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DOCTOR L?VILLANUEVA
VIDA
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VALIENTE CIUDADANO
GENERAL
EZEQUIEL ZAMORA
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Imprenta Federación
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GENERAL IGNACIO ANDRADE
Presidente Constitucional del Estado Miranda
CONSIDERANDO :
Ninguna oportunidad más propicia para enal-
tecer la memoria de nuestros Eminentes Ciudada-
nos que la presente, en que el entusiasmo por la
Idea Liberal se renueva al calor de la Unificación
del Partido, obra que constituye la mayor gloria
del Benemérito General Joaquín Crespo, que la ini-
ció y la ha llevado k efecto para devolver á la causa
todas las grandes energías con que ha consumado
en épicas luchas sus hermosas conquistad.
considerando:
Que el Valiente Ciudadano General Ezequiel
Zamora preparó con su admirable estrategia el triun-
r\ fo de la aspiración de los pueblos; haciendo efec-
tiva la Federación, que Falcón luego iluminó con
los esplendores de la magnanimidad.
CONSIDERANDO :
1
Que el Estado Miranda cuenta entre sus hijos
al invicto héroe de Santa Inés, á cuya gloria se
IV DOCTOR L. VILLÁNUEVA
consagran hoy los homenajes del patriotismo y de
la gratitud.
decreto :
1? Por cuenta del Estado se escribirá y edi-
tará una obra que reseñe la vida, los servicios y
las glorias del Gran Capitán Ciudadano General
Ezequiel Zamora.
2? Esta obra será dedicada al Partido Liberal
de Venezuela en la persona de su Jefe Benemérito
General Joaquín Crespo, á quien se le ofrecerá
el 20 de febrero de 1898; trigésimo séptimo aniver-
sario de la Federación, por una comisión que se
designará oportunamente y que la presentará como
testimonio solemne de la adhesión de los pueblos
de Miranda al Jefe de la causa.
3? Por resolución separada se dispondrá la
persona que ha de escribir esta obra, y todo lo
concerniente para su impresión.
Dado en el Palacio de Gobierno del Estado,
en Villa de Cura á 10 de diciembre de 1896. —
Año 86? de la Independencia y 38? de la Fede-
ración.
IGNACIO ANDRADE.
Refrendado.
El Secretario General.
Vicente A- Betancourt.
Es copia exacta de su original.
V. A. Betancourt.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA T
Poder Ejecutivo del Estado Miranda. — Villa de Cura:
16 de enero de 1897.— 87? y 39?
Resuelto :
Para escribir la obra que reseñe la vida, los
servicios y las glorias del Valiente Ciudadano Ge-
neral Ezequiel Zamora, dispuesta en el Decreto
expedido en 10 de diciembre del año próximo pa-
sado, se designa al ciudadano Doctor Laureano
Villanueva.
Comuniqúese y publíquese.
ANDRADE.
El Secretario General.
Vicente A. Betancourt.
Es copia exacta de su original.
V. A. Betancourt.
El 10 de diciembre del año anterior, glorioso
aniversario de la gran batalla de Santa Inés, el Ge-
neral Presidente del Estado expidió un Decreto por
e! cual se dispone que por cuenta del Estado se
escriba y edite una obra que reseñe la vida y los
servicios del Valiente Ciudadano General Ezequiel
Zamora, y por Resolución separada se confió tan
importante trabajo á la brillante pluma del ilustra-
do Doctor Laureano Villanueva. Dicha obra está
dedicada al Partido Liberal de Venezuela, en la
persona de su Jefe Benemérito General Joaquín
VI DOCTOR L. VILLANUEVA
Crespo, /i quien se ofrecerá el 20 de febrero próxi-
mo, trigésimo séptimo aniversario de la Federación,
jior una comisión que se designara al efecto.
(Memoria del Secretario General del Estado Miranda *euor
Doctor Vicente A. Betaneourt— 1897).
l\>der Ejecutivo del Estado Miranda. — Villa de Cu-
ra: 29 de diciembre de 1897.— 87? y 39?.
Resuelto :
De conformidad con el artículo 2? del Decreto
«de 10 de diciembre del año anterior, se nombra
|>ura componer la comisión que hade presentar en
■nombre del Estado, el 20 de febrero entrante, al
Benemérito General Joaquín Crespo, la obra que
reseña la vida del ciudadano General Ezequiel
Zamora, á los ciudadanos Generales Víctor Rodrí-
guez, Francisco Varguillas y José María González.
Comuniqúese y publíquese.
IGNACIO ANDRADE.
El Secretario General,
Vicente A. Betjxcourt.
Es copia exacta de su original.
V. A. Bktancourt.
VIDA
DEL
VALIENTE CIUDADANO
GENERAL EZEQUIEL ZAMORA
CAPITULO I
I. Al Oeste de nuestro Parque de Abril erigía
el Gobierno de la República en 1881 la estatua de un
General, que por su expresión, y el movimiento de
la espada, debe suponerse que se le quiso representar
en ademán de desafiar á sus contrarios.
Es la estatua del General Ezequiel Zamora ;
militar de nuestras guerras civiles, que ha merecido
de la gratitud del Partido Liberal de Venezuela
el renombre de Valiente Ciudadano : cuya vida, no
muy larga en días, pero llena de acciones heroicas,
se mantiene aun, siendo ya casi pasados cincuenta
años, entre nieblas que, puesta ningún escritor su
pluma al servicio de la justicia, ha intentado hasta
ahora disipar : tal vez por no haber sido posible re-
coger materiales á propósito para coordinarlos en un
libro con exactitud, orden y claridad ; labor que
requiere tiempo, dinero, perseverancia y serenidad
de ánimo ; cosas de que no siempre se puede dis-
poner en nuestra común azarosa vida de movimien-
2 DOCTOR L. VILLANUEVA
tos convulsivos, poco adecuada por cierto á este
genero de estudios. Pues para una obra como ésta
há menester el historiador, en primer término, gran
material de la vida privada del héroe, de su carácter
moral, condición, costumbres y convicciones políticas;
y de su ingenio para trazar campañas, y rectificar-
las en su ejecución ; librar combates, y salvar á veces
<íii fren te del enemigo la suerte de su ejército y de su
Causa. Y después, debe tener tino para comparar
las noticias que le suministren los documentos ofi-
ciales con las de la tradición, por lo regular no
acordes entre sí, ora p r los cambios que imprimen
á unas y otras los intereses de partido, ora por
la ordinaria deficiencia de las relaciones verbales ó
-escritas ; todo lo cual tiene que obligarle á averiguar
-escrupulosamente los hechos olvidados, ó no bien
•conocidos, ó diversamente interpretados; á descubrir-
los con pruebas; y rectificarlos por los medios á
su alcance : consideración habida de que la historia
no se escribe, ó no debe escribirse, para lisonjear ni
calumniar á los hombres ni á los partidcs, sino
para eternizar la verdad, respecto de los unos y de
los otros: sólo que creemos permitido enorgullecer-
nos, cuando sus fallos, por su equidad y justicia,
castos y severos, honran la causa pública á que
pertenecemos, ilustran nuestros mártires, y glorifican
nuestros caudillos, señalándolos á la posteridad, entre
los Grandes Hombres de la Patria dotados de genio
para crear nuevas eras de gloria, de libertad y per-
feccionamiento.
Ni hay que igualar el historiador, como en el
presente caso, al diarista de combate ; porque éste
se ve obligado á defender su programa con su ra-
zón, sus pasiones y con cuantas armas sirvan para
VIDA DEL OENEIiAL ZAMORA 3
heiir, vencer y aventar á sus opositores, donde quiera
que se presenten, ó donde quiera que se oculten y
le resistan. Porque lejos de ser la prensa periódica
pontificado de pacífica evangelización, ó tribunal de
impasibles jueces, es por el contrario, campo abierto
de controversias ardorosas, en que no todos luchan
por la eterna justicia, sino por la justicia de los parti-
dos ; ni por la eterna verdad, sino por la verdad
convencional ; esforzándose unos por el imperio de
la libertad y la virtud, no menos que otros por la
dominación de los tiranos.
Al paso que la historia es la impecable vestal,
sin odios ni amor, que alumbra las sombras de lo pa-
sado con la sacra antorcha de la ciencia y del arte,
para que la humanidad, por escarmiento propio, rec-
tifique sus métodos de mejora en la vía, por lo co-
mún dificultosa, de su progreso y civilización.
En cuanto á lo primero, es decir, al origen de
nuestras noticia*, es de saberse, para dar á nuestra
palabra autoridad histórica, que las fuentes que han
servido de venero para llevar á cabo este libro, y
que es propio calificar de primitivas, son antes de
todo Memorias manuscritas é inéditas, códices, car-
tas, apuntes y relaciones verbales de personas hon-
radas y conscientes, que fueron actores en los acon-
tecimientos que vamos á contar; una voluminosa
colección de expedientes de causas por asonada y
conspiración de 184G y 1847, guardados en los ar-
chivos del Registro Público de esta ciudad; oficios
de los Jefes militares y de sus Estados Mayores, de
los Miüistros de Guerra y del Interior, de los Go-
bernadores y Comandantes de Armas de las provin-
cias ; cartas de los Presidentes Soublette, Monagas
y Castro, de los Generales Falcón, Solillo, Páez,
DOCTOR L. VILLANUEVÁ
Silva, Andrade, Cordero, Ramos, Casas, y muchos par-
ticulares ; y en resolución, la correspondencia misma
del General Zamora, escrita en sus diversos campa-
mentos ; sus proclamas, planes de guerra, y parte*
oficiales de las marchas y peleas : testimonios todos
ellos, merecidamente considerados, como preciosos é
irrefutables, porque satisfacen al escritor cuando
la crítica, no contenta con tener á la' mano no-
ticias extraídas de fuentes derivadas, le pide y
aun le exige que las beba en las originales, úni-
cas de donde puede surgir en toda su pureza la ver-
dad de la historia, como brilla la luz, antes de pasar
por ningún medio, intacta y sin desviaciones, en el
foco mismo que la produce. (*)
En segundo lugar, hemos mantenido á la vista
boletines; periódicos y folletos de uno y otro bando,
en que corren impresos documentos oficiales, datos
de campañas y acciones de guerra, rasgos biográ-
ficos de hombres notables, y artículos sobre políti-
ca, autorizados con firmas auténticas; instrumentos
públicos que el arte de juzgar acepta desde luego, co-
mo manantiales de noticias ciertas, y que son pruebas
además, de las aseveraciones del historiador, si éste
con lógica severa, escrupulosa y hábil las depura do
las pasiones de sus autores, y las explica según el
criterio y costumbres de la época, y las pone al
peso en la balanza de la razón, fríamente, sin pesi-
mismo ni piedad.
Pues las publicaciones impresas han venido a
sustituir en el presente tiempo, á efecto de fun-
damento y origen de la historia, á los libros de
los magistrados de Roma, á los arta diurna, á los
* Parte de esto ^ documentos s^n. tados en el '-uerpo de *;%
obra y otros se publicarán íntegros.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 5
Anales de sus Pontífices, y á las tablas y colum-
nas metálicas de monumentos anteriores al siglo
de Augusto, en que se grababan las leyes, los
Tratados públicos, los plebiscitos y senado-consul-
tos que Plinio el Antiguo y Tácito tuvieron que des-
cifrar y entender para escribir sus obras.
Fatigosa ha sido, como puede suponerse, nuestra
tarea de investigaciones y estudios, por ver de en-
contrar en tul masa, informe y confusa, materiales
útiles con que escribir esta biografía, y distinguir-
los, escogerlos y encadenarlos, para reproducir las
cosas como fueron, discernir lo verdadero de lo
falso, y llegar á comprender las causas políticas,
económicas y sociales, que ocasionaron el adveni-
miento de nuestro Partido Liberal, á contar desde
1840; el significado moral de la Administración de
los Monagas ; y ia razón histórica de la disputada
guerra de la Federación, y del ardor revoluciona-
rio que fue á encender, lejos de sus lares, el áni-
mo excelso de nuestro intrépido caudillo, que ha sido
y es objeto de admiración para el pueblo y de
respeto para los hombres pensadores: y cuya fiso-
nomía y proporciones históricas han desfigurado cruel-
mente sus contrarios; quienes, no sólo han alterado
la verdad, en cuarto á la naturaleza y fines de
su causa política, que fue siempre la del pueblo, más
también en lo que atañe á sus cualidades perso-
nales y á los servicios que prestó á la Patria con
su ingenio militar y su valor heroico.
De modo que es lícito asegurar que nuestra
juventud, aunque siente el prestigio mágico del nombre
de Zamora, y oye con exaltación de ánimo la reía-
4*,ión de sus hazañas, no ha tenido ocasión ni medios
para llegar á esclarecer su causa política, y sus guerras
6 DOCTOR L. VILLANUEVA
*
del 46 y del 59 ; y estudiar su tiempo, conocer su re-
trato histórico en su noble realidad, y aprec ar con pro-
fundidad, orden y justicia su carácter é ideas sobre laa
cosas publicas; ni el singular talento que le dis-
tinguiera entre nuestros más expertos capitanes: vi-
niendo á tocar á nosotros, por designación honrosísima
del señor General Ignacio Andrade, Presidente del
Estado Miranda y Presidente electo de Venezuela,
el encargo de descorrer las nubes que han hecho
invisible desde 184(5, al Zamora verdadero, para ofre-
cerlo á la generación presente y á los historiadores
de lo porvenir ; no como lo han pintado sus enemi-
gos, sino tal como lo formó la Providencia ; esto
es, como un carácter animado de alta fuerza mo-
ral, para llevar á cabo su deseo vehemente de
garantizar al pueblo, por los máximos esfuerzos
de su espada, el derecho supremo de gobernar-
se sin ser sujetado de ninguna potestad; conser-
vando su bien templado corazón, en todas las oca-
siones, inocente de ambiciones personales; y hjs
manos, como las de un fanático por la libertad,
siempre puras de las manchas del vil peculado,
v de las no menos execradas de la sangre del
crimen; pudiendo bieü considerarse esta vida, que
presentamos respetuosamente al público, como la re-
surrección histórica del drama verdadero de sus vici-
situdes, con sus coloridos y natura1 es formas ; en que
el pueblo le verá primero infatigable, pero sin ventura,
en la guerra de montañas, por los años de 1846 ; atado
al pie del patíbulo en 1847; y luego, ascendido por
el Gobierno, para honrarle, en 4S y 40, á altas
jerarquías en el Ejército; y por último, en la campaña
de la Federación, del 20 de febrero de 185!) al
10 de enero de 18(50, la más ilustre de nuestras
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 7
guerras civiles. Pero todas veces demócrata sincero,
y á la par inteligente y probo, con desprecio de
las riquezas, con su amor al pueblo y su deseo de
gloria.
II. Nació Ezequiel Zamora en Cúa, por los «■»««■ ■*■■
* 7 * de Zamora.
anos de 1817, de Don Alejandro Zamora y Doña Paula
Correa.
Doña G regona Correa fue madrina de su bau-
tismo. No tuvo padrino.
Su abuelo, Don Juan de Zamora, era hombre
de cuenta; y avecindado en Calabozo, celebró allí
su casamiento con una señora de apellido Pereira.
Su madre enviudó en 1821.
Don Antonio José, su hermano mayor, que vive
aún, tuvo siete hijos; Manuel Felipe, Gabriel, Eze-
(juiel, Luis, Alejandro, Ester y Carlota. Y Gabriel, su
menor hermano, ya finado, dejó cinco: Gabriel, Jesús
María, Genoveva, Aurora y Sofía, esposa de Jerónimo
Ótame nd i.
Sus hermanas formaron las ramas siguientes :
Carlota casó con el señor Juan Cáspers, de na-
ció i alsaciano.
Los hijos habidos de este matrimonio son Me-
licia, esposa del steñor Tancredo Agoslini ; y el Ge-
neral Luis Rafael Cáspers, que estudió derecho en
nuestra Universidad, y ha desempeñado con honor
y brillo destinos públicos de alta representación,
como los de Comandante de Armas de Caracas,4 Mi-
nistro de Guerra, y Designado á la Presidencia de
la República.
De Genoveva, esposa del señor Doctor José
Manuel García, su primo hermano, nacieron cuatro
hijos: el Doctor Manuel Felipe García, y las señoras-
8 DOCTOR L. VILLANVEVA
i
Manuela, casada con Alejandro Tosta ; Rosa, con
el General Joaquín Rodríguez Guerrero, Procer de
la Federación y antiguo Edecán de Zamora ; y Juana
con el Doctor Jaime R. Sanderson, abogado notable.
Raquel contrajo matrimonio con el General José
Gregorio Quintana, cuyos hijos son Francisco, Gre-
gorio, Mercedes y Raquel.
Don Alejandro, padre de Zamora, tuvo dos her-
manos, Don Juan y Don Mateo. Este se alistó
en las banderas de los realistas v subió á oficial
de ejército: los otros dos abrazaron la causa de la
Patria. Juan murió á poco; y Alejandro sirvió
desde 1K14 á las órdenes inmediatas del Libertador.
Don Mateo, casado con Manuela Gome/- tuvo siete
hijos; A saber: Mateo, Fidel, Agustín, Epitanio, que
vive en Villa de Cura; Juan y Wintila, oficiales fede-
rales; y Manuela, esposa del señor Faustino Trujillo.
El señor (Yispers crió á Zamora, y cuidó de
su educación.
La madre de Zamora, Doña Paula Correa,
«era oriunda de Villa de Cura, hija del señor X.
Correa y de Doña Bárbara Rodríguez, prima her-
mana de Doña Josefa Rodríguez de Pardo, madre
<lel insigne poeta Francisco G. Pardo, de grata me-
moria entre los hombres de letras. También era
prima de Doña Manuela Rodríguez de Montero.
Rastreando la parentela de Zamora encontramos
«Mitre sus deudos á Don Santos Aranguren : y á Don
José Aranguren, (\ue casó con Doña Angela Me-
léndez Pereira, y emigró con ella y sus hijos, el
año de 14, de Villa de Cura á Maturín, perdiendo
en el camino tres de ellos, de hambre y enferme-
dades. La cuarta, llamada María Salomé Arangu-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA í)
ren, contrajo matrimonio con Don Joaquín Paúl : y
son estos los padres de Francisco Antonio Paúl y de
los Generales Juan Nepomuceno y Juan de Je-
sús Paúl.
La quinta hija, Antonia Aranguren, casó con el
Ilustre Procer Capitán Venancio Rachadel, General
de la Federación. Manuel Antero Rachadel era
hermano de éste.
Josefa Aranguren de Guerrero, esposa del Ilus-
tre Procer Coronel Francisco Guerrero, fue abuela
de los Generales Rafael y Juan Carabafio.
Manuel Aranguren, empleado de Colombia en
el ramo de finanzas fué el padre de Antonio Aran-
guren, Senador del Congreso de 1892.
Son también parientes de Zamora por los Pe-
reira, el Comandante Don José María Meléndez y
Pe reirá, cunado del Doctor Juan Germán Roscio ;
y Don Hermenegildo Meléndez Roscio; el Ilus-
tre Procer Coronel Manuel Pereira, Ayudante
de Campo del General Manuel Cedeíío : ei Pbro.
Doctor Francisco Antonio Pereira, notable orador
sagrado, Canónigo de la Catedral de Caracas, muy
adicto á Zamora y compañero suyo en las elec-
ciones del 4íí : el General José délos Santos Pe-
reira, padre del señor Ismael Pereira Alvarez ; y
Jacinta Trujillo, esposa del Ilustre Procer Coronel
José Eugenio Rojas, y madre del General Rufo
Rojas.
La instrucción que recibió Zamora tuvo que
ser por extremo rudimentaria, como se acostumbraba
en las escuelas de los primeros días de la Repú-
blica. Leer, escribir, nociones elementales de gra-
mática y aritmética, y* doctrina cristiana: tal era en
10 DOCTOR L. VILLANUEVA
resumen lo que muy imperfectamente se ensenaba
entonces.
Su preceptor fue Don Vicente Méndez, que
vivía en la antigua casa municipal, sita en la es-
quina de las Mercedes: y de sus condiscípulos se
recuerda al Doctor Pedro Medina, Doctor José Arnal,
Doctor M. M. Echeandía, Licenciado José Miguel
López y Carlos Ávila.
Inclinóse desde niño á ejercicios corporales;
especialmente á la luchü, la natación, la carrera
y la equitación : caminaba leguas á pie, y trepaba las
montanas sin fatigarse : con lo cual desenvolvía y
perfeccionaba su fuerza natural, y adquiría agilidad
y destreza en sus movimientos y acciones.
Era alto y delgado de cuerpo ; de ojos azules y
mirada viva y penetrante» : sus facciones se marcaban
y distinguían por líneas bien definidas que daban á
su rostro por sus pómulos agudos, su nariz recta,
su barba firme y saliente, su frente descubierta y
bien modelada, una vigorosa expresión de inteli-
gencia, altivez y energía.
A los diez y ocho años ya se notaba la prominen-
cia de hiparte superior de la cabeza, signo frenológica
del carácter indomable y de la virtud de la per-
severancia. (1)
Entonces empezó á viajar al Guárico, acom-
pañando al Doctor José Manuel García, su pariente,
que iba á menudo en ejercicio de su profesión de
abogado, á los tribunales del l amado cuarto cir-
cuito judicial de la provincia de Caracas: y ea
la misma época hizo sus primeros negocios de ga-
nado con recursos del filántropo señor Cáspers. De
1 Gall and Spur/heini.- Organ fiffi mi *€?**.— XVII I.
\
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 11
allí á poco tiempo se fijó en Villa de Cura con
una casa de víveres, en que mostró amor al trabajo,
honradez, actividad y decisión por el comercio.
Ningún suceso ocirrió en su juventud digno
de mención, pues su vida fue toda de ocupaciones
mercantiles en Cura, San Juan, San Francisco, El
Pao, San Josd, Calabozo y Apure.
Jamás le dominó ninguna intemperancia.
Amaba entrañablemente á su madre, á cuyas
necesidades acudfa diariamente con el fruto de sus
negocios. Era muy aficionado al baile y á la caza ; y
apenas empezó á ejercitar su razón se le vio solicitar
libros, especialmente de historia, que leía con avidez.
Pero su maestro fue realmente el Doctor García,
varón doctísimo y amable, que popularizaba dentro
y fuera de la Universidad de Caracas, los fun-
damentales principios del Derecho romano, de la
fisolofía moderna, y de la política de la igualdad ;
cuyos consejos y lecciones, floreciendo en el en-
tendimiento del joven Zamora, de natural fácil y
claro, explican su educación moral, y la precisión y
firmeza con que sostuvo siempre los derechos del
pueblo.
En los Llanos le conceptuaban valeroso, audaz,
servicial, de perfecta integridad, y sentimientos
de compasión y liberalidad hacia las familias del
pueblo. Siempre tenía dinero para socorrer a los
pobres : y después, cuando entró en la política, abría
la bolsa sin regateos, para gastos de su causa y ne-
cesidades personales de sus amigos y coparr idarios.
Menos de treinta anos contaba cuando empezaron
las agitaciones públicas con motivo de las luchas de
los partidos que se disputaban el poder; y afiliado
12 DOCTOR L. VILLANUEVA
en el liberal, se asoció al Licenciado Juan Mar-
tínez,- para iniciar la propaganda por su partido en los
pueblos y caseríos de San Francisco y San José.
Prestó servicios en la milicia, para devolver la
tranquilidad á Villa de Cura, cuando las facciones
asoladoras de 44 y 45 ; y distinguióse ante las au-
toridades y la sociedad por su respeto á las leyes y
sug esfuerzos en pro del orden y de las garantías
del honor, de la vida y las propiedades.
Era un ciudadano útil ; hombre de bien, de to-
dos estimado.
Desde su edad juvenil fraternizó con el partido
de los oprimidos, como futuro campeón de los li-
berales que llevaba en el corazón y en el cerebro
el sentimiento y el alma del pueblo; y en el curso
de las revoluciones, velemos que lo personificará
genuinamente en sus anhelos, 'en sus ideales de
redención, en sus santas iras, en su alteza de ánimo,
y en su generoso holocausto.
Antes de ser un gran General fue un hombre
de trabajos rudos, al igual del pueblo, que suda por
la existencia ; así como pasó Páez, para gloria suya,
por la ley sociológica de la democracia ascendente,
de pastor bárbaro á Ciudadano Esclarecido ; y de las
majadas de un hato á la celeste Constelación, en
que viven inmortales los venerados Dioses de la
Patria.
Tal es, en breves razones, el carácter físico y
moral del joven predestinado á representar el papel
de personaje trascendental, en la vida política y mi-
litar de Venezuela, durante el largo período de 184G
á 18ÍÍ0.
Empero, antes de relatar esta vida, es menester
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 13
dar idea de los hombres de nuestros partidos, de
sus principios, defectos y méritos ; de sus talentos,
intereses y pasiones; para preparar el escenario en
que nuestro héroe va á ostentar las. más bellas vir-
tudes públicas, su heroísmo eminente, su fanatismo
político, y sus mejores y más sobresalientes talentos
militares.
Pues no puede juzgarse á Zamora, sin conocer
bien su tiempo. Por lo cual nos permitimos con-
vidar al lector para hacer una excursión por el cam-
po de aquella historia llena de magnos hechos, que
nos enseñarán cómo se batían los partidos, cada uno
con su bandera y su programa ; de qué modo se
comportaban los hombres, en lucha hasta morir, sin
cometer ninguno el pecado de la deserción ó la
infidencia ; cómo renunciaban los Ministros sus car-
teras, cuando sus ideas no triunfaban en el Gabinete,
de lo que nos dejaron ejemplo A randa y Q úntero,
Jacinto Gutiérrez, Miguel Herrera, el Doctor Urru-
tia y el Doctor Sanavria ; cómo en fin se inmolaban
aquellos políticos en el servicio público y volvían
á sus hogares sin buena suerte, á veces, pero con
honra y dignidad.
111. El Partido político que nacía en 1840 con programa dei
el nombre de Gran Partido Liberal sustentaba como
programa político, civil, económico y social, los si-
guientes principios, dogmas y tendencias:
— Cumplimiento rígido de la Constitución y las
leyes ; por lo cual se apellidó Partido de oposición
constitucional.
14 DOCTOR L. VILL ¿NUEVA
II
— Efectividad del principio de alternabilidad en
el desempeño de los empleos públicos.
ni
— Uso ó empleo del poder electoral, en virtud
del cual, el Partido, conocida á fondo la situación
moral v material de la sociedad, debía convertir
sus convicciones en propósitos políticos, y trabajar
por constituirse en mayoría para ganar la victoria.
IV
— Creación de dos grandes partidos nacionales
que, sometidos de buena te á las leyes fundamen-
tales del país, pudieran garantizar las libertades pú-
blicas.
v
— Difusión de las republicanas prácticas de exa-
minar libremente, por medio de la prensa ó en
asociaciones públicas, todo lo (pie pudiera afectar los
intereses de la comunidad.
vi
— Reprobación de los crímenes individuales, y
del otro, mayor aún, de apelar á la fuerza para re-
solver las cuestiones políticas.
VII
— Aplicación de todas las influencias legales de
los partidos para llevar á cibo el proceso de las
elecciones: verdaderas pero santas revoluciones, pres-
critas y autorizadas por las leyes.
VIII
— Nombramiento para las Cámaras Legislativas
de hombres ilustrados, patriotas, independientes, pro-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 15
fcos y dignos de la confianza del pueblo, como
legisladores ortodoxos en el dogma liberal ; pues
no se empeñaba tanto el Partido en la elección del
Presidente de la República, como en la del Congreso;
porque siendo de la incumbencia de este Cuerpo la
aplicación de los remedios para los males del país,
resultaba que, asegurada la elección de buenos le-
gisladores, era infalible el triunfo de la oposición
constitucional : tanta confianza así había entonces en
fe eficacia de las instituciones, las cuales imponían
efectivamente al Ejecutivo obediencia á las decisiones
del Poder Legislativo :- pudiendo decirse, en verdad,
que si el Gobierno logró alcanzar alguna vez, en las
Cámaras, por influencias más ó menos lícitas, el
triunfo de sus ideas, en ciertas altas cuestiones de
Estado, no se le permitió nunca llevar á cabo, por
lo menos sin oposición formal y pertinaz, la aspi-
ración que pudiera tener en el fondo de su mente
á dominar los Congresos y oprimir el país.
IX
— Disminución de las contribuciones públicas.
x
— Independencia de la Iglesia, del Foder Judi-
cial, de la Universidad y los Colegios.
XI
— Responsabilidad de los empleados.
XII
— Auxilio á las industrias.
XIII
— Abolición de la lev del 10 de abril de 1834.
El Venezolano.
16 DOCTOR L. VILLANUEVA
XIV
— Guerra al Banco por sus monopolios y privile-
gios.
XV
— Leyes de retiro pana los Proceres, y de mon-
tepío para sus viudas é hijas.
xvi
— Ley para organizar la milicia nacional.
IV. A este efecto, reunidos en junta pública
varios individuos de inteligencia y patriotismo, deter-
minaron establecer un periódico hebdomadario, con el
nombre de El Venezolano, cuya mira debía ser:
Combatir con el lenguaje de la razón los prin-
cipios de la oligarquía política que afligía á Vene-
zuela ; los errores de la administración, y los extra-
víos de las legislaturas pasadas ; sostener y consolidar
la opinión de los que formaban el partido de los
verdaderos principios constitucionales; y favorecer la
marcha franca y liberal de la República.
Estas bases fueron aceptadas unánimemente por
los señores Antonio Leocadio Guzmán, nombrado
Redactor del periódico ; Mariano Mora, tesorero, y
Tomás Lander, José Gabriel Lugo, Rafael María
Lugo, José Austria, Jacinto Gutiérrez, José Julián
Punce, José Bernardo Arévalo, y Tomás J. Sanavria,
en Caracas, á 20 de agosto de 1840.
Pegón se ve, junto con los reclamos de la
opinión pública sobre asuntos políticos, se levanta-
ban los referentes á materias económicas, con el
propósito de buscar remedio pronto y eficaz al ma-
lestar " los propietarios territoriales, de los agri-
VIDA BEL GENERAL ZAMORA 17
cultores, comerciantes, artesanos, jornaleros y de
cuantos vivían de su trabajo personal. (1)
V. Para inteligencia de los sucesos que vamos á L*01i*ar<iu£^
referir, es de saberse que para 1840 se había
constituido una oligarquía con influencias en el Go-
bierno; compuesta principalmente de un grupo, adue-
ñado hacía tiempo de los puestos públicos sin que-
rer soltarlos; de los prestamistas, á quienes itn-
1 Los contribuyentes pira los gastos d<* este pmiódico
fueron, los que A continuación se expresan, *-egún documento*
que se encuentran en la Secretaría de la Academia Nacional
de la Historia :
1 Toma* Lander $ 25
2 José Ignacio Paz Castillo 15
3 Florencio Orea 10
4 Félix Ostro 10
5 Remigio Armas 15
6 Francisco R. del Toro 25
7 J. J.M 5
8 J.S.M 25
1) Juan Bautis a Mijares 25
10 Mariano A se^nio 10
11 J. BaasdeRoger 10
12 Jos- Gabriel Lugo 10
13 Rafae' MaíaLugo 25
14 José Julián Fonce 10
15 José Manuel Morales 10
1<> Diego Haut'sta Urbaneja 25
17 Bar olomé Manrique 10
18 José Austria 10
10 Anacleto Clemente 25
20 Rutino Blanco 5
21 Manuel Echeandía 10
22 Ignacio J.Chaquert 10-
23 José B. Aiévalo 10
24 Tomás J. Sanavria 25
25 Medardo Medina 20
26 MaTtín Echegarreta 10
27 Francisco de la Madriz 10
28 José Toribio Iri barren 10
29 Casiano Santana 25
30 Ramón Lozano y Ca 25
31 Vicente lbarra 25
32 José Pérez 10
33 UnamigoG. F 10
JÍ4 Otro id. R. 1 10
35 Vicenta Mexias 10
3tf Fermín Beit a 15
37 Guillermo Espino 15
í<8 J. M. Jesurum 10
30 Lufa Correa 5
$ 570
18 DOCTOR L. VILLANUEVA
portaba sostener la ley de diez de abril de 1834,
que autorizaba cualquier premio en los prestamos;
y entregaba atado el deudor al acreedor, como una
víctima, sin defensa, condenada ala extorsión; de
los empresarios del Banco, que absorbía parte del
tesoro público y gozaba de privilegios inconstitu-
cionales; y en resolución, de todos los que tenían
miedo á las innovaciones y á los conflictos pú-
blicos.
En el ara de este partido inmolábanse a me-
nudo los derechos de los ciudadanos, las preciosas
conquistas de la libertad civil, la justicia de los
tribunales y la soberanía del pueblo.
El sistema representativo q e reconoce por
base la igualdad democrática, la competencia de los
talentos v del mérito, era una farsa.
Páez era el jefe de esta oligarquía; caudillo de
resplandeciente gloria militar en la guerra de eman-
cipación ; amado del pueblo, en sus primeros anos;
incapaz de apropiarse un centavo del erario ; ambicioso
basta su muerte de poder y mando, bien que sin cuali-
dades de administrador y menos de hombre de Estado ;
habíase hecho y confirmado autócrata después de la
renuncia de Vargas, y como tal concentraba en sus
manos todos los poderes, y distribuía al propio
arbitrio, los nombramientos de todos los empleados
civiles, consulares y diplomáticos, y los del ejército
y la Iglesia.
Aunque inclinado al bien, endureció su carác-
ter en el gobierno; y en el promedio de su carrera pre-
firió apartarse del pueblo, de donde había salido, para
descender á jefe de un partido de hombres de nego-
cios y de pasiones irascibles; y amancilló en su an-
cianidad el brillo de su fama con la nota de cruel,
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 19
cuando antes, aún en la guerra á muerte, había
sobresalido entre los Libertadores, por su genero-
sidad v su clemencia.
Contábanse en este partido individuos de saber
y patriotismo, pero imbuidos en ciertos principios de
orden económico y político que les nublaban la mente,
para no permitirles apreciar los justos reclamos de la
actualidad ni penetrar el porvenir; como aquellos
honrados patricios de Roma que se apostaron va-
namente con su ídolo Poní peyó y su grande orador,
entre el glorioso pasado de la colosal República y
el advenimiento de la humanitaria revolución social
que les prometía el partido popular. De este nú-
mero era Vargas, sabio y piadoso padre de nuestra
medicina; el diplomático Fortique, agraciado por la
naturaleza con el primoroso don de gentes; Alegría,
sacerdote virtuoso; Toro, Espinal y Pedro José
Rojas, oradores de inspiración; Juan Vicente Gon-
zález y José María de Rojas, periodistas de pelea:
Cajigal, Ríos, Tovar, Quintero, Michelena y otros
igualmente dignos de veneración y respeto.
Veamos cómo pinta el señor Guzmán á Vargas
v á Espinal en JE l Venezolano, de 11 de mayo de
1«S44, con motivo de haberse opuesto uno y otro
*m la Cámara del Senado, al inconstitucional privi-
legio de la exención de la patente d?l Banco Na-
cional :
'• Siempre hemos sostenido, y permítasenos recordarlos
con orgullo, que Vargas es un ciudadano de capacidad
superior, de principios fijos y de conciencia propia: que
puede caer en el error,, que puede excederse alguna vez
en miramientos y en consideraciones, que engañado puede
encontrarse fuera de la órbita de la opinión pública, pero
que en las grandes cuestiones, en los puntos cardinales,
en aquellas oportunidades solemnes en que á veces se
juega el depósito de los derechos comunes y la suerte
de una y aun de más generaciones, se encontrará siem-
20 DOCTOR L. VILLANUEVA
pre firme, invulnerable, ejemplo de próbida independen-
eia. Ni aun las preocupaciones de nuestro propio partido,
que también hemos tenido por disculpable, nos han fas-
cinado nunca, ni podido arrancarnos el convencimiento-
que después de muchos anos nos hemos formado de la
intachable rectitud de este buen venezolano. Véasele
hoy el primero, sin esperar á saber lo que piensan los
demás, sin consultar á ningún poder, sin detenerse en
cuáles fueron los resultados, escudando con su pecho la
inviolabilidad déla Constitución, el depósito de nuestros
derechos. Una cualidad por lo menos deben tener nues-
tros escritos, la de ser consecuentes. Escribiendo con
una sola conciencia, siempre con ella, y nada más que con
ella, al través de los sucesos, pasando por sobre todas las
circunstancias se nos ha de encontrar los mismos. ¿Por
qué á veces tan distantes del señor E>pina1, atacados
por su pluma y por su firma, nunca nos hemos avanzado
á denunciarle como un oligarca cual concurrían á pintarlo
diversas y aun poderosas circunstancias ! Por una sola
cualidad, que respetamos profundamente donde quiera
que la conocemos ; la rectitud. Cierto es, que en tiem-
pos comunes, en el andar de la sociedad, el señor Espi
nal más de una vez ha contemporizado con el poder, de tal
manera que se ha enagenado las simpatías del partido libe-
ral, y que nosotros mi>mos nos hemos creído en el deber de
reprobar sus deferencias ; pero nunca hemos podido olvidar
que en situaciones solemnes de inminente riesgo de la justi-
cia ó de la libertad, hemos visto al señor Espinal despren-
derse de todo linaje de consideraciones, y defender aunque
solo, un a causa grande y justa. Entre otros ejemplos des-
cuella el del indulto á los rendidos en Puerto Cabello. Cuan-
do la Legislatura, arrastrada por el vértigo de aquellos
tiempos, después de otorgada una gracia la rescindió vergon-
zosamente, cuando acordado un perdón y cerrado un con-
"trato violó el contrato y quiso mauchar el perdón con
sangre, el señor Espinal descollando en aquel infierno de
pasiones, sostuvo hasta el último puntóla bandera de la
justicia y de la humanidad. Es de aquellos pocos hombres
que pueden quedarse solos con una sola convicción. Hoy
lo está demostrando. Permítase, á El Ven^zolapo que en
bien de la causa que defiende, ostente la justicia de sus
conceptos y la unidad de sus creencias.''
ia opo«cion. VI. Con la aj ari< ion de El Vinezolano empezó á
organizarse la opinión pública en los dos partidos
políticos que han venido hasta la fecha, combatiendo
por dirigir el Gobierno en Venezuela : el Liberal, llama-
do apóstol de h» "Vrtad ; y el Conserrador, que se ha
VIDA DEL GENERAL ZAMOKA 21
titulado representante del principio del orden : los cua-
les entablaron allí mismo una lucha activísima sobre el
modo de aplicar la Constitución ; llamándose cada
uno el verdadero partido constitucional ; pues la no-
ción de la ley los empeñaba á colocarse en sus
respectivas posiciones al amparo del derecho (1).
Como era de esperarse, la oposición emprendida
por los liberales fue calificada, primero por los perio-
distas de la oligarquía, y después por el Gobierno,
-de conjuración para inmolar la República, al abrigo
v compañía del alto clamor levantado por las dificul-
tades pecuniarias de los empresarios agrícolas (2).
Al libre examen de las cosas públicas se llamaba licen-
cia; á la discusión oral, osadía, y delito a la inde-
pendencia de la prensa : á lo cual respondían los
liberales apellidando á sus contrarios, usurpadores
■oligarcas, estafadores y logreros.
Pero en realidad el estado de la nación había
llegado á ser tristísimo, no exclusivamente en lo
político, sino bajo todos respectos.
Los proceres, con algunas excepciones, vivían
infelices, olvidados ó proscritos.
La sociedad parecía en ruinas; escasa de civismo,
<Je luces y dinero: entumecida por una larga inmo-
vilidad ; sin periódicos para discutir lo que interesaba
á sus gremios productores, y para moverlos ánimos
á la vida batalladora, culta y alegre de la República
1 El Venezolano, no* ha dicho Don Jesús María Mo-ales
Marca.no, pluma esclarecida del partid) conservad rf empezó á
dar v:d* 'on soplo vigoroso al pensamiento de ri^aniz^r el par-
tido poMtico Que, propagando los principas liberales y t»m In-
flólos por ba^d ra, transformaba en verdadero sstnna DTosre-
BÍ8la de civilización demo -j ática los elementos de sny> fecundas,
que la lutina d* los Gobiernos y la faUa de iniciativa d4* loa
pueblo* mantenían estañes y en un estado puramente emb:ionv
lio. (Biografís úel (¿enera l ¡)¡>g Ykarr )
2 Men*nje pi esidenc'al dtj 1N 17.
22 DOCTOR L. VILLANUEVA
democrática; sin partidos políticos ni tribuna de opo-
sición. El Gobierno y el pueblo parecían dormidos
en un silencio profundo, y cuando despertaban, por
cortos intervalos, apenas si permitían entender que
estuvieran meditando dar algunos pasos adelante, lentos
y tímidos, sobre política 6 ciencia administrativa^
ó materias internacionales.
El Venezolano condensó una vez las instituciones
de aquel partido en los términos siguientes : .
*' Harto recientes son, decía, asaz escandalosos, harto
sensibles al pueb'o venezolano, los excesos del poder, y
más que crueles los padecimientos de la nación. Leyes
que destruyen la propiedad; leyes que hacen espantosa
la suerte del traba jador ; leyes que entronizaron la usura,
que aconsejaron la avaricia, que autorizaron las más bár-
baras persecuciones; leyes que destruyeron el ejército, que
mandaron demoler nuestras fortalezas, que comprometie-
ron grandes porciones del territorio: leyes que convirtie-
ron al clero en máquina de dominación, y que buscaban
la perpetuidad de los mandatarios haciendo instrumentos
políticos el incensario, el tribunal de la penitencia y la
Cátedra del Espíritu Santo; leyes que degradaron á los
antiguos servidores de la Patria; leyes que esclavizan
los establecimientos científicos; leyes que gravan con
tuertes pechos los estudios, para dificultarlos y hacerlos
imposibles al talento yá la aplicación del pobre; leyes
que han delegado, traspasado y confundido los altos y
distintos poderes que separó la Constitución; leyes que
han encarecido la justicia, y otras que la han embrollado,
y otras que han hecho perpetuos los pleitos, y otras que
han privado de toda garantía á los contratos, y engendra-
do y preparado así nuevos é innumerables litigios, cual
mina de inmoralidad y depredación : leyes vengativas que
se han llamado perdones; y perdones que se h ui llamado
castigos: leyes que han empleado la augusta soberanía
del pueblo en desahogar rencores personales, en establecer
patrimonios individuales, en crear y suprimir tribunales
y magistraturas, y comisiones y empleos, para premiar y
castigar al amigo y al enemigo : leyes destructoras de la
igualdad en la milicia, y en las letras y en el ejercicio de
los derechos civiles : leyes, en tiu, que llevándonos á in-
mensa distancia del código fundamental, han destruido-
la Patria y conducídola á los umbrales de la desesperación."
cuwüon econo- VIL La cuestión económica se imponía cada vez.
con mayores proporciones, hasta el extremo de que el
mío*.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 23
Gobierno creyó que era ella la base fundamental de la
formación del partido liberal: y si en verdad no fue
esta su única causa generadora, debe considerársela
como una de las principales : pues en casos de tal
linaje, sucede que las cuestiones económicas se re-
suelven por su propia naturaleza en violentísimas
cuestiones de política. Y en el presente, como nece-
sitara Venezuela salir de la miseria en que se hundía,
esforzáronse los liberales, y aun algunos que no lo
eran, en trabajar con asiduidad y acopio de ciencia,
por vivificar su agricultura y demás industrias.
Empero, cuando vino á la conciencia de la ma-
yoría, empobrecida y desesperada, el convencimien-
to de que los poderes públicos no acertaban á re-
mediar sus urgentes, imperiosas é impretermitibles
necesidades materiales, púsose á un lado la cuestión
económica; y empezaron á emplearse los mejores
esfuerzos de patriotismo, en cambiar por las eleccio-
nes, y de manera radical, la estructura política de la
nación ; con la esperanza de llegar por otro camino,
pero siempre en la paz, con otros programas y otros
hombres á mejorar su vida económica.
Por estos motivos, antes de hablar de las elec-
ciones, en las cuales hemos de encontrar por los
años del 4(i á Ezequiel Zamora, empezando su ca-
rrera pública como cabeza y superior de los liberales
en el cantón de Villa de Cura, perteneciente ájla sazón
á la provincia de Caracas, sdanos permitido, para
contornear la historia de la primera ¿poca de nuestro
Partido, referir lo que hicieron los liberales por ver de
reparar los males de una situación miserabilísima,
ocasionada por la usura, por el malísimo estado de
las vías de comunicación, que el señor Pedro José
Rojas llamó en la Cámara de Representantes, estado
24 DOCTOR L. YILLANIEVA
rigurosamente bruto; por la falta de brazos para la
agricultura, el subido precio de los fletes, que no
bajaba de cuatro pesos por carga, la escasez y carestía
de los jornales, la falta de capitales y su alto premio,
insoportable á las industrias.
Escasísimo el comercio interior, y el mayor
de las capitales y puertos restringido en sus impor-
taciones, llegóse el afio de 45 á un millón de pesos
de diferencia en su contra, entre ellas y los gastos :
los prestamistas escondían su metálico : y los ha-
cendados empezaban á verse privados de recursos
para atender á sus siembras y cosechas, y al mante-
nimiento de sus familias.
Para formarnos idea cabal de la ruina de la
sociedad en aquellos años de penuria general, veamos
cómo la pintaban, no los liberales que eran los hom-
bres de la oposición, sino individuos, fervorosos par-
tidarios del Gobierno, en folletos, en discursos par-
lamentarios y en sus periódicos más acreditados.
El Liberal del señor José María de Rojas, co-
rrespondiente al 4 de enero de 1845, 1uc5^í> de aca-
bada su lamentación, por la falta de estadística que
le suministrara conocimientos exactos de la expor-
tación del café, bastante disminuida en aquel año,
asienta que los inconvenientes con que tropezaba la
agricultura en aquel entonces, eran insuperables por
el Gobierno; pues ni caminos podían abrirse porque
no había conque: y añade: " El año de 44 ha si-
do bajo todos respectos aflictivo y calamitoso : él
dejará tristes y permanentes recuerdos de sus aciagos
efectos. Esperar debemos por tanto que el de 1845
en que estamos, sea si no feliz, á lo menos lie-
vadero.''
VIDA DEL ttENERAI, ZAMORA 25
El señor Doctor Ancízar escribe otros días, y
en este mismo periódico, lo siguiente:
"Nuestros pecados, y acaso los de nuestros padres
también, juntamente con el ángel malo de Sud América,
nos trastornaron los cascos en 1841, nos los volcaron en
42, y nos evaporaron todo el juicio en 44. Gritamos
tanto y tan recio, que no podíamos oir la voz de la razón,
y llenamos de espanto á los capitalistas prestadores de
dinero y géneros comerciables, quienes comenzaron á reti-
rar del giro y guardar sus valores hasta ver en (pié
paraba la bulla, escaseando sus préstamos y exigiendo
de prisa los pagos, con lo que crecieron los apuros y los
clamores. Estos últimos subieron en hora menguada hasta
las leyes de crédito, y suscitamos graves recelos en el
comercio mayor, cuyas operaciones fueron restringiéndose
con merma de importaciones, de rentas públicas, de ca-
pitales circulantes, de todo, menos de nuestro vértigo, (pie
forzosamente se ha convertido en verdadera miseria."
il Nuestra agricultura, hermosamente desarrollada
pero todavía en fomento, y necesitando de anticipacio-
nes, se ha visto de súbito privada de recursos en algunos
lugares importantes de la Uepública, amenazada de gran-
des quebrantos, y á punto de arrastrar en su caída el
bienestar de muchas familias industriosas."
El Doctor H. Nadal, Diputado al Congreso por
Barinas, publicó un artículo del cual tomamos estos
párrafos :
"Confieso que poco después de haber llegado á la
capital, que es en todas partes el fuco de donde nacen el
bien ó el mal de un país, quedé convencido de que la
crisis actual no estaba solo limitada á la parte material.
En mi estudio sobre nuestra situación, yo he encontrado
el mayor mal en la relajación de todos los resortes morales
y sociales. Escarnecida la autoridad, desvirtuada la ley,
menospreciada la religión, y desarrollado un germen de
ambición incalculable, naturalmente ha debido debilitarse
el amor al trabajo, fuente de toda riqueza. Me con-
vencí, pues, de que la crisis se extendía á la política, á la
moral, á la religión, y por consecuencia al bienestar ma-
terial de todos los a¿ ociados; y deduje de mis principios,
que el remedio para tan grande mal no podía ser instan-
táneo, inmediato, sino lento, variado, de modo que alcan-
zase á curar todas las dolencias/*
El señor Pedro Jos¿ Rojas, al salvar su voto en
20 DOCTOR L. VILLANUEVA
la sesión en que se aprobó, en tercera discusión, el
artículo 1? del proyecto del Instituto Aranda, estampó
estas palabras :
"Pongamos a un lado las causas del malestar que
aflije á la República ; malestar que nunca he desconocido,
ni mirado con desdén, porque soy venezolano. Hácenle
consistir en la usura los defensores del proyecto, única-
mente en la usura. Detesto de corazón la usura ; pero no
convengo en que sólo á su ruinoso prestigio se deban loa
conflictos económicos que deploramos. ¿ Se olvidan acaso
los proyectistas del malísimo estado, del estado riguro-
samente bruto de nuestras vías de comunicación ! ¡ Se
olvidan de que no hay brazos en la República bastante»
para la conservación y fomento de las empresas agrícolas?
¿ Ignoran que la carestía de los trasportes y la escasez y
carestía de los jornales, son influencias sobradamente da-
ñosas sobre el progreso industrial de todo país ? No saben
que el industrial que consume un valor de ocho, para pro-
ducir uno de seis, en vez de producir destruye ? No hay
capitales, se replica: el interés del dinero ha subido por
consiguiente á una rata que la industria no puede sopor-
tar. Enhorabuena : agregúese á los anteriores este ele-
mentó de ruina y no habrá ya mucha discordancia, por
lo que mira á las causas de nuestras crisis, entre los
proyectistas y yo.'?
El señor General Austria, sustentador de la
candidatura del General Páez para la Presidencia de
la República, circuló en Valencia un folleto en que
dijo :
"Hemos indicado ya que para proceder con acierte
en las elecciones no debemos perder de vista las cuestiones
(pie hoy llaman la atención nacional por el grande interés
que envuelven y porque afectan el progreso material y efi
porvenir de nuestra patria. La cuestión económica, á la
cual consideramos íntimamente ligada la cuestión política;
debe recibir una solución pronta y favorable del cuerpo
legislativo, porque tiene en su apoyo el clamor unísono y
bien expresado de la mayoría de los venezolanos, y su
imperiosa necesidad y conveniencia ahogan los intereses
fraccionarios y la avidez de parciales lucros. Estol cues-
tión económica ha sido ya formulada en los proyectos de
Instituto de crédito territorial, de empréstito, y de caminos,
que se han sometido á la deliberación de las Cámaras
legislativas; y aunque desgraciadamente no tienen estos
proyectos el apoyo que debieran tener del Poder Ejecutivo,
no obsta porque las convicciones y la voluntad nacional
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 27
han sufocado el voto infundado y terco de una adminis-
tración desorientada, cuyo negativo sistema consiste en no
tener ninguno, en dejar hacer, con tal de no hacer ella
nada.
"Es sin duda la cuestión económica la que debe lla-
mar con toda preferencia la atención de los venezolanos,
porque sólo con su triunfo puede asegurarse del equili-
brio social y quedar bien garantida la libertad. Sin inde-
pendencia personal son ilusorias las ventajas de nuestra
organización política, y quiméricos todos los derechos y
garantías. El malestar y aun la indigencia, devoran ya d
los ciudadanos; y en semejante situación los sufragios
pueden no ser el eco de la conciencia y del patriotismo,
y sí de la necesidad y del egoísmo. No busquemos un pue-
blo de héroes, porque sólo encontraremos un pueblo de
hombres, sugetos á la suprema ley de su conservación y
con todas las debilidades de la especie. Esta sola consi-
deración persuade, que todos nuestros esfuerzos deben
dirigirse principalmente á conquistar la independencia
personal de los ciudadanos ; á sacar á la Nación del mal
estar que la agobia; porque, digámoslo de una vez: en
una .República de indigentes no puede haber libertad."
El señor Toro en. su opúsculo contra la Ley de
10 de abril discurre así:
u Venezuela espera una ley justa y equitativa que dé
garantías á los acreedores sin sacrificarles los deudores,
que tienen igual derecho al amparo y protección de los
poderes públicos.
"2? Quitada á la usura la traba y la sujeción de la leyr
el negocio de préstamo fue el más lucrativo de todos, su
práctica se extendió en todas las clases de la sociedad,
los contratos más monstruosos se celebraron sin sonrojo, y
los tribunales de la República fueron llamados á ejecutar-
los, con escándalo de la justicia y con oprobio de las
leyes.
u Es un hecho palpable que en Venezuela el espíritu
de agio, la sed de lucros por vergonzosos que sean, la
práctica de la usura en su más destructora voracidad, han
invadido rápidamente todas las clases del pueblo, con muy
poco adelantamiento de los intereses materiales, compa-
rado con la inmensa pérdida que se ha hecho en sentí-
mientop morales, y en aquellos rasgos de noble largueza
y de generoso desprendimiento tan frecuentes en nuestros
padres y tan geniales en la raza castellana.
" En materia de Gobierno y de legislación los hechos
generales no deben despreciarse por mantener una ttoría.
El clamor contra la ley de 10 de abril que se ha levan-
28 DOCTOR L. VILLATÍUEVA
tado en Venezuela, se ha visto acompañado con hechos
muy expresivos. El odio á los tribunales ; la división en
la sociedad ; las calificaciones de logreros, usureros, esta-
fadores por una parte, y por la otra de alzados, tramposos
y arteros ; esta división y pugna produciendo conflictos
públicos, desmanes y amenazas que alarman la población y
perturban los hábitos de paz y armonía; las voces de
Monte Sacro y de Palenque difundidas en la capital de la
República y valles circunvecinos, aplicada* unas veces
como injurias á los agricultores, otras como remedios vio-
lentos á lo que se ha llamado crisis; todo esto sirviendo
á unos de bandera para clamar contra el Gobierno y con-
tra la pretendida oligarquía de empleados y de logreros;
á otros de motivos para formar planes económicos más ó
menos atrevidos con que se conmueven ios ánimos y se
predisponen á las más graves innovaciones, con la mira
de sacar el país de su postración actual ; á otros, en fin,
de ocasión para excitar las pasiones populares, corromper
las masas con los más torpes halagos y desencadenar lu
más vil de la sociedad, contra t°da notabilidad, cualquiera
que sea su título, la riqueza, la gloria militar, ó las vir-
tudes civiles. No diré que sea causa única de este estado
de cosas la ley de 10 de abril; son varias las que obran
simultáneamente ; pero sí, que contribuye muy poderosa-
mente á la perturbación y á la inmoralidad ; y que por una
reacción natural obra contra la libertad, la seguridad y
la introducción de capitales, objetos que principalmente
se tuvieron en mira al sancionarla.
" 3V Desde que los jueces en nombre de la ley han po-
dido dar un fallo, haciendo cumplir contratos marcados
con injusticia original y notoria, los jueces y la ley han
sufrido la reacción que los efectos de esta injusticia produ-
cen en el ánimo del público. Las nociones de lo justo y de
lo injusto existen en la conciencia de todos los hombres, y
es un movimiento espontáneo en ellos rebelarse contra
toda injusticia y toda iniquidad, ya sean la obra de un
particular, ya la de la fuerza pública. La ley no es para
los hombres santa sino cuando es la expresión de la jus-
ticia, y los jueces no les inspiran reverencia, sino cuando
pueden citar sus decisiones como inapelables en el tribunal
de la razón. El de Comercio encargado por su institu-
ción de una frecuente aplicación de la ley de 10 de abril,
lleva hoy sobre sí la execración de toda Venezuela ; pues
se ha visto que hasta los partidos políticos más opuestos
y enconados se han reunido con voz unánime para pedir
su supresión. Jamás se había visto en los tribunales de
Venezuela la autoridad de la ley dando fuerza y apoyo á las
extorsiones más monstruosas, no ya paliadas y encubiertas,
sino manifiestas y públicas, haciendo ostentación de dere-
cho y legitimidad. Cuando estos países eran gobernados
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 29
por el sistema colonial jamás se atribuían á la fuente
del poder los vicios de la administración de justicia;
aquella se creía pura ; los que podían elevar su voz hasta
el trono lo hacían con la esperanza de encontrar un juez
recto y paternal, y cuando esto no era dado y la iniquidad
se consumaba, se decía con fe sincera: el Monarca lo ignora.
Cuando el velo cayó y se descubrieron los vicios en la
esencia misma del poder, los pueblos sacudieron su yugo
y reconocieron la necesidad de poner bajo la salvaguardia
de un gobierno patrio y de instituciones liberales, los
derechos más sagrados del individuo y de la sociedad.
¿ Que sucede si hoy se vicia la ley y se desautorizan los
tribunales con sentencias injustas y desastrosas, que cual-
quiera que sea en ellos el nombre que se invoque repug-
narán siempre á la conciencia y á la opinión pública ?
Sucede lo que hoy; que se ve el descrédito de la ley
y el odio á los tribunales. Universal es el clamor que se
levanta contra el tribunal mercantil, y no hay calificativo
odioso é infamante que no se le haya prodigado por todos
los partidos.
"Nuestra vanidad nacional se mortifica al contemplar
el cuadro que ofrece aquella gran República Americana,
y la mano rehusa trazar el de es preeiso decirlo
el de nuestras miserias. Una exclamación, sin embargo,
se escapa de lo más hondo del pegho, al considerar que se
mantiene en Venezuela la ley que permite rematar las
propiedades territoriales, por lo que se ofrezca por ellas
en el remate, cuando no hay capitales en su provincia
más rica y más poblada, para abrir siquiera un mal
camino de carros, de quince ó veinte leguas de extensión,
para salvar de la postración en que ha caído uno de los
más fértiles y bellos territorios. (1)
El Presidente de la Nación da noticia á las Cá-
maras Legislativas de la situación económica del
país, en los términos siguienles:
"Durante el curso de los tres años últimos, se ha
visto la Administración rodeada de circunstancias difíciles
en que, en obsequio de mi deber, he hecho cuanto ha
estado en mis facultades para asegurar el bien futuro de
1 Puede demostrarse de una manera rigorosa que los Valles
del Tur muhipluaiíao sus productos y su riqueza en el espacio
de tres á cuatro años, si tuviesen nn camino caire t*-ro que los
ligante 4 la capital. Hitos val es son el quinero de la rápita',
sus terreros son de una portentosa fertilidad, sns vearas y sus
alturas producen todos lo» frutos tropicales de la mejor calidad,
y no distan mas de quince ó vein'e legua* del mar; y sin em-
bargo de+me^rar, y ts posible qu? ss arrisen mucho si no seles
abren m*s fáciles comunicaciones.
i
30 DOCTOR L. VILLATíirEYA
la Nación, y lie aceptado todos los sinsabores que me lia
traído esta situación como un nuevo servicio que he po-
dido ofrecer á mi patria. La oposición que, guiado por
mis convicciones, he hecho constantemente á la idea de
un auxilio directo que algunos habían concebido como
Temed io para la crisis económica que sentía lu República
désele antes que me encargase de su Gobierno, lia desagrada-
do á muchos de mis conciudadanos que habían acogido
sin temor el empleo de aquel peligroso arbitrio. La desa-
zón que produce el malestar individual, se ha agravado
por el carácter hostil que ha desplegado la prensa de
. algún tiempo acá, inclinando á la desobediencia y al des-
precio de la autoridad y de las leyes, y provocando la
desunión de los ciudadanos en una gran parte de la Re-
pública." (1)
Tal era la situación política, económica y social
que los beneméritos creadores del Partido Liberal
se proponían modificar en la paz, por las elecciones,
los Congresos y la prensa, con ventajas inmediatas
para el bienestar y la libertad de la masa general de
la República ; y con facilidades, cada vez mayores,
para el desarrollo progresivo de los gérmenes de
una nueva civilización.
instituto de VIII. Obedeciendo á este orden de generosas
ftnu Aranda. ^ O
ideas, redactó el señor Dr. Aranda, señalado entre los
hombres de Estado del Partido Liberal, un proyecto
de ley para las Cámaras de 1845, con el nombre
de Instituto de movilización del Crédito Territorial,
que vamos á reproducir, para honrar los humani-
tarios esfuerzos de aquel político pensador y pa-
triota, que conoció desde temprano, con su extra-
ordinario talento, la raíz de nuestros males públicos,
y propuso con acierto el medio para encaminar la
Patria por una senda de progreso verdadero ; al modo
que en crisis semejantes se les ocurriera y lo llevaran
á cabo, más tarde, con resultados sorprendentes, go-
1 Meo saje presidencial de 1846.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 31
tiernos de otros países, como el de la República
Argentina ; y el de Francia, bajo Napoleón III.
Adoptaron el proyecto y lp presentaron en la Cá-
mara de Representantes los señores Miguel Palacio,
Eloy Paredes, Rafael Agostini, Miguel Mujica, Lau-
reano Reverón, Miguel G. Maya, con modificaciones,
Tomás Veracoecbea, Ramón Alcántara, Mariano J.
Raldiris, con modificaciones, Felipe Sojo, Juan Gar-
cía, 1). Cerero, I. Lovera, Francisco J. Madriz, José
Antonio Sánchez, Raimundo Freites, J. Racamonde,
Manuel Ayesta, A. Blanco, Manuel F. de Tovar,
Fernando Olavarría.
Sostuviéronlo en la prensa, entre otros, El Af/ri-
eultor y El Progreso, y lo combatió principalmente
El Liberal. En las Cámaras se distinguieron como
opositores los Senadores Doctor Vargas y Villas-
mil y los Representantes Nadal y Pedro J. Rojas.
Aprobado el proyecto en ambas Cámaras, tras largas
y ruidosas discusiones, fue al cabo objetado por
el Poder Ejecutivo ; y al volver á la Cámara de su
erigen quedó archivado en ella, porque algunos dé
los que lo aprobaron en las discusiones, se adhi-
rieron á última hora á la voluntad del Gobierno.
Hé aquí cómo da cuenta El Liberal de las sesiones
de la Cámara de Representantes de 20 y 21 de
«ayo, en que fueron consideradas las objeciones del
Poder Ejecutivo.
No habiendo habido las dos terceras partes de los
■siembros presentes como lo requiere el artículo 05 de la
Constitución, la Presidencia declaró archivado A proyecto
y así se escribió en el acta de la sesión. Ni podía ser de
otra suerte á vista de lo terminante de la letra del artículo
constitucional citado, que dice así:
6íArt. 1>2. La Cámara examinará de nuevo el pro-
yecto con las observaciones ú objeciones propuestas por
32 DOCTOR L. VILLANUEVA
el Ejecutivo y si las hallare fundadas mindaiá archivar
el proyecto."
Sin embargo de este claro precepto del código funda-
mental, un momento después h izóse por el honorable señor
Balbuena la proposición ' de que se alzase la sanción á lo
acordado, para resucitar el ya muerto proyecto de Instituto.
La Presidencia admitió inmediatamente la proposición, á
pesar de la oposición de varios señores Representantes, y
empezó una disensión acalorada que quedó diferida para
el 21. En este dia creció el escándalo, porque se insultó
atrozmente á dos ó tres señores Representantes que ha-
biendo auti*s votado por el proyecto, en uso de su plena
libertad y en conformidad á su conciencia, no tuvieron por
conveniente insistir ; acto que los señores institutistas han
calificado de traición, en tanto que sus oponentes nada
han dicho contra los señores que habiendo sido sus compa-
ñeros en opinión y en sufragio contra el Instituto, han
creído conveniente pasar á fortificar las filas contra las
objeciones para elevar á ley lo que desde un principio hasta
el fin estuvieron contradiciendo.
La sesión del 21 fué tormentosa y la proposicióu que
en ella se ha sostenido no es como quiera escandalosa sino
revolucionaria, porque desde que la mayoría absoluta de una
Cámara cree que su querer puede ser superior á la letra y
mandato de la Constitución, ella se desnuda de sus títulos,
rompe el pacto y espone la Nación á funestos trastornos.
Esperamos para dicha de Venezuela que el acto no se con-
sumará y que calmadas las pasiones, la razón, la ley, el
orden y los principios se harán oir de los mismos señores á
quienes la pérdida de esta cuestión ha exaltado más allá
de lo que compete á los Representantes del pueblo.
Vamos á dar un extracto del proyecto:
Establecíase el Instituto de Crédito Territorial
bajo la garantía de la Nación, y autoriza básele para
abrir créditos, mediante hipotecas, por la mitad del
valor libre de éstas, sobre propiedades en estado de
producción, y cuyo valor se determinaba sobre la
base de seis por ciento de su producto anual líquido;
y éste se fijaba en el término medio del que hubiera
tenido en el quinquenio inmediato ; y además, so1 re
el valor de las propiedades urbanas y sobre el de
las tierras donde hubiera hatos ; á razón de cinco
por ciento anual, pagaderos por trimestres anticipa-
dos y con veinte anos de plazo.
VIDA DEL GENERAL, ZAMORA 33
Ningún crédito podía pasar de veinte mil pesos:
El Instituto expediría títulos de capital y renta
á los que tuvieran créditos abiertos en sus libros á
razón del tres por ciento anual; debiendo amor-
tizarlos anualmente por la suerte : y se le permitía
además contratar empréstitos dentro ó fuera del
país, bajo la responsabilidad de la Nación, y con
intervención del Gobierno; y prestar dinero, ó hacer
descuentos de corto plazo á agricultores, criadores
y artesanos, bajo fianza personal, ó mediante el
depósito de documentos de crédito público ó privado.
El Congreso fijaba anualmente la cantidad que
podía emitirse en títulos de capital de renta.
La primera emisión sería de cinco millones de
pesos.
Todas las reglas de administración, contabilidad
y gobierno del Instituto tenían que ser aprobadas por
el Poder Ejecutivo.
Autorizábase al Gobierno para que le auxiliase
con la suma de cinco millones de pesos en efectivo, ■
que tomaría en empréstito, dentro ó fuera de la Re-
pública, bajo la responsabilidad de la Nación. (1)
Cuarenta y cinco anos más tarde, el señor Doc-
tor Eduardo Gárate, que ha hecho estudios espe-
ciales de estas materias, para contribuir á que Vene-
zuela llegue á la civilización científica y productiva
de los pueblos modernos, revivió, por un acto de
patriotismo benemérito, la idea fundamental del Ins-
tituto Aranda, en su proyecto de Crédito Territorial,
1 Al fin de este capítulo va impreso el proyecto, tal como lo
aprobaron las Cámara?, y el Mensaje del Presidente con su» ob-
jeciones.
lU DOCTOR L. VILLANUEVA
que presentó á la Sociedad Nacional Agrícola y
Pecuaria en 1800: y antes, en 18(J8, había escrito el
ilustrado señor J. A. Mosquera, en su folleto titu-
lado Cuestión Agrícola un párrafo que dice así:
"En 184o como ahora, hombres pensadores aman-
tas del país, honrados y jus icieros, fijáronse en la
creación de un Instituto como la medida salvadora ;
pero entonces como hoy, no faltaron personas equi-
vocadas ó inexpertas, que á nombre de una mal enten-
dida justicia, y un mal entendido celo por el Tesoro
Público, combatieron de trente, y Cv>n todos sus es-
fuerzos la medida; y no faltaron tampoco entonces
como ahora, otras, que, por miras interesadas ó egoís-
tas, ó una lamentable ceguedad, pretendiesen burlar
la opinión y propósitos públicos, falsificando el reme-
dio con algo que bien podía convenir á ellos, pero
<jue en manera alguna satisfacía las necesidades ni
Jas aspiraciones dominantes/1
Gárate y Mosquera, juntamente con los señores
Domingo Eraso, Carlos Engelke y Carlos Alberto
Urbaneja, presentaron, en noviembre de 18H8, un lu-
minoso informe sobre este mismo asunto á a ante-
dicha Sociedad ; con lo que, ai cabo de medio siglo
ha venido á coronarse de gloria, por un nuevo voto de
aprobación consciente y público, la primitiva idea que
debe Venezuela á su Partido Liberal, de redimir
nuestras industrias por los Bancos de Crédito Terri-
torial.
Proyecto de Ley sobre movilización de Crédito Territorial.
EL SENADO Y CÁMARA DE REPRESENTANTES DE LA REPÚ-
BLICA DE VENEZITELA, REUNIDOS EN CONGRESO,
Decretan :
Art. Io Bajo la garantía de la Nación y eu los tér-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 35
minos que expresa esta ley, se establece un Instituto de
Crédito Territorial, cuya dirección, administracióa y ope-
raciones se determinan en los artículos siguientes :
Art. 2? La dirección y administración de este Ins-
tituto, será desempeñada por tres directores que tengan
las cualidades de Senador, nombrados del modo siguiente :
El Poder Ejecutivo, previo el voto consultivo «leí Con-
sejo de Gobierno, propