  tierras  del  Llano  Abajo,  y  los 
inestricables  laberintos  de  sus  matas,  bosques,  saba- 
nas y  galeras.  Defendió  el  Gobierno  en  1835:  y 
licenciado  después  de  la  guerra,  se  dedicó  á  la  labran- 
za en  el  Valle  de  Manuare  en  tierras  de  la  familia  de 
Tovar.  Allí  casó  con  una  hija  de  Juan  Castillo, 
de  Güigüe,  y  vivió  tranquilamente  hasta  el  año  de 
46,  en  que  se  enardeció  con  la  disputa  de  las  elec- 
ciones, á  que  lo  incitaban  los  liberales  de  Valencia/ 
San  Luis  de  Cura. 

Era  un  indio  como  de  50  años,  chato,  de  ma- 
nos y  pies  grandes  y  gruesos,  muy  em pulpado, 
lampiño,  y  de  estatura  mediana:  solía  andar  des- 
nudo de  la  cinta  arriba ;  y  usaba  un  trabuco  enorme 
que  cargaba  con  40,  50  y  aun  60  guáimaros.  Tenía  el 
vigor,  la  astucia,  agilidad  y  fiereza  de  los  tigres.  Esca- 
laba las  sierras  á  saltos;  y  se  escondía  en  los  bosques,  si» 
que  á  nadie  fuera  dable  encontrarle.  Desaparecía  en 
las  derrotas  por  entre  las  quiebras,  que  eran  sus  predi- 
lectos caminos  de  escape,  y  nunca  sabía  nadie  dónde 
dormía.  Cuando  se  embriagaba  tornábase  colérica 
Tomó  las  armas  sin  combinación  con  nadie,  siendo 
comisario  de  Timbique  y  Tacasuruma,  á  causa  de  ha- 
ber anulado  los  oligarcas  las  elecciones  de  Magdale- 
no,  y  de  haberle  perseguido  y  echado  de  las  tierra* 
que  cultivaba. 

Levantóse  el  1?  de  setiembre,  y  con  una  partida 
que  formó  de  300  hombres,  desde  Pacaragua  hasta 
Manuare,  invadió  á  Güigüe  la  noche  del  2,  dando 
vivas  á  Guzmán  y  á  Venezuela  libre,  y  mueras  á  loa 
oligarcas.     Amarraron    al    Alcalde,    señor   Jerónimo 


V  ! 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  97 

Lovera  y  fi  su  Secretario,  José  Domingo  Valiente,  y 
luego  los  soltaron  por  mediación  del  Cura  Pbro. 
Gaspar  Yanes.  Entraron  á  saco  las  pulperías;  y 
bebidos  se  derramaron  por  las  haciendas  vecinas  á 
recoger  bestias,  monturas,  armas  y  esclavos. 

XI.  En  Panecito,   Amapola,  Atacosa,  Milagro  y  tfc^^¿ñn' 
Florida,  cometieron  los  alzados  algunas  fechorías ;  ha- 
biendo sido  la  más  escandalosa  la  de  Yuma,  hacienda 

de  la  propiedad  del  señor  Doctor  Ángel  Quintero. 
Este  político  publicó  en  Va!encia  con  fecha  30  de 
setiembre,  una  relación  de  lo  sucedido,  que  nos  in- 
cumbe rectificaren  el  punto  en  que  asevera  que  Eze-  ■ 
quiel  Zamora  andaba  con  Rangel  aquellos  días;  cuan- 
do es  público  y  notorio  que  Zamora  se  hallaba  para  esa 
fecha  en  La  Victoria,  en  la  comitiva  del  señor  Guzmán, 
como  lo  hemos  dicho  en  nuestra  narración,  y  como  cons- 
ta en  expedientes  de  las  causas  por  conspiración  del 
mismo  Guzmán  y  del  General  Zamora.  El  suceso  de 
Yuma  ocurrió  en  la  madrugada  del  3  de  setiembre,  y 
Zamora  estaba  en  Caracas  desde  agosto,  de  donde  salió 
el  1?  de  setiembre  á  las  seis  de  la  mañana  con  los 
acompañantes  del  señor  Guzmán;  con  quienes  estuvo 
desde  el  2  en  La  Victoria,  hasta  el  7  que  se  disolvieron. 

De   Güigue   siguió  Rangel    á    Magdaleno,  y   de 
aquí  á  Villa  de  Cura. 

XII.  Cerca  de  la  1  de  la  madrugada  del  4  podía  Ataque  áciu- 

1       i  n  /  1       o/\/\  •     dad  de  Cura. 

ser,  cuando  los  íacciosos,  en  numero  de  300,  capi- 
taneados por  Rangel,  atacaron  esta  última  ciudad, 
guarnecida  por  la  fuerza  que,  bajo  el  mando  del 
General  Piñango,  había  despachado  el  Presidente 
Soublette  desde  Caracas,  en  previsión  de  que  los 
revolucionarios,  al  levantarse  en  La  Sierra,  asaltaran 
de    improviso   tan  importante  plaza. 

7 


ws 


98  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

Componíase  este  cuerpo  de  las  milicias  de  San 
Pedro,  comandadas  por  el  Capitán  Benito  Esteller ; 
y  de  la  compañía  del  Capitán  Jorge  Racamonde, 
acantonado  hacía   tiempo  en  San  Juan  de  los  Morros. 

Acometieron  los  liberales  la  plaza  por  tres 
calles  simultáneamente,  á  los  gritos  de  viva  Guzmán, 
viva  la  libertad;  y  aunque  cargaron  reciamente  tres 
ó  cuatro  veces  las  posiciones  de  Piíiango,  fueron 
al  fin  rechazados  antes  de  rayar  el  día,  bien  que 
unos  y  otros,  sufrieron    muchas  pérdidas. 

De  aquí  se  revolvieron  aprisa  hacia  Magdaleno, 
donde  fueron  alcanzados,  poco  antes  de  la  tarde,  por 
las  tropas  que  el  General  Páez  había  sacado  el  día 
anterior  de  Maracay,  con  ánimo  de  buscarlos  y  des- 
truirlos. 

Parapetáronse  los  derrotados  en  las  calles  del 
pueblo;  y  en  la  refriega  dispararon  al  General  Páez 
un  trabucazo  á  boca  de  jarro  por  la  puerta  de  una 
casa,  que  por  suerte  no  le  mató.  El  agresor  fué 
al  punto  hecho  prisionero;  pero  el  General  Páez 
no  quiso  hacerle  daño  alguno,  diciendo  que  aquel  in- 
cidente era  un  lance  natural,  muy  propio  de  la  guerra, 
de  que  nadie  en  justicia  podía  ser  personalmente  res- 
ponsable. N 

rJtldfí pínV-  XIII.  Rangel,  desalojado  y  perseguido,  entróse  á 

rttid0,  todo  correr  por  la  montaña  adelante,   donde  pensaba 

reponerse  de  la  rota  y  reconcentrar  los  dispersos. 
Allí  supo  á  poco  el  levantamiento  de  Zamora  en 
el  sitio  de  Guambra,  de  que  pronto  hablaremos ;  y 
desde  aquel  instante  no  pensó  ya  más  que  en  salir  á 
encontrarle  por  veredas  de  él  sólo  subidas,  recono- 
cerle por  Jefe,  y  ponerse  á  sus  órdenes,  con  su  gente 
y  elementos   de  guerra. 

El  General    Páez  luego   que  dispuso   en  Agua 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  99 

Blanca  que  el  Capitán  Esteller,  con  dos  columnas 
•de  infantería,  regresase  á  Ciudad  de  Cura;  y  que  el 
Capitán  Jorge  Racamonde  fuese  á  ocupar  á  Mag- 
daleno, marchó  con  el  resto  de  sus  tropas  y  el 
Estado  Mayor  la  vuelta  de  Maracay,  donde  sentó 
por  el    momento  su  Cuartel  General. 

Racamonde  llegó  el  7  á  Magdaleno ;  constituyó 
allí  una  autoridad,  que  dejó  con  cinco  soldados  y 
algunos  vecinos  de  á  caballo,  para  mantener  el  orden 
en  su  ausencia;  y  se  adelantó  á  Yuma,  á  las  once 
del  mismo  día.  Al  atravesar  la  hacienda  de  Macapo 
salió  precipitadamente  de  uno  de  los  callejones  un 
faccioso,  de  nombre  Esteban  Breto,  el  cual  acometió 
de  repente  al  señor  Pedro  Bolívar,  que  iba  con  Ra- 
camonde, y  tirando  estocadas  á  diestro  y  siniestro, 
hirió  dos  mas,  y  amenazó  á  otros  ;  hasta  que  uno  de 
los  soldados  le  apuntó  con  el  fusil,  y  le  pasó  las 
sienes   de   un    balazo. 

En  Yuma  supo  Racamonde  que  los  esclavos  de 
las  haciendas  se  habían  alzado  el  3,  que  todo  aquel 
territorio  era  enemigo,  y  que  los  puentes  del  Charal, 
en  el  camino  de  Güigüe  a  Valencia,  habían  sido 
destruidos  para  cortar  las  comunicaciones  entre  estas 
dos  plazas;  en  fuerza  de  lo  cual  regresó  el  mismo 
día  á  Magdaleno,  adonde  llegó  p*>co  antes  de  las 
8  de  la    noche. 

En  la  mañana  siguiente,  aumentada  su  corta 
fuerza  con  una  partida  de  32  hombres  armados  de 
fusil,  que  organizó  el  Capitán  Manuel  Guevara,  de- 
terminó salir  con  ella  á  recorrer  las  montañas  de 
Tucupido  y  Guacamaya,  en  dirección  de  Tacasuruma  ; 
y  en  esta  excursión  llegaron  á  sus  oídos  noticias 
de  haberse  visto  pasar  por  allí,  días  antes,  muchas 
partidas     armadas    camino     del    valle   de    Manuare, 


nuare. 


100  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

que  era,  á  lo  que  parecía,  el  punto  de.  reunión  de   la. 
gente  de  Rangel. 

XIV.     El    Oral.  León  de  Febres  Cordero,  nom- 

£1  Oral.  Cordero. 

brado  Jefe  de  Operaciones  de  Güigüe,  ocupó  este  pue- 
blo el  10  por  la  mañana,  adelantó  sus  fuerzas  hasta  La 
Florida,  hacienda  del  señor  José  María  Mendoza,  sita 
á  orillas  del  Lago,  y  se  puso  en  comunicación  con 
Racamonde,  que  estaba,  como  hemos  dicho,  en  Mag- 
daleno. 

vaiu de  Ma-  XV.    El  valle  de  Manuare  de  la  Sierra  de  Cara- 

bobo,  que  sirvió  de  campamento  muchas  veces  á  las 
tropas  del  Gobierno  y  á  las  dé  los  liberales,  mide  6  le- 
guas de  circunferencia,  y  dista  5  de  Güigüe.  De  sus 
cerros  nacen  los  ríos  Pacaragua,  Mucaria  y  Game- 
lotal  qu<3  desembocan  en  el  río  Pao,  de  San  Juan 
Bautista,  á  una  milla  de  este  pueblo;  el  río  Manuare, 
ó  Tiznados,  cuyas  vertientes  están  en  el  Palmar, 
y  cuyo  curso  va  por  la  Ollita,  Mocundo,  El  Es- 
panto, El  Almidonal,  La  Ceiba,  y  la  Galera  de 
Casanga,  cerca  de  la  cual  se  le  junta  el  río  de  la 
Platilla,  que  viene  serpenteando  desde  las  alturas  de 
Picacho  Blanco.  En  otra  de  sus  verdes  cumbres 
están  los  manantiales  del  río  Gnárico,  que  baja  hasta 
su  fondo,  y  corre  al  valle  llamado  de  Tacasuruma,  y 
ahora  Municipio  de  Belén,  de  donde  sigue  á  fertilizar 
otras  tierras  más  allá  de  San  Luis  de  Cura  v  San 
Juan  de  los  Morros.  A  estos  canales  de  riego,  escul- 
pidos caprichosamente  por  la  naturaleza,  hay  que 
agregar  muchas  quebradas,  como  ias  llamadas  Bejuco 
y  Las  Piedras,  que  corren  de  Sur  á  Norte,  y  la 
Barbasen  que  va,  al  contrario,  de  Norte  á  Sur,  nota- 
bles entre  todas   por  su  mayor  caudal  de  aguas. 

De  Manuare   á    las   Guasduitas    hay    3    leguas, 
entrecortadas  por  riachuelos :  á    Yuma  no    menos   de 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  101 

5,  partiendo  por  el   intransitable  camino   de  Caieara 
v  Cerro  Azul;  á  la  cuesta  de  las  Muías  de  3  á  4. 

XVI.  El  pensamiento  de  revolver  el  país  para  a1***"1**»' 
derribar  la  oligarquía  por  las  armas,  avasallaba  el 
espíritu  de  los  directores  más  exaltados,  y  encontraba 
buena  acogida  en  no  pocas  ciudades  y  vecindarios 
-de  Caracas,  Aragua,  Guárico,  Carabobo,  Barcelona  y 
Barinas.  Las  breves  noticias  que  vamos  á  recordar 
bastarán   para  comprobar   esta  aseveración. 

En  los  primeros  días  de  setiembre,  luego  que 
todos  entendieron  los  sucesos  de  Villa  de  Cura, 
empezaron  á  aparecer  Facciones,  armadas  de  diver- 
sos modos,  en  las  cercanías  de  Valencia,  La  Vic- 
toria, Guanare  y  Cajiua,  en  Tacarigua  y  Curiepe, 
en    Capaya  y  Valles  del  Tuy     y  otros  lugares. 

José  Orencio  Castellanos,  capitanea  una  cua- 
drilla de  23  hombres  de  a  caballo  por  los  Gua- 
yos, entre  la  Glorieta  y  la  Negra,  encuéntrase  con 
la  patrulla  del  Comandante  Roa,  y  del  choque  sa- 
len   unos   heridos    y    otros  quedan    en    el  campo. 

Cerca  de  media  noche  sería,  cuando  otra  p.irtida 
de  20  ó  30  hombres,  armados  de  lanzas  y  trabu- 
-cos,  dando  vivas  á  la  libertad,  y  mueras  á  los 
oligarcas,  sorprenden  el  vecindario  de  Las  Teje- 
rías, en  el  camino  de  Caracas  á  La  Victoria,  ame- 
nazan al  Comisario  de  Guayas,  Señor  Felipe  León, 
y  recogen  y  se  llevan  cuantas  anuas  y  pertrechos 
hubieron    á   las    manos. 

Tras  esta  guerrilla  aparecieron  el  día  siguien- 
te otras  más,  que  tomaron  el  mismo  camino  que 
-vieron  que    la   primera  llevaba. 

Rafael  Flores  Calvarefío,  vecino  de  Charallave, 
se   alzó    el   6    del    mismo    mes.     Bajó    por  la  que- 


102  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

brada  de  Chacao  á  la  boca  de  la  de  Cagua  y  & 
Palomas,  reclutando  gente  y  recogiendo  municione» 
de  guerra.  Acompañábale  como  secundo,  José  de 
Jesús  Zamora. 

A  estos  se  iban  reuniendo  los  esclavos  de  las  ha- 
ciendas por  donde  pasaban;  k  quienes  prometía  Calva- 
reno  la  libertad.  Por  lo  cual  dispusieron  las  autorida- 
des  del  Tuy,  que  en  las  haciendas  debían  estar,  á  las 
7  de  la  noche,  todos  los  esclavos  y  manumisos  dentro 
de  sus  respectivos  repartimientos,  y  que  sólo  por  un 
caso  urgente  podían  salir  después  de  dicha  orden  con 
una  boleta  en  que  se  manifestara  la  causa.  Tam- 
bién se  ordenó  á  los  dueños  y  mayordomos,  que 
inmediatamente  que  se  tugara  algún  esclavo  ó  ma- 
numiso, dieran  parte  a  las  autoridades,  con  las  señales 
fisonómicas  del  prófugo  para  perseguirlo. 

El  12  de  setiembre  á  la  1  de  la  tarde  fué 
capturado  Calvareño,  con  algunos  de  sus  principa- 
les compañeros  por  una  guerrilla  de  caballería  de 
Charallave,  auxiliada  de  un  piquete  de  infantería. 
En  la  noche  del  mismo  día  fué  aprehendido  en  Ta- 
cata su  segundo,  Zamora,  y  los  subalternos  Marcos 
Arestigueta,  Pío  Andrade,  José  Espinoza  y  Gregorio 
Chacín,  quienes  fueron  remitidos  presos  por  el  Jete 
político  del  Cantón  de  Oumare  del  Tuy,  al  Tribunal 
del  mismo,  enviándose  junto  con  ellos  las  diligencias 
sumarias  practicadas  por  el  Juez  de  Charallave  so- 
bre la  facción  acaudillada  por  Calvareño.  Encontró 
el  Juez  mérito  para  proceder  contra  todos,  y  libró 
auto  de  prisión ;  pero  á  los  dos  días  puso  en  li- 
bertad á  Chacín,  por  estimar  desvanecidos  los  car- 
gos   que    aparecieron    contra    él. 

De   las   declaraciones   de  los    presos,   resultaron 
indicios    fundados  contra  Alejandro    Tosta,    y    se    le 


r 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  103 

mandó  prender,  como  en  efecto  lo  hicieron  ;  lo  mismo 
que  á  Pedro  Díaz  y  Juan  Barrios,  de  Cria. 

Calvareüo  fue  enjuiciado  por  conspirador,  sen- 
tenciado á  muerte  y  fusilado. 

En  Barlovento  se  levantaron  en  la  segunda  quin- 
cena de  setiembre,  el  Capitán  Pedro  Vicente  Aguado, 
el  Doctor  Manuel  María  Echeandía  y  su  hermano  Juan 
Bautista,  Mariano  Tirado,  José  Padilla,  Tomás  Gala- 
rraga,  Felipe  Pérez,  Carmen  Bocaranda,  Francisco 
Marcelino  Blanco,  Julián  Mejfas,  Fernando  Muñoz, 
Magdaleno  Martínez,  Silverio  Ríobueno,  Francisco  Or- 
dófiez,  Antonio  Hernández,  quienes  á  la  cabeza  de 
cuatrocientos  hombres,  entre  libres  y  esclavos,  ar- 
mados de  lanzas,  machetes  y  garrotes,  ocupa! on  á 
Río  Chico  y  soplaron  la  llama  de  la  guerra  civil 
por  el  litoral  hasta  Barcelona,  y  tierra  adentro  hasta 
Cancagua  y  el  Tuy. 

Semanas  después  se  presentaron  las  guerrillas 
de  Pedro  Blanco,  Julián  Díaz  y  Canelones,  en  Las 
Empalizadas,  Las  Mayitas,  montaña  de  Turen  y 
Sabana  Seca,  territorio  de  la  provincia  de  Barinas. 

XVIT.  Apercibido  el  Gobierno  en  fines  de  agos-  ^m"**1*0' 
to  de  que  podría  turbarse  el  orden  público,  pidió  y  ob- 
tuvo el  acuerdo  y  consentimiento  del  Consejo  de 
Gobierno  para  emplear  en  su  resguardo  la  fuerza 
armada  permanente,  llamar  al  servicio  hasta  diez  mil 
hombres  de  la  milicia  nacional  de  reserva  y  nom- 
brar, como  en  efecto  nombró  el  1?  de  setiembre, 
al  General  Páez,  Comandante  en  Jefe  del  Ejército,  y 
al  General  José  Tadeo  Monagas,  segundo  Jefe,,  al 
General  Judas  Tadeo  Piñango,  Jefe  del  Estado 
Mayor  General,  y  Ayudante  General  del  mismo 
Estado  Mayor  al  Coronel  Juan  de  la  Cruz  Pa- 
redes; y    en   cumplimiento   del   artículo   quinto    del 


104  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Decreto  Ejecutivo  de  7  de  mayo  de  aquel  año,  llamó 
en  previsión  de  los  sucesos  al  servicio,  con  fecha 
3  de  setiembre,  trescientos  hombres  de  las  milicias 
de  reserva,  de  cada  una  de  las  provincias  de  Ma- 
racaibo  y  Barquisimeto ;  doscientos  del  Cantón  Ori- 
tuco,  y  ciento  de  caballería  del  Cantón  Chaguaramas, 
y  encargó  al  General  José  María  Zamora  de  la 
Comandancia  de  Armas  de  la  provincia  de  Caracas, 
con  orden  de  situarse  en  Orituco  v  de  ocurrir  al 
Tuv  en  caso  de  necesidad.  Facultó  al  General  Páez 
para  que  tomase  cuantas  providencias  tuviese  por 
conveniente  para  custodia  y  seguridad  del  parque  de 
Maracay ;  y  por  la  Gobernación  de  la  provincia  se 
dispuso,  que  los  Jefes  políticos  de  San  Sebastián, 
Cura,  La  Victoria,  Turmero,  Maracay  y  Calabozo  eje- 
cutaran todo  lo  que  dicho  General  les  comunicase 
para  la  reunión  de  las  milicias  y  adquisición  de  ca- 
ballos. 

Al  General  Macero,  Jefe  político  de  Ocumare, 
se  le  advirtió  el  peligro  que  podían  correr  los  Va- 
lles del  Tuv  con  motivo  de  las  ocurrencias  de  La 
Victoria. 

En  tal  situación,  supo  el  Gobierno  el  ata- 
que de  Rangel  á  Villa  de  (Jura  y  los  alzamientos 
de  varias  partidas  en  las  provincias  de  Caracas, 
Caraboho  v  Harinas ;  v  en  el  acto  autorizó  al  Ge- 
neral  Monadas  para  que  levantara'  con  las  milicias 
de  reserva  de  las  provincias  de  Barcelona  y  Cumaná 
y  Alto  Llano  de  Caracas,  un  cuerpo  de  ejercito  de 
tres  mil  hombres  de  infantería  v  caballería :  v  le 
comunicó  órdenes  precisas  sobre  el  acantonamiento 
de  sus  fuerzas  en  los  lugares  que  había  de  cubrir,  de- 
biendo fijar  su  Cuartel  General  en  Chaguaramas. 
A  Páez  se  le    dijo  que  levantara   un  cuerpo    de    seis 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  105 

mil,    con  las    reservas  de  Caracas,   Carabobo,  Apure, 
Barquisiraeto  y  Barinas. 

Y  á  uuo  y  otro  se  confirieron  poderes  para 
que  llamaran  Jefes  y  oficiales  al  servicio  con  mando 
de  fuerzas,  pidieran  caballos,  ganados  y  cuanto  hu- 
bieran menester  para  el  equipo  y  subsistencia  de 
sus  fuerzas  respectivas,  expidieran  cartas  de  pago 
y  llevaran  la  cuenta  de  la  distribución  de  los  fondos 
por   comisarios  de  guerra. 

Se  llamó  al  General  Zamora  á  Caracas  y  se 
nombró  Jefe  militar  de  Chaguaramas  al  Coman- 
dante Lorenzo  Belisario,  y  de  Orituco,  al  Coman- 
dante J.  J.  Gil. 

En  la  provincia  de  Carabobo  ordenó  su  Go- 
bernador Miguel  Herrera,  que  el  Jefe  político  del 
Pao  pusiese  sobre  las  armas  cien  hombres  de  in- 
fantería y  ciento  de  caballería,  para  situar  veinticinco 
de  ellos  en  El  Baúl,  amenazado  por  la  facción 
que  acababa  de  aparecer  en  Guanarito,  y  el  resto 
lo  emplease  en  el  territorio  de  la  parroquia  cabe- 
cera para  atender  á  los  insurrectos  de  sus  Llanos 
v  á  los  de  la  Sierra;  v  mandó  poner  cincuenta 
hombres  de  caballería  en  cada  uno  de  les  Cantones  San 
Carlos  y  Tinaco,  debiendo  observarse,  para  seguridad 
de  los  propietarios  á  quienes  se  exigieran  caballos, 
las  reglas  de  valorarlos,  por  dos  peritos  nombrados, 
uno  por  la  autoridad  y  otro  por  el  interesado,  ex- 
presando el  pelo,  hierro  y  señales  particulares,  con 
toda  claridad,  para  que,  en  caso  de  no  volverse 
á  sus  dueños  ó  de  que  volvieran  con  detrimento 
de  su  valor,  fueran  éstos  debidamente  indemnizados. 
Los  caballos  se  entregarían  bajo  inventario,  formado 
con   los   mismos    pormenores,    al  Comandante    de    la 


100  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

fuerza,  el  cual  daría  recibo  y  llevaría  el  alta  y  baja 
comprobada  de  ellos. 

p«rtórS,b¿e™I  XVIII.    Ya   á    esta  sazón  había  determinado  el 

per iodistas  libe-  r*i     \  •  -,  ,  r\  t 

raiet.  (jronierno    per-eguir,  no  solamente  al  señor  Guzman, 

sino  á  todos  los  periodistas  liberales;  y  á  este  fin 
expidió  el  Minstro  del  Interior  una  circular  á  los 
Gobernadoies  de  las  Provincias,  en  que  calificaba  de 
sediciosa,  inmoral  //  absurda  la  prensa  de  la  oposición; 
y  excitaba  á  aquellas  autoridades  á  vigilar  los  perió- 
dicos, y  á  enjuiciar  á  sus  redactores  ó  editores,  por  me- 
dio de  los  Procuradores  Municipales,  que  eran  por 
el  Código  de  1837,  los  encargados  de  ejercer  estas 
repugnantes  funciones.  El  señor  Doctor  Felipe  Larra- 
záhal,  ilustrado  no  menos  que  enérgico  y  resuelto, 
refutó  aquel  documento  en  el  editorial  del  número  78 
de  su  periódico  El  Patriota,  con  tal  copia  de  buena 
doctrina,  y  en  tono  tan  grave  y  sereno,  como  perte- 
necía á  la  alteza  de  la  materia,  que  es  de  justicia  re- 
producirlo en  este  libro  á  manera  de  cuerpo  de  prin- 
cipios de  Derecho.  Aquel  periodista,  único  tribuno  de- 
mócrata que  quedaba  en  pie,  tomó  A  su  cargo,  pos- 
puesto todo  temor  y  aventurado  á  todo  riesgo,  la  de- 
fensa de  la  prensa  liberal  que  venía  sosteniendo 
desde  1S40  las  libertades  constitucionales,  la  reden- 
ción de  las  industrias,  los  derechos  individuales  y 
el    dogma  de  la    soberanía  del  pueblo. 

El  Ministro,  en  vez  de  contestar  ó  hacer  con- 
testar por  la  p 'cnsa  este  brillante  escrito,  mandó  prender 
al  Doctor  Larrazábal:  y  no  habiendo  podido  hallarle,  le 
persiguió  de  tal  manera,  que  hubo  de  obligarle 
á  salir  furtivamente  del  país  y  refugiarse  en  la  isla 
holandesa  de  Curazao. 

Desdi1    aquel  día   enmudeció  la   prensa   liberal; 
se  desembozó   el   Gobierno  y  empezó  á  germinaren 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  107 

el  pueblo  la  rebelión,  para  reivindicar  su  soberanía, 
radicada  en  el  derecho  de  votar,  y  la  soberanía  de  la 
inteligencia,  radicada  en  el  derecho  de  la  prensa. 

La  libertad  de  imprenta  es  uno  de  los  dere- 
chos individuales,  que  proceden  de  las  leyes  de  la  na- 
turaleza ;  lo  mismo  que  la  libertad  de  pensar,  ha- 
blar, sentir  y  creer.  Así  que,  el  restringirla  no  sólo 
entorpece  el  funcionamiento  armónico  de  las  socie- 
dades bien  organizadas,  sino  que,  en  el  mundo  mo- 
ral, constituye  el  delito  de  encadenar  una  facultad 
del  alma,  y  contrariar  la  ordenación  del  piar,  conce- 
bido por  la  Providencia,  cuando  dio  este  nuevo  sen- 
tido al  pueblo,  per  medio  de  la  revelación,  como  arma 
divina  para  defender  el  decálogo  de  sus  derechos,  y 
voz  de  acentos  inmortales  para  conmoverle  á  su  per- 
fección indefinida. 

Por  el  contrario,  el  resguardarla  de  las  ase- 
chanzas y  golpes  de  mandatarios  pervertidos,  sera 
siempre  obra  meritísima -de  los  hombres  públicos  que 
laboran  por  establecer  nuevas  eras  de  moral  y  liber- 
tad, según  los  preceptos  de  Dios:  <  orno  lo  hizo  nues- 
tro Partido  Liberal  cuando  grabó  en  la  Constitución 
de  18(54,  como  fruto  de  la  guerra  civil  de  la  Fede- 
ración, los  más  avanzados  principios  políticos  de  la 
democracia  moderna;  (Mitre  otros,  la  libertad  de  la 
prensa  sin  restricciones  de  ninguna  especie.  Pues  á 
esta  libertad  no  pueden  imponérsele,  sino  las  únicas 
con  que  las  costumbres  de  la  gente»  civilizada  mo- 
deran y  regularizan  el  uso  de  la  palabra,  en  la  conver- 
sación y  la  oratoria;  en  atención  á  que  los  dere- 
chos individuales  de  hablar  v  escribir  son  tan  seme- 
jantes  entre  sí,  ó  mejor  dicho,  tan  idénticos,  que 
cuanto  se  diga  del  primero  puede  aplicarse  estricta- 
mente al  segundo;  como  que  uno  y  otro  proceden  de 


108  DOCTOR  L.  VILLA.NUEVÁ 

la   misma  fuente,   y  son  al  igual  facultades    represen- 
tativas de  la  dignidad  del  hombre  y  del  pueblo. 

De  todo  lo  cual  resolta,  que  en  el  modo  de 
resolver  problemas  de  este  género,  estriban  las  di- 
ferencias orgánicas  de  nuestros  dos  partidos.  De 
suerte  que,  cuando  el  conservador  porfía  por  reducir 
la  esfera  de  actividad  de  la  prensa  y  por  decretar 
castigos  para  los  periodistas,  empéñase  el  liberal  en 
dilatar  hasta  la  utopia  los  lindes  de  todas  las  libertades 
y  de  todos  los  derechos,  para  constituir  el  reinado 
del  hombre,  mirándole  tan  libre  como  salió  de  las  ma- 
nos del  Creador. 

Hé  aquí  la  circular  del  Ministro  y  el  editorial 
de  El  Patriota  : 

ei  Dr. Larra-         XIX.    En  las  terribles  v  complicadas  eiicunstancias  en 

zábal    defiende  ,       -*▼■/*,         L  ,, 

la  libertad  de  que  se  encuentra  la  .Nación;  hoy,  que  nos  vemos  sin  Cons- 
impranta.  titución  ni  leyes,  sujetos  al  régimen  imperante  de  la  fuerza  ; 
cuando  el  desentreno  opresor  de  los  gobernantes  contra 
el  pueblo  lia  llegado  á  su  colmo  y  la  majestad  de  la  so- 
beranía popular  se  vé  ultrajada :  cuando  los  delegados 
del  poder  publico  han  desgarrado  los  testimonios  de  su 
autoridad,  en  desprecio  de  la  mayoría,  y  ajado  con  avi- 
lantez ese  pueblo  mismo  de  donde  parten,  como  de  un 
centro  fecundo,  todos  los  poderes  activos  de  la  sociedad, 
el  Gobierno  del  General  Soublctte  cómplice  de  tantos  y 
tamaños  crímenes,  tiene  todavía  el  inconcebible  arrojo  de 
expedir  una  circular  á  los  gobernadores,  y  de  maltratar 
en  ella  á  ios  ciudadanos  todos  de  Venezuela,  que  dema- 
siado amantes  de  la  paz,  y  llevando  sus  respetos  por  el 
orden  público  hasta  un  exceso  que  raya,  podremos  decir, 
en  culto  y  veneración,  han  preferido  el  humilde  sufrí  mien- 
to, al  ejercicio  de  los  derechos  imprescriptibles  que  por 
naturaleza  les  competen  para  repeler  la  opresión,  para 
■confundir  las  tramas  de  la  iniquidad  y  del  despotismo, 
y  castigar  de  muerte  al  tirano  que  intente  usurpar  la 
potestad  soberana  de  los  hombres  libres. 

Y  como  cumple  á  los  intentos  proditores  de  ese  go- 
bierno, que  carga  ya  con  el  peso  de  plomo  de  la  exe- 
cración pública,  presentar  á  la  Hbertad  de  la  imprenta 
eual  si  fuese  el  origen  del  mal,  ó  el  tomes  corruptor  de 
nuestra  inocencia,  que  lia  ocasionado  los  movimientos 
perturbadores  de  la  pública  tranquilidad  ;  como  importa 
ú  esa  administración   sin   fe,  buscar,  astutamente  á  quien 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  10í> 

hacer  responsable  de  sus  culpas  que  le  infunden  miedo  y 
atemorizan,  semejante  á  aquellos  niños  malvados  que 
buscan  en  la  excusa  la  impunidad,  y  en  la  falsa  impu- 
tación el  descargo  de  sus  hechos,  no  se  habla  en  la  cir- 
cular de  otra  cosa  sino  del  carácter  sedicioso  de  nues- 
tros escritos,  y  de  los  motivos  que  tiene  el  gobierno  para 
reconocer  en  el  abuso  de  la  libertad  de  imprimir  la  causa 
principal   de    los  atentados  (pie  hoy   tienen  en  alarma  la 

República ¡Como  si   los  periodistas  que  de  continuo 

no  hemos  hecho  otra  cosa  que  inculcar  los  preceptos  de 
moderación  y  los  avisos  prudentes  de  la  legalidad,  fueran 
los  que  han  roto  con  escándalo  la  Constitución  y  barre- 
nado las  leyes !  ¡Como  si  la  prensa  hubiera  suspendido 
concejos,  anulado  electores,  deshecho  registros,  violado 
asambleas,  depuesto  jueces,  quemado  listas,  etc. !  ¡  Como 
si  la  moderada  libertad  de  publicar  nuestros  pensamien- 
tos, de  que  siempre  usamos,  y  que  garantida  nos  está  por 
la  ley  fundamental,  pudiera  jamás  merecer  el  dictado  de 
sediciosa  al  frente  de  los  hechos  del  gobierno,  á  la  pre- 
sencia de  las  injusticias  atroces  y  de  los  desmanes  inaudi- 
tos y  atentatorios  cometidos  por  la  viciosa  administración 
del  General  Soubletté  ! 

Discurramos,  sin  embargo,  por  cada  uno  de  los  inul- 
tos de  la  Circular,  y  presentemos  nuestras  ideas  y  obser- 
vaciones en  contraste  de  las  del  gobierno,  defendiendo  la 
justicia,  la  verdad;  defendiendo  la  razón,  hija  del  cielo, 
cuyos  respetos  miramos  vulnerados  en  la  producción  que 
nos  ocupa.  Desempeñemos  una  vez  más  los  sagrados 
deberes  de  nuestra  misión.     La  circular  dice  así : 

"CIRCULAR  DEL  GOBIERNO  SUPREMO  A  LOS  GOBERNADORES 

"República  de  Venezuela. — Secretaría  de  los  despachos  del 
Interior  v  Justicia. — Sección  2a — Número  41  «S. — Cara- 
cas:  27  de  agosto  de  184o*. — Ano  17°  de  la  Ley  y  30a 
de  la  Independencia. 

"  Señor  Gobernador  de  la  Provincia  de  Caracas. 

*AEs  ya  intolerable  el  carácter  sedicioso  que  ha  tomado 
la  prensa  en  algunas  provincias  de  Venezuela.  Ha  pasado 
la  época  de  las  elecciones  primarias,  en  que  el  calor  de 
las  opiniones  en  colisiór,  produce  ordinariamente  algunos 
excesos,  y  se  nota  con  aMunbro  que  lejos  de  volver  los  es- 
critores á  la  senda  que  el  patriotismo  y  la  ley  les  señalan, 
algunos  se  desvían  más  y  mas  de  ella  y  continúan  desmo- 
ralizando al  pueblo  inocente  con  doctrinas  absurdas,  cuya 
sola  publicación  basta  para  desacreditarnos  en  lo  interior 
y  c\xterior.  Xo  debe  permitirse  que  escritores  imprudentes 
ó  enemigos  del  orden  alejen  de  nuestro  suelo  la  conñanza 
de  que  tanto  hemos  menester  para  nuestra  mejora  en  to- 
dos los  ramos  de  la  riqueza  nacional. 


110  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

"Poderosos  motivos  tiene  el  Gobierno  para  reconocer 
en  el  abuso  déla  libertad  de  imprenta,  la  causa  principal 
de  los  atentados  contra  el  orden  público  que  en  1844,  tu- 
vieron lugar  en  varios  cantones,  y  de  los  que  tienen  hoy 
en  inseguridad  el  de  Calabozo  y  en  alarma  una  parte  de 
la  República.  Cree  que  esta  misma  convicción  tiene  una 
gran  mayoría  de  ciudadanos  y  que  por  tanto  US.  debe  esti- 
mularlos á  que  con  sus  luces  é  influjo,  procuren  impedir 
la  corrupción  del  criterio  puro  y  los  males  que  de  ella  se 
derivan. 

"  En  cuanto  á  los  funcionarios  encargados  por  la  ley 
de  perseguir  á  los  autores  ó  editores  de  escritos  sediciosos 
é  inmorales,  el  P.  E.  ha  dispuesto  se  diga  á  US. 

"1?  Que  excite  inmediatamente  y  déla  manera  más 
enérgica  á  todos  los  procuradores  municipales  de  los  can- 
tones en  que  estuviere  establecida  alguna  imprenta,  á  ejer- 
cer sobre  los  escritos  que  en  ella  se  publiquen,  la  debida 
vigilancia  y  á  acusar  oportunamente  todos  los  que  estén 
marcados  con  alguna  de  las  notas  de  calificación  de  que 
hablan  los  art'culos  Io  y  2o  lev  4H  del  Código  de  27  de 
abril  de  1830. 

"2?  Que  recomiende  á  los  jueces  que  presiden  el  ju- 
rado que  ha  de  conocer  de  estas  causas,  la  preferencia 
en  el  despacho  de  ellas. 

"3o  Que  avise  al  P.  E.  cualquiera  falta  que  note 
por  parte  de  dichos  jueces,  ó  de  los  procuradores  municipa- 
les, para  aplicar  el  remedio  conveniente;  y  dé  asimismo 
noticia  de  los  fallos  manifiestamente  injustos  que  pronun- 
cie el  tribunal  del  jurado  para  procurar  ante  las  Cámaras 
el  debido  castigo. 

"  El  Gobierno  encarga  á  US.,  muy  especialmente,  el 
cumplimiento  de  esta  resolución,  y  dispone  que  se  le  infor- 
me de  todo  lo  que   se  practique  en  ejecución  de  ella. 

u  Soy  de  usted  atento  servidor. 

Francisco  Cobos  Fuertes." 

Ahora  bien:  ¡  cuál  es  el  carácter  de  nedici 'ó n  que  ha 
tomado  la  prensa  entre  nosotros  f  ¿  Cuáles  son  los  escritos 
liberales  que  persuaden  los  tumultos  populares  y  aconsejan 
el  levantamiento  de  las  masas  contra  las  autoridades  cons- 
tituidas?— O  el  supremo  gobierno  no  define,  ni  sabe  bien  lo 
que  es  aediriotto  en  sí,  ó  con  cierta  ligereza  injuriante  atri- 
buye á  nuestras  producciones  una  nota  distintiva  que  no 
merece,  confundiendo  los  cargos  severos  dirigidos  á  una 
administración  vacilante,  y  acusada  de  actos  ilegales  y  de 
abuso  extremado  de  poder,  con  las  excitaciones  populares 
de  rebelión   y  de  perturbac  ón  del  orden.y  de  la  tranquil  i- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  111 

dad  publica.  Nosotros  no  conocemos  ningún  impreso  sedi- 
eiofto;  la  República  no  tiene  idea  de  ese  carácter  en  las 
producciones  periódicas  de  su  prensa  liberal ;  el  gobierno 
no  puede  presentar  ni  un  polo  ejemplar,  ni  una  sola  pá- 
gina siquiera  en  donde  haya  razón  para  decir  que  allí 
»e  babía  abusado  de  la  libertad  de  imprenta,  publicando 
conceptos  dirigidos  á  excitar  la  rebelión  ni  el  desconoci- 
miento de  los  poderes  públicos.  Y  no  obstante,  dice  el 
señor  Cobos,  á quien  pertenece  la  redacción  déla  Circular, 
qne  es  ya  intolerable  ene  carácter  sedicioso  de  nuestra  prensa; 
como  queriendo  denotar  en  la  expresión,  que  la  prensa  ha 
apurado  por  demás  el  sufrimiento  del  gobierno.  Nosotros 
w\  que  con  sobra  de  razón  y  de  justicia  pudiéramos  decir 
que  es  ya  -intolerable  el  carácter  de  despotismo  que  ha  asu- 
mido el  gobierno  de  Venezuela  :  que  es  ya  intolerable  el  desca- 
ro con  qne  rióla  la  Constitución  abiertamente  y  desobedece 
las  leyes :  que  es  ya  intolerable  el  género  de  impudencia 
con  que  se  hace  ostentación  de  prostituir  la  razón  pública, 
de  insultar  la  magestnosa  grandeza  de  nuestros  pueblos, 
de  contrastar  su  voluntad,  y  de  repetirle  que  su  libertad 
es  una  quimera  y  su  igualdad  un  delirio.  Nosotros  si,  que 
podríamos  decir  cuantas  veces  nos  placiese,  qne  ya  es  insu- 
frible^  intolerable,  que  no  puede  s>  portarse  por  más  tiempo  la 
tiranía  sistemática  de  los  mandatarios;  porque  no  es  una  vez 
ni  dos  las  ocasiones,  que  la  han  ejercido ;  porque  no  es  una 
Tez  ni  dos,  que  han  roto  en  menudas  trizas  la  Constitu- 
ción ;  porque  no  es  una  vez  ni  dos,  que  el  pueblo  ha  lle- 
gado á  pique  de  perder  su  habitual  paciencia,  urgido  por 
las   violencias  y  desmanes  del  gobierno. 

Hay  una  diferencia  grande,  inmensurable,  entre  ense- 
ñar al  pueblo  sus  derechos  y  excitarle  á  la  rebelión.  Esto 
debe  desaprobarlo  todo  hombre  sensato;  pero  aquello 
merece  los  respetos  de  la  sociedad  entera.  Nuestro  go- 
bierno, no  obstante,  envuelto  en  un  torbellino  de  errores, 
absurdos  é  inconsecuencias,  ha  confurdido  el  elevado  mi- 
nisterio de  la  prensa,  que  es  la  instrucción  popular,  con 
los  estímulos  y  provocaciones  revolucionarias  de  que  pue- 
den tenerlo  temeroso  la  conciencia  de  sus  propias  infrac- 
ciones. Nosotros  no  hemos  visto,  como  antes  se  ha  dicho, 
ninguna  producción  que  la  marcase  el  carácter  de  sedicio- 
sa ;  y  sí  hemos  visto  muchas,  y  aun  las  hemos  publicado 
nosotros  mismos,  que  tienden  al  primordial  objeto  de  ense- 
ñar á  los  pueblos  sus  derechos  y  recordarles  su  autoridad. 
Y  tal  y  tan  grande  es  el  desbarro  del  gobierno  del  Gene- 
ral Soiiblette,  que  al  llamar  SEDICIOSAS  nuestras  pro- 
ducciones, ha  incurrido  en  la  necesidad  de  calificar  del 
propio  modo,  á  obras  antiguas  y  respetables,  que  son 
el  oráculo,  allá  mismo  en  el  centro  de  1í\  civilización 
europea. 

Todo  hombre,  dice  Tertuliano,  ha  nacido  soldado  con- 


112  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

tra  los  usurpadores  del  poder  público,  contra  los  grandes  in- 
fractores de  las  leyes,  que  son  la  égida  de  la  sociedad  y  de  ¡a 
inocencia.  (Apologet,  cap.  2?) 

Las  leyes  de  Atenas,  dice  Grocio,  dadas  por  Solón  y 
renovadas  por  Pirco,  autorizaban  al  pueblo  para  reprimir  y 
aun  castigar  de  muerte  á  cualquiera  que  intentase  abolir  el 
gobierno  popular;  y  yo  creo  con  Plutarco,  que  son  derechos 
de  cualquier  ciudadano,  negar  la  obediencia,  castigar  y  quitar 
la  vida,  al  que  hoya  usurpado  la  autoridad  soberana.,  en  un 
estado  constituido,  rompiendo  las  leyes  fundamentales  de  la 
asociación..  [De  jure  belli  etc.  lib.  Io  cap.  4o  §§  10  y 
siguientes]. 

Cuando  el  gobierno,  dice  Vattel,  no  puede  protejer  al 
pueblo  y  están  de  hecho  disueltos  los  lazos  que  unían  d  los 
gobernantes  y  á  los  gobernados,  los  habitantes  vuelven  d  en- 
trar en  su  primitiva  libertad,  en  el  goce  de  sus  derechos  na- 
turales, y  deben  proveer  á  su  seguridad  por  todos  los  medios 
justos  y  honestos.     [Droit  de  gens,  liv.  3,  chap  7]. 

Cuando  la  potestad,  dice  Gravina,  establecida  por  la 
voluntad  pública  para  la  utilidad  común  se  tuerce  en  provecho 
de  algunos  pocos,  con  daño  del  bien  general  y  con  agravio  de 
la  mayor  parte  de  los  ciudadanos,  vuelven  estos  por  el  mwmo 
derecho  á  su  e*taño  primitivo,  porque  fvta al  despotismo  el 
consentimiento  universal,  sin  el  cual  no  hay  autoridad  justa 
ni  valedera.     [Origine  juris  eivilU  lib.  2°  cap.  18]. 

Cuando  no  hay  constitución,  dice  C'OCEYA,  y  por  lo 
mismo  no  hay  protección  individual,  no  puede  haber  obedien- 
cia ni  suministración  de  oficios;  cesa  lo  correspondencia  en- 
tre el  gobierno  y  el  pueblo.  [Disert.  XII  lib.  <i?,  cap.  3 
secc.  1"J. 

En  el  momento,  dice  Vattel,  que  el  gobierno  ataca  ht 
constitución  del  estado,  rompe  el  pacto  que  ligaba  al  pueblo, 
por  la  misma  acción  del  gobierno,  á  quien  ya  no  puede  ni  debe 
mirar  sino  como  un  usurpador  que  pretende  oprimirlo. 
Conocen  esta  verdad  todos  los  escritores  sensatos,  cuya  pluma 
no  se  ha  avasallado  al  temor  ó  no  se  ha  rendido  al  interés. 
[Lib.  Io,  cap.  4o   §  oí}. 

Los  gobernantes,  dice  Mariana,  deben  e*iar  persuadi- 
dos del  saludable  pensamiento,  que  si  oprimen  los  pueblos  y 
se  hacen  intolerables,  por  sus  vicios  é  injusticias,  hay  derecho 
para  que  cualquier  ciudadano  les  prive  ríe  la  vida,  llenan- 
dose  de  gloria  y  de  alabanza.  [De  Rege  &  Regís  inst.  Lib. 
Io   cap.  6o]. 

Los  cretenses,  dice  Moxtesquieu,  para  obligar  á  lo* 
magistrados  á  la  dependencia  y  obediencia  de  las  leyes,  em- 
pleaban un  medio  muy  singular  :   el  de  la  insurrección.  Esta 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  113 

institución  que  hacia  legal  la  sedición  para  impedir  los  abusos 
del  poder \  parece  que  debía  concluir  (moralmente  hablando) 
con  la  República;  sin  embargo,  ella  no  destruyó  d  Creta. 
[Sprit  des  loia,  lib.  8?  chap.  XI]. 

La  insurrección,  dice  Linguet,  es  un  fruto  de  todos 
los  climas.  Es  un  mal  que  ataca  todos  los  gobiernos,  desde 
que  estos  olvidan  el  régimen  legal  de  quien  depende  su  comer- 
ración,  desde  que  comprometen  la  inviolabilidad  de  los  prin- 
cipios, dando  ataques  a  los  goces  privados  de  los  particulares 
y  violando  el  rigor  de  las  leyes  civiles  que  establecen  los 
derechos  del  ciudadano  en  todo  género.  [Dise.  prelim.  de  la 
theorie  des  lois  civiles]. 

Siendo  la  libertad,  añade  TUtklamaqtti,  por  sí  misma 
el  derecho  más  considerable  del  hombre  y  que  le  asegura  todos 
los  demás,  puede  legítimamente  mirar  y  trata*  como  A  enemi- 
go á  cualquiera  que  intente  usurpársele  y  reducirle  á  la  escla- 
vitud.    [Elein.  de  derecho  natural,  cap.  5?  parte  13a]. 

No  puede  el  pueblo,  escribe  Spanzotti.  renunciar  aque- 
llos derechos  que  forman  como  la  sustancia  de  la  sociedad 
humana  ;  á  saber:  la  libertad,  sin  la  cual  los  hombres  son 
como  una  turba  de  brutos  conducidos  al  capricho  de  su  dueño. 
No  debe  el  pueblo  dejarse  de  servir  de  aquellos  medios  que 
conducen  A  restablecer  el  curso  del  buen  orden,  de  la  equidad, 
de  la  justicia,  ni  autorizar  con  su  sifencio  las  usurpaciones 
y  ,  crueldades  de  los  poderosos.  íSi  un  hombre  privado  no  pue- 
de dispensarte,  por  un  principio  de  razón  natural,  de  aquellos 
medios  sin  Ion  cuales  no  puede  subs'stir  ni  vivir;  si  un  en- 
fermo <1*>  peligro  no  puede  renunciar  los  medios  con  que  ase- 
gurar, en  cuanto  dependa  de  él  su  existencia  ¿acaso  una  ila- 
ción entera  que  hallándose  oprimida  está  como  al  borde  del 
precipicio  y  prójima  á  perecer  bajo  la  tiranía,  podrá  dispen- 
sarse de  encaminar  sus  pasos  á  puerto  de  seguridad  y  salva- 
mento t     [Defensa  de  los  pueblos,  capítulo  5°]. 

Los  disturbios,  continúa  el  mismo  autor,  las  riñas,  las 
disensiones,  se  deben  evitar  y  proscribir,  mas  no  cuando  se 
trata  de  la  utilidad  de  la  patria,  porque  la  sabiduría  de- 
muestra que  la  tranquilidad  y  reposo  que  en  estos  casos  se 
obserra río  en  los  pueblos,  es  semejante  al  letargo  funesto  que 
entorpece  las  facultades  físicas  de  un  paralítico;  demuestra 
que  esta  paciencia  imbécil  que  tanto  se  ensalza,  es  semejante  á 
la  muerte  que  priva  toda  acción  vital,  y  que  es  un  pretexto 
especioso  de  los  gobiernos  tiránicos  para  embrutecer  á  los  pue- 
blos y  oprimirlos  sin  estorbo.  Témanse  las  pasiones  humanas, 
mas  este  temor  no  nos  lleve  á  querer  sufocarlas  ó  á  no  dirigir- 
las al  bien  de  la  patria  ni  servirse  de  ellas  en  pro  de  la 
nación.  |  Id.] 

8 


114  DOCTOR  L.  VILLANÜEVA 

Basta;  no  añadauío^  más  citas,  aunque  bien  pudié- 
ramos; y  vengamos  á  la  argumentación.  No  habiendo 
hecho  nuestra  prensa  otra  cosa  que  reproducir  las  doctri- 
nas anteriores,  cercenándolas  muchas  veces,  no  puede 
llamársele  sediciosa,  sin  que  también  se  dé  este  título  á 
las  obras  inmortales  de  los  primeros  sabios  de  la  Europa  ; 
y  sin  que  también  se  ofenda  la  enseñanza  pública  de 
nuestras  Universidades,  donde  se  lee  á  Burlamaqui,  don- 
de se  estudia  á  Vattel,  donde  se  profundizan  las  mate- 
rias con  el  estudio  privado  de  los  publicistas  citados.  ¿Y 
es  el  señor  Cobos  el  que  puede  llamar  sediciosas,  absur- 
das ^  que  es  lo  mismo  que  irraeion  iles  y  desmoralizadoras , 
las  doctrinas  del  sabio  Groeio,  el  publicista  más  profundo 
que  la  Europa  ha  conocido,  el  mentor  del  gran  Gustavo 
Adolfo  y  el  amigo  de  Oxentiern,  canciller  de  Suecia  y 
uno  de  los  grandes  hombres  de  estado  del  siglo  XVII  f 
¿  Es  el  señor  Cobos  el  que  puede  insultar  las  produccio- 
nes de  Vattel,  el  consejero  pri  vacio  del  Gran  Elector  de 
Sajorna  y  cuya  obra  la  juzga  el  señor  Irisarri  como  la 
más  metódica  v  juiciosa,  v  como  la  obra  maestra  del 
derecho  de  gentes  ?  ¿  Es  el  señor  Cobos  quien  puede 
censurar  tan  bajamente  las  ideas  de  Gravina  elogido  por 
•el  mismo  Montesquien,  las  de  Mariano,  que  aun  siendo  es- 
pañol fue  llevado  á  París  á  enseñar  dererho  público,  y 
las  de  tantos  sabios  que  gozan  de  la  más  elevada  reputa- 
ción entre  los  más  sabios  de  la  Europa  ? 

¡Y  se  puede  llamar  sedicioso  en  Venezuela  lo  que  se 
escribe  y  se  lee  en  las  monarquías  del  Viejo  Mundo,  al 
pie  de  los  tronos,  donde  los  soberanos  pretenden  mandar 
en  absoluto,  donde  no  hay  pensamiento  gobernado  ni  más 
ley  fundamental  oue  la  voluntad  caprichosa  de  un  prín- 
cipe déspota  ?  ¡Y  se  puede  llamar  sedicioso  en  Venezuela 
lo  que  las  prensas  publican  en  España  y  en  Italia,  en  Sue- 
cia y  en  Austria  ? 

Debiera  el  señor  Ministro  de  Estado  en  los  Despa- 
chos del  Interior  y  Justicia  de  Venezuela,  medirse  un  poco 
más  y  no  echar  á  volar  por  esos  mundos  de  Dios  su 
nombre,  cual  pudiera  hacerlo  un  individuo  sin  letras  y 
aun  sin  aquellos  conocimientos  comunes.  Los  hombres  de 
Estado  no  desdicen  nunca  de  su  posición,  antes  bien 
pecan  por  sobra  de  mesura  y  circunspección  cpie  por  li- 
viandad y  ligereza.  Estas  notas  que  son  propias  de  la 
adolescencia  á  quien  falta  la  madura  sensatez  del  juicio, 
no  deben  hallarse  en  los  hombres  cuvas  manos  llevan  el  ti- 
món  de  la  nave  del  Estado.  Los  hombres  publ  i  eos  situados 
en  elevada  altura  no  deben  trabajar  por  parecerse  en  la  ele- 
vación y  la  ligereza  á  aquellas  banderitas  que  se  colocan  en 
las  cúpulas  de  las  torres,  leves,  vanas  é  inconsistente», 
aunque  alzadas  en  eminencia. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  lio 

Poderosos  motivos,  dice  el  Gobierno  tener  para  reco- 
nocer en  el  abaso  de  la  libertad  de  imprenta,  la  cansa 
principal  de  los  atentados  contra  el  orden  público  que 
tuvieron  lugar  en  1844,  y  de  los  que  tienen  hoy  en  inse- 
guridad y  alarma  una  parte  de  la  República.  Pero  nos- 
otros contestaremos  al  Gobierno  que  la  libertad  de  im- 
prenta no  fué  quien  levantó  á  Silva  en  Cura,  ni  quien  le 
«nviaba  miles  de  pesos  para  pagar  su  tropa,  ni  quien  lo 
ha  ocultado  hasta  hoy  para  evadir  la  revelación  de  los 
secretos  y  perfidias  del  Gran  Traidor.  No  es  la  libertad 
de  imprenta  la  que  ha  traído  la  miseria  á  nuestros  pueblos, 
ni  la  que  los  ha  abrumado  con  el  peso  de  bronce  de  in- 
soportables contribuciones.  No  es  la  libertad  de  imprenta 
la  que  ha  producido  en  todo  el  espacio  de  nuestro  Con- 
tineate  ese  malestar  horrible,  ese  descontento  general, 
esa  efervescencia  temible  por  cierto,  hijos  todos  de  las 
malas  leyes,  del  mal  Gobierno,  de  la  ponderosa  tiranía 
que  se  ha  ejercido  impune  y  con  desprecio  de  los  hombres 
tantos  años  há.  No  es,  por  tin,  la  libertad  de  imprenta  la 
que  ha  causado  los  males  de  que  se  queja  el  Ejecutivo, 
>sino  el  Ejecutivo  mismo,  no  tocando  á  los  escritores  otra 
función  en  tan  horrenda  crisis,  que  revelar  con  sinceridad 
al  mundo  entero,  los  excesos  del  poder. 

Más  libertad  de  imprenta  de  la  que  goza  Venezuela 
la  hav  en  los  Estados  Unidos  de  la  América  del  Norte ; 
4  y  se  quejan  aquellos  hombres  del  ejercicio  de  este  dere- 
cho ?  4  hay  en  la  Unión  la  miseria  y  malestar  que  en 
Venezuela?  jamás  nuestra  prensa  ha  llevado  la  censura 
de  su  acrimonia  hasta  el  punto  en  que  la  ejercen  los 
diarios  de  New  York,  Philadelphia  y  Balti  inore.  El  pri- 
mer periódico,  dice  T>  cqueville,  que  llegó  en  América  á 
mis  manos,  contenía  el  artículo  siguience :  ik  En  todo  este 
negocio  el  lenguaje  del  Presidente  Jakson  ha  nido  el  de  un 
déspota  desnaturalizado,  que  se  ocupa  únicamente  en  conser- 
rar su  autoridad.  La  ambición  es  su  crimen  ;  su  vocación 
es  el  amaño;  gobierna  por  medio  del  cohecho,  y  sus  manejos 
culpables  serán  su  confusión  y  su  vergüenza;  se  ha  presentado 
en  la  palestra  política  sin  pudor  y  sin  freno;  ha  salido  cam- 
peando, pero  se  acerca  el  día  de  la  justicia  y  muy  luego  ten- 
drá que  devolrer  lo  que  ha  ganado  y  acabaren  un  lugar  soli- 
tario en  que  pueda  blasfemar  á  su  salvo,  porque  el  arrepen- 
timiento no  es  una  virtud  que  puede  tener  cabida  en  sus 
entrañas? — [Vicennes  Gazzette]. 

Ahora  bien;  compárese  este  lenguaje  con  el  de  nues- 
tra prensa.  Compárense  estos  arranques  de  una  libertad 
sostenida  y  vigorosa  con  nuestra  habitual  moderación.   ¡  Y 

se   trataba  nada   menos  que  de  Jakson, no  de  Sou- 

Irfette!  ¡Se  trataba  nada   menos  que  del    Libertador    de 
New  Orleans,  uno  de  los  fundadores  de  la  libertad  ameri- 


116  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

cana,  del  hombre  que  más  fe  tuvo  en  la  fuerza  imperece- 
dera de  la  libertad  popular,  en  los  destinos  de  la  huma- 
nidad, las  virtudes  de  los  hombres,  en  las  instituciones  de 
su  patria !   ¡  Y  se  trataba  nada  menos  que  del  General 

más  puro no  de  un  amortizador !  ¡  Y   se  trataba  nada 

menos  que  del  padre  de  los  huérfanos  y  el  amparo  de  las 
viudas....  no  de  quien  ha  quitado  á  la  orfandad  el  pan 
y  á  la  viudez  el  consuelo ! 

Terminemos:  la  circular  que  hasta  ahora  nos  ha  ocu- 
pado, tan  descollante  eu  inepcias  y  falsedades,  revela 
bien  el  mal  estado  de  la  causa  del  Gobierno.  Produccio- 
nes de  esta  especie  son  las  que  nos  desacreditan  en  el 
interior  y  en  el  exterior ;  y  todavía  nos  extenderemos  más, 
Gobiernos  de  esta  especie,  que  en  lugar  de  fomentar  la 
riqueza  nacional  y  el  desarrollo  industrial  ;  en  lugar  de 
organizar  el  trabajo,  disminuir  el  pauperismo,  depurar  las 
costumbres,  procurar  el  bien  y  ofrecer  estímulos  para  bus- 
car colocación  á  nuestros  productos  interviniendo  de  una 
manera  protectora,  suave  y  paternal  en  el  auxilio  y  fo- 
mento de  nuestra  mejora  material,  se  ponen  á  gastar  el 
tiempo  á  tontas  y  locas  en  circulares,  dejando  por  otra 
parte  capr  una  mano  dura,  meticulosa  é  injusta  que  todo 
lo  esteriliza  y  destruye ;  un  gobierno  de  esta  especie  que  en 
las  graves  dificultades  presentes  disipa  el  tiempo  en  favore- 
cer las  miras  é  intereses  de  un  partido,  trabajando  unos  ofi- 
cinistas, periódicos  que  paga  el  Estado,  á  la  vez  que  otros 
cruzan  las  parroquias  distantes  en  realización  de  planes 
eleccionarios ;  que  hace  salir  su  periódico  oficial  semanal 
sin  siquiera  una  resolución  en  ningúu  ramo  de  la  adminis- 
tración; ni  que  cuida  de  otra  cosa  que  de  procurarse 
grandes  sueldos  y  perpetuos  destinos,  es,  Si,  lo  que  nos 
desacredita  completamente  en  el  interior  y  en  el  exterior. 

Así  pensamos  nosotros :  decida  la  Nación  entre  nues- 
tro juicio  y  el  del  Gobierno. 


CAPITULO  III 

I.  Confirmados  en  su  verdad  los  actos  del  Gro-  p¿Í^ion  dtl 
bienio  y  los  de  la  oposición,  por  testimonios  valederos 
que  soportan  rtl  juicio  de  todos  los  criterios,  nos 
creemos  autorizados  para  pensar  que,  si  la  historia  es 
justa  cuando  trata  al  General  Soublette  con  benevo- 
lencia, por  sus  prácticas  republicanas  hasta  julio  de 
1846;  lo  es  igualmente  cuando  reprueba  la  institu- 
ción del  reclutamiento,  el  proceder  contra  las  Muni- 
cipalidades, la  violación  de  los  registros  electorales, 
la  persecución  á  los  periodistas,  y  la  crucifixión  del 
Candidato  de  mayor  prestigio;  tan  no  vistos  hachos, 
del  último  semestre  de  su  administración.  Pues  aun- 
que no  fueron  cometidos  por  él  sino  por  subalternos, 
deslustran  con  todo  su  fama  de  Presidente  benemérito, 
y  le  acarrean  la  responsabilidad  de  haber  dado  ocasión 
á  que  el  pueblo,  burlado  en  aquella  célebre  jornada» 
cambiase  las  elecciones,  la  prensa,  la  oratoria  y  las 
demás  prácticas  de  la  vida  legal,  por  el  sistema 
de  la  guerra  civil,  á  que  viene  apelando  desde  en- 
tonces, para  corregir  los  abusos  de  los  mandatarios, 
dar  triunfo  á  los  partidos  y  solución  á  los  proble- 
mas del  país. 

A  respetar  las  elecciones  en  46,  de  seguro   que 
■con  la  candidatura    victoriosa,  cualquiera  que  hubiese 


118  DOCTOR  L.  VILLANITEVA 

sido,  habría  continuado  la  nación  en  orden;  bajo  un  ré- 
gimen constitucional,  venerado  de  todos;  con  partidos- 
disciplinados  y  doctrinarios,  y  prensa  batalladora  y 
culta ;  con  parlamentos  dignos  y  Gobiernos  de  más  ó 
menos  carácter,  iniciativa  y  talento,  pero  sostenedores 
todos  con  firmeza  de  las  instituciones  en  la  paz,  y  pro- 
pulsores de  la  República  por  las  sendas  del  progreso. 

Había  tocado  á  una  pléyade  de  entendidos  es- 
critores y  tribunos  hacer  por  seis  años  la  revolución 
incruenta  contra  la  política  de  los  exclusivistas,  y  ago- 
tar en  ella  sus  esfuerzos  por  alcanzar  la  victoria ;  em- 
pero, oprimidos  y  echados  de  los  comicios  y  de  la 
prensa,  fueron  llevados  unos  á  las  prisiones,  y  sacrifi- 
cados otros  en  los  patíbulos. 

Cerrado  al  fin  este  apostolado  augusto,  timbre  de* 
los  fundadores  de  nuestro  Partido,  abrióse  luego  por 
una  reacción  violentísima,  pero  inevitable,  del  pueblo 
contra  el  Gobierno,  la  e'ra  de  las  luchas  á  muerte, 
debida  en  parte  al  terror  que  empleaban  los  oligar- 
cas, y  en  parte  á  la  desesperación  que  inflamaba  & 
los  li t  erales. 

El  pueblo  voló  á  las   armas,    pero    sin    caudillo. 
El  más  atrevido,   valeroso,    inteligente   y   afortunado 
ese  será  aclamado  Jefe,   en    medio  de  la  tempestad. 
De  aquí  br^tó  Zamora  ;  y  armado  de   súbito,    como 
los  héroes  mitológicos,  corrió  á  vengar   á  su    Partido 
en  los  campos  de  la  guerra.    Álzase  sólo  ;  pero  á    po- 
co  los   guerrilleros    le   proclaman   Jefe :  disciplínalos 
debajo  de  su  mano;  los  guía  á  la  pelea;  y    tri untador 
unas  veces  y  vencido   otras,   sostiene  primero   en   los 
Llanos  y  después  en  las  montañas  una  guerra  de    sie- 
te meses   con  que  perturba  las  provincias  del  Centror 
sobresalta  á  los  oligarcas,  y  obliga  al  Gobierno  á  gas- 
tar en  el  equipo  de   sus  tropas  y  en    municiones    de 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         119 

guerra  y  boca  los  800.000  pesos  que  había  econo- 
mizado en  tres  años,  y  que  no  quiso  emplear  en  esta- 
blecer el  banco  de  crédito  territorial 

II.  Arrastrado  de    su  pundonor   y   despechado,  zanüíü1*11 
se  salió  Zamora  de   La  Victoria  el    7  de  setiembre, 
acompañado  de    Manuel    Ibarra,  (1)  con    determina- 
ción   de    echar   por  tierra  á  los   oligarcas  ú  hierro 

y  plomo:  y  á  e*te  efecto  tomo  rumbo  ese  mis- 
mo día  al  Pao  de  Zarate :  paso  esa  noche  en  la 
casa  del  señor  Juan  Nepomuceno  Castillo,  y  otro 
día  se  avanzó  por  caminos  extraviados  á  la  Sierra 
de  Virgen  Pura,  buscando  el  valle  de  Tacasuruma 
para  dar  principio  á  la  empresa  de  guerra,  en  que 
se  había  comprometido  con  los  exaltados  del  Far- 
tido.  Para  lo  cual  contaba  con  los  vecinos  de  aque- 
llos lugares,  que  casi  todos  eran  liberales,  amigos  per- 
sonales suyos,  por  antiguos  tratos  en  el  comercio, 
y  últimamente,  por  las  relaciones  contraídas  en  los 
trabajos  de    las   elecciones  recién  acabadas. 

Al  llegar  á  Guambra  el  día  ocho,  reunió  gran 
número  de  ellos  en  la  casa  de  Tiburcio  Barrios, 
mediante  la  citación  que  les  hizo  el  Comisario  So- 
corro Masa  ve' :  les  invitó  á  la  guerra,  para  derri- 
bar el  Gobierno  y  crear  una  era  de  felicidad  para 
el  pueblo,  cuyos  derechos  habían  sido  hollados  por 
los  oligarcas  en  las  votaciones  de  toda  la  provin- 
cia: y  como  le  ofrecieran  todos  los  presentes  acom- 
pañarle hasta  morir  en  la  contienda,  marchó  ese 
mismo  día  al  sitio  de  la  Meseta  con  los  escogidos, 
entre  los    más    mozos   y   fuertes. 

III.  Guambra  es  un  paraje  á  orillas  del  río  Guá-  •■■«*■• 


1  Manuel  Tbarra  era  hijo  del  Coronel  Ibarra,  Ilustre  Procer 
de  la  Independencia  y  hermano  de  Doña  Sinforosa  M  en  día  de 
Mauro. 


120  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

rico,   en  jurisdicción  del    Distrito  Zamora  (Villa  de 
Cura),  á   inmediaciones  de   la  cuesta  de    Pisapasito. 

»iut¿widÍ<z"  IV-  El  nueve  llegó  á  la  montaña  de  Las  Muías, 
donde  Rangel,  que  campeaba  por  sí  desde  el  1?  de  se- 
tiembre, se  le  presentó  con  una  cuadrilla  de  diez  ó  do- 
ce hombres  á  pie,  dándole  vivas,  como  á  caudillo  del 
Partido  Liberal,  y  diciéndole  que  tenía  muchos  más 
1  en  Los  Leones  y  otros  sitios  de  la  Sierra.  Desde  allí 
se  encaminaron  por  la  tarde,  obrando  juntos,  ambos 
jefes,  á  las  Guasduitas,  que  es  el  punto  más  central 
del  valle  de  Manuare,  y  en  aquel  entonces  el  más 
á  propósito  para  Cuartel  General  por  la  abundancia  de 
sementeras  y  ganados.  Allí  se  detuvieron  cuatro  días 
organizando  las  guerrillas  de  Timbique,  Alto  de  las 
Muías,   Caruto  v  otros  vecindarios. 

De  este  campamento  mandó  Zamora  comisio- 
nados á  Rosalio  y  Concepción  Herrera,  que  estaban 
alzados  por  los  lados  de  Calabozo  :  á  Segundo  Mar-  • 
tínez,  guerrillero  de  la  Platilla  :  á  Evangelista  Ca- 
beza, capitán  de  una  partida  de  caballería  que  co- 
rría por  Canuto  y  los  Tiznados:  á  José  Antonio 
Tovar  y  Gregorio  Matute,  facciosos  armados  de  Guar- 
datinajas  y  las  Galeras.  Reconcentró  bajo  su  mano 
las  cuadrillas  de  Pío  Avilan,  de  Camatagua  ;  de  M. 
Puerta,  de  Camatagüita ;  de  Luis  Hernández,  de 
Memo;  y  llamó  la  de  Guaribe,  oculta  en  e1  Potrero  ;. 
las  de  Tucupidoy  Chaguaramas;  y  unas  que  tenían 
conmovidas  las  poblaciones  de  la  margen  derecha  del 
Uñare:  y  á  los  demás  insurrectos,  que  antes  y  des- 
pués de  las  elecciones  devastaban  el  Llano  del  Guá- 
rico.  Sobresalía  entre  éstos  Pedro  Aquino,  quien 
se  mantenía  en  armas  desde  la  nefasta  noche  del  17 
de  diciembre  de  1845,  en  que  con  una  partida  asaltó 
la  cárcel  de  Calabozo  para  libertar   al   padre   de  los 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA.  121 

Rodríguez,  condenado  á  la  infamante  pena  de   presi- 
dio, por  causa  criminal. 

V.    Era  Aquino  salteador  de  fama,  que  amenaza-    p*rtw«i  <ui 
ba  constantemente   las  plazas  del  Sombrero  y  Barba- 
coas, y  llegó  más  de  una  ocasión  á   embestirlas  y 
robarlas. 

Sorprendiéronle  en  agosto  los  soldados  del  Go- 
bierno en  sus  apartadas  guaridas  de  Simborino,  ocul- 
tas en  la  confluencia  de  los  ríos  Orituco  y  Memo, 
hacia  los  confines  meridionales  del  Cantón  de  Ori- 
tuco. En  este  choque  perdió  20  hombres,  y  esca~ 
pó  con  ocho.  Repuesto  de  su  rota  se  preparaba 
á  tirotear  otra  vez  á  Barbacoas  chindo  recibió  al 
comisionado  de  Zamora  con  la  correspondencia  en 
que  le  invitaba  á  la  Revolución  política  que  acababa 
de  estallar,  y  de  la  que  sería  él  caudillo  en  la  Sierra 
y  en  los  Llanos.  Antes  de  ocurrir  á  este  llamamien- 
to apresuróse  á  tomar  á  Barbacoas  el  15  de  setiem- 
bre, pero  salió  perdidoso  otra  vez,  y  aun  se  vio  en 
trance  y  riesgo  de  ser  hecho  prisionero 

Es  de  saberse  que  ya  en  junio  de  aquel  año  ha- 
bía cometido  entre  otros  delitos,  el  robo  de  nueve 
muías  de  J.  de  J.  González,  cargadas  de  mercan- 
cías de  propiedad  del  señor  Luis  Rivero  en  el 
sitio  de  Pitara,  cerca  del  Sombrero.  Aquella  misma 
noche  entró  en  esta  población,  amarró  á  uno  de  los 
jueces  de  paz,  robó  el  establecimiento  mercantil  de 
Juan  Tosta,  y  estropeó  á  varios  vecinos.  Igual  á  este 
Aquino  eran  Benedicto  Herrera,  comandante  de  la 
facción  de  Cardoncito,  jurisdicción  de  este  mismo 
pueblo ;  Santiago  Pérez,  Infante  y  otros  de  menos 
nombradla,  que  infestaban  aquellas  comarcas  meses 
antes  de  empezar  la  guerra   del   46. 


122  DOCTOR  L.   VILLANÜEVA 

Mucha  gente  de  mal  vivir  se  ocultaba  en  aquello* 
moiites,  supervivientes  de  las  antiguas  y  despiadada* 
facciones  de  Centeno  y  Al  varado,  alzadas  en  Lezatna 
el  año  de  44:  de  Juan  Silva,  facineroso  de  Villa   de 
Cura,  á  quien  el  mismo  Ezequiel  Zamora  persiguió 
por  encargo  de  las  autoridad°s  de    dicha   ciudad  á  la* 
órdenes  del  Comandante  Carabaño,  en  junio  del  mismo, 
hasta  lanzarlo  más  allá  de   los    términos  de   San  Se- 
bastián ;  de  José  Antonio  Siso,    asolador   de  la  Pla- 
yita,  cerca  del  Pao;  allí  mismo  capturado  y  fusilada 
en  castigo    de   sus    fechorías :  de  Vilorio    que    había 
corrido  sin  cesar  entre  Lezama,    Tamanaco,   Pan   Se- 
bastián,  San  Francisco  de    Cara   y    el   Salto,    lugar 
inmediato  á  San  Casimiro;  y    muerto    en    Tacata  en 
la  hacienda  de  Mr.  Word   á   quien    intentaba  sacrifi- 
car: y  de  las  nombradas    de   Pedro    Pérez,   Jacinto 
Villavicencio,  Juan   Aponte,    llamado  Juamcote,    que 
vendió  á  Zamora  después  de  Pagüito;  y  las  de  Simó» 
Flores,  Gervasio  Solórzano,  y  la    del  Tirano,  antiguo 
soldado  tocador  de  clarín  de  Guardatinajas,  que  mor- 
tificaban desde  años  atrás  las  ricas  poblaciones  y  case- 
ríos  del  Calvario  y  Chaguaramas,  los  Angeles  y  Para- 
para. Restos  de  todas  ellas  eran  estas  partidas  todavía 
en  pie  en  el  Guárico,  compuestas  de  hombres  malos, 
insubordinados,  envejecidos  en  el  pillaje,  que  sin  per- 
tenecer á  ninguna  causa    publica,  estaban   dispuesto* 
en  todas  las  ocasiones  á  guerrear  con  cualquier   capi- 
tán y  bajo  cualquier  bandera ;  y  en  cuya  persecución 
había  empleado  muchas  tropas  el  Gobierno  pero   con 
no  buen  éxito,  en  45  y  46. 

dfzí¿?¿mdmd  VI.  Sin  pérdida  de  tiempo  llamólos  Zamora  a 
todos,  no  para  acaudillarlos,  como  jefe  de  malhechores, 
sino  para  corregirlos,  moralizarlos,  disciplinarlos  en 
las  filas    de  la  Revolución    popular,  y  convertirl  8   de 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  123 

bandidos  en  soldados,  y  de  soldados  en  hombres  úti- 
les. Pues  lejos  de  ser  Zamora  caudillo  de  crimi- 
nales, como  lo  pintaron  el  Gobierno,  los  curiales  y 
los  periodistas  oligarcas,  caracterízase  dignamente 
en  nuestra  historia  militar,  conjo  un  valiente  fanático 
por  su  partido,  que  buscaba  el  derrumbamiento  de 
la  oligarquía,  para  que  los  destinos  públicos,  los  ho- 
nores, las  riquezas  y  las  responsabilidades  y  mere- 
cimientos en  el  servicio  de  la  Patria,  se  distribuyesen- 
entre  todos  los  ciudadanos;  pero  conduciéndose  siem- 
pre como  hombre  honrado  y  de  sanos  principios  mo- 
rales 

Desde  su  mocedad  se  entregó,  como  dijimos 
en  los  principios  de  este  libro,  al  comercio  de 
ganados,  mercancías  secas  y  víveres  en  el  Tuy,  Villa 
de  Cura  y  los  Llanos,  sin  haber  sido  nunca,  á  su 
edad  de  27  años,  preso,  arrestado,  ni  demandado  por 
motivos  de  ninguna  especie. 

Entre  muchas  declaraciones  juradas,  que  sobre 
su  honorabilidad  personal  se  conservan  en  el  expe- 
diente de  su  causa  por  conspiración,  escogeremos 
para  comprobar  nuestro  aserto,  la  del  acreditado  co- 
merciante de  Villa  de  Cura,  señor  Braulio  Otáñez, 
que  dice  así:  mientras  he  visto  en  esta  ciudad  af 
precitado  Zamora  le  he   vixto  ocupado  en  trabajar. 

La  del  señor  Víctor  de  los  Ríos,  administrador 
á  la  sazón  de  las  Rentas  Municipales  de  aquel 
Cantón,  dice  :  Ezequiel  Zamora,  vecino  muchos  año& 
de  esta  ciudad  ha  sido  y  es  un  hotnbre  laborioso, 
pundonoroso  en  el  compromiso  de  sus  deberes  y  buen 
vecino.  En  el  mismo  sentido  declararon  los  comer- 
ciantes y  agricultores  Nico]á8  Pérez,  Nicolás  Ova- 
lies,  Juan  Bautista  Pérez,  Francisco  Gil  Ceballosr 
Fausto   Celis,   Domingo    Cuervos,  Félix  Carias,  Joséi 


124  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Antonio  Istillarte,  Ignacio  Ríos,  José  Ramón  Her- 
nández, Ildefonso  Guzmán,  Socorro  Telles  y  Joaquín 
Paúl. 

El  señor  Manuel  Orta,  agricultor,  Jefe  político 
-de  Villa  de  Cura  el  año  de  44,  dijo:  conozco  hace 
muchos  años  á  Ezequiel  Zamora,  comerciante  de  esta 
-ciudad ;  ha  sido  un  buen  vecino  y  amigo  del  orden 
legal,  por  lo  que  siempre  ha  merecido  la  estimación 
de  los  vecinos;  tanto  que  en  el  año  de  44  cuando  Juan 
Silva  se  levantó,  soltó  los  presos  de  la  cárcel  y  se  puso 
A  cometer  excesos  en  esta  ciudad  y  fuera  de  ella,  con- 
voqué la  milicia  y  di  á  Zamora  el  nombramiento  de 
Teniente,  como  Jefe  político  que  era  yo,  cuyo  encargo 
lo   desempeñó  cumplidamente. 

Consta  en  auto  del  tribunal  de  1?  Instancia 
del  cuarto  circuito  judicial  de  la  provincia  de  Ca- 
racas, que  Zamora,  en  2o  de  junio  de  1846,  es  á 
saber,  tres  meses  antes  de  su  alzamiento,  manifestó 
á  dicho  Tribunal,  por  citación  que  se  le  hizo,  que 
se  temía  que  una  de  las  partidas  de  los  Llanos 
entrara  en  la  ciudad,  y  cometiera  robos ;  y  añadió 
-que  al  saber  cualquiera  noticia  de  tramas  contra  el 
«orden  publico,  lo  manites  aria  inmediatamente  á  las 
autoridades,  pues  era  amante,  como  el  primero,  del 
«orden,  las  instituciones  y  las  leyes. 

Era  público  y  notorio  en  Ciudad  de  Cura  que 
cuando  se  fué  á  levantar,  pagó  todas  las  deudas  por 
«créditos  corrientes  de  su  casa  mercantil,  y  vendió 
las  existencias  á  un  isleño  llamado  Manuel,  de- 
pendiente suyo,  encargándole  que  el  montante  lo 
remitiese  á  su  madre,  que  iba  á  quedar  escasa  de 
recursos  en  Caracas. 

De  lo  suyo  propio,  y  sin  molestar  á  nadie,  su- 
fragó  los  gastos   que   tuvieron  que   hacer  los  libera- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  125 

les  en  las  elecciones  del  Cantón  ;  y  á  este  respecta 
declaró  debajo  de  juramento  el  Comandante  Anto- 
nio Rodríguez,  del  partido  blanquista,  dueño  de 
una  posada  en  Villa  de  (Jura,  que  Zamora  le  pa- 
gaba con  puntualidad  los  gastos  de  los  guzmancistas, 
que  se  alojaban  en  su  casa;  por  gusto  y  cuenta 
propia,  decían  unos;  si  bien  otros  afirmaban  que 
lo  hacía  por  orden  del  Doctor  José  Manuel  García  ; 
empero,  éste  lo  negó  cuando  le  juzgaron  por  cons- 
pirador, haciendo  ver  que  Zamora  tenía  más  recursos 
que    él. 

Cierto  que  Zamora  se  asoció  para  empezar  la 
guerra  á  muchos  hombres  de  mala  condición,  como 
hacen  todos  los  revolucionarios;  pero  esto  no  quiere 
decir  que  su  gente  se  compusiese  en  su  totalidad  de 
hombres  perdidos,  ni  que  lo  fuera  él  mismo.  Por 
el  contrario ;  él  se  había  doctrinado  leyendo  los 
escritos,  y  oyendo  los  discursos  y  las  conversaciones 
privadas  de  hombres  sabios  del  Partido  Liberal,  co- 
mo el  señor  Guzmán,  el  Doctor  Larrazábal,  Doctor 
Echeandía,  Eequena,  Doctor  Fidel  Ribas,  Rafael 
Arvelo,  Doctor  García,  los  sacerdotes  J.  Alberto 
Espinozay  José  Antonio  Pérez  de  Velasco.  Seguían- 
le las  multitudes  como  á  un  libertador.  Muchos 
de  sus  oficiales  eran  agricultores,  acostumbrados  á 
la  vida  sencilla  y  honesta  de  los  hombres  de  campo  ; 
esforzados  montañeses,  que  le  acompañaban,  fanatiza- 
dos con  las  ideas  nuevas  y  que  llegaron  á  amarle  con 
frenesí.  Eran  ellos  quienes  le  enseñaban  caminos 
secretos  en  los  bosques,  y  pasos  difíciles  en  los 
torrentes ;  quienes  le  ocultaban  en  lo  más  espeso 
de  los  montes,  cuando  tenía  que  huir  con  sólo  dos 
ó  tres  compañeros ;  y  le  daban  que  comer  y  le 
avisaban    los    movimientos  de  los  enemigos. 


126  DOCTOR  L.   VILLANtJEVA 

Las  mujeres,  sensibles  en  todo  el  mundo  á  las 
grandes  pasiones  populares ;  atraídas  á  los  peligros 
•de  aquella  época,  por  la  suerte  de  sus  hijos  y  ma- 
nidos, salían  voluntariamente  de  las  selvas  y  atra- 
vesaban grandes  distancias  para  llevar  á  Zamora  bas- 
timentos y  pertrechos.  Y  los  negros  esclavos  se  le 
incorporaban  con  espontaneidad,  armados  de  terce- 
rolas, fusiles  v  carabinas.  Le  sobraban  correos  v  es- 
pías.  Y  es  un  hecho  histórico  que  los  pueblos  no 
€iit  ran    nunca  en  aventuras  criminales. 

Hay  en  el  corazón  de  las  masa?  rústicas  cierta 
virtud,  sublime  sobre  todas,  de  amor  á  la  libertad; 
cierto  natural  criterio  para  favorecer  la  causa  de 
los  desgraciados,  de  los  pobres  y  oprimidos ;  in- 
quebrantable voluntad  para  sobrellevar  en  su  defensa 
los  rigores  del  infortunio:  y  una  como  superior 
fuerza  mágica,  para  convertir  hombres  inclinados  al 
mal,  en  soldados  heroicos  de  las  buenas  causas : 
cualidades  é  instintos  del  pueblo  que  los  hombres 
de  Estado  no   debieran  ninguna  vez  desconocer. 

•íoííJSüSwpo!  ^Ií-     En  los  primeros  días  de  organización  y  lu- 

«oiares.  cjia  ^e   jog  mayürei¡5  partidos  populares,  se  han  visto 

confundidos  en  unas  mismas  filas  salteadores  y  políti- 
cos; hombres  empecinados  en  la  maldad,  explotado- 
res de  las  revueltas,  con  hombres  de  honor  v  sen- 
timientos  puros  :  como  si  las  revoluciones  para  cam- 
biar las  costumbres,  la  estructura  social,  las  institu- 
ciones políticas  y  el  predominio  de  los  partidos,  se 
asemejaran  A  los  asombrosos  sacudimientos  seísmi- 
cos, que  hacen  brotar  del  centro  de  la  tierra,  en 
hirviente  torbellino,  elementos  de  muerte  y  manan- 
tiales regeneradores  de  la  vida. 

Tal    ha    sucedido    en  América  y    en   Europa; 
en    Venezuela  y  en    España :  ora    querrámos  juzgar 


VIDA  DEL  GENERAL  . ZAMORA  127 

ios  tiempos  modernos  cuando  las  revoluciones  de 
Cronwell,  de  los  franceses  y  los  italianos,  ora  las 
feroces  guerras   civiles  de  la  antigua  Roma. 

En  los   ejércitos   de    nuestra  Independencia,  aK 
gunas   de    las    divisiones    patriotas  empezaron   á  for- 
marse   con    partidas  de  facinerosos. 

Páez  nos  dice  que  sus  compañeros  rivalizaban 
en  salvaje  crueldad  y  sed  de  sangre,  matando  cuantas 
personas  caían  en  sus  manos:  que  se  robábanlas 
alhajas  de  oro  y  plata  de  las  iglesias,  y  les  quita- 
ban á  los  vecinos,  por  la  fuerza,  cuanto  dinero  te- 
nían. Olmedilla,  en  una  época  de  hambre,  se  co- 
mió un  pequefiuelo  hijo  suyo:  sin  embargo,  mu- 
chos de  aquellos  hombres  á  quienes  Páez  llamó  con 
razón  bandoleros,  se  convirtieron  en  militares  dignos 
y  útiles;  y  la  Patria  honra  hoy  sus  nombres,  al 
par  de  los  de  aquellos  integérrimos  varones,  que 
padecieron  junto  con  ellos,  como  camaradasy  com- 
pañeros suyos,  trabajos  infinitos,  por  el  clima,  las 
enfermedades,  la   miseria   y   los    rigores  de  la  guerra. 

Hé  aquí  cómo  pinta  Baralt  el  campamento  de 
los  semibárbaros  de  Apure  en  1816: 

tb  Demás  de  esto,  el  estado  perpetuo  de  guerra  en  que 
se  bailaba  la  comarca,  la  miseria,  el  encono  de  las  pasio- 
nes y  el  hábito,  en  lin,  de  las  matanzas  y  del  robo,  ba- 
tían desarrollado  por  desgracia  en  la  desalmada  soldades- 
ca una  gran  disposición  al  latrocinio  y  á  las  violencias. 
Poco  tiempo  después  de  la  acción  del  Yagual,  fué  Servier 
asesinado  en  el  cuartel  general  de  Achaguas  j>or  hombres 
que  no  tuvieron  rubor  de  ostentar  impunemente  sus  des- 
pojos ;  siendo  lo  más  singular  del  caso,  que  aquel  infame 
«rimen  se  rugió  de  antemano  en  el  campo  y  que  casi  todos 
lo  esperaban,  sin  bailar  medios  de  impedirlo.  Meses  ade- 
lante el  anciano  Girardot,  padre  del  célebre  Atanasio,  y 
el  Teniente  Coronel  Miguel  Valdez,  tuvieron  la  misma 
suerte;  y  aunque  Páez  hizo  fusilar  inmediatamente  al 
oficial  asesino  de  estos  últimos,  no  estaba  en  su  mano 
borrar  la  profunda  impresión  que  estos  hechos  horrorosos 
hicieron  en  el  ánimo  de  todos.    Porque,  en  verdad,  ¿  cómo 


128  DOCTOR  L.   VILLANUBVA 

impedir  las  violencias  de  innumerables  partidas  que  re- 
corrían las  llanuras,  ni  las  de  muchos  hombres  malos  que, 
so  color  de  hacer  la  guerra  á  los  españoles,  vagaban  sin 
sujeción  á  nadie,  cometiendo  excesos  inauditos!  No  podía 
estar  el  ojo  del  jefe  en  todas  partes,  ni  siempre  le  era 
posible  castigar  aquellos  crímenes,  ora  porque  los  delin- 
cuentes evitaban  -con  una  fácil  fuga  la  acción  de  la  justicia, 
ora  porque  esta  callaba  ante  caudillos  poderosos  y  de 
grande  influencia,  que  muchas  consideraciones  mandaban 
respetar." 

Dos  de  los  soldados  de  Zamora  de  cotiza  y 
chamarra,  Medrano  y  Agachado,  de  los  peor  califica- 
dos por  los  oligarcas,  han  merecido  en  estos  últimos 
tiempos  la  apoteosis  del  Panteón ;  de  la  misma 
manera  que  un  día  los  demócratas  de  Roma  rehabi- 
litaron la  memoria  de  Catilina,  cubriendo  de  flores 
su  sepulcro.  (1) 

En  el  curso  de  esta  narración  encontrarán  los 
que  nos  honren  leyéndola,  ejemplos,  noticias  y  casos 
prácticos,  que  confirmarán  estos  asertos,  que  «os  ha 
parecido  conveniente  adelantar,  con  el  fin  de  sumi- 
nistrar nociones  claras  y  justas  de  aquella  guerra, 
desconocida  en  nuestra  historia  militar,  v  no  rec- 
lamente  juzgada  todavía. 

concentración  VIII.    Estas  partidas  debían  incorporarse  á  Za- 

de  laa  facoione»  ri  t^  i      i         ni*  i  £•     '      i   i 

en  san Franci»- mora  en  han  r  rancisco  de  los  liznados,  que  h\e  el  lu- 
co de  Tiznados.  * 

ñalado  para  la  concentración  de  todas  las  tuerzas,  en 
gar  se  día  fijo;  mientras  que  el,  asistido  de  Rangel, 
reuníalos  vecinos  de  los  valles  de  Manuarey  Taca- 
suruma,  para  llevarlos  á  la  Ollita.  (2) 


1  Cicero  ii —  Discou  rs  pon  r  FlacciiH. 

2  República  de  Venezuela.-— Señares  Segundo  Martmeí  y 
Evangelio t  Cabeza. — Muy  señares  míos  y  compañeros. — Ahora 
que  serán  las  nueve  de  la  noche  les  partieino  lo  siguiente:  Co- 
mo á  la  oración  llegamos  á  este  sitio  y  tuvimos  la  felicidad  de 
saber  que  ustedes  pernoctaban  en  el  s;tio  del  Ojo  de  Agua,  y 
como  sabemos  que  ustedes  están  defendiendo  la  misma  causa 
que  nosotros,  tienen  un  denodado  patriotismo  y  deseos  desecar 
la  patria  de  la  salvaje  tv  brutal  dominación  en  uue  la  tienen  lo» 
godos  oligarcas,  sostenidos  por  el  gobierno  faccioso  y  ladrón  de 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  129 

Llámase  así  un  valle  de  la  Galera,  tres  le- 
guas de  San  Francisco,  cerrado  hacia  el  Llano 
por  la  quebrada  de  los  Cautiles,  barrera  formi- 
dable en  que  pocos  hombres  pueden  detener  un 
ejército ;  su  otra  entrada  se  llama  el  Guanába- 
no, donde  había  entonces  un  hato.  Por  allí  se 
pasa  á  los  Valles  de  Aragua,  franqueando  á  Can- 
ta Gallo,  parju  ir  á  salir  á  Lucas,  sitio  del  ca- 
mino real  donde  cobraban  el  antiguo  peaje.  En 
tan  inexpugnable  campamento,  fortificado  por  la  na- 
tuialeza,  se  detuvo  siete  días,  al  cabo  de  los  cuales 
emprendió  marcha  á  San  Francisco,  población  si- 
tuada á  la  entrada  del  Llano,  en  la  margen  iz- 
quierda del  Tiznados.  Este  río  tiene  las  cabece- 
ras en  el  valle  de  Manuare;  lamiendo  la  Galera  baja 
al  Sur,  paralelo  al  Chirgua;  y  vierte  sus  aguasen 
el  Portuguesa. 

San  Francisco,  cuyo  nombre  primitivo  es  San 
Francisco  de  Asís  de  Tiznados,  fué  fundado  á  prin- 
cipios del  sigio  último,  junto  con  Guardatinajas  (San- 
ta Bárbara  de  Guardatinajas),  Calabozo,  (Villa  de 
todos  los    santos  de  Calabozo),  Ortiz,   (Santa  Rosa  de 


Sonblettc.  Cábele  la  lr»ur*  d*  participarle»  que  marchamos  con 
el  ejercito  lib*r»l  guzm*neista  como  á  las  ocho  de  la  mañana  á 
tomar  el  pueblo  liberal  de  San  F-anripc  de  Tiznado».  Allí  di- 
remos con  orpil  lo  y  bizarría:  "  Viva  la  Libertad."  "Viva  el  pue- 
blo soberano.      "  Viva  Gu'mán.,, 

Desgraciado  del  srodo  que  sa  oponga;  parque  allí  mismo  pa- 
gará con  su  vida  Ja  infamia:  allí  mismo  »*  le  colará  la  cabera 
para  que  sirva  de  escarmiento  a  los  t1  ai  dores  y  tirano-».  Amigos, 
ustedes  v  no°otro«  unMt«»s  seremos  una  mural'a  inexpugnable 
Convidólos,  pues,  á  que  se  veniran  á  inco  porar  á  estas  tilas  de 
hombres  torios  res»  el  tos  á  Per  libres  ó  morir,  pudiendo  asegu- 
rarles que  el  triunfo  de  los  liberales  por  medio  de  las  armas 
será  infalible,  y  la  patria  agradecida  y  libre  de  sus  ti' anos  nos 
bendecirá,  y  la  poster»dad  nos  cub-rá  de  gloTia.— Somos  de 
ustedes  — ElJefe  del  pueblo  soberano  — Ezeqiiel  Zamora. — Coro- 
nel Francisco  J.  Rangcl. — El  Secretario  del  despacho,  José  B.  Ma- 
mhé.-  Cantón  en  Conalito  á  19  de  setiembre  de  1846—36  de  la 
Independencia  y  6?  de  la  Oposición.— Es    copia.—  Cobos  Fuertes* 


130  DOCTOR   L.   VILLANÜEVA 


Lima  (le  Ortiz)  Parapara,  (Santa  Catalina  de  Sena 
de  Parapara)  San  Luis  de  Cura,  Los  Angeles  (Nues- 
tra Señora  de  los  Angeles  —  La  Misión  baja ), 
por  los  religiosos  capuchinos  andaluces,  misioneros 
de  la  Provincia,  con  indios  de  naciones  guai- 
queríes,  píritus,  guamas  y  palenques  que  andaban 
dispersos  por  los  montes  del  río  GuArico ;  y  de 
g ñires  y  mapoyes,  sacados  de  las  riberas  del  Ori- 
noco. Cerca  de  San  Francisco  había  grandes  hatos 
de  ganado  vacuno,  mular  y  caballar;  y  A  fines 
del  pasado  siglo  hubo  seis  capillas  destinadas  al  culto 
en  los  sitios  de  Guaitoco,  Limón,  Totumo,  Chir- 
gua,  Lijas  y  Platilla,  y  de  que  tenemos  noticia 
por  testimonio  fidedigno  de  Monseñor  Martí,  si  bien 
ningún  viajero   encuentra   hoy    vestigios  de   ellas. 

El  25  entró  Zamora  en  este  pueblo,  A  la  ca- 
beza de  más  de  300  soldados;  v  con  las  faccio- 
nes  que  unas  en  pos  de  otras  se  juntaban  en  la 
plaza,  llegó  A  pasar  revista  A  un  cuerpo  de  mil 
y  pico  de  hombres  de  todas  armas;  de  A  pie  y  * 
de  A  caballo.  Dispuso  los  infantes,  en  cinco  ba- 
tallones, parte  armados  de  fusiles,  parte  de  lanzas 
y  tercerolas,  bajo  el  mando  de  Rangel  y  Manuel 
I  barra:  y  los  jinetes  Alas  órdenes  de  Rosalio  He- 
rrera y  Evangelista  Cabeza.  Fo  madas  las  tropas 
y  presente  el  Cura  del  lugar,  Pbro.  Sebastián  Es- 
cobar, muy  amigo  y  partidario  de  la  revolución, 
las  arengó  Zamora  diciendoles  que  su  programa  era 
defender  la  Constitución  de  1830,  las  leyes  y  la 
libertad  de  la  patria,  holladas  por  el  Gobierno;  y 
proporcionar  A  los  pobres  una  situación  feliz;  y 
para  concluir  previno  A  los  soldados  con  frases  al 
alcance  de  todos  ellos,  que  se  cuidasen  de  come- 
ter acto    alguno   criminal,    haciéndoles    ver  que    tan 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  131 

¿abominable  y  antisocial  conducta  era  propia  sólo  de 
.los  tío  ves  y  lo*  Cisneros  (1).  Y  luego  de  acabada 
-la  arenga  y  de  atronado  el  aire  con  vivas  al  Par- 
tido Liberal,  enarboló  una  bandera  amarilla,  y  la 
paseó  por  la  plaza,  de  un  extremo  á  otro  de  las 
filas,  y  ia  entregó  por  fin  al  porta-estandarte  de  su  pe- 
queño ejército,  con  las  formalidades  que  para  el 
caso  establecían  por  entonces  las  ordenanzas  mili- 
tares. 

Esta  bandera  amarilla  de  interés  histórico,  como 
pronto  lo  veremos,  era  la  que  usaba  la  Sociedad 
liberal  de  Villa  de  Cura  en  sus  juntas  públicas,  y 
que  le  fué  regalada  A  Zamora  después  de  las  elec- 
ciones. En  su  centro  se  leía  esta  inscripción:  Elec- 
ción popular — Principio  alternativo — Orden — Horror  á 
Ja  oligarquía.  Las  tropas  confirmaron  con  vivas  á 
.Zamoki  el  título  de  General  del  Pueblo  Soberano 
■que  las  primeras  partidas  alzadas  le  dieron  en  Las 
Guasrluitas :  y  allí  mismo  condecoró  él,  con  el  grado 
de  Coronel,  A  Manuel  I  barra  y  A  Francisco  José 
Rangel. 

.Desempeñaba  el  destino  de  Secretario  de  Za- 
juora  un  mozo  entendido,  de  nombre  José  Bernardo 
Masabé,  hijo  de  Socorro  Masabé,  lahrador  de  Guam- 
bra, de  la  jurisdicción  de  Cura,  muy  liberal  y  ami- 
go personal  de  Zamora;  y  el  de  Mayor  de  la  fuerza, 
Ignacio  Lovera  que  ayudaba  á  Masabé  A  despachar 
la  correspondencia. 

En'  este  poblado  demoró  tres  días  empeñado 
en  adiestrar  sus  somatenes  para  irlos  con  virtiendo 
poco  A  poco  en  tropa  reglada. 

Revolvía   en   la  mente  el   plan  de    pasar   por  San 
José    á   Guardíitinajas,    recoger  las  facciones  de  esta 


1    Véaso  el  expediente  de  la  causa. 


132  DOCTOR  L.   VILLA^UEVA 

comarca,  que  ya  le  habían  ofrecido  su  adhesión  y 
batir  si  podía  las  columnas  del  Gobierno,  acanto- 
nadas en  el  Rastro  y  Calabozo,  ó  si  nú  guerrear 
contra  ellas  acosándolas  por  ambos  flancos,  sin  pre- 
sentar la  batal  a,  obligándolas  á  marchas  y  con- 
tramarchas, para  desconcertarlas,  disminuirlas  por  la 
deserción  y  acabarlas  por  cansancio,  desaliento  y 
todo  genero   de   contratiempos. 

Y  sentíase  tan  animado  de  ardor  por  su  causa 
y  de  fe  en  su  victoria,  y  de  confianza  en  sus  ju- 
veniles aptitudes  para  la  guerra,  que  como  le  pre- 
guntaran con  qué  recursos  contaba  para  tan  difí- 
cil empresa,  respondía  en  tono  de  acendrada  con- 
vicción diciendo,  que  no  sabía  con  qué  contaba  la 
revolución  en  el  resto  del  país;  pero  que  á  él 
nada  le  faltaría,  pues  se  proponía  imitar  á  Páezr. 
quien,  según  la  Historia  de  Venezuela,  con  solo  su 
denuedo,  y  asido  de  la  bandera  de  la  Patria,  había 
triunfado    de   líneas  enteras  de  enemigos  de  ésta. 

Y  repetía  á  cada  paso  ta  es  discursos,  para  que 
la  tropa  se  penetrara  de  su  firme  resolución  de 
arrastrar  con  cuanto  se  le  opusiera,  hasta  conseguir 
lo    que    deseaba  en   bien    de  sus  conciudadanos. 

Su  virtud  tenía  la  dureza  de  un  fanático  y  el 
temple  de  un  conspirador.  Cuando  escribía  ó  habla- 
ba escogía  palabras  que  cayeran  en  el  ánimo  de 
sus  enemigos  con  el  peso  y  el  frío  de  una  hacha  de- 
vastadora. 

Los  amenazaba  de  muerte,  como  lo  hizo  en  la 
comunicación  á  Martínez  y  Cabeza,  fechada  en  Co- 
rralito,  y  sin  embargo  no  fusiló   á  ningún    prisionero.. 

En  la  camparía  de   la  Federación  declaró  lague- 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  133 

Tra  á  muerte,  y  no  mató  á  nadie,  antes  bien  juzgó  en 
-Consejos  de  guerra  á  subalternos  suyos  por  insubor- 
dinados ó  perversos. 

Soltaba  frases  muy  premeditadas,  como  para  po- 
ner miedo  en  los  enemigos;  que  es  uno  de  los  mo- 
dos de  vencerlos ;  y  con  el  objeto  también  de  que 
sus  amigos  y  camaradas  le  respetasen,  se  le  some- 
tiesen, v  confiaran  en  su  energía,  lealtad  v  determi- 
nación  de  no  transigir  con  los  hombres  del  gobierno. 
Y  porque  tuvo  siempre  el  talento  singular  de  saber 
consustanciarse  con  el  genio  y  anhelos  de  las  faccio- 
nes,  con  las  cóleras  de  su  Partido,  y  con  la  voluntad 
del  pueblo  ;  fue'  por  lo  que  éste  le  amó  y  le  siguió 
con  entusiasmo  hasta  el  último  trance  de  la  vida. 
Pues  para  dirigir  una  revolución  es  menester  empa- 
parse en  sus  propósitos  y  pasiones:  y  en  atención  al 
estado  á  que  habían  llegad»)  los  en  onos  de  los  parti- 
dos en  4t¡,  era  forzoso  matar  ó  morir. 

Entre  los  conocidos  que  se  incorporaron  aquí 
á  la  fuerza  revolucionaria,  se  recuerda  á  Juan  Ig- 
nacio Lovera ;  Pedro  Cabrera,  natural  de  Garal  atos ; 
José  Blanford,  de  nación  inglés,  que  volvió  á  gue- 
rrear con  Zamora  en  1859:  Desiderio  Masabé ;  Pablo 
González,  que  se  alzó  otra  vez  en  la  federación, 
v  cargó  hasta  su  muerte  el  trabuco  de  Rangel ;  el 
Comandante  Linares;  Juan  Antonio  Paúl,  hijo  de 
Coto  Paúl;  el  Capitán  Ki.mho  y  los  Nieves,  perso- 
nas" lodps  que  poseían  bienes  de  fortuna. 

IX.     Zamora  salió  de  este  pueblo   con  su  corto  de8^tñZ,SíSÍ 

ejército    medio    organizado,    el    26,    por    la  vía   del 

L,lano:    pernoctó    en    el    paso  del    río    Tiznados:    el 

27   hizo   alto  en    San   José ;   y  el    28,    en    el    lugar 

-que   unos    llaman    Potrero  de   Alejo,    otros  Potrero 


cuco. 


134  DOCTOR  L.   YILLAXUEVA 

del   Limón,  pero  generalmente  nombrado    Laguna  de- 
Piedra,  ala  margen  izquierda  del  Tiznados. 

Este  sitio  es  una  sabaneta  circular,  de  cerca*- 
de  quinientos  metros  de  diámetro,  cubierta  al  Oeste 
por  el  monte  del  Tiznados,  al  Sur  por  el  caño  de 
Báquira,    y    al   Este    por   un   espeso    matorral. 

Zamora  acampó  a  lt  como  en  una  cindade- 
la; porque  el  río  y  el  cano  habían  salido  de  ma- 
dre, y  suponía  é\  que  por  aquellos  lados  no  po- 
día pasar  ninguna  fuerza.  Pero  el  Jefe  encargado- 
de  perseguirlo,  como  Comandante  de  Operaciones 
de  los  Llanos,  era  un  experto  militar  de  la  Inde- 
pendencia, el  Coronel  Francisco  Guerrero,  que  había 
servido  en  las  filas  de  la  Patria  á  las  órdenes  de 
Páez. 

Amaneció  el  2í). 
Acdon de  i».  X.    Zamora,  nuevo  en  la  milicia,  y  crevendo    su 

gana  de  Piedra.  ...  *  * 

posición  inexpugnable,  se  descuidó  en  prepararse  para 
resistir  cualquier  ataque;  y  su  gente,  en  vez  de  estar 
sobre  las  armas,  comenzaba  á  ocuparse  en  limpiarlas, 
cuando  de  súbito  fue  asaltado  por  las  tropas  de  Gue- 
rrero. Este,  y  es  la  ocasión  de  decirlo,  al  saber  la 
aproximación  de  los  alzados,  había  partido  el  27  de  Ca- 
labozo, donde  reconcentró  sus  fuerzas  v  remudó  sus 
caballos,  y  se  fue  a  reunir  con  el  escuadrón  número  3?, 
que  tenía  avanzado  en  El  Rastro.  Puso  la  guarni- 
ción de  la  plaza  á  cargo  del  Comandante  Carabaño,  y 
el  28  siguió  al  hato  de  Huenavista,  caminando  con 
lentitud  para  ir  tomando  informes  acerca  de  su  enemi- 
go; mas,  cuando  se  hubo  enterado  bien  por  sus  espías- 
de  la  situación  v  fuerzas  de  éste,  levantó  sus  reales 
A  las  once  de  la  noche,  y  llegó,  por  caminos  fra- 
gosos á  Báquira  antes  de  romper  el  alba. 

No    encontró    en  el  paso  veal  ninguna   avanzada,.. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  135 

porque    Zamora,    como    hemcs  dicho,    no    lo  creyó 
vadeable    á   causa  de  las  avenidas  del  Tiznados. 

Realmente  el  calía  estaba  hondísimo  y  venía 
á  servir  á  Zamora  de  foso  para  defender  el  cam- 
pamento: por  lo  cual  tuvo  Guerrero  que  desistir  de 
atravesarlo,  como  pensó  al  principio,  y  guió  entonces 
por  el  camino  real,  á  poca  distancia  de  la  orilla, 
para  ir  á  esguazarlo  por  sus  cabeceras,  y  entrarse, 
como  en  efecto  lo  hizo,  por  la  sabaneta  del  Potrero. 
Llevaba  su  vanguardia  el  Mayor  de  la  columna, 
Comandante  Miguel  Palacios,  con  los  carabineros 
de  Ortiz  y  dos  compañías  del  escuadrón  Cura. 

Zamora,  al  avistarlos,  voló  á  las  armas,  batió 
al  aire  las  banderas,  y  á  su  voz  de  mando,  que 
por  primera  vez  resonaba  en  un  campo  de  batalla, 
corrieron  todos  á  medir  mis  fuerzas  con  un  renom- 
brado procer  de  los  tiempos  de  Colombia.  Zamora 
en  persona  arremetió  con  sus  caballos  contra  la 
columna  de  Palacios,  la  envolvió  y  h  destrozó  á 
lanzazos:  peo  Guerrero,  rápido  y  atrevido  como 
en  sus  juveniles  anos,  desemboca  por  entre  los 
matorrales  que  med  o  le  ocultan,  y  entra  en  el 
campo  de  la  acción  con  la  compañía  de  Orituco, 
los  escuadrones  1?  y  *2?  de  Calabozo,  3?  del  Ras- 
tro, un  piquete  de  El  Sombrero,  y  la  compañía 
del  Capitán    Domingo  González. 

Las  columnas  de  infantería,  formadas  en  batalla, 
rompen  los  fuegos  con  grande  alborozo,  dando  vivas  á 
su  Jefe  y  al  Partido  Liberal  y  alzan  por  vez  primera, 
por  cima  de  las  armas,  la  bandera  amarilla  que  Za- 
yoKA  les  había  dado  por  enseña  de  la  libertad,  en 
la  plaza  de  Tiznados,  como  si  en  aquella  jornada  mag- 
na se  propusieran   legarla  á   la    inmortalidad,    ungida 


13()  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

con  la  sangre  de  sus  primeros  héroes  y  glorificada  por 
los  fuegos  de  su  priu  er  combate. 

Aquellos  somatenes  entusiasmados  basta  la  exal- 
tación por  Zamora,  aquellos  montañeses  que  acaba- 
ban de  cambiar  la  esteva  por  el  fusil ;  aquellas 
partidas  que  antes  erraban  desordenadamente  por 
las  sabanas  como  tribus  nómades,  causando  males? 
todos  ellos  entregaban  ahora  sus  vidas  con  alegiía* 
por  una  prestigiosa  causa  pública,  cuyos  ideales  de 
dicha,  libertad  y  gloria,  les  había  inculcado  en  la 
mente  su  intrépido  Caudillo. 

De  ios  hombres  de  las  antiguas  facciones,  cali- 
ficados con  sobra  de  razón,  hasta  entonces,  de  ban- 
didos, por  sus  primeros  hechos,  muchos  murieron 
allí,  redimidos  de  sus  extravíos,  al  pie  de  la  ban- 
dera del  Ejército,  frente  á  frente  de  los  veteranos 
del  Gobierno,  c  mo  aquellos  gentiles  de  mala  vida 
que,  convertidos  al  cristianismo  primitivo,  se  abraza- 
ban con  la  cruz  para  morir  noblemente  en  los  supli- 
cios, transfigurados  en  mártires  d  •  una  nueva  fe. 

La  infantería  contraria,  dice  Guerrero  en  su 
parte  oficial,  sostuvo  un  fuerjo  rirísimo  por  más  de 
un  cuarto  de  hora.  Pero  este  Jefe,  no  pudiendo 
romper  de  frente  aquellas  masas  que  se  estrenaban 
con  tanto  brío  y  que  Kangel  sostenía  con  inven- 
cible aplomo,  determinó  dividir  sus  fuerzas  en  dos 
columnas ;  lanzando  el  escuadrón  número  1?  de 
Calabozo   por    la   derecha,  y  el  resto  por  la  izquierda. 

Acosados  así  los  liberales  por  los  dos  flancos, 
empezaron  á-  perder  terreno,  hasta  que  al  fin  ago- 
tado el  pertrecho,  no  les  quedó  más  recurso  que 
defenderse  en  retirada  hacia  el  monte,  mientras  la 
caballería,  con  sorprendente  arrojo,  disputaba  á  pun- 
ta  de    lanza  el  laurel  de  la  victoria. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  137 

Zamora  recorría  las  filas  á  caballo,  arrebatado 
de  bélico  coraje,  dando  voces  de  pelea  por  todo  el 
campo,  y  llevando  él  mismo  los  escuadrones  á  trabar- 
se con  las  filas  enemigas. 

XI.  A  pesar  de  sus  esfuerzos  de  valor  y  capaci- J5£3¡¡¡[*:e,dt" 
dad    y   de   la  suprema  bizarría   de  los    suyos,   fué  al 

fin  vencido  Zamora,  quedando  la  victoria  por  las 
armas  del  Gobierno.  Los  liberales,  rotos  y  dispersos, 
fueron  alanceados  sin  misericordia.  No  hubo  pri- 
sioneros, pues  á  nadie  se  dio  cuartel.  El  Coronel 
Guerrero,  dice  al  Gobierno  en  su  parte  las  siguientes 
frases  que  causan  pavor : 

"Prisioneros  no  se  hicieron ;  así  porque  la  estrechez 
del  campo  en  que  obraba  la  caballería  no  le  permitía 
sino  alcanzarlos  sobre  el  monte  y  alancearlos,  como  por 
el   ardor  de   la  tropa  en  el  momento   de  la  persecución." 

De  los  vencidos  perecieron  más  de  ciento.  Za- 
mora se  arrojó  vestido  al  río,  y  no  obstante  ser 
buen  nadador  se  habría  ahogado  cerca  de  la  orilla, 
á  no  haberse  asido  de  una  zalea  rpie  le  tiró  Rosal io 
Herrera.  Allí  se  ahogaron  Manuel  Ibarra  y  como 
ochenta  más  de  t»*opa. 

Las  crecientes  del  Tiznados  fueron  en  aquellos 
días  tan  continuas  é  impetuosas,  que  á  las  tres  ó 
cuatro  horas  de  estar  bajando,  comenzaban  á  subir 
con  tal  violencia,  que  no  admitían    ninguna   barquilla 

• 

El  pequeño  ejército  liberal  fue  destruido.  Ar- 
mas, caballos,  monturas,  un  baúl  con  pólvora  á 
granel  y  plomo  en  barras,  nueve  cargas  de  ves- 
tuarios y  cuanto  más  llevaban  los  alzados  fue  á  ma- 
nos de  los  triunfadores. 

XII.  La  bandera  amarilla  quedó  prisionera.    El  amííuiÍ,andera 
Coronel    Guerrero  la  remitió  con  un  oficio   al  Estado 

mavor  General,    fechado    á  30  de   setiembre  en  La- 


138  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

guna  de  Piedra,  diciendo  que  sus  grandes  letreros 
demostraban  que  la  habían  hecho  en  Caracas.  Del 
Estado  Mayrr  la  remitieron  al  Ministerio  del  In- 
terior y  Justicia  y  de  aquí  al  Tribunal  (1). 

La  bandera  amarilla,  signo  de  oprobio  en  con- 
cepto de  los  conservadores  es,  de  aquel  tiempo,  la 
ensena  gloriosísima  del  Gran  Partido  á  que  debe 
Venezuela  los  mejores  adelantos  en  política,  su  cré- 
dito en  el  exterior  y  su  progreso  intelectual  y  ma- 
terial. De  aquellos  Tribunales  inquisitoriales  arre- 
batóla en  1848  el  General  José  Tadeo  Monagas  y 
se  la  entregó  al  pueblo  para  que  la  pasease,  coronada 
de  laureles  por  los  campos  de  batalla,  y  la  clavase  en 
el  Palacio  del  Gobierno  Xacional.  Abatiéronla  en  58 
los  fusionistas,  pero  en  f>í)  la  alzó  de  nuevo  Zamora 
en  Coro  con  mejor  suerte  que  en  4(>,  y  con  ella  guió 
el  Partido  Liberal  á  los  campos  celebres  de  Santa 
Inés  y  El  Corozo.  Desde  entonces  la  mantiene  el 
pueblo  'm  alto,  como  paladión  de  sus  de  echos,  em- 
blema de  su  gloria,  y  recuerdo  vivo  de  sus  ilustres 
virtudes  militares. 

Para  dar  fin  á  la  historia  de  esta  bandera, 
copiamos  en  seguida  los  oficios  de  Piñango,  Cobos 
Fuertes  y  Páez,  sobre  su  aprehensión  en  la  pelea 
v  su  envío  al  Gobierno,  v  la  declaración  de  Zamora 
en  el  Tribunal  de  Ciudad  de  Cura. 

República    de    Venezuela. — Comandancia   de   operaciones 
del  Llano. — Laguna  de   Piedras:  setiembre  30  de  1840. 

Señor   General,   Jefe  del  Estado  Mayor  General  del  Ejército. 

Ya  usted  estaiá  impuesto  del  parte  ijue  le  di  ayer 
acerca  de  la  completa  derrota  de  los  facciosos.  Hoy 
mandé   reconocer  el   campo  y  se  tomaron  ciento  y   siete 


1  Sobre  ella  interrogaron  á  Zamora  cumulo  las  declara no^e* 
ron  carpos  que  le  recibió  el  Tribunal  d*  1"  Instancia  de  Ciudad 
de  Tura,  constituido  en   la   Cá  ccl  Pública,  en  24  y  2.">   ib*  abril 

de  1847. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  139 

bestias,  de  suerte  que  para  esta  fecha  están  en  mi  po- 
der entre  caballos  v  muías  más  de  ciento  sesenta.  De 
los  muertos,  á  no  quedar  duda,  fué  uno  Ezequiel  Za- 
mora, quien  hacía  de  Jefe  de  los  facciosos.  También  se 
han  hecho  algunos  prisioneros,  quienes  me  han  informado 
que  murió  igualmente  Faustino  Blanco,  de  la  revolución 
de  Silva.  Entre  los  prisioneros  hay  uno  de  los  del  asalto 
de  Cura.  Me  siento  algo  restablecido  y  me  propongo 
continuar  mañana. — Soy  atento  servidor.   F.   Guerrero. 

Adietan. — Se  les  cogió  una  bandera  con  grandes  le- 
treros de  imprenta  lo  que  prueba  que  les  vino  de  Ca- 
racas — 

Es  copia. — Cuartel  General  en  San  Juan  de  los  Mo- 
rros.— octubre  2  de  1840. — El  General  Jefe  del  Estado  Mayor 
General. 

Judas  T.  Piñamío. 


República  de  Venezuela. — Secretaría  de  Estado  del  In- 
terior y  Justicia. — Sección  Ia — Número  380. — Caracas: 
7   de  octubre  de    1840. 

Excelentísimo   ¡Señor  General,  Primer  Jefe  del  Ejército. 

Sabe  el  Poder  Ejecutivo  que  en  el  ataque  y  derrota 
de  los  facciosos,  que  mandaban  Ezequiel  Zamora,  Kan- 
gel  y  Cabezas,  se  t^mó  una  bandera,  que  parece  llevaba 
el  primero  con  algunas  inscripciones  impresas.  Probable- 
mente esta  bandera  es  una  de  las  que  se  han  extraviado  del 
Concejo  Municipal,  á  quien  había  prestado  el  Gobierno  al- 
gunas de  las  de  uso.  Esta  bandera  es  de  suma  impor- 
tancia para  el  descubrimiento  de  algunos  hechos  que  tienen 
relación  con  la  causa  que  se  sigue  en  esta  ciudad,  contra 
Jos  principales  autores  de  la  conspiración  que  se  ha 
hecho  sentir  en  distintos  puntos  de  la  República,  y  he 
recibido  orden  de  S.  E.  el  Presidente  de  la  República, 
para  pedir  la  remisión  de  aquélla  ¿i  este  Ministerio,  para 
lo  cual  hago  a  V.  E.  la  mi'n  estimulante  recomendación. 

Soy  de  S.  E.  etc. 

Francisco  Cobos  Fikktes. 


República  de  Venezuela. — Ejército  permanente. — Cuartel 
General  en  San  José  de  Tiznados  á  12  de  octubre  de 
1840.-17°  y  30? 

Señor  Secretario  de  Untado  en  Jos  Denpachon  del  Interior  y 
Junticia. 

El   Oficial    Faustino   Heredia,    pondrá   en    manos  de 
usted,   la   bandera  tomada   á  los  facciosos    en   el  campo 


140  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

de  Laguna    de  Piedra   en    la  fundón  de  armas  del    29 
rte  l  pasado   Con  lo eual  queda  cumplida  la  orden  de  S  E 
el  Presidente,  que  se   sirve  usted  comunicarme. 
Con  sentimientos  de  alta   consideración. 
Soy  de  usted  atento  servidor. 

José  A.  Páez. 
Llevado  Zamora  al  tribunal  preguntóle  el  Juez: 

—¡En  dónde  hubo  usted  la  bandera  que  apareció 
enastada  en  el  ataque  de  El  Limón?  Contesta:  La  ban- 
dera tricolor  que  apareció  en  el  ataque  de  El  Limón  era 
de  la  caballería  que  mandaba  Rosalio  Herrera,  v  la  que 
•figuraba  de  color  amaiillo  sólo,  era  la  misma  que  tenía 
la  Sociedad  Liberal  de  esta  ciudad,  la  misma  que  se  me 
entrego  como  depositario  del  menaje  de  dicha  Corporación, 
y  la  misma  que  llevamos  á  la  función  que  tuvo  lugar  en 
.a  hacienda  de  Ancón  en  uno  de  los  días  en  que  lo»  miem- 
bros de  aquella  quisieron  divertirse. 

Preguntado:— ¿En  qué  imprenta  pusieron  á  esa  ban- 
dera de  que  usted  acaba  de  hablar,  el  mote  ó  letrero  con 
que  figuró  en  El  Limón  í 

Contesta:  — Yo  creo  que  el  letrero  fué  puesto  con 
cartulina  y  que  er.  ninguna  imprenta  se  le  puso,  como  po- 
drán decirlo  el  Licenciado  Juan  Martínez  y  Miguel  Torres. 

Preguntado:— ¿Ha  recordado  usted  el  moteó  letrero 
que  tenia  la  bandera  que  usó  la  Sociedad  Liberal  estable- 
cida en  esta  ciudad  poco  antes  de  las  elecciones,  v  de  la 
cual  ha  hablado  en  su  ultima  declaración  ?— Contesta  :— Sí, 
señor,  recuerdo  que  el  mote  ó  letrero  era  "Elección  popu- 
lar, principio  alterna' iro,  orden  y  horror  á  la  oligarquía:' 

Preguntado  :—•  Y  cómo  pudo  figurar  dicha  bandera 
en  el  ataque  de  El  Limón,  cuando  usted  v  la  facción  que 
acauchl  aba.  proclamaban  principios  enteramente  contra- 
nos,  a  la  vez  que  no  puede  haber  orden  público  cuando  se 
ataca  un  gobierno  legítimamente  constituido,  y  á  la  vez 
que  alzándose  contra  él  se  ataca  á  la  nación,  sus  leves  y 
autoridades  í —Contestó :  "Creí  conloantes  he  dicho*  que 
debía  atacarse  un  Gobierno  que  había  infringido  la  Cons- 
titución y  leyes  de  la  República  ;  v  esto  lo  decían  todos  los 
periodistas  de  Caracas  y  otras  partes." 

z£0rr?ucion á  X¡n-  E1  Coronel  Guerrero  pasó  el  río  por  el  va- 

do de  San  José  el  5  de  octubre,  y  despachó  piquetes 
por  diferentes  puntos  á  perseguir  los  dispersos  ;  y  per- 
sonalmente fue  recorriendo  desde  el  hato  del  Totumo, 
ala  ribera  occidental    del   cajón  que    se  dilata  entre 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  141 

Chirgua  y  Tiznados,  hasta  el  hato  de  San  Felipe, 
donde  se  habían  parado  A  comer  los  jefes  Herrera, 
Cabeza,  Martínez,  Ledesma,  Infante  y  como  quince 
más.  DrI  hato  de  Las  Animas  emprendió  marcha  á 
Caromocho  por  entre  un  palmar  muy  atascólo,  para 
ir  á  descansar  en  la  Guásima  y  esperar  que  sus  gue- 
rrillas le  llevaran  algunos  prisioneros.  De  este  punto 
y  con  techa  18  de  octubre,  sintiéndose  aquejado  de 
antigua  enfermedad,  pidió  licencia,  que  le  fué  con- 
cedida, para  retirarse   al  hogar. 

El  General  Silva,  acantonado  en  El  Pao,  se  mo- 
vió en  las  vísperas  de  la  pelea,    á  custodiar  las   ane- 
gadas costas  de  Chirgua,  en    combinación    con    Gue- 
rrero; el  Coronel  Torres,  nombrado  Jefe  de    la  línea 
de  San  Juan,  Ciudad  de    Cura   y    Magdaleno,    había 
marchado  oportunamente  á  cubrir  con  sus   columnas 
los    pasos    de    la   Sierra;  y    el    Coronel  Juan  de    la 
Cruz  Paredes,  con  la   caballería  de    Parapara  y    una 
columna  de  los  Valles,  se    precipitó    á   Sabana  Larga 
y  Guaitico   donde  calculaban  que   podían  asomar   los 
derrotados.     Cordero  hizo  tapar  el  camino  del    Llano 
con  un   piquete  á  las  órdenes  del   Capitán  Lanz,   si- 
tuado en  el    valle  de  Pacaragua,  que    linda    con    Ma- 
nuare;  colocó  á  Cisneros  en    el    valle    de  Timbique 
con  instrucción  de  extender  sus  operaciones   al    Salto 
de  Canuto,   á  fin  de  mantener  abierta  la  comunicación 
con  las  tropas  de  Guerrero,  y  coger  los  derrotados  que 
buscaran  abrigo  por  aquella  vía :  encomendó  á    Fran- 
cisco José  Rojas  que  recorriera  y  celara  con  una  par- 
tida de  su  confianza  desde  Agua  Blanca  arriba  hasta 
Agua  Blanca  abajo  y  Cogollal,  en  previsión  de  que  los 
dispersos  pretendieran  internarse  por  la  Cordillera  de 
Cerro   Azul ;    y    completó    su    línea    de    resguardo, 
mandando  situar  al  Comandante  Simón  García  en    la 


142  DOCTOR  L.  YILLAXUKVA 

encrucijada  de  los  caminos  de  Pacaragua;  asen- 
tándose él  personalmente  en  la  cabecera  de  Manuare, 
•que  es  una  posición  estratégica  por  su  confluen- 
cia con  Pacaragua  y  Tacasuruma.  Últimamente  y 
para  cerrar  todos  los  caminos,  despachó  el  General 
Piilango  al  Capitán  Esteller  co:i  cien  infantes  á  re- 
correr la  línea  entre  San  Francisco  y  Timbique. 

Cercado  así  Zamora  parecía  condenado  á  ser  co- 
gido de  un  momento  á  otro  ;  y  aun  se  aseguró  en  par- 
tes oficiales  que  lo  habían  hecho  prisionero  y  mata- 
rlo:  (1)  pero  siendo  como  era,  baqueano  experto  de 
Aquellos  campos,  logró  escurrirse  por  veredas  que  sus 
perseguidores  1.0  conocían,  hasta  que  salió  á  Sabana 
Larga  donde  enco  tro  á  Rangel  oculto  con  algunos 
soldados.  De  allí  partió  á  pie,  pero  con  entera  seguri- 
dad, á  Tacasuruma,   con  el  intento   de    internarse   en 

los  inaccesibles   montes    de    la   inmensa  cordillera    v 

• 

guerrear  á  la  defensiva  en  sus  quebradas,  picos  y 
■desfiladeros  hasta  que  se  repusiera  de  su  desastre  ; 
ideando  rectificar  con  una  nueva  táctica  su  primer 
plan  de  campana,  que  tan  lastimosamente  acababa  de 
fracasar  en  la  porfiada  y  sangrienta  jornada  de  El 
Limón;  pues  aquellas  comarcas  con  caminos  intransi- 
tables cortadas  por  quebradas  y  estribos  de  montes, 
habitadas  por  labriegos  amigos  suyos,  caudillos  natu- 
rales del  país,  audaces  y  duros,  como  la  raza  caribe  (2) 
•de  que  descienden,  eran  á  un  tiempo  gente  y  es- 
cenario á  propósito  para  la  guerra  que  iba  en  se- 
guida  á  ensayar,  con  escasa  tropa  armada,  contra    las 

1  Kl  Coronel  Guerrero  en  el  parfe  al  Estado  Mayor  General, 
<liee  :  •*  De  los  muertos  á  no  quedar  duda,  fué  uno  Ezeqiikl  Za- 
mora, que  hacía  déjete  de  Jos  facciosos. 

2  El  señor  Doctor  Vargas  creyó  reconocer  en  cráneos  halla- 
dlos en  sitios  de  la  .Sierra,  los  caracteres  de  *a  r^za  Caribe,  domi- 
nadora del  Bajo  Orinoco  y  las  pequeñas  Antillas,  y  sus  aprecia- 
ciones parecen  corroboradas  por  el  concepto  de  Si  veis,  en  la  geo- 
logía y  geog  a  fía  de  esta  Cora  lleía. 


r 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  143 

huestes  numerosas  del  Gobierno,  comandadas  por 
Páez,  Guerrero,  Piñango,  Carreño,  Cordero,  José 
María  Zamora,  Paredes,  Torres,  Dominga  Hernán- 
dez, Doroteo  Hurtado  y  gran  número  de  oficiales  de 
indisputable  actividad  y  valor. 

La  choza  de  un  conuquero  de  Cerro  Azul  le 
sirvió  de  abrigo  los  primeros  días ;  y  de  allí  á  las 
montañas  de  las  Muías,  iba  v  venía  diariamente 
acompañado  sólo  de  tres  individuos,  Manuel  Herrera, 
y  los  hermanos  José  y  Miguel  Masabé,  va  men- 
cionados. 

XIV.  Empero,  desorientado  en  aquella  soledad,  cJ)i£¡nuar0  á 
quiso  adquirir  datos  de  la  Revolución  y  del  Gobier- 
no, para  disponer  sin  pérdida  de  tiempo  lo  más  con- 
veniente á  sus  operaciones ;  y  en  esta  virtud  de- 
terminó saltar,  con  audacia  incomparable,  de  Ma- 
lí ua  re  á   Guambra,    v  de  Guamb  a  á  Caracas,  donde 

'  •  7 

el  Doctor  José  Manuel  García,  su  pariente  é  inspira- 
dor, podría  darle  noticias  ciertas  y  consejos  oportu- 
nos:  y  tan  pronto  como  lo  pensó  lo  puso  en  práctica. 

Su  vestido  se  componía  de  un  calzón  ancho  y  una 
camisa  hasta  la  rodi.la,  como  pinta  Strabon  á  los  galos 
del  Mediodía ;  y  su  calzado  cotizas  de  cuero,  á  imita- 
ción de  las  sandalias.  En  este  traje  y  armado  de  una 
lanza  enastada  emprendió  camino. 

De  Guambra  á  Caracas  hay  treinta  y  cinco  le- 
guas de  suelo,  en  parte  enmarañado  y   riscoso. 

Pasó  de  noche  sin  pararse  por  los  alrededo- 
res de  Cura,  el  Pao  de  Zarate  y  La  Victoria. 
Apartábase  d?  los  caminos  reales,  para  acostarse 
á  dormir  á  ratos;  y  volvía  á  emprender  marcha 
por  entre  las  breñas.  Comía  solo  en  algún  rancho. 
No  le  inquietaba   la  lluvia  ni  el  sol ;   pero  le  gustaba 


144  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

más  caminar  de  noche,   porque  estaba  acostumbrado 
á  andar  á  oscuras  como  los  soldados  de  Esparta. 

Así  rindió  su  viaje  que  parece  fabuloso;  y  á  los 
pocos  días  bien  en  cuenta  de  todos  los  acontecimien- 
tos de  la  guerra  y  la  política,  sin  ser  sospechado  de  las 
autoridades,  marchó  la  vuelta  de  sus  escarpados  pe- 
ñascos. Cuando  pasó  por  la  Platilla,  llevaba  siete 
hombres  con  una  carabina,  un  trabuco,  tres  lanzas,  un 
par  de  pistolas,  dos  cananas  y  unas  cuantas  libras  de 
pólvora  y  de  balas.  Tal  era  el  parque  y  la  tropa  con 
que  este  hombre  de  corazón  guerrero  y  singular  arro- 
jo, iba  á  abrir  la  segunda  campaña  militar  de  que 
vamos   á  tratar  en   las  páginas   siguientes. 


r 


CAPITULO  IV 

I.  Antes  de  pasar  adelante  es  menester  pintar  el    Geografía  d« 

r  r  la  Sierra. 

nuevo  teatro  de  esta  guerra ;  á  saber :  la  Sierra 
extensa  y  á  la  par  áspera  y  altísima  del  Gruárico, 
Aragua  y  Carabobo;  no  tal  como  se  ve  boy  con 
numerosos  y  crecidos  vecindarios,  ricas  haciendas 
de  caña  y  café,  hatos,  y  caminos  anchos  y  múlti- 
ples; sino  tal  como  era  en  1846,  con  selvas  vír- 
genes, rústicos  pobladores,  y  atajos  sólo  de  éstos  co- 
nocidos. 

La  cordillera  que  forma  la  espina  dorsal  de  la 
región  media  de  Venezuela,  empieza  en  el  cerro  de 
Tucuragua,  alto  de  mil  doscientos  metros  (1.200  ms.), 
en  la  extremidad  occidental  de  Carabobo.  Abátese 
á  poco,  para  dar  paso  á  varios  ríos  que  vienen  de 
la  cadena  del  litoral ;  y  vuelve  á  alzarse  al  Este, 
primero  con  el  nombre  de  Palomeras,  y  después  con 
el  de  Sierra  del  Pao  de  Cojedes^  paralelamente  á  las 
márgenes  meridionales  del  lago  de  Valencia,  hasta  los 
cerros  de  Yuma  (670  ms.)  y  de  Manuare,  siendo 
sus  picos  más  elevados  los  de  Cuispa  (1.000  ms.), 
Cerro  Azul    (1.187    ms.),    y    el    Palmar  (1.128  ms.). 

Ábrese  esta  masa    granítica  en   dos  ramales  de 
Occidente   á  Órente,    para   formar  los    valles  de  Los 
10 


140  DOCTOR   L.   VILLANUEYA 

Naranjos,  Marinare,  Tacasuruma  y  otros,  no  menos 
fértiles  y  pintorescos,  que  sin  duda  fueron  en  otro 
tiempo,  según  ensena  Humboldt,  lagos  pequeños, 
que  por  la  acumulación  de  las  aguas,  ó  por  otra 
catástrofe  más  violenta,  rompieron  los  diques  que 
los  dividían,  no  siendo  menos  probable  que  la  irrup- 
ción de  las  mismas  hacia  los  Llanos,  ocasionando 
extraordinarios  destrozos,  hava  dado  forma  di;  ruinas 
á  los  Morros  de    San  Juan    y  San  Sebastián. 

Uno  de  estos  brazos  corre  al  Sursureste  con  los 
nombres  de  filas  de  la  Platilla  (l.XX(>  ms.),  de  Flores 
(1.424  ms.),  de  Morros  de  San  Juan,  de  San  Sebas- 
tián,   San  Francisco  y  Camatagua.  (1) 

El  otro  ramal  sigue  al  Este  por  las  filas  del 
Pao  de  Zarate  (l.f)!)7  ms.),  Guaraima  (1.070  ms.),  Lo- 
ma del  Hierro  (1.367  ms.),  Consumidero  (1.143  ms.), 
Roncador  (1.4(53  ms.),  Loma  del  Viento  (1.1X3  ms.). 
Palomita  (1.5X4  ms.),  Altagracia  (1.505  ms.),  So- 
ledad (1.308  ms.),  Guanapc  (1.128  ms.),  y  el  Mo- 
rro de  Uñare  (1.003  ms.),  donde  termina;  dando 
origen  sus  declives  meridionales  á  los  ricos  vales 
de  Orituco,  Altagracia,  y  á  las  selvas  de  los  (íüires, 
Tamanaeo  y  Guaribe;  mientras  las  septentrionales 
forman  los  valles  de  A  ragua  y  del  Tuy.  (2). 

En  resumen  : 

El  nudo  principal  de  la  cadena  interior  del  ('en- 
tro está  en  los  cerros  de»  Vuma  v  El  Palmar,  al 
Sur  del  lago  de  Valencia.  En  lo  adelante  la  cadena 
sigue  dividida  en  dos  ramales,  de  los  cuales,  como 
hemos  visto,  el  principal  forma  las  grandes  cum- 
bres (pie  separan  los  Valles  ds  Aragua  y  del  Tuy, 
de  los    de    San   Sebastián,  Orituco  v  Altagracia  hasta 


1  Estas  alturas  lian  sido  ivet  i  liradas  por  Rcclus  y   Siwrs 

2  Rt  tlus  v   Sívíts. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  147 

<que  muere  á  orillas  del  Uñare.  El  segundo,  menos 
«elevado,  corre  por  las  filas  de  La  Platilla,  Flores  y  los 
Morros  de  San  Juan :  se  pierde  en  las  cercanías 
•de  Camatagua  y  San  F/ancuco :  forma  el  extenso 
valle  de  Tacasuruma,  y  se  expande  hacia  el  Sur, 
enviando  eslribosque  van  á  terminar  en  el  terreno 
cubierto  de  colinas,  terromonteros  y  pretiles  que 
constituyen  el  sistema  de  las  galeras.  Esta  masa 
-es  upenda  es  una  sola  montaña  que  se  llama  La 
Sierra. 

De  las  citadas  galeras,  la  que  apelillan  de  San 
Carlos,  hecha  célebre  por  los  campamentos  de  Za- 
mora, nace  en  las  cercanías  de  esta  ciudad  y  ter- 
mina en  el  cerro  de  La  Virgen,  partiendo  términos 
«con  el  desierto  de  los  Llanos,  á  manera  de  una 
«lunilla  peñascosa  entre  la  zona  de  los  pastos  y  la 
.agrícola. 

De  los  graneles  ríos  de  dicha  cordillera,  los  del 
Norte  y  Nordeste  caen  á  los  campos  de  Carabo- 
bo  y  A  ragua;  y  los  del  Sur  y  Sursuroeste  á  los 
de  Cojedes  y  Guárico ;  siendo  los  más  caudalosos  y 
largos,  los  llamados  Tiznados,  Chirgua,  Platilla,  Ma- 
nnare,  Paito,  Paya,  Naranjos,  Paearagua,  Prepo,  Ca- 
«íové,  Cano,  Palmar,  Caicaray  Giiigüe. 

La  mayor  parte  de  estas  i  ierras  eran  en  184í>, 
montañas  incultas,  inhabitadas,  y  ni  siquiera  explo- 
radas. Los  vecindarios,  con  sus  conucos  v  ranchos, 
estaban  situados  en  los  lugares  más  accesibles,  v 
por  donde  sin  embargo  no  andaban  sino  los  baquea- 
nos: hoy  están  en  grandísimas  porciones  sombradas 
ile  frutos  menores,  cate  y  caña ;  y  con  crecidas 
poblaciones  desparramadas  en  caseríos  y  aldeas  nue- 
vas, como  Belén,  cruzadas  de    caminos   trillados,  aun 


US  DOCTOR  L.   VIL.LANUEVA 

para   subir    la   larguísima    cuesta   de  Tormenta,    de* 
Timbique  adentro,  que  niCisneros  conocía. 

A  la  simple  vista,  el  trozo  de  la  serranía  del 
Centro  presenta  aspecto  más  ó  menos  igual  al  de 
la  serranía  del  Oriente.  En  el  primero  como  en  el 
segundo,  las  corrientes  han  tratado  de  estrechar,  aun- 
que causando  menos  depresión,  el  valle  longitudinal 
que  separa  las  dos  cordilleras  ;  y  al  hacerse  la  sepa- 
ración de  las  aguas  afluentes  al  Tuy,  de  las  que  caen 
en  la  profunda  cavidad  del  lago  de  Valencia,  el  re- 
lieve de  los  terrenos  que  la  determinan  es  de  muy 
suave  elevación,  ni  más  ni  menos  de  lo  que  sucede 
con  la  línea  divisoria  de  las  aguas  del  golfo  de  Ca- 
riaco, y  las  del  valle  que  riega  el  río  San  Juan : 
así  como  el  dique  trasversal  formado  por  el  cerro 
de  los  Teques,  recuerda  el  dique  de  Mtapire  en  la 
Sección  Cu  maná. 

Para  contribuir  á  la  descripción  geográfica  de 
esta  sierra,  inexplorada  en  parte  aún,  vamos  á  su- 
ministrar al  lector  algunos  otros  detalles  de  impor- 
tancia, que  harán  comprender  mejor  la  narración  de 
esta  penosa  campaña  que  hizo  Zamora  por  entre 
desfiladeros  sombríos,  valles,  cumbres,  torrentes  im- 
petuosos y  selvas  no  holladas  en  aquella  época  por  la 
planta  del  hombre. 

En  la  sierra  que  separa  la  Sección  Aragua  de 
la  del  Guárico,  hay  una  eminencia  llamada  PlatillÓN, 
entre  Tormenta  al  Norte  y  Valle  Hondo  al  Sur ;  de 
donde,  caminando  al  Mediodía  hacia  Tiznados,  se  baja 
al  valle  de  La  Platilla,  que  se  extiende  tierra  adentro 
en  jurisdicción  de  aquel  pueblo,  para  formar  parte  de 
la  sabana  de  cría,  á  que  sirven  de  base  los  estribos  de 
la  Cordillera.  El  río  de  su  nombre,  que  nace  entre 
Platillón  y  Picacho  Blanco,  lo  cruza  con  giros  ondú- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAM0BA  149 

latorios  en  un  trayecto  de  más  de  nueve  leguas;  en 
su  curso,  recibe  los  ríos  y  quebradas  llamadas  La 
Piedra,  Palambra,  Caliche,  San  Gregorio,  Mayalito, 
«Cucharito  y  otros  más ;  y  luego  que  pasa  Las  Lo- 
mitas  de  La  Platilla,  se  desliza  por  el  valle  de  Do- 
mingo Lorenzo  hasta  la  galera  de  Casanga ;  y  allí 
desemboca  en  el  Tiznados. 

De  La  Platilla  á  la  quebrada  de  La  Tigra  hay 
dos    leguas. 

Nombran  Cerro  Pelón  otra  cumbre  próxima 
á  San  Juan  de  los  Morros,  de  que  parten  caminos 
á  Carabobo,  Parapara,  Ortiz  y  Tiznados;  y  por  la 
parte  Norte,  á  San  Juan,  la  Villa  y  Guambra:  el 
de  San  Juan  mide  cinco  leguas ;  el  de  San  Antonio, 
dos  y  media;  y  el  que.  conduce  á  Platillón,  cuatro  y 
media.     De  San   Antonio  á  Cucharito  hay  tres  leguas. 

El  Valle  de  Canuto  se  dilata  entre  el  río  Tiz- 
nados y  el  Ceiba,  que  es  afluente  suyo.  Reu- 
nidos estos  dos  ríos  en  el  sitio  que  llaman  El 
Espanto,    desaguan  juntos    en  el    Portuguesa. 

Otro  vaMe  fértilísimo,  que  dicen  de  La  Olllta, 
demora  al  pie  de  la  Sierra  de  Tiznados,  por  el 
lado  del  Sur  hacia  el  Llano,  diez  millas  del  pue- 
blo; cortado  de  caminos  á  Valencia  por  Terrón  Co- 
lorido y  las  Dos  Bocas;  y  á  las  cumbres  de  Platillón 
y  Picacho  Blanco,  para  bajar  á  San  Juan  y  cerca 
de  Ciudad  de  Cura.  En  este  valle  se  encuentra 
el  antedicho  Salto  de  Canuto,  cuyo  embovedado 
tiene  como  "200  metros  de  largo;  paso  célebre 
adonde  todos  los  vecinos  van  en  romería  el  Lunes 
San+o  á  pescar  y  recoger  abundantísima  cosecha  de 
palambras,  palometas,  cachamas,  coporos  y  otros  pe- 
ces grandes  y  carnosos. 


150  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

En  Vallecito,  que  ahora  se  conoce  con  el  nom- 
bre de  La  Florida,  se  levantan  las  cumbres  de  Te- 
rrón Colorado,  Caracuello,  Capotera  del  Diablo  y  Pla- 
tanal, comprendidas  entre  las  de  Yuma,  Cerro  Azul 
y  Tormenta,  y  por  cuyas  faldas  corren  los  ríosr- 
Baiión,  Brazo  del  Medio,  Terrón  Co  orado  y  El 
Manuare,  que  por  allí   llaman  de  San   Gregorio. 

El  magnífico  valle  de  Tacasuruma,  linda  al  Norte 
y  Oeste  con  la  Serranía  de  Boquerón,  que  se  des- 
prende de  Cerro  Azul,  y  corre  hasta  el  cerro  de 
La  Virgen,  cerca  de  Villa  de  Cura.  Por  el  Sur,, 
con  la  fila  del  mismo  Cerro  Azul  que  lo  separa 
de  Manuare;  y  por  el  Este  con  la  quebrada  del 
Limón.  En  este  lugar  había  entonces  muchos  ve- 
cindarios, hatos  v  sementeras.  Su  terreno  está  cor- 
tado  de  quebradas,   cuyas  aguas  caen  en  el  Guárico. 

Todos  estos  valles  de  escaso  cultivo  en  1846, 
se  hallan  sembrados  actualmente  de  caña  dulce  y  frutos 
menores,  y  brindan  sus  pastos  de  paja,  macolla  y 
gamelotillo   á   rebaños    de    ganado    vacuno. 

Los  Leones,  donde  derrotó  Zamora  al  Capitán 
Julián  Castro,  era  un  conjunto  de  ocho  ó  diez  ve- 
gas en  el  valle  de  Tacas u ruma,  fertilizadas  por  el 
Guárico. 

El  valle  de  Pedernales  colinda  por  eí  Esté  y 
Norte  con  la  fila  de  Boquerón ;  por  el  Oeste  con 
Yuma;  y  por  el  Sur  y  Suroeste  con  filas  de  Ce- 
rro Azul    v    Piñal. 

•> 

Sería  menester  uu  larguísimo  trabajo  de  geo- 
grafía para  nombrar  y  describir,  siquiera  á  la  li- 
gera, todos  los  valles,  cimasr  ríos,  quebradas,  selvas 
y  vegas,  caminos  y  veredas  de  esta  Sierra;  lo  cual 
corresponderá    en     su   oportunidad     á  otra*    manos;: 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  151 

r.o  tocando  á  nosotros  en  la  presente  sino  citar  é 
indicar  los  puntos  indispensables  para  nuestra  narración; 
reservándonos  añadir  á  los  dichos  los  demás  que 
sea  preciso  dar  á  conocer  en  la  historia  de  esta 
singular  guerra,  que  sostuvo  Zamora  más  de  medio 
año,  contra  el  General  Páez  y  sus  tenientes  más  acre- 
ditados. 

Los  itinerarios  explicarán  las  marchas  y  con- 
tramarchas de  las  columnas  beligerantes;  las  apa- 
riciones y  ocultaciones  rápidas  de  Zamora  ;  por 
entre  montanas  inaccesibles  y  peligrosas,  oscureci- 
das por  nieblas  perennes  y  pobladas  de  animales 
nocivos. 

De    La  Tigra   á  Cucharito    hay  dos    leguas. 

De  Cucharito    á    San    Francisco,  tres. 

De  San   Juan  á  Cerro   Pelón,  tres. 

De  Cerro  Pelón  á  Plalillón,    dos. 

De  Cerro    Pelón  á  San  Antonio,  tres. 

De    San  Antonio  á  Cucharito,    dos  y  media. 

De  Timbique  á  Cucharito,    una. 

De   Platillón  á  La    Tigra,    ocho  millas. 

De    Cerro   Pelón    á  San  Francisco,  doce    millas 

II.    Después   de  la  acción  de  Laguna  de  Piedra.    Piandeoam- 

1  n  '    paña  de  Paex. 

se  movió  el  General  Páez  en  1?  de  octubre,  de 
Maracay  á  los  Llanos ;  y  con  el  propósito  de  per- 
seguir inmediatamente  á  Zamora,  escalonó  las  co- 
lumnas de  Racamonde  y  García  en  La  Platilla,  Pi- 
cacho Blanco  y  Guambra;  y  distribuyó  400  hombres 
más  entre  Timbique,  Manuare  y  Los  Naranjos,  á  las 
órdenes  del  General  Cordero,  quien  tenía  bajo  su 
mano  al  Coronel  Cisneros  y  al  Capitán  Ksteller. 
Estas  columnas,  separadas  ó  reunidas,  debían  man- 
tenetse  en  espectativa  de  las  operaciones  del  Llano, 


152  DOCTOR  L.   VILLANITETA 

y  cooperar  al  triunfo  que  se  alcanzara  por  aquel 
lado,  persiguiendo  á  los  derrotados;  al  mismo  tiem- 
po que  se  las  consideraba  suficientes  para  batir  y 
vencer  cualquier  partida  que  nuevamente  asomara 
por  aquellos  sitios.  El  plan  de  persecución  in- 
dicado por  el  General  Cordón)  desde  Manuare, 
como  Jefe  de  operaciones  de  La  Sierra,  era  des- 
tinar un  cuerpo  que  no  tuviera  más  oficio  que 
buscar  y  perseguir  á  Zamora,  manteniendo  cubier- 
tos los  diferentes  puntos,  donde  pudiera  guarecerse, 
como  Los  Naranjos,  Pacaragua,  Manuare,  Timbique 
y  las  montañas  de  Las  Muías.  Aceptado  este  plan 
por  el  Estado  Mayor,  se  escogió  á  Cisneros  para 
llevar  a,  cabo  la  persecución,  por  suponérsele  más 
práctico  y  más  astuto  que  otro  alguno  del  ejérci- 
to. Pronto  diremos  quién  era  este  hombre  y  cuál 
fue  el  resultado  de  sus  operaciones,  y  el  desastroso 
término  de    su    carrera    y    de    su    vida. 

Xo  se  contentó  Páez  con  ésto,  sino  que  para 
impedir  que  Zamora  volviera  hacia  abajo,  situó 
un  campo  volante  de  40  hombres  de  flor  en  San 
Francisco;  otro  hasta  de  25  en  San  José,  en  Guarda- 
tinajas  y  Barbacoas;  los  cuales  quedaban  dentro  de 
un  circuito  militar  defendido  por  una  guarnición 
acantonada  en  Calabozo,  y  compuesta  de  una  com- 
pañía de  carabineros  de  á  caballo  y  otra  de  infan- 
tería; por  cien  hombres  más  de  las  milicias  de  Orituco 
que  cubrían  la  línea  entre  Barbacoas  y  el  Sombrero, 
dos  compañías  entre  San  Francisco  y  la  entrada  á 
la  serranía  v  varios  escuadrones  (Mitre  Ortiz  v  Ca- 
labozo,  prontos  á  ir  á  donde  fuera  preciso.  El  cuer- 
po principal  del  ejército  compuesto  de  dos  bata- 
llones con  K34  plazas,  quedó  acantonado  á  orillas 
<lel   río   Tiznados,   entre   San  Francisco  y    San  José. 


YIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         153 

Como  temiera  que  Zamora  pasara  el  Apure  y 
fiíera  á  conmover  aquella  provincia,  ordenó  á  Gue- 
rrero qoe  se  moviera  en  dirección  á  San  Andrés, 
por  el  camino  real,  con  instrucciones  de  pasar  aquel 
río  á  la  menor  novedad  que  llegara  á  su  noticia, 
y  de  aumentar  su  fuerza  si  lo  creyera  necesario;  y 
para  tapar  el  camino  á  Barinas,  adonde  podía  ir 
Zamora  á  ponerse  á  la  cabeza  de  las  guerrillas  de 
la  provincia,  hizo  marchar  al  General  J.  Laurencio 
Silva   con    500    hombres  por   el  Baúl  y  Turen. 

Páez  gastó  todo  el  mes  de  octubre  en  orga- 
nizar su  plan  de  defensa  y  ataque  en  los  Llanos 
y  en  La  Sierra  ;  y  hecho  ésto,  se  quedó  ¿i  espe- 
rar que  la  facción  ó  su  Jefe  reaparecieran  en  al- 
guna parte;  difícil  y  laboriosa  tarea  en  que  le  ayudó 
ventajosamente  su  entendido  Jefe  de  Estado  Ma- 
yor,  General    Judas  Tadeo    Piííango. 

III.  Zamora  por  su  parte,  empleó  aquel  mismo  JJJjjj  de  Za 
tiempo  en  la  excursión  á  Caracas  ya  menciona- 
da y  en  organizar  su  nujeva  facción  en  la  apar- 
tada cima  de  Tormenta,  infranqueable  campamen- 
to qne  enseñoreaba  el  teatro  de  la  guerra,  cer- 
cado de  desfiladeros  y  torrentes,  y  favorecido  por 
la  naturaleza  de  majestuosas  arboledas  que  nunca 
anteriormente  habían  servido  de  abrigo  á  gente  ar- 
mada, dí  auM  en  la  guerra  de  la  Independencia. 
Alojóse  en  el  rancho  de  un  oficial  suyo  de  nombre 
Escalona ;  y  desde  allí  despachó  emisarios  á  Las 
Raíces  y  Casupito  á  alistar  paisanos,  quienes  acu- 
dieron prontamente  gustosos  á  sus  banderas,  con  ar- 
mas y  pertrechos. 

Allá  subió  Cisneros  á  batirlo.  Pero  luego  que 
los  facciosos  le  percibieron,  se  replegaron  detrás  de 
las   cumbres:    y     Cisneros,    desorientado,    tuvo    que 


e 


1 


154  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

suspender  la  persecución,  porque  no  conocía  aque- 
llos montes,  ni  encontraba  prácticos  que  lo  guiaran 
con  seguridad,  pues  los  vecinos  huían  á  los  bos- 
ques al  sentir  las  tropas  del  Gobierno;  de  tal  suer- 
te,.que  éstas  para  dar  un  paso  adelante 'tenía  i  que 
pagar  los  espías :  y  sucedió  á  veces  que  algunos 
recibían  la  paga  adelantada  y  luego  desaparecían, 
yéndose  por  lo  común  á  avisar  á  los  facciosos  el 
paradero  de  las  tropas  que  andaban  persiguiéndoles. 
d™po?Me£Íoa  IV.  En  La  Sierra  nadie  quería  servir  al  Gobierno. 

El  Coronel  Doroteo  Hurtado,  que  en  esta  re- 
cia campaüa  fue  uno  de  los  más  constantes  y  su- 
fridos oficiales  del  Gobierno,  decía  en  oficio  al 
Estado  Mayor  General :  "todos  los  red  nos  huyen  al 
monte,  de  modo  que  yo  no  encuentro  hombres  para 
postas  que  Iteren  las  comunicaciones  a  los  Coman- 
dantes de  las  columnas,  ni  para  espías  que  me  den 
razón  del  paradero  de  Zamora."  Y  otra  vez  dijo 
al    Capitán    Uacamonde    en   carta    particular: 

"Sin  embargo  de  haber  librado  órdenes  á  los  t»omi- 
s  trios  de  la  jurisdiección,  para  reunir  un  número  res- 
petable de  reclutas,  todo  ha  sido  infruetuoso,  porque  loa 
hombres  absolutamente  están  negados  á  servir  al  Go- 
bierno." 

Francisco  Chirinos,  Comandante  de  la  columna 
de  Occidente,  informa  al  Coronel  Hurtado,  en  ofi- 
cio fechado  en  la  Yuca  á  1?  de  enero,  que  el 
soldado  Escolástico  Guzmán  que  le  servía  de  ba- 
queano se  le  había  desertado  con  el  fusil  y  el  per- 
trecho, y  anude  candorosamente :  "también  digo  á 
usted,  que  este  desertor  no  ha  tenido  motiro  alguno 
para  hacerlo,  pues  ha  sido  tratado  con  más  conside- 
ración que  los  mismos  de  mi  columna,  y  recomiendo 
á  usted  este  hecho  tan  escandaloso  u  falto  de  disci- 
plina,  ¡m  's  lo  ha  cerificado  en  la  marcha,  dejándome 
sin  baqueano." 


r 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  15o 

Esto  pasaba  con  frecuencia  en  las  tropas  del 
Gobierno,    porque  todos  los  prácticos   eran  facciosos. 

Latouche,  Comandante  de  la  columna  de  ope- 
raciones de  Valencia,  dice  á  su  inmediato  superior 
desde  el  Corozo,  4  2  de  enero:  "Respecto  á  los 
postas  que  usted  me  dice  pida  á  la  autoridad  terri- 
torial, los  pedí  á  los  jueces  de  Güigiie,  con  fecha 
16  del  prójcimo  pasado,  y  éstos  me  contestaron,  que 
en  aquel  lugar  no  había  hombres  baqueanos  de  estos 
campos  que  mereciesen  la  confianza  para  desempeñar 
tal  encargo,  así  es  que  he  quedado  con  la  misma 
necesidad  que  he  manifestado  á  usted  en  mis  auter lo- 
res comunicaciones." 

El  Jefe  político  de  San  Carlos,  al  contestar 
al  Coronel  Hernández,  en  oficio,  sobre  la  organi- 
zación de  las  milicias  activa  y  de  reserva  de  su 
Cantón,  dice : 

í;Y  al  ocuparme  de  su  contestación  me  es  muy  sen- 
sible manifestar  á  usted,  que  en  el  estado  de  desmora- 
lización en  que  boy  se  hallan  estos  vecinos  con  los  tras- 
tornos políticos  que  han  ocurrido  de  setiembre  acá,  creo 
casi  imposible  poder  llevar  á  efecto  tan  saludable  me- 
dida, pues  los  hombres  aún  permanecen  huyendo  por  .los 
montes,  la  desconfianza  y  temores  de  que  están  poseí- 
dos los  aterra;  y  lo  peor  de  esto  es,  que  la  zizaña  y  ma- 
los principios  de  que  están  poseídos  no  se  acaban." 

De  tal  desprestigio  nos  da  cuenta  la  prensa 
de  los  mismos  oligarcas,  igualmente  que  sus  mi- 
litares. El  señor  Juan  Vicente  González  escribió  en 
su  periódico  Diario  de  la  Tarde  los  siguientes  ex- 
presivos conceptos: 

• 

•fcLa   Administración  es   un   poder   espiritual  é    invi- 
sible, poder  de  convención,   expectador  impasible  de  una  . 
lucha  contra  la  moral  y  la  justicia  ;   hasta  risa  causa  ver 
los  esfuerzos  contra  una   Administración  que  se  da  á  par- 
tido, como  le  permitan  no  confesarlo,    y  que     vite  por 

los  aires,   sin  base  donde  descansar porque  la  base 

de  un  Gobierno  es  la    opinión ¿Con    quiénes  está 


15Ü  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

«1  Gobierno  f  El  vive  solo  y  campea  con  su  propia  im- 
popularidad. 

Nunca  sociedad  alguna  estuvo  más 

llena  de  desórdenes  que  la  que  abandonan  ai  acaso  los 
hombres  encargados  oficialmente  de  conducirla.  En  el  cam- 
po ministerial  no  hay  sino  opiniones  incoherentes,  medidas 
contradictorias,  errores  de  juicio,  insustancialidad,  tinie- 
blas, contusión:  el  Gobierno  flota  entre  la  anarquía  y  el 
vértigo." 

Y  el  señor  Doctor  Ángel  Quintero  publicó  en 
Valencia,  entre  o  ras  cosas,  el  siguiente  apostrofe  al 
Poder  Ejecutivo  : 


"Vuestro  Gobierno  ha  sido  un  misterio:  Venezuela 
no  lo  ha  conocido;  es  hoy  que  puede  juzgar  bien  por 
los  resultados.  ¿Cuáles  son  éstos f  Venezuela  sin  tesoro 
público  y  sin  fortunas  particulares :  una  parte  de  la  so- 
ciedad en  lucha  á  muerte  con  la  otra :  los  hijos  en  ar- 
mas contra  sus  padres  :  la  inmoralidad  y  la  más  desen- 
frenada licencia  recibiendo  un  culto  público;  todo,  en  fin, 
perdido,  y  en  la  opinión  de  muy  respetables  patriotas, 
serias  dificultades  que  vencer,  y  que  no  allana  uy  ejér- 
cito, para  restituir  la  sociedad  á  su  estado  normal." 

Iímí?a?ion  A  V-  lJ*'iez  ordenó  terminantemente  á  Cisueros  que 

no  se  parara  en  ninguna  parte  hasta  batir  y 
coger  los  facciosos,  que  si  no  podía  sorprenderlos,  si- 
guiera sin  descanso  sus  huellas  cualquiera  que  fue- 
se la  vía  que  lomaran ;  para  lo  cual  le  proveyó 
suficientemente  de  tropas,  diner»  y  ganado,  pues 
creía  que  este  antiguo  guerrillero  realista,  fiero  y 
bárbaro,  era  el  más  capaz  para  emboscadas  y  sor- 
presas de  la  guerra  de  montanas,  y  si  bien  era 
cierto  que  no  conocía  bastante  la  parte  occidental 
de  la  Sierra,  que  era  donde  estaban  los  alzados, 
tenía  sobre  otros  Jefes  y  oficiales  la  ventaja  de 
ser  un  montañés  caviloso  y  atrevido,  que  sabía,  co- 
mo Zam  ka  y  Rar.gel,  caminar  á  pie,  correr  por 
los   desfiladeros,    dejarse  caer  al   fondo   de   las   bou- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  157 

donadas,  esconderse  como  las  serpientes  en  los  ma- 
torrales ;  pasar  las  noches  en  vela  acechando  á  sus 
contrarios,  con  todas  las  costumbres,  mañas  y  pre- 
visiones de  los  naturales  de  la  serranía.  No  obstante, 
bien  fuese  que  no  pudo,  bien  que  no  quiso,  hay  que 
declarar  que  Cisneros  no  logró  encontrarse  nunca 
con  Zamora  :  de  tal  modo  que,  cuando  el  General  Cor- 
dero suponía  á  éste  muy  lejos,  se  le  presentó  de 
súbito  en  Timbique  acompañado  de  Rangel  y  de  más 
de  cien  hombre»  de  pelea;  al  tiempo  que  Cisnetos 
se  hal  aba  en  el  Alto  de  las  Muías  aumentada  ya  su 
tropa  con  las  columnas  de  Simón  García  y  del  Co- 
mandante Francisco  Chirinos.  Zamora  trepó  á  Cerro 
Azul :  apellidó  guerra  por  los  valles ;  sorprendió 
unos  piquetes  sueltos  del  Gobierno,  y  después  que 
alarmó  y  molestó  la  línea  de  operaciones  del  Ge- 
neral Cordero,  fué  A  salir  por  los  sitios  viejos  de 
La  Platilla. 

Al  saberlo  Páez  dispuso  que  Cisneros  ocurrie- 
ra a  combatirlo  con  Racamonde  y  Guevara,  y  la  4* 
compañía  de  Orituco  que  mandaba  Josó  García. 

Esta  orden  fue  expedida  el  10.  Racamonde  par- 
tió á  cumplirla,  y  llegó  á  La  Tigra,  apercibido  á 
luchar  con  la  facción  si  la  encentraba  al  pie  de  la 
nmniaña,  atento  á  que  en  la  cumbre  era  imposible 
atacarlo.  Pero  Cisneros  no  concurrió,  ni  se  puso  en 
comunicación  con  los  compañeros:  por  lo  cual  ílie- 
reció  una  reprimenda  del  Estado  Mayor,  aunque 
se  disculpó  de  sus  faltas,  exponiendo  que  se  había 
distraído  efectivamente  de  su  principal  deber,  cual 
era  el  de  batir  los  facciosos,  en  razón  á  estar  preparan- 
do los  medios  de  ponerse  en  comunicación  con  Ran- 
gel, su  antiguo  amigo,  para  inducirle  á  presentarse 
al    Gobier.  o  con    su    gente  :  circunstancia  que  infun- 


1 


158  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

dio  sospechas,  por  primera  vez,  sobre  su  infiden- 
cia, como  lo  expondremos  más  adelante,  cuando 
demos  cuenta  del  juicio  que  se  le  siguió  por  ñu- 
tas cometidas  en  el  cumplimiento  de  sus  deberes, 
como  Jete  de  aquellas  fuerzas. 

La  compañía  de  García  tampoco  se  presentó, 
porque  á  causa  de  habérsele  desertado  los  prácticos, 
se  extravió  en  El  Platillón,  y  estuvo  á  punto  de  pe- 
recer de  hambre  en  unos  montes  oscurecidos  por 
las  nieblas.  A  duras  penas  pudo  salir  en  lastimoso 
estado  á  La  Platilla  Abajo,  donde  alcanzó  á  ver  una 
partida  que  habría  tiroteado  y  perseguido  si  el  co- 
misario de  Palambra  le  hubiera  asistido  con  los  ba- 
queanos que  le  mandó  pedir. 

Zamora  abandonó  La  Platilla,  y  desapareció  sin 
dejar  rastro. 

Los  contratiempos  de  las  fuerzas  del  Gobierno 
desconcertaron  en  t  nto  grado  á  Kacamond^,  que 
vino  á  quedar  solo  en  la  montana  sin  encontrar  quien 
le  diera  noticias  ni  do  los  amigos  ni  de  los  enemi- 
gos;  en  vista  de  lo  cual  determinó  caminar  la  vuelta 
de  San  Francisco,  temeroso  de  que  Zamora  tuviera 
en  mira  caer  de  repente  sobre,  esta  plaza.  Detú- 
vose en  su  travesía  á  registrarlos  caseríos  de  La 
Tigra  y  El  Mamón;  y  el  21  pernoctó  en  Cucharito 
en  <U>nde  recibió  un  oficio  del  Estado  Mayor,  en  que 
se  le  prevenía  que  conservase  la  posición  q-ie  estu- 
viera ocupando  en  la  serranía,  cualquiera  que  fuese. 
Por  suerte  estaba  en  Cucharito,  punto  de  impor- 
tancia, equidistante  á  una  jornada  de  tropa  de  San 
Francisco  v  de  Timbique  v  considerado  como  uno 
de  los  principales  de  la  comarca,  porque  era  una 
encrucijada  que  debía  guardarse. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         159 

Zamora,  en  vez  de  tomar  aquella  ruta,  bajó  á 
Cerro  Pelón,  y  se  acercó,  en  una  marcha  de  seis 
horas  á  San  Juan  y  sus  vecindarios  para  solicitar 
noticias  de  la  Revolución,  que  suponía  extendida  por 
todo  el  país,  y  recoger  los  elementos  de  guerra  que 
hubieran  podido  conseguirle  sus  amigos:  y  hecho 
ésto,  siguió  por  veredas  sólo  de  é\  conocidas,  á  Tim- 
bique.  A  la  sazón  Cisneros  que  lo  perseguía  por 
las  cercanías  de  Tormenta,  reventó  por  San  Gre- 
gorito á  Cucharito  el  21  en  la  tarde,  muy  lejos  de 
la  dirección  por  donde  le  esperaba  Raca.iionde,  á 
quien  en  seguida  hizo  entender  que  no  había  obte- 
nido rnzón  fija  del  paradero  de  la  facción,  ni  encon- 
trado rastros  que  se  lo  hicieran  sospechar:  en  fuerza 
de  lo  cual  diéronse  á  pensar  los  dos,  que  Zamora 
debía  de  haber  tomado  la  montaña  de  Guambra  por 
Picacho  Blanco.  Y  así  era  en  efecto,  y  con  esta  con- 
vicción marcharon  el  día  siguiente  con  las  columnas 
reunidas  á  La  Platilla  Arriba  distante  poco  menos 
de  dos  leguas.  Allí  se  juntaron  con  Chirinos,  que, 
en  cumplimiento  de  instrucciones  superiores,  había 
ocupado  A  Picacho  Blanco  en  la  mañana  del  22, 
yendo  por  la  vía  de  Guambra  y  Cerro  Azul. 

Según  informe  de  unas  mujeres,  supieron  que 
Zamora  había  estado  acampado  allí  hasta  el  21  en 
la  noche,  y  que  unido  á  Rangel  habíase  ido  con 
rumbo  á  Tacasuruma.  Empero,  en  la  mañana  del  22 
divisaron  en  las  alturas  varias  partidas  que  corrían 
por  las  filas  más  próximas  y  subían  después  á  otras 
más  altas  que  se  levantan  por  detrás.  Y  habiéndose 
propuesto  distinguirlas  de  más  cerca  para  tirotearlas 
y  perseguirlas,  gastaron  todo  el  día  en  subir  y  bajar 
cuestas  sin  alcanzar  su  objeto,  porque  las  partidas 
aparecían  y  desaparecían  rápidamente   por  todos    la- 


160  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

dos.    Rendidos  de  fatiga  y  hambre  bajaron  á  La  Pla- 
tilla á  comer  y  descansar. 

Aquella  gente  eran  montañeses  muy  diestros  ea 
trepar  las  cumbres,  dejados  allí  por  Zamora  para 
ternetener  al  enemigo,  mientras  que  él  con  Rangel  co- 
rría á  Tacasuruma  á  buscar  más  .soldados  y  municio- 
nes con  que  dar  un  golpe  mortal  al  destacamento  de 
Páez  que  pareciese  más  débil. 

El  día  siguiente,  24,  aumentadas  las  fuerzas  del 
Gobierno  con  las  de  Simón  García,  emprendieron 
marcha  juntos  al  Alto  de  las  Muías,  penetrados  de 
la  dirección  que  debía  haber  tomado  Zamora, 
pero  no  encontrándole  en  aquellos  sitios  separáron- 
se por  diversas  vías  para  obrar  en  combinación,  & 
fin  de  ver  si  por  huellas  ó  noticias  lograban  saber  los 
lugares  donde  se  albergaba  su  infatigable  contendor- 
De  TacMuru-  VI.  Zamora  se  burlaba  de  ellos;  los  vigilaba  des- 

mi  4  Los  Ba- 

•*•■'  de  los  cerros ;  y  sin  ser  visto  observaba  todos  sus  mo- 

vimientos; los  contaba,  y  oía  sus  toques  de  orde- 
nanza. Así  se  mantuvo  para  llevar  á  cabo  su  in- 
tento: y  cuando  hubo  hallado  y  recogido  lo  que  soli- 
citaba, desapareció  por  entre  las  quebradas,  para 
pasar  de  un  extremo  á  otro  del  teatro  de  la  guerra: 
esto  es,  del  valle  de  Tacasuruma,  que  está  al  Oeste 
de  Villa  de  Cura,  á  la  hacienda  que  se  llama  La 
Dormida,  situada  al  Nordeste  de  esta  ciudad. 

Este  movimiento  parecerá,  á  los  que  no  conocen 
sus  pormenores,  semejante  al  del  caballo  en  el  tablera 
de  Ajedrez,  como  si  hubiera  sido  hecho  de  un  salto 
por  encima  del  enemigo,  al  travos  de  riscos  y  des- 
peííadcios.  Hízolo  de  noche  y  tan  cerca  del  ene- 
migo, que  puede  decirse  que  lo  ejecutó  por  entre 
las  mismas  posiciones  de  éste. 

Vamos   á  referir  cómo  fué  esta  maniobra  de  Za- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         161 

mora,  que  produjo  tan  grande  estrago  en  las  filas 
del  Gobierno,  y  que  dejó  pasmados  á  los  Jefes  que 
le  perseguían. 

Del  valle  indicado  subió  á  las  cabeceras  de  la 
quebrada  de  Guambra,  en  uua  de  cuyas  vertientes 
se  detuvo  dos  días,  pero  cuando  Cisneros  llegó  al 
Palmar,  que  es  otro  sitio  de  las  cabeceras  de  la  citada 
quebrada,  distante  media  legua  de  la  que  él  ocupaba, 
levantó  sus  reales  y  continuó  hacia  el  Guárico  abajor 
adonde  llegó  en  la  tarde  del  mismo  día ;  y,  sin  parar,, 
guió  á  la  boca  de  la  quebrada  del  Corocito,  y  de  aquí 
agua  arriba  basta  sus  cabeceras.  Desde  este  punto 
veíase  distintamente  la  torre  de  Maracay  y  la  gente 
de  Cisneros,  que  ya  quedaba  lejos  como  legua  y 
media.  Casi  de  noche  llegó  á  La  Pabona,  situa- 
da en  un  bajo  poco  antes  de  Garabatos.  Allí  per- 
maneció algún  tiempo,  entre  paisanos  muy  parti- 
darios suyos,  y  cuando  al  anochecer  del  tercero  día 
supo  que  tenía  á  Cisneros  cerca  de  sí  en  el  poblado 
de  Garabatos,  se  movió  hacia  Cura;  faldeó  el  Cerro 
de  las  Cabras  dejándolo  á  la  izquierda,  y  pasando 
por  detrás  de  la  casa  de  Don  Pedro  González,  sita 
en  los  Colorados,  á  las  11  de  la  noche,  más  ó  menos* 
fu¿  á  tener  á  La  Lagunita,  donde  se  mantuvo  medio 
oculto  dos  días;  y  de  este  punto  marchó  de  frente  k 
Los  Bagres,  adonde  arribó  al  amanecer  del  día  sábado» 
26  de  noviembre. 

Marcha  atrevidísima,  cuanto  difícil  y  sorpren- 
dente. 

Acuarteló  á  Rangel  con  parte  de  la  fuerza  en  la 
casa  de  Don  Isidro  Jadn,  y  el  resto  en  las  de  Lino 
Fuentes   y  Fernando  Lespe. 

11 


162  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Y  él  se  alojó  en  la  de  Mateo  Díaz,  en  ¡a  que- 
brada Peñas  Blancas  arriba,  donde  vivía  una  amiga 
suya,  de  nombre  Bibiana,  hija  de  este  hombre  y 
de  Josefa  González.  En  esta  mujer  tuvo  Zamora 
un  hijo  que  nombraron  Nicolás,  á  quien  sirvió  de 
padrino  en  el  bautismo,  más  tarde,  el  General  José 
María  García  Fuentes.  Este  niño  murió  de  muy 
tierna  edad. 

AooiondeLo.  VIL   Habiendo  sabido  las  autoridades  de  Cura,  á 

las  ocho  de  la  mañana,  por  aviso  del  señor  Andrés 
Fuentes,  que  Zamora  y  Rangel  se  hallaban  con  gente 
armada  en  el  sitio  de  La  Majada,  Bagre  Abajo,  tres 
leguas  más  ó  menos  de  la  Plaza,  preparáronse  á  la 
defensa  con  la  corta  fuerza  de  que  les  era  dado 
disponer.  El  capitán  José  del  Rosario  Villasmil 
mandaba  la  cuarta  compañía  del  batallón  de  línea 
número  2?,  quien  estaba  acantonado  allí  desde  el  23, 
con  orden  del  Estado  Mayor  General  de  batir,  per- 
seguir y  exterminar  los  facciosos,  si  se  acercaban 
á  la  población;  á  cuyo  efecto  se  recomendó  al  Jefe 
político  de  Cura  que  lo  reforzara  con  veinte  y  cinco 
hombres,  para  que  en  cualquier  momento  de  peligro 
tuviese  expedita  una  fuerza  de  sesenta  á  setenta. 
Después  se  supo  que  la  citada  autoridad  apenas  ha- 
bía auxiliado  á  Villasmil  con  seis  reclutas.  Arre- 
batado empero  de  pundonor  este  valeroso  oficial,  lue- 
go que  se  impuso  de  la  noticia,  corrió  á  las  armas, 
y  salió  de  la  ciudad  al  pasitrote,  animado  á  la  pelea 
con  su  infantería  y  un  piquete  de  caballería  colec- 
ticia, formado  de  vecinos  del  lugar;  sin  atender  á 
los  que  le  observaban  que  lo  más  acertado  era,  con- 
currir á  la  acción  con  las  columnas  de  Cisneros,  Gar- 
cía, Racarnonde  y  Chirinos,  que  volarían  de  Garaba- 
tos,  donde    á  la    sazón  se  hallaban,  á  Los  Bagres,  en 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  163 

recibiendo  el  aviso  que  ya  se  les  había  mandado.  De 
Garabatos  á  Los  Bagres  hay  poco  menos  de  cinco 
leguas. 

El  contestaba  diciendo  que  con  su  compañía 
-veterana  podía  batir  más  de  doscientos  facciosos.  To- 
das aquellas  columnas  reunidas  podrían  dar  una  fuerza 
-de  seis  á  setecientas  plazas. 

Así  como  se  vio  fuera  de  poblado,  dejó  el 
camino  real,  y  salió  á  la  sabana  de  Los  Bagres 
Abajo. 

Es  de  saberse  que  Los  Bagres  era  un  hato 
-de  Don  García  Revenga,  en  el  valle  del  Chorro, 
tres  leguas  de  Villa  de  Cura,  en  que  había  ade- 
más tres  haciendas  de  café:  uaa  del  señor  Ma- 
nuel María  Landa,  nombrada  Tucutunemo;  El  Cor- 
tijo, del  señor  Trinidad  Celis ;  y  El  Chorro,  del  señor 
Andrés  Fuentes.  L^s  Bagres  se  dividían  en  Bagres 
Arriba,  en  donde  estaba  la  casa  de  habitación,  las 
oorralejas,  majadas  y  queseras  ;  y  Los  Bagres  Abajo, 
porción  de  terrenos  quebrados  con  sabanetas  y  ce- 
rros, que  servían  de  asiento  al  vecindario  de  la  misma 
posesión.  Por  en  medio  de  esta  cone  una  quebra- 
da de  Norte  á  Sur,  que  llaman  quebrada  de  Los  Ba- 
gres ;  más  allá  de  la  cual  se  extendían  hacia  la  sa- 
bana unos  conucos,  dichos  Los  Palenques,  á  causa  de 
sus  empalizadas. 

Aquí  hizo  Zamora  una  trinchera,  en  que  colocó 
una  avanzada,  y  otra  á  orilla  de  la  quebrada,  al  pie 
-de  unos  mamones ;  y  ocultó  en  el  monte  el  resto  de 
la  tropa. 

Villasmil  desfiló  por  la  derecha  á  posesionarse  de 
la  punta  de  la  loma  que  se  levanta  al  frente  de 
la   quebrada  ;   pero   las  avanzadas,  al  divisarlo,   lo  ti- 


lf>4  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

rotearon,   manteniéndose   ocultas  detrás  de  las  esta- 
cadas. 

Villasmil  contestó  los  fuegos  sin  pararse,  y 
al  pasitrote  cruzó  la  sabaneta  y  coronó  la  altu- 
ra, sin  darse  todavía  cuenta  del  número  de  la  gente 
que  se  proponía  batir. 

Zamora,  que  al  revés,  pudo  ver  y  contar  á 
sus  contrarios,  dividió  prontamente  los  suyos,  que 
eran  trescientos,  en  dos  columnas  ;  de  las  cuales  dio 
una  á  Rangel  con  orden  de  que  los  atacara  á  fuego 
vivo,  apoyado  en  la  mata  que  está  al  pie  de  la  loma; 
mientras  que  él  con  la  otra,  subía  á  una  cumbre 
más  elevada  de  la  misma  cordillera  para  acribillarlos 
por  la  espalda. 

Y  así  al  cabo  sucedió:  pues  Ínterin  Villasmil  pe- 
leaba á  pecho  descubierto  contra  un  enemigo  gua- 
recido de  las  arboledas,  corría  Zamora  á  pie  por 
entre  riscos  la  vuelta  de  la  montaña  para  domi- 
narle, como  á  poco  lo  hizo;  viniendo  á  quedar  el 
joven  veterano  entre  dos  fuegos,  sin  poder  acome- 
ter á  Rangel,  porque  se  exponía  á  que  Zamora  lo 
barriese  por  la  espalda,  ni  hacer  cara  á  éste,  te- 
miendo que  el  otro,  emboscado,  lo  diezmara  con  tiros 
por  mampuesto. 

Sorprendido  de  aquella  maniobra  y  rodeado  de 
enemigos,  dispuso  una  guerrilla  para  contener  á 
Rangel ;  y  con  el  resto  de  la  tropa  se  preparó  á 
contrarrestar  personalmente  la  carga  de  Zamora. 

Llamó  la  caballería  para  que  le  ayudase  por 
el  llat-o  ;  pero  estos  jinetes  bisónos  asustáronse  con 
los  fuegos,  y  se  dispersaron.  El  choque  fué  recio 
y  desesperado  con  pérdidas  de  ambas  partes ;  por- 
que Villasmil    puntilloso   y   valiente,    lejos   de   pen~ 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         165 

$ar  en  replegarse  ó  huir  á  la  ciudad,  animaba  á 
los  suyos  con  sus  voces  y  ejemplo ;  y  más  se  enar- 
deció y  cobró  nuevos  bríos,  cuando  hubo  divisado  des- 
de la  altura  la  cabeza  de  una  fuerza  que  iba  de  La 
Villa  en  su  auxilio,  y  cuyos  toques  de  corneta  y 
tambor  oía  claramente. 

Era  Cisneros  que  se  acercaba  con  su  columna. 
Pero  este  hombre  que,  según  se  averiguó  después, 
andaba  en  tratos  con  los  revolucionarios,  no  se  apre- 
suró á  concurrir  á  tiempo  para  salvarlo,  cuando  pudo 
marchar  directamente  por  un  camino  expedito,  con 
tropa  de  refresco,  ó  contra  Rangel  ó  contra  Za- 
mora, y  á  lo  cual  le  excitaban  acaloradamente  sus 
oficiales. 

Dos  horas  duraba  la  refriega,  cuando  Villas- 
mil  cayó  sin  vida,  herido  de  un  balazo  en  la  cabeza, 
en  los  momentos  mismos  que  resistía  con  más  bra- 
vura los  nutridos  y  certeros  fuegos  del  General 
Zamora.  Los  pocos  soldados  que  sobrevivieron  útiles 
se  acobardaron  cuando  se  vieron  sin  jefe ;  algunos 
cayeron  prisioneros,  y  otros  lograron  llegar  sanos  y 
salvos  á  La  Villa. 

Zamora  recorrió  el  campo,  hizo  recoger  las 
armas,  cartucheras  y  municiones,  y  repuso  sus  avan- 
zadas en  los  puest'js  que  ocupaban  antes  del  com- 
bate. 

'  De  cuatro  á  cinco  de  la  tarde  sería  cuando  se  pre- 
sentó Cisneros  á  una  milla  de  la  Sabana  ;  y  en  vez  de 
abrir  los  fuegos  contra  Zamora  vióse,  que  su  mosca  se 
acercaba  sin  disparar  un  tiro  á  las  avanzadas  de  El  Pa- 
lenque. Después  se  ha  sabido,  por  declaraciones  juradas 
«en  los  Tribunales,  que  estas  dos  guerrillas  se  pusieron 
4tl  habla  :  indicios  todos   de    que  Cisneros  estaba  co- 


1 


100  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 


metiendo  el  feo  delito  de  traición  á  su  Jefe  y  & 
su  bandera.  Nuestro  deseo  de  ver  triunfar  las  ar- 
mas liberales,  no  nos  inducirá  á  loar  esta  conducta 
de  Cisneros ;  pues  pasarse  con  las  armas  al  enemi- 
go, ó  de  cualquier  modo  inteligenciarse  con  él,  es 
de  todos  los  crímenes  el  más  ignominioso,  ora  se 
trate  de  guerras  internacionales,  ora  de  revoluciones 
intestinas.  El  militar  debe  mantenerse  firme  é  in- 
sospechable al  pie  de  sus  banderas,  hasta  el  último 
trance  de  la  vida. 

Poco  después  retiró  Zamora  sus  piquetes  de 
observación:  levantó  el  campo,  atravesó  la  loma  don- 
de había  tenido  lugar  la  pelea,  y  fué  á  parar  con  i 
una  columna  como  de  cien  hombres,  haciendo  car- 
gar á  cuestas  cinco  heridos,  á  la  fila  del  Gamelotal 
que  se  extiende  frente  á  Los  Bagres  Arriba;  y  por  la 
noche,  entre  nueve  y  diez,  tuvo  el  atrevimiento  de 
pasar  por  el  Caro  de  Semen,  hacia  La  Ollita,  casi 
por  entre  las  fuerzas  del  Gobierno,  al  tiempo  que 
Páez  estaba  acampado  en  la  casa  de  corredor  de 
Avilan,  en  El  Pozóte. 

Los  guerrilleros,  decía  el  avisado  General  Pedro 
Manuel  Hojas,  á  diferencia  de  los  jetes  que  maniobran 
con  un  ejército,  no  deben  nunca  pasar  la  noche  en  el' 
campo  en  que  pelean. 

Como  resultado  de;  la  acción  se  recogieron  en 
Los  Baxres,  cuarenta  y  pico  de  muertos,  y  ocho  más 
en    la   montarla. 

Cisneros,  antes  de  oscurecer,  desfiló  por  el  flan- 
co derecho  en  dirección  al  picacho  de  El  Diablo;  \r  - 
la  cabeza  de  la  tropa  vino  á  asomar  poco  antes  de 
las  diez  de  la  mañana  del  día  siguiente,  á  la  ante- 
dicha  loma  del  Gamelotal,  por  donde  había  pasado 
Zamora  la  tarde  anterior. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  167 

VIII.   Dos  sucesos  graves  ocurrieron  en  esta  oca-  A»e»inato  de 

~  D.  Andrés  Fuen- 

sion,  y  de  los  cuales  vamos  á  dar  cuenta  conforme *•*• 
á  relaciones  que  hemos  recogido  de  personas  dig- 
nas de  fe,  actores  en  ellos  ó  sabedores  de  lo  que 
realmente  pasó.  Tales  son:  el  asesinato  del 
señor  Andrés  Fuentes,  perpetrado  por  las  fuerzas 
de  Zamora,  antes  de  la  acción  ;  y  el  comportamiento 
militar  del  Coronel  Cisneros  en  el  apuro  en  que  se 
hallo   la   fuerza  que  se  le  había  ordenado  auxiliar. 

Enemigos     de   Zamora  le  imputaron    entonces 
aquella  muerte,    de    palabra  y  por  la  prensa ;  y  en  el 
juicio  que  se  le  siguió  por  conspiración,    le   hicieron 
^  cargos   por  ella,    contra  los    cuales    protestó  siempre 

enérgicamente;  y  aun  la  alegaron  los  jueces  en  la 
sentencia,  como  uno  de  los  fundamentos  en  que  se 
apoyaban  para  condenarle  á  la  pena  del  último  su- 
plicio. 

Desestimaron  en  absoluto  las  declaraciones  en  fa- 
vor de  Zamora,  rendidas  bajo  juramento  en  el  tribunal, 
por  individuos  que  estaban  presentes  en  el  acto  que  se 
cometió  aquel  atroz  delito;  y  las  de  personas  de 
cuenta  de  Cura,  que  acreditaron  su  honradez  y  sanos 
hábitos  de  trabajo  en  su  antiguo  oficio  de  comercian- 
te; la  buena  índole  de  caballero  que  le  distinguía  en 
el  trato  social ;  y  las  excelentes  aptitudes  con  que 
se  apresuró,  más  de  una  vez,  á  defender  el  orden 
social,  como  sucedió  en  1844  y  en  el  mismo  año  1846, 
según  anteriormente  lo  hemos  dicho.  Con  esto  come- 
tieron los  jueces  dos  acciones  dignas  de  ser  reproba- 
das, pues  al  tiempo  que  pretendían  deslustrar  la  repu- 
tación del  General  Zamora,  calificándole  de  asesino, 
cuando  no  había  cometido  personalmente  ninguna 
muerte  ni  mandado  cometerla,  irritaban  las  pasiones 
de   un    partido   político,  que  lejos  de  ser  gavilla   de 


168  DOCTOR  L.   VILLANÜEVA 

salteadores,  como  decían  los  oligarcas,  venía  desarro- 
llándose de  manera  formidable,  por  la  irradiación 
de  una  prensa  ilustrada,  enérgica  y  patriótica:  dando 
á  entender  á  los  hombres  pensadores,  que  llevaba  en 
sí,  como  causa  pública,  condiciones  vitales  de  per- 
durabilidad y   trascendencia. 

De  Zamora  puede  decirse,  que  siendo  joven, 
fue  honesto;  y  que  fue  siempre  creciendo  en  el 
conocimiento  y  práctica  de  las  obligaciones  naturales 
y  civiles  que  forman  el  carácter  de  los  buenos  ciu- 
dadanos. 

Pedro  Pastrán,  preso  junto  con  Fuentes,  declaró 
que  Rangcl  mandó  salir  á  éste  con  ocho  lanceros  y 
no  le    vio  más. 

El  General  Francisco  de  Paula  Alcántara,  Jefe 
de  Operaciones  de  Aragua,  certificó  la  manifestación 
que  le  hizo  José  de  Jesús  González  (a  Agachado), 
cuando  fue  indultado,  en  la  que  consta  que  Zamora  no 
había  mandado  matar  á  Fuentes.  Pero  el  tribunal  no 
quiso  apreciar  este  documento  respetabilísimo,  porque 
carecía  en  su  sentir,  de  las  formalidades  prescritas 
en  el  Código  vigente  de  Procedimiento  Judicial ; 
cuando  los  jueces  debieran  haber  pensado  que  no  era 
conforme  á  la  moral  y  la  justicia,  rechazar  ninguna 
prueba  que  pudiera  favorecer  al  encausado.  Empero, 
es  de  saberse,  que  lo  que  privaba  en  la  política  de 
los  oligarcas  era  el  interés  de  infamar  aquella  nue- 
va causa  popular,  atribuyendo  á  sus  predicadores 
miras  de  volcar  y  destruir  la  sociedad  ;  y  á  su  más 
señalado  guerrero,  los  instintos,  costumbres  y  pa- 
siones de  los  malhechores.  De  que  cundió  entre 
los  curiales  á  manera  de  monomanía  homicida,  más 
poderosa  que  los  sentimientos  humanitarios  ó  cual- 
quiera razón  de  Estado,  la  determinación  de  llevar  al 


r 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  169 

cadalso  cuantos  liberales  pudieran  ser  habidos,  al 
modo  que  se  mandan  reses  al  matadero.  En  un 
día  el  tribunal  de  1*  Instancia  de  Cura,  senten- 
ció á  muerte  dos  liberales ;  [1]  el  de  Puerto  Cabello, 
nueve;  [2]  el  de  La  Guaira,  once.  [3]  La  Corte 
Suprema  de  Caracas  confirmó  en  un  mismo  día  siete 
de  ellas. 

Pero  es  también  deber  nuestro  decir^que  Páez 
y  Soublette  arrancaban  á  menudo  víctimas  á  los 
patíbulos;  si  bien  limitaban  las  conmutaciones  é 
indultos,  á  los  conspiradores  que  no  eran  cabecillas- 
Hemos  encontrado  en  los  archivos,  diez  y  ocho 
'  conmutaciones  decretadas  por  el  General  Sou- 
blette. 

¡Ojala  hubiera  perdonado  siempre,  como  se 
lo  aconsejaba  su  ilustre  y  noble  corazón,  para  que 
nunca  jamás  tuviera  la  historia  que  velarse  el  ros- 
tro de  dolor,  al  tener  que  recordar  el  fin  trágico 
del  heroico  joven  Rodríguez,  de  Calabozo,  que  ex- 
puso su  vida  por  la  libertad  de  su  padre ;  ni  el 
lastimoso    sacrificio    del   infeliz  Calvareño! 

Ni  quisieron  los  jueces  tomar  en  consideración 
el  testimonio  escrito  del  mismo  Coronel  Guerrero, 
en  que  salía  fiador  de  las  virtudes  sociales  de  Za- 
mora, y  que  se  perdió,  como  el  del  General  Al- 
cántara, porque  tampoco  permitieron  que  figurara 
en   el    expediente. 

Tales  procederes  de  Alcántara  y   Guerrero  son 

1  Pío  y  Juan  Antonio  Avila,  encausados  por  conspiradores. 

2  Tomás  Campos,  Zoilo  Perera,  Damián  Ojeda,  José  María 
Herrera,  Norberto  Avila,  Francisco  Sánchez,  Juan  José  Gonzá- 
lez, José  Antonio  Mingorro  y  Rafael  Barrios. 

3  Capitán  Pedro  Vicente  Afruado,  Mariano  Tirado,  Tomás 
Galarra^a,  Carmen  Boearanda,  Felipe  Pérez,  Julián  Mejías,  Sil- 
▼erio  Kiobueno,  Francisco  Marcelino  Blanco,  Magdaleno  Martí- 
nez, Antonio  Hernández  y  Francisco  Ordóñez. 


170  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

muestras  de  raro,  seguro  juicio,  y  de  acendrada 
probidad;  pues  lejos  de  prestarse  á  calumniar  á  un 
adversario  vencido,  como  suelen  hacerlo  aquellos 
á  quienes  enloquecen  y  degradan  las  pasiones  de 
partido,  nos  han  dejado  la  austera  enseñanza  de 
que  toda  política  será  inmoral,  que  no  respete  la 
verdad,    la  justicia  natural    y    los  fueros  sacratísimos 

del    hombre. 

# 

Joaquín  Rodríguez,  hoy  General  de  la  Repú- 
blica, y  oficial  entonces  de  Zamora,  hijo  del  señor  Pe- 
dro Rodríguez,  agricultor  en  Cerro  Pelón  ;  y  que  fué  in- 
dultado por  Páez,  su  padrino  de  bautismo;  declaró  ante 
el  Auditor  de  guerra,  Licenciado  José  Santiago  Rodrí- 
guez, que  había  sido  Rangel  quien  había  mandado  ma- 
tar á  Fuentes,  y  que  la  orden  fue  ejecutada  a  lanza- 
zos, fuera  de  la  vista  de  la  tropa,  por  el  oficial 
Francisco  Pacheco    v    ocho  soldados. 

Este  testimonio  fue  rechazado  en  1?  y  2?  Ins- 
tancia por  considerarse  á  Rodríguez  de  diez  y  seis 
años  de  edad,  cuando  la  ley  señalaba  la  de  diez  y 
ocho  para  ser  testigo.  La  partida,  empero,  de  su 
bautismo,  presentada  al  Tribunal,  acreditaba  que  ha- 
bia  nacido  el  20  de  agosto  de  1829;  de  lo  cual 
se  infiere  que  le  faltaban  apenas,  cuando  dio  su 
declaración,  cortos  días  para  completar  los  diez  y  ocho. 

Cuadra  á  esta  narración  reproducir  en  seguida 
el  escrito  que  el  Doctor  Elias  Acosta  presentó  con 
este  motivo  á  la  Corte  Suprema  de  Justicia,  como 
defensor  de  Zamora. 

Dice  así: 

Excdentiximo  señor : 

Doctor  Elias  Acosta,  defensor  de  Ezkquikl  Zamora? 
eou  todo  el  respeto  que  debo. — Acaba  de  poner  en  mi 
mano  la  madre  de  mi  defendido,  la  certificación  de  bau- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA 

tisiiio  del  señor  Joaquín  Rodríguez,  testigo  que  ha  de- 
clarado en  esta  causa  en  favor  de  Ezequiel  Zamora, 
y  cuyo  testimonio  se  ba  despreciado  en  Ia  y  2U  Instan- 
cia, ]K>r  considerársele  de  diez  y  seis  años  de  edad.  La 
certificación  que  presento,  acredita  que  Rodríguez  nació 
en  20  de  agosto  de  1829,  y  habiendo  dado  su  declara- 
ción en  3  de  julio  del  presente  ano,  está  de  manifiesto 
que  par»  entonces  tenía  casi  diez  y  ocho  años  de  «dad. 
La  Ley  de  Partida,  al  fijar  la  edad  de  veinte  años  cum- 
plidos en  el  testigo  (Título  1<>,  Partida  8a)  para  causa 
criminal,  expresamente,  se  contrajo  al  testigo  que  viene 
á  deponer  contra  el  encausado.  Efrtas  son  sus  palabras : 
Veinte  años  cumplidos  á  lo  menos,  debe  haber  el  testigo 
que  aducen  en  el  pleito  de  acusación  ó  de  riepto  contra 
alguno  en  juicio.  Tal  garantía  fue  dada  exclusivamente 
al  acusado,  para  .protegerle  con  especialidad  contra  la 
debilidad  é  imprudencia  del  entendimiento  de  un  me- 
nor, y  para  que  no  se  le  castigase  por  el  dicho  de  un 
adulto  que  no  tuviese  veinte  años  cumplidos.  Nuestro 
derecho  tomado  de  la*  misma  ley,  solo  ha  reducido  la 
edad  del  mismo  testigo  á  la  de  diez  y  ocho  años.  En  fa- 
vor de  Zamora  pues,  deben  obrar  todas  las  pruebas 
ordinarias  del  derecho,  que  no  le  sean  especialmente  ne- 
gadas, entre  las  cuales  debe  contar  con  el  dicho  favo- 
rable de  los  testigos  mayores  de  quince  años.  No  es  po- 
sible, que  en  perjuicio  del  encausado,  y  para  que  no  pueda 
probar  su  inocencia,  se  rechace,  como  se  ha  hecho  con  ex- 
cesiva crueldad,  la  declaración  de  un  testigo  mayor  de  diez 
y  siete  años:  mejor  dicho,  es  testimonio  jurado  de  un  ciuda- 
dano de  notabilidad,  que  contaba  diez  y  ocho  años  once  me- 
ses, cuando  declaró,  como  el  señor  Joaquín  Rodríguez,  quien 
por  su  educación  y  roce  social  es  mucho  más  creíble  y  de 
mayor  autoridad  su  dicho,  que  el  peón  y  jornalero  Olayo 
A  venda  ño,  campesino  y  destituido  de  las  cualidades  que 
constituyen  en  derecho  la  mayor  excepción.  No  podrá  el 
menor  de  diez  y  ocho  años  perjudicar  en  su  declaración 
al  acusado;  pero  sí  proteger  su  inocencia,  porque  en  favor 
de  ésto  valen  y  han  valido  siempre,  aun  en  los  Gobiernos 
tiránicos,  los  testigos  verdaderamente  inhábiles,  como  lo 
enseñan  los  maestros  Evio  Bolaño,  (.'V!  parte  juicio  criminal. 
§  15,  núm.  17.)  Antonio  Gómez,  (V.  Resoluciones  id.  18, 
núm.  21  y  23,  núm.  27)  y  Acevedo  en  el  núm.  8"  de  su  glosa 
á  la  ley  0a,  título  6?,  libro  4?  de  la  Recopilación. 

Por  otra  parte,  Exmo.  señor  ;  es  una  regla  de  derecho 
que  el  año  comenzado  se  tiene  por  completo.  Annus  in  excep- 
tus,  pro  completo  habetur.  Y  aun  sin  el  socorro  de  esta 
regla,  el  duro  Marhen,  De  sé  orimixali,  sostiene  citando 
leyes  y  muchas  autoridades,  en  su  controversia  2n,  nú- 
mero 30,  que  es  idóneo  el  testigo  mayor  de  diez  y  seis 
años.    La  declaración,  pues,  del  señor  Joaquín  Rodríguez, 


172  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

testigo  tan  importante,  por  haber  presenciado  los  sucesos 
de  que  provino  la  muerte  de  Andrés  Fuentes,  es  pleno, 
eficaz  y  legal ;  porque  es  en  favor  y  no  en  contra  del  acu- 
sado ;  y  porque,  según  consta  de  la  certificación  de  su 
bautismo  que  presentó  él,  tenía  casi  los  diez  y  ocho  años 
cumplidos,  cuando  dio  su  declaración.  Suplico  á  V.  E.  se 
sirva  mandar  agregar  este  documento  auténtico,  para  que  en 
rigorosa  justicia,  se  tenga  en  cuenta  al  examinar  las  prue- 
bas exhuberantes  con  que  mi  defendido  tiene  acreditado 
que  él  no  fué  el  autor  ni  tuvo  parte  en  la  muerte  de  An- 
drés Fuentes. 

Exmo.  señor. 

Elías  Acosta. 

El  honrado  General  José  María  García  Fuen- 
tes, sobrino  y  ahijado  del  señor  Andrés  Fuentes, 
nos  ha  entregado  un  papel,  escrito  de  su  puño  y 
letra,  en  que  dice,  que  quiere  consignar  en  nuestras 
manos  la  narración  de  aquel  hecho,  según  sus  re- 
cuerdos, para  refutar  el  cargo  que  entonces  hicie- 
ron á  Zamora,  de  haber  sido  el  sacrificador  de  su 
tío  y  padrino.  Y  de  ello  resulta,  como  es  verdad, 
que  Zamora  no  tuvo  participación  en  aquel  hecho- 
García  Fuentes  era  entonces  un  niño  que  no 
llegaba  á  los  doce ;  pero  recuerda  haber  visto  á 
Zamora  en  La  Dormida,  posesión  de  Don  Manuel 
Guirado,  con  cerca  de  300  hombres;  que  su  padre, 
señor  García  Revenga,  fue?  aquel  día  á  su  campamen- 
to, y  suministró  dos  reses  para  racionar  las  tropas;  y 
que  en  su  propia  haciéndale  prepararon  el  almuerzo; 
y  asegura  además,  que  al  saber  él  la  noticia  de  la 
prisión  de  su  tío  corrió  á  donde  estaba  Zamora  ;  y 
cuando  pareció  á  su  presencia,  oyó  que  le  preguntaba 
á  Rangel  por  los  presos,  y  que  éste  contestó  mos- 
trando los  que  estaban  allí,  y  diciéndole  que  A  Fuen- 
tes lo  había  mandado  matar,  porque  era  un  oligarca 
malo. 


ir 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         173 

Esta  relación  está  llena  de  pormenores  que  nos 
han    servido  para   formar  concepto  cabal  del  suceso. 

A  los  cincuenta  años  de  aquel  acontecimiento,  estos 
dos  militares  de  honor  y  respeto,  García  Fuentes  y 
Rodríguez  Guerrero,  padres  de  familia,  individuos  no- 
tables de  nuestra  sociedad,  han  querido  bajo  el 
sagrado  de  su  palabra,  ratificar  el  lino  su  declara- 
ción del  47,  y  rendir  el  otro  la  suya,  que  guardaba 
como  un  secreto,  ante  otro  tribunal,  el  de  la  His- 
toria, enteramente  libre  de  las  injusticias  de  los  ma- 
gistrados, de  intereses  de  partidos,  y  de  las  pasiones 
de  los  hombres;  para  que  la  vida  de  este  amado 
caudillo  del  pueblo  venezolano,  se  conserve  en  la 
memoria  de  las  gentes,  pura  de  la  mancha  con  que 
sus  enemigos  quisieron  deshonrarla. 

Demás  de  c'sto,  tenemos  por  cierto,  que  tan  dis- 
tante de  la  mente  tenía  Zamora  !a  idea  de  matar  á 
Fuentes,  que  la  noche  anterior  pasó  cerca  de  su  ha- 
cienda, y  no  se  le  ocurrió  prenderle,  ni  hacerle  dafio 
en  sus  bienes,  como  pudo  efectuarlo  con  la  mayor  co- 
modidad. Al  contrario,  no  se  detuvo  allí;  sino  que 
continuó  marcha  á  la  sabana  de  La  Majada,  por  la  cual 
cruzó  antes  del  día,  para  irá  situarse  en  Los  Bagres 
Abajo,  donde  se  libró  la  acción  la  misma  tarde.  Y 
más  de  una  vez  declaró  bajo  juramento,  que  aquella 
muerte  había  sido  obra  de  Rangel  y  de  otros;  y  que 
si  con  parte  de  su  sangre  hubiera  podido  rescatar 
aquella  víctima,  lo  hubiera  hecho  con  agrado,  porque 
había  sido  su  amigo  y  le  tenía  deferencia  por  rela- 
cionas de  familia. — (Declaración  ante  el  Tribunal  de 
1?  Instancia  de  8  de  abril) 

El  General  Páez  dice  que  fué  llangd  quien  man- 
dó asesinar  al  señor   Fuentes,    ciudadano    respetable  de 
Villa  de  Cura.  —  ( Autobiografía,  tomo  II,  pág.  5o4). 


174  DOCTOR  L.   VILL  AHUEVA 

juioiooontra  XI.  Permítasenos  ahora  agregar   cómo  acabó  su 

Cimeros.  °       ° 

vida  el  famoso  Cisneros,  en  la  mitad  de  esta  guerra, 
siendo  Jete  de  una  columna  del  Gobierno. 

Páez  no  quiso  proceder  contra  ¿1,  por  su  com- 
portamiento e.i  la  función  de  Los  Bagres;  pero 
persuadido  de  la  inconveniencia  de  que  continuara 
mandando  la  columna  de  San  Sebastián,  limitase 
á  apartarlo  con  cautela  de  la  jefatura,  por  me- 
dio d'i  una  artificiosa  comunicación  del  Estado  Ma- 
yor que  decía  así:  "Deseando  S.  E.  que  las  tropas 
que  obran  en  La  Sierra  no  se  den  descanso  en 
la  persecución  de  los  facciosos,  y  hallándose  in- 
formado de  que  U.  S.  padece  algunas  indisposi- 
ciones, si  esto  es  cierto,  puede  U.  S  encargar  del 
mando  de  la  columna  al  Capitán  Viera,  y  venir  á 
este  Cuartel  General,  donde  hallará  todos  los  auxi- 
lios que  necesitare   al    lado    de    S.   E." 

A  ésto  contestó  Cisneros,  suplicando  que  se 
le  concediera  retiro  á  él  y  á  su  fuerza,  por  tener 
tres  meses  de  servicio  en  un  trabajo  asiduo  y  fuerte; 
que  por  las  marchas  y  contramarchas  la  fuerza  se 
encontraba  inútil  y  sin  poder  dar  un  paso,  habien- 
do cundido  tan  desastrosamente  el  espíritu  de  de- 
serción, que  temía  quedarse  solo ;  pues  hasta  el  sar- 
gento y  el  cabo  del  cuerpo  de  guardia,  de  los  de 
más  confianza,  habían  desaparecido.  Piñango  le  rei- 
teró la  orden  de  entregar  la  fuerza  y  presentarse 
al  Cuartel  General;  y  no  habiendo  querido  cum- 
plirla   fue  reducido  á   prisión. 

Quitáronle  la  espada  y  le  pusieron  un  par  de 
grillos.  En  la  noche  del  mismo  día  13  de  diciem- 
bre dio  orden  el  General  Páez  para  someterlo  á 
un  consejo  de  guerra  de  Oficiales  Generales.  Cons- 
tituyóse éste  bajo    la   presidencia  del   General  Fran- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  175 

cisco  de  P.  Alcántara  con  los  vocales,  coroneles 
Juan  Uslar,  Manuel  Cala  y  Miguel  Arismendi,  Co- 
mandante Antonio  Ascanio,  Coronel  graduado  Juan 
D'Sola  y  Comandante  Miguel  Zar  raga.  Desempe- 
ñó las  funciones  de  Secretario  del  Consejo,  el  Sub- 
teniente Federico  Maya;  de  Fiscal,  el  Capitán 
de  Ingenieros  Olegario  Meneses,  y  las  de  Defensor 
del  reo  el  Comandante  Juan  B.  Rodríguez.  El 
29  de  diciembre,  el  Consejo  en  sesión  celebrada  en 
la  comandancia  de  la  línea  de  Ciudad  de  Cura,  des- 
pués de  asistir  á  las  nueve  de  la  mañana  á  la  misa 
del  Espíritu  Santo,  oída  la  relación  del  proceso,  la 
defensa  del  Procurador  y  la  conclusión  del  Fiscal, 
lo  condenó  por  unanimidad  de  votos  á  ser  pasado 
por  las  armas,  con  previa  degradación,  por  los  de- 
litos de  inobediencia,  sedición  y  expoliación.  La 
Corte  Suprema  de  Justicia,  en  calidad  de  Marcial, 
confirmó  la  Sentencia;  y  no  habiendo  encontrado 
el  Poder  Ejecutivo  motivo  para  conmutarla,  se  la 
ejecutó  el  13  de  enero  á  las  11  de  la  maiíana  en 
la   plaza   de  San   Luis   de    Cura 


CAPITULO  V 

I.  En  una  edad  mítica  la  imaginación  del  pueblo parS2TE¡u2 
bien  podría  haber  hecho  de  tal  guerra  una  leyen- 
da: y  la  religión  y  la  poesía  formado  símbolos, 
de  las  selvas  de  esta  sierra,  verdes  y  floridas;  al 
modo  que  los  griegos  primitivos  idealizaron  las  en- 
cinas del  Epiro,  convirtiéndolas  en  oráculos  sagra- 
dos; y  los  valles  y  montes  de  la  Tesalia  en  man- 
sión de  magas,  centauros  y  dioses.  Pues  á  ello  se 
habría  prestado  la  faotástica  naturaleza  de  estas  mon- 
tañas; con  cimas  coronadas  de  fuegos  celestes;  árbo- 
les colosales  envueltos  en  nubes ;  rocas  inmensas,  co- 
mo las  que  arrojaron  sobre  la  tierra  las  divinidades 
coléricas  de  la  Beocia;  y  vertientes  y  lagos,  semejan- 
tes á  aquellos  sobre  cuyas  aguas  se  mecían,  entre  flo- 
res, las  almas  de  las  razas  heroicas  de  los  soñadores 
pueblos  orientales. 

Pero  viniendo  á  la  seca  realidad  de  la  his- 
toria; á  la  narración  fiel,  aunque  helada  de  los 
hechos  positivos,  no  se  nos  hace  dificultoso  decir,, 
porque  así  es  la  verdad,  que  aquella  fue  la  época 
heroica  de  nuestros  partidos  políticos;  que  si,  de 
cierto,  luchaban  con  fiereza,  lo  hacían  también  por 
arraigadas  convicciones. 
12 


178  DOCTOR  L.   VILLÁNUBVA 

Los  sectarios  morían  como  fanáticos,  sin  perder 
el  ánimo.  Los  labriegos  eran  bárbaros,  pero  leales  á 
sus  banderas.  Los  políticos,  liberales  y  oligarcas,  se 
hubieran  dejado  cortar  las  manos  antes  que  manchar- 
las. Los  militares  pasaban  de  los  campamentos  á  sus 
casas,  como  el  famoso  guerrero  de  Tebas,  que  des- 
pués de  haber  alcanzado  grandes  victorias,  tuvo  que 
salir  á  la  calle  con  su  capa  remendada.  Soublctt»,  que- 
riendo modelarse  á  Arístides,  baja  infeliz  del  poder : 
y  el  gran  tribuno  liberal  muriera  de  hambre  en  la 
cárcel,  si  la  gente  del  pueblo  no  le  socorriera  en  su 
largo  cautiverio. 

Sacerdotes  inmaculados,  piadosos  como  los 
santos,  y  sabios  como  los  Doctores  de  la  Iglesia, 
entre  los  que  pueden  citarse  Espinosa  y  Ale- 
gría, Fortique  y  Pérez  de  Velasco,  invocan  al  mis- 
mo Dios,  para  comprometer  sus  angélicas  virtudes 
«en  el  combate  de  sus  causas  :  y  después  de  herma- 
nados en  el  altar,  por  la  iluminación  de  la  misma 
fe,  y  el  arrobamiento  de  la  misma  esperanza,  salen 
de  los  templos,  todavía  con  los  manteos  perfumados 
de  incienso,  al  estadio  inflamado  de  las  controver- 
sias  de   la   política. 

Páez  mismo,  aun  transfigurado  en  autócrata,  con- 
servaba en  su  alma  un  gran  fondo  de  moral,  que 
la  historia  reconoce   v    honra. 

m 

El  salvaje  Rangel  se  subleva,  porque  no  le 
dejan  votar  en  Magdaleno ;  y  devasta  las  propie- 
dades de  los  oligarcas,  y  mata  á  sus  dueños  por  un 
apetito  de  venganza;  por  el  furor  de  esas  grandes 
pasiones  que   sólo  la  educación  modera. 

Mató  á  Fuentes,  no  para  robarlo,  sino  porque 
era  un    enemigo  poleroso. 


r 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  179 

Entraba  á  saco  las  tiendas  de  sus  enemigos  para 
los  soldados ;  mientras  que  él  no  cambiaba  su  mala 
manera  de  vestirse,  que  consistía,  según  fama,  en 
andar  sin  camisa,  descalzo,  con  un  calzón  ancho  y 
corto,  y    una  viejísima  levita  militar. 

Se    padecía  con    orgullo   y    gloria. 

Los  hombres  y  los  partidos  profesaban  la  reli- 
gión  del  honor. 

Tal  fué  nuestra  época  más  fecunda  en  virtud  ; 
como  de   la   edad  heroica  de  Roma  dice  Tito  Livio. 

La  prensa  de  los  liberales  tenía  el  acento  y  el 
esplendor  de  la   voz  del   Sinaí. 

Y  el  sombrío  terror  de  los  oligarcas,  semejante 
á  la  institución  del  Santo  Oficio,  si  bien  es  verdad 
que  espantaba  los  pueblos,  no  conseguía  que  abjura- 
ran sus  principios. 

Se  daba  tormento  á  los  hombres,  pero  los 
caracteres   se   mantenían  incólumes. 

La  nación  joven  y  pura,  de  naturales  y  ro- 
bustas fuerzas,  como  Minerva,  tenía  en  cada  hijo 
un  soldado  de  la  palabra,  de  la  milicia,  ó  de  la 
prensa,  que  no  vacilaba  en  subir,  como  fuera  pre- 
ciso, al  ara  de  los  holocaustos  en  honor  de  sus 
creencias,  por  la  gloria  de  la  patria  y  la  dicha  de 
sus  conciudadanos. 

Época  de  duros  combates;  en  que  se  formó 
Zamora,   altivo  y  fanático. 

Pues  así  como  de  un  organismo  viciado  no 
pueden  nacer  criaturas  sanas,  igualmente  de  una 
causa  corrompida  no  pueden  surgir  virtudes    heroicas. 

Había  moral  en  la  política,  y  en  las  ambicio- 
nes patriotismo.     Los  partidos  tenían  fe  y    pasiones, 


180  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

cualidades  indispensables   para  el  triunfo  de  las  pro- 
pagandas públicas. 

Los  liberales  fueron  héroes  y  mártires  en  eí 
tribunado  y  en  la  milicia,  porque  sentían  en  eF 
corazón  la  vivacidad  de  una  sangre  virgen,  y  en  la 
mente  el  calor  de  los  ideales.  Realzaban  sus  ca- 
racteres con  la  virtud  del  pudor,  que  no  les  dejaba 
caer  en  la  mísera  servidumbre:  ambicionaban  el  po- 
der para  hacer  el  bien,  y  el  amor  del  pueblo  para 
enaltecer  su  dignidad  personal. 

Entre  los  más  esforzados  sobresalió  Zamora, 
porque  su  vida  fue  toda  un  severísimo  ejercicio  mi- 
litar. Comía  lo  que  los  soldados.  Asaba  él  mismo  su 
ración  de  carne,  como  Aquiles,  según  Homero.  Dor- 
mía sobre  las  piedras.  Jamás  tenía  un  céntimo.  Y  de 
día  ó  de  noche,  con  lluvias  ó  con  sol,  marchaba  á 
pie    á   la  cabeza  de  su  tropa. 

Así  empezó  sus  servicios  á  la  Causa  Liberal 
con  la  ofrenda,  digna  de  admiración,  de  sus  bienes 
de  fortuna  y  de  las  fuerzas  de  su  juventud:  y  en 
tan  eminente  carrera  de  heroísmos  y  sacrificios  te- 
nemos que  seguirle  hasta  el  fin,  si  queremos  cono- 
cer sus  más  grandes  esfuerzos,  de  ingenio  y  de- 
nuedo, en  los  últimos  meses  de  esta  crudísima  cam- 
paría, cuya  relación  hemos  de  continuar,  fiando  en 
la  benevolencia  del    lector. 

Faccica  d«  II.    Vamos  antes  de  todo  á  decir  dos  palabras  so- 

bre   la   facción    de    Barlovento,   de     cuya   suerte  es- 
tiempo  que  nos  informemos,  porque  así  se  explican  en 
parte  las  operaciones  del  Gobierno  sobre  la  Sierra,  á> 
cuyas  montanas  estaba  reducido  para  la  fecha   el  tea- 
tro de  la  guerra. 

El  Doctor  M.    M.    Echeandía,     que    se  eom- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  181 

prometió  con  Zamora  en  La  Victoria  á  alzarse  en  el 
-cantón  Ríochico,  cumplió  su  convenio  en  el  mismo 
mes  de  setiembre,  poniéndose  á  la  cabeza  de  los 
-vecindarios  de  Tacarigua  y  Curiepe,  acompañado  de 
:su  hermano  Juan  Bautista,  del  Capitán  P.  V.  Agua- 
ldo, del  Comandante  Mariano  Tirado,  Jefe  de  Estado 
Mayor  y  otros;  todos  de  atrevimiento  y  valor  á  prueba. 

Pero  mal  armados,  fueron  derrotados  el  2  de 
octubre  en  Vega  Grande  ó  Zancudo,  entre  Curiepe 
«é  Higuerote,  por  fuerzas  del  General  José  María 
Zamora;  y  habiendo  sido  perseguidos  hasta  más  allá 
«de  Ríochico,  tomaron  el  rumbo  de  Uchire.  De  este 
punto,  en  el  cual  incorporaron  algunos  partidarios 
suyos,  siguieron  marcha  á  Píritu,  en  donde  estaba  el 
Oeneral  José  Gregorio  Monagas,  nombrado  á  la 
sazón  Comandante  de  Armas  de  la  provincia  de 
Barcelona,  y  con  cuyas  simpatías  contaban  engalla- 
damente. Este  Jefe  que  no  tenía  en  la  plaza  sino 
«n  piquete  de  caballeiía,  al  aproximarse  los  alza- 
dos, reunió  á  la  lijera  como  ciento,  y  se  retiró  con 
ellos  á  Barcelona. 

Tras  él  iban  aquéllos ;  y  no  pararon  hasta  las 
afueras  de  la  ciudad.  Organizados  allí  como  pu- 
dieron, y  animados  á  la  empresa  de  tomar  la 
plaza,  entráronse  por  las  calles  dando  vivas  á  los 
liberales.  El  Comandante  Jirneno  los  rechazó  con 
la  milicia;  les  quitó  algunos  soldados,  y  los  persi- 
guió hasta  lejos  del  poblado.  Volvieron  á  Píritu,  pero 
lo  abandonaron  al  saber  que  Monagas  marchaba  con- 
tra ellos  con  una  columna.  De  allí  se  fueron  á 
Clarines. 

En  el  promedio  de  octubre  pidiéronle  una 
entrevista  para  deponer  las  armas;  y  bien  que  este 
Jefe   rechazó  la  proposición,   se  comprometió  á  soli- 


1 


182  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

citar  del  Gobierno  el  indulto  para  todos  los  de  la 
partida.  El  Poder  Ejecutivo  desaprobó  este  proce- 
der ;  ordenó  que  se  sometiese  á  los  alzados  por  la 
fuerza,  y  se  previno  al  magnánimo  Monagas  que  pa- 
sara á  Caracas  á  rendir  cuenta  de  su  conducta,  por- 
que era  indispensable  examinarla   escrupulosamente. 

El  General  José  Tadeo  Monagas,  tan  luego  como 
supo  estas  ocurrencias,  marchó  á  Clarines,  con  todas 
sus  fuerzas,  cercó  á  los  facciosos  en  este  pueblo,  y  los 
obligó  á  entregar  las  armas  y  rendirse  á  discre- 
ción. Los  Echeandía.  perdida  toda  esperanza  de 
rehacerse,  se  embarcaron  entonces  para  Curazao. 

Allí  cayeron  prisioneros  los  ciudadanos  Ca- 
pitán Pedro  Vicente  Aguado,  Comandante  en  Jefe 
de  la  columna  de  operaciones  sobre  las  costas  de 
Barlovento;  Mariano  Tirado,  Jefe  de  Estado  Mayor; 
Silverio  üíobueno,  Ayudante  de  campo;  Tomás  An- 
tonio La  Rosa,  Ayudante  de  Estado  Mayor;  Te- 
niente Felipe  Pe' rez,  Capitán  adjunto  al  Estado  Ma- 
yor; Julián  Mejías,  Capitán  de  cabal  ería  ;  Antonio 
Hernández,  Subteniente  de  caballería;  Leonardo 
Faríñez,  Sargento  primero  de  caballería,  y  muchos 
otros;  quienes  fueron  mandados  presos  á  Caraca.*,, 
juzgados  y   sentenciados  á  muerte. 

Ahora  nos  toca  decir  cómo  el  Gobierno  va  á 
concentrar  sobre  Zamora  todas  las  tropas  de  Caracas, 
de  Carabobo  y  algunas   de  Oriente. 

Hwopunde  m     El  acontecimiento  de  Los  Bagres  conmovía 

Fui  para  p«r-  *— 

•efuír á Zamora  ja  \inca  c]e  operaciones  del  Gobierno,  desde  Manuare 
hasta  los  Valles  del  Tuy  y  Aragua.  En  todas  las 
poblaciones  de  este  vasto  circuito  militar  fueron  lla- 
madas las  milicias  á  las  armas.  Macero  se  adelantó 
de  Ocumare  á   Tacata   con    una  columna  de  obser- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         183 

vación  para  poner  á  cubierto  sus  Distritos.  Páez 
ordenó  poner  sobre  las  armas  en  La  Victoria  200 
hombres  de  la  milicia  de  reserva,  al  mando  del 
segundo  Comandante  José  María  Muguerza  y  re- 
forzarlos con  doscientos  más  de  Turmero  al  manda 
del  Comandante  Martín  Ramos;  y  en  este  cantón 
se  llamó  al  servicio  al  Capitán  de  la  quinta  com- 
pañía con  cincuenta  hombres,  pura  que  ocurriera  de 
Cagua  á  Santa  Cruz  en  caso  necesario,  quedando* 
en  la  plaza  de  Turmero  veinticinco  veteranos  y 
una  compañía  de  milicia  activa,  destinados  á  custodiar 
el  armamento  guardado  en  su  cuartel  Además,  se  or- 
ganizó en  la  Quinta  un  campo  volante,  que  reco- 
rriese todo  el  frente  del  ¡Sur  de  la  parroquia  de  Santa 
Cruz,  cuyas  montañas  lindan  con  las  de  Magdaleno, 
Toco  ron  y  Castillo,  por  donde  se  habían  visto  á 
última   hora   nuevas    partidas    de  facciosos. 

El  General  Páez  con  ochocientos  hombres  ocu- 
pó La  Cuesta  de  las  Muías,  para  disponer  desde 
allí  una  nueva  y   eficaz    persecución. 

Su  Estado  Mayor  quedó  reorganizado  así: 

General  Pifiando,  Jefe  con  Ucencia  temporal. 

Primer  Ayudante  General,  Coronel  Juan  de  la  Cruz 
Paredes.     Con  licencia  temporal. 

Primer  Ayudante  de  S.  E.,  señor  Coronel  José  Aus- 
tria; 2?  Ayudante  del  Mayor  General,  el  Comandante 
Bernardo  Herrera,  jefe  oeeidental  del  Estado  Mayor. 

Segundo  Ayudante  de  S.  E.,  el  Comandante  de  caballe- 
ría Tomás  Castejón  ;  el  de  milicia,  Manuel  Páez  ;  el  Capitán 
Gregorio  Codecido.  Capitanes  adjuntos,  el  Capitán  de  In- 
genieros, Olegario  Meneses,  y  el  de  milicias,  Rafael  Lugo. 
Escribientes  :  los  Tenientes  de  Ingenieros  Manuel  Escurra 
y  Manuel  Cadenas,  los  Subtenientes  de  milieias  Federico 
Maya  y  José  Pardo  Gil  y  Sargento  Io  aspirante  Roseliano 
Guillen. 

Cirujano  Mayor,  seííor  Doctor  Manuel  Porras;  Practi- 
cantes Bonifacio  Cmanéz  y  Benito  Gordils. 

Auditores  de  Guerra:  Licenciado  José  Santiago  Ro- 
dríguez y  Doctor  Ángel  Quintero;  Comisario  de  Guerra, 
señor  Francia. 


184  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

El  señor  Coronel  Miguel  Arismendi,  fué  nom- 
brado jefe  de  la  tercera  línea  de  puestos,  comprendi- 
da desde  La  Victoria  hasta  La  Cabrera,  teniendo  á 
sus  órdenes  las  guarniciones  de  Turmero  y  Maracay 
y  un  campo  volante,  mandado  por  el  Capitán  José 
María  Pérez,  que  corría  entre  estas  dos  plazas.  La 
guarnición  estaba  á  cargo  del  Capitán  Antonio  Je- 
lambi,  del  batallón  número  2?  de  línea.  Había  otra 
línea  de  tropa  desde  San  Juan  de  los  Morros  hasta 
Güigüe,  para  cubrir  los  Valles  de  Aragua  y  sus  se- 
rranías por  la  parte  del  Sur:  y  otra  de  Agua  He- 
dionda, jurisdicción  de  San  Juan,  hasta  Camoruco, 
que  era  el  término  de  la  de  San  Francisco  con  El  Pao. 

En  sustitución  de  Cisneros,  se  nombró  al  Coronel 
Doroteo  Hurtado,  Jefe  de  operaciones  de  La  Sierra. 

Encomendóse  la  defensa  de  Ciudad  de  Cura 
en  lo  civil  al  Doctor  Manuel  Manzo,  hombre  enér- 
gico y  diligente,  apropiado  á  las  circunstancias;  y  en 
lo  militar  al  Comandante  Juan  Bautista  Rodríguez, 
con    una   columna   de    soldados   de    Barquisimeto. 

icthu  y  IV.    De  Valencia  se  movió  á  proteger  á   Güigüe 

*i«* tropa»  el  Coronel  Domingo  Hernández,  Comandante  de 
Armas  de  la  Provincia  de  Carabobo,  con  toda  la 
fuerza  veterana  que  había  en  cuartel,  la  guardia 
nacional  de  policía  y  un  piquete  de  caballería;  al 
tiempo  que  el  General  Cordero  pasaba  con  su  co- 
lumna de  Man uare  á  Magdaleno.  La  ciudad  de 
Valencia  quedó  guarnecida    por  la    milicia   activa. 

El  2  de  diciembre  pernoctó  el  Coronel  Hur- 
tado en  Chiicao  con  las  tropas  que  puso  Páez  á 
sus  órdenes  en  Caro  de  Semen :  al  amanecer  del 
<lía  siguiente  continuó  la  marcha,  y  al  medio  día 
se  le  reunieron  en  Virgen  Pura  dos  columnas  más, 
de  las  cuales  mandó  revolver    una  para  que  tomara  el 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  185 

camino  de  Guambra,  y  la  otra  fue  destinada  á 
Cerro  Azul  con  encargo  de  que  buscara  la  casa 
de  Feliciano  González,  por  donde,  según  decían,  ha- 
bían pasado  las  tropas  liberales,  dos  días  después 
de  la  función  de  Los  Bagres.  A  una  y  otra  se 
previno  que  habían  de  reunirse  en  Guambra,  y  que 
cuando  hubiesen  recogido  las  bestias  de  aquellos  lu- 
gares, para  conducir  los  oficiales  y  soldados  despeados, 
siguieran  á  Manuare,  Tacasuruma  ú  otros  puntos  don- 
de sospecharan  que  estuviese  el  enemigo.  Otra  fuerza 
tom-S  la  vía  dí?  Picacho  Blanco,  á  salir  á  La  Platilla 
Arriba  con  las  mismas  órdenes. 

Realmente  Zamora  pasó  por  Cerro  Azul  con 
su  tropa,  sus  heridos  y  el  botín  di,  la  pelea,  como 
bestias,  armas  y  ganados.  Mientras  estas  columnas 
le  buscaban  en  un  sentido,  se  movía  é\  por  la  parte 
alta  de  La  Sierra  en  opuesta  dirección.  FA  cuatro 
llegó  Hurtado  a  Cerro  Pelón  sin  novedad,  y  los  vigías 
puestos  en  El  Platillón  por  la  autoridad  de  San  Juan, 
le  participaron  que  no  habían  visto  á  nadie  por  Picacho 
Blanco,  ni  por  la  bajada  de  Los  Cueros  á  La  Platilla. 

De  Cerro  Pelón  marchó  Hurtado  á  Cucharito, 
donde  acampó  el  5  en  la  tarde,  al  mismo  tiempo 
que  entraba  en  el  banco  de  La  Platilla  Arriba  la  co- 
lumna de  Occidente. 

V.  l)e  Cucharito  siguió  en  la  madrugada  del  7  Tiroteo  <u  La 
con  dirección  a  La  Ollita,  donde  positivamente  estaba 
el  General  Zamora  ;  y  llevando  el  intento  de  ba- 
tirlo, mandó  que  la  columna  de  Occidente  se  mo- 
viese del  banco  de  Platilla  Arriba,  por  La  Yagua,  á 
acometerle  por  la  parte  superior,  dirigiéndose  él  por 
La  Platilla   á  la  inferior. 

De  7  á  8  de  la  mañana  se  avistaron  las  avan- 
zadas ;  y  á    poco  se  vio  á  Zamora  formado  en  batalla, 


180  DOCTOR  L.  VILLA  NUEVA 

en    número  como    de    200    hombres,  en  el  banco  in- 
mediato á  una  casa. 

Las  tropas  de  Hurtado  avanzaron  briosamente, 
y  las  do  Zamora  respondieron  con  prontitud  por 
ambos  lados  :  oprimidas,  empero,  por  el  número  de 
aquéllas,  se  replegaron  s  bre  la  costa  del  río,  y  pre- 
cipitándose, por  travesías  fueron  á  formar  en  una 
cumbre  más  adentro,  donde  se  quedaron  á  esperar 
una  nueva  acometida  de  sus  contrarios  ;  quienes  te- 
niendo que  ir  por  un  terreno  quebrado  y  montuoso, 
gastaron  cerca  de  una  hora  al  pasitrote  para  darles 
alcance.  Allí  volvieron  á  t  rotearse,  y  otra  vez  se 
ocultó  Zamora,  para  reaparecer  en  otra  fila  más  atrás, 
v    todavía   más  alta. 

La  gente  de  Hurtado,  estropeada  por  la  marcha 
de  la  noche  anterior  desde  Cucharito,  se  tendió  al  fin 
en  el  suelo,  medio  muerta  de  cansancio  y  hambre.  A  lo 
lejos  veíase  á  los  de  Zamora  flamear  sus  banderas 
en  la  altura,  como  en  señal  de  convidar  á  un  nuevo 
tiroteo,  pero  Hurtado  dispuso  pararse  á  reponer  sus 
tropas  y  á    orientarse  mejor,    para  evitar    una  celada. 

Zamora  decampó  al  anochecer,  y  de  prisa  y  si- 
lenciosamente se  encaminó  á  las  montañas  de  Giiigüe, 
frente  á  Manuare,  con  trescientos  y  más  hombres. 

VI.   Detúvose  aquí  Hurtado  de  siete  á  ocho  días, 

Operaciones  de  >  7 

Hurtado.  ocupado  en  nombrar  comisarios  de  policía  que  avisa- 
ran lo  que  supieran  de  la  facción,  y  en  corresponderse 
con  las  autoridades  de  San  Francisco,  del  Pao  y 
otros  pueblos  de  la  línea. 

El  día  siguiente  tiró  columnas  por  diversos  ca- 
minos á  (pie  inquiriesen  la  ruta  que  llevaban  los  fac- 
ciosos. Por  un  lado  iba  la  de  Occidente ;  por 
Mocundo,  San  Pablo   y    Camobé    emprendió   marcha 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  187 

la   infatigable   compañía   de    Orituco,    caminadora  y 
sufrida  cual    ninguna;    y   la  de    Magdaleno  por  Co- 
peicito,   Piritalito,    El   Limón,    Tirabique,     Vallese- 
co,   Valle  Hondo,    Los   Cueros,    Platilla  Arriba,  La 
Tigra,  La  Platilla,  Bejucal  y  las  Carnazas:    y  él  per- 
sonalmente recorrió  la  tierra  con  un  campo  volante  por 
El  Cují,  El  Potrero  y  Chirgua  Ai  riba  hasta  Camoruco, 
jurisdicción   del  Pao.     Y  como  medidas   de  política, 
desastrosas  por   cierto,   previno    á  los  comisarios  que 
reunieran    los    vecinos   para  formar  rondas,  registrar 
los  caseríos  y   caminos,    capturar    á  cuantos  juzga- 
sen sospechosos,   y    mantener    vigías   en  los    lugares 
elevados  que  anunciaran  el  aparecimiento  de  cualquier 
partida  armada;  rematando  esta  ordenación  de  enojo- 
sos   procederes  con  la   de    hacer  salir    de  las  sierras 
para  los   poblados   todas  las   familias  de  los  montañe- 
ses:  lo  cual   produjo  la  fuga  de  casi  todos  los  vecinos 
á  las    guaridas    más    inaccesibles.     Esto    equivalía  a 
despoblar     las   serranías,    desolar   los   campos,   des- 
truir las    casas  y  pequeñas  fortunas   de  toda  aquella 
gente,   que    fuera  de  ser   industriosa  y    honrada  era 
además  amante   de  la   libertad,   e  incapaz   de   doble- 
garse al  rigor   de  la  opresión.     Error  grav'simo  fué 
éste,    que    dio    por  resultado  el  que  las  tropas  del  Go- 
bierno no  hallaran   en  lo  adelante  hombres    para  es- 
pías,   postas,  prácticos,    ni  soldados;  pero    ni  mujeres 
que  les    dieran   qué  comer.     Capturaban   los  mucha- 
chos en  el    monte    como  animales;    lo  cual  hace  re- 
cordar los   procedimientos  empleados  en  Ja  Conquista 
para  reducir  los  indígenas.  (1)  En  las  montañas  de  Las 
Muías  cometieron  toda  clase  de  desafueros,  hasta  coger 
á  un  pequeño  hijo  natural  de  Rangel  y  mandarlo  junto 
con  todo  el  vecindario  á  San  Luis  de  Cura. 

1    Diario  histórico  de  la  columna  de  operaciones  de  Güigüc. — 
Día  4  de  octubre. 


188  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

tt  £??"»*•  VIL    De  este  valle  de  La  Ollita  y  con  fecha  de 

Hurtado  lol  r*  * 

Ur6T0luciC11' diciembre  escribió  Hurtado  sus  impresiones  al  Jefe 
del  Ejército,  en  un  oficio  que  copiamos  á  continua- 
ción, porque  tiene  grande  interés  para  explicar  una 
vez  más,  no  ya  por  nuestro  dicho,  sino  por  el  de  un 
Jefe  oligarca,  el  significado  de  aquella  guerra  civil 
sostenida  por  Zamora  sin  claudicaciones  en  ningún 
momento. 

República  de  Venezuela.— "Jefatura  de  Operaciones.  —  La 
Ollita:   diciembre  8   de  1840. 

Señor  General  Jefe  del   Entaio   Mayor   General. 

Cada  día  se  agolpan  razones  que  convencen  del  mal- 
estar de  los  vecindarios  de  la  Parroquia  de  San  Fran- 
cisco; y  de  que  se  necesita  una  guarnición  respetable 
compuesta  de  infantería  y  caballería,  que  dé  por  estos  y 
otros  lugares,  destacamentos.  El  entusiasmo  de  estos  hom- 
bres por  seguir  la  facción  de  su  General  Zamora  y  Coro- 
nel Kangel,  exige  medidas  activas  que  los  desvanezcan.  No 
hacía  veinticuatro  horas  que  ocupaba  este  punto  la  facción, 
cuando  en  grupos  venían  á  reunirse:  tres  de  ellos  han 
llegado  has* a  la  vista  de  nuestros  centinelas  y  al  reco- 
nocerlos por  el  uniforme,  se  han  rechazado  y  dispersado 
sin  que  se  haya  podido  coger  masque  á  Demetrio  Aponte: 
quien  en  su  declaración  dice,  que  aquí  estuvo  hablando 
con  Zamora  y  liangel  y  Tomás  Rondón:  y  salía  con  dis- 
posición de  avisar  á  José  Aponte  que  vive  en  Las  Co- 
cuizas, y  reunir  gente  y  caballos  en  Ohirgua,  señalándole 
por  punto  de  reunión  Corocito  en  la  Siena:  que  también 
escribieron  á  Benedicto  Bracho ;  y  que  éste,  según  oyó  decir 
á  Ramón  Zuloaga,  tenía  entusiasmada  á  toda  la  gente 
de  su  partido  y  con  ella  debe  ocupar  al  Pao.  Que  decían 
que  en  El  Chorro  tienen  un  ejército  mandado  por  José 
Vivas  y  que  desde  Corocito  se  dirigían  á  Güigue  y  Mag- 
d aleño,  donde  cuentan  (ron  gente,  así  como  también  con 
otra  reunión  acaudillada  por  Santiago  Ceballos  en  Ca- 
ránganos; y  que  también  dirigieron  comunicaciones  para 
otras  personas  en  diferentes  puntos.  A  la  vez  que  los 
grupos  buscan  la  facción,  debe  notarse  que  hasta  ahora 
no  se  me  ha  presentado  un  solo  vecino  de  esta  juris- 
dicción, de  manera  que  me  he  visto  en  la  necesidad  de 
llamar  al  comisario  de  La  Ceiba,  para  entre  otras  cosas 
hacer  llamar  algunos  vecinos  que  puedan  servir  de  prác- 
ticos y  postas.  En  medio  de  todo,  acabo  de  recibir  ofi- 
cio del  Capitán  del  campo  volante,  Simón  Duran,  deantes 
de  ayer,   en  que  me  dice  ha    reconocido    las    costas    de 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAHORA         189 

Chirgua  hasta  el  desembocadero  de  La  Galera,  San  Luis 
Mayalito,  Corralito  y  Las  Lajitas,  y  que  nada  ha  observa- 
do: pero  nada  satisfecho  quedo  de  esta  circunstancia, 
pues  que  en  tan  cortas  horas  hemos  visto  los  grupos  que 
dejo  referidos,  y  debemos  convencernos  de  la  anima- 
ción de  estos  malvados  cuando  desatienden  la  falta  de 
armas  y  se  arrojan  con  puntas  de  machetes  enastadas, 
como  verá  V.  E.  por  la  que  le  remito,  juntamente  con 
la  persona  de  Demetrio  Aponte.  Respecto  al  informe  de 
Duran,  y  eñ  consideración  á  la  urgencia  de  tener  á  mi 
lado  un  piquete  de  caballería,  me  propongo  hoy,  que  se 
me  reúna  con  40  hombres,  dejando  el  resto,  cuidando 
con  los  vecinos,  el  pueblo  y  el  campo  volante  de  San 
José,  que  podrá  recorrer  la  parte  del  Sur  de  San  Fran- 
cisco y  los  terrenos  del  mismo  San  José ;  pues  ya  se 
me  han  reunido  los  soldados  que  había  allá  enfermos  con 
excepción  de  seis  que  no    pudieron  venir. 

Soy  de  U.  S.   atento  servidor. 

D.  Hurtado. 
Es  copia. 

J.  T.  Piñmtgo. 

De  La  Ollita  salió  Hurtado  el  15  á  Manuare 
á  tomar  noticias  del  paradero  de  Zamora  :  subió  á 
la  Sierra  Alta  por  Corcobádo,  jurisdicción  del  Pao, 
y  despachó  de  Camoruco  el  campo  volante  de  San 
Francisco  á  recorrer  las  riberas  de  Chirgua  Abajo, 
con  orden  de  regresar  á  dicho  pueblo  por  Corralito, 
después  de  registrar  la  falda  de  La  Galera,  y  cap- 
turar ciertas  personas,  conniventes  con  Zamora,  que 
vivían  allí.  En  su  marcha  pasó  revista  á  los  vecin- 
darios del  Cují,  Potrerito,  Chirgua,  Chiquito,  Ca- 
moruco, Corcobádo,  Cotoperiz,  Camobe,  Terrenal, 
Bueña-Vista,  río  de  Pacaragua  Arriba  hasta  sus  ca- 
beceras, cumbres  y  valles  de  Manuare;  y  entonces 
supo  que  el  General  Zamora  estaba  ó  había  estado 
en  la  montaña  de  Cerro  Azul. 

VIII.     Hay  dos  cerros  de  este  nombre:    uno  en  Cerrt 
las  cabeceras  del  valle  de  Manuare,  que  es  el  de  Cara- 
bobo,  y  otro  en  Virgen  Pura,  á  inmediaciones  de  Pla- 
tillón  y  Picacho  Blanco  y  es    el  de  A  ragua. 


~1 


190  DOCTOR  L.   VILLAjSUEVA 

Ordenó  Hurtado  en  consecuencia  que  la  columna 
de  Chirinos  y  la  compañía  del  Capitán  Guevara,  de 
Magdaleno,  treparan  á  la  cumbre  de  aquel  cerro  por 
las  huellas  de  los  facciosos,  pues  se  encontraron  ras- 
tros de  su  paso  por  ahí  y  despojos  de  dos  reses, 
muertas  poco  tiempo  había.  Llevaban  hachas  y  otros 
hierros  con  que  abrirse  paso  en  la  montaña. 

Por  la  paite  opuesta,  esto  es,  por  la  Yuca, 
mandó  que  Latouche  entrara  en  el  monte  con  sus 
fuerzas  divididas  en  dos  columnas.  Este  oficial  se 
puso  en  marcha  á  cumplir  su  comisión  el  20  á  las 
(i  a.  ni.  por  el  camino  de  las  Albahacas;  dispuso 
al  efecto  cinco  guerrillas  al  mando  de  los  oficiales 
Capitán  Francisca  Roa,  Teniente  Simón  Perozo,  Te- 
niente Pío  Nieves,  Subteniente  Gregorio  Aróla  y 
Sargento  primero  Pedro  Arráez;  cada  una  de  vein- 
te hombres,  y*  las  despachó  por  distintas  vías  á 
registrar  todas  las  montañas,  quebradas  y  ríos  de 
aquel  lugar,  y  apenas  hallaron  rastros  de  los  ene- 
migos hacia  el  Sun;  siguió  por  las  huellas  hasta  el 
Carozo  y  habiéndosele  incorporado  allí  dichas  gue- 
rrillas y  la  cuarta  compañía,  al  mando  del  Capitán 
Solís,  siguió  hacia  Las  Guasduitas,  donde  se  decía 
que  podrían  estar. 

ocupación dei  IX.    Muguerza,  en  combinación  con   Chirinos  y 

vaiie  de  Caí-  Latouc})e?  partió  el  17  de  Pedernales  al  valle  de  Cal- 
cara, y  en  el  tránsito  encontró  un  arrasado  que, 
según  los  prácticos,  era  de  alguna  partida  que  iba  á 
Guacamaya,  por  donde  andaba  una  compañía  de 
Chirinos.  Continuó  por  ¿!,  más  allá  de  una  legua, 
y  al  llegar  á  un  picacho  se  esparció  el  rastro  á  de- 
recha é  izquierda ;  de  modo  que  sólo  se  veían  por 
la  fila,  las  huellas  de  ocho  ó  diez  personas.  De 
aquí  retrocedió    para     seguir   á   Caicara   en  la  com- 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAM0BA  101 

binación  antedicha  con  Latonche  y  Chirinos;  y  en 
la  contramarcha  tropezó  con  el  Alférez  Escalona, 
que  con  una  guerrilla  de  veinte  hombres  custodiaba 
aquellos  puntos,  y  quien  le  informó  que  las  huellas 
esparcidas  hacia  Caicara  eran  positivas,  pues  las 
había  encontrado  frescas  en  el  plan  del  río,  en  direc- 
ción á  la  Quebrada  de  ¡as  Cruces,  por  donde  podían 
salir  á   Magda  le  no. 

A  las  siete  de  la  noche  hizo  su  entrada  en  Caica- 
ra. y  al  aclarar,  marchó  por  fuera  de  la  montaña 
en  observación,  mientras  que  el  Teniente  Lorenzo 
Madrigales  con  cincuenta  hombres  de  tropa  y  dos 
prácticos  penetraba  en  su  interior.  A  las  las  seis  de 
la  tarde  acampó  en  La  Yuca,  y  en  la  noche  se 
le  incorporó  Madrigales,  con  la  noticia  de  que  no  había 
hallado  más  que  un  cantón  ó  campamento  de  los 
facciosos,  recien  desocupado,  y  unos  rastros  que  sa- 
lían  hacia  la  sabana. 

Latouche.  por  su  parte,  cumpliendo  la  combi- 
nación, entró  por  el  Horno  de  cal  de  la  Yuca  mar- 
chando en  dos  columnas  y  entrambos  registraron  la 
montana    hacia   Cerro  Azul. 

La  tercera  columna,  al  mando  de  Chirinos,  su- 
bió á  la  cúspide  de  Cerro  Azul,  y  no  encontró  A 
nadie.  Su  jefe  destacó  una  guerrilla  con  un  ba- 
queano á  tomar  lenguas;  y  él,  con  el  resto,  siguió 
al  Este,  por  entre  una  selva  espesísima  donde  tro- 
pezó con  los  ranchos  del  campamento  de  Zamora, 
y  los  quemó.  A  las  cinco  de  la  tarde  fue  á  salir 
á  un  conuco  de  Kangel,  que  sus  soldados,  transidos 
de  hambre,  destrozaron,  y  en  que  cogieron  un  peón, 
ó  soldado  faccioso,  agazapado  en  un  mogote  y  ar- 
mado de  una  lanza.     Pasó  á  Tormenta  y    Timbique, 


n 


Táctica  de  Za- 
mora. 


192  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

4 

y  en  seguida  contramarcha   á    Corocito    por  El  Al- 
godonal. 

X.  La  situación  de  Zamora  era  apurada  en  cuan- 
to á  subsistencias,  porque  entrambas  fuerzas  habían 
arrasado  las  sementeras  y  destruido  los  ganados  y 
animales  domésticos  de  los  ya  enteramente  des- 
poblados vecindarios.  Las  mismas  fuerzas  del  Go 
bierno  padecían  hambre.  Esta  circunstancia  obliga 
á  Zamora  desde  entonces,  á  adoptar  la  táctica  de 
dispersar  su  gente,  diciéndoles  dónde  y  cuándo  de- 
bían reunirse,  mientras  que  é\  se  iba  con  pocos- 
á  ponerse  en  relación  con  sus  parciales  de  lo& 
pueblos,  y  á  promover  nuevos  alzamientos  Cuan- 
do le  parecía  conveniente,  reunía  las  partidas,  em- 
peñaba una    pelea,    y   luego    volvía  á  dispersarlas. 

Se  acercaba  á  un  caserío,  solo  ó  con  uno  & 
dos;  mandaba  llamar  un  liberal  conocido  v  lo  exci- 
taba  á  mover  la  gente  de  su  jurisdicción.  Escon- 
díase de  día  v  voKía  á  caminar  en  la  oscuridad. 
Así  era  corno  desaparecía  de  los  campamentos, 
evitaba  la  persecución,  y  renacía  al  poco  tiempo 
armado  y  pertrechado.  De  esta  manera  engañaba 
al  Gobierno,  haciéndole  creer  que  la  facción  esta- 
ba destruida,  y  á  veces  Páez  mismo,  tan  avisado 
en  este  genero  de  guerras,  llegó  á  licenciar  algu- 
nos cuerpos,  creyendo  que  no  había  á  quien  per- 
seguir. (1)  Después  de  El  Limón,  cuando  se  suponía 
á  Zamora    muerto    ó  vagando  solo  por   lejanas   cum- 


1  El  Jefe  de  Estado  Mayor  dice  al  Ministerio  de  Gue- 
rra :  "  Los  facciosos,  acosados  por  la  columna  del  Gobier- 
no, escasos  de  recursos  y  de  comestibles  principian  á  dividirse 
en  pequeñas  partidas  y  [abandonan  sus  antiguas  guaridas." — (Ofi- 
cio del  General  Piñango  á  19  de  diciembre  fechado  en  San  Luis, 
de  Cura. — Copiador  general  número  4). 


Y1DA  DEL  GENERAL  ZAMORA  193 

bres,  aparece  á  los  sesenta  días  en  Los  Bagres: 
pelea,  vence,  espanta  á  los  oligarcas,  y  obliga  al 
Poder  Supremo  y  al  Ciudadano  Esclarecido,  á  levantar 
numerosas  tropas,  á  llamar  al  servicio  expertos  ca- 
pitanes, y  á  llenar  su  Comisaría  de  Guerra  con  parte 
de  los  800.000  pesos  que  la  Administración  de  Sou- 
blette  había  economizado,  y  que  A  randa  propuso  en 
vano   emplear  en  el  Instituto  de  Crédito    Territorial. 

Confirman  tal  juicio  las  prevenciones  de  Páez 
á  su  ejército,  en  el  oficio  que  copiamos  á  continua- 
ción, y  que  dice  así : 

República  de  Venezuela. — Estado  Mayor  Ceneral  del 
Ejército. — Cuartel  General  en  San  Luis  de  Cura,  á 
15  de  diciembre  de  1840.— 17°  y  M°- 

Señar  Coronel  Doroteo  Hurtado,  Jefa  de  operaciones  de  la 
Sierra. 

Cuando  el  2  del  presente  mes  se  acercaba  la  hora 
de  moverse  del  ("aro  de  Semen  las  columnas  encarda- 
das de  la  persecución  de  Raupel  y  Zamora,  S.  E.  el 
General  en  Jefe  llamó  ú  su  rededor  á  los  señores  Jefe 
de  operaciones,  Comandantes  y  oficiales  de  dichas  colum- 
nas, y  en  lenguaje  muy  sentido  les  puso  do  manifiesto 
los  estragos  causados  por  los  enemigos  del  reposo  públi- 
co, y  la  necesidad  de  perseguirlos  activa  y  eficazmente. 
Muchas  veces  dijo  S.  E.  a  los  señores  allí  reunidos :  uXo 
se  detengan,  no  descansen,  no  duerman,  pers'gan  al 
enemigo  de  día  y  de  noche;"  y  S.  E.  se  retiró  persua- 
dido de  que  sus  palabras  habían  produ  ido  el  efecto 
que  deseara.  Después  de  esto  los  facciosos  se  han  deja- 
do ver  por  nuestras  fuerzas  en  el  sitio  de  La  Ollita.  Cada 
día  que  se  prolonga  la  vida  de  esta  facción,  aumenta 
la  agonía  de  los  buenos  ciudadanos:  la  Xación  £e 
muestra  ofendida  y  hasta  irritada  por  los  ultrajes  (pie 
ha  recibido  de  sus  procaces  enemigos,  que  aunque  peque- 
ños en  número,  y  sin  las  dotes  que  distinguen  á  los 
soldados  de  la  República,  la  obligan,  sin  embargo,  á  con- 
servar un  ejército  para  no  dejar  triunfante  el  crimen.  S.  E. 
siente  y  padece,  porque  ve  sufrir  á.  sus  compatriotas 
y  tiene  un  interés  muy  particular,  en  que.  se  reconozca 
que  el  ejército  de  su  mando  es  sensible  á  las  desgracias 
públicas,  y  que  se  afana  por  hacerlas  cesar.  Y  como 
S.  E.  quiere   que  abunden  estas    pruebas,   dispone:   que 

13 


I 


1W  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

usted  se  sirva  recordar  á  los  señores  Comandantes  v 
oficiales  de  las  columnas  que  están  á  sus  órdenes,  las 
memorables  palabras  del  2  de  este  mes  en  el  Caro  de 
Semen.  S.  E.  cuenta  con  la  reputación  militar  que  tan 
sólidamente  tiene  usted  establecida  en  la  República,  y 
espera  que  los  señores  Comandantes  y  oficiales  honrarán 
debidamente  sus  puestos.  S.  E.  está  resuelto  á  no  disi- 
mular ninguna  falta  en  el  servicio  :  el  Comandante  ú  ofi- 
cial que  no  tuere  atenta  y  rígidamente  exacto  en  el 
cumplimiento  de  las  órdenes  que  usted  le  dé,  será  in- 
mediatamente sometido  á  juicio.  Los  partes  de  usted 
servirán  de  regla  á  S.  E.  ¡Ojalá  no  haya  que  censu- 
rar y  corregir  omisión  ó  negligencias,  sino  aplaudir  el 
valor,  celo  y  eficacia  de  los  señores  Comandantes  y  ofi- 
ciales de  las  columnas  que  obran  en  la  Sierra ! 

Al  publicar  usted  esta  resolución  en  la  orden  ge- 
neral de  su  cuartel,  conviene  que  usted  recuerde  á  los 
señores  Jetes  y  oficiales  el  cumplimiento  de  las  órde- 
nes generales  para  oficiales,  contenidas  en  el  Tratado  se- 
gundo, título  17  de  las  Ordenanzas  del  ejército,  y  muy 
particularmente  el  articulo  oí). — Soy  de  usted  atento  ser- 
vidor. 

Jada*  T.   Pifia ngo. 

lo  qn«  valia  XI.    Es  curioso  conocer  el  valor  que  tenía  enton- 

el    fañado    en  ' 

1846,  ees  el  ganado.     En  relaciones   de  las  autoridades  de 

La  Yuca,  Cuchan to  y  La  Ceiba,  al  Estado  Mayor 
General,  aparece  que  los  toros  se  pagaban  á  veinte 
reales  (diez  bolívares):  los  novillos  á  cuatro  y  cinco 
pesos:  las  reses  pequeñas  á  dos  pesos  y  á  doce   reales. 

TirotoosonLa         XII.  En  la  presente  ocasión  pasó  Zamora  á  La 
mayV    "*"*"  Yuca  á  quitar  mantenimientos  al  enemigo  v  enviar  pos- 
tas á  Pedernal  y  Tacasurumn.  Aquí  sostuvo  un  largo  ti- 
roteo, dando  tiempo  á  que  oscureciera   para  encubrir 
sus  movimientos. 

Nadie  le   persiguió. 

De  este  sitio  se  fué  á  Guacamaya,  donde  es- 
taba acampado  el  Capitán  José  Olivero,  hombre  muy 
práctico  y  muy  idóneo  para  la  guerra  de  partidas. 
En  la   sierra   que   separa   á  Guacamaya   del  Canuto 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  195 

y  Tacasuruma,  encontróse  con  una  compañía  ene- 
raiga  y  de  súbito  se  rompieron  los  fuegos;  peleó  pri- 
mero en  unos  conucos  y  después  en  el  monte,  hasta 
la  noche,  en  que  se  retiró  dejando  en  a'arma  á  los 
contrarios. 

Divertido  es  leer  los  partes  de  los  Jefes  del 
Gobierno  en  que  dan  cuenta  de  las  huellas  de  Za- 
mora; de  la  hora  en  que  las  tomaban;  cómo  las 
perdían,  de  qué  forma  se  confundían  con  Jas  de  los 
ganados ;  si  eran  viejas  ó  frescas ;  si  los  caminan-  . 
tes  avanzaban  ó  retrocedían ;  si  eran  tantos  ó  cuar- 
tos; si  las  de  hoy  eran  las  mismas  de  ayer.  Por 
las  brechas  en  la  paja,  decía  una  vez  Olivero,  puedo 
calcular   que  son  más  de  ciento. 

Sobre  estas  noticias  decía  una  vez  el  Estado 
Mavor  al  Comandante  Chirinos;  "S.  E.  el  General 
en  Jefe,  se  ha  impuesto  de  la  comunicación  de  us- 
ted de  ayer,  y  siente  sobremanera  que  hubiese  usted 
perdido  la  huella  de  los  facciosos ;  y  no  los  hubiese 
perseguido  hasta  alcanzarlos  y  batirlos;  pues  este  re- 
sultado es  el  que  S.  E.  se  promete  de  usted  y  de  la 
columna  de   su  mando" 

XIII.     Serán    siempre  dignas  de  nombre   y    es-  Zamora  oan» 

«     .  i  *  é    inutilisa  las 

entura,  estas  tatigosas  marchas  y  contramarchas  en  £«•«« *ei  <** 
que  nuestro  héroe,  sin  igual  en  la  guerra  de  montañas, 
asomaba  por  entre  breñas,  combatía  y  escapaba 
por  entre  hoyadas  y  gamelotales,  sin  que  á  nin- 
guno le  fuera  dable  envolverle  ni  aprisionarle.  Co- 
mo fantasma,  vigilaba  á  sus  enemigos  sin  ser  vis- 
to ni  sentido :  sorprendíalos  de  noche,  y  al  ama- 
necer no  se  sabía  por  dónde  había  partido.  Los 
soldados  del  Gobierno  desertaban  hastiados  de 
aquel  perpetuo  ejercicio  sin  fruto,  desnudos  y  co- 
miendo  á  veces  en  el  día,  no  más  que  maiz  cocido 


1 


196  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

6  crudo ;  ó  bien  caían  enfermos,  rendidos  de  traba- 
jos. (1)  Algunos  perecieron  en  los  sumideros  ó  tembla- 
dares,  que  sólo  les  guías  sabían  evitar.  (2)  Los 
oficiales  se  mantenían  debajo  de  la  bandera  por  pun- 
donor. El  General  Cordero  enfermó  en  Manua- 
re  y  tuvieron  que  llevarlo  medio  muerto  en  ha- 
maca á  Valencia.  Hurtado,  endurecido  en  la  gue- 
rra de  la  Independencia,  declaróse  en  enerj  .can- 
sado y  enfermo,  y  pidió  su  retiro;  y  para  reempla- 
zarle se  encargó  al  General  José  M.  Zamora,  Co- 
mandante de  Armas  de  la  Provincia,  de  la  Coman- 
dancia en  Jefe  de  las  operaciones  El  Coronel  Gue- 
rrero, cuyos  antiguos  males  se  reagravaron,  renumió 
el   mando    de  sus    tropas. 

Chirinos  cavó  malo  en  La  Yuca,  v  Latouche 
avisó  desde  El  Corozo,  que  tenía  una  inflamación  de 
pecho  y  úlceras  en  los  pk's  que  no  le  permitían 
moverse.  (3) 

Dice    el   Coronel   Hurtado    desde    Tormenta   al 

Estado   Mayor    General: 

uEn  mi  concepto  todavía  no  se  cree  la  extensión  y 
dificultades  que  presentan  estas  sierras,  que  además  de 
ser  guaridas  puramente  de  aquel hisí  destinadas  á  ocultar 
al  hombre  malo,  éste  siempre  cuenta  con  el  apoyo  del 
considerable  número  de  vecinos  (pie  por  todas  direccio- 
nes le  rodean,  con  la  facilidad  d«  encontrar  entre  ellos 
muchos  dispuestos  á  seguirle,  y  <pie  también  consiguen 
por   medio   de  éstos,   obligar   á  los   demás  por  la  fuerza. 

El  conocimiento  (pie  tengo  de  estas  verdades  me  hace 
no  detenerme   para  manifestarlas   á   usted;  lo  mismo  que 


1  Participo  d  usted  que  tenr/o  la  tropa  enteramente  desnuda, 
ron  guayucos,  y  las  fornitura*  en  el  pellejo  limpio. — J  Miguel  Latou- 
che.— Taeasuruma:  enero  ¿o. — Oficio  al  Jefe  de  Operaciones. 

2  FJ  d:a  ocho  se  ordena  al  Comandante  García  *nie  dividiera  la 
gente  en  partidas  para  recorrerla  montaña  y  serranías  inmedia- 
tas, para  ver  si  descubre  algún  po  o  airón,  por  Labe*  se  per- 
dido algunos  individuos  en  este  tránsito  y  no  taberse  ni  d°»  ellos 
ni  de  sus  anima 'es  y  cjirgns.-  (Diario  histórico  de  l<*  tohnnua  de 
*  per* ciones  de  (iiiigüc  al  mando  de!  señor  (¡ enera'.  león  de  Pebres 
Cordero). 

3  Oficio  de  Latouche  fechado  en  el  Corozo  á  2  de  enero  de 
1847,  al  Jefe  de  operaciones. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         197 

éi  estado  á  que  me  han  recluido  las  fatigas,  continuas 
y  rápidas  marchas,  que  he  tenido  que  hacer  en  días  atrás, 
no  me  permiten  continuar  más  tiempo  sobre  La  Sierra. 
Si  fuera  de  ella  ó  á  sus  inmediaciones  se  juzgan  necesa- 
rios mis  servicios  á  la  Patria,  estoy  siempre  dispuesto 
á  prestarlos  hasta  el  últiino  día  de  mi  vida." 

"  Hace  para  dos  días  que  con  varias  partidas  de  gue- 
rrillas he  registrado  escrupulosamente  día  y  noche  todos 
estos  montes  y  quebradas  del  valle  de  Tacasuruma,  in- 
quiriendo hacia  Manuare,  Manuarito  y  Tacaragua  en  so- 
licitud de  los  facciosos,  y  nada  se  ha  podido  conseguir." 

"  Sin  embargo,  usted  me  manda  en  su  citado  oficio 
recorrer  y  registrar  escrupulosamente  las  montañas  de 
Tacasuruma;   lo   haré  por  tercera  vez." 

Él  mismo  al  pasar    de   Tormenta    á    Cucharito, 
escribe  al  Estado  Mayor  General: 

Cucharito,  diciembre  25  de  1846. — Ayer  noche  llegué 
hasta,  este  punto  )>orque  en  el  tránsito  no  hallé  conque  ali- 
mentar la  tropa  y  hacía  dos  días  que  no  comía  con  fun- 
damento.— Doroteo  Hurtado. 

(Oficio  al  General  Pi ñango). 

XIV.  Incúlpase  á  las  fuerzas  liberales  que  hubie-  Desafueros^ 
ran  tomado  en  algunas  poblaciones  y  caseríos  ropas,, 
cobijas,  víveres  y  otras  cosas;  y  con  este  motivo  se  las 
insultaba  por  la  prensa  y  en  documentos  oficiales 
con  los  más  oprobiosos  calificativos;  sin  tener  en 
cuenta  que  las  del  Gobierno  llevaban  á  cabo  los 
mismos  irregulares  procedimientos,  pues  entram- 
bas robaban  conucos,  hatos,  haciendas,  pulperías  y 
tiendas. 

Cierto  que  Zamora  decía  que  la  guerra  había 
de  mantener  la  guerra;  pero  sus  contrarios  profe- 
saban la  misma  máxima:  con  la  diferencia  de  que 
en  aquel  liempo  los  periódicos,  que  eran  todos  go- 
biernistas, hablaban  mal  de  Zamora  y  de  todos  los 
liberales,  sin  que  nadie  les  contradijera;  y  no  sólo 
silenciaban  los  desmaues  y  atropellos  de  las  tropas 
oligarcas,  sino  que  elogiaban  sus  procederes,  como  de 
gente  de  orden  severísimo,   respetuosa   á   la  propie- 


198  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

dad  y     demás   derechos  ajenos.     Mas,    lejos    de  ser 
esto  así,    tenemos  por   averiguado   lo   contrario. 

El  Gobernador  de  Carabobo  señor  Miguel  Herre- 
ra, expuso  á  la  Jefatura  de  Operaciones  de  La  Sierra, 
que  en  los  Naranjos  exigían  las  tropas  del  Gobierna 
al  vecindario  contribuciones  forzosas  de  guerra,  con- 
sistentes en  víveres,  bestias,  servicios  personales,, 
etc. ;  que  de  esto  se  hacía  un  tráfico  abusivo  á  nom- 
bre del  Gobierno,  ó  de  las  tropas  que  se  hallaban  4 
las  órdenes  del  General  Cordero,  causando  á  de- 
terminados individuos  extorsiones  considerables;  y 
á  fin  de  evitarlo  en  lo  sucesivo,  pedía  que  se  toma- 
sen escrupulosamente  todos  los  informes  conducen- 
tes á  la  averiguación  de  tales  hechos.  Ni  han  que- 
rido los  detractores  de  los  liberales  fijarse  en  las 
fechorías  del  Coronel  Cisneros,  jefe  de  las  tro- 
pas francas  de  La  Sierra,  y  encargado  después  muy 
especialmente  de  perseguir  los  revoluciónanos;  quien, 
apoyado  en  las  armas  del  Gobierno,  se  apropia- 
ba los  caballos,  muías  y  burros  de  los  vecinos,  y 
los  mandaba  para  su  hato  de  Xavarro ;  cogía  el  ga- 
nado de  los  particulares  para  la  tropa  y  no  lo  paga- 
ba; y  se  lo  cargaba  á  ésta  para  descontarlo  de  la* 
raciones;  el  sebo  lo  mandaba  machacado  para  su 
casa;  y  los  cueros  los  vendía  por  su  cuenta.  (1) 

vuevo pian  XV.    Tampoco  se  limitaban  los  perseguidores  de 

Itüorü  r  Zamora  á  estos  actos,  que  tanto  desdoraban  al  Go- 
bierno, sino  que  por  escrito  propusieron  los  más  inhu- 
manos planes  para  destruirle  á  él  y    á  toda  su  gente. 

Uno  de  estos  fue  el  indicado  al  Estado  Mavor 
General  como  medida  para  conseguir  la  pacificación 
de   La  Sierra;    y   que  consistía  en  quemar   todos    los 

1    Dato*  tomados   del  expediente  de    la  causa    del  Coronel 
Cisneros. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  199 

ranchos,  arrasar  las  sementeras,  y  reconcentrar  todos 
los    vecinos  en   los  poblados. 

He  aquí  el  inaudito  párrafo  de  la  comunicación 
del  Jefe  encargado  de  restablecer  el  orden  público 
y  proteger  las  propiedades,  en  Manuare  y  Taca- 
suruma : 

í  Mas  jo  me  atrevo  á  manifestar  á  S.  E.  que,  do  es 
posible  conseguir  la  total  destrucción  de  estos  malvados 
si  no  se  adopta  un  plan  que  parecerá  desolador,  pero  que 
yo  lo  juzgo  indispensable,  así  como  de  mi  deber  indicarlo. 
Tal  es:  quemar  todos  los  conucos,  y  aun  los  ranchos,  y 
sacarles  las  familias  á  poblado;  de  lo  contrario  puede 
aseverarse  que  la  seguridad  pública  quedará  amenazada  tan 
pronto  como  se  retiren  las  tropas ;  primero:  porque  puede 
asegurarse  también  que  no  hay  una  sola  persona  de  los 
colonos  ó  inquilinos  en  este  valle  y  en  el  de  Tacasuruma 
que  no  tenga  sus  afecciones  con  los  facciosos;  y  segundo: 
porque  sus  localidades  les  ofrecen  ventajas  naturales  para 
bnrlarse  de  la  moral,  atacando  impunemente  la  vida  y  la 
propiedad  ajena.  (1) 

XVI.  Empero,  digna  de  alabanza  será  siempre  la.   sentimientos 

i  '         O  I  humanitarios  da 

negativa    de  Paez    á    adoptar  este    modo  de    hacer Pá*a> 
la  guerra;    pues  sin  titubear,   tan  pronto  como   se   le 
dio  cuenta  de  tal  proyecto,  ordenó  al  General  Pinango 
que   contestase    el    oficio     aludido    en    los    términos 
siguienles  : 

Kepúhlica  de  Venezuela. — Ejército  d«  operaciones. — Estado 
Mayor  General. — Cuartel  General  en  Laguna  de  Pie- 
dra, á  17  de  octubre  de  184tí. — Año  177  de  la  Ley  y 
36?  de  la  Independencia. 

fkñor  General  Jefe  de  operacionen  de  Güig'úe. 

Con  fecha  7  del  corriente  á  las  cuatro  de  la  mañana 
dije  á  usted  lo  siguiente: 

• 

"Con  fecha  5  del  que  cursa  comuniqué  á  usted  las 
noticias  que  había  recibido  de  los  señores  Paredes  y  Hur- 
tado, de  que  los  cabecillas  Zamora  y  Rangel  se  dirigían 
a  Manuare,  y  anoche  tuve  la  satisfacción  de  recibir  la 
comunicación  de  usted  fecha  en  la  hacienda  de  Manuare 
el  4,  ya  reunido  con  el  Coronel  Cisneros,  y  de  que  perma- 

1    Diario    histórico    de  laR  op  roción?»    de  lu  CVuninu  úm 
Gftipie.— (Xtubre  14— Octubre  17. 


1 


200  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

necerfa  allí  hasta  recibir  nuevas  órdenes  de  S.  E.  mani- 
festando además  lo  conveniente  que  sería  quemar  los  co- 
nucos, y  hasta  las  casas,  sacando  las  familias  á  poblacio- 
nes distantes,  lo  cual  sometí  á  la  consideración  de  S.  E. 
y  me  ordenó  manifestar  &  usted:  que  no  tenía  facultades 
para  quemar  y  destruir,  y  que  semejantes  medidas  no 
podían  ejecutarse  sin  incurrir  en  responsabilidad;  y  que 
además  la  experiencia  ha  probado  lo  ineficaz  de  tal  pro- 
cedimiento ;  á  la  vez  que  privaba  á  las  autoridades  de  la 
fuerza  moral  de  las  Leyes:  sintiendo  no  convenir  con  us- 
ted  por  las  razones   expuestas. 

"También  me  ordenó  acompañar  á  usted  el  indulto 
que  se  publicó  en  Parapara  el  4,  para  que,  considerando 
usted  Iom  términos  en  que  es  concedido,  ofrezca  usted 
igual  perdónalos  que  quieran  obtenerlo;  exceptuando  á 
los  cabecillas  y  malhechores;  y  que  habiendo  comunica- 
ción del  señor  Coronel  Hurtado,  de  que  tenía  certeza  de 
que  las  facciones  se  dirigían  á  los  Naranjos  y  Manuare, 
cubriese  usted  ambos  puntos,  p<  >  ¡u anaciendo  en  Manuare 
hasta  que  se  pusiera  expedita  la  comunicación  de  ese 
Valle  con  San  Francisco,  para  tenerla  con  el  Cuartel 
General  que  marcha  hoy  á  San  José  y  de  allí  á  San 
Francisco. — Todo  lo  cual  tengo  el  honor  de  comunicar  á 
usted  de  orden  de  S.  E.  para  su  cumplimiento." 

Y  h  ibiendo  recibido  la  comunicación  de  usted  del  9 
del  corriente,  en  que  da  p'irte  de  la  autorización  que  le 
han  dado  los  señores  Tovar  y  Avila  para  despedir  los 
vecinos  y  quemarles  las  casas,  puesta  en  conocimiento  de 
S.  E.  el  General  en  Jefe,  me  ordena  contestar  á  usted  : 
que  si  los  señores  Martín  Tovar  y  Gal  indo  y  Ciríaco  Avila, 
dueños  de  los  Valles  de  Manuare  y  Tacasuruma,  quieren 
despedir  los  vecinos  de  esos  Valles  y  quemarles  ris  casas 
y  conucos,  podrán  hacerlo  como  sus  dueños  que  son;  pero 
que  las  tropas  del  Gobierno  no  deben  mezclarse  en  tales 
medidas,  sino  en  las  de  seguridad  que  les  conciernen,  y 
que  deben  basarse  en  las  leves  y  ordenanzas  que  nos 
rigen ;  y  por  tanto  (pie  reitere  á  usted  las  órdenes  del  7 
á  las  cuatro  de  la  mañana  y  que   arriba  trascribo  á  usted. 

Soy  de  usted   atento  servidor, 

Jtidaa  T.  Piñango.  (1) 


1  Altfimow  propietarios  de  Manuare'  y  Tacasuruma  escribieron 
cartas  ai  Jefe  de  (operaciones  autorizándole  pa  a  tomar  toda* 
las  medidas  con  duren  tes  á  aspirar  la  tran  pülidad  de  aquellos 
valí  s,  y  que  en  consecuencia  quemara  las  casas  y  conucos,  y  co- 
rriera ó  aprehendiera  A I09  que  t  ivieran  !a  inii«  pequeña  parteen  la 
facci  n  — (  Dhrio  histórico  de  las  operjc'oues  del  Genera1  Cordero. — 
Día  12  de  octubre ). 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  201 

La  verdad  histórica,  ha  dicho  Napoleón  III,  en 
su  "  Vida  de  Cesar,"  debe  ser  no  menos  sagrada  que 
la  religión.  Y  nosotros,  que  nos  hemos  impuesto  el 
deber  de  escribir  estas  páginas  de  acuerdo  con  la 
verdad  y  la  justicia,  por  cuanto  pertenecemos  al  Par- 
tido que  proclama  la  libertad  del  pensamiento  y  la 
independencia  del  carácter,  nos  complacemos  en  dar 
á  conocer  con  nuestra  pluma,  sin  brillo,  pero  limpia 
de  odios,  esta  bella  obra  de  clemencia,  de  filantro- 
pía y  moral  política  que  trae  á  la  memoria  las  me- 
jores de  Páez,  en  las  sangrientas  campañas  de  su 
juventud,  hechas  con  tanta  virtud  y  no  menos  exce- 
lente   gloria. 

Pues  la  severidad  de  la  historia  consiste  preci- 
samente en  dar  realce  y  nombre  á  lo  grande  y  digno, 
y  én  reprobar  lo  que  de  alguna  manera  viola  las  le- 
yes de  Dios  y   los  fueros    de  la  humanidad. 


CAPITULO  VI 

I.  Los  liberales  del  Pao  de  San  Juan  Bautista,  cío*™*"  fM' 
enviaron  emisarios  á  Zamora  y  á  Rangel  á  ofre- 
cerles armas,  víveres,  ropas  y  pertrechos,  en  opor- 
tunidad de  estar  la  plaza  enteramente  desguarnecida  ; 
pues  el  General  Silva  que  cubría  esa  porción  del 
territorio  hasta  El  Baúl,  se  había  retirado  del  servicio 
y  estaba  otra  vez  entregado  ásus  quehaceres  de  agri- 
cultor. En  enero  partió  Rangel  al  Pao  con  un 
piquete  y  ocupó  la  plaza,  ayudado  eficazmente  por 
el   Capitán    José    del    Rosario  Sanabria;    recogió    25 

fusiles,  50  carabinas,  varias  lanzas  y  otros  elementos 
de  guerra,  y  exhortó  á  los  liberales  á  fomentar  par- 
tidas en  aquella  comarca  de  los  Llanos,  á  ejemplo  de 
lo  que  estaban  haciendo  los  de  Aragua  y  Guar- 
datinajas.  Pues  debemos  decir,  que  por  los  lados  de 
La  Victoria  habíase  presentado  una  facción,  y  otra  en- 
tre Choroní  y  Maracay  á  inmediaciones  de  la  ha- 
cienda de  La  Trinidad,  residencia  de  Páez.  El  Ca- 
pitán Gabriel  Rodríguez  apareció  á  la  cabeza  de  una 
guerrilla  en  Chirgua  Abajo,  de  ciento  y  más  hombres 
armados  de  flechas  y  carabinas ;  y  decíase  que  en  El 
Chorro  esperaban  á  Zamora  numerosas  guerrillas 
provittas  de   mejor  material  de  guerra. 


Xos  Leones. 


-04  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Mientras  Kangel  llevaba  á  cabo  esta  expedición, 
trabajaba  sin  descanso  Zamora  en  Tormenta  y  Las 
Muías  para  nuevas  acometidas  que  pusieran  en  jaque 
á  las  fuerzas  oligarcas ;  cada  día  más  impopulares 
en  toda  la  República. 

Encuentro  en  H.  Por  este  tiempo  se  le  incorporó  Rondón  en  El 

Cují  con  cincuenta  hombres  de  infantería  y  caballería; 
y  con  ellos  y  la  gente  de  Rangel  formó  un  campamento 
en  Las   Guasduitas.     Allí,  atento   á  los  movimientos 
del  enemigo  por  su  espionaje  diligente  y  voluntario,  lle- 
gó á  saber  que  el  Capitán  Julián  Castro  se  aproximaba 
á   Timbique,    con    una  columna    de    las   fuerzas  del 
Coronel  Domingo  Hernández.     En    el    acto   levantó 
el   campo,    y    le    salió   al    encuentro   en   el    sitio    de 
Los  Leones.     Castro,    repuesto    de   la  sorpresa,    se 
paró  á  pelear  con   su    acostumbrado    valor,  pero  en- 
vuelto por  todos  lados,  vióse  obligado  á  perder  terre- 
no,   y  á  batirse    en    retirada;   dejando    en    el  camino 
hombres,   armas   y    bagajes      Zamora,   á   la   cabeza 
de   un    piquete  de  caballería  alanceó   á   unos,  y  co- 
gió á  otros  prisione  os.     Hernández,  que  estaba  á  re- 
taguardia, oído  que  húbola  noticia  del  desastre,   voló 
á    repararlo,   impidiendo  que   su  teniente    fuera  des- 
trozado por  completo.  En  este  punto  volvió  á  encen- 
derse la  pelea,  de  cinco  á  seis  de  la  tarde,  entre  Her- 
nández y  Zamora  hasta  que,  oscurecido   el  campo,  se 
replegó   el    primero  á   su    campamento  del    Corozo, 
hacienda   del  señor  Ciríaco   Avila,    y  el  segundo    á 
Las    Guasduitas. 

Los  del  Gobierno  perdieron  más  de  cuarenta, 
entre  prisioneros,  desertores,  heridos  y  muertos.  A 
Zamora  le  mataron  un  soldado. 

El  Coronel  Hernández  lamenta  en  su  parte  oficial 
la  pérdida  de   un   valiente  Cabo,    que  se  arrojó   á  la 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMOBA  205 

muerte  en    una   carga   á   la  bayoneta,   y  cuyo  cadá- 
ver  quedó   en  manos  de  los  atrevidos  serranos. 

No  pasaron  15  días  cuando  se  alzó  su  ánimo  á 
un  golpe  más  audaz,  y  de  mayor  sorpresa  y  tras- 
cendencia. 

Entretuvo  cierta  tarde  al  Coronel  Hernández  con 
unas  cortas  guerrillas  en  Timbique  y  Tormenta,  que 
corrieron  en  la  noche  por  entre  sus  avanzadas,  hacien- 
do fuego,  mientras  que  él  bajaba  de  Las  Muías 
para  ir  á  salir  á  unos  conucos,  en  la  vía  de  Guaca- 
maya, adonde  llegó  el  otro  día  al  oscurecer:  y  de  allí 
á  poco  hizo  su  entrada  en  Magdaleno.  Al  ama- 
necer se  movió  á  Cagua  y  Santa  Cruz,  por  la 
cadena  de  montañas  que  enlazan  á  Manuare  y  Taca, 
suruma  con  la  fila  de  Castillo.  De  forma  que,  súbi- 
tamente apareció  cierta  madrugada  en  un  camino 
crucial  de  los  valles  de  A  ragua,  entre  Santa  Cruz, 
Turmero,   Maracay,  Cagua  y  Ciudad  de  Cura. 

Era  su  intento,  según  declaró  en  el  Tribu- 
nal, ir  á  La  Quinta  y  Las  Matas  á  reunir  hom- 
bres, pues  sabía  por  avisos  de  Jesús  Agacha- 
do, morador  de  aquellos  sitios,  que  los  había  allí 
en  abundancia,  casi  todos  liberales  y  partidarios  de 
la  guerra.  Sin  embargo,  divulgóse  en  aquel  tiempo^ 
y  se  tuvo  por  cierto,  que  su  plan  era  sorprender  la 
guarnición  de  Maracay  y  caer  sobre  el  parque;  ten- 
tativa que  fracasó  porque  tropas  del  Gobierno,  acam- 
padas no  lejos  de  allí,  se  alarmaron  con  las  colum- 
nas de  humo  de  unas  pulperías  incendiadas  inconsulta- 
mente por  Rangel,  en   el  paraje  nombrado  La  Culebra. 

III.    Asegúrase  por  deposiciones  dignas  de   eré-   Funciondew- 

t  i  ii  •    i  /      i  masen  La   Cu- 

dito,  que  estanco   en  aquel  lugar  se  avisto  el  enemigo  >•*«. 
inopinadamente.     Las    moscas,    cuando   se    hubieron 
alertado,  hiriéronse    fuego;  y    Zamora,  con   la    pron- 


206  DOCTOR  L.   ViLLANUEVA 

titud  de  un  valiente  y  entendido  Capitán,  dispuso 
el  combate  y  lo  empeñó  con  buena  suerte,  en  un 
callejón  cercado  de  ambos  lados. 

Los  infantes  del  Gobierno  pelearon  con  brío, 
pero  sus  caballos,  que  se  habían  mantenido  á  dis- 
tancia de  cuatro  ó  quinientos  metros,  en  vez  de  apo- 
yarlos se  pusieron  en  fuga.  Con  todo,  resistieron 
aquéllos  las  cargas  de  Zamora  y  Bangel,  hasta  que 
hubieron  sentido  sobre  sí  una  masa  desproporciona- 
damente mayor,  muy  diestra  además,  y  superiormen- 
te mandada. 

Entonce>  se  replegaron ;  y  por  largo  trecho 
hicieron  fuego,  defendiéndose  de  la  persecución  que 
vivamente  les  hacían  los  de  Zamora,  hasta  que  al  fin 
se  desbandaron.  De  los  liberales  murieron  2,  v  en- 
tre  los  heridos,  que  alcanzaron  á  o,  fue  contado,  con 
gran  sentimiento  de  los  Jefes,  Carmelo  Díaz,  oficial 
de  gran  pecho. 

De  los  del  Gobierno  quedaron  linos  prisioneros, 
y  otros  dispersos,  muertos  ó  heridos.  Casi  todas  las 
armas  fueron  á  poder  del  vencedor. 

Hé  aquí  cómo  da  cuenta  de  esta  jornada  el  mismo 
General  Zamora  : 

Señor  Luciano  Parra. 

Valleeito  :  2<>  de  febrero  de  1847. 

Mi  apreciado  amigo:  ahora  que  serán  las  ocho  déla 
noche  le  comunico  lo  siguiente :  el  miércoles  batimos  al 
enemigo  en  el  sitio  de  La  Culebra,  quedando  dos  colum- 
nas y  algunos  Jefes  muertos  para  ejemplo  de  los  demás 
opresores.  Ya  la  oligarquía  va  muy  por  lo  bajo;  al  va- 
lor de  las  columnas  que  cargo,  al  mando  del  valiente 
Coronel  F.  Kangel,  se  le  debe  todo.  Por  tanto  espero  que 
montes  á  caballo  inmediatamente,  vayas  á  los  campos 
y  recojas  los  hombres  que  puedas,  que  mañana  te  es- 
pero con  tu  valor  acostumbrado  y  los  hombres  armados 
que  consigas.    Confío  en  tu  fidelidad  y  creo  firmemente 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  207 

que  no  desobedecerás.  Yo,  ei  valiente  liangel  y  mis  co- 
lumnas te  saludan,  y  tú  cuenta  con  tu  servidor. — Eze- 
qüiel  Zamora. — Adición  :  cariños  á  nuestro  amigo  Vivas, 
y  que  no  se  quede. — Vale. 

Apenas  se  oyeron  los  tiros  en  el  Cuartel  General 
y  plazas  comarcanas,  se  despacharon  tropas  al  sitio  del 
suceso,  y  Zamora  tuvo  que  levantar  el  campo  llevándo- 
se sus  heridos,  y  el  material  de   guerra  conseguido  en 
el  combate.  Faldeó  un  cerro  que  está  entre  Garabatos 
y  La  Laguna,  anduvo  toda  la  noche  hasta  que  salió  al 
camino  real  de  La  Villa   á  Caracas,  por  donde  siguió 
un   largo   espacio,  hasta  que  hubo  encontrado  un  ca- 
serío  por   el  cual  subió  el   cerro,    cogió  la  fila  y  ba- 
jó del    lado  arriba  de  una    hacienda    que    estaba   á 
su  derecha.     Allí  le   amaneció,    y  sin    dar  descanso 
á  la  tropa,    se  adelantó   á    un   portachuelo   más  allá 
de  Los  Bagres,  en  donde  se   paró  á  las  doce  del  día 
á  matar   tres   reses  para   racionar  la  gente.     A  po- 
co continuaron    los   liberales    marcha  hasta   el    ano- 
checer, en    que   fueron    alcanzados   y    cercados  en  el 
sitio  de  Cataure   por   las  tropas    del  Gobierno.    Cho- 
cáronse,   pues,  las  avanzadas,  y  confundidos  todos   en 
la  oscuridad,    insultábanse   y    retábanse  á   duelo  sin- 
gular. 

El  resto  de  la  noche  pasó  en  silencio ;  y  al 
aclarar  se  vio  á  Zamora  con  su  bandera  amari- 
lla en  la  cima  del  cerro,  donde  se  mantuvo  todo 
el  día  en  actitud  de  pelea,  sin  que  nadie  osara  aco- 
meterle en  tan  ventajosa  posición.  Los  del  Gobier- 
no replegaron  á  Caicara,  y  Zamora  á  Cataure,  arri- 
ba de  los  Pérez,  donde  atacado  el  siguiente  día, 
rechazó  al  enemigo   hasta   Vallecito. 

IV.  De  este  punto  emprendió  marcha  Zamora  al  tra-     comba*  •* 
vés  de  la  montaña  de  Cataure  á  salir  á  Cerro  Chino  ó   *ffmt° 
Pagüito;  pasó  con  sus  fuerzas,  que  serían  800  hombres, 


208  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

por  El  Peñón,  siguió  por  Hormiguero,  posesión  de 
Don  Manuel  Guirado,  se  adelantó  por  El  Espinal,  de 
Don  Félix  Fuentes,  á  situarse  en  Cují-Gacho,  ha- 
cienda llamada  del  Ocumo,  de  Don  Fernando  Fuentes. 
De  aquí  fué  á  acamparse  en   BQquerón  de  Caicara. 

Como  tuviera  informes  el  Gobierno  de  este  mo- 
vimiento, ordenó  en  la  madrugada  del  27,  que  el 
Coronel  Domingo  Hernández  marchase  por  el  lado 
del  Chorro  hacia  el  valle  de  Caicara,  con  la  columna 
de  su  mando,  menos  las  compañías  de  los  Capi- 
tanes R.  Francia,  y  Oliveros,  destinadas  por  rumbo 
diferente   á  desempeñar  otra  comisión. 

El  Comandante  Juan  Bautista  Rodríguez  había 
salido  con  la  columna  de  Barquisimeto,  el  batallón 
Caracas  y  las  compañías  de  Magdalenoy  San  Juan, 
por   los  contornos  del    Nicual  y    Pagüito. 

Prcvíuoscle  á  Hernández  que  ocurriese  á  donde 
sonasen  tiros,  porque  ésto  era  señal  de  que  Rodríguez, 
se  había    encontrado  con  los  facciosos  primero  que  él. 

Orden  semejante  se  dio  al  Comandante  Ro- 
dríguez. 

Hernández  salió  alas  cinco  y  media  de  la  ma- 
ñana con  f>00  hombres,  por  la  íuta  indicada,  y  á  las 
dos  de  la  tarde  llegó  á  Caicara,  donde  supo  que  Xa- 
mora  estaba  en  La  Loma  de  Cataure,  formado  en 
batalla.  Invirtió  el  resto  del  día  en  reconocer  el 
valle  y  en  racionar  la  tropa  por  dos  días,  á  fin  de  no 
tener  que  imerrumpir  sus  operaciones  contra  la  fac- 
ción, en  las  cuarenta  y  ocho  horas  subsiguientes.  Per- 
noctó allí,  y  al  amanecer  del  28  se  movió  á  Vallecito. 
•  Se  llama  Loma  de  Cataure  la  cumbre  de  un  ce- 
rro muy  elevado,  de  este  mismo  nombre,  á  la  cual  se 
subía  desde  Vallecito  por  un  camino  tortuoso  abierto 
en   su  cuesta. 


r 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         209 

De  esta  loma  y  por  el  lado  opuesto,  se  des- 
prende, bajando  con  bastante  rapidez,  uta  pica  por 
la  fila  que  va  basta  donde  llaman  Morro  de  Catau- 
re: allí  se  encuentra  el  camino  que  del  Nicual  pasa 
por  el  Valle  de  Cataure  y  sube  á  La  Loma  á  em- 
patarse con  el  de  Vallecito.  Además  de  estas  dos- 
picas,  partía  otra  de  un  conuco  del  Valle  dichor 
apenas  transitable,  por  la  cual  se  atravesaba  la 
montaña  para  caer  á  otro  valle  conocido  con  el  nom- 
bre de  Pagüito.  De  suerte  que  el  General  Zamora^ 
tenía  delante  de  sí  tres  caminos  para  salir  de  la  fila: 
por  Vallecito,  por  El  Morro  ó  por  Pagüito.  Si  las  tro- 
pas del  Gobierno  tomaban  estas  tres  avenidas,  había 
(le  quedar,  como  en  efecto  quedó,  situado  en  la  cum- 
bre sin  más  recurso,  so  pena  de  morir  de  hambre; 
que  el  de  romper  valientemente  á  tiros  y  sablazos 
alguna  de  las  fuerzas  apostadas  en  cualquiera  de  las 
menc  «madas  direcciones.  Y  esto  fue  lo  que  realmente 
sucedió. 

El  Coronel  Hernández  dividió  su  tropa  en 
tres  grupos  ;  de  los  cuales  situó  uno,  al  mando  del 
Capitán  Julián  Castro,  al  pie  de  la  cuesta  para  cu- 
brir el  camino  de  Vallecito ;  otro  con  el  Capitán  Al- 
varez,  en  el  pie  opuesto  del  cerro,  para  guardar  el 
paso  de  la  loma  al  camino  del  Nicual ;  y  reservó 
el  tercero,  más  numeroso,  para  reforzar  á  cualquiera 
de  los  dos  que  fuese  atacado  por  el  General  Zamora; 
debiendo  la  fuerza  situada  en  la  parte  contraria  á 
la  del  ataque,  subir  la  loma  y  hacer  fuego  á  la 
facción  por  retaguardia. 

A  poco  de  estar  colocadas  estas  tropas  en  los 
lugares  dichos,  bajaron  las  de  Zamora,  parte  por  el  ca- 
mino del  Morro  y  otras  por  una  quebrada,  con  el  pro- 

14 


210  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

pósito  probable  de  acometer  á  aquel  destacamento  por 
los  flancos;  pero  el  Coronel  Hernández,  observado 
que  hubo  este  movimiento,  reforzó  á  Alvarez  con  la 
fuerza  de  reserva  v  le  ordenó  avanzar  sobre  la  loma: 
mas  según  dijo  él  mismo  al  Estado  Mayor  en  ofi- 
cio de  6  de  marzo,  el  mencionado  Capitán  Alvarez 
desconoció  el  toque  de  corneta,  y  cuando  ala  voz 
«ele  repitió  la  orden,  ya  Zamora,  como  hubiera  visto 
el  total  de  la  tuerza,  se  había  replegado  á  la  loma. 

Estas  posiciones  fueron  conservadas  todo  el 
día  28,  tn  espera  de  que  Rodríguez  avisara  que 
iba  á  avanzar  hacia  la  montaña  por  Pagüito.  Si 
Zamora  salía  derrotado,  bajaría  en  dispersión  por  los 
«otros  dos  caminos,  donde  con  todos  los  suyos  sería 
•cogido  prisionero.  Hernández  hizo  saber  á  Rodríguez 
que  aguardaría  su  ataque  hasta  la  mitad  del  día  siguien- 
te ;  y  que  si  no  sucediera  tal  cosa,  entendiese  que 
él  acometería  por  sí  solo  á  los  facciosos,  cualquiera 
que  fuese  el  rumbo  que  tomaran.  Rodríguez  no 
contestó  ;  p?ro  en  su  lugar  lo  hizo  el  Comandante 
de  la  línea  de  Cura,  Coronel  Guerrero,  que  aún 
enfermo  de  gravedad,  dirigía  las  operaciones  desde 
la  cama;  y  le  avisaba  que  había  dado  orden  peren- 
toria á  Rodríguez  de  que  asaltara  la  facción  por 
Pagüito  al  aclarar  del  día  siguiente;  habiéndolo 
al  efecto  reforzado  con  tropas  despachadas  de  Villa 
de  Cura,  de  San  Sebastián  y  de  San  Juan.  Todo, 
pues,  quedó  preparado  para  empezar  los  fuegos  por 
Pagüito  al  amanecer,  si  en  la  noche  no  rompían  el 
cerco  los  alzados. 

En  efecto,  el  día  primero,  ocupados  los  puestos 
por  lo>  destacamentos  de  Hernández  para  concurrir 
al  ataque  co  «binado,  observó  este  que  Zamora  ha- 
bía abandónalo    sus   posiciones ;    y    buscando    por    la 


r 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  211 

huella  la  ruta  que  hubiese  tomado  para  seguirlo, 
avisáronle  que  por  el  camino  de  Vallecito  á  Magda- 
leno  se  veía  un  tropel  de  gente,  y  aunque  estaba 
persuadido  de  que  la  dirección  de  Zamora  no  podía 
ser  por  otra  parte  sino  por  la  pica  de  la  montana 
que  del  Valle  de  Cataure  salía  á  Pagüito,  suspendió 
la  marcha  para  examinar  los  lados  por  donde  efecti- 
vamente se  divisaba  la  partida.  En  esta  virtud  bajó  á 
Vallecito,  y  averiguadas  las  cosas,  resultó  ser  falso  el 
informe  que  se  le  había  dado :  volvió  á  subir  la  cuesta 
de  Cataure,  y  ya  en  la  mitad  del  camino,  notó  que  en 
una  casa  más  abajo  de  una  cañada  de  Vallecito,  había 
mucha  gente  que  bajaba  á  una  quebrada  y  subí*  á  una 
cumbre;  lo  cual  le  obligó  á  hacer  un  reconocimiento 
con  una  compañía.  El  Capitán  de  ésta  regresó  á  poco 
á  informarle  que  eran  mujeres  naturales  de  aque- 
llos valles  que  habían  salido  huyendo  de  sus  ca- 
sas el  día  ar.terior.  Hernández  continuó  subiendo, 
y  aunque  sin  baqueanos,  resolvió  bajar  al  Valle  de 
Cataure  y  buscar  la  pica  antedicha,  que  al  fin  halló 
al  medio  día.  A  esta  hora  entró  en  la  montaña,  tre- 
pó ia  cuesta  qué  le  llevaba  por  un  camino  fragosísimo 
al  Valle  de  Pagüito,  y  acabó  de  vencerla  entre  cuatrr 
y  cinco  de  la  tai  de.  Entonces  fue  cuando  se  en- 
teró de  la  función  de  armas  que  se  había  empeñado 
al  pie  de  la  cuesta  entre  Rodríguez  y  Zamora,  y 
que  se  conoce  en  nuestra  historia  militar  con  el 
nombre   de  acción  de  Pagüito. 

La  fuerza  de  Rodríguez,  en  obedecimiento  á 
!a  orden  del  Coronel  Guerrero,  caminó  toda  la 
noche,  y  al  amanecer  avistó  la  de  Zamora,  situa- 
da ventajosamente  en  dos  lomas.  El  choque  era 
inevitable,  porque  el  uno  tenía  que  abrirse  paso 
para  solicitar   subsistencias  por  los  lados  de  Camata- 


212  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

gua  y  San   Francisco  de  Cara,    donde  había  muchos^ 
liberales  y  más  tropas;  mientras  el  otro  tenía  encargo 
de    cerrarle    la    salida,    combatirlo   y    exterminarlo. 
En  tal  emergencia,   luego   de  acabado  el    reconocí" 
miento  del   lugar,    hizo   trepar   Rodríguez  dos    gue- 
rrillas   por    los   flancos  del    cerro,  que   fueron  pron- 
tamente   contenidas    por    un    fuego     vivísimo  desde- 
las    alturas.     Los    soldados    caían   heridos    ó    muer- 
tos,   unos    sobre    otros,    sin   que   fuera    dable   á    la& 
guerrillas    desplegarse    para    rodear  los   puestos  ene- 
migos,  á    causa   de    que    no    podían    subir  sino    por 
veredas  estrechísimas,    barridas   por  los  fuegos.  Tra- 
bado   formalmente    el    combate,   ordenó   el    Coman- 
dante  Rodríguez    que  el  batallón   Caracas  regido  por 
Esteller,  avanzase  por  el  centro. 

Este  batallón,  mandado  por  oficiales  vale- 
rosos, ejecutó  un  movimiento  rápido  al  pie  de- 
la  cuesta,  para  embestir  la  subida  con  destreza 
y  vocería.  Sus  Comandantes,  marchando  á  su 
frente,  daban  ejemplo  de  bravuia.  La  primera  com- 
pañía fue  diezmada:  uno  de  sus  oficiales,  Lino  Co- 
rrea, cayó  muerto;  otro  herido,  y  de  los  soldados, 
gran  número  quedaron  tendidos  en  el  campo. 

Zamora  le  tiraba  encima  sus  columnas,  capi- 
taneadas por  oficiales  tan  arrojados  como  ellos ;  car- 
gábalos á  plomo  con  tal  furor  como  nunca  se  había 
visto  en  aquella  guerra  civil  tan  tenazmente  sos- 
tenida por  el  pueblo,  escaso  de  elementos  de  gue- 
rra, contra  un  Gobierno  desacreditado  en  el  cri- 
terio público,  pero  con  recursos  de  todo  género, 
y  de/endido  por  un  cuadro  magnífico  de  Jefes  y  ofi- 
ciales. 

Zamora  no  contó  nunca  sinoj  con  los  pertrechos- 
que  quitaba   al  enemigo,  y^con  los  que  le  remitían. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  213 

sus  copartidarios :  no  tenía  dinero:  vivía  de  los 
-conucos  y  de  las  reses  que  encontraba :  ni  sus  con- 
militones era  gente  que  viniera  de  las  campañas  de 
3a  Independencia,  sino  montañeses  y  llaneros  nue- 
vos en  el  arte  de  la  guerra,  con  poca  disciplina, 
aunque  esforzados  y  constantes.  De  este  número 
•era  José  de  Jesús  González  (a  Agachado)  que 
peleó  en  aquella  refriega  con  denuedo  inimitable, 
alistado  en  las  tropas  de  Zamora,  en  calidad  de 
Sargento,  en  la  compañía  del  Teniente  Joaquín  Ro- 
dríguez ;  el  Comandante  Tomás  Rondón ;  los  Ca- 
pitanes Poli*  arpo  Sánchez,  Masabé,  Tovar,  Sanabria 
v  Ramón  Zuloaga ;  el  abanderado  Teniente  Juan 
Breto  ;  lo..  Tenientes  Felipe  Pe  re  ira  y  Dámaso  Pe- 
ralta; el  Aspirante  Figuera  y  muchos  otros  cuyos 
nombres  quisiéramos  haber  conocido  para  consig- 
narles con  gusto  en  estas  páginas. 

Al  ver  Zamora  que  el  batallón  estaba  seria- 
mente comprometido  en  la  cuesta,  determinó  hacer 
un  movimiento  general  con  todas  sus  fuerzas  y  arro- 
llarlo por  el  centro  y  los  flancos :  y  puestos  él  y 
Rangel  á  su  frente,  tendida  la  bandera  y  atronan- 
do la  montaña  con  sus  cornetas,  tambores  y  voces 
de  pelea,  se  desprendieron  de  la  cumbre  como  una 
tempestad  de  fuego.  Este  fue  el  instante  solemne 
de  la  acción.  El  Caracas  se  paró  á  morir  á  pie 
firme;  al  tiempo  que  Rodrigue',  penetrado  de  lo 
inminente  del  peligro  que  aquel  cuerpo  estaba  co- 
rriendo, tiró  en  medio  del  horrendo  conflicto  las  com- 
pañías de  San  Juan  y  Magdaleno,  dejando  sólo  de 
reserva  las  impertérritas    columnas  de   Barquisimeto. 

Ninguno  perdió  el  ánimo. 

Rangel,  ágil    y    fiero,    se    arrasaba,    se   entra- 
ka  por   las  filas  del  Gobierno  y    les    disparaba   tía- 


214  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

bucazos  á  quema  ropa;  volvía  á  los  suyos,  car- 
gaba de  nuevo  el  trabuco  y  otra  vez  los  acome- 
tía. En  tan  reñida  disputa  chócanse  los  combatientes- 
unos  contra  otros  cuerpo  á  cuerpo:  valientes  oficia- 
les ruedan  heridos  ó  muertos:  y  los  dos  Jefes,. 
Rangel  y  Rodríguez,  igualmente  enardecidos,  embís— 
tense  con  las  reservas  y  producen  en  el  campo  la< 
más  espantosa  contusión.  Uno  y  otro  son  heridos  r- 
á  Rodríguez  lo  sacan  sus  soldados  á  hombro ;. 
mientras  Rangel,  desnudo  de  la  rinta  arriba  y  cho- 
rreando sangre  de  una  herida  en  el  arca  derecha,, 
rompe  el  campo  como  una  fiera  que,  bramando  de  fu- 
ror, saltase  por  encima  de  sus  cazadores  para  irse  á 
morir  á  sus  guaridas.  En  medio  del  estrago  Este— 
11er  toma  el  mando. 

Más  de  cien  muertos  v  como  doscientos  he- 
ridos  están  tendidos  en  el  cerro  y  en  el  valle. 

Zamora,  sin  u\\  cartucho,  carga  con  ímpetu  te- 
rrible á  lanza  y  bayoneta  por  medio  de  aquellas 
columnas  que  diezmaba  la  muerte,  y  desconcertaba  \st 
falta  de  su  denodado  Comandante.  Todo  á  su  derredor 
se  abate  ó  muere. 

Gente  y  caballos  resbalan  en  el  barro  que  se  h» 
formado  de  sangre  y  tierra :  y  son  precipitados  á 
los  barrancos,  ó  destrozados  por  los  que  corren  por 
encima  de  ellos.  Desde  los  tiempos  de  la  Inde- 
pendencia no  se  había  librado  una  acción  más  san- 
grienta, atendida  las  cortas  fuerzas  que  tomarot> 
parte  en  ella,  y  que  según  datos  oficiales  mon- 
tarían por  todo  á  dos    mil  quinientos  hombres. 

Zamora  se  abre  paso  con  su  lanza,  baja  al  planr 
y  se  retira  dando  frente  al  enemigo  cou  una  co- 
lumna  como    de    cien    hombres,    sin    que    nadie   s^ 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  215 

atreva  á  perseguirle.  Su  causa  está  perdida  mili- 
tarmente, pero  él  la  lleva  como  ideal  de  su  vida  en 
la  mente  y  en  el  corazón,  y  va,  como  huyó  Héctor 
vencido,  pero  glorioso,  por  en  medio  del  incendio  de 
su  campo  de  batalla. 

Se  ha  dicho  que  en  esta  jornada  se  contaron  seis- 
cientas bajas. 

El  Coronel  Doroteo  Hurtado  desde  el  mismo 
campamento  á  donde  llegó  despue's  de  la  acción, 
dice   al    Cuartel  General : 

;tLa  posición  del  enemigo  era  tau  ventajosa,  que  afín 
no  se  puede  decir  que  nuestra  perdida  ha  sido  consi- 
derable, pues  debieron  babor  concluido  con  todas  nues- 
tras tropas  desde  el  principio  del  combate;  las  alturas 
no  eran  accesibles  á  lo*  esfuerzos  de  un  hombre  solo 
para  treparlas,  sosteniendo  el  enemigo  un  fuego  vivísimo 
l>or  más  de  dos  horas"  (1). 

Las  tropas  del  Gobierno  quedaron  ocupando 
el  campo,  y  él  siguió,  ó  mejor  dicho,  retrocedió 
al  picacho  de  Cataure,  en  donde  reunió  gran  mi- 
mero  de  dispersos,  y  por  la  noche  del  mismo  día, 
abrigado  de  la  oscuridad,  partió  á  La  Sierra,  pasan- 
do por  la  parte  occidental  de  los  Morros  de  San 
Juan,  sin  haber  encontrado  en  el  tránsito  sino  una 
partida  en  Chacao,  que  huyó  á  su  aproximación,, 
sin  disparar  un  tiro. 

V.  Para  perseguir  los  derrotados  dispuso  el  Co-  Derroudei*. 
ronel  Hurtado  desde  Tormenta,  con  fecha  11  de Uberalei* 
marzo,  que  los  capitanes  Valentín  Viera  y  Guiller- 
mo Blanco  recorrieran  el  Guárico,  Muías,  Guam- 
bra, Virgen  Pura  y  Cerro  Azul.  El  Comandante 
Chirinos  y  el  Capitán  Oliveros  marcharían  reuni- 
dos desde   aquí   hasta    las    cabeceras    de    Mauuare, 

1  Hurtado  partió  con  fuerzas,  de  La  Ollita,  á*  nde  estaba  acan- 
tonado, á  Pagüito,  el  27. 


*J10  DOCTOR  L.  VILLANÜEVA 

donde  el  primero  seguiría  á  Tacasuruma,  cuyo  valle 
había  de  registrar  escru pelosamente  por  todos  sus 
puntos  hasta  las  Muías,  sin  fijarse  en  ninguno  de 
ellos;  y  el  segundo  regresaría  á  este  lugar  mante- 
niéndose en  constante  movimiento  en  el  terreno  que 
media  ente  éste  y  Manuare,  que  erd  el  señalado 
para  sus  incursiones  ;  debiendo  dar  uno  y  otro  par- 
tes de  lo  que  ocurriera,  así  á  otros  Comandantes 
de  columnas,  como  á  la  Jefatura  de  Operaciones. 

Todos  los  individuos  que  se  aprehendieran  se 
«destinarían  á  la  mayor  brevedad  á  Ciudad  de  Cu- 
ra,  á  las  órdenes  del  señor  General,  Jefe  Ge- 
neral de  Operaciones.  Al  Comandante  José  M? 
Muguerza  con  las  tuerzas  de  su  mando  se  1p  en- 
cargó que  entrara  por  detrás  de  la  Quebrada  de 
Agua,  Brazo  del  Medio,  Montañas  de  Camové  y 
:San  Pablo,  á  salir  por  Mocundo  á  La  01  lita.  Al 
Comandante  Saturnino  García  con  su  columna  to- 
caba obrar  por  la  parte  del  Sur  en  las  descolgadas 
de  las  montañas  del  Platillón,  Platilla,  Picacho  Blan- 
deo, Los  Cueros,  Valle  Hondo,  San  Gregorito  y 
Bejucal,  á  salir  á  La  Ollita  por  la  Platilla  baja. 

Los  Jefes  y  Oficiales  encargados  de  colum- 
nas, compañías  ó  piquetes  estaban  autorizados  para 
pedir  al  Comisario  ordinario  de  Cura,  dos  días  antes 
•que  se  les  acabaran  las  raciones,  las  que  les  corres- 
pondieran á  sus  tropas,  hasta  el  vencimiento  del    mes. 

Se  encargó    muy    particularmente   que   ninguno 

■de   los   mencionados  Jefes  v    Oficiales   se    detuviera 

• 

-en  parte  alguna  más  de  un  día  para  lavar  y  dar 
descanso  á  sus  tropas.  Los  partes  se  dirigirían  á 
La  Ollita,  sin  perjuicio  de  darlos  también  al  se- 
ñor General  Jeíe  General  de  Operaciones,  conforme 
á   lo   dispuesto  en    la   orden  general   del  mismo  día. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  217 

Los  liberales,  por  su  parte,  se  dispersaron  en 
varias    direcciones. 

Rondón  siguió  para  el  Pao  de  San  Juan  Bau- 
tista,  de  donde  eran  vecinos  sus  soldados. 

A  Policarpo  Sánchez  lo  cogieron  en  Paso  Ancho, 
jurisdicción  de  San  Francisco  de  Tiznados,  y  lo  ma- 
taron. 

Rangel  se  internó  en  La  Sierra;  y  su  herida, 
sin  asistencia  de  ninguna  especie,  le  ocasionó  una 
enfermedad  mortal.  El  campo  volante  de  Guillermo 
Blanco  (Guillermote),  le  halló  medio  muerto,  acom- 
pañado de  dos  muchachos,  en  la  montaña  de  Guam- 
bra el  14  de  marzo  en  la  mañana.  Acabáronle  de 
matar;  llevaron  el  cadáver  en  un  burro  á  Villa  de 
Cura,  y  allí  le  cortaron  la  cabeza  para  remitirla  al 
Poder  Ejecutivo.  (1) 

Zamora,  llegado  que  hubo  á  la  serranía,  dis- 
persó su  gente,  como  lo  hacía  cuando  se  le  acababan 
los  pertrechos  y  los  víveres,  á  condición  de  volver  á 
reuniría  en  sitio  y  día  convenidas  de  antemano. 
Vagó  algún  tiempo  solo  en  aquellas  tristes  soledades 
revolviendo  en  su  fogosa  mente  nuevos  planes  de 
recomposición  para  producir  otra  campaña,  acaso 
más  ruidosa,  porque  era  Zamora  caudillo  dotado  por 
el  cielo  de  fe  inmortal  en  la  redención  del  pueblo,  y 
de  virtud  heroica  para  soportar  los  rigores  del  mar- 
tirio, primero  que  hincarse  de  rodillas  delante  de 
los  opresores  de  su  causa:  con  lo  cual  dio  ejemplo  á 
los  liberales  de  entonces  y  á  los  de  lo  porvenir,  de 
entereza  de  carácter,  para  no  abandonar  á  sus  com- 
pañeros en  días  de  peligro;    de    constancia    en  los  re- 

1  Decapitáronle,  y  jutestaht  cabeza  en  mía  jaula,  la  llevaron  d 
Caraca*,  donde  entonces  me  hallaba  yo  con  el  tí  enera  l  Monagos. — 
Autobiografía  de  Fáez.     Tomo  1L 


218 


DOCTOR  L.   VILLANUEVA 


veses,  para  no  rendirse  por  flaqueza  de  ánimo ;  de 
abnegación  sublime,  para  conservarse  puro,  íntegro, 
inmaculado  en  épocas  desastradas  como  aquella,  en 
que  no  imperaba  sino  la  rapacidad  de  linos,  la  bar- 
barie de  otros,  y  en  todos,  las  pasiones  del  odio  y 
las    venganzas. 

A  fines  de  aquel  mismo  nefasto  mes  de  marzo 
c¿yó  enfermo  de  fiebre;  y  en  cierta  noche  se  arras- 
tró como  pudo  al  rancho  de  unos  infelices,  pero  pia- 
dosos montañeses,  que  apenas  pudieron  ofrecerle  por 
cama  una  troje  miserabilísima,  y  por  alimento  algu- 
nas  raíces  de  sus  arruinados  conucos. 

new.mor*pri-io"  VI.  Así  pasó  unos  días  en  aquel  sitio,  llamado 
Palainbra,  entre  la  vida  y  la  muerte,  el  hombre 
destinado  para  abatir,  once  años  pasados,  con  su 
genio  y  valor,  el  poder  casi  omnipotente  de  la 
oligarquía  de  Venezuela;  como  si  la  Providencia 
hubiera  querido  modelarle  en  las  penas  de  la  pu- 
rificación, para  señalarlo  como  digno  precursor  de 
la  campaña  más  sorprendente  y  más  gloriosa,  em- 
peñada por  el  Pueblo  contra  los  ejércitos  de  la 
nueva  oligarquía,  que  subió  al  poder  por  la  Revo- 
lución de  Marzo. 

Ui\  piquete  de  la  columna  de  La  Victoria  le  sor- 
prendió una  noche  en  su  recóndito  asilo ;  y  le  habría 
inmolado  como  á  Rangel,  si  hubiera  dado  su  ver- 
dadero nombre.  Pero  como  dijo  llamarse  Juan 
Pérez,  contentáronse  con  prenderle  y  llevarle 
amairado  á  San  Luis  de  Cura,  donde  todos  al  verle 
quedaron  atónitos ;  sus  enemigos  se  arrebataron  de 
alegría,  en  tanto  que  entre  sus  partidarios  movióse 
gran  duelo,  porque  sintieron  todos,  muertas  en  el  co- 
razón, las  esperanzas  de  victoria. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  219 

Pusiéronle  un  par  ríe  grillos  y  le  encerraron 
primero  en  el  cuartel  de  la  columna  de  Barquisime- 
to,  privado  de  comunicación,  y  después,  en  la  cárcel 
pública.  De  allí  le  trasladaron  en  fines  de  mayo  á  la 
de  Maracay,  asiento  del  Cuartel  General. 

República  de  Venezuela. — Ejército  permanente. — Cuartel 
genera]  en  Caracas  á  28  de  marzo  de  1847. — 18?  de  la 
Ley  y  37?  de  la  Independencia. 

Al  señor  Secretario  de  Estado  en  los  Despachos  de  Guerra 
y  Marina. 

Acabo  de  recibir  los  oficios  que  en  copia  tengo  el 
honor  de  acompañar  á  usted,  en  los  cuales  se  me  par- 
ticipa la  captura  del  famoso  cabecilla  de  la  facción,  del 
companero  de  Bangel,  Ezequiel  Zamora.  Me  congra- 
tulo con  el  Gobierno  y  doy  cordialmente  la  enhorabuena 
á  los  pueblos  que  han  sentido  el  azote  de  aquel  cabe- 
cilla,   por  el  término  de  sus  desgracias. 

Sin  tiempo  para  decir  todo  lo  que  merece  el  señor 
Coronel  Doroteo  Hurtado,  no  puedo  privarme  de  la  sa- 
tisfacción que  experimento  al  recomendar  la  singular  con- 
ducta de  este  Benemérito  Jefe.  En  persona  y  mandan- 
do una  guerrilla,  el  Coronel  Hurtado  se  ha  apoderado 
del  que  entre  los  facciosos  mereció  el  título  de  Gene- 
ral y  lo  ha  presentado  al  General  encargado  de  las 
operaciones.  El  cabecilla  será  entregado  á  los  Tribuna- 
les de  Justicia  y  á  éstos  toca,  por  medio  de  un  fallo 
justo,   satisfacer  la    socieda  1. 

Soy  de  usted   atento  servidor, 

José   A.   Páez. 


Bepública  de  Venezuela. — Comandancia  de  Operaciones. — 
San  Luis  de  Cura,  marzo  27  de  1847. — A  las  7  de 
la  noche. 

Señor   General  Jefe  del  Estado  Mayor  General  del  Ejército. 

Ahora  que  son  las  siete  de  la  noche,  acabo  de  recibir 
del  señor  Coronel  Doroteo  Hurtado,  el  parte  que  original 
tengo  la  satisfacción  de  acompañar  á  usted.  Como  maña- 
na ha  de  llegar  á  esta  ciudad  el  faccioso  Ezequiel 
Zamora,  participaré  a  usted  inmediatamente  la  identi- 
dad de  su  persona. 

Creo  haber  cumplido  la  comisión    con  que  S.  E.   el 


220  DOCTOR  L.  VILLANITEYA 

Poder  Ejecutivo  y  S.  E.  el  General  en  Jeje  del  Ejér- 
cito, se  sirvieron  honrarme;  y  felicito  á  la  dación  y  á 
SS.  EE.  por  el  término  de  la  facción  que  temerariamente 
pretendió  despedazar  la  ltepííblica. 

Soy  de  usted   atento   servidor, 

José  M.  Zamora. 


República  de  Venezuela. — Jefatura  de  Operaciones  de  L,a 
Sierra. — San  Francisco  de  Tiznados,  marzo  20  de  1847. 
— 18?  y  37? — A  las  ocho  de  la  mañana. 

JSeñor  General  Comandante  de  armas  de  esta  provincia 
y  Jefe   General  de  operaciones. 

El  día  14  del  corriente  fue  muerto  Francisco  José 
Kangel,  en  la  montaña  de  Guambra  por  una  partida  al 
malulo  del  Capitán  Guillermo  Blanco,  (Guillermote)  en 
cumplimiento  de  las  disposiciones  que  al  efecto  di  a  es- 
te oficial ;  y  hoy  tengo  la  gloria  de  decir  á  usted  que 
corno  á.  las  doce  de  la  noche  en  el  pie  del  cerro  de  Jua- 
na Caliente,  situado  entre  las  bocas  de  los  ríos  de  La 
Platilla  y  Palambra  y  sin  hacer  un  tiro,  fué  capturado 
Ezequiel  Zamora  por  una  guerrilla  que  conduje  per- 
sonalmente hasta  las  inmediaciones  del  punto  indicado. 
Dentro  de  tres  días  tendía  usted  en  su  presencia  á  este 
individuo. 


Lo 
vario 


>  pongo  en   su  conocimiento,   para  que  se  sirva  ele- 
ai  de  S.   E.  el    General  en  Jefe  del   Ejército. 

Con  sentimientos  de  consideración  me  suscribo  de  us- 
ted muy  obediente  y  seguro    servidor. 

Doroteo  Hurtado. 


Kepública  de  Venezuela.  —  Secretaría  de  Estado  en  los 
Despachos  de  Guerra  y  Marina.— Sección  Ia — Caracas  : 
21)  de  marzo  de  1847.— 18  de  la  Ley  y  M  de  la  Inde- 
pendencia. 

Excelentísimo  señor  General  en  Jefe  del  Ejército. 

Con  satisfacción  se  ha  enterado  S.  E.  el  Presidente 
de  la  Kepública,  de  la  nota  de  V.  E.  fecha  de  ayer,  en 
que  participa  á  este  Ministerio,  la  captura  del  faccioso 
Ezequiel  Zamora,  por  el  señor  Coronel  Doroteo  Hur- 
tado. 

S.  E.  acepta  la  recomendación  que  V,  E.  hace  del  señor 
Coronel   Doroteo  Hurtado,  quien    en    persona   dirigió   la 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  221 

guerrilla  que  capturó  al  cabecilla  Zamora,  habiéndose 
hecho  acreedor  a  la  gratitud  nacional,  no  tan  solo  por 
este  señalado  y  distinguido  servicio,  sino  por  los  que  hizo 
en  la  guerra  de  Independencia  y  por  los  que  en  todas 
ocasiones  ha  prestado  á  Venezuela,  siendo  siempre  un 
constante  defensor  del  orden.  El  Gobierno,  pues,  hará  el 
uso  conveniente  de  la  recomendación  indicada. 

Con  sentimientos  de  consideración  y  respeto,  me  sus- 
cribo de   V.  B.  atento,   obediente  servidor. 

José  M.  üarreno. 

VIL  Concluida  la  relación  de  esta  guerra,  es  na-   Fiada  uoam. 

°  7  pafiadeu  su- 

tural que    la  generación   de  hoy  quiera  saber  qué  in-  "*• 

fluencia  llegó  á   tener  tilla   en  la  política,   en    la  mo- 

•ral  y    en   el  progreso  del  país;    porque  si  no  ejerció 

ninguna    en    favor     de    las    fuerzas    radicales    de    la 

vida   pública,   sería   forzoso  al  historiador    calificarla 

de»  temeridad  ó    locura,     ó   ele    otro     modo   todavía 

menos   honroso. 

Apuñadas  bien  las  causas  de  esta  revolución  pue- 
de  estimársela,  á  justo  título,  como  la  protesta  ar- 
mada de  una  gran  porción  del  Partido  Liberal 
contra  los  procederes  de  la  oligarquía.  Y  no  de- 
cimos de  todo  el  Partido  Liberal,  porque  los  que 
hayan  leído  estas  páginas  con  detenimiento,  habrán  ob- 
servado que  algunos  de  ellos,  lejos  de  ayudar  á  los 
alzados,  los  persiguieron  hasta  el  fin  de  la  cam- 
pana; lo  cual  se  debió,  sin  duda,  á  sus  propias 
inconsultas  divisiones.  Pues  es  bien  sabido  que  las 
fracciones  de  un  Partido  se  aborrecen  más  entre 
sí,  que   al  enemigo   común. 

Como  los  insurrectos  fueron  los  guzmancistas, 
apellidados  de  más  puros,  más  exaltados,  é  intran_ 
sigentes,  salieron  combatiéndolos  algunos  de  los  demás 
círculos;  aunque  diferenciándose  de  los  oligarcas, 
por  cierto   espíritu  de   generosidad  y  contemporiza- 


222  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

ción  para  con  sus  hermanos  en  la  comunión  liberal, 
como  dieron  de  ello  muestras  expresivas  el  Gene- 
ral J.  Laurencio  Silva  en  Barinas  y  Turen;  el  Co- 
mandante Nicolás  Silva  en  El  Pao,  el  General  José 
Gregorio  Monagas  en  Barcelona  y  Piritu,  y  el  ve- 
nerado General  Alcántara  en  Los  Valles  de  Aragua : 
y  junto  con  ellos  Muñoz  Tébar  y  Cala,  Valero  y 
Sotillo  y  algunos  más. 

El  General  Marino  y  los  candidatos  Salom  y 
Blanco  se  mantuvieron  apartados  de  la  guerra  ci- 
vil: sin  defender  al  Gobierno  ni  adherirse  á  las 
facciones. 

La  rebelión  autorizaba  al  Gobierno  á  perseguir  A 
los  liberales,  y  de  estes  injusticias  vino  á  originar- 
se la  unificación  del  Partido;  pues  no  hay  medio 
más  eficaz  que  el  martirio,  para  compactar  á  los 
que  profesan  una  misma  doctrina  política  ó  reli- 
giosa. La  persecución  unió  y  fortificó  á  los  cristia- 
nos en  las    cat¿icumbas. 

De  suerte  que  el  Partido,  formado  en  la  pax 
por  un  elocuente  apostolado,  se  disciplinó  en  las 
prisiones,  se  hizo  indomable  en  la  guerra  y  se 
depuró  en   el   infortunio. 

La  moral  pública  lejos  de  menoscabarse  se 
enalteció,  por  cuanto  la  insurrección  dio  á  entender  la 
vez  primera  en  Venezuela,  que  el  pueblo  aunque  de- 
sarmado no  terne  rebelarse  contra  el  crimen  de  la 
usurpación,  uno  de  los  mayores  en  un  país  de  siste- 
ma alternativo  y  representativo,  y  que,  como  el  de 
traición  á  la  patria,  no  debe  alcanzar  remisión  en 
ninguna    República  de    hombres  d  gnos  y  civilizados. 

La  moral  encontró  en  Zamora  su  justo  ven- 
gador.   Y  más   meritoria    lúe   su  obra,  cuanto  la  He- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  223 

vó  adelante,  escuso  de  recursos  y  de  material  de 
guerra,  y  la  coronó  al  fin  con  su  propia  inmolación, 
que  todos  los  demócratas  habrán  por  siempre  de  res- 
petar y  admirar;  pues  luego  que  dio  ejemplo  de  pro- 
bidad, de  valor  y  de  constaucia,  como  pocos,  es- 
tuvo á  punto  de  perder  la  honra,  y  de  acabar  la 
vida  en  un  sunlicio. 

A 

Ni  hay  que  considerar  tal  revolución  como 
tentativa  de  naturaleza  individual ;  como  agresión  de 
un  hombre  audaí  á  un  Gobierno  y  á  un  pueblo: 
cuando  la  filosofía  de  la  historia,  por  el  contrar  o,  ve 
en  ella  una  expresión  del  estado  general  del  país, 
un  signo  sangriento,  pero  patognomónico,  de  la  de- 
terminación bien  asentada  en  la  conciencia  pública, 
de  modificar  la  política,  estableciendo  un  nuevo  or- 
den de  cosas,  y  poniendo  en  otras  manos  las 
riendas  del  Estado. 

lia  guerra  fracasó,  á  pesar  de  los  máximos  es- 
fuerzos de  Zamora  y  sus  tenientes;  pero  de  sus 
cenizas  se  alzó  la  causa,antes  de  pasar  un  año, 
bajo  la  forma  de  una  evolución  política  concebida, 
preparada  y  llevada  á  cabo  por  el  Presidente,  Ge- 
neral Monftgas,  previsor,  de  grandes  pensamientos 
y  resoluciones  inquebrantables. 

Si  la  revolución  de  Zamora  hubiera  sido  un 
hecho  de  carácter  puramente  persona!,  habría  que- 
dado muerta  y  sepultada  en  el  campo  de  Pagüito, 
como  quedó  la  causa  de  las  Reformas  el  ano  183(5, 
con  el  aprisionamiento  de  Carujo  en  los  muros  de 
Puerto  Cabello.  Esta  conspiración  no  tenía  raíces 
en  el  país,  y  no  bien  hubo  apelado  á  las  armas 
contra  Vargas,  cuando  la  nación  puesta  de  pie  la 
deshizo  y  lapidó  para  siempre. 


224  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

En  46  suceden  las  cosas  de  otro  modo,  porque 
las  causas  son  muy  distintas. 

La  revolución  armada  es  vencida  al  cabo  de 
siete  meses  de  batallar  inaudito;  el  caudillo  va 
á  tener  á  un  calabozo,  y  aún  le  sentencian  á  muer- 
te en  noviembre  de  47 ;  y,  sin  embargo,  en  enero 
de  48,  es  decir,  á  los  tres  meses,  su  causa  esta  glorio- 
samente victoriosa  en  la  Casa  de  Gobierno,  y  él  mis- 
mo, armado  á  la  cabeza  de  un  cuerpo  de  ejército, 
álzase  á  perseguir  en  nombre  del  Congreso  y  de  la  Pa- 
tria los  dispersos  soldados  del  Ciudadano  Esclarecido, 
batido  y  derrotado  en  la  sabana   de  losAraguatos. 

Zamora,  pues,  en  La  Sierra,  no  era  un  hom- 
bre sino  un  elemento  popular:  no  era  el  Cabecilla 
de  una  turba  inconsciente  y  desmoralizada,  sino 
el  precursor  armado  de  una  revolución  eminente- 
mente nacional:  de  una  sublevación  de  todas  las 
almas  contra  un  partido  incapaz,  para  satisfacer  las 
nuevas  aspiraciones  de  la  República. 

Era  el  astro  que  anunciaba  la  aurora  de  una 
nueva  época,  como  aquellas  claridades  bíblicas  con 
que  alu <nbró  Dios   el    mundo   antes   de  crear  el  sol. 

Los  liberales  pasaron  de  los  tormentos  á  los 
Ministerios,  al  Congreso,  á  mandar  el  Ejército  y 
á  gobernar  las  provincias;  las  reformas  propuestas 
por  su  prensa  empezaron  á  elevarse  á  la  catego- 
ría de  instituciones  políticas  :  se  abolió  allí  mismo 
la  pena  de  muerte  por  conspiración,  y  se  dio  la  ma- 
no á  la  agricultura  para  medio  levantarla  de  su  tumba. 

La  causa  de  los  heroicos  montañeses  ha  triun- 
fado ai  fin ;  y  su  bravo  caudillo,  el  que  levantó  por 
vez  primera  la  bandera  amarilla  en  un  campo  de 
guerra,  ha  sido  llevado  por  la  vía  triunfal  á  con- 
sagrar sus  trofeos  en  el  templo  de  la  gloria. 


CAPITULO  VJI 

I.  Zamora  rindió  su  primera  declaración  en 
Cura,  ante  el  Auditor  de  Guerra,  señor  Licenciado 
José  Santiago  Rodríguez,  cuyo  Secretario  fue  el 
señor  José  Pardo  Gil. 

En  5  de  abril  le  pusieron  bajo  la  autoridad 
ílel  Juez  de  1*  Instancia  del  4?  circuito,  que  era 
el  de  Cura,  por  disposición  del  General  en  Jefe 
del  Ejército,  y  desde  el  8  empezó  la  causa  en  este 
Tribunal  hasta  el  27  de  julio  en  que  fue  senten- 
ciado á   muerte. 

Nombró  defensor  al  señor  Doctor  Manuel  Díaz, 
quien  desempeñó  fielmente  su  encargo;  y  sirvió  de 
Fiscal  de  la  causa  el  señor  Licenciado  Juan  Martínez. 

En  31  de  los  mismos  se  compulsó  el  testimo- 
nio de  la  sentencia  que  debía  quedar  en  el  Tribu- 
nal y  se  remitieron  los  autos  á  la  Corte  Superior 
constantes  de    mil   ciento  ochenta  y  dos    folios. 

Ante  esta  Superioridad  le  defendió  el  señor 
Doctor  Elias  Acosta,  y  no  obstante  sus  esfuerzos,. 
confirmó  la  Corte  en  6  de  setiembre  la  sentencia, 
apelada.     Remitióse  en  consulta   á    la  Suprema,    y 

15 


Froceao 


220  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

% 

-¿sta,  oído  lo  representado  por  el  Fiscal  Doctor 
José  Isidoro  Rojas,  la  aprobó,  el  28  de  octubre, 
mandándose  copia  de  ella  al  Presidente  de  la  Re- 
pública, por  si  tenía  a  bien  usar  de  la  atribución 
21?  que  le  concedía  el  artículo  117  de  la  Consti- 
tución. 

xJSfM^m-  H-  En  2  de  noviembre  el  Ministro  del  Interior 
JSLrta! p*na  Doctor  Tomás  J.  Sanavria,  por  orden  del  Poder 
Ejecutivo,  pidió  el  Acuerdo  y  consentimiento  del 
Consejo  de  Gobierno  para  conmutar  en  ocho  años 
de  conBnación  en  la  ciudad  de  Maracaibo,  la  pena 
de  muerte.  Considerada  la  solicitud,  y  tomados 
los  votos,  estuvieron  por  la  conmutación  tal  como 
la  proponía  el  Poder  Ejecutivo,  los  señores  Obispo 
'de  Trícala,  Blanco,  Mejía  y  Sanavria,  y  en  contra 
los  señores  Doctor  Vargas,  Tovar,  Narvarte  y  Ro- 
dríguez, añadiendo  éstos  que  estarían  porque  se 
conmutara  la  pena  si  se  imponía  á  Zamora  la  de 
-diez  años  de  presidio  en  lug^r  de  la  de  confinación. 
Empatados  los  votos  se  recomenzó  á  tratar  la  mate- 
ria, quedando  pendiente  para  la  próxima  sesión 
del  día  4:  en  la  cual,  votada  otra  vez.  volvió  á  re- 
sultar empatada  en    los   mismos  términos. 

Con  forme  al  Reglamento  quedó  abierto  de  nue- 
vo el  debate:  y  en  la  sesión  extraordinaria  del 
5,  presentó  el  Ministro  la  siguiente  Resolución  del 
Poder    Ejecutivo: 

"  Impuesto  S.  E.  el  Presidente  de  la  República  de  que 
el  Consejo  de  Gobierno  conviene  en  la  conmutación  de  la 
pena  capital  en  que  ha  sido  condenado  Ezequiel  Za- 
mora, para  lo  cual  fué  excitado,  estando  disccnle  única* 
mente  en  la  pena  que  baya  de  subrogarse ;  y  urgiendo  el 
que  cefi>e  este  inconveniente  por  estar  para  espirar  el  tér- 
mino dentro  del  cual  quiere  el  Decreto  Legislativo  de  3  de 
mayo  de  18,'ií)  que  el  Gobierno  determine  la  conmutación  ; 
resuelve:  excitar  de  nuevo  al  Consejo  para  que  le  coli- 
sa te  la  pena  en  que  haya  de  hacerse  la  conmutación  acor- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  227 

«lada;  con  la  cual  se  conforma  desde  luego;  pues  que  no 
ejecutándose  la  de  muerte,  queda  salvado  el  prineipio  que 
ha  guiado  y  guia  á  la  Administración  para  afianzar  la  paz 
interior  de  la-  República,  que  es  el  motivo  grave  de  con- 
veniencia pública  que  le  ha  llevado  á  solicitar  en  este  caso 
«1  previo  acuerdo  y  consentimiento  del  Consejo,  á  quien 
se  convocará  extraordinariamente  para  las  once  de  este 
-día. — Por  8.  B.,  Sanavria." 

Habiendo  el  Consejo  resuelto  previamente,  que 
podía  constitucional  mente  ocuparse  en  tratar  el  asun- 
to, entró  á  conocer  de  él,  no  obstante  la  opinión  en 
contra  del  Secretario  Rodríguez ;  y  bien  discutida 
la  materia,  acordó  consultar  á  S.  E.  el  Presidente 
<le  la  República,  que  el  Consejo  prestaba  su  acuerdo 
y  consentimiento  al  Poder  Ejecutivo  para  que  pu- 
diera conmutar  en  diez  años  de  presidio  en  el 
cerrado  de  Maracaibo  la  pena  capital  impuesta  á 
Ezequiel  Zamora  como  reo  de  conspiración  y  otros 
delitos;  y  así  autorizado,  expidió  el  General  José  Ta- 
<leo  Monagas  el  siguiente  Decreto,  que  debiera  grabar- 
se en   letras  de  diamante: 

JOSÉ  TADEO  MONAGAS 

PRESIDENTE    DE  LA    REPÚBLICA   DE    VENEZUELA 

ETC.,    ETC.,    ETC. 

Vista  la  sentencia  de  S.  E.  la  Corte  Suprema  de  Jus- 
ticia, en  que  condena  á  Ezequiel  Zamora  á  sufrir  la 
pena  de  último  suplicio  por  conspiración  y  otros  delitos. 

En  uso  de  la  atribución  21  que  me  concede  el  ar- 
tículo 117  de  la  Constitución,  y  previo  el  acuerdo  y  con- 
sentimiento del  Consejo  de  Gobierno. 

Decreto : 

Artículo  Io  Se  conmuta  la  pena  de  muerte  á  que 
ba  sido  condenado  Ezequiel  Zamora,  en  la  de  diez 
años  de  presidio  cerrado  en  el  de  Maracaibo. 

Artículo  2?  El  Secretario  de  Estado  en  los  Des- 
pachos del  Interior  y  Justicia,  queda  encargado  de  la 
locución  de  este  decreto. 

Dado,  firmado  de  mi  mano,  sellado  con  el  sello  del 
Poder  Ejecutivo,  y  refrendado  por  el  Secretario  de  Es- 


228  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

tado  en  los  Despachos  del  Interior  y  Justicia  en  Cara- 
cas, á  5  de  noviembre  de  1847,  ano  18  de  la  Ley  y  37 
de  la  Independencia. 

José   T.  Monaqas. 

Por  8.  E. — Tomás  José  Sanavria. 

Es  copia. 

Sanavria. 

voto  d«  var-  III.    Duélenos  encontrar  á  Vargas  tan  mal  dis~ 

gis  en  el  Con-  *~ 

■•jo  do oobior-  puesto  á  la  conmutación  en  los  humanitarios  tér- 
minos en  que  la  propuso  el  General  Presidente  de 
la  República,  pues  desearíamos  que  todos  sus  actos 
fuesen  dignos  de  eterna  loa.  En  el  presente  caso 
muéstrase  más  bien  hombre  de  partido  subordinado 
a  las  imposiciones  de  la  dpjca,  que  hombre  de  Es- 
tado desapasionado  y  previsor. 

El  Vargas  del  Consejo  de  Gobierno  no  es  el 
liberal  Vargas  de  1830,  que  pide  valientemente  la 
amnistía,  ni  el  Justo  de  1835,  que  prefiere  renun- 
ciar la  Presidencia  antes  que  amancillar  su  magna- 
nimidad con  el    rigor  de  los  castigos. 

En  todo  tiempo  se  leerá  con  gusto  el  hermosísimo 
discurso  en  el  Constituyente  de  Valencia,  Heno  de  no- 
bles sentimientos  de  concordia  y  generosidad,  con 
que  combatió  el  proyecto  de  decreto  para  extrañar 
del  país  y  confinar  á  los  desafectos  del  Gobierno  ;  y 
su  Mensaje  al  Congreso  de  36,  cuando  terminada 
la  guerra,  pide  el  perdón  para  los  faccios  s,  en  esta 
forma : 

"  Ningún  momento,  dice,  pues,  más  propio,  se- 
gún el  concepto  del  Gobierno,  para  librar  una  medida 
de  alta  política  que  deje  satisfecha  la  justicia  ua- 
cional,  concillándola  con  la  humanidad  y  la  clemen- 
cia; propendiendo  así  á  extinguir  hasta  las  reliquias 
de  una   lamentable  conjuración."   . 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  229 

Tale3  sentimientos  le  valieron  que  las  Cámaras 
Legislativas  le  honrasen  con  el  renombre  de  Magná- 
nimo. 

Vargas,  como  Hortensio,  Marcelo,  Catulo  y 
otros  beneméritos  patricios  de  la  oligarquía  de  Roma, 
«e  paró  en  el  desarrollo  de  la  política  entre  un 
pasado  que  le  era  simpático  y  un  porvenir  que  le 
parecía  peligroso,  sin  qierer  desprenderse  de  las 
preocupan  >n?s,  ni  arrojarse  á  los  nuevos  caminos 
que  la  revolución  liberal  brindaba  á  todos  los  talentos, 
para  trabajar  por  el  advenimiento  de  una  civilización 
•más  conforme  á  las  aspiraciones  y  necesidades  del 
país. 

"  Cuando  un  pueblo  está  en  agitación,  dice  Na- 
poleón III,  es  un  gran  mal  que  el  partido  de  los  hom- 
bres honrados,  ó  de  los  hombres  buenos,  como  los  llama 
Cicerón,  ni  ahpte  las  ideas  nuevas  para  dirigirlas  mo- 
derándolas.17 

"De  aquí  surgen  divisiones  profundas? 

"De  un  lado  los  exaltados  se  apoderan  de  las  pa- 
siones buenas  ó  malas  de  la  multitud ;  y  del  otro,  los 
hombres  honrados,  inmóviles  ó  indiferentes,  se  oponen 
á  todo  progreso  y  suscitan,  por  su  resistencia  obstinada, 
impaciencias  legítimas  y  violencias  lamentables? 

14  La oposición  de  estos  últimos  i  i  ene  el  doble  in- 
conveniente de  dejar  el  campo  libre  á  los  que  valen  me- 
nos que  ellos,  y  de  mantener  la  duda  en  el  alma  de  esa 
masa  social  flotante  que  juzga  los  partidos  más  bien 
por  la  honorabilidad  de  los  liombres  que  por  el  valer 
de  las  ideas? 

Tal  fue  el  error  político  de  nuestro  sabio  Var- 
gas, á  quien  cuadran  perfectamente  las  reflexiones 
de  Napoleón  cuando  juzga  las   dificultades  con  que 


I 


230  DOCTOR  L.  V1LLA3ÍUEVA 

tropezó     el     movimiento    liberal    de    la   República 
romana. 

zamo»  m  IV.  En  los  días  en  que  iban  á  trasladar  á  Zamora. 

•vade  da  la  car-  •     •  • 

«eidexaraoay.al  presidio  se  evadió  de  la  cárcel  de  Maracay,  donde 
pocos  días  antes,  según  lo  aseguran  sus  deudos,  ha- 
bían intentado  quitarle  la  vida,  aunque  no  se  dice- 
por  disposición  de  quién. 

Léase  lo  que  sobre  tan  azarosa  sospecha  expuso 
al  Gobierno  del  General  Monadas,  la  señora  madre 
de  Zamora;  y  el  decreto  de  la  Corte' Superior  que 
recavó  sobre  la  materia. 

E  'elvntíñmo  señor  Presidente  de  la  R»públie%. 

Paula  Correa,  viuda,  legítima  madre  del  desgraciado 
joven  EzEguiKL  Zamora,  llena  de  respeto  y  anegada 
en  lagrimas,  que  espresan  el  dolor  mas  fuerte  de  natu- 
raleza, elevo  hoy  mi  triste  y  compasiva  suplica  al  padre 
general  de  los  venezolanos,  el  Supremo  poder  Ejecutivo, 
cuya  clemencia  esmalta  sus  heroicas  virtudes. 

Existe  Exmo.  Señor,  mi  desventurado  hijo  en  la  cáne* 
de  Maracay,  casi  privado    de    comunicación,   arrastrando- 
enormes  y    pesados     grillos,  que    mas  que   la  seguridad 
contra   la  fuga,  trabajan  el  tormento  y  el   aniquilamien- 
to de   su  vida. 

En  tan  dura  y  desesperante  situación,  tres  veces  se 
ha  atentado  contra  la  existencia,  empleándose  aleves  é 
insidiosos  medios,  de  cuya  prueba  siempre  sabe  salvar- 
se el   asesino. 

Primero,   se   fingió   que  una  partida,  quería  acometer 
en   una  noche  al  pueblo  para  sacarlo  de   la  cárcel.     En 
efecto   se  hiso  correr  la  noticia,  se  alarmó  el  vecindario^ 
y    en  confianza,   la   mas    criminal,   se  solicito  del   oficial 
de   la  guardia  de  la  cárcel,  á  quien  se  reveló  el  plan,  que 
con   el   pretesto  de  los  confabulados  en  motín,  se   le   qui- 
tase la  vida  en   esa  noche  á  mi   hijo.     Para   persuadir- 
lo,  se   le  decía  por  el   hombre    mas  descarado  y  cruelr 
que   tiene  Venezuela,    que    era    un   servicio  distinguido 
que  se  hacía  ¿i  la  República,   matándose  á  Zamora,  para 
que  n:>  se  gistase  más  en    custodiarlo,  ni    en  su  juicio. 
La  virtud  del  oficial   de  la  guardia  salvo  en  tan  horrible- 
noche,   la   vida  de  mi   hijo,  pues   se   negó  á   la    criminal 
maquinación   de  aquel   hombre  exeeerablc. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  231 

En  la  vez  segunda,  un  oficial  aprovechando  el  mo- 
mento, en  que  el  de  la  guardia  no  se  hallaba  en  la 
cárcel,  entro  á  ella,  y  desnudando  su  espada  se  dirijid- 
al  calabozo  donde  estaba  mi  hijo.  En  el  acto,  quiso 
el  cieln,  que  entrase  el  oficial  de  guardia,  y  sorprendi- 
do el   asesino,  no  pudo  consumar  su  crimen. 

Frustrados  estos  medios,  se  echo  mano,  Señor  Exmo- 
de  otro  mas  infame  y  aleve. 

A    pocos    dias    se  logró  meter  en  la  comida  de  mi 
hijo   una  hallaca  con   solimán.     La  casualidad  de  haber 
notado  aquel,  al  dividirla  con   una  cuchara,   que  estase 
había  ennegrecido,  lo  salvo  de  la  muerte. 

En  tan  agovioso  suplicio  lia  permanecido  mi  desgra- 
ciado hijo. 

El  20  de  Agosto  ultimo  se  ha  aparentado  en  Mará- 
cay  grande  alarma,  suponiéndose,  que  varios  amotina- 
dos en'Tacasuruma  invadiesen  el  pueblo.  Guardias  dobles,, 
patrullas,  quien  vives,  y  un  tren  estudiado  de  temores 
agitaron  l.\  población.  Mi  hijo,  esperaba  de  un  momento 
á  otro  la  perdida   de  su  vida,  como  fruto  del  aparato. 

Temo  señor,  y  con  sobrada  razón,  aunque  no  puedo 
dar  las  pruebas  de  tan  abominable  y  criminal  historia,, 
que  un  asesinato  oportunamente  perpetrato,  me  quite  la 
esperanza  de  la  clemencia,  y  de  la  misericordia  del  Go- 
bierno de  mi  patria,  y  de  la  humanidad  del  piadoso  co- 
razón de  V.  E. 

El  perverso,  que  asecha  infatigablemente  la  vida 
de  nii  hijo  se  prepara  á  burlar  la  clemencia  nacional,  de- 
jando á  la  anciana  madre,  que  suplica  en  el  ultimo  de- 
sespero,  que  la  arrojará  al  sepulcro. 

Ya  por  e**tas  razones,  y  por  la  ñe  que  la  causa  de 
mi  hijo  será  hoy  sentenciada  en  2a  instancia  y  se  apro- 
xima su  termino.  Y  mas  que  todo  por  que  en  las  es- 
caceses  del  Erario,  no  hay  con  que  sostener  la  guarni- 
ción que  custodia  la  cárcel  de  Maracay ;  y  porque  á 
ser  licito  el  temor  y  el  alarma  en  que  se  halla  aquella 
villa,  no  esta  seguro  mi  hijo,  y  según  se  aparenta  está  es— 
pnesto  al  asalto  de  los  facciosos.  Suplico  entrañable  y  hu- 
mildemente á  V.  E.  se  sirva  mandarse  traslade  ¡inmedia- 
tamente á  esta  cárcel  publica,  que  ofrece  nías  seguridades» 
con  la  correspondente  custodia,  la  persona  de  Ezequiel 
Zamora;  que  sea,  Exmo  Señor,  la  ley,  y  la  justicia,  y  no- 
otro  crimen  mas  feo,  los  vengadores  de  los  errores  de> 
mi  joven  hijo! 

Caracas:  Setiembre  4  de  1S47. 

Exmo.   Señor. 

Paula  Correa. 


232  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

JBxmo.  Señor  Presidente  áe  la   República. 

* 

Paula  Correa,  viuda  y  legítima  madre  del  joven 
Ezequiel  Zamora,  con  el  alto  respeto  que  debo  á  V. 
E.  represento. 

En  la  semana  próxima  anterior  por  las  razones  en- 
tonces espuestas,  suplique  á  V.  E.  se  dignase  acordar 
la  translación  de  mi  espresado  hijo  de  la  cárcel  de  Ma- 
racay  á  la  de  esta  Capital,  cuya  custodia,  ademas  de  ser 
mas  segura,  daba  garantia  á  la  vida  de  aquel  desgra- 
ciado venezolano,  mientras  que  la  justicia  pública,  y  la 
clemencia  del  Gobierno  decretasen  definitivamente  sobre 
la  suerte  del  procesado. 

Ahora,  Señor  Exrao,  agrego  otra  razón  poderosa 
y  sostenida  por  el  dño  de  naturaleza  y  por  las  leyes 
del  Estado ;  y  lo  hago  en  virtud  de  cartas  y  suplicas, 
que  últimamente  he  recibido  de  mi  hijo  Ezequiel. 

Este  en  persona,  quiere  y  desea,  como  uno  de  los 
medios  mas  valiosos  de  su  defensa,  obra  tan  amparada, 
aun  por  los  mayores  tiranos  de  la  tierra,  exponer  ante 
■el  tribunal  Supremo,  que  va  á  juzgarlo  en  ultima  ins- 
tancia, hechos  importantes,  circunstancias,  que  nadie  pue- 
de esplicar,  como  el  mismo  acusado,  que  cuenta  ya 
•con  la  incomparable  desgracia  de  dos  sentencias  de  muer- 
te. Qu  ere  mi  desventurado  hijo,  que  lo  oiga  S.  E.  la  Cor- 
te Suprema ;   y  de  esta  audiencia  espera  la  vida. 

El  mismo  Dios,  oyó  á  Cain,  no  obstante  de  estar  en  su 
presencia  el  cadáver  palpitante  y  el  fraticidio  de  Abel. 

Ante  el  Areopago,  una  de  las  maravillas  del  muñ- 
ólo judicial,  ante  aquello;  doce  ancianos,  reputados  como 
divinos. 

Ante  el  Senado  de  Boma,  que  era  una  asamblea 
•de  Reyes,  en  el  concepto  de  los  embajadores  de  Pirro. 

Y  ante  las  Audiencias  Españolas,  que  representa- 
ban la  m  a  gestad  del  Monarca,  comparecían,  y  tuvieron  el 
derecho  de  ser  oídos  los  ciudadanos  acusados  por  delito 
de  Uiuerte. 

Quiere  nuestra  Constitución  que  el  ciudadano  sea 
oido,   antes  de  ser  condenado. 

Dígnese,  pues,  V.  E.  padre  gral.  de  los  venezola- 
nos también  para  que  sea  oido  mi  hijo,  acordar  inme- 
diatamente  su   traslación  á  esta  cárcel. 

Caracas  setiembre  10  de   LS47. 

Paula   Correa. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  233 

República  de  Venezuela. — Corte  Superior  de  Justicia  del 
Segundo  Distrito  número  91. — Caracas  17  de  setiem- 
bre de  1847.— Ano  18?  de  la  Ley  y  37?  de  la  Inde- 
pendencia. 

Señor  Secretario  de  Estado  en  Ion  Despacho*  del  Interior  y 
Justicia. 

En  el  oficio  de  usted  de  13  del  corriente  número 
-837,  á  que  se  sirve  acompañar  una  representación  de 
Paula  Correa,  madre  de  Ezequiel  Zamora,  recayó  en 
■esta  Corte  el  decreto  que  sigue : 

No  apareciendo  fundamento  alguno  para  temer  por 
la  seguridad  del  encausado,  la  Corte  no  está  en  el  caso 
de  usar  de  la  facultad  que  le  concede  el  artículo  10  de 
la  ley  de  diez  y  seis  de  junio  de  1831.  Comuniqúese 
al  señor  Secretario  de  Estado  en  los  Despachos  del  In- 
terior y  Justicia,  devolviéndole    la  representación." 

Y  lo  trascribo  á  usted  acompañándole  la  represen- 
tación mencionada. 


Soy  de  usted   atento  servidor. 
El  Presidente, 


Francisco  Díaz. 


Díjose  entonces  que  la  guardia  había  sido  so- 
bornada por  sus  parientes  Cáspers,  Tosta  y  Gabriel 
su  hermano,  en  connivencia  con  una  autoridad  del 
lugar;  aunque  no  aparece  así  de  la  averiguación  su- 
maria que  se  formó  al  efecto.  (1)    Es  lo  cierto  que  se 


1  República  de  Venezuela.-  Comandancia  de  Anana  de  la  Provin- 
cia.— Caracas:  80  de  noviembre  de  1847.— 18  de  la  Ley  y  37 
de  Ja  Independencia. 

Señor  Secretario  de  Estala  de  los  Depirtament  s  de  O  tierra y  Ma- 
rina. 

El  *eñor  Comandante  de  la  guarnición  de  Maracay,  can  fecha 
27  del  que  rige,  me  participa  lo  siguiente : 

Tengo  el  honor  de  elevar  á  manos  d*  V.  E.  Ja  averiguación 
sumaria  adjunta,  por  medio  á  los  individuos  (pie  componían  la 
guardia  de  1%  cárcel  del  22  del  corriente  por  la  fuga  del  reo 
Ezeqi  iel  Zamora.  Por  las  d^cla-  aciones  tomadas,  aparece  según 
la  conclusión  fiscal,  que  no  ha  habido  culpabi'idad  de  parte  de 
dicha  guardia,  en  la  fuga  del  preso,  pues  ésta  quedó  encargada 
déla  seguridad  déla  puerta  principal  de  la  cárcel,  único  punto 
en  que  tenía  centinela,  desde  el  moment  >  en  que  el  señor  Jefe 
político,  mandó  suprimir  la  que  se  ponía  cerca  del  río  para   vi- 

filarlo;  cuyo  encargo  fue  confiado  entonces  al  alcaide  y  rondas 
e  policía,  en  el  interior  del  fdiñcio.  según  me  lo  ha  manifesta- 
do el  referido  señor  Jefe  Político:  sin  embargo  V.E.  impuesto 
del  contenido  de  dicho  sumario  dispondrá  lo  que  estimare  con- 


234 


DOCTOtt  L.  VILLANÜEVA 


fugó  una  noche,  y  llegó  á  La  Victoria,  donde  remudó 
bestia  y  se  encaminó  á  los  Altos,  para  seguir  á  Ca- 
racas y  refugiarse  en  la  casa  del  Doctor  José  Manuel 
García.  De  aquí  se  fué  disfrazado  y  acompañado  de 
Napoleón  S.  Arteaga  á  la  casa  de  las  Cotarro,  esquina 
de  Piñango,  para  salirse  la  noche  siguiente  á  una  ha- 
cienda de  esta  misma  familia,  á  inmediaciones  del 
Hatillo,  y  que  llamaban  la  Guairita.  Así  lo  ejecutó. 

Allí  se  hizo  conocer  de  los  peones  y  vecinot 
con  el  nombre  de  Don  Manuel,  manteniéndose  me- 
dio oculto  hasta  los  principios  del  ano  próximo,  en 
que  los  sucesos  políticos  lo  trajeron  otra  vez  al  ser- 
vicio militar  activo. 


veirente.  Quedando  todavía  arrestados  loa  cxpr*Bad*">8  individuo* 
de  la  guardia  en  el  cuartel,  lo  anuncio  á  V.  K.  para  su  conoci- 
miento. 

Lo  mi«  trascribo  si  usted  pura  fu  conocimiento  y  el  deS.  E. 
el  Presidente,  advir  iendo  que  hoy  mismo  hy  sometido  el  ex  pe- 
diente  a  dictamen  de  letado. 

Sny  de  usted  at°nto  servidor, 

8.  M <ir¡ño. 


CAPITULO  VIII 

I.  El  24  de  enero  se  presentó  Zamora  al  General  zamor*e«ii*- 

1  mado  al  servicio 

Monagas,    quien  le  encargó  de  organizar    un   batallón  miliUr- 
en  Villa  de  Cura. 

Tan  pronto  como  lo  formó,  partió  en  el  ejer- 
ejército  nacional  á  Calabozo  á  las  órdenes  del  Ge- 
neral S.  Marino;  de  aquí  prosiguió  con  el  General  J« 
L.  Silva  por  la  costa  de  Apure  hasta  Pedraza  y  Bari- 
nas.  siendo  secundo  de  este  Jefe  el  Comandante  Julián 
Castro,  y  oficial  de  una  compañía  Jesús  Agachado. 

II.  Parte  del  48  quedó   Zamora  de  guarnición  Ma^Jiabñ0*  d* 
en  Barinas,  v  estando  allí  se  le  mandó  venir  con  su  co- 

lumna  á  Valencia  para  que  con  ella  marchase,  como 
lo  hizo,  contra  los  insurrectos  de  la  provincia  de  Mara- 
caibo,  dcnde  se  distinguió  por  tres  hazañas  dignas 
de  memoria.  Fue  la  primera,  la  defensa  de  Qui- 
siro  con  250  soldados,  contra  la  invasión  de  900 
oligarcas,  que  pretendieron  desembarcar  por  aquella 
costa. 

La  segunda,  el  ataque  á  la  partida  de  Basilio 
Borges,  que  señoreaba  el  puerto  de  Cabimas,  en  la 
ribera  del  lago  ;  y  cuyo  oficio  era  recoger  ganados  y 
víveres  para  los  alzados.  Batiólo  Zamora,  y  lo  hÍ2<> 
prisionero  con  cuanta  gente  comandaba. 


236  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

La  tercera,  de  gran  peligro  y  osadía,  consistió  en 
el  asalto,  en  San  Carlos  del  Zulia,  á  la  División 
expedicionaria  que  iba  de  Maracaibo  á  sublevar  la 
Cordillera. 

Funcionaba  en  la  Provincia  como  Jefe  de  ope- 
raciones, el  General  Justo  Briceño,  y  cuando  le 
hicieron  saber  el  movimiento  de  los  oligarcas,  enco- 
mendó al  intrépido  Zamora  que  esa  misma  noche  los 
sorprendiera  y  acabara. 

En  hora  apropiada  y  en  cumplimiento  de  esta 
orden,  embiste  Zamora  el  campamento  enemigo  con 
336  infantes.  Los  contrarios  eran  1.500  bien  ar- 
mados y  valientes;  y  aunque  se  apoyaban  en  tres 
cuarteles  y  un  vapor,  fueron  al  fin  destrozados: 
quedando  en  poder  de  Zamora  600  prisioneros,  800 
fusiles,  el  vapor,  que  se  llamaba  General  Jacksm, 
siete  faluchos,  treinta  piraguas,  los  bagajes  y  el 
parque. 

El  resto  de  la  división  fue  destruido:  unos  se 
tiraron  al  Lago  y  se  ahogaron;  otros  se  dispersaron 
por  el  monte,  y  los  más  quedaron  muertos,  ó  heridos 
ó  prisioneros  en  el  mismo  campo  de  batalla.  Entre 
éstos  figuraban  los  Coroneles  Muguerza  y  Hurlado, 
y  tres   hijos  del  General  Páez. 

El  General  Briceño   le   colmó  de  alabanzas ;    v 
el   Ministro  de  Guerra,    en    su  Memoria  al  Congreso, 
recordó  su  proeza  con  los  más  honrosos  calificativos, 
campea dei 49.  jjj    £n  49  m\\\fá  4  ja  órdenes  del  General  Lau- 

rencio Silva  para  contribuir  á  debelar  la  segun- 
da intentona  del  General  Páez :  y  guerreros  ex- 
pertos de  aquel  tiempo  cuentan,  como  hecho  de 
nombradla,  su  temerario  arrojo  en  Cazupo  con  sólo 
cuatrocientos   cincuenta  soldados  contra  toda  la   Divi- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  237 

sión  alzada  que  iba  marchando  de  aquel  cerro  al  Valle 
de  Carache ;  verdad  es  que  perdió  en  ten  desigual 
encuentro  gran  parte  de  su  gente,  pero  obligó  á 
Páez  á  suspender  la  retirada,  y  dio  tiempo  á  que 
Silva  le  cercase  con  su  ejército  por  el  frente  y 
por  retaguardia.  De  los  paezis  as  murieron  siete,  y 
salieron  heridos  diez  y  seis,  entre  ellos  el  Capitán 
Pocaterra  y  el  Teniente  Minchir,  hijo  del  Coro- 
nel, á  quien  tocó  en  suerte  batirse  ese  día  con 
Zamora. 

La  facción  capituló  en  Campo  Monagas. 

Dijeron  algunos,  y  se  ha  conservado  en  cró- 
nicas de  aquel  tiempo,  que  para  lisonjear  al  Ge- 
neral Monagas  se  había  dado  su  nombre  á  aquel 
campo,   conocido    con    el   de  Macapo— abajo. 

Esto  es  una  imputación  que  *e  desvanece  con 
la  tradición  que  se  ha  conservado  en  la  familia  Mo- 
nagas, de  Valencia,  respecto  á  este  particular.  Sin 
ir  á  registrar  archivos  antiguos,  bastará  al  efec- 
to copiar  un  párrafo  de  la  carta  que  el  respeta- 
ble Presbítero  Doctor  Juan  Antonio  Monagas,  es- 
cribió al  General  Monagas,  su  primo  hermano,  desde 
Valencia,  á  17  de  agosto  de  1849,  para  perlir  la 
amnistía  de  Páez  y  demás  prisioneros.  Dice  asi : 
Me  ha  sido  de  bastante  placer  el  saber  que  el  rendi- 
miento se  hizo  en  el  sitio  llamado  Monagos,  nombra- 
do  así  porque  en  una  hacienda  que  tenía  allí  mi  abue- 
lo, hacía  su  principal  residencia ;  y  se  lo  refiero  a  usted 
también  para  su  gusto.  (1) 

IV.    Preso  Páez,  encargó  el  Gobierno  á  Zamora  Zamorll y  PáMi 


(1)  Este  documento  están  precioso  por  los  sentimientos  de 
caridad  y  enseñanzas  morales  y  políticas  en  él  contenidas,  que 
no  hemos  podido  resistir  al  deseo  de  reproducirlo  íntegro,  en  el 
Apéndice. 


238  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

que  lo  condujera  con  su  columna  de  Valencia  á 
Caracas;  y  cuando  los  oligarcas,  dando  lágrimas  á 
la  desgracia  de  su  caudillo  se  comunicaban  mutua- 
mente el  temor  de  que  lo  inmolasen  en  el  camino, 
como  habían  hecho  Jefes  oligarcas  con  algunos  pri- 
sioneros liberales  en  la  guerra  de  46,  resultó  que 
Zamora,  aunque  enojado  justamente  con  é\  por  los 
grillos  que  le  hizo  poner  en  Villa  de  Cura,  más 
bien  salió  protegiéndole  en  la  cárcel  de  Valencia  y 
en  el  tránsito  á  Caracas. 

Al  recibirle  como  preso,  mandó  que  le  quita- 
ran los  grillos,  y  en  seguida  entró  en  el  cuarto 
que  le  servít  de  calabozo,  y  con  el  tradicional  res- 
peto con  que  los  militares  de  aquel  tiempo  tra- 
taban á  Jefes  superiores,  le  dijo :  (1)  "Excelentí- 
mo    señor:    estoy    á  las  órdenes  de  V.  E.  P^r  medio 

de  estos  dos  oficiales,  (que  eran  los  Capitanes  Joa- 
quín Rodríguez  Guerrero  y  Francisco  L.  Alcántara) 
que  son  .os  de  guardia,  puede  V.  E  pedir  lo  que 
necesite  para  su  servicio  personal." 

Páez  le  dio  las  gracias.  El  General  Alcántara 
nos  refirió  más  de  una  vez,  y  ahora  nos  lo  ha 
ratificado  el  General  Rodríguez  Guerrero,  que  mu- 
chas veces  contaba  Páez  á  Zamora  episodios  de  la 
guerra  de  la  Independencia,  y  que  Zamora  le 
contestaba  á  su  turno  las  preguntas  que  le  hacía 
sobre  la  guerra  de  46.  Y  sobra  quien  atestigüe  que 
en  Los  Guayos,  Guacara,  San  Joaquín,  y  los  Valles 
se  prestaba  siempre  Zamora  á  llevarle  á  las  casas 
y  haciendas,  donde  sus  amigos  le  tenían  preparados 
suntuosos  banquetes.  Páez  se  queja  en  su  libro 
de    que  Zamora    no   castigase  los  grupos  que  le  da- 

1    Por  las  leyes  se  daba  el  título  de  Excdencia  ú  los  Gene- 
vales  en   Jete  de  Colombia. 


VIDA  DEL  GENE  BAL  ZAMORA         239 

bao  mueras ;  pero  ¿sto,  bien  meditado,  quiere  decir 
qoe  el  General  Páez  no  quiso  nunca  confesar  la 
impopularidad  en  que  había  caído  para  aquella  fe- 
cha, y  la  mala  voluntad  que  le  tenían  los  pueblos 
tomo  Jefe  de  los  oligarcas;  comu  tampoco  quiere 
estimar  lo  que  hacía  Zamora  para  defenderle  la 
Tida,  y  entregarle  sano  y  salvo  en  Caracas  al  Poder 
Ejecutivo. 

Un  malvado  le  habría  quizá  sacrificado  ó  dejado 
•aerificar  en  la  travesía,  con  el  beneplácito  de  las 
exaltadas  turbas  que  en  las  poblaciones  por  donde 
pasaban  gritaban :  muera  Páez.  (1) 

Durante  los  otros  años  de  la  dominación  de 
Jos  Monagas  sirvió  Zamora  las  Comandancias  do  Ar- 
nas  de  Maracúbo,  Ciudad  Bolívar,  Barcelona  y 
Cumaná. 

Cuando  ocurrió  la  revolución  de  Barquisimeto 
estaba  en  la  de  Guayana,  ascendido  ya  á  General  de 
Brigada,  destino  que  desempeñó  los  años  de  54  y 
55.  Entre  los  militares  á  üus  órdenes  en  Ciudad 
Bolívar  y  Upata,  recordamos  á  los  Comandantes 
Juan  José  Campos  y  José  Mármol  Muñoz  y  al  Capi- 
tán Mario  Gallegos,  su  Ayudante  de  plaza. 

Y.  En  185(5  casó  con  la  señora  Esti'fanu  Fal- 
cón,  hermana  del  General  Juan  C.  Falcón,  y  viuda 
del  señor  José  Benito  Diez,  español,  oriundo  de  San- 


Xatrimonio  de 
Zamora. 


1  Habiéndose  de  te»  minado  que  fuese  conducido  á  Carairas, 
salí  de  Valencia  con  mi  hijo  Ramón  el  2  de  setiembre,  escolta- 
do por  la  co  umna  de  Zamora,  compuesta  de  hombres  mal  in- 
tencionados. En  el  tránsito  se  reúna  gente  j0  nnMiiano  «re- 
venida para  gritar  "muera  Páez,"  y,  si  el  jefe  político  de  algu- 
na población  enviaba  á  la  cárcel  al  ebrio  que  vociferaba  aque- 
llas amenazas,  Zamora  lo  hacía  poner  en  libertad  á  nombre 
del  pueblo  soberano  y  mandaba  á  sus  soldados  que  repitiesen 
aquel  grito.  Resígneme  á  los  insultos  y  ai  maltrato  que  se  me 
daba  en  las  cárceles,  á  pesar  de  hallarme  enfermo.— ^4 utobio - 
frafía  de  t des. 


] 


240  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

tander,  de  opinión  carlista,  de  oficio  farmacéutico, 
y  venido-ai  país  en  1841.  El  señor  Diez  abraza 
la  Causa  Liberal  de  Venezuela,  y  en  49  se  encon- 
traba de  Gobernador  de  Coro,  sirviéndole  de  Se* 
cretario   el   señor   Goiticoa. 

Zamora  acabó  de  formar  á  los  hijos  de  Diez,, 
que  eran  tres :  Justiniano,  Julio  y  Antonia,  y  los  amó 
como  padre.  Antonia  se  casó  con  el  Doctor  Ig- 
nacio Escobar;  Julio  murió  joven  y  Justiniano  es 
hoy  General  de  la  República,  siempre  adscrito  al 
Partido  Liberal.  (1) 

La  señora  de  Zamora,  que  aún  vive,  como  si  el 
cielo  hubiera  querido  conservarla  para  que  asistiese 
á  la  glorificación  de  su  esposo,  es  hija  del  señor 
Don  José    Falcón    y  la   señora   Josefa   Zavarse   de 


(1)  El  infrascrito  Cura  de  la  parroquia  de  San  Barto- 
lomé (le  Macuto  certifico:  que  en  el  libro  parroquial  de 
matrimonios  al  folio  veintitrés  se  encuentra  la  partida 
siguiente: 

"En  esta  parroquial  de  San  Bartolomé  de  Macuto, 
el  día  cuatro  de  julio  de  mil  ochocientos  cincuenta  y  seis, 
el  Ilustrísimo  señor  Doctor  Silvestre  Guevara,  Dignísimo 
Arzobispo  de  Caracas  y  Venezuela,  presenció  el  matri- 
monio que  por  palabras  de  presente  en  su  Palacio,  con- 
trajeron en  este  di*  el  General  Ezkquiki,  Zamora,  na- 
tural de  Caracas,  hijo  legítimo  de  Alejandro  Zamora  y 
Paula  Correa,  y  Estéfana  Falcón,  natural  de  Coro,  y  am- 
bos vecinos  de  la  ciudad  de  Santiago  de  León,  viuda 
de  Benito  Diez  é  hija  legtima  de  José  Falcón  y  Josefa 
Zavarse,  habiendo  recibido  el  mismo  día  el  Sacramento 
de  la  Penitencia,  también  fueron  dispensadas  las  tres  ca- 
nónicas amonestaciones  que  dispone  el  Santo  Concilio  de 
Trento,  por  su  Señoría  Ilustrísiina;  fueron  testigos  presen- 
ciales el  General  Juan  Faleón,  la  esposa  del  General 
Presidente  de  la  República,  Luisa  Oriach  de  Mona  gas, 
el  Doctor  José  Manuel  García  y  el  Cura  de  la  parroquia. 
De  que  certifica  José   Eugenio  Bullos." 

Es  copia  del  original. — Macuto:  setiembre  veintiocho 
de  mil  ochocientos  noventisiete. 

Presbítero  Antonio  Leña. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  241 

Falcón,  y  hermana  del  Gran  Ciudadano  Maiiscal 
Falcón  y  de  las  señoras  Mercedes  de  Toledo  y  Con- 
cepción de  Diez. 

En  su  largo  servicio  de  plaza  se  entregó  Za- 
mora al  estudio  de  historias  militares,  especialmente 
de  nuestra  Independencia,  al  de  las  Ordenanzas,  y  al 
de  libros  de  táctica  que  le  regaló  el  señor  O.  Meneses  ; 
conservados  todos  con  religioso  respeto  por  su  señora 
viuda. 

Le  gustaba  frecuentar  la  sociedad  culta:  y  su 
conversación  y  modales  en  una  sala  eran  enteramen- 
te distintos  de  los  del  hombre  de  cuartel. 

Su  ambición  constante  consistía  en  servir  al 
pueblo,  á  la  manera  de  Tiberio  Graco,  con  ciertas 
ideas  utópicas  de  socialismo  y  de  igualdad  de    bienes.. 

Pero  nunca  descuidaba  sus  ejercicios  corpora- 
les de  natación,  tiro  de  pistola,  juego  de  florete, 
equitación,    coleadura  y    toreo. 

Era  muy  aficionado  al  baile.  Dormía  poco,  cuan- 
do más  tres  horas,  y  casi  nunca  de  seguida.  Se 
levantaba   y   volvía  á  acostarse. 

En  la  mesa  futí  siempre  sobrio:  su  comida  co- 
mún era  nuestro  hervido,  carne  á  la  llanera,  café 
y  leche.  No  bebía  ningún  licor  espirituoso.  Cami- 
naba á  pie  extraordinariamente.     No  jugaba. 

En  los  últimos  años  de  la  década  renunció  la 
Comandancia  de  Armas  de  Cumaná  y  se  retiró  á 
Coro  á  fundar  una  propiedad  agrícola.  Formó  un  hato 
en  Maguay,  á  11  leguas  de  Coro  hacia  La  Sierra,  y  la 
hacienda  de  La  Caridad  á  9,  enriquecida  por  él  coa 
un  ingenio  valorado  en  40.000  pesos. 

Fomentó,    además,    los  bienes  que    su  consorte 
10 


242 


DOCTOR  L.   VILLANUEVA 


había  heredado  de  su  padre.  Consagrado  á  estas  labo- 
res de  honrado  y  activo  agricultor  pasaba  su  vida 
en  Coro  cuando  vino  á  sorprenderle  el  levantamiento 
de  Carabobo  y  otras  Provincias  del  centro  en  marzo 
de  1858.  El  General  Falcón,  Comandante  de  Ar- 
mas de  Coro,  le  encargó  luego  que  tuvo  las  pri- 
meras noticias  de  la  revolución,  de  organizar  tro- 
pas en  Paraguaná,  pero  hecho  ésto,  las  licenciaron  así 
como  se  supo  la  renuncia  de  Monagas. 


CAPITULO  IX 

I.     La  fusión  de   marzo   fue   una  evolución  car-    »««i<«i<rato 

MATSO. 

gada  de   infortunios. 

Nacida  en  un  cuartel,  apenns  se  hizo  Go- 
bierno, cuando  brotaron  de  su  seno  los  gérmenes 
del  odio  y  las  venganzas. 

No  fue  el  advenimiento  de  una  civilización 
reclamada  por  los  progresos  del  tiempo,  sino  la 
restauración  por  sorpresa  de  un  viejo  partido;  y 
como  toda  restauración,  apareció  mezquina  de  miras, 
despiadada  con  los  vencidos,  y  estéril  para  el  desa- 
rrollo de  una  nueva  vida  política  y  administrativa  del 
país. 

Aquellos  fusiomstas,  entre  los  que  sobresalían 
hombres  doctos  en  ciencias  y  bellas  letras,  sugetos 
honradísimos  en  el  manejo  de  los  caudales  públi- 
cos, militares  de  ilustración  y  valor,  y  aun  jóve- 
nes dotados  de  ricas  prendas  de  inteligencia,  pu- 
dieron haber  formado  con  todos  los  recursos  que 
facilita  el  poder,  un  partido  poderoso  para  el  bien, 
que  conservase  la  paz  y  respetase  la  libertad, 
manteniendo  la  armonía  entre  las  leyes  y  el  fun- 
cionamiento ordenado  de  los  partidos;  empero,  en  vez 
de  esparcir  ideas   generosas  de  regeneración  pública 


244  DOCTOR  L.  VILLAJÍÜBVA 

y  crear  fuerzas  de  atracción  alrededor  del  Go- 
bierno, implantaron  el  terror;  el  terror  de  la  ro- 
tunda, de  los  pontones,  de  los  destierros  y  de  lo& 
cadalsos.  Cuando  debieran  haber  olvidado  lo  pa- 
sado, como  lo  prometieron,  diéronse  á  aturdir  el 
país  cantando  en  mesenianas,  como  rapsodas  enlo- 
quecidos, las  desgracias  de  sus  propias  personas 
bajo  la  dominación  de  los  Monagas. 

Pudieron  haber  preparado  una  época  de  felici- 
dad, de  reconciliación  social  y  gloria  pública,  y  lo- 
que hicieron  fue  resucitar  un  partido  con  el  misino- 
suda  rio  con  que  había  sido  sepultado  en  1848,  y 
vestirlo  con  la  túnica  preciosa  que  bordaba  la  elo- 
cuencia de  algunos  de  sus  oradores,  y  armarlo  de 
rayos  para  provocar  una  guerra  civil,  devastadora  y 
larga,  como  nunca  la  hubo  desde  la  fundación  de  la 
República. 

r  Pertecueion á  H.    En  los  primeros  quince  días  de  instalado   el 

Gobierno  del  General  Castro,  empezó  la  persecución 
á  los  liberales.  El  3  de  abril  fué  reducido  á  prisión 
el  General  José  R.  Soto,  que  había  sido  el  Jefe  de 
la  revolución  de  marzo  en  Barquisimeto,  y  junto  con 
él  Antonio  Leocadio  Guzmán,  Francisco  Oriac, 
Ruperto  Monagas,  Ramón  Anzola  Tovar,  Felipe 
Guerra,  Pablo  Guerra,  Nicolás  Guerra,  Cayetano- 
Echezuría,  Coronel  Casado,  Jesús  M.  Silva,  Ramón 
Suárez,  José  M.  Santana,  Julián  Yanes,  Ramón  Es- 
calona, Ramón  Piar,  Simón  Aguado  y  Grana,  Her- 
mógenes  A.  Navarro,  Luis  Level,  Rafael  Valdez, 
Doctor  José  T.  Monagas,  Doctor  Joaquín  Herrera, 
Coronel  Gil  y  muchos  otros,  según  consta  en  los 
registros  de  cárcel  y  en  las  crónicas  de  El  Foror 
periódico  gobiernista. 

Al   General  Falcón   y   al  General  Zamora,  que- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAHORA  245 

habían  llegado  á  Caracas  en  los  primeros  días  de 
:abril,  á  presentarse  al  Gobierno,  se  les  dio  la  ci  li- 
diad por  cárcel. 

En  junio.  6  si  decimos,  en  el  tercer  mes  del 
•Gobierno  de  marzo,  fue  desterrado  el  Geaeral  Za- 
mora junto  con  el  General  Falcón  y  varios  otros 
liberales  ;  según  reza  el  Decreto  del  General  Castro 
<juc  insertamos  á  continuación  : 

JULIÁN  CASTRO, 

OENERALEN  JEFE  DEL  EJÉRCITO  LIBERTADOR,  ENCARGADO 
DE  LA  ORGANIZACIÓN  DE  LA  REPÚBLICA. 

Considerando : 

1?  Que  á  pesar  del  clamor  uniforme,  general  y  solemne 
«del  buen  pueblo  de  Venezuela  por  la  reforma  del  Gobierno 
Nacional,  sobre  la  base  de  la  moral  y  de  la  conservación 
de  sus  derechos  públicos  é  individuales,  persisten  todavía 
algunas  personas,  mal  avenidas  con  todo  régimen  bien 
ordenado,  en  mantener  la  Kepública,  por  vías  de  hecho, 
•en  continua  agitación,  oponiendo  cuantos  obstáculos  les 
sugiere  su  malicia  á  la  pronta  y  pacífica  reconstitución 
del   Estado. 

2?  Que  la  aplicación  severa  de  las  leyes  á  los  extra- 
víos de  estos  individuos,  sería  enteramente  aflictiva  para 
sus  familias  y  para  los  buenos  ciudadanos  que  ven  en  el 
sistema  de  lenidad  de  la  actual  administración,  qua  aqué- 
llos no  han  sabido  ni  querido  apreciar,  la  prenda  más 
segura  del  respeto  que  profesa  á  los  derechos  públicos  é 
individuales. 

En  ejercicio  de  la  plena  autoridad  de  que  me  hallo 
investido  para  sostener  el  orden  público,  mientras  se  re- 
constituye el  Estado  de  una  manera  regular  y  pacíñca,  con 
acuerdo  del  Consejo  de  Estado, 

decreto : 

Art.  1?  Saldrán  temporalmente  del  territorio  de  la 
República  los  individuos  que  constan  en  la  lista  inserta 
á  continuación,  hasta  que  el  futuro  Gobierno  constitu- 
cional les  permita  el  regreso  al  seno  de  su  patria  y  fa- 
milia; á  menos  que  se  suspendan  los  efectos  de  esta 
medida  en  consideración  á-  la  conducta  que  observen  en 
~e\  exterior,  ó  porque  cesen  las  circunstancias  que  la  mo- 
tivan. 


246  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Art.  2?  Los  Gobernadores  de  las  provincias  litorales 
no  permitirán  la  entrada  de  ninguno  de  aquellos  individuos- 
en  el  territorio  de  su  mando,  sin  los  requisitos  de  que 
habla  el  artículo  anterior. 

Art.  3?  El  pasaje  de  estos  individuos  para  el  extran- 
jero de  ida  y  vuelta,  se  pagará  del  Tesoro  publico,  si 
ellos  no  pudieren  costearlo  de  su  propio  peculio. 

Art.  4?  El  Secretario  de  Estado  en  el  Despacho  de! 
Interior  y  Justicia  queda  encargado  de  la  ejecución  de 
este  Decreto. 

Dado  en  Caracas,  á  7  de  junio  de  1858. — J.  Castro. — 
Por  8.  E. — El  Secretario  de  Estado  en  los  Despachos  del 
Iuterior  y  Justicia,  Manuel  F.  de  Tovar. 


Lista  de   los  individuos  á   que  se  refiere  el  artículo- 
primero  de  este  Decreto  : 

General  Juan  C.  Falcón,  General  José  Ramón  Soto,. 
General  E&equiel  Zamora,  Coronel  Wenceslao  Casado,  Co- 
ronel Carmelo  Gil,  Comandante  Amador  Armas,  Antonio 
L.  Guzmán,  Ramón  Anzola  Tovar,  Doctor  Joaquín  Herre- 
ra, Doctor  José  Manuel  García,  Ramón  Suárez,  Doctor 
Pío  Ceballos,  Diego  Antonio  Alcalá,  Jesús  María  Aris- 
teiguieta,  José  Gabriel  Ochoa,  José  Simón  Jimeno,  Pedro 
("onde,  Fabricio  Conde,  Carmelo  Villamartín  Valiente  — 
J.  Castro. — Por  8.  E. — El  Secretario  de  Estado  en  los 
Despachos  del  Interior  y  Justicia,   Manuel  F.  de  Torar. 

Es  copia. 

Tovar. 

Prucipiotdo  III.    Desde  el  mismo  (lía    que   empezó    la    reac- 

]r  revolución  fe- 
deral, ción,  contra  todos   los    que    estaban   con   Monagas   y 

aun  contra  muchos  de  los  mismos  revoluciona- 
rios de  marzo,  acercáronse  unos  á  otros  los  li- 
berales principales  para  comunicarse  sus  azares  y 
temores  y  convenir  en  algún  plan  de  revolución 
que  ecbase  por  tierra  el  nuevo  poder,  ejercido  ex- 
clusivamente por  un  partido  que  venía  pidiendo  ven- 
ganzas por  todo  lo  que  había  padecido  desde  el  24 
de    enero  de  1848. 

La   primera  Junta  revolucionaria    se  celebró  en 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  247 

Caracas  en  la  casa  del  General  Carlos  Ferrero,  pa- 
rroquia de  San  Juan,  donde  estaba  alojado  el  Gene- 
ral Falcón.  A  ¿lia  concurrieron  el  mismo  General 
Falcóti,  el  General  Zamora,  el  Licenciado  Francisco 
Conde,  el  Doctor  Víctor  A  riza,  el  señor  Agustfn 
Rivero  y  el  Doctor  Gonzalo  Antonio  Ruiz. 

El  señor  Rivero  nos  ha  informado,  en  carta 
autógrafa,  como  allí  manifestó  el  General  Falcón,  que 
Zamora,  é\  y  todos  los  liberales  fieles,  estaban  dis- 
puestos á  tomar  parte  en  la  revolución,  y  que  en  ella 
entrarían  aun  los  que  habían  figurado  en  el  movi- 
miento fusionista. 

El  mismo  General  Falcón  propuso,  incontinenti, 
que  el  programa  de  la  revolución  fuese  la  doctrina 
federal.  Todos  los  circunstantes  lo  apoyaron  y,  pues- 
tos de  pie,  le  nombraron  por  unanimidad  Jefe  Su- 
premo del  Partido  Liberal. 

Dos  días  después,  se  reunió  otra  Junta  más 
numerosa,  en  la  misma  casa,  y  en  ella  se  nombraron 
centros  revolucionarios  de  algunas  Provincias.  Al 
Doctor  Ari?a  se  facultó  para  que  eligiera  los  -vocales 
del  de  Barquisiineto,  y  á  los  señorea  Agustín  Rivero 
v  A.  Salom.  el  del  Yaracuv. 

Cada  liberal  se  sintió  amenaz  do  eu  sus  bienes, 
en  su  libertad  y  en  su  vida;  y  á  poco  andar  formáron- 
se clubs  de  conspiración  en  todas  las  Provincias:  dio— 
se  calora  la  prensa  contra  el  Gobierno;  aclamóse  el 
principio  de  Federación,  como  base  de  un  progra- 
ma de  oposición  y  de  guerra ;  y  se  reconoció  por 
todos  los  liberales  al  Benemérito  General  Juan  C. 
Falcón  como  Jefe  de  la  nueva  Causa  política  que 
iba  á  emprender  campaña  contra  la  restaurada  oli- 
garquía. 


248  DOCTOR  L.   V1LLANUEVA 

Era  el  General  Falcón  ciudadano  hoitorabilísi- 
tno  por  sus  prendas  de  inteligencia  y  educación,  y 
por  ios  servicios  que  desde  Taratara  había  prestado 
á  la  Patria;  y  Zamora,  que  no  ambicionaba  el  poder 
sino  la  pura  gloria  militar,  fue  el  primero  que  se 
puso   á  sus   órdenes. 

En  seguida  déla  expatriación  de  estos  dos  Gene- 
rales se  formó  en  Caracas  una  agrupación  con  los  libe- 
rales Juan  Crisóstomo  Hurtado,  Santiago  Goiticoa,  Co- 
ronel Rafael  Urdaneta,  Pedro  P.  Ibarra,  Dr.  Gonzalo 
A.  Buiz,  Dr.  Juan  de  Dios  Morales  y  Dr.  Jesús  María 
Blanco,  asistida  de  infinito  número  de  copartidarios 
•de  todos  los  gremios  de  la  sociedad,  y  de  las  masas 
populares,  nutridas  de  ideas  enteramente  liberales  y 
animadas  contra  un  Gobierno  que  provocaba  hora  por 
hora  las  iras  nacionales  con  el  terror  implantado 
en  la  capital  y  en  todas  las  Secciones ;  y  llevado  en 
algunas  hasta  lo  increíble. 

El  General  José  T.  Monagas  que,  inspirado  en 
el  más  acrisolado  patriotismo,  había  renunciado  la 
Presidencia  el  15  de  marzo,  estaba  aherrojado  en 
durísima  prisión.  Su  primer  Ministro,  Jacinto  Gu- 
tiérrez, la  cabeza  mejor  dotada  para  organizar  la 
Hacienda  pública,  orador  parlamentario  elocuentísi- 
mo y  diplomático  sabio,  fué  víctima  en  las  calles  de 
Caracas,  de  los    más  viles  atropellos. 

De  todos  los  altos  hombres  públicos  de  aquellos 
tiempos,  fué  éste  uno  de  los  de  más  constante, 
generosa  índole  para  defender  la  justicia,  en  los 
Congresos,  en  el  Gabinete  y  en  las  conferencias 
privadas  con  los  Presidentes.  Entre  muchos  nota- 
bilísimos actos  suyos,  de  moral  y  virtud  republica- 
nas, recordaremos  sólo  para  confirmar  nuestro  aserto, 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  249 

el  de  1849,  cuando  sostuvo  con  sublime  entereza 
en  el  Consejo  de  Estado  el  Convenio  de  Macapo, 
celebrado  entre  Páez  y  Silva:  y  la  digna  sereni- 
dad con  que  renuncia  la  cartera  de  Hacienda  al 
persuadirse  que  el  Presidente  sustenta  una  opinión 
contraria. 

Léase  aquí  su  célebre  voto  salvado: 

"  Mi  dictamen  fundado  en  las  ratones  que  he  interesado  en 
la  discusión  de  este  serio  asunto  se  reduce  á  los  dos  puntos 
siguientes : 

1?  Respecto  de  los  rendidos  en  Macapo,  el  Consejo  debe 
consultar  al  Poder  Ejecutivo  que  respete  y  cumpla  y  haga  res- 
petar y  cumplir  el  convenio  celebrado  el  15  de  este  mes  por 
el  seüor  General  de  División  José  Laurencio  Silva,  Comandante 
Coronel  de  Operaciones  contra  el  enemigo,  disponiendo,  en  con 
secuencia,  de  los  rendidos,  en  armonía  con  dicho  convenio.  El 
General  Silva,  como  General  en  campaña,  estaba  facultado  na- 
turalmente por  su  propia  misión*  y  carácter  para  aquel  acto,  sin 
necesidad  de  previa  y  especial  autorización ;  porque  aun  cuando 
careciese  de  poder,  debería  suplirlo  el  decoro  del  Gobierno, 
la  dignidad  y  alteza  de  la  República,  los  principios  de  equidad  y 
los  fueros  de  la  desgracia. 

En  cuanto  á  los  autores  y  cómplices  en  los  otros  movimien- 
tos revolucionarios,  el  Poder  Ejecutivo  que  tiene  acordada  por 
el  Consejo  la  facultad  4*  del  artículo  118  de  la  Constitución,  debe 
ejercerla  con  todos  los  comprometidos,  separando  á  unos  del  país 
y  á  otros  de  su  domicilio  por  el  tiempo  que  juzgue,  necesario,  y 
mandando  poner  en  libertad  para  que  se  restituyan  á  sus  casas 
á  aquellos  que  no  crea  perjudiciales  de  modo  alguno  á  la  paz  y 
seguridad  de  la  República.  Es  así  como  sellaremos  el  expediente 
ya  muy  voluminoso  de  nuestras  desgracias,  como  acercaremos  los 
días  de  la  tranquilidad  y  el  trabajo;  como  habrá  paz  en  los  ánimos, 
contento  en  los  corazones,  bienestar  y  libertad  para  todos.  Así 
alzaremos  la  República  á  sus  grandes  destinos  y  tendrán  porvenir 
nuestros  hijos.  Después  de  haber  errado  todos,  hagamos  entrar 
en  juicio  á  todos  por  medio  de  la  magnanimidad. — Jacinto  Gu- 
tiérrez» [1] 

No    menos  injusta    Fué    la  prisión    del    General 
José    Gregorio,  el  m4s  reverenciare   de   nuestros  fi- 


1  Aunque  de  corta  extensión,  dijo  el  Doctor  Larraziibal  en 
JSl  Patritta  número  171  correspondiente  al  8  de  setiembre  de 
1849,  el  voto  del  seno*  Gutiérrez,  es  una  obra  clásica  que  hon- 
rará snmpre  á  su  autor.  El  señor  Gutiérrez  no  es  »Mo  un  ha- 
cendista, e9  también  un  político  perfecto,  un  hombre  de]  Es- 
tado. 


!tfO  DOCTOR  L.   VILLANÜBVA 

lántropos;  ni  menos  inhumana  la  determinación  de 
llevarle  como  presidiario  al  Castillo  de  Maracaiho, 
donde  á  poco  murió  de  honda  tristeza. 

Falto  el  Gobierno  de  un  hombre  de  Estado  á  su 
cabeza,  declara  desatentadamente  la  guerra  aun  gran 
Partido ;  y  éste  acepta  el  reto,  llama  á  sus  Proceres, 
alienta  la  juventud,  yérguese  como  un  atleta,  y  se 
lanza  á  la  miyor  revolución  en  que  nunca  jamás 
vierónse  empeñadas  sus  mejores  fuerzas. 

La  ciudad  dei  IV.     El  Partido  Liberal  en  su  período  primitivo 

pueblo.  *  * 

de  formación,  de  1840  A  1846,  se  limitó  k  reclamar  el 
cumplimiento  de  la  Constitución  de  1830,  que  el  se- 
ñor Guzmán  llamó  el  Monte  Arentino  de  los  venezo- 
lanos, y  á  proponer  algunas  reformas  de  leyes,  que  la 
opinión  pública  exigía.  Hecho  poder  de  48  á  58,  bo- 
rró de  nuestros  códigos  la  pena  de  muerte  por  mol  i  vos 
políticos  ;  libertó  a,  los  propietarios  de  la  expoliadora 
lev  de  10  de  abril ;  ensanchó  la  esfera  de  la  instruc- 
ción  pública,  poniéndola  al  alcance  drí  los  pobres ; 
abolió  la  esclavitud;  creó  la  autonomía  del  poder 
municipal;  rectificó  la  división  territorial;  y  cambió 
la  inmovilidad  de  20  anos  por  un  progreso  racional, 
con  resultados  prácticos,  para  que  imperara  la  igual- 
dad entre  todos  y    la  justicia   para  tedos. 

En  58  y  59  ibaá  comenzar  otra  civilizadora  evo- 
Ilición  política,  promovida  por  el  inextinguible  deseo 
de  acercarse,  cada  día  más,  á  la  suspirada  libertad  ; 
con  virtiendo  las  provincias  en  Estados  soberanos, 
con  descentralización  administrativa,  tribunales  pro- 
pios ó  independientes,  y  el  más  bello  y  filosófico 
ideal  de  derechos  individuales  y  de  libertades  públicas. 

Nuestro  partido  se  presentaba  como  el  homo  novus 
de  la  Patria;  el  más  ilustre  que  nunca   fue   ni  ha  sido 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  251 

hasta  los  tiempos  que  alcauzamos.  Pero  en  la  civiliza- 
ción de  lo  porvenir,  tienen  los  liberales  que  exceder, 
ó  por  lo  menos  igualar  á  sus  beneméritos  antepasa- 
dos; porque  si  bien  la  Federación  es  una  cumbre  en 
la  escala  de  la  perfectibilidad  gubernativa,  no  es  con 
todo  defi  jitivamente  la  última  de  ellas. 

Sucede  con  los  adelantos  de  la  política  lo  mismo 
que  con  las  alturas  de  las  cordilleras;  que,  vis- 
tas á  distancia,  parece  que  son  el  linde  de  una  cadena 
de  montañas;  empero,  cuando  se  posa  el  pie  en  su  ci- 
ma, se    ve   detrás   otra  más  alta. 

En  este  sistema  de  gobierno  83  condensaron 
junto  con  sus  principios  propios,  los  de  las  predica- 
ciones de  la  prensa  primitiva;  adoptáronse  los  pro- 
gresos alcanzados,  y  formóse  con  toda  esta  masa  lu- 
minosa, lo  que  bien  podríamos  llamar,  la  Ciudad  del 
pueblo;  como  llaman  la  Ciudad  celeste,  en  la  doctrina 
agustiniana,  la  organización  en  un  solo  cuerpo  de  en- 
señanza de  las  instituciones  religiosas  di»  los  judíos 
y  tas  instituciones  religiosas  del  Evangelio,  bajo  el 
dogma  de  la  unidad  de  Dios,  con  la  revelación  á  los 
israelitas  v  la    revelación  á  los  cristianos. 

Aqui  el  dogma  era  la  unidad  del  liberalismo,  ó 
de  otro  modo,  la  unidad  de  la  libertad,  con  las  ideas 
del  tribunado  primitivo,  las  conquistas  de  la  déca- 
da mencionada,  y  las  aspiraciones  federalistas  de  la 
época   moderna. 

Pero  la  ley  del  progreso  ensena,  que  más  allá  del 
adelanto  político  que  constituye  la  Federación,  hay  ó 
debe  haber,  otros  quizá  invisibles  hoy,  pero  que  se  re- 
velarán más  adelante,  y  por  cuya  conquista  tendrán 
que  bregar  los  liberales,  si  quisieren  mantener  viva  la 
perpetua  renovación  de  los  elementos  que   forman   el 


252  DOCTOR  L.  VILLANUEVÁ 

misterioso  organismo  de  los  pueblos,  puesto  que  no 
les  es  lícito  pararse  jamás  en  su  carrera,  so  pena  de 
desconocer  su  dogma  y  quedar  petrificados  en  el  es- 
pacio de  la  política,  como  suelen  los  partidos  conserva- 
dores. 

Un  partido  liberal  debe  marchar  siempre,  ya 
que  su  inmortal  destino  es  transformar  las  naciones 
por  medio  de  jornadas,  cívicas  ó  bélicas,  que  produz- 
can el  desenvolvimiento  natural,  fisiológico  y  eterno 
de  las  inexhaustas  fuerzas  progresivas  de  la  especie 
humana. 

Para  expMcar  la  razón  originaria  del  prestigio, 
longanimidad  y  triunfos  de  la  revolución  federal,  se- 
ría preciso  ir  á  buscarla,  por  un  largo  estudio  que  co- 
rresponderá á  quien  escriba  la  historia  de  aquella  é- 
poca,  en  la  violación  del  programa  de  marzo;  con  lo 
cual  se  sustituyó  al  ofrecido  olvido  de  lo  pasado,  el 
sistema  de  los  castigos,  como  ley  moral  de  reparación 
y  de  justicia:  y  luego  en  la  aspiración  á  mejoras  mora- 
les y  políticas  que  habían  comenzado  á  germinar  en  la 
conciencia  del   pueblo. 

,  .  V.     Lo  más  difícil  en  el  estudio  de  la  historia  es 

Zamora  íntimo. 

leer  en  las  almas,  para  alcanzar  á  penetrar  los  mo- 
tivos secretos  de  las  acciones  humanas;  pues  en 
los  sucesos  públicos  hay  dos  órdenes  de  causas; 
visibles  unas,  que  el  escritor  encuentra  en  los  docu- 
mentos y  tradiciones;  invisibles  otras,  que  no  es 
dado  descubrir  sino  al  que  pueda,  por  alguna  cir- 
cunstancia especial,  interrogar  y  oir  las  respuestas 
del  hombre  íntimo;  operación  delicadísima  que  no 
es  siempre  fácil  poner  en  práctica  para  el  logro 
de    lo   que  intentamos. 

Zamora  sale  de  Curazao  á   la  guerra,   por  ser- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  253 

vir  á  la  Patria,  contribuyendo  á  que  su  Partido 
estableciese  por  las  armas,  el  anhelado  sistema  de 
la  Federación ;  ya  que  los  convencionales  de  Va- 
lencia no  quisieron  hacerlo  en  el  seno  de  la  paz. 
Esta  es,    en   la   historia,    la  razón  visible. 

Pero  movióle  otra,  oculta  y  personal,  que  con- 
sistía en  su  odio  al  Presidente  Castro,  quien  arbi- 
trariamente lo  había  desterrado ;  en  su  vehemencia  por 
derribar  del  poder  á  los  oligarcas,  que  lo  habían  calum- 
niado, perseguido  y  aun  vejado;  en  su  fraternal  afecto 
al  General  Falcón,  cuyos  caminos  al  poder  y  a 
la  gloria  deseaba  allanar  antes  que  otro  alguno ;  y 
en  su  propio  orgullo  de  guerrero  que  le  inducía  á 
crear  por  el  pensamiento  planes  de  campañas,  con 
que  vencer   y   humillar  á  sus    contrarios. 

Allá,  en  el  fondo  profundísimo  de  su  corazón, 
donde  resonaban  los  ecos  de  sus  violentas  pasiones, 
es  donde  hay  que  ir  á  buscar  el  origen  de  las  ins- 
piraciones, felices  cuanto  atrevidas,  de  sus  maniobras 
en  el  centro,  por  entre  ejércitos  enemigos;  de  su  táctica 
admirable,  en  San  Lorenzo,  Santa  Inés  y  El  Corozo;  y 
de  su  marcha,  casi  á  la  par  con  las  bolivianas,  desde 
Curbat1',  al  pie  de  la  cordillera,  bástala  plaza  de  San 
Carlos;  de  la  melancólica  ciudad,  destinada  por  el  cielo 
para  ser  como  la  Jerusalén  de  la  más  santa  y  querida 
de  las  causas  populares. 

El  arte  brota  siempre  de   las  grandes  pasiones. 

El  alma,  como  una  cítara  de  alambres  divioos, 
no  produce  notas  supremas  de  dolor,  de  alegría,  de 
ira,  de  esperanza  ó  de  desesperación,  sino  cuando 
la  hieren  esos  grandes,  sublimes,  terribles  afectos, 
del  amor,  de  la  desgracia,  del  patriotismo,  de  las 
venganzas   ó  las  ambiciones. 


254  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

La  elocuencia,  como  el  arte  de  la  guerra;  las 
armonías  de  la  palabra,  como  el  estruendo  pavoroso 
de  las  batallas;  los  cánticos  de  Rossini  que,  según 
Donizetti,  sólo  pueden  igualarse  á  los  del  cielo; 
los  adorables  ángeles  del  pincel;  tales  maravillas  no 
tienen    su  numen    sino    en  el  sentimiento. 

Un    guerrero    ilustre    es    un    artista. 

Artista  científico  como  Sucre,  ó  artista  al  natural 
como    Páez. 

Pichincha,  Mata  de  la  Mié1,  Santa  Inés,  son 
poemas:  poemas  de  la  espada,  inspirados  por  el  ca- 
lor que  vivifica  el  corazón  y  sublima  el  entendi- 
miento á    las  empresas   más   gloriosas. 

Para  estos  juicios  sobre  ZamOíia  es  menester 
verle  y  oirle,  cuando  está  solo,  en  el  pequeño 
retiro  de  su  destier  o,  hablando  consigo  mismo, 
con  su  esposa  y  con  Dios.  Allí  está  el  Zamora 
íntimo  que  no  engaña  al  historiador. 

Su  viuda  nos  ha  referido  que  muchas  veces  le  sor- 
prendía paseándose  en  su  habitación  y  soltando  frases 
como  éstas :  Es  preciso  ayudar  á  Juan 

V\\  día,  con  motivo  de  una  carta  del  Gene- 
ral Faícón,  de  Saint  Thomas,  en  que  modificaba  la 
organización  que  se  había  dado  á  los  planes  para  el  al- 
zamiento de  Paraguaná,  decía:  Juan  como  que  me 
regaña. Pero  no  tiene  razón. . .  .Si  yo  logro  desem- 
barcar    h   ayudaré     mucho . . .  .porque    haré  lo     que 

ningún  General  ha  hecho Tengo  aquí  (y  se  ponía 

la  mano  en  la  frente)   tengo   aquí    una  campaña. . . . 

En  ocasiones  solía  decir  en  sus  soliloquios : 
Juan  es  demasiado  bueno. . .  .Si  los  godos  le  hubieran 
puesto  un  par  de  grillos,  como  á  mí,  procedería  de  otro 
modo. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  255 

Pero    es  preciso  ayudarlo,  porque  lo  están    enga- 
ñando .... 

El  es  ni  uy  confiado 

En  sus  expansiones  íntimas  rebosaba  de  cari- 
ño  para  con  el  General    Falcón. 

Como  si  respondiera  á  una  voz  interior,  solía 
exclamar:    Yo   le   salvaré. 

Otras  veces  decía  á  su  esposa:  Yo  creo  que  lo 
mejor  es  irnos  á  Nuera  Granada;  pues  ¡para  que 
voy  yo  á  meterme  en  esta  revolución  ?  Los  compa- 
triotas no  me  agradecerán  mis  servicios,  porque  son 
ingratos.  En  Nueva  Granada  viviremos  con  lo  que 
yo  gane  trabajando,  y  con  lo  que  nos  manden  de  Coro, 
de  mis  campos,  y  lo  que  te  envíe  tu  madre.  Ade- 
más, venderemos  esta  plata  en  bruto  que  compró  al 
padre  Rincones .... 

Cuando  amanecía  de  mal  humor,  prorrumpía  co- 
lérico: /  Ese  Castro  me  la  pagará!  ¡Le  haré  tina 
guerra  como  él  no  sabe ! 

Vacilaciones  y  contrariedades  hijas  de  su  ca- 
rácter irascible  y  de  su  temperamento  nervioso. 

El  mejor  de  sus  entretenimientos  en  Curazao, 
era  ejercitarse  en  los  toques  de  música  marcial. 


r 


CAPITULO  X 

I.  En  la  noche  del  20  de  febrero  de  1859  es- 8o  *•  <ébw* 
talló  la  revolución  federal  en  Coro,  con  ocasión  de 
estar  el  Gobernador  Fermín  García  en  Cumarebo. 
Desempeñaba  la  Comandancia  de  Armas,  el  Coman- 
dante Francisco  Carabaño,  y  la  Jefatura  de  la  guarni- 
ción, el  Comandante  José  María  Sanda :  militares  que 
habían  servido  al  partido  liberal  hasta  la  caída  del  Go- 
neral   Monagas. 

Díjose  entonces  que  algún  tiempo  antes  del  2(1 
de  febrero  habían  empezado  á  correr  rumores  de 
trastornos  políticos,  de  que  no  se  hizo  ningún  caso, 
preocupado  como  estaba  el  ánimo  de  los  hombres  def 
Gobierno  con  las  elecciones  provinciales  y  naciona- 
les,  á    punto  de  verificarse  en   aquellos  mismos  días. 

Era  candidato  de  un  círculo  para  la  Gobernación., 
el  mencionado  señor  García.  Tal  circunstancia  fue  há- 
bilmente aprovechada  por  los  conspiradores,  valién- 
dose de  ella  para  distraer  la  atención  de  tinos  y  entibiar 
el  celo  de  otros,  quedándoles  así  campo  abierto  para 
activar  la  correspondencia  con  sus  compañeros  de  fuera.. 
y  urdir  tramas  con  los  del  interior. 

17 


258  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

El  General  Falcón  había  ido  de  Curazao  á  Saint 
Thomas  en  solicitud  de  elementos  de  guerra  ;  y  aun- 
que todos  los  revolucionarios  de  la  República  se  habían 
comprometido  á  esperar  sus  órdenes  para  levantarse, 
sucedió  que  exasperados  los  de  Coro  por  algunos  malos 
tratamientos  que  les  daban  los  gobiernistas,  escribieron 
por  órgano  de  su  comité,  al  General  Zamora,  á  la  sa- 
2Ón  en  Curazao,  proponiéndole  la  toma  del  parque,  si 
él  creía  que  con  aquellos  elementos  podía  abrirse  la 
campaña. 

Zamora  aprobó  el  plan  sin  anuencia  del  General 
Falcón,  y  designó  al  Comandante  Tirso  Salaverría  para 
encabezar  el  movimientD. 

Fue  entonces  cuando  un  grupo  de  jóvenes,  de 
más  de  cuarenta,  comprometidos  en  la  conspiración, 
y  recelosos  del  Gobierno,  porque  se  decía  que  el  plan 
estaba  descubierto,  determinaron  alzarse  en  la  ciu- 
dad y  correr  los  peligros  de  la  guerra,  antes  que  dejar- 
se prender.  Al  efecto,  pensando  que  en  las  noches 
de  rctre'a  se  formaba  una  concurrencia  de  curiosos 
en  la  calle  del  cuartel,  ocultáronse  al  anochecer  del 
domingo  20,  en  casas  cercanas  de  éste;  hicieron 
parar  con  maña  casi  en  frente  de  su  puerta,  como 
quince  ó  veinte  burros  cargados  de  pasto,  y  á  hora 
convenida,  precipitáronse  sobre  los  centinelas.  Iba 
adelante  Félix  Iraola ;  dispersaron  á  pedradas  la 
escolta  de  la  retreta,  invadieron  el  local,  sorprendie- 
ron  la  desprevenida  guarnición,  y  tomaron  posesión 
del  parque,  venciendo  una  débil  resistencia  de  la  tropa. 
Pues  ésta,  aturdida  de  la  sorpresa,  tal  vez  se  imagi- 
nó ver  detrás  de  aquellos  mozos  el  pueblo  armado  ; 
y  temiendo  ser  inmolados,  parle  corrieron  á  escaparse, 
y  otros  se  apresuraron  á  rendir  las  armas,    tan    pronto 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  259 

como   lo  mandó  el  oficial   de   guardia,  José   Tomás 
Santana,  tínico   que  estaba  allí. 

Los  asaltantes  fueron  Félix  Iraola,  José  Torres, 
Rodulfo  Pereira,  Juan  Navarrete  Romero,  Clodomiro 
Isais,  Manuel  Rodríguez,  Nicolás  Quero,  Manuel 
Hansen,  Leovigildo  Hernández,  Apolonio  Moreno, 
Tomás  Díaz,  Vicente  Miquelena,  Rafael  Miquelena, 
Juan  Larriia,  José  Rivero,  Catal.no  Aceituno,  José 
María  Freites,  Sandullo  Rosillo,  Anselmo  González, 
José  Tomás  Pereira,  Manuel  Valles,  Simón  Primera, 
Juan  García,  José  de  las  Mercedes  Miquelena,  Emilio 
Navarro  Miquelena,  Lucas  Villalobos,  Manuel  Acosta, 
Juan  Acosta,  Enrique  Medina,  Filindo  Castro,  Basi- 
Jio  Acosta,  Fernando  Rojas,  Gregorio  Ruijano,  Ma- 
nuel Martínez,  José  de  los  Reyes  Pachano,  Juan 
José  Colina,  Pedro  García,  Carlos  García,  José  de 
Jesús  Osoro,  Nicolás  Arévalo,  Luis  Matié,  Simón 
Yarí,  Juan  de  la  Cruz  Quero,  Hilario  Quero,  Pe- 
riandro  Crispín,  Benito  Molina,  Tirso  Salaverría  y 
Jesús  María  Hernández.  Los  cinco  primeros  eran 
imberbes. 

Había  en  el  parque  dos  grandes  cañones  de  bron- 
ce montados,  que  llamaban  El  Tití  y  El  Alegre,  y 
otros  de  menor  calibre;  novecientos  fusiles  y  mucha 
pólvora  elaborada,  y  bastante  á  granel;  fornituras,  cor- 
netas, tambores  y   banderas. 

Al  grito  de  Federación  alborotóse  la  ciudad,  y 
todos  los  liberales,  al  saber  la  ocurrencia,  volaron  á  las 
armas:  y  unos  á  pie  y  otros  á  caballo,  llenaron  las 
«alies  y  plazas  principales  dando  vivas  á  la  revolución. 

Las  autoridades  militares  y  civiles  fueron  arres- 
tadas: y  la  Junta»  revolucionaria,  compuesta  de  Juan 
Navarrete,  Pedro  Torres,  José  Toledo  y  Nicolás  Sal- 


i 


260  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

darriaga,  procedió  luego  á  luego  á  dictar  las  medidas 
conducentes  á  la  organización  de  tan  incruenta  victo- 
ría.  Se  nombró  esa  misma  noche  á  Salaverría,  Jefe 
provisional  de  la  plaza  y  de  las  tropas  federalistas  de 
la  Provincia,  según  la  indicación  del  General  Za- 
mora; y  al  amanecer  el  21,  expidió  dicho  Jefela  si- 
guiente proclama,  que  fue  publicada  por  i  ando  solem- 
ne y  esparcida  á  los  cuatro  vientos,  en  que  apellidaba 
guerra  contra  el  Gobierno  del  Presidente  Castro  : 

TIRSO  SALAVERRÍA, 

JEFE  PROVISIONAL   DE  F.VTA  PLAZA  Y  DE  LAS  TROPAS  FEDERALISTAS 

DE  LA   PROVINCIA 

Córtanos  !  !    Compatriotas  !  ! 

La  revolución  de  marzo  lia  sido  inicuamente  falseada. 
Atraídos  por  los  encantos  de  su  programa  fascinador,  con- 
currieron á  consumarla  todos  los  venezolanos ;  y  su  triun- 
fo no  ha  producido  otros  gajes  que  el  entronizamiento 
de  una  minoría  siempre  retrógrada,  siempre  impotente 
en  su  caída,  siempre  ávida  de  satisfacer  innobles  ven- 
ganzas. Aceptáronla  de  buena  (ó  los  mismos  que,  fie- 
les á  sus  compromisos,  sostuvieron  el  poder  recientemen- 
te derrumbado  ;  y  con  rrimim.l  violación  de  las  protestas 
de  echar  al  olvido  Jo  pa.-ado,  se  les  persigue  sin  causa, 
y  sin  causa  y  sin  fórmula  do  juicio  se  les  condena  á 
una  proscripción  indefinida ;  sin  que  haya  bastado  á  dar 
treguas  á  este  abuso  la  voz  de  la  Nación,  que  <Je  todos 
los  ángulos  se  alzara  reclamando  la  amnistía.  Procla- 
man la  Libertad  en  las  elecciones;  y  nunca  las  eleccio- 
nes se  han  verificado  más  á  expensas  de  la  libertad  del 
pueblo.  Invócase  como  el  garante  más  seguro  de  la  so- 
beranía popular,  el  voto  universal  en  las  mismas  elec- 
ciones; y  lo  que  hemos  visto  ha  sido  el  escarnio  del 
voto  universal,  otorgando  ese  derecho  ala  fuerza  arma- 
da sometida  á  la  voluntad  de  Jefe?  establecidos  ad-A<w, 
para  llenar  los  designios  proditorios  de  un  club  domi- 
nador. 

Bajo  esa  tutela  depresiva  tuvieron  lugar  las  eleccio- 
nes para  la  Convención  Nacional.  jY  cuál  había  de  ser 
el  resultado  ?  Otra  vez  la  centralización  del  poder  con- 
tra el  querer  délos  pueblos  paladinamente  manifestador 
otra  vez  el  dejar  sometida  la  suerte  del  país  á  la  volun- 
tad de  un  hombre  y  su  partido :  otra  vez  el  abrir  an- 
churoso campo  para  perpetuarse  en  el  poder    público,  uno> 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  261 

«m  algunos,  con  ultraje  de  los  principios  preconizados 
en  esta  misma  Carta  central. 

Por  fin  los  abasos  consecuentes  á  tan  funesto  orden 
de  cosas;  por  fin  las  escandalosas  infidencias  del  Jefe 
provisional  del  Estado,  tantas  veces  falaz  y  perjuro  cuan- 
tas bajo  la  religión  del  juramento  ha  protestado  des- 
prendimiento, abnegación  y  patriotismo;  por  fin  las  in- 
justicias y  arbitrariedades  de  sus  agentes  en  las  provi  n- 
cias,  siempre  garantizados  con  la  impunidad,  han  rebo- 
sado la  copa  de  nuestra  indignación  y  roto  los  diques 
del  sufrimiento,  para  realizar  un  pensamiento,  ídolo  de 
nnestro  corazón,  y  Que  la  prudencia  nos  había  obligado 
hasta  ahora  á  mantener  en  el  terreno  de  la  opinión.  Es- 
te pensamiento  mágico,  regenerador,  ese  símbolo  de  fe 
política  de  todos  los  venezolanos,  ese  refugio  salvador, 
único  que  el  Cielo  nos  depara  eu  la  desecha  tormenta 
■que  las  pasiones  azuzadas  por  los  desmanes  de  un  po- 
der arbitrario  han  descargado  sobre  nosotros,  es  la  re- 
organización de  Venezuela  en  República  eminentemente 
federal. 

Compatriota*  : 

Mi  corazón  abunda  en  sentimientos  de  jubilo  que 
ini  débil  voz  puede  apenas  explicar.  Sin  derramarse  ni 
una  sola  gota  de  sangre,  sin  vejámenes  ni  tropelías  de 
ningún  género,  sin  que  nadie  pueda  lamentar  una  inju- 
ria que  de  pilabra  ó  de  hecho  le  irrogaseis;  sin  más  ar- 
mas que  vuestro  valor  y  denuedo,  y  sin  más  esfuerzos 
que  los  de  vuestras  voces,  me  acompañasteis  anoche  en  la 
grave  empresa  de  desarmar  la  fuerza  y  apoderarnos  de  las 
armas  couque  un  esbirro,  remedo  de  Gobernador  del  Ge- 
neral Castro,  nos  oprimiera,  y  con  que  se  prometía  rea- 
lizar el  dtesi  guio  de  su  amo,  de  perpetuarse  en  el  dominio 
del  país,  á  despecho  de  la  voluntad  general.  Hazaña 
memorable  la  vuestra,  compatriotas!  Arranque  singular 
•de  patriotisAio  y  valentía !  Rasgo  espléndido  de  modera- 
ción, de  orden  y  moralidad  en  medio  del  tumulto  de 
una  ciudad  conmovida  y  en  los  momentos  en  que  se 
hallaban  á  vuestra  discreción  la  vida  y  la  libertad  de 
vuestros  propios   opresores ! ! ! 

Compatriota*  ! 

Por  el  concurso  unánime  de  vuestras  voluntades  me 
•elegisteis  Jefe  provisional  para  la  empresa  de  la  santa 
causa  de  la  Federación  en  esta  Provincia ;  y  heme  aquí 
á  la  cabeza  de  este  honroso  movimiento,  resuelto  con 
toda  la  abnegación  del  patriotismo,  con  toda  la  energía 
y  ardor  de  un  alma  libre,  con  todo  el  noble  orgullo 
de  un  militar,  ciudadano  idólatra  de  su  Patria,  dispues- 
to á  arrostrar,  alegre  y  sereno,  á  vuestro  lado,   los  aza- 


262  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

res  de  la  campaña  que  hoy  se  abre  á  nuestros  esfuer- 
zos. ¡  Feliz  yo,  cantaradas,  si,  como  lo  espero  de  la  Di- 
vina Providencia,  triunfáremos  de  nuestros  dominadores  l 
Feliz  yo,  siquiera  exhale  á  vuestro  lado  mi  último  sus 
piro,  en  nombre  de  la  Libertad  y  la  Federación  de  nú 
Patria. 

Córtanos  ! 

No  temáis.  La  Federación  es  el  Gobierno  de  todos. 
La  Federación  es  el  Gobierno  de  los  libres.  Venezuela 
será  libre,  y  Venezuela  obtendrá  el  lauro  de  la  Fede- 
ración. No  hay  un  solo  venezolano,  con  excepción  del 
reducido  club  que  hasta  hoy  nos  lia  dominado,  cuyo  co- 
razón no  lata  de  entusiasmo  al  impulso  de  esa  voz  má- 
gica y  arrobadora.  La  República  entera  está  conmovi- 
da. Las  localidades  más  importantes  han  dado  simultá- 
neamente el  golpe  que  nosotros,  y  las  demás  se  apres- 
tan aceleradamente  á  secundarnos.  La  opinión  nos  fa- 
vorece, la  gente  de  armas  nos  sobra,  y  cuantos  elemen- 
tos iludiéramos  necesitar  están  á  nuestra  disposición. 

Córlanos  todos ! 

No  desconfiéis  de  nuestras  protestas:  no  son  las  de 
aquel  que  infiel  al  Gobierno  que  servía,  ha  sido  más 
y  más  infiel  á  la  Nación  que  en  mala  hora,  le  confiara 
sus  destinos.  Nuestro  programa  exclusivo  es  la  Federa- 
ción de  Venezuela  :  el  medio  de  realizarlo  es  la  Unión 
de  todos  los  venezolanos:  y  en  consecuencia,  las  distintas  y 
odiosas  denominaciones  de  bandos  políticos  serán  para 
relegadas  al   olvido. 

Viva  el  movimiento  federal  ¡uta    de  Coro!!! 

Vira  la  Federación  de  todas  hs  Provincias  de  la  Re- 
pública !  !  ! 

Vira  el  Oral  Juan  G.  Falcó  n^  primer  Jefe  del  movi- 
miento federalista   nacional!!! 

Dado  en  el  Cuartel  general  de  Coro,  á  21  de  febrero  de 
1 85í>. 

Tirso   Salavkkría.  (1) 


(1)  Esta  proclama  fue  imoresa  en  Coro,  Maraca ibo  y  otros 
1  airares,  pero  posremos  además  el  borrador  de  ella  con  la  firma 
autógrafa  del  General  Sala  venia;  encontrado  por  el  General  Cor- 
dero en  la  casa  de,  Gobierno  de  ('oro  y  enviado  por  él  al  Mi- 
nisterio de  Guerra  y  Marina. — Oficio  fechado  en  el  Cuartel  Gene- 
ral en  Coro,  á  7  de  abril  fie  1839. — Y  tenemos  otra  manuscrita  también 
que  se  conserva  en  el  expediente  de  la  causa  de  conspiración 
contra  el  General  Salaverna,  formada  en  elJuzgado  de  Ia  Instancia 
del  circuito  de  occidente,   de  Coro. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         263 

En  la  madrugada  del  21,  secundaron  el  movi- 
miento en  La  Vela,  Serapio  Rincón  y  Carlos  Ga- 
lán, á  quienes  se  avisó  oportunamente  el  feliz  re- 
sultado de  la  intentona  en  Coro.  Sin  perder  momento 
se  apoderaron  del  Resguardo  y  de  dos  buqut  s  surtos 
en  el  puerto :  las  goletas  Ouaireiia  y  El  Coriano. 
Esta  fue  tomada  por  la  fuerza;  y  la  otra,  entre- 
gada de  buen  grado  por  su  capitán,  fue  de  allí  á 
poco  despachada  á  Curazao  á  llevar  á  Zamora  y  de- 
más desterrados,  la  noticia  de  lo  recien  acabado  de 
acontecer,  y  participar  al  primero  que  había  sido  nom- 
brado por  el  pueblo  y  el  Gobierno  provisional,  Jefe  de 
Operaciones  del  Ejército  Federal  de  Occidente  ;  y  se 
ie  invitaba  á  él  y  al  Coronel  José  Rosario  González, 
á  ponerse  á  la  cabeza  de  las  fuerzas  del  Estado.  Uno 
y  otro  aceptaron  la  invitación  y  zarparon  inmediata- 
mente para  La  Vela.  El  22  desembarcaron  sin  nove- 
dad en  este  puerto,  en  medio  de  las  aclamaciones 
populares,  acompañados  de  los  ciudadanos  General 
José  Desiderio  Trías,  Napoleón  S.  Arteaga,  J.  F.  de 
la  Guerra,  José  Gabriel  Ochoa,  y  Juan  Francisco 
Manrique.  El  23  publicó  Zamora  su  primera  Orden 
General,  que  dice  así : 

II.    ORDEN    GENERAL  Orden  s«era 

de  Z  amor  a. 

para   hoy  23    de  febrero   de    1S:V)  • 

Militares! 

Nombrado  Jefe  de.  Operaciones  de  Occidente  en  la 
campana  abierta  por  los  pueblos,  rescatando  sus  derechos 
y  proclamando  el» sistema  federal  de  las  provincias,  cum- 
ple á  mi  deber  saludaros  por  haberme  cabido  esta  honra 
al  lado  de  los  valientes  corianos,  con  quienes  más  de 
una  vez  he  sido  partícipe  de  las  glorias  y  de  los  reve- 
ses de  las  campañas. 

La  moral,  el  orden,  el  respeto  á  la  propiedad  y  el 
amor  ardiente   por  la  libertad  de   su  patria,   es  el  distin- 


2G4  DOCTOR  L.   VILLANÜEVA 

tivo  del  carácter  coriaiio,  como  civil :  el  denodado  valor 
contra  el  enemigo  armado,  la  generosidad  y  clemencia  con 
<»1  vencido,  y  la  subordinación,  es  su  divisa  como  militar. 

Con  tan  bellas  dotes  y  la  santidad  de  la  cansa  que 
sostenemos,  que  no  es  otra  que  la  verdadera  causa  de 
los  pueblos,  la  República  genuina,  la  Federación,  vuestro 
lieroísmo  debe  ser  premiado  con  el  triunfo  de  los  prin- 
cipios y  el  derrocamiento  consiguiente  de  la  tiranía. 

Viva  la  Federación ! 

Viva  la  verdadera  República! 

Viva,  y  para  siempre,  la  memoria  de  los  Patriarcas 
de  nuestra  Independencia,  de  los  hombres  del  5  de  julio 
<le  1811,  los  que,  en  el  acta  gloriosa,  dijeron  á  los  pueblos, 
federación  ! 

Que  se  cumpla  pues,  después  de  tantos  años. 

Ezeqtjiej,  Zamora. 

dai°U£!í?oide  III.  Nombróse  Gobernador  de  la  Provincia  al  se- 

^to^oPMarao".  ñor  Nicolás  Saldarriaga,  y  para  su  Secretario,  al  señor 
Víctor  Hanscn ;  pero  el  25  del  mismo  mes,  cons- 
tituida la  Provincia  en  Estado  Federal,  según  los 
principios  de  la  revolución,  nombraron  los  vecinos 
de  la  capital,  reunidos  en  la  plaza  pública,  un 
Gobierno  provisional  compuesto  de  los  señores,  José 
Toledo,  Nicolás  Saldarriaga  y  Pedro  Torres,  como 
principales;  y  Francisco  Santana,  José  María  Sán- 
chez Granadillo  y  José  T.  Pereira,  padre,  como  su- 
plentes; quienes  e  «trado  que  hubieron  en  ejercicio  de 
sus  funciones,  designaron  para  Presidente  del  Gobierno 
A  Saldarriaga;  Secretario  de  la  Gobernación  del  Esta- 
blo á  Toledo ;  y  Secretario  de  Hacienda  y  Adminis- 
tración general  á Torres;  y  expidiéronlos  estatutos 
y  el  programa  de  Gobierno  y  Administración  que  re- 
producimos en  seguida : 

Constituida  la  Provincia  de  Coro  en  Estado  indepen- 
diente y  asumiendo,  como  una  de  las  actuales  unidades 
políticas  de  Venezuela  el  ejercicio  de  su  soberanía,  pro- 
testa solemnemente: 

Io  Defender  con  todos  sus  recursos  y  con  su  sangre 
¿ui  independencia  administrativa  ;  y 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  265 

2?  Respetar  y  conservar  la  integridad  y  la  unidad  de 
la  Nación  en  la  forma  federal. 

Al  efecto,  y  mientra»  que  las  elecciones  constituyan 
los  poderes  públicos  conforme  á  las  reglas  genuinas  del 
Bistema  republicano,  el  Gobierno  provisional  del  Estado 
de  Coro,  asume  el  ejercicio  de  todas  las  atribuciones  del 
Poder  Ejecutivo  en  cuanto  concierna  á  los  intereses  del 
Estado,  con  sólo  la  excepción  de  las  atribuciones  del 
Gobierno  General  de  la  República,  que  provisionalmente 
se  fijan  de  la  manera  siguiente : 

1?  Las  Relaciones  Exteriores  de  la  Federación  Vene- 
solana. 

2?  El  Ejército  y  la  Armada  de  la  República,  que  una 
vez  constituida  no  podrán  emplearse  sino  en  la  guerra 
exterior. 

3?  El  Crédito  público,  exterior  é  interior. 

4o  Las  Aduanas,  mientras  existan,  y  cualesquiera 
otras  contribuciones  que  conservare  ó  decretare. 

ti?  El  peso  y  ley  de  la  amonedación. 

0"  El  pabellón  y  el  escudo  de   armas  de  la  República. 

7?  El  servicio  de  Correos,  cuyo*  empleados  nombrará 
en  el  territorio  del  Estado  su  propio  Gobierno ;  y 

8?  Lo  concerniente  al  patronato  eclesiástico,  mientras 
exista,  en  lo  que  exceda  de  los  límites  de  un  Estado. 

Constituidos  que  sean  los  Gobiernos  de  los  veinte 
Estados  que  forman  las  actuales  veinte  provincias  de  la 
República,  se  procederá  á  la  elección  de  una  Asamblea 
general  que  di^te  la  Constitución  federal  de  ella  ;  y  á 
cada  Estado  toca  decretar  posteriormente  la  suya  en  ar- 
monía con  el  pacto  nacional. 

El  Gobierno  General  de  la  Federación  Venezolana 
estará  á  cargo  de  cinco  ciudadanos  elegidos  por  los  Go- 
biernos provisionales  de  los  Estados ;  y  mientras  esto  se 
Aerifica,  no  pudiendo  la  República  quedar  sin  represen- 
tación exterior,  el  Gobierno  del  Estado  asume  por  ahora  el 
ejercicio  de  las  atribuciones  mencionadas  del  Gobierno  Ge- 
neral j  y  declara  que  los  principios  que  profesa  y  que  le 
rigen,  son  los  que  constan  del  siguiente  programa: 

Abolición  de  la  pena  de  muerte. 

Libertad  absoluta  de  la  prensa. 

Libertad  de  tránsito,  de  asociación,  de  represe otación 
y  de  industria. 

Prohibición  perpetua  de  la    esclavitud. 


260  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Inviolabilidad  del  domicilio,  exceptuando  los  casos 
de  delitos  comunes  judicialmente  comprobados. 

Inviolabilidad  de  la  correspondencia  y  de  los  escri- 
tos privados. 

Libertad  de  cultos  conservando  la  soberana  tuición 
que   sea  indispensable  para  garantir  esa  misma  libertad. 

Inmunidad   de  la  discusión  oral  de  toda  especie. 

Inviolabilidad  de  la  propiedad. 

Derecho  de   residencia  á  voluntad    del   ciudadano. 

Independencia  absoluta  del  Poder  Electoral,  que  ni 
antes  de  su  ejercicio,  ni  durante  su  ejercicio,  ni  después 
de  él,  dependa  de  ninguno  de  los  funcionarios  de  los 
demás  ramos  de   la  Administración. 

Elección  universal,  directa  y  secreta,  de  Presidente 
de  la  República,  de  Vire-presidente,  de  todos  los  Le- 
gisladores, de  todos  los  Magistrados  del  orden  político 
y   civil   y  de   todos    los  Jueces. 

Creación   de  la    milicia  nacional   armada. 

Administración  de  Justicia  gratuita,  en    lo  secular. 

Abolición  de   la   prisión   por  deuda,   como  apremio. 

Derecho  de  los  venezolanos  á  la  asistencia  pública 
en   los  casos  <le   invalidez   ó   escasez  general. 

Libertad  civil  y  política  individual,  consistente:  Io, 
en  la  igualdad  de  todos  los  ciudadanos  ante  la  ley;  y 
2°,  en  la  facultad  de  hacer  sin  obstáculo,  licencia  ó  ve- 
nia, todo  lo  que  la  ley  no  haya  expresamente  cal  i  tiendo 
de  falta  ó  delito. 

Seguridad  individual:  prohibición  del  arresto  ó  pri- 
sión del  hombre  sino  por  causa  criminal,  precedida  la 
evidencia  de  la  comisión  de  un  delito,  y  los  indicios 
vehementes  de   la  culpabilidad. 

La  aplicación,   en  fin,   á  nuestra  patria,  de  todas  las 
demás  instituciones  felizmente  descubiertas   por  la  huma 
nidad,   y   que   la  infancia   del   Estado  social,    ó  la    igno- 
rancia de  nuestros  conductores,   ó  la  depravación,  ó     el 
criminal   abandono,  han  hecho  imposibles   hasta  ahora. 

Con  techa  2t¡  de.  febrero  eligió  el  Gobierno 
provisional  los  cinco  ciudadanos  que  debían  com- 
poner el  Gobierno  General  de  la  Federación  Ve- 
nezolana, de  acuerdo  con  los  estatutos  arriba  ci- 
tados,  y   excitó     á   los     Gobiernos  provisionales   de 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  267 

las  nuevas  Secciones  que  se  fueran  organizando,  & 
uniformar  la  elección  en  favor  de  sus  candidatos 
propuestos,  que  eran  los  ciudadanos  General  Juan 
C.  Falcón,  Antonio  Leocadio  Guzmán,  Doctor  José 
Manuel  García,  José  Gabriel  Ochoa  y  Napoleón  Se- 
bastián Arteaga ;  á  la  vez  que  ofrecía  reconocer  co- 
mo Gobierno  General,  el  que  compusieran  los  cinco 
ciudadanos  que  reunieran  la  mayoría  relativa  de  votos 
de   los  Gobiernos  Seccionales. 

Por  otro  decreto  quedaron  abolidos  en  el  Es- 
tado de  Coro  los  tratamientos  dados  á  los  empleados, 
disponiéndose  que  sólo  se  antepusiera  el  dictado  de 
ciudadano  al  título  del  empleo  ó  grado  que  indicara 
el  carácter  público;  y  el  tratamiento  sería  el  de  us- 
ted indistintamente. 

Siempre  honrará  á  aquellos  patricios  haber 
declarado  oficialmente,  que  el  Estado  no  reconocía 
por  enemigos  suyos,  sino  á  los  que  atentaran 
de  hecho  contra  su  independencia,  y  prometido  no 
inquietar  á  nadie  por  sus  opiniones  políticas  ni  por 
sus  actos  anteriores;  pues  adictos  ó  contrarios  á  la  re- 
volución, todos  los  venezolanos  estaban  llamados  á  go- 
zar de  igual  inmunidad,  mientras  no  conspiraran  contra 
el  sistema  federativo;  en  virtud  de  lo  cual  decretaron 
que  ningún  ciudadano  podía  ser  preso,  porque  fuera  ó 
hubiera  sido  contrario  á  la  revolución  del  20  de 
febrero. 

Esto  era  ,  en  verdad,  elevar  la  tolerancia  polí- 
tica y  el  respeto  á  la  conciencia  humana,  á  la  cate- 
goría de  dogma  en  el  Gobierno,  como  nunca  jamás 
lo  idearon  nuestros  antepasados.  Hoy  mismo  tra- 
bajan con  ahinco  los  hombres  de  Estado  en  abolir  la 
prisión  por  motivos  políticos,  como  una  de  las  más 
bellas  aspiraciones  de  la  civilización  moderna. 


268  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

El  Pabellón  nacional  que  debía  usar  el  ejér- 
cito y  la  armada,  sería  el  antiguo  tricolor  de  Ve- 
nezuela, con  la  adición  de  siete  estrellas  azules  en 
la  faja  amarilla,  para  simbolizar  las  siete  Provin- 
cias -que  constituyeron  la  Federación  venezolana  el 
año  de  once. 

Honores  á  2»-  IV.  En  25  de  febrero  se  declaró  á  Zamora  acree- 
dor á  la  gratitud  nacicnial  y  á  la  confianza  del  pueblo 
v  del  Gobierno ;  se  le  acordó  el  ascenso  á  Gene- 
ral  de  División,  y  se  le  nombró  primer  Jefe  del 
Ejército  del  Estado  de  Coro  y  del  de  Occi- 
dente. Y  habiendo  declarado  el  Gobierno  que  estoba 
satisfecho  de  su  conducta,  aprobó  todos  los  actos 
que  había  ejecutado  desde  su  llegada  al  territorio; 
y  le  autorizó  plenamente  para  dictar  todas  las  me- 
didas que  fueran  conducentes  á  la  defensa  de  los 
principios  proclamados  ;  entre  otras,  la  de  conceder  as- 
censos militares  hasta  el  grado  de  primer  Comandante 
inclusive. 

En  la  misma  fecha  se  concedieron  honores  y 
ascenso  á  General  de  Brigada  y  facultades  iguales, 
al  Coronel  González. 

ortamzacion  V.  Organizáronse  en  un  fondo  común  las  llama- 

de  Rentas.  ° 

das  rentas  internas  y  las  rentas  del  Municipio;)7  se 
procedió  á  reinstalar  los  Concejos  Municipales.  Con 
fecha  4  de  marzo,  el  Gobierno  provisional  en  ejercicio 
de  las  atribuciones  del  Gobierno  general  de  la  Fede- 
ración venezolana,  re  bajó  en  un  veinticinco  por  ciento 
los  derechos  de  importación  en  todas  las  aduauas  de  la 
República,  dejando  los  de  exportación  como  estaban, 
basta  que  las  atenciones  del  Tesoro  público  permitie- 
ran disminuirlos  ó  extinguirlos,  como  se  prometía  ha- 
cerlo la  Federación  en  beneficio  de  Jos  productores 
nacionales. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  269 

VI.     Por  decreto   de    5  de   marzo,  se   formó  la  i»«wwu 

i    mi  fcdtnd. 

escuadrilla  con  cuatro  buques  que  se  armaroa  con  pe- 
queños cañones  encontrados  en  La  Vela ;  de  estas 
naves,  dos  debían  zarpar  hacia  barlovento,  y  las  otras  á 
sotavento  con  sus  respectivas  dotaciones  de  marina 
y  tropa,  y  todas  las  municiones  de  boca  y  guerra 
necesarias;  y  se  nombró  Jefe  militar  de  ella,  al 
Coronel  Rodulfb  Calderón.  La  Guaireña  sollamaría 
en  lo  adelante  Federación)  y  El  Coriano,  20  de  Febrero. 

Por  orden  de  Zamora  se  embarcó  Calderón 
en  la  primera,  armada  con  dos  carroñadas  por    banda. 

El  Coriano  era  una  goleta  nacional  de  90  to- 
neladas,   y   La  Guaireña   de    mayor    porte. 

El  castillo  tenía   dos    piezas  de  regular  tamaño. 

VIL  El  señor  Maximiliano  Iturbe,  sugeto  enten-  semdore» pú- 
dido  y  honrado,    fue  nombrado    Administrador  de    la   lcai* 
Aduana  de   La   Vela. 

Fuera  de  los  asaltantes  del  cuartel,  sobresa- 
lieron en  la  ciudad  de  Coro  por  sus  servicios  á  la 
Revolución,  los    ciudadanos: 

Juan  José  Navarrete,  Rafael  Petit,  Benito  Ur- 
daneta,  Emilio  Navarro,  Víctor  Hansen,  Vicente 
Miquelena,  Simón    Ramones. 

Del  Cantón  San  Luis,  volaron  á  la  capital  á 
apoyar  el  movimiento:  Martín  Reyes,  Nepomuceno 
Guerrero,  Julián  Castellano,  José  del  Rosario  Pe- 
tit, Manuel  Sánchez,  Catalino  Chirino,  Manuel  Oviol, 
Pedro    Oviol,    César  Castellano. 

En  Paraguaná  se  pusieron  en  armas :  José  del 
Rosario  González,  Escolástico  Naranjo,  Faustino 
Pulgar,  Manuel  González,  Domingo  Moreno,  Ale- 
jandro Pulgar,    León    Colina,    que    bien   puede    lia- 


270  DOCTOR  L.  VILLANÜEVA 

marse   el  León  de  las   batallas,  José  Tomás  Valles, 
Casimiro   Garcés. 

Los  Odubers  ofrecieron  sus  bienes  y  prestaron 
buenos   servicios. 

José  González  era  un  veterano  oficial  de  Co- 
lombia, que  tomó  servicio  en  calidad  de  soldado 
en  1323,  á  los  23  afns  d»  edal.  D^spuJs  de  ruda 
campaña  en  territorio  de  Coro,  fue  ascendido  á  Te- 
niente, y  en  1827  recibió  del  Libertador  el  grado 
de  Capitán.  En  el  promedio  de  1830  á  1848,  ejer- 
ció varias  veces  en  su  Provincia  con  beneplácito 
publico,  los  empleos  de  Jefe  militar,  Juez  de  pa- 
rroquia y  Concejal.  En  48,  llamado  ni  servicio  con 
el  grado  de  primer  Comandante,  concurrió  á  la 
campaña  del  Zulia  junto  con  Zamora,  y  sirvió  los 
destinos  de  Comandante  de  Armas  de  Maracaibo  v 
de  Gobernador  del  Castillo  de  San  Carlos.  En- 
tonces   fue    elevado  á    Coronel. 

Dos  veces  fue  Representante  de  la  Provincia 
de  Coro  en  el  Congreso  Nacional.  En  1858  se 
asiló  en  Curazao  buyendo  de  las  persecuciones 
de  los  reaccionarios  de  su  localidad.  Abora,  al 
empezar  la  guerra  con  Zamora,  le  condecoró  el 
Gobierno  provisional  con  el  grado  de  General  de 
Brigada. 

En  Cumartbo  encabezaron  el  levantamiento,  Juan 
Agustín  Lugo,  Pedro  Alejandro  Pina,  (dominicano) 
Bernardo  Márquez,  Cirilo  Guillermo,  Henrique  Co- 
lina, Rodulfo  Calderón,  Dionicio  A.  Goitía,  José 
de  Jesús  Medina,  Francisco  Bracbo,  Julián  Rivero, 
Julián  Hernández,  Joaquín  Pérez,  Nicolás  Cu  riel, 
Ramón  C.  Curiel,  Miguel  Goitía,  Aureliano  Gonzá- 
lez, Francisco  Cumare,  León   Barbera,    Santos  Seco, 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA.  271 

José  Gregorio  Domínguez,  José  María  González, 
Antonio  López,  Francisco  Chirino,  padre,  Fabián 
Rodríguez,  José  de  la  Cruz,  Barbera,  Francisco 
de  la  Rosa  Chirino,  Paulino  Jiménez,  Guadalupe  Ji- 
ménez, Silvestre  Chirino,  Merced  Barbera,  Reyes 
Fernández,  Juan  Cesáreo  Lugo,  Nicanor  Dumón, 
José  Carvallo,  Manuel  Iglesia,  Crisóstomo  Jurao, 
Rudecindo  Vargas,  Francisco  González,  Carlos  Galán. 

Pablo  Pifia,  Juan  Vicente  Pifia,  y  Andrés  ligar- 
te sorprenden  la  guarnición  de  Capada  re,  le  qui- 
tan ochenta  fusiles  y  doscientas  lanzas,  y  organi- 
zan una  columna  de  200  hombres  que  marchó 
1  aégo    á  Jacura. 

Francisco  Acosta,  asistido  de  otros  amigos,  mo- 
vió   á  Costarriba. 

El  Comandante  Benito  Urdaneta,  antiguo  ofi- 
cial de  la  guerra  de  la  Independencia,  fue  nombrado 
Jefe  de  Estado  Mayor.  Arteaga  se  ocupó  en  armar 
los  buques;  Manrique  en  ayudar  á  preparar  el 
parque,  y  de  noche  trabajaba  en  la  imprenta  de 
A.  W.  Neuman,  en  la  composición  y  tirado  de  los 
boletines.  Óchoa  empleó  su  talento  é  instrucción  en 
servir  al  Gobierno  provisional  para  redactar  los  docu- 
mentos oficiales,  entre  los  cuales  sobresalen  el  pro- 
grama de  la  Revolución,  y  la  estructura  del  nuevo 
sistema  que  iban  á  implantar. 

Trías  marchó  con  fuerzas  á  Capadare:  Gonzá- 
lez á  Paraguaná  á  organizar  sus  milicias,  y  Martín 
Reyes  á  Churuguara,  en  observación  sobre  la  línea 
de    BarquÍ8Ímeto. 

En  poco  menos  de  quince  días  se  formó  un 
ejército  de  mil    hombres :    á    la  escuadrilla  se  le  dio 


272  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

una  tripulación  de  doscientos,  y  otros  tantos  á  la 
guarnición  de  la  plaza. 

c^Sm?0"  da  VIII.  La  invasión  de  Zamora  con  su  marcha   ai 

centro  sobresaltó  las  Provincias,  y  produjo  una  crisis 
ministerial.  El  General  Soublette  fue  llamado  al  Mi- 
nisterio de  Relaciones  Exteriores,  el  señor  Rafael 
Arvelo  al  de  lo  Interior  y  el  señor  Pedro  de  las  Casas 
al  de  Hacienda. 

Caracas  se  excitó  con  violencia.  Liberales  y 
oligarcas  recorrieron  las  calles  dando  vivas  á  sus 
partidos  y  ostentando  sus  insignias  y  colores  res- 
pectivos; de  lo  que  podemos  formarnos  alguna  idea, 
•leyendo  el  siguiente  telegrama  del  Presidente  de  la 
República : 

Telégrafo  Eléctrico. — Caracas:   1?  de  marzo  de  1859. —  A 
las  (>  ]>.  m. 

¿Señor  General  Jefe  de  Operaciones  de   Caraabobo. 

Hubo  hoy  una  gran  alarma  aquí,  porque  varios  grupos 
se  organizaban  para  turbar  el  orden  público;  pero  la 
ciudad  en  masa,  el  comercio  todo,  notable  y  valeroso, 
rodeó  al  Gobierno  ocurriendo  voluntariamente  á  armarse 
á  defender  la  causa  de  todos.  Nadie  se  quedó  en  su 
casa;  y  lie  tenido  la  complacencia  de  ver  ostentarse  la 
opinión  de  un  modo  lujoso,  é  imponente.  Esta  acti- 
tud y  las  medidas  que  se  tomaron  lian  restituido  la 
calma  y  contento  á  la  capital.  Los  revoltosos  se  disol- 
vieron á  esconder  su  vergüenza.  Trasmita  U.S.  esta  no- 
ticia a    Puerto   Cabello,  que  creo  conveniente. 

J.  Castro. 

partidas  fe-  IX.  El  primer  pensamiento  de  Zamora,  fue  niover- 
>"  á  líar.piisimeto  por  Sabaneta,  y  de  allí  á  los  Llanos 
de  Cojedes,  Portuguesa,  Barinas  y  Apure;  escogidos 
por  él  desde  Curazao  para  teatro  de  su  campana,  por 
estar  abundantes  entonces  de  ganados  }'  caballos,  por 
tener  excelentes  territorios  para  la  guerra,  y  cen- 
tros poderosos  de  opinión  armada  en  favor  de  la 
causa  federal. 


i 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         273 

Efectivamente:  desde  julio  del  ano  anterior 
se  habían  mantenido  alzadas  muchas  partidas,  vic- 
toreando la  Federación.  Fueron  las  primeras  las 
de  Regino  Sulbarán  y  Carlos  Padilla,  de  setenta 
hombres,  en  La  Boca  de  la  Montaña,  entre  Gua- 
natito  y  Sabana  Seca;  y  la  de  José  Antonio  Li- 
nares, colombiano  de  nación,  en  El  Carrao,  como 
de  ciento  cincuenta ;  las  cuales  reunidas  en  número 
de  más  de  doscientos  hombres,  y  comandadas  por 
este  último,  cfferrotaron  en  Trapichito  las  fuerzas  del 
Gobierno,  regidas  por  el  Comandante  Rafael  Ro- 
mero; aunque  días  después  tuvieron  que  replegarse 
á  Samán  Blanco,  donde  fueron  batidas  y  dispersadas 
por  el  Comandante  Silverio  Escalona.  Allí  cayó 
prisionero  Sulbarán,  herido  en  una  pierna;  y  como 
consecuencia  de  tal  fracaso,  apaciguáronse  es(8s  co- 
marcas hasta  noviembre,  en  que  asomaron  nuevas 
partidas  por  Valle  Hondo,  Arenosa  y  otros  sitios  de 
la  jurisdicción  de  Guanarito ;  figurando  con  mayor 
renombre  Martín  Espinoza,  natural  del  Pao.de  San 
Juan  Bautista,  Carmen  Pina  y  Miguel  Santaella, 
quienes  atacaron  y  vencieron,  á  fines  de  diciembre, 
las  tropas  del  Comandante  Segura,  y  dieron  muerte 
á  éste   en  el   sitio   de  La  Calceta. 

En  pico  menos  de  tres  días  atacaron  á  Gua- 
narito, y  lo  quemaron;  y  de  allí,  unidos  á  Linares, 
á  Juan  Lara,  Guadalupe  Rivero  y  otros,  siguieron 
devastando  á  Sabana  Seca,  Las  Animas,  El  Regalo, 
El  Jobo,  Potrero  Lucenero  y  todas  las  poblaciones 
ribereñas  del  Guanare,  como  Guerilandia,  San  Mi- 
guel, San  Andrés,  Flores,  Morrones,  Río  Viejo  y 
La  Unión. 

Para  febrero  estaban    va  en  armas  Antolino  Al- 
18 


i'74  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

varez,  Pedro  Manuel  Rojas,  que  llegó  á  ser  con  jus- 
ticia el  más  afamado  General  de  la  Federación  en 
Occidente;  caudillo  humano,  y  á  la  par  honradí- 
simo y  valiente ;  Natividad  Petit  y  muchos  otros  de 
menor  graduación.  Para  la  fecha  habían  tiroteado 
más  de  una  vez  las  guarniciones  de  Nutrias,  Dolo- 
res, Libertad  y  Guanarito,  y  obligado  al  Gobierno  á 
resguardar  todas  las  plazas  con  tropa  armada,  y  á 
mantener  cuerpos  francos  por  las  selvas  y  caminos 
principales  de  aquellas  dos  Provincias. 

Como  es  común  en  las  guerras,  cometiéronse 
muchos  delitos  contra  las  personas  y  las  propiedades: 
á  saber,  asesinatos,  incendios  de  pueblos  y  hatos, 
profanación  de  iglesias,  robos  y  violencias  en  hom- 
bres y    mujeres. 

Martín  Espinoza  entró  á  saco  la  población  de 
Sabana  Seca,  quemó  las  casas  y  mató  muchos  indi- 
viduos. En  Las  Animas  fusiló  á  Carlos  Ramón 
Moreno  y  A  Encarnación  Jiménez,  que  se  preparaban 
á  favorecer  á  unas  familias  escapadas  del  incendio 
del  poblado. 

El  mismo  procedimiento  de  crueldad  usó  Lara  en 
Morrones,  en  cuya  plaza  pasó  por  las  armas  á  Juan 
Pedro  Linares,  á  Luis  Rodríguez  v  á  un  señor  Gar- 
cía.  Linares  quemó  El  Regalo,  y  Rivero  asoló  E\ 
Jobo,  á  cuyo  Juez  de  paz  hizo  alancear,  dejándole 
tendido  en  el  camino    con  diez  y  seis  estocadas. 

El  Teniente  Enrique  Ortega,  de  esta  misma 
facción,  prendió  al  anciano  Juan  Bautista  Ángulo,  le 
llevó  consigo  dos  días,  haciéndole  sufrir  los  más 
duros  ultrajes  y  dolores,  y  por  último  lo  mató  en 
Potrero  Lucenero,  y  crucificó  el  cadáver  co:i  sendas 
estacas  en  pií's  y  minos. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA.  275 

A  Ciríaco  Jiménez  le  dieron  muerte,  y  clavaron 
su  cadáver  en  una  tapia,  después  de  sacarle  las  en- 
trañas. 

Marcelino  Cruces,  criminal  prófugo  de  la  cárcel 
■de  Nutrias,  era  el  abanderado  de  una  de  estas  par- 
tidas. 

Ramón  Calles,  Jefe  político  de  Guanarito,  es 
asesinado  en  el  sitio  de  Pot rerito,  y  á  su  familia  la 
hacen  marchará  pie  á  uno  de  los  campamentos. 

Tales  fueron,  entre  otras,  las  primeras  horrendas 
represalias  de  las  infinitas  atrocidades  cometidas  pol- 
los centralistas,  al  restaurarse  en  el  poder  de  aquellas 
comarcas,  con  motivo  del  triunfo  de  la  Revolución 
«de  Marzo,  y  de  que  vamos  á  dar  idea  ajustándonos 
A   documentos  públicos  que  tenemos  á  la  vista. 

X.  Verdaderamente,  las  tropas  del  Gobierno  Desmane»  de 
saquearon  varias  casas  en  Libertad,  entre  otras  la  tnaSST Ma 
del  venerable  Cura  párroco;  se  llevaron  las  alhajas 
de  los  santos  y  la  plata  labrada  de  la  iglesia,  y 
ofendieron  el  pudor  de  familias  honestas.  Quemaron 
los  caseríos  cercanos  á  Dolores,  y  se  robaban  por 
los  caminos  las  mujeres  y  )as  hijas  de  los  labrado- 
res, convirtiendo  aquellos  hombres,  sencillos  y  la- 
boriosos, en  vengadores  terribles  de  su  honra,  de 
sus  propiedades  y   de  sus   caros  afectos. 

En  Río  Viejo,  pueblecito  de  la  margen  izquierda 
del  Guanare,  aprisionaron  una  india,  esposa  de  un 
bonguero,  y  la  ultrajaron.  Era  el  marido  un  in- 
dio conocido  en  la  comarca  como  hombre  honrado 
y  trabajador;  al  llegar  á  sus  oídos  la  noticia  del 
crimen,  juró  matar  á  todos  los  colorados  (así  lla- 
maban á  las  tropas  del  Gobierno),  y  se  lanzó  á  la 
guerra   con    tal  furor  que  se  hizo  celebérrimo  por  sus 


276  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

malos  hechos.  Desde  entonces  empezó  á  beber  para 
hacerse  más  feroz.  Cuando  cogía  un  colorado  le- 
decía :  engrille,  es  decir,  que  bajara  la  cabeza ;  y  le- 
descargaba  un  machetazo.  Mataba  hombres,  mujeres- 
v  muchachos.     En  Santa  Lucía  cometió  los  crímenes 

m 

más  inauditos.  Por  donde  pasaba  no  dejaba  sino  ras- 
tros de  sangre  y  desolación.  Malo  era  y  á  la  vez  va- 
liente como  Bóves  ;  y  prestigioso  entre  los  indios  de 
aquellas  tierras,  porque  los  dejaba  robar  cuanto  que- 
rían. Este  hombre  se  llamó  el  Coronel  Martín 
Espinoza,  á  quien  hemos  ya  nombrado,  y  de  quien 
tendremos  mucho  que  decir  en  el  curso  de  esta 
relación. 

En  Ba riñas  entraron  á  saco  los  gobiernistas 
la  casa  de  la  respetable  familia  Arvelo ;  y  pegaron 
fuego  á  la  del  oficial  Rafael  María  Soto,  quien  fue 
después  General  de  la  Federación  y  Presidente  de! 
Estado  Barina8. 

En  un  informe  que  de  los  sucesos  de  aquella 
Provincia  hizo  el  señor  Juan  T.  Sosa  al  General 
Zamora,  dice:  las  fuerzas  centralistas  han  cometido 
crímenes  semejantes  á  los  que  nuestra  historia  refiere 
de   Antoñanzas  y   Zoazola 

Las  circunstancias  no  son  para  seguir  en  este 
relato,  y  sólo  hago  hincapié  en  que  los  crímenes  de 
los  centralistas  provocaron  las  represalias,  y  ellos  son 
responsables  ante  la  sociedad  y  su  señor.  (1). 

Espinoza  solo  llegó  á  tener  hasta  cuatro  mi) 
hombres  voluntarios,  debajo  de  su  mano,  aunque  no 
todos   armados.     Menores  eran  en  numero,  pero  bien 


(1)    Boletín  Oficial  del  Ejército  Federal  de  Occidente,  número í- 
Harina*,  21  de  mayo  de  l$-59. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  277 

ordenadas,  disciplinadas  y  obedientes  ias  columnas 
Je  Antolino  Alvarez  y  Pedro  Manuel  Rojas,  virtuosos 
hacendados  de  Santa  Rosa  y  Dolores ;  nunca  mancha- 
bas con  los  feos  delitos  de  que  acabamos  de  hacer 
mención.  Sus  tropas  fueron,  como  las  de  Petit, 
.gruesos  y  aguerridos  núcleos  que  sirvieron  para  for- 
mar el  ejército  que  mandó  después  Zamora  en 
Barinas,  San  Lorenzo  y  Santa  Inés. 

Mientras  Zamora  se  organiza  en  Coro,  y  cubre 
acertadamente  las  líneas  de  Barquisiineto  y  Mara- 
ca ib  o,  y  madura  su  plan  de  operaciones  para  dar 
golpes  decisivos  á  los  centralistas,  veamos  de  cuál  ma- 
nera se  preparaban  éstos  para  combatirlo,  y  cómo 
¡pensaban  exterminarlo. 

XI.  No  bien  hubo  cundido  en  el  país  la  noticia  KXpedici<m  <ui 
del  sorprendente  desembarco  de  Zamora,  apresuróse  ?o.nn^  Corde* 
•el  Gobierno  á  levantar  tropas,  para  enviarlas  á  recu- 
perar la  Provincia  perdida.  Al  efecto  se  despachó 
•de  La  Guaira  á  Puerto  Cabello,  al  Coronel  José 
•del  R.  Armas  con  una  División,  en  los  trasportes 
goleta  Emilia  y  bergantín  Isabel,  para  seguir  á  Coro 
•como  cuerpo  de  vanguardia  del  Ejército  expedicio- 
nario, que  iba  á  marchar  al  mando  del  General  León 
«le  F.  Cordero,  nombrado  el  2  de  marzo  Jefe  de 
Operaciones  de  Coro. 

Este  ilustrado  y  experto  General  estaba  sirviendo 
la  Jefatura  de  Operaciones  de  Carabobo  y  Yaracuy, 
con  autorización  para  hacer  á  la  de  Cojedes,  Barquisi- 
ineto y  Portuguesa  las  indicaciones  conducentes  al 
mejor  servicio  militar,  en  el  propósito  de  dar  uni- 
dad á  las  operaciones  de  aquellas  Provincias  ;  y  aun 
para  tomar  el  mando  del  Ejército  que  se  estaba  for- 
mando, si  las   circunstancias  así  lo  exigieran. 


278  DOCTOR  L.  VILLA  NUEVA 

En  esta  virtud,  hizo  dicho  General  marchar 
una  columna  de  Orituco,  de  250  hombres,  acanto- 
nada en  Valencia,  á  conducir  á  Barqnisimeto  600 
fusiles,  25.000  cartuchos,  2.000  piedras  de  chispa  y 
300  cananas.  En  esta  plaza  de  Valencia  llamó  al 
servicio  á  los  Comandantes  Mal  pica,  Zuloaga,  Olon- 
dro  y  otros,  con  las  milicias  de  sus  parroquias  res- 
pectivas: despachó  á  San  Carlos  la  primera  colum- 
na que  se  organizó,  al  mando  del  Comandante  José 
Ramón  Arvelo:  hizo  poner  en  manos  todo  el  arma- 
mento depositado  en  el  parque  del  Yaracuy ;  y  ad- 
virtió al  Gobernador  de  esta  Provincia,  que  enviara 
á  Barquisimeto  la  fuerza  de  milicia  que  le  pidieran, 
para  la  formación  de  la  División  de  reserva,  y  do& 
compañías  más  á  Puerto  Cabello,  que  irían  á  armarse 
á  Valencia.  Pidió  una  columna  á  Aragua;  y  dispuso 
finalmente  poner  en  Carabobo  sobre  las  armas,  600 
hombres,  distribuidos  así:  200  para  reforzarla  guar- 
nición de  la  plaza;  200  para  la  de  Puerto  Cabellor 
y  otros  tantos  que  se  situarían  en  San  Carlos.  El 
Gobferno  le  dio  por  Jefe  de  Estado  Mayor,  al  enten- 
dido Comandante  de  Ingenieros   Olegario  Metieses. 

En  el  desarrollo  general  de  su  plan  de  campaña, 
ofició  también  al  Gobernador  de  Maracaibo,  José 
Aniceto  Serrano,  encargándole  que  sin  pérdida  de 
tiempo  pusiera  en  marcha  una  columna,  A  ocupar  lo* 
Cantones  limítrofes  de  Casicurey  Matícora. 

Para  abrir  la  campaña  dispuso  que  la  ex- 
pedición marítima,  á  las  órdenes  del  Coronel  Armas, 
zarpara  sin  dilación  de  Puerto  Cabello,  con  instruc- 
ción de  obrar  sobre  el  litoral  de  la  Provincia  de 
Coro  :  y  en  cumplimiento  de  esta  disposición  se  hizo 
á  la  vela  dicho  Jefe  el  2  de  marzo,  por  la  noche, 
con  un   cuerpo   de  500  hombres.     El  3  desembarca 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         27!) 

en  Chichiriviche,  que  es  un  fondeadero  de  la  en- 
senada de  Tucacas,  de  cuyo  extremo  más  septentrio- 
nal dista  tres  millas.  Esta  punta  demora  desde  la 
l*>ca  de  Puerto  Cabello  al  Norte  28  grados  Oeste, 
y  dista  de  ella  25  millas.  Tal  fue  la  primen  jomada 
de  la  expedición.^ 

El  4  ocupó  Armas  El  Tocuyo,  donde  permane- 
ció dos  días,  en  solicitud  de  noticias  de  Zamora, 
y  con  el  empeño  de  poner  en  manos  100  fusiles  más, 
que  llevaba  en  parque.  Allí  supo  que  el  pueblo  de 
Capadare  se  había  pronunciado  por  la  Federación  el 
día  2,  por  lo  cual  se  vio  obligado  á  no  adelantar 
un  paso  más,  hasta  recibir  de  Puerto  Cabello 
los  refuerzos  ofrecidos;  pues  la  instrucción  que  se 
le  impuso  en  oficie)  del  4,  era  proceder  en  todo  con 
tal  cautela,  que  los  revolucionarios  no  pudieran  ob- 
tener lamas  pequeña  ventaja  sobre  él ;  procurando 
entre  tanto,  no  comprometer  ninguna  función  de  ar- 
mas, sino  en  el  caso  de  tener  de  su  parte  de  las 
cien  probabilidades  lan  noventa  y  nueve. 

Sabido  que  Zamora  estaba  en  Coro  al  frente 
de  un  ejercito,  se  puso  en  marcha  el  mismo  Ge- 
neral Cordero,  en  apoyo  de  su  vanguardia.  El  10 
de  marzo  dio  su  escuadrilla  la  vela  con  dirección  á 
Los  Cayos  de  San  Juan,  llevando  en  el  vapor  Unión 
dos  compañías  del  batallón  5  de  marzo,  á  saber: 
la  3?  y  la  de  Granaderos,  el  Estado  Mayor  y  la 
Banda  de  música:  en  el  bergantín  Paquete  de  Puer- 
to Rico,  el  resto  del  5  de  marzo  y  parte  de  la  co- 
lumna Carabobo,  que  mandaba  el  Comandante  Sil- 
verio  Escaloua:  en  la  goleta  Eloísa  el  resto  de  esta 
columna:  en  la  Carolina,  50  hombres  más,  una  ba- 
tería de  artillería  con  dos  piezas  de  campaña  y  el 
parque  de   la  División;  todo   al  cuidado  del  Capitán 


1 


280  DOCTOR  L.  VILLANUBVA 

de   artillería   Dolores   Navas  y   del    Subteniente    J. 
Romero. 

El  Estado  Mayor  estaba  constituido  de  esta 
manera  :  Jete  de  Estado  Mayor,  Olegario  Meneses ; 
2?  Ayudante,  Comandante  Teodoro  Chataing;  Ca- 
pitán Adjunto,  A.Jorge  Pardo;  Comisario  de  Gue- 
rra, Capitán  Pedro  Celis  Plaza,  con  6.000  pesos  en 
caja;  escribiente,  Teniente  Pedro  Nolasco  Silva;. 
Proveedor,  Teniente  de  la  Armada,  Eduardo  Volcán  ; 
Practicante,  Pedro  Ravelo. 

Total  de  la  División  del  General  Cordero: 

Artillería:  1  Capitán,  1  Subteniente  y  16  arti- 
lleros. 

Batallón  5  de  marzo  :  1  Comandante,  28  oficiales 
y  325  de  tropa.  . 

Columna  Carabobo  :  1  Comandante,  13  oficiales 
y  190  de  tropa. 

Quedaron  250  infantes  de  guarnición  en  el  Cas- 
tillo, de  que  era  Jefe  el  Coronel  J.  J.  Illas. 

El  Comandante  Cubillán  servía  el  Apostadero, 
y  el  Comandante  José  María  Hernández  la  Coman- 
dancia de  la  brigada  de  Artillería. 

El  vapor  Unión  era  una  nave  mercante,  de 
222  toneladas,  que  el  Gobierno  compró,  armó  en 
guerra  con  2  cañones  de  á  8,  y  una  tripulación  de 
42  hombres,  y  puso  bajo  el  mando  del  Primer  Te- 
niente  de    marina   Manuel   J.  Armas. 

Esta  expedición  iba  custodiada  por  las  dos  go- 
letas de  guerra  5  de  Marzo  y  Liza. 

La  primera  estaba  gobernada  por  el  Primer 
Teniente  Zenón  Montero,  como  Primer  Comandante; 
y  por  el  Primer  Teniente  Simón  Sardi,como  segundo. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAHORA  281 

La  Liza,  también  buque  mercante,  que  servía  de 
paquete  entre  La  Guaira  y  Puerto  Cabello,  fue  arma- 
dla en  guerra,  bajo  el  mando  del  segundo  Teniente 
Manuel   Grande. 

La  escuadrilla  amaneció  el  11  á  la  vista  de 
Los  Cayos  de  San  Juan,  en  cuyo  fondeadero  S.  O. 
estaban  anclados  los  trasportes  que  habían  llevado 
£  Chichirivichela  expedición  de  Armas  ;  y  á  las  diez 
y  media  de  la  mañana  tomó  puerto,  entrando  al 
Occidente  del  Cayo  N.  N.  O.,  á  18  millas  de  Chi- 
chi riviche.  Detrás  del  Cayo  alcanzáronse  á  ver  dos 
goletas  :  urfa  á  la  vela,  y  otra  que  parecía  fondeada, 
pero  que  en  realidad  estaba  varada.  A  poco  se  «upo 
que  eran  dos  barcos  de  la  escuadrilla  federal  :  la 
que  navegaba  forzó  la  vela  y  se  puso  en  popa;  era 
la  20  de  Febrero;  la  otra  era  la  Federación,  que  había 
encallado  en  los  bajos  que  rodean  á  San  Juan,  y  ha- 
bía sido  abandonada  precipitadamente  con  algunos  ele- 
mentos de  guerra   de    los  que  llevaba  á  su  bordo. 

Lo  que  sucedió  á  estas  goletas  fue  que  al  lle- 
gar Armas  á  San  Juan,  el  10  á  las  tres  p.  ni.,  oído 
el  informe  del  retén  situado  en  la  punta  de  Cura- 
michate,  de  que  se  aproximaban  á  la  costa  de  Ma- 
racara  dos  buques  enemigos,  armados  en  guerra, 
ordenó  él  á  los  Comandantes  de  las  goletas  de  gue- 
rra 5  de  Marzo  y  Liza  que  salieran  á  batirlos. 
Avistáronse,  en  efecto,  las  naves  á  tiro  de  cañón, 
á  las  seis  p.  m.;  pero  entrada  la  noche  se  apar- 
taron   sin  haberse  hecho   daño. 

En  la  madrugada,  empero,  al  acercarse  La 
Guireña  al  N.  O.  del  Cayo  de  barlovento  de  San 
Juan  se  varó  en  un  banco  de  arena,  habiendo  podido 
á  favor  de  la  oscuridad,  Calderón  y  sus  tripulantes 
trasbordarse  á  la  20  de  Febrero. 


H 


Campafia  de 


282  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Después  se  ha  sabido  que  los  buques  de  la  re* 
votación  andaban  por  la  costa,  con  intención  de  dar  ca- 
za á  los  trasportes  de  Armas. 

En  la  goleta  perdida  se  encontró  un  cañoncito  de 
á  3,  con  ochenta  cartuchos,  y  además  un  juego  de  ban- 
deras de  señales,  un  anteojo,  una  campana,  y  dos  escan- 
dalosas. También  quedó  en  poder  del  General  Cor- 
dero la  falúa  de  La  Vela,  que  Calderón  llevaba  pa- 
ra alijo,  y  junto  con  ella  dos  marineros  que  se  ha- 
bían  quedado  en  tierra. 

Allí  fletaron  el  falucho  nacional  Esperanza,  de 
Bartolo  Marques;  y  lo  incorporaron  á  la  escuadrilla: 
y  en  seguida  se  dispuso  que  la  columna  Armas  se 
reembarcase    en    sus    trasportes,    para   continuar   en 

convoy  con    los  demás   navegando  por  la  costa. 

• 

Zarpó  el  12  á  las  diez  de  la  noche  toda  la  expe- 
dición, y  á  las  nueve  de  la  mañana  del  13  se  puso  á  la 
capa  frente  á  Barranquita,  por  donde  desembarcó  la 
dicha  columna  de  vanguardia,  con  orden  de  seguir 
por  tierra  á  Cumarebo,  mientras  las  otras  marcha- 
ban   por    mar  al   mismo  punto. 

A  las  diez  dio  fondo  la  expedición,  una  legua 
á  Barlovento  del  puerto  de  Cumarebo,  entre  Barran- 
quita  y  Boca  de  Kicoa.  De  aquí  largó  las  velas  Cor- 
dero al  puerto  de  Cumarebo,  donde  se  paró  dos  dfaa, 
y  recogidas  las  noticias  que  por  allí  circulaban,  llegó 
á  saber  que  Zamora  había  salido  de  Píritu  en  di- 
rección hacia  arriba,  con  ui  cuerpo  de  mil  hom- 
bres, en  tres  Divisiones,  parte  de  fusil,  y  parte  de 
lanzas   y  machetes. 

XII.  Llegada  es  la  hora  de  que  volvamos  á  Coro 


Zamora 
Costa. 


*°T  u  para  referir  cómo  ordenó  Zamora  esta  singular  campa- 
ña. Puesta  apunto  su  expedición,  y  cuando  se  prepara- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  283 

ba  á  emprender  marcha  hacia  Barquisimeto,  para  hacer 
la  guerra  en  el  Sur  de  Occidente,  como  hemos  dicho, 
tuvo  noticia  de  la  operación  del  Coronel  Armas;  y  en- 
tonces cambiando  rápidamente  de  plan,  salió  á  buscar- 
le por  la  costa  con  el  intento  de  batirlo  y  vencerlo.  El  7 
de  marzo  circuló  su  proclama  de  guerra  al  Ejército  y  á, 
la  Armada,  en  su  calidad  de  primer  Jefe  del  Ejército 
de  Occidente,  para  calentar  los  corazones  y  correr 
á  la   victoria  ó   á  la  muerte. 

Dice  así  esla  su  primera  marcial  alocución  : 

ALOCUCIÓN 

DEL 

CIUDADANO  GENERAL  1er.  JEFE  DEL  EJERCITO  DE  OCCIDENTE 

Al  Ejército  y  á  la  Armada  Federal. 

I  Compatriotas !  El  20  de  febrero  de  1859  forma  épo- 
ca en  nuestra  historia;  él  ha  abierto  una  página  de 
ladrón,  una  campaña  de  heroísmo,  una  cruzada  de  li- 
bertad. 

El  20  de  febrero  es  un  grande  acontecimiento;  él  de- 
termina una  situación,  despeja  un  porvenir :  él  trae  las 
palmas  de  la  victoria!  No  más  sombras  siniestras  en  el 
horizonte  de  la  patria ;  enarbolemos  el  estandarte  de  nues- 
tros padres,  de  los  patriotas  de  1811. 

Corianos!  Vuestra  patria,  la  tierra  del  heroísmo, 
el  oasis  de  la  libertad,  se  alza  á  la  faz  de  sus  tiranos 
y  dice  Federación ;  y  á  tan  noble,  á  tan  sublime,  á  tan 
grandiosa  idea,  se  une  la  palabra  de  paz,  de  perdón, 
de  olvido  del  pasado,  no  como  lo  dijeron  los  enemigos 
de  la  patria,  sino  con  pruebas,  con  la  lógica  elocuente 
de  los  hechos.  El  espionaje,  las  cárceles  y  las  prisio- 
nes se  olvidan,  se  desechan,  se  condenan  como  contra- 
rias al  programa,  á  la  comunión  de  los  hijos  de  la  li- 
bertad ;  vemos,  sí,  que  los  victimarios,  los  verdugos,  los 
esbirros  del  tirano,  aquellos  hombres  que  persiguieron, 
que  vejaron,  que  lanzaron  cieno  sobre  todas  las  repu- 
taciones y  abrieron  el  sepulcro  para  muchos,  quedan  en 
el  seno  de  sus  familias  al  lado  de  sus  esposas,  gozando 
los  cariños  de  objetos  caros  para  el  corazón.  No  se  oye 
un  grito,  una  voz  que  los  recuerde  y  que  diga :  Ven- 
ganza ! 


1 


284  DOCTOR  L.  VILLANUBVA 

Corianos!   semejante  proceder  os  hace  acreedores    á 
los  mejores  títulos,  y  justificará  mañana  una  nuevicon 
ducta  si  os  halláis  en  el  caso  de  cambiar 

Sí,  Corianos;  mientras  que  os  presentáis  con  noble- 
za, en  tanto  que  usáis  de  un  derecho  sagrado,  vuestras 
enemigos  os  contestan  con  denuestos  y  desfigurin  la 
historia  de  vuestros  hechos.  Suponen  temores  infunda- 
dos: se  ocultan;  huyen  como  si  hubiese  perseguidores 
y  escriben  con  audacia  que  sois  una  compañía  de  ase- 
sinos y  ladrones,  un  puñado  de  bandidos. 

Y  bien,  compatriotas ;  en  este  estado  de  cosa-s,  ya 
que  habéis  sido  magnánimos  una  vez  más,  y  cuando  te- 
néis por  recompensa  la  calumnia  y  la  amenaza ;  cuando, 
en  fin,  quieren  arrebataros  el  más  precioso  de  vuestros 
derechos  conquistados  el  20  de  febrero,  necesario  es 
repeler  la  fuerza  con  la  fuerza  y  que  nos  paguen  caro 
la  sangre,  una  sola  gota  de  sangre  de  los  hijos  del 
pueblo 

Corianos;  os  sigue  la  victoria-:  en  sólo  quince  días 
que  contamos  de  existencia  política,  tenemos  un  ejército 
respetable,  una  armada  fuerte,  y  el  Gobierno  del  Esta- 
do, que  hace  frente  al  más  odioso  de  los  tiranuelos  de 
América. 

Compatriotas!  Que  nuestras  falanjes  victoriosas  tre- 
molen el  estandarte  de  la  libertad  por  toda  la  Repúbli- 
ca: que  lleguen  hasta  el  centro  de  ella;  y  que  allí  que- 
de fijado  para  siempre. 

Compatriotas.  Evitemos  en  lo  posible  la  efusión  de 
sangre;  pero  que  se  derrame  y  se  tormén  hecatombes, 
si  así  lo  quieren  los  victimarios,  los  enemigos  jurados 
de  la  libertad. 

Cuartel  general  en  Coro,  7  de  marzo  de  1859 — Año 
1?  de  la  Federación. 

Ezequiel    Zamora. 

El  8  en  la  noche  despachó  el  batallón  Fede- 
ración á  cargo  del  Coronel  Julián  Castellano,  Jefe 
de  Brigada,  á  incorporarse  en  Capadare  á  las  tro- 
pas del    General   Trías. 

El  día  siguiente,  también  en  la  noche,  sa- 
lió por  la  misma  vía  el  batallón  Tiradores  ó  Flan- 
queadores  al  mando  de  los  Comandantes  Juan  Bautista 
López   y  Juan  Agustín    Lugo. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  285 

Nombró  de  Comisario  de  guerra  á  Don  Juan 
Navarrete ;  y  como  no  hubiera  dinero  en  las  rentas 
públicas,  ni  quisiera  él  poner  empréstitos  á  los  ciu- 
dadanos, pidió  á  su  suegra  tres  mil  pesos,  que  esta 
señora  tenía  guardados,  pertenecientes  á  los  tres 
niños  Diez,  menores  de  edad,  de  la  herencia  de  su 
padre.  El  Gobierno  de  la  Federación  pagó  esta  can- 
tidad luego  que  se  instaló  en  Caracas.  Tales  fueron 
los  fondos  con  que  se  abrió  la  primera  campaña  de 
la  Federación. 

Y  el  10  á  las  5  de  la  tarde  levantó  bajo  su 
mando  inmediato  el  resto  del  ejercito,  que  consistía 
en  los  batallones  Vanguardia  y  20  de  Febrero,  goberna- 
dos respectivamente  por  los  Coroneles  Juan  Nepomu- 
ceno  Guerrero  y  Manuel  Oviol,  y  de  los  Comandantes 
Martín  Reyes  y  Tomás  Pereira.  En  Carorita  se  le 
incorporó  el  General  Gouzál-z  con  la  caballería  de 
Paraguaná,  en  que  figuraban  el  Capitán  León  Co- 
lina, como  Ayudante  Mayor,  Faustino  Pulgar,  Ma- 
nuel González  y  otros  que  también  alcanzaron  fama 
en  la  guerra  de  los  cinco  años. 

El  Comandante  Salaverría  quedó  de  Coman- 
dante de  la  plaza  de  Coro  y  del  castillo  de  La 
Vela. 

La  Jefatura  política  del  Cantón  capital  fué  ser- 
vida primero  por  Aquilino  Morón,  que  pasó  des- 
pués al  destino  de  Administrador  de  Rentas  Mu- 
nicipales; en  seguida  por  Andrés  Depool,  y  lílti- 
mamente  hasta  el  14  de  marzo  por  Eugenio  Gui- 
llermo. 

José  R.  Márquez  fué  nombrado  Juez  de  Cantón. 

Zamora  pasó  por  Cumarebo  y  Píritu  sin  tener 
noticia  de  los  enemigos. 


^ 


280  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

En  Güequito  fue  donde  supo  por  oficio  del 
Comandante  militar  del  puerto  de  Cumarebo,  Ber- 
nardo Márquez,  que  parte  de  ellos  habían  desem- 
barcado por  aquel  lugar;  y  en  previsión  de  que 
pudieran  ir  detrás  de  él,  ordenó  á  Márquez  que 
los  observara  desde  el  pueblo  de  aquel  nombre,  y 
que  en  caso  de  que  hicieran  tal  movimiento  los 
tiroteara  y  se  replegara  sobre  él,  cubriéndole  la  re- 
taguardia, hacia  Sau  Juan.  A  este  sitio  volaba  él,  con- 
tando hallar  allí  el  grueso  de  las  fuerzas  oligarcas  que 
so   prometía  sorprender  y   destrozar. 

El  itinerario  de  Zamora  fue  el  siguiente :  Cu- 
marebo, ♦  Píritu,  Maracara,  Carorita,  Río  de  Que- 
que,   Jacura,  Capadare,    San  Juan. 

El  15  salió  de  Píritu;  el  16  de  Jacura;  acam- 
pó en  Capadare  el  17,  y  se  sostuvo  allí  hasta  el 
19;  el  20  lo  pasó  en  San  Juan,  el  21  adelantó 
4  leguas  al  Tocuyo;  y  el  22  en  la  tarde  llegó  á 
orillas  del  caudaloso  Yaracuy ;  pero  como  no  en- 
contrara á  nadie  en  Los  Cayos,  siguió  á  Morón, 
donde  el  Coronel  José  Félix  Mora  le  ofrecía  un 
contingente  de  tropa  de  nó   escasa  consideración. 

PMofciRio  XIII.    En  este  río  quiso  estorbarle  la  marcha  el 

Yantouy.  ' 

Comandante  Francisco  Antonio  Rivero,  con  una  co- 
lumna dejada  allí  por  el  General  Cordero :  y  como  en 
este  paso  no  se  puede  atravesar  el  río  sino  en 
canoas,  pensó  Rivero  que  con  quitar  éstas  de 
allí  como  de  antemano  lo  había  hecho,  bastaría 
para  impedir  que  Zamora  prosiguiese  su  camino, 
con  lo  cual  daría  tiempo  á  que  Betancourt  y 
Oberto,  que  iban  sobre  sus  huellas,  lo  alcanzaran  y 
obligaran  á  pelear,  sin  retirada  posible.  Pero  Zamora 
obvió  aquella  dificultad  mandando  que  la  caballería 
se  tirase   á  nado,    dividida  en  dos   trozos,    mientras 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  287 

unos  piquetes  de  á  pie  hacían  fuego  por  la  orilla 
del  monte.  Detrás  de  los  caballos  pasaron  á  nado 
algunos  infantes,  y  reunidos  todos  del  otro  lado, 
cargaron  á  Rivera,  lo  dispersaron  por  el  bosque,  y 
le  quitaron  la  gente,  los  fusiles  y  las  bestias. 

Tal  fue  el  primer  combate  de  aquella  atrevida 
campaña,  por  medio  de  un  campo  de  guerra  que  ocu- 
paba un  enemigo  bien  armado. 

XIV.  Dice  el  Diario  del  Estado  Mayor  del  Gene-  pi**  da  cor- 
ral  Cordero,  que  penetrado  este  de  la  marcha  de  ZA-morat 
moka  hacia  arriba,  determinó  cerrarle  el  paso,  man- 
dando á  priesa  el  batallón  Victoria,  del  Comandante 
Pinto,  por  Chichiriviche;  mientras  él  con  el  resto 
del  ejército  y  las  columnas  de  Betancourt  y  Oberto 
que  venían,  la  primera  de  Barquisimeto  por  Churu- 
guara,  y  la  segunda  de  Capatárida,  armada  y  equi- 
pada con  recursos  de  Maracaibo,  le  hostilizaría  por 
la  costa,  hasta  acabarlo  á  hierro  y  fuego  donde  quiera 
que  lo  alcanzase.  Dio  en  efecto  la  orden  de  que 
Pinto  se  revolviese;  pero  examinando  la  aguada  de 
los  trasportes,  se  encontró  que  ninguno  estaba  pro- 
visto de  ella,  á  pesar  de  haberla  mandado  hacer  para 
doce  días  en  Puerto  Cabello.  En  vista  de  tal 
contratiempo  tuvo  el  Jefe  centralista  que  cambiar 
de   plan. 

Encargó  en  consecuencia  á  Antonio  Bravo  que  in- 
terceptara las  comunicaciones  de  Zamora,  pen>  éste 
las  tenía  bien  expeditas  por  medio  de  numerosas  gue- 
rrillas que  iba  dejando  tras  sí,  formadas  de  los  veci- 
nos de  aquellas  comarcas,  todos  liberales  y  prácticos 
del  terreno:  y  lejos  de  dejarse  incomunicar,  aisló 
á  su  enemigo,  cogiéndole  todas  las  vías  de  la  cos- 
ta; y  cubrió  su  retaguardia  con  dos  compañías  que 
tenía  Bernardo  Márquez  en  Cumarebo,  una  al  mando 


288  DOCTOR  L.  VILLANÜEVA 

del  Capitán  Dionisio  A.  Goüfa,  del  mismo  lugar,  y 
otra  al  del  Capitán  Jesús  M?  Hernández,  coriano» 
Esta  compañía  era  del  batallón  20  de  febrero;  la  dé 
Goitía  se  incorporó  después  al  Tiradores,  dé  Cu- 
marebo,  mandado  por  el  Comandante  Juan  Cesáreo 
Lugo. 

En  la  noche  de  ese  día  Cordero  hizo  desem- 
barcar el  o  de  marzo  para  que  marchara  por  tierra 
á  La  Vela,  con  la  División  de  Armas,  á  quien  se 
dio  instrucción  de  hacer  alteen  el  sitio  de  Carrizal 
á  esperar  órdenes. 

cordero  ocupa  XV.    Cordero  continuó  el  14  en  el  vapor  por  la 

á0cro  costa,  y  á  las  dos  de  la  tarde  tondeó  en   Muacó,  4 

dos  millas  de  La  Vela.  El  Jefe  de  Estado  Mayor 
mandó  unas  guerrillas  á  dominar  las  alturas,  para 
apoyar  el  desembarco  del  resto  del  ejército.  Hecho 
ésto,  siguieron  todos  juntos  á  La  Vela,  yendo  el 
Victoria  en  vanguardia,  y  llevando  personalmente  ei 
General  Cordero,  en  retaguardia,  el  5  de  marzo. 

La  goleta  de  este  mismo  nombre,  que  desde 
Carrizal  se  mandó  á  voltejear  sobre  el  puerto,  se 
trabó  á  cañonazos  con  las  baterías  del  fortín,  man- 
dado por  el  Comandante  César  Castellano,  en 
.el  cual  había  una  guarnición  de  sesenta  hombres.  Allí 
estaban  también  el  ciudadano  Toledo,  miembro  del 
Gobierno  provisional,  y  Napoleón  ¡Sebastián  Arteaga* 

El  cañoneo  duró  toda  la  tarde  hasta  el  ano- 
checer. A  esta  hora  capituló  la  guarnición,  entre- 
gando la  Fortaleza  á  las  7  p.  m.  al  Comandante 
Meneses,  que  la  ocupó  con  una  compañía  del  bata- 
llón Victoria.  En  este  lance  perdieron  los  revoluciona- 
rios cuantiosos  elementos  de  guerra  y  la  bandera, 
que  era  tricolor,  con  siete  estrellas  azules  en  la  faja 
amarilla,  según  el  decreto  del    Gobierno. 


VIDA  DEL  GENERAL.  ZAMORA  28ÍF 

Cayeron  prisioneros:  Napplcón  S.  Arteaga,  José 
Toledo,  Comandante  de  la  fortaleza,  César  Castellano ; 
Capitanes  Carlos  Galán,  Alejandro  Key,  Elias  Ló- 
pez, Juan  Larrúa ;  Tenientes  Pedro  José  Castro, 
Miguel  Gil,  Kamón  Pachano,  Tomás  Guiñan,  Pedro 
Añes,  Manuel  Devira,  Antonio  Echeverría;  Subte- 
nientes Evaristo  Marines,  José  de  la  Cruz  Reyes,. 
José  Hilario  Mencia,  Juan  Bautista  López,  Manuel 
Molina  y  cincuenta  y  tres  de  tropa. 

Encargóse  de  la  Comandancia  de  Armas  de  la' 
Provincia  el  Coronel  Armas,  y  marchó  el  15  en  la 
mañana  á  ocupar  la  capital,  evacuada  la  tarde  ante- 
rior por  Salaverrfa,  los  demás  del  Gobierno  y  la 
guarnición,  compuesta  de  sesenta  infantes  y  cuaren- 
ta jinetes,  todos  los  cuales  tomaron  juntos  el  camino 
de  la  Sierra. 

A  las  nueve  de  la  mañana  de  aquel  día,  15 
de  marzo,  dio  fondo  en  el  puerto  una  goleta  in- 
glesa, que  levó  anclas  á  poco,  y  se  hizo  á  la  vela  sin 
esperar  visita.  Se  la  mandó  alcanzar  con  la  Lizay 
y  á  las  once  de  la  noche  la  trajeron  presa.  Su 
nombre  era  Ocean  Brig  y  su  Capitán  Joseph  Crou- 
se.     Encontráronse  á  bordo  los  ciudadanos  Antonio 

■ 

Guzmán  Blanco,  Antonio  Ferrer,  Nicolás  Pereira, 
Jesús  María  Aristeiguieta.  venezolanos;  y  los  espa- 
ñoles Antonio  Ruiz,  Carmelo  Valiente  Villamartín  y 
José  Mió.  Los .  papeles  estaban  en  regla,  y  el  Capi- 
tán informó  que  había  salido  el  12  de  St.  Tilomas, 
despachado  para  cualquiera  de  los  puer. os  de  Vene- 
zuela, habiendo  arribado  el  14áBonaire.  Aunque 
el  General  Cordero  sospechaba  que  este  buque  ha- 
bía sacado  de  St.  Thomas  al  General  Falcón,  y  traía- 
á  bordo  4.000  fusiles,     no  se  le  pudo  probar    nada.. 

19 


1 


200  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

ni   era  lícito  proceder  contra  el,    ni    contra  los  pasa- 
jeros, amparados  coniD  lo  estaban  del  pabellón  inglés. 

¡  Atrevimientos  de  la  suerte!  Si  el  joven  Guz- 
raán  Blanco  hubiera  sido  reducido  á  prisión  aquel 
día,  probablemente  no  habría  tenido  ocasión  de  ser 
«no  de  ios  más  calificados  Capitanes  de  los  tiempos 
modernos  de  Venezuela.  La  fortuna  quiso  exponerle  á 
un  gran  peligro,  como  una  advertencia  á  la  posleridad, 
para  enseñar  cómo  pueden  cambiar  los  destinos  de 
los  hombres  y  de  los  pueblos  por  el  suceso  más  casual 
y  al  parecer  más  insignificante.  Cordero,  sin  embar- 
go de  su  talento,  no  pudo  pensar  que  en  aquel  joven, 
pálido  y  endeble,  apenas  enamorado  de  las  bellas 
letras,  había  muchos  Marios,  como  juzgó  Sila  á,  César, 
€n   su  mocedad. 

La  goleta  zarpó  ese  mismo  día,  llevando  á  su 
-bordo  al  hombre  que,  hecho  más  tarde  General,  esta- 
ba predestinado  á  terminar  la  guerra  por  un  tratado 
de  paz  entre  los  dos  partidos,  después  de  cinco  años 
de  desgracias  sin  cuento;  tocando  á  él  mismo  reme- 
diarlas en  pare  en  largos  períodos  de  g  bierno  y 
administración. 

ei  Gobwn».  XVI.  El  Gobernador  había   sido  reducido  á  pri- 

dor  García.  i  i 

sión  en  el  puerto  de  Cumarebo,  la  noche  del  20,  por  el 
Comandante  Ii.  Calderón,  y  conducido  á  Coro  por 
este  mismo  en  la  del  21.  El  26  lo  pusieron  en  liber- 
tad ;  y  el  27  se  escapó  á  pie  y  disfrazado.  Así  andu- 
vo tres  leguas,  hasta  el  sitio  en  que  ciertos  vecinos 
amigos  le  facilitaron  una  bestia  para  seguir  al  cantón 
Casicure.  En  este  lugar  reasumió  sus  funciones  de 
Gobernador,  y  expidió  un  decreto,  con  fecha  5  de 
marzo,  por  el  que  abrió  un  empréstito  de  dos  mil 
pesos,  y  ordenó  la  recolección  de  hombres,  armas, 
caballos  y    monturas  para  organizar  la   columna   que 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  201 

^1  Gobernador  de  Maracaiho  había  puesto  al  mando 
<lel  Comandante  Manuel  Oberto,  como  Jefe  de  Ope- 
raciones de  la  frontera  de  las  dos  Provincias.  De 
este  punto  se  trasladó  á  Urumaco,  y  en  seguida  á  las 
parroquias  de  San  Luis  hasta  Piedra  Grande  y 
Churuguara,  para  ponerse  en  comunicación  con  los 
funcionarios  de  Barquisimeto,  y  activarla  marcha  de 
Betancourt,  que  estaba  en  Siquisique. . 

En  aquellas  poblaciones  se, mantuvo  trabajando 
por  recuperar  la  Provincia,  hasta  que  llegó  el  Genera] 
Cordero.  Pero,  habiéndose  enfermado,  no  quiso  reer. 
caigarse  de  la  Gobernación. 

XVII.  Mientras  tenían  lugar  estos  acontecimien-¿t6e"¿°JSJ^ 
tos  en  las  ciudades  principales  de  la  Provincia  insurrec- 
ta, alzábanse  los  vecinos  de  los  campos  por  los  prin- 
cipios de  la  Revolución  ;  sucediendo  ahora  como  en 
4C,  que  los  oligarcas  señoreaban  los  poblados  con 
sus  tropas  regulares,  y  los  liberales  se  esparcían  por 
las  selvas,  dominaban  las  serranías  y  los  llanos,  y  su- 
blevaban las  masas  populares. 

Los  libertos  llevaban  clavada  en  la  mente  la 
idea  de  que  los  oligarcas  los  iban  á  volver  á  la  escla- 
vitud, y  los  de  Coro  creían  que  debían  exclusivamente 
su  libertad  al  General  Falcón. 

Indios  de  acá  y  de  allá  andaban  alucinados  con 
los  resguardos  de  tierras  de  indígenas,  que  les  ofrecían 
leguleyos  de  las  aldeas. 

Los  pobres,  en  suma,  tenían  horror  á  los  centra- 
listas, porque  entre  otras  cosas  propalaban  que  los  que- 
rían venderá  los  ingleses,  para  con  sus  carnes  hacer 
jabón,  y  con  sus  huesos  cachas  de  cuchillos,  bastones 
y  sombrillas.     (1) 


(1)    Informe  pasado  al  Gobierno  [por  el  General   llamón  Ek- 
4*obar. 


2Í)2  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

De  suerte  que  por  donde  quiera  que  pasaba 
Zamora  encontraba  amigos  y  prosélitos.  Se  le  co~ 
municabau  noticias  del  enemigo,  se  le  proporcionaban 
bastimentos,  y  corrían  voluntarios  los  campesinos- 
armados  de  flechas  á  alistarse  en  sus  banderas.  Le 
faltaban  armas  para  la  gente  que  le  seguía. 

El  15,  cuando  entraba  Cordero  en  Coro,  salía  él 
de  Píritu,  llevando  cinco  días  de  anticipación  á  las  fuer- 
zas que  pudieran  perseguirle. 

operación  mi-  XVIII.    Pero,  Cordero  en  vez  de  caminar  desde- 

Cumarebo  la  vuelta  de  Puerto  Cabello,  teniendo,  como- 
era  cierto,  un  ejército  igual  al  de  Zamora,  pero  mejor 
armado,  le  dio  las  espaldas  y  se  reembarcó  para  la  ca- 
pital, contra  las  esperanzas  de  su  Gobierno  y  de  su 
partido.  A  los  cargos  que  se  lo  hicieron,  contestó  en  un 
oficio  al  Gobernador  de  Maracaibo,  con  fecha  21  de 
marzo,  que  la  operación  principalmente  indicada  no 
era  perseguirá  Zamora,  sino  ocupar  La  Vela,  para  im- 
pedir el  desembarco  fác  1  del  General  Falcón  con  su 
parque;  pues  por  una  comunicación  interceptada  el 
12  en  Cumarebo,  supo  que  el  Jefe  de  la  Revolución 
llegaría  al  día  siguiente  con  material  de  guerra,  Y 
algunos  de  los  expulsos  :  y  aun  en  caso  de  que  ésto  no 
sucediera,  podían  siempre  introducir  por  aquel  puer- 
to fusiles  y  víveres  de  Curazao.  Era  la  segunda  ra- 
zón, la  conveniencia  de  restablecer  el  régimen  de  su 
partido  en  la  Provincia,  desbaratar  el  Gobierno  fede- 
ral del  Estado,  y  quitar  á  Zamora  su  base  de  opera- 
ciones. 

Esta  fue  la  primera  parte  de  su  plan  de  campa- 
ña, creyéndose  bastante  fuerte  para  cercar  y  destruir 
en  seguida  á  Zamora,  á  quien  suponía  en  una  de 
estas  tres  direcciones:  ó  á  Puerto  Cabello  por  el 
camino  de  la  Costa,  ó  a  San   Felipe   por   el  de  Aroar 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  293 

<5  á  Barquisimeto  por  Moroturo.  Consecuente  con 
«estas  suposiciones  hizo  parar  mil  hombres  en  Barqui- 
simeto, quinientos  en  San  Felipe,  y  destinó  número 
igual  con  Betancourt,  y  otros  tantos  con  Oberto  á 
.•seguirlo  por  Píritu,  á  tiempo  que  ordenaba  que 
Pinto,  con  su  batallón  Victoria,  volase  á  Puerto  Ca- 
bello á  reforzar  la  plaza  antes  que  Zamora  llegase 
/i  ella.  Además,  una  goleta  de  guerra  se  mantendría 
-cruzando  desde  San  Juan  hasta  La  Vela. 

XIX.  Zamora  contrapuso  á  aquellas  maniobras,  operación  nú- 

1  ■  litar  de  Zamora 

-otrasmás  hábiles:  lompió  á  sablazos  los  cercos,  des- 
truyó á  Pinto,  inutilizó  á  Betancourt  y  Oberto,  se  po- 
sesionó del  Yaraeuy,  conmovió  á  Carabobo,  amenazó  á 
Puerto  Cabello  y  Valencia,  obligando  á  Páez  á  ence- 
rrarse en  esta  plaza  y  á  Justo  Briceno  en  la  primera  : 
y  por  una  sucesión  de  movimientos  estratégicos,  acer- 
tados y  sorprendentes,  entra  y  sale  por  los  lados  del 
triángulo  de  fuego  que  de  Barquisimeto  á  San  Felipe, 
y  de  San  Felipe  á  Nirgua,  formaban  con  más  de  dos 
mil  hombres  Rebolledo,  Domingo  Hernández  y  Sa- 
ga rzazu. 

Poruña  coincidencia  singular,  el  mismo  día  10, 
-cuando  salía  Zamora  de  Coro  hacia  arriba,  salía 
-Cordero  en  la  escuadra  de  Puerto  Cabello  hacia 
abajo.  Zamora  partió  con  sus  batallones  á  las  cinco 
<le  la  tarde,  y  Cordero  á  las  diez  y  media  de  la   noche. 

XX.  A  los  trece  años,  estr>  e*,  de  40  á   59,  vol-  'Zamora-cor- 

.  ,  r-i       i  rr  i     /.       ti     oero-Páez. 

Alan  a  encontrarse  Cordero  y  Zamora,  defendiendo 
cada  uno  su  bandera,  firmes  en  sus  filas  respectivas, 
-ofreciendo  á  sus  causas  las  aptitudes,  la  reputación 
militar  y  la  propia  sangre.  DeÜ  escabroso  teatro  de 
valles  y  cumbres  de  Mauuare  y  Tacasuruma,  han  pa- 
gado los  dos  á  disputar  el  predominio  de  sus  partidos 
■en  un  escenario  de  guerra  tendido  entre  Coro,  Barqui- 


294  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

si  meto  y  Puerto  Cabello,  y  cerrado  por  una  costa 
marítima,  en  forma  de  media  luna;  de  ciento  diez  y 
nueve    millas    de   largo. 

En  esta  otra  campaña  también  le  desbaratará 
Zaaíora  sus  planes- mejor  combinados. 

En  Tacasuruma  lo  engaña  con  unas  guerrillas; 
se  le  desaparece  como  un  fantasma,  y  salta  por  enci- 
ma de  Villa  de  Cura  á  dar  el  combate  de  Lo.* 
Bagres. 

En  Coro  lo  deja  entretenido  con  la  ocupación 
de  ciudades  enemigas,  y  vuela  á  sublevar  el  litoral : 
á  combatir  y  triunfar  en  El  Palito,  y  á  asaltar  el 
parque  de  la  capital  del  Yaracuy. 

Ahora,  al  poner  el  pie  en  Carabobo,  va  á  topar 
con  el  General  Páez :  quien  no  obstante  hallarse  en- 
fermo en  Valencia,  ofreció  sus  servicios  al  Gobierno, 
no  bien  hubo  sabido  que  Zamora  se  acercaba  á  la 
costa  de  Puerto  Cabello.  Castro  le  nombro  Jefe  de 
Operaciones  de  la  Provincia,  y  le  dio  por  Jefe  de  Es- 
tado Mayor  al  General  Austria.     l 

£¿eeanet¿e  XXI.  Edecanes  de  Zamora  en  esta  campaña  fue- 

ron los  oficiales  Rafael  Petit,  Francisco  Pulido,  Bue- 
naventura Núñez,  Escolástico  González,  Torres,  y 
Castro. 

El  Teniente  Manuel  Iturbe  era  Ayudante  del 
Estado  Mayor. 

El  Comandante  Bernardo  Márquez  pasó  del 
Estado  Mayor  á  mandar  el  Tiradores,  junto  con 
Lugo. 

Acción  de  ei  XXII.    El  23  á  las  dos  de  la  tarde  entró  en  Mo- 

rón, donde  halló  al  Coronel  Mora  con  cuatrocientos 
hombres.     Allí  dio   descanso  á  la  tropa,  y  preparó  su 


Paht.^ 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  2ÍK> 

plan  para  destruir  á  los  Comandantes  Pinto,  Cubi- 
lláu  y  Arvelo,  apostados  en  El  Palito,  á  la  cabeza  de 
un  destacamento  de  seis  á  setecientos  hombres,  los 
cuales  tenían  encargo  de  emprender  retirada  á  Va- 
lencia, disputando  el  terreno  á  los  revolucionarios. 

Todavía  en  Morón,  se  le  presentó  desertado  \m 
corneta  de  Pinto,  oriundo  de  Sanchón,  y  le  dio 
razón  detallada  de  la  posición  del  enemigo. 

En  la  tarde  movió  Zamora  sus  reales,  y  al 
anochecer  dividió  el  ejército  en  dos  grupos.  Uno, 
compuesto  del  latallóu  Federación  con  los  Coroneles 
Uviol,  Guerrero  y  Castellanos,  tomó  á  la  derecha 
para  ir  »i  salir  al  río  de  El  Palito;  el  otro,  for- 
mado de  los  demás  cuerpos,  siguió  con  el,  y 
los  Generales  Tría»  y  González  por  el  cami- 
no de  la  coíta,  para  ir  á  caer  por  encima  del 
campamento  enemigo.  El  Federación  llegó  al  río 
de  la  una  á  las  dos  de  la  madrugada,  y  rompió 
de  improviso  los  fuegos,  sobre  las  avanzadas.  Los 
enemigos  estaban  despiertos,  y  no  enteramente  des- 
prevenidos, pues  desde  esa  tarde  habían  recibido 
avisos  ciertos  de  que  Zamora  había  llegado  á  Morón. 
Al  sentir  Cubillán  los  fuegos  quiso  concentrar  todas 
las  fuerzas,  para  retirarse  en  orden,  según  las  ins- 
trucciones que  tenía.  Pero,  atacado  su  campamento 
por  todas  partes,  tuvo  que  hacer  frente  á  la  acome- 
tida con  todas  las  tropas,  produciéndose  la  más  desas- 
trosa confusión  con  el  fragor  de  la  fusilería,  los 
gritos,  y  el  desconcierto  y  terror  prop  os  de  un  com- 
bate en  la  oscuridad.  Más  de  una  hora  duró  esta 
brega  horrorosa,  en  que  murieron  considerable  nú- 
mero de  unos  y  otros.  Allí  rindieron  la  vida  el  in- 
trépido Comandante  del  Federación,  Coronel  Guere- 
ro,  y    el    valiente     Urbina.     Cinco     heridas    graves 


296  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

recibió  el  denodado  Comandante  Oviol,  y  otra  el 
Capitán  Jesús  María  Hernández,  igual  en  lo  adelan- 
te &  los  más  renombrados  del  ejército  liberal. 

En  aquel  torbellino  de  fuego  en  que  los  bravos 
corianos  empapaba»  el  suelo  con  su  sangre,  se  oyó  de 
súbito,  como  á  la  hora  y  media  de  pelea,  la  (orneta 
del  General  Zamora,  que  tocaba  fuego  á  pié  firme. 
Esta  era  la  señal  convenida  para  dar  una  carga  á  la 
bayoneta  cor.  todo  el  grueso  del  Ejército. 

Tal  fue  el  instaure  decisivo  de  la  acción,  en 
<jue  cada  oficial  de  Zamora  se  impuso  el  deber  de 
■mantener  su  puesto  á  muerte  ó  á  vida,  sin  dar  un 
paso  atiás. 

Pinto  dio  muestra  aquella  noche  de  lo  que  habría 
«deser  en  la  larga  campana  que  se  empezaba.  Resiste 
con  ánimo  esforzado  el  terrible  choque,  hasta  que 
diezmada  su  gente,  hiende,  sable  en  mano,  por 
medio  de  las  enfurecidas  masas  corianas,  logrando 
al  fin  salirse,  sano  y  salvo,  de  aquel  campo  de  mueV? 
te,  por  el  camino  del  Cambur. 

Allí  murió  el  joven  Teniente  Rodulfo  Pereira, 
gallardo  mancebo  (pie  había  abrazado  la  causa  fede- 
ral con  entusiasmo,  y  con  él,  los  bravos  Capitán  Fer- 
nando Castellanos,  v  Teniente  José  de  Jesús  Chiri- 
ai 08.     El    Capitán  Canales  salió  herido. 

Cuando  los  del  Gobierno,  oprimidos  por  todos 
lados  quisieron  emprender  la  fuga,  se  encontraron 
cortados  hacia  Puerto  Cabello  por  la  columna  del 
General  Tr*as.  Arvelo  intentó  pararse  en  el  camino 
para  rehacerse,  pero  la  tropa  botó  los  fusiles,  y  él 
mismo  rcíibió  una  herida. 

Zamora,  apercibido  de  la  derrota,  les  tiró  encima 
3a    caballería.     Arrojáronse     unos     al     río,    y    otros 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         297 


al   monte,   habiendo   quedado   prisioneros   casi  todos 
los  que  siguieron  por  la  carretera. 

El  parque,  las  caballerías,  el  ganado  y  los  equi- 
pajes, todo  fue  á  poder  de  los  liberales. 

Los  partes  oficiales  de  la  acción  acusan  como 
cien  muertos  de  ambas  fuerzas.  Casi  todos  los  ofi- 
ciales del  Gobierno  salieron  heridos.  El  Capitán 
Zapata  fué  encontrado  en  el  campo,  muerto  de  un 
lanzazo.  El  Teniente  Rodríguez,  herido,  á  quien 
iban  á  sacrificar  unos  soldados,  salvó  la  vida  por 
mediación  del  General  Trías. 

El  Ministro  de  Guerra  califica  el  hecho  de  armas 
con  estas  frases:  "El  suceso  fué  desgraciado  para 
nuestras  armas,  y  de  los  partes  se  infiere  que  no  hubo 
regularidad  en  el  servicio  de  aquella  fuerza  al  frente  del 
enemigo'' 

El  General  D  Hernández  puso  en  conocimien- 
to del  Ministro  de  Guerra,  que  la  fuerza  de  Cubillán 
s^  encQntró  ocupando  el  sitio  de  El  Patito,  por  contra- 
riar órdenes  expresas  del  Estado  Mayor,  comunica- 
das al  amanecer  del  23  Sin  embargo  Cubillán  de- 
claró que  estaba  allí  por  disposición  del  Jefe  de 
Puerto  Cabello,  General  Justo  Briceíio. 

Esta  comunicación  del  Estado  Mayor  del  Gene- 
ral Páez,  escrita  á  las  3  de  la  madrugada  del  23, 
decía  que  habiendo  sabido  el  Jete  de  Operaciones 
la  llegada  de  los  facciosos  desde  el  día  anterior  22,  á 
las  cinco  de  la  tarde,  á  la  boca  de  Yaracuy,  y  siendo 
posible  que  tomaran  el  camino  de  Valencia,  se  le 
ordenaba  no  comprometiese  combate,  sino  se  re- 
tirara, guardando  la  distancia  conveniente  del  ene- 
migo para  evitar  un  encuentro ;  debiendo  vigi- 
lar sus  movimientos  y    dar  parte  de   ellos  al  Estado 


"I 


298  DOCTOR  L.   VILLANÜEVA 

Mayor;  y  se  le  ofrecía  auxiliarle  con  uua  columna 
que  encontraría  en  el  punto  llamado  La  Entrada. 
Para  que  se  pusiera  á  cubierto  de  cualquier  sor- 
presa, lo  cual  era  muy  de  temer,  se  le  prevenía  que 
se  situase  del  otro  lado  del  río,  en  el  punto  que  á  su 
juicio  estuviera  mejor  resguardado  de  todo  peligro, 
conservando  expeditas  sus  comunicaciones  con  el 
Capitán  Chirinos  y  el  Coman  Jante  Rivas  que  cubrían 
el  camino  de  Canoabo. 

Juzgando  esta  campana  de  Zamora,  dijo  el 
General  Cordero  al  Ministro  de  la  Guena:  " Zamora 
ocultó  su  movimiento  por  la  costa  con  toda  sagacidad 
y  reserva."     (1) 

A  lo  cual  contestó  El  Heraldo  con  estas  agresi- 
vas  expresiones: 

"Falta  un  plan  bien  concebido  de  operaciones  milita- 
res: escándalo  y  vergüenza  eterna  será  para  nosotros  la 
inmensa  circunferencia  descrita  por  los  cobardes  Zamora 
y  Trías,  sin  encontrar  un  pronto  y  completo  escarmiento: 
esa  campana  del  General  Cordero  no  le  granjeará  honor  y 
füina  en  nuestra  militar  historia." 

Es  lo  cierto  que  la  acción  de  El  Palito  con- 
movió el  centro  de  la  República,  y  llevó  el  alarma 
á  las  regiones  del  Poder  Supremo.  En  Borburata, 
Quisandal,  Patanemo,  Tu  Hamo  y  Ocuma  e,  co- 
rrieron los  liberales  á  las  armas  bajo  la  dirección 
del  General  Gabriel  Guevara,  victoreando  la  Fede- 
ración v  á  Zamora. 

Puerto c»beiio.  XXIII.    El  General  Justo  Briceno,  dice    al    Mi- 

nistro de  la  Guerra:  "estos  hombres  llegaron  hasta  el 
frenesí  en  su  bárbaro  entusiasmo^  p adiendo  decirse,  al 
ver  su  fanático  ardor,  que  todos  eran  cabecillas,  j>m$ 
ninguno  quedaba   en   zaga  á  los   demás.    Las   mujeres, 


(1)    O  tirio  fechado  cu  Coro  á  25  de  marzo. 


VIDA  DEL  OENERÁL  ZAMORA  29£ 

de  guayuco    y    con    machetes    ó    cuchillos   en   manor 
animaban  con  su.  ejemplo  y  exhortaciones  ú  los  hombres.1* 

El  General  Gabriel  Guevara  era  Procer  de  la 
Independencia,  y  estuvo  muchas  veces  á  las  inme- 
diatas órdenes  del  Libertador.  Hizo  la  campaña 
del  Sur  y  alcanzó  por  su  valor  é  instrucción  militar 
el  grado  de  Teniente  Coronel. 

En  la  ciudad  misma  de  Puerto  Cabello  se 
formaron  tumultos  y  se  dieron  vivas  á  la  revo- 
lución. 

Un  grupo  aunado,  como  de  cincuenta,  al  man- 
do de  Cleto  Marcano,  se  levantó  en  Puente  Fuera 
v  salió  con  bandera  amarilla  al  lu¿mr  nombrado 
Til  Trincherón.  De  la  milicia  acuartelada  para  de- 
fender   la  ciudad  se  sublevó  una  compañía. 

FA  estado  de  esta  plaza,  dice  el  General  Bri- 
cen*», no  me  inspira  confianza,  y  como  no  tengo 
fuerza*  aquí  con  qué  poder  hacer  una  esforzada  de- 
fensa, llevaré  ésta,  en  caso  necesario,  hasta  donde  la  pru- 
dencia me  lo  aconseje.  El  castillo  es  aquí  nuestra 
esperanza. 

En  tal  apuro  mandó  Briceño  al  señor  Miguel 
Herrera  a  Coro  en  la  Trimmer  á  informar  á  Cor- 
dero de  lo  acaecido,  y  traer  fuerzas  para  salvar 
la  plaza;  teniendo,  sin  embargo,  la  suerte  deque  ese 
mismo  día  diera  fondo  la  goleta  Isabel  con  el 
resto  de  las  fuerzas  embarcadas  en  La  Vela,  y 
detenidas  en  el  mar  cinco  días  por  mal  tiempo,  cuan- 
do Cordero  contó  que  no  gastarían  sino  tres,  como  es^ 
lo  ordinario.  Habiendo  salido  el  19  no  arribaron  sino 
el  24.  Con  ellas,  y  las  que  pudo  armar  en  la  ciu- 
dad, se  dispuso  Briceño,  anciano  veterano  de  la  Inde- 


300  DOCTOR  L.  V1LLANUEVA 

pendencia,  á  reprimir  las  agresiones  de  los  revolucio- 
narios urbanos  y  rechazar  cualquier  asalto  que  inten- 
tase Guevara  con  sus  montoneras. 

Con  esta  gente  llegaron  presos  á  la  plaza  Napo- 
león S.  Arteaga  y  Tirso  Salaverría. 

Si  estas  tropas  se  hubieran  detenido  un  día 
•más  en  la  navegación,  y  llegaran  el  25  en  vez 
del  24,  probablemente  habría  cambiado  el  curso 
<le  la  campafia  ;  porque  Guevara  hubiera  esa  noche 
•ocupado  la  plaza,  y  el  día  siguiente  entrando  Za- 
mora en  ella,  habría  roto  la  línea  centralista,  to- 
rnado la  base  de  operaciones  de  Cordero,  surtido 
■el  ejército  federal  de  todo  género  de  recursos,  abierto 
los  puertos  del  país  al  General  Falcón,  y  trastornado 
por  completo  todos  los  planes  del  Gobierno. 

En  tal  emergencia,  no  pudierulo  Zamora  po- 
sesionarse de  Puerto  Cabello,  ya  reforzado ;  ni  de 
Valencia,  fbrm  dablemente  preparada  A  la  resistencia, 
pensó  ocupar  la  Provincia  de  Yaracuy,  cuyos  libe- 
rales le  llamaban  con  instancia. 

■wutS'Jrííu»  XXIV.   Páez,  sin  conocer  aún  los  verdaderos  pla- 

nes de  Zamora,  se  pone  á  la  cabeza  de  las  tropas  va- 
lencianas, sale  á  las  afueras  con  la  caballería,  avanza 
piquetes  a  Bárbula,  y  se  apresta  á  la  pelea  contando 
con  que  nuestro  atrevido  Zjmora  se  viniera  por  la 
carretera  sobre  la  capital  de  la  Provincia.  Llamó  al 
servicio  al  General  J.  de  la  C.  Paredes,  á  los  Coman- 
dantes M.  A  Mcnt'ndez,  Velis  Suárez,  Clemente 
Fonseca,  Mirtiüano  Romero,  y  á  muchos  Capitanes 
y    Tenientes 

Su  fuerza  disponible  era  de  novecientos  quince 
4iombres,  entre  los  Batallones  número  1?  de  Ca- 
raboho,  Brigada  de  Artillería,  y  1*,  2?  y  3?  Colum- 
bas de  A  ragua. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  301 

La  caballería  constaba  hasta  de  c'ento  noventa 
regida  por  el  General  José  de  la  Cruz  Paredes. 

Esta  fuerza  estaba  bien  armada,  y  municionada  á 
tres  paquetes,  con  excepción  de  la  Artillen»  que  lo 
estaba  sólo  á  dos. 

XXV.  Zamora  recoge  en  El  Palito  los  dispersos,  ?h?c¡itl!"w* 
armas  y  municiones,  y  dejando  á  sus  enemigos 
en  expectativa,  marcha  la  vuelta  de  Urama.  Con 
este  parque  se  armó  el  batallón  de  alistados  por  el 
benemérito  Comandante  Mora,  en  los  pueblos  ne- 
tamente liberales  de  Sanchón,  Morón  y  Alpargaten, 
donde  gozaba  este  Jefe  de  general  prestigio.  El  2(> 
por  la  mañana,  día  sábado,  entró  el  cuerpo  expedi- 
cionario en  Urama,  donde  los  liberales  Casimiro  Herra- 
da, Esteban  Herrada  y  Joaquín  Molinas  habían  en- 
cabezado  la  sublevación  del  vecindario. 

Zamora  recomendaba,  donde  quiera  que  llegaba,. 
que  no  se  ocuparan  ganados  y  bestias  sino  á  los 
enemigos.  Al  amanecer  del  27  tomó  el  camino  de- 
Guabinas,  sitio  donde  acampó  á  las  seis  de  la  tarde 
de  ese  día. 

El  Comandante  Juan  José  Mora  era  militar 
de  la  Independencia;  sugeto  muy  honrado  en  sus- 
negocios  particulares;  de  pericia  y  va  or;  y  en  las* 
luchas  políticas    siempre  fiel  al  Partido  Liberal. 

Entre  el  cúmulo  de  opiniones  sobre  los  pla- 
nes de  Zamora,  la  del  General  José  Escolástica 
Andrade  fue  la  más  correcta,  porque  anunció  con 
verdadero  talento  militar,  á  gran'  distancia  y  cot* 
anticipación  de  días,  la  marcha  y  la  intención  de 
aquel  Jefe. 

Estaba  en  San  Carlos  como  Jefe  de  Operacio- 
nes de  Cojedes,    Portuguesa  y    Barinas :  y  al  saber 


302  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

por  un  parte  del  Coronel  Illas,  de.Puerto  Cabello, 
<jue  Zamora  se  encontraba  el  17  en  el  río  Tocuyo, 
«escribió  el  20  su  juicio  sobre  aquella  campaña  en 
«estos  breves  términos:  Dos  objetos  pueden  proponerse 
ios  enemigos:  ó  atacar  á  Car  abobo  viniendo  por  El 
Falito,  ó  internarse  hacia  las  provincias  de  Cojedes  fi 
Portuguesa.  (1)  Y  consecuente  con  este  orden  de 
ideas,  mandó  concentrar  el  mayor  número  de  tropas 
<le  infantería  y  caballería  en  San  Carlos  y  Araure, 
<|iie  eran,  en  su  atinado  concepto,  las  dos  vías  por 
donde  Zamora  iba  á  entrar  en  el  Lian  >.  Este  plan 
no  fue  ejecutado,  y  los  sucesos  posteriores  confirma- 
ron sus  luminosas  previsiones. 

z Jfff**1* de  XXVI.    Veamos  ahora  el  desarrollo  del  plan  de 

Zamora. 

Con  su  estrategia  desconcertó  la  combinación  del 
General  Cordero. 

El  Coronel  Sagarzazu,  con  mil  hombres,  en  Bar- 
quisimetó,  y  el  Coronel  Roque  Rebolledo  con  qui- 
nientos, en  San  Felipe,  apoyábanse  mutuamente  para 
cerrarle  el  camino  al  interior.  Un  cuerpo  avanzado 
en  El  Palito  se  proponía  estorbarle  el  paso  al  co- 
razón de  la  provincia  de  Carabobo  ;  y  las  columnas 
de  Betancourt  y  Oberto,  cubriendo  por  retaguardia  el 
camino  de  Co  o,  se  prometían  hacerle  prisionero,  al 
ser  batido  y  rechazado  en  cualquiera  de  sus  embes- 
tidas. 

Cuando  parecía  así  encerrado  entre  Divisiones 
enemigas,  cae  de  súbito,  bajo  las  sombras  de  la  noche, 
sobre  la  de  El  Palito ;  la  destruye,  y  le  quita  todo 
su  material  de  guerra;  fuerza  á  Betancourt  y  Oberto 
h  desistir  de  perseguirle,  y  á    embarcarse  por  Tuca- 


1  Oficio  tí  Ioh  Gobernadores  y  Jefes   militaren   de  Occidente: 
£an  Carlos,  20  de  marzo  de  1859] 


VIDA  DKL  GENERAL,  ZAMORA  303 

cas  en  cumplimiento  de  órdenes  superiores,  para 
acudir  á  Puerto  Cahello.  Puso  en  confusión  á 
Sagarzazu  y  Rebolledo,  á  tal  punto  que  uno  y 
otro,  considerándose  en  peligro  de  perder  las  tropas 
y  la  vida,  cambiaron    prontamente  de  posiciones. 

El  camino  de  la  costa  quedó,  en  consecuencia, 
libre;  Carabobo  descubierto;  y  en  jaque  dos  colum- 
nas de  notable  importancia,  como  claramente  lo 
verá  el  lector,  si  quisiere  fijar  la  vista  en  el  teatro 
de  la  campana,  y  meditar  sobre  la  situación  y 
movimientos  de  los  diversos  cuerpos. 

Desconociendo  el  Estado  Mnyor  de  la  Jefa- 
tura de  Operaciones  de  Carabobo  los  planes  de 
Zamora,  ocurrióseleque  podía  éste  avanzarse  por  Ca- 
noabo  á  Nirgua,  para  salir  por  los  cerros  de  Las 
Palomeras  á  la  Provincia  de  Cojedes:  y  en  esta 
virtud  dispuso,  que  Rebolledo  dejara  una  guarnición 
en  San  Felipe,  y  cubriese  á  Nirgua  con  el  grueso 
de  su  columna  ;  y  ordenó  á  Sagarzazu  hiciese  lo  mis- 
mo respecto  de  Barquisimeto,  situándose  en  Urachiche  ; 
á  tiempo  que  Domingo  Hernández  y  J.  de  la  C.  Paredes 
salían  de  Puerto  Cabello  con  1.200  hombres,  á  picarle  la 
retaguardia  por  la  costa,  y  seguir  tras  é\  por  Canoaboy 
Montalbán. 

XXVII.    Cercado  así  Zamora  por  todas  partes,    Tomad6San 
decía  un  General  del  Gobierno,  por  fuerzas  imponentes,  T*lip*' 
y  apoyado   el  Gobierno  por  la    opinión  nacianal,  pronto 
será  restablecida  la  paz. 

Este  General  tenía  poca  penetración.  Pues  Za- 
mora en  vista  de  las  erradas  operaciones  de  sus  ene- 
migos, partió  derecho  á  San  Felipe;  hizo  en  un  día 
dos  jornadas;  sublevó  los  vecindarios  de  Canoabito, 
Las   Guasduas,    Taría,    Los  Cañizos  y  Agua  Negra: 


304  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

y    sin    detenerse,    entró   el    28   al    pasitrote   por  la» 
calles  de  aquella  capital,    y  venció  á  plomo  la  resis- 
tencia de  media  ho^a  que   le    hizo  la  guarnición   de  • 
la  plaza. 

Constaba  ésta  de  ciento  sesenta  hombres,  al  man- 
do del  Comandante  Pedro  Araujo,  quien  logró  esca- 
par con  cuatro  soldados;  y  era  Jefe  de  la  plaza  el 
Comandante  Nicolás  Torrellas,  hecho  prisionero  á 
una  milla  de  la  ciudad.  Hubo  varios  heridos  y  cinco 
muertos. 

Zamora  recogió  todos  los  elementos  de  guerra, 
incorporó  los  soldados  á  su  ejército,  dio  pasaporte 
á  los  jefiís,  y  garantías  á  todos  los  ciudadanos  en 
sus   personas  y    en   sus   propiedades. 

Allí  sentaron  plaza  en  el  Ejército  federal  José  * 
María  González,  que  todos  conocemos  con  el  nom- 
bre de  Zamorita,  porque  se  parece  á  Zamora  en  la  fi- 
sonomía, y  lo  imita  perfectamente  en  el  modo  de 
hablar  apretado  é  incisivo;  y  además  Blas  Ignacio 
Miranda,  que  como  práctico  de  las  entradas  y  sa- 
lidas de  la  ciudad,  hizo  aquel  día  prodigios  de  actividad 
y  valor,  dignos  de  recuerdo.  También  tomaron  ser- 
vi  rio    Pío    Rebollo   y  José   Colina. 

Las  autoridades  civiles  se  escondieron;  y  Za- 
mora organizó  la  Provincia  en  Estado  federal,  con 
el  nombre  de  Estado  del  Yaracuy.  Constituyó  el 
Gobierno  Provisional  con  los  señores  Agustín  Rive- 
ro,  Antonio  Salom  .y  Maximino  Castillo,  .  quienes 
nombraron  de  Secretario  General  al  señor  Juan 
Sanoja,  y  de  Jefe  de  Operaciones  al  Coronel  Eda- 
vigis    Rivero. 

Firmóse  en  la  casa  de  Rivero  el  acta  de  pro- 
nunciamiento por  la  Federación,  y  el  mismo  día 
se   publicó   por  batido. 


VTDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         30.J 

Contábanse  entre  los  más  decididos  revolucio- 
narios, fuera  de  los  dichos,  los  jóvenes  Alvarez 
de  Lugo,  Demetrio  y  Federico  Pérez,  Doctor  Cres- 
cendo Montero,  q1  Comandante  Sinforoso  Aguirre, 
y    otros    cuyos    nombres    no    hemos  podido    recoger. 

El  señor  Manuel  Ferreida  dio  á  Zamora  algu- 
nos barriles  depólvjra,  y  ¿j  an  número  de  escopetas 
vizcaínas  de  calibre  de  bala  de  onza:  elementos  que 
sirvieron  para  el  combate  de  Araure. 

Suministráronle  á  la  Comisaría  del  Ejercito, 
que  la  desempeñaba,  como  hemos  dicho  anterior- 
mente, Don  Juan  Navarrete,  1.500  pesos,  que  era 
cuanto  había  en  la  Tesorería  de  la  Provincia ;  y 
habiéndosele  dicho  á  Zamora  que  existía  un  depó- 
sito de  8.000  pesos  para  la  construcción  de  la  iglesia, 
manifestó  que  él  no  tomaba  dinero  de  las  iglesias; 
que  si  podían  conseguirle  1.500  más  de  las  rentas 
públicas,  los  tomaría-,  y  que  si  no,  en  último  caso,  pusie- 
ran una  contribución  de  guerra  á  los  centralistas.  (1) 

No  hubo,  sin  embargo,  necesidad  de  molestar 
á  nadie,  y  el  día  siguiente,  al  romper  el  alba,  de- 
campó el  ejército  para  seguir  á  la  sabana  de  Cocorote, 
donde  descansó  esa  noche.  El  30  abandonó  Za- 
mora aceleradamente  aquellos  lugares  en  dirección  á 
Buchivacoa,  con  el  intento  de  interceptar  las  comu- 
nicaciones de  Rebolledo,  ó  impedirle  que  se  reu. 
niera  con  Sagarzazu.  Era  su  plan  caerle  encima 
y  destrozarlo,  haciendo  una  conversión  rápida  so- 
bre su  izquierda;  y,  sin  pérdida  de  tiempo,  embestir 
por  la  derecha  á  Sagarzazu;  ya  se  quedara  aislado 
en  Barquisimeto,  ya  sa  iera   á  defender  á  Rebolledo. 


(1)    Carta  autógrafa  del  señor  Agustín  Rivero  en    que  relata 
este  suceso. 

20 


1 


306  DOCTOS   L.   VIL  LAN  ÜE  VA 


Zamora 


Llevaba   cerca    de    dos    rail   hombres,    con   mu- 
niciones    suficientes    para     trabar  combate   con   los 
dos,  juntos  ó  separados. 
Moralidad  de  XXVIII.     En  confirmación  de  los  principios  de 

orden  y  respeto  que  Zamora  imponía  á  su  ejército, 
vamos  á  copiar  unos  párrafos  de  la  relación  cpie  sobre 
la  conducta  de  Z amo  ka  pasó  el  Gobernador  del  Yara- 
cuy,  Mariano  Izava  Alcalá,  al  Ministro  del  Interior  y 
Justicia,   con    lecha  6  de  abril: 

u  Ya  sabrá  S.  E.  el  Encargado  del  Poder  Eje- 
cutivo, que  algunas  casas  de  esta  ciudad  fueron  sa- 
queadas por  las  tropas  de  los  facciosos,  esencialmente 
de  los  negros  de  Agua  Negra  y  de  la  Costa,  que 
«e  habían  incorporado  no  con  otro  fin  que  con  el 
-de  robar  y  matar  ;  los  cuales,  prevaliéndose  del  fuego 
•que  se  Sostenía,  empezaron  á  derribar  puertas  y  á 
•  cometer  atrocidades;  y  si  no  se  hizo  extensivo 
*el  saqueo  á  toda  la  población,  fue,  sin  duda,  debido 
á  un  milagro  de  la  Providencia,  porque  es  así  como 
puede  explicarse  que  Trías  y  Zamoka,  Zamora  y 
Trías  fueran  los  que  contuviesen  el  desorden."  (1) 

A  tiro  de  ballesta  se  conoce  el  lenguaje  de  un 
enemigo  de  aquellos  tiempos.  Pues  'no  pudiendo 
desconocer  el  hecho  de  haber  Zamora  protegido  las 
propiedades  de  San  Felipe,  en  el  acto  mismo  de  to- 
mar la  plaza,  lo  atribuye,  no  á  las  condiciones  mo- 
rales de  aquel  honrado  caldillo,  sino  á  móviles  in- 
dependientes de  éste  ;  nada  menos  que  á  la  misteriosa 
intervención  de  la  Providencia:  muy  diferentemente 
de  la  imparcialidad  y  rectitud  con  que  nosotros,  ala- 
dos al  deber,  juzgamos  á  unos  y  á  otros,  honrando  el 
mérito  donde  quiera  que  lo  encontramos. 


1  Oficio  del  Gobierno  Superior  Político  de  U  Provincia  del 
Yaracuy  al  Secretario  de  Estada  en  los  Despachos  de  lo  Interior 
v  Justicia. — San   Felipe,  abril  G  de  1859. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  307 

XXIX.    En  esta  ciudad  expidió   Zamora  la   si-   Proclama  *e 

1  Zamora  ea  fta& 

guíente  proclama :  Felipt' 

EZEQÜIEL  ZAMORA 

<;eneral  de  división  y  primer  jefe  de  operaciones  del 

ejército  federal  de  occidente 

Occidentales : 

Yo  obedezco  al  llamamiento  con  que  me  honráis;  hijo 
<lel  pueblo  é  idólatra  de  la  Libertad,  yo  me  hago  un 
deber  con  otros;  yo  os  ofrezco  el  sacrificio  de  mi  exis- 
tencia, si  fuere  necesario,  para  restablecer  la  República, 
para  plantear  la  Libertad,  para  hundir  á  los  tiranos. 

Compañeros  y  amigos: 

Yo  me  siento  con  suficientes  fuerzas  para  afrontar  á 
los  tiranos,  me  las  habéis  dado,  me  las  comunicáis  con 
honrarme  Von  vuestra  confianza,  escogitándome  como  á 
otros  para  la   gran  empresa  de  la    Libertad. 

Compañeros  y  amigos: 

Vosotros  me  abrumáis  de  gratitud,  y  me  empeñaré 
en  hacerme  acreedor  á  los  poderes  que  me  otorgáis.  Yo 
no  veré  obstáculo  en  la  marcha  gloriosa  de  vuestras  «ar- 
mas, proscribiendo  la  palabra  imposible  cuando  se  trata 
<le  la  federación,  de  libertad.  Por  donde  quiera,  yo 
os  aseguro,  vosotros  encontraréis  los  soldados  de  la  gio- 
ria,  eclipsando  las  grandes  acciones  de  los  Griegos  y  los 
Romanos,  cuando  se  sacrificaban  por  la  Patria  y  pol- 
los Dioses. 

¿Soldados  de  la  Federación  ! 

La  suerte  de  las  armas  nos  acompaña,  ó  mejor  di- 
cho, la  razón  de  nuestra  causa  nos  prepara  el  camino 
<le  la  gloria  y    nos  ofrece  un   nombre  en  la  posteridad. 

Acabáis  de  batir  y  poner  en  fuga  vergonzosamente 
á  los  que  osaron  contestar  con  el  grito  de  guerra  á  la 
voz  dulce  y  consoladora  de  federación;  dígalo  si  no 
La  hoca  del  Yaracuy,  las  playas  del  Palito  y  la  ciudad 
<le  San  Felipe,  del  22  al  27;  en  sólo  cuatro  días,  tres 
acciones  y  tres  victorias. 

El  22  de  los  corrientes  encontramos  al  enemigo  en- 
señoreándose en  La  Boca  del  Yaracuy,  fiado  en  lo  ex- 
quisito de  una  posición  militar,  pero  á  los  primeros  tiros 
de  nuestros  valientes,  y  al  ver  cómo  pasan  el  río  sin 
auxilio  de  canoas  y  con  el  denuedo  de  hombres  libres, 
abandonaron  sus  posiciones,  dejando  algunos  muertos  y 
elementos  de  guerra. 


308  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

En  El  Palito  se  detienen  más  los  enemigos,  luchan? 
atrincherándose  en  las  casas;  pero  cuando  viene  el  día 
y  vuelven  nuestras  tropas  á  la  carga,  huyen  despavori- 
dos, según  tienen  de  costumbre. 

Ellos  dejan  en  completo  desorden  los  tristes  restos- 
de  los  seiscientos  soldados,  sus  armas,  sus  caballos;  bo- 
tan los  equipajes,  no  pueden  con  las  insignias,  abando- 
nan sobre  las  riberas  del  mar  la  rica  bandera  que  fla- 
meaba entre  sus  lilas:  esto  sucede  en  la  noche  del  23 
v  24. 

El  28,  ayer,  á  las  cuatro  de  la  tarde,  entramos  en  esta 
ciudad,  y  los  habéis  visto  cómo  dejan  el  campo  á  los 
primeros  fuegos,  entregándonos  sus  municiones,  sus  ar- 
mas, sus  caballos  y sus  soldados. 

Pueblox  del  Occidente! 

Ha  llegado  el  momento  de  vuestros  pronunciamien- 
tos: proclamad  el  Evangelio  práctico  de  los  principios 
políticos.  La  igualdad  entre  los  venezolanos,  el  imperio  de 
la  mayoría,   la  verdadera  República,   la  Federación. 

El  Ejército  Federal  será  la  vanguardia  en  esta  cru- 
zada de  glorias.  Triunfará  la  bandera  de  la  Federación 
ó  me  veréis  sucumbir  bajo  las  bayonetas  del  centralitmo, 
de  la  tiranía. 

San  Felipe:  29  de  marzo  de  1859. 

Ezequiel  Zamora.   (1) 

Anarquía  de  XXX.     Es  de  oportunidad  saberse  que  aquella 

del  tIÍmu"!"  Provincia  estaba,  como  la  de  Coro  el  20  de  febrero, 
en  una  situación  de  anarquía  entre  los  hombres  del 
Gobierno,  bastante  á  propósito  para  que  los  fedérale» 
se  posesionasen  fácilmente  de  ella;  pues  las  eleccio- 
nes habían  fraccionado  tan  hondamente  el  partido 
dominante,  que  el  Gobernador  Izava,  como  aspirara  a 
ser  reelegido,  al  ver  que  en  Yaritagua  habían  sido 
nombrados    para    constituir    la    junta    electoral    in- 


1  De  este  documento  tenemos  tros  ediciones :  una,  de  San  Feli- 
pe, que  nos  facilitó  el  señor  Manuel  Landaeta  Rosales,  otra  de  Tri- 
nidad, que  nos  ha  dad  » el  Geue-al  t\  Giuseppi  Monadas,  v  la  tercer» 
manuscrita  y  certificada  por  el  General  Austria,  como  Jefe  de  Estado 
Mayor  de  háez.  Se  dice  que.  esta  proclama  fué  redactada  por  el 
señor  Coronel  Fcl  pe  de  la  Guerra,  hombre  de  letras,  y  Siib-jefe- 
de  E.  Mavor  de  Zamora. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  309 

<lividuos  enemigos  suyos,  sustituyó  de  súbito,  en 
-venganza,  todas  las  autoridades  de  aquel  cantón,  con 
federales  muy  notables. 

De  lo  dicho  puede  inferirse  que  la  gente  del  Go- 
bierno no  tenía  cohesión  en  lo  político,  como  tampoco 
la  tenía  en  lo  militar;  circunstancias  de  que  supo  sacar 
partido  el  General  Zamora,  enterado  como  estaba, 
por  sus  copartidarios,  de  la  confusión  que  reinaba 
en  el  campo  de  los  enemigos.  Como  consecuencia  de 
la  medida  del  Gobernador,  alzáronse  en  su  contra  el 
Jefe  político,  el  Concejo  Municipal,  el  Comandante 
militar  y  muchos  particulares,  con  la  determinación 
-de  desconocer  el  Gobierno  de  la  Provincia  v  de 
•unirse  accidentalmente  al  de  Barquisimeto. 

Desde  marzo  ó  abril  de  1858  habían  sido  nom- 
brados Agustín  Rivero  y  Antonio  Salom,  por 
Falcón  y  Zamora,  en  Caracas,  directores  del  comité 
revolucionario  del  Yaracuy  ;  y  con  esta  autorización 
urdieron  la  trama  de  la  conspiración  en  toda  la 
Provincia,  y  aprovecharon  en  favor  propio  cuantos 
incidentes  originados  de  las  disensiones  políticas  me- 
noscababan el  poder  de  sus  enemigos,  y  los  desauto- 
rizaban en    el  ánimo  del  pueblo. 

XXXI.  El  Gobierno  Xacional  desaprobó  la  ope-     Movimiento» 

1  *         de  las  Divitio- 

■racióu  de  Rebolledo  ordenada  por  el  General  Páez;  y  "!•  df1,^1'-" 

i  >   j  no  y  del  ejercí « 

le  sobró  razón,  pues    acabamos  de  decir  cuál  fue   su       z*moT* 
•resultado.  (1) 

Por  segunda  vez  humilla  Zamora  á  sus  contra- 
rios  y   consigue  sobre  ellos  una  nueva  victoria  moral 


1  Señor  General  en  Jefe  José  Antonio  TYiez,  etc.,  ete.,  ete. — 
•Carnean :  marzo  27  de  1859.— Se  ha  impuesto  S.  K.  el  Presidente 
•del  paite  de  V.  E.  de  las  7  a.  ni.,  y  me  encarga  decir  á  V.  E. 
que  le  pareció  desacertado  el  movimiento  del  Coronel  Rebolledo 
sobre  Nirgua,  en  el  concepto  de  que  San  Felipe  no  hubiese  que- 
dado bien  cubierto,  ete  — I/híh  I).  Correa 


310  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

y  política,  superior  con  mucho  á  la  material;  pues 
si  bien  por  ésta  dispersó  las  columnas  que  preten- 
dían hostilizarle,  y  cogió  parques;  por  aquella  dio- 
rumbo  en  el  centro  á  las  corrientes  de  la  revo- 
lución; alentó  al  pueblo  á  la  universal  empresa  de 
los  alzamientos ;  y  le  inspiró  te  en  el  triunfo  de 
sus  armas,  ensenándole  fugitivos,  vencidos  ó  prisio- 
neros á  cuantos  intentaban  detener  la  ola  irresistible 
de  la  causa  democrática. 

Rebolledo  al  tener  noticia  de  la  pérdida  de  San 
Felipe,  partió  precipitadamente  de  Nirgua,  ájuntarse 
con  Sagarzazu,  porque  se  consideró  en  peligro  de  ser 
roto  y  cogido  prisionero;  forzó  la  marcha,  y  alcanzó 
la  misma  noche  del  30  el  sitio  de  La  Piedra.  De 
aquí  salió  el  otro  día,  y  no  paró  hasta  Urachiche, 
donde  fueron  á  encontrarle  las  fuerzas  de  Barquisi- 
meto;  retirándose  así  delante  de  Zamora  sin  com- 
prometer un  lance. 

La  División  de  Carabobo  se  apartó  de  la  costa: 
y  de  Canoabo  se  enriscó  á  priesa  por  la  secranía  bus- 
cando á  Nirgua,  donde  hizo  alto  con  el  propósito  de 
cubrir  la  entrada  en  la  Provincia. 

Cada  golpe  de  Zamora  trastornaba  por  com- 
pleto los  planes  de  los  enemigos:  aquí  se  burlaba 
de  unos;  allá  sorprendía  y  derrotaba  á  otros;  ahora 
rendía  una  ciudad  y  se  apoderaba  de  todo  su  ma- 
terial de  guerra;  y  á  cada  paso  desconcertaba  á  sus 
perseguidores,  sin  darles  tiempo  á  rectificar  sus  erro- 
res ni  á  reparar  sus  infortunios. 

Es  del  caso  decir,  para  que  se  vea  el  cuidada 
con  que  las  previsoras  Divisiones  enemigas  atendían 
a  sus  propios  peligros,  que  en  el  primer  momento  de 
la  consternación   determinaron  las  fuerzas  de  Barqui- 


\ 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  311 

simeto  desocupar  la  plaza  y  retirarse  á  Coro,  supo- 
niendo á  Rebolledo  derrotado  y  acaso  prisionero.  Mas- 
>en  la  mafiana  del  31  supieron  la  aproximación  de  ¿ste 
¡>or  La  Piedra,  y  salieron  á  encontrarle  en  Urachiche.. 

El  señor  Comandante  Jete  de  Estado  Mayor  Divisio- 
nario de  Barquisimeto,  dice  á  este  Estado  Mayor  General,, 
con  fecha  31  de  marzo,  á  las  tren  de  la  mañana,,  lo  que- 
sigue : 

u  Aunque  en  oficio  de  ayer  se  le  participó  á  usted 
nuestra  marcha  sobre  San  Felipe,  para  en  unión  del  Co- 
ronel Rebolledo  y  sus  fuerzas  batir  al  enemigo,  como  por 
las  noticias  últimamente  recibidas  no  podrá  verificarse 
esta  reunión,  á  causa  de  que  el  enemigo  le  ha  intercep- 
tado el  paso  y  se  pone  en  marcha  directa  sobre  esta  ciu- 
dad; 8.  E.  no  teniendo  esperanzas  de  tener  un  pronto 
auxilio  para  resolverse  á  sostener  un  sitio,  cree  indispen- 
sable su  retirada  á  Coro,  á  menos  que  el  Coronel  Rebolledo,, 
con  todas  sus  fuer/as,  se  incorporara  á  esta  plaza,  lo  que 
le  parece  ya  muy  difícil. — Sírvase  usted  poner  esto  en 
conocimiento  de  S.  E.  el  General  Jefe  de  esas  provincias, 
y  trasmitirlo  á  Valencia  y  al  Supremo  Gobierno,  á  quien 
se   le   había  participado  nuestra  marcha  sobre  el  Yaracuy.^ 

Pero  en  la  misma  fecha  d  lux  once  de  la  mañana,  me 
dice  un  empleado  del  Gobierno,  de<de  Barquisimeto,  en 
carta  particular,  con  el  carácter  de.  oficial  y  urgente,  te- 
miendo que  no  se  tuviese  el  acuerdo  de  comunicárseme 
por  el  Estado  Mayor,  entre  otras  cosas,  la  que  en  copia 
verá  V.  S.en  la  nota  adjunta. 

Al  trasoí' tir  esto  mismo  á  S  E.  el  General  Jefe  de  Ope- 
raciones de  Carabobo,  esta  Jefatura  le  ha  hecho  las  indi- 
caciones siguientes : 

V.  E.  observará  por  las  horas  en  que  han  sido  escri- 
tas la  comunicación  inserta  y  la  que  incluyo  en  copia, 
que  la  última  resolución  del  señor  Coronel  Sagarzazu  fue 
la  de  salir  al  encuentro  del  Coronel  Rebolledo,  y  batir 
juntos  al  enemigo  :  su  retirada  á  Coro  hubiera  podido  ser 
fatal.  Nada  se  sabe  del  señor  General  Hernández.  Ayer 
salió  de  Montalbán,  y  vino  á  ésta  una  persona  que  no 
dejó  en  aquel  punto  ni  noticia  de  él.  S.  E.  teme  que  no 
se  haya  verificado  su  reunión  á  las  fuerzas  de  los  Coro- 
neles Rebolledo  y  Sagarzazu. 

"  Barq  uisimeto :  marzo  31  de  183Í). — Señor  General  Jone 
&  Andrade. — En  estos  momentos,  que  serán  las  once  del» 
día,  sale  el  Coronel  Sagarzazu  con  todas  sus  fuerzas  á 
reunirse  con  el  Coronel   Roque  Rebolledo,  que  con  las  de 


312  DOCTOR  L.  VILLANTJEVA 

su  mando,  durmió  anoche  en  La  Piedra,  a  una  legua  de 
Yaritagua.  Reunidas  estas  dos  fuerzas,  podrá  librarse 
una  batalla  con  buen  éxito,  bien  que  tengo  la  opinión 
de  que  el  enemigo  la  esquivará,  y  procurará  ver  si  sale 
á  Xirgua  ó  Araurejáeste  último  punto  puede  salir  por 
Buría." — (Oficio  del  Estado  Mayor  de  las  f ver  zas  del  Sur  de 
Occidente  al  Ministro  de  Guerra  y  Marina  J. 


República  de  Venezuela. — Estado  Mayor  General  de  las 
operaciones  del  tíur  del  Occidente. — Cuartel  General 
en  San  Carlos,  á  2  de  abril  de  1819. — A  las  cuatro 
de  la  tarde. 

jSV'Tor  Coronel  Jefe  d*  Operaciones  de  Barquhimeto,  Coro- 
nel Miguel  Sagarzazu. 

S.  K.  se  impuso  de  la  comunicación  del  Estado  Ma- 
yor de  usted,  fecha  M  próximo  p.isado  á  las  3  de  la 
mañana,  en  que  participó  su  resolución  de  evacuar  á  Bar- 
quisimeto,  y  retirarse  á  Coro  en  virtud  de  serle  im- 
posible su  reunión  con  1<is  fuerzas  al  mando  del  señor 
Coronel  Roque  Rebolledo,  y  á  no  haber  sido  una  car- 
ta posterior  qué  como  oficio  y  urgente  recibí  al  mismo 
tiempo,  escrita  el  mismo  día  en  esa  ciudad  á  las  once 
de  la  mañana,  anunciando  la  marcha  de  usted  á  incor- 
porarse al  Coronel  Kebolledo  que  durmió  el  30  en  La 
Piedra,  8.  E.  habria  quedado  oprimido  por  la  más  pro- 
funda pena,  que  le  c  i  usara  su  primer  pensamiento,  por 
justificable  que  fuera  el  motivo  de  su  retirad  i;  pero 
confía  que  la  reunión  de  usted  con  aquél  J^fc,  habrá 
cambiado  la  sitiriciórr  de  esa  provincia  y  Ris  operacio- 
nes. Recuerda,  sin  embargo,  tí.  E.,  que  al  señor  Gene- 
ral D.  Hernández,  según  oficio  de  S.  E.  el  Jefe  de  Ope- 
raciones de  Carabobo,  fecha  31,  que  por  diferentes  direc- 
ciones envié  á  usted,  se  le  mandó  m  irehar  volando  á reu- 
nirse en  Nirgua  al  Coronel  Rebolledo,  y  que  pudiendo 
no  haberle  alcanzado  all  ,  le  habrá  seguido  sus  huellas 
del  modo  que  le  haya  sido  posible;  movimiento  que  us- 
ted habrá  de  tener  presente  con  lo  demás  de  las  instruc- 
ciones á  que  me  refiero,  para  protejer  en  todo  caso  aque- 
lla División  si  sucediera  que  el  enemigo  por  un  movi- 
miento rápido  se  desentendiera  de  usted  para  atacarla. 
Mas  s  be  usted  que  semejantes  movimientos  sólo  puedeu 
percibirse  oportuuam  ;nte,  cerca  ó  á  la  vista  del  enemi- 
go y  con   el    espiona  ge    que  sea  posible   sobre    sucampo. 

Lo  que  dejo  indicado,  lo  es  por  orden  expresa  de 
S.  E.  que  desea  vivamente  un  éxito  expléndido  de  las 
operaciones  de   usted. 

Soy   de  usted  atento  servidor. 

J.  E.  Andrade.  (1) 


1    Archivo  del  Estado  Mayor  de  la  División  Barquisiineto. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  313 

Si  Rebolledo  no  hubiera  volado,  como  lo  hizo, 
de  Nirgua  á  Barquisimeto,  Sagarzazu  se  habría 
replegado  a  Coro,  y  Zamora  habría  tomado  po- 
sesión de  Barquisimeto.  Las  medidas  de  defensa 
fueion  rápidas  y  acertadas,  como  que  cada  Jefe 
procuró  salvarse  de  un  enemigo  que  atacaba  por 
sorpresa  y  de  manera  terrible  y  decisiva. 

El  escenario  de  estas  maniobras  tiene  la  forma 
geométrica  de  un  triángulo:  de  San  Felipe  á  Nir- 
gua;    de  Nirgua  á  Barquisimeto. 

Sagarzazu  desocupa  la  línea  de  N¡7gua  á  Bar- 
quisimeto; Rebolledo  pasa  á  escape  de  Sati  Felipe 
á  Nirgua,  y  de  Nirgua  á  Urachiche;  al  tiempo  que 
la  División  de  Carabobo  en  vez  de  perseguir  á  Zamo- 
ra se  acoge  á  las  cumbres  de  Nirgua.  El  trián- 
gulo queda  libre,  y  Zamoka  dueño  de  su  territorio  lo 
cruza  velozmente,  primero  con  el  intento  de  coger 
á  deseo  la  columna  de  Rebolledo  y  destrozarla;  y 
cuando  este  se  le  escapa,  señorea  la  línea  de  Occi- 
dente, refuerza  sus  cuerpos,  y  avanza  sobre  las  fuer- 
zas reunidas  de  éste  y  Sagarzazu,  que  van  á  refu- 
giarse en  la  plaza  de  Barquisimeto. 

Aunque  escapado  Rebolledo  de  ser  destruido 
en  los  cerros  de  Nirgua,  como  lo  fue  Ouhillán  en 
El  Palito,  arrugóse  la  situación  para  todos  los  cuer- 
pos del  Gobierno;  porque  Zamora,  maniobrando 
diestramente,  incomunicó  á  Barquisimeto  con  Nir- 
gua, por  un  lado;  con  Aran  re  y  Sarare  por  otro, 
y  con  San  Carlos  por  el  camino  de  El  Altar. 

Desbaratada  la  línea  de  operaciones  del  Go- 
bierno, cada  columna  se  juzgó  amenazada  de  ser 
envuelta  y  destruida. 

En     este    conflicto     mantúvose     encerrada     la 


314  DOCTOR  L.   VILLANÜEVA 

División  de  Carabobo  en  Nirgua,  aunque  se  le 
dieron  órdenes  repetidas,  desde  Valencia,  de  reu- 
nirse á  marchas  forzadas  con  Rebolledo,  pa- 
ra batir  entre  torios  á  Zamora,  antes  que  llega- 
se á  Barquisimetu.  Pero  el  Jefe  de  la  División, 
al  llegar  á  Nirgua  el  2  al  mediodía,  supo  que 
Rebolledo  y  Sagarzazu  se  habían  juntado  el  31, 
y  que  Zamora  se  encontraba  desde  aquel  día  en  Obi- 
vacoa,  y  había  tendido  una  red  de  guerrillas  hasta 
Gamarra,  con  las  cuales  interceptaba  por  aquella  vía 
las  comunicaciones  con  Barquisimeto. 

Preocupado  Hernández  con  el  falso  juicio  que  se 
había  formado,  de  atribuir  á  Zamora  el  pensamiento 
de  estar  en  Chivaron,  no  más  que  preparándose  para 
introducirse  en  Carabobo  por  El  Picacho,  vía  de 
Montalbán ;  ó  en  Cojedes,  por  Las  Palomeras,  vía 
de  Santa  María ;  resolvió  hacer  alto  en  aquella 
cumbre,  para  acudir  á  cualquiera  de  estos  supuestos 
movimientos. 

Así  explicó  su  detención  al  Estado  Mayor, 
añadiendo  que,  á  pesar  de  las  órdenes  recibidas,  per- 
manecería allí  hasta  estar  bien  seguro  de  que  Zamora 
no  tenía  expedita  ninguna  salida  por  la  vía  de  Nirgua, 
Esto  fue  de  tan  grave  trascendencia  para  el  Go- 
bierno, cuanto  que  el  General  Páez  había  dicho 
á  Sagarzazu  no  comprometiese  acción,  sino  cuando 
se  le  incorporase  dicha  División,  reforzada  con  la  co- 
lumna del  Comandante  José  León  Rodríguez. 

Libre  Zamora  de  enemigos  que  pudicrau  to- 
mar la  ofensiva,  dominó  en  absoluto  el  teatro  de 
las  operaciones;  y  se  propuso  desde  luego  aprove- 
char tan  propicias  circunstancias  para  levantar  los 
cantones  limítrofes  de  aquellas  tres  Provincias. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  315 

AI  llegar  á  La  Piedra  se  le  incorporó  Anun- 
ciación Peraza  con  trescientos  hombres  mal  ar- 
mados; y  en  Uraehiche,  pronunciadas  todos  los 
vecinos  por  la  revolución,  bajo  la  autoridad  del 
Jefe  político,  Nicolás  Duran,  formaron  una  colum- 
na de  dos  'compañías  de  cuarenta  hombres  cada 
una;  mandada  la  primera  por  el  Capitán  Luis  Pe- 
tit,  y  la  segunda  por  el  Capitán  Fernando  López, 
de  la  que  era  sargento  el  hijo  de  éste,  Manuel 
Antonio  López.  En  este  liberal  pueblo  se  agrega- 
ron al  ejército,  Prudencio  Vásquez,  Ramón  Pe- 
reira,  Rogé  rio  F  rey  tes,  Antonio  Mendoza,  Herme- 
negildo Zavarse,  F.  López,  L.  Petit,  Narciso  Fa- 
rrera,  M.  Mordí,  de  Yaritagua  y  otros  más. 

Entró    el    ejército    federal    en     Yaritagua  entre 

vítores  y  otras   manifestaciones  de  entusiasmo  público, 

por  la  vía  que  llaman  de  El  Sallo.    De  allí,  al  cabo  de 

los    pocos  diasque  gastó  en  orgar izarse  mejor,  siguió 

marcha  á   Barquisimeto   por    Cabudare    habiendo  in- 
corporado   todas    las    guerrillas    de     los  vecindarios, 

v    recogido  cuantos  elementos  de  guerra  hubo    á    las 

manos. 

En  Cabudare  se  reunieron  á  la  invicta  ex- 
pedición Nicolás  Patino  y  Justo  Méndez,  con  un 
piquete  de  caballería  en  que  militaban  Buenaven- 
tura Freytes,  Domingo  Al  varado  y  muchos  que 
después  fueron  excelentes  Oficiales:  siendo  de  los 
más  notables  José  Blanfort,  norte -americano  de 
nación,  que  había  servido  con  Zamora  en  Que- 
siro  el  año  1849,  y  en  La  Sierra  de  Carabobo  el 
de  1846. 

Preciso  es  ahora  conocer  las  medidas  que  por 
su  parte  había  tomado  el  Gobierno  para  contener 
los  progresos  militares  de  la  revolución. 


316  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

^^  XXXII.  El  14  de  marzo  fue  nombrado  el  Ge- 
neral Andrade  Jefe  de  las  fuerzas  de  las  Provinci.is 
<le  Cojedets,  Portuguesa  y  Barinas,  y  encargado  de  di- 
rigir en  ellas  las  operaciones  militares :  y  en  obe- 
decimiento al  Gobierno  partió  de  Caracas  á  San 
Carlos  el  16  al  amanecer. 

Situado  en    San    Carlos    llamó    los  escuadrones 
<le  Tiznados  y  Calabozo. 

Pero  fn  22  del  mi-ino,  acordó  el  Gobierno 
4ina  nueva  organización  militar,  y  nombró  al  Ge- 
neral Jos¿  Laurencio  Silva,  Jefe  de  Operaciones 
-del  Sur  de  Occidente,  con  mando  sobre  todas  las 
tropas  de  Cojedes,  Portuguesa,  B¿irinas  y  Apure, 
y  se  le  dio  al  General  Andrade  por  Jefe  de  Estado 
Mayor. 

Ambos    habían     militado  juntos    á    las    órdenes 
•<le    Sucre   en   el    Perú;    Silva    como    Coronel,    man- 
dando   los  Húsares   de    Colombia   en  Junfn   y    Aya- 
cucho;    y  Andrade    como    Oficial  del  Voltígeros,  ba- 
tiéndose en  Junín,  Corpahuaico  y  Ayacucho  (1). 

Uno  y  otro  pertenecían  á  la  edad  poética  de  Co- 
lombia,   cuyos    anales    se    confunden  en    la   historia 


1    Este  i  ven  Oficial,  m»iy    querido  del  Mariscal  de  Ayacu- 

•cho,  y  notable  después  en  la  edad  civil  de  Venezuela,  empezó 
su  carrera  militar  de  Aspirante  en  1820:  sirvió  en  el  Estado 
Mayor  de  S.  E.  el   Libertador,  y  en  los   Batallón»»  Granadero* 

.de  la  Guardia,  Vencedor  en  fioyacd  y  Voltígeros;  kc  batió  en 
Carabobo  en  1821  y  en  Bi  mboná :  hizo  la  campaña  del  Sur  del 
Peni  en  1823  á  las  órdenes  de  Sucre ;  y  en  1824  peleó  en  Junín. 
en  Corpahuaico  y  Ayacucho.  El  General  Sucre  lo  ascendió  u 
Capitán  efectivo  de  la  primera  Compañía  de  Voltigerosy  en  su 
Cuartel  General  de  HuamauKa  el  día  siguiente  al  de  la  batalla. 
En  1827  fue  elevado  por  el  mismo  General  Sucre  á  Coman- 
dante, v   el  Liberador  le  dio  el  grado   de  Coronel   efectivo  en 

•«ñero  de  1830.  Y  al  recomendarlo  el  Mariscal  S'icre  al  General 
Urdaneta,  le  dice:  "Este  Oficial,  en  su  calidad  de  subalterno  se 
distinguió  en  la  campaña  por  sus  capacidades :  luego  como  Mayor 
«le  Vo  tíge  os  ha  mostrado  suficiencia,  y  en  las  circunstancias  difí- 
ciles que    nos  han   rodeado,  ha  concurrido  poderosamente  á  la 

•sconse  vaci  n  de  su  cuerpo,  á  su  disciplina  y  mol  al.—  (Biografía 
<del  Maris  al  tucre,  por  el  autor  de  este  libro). 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  317 

con  las  leyendas  de  seres  casi  fabulosos,  como  Sucre, 
símbolo  de  la  inocencia;  como  Ricaurte,  el  ángel- 
mártir  de  San  Mateo;  como  Páez,  que  se  transforma 
en  monstruo  marino,  para  vencer  una  escuadrilla 
con  sus  caballos,  en  las  corrientes  ensangrentadas  del 
caudaloso  Apure. 

XXXIII.  Los  de  Barquisimeto,  al  acercarse  ZA-m?¿f 
mora  ala  ciudad,  conservaron  su  posición  á  la  defen- 
siva, en  obedecimiento  á  instrucciones  del  Jefe  de  Ope- 
raciones de  Carabobo,  aunque  tenían  en  la  plaza  más 
de  mil  infantes,  una  regular  caballería  y  dos  piezas  de 
campaña. 

Zamora  se    acampó  en  Ticrritas    Blancas,  y  Íes- 
intimó     que    se  rindieran,   para   lo    cual    mandó    de- 
parlamentario,    con    una    comunicación,    al    Coman- 
dante José    Antonio    Sequera    y    Mendoza,    militar 
que    sobresalió  más    tarde    en    la   campaña    por   su. 

entendimiento  v  valentía. 

* 

Los  de  la  plaza  contestaron  verbaluif  nte  por  me- 
dio de  uno  llamado  Pancbo  Juárez.  Encontróse  éste 
con  Trías  que  estaba  en  vanguardia,  y  conducido  que 
fue  por  el  Oficial  José  María  González  á  presencia 
de  Zamora,  dijo : 

"Mandan  á  decir  Sus  Señorías  los  Coroneles,  que 
esperan  á  V.  R.  rendido  á  discreción,  y  que  le  garantizan) 
la  vida  suya  y  la  de  sus  compañeros." 

Zamora   lo  vio  de  arriba  á  abajo,  y  sacudiendo- 
un  chaparro,  le  contestó : 

"Dígales  á  esos  Coroneles  que  saldan  para  batirlos, 
que  yo  nunca  me    lie    rendido    á  militares  como  ellos  z. 
vaya,  vaya  amigo,  siga  su  viaje." 

Y  dicho  ésto,  le  pegó  unos  chaparrazos  al  caba- 
llo del  comisionado,  que  salió  á  escape  en  direccióa 
á  la  ciudad. 


1 


318  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

Todo  el  día  3  se  mantuvo  Zamora  formado  en 
batalla  en  La  Cruz,  sin  pensar  atacar  la  ciudad,  por 
que  no  se  consideraba  Fuerte  para  rendirla:  y  preveía 
además  que  el  enemigo  bien  pudiera  hacer  aparecer 
por  retaguardia  alguna  columna  que  le  obligara  á 
suspender  aquella  operación. 

Intentar  tomar  la  plaza  por  la  fuerza  habría  sido 
por  tanto  una  mal  pensada  operación  militar;  y  en  el 
mismo  sentido  discurrieron  en  la  ocasión  aquellos   de 
sus  contrarios  de  superior  inteligencia:  como  el  Gene- 
ral A  ndrade,  que  en  oficio  de  5  de  abril  dice  al  Ministro 
de  Guerra:  No  se  resuelve  el  General  Silva  á  creer  que 
Zamora  se  aventure    á   atacar   á   Barquisimeto.     La 
fuerza  al  mando  de   los    Coroneles   Sagarzazu   y  Rebo- 
lledo excederá  de    mil  hombres,    y   la   del   enemigo  no 
puede  ser  mayor,  ni  sus  medios  de  ataque  pueden  pro- 
meterle probabilidades  favorables    para   emprender  el 
sitio  de  una  ciudad  respetable  y  de  recursos   como   Bar- 
quisimeto,   que  cuenta  según   informes   hasta   con  dos 
piezas  de  artillería  de  campaña  en  buen  estado. 

Mientras  esto  pasaba,  interceptó  Zamora  una 
correspondencia  del  General  Silva,  que  le  dio  á  enten- 
der que  este  General  iba  á  cerrarle  por  Araure  el 
camino  á  la  Provincia  de  Portuguesa:  y  dueño  ya  de 
este  secreto,  y  con  la  ventaja  de  llevarle  dos  días 
anticipados  de  marcha,  determinó  volar  á  aquella 
villa,  para  entrar  en  los  Llanos  antes  que  Silva  pu- 
siese en  práctica  su  pensamiento.  Correspóndenos 
ahora  decir  todo  lo  que  sucedió  en  la  ejecución  de 
este  plan. 

En  verdad;  abundando  Silva  en  las  mismas  opi- 
niones de  Andrade  en  cuanto  al  teatro  de  operaciones 
que  iba  á  escoger  Zamora,  apresuró  la  organización 
de  su  ejército  para  acudir  sin   pérdida   de  instantes  á 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  319 

Araure,  llave  de  aquellos  Llanos,  y  levantar  allí  una 
formidable  barrera  militar  que  detuviese  la  marcha 
de  la  División  federalista. 

Zamora  por  su  parte,  teniendo  que  habérselas 
«o  sólo  con  los  de  Barquisimeto,  sino  con  el  Gene- 
tal  Silva,  que  iba  sobre  él  desde  San  Carlos,  manio- 
brando con  su  justamente  célebre  pericia,  levantó  sus 
reales  en  la  noche  de  aquel  mismo  día ;  á  cuyo  efecto 
mandó  prender  muchas  fogatas  en  su  campamento; 
dejó  dos  cornetas  y  dos  tambores  á  caballo,  con  ins- 
trucción de  que  conservasen  vivas  las  candeladas  toda 
la  noche,  tocaran  diana  á  las  cuatro  de  la  madrugada, 
y  corriesen  en  seguida  á  alcanzarle,  como  así  lo  hicie- 
ron. 

Marchó  de  priesa  y  silenciosamente  á  Araure; 
pernoctó  en  Zanjón  Coloiado;  y  el  otro  día  alcanzó 
Iiasta  Cujicito. 

De  Zamora  puede  decirse  como'de  Viriato,  que 
era  un  guerrero  de  pies  ágiles;  pues  el  mismo  Go- 
bernador de  Barquisimeto  informa  al  Ministro  de  lo 
[nteiior  y  Justicia  con  fecha  8  de  abril,  pasado  ya 
el  apuro  en  que  lo  puso  Zamora,  que  éste  contra- 
marchó  por  la  Sabana  de  Cabudare  sin  dejar  sentir 
sus  movimientos,  no  habiéndose  podido  advertir  su 
fuga  hasta  el  día  siguiente  por  la  mañana,  por  caga 
razón  no  pudo  el  Jefe  de  Operaciones  seguirle  inmedia- 
tamente g  picarle  la  retaguardia,  pero  lo  verificó  al  día 
¿siguiente  haciendo  su  marcha  hasta  el  sitio  de  Cujicito, 
y  saliendo  de  allí  á  su  alcance  sin  haberlo  podido  lo- 
grar por  la  precipitación  con  que  el  enemigo  hacía  la 
suya  hasta  llegar  á  la  villa  de  Araure. 

En  la  noche  de  éste,  se  descubrió  que  un 
hombre,  llamado  Anselmo  Méndez,  introducido 
maliciosamente  en   el    ejército,    era    un    malvado  pa- 


320  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

gado  por  enemigos  pa»a  asesinar  al  General  Za- 
mora. Sorprendido  al  ir  á  ejecutar  su  plan,  mató  un 
soldado,  é  hirió  á  otros;  pero  en  el  acto  le  cayeron 
á  tiros  y  le  quitaron  la  vida.  Averiguóse  después 
que  era  de  opinión  contraria;  y  algunos  dijeron  que 
era  loco. 

combate  de  XXXIV.  A  las  tres  de  la  tarde  del  día  siguiente, 

Aranre.  m  ^ 

pasadas  las  Montañuelas,  dio  parte  la  mosca  de  Patino 
que  había  tropas  enemigas  apostadas  en  la  i^alera,  en 
actitud  de  combatir,  á  lo  que  parecía.  Y  no  bien 
hubo  Zamora  acabado  de  oiría  nueva,  cuando  mandó 
hacer  parada  en  la  Sabana  de  Tapa  de  Piedra,  para 
disponer  su  plan  de  pelea. 

En  el  ala  derecha,  situó  al  Coronel  Mora,  con  la 
columna  "Flanqueadores";  en  la  izquierda,  el  Fe- 
deración," con  los  Coroneles  Rafael  Petit  y  Escolás- 
tico González;  en  el  centro  la  brigada  "20  de  Fe- 
brero," con  Reyes  y  Oviol  y  la  columna  de  Urachi- 
che,  todavía  bisoña,  y  las  adiestradas  fuerzas  de 
Bernardo  Márquez  ;  y  en  la  reserva,  las  de  Jesús  M? 
Hernández. 

El  Jefe  enemigo  era  Manuel  Herrera,  natural  de 
San  Carlos,  quien  ocupó  un  puesto  en  la  galera,  á  pro- 
pósito para  rechazar  el  ataque  y  replegarse  en  caso 
necesario,  v  desde  donde  dominaba  los  dos  caminos 
que  desde  Barquisimeto  conducen  a  La  Villa  de 
Araure.  Pero  Zamora  que  tenía  siempre  á  la  mano 
los  prácticos  de  las  localidades  quienes,  copio  hombres 
del  pueblo,  eran  federales,  consiguió  allí  uno,  de 
nombre  Trinidad  A I  varado,  vecino  del  Cantón,  que 
le  guió  por  el  monte  que  está  en  medio  de  aquellos  dos 
caminos  ;  con  lo  cual  quedó  oculto  á  las  avanzadas  y 
á    los    espías    del   enemigo.     El    lugar  que    ocupaba 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  321 

Herrera,  dista  de  la  boca  del  monte  como  setecien- 
tos metros;  y  Zamora,  que  se  complacía  en  este 
género  de  maniobras  secretas,  no  se  contentó  con 
internarse  en  el  bosque,  sino  que  se  escondió  todavía 
más,  entrándose  por  un  zanjón  que  había  allí.  De 
suerte  que,  invisible  enfrente  de  los  oligarcas,  los 
divisaba,  contaba  y  señalaba  á  los  tiros  de  sus  sol- 
dados. 

Allí  reorganizó  su  ordenación  de  combate,  y  áe 
súbito  salió  formado  sobre  Herrera,  á  pasitrote;  pero* 
apenas  éste  le  hubo  visto  por  aquella  dirección  en 
que  no  le  esperaba,  cuando  rectificó  sus  posiciones, 
dando  frente  con  dos  columnas  á  las  tropas  del  cen- 
tro y  de  la  derecha  de  Zamora,  que  subían  ya  á  ocu- 
par la  galera,  y  amenazaban  rodearlo  por  todas  partes. 

Los  enemigos  eran  cuatrocientos  de  infantería, 
al  mando  del  mismo  Manuel  Herrera,  y  como 
doscientos  de  caballería,  á  cargo  del  Comandante 
Juan  Manuel  García. 

Empezó  el  tiroteo  con  gran  calor,  y  á  po- 
co quedó  trabada  la  acción  en  el  centro  y  en 
las  alas.  Herrera  resistió  la  embestida  con  denuedo  ; 
pero  cargado  por  los  aguerridos  infantes  corianos 
v  los  caballos  de  José  González  v  León  Colina, 
se  replegó  detrás  de  la  galera  hasta  que,  á  las 
dos  horas  y  media  de  refriega,  se  declaró  en  de- 
rrote, por  el  camino  de  Ospino:  á  tiempo  que  su 
caballería,  perseguida  y  lanceada,  se  fué  medio 
oculta  por  entre  los  matorrales  de  la  Sabana. 
Zamora  le  lino  perseguir  por  todos  lados  para 
quitarle  I03  soldados,  las  bestias  y  las  armas  que 
le  quedaran.  De  los  federales  murió  el  Capitán 
José    María  Sánchez,    natural  de    Pecaya,  del    bata- 

21 


322  DOCTOR  L.   VTLLANUEVA 

llón  Federación,  quedando  encargado  de  su  com- 
pañía, desde  esa  hora,  el  Teniente  Manuel  Iturbe. 
Los  derrotados  pasaron  por  las  calles  de  Arau- 
re  al  anochecer,  y  medio  se  organizaron  en  La  Mesa 
de  Acarigua;  pero  á  los  tiros  de  las  guerrillas  de 
Zamora  volvieron  á  desbandarse,  á  pesar  de  los 
esfuerzos  que  hizo  Herrera  por  mantenerlos  en  or- 
den, hasta  que,  al  llegar  á  la  encrucijada  en  que 
se  abren  los  dos  caminos,  el  de  Guanare  y  el  de 
Barquisimeto,  cogieron  unos  por  aquella  vía  y  otros 
por  ¿sta. 

Telégrafo   Eléctrico.  —  Valencia :   8  de  abril   de  1859. — A 
las  3  lis.   a.  in. 

Señor  Ministro  de  Guerra. 

A  las  dos  de  la  madrugada  recibió  S.  E.  una  comu- 
nicación del  señor  General  Andrade,  participándole  que 
el  Comandante  Manuel  Herrera  había  presentado  acción 
á  Zamora,  infringiendo  las  órdenes  que  tenía  para  eva- 
cuar Araure  y  venirse  á  San  Carlos,  y  que  fue  derro- 
tado sin  saberse  su  paradero.  Ayer  salió  para  San  Car- 
los una  columna  de  cerca  de  doscientos  hombres,  y  saldrá 
pronto  la  del  Comandante  Oberto  y  los  demás  piquetes 
que  se  están  armando  y  equipando.  Se  necesita  urgen- 
temente dinero  y  plomo. 

Soy  de  usted. 

José  de  A  u siria. 

El    G     descansó    el    ejército    en  Araure,  y  reco- 
gió    los  despojos     de     Herrera;    el    7    se     puso    en 
camino    hacia    Ospino,    y    pernoctó    en    la    quebrada 
de    Los  Hierros. 
Juan  Antonio  XXXV.     K n  ios   montes    de    Araure     se    en 

Michelena. 

contraba  alzado  el  Comandante  Juan  Antonio  Mi- 
cheiena,  hombre  esforzado  que  desde  entonces  hasta 
la  conclusión  de  aquella  guerra  señoreó  aquel  ex- 
tenso cantón,  y  prestó  servicios  recomendables  á 
su  parrido.  En  los  días  do  mayor  conflicto  para  los 
liberales  obtuvo,  por  su  buena  suerte,  que  uno  de 
sus    oficiales,     Juan     María     González,    oriundo    de 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         323 

San  Carlos,  aficionado  á  estudios  de  Química,  lo- 
grase hacer  pólvora  con  salitre  de  Turen  ;  mala  por 
•cierto,  porque  no  había  elementos  adecuados  para 
fabricarla  de  buena  calidad,  pero  servía  para  en- 
iretener  los  fuegos  de  las  guerrillas.  (1) 

El  8  se  paró  Zamora  en  Ospino  ;  el  9  siguió  por 
el  camino  real  á  San  Rafael  de  Las  Guasduas,  donde 
pasó  la  noche;  el  10  en  la  tarde  llegó  á  vista  de 
Guanare,  cuya  plaza  estaba  en  poder  del  Coronel 
Muguerza,  con  seiscientos  hombres. 

XXXVI  Este  Jete  no  quiso  exponer  la  ciudad  i'^i^SZ 
aun  asalto,  y  se  fué  con  su  División  y  parque  á  la 
Mesa  de  Caracas,  con  el  propósito  ulterior  de  re- 
tirarse á  la  Provincia  de  Trujillo.  No  teniendo  ob- 
jeto la  entrada  en  la  ciudad,  alejóse  de  ella  Zamora, 
y  se  dirigió  al  pueblo  de  Guerilandia,  donde  tenía 
su  cuartel  general  el  Coronel  Natividad  Petit,  con 
ochocientos  hombres  de  pelea,  reunidos  en  Gua- 
narito,  Morrones,  San  Miguel  y  La  Florida. 

XXX VIL     En    este    tiempo    fue    nombrado   el J? ?»n«'al Sou- 

1  blette   Director 

General  Soublette  Director  de  la  Guerra  en  Oc- de lft  GttCrr*' 
cidente,  quedando  bajo  su  mando  el  General  Páez, 
Jete  de  Operaciones  de  Carabobo;  el  General  Silva, 
de  las  Provincias  de  Cojedes,  Portuguesa,  Bacinas 
v  Apure;  y  el  General  Cordero,  de  las  de  Yaracuy, 
Barquisimeto,  Coro  y  Maracaibo.  Igualmente  obra- 
rían, según  sus  instrucciones,  los  Jefes  de  Opera- 
ciones de  Mérida,  Trujillo  y  Táchira.  Servíale  de 
Auditor  de  Guerra  el  Doctor  Modesto  Urbaneja. 


1  Después  de  la  Hierra  explicó  González  al  autor  de  este 
libro  su  procedimiento,  y  le  resfaló  muestras  de  alumbre,  de 
nitratos  v  otros  minerales  de  A  mure. 


CAPITULO  XI 

I.  El  7  de  abril  supo  Silva,  en  San  Carlos,  la  M2ro5Üi2Jir* 
rota  de  Herrera,  y  el  paso  de  Zamora  á  las  selvas  de 
Portuguesa ;  y  en  vista  de  estos  sucesos  ordenó  á 
los  de  Barquisimeto  que  no  aventurasen  ningún 
combate,  si  creían  dudoso  el  resultado;  pues  é\ 
•marcharía  inmediatamente  á  reunírseles,  luego  que 
llegasen  mil  hombres  de  infantería  que  habían  sa- 
lido dos  días  antes  de  Valencia,  entre  los  cuales 
iban  las  columnas  de  Betancourt  y  Oberto.  Díjoles 
también  que  mantuviesen  expedita  é  instantánea  co- 
municación con  el  Cuartel  General,  para  saber  hora 
por  hora  los  movimientos  y  posiciones  de  ellos  y 
de  los  enemigos,  procurando  en  todo  caso  que  la 
•reunión  de  los  cuerpos  se  hiciera  con  seguri- 
dad y  sin  inconvenientes;  á  cuyo  efecto  debían  á 
todo  trance  impedir  que  ninguna  tropa  contraria 
se  interpusiese  entre  unos  y  otros ;  y,  por  último, 
que  si  ocupaban  á  Araure,  debían  esperarle  allí; 
á  menos  que  la  persecución  al  enemigo  les  prome- 
tiera ventajas  ciertas. 

A  Hernández,  que  hasta  el  3  estaba  en  Nir- 
gua,  se  le  repitieron  órdenes  para  que  apresurase 
su  marcha  al  Cuartel  General,  si  consideraba  no 
ser  fácil  su  paso  para  Barquisimeto. 


326  DOCTOR  L.  V1LLANUEVA 

Adelantó  Silva  un  cuerpo  de  caballería  entre  Los 
Desapartaderos  y  San  Rafael ;  y  obligado  al  firt 
por  las  circunstancias,  que  exigían  imperiosamente 
su  marcha,  partió  á  priesa  el  9,  con  las  cortas 
fuerzas  que  le  habían  llegado  de  Valencia  y  las- 
que  pudo  reunir  en  San  Carlos,  de  infantería  y 
caballería,  aún  sin  fondos  suficientes  en  Comisaría, 
y  escaso  además  de  pertrechos  y  vestuarios.  Dejó- 
instrucciones  para  que  la  División  Oberto,  ofrecida 
tiempo  había  por  el  Comandante  de  Armas  de 
Carabobo,  marchara  á  juntársele  sin  pérdida  de  ins- 
tantes. 

En  obediencia  á  estas  disposiciones,  rápidas- 
y  precisas,  como  de  un  General  acostumbrado  al 
mando,  pusiéronse  prontamente  en  comunicación  los 
cuatro  cuerpos  de  Hernández,  Sagarzazu,  Rebolle- 
do y  Muguerza ;  marcharon  con  precipitación^pera 
en  orden,  sobre  la  Provincia  de  Portuguesa,  y  se 
adelantaron  hasta  Guanaro,  donde  se  pararon  á  es- 
perar al  General  en  Jefe. 

Telégrafo  Eléctrico. — Valencia:    10  de  abril   delS59. —  A 
las  4  lis.   p.   ni. 

Señor  Minifitro   de  Guerra. 

El  General  Hernández  acampó  el  7  del  corriente  por  la 
noche,  en  el  sitio  del  Gamelota.1,  y  se  reunirá  en  Agua  Blan- 
ca, á  3  leguas  de  Araure,  con  la  División  del  Coronel  Sa- 
garzazu, que  allí  hizo  alto  ;  impuestos  ya  ambos  Jefes,  de  la 
dispersión  ó  derrota  que  había  sufrido  en  las  llanuras  de 
Araure  el  Comandante  Herrera,  por  el  faccioso  Zamora. 
La  División  del  General  Hernández  consta,  de  la  primera  co- 
lumna Aragnadel  Comandante  Ortega,  107;  segunda  colum- 
na de  A  ragú  a,  del  Comandante  Fernández,  182;  tercera  co- 
uinna  de  Aragua  al  mando  del  Comandante  Michelena,  168 ; 
cuarta  columna  de  Aragua  del  Comandante  J.  J.  Revenga, 
165;  cuatro  compañías  de  Carabolx)  del  Comandante  Lugo, 
246 ;  tercer  escuadrón  San  Joaquín,  80 ;  escuadrón  Cara- 
bobo,  52;  columna  del  Coronel  Rodríguez,  con  dos  compañía» 
de  Carabobo,  120;  al  mando  del  Comandante  Villapol, 
70;  compañía  Aragua,  40;  un  piquete  de  caballería,   33;. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  327 

dotación  de  un  cañón,  10;  1.333.  Me  encarga  8.  E.  el  Ge- 
neral en  Jefe  decir  á  V.  E.  que  con  esta  tuerza  pensó 
]>oner8e  en  marcha,  hasta  encontrarse  con  el  enemigo, 
pero  que  desgraciadamente  experimentó  en  su  herida  del 
pie,  una  fuerte  inflamación  que  aún  lo  tiene  en  cama. 
Por  lo  dicho  se  convencerá  el  Gobierno  de  que  las  fuerzas 
que  obran  de  San  Carlos  hacia  Araure,  en  distintas  di- 
recciones, constan  de  tres  mil  hombres  por  lo  menos; 
sin  contar  en  este  número  con  las  que  se  encuentran 
desde  Guanare  hasta  Barinas. 

Soy  etc. 

J.  de  Austria. 

Silva,  acompañado  sólo  de  su  Estado  Mayor, 
se  reunió  con  ellos  el  14  en  la  tarde.  Estas  Di- 
visiones, con  un  escuadrón  de  caballería  de  cua- 
renta y  siete  hombres,  pasaron  revista  á  dos  mil  sete- 
cientos de  tropa,  á  lo  cual  hay  que  agregar 
setecientos  dejados  atrás,  y  que  se  esperaban 
para  emprender  movimientos  coutra  el  inquieto  y 
prestigioso  Zamora,  que  encendía  en  entusiasmo 
las  muchedumbres  liberales  y  las  arrastraba  tras  sí, 
por  donde  quiera  que  pasaba. 

Herrera  fue  nombrado  Comandante  de  la  plaza 
de  Guanare. 

II.     Zamora,  sin  dar  largo  descanso  á  los  suyos,  zw»or»«um>h» 
recorría  una  curva  para  caer  sobre  Barinas. 

Incorporó  á  Petit  al  ejército,  y  siguió  el  14, 
por  San  Nicolás  á  Sabaneta,  donde  rindió  la  jor- 
nada aquel  día. 

El  15  almorzó  su  ejército,  en  la  hacienda  del 
Marqués  de  Pumar,  y  pernoctó  en  Barrancas;  y 
de  allí  salieron  á  las  dos  de  la  madrugada,  para 
ir  á  atacar  á  Barinas,  donde  estaba  depositado,  bajo 
la  custodia  del  General  Ramón  Escobar,  el  gran 
parque  de  Occidente,  de  más  de  doscientas  cargas 
de  pertrecho,    de   dos  á   trescientos  fusiles,   algunas 


328  DOCTOR  L.   VILL AHUEVA 

piezas  de  artillería,   mucho  correaje  y  otros  elemen- 
tos de  guerra. 

AI  amanecer  del  16  rompió  los  fuegos  sobre 
esta  ciudad,  defendida  no  más  que  por  una  guar- 
nición de  ciento  setenta  y  cinco  hombres,  repar- 
tidos en  tres  cuarteles  en  el  recinto  de  la  plaza : 
uno  al  Este,  que  era  la  cárcel ;  otro  al  Oeste, 
Casa  de  la  Diputación  ;  y  el  tercero  al  Norte,  casa 
de  alto  del  señor  Datla  Costa.  En  el  atrio  de  la 
iglesia  habían  construido  á    la  tijera    una  barricada. 

Y  cuando,  en  la  noche  del  15,  temió  Escobar  ser 
atacado,  lo  primero  que  se  vino  á  su  mente  fue  tomar 
medidas  para  salvar  el  parque,  á  efecto  de  lo  cual, 
mandó  comisiones  armadas  por  todas  las  entradas 
de  la  ciudad,  á  recoger  cuantos  burros  y  muías  se 
encontraran,  y  llevarlos  á  la  plaza,  para  mudarlo  á 
Barinitas,  y  de  allí  á  Mérida,  caso  de  no  poder  soste- 
nerse en  Barinas. 

Funcionaba  como  Jefe  de  Estado  Mavor  de 
Escobar,  el  Teniente  Coronel  Vicente  Cangas; 
de  Ayudante  de  Campo,  el  Teniente  Manuel 
Salvador  Briceño;  de  Jefe  de  la  Artillería,  Doc- 
tor Tesalio  Cadenas  Delgado ;  y  con  calidad  de 
Jefes  de  Cuerpos,  los  Comandantes  Ángel  Romero, 
Wintila  Navarro,  Cipriano  Heredia,  Pío  León,  Án- 
gel Cardozo,  Rudecindo  Dorantes,  Eugenio  San- 
doval,  Luis  Romero,  Jacinto  Lópe¿  Mercado,  Fran- 
cisco Antonio  Padilla,  Ramón  Carballo,  Antonio  Ma- 
ría Fernández,  José  del  Rosario  Delgado. 

El  ataque  duró  veinticuatro  horas  á  fuego 
vivo,  en  que  hicieron  unos  y  otros  las  más  brillantes 
acciones  de  diligencia  y  arrojo. 

Zamora  puesto  á    caballo,    se   precipitó   impru- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  329 

dentemente,  más  de  una  vez,  sobre  las  fortifica- 
ciones, habiendo  pasado  por  el  dolor  de  ver  caer  muer- 
to á  su  lado,  en  una  de  las  acometidas,  al  intré- 
pido Coronel  Manuel  Oviol,  que  le  acompañaba 
desde  Coro,  y  en  otra,  á  su  Edecán  Aureliano 
González. 

También  murió  allí  el  Capitón  Joaquín  Mo- 
lina, de  Urama,  y  el  Ayudante  Francisco  Mesa: 
y  salieron  heridos  Escolástico  González,  Diego 
Garrido,  y   el    Teniente    Juan    Xavarrete  Romero. 

Medio  día  era  pasado  cuando  Zamora  dispuso  que- 
mar la  ciudad;  á  lo  cual  contestaron  los  sitiados  pe- 
leando con  mayor  encarnizamiento.  Cadenas  Delga- 
do salió  de  la  plaza  dos  veces  con  una  pieza  de 
artillería,  y  cuando  mayor  era  su  ardimiento,  cayó 
mortalmente  herido.  El  cañón  fue  tomado  por  los 
federales. 

El  Comandante  Luis  Romero,  que  se  atrevió  á 
contrarrestar  cuerpo  á  cuerpj  la  embestida  de  una 
brava  columna  coriana,  quedó  igualmente  fuera  de 
combate. 

Las  tropas  liberales  sufrieron  grandes  pérdidas, 
por  los  certeros  fuegos  de  las  fortificaciones,  espe- 
cialmente los  de  una  garita  que  teníi  seis  troneras, 
y  que  fue  al  cabo  bizarramente  asaltada  por  el 
Capitán  Hermenegildo  Zavarse,  con  la  columna  de 
Urachiche.  Allí  se  distinguió  por  su  valor,  entre 
otros,  el  oficial  M.  A.  López.  Pero  pronto  tuvieron 
que  abandonarla  y  volver  á  sus  posiciones,  por  no 
poder  resistir  el  fuego  nutridísimo  que  les  hacían 
de   los  balcones  del    cuartel  principal. 

Desesperado  Zamora  por  rendir  á  los  sitiados, 
ordenó    un   asalto    general;    y   entonces    í\\e  cuando 


330  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

González,  Trias,  Naranjo,  Castellano,  Vásquez,  Ber- 
nardo Márquez,  Petit  y  otros  no  menos  esforzados, 
tomaron  á  la  bayoneta  las  casas  que  servían  de 
cuarteles  pequeños,  y  avivaron  el  luego  en  todas 
las   calles   que  desembocan  en   la  plaza. 

La  ciudad,  ya  casi  oscurecida  por  el  humo  del 
incendio  y  el  de  la  pólvora,  semejaba  un  cráter  de 
rugidos  espantosos.  El  General  defensor  déla  plaza, 
acostumbrado  á  aquellas  carnicerías  en  la  guerra  de 
la  Independencia,  aunque  enfermo  y  cargado  de 
anos,  se  mantuvo  sereno  en  todos  los  momentos:  al 
fin  cayó  herido;  pero  no  por  eso  perdió  el  ánimo,, 
sino  que  ordenó  resistir  hasta  que  todos  perecieran» 
Su    guarnición  estaba  ya  reducida  á   la  tercera  parte» 

En  medio  de  tan  pavoroso  cuadro,  el  ínclita 
caudillo  liberal,  digno  de  la  victoria,  por  su  extraor- 
dinario valor  y  osadía,  se  abre  camino  por  medio 
de  las  tilas,  en  su  arrogante  caballo  de  batalla;  reor- 
ganiza la  pelea,  anima  su  gente  con  su  acerada  voz. 
de  mando  militar,  y  acomete  al  frente  de  un  batallón 
con  denuedo  terrible,  contra  los  porfiados  enemi- 
gos. Cruzábanse  las  balas  sobre  su  cabeza,  siu 
hacerle  daño,  como  si  estuviera  resguardado  por 
alguna  deidad  amiga ;  rompe  por  entre  las  llamas  y\ 
rodeado  de  peligros,  asiste  á  todas  partes,  con  la 
celeridad  y  maestría  de  un  guerrero  sin  jwr,  por  su 
valentía,  su  tenacidad  y  resolución  desesperada. 

Era  su  intento  apoderarse  del  gran  parque  para 
convidará  batalla  al  General  Silva,  en  alguna  de  aque- 
llas estratégicas  posiciones  del  inmenso  territorio  de 
Barinas,  que  se  dilata  entre  las  faldas  de  la  serranía 
con  sus  escabrosas  quiebras,  y  las  sabanas  sin  tér- 
mino de  Cojedes  y  Apure. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  331 

Cerraba  ya  la  noche.  Unos  y  otros  extenuados 
de  fatiga,  sed  y  hambre,  echábanse  al  suelo  á  tomar 
aliento. 

Zamora  aflojó  el  ataque,  limitándose  á  sostener 
los  fuegos  desde  las  casas  que  sus  soldados  estaban 
ocupando.  De  tiempo  en  tiempo  se  oía  fuego  graneado; 
después  todo  quedaba  en  silencio,  y  volvían  las  des- 
cargas como    para    mantener   en  zozobra  al  enemigo. 

Los  revolucionarios  de  Guanare  y  los  del  tránsito 
pudieron  despachar  postas  á  avisar  al  ejército  federal, 
donde  quiera  que  se  hallara,  la  salida  de  la  primera 
división  del  Gobierno  el  día  16. 

De  suerte  que  por  la  noche  del  mismo  recibió 
Zamora,  en  las  desoladas  calles  de  la  arruinada 
Barí  ñas,  la  noticia  de  la  aproximación  del  enemigo ; 
siendo  de  notar  la  circunstancia  de  que  éste  supo 
también,  en  Tucupido,  á  la  una  de  la  madrugada 
del  siguiente,  18,  el  suceso  de  aquella  plaza,  y  á  esa 
hora  levantó  el  campo  y  voló  á  socorrerla. 

III.  Advertido  Zamora  del  peligro  de  ser  acome-2*"^"'^* 
tidopor  la  espalda,  suspendió  el  ataque  en  la  madruga- 
da del  17,  y  dejando  dos  compañías  para  mantener  los 
fuegos  y  engañar  á  los  sitiados,  empezó  á  retirarse 
al  Real,  llevándose  sus  heridos,  el  cañón  y  el  mate- 
rial de  guerra  que  había  ganado. 

Estas  compañías,  apostadas  en  los  ángulos  de 
la  plaza,  esraban  mandadas  por  el  Capitán  Chirinos 
y  el  Subteniente  M.  A.  López,  á  quienes  se  dijo 
que  al  sentir  un  cañonazo  al  Sur,  fueran  á  recon- 
centrarse al  cuartel  general  en  el  pueblecito  de 
Caroní,  cerca  de  Ba riñas,  sobre  la  margen  derecha 
del  río  Santo  Domingo;  como  así  lo  hicieron  en  el 
medio  día  del  1 7. 


332  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

El  18  se  mudó  el  ejército  á  Toruno,  sobre 
la  misma  ribera;  el  19  pasó  el  río  para  salir  al  Jíen!; 
y  el  20  se  acampó  en  San  Lorenzo,  que  era  el  lugar 
designado  de  antemano  para  la  reunión  de  las  fac- 
ciones, que  llamaron  el  ejército  federal  de  Bar! ñas, 
de  Iriarte,  Alvarez,  Rojas,  Espinoza,  Petit  y  Lina- 
res, con  el  otro  que  nombraban  del  General  Zamora. 
El  Real  y  San  Lorenzo,  eran  poblaciones  del  lado 
izquierdo  del  Santo  Domingo;  la  primera  en  su  orilla, 
y  la  segunda  una  milla  tierra  adentro.  De  una  y 
otra  no   se  hallan  actualmente  sino  vestigios. 

Hay  pueblo  y  sabana  de  San  Lorenzo,  á  diez 
leguas  de  Barinas. 

Mientras  los  federales  se  acampan  y  organizan 
sus  Divisiones  en  este  sitio,  vamos  á  dar  cuenta  de 
los  movimientos  y  suerte  de  sus  contrarios,  y  del  es- 
tado en  que  quedó  la  pjblación  de  Barinas. 

De ¿¡¡¡¡S* á  IV.     Silva,  rejuvenecido  con  los  aires  de  aquellas 

selvas,  donde  segó  tantos  laureles  en  la  guerra  santa 
de  la  emancipación,  lanzó  su  cuerpo  de  vanguardia 
el  16,  al  alba,  en  dirección  de  Barinas,  casi  á  la 
misma  hora  que  Zamora  empezaba  la  función  de  ar- 
mas contra  aquella  plaza. 

Su  ejército  forzó  las  marchas  y  no  parándose  sino 
para  comer,  salvó  en  poco  menos  de  día  y  medio  las 
catorce  leguas  que  median  entre  Tucupido  y  Barinas, 
teniendo  que  atravesar  ríos  como  el  Boconó,  que  corre 
por  tierras  anegadizas,  que  llaman  tembladares,  en  que 
se  hunde  el  que  yerra  el  paso:  y  Masparro,  La  Yu- 
ca y  otros,  cuyas  fuentes  están  en  la  cordillera,  de  re- 
molinos tan  impetuo*os,  que  tumban  las  bestias,  y  no 
pueden  esguazarse  sino  con  prácticos;  con  la  cir- 
cunstancia de  que  crecen  de  repente,  y  sorprendiendo  á 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  333 

los  viajeros  en  el  momento  que  los  atraviesen,  los  arras- 
tran y  los  ahogan. 

V.  Preciso  es  decir,  porque  es  la  verdad,  que  la  de  Barü^u 
guerra  sostenida  con  vigor  desde  el  principio  del 
año,  había  hundido  la  Provincia  en  la  más  desastrosa 
miseria,  y  postrado  los  habitantes  de  las  ciudades  en 
un  profundo  decaimiento  moral  y  político;  de  modo 
que  la  población  podía  clasificarse  en  tres  grupos  : 
los  federales,  que  eran  la  inmensa  mayoría,  alzados 
en  los  montes;  los  amigos  del  Gobierno,  armados  en 
las  plazas;  y  el  resto,  asustado  é  infeliz,  indiferente 
á  unos  y  otros.  Y  á  esto  hay  que  agregar  que  las 
tropas  centralistas  habían  sido  desatendidas  por  el 
Gobierno,  en  tanta  manera,  que  los  soldados  anda- 
ban desnudos,  y  algunos  oficiales  sin  camisa:  y  mu- 
chas veces  sucedió  llegar  la  noche  sin  darles  la 
ración  de  carne,  única  cosa  de  que  se  podía  disponer 
como  bastimento,  a  causa  de  lo  largo  de  las  marchas, 
y  de  la  necesidad  en  que  estaban  de  aguardar  que 
la  caballería  recogiera  ganados  ;  lo  cual  no  era  hace- 
dero todos  los  días,  porque  á  veces  no  había  tiempo 
sino  para  pelear  con  las  partidas  emboscadas  en  los 
matorrales. 

Los  pueblos  y  caseríos  estaban  desiertos.  Y 
respecto  á  Bariuas,  antes  populosa  y  rica,  y  centro 
elegante  de  cultura  social,  bastará  decir  que  al  en- 
trar el  General  Silva  en  ella  la  halló  en  un  estado 
indescriptible  de  aflicción  y  espanto.  Familias  poco 
há  acomodadas  y  dichosas,  habían  quedado  en  la 
indigencia;  otras  que  abandonaron  con  anticipación 
la  ciudad,  corrieron  la  triste  suerte  de  ser  atropella- 
das en  los  montes. 

De  las  autoridades  nadie  sabía,  porque  todas  se 
ocultaron,  con  excepción   del  Gobernador   señor  Hi- 


334  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

pólito  de  la  Cueva,  que  afrontó  los  peligros  del  sitio, 
y  uno  que  otro  de  los  empleados  subalternos  que 
se  decidieron  á  acompañarle. 

Concluida  la  pelea,  la  guarnición  se  redujo  á  los 
cuarteles;  y  las  familias  llorosas  y  transidas  de  ham- 
bre se  amontonaban  en  el  interior  de  casas  conver- 
tidas en  escombros.  Acá  y  allá  veíanse  en  los  sola- 
res y  en  las  calles  cadáveres  podridos,  de  gente  y  bes- 
tias; y  heridos  abandonados,  moribundos  ó  sedientos. 

Todavía  humeaban  los  despojos  de  la  infeliz  metró- 
poli del  Sur  de  Occidente,  aún  mojaba  su  suelo  la  sangre 
de  más  de    quinientas   víctimas,  inmoladas  en    aquel 
combate  reñidísimo,  cuando  el  lí)    en    la  tarde  entró 
por  sus  calles  el  ejército    del    Gobierno,  hondamente 
condolido  de    tan   crueles   infortunios.     Los   Jefes  y 
oficiales  se  entregaron  á  ia  generosa  obra  desalentar  á 
los  sitiados,  de  crear  hospitales  de  sangre,  y  tranquili- 
zar las  familias  medio  enloquecidas  de  terror;  y  á  la 
otra  piadosísima  de    mandar  quemar  los  muertos;    lo 
cual  hicieron  eu    una  misma  pira:  con  lo  cual  queda- 
ron todos,    amigos  y  enemigos,   reducidos    á    un    solo 
montón  de    cenizas,  como    la    triste    ofrenda  que  dos 
partidos  políticos,  igualmente  exaltados,   llevaban    al 
ara  ensangrentada  del  altar  de  las  Kuméuides. 

Ni  para  las  últimas  horas  del  20  había 
podido  obtener  el  General  Silva  noticia  alguna 
de  Zamora,  tal  cual  la  deseaba,  no  obstante  las  di- 
versas comisiones  destinadas  al  efecto:  lo  que  prue- 
ba una  vez  más  la  destreza  con  que  Zamora  eje- 
cutaba sus  movimientos,  aun  manejando  ya  fuerzas 
de  consideración,  (1)  y  la  falta  de  opinión  de  la 
causa  del  Gobierno  entre  la  gente  del  pueblo. 


1  Carta  del  General  Silva  al  Presiden te  de  la  República,  pu- 
1)1  irada  en  El  Heraldo  de  3  de  mayo,  y  fechada  el  20  de  abril 
<m  Harina*. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  335 

VI.  Habíase  celebrado  la  reunión  de  todas  las  tro-  §ÍS!mS!& 
pas,    que   constituían    los   dos  ejércitos    federales  de  juan/iu"!. *° 
Ba  riñas,   en    la   sabana  de  Juana    Marín,    para  ofre- 
cer  batalla   al    General    Silva  á  orillas   del  río  Santo 
Domingo,  en  la  llanura  vastísima  que  lleva  el  nombre 
-de  San  Lorenzo. 

El  25  se  incorporó  Antolino  Alvarez  á  Zamo- 
ra con  su  División,  entre  cuyos  Jefes  principales 
figuraba  Pedro  Manuel  Rojas,  por  entonces  Co- 
mandante, quien  nos  enseñó  cuando  militábamos 
con  él  en  186K,  en  servicio  del  Gobierno  del  Ma- 
riscal Falcón,  toda  la  extensa  sabana,  las  posi- 
ciones de  los  dos  ejércitos,  y  la  mata  donde  fue 
situado  Jesús  María  Hernández  con  los  corianos. 
Una  noche,  vivaqueando  á  orillas  de  aquel  cau- 
daloso río,  nos  relató  parte  de  los  sucesos  que 
ahora  vamos  á  contar,  sin  que  en  aquellas  horas 
«umbrías  pensáramos  que  en  alguna  ocasión  habíamos 
<le  escribir  esta  historia. 

El  27  llegó  Martín  Espinoza  con  su  ejército, 
<jue  era  nada  menos  que  una  muchedumbre  devas- 
tadora, armada  de  fusiles  y  flechas,  tocando  cuer- 
nos por  cornetas,  sin  tambores  ni  banderas. 

Antes  de  pasar  de  este  punh>  de  nuestra  re- 
lación debemos  dar  á  conocer  un  personaje  liberal 
<]ue  guerreaba  á  la  sazón  en  Los  Llanos,  digno 
<ie  mención  por  sus  hechos  militares,  su  instrucción  y 
carácter  indómito  y  audaz ;  y  que  va  á  prestar 
desde  esta  fecha  notables  servicios  á  Zamora,  al 
ejército  y  á  la  causa  federal. 

VIL    Queremos  hablar  del  Licenciado  Francisco  eidf.  iriaru 
Iriarte. 

Confinado  á  Valencia  por  el   Gobierno  de  Mar- 


n 


336  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

zo,  pudo  escaparse  y  volver  á  Los  Llanos,  donde 
vivía  hacía  tiempo ;  y  entonces  prendió  la  guerra 
civil  en  Barinas  y  Portuguesa,  con  la  novedad  de 
la  Federación. 

Se  alzó  en  Guerilandia,  y  con  cien  escopetas 
y  los  pertrechos  quitados  á  un  destacamento  de 
los  centrales,  fué  á  tomar  la  plaza  de  Guanare; 
y  se  habría  posesionado  de  ella,  á  no  haber  sido 
socorrida  por  Manuel  Herrera,  con  tropas  de  Ospino. 
Después  libró  la  acción  de  Medero,  donde  derrotó 
una  columna  de  trescientos  hombres:  atacó  á  Nu- 
trias y  forzó  á  los  centrales  á  desocuparla.  Hizo 
General  ¿í  Antolino  Alvarez.  Y  tan  pronto  como 
recibió  comunicaciones  de  Zamora,  fechadas  en 
Sardinero,  en  que  le  avisaba  la  desocupación  de 
Guanare  y  su  marcha  al  corazón  de  la  provincia, 
le  alzó  pt>r  su  Jefe,  y  puso  á  sus  órdenes  lodas 
sus  fuerzas,  que  constaban  de  la  columna  de  se- 
tecientos soldados  que  mandaba  personalmente  en 
Nutrias;  de  las  de  Alvarez;  y  de  las  numerosas  y 
desordenadas  turbas  de  Espinoza;  cabecilla  éste  rebel- 
de a  toda  disciplina,  y  ensimismado  por  el  luc- 
tuoso prestigio  que  le  daba  su  monomanía  de  deseo- 
(¡otar,  tal  era  su  expresión  favorita,  á  todos  los 
enemigos  de  la  Federación. 

Venía,  pues,  Iriaite  á  aliarse  á  Zamora  como 
soldado  y  tribuno;  con  un  ejército  medio  pertrechado; 
con  fama  merecida  de  inteligente,  y  la  auréola  fascina- 
dora con  que  le  realzaban  ante  la  imaginación  popular, 
sus  ideas  revolucionarias  esparcidas  por  toda  la  Pro- 
vincia. 

xartin Espinosa  VIII.  Tócanos  ahora  decir  algunas  palabras  sobre 
Espinoza,  para  que  el  lector  acabe  de  conocerle, 
y    se    penetre    bien,   por  otra  parte,   de  la  sagacidad 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  337 

con  que   el   General  Zamora   supo    utilizarle  á  él  y 
á  sus  turbas. 

Llevaba  consigo  este  Espinoza,  de  quien  ya 
nuestro  lector  tiene  algunas  noticias,  un  hombre 
que  se  decía  adivino ;  y  á  quien  sus  tropas  res- 
petaban ,  como  tal.  Era  éste  un  indio,  natural 
de  Caracas,  muy  ladino,  y  superior  por  su  in- 
teligencia y  locuacidad  á  aquella  gente  ignorante, 
metida  en  los  bosques,  como  si  fueran  salvajes.. 
Hacíales  creer  que  se  comunicaba  con  Dios  y  los 
Santos,  y  que  sabía  lo  que  pudiera  suceder.  Decía- 
lescómo  y  cuándo  debían  pelear,  y  cuándo  y  cómo 
debía  evitarse  el  combate;  y  Espinoza  aseguraba 
que  cada  vez  que  seguía  sus  instrucciones  le  iba 
bien,  y  que  no  había  sufrido  derrotas,  sino  cuando 
había  procedido  contra  siis  consejos. 

Es  el  caso  que  preveía  tantos  peligros,  y  salían 
ciertos  tantos  augurios,  que  poco  á  poco  fue  ins- 
pirando fe,  aun  á  los  más  incrédulos:  y  las  mismas 
fuerzas  corianas,  que  al  principio  se  burlaban  de 
él,    empezaron    á    preocuparse  de  sus  vaticinios. 

Zamora,  al  verle,  lo  penetró  hasta  el  fondo 
de  su  alma,  y  comprendió  todo  el  partido  que 
podía  sacarse  de  tal  tunante.  Tratóle  con  cariño,. 
y  se  propuso  guardarle  todo  género  de  miramien- 
tos y  consideraciones ;  y  á  poco  empezó  á  con- 
sultarle en  público,  y  fingía  obedecerle,  haciendo 
creer  á  sus  soldados  que  él  también  se  comuni- 
caba con  el  cielo  por  medio  de  aquel  embaucador ; 
así  como  en  la  antigua  España  el  astuto  Sertorio^ 
Teniente  de  Mario,  engañaba  los  bárbaros  con  quie- 
nes guerreaba  contra  Mételo  y  Pompeyo,  dicien- 
do 


1 


338  DOCTOR  L.   VILLANÜEVA 

deles  que  se   entendía   con    los    dioses    por    medio 
de  una  corza  blanca. 

En  el  pueblo  de  El  Real  mandó  Zamora  un 
día  que  el  cura  abriese  la  iglesia;  y  tendida  la 
tropa,  subió  el  adivino  al  pulpito,  revestido  con  el 
manto  de  una  de  las  imágenes,  y  dijo,  entre  varias 
cosas,  que  era  necesario  seguir  al  General  Zamora, 
porque  lo  que  este  caudillo  deseaba  era  llevar  á 
Martín  á  Caracas  para  matar  á  todos  los  que  su- 
pieran leer  y  escribir.  Todo  esto  fue,  como  debe  supo- 
nerse, de  acuerdo  con  Zamora. 

El  día  de  la  acción  en  San  Lorenzo,  estuvo 
por  la  tarde  rezando  en  la  iglesia,  y  después,  mon- 
tado en  un  caballo  rucio,  se  paseó  con  su  manto  sobre 
Jos  hombros  por  delante  de  la  tropa ;  y  cuando  se 
-encontró  con  Zamora,  le  dijo:  "esté  usted  seguro 
■que  el  General  Silva  no  peleará;"  y  lo  mismo  dijo  á 
la  tropa;  y  como  así  sucediera,  ganó  desde  ese  día 
en  adelante  mayor  crédito  entre  los  jefes  y  los  sol- 
dados. 

Cargaba  en  un  cajón  una  pequeña  imagen  de  la 
Santísima  Trinidad :  en  todos  los  campamentos  le 
formaba  un  altar;  por  las  noches  rezaba  el  rosario 
de  mullas,  con  toda  la  tropa,  y  concluido  el  rezo, 
iban    todos  á    besarle   la   mano,    inclusive    Espinoza. 

Este  hombre  se  llamaba  Tiburcio;  había  perte- 
necido á  la  servidumbre  de  un  señor  Ustáriz,  de 
Caracas ;  y  contaba  que  había  aprendido  muchas 
cosas  llevando  los  niños  de  su  señor  á  la  escuela. 

Conocía  las  virtudes  medicinales  de  algunas  ver- 

O  te 

bas,  respecto  de  lo  cual  se  refiere,  que  en  cierta 
ocasión,  desagradado  Zamora  con  un  Coronel  de 
apellido  Rojas,  del    Estado  Mayor  de  Espinoza,  díjolc 


YIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  339 

^1  adivino  para  calmarlo:  no  tenga  mted  cuidado. 
General,  que  yo  enfermaré  á  ese  hombre  de  la  boca, 
y  quedará  inutilizado.  Y  en  efecto,  á  los  dos  ó 
tres  días  cayó  aquel  hombre  enfermo,  con  la  lengua 
hinchada  y  sin  poder  hablar.  Se  supone  que  le 
propinaría  alguna  yerba  cuyas  propiedades  le  eran  co- 
nocidas. Consignamos  estos  episodios,  de  que  tan  co- 
munmente se  habla  todavía  en  Barinas,  porque  este 
hombre  tuvo  realmente  influencia  en  el  desarrollo 
de  la  revolución  por  aquellas  tierras;  y  logró  con 
5i  astucia  refrenar  los  ímpetus  feroces  de  Espinoza. 

Los  lectores  pensadores  comprenderán  sin  expli- 
caciones, que  el  intento  de  Zamora  era  valerse  de 
aquellas  montoneras  para  sostener  la  guerra,  mientras 
la  suerte  le  proporcionaba  modos  de  formar  un  ejér- 
cito reglado,  con  que  maniobrar  y  destruir  los  del 
Gobierno  en  acciones  campales  y  decisivas. 

IX.  El  25  salió  el  General  Silva  de  Harinas  en  „A^*.81ÍT* de 
persecución  de  los  federales  hacia  abajo,  pero  sin 
saber  de  cierto  donde  estaban  ;  pues  unos  lo»  situa- 
ban en  San  Lorenzo,  y  otros  en  La  Luz,  pueblecito 
más  al  Sur  todavía.  No  conseguía  prácticos  ni  es- 
pías, porque  los  que  podían  prestar  este  servicio 
eran  enemigos.  Su  ejército  montaba  á  tres  mil  y 
pico  de  hombres  Siguió  por  la  margen  derecha  del 
río  hasta  Toruno,  pero  iba  tan  despac  o,  que  hasta 
el  27  no  pasó  al  otro  lado,  cuando  de  Barinas  á 
Toruno   no    hay  sino  cuatro  leguas. 

El  ejército  no  atravesó  el  río  por  este  paso, 
porque  se  supo  que  Zamora  tenía  trincheras  ocultas 
del  otro  lado,  según  lo  informó  un  espía  de  éste, 
cogido  prisionero,  y  á  quien  se  amenazó  fusilar  si 
no  decía  la  verdad. 


Barinu. 


340  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Esta  fue  la  primera  emboscada  que  evadió  Silva. 

Una  mujer  le  sirvió  de  guía  para  señalarle  el 
vado  del  Bostero,  y  por  allí  esguazó  el  río. 

En  el  monte  ribereño  no  se  halló  más  camino- 
para  salir  al  banco  de  San  Lorenzo  sino  una  pica, 
que  fue  menester  ensanchar  para  el  desfile  del  ejér- 
cito. Esla  tarea  se  confió  á  los  macheteros  de  á 
pie  de  la  columna  de  vanguardia,  gobernada  por 
el  Comandante  Jesús  María  Lugo. 

Posiciones d«  X.     A  poco  rato  asomó  el  ejército  á  la  sabana, 

loe  dos  ejéroitoe  *  ° 

«n san loremo  frenje  ¿   ]as  posiciones   que  ocupaba  el  General  Za- 
mora. 
i» 

Era   la   hora  de  los  vientos    abrasadores,  en  que 

el  sol  de  aquellas  cálidas  regiones  centellea  en  la 
hierba,  inflama  la  tierra  y  pone  la  atmósfera  en  un 
estado  árido  y  sofocante ;  todo  lo  cual  hace  caer  á 
veces  al  suelo  hombres  y  animales,  sin  conoci- 
miento. 

• 

A  lo  primero  que  atendió  el  General  Silva,  fue 
á  buscar  agua,  en  atención  á  que  el  río  estaba  bajo 
las  armas  federales ;  y  recordando  que  á  la  izquierda 
«obre  el  fondo  de  la  sabana  había  un  caño,  mandó 
un  escuadrón  á  reconocerlo,  custodiarlo  y  defenderlo. 

Situó  al  Comandante  Lugo  con  su  División  y 
una  pieza  de  artillería  en  el  ala  derecha  ;  y  al  Co- 
mandante Menéndez  en  la  izquierda. 

El  resto  del  ejército    fue  colocado  en  el  centro. 

El  Comandante  José  María  Peña  mandaba  un 
cuerpo  de  caballería,  y  otro  el  Comandante  "Her- 
mógenes  López. 

Zamora  rebosando  de  alegría,  porque  nada  lo 
entusiasmaba  tanto  .como  los  preparativos  de  una 
batalla,   dispuso  sus    fuerzas  en  una   especie  de  orden 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  .'Ul 

abierto  ó  disperso,  como  aplicación  de  la  táctica 
¿superior,  según  su  talento,  á  la  topógrafo  del  te- 
rreno, en  que  las  posiciones  suplían  la  disciplina 
Ae  tropas  veteranas  y  la  calidad  del  armamento. 

Situó  á  Jesús  María  Hernández  con  los  có- 
rlanos distribuidos  en  guerrillas  en  una  muta  de- 
lantera, como  para  llamar  sobre  este  punto  la  aten- 
ción del  enemigo.  Emboscó  las  fuertes  Divisiones 
de  Espinoza  y  Alvarez  á  manera  de  sostenes  en 
el  monte  del  río,  cuya  ribera  dominaba;  y  su  re- 
serva detrás,  con  la  caballería  oculta;  mientras  él  quedó 
en  la  retaguardia  desde  donde  se  prometía  seño- 
rear el  campo,  y  dirigir  los  movimientos.  Entre 
la   mata  y  el  pueblo  hay  otro  banco  de  sabana. 

En  tan  estratégica  posición  retó  al  General  Sil- 
va, quien  comprendió  al  momento  todo  el  ardid  de 
su  entendido  y  sagaz  contendor. 

Si  Zamora  se  hubiera  presentado  en  orden 
normal  de  batalla  en  la  sabana,  es  probable  que 
hubiera  sido  destrozado,  porque  Silva  con  tropas  de 
línea  y  excelente,  material  de  guerra,  habría  tenido 
más  medios  de  alcanzar  una  victoria,  al  igual  de 
aquellas  que  tanto  crédito  le  dieron  en  la  Indepen- 
dencia, y  aun  en  nuestras  guanas  intestinas,  en  lid 
con  generales  de  justa  fama. 

XI.  Los  fusileros  de  Menéudez  empezaron  á  ti-  ^¿¡^JJ^i 
rotearse  con  la  vanguardia  de  los  federales,  v  sos- 
tuvieron  las  escaramuzas  por  mucho  tiempo,  en  el 
banco  intermedio,  sin  que  los  ejércitos  trabasen  pe- 
lea. Pues  ni  los  de  Silva  avanzaban  contra  la  mata, 
aii  los  federales  salían  á  lo  limpio. 

Entonces    el   caudillo  federal    resolvió    atraerlos 


342  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

hacia  el  río,  y  mandó  salir  afuera  guerrillas  del 
cuerpo  de  Espinoza  á  provocar  un  choque  formaL 
Pero  cerrada  la  noche  se  replegaron  arabos  á  sus- 
respectivns  posiciones.  Las  tropas  de  Alvarez  y 
Espinoza  se  voceaban  con  sus  contrarios,  alegraban 
el  campamento  tocando  sus  gaitas  y  tamboriles,  y 
con  pequeñas  guerrillas  hacían  tiros  sobre  el  ene- 
migo para  tenerlo  en  alarma;  y  con  otras  de  in- 
dios armados  de  flechas  ó  carnuzas  lo  molestaban 
duramente,  hiriéndole  ó  matándole  gente,  porque  los 
disparos  eran  seguros  a  pesar  de  la  oscuridad  de 
la  noche.  A  esto  hay  que  añadir  los  repetidos  to- 
ques de   corneta  con  que  Zamora    los  desconcertaba. 

Toda  la  noche    fue  escaramuzas  y  fuegos. 

-Al  rayar  el  alba  encontráronse  los  dos  ejérci- 
tos en  sus  mismos  puestos. 

Esto  es  lo  que  se  ha  llamado  el  cañoneo  de 
San  Lorenzo,  oído  en  Obispos,  en  los  campos  del 
Totumal,  en  los  de  Toruno  y  en  Barinas  mismo. 
No  pocos  muertos  y  heridos  quedaron  en  el  campa 
de  uní  y    otra    parte. 

La  táctica  de  Zamora  consistió  en  ponerse  á  la 
defensiva,  para  tomar  la  ofensiva  con  sus  reservas 
en    momento   oportuno. 

áS^de^íüYÍ  XII.     Pero  Silva  no    podía  empeñar  sus  batallo- 

ges  contra  las  montañas;  y  en  esta  emergencia  resolvió 
ejecutar  una  operación  de  táctica,  por  ver  si  sa- 
caba á  Zamora  de  sus  posiciones.  En  consecuencia,  em- 
prendió una  retirada  defensiva  y  ofensiva,  haciendo  ui> 
difícil  movimiento  de  flanco  enfrente  del  enemigo,, 
por  un  terreno  enteramente  descubierto.  La  evo- 
lución era  digna  de  un  guerrero  veterano,  y  fué  lle- 
vada  á   cabo  por  su  Jefe  de  Estado  Mayor,  General 


Vida  del  general  z  amor  a  343 

Andrade,  con  destreza  propia   de  un    militar  instrui- 
do y    valeroso. 

Con  efecto,  retiróse  para  La  Luz  en  posición 
defensiva;  pero  con  la  intención  de  cambiarla  rápi- 
damente en  ofensiva,  y  hacer  un  contra-ataque,  si 
Zamora  salía  á  embestirlos  por  los  flancos  ó  por 
retaguardia.  La  operación  fue  atrevida,  pero  co- 
rrectamente científica  é  imponente.  Zamora  se  que- 
dó á  verla  con  admiración,  pero  sin  abandonar  su 
orden  de  batalla,  limitándose  á  inquietar  los  ene- 
migos por  retaguardia  con  sus  caballos;  á  lo  cual 
respondieron  los  de  Silva  con  un  tiroteo  vivo  y 
continuado  que  también  se  oyó  en  Barinas,  como 
si  fuera  un  combate,  y  de  que  da  cuenta  en  oficio 
del  2  de  mayo  el  Gobernador  La  Cueva  al  Gene- 
ral Soublette,  Director  de  la  guerra. 

El  secreto  de  los  movimientos  del  General  Silva 
en  San  Lorenzo  consiste  en  Ja  necesidad  que  tuvo 
de  retirarse  enfrente  del  enemigo,  por  no  querer 
éste    venir  á  batallar  en  campo  raso. 

Ahora  bien;  él  no  podía  retirarse  sino  de  dos 
modos;  ó  retrogradando  ó  por  un  flanco;  y  esco- 
gió este  último,  aunque  sus  evoluciones  tenían  que 
ser    menos  fáciles. 

Bien  pesada  la  situación  en  la  balanza  del  cri- 
terio militar,  discurrió  Silva  desde  el  pueblo  de  La  . 
Luz,  que  lo  acertado  era  dar  la  vuelta  á  Barinas, 
frustrada  como  estaba  la  esperanza  de  batirse  con 
Zamora  en  campo  abierto;  y  porque  además  le 
era  forzoso  organizar  un  gran  cuerpo  de  caballería 
para  proteger  sus  infantes,  cubrir  sus  retiradas,  y  apo- 
derarse de  los  puntos  estratégicos,  antes  que  Zamora; 
y  con  qué  perseguirle  y  romperle  sus  columnas  separa- 


344  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

das,  salvando  rápidamente  grandes  distancias,  sorpren- 
diéndoley  cortándole  por  todas  partes.  Necesitaba  en  fin, 
muchos  caballos  para  franquear  el  paso  de  los  ríos,  abas- 
tecer de  ganados  su  ejército  quitándolos  al  enemigo,  y 
tener  siempre  delante  de  sus  infantes  una  masa  pode- 
rosa con  qué  abrir  y  resguardar  sus  marchas.  En  esta 
virtud,  suficientemente  meditada  su  operación,  que  de 
seguro  tenía  que  ser  censurada  por  el  atolondrado  par- 
tido á  quien  servía,  guió  á  Obispos  y  el  4  entró  en  Ba- 
rinas. 

Por  desgracia  para  él,  no  le  era  dable  hacer  otra 
cosa.  Pero  entonces  Zamora,  radiante  de  osadía,  tomó 
la  ofensiva,  y  guiado  de  su  ingenio,  despachó  á  prisa  á 
Alvarez  y  á  Lspinoza  á  ocupar  á  Boconó,  para  cortar 
al  General  Silva  su  línea  de  comunicaciones  y  co- 
rrespondencias, con  orden  de  dejar  allí  un  destaca- 
mento, y  de  seguir  á  tomar  á  Guanare  á  viva  fuerza. 
Así  lo  hicieron  ;  y  pronto  vino  á  encontrarse  aquel 
grande  ejército  asediado  en  Barinas,  incomunicado  con 
todoel#mundo,  sin  víveres  ni  dinero,  y  obligado,  días 
después  á  evacuar  el  territorio  en  una  retirada  defensiva 
hacia  Guanare,  para  no  perecer  por  deserción,  por  desa- 
liento y   hambre. 

yZtm.ra.  XIII.  Era  una  brega  entre  dos  Generales  ilustres; 

el  uno,  llanero  sagaz,  reflexivo  y  previsor,  aleccionado 
bajo  el  mando  do  Bolívar  y  Sucre;  el  otro,  hecho 
militar  por  sí  mismo  en  la  guerra  de  montañas  del 
4(¡,  y  dotado  por  el  cielo  de  raro  ingenio  para  la 
•estrategia,  y  de  rapidez  de  vista  y  de  acción  para 
improvisaciones  felices  enfrente  del  enemigo. 

Silva  estaba  viejo  y  enfermo:  ya  su  lanza  no 
producía  heridas  incurables,  como  en  los  mitológicos 
combates  de  su  juventud:  al   paso  que  Zamora,   sar»o 


VIDA  DEL  GENEBAL  ZAMORA  345 

y  ile  templadas  fuerzas,  ostentábase  en  el  vigor  de 
la  edad.  La  fortuna  es  mujer,  decía  Luis  XIV  á 
Villeroy,  pnra  consolarle  de  su  derrota  en  Italia; 
ella  no  ama  sino  á  los  jóvenes.  El  favorito  de  la 
guerra  en  Junín  fue  desairado  en  su  última  cam- 
paña del  59,  allf  mismo,  donde  siendo  joven,  había 
igualado  á  Hércules  en  trabajos  de  fuerza,  de  in- 
teligencia y  de  valor. 

XIV.     Ve'ase  como  pinta  el  General  Soublette»fiSf  *l*S 

i     i  ««npafift  de  Oo- 

aquel  desastre:  eidaat». 

República  de  Venezuela. — Dirección  de  la  Guerra  de  Occi- 
dente.— Cuartel  General  en  San  Carlos,  á  11  de  mayo 
de  1859. 

Señor  Secretario  de  Estado  en  ¡oh  Despachos  de  Guerra  y 
Marina. 

Incluyo  á  usted  en  copia  dos  oficios  del  Jefe  Militar 
de  la  Portuguesa,  del  8  y  9,  números  138  y  1~>0,  para 
que  usted  los  eleve  al  conocimiento  de  S.  E.  el  Presi- 
dente de  la  República. 

De  esto*  oficios  se  deduce  que  el  General  Silva  lia  vuel- 
to á  Harinas,  y  nada  más,  porque  como  no  se  lian  recibido 
sus  informes,  no  se  puede  estimar  la  importancia  ventajosa 
6  desventajosa  de  este  movimiento,  aunque  á  primera  vista 
parezca  que  el  General  Silva  haya  abandonado  la  actitud 
ofensiva.  También  se  comprende,  que  el  enemigo  lia  ocu- 
pado á  Boconó  para  privar  al  General  Silva  de  sus  co- 
municaciones con  el  resto  de  la  República,  y  el  Jefe  Mi- 
litar de  la  Portuguesa  no  tiene  fuerzas,  ni  yo  j Miedo 
dárselas  para  poner  expedita  la  comunicación  con  Hari- 
nas. Sí  creo  que  las  tenga  el  General  Silva,  y  si  no  las 
tuviera,  pronto  estaría  como  asediado  en  la  ciudad  de  Ha- 
rinas, ó  forzado  á  abrirse  paso,  abandonando  ;'t  Harinas. 

Todavía  entiendo  otra  cosa  más,  y  es  que  si  en  efecto 
Antolino  Alvarez,  que  se  sabía  haberse  reunido  con  Ezk- 
<¿uiel.  Zamora,  ha  venido  con  fuerzas  considerables  so- 
bre Guanare,  traiga  la  orden  de  ocupar  A  Guanare,  y 
sucesivamente  á  Ospino  y  Aranre,  para  cortar  toda  rela- 
ción con  Harinas;  y  si  esto  sucediera,  la  insurrección  pren- 
dería en  Barquisimeto,  se  descargaría  en  Yaritagua,  y  no 
»é  qué  suerte  correría  Cojedes. 

Las   fuerzas  que  con  el  Comandante  Benito  Figueredo 


340  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

obran  por  El  Baúl,  reforzadas  por  un  Escuadrón  de  Ca- 
ballería del  Guárico,  que  condujo  el  Comandante  Facundo 
Camero  el  7,  perseguirán  vigorosamente  las  partidas  de 
facciosos  que  amenazan  El  Baúl,  y  si  tuvieren  buen  suce- 
so, como  lo  espero,  vendrán  á  apoyar  á  Araure  y  aun  A 
Guanare,  según  lo  fueren  exigiendo  y  permitiendo  los  su- 
cesos, pero  entre  tauto  yo  nada  bago  ni  puedo  hacer,  por- 
que no  tengo  un  solo  hombre  de  qué  disponer. 

Cuando  supe  la  heroica  defensa  que  un  puñado  de 
patriotas  hizo  en  Barinas  en  los  días  10  y  17  del  pasado, 
creí  que  la  invasión  del  faccioso  Zamora  había  perdido 
toda  su  importancia;  pero  fue  porque  yo  conté  con  que  el 
ejército  hubiese  podido  perseguirlo  de  cerca  después  de 
aquel  rechazo,  lo  que  no  sucedió;  pues  nuestras  fuers&as 
quedaron  en  Barinas  desde  el  19  hasta  el  25,  día  en  que 
marcharon  contra  las  fuerzas  facciosas,  y  nada  más  he 
sabido  hasta  hoy,  que  me  dicen  que  han  vuelto  á  Barinas, 
no  se  dice  cuándo. 

Ya  he  comunicado  á  usted  antes  mi  temor  de  que 
tenga  el  Gobierno  que  defender  y  salvar  la  República  en 
los  campos  de  Carabobo,  y  yo  no  veo  otro  modo  de  evi- 
tarlo que  haciendo  marchar  inmediatamente  un  fuerte  ejér- 
cito á  Occidente,  provisto  de  todo  lo  necesario  y  bajo  el 
mando  del  Jefe  que  más  merezca  la  conftanza  del  Gobier- 
no, y  que  tenga  la  fortaleza  y  la  agilidad  necesaria  para 
hacer  una  campana  rápida  que'desembarace  el  ejércitodel 
General  Silva,  y  ponga  un  término  solemne  á  esta  in- 
surrección. 

Sin  medidas  muy  vigorosas,  sin  sacrificios  genérale», 
la  sociedad  está  en  peligro  de  que  la  insurrección  invada 
todo  el  territorio. 

Observe  usted  lo  que  dice  el  Jefe  Militar  de  Gua- 
nare, que  en  la  Portuguesa  y  en  Barinas,  el  Gobierno 
no  tiene  otro  apoyo  que  el  que  dan  las  armas  que  tiene 
á  su  servicio.  Sólo  se  posee  el  terreno  que  se  pisa  con 
fuerzas  considerables.  Ambas  provincias  están  levantadas 
en  masa. 

Soy  de  usted  atento  servidor, 

Car  Ion  Soublette. 

cómo  jugóu         XV.    A  tiempo  que  el  Gobierno  y  ei  Director  de 

prensa  e«ntr*lit-  .  . 

taásuva.  ja  Querra  ei)  Occidente  pronunciaban  estos  juicios 
sobre  las  operaciones  del  General  Silva,  la  prensa 
del  partido  dominante  declamaba  contra  ¿lias,  en  to- 
no  tan    violento,    que   no    pocas    veces  llegó  hasta  la 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  347 

injuria  y  la  calumnia.  Una   vez   dijo   El  Heraldo,  su 
órgano  principal : 

"La  existencia  del  ejército  de  Ezequiel  Zamora,. 
es  un  misterio  para  nosotros.  Desde  Coro  hasta  las  puer- 
tas de  Puerto  Cabello,  y  hasta  la  capital  del  Yaracuy, 
.  y  hasta  las  cercanías  de  Barquisimeto,  allegándose  par- 
tidarios por  entre  la  Portuguesa  y  Barinas;  rechazado 
con  pérdida  sin  destruirse ;  derrotado  muchas  veces  sin 
desbandarse;  perdiendo  lo  mejor  de  su  gente  y  hasta  el 
Jefe  fie  su  Estado  Mayor,  sin  detener  su  carrera;  per- 
seguido de  una  armada  poderosa,  sin  alcanzarle  ;  dueño 
de  escoger  el  punto  de  ataque,  sin  colocarle  entre  1» 
muerte  ó  la  victoria ;  nosotros  no  podemos  comprender 
bien  los  varios  incidentes  y  filosofía  de  esa  guerra.'7 

Y  tiempo  después  añadió  :  el  nombre  (leí  Ge- 
neral Silva  figurará  en  nuestra  historia  como  el 
de  aquel  eunuco  del  Bajo  Imperio  que  abrió  el  África 
á  Genserico  y  á  sus  vándalos.  La  razón  de  tal  invecti- 
va consistía  en  que  dicho  periódico  atribuía  al  Gene- 
ral Silva  tratos  con  los  liberales,  que,  seguía  diciendo,. 
debilitaban  la  fe  del  ejército,  y  operaciones  pérfidas, 
falsas  alarmas  y  contramarchas  para  debilitarlo,  fa- 
tigarlo y  amedrentarlo. 
.  • 

¿Cuál  habría  s ido,  escribe  otro  día,  la  suerte 
de  Ezequiel  Zamora,  si  Rubín,  Garrido  ú  otros  de 
nuestros  excelentes  jefes  le  hubieran  perseguido  al  tra- 
vés de  la  Portuguesa  y  Barinas,  en  Barquisimeto  ó 
Guanare  ? 

Como  se  ve,  parecía  muy  fácil  perseguir  y  destro- 
zar á  Zamora  desde  la  tribuna  de  un  periódico ;  cuando 
era  muy  difícil  hacerlo  en  la  Sabana  de  San  Lorenzo, 
donde  la  pericia  de  Silva  y  Andrade  apenas  alcan- 
zaron k  salvar  su  propio  honor  y  su  ejército  :  y  co- 
mo igualmente  lo  fue  en  Santa  Inés,  en  donde  á 
poco  andar  fue  vencido  ose  mismo  valentísimo  Ru- 
bín, de  que  hablaba  El  HerakU.  Los  gobiernista* 
de   las  ciudades  pretendían   que   sus  Generales    ba- 


348  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

tiesen  á  Zamora  y  se  lo  entregasen  prisionero  ;  sin  ha- 
ber querido  nunca  comprender  que  para  tal  em- 
presa había  dos  imposibilidades:  una  militar,  porque 
Zamora  era  un  gran  General  que  no  se  dejaba 
envolver,  ni  destruir  ;  y  otra  política,  porque  su  cau- 
sa no  era  personal,  sino  la  de  un  pueblo  que  tenía 
que  triunfar,  aun  padeciendo  reveses,  contra  todos  los 
ejércitos  y  todos  los  Capitanes  de  la  oligarquía,  por 
aventajados  que  fueran  ;  desde  Páez  hasta  sus  últi- 
mos Tenientes:  y  tan  es  así,  que  vanamente  en- 
sayaron sus  mejores  militares  en  Coro,  en  Carabobo, 
.y  en  el  Sur:  y  de  la  misma  manera  agotaron  sus 
esfuerzos  y  sacrificios  por  vencer  y  atar  los  liberales 
al    carro    de  la   victoria. 

camptfivdeoo         XVI.  Contra  las  citadas  impías  invecti vas,  produ- 

oidente.  #  .  * 

cidas  por  las  incandescentes  pasiones  de  aquella  prensa, 
opone  la  musa  de  la  Historia  en  estos  tiempos,  que 
son  casi  la  posteridad  de  aquella  época,  el  discer- 
nimiento de  la  verdad,  la  referencia  de  los  hechos 
con  exactitud,  el  esclarecimiento  de  los  secretos  de 
la  guerra,  y  la  distribución  equitativa  de  la  justi- 
cia, según  el  papel  de  los  actores.  Pues  aquellos 
Generales  eran  hombres  honrados  y  discretos,  que 
servían  sus  causas  respectivas  con  igual  dignidad 
en  la  política  que  en  la  milicia.  De  lo  cual  resul- 
ta, que  para  nosotros,  liberales  ortodoxos,  purita- 
nos por  la  fe  en  el  pueblo  y  en  la  libertad,  para 
nosotros,  decimos,  son  tan  venerables  en  el  augusto 
tribunal  de  la  Historia,  Silva  y  Andrade  defendien- 
do el  Gobierno  de  Marzo  con  ejércitos  regulares, 
como  Zamora  combatiéndolo  encarnizadamente  á  la 
cabeza  de  las  legiones  populares.  Y  así  como  en 
otros  capítulos*  hemos  desentrañado  el  origen  y 
desenvolvimiento  de   la  política   liberal,  para    honrar 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  349 

nuestro  partido;  y  asistido  con  entusiasmo  al  naci- 
miento de  la  edad  civil  de  Venezuela,  y  justificado 
el  alzamiento  de  Zamora  en  46  y  en  59,  como  efec- 
to de  revoluciones  encarnadas  en  el  corazón  del 
pueblo,  y  juzgado  los  hombres  y  sus  hechos  hon- 
radamente con  nuestro  criterio  de  escritor  liberal, 
también  decimos  que  no  es  permitido  en  la  historia 
apreciar  hechos  militares,  si  no  se  ajusta  el  crítico 
á  las  enseñanzas  del  arte  de  la  guerra,  y  no  se  man- 
tiene insensible  á  las  simpatías  ó  antipatías  que  pue- 
dan inspirarle  las  banderas  políticas  de  los  conten- 
dores. 

Así  que,  una  jornada  militar  se  juzga  en  laüisto- 
ria  únicamente  por  los  movimientos  de  los  ejércitos,  por 
el  valor  y  disciplina  de  éstos  y  la  pericia  de  sus  Gene- 
rales: cosas  todas  muy  diferentes  de  las  influencias  que 
de  ellas  mismas  se  derivan  en  la  suerte  del  perso- 
naje historiado    ó  en  la  desús  opositores. 

La  santa  justicia  es  la  Pitonisa  del  historiador,  y 
sus  respuestas  son  los  fallos  que  deben  grabarse  ínte- 
gramente en  Ls  páginas  que  se  ofrecen  á  los  que 
solicitan  el  conocimiento  de  la  verdad.  En.  confirma- 
ción délo  cual,  dice  Thiers: 

Los  acontecimientos  no  deben  desfigurarse  por 
debilidad;  ni  alterarse  por  nuestras  pasiones ;  ni  omi- 
tirse por  negligencia. 

Cierto  que  el  ejército  de  Silva  era  una  masa 
heterogénea,  compuesta  de  liberales  y  oligarcas, 
como  resultado  forzoso  de  una  situación  derivada  de 
la  fusión  de  Marzo:  cierto  también  que  Silva  sentía 
cariño  por  Zamora,  su  subalterno  en  la  campaña  del  49: 
como  era  también  verdad  que  los  Jefes  y  oficiales  es- 
taban sobrecogidos  con  la  popularidad  de  la  federación 


} 


350  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

en  Barinas,  y  Portuguesa,  provincias  alzadas  en  masa, 
como  dijo  el  General  Soublette;  pero  Silva  y  cuan- 
tos liberales  militaban  á  sus  órdenes  cumplieron  en 
aquellas  filas  las  imposiciones  del  deber  militar,  á 
satisfacción  de  las    más  rígidas  leyes  del  honor. 

Llegado  que  hubo  el  ejército  á  Guanare,  Silva 
y  Andrade  se  apresuraron  á  renunciar  sus  destinos; 
y  el  Gobierno,  vista  la  notoria  enfermedad  del  Ge- 
neral Silva,  le  relevó  del  cargo,  y  le  nombró  Mi- 
nistro de  Guerra :  y  á  la  vez  recabó  de  Andrade  que 
aceptase  el  nombramiento  de  Comandante  en  Jefe 
de  las  Operaciones  del  Sur  de  Occidente:  y  le  dio 
por  Jefe  de  Estado  Mayor  al  Coronel  Antonio  Je- 
lambi. 

Desbaratada   la  fusión  militar   de  que  Silva  era 

centro,    retiráronse  con    él  de  aquel  ejército  muchos 

Jefes  y  oficiales  liberales,  y  otros  se  separaron  por 
completo  del  servicio. 


r 


CAPITULO  XII 

I.  Anudemos  ahora  nuestra  relación.  o8mir'.Mlf,i 

El  General  Silva  rompió  el  cerco.  Dejó  en 
Ba riñas  una  guarnición  de  cerca  de  400  hombres; 
y  con  el  resto  de  sus  desnudas  tropas  regresó  á 
Guanare,  atacado  á  la  sazón  por  todo  el  ejército 
enemigo. 

Al  llegar  el  12  en  la  tarde,  al  paso  real  del 
r(o  Guanare,  á  una  legua  de  la  ciudad,  disparó  el 
Comandante  Lugo  que  iba  en  vanguardia,  tres  ca- 
ñonazos, para  anunciar  á  los  sitiados  que  el  día  si- 
guiente serían  auxiliados,  como  en  ef'eclo  lo  fueron 
en    la   mañana   del    13. 

La  ciudad,  llamada  un  día  Atenas  de  Oc- 
cidente, por  su  celebérrimo  colegio  de  San  Luis, 
había  quedado  reducida  á  escombros:  desmantelados 
sus  mejores  edificios,  destruidos  sus  barrios,  y  cu- 
biertas de  cadáveres    sus    calles   y    plazas. 

Digamos   cómo  habían    pasado  las  cosas. 

II.  En  cumplimiento  de  órdenes  de  Zamora,  ex-  At*<me  »  o*»- 
pedidas   en    San   Lorenzo,    acercáronse    á  la  ciudad 
Alvarez  y    Espinoza  el    8    en    la    tarde;  y    á  las    7 
a.    m.  del    9    rompieron    arrogantemente    los    fuegos 
sobre   la    guarnición   de   la    plaza,  mandada    por  Ma- 


nare. 


.  i 


352  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

nuel  Herrera,  quien,  por  no  tener  caballería  y  ser 
muy  escasos  sus  infantes,  se  redujo  á  la  plaza,  y 
á   las  casas   inmediatas  á   ésta. 

Como  los  federales  pretendieran  ocupar  las  man- 
zanas que  rodeaban  los  cuarteles,  para  tomarlos,  co- 
menzó un  fuego  vivísimo  de  una  y  otra  parte,  que 
duró  todo  ei  día  y  parte  de  la  mañana  del  10, 
en  que  Herrera  sacó  guerrillas,  y  las  trabó  cuerpo  á 
cuerpo  con  las  de  los  asaltantes.  Mas  de  dos  horas 
duró  este  nuevo  combate  en  las  calles  y  en  las  casas, 
alternativamente  ocupadas  y  desocupadas  por  los 
combatientes. 

Los  federales  se  retiraron  pasado  el  medio  día,  por 
falta  de  municiones,  situándose  á  inmediaciones  del 
poblado,  en  espera  del  General  Zamora  que  les  había 
avisado  su  aproximación  ;  y  el  12,  reunidas  todas  las 
fuerzas,  embistieron  de  nuevo  la  ciudad,  á  las  diez 
de  la  mañana. 

La  intensidad  de  los  fuegos,  el  encarnizamiento 
de  la  lucha,  y  las  llamas  del  incendio  de  una  parte 
de  la  ciudad,  todo  bien  indicaba  que  el  ataque 
obedecía  á  la  presta  voluntad  del  tremendo  caudillo 
(jue  demolía  y  echaba  por  tierra  cuanto  se  oponía 
al  triunfo  de  sus  armas. 

Horadaron  los  federales  las  casas  para  acercarse 
con  menos  pérdida  de  gente  á  los  cuarteles;  y  al 
llegar  á  éstos,  estalló  el  fuego,  con  tal  furor,  que 
los  sitiados  no  tupieron  tiempo  ni  át  comer  en  todo 
el  día,  hasta  las  doce  de  la  noche,  que  Zamora 
lo  mandó  cesar,  como  por  una  hora. 

Los  enálteles  del  Este,  Sur  y  Oeste  cayeron 
en  poder  de  los  liberales ;  replegándose  sus  diez- 
madas   guarniciones    á  los  otros    tres    que   mandaba 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  353 

vu  persona  el  Comandante  Herrera,  y  que  estaban 
al  Norte.  Contra  estos  convergieron  todos  ios  fuegos 
basta  la  tarde,  en  que  se  mandaron  suspender  por  la 
aproximación  del  ejército  de  Silva,  cuya  marcha  co- 
noce ya  el  lector. 

III.    El  Caudillo  liberal  se  replegó  á  Guerírandía,   !■■«»■§ *#< 

1       D  '  tira  á  GnerÜAB- 

sin   descansar,  marchó  al  pasitrote  por    El  Cambur  y  j¿Jlm*rcha  * 
Obispos  á    Barinas,    que    había  quedado  desguarne- 
cida; y   de    la   cual   tomó   posesión    sin    disparar  un 
tiro,  el    18  á   las    6  y   media  de  la  tarde. 

En  El  Totumal,  á  nueve  leguas,  habfa  dejado 
cuando  partió  á  Guanare,  un  cuerpo  de  400  caballos, 
amenazando  á  Barinas,  v  ahora  lo  llamó  al  Cuar- 
tel  General. 

El  destacamento  de  trescientos  hombres  situa- 
do allí  por  el  General  Silva,  al  mando  de  Cangas 
v  del  Gobernador  La  Cueva,  nombrado  Jefe  de 
Operaciones,  se  había  reducido  por  la  deserción  á 
la  mitad;  y  el  12  evacuó  la  ciudad,  y  se  fué  á 
Barinitas  con  el  parque  y  algunas  familias  que  qui- 
sieron emigrar  á  Mérida.  Tras  los  fugitivos  des- 
pachó Zamora  á  Petit  y  Vásquez,  con  quinien- 
tos hombres,  quienes  al  punto  que  avistaron  la 
pequeña  plaza,  la  tirotearon  y  obligaron  á  la  co- 
lumna que  la  defendía  á  rendirse,  y  á  entregar  todo- 
el  material  de  guerra  que  llevaban  consigo;  y  que 
consistía  en  cuatrocientos  fusiles,  once  cajas  de 
pertrechos,  cinco  mil  balas  sueltas  y  otros  varios; 
elementos.  El  Comandante  Sandoval,  que  estaba 
de  avanzada  en  Las  Piedras,  no  quiso  rendirse,  y 
se  fué  con  su  piquete,  de  más  de  setenta  hombres^ 
á    Boconó   de   Trujillo ;   y  el    Gobernador  La  Cueva 

con  su  familia,  el  padre  Ureña  y  otros,  á  Mérida. 
:¿3 


-▼íncia  da  Barí 
ama   en 
Uederal. 


354  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

De  allí  A  poco    la  guarnición    de    Pedraza    se 
entregó  al  Coronel  C.  J.  Fuentes. 

*it¡J¡¡MK  »í!".  IV.    En   el  mismo  mes  de  mayo  cambió  Zamora 

ÜÍTiii  Elido  la  Provincia  de  B.irinas  en  Estado  de  Barinas,  y 
le  dio  un  Gobierno  Civil,  con  Concejos  Municipales 
autorizados  para  proveer  todos  los  destinos  públi- 
cos: como  el  único  poder,  en  su  sentir,  del  cual 
debían  emanar  en  la  Federación  los  empleados  del 
orden  judicial,  político  y  económico  de  cada  Can- 
tón (1). 

Expidió  un  decreto  sobre  timbre  de  papel 
sellado  para  los  diferentes  negocios  de  la  Admi- 
nistración pública:  adjudicó  á  cada  Cantón  como 
renta  propia,  sus  antiguas  rentas  internas,  y  lo  que 
produjera  en  sus  respectivas  localidades  la  venta 
*de  papel  sellado.  (Decreto  de  20  de  mayo).  Es- 
tableció un  nuevo  sistema  judicial,  dotado  de  Jueces 
de  Cantón  y  de  \\\\  Juez  Superior  con  facultad  ex- 
tensiva {\  todo  el  Estado,  para  conocer  de  los  nego- 
cios que  por  los  Códigos  de  Procedimiento  Judi- 
cial y  Orgánico  de  Tribunales,  correspondían  al 
antiguo  Juez  de  Circuito,  y  de  los  que  á  la  Corte 
Superior  de  Justicia  competían  en  primera  instan- 
cia, ó  por  vía  de  íipelación,  en  sala  de  revista, 
asociado  de  dos  ciudadanos  sacados  por  la  suerte 
entre  a  lista  formada  por  el  Concejo  Municipal 
de  cada  Cantón.  Adjudicó  sueldos  á  los  Jueces, 
sus  Secretarios  y  porteros:  organizó  las  rentas  de 
la  Provincia:  creó  fondos  para  sus  tropas  y  hos- 
pitales: nombró  un  Inspector  General  de  las  ren- 
tas del  Estado:  y  convocó  una  Legislatura  pro- 
visional del    nuevo   Estado,    para   que  los  Delegados 


1    Oficio   de    la    Secretaría    General    á    varios    Jefes    mili- 
tare 8. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  355 

•del  pueblo  supieran  en  (\ué  y  cómo  se  disponía 
•de  sus  intereses.  Esta  Asamblea  debía  instalarse  en 
setiembre. 

Hicieron  el  pronunciamiento  por  la  Federación 
los  vecinos  de  Villa  de  Obispos  el  29  de  mayo 
bajo  la  inspiración  y  presidencia  de  su  Concejo 
Municipal,  compuesto  de  los  liberales  Justo  Pérez, 
Presidente  del  Concejo;  y  de  los  vocales  Isidro 
Contreras,  Terecio  M.  Cárdenas,  Antonio  Quintero, 
Francisco  María  de  la  Guerra,  Luis  M.  Sánchez, 
José  A.  Cubian,  Pablo  M.  Caballero,  Procurador. 
Era  Jefe  Civil  del  Cantón,  Pablo  Rojas;  y  Juez, 
Ramón  Naranjo. 

Los  de  Sabaneta  se  pronunciaron  el  30  en  la 
plaza  pública  bajo  la  dirección  del  ciudadano  Ma- 
teo Cortés,  Juez  de  paz;  del  Comandante  Diego 
Riera,  del  Capitán  Andrés  Vanegas  y  del  Teniente 
Diego  A.  Alvarez.  Y  á  continuación  se  levantaron 
todas  las  poblaciones  de  la  Provincia,  reconocien-  . 
do  á  Zamora  como  Jefe  de  Operaciones  de  Occi- 
dente. 

V.     El  Concejo  Municipal  de  Barinas,    presidido  m  concejo  mu- 

J  i  »      r  nioipal  d«  B&n- 

por  Rafael    A.  Rincones  y  cuyo  Secretario  era  Dainel^o0^;^ 
Ángulo,  acordó  á  Zamora,  con  fecha  14  de  junio,  el uoLdiiiLT' 
título    de    Valiente    Ciudadano,    en    los    términos   si- 
guientes : 

EL    CONCEJO  MUNICIPAL 

DEL     CANTÓN      BARINAS 

Considerando  : 

Que  el  ciudadano  General  Ezeqüiel  Zamora,  con 
acierto  y  arrojo  asombroso  ha  atravesado  la  República, 
-venciendo  en  todas  partes    á  los  enemigos  de  la  Fede- 


33G  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

ración,  para  venir  en  apoyo  de  la  liberal  provincia  de- 
Harinas,  hasta  darle  en  toda  su  plenitud  el  bien  precio- 
so  de  la  libertad,  y  elevándola  al  rango  de  Estado  in- 
dependiente del  gobierno  central,  por  lo  qne  se  ha  he- 
cho digno  de  la  gratitud  del  pueblo,  y  siendo  el  Concejo 
Municipal  su  órgano  inmediato, 

decreta : 

Art.  1?  El  Concejo  Municipal  distingue  al  ciudada- 
no General  Ezequiel  Zamora  con  el  nombre  de  Va- 
liente Ciudadano,  cuyo  título  le  dará  en  todos  sus  actos 
al  tratarse  del  mencionado  ciudadano. 

Art.  2?  Este  decreto  le  será  presentado  por  una  co- 
misión de  dos  miembros  que  nombrará  el   Concejo. 

Dado  en  Barinas  á  14  de  junio  de  1859. — El  Presi- 
dente,  Rafael  A.   Rincones. — El   Secretario,  Daniel  Ángulo. 

Las  tropas  montaban  en  julio  á  1.721  solda- 
dos, distribuidos  así:  1  485  de  infantería,  y  236  de 
caballería,  con  23  jefes  y  177  oficiales. 

Señoreado  por  completo  Zamora  de  la  Provincia, 
hizo  converger  todos  sus  elementos  activos  á  sitiar 
y  acabar  por  ríiedio  de  intrigas  el  Ejército  de  Gua- 
nare;  y  al  efecto  empezó  á  urdir  una  trama  con 
los  federales  de  aquella  plaza,  valiéndose  de  cartas 
y  de  emisarios  para  fomentar  la  deserción  de  la 
tropa,  esparcir  noticias  desfavorables  al  Gobierno, 
maquinar  sediciones,  y  convidar  á  algunos  jefes  á  alis- 
tarse en  las  banderas  de  la  Federación. 

AMdiofeOaa.  VI.    Desde  principios  de  julio   aproximó  fuerzas 

sobre  el  enemigo  en  todas  direcciones  para  incomu- 
nicarle con  Trujillo,  Barquisimeto  y  San  Carlos; 
y  estorbarle  la  recolección  de  ganados  en  las  cer- 
canías mismas  de  la  capital.  Ordenó  al  Comandante 
Pablo  Alvarado  que  cortara  el  camino  real  de  Co- 
jedes,  situándose  en  La  Aparición  con  500  hom- 
bres, lo  que  motivó  choques  repetidos  con  la  guar- 
nición de  üspino  que  comandaba  un  hermano  de 
Herrera,    de   nombre  José   de  Jesús.     El  21   deju- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         ÍW7 

lio   se   destrozaron  estos   destacamentos  mutuamente 
-en  El  Tigre,  jurisdicción  de  aquella  parroquia. 

Espinoza  atacó  á  Acarigua,  y  obligó  al  Co- 
mandante Lameda  que  la  defendía,  á  retimrse  á 
Sarare.  En  el  flanco  de  las  mesas  y  serranías  por 
donde  se  abren  caminos  á  Trujiüo  y  Barquisimeto, 
colocó  la  División  de  los  Comandantes  Rafael  Mi- 
ría  Daboín  y  Pedro  Silva,  que  lograron  derrotar  en 
Hu mocaro  Alto  una  columna  que  iba  del  Tocuyo  á 
auxiliar  á  los  de  Guanare. 

Y  no  se  limitó  á  estas  líneas  de  asedio,  sino 
desparramó  cuerpos  y  guerrillas  por  todas  las  vías 
de  Cojedes  á  Guanare.  A  Navarro,  con  su  Brigada, 
de  que  hacía  parte  el  escuadrón  del  Coronel  Mag- 
daleno  Barreto,  le  ordenó  situarse  entre  el  pueblecito 
•de  Cojedes,  y  los  sitios  de  Camoruco,  O  noto  y  Los 
Apartaderos:  al  Comandante  Francisco  Ramos,  con 
las  partidas  de  los  Comandantes  Encarnación  Aro- 
<rha  y  Ramón  Orozco  y  las  de  los  Capitanes 
Custodio  Gutiérrez  y  Basilio  Matute,  les  mandó 
-cubrir  la  línea  desde  Caño  de  Agua,  por  Lagu- 
nitas,  hasta  el  paso  de  La  Madrina,  por  el  flanco 
derecho:  á  Nicomedes  Ramírez,  el  camino  de  San- 
ta Cruz  y  el  Paují.  Fueron  acantonados  Manuel 
Chaves,  Ramón  Nadal  y  Gabriel  Díaz,  en  el  Riecito. 
Juan  de  la  Cruz  Urbano,  se  tendió  por  Pimpi- 
nela, Changuango,  Caño  de  Agua,  y  Los  Arreci- 
fes. Marcial  Sánchez  se  situó  on  Turen.  El 
Coronel  Juan  Antonio  Michelena  vigilaba  el  camino 
de  Araure,  Agua  Blanca  y  San  Rafael;  Francisco 
Lópe¿,  Ferrer,  Araujo,  Camejo  y  muchos  más  cu- 
jos  nombres  no  recordamos,  el  de  Papelón,  que  va 
por  Sabaneta,  Píritu  y  Boca  de  Acarigua  al  Baúl, 
y    defendían    además  las  infinitas  veredas   de  aque- 


358  DOCTOB   L.  VILLANUEVA 

lias  montanuelas  y  sabanas.  Las  riberas  del  Cujé- 
eles y  el  Portuguesa,  en  que  florecían  muchas  po- 
blaciones, servían  de  campamento  á  Carmen  Pé- 
rez, Félix  Puerta  Linares,  Juan  de  Jesús  Núfiez. 
y  J.  Orozco,  Jefe  de  la  columna  Vencedora,  para 
impedir   el   paso   á  Turen  y   los  Llanos  de   Barinas. 

Baldomcro  Farfán,  Pío  Pacheco  y  otros,  em- 
peñaron combate  más  de  una  vea  con  U  guarnición 
de  El  Baúl,  con  resolución  de  vencerla  y  de  dominar 
aquella  línea  hasta  El  Pao  y  Guadarrama;  aunque 
siempre  fueron  rechazados,  como  sucedió  en  los 
asaltos  de  20  y  28  de  aposto. 

Rodeado  de  enemigos,  no  puede  en  verdad 
decirse  que  el  General  Andrade  fuera  asediado  de 
cerca;  pero  sí  quedó  encerrado  en  un  circuito  de 
defensa,  de  donde  sus  guerrillas  tenían  que  salir  á 
pelear  de  continuo  para  recoger  por  las  sabanas  adya- 
centes ganados  con  (pié  racionar  ías  tropas,  y  expues- 
tas al  peligro  de  que  le  quitaran  de  los  pastoreos  las 
madrinas  de  caballos,  como  algunas  veces  se  lo  hicie- 
ron. En  ocasiones  los  federales  llegaban  sin  ser  perci- 
bidos hasta  las  afueras  de  la  ciudad,  por  entre  el 
bosque  del  camino  de  Guerilandia,  que  desemboca  en 
sus  cercanías. 

La  Testera,  Los  Naranjos  y  otros  sitios  de  la 
vecindad,  fueron  teatro  de  encuentros  sangrientos 
en  que  se  inutilizaban  á  diario  soldados  y  oficiales 
de  ambas  partes;  combates  que  era  menester  librar  para 
mantener  á  los  sitiadores  siempre  apartados  de  los 
lindes    de    la  ciudad. 

A  estas  fatigas  hay  que  añadir  los  cuidado» 
con  que  tenía  que  precaverse  de  las  maquinaciones 
de  los    federales    urbanos,    que  no    dejaban  de  incitar 


VIDA  PEL  GENERAL  ZAMORA         339* 

la  tropa  á  la  traición,  bien  que  ésta,  justo  es  de- 
cirlo, probó  en  su  mayor  parte  lealtad,  subordina- 
ción y  disciplina,  aun  en  medio  de  los  más  crueles 
trabajos  que  padeció  en  el   tiempo  de   este  encierro- 

Sucedió  una  vez  que  una  comisión  de  caballe- 
ría, que  tenía  encargo  de  vigilar  el  camino  que  de 
Gunnare  conduce  al  pueblecito  de  Tucupido,  donde 
había  fuerzas  contrarias,  sorprendió  una  correspon- 
dencia para  Zamora  de  particulares  de  la  ciudad  y 
jefes  del  ejército;  en  la  cual  le  daban  noticias  del 
campamento,  especialmente  del  cuerpo  de  caballe- 
ría, bastante  reducido  ya  por  las  deserciones  y  por  el 
mal  estarlo  de  los  caballos,  invalidados  por  la  in- 
clemencia del  invierno.  Y  además,  asegura  el  Coronel 
Jelambi  en  su  oficio  al  Ministro  de  la  Guerra,  cuando 
refirió  desde  San  Carlos  todos  los  incidentes  de 
aquel  sitio  memorable,  que  un  Comandante  nom- 
brado Jefe  de  día,  se  fué  esa  noche  á  conferenciar  con 
Zamora  en  Tucupido,  y  que  á  poco  desertó  de  las  filas 
del  Gobierno.  Tal  conducta  será  siempre  digna  de 
la  más  severa  reprobación,  aun  cuando  pudiera  ser 
favorable  á  las  operaciones  militares  del  héroe  cuya 
vida  estamos  escribiendo;  pues  por  encima  de  los 
intereses  de  los  partidos  deben  estar  siempre  las  im- 
posiciones de  las  leyes  morales,  á  que  los  hombres  de 
honor  deben  sujetarse  hasta  el  último  trance  de  la 
vida. 

Este  hecho  revelaba  á  todas  luces  una  cons- 
piración capaz  de  poner  el  ejército  en  peligro  de 
un  grande  escándalo  que  debía  evitarse  sin  pérdida 
de  tiempo;  y  en  tan  delicado  lance  probó  una  vez. 
más  el  General  Andrade  sus  cualidades  de  Jeier 
su  firmeza  de  carácter  y  valor  heroico ;  pues  en- 
fermo  de  fiebre   voló  á   los  cuarteles   en    medio  de 


360  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

un  violentísimo  aguacero  que  se  descargaba  esa  no- 
•che  sobre  la  ciudad,  y  mandó  prender  con  su  misma 
tropa  los  jefes  sospechosos.  Uno  se  escapó  á  favor 
<le  la  tormenta,  y  apareció  después  en  las  filas  fe- 
derales, y  se  dice  que  era  hombre  de  gran  coraje 
y  osadía.  Otros  fueron  aprendidos.  El  Ejército  se 
salvó,  dijo  Jelambi  en  el  oficio  citado,  por  la  virtuosa 
mayoría  que  lo  formaba. 

A  esta  anarquía  militar  hay  que  añadir  la  falta 
casi  absoluta  de  bastimentos  y  dinero,  que  obligaba  á 
racionar  á  los  oficiales  con  medio  real  en  plata  y 
•dos  libras  y  media  de  carne,  y  á  los  soldados  con 
míenos  aún  ;  para  lo  cual  se  valían  de  escasos  prés- 
tamos, suministrados  generosamente  por  comer- 
ciantes extranjeros,  que  tenían  confianza  en  la 
Jionradez  y  cabal idad  del  General  Andrade,  quien, 
-en  su  aislamiento  les  daba  leí  ras  contra  la  Aduana  de 
Puerto  Cabello,  para  cuando  se  abrieran  las  comuni- 
caciones, todo  lo  cual  montó  á  $14.1í)l.  Suma  era  ésta 
bien  miserable  pa»a  un  cuerpo  de  ejército  de  dos  mil 
hombres,  en  más  de  dos  meses  de  sitio,  á  contar 
•desde  el  9  de  julio  has  a  el  7  de  setiemb  e,  y.por 
•cuyo  pago  instó  el  mismo  General  Andrade  desde 
San  Carlos  al   Gobierno  en  oficios  reiterados. 

En  hospital  había  rmís  de  trescientos  enfermos, 
**in  camas,  ropas,  ni  alimentación  apropiada,  siendo 
más  bien  aquello  un  pestífero  hacinamiento  de  heri- 
dlos y  calenturientos  medio  desnudos,  que  un  esta- 
blecimiento donde  se  les  pudiera  curar,  ó  aliviarles 
i|)or  lo   menos  sus  dolencias. 

Los  postas  que  se  mandaban  hacia  San  Carlos 
V>  Barquisimeto  no  volvían  ;  ora  porque  fuesen  ene- 
ítnigos,    ora   porque    fuesen    cogidos    por    las    guerri- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  361 

Has  federales :  de  suerte  que  allí  no  se  sabía  de 
nadie,  y  cada  día  el  incansable  Zamora  los  inco- 
municaba más  y  más  por  cuantos  caminos  y  veredas 
pudieran  conducir  á  Guanare. 

VII.  Es  ésta  una  ciudad  situada  entre  el  declive  *■»•»•«• 

plasa  militar. 

de  una  serranía  y  las  vegas  del  río  de  su  nombre, 
que  corre  por  el  Sur,  á  distancia  de  una  legua; 
carece  de  fortificaciones,  como  todas  las  poblacio- 
nes del  interior  de  Venezuela,  y  pobrísima  de 
agua,  (1)  para  podérsela  utilizar  como  plaza  mili- 
tar; pues  surtíase  apenas,  en  aquel  tiempo,  de  una 
quebrada  de  poco  caudal  llamada  Las  Piedras,  seca 
en  verano ;  de  unos  jagüeyes  nombrados  La  Vivita, 
El  Pionío  y  otros,  y  de  la  quebrada  que  dicen 
Curumbare,  en  la  sierra,  una  legua  distante  de  la 
ciudad. 

VIII.  En  vano  aguardó  allí  el  General  Andrade   Retiría»  <ui 

°  ...  General  Andra- 

por  más  de  sesenta  días,  la  División  del  centro,  al de a 8m  CarIoi 
mando  del  Comandante  Renito  Figueredo,  organizada 
en  El  Baúl,  y  que  tenía  por  encargo  obrar  hasta 
Guanarito  por  las  extremidades  del  Sur  de  los  Can- 
tones Araure,  Ospino  y  Guanare;  y  la  de  la  iz- 
quierda que  debía  llevar  el  General  Brito,  por  Nu- 
trias, en  un  plan  combinado  con  éste  y  con  las 
fuerzas  de  infantería  y  caballería  de  Apure,  y  las 
sutiles  enviadas  de  Guayana  y  San  Fernando;  con- 
forme al  plan  de  campana  trazado  por  el  Ministro 
de  la  Guerra,  y.  comunicado  al  Estado  Mayor  del 
Sur  de  Occidente,  en  la  última  quincena  del  mes  de 
junio. 

El  6    de  setiembre  reunió  el  General  Andrade 
en  junta  de  guerra  á  los  señores    Coronel    Antonio 


1    Hoy  tiene  un  acueducto  que  abastece  el  río  Guanare. 


.362  DOCTOR  L.   VILLANÜEVA 

Jelambi,  Jefe  de  Estado    May< ir  General ;  y  Coman- 
dantes Manuel  Herrera,    Jefe  Militar  de  la    Provin- 
cia; Antonio  Torrens,  Jefe   de  las  caballerías;    Ma- 
nuel Ortega,  José    Miguel    Aparcero,    Norberto   Ji- 
ménez  y  Fr-ancisco  Javier  González,    de   las    cuatro 
Brigadas   de   infantería;   y    les  informó    de  la  corres- 
pondencia de   Barquisimeto  recibida  á   última   hora 
Y  en  seguida  expuso,  que    si  bien    era    cierto  que  el 
Gobierno  se  hdlaba  fuerte  y   triunfante  en   toda  la 
República,  debía,    con  todo,   pensarse  que  su  ejército 
podía   encontrarse    en     la    incapacidad   de  moverse 
hacia   donde  conviniera,    si    continuaba  ocupando  por 
más  tiempo  la  plaza   de  Gaanare;    consideración  ha- 
bida  de  la  marcha  emprendida  por  el   General  Fal- 
cón    Inicia     la    Provincia    de     Barquisimeto,    y   muy 
probablemente    hacia    Araure,  con    el   objeto  de  reu- 
nirse con    el  ejército    del    General   Zamora.     Si    el 
General    Falcón  evitaba   la    lucha  en  Barquisimeto  y 
se  dirigía  á  Araure,    ocupada  por  sus  partidarios,   po- 
día caer   repentinamente   sobre  Ospino,    destruir  su 
guarnición  y   apoderarse  de   los   elementos  de  guerra 
allí  existentes,  y  embestir   á    Guanare,    cuyas   tropas 
estaban    ya    bien  disminuidas  y  escasas  de  caballería. 
En  caso  de  que  Barquisimeto  fuese  atacada  y  vencida, 
sucedería    que   toda  la    Provinoia  y   sus  convencinas 
serían  invadidas,  y  aun  ocupadas  por  los  enemigos,  á 
causa  de  faltar  oportunamente    auxilios   del  Gobierno 
y  del  ejército  ;   pues  éste  vendría  á  encontrarse  situa- 
do á  muy    larga  distancia   del  teatro  de    los    sucesos. 
Además,   el  ejército    estaba    incomunicado  con   toda 
la   República  dos  meses  había,  sin  recibir  correspon- 
dencia,   recursos,  ni  instrucción  alguna  del  Gobierno; 
habiendo  tenido  durante  ese    lapso  que    pelear    mu- 
chas veces    con  todas   las  facciones  de  Portuguesa   y 


VIDA  DEL   GENERAL  ZAMORA  363 

Barí  rías,  y  contrarrestar  enérgicamente  la  obra  de 
seducción,  á  que  habían  apelado  los  enemigos,  para 
anarquizar,  desmoralizar  y  destruir  sus  Divisiones; 
y  con  lo  cual  habían  al  fin  conseguido  algunas  infi- 
dencias,  deserciones  v  aun  conatos  de  sedición. 

Fuera  de  estas  consideraciones,  militaban  otras 
que  el  General  Andrade  quiso  someter  al  conoci- 
miento y  estudio  de  la  Junta ;  entre  las  cuales 
figuraba  como  principal,  la  de  que  la  detención  del 
ejército  en  Guanare  provenía  de  órdenes  terminantes 
del  Gobierno,  para  aguardar  allí  la  División  del  Ge- 
neral tírito  que  debía  entrar,  parte  por  Nutrias  y 
parte  por  Guanarito,  para  obrar  en  combinación  con 
ella  sobre  el  General  Zamora.  Pero  hacía  dos  me- 
ses que  aquel  Jefe  había  llegado  á  San  Fernando  y 
nada  se  sabía  de  su  paradero,  ni  por  oficios  suyos 
ni  ]>or  informes  de.  ninguna  persona.  De  lo  cual 
era  forzoso  inferir  una  de  dos  cosas:  ó  que  dicho 
General  no  contaba  para  sus  operaciones  con  el 
ejército  del  Sur  de  Occidente,  ó  que  había  encon- 
trado obstáculos  y  dificultades  que  se  oponían  á  la 
proyectada  combinación  ;  y  en  la  cual  no  debía,  pen- 
sarse por  el  momento,  teniendo  en  cuenta  que  la 
situación  militar  en  setiembre  no  era  la  misma  que 
en  julio;  porque  ahora  existía  en  Occidente  una 
facción  que  podía  ser  más  considerable  que  la  del 
mismo  Zamora,  en  atención  á  que  amenazaba  é  in- 
vadía algunas  Provincias  de  las  más  importantes  de 
la  República.  Sin  embargo,  debía  reflexionarse  que 
bien  podía  presentarse  el  General  Brito  de  un  mo- 
mento á  otro,  y  hallarse  sin  el  apoyo  de  ellos  en 
Guanare:  así  como  era  no  menos  digno  de  tomarse  en 
cuenta   el    desamparo  en  que    iban  á  quedar  las  Pro- 


3G4  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

vincias  de  Marida  y    Tr  jjillo  por  la  desocupación  de 
Portuguesa. 

Tales  fueron  las  proposiciones  torales  sometidas 
por  el  General  en  Jete  del  Ejército  al  examei  y 
discusión  de  la  Junta  de  Guerra,  para  resolver  si  se 
evacuaba  ó  nó  la  plaza  de  Guanare;  y  en  el  primer 
caso,  trazar   la   dirección  de   la   retirada. 

Discurrióse  largamente  sobre  la  situación  de  la 
República  y  de  los  ejércitos  beligerantes,  y  acerca  del 
partido  que  convendría  adoptar  en  tan  delicadas  cir- 
cunstancias. Hecho  ésto,  opinaron  lodos  que  la  posi- 
ción del  ejército  en  Guanare  era  insostenible  por  más 
tiempo,  y  que  siendo  de  temer  la  marcha  del  Gene- 
ral Falcón  hacia  Araure  y  Ospino,  hubiera  ó  nó 
tomado  á  Barquisimeto,  era  lo  acertado,  militar- 
mente hablando,  dirigirse  sin  pérdida  de  tiempo  á 
Ospino,  recoger  el  parque  y  la  guarnición  de  esta 
plaza,  y  continuar  las  operaciones  como  los  sucesos 
lo  demandaran.  Asistió  á  esta  sesión  el  señor  Go- 
bernador de  la  Provincia,  v  estuvo  de  acuerdo  en 
todo  con  los  militares,  menos  en  la  ruta  que  debía 
tomar  el  ejército. 

Tal  era  en  resumen  la  calamitosa  situación  de 
la  plaza,  cuando  Andrade,  oído  el  dictamen  de  sus 
Jefes  principales,  determinó  emprender  la  retirada, 
primero  á  Ospino,  y  después  á  San  Carlos,  por  un 
territorio  enemigo,  obstruido  á  cada  paso  por  gran- 
des barrizales,  y  hondas  cañadas,  en  que  S3  atascaban 
la  tropa  y  los  animales,  y  que  era  forzoso  atravesar  con 
el  agua  al  pecho;  y  bañado  de  ríos  como  el  Portugue- 
sa, el  María,  el  peligroso  Morador,  entre  San  Rafael 
y  Ospino,  y  el  Guache,  el  Acarigua,  el  Agua  Blanca, 
el  Cojedes,    el  San  Carlos,     salidos  todos   de  madre, 


VIDA  PEL  GENERAL  ZAMORA  3t>5 

en  aquella   estación;  sin   tener  para  pasarlos,  puentes, 
balsas,  ni  canoas. 

Convenida  la  retirada,  ordenóla  Andrade  sin 
dilación ;  y  acompañado  de  sus  edecanes  ManuH  Ez- 
curra,  Tomás  Soriano  y  otros,  hizo  al  día  siguiente 
desfilar  el  ejército  que  ascendía  aproximadamente  á 
dos  mil  hombres,  para  tomarla  derrota  de  Ospino  con 
cuantos  vecinos  quisieron  seguirle,  en  calidad  de 
emigrados ;  con  su  armamento,  pertrechos,  arti- 
llería y  demás  material  de  guerra,  en  mas  de  tres- 
cientas cargas :  todos  los  equipajes,  ganados,  madrinas 
de  cnbállos,  y  cuatrocientos  enfermos :  no  habiendo 
dejado  de  estos  en  la  plaza  sino  los  que  estaban  en 
incapacidad  absoluta  de  marchar  á  pie  ó  á  caballo. 

No  hubo  bien  sabido  Zamora  la  marcha  de 
las  tropas  centralistas,  cuando  tiró  tras  ellas  para  hos- 
tigarlas y  destruirlas,  al  juicioso  y  hábil  Trías 
con  la  brava  División  llamada  Vanguardia  del  Ejér- 
cito Federal.  Ocupó  éste  á  Guanare  el  í)  de  se- 
tiembre á  las  12  del  día,  y  sin  más  descanso  que 
el  indispensable  para  repartir  el  rancho,  continuó 
sobre  Andrade  con  ánimo  de  darle  alcance. 

Al  llegar,  empero,  al  río  que  nombran  de  Ma- 
ría, á  media  legua  del  Portuguesa,  equidistante  en- 
tre Guanare  y  San  Rafael  dos  leguas  y  media,  tuvo 
que  pararse  por  haberlo  encontrado  crecido,  y  no 
tener  medios  de  salvarlo. 

El  Capitán  Blas  Herrera,  que  mandaba  la  des- 
cubierta, recogió  algunos  rezagados,  con  los  que  re- 
gresó al   campamento,   á    las  doce  de  la  noche. 

El  General  Andrade,  caminando  en  buen  orden, 
se  adelantó  esa  tarde  hasta  San  Rafael  de  las  Guas- 
cluas,  á   cinco    leguas   de  Guanare. 


306  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

En  Ospino  tuvo  noticias  de  la  toma  de  Bar- 
quisimeto  por  el  General  Falcón,  y  considerando  su 
ejército  demasiado  pesado  para  una  operación  fruc- 
tuosa sobre  aquella  plaza,  y  temeroso  de  ser  cogido 
entre  diversos  fuegos,  resolvió  guiar  á  San  Carlos, 
plaza  fuerte,  abastecida  de  víveres,  y  donde  toma- 
ría informes  ciertos  del  Gobierno  y  de  la  Repú- 
blica. 

Recogió  á  prisa  la  guarnición  y  parque  de  Os- 
pino, y  cuidadosamente  atento  á  su  retaguardia,  ame- 
nazada por  Trías,  á  su  flanco  izquierdo  por  el  Ge- 
neral Falcón,  y  al  derecho  por  los  cuerpos  francos 
de  Portuguesa  y  Cojedes,  guió  á  Araure,  condu- 
ciendo su  ejército,  como  un  experimentado  General, 
digno  de  clarísimo  renombre. 

Cuando  sus  avanzadas  llegaron  el  12  á  La 
Sabana  de  Choro,  7  leguas  de  Ospino  y  3  de  Arau- 
re, desocupó  el  Coronel  Michelena  esta  villa,  y  se 
replegó  á  Sarare,  ordenando  al  Capitán  Juan  Segun- 
do Araujo,  del  Algodonal,  que  hiciera  ocultar  en 
los  montes  del  camino  las  guerrillas  de  Agua  Blan- 
ca y  Onoto,  para  que  sin  ser  vistas  atisbaran  los 
movimientos  del  enemigo,  y  tuviesen  al  corriente  de 
ellos  á  los  Jefes  superiores. 

Para  el  15  se  hallaba  Andrade  en  Araure:  v 
Trías  detenido  en  el  torrentoso  río  de  Acarigua,  y 
obligado  á  esguazarlo  por  Camburito,  á  una  legua 
del  paso  real,  agua  arriba,  que  es  el  vado  por  don- 
de los  indios  lo  atraviesan  en  invierno.  El  17  alas 
3  p.  m.  entró  Andrade  en  San  Rafael,  y  se  acampó  por 
la  tarde  y  la  noche  en  Los  Apartaderos,  encruci- 
jada de  los  caminos  de  Occidente.  El  otro  día  al- 
canzó Trías,    al  trote,  estas    mismas  posiciones.   En- 


VIDA  DEL  GENEBAL  ZAMORA         367 

tonces  fue  cuando  salió  á  La  Sabana  de  Cojedes 
la  Brigada  de  caballería  del  General  Navarro,  con 
intento  de  venirse  á  las  manos  con  el  ejército  central  ; 
pero  al  mirarlo,  marchando  £n  cuadm  con  su  parque 
en  el  centro  y  sus  caballos  á,  los  lados,  como  en  dis- 
posición de  rechazar  cualquier  ataque,  se  mantuvo 
eu  observación  á  cierta  distancia ;  porque  sus  infan- 
tes no  eran  más  de  25,  armados  unos  de  fusiles  v 
otros  de  tercerolas.  Hicieron  unos  tiros,  como  era 
de  ordenanza;  á  los  que  el  ejército  contestó  con 
una  granizada  de  balas  que  los  hizo  apartar  del 
camino  real.  (1)  Andrade  pernoctó  el  18  en  los 
contornos  de  Pozuelos ;  pintoresco  sitio,  no  lejos  de 
San    Carlos;  v  el   día  siguiente    al    medio  día,  avistó 

por  San  José  las  avanzadas  de  esta  plaza,  por  cuyas 
calles   entró    en    la  tarde,  entre   las   aclamaciones  de 

gus  compañeros. 

Treinta  y  seis  leguas  había  recorrido  en  me- 
nos de  doce  días  sin  perder  una  compañía,  un  fu- 
sil ni  un  cartucho :  marchando  formado  en  cuadro 
cuando  tenía  que  atravesar  las  sabanas,  donde  po- 
dían írsele  encima  las  caballerías  del  enemigo ; 
y  con  sus  pertrechos  y  cañones  entre  columnas  bien 
reforzadas,     al    tener   que    pasar    los     bosques    don- 


(\)  Federación  Venezolana. — Estado  Mayor  de  la  División 
Cojede» — Cojedes,  setiembre  18  de  1859.  — Año  IV  de  la  Federación. 
—Señor  Jefe  de  Enfado  Mayor  de  S.  E.  el  General  en  Jefe  de  Ion 
Ejército*  Federales,  Jíuíh  V  Falcan. — Con  esta  fecha  digo  á  S.  S. 
el  Jefe  de  Estado  Mayor  de  la  División  Vanguardia  del  Ejército 
del  Sur  de  Occidente,  situado  en  San  Ilnfael  de  Onoto,  lo  siguiente : 
'Ponías  11  de  la  noche,  cuando  he  acabado  de  recibir  parte  de. 
8.  S.  el  Coronel  Jefe  de  la  División,  desde  el  campo  de  batalla, 
en  que  me  dice:  que  por  la  forma  defensiva  nue  llevaba  el  enemigo 

en  cuadro,  no  pudieron  obrar  nuestras  caballerías 

Lo^  pertrechos  y  fusiles  los  llevan  dentro  del  cuadro  unas  veces, 
j  otras  en  medio  de  una  columna  formada  con  su  gruesa  infan- 
tería apoyada  por  200  de  caballería ;  y  lo  trascribo  á  U.  S.  pa  a  su 
conocimiento  y  el  de  S.  E.,  el  General  pn  Jefe  del  Ejército.— Soy 
de  S.  E.  arto,  servidor.—  El  Jefe  de  Estado  Mayor.—  Felipe  Sm  Gon- 
zález. 


368  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

fie  sospechaba  que  podía  haber  emboscadas:  con 
la  precaución  de  acamparse  siempre  muy  tempra- 
no en  parajes,  escojidos  con  solicitud  y  atención, 
para  hacer  en  ellos  campamentos  seguros,  que  que- 
daran bien  resguardados  por  sus  accidentes  natura- 
les, y  bien  defendidos  por  la  colocación  de  las  tropas; 
pasando  la  noche  puesto  á  cubierto  de  toda  sorpresa: 
cualidad  que  distingue  entre  otras  á  los  militares 
instruidos  y   prácticos. 

El  Ministro  de  la  Guerra,  General  Domingo 
Hernández,  aprobó  desde  Valencia  la  retirada,  á 
nombre  del  Gobierno,  con  fecha  30  del  mismo  mes; 
siendo  de  cumplido  deber  consignar  aquí  la  circuns- 
tancia de  que  en  San  Carlos  encontró  el  General 
Andrade  una  comunicación,  en  la  cual  el  General 
Pedro  E.  Ramos  encargaba  á  las  autoridades  del 
tránsito,  con  fecha  11  del  mismo,  que  por  cuantos 
medios  fuesen  posibles  se  le  hiciese  saber  que  era 
necesario,  y  de  alta  conveniencia,  que  á  la  mayor 
brevedad  se  moviera  hacia  dicha  plaza  con  todas 
las  fuerzas  de  su    mando. 

De  suerte  que  vinieron  á  coincidir  en  este  pun- 
to el  pensamiento  del  Gobierno  y  el  del  General 
en  jete  de  aquel  ejército,  con  el  cual  se  contaba  pa- 
ra que  sirviera  de  núcleo  á  otro  mayor,  con  que 
ideaban  los  centrales  recobrar  lo  perdido  en  las 
Provincias    de  Occidente. 


Proo Urnas  'd* 
¡amo  i 
riñas. 


CAPITULO  xnr 

I.  Cuando  Zamora  ocupó  á  Barinas  expidió  zamoíT en  b» 
la  siguiente  alocución  para  dar  cuenta  á  los  libe- 
rales de  su  campaña  de  tres  meses  de  Coro  á  Los 
Llanos,  y  que  hem  s  dejado  para  este  Capítulo, 
para  no  interrumpir  la  relación  que  veníamos  ha- 
ciendo de  los  sucesos  militares  ocurridos  en  las 
Provincias  ganadas  por  sus  armas. 

KZEQUIEL   ZAMORA, 

GENERAL   DE  DIVISIÓN  Y    .TEFE    DE   OPERACIONES 

DEL  EJÉRCITO  FEDERAL  DE  LOS  ESTADOS 

DE  CORO  Y  DEL   OCCIDENTE 

A    HU8  Conciudadanos! 

Conciudadanos:  La  magna  revolución  del  5  de  Mar- 
zo en  que  Venezuela  derrocó  el  poder  central  para  cons- 
tituir el  Gobierno  Federal,  fue  convertida  por  la  trai- 
ción de  la  Oligarquía  en  la  dictadura  atroz  de  Julián 
Castro,  con  su  sisema  de  mazmorras,  grillos,  cadenas,  os- 
tracismo y  toda  especie  de  persecusiones  crueles  y  vio- 
lencias inauditas.  El  pueblo  de  Coro,  consecuente  con 
los  principios  proclamados  en  aquella  memorable  época, 
levántase  con  sublime  heroísmo  el  veinte  de  febrero  á 
vindicar  su  libertad,  á  conquistar  su  soberanía  arreba- 
tada por  la  infame  traición  y  la  bárbara  dictadura;  y 
se  constituye  en  Estado  Federal,  honrándome  con  el  nom- 
bramiento de  General  de  División  y  Jefe  de  operacio- 
nes del  Estado  y  de  los  demás  del  Occidente,  para  defen- 
der y  sostener  la  Federación,  mediante  su  aquiescencia. 

Honrado  con, tan  noble  misión,    fiel   á  los  principio» 


370  DOCTOR   L.   VILLANÜEVA 

republicanos,  y  dispuesto  siempre  al  sacrificio  de  mi» 
bienes  y  de  mi  vida  por  la  santa  causa  del  pueblo,  no 
vacilé  un  momento  en  obelceer  su  patriótico  mandato: 
y  puesto  á  la  cabeza  de  libres  y  valerosos  ciudadanos, 
los  acaudillo,  me  lanzo  al  combate  como  en  épocas  an- 
teriores me  había  lanzado  á  combatir  contra  el  despo- 
tismo, y  conducido  por  el  Dios  de  la  Victoria,  venzo 
las  fuerzas  centralistas,  según  lo  acredita  el  siguiente 
«iocumento. 


Federación  Venezolana. — Operaciones  de  Occidente. — 
Estado  Mayor  General.— Barinas  mayo  10  de  1830. 
— Ano  1°  de  la  Federación. 

Al  Ciudadano  General  Jefe  de  Operaciones  de  lo*  Esta- 
do» de   Occidente. 

Ciudadano  General. 

En  virtud  de  lo  dispuesto  por  usted,  en  que  me  or- 
dena una  ligera  reseña  de  las  funciones  de  armas  que 
el  Ejército  Federal  de  su  mando  ha  tenido  con  las  fuer- 
zas centrales,  tengo  el  honor,  ciudadano  General,  de  con- 
signaros en  este  pliego  la   indicada  reseíla. 

El  día  22  de  marzo  último  á  las  4  de  la  tarde,  avis- 
tó nuestro  ejército  al  enemigo  &  las  márgenes  del  Ya- 
raeuy,  que  orgulloso  nos  esperaba  creyendo  que  nuestros 
soldados  no  pudiesen  salvar  el  inconveniente  de  la  pro- 
fundidad de  las  aguas.  Pero  nuestras  tropas,  superando 
«1  inconveniente  de  U  misma  naturaleza,  pasaron  el  río, 
bastando  la  carga  de  nuestra  caballería,  auxiliada  por 
una  guerrilla  de  infantería,  para  ponerlo  en  vergonzosa 
fuga,  dejando  en  nuestro  poder  varias  armas  y  algunos 
otros  elementos  de  guerra,  con  pérdida  de  hombres,  entre 
los  cuales  se  asegura  que  murió  el  hijo  del  Jefe  que  los 
mandaba,  y  éste,  para  hacerse  desconocido  en  la  fuga, 
botó  el  uniforme,  no  sufriendo  ninguna  novedad  los  dos 
piquetes  que  atacaron 

El  Ejército  Federal  después  de  haber  tenido  algunas 
horas  de  descanso  siguió  marcha  triunfante  el  23  hacia 
El  Palito,  lugar  de  Puerto  Cabello,  donde  se  sabía 
que  estaban  otras  fuerzas  enemigas  numerosas,  en  buenas 
posiciones  y  estudiado  atrincheramiento,  al  mando  de 
Avelino  Pinto,  y  no  obstante  su  gran  número,  ventajo- 
sos puntos  de  defensa,  de  encontrarse  allí  uno  de  los  ba- 
tallones del  famoso  Dictador,  y  principiar  la  acción  al 
acto  que  llegamos,  que  sería  como  á  las  once  de  la  noche, 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  371 

y  en  medio  de  bosques  plagados  de  guerrillas,  fueron 
«desalojados  de  sus  atrincheramientos,  muertos  los  que  los 
•defendían  y  derrotado  el  resto  de  su  ejército  completa- 
mente, haciéndoseles  prisioneros  doscientos  cincuenta  solda- 
dados,  tomándoles  mucho  armamento,  cajas  de  gnerra, 
banderas,  heridos,  y  quedando  cubierto  el  campo  de  muer- 
tos, entre  los  cuales  había  jetes  y  oficiales.  Concluida 
la  función  de  armas,  revisado  el  campo,  apoderado  de  los 
prisioneros  y  heridos  y  de  los  elementos  de  gnerra,  si- 
guió nuestro  ejército  vencedor  el  24  á  la  ciudad  de  San 
Felipe,  donde  llegó  el  día  28,  y  encontrando  en  la  misma 
ciudad  otras  fuerzas  centralistas  entró  á  atacarlas;  ápo- 
43is  horas  de  combate  fueron  derrotadas  en  sus  fortifica- 
ciones, y  el  Jefe,  con  el  resto  de  fuerza  que  le  que 
daba,  siguió  en  huida  ala  sabana,  donde  se  le  hizopri 
lionero  con   parte  de  la  oficialidad. 

Al  amanecer  del  siguiente  día,  siguió  el  vencedor 
Ejército  Federal  en  marcha  para  la  ciudad  de  Barqnisi- 
meto,  y  al  entrar  á  aquella  plaza,  súpose  qne  en  el  ca- 
mino venían  otras  fuerzas  centrales  de  Occidente  y  se 
salió  eo  busca  de  ellas,  no  habiendo  sido  posible  que  vi- 
niesen al  encuentro  hasta  que  eu  la  ciudad  de  Araure 
se  presentó  el  enemigo  con  fuerza  respetable  de  infante- 
ría y  caballería,  y  á  las  dos  horas  y  media  de  comba- 
te ftie  derrotado,  huyendo  su  Jefe  Herrera  hacia  los  ce- 
rros para  salvarse  y  la  caballería  salió  oculta  á  meiced 
■de  los  matorrales  de  la  sabana.  Victorioso  nuestro  Ejér- 
cito Federal,  fué  á  batir  á  los  dos  días  las  fuerzas  cen- 
trales que  ocupaban  la  ciudad  de  Guanare,  al  mando  del 
Coronel  Muguerza,  y  excusado  el  combate  por  su  Jefe, 
que  la  abandonó  y  siguió  la  vía  de  Trujillo,  continuó 
la  m  a  relia  hacia  la  ciudad  de  Barinas,  y  cuando,  con 
#ran  pérdida  de  oficiales  y  soldados,  estaban  al  rendirse 
en  sus  fortifica ciones,  fue  necesario  para  la  pronta  reu- 
nión del  Ejército  Federal  de  Barinas,  ir  á  incorporarlo 
prontamente  en  la  sabana  de  Juana  María.  Reunidos  ya 
los  dos  ejércitos  federales  en  esa  llanura,  se  avistó  el 
•ejército  central  al  mando  del  General  José  Laurencio  Silva, 
-en  el  llano  de  San  Lorenzo,  y  como  á  las  cuatro  y  media 
de  la  tarde  principió  la  función  de  armas  que  duró  hasta 
la  mañana,  en  que  se  retiró  el  enemigo  con  pérdida  de  su 
fuerza,  dejando  heridos  y  elementos  de  guerra  y  muchas 
bestias  en  el  cainpo.  En  la  persecución  que  se  le  hizo 
hasta  el  pueblo  de  La  Luz  se  le  cogieron  algunos  pri- 
sioneros, entre  ellos  dos  oficiales  y  muchas  bestias  y 
-equipo.  Seguidamente  continuó  el  vencedor  Ejército  Fe- 
deral unido  á  la  ciudad  de  Guanare,  y  las  fuerzas  cen- 
trales que  la  ocupaban,  habiendo  tenido  n nichos  muertos 
jr  heridos,  fueron  desalojadas  de  cuatro  cuarteles  y  se 
4*>ntramarchó  hacia  esta  ciudad  de  Barinas,  donde  hemos 


372  DOCTOR  L.  VILLA  NUEVA 

encontrado  la  población  sin  fuerzas;  y  apenas  supo  la 
guarnición  central  de  Barinitas,  que  un  piquete  de  ca- 
ballería nuestra  le  había  hecho  al  que  había  dejado  de- 
destacamento varios  muertos  y  heridos,  cuando  envía  par- 
lamentarios para  su  rendición. 

Soy  de  usted  atento  servidor. 

Benito  Urdaneta. 


Conciudadanos :  Ansioso  de  dar  cuenta  de  mis  ope- 
raciones y  del  valor  de  mis  compañeros  de  armas,  me 
cabe  la  satisfación  de  haber  llenado  con  honor  mis  de- 
beres, combatiendo  la  dictadura  que  ostentaba  su  trai- 
ción á  la  revolución  del  5  de  Marzo;  y  me  complazco 
de  que,  vencida  en  las  gloriosas  jornadas  que  quedan 
referidas,  se  acerca  el  deseado  momento  de  fundar  el 
Gobierno  Federal  que  da  al  pueblo  la  dirección  y  ma- 
nejo de  sus  propios  intereses,  sin  sujeción  á  ningún  otro 
poder,  y  asegura  un  porvenir  de  gloria  y  bienandanza 
á  todos  los  venezolanos.  Un  esfuerzo  más  y  nuestras 
esperanzas  quedarán  satisfechas. 

Compañeros  de  armas :  Habéis  probado  con  vuestra 
abnegación  y  sublime  heroísmo  que  solo  el  pueblo  quie- 
re su  bien  y  es  dueño  de  su  suerte,  y  que  de  hoy 
más  "Venezuela  no  seiá  patrimonio  de  ninguna  familia 
ni  persona"  Riendo  la  irayor  lecompensa  de  las  victo- 
rias alcanzadas  contra  el  Centralismo,  el  establecimien- 
to del  Gobierno  Federal  que  da  todos  los  bienes  que 
emanan  de  su  magnífica  institución,  aunque  la  patria 
siempre  llena  de  munificencia  premia  á  sus  buenos  y 
leales  servidores.  Así,  hagamos  el  postrer  esfuerzo  que 
pueda  necesitar  de  nosotros  para  dejar  cumplida  la  gran 
misión  que  nos  ha  confiado,  y  veréis  abierta  la  nueva 
era  de  la  Federación  Colombiana ;  que  fueron  los  últimos 
votos  de    nuestro  Libertador,   el   Gran  Bolívar. 

Viva  la  Federación! 

Dada  en  el  Cuartel  General  en  Barinas  á  19  de  ma- 
yo   de  1850  y   1?   de  la    Federación. 

E.  Zamora. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMOR  \  ítT.'J 

Dos   días  pasados,   dirigió  á  los  harinosos  y  apú- 
renos la  proclama  que  á  continuación  copiamos  : 

EZEQÜIEL  ZAMORA 

GENERAL  DE  DIVISIÓN    Y    JEFE  DE  OPERACIONES 

DEL  EJÉRCITO  FEDERAL  DE  LOS  ESTADOS 

DE  CORO    Y   DEL  OCCIDENTE. 

A  los  Bar  Ineses  y  Apúrenos  ! 

Barineses:  En  la  memorable  acta»  de  Independe  mi  a 
-<lel  año  de  mil  ochocientos  once,  vuestra  provincia  tuvo 
la  gloria  de  ser  una  de  las  siete  unidas  de  Venezuela, 
-que  por  medio  de  sus  representantes  juró  ser  indepen- 
diente y  constituirse  en  Estado  Federal.  Cruentos  y  es- 
tériles sacrificios  habéis  hecho  para  plantearlo,  pero  ya 
estáis  en  la  época  de  la  Federación;  y  sobre  las  rui- 
nas de  la  dictadura  que  el  cinco  de  Marzo  del  año  próxi- 
mo pasado,  os  impuso  Julián  Castro  con  la  envejecida 
oligarquía,  levantaréis  el  Gobierno  Federal  que  asegura 
para  siempre  1»  Libertad,  la  Igualdad  y  la  Fraternidad, 
dogma  de  la  República  germina,  que  proclamaron  los  pa- 
triarcas de  vuestra  Independencia. 

Barineses:  Habéis  visto  el  ejército  que  mindó  el  Dic- 
tador para  ensangrentar  vuestro  suelo,  destruir  vuestras 
propiedades  y  vestir  de  luto  vuestras  familias,  huir  en  el 
campo  de  San  Lorenzo;  y  así  como  en  la  guerra  de  la  In- 
dependencia, el  Estado  de  Barinas  comprendido  entre  los 
límites  que  demarca  el  Cojedes  y  el  A  rauca,  fue  el  sepul- 
cro de  un  poder  de  más  cite  tres  siglos,  así  será  su  territo- 
rio federal  la  honda  fosa  de  los  esbirros  de  la  Dictadura, 
«i  pronto  no  repasan  el  Cojedes. 

Apúrenos:  Vosotros  y  los  barineses,  hijos  de  unos  mis- 
mos padres  y  mártires  de  una  misma  causa,  tenéis  en  vues- 
tras ricas  y  extensas  llanuras  que  limita  el  horizonte,  la 
Mata  de  la  Miel  y  el  Campo  de  Camben),  en  que  mordieron 
el  polvo  el  godo  Morillo  y  el  autócrata  Páez  ;  el  polvo  mor- 
derán también  los  esbirros  de  la  Dictadura  al  llevarlos  su 
insensatez  á  combatir  vuestra  Federación. 

« 

Apúrenos:  Si  un  puñado  de  vosotros  en  la  memo- 
rable jornada  de  Los  Araguatos,  venció  al  autócrata  Páez, 
de  hoy  más  podéis  decir  con  haberos  armados  todos,  en 
defensa  de  la  Federación,  que  no  vivís  bajo  el  impro visado 
poder  del  Dictador  y  que  estáis  federados. 

Barineses  y  Apúrenos:  La  Patriaos  tributa  el  más 
sentido  reconocimiento  por  el  denuedo,  actividad  y  abne- 
gación patriótica  con  que  habéis  volado   al  combate  para 


374  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

rescatarla  de  la  dictadura  y  elevarla  al  rango  y  digni- 
dad de  Nación  de  primer  orden,  que  por  la  estabilidad 
prosperidad  y  adelantada  civilización,  le  prepara  la  Fede- 
ración Colombiana,  consecuencia  natural  y  resultado  pre- 
cioso de  nuestros  esfuerzos  y  sacrificios. 

Dada  en  el  Cuartel  General,   &  21  de  mayo  de  1859  y 
1?  de  la  Federación. 

Ezequiei*  Zaxora. 
opinan  d*i Ge-  H.    En  los  mismos  días  que  el  General  Zamora 

Béral  Soublette  * 

^ardiazámo^iI oc u Pa 'ia  ^  fibrinas  y  publicaba  estas  alocuciones,  es- 
cribía el  General  Soublette  un  dictamen  luminoso 
al  Gobierno,  sobre  el  modo  de  combatir  al  caudi- 
llo liberal  que  había  conmovido  el  Occidente  en 
menos  de  dos  meses  de  campaña,  y  que  amenaza- 
ba conquistar,  no  solo  las  Provincias  de  Barinasf 
Apure  y  Portuguesa,  como  si  pensara  crearse  oi> 
vasto  teatro  de  operaciones  en  los  Llanos  del  Sur, 
sino  también  las  de  Barquisimeto,  Yaracuy  y  Co- 
jedes. 

El  General  Soublette,  además  de  apreciar  cor* 
exactitud,  como  era  propio  de  su  clara  inteligencia, 
los  hechos  militaras  de  la  campana  de  Zamora,  pre- 
vio hasta  dónde  podía  llevar  este  caudillo  sus  ar- 
mas victoriosas,  si  la  fortuna  le  respondía  satisfac- 
toriamente   á  sus   invocaciones,   repetidas  y  audaces. 

Cuando  el  Gobierno  creía,  ó  fiogía  creer,  que- 
el  General  Zamora  corría  fugitivo  A  las  selvas  de 
Turen,  ó  al  fondo  de  las  estepas  de  Occidente,  este 
boliviano  guerrero  tenía  por  cierto  todo  lo  contrario; 
pues  ove  sus  toques  de  clarín  sobre  Barihas-  y  Gua- 
nare;  siente  sus>  pisadas  en  Ospino,  Arawe  y 
El  Baúl:  es  decir;  sobre  una  línea  de  operaciones- 
que  podía  llevarlo  hasta  el  Guárico,  y  1»  temible* 
Sierra  de  Carabobo;  y  más  que  todo,  lo  *e  venir 
triunfador   sobre  Barquisimeto  y    San  Carlos* 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA.  37¿ 

Y  nos  decidimos  á  reproducir  en  estas  páginas 
tal  dictamen,  contenido  en  su  oficio  de  14.  de  mayo,, 
en  los  mismos  días  en  que  Zamora  atacaba  á  Gua- 
naro y  sentaba  sus  reales  en  Barinas,  porque  sus 
previsiones  se  vieron  á  poco  cumplidas,  como  re- 
sultado lógico  de  las  operaciones  que  veía  ejecutar 
á  los  ejércitos,  y  de  las  aptitudes  militares  que 
atribuía,  con  razón,  á  Zamora,  cuando  reconoce 
que  tiene  en  jaque  al  General  Silva  en  Harinas, 
y  que  le  corta  las  comunicaciones;  y  cuando  lo 
ve  que  sorprende  y  embiste  las  poblaciones  de  Por- 
tuguesa, dejando  lejos  su  enemigo  y  obligándolo  á 
operaciones    desastrosas. 

El  General  Soublette  fue  uno  de  los  pocos 
militares  que  comprendieron  á  Zamora  de  un 
golpe  de  vista;  y  advirtieron  de  cuánto  podía  ser 
capaz  en  el  desarrollo  de  aquella  guerra  ;  pues  an- 
tevio que  el  éxito  favorable  de  ¡a  campana  no  de- 
pendía, para  el  Gobierno,  de  reforzar  más  ó  menos 
una  plaza,  ni  para  Zamora,  de  tomarla  ó  no;  sino 
de  accidentes  felices  ó  desgraciados  en  la  ejecución  de 
los  movimientos  y  las  operaciones.  Y  así  mismo 
sucedió ;  pues  al  cabo  pudo  verse  que  los  ataques 
de  Zamora  á  las  ciudades  produjeron,  no  la  toma 
de  ellas,  pero  sí  la  destrucción  del  ejército  ene- 
migo :  su  desconcierto  por  las  sorpresas  de  golpes 
escandalosos  á  distancia;  su  aniquilamiento  por  mar- 
chas y  contramarchas  estériles;  su  anarquía  por  la 
sutil  inoculación  en  sus  filas  del  espíritu  revolucio- 
nario; y  su  retirada,  en  suma,  primero  de  Barinas 
y  después  de  Guanare,  dejando  á  Zamora  en  po- 
sesión absoluta  de  las  dos  Provincias  disputadas,  sin 
que  los  dos  ejércitos  se  hubieran  nunca  empeñado  en 
combates  decisivos.    Tal   era   la   suerte  de   la  cam- 


376  DOCTOR  L.  VILL AHUEVA 

paña  de  que  el  General  Soublette  hablaba,  sin  ser  oído 
por  su  Gobierno,  en  el  documento  cuya  lectura  reco- 
mendamos á  los  que  quieran  apuñar  bien  la  razón 
filosófica  de  los  hechos,  y  la  inspiración  feliz  de  los 
movimientos  estratégicos  de  nuestro  insigne  Capitán. 

República  de  Venezuela. — Dirección  de  la  Guerra  de  Occi- 
dente.— Cuartel  General  en  San  Carlos,  á  14  de  mayo 
de  1859. 

Señor  Secretaria  de  Estado  en  ¡os  Despachos  de  Gmrra  ¡/ 
Marina. 

He  recibido  el  ofteio  de  usted  de  6  de  los  corrientes, 
en  que  me  anuncia  la  remesa  de  mil  vestuarios  comple- 
tos, y  que  se  me  hará  otra  más  adelante,  cuando  las  cir- 
cunstancias lo  permitan. 

Hoy  prevengo  al  Comandante  de  Armas  de  Carabobo, 
que  los  detenga  en  Valencia,  porque  no  puedo  remitirlos  á 
Harinas,  ni  creo  prudente  traerlos  aquí. 

Es  necesario  que  el  Gobierno  prepare  un  depósito  de 
vestuarios  para  vestir  la  tuerza  del  ejército  del  General 
Silva. 

Hasta  ahora  nuestras  medidas  han  tenido  un  carácter 
de  provisorias  que  les  daba  la  persuaden  de  que  la  guerra 
era  momentánea,  y  que  retirándose  los  cuerpos,  no  había 
necesidad  de  vestirlos  y  pagarlos,  ni  acuartelarlos,  etc.,  etc. 
Pero  las  operaciones  de  Barinas  nos  han  revelado  una  pro- 
funda y  terrible  verdad  :  que  la  guerra  es  duradera,  y  que 
el  Gobierno  e>tá  en  la  necesidad  de  proveer  á  sus  opera- 
ciones y  movimientos,  con  todos  los  elementos  necesarios 
para  que  triunfen  las  armas  del  Gobierno.  Yo  creo  que  el 
modo  con  que  se  ha  obrado  anteriormente,  entrando  á  la 
Portuguesa  diferentes  Jefes,  con  tropas  de  distintas  Pro- 
vincias, sin  unión  ni  concierto  en  las  operaciones,  cada 
Jefe  haciendo  lo  que  podía,  algunos  obrando  mal  y  perni- 
ciosamente, según  oigo,  y  todos  contentándose  con  disipar 
la  facción  y  dando  por  concluido  todo,  por  el  interés  de  vol- 
ver cada  uno  á  su  Provincia,  y  las  facciones  quedaron  en 
pie  como  si  no  las  hubiesen  tocado,  y  las  Provincias  de  la 
Portuguesa  y  Barinas  en  masa,  hacen  hoy  causa  común 
con  Zamora  y  su  facción,  que  dueño  de  todo  el  territorio, 
tiene  en  jaque  al  General  Silva  en  Barinas,  le  corta  sus 
comunicaciones,  y  nos  invade  y  ataca  en  Guanare,  en  Os- 
pino,  en  A  mure,  en  El  Baúl,  y  á  la  menor  ventaja  que 
adquiera,  lo  tendremos  sobre  Barquisimcto  y  San  Carlos. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  377 

Nunca  ha  estado  el  Gobierno  más  débil  en  Occiden- 
te que  lo  está  hoy  no  obstante  el  Ejército  del  General 
Silva,  que  encerrado  en  Barinas,  nada  ha  podido  hacer. 
Yo  no  puedo  menos  que  reiterar  al  Gobierno  esta  refle- 
xión en  todas  mis  notas  para  ver  si  llego  á  trasmitirle 
mi  convicción  de  que  si  no  viene  inmediatamente  á  Oc- 
cidente un  cuerpo  de  2.000  hombres  de  infantería  y  ca- 
ballería, nada  se  podrá  hacer  y  se  expone  además  la 
suerte  del  ejército  que  manda  el  General  Silva,  á  un  de- 
sastre ó  á  su  disolución.  La  única  ventaja  que  podemos 
sacar  hoy  de  la  permanencia  del  General  Silva  en  Ba- 
rinas es  la  de  que  ocupe  la  atención  de  Zamora,  y  nos 
dé  lugar  para  acumular  fuerzas  en  estas  provincias,  para 
marchar  á  Barinas,  librar  al  General  Silva  del  conflicto 
en  que  esté  y  con  una  fuerza  formidable  destruir  la  fac- 
ción de  Zamora,  y  destruir  y  castigar  todas  las  faccio- 
nes de  Barinas  y  la   Portuguesa. 

Juzgo  de  las  cosas  de  este  modo,  por  los  hechos, 
pues  hoy  se  cumplen  veinte  días  de  incomunicación  con 
el  Ejército. 

Guanare  pide  refuerzo;  quiero  dárselo,  y  si  viniera 
la  columna  de  Coro  que  está  detenida  en  Valencia  de 
orden  de  U.  S.  y  si  el  Pao  y  Barqnisimeto  cumplieren 
mis  órdenes,  reforzaré  á  Guanare,  pero  nada  más,  y  que- 
daremos siempre  aguardando  un  accidente  feliz  ó  des- 
graciado, sin  poder  influir  ni  por  nuestra  dirección  ni 
por  nuestras  providencias. 

Entretanto  yo,  viejo,  arruinado,  débil  y  destituido 
hasta  de  una  bestia  para  montar,  quedo  lanzado  en  este 
abismo,  entregado  como  fiel  cristiano  á  la  volunntad  de 
Dios. 

Soy  de  usted  atento  s.  s. 

Cario*  Soubtette. 

III.  La  Asamblea  Federal  del  Estado  se  reunió  fn° £^5*"' l 
en  setiembre,  como  lo  había  dispuesto  Zamoka,  y  dictó 
la  Constitución  del  Estado,  y  muchas  leyes  en  con- 
sonancia con  el  sistema  que  se  venía  proclamando  en 
los  campos  de  batalla.  Fue  una  de  las  más  notables, 
la  del  impuesto  de  un  tanto  por  ciento  sobre  la  ri- 
queza, como  contribución  única  para  subvenir  á  los 
gastos  de  la  Administración  pública.  Se  organizó  el 
Poder  Ejecutivo  según    un   decreto  de  la    Asamblea, 


378  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

para  que  funcionara  mientras  la  Constitución  recibía 
la  sanción  popular.  Por  un  decreto  especial  se  de- 
clararon vigentes  todas  las  garantías  de  los  venezola- 
nos estatuidas  en  la  Constitución  de  1857,  y  por 
otro  se  mandó  organizar  las  milicias,  y  se  las  llamó  al 
servicio. 

Para  noviembre  se  había  encargado  del  Poder 
Ejecutivo  el  General  Carlos  J.  C.  Fuentes,  quien 
nombró  de  Secretario  General  al  ciudadano  Bernardo 
Ferrer,  funcionando  de  Jefe  Civil  del  Cantón  Barinas, 
Antonio  J.  Fontainés,  y  de  Secretario  suyo,  Casimiro 
Vielma. 

Una  ley  de  orden  público  concedió  al  Poder 
Ejecutivo,    por  tres    meses,  las  facultades  siguientes: 

Ia  Llamar  al  servicio  de  las  armas  á  todos  los  ciuda- 
danos que  pudieran  llevarlas. 

2"  Imponer  un  empréstito  forzoso  á  los  ciudadanos  del 
Estado,  aunque  estuvieran  ausentes,  hasta  por  la  suma  de 
quince  mil  pesos,  confiando  á  su  prudencia  la  justa  equi- 
dad que  debía  guardarse. 

3*  Mandar  en  persona  la  fuerza  armada  cuando  lo  cre- 
yera conveniente. 

4H  Hacer  la  guerra  á  los  enemigos  armados  contra  la 
Federación,  por  cuantos  medios  creyera  oportunos  comba- 
tiéndolos hasta  fuera  del  territorio  del  Estado,  si  fuere  po- 
sible. 

o'!  Auxiliar  á  los  Estados  vecinos,  si  lo  permitían  las 
circunstancias,  con  fuerzas  de  éste. 

0H  Organizar  la  milicia  de  ambas  armas,  nombrando  al 
efecto  los  Jefes  y  oficiales  de  los  cuerpos. 

7*  Prohibir  á  los  ciudadanos  la  enajenación  á  extran- 
jeros de  los  bienes  de  cualquiera  clase  que  poseyeran. 

8a  Tomar  de  quienes  los  tuvieran,  toda  clase  de  elemen- 
tos de  guerra,  presuponiendo  siempre  la  indemnización. 

9a  Prohibir  la  libertad  de  transitar  con  pasaporte  ó 
sin  él. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  379 

10a  Permitir,  por  causas  de  interés  público,  la  extradi- 
ción de  los  individuos  que  se  asilaran  en  el  Estado. 

11a  Dictar,  en  fin,  todas  aquellas  medidas  de  seguri- 
dad que  demandaran  las  circunstancias. 

IV.  Formó  Zamora  de  la  Provincia  de  Portugue-  EtudodePoi*. 
sa  otro  Estado  Federal  bajo  las  mismas  bases  que  el 

de  Barinas;  y  como  en  cierta  ocasión  nombrara  el 
General  Aranguren,  Jefe  Militar  del  Norte,  algunos 
empleados  civiles,  le  ordenó  que  revocase  los  nom- 
bramientos, porque  tal  atribución  no  correspondía 
sino  á  los  Concejos  Municipales. 

Alzada  la  Provincia  de  Apure,  excepto  San 
Fernando,  con  los  Segovias  y  otros  Jefes,  la  orga- 
nizó también  en  Estado  y  la  dotó  de  reglas  guber- 
nativas para  su  Administración. 

Y  como  un  aspirante  á  la  Presidencia  del  nuevo 
Estado  de  Portuguesa  solicitara  su  favor  para  conse- 
guir este  puesto,  contestó  Zamora  que  él  no  estaba 
haciendo  guerras  para  imponer  gobernantes  á  los 
pueblos,  sino  al  revés,  para  que  los  pueblos  se  gober- 
naran por  sí,  pues  era  de  este  modo  como  él  entendía 
el  liberalismo  y  la  Federación.  Convocado  en  seguida 
elpueblo  para  hacer  el  nombramiento,  resultó  electo 
el  Coronel  Antonio  María  Palacios,  el  cual  se  en- 
cargó inmediatamente  de  la  Presidencia,  y  entró  a 
prestar  servicios  de  importancia. 

V.  Durante  su  mando  en   estas    Secciones,  que  carictw  <u  z»~ 

7     A        mora. 

duró  más  de  seis  meses,  organizó  tropas,  las  disciplinó, 
vistió  y  equipó.  Se  proveyó  de  caballos  y  muni- 
ciones de .  guerra  ;  de  lanzas  que  hacía  fabricar  allí 
mismo,  y  de  cuanto  era  menester  para  ponerse  en 
pie  de  pelea. 

Era    un    fanático,  y  como    tal,    probo  y    desin- 


380  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

teresado.  Propúsose  consustanciarse  con  el  pueblo 
en  sus  costumbres,  maneras  y  modo  de  hablar: 
por  eso  decía,  los  goo,  los  coloraos,  y  soltaba  á 
cada  paso  expresiones  vulgares  que  la  tropa  oía 
con  gusto.  Comía  con  los  soldados  y  los  quería,  los 
amaba  y  era  amado  de  ellos. 

En  los  combates  planeaba  á  algún  oficial  flojo, 
pero  jamás  á  un  soldado.  Supo  infundir  á  todos 
la  convicción  de  su  pericia,  de  su  competencia  y 
de  su  privilegio  de  invencible. 

Su  educación  era  toda  militar.  Nada  le  dis- 
traía de  su  deber  de  Jefe  del  Ejército.  Su  ideal 
era  la  gloria  de  los  combates:  y  su  ocupación  pe- 
renne mandar  soldados,  equiparlos,  cuidarlos,  comba- 
tir y  vencer. 

Había  leído  algo  de  historia  antigua,  y  también 
de  la  moderna,  en  especial,  lo  referente  á  las  guerras. 

Un  día  se  presentó  una  mujer  llorando,  por- 
que   un  soldado    le   había    robado  unas  prendas. 

Las  prendas  no  valían  mayor  cosa.  Zamora 
llamó  al  soldado ;  y  delante  de  él  le  hizo  pagar  á 
la  mujer  lo  que  ella  decía  que  valían,  que  no  pa- 
saba de  2  á  3  pesos. 

Despidió  á  la  mujer,  y  después  que  esta  se 
hubo  ido,  le  dice  al  soldado,  delante  de  sus  edeca- 
nes, del  Secretario,  Licenciado  Iriarte,  y  otras  per- 
sonas : 

"  ¡  Cómo  se  ha  atrevido  usted  á  robar  á  esta  infe- 
liz t  ¿  Qué  va  usted  á  remediarse  con  esas  miserables 
prendas  1  ¿  No  sabe  usted  que  la  gente  del  pueblo  es 
sagrada?  Le  haré  dar  á  usted  unos  palos  para  cas- 
tigarlo. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAHORA  381 

— Lo  que  debe  cogerse  son  los  ganados,  bestias,  y 
tiendas  de  los  godos ;  porque  con  esas  propiedades  es 
con  lo  que  ellos  se  imponen,  y  oprimen   al  pueblo. 

— A  los  godos  se  debe  dejar  en  camisa,  pero  la  gente 
del  pueblo  igual,   á  usted,  se  respeta  y  se  protege" 

Y  siguió  discurriendo  sobre  estas  ideas  entera- 
mente revolucionarias,  todo  con  el  propósito  de  infun- 
dirá la  tropa  amor  al  pueblo  y  odio  á  los  ricos,  aun- 
que fueran  liberales ;  pues  decía  que  las  mismas  ha- 
ciendas de  los  Pulidos,  aunque  estos  eran  liberales, 
debían  destruirse,  porque  si  no  los  godos  las  tomarían 
para  hacer  daño  á  los  liberales. 

luso  sí,  decía,  no  se  debe  cojer  sino  lo  indispensa- 
ble para  la  tropa,  para  comer,  vestirse  y  pelear. 

En  política  no  le  dominaba  sino  el  pensamiento 
de  atraer  á  todos  los  liberales,  tanto  á  los  venci- 
dos como  á  los  vencedores  de  la  revolución  de 
Mario:  dominado  por  la  idea  grandiosa  y  magnánima 
de  reconstituir  el  Partido  Liberal,  á  ejemplo  de  lo 
que  hizo  el  General  Monagas  en  1847. 

Para  Zamora  el  Partido  Liberal  era  una  familia : 
cada  liberal  un  hermano  suyo:  y  donde  quiera  que 
alcanzaba  á  ver  alguno  de  ellos,  aun  en  el  centro  de  las 
filaa  enemigas,  lo  llamaba,  le  recordaba  su  ¡inage  polí- 
tico, y  le  brindaba  pu&to  en  la  revolución. 

Al  General  Silva  lo  hizo  victorear  por  sus  sol- 
dados en  San  Lorenzo ;  y  á  Brito  lo  colmaba  de 
elogios. 

Se  la  pasaba  siempre  hablando  al  pueblo  y  á 
}a  tropa;  y  decía,  entre  otras  cosas  dignas  de  men- 
ción, que  los  militares  no  debían  morir  en  camas, 
sino  en  el    campo    de    batalla ;   ni    molestar  á  sus  fa- 


"1 


382  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

milias  con  sus  padecimientos.  Contaba  que  el  Coro- 
nel Guerrero,  muerto  en  la  acción  del  Palito,  había 
caído  al  suelo    ensangrentado  y  sonreído. 

Su  séquito  eran  veinte  ó  veinticinco  personas 
entre  edecanes,  ayudantes  de  Estado  Mayor  y  es- 
cribientes. Su  orden  de  marcha  era  siempre  esta: 
ensillen:  y  era  forzoso  dejarlo  todo  de  la  mano, 
ropa,  hamaca  y  comida, \  porque  el  que  se  quedaba 
atrás  se    hacía    merecedor  de  su  cólera. 


CAPITULO  XIV 

I.    Aunque  los  preceptos  del  arte  para  el  desem-  ,íorimt"y'«S 

—  I  i'rr  *ii  •  a  •!  Centro. 

peno  de  una  biografía,  no  permiten  al  escritor  apar- 
tarse muy  lejos  del  hilo  de  su  narración  sobre  la 
vida  y  sucesos  del  personaje  que  está  historiando, 
nos  es  menester  en  la  presente  ocasión  hacer  alto 
por  breves  instantes,  para  dar  algunas  noticias  del 
Gobierno ;  del  General  Falcón,  que  preparaba  en 
Curazao  su  invasión  por  la  costa  del  centro  ;  y  de 
los  principales  n.ovimieiitos  políticos  y  militares  del 
resto  de  las  Provincias,  en  lo  que  esté  íntima- 
mente enlazado  con  la  campana  que  hacía  nuestro 
héroe,  en  los  nuevos  Estados  Federales  de  Harinas 
y    Portuguesa. 

Tenemos  por  tanto  forzosamente  que  decir  algo, 
aunque  muy  á  la  Hjera,  de  los  acontecimientos  que 
ocasionaron  la  incomunicación  del  Gobierno  con  la  ' 
Provincia  de  la  Portuguesa,  y  por  qué  se  dejó  en 
desamparo  el  ejército  de  Andrade  desde  el  principio 
de  julio.  Nunca  pasaron  en  el  país  otros  tan  ex- 
traordinarios, ni  que  influyeran  tan  hondamente  en  la 
común  suerte   de  los  venezolanos. 

A   los  levantamientos  de  Occidente  contestaron 
los  liberales^de   Oriente,    poniéndose    en   armas  en 


384  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

las  Provincias  de  Barcelona  y  Cumana,  á  las  órde- 
nes del  Ilustre  Procer  General  .Juan  Antonio  So- 
tillo.  Alzóse  el  prestigioso  General  Leiceaga  en  la 
Sierra  de  Carabobo ;  y  tomaron  mayor  incremento 
las  antiguas  facciones  de  Medrano,  Agachado,  Ro- 
dríguez,   y    otros  en  la  Provincia  del  Guárico. 

Los  movimientos  de  Zamora,  brillantes  y  feli- 
ces, sus  victorias  y  aun  sus  reveses,  sus  proclamas 
de  guerra,  que  volaban  por  las  poblaciones  como 
olas  de  llamas,  producían  la  explosión  revolucio- 
naria por  los  nuevos  principios  políticos  en  las  Pro- 
vincias  del   Centro   v  del    Oriente. 

Desde  junio  la  crisis  política  era  violentísima 
en    toda    la    Repúb.ica. 

El  Presidente  Castro,  aunque  valeroso  y  re- 
suelto, no  era  por  cierto  un  político  capaz  para  ma- 
nejar con  tino  las  riendas  del  Estado.  Disgustóse 
con  el  partido  conservador  que  lo  había  traído  al 
poder,  á  tiempo  que  combatía  la  revolución  fede- 
ral; viniendo  á  quedar  en  la  precaria  situación  de  no 
tener  por  apoyo,  sino  un  estrecho  círculo  impotente 
para  conquistar  la  paz  y  devolver  su  aplomo  á  la 
Nación. 

De  aquí  surgió  como  era  natural,  una  revolu- 
ción de  cuartel  que  dio  en  tierra  con  el  Presidente 
y  su  Ministerio  de  Junio,  formado  por  el  Geueral 
Silva,  Aranda,  Reudón  y  Echeandía  ;  todos  liberales 
prominentes,  pero  sin  autoridad  ni  poder  para  traer 
la  revolución  k  la  casa  de  Gobierno,  ni  para  veu- 
cerla   por  la  fuerza. 

A  este  tiempo  desembarca  el  General  Falcón 
en  las  playas  de  Morón  con  un  gran  parque;  y  á 
los  acentos  de  su  alocución   fechada   á    24    de  julio 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         385 

en  Palma  Sola,  se  alza  el  General  Pedro  Vicente 
.Aguado  en  Maiquetía  y  La  Guaira,  y  viene  á  pelear 
á  Caracas  el  2  de  agosto,  contra  las  tropas  de  línea 
que  se  hahian  pronunciado  por  el  partido  conser- 
vador. 

En  El  Tuy  crmrbola  la  bandera  de  la  Fede- 
ración el  General  Pedro  Tomás  Lander,  acomjM- 
fiado  de  Pedro  Conde,  Luis  R.  Cáspers,  Tomás  P^ 
Castillo,  Pinero,  Bello  y  muchos  más,  en  un  movi- 
miento concertado  con  los  Generales  Manuel  Lander;, 
Miguel  Acevedo,  Juan  Bautista  Arismendi,  José 
Rafael  Pacheco,  Silverio  Galarraga  y  otros  que  suble- 
van á  Petare,  Guarenas,  Guatire,  Caucagua  y  demás; 
pueblos  orienta' es  de  la  Provincia  de  Caracas. 

Los  Valles  de  Aragua  se  constituyen  en  Es- 
tado Federal  con  un  Gobierno  Provisional,  compues- 
to délos  ciudadanos  Felipe  de  Bigott,  R.  Aguirrey 
Aureliano  Altbnzo ;  el  cual  monta  un  ejército  al  mando 
del  General  Antonio  Valero  y  de  los  Coroneles 
Francisco  Linares  Alcántara,  Jimeno,  José  María 
García  Fuentes,  Ramón  de  la  Plaza  y  muchos  otros 
que  después    fueron    notables  Jefes  de  la  Federación. 

Caracas  estaba  rodeado  de  facciones. 

Las  avanzadas  de  Aguado  venían  hasta  San- 
cliorquf,  y  allí  se  tiroteaban  con  las  del  Designado* 
Doctor  Pedro  Gual. 

Los  liberales  del  Tuy  llegan  hasta  Piedra  Azul, 
en  número  de  cerca  de  cuatro  mil;  pero  en  su  mayor 
parte  desarmados. 

Manuel    Lander  se  bate    en     El    Rodeo   y    La 
Esperanza.  Y  en    Charallave,  en  las  montan uelas  del 
23 


.  i 


386  DOCTOR  L.   V1LLANUEVA 

Picacho  de  día,  y  en  Santa  Lucía  se  pelea  brazo 
á  brazo  entre  liberales  y  conservndores ;  lo  mismo 
<]uó  en  Guarenas,  Guatire,  Caucagua,  Higuerote; 
y  en  Los  Teques,  en  San  Pedro,  en  Piedra  Azul, 
en  Carayaca  y  en  el  camino  de  Caracas  á  La  Vic- 
toria. 

Kn  setiembre  se  dan  las  batallas  sangrientísi- 
mas de  Maiquetía,  La  Guaira,  La  Victoria  y  Ma- 
racay,  en  que  figuraron  defendiendo  la  Federación, 
los  Coroneles  Lucio  de  Alba  y  Delfín  Armas;  el 
General  Manuel  Felipe  Fuen  mayor,  el  Comandante 
Simón  Aguado  y  Grana,  Secretario  del  General 
en  Jefe  del  Ejército,  de  La  Guaira  ;  los  Generales 
.José  Granado,  los  Oficiales  José  Miguel  Torres  v 
:los     que     constan    en    el     cuadro    de    Jefes    v  Ofi- 

1  ar 

xciales  del    General    Aguado,   que   publicamos   en   e\ 
Apéndice 

De  Valencia  á  La  Guaira  no  se  veía  un  palmo  de 
tierra  sin  mancha  de  sangre. 

Más  de  dos  mil  muertos  quedaron  tendidos  en 
tan  vasto  teatro  de  guerra;  y  de  tres  á  cuatro  mil 
federales  fueron  á  poblar  las  cárceles,  pontones  y 
castillos.  A  otros  se  condenó  á  la  expatriación,  y 
algunos,  como  el  Oficial  Fueiimayor,  pagaron  sus 
opiniones  políticas  en  el  cadalso. 

Leieeaga,  á  quien  servía  de  Jefe  de  Estado  Ma- 
yor el  General  Maxi miaño  Pérez,  Vocal  del  Comité 
Revolucionario  de  Valencia,  levanta  la  Sierra  de  (V 
rabobo;  y  llega  con  sus  huestes  basta  las  calles  de  Va- 
lencia, y  obliga'  á  las  autoridades  á  circunvalar  la 
ciudad  de  barricadas,  y  á  considerarla,  por  orden 
general  de  <S  de  agosto,  como  plaza  fuerte,  no  sólo 
en    su    recinto,    sino    basta    una   legua  en    conturno, 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  387 

rigiendo  por  consecuencia  en  ella,  las  ordenanzas 
militares  Un  pequeño  vapor  que  navegaba  en  el 
lago,  fue  armado  en  guerra  para  facilitar  las  ope- 
raciones militares  entre  Valencia,  Maracay,  Villa -de 
dirá,  Magdaleno  y  Güigüe. 

El  General  Lorenzo  Benítez  se  puso  á  la  cabeza 
«del  levantamiento  de  Oc timare    de  la  Costa. 

Con  todos  estos  sucesos  llegó  á  ser  tan  conflic- 
tiva  la  situación  de  aquella  Provincia,  que  su  par- 
tido centralista  se  determinó  A  convocar  los  ciu- 
dadanos para  que  la  Sección  reasumiera  su  soberanía : 
medida  que  hubiera  sido  de  gran  trascendencia  para 
la  paz,  si  el  General  Cordero  no  la  hubiera  desa- 
probado c!esde  Puerto  Cabello,  en  una  carta  al  Ge- 
neral liamos,  en  la  cual  excitaba  al  partido,  á  man- 
tenerse firme  contra  la  revolución.  Empero,  ésta 
había  alcanzado  en  Carabobo  el  recio  temple  que 
«us  virtuosos  ciudadanos  han  sabido  dar  siempre  á 
la?  grandes  causas  públicas. 

Los  liberales  de  Cojedes,  con  una  División  de 
más  de  ochocientos  hombres,  ,  al  mando  del  Doctor 
y  General  Eloy  Guillermo  Montenegro,  abogado  y 
propietario  de  San  Carlos,  conmueve  la  Provincia, 
y  aunque  derrotado  en  Orupe  el  12  de  agosto,  va 
a  engrosar  con  sus  restos  la  Brigada  del  General 
Navarro,  y  á  prestar  muy  buenos  servicios  en  Oc- 
cidente   á   las    órdenes   del    General  Zamora. 

II.  Volvamos  ahora  la  mirada  a  Harinas,  para  dar  zamorafu.ua  a 

.  ,    .  Espinosa. 

cuenta  de  un  suceso  que  debe  conocerse,  porque 
importa  á  la  moralidad  y  disciplina  que  ya  Zamora 
venía  imponiendo  al  ejército.^ 

En  Tucupido  supo  Zamora  que  Espinoza  había 
intentado  asesinar    al    Cura   Anzola  de    Santa    Inés; 


^ 


¿88  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

porque    no    quería  casarlo  con   una    moza  del   lugar; 

pues,   según  fama,  una  de  las  locuras  de  este  hombre 
era  casarse  en  cada  pueblo  con   la    mujer  que  mas  le- 

gustaba:  y  que  igualmente  había  querido  dar  muerte 

al  Jefe  Civil  de  aquel  lugar,   porque  no  se   prestaba  á 

ejecutar  las  atrocidades  que  le  ordenara. 

Irritado   al  fin  Zamora,  con   los  excesos  de  es- 
te   hombre    empecinado,     insensible    á   sus   consejos- 
y    amonestaciones ;    y  resuelto  por   otra    parte    á   no 
consentir  que    el  ejército   se    contaminara  de    incli- 
naciones   al  mal,  determinó  fusilarlo;  para  que  todos; 
.  vieran  que   no  toleraba  en  sus  subordinados  la  perpe- 
tración de  cr'menes  comunes,  ni  menos  el  militar  de  la 
desobediencia,    deserción  é    insubordinación,   va  tres 
veces    cometido    por    Espinoza.      De    estos    era    el 
último     haberse    resistido  á    incorporársele    con  sus- 
tropas   para  las  operaciones  sobre  Guarniré;   alegando, 
desde  Santa  Inés,    que    no  iba  porque  estaba   herido 
-en   un   pie.    Cierto  era  lo  de  la  herida,   que  se   infirió 
cogiendo   una    res;  pero  también   lo  era  que  se    valía 
de  ella,  como    pretexto   para    no  concurrir  al    llama- 
miento; con  la  circunstancia  agravante  de  haber  con- 
testado á  Amadeo    Salcedo,  Comandante  que  le  llevó* 
la  orden  citada,  que  Zamora  mandaría   en  Harinas  y 
Guanare,  pero  que  en    aquellos    montes  mandaba  él. 
Bien  era  sabido  que,   después   de  muerto   el  adivino,, 
único  freno  que    le  sujetaba,  empezó  á  aconsejar  á  la 
fuerza  de  su  mando  que  se  desertara,   como  de  allí  á 
poco  se  vio  suceder;  pues  no  se  allanaba  á  prescindir 
del  sistema  de  desmanes  con    que    caracterizó  su  ca- 
rrera  militar,   antes  de  subordinarse  á  Zamora. 

A    este    fin  partió  Zamora  de  Tucupido  con  sus 
23  acompañantes   ordinarios,   su   guardia   de  150   ¡n- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         .'Wí) 

fantes,  al    mando    de    Mencía,    y    un    escuadrón    de 
-caballería. 

Llegó  á  Santa  Inés  y  entró  de  repente  en  la 
casa  en  que  estaba  alojado  Espinoz»,  que  había 
sido  antes   de    pulpería. 

Espinoza  le  recibió  sentado,  por  su  herida: 
y  Zamora  se  le  acercó  para  decirle  cuánto  sentía 
que  sus  indios  no  fueran  á  gozar  del  botín  que 
se  iba  á  cojer  en  Guarniré,  pues  él  había  dispuesto 
•que  todas  las  tiendas  y  pulperías,  al  tomar  la  pla- 
za, se  repartieran  entre  la  tropa :  y  poco  á  poco 
fue  avivando  en  Espinoza  su  ingénita  pasión  por 
-el  robo,  ha^ta  que  al  fin  vino  éste  á  consentir  que 
su  fuerza  de  infantería,  no  menor  de  trescientos 
hombres,  se  pusiera  en  marcha  hacia  Barí  ñas,  que- 
dando   él    fiólo   con   su    guardia  de  caballería. 

Incontinenti  puso  Zamora  esta  tropa  bajo  la 
mano  de  si  s  edecanes  NííTíez  y  González,  con  or- 
den severísima  de  no  pararse  hasta  Barinas,  y  de 
allí  proseguir  á  Tucupido  á  incorporarse  á  la  Divi- 
sión del  General  Trías. 

Y  como    Espinoza,    siempre    receloso,     le    pre- 
guntara   á   Zamora  cómo    podría    defenderse,   si    lo 
.atacaban  los  enemigos,  contestóle  éste    diciendo    que, 
en   tal    caso,    pidiera   auxilios  A  Pedro  Manuel  Rojas, 
que   andaba  por   Nutrias,  ó  á   Linares,  que  se  hallaba 
en  Guanarito.  Y  sin  perder  tiempo,  hizo  rodear  la  casa 
con    su  gente    de   confianza,    como  guardia  de  honor 
/le    Espinoza :    mandó    parte    de   su    Escuadrón    con 
el    Jefe  Civil,   á   buscar   todas   las    bestias    que  Es- 
pinoza se   había  robado  en  los  hatos,  escondidas  con 
.anticipación    en     la    montaña,    y     que    pasaban     de 
añil ;   y   en  seguida   puso  bajo  el  mando   de   su  Ede- 


390  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

can  Víctor  Pulido,  la  guardia  de  caballería  de  Es- 
pinoza,  con  instrucción  de  que  la  hiciera  entrar 
en  el  cuartel  de  Mencía ;  como  así  lo  hizo. 

Esta  guardia  de  caballería  de  Espinoza  se  com- 
ponía de  trece  jinetes,  que  llamaban  Las  Trecfr 
Fieras,  porque  tenían  nombres  de  animales  feroces,. 
á  saber:  Tigre,  Caimán,  Mapanare,  Perro,  Gavi- 
lán, Toro,  Lobo,  Caribe,  etc.  El  que  llamaban 
Perro  fue  el  único  que  se  escapó,  y  se  le  pre- 
sentó á  Zamora  con  cuarenta  hombres  la  víspera 
de  la  Batalla  de  Santa  Inés. 

Zamora  reunió  algunos  de  sus  oficiales  en  con- 
sejo de  guerra:  ordenó  á  Iriarte  que  instruyera  un 
sumario  á  Espinoza;  y  con  u^as  declaraciones  que 
se  tomaron  sobre  sus  últimos  homicidios,  robos  v 
desobediencias,  se  le  condenó  á  muerte,  y  sin  má? 
dilación,  se  le  fusiló  en  la  plaza. 

Los  Coroneles  Juan  Bautista  García  v  Fran- 
cisco  Pulido  sirvieron  de  Secretarios  del  Consejo: 
y  un  Oficial  de  la  guardia  de  Zamora  mandó  la 
escolta. 

Así  terminó  la  vida  de  Espinoza. 

Zamora  demostró  en  este  trance  un  arrojo  in- 
comparable, para  lo  cual  debía  contar,  como  en 
•efecto  contó,  con  un  corazón  muy  bien  templado;  pues 
de  otra  manera  le  habría  sido  imposible  llevar  á 
cabo  un  hecho  como  éste,  reclamado  é  impuesto 
por  la  necesidad  de  conservar  en  aquellos  desier- 
tos, so  pena  de  perecer,  la  unidad  de  mando,  el 
orden  de  la  disciplina  y  la  dictadura  militar  que  le 
era  rigurosamente  indispensable  para  responder  á 
su  partido  y  á  su  Jefe,  del  buen  éxito  de  la  cam- 
pana. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  391 

III.  Hecho  ¿s'o,  el  General  Zamora,  empleó  su  *$m*  *• 
tiempo  y  aptitudes  en  preparar  una  expedición  para 
invadir  la  Cordillera,  y  luego  de  concluido  su  equi- 
po, marchó  en  junio  con  ella  á  La  Bellaca,  formida- 
ble posición  que  ocupaban  los  enemigos  en  el  camino- 
que  c  induce  á  Mérida,  y  que  consiste  en  una  a'- 
tura  á  que  no  se  puede  subir  sino  por  un  camino 
esculpido  en  la  roca  casi  en  espiral,  y  circundada 
por  la  quebrada  de  su  mismo  nombre,  que  corre  á 
su  pie  por  entre  riscos,  á  manera  de  un  infran- 
queable   foso    natural. 

Vamos  h  ceder  con  gusto  la  palabra  en  este 
punió,  al  entendido  General  Leopoldo  Terrero,  para 
que  diga  al  lector  lo  que  oyó  referir  al  mismo  Ge- 
neral Zamora,  sobre  esta  hazaña  militar:  (1) 

En  los  primaros  «lías  ele  agosto  (le  1S5Í),  y  después 
de  un  penoso  y  dilatado  viaje  al  través  de  la  selva  de  Tu- 
ren, nos  incorporamos  al  General  Kzkquikl  Zamora, 
los  señores  Juan  Bautista  García  (Juancho),  José  Xico- 
medes  Ramírez  y  Leopoldo  Terrero,  que  esto  escribe.  El 
Cuartel  General  estaba  acampado  en  la  ciudad  de  Harinas; 
y  rendido  el  asunto  de  nuestra  comisión  por  García,  en  la 
Orden  General  de  la  misma  fecha  que  se  proclamó  al 
Ejército,  se  hizo  reconocer  á  García  y  á  Ramírez  como 
Comandantes  adjun'os  al  Estado  Mayor  General,  y  ¿i 
Terrero  como  Capitán  y  Edecán  del  General  en  Jefe. 

Nunca  olvidaré  la  impresión  que  hizo  en  mi  ánimo, 
prevenido  ya  por  las  proezas  de  aquel  caudillo,  su  «pari- 
ción á  mis  ojos.  Nos  hallábamos  en  una  gran  «ala  de 
dos  ventanas,  que  servía  de  despacho  á  la  Secretaría  Ge- 
neral :  en  un  extremo,  á  la  testera,  había  una  gran  mesa 
en  donde  siempre  estaba  escribiendo  el  Licenciado  Fran- 
cisco José  Iriarte,  Secretario  General,  á  quien  encontró 
semejanza  con  los  clérigos-soldados,  cuyo  fanatismo  ca- 
racterizó las  primeras  guerras  del  c.irlismo  en  España. 
Al  rededor  de  dicha  mesa  estaba  escribiendo  el  Ayudante 
Pulido,  coriano,  que  á  veces  oficiaba  de  médico,  y  senta- 
dos mis  dos  compañeros,  los  Comandantes  García  y  Ka- 
mírez.     El  General  Zamora  entró  acompañado  de  varios  y 


1    Memoria  inédita  del  General  Leopoldo  Terrero. 


39U  DOCTOR   L.   VILLANUEVA 

«distinguidos  oficiales :  Jesús  María  Hernández,  León  Co- 
lina, el  viejo  Petit,  H.  Zavarse,  Francisco  Medina  y  otros, 
á  quienes  nos  presentó  como  los  comisionados  que  había- 
mos llevado  las  últimas,  halagüeñas  ó  importantes  noti- 
cias de  Caracas.  Se  paró  en  medio  de  la  sala,  y  todos 
los  demás   se   situaron   á   respetuosa  distancia. 

— Estos  señores,  dijo  al  hacer  nuestra  presentación, 
han  venido  desde  Caracas,  corriendo  grandes  riesgos  y  su- 
friendo trabajos,  para  traerme  importantes  despachos  del 
Doctor  García,  Don  Napoleón  Arteaga  y  otros  distingui- 
dlos liberales ;  y  además,  el  Comandante  García  conoce 
los  trabajos  del  Comité  de  Saint  Tilomas,  en  donde  ha  poco 
estuvo,  y  sabe  los  últimos  movimientos  que  efectúa  el  Ge- 
neral Falcón.  Vienen,  también,  á  compartir  nuestras  fati- 
gas, y  á  convertirse  en  soldados  de  verdad. 

Y  luego,  como  para  explicar  estas  últimas  palabras, 
.presentándonos  á  los  Coroneles  Zavarse,  Hernández  y 
«Colina,  anadió  : 

— Tomen  ustedes  por  modelo  á  estos  oficiales,  que 
lo  son  para  todo  el  ejército;  y  si  en  el  primer  combate 
•que  tengamos,  pelearen  ustedes  al  lado  de  ellos,  no  dejen 
de  repetirlo  siempre  con  orgullo ;  esto  es,  si  por  casualidad 
-salieren  con  vida  del  lance. 

A  las  risas  que  acogieron  sus  últimas  palabras,  enca- 
rándose nuevamente  á  nosotros,  y  con  gestos  y  movimien- 
tos que  seguían  las  gradaciones  de  su  narrativa,  habló  de 
esta  manera : 

Tomo  yo,  que  escribo,  la  palabra  para  repetir  lo  que 
Zamora  d'jo,  desconfiando  poder  trasmitir  fielmente  su 
lenguaje  pintoresco,  sus  frases  demasiado  llanas  y  el  corte 
de  su  perorata,  ya  para-  mí,  después  de  tantas  años,  de 
difícil  rememoración. 

Desde  la  llegada  del  ejército  á  Barinitas,  el  espionaje 
aportaba  noticias  seguras  de  que  el  Ejército  de  la  Cordi- 
llera, al  mando  del  Coronel  La  Cueva,  se  había  detenido 
en  su  marcha,  avisad"  ya  tal  vez,  del  movimiento  de 
avance  de  las  tropas  federales.  En  Harinas  la  Vieja  se 
-«upo  que  había  salido  de  Las  Piedras ;  y  en  consecuen- 
cia debía  creerse  que  buscaba  posiciones  de  combate,  pues 
<A  trayecto  era  insostenible,  inadecuado  para  acampar. 
Puesta  en  movimiento  nuevamente  la  fuerza  federal,  la 
marcha  se  hizo  con  gran  lentitud,  pues  los  cangilones  y 
riscos,  qne  han  hecho  de  tan  tétrica  reputación  los  Calle- 
jones de  Mérida,  se  prestaban  á  la  aniquilación  de  las  tro- 
lías,  sin  gran  trabajo,  con  cualquiera  estratagema. 

Al   fin  llegóse  al  punto  crítico:  El  Bachaquero.  Es 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  3P3 

este  sitio  una  casa,  construida  á  la  izquierda  del  camino, 
qne  ordinariamente  servía  de  posada  á  los  viajeros,  para 
aguardar  en  ella  la  bajada  de  las  aguas,  cuando  la 
quebrada  de  La  Bellaca  se  hacía  invadeable,  por  las 
lluvias.  A  derecha  é  izquierda,  en  la  extensión  que  la 
vista  alcanza,  se  levantan  ya  los  grandes  estribos  de  la 
Cordillera  andiiui,  rematados  por  desnudos  ventisqueros 
ó  páramos  inaccesibles,  con  sus  flancos  perpendiculares 
cortados  á  pico,  y  á  veces  como  conos  invertidos,  rotos 
á  trechos  ]>or  torrenticos  que  se  lanzan  en  busca  de  lecho 
que  apenas  enenentran.  En  dicha  casa  estableció  Zamora, 
bu  Cuartel  General,  y  tuvo  en  611a  noticias  de  que  el 
enemigo  estaba  acampado  del  otro  lado  del  río,  en  El 
Hoyo;  y  que  el  cerro  de  La  Bellaca  estaba  atrinche- 
rado. 

A  la  mañana  siguiente,  en  persona  y  acom panado 
de  algunos  Ayudantes,  Zamora  exploró  el  terreno.  A 
tiro  de  fusil  estaba  La  Bellaca,  v  las  dianas  de  ambos 
campamentos,  mezclaron  sus  toques  de  alarma  y  desafío. 
El  único  camino  por  entre  matorrales  y  sartenejas,  llevaba 
á  la  quebrada  que  se  halla  (romo  á  trescientos  metros  distan- 
te de  El  Bachaquero.  Llegado  á  su  orilla,  algún  pensamiento 
desagradable  debió  nublar  el  rostro  del  Caudillo.  Bajaba 
el  torrente  sus  oscuras  aguas  cortando  el  camino,  y  era 
tal  su  rapidez  que,  difícilmente,  y  no  sin  grandes  cui- 
dados, podía  una  bestia  fuerte  atravesar  sn  angosto  le- 
cho; para  un  hombre  á  pie  era  imposible.  Del  otro  lado 
el  camino,  subía  en  espiral,  pendiente,  y  todo  él  cubierto 
de  una  gruesa  capa  de  cantos  rodados,  que  al  pisarlos 
se  deslizaban  con  el  peso  del  cuerpo,  y  hacían  el  subir 
la  cuesta  fatigosa  tarea,  aun  para  los  que  por  allí  tra- 
ficaban de  contino,  en  tiempo  de  paz. 

Todo  lo  estudió  en  rápida  ojeada  aquel  gran  táctico, 
y  tomó  meditabundo  á  su  Cuartel  General.  Media  hora 
después  el  bravo  Colina,  con  cincuenta  corianos  escogi- 
dos, bien  municionados  v  armados  de  fusil  v  eon  nía- 
chotes  y  cordeles,  salía  como  cuerpo  de  zapadores  á 
flanquear  La  Bellaca,  para  buscar  un  punto  de  ataque 
que  no  fuese  el  camino  real. 

Zamora  buscó  dar  pasto  á  su  impaciencia  ;  revistó 
minuciosamente  las  tropas:  y  á  la  una,  después  de  to- 
mado el  rancho,  (lió  órdenes  de  mantenerse  en  disposi- 
ción de  marcha.  A  las  dos  mandó  una  descubierta  por 
el  lado  que  había  tomado  Colina  á  trasmontar  una  al- 
tura y  atender  si  se  oía  algún  ruido  (pie  diera  á  co- 
nocer la  situación  del  destacamento.  La  descubierta  re- 
gresó sin  ninguna  noticia.  La  exasperación  del  Caudillo 
llegó  á  su  colmo,  y  dando  por  perdido  al  valiente  Colina, 
determinó   regresar,  y  dio  orden   de   marcha.    En  ese  mo- 


3íU  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

mentó,  cerca  de  las  tres  de  la  tarde,  se  oyeron  distin- 
tamente tiros  á  retaguardia,  del  ejército  enemigo.  Al  ins- 
tante comprendió  Zamora  que  Colina,  voluntaria  ó  invo 
1  unta  ría  mente  había  caído  en  medio  de  las  tropas  con- 
trarias; y  sin  atender  á  más,  púsose  á  la  cabeza  de  su 
érente,  gritándole:  "Muchacli«s!  el  bravo  Colina  ataca  la 
retaguardia,  y  está  perdido  si  no  dominamos  La  Be-Vaca. 
¡  Vamos  á  tomarla  !" 

Hé  aquí  lo  que  había  sucedido : 

Separado  Colina  del  Ba cuáquero,  y  dirigiéndose  por 
el  lado  derecho  de  la  serranía  para  descabezar  el  torren- 
te, se  vio  obligado  á  dar  un  largo  rodeo,  pues  los  es- 
paldones de  la  montaña  eran  inaccesibles.  Al  tin  logró 
abrirse  una  senda,  pero  la  marcha  era  tan  lenta,  que 
á  cada  paso  era  necesario  izar  un  soldado  por  una  ro- 
ca escarpada,  y  que  éste  por  medio  de  cordeles  re- 
cibiese arriba  el  armamento  y  el  pertrecho ;  otras  veces, 
divididos  los  cincuenta  hombres  en  grupos  de  á  diez  en 
traban  á  explorar  la  sierra,  y  se  avisaban  por  gritos, 
hasta  volverse  á  encontrar  á  mayor  altura.  A  las  ocho 
horas  de  esta  titánica  tarea,  llegaron  al  camino  real, 
quedando  el  enemigo  á  sus  espaldas,  interpuesto  entre 
Colina  y  Zamora.  Regresar  por  el  trayecto  que  habían 
traído  era  punto  menos  (pie  imposible,  por  lo  (pie  Colina 
intentó  buscar  otro  modo  de  ti  uiquear  al  enemigo  y  em- 
prendió su  retorno  por  el  camino  real,  para  abandonarlo 
oportunamente;  pero  á  una  vuelta  de  la  vía  se  encontró 
en  la  esplanada  del  Hoyo  y  enfrente  de  la  única  casa 
que  allí  había.  Algunos  hombres  de  la  retaguardia  de  La 
Cueva,  que  en  aquel  lugar  rondaban  descuidados,  pasado 
el  primer  asombro,  soltaron  unos  tiros  y  corrieron  á  dar 
el  alarma.  Colina  no  halló  por  el  momento  otro  recurso 
que  atrincherarse  dentro  de  la  casa,  (pie  pocos  momentos 
después  empezó  á  recibir  los  fuegos  cruzados  de  la  mitad 
del  ejército  oligarca. 

Entretanto  volvamos  á  Zamora. 

Iba,  el  insigne  Capitán,  á  la  cabeza  de  su  ejército 
que  marchaba  al  pasitrote  por  el  camino  cubierto  que 
conducía  á  la  quebrada ;  y  á  su  lado  seguíale  el  Sargento 
Palacios,  veterano,  que  era  su  corneta  de  órdenes. 

— Dígame,  Palacitos,  prorrumpió  el  Jete,  usted  habrá 
oído  (pie  nadie  sabe  para  qué  nació.  Pues  usted  nació  pi»ra 
volatín.     ¡  Xo  se  lo  dijo  su  madre  ? 

— Qué  cosas  tiene  mi  General !  dijo  el  corneta  sin  com- 
prender. 

Pocos  momentos  después  estaban  á  la  orilla  de  La  Bella- 
ca, que  precipitaba  sus  frías  y  espumosas  aguas  con  siniestro 


f 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  395 

ruido.  Su  anchura  sería  de  cerca  de  tres  metros,  y  al  otro 
lado  el  pendiente  sendero  se  ocultaba,  siguiendo  la  espiral 
de  la  vía,  con  su  piso  resbaladizo  de  cantos  rodados.  Za- 
mora hizo  colocar  una  bestia  caballar  al  través  de  la 
corriente,  sujeta  de  un  lado  por  el  dogal  y  del  otro  de  la 
cola,  para  que  sirviese  de  apoyo  ó  pasamanos  á  los  in- 
fantes, y  pudiesen  mantenerse,  al  perder  pie  con  la  fuerza 
de  la  corriente.  Explicado  por  él  cómo  debía  hacerse  el 
paso,  desenvainó  el  sable,  y  dando  un  formidable  planazo 
al  corneta  Palacitos,  le  gritó : 

— Al  otro  lado,  volatín ! 

Y  volviéndose  á  Zavarse : 

— Coronel,  exclamó  ;  tome  la  trinchera  de  la  vuelta, 
que  detrás  de  usted  va  el  ejército  á  coronar  la  altura. 

Lo  que  pasó   fué  obra  de  minutos  que  valían  siglos. 

Zavarse  con  la  espada  en  la  boca,  se  apoyó  con  la 
mano  izquierda  en  el  lomo  de  la  bestia,  y  con  la  de- 
recha ayudado  de  un  soldado,  pasó  al  otro  lado.  Y 
así  siguió  toda  la  tropa  de  dos  en  dos,  tambaleando  so- 
bre el  movedizo  suelo,  y  entrando  inmediatamente  bajo 
la  bóveda  de  fuego  que  vomitaba  la  trinchera.  Media 
hora  después  se  dominaba  aquel  bastión  natural,  se  coro- 
naba la  altura  al  son  angustioso  de  la  corneta  que  tocaba 
fagina  y  fuego  y  adelante ;  el  enemigo  huía,  y  estaba  ga- 
nada la  brillante   acción  de  La  Bellaca ! 

ftetiróse  el  Coronel  Hipólito  de  La  Cueva  en  com- 
pleta derrota  y  no  paró  hasta  la  ciudad  de  M  crida,  de- 
jando en  poder  del  General  Zamoiía  parte  de  su  parque, 
prisioneros  y  su  crédito  militar.  Al  descender  al  Hoyo, 
los  vencedores  tuvieron  que  hacerse  reconocer  para  que 
Colina  cesara  su  resistencia.  La  casa  aparecía  agujereada 
como  una  criba,  y  de  ella,  desconocidos,  negros  de  pól- 
vora y  manchados  de  sangre,  salieron  Colina  y  diez  sol- 
dados  por  todo el  resto   muertos  ó  heridos  estaban 

tendidos  dentro  de   la   habitación. 

Aquí  terminó  Zamora  su  dramática  narración,  mos- 
trándonos con  un  gesto  digno  á  Zavarse  y  Colina,  que 
se  inclinaron  modestos  y  fieros  cual  dos  paladines  de  la 
antigüedad. >> 

IV.  Después  de  esta  acción  organizó  Zamora  dos  eXp2Sín«a,daí 
columnas,    para    mandar    una  con  el  Comandante  Pa-  la  Cordxllera* 
blo   Chirinos,    hacia   Trujillo:  y  otra  con  el  General 
Petit   y    el  Coronel    José    Ignacio  Pulido,    hacia  Mé- 
rida,    por  Los    Callejones. 


39G  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

Esta  ocupó  las  Piedras  sin  estorbo  el  20  de 
junio;  y  las  fuerzas  del  Gobierno,  al  mando  del  Jefe 
de  Operaciones  de  la  Provincia,  Doctor  Eloy  Paré- 
eles, se  retiraron  á  la  capital  á  buscar  auxilios,  con 
<jue  resistir  el  choque  de  los  federales;  y  rehechos 
en  el  tránsito  y  puestos  á  las  órdenes  del  Coman- 
dante Martín  Bravo,  concertaron  el  plan  de  dejar 
•entrar  á  Petit  á  Mucuchíes,  y  atacarlo  vigorosamen- 
te   dentro  del  poblado. 

Dividieron  al  efecto  sus  tropas  en  dos  grupos: 
«uno  regido  por  Bravo,  y  otro  pur  Espinoza,  y  si- 
multáneamente rompieron  los  fuegos  sobre  la  plaza. 
La  pelea  fue  recia,  porque  los  serranos  querían 
vengarse  de  Ja  derrota  de  La  .Be  laca,  y  los  ex- 
pedicionarios que  eran  235,  tenían  por  ley  militar  no 
presentarse  sino  vencedores  delante  de  Zamora. 

En  cumplimiento  de  esta  determinación  *>e  dis- 
pusieron á  resistir  en  sus  cuarteles,  con  la  firme  re- 
solución de  morir  antes  que  abandonar  sus  posiciones. 
Todos  se  batieron  con  heroicidad.  Petit  murió;  v 
Pulido,  atrincherado  en  una  casa,  se  mantuvo  tc- 
do  el  día  con  la  gallarda  valentía  de  quien  llevaba 
■en  las  venas  sangre  ilustre  de  la  gloriosa  estirpe 
Colombiana. 

Quemáronle  al  fin  la  casa,  y  puesta  fuera  de 
combate  toda  su  columna,  vióse  obligado,  al  cabo 
de  una  brega  á  muerte,  á  quedar  prisionero  con 
todos  sus    heridos. 

La  columna  de  Chirinos  coronó  á  Calderas,  y 
ios  del  Gobierno,  al  divisarlos  desde  Niquitao  y 
Las  Mesitas,  se  retiraron  por  un  páramo  donde 
algunos  perecieron  de  frío,  y  otros  se  desertaron. 
El  Gobernador  al   saber   este    desastre  se    puso  en 


VIDADEL    GENERAL  ZAMORA  397 

armas,  rehízo  sus  tropas  en  San  Lázaro  y  El  Bu- 
rrero, nombró  á  Pedro  Bracho  por  Jefe  militar  y 
marchó  sobre  Boconó,  donde  estaban  ya  lat  tropas- 
invasoras.  El  29  de  junio  á  las  once  de  la  maña- 
na salió  de  Trujillo  por  Burusay,  una  columna  al 
mando  del  Comandante  Nicolás  González;  á  las. 
tres  del  mismo  día  otra  de  300  con  Bracho,  por 
El  Páramo,  y  el  Comandante  B^ptista  se  dirigió  por 
Las  Mcsitas  con  otros:  todos  en  combinación  sobre 
el   campamento    de    los    federales. 

El  último  de  junio  durmió  Bracho  en  Los  Na- 
ranjos :  y  el  primero,  á  la  hora  que  amaneció,  dio- 
sus  órdenes  de  ataque  contra  Chirinos  que  los  es- 
peraba en  el  puente.  Apenas  se  pusieron  á  tiro 
de  fusil,  se  trabó  la  refriega  con  furor.  El  Co- 
mandante Tomás  Antonio  Pulgar  mandaba  la  mos- 
ca ;  el  Jefe  de  Operaciones,  Comandante  Perfecto 
Jiménez,  la  vanguardia;  el  Comandante  José  María 
Perozo  llevaba  la  segunda  columna  Escuque  ;  y  el 
Comandante  José  N.  González  la  tercera.  La  ac- 
ción duró  tres  horas  á  contar  desde  las  seis  de 
la    mañana. 

Chirinos  perdió  posición  y  vida:  y  de  su  va- 
liente tropa  pocos  se  salvaron.  De  modo  que  las. 
dos  cortas  expediciones  salieron  mal  libradas,  por 
haber  contado  Zamora  con  que  sus  aguerridas  hues- 
tes, calificadas  de  invencibles,  derrotarían  fácilmente 
las    montoneras   de   la   Serranía. 


CAPITULO  XV 

I.     Desembarco  el  General  Falcón  por  Morón  eloJi"5bVSUí! 

24    de  julio,  acompañado  de   los  señores  A.  Guzmán 

Blanco,  Jacinto  R.  Pachano,  J.  M.  Aristeiguieta, 
Wenceslao  Casado,  Carlos    Perrero,    Adolfo  Chaves, 

Maximiliano  Iturbe,  Santos  C.  Mattey,  Ramón  Pa- 
chano, Luis  Armas,  Amador  Amias,  José  Armas, 
Francisco  Silva,  Narciso  Flores.  Gabriel  Poleo,  Ge- 
naro Espejo,  Jesús  Varguillas,  Domingo  Zulueta, 
Juan  Romero,  Guillermo  Castés,  Lope  Landaeta, 
Antonio  Terrero,  Alejandro  Guiet,  Vitelio  Luzardo, 
F.  Arrillaga,  J.  María  Aurrecochea,  N.  Rodríguez, 
Manuel  1>.  Brea,  padre  e  hijo.  Y  allí  mismo  circuló 
*u  Alocución,  fechada  en  su  Cuartel  General  en  la 
playa  de  Palma  Sola  á  24  de  julio,  en  que  hablando 
de  Zamora,  dice  : 

Desde  el  veinte  de  febrero,  todo  nos  ha  sido  próspero; 
y  permitidme,  compatriotas,  hacer  en  este  lugar  una  mou 
ción  honrosa  del   bravo  Jefe,  que  de  una  en  otra  victoria, 
ha  tenido  la  fortuna   de  pasear  por  la  República  la  ban- 
dera estrellada  de  la  Federación. 

Salido  Zamora  de  Coro,  la  heroica,  con  un  puñado 
de  valientes,  atraviesa  la  tercera  parte  de  nuestro  territo- 
rio por  entre  un  erizo  de  fuerzas  enemigas  ;  toca  á  las 
puertas  de  las  capitales  de  todo  el  Occidente ;  las  visita 
casi  todas  ellas ;  y  donde  quiera  que  tropieza  con  el  enemi- 
go, lo  vence  y  lo  desarma.  A  las  trescientas  leguas  de 
marcha,  la  opinión  le  guardaba   á   Harinas  como  premio  de 


400  DOCTOR  L.  VILLANÜEVA 

tanto  denuedo,  de  habilidad  tanta.  Allí  crea  un  ejército, 
lo  organiza,  lo  arma,  y  seguro  en  su  inexpugnable  y  rica 
base  de  operaciones,  prueba  todo  lo  que  se  puede,  cuan- 
do se  cuenta  con  la  opinión  y  se  tiene  fe  en  los  pueblos. 

¡Viva  el  Ejército  de  Occidente  como  un  modelo  eterno 
para  la  posteridad ! 

Mucha dei Ge-  II.     De  allí  siguió  á  Alpargatón,  Canoabo,  Mon- 

tal  han,  Bejuma  y  rsirgua;  y  el  22  de  agosto  entró 
con  1.500  hombres  en  San  Felipe,  desocupada  ala 
hora  del  amanecer,  por  el  enemigo,  que  no  eran 
sino  40  infantes.  Perseguidos  por  el  Comandan- 
te R.  Calderón,  fueron  cogidos  prisioneros  el  día 
siguiente.  Pero  apenas  serían  veinte  minutos  pasa- 
dos de  estar  en  la  ciudad,  cuando  fueron  todos 
puestos  en  libertad  por  el  Caudillo  Federal.  La 
Provincia  se  constituyó  en  Estado  Federal  con  el 
mismo  Gobierno  provisional  que  nombró  Zamora  en 
marzo,  teniendo  por  suplentes  á  Antonio  Girón, 
Juan  Bautista  Blanco  y  Joaquín  Tortolero.  El  Co- 
ronel Tirso  Salaverría,  fue  nombrado  Comandante 
de  Armas  del  Estado:  el  ciudadano  José  María 
Ortega  Martínez,  Gobernador  político  del  mismo,  y 
Secretario  suyo,  el  señor  J.  J.  Freites,  hijo. 

Desde  Urachiche  habían  marchado  á  la  Costa 
á  recibir  al  General  Falcón,  Antonio  MeLdo¿a,  los 
Peralta,  Alvarado  y  otros  cuyos  nombres  se  nos 
escapan  por  el   momento. 

Funcionaban  como  Jefe  de  Estado  Mayor  Ge- 
neral, el  General  Wenceslao  Casado ;  Sub-Jefe,  el 
Coronel  C.  T.  Itwin  ;  Secretario  General,  el  señor 
Víctor  Ariza,  y  Sub-Secretario,  el  señoi  J.  G.  Ochoa; 
y  Auditor  de  Guerra,  et  Doctor  A.    Guzmán  Blanca 

El  8  de  setiembre  se  acercó  el  General  Falcón 
á    Barquisimeto,  y   en    Tierritas  Blancas  derrotó  las 


anea. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  401 

tropas  centrales  al  cabo  de  hora  y  media  de  reñido 
combate. 

III.  Zamora,  luego  que  hubo  llegado  á  sus  oídos  t¿¡£5»£ 
esta  noticia,  embocó  la  trompeta   de  la   gloria  militar 

para  dar  á  conocer  el  hecho  en  el  territorio  de  su 
mando,  en  los  siguientes  términos: 

Federación  Venezolana. — Estados  de  Coro  y  Occidente. — 
Cuartal  General. — Jefatura  de  Operaciones. — Barinas, 
diez  y  siete  de  setiembre  de  1859. — Ano  1?  de  la  Fe- 
deración. 

Al  ciudadano  General  Wenceslao  Catado,  Jefe  d-e  Estado  Ma- 
yor General  de  los  Ejércitos  Federales. 

He  recibido  con  el  oficio  de  usted,  fecha  7  de  los 
corrientes,  varios  ejemplares  del  Eco  del  Ejército,  y  he 
tenido  la  satisfacción  de  encontrar  en  ellos  los  detalles 
de  la  jornada  que  tuvo  lugar  el  3  del  presente  en  el 
sitio  de  La  Cruz  de  Tierra  Blanca,  sobre  la  línea  enemiga 
goda,  donde  segó  laureles  inmarcesibles  la  espada  reden- 
tora del  invencible  General  Juan  C.  Falcón ;  y  me  apre- 
suro á  reimprimir  tan  brillantes  detalles  en  el  Boletín 
Oficial  del  Ejército  Federal  de  mi  mando,  para  ejemplo 
de  las  fuerzas  Federales  y  escarmiento  del  puñado  de 
godos  de  estos  lugares. 

Sírvase  usted  felicitar  al  Ejército  vencedor  y  á  su 
denodado  Jefe,   á  nombre  de   mis  compañeros  de  armas. 

Dios  y  Federación, 

Ezequiel  Zamora. 

IV.  Falcón  ocupó  en  seguida  A  Barquisimeto,  y    «•*•••«»• 

1  *  ~    á  Barquisimeto. 

no  bien  hubo  acabado  de  organizar  la  Provincia  en  Es- 
tado Federal,  nombrando  y. haciendo  nombrar  los  em- 
pleados de  todos  los  ramos  del  servicio  público, 
cuando  levantó  sus  reales  con  dirección  á  Guanare, 
teniendo  bien  por  cierto  que  estaban  todavía  allí  si- 
tiadas las  tropas  del  General  And  nido. 

Su  vanguardia  gobernada  por  el  General  Fran- 
cisco García,  se  acampó  en  Sarare  el  14  al  medio 
día,  cuando    el   ejercito   centralista    maniobraba  por 

Acarigua  y  Araure. 
20 


1 


402  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

En  aquel  punto  se  le  reunieron  el  Coronel  Mi- 
chelena  con  ciento  trece  infantes,  y  el  Coronel  Fe- 
lipe Parra,  con  veinte  de  caballería. 

El  General  Falcón  llegó  á  Araure  el  19,  el  mis- 
mo día  que  entraba  en  San  Carlos  el  General  An- 
drade.  Paróse  en  esta  villa  á  remediar  los  inconve- 
nientes que  habían  retardado  su  marcha,  pues  tenía 
por  seguro  que,  de  allí  á  poco,  se  vería  á  corta 
distancia  del  enemigo.  Sin  embargo,  como  reflexio- 
nara más  en  sus  operaciones,  cambió  de  plan,  desis- 
tiendo de  seguir  sobre  el  avisado  General  Andrade, 
que  estaba  ya  en  salvo;  y  al  contrario,  el  24  tomó 
la  vuelta  de  Barquisimeto.  De  aquí  emprendió  mar- 
cha á  Coro  el  1?  de  octubre ;  dejando  á  Trías  de  Jefe 
de  Operaciones  del  Estado  Nueva  Segovia,  que  así 
llamaron  el  de  líarquis  meto  (l). 

AoolóSqu6Siqtti*  V.  El  3  derrotó  el  General  Falcón  en  Siquisique 
las  fuerzas  centrales  al  mando  del  Comandante  Ni- 
colás  Torrellas:  y    prosiguió  á  Coro    adelantándose 


1  Trías  paróla  persecución,  y  se  retiró  de  San  Rafael  He  Ono- 
to  á  Araure  el  21 ;  en  obedecimiento  de  una  orden  dtfl  General 
Falcón  de  (pie  tenemos  conocimiento  por  la  comunicación  del 
Coronel  Márquez  al  Estado  Mayor  de  la  División  Cojedes,  que 
dice  así : 

Federación  Venezolana. — Estado  de  Portuguesa. — Estado  Mayor 
Divisionario  de  la  Vanguardia  del  Ejército  Federal. — .San  Ka- 
fjielde  Onoto:  setiembre  20  de  185».— Año  Io  de  la  Federación. 

Ciudadano  Coronel  Jefe  de  Estado  Mayor  de  la  ¡>¡r¡HÍón  Cojedes. 

El  ciudadano  General  Jefe  de  la  División  Vanguardia  del 
Ejército  Federal  me  ha  ordenado  decirle,  lo  siguiente:  Con  fecha 
de  ayer  me  dic*  desde  Araure  el  ciudadano  General  Juan  C  Fal; 
con,  Jefe  del  Ejército,  que  conviene  «pie  esta  División  regrese  » 
aquella  villa,  á  combinar  con  el  ciudadano  General  que  la  manda, 
un  movimiento  que  decidirá  la  suerte  de  l*s  armas  federales;  y 
se  dispone  que  el  Jete  de  la  División  Cojedes  se  conserve  siem- 
pre en  la  actitud  que  hasta  ahora  ha  tenido  para  con  el  enemi- 
go, á  fin  deque  innove  esta  contramarcha;  y  (pie  vigile  mucho 
el  ciudadano  Coronel  Navarro,  no  vaya  el  enemigo  A  introducir 
comunicación  en  los  Estados  donde  ya  han  triunfado  mu  stras 
armas  Esto  dispone  el  General  en  Jefe,  y  maíian a  regresará  esta 
División  á  la  indicada  villa  de  Araure. 

Dios,  Federación  ó  Muerte. 

El  Coronel  Jefe, 

F.  Afdnver. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  403 

hasta  Pecaya,  catorce  y  media  leguas  de  aquella 
«ciudad ;  y  después  á  Sabaneta,  donde  por  su  orden 
organizaba    tropas  el   General  González. 

V.  Mientras  el  caudillo  de  la  revolución  practica-  ¿¡¡¡¡¡Yi*! 
ba  esta  operación,  partió  Zamora  de  Barinas  con  *ui,imtU- 
su  genial  celeridad  á  concertar  con  él  en  Barquisi- 
meto,  el  plan  de  la  nueva  campana;  pues  era  pú- 
blica fama  por  Occidente  que  el  Gobierno  prepa- 
raba otro  grande  y  poderoso  ejército  para  batirlos, 
v    recobrar  las   Provincias  perdidas. 

Desde  Barquisimeto  ordenó  al  General  Nava- 
rro y  al  General  Aranguren,  que  acosaran  diaria- 
mente las  fuerzas  oligarcas  de  San  Carlos,  cuando 
salieran  á  coger  ganado  por  las  parroquias  de  Coje- 
des,  Onoto  y  Desapartaderos ;  y  las  vigilasen  para 
sorprenderlas  y  acabarlas,  en  combinación  con  el 
Comandante  José  Rivas  Sandoval  que  capitaneaba  un 
escuadrón  bien  diestro  y  superiormente  montado, 
«ó  por  lo  menos  las  debilitasen  con  las  fatigas,  pri- 
vaciones  de  alimentos  y  otros  recursos,  con  las 
deserciones  y  el  desaliento  de  la  tropa.  Pues  fiaba 
-él,  en  que  á  medida  que  pasase  el  tiempo,  la  opi- 
nión por  sí  sola  iría  desbaratando  las  filas  de  los 
usurpadores,  ayudada  de  la  constancia,  tesón  y  dis- 
ciplina de  las  fuerzas  federales.  La  táctica  de  aquella 
guerra,  en  su  concepto,  debía  fincarse  principalmen- 
te en  el  asedio  y  en  la  persecución  diestra  y  há- 
bilmente concertada  sobre  los  enemigos,  para  im- 
pedirles formar  masas  que  pudieran  caer  sobre  al- 
gún cuerpo  revolucionario;  ganando  ai  tiempo  para 
aprovechar  la  oportunidad  de  reunir  fuer/as  adecua- 
das con  que  obrar  rápidamente  sobre  sus  mejores 
Divisiones.     La    persecución    debía  hacerse  con  gue- 


1 


404  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

rrillas  emboscadas,    teniendo   siempre  al   enemigo  á 
una    vista,  e  inspeccionando  sus  movimientos. 

Entonces  fue  cuando  Zamora,  penetrante  y  acu- 
cioso, descubrió  en  la  casa  del  señor  García,  de 
Barquisi nieto  un  parque  de  ochenta  barriles  de  pólvora,. 
y  otros  más  en  o'ra  casa,  que  sirvieron  para  pelear 
las  batallas  de  Barinas:  y  sobre  lo  cual  escribió- 
ai  General   Falcón    la  siguiente  carta : 

Barquisimeto :  4  de  octubre  de  1839. 
¡Señor  General  Juan  C\  Falcan. 
Mi  querido  hermano : 


Estoy  volado  por  ver  si  les  pego  un  susto  á  los  go- 
dos que  guarnecen  á  San  Carlos,  y  el  Baúl 

Mucho  se  pelea  por  Los  Valles  de  Aragua,  pero  la 
decisión  la  hará  la  tropa  vencedora  que  marcha  de  Oc- 
cidente. 

De  Barinas,  Portuguesa  y  Apure  no  tengo  noticias- 
de  novedad. 

Aquí  seles  cogieron  álos  godos  en  un  escondite,  ochen, 
ta  barriles  de  pólvora  que,  con  la  que  hallé  en  otra  casa- 
tendremos  para  sostener  los  fuegos  hasta  un  ano  si  fue- 
re necesario.    Salud  y  fortuna  le  desea  su  hermano^ 

Ezequiel  Zamora. 

Esta  carta   revela    la    clarísima    inteligencia  mi- 
litar  de   Zamora,    su    seguro    golpe    de  vista  y    la 

facultad  poderosa  de  que  estaba  dotado,  para  tra- 
zar una  campaña  y  marcar  con  antelación  los  puntos 
donde  iba  á  librar  los  combates. 

VI.     Entre  tanto,   el    Gobierno  llamó  al  General 

Reíros  Jefe  del 

2J£,todeOMiAndrade  al  Ministerio  de  Guerra,  y  nombró  al  Ge- 
neral Pedro  Ramos,  Jefe  del  Ejercito  de  Occidente,, 
del  que  fue  Jefe  de  Estado  Mayor  el  Coronel 
Manuel  Vicente  de  las  Casas,  que  marchó  el  15  de 
setiembre  de  Valencia  á  San  Carlos. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         4(K> 

Ramos  no  bien  hubo  acabado  de  resguardar 
á,  Valencia  de  todo  peligro  que  pudiera  venirle  de 
Leiceaga,  que  llevaba  á  veces  sus  partidas  hasta 
El  Palotal,  partió  á  San  Carlos  el  5  de  octubre; 
y  de  aquí  se  encaminó  á  Barquisimeto  el  31  del 
mismo  mes  con  un  ejército  de  2.000  hombres. 

En  la  tarde  de  ese  día  acampó  en  La  Ceiba, 
y  en  la  del  siguiente,  en  Los  Apartaderos,  donde 
-se  paró  el  2,  mientras  se  recogían  ganados  y  ca- 
ballos por  las  sabanas  v3cinas;  pues  era  costumbre 
de  carácter  natural,  que  las  tropas  de  unos  y  otros 
.se  alimentaran  con  los  ganados  de  los  particulares  y 
usaran  sus  bestias,  sin  que  se  pensara  en  pagarlos ;  de 
lo  que  se  originó,  al  fin  de  la  guerra,  la  ruina  de 
las  familias,  de  la  industria  pecuaria  y  la  desola- 
ción de  los  caseríos  y  las  ciudades,  de  que  aún  no 
han  podido  reponerse. 

El  3  se  movió  el  ejército  á  San  Rafael,  para 
tomar  el  camino  de  Pitiguao,  por  calificarlo  pre- 
ferible al  del  Altar ;  y  habiendo  hecho  alto  en  la 
falda  Norte  del  cerro  de  aquel  nombre,  destararon, 
<?n  la  noche,  una  columna  de  observación  sobre 
Sarare,  con  instrucción  de  avanzar  hasta  Cujicito,  con 
el  propósito  de  interceptar  la  comunicación  en  aquel 
punto  de  Barquisimeto  y  los  federales  del  Sur. 

A  las  cuatro  de  la  tarde  llegó  el  ejército  á  Sarare. 

El  5  al  medio  día  marchó  la  primera  División  á 
•Cujicito:  el  6  adelantaron  hasta  La  Morita.  El  7 
entró  en  Cabudare,  en  cuyo  río  había  unas  avanza- 
das federales  que  hicieron  varios  disparos,  y  corrie- 
ron á  dar  aviso  al  General  Trías  ;  quien  al  cerciorarse 
-de  la  verdad,  desocupó  la  plaza,  marchando  con  seis- 
•cientos  hombres  y  dos  piezas  de   artillería,  á  incorpo- 


1 


406  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

rarse  por  la  vía  de  Carora  al  General  FaJcón,  quien  re- 
gresaba de  Coro  en  vista  de  los  movimientos  de 
Rubín,  del  litoral  tierra  adentro,  en  su  persecución. 
En  la  tarde  del  mismo  día  ocupó  Ramos  á  Barqui- 
simeto,  encargó  de  la  Gobernación  de  la  Provincia  a! 
señor  Mariano  Raldíriz,  y  se  piso  en  comunicación 
con  Gil  y  Rubín. 

Marcha* ¿«i g«.         VIL    El  Caudillo  déla  Federación,  en  la  imposi- 

neral  Filcón.     .  .  * .  ■,     -,       -¡  r     r*  111/  1 

mimad  de  ocupar  á  Coro,  como  lo  había  pensado, 
concibió  el  plan  de  concentrar  todas  las  fuerzas- 
de  Occidente  en  San  Carlos,  y  embestir  á  Valen- 
cia :  y  al  efecto,  expidió  órdenes  desde  Carora,  de 
las  cuales  fue  portador  el  Coronel  Gutiérrez,  á  Za- 
mora, Aguado,  Aranguren,  Valero,  Medrano,  Her- 
moso, Carpió,  Rivas  Sandoval  y  otros,  para  que 
cada  uno  con  sus  fuerzas  y  por  vías  demarcadas, 
se  le  incorporasen  en  aquella  plaza.  Pero  como  se 
le  enfrentara  ahora  el  ejercito  de  Ramos,  impidién- 
dole el  pas)  á  Cojedcs,  guió  á  las  Provincias  de 
Portuguesa  y  Barí  ñas,  donde  podía  disponer  de  un 
ejército  aguerrido  mandado  por  Zamora,  y  de  una 
población  amiga  pronta  á  todo  género  de  sacrificios 
por  el  triunfo  del  Partido  Liberal. 

Trías  pasó  por  Quíbor  el  8  ;  y  el  9  se  incorporó 
al  General  Ealcón  en  FA  Tocuyo. 

Eiército dei Go-  VIII.   Ramos  llegó  á  Quíbor  el  10,  cuando  ama- 

necía ;  y  el  11  á  las  10  a.  ni.  se  acuarteló  en  El  To- 
cuyo á  aguardar  la  División  del  Comandante  Rubín, 
recoger  ganados,  reponer  sus  caballerías  y  solicitar 
noticias  de  Mérida  y  Trujillo. 

Su  ejército,  según  revista  pasada  en  esta  plaza, 
ascendía  á  mil  seiscientas  plazas,  por  haber  tenido- 
que  dejar  una  Brigada  en  Barquisimeto. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  407 

Falcón  se  vio  forzado  á  tomar  la  intransitable 
vía  de  Humocaro  Alto,  para  salir  por  Chahasquén 
á  Guanare;  mientras  que  Ramos,  reunido  á  Rubín 
en  El  Tocuyo,  tomaba  la  vía  de  Araure  para  im- 
pedir  cualquier  intentona  sobre  el  Centro. 

La  División  Rubín  tenía  exactamente  como  la 
de  Ramos,  mil  seiscientos  hombres;  de  modo  que 
juntas  las  dos  formaron  un  ejército  de  tres  mil  y 
pico,  con  cinco  piezas  de  artillería  y  cuarenta  y  cuatro 
artilleros. 

Fuerzas  de  Trnjillo  al  mando  del  Comandante 
Perozo  cubrieron  á  Boconó ;  y  con  ellas  y  las  guar- 
niciones de  Barquisimeto  y  Cabudare,  se  formó  un 
antemural  para  resistir  algún  nuevo  ataque  sobre  Bar- 
quisimeto por  Sarare.  Al  mismo  tiempo  se  mandó 
reforzar  á  San  Carlos :  y  el  16  se  movió  todo  el 
ejército,  vía  de  Guárico  hacia  Ospino,  á  cuyas 
cercanías  llegó  el  21,  vencien-lo  las  dificultades  que 
le  presentó  una  vía  atravesada  de  cumbres  eleva- 
dísimas  y  peñascosas  vertientes.  El  23  marchó  de 
Ospino  h  San  Rafael,  por  un  camino  trasversal; 
tomó  el  real  en  la  Sabana  de  Los  Manires,  á  las 
3  de  la  tarde,  y  pernoctó  en  Las  Cocuizas. 

IX.  En  esos  mismos  días,  reunidos  el  General  oS^Í61**" 
Falcón  y  el  General  Zamora  en  La  Mesa  de  Ca  basca, 
marcharon  junios  á  Guanare,  donde  se  estuvieron  á 
inquirir  los  movimientos  del  enemigo:  acomodando 
entre  tanto  guerrillas  en  todas  las  quebradas 
de  San  Rafael  á  Las  Cocuizas,  con  orden  de  rom- 
per los  fuegos  al  pasar  los  centrales,  y  huir  al  monte 
sin  dejarse  coger.  Se  situó  además  un  cuerpo  de  obser- 
vac  ón  en  el  mismo  San  Rafael  al  mando  de  Casado, 
Calderón  y  Amador   Armas,   que   debía   retirarse    a 


408  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Guanare  al  acercarse  la  vanguardia  de  los  enemi- 
gos; y  tomar  la  vía  de  Tucupido  cuando  tuviera  noticia 
de  que  éstos  acababan  de  llegar  á  dicho  pueblecillo. 

El  Ejército  Federal  se  entristeció  al  cundir  en 
las  filas  la  orden  de  volver  atrás;  porque  se  le  an- 
tojaba derrota  la  bien  meditada  marcha  al  través  del 
desierto,  para  llevar  al  enemigo  á  alguna  espesa  mon- 
tana, más  allá  de  Barinas,  donde  por  una  batalla 
tremenda,  y  á  la  par  segura,  como  nunca  jamás  la 
vieron  los  tiempos  pasados,  quedara  ganado  para 
siempre  el  triunfo  por  las  armas  del  Partido  Li- 
beral. 

Conociendo  los  jefes  estas  malas  impresiones  de 
la  tropa,  la  formaron  en  la  plaza  de  Guanare,  y  con  el 
propósito  de  alentarlas  y  garantizarles  una  próxima 
victoria,  la  arengaron  Falcón  y  Zamora;  cada  cual 
con  su  propia  elocuencia  militar,  que  pintaba  al 
vivo  la  diversidad  de  caracteres  de  estos  dos  gran- 
des ciudadanos  de  fama  ilustre,  y  de  ambos  mereci- 
da. Arrebatáronse  de  entusiasmo  los  soldados,  y 
contestaron  las  arengas  con  aclamaciones  ruidosas 
á   la   federación   y    á  sus    Jefes. 

Según  relaciones  dignas  de  fe,  el  plan  de  Za- 
mora era  pelear  y  destruir  el  ejército  enemigo  en 
Guanare :  para  lo  cual  dejaría  en  la  plaza  al  General 
Trías  con  trescientos  hombres,  bien  pertrechado  y 
atrincherado;  y  se  saldría  él  con  el  resto  de  las  tropas 
á  Guerilandia,  á  esperar  que  los  centrales,  cediendo  á 
sus  ímpetus  de  costumbre,  y  envalentonados  con  sus 
victorias  del  Centro,  empeñaran  un  ataque  formal 
contra  los  atrincheramientos  de  la  ciudad.  Entonces 
los  embestiría  él  por  retaguardia,  contando  destrozar- 
los; ó  por  lo  menos  mermarles  el  ejército,  y  obligarlos 


VIDA  DEL   GENERAL  ZAMORA  409 

á  retirarse  por  la  misma  ruta  que  habían  llevado, 
sin  que  pudieran  esperar  auxilios  de  las  fuerzas  de 
Cojedes,  hondamente  quebrantadas  por  las  acometi- 
das de  Aranguren.  Pero  no  gustó  este  plan  al  Ge- 
neral Falcón ;  y  entonces  determinaron  de  común 
acuerdo,  replegarse  á  Barinas,  ocurriéndosele  desde 
luego  4  Zamora,  que  la  batalla  no  podía  darse  sino 
en  San  Lorenzo  ó  en  Santa  Inés,  ó  en  algún  lu- 
.gar  igual  ó  parecido  á  esfos.  Resuelta  la  retirada, 
«e  dictaron  disposiciones  para  emprenderla  con  acierto. 

X.  El  ejercito  que  quisiera  ir  de  la  Provincia  J>«.owmart  á 
<Je  Portuguesa  á  la  de  Barinas,  tenía  que  tomar  una 
de  las  dos  líneas  de  invasión  que  parten  más  allá 
de  los  ríos  de  Tucupido  y  Boconó:  una  por  Barran- 
cas á  la  derecha,  larga  de  16  leguas,  de  Guanare 
A  este  punto;  y  otra  á  la  izquierda  que  va,  del  otro 
lado  de  Tucupido,  al  paso  Anduecero  en  el  río  Cho- 
rroco  ó  Boconó  ;  ó  bien  atravesando  el  Sipororo  á  Sa- 
baneta  por  el  vado  del  Corozo. 

Esta  última  vía  forma  una  curva  más  extensa 
que  la  otra;  pero  ambas  son  montuosas,  y  están 
cruzadas  por  los  mismos  ríos. 

Los  liberales  marcharon  por  la  deSabaneta,  para 
llamar  á  la  reconcentración  las  gruesas  partidas  de 
Guerilandia  y  Guanarito. 

Zamora  dejó  detrás  un  escuadrón  de  caballe- 
ría para  espiar  los  movimientos  del  ejército  del 
Gobierno,  al  mando  de  un  Coronel  que,  por  cono- 
cedor de  los  caminos,  pasos  de  ríos,  veredas,  matas 
y  escondrijos,  le  llamaban  el  Mapa  de  Barinas,  y 
cuyo  nombre  nadie  recuerda.  Este  militar,  además 
de  su    baquía,  era    tan   activo  y  diligente,    que   supo 


Rtmot  en  Gut- 
nart. 


410  DOCTOR  L.  VILLANUEVA. 

mantenerse  constantemente  por  el  camino,  adelante 
del  enemigo,  y  llegó  á  conocer  con  oportunidad  y 
precisi/n  sus  pasos  y  paradas;  délo  cual  daba  cuen- 
ta detallada  á  Zamora  dos  ó  tres  veces  al  día. 

XI.  Ramos  se  alojó  en  Guanas  el  25  alas  tres 
de  la  tarde,  y  el  ejérc  to  federal  en  Barinas  el  27.  EU? 
de  diciembre  continuó  éste  marcha  á  Sania  Inés,  cuya 
montana  ocupó  el  4  de  diciembre  á  las  once  de  la 
mañana;  y  desde  ese  día  se  empezó  la  fabricación 
de  trincheras,  bajo  el  plano  trazado  por  el  Ingeniero 
Chaquert,  liberal  muy  entendido  y  amigo  idólatra  de 
Zamora  de  tieaipo  atrás. 

El  ejército  central  andaba  á  ciegas;  nadie  le 
daba  noticias  de  la  dirección  que  llevaban  las  huestes 
revolucionarias  ;  no  encontraba  bastimentos,  pero  ni 
las  cosas  más  insignificantes  para  entretener  las  pri- 
meras necesidades  del  soldado. 

Ocho  días  se  paró  el  ejército  en  Guanaro,  para 
ponerse  en  marcha  del  3  al  4  de  diciembre,  cuando 
va  los  federales  estaban  bien  acomodados  en  Santa 
Inés;  morosidad  que  contrastaba  con  la  prontitud  y 
celeridad  de  Zamora,  para  moverse  en  todas  di reccio- 
nes  día  y  noche*,  bajo  lluvias  torrenciales  ó  bajo  un 
cielo  inflamado;  ya  tuviera  que  atravesar  á  nado  ríos 
impetuosos,  ó  que  trepar  por  desfiladeros)'  páramos, 
como  en  los  caminos  á  las  nevadas  cimas  de  la  Cor- 
dillera. 

Sabido  que  Zamora  había  pasado  de  Barinas 
con  dirección  á  Santa  Lucía;  lo  que  daba á enten- 
der á  sus  enemigos  que  llevaba  intención  de  cruzar 
el  Apure,  ó  de  internarse  vía  de  Pedraza,  por  las 
montanas  que  van  á  terminar  en  las  fronteras  colom- 
bianas,   moviéronse  éstos  tras  él  por   Barrancas}' La 


I 


VIDA  BEL  GENERAL  ZAMORA  411 

Yuca  ;  y  sin  tocar  en  Ba riñas,  guiaron" á  Obispos  y 
siguieron  por  la  ribera  izquierda  del  Santo  Domingo 
basta  El  Real.  Allí  supo  Ramos  que  el  lugar  en  que 
Zamora  estaba  era  un  desconocido  pueblecito,  que 
nombran  Santa  Inés,  sobre  la  orilla  opuesta  de  aquel 
río,  separado  de  la  sabana  por  una  montana  larga  y 
espesa. 

___-  ai  i  i  i         Anarquía   en 

Xll.  A  todo  esto  remaba  en  el  campamento  de  i<>»  ejéroitoi, 
los  centralistas  cierto  espíritu  de  anarquía,  incompati- 
ble con  la  unidad  de  mando  que  requieren  las  opera- 
ciones militares.  Rubín  alegó  un  día,  que  por  las  facul- 
tades de  que  estaba  investido,  podía  obrar  como  Jefe 
Superior  donde  quiera  que  se  hallase  ;  á  lo  cual  le 
contestaron  Ramos  y  Casas,  que  podía  hacer  como 
quisiera,  porque  ellos  respetaban  de  un  todo  las  dis- 
posiciones del  Gobierno.  Pero  Rubín,  aconsejado  á 
lo  que  parece  por  el  discreto  Meneses,  dijo  después, 
con  notable  despecho,  que  mejor  era,  como  había  di- 
cho Napoleón,  un  solo  jefe  malo   que  dos  buenos. 

Y  aunque  se  puso  á  las  órdenes  de  Ramos, 
iba  siempre  de  mala  gana,  haciendo  lo  que  se  le 
antojaba.  Llegaron  las  cosas  á  tal  punto,  que  des- 
agradado profundamente  el  Coronel  Casas,  propuso 
á  Ramos  en  El  Real  donde  pernoctaban,  que  pu- 
sieran al  Comandante  Rubín  en  la  vanguardia  para 
que  luciera  sus  bríos.  Ramos  couvino;  y  por  el 
Estado  Mayor  se  le  comunicó  la  orden  al  Coronel 
Jelambi,  que  mandaba  la  primera  División.  Este 
bravo  y  pundonoroso  Coronel  se  presentó  inmedia- 
tamente ante  Casas,  y  mostrando  el  mayor  respeto, 
le  dijo  estas  solemnes  palabras:  "Señor  Coronel; 
habiendo  venido  yo  en  vanguardia  durante  toda  la 
campaña,  no  creo  justo  se  me  quite  el  mando,  cuando 
estamos  enfrente  del  enemigo." 


412  DOCTOR  L.  VILLANÜEVA 

Casas,  penetrado  de  la  razón  que  asistía  á 
aquel  veterano  tan  digno,  y  queriendo  rendir  cu1  to 
á  su  virtud  militar,  le  contestó  con  su  ingénito  la- 
conismo: "Tiene  usted  razón,  señor  Coronel;  siga 
usted  con  su  División  en  vanguardia" 

Algo  se  susurró  allí  de  sedición  contra  Ramos 
y  Casas,    pero   todo    pasó    sin  ninguna  consecuencia. 

Determinóse  al  fin  pasar  el  río  por  San  Lo- 
renzo; y  como  no  hubiera  sino  una  canoa,  se  im- 
provisaron balsas,  aunque  muchos  soldados  se  tira- 
ron á  nado.  Esta  operación  empezó  al  amanecer,  y 
duró  '  hasta  la  tarde,  en  que  marcharon  á  La 
Palma,  pueblecito  intermedio  entre  Barinas  y  Santa 
Inés,  á  2  leguas  de  ésta  y  14  de  aquélla. 

El  río  Santo  Domingo,  nace  en  la  serranía  de 
Mériday  pertenece  á  la  hoya  hidrográfica  del  Orinoco, 
en  que  vierte  sus  aguas  por  medio  del  Apure,  co- 
mo todos  los  del  territorio  conocido  con  el  nombre 
de  Provincia  de  Barinas  ó  Estado  Zamora,  como 
decimos  hoy. 

Mide  su  curso  de  60  á  70  leguas;  de  las  cua- 
les son  navegables  30,  á  contar  desde  Toruno,  sito 
á  cuatro  leguas  de  Barinas,  hasta  su  desemboque 
en  el  Apure.  Florecían  á  sus  orillas  por  aquel 
tiempo  muchos  pueblecitos  ó  aldeas,  cuyos  mora- 
dores sembraban  en  sus  feraces  vegas,  plátanos,  yu- 
ca, maiz,  algodón,  tabaco,  añil,  cacao  y  otros  fru- 
tos, y  criaban  ganados  en  sus  espaciosas  sabanas 
que  se  dilatan,  ricas  en  pastos  y  bosques,  hasta  las 
márgenes  entrecortadas  del  Apure.  A  su  derecha 
se  asientan  Barinas,  Caroní,  Toruno,  La  Palma, 
Santa  Inés  y  Santa  Lucía,  y  á  la  izquierda  San 
José,    El  Real  y  San  Lorenzo. 


VIDA  PEL  GENERAL  ZAMORA         413 

El  Gobierno  Central  había  concertado,  con  bas- 
tante previsión,  el  vasto  plan  de  atacar  el  Ejército 
Federal  con  los  cuerpos  combinados  de  Ramos  y 
Rubín  por  Guanare,  y  el  de  Brito  por  Nutrias.  Al 
mismo  tiempo  se  mandaron  bajar  las  fuerzas  de 
Trujillo  á  Barinitas ;  ora  para  impedir  alguna  in- 
vasión á  la  Cordillera,  ora  para  cooperar  á  los 
movimientos  del  ejército;  y  en  último  caso  para 
cubrir  la  retirada  á  la  Serranía,  tal  vez  la  más  conve- 
niente y  accesible.  Pero  estas  fuerzas  no  concu- 
rrieron á  Barinitas;  y  Zamora,  que  aprovechaba  sin 
dilación  todas  las  faltas  de  sus  contrarios,  la  hizo 
ocupar  con    un    destacamento  de  consideración. 

La  infracción  de  esta  orden,  escribió  Ramos  al 
Ministro  de  la  Guerra  con  fecha  5  de  enero  desde 
Mérida,  ka  contribuido  en  mucho  á  las  desgracias  del 
Ejército. 

No  menor  era  la  anarquía  en  el  campo  de  los 
federales;  pues  los  recelos  y  rivalidades  entre  algunos 
oficiales  de  los  dos  cuerpos  de  ejército,  se  habían 
extendido  á  Jefes  de  alta  graduación,  señalándose 
entre  todos,  por  su  mala  voluntad  al  General  Falcón, 
el  Doctor  Iriarte,  Secretario  General  v  Auditor  de 
Guerra  de  Zamora  ;  y  aunque  éste  varias  veces  le 
reprendiera  como  amigo  y  como  superior,  por  sus 
conceptos  irrespetuosos  para  con  el  Jefe  de  la  Revo- 
lución, su  hermano  y  su  Jefe,  con  todo,  seguían  ur- 
diéndose intrigas,  y  enconándose  las  rencillas  entre 
los  dos  círculos  que  habían  venido  formándose  con 
los  nombres  de  falconcistas  y  zamoranos  :  exaltando 
cada  cual  los  méritos  de  su  Jefe  y  deprimiendo  los 
del  otro.  Esto  llegó  al  extremo  Me  que,  con  motivo 
de  haberse  perdido  unas  comunicaciones  del  General 
Segovia,    según    unos,     del   General    Linares,  según 


414  DOCTOR  Li  VILLANUEVA 

otros,  sin  darse  cuenta  de  ello  al  General  Falcón,  es- 
talló en  Barinas  un  violento  altercado  entre  éste  y  el 
General  Zamora,  que  sobresaltó  los  cuarteles:  y  aun 
se  añade  que  el  General  Zamora,  determinado  á  evi- 
tar cualquier  nuevo  contratiempo  en  lo  adelante,  con 
su  hermano  y  Jefe,  a  quien  respetaba  y  quería,  es- 
tuvo á  punto  de  retirarse  del  ejército,  y  marcharse  á 
tierras  de  Colombia. 

Ignoramos  qué  palabras  se  dijeran  en  tan  lasti- 
mosa ocasión  los  dos  caudillos,  mal  dispuesto  uno  con- 
tra otro;  no  porque  se  hubiera  apagado  en  sus  almas, 
por  ambición  ú  otro  interés,  el  sentimiento  de  her- 
manos, sino  por  los  cuentos  de  los  intrigantes  y 
chismosos ;  plaga  funesta  que  se  procrea  al  rededor 
délos  hombres  de  mando:  y  á  lo  que  parece,  tam- 
poco nadie  podrá  saberlo,  limitándose  los  mejores  cro- 
nistas á  referir,  en  lo  cual  están  todos  contestes,  que 
aquel  mismo  día  se  dio  en  todos  los  cuarteles  una 
orden  general  en  que  mandaba  el  General  Falcón 
reconocer  al  General  Zamora  como  Jefe  del  Ejér- 
cito; bien  que  algunos  reducen  el  nombramiento  no 
más  que  á  las  operaciones  en  los  Estados  de  Barinas 
y  Portuguesa :  lo  que  no  es  conforme  á  los  sucesos 
posteriores,  pues  es  sabido  que  el  General  Zamora 
murió  dirigiendo  el  sitio  de  la  capital  del  Estado  Co- 
jedes,  y  según  relación  de  uno  de  sus  Edecanes, 
que  aún  vive,  el  General  Rodríguez  Guerrero,  dire- 
mos más  lejos  su  plan  de  campaña  sobre  el  Centro  y 
sobre  Caracas,  enunciado  en  la  noche  del  9  de  enero, 
delante  de  varios  Jefes  y  oficiales,  cuando  vivaqueaba 
á  orillas  del  río  de  San  Carlos. 

Cómo  cumplió  este  encargo  el  General  Zamo- 
ra,  es    lo  que    vamos    á   decir  en    las  páginas    que 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  415 

respetuosamente   sometemos  en   seguida  al  juicio  del 
lector. 

XIII.  Empero,  es  de  saberse  que,  habiendo  des-  *****?"• 
pac  hado  Zamora  á  Aranguren  con  un  cuerpo  de  ocho- 
cientos hombres,  á  asediar  ó  atacar  á  San  Carlos, 
para  impedir  movimientos  de  fuerzas  de  esta  plaza 
en  auxilio  del  Ejercito  de  Ramos,  que  iba  sobre  el 
General  Falcón,  vino  á  quedar  aquel  Jefe  inter- 
ceptado en  Oojedes  por  la  marcha  de  Ramos  de  El 
Tocuyo  á  Ospino,  de  que  ya  hemos  hablado. 

Aranguren,  ciertamente,  atacó  á  San  Carlos  y 
aun  lo  quemó  « n  parte ;  pero  rechazado,  se  retiró 
perdidoso  hacia  El  Pao,  que  también  intentó  tomar 
á  viva  fuerza,  y  donde  igualmente  le  resistieron, 
forzándole  á  retroceder  al  Tinaco.  De  aquí  caminó 
la  vuelta  de  San  Carlos,  que  orilló  por  la  izquierda, 
para  tomar  en  seguida  el  camino  real  de  Acarigua. 
Recibido  que  hubo  oficio  de  Zamora,  llamándole 
á  Santa  Inés,  ganó  por  Durigua  los  montes  de  San 
Andrés,  Satí  Nicolás  y  La  Luz,  y  penetró  en  el 
bosque  de  Santa  Inés  la  víspera  de  la  batalla,  con 
los  restos  de  su   División. 

XIV.    EJÉRCITO  DEL  GENERAL   RAMOS  ^¿í*"1 


neral  Ramo*. 


PRIMERA    DIVISIÓN    Ó    DE    VANGUARDIA 


Coronel  Antonio  Jelambi,  cuyo  Jefe  de  Estado  Mayor 
era  el  Comandante  Manuel  Salvador  Briceño.  Ayudantes : 
Tomás  Soriano  y  Mariano  Miehelena. 

Esta  División  se  componía  de  los  restos  del  Ejér- 
cito de  Silva  y  Audrade,  llevando  la  Brigada  de  Ma- 
riano Ortega  y  la  de  Jiménez,  Jas  columnas  de  Cruz 
Fernández,  Diego  Villapol  y  Flores.  A  ella  se  agregó 
la  antigua  Brigada  de  Menéndez  que  peleó  en   San  Lo- 


" 


416  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

renzo,  toda  la  caballería,  menos  el  Escuadróu  "Ospino";  la 
Columna  o  de  Marzo  y  la  d<3  Ramos  con  toda  la  artillería 
y  parque  correspondiente. 

SEGUNDA  DIVISIÓN 

Comandante  Francisco  Miguel  Pérez  Arroyo,  cuyo 
Jefe  de  Estado  Mayor  era  el  Comandante  Benigno  Ri vas. 
Se  formaba  de  la  Brigada  Caraca**  mandada  por  el  Co- 
mandante Simón  Madriz,  con  dos  Columnas :  una  llamada,. 
Rubín  del  mando  de  los  Comandantes  Manuel  Narrarte 
y  Martín  Davalillo:  y  otra  regida  por  los  Comandantes 
Juan  Romero  y  Menéndez,  y  entre  cuyos  Oficiales  iban 
los  Capitanes  Travieso,  García,  Marrero,  Aquino  y  otros 
cuyos  nombres  no  sabemos.  Y  además  la  segunda  Co- 
lumna Carabobo,  y  el  Escuadrón  del  mismo  nombre,  á 
las  órdenes  del  Comandante  Riera.  Entre  los  Jefes  de 
esta  División  figuraban  el  Comandante  Figueroa,  que 
mandaba  un  Cuerpo  y  los  Comandantes  José  Ignacio 
Mijares  y  Manuel  Paredes. 

La  Guardia  de  caballería  del  General  en  Jefe,  esta- 
ba al  cargo  de  los  Capitanes  Tomás  Rodríguez  (Mari- 
poso)  y  Esteban  Palacio,  posteriormente  General,  y  De- 
signado de  la  República. 

Auditor  General  de  Guerra,  Doctor  Gonzalo  Cárdenas. 

Cirujano   Mayor,   Doctor   Francisco   Padrón. 

Capellán  del  ejército,  Presbítero  Pacheco. 

Ayudantes  del  Estado  Mayor  :  Comandantes  Lino  Jo- 
sé Revenga,  R.  Gallegos  y  Manuel  Escurra;  Capitanes, 
Luis  María  Díaz  y  Carlos  Ilernáiz ;  Tenientes :  Enrique 
Reina  Francia  y  Rafael    Mijares. 

Edecanes  del  General  en  Jefe,  Comandante  Domin- 
go Fábrega;  Capitanes:  Astolfo  Ramos  y  Manuel  Za- 
valeta. 

Comisario  general  de  guerra,  Manuel  Antonio  Tirado 

Comandantes  de  caballería:  Doctor  Elias  Hurtado. 
N.  Tovar,   Genaro   Maica  y  Julián  Ramos. 

La  División  de  Rubín  se  organizó  de  la  manera  si- 
guiente : 

Cuatro   brigadas. 

Primera  de  vanguardia  ó  derecha,  al  mando  de  los 
señores  Comandantes  Manuel  Oberto  y  Luis  Espelosíu, 
y  compuesta  de  las  Columnas  mandadas  por  los  Co- 
mandantes Tinoco  (la  de  Paraguaná)  y  Calderas  (de  Coro) 
y  piquete  de  San  Luis,  de  Coro  y  el  de  Caballería.  Se- 
gunda, Centro,  al  mando  de  los  señores  Comandantes,  Juan 
Ángel    lietancourt,    y    Teodoro  Chataing,    compuesta  de 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  417 

las  columnas  de  Maracaibo  y  Cumarebo.  Tercera  izquier- 
da, al  mando  délos  señores  Comandantes  Alejandro  Fi- 
gneroa  é  Ignacio  Aliaros,  compuesta  de  la  columna  de 
Aragua  y  piquete  de  Coro. — Cuarta  Reserva,  al  mando 
del  señor  Coronel  Juan  José  Illas,  compuesta  del  bata- 
llón Constitución,  al  mando  de  los  Comandantes  Camilo 
Prado  y  Félix  Moreno.  Y  las  columnas  Carabobo  y  2  de 
Agonfo. 

Jefe  de  Estado  Mayor,  Comandante  Olegario  Mene- 
ses. 

Auditor  de  Guerra,  doctor  Tomás  Alvarez. 

Cirujano  mayor,  doctor  Juan  de  Dios  Monzón.. 

Comisario  de  Guerra. — Pedro  Celis. — Oficial  de  ía  Co- 
misaría,  Alejo  Uriarte. 

XV.  El  Jefe  de  Estado  Mayor  de  este  ejercito  <*••«• 
era  el  Coronel  Manuel  Vicente  da  las  Gasas,  militar 
educado  en  nuestra  Academia  de  Matemáticas,  bajo 
el  profesorado  de  Cagigal  y  Acevedo.  Escudriñando 
su  historia  militar,  hemos  encontrado  que  sentó  plaza 
en  el  batallón  Junín,  corno  Cabo  primero,  que  llama- 
ban entonces  aspirantes.  Algún  tiempo  después  fue 
ascendido  á  Sargento. 

En  Bogotá  le  dio  el  Libertador  el  despacho  de 
Subteniente,  por  los  anos  de  1828:  y  de  vuelta  á 
Caracas,  recibió  de  manos  del  Coronel  Austria  la  con- 
decoración del  Busto.  Al  igual  de  muchos  militares 
bolivianos,  entró  en  la  revolución  de  1835. 

Alistóse  más  tarde  en  el  partido  conservador. 
Ha  sido  un  General  de  celebrada  serenidad  en  los 
combates,  y  de  irreprochable  moralidad  en  la  adminis- 
tración de  caudales  públicos.  Sus  opiniones  políticas 
aunque  contrarias  á  las  de  nuestro  Partido,  nos  han 
merecido  siempre  respeto;  porque  tenemos  por  cierto 
que  las  ha  pensado  con  sinceridad,  así  como  las  ha 
sostenido  con  firmeza,  aun  con  hechos  como  los  de 
agosto,  que  no  pueden  tener  nuestra  aprobación. 


27 


CAPITULO  XVI 

I.  Brito  fue  derrotado  al  pisar  á  Nutrias  el  20  Bnu. 
<le  noviembre,  por  el  Comandante  Pedro  Manuel 
Rojas ;  primera  acción  que  dio  por  sí  este  Jefe, 
y  por  la  cual  le  condecoró  Zamora  con  el  grado 
«de  Coronel.  Briro  era  en  concepto  de  Zamora  el 
más  estratégico  General  de  los  centrales  :  así  como 
-de  Manuel  Herrera  decía  que  era  su  primer  oficial. 
Cuando  repitieron  á  Brito  este  juicio  lo  retribuyó 
-contestando,  que  la  Federación  no  era  sino  Zamora. 
Y  cuentan  que  Zamora  añadió  en  esta  ocasión  es- 
la  otra  frase:  "  por  Guanare  viene  un  grande  ejército 
sin  General :  y  por  Nutrias  un  gran  General  sin 
-ejército." 

Destruida  la  División  de  Brito,  y  paradas  en 
Boconó  las  tropas  de  Trujillo,  tuvo  que  marchar 
*olo  el  ejército  de  Ramos  á  encontrarse  con  el 
invicto  guerrero,  que  en  un  año  había  federado  tres 
Provincias  por  la  fuerza  de  sus  armas,  y  destruido 
cuantos  ejércitos  se  atrevieron  á  perseguirle  ó  á 
enfrentársele. 

Ramos  no  tuvo  nunca  noticias  ciertas  del  ejér- 
cito federal,  ni  de  los  planes  de  sus  Jefes.  Y  aun- 
que pudo  haberse  parado  en  Ba riñas  á  solicitar  estos 
informes  no   quiso    ni  pasar  por  ella,  halagado  con  la 


420  DOCTOE  L.  VILLANUEVA 

pusril   idea  de   que  Falcón  y  Zamora  iban  huyendo* 
hacia  Apure,    sin   ánimo  de  esperar  las    tropas   del 
Gobierno.     Ansioso   de   darles   alcance  partió  ciego- 
por   donde  le  decían  que  era  su   ruta. 

Awuftdude  II.    El  9  en  la  tarde  salieron  de  orden  de  Zamo- 

ra, los  Comandantes  León  Colina  y  Jesús  María  Her- 
nández con  una  brigada  de  infantería  y  caballería 
á  inspecionar  al  enemigo  por  La  Palma  ;  y  á  las  seis 
y  media  de  la  mañana  rompió  el  inolvidable  Capitán 
Ramón  Rivas  los  fuegos  sobre  las  avanzadas;  pero 
sujetos  á  instrucciones  de  Zamora,  de  pelear  en  re- 
tirada hacia  su  campamento,  hiriéronlo  con  precisión,, 
y    á    las  ocho  estaban  ya   incorporados  al  ejército. 

Militaba   como  Ayudante  del  Comandante  León 
Colina   el  oficial  Víctor  Rodrigue/,  que  sentó  plaza 
en    el   ejército  al  pasar   Zamora    por  Barquisimeto- 
en   los  primeros  días  dei   mes   de   abril. 

tJuT íbu  ^'     ^'  camP°  ^e  es*a  Italia  estaba  preparado, 

^^  de  la  manera  que  vamos  á  decir,   como  si    viniéramos 

caminando  del  pueblo  de  Santa  Inés  á  la  boca 
de  la  montaña.  Este  trayecto,  largo  de  dos  le- 
guas, tiene  la  figura  de  un  martillo.  La  primera 
trinchera  estaba  á  la  salida  del  pueblo,  sobre  el  ca- 
no lamado  El  Palito,  y  la  defendía  el  Coronel  Ra- 
fael Petit  con  su  división  de  200  hombres,  entre 
cuvos  oficiales  figuraba  el  Comandante  Francisco 
C  umare. 

De  cada  lado  de  esta  fortificación  había  otra  sobre 
un  terreno  deleznable  que  en  aquel  país  llaman  tem- 
bladales, en  que  se  atollan  hasta  los  animales ;  y 
con  las  cuales  quedaba  dominada  la  del  medio  en 
previsión  de  que  pudiera  ser  tomada.  Defendía  una 
de  ellas,  el  Coronel  Amador  Armas;  y  la  otra,  el  In- 
geniero  Chaquert,  que  fue  quien  las  construyó  todas. 


VIDA  DEL   GENERAL  ZAMORA  421 

Del  pie  del  trincherón  de  Petit  arrancaba  un 
lomo  de  perro,  á  cuya  derecha  habían  construido 
lina  fortísima  defensa,  llamada  El  Trapiche,  y  estaba 
bajo  la  custodia  del  General  Trías,  del  Coronel  Juan 
José  Mora  y  del  General  Ortiz. 

Por  el  mismo  lado  y  desde  este  punto,  empe- 
gaba una  cadena  de  trincheras  cada  una  de  las  cua- 
les tenía  forma  de  trapecio,  de  suerte  que  sus  sol- 
dados podían  hacer  fuego  sobre  el  camino,  hacia  el 
medio,  hacia  adelante  y  hacia  atrás.  Estos  puestos 
•estaban  bajo  las  armas  de  Aranguren,  Paz,  Bruzual, 
Díaz,  García  y  Henríquez.  Seis  eran  las  trincheras 
de  la  banda  i¿quierda,  de  la  misma  forma,  y  man- 
dadas por  Prudencio  Vásquez  con  su  División  de 
300  hombres,  á  quien  servía  de  Ayudante  el  Ca- 
pitán Desiderio  Escobar ;  y  por  los  Comandantes 
Rogerio  Freytes,  y  Montilla.  Otra  formidable 
trinchera  en  comunicación  con  ¿stas,  estaba  al  cui- 
dado del  Comandante  Martín  Franco,  guapo  cara- 
queño y  antiguo  Ayudante  de  Zamora  en  las  accio- 
nes   de   Quisiro  y  Zulia. 

Más  hacia  la  entrada  había  otro  pequeño  Tra- 
piche, donde  por  algún  tiempo  hicieron  la  primera 
resistencia  Colina,  Hernández  y  Varguillas. 

El  Coronel  Manrique  mandaba  una  columna. 

Fuera  de  estos  atrincheramientos,  que  pueden 
considerarse  como  principales,  había  otros  de  menor 
consistencia,  que  se  comunicaban  entre  sí  y  con  los 
grandes,  por  entre  el  monte.  En  la  espesura  de 
¿ste,  se  emboscaban  guerrillas  innumerables,  desti- 
nadas á  sostener  los  fuegos  sin  interrupción  á  uno 
y  otro  lado,  con  lo  cual  $e  completaba  la  defensa 
<lel  enmarañado  campamento. 


422  DOCTOR  L.  VILLANUBVA 

El  General  Guzmán  Blanco  dice  en  su  obra  Et& 
defensa  de  la  Causa  Liberal,  que  él  acompañó  á  Zamo- 
ra ese  día  á  recorrer  las  posiciones  del  campo  de- 
batalla, en  calidad  de  Ayudante. 

El  General  Level  de  Goda  dice  que  Zamora 
se  lo  llevó  á  él  y  á  Guzmán  Blanco  basta  La  Pal- 
ma, á  enseñarles  las  trincheras  y  á  explicarles  las 
combinaciones  de  los  fuegos.  (1) 

primen»  tiros  IV.     Las   fuerzas  de  Colina,  Hernández  v  Jesús- 

en  Senté  Inés»  * 

Varguillas,  entraron  por  el  camino,  toreando  al  eue- 
migo  para  hacerle  entrar  en  aquel  armadijo,  defen- 
dido por  un  flanco  y  á  retaguardia,  por  el  río  Santo 
Domingo  que    rodea   el  pueblo :  y    hacia  el  lado   de 

La  Sabana,   por  su  poderosa  caballería  que  mandaban 
J.  de  R.  González,    Nicomedes  Soiórzano,    los  Segó— 
vias,  Rivas  Sandoval,  Benito  Alvarez    PernaJete,  Me- 
lean,  José   María  Monagas   y  muchos  más. 

A  Colina  le  mataron  un  Teniente:  y  uno  de 
sus  Jetes  de  caballería  que  salió  herido,  murió  de 
tétano   poco  días  después  de  la  pelea. 

ideeenoi  de  V.     Eran  Edecanes  de  Zamora,    los   Coroneles 

Zemore* 

Juan    B.  García,    Joaquín    Rodríguez  Guerrero,  Rai- 
mundo Rendón    Sarmiento,   Francisco  Pulido,   villa- 
curano,  compañero  de  Zamora   desde   la   guerra  de- 
1846,  Víctor  Pulido,  Oraa,  médico,  Escolástico  Gon- 
zález  v    Buenaventura  Núñez.     YA  Coronel  Meticfa,. 
coriano,  era  el  Jefe  de  la  guardia  del  General  Zamora,, 
la   cual  constaba   de   setenta   hombres  de  infantería, 
y  algunos  jinetes. 

Las  fuerzas  de  Aris  eguieta,  Calderón  y  Colón* 
Fuentes,   Fermín    Medina   y   Marrano    puestas   bajo 


1  Historia  con  temporánea  <le  Venezuela,  polítíni  y  mílítKCV 
185N-188G. 


VIDA  PEL  GENERAL  ZAMORA  423 

el  mando  del  General  Domingo  Díaz,  cubrían  el 
pueblecito,  para  contrarrestar  el  movimiento  que  pu- 
dieran hacer  los  centralistas  por  fuera  de  la  montaña. 

VI.  El  General  Falcón  con  sus  edecanes,  el  Es-  ¿{¡¿taláis 
tado  Mayor  General  y  las  reservas  escogió  la  plaza 
del  pueblo  de  Santa  Inés,  como  el  lugar  á  propósito 
para  atender,  por  una  parte  al  punto  donde  flaqueara 
la  batalla;  y  por  otra  al  costado  por  donde  pudiera 
el    enemigo  intentar  cualquier  asalto. 

Si  el  enemigo  vencía  las  líneas,  le  encontraría 
al  frente  de  reservas  dispuestas  para  evitar  una 
derrota.  Si  flanqueaba  el  pueblo  por  La  Sabana, 
entretanto  se  peleaba  en  las  trincheras,  tendría  que 
empeñar  con   él  una   segunda  reñidísima  batalla. 

Así,  pues;  previsto  todo,  y  concertado  hábil- 
mente el  plan  de  la  defensa  y  del  ataque ;  y 
puestos  á  salvo  de  toda  sorpresa  y  desgracia,  en- 
tregóse Zamora  á  dar  la  gran  batalla,  cuya  con- 
cepción era  toda  suya,  y  para  cuya  ejecución  lo 
dio  el  General  en  Jefe  cuantas  facultades  y  elemen- 
tos había  menester  al  logro  de  coronar  de  gloria 
aquella  empresa  de  estrategia,  la  más  ilustre  en  la 
moderna  historia   militar  de  Venezuela. 

VIL  Asistían  al  GraL  Falcón  de  edecanes,  los  EV2¡¡!£* 
Comandantes  Jacinto  Regino  Pachano,  Primer  Edecán, 
Luis  Level  de  Goda,  Cirilo  Matos,  Adolfo  López  Cha- 
ves, Leopoldo  Eugenio  Machado,  Jacinto  Armado,  y 
Santos  Mattey,  empleado  del  Estado  Mayor  General ; 
y  su  Auditor  A.  Guzmán  Blanco:  y  acompañábale 
junto  con  él  el  Padre  Andrés  Riera,  elegido  más  tar- 
de Obispo  de  Calabozo,  su  hermano  Ildefonso,  médi- 
co y  orador  filósofo,  el  Doctor  Agüero,  el  Padre  Teje- 
ra, nombrado  después    Canónigo    de   la  Catedral  de 


424  DOCTOR  L.   YILLAKUEVA 

■ 

Caracas,  el  Doctor  E.  Ortiz, '  los  Doctores  Acuña,  y 
Montenegro,  de  San  Carlos,  el  Doctor  Vicente  Manzo 
v  muchos  otros  cuyos  nombres  no  nos  ha  sido  posible 
recoger. 

Mantúvose  allí  todo  el  día,  recibiendo  hora  por 
hora  por  medio  de  sus  Ayudantes  noticias  precisas  del 
curso  de  la  acción;  atento  á  sus  varios  accidentes ; 
reflexivo  y  sereno;  y  pronto  á  acudir  en  cualquier 
momento,  á  inclinar  la  victoria  hacia  sus  armas :  al 
igual  de  la  posición  de  Sucre  en  Junín  al  frente  de  los 
infantes,  mientras  se  batían  á  lanzazos  todas  las 
fuerzas  de  caballería. 

zS^fai*  VIII.  La  estrategia  de  Zamora  en  Santa  Inés,  es 

tfti»ét.  |a  m¡simi  que  empleó  en  San  Lorenzo:  es  decir,  poner- 

se á  la  defensiva,  para  tomar  la  ofensiva  en  el  instante 
en  que  fracasaran  los  ataques  contra  su  ejercito.  Pues 
considerando  siempre á  su  enemigo  más  fuerte  de  lo 
que  pudiera  ser  en  realidad,  ayudábase  de  los  re- 
cursos de  las  montañas,  para  resistir  ventajosamente 
con  pocos  soldados,  y  á  veces  bisónos,  el  empuje 
de  tropas  aguerridas  y  bien  armadas. 

Su  campamento  de  Santa  Inés  recuerda  el 
*le  San  Lorenzo,  pero  mejor  hecho  y  con  proporciones 
colosales :  porque  este  segundo  anfiteatro  era  un 
inmenso  campo  de  defensa  de  casi  dos  leguas,  con 
trincheras  en  tan  gran  número,  de  fuegos  tan  inge- 
niosamente combinados,  v  construidas  con  tal  arte 
y  solidez,  que  parecían  ocultos  e  inflanqueables 
bastiones,  de  donde  caían  sobre  las  apiñadas  e 
indefensas  columnas  del  enemigo,  por  todos  lados, 
torrentes  no  interrumpidos  de  mortíferas  descargas 
<le  fusilería.  Fudiendo  bien  decirse  que  el  Ejér- 
cito liberal  se  batía  de  modo  invisible :  y  que  la 
.aquilea  cólera   de  Zamora  en  tan   a'ta   ocasión,  era 


VIDA  BEL  GENERAL  ZAMORA  425 

la  del  pueblo  mismo,  hecho  genio :  gloriosa  alma  pa- 
rens,  coronada  de  'laureles. 

Poco  antes  de  romperse  los  fuegos  entró  Zamo- 
ra en  la  iglesia,  y  ofreció  á  Dios  hacer  construir  un 
buen  templo  en  aquella  aldea,  si  conseguía  la  victoria 
«obre  sus  enemigos. 

Al  salir  de  allí  se  puso  unas  flores  amarillas 
en  el  kepis. 

IX.  Las  tropas  centralistas  deseosas  de  batirse,  y  Empiezan  ios 
confiadas  en  su  valor  y    fortuna,  abrieron  los  fuegos.**™"- 

á  derecha  é  izquierda  sobre  las  primeras  trincheras  ; 
y  los  defensores  de  éstas,  cuando  apenas  los  contes- 
taban, se  salían  en  retirada  por  las  picas,  á  reunirse 
con  los  de  más  adelante. 

Parecía  á  los  asaltantes  que  la  victoria  era 
segura,  porque  la  débil  resistencia  en  las  trinche- 
ras les  hacía  conjeturar  que  aquella  gente  no  tenía 
intención  de  combatir  formalícente,  ni  brío  para 
medirse  con  sus  belicosos  Cuerpos;  curtidos  por 
el  sol  estival  y  por  el  humo  de  recios  combates, 
en  las  campañas  de  las  Provincias  del  Centro. 

X.  De    diez  á  once  de  la  mañana  sería,  cuando  Jyr\  J*JJ*M 
los    fuegos    se    hicieron     más    vivos  y    continuados, 

como  de  descargas  cerradas  que  estremecían  el  bos- 
que, y  producían  un  estrépito  espantoso:  lo  cual  se 
explica  porque  toda  la  primera  División  del  Ejérci- 
to centralista,  se  precipitó  contra  el  baluarte  que 
hemos  descrito  con  el  nombre  de  El  Trapiche. 

Iba  con  ella  su  Comandante  Coronel  Jelambi. 
Sus  artilleros  entraron  por  el  centro  del  camino,  re- 
ventando la  montana  á  cañonazos,  al  tiempo  mismo 
que  sus  veteranas  columnas  de  infantería  tomaban  las 


426  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

trincheras   de  los   lados,  y  barrían    con  sus  fuegos  el 
camino  y  las  veredas. 

Por  su  parte  los  federales,  ocultos  detrás  de 
gruesos  árboles,  disparaban  por  mampuesto,  y  aca- 
baban á  sus  contrarios  por  cuartas  enteras. 

En  el  corto  tiempo  de  tan  reñida  brega,  perdieron 
los  centralistas  cien  hombres;  y  de  allí  á  poco  hasta 
doscientos. 

Los  heridos  y  los  muertos  casi  obstruían  el  es- 
trecho callejón  por  donde  marchaban  confundidos  Je- 
fes, oficiales  y  soldados. 

Desmontadas  tres  piezas,  pidió  Jelambi  á  Casas 
el  cañón  que  quedaba  para  seguir  atacando  de  frente; 
á  lo  cual  contestó  éste  mandándole  decir  que  avanzara 
al  pasitrote  contra  El  Trapiche,  porque  ya  se  habían 
dado  órdenes  ala  Brigada  Caracas  para  flanquearlo. 
En  efecto,  el  Comandante  de  ¿sta,  Simón  Madriz, 
puesto  á  su  cabeza,  emprendió  la  operación  con 
presteza  y  bravura.  Jelambi  enardecido,  da  la  se- 
ñal de  embestir  por  el  centro;  pónese  al  frente  de 
los  suyos,  carga,  y  á  poco,  cae  herido  de  muerte. 
Álzanle  del  suelo  sus  Edecanes  Suriano  y  Miche- 
lena,  y  lo  apartan,  por  entre  los  árboles,  de  aquel 
campo  de  matanza. 

Jelambi  había  combatido  una  hora,  y  cuando  cayó 
yacían  á  su  derredor  muertos  ó  heridos  de  su  Divi- 
sión, veinticinco  entre  jefes  y  oficiales. 

Narvarte  y  Davalillo,  Comandantes  de  la  Colum- 
na Rubí»,  quedaron  igualmente  fuera  de  combate. 

Cuando  dijeron  á  Casas  que  la  primera  División 
estaba  medio  acabada,  sin  Jefe,  y  en  confusión, 
expidió  la  siguiente  orden,  con  el  acento  seco  y 
frío  de  Wellington  en  la    carnicería  de  Waterloo:  que 


r" 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  427 

éntrela  segunda  División.    Dijo;  prendió  un   cigarro, 
y  cruzó  la  pierna  sobre  el  pescuezo  del  caballo. 

Era  Jefe  de  este  cuerpo  Pérez  Arroyo:  simpá- 
tico indio  de  Cojedes,  de  tan  bellas  prendas  militares 
como  el  Coronel  Jelambi.  Tírase  al  callejón,  que 
era  como  tirarse  á  los  antros  de  la  muerte:  sigúelo 
su  División,  y  con  ella  precipítase  en  el  conflicto, 
para  trabar  de  nuevo  la  batalla,  con  el  estrago  y  el 
trueno  de  descargas  de  fusilería  que  no  se  suspenden 
ni  por  un  instante.  El  va  adelante,  desafiando  todos 
los  ¿peligros,  y  rompiendo  á  machetazos  Us  trincheras- 
Pero  los  Jefes  de  la  resistencia  eran  no  menos  bra- 
voí  que  él.  Pues  allí  están  el  bizarro  Trías;  Mora  y 
Ortiz,  soldados  aguerridos;  el  oficial  José  Félix  Mora; 
el  valentísimo  Martín  Franco;  Jesús  María  Hernán- 
dez, que  atraía  sobre  sí  la  admiración  de  todos;  Bru- 
zual,  de  memoria  inmortal;  Colina,  que  parecía  de 
la  guerrera  raza  de  los  tiempos  heroicos;  Aranguren, 
de  heroísmo  magno;  el  impávido  cuatjto  desventu- 
rado Francisco  García,  de  cuya  brigada  era  Subte- 
niente Aquilino  Juárez. 

Pérez  Arroyo  está  ya  cerca  del  Ti apiche,  dan- 
do la  tercera  carga.  Vésele  intrépido  á  la  rojiza  luz 
de  los  relámpagos  de  fuego,  cuando  una  bala  le  hiere 
en  la  cara,  y  le  rompe  el  maxilar  inferior.  Siempre 
pelea  sinflaquear.  Con  una  mano  se  aprieta  el  hueso 
despedazado,  y  con  la  otra  alza  el  sable,  y  asalta  el 
primero  de  todos,  la  tremenda  fortificación,  que  pa- 
rece un  volcán  de  humo,  de  rayos  y  de  balas. 

Al  fin,  los  heroicos  federales,  atacados  de  frente  y 
por  los  flancos  por  una  masa  enorme,  tuvieron  que 
dar  un  paso  atrás  y  ceder  el  fortín,  atestado  de  muer- 
tos.    Sus  heridos  habían  sido   llevados  á  la  aldea    de 


428  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

Santa  Inés.  YA  Trapiche  era  el  linde  de  la  primera 
línea  de  defensa. 

Cuando  se  lo  avisaron  á  Zamora,  se  sonrió,  y  dijo: 
Buenos  bueno,  pisaron  el  peine. 

Los  Jefes  de  las  dos  Divisiones    centralistas  es- 
taban ya  imposibilitados  de  seguir  combatiendo. 

La  orden  de  Casas  al  ejército  era  esta:  Adelante; 
que  era  lo  mismo  que  mandarlo  á  la  muerte. 

Zftmorftiaoiuá  XI.  Zamora,  infatigable, con  lafirmezade  corazón 

la  pelea.  '  c  ' 

que  le  dio  el  Cielo,  animado  de  fiero  orgullo,  entraba 
y  salía  |*>r  las  veredas  comunicando  órdenes  rápidas, 
colocando  él  mismo  guerrillas  detrás  de  los  palos,  y 
compañías  n  las  trincheras,  sin  haber  tomado  hasta 
aquella  hora  sino  tragos  de  agua  que  le  daban  sus 
oficiales. 

Era    el    genio  que  incitaba    á    la  batalla,    como 
una  irresistible  fuerza  de    lo   alto. 

DdíJarÍTÍ"  XII.  Los  centralistas  se  paran  á  tomar  aliento  en 

pi    "  El    Trapiche.     En  él   instalan    su    Estado  Mayor;    y 

para  aprovechar  el  tiempo,  apresúranse  los  cirujanos 
á  curar  allí  mismo  algunos  heridos.  En  el  hospital  de 
sangre  hay  ya  cerca  de  cuatrocientos.  Sesenta  oficia- 
les están  inutilizados.  El  numeroso  y  diligente  cuer- 
po de  sanidad  no  puede  dar  abasto  á  la  tarea  an- 
gustiosísima de  ligar  arterias,  hacer  amputaciones  y 
curas  de  primera  intención,  excitados  todos,  cirujanos 
y  heridos,  por  la  sed,  el  olor  de  la  pólvora,  el  humo 
y  el  estruendo  de  los  gritos  de  ira  y  de  las  voces  de 
pelea. 

Los  muertos  eran  incontables. 

Mientras  los  centrales  se  reorganizan  en  el  des- 
mantelado Trapiche,    multiplícase  Zamora   en    acti- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  421> 

vidad  y  talento.  Ve  con  gusto  que  los  enemigos  se 
internen  en  el  bosque,  y  que  avancen  sobre  su  segunda 
línea  de  trincheras.  A  este  efecto  dispone  que  las 
pequeñas  barricadas  sean  sostenidas  con  pocos  fuegos, 
y  abandonadas  en  seguida,  para  irlos  atrayendo 
á  la  segunda  línea,  donde  debían  quedar  como  en 
un  cerco,    todos  muertos   ó    prisioneros. 

XIII.  Apostó  á  Trías  y  á  Aranguren  con  seiscien-  JfSEÍSah1 
tos  hombres  en  el  cañaveral  que  se  extendía  entre  el 
camino  real  y  el  río,  para  impedir  que  los  centralis- 
tas le  flanquearan  sus  posiciones  ;   como  lo  intentaron 
tres  veces  más. 

En  el  Trapiche  y  en  este  cañaveral  fue  dmde 
se  peleó  con  más  encarnizamiento. 

Pasaron  las  cosas  como  -Zamora  las  había  pre- 
parado. 

Los  centralistas,  orgullosos  de  haber  tomado  E! 
Trapiche,  y  creyendo  ya  asir  la  victoria,  porque 
ignoraban  por  completo  las  líneas  de  defensa  de 
Zamora,  avanzan  aún  sin  beber  ni  comer,  á  asaltar 
el  segundo  orden  de  fortificaciones.  Con  la  segunda 
División  va  ahora  la  Brigada  Oberto,  del  Coman- 
dante Rubín. 

Los  federales,    en  obedecimiento  á  la  orden  de 

Zamora,     pelean     un  rato,    dejan     las     posiciones, 

y  con    escasas  pérdidas  vana   reforzar  las   que  están 
más  adentro. 

Así  van  entrando  engañados  los  enemigos  de 
la  Federación  en  el  corazón  de  la  montaña,  hasta 
que  pisan  el  lomo  de  perro,  donde  los  esperan  bata- 
lladores invencibles. 

XIV.  La  lucha  toma  aquí  mayores  proporciones,  l»  trinchen 
pues  la  División    Pérez  Arroyo,    reforzada  con  tropas 


430  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

frescas  de  las  reservas,  porfía  en  tomar  á  viva  fuerza 
la  inexpugnable  trinchera  del  ángulo  de  El  Mar- 
tillo, defendida  por  Petit,  y  bien  apoyada  en  sus 
costados  por  las  dos  en  que  se  hallaban  Chaquert 
y  Vásquez,  Amador  Armas,  Bruzual  y  Eseobar,  Ro- 
gerio  Freytes  y  gran  número  de  hombres  de  armas, 
decididos  á  resistir  hasta  el  último  aliento. 

El  choque  fue,  como  debía  ser  entre  gente 
heroica,  estupendo  y  horrible.  Unos  á  otros  qui- 
tábanse la  vida  aquellos  combatientes,  como  si  fue- 
ran de  crueles  razas  ene  ni  gas,  cuando  en  su  ma- 
yor número  eran  conocidos,  amigos,  condiscípulos, 
y  aun  parientes,  hijos  de  una  misma  patria,  que 
los  llorará  por  siempre,  á  todos,  heridos  ó  muertos, 
con   igual  dolor. 

No  era  posible  á  los  centralistas  adelantar  un 
paso,  porque  las  descargas  de  los  federales  eran  tan 
apretadas  y  certeras  por  el  frente  y  los  flancos,  que 
las  compañías  casi  en  totalidad  caían  destrozadas 
unas  sobre  otras,  apilándole  los  heridos  y  los  muer- 
tos en  el  lomo  de  perro,  y  en  los  pantanos  laterales 
del  camino. 

Una  pieza  colocada  en  medio  del  callejón,  no 
cesaba  de  disparar  balas  y  metralla  contra  aquellos 
inconmovibles  parapetos,  formados  de  gruesos  tron- 
cos, duros  como  el  hierro,  y  que  diez  años  pasados 
vimos    intactos. 

Rubín  iba  ahora  en  vanguardia,  invulnerable, 
magnífico  de  arrogancia,  como  si  tuviera  la  virtud 
mágica  de  espantar  la  muerte  con  su  voz  y  sus  terri- 
bles golpes. 

átZuZL¡úll         ^-    ^ue  entonces  cuando  Zamora  pasó  de  la 
á u ofensiva,     defensiva  á  la  ofensiva,  abriendo  al  efecto  el  ejército 


YIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  431 

en  dos  alas,  y  lanzándolas  impetuosamente  sobre  los 
costados  del  enemigo  para  cortarlo,  al  mismo  tiempo 
que  lo  acribillaba  de^  frente  desde  las  trincheras  con 
una  inacabable  tempestad  de  luego. 

Serían  las  cuatro  de  la  tarde. 

Aquel  torbellino  mortífero  de  rayos  y  de  estruen- 
dos en  un  bosque  de  sombras,  que  se  estremecía 
con  las  detonaciones  de  las  armas,  los  movimientos 
de  las  tropas,  y  el  despedazamiento  de  los  árboles, 
parecía  una  de  esas  súbitas  catástrofes  de  la  natu- 
raleza, que  llevan  consigo  la  desolación  y  el  es- 
panto. 

La  brega  duró  más  de  dos  horas,  sin  que  pu- 
dieran los  centrales  romper  las  filas  liberales,  ni 
ganar  un  palmo  de  terreno,  á  pesar  de  los  es- 
fuerzos de  Rnmos,  de  Casas,  de  Rubín,  de  Mene- 
are, Prada,  Figueroa,  .Oberto,  Félix  M?  Moreno,  Es- 
pelozín,  José  Ignacio  Mijares,  de  las  acometidas  de 
su  valentísima  oficialidad,  y  del  fuego  horroroso  de 
aquella  tropa  impertérrita,*  veterana,  sufrida  y  obe- 
diente. 

Intentaron  algunos  Jefes  flanquear  estos  baluar- 
tes, como  lo  habían  hecho  con  El  Trapiche ;  pero 
lo  que  obtuvieron  fue  extraviarse  en  el  laberinto 
de  trincheras,  zanjas,  y  fangales,  y  quedar  pri- 
sioneros en  manos  de  los  federales.  Tal  sucedió 
al  Coronel  Illas,  que  peleaba  al  frente  de  la  Brigada 
de  reserva  de  la  División  de  Coro. 

XVI.    Oficiales  y  soldados  con  las    piernas  que-  litfMttBUi 
bradas,  apenas  si  podían  arrastrarse  por  los  barrizales  2¡T  centrtht" 
para  abrigarse  á  orillas  del  camino.  Otros  se  abrazaban 
con  los  árboles,  para  no  caer  precipitados  en  los  tem- 
bladares.   Y  muchos  exhalaron  el  último  suspiro  bajo 
las  ruedas  de  los  cañones.    * 


432  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

Caen  heridos  los  Comandantes  Espelozín  y 
Oberto,  los  Capitanes  Pulido,  Manrique,  Fagúndez  y 
Manuel  Ramírez,  y  veinte  Capitanes  más  de  las  dos 
primeras  Divisiones. 

La  ultima  pieza  quedó  sola  en  medio  del  camino, 
porque  todos  los  artilleros  yacían  por  tierra,  ha- 
biéndose empeñado  con  este  motivo  una  lucha  obs- 
tinada entre  los  liberales,  por  llevársela,  y  los  cen- 
tralistas, por  no  dejársela  quitar ;  quedando  al  fin 
en  poder  de  estos  últimos,  que  lograron  enlazarla 
con    una  soga  y   arrastrarla  á  su  campamento. 

Cuando  desaparecían  las  filas  de  adelante,  arrojá- 
banse á  la  trinchera  las  segundas,  ensoberbecidas  por 
la  vocería  de  los  oficiales,  los  toques  de  avance  y  el 
deseo  de  la  victoria. 

Zamv  ra  los  habría  hecho  matar  á  todos,  á  no 
haber  acudido  la  noche,  como  una  Divinidad  piadosa, 
á  atajar  aquella  obra  de  devastación. 

se  suspendan  XVII.     Empezó  á  oscurecer. 

lot  fuegoi. 

Las  cornetas  mandaron  cesar  el  fuego. 

Un  trueno  sordo,  inmenso,  aterrador,  fue  la  últi- 
ma explosión  de  las  armas. 

Después,  un  silencio  tétrico  llenó  el  bosque. 

Las  tropas  centralistas,  rendidas  de  sed  y  de 
fatiga,  se  echaron  en  el  suelo;  y  apenas  si  los  oficiales 
se  medio  incorporaban,  cuando  sentían  algún  siniestro 
ruido  por  la  selva,  de  animales  ó  de  soldados  dispersos. 

Las  opacas  claridades  de  la    luna,    medio    alum- 
brando aquel  campo  de  muerte,  al  través  de  las  ramas* 
de  los  árboles,  oprimían  de  honda  tristeza  aún  las    al- 
mas más  endurecidas, 
zamortinui.         XVIII.    Zamora  tuvo  la  intención  de  salir  de    la 

U  cortar  al  ene-  i  /      i     •  i 

mi**<  montaña  por  una  pica  que  mando  abrir,  y  correr  con  la 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  433T 

caballería  á  cortar  á  los  enemigos  por  Maporal ;  pero 
cuando  sus  soldados  empezaron  A  romper  el  monte,  se 
apercibieron  de  que  g§nte  contraria  venía  abriendo  otra 
por  la  misma  vía.  Dispuso  entonces  que  Bruzual  se- 
fuera  internando  por  entre  las  matas,  y  que  al  sen- 
tirla cerca  le  hiciera  una  descarga.  Eso  mismo 
pasó  &  poco.  La  guerrilla  centralista  se  disperso,  sil* 
que  nunca  más  volviera  por  aquel  lado. 

Pero  los  del  Gobierno  por  su  parte  supieron  ai 
anochecer  que  zapadores  de  Zamora  abrían  la  mis- 
ma i'i  otra  pica  ;  y  entonces  fué  cuando  temerosos,  de 
ser  cortados  dispusieron  emprender  la  retirada. 

XIX.    A  media  noche  se  dio  en  voz  baja  te  orden  11 
de  contramarcha r,  vista  la  imposibilidad  de  tomarlos 
atrincheramientos;    y    para   ocultar   esta   operación, 
mandó    Ramos  revivir  otra    vez  los  fuegos  en  el  lomo 
de  perro. 

Empezó  el  movimiento  hacia  atrás.  De  cincuen- 
ta á  sesenta  Jefes  y  oficiales  heridos,  fueron  sacados 
en  hamacas:  más  de  doscientos  iban  á  caballo  ó  á 
pie  ;  los  demás  que  no  pudieron  marchar  fueron  deja- 
dos en  la  selva. 

El  ejército  no  había  comido,  porque  el  gana- 
do se  desgaritó  desde  temprano,  y  nadie  pensó  ei> 
preparar  las  raciones  para  el  día.  Por  otra  parter 
Ramos  y  Casas  lograron  en  la  noche  tener  noticias- 
ciertas  de  que  detrás  de  aquellas  trincheras  había  otra 
línea,  aun  más  difícil  de  tomar;  por  lo  cual  un  nuevt* 
ataque  tenía  que  ser  considerado  como  una  injustifi- 
cada temeridad. 

FA  ejército  conservador  estaba  reducido  á  la  mi- 
tad, pues  quedaban  en  el  campo  más  de  quinientos 
muertos  y    como  trescientos  heridos. 

28 


434  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

El  Doctor  Vicente  Amengual  dejó  escrito  en  un 
documento  oficial,  que  la  batalla  de  Santa  Inés  duró 
hasta  las  doce  de  la  noche,  y  que  las  tropas  del  Go- 
bierno se  retiraron  porque  el  enemigo  estaba  atrin- 
cherado y  no  era  posible  flanquear  la  montana  donde 
estaba  fortificado:  que  ignoraba  la  pérdida  sufrida 
por  el  ejército  federal  en  la  montaña,  pero  sí  era 
un  hecho  que  el  Gobierno  había  perdido  de  seis 
á  setecientos  hombres  entre  muertos,  heridos  y  dis- 
persos. 

En  otro  del  Doctor  P.  E.  Morales,  se  dice  que 
la  pérdida  del  ejército  del  Gobierno  fue  como  de  mil 
jiombres. 

Trías   fue   quien     avisó   á    Zamora   la    marcha 
<en  retirada,    y    er.  el  momento  se  emprendió    la  per 
isecución. 

Zamora  se  puso  á  la  cabeza  de  la  caballería,  y 
Falcó n  tomó  á  su  cargo  los  infantes. 

Ramos  confió  á  Rubín  la  retaguardia  con  las 
columnas  menos  fatigadas,  para  que  hiciera  frente  al 
ejército  federal,  que  sin  duda  los  perseguiría,  así 
como  se  enterara  de  su  marcha  de  retroceso. 

LLaT.imm.  XX.     En  efecto :  Zamora  voló  sobre  ellos  como 

un  numida,  y  los  alcanzó  en  La  Palma  con  sus  es- 
cuadrones. Rubín  hizo  cara;  y  en  el  acto  se  trabó 
una  refriega  encarnizada  entre  los  lanceros  del  uno  y 
los  infantes  del  otro. 

Mientras  se  sostiene  el  choque,  Zamora  los 
envuelve  con  unos  escuadrones,  y  hace  desfilar  otros 
por  la  izquierda,  con  soldados  de  infantería  á  la 
grupa  para  cortarlos  en    el    monte  del  Bostero. 

Era  pintoresco  ver  galopar  por  la  sabana  la  ca- 
ballería federal,    con  sus   pabellones    amarillos    batí- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  435 

«dos  por  el  viento,  con  Zamora  á  la  cabeza,  que 
¿i  t  urdí  a  á  los  enemigos,  y  movía  las  pasiones  de  los 
suyos,  con  sus  incesantes  toques  de  clarín,  dados  por 
él    mismo. 

XXL     Sofocados  por  el  polvo,  y  acosados  por  la  ei  n»»t«r*~ 
.sed,  llegaron  los  centralistas  al  montecillo  mencionado, 
«donde   estaba  ya  Zamora  con  los  infantes  que    había 
apeado;  y   allí    los   detuvo,   mientras  llegaban  las  co- 
lumnas  de   Trías,    Calderón  y  Aranguren. 

Vuelve  Rubín  á  hacer  frente  á  los  federales, 
y  á   sus   gritos   de    pelea   renuévase  el   combate. 

Mátanle  el  caballo ;  y  continúa  defendiéndose 
-á  pie  largo  trecho,  hasta  que  le  traen  otro.  Los 
heridos  que  pueden  marchar  se  ponen  adelante.  A 
-otros  se  les  ,  abandona  por  el  camino,  condenados 
á  morir  á  la  intemperie,  de  hambre,  de  sed  y  crue- 
les  dolores. 

En  este  encuentro  perdieron  los  del  Gobierno 
-como  200  hombres,  muchas  armas  y  pertrechos.  El 
■General  Ramos  es  herido. 

Metieses  cae  prisionero ;  y  al  verle  Zamora  le 
-dice:  Maestro,  esto  no  estaba  en  sus  matemáticas. 
Trátale  con  bondad,  le  hace,  dar  una  bestia,  y  lo 
recomienda  á  sus  Edecanes. 

Allí  murieron,  entre  otros,  Figueroa  \  el  artillero 
Velásquez. 

Mijares  recibió  una  herida  mortal,  pero  llegó 
4iún  vivo  á  Barinas,  donde  al  fin  espiró. 

XXII.     Del  Bostero  continúan  la  retirada  á  Ma-  ■•h»l 
poral,  bajo  el  sol  abrasador   del    medio  día,    al    pasi- 
trote,  sin   comer    ni   beber:   y  con  la  persuación  de 
que   no    podía  llegarse   á  Barinas  sino  disputando  el 
terreno  palmo  á   palmo. 


43ti  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

Pero  en  el  Maporal  está  ya  otra  vez  Zamora  por 
vanguardia,  con  sus  caballos  y  sus  infantes  á  la» 
ancas. 

Como  los  árabes,  es  Zamora  el  hombre  de  hierro 
que  resiste  el  sol,  descubierta  la  cabeza;  corre  por 
el  desierto  entre  ráfagas  ardientes ;  con  botas  6 
descalzo  se  mete  por  los  espinares;  y  puesto  á  ca- 
ballo, siempre  delante  del  enemigo,  con  su  aterra- 
dor clarín,  es  como  una  sombra  armada  que  des- 
pierta á   su   voluntad    las   tormentas  de  la  guerra. 

El  estrépito  de  las  cornetas  y  del  fuego  reco- 
mienza  simultáneamente  por  el  frente,  flancos  y  re- 
taguardia. 

Era  que  el  General  Falcón  había  llegado  con  el 
grueso  del  ejército  y  daba  una  carga  asombrosa,  que 
Rubín  y  Casas,  al  frente  de  sus  batallones,  resis- 
ten con  firmeza  admirable,  hasta  que  todo  el  ejér- 
cito, con  sus  bagajes  y  el  parque,  pudo  entrar  en 
el  pueblo  de  Toruno,  abrigados  ya  todos  de  las  som- 
bras de  la  noche  En  El  Bostero  quedó  prisionero, 
entre  otros,  el  Comandante  Carrera. 

Allí  perecieron  muchos  más.  Al  Capitán  José 
María  Ramos  le  quiebran  las  piernas  de  un  balazo:  y 
algunos  Cuerpos  emprenden  dispersarse  para  no  tocar 
en  Barinas. 

La  derrota  era  inminente;  y  para  poder  salvar 
el  ejército  se  determinó  seguir  sin  dilación  á  Barinas, 
que  distaba  cuatro  leguas. 

Marchan  íoda  la  noche. 

XXIII.  Antes  de  amanecer  paran  su  retaguardia 

Uroníy  Puní*  .  . 

torda.        <>n  Caroiu  cuando  ya  los  heridos,  el  parque  y  la  impe- 
dimenta estaban  en    sa'vo.     Allí  dan    frente    al    Ge- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  437 

ueral   Zamora,   y   continúan    batiéndose,  hasta    Flor 
Amarilla  ó  Punta  Gorda,  ya  cerca  de  la  ciudad. 

Cuando  llegaron  á  ésta  en  la  madrugada  del 
12,  tenían  cuarenta  v  ocho  homs  sin  comer.  Al^u- 
nos  infelices  soldados  enloquecieron  en  la  travesía 
por  el  sol  y  la  sed* 

Era  el  mes  de  diciembre,  en  que  las  sabanas  están 
secas  v  áridas,  cubiertas  de  terronales  á  manera  de 
piedras  puntiagudas,  que  maltratan  á  los  hombres 
y  á  las  bestias,  hasta  despearlos  y  rendirlos  de 
fatiga. 

Cuando  los  oficiales  excitaban  k  los  soldados  á 
marchar  ligero,  estos  desgraciados  les  enseñaban  los 
pies  chorreando  sangre. 

De  Santa  Inés  á  Barí  ñas  se  libran,  pues,  cinco 
acciones  en  un  día  y  una  noche,  á  saber :  Bostero, 
Maporal,  Toruno,  Caroní  y  Punta  Gorda.  En  tan 
sostenida  persecución  perdieron  mucha  tropa,  algunos 
Jefes,  fusiles  y  parte  de  sus  pertrechos,  banderas 
y  equipajes.  Entraron  en  Barí  ñas  con  trescientos 
heridos. 

XXIV.  Trece  días  se  quedaron  los  conservadores  uM   .  ■    .. 

1  sitio  de  Birl- 

en este  lugar,  procurando  reponer  sus  pérdidas.    Pero    M8# 

cortadas  sus    comunicaciones  por  todas  las  vías,  no  lo- 
graron   hacer  venir  á  sí  tropas  de  ninguna  parte  (1) 

Las    de    Mérida  y.  Trujillo,  en    número    de  dos- 

1    República  de  Venezuela. — Jefatura  del    r-yército  de  Occiden- 
te.— Cuartel  General  en  Barinas  á  12  de  diciembre  de  185». 

J&efior  Comandante  Manuel  Herrera. 

Este  ejército,  que  intentó  ocupará  Santa  Inés,  muy  defendido 
por  el  enemigo,  en  una  posición  poderosísima,  ha  tenido  que  venir 
en  retirada  á  fortificarse  en  esta  plaza;  pero  como  dentro  de  poco 
kc  espera  que  estará  sitiado  por  la  facción,  se  vendrá  usted  en  el 
acto  con  toda  su  fuerza  á  reforzarnos,  haciéndose  reconocer  con- 
venientemente al  eutrar.    Venga  volando,  volando. 

Hoy  de  usted  atento  servidor, 

El  General. — P.  E.  liamos. 


438  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

cientos  hombre?,  que  iban  sobre  la  ciudad  ai  mando 
del  Comandante  Baptista,  se  revolvieron  de  Barí  ñas- 
la  vieja,  por  haber  sabido,  de  sus  corredores,  que  en 
Parángula,  punto  medio  entre  Barinas  y  Barinitasr 
había  ya  apostadas  fuerzas  federales. 

El  Comandante  Manuel  Herrera,  que  había  que- 
dado de  guarnición  en  Guanare,  levantó  los  trescien- 
tas hombres  que  mandaba,  desocupó  la  plaza,  y  tomó* 
el  camino  de  Botonó,  pira  ir  á  incorporarse  por  Ba- 
rinitas  al  ejército:  lo  cual  tampoco  pudo  hacer,  y  fue 
á  parar  á  Trujillo. 

Como  los  enemigos  no  quisieron  aceptar  la  ba- 
talla campal,  en  la  sabana,  á  que  los  convidó  Zamora, 
el  día  que  allí  llegaron,  empezó  éste  á  dictar  provi- 
dencias para  rendirlos  por  hambre,  ya  que  no  querían 
salir  á  batirse,  ni  entrar  en  arreglos  de  capitulación. 

El  General  Falcón  se  acampó  con  su  Estado  Ma- 
yor en  el  banco  de  sabana,  dicho  Flor  Amarilla,  á  la 
izquierda  de  la  entrada  en  la  ciudad.  En  una  mata 
enfrente  se  instaló  la  Prevención:  y  allí  fueron  amon- 
tonados los  prisioneros. 

orden  General  XXV.   El  16  se  expidió  por  el  Estado  Mayor  Ge- 

4eZa»ort.  '.  l 

neral  la  siguiente  orden  general : 

ORDEN   GENERAL     DE     1(>    DE    D1CIE3IBRE    DB     18,19.— EN 
EL    CAMPAMENTO   FRENTE  A    LA  CIUDAD   DE  BARINAS. 


El  Valiente  ciudadano  General  Ezequikl  Zamora,  ha 
acordado  en  esta  fecha,  por  el  órgano  de  este  Estado  Ma- 
yor General,  publicar  en  la  orden  general  de  hoy  la 
resolución  8iguiente :  Considerando  que  son  acreedores  á 
la  recompensa  nacional  aquellos  Jefes,  oficiales  y  tropas 
que  han  ocupado  sus  puestos  con  dignidad  en  la  función 
de  armas  que  tuvo  lugar  el  día  diez  de  diciembre  en  Santa 
Inés;  cuyo  triunfo  han  obtenido  las  armas  Federales  so- 
bre los    enemigos  de   la    Patria, 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA         439 
DECRETO : 

1?  Se  les  concede  el  ascenso  inmediato  á  su  carre- 
ra, desde  la  clase  de  cabos,  hasta  la  de  Generales,  á  lo» 
oficiales  y  Jefes  que  se  encontraron  en  dicha  acción  y 
á  los  cuales  se  les  expedirán  en  su  oportunidad  sus  res- 
pectivos títulos. — 2?  El  soldado  que  haya  sobresalido  en 
la  predicha  acción  de  Santa  Inés,  por  un  hecho  distin- 
guido de  valor,  tendrá  el  premio  que  merezca,  previo  el 
informe  del  Jefe  bajo  cuyas  órdenes  se  encontraba  comba- 
tiendo.— Publíquese  esta  resolución  en  la  orden  general 
de  hoy,  para  que  se  les  guarden  á  los  agraciados  los 
fueros  y  honores  qne  les  corresponden. 

El  General  Jefe. 

W.  Catado. 
Es  copia. 

Casado. 

Ba  riñas  quedo  en  consecuencia  sitiado :  singa- 
nados  ni  mantenimientos  de  ninguna  especie:  sin 
más  agua  que  la  de  una  acequia,  porque  el  río  estaba 
bajo  las  armas  de  los  sitiadores:  sin  pastos  para  las 
bestias:  y  con  enfermos  en  número  extraordinario, 
cuyo  hacinamiento  produjo  á  poco  en  el  ejército  fie- 
bres y  disenterías. 

En  tan  conflictiva  situación,  reuniéronse  en  junta 
de  guerra  los  Jefes  principales,  y  determinaron,  oído 
el  dictamen  del  General  en  Jefe,  retirarse  á  Mérida 
por  Pedraza,  porque  el  camino  de  Barinitas  estaba 
ocupado  por  fuerzas  federales  y  no  creían  fácil  el  paso 
á  Guanare,  Araurey  San  Carlos. 

XXVI.  Reducidos  ya  á  mil  y  pico  de  soldados,  Pe  buIbm  • 
salieron  al  fin  de  Barinas  el  24  de  diciembre,  entre  t0r010# 
once  y  doce  de  la  noche.  Zamora,  informado  de  esta 
marcha  por  algunos  liberales  de  la  ciudad,  levantó  el 
ejército  en  la  madrugada,  y  corrió  en  su  seguimiento 
en  la  dirección  que  indicaban  los  prácticos  de  la  sa- 
bana, Id  cual  era  por  Aranjuez  hacia  Mérida. 

9 

Amanecieron  sobre    el   pueblito  del  Corozo,  que 


roao. 


440  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

alcanzaron  á  ver  embanderado  de  amarillo.  Antes 
de  Hogar  á  él,  sintieron  tiros  por  retaguardia  ;  y  otros 
-en  el  mismo  poblado;  habiéndose  sabido  después  que 
■eran  para  echar  unos  rezagados  que  saqueaban  casas 
y  habían  abierto  la  iglesia,  y  tirado  á  la  calle  las 
imágenos  del  altar  del  Nacimiento. 

Los  centralistas  lo  dejaron  á  un  lado:  pasaron 
una  quebrada  ó  riachuelo  que  corre  al  Suroeste;  y 
señorearon  la  sabana  en  cuyo  fondo  se  alza  un  cha- 
parral sobre  una  colina. 

En  esta  eminencia  sentó  su  campo  el  General 
Ramos   con  la  mayor  parte  de  su  ejército. 

XXVII.  Rubín  siempre  en  retaguardia,  se  paró 
en  la  mitad  de  la  sabana;  y  dos  columnassuyas,  al  man- 
ado de  Villapol  y  Mariano  Michelena,  quedaron  más 
Atrás  defendiendo  el  paso  de  la  quebrada. 

En  ol  ala  derecha  se  formó  en  batalla  la  Brigada 
Caracas.     En  la  izquierda  otros  Cuerpos. 

A  los  primeros  tiros  de  los  federales,  volvió 
cara  Rubín,  y  los  contestó  denodadamente  con  toda 
su  fusilería.  Empero,  rodeado  de  enemigos,  y  que- 
riendo sostenerse  en  aquel  paraje,  pidió  refuerzos;  á 
lo  cual  contestó  ol  Coronel  Casas  ordenándole  que 
se  recogiera  á  la  altma. 

Rubín  emprendió  este  movimiento  con  orden 
gallardo,  dando  fr»  nte  al  enemigo,  y  tendidas  las 
banderas. 

Entóneos  fue  cuando  se  formalizó  la  batalla 
en  todo  el  campo.  El  Ejército  federal  embistió  á 
los  centrales  con  arrogancia,  pretendiendo  romper 
aquellas  compactas  y  aguerridas  masas  que  parecían 
resueltas   á    defender  sus  posiciones. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMORA  441 

La  acción  del  Corozo  se'  divide  en  dos  pe- 
ríodos. 

En  el  primero  se  sostiene  Rubín  en  la  sabana 
y  se  repliega  en  seguida,  como  hemos  dicho,  al  monte- 
cilio  donde  estaban  situados  Ramos  y  Casas. 

El  Ejército  se  desorganizó  un  poco  Cwii  este 
movimiento,  pero  restablecida  la  formación,  se  puso 
en  orden  de  batalla.  En  este  instante  puede  decirse 
que  fue  cuando  comenzó  la  segunda  jomada. 

Los  federales  atacaron  la  altura  con  su  natural 
arrojo ;  y  aunque  lo  hicieron  con  furor,  fueron  arro- 
llados sobre  la  sabana,  porque  se  les  agotó  el  pertre- 
cho En  tal  situación,  el  General  Faleón  que  e*fiba 
atento  en  el  ala  derecha  á  todas  las  peripecias  del 
combate,  viendo  envuelto  á  Calderón  y  Aranguren, 
tomó  un  escuadrón,  y  atronó  el  campo  con  estas 
palabras  que  se  han  hecho  célebres:  u  síf/anme  los 
que  quieran  ver  uv  hombre  f/uapo.  Siguiéronle  Guz- 
mán  Blanco,  Luis  Level  de  Goda,  el  General  José 
María  García,  llamado  El  Indio,  el  Coronel  Franco 
y  algunos  otros  oficiales. 

Arremete  valientemente  sobre  el  ala  izquierda, 
donde  la  brigada  Caracas,  al  verlo  ir  sobre  ella, 
hincó  la  rodilla  en  tierra,  acribilló  sus  jinetes  á 
plomo,  y  los    esperó   en  las  puntas  de  las  bayonetas. 

Faleón  saluda  con  el  sable  á  los  contrarios, 
que  le  contestan  con  la  misma  bizarría,  y  enfure- 
cido les  cae  á  machetazos  dentro  de  sus  mismas  filas. 
Pero  éstas  eran  inconmovibles. 

Una  y  otra  vez  vuelve  contra  aquella  muralla 
de  hierro,  y  una  y  otra  vez  lo  contrarrestan  con 
una  lluvia  de  fuego.  Estaba  sublime  de  entusiasmo 
y  de  valor. 


442  DOCTOR  L.  V1LLANUEVA 

Las  columnas  federales  iban  entrando  en  la 
sabana  á  banderas  desplegadas,  maniobrando  como 
tropas  regulares  y  aguerridas  :  pero  no  pudiendo  dar 
un  paso  adelante  por  falta  de  municiones,  se  reple- 
gaban   sobre  la  quebrada. 

En  medio  de  la  pelea  encuentranse  Falcón  y 
Zamora,  habíanse,  y  conciertan  un  nuevo  plan  de 
ataque. 

Sepáranse:  Falcón  parte  á  reconcentrar  las 
infanterías  para  un  asalto  general,  mientras  Zamora 
carga  al  enemigo  personalmente  con  todos  los  caballos, 
á  fin  de  dar  tiempo  á  que  lleguen  su  parque  y  sus 
reservas,  que  venían  volando  por  el  camino  de  Ba- 
rí ñas. 

Los  conservadores  se  habían  reaccionado :  ba- 
rrían la  sabana  con  un  fuego  vivísimo:  cogían  pri- 
sioneros, y  arrollaban  á  los  federales.  Es  un  hecho 
que  las  columnas  remolineaban,  porque  no  tenían 
pertrechos  Falcón  recorría  el  campo,  rugiendo 
como  un  león.  Casas  comprendió  que  el  enemigo 
estaba  quebrantado  en  sus  posiciones,  y  en  trance 
de  una  derrota.  Lo  dice  á  Ramos.  Sus  mejores 
tácticos,  entre  los  que  se  distinguía  Lino  Revenga, 
ven  claro  el  desastre  de  los  liberales,  y  aconsejan 
lanzar  sobre  ellos  todos  los  batallones,  y  perseguirlos 
para  conquistar  una  victoria,  y  restablecer  la  cam- 
paña. Se  dan  disposiciones  de  que  vuelen  al  campo 
los  Cuerpos  de  Villapol  y  Mariano  Michelena,  que  es- 
taban apostados  en  el  río,  y  al  nrjmento  acuden  estos 
al  conflicto. 

Pero  la  orden  de  avanzar  tué  combatida  por 
Rubín,  quien  opinó  que  aquella  retirada  era  un  mo- 
vimiento falso  de  Zamora,   para   envolverlos  y  llevar- 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  443 

» 

los  á  alguna   otra   emboscada  como  la  de  Santa  Inés. 

XXVIII.  Mientras  estos  Generales  deliberan,  du^siEZE 
Zamora,  que  se  veía  perdido  porque  no  llegaba  su  par- 
que, adivinó  la  intención  de  Casas ;  y  entonces,  arre- 
batado de  inspiración  bélica,  como  solía  en  sus  gran- 
des peligros,  idea  contenerlos  á  todo  trance,  y  pega 
fuego  á  la  sabana  para  interponer  un  mar  de  llamas 
entre  los  dos  ejércitos. 

Mientras  tanto  llegaría  Amador  Armas  con  el 
parque,  y  se  tomaría  la  ofensiva. 

El  efecto  de  aquel  incendio  fue  horrendo. 

Sobrecogiéronse  dé  espanto  todas  las  almas,  aun 
las  más  impávidas. 

La  sabana,  tostada,  como  se  ponen  las  hierbas 
y  matorrales  de  Los  Llanos  en  los  meses  de  verano,, 
ardió  por  todas  partes  en  un  instante. 

Las  llamas  se  levantaban  como  olas  con  un  zum- 
bido pavoroso. 

El  humo  en  una  nube  espesa  y  caliente  obs- 
curecía el  campo,  y  envolvía  y  ahogaba  á  los  com- 
batientes, de  los  cuales  unos  corrían  desalados  á  la« 
altura  y  otros  á  la  quebrada. 

Los  caballos  relinchaban  y  brincaban  por  en- 
cima de  las  candeladas,  á  tiempo  que  los  heridos,, 
sintiéndose  quemar  vivos,  lanzaban  lamentos  dolo- 
rosísimos  pidiendo  piedad  á  los  hombres  y  á  Diosv 
para  que  los  libertaran  de  morir  en  aquel  atroz, 
suplicio,    que    parecía  evocado  del  fondo  del  infierno. 

La  ceniza  levantada  por  el  viento  como  en  los 
huracanes  plutónicos,  no  dejaba  ver  nada.  Amigos- 
y  enemigos  se  asaban  en  las  mismas  brasas,  entre 
detonaciones  de  armas  de  Fuego  y  cargas  de  pertre- 
cho regadas  por  el  campo. 


444  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

Cuando  se  acabó  el  incendio  todavía  se  peleó 
para  disputar  el  agua  de  la  quebrada  y  de  un  pozo 
vecino,  porque  unos  y  otros  estaban  devorados  por 
la  sed.  Muchos  murieron  por  buscar  un  trago  de 
agua. 

Los  dos  ejércitos,  ensoberbecidos,  volvieron  á 
mirarse  como  dos  gladiadores  que  no  se  tenían 
miedo. 

La  mortandad  había  sido  inmensa.  Allí  rindió 
la  vida  el  benemérito  Franco.  El  Coronel  Cases  fué 
herido:  y  de  los  liberales  entre  otros,  el  Comandante 
Luis  Level  de  Goda,  y  el  Coronel  R.  David  Henrí- 
quez,  Jefe  de  Estado  Mayor  de  Aranguren. 

El  Comandante  Benigno  Rivas  quedó  prisionero 
en  manos  del  Coronel  Rafael  Márquez,  Jefe  de  Es- 
tado Mavor  de  Trías. 

Perdido  por  los  centralistas  el  momento  psi- 
cológico de  la  batalla,  el  momento  decisivo  que  un 
Zamora  oligarca  hubiera  aprovechado  para  encade, 
nar  la  victoria,  tuvieron  que  seguir  su  retirada  á 
Curbatí,  entre  las  cuatro  y  cinco  de  la  tarde. 

El  Corozo  es  la  más  completa  batalla  campal 
de  la  campana  de  Zamora  en  1859. 

Zamora,  como  un  genio  creador  de  tempes- 
tades, atraviesa  en  su  caballo  de  batalla  por  aquel 
lastimoso  cuadro  de  desolación,  de  ruinas  y  de  muer- 
te. Conmuévese  su  corazón  de  guerrero;  pero  él 
sabe  comprimirlo  pora  no  pensar  sino  en  el  exter- 
minio de  sus  enemigos. 

Su  voz,  como  trompa  de  devastación,  resuena 
en  los  oídos  de  los  oligarcas,  desde    El  Corozo  hasta 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  445 

Caracas,   como  la  señal  agorera   de    haber  llegado  el 
día  final  de  su  dominación. 

XXIX.     El  grande  ejército  de  la  oligarquía,  es-    D«M«tr© 
taba  casi  despedazado.     Sus  reliquias  iban  á   quedar 
prisioneras  el  día   siguiente    en   Curbatí. 

En  efecto:  Ramos  pasó  esa  tarde  el  río  de 
este  nombre,  y  pernoctó  del  otro  lado.  Por  la 
noche  Zamora  no  intentó  nada  contra  ellos,  ocupado 
en  rehacer  sus  fuerzas  para  despertarlos  en  la  ma- 
drugada con  las   descargas    de  sus  fusileros. 

Muy  temprano  se  tirotearon  las  avanzadas  En 
la  plazoleta  del  pueblo  dieron  un  balazo  en  la  ca- 
beza al  Comandante  Prada,  que  lo  dejó  sin  vida ; 
era  éste,  Jefe  de  mérito  notable. 

El  ejército  llevaba  la  vía  de  Pedraza,  pero  el 
falso  informe  de  unas  mujeres,  diciendo  que  Zamora 
había  pasado  en  la  noche  por  allí  con  su  ejército,  y 
que  estaba  rnás  adelante,  hizo  suspender  la  marcha 
por  aquella  vía,  y  tomar  la  de  Mucuchíes. 

Reunióse  un   Consejo  de  Guerra  para  deliberar. 

Casas  opinó  por  dar  una  batalla  final  á  los  fede- 
rales, y  jugarlo  todo  en  aquel  punto.  La  posición 
era  buena,  y  aún  conservaban  algunas  tropas,  bastante 
parque  y  el  ánimo  alzado. 

El  dijo :  Si  emprendemos  la  retirada  por  esa 
montaña^  pereceremos  todos  miserablemente. 

— Si  damos  aquí,  una  batalla,  moriremos  tal  vezy 
pero  con  gloria. 

Su  opinión  fue  desechada. 
Se  emprendió  la  fatal  marcha. 

El  camino  era  angosto  y  peñascoso:  ácada  paso 
serpenteaba  una  vertiente. 


446  DOCTOR  L.  VILLANTJEVA 

El  río  daba  vueltas  por  el  camino  :  y  Zamora, 
más  práctico,  tiraba  su  gente  por  entre  las  curvas,  y  á 
•cada  momento  les  salía  por  delante  haciéndoles  fuego. 

En  una  de  esas  vueltas  fue  sorprendido  Rubín,  y 
tuvo  que  sostener  un  combate  cuerpo  á  cuerpo,  en 
que  perdió  el  sable.  De  allí  á  poco  se  extraviaron 
del  camino,  y  se  encontraron  de  repente  en  un  bos- 
que oscuio  atravesado  de  bejucos  inmensos,  en  que 
algunos  quedaron  ahorcados. 

En  otra  vuelta. hicieron  el  último  esfuerzo  por 
salvar  los  restos  del  parque  ;  pero  allí  lo  perdieron 
iodo. 

Ue  este  sitio  en  adelante  el  desastre  fue  general 
y  completo.     Las  tí  opas  se  desbandaron. 

Rubín  se  salvó  en  un  monte  donde  un  indio,  a 
quien  halagó  con  unas  onzas  de  oro,  le  dio  de  comer, 
y  le  mantuvo  oculto  por  varios  días. 

Casas,  con  Mariano  Michelena  y  C.  Hernaiz, 
se  extravió  entre  las  matas  por  varias  horas;  y  oía  las 
voces  claras  y  distintas  de  sus  perseguidores. 

Con  su  natural  sangre  fría,  montó  su  revólver, 
resuelto  á  levantarse  la  tapa  de  los  sesos,  antes  que 
dejarse  vejar. 

Por  su  buena  suerte  los  vencedores  no  dieron 
con  ellos,  y  entonces  pudieron  seguir  por  la  montaña, 
aunque    medio  muertos  de  trabajos  y  miserias. 

Ramos  es  conducido  en  hamaca  por  el  camino 
fragosísimo  de  Curbatí  á  la  villa  de  Mucuchíes, 
adonde  llegó,  luego  de  tramontadas  ásperas  montañas 
y  un  páramo,  la  noche  del  28,  con  los  pocos  Jefes, 
oficiales  y  soldados  que  le  quedaban,  todos  á  pie, 
desnudos  y  extenuados  de  hambre. 


VIDA  DEL  GENERAL   ZAMOEA  447 

Muchos  dispersos  tomaron  el  camino  de  Tru- 
jillo. 

XXX.  La  situación  pasada  al  Gobierno  por  el  wI5gí¡5to. 
Estado  Mayor  General,  fechada  á  5  de  enero  en  Ma- 
rida, daba  por  total  del  Ejército  doscientos  ochenta 
y  siete  soldados  de  fuerza  disponible,  con  un  depó- 
sito de  cinco  Comandantes  y  die:-*  y  siete  Capita- 
nes, veintisiete  Tenientes  y  diez  y  siete  Sub-tenientes. 

El  28  se  leyó  en  Curbatí  á  las  tropas  federales 
la  proclama  del  General  Falcón  que  reproducimos  en 
seguida: 

JUAN  0.  FALCÓN, 

GFNERAL  EX   JEFE  DE  LOS  EJÉRCITOS   FEDERALES, 

Al  Oran  Ejército  de  Occidente. 

Compañero»  de  armas !  Un  recuerdo  ante  todo  y  una 
lágrima  sobre  la  tumba  de  nuestros  hermanos  que  lian 
sucumbido  gloriosamente.  Hemos  terminado  la  presente 
jornada.  El  diez  de  diciembre  es  una  techa  clásica  en 
los  fastos  de  la  revolución.  El  campo  de  Santa  Inés  y, 
como  corolarios  suyos,  los  de  La  Sabana,  El  Corozo  y 
Curbatí,  esos  sepulcros  del  ostentoso  ejército,  el  más  nu- 
meroso de  cuantos  se  han  organizado  contra  la  Federa- 
ción, quedan  inmortalizados  por  vuestro  heroísmo.  Cinco 
mil  hombres  han  desaparecido  como  una  sombra  ante 
vuestra  pujanza. 

Guerreros!  Me  siento  orgulloso  de  hallarme  á  vues- 
tro frente.  Bravos  eu  el  combate,  magnánimos  después 
de  la  victoria,  habéis  conquistado  el  doble  laurel  de  va- 
lientes y  humanos.  Así  se  conducen  los  guerreros  hijos 
de  la  libertad,  así  acojen  al  vencido,  como  lo  habéis  acoji- 
do   vosotros,   con  abrazos  y  enternecimientos  fraternales. 

Que  el  Dios  de  la  paz,  presida  desde  hoy  nuestra 
marcha  triunfal !  Elevémosle  nuestras  preces  fervorosas 
para  que  inspire  á  los  enemigos  de  la  causa  popular 
el  convencimiento  de  la  esterilidad  de  sus  esfuerzos ; 
y  que  nueva  sangre  no  se  derrame  para  dar  cima  á  la 
obra  de  civilización  que  hemos  emprendido.  Pero  si  fue- 
re necesario,  aceptemos  el  doloroso  sacrificio :  combata- 
mos, triunfemos,  que  luego  nos  dedicaremos  con  el  mibino 
tesón,  á  curar  las  heridas  de  la    Patria  de  todos. 

Compañeros !  La  libertad  es  nuestra  diosa,  la  frater- 


448  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

nidad  es  nuestra  divisa.  Ese  culto  y  esa  ensena  vamos 
á  fijarlas  en  breve  sobre  las  cimas  del  Avila!  Marche- 
mos á  la  gloría! 

Dada  en  el  Cuartel  general  en  Ourbatí  de  Barínas, 
á  28  de  diciembre  de  1859,  Año  1?  de  la  Federación. — 
Juan   C.   Falcó*. 


rrltlonerot,  XXXI.   JEFES    Y    OFICIALES    HERIDOS  Ó  PRISIONEROS  EN 
keridos  y  muer- 
to* del  ejército         LOS  COMBATES  DESDE   S AMAINES  HASTA    CURBATI 
centralista. 


General  Pedro  E.  Ramos,  herido. 

Coroneles: 

Manuel  Y.  de  las  Casas,  herido ;  Julián  Ramos,  pri- 
sionero; Juan  José  Jilas,  prisionero. 

Comanda  ntcH : 

Francisco  Miguel  Pérez  Arroyo,  herido;  Manuel  Oberto, 
prisionero;  Luis Ezpelosín,  herido ;  Manuel  Narvarte,  pri- 
sionero; Martín  Davalillo,  prisionero;  Antonio  M*  Fernán- 
dez, Manuel  Ortega  é  Ismael  Melendres,  heridos ;  Manuel 
Ramírez,  prisionero ;  Manuel  Paredes.  José  Antonio  Tovar 
y  Froiláa  Flores,  heridos;  Miguel  H.  Betancourt,  Benigno 
Rivas,  Juan  Ángel  Betancourt  y  Lino  J.  Revenga,  prisio- 
neros. 

Capitanas: 

Pedro  Pérez  y  Jesús  María  Soriano,  prisioneros ;  José 
Antonio  Pulido,  Marcos  Blanco,  José  María  Giménez,  Juau 
Oliveros,  Rafael  Romero,  Javier  Zavala,  Ramón  García, 
Agustín  Fagííndez,  Próspero  Rey,  Esteban  Méndez,  Fran- 
cisco Sosa,  Manuel  Travieso  y  Olegario  Meneses,  heridos; 
Pedro  Curta»,  prisionero;  Marco  Aurelio  Rivera,  herido; 
Alejandro  Marcusí,  José  Félix  Cardozo,  Vicente  Petit, 
Pedro  Freites  y  Orisanto  Quintero,  heridos. 

Ten  ¡en  ten : 

Enrique  Manrique,  prisionero  ;  Basilio  Pacheco,  Fran- 
cisco Tidaneta,  Ramón  Sutil,  Leandro  Berroterán,  Juan 
José  lbarra,  Juan  Pío  Cofa,  Clemente  Pérez,  Félix  Chiri- 
no,  Manuel  Carrillo,  Eusebio  Espinoza,  Francisco  Espi- 
noza y  Federico  Landaeta,  heridos. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  449 


Subtenientes : 


A.  Primero,  J alian  Colmenares,  Tomás  Hernández  y 
Jesús  Avila,  heridos. 

CONTUSOS 

Comandante  Crnz  Fernández;  Capitán  Astolfo  Ra- 
mos ;  Capitán  Luis  M.  Díaz,  prisionero ;  Subteniente  José 
María  Aurrecochea. 

LISTA   DE  LOS   JEFES   Y   OFICIALES  MUERTOS 
EN  LOS  DIVERSOS  COMBATES 

Coronel  Antonio  Jelambi. 

Comandantes  : 

Camilo  Prada,  José  I.  Mejías,  Alejandro  Figueroa,  Jo- 
sé Ángel  Cardozo. 

Capitanes : 

Andrés  Velasco.,  Natalio  Blanco,  Francisco  Romero. 

Tenientes  : 

Reyes  Piñango,  Manuel  Pacheco,  Julián  Monjuí,  José 
Eulogio  García. 

Subtenientes : 

Manuel  María  Istíiriz,  Genaro  Bobadilla,  Manuel  Jimé- 
nez, Rafael  Sáez. 

Faltan  algunos  oficiales  heridos  ó  muertos  cuyos  nom- 
bres no  se  han  podido  obtener. 


XXXIÍ.  República  de  Venezuela. — Estado  Mayor  General  c©m«iiicmfMB 
del  Ejército  de  Occidente. — Cuartel  General  en  Mérida  oficial  ¿«i  co- 
á  20  de  enero  de  1860.  "iSiíE!*11 

<¿  tierra 

Señor   Secretorio  de  Estado  en  los  Despachos  de  Guerra  y 
Marina. 

Acuno  á  usted  recibo  de  su  nota  oficial,  fecha  9  del 
que  cursa,  dirigida  á  S.  E.  el  General  Comandante  en 
Jefe  del  Ejército  de  Occidente,  referente  á  la  ausencia  de 
noticias  oficiales,  en  que  estaba  el  Supremo  Gobierno,  del 
desastre  de  Santa  Inés,  y  de  los  referidos  combates  que 
con  posterioridad  tuvo  que  sostener  el  Ejército  con  los 
facciosos,  hasta  aquella  fecha  en  que  se  impuso  V.  S.  de 
la  llegada  de  S.  S.  el  General  á  Mucuchíes  y  del  propósito 
<le  fijar  su  Cuartel  General  en  esta  ciudad. 

29 


^1 


450  DOCTOR  L.   VILLANUEVA 

La  carencia  de  noticias  oficiales  se  explica  fácilmente 
por  la  completa  incomunicación  en  que  permaneció  este 
Ejército  durante  trece  días  en  la  ciudad  de  Harinas,  pues 
el  enemigo,  aprovechándose  de  la  ventaja  que  le  ofreciera 
su  caballería  y  del  conocimiento  práctico  del  terreno  que 
pisaba,  cubrió  todos  los  camiuos  de  guerrillas,  que  cerra- 
ban el  paso  á  nuestros  postas.  Grandes  esfuerzos  hizo  el 
que  suscribe  por  llevar  á  conocimiento  de  usted  aquellos 
funestos  sucesos,  cuya  ignorancia  podía  traer  á  la  República 
males  de  gran  trascendencia,  pero  ellos  fueron  infructuo- 
sos ante  el  vigilante  espionaje  del  enemigo  y  la  encubierta 
hostilidad  de  los  habitantes  de  aquella  Capital. 

Bien  comprendió  S.  S.  el  General,  desde  su  arribo  á 
esta  provincia,  que  el  enemigo,  alentado  por  el  triunfo  ob- 
tenido sobre  nuestro  Ejército,  y  estimulado  por  la  cretncia 
de  que  las  provincias  del  centro  se  hallaban  indefensas, 
trataría  de  caer  de  improviso  sobre  ellas,  y  aprovechándose 
del  primer  estupor  que  necesariamente  debía  producir  en 
el  ánimo  de  los  defensores  del  Gobierno  la  nueva  de  un 
revés  tan  inesperado,  dominándolas,  generalizar  en  toda 
la  República  la  revolución  y  amenazar  seriamente  la  Ca- 
pital. 

En  esta  virtud  se  ocupó,  sin  perder  instantes,  y  sin 
omitir  paso  alguno,  en  reorganizar  el  Ejército  con  el  con- 
tingente de  estas  Provincias,  y  marchar  á  Barquisiuieto 
ó  á  otro  punto  que  con  más  urgencia  reclamara  su  pre- 
sencia :  y  como  viera  que  el  malestar  de  su  salud  le 
impedia  emprender  marcha  inmediatamente,  ordenó,  con 
fecha  i>  de  enero,  que  el  Comándate  Rubín,  como  uu  Jefe 
caracterizado,  se  moviera  hacia  la  provincia  de  Trujillo. 
donde  debía  organizar  las  fuerzas  que  existían  allí  y 
seguir  para  la  de  Barquisimeto  á  tomar  el  mando  acci- 
dental de  todas  las  fuerzas,  hasta  la  incorporación  del 
Cuartel  General.  Razones  de  otro  género  h:m  obligado  á 
S.  S.  á  permanecer  en  esta  Capital.  De  todo  se  ha  da- 
do cuenta  á  usted  oportunamente. 

Por  lo  expuesto  verá  usted  que  S.  S.  ha  obrado  en 
todo  de  acuerdo  con  los  deseos  del  Supremo  Gobierno 
y  que  usted  manifiesta  en  su  nota. 

S.  S.  de  conformidad  con  las  órdenes  del  Gobier- 
no, y  con  sus  vehementes  deseos,  se  moverá  tan  luego  como 
se  le  proporcionen  bagajes. 

El  me  ordena  decir  á  usted  para  conocimiento  de  S.  E. 
el  Poder  Ejecutivo,  que  es  su  propósito  firme  buscar  y 
batir  al  enemigo  y  exterminar  de  un  golpe  una  facción 
que  está  todavía  en  pie,  para  mengua  del  honor  nacional 
y  escándalo  de  la  América. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  451 

Hoy  misino  se  pone  este  Estado   Mayor  General   en 
comunicaron  con  S.  E.  el  General  en  Jefe  del  Ejército. 

Soy  de  usted  atento  servidor. 

El  Coronel  Jefe, 

Manuel  Vicente  de  las  Casas.  (1 ) 

XXXIII.  Mientras  los  restos  centralistas  se  aca-¿f^JJ¡¡5J¡ 
ban  d<3  disolver  en  Mérida,  despojándose  Ramos  desustaClri0i' 
Jefatura,  para  investir  de  ella  al  Comandante  Ru- 
bín, y  dispersándose  los  oficiales  hacia  Trujillo, 
Maracaiho  y  Táchira;  el  General  Zamora,  al  revés, 
rehace  su  Ejército:  levanta  nuevas  legiones  con  ar- 
mas del  enemigo:  y  despidiéndose  de  aquellos  cam- 
pos testigos  de  su  gloria  militar,  emprende  marcha 
triunfal  á  Barinas,  á  Guanare,  á  Araure,  hasta 
San  Carlos. 

El  General  Trías  es  nombrado  Segundo  Jefe 
del  ejército  de  Occidente:  y  el  Coronel  Márquez  se 
encarga  de  su  División.  Prudencio  Vásquez  va  de 
Jefede  Operaciones  de  Barquisimeto  y  Yaracuy  :  Mar- 
tín Segovia  del  Bajo  Apure ;  y  el  Coronel  López  de 
Barinitas. 

Los  Estados  de  Barinas  y  Portuguesa  qurdan  bien 
organizados  con    Gobiernos   de   carácter  civil  y  mi- 


(í)  Scarún  los  informes  que  han  dado  varios  oficiales  del 
mismo  Ejército,  los  facciosos  tomaron  un  considerable  nú- 
mero de  pertrechos  de  los  del  Gobierno  y  la  mayor  parte  del 
armamento  ;  y  aunque  es  cierto  que,  á  pesar  de  la  ventajosí- 
sima posición  que  tenía  la  facción  cuando  fué  atacada  en  Santa 
Inés,  tuvo  muchas  bajas  por  heridos  y  muertos  y  que  fué  con- 
siderable el  descalabro  que  sufriera  en  el  Corozo,  esa  pérdida 
puede  consideraTse  repuesta  por  el  frran  número  de  prisioneros 
<iue  hizo  al  Ejército  en  la  retirada  de  Santa  Inés  y  en  la  vía 
de  Curbatí  donde,  ya  en  desorden  las  fuerzas  del*  Gobierno, 
fueron  cortadas,  y  columnas  enteras  tuvieron  que  rendirse;  por 
manera  que  la  facción  si  no  está  más  numerosa  y  mejor  pertre- 
chada hoy,  no  puede  decirse  más  débil  que  antes  de  ser  ataca- 
da en  Santa  Inés ;  y  sí  que  el  floridísimo  Ejército  del  Gobier 
no  desapareció. 

[Oficio  del  Gobernador  de    Metida  al    Ministro    de  Guerra 
y  Marina.— Enero  23  de  1800]. 


452  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

litar,  sin  que  en  sus  territorios  se  viera  un  solo* 
enemigo  armado. 

La  campaña  que  empezó  Zamora  el  22  de  fe- 
brero  en  Coro,  ha  terminado  en  Ba riñas  el  26  de 
diciembre  con  las  más  ruidosas,  espléndidas  y  de- 
finitivas  victorias. 

Es  una   obra  de  diez  meses  con  diez   v  ocho  ac- 

m 

ciónos  de  guerra,  á  saber:  Boca  del  Yaracuy,  El  Pali- 
to, Araure,  Barinas,  San  Lorenzo,  Guanare,  Bari- 
nitas,  La  Bellaca,  El  Hoyo,  Santa  Inés,  La  Pal- 
ma, Bostero,  Maporal,  Toruno,  Caroní,  Punta  Gordar 
Corozo  y  Curbatí;  y  dos  sitios:  el  de  Guanare  y 
el  de  Barinas 

Ha  formado  una  pléyade  de  Jefes  y  oficiales 
de  mérito  relevante,  á  quienes  ha  dado  lecciones  prác- 
ticas de  estrategia  y  enseñado  una  táctica  nueva. 

Ha  constituido  tres  Provincias  en  Estados  Fede- 
rales, y  establecido  en  ellos  las  más  libres  y  democrá- 
ticas instituciones. 

Ha  luchado  con  Generales  de  justa  reputación 
como  Cordero,  inteligentísimo  y  diestro:  Silva,  Sou- 
blette,  Páez,  Justo  Bricefio,  Ramón  Escobar,  An- 
drade,  Brito,  Domingo  Hernández,  Sagarzaiu,  Re- 
bolledo, Ramos,  Casas,  Metieses,  y  otros  igualmente 
esforzados  y    resueltos. 

El  más  poderoso  ejército  de  la  oligarquía  está 
va  destruido. 

m 

Del  10  al  26  de  diciembre  ha  sido  derrotarlo  nue- 
ve veces,  y  sufrido  un  sitio  de  trece  días. 

Empezó  el  combate  de  Santa  Inés  con  tres  mil 
hombres,  y  sólo  llegaron  á  Mérida,  desfallecidos  y 
desnudos,  de  tres  á  cuatrocientos. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAHORA  453 

Sus  Jetes  están  heridos,  prisioneros  ó  muertos. 
Banderas,  armamento  y  parque,  todo  está  en  poder 
de  los  federalistas,  quienes  han  agregado  á  su  ejército 
como  mil  soldados  prisioneros. 

Zam.ra  ha  sido  coronado  con  el  triunfo. 

Toda  la  Federación  de  Occidente  corre  á  sus 
banderas;  álzanse  al  cielo  himnos  en  su  honor ;  y 
bajo  arcos  de  laurel,  desgájanse  aquellas  Provincias 
á  la  frontera  de  Cojedes,  con  fe  ciega  en  el  genio  de 
este  General,  que  no  quiere  para  sí  sino  la  gloria  de 
haber  sido  el  precursor  del  Caudillo  de  la  Federa- 
ción, el  soldado  del  pueblo,  y  la  piedra  angular  de  la 
paz  y  de  la  libertad. 

Ha  gobernado  discrecionalmente  Estados  popu- 
losos y  ricos,  y  no  tiene  un  céntimo  en  los  bolsillos, 
equipaje  ni  ropa. 

Viste  un  sencillo  uniforme  militar  de  paño  bur- 
do; lleva  el  kepis  sobre  el  sombrero;  y  el  sable  pen- 
diente de  una  banda  amarilla  terciada  al  pecho. 

XXXIV.     El  9  de  enero  lletra  el  ejército    á  las  z*««ora©ns«» 

33  •'  Carlos. 

cercanías  de  San  Carlos,  cuyos  defensores,  mandados 
por  el  Comandante  Benito  Figueredo,  militar  de  honor, 
sabedores  del  desastre  de  Ramos,  y  entiendo  ya  sobre 
sí  el  oleaje  del  Ejército  Federal,  se  preparan  á  reci- 
birlo en  la  plaza,  debidamente  fortificada. 

Al  galope  de  su  caballo  va  Zamora  meditando  el 
modo  de  rendir  la  plaza  en  veinticuatro  horas,  y  de 
consagrar  el  triunfo  de  su  causa,  con  la  proclamación 
del  Gobierno  de  la  Federación  en  la  plaza  misma  que 
va  á   conquistar. 

En  la  tarde  y  inche  de  aquel  día  convino  con 
sus  Jefes  principales,  y  con  el  Doctor  Guzmán  Blan- 
co,  nombrado  últimamente   Secretario  suvo,  en  acia- 


454  DOCTOR  L.   VILLAJíUEVA 

mar  al  General  Falcón,  en  San  Carlos,  Presiente 
Provisional  de  la  República,  para  que  procediese  á 
nombrar  su  Ministerio  y  á  organizar  los  Ejércitos  Fe- 
derales. 

Edecanes  suyos,  como  el  honrado  General  Joa- 
quín Rodríguez  Guerrero,  nos  han  referido  que  esa 
noche,  vivaqueando  á  las  márgenes  del  hermoso  río 
de  San  Carlos,  dijo  delante  de  todos  sus  Edecanes,  y 
de  varios  Jefes,  que  el  día  siguiente,  á  las  tres  de  la 
tarde,  estaría  tomada  la  plaza:  y  que  inmediatamente 
se  proclamaría  al  General  Falcón  Presidente  Provi- 
sional por  el  pueblo  y  el  Ejército;  y  se  emprendería 
marcha  á  las  Provincias  del  centro. 

En  ejecución  de  este  plan  mandaría  á  Carahoho, 
según  manifestó,  oficiales  muy  prácticos  de  La  Sierra, 
con  orden  de  reconcentrar  todos  los  federales  alzados 
del  Guárico,  Carabobo  y  Aragua  para  marchar  con 
todos  ellos  por  Güigüe,  Villa  de  Cura  y  La  Victoria 
á  la  capital  de  la  República. 

Era  realmente  una  nueva  campana,  digna  de  su 
genio  militar.  (1) 

Amanece  el  10  de  enero. 

Cuando  las  dianas  saludan  la  conmemoración  del 


1  Ante»  de  saMr  el  Ejército  de  >raure,  en  Acarigua,  hablé 
ron  el  General  Falcón,  y  como  su  Auditor  que  era,  tomé  suh 
idean,  y  con  ellas,  en  Agua  Hlancn,  esa  misma  noche,  conferen- 
cié con  el  General  Zamora,  de  qnien  era  yo  Secretario  Gene- 
ral. Al  día  seguiente,  en  el  punto  en  que 'acampó  el  Ejercito; 
desde  el  mediodía  basta  las  cuatro  de  la  tarde,  enteré  al  Gene- 
ral Falcón  de  que  el  General  Zamora  pensaba  que  en  San  Car- 
los, la  población  y  el  ejército,  proclamarían  á  aquél  Presidente 
en  campaña,  para  que  formase  Ministerio  y  constituyera  el  Go- 
bierno Provisional  ue  la  Federación  y,  en  seguida,  nombrase  ¡i 
Zamora,  General  en  Jefe  de  los  Ejércitos  Federales  de  la  Re- 
pública. 

Tal  como  dejo  dicho,  quedó  convenido,  y  es  por  tanto  ca- 
lumnioso haber  asegurado  que  alguna  vez  existiera  riva'idad  ni 
desacueido,  entre  el  Magnánimo  Falcón  y  el  Valiente  Ciudadano. 

"En  defensa  de  la  Causa  Liberal." — (iuzmdu    Manen. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  4fn> 

primer  mes  de  la  gran  victoria  de  Santa  Inés,  ya  Za- 
mora está  á  caballo  ;  pasa  el  río,  y  al  galope  entra  por 
la  calle  principal  de  la  ciudad,  tremolando  la  bandera 
amarilla;  no  ya  como  un  General,  sableen  mano,  sino 
como  el  heraldo  de  su  causa,  como  el  hombre-pueblo 
á  quien  basta  ya  para  rendir  á  sus  últimos  enemigos, 
no  más  que  mostrarles  el  lábaro  sagrado  de  la 
Patria,  de  la  Patria  magnánima  que  reconoce  iguales 
hijos  suyos  á  todos  los  venezolanos. 

Hay  algo  de  misterioso,  de  fantástico,  de  ideal, 
en  e?ta  sorprendente  entrada  de  Zamora  por  las  ca- 
lles de  San  Carlos,  soportando  los  fuegos  de  las  trin- 
cheras, y  dando  vivas  al  Ejército,  á  Falcón  y  á  su 
causa. 

De  misterioso;  porque  parecía  movido  por  una 
voluntad  superior;  como  si  Dios  le  hubiera  tocado  en 
el  corazón,  y  señalado  á  los  ojos  de  su  espíritu  el 
invisible,  radiante  mundo  de  la  inmortalidad. 

De  fantástico:  porque  recuerda  la  leyenda  de 
aquel  héroe  antiguo,  arrebatado  al  cielo  en  una  tem- 
pestad. 

De  ideal :  porque  la  imaginación  quiere  ver  en 
aquel  acto  de  pasear  la  bandera  alrededor  de  los 
muros  de  su  ciudad-Gólgota,  la  ceremonia  de  culto  y 
honor,  para  legarla  en  herencia  al  Partido  Liberal, 
á  manera   de    su    paladión    en   la  paz  y  en  la  guerra. 

Desmóntase  en  la  plazoleta  de  la  iglesia  de 
San  Juan,  templo  arruinado  donde  se  dieron  dos 
combates  en  la  guerra  de  la  Independencia ;  sube 
á  la  torre  para  darse  cuenta  cabal  del  plan  de  de- 
fensa de  los  sitiados,  y  baja  en  seguida :  y  organiza 
una  línea  de  ataque  contra  las  fortificaciones  para 
dar,    pasado    el    medio   día,    según    dicen,    un    asalto 


456  DOCTOR  L.  VILLANUEVA 

general  al  recinto  de  la  plaza  mayor  donde,  para 
esa  hora,  contaba  tener  reducido  al  enemigo. 

Muerte  de za-         XXXV.  Precipítase  Falcón  sobre  La  Yaguara  a 
*rora'  contener  á  Menéndez,  que    va  de  Valencia  con    300 

hombres  en  auxilio  de  la  plaza,  en  el  momento  mis- 
mo en  que  el  ilustre  Capitán,  conducido  por  la  Dei- 
dad de  la  pérfida  fortuna,  cae  muerto  de  un  balazo  al 
pie  de  una  fortificación .... 

Recibióle  en  sus  brazos  el  General  Guzmáu 
Blanco,  y  ayudado  del  General  Pina  le  llevó  fuera 
de  la  vista  de  los  soldados,  al  aposento  de  una  rasa 
vecina.  (1). 

El  General  Falcón  quedó  atónito  al  darle  G112- 
mán  la    noticia 

No  es  que  la  Revolución  se  derrumbara  con 
la  muerte  de  su  caudil  o  militar ;  sino  que  compren- 
dió el  General  Falcón  que  Dios  quería  someter  el 
pueblo  á  nuevas  pruebas,  como  para  hacerlo  más  digno 
de  su  final  victoria. 

El  ángel  de  la  gloria  alzó  del  suelo  los  en- 
sangrentados laureles  del  héroe;  tendió  sus  enlu- 
tadas alas  por  el  espacio,  y  fué  á  posarlas  sobre  los 
verdes  ramajes  de  la  selva  de  Santa  Inés ;  bosque 
célebre  por  siempre,  que  el  pueblo  desde  entonces 
reverencia  como  la  tierra  santa  de  los  ideales  de  la 
Patria. 
Apoteosis  de         XXXVI     Aquí    termina  la  vida   del    héroe,    v 

Zamora.  *  '     * 

empiezan  los  honores  de  su  Apoteosis. 

El    Partido  Liberal   bajo    la  administración   del 

General  Guzmán    Blanco,  exhumó  sus  restos   en  San 

Carlos   y  los  guarda  en  el  templo  sacro  de  la  fama :  y 

le  ha  erigido  estatua  en  una  de  las  plazas  de  !a  capital 
de  la  República. 


(1)    La  casa  de  la  familia  Acuüa. 


VIDA  DEL  GENERAL  ZAMORA  4r>7 

Su  retrato  de  cuerpo  entero  figura  en  el  Pa- 
lacio Federal  del  Capitolio,  entre  los  de  los  Padre» 
de  la  Patria;  y  la  antigua  Ba riñas  lleva  su  nombre 
como  timbre  de  gloria    inmarcesible. 

Y  en  el  presente  tiempo,  el  señor  General  Ig- 
nacio Andrade,  Presidente  constitucional  de  los  Es- 
tados Unidos  de  Venezuela,  liberal  de  la  escuela 
clásica,  reverente  á  las  glorias  del  Partido,  y  amigo 
augusto  de  los  estudios  de  historia,  decretó,  en  su 
calidad  de  Presidente  del  Estado  Miranda,  que  se  es- 
cribiera esta  vida,  y  se  explicara  su  trascendencia,  de- 
purados y  definidos  los  hechos,  y  averiguadas  sus  cau- 
sas bajo  la  más  severa  crítica  de  la  razón  inde- 
pendiente y  libre;  á  fin  de  que  las  generaciones  de 
•lo  porvenir  al  entrar  en  la  política,  se  modelen  al 
ejemplo  de  la  constancia,  de  la  abnegación ,  de  la 
honradez  y  virtud  heroica  con  que  Zamora  reina 
y  reinará  siempre  en  los  fastos  de  Venezuela;  pueü 
la  filosofía  de  la  historia  al  derivar  de  los  hechos 
las  leyes  generales  del  progreso  y  civilización  de 
los  pueblos ;  nos  enseña  á  buscar  por  medio  de  ellas 
en  el  organismo  de  las  sociedades,  las  cauris  de 
sus  movimientos  de  descomposición  y  recomposición, 
con  que  renueva  la  Providencia  sus  elementos  de»  vida 
por  profundas,  y  á  veces  cruentas  y  dolorosos  purifi- 
caciones. 

Expuestos  así  al  estudio  del  pueblo  de  Venezuela 
el  carácter  y  los  hechos  de  este  Grande  Hombre, 
restaños  sólo  desear  que  se  le  imite  en  su  patriotismo: 
los  militares  con  la  espada;  y  los  civiles  con  la 
propaganda  de  la  doctrina  liberal;  por  medio  déla 
palabra,  de  la  pluma  y  del  ejemplo. 


APÉNDICE 


PIEZAS  DEL  PROCESO 

EN'  EL  JUICIO  CRIMINAL 

CONTRA  EZEQUIEL  ZAMORA 

EN  1847  (1) 


DECLARACIÓN 

En  la  ciudad  de  San  Luis  de  Cura,  á  cuatro  de  abril 
<le  1847,  yo,  el  Auditor  de  Guerra,  en  virtud  de  la  disposi- 
ción contenida  en  la  comunicación  anterior,  pasé  al  cuartel 
de  la  columna  de  Barquisimeto  (2)  y  después  de  haber  el 
señor  José  Pardo  Gil  aceptado  y  jurado  desempeñar  fiel- 
mente las  funciones  de  secretario  en  el  presente  acto,  hize 
comparecer  á  un  individuo  que  se  halla  detenido  en  este 
lugar,  el  cual,  impuesto  del  deber  en  que  se  halla  de  ser 
verdadero  en  sus  respuestas  á  las  preguntas  que  se  le 
hagan,  se  le  hizo  el  siguiente  interrogatorio. 

— Preguntado:  ¿Cómo  se  llama  usted,  de  dónde  es  na- 
tural y  vecino,  cuál  es  su  religión,  su  estado  y  ocupación  I 
— Responde:  Me  llamo  Ezequiel  Zamora,  nací  en  el 
pueblo  de  Cúa,  Valles  del  Tuy,  he  sido  vecino  de  esta  ciu- 
dad de  Cura,  mi  religión  es  la  Católica,  Apostólica,  Eo- 
niana,  de  estado  soltero;  y  comerciante. 


1  Este  expediente  fué  publicado  en  un  cuaderno,  con  notas, 
cuyo  autor  no  sabemos  quien  fue. 

2  Por  la  ley  el  reo  al  rendir  su  declaración  debe  estar  libre 
de  toda  prisión,  y  se  hace  constu*  así  en  el  proceso;  y  Kzequiel 
Zamora  con  un  par  de  enormes  grillos  estaba  rindiendo  la  suya 
^11  medio  de  más  de  doscientas  bayonetas. 


IV  APÉNDICE 

— Preguntado :  4  Por  qué  cree  usted  hallarse  preso  en 
la  actualidad  ? — Responde :  Por  haber  sido  perseguido  por 
las  tropas  del  Gobierno,  lo  cual  ha  sucedido  por  haber  yo 
levantado  una  facción  contra  él,  ó  cooperado  á  ella. 

— Preguntado:  ¿En  qué  términos  cooperó  usted  &  la 
facción  que  dice,  ó  la  levantó  ! — Contesta :  Con  la  lectura 
de  la  multitud  de  papeles  que  salían  de  la  prensa  llamada 
de  oposición  ó  liberal,  que  ahora  conozco  por  lo  que  he 
sabido  eran  sediciosos ;  papeles  á  cuya  lectura  me  entre- 
gué con  ardor,  comencé  por  desatender  mis  ocupaciones 
ordinarias  y  concluí  tomando  las  armas  contra  el  gobierno 
de  mi  patria,  creyendo  que  le  hacía  un  servicio;  y  dado 
el  primer  paso,  seguí  de  suceso  en  suceso  hasta  que  fui 
aprehendido  por  un  piquete  de  la  columna  de  La  Victoria 
en  la  noche  de  uno  de  los  últimos  días  del  mes  anterior, 
(marzo),  en  el  sitio  de  Palanibra,  jurisdicción  de  San  Fran- 
cisco de  Tiznados. 

— Preguntado:  ¿  Cómo  puede  usted  explicarme  su  in- 
tención de  hacer  un  servicio  á  su  patria,  tomando  las  ar- 
mas contra  el  gobierno  establecido! —Contesta:  Creí  lo 
lo  que  me  decía  la  prensa  llamada  desmoralizadora:  creí 
que  un  gobierno  que  infringe  las  leyes  autoriza  á  los  ciu- 
dadanos para  levantarse  en  masa  contra  él :  creí  que  las 
había  infringido  el  gobierno  de  Venezuela:  creí  en  fin 
que  era  realidad  cuanto  decían  los  papeles  que  hoy  han 
causado  mi  perdición.  Y  tanto  uníame  afianzaba  en  este 
concepto,  cuanto  que  el  Gobierno,  compuesto  de  tantos 
hombres  ilustrados  y  que  debían  conocer  el  mal  que  se 
estaba  causando  con  tales  publicaciones,  110  trataba  de 
contener  semejante  desmoralización. 

— Preguntado:  j No  sabe  usted  que  hay  una  ley  espe- 
cial sobre  imprenta  y  las  publicaciones  que  hacen  por  su 
órgano,  ley  en  virtud  de  la  cual  sin  que  el  jurado  declare 
que  se  ha  abusado  de  la  libertad  que  allí  se  concede,  no 
se  puede  proceder  á  tomar  medida  ninguna ;  y  no  sabía 
usted  que  ese  jurado  estaba  compuesto  de  personas  que 
pertenecían  al  partido  desorganizador  de  quien  usted  se 
queja  hoy,  lo  cual  hacía  nugatorio  los  esfuerzos  que  se 
ponían  en  práctica  para  contener  la  licencia  ? — Responde : 
Sé  lo  primero,  mas  ignoro  lo  segundo,  y  añadiré  si  se  ine 
permite,  que  en  mi  concepto  el  Congreso  debía  haber  dic- 


APÉNDICE  V 

tado  una  ley  que  contuviese  los  males  que  se  veía  iba  á 
causar  la  prensa  por  el  camino  de  perdición  que  habían 
emprendido. 

— Preguntado  :  ¿  Cuáles  eran  los  papeles  á  cuya  lec- 
tura ha  dicho  usted  se  había  entregado  t  —  Responde : 
El  Patriota,  Lis  Avispas,  El  Zancudo,  El  Diario,  El  Sin 
Camisa,  La  Centella,  El  Rayo,  El  Venezolano  y  otros  mu- 
chos que  venían  á  mis  manos  de  Valencia  y  otras  partes. 

— Preguntado :  ¿  Estaba  usted  suscrito  á  todos  estos 
papeles  ó  se  los  enviaban  gratis  ? — Responde  :  Había  de 
lo  uno  y  de  lo  otro. 

— Preguntado:  4  Babia  usted  quiénes  eran  los  autores 
de  aquellos  escritos,  puesto  que  llegó  á  darles  tanto  cré- 
dito, que  se  dejó  llevar  ciegamente  por  las  ideas  que  ellos 
publicaban  ? — Responde  :  Conocí  como  autor  de  El  Patrio 
ta  al  Doctor  Felipe  Larrazábal :  se  me  dijo  que  de  El  Ve- 
nezolano lo  era  también  Antonio  L.  Guzmán :  también  oí 
dec:r  que  algunos  eran  obra  del  Doctor  Fidel  Rivas,  otros 
de  un  señor  Bruzual  del  Oriente,  y  Las  Avispas  de  un  jo- 
ven nombrado  Requena,  individuos  todos  á  quienes  creí 
con  la  ilustración  bastante  para  saber  lo  que  publicaban. 

— Preguntado :  ¿Cuáles  son  los  sucesos  á  que  se  ha 
referido  usted  en  una  de  sus  respuestas  anteriores,  los 
sucesos  á  que  le  condujo  el  hecho  de  haber  tomado 
armas  contra  el  gobierno  de  su  patria? — Responde :  Pri- 
mero, el  choque  que  tuve  con  las  tropas  del  Coronel 
Guerrero  en  el  sitio  del  Limón  donde  fui  derrotado 
igualmente  que  la  fuerza  que  allí  mandaba  compuesta 
de  mil  y  un  pico  de  hombres  de  infantería  y  caballe- 
ría, fuerza  que  tenía  por  título  "La  Oposición"  y  se  com- 
ponía de  cinco  compañías,  de  cada  una  de  las  armas 
dichas  y  fuerza  á  cuya  cabeza  me  encontraba  yo  con 
e\  carácter  de  General,  segundo :  el  encuentro  que  tuve 
en  Los  Bagres  con  una  fuerza,  que  mandaba  "me  dicen," 
el  Capitán  Villasmil,  el  cual  por  consecuencia  del  asalto 
que  me  hizo  fue  derrotado  por  mis  tropas  y  muerto. 
Tercero:  en  el  sitio  de  La  Ollita  tuve  otro  encuentro 
con  las  armas  del  Gobierno,  pero  me  retiré  habiendo 
reconocido  que  aquellas  eran  superiores  á  las  mías. 
Oaarto :  habiéndome  dirijido  de  allí  á  las  montanas  de 
Oüigiie,   frente  á   Manuare,  con  más  de  trescientos  hoin- 


VI  APÉNDICE 

bres,  tuve  otro  choque  con  una  partida  del  Gobierno  en 
el  sitio  de  La  Yuca,  adonde  vine  de  dichas  montañas 
obligado  por  la  necesidad  ó  falta  de  subsistencia:  no» 
dispararon  algunos  tiros;  pero  nosotros  nos  fuimos,  sin 
ser  perseguidos,  al  sitio  de  Guacamaya,  en  donde  no» 
rechazó  otra  fuerza  del  Gobierno,  ó  más  bien  que  ésto, 
la  noticia  que  tuvimos  de  que  allí  existía.  Quinto:  el 
ataque  que  tuvo  lugar  en  el  sitio  de  la  Culebra  y  que 
mandé  yo  en  persona  (i  la  cabeza  de  doscientos  y  como 
cuarenta  hombres.  (1)  Sexto :  el  suceso  del  sitio  de  Cataure, 
en  el  cual,  viéndonos  mis  compañeros  y  yo  casi  cercados  por 
las  tropas  del  Gobierno,  disparamos  algunos  tiros,  hicimos 
pie  firme  y  al  favor  de  la  osciridad  de  la  noche  nos  retira- 
mos. Y  séptimo,  en  tin,  el  formal  ataque  que  tuvo  lu- 
gar en  el  sitio  de  Pagüito,  en  el  cual  pelearon  á  mi» 
órdenes  más  de  trescientos  hombres.  Son  estos  los  su- 
cesos más  notables  de  lo  quo  puedo  llamar  mi  vida  mi- 
litar, desde  que  me  decidí  á  obrar  formalmente  contra- 
el  Gobierno. 

— Preguntado :  ¿Qué  pasos  ha  dado  usted  en  su  ca- 
rrera revolucionaria  con  anterioridad  al  choque  tenido 
en  el  sitio  del  Limónf  Responde :  los  necesarios  para 
reunir  la  gente  que  allí  llevé,  cuya  operación  dio  prin- 
cipio en   el  Valle    de  Guambra. 

— Preguntado:  ¿Cuántas  partidas  logró  usted  reunir 
á  las  formadas  por  usted  minino? — Responde:  Las  que 
habían  organizado  por  su  propia  cuenta,  sin  conocerlos 
yo  ni  tener  noticia  de  ellos,  el  citado  Rangel,  Rosalio 
Herrera,  Evangelista   Cabeza  y   Segundo   Martínez. 

— Preguntado :  ¿Todos  estos  individuos  se  sometie- 
ron á  las  órdenes  de  usted f — Responde:'  Sí,   señor. 

— Preguntado  :  ¿En  virtud  de  qué  disposiciones,  orden 
ó  mandato  logró  usted  esta  sumisión? — Responde:  En  vir- 
tud solamente  del  querer  de  los  individuos  nominados. 

— Preguntado:   ¿Qué  precedentes  pudo  usted  intere- 

(1)  La  Culebra,  sitio  que»  dista  romo  dos  leguas  de  Mará— 
cay :  cuartel  general  del  León  de  Payara,  donde  tenía  reconcen- 
trado un  »jcreito  numeroso  y  bien  pago  que  inoraba  en  todov 
los  pueblos  de  Aragua.  La  Culebra  dista  de  Vanta  Crws  una 
legua  escasa,  de  Tunnero,  cantón  entonces,  una  v  media,  de 
Magdaleno  <*os,  de  Ciudad  de  <  ura,  tres,  de  Cagna  dos,  y  ro- 
deado  de  muchos  ot  os  pueblos  queda  casi  en  el  centro. 


APÉNDICE  VII 

sar  para  con  ellos,  qué  razones  pudo  darles  para  con- 
seguir que  obrasen  bajo  sus  órdenes  unos  hombres  que, 
habiendo  organizado  por  sí  mismos  sus  respectivas  par- 
tidas, debían  creerse  hasta  abatidos  sometiéndose  á  quien 
se  les  ofrecía  para  mandarlos  sin  darles  fundamento  al- 
guno de  superioridad? — Responde:  No  hice  otra  que,  ins- 
truido de  que  existían  varios  grupos  de  hombres  en  armas 
contra  el  Gobierno,  escribirles  á  los  que  los  capitaneaban 
para  que  se  me  uniesen,  diciéndoles  en  diferentes  cartas 
que  yo  me  había  levantado  para  defender  la  Constitu" 
ción  del  año  de  treinta  que  creía  infringida  y  hollada  y  que 
sino  había  individuos  que  me  acompañasen,  dejaría  el  te- 
rritorio de  Venezuela  para  dirijirme  á  donde  hallara  pa- 
tria, paz  y  libertad,  lo  cual  produjo  el  efecto  de  que 
todos  los  individuos  á  que  me  dirigí  se  me  reunieron  en 
San  Francisco  de  los  Tiznados  con  las  fuerzas  que  te- 
nían á  su  mando,  advirtiendo,  que  para  entonces  ya 
Rangel  estaba  en  mi   compaña. 

— Preguntado :  ¿  Nó  concede  usted  como  yo,  un  efec- 
to mágico  y  por  demás  milagroso  á  esas  cartas  que  dice 
dirigió?  jnó  se  sorprende  usted  de  que  un  simple  comer- 
ciante de  Ciudad  de  Gura  lograse  llevar  á  su  alrede- 
dor, con  solo  su  nombre,  nombre  antes  ignorado,  á  hom- 
bres tenidos  por  valientes  y  que  por  sí  solos  habían  aco- 
metido la  misma  empresa  que  usted,  lo  cual  les  auto- 
rizaba para  tenerle  á  lo  sumo,  como  un  compañero 
igual,,  y  nunca  como  su  Jefe? — Responde:  No  creo  que 
haya  sido  esto  obra  de  milagro,  sino  efecto  causado 
por  la  prensa  liberal  ó  de  la  oposición  que  á  mi  me 
ha  perdido  (1)  y  que  produjo  iguales  efectos  para  los 
demás  que  se  comprometieron  llevados  por  la  idea  de 
destruir  un  Gobierno  que  había  quebrantado  las  leyes. 

— Preguntado:  ¿Quién  confirió  á  Rangel  el  grado  de 
Coronel? — Responde  :  Yo. 

—Preguntado :  ¿  Puede  usted  recordar  los  pasos  que 
dio  en  los  asuntos  á  que  dijo  le  condujo  la  seducción 
manifiesta  por  la  prensa  liberal,  desde  que,  como  ha  re- 
ferido al  principio  desatendió  sus  ocupaciones   ordinarias 


ÍI)  Demasiado  lo   estaba,  pues  todos  pedían  ejecución   y  era 
la  cárcel  su  prisión,  una  capilla  verdadera. 


VIII  APÉNDICE 

hasta  que  tomó  las  armas  contra  el  Gobierno  f — Tteapon- 
de :  Sí,  señor ;  comencé  por  entregarme  con  toda  la  ac- 
tividad de  que  me  creí  capaz  al  triunfo  del  partido  li- 
beral en  las  elecciones  primarias,  así  en  esta  Parroquia 
como  en  la  de  Magdaleno  y  en  las  de  San  Francisco  y 
San  José  de  Tiznados,  comisionado  por  una  sociedad  li- 
beral que  existía  en  esta  ciudad,  habiendo  obrado  en  la 
segunda  en  unión  de  Ramón  Qoiticoa,  que  había  venido 
de  Caracas,  también  de  comisionado.  Habiéndose  come- 
tido en  mi  concepto  varias  injusticias  por  la  Junta  de 
Notables  y  por  la  Asamblea  parroquial  de  aquí,  tales 
como  reducirme  á  prisión  y  privarme  del  ejercicio  de 
los  derechos  de  ciudadano  por  cuatro  años,  concluido  que 
fue  el  período  de  las  primeras  elecciones  me  dirigí  á 
Caracas,  consulté  con  el  Doctor,  Manuel  María  Echean- 
día  lo  que  debier°  hacer  en  aquel  caso;  y  me  dijo, 
que  en  vano  procuraría  yo  una  providencia  favora- 
ble, puesto  que  el  mando  lo  tenían  los  Oligarcas.  Me 
manifestó  además  el  mismo  Echeandía,  que  la  justicia 
debía  buscarse  en  una  revolución,  porque  las  quejas  y 
los  clamores  eran  generales,  en  cuya  virtud  me  leyó 
una  carta  que  dijo  haberla,  enviado  un  señor  Monagas 
del  Llano-arriba,  nombrado  José  Gregorio,  en  la  cual  le 
ofrecía  (según  lo  que  oí  leer)  quinientos  ó  mil  hombres 
para  hacer  respetar  la  ley  y  castigar  la  osadía  de  los 
mandatarios.  Pocos  días  después  volví  á  verme  con  el 
referido  Echeandía  y  me  repitió  lo  mismo.  No  me  moví 
de  Caracas  entonces  hasta  el  día  en  que  Antonio  L. 
Guzmán  partió  de  allí  para  La  Victoria,  con  el  objeto, 
según  se  dijo,  de  tener  una  entrevista  con  el  General 
José  Antonio  Páez,  co?i  una  lanz%  enastada  en  mis  ma- 
no* fui  tino  de  los  que  formaron  su  comitiva,  compues- 
ta al  salir  de  Caracas  como  de  quinientos  hombres,  los 
que  fueron  aumentándose  en  el  tránsito  hasta  La  Victoria, 
de  modo  que  casi  no  podía  transitarse  por  el  camino. 
Llegado  á  aquel  punto,  yo  fui  uno  de  los  pocos  que  se 
alojaron  con  Guzmán  en  la  casa  del  General  Marino. 
En  uno  de  los  días  que  allí  permanecí,  el  Doctor  Echean- 
día me  invitó  para  reunirme  con  él    y   Manuel  Ibarra  (*) 


(*)  Este  valiente,  dipno  de  ser  compañero  del  inmortal  Za- 
mora, tuvo  la  <l  Hgriieiu  de  malograrse  en  la  pelea  del  Limón 
ó  Laguna  de  piedia:  no   puede  menos,   quien  lo  conoció,  de  re- 


APÉNDICE  IX 

en  una  esquina  de  la»  de  la  Ciudad  y  después  de  ha- 
bernos dicho  que  Guznián  era  un  cobarde,  que  él  no  do- 
blaba su  cerviz  y  que  ni  Ibarra  ni  yo  debíamos  do- 
blar la  nuestra;  formó  el  plan  de  revolución,  que  yo 
acepté,  diciendo:  que  él  movería  el  Llano-arriba  jun- 
to con  un  tal  Aguado,  el  señor  Monagas  referido,  su 
hermano  Juancho  y  otros,  y  que  Ibarra  y  yo  marchá- 
semos á  levantar  la  gente  de  la  cerranía  y  la  del  Llano 
abajo.  Al  día  siguiente  Echeandía  se  fué  para  Caracas 
por  la  mañana,  é  Ibarra  y  yo  por  la  tarde  nos  diriji- . 
inos  á  El  Pao  de  Zarate,  dormimos  en  la  casa  del  señor 
Juan  Nepomuceno  Castillo  y  por  caminos  extraviados 
seguimos  el  día  siguiente  hacía  la  Sierra  de  Virgen-Pura, 
buscando  el  Valle  de  Tacasuruma  para  dar  principio  á 
mi  empresa,  contando  con  que  los  vecinos  de  allí  me 
seguirían,  como  sucedió.  La  primera  reunión  la  tuvimos 
en  el  sitio  de  Guambra,  en  la  casa  de  Tiburcio  Barrios, 
habiendo  sido  el  comisario  Socorro  Masabé  el  que  citó 
y  juntó  Jos  vecinos.  Seeuí  para  adelante,  y  hallándome 
en  el  sitio  de  Las  Muías  con  un  grupo  como  de  cien 
hombres,  se  me  presentó  Rangel,  una  tarde,  con  un  cor- 
to número  de  hombres,  como  siete  ú  ocho,  ofreciéndome 
una  partida  mayor  que  tenía  reunida:  recibí  de  él  en 
aquel  acto  unos  viran  reconociéndome  como  un  caudillo 
del  partido  liberal ;  esa  misma  tarde  marchamos  juntos 
para  el  sitio  de  Los  Leones,  de  allí  para  el  de  Las  Guas- 
dnitas  y  de  esto  para  otros  y  otros  hasta  llegar  á  las 
llanuras  de  El  Limón,  donde  tuve  el  encuentro  que  lie  dicho 
con  el  Coronel  Francisco  Guerrero. 

— Preguntado:  ¿Dónde  se  alojó  usted  en  Caracas  en 
los  días  de  agosto  que  ha  dicho  estuvo  allí? — Respon- 
de: En  la  casa  de  una  hermana  mía  nombrada  Geno- 
veva. 

— Preguntado:  ¿Tiene  usted  algunos  otros  parientes 
en  Caracas  ? — Responde :  Sí  señor,  y  son  los  Esnales,  los 
Garcías  (Miguel  y  el  Doctor  José  Manuel  y  Juan  her- 
mano de  éstos)  y  los  Arrabales. 


corda  ríe  con  ternura;  pa$?ó  bien  caro  su  arrojo  y  empuje!  La 
bistora  no  puede  ser  muda  al  hablar  de  hambres  que  se  con- 
sa^rra*  on  sin  reserva  á  servir  de  i  escate  de  libertad.  Su  tumba 
es  desconocida ! 


X  APÉNDICE 

— Preguntado :  ¿  Cuál  de  estos  individuo»  merece  más 
consideraciones  y  respeto  departe  de  usted  f — Contesta: 
A  todos  considero  igualmente. 

— Preguntado :  j  Formaron  parte  de  la  reunión  de 
Guzmán  en  La  Victoria  algunos  de  los  parientes  de  us- 
ted f — Responde :  Sí  señor,  mis  hermanos  Gabriel  y  An- 
tonio José,  y  mi   primo  el   Doctor  José  Manuel   García. 

— Preguntado:  ¿Conoció  usted  á  Rafael  Flores,  co- 
nocido por  el  sobrenombre  deCalvarenof  (1) — Responde: 
Lo  conocí  en  La  Victoria  en  los  días    de  la  reunión  dicha. 

— Preguntado:  ¡  Qué  relaciones  tuvo  usted  con  An- 
tonio L.  Guzmán  durante  la  reunión  de  La  Victoria 
y  antes? — Responde:  No  he  tenido  otras  relaciones  con 
éste,   que  las  de  un  conocido. 

— Preguntado  :  ¿  Qué  ofertas  hacía  usted  á  los  veci 
nos  de  Tacasuruma  p  ira  que  le  siguiesen,  puesto  que 
tan  fácilmente  Jo  consiguió  según  dice! — Responde:  Nó 
les  hacía  oferta  ninguna.  Ellos  me  seguían  porque  yo 
invitaba  para  defender  la  patria,  la  libertad  y  la  ley 
que   habían   quebrantado   los   Oligarcas. 

— Preguntado :  ¡  Cuándo  fue  que  conoció  usted  á 
Rangel  por  la  primera  vez  f — Responde :  Cuando  se  me 
reunió  en  el  sitio  de  Las  Muías  que  he  mencionado  antes. 

—  Preguntado:  ¿Quién  suministró  á  usted  elemen- 
tos de  guerra  y  otros  recursos  para  la  empresa  que 
acometió  f — Responde :  A  mi  no  me  ha  suministrado  na- 
die, porque  un  barril  de  pólvora  que  tuve  lo  tomé  en 
San  José  de  Tiznados  en  casa  de  Valentín  Tovar,  y  esta 
pólvora  la  perdí  en  el  ataque  de  El  Limón  consumiéndo- 
la en  la   pelea. 

— Preguntado  :  ¡  De  dónde  salió,  pues,  la  pólvor-i,  el 
plomo  y  los  elementos  todos  empleados  en  los  diferen- 
tes choques  (pie  ha  dicho  usted  haber  tenido  con  las 
armas  del  Gobierno? — Responde:  Para  los  últimos  en- 
cuentros conté  con   las  armas  y  municiones   tomadas  por 


(1)  Pregunta  inquisitiva  para  recabar  del  preso  alguna  pa- 
labra (pie  pudiera  complicar  al  doctor  Jone  Manuel  García  en 
)a  revolución,  pues  á  él  le  atribuía  la  Oligarqu  a  1*  d  rección 
del  movimiento;  masen  vano  buscará  la  nial  cia  una  protesta 
contra  la  Hiuidad  de  aentimientos   del  honrado    Zamora. 


APÉNDICE  XI 

Rangel  en  El  Pao  de  San  Juan  Bautista,  y  para  los  otros, 
ya  con  los  elementos  de  guerra  tomados  en  el  ataque 
de  Los  Bagres,  y  ya  especialmente  con  las  armas  y  mu- 
niciones con  que  contribuía  cada  vecino  que  se  presen- 
taba al  llamamiento  que  se  le  hacía. 

— Preguntado :  ¿  De  qué  otros  arbitrios  se  valía  us- 
ted para  ganar  prosélitos? — Responde:  Les  leía  los  pa- 
peles que  publicaba  la  prensa  liberal  que  eran  muchí- 
simos y  que  ellos  mismo*  cargaban  en  abundancia  en 
los  sombreros,  al  paso  que  también  les  proclamé  en  San 
José  de  Tiznados,  en  una  ocasión  en  que  querían  asesi- 
nar al   Ministro  del   Tribunal. 

— Preguntado :  ¡  Qué  relaciones  políticas,  ó  eleccio- 
narias, ó  Guzmancistas  tenía  usted  en  Valencia? — Res- 
ponde :  Xo  las  tuve  sino  con  José  y  Juan  Rodríguez, 
comerciantes  de  allí,  que  me  escribieron  para  que  tra- 
bajase por  la  Candidatura  Guzmán,  y  une  enviaban  todos 
los  papeles  del  partido  liberal. 

— Preguntado:  ¿Con  qué  otras  personas  conservaba 
usted  relaciones  de  esta  especie  y  de  qué  lugares  eran  f 
— Responde :  Con  ninguna    otra. 

— Preguntado :  Hacia  qué  punto  llevaba  usted  su 
dirección  con  la  gente  (pie  mandaba,  cuando  se  verificó 
ei  choque  del  sitio  de  La  Culebra,  y  con  qué  fin  f — Res- 
ponde: Íbamos  hacia  la  misma  Culebra,  y  los  sitios  de 
La  Quinta  y  Las  Matas,  con  el  objeto  de  reunir  hombres; 
pues  se  nos  dijo  que  los  había  con  abundancia,  y  tenía- 
mos seguridad  de  que  nos  seguirían. 

Preguntado :  ¡  En  qué  fundaba  usted  la  confianza 
de  que  se  le  reunieran  aquellos  vecinos  f — Responde :  En 
que  así  me  lo  aseguraban  varios  moradores  de  aquellos 
sitios,  que  estaban  con  nosotros,  sin  que  me  sea  posible 
recordar  otros  que  un    tal  Jesús  Agachado. 

— Preguntado :  ¿  Qué  puede  usted  decirme  de  un 
barril  de  pólvora  que  tomaron  ó  pusieron  donde  lo  to- 
mara,  en  su  expedición  á  La  Culebra ! — Responde  :  Nada. 

— Preguntado  :  j  Dónde  fué  usted  después  del  ata- 
que de  El  Limón  ?  Responde:  Vine  á  Cerro  Azul  y  me 
paseaba  de  allí  á  la  montana  de  Las  Muías  con  tres  in- 


XII  APÉNDICE 

dividuos,  á  saber,   Manuel  Herrera,  y  los  hermanos  Ma- 
saba, Miguel  y  José,  hijos  de  Socorro. 

— Preguntado :  ¿  Dónde  estaba  usted  cuando  Rangel 
ocupó  últimamente  El  Pao  de  San  Juan  Bautista,  y  don- 
de se  le  reunió! — Responde:  Estaba  unas  veces  en  la 
montaña  de  Las  Muías  y  otras  en  la  de  Tormenta,  ha- 
biéndome reun'do  con  Rangel  en  Las  Guasduitas. 

— Preguntado:  ¿Qué  dirección  llevaba  usted  ó  hacia 
que  punto  iba  ó  se  encaminaba  con  su  gente  antes  de 
ser  batido  en  Pagüitof — Responde :  íbamos  en  derechu- 
ra para  San  Francisco  de  Cara  y  Camatagua,  confiados 
en  que  habiendo  habido,  como  en  efecto  hubo  allí  una 
gran  votación  por  el  partido  liberal  en  las  últimas  elec- 
ciones, encontraríamos  quienes  nos  siguiesen. 

— Preguntado  :  4  Y  después  de  la  derrota  de  Pagüi- 
to,  que  pensó  usted  hacer! — Responde:  Irme  por  Guar- 
datinajas  como  lugar  solitario,  en  busca  de  un  río  na- 
vegable donde  embarcarme  para  un  país   extranjero. 

« 

— Preguntado :  4  Usted  conoce  á  Santiago  Sandoval 
y  á  José  María  Meza,  de  Valencia! — Responde :  No  los  co- 
nozco. 

— Preguntado:  ¿Cuántos  días  estuvo  en  el  sitio  de 
La  Dormida  á  tiempo  que  iba  para  el  de  Los  Bagres! 
— Responde :  Me   parece  que  fueron  tres  días. 

— Preguntado :  ¿Qué  auxilios  recibió  allí  y  de  quién! 
— Responde:  Los  dependientes  que  tenía  en  mi  bodega 
que  eran,  un  isleño  nombrado  Manuel  y  Felipe  Albero, 
me  enviaron  una  botella  de  vino,  un  poco  de  pan  de 
horno  y  un  poco  de    queso. 

— Preguntado:  ¿Le  enviaron  también  pólvora! — Res- 
ponde: No,   señor. 

— Preguntado :  ¿Cómo  ó  por  quién  supieron  aquéllos 
individuos  que  ustedes  estaban  en  La  Dormida ;  y  quién 
sirvió  de  conductor  de  los  efectos  mencionados  !  —  Res- 
ponde :  Yo  se  los  mandé  decir  con  una  negrita  de  la 
Hacienda  La  Lagunita,  cuyo  nombre  no  sé,  y  los  con- 
ductores de  los  efectos  fueron  mis  mismos  dependientes, 
los  cuales  después  de  habérmelos  entregado,  regresaron 
á  esta  ciudad. 


APÉNDICE  XIII 

— Preguntado:  Finalmente,  ¿puede  usted  decirme, 
como  uno  de  los  principales  cabecillas  que  dice  haber 
sido  de  la  revolución  en  que  se  ba  visto  envuelto  el 
país,  cual  sea  la  extensión  qne  se  logró .  dar  á  este  mo- 
vimiento, cuáles  los  recursos  con  que  contaban  sus  pri- 
meros Jefes  y  quienes  fuesen  éstos? — Responde:  En  cuan- 
to á  los  puntos  tocados  del  espíritu  revolucionario  diré? 
que  solo  puedo  hablar  de  Río  Chico,  y  toda  aquella 
costa,  Los  Tiznados,  Guarda  ti  na  jas,  El  Pao  y  las  serra- 
nías de  Cura :  esto  por  lo  que  hace  á  los  lugares  don- 
de estalló  la  revolución,  pues  mis  compañeros  en  ella  ase- 
guraban que  Barinas,  Coro  y  Apure  hacían  lo  mismo 
que  se  ha  visto  en  los  lugares  mencionados.  En  cuan- 
to á  recursos  no  sé  con  cuales  se  contase :  más  por  lo 
que  hace  á  mí  diré,  que  habiendo  leído  en  la  historia 
de^Venezuela,  que  el  General  Páez  con  solo  su  valor  y  asido 
de  la  bandera  tricolor,  había  triunfado  de  líneas  enteras 
de  enemigos  de  la  Patria,  así  yo  me  propuse  imitarle 
exhortando  á  mis  compañeros  con  estas  mismas  expresio- 
nes, de  las  cuales  creía  sacar  los  medios  necesarios  para 
mi  objeto.  Y  por  lo  que  hace  á  Jefes  principales  de  dicha 
revolución,  no  conocí  otros  que  á  Manuel  Ibarra  y  los 
Echeandía,  de  vista  y  trato  y  por  noticias,  al  señor  Agua- 
do y  al  señor  Monagas.  Digo  est )  en  orden  á  la  conspi- 
ración armada,  pues  como  d;je  al  principio,  consiste  en 
la  prensa  liberal,  por  su  parte  desmoralizadora  y  que  el 
gobierno  debió  contener. — En  este  estado  suspendo  el  pre- 
sente interrogatorio,  y  habiendo  leído  lo  escrito  al  que  lo 
ha  evacuado,  dijo,  que  es  conforme  en  todas  sus  partes, 
advirtiendo  solamente :  que  en  la  relación  que  hizo  de 
los  choques  que  tuvo  con  las  armas  del  Gobierno  se  omitió 
mencionar  el  del  sitio  de  Los  Leones,  que  se  verificó  el 
mismo  día  que  el  de  Las  Guasduitas  y  que  puede  reputar- 
se por  uno  solo,  habiendo  sido  también  el  primero,  después 
que  Rangel  estuvo  en  El  Pao. — Firma  conmigo  y  el  Se- 
cretario.— José  Santiago  Rodríguez— José  Pardo  Gil 
— Ezequiel  Zamora. 


•  * 


XIV  APKNDICE 

República  de  Venezuela. — Ejército  permanente. — Cuartel 
General  en  Cura,  á  13  de  enero  de  1847. — Afio  18 
de  la  Ley  y  37  de  la  Independencia. 

Al  señor  Juez  de  Primera  Instancia  de  este  Circuito. 

Tengo  el  honor  de  acompañar  á  U.  S.  la  declaración 
recibida  á  Joaquín  Rodríguez  por  el  seüor  Auditor  de 
Guerra.  De  esta  declaración  queda  un  testimonio  en  mi 
Secretaría. 

Soy  de  usted  atento  servidor. — José  Antonio  Pábz. 

En  San  Luis  de  Cura  á  cinco  de  enero  de  1847,  el 
señor  Auditor  de  Guerra  hizo  traer  á  su  presencia  al 
joven  Joaquín  Rodríguez  que  ha  pertenecido  á  la  facción 
de  Rango!  y  Zamora,  y  se  ha  acogido  al  indulto  que  le 
estaba  ofrecido  por  S.  E.  el  General  en  Jefe  y  tenién- 
dole presente  ante  el  señor  José  Pardo  Gil  que  ha  acep- 
tado y  jurado  y  desempeñar  las  funciones  de  Secreta- 
rio, y  previo  juramento,  se  le  preguntó  por  su  nombre, 
edad  y  oficio,  y  contestó  llamarse  como  queda  dicho,  de 
diez  y  seis  años  de  edad  y  de  oficio  agricultor  al  lado  de 
su  padre  el  señor  Pedro  Rodríguez,  hacendado  en  Cerro 
Pelón. 

— Preguntado:  j  En  qué  fecha  se  incorporó  usted  á  la 
facción  y  cuándo  se  sepiró  de  ella? — Contestó:  El  día 
veintidós  de  setiembre  iba  yo  para  San  Antonio  en  so- 
licitud de  unos  bueyes,  y  en  el  sitio  del  Rincón  tropezó 
con  una  partida  de  los  facciosos  mandados  por  Leocadio 
Alvarez,  de  Parapara;  quien  me  llevó  al  Paso  del  Medio 
donde  estaba  reunida  toda  la  facción,  y  le  he  seguido 
hasta  el  veinticuatro  de  diciembre  que  me  separé  de 
ella  para  presentarme  al  señor  Coronel  Doroteo  Hurta- 
do, por  que  supe  que  su  Señoría  estaba  autorizado  por 
S.  E.  el  General  en  Jefe    para  indultarme. 

— Preguntado:  ¿En  qué  punto  dejó  usted  á  los  prin- 
cipales cabecillas  de  la  facción! — Contestó:  Dejé  á  Rangel 
en  la  quebrada  de  Guacamaya  con  treinta  hombres,  y 
con  Zamora  tomé  la  dirección  de  las  Guasduitas.  En 
aquel  punto  dejé  al  mencionado  Zamora  acompañado  de 
los  hijos  de  Masabé,  nombrados  José  y  Miguel,  y  otros 
de  cuyos  nombres  no  me  acuerdo,  hasta  doce :   todos  sa- 


APÉNDICE  XV 

Jieron  á  comunicarse  eon  un  tal  Rondón  que  decían  es- 
taba por  el  Cují  con  cincuenta  hombres,  y  se  proponían 
organizar  una  fuerza  para  moverse  no  sé  sobre  qué 
punto.  En  Tormenta,  en  la  casa  de  un  tal  Escalona 
dejé  á  estos  hombres,  y  seguí  para  Los  Cueros,  acom- 
pañado únicamente  de  dos  individuos,  los  que  siguieron 
hacia  Casupito  en  solicitud  de  los  Silvas  y  yo  me  quedé 
enfermo  en  casa  de  Montano  García,  Valle-hondo. 

Preguntado :  ¿  Con  qué  objeto  se  lian  separado  Za- 
mora y  Rangel  f — Contestó :  solamente  puedo  decir  lo  que 
á  mi  presencia  le  sostuvo  un  día  Rangel  á  Zamora  á 
saber :  "que  no  le  convenía  permanecer  más  en  los  cerros, 
que  se  retiraba  á  los  Valles  de  Aragvia,  y  si  no  podía 
hacer  allí  nada,  seguiría  para  la  costa  á  levantar  las  es- 
clavitudes. 

— Preguntado  :  ¿ La  gente  de RnigaPestaba  conforme 
con  esta  resolución  f — Contestó  :  Sí  señor,  él,  Rangel, 
convidó  á  los  que  le  quisieran  seguir  y¡jle  siguieron  como 
treinta  hombres,  siendo  Francisco  Pacheco  el  más  inte- 
resado en  esta  marcha  hacia  la  costa.  Yo  no  dudo  que 
este  proyecto  se  haya  realizado  porque  estaban  muy  de- 
cididos por  él. 

— Preguntado:  ¿  A  qué  punto  pensaba  dirijirse  Za- 
mora cuando  se  separó  de  Rangel  ! — Contestó :  Al  Pao 
de  Sárate  por  Caicara  donde  decía  que  contaba  con  dos- 
cientos hombres  armados.  Tampoco  dudo  de  la  ejecución 
de  este  plan,  es  decir,  de  la  ida  de  Zamora  al  Pao, 
porque  estaba  muy  determinado  á  ella,  como  lo  estuvo 
cuando  vinimos  á  Los  Bagres,  y  se  proponía  ahora  llevar 
el  mismo  camino.  Zamora  me  dijo  que  pensaba  des- 
cansar en  Guambra  unos  días  en  el  conuco  de  Masabé 
y  q  ue  tenía  también  que  hablar  con  Ruperto  Martínez 
Si  no  está  en  los  montes  de  Guambra,  yo  le  considero 
ya   en    el  Pao. 

— Preguntado:  ¿Con  qué  objetóse  situaron  los  fac- 
ciosos en  La  Ollita  f — Contestó:  Con  el  objeto  dé  formar 
allí  un  Cantón,  y  por  medio  de  comisiones  reunir  allí 
mucha  gente. 

— Preguntado:  ¿Contaban  los  facciosos  con  alguna  ca- 
ballería f — Contestó  :  Contaban  con  cincuenta  hombres 
que  les  había  ofrecido  Rondón. 


XVI  APÉNDICE 

— Preguntado:  ¿De  quién  recibían  los  facciosos  auxi- 
lios y  comunicaciones  de  los  Tiznados  f  —  Contestó  no 
vi  llegar  comunicación  de  aquel  punto  ;  Kangel  sí  ofició 
desde  San  Pablo  á  un  tal  Montenegro  y  sus  dos  hijos. 
Yo  no  me  acuerdo  del  nombre  de  Montenegro,  pero  sí 
sé  que  es  uno  que  los  liberales  tenían  en  lista  para 
elector. 

— Preguntado:  ; Dónde  permaneció  Zamora  todo  el 
tiempo  que  estuvo  separado  de  Bangel  y  qué  auxilios  lle- 
vó á  la  facción!  Contestó:  Zamora  estuvo  en  Cara- 
cas, en  el  Pao  de  Zarate,  á  inmediaciones  de  la  Vic- 
toria y  muy  cerca  de  esta  Villa,  sin  haber  entrado  á 
ella,  se  presentó  en  la  Platilla  con  siete  hombres,  entre 
ellos  los  dos  hijos  de  Masabé,  y  llevó  dos  cananas,  dos 
libras  de  pólvora,  una  de  balas,  un  par  de  pistolas,  dos 
cueros  de  cordobán  teiiidos,  una  carabina,  un  trabuco 
y    tres  lanzas. 

—Preguntado:  ¿Insistían  los  facciosos  en  colocar  á 
Guzmán  de  Presidente,  sabiendo  que  estaba  preso  por 
conspirador f — Contestó:  Los  facciosos  supieron  que  Guz- 
mán estaba  preso ;  pero  quedaron  persuadidos  de  lo  con- 
trario después  que  recibieron  en  las  Guasdui tas,  por  me- 
dio de  Justo  Breto,  un  recado  del  Coronel  Cisneros  di- 
ciéndoles  que  aunque  se  publicaba  que  Guzmán  estaba 
preso,  no  lo  creyeran,  pues  no  podían  prenderle  y  es- 
taba mui  quieto  en   su  casa  en  Cara-cas. 

— Preguntado  :  ¿  Quiénes  mandaron  matar  al  señor 
Andrés  Fuentes  y  quienes  fueron  los  ejecutores? — Con- 
testó: Kangel  dio  la  orden  y  la  ejecutó  el  llamado  ca- 
pitán Pacheco,  sin  poder  indicar  yo  los  soldados  que  lo 
acompañaron  porque  al  ver  salir  al  señor  Fuentes  entré 
en  la  casita  para  no  ser  testigo  de  aquello.  El  día  antes 
de  este  acontecimiento  fueron  reconocidos  por  unos  vijíaa, 
los  señores  Pedro  Boftiill  y  Manuel  Landa  que  venían 
de  Tucutnnemo  el  segundo  y  del  Loro  el  primero,  y 
cuando  se  dio  aviso  de  esto  á  Kangel,  contestó  :  '•dé- 
jelos ir"  (1)  cosa  que  extrañé  porque  siempre  hacía  llevar 


(1)  Ni  es' oh  señores  ni  otros  sufrieron  cosa  alguna,  áex- 
cepci  »n  de  Fuentes,  prueba  irrefragable  de  (pie  no  asesinaban 
oligarcas  ni  á  nadie,  siendo  un  suceso  muy  singular  el  que  obró 
respecto  de  Fuentes  que  se  f ué  á  espionar  las  í* tercas  de  Ran- 
gel  y  Zamora  con  un  piquete  de  caballería,  lo  cual  había  ave- 
riguado Kangel  en  el  sitio  de    la  Migada. 


APÉNDICE  XVII 

á  su  presencia  á  las  personas  que  descubrían  sus  vigías. 
En  este  estado  se  suspende  la  declaración  que  se  leyó 
3l  declarante,  y  dijo  estar  conforme  y  firma. — Ángel  Quin- 
tero.— El  Secretario,  José  Pardo   Gil. — Joaquín  Rodríguez. 

• 
•  * 

CONFESIÓN  6  DECLARACIÓN 

CON  CARGO  DE  EZEQUIEL  ZAMORA 


En  ocho  de  abril  del  presente  año  me  constituí  en 
el  cuartel  de  la  columna  de  Barquisimeto,  local  habilitado 
para  la  permanencia  del  reo  Ezequiel  Zamora,  con  el 
objeto  de  recibirle  su  declaración  con  cargo,  y  teniéndole 
presente,  le  instruí  del  deber  en  que  se  hallaba  de  de- 
cir verdad  en  cuanto  supiere  y  fuere  preguntado,  y  ha- 
biéndolo ofrecido,  dijo  llamarse  como  queda  dicho,  ser 
natural  de  día,  pueblo  de  los  Valles  del  Tuy,  vecino 
de  esta  ciudad,  de  oficio  comerciante,  de  estado  soltero, 
de  condición  libre,  de  religión  Católica,  Apostólica  y  Ro- 
mana, de  veinte  y  nueve  años  de  edad  y  de  instrucción 
alguDa. 

— Preguntado  :  ¿  Quién  lo  prendió  (\  usted,  en  qué  par- 
te, día  y  hora,  con  expresión  del  lugar  y  si  sabe  la  causa 
de  su  prisión? — Contesta:  A  mí  me  prendió  un  piquete 
de  la  columna  de  la  Victoria  en  el  sitio  de  Pala  robra, 
segán  se  me  informó  después,  como  á  las  once  de  la 
noche  de  un  día  cuya  fecha  no  recuerdo,  por  haberme 
encontrado  en  dicho  punto  solo  y  huyendo  de  las  tropas 
del  Gobierno ;  pues  ya  hacía  algunos  días  que  me  ha- 
bía separado  de  los  compañeros  que  como  yo,  se  disper- 
saron después,  aunque  no  me  consta,  por  no  haberlos  vuel- 
to á  ver.  Yo  me  alcé  contra  el  Gobierno  porque  dicién- 
dose en  la  multitud  de  periódicos  que  circulaban  por 
toda  la  República,  que  el  Gobierno  había  infringido  la 
Constitución  y  leyes  de  la  Nación,  creí  prestarle  un  ser- 
vicio á  mi  patria,  obedeciendo  al  grito  de  que  todos  los 
buenos  ciudadanos  debían  levantarse  para  contener  los 
abusos  y  hacer  respetar  la  ley,   en  los  mismos  términos 

II 


XIII  APÉNDICE 

que  lo  aconsejaban  los  escritores  cuyas  producciones  se 
llaman  hoy  sediciosas.  Yo,  señor,  me  consagré  á  la 
lectura  de  todos  los  papelea  que  aconsejaban  la  revolución, 
y  me  suscribí  á  El  Venezolano  y  á  El  Patriota,  con  cuya 
lectura  y  la  de  otros  muchos  me  afirmaba  más  en  mi 
propósito  de  conspirar. — Yo  no  culpo  hoy  sino  á  la  fal- 
ta de  previsión  de  los  Congresos  pasados,  compuestos 
de  hombres  prominentes  y  que  más  avanzados  que  yo 
en  conocer  el  resultado  de  las  cosas,  debieron  en  sus  pro- 
fundas meditaciones  acordar  las  medidas  consiguientes 
para  contener  los  abusos  de  libertad  de  imprenta  y  re- 
primir en  sus  justos  límites  la  audacia  de  los  escritores 
difamantes  y  delatores  de  los  hechos  que  referían  del 
Gobierno,   para  que  no  hubieran  convidado  á    la  rebelión. 

— Preguntado:  ;  Tenía  usted  relaciones  con  los  escri- 
tores públicas  que  cita  en  su  precedente  respuesta! — 
•Contesta :  En  el  mes  de  agosto  último  y  después  de  las 
•elecciones  conocí  personalmente  al  doctor  Felipe  Larra - 
zábal  y  á  su  hermano,  cuyo  nombre  no  recuerdo,  al  doc- 
tor Manuel  María  Echeandía  á  Antonio  Leocadio  Guz- 
imín,  al  doctor  Fidel  Rivas,  á  N.  Rcqnena  y  otros:  pero 
ninguna  relación  mantuve  con  ellos. 

— Preguntado  :  ¿  Las  personas  que  usted  acaba  de  in- 
dicar, le  excitaron  áque  entrase  en  la  facción  á  que  us- 
ted lia  pertenecido? — Contesta:  Para  responder  debn  ha- 
cer al  Tribunal  algunas  explicaciones.  Con  motivo  de 
haberse  anulado  las  elecciones  de  Magdaleno  y  de  ha- 
bérseme privado  de  los  derechos  de  ciudadano  por  cua- 
tro años,  fui  á  Caracas  á  consultarme  con  un  abogado 
de  la  República,  con  el  objeto  de  ver  de  qué  manera  podría 
yo  ser  restituido  al  goce  de  mis  derechos,  y  habiendo 
encontrado  al  doctor  Manuel  María  Echeandía,  éste  me 
dijo:  que  no  había  otro  remedio  sino  tomar  las  armas, 
que  ya  todos  los  pueblos  de  las  Provincias  de  Harinas, 
Apure,  Co^o  y  el  Oriente  estaban  convenidos  y  sólo  es- 
peraban el  piimer  grito  para  levantarse  en  masa:  me 
manifestó  una  carta  del  General  José  Gregorio  Mona- 
gas,  en  la  cual  le  ofrecía  quinientos  ó  mil  hombre*  que 
tenía  ya  preparados  por  causa  también  de  las  elecciones. 
Después  de  este  consejo  permanecí  en  Caracas  en  unión 
de  Manuel    [barra  qué  me  acompañaba,    hasta  el   día    en 


APÉNDICE  XIX 

«que  se  verifico  la  salida  de  Guzmán  para  La  Victoria, 
«quien  venía  á  una  entrevista  con  el  Ciudadano  Escla- 
recido :  estuve  allí  como  cinco  días  y  en  uno  de  éstos 
me  llamó  el  expresado  doctor  á  niri  de  las  esquinas  de 
iaa  calles  de  aquella  villa  y  me  indicó  que  había  habla- 
rlo con  Guzmán,  que  éste  se  le  había  mostrado  muy  co- 
liarde,  j*nes  le  había  comunicado  que  ya  los  pueblos 
-estaban  muy  ilustrados  y  que  ellos  obrarían  ;  y  pactamos 
-entonces,  que  él  iría  á  mover  la  gente  del  Llano-Arriba 
y  de  los  lados  de  Bío-Chico,  y  que  yo  y  Manuel  Ibarra, 
marcháramos  hacia  el  Llano-Abajo  con  los  habitantes  de 
las  serranías  de  este  Cantón,  pero  habiendo  emprendi- 
do nú  jornada  me  impidió  continuar  el  camino  el  Coro- 
nel Guerrero,  quien  me  sorprendió  en  El  Limón  con  las 
tropas  de  su  mando.  Las  mismas  excitaciones  me  hizo 
-Juan  Bautista  Echeandía,  en  Caracas;  y  por  la  conversa- 
ción que  tuve  con  el  doctor  Echeandía,  de  quien  he  habla- 
ndo, deduje,  desde  entonces,  é  infiero  hoy,  que  Antonio  Leo- 
cadio Gtiziuáu  detya  saber  por  lo  menos  la  revolución 
que  esta-ba  preparada,  y  concluyo  declarando  que  nin- 
guna otra  persona  me  habló  de  revolución. 

— Preguntado:  ¿Qué  tren  observó  usted  en  La  Vic- 
toria que  le  hiciese  entender  que  Guzmán  estuviera  pre- 
fiarado  para  llevar  á  cabo  la  rebelión  de  que  usted  aca- 
ba de  hablar ! — Contesta  :  Mucha  gente  le  acompañó  y 
no  reparé   sobre  lo  que   se  me  pregunta. 

—  Preguntado  :  ¿  Conoce  usted  á  un  tal  Vivas  que 
habita  en  jurisdicción  de  La  Victoria,  y  esperaba  usted 
de  él  algunos  recursos  f — Contesta :  No  le  conozco,  ni 
esperé  :U».  él  recursos  y  sólo  confiaba  en  que  se  me  decía 
era  muy  liberal. 

— Preguntado:  ¿Qué  plan  revolucionario  le  comuni- 
caron á  usted  las  personas  (pie  le  excitaron  á  la  rebe- 
lión!— Contesta:  Ya  he  dicho  los  pactos  que  el  doctor 
Echeandía,  lbarra  y  yo  celebramos  en  La  Victoria :  á  mí 
.ae  me  hizo  entender  que  un  Gobierno  que  había  que- 
brantado la  ley  debía  ser  contenido  por  la  fuerza,  y  en- 
tregado á  estas  reflexiones  concebí  que  debíamos  po- 
jier  á  Guzmán  en  la  Presidencia,  ya  que  los  mismos 
mandatarios  se  habían  apoderado  de  la  cosa  pública; 
une  afiancé   en  este  propósito  y  me  guió  el    patriotismo. 


XX  APÉNDICE 

— Preguntado:  ¿No  tenía  usted  amigos  que  le  hi- 
ciesen conocer  la  magnitud  de  la  empresa  que  pretendía 
usted  acometer  ! — Contesta :  Nadie  supo  mi  pretensión  y 
solamente  recibí  consejos  de  los  Echeandía,  sirviéndome 
únicamente  de  norte  la  piensa  de  oposición,  cuya  sola 
voz  oí. 

— Preguntado:  ¿No  le  descubrió  algún  plan  Ratnórt 
Goiticoa  T — Contesta  :  No,  señor,  y  no  le  veo  desde  las 
elecciones  primarias. 

— Preguntado :  ¿  Sabe  usted  quién  previno  á  los  su- 
fragantes de  la  parroquia  de  Magdaleno  que  bajasen  de 
los  cerros  á  votar  armados ! — Contesta :  No  sé. 

— Preguntado :  ¿  Estuvo  usted  en  esta  ciudad  algu- 
na vez  de  las  en  que  se  separó  de  Francisco  Bangel  f 
— Contesta :   No,  señor. 

— Preguntado :  ¿  Quién  comunicaba  á  usted  las  ope- 
raciones del  Gobierno  f — Contesta  :  Nadie,  pues  nosotros 
veíamos  las  operaciones  ó  movimientos  de  las  columnas- 
que  nos  perseguían,  y  estas  también  nos  observaban,  pe- 
ro no  nos  ofendían  porque  nosotros  andábamos  por  tra- 
vesías y  aquellas  marchaban   siempre  por  los    caminos. 

— Preguntado:  ¿Quién  le  auxiliaba  de  víveres! — 
Contesta:  Nadie. 

— Preguntado :  ¿  Sin  recursos,  cómo  podía  subsistir  ! — 
Contesta :  Ocurríamos  á  los  conucos  y  matábamos  resé» 
de  las  que    se   hallaban   en  los  campos- 

— Preguntado:  ¿Sabe  usted  si  alguna  persona  no- 
table de  La  Victoria,  dispensaba  á  la  facción  alguno» 
auxilios  f — Contesta :  No,  señor. 

— Preguntado :  ¿  Dijo  usted  en  Vallecitos  á  sus  tro- 
pas que  esperaba  recursos  del  extranjero? — Contestar 
Nada  he  dicho  sobre  el  particular  á  las  tropas  que 
mandaba. 

— Preguntado:  ¿Cómo  se  llamaban  los  Jefes  y  ofi- 
ciales de  la  tropa  de  su  mando? — Contesta  :  Me  acuerda 
de  Tomás  Rondón,  comandante,  de  Jesús  Agachado,  coman- 
dante, de  Policarpo  Sánchez,  capitán,  de  un  Sanabriar 
capitán,  de  José  Masabé,  oficial  y  ayudante,  de  Felipe 
Pereyra,  teniente,    de  Juan   Breto,  teniente    abanderado,. 


r~ 


APÉNDICE  XXI 

<le  un  Tovar,  capitán,  de  N.  Figuera,  aspirante,  de  Ra- 
jnón  Zuloaga,  capitán,  de  Dámaso  Peralta,  teniente,  y 
no  recuerdo  por  ahora  otros. 

— Preguntado:  ¿Qué  se  han  hecho  las  personas  que 
:acaba  de  indicar! — Contesta:  El  3  de  marzo,  poco  antes 
•de  llegar  á  Picacho  Blanco  y  entre  Cerro  Azul  y  el  ca- 
mino que  va  para  dicho  punto,  me  separé  de  Rondón, 
quien  siguió  con  toda  la  gente  para  el  Pao.  Yo  tomé  para 
Las  Muías  solamente  con  tres    individuos  que  no  conocí. 

— Preguntado:  ¿Al  separarse  Rondón  de  usted  qué 
planes  concibieron  ! — Contesta :  Rondón  siguió  el  destino 
<]ue  dije  arriba  y  yo  me  propuse  buscar  un  río  navega- 
ble, inr  donde  pudiese  salir  de  Venezuela  convencido  de 
que    no  podía  continuar. 

— Preguntado:  ¿Qué  se  han  hecho  los  dependientes 
•<le  usted  ? — Contest  i :  No   sé. 

— Preguntado  :  ¿  Quién  mandó  coger  al  seuor  Andrés 
Fuentes  y  por  orden  de  quién  se  le  dio  muerte  f — Con- 
testa: No  supe  quién  lo  mundo  coger,  pero  sí  sé  que 
Rangel   lo  mandó  matar. 

— Preguntado :  ¿  Recuerda  usted  los  nombres  de  los 
soldados  que  le  mataron  y  el  género  de  muerte  que  le 
•dieron  ? — Contesta :  No  recuerdo  los  nombres  de  los  sol- 
alados,  porque  cuando  vi  que  el  señor  Fuentes  era  con- 
ducido amarrado,  sólo  atendía  ala  víctima,  y  volví  luego 
la  cara  para  no  verle:  á  las  súplieis  que  aquél  me  ha- 
cía volví  hacia  él  y  le  encontré  entonces  ligado  de  pies 
y  manos:  movido  de  compasión  hablé  á  Rangel  para 
<pie  le  soltara  y  conseguí  (pie  lo  hiciera  de  los  brazos 
no  más,  habiéndome  ido  después  á  una  casita,  y  cuan- 
do volví  ya  era  cadáver,  sin  haber  sabido  como  fue, 
pues  me  horrorizó   el  hecho. 

— Reconvenido:  ¿Cómo  dice  usted  que  no  sabe  el  gé- 
nero de  muerte  que  le  dieron  al  seüor  Fuentes,  cuando 
<le  varias  actas  de  otros  procesos  seguidos  contra  indi- 
viduos que  se  encontraban  aquel  día  en  Los  Bagres,  cons- 
ta haber  usted  elegido  para  perpetrar  el  asesinato  refe- 
rido á  los  más  jóvenes,  con  el  intento  de  que  éstos  apren- 
dieran á  matar? — Contesta:  Nunca  habría  yo  podido  co- 
jneter  una  ación    detestable,  y,   á    decir  verdad,    puedo 


XXII  APÉNDICE 

asegurar  que  en  aquellos  momentos  no  podía  hablar,  al/ 
ver  á  un  lado  al  señor  Fuentes,   y  a  otro  á  Rarogel  que 
estaba  furioso,  pues  así  se    ponía  cuando  tomaba  licorr. 
siéndolo  único  que  debieron  haber  declarado  ios  testigos - 
á  que  se  refiere  el   cargo. 

— Preguntado:  ¿La  comunicación  que  se  le  pone  de 
manifiesto  y  que  aparece  escrita  en  VallecitoT  el  veinte 
y  tres   de  febrero,  fue  obra  suya  ?   Contesta  :  Sí,  señor. 

— Preguntado :  ¿  Por  qué  acostumbraba  usted  poner 
en  sus  comunicaciones  al  fecharlas,  los  números  ó  guaris- 
mos 37,  1S  y  ÍJ?  f — Contesta:  Los  guarismos  i  nd  i  eados  Re 
referían,  el  primero,  á  la  época  de  la  Independencia,  el 
segundo,  á  la  de  la  Ley  y  el  terceto  á  la  de  la  Opo- 
sición. 

— Preguntado:  ¿Quiénes  convinieron  en  el  uso  de  Isi» 
fechas  que  acaba  de  referir,  ó  fue  alguna  orden  ó  dis- 
posición librada  por  alguna  persona  que  dirigiera  la  em- 
presa de  la  revolución  ? — Contesta :  Todo  io  que  se  me 
pregunta  lo  decían  los  periódicos  que  continuamente  lo» 
repetían,  y  cuando  fui  derrotado  en  El  Limón  fue  cuando 
más  usé  de  aquella  fórmula,  excitando  á  los  diferentes  co- 
misionados y  comísanos  de  policía  si  que  me  siguieran 
voluntariamente,   pues  yo  á  nadie  obligaba. 

— Preguntado:  ;  En  cuántas  partes  fue  derrotad;»  la 
facción  (pie  usted  acaudillaba .  f— Contesta  :  En  El  Limón 
fuimos  derrotados,  y  en  Pagiiito  nos  retiramos  i>or  ha- 
bérsenos acubado  el  pertrecho,  y  sin  ser  perseguidos  por 
las  tropas  del  Gobierno,  las  cuales  quedaron  ocupando 
el  campo,  que  mis  compañeros  y  yo  dejamos;  seguimos, 
ó  mejor  dicho,  retrocedimos  al  Picacho  de  Cataure  en 
donde  se  reunió  la  mayor  parte  de  los  dispersos,  y  por 
la  noche  de  ese  mismo  día,  favorecidos  por  la  oscuri- 
dad, tomamos  marcha  con  dirección  á  La  Sierra  i  pasamos 
por  la  jiarte  occidental  de  los  Morros  de  San  Juan,  sin 
encontrar  á  nadie  en  el  tránsito  sino  en  Chaeaoy  en  donde 
la  guardia  que  estaba  allí  nos  huyó  sin  dispaiar  un  tiro, 
la  cual  ignoro  si  fuese  nuestra  ó  del  Gobiernor  po*  no- 
haber  conocido á  ninguno  délos  soldados  que  la,  compo- 
nían. 

— Preguntado:   Después  del   ataque  de  Pagiiito,   ¿tío> 


APÉNDICE  XXIU 

usted  á  Francisco  Rangel  ? — Contesta :  Cuando  yo  me 
retiraba  del  campo  por  falta  de  municiones,  observé  que 
Rangel  lo  hacía  también  por  la  misma  causa :  después 
se  me  informó  que  había  salido  herido  y  no  lo  volví  á 
ver  más.  (1) 

— Preguntado:  ?  Estuvo  usted  reclutando  gente  en  El 
Pao  de  San  Juan  Bautista  ? — Contesta  :  No,    señor. 

— Preguntado  :  j  Supo  usted  qué  persona  de  aquel 
pueblo  ofreció  entregar  una  caballería? — Contesta:  Oí 
decir  entre  los  soldados  de  la  tropa,  que  si  Rangel  no 
se  hubiera  salido  tan  precipitadamen  e  de  El  Pao  habría 
recibido  una  caballería  que  le  preparaban ;  pero  no  supe 
qué  persona  fuese  la  que  quisiera  prestar  el  servicio 
mencionado. 

— Preguntado :  ¿  Quién  confería  los  grados  con  que 
se  distinguían  las  personas  que  acompañaban  á  usted  en 
la  facción? — Contesta:  Hasta  1»  expedición  de  El  Limón  los 
confería  yo,  y  después  de  esta  jornada  los  distribuía  Rangel 
de  acuerdo  conmigo,  pues  llevaba  el  título  de  Coronel 
dado  por  mí. 

— Preguntado:  ¿Quién  dio  en  Los  Bagres  muerte  al  ca- 
pitán Villasmil  ? — Contesta:  No  supe. 

— Preguntado  :  Cuando  estuvo  IT.  en  La  Victoria  en 
los  primeros  días  del  mes  de  setiembre  último  ¿  qué  obser- 
vó 17.  en  la  gente  v  á  Antonio  L.  (¿uzman,  que  pudiese  ha- 
cerle entender  que  éste  tenía  proyectada  de  antemano  la 
facción  ó  revolución  á  que  U.  ha  pertenecido  ? — Contesta: 
Por  lo  que  he  dicho  que  me  manifestó  el  doctor  Echean- 
día  y  por  lo  que  leí  en  los  diferentes  periódicos  de 
que  he  hecho  mención,  deduje  más  que  lo  suficiente  para 
persuadirme  de  la  necesidad  de  hacer  la  revolución  sin 
conocer  caudillo,  porque  creía  que  todos  los  liberales 
debían  levantarse  en  masa  contra  los  mandatarios  opre- 
sores, porque  habían  roto  el  Código  fundamental  y  ho- 
llado las  leyes  de  la  República. 


simulo 
el 


(1)  Rangel  fue  cogido  por  Guillermo  Blasco,  herido ;  y  asé- 
alo lo  condujeron  a  Cura  «travesado  en  una  burra,  y  c  nio 
*.*  movimiento  de  la  marcha  hiciese  que  oscilase  nn  brazo,  mandó 
el  Jefe  disparadle  una  descarga  para  v«dver'o  á  matar,  hin  ccu- 
rrírsele  que  pe'igraba  la  inocente  bestia,  como  sucedió.  Fue  nece- 
sario buscar  ft  a  burra  que  no  fue  tan  desgraciada  como  la  pu- 
niera  La  cabeza  de  Rangel  fue  mutilada  y  conducida  á  Caracas 


t  n  una    lata. 


1 


XXIV  APÉNDICE 

— Se  le  hace  cargo  con  los  varios  delitos  que  co- 
metió la  facción  que  acaudillaban  usted  y  Rangel. — Con- 
testa:  Si   supe  de  algunos  que  se  cometieran  no  podía 

impedirlo  y  sólo  lamentaba  tan  fatales  sucesos. 

— Reconvenido :  Si  usted  no  podía  evitar  los  delitos 
atroces  que  se  cometían  por  sus  tropas,  ¿  por  qué  no  se 
separó  de  ellas,  por  qué  no  se  presentó  á  las  autorida- 
des públicas  para  que  le  juzgaran,  pues  semejante  pro- 
ceder habría  obrado  en  su  favor,  y  por  qué  no  solicitó  un 
indulto  pudiéndolo  haber  hecho! — Contesta :  Xo  podía  se- 
pararme de  mis  companeros,  pues  creía  de  mi  deber 
morir  con  ellos;  y  en  cuanto  á  solicitar  indulto  sabía 
por  los  periódicos  demasiado,  que  se  decía  que  á  Zamo- 
ra y  Rangel  no  se  perdonarían. 

— Preguntado :  ¿Dio  usted  una  declaración  en  cuatro 
de  los  corrientes  ante  el  señor  Auditor  de  Guerra,  Ledo. 
José  Santiago  Rodríguez  y  es  la  misma  que  se  le  ha 
leído? — Contesta:  Sí,   señor,  es  la    misma. 

— Preguntado:  ¿Sabía  usted  que  conspirar  contra  el 
Gobierno  de  su  patria  era  un  delito,  y  que  como  cabe- 
cilla debía  responder,  no  solamente  de  sus  propios  hechos 
sino  también  délos  de  sus  compañeros? — Contesta:  Cuando 
me  levanté  contra  el  Gobierno  creí  hacer  á  mi  patria 
un  servicio  en  virtud  de  las  razones  que  tengo  mani- 
festadas. 

Se  le  hicieron  o'ro*  cargos,  preguntas  y  reconven- 
ciones, relativo  todo  á  los  asesinatos  perpetrados  en  las 
personas  de  Fuentes,  Reyes,  ] togado  y  otros,  y  a  los  incen- 
dios de  varias  casas  y  también  al  delito  de  conspira- 
ción que  ha  cometido,  y  contesta : — Ya  tengo  declarado 
que  no  tuve  parte  en  las  muertes  que  se  refieren,  pues 
fueron  obra  de  Rangel  y  otros,  lo  mismo  que  los  otros 
crímenes  de  que  se  me  acusa.  Respecto  de  ese  Rogado 
ninguna  noticia  tuve  del  suceso,  añadiendo:  que  si  con 
parte  de  mi  sangre  hubiera  podido  rescatar  las  victimas 
relacionadas,  lo  hubiera  hecho  de  grado,  ya  porque  el 
primero  era  un  amigo  y  que  por  relaciones  de  familia 
le  tenía  deferencia,  ya  porque  el  segundo  era  un  hom- 
bre  muy  honrado  y   pacífico. 

En  este  estado  mandé  suspender  esta  confesión  para 
continuarla   siempre   que  convenga. — Se  le  leyó  al   reo    y 


APÉNDICE  XXV 

manifestó  estar  conforme  con  lo  que  había  dicho,  se 
suspendió  la  incomunicación  de  éste  y  firma. — González 
Méndez. — Brizuela,  Secretario  interino.  —  Ezequiel  Za- 
mora. 

*  * 

Se  mandó  citar    al   Procurador    Municipal,    y  se  li- 
braron   los    oficios  para  la    comparecencia  de  los    testi- 
gos.— Seguidamente  compareció  en    este  Tribunal  el  se- 
ñor Manuel  Díaz  é  impuesto   del   nombramiento  de    de- 
fensor que    le  ha  hecho  el  reo  de  esta  causa,    aceptó  y 
juró  desempeñar    fielmente  su   encargó. — Firma,    González 
Méndez. — Brizuela,  Secretario. — Manuel  Díaz. — A   las  siete 
de  la  mañana  de   hoy  trece  de  los  corrientes  se  confirió 
al  señor   Procurador  que  siga   el   curso  legal   con  la  bre- 
vedad que  demanda  su   naturaleza.     El  Fiscal  pide  á  US. 
se    sirva  obrar    en    este    sentido,    y    se    reserva     emitir 
su  opinión  definitiva  (mando,  evacuadas  las  pruebas,  vuel- 
va á  pasársele  el   expediente  para  el  último  informe.     Co- 
mo  Ezkquiel    Zamora   en  sus  confesiones  se   refiere   á 
injusticias  que  supone    haberle  hecho   la  Junta  de    No- 
tables   y    la   Asamblea  parroquial    de  esta  cabecera   en 
tiempo  de    las   últimas  elecciones  primarias,     poniéndolo 
en  arresto    y  privándole  de  los    derechos  de  ciudadano; 
y  menciona  también  la  nulidad   de   las  elecciones  de  Mag- 
daleno,  espera  el    que   suscribe  que  por  medio  de  oficio 
dirigido  al   señor  Jefe   político,    se  pida   al   Concejo   Mu- 
nicipal una  copia   autorizada  de   todas  las   actas  que  exis- 
tan  sobre   aquellos   hechos,  y   se  agreguen   á  este   expe- 
diente.    Confíi  el  Fiscal   en  que  he  sacarán  y  agregarán 
\kív   Secretaría,  de  acuerdo   con  el  decreto  de   seis  de  es- 
te  mes,  testimonios  de  las  actas  de    otros     expedientes 
que  por  conspiración    cursan  en  el   Tribunal   de   ÜS.  en 
lo  conducente  ó  relativo  á  los   hechos   criminales  de  Za- 
mora.    En  la  presente  causa  no  importa  tanto  averiguar 
los  delitos  de  Zamora  y  su  facción,  porque  ellos  están 
muy   averiguados  en   cuantos  expedientes  se  han  forma- 
do  desde   setiembre   último  en   este  circuito  y  otros  por 
el  crimen  de  conspiración.    Importa  más  descubrir  el  ori- 
gen  ó   las  primeras  combinaciones  de   la  revolución.     Sá- 
bese   que    Zamora  antes    y  después  de  las    elecciones 


H 


XXVI  APÉNDICE 

primarias,   iiuiiituvo   activa  correspondencia    epistolar  con 
algunos  señores  de   Caracas   sobre  asuntos    de  política  ; 
que  les  dirigía    postas    con  frecuencia;    que    algunos    de 
éstos  eran  Nolasco  Tovar,   Pedro  Navarro  y  Tiburcio  Ba- 
rrios, así  como  un  tal  Escalona,   vecinos  de  esta  ciudad, 
y  que  el  mismo  Zamora   más  de  una   vez  fué   á   la  ca- 
pital  en  ese  tiempo.     Sábese   también  que   en  la  acción 
de   Laguna  de   Piedra   se  cogió   á  los   facciosos  una   ban- 
dera con   motes  ó  letreros  de  imprenta ;  y  en  el  concepto 
del  Fiscal    deben   hacerse  á   Zamoka   preguutas   inquisi- 
tivas sobre  los   puntos  del  párrafo   anterior  y   sobre  el  mo- 
do con  que   hubo  la  bandera,  cuáles    eran   sus    letreros, 
en   qué   imprenta  se  hizo   el  trabajo,  etc.,  y  también  debe 
interrogársele    quién    le   dio  el   grado    de   General    para 
capitanear  las  diversas   facciones   que  existían   en  La  Sie- 
rra y  en  el  bajo   Llano.     Igualmente  deben  ser  examina- 
dos  sobre   lo   primero  los  conductores  de  las  cartas,  To- 
var,   Navarro,    Escalona  y   Barrios   y    las  personas    que 
aparezcan  citadas.     TS.  sin  embargo  acordará  lo  que  crea 
más    conveniente. — Fecha   ut  supra,   á   las  tres  de   la  tar- 
de.— Juan    Martínez. — Tribunal     de    lu     Instancia  — Agre- 
gúese    á  sus   autos.     Examínese    á    los     conductores    de 
cartas  que  menciona  el    Fiscal,   librándose     al   efecto    las 
órdenes  conducentes;  pídase  al   ('oncejo  Municipal  de  este 
Cantón,  por   el  órgano  de   su  Presidente,  copia   autorizada 
d«   las  actas   relativas   á    la   nulidad   de     las     elecciones 
primarias  de   la  parroquia  de   Magdalcno,    de  los  acuer- 
dos de  la  Asamblea  parroquial  de  esta  ciudad   que  tengan 
relación   con  el  arresto  que  aquella  acordó   de   Iíí  persona 
de    Ezeqiiel    Zamora  y   la  privación   de  los  derechos 
de   ciudadano  de  éste,  y   luego  agregúense  á   estos  autos. 
Hágase    al   reo   el  interrogatorio  que  indica   el    Fiscal   y 
confiérase  en   el  día    traslado  al    defensor.     Cura,     abril 
14  de   1847. — González  Méndez. — Brizuela,    Secretario. — Se 
confirió   al   defensor  el    traslado   acordado  á  las  doce  del 
día  de  hoy,  fecha    ut   supra. — Briznela,   Secretario. — Ma- 
nuel  Díaz. 

República  de  Venezuela. — Jefatura  política  del  Can- 
tón.— Ciudad  de  Cura,  15  de  abril  de  1847.  Señor  Juez 
de  lw  Instancia. — US.  ha  mandado  citar  varios  testigos 
en  la  causa   que  ]>or  conspiración   se  sigue  al    cabecilla 


APÉNDICE  XXVII 

Ezeqqiel  Zamora  y  lia  oficiado  á  esta  Jefatura  política 
para  que  los  cite  también  y  tendré  la  satisfacción  de 
cumplir  con  su  citada  orden.  Soy  de  US.  atento  ser- 
vidor.   A,   Otáñez. 

Señor  Juez  de  lu  Instancia. — Manuel  Díaz,  defensor 
de  Ezequiel  Zamoba,  con  el  debido  respeto  á  US.  digo: 
que  me  lie  impuesto  de  las  actuaciones  y  otras  diligen- 
cias agregadas  al  expediente  que  se  sigue  contra  su 
persona  por  el  delito  de  conspiración.  Ardua  es  la  em- 
presa que  se  me  presenta  en  esta  vez  al  ¿margarme 
de  la  defensa  de  un  hombre  qae  había  comentado  su 
carrera  política,  marcando  sus  pasos  con  distinguidos  ser- 
vicios al  Gobierno  y  á  nuestras  liberales  instituciones, 
presentándonos  en  su  juvenil  edad  el  más  hermoso  por- 
venir para  dejar  su  memoria  en  nuestros  corazones  gra- 
bada con  la  gratitud,  desenpeftando  como  lo  ha  hecho 
antes  de  ahora  todos  los  deberes  de  un  verdadero  re- 
publicano. Así  es  que  salvar  la  persona  de  este  hombre 
interesante,  es  la  mayor  carga  que  yo  creo  encontrar  en 
las  nobles  funciones  que  me  he>  encargado  como  su  de- 
fensor. Es  verdad,  señor,  que  Ezequiel  Zamora  ha 
tomado  las  armas  contra  el  Gobierno  de  su  patria,  sien- 
do ésta  su  objeto  más  querido,  y  exculparlo  de  este  car- 
go, sería  pretender  desmentir  su  explícita  confesión  ;  pero 
cuando  veo  su  lastimosa  historia  en  los  aciagos  días  de 
agosto  último,  en  las  elecciones  primarias,  en  que  figuró 
y  desenpeñó  un  papel  de  verdadero  republicano,  recibe 
mi  alma  como  la  de  mi  defendido  un  lenitivo  con  el  cual 
se  mitiga  en  parte  nuestro  acerbo  dolor.  No  están 
relegados  al  olvido,  la  historia  y  hechos  de  Zamora  en 
las  elecciones  de  cuarenta  y  seis.  Colocado  éste  en  me- 
dio de  sus  conciudadanos  como  un  hombre  cuyo  interés 
y  afán  no  tenía  por  objeto  desperdiciar  un  solo  momen- 
to para  ofrecer  á  la  sociedad  un  ejemplo  claro  del  ho- 
rror conque  miraba  el  ocio  y  la  apatía,  se  presentó  á  su 
corazón  una  época  en  que  reconociésemos  en  él  uu  in- 
dividuo que  nutrido  ya  con  los  sentimientos  de  un  acen- 
drado patriotismo,  quería,  como  lo  deseó  vehementemente, 
instruirnos  de  que  en  medio  de  sus  faenas  se  había  ali- 
mentado su  corazón  con  los  dulces  afectos  que  nuestra 
Constitución  le  había  hecho  concebir,  y  queriendo  desem- 
peñar en  aquellos  días  el   noble  deber  que  le  encargaba 


XXVHI  APÉNDICE 

«n  su  artículo  17,  pensó  como  era  natural,  que  debía 
abandonar  en  tan  críticos  momentos  sus  intereses  y  su 
tranquilidad,  para  lograr  con  sus  tareas  un  Jefe  que 
rigiese  la  Nación  con  las  dotes  propias  para    su  felicidad. 

Zamora  confesó  que  para  estos  días  se  había  entre- 
gado con  el  mayor  ardor  á  leer  los  periódicos  y  papeles 
sueltos  que  circulaban  con  el  fin  de  presentará  los  ve- 
nezolanos los  diferentes  candidatos  en  quienes  debía  fi- 
jarse la  atención  :  comparó  y  sujetó  á  una  mental  diges- 
tión todas  las  doctrinas  y  principios  con  que  los  escri- 
tores públicos  disputaban  en  sus  respectivos  candidatos 
«1  interés  con  que  debíamos  marchar  en  la  elección  del 
más  digno,  y  por  una  consecuencia  se  decidió  por  la 
candidatura  de  Antonio   L.  Guzmán. 

Debe  entenderle  por  la  propia  confesión  de  Zamo- 
ra que  no  conocía  á  Guzm4n  y  que  sólo  había  conce- 
bido en  él  la  capacidad  suficiente  para  esperar  de  él 
-el  mejor  resultado  para  su  patria;  de  consiguiente,  está 
fuera  de  toda  imputación  que  mi  defendido  tuviera  ra- 
teras miras  pira  elegir  á  Guzmán,  y  es  ésto  tan  pro- 
bado, cuanto  que  en  la  mediocridad  en  que  ha  vivido 
respecto  á  luces  y  fortuna,  á  nada  aspiraba  sino  á  su 
trabajo,  y  por  una  consecuencia  forzozadebe  convenirse 
-en  que   sólo  el  patriotismo   fue  el   móvil   fie  su  elección. 

Guiado  por  este  sendero  abandonó,  como  he  dicho, 
todos  los  placeres  por  contribuir  con  un  grande  contin- 
gente al  buen  éxito  de  su  obra.  Pero  ¡desgraciado  jo- 
ven !  no  entendió  que  cuantos  pasos  daba  en  pos  del  lauro 
que  se  prometía,  más  males  le  urdían  sus  adversarios 
<y  puedo  decirlo  así)  porque  en  la  época  eleccionaria 
lia  de  haber  contendores  en  la  discusión  candidatura, 
los  que  proponiéndose  que  encallaran  los  esfuerzos  de 
-Zamora  como  las  olas  sobre  una  roca,  urdían  medios 
que  tocaran  hasta  en  los  extremos  que  no  pudo  evitar 
Zamora. 

Cuando  recuerdo,  señor,  que  fui  un  testigo  ocular 
de  cuanto  pasó  en  esta  ciudad  en  los  días  eleccionarios, 
quisiera  que  tales  días  no  se  me  presentaran  jamás,  por- 
que á  la  verdad  nunca  me  había  ocurrido  que  la  intri- 
ga alcanzase  hasta  corromper    los   entendimientos  y    co- 


APÉNDICE  XXIX 

razones  que  consideraba  más  rectos  en  la  escena  que 
se  me  presentaba,  pues  acostumbrado  á  la  rectitud  é 
imparcialidad,  todo  era  para  mí  nuevo  y  desconocido.  Pe- 
ro 4  á  quién  puedo  llamar  como  testigo  de  esta  verdad 
sino  al  Juez  á  quien  hablo  !  Necesario  es  correr  un  ve- 
lo que  sepulte  en  el  olvido  unos  hechos  que  ejecutados 
en  otros  puntos  nos  han  producido  los  espantosos  males 
que  hoy  lamentamos,  engendrando  por  una  consecuencia 
lógica  el  mayor  desaliento  para  nuestras  futuras  elec- 
ciones. 

Burlado  Zamora  en  medio  del  patriótico  fuego  que  lo 
devoraba,  vio  los  tristes  resultados  que  iban  á  tener  sus 
esfuerzos,  pues  los  contrarios  animados  más  y  más  en 
las  garantías  que  tenían,  apoyados  en  la  misma  Consti- 
tución y  leyes  que  él,  marchaba  sin  embargo  á  paso 
firme;  así  fue  que  llamó  la  atención  de  la  Asamblea 
para  hacer  valer  sus  derechos  como  ciudadano,  y  en 
este  paso,  no  encontrando  concierto  entre  sus  reclamos 
y  las  ideas  de  aquella  representación,  fue  vejado  y  con- 
ducido á  una  prisión,  de  cuyo  acto  fue  testigo  toda  la 
ciudad,  puesto  en  libertad  siguió  su  marcha  sin  des- 
viarse una  línea  y  sin  atender  á  los  males  que  en  ade- 
lante se  le  presentarían,  arrostró  todos  los  inconvenien- 
tes, porque  en  tal  grado  de  vigor  se  encontraba  su  pa- 
triotismo. 

Zamora  es  un  fiel  testigo  del  poco  valimiento  que 
tenían  sus  empeños  por  alcanzar  que  sus  prosélitos  su- 
fragasen, y  perdiendo  el  tiempo  en  un  punto  estacio- 
nario con  las  circunstancias  de  o  ros  sucesos  que  aciba- 
raban su  corazón,  llegó  el  caso  de  presenciar  la  conspi- 
ración que  le  hacían  sus  conciudadanos,  acusándolo  co- 
mo á  un  reo  ante  la  Asamblea:  él  oyó  las  declaracio- 
nes de  unos  testigos  de  tan  poco  valimiento  para  man- 
char su  reputación,  y  lleno  de  furor  se  transportaba  ins- 
tantáneamente, reprimiendo  con  los  mayores  esfuerzos 
hasta  aquel  aliento  que  le  inspiraba  la  justicia,  oyó  la 
terrible  sentencia  en  que  se  le  declaró  agente  de  su 
propio  interés  y  la  que  puso  el  sello  á  sus  males,  des- 
pojándolo del  inestimable  derecho  de  elegir  y  ser  elegi- 
do por  un  tiempo  de  cuatro  anos,  y  oyó  en  fin  las  más 
inertes  expresiones  que  le  dirigieron  los  magistrados,  de 


XXX  APÉNDICE 

quienes  exigiera  la  consideración  en  la  rectitud  de  sus 
pasos,  y  no  bastando  nada,  se  retiró  á  su  casa  con  el 
corazón  llagado  pura  buscar  en  este  asilo  y  entre  sus 
amigos  el  remedio  de  sus  niales 

Yo  fui  uno  de  los  que  eligió  para  que  le  diese  con- 
sejo, y  le  dije  que  ocurriera  al  Congreso  con  los  docu- 
mentos que  se  le  habían  instruido:  dejó  á  mi  cuidado 
los  pasos,  le  proporcioné  copia  de  un  expediente  de  un 
crimen  para  que  consultara  en  Caracas,  y  puedo  asegu- 
rar que  en  el  corazón  de  Zasíoba  no  había  proyectos 
de  revolución,  ni  otros  fines  que  vindicarse  ante  la  Repre- 
sentación Nacional  y  ante  el  público,  del  desprecio  y 
ultrajes  que  había  recibido  de  la  Asamblea,  probando,  como 
lo  hizo,  la  rectitud  de  sus  pasos  en  las  elecciones,  y  las 
quejas  que  tenía  de  los  magistrados  que  componían  la 
Asamblea. 

Al   asegurar  Zamora  que  con   todos  estos  documen- 
tos,  consultó  al  doctor   Manuel    María   Echeandía,    cuál 
debía  ser  el  rumbo  que   tomaría  para   recobrar    la  pér- 
dida  de  sus  derechos,  estoy  seguro  que  estaba  muy  aje- 
no de  abrazar  el  temperamento  que  se  le  aconsejó,   para 
que  tomando  las  armas  se  vindicase  de  las  injurias  que 
había  recibido,  siendo  esto  tan  cierto,    como  que  acaba- 
ba de  dejar  atrás  en   Mag.daleno  centenares    de  hombres 
dispuestos  á  hacerle  la  guerra  al   Gobierno,   por  las  mis- 
mas razones,   cuya   aserción  no  puede  revocarse  á  duda 
si  se     atiende   á   (pie   estas    parroquias  y   los    Tiznados 
obraban  de  acuerdo  con   Zamora  y  que  el   mismo  can- 
didato de  éste  era  el   de  aquellos  vecinos ;   si  se    atiende, 
á  que  en   todas  estas   parroquias  por   unanimidad  de  sus 
vecinos  y  sociedades  liberales,  reputaban  á  Zamora  co- 
mo el  mejor   agente  para  llevar  á  cabo   sus    decisiones; 
y   si  se   atiende  á  que  sabia    Zamora    que  más  de  tres- 
cientos hombres  habían  sido  acometidos  y  despojados  en 
Magdaleno  de  sus    derechos,  cuyos  votos    fueron    anula- 
dos :  así  fue  que  incontinenti  de  este  suceso  se  agruparon  y 
atacaron  esta  Ciudad  y  ¿quién  mejor  que  Zamora  debía 
.estar  en   cuenta  de  todo  ?  pero  como   he  dicho,   para  él 
no  era  un  medio  honesto   tomar  las  armas    para   llenar 
de  luto  á  su  patria,  nada  pudo  fascinarlo  en  esta  ocasión, 
y   por  consiguiente  siguió   á  Caracas   como  he  dicho. 


APÉNDICE  XXXI 

Xo  debe  extrañarse  que  Zamora,  en  virtud  de  su 
consulta  con  Eeheandía,  el  ardor  patrio  y  la  confianza 
que  le  inspiraba  la  porción  de  individuos  que  tan  decidida- 
mente resueltos  se  lanzaron,  como  dice,  en  la  nave  de 
acontecimientos  á  probar  fortuna,  junto  con  tantos  hom- 
bres que  en  el  misino  caso  que  él  estaban  dispuestos  á 
correr  la  misma  suerte,  vecinos  unos  de  Tacasuruina  y 
otros   de  otros  puntos. 

Zamora  dice,  y  con  razón,  que  al  verse  colocado 
en  esta  posición,  se  creía  sostenido  por  una  columna  inex- 
pugnable, mas  los  acontecimientos  desgraciados  que  tuvo 
le  lucieron  quedar  solo,  y  entonces  no  le  ocurrió  otro 
medio,  que  buscar  el  de  alejarse  del  país  para  no  ple- 
gar ante  el  Gobierno  de  la  Nación,  pues  estaba  seguro 
de  que  no  se  le  perdonaría. 

Pero  ¡  olí  Señor !  Cuánto  interesaba  á  los  amigos  de 
Zamora  la  espantosa  situación  en  que  se  hallaba,  y  sin 
que  él  lo  haya  expresado  en  las  declaraciones  que  ha 
rendido,  ya  ellos  lo  reputaban  en  un  estado  lamentable. 
El  ha  dicho,  que  ajeno  su  corazón  de  ser  un  asesino, 
un  incendiario,  y  por  decirlo  todo,  un  malvado,  no  podía 
ser  testigo  del  infernal  programa  de  Rangel :  él  nos  ha 
pintado  el  horror  con  que  vio  los  hechos  que  cometía 
aquél  y  su  gente,  en  lo  cual  ningún  voto  tenía:  él  nos 
ha  asegurado  que  su  grado  de  General  no  infundía  en 
las  tropas  de  liangel  todo  el  respeto  necesario,  máxime 
en  los  casos  en  que  éste  llegó  á  ordenar  algún  hecho  in- 
decoroso, y  que  pocas  veces  podía  evitar  los  males  que 
le  atribuyen  como  primer  Jefe. 

En  todas  ocasiones  dio  Zamora  i>rueha  de  sus  me- 
jores intenciones,  procurando  evitar  hechos  degradantes, 
aconsejando  la  buena  moral  y  disciplina,  dando  garan- 
tías á  los  vecinos  hacendados  que  estaban  en  sus  puntos 
ocupados  en  sus  faenas  :  estos  son  hechos  que  nadie  puede 
negar,  dígalo  el  señor  José  María  García  y  muchas  otras 
X>ersonas  y   familias. 

Bien  notoria  es,  señor  Juez,  la  conducta  observada  por 
el  finado  Fuentes  en  los  momentos  de  su  captura,  pues 
impuesto  en  la  mañana  del  28  de  noviembre  por  Juan 
Antonio   Perdomo,  vecino  de   La  Majada,  de  que  Rangel 


XXXII  APÉNDICE 

se  encontraba  en  aquel  punto,  instruyó  de  ésto  á  Justo 
Fuentes,  seíior  Manuel  Guirado  y  otros  vecinos,  que  se 
encontraban  dominados  por  la  facción,  y  todos  se  pusieron 
á  salvo  dirigiéndose  &  esta  ciudad,  y  Fuentes  Andrés, 
para  ponerse  fuera  de  los  tiros  de  aquella  gente,  empren- 
dió marcha  basta  el  sitio  del  Aguacate,  en  que  por  su 
desgracia  quizá  proyectó  situarse  en  El  Loro,  casa  de  José 
Antonio  Méndez,  para  espiar  á  Iiangel,  como  punto  más 
inmediato;  sabemos  que  Fuentes  desde  este  lugar  par- 
ticipó al  señor  Jefe  político  cuanto  podía  desearse  en  la 
materia,  y  creyendo  hacer  un  importante  servicio  á  la 
República,  se  poseyó  de  un  halagüeño  pensamiento,  tal 
como  el  de  reunir  gente  y  formar  un  punto  de  apoyo  para 
ofenderla  facción:  embullado  con  esta  lisonjera  idea,  dis- 
pone que  le  desensillen  el  caballo  y  se  puso  á  comer,  y 
enajenado  con  las  medidas  que  tomaba,  fue  hecho  preso 
por  la  fuerza  que  había  despreciado,  y  siendo  esto  tan 
cierto  como  lo  es,  ¿  no  me  veré  autorizado  para  aseve- 
rar que  Fuentes  en  su  fantástica  idea  cavó  la  huesa  en 
que  ha  sido  sepultado! 

Volvamos  pues  á  seguir  la  marcha  que  me  interesa. 
No  fue  esta  vez  la  única  que  Zamora  empleó  su  me- 
diación humanitaria  con  Rangel  para  favorecer  alguna 
víctima,  lo  hizo  también  en  Guambra  con  el  honrado 
Agustín  Reyes,  cuya  muerte  tampoco  pudo  evitar,  pero 
fue  más  feliz  salvando  á  Guillermo  Blanco  que  había 
sido  preso  por  una  partida  de   Rangel. 

No  está  fuera  de  nuestro  alcance  la  conducta  de  Za- 
mora en  procurar  alejarse  de  Rangel,  diciéndole  que 
tenía  prosélitos  en  otros  puntos,  y  que  era  indispensa- 
ble pasar  en  persona  á  donde  estaban  para  animarlos, 
ofreciéndole  como  lo  hizo,  doscientos  hombres  que  acau- 
dillaba Luciano  Paira  en  El  Pao  de  Sárate,  de  estaju- 
risdiccióu,  con  lo  que  logió  internarse  en  las  montanas 
de  Tormenta  y  otros  montes  por  donde  vagaba,  en  cuyo 
tiempo  Rangel  invadió  ios  cainpos  de  Magdaleno,  y  la 
parroquia  del  Pao,  en  donde  se  hizo  de  armas,  municio- 
nes y  hombres,  cometiendo  en  su  regreso  en  Tacasuru- 
ma  incendios  y  muertes,  como  hanse  referido  ;  de  regreso 
solic'tó  á  mi  defendido  en  las  montanas  en  qne  habita- 
ba para   alentarlo  y  sacarlo  del  vértigo  que  le  causaban 


APÉNDICE  XXXIII 

sus  males,   y  conduciéndolo  á  los  campos  de  La  Laguna 
hasta  la  jornada  de  Pagüito. 

Después  de  lo  que  dejo  referido,  es  interesante  con- 
traerme á  todo  aquello  que  tenga  relación  con  el  título 
de  General  con  que  fué  revestido,  y  con  tal  fin  me  valdré- 
de  sus  propias  palabras.  Dice  Zamora  que  habiendo- 
llegado  á  Guambra,  se  le  presentó  el  comisario  de  po- 
licía Socorro  Masabé  con  un  número  de  vecinos  de  aquel 
lugar  dispuestos  á  obedecerle,  y  que  con  ellos  pasó  á- 
Las  Muías,  sitio  inmediato  á  Guambra,  en  donde  encon- 
tró á  Rangel  con  un  corto  número  de  individuos,  los  que* 
unidos  con  los  que  sacó  de  Guambra,  hacían  el  número' 
de  más  de  cien  hombres  que  de  este  lugar  se  dirijieron 
á  Los  Tiznados,  y  escribió  á  Martínez,  Herr.  ra  y  Cabe- 
za, que  acaudillaban  sus  respectivas  partidas,  y  que  so- 
metidos igualmente  como  los  primeros  mereció  el  nombre 
de  General  entre  ellos,  que  de  allí  salieron  para  El  Limón 
en  donde  fueron  atacados  por  Guerrero,  que  los  derrotó  : 
que  Rangel,  insistiendo  siempre  en  su  empresa,  lo  acom- 
pañaba á  hacerse  de  hombres  y  de  armas  pira  llevar 
á  cabo  siempre  su  empresa,  y  que  por  último,  el  título 
de  General,  de  mi  clieute,  en  lugar  de  ser  pernicioso  era 
moralizador  al  ejército  liberal  ó  faccioso  y  contenía  en 
mucho  los  excesos  que  Rangel  y  algunos  de  mala  incli- 
nación intentaban  practicar,  aun  cuando  no  pudiesen  im- 
pedir en  un  todo  los  males  que  se  practicaban  y  lamentaba 
Zamora. 

Oigo  ya,  señor,  por  todas  partes  un  eco  unísono  ea 
esta  ciudad,  que  lamentando  la  suerte  del  desgraciado» 
Zamora  tiende  á  prestarle  todo  consuelo  y  llevar  hasta 
el  Supremo  Gobierno  cuanto  sea  conducente  para  salvar- 
le la  vida,  y  con  razón,  porque  sien  lo  este  hombre  como 
sus  hechos  tan  conocidos  antes  de  este  suceso,  necesa- 
rio es  que  empleen  un  esfuerzo  simultáneo  para  conser- 
var la  vida  á  un  joven  que  ha  contribuido  al  ornato  de 
esta  población.  También  debo  hacer  presente  por  últi- 
mo, que  siendo  esta  causa  grave,  como  se  ha  calificado, 
y  que  la  persona  de  mi  defendido  es  interesante,  nece- 
sito para  llenar  mis  deberes  todo   el  tiempo  que  me  con- 

ni 


XXXIV  APÉNDICE 

cede  la  ley,  esto  es,   el  de  treinta  días,  sin  que  restrinja 
ni  un  solo  momento. 

También  debo  decir,  señor  Juez,  que  no  es  posible 
que  en  cuatro  horas  que  se  me  han  concedido  por  US.  para 
imponerme  del  proceso,  compuesto  de  sesenta  y  seis  fo- 
jas, formar  concepto  de  sus  actas,  y  exculpar  á  mi  de- 
fendido de  los  cargos  que  se  le  hacen,  ni  que  pueda 
salir  de  mis  manos  una  obra  completa,  que  satisfaga  mis 
deseos  y  los  de  mi  cliente.  En  esta  virtud  y  reprodu- 
ciendo cuanto  dejo  expuesto,  suplico  á  US.  se  sirva  dar 
por  exculpado  á  Ezequiel  Zamora  de  los  hechos  que 
se  le  imputan,  y  acordar  en  la  recepción  á  prueba  de 
esta  causa,  todo  el  término  que  dejo  referido,  y  que  la 
ley  concede  en  estos  casos,  por  ser  justicia  que  im- 
ploro y  juro. — Ufamtel   Díaz. 


* 
*  * 


OTRA  DECLARACIÓN  DE  EZEQUIEL  ZAMORA 


En  veinte  y  cinco  de  los  corrientes  á  las  siete  de 
la  mañana  se  constituyó  el  Tribunal  en  la  cárcel  públi- 
ca, con  el  objeto  de  recibirle  nueva  declaración  con  car- 
gos á  Ezequiel  Zamora,  y  después  de  habérsele  im- 
puesto del  deber  en  que  estaba  de  decir  verdad  en  cuan- 
to sepa  y  se  le  pregunte,  dijo  llamarse  como  queda  di- 
cho, haber  sido  vecino  de  esta  ciudad,  natural  de  día, 
pueblo  de  los  Valles  del  Tuy,  de  estado  soltero,  libre, 
de  religión  Católica  Apostólica,  límuna,  de  oficio  co- 
merciante, de  veinte  y  nueve  anos  de  edad  y  de  instruc- 
ción alguna. 

— Preguntado:  Cuando  estuvo  usted  en  el  mes  de 
noviembre  último  en  el  sitio  de  La  Dormida  j  estuvo  us- 
ted también  en  la  casa  del  citado  Silva  f  ¿  dijo  usted 
á  este  individuo,  que  le  iba  á  buscar  y  que  le  siguie- 
ra ? — Cont-esta:  Ni  estuve  en  la  casa  de  Silva,  ni  hablé 
con  él,  como  se  me  pregunta. 

— reconvenido:  ¿  Cómo  niega  usted  haber  visto  y 
habladu  á   Silva,  cuando    éste  en  su  declaración,    clara 


APÉNDICE  XXXV 

¡y  terminante,  declara  que  la  noche  que  usted  y  Fran- 
cisco Rangel  pasaron  á  las  inmediaciones  de  la  hacien- 
da Lagunita  á  situarse  con  su  gente  en  el  sitio  del  Hoyo, 
más  acá  de  la  quebrada  de  La  Dormida,  ó  lo  que  es 
io  mismo,  entre  La  Dormida  y  La  Lagunita,  usted  se  le 
apareció  con  una  partida  en  su  casa  y  le  llamó,  y  que 
habiendo  abierto  la  puerta  el  citado  Silva  le  dijo  usted 
-que  iba  á  buscarle  para  que  le  siguiera;  pero  que  des- 
pués que  le  manifestó  no  poderle  acompañar  porque  te- 
nía una  mujer  y  varios  hijos  y  su  trabajo,  usted  le 
repuso,  que  ya  que  no  quería  acompañarle  debía  venir 
á  este  pueblo  á  comprarle  unos  trastos  ? — Contesta :  Yo 
no  cargo  mi  conciencia  al  decir  que  no  he  visto  al 
Teferido  Silva  en  los  sitios  que  menciona  en  su  declara- 
ción :  en  mi  nombre  puede  haberle  mandado  alguna  per- 
sona de  las  que  me  acompañaban,  pues  yo  no  vi  en  el 
campamento  á  otros  que  á  Felipe  Albero  y  Manuel  el 
isleño,  los  cuales  me  llevaron  varios  trastos,  como  que- 
so, unas  botellas  de  vino,  tabacos  y  bizcochos ;  y  debo 
añadir  que  la  avanzada  que  tenía  á  la  vista  del  cami- 
no que  conduce  de  esta  ciudad  á  la  hacienda  Lagunita, 
me  informó  que  una  persona  había  llegado  en  traje  de 
peón  al  campamento  y  me  había  solicitado;  se  había 
puesto  en  marcha,  salí  con  el  objeto  de  ver  si  lograba 
liablar  con  ella  y  aunque  la  vi  á  larga  distancia  y  la  lla- 
mé, esta  no  quiso  detenerse  y  por  lo  tanto  no  supe  quién 
4?ra.  Tampoco  podía  yo  haber  visto  á  Silva,  pues  ocupado 
-constantemente  en  vigilar  sobre  mi  seguridad  personal,  no 
podía  permanecer  mucho  tiempo  en  un  solo  punto  por 
estar  revisando  el  campamento  y   las  avanzadas. 

— Vuelto  á  reconvenir:  No  es  creíble  que  sus  tropas 
«dejaran  salir  del  campamento  una  persona  que  le  solici- 
taba, con  tanta  más  razón  cuanto  que  en  aquellos  mo- 
mentos era  á  usted  importante  saber  el  estado  de  esta 
población  y  cuanto  que  usted  mismo  dice  habérsele  in- 
formado que  aquélla  deseaba  hablarle. — Contesta:  Como 
no  tuve  intenciones  de  acometer  esta  población,  no  me  in- 
teresaba saber  su  estado,  y  al  irse  la  persona  de  que 
Jie  hablado  Fin  entenderse  conmigo,  pudo  ser  por  evitar 
^lgún  compromiso  ó  por  evitar  se  le  dejara  en  servicio. 

— Preguntado :  En  el  mes  de  agosto   último  á  conse- 


XXXVI  APÉNDICE 

cuencia  de  haber  resuelto  la  Asamblea  parroquial  de 
esta  ciudad  la  suspensión  de  los  derechos  de  ciudadano 
de  usted  ¿nó  dijo  públicamente  que  tarde  ó  temprano 
se  vengaría  de  los  miembros  de  aquella  corporación 
v  aun  de  toda  la  familia  de  los  Celis? — Contesta  :  Xada 
de  lo  que  se  me  pregunta  he  dicho,  y  puedo  asegurar 
que  siempre  he  odiado  la  venganza;  y  que  juré  que  aun- 
que los  Celis  me  ofendieran,  nunca  les  cometería  falta.  En 
comprobación  de  lo  que  acabo  de  decir,  puedo  citar  loa 
documentos  que  solicité  con  el  objeto  de  buscar  el  re- 
medio por  las  vías  que  la  ley  me  trazaba,  como  lo  podrán 
declarar  las  autoridades  que  en  aquella  época  estaban  en 
esta  ciudad  y  Santa  Cruz,  parroquia  del  Cantón  Tur- 
mero. 

— Preguntado :  ¿  Conoce  usted  á  José  Bernardo  Ma- 
sabé  ?  Contesta :  Mucho  le  conozco. 

— Preguntado  :  ¿  Le  nombró  usted  de  secretario  ! — 
Contesta:   Sí,  señor. 

— Preguntado  :  ¿  Desde  cuándo  no  vé  usted  :il  citado 
Masabé? — Contesta:  Xo  tengo  presente  el  día  que  se  se- 
paró de  mí. 

Preguntado:  ¿Qué  motivó  la  separación  de  él,  así 
de  la  facción  como  de  usted  ? — Contesta :  Como  Bangel 
y  yo  convinimos  en  separarnos  con  distintas  partidas  para 
combatir  por  diferentes  puntos,  -elejí  entre  las  personas 
que  debían  acompañarme,  á  Masabé,  pero  habiendo  lle- 
gado á  Las  Guasduitas,  las  dispersé  ofreciéndoles  que 
mientras  descansaban  iría  yo  á  Caracas  y  á  otro  punto 
en  solicitud  de  auxilios,  quedándome  únicamente  conloa 
individuos  relacionados  por  tener  con  Jote  Bernardo  mucha 
amistad  y  á  quien  profesaba  grande  aprecio. 

— Preguntado:  ¿Cómo  se  llaman  las  nueve  personas 
que  del  vecindario  del  Pao  de  Zarate  comis  onó  usted 
para  que  reuniesen  á  todos  los  vecinos  de  la  jurisdic- 
ción f — Contesta:  Muy  pocas  personas  conozco  en  El  Pao 
y  aunque  no  recuerdo  á  cuántas  personas  escribí,  puedo 
confesar  que  sí  lo  hize  y  me  lo  indicó  un  soldado  de 
la  tropa,  vecino  de  aquella  jurisdicción,  sin  poder  ahora 
recordar  sus  nombres. 

— Preguntado:  ¿Conoce  usted   á  Toribio  López,    ve- 


APÉNDICE  XXXVII 

-ciño  del   Naranjal,   y  á   Simón  Santana,    de  Camatagua? 
— Contesta:   Del  Naranjal   conozco    á    un    viejo    llamado 
Romualdo  López,  comisario  de  dicho  sitio. 

— Preguntado:  ¿Qué  relaciones  tuvo  usted  con  Tomás 
Barrera,  vecino  del  caserío  de  Los  Colorados f — Contesta: 
No  me  recuerdo  haber  tenido  relaciones  con  esa  per- 
sona. 

— Preguntado :  ¡  Recuerda  usted  la  noticia  que  dio 
en  el  mes  de  junio  ó  julio  últimos  al  señor  Nicolás  Pérez, 
comerciante  de  esta  ciudad,  sobre  que  guardara  los  reales 
que  tuviera  porque  esta  población  iba  á  ser  saqueada  ? 
— Contesta:  Recuerdo  que  Manuel  Pulido  y  otro  vecino 
del  Ancón  me  dijeron  que  se  decía,  que  una  partida 
venía  á  asaltar  la  población,  y  recuerdo  también  ha- 
bérselo dicho  á  Pérez  por  ser  mi  amigo  y  ai  Jefe  Po- 
lít  ico  como  autoridad.  (1) 

— Preguntado:  ¡  Eu  dónde  hubo  usted  la  bandera  que 
apareció  enastada  en  el  ataque  del  Limón  ? — Contesta :  La 
bandera  tricolor  que  apareció  en  el  ataque  del  Limón 
era  de  la  caballería  que  inundaba  Rosa-lio  Herrera,  y  la 
que  figuraba  de  color  amaiillo  sólo,  era  la  misma  que 
tenía  la  «Sociedad  Liberal  de  esta  ciudad,  la  misma  que 
«e  me  entregó  como  depositario  del  mensaje  de  dicha 
Corporación,  y  la  misma  que  llevamos  á  la  función  que 
tuvo  lugar  en  la  hacienda  de  Ancón,  en  uno  de  los  días 
en   que  los   miembros    de    aquélla  quisieron  divertirse. 

— Preguntado:  ¿  En  qué  imprenta  pusieron  á  esa  ban- 
dera de  que  usted  acaba  de  hablar,  el  mote  ó  letrero 
que  figuró  en  El  Limón  ? — Contesta :  Yo  creo  que  el  le- 
trero fué  puesto  con  cartulina  y  que  en  ninguna  impren- 
ta se  le  puso,  como  podrán  decirlo  el  licenciado  Juan  Mar- 
tínez y  Miguel    Torres. 

— Preguntado:  ¿El  grado  de  General  de  usted  se 
le  confirió  formalmente  antes  de  lanzarse  en  la  facción  ó 
cuándo  í'uet — Responde:  Antes  de  la  facción  ningún  tí- 
tulo tenía,  pero  en  Las  Guasduitas  me  eligió  la  comiti- 
va de  General  suyo,  y  en  ese   mismo  día    y    después  de 


(1)  En  este  tiempo  no  había  conspirado  todavía  Za moka  sino 
dos  meses  después:  loque  prueba  Ja  impremeditación;  y  su 
alzamiento  fué  después  por  el  mal  tratamiento  en  las  eleVeio- 
jies  de  age-sto  del  misino  año. 


XXXVIII  APÉNDICE 

haber  dado  las  gracias  á  los  soldados,  di  á  Ringel  cF 
título  de  Coronel,  en  recompensa  del  honor  que  se  uie  aca- 
baba de  dispensar.  En  este  estado  mandé  suspender  es- 
ta confesión  para  continuar  cuando  convenga. — Fue  leída 
al  reo,  dijo  estar  conforme  y  firma. — González  Méndez. — 
Brizuela,  Secretario. — Ezequiel  Zamora. 


M'EVA  DECLARACIÓN  DE  EZEQI'IEL  ZAMORA 

En  veinticuatro  de  los  corrientes  á  las  ocho  de- 
la  mañana  se  constituyó  el  Tribunal  en  la  cárcel  píí- 
blica  cen  el  objeto  de  interrogar  nuevamente  al  reo  Eze- 
quiel Zamora,  é  impuesto  del  deber  en  (pie  está  de 
decir  verdad  en  cuanto  se  le  pregunte,  dijo  llamarse  como- 
queda  dicho,  haber  nido  vecino,  como  ha  manifestado 
en  sus  anteriores  declaraciones,  de  esta  ciudad,  de  es- 
tado soltero,  natural  de  día,  de  condición  libre,  de  oficio- 
comerciante,  de  religión  Católica,  Apostólica  y  Romana, 
y    de   veintinueve   anos  de   edad. 

—  Preguntado:  ¿Conoce  usted  al  venerable  Cura  de 
San  Francisco  de  Tiznados,  Presbítero  Sebastián  Esco- 
bar y  qué  relaciones  tuvo  con  él  cuando  la  facción  que 
usted  mandaba  se  acuarteló  en  aquella  parroquia  f — Con- 
testa :  Conozco  al  Presbítero  Escobar,  y  no  recuerdo  ha- 
ber tenido  relaciones  con  él  con  referencia  á  la  facción  ;. 
pero  sí  puedo  decir  que  cuando  estuve  en  la  parroquia 
de  que  se  habla  me  visitó  varias  veces  en  el  cuartel, 
en   prueba  del  afecto  que  me  había  profesado  antes. 

— Preguntado  :  ¿  Los  planes  de  usted,  Kangel  y  otros^ 
cabecillas  de  la  facción,  eran  de  hacer  guerra,  al  Go- 
bierno legítimo  de  Venezuela,  matando  á  todo  oligarca 
y  á  todo  el  que  se  opusiera  á  sus  intentos,  y  era  el 
de  repartir  las  tierras  y  los  bienes  de  aquéllos  entre 
los  pobres  ? — Contesta  :  Nada  de  lo  (pie  se  me  pregunta 
respecto  á  Kangel  oí  decir  á  éste,  pero  no  puedo  asegu- 
rar que  fuese  su  intención  practicar  ó  ejecutar  los  hecho» 
sobre  que  se  me  interroga:  porque  en  la  creencia  de  que 
yo  no  participaba  de   semejante  opinión  podía  muy  bien. 


APÉNDICE  XXXIX 

ocultarme  sus  proyectos.  Respecto  á  mi  persona  aseve- 
ro que  ataqué  al  Gobierno  por  las  razones  ó  motivos 
que  dejo  dichas,  pero  jamás  estimulé  á  los  soldados  con 
las  ofertas  que  se  refieren.  Esto  lo  puede  testificar  todo 
el  vecindario  de  Los  Tiznados,  en  presencia  del  cual  pro- 
clamé varias  veces  á  mis  tropas  con  prevenciones  muy* 
serias  de  que  no  cometiesen  acto  ninguno  criminal,  ha- 
ciéndoles ver  é  inculcándoles  que  tau  abominable  y  anti- 
social conducta  sólo  era  propia  de  los  Boves  y  Jos  Cis- 
nea >s. 

— Preguntado:  Cuando  la  facción  llegó  al  sitio  do 
los  Bagres,  ¿supo  usted  que  el  señor  Andrés  Fuentes 
estaba  eu  su  hacienda,  y  no  fue  usted  quien  mandó  lue- 
go una  partida  de  veinte  y  cinco  hombres  al  mando  del 
que  llamaban  Capitán  Francisco  Pacheco,  con  el  objeto 
de  que  le  llevaran  á  su  presencia  al  referido  Fuentes  f 
— Contesta:  P^s  falso,  pues  no  tenía  motivos  para  obser- 
var  semejante    conducta. 

— Reconvenido:  Niega  usted  la  pregunta,  ¿y  cómo 
su  Secretario  «fosé  Bernardo  Másala1  lo  declara  y  aña- 
de, que  habiendo  sido  conducido  á  su  presencia  el  señor 
Andrés  Fuentes  y  Pedro  Pastrán  dirigió  la  palabra  á  us- 
ted el  último  suplicándole  que  no  le  hiciera  mal,  pues- 
to que,  como  usted  mismo  sabía,  no  se  había  mezclado 
en  asuntos  políticos,  y  que  usted  le  respondió  con  estas 
palabras :  "  ron  usted  no  va  nada,  no  tenga  usted  cui- 
dado ?  (1) — Contesta:  Nada  de  eso  pasó  con  Pastrán, 
y  si  algo  dijo,   no  le  atendí    en  aquellos  momentos. 

• 

— Reconvenido:  Cómo  dice  usted  que  tal  cosa  no  \u\ 
pasado  ó  no  la  recuerda,  cuando  consta  del  sumario  y 
varias  declaraciones  lo  contrario  ? — Contesta:  No  recuer- 
do  haber  dicho   las   palabras  que  se    me   atribuyen. 

— Preguntado:  ¿  Ha  recordado  usted  el  mote  ó  letre- 
ro que  tenía  la  bandera  (pie  usó  la  Sociedad  Liberal  es- 
tablecida en  esta  ciudad  poco  antes  de  las  elecciones,  y 
de    la    cual  ha    hablado    usted  en  su  última  declaración  ! 


(1)  Pastrán  como  Podro  Bofill,  Manuel  LnnúV,  José  Manuel 
García  y  otros,  estuvieron  en  el  campamento  de  Zamora  y 
Rangcl  ese  día,  v  á  todos  se  les  dH  pirantía  por  igual :  él 
suceso  excepcional  de  Fuentes  fue  muy  aislado  y  único  de  Kan- 
$rel  c(  n  su  tropa,  y  que  Zamora  no  pudo  impedir. 


XL  APEKDICE 

— Contesta:  Sí,  señor,  recuerdo  que  el  mote  ó  letrero  era 
■"  Elección  popular,  principio  alternativo,  orden  y  horror 
á  la  oligarquía." 

— Preguntado  :  ¿  Y  cómo  pudo  figurar  dicha  bande- 
ra en  el  ataque  del  Limón,  cuando  usted  y  la  facción 
que  acaudillaba,  proclamaban  principios  entera  mente  con- 
trarios, á  la  vez  que  no  puede  haber  orden  público  cuan- 
do se  ataca  un  Gobierno  legítimamente  constituido,  y 
ú  la  vez  que,  alzándose  contra  él  se  ataca  á  la  Nación, 
sus  leyes  y  autoridades  ? — Contesta  :  Creí,  como  antes  he 
dicho,  que  debía  atacarse  un  Gobierno  que  había  infrin- 
gido la  Constitución  y  leyes  de  la  República;  y  ésto 
lo  decían  todos  los  periodistas  de  Caracas  y  otras  par- 
tes. 

— Preguntado :  •  Sabe  usted  si  de  esa  bandera  que  co- 
rrespondía á  la  Sociedad  Liberal  de  esta  ciudad,  fue  bo- 
rrada la  palabra  ov<Icn,  y  puede  usted  indicarme  la  ptr- 
aona  que  lo  hiciera  ? — Contesta :  La  palabra  que  se  in- 
«dica  sí  fue  borrada,  pero  no  supe  por  quién  ;  pues  ese 
día  había  mucha  gente  en  ese  lugar  ó  sitio,  que  fue  en 
la  hacienda  de  Ancón,  v  á  donde  concurrieron  muchas 
personas   notables    de   esta  ciudad. 

— Preguntado:  ¿  Nó  podrá  usted  decirme  cuál  sea 
su  opinión  respecto  al  origí  n  de  esa  revolución  provo- 
cada por  los  periodistas  de  la  prensa  corruptora  ? — Con- 
testa :   Nada  puedo    decir. 

— Reconvenido:  Parece  increíble  que  R ángel  hubic- 
ise  sido,  como  ha  manifestado  usted,  el  que  ordenó  la 
muerte  del  señor  Fuente-»,  puesto  que  aquél  no  le  co- 
nocía y  que  siendo  un  hombre  idiota,  tampoco  debía 
estar  en  cuenta  de  que  el  referido  señor  Fuentes  fnese 
uno  de  los  que  debían  morir,  ya  por  sus  opiniones  políticas, 
ya  por  otro  respect>:  lo  que  prueba,  ano  dejar  duda, 
<]iie  usted  debió  imponer  á  Kangel  de  las  parcialidades 
<]ue  oeurreron  en  esta  ciudad  los  días  de  las  elecciones 
primarias. — Contesta  :  Aunque  Rangel  no  hubiera  cono- 
cido al  señor  Fuentes,  le  conocían  sus  conductores,  quie- 
nes querían  privarle  de  la  vida,  en  momentos  en  qve 
aquél  se  encontraba  en  estado  de  embriaguez,  y  en  que 
estaba  como  una  fiera,  en  cuyo  caso  ninguna  reflexión 
le  entraba,   ni  se  le  podía   hacer. 


APÉNDICE  XLI 

— Reconvenido :  Tampoco  parece  concebible  lo  que 
acaba  usted  de  decir  sóbrela  crueldad  de  lia ngel,  cuan- 
do se  sabe  por  notoriedad  que  éste  nada  hacía  á  los 
soldados  y  Jefes  del  Gobierno  que  encontraba  indefen- 
sos.— Contesta :  Después  del  ataque  de  los  Leones  no 
fue  Rangel  sino  Zamora  el  que  perdonó  los  soldados  del 
Gobierno,  y  aun  prestó  nuxilio  A  uno  que  estaba  para 
morir  de  sed,  aprovechando  la  ocasión  de  haber  quedado 
Rangel  detrás;  y  si  éste  alguna  vez  puso  en  práctica 
conducta  igual,  lo  hacía  sin  duda  por  mi  ejemplo  y  cons- 
tante predicación. 

— Preguntado:  ¿Cómo  quiere  usted  atribuir  á  sólo 
Rangel  los  diferentes  delitos  y  excesos  cometidos  por  la 
facción  que  ustedes  dirigían,  cuando  de  los  diferentes 
procesos  seguidos  contra  otros  reos  de  conspiración,  se 
ve  con  claridad  (pie  obraban  (K  consuno,  corroborándose 
esto  mismo  con  la  circunstancia  de  aparecer  siempre  jun- 
tos, sin  embargo  de  separarse  de  vez  en  cuando,  y  de 
los  diferentes  reveses  que  experimentaron  en  la  campa- 
ña!— Contesta  :  Ya  he  dicho  antes  que  no  estaba  de  «acuer- 
do con  algunos   hechos  de   Rangel. 

— Preguntado:  ¿Ha  podido  usted  saber  qué  dirección 
habrán  tomado  los  otros  Jefes  de  la  facción,  y  qué  pla- 
nes proyectaron  al  llevar  á  cabo  su  partida  ? — Contesta  : 
Lo  tínico  que  supe  fue  que  Rondón  siguió  para  El  Pao 
de  San  Juan  Baustista,  de  donde  eran  vecinos  muchos 
soldados  de  los   que  cargaba. 

En  este  estado  mando  suspender  esta  declaración  para 
continuarla  siempre  que  convenga. — Le  fue  leída  al  reo, 
dijo  estar  conforme  y  firma. — González  Méndez. — Brizuela, 
Secretario  interino. — Ezkuuiel  Zamora. 


*  * 


OFICIO 


República  de  Venezuela. — Jefatura  política  del  Cantón 
—Número  75.— Maracay,  Mayo  25  de  1847,— 18?  y  37° 
— Señor  Juez  de   1"    Instancia  del  4?   circuito. — Ayer  re- 


XLII  APÉNDICE 

cibí  la  comunicación  de  usted  fecha  21  délos  corrientes, 
número  291),  en  que  me  trascribe  la  resolución  de  S.  E. 
la  Corte  Superior,  relativa  á  la  traslación  á  la  cárcel 
de  esta  Villa,  del  reo  Ezeqüiel  Zamoba.  La  persona 
de  éste  me  fue  entregada  el  22  en  la  tarde  por  el 
señor  Comandante  Juan  Pereira,  con  oficio  de  remi- 
sión del  señor  Jefe  Político  de  ese  Cantón.  Dicho  reo 
lo  he  puesto  en  uno  de  los  calabozos  internos  del  edi- 
ficio de  esta  cárcel,  y  permanece  en  él  con  los  mismos 
grillos   (1)   que  trujo  y  con   toda  la  seguridad   necesaria. 

Lo  «ligo  á  17.  S.  para  su  inteligencia  y  en  contes- 
tación á  su  citada  nota. — Soy  de  U.  S.  muy  atento,  obe- 
diente servidor. — ¿Salvador  Mirhelena. 

•  * 

República  de  Venezuela. — Corte  Superior  del  2o  Dis- 
trito.— Caracas,  18  de  mayo  de  1847,  año  18?  de  la  ley 
y  37°  de  la  Independencia. — Señor  Juez  de  1"  Instancia 
del  4?  circuito. — El  señor  Gobernador  de  la  Provincia 
con  fecha  de  ayer,  dirigió  á  ota  Corte  Superior  el  oficio 
que  sigue. — Tiene  informes  fidedignos  este  Gobierno  de 
que  se  procura  esmeradamente  la  fuga  del  reo  EzEgriEL 
Zamora,  preso  en  la  cárcel  pública  de  Cura;  y  de  que 
á  pesar  de  la  escrupulosa  vigilancia  de  las  autoridades, 
y  de  todas  las  precauciones  tomadas,  no  presta  aquel 
lugar  toda  la  seguridad  necesaria  para  un  encausado  de 
tanta  consideración.  Cree,  pues,  este  Gobierno,  que  es 
de  urgente  necesidad  trasladar  inmediatamente  á  Maracay, 
donde  sí  existe  la  suficiente  segundad,  al  citado  reo; 
pero  como  según  el  artículo  10  de  la  ley  de  15  de  ju- 
nio de  18.'*1,  sobre  procedimiento  contra  conspiradores, 
es  á  S.  E.  la  Corte  Superior  del  Distrito  á  quien  toca, 
proveyendo   á   la  seguridad    de   los  encausados,   designar 


(1)  Los  mismos  grillos  que  nunca  le  cambiaron.  Oon  éstos» 
lo  pusieron  cu  un  ou  ro  en  la  cáeel  de  Ciudad  de  Caray  sin 
sombrero,  con  un  sol  abrazador  hasta  Maracay:  al  haber  anda- 
do como  una  milla  pudo  la  señora  Paula  Correa,  madre  del 
preso,  alcanzarlo  v  ponerle  sombrero,  contra  el  querer  del  Je- 
fe de  la  escolta,  fcn  esta  vez  no  pudo  victorear  al  Presidente 
Antonio  Leocadio  Gimnán,  como  lo  hizo  al  entrar  á  Ciudad 
de  Cura,  pues  una  bebida  que  tomó  en  Santa  t/ruz  lo  hizo 
enfermar,  en  términos  de  llegar  moübuudo  á  Guaruto,  una  lc- 
jrua    distante   de  su  destino. 


APÉNDICE  XLIU 

el    lugar  á  donde  deban  ser  trasladados  y  juzgados,  me- 
dirijo  á  S.   E.  por  el  órgano  de  US.,  para  que  en  con- 
sideración   de  los  informes  dignos  de  todo    crédito,  que* 
ha  tenido  el  Gobierno,   se  sirva  acordar  á  La  brevedad 
posible,  la  traslación  del  referido    Zamora á    Maracayr 
»  donde  ocurrirá  el  Juez  siempre  que  lo  creyere  necesario.'** 
En    consecuencia  , recayó  el   decreto    que  sigue: — "Visto- 
el  precedente  oficio  del  señor  Gobernador  de  la     Provin- 
cia,   y  en  virtud   de  las    razones    en    él   expresadas,    la 
Corte  acuerda  que  Ezequiel  Zamora,  preso  que  se  juz- 
ga por  conspiración,   sea   trasladado  de  la  cárcel  de  Cu- 
ra á   la  de  Maracay   (1)  comunicándose    esta  determina- 
ción con  inserción  del    oficio  referido  al  Juzgado  de   ltt 
Instancia  del   4?  circuito  judicial;  y  que  se  participe  tam- 
bién al  seuor  Gobernador  á    fin  de    que  se    efectúe    la 
traslación  del   reo   con  la  seguridad  necesaria."     Lo  que 
comunico  á  usted   para  su  inteligencia  y  fines   indicados.. 
Dios  guarde  á  usted.     El  Presidente,  Juan  José  Romero, 

Tribunal  de  Yx  Instancia  del  circuito.  Agregúese 
esta  comunicación  á  sus  antecedentes;  y  coa  el  ñn  de- 
llevar  á  cabo  la  resDlución  de  S  E.  la  Corte  Superior, 
transcríbase  su  contenido  al  señor  Jefe  Político  de  es- 
te cantón,  para  (pie  con  seguridad  bastante  s^a  tras- 
ladado y  entregado  al  señor  Jefe  Político  de  Maracay 
el  reo  Ezequiel  Zamora.  Cura,  mayo  'M  de  1847  á 
las  seis  de  la  tarde. — González  Méndez. — Brizucht,  Secre- 
tario interino. 


* 
#  # 


Señor  Juez  de   1*    Instancia. 

Puesto  que  S.  E.  la  Corte  Superior  de  Justicia  por  sus 
muchas  ocupaciones,  no  ha  podido  mandar  un  testimo- 
nio de  varios  expedientes  en  que  están  comprobados  los 
crímenes  del  titulado  General  de  los  facciosos  Ezequiel 
Zamora,   y  puesto  que    la    causa  que   á   éste    se   sigue 


(1)  Se  hizo  correr  la  noticia  de  (pie  José  Jesús  González  (alias 
Agachado)  con  una  partida,  vendría  de  La  Siena  á  sacar  de 
la  car  el  á  Z»mora  y  de  aquí  partir;  ojee  dehía  trasladarse  al 
Cuartel  General  donde  únicamente  creían  tener  seguridad  bastan- 
te para  tan  importante  preRi,  que  tanto  deseaban  devorar.  Aga- 
chado para  esa  fecha  estaba  en  Apure. 


XLIV  APÉNDICE 

debe  retardarse  algún  tiempo  porque  se  esperan  las  prue- 
bas que  ha  ofrecido  á  puntos  muy  (listantes  del  lugar 
del  juicio,  procedo  á  indicar  algunos  excesos  y  delitos 
de  dicho  Zamora  y  de  su  facción,  para  que  se  averigüen 
en   dicha  causa. 

Primero:  Zamora,  en  el  tiempo  de  las  últimas  elec- 
ciones primarias  fue  un  caudillo  gii7inancista  muy  exal 
tado  en  este  cantón,  que  con  hechos  y  expresiones  con- 
movió á  las  masas  contra  el  Gobierno  y  contra  los  hom- 
bres de  o^den  á  quienes  llamaba  picaros,  godos  y  oligar- 
cas. 

Segundo:  Zamora  pretendió  ser  elector  por  ese  tiempo; 
y  (pie  triunfase  el  partido  llamado  de  Guzmán;  y  para 
lograrlo,  recorría  el  poblado  y  los  campos  con  una  ac- 
tividad increíble,  seducía,  pagaba  y  capitaneaba  á  la 
gente  sencilla  é  ignorante,  á  quien  leía  los  impresos 
titulados  liberales;  ge  presentaba  con  ella  á  la  Asam- 
blea parroquial  de  esta  cabecera ;  reclamaba  los  dere- 
chos de  sus  partidarios ;  leía  las  listas  en  que  estaba  él 
inscrito ;  las  firmaba  ;i  ruego ;  entorpecía  los  trabajos  de 
la  Asamblea  ;  le  faltaba  con  frecuencia  el  respeto  debi- 
do ;  y  dirigía  contra  los  eonjueees  y  contra  el  orden  públi- 
co  algunas  expresiones  sediciosas  y  alarmantes. 

Tercero :  En  el  mismo  tiempo  aparecieron  pasqui- 
nes en  (pie  Zamora  amen -izó  de  muerte  á  algunos  de 
los  que  él  llamaba  oligarcas,  y  juró  contra  éstos  odio 
y  venganza  eterna.  E*te  vecindario  estuvo  alarmado  y 
sobresaltado  por  las  amenazas  y  conducta  de  Zamora 
y  de  su  gente  en  la  época  eleccionaria.  En  ese  tiem- 
po se  dejó  bigotes,  y  manifestaba  que  por  las  buenas  ó 
por  las  malas  subiría  el  señor  Guzmán  á  la  Presiden- 
cia de  la  Kepública,  y  que  rodarían  por  este  pueblo  las 
cabezas  de  los  oligarcas.  Desde  entonces  manifestó  Za- 
mora conatos  de  conspiración,  y  las  autoridades  tuvie- 
ron que  estar  con  mucho  celo  y  vigilancia,  y  que  tomar 
algunas   medidas  de   seguridad    pública. 

Cuarto :  Los  sufragantes  de  Magdaleno,  en  cuya  pa- 
rroquia también  trabajó  Zamora  con  ardor,  lo  mismo 
que  en  la  de  Los  Tiznados,  concurrieron  á  votar  armados, 
y  la  Asamblea  de  allí  tuvo  que  anular  los  sufragios  por 
la  violencia  ó  coacción   c^ie   se  ejercía. 


APÉNDICE  XLV 

Quinto :  No  habiendo  Zamora  conseguido  el  triunfo 
de  su  electorado  y  de  su  partido,  fué  á  Caracas  en  agos- 
to con  Manuel  Ibarra  y  otros,  bien  armados  y  con  tren 
de  guerra  que  indicaba  ya  el  proyecto  concebido  de  tur- 
bar el  orden  piiblico. 

Sexto:  Kegresó  Zamora  con  el  señor  Guzmán  has- 
ta La  Victoria,  y  de  allí  vino  á  La  Sierra  &  levantar 
contra  el  Gobierno  á  la  misma  gente  que  ya  había  con- 
movido en  las  elecciones  primarias.  Dos  veces  ha  inva- 
dido su  facción  la  hacienda  del  señor  Eustaquio  Barre- 
to,  en  Magdaleno;  una  en  setiembre  con  liangel  á  la 
cabeza,  y  otra  en  febrero,  cuando  aquella  bajó  con  Za- 
mora á  La  Culebra ;  en  la  primera  fueron  baleados  los 
señores  Barreta,  Carlos  Montesinos  y  otros,  que  se  salva- 
ron milagrosamente;  y  fue  saqueado  y  malbaratado  cuan- 
to había  en  la  hacienda ;  en  la  segunda  fue  también 
ésta  saqueada,  buscados  los  mismos  individuos  para  ma- 
tarlos, y  amarrados  algunos  peones  y  esclavos  (pie  fue- 
ron incorporados  á  la  facción. 

Séptimo:  En  Magdaleno  también  el  mismo  Zamora 
robó  la  casa  del  señor  Salvador  del  Cristo,  distribuyó 
las  ropas  y  efectos  entre  su  gente,  y  cometió  otros  ex- 
cesos y  tropelías,  como  incendiar  algunas  casas  y  propie- 
dades. 

Octavo:  En  la  octava  jurisdicción  de  Magdaleno,  la- 
facción  de  Zamora  asesinó  á  Andrés  Bogado,  porque 
éste  no  (pieria  seguirla. 

Noveno:  Antes  la  misma  facción  de  Zamora  cortó 
la  lengua  y  mató  á  lanzazos  al  comisario  de  policía  de 
Guambra,  Agustín  lieyes,  porque  éste  no  (pieria  acom- 
pañarla y  era  hombre  honrado  y  de  orden. 

Décimo :  Zamora  ó  su  facción  en  varios  puntos 
ha  cometido  otros  robos,  otros  asesinatos,  otros  incen- 
dios y  otras  tropelías,  y  en  la  acción  de  Laguna  de  Pie- 
dra se  cogió  á  los  facciosos  una  carga  de  ropa  que  ha- 
bían robado  en  Los  Tiznados. 

Undécimo:  En  los  encuentros  de  armas  que  los  fac- 
ciosos han  tenido  con  las  tropas  del  Gobierno,  Zamora 
lnwacribillado  y  hecho  acribillar  á    puñaladas  á  los  ofi- 


XLVI  APÉNDICE 

-cíales    y  soldados  de  aquéllas,    a  quienes    también    lian 
desnudado  y  robado. 

Duodécimo :  Kste  pueblo  ha  sufrido  mucho  con  mo- 
tivo de  las  amenazas,  incursiones  y  tropelías  de  la  fac- 
ción de  Zamora.  Este  lo  tenía  sentenciado  á  muerte 
y  ofrecía  á  su  gente  que  lo  saquearían  y  degollarían. 
.Zamora  lo  amenazaba  y  circulaba  constantemente,  y  ha- 
biendo manifestado  en  Los  Bagre*,  que  do  esta  ciudad 
sólo  se  escaparían  los  señores  hermanos  Pérez,  dijo  Rar- 
£-el :   uEstos  me  tocan  á  mí:   yo  me  encargo  de  ellos." 

Decimotercero:  Rangel,  durante  su  alzamiento  pensó 
presentarse  al  señor  General  Cordero  y  al  señor  Coronel 
<Jisneros,  v  Zamora  se  lo  estorbó  haciéndole  concebir 
esperanzas  de  triunfo  para  que  continuase  en  la  empresa 
que  ambos  habían  acometido. 

Apunto   los  hechos  presentes  con   el    objeto    de    que 
l\   S.  se  sirva  averiguarlos,    ó   ampliar  la  comprobación 
de  cada   uno  de  ellos.     U.S.    puede   hacer  declarar  sobre 
éstos  y   sobre   los  demás  crímenes  de  Zamora  y  su  facción 
á   los  señores,  Jefe  Político  Aureliano  Otáñez,  Eustaquio 
Barreto,  Pedro   Boftll,  Nicomedes  Brizuela,  llamón    Her- 
nández,   Francisco   Gil   CebaPos,    Manuel   María   Lauda, 
doctor  Jaime   Bosch,  doctor  Ignacio  Celis,    Braulio   Otá- 
ñez, Ramón  Rodríguez,   Trinidad   y   Fausto  Celis,   doctor 
Manuel   Manzo,  Manuel   Orta,  Juan   y  Domingo  Cuervos, 
Jesús  Peraza,    Joaquín  Díaz,    Benito  Marti,  Nicolás  Ova 
lies,  Justo   Fuentes,  Luis    María  Ceballos,    Leonardo  Ló 
pez,  Francisco   Monroy,    Cayetano    Ayala,    José   Jaén    y 
Fortunato   Turrealva,   quienes   sabrán    muchas  cosas    de 
ciencia  cierta  y  otras  de   público   y  notorio.    También  se 
puede  librar  despacho   á    Magdaleno   con  inserción  de  los 
particulares    conducentes  y     á    los    demás    lugares    que 
US.  juzgue  de  necesidad  para  averiguar  los  crímenes    y 
atrocidades  que  la    facción   de  Zamora   haya    cometido 
en  las  veces  que   han  sido  invadidos  por  ésta.     Suplico, 
pues,   á  V.  S.  se  sirva  acordar    las    providencias  condu- 
centes para  que  queden  bien  justificados  en  el  expedien- 
te todos  los  excesos  y  delitos  de  Zamora. — Cura :  once 
de  mayo  de   mil  ochocientos  cuarenta  y  siete. — Juan  Mar- 
tínez. 


APÉNDICE  XLVII 


PRUEBA  QUE  OFRECE  MANUEL  DÍAZ  COMO  DEFENSOR    DE    KZEQUiEL 
ZAMORA  EN  LA  CAUSA  QUE  SE  LE  SIOUE  POR  CONSPIRACIÓN 


Lista  de  loa  testigos  que  serán  examinados  por  el 
siguiente  interrogatorio :  Nicolás  Pérez,  Nicolás  Ovalles, 
Braulio  Otáíiez,  Juan  Bautista  Pérez,  Francisco  Gil  Ce- 
ballos,  Fausto  Celis,  Domingo  Cuervos,  Félix  Carias,  José 
Antonio  Istillarte,  Víctor  Ríos,  Ignacio  Ríos,  Manuel 
Orta,  José  Ramón  Hernández,  Ildefonso  Guzmán,  Soco- 
rro Telles  y  Joaquín  Paúl.     Todos  vecinos   de  esta  ciudad. 

Primero: — Por  las  generales  de  la  ley  y  las  relacio- 
nes de  amistad  ó  enemistad  que  tengan  con  mi  defen- 
dido. 

Segundo: — Si  saben  que  Ezbquiel  Zamora  desde 
sus  primeros  años  ha  estado  consagrado  con  laboriosidad 
y  esmero  á  la  industria  de  comerciante  en  mediana  es- 
cala, cumpliendo  religiosamente  siempre  sus  compromisos, 
que  distinguen  á  un  hombre  honrado. 

Tercero  : — Si  es  cierto  que  Zamora  siempre  dio  prue- 
bas de  adhesión  al  cumplimiento  de  ¡os  preceptos  cons- 
titucionales y  las  leyes,  siendo  p.>r  tanto  uno  de  los  ve- 
cinos, que  á  cual  primero,  se  presentaba  á  las  autorida- 
des en  los  momentos  de  algún  peligro,  tal  como  el  al- 
zamiento de  Juan  Silva  en  que  fue  uno  de  los  que  mar- 
charon con  el  comandante  Carabano  en  la  persecución 
que  se  le   hizo. 

Cuarto: — Si  asimismo  les  consta  que  ¡ni  defendido 
marchó  de  los  primeros  hasta  más  allá  de  San  Sebas- 
tián de  los  Reyes,  procurando  la  vanguardia  para  ser 
el  primero  que  castigara  la  audacia  de  quien  se  burlaba 
de  la  sociedad  sin  más  bandera  que  el   pillaje. 

Quinto: — Si  en  medio  de  esta  población  y  en  la  an- 
siedad en  que  se  hallaba,  Zamora,  cual  si  fuera  el  primer 
jefe,  inspiraba  confianza,  tranquilizaba  las  familias  y  par 
tía  de  extremo  á  extremo  de  la  ciudad  deseoso  de  cas- 
tigar á  los  criminales  que,  fugados  de  la  cárcel  y  arma- 


XLVIII  APÉNDICE 

dos  con  cuanto  en  el  parque  había,  pretendían  la  violación 
de  los  más  sagrados  derechos  sociales.  (1) 

Sexto:  Si  es  cierto  que  Zamora  jamás  ha  sido  pre- 
so, arrestado  ni  demandado  hasta  el  tres  de  agosto  del 
año  pasado  de  1S4G,  en  que  la  Asamblea  electoral  de 
esta  ciudad  le  arrestó  para  privarle  de  sus  derechos  de 
ciudadano,  como  lo  verificó. 

Séptimo:  Digan,  finalmente,  si  saben  que  EzEgunsL, 
Zamora  con  su  trabajo  como  comerciante  ganaba  sufi- 
ciente para  sostener  su  decencia  personal,  y  su  negocio 
era  su  única  ocupación  sin  otras    aspiraciones. 

Que  el  doctor  Manuel  María  Echeandía,  residente 
en  la  isla  de  Trinidad,  previas  las  formalidades  de  la 
ley,  sea  examinado  en  estos  términos : — Si  es  cierto  que 
Ezequiel  Zamora  á  mediados  de  agosto  del  ano  pa- 
sado de  184b1,  le  consultó  en  Caracas  lo  que  debía  hacer, 
pues  le  habían  privado  por  cuatro  aüos  de  los  derechos 
de  ciudadano  para  elegir  y  ser  elegido,  acompañándole 
los  documentos  respectivos;  y  si  es  también  verdad  que 
ala  vista  de  tales  documentos  contestó  á  mi  defendido : 
"nada  hace  usted  con  su  queja  á  los  magistrados  que  ac- 
tualmente se  encuentran  en  la  nación  ;  todos  son  oligar- 
cas enemigos  de  los  liberales,  y. usted  como  uno  de  éstos 
nada  alcanzará  de  ellos  y  perderá  su  tieoipo,  sus  pasos 
y  sus  intereses.  No  hay  más  partido  que  tomar  que 
ocurrir  á  las  armas  para  vindicar  el  ultraje  de  los  oli. 
garcas.  Reunidos  todos  los  liberales  con  hombres  como 
usted  á  la  cabeza  es  como  puede  castigarse  á  los  enemigos 
de  la  libertad  individual.  Usted  cuente  con  Barlovento, 
armaremos  esa  gente,  y  usted  en  La  Sierra  con  los  demás 
companeros  deberemos  triunfar  de  la  tiranía." 

Pido  que  se  evacué  esta  prueba  y  que  se  libre  des- 
pacho á  la  Isla  de  Trinidad  para  que  sea  evacuada 
esta  última  declaración.  Otrosí:  Conviene  á  los  dere- 
chos de  la  defensa  que  para  sentenciar  se  tengan  ala  vista 


(1)  Juan  Sil víi,  no  se  .sabe  inundado  por  quiéo,  turbó  el  or- 
den público  en  Ciudad  do  í'ura  el  once  en  la  noche  del  me* 
de  junio  de  1844.  Puso  en  libertad  á  todos  loa  preso?,  los  armó, 
hubo  Hrs  ó  tes  v  e-timas  y  se  fué  con  su  horda  de  criminales. 
Juan  Silva  no  fue  perseguido  después  que  i>asú  de  San  Sebas- 
tian, ni  eastifradn  después  que  vivía  tranquilamente  en  el  Orien- 
te.   Esta  es  una  histeria  misteriosa. 


APÉNDICE  XLIX 

las  actas  de  la  Asamblea  de  agosto  de  1846,  para  ilus- 
tración del  tribunal.  Otrosí:  Conviene  a  los  derechos- 
de  mi  cliente  que  los  testigos  Olayo  A  venda  ño  y  José 
Bernardo  Masaba,  como  los  demás  que  aparezcan  decla- 
rando contra  Ezequiel  Zamora,  sean  citados  al  tribu- 
pal  para  repreguntarlos.  Otrosí :  Pido  igualmente,  como 
antes  lo  indiqué,  que  se  saquen  tratados  de  cuautas  de- 
claraciones haya  en  el  proceso  y  tengan  relación  con 
esta  causa,  para  que  se  verifique  un  cotejo  de  los  con- 
ceptos que  encierran  unas  y  otras.  Así  lo  espero  en* 
Ciudad  de  Cura  á  22  de  abril  de   1847. — Manuel  Díaz. 


* 
•  # 


ESCRITO  DEL  FISCAL, 


Al  procederse  hoy  siete  de  los  misinos  al  examen 
de  los  testigos  de  la  prueba  de  Ezequiel  Zamora,  dijo 
el  Procurador  Municipal  señor  Licdo.  Juan  Martínez: 
"desde  el  treinta  del  próximo  pasado  concluyó  el  tér- 
inino  ordinario  de  prueba  y  está  corriendo  sólo  el  de 
la  distancia  para  las  que  se  deban  evacuar  en  varios 
puntos  de  la  República;  por  esto  me  parece  que  ya  pasó 
el  tiempo  en  que  debieran  examinarse  los  testigos  ve- 
cinos del  lugar  del  juicio,  y  que  en  esta  virtud  no  de- 
ben tomarse  sus  declaraciones.  Por  otra  parte  es  inú- 
til é  inconducente  y  por  tanto  no  aprovecha  al  reo  la 
prueba  que  ha  ofrecido,  pues  él  además  de  estar  convic- 
to paladinamente,  ha  confesado  que  levantó  una  facción 
contra  el  Gobierno,  los  excesos  y  horrores  que  esta  ha 
cometido,  los  diversos  encuentros  y  ataques  que  ha  te- 
nido con  las  tropas  del  orden,  y  que  de  aquélla  era  Ge- 
neral ó  cabecilla  hast.i  que  fue  i>reso  después  de  la 
derrota  que  sufrió  en  Paguito;  y  la  prueba  ofrecida,, 
aunque  se  evacuase,  no  excluiría  la  posibilidad  de  que* 
Zamora  es  criminal.  Tal  prueba,  eu  que  algunos  dé- 
los testigos  son  cómplices  de  éste,  y  en  que  á  mi  ver 
son  supuestos  los  nombres  de  otros,  se  ha  promovido» 
únicamente  con  sólo  el  objeto  de  alargar  el  juicio,  contra 

IV 


L  APÉNDICE 

el  espíritu  y  teuor  expreso  de  la  ley  sobre  conspirado- 
res, y  el  Tribunal  no  debe  permitir  que  sea  burlada, 
tanto  más  en  esta  causa  que  por  su  gravedad  y  tras- 
cendencia excita  la  atención  de  todos,  que  produce  dis- 
gustos, división  y  alarma  en  el  vecindario,  y  que  está 
íntimamente  conexionada  con  el  orden  publico  y  el  bien 
de  la  sociedad.  Además,  hay  temores  de  que  el  reo  se 
ftigue,  aunque  sean  grandes  el  celo  y  la  vigilancia  de  las 
autoridades :  y  anoche  se  oyó  un  tiro  de  la  cárcel  por 
ciertos  amagos  que  la  están  haciendo.  Pido  eu  virtud 
de  todo  lo  expuesto,  que  no  se  tomen  las  declaraciones 
de  los  testigos  vecinos  de  esta  ciudad :  que  se  declare 
inconducente  la  prueba  ofrecida  por  Zamora  ;  y  que  se 
proceda  á  dictar  sentencia,  evacuados  que  sean  los  úl- 
timos informes.  Si  así  no  se  acordare,  apelo  para  ante 
Su  Excelencia  la  Corte  Superior,  adonde  se  servirá  en  tal 
•caso,  este  Tribunal,  dirijir  un  testimonio  de  las  actas 
•conducentes."  Esto  dijo  el  señor  Procurador  Municipal 
y    urina. — Briznela,  Secretario. — Juan   Martínez. 


Tribunal  de  1"  Instancia  del  Circuito. — Vista  la  dili- 
gencia anterior  del  Procurador  Municipal  del  Cantón,  en 
que  pide  no  se  tomen  las  declaraciones  de  los  testigos 
vecinos  de  esta  ciudad,  por  haber  pasado,  en  su  concep- 
to, el  tiempo  en  que  detreron  examinarse,  en  que  pide  se 
declare  inconducente  la  prueba  ofrecida  por  Zamora,  y  se 
proceda  á  dictar  sentencia,  evacuados  que  sean  los  últi- 
mos informes;  se  observa  en  cuanto  á  lo  primero,  que  el 
término  de  la  distancia  es  tiempo  hábil  para  evacuar  la 
prueba  que  se  ofrece  en  el  lugar  del  juicio,  y  por  con- 
siguiente debe  continuar  el  examen  de  los  testigos:  se 
observa  en  cnanto  á  lo  segundo,  que  habiéndose  admi- 
tido la  prueba  ofrecida  por  el  defensor  de  Zamora,  para 
diferentes  puntos  de  la  República,  y  mandádose  librar  y 
aun  librado  algunos  despachos,  en  los  cuales  se  han  he- 
cho inserciones  solicitadas  por  el  Procurador  referido, 
es  claro  que  hoy  no  es  permitido  al  Tribunal  decidir  si 
es  ó  rió  conducente  la  prueba  acordada.  En  cuanto  al 
tercer  punto  se  observa,  Analmente,  que  eu  la  audiencia 
de  hoy  ha  solicitado  el  mismo  Procurador  el  examen 
de  nn  testigo  y  la  práctica  de   una  diligencia  ó  averigua- 


APÉNDICE  LI 

«iones  de  ciertos  hechos,  en  las  parroquias  de  Los  Tiznados, 
«con  cuyo  objeto  se  han  librado  ya  los  correspondientes 
-despachos,  y  que  según  estos  antecedentes,  lo  consen- 
tido por  el  fiscal,  y  lo  acordado  por  este  Tribunal*  es 
-evidente  que  la  causa  de  Ezequiel  Zamora  ,no  debe 
sentenciarse,  mientras  no  espire  el  término  de  la  distan- 
cia concedido  en  ella,  que  debe  continuar  el  examen 
<de  los  testigos  de  este  vecindario  y  oírsele  al  indicado 
Procurador  la  apelación  que  interpone  al  final  de  su  di- 
ligencia, en  el  efecto  devolutivo.  Compúlsese,  pues,  en 
consecuencia  el  testimonio  de  las  actas  conducentes,  y  re- 
mítase á  la  mayor  brevedad  posible  á  S.  E.  la  Corte  Su- 
perior, y  reitérense  las  órdenes  de  comparecencia  délos 
testigos  mencionados  para  que  declaren,  según  está  acor- 
dado.— Cura,  mayo  ocho  de  mil  ochocientos  cuarenta  y 
siete. — González  Méndez. — Brizuela,  Secretario. 


•  # 


SENTENCIA 


En  nombre  de  la  República  <le  Venezuela, — El  Juez  de 
ln  Instancia  del  4?  circuito  judicial  de  la  Provincia 
de  Caracas. 

Vistos  con  lo  representado  por  el  Procurador  Mu- 
nicipal y  alegado  por  el  defensor  en  los  autos  criminales 
formalizados  contra  Ezequiel  Zamora,  por  conspiración 
y  por  atribuírsele  culpabilidad  en  otros  varios  delitos  y 
excesos.  Averiguado  como  lo  está  suficientemente,  que 
Zamora  perteneció  á  la  facción  que  en  este  Cantón  tur- 
bó el  orden  público,  desde  el  mes  de  setiembre  del  ano 
próximo  pasado ;  debe  inquirirse  ahora  el  lugar  que  ocu- 
paba en  ella,  para  saber  si  está  comprendido  en  el  in- 
dulto expedido  por  el  Supremo  Gobierno  en  ocho  de  ju- 
nio último,  ó  en  su  ampliación  del  veinte  y  uno  del  pro- 
pio mes ;  ó  si  no  estándolo,  cual  sea  el  castigo  á  que 
se  haya  hecho  acreedor,  de  conformidad  con  la  ley  de 
15  de  junio  de  1831,  que  determina  el  modo  de  proceder 
con  los  conspiradores  y  las  penas  en  que  incurren,  como 
también  cuál  sea  la  responsabilidad  que  le  resulte    por 


LII  APÉNDICE 

los  otros  crímenes  y  excesos    cometidos  mientras  penna- 
necio  en  la  facción,  y  la  parte  que  en  ellos  tuviera.    Za- 
mora confiesa  paladinamente  en  las  diferentes    declara- 
(•iones  que  ha  reudido,    que  levantó  una  facción  contra 
el  Gobierno  ó  cooperó  á  ella:   que  con  este  motivo  tu- 
vo un  choque  con  las  tropas  que  mandaba  el    General 
Guerrero  en   el  sitio  del  Limón :   que  la  fuerza  que  allí 
mantenía  á  sus    órdenes  alcanzaba  a  mil  y  un  pico  de 
hombres  de  infantería  y  caballería,  teniendo    i>or  título  r 
u  La  oposición "  y   á  cuya  cabeza   se  encontraba  con    el 
carácter  de  General  :   confiesa  el  encuentro  que  tuvo  en. 
el  sitio    de  Los  Bagres,  con  una  fuerza  que  mandaba  el 
capitán  Villasuiil,  quien    por  consecuencia  del  asalto  que 
le  hizo,  fue  derrotado  con  sus  tropas  y  muerto :  confiesa 
que  en  el  sitio  de  La  Ollita  tuvo  otro  encuentro  con  las» 
armas  del  Gobierno,  pero  se  retiró  habiendo  reconocido  que 
aquéllas    eran   superiores  á   las  suyas:   confiesa  que  ha- 
biéndose dirijidode  allí  á  las  montanas  de  Güigüe,  frente 
á  Manuare,  con  más  de  trescientos  hombres,  tuvo  otro  cho- 
que con  una  partida  del  Gobierno  en  el  sitio  de  LaYucaT 
adonde  había  ido  de  las  montanas  referidas  obligado  por 
la  necesidad  ó  falta  de    medios  de  subsistencia,  y   que 
aunque  le  dispararon   algunos  tiros,  se  fueron  sin  ser  per- 
seguidos al  sitio  de  Guacamaya,  en   donde  fueron  recha- 
zados por  otra  fuerza  del  Gobierno,  ó  más  bien  que  esto* 
se  fueron  por  la  noticia  que  tuvieron,   de  que  allí  exis- 
tía:  confiesa  que  tuvo  otro  choque  con  las  tropas  del  Go- 
bierno en  el  sitio  de  La  Culebra,   perteneciente  á  Los  Va- 
lles de  Aragua,   el  cual   mandó  en  persona   á  la  cabeza 
de  doscientos  y  como    cuarenta    hombres:    confiesa  que 
de  allí  marchó   al  sitio  de  Cataure,  donde,  viéndose  cer- 
cado con  sus    companeros  por  las  tropas  del   Gobierno* 
dispararon  algunos  tiros,  hicieron   pié  firme,   y  al    favor 
de  la  oscuridad  de  la  noche  se  retiraron;  y  confiesa,  en 
fin,  que  en  el  formal   ataque  que   tuvo  lugar  en  el  sitio 
de  Pa güito,   pelearon  á  sus    órdenes  más  de  trescieutos 
hombres,  y   que  los  hechos  de  armas  que  quedan    rela- 
cionados, son  los  sucesos  más    notables  de   lo  que  puede 
llamar  su  vida  militar,  desde  que  se  decidió  á  obrar  for. 
malmente  contra  el  Gobierno.    También  confiesa  Zamora 
que  dio  los  pasos  necesarios   para    reunir  la  gente  que 
llevó  al   Limón,  cuya  operación  dio  principio  en  el  Valle: 


APÉNDICE  Lili 

•de  Guambra:  que  reuniólas  partidas  que  habían  orga- 
nizado por  su  propia  cuenta  Rangel,  Rosalio  Herrera, 
Evangelista  Cabeza  y  Segundo  Martínez,  los  que  estu- 
vieron á  sus  órdenes,  habiéndole  escrito  á  los  últimos 
-para  que  se  le  unieran :  que  confirió  á  Rangel  el  gra- 
•do  de  Coronel :  que  habiéndose  entregado  con  la  mayor 
actividad  el  ano  pasado  al  triunfo  del  partido  liberal 
•en  las  elecciones  primarias,  así  en  esta  parroquia  como 
^n  la  de  Magdaleno  y  Los  Tiznados,  comisionado  por  la 
sociedad  que  existía  aquí,  y  obrando  en  la  segunda,  en 
unión  de  Ramón  Goiticoa,  que  había  venido  de  Caracas, 
también  de  comisionado,  se  cometieron  en  su  concepto 
varias  injusticias  por  la  juntas  de  Notables  y  por  la  Asam- 
blea parroquial  de  esta  ciudad,  tales  como  habérsele 
reducido  á  prisión  y  habérsele  privado  de  los  derechos 
«de  ciudadano  por  cuatro  anos :  que  concluido  que  fue  el 
período  de  las  elecciones  se  dirigió  á  Caracas  don  le  con- 
sultó con  el  doctor  Manuel  María  Echeandía  lo  que 
«debería  hacer  en  aquel  caso,  y  éste  le  dijo  que  en  vano 
procuraría  una  providencia  favorable,  porque  el  man- 
ilo lo  tenían  los  oligarcas,  y  que  la  justicia  debía 
buscarse  en  una  revolución :  que  después  de  esto  salió 
de  Caracas  en  compañía  de  Guzmán  con  una  lanza  en- 
astada, y  fue  uno  de  los  que  formaron  su  comitiva: 
•«que  invitado  él  y  Manuel  1  barra  en  La  Victoria  por  el 
propio  Echeandía  para  una  de  las  esquinas  de  la  ciudad, 
formó  Echeandía  el  plan  de  revolución,  y  convinieron  en 
«que  Echeandía  movería  el  Llano  Arriba  junto  con  un  tal 
Aguado,  el  General  José  Gregorio  Monagas,  Juan  Bau- 
tista Echeandía  y  otros,  y  que  Ibarra  y  él  (Zamora)  le- 
vantarían la  gente  de  la  Sierra  y  el  Llano  Abajo :  que 
«el  día  siguiente  por  la  mañana  se  fué  Echeandía  para 
Caracas,  é  Ibarra  y  él  (Zamora)  por  la  tarde,  se  diri- 
gieron al  Pao  de  Zarate,  desde  donde,  por  caminos  ex- 
traviados, se  fueron  á  La  Sierra  de  Virgen  Pura,  bus- 
cando el  Valle  de  Tacasuruma,  para  dar  principio  á  la 
empresa,  contando  con  que  los  vecinos  de  allí  lo  seguirían, 
«como  sucedió:  que  la  primera  reunión  la  tuvieron  en 
"Ol  sitio  de  Guambra,  de  donde  siguió  para  adelante,  y  ha- 
llándose en  el  sitio  de  Las  Muías  con  un  grupo  como 
«<le  cien  hombres,  se  le  presentó  Rangel  una  tarde,  con 
¿ríete  ú  ocho  •  individuos,  ofreciéndole  una  partida  mayor, 


LIV  APÉNDICE 

en  cuya  oportunidad  recibió  de  éste  en  aquel  acto  unos- 
vivas,  y  fue  reconocido  como  un  caudillo  del  partido* 
liberal :  que  en  aquella  misma  tarde,  marcharon  juntos- 
para  el  sitio  de  Los  Leones,  y  después  para  los  demás- 
que  ocuparon  basta  llegar  á  las  llanuras  del  Limón  -r 
y  que  cuando  se  dirigió  últimamente  al  sitio  de  La  Cu- 
lebra fue  con  el  objeto  de  reunir  hombres,  y  cuando  fue 
batido  en  Pagüito  marchaba  para  San  Francisco  de  Cara  y 
Cama  tagua,  en  solicitud  de  gente  que  lo  siguiera. — A  vis- 
ta, pues,  de  lo  expuesto,  no  puede  negarse  que  Eze- 
quiel,  Zamora  merece  el  calificativo  de  cabecilla  ó  Jefe 
de  la  facción  de  que  se  ha  hecho  referencia,  pues  aun- 
que consta  que  Hangel  invadió  primero  esta  pobla- 
ción y  las  de  Güigüe  y  Magdaleno,  consta  también  que 
habiéndose  reunido  á  aquél,  llevó  desde  entonces  el  grada 
y  título  de  General  de  la  fuerza,  hasta  que  fue  aprehen- 
dido, y  de  consiguiente  como  tal  General  ó  cabecilla 
se  encuentra  exceptuado  del  indulto  expedido  por  ei 
Supremo  I\  E.  en  ocho  de  junio  último,  y  por  su  amplia- 
ción del  veintiuno  del  propio  mes ;  sobre  todo,  bien  con- 
siderado, si  se  atiende  que  Zamora,  según  resulta  acre- 
ditado de  las  exposiciones  de  un  número  considerable  de 
testigos  que  han  sido  examinados  en  las  tres  piezas 
que  componen  estos  voluminosos  autos,  solicitaba  y  bus- 
caba por  sí  desde  un  principio,  prosélitos  para  la  revo- 
lución que  hacía,  aun  amenazando  á  algunos:  que  pro- 
clamó y  arengó  en  los  lugares  ó  pueblos  donde  llegó  ¿ 
entrar  para  que  le  siguieran  y  aun  dio  órdenes  y  dis- 
posiciones para  atacar  las  fuerzas  del  Gobierno  á 
los  oficiales  que  destinaba  de  avanzada  sobre  ciertos- 
puntos:  que  al  separarse  de  esta  ciudad  para  la  de  Ca- 
racas después  de  las  elecciones,  lo.  verificó  armado  de 
lanza  y  de  otras  armas  que  indicaban  ya,  según  sostie- 
nen algunos  testigos,  sus  miras  de  levantarse  contra  el  Go- 
bierno legítimo  de  la  República:  que  antes  de  las  elec- 
ciones había  manifestado  aquí,  según  declaran  otros  de 
los  propios  testigos,  que  con  su  espada  subiría  Guznián 
a  la  silla  presidencial,  y  aun  manifestaba  mucho  rencor 
y  encono  contra  los  que  él  llamaba  oligarcas:  que  su 
propio  defensor  Manuel  Díaz,  como  defensor  de  José  Hi- 
dalgo y  Cipriano  Quintana,  á  quienes  también  se  les  si- 
guió causa  por  conspiración,  manifiesta  que  estos  fueron 


APÉNDICE  LV 

arrebatados  por  Rangel  y  Zamora,  autores  verdadero» 
de  la  conspiración,  y  que  el  propio  Díaz  manifiesta,  en 
el  tercer  interrogatorio  de  su  escrito  principal  de  prueba, 
que  Zamora,  era  uno  délos  caudillos  de  la  facción  cuando 
llegó  al  sitio  de  Los  Bagres,  y  si  era  tal  caudillo  como 
sostiene  el  defensor,  no  puede  rovocarse  á  duda  que 
segán  el  diccionario  mismo  de  la  lengua  castellana,  man- 
daba y  guiaba  como  cabeza  y  superior  la  gente  arma- 
da y  de  guerra  que  había  llegado  á  aquel  punto.  Ver- 
dad es  que  el  acusado  atribuye  á  la  lectura  de  los  pe- 
riódicos de  l*i  prensa  corrompida,  á  cuya  lectura  se  en- 
tregó, con  ardor,  haber  llegado  al  estado  de  perdición 
en  que  se  encuentra;  y  también  es  verdad  que  su  de- 
fensor le  excepciona,  asegurando  que  el  verdadero  cabe- 
cilla de  la  revolución  fue  Francisco  Rangel ;  pero,  acer- 
ca de  las  excepciones  propuestas  por  el  reo,  preciso 
es  convenir  que  ellas,  por  su  naturaleza,  carecen  de 
toda  fuerza  ante  los  tribunales  encargados  únicamen- 
te de  administrar  justicia,  y  cuyo  deber  es  sólo  arre- 
glarse siempre  á  las  leyes:  y  acerca  de  las  excep- 
ciones alegadas  por  el  defensor,  ellas  están  hasta  cierto 
punto  en  oposición  con  lo  confosado  por  el  mismo  acu- 
sado y  con  lo  declarado  por  muchas  personas  enumera- 
das en  la  causa,  no  faltando  quienes  aseguren  que  al- 
gunas veces,  separado  Rangel  de  Zamora,  éste  se  .le 
incorporaba  con  hombres  armados  en  el  lugar  donde  aquél 
estaba,  y  que  aun  impidió  que  el  propio  Kangel  se  pre- 
sentara al  Coronel  Oisneros,  en  momentos  en  que  estaba 
dispuesto  á  verificarlo.  Respecto  á  los  otros  crímenes  co- 
metidos por  la  facción :  consta  de  autos  que  ella,  efecti- 
vamente, perpetró  varios  crímenes  en  los  lugares  ¡K>r 
donde  anduvo,  y  cometió  otros  muchos  excesos;  y  por 
lo  tanto  es  natural  que  eu  todos  ó  la  mayor  parte  de 
ellos  tuviese  Zamora  como  caudillo  una  parte  conside- 
rable. En  cuanto  al  asesinato  que  fue  perpetrado  en  la 
persona  de  Andrés  Fuentes,  Pedro  Pastrán  asevera  que 
prisionero  con  Fuentes,  lo  pusieron  en  libertad  y  Rangel 
mandó  á  éste  con  ocho  lanceros,  y  no  lo  vio  más;  lo 
mismo  aseveran  el  testigo  José  Olayo  Avendano  y  otros. 
Zamora  niega  abiertamente  en  las  diferentes  declaracio- 
nes que  ha  rendido  en  el  informe  escrito  que  acaba  de 
remitir  á  este  tribunal,  haber  tenido  parte  alguna  en  la 


I/VI  APÉNDICE 

'muerte  de  Andrés  Fuentes  á  que  se  refieren  los  testigo* 
que  quedan  relacionados,  y  para  comprobarlo  su  defensor 
presenta  los  testimonios  de  Juan  Ruinualdo  Prieto,  Pas- 
cual Torres,  Juan  Ibáñez,  José  Teodoro  Fernández  y  otroa, 
y  una  certificación  del  General  Francisco  de  Paula  Al- 
cántara, Jefe  de  Operaciones  de  Los  Valles  de  Aragua, 
referente  á  la  manifestación  que  le  hizo  José  de  Jesús 
González,  alias  Agachado,  cuando  se  le  presentó  y  fue  in- 
dultado ;  pero  los  testigos,  en  sustancia,  dicen  que  nada 
«aben.  Guillermo  Blanco  está  contradicho  habiendo  ma- 
nifestado en  su  declaración,  que  no  supo  quien  dio  la 
-orden  para  dar  muerte  á  Andrés  Fuentes»,  conducido  por 
Francisco  Pacheco  á  presencia  de  Zamora  y  Bangel. 
Luis  Fernando  Fuentes  está  del  mismo  modo  contradi- 
cho asegurando  después  en  otra  declaración  que  Z  a  mo- 
ka no  tuvo  parte  alguna  en  la  muerte  de  Fuentes.  Joa- 
«priu  Rodríguez  manifiesta  tener  solo  diez  y  seis  año» 
y  de  consiguiente  su  dicho  carece  de  fe,  pues  no  tiene 
•diez  y  ocho  años  cumplidos.  La  certificación  del  Gene- 
ral Alcántara  refiriéndose  á  José  de  Jesús  González,  no 
puede  estimarse  porque  no  concurrieron  á  ella  las  forma- 
lidades prescritas  por  el  artículo  35  y  siguientes  de  la 
Ley  4H  del  Código  de  Procedimiento  Judicial  y  además, 
González  asegura  que  él  y  Zamora  exijieron  al  Capitán 
Pacheco  suspendieran  los  efectos  de  la  orden  mientras 
hablaban  con  el  Coronel  Bangel.  Además,  el  que  capi- 
tanea una  facción  es  responsable  de  los  malos  hechos 
-que  comete,  pues  de  lo  contrario  resultaría  que  un  per- 
verso astuto,  lanzaría  cubiertamente  á  otros  á  cometer 
crímenes  y  desastres  y  decir  después  que  no  se  los  ha- 
bían mandado  á  perpetrar,  se  quedaría  impune,  con  es- 
cándalo de  la  moral  y  oprobio  de  las  leyes.  Verdad  es 
•que en  el  plenariode  la  causaban  declarado  un  número  con- 
siderable de  testigos  sobre  la  nueva  conducta  y  comporta- 
miento de  aquél  antes  de  entrar  en  la  revolución,  y  uno 
<le  los  servicios  que  prestó  en  esta  población  en  «1  año 
<le  cuarenta  y  cuatro,  cuando  estalló  aquí  la  revolución 
de  Juan  Silva,  aseverando  en  la  defensa  y  que,  tam- 
bién se  prueba  en  ésta  que  la  irregular  conducta  obser- 
vada por  la  Junta  de  notables  y  la  Asamblea  parroquial 
de  esta  ciudad,  fue  la  que  dio  origen  al  alzamiento  de  su 
«defendido ;   pero  estas  exposiciones,  por  muy  bien  proba- 


APÉNDICE  LVII 

das  que  estén,  lio  son  ni  pueden  ser  en  derecho  bastan- 
te á  desvirtuar  los  cargos  que  resultan  contra  el  reo, 
pues  aunque  la  conducta  de  la  Junta  de  Notables  y  de 
la  Asamblea  parroquial  de  esta  ciudad  hubiese  sido  irre- 
gular, no  debió  creerse  autorizado  Zamora  para  levantar 
usa  facción  contra  el  Gobierno,  para  trastornar  el  orden 
público  y  para  causar  males  inauditos  á  la  patria,  prin- 
cipalmente cuando  no  podía  ignorar  que  la  justicia  de 
un  Tribunal  no  absuelve  nunca  á  los  ciudadanos  de  la 
obediencia  que  deben  prestar  á  las  leyes,  y  cuando 
estas  mismas  le  tranqueaban  los  medios  de  vindicarse,  si 
realmente  había  sido  ofendida ;  y  como  á  los  tribunales 
en  sus  fallos,  no  1(8  es  dado  separarse  de  lo  que  las 
leyes  prescriben,  ni  pueden  acordar  otra  cosa  que  lo 
que  estas  mismas  determinan  con  arreglo  á  lo  alega- 
do y  probado.  Por  estos  fundamentos,  pues,  y  por 
los  demás  que  contienen  los  autos,  administrando  justi- 
cia por  autoridad  de  la  ley,  y  con  sujeción  entera  al  ar- 
tículo 2?  de  la  ley  de  15  de  junio  de  1831,  que  deter- 
mina el  modo  de  proceder  contra  los  conspiradores  y 
las  penas  en  que  incurren,  se  condena  ai  expresado 
Ezequiel  Zamora  á  la  pena  de  último  suplicio,  en  las  cos- 
tas procesales,  y  á  consignar  el  papel  sellado  correspondien- 
te que  debe  ser  agregado  con  la  nota  de  inutilizado? 
previas  las  notificaciones  respectivas ;  remítanse  en  con- 
sulta y  apelación  los  autos  al  Tribunal  superior,  deján- 
dose por  secretaría  copia  autorizada  de  esta  sentencia: 
y  de  ella  dése  cuenta  al  P.  E.  por  d  órgano  del  Minis- 
tro del  Interior  á  los  fines  consiguientes. — San  Luis  de 
Cura,  julio  27  de  1847.— Ano  18  de  la  ley  y  37  de  la 
Independencia. — Manuel  Alfonzo. — Antonio  Rriznela,  Secre- 
tario interino. 

PETICIÓN 

DE  LA  SEÑORA  MADRE  DEL  ENCAUSADO,  A  LA  CORTE 

SUPERIOR  DE  CARACAS 


Paula  Correa,    madre  de  Ezequiel  Zamora,  atenta- 
mente    á    V.    E.    expongo:    que    habiéndose    excusado 


LVIII  APÉNDICE 

de  hacer  la  defensa  de  ini  hijo  ante  esta  Superioridad, 
los  señores  Doctores  Elias  Acosta  y  Miguel  Uznárez,  me 
he  empeñado  con  el  primero  para  que,  no  obstante  sus 
actuales  ocupaciones  *n  otras  causas  criminales,  haga  com- 
patible cuanto  pueda  la  defensa  del  precitado  mi  hijo; 
y  él  ha  prestado  su  conformidad  atendiendo  á  los  rue- 
gos y  lágrimas  de  una  madre.  En  esta  virtud,  y  en  la 
de  que  V.  E.  siempre  ha  atendido  las  solicitudes  de 
las  madres,  y  parientes  cercanos  de  los  reos  en  iguales 
casos  de  estar  ellos  ausentes  de  esta  ciudad. — A  V.  E. 
suplico  se  sirva  dar  por  excusado  al  señor  doctor  Mi- 
guel Uznárez,  que  piensa  marcharse  al  campo,  y  por 
nombrado  nuevamente  el  señor  doctor  Elias  Acosta,  quien 
firma  en  prueba  de  su  conformidad  ó  aceptación. — Ca- 
racas, á  10  de  agosto  de   1847. 

Excelentísimo  señor. 

Paula  Correa. — Elia$  Aconta. 

Caracas,  agosto  10  de  1847. — En  visto  de  la.  acep- 
tación manifestada  por  el  doctor  Elias  Acosta,  cítesele 
para  que  comparezca  á  prestar  el  correspondiente  jura- 
mentó. — Díaz. — En  veinte  y  siete  de  los  mismos  compare- 
reció  el  l)r.  Elias  Acosta,  y  prestó  ante  la  Corte  el  co- 
rrespondiente juramento,  y  firma. — Elias  Acosta. — Cerezo. 


Manuel  Díaz,  representando  á  V.  E.  con  el  debido 
respeto  expongo:  que  he  venido  áesta  ciudad  como  de- 
fensor que  fui  en  primera  instancia  de  Ezequiel  Zamora, 
y  por  encargo  de  este  mismo,  para  qne  le  represente  an- 
te esta  superioridad  en  la  manifestación  de  los  hechos 
que  tienden  á  su  defensa  ;  y  como  yo  he  sido  quien  ha 
creado  el  proceso,  si  me  es  lícito  usar  esta  expresión, 
y  además,  por  lo  angustiado  del  tiempo  para  imponerse 
de  los  autos  el  señor  l)r.  Elias  Acosta,  que  apenas  podrá 
contraerse  al  informe  la  exposición  de  los  hechos,  que 
constituyen  la  defensa  del  encausado,  aparte  del  alegato 
en  derecho  que  debe  hacer  el  Dr.  Acosta,  y  así  lo  espe- 
ro de  la  consideración  y  latitud  que  V.  E.  acostumbra 
á  prestar  á  las  peticiones  de  los  reos,  especialmente  á  los 
condenados  en  Primera  Instancia  &  último  suplicio,  es 
justicia  que  imploro,  etcétera. — Manuel  Díaz. 


APÉNDICE  IAX 


AUTO 


Caracas,  agosto  31  de  1847. — Estando  nombrado  por 
defensor  tm  profesor  de  derecho,  que  aun  fue  propuesto 
por  la  madre  del  encausado,  no  ha  lugar  &  lo  que  so 
sol  i  cita. — Díaz. — Romero. — Cerezo. 


En  la  misma  fecha  Manuel  Díaz,  dijo:  que  apela 
de  la  anterior  providencia  para  ante  la  Corte  Suprema 
de  Justicia  y  firman. — Castro. — Manuel  Día*. 

AUTO 

Caracas,  setiembre  1?  de  1847. — En  virtud  de  los  prin- 
cipios expuestos  en  el  acuerdo  de  S.  E.  la  Corte  Supre- 
ma, de  3  de  agosto  del  presente  año,  se  declara  sin  lu- 
gar la  apelación  á  que  se  refiere,  la  diligencia  anterior. 
— Díaz. — Romero. — Cerezo. 


Sentencia  de   Segunda   Instancia 


La  Corte  Superior  de  Justicia  del  segundo  Distrito. 
— Habiendo  visto  el  expediente  seguido  contra  Ezkquiel 
Zamora  por  conspiración  y  otros  delitos  que  se  le  han 
atribuido,  y  venido  en  consulta  y  apelación  de  la  sen- 
tencia que  en  21  de  julio  último  ha  expedido  el  Juez  de 
Ia  Instancia  del  4?  circuito  judicial  de  esta  Provincia, 
condenando  al  encausado  á  la  pena  de  último  suplicio, 
al  pago  de  las  costas  y  presentación  del  papel  sellado 
que  ha  de  inutilizarse,  oído  el  informe  de  su  defensor, 
observa:  que  por  confesión  del  mismo  Zamora  consta 
que  después  de  haber  acompañado  con  una  lanza  enas- 
tada á  Antonio  Leocadio  Guzmán  en  su  marcha  de  esta 
ciudad  á  la  de  La  Victoria,  en  setiembre  último,  concertó 
con  otros  para  ponerse  en  armas,  siendo  el  único  que 
llevaba  lanza  en  la  comitiva  en  distintas  direcciones  con- 
tra el  Gobierno  de  la  República,  y  que,  en  efecto,  él 
por  su  parte,  reuniendo  varios  hombres,  levantó  una  fac- 
ción armada,  la  que  se  aumentó  con  otras  partidas  que 
estaban  también  alzadas  á  las  órdenes  de  Francisco  Ran- 


LX  APÉNDICE 

gel  y  otros,  los  cuales  le  reconocieron  y  proclamaron  por 
su  Jefe  principal,  con  el  título  de  General  y  que  no  con 
otro  carácter  dirijió  en  persona  la  facción  en  sus  i  'Ct,  vi- 
siones por  varios  lugares  y  pueblos  que  ocuparon,   y  en 
distintos  encuentros  y  combates  con  las  tropas  del  Go- 
bierno, señaladamente  en  los  del  Limón,  Los  Bagres,  L  i  Cu- 
lebra y  Pagüito.    Por  varias  declaraciones  del  proceso  es- 
tá comprobado  esto  mismo,  como  también  que  la  facción, 
mientras  estuvo  mandada  por  Zamora,  cometió  varios  ro- 
bos, incendios  y    asesinatos,  y  aunque  no  está  probado 
que  los  mandase  á  cometer,  siempre  era  responsable  como 
Jefe  principal,  moral  y  legalniente  de  ellos,   pues    debió 
impedir  tales  escándalos.    Y  aunque  el  defensor  ha  pro- 
curado excusarlo  con  que  sii  título  de  General  era  en  nom- 
bre y  no  en  la  autoridad  efectiva,    resulta  lo    contrario 
de  sus  confesiones  y  de  los  hechos  que  ha  llamado  él  mismo 
su  vida  militar.    En  cuanto  á  la  gravedad  del  cargo  por  la 
muerte  de  Fuentes,    en  efecto :  los  testigos  Pedro  Pastrán, 
Eustaquio  Colmenares,  Francisco  Pacheco  y  José  Bernardo 
Masabé,   han  declarado  uniformemente  en  el  sumario,  que 
fue  obra   de    llangel    casi    exclusivamente.     Otros    testi- 
gos que  declararon,    como    Yamario    Martínez,    y    Juan 
Pablo   Torre?,   después  de  vencido  el  término  probatorio 
y  el  de  las  distancias  complicando  á  Zamora  en   los  su- 
cesos,  no  deben  sin  embargo  dejar   de    estimarse.     Des- 
pués de  tantos  datos  no  deja  de  dar  lugar    á    una    in- 
ferencia desfavorable  para  Zamora  las   inferencias    que 
se  desprenden  de  las  declaraciones  dadas  por  José   Ma- 
ría  García  y  Ana  Fuentes,  refiriéndose  á  la  invasión  de 
la    hacienda  de  Los  Bagres.     Por  otra  parte  se  despren- 
de   la    inferencia    de    que    Fuentes    era    conjuez  de   las 
elecciones  primarias  en  agosto  último,  uno  de  los  que  le 
prendieron  y  suspendieron  de  los  derechos   de   ciudada- 
no al  encausado,  de  consiguiente  su  encono  debía  exis- 
tir contra  el  que  presidió  aquella  Asamblea,  mucho  más 
si   se  atiende  á  que  por  este    hecho    deliberó    su    alza- 
miento contra  el  Gobierno  de  su  patria.    En    cuanto    á 
los  testigos  con  que  el  defensor  de  Zamora    ha   inten- 
tado probar  que  no  fue  él  sino  Bangel  quien  dio  órde- 
nes de  cometer  los  excesos  cometidos  por  la  facción,  ha 
observado  justamente  el  Juez  inferior,  que  la  mayor  parte 
de  ellos  ó  ignoran  los  hechos,   ó  han  incurrido  en  nota- 


APÉNDICE  LXI 

bles  contradicciones  con  arreglo  al  respectivo  interrogatorio 
del  citado  defensor  y  dicen  lo  contrario  de  lo  que  testi- 
fican en  sus  primeras  declaraciones.  Entre  estos  testigos 
.  contradichos  es  notable  José  Bernardo  Masaba,  secretario 
de  Zamora,  y  con  qnien  este  mismo  ha  dicho  que  tenía 
grande  amistad  y  a  quien  profesaba  aprecio  y  distin- 
ciones. No  quedan,  pues,  de  dichos  testigos,  como  tam- 
bién ha  notado  el  Juez,  sino  tres,  contra  quienes  no  apa- 
rece objeción ;  pero  cuyo  testimonio  no  basta  á  destruir 
la  convicción  contraria  que  resulta  de  los  precedentes 
datos.  Y  aun  el  concepto  de  que  Rangel  hubiese  sido 
el  principal  autor  de  los  hechos  para  abrogarse  la  au- 
toridad como  Jefe  más  inmediato  de  la  tropa,  siempre 
aparecería  Zamora  como  el  Jefe,  cabecilla  ó  principal  con 
quien  Bangel  conferenciaba,  como  varios  testigos  aseve- 
ran, en  cuyas  conferencias  debía  prevalecer  la  opinión  de 
él  como  primer  Jefe  ó  General  titulado  de  la  facción, 
para  impedir  los  crímenes.  Y  si  también  es  cierto  que 
por  el  octavo  particular  del  interrogatorio  del  defensor, 
folio  <i?,  con  el  fin  de  desvanecer  aquellos  cargos,  se 
ha  intentado  probar  que  Rangel  casi  siempre  estaba  ebrio, 
que  en  este  estado  era  como  una  fiera,  y  que  por  esta 
razón  Zamora  no  se  atrevía,  ni  ningún  otro  oficial,  á 
contrariarle  ó  suplicarle  en  las  deliberaciones  que  toma- 
ba, tal  excusa  es  inverosímil  atendidas  todas  las  circuns- 
tancias antes  observadas  y  además  las  conferencias  pri- 
vadas y  otros  actos  de  obediencia  de  Rangel  hacia  Za- 
mora. De  todo  lo  expuesto,  pues,  se  deduce,  que  el 
encausado  no  sólo  es  reo  de  conspiración,  sino  Jefe  prin- 
cipal de  ella,  y  reo  también  de  crímenes  atroces  que 
merecen  por  las  leyes  pena  capital ;  y  por  tanto  no  está 
comprendido  en  ninguno  de  los  indultos  acordados  por 
el  Poder  Ejecutivo,  á  que  ha  pretendido  acogerlo  su  de. 
fensor.  (1) — En  este  concepto,  administrando  justicia  por 
autoridad  de  la  ley,  se  confirma    la    senteucia    apelada; 


[1]  Ni  Zamora  dí  su  defensor  pensaron  nunca  en  acogerse  á 
los  varios  indultos  del  P.  E.  porgue  era  prohibición  expresa  del 
encausado;  y  tanto  que  así  lo  dice  en  sus  declaraciones.  Loque 
ni  es  cierto  es  que  ni  el  Juez  de  1*  Instancia  ni  los  Ministros  de 
las  Cortes  Superior  ni  Suprema  podían  ser  sus  Jueces,  porque 
eran  sus  enemigos  políticos  y  no  podían  abrigar  ningún  senti- 
miento de  imparcialidad.  Y  así  todos  debieron  excu  arse  obran- 
do con  delicadeza. 


"1 


LXII  APÉNDICE 

y  remítanse  los  autos  en  consalta  á  S.  E.  la  Corte  Su- 
prema  de  Justicia.  Caracas :  setiembre  6  de  1847. — Año 
18  de  la  Ley  y  37  de  la  Independencia. — Francisco  Díaz 
— Juan  José  Romero. — Manuel  Cerezo. — Caracas:  setiem- 
bre 9  de  1847.— Al  sefíor  Fiscal. 


•  # 


ESCRITO  DEL    FISCAL 


He  visto  los  autos  formados  contra  Ezequiel  Zamo- 
ba  por  conspiración  y  otros  delitos  y  traídos  al  Tribu- 
nal Supremo  de  Justicia  en  consulta  de  la  sentencia  li- 
brada por  la  Corte  Superior  en  que  condena  á  Zamora, 
como  conspirador  y  homicida,  á  la  pena  del  último  su- 
plicio; en  cuanto  al  primer  delito,  esté  plenamente  acre- 
ditado en  las  actas,  que  Zahora  fue  Jefe  de  la  facción 
armada  que  pretendió  trastornar  las  bases  del  Gobierno, 
é  invadió  varias  poblaciones  de  la  República  cometien- 
do varios  crímenes.  El  mismo  Zamora  lo  contieza,  lo 
dicen  muchos  testigos,  y  aun  sin  esto  lo  revelaría  el 
encumbrado  puesto  en  que  aquél  estaba  colocado  entre  los 
que  componían  la  facción,  y  las  consideraciones  que  és- 
ta le  dispensaba.  Zamora,  como  General  de  ella,  fue 
quien  confirió  el  grado  de  Coronel  á  Francisco  Rangel, 
su  segundo  en  el  mando;  él  quien  ordenó  los  ataques 
contra  las  tropas  del  Gobierno ;  quien  las  batió  en  Los 
Bagres,  en  cuya  función  de  armas  fue  muerto  el  capi- 
tán José  del  Rosario  Villasmil ;  quien  mandó  en  perso- 
na el  ataque  del  sitio  de  La  Culebra  á  la  cabeza  de  más 
de  doscientos  hombres ;  él  fue  quien  sostuvo  el  choque 
en  todas  las  acciones  de  guerra  que  tuvieron  las  armas 
del  Gobierno  en  El  Limón,  en  La  Ollita,  en  La  Yuca,  en 
Guacamaya,  en  Cataure,  Los  Leones  y  el  de  Pagüito,  y 
él  quien  es  responsable  de  todos  estos  hechos  y  de  sus 
consecuencias.  Ezequiel  Zamora  es  conspirador  de  pri- 
mera clase,  y  no  está  comprendido  en  ningún  indultó 
como  cabecilla.  Obran  también  contra  ellos  cargos  que 
le  resultan  de  la  parte  que  debió  tener  de  las  varias 
muertes  que  cometió  la  facción,  entre  ellas  la  de  Fuentes. 


APÉNDICE  LXIII 

De  este  no  ha  podido  él  mismo  disculparse  ni  su  defen- 
sor ha  podido  de  una  manera  bastante  á  minorar  la  c\ü< 
pa.  En  nada  favorecen  á  Zamora  sus  numerosas  prue- 
bas. La  mayor  parte  de  sus  testigos  ignoran  los  princi- 
pales hechos ;  el  dicho  de  otros  está  en  contradición  con 
el  que  habíase  emitido  en  el  sumario;  otro  no  tiene  la 
edad  que  la  ley  señala  al  testificarle  en  juicio;  y  otro 
ha  sido  examinado  informalmente.  Tres  sólo  quedan  há- 
biles, uno  de  los  cuales  resulta  favorable  desvirtuando 
su  testimonio  el  de  los  otros,  quedando  en  pie  los  que 
acusan  á  Zamoua.  El  es  pues  responsable  de  los  he- 
chos cometidos  por  la  facción.  Por  tanto,  estimando  el 
Fiscal  justa  y  arreglada  á  la  ley  la  sentencia  consul- 
tada, pide  que  V.  E.  se  sirva  aprobarla.  Caracas,  se- 
tiembre 23  de  1847. — Rojas. —  Carneas,  setiembre  24  de 
1847. — Señálase  para  la  vista  de  esta  causa  el  dia  5  de 
octnbr**  próximo. — Narrarte. 


REPÚBLICA   DE  VENEZUELA 

EN    SU    NOMBRE 

La  Corte   Suprema  de  Justicia. — Caracas:   octubre  28  de 
1847. — 187  y  37  de  la   Independencia. 

Vista  la  causa  seguida  contra  Ezeqtiel  Zamora 
por  conspiración  y  otros  delitos,  en  consulta  de  la  sen- 
tencia que  pronunció  la  Corte  Superior  del  segundo  Dis- 
trito, á  6  de  setiembre  próximo  pasado,  por  cuanto  con- 
firma la  de  Primera  Instancia,  que  le  condenó  á  la  pena 
de  último  suplicio,  por  lo  representado  por  el  Ministro 
Fiscal  y  lo  informado  á  la  voz  por  el  abogado  defensor, 
aparece  convicto  y  confeso  Zamora  de  haber  capitanea- 
do, con  el  título  de  General,  la  facción  á  mano  armada 
contra  el  Gobierno,  conocido  notoriamente  por  su  nombre 
y  el  de  Francisco  Rangel :  de  haberle  nombrado  Coronel 
en  ella:  de  haber  sostenido  combate  en  diversos  en- 
cuentros con  tropas  del  Gobierno  lejítimo  de  la  Repú- 
blica y  de  haber  cometido  la  misma  facción,  en  sus  co- 
rrerías, varios  asesinatos,  incendios  y  otros  exesos.  Y 
además  aparece  Zamora  confeso  de  que  había  contri- 
buido á  formar  la  facción  referida,  reuniendo  hombres  al 


LXIV  APÉNDICE 

intento  y  procurando  se  le  incorporaran  otros  grupos  que 
levantados  ya,  se  le  fueron  incorporando,  entre  ellos   el 
dirijido  por  el  famoso  Rangel;  y  de  que  así,  en  un  cuerpo 
la  facción,  continuó  &  su  cabeza  hasta  la  dispersión  de 
sus  restos  cuando  fue  atacado  en    el    sitio    de    Paguito. 
Por  consiguiente,   con  razón  se  ha   considerado  á    Eze- 
<¿uiel  Zamora  en  las  sentencias  y  representaciones  fis- 
cales de  esta  causa,  conspirador  de  primera  clase,  con  el 
carácter   de    cabecilla   ó    General,    Jefe   ó    director    de 
facción,  responsable  como  tal  de  los   otros  delitos    men- 
cionados,  siendo  tenido  por    tanto    excluido   del    indulto 
concedido  ¡>or  el  Poder  Ejecutivo  en  decretos  de  8  y  21.  de 
junio  último.    Pero  hay  además  contra  Zamora  otros  car- 
gos en  cuanto  á  los  del  tos  que  le  han  sido  imputados: 
consta  por  el  dicho  de  varios  testigos   que   algunos    in- 
cendios fueron  ejecutados  á  su  presencia ;   por  confesión 
propia,  que  tomaba  ganados  de  los  vecinos  particulares 
en  las  labranzas,  para  con  dichas  reses  sostener  la  facción, 
la  inicua  facción  de  piratería  que  capitaneaba;   que  oyó 
la  orden  que  daba  lian  ge  l  para  aprehender  en  Guambra 
á  Agustín  Reyes,  y  no  tomó    medidas    ningunas  contra 
la  disposición  de  Rangel.    Es  verdad  que    ha    pretendi- 
do probar  que  era  opuesto  y  que  procuraba  evitar  tales 
acontecimientos;  pero  esto  no  le   releva    de  la  responsa- 
bilidad  que  le  afecta,  pues  continuaba  siempre  como  Jefe 
principal  de  la  tropa  que  él  mismo  había  reunido  y  formado 
desde  el  principio.     Por  las  declaraciones  de  Pedro  Pastrán 
y  otros  que  fueron  presos  junto  con  Andrés  Fuentes,  resul- 
ta que   Ranjel  los  puso  cu  libertad,  siendo  sólo  Fuentes  el 
muerto,  de  que  se  deduce  muy  bien  que  Zamora  pudo, 
si  hubiera  querido,  evitar  la  muerte  de  aquél.     Zamora  ó 
sus  defensores  han  procurado  excusarle  de  tos  cargos  que 
arrroja  el   sumario,  ya  diciendo  que  por  la  conferencia  con 
el  doctor  Manuel   María  Echcaudía,   ya  que  con  la  lectu. 
ra   de  los   periódicos,  y  ya  que  por  haberle  privado    de 
los  derechos  de  ciudadano  en  las  últimas  elecciones :  peto 
nada  de  esto  amerita  para  dejar  de  fallar  en  su  contra 
por  lo  ineficaces  que   son    tales    excepciones.    Por  estos 
fundamentos  y  otros  que  abundan  en  las  anteriores  sen- 
tencias y  que  se  desprenden  de  los  autos,  administrando 
justicia  por  autoridad  de  la  ley,   se  aprueba  la  sentencia 
venida  en  consulta ;  y  por  si  8.  E.  el  Presidente  de  la  Re- 


APÉNDICE  LXV 

pública  tuviere  á  bien  hacer  uso  de  su  atribución  consti- 
tucional, diríjasele  copia  de  la  presente  por  la  respecti- 
va Secretaría. 

André*  Narcarte,  Presidente  —  José  Rafael  Blanco, — 
Juan  Bautinta   Carreño. — Joaquín    Botón. 


CONMUTACIÓN  DE  LA  PENA  DE  MUERTE 

Por  el  Benemérito  General  José  Tadeo  Mo nagas 
JOSÉ  TADEO  MONAGAS 

PRESIDENTE  DE  LA  REPÚBLICA  DE  VENEZUELA 

ETC.,  ETC.,  ETC. 

Vista  la  sentencia  de  la  Corte  Suprema  de  Justicia 
en  que  condena  á  Ezequiel  Zamora  á  sufrir  la  pena 
de  último  suplicio  por  el  delito  de  conspiración.  En  uso 
de  la  atribución  21*  queme  concede  el  artículo  117  déla 
Constitución,  y  previo  el  acuerdo  y  consentimiento  del  Con. 
Rejo  de  Gobierno. 

decreto: 

Art.  Io  Se  conmuta  la  pena  de  muerte  á  que  lia  si- 
do condenado  Ezeqciel  Zamora,  en  la  de  diez  años  de 
presidio,  en   el  cerrado  de  Maracaibo. 

Art.  2?  El  Secretario  de  Estado  en  los  DD.  del 
Interior  y  Justicia  queda  encargado  de  la  ejecución  de 
este  decreto. 

Dado,  firmado  de  mi  mano :  sellado  con  el  sello  del 
Poder  Ejecutivo  y  refrendado  por  el  Secretario  de  Esta- 
do en  los  DD.  del  Interior  y  Justicia  en  Caracas  á  5 
de  noviembre  de  1847. — Año  18?  de  la  ley  y  37?  de  la 
Independencia. — José  Tadeo  Monagas. — Por  S.  E. — To- 
man Jone  Sanabria. — Es   copia. — Sanabria. 


LXVI  APÉNDICE 


OFICIO 


República  de  Venezuela. — Secretaría  de  Estado  en 
las  DD.  del  Interior  y  Justicia. — Caracas,  3  de  setiembre 
de  1847,  18°  de  la  ley  y  37?  de  la  Independencia.— Ex- 
celentísimo señor  Presidente  de  la  .Corte  Suprema  de  Jus- 
ticia.— Para  los  fines  consiguientes  tengo  el  honor  de 
pasar  á  manos  de  V.  E.  copia  autorizada  del  decreto 
Ejecutivo  de  esta  fecha,  conmutando  la  pena  de  muerte 
impuesta  á  Ezeqviel  Zamora,  en  la  de  diez  aüos  de 
presidio. — Contesto  así  la  nota  de  V.  E.  fechada  el  29 
de  agosto  último,  número  08.  Soy  de  V.  E.  atento  ser- 
vidor.— Tomás  Jo*é  Samibria.  Caracas,  noviembre  6  de 
1847. — A  su  expediente,  dejándose  en  cancillería  copia 
autorizada  de  este  Tribunal,  del  decreto  Ejecutivo  del 
«día  de  ayer,  del  precedente  oficio  y  de  esta  providencia. 


Corte  Suprema  de  Justicia 


Pase  á  la  Corte  Superior  para  que  tenga  cumpli- 
miento la  sustitución  hecha  por  el  Poder  Ejecutivo,  de  la 
pena  impuesta  al  reo  de  esta  causa. — Narrarte. — B'arwo. — 
Bóton. — Caracas,  noviembre  nueve  de  1847. — Cúmplase  lo 
resuelto  por  S.  E.  la  Corte  Suprema  de  Justicia  en  el 
auto  anterior;  y  al  efecto  devuélvase  el  expediente  al 
tribunal  inferior,  quedando  en  Cancillería  copifi  autori- 
zada de  la  Suprema  sentencia  y  de  las  demás  actuacio- 
nes hasta  este  Decreto. — Díaz. — Romero. — Cerezo. 


República  de  Venezuela. — Caracas,  11  de  noviembre  de 
1S17. — Año  18?  de  la  ley  y  37?  de  la  Independencia. — Señor 
Juez  de  1H  Instancia  del  4?  circuito. — Para  que  en  ese  Juz- 
gado se  dé  cumplimiento  á  lo  resuelto  por  S.  E.  la  Corte  Su- 
prema de  Justicia  en  su  auto  del  seis  del  corriente,  expedí- 


APÉNDICE  LXV1I 

<lo  en  la  causa  seguida  contra  Ezequiel  Zamora  por  cons- 
piración y  otros  delitos,  devuelvo  á  usted  el  expedien- 
te, en  tres  piezas,  la  primera  en  334  folios,  la  segunda 
con  425,  y  con  440  la  tercera. — Dios  guarde  á  usted. — 
El  Presidente. — Francisco  Dia; 


r<v. 


Tribunal  de  lu  Instancia  del  cuarto  circuito  judi- 
cial de  la  provincia  de  Caracas.  —  Guárdese,  cúmplase 
j  ejecúteselo  resuelto  por  el  Excelentísimo  señor  Presi- 
dente de  la  República,  en  su  decreto  de  cinco  de  este 
mes,  conmutando  á  Ezequiel  Zamora  la  pena  de  muer- 
te que  se  le  babía  impuesto  por  este  Tribunal,  porS.  F. 
la  Corte  Suprema,  en  la  de  diez  anos  de  presidio  eu 
el  cerrado  de  la  Provincia  de  Maracaibo,  como  también 
«en  la  parte  en  que  disponen  dichas  sentencias  que  aquél 
satisfaga  las  costas  judiciales  y  consigne  el  papel  sella- 
do que  debe  agregarse  á  los  autos  con  la  nota  de  inu- 
tilizado :  notifíquense  las  predichas  sentencias  y  el  decre- 
to del  supremo  Gobierno  al  reo,  á  su  defensor  y  al  fis- 
cal, de  la  manera  conveniente :  compúlsese  un  testi- 
monio íntegro  y  legalizado  del  fallo  pronunciado  por  el 
Tribunal  Supremo  de  la  Nación  y  del  decreto  de  S.  E. 
el  P.  E.,  y  remítase  al  señor  Gobernador  de  la  provin- 
cia de  Maracaibo,  para  que  disponga  que  el  reo  men- 
cionado entre  á  cumplir  la  pena  que  se  le  ha  impuesto, 
con  cuyo  objeto  se  le  remitirá  éste  por  conducto  del  señor 
Gobernador  de  esta  provincia,  oficiándose  para  ello,  y 
para  lo  demás  que  haya  lugar  y  corresponda,  al  señor 
Jefe  político  del  Cantón  Maracay,  donde  permanece  preso 
el  propio  reo:  acúsese  recibo  de  estos  autos  á  S.  E.  la 
•Corte  Superior  del  Distrito  que  lo  devuelve ;  y  en  su 
oportunidad  archívense,  pasándose  á  la  oficina  pública 
de  Registro  del  Cantón.  San  Luis  de  Cura,  noviembre 
<liez  y  ocho  de  1S47. — M.   Alfonso. — Brizuda,  Secretario. 


El   mismo  día   se  acusó  recibo  de  los  autos  á  S.  E.  la 
«Oorte  Superior. — Brizuda,  Secretario. 


LXVIII  APÉNDICE 

El  propio  día  se  notificaron  al  fiscal  y  defensor  las- 
sentencias  libradas  en  la  causa  y  también  el  Decreto 
del  Supremo  Gobierno,  y  quedaron  enterados. — Brizuéla7 
Secretario. 


Seguidamente  se  compulsó  un  testimonio  de  la  última 
sentencia  y  del  decieto  del  P.  E.  y  se  dirigió  al  señor 
Jefe  político  de  Maracay  para  la  debida  notificación  al 
reo  y  para  que,  vuelto  á  cerrar  otro  testimonio,  por  el 
mismo  orden  que  se  le  envía,  lo  remita  al  señor  Gober- 
nador de  la  provincia  el  que  con  la  mayor  seguridad, 
le  remitirá  también  el  propio  reo,  oficiándosele  igualmen- 
te para  que  ai  recibir  tanto  al  reo  como  el  testimonio- 
expresado,  los  remita  al  señor  Gobernador  de  Maracaibo 
á  quien  del  propio  modo  se  le  incluye  la  comunicación 
correspondiente. — Briztiela,    Secretario 


Incontinenti  se  ofició  al  señor  Administrador  de  Ren- 
tas internas,  para  que  en  el  caso  de  no  satisfacerse  por  el 
reo  ó  consignarse  el  papel  sellado  competente,  represen- 
te y  pida  lo  que  corresponde  en  conveniencia  con  la 
lev   de  la  materia. — Brizuela.   Secretario. 

Kr  7 


REPÚBLICA    DE  VENEZUELA 

Jefatura  política  del  Cantón. — Número  124. — Mará- 
cay,  noviembre  22  de  1847, — 18?  y  37?. — Señor  Juez  de 
1"   Instancia  del   cuarto  circuito. 

Contesto  la  comunicación  de  US.  fecha  18  de  los» 
corrientes,  número  04í),  en  que  me  adjunta  copia  de  la 
sentencia  de  S.  E.  la  Corte  Suprema,  y  Decreto  del  P.  E. 
en  la  causa  del  reo  Ezequiel  Zamora  y  del  auto  librado 
en  su  consecuencia  por  ese  Juzgado,  en  18  de  los  corrien- 
tes. Todo  lo  que  US.  me  previene  en  su  comunicación 
citada  ha  sido  cumplido,  notificándose  al  reo  por  una 
diligencia  que  firmó   conmigo  al  pie  de  dicho  testimonio, 


APÉNDICE  LXIX 

«1  cual  se  puso  dentro  de  su  cubierta  con  el  oficio  que 
US.  dirije  al  señor  Gobernador  de  Maraca  i  bo.  El  refe- 
rido reo  será  remitido  mañana,  con  toda  1 1  Redundad 
necesaria,  al  cargo  de  un  Oficial  y  una  escolta  de  diez 
soldados,  y  con  él  se  dirigirán  las  comunicaciones  de  US. 
para  los  señores  Gobernadoras  de  Caracas  y  Maracaibn. 

Soy  de   US.  muy  atento  obediente  servidor. — 8  tirador 
Michelena. 


REPÚBLICA  DE    VENEZUELA 

Jefatura  política  del  Cantón. — Numero  82. — Maracay 
noviembre  22  de  1847. — 18?  v  37? — Señor  Gobernador  de 
la  Provincia. 

Al  cargo  del  Subteniente  José  María  Pérez,  de  la 
guarnición  de  esta  villa,  y  un  piqueta  de  diez  solda- 
dos de  la  misma,  remito  á  US.  por  disposición  del  se- 
ñor Juez  de  Ia  Instancia  del  cuarto  circuito,  la  persona 
de  Ezequiel  Zamora.  Dicho  oficial  lia  sido  bien 
instruido  de  la  vigilancia  y  seguridad  con  que  debe  ser 
«conducido  dicho  reo,  conforme  las  prevenciones  que  me 
lia  hecho  aquel  Juzgado,  el  cual  va  con  los  mismos  gri- 
llos con  que  ha  estado  en  la  prisión  en  esta  villa.  Ad- 
junto dos  pliegos  cerrados  del  señor  Juez  de  Ia  Instan- 
cia, uoo  para  US.  y  el  otro  para  el  señor  Gobernador 
<le  Maracaibo,  los  cuales  contienen  la  copia  de  la  senten- 
cia de  S.  E.  la  Corte  Suprema,  el  decreto  de  conmu- 
tación del  P.  E.  y  la  notificación  al  reo  en  persona  he- 
cha por  esta  Jefatura. 

Soy  de  US.  muy  atento  servidor. — Salrndor  Micho- 
lena. 


•  # 


LXX  APÉNDICE 

REQUISITORIA  CONTRA  EL  GENERAL  EZEQÜIEL  ZAMORA 

(Gaceta  de  Venezuela,  número  895,  de  2  de  enero  de  1848) 

La  República  de  Venezuela  y  en  su  nombre. — Ef 
Juez  de  Ia  Instancia  del  cuarto  circuito  judicial  de  la  pro- 
vincia de  Caracas. — A  los  señores  Jueces  de  1*  Instan- 
cia, alcaldes  parroquiales,  jueces  de  paz  y  demás  autori- 
dades de  la  República, 

Hace    saber : 

Que  habiéndose  fugado  Ezequiel  Zamora  de  lar 
cárcel  de  la  villa  de  Maracay,  donde  se  bailaba  en  mo- 
mentos en  que  iba  á  ser  conducido  á  la  provincia  ele 
Maracaibo,  donde  debía  cumplir  los  diez  anos  de  presidio 
cerrado  en  que  le  fue  conmutada  la  pena  de  muerte  que 
se  le  había  impuesto,  se  ha  mandado  librar  la  presente 
requisitoria  con  las  inserciones  siguientes  para  su  aprehen- 
sión.— Tribunal  de  1"  Instancia  del  circuito. — Acúsese 
recibo  de  la  anterior  comunicación  ai  señor  Jefe  política 
del  Cantón  Maracay:  y  por  cuanto  en  ella  manifiesta 
dicho  funcionario  haberse  fugado  el  re<>  Ezequiel,  Zamora 
en  momentos  en  que  iba  á  ser  remitido  al  presidio  ce- 
rrado de  Maracaibo  por  diez  aiios  en  que  le  fue  conmu- 
tada la  pena  de  muerte  que  le  habían  impuesto  los  tri- 
bunales de  justicia  :  líbrense  en  el  día  requisitorias  circu- 
lares con  las  inserciones  necesarias  á  los  señores  Jue- 
ces de  1*  Instancia,  Alcaldes  parroquiales,  Jueces 
de  paz  y  demás  autoridades  de  la  República,  para  su 
apreheusión  y  remisión  á  este  tribunal  donde  existe  la  cau- 
sa; insertándose  á  mayor  abundamiento  la  predi  cha  re- 
quisitoria en  la  Gwi'ta  de  Venezuela,  etc. — San  Luis  de 
Cura,  noviembre  24  de  1847 — 18?  de  la  ley  y  37?  de  la 
Independencia. — Manuel  Alfonzo. — Antonio  ¡lrizuela¡  Secre- 
tario. 

El  Secretario  que  suscribe,  certifica ;  que  los  signo» 
tisonómicos  de  Ezequiel  Zamora,  que  ha  podido  ad- 
quirir de  personas  que  le  conocían  muy  bien,  son  del 
tenor  siguiente:  "  Pelo  rubio  pasudo  y  bastante  poblado, 
color  blanco  y  algo  catire,  frente  pequeña,  ojos  azules 
y  hundidos,   nariz  larga    perfilada,  boca  pequeña  y   algo 


APÉNDICE  LXXI 

sumida,  labios  delgados,  barba  roja  y  escasa,  estatura? 
regular,  cuerpo  delgado,  muy  junto  de  muslos,  y  pier- 
nas manetas. — Tiene  las  manos  largas,  descarnadas  y  cu- 
biertas por  un  bello  áspero ;  los  pies  son  también  lar- 
gos y  flacos;  es  de  un  andar  resuelto,  y  tendrá  como 
treinta  años  de  edad. — Cura  fecha  ut  supra. — Antonio 
Brizuela. 

En  cuya  virtud  los  señores  Jueces  y  autoridades 
á  quienes  se  dirije  la  presente  requisitoria,  le  darán  su. 
más  puntual  cumplimiento,  circulándola  de  uno  en  otro 
hasta  el  último,  que  la  devolverá  á  este  Tribunal  con 
la  persona  del  reo  prófugo,  bien  asegurada,  si  se  lograse 
su  captura. — San  Luis  de  Cura,  noviembre  24  de  1847. — 
18?  y  27?. — Manuel  Alfonzo. — Antonio  Brizuela,   Secretario. 


CARTA  DEL  PBRO.  DOCTOR  I0NAGAS 

ALPRESIDENTE   DE   LAREPUBLICA 


Excelentísimo  señor  Presidente  José  Tadeo    Monagas. 

Valencia:   «agosto  17  de  1849. 

Mi   querido  primo  y  amigo : 

Mil  y  mil  enhorabuenas  por  la  deseada  paz  que  el 
Señor  nos  ha  concedido  después  de  la  desgraciada  re- 
volución de  estos  días.  Ahora  sólo  resta  que  usted  no 
ponga  término  á  su  bondad  y  beneficencia  á  favor  de  los 
desgraciados.  Es  verdad  que  el  amor  propio,  y  los  con- 
sejos de  los  que  no  miran  el  bien  general  sino  sus  pa- 
siones é  intereses  particulares,  pondrán  algún  obstáculo 
á  la  inclinación  de  usted,  que  siempre  me  ha  manifes- 
tado por  el  perdón ;  pero  es  necesario  hacerse  superior 
á  todo,  y  dar  á  conocer  su  generosidad  libre  de  resen- 
timientos. Por  tanto,  una  amnistía  general  es  la  propia 
para  el  caso,  por  la  que  yo  le  suplico  rendidamente  y 
la  que  espero  pondrá  fin  á  las  disenciones  y  partidos. 
"Tsted  sabe  muy  bien  que  este  es  el  mayor  medio  y  aún 
el  iinico  para  una  sola  reconciliación:    las    historias    así 


LXXII  APÉNDICE 

nos  lo  enseñan  y  la  experiencia  así  lo  demuestra,  pues 
aunque  los  ingratos  alguna  vez  no  correspondan  á  la 
benignidad  que  se  ha  usado  con  ellos,  después  tarde  ó 
temprano  se  eoje  el  froto  de  la  beneficencia,  y  esta  pro- 
duce una  paz  estable  que  nunca  se  consigue  sin  ganar 
el  corazón.  Desentiéndase  usted  por  ahora  de  las  pre- 
tensiones de  los  malévolos,  créame  que  esta  especie  de 
gentes  no  miran  lo  porvenir.  Ninguna  persona  en  Cara- 
cas le  estimará  á  usted  tanto  como  yo,  ni  ninguna  ten- 
drá más  interés  en  su  buen  nombre  y  en  su  felicidad. 
La  medida  que  le  aconsejo,  y  á  que  usted  más  se  in- 
clina, será  más  gloriosa  para  usted  que  cuantas  victo- 
rias haya  conseguido,  y  ninguna  le  afirmará  más  en  la 
tranquilidad   de  su   gobierno. 

Recuerde  usted  la  historia  de  César  Augusto,  que 
por  una  disposición  semejante  se  hizo  dueño  de  todo  el 
Jmperio  Romano,  y  la  paz  qne  consiguió  después  de  tantas 
guerras  le  duró  toda  su  vida,  habiéndose  por  tanto  ce- 
rrado el  templo  de  Jano  en  toda  ella.  Para  dará  cono- 
cer este  Príncipe  la  sinceridad  de  su  perdón,  hizo  quemar 
públicamente  todas  las  causas  que  había  contra  sus  ene- 
migos y  todos  los  papeles  que  pudieran  recordar  su  me- 
moria, olvidando  para  siempre  las  conjuraciones,  hacién- 
doles volver  á  sus  casas  libres  de  todo  y  aún  dándoles  pre- 
mio, como   lo  ejecutó  con  Cornelio  C.  nieto  de  Pompeyo. 

En  estos  días  tenemos  el  ejemplo  heroico  de  la  Rei- 
na Católica  con  la  amnistía  tan  general  que  dá  á  to- 
dos los  españoles,  y  hasta  á  los  encausados  y  sentenciados 
por  asuntos  políticos,  como  consta  del  Correo  de  Ultra- 
mar, 2S  de  julio,  que  es  digna  de  leerse,  y  supongo  que  us- 
ted la  habrá  visto;  pero  le  encargo  que  la  vuelva  á 
releer,  con  lo  acordado  por  el  Congreso,  porque  contie- 
ne cuanto  puede  desearse  en  la  materia,  y  para  hacer 
callar  á   los  que  no   respiran   sino  fuego  y   sangre. 

Me  acuerdo  también  del  perdón  gratuito  de  S.  Juan 
Gualberto,  que  habiendo  encontrado  al  asesino  que  qui- 
tó la  vida  á  un  hermano  del  Santo,  enjun  lugar  en  que 
no  podía  escapar,  ya  al  darle  el  golpfe  de  muerte  le  per- 
donó, sólo  porque  le  pedía  con  los  brazos  abiertos,  le 
perdonase  por  Nuestro  Señor  Jesuciisto,  y  este  Dios  tan 
bueno  le  corresponde  amorosamente  inclinándole  su  cabeza 


APÉNDICE  LXXI1I 

•en  señal  de  agradecimiento  una  imagen  de  Cristo  cru- 
cificado que  estaba  en  una  capilla  en  donde  entró  el  Han. 
to  después  de  este  suceso:  con  lo  que  se  convirtió  en 
-el  momento  y  sólo  pensó  en  adelante  en  hacerse  santo, 
como  lo  consiguió. 

Yo  espero  de  su  bondad  y  de  la  amistad  que  me 
profesa  acogerá  mi  súplica,  y  liará  todo  bien  á  los  infe- 
lices, y  que  esto  mismo  hará  desaparecer  las  quejas  con- 
tra usted,  y  se  conseguirá  la  unión,  concordia  y  recíproca 
correspondencia.  Ojalá  que  usted,  reciba  con  gusto  mis 
insinuaciones,  y  olvide  todo  resentimiento. 

Le  encargo  una  cosita  de  confianza,  y  es  que  esta 
carta  se  la  entregue  á  mi  estimada  Doña  Luisa  para  que 
la  conserve  y  se  la  lea  varias  veces,  especialmente  cuan- 
do los  demagogos,  y  hombres  vengativos  quieran  estor- 
bar el  curso  de  su   beneficencia. 

Recibí  su  última  muy  apreeiable  dos  ó  tres  días 
antes  de  esta  follisca,  que  no  contestó,  considerándole 
muy  ocupado,  y  con  muchas  atenciones,  y  tengo  el  gusto 
•de  hacerlo  en  esta  ocasión  en  que,  lleno  usted  de  satis- 
facciones, estará  tranquilo.  Por  olla  me  convenzo  cada 
día  más  del  cariño,  y  buena  amistad  conque  usted  me 
corresponde,  y  la  obligación  en  que  me  pone  de  enco- 
mendarle muclio  á  Dios,  y  de  interesarme  cuanto  pue- 
da en  que  se  consolide  la   paz. 

Deseo  á  usted  una  eterna  felicidad,  y  saludo  á  la 
señora  su  esposa  y  niñas  con  toda  la  demás  familia  con 
mucho  cariño,  con  el  que  soy  todo  de  usted  muy  aman- 
to primo  y   amigo. 

Doctor  Juan  Antonio  Monayas. 

P.  D. — Me  ha  sido  de  bastante  placer  el  saber  (pie  el 
rendimiento  se  hizo  en  el  sitio  llamado  Monagas,  nombra- 
do así,  porque  en  una  hacienda  que  tenía  allí  mi  Abuelo, 
hacía  su  principal  residencia,  y  se  lo  refiero  á  usted 
también  para  su  gusto. 


*  * 


LXXIV  APÉNDICE 


CAMPANA  DE  LA  FEDERACIÓN 

LOS  JEFES  DEL  EJÉRCITO  FEDERAL  DE  OCCIDENTE 

JL  MUS  COMPAÑEROS  DE  A.It]ftf  A>& 

Á  LOS  VENEZOLANOS  TODOS 

Córtanos  ! 

Habéis  levantado  el  pabellón  de  la  libertad,  de  en- 
tre ese  polvo  de  las  pasiones  inmundas,  del  abismo  de 
la  ignominia :  grande  es  vuestra  gloria.  La  gratitud  de 
la  Nación  será,  no  lo  dudéis,  inmensa,  como  su  coo- 
peración, como  la  unidad  de  su  querer,  como  la  explosión 
de  su   valor  para   sacudir  todo   género  de  servidumbre. 

Venezolanos:  salud;  y   para  siempre  Libertad! 

Ni  ahora,   ni    nunca,   la  vergüenza    de  las  cadenas. 

Venezolanos  :   Federación ! 

La  Federación  encierra  en  el  seno  de  su  poder  el 
remedio  de  todos  los  males  de  la  Patria.  No:  no  es  que 
los  remedia,   es  que  los  liará  imposibles. 

Con  Federación  atenderá  cada  Estado  á  todas  sus 
necesidades  y  utilizará  todos  sus  recursos,  mientras  que 
juntos  constituirán  por  el  vínculo  del  Gobierno  general 
el  gran  bien,  ei  bien  fecundo  y  glorioso  de  la  unidad 
nacional.  El  orden  público  dejará  de  ser  un  pretexto 
de  tiranía,  porque  será  la  primera  de  las  atribuciones 
de  cada  Gobierno  particular.  Tendrán  los  pueblos  ma- 
gistrados de   su  exclusiva  elección. 

Volveremos  la  espalda,  ya  para  siempre,  á  las  tira- 
nías, á  las  dictaduras,  á  todos  los  disfraces  de  la  detes- 
table autocracia. 

Coro  es  ya  un  Estado.  >lientras  que  se  verifican 
las  elecciones  conforme  á  las  mejores  doctrinas,  Coro 
tiene   ya   un   Gobierno  propio,  y  asumiendo  el  Estado  su 


APÉNDICE  LXXV 

soberanía,  constituye  una  de  las  grandes   unidades  polí- 
ticas de  la  Federación  Venezolana. 

Otras  provincias  lian  lanzado  ya  el  grito  de  libertad  ? 
todas  se  disputarán  ese  honor;  cada  una  hará  el  mis- 
mo uso  de  la  soberanía,  y  pronto,  muy  pronto,  consti- 
tuirán el  Gobierno  general. 

Entre  tanto  la  conciencia  de  nuestros  derechos,  y 
nuestro  valor  harán  simultáneo,  decisivo  y  omnipotente 
el  movimiento  de  los  pueblos  de  Venezuela  por  la  últi- 
ma y  la  más  gloriosa  de  sus  conquistas:  el  sistema 
Federal. 

Queremos  ahorrar  la  sangre  de  nuestros  hermanos  f 
queremos  la  tranquilidad  de  las  familias  y  la  paz  y  la 
libertad  imperando  en  la  República.  Levántese  ella  co- 
mo un  solo  hombre,  lance  el  grito  de  la  voluntad  y  sus. 
mismos  opresores  inclinarán  la  trente  respetuosa  ante  el 
Soberano,  ante  el  Pueblo  de  Venezuela. 

¡  Y  desgraciados  de  los  que  no   lo  hicieren ! 

Dado  en  Coro,  á  25  de  febrero  de  1S59. — Año  1? 
de  la  Federación. — EzEQurBL  Zamora.. — José  R.  González. 


MARTIN  REYES, 


JEFE  I>E  LA  COLUMNA  DE  OPERACIONES  SOBRE  BARQUISIMETO,  A  LOS 

HABITANTES  DE  SKjriSIQl'K  Y  BARAGUA 


La  tiranía  toca  á  su  fin.  La  Nación  cansada  del 
Gobierno  despótico  de  sus  malos  Administradores,  se 
levanta  en  masa  por  todas  partes  deponiendo  á  los  ti- 
ranos que  la  tenían  sojuzgada.  Siquisiqueiios,  Pueblos, 
de  Baragua  y  Carora,  seguid  el  ejemplo  de  toda  la  pro- 
vincia de  Coro,  que  unánimemente  ha  sacudido  el  yugo 
ominoso  de  los  tiranos,  al  mismo  tiempo  que  lo  han  he- 
cho casi  todas  las  provincias  de  Venezuela.  Conciuda- 
danos todos :  los  tiranos  no  poseen  más  terreno  que  el 
que  ocupan  miserablemente,  con  ignominia,  las  plantas 
de  sus  pies,  y  ni  aun  en  tan  corto  espacio  se  conside- 
ran  seguros :   su  mala    conciencia  los   acusa  y  acosa.  Por 


LXXVI  APÉNDICE 

todas  partes  y  doquiera  que  miran,  se  les  presenta  á 
su  vista  el  cuadro  espantoso  de  sus  crímenes,  el  esque- 
leto de  Venezuela  sacrifícala  á  su  arbitrio  y    auroj.i.. 

¡Inicuos  y  feroces,  no  conocen  más  ley  que  el  de- 
senfreno  de  sus  pasiones ! 

SiquÍ8Íqueños  y  Pueblos  de  Carora !  Yo  os  invito  á 
que  os  unáis  á  vuestros  conciudadanos  y  vecinos  más 
cercanos  de  Cburuguara  :  abandonad  á  los  tiranos  que 
os  engañan,  á  esos  oligarcas  que  os  balagán  con  femen- 
tidas promesas  de  felicidad  que  .jama  *  cumplen.  No  os 
dejéis  alucinar,  romped  las  cadenas  que  os  lian  forjado 
y  cerrad  vuestros  oídos  á  los  esbirros  de  la  tiranía.  A 
las  armas !  A  las  armas !  compañeros,  y  decid  con  vues- 
tros  hermanos   los  corianos : 

;  Viva  la  República  Federal  ! 

j  Vivan  la*  libertades  públicas  ! 

¡  Vira  el    valiente  ciudadano  Ezequikl.   Zamora. 

Cuartel   General  en   Cburuguara,   á  2(5  de  febrero  de 

1850. 

Martin  Reyes. 

Es  copia  fíel.  — El  Jefe  de  Estado  Mayor. — José  Gu- 
tiérrez. 


Gobierno  Federal  de  Caracas  de  primero 

de  agosto  de    1859 

PODER    EJECUTIVO 

Doctor  José  Manuel  García,  Prebendado  doctor  Jo- 
sé Manuel  Rivero,  Estanislao  Rendón,  doctor  Juan  de 
D.   Morales,   Juan  Crisóstomo   Hurtado. 

SECRETARIOS 

Doctor  Gonzalo  Ruiz,  Interior  y  Justicia — Doctor 
Jesús  M.  Blanco,  Relaciones  Exteriores — Nicolás  Martí- 
nez, Hacienda — Comandante  Rafael  Urdaneta,  Guerra  y 
Marina — Comandante  de  Armas,  General  José  Laurencio 


APÉNDICE  LXXVII 

Silva — Ayudannte  de  Plaza,  Capitán  Miguel  Moreno — 
Gobiernos  de  las  Provincias — Miguel  García  Meza — Se- 
cretario,  Manuel  Larrazabal. 

ler  Comandante  del  5  de  Marzo — 2?  Comandante  del 
Batallón  "Convención,"  Encarnación  Magallanes. — 2?  Co- 
mandante del  Batallón  "Convención,"  Alejo  Mijares — Guar- 
da parque,  Tomás  Muñoz  y  Avala. — Cajero,  Adolfo  Ur- 
daneta. — Proveedor  de  recursos,  Diego  Antonio  Alcalá. 
— Capellán  de  ejército. — Presbítero  Andrés. — Jefe  Muni- 
cipal, Félix  Bosa. 

El  Doctor  Dubreil  se  presentó  al  Gobierno  provisoria 
á  las  9  de  la  noche  y  manifestó,  que  los  señores  Minis- 
tros de  Francia  é  Inglaterra  estaban  dispuestos  á  reco- 
nocer el  Gobierno  provisorio,  tan  pronto  como  les  par- 
ticiparan oficialmente  su  instalación. 


Ciudadanos  empleados  en    el    Gobierno 

de  la  Federación 

Juan  Jurado. — Andrés  Level. — Manuel  Blanco,  hijo. 
— N.  Goiticoa,  Feliciano  Borges. — Rafael .  García,  Pedro 
Manuel  Toledo. — Guillermo  Flínter. — Manuel  Fariñas  llevó 
los  pliegos  para  hacer  pronunciar  La  Guaira. 

Ramón  Landa,  fué  nombrado  Jefe  político  del  Can- 
tón Petare. 


Acta  del  1?  de  agosto  de  1859 


En  el  nombre  de  Dios  Todopoderoso. 

Reunidos  nosotros  los  ciudadanos  de  Caracas,  con  el 
objeto  de  establecer  y  nombrar  un  Gobierno  Provisorio, 
que  asegure  el  orden  y  tranquilidad  pública,  y  preste 
todas  las  garantías  que  necesite  la  sociedad  paia  su  con- 


LXXVIII  APÉNDICE 

servación,  bajo  el  imperio  de  la  razón  y  de  los  principios 
que  proclamamos  solemnemente,  declaramos: 

IV  El  Gobierno  de  Venezuela  será  desde  hoy  para 
siempre  popular  y  federal. 

2?  Reconocemos  como  Jefe  Supremo  de  la  Nación 
al  ciudadano  Juan  C.  Falcón,  mientras  tanto  los  pueblos 
<le  la  Confederado!),  bajo  la  forma  que  se  dieren,  expre- 
sen su  voluntad. 

3?  Nombramos  para  constituir  el  Gobierno  Provi- 
sorio Provincial,  mientras  se  obtiene  la  voluntad  de  la 
Provincia,  á  los  ciudadanos  : 

Doctor  José  Manuel  García. 
"        José  Manuel  Rivero. 
Estanislao  Renden. 
Licenciado  Juan  de  Dios  Morales. 
Juan  CrUóstomo  Hurtado. 

4':  Se  nombra  al  ciudadano  General  José  Laurencio 
Silva,  Jefe  de  las  Armas  de  la  Provincia. 

Dado  en  Caracas,  á  1?  de  agosto  de  1851),  ano  1?  de 
la  Federación. 

Juan  de  Dios  Morales,  Juan  C.  Hartado,  Felipe  Es- 
teves,  M.  García  Meza,  Jesús  M.  Blanco,  R.  Urdaneta, 
Gonzalo  A  Ruiz,  N.  Ramírez,  J.  Fernández,  F.  Bolívar, 
José  L.  Silva,  hijo,  Manuel  F.  García,  Juan  de  M.  Guz- 
mán,  Doctor  José  F.  Soto,  B.  H.  de  Noya,  Diego  A. 
Alcalá,  Rafael  Acevedo,  Antonio  J.  Zamora,  Doctor  José 
M.  García,  Doctor  José  María  Rivero,  José  R.  Villas- 
mil,  Diego  Campbell,  Santos  Escobar,  Victoriano  Soto, 
Tomás  Sotillo,  Rafael  Esparza,  Pedro  H.  Cornieles,  Arís- 
tides  Caballero,  Félix  Bosa,  Andrés  Verde,  Manuel  La- 
rrazábal,  José  T.  Borges,  Miguel  Rodríguez,  Ramón  A. 
Pina,  Narciso  Pacheco,  José  M.  Monteverde,  Nicolás 
Martínez,  Pedro  Requena,  Miguel  A.  González,  Fernan- 
do Baquero,  Felipe  Alvarez.  Juan  B.  Hernández,  Sil- 
verio  Bermúdez,  J.  R.  Olivo,  J.  R.  Carcano,  Francisco 
A.  Amos,  Domingo  Esquivel,  Miguel  Soto,  Pro.  José 
Andró*,  \V.  Oleta,  Ramóu  Yépez,  Hónralo  M.  de  la  Guar- 
dia, Ramón  L.  Castro,  Alejandro  F.  Feo,  Agustín  Coll, 
Ramón  Bigot,  Pro.  José  V.  Genovés,  Jacinto  Gutiérrez 
Toll,   Pablo  de   la  Guerra,     Manuel     R.     Conde,    Miguel 


APÉNDICE  LXXIX 

Moreno,  José  C.  Tirado,  Rafael  E.  García,  Pro.  Fran- 
cisco A.  Pereira,  José  de  la  C.  Acedo,  Juan  A.  Pérez 
Bonalde,  R.  Col!,  J.  R.  Revenga,  Manuel  Alvistur,  Pe- 
dro A.  Arroyo  (2),  Rafael  Aconta,  Agapito  Torres,  Car- 
los Martínez,  Belisario  Pereira,  Martín  J.  Arámburu, 
Gerardo  Márquez,  Florencio  Soto,  Pedro  Bigott,  Gui- 
llermo F.  Feo,  Francisco  Herrera  (3)  Pedro  Ranceo,  Fran- 
cisco Belpino,  Dionisio  Flores,  Agustín  Garres,  Tomás 
Fuentes,  Benito  Landaeta,  Domingo  Mota. 
(Siguen  muchas  firmas). 


REPÚBLICA    DE    VENEZUELA 

Estado  Federal  de  Caraca* 

Caracas :  agosto  1?  de  1S5Í). 

Habitantes  del  Estado!  Nombrados  por  el  pueblo  de 
Caracas  para  componer  su  Gobierno  provisorio  federal, 
cumple  á nuestro  deber  hacer  llegar  á  conocimiento  de  todos, 
el  acto  espléndido  por  el  cual  ha  quedado  roto  para  siem- 
pre el  tiránico  sistema  central,  y  puestas  Jas  bases  fun- 
damentales de  la  Federación  que  tantos  sacrificios  y  tan- 
tas víctimas  ha  costado  á  la  República. 

Conciudadanos!  La  tiranía  ha  concluido  en  Venezue- 
la: la  omnipotencia  nacional  impera,  y  á  la  sombra  del 
pabellón  federal,  los  pueblos  entusiasmados  llevarán  la 
República  al  lugar  que  la  Providencia  le  tiene  señalado 
entre  las  naciones  más  civilizadas  del  mundo. 

Viva  la  Federación!  Viva  el  Pueblo  Soberano!  Viva 
el  General  Falcón!  Viva  el  valiente  General  Ezeqüiel 
Zamora!  Viva  el  General  Juan  Sotillo!  Viva  el  Gene- 
ral Pedro  V.  Aguado! 


LXXX  APÉNDICE 

CUADRO 

de  ciudadano 3  y  antiguos  Jefes  y  oficiales  que  f o* marón  el  fjércit» 
del  centro,  en  el  litoral  de  los  Cantones  Guaira  y  Maiquetía 
en  agosto  de  1839,  bajo  las  órdenes  del  General  Pedro  Vicente 
Aguado,  quienes  obtuvieron  sus  adjuntos  de  dicho  General» 
do  la  manera  siguiente  : 

Primeros    Comandantes 

José  María  Navarrete,  Maiquetía — Manuel  Vicente 
Bosque  y  Florentino  Hernáudez,  La  Guaira. — Martín  Pa- 
dros  y  José  Carlos  Torres,  Maiquetía. — Julián  Tactyson  y 
Godoy,  Caracas. 

¡Segundos   Comandantes 

Rafael  Travieso,  Lijo,  La  Guaira. — Pablo  Blanco,  Ma- 
cuto.— Guillermo  Quevedo,  La  Guaira. — Vicente  Faustino 
Merentes,  Naiguatá. — Simón  Blanco,  La  Guaira. — Marcos 
Antonio  Madriz,  Guaraca rumbo. — Andrés  Alcántara  Rave- 
lo,  La  Guaira. 

Capitanes 

Juan  de  Mata  Torres,  Macuto. — Juan  Rondón,  LaGuai- 
ra. — Juan  Pablo  Figuera,  y  Gabriel  Piñango,  Caraballeda» 
Juan  Felipe  Figuera,  Santiago  Gil,  Natividad  León  y  Ce- 
lestino Jaque,  La  Guaira. — Demetrio  García,  Caracas. — 
Fernando  Ruz,  Maiquetía. — Juan  José  Montes  y  Magda- 
leno  Flores,  La  Guaira. — Andrés  Lázaro  Delgado,  Macuto. 
— José  Alanés,  Justo  Andue¿a,  Dionicio  Madera  y  José  Ig- 
nacio Hernández,  La  Guaira. — Vicente  Hernández,  Cara- 
cas.— Teodoro  Herrera,  Eugenio  Reyes  y  Eduardo  Maran- 
te,  La  Guaira. — Simón  Gil,  Carayaca.— Antonio  Redondo, 
Catia. — Dionisio  Tovar,  Carlos  Díaz  y  Joaquín  Tinoco, 
La  Guaira. 

Tenientes 

Rufino  Blanco,  Bernardo  Madera,  Felipe  Santiago 
Montes,  Juan  Ramón  Ramírez,  Fermín  Madera,  Emilio 
Conde,  Narciso  Hernández,  Rafael  Villalobos,  Gabriel  Vi- 
llalobos y  José  Francisco  Sánchez,  La  Guaira. — José  de 
Jesús  Piñango,Caraballeda. — Valentín  España,  Naiguatá. 
— Juan  Pedro  Montes,  La  Guaira. — José  Gabriel  Rome- 
ro y  José  Víctor  Medina,  Macuto.— José  Tomás  Flores, 
La    Guaira. — José     Fuenmayor,    Naiguatá. — José    Tomás 


APÉNDICE  LXXXl 

González,  Matilde  Brito,  Rafael  Sabino  y  Ruperto  Ibarra, 
La  Guaira. — José  María  Rodríguez,.  Gregorio  Rodríguez 
y  José  María  Méndez,  Maiquetía.— Candelario  Romero, 
Cátia. — José  D.  Arteaga,  Maiquetía. — Juan  Ramón  La- 
inírez  y  Fermín  Madera,  La  Guaira. 

Súb-Tenien-tes 

Luis  José  Hermoso,  Valentín  Sifontes  é  Isidro  Her- 
moso Narvarte,  Ctiraballeda. — Doroteo  Aponte,  Julián  Do- 
mínguez y  Feliciano  Longa,  Nai guata. — Catalino  Ozas, 
Quintín  Díaz,  José  Víctor  Medina,  Julián  Alvarez  y 
Francisco  Rojas,  La  Guaira. — José  María  Blanco,  Macuto. 
— Benigno  Monasterios,  Maiquetía. — Pantaleón  Gon- 
zález, Pragedes  Palacios  é  Isaías  García,  Maiquetía. — 
Cirilo  del  Carmen  Franco,  Caraba11¿da. — Julián  Colmena- 
res, Salvador  Díaz,  Pedro  Díaz,  Juan  Bello,  José  An- 
tonio García,  José  Maitán,  Andrés  Lozano  Delgado,  José 
Isabel  Gómez,  Baldomcro  Narvarte  y  Tomás  Pereira,  La 
Guaira. — Rufino  Gedler,  Mauricio  Mayora  (fué  ascendido 
á  Teniente)  y  Felipe  Parra,  Maiquetía. — Juan  Inocencio 
Blanco,  Macuto. — Francisco  Rivero,  Brígido  Benítez  y  Mar- 
cos Centeno  Madriz,   La  Guaira. 

Dios  y  Federación. 

El  Coronel  Auditor  de  Guerra 

Ramón  A.  Delgado. 


Gobierno  Provisional  de  La  Guaira 


B.  Manuel  Calimán,  Rafael  Travieso,  Manuel  Vicente 
Vásquez,  Pablo  Solse,  Tomás  Sabino. 

Este  Gobierno  nombró  al  señor  B.    Giusseppi,  Agen- 
te Consular  en  Trinidad. 


Vi 


^1 


fcXXXH  APÉNDICE 

Estado  de  A  ragua 

División  del  General    Alcántara,   perteneciente  al    Ejército 

de  Aragna 

General  en  Jefe,  Francisco  L.  Alcántara. — Estado  Ma- 
yor General :  Primer  Comandante,  E meter  o  Gómez ;  Se- 
gundo Jefe,  primer  Comandante  Ceferino  Ríos ;  Comisario 
General,  Comandante  Luis  Primero;  Ayudante  General,- 
José  del  Carmen  C  i  sueros;  Ayudantes  de  Campo,  prime- 
ros Comandantes  José  María  Gimeno  y  José  Dolores  Gu- 
tiérrez; Adjuntos,  Capitanes  Jesús  María  Ríos,  Sergio 
Quevedo,  Eladio  Sarco  y  Jesús  María  Cisneros ;  para  Ede- 
canes, Comandantes  Federico  Quintero  y  Miguel  Parejo  y 
Capitán  Rosario  Aponte. 


* 
•  # 


¡Oficio  de  Zamora  al  Comandante  Bernardo  Márpz 


Federación  Venezolana. — Estado  de  Coro. — Cuartel  Gene- 
ral.— Jefatura  de  Operaciones. — Güequito:  14  de  mar- 
zo de  1859,  á  la  una  de  la  noche. — Ano  1?  de  la  Fede- 
ración. 

Al  ciudadano  Com infante  Militar  del  Puerto  de  Cumarebo, 
Bernardo  Márquez. 

Acabo  de  recibir  su  comunicación  fecha  trece  del  que 
cursa,  en  donde  me  dice  que  ha  hecho  devolver  la  Compa- 
ñía del  Capitán  Goitía,  y  se  ha  incorporado  con  la  del 
Capitán  Jesús  María  Hernández. 

Me  ha  parecido  un  punto  acertado  la  medida  que  us- 
ted ha  tomado,  siempre  que  los  enemigos  sea  verdad  que 
hayan  desembarcado  en  el  Puerto  de  Cumarebo,  pues  esto 
me  indicaría  que  ellos  pretenderían  picarme  la  retaguar- 
dia. ¡Si  esto  fuere  así,  es  probable  que  se  avanzarán  á 
Cumarebo,  en  cuyo  punto  debe  usted  situarse  para  obser- 
varle sus  disposiciones  y  cubrir  ¡ni  retagiftirdia,  debiendo 
á  toda  costa  tirotearlo  y    venirse   en  retirada,   que  entre 


APKND1CK  LXXXIII 

-tanto  yo  vuelvo  á  San  Juan,  lugar  donde  están  los  ene- 
migos acampados,  para  caerles  y  destrozarlos. 

Confío  en  su  valor  y  pericia  militar  para  que  con  toda 
la  serenidad  de  un  buen  Jefe,  sepa  usted  engañar  al  enemi- 
go con  estrategias  y  emboscadas,  mientras  yo  me  avanzo  á 
•darle  el  golpe  mortal  á  su  cuerpo  principal  acampado  en  San 
.Juan. 

Entre  tanto  siga  usted  dándome  parte  de  lo  demás 
•que  sepa  y  ocurra. 

Sov  de  usted  atento  servidor, 

Ezequiel  Zamora. 


* 
*  * 


Oficio  del  General  Sonblette  al  Ministro  de  Guerra  y  Marina 


República  de  Venezuela. — Dirección  de  la  Guerra  en  Oc- 
cidente.— Cuartel  General  en  San  Carlos  á  2  de  mayo 
de   1859. 

.Señor  ¿secretario  de  Estado  en  los  Despachos  de  Guerra  y 
Marina. 

En  marcha  para  esta  ciudad  recibí,  devuelta  de  aquí 
mismo,  la  comunicación  de  usted,  de  11  del  mismo,  en  que 
usted  me  reitera  la  urgente  necesidad  de  auxiliar  á  S  .E. 
4¿l  General  Silva1  con  todo  lo  necesario  para  el  mejor 
éxito  de  las  operaciones  de  que  está  encargado;  y  debo 
decir  á  usted,  para  evitar  las  consecuencias  de  una  es- 
peranza frustrada,  sobre  esta  orden,  que  yo  no  tengo 
nada  más,  para  auxiliar  al  General  Silva,  que  los  diez 
mil  pe^os  ($  10.000)  que  he  recibido  de  Puerto  Cabello, 
■con  los  que  desde  hoy  empiezo  á  racionar  la  fuerza  que  he 
conducido  de  Carabobo:  y  creo  muy  difícil  que  llegue 
al  Cuartel  General  del  General  Silva  ni  un  peso.  Aquí 
no  he  encontrado  sino  quejas  y  lamentos.  Xo  se  me 
auxilia  ni  con  la  ración  de  carne.  No  hay  quien  supla 
fondos,  ni  con  la  oferta  de  librarlos  contra  la  Tesorería 
-General.  He  traído  un  escuadrón  de  caballería  y  ten- 
dré que  devolverlo  á   Carabobo,   porque   los  caballos  ho 


LXXXIV  APÉNDICE 

pueden  continuar  la  fatiga,    ya  que  no  me  auxilian  ni; 
con   un  caballo. 

El  ejército  está  desnudo  y  yo  no  tengo  ni  nn  ves- 
tuario.   Aquí  se  me  aguardaba  con  ansia  para  entregar- 
me la  situación    de  la  provincia,  y  que  yo  la  remediara,, 
como  si  fuera  el  Gobierno,  ó  más  aún,  como  si  fuera  la. 
Providencia  Divina. 

Por  separado  remito  á  usted  originales  dos  oficios,, 
uno  en    que  se  halla  la  renuncia  del  General  Escobar,, 
y  otro    en   que  el   señor    Gobernador  de  esta  provincia 
manifiesta  que  se    verá  precisado  á  renunciar,   si  no  se 
le    auxilia  con    lo  necesario  para  atender  á    los  gastos 
de  ella. 

El  desaliento  es  grande,  no  tanto  en  ésta  como  en 
la  provincia  de  Barquisiineto,  y  más  en  la  de  la  Portu- 
guesa, y  lo  considero  mayor  en  la  de  Barinas,  de  donde 
nada  sé.  Dicen  que  el  General  Silva  se  movía  el  25!!! 
Pero  esto   mismo   lo  ignoro. 

No  es  imposible  que  sufra  un  revés  el  General  Silva: 
como  difíciles  y  arriesgadas  califica  su  Jefe  de  Estado 
Mayo?  las  operaciones  contra  el  enemigo,  en  la  comu- 
nicación que  hoy  remito  á  usted  5  y  asilo  demuestra  su 
prolongada  dilación  en  Barinas,  de  donde  no  había  sa- 
lido el  24,  y  aún  el  29  no  se  sabía  en  Guanare  que 
hubiera  salido;  pues  he  recibido  una  comunicación  de 
dicha  fecha,  del  Comandante  militar  de  la  Portuguesa, 
que  es  muy  cuidadoso,  y  nada  me  dice. 

Las  partidas  sueltas  que  hay  en  estas  provincias  son 
varias  y  numerosas,  y  si  por  desgracia  el  General  Silva 
sufre  un  revés,  yo  no  podré  contener  el  enemigo  con 
200  hombres,  de  Maracay,  80  de  caballería,  de  San  José 
de  Tiznados,  á  pie,  y  los  que  tenga  la  columna  del  Baúl, 
que  manda  el  Comandante  Villapol,  unida  á  las  que  allí 
existían. 

En  tal  caso  tendremos  que  defender  la  República  en 
Carabobo ;  pero  si  el  Gobierno  no  consigue  caudales  para 
la  comisaría,  en  cantidad  bastante  suficiente  para  aten- 
der  al   pago  de   la  fueiza,   esto  mismo  será  difícil. 

Sería  muy  conveniente  que  el  Gobierno  dispusiera 
que  el  ejército  del  General  José  María  Zamora  se  moviera 


APÉNDICE  LXXXV 

-con  prontitud  bacía  La  Victoria,  porque  es  posible  que 
-con  él  se  decida  la  suerte  de  la  República  en  Occidente. 

Si  me  llegaren  tropas  de  Carabobo  me  adelantaré  á 
Araure,  y  si  no  llegaren  las  bastantes  para  presentarme 
siquiera  con  mil  hombres,  será,  más  que  inútil,  perjudi- 
cial,  mi   marcha  á  Araure. 

Ni  mi  edad,  ni  mi  salud  achacosa  pueden  resistir 
una  campaña  como  esta.  No  puedo  soportar  la  marcha 
de  cuatro  horas:  llego  postrado.  Estoy  haciendo  un  sa- 
crificio estéril,  y  sólo  me  consuela  la  esperanza  de  que 
será  el   último. 

Soy  de  usted  atento  y  seguro  servidor, 

Carlos  tióublette. 


•  * 


Proclama  de  Linares,  llamado  el  Generalísimo 


JOSI5  ANTONIO  LINARES 

De  los  fedérale*  de  Xueva  Granada  y   Venezuela  y    General 
del  Ejército  Federal  de  la  Portuguesa 

Soldados : 

Nacido  en  el  territorio  de  los  libres  granadinos  y  for- 
mado en  las  'doctrinas  republicanas  de  sus  ilustrados  hi- 
jos, debía  á  ejemplo  de  ellos,  ofrecerme  á  la  Libertad. 
Así,  y  teniendo  presente  que  venezolanos  y  granadinos 
*  derramaron  juntos  su  sangre  en  los  campos  de  batalla 
por  la  Independencia,  conducidos  por  el  genio  del  Gran 
Bolívar,  os  llamé  á  las  armas  el  diez  y  nueve  de  julio 
<lel  ano  pasado  de  cincuenta  y  ocho,  para  rescatar  los  dere- 
chos de  Venezuela  de  la  más  detestable  tiranía.  Valerosos, 
como  dignos  hijos  del  padre  de  Colombia,  me  jurasteis 
por  Dios  y  la  Federación,  en  los  espesos  y  silenciosos 
bosques  de  Guanariro,  ser  libres  6  morir;  y  viva  en  mi 
memoria  la  acción  heroica  de  mi  compatriota  el  impon- 
derable Kicaurte,  os  contestó  como  él  al  volar  en  nubes 
-<le  pólvora  en  San  Mateo :  "perezca  yo,  pero  sálvese  la 
JPaíria". 


LXXXVI      -  APÉNDICE 

Soldados : 

Desde  entonces,  sin  más  vestido  que  la  corteza   dé- 
los árboles,  sin    más  armas  que  las  púas  de  Guasdnasr 
sin  más  embarcaciones  que  el  nado    y  sin  más  alimento- 
que   las  plantas  de  los    bosques,  habéis  luchado  con  la 
naturaleza  y.  hollado  bajo  vuestras  plantas  el  pecho  vil 
de  la  soldadesca  dictatorial.    La  historia  registrará  vues- 
tras hazañas  con  las  de  Vigirima   y  Boyacá,  y  pronto- 
entraréis  en  el  templo  do  la  Fama,  orlada  la  frente  con 
laureles  arrancados  de  Los  Andes,  acompañados  de  vues- 
tras hijas,   que  en   señal    de  derechos  adquiridos,   derra- 
marán A  vuestros  pies  flores  del   bosque  que  presenció- 
vuestros  solemnes  juramentos. 

Soldados : 

El  Libertador  de    Colombia,   el   Gran  Bolívar,  com- 
prendiendo que  la  insubordinación  y  crímenes  del  tirano- 
José  Antonio  Páez  habían  de  traer  la  destrucción  de  la 
colosal  obra  de  Colombia,  la  muerte  en  patíbulos  y  des- 
tierros de    tantos  campeones  de    la  Libertad,  pretendió- 
justiciarlo;   no  lo  hizo,  y  Colombia  no  fué;  su  padre,  y 
fundador   de  cinco  naciones  murió,  y  hasta  hoy   había- 
mos quedado  sometidos  á  la    oligarquía  de  los  godos  y 
al  despotismo    de  tiranos  y   dictadores:   no  olvidéis  las 
lecciones  de  la  historia  para  poner  á  cubierto  de  ataques 
de   los  enemigos  la  Libertad    y  la  Federación ;  y  desde 
ahora  justifico  mi  conducta  política  y  militar  ante  el  ciu- 
dadano General,  Jefe  de  Operaciones,    de  los    Estados- 
de  Coro  y  Occidente,  para  honra  del  Ejército  y  bien  de^ 
vosotros. 

¡  Viva  la  Federación  ! 

¡Viva  el  Ejército  Federal! 

Dada  en   Barinas  á  2(5  de  junio  de  1S¿"59. 

Jone  Antonio  Linares 


* 


APÉNDICE  LXXXVH 

Alocución  del  General  Jnan  C.  Falctin  en  Palmasola 

Al  pisar  el  territorio,  al  aparecer  sobre  la  escena  (lela 
revolución,  siento  la  imprescindible  necesidad  de  hablar  & 
mis  conciudadanos.  Prefiero  siempre  ser  conocido:  que 
nadie  se  equivoque  conmigo.  La  Patria  debe  además  sa- 
ber, por  qné  vengo,  y  lo  que  traigo. 

No  soy,  á  ella  le  consta,  un  militar  de  cuartel  que  hace 
la  guerra  por  oficio :  como  tal,  la  guerra  me  inspira  horror, 
y  menosprecio  el  que  la  hace.  Soy,  lo  que  todo  hombre  de 
conciencia  que  cine  espada,  y  lo  que  he  sido,  desde  que 
Venezuela  me  prestó  la  de  su  libertad :  un  ciudadano  ar- 
mado, y  nada  más. 

Que  menos  puedo  ser  un  ambicioso  tentado  por  la  ví- 
bora del  poder,  para  quien  la  reputación  significa  poco, 
con  tal  de  mandar  sin  ella ;  uno  de  esos  hombres  que  pre- 
firiendo el  monótono  placer  del  mando  al  honor  y  la  fama, 
renuncian  á  un  puesto  en  el  Panteón  de  la  historia,  donde 
vivir  con  nuestros  nietos,  donde  vivir  con  la  edad  del  mun- 
do, donde  vivir  siempre:  uno  de  esos,  ante  cuyos  ojos  la 
Patria  es  nada,  porque  su  predominio  personal  lo  absorve 
todo ;  que  ni  aun   me  parezco  siquiera  á  tales  monstruos, 

que  lo  diga  Venezuela  entera Mis  propios  enemigos, 

así,  que  lo  digan  también 

Tampoco  soy  yo  quien  trae  la  guerra :  ésta  existe,  y 
existe  declarada  por  la  Nación  en  masa  contra  sus  opre- 
sores; tiranos  que,  audaces,  se  constituyen  mandatarios,  por 
derecho  divino,  y  que  por  deber  infernal,  imponen  á  los 
pueblos  el  deber  de  obedecerles.  Insensatos !  ¡Có- 
mo olvidan  el  coraje  de  los  venezolanos ! 

Sí :  la  cuestión  no  es  que  las  leyes  que  hagáis  sean 
buenas  ó  sean  malas  :  la  cuestión  es  que  el  derecho  de  ha- 
verlas,  no  es  vuestro,  sino  de  la  mayoría;  porque  en  las 
Repúblicas,  corresponde  á  aquélla  el  ejercicio  de  todos  los 
poderes  sociales. 

Hé  aquí  la  verdadera  causa  de  la  presente  revolución ; 
la  misma  de  siempre :  que  los  gobernantes  empeñan  una 
lucha  temeraria  con  el  pueblo,  disputándole  su  soberanía  : 
le  imponen  sus  comisarios ;  y  como  sería  ignominioso  que 


LXXXVI1I  APÉNDICE 

el  soberano  se  sometiese  á tanta  iniquidad,  no  quedándole 
otro  camino,  ocurre  á  las  armas,  para  hacer  valedera  su 
voluntad.  Tal  es  el  secreto  de  nuestras  perennes  agita- 
ciones. La  anarquía  en  que  vivimos,  no  es  causa  sino  efec- 
to :  la  causa  de  las  causas,  la  causa  madre,  es  esa  :  que  el 
pueblo  quiere,  y  no  lo  dejan  elegir. 

Las  violencias  eleccionarias  de  40  engendraron  el  año 
de  48  y  todos  los  que  le  siguí  «ron  después.  ¿  Cómo  dudar 
que  las  del  Gobierno  provisional  de  Marzo,  habrían  de 
precipitarnos  nuevamente  en  la  insurrección  f  Si  se  quería 
concluir  con  la  guerra  civil  para  siempre,  debió  respetarse 
el  querer  popular  :  la  libertad  eleccionaria  es  la  paz  de  Ve- 
nezuela. 

Ved  cómo  escarmientan  los  pueblos  á  los  que  atenían 
contra  su  soberanía:  apenas  un  ano,  y  eso  combatien- 
do, ha  podido  durar  la  obr;>  de  Marzo,  porque  burló  el 
voto  de  la  revolución.  Hubieran  tenido  sus  conductores 
buena  fe,  y  estaba  conseguida  la  más  bella  ocasión  de 
reconciliar  los  partidos,  extinguir  los  odios,  desarmar  la 
venganza,  y  fundar  una  paz  dura  lera,   libre  y  honrosa. 

Para  hoy,  la  Kepúbliea  sería  una  verdad  práctica, 
con  derechos  reales  y  positivas  garantías  para  el  ciuda- 
dano, con  discusión  tan  libre  y  franca,  como  es  franca 
y  libre  la  razón  del  hombre.  Tendríamos  pacto  social  y 
no  las  precauciones,  reticencias  y  ambigüedades  de  una 
bandería  contra  otra. 

Los  partidos  políticos  mismos,  convertidos  en  doctri- 
narios, y  persuadidos  de  que  la  fuerza  no  es  palanca  de 
este  siglo,  habrían  confiado  ya  á  la  razón,  todo  lo  que 
deben  á  la   felicidad  pública. 

Pero  la  Patria  es  inmortal.  Si  aquella  feliz  oportu- 
nidad se  desaprovechó,  no  ha  de  negarnos  el  Cielo  otra, 
en  que  probemos  que  somos  dignos  de  que  no  nos  aban- 
done todavía. 

De  mí,  nadie  puede  dudar  con  justicia :  mis  pala- 
bras deben  ser  creídas.  No  he  mentido  cuando  el  inte- 
rés podía  seducirme.  ¡  Mentiría  ahora,  que  la  verdad  es 
mi  gloria! 

Venezvela  tendrá  elecciones  libres,  que  es  su  gran- 


APÉNDICE  LXXXIX 

de  empeño,   como  base  de  la  República,  y  con  ellas,  será 
lo  que  quiera  ser. 

Desde  el  veinte  de  Febrero,  todo  nos  ha  sido  prós- 
pero; y,  permitidme,  compatriotas,  hacer  en  este  lugar 
una  mención  honrosa  del  bravo  Jefe,  que  de  una  en  otra 
victoria,  ha  tenido  la  fortuna  de  pasear  por  la  República, 
la  bandera  estrellada  de  la  Federación. 

Salido  Zamora  de  Coro,  la  heroica,  con  un  puñado 
de  valientes,  atraviesa  la  tercera  parte  de  nuestro  terri- 
torio por  entre  un  erizo  de  fuerzas  enemigas,  toca  á  las 
puertas  de  las  capitales  de  todo  el  Occidente,  las  visita 
casi  todas  ellas,  y  donde  quiera  que  tropieza  con  el  ene- 
migo, lo  vence  y  lo  desarma.  A  las  trescientas  leguas 
<le  marcha,  la  opinión  le  guardaba  á  Harinas  como  premio 
de  tanto  denuedo,  de  habilidad  tanta.  Allí  crea  un  ejér- 
cito, lo  organiza,  lo  arma,  y  seguro  en  su  inexpugnable 
y  rica  base  de  operaciones,  prueba  todo  lo  que  se  puede 
cuando  se  cuenta  con  la  opinión,  y  se  tiene  fe  en  los 
pueblos. 

¡Viva  el  Ejército  de  Occidente  como  un  modelo  eterno 
para  la  posteridad !  La  Patria  debe  también  muchos  re- 
cuerdos de  gratitud  al  viejo  Soldado  y  las  lanzas  orien- 
tales, que  con  nosotros,  lidian  infatigables,  en  favor 
de  la  causa  popular. 

¡  Derramemos  una  lágrima  sobre  la  tumba  de  los  va- 
lientes de  ambos  ejércitos,  que  no  hayan  sobrevivido  á 
tanta  gloria ! 

Para  hoy,  la  revolución  tiene  toda  su  fuerza  material : 
yo  creo  traerle  el  complemento  de  su  autoridad  moral ; 
ese  que  me  han  dado  el  favor  de  los  pueblos,  y  la  acep- 
tación de  los  Jefes  armados,  que  hasta  ahora  acaudillan 
el  Ejército. 

Con  esta  autoridad  propóngome  darle  unidad  y  con- 
cierto á  la  campaña ;  al  propio  tiempo  que  ahorrar  san- 
gre geaerosa  y  conjurar  futuros  peligros.  Ayudadme, 
compatriotas,  todos. 

Vamos  á  fundar  la  República.  Contribuid  todos  al 
triunfo  nacional,  y  luego  Venezuela  dispondrá  libremente 
de  su  suerte,   como  dueña  absoluta  de  sí  misma. 


XC  APÉNDICE 

La  sangre  que  ello  cuesta,  dejémosla  caer  sólo  sobre 
los  que  pretendan  todavía  bregar  con  la  opinión  pública, 
poniendo  á  los  venezolanos  en  el  duro  trance  de  escoger 
entre  la  esclavitud  y  la  insurrección. 

Si  tal  sucede,  la  guerra  queda  justificada,  y  la  pos- 
teridad bendecirá  á  los  que  la  hacemos,  si  fieles,  funda- 
mos la  libertad  de  la  Patria. 

Juan  C.  Falcón. 

Cuartel  General,  al  desembarcar  en  la  playa  de  Palma 
Sola,  á  24  de  julio  de  1859. 

# 

Carta  del  General  Cordero  al  General  Ramos 

Señor  General  Pedro  E.  Ramos. 

Valencia. 
Puerto  Cabello,  aliosto  o  de  1859. 

Mi  estimado  General  y  amigo  : 

A  las  5  de  la  tarde  de  ayer  llegaron  á  este  puerto 
los  señores  Domingo  Fabrega  y  Ee venga  y  poco  después, 
López,  que  entró  á  las  7  y  puso  en  mis  manos  su  apre- 
ciable  carta  fecha  de  ayer,  junto  con  las  dos  cartas  que 
en  copia  me  acompaña. 

Ayer  mismo  entré  á  conferenciar  con  aquellos  seño- 
res en  unión  del  Jefe  Municipal,  acerca  de  los  puntos 
principales  en  que  debemos  fijarnos  para  seguir  adelante 
en  nuestra  misión  de  salvar  la  República,  y  be  visto  con 
satisfacción  que  estamos  muy  de  acuerdo  en  el  fondo  de 
la  materia,  que  es  no  inclinarnos  ante  el  poder  de  ninguna 
facción.  Disentimos  solamente  de  lo  relativo  á  las  formas 
y  medios  que  debemos  escoger  para  este  propósito,  y 
sobre  esto  precisamente  voy  á  llamar  su  atención  con 
algunas  observaciones  que  le  pondrán  de  manifiesto  las 
inconveniencias  y  el  efecto  funesto  que  pueden  surgir  al 
adoptar  los  medios  con  que  aquellos  señores  pretenden 
que  se  puede  salvar  la  provincia  de  la  crisis  que  la  ame* 
naza  en  la  actualidad. 


APÉNDICE  XCI 

Eli 08  lian  asomado  y  sostenido  el  pensamiento,  de  que 
convocando  los  pueblos  de  la  provincia  y  excitándolos  & 
reasumir  su  soberanía,  se  puede  salvar  la  provincia.  No 
aceptan  que  para  hacer  esto  mismo  hay  que  romper  me- 
dio á  medio  la  constitución  del  Estado  que  se  aclama, 
cuando  nosotros  aquí,  para  salvar  esa  misma  constitu- 
ción y  conseguir  la  reacción  de  la  Kepública  bajo  esos 
principios,  tenemos  que  apartarnos  de  uno  solo  de  sus 
artículos.  En  circunstancias  anormales  cono  esta,  cua- 
lesquiera que  sean  los  medios  que  se  adopten,  quedan 
justificados  por  los  fines  que  se  pretendan  conseguir  y 
nadie  nos  acusaría  de  haber  empleado  aquéllos,  cuando 
se  halla  salvado  la  sociedad  y  las  instituciones  que  se 
ha  dado  el  país. 

Al  adoptar  los  medios  propuestos  por  aquellos  seño- 
res, de  que  la  provincia  reasuma  su  soberanía,  se  daría 
un  ejemplo  escandaloso  en  el  resto  de  la  República,  por- 
que este  paso  tiene  todo  el  carácter  de  una  revolución 
que  a  tropelía  el  sistema  constitucional,  y  que  seguido  de 
las  demás  provincias  en  donde  se  han  asomado  estas 
mismas  tendencias,  acabaría  por  anarquizar  y  perder  el 
país.  Sobre  todo  ¿  cómo  piensan  estos  señores  que  con  el 
enemigo  al  frente  y  en  la  condición  en  que  se  hallan  nues- 
tros pueblos,  se  pueden  ir  convocando  para  una  nueva 
organización  de  la  provincia  ?  Se  ciegan  y  los  embaraza 
la  situación,  sin  recordar  que  en  otras  épocas,  el  año  de 
35,  cuando  el  país  se  hallaba  en  una  peor  situación,  y 
los  constitucionales  no  contaban  con  los  elementos  que 
nosotros  tenemos  hoy,  se  efectuó  una  feliz  reacción,  mar- 
chando con  la  constitución  en  la  mano  y  la  fe  mas  de- 
cidida en  el  porvenir.  Este  es  el  único  camino  que  á 
mi  ver  nos  queda  de  salvarnos  y  salvar  la  República,  y 
estoy  seguro  que  este  pensamiento  encuentra  eco  en  laa 
demás  provincias  del  Oriente  y  del  Occidente.  Si  estu- 
viere equivocado,  creo  sin  embargo,  que  siempre  tendre- 
mos el  tiempo  necesario  para  iuclinarnos  ante  la  voluntad 
de  la  República,  si  es  que  quiere  regirse  por  otro  siste- 
ma, sin  apartarnos  todavía  de  la  senda  de  legalidad  que 
hoy  podemos  trillar  con  ventajas  y  sin  humillarnos  ante 
la  fuerza  de  una  reacción  facciosa  que  ha  hallado  su 
cuna  en  Morón  y  que  es  dirigida  por  Falcón,  Valero,. 
Guevara,  Leiceaga  y  otros  como  ellos. 


XCII  APÉNDICE 

Lo  que  lia  pasado  en  Caracas  les  quita  á  estos  se- 
ñores Fábrega  y  Revenga,  toda  esperanza  de  una  reacción 
legítima ;  pero  ¿no  se  puede  acaso  también  pensar  que  el 
movimiento  del  Coronel  Casas  con  el  hecho  de  proclamar 
á  Falcón,  sea  más  bien  un  paso  político  ó  un  lazo  para 
salvar  al  General  Castro  y  efectuar  una  reacción  legíti- 
ma I  No  es  posible,  me  parece,  que  sin  estar  esclareci- 
dos aún  todos  los  acontecimientos,  se  pueda  tomar  nin- 
guna deliberación  que  se  aparte  de  los  principios  cons- 
titucionales, y  mucho  menos  ninguna  que  en  las  presen- 
tes circunstancias  acabe  de  perder  el  país.  Yo  no  sé 
<pie  presentimiento  tengo,  de  que  pronto  puede  efectuarse 
una  feliz  reacción,  y  tengo  la  esperanza  de  que  en  Cara- 
cas mismo  la  veremos  aparecer  grande  y  espléndida. 
Mientras  tanto,  debemos  seguir  paso  á  paso  los  sucesos  y 
mantenernos  firmes  en  sostén  de  los  principios  que  he- 
mos resuelto  defender. 

Por  mis  comunicaciones  anteriores,  verá  usted  que 
aquí  hemos  tomado  la  firme  resolución  de  sostener  los 
principios  constitucionales,  y  me  alegro  de  hallar  en 
su  última  carta  consignado,  como  suyo  también,  este  gran- 
dioso pensamiento.  Las  dos  copias  que  usted  me  acom- 
paña, manifiestan  claramente  la  impotencia  y  el  estado 
de  apuro  en  que  se  halla  la  facción,  y  tengo  la  más 
completa  fe,  de  que  nuestros  esfuerzos  sobre  ella  nos 
pueden  dar  el  triunfo  más  espléndido.  Con  todos  los 
-elementos  que  tenemos  en  el  seno  de  la  provincia,  con 
4  buques  de  guerra  que  están  aquí,  con  el  vapor  Unión 
y  2  buques  más  que  estoy  armando  en  guerra,  tenemos 
seguro  el  dominio  del  mar,  y  fácilmente  podemos  domi- 
nar también  la  situación  y  quien  sabe  si  salvar  el  país. 
Ya  he  despachado  comisiones  á  Coro,  Maracaibo,  Cura- 
zao y  otros  puntos,  para  prepararlos  en  este  sentido,  y 
pronto  creo  que  tendremos  un  resultado  satisfactorio.  Hoy 
-despacho  un  buque  á  Oriente  con  una  comisión  especial 
cerca  de  Inocente,  para  prepararlo  y  para  que  prevenga 
á  Ouayana  y  me  mande  la  Regeneración,  y  juzgo  que 
Oriente  y  Occidente  unirán  sus  esfuerzos  con  nosotros  y 
se  abrirá  ventajosamente  el  camno  de  la  reacción. 

Yra  usted  sabe  también  que  anteayer  he  despachado 
<íl   vapor   Unión  á  La  Guaira,   para  favorecer  la  trasla- 


APÉNDICE  XCIII 

ción  de  cualesquiera  de  los  supremos  Magistrados 
que  representan  legítimamente  el  poder  de  la  nación, 
y  si  esto,  como  lo  creo,  se  puede  conseguir,  Garabobo 
seráv  el  asiento  del  Gobierno  y  el  centro  de  la  reacción. 

Escrito  hasta  aquí,  acaba  de  entrar  el  vapor  pro- 
cedente de  La  Guaira.  El  Coronel  Armas  y  el  Coman- 
dante Chataing  que  vienen  á  bordo,  me  traen  la  noti- 
cia de  que  el  doctor  Gual  está  encargado  del  Gobierno 
legítimo  y  rodeado  del  Coronel  Casas,  del  Gobernador 
Zuloaga  y  del  Treneral  Soublette:  que  las  fuerzas 
de  Aguado  fueron  completamente  rechazadas  por  la  ju- 
ventud de  Caracas,  con  una  pérdida  considerable  de  am- 
bas partes,  y  que  Aguado  se  ha  retirado  á  La  Guaira. 
Mendoza  está  sobre  él  con  algunas  fuerzas;  Aguado  le 
propone  que  rendirá  las  armas  con  tal  que  todo  se 
someta  á  las  deliberaciones  del  Congreso.  Esperamos  el 
resultado  de  ésto.  Todo  lo  demás  que  omito  decirle,  se 
lo  comunicará  á  la  voz  el  amigo  Fábrega,  que  se  ha 
hallado  presente  á  la  llegada  del  vapor  y  que  ha  oído 
á  aquellos  señores. 

A  Fábrega  le  hago  un  encargo  secreto:  conviene 
qus  usted  me  los  remita  volando. 

Soy  de  usted   amigo  de  corazón. 

L,   de  Febres   Cordero. 

Es  copia. 

Cordero. 


* 
#  * 


Carta  del  General  Trías  al  General  Falcón 

44 Ciudadano  General  Juan   C.   Falcan,  Jefe  del  Ejército  Fe- 
dcral. 

San  Rafael  de  Onoto,  setiembre  20  de  18.10. 

Mi  querido  amigo : 

Anoche  recibí  sus  dos  estimables,  fechadas  en  Aran- 
re:   quedo  impuesto  de  ellas  y  mañana    emprenderé  mi 


XCIV  APÉNDICE 

contramarcha  para  ese  punto,  como  usted  me  lo  indica, 
no  verificándola  hoy,  para  dejar  reponer  un  día  más  mis 
caballerías,  harto  fatigadas  á  consecuencia  de  las  mar- 
chas por  caminos  tan  fragosos. 

Desde  ayer  muy  de  mañana  se  reunieron  en  San 
Carlos  las  fuerzas  godas  de  Guanare  con  las  que  estaban 
en  aquella  plaza,  y  aunque  siempre  los  traía  picados 
muy  de  cerca,  no  pude  hacerles  ningún  daño  por  la  re- 
taguardia, porque  la  multitud  de  guerrillas  de  que  es- 
taban poblados  los  bosques  por  donde  pasaron,  ninguno 
le  disparó  un  fusilazo  siquiera  para  llamarles  la  aten- 
ción por  alguna  parte :  tampoco  quise  empeñar  un  com- 
bate por  no  tener  fe  en  la  parte  de  mis  fuerza*  que 
se  denomina  Los  Indios,  de  los  cuales  se  me  han  desertado 
más  de  cuatrocientos,  y  lo  más  sensible  es,  que  los  co- 
bardes se  han  llevado  el  armamento  y  las  municiones 
que  se  les  había  puesto  en  manos  en  defensa  de  la 
causa. 

Respecto  á  la  oferta  que  usted  le  hizo  al  Doctor 
Cabrales  para  que  yo  quedase  en  el  Estado  de  Barqui- 
simeto  como  Jefe  de  las  Armas,  debo  manifestarle  que 
un  soldado  siempre  cumple  gustoso  lo  que  se  le  ordena. 
Así,  pues,  acepto  aquella  oferta  que  usted  le  hizo  á  nues- 
tro amigo  Cabrales. 

El  ciudadano  Coronel  Márquez  retorna  su  saludo  y 
le   ofrece  su  consideración  y  respeto. 

Su  amigo  y  compañero  de  corazón, 

José  D.  Tríap. 


* 
*  * 


Carta  He  Zamora  al  General  Trías 

* 

Barinas:  setiembre  23  de  1850. 

Ciudadano  General  Desiderio  Trías. 

Mi  estimado  amigo  y  compañero: 
No  esté  con   quisquillas  conmigo,   porque  usted   sabe 


APÉNDICE  XCV 

que  entre  usted  y  yo  nada  hay  reservado:  la  República 
entera  sabe  que  usted  es  el  General  más  sereno  y  despierto, 
como  humanitario,  y  no  necesita  de  que  le  digan  va- 
liente, como  me  dicen  á  mi;  valientes  son  mucjioy.  Sin 
embargo,  si  llego  á  hablar  de  usted,  es  capaz  alguno  de 
ofenderse,  porque  el  mundo  está  lleno  de  celosos  y  des- 
conocidos, y  no  diría  más-  que  la  verdad,  porque  yo  h£ 
andado  con  muchos  hombres  arrojados  al  peligro;  pero, 
en  confianza,  usted  les  excede. 

Mucho  cuidado  á  la  tropa  y  mucho  amor   á  los  jefes 
y  oficiales,  que  todos  son  buenos  y  son  mis  compañeros. 

Su  amigo, 

Ezequibl  Zamora. 


* 


Parte  oficial  He  la  acción  de  Sipisipe 


Federación  Venezolana. — Estado  Mavor  General  de  los 
Ejércitos  Federales. — Número  622. — Cuartal  General 
en  Siquisique  á  4  de  octubre  de  18.M). — Ano  1? 
de  la   Federación. 

Señor   Coronel  Florencio  Navarro. 

Ayer  á  las  cinco  de  la  tarde,  el  Ejército  Federal 
mandadvv  por  el  Excelentísimo  General  en  Jefe  Juan  O.  Fal- 
cón,  segó  nuevos  lauros  en   los  campos  de  esta  villa. 

El  día  primero  del  presente  mes,  emprendimos  nues- 
tra marcha  sobre  este  punto,  desde  la  plaza  de  Barqui- 
simeto,  y  después  de  dos  días  de  penoso  camino,  cuando 
S.  E.  se  encontraba  media  legua  distante  de  esta  pobla- 
ción, recibió  parte  que  el  enemigo,  en  número  de  cuatro 
cientos  cincuenta  hombres,  se  hallaba  ft  una  milte  de  dis- 
tancia de  Siquisique,  y  sinembargo  que  la  tropa  venía 
muy  estropeada  á  consecuencia  de  una  jornada  de  más 
de  diez  leguas  y  muy  distante  todavía  del  lugar  en  donde 
se  recibió  el  parte  predicho,  se  dio  orden  para  que  el  va- 
liente Coronel  Kodulfo  Calderón,  con  la  División  de  su 
mando,  avanzase  al   paso  de  trote.     En    seguida  se  ade- 


XCVI  APÉNDICE 

lantó  el  General  en  Jefe  con  los  oficiales  de  su  comiti- 
va que  se  encontraban  bien  montados,  y  llegó  á  la  po- 
blación en  el  momento  mismo  en  que  el  enemigo  estaba  ya 
á  la  vista.  Dispúsose  entonces  que  el  intrépido  Co- 
ronel Faustino  Pulgar,  á  la  cabeza  de  ciento  treinta 
hombres,  le  saliera  al  encuentro  ínterin  llegaban  las  fuerzas 
de  Calderón  y  las  demás  que  se  habían  mandado  avanzar^ 

El  Coronel  Pulgar  distribuyó  su  gente  en  guerrillas, 
las  apostó  en  puntos  ventajosos,  y  sostuvo  con  ellas  un 
fuego  vivo,  hasta  que  cien  hombres  de  la  primera  brigada 
de  la  2n  División,  al  mando  del  arrojado  Comandante  Ma- 
nuel Bruzual,  pasando  en  una  pequeña  canoa  el  río  To- 
cuyo que  se  encontraba  crecido,  marcharon  al  trote  á  sos 
tener  las  guerrillas  de  Pulgar. 

El  enemigo  cargó  con  energía  y  ya  nuestras  prime- 
ras guerrillas  llevaban  agotados  sus  pertrechos,  cuando 
apareció  Calderón  con  cien  hombres  más  sobre  la  mar- 
gen opuesta  del  r'o :  ni  su  profundidad,  ni  so  corriente 
impetuosa,  ni  la  falta  de  trasporte  pudo  contenerlo :  se 
arroja  á  él,  seguido  del  intrépido  General  Domingo  Díaz, 
quienes  cargaron  de  una  manera  brusca  á  la  bayoneta 
en  compañía  del  Coronel  Armas,  poniendo  en  precipitada 
fuga  al  enemigo  después  de  dos  horas  de  un  combate 
crudo,  reñido,  empeñado  cuerpo  á  cuerpo  con  un  valor» 
sin  igual. 

En  el  momento  más  crítico  de  la  acción,  el  Ejército 
quedó  sobrecogido  de  temor,  al  ver  que  el  General  en 
Jefe,  cediendo  al  impulso  de  su  inmenso  valor,  se  mez- 
clara en  la  pelea  como  un  simple  soldado;  empero,  la 
Providencia,  que  vela  por  la  suerte  de  nuestras  armas, 
lo  salvó  milagrosamente  cuando  á  su  lado  caían  sin  vida 
nuestros  compañeros. 

El  enemigo  dejó  en  el  campo  más  de  cien  hombres 
entre  muertos  y  heridos ;  en  los  primeros  se  cuentan  los 
Comandantes  Francisco  González  y  León  Tala  vera,  y  Ca- 
pitanes Juan  J.  Denis,  Francisco  Santelís  y  otros.  Hubo 
también  varios  prisioneros,  entre  ellos  el  Comandante  Ni- 
colás Torre-lias,  Jefe  de  las  fuerzas,  su  hermano  y  otros 
oficiales  más.  Nuestras  pérdidas,  entre  muertos  y  heridos, 
pasan  de  cincuenta  plazas;  pertenece  á  los  últimos  eldeno- 


APÉNDICE  XCVIt 

dado  Coronel   Calderón  que  recibió  una  bala  en   el  cuello 
causándole  una  herida  leve. 

Se  han  recogido  hasta  este  momento  más  de  ciento 
cincuenta  fusiles  del  enemigo,  bastantes  fornituras  y  al- 
gún pertrecho. 

Tal  ha  sido  en  resumen  el  resultado  de  la  jornada  de 
ayer. 

Donde  quiera  que  llegamos  á  ponernos  frente  á  frente 
de  los  perversos  enemigos  de  nuestras  libertades,  encon- 
tramos, señor,  la  oportunidad  de  recoger  nuevas  glorias, 
y  de  añadir  un  escarmiento  más  y  nuevas  vergüenzas  á 
los  tiranos  de  la  Patria:  S.m  Felipe  los  ve  huir,  despa- 
voridos al  ruido  sólo  de  nuestras  pisadas;  Karquisiiueto 
es  testigo  de  su  cobardía ;  y  por  último,  encuentran  en 
Siquisique  cavada  una  tumba  para  una  gran  parte  de  sus 
genízaros. 

Sírvase  usted  comunicar  este  acontecimiento  á  todas 
las  autoridades  de  su  dependencia. 

Soy  de  usted  atento  servidor, 

^Y.  Cmwlo. 


* 
*  • 


Orden  General  del  día  26  de  junio  en  Achapas 


3?  Se  recomienda  á  todos  los  oficiales  y  tropas  el 
mayor  orden,  moralidad,  respeto  á  los  ciudadano*,  pro- 
piedades etc.  y  la  más  estricta  disciplina  y  subordina- 
ción, castigándoles  la  más  leve  falta,  sin  tolerancia  ni 
disimulo,  conforme   á  las  ordenanzas  de  Ejército. 

4?  Se  previene  generalmente  que  aquello*  que  se 
hallen  en  las  filas  generales  en  este  Ejército  y  no  qui- 
sieren pertenecer  á  él.  tienen  libertad  para  solicitar  su 
pasaporte,  si  lo  quieren  ó  para  retirarse  á  su  hogar  do- 
méstico;  asegurándoles  completas   garantías  de  parto  de 

Vil 


XCVIII  APÉNDICE 

lasv  autoridades  federales  así  civiles  y  militares;  pues 
la  Federación  no  quiere  forzados  sostenedores  de  la  causa, 
ni  reconoce  otros  enemigos  que  los  que  con  armas  en 
mano  la  ataquen. 

El  Jefe  de  Operaciones. 

Martín  Segaría. 
Es  copia.    El  Ayudante  de  plaza, 

J.  M*  Pérez. 


Proclama  del  General  Pedro  Vicente  Ainado 


ütata  proclama  del  valeroso  y  Benemérito  General 
.Aguado,  fue  puesta  por  él  en  mis  propias  manos,  para 
leerla  en  público  á  las  fuerzas,  en  Catia  de  los  Frailes, 
•el  2  de  agosto  de  1850,  antes  de  principiar  el  combate 
•en  esta  ciudad,  para  salvar  á  los  liberales  déla  plaza 
*de  San  Pablo. 

José  Miguel  Torres. 


PEDRO   VICENTE    AGUADO 

De  los  Libertadores  de  Colombia  ;  condecorado  con  la  Cruz 
de  Bayacá,  Estrella  de  Nueva  Granada  y  Escudo  del 
Magdalena :  General  de  Brigada  de  los  Ejércitos  de  la  Re- 
pública ,  Jefe  del  Ejército  Federal  del  Centro  y  de  opera- 
•dones  contra  los  enemigos  de  las  libertades  patrias. 


Un  puñado  de  valientes  que  se  ha  unido  á  mí,  me 
impele  á  empuñar  con  ellos  las  armas  para  rescatar  la 
libertad  perdida,  por  la  ambición  de  un  hombre  que  sin 
títulos  ni  precedentes  ha  usurpado  al  pueblo  sus  dere- 
chos. Sólo  la  innoble  ambición  de  ese  tirano  ha  condu- 
cido la  República  al  caos  de  desgracias  en  -que  se  en- 
cuentra sumergida,  después  de  salvada  por  sus  liberta- 
dores en  los  gloriosos  campos  de  Ayacucho,     Boyacá  y 


APÉNDICE  XCIX 

•Carabobo,  que  sirven  de  tumbas   inmortales  á  sus  res- 
tos venerandos. 

Pero  afortunadamente  sobrevivimos  algunos,  aunque 
pocos,  de  esos  antiguos  veteranos,  que  sabremos  sacri- 
ficarnos una  vez  más,  por  la  libertad  del  pueblo,  que 
proclamamos  en  1810,  y  establecer  la  República  genui- 
na  bajo  el  sistema  federal,  que  es  el  vehemente  deseo  de 
los  venezolanos. 

Conciudadanos  todos :  armémosnos.  Corramos  al  cani- 
)K>  de  batalla  á  salvar  conmigo  y  mis  compañeros,  la 
patria  de  nuestros  sacrificios,  que  hoy  se  ve  al  borde 
■del   sepulcro. 

Y,  j  será  posible  que  haya  degenerado  la  raza  de 
los  que  empañaron  el  sacro  estandarte  de  la  indepen- 
dencia nacional  el  19  de  abril? 

Nó,  no  lo  creo,  Camaradas. 

¡  ¡ ;  A  las  armas ! ! !   A  las    armas ! ! ! 

Con  ellas  y  nuestro  querer  realizaremos  el  bien  de 
nuestra  patria,  que  tanto  tiempo  há,  buscamos  ansiosos. 

No  me  digáis  qué  es  difícil,  ni  menos  imposible,  por- 
gue el  imposible  es  una  anomalía  en  el  vocabulario  del 
«Gran  Partido  Liberal. 

Conciudadanos,  una  palabra  más.  No  olvidéis  nun- 
■ca  los  principios  de  humanidad  que  deben  existir  en  el 
-corazón  de  los  libres  hacia  sus  enemigos,  y  de  que  tan- 
tas veces  hemos  hecho  uso  aun  en  los  momentos  de  más 
peligro. 

Os  encargo  particularmente  la  subordinación  á  vues- 
tros Jefes  y  el  silencio  en  el  combate,  como  bases  fun- 
damentales del  triunfo,  porque  sin  subordinación  no  hay 
soldados;  sin  soldados  no  hay  patria,  y  sin  patria  el  hom- 
bre es  un  ser  insignificante. 

Cuartel  general  en  Maiquetía  á  31  de  julio  de  1850, 
Io   de  la  Federación. 

Pedro  Vicente  Aguado. 


•  * 


C  APÉNDICE 

Oficio  de  Zamora  al  Coronel  Navarro 

Federación  venezolana. — Estados  de  Coro  y  Occidente. — 
Cuartel  General. — Jefatura  de  operaciones  en  Cam- 
paña.— Ospino  12  de  octubre  de  1850. — Año  1°  de  la 
Federación. 

Al  ciudadano  General  Florencio  Xararro. 

He  recibido  su  comunicación  oficial  fecha  10  del  pre- 
sente, número  243,  y  en  contestación  á  ella  diré:  que  en 
caso  que  los  godos  Domingo  Hernández  y  Ramos  pre- 
tendan invadir  los  Estados  de  Barqnisimeto  ó  Portugue- 
sa, no  cese  usted  de  acosarlos  y  darles  candela,  pues 
para  la  fecha  supongo  que  habrá  ya  regresado  la  fuerza 
que  mandó  usted  á  Barqnisimeto,  como  también  ijabrá 
recibido  un  barril  de  pólvora,  con  veinticinco  libras,  que 
dejé  al  ciudadano  Coronel  Juan  Antonio  Michelena  para 
que  se  los  remitiera  cuanto  «antes. 

Acóselos  usted  con  guerrillas  emboscadas,  teniéndo- 
los siempre  á  una  vista  é  inspeccionando  sus  movimien- 
tos y  dando  continuos  partes  tanto  de  sus  operaciones 
como  de  las  de  ellos. 

Los  Estados  de  Barqnisimeto  y  Portuguesa  tienen 
las  fuerzas  suficientes  para  defenderse,  batirlos  y  dejar- 
los escarmentados,  aunque,  de  todos  modos,  pocos  serán 
los  días  de   vida  que  tendrán. 

Dios  y  Federación, 

EzKijuiEL  Zamora. 


*  * 


Ramos  encarga  á  Rnbíii  del  Ejército 

Eepíiblica    de   Venezuela. — Jefatura    de   Operaciones    de 

Occidente. — Cuartel   General  en  Mérida  á  *>  de  enero 

de   18G0. 
¿Señor   Secretario   de  Enfado  en  los    Denpachon  de    Guerra 

y  Marina. 

Con  esta  fecha  digo  al   señor  Comandante  José  Ma- 
ría Rubín,   lo  siguiente: 

El   estado  de  postración  en   que    se  halla   mi    salud 


APÉNDICE  VI 

y  en  que  he  quedado  después  de  los  últimos  funestos 
•sucesos,  la  necesidad  en  que  está  el  Ejército  de  tener 
u  su  cabeza  un  Jefe  activo,  valeroso  é  inteligente, 
que  le  imprima  movimiento  y  celeridad  en  sus  opera 
ciónos  y  el  prestigio  y  ascendiente  que  tan  justamente 
ha  adquirido  usted  en  él,  me  han  decidido  pensar  en 
usted  para  que  se  encargue  del  mando  de  las  fuerzas 
que  estén  ya  organizadas  y  que  deben  componer  e!  Ejér- 
cito de  Occidente,  mientras  se  repone  mi  salud  ó  el  Su- 
premo Gobierno  dispone  otra  cosa. 

Es  de  imperiosa  necesidad  para  el  mejor  desempe- 
ño de  su  empleo,  que  usted  marche  inmediatamente  ó 
en  cuanto  lo  permita  su  indisposición  y  el  estado  de 
cansancio  y  fatiga  de  la  tropa,  con  todas  las  fuerzas 
existentes  en  esta  provincia,  excluyendo  aquellas  que  ne- 
cesitare el  Jete  de  operaciones  para  practicar  operaciones 
de  importancia.  En  la  provincia  de  Trujillo,  donde  us- 
ted permanecerá  el  tiempo  que  juzgue  necesario  para 
organizar  y  ponerse  en  estado  de  emprender  operaciones 
con  las  fuerzas  que  usted  conduzca,  incorporará  todas  las 
que  existen  en  dicha  provincia  bajo  el  mando  inmedia- 
to del  Comandante  Perozo  y  todas  las  más  que  se  hu- 
biesen reunido  y  pudiesen  reunirse,  incluyendo  las  que, 
bajo  las  órdenes  del  Comandante  Manuel  Herrera,  deben 
estar  en  marcha  para  el  Tocuyo,  donde  se  le  ha  man- 
dado situar.  Puede  usted  disponer  de  la  manera  que 
erea  más  conveniente  al  buen  servicio,  de  las  fuerzas 
existentes  en  aquel  cantón  y  en  la  provincia  de  Barqui- 
simeto;  debiendo  ponerse  en  comunicación  con  el  que 
comanda  las  de  Yaracuy,  para  obrar  en  combinación  con 
él.  Usted  exigirá  á  todo¿  los  Gobernadores  de  las  ex- 
presadas provincias  ya  para  que  le  presten  todo  géne- 
ro de  recursos,  como  dinero,  hombres,  caballos,  cuanto 
para  que  coadyuven  con  el  prestigio  de  su  autoridad  al 
buen  desempeño  de  la  comisión  que  confiero  á  usted. 
Hoy  mismo  oficio  á  dichas  autoridades  en  este  sentido, 
así  como  también  á  los  Jefes  militares  para  que  coo- 
peren igualmente  y  den  cumplimiento  á  las  órdenes  de  us- 
ted. Yo  permaneceré  en  esta  capital  organizando  nuevas 
fuerzas,  y  tan  luego  como  mi  salud  me  lo  permita,  me  tras- 
ladaré ala  de  Trujillo,  con  igual  objeto,  para  incorporarme 
al  resto  del  Ejército,  donde  quiera  que  se  hallare.  Puede  us- 


CU  APÉNDICE 

ted  elegir,  tanto  del  cuerpo  de  depósito  como  de  los  deiná» 
Jefes  y  oficiales  que  se  encuentran  en  esta  plaza,  aquello» 
que  por  su  idoneidad  y  la  confianza  que  le  merezcan,  juzga- 
se usted  útiles  para  la  organización  de  su  Estado  Mayor  ; 
así  como  también  todos  los  más  que  como  agregados  qui- 
siere usted  llevar  para  darles  colocación  en  el  Ejército 
de  su  mando,  exceptuando  sólo  á  aquellos  que  tengan 
ya  efectividad  en  el  Ejército.  De  todo  me  pasará  usted 
una  noticia  para  dictar  mis  órdenes.  El  señor  Corone  L 
José  del  K.  Armas,  que  ha  llegado  á  este  Cuartel  Ge- 
neral, nombrado  por  el  Poder  Ejecutivo  Comandante  Ge- 
neral de  las  caballerías,  se  pondrá  á  sus  órdenes  para 
que  usted  lo  destine  como  lo  creyese  más  conveniente. 
Encarezco  á  usted  la  pronta  comunicación  con  este  Cuar- 
tel General  y  la  importancia  de  dejar  bien  cubiertas  y 
en  buen  estado  de  defensa  las  fronteras  de  la  provin- 
cia de  Trujillo. 

Trascrición    que  tengo  el   honor  de    hacer  á     usted 
para  su  conocimiento  y  demás  fines. 

Soy  de  usted   atento  servidor. 

El  General, 

Pedro   Ramo*. 


APÉNDICE  Cllt 


LISTA 

DE  LAS  PERSONAS  Ql'E  HAN  SUMINISTRADO  DATOS  AL  AUTOR- 


General  Ignacio  Andrade. 

—  José  Ramón  Núiiez. 

—  Luis  Levol  de  Goda. — París. 

—  Manuel  Antonio  López. — Urachiche. 

—  Víctor  Rodríguez.  —Caracas. 

—  Germán  Pérez.— Giiigüe; 

Doctor    Pedro  María  García.— Registrador  Principar. 

— Caracas. 

Manuel  Betancourt— Oficial  del  Registro. 

Antonio  Jelainbi. — Archivero  del  Registro. 
Doctor    A.  Frydensberg.— Encargado  de  la   Biblioteca 

Nacional  y  sus  Adjuntos  1?  y  2° 

—  José  María  González.— Caracas,  (Zamorita). 

—  Luis  Rafael  Caspera. — Caracas. 

—  Joaquín  Rodríguez  Guerrero. — Caracas. 
Salvador  Larrazábal. — Caracas. 
Eliodoro  López. — Caracas. 

—  Heraclio  Martín  de  la  Guardia. — Caracas. 
General  Jesús  María  Lugo. — Caracas. 

—  Juan  Bruno  Delgado. — Guanare. 

—  Santos  Mattey. — Caracas. 

—  Mario  Gallegos  Mombrunt. — Caracas. 

—  Manuel  Iturbe. — Caracas. 

—  Bernardo  Márquez. — Caracas. 

—  Manuel  Vicente  de  las  Casas. — Caracas. 
Doctor    Lisandro  Alvarado. — Guaoare. 
General  Ignacio  de  la  Plaza — Caracas. 

—  José  María  García  Fuentes — Caracas. 

—  Manuel  Landaeta  Rosales — Caracas. 

—  Jacinto  R.  Pachano. — Caracas. 

—  Juan  Navarrete  Romero. — Dolores. 

—  Leopoldo  Terrero. — Caracas. 

—  M.  J.  Rincones. — Guanarito. 

—  Simón  Ferrer. — Papelón. 


CIV  APÉNDICE 

■ 

—  Miguel  Herrera. — Píritu'de  Barcelona. 

—  Agustín  liivero. — San  Felipe. 
Señora  'Estéfana  Falcón  de  Zamora. — Coro. 
<¡  enera!  Maxinriano  Pérez. — Valencia. 

(Jarlos  Hemaiz. — Cara-cas. 
General  Luis  Sagarzazu. — Caracas. 

Jesús  María  de  las  Casas. 
Doctor    Félix  Quintero. — Caracas. 
General  Francisco  Batalla» — Caracas. 
Doctor    Víctor  Antonio  Zerpa. 
General  José  Miguel  Torres. 
Señores  Pablo  Penichez  y  Luis  R.  Morín. 
General  Domingo  Monagas. — Caraca*. 

—  Pablo  Giusseppi  Monagas. 
Señora    de  Mármol. 

General  Manuel  Salvador  Briceño. — Caracas. 

—  José  de  Jesús  Paúl. — Caracas. 

—  Pedro  Torres. — Coro. 
Doctor   Salvador  Plaza. — Caracas. 
General  Santos  Ángulo. — Barinitas. 

—  Domingo  Castro — Caracas. 


LISTA 


DE  LOS  LIBROS,  PERiOMCOS,  FOLLETOS  Y  DOCUMENTOS  CONSULTADOS 

PARA  ESCRIBIR  ESTA  OBRA 


Gacetas  de  Venezuela,  de  1840  (i  1859. 

El  Patriota,  Redactor,  Doctor  Felipe  Larrazábal. — 
1840,  1848,  1840. 

El  Heraldo,  J.  Vicente  González.— 1859  á  1860. 

El  Liberal  J.  M.  de  Rojas.— 1844  á  1845. 

Diario  de  Debates. — 1854. 

Diario  O ficiaL— 1 859  á  1809. 

"Autobiografía  de  Páez." 

'♦Historia  de  Venezuela,"  por  Baralt  y  Díaz. 

"Biografía  del  Mariscal  Juan  C.  Falcón,'*  por  el  Ge- 
neral Jacinto  II.  Pachano. 

Actos  de  la  Convención  Nacional  de  Venezuela. — 1858 
á  1859. 

"Geografía  de  Venezuela,"  por  Agustín  Codazzi. 

"Hombres  Notables  de  Hispano-América,"  por  Ra- 
món Azpnrúa. 

El  Federalista,  1803  á  1804. 


APÉNDICE  OV 

"Historia    Contemporánea  de    Venezuela,  Política  y  * 
Militar.— 1858  á   1886,"    por    el    General    Luis,  Level  de 

"Goda. 

"Recopilación  de  Leyes  y  Decretos  de  Venezuela." 

"Memorias  de  los  Secretarios  de  Estado  en  los  Des- 
pachos del  Interior  y  Justicia,  Hacienda  y  Guerra,"  de 
1840  hasta  1860. 

"Proyecto  de  Crédito  Territorial,"  por  Eduardo  Gá- 
rate. 

El    Venezolano,  por  Antonio  L.  Guzmán. 

Diario  de  Avisos,  semanario  de  las  Provincias. — 1859. 

Gaceta,  de  Carabobo. — 1846. 

"A  la  Nación,  en  sus  elecciones  de  1840,"  por  Un 
Venezolano. 

Boletín  Oficial  del  Estado  de  Coro.— 1850. 

Boletín  Oficial  del  Ejército  Federal  de  Occidente.— l&W. 

El  Foro,  por  el  Doctor  Luis  Sanojo. — 1858  á  1859. 

"Manifiesto,"  por  el  General  León  de  Pebres  Cordero.— 
New  York,  1850. 

"En  defensa  de  la  Causa  Liberal,"  por  el  General  An 
tonio  Guzmán  Blanco. — 1894. 

"lieflexiones  sobre  la  Ley  de  10  de  abril  de  1834, 
por  Fermín  Toro. 

"Cuestión  Agrícola,"  por  J.  A.  Mosquera. 

"Documentos  para  la  Historia  del  Libertador,"  por 
Blanco  y  Azpurúa. — 1876. 

"The   American  Commonwealth,"  by  James  Bryce. — 

Gall   and  Spurzheim,  Physiognomical   System. — 1815- 

"Historia  Patria.  —  Décimo  Estudio-Histórico  Polí- 
tico," por  "Luis  Ruiz"  (Domingo  A.  Olavarría. — 1895. 

"Vida  del  Mariscal  Sucre," por ei  Doctor  L.  Villanueva. 

Proceso  de  la  revolución  de  setiembre  de  1846.  (Lega- 
jos Io,  27,  3°,  4n,  57  y  07,  pertenecientes  al  archivo  del  Mi- 
nisterio de  Guerra). 

Noticias  de  las  causas  seguidas  por  conspiración,  en 
184(5.  (legajo  14  del  archivo  del  Tribunal  de  1*  Instan- 
cia del  4o  circuito). 

Archivo  del  Estado  Mayor  del  General  Páez,  en  Va- 
lencia.— 1859. 

Cartas  de  Zamora. — Guanare. — 1859. 

Disposiciones  del  cuartel  general  de  Silva,  en  San 
Carlos. — Marzo  y  Abril  de  1859. 

Archivo  del  Gobernador  de  Harinas,  Hipólito  de  la 
Cueva.— 1859. 

Archivo  del  General  Soublette,  como  Director  de  la 
guerra  en  Occidente. — 1859. 

Archivo  del  Ministerio  del  Interior. 

Cartas  del  Coronel  Cisneros. 

Archivo  del  Tribunal  de  1*  Instancia  del  1er.  circuito. 
Causa  seguida  al  Doctor  José  M.  García,  por  conspiración. 


CVI  APÉNDICE 

Diario  de  las  operaciones  practicadas  de  orden  del  Ge- 
neral  León  de  Febres  Cordero. — 1859. 

Archivo  de  la  Comandancia  de  Armas  de  Cárabo- 
bo.— 1846. 

Expediente  de  la  causa  seguida  contra  Zamora,  por 
conspiración. 

Boletín  Oñcial  del  Ejército  del  Sur  de  Occidente. 

Boletín  Oficial  de  Barquiaimeto. — 1859. 

Causa  criminal  del  Capitán  Pedro  V.  Aguado,  por 
conspiración. 

Archivo  del  Concejo  Municipal  de  Caracas. 

Archivo  de  la  Gobernación  de  la  antigua  Provincia  de 

Caracas. 

Archivo  del  Estado  Mayor  del  Ejército  del  Sur  de 
Occidente. — Silva,  Andrade  y  Jelambi. 

Archivo  de  la  Comandancia  de  Armas  de  la  Provincia, 
de  Barinas. 

Archivo  de  la  Gobernación  y  de  la  Comandancia  de 
Armas  de  la  Provincia  de  Portuguesa. 

Archivo  de  la  Gobernación  de  la  Provincia  de  Cojedes, 

Archivo  del  Estado  Mayor  de  la  Jefatura  de  Opera- 
ciones de  los  Cantones  San  Carlos  y  Tinaco. 

Archivo  de  la  Jefatura  de  Operaciones  de  los  Canto- 
nes  Pao  y   Giraldot. 

Copiador  de  la  correspondencia  del  Estado  Mayor  Ge- 
neral del  ejército  permanente,  con  los  Jefes  de  Operacio- 
nes.—1846.  " 

Diario  histórico  de  la  Columna  de  operaciones  deG  üi- 
giie,  al  mando  del  señor  General  León  de  Febres  Cordero. — 
1846. 

Acuerdos  del  Consejo  de  Gobierno. — 1847. 

"Historia  Patria"  por  Jacinto  R.  Pachano. — Artículos. 

El  Eco  del  Ejército,  periódico  del    Ejército   Federal. 

"  General  Carlos  Soublette,"  por  el  Ldo.  Francisco  Co- 
bos Fuertes* 

Colección  de  cartas,  oficios  y  otros  documentos  del 
Ejército  Federal  de  Occidente. 


ÍNDICE 


CAPITULO  I 

Primeros  anos  de  Zasiora. — Programa  del  Partido  Libe- 
ral.— El  Venezolano. — La  Oligarquía. — La  Oposición. — 
Cuestión  económica. — Instituto  de  Aranda. 

CAPITULO  II 

Política  del  General  Soublette. — Los  liberales  fundan  la 
prensa  política. — 9  de  Febrero. — Elecciones  de  40  á  40. 
— Elecciones  del  46. — Asambleas  Electorales. — Confe- 
rencias de  Páez  y  Gu¿mán. — La  Guerra  Civil. — Noble 
carácter  del  señor  Guzmán. — Kangel. — Acontecimiento 
de  Y  urna. — Ataque  á  Ciudad  de  Cura. — Kangel  es  derro- 
tado y  perseguido. — El  General  Cordero. — Valle  de 
Mauuare. — Alzamientos. — Defensa  del  Gobierno. —  El 
Gobierno  persigue  á  los  periodistas  liberales. — El  Doc- 
tor Larrazábal  defiende  la  libertad  de  imprenta. 

CAPITULO  III 

Situación  del  país. — Alzamiento  de  Zamora. — Guambra. — 
Operaciones  militares  dé  Zamora. — Partidas  del  Oua- 
rico. — Honorabilidad  de  Zamora. — Principios  de  lo» 
partidos  populares. — Concentraciones  de  las  facciones 
en  San  Francisco  de  Tisnados. — Sale  Zamora  de  San 
Francisco. — Acción  de  Laguna  de  Piedra. — Zamora 
es  derrotado. — La  bandera  amarilla. — Persecución  á 
Zamora. — De  Manuare  á  Caracas. 


CVIII  ÍNDICE 


CAPITULO  IV 


tieo«rraíía  de  La  Sierra. — Plan  de  campaña  de  Páez. — Plan 
de  Zamora. — Impopularidad  del  Gobierno. — Persecu- 
ción á  Zamora. — De  Tacasuroma  á  Los  Bagre*. — 
.Arción  de  Los  Bagres. — Asesinato  de  Don  Andrés 
Fuentes. — Juicio  de  Cisneros. 

CAPITULO  V 

Hombres  y  partidos  de  184*5. — Facción  de  Barlovento. — 
Nuevo  plan  de  Páez  para  perseguir  á  Zamora. — Mar- 
chas y  contramarchas  de  las  tropas. — Tiroteo  de  la 
Oilita. — Operaciones  de  Hurtado. — Opinión  de  Hurtado 
sobre  la  revolución. — Ocupación  del  Valle  de  Caicara. 
Táctica  de  Zamora. — Lo  que  valía  el  ganado  en  1846. — 
Tiroteos  en  La  Yuca  y  Guacamaya. — Zamora  cansa  é 
inutiliza  la  tuerza  del  Gobierno. — Desafueros  de  las  tro- 
pas.— Nuevo  plan  para  destruir  las  tropas. — Sentimien- 
tos humanitarios  de  Páez. 

CAPITULO  VI 

Nuevas  facciones. — Encuentro  en  Los  Leones. — Función  de 
armas  en  La  Culebra. — Combate  en  Pagüito. — Derrota 
«le  los  liberales. — Zamora  cae  prisionero. — Fin  de  la 
campaña  de  La  Sierra. 

CAPITULO  Vil 

Proceso  dcZAMORA. — El  General  Monagas  con  mu  til  la  pena 
de  muerte  de  Zamora. — Voto  de  Vargas  en  el  Consejo 
de  Gobierno. — Zamora  se  fuga  de  la  cárcel  de  Maracay. 

CAPITULO  VIII 

.Zamora  es  llamado  al  servicio  militar. — Campana  de  Mará- 
caibo. — Campaña  de  49. — Zamora  y  Páez. — Matrimo- 
nio de  Zamora. 

CAPITULO  IX 

Revolución  de  Marzo. — Persecución  á  Zamora. — Principios 
de  Revolución  Liberal. — La  Ciudad  del  Pueblo. — Za- 
mora íntimo. 

CAPITULO  X 

:20  de  Febrero. — Orden  general  de  Zamora. — Organización 
del  Estado  de  Coro  y  programa  de  Gobierno. — Honores 


índice  cir 

a  Zamora. — Organización  de  Rentas. — La  escuadrilla 
federal. — Servidores  públicos. — Agitación  de  Caracas. 
Partidas  federales. — Desmanes  de  las  tropas  centralis- 
tas.— Expedición  del  General  Cordero. — Campaña  de- 
Zamora  por  la  Costa. — Paso  del  río  A'aracuy.  —Cordera 
ocupa  á  Coro. — El  Gobernador  García. — Ideas  domi- 
nantes en  el  pueblo. — Operación  militar  de  Cordero. — 
Operación  militar  de  Zamora.— Zamora.  Cordero* 
Páez. — Edecanes  de  Zamora. — Acción  del  Palito* — 
Puerto  Cabello. — Pensamiento  militar  de  Páez. — Zamo- 
ra vuelve  á  la  Costa. — Estrategia  de  Zamora. — Toma 
de  San  Felipe. — Moralidad  de  Zamora. — Proclama  de* 
Zamora  en  San  Felipe. — Anarquía  de  los  centralista» 
del  Yaracuy. — Movimientos  de  las  Divisiones  del  Go- 
bierno y  del  Ejército  de  Zamora. — El  General  Andra- 
de. — De  Barquiainieto  a  Araure. — Combate  de  Anuiré. 
Juan  Antonio  Michelena. — Zamora  sigue  á  Guerilan- 
dia. — El  General  Sonblette,  Director  de  la  Guerra. 

CAPITULO  XI 

Marcha  de  Silva  á  Occidente. — Zamora  marcha  .sobre  15a- 
riñas. — Zamora  se  retira  á  San  Lorenzo. — De  Guanare 
á  Barinas. — Ruina  de  Barinas. — Concentraron  de  la** 
fuerzas  1  i  heniles  en  la  Sabana  de  Juana  María. — El 
Doctor  Iriarte. — Martín  Espinoza. — Sale  Silva  de  Ha- 
rinas.— Posiciones  de  los  dos  ejércitos  en  San  fjoronzo* 
— Maniobras  de  los  dos  ejércitos.  —  Movimiento  de 
flanco  de  Silva  y  Zamora. — Juicio  de  Soiihlctte  sobre 
la  campaña  de  Occidente. — Cómo  juzgó  la  prens  t  cen- 
tralista á  Silva. — Campaña  de  Occidente. 

CAPITULO  XII 

Silva  vuelve  á  Gnanare. — Ataque  á  Guanare. — Zamora  se 
retira  á  Guerilandia  y  marcha  á  .Harina*. — Zamora 
constituye  la  Provincia  de  Barinas  en  E>tado  Federal» 
— El  Concejo  Municipal  de  Barinas  condecor;i  ¿  Za- 
mora con  el  título  de  Valiente  Ciudadano. — Asedio  de» 
Guanare — Guanare  como  plaza  militar. — Üetiradadel 
General  Andrade  á  San  Carlos. 

CAPITULO  XIII 

Proclamas  de  Zamora  en  Barinas. — Opinión  d<»¡  Gcnanil 
Soublette  sobre  la  estrategia   del   General  Zamora, — 


CX  ÍNDICE 

Poder  Federal  en  Barinas. — Estado  %de  Portuguesa. — 
Carácter  de  Zamora. 

CAPITULO  XIV 

La  Federación  en  Oriente  y  en  el  Centro. — Zamora  fusila 
á  Espinoza. — Acción  de  La  Bellaca. — Desgraciadas  ex- 
pediciones á  La  Cordillera. 

CAPITULO  XV 

Desembarca  el  General  Falcón. — Marcha  del  General  Pal- 
con. — Acción  de  Tierra  Blanca. — Falcón  ocupa  á  Bar- 
quisimeto. — Acción  de  Siquisique. — Zamora  va  de  Ba- 
rinas á  Barquisiineto.— ^llamos,  Jefe  del  Ejército  de 
Occidente.  —Marchas  del  General  Falcón. — Ejército  del 
Gobierno. — En  la  mesa  de  Cabasca.  —De  Guanare  á 
Barinas. — Ramos  en  Guanare. — Anarquía  en  los  Ejér- 
citos.— Ejército  del  General  Ramos. — Casas. 

CAPITULO  XVI 

Brito. — Avanzadas  de  Zamora. — Campo  de  batalla  de  San- 
ta Inés. — Primeros  tiros  en  Santa  Inés. — Edecanes  de 
Zamora. — Posición  del  General  Falcón. — Edecanes  de 
Falcón. — Estrategia  de  Zamora  en  Santa  Inés. — Em- 
piezan los  fuegos  en  Santa  Inés. — Tres  ataques  al 
Trapiche. — Zamora  incita  á  la  pelea. — Los  centrales 
ocupan  el  Trapiche. — Encuentro  en  el  Cañaveral. — La 
trinchera  de  Petit. — Zamora  pasa  de  la  defensiva  ¿ 
la  ofensiva. — Estragos  en  las  filas  centralistas. — Se 
suspenden  los  fuegos. — Zamora  intenta  cortar  al  ene- 
migo.— La  retirada. — La  Palma. — El  Bostero. — Mapo- 
ral. — Caroní  y  Punta  Gorda. — Sitio  de  Barinas. — Orden 
General  de  Zamora. — De  Barinas  al  Corozo. — Batalla 
del  Corozo. — Zamora  incendia  la  sabana  del  Corozo. — 
Desastre  de  Curbatí. — Restos  del  Ejército. — Prisione- 
ros, heridos  y  muertos  del  ejército  centralista. — Comu- 
nicación oficial  del  Coronel  Casas  al  Ministro  de  Gue- 
rra.— Marcha  triunfal  de  Zamora  á  San  Carlos. — Za- 
mora en  San  Carlos. — Muerte  de  Zamora. — Apoteosis 
de  Zamora. 


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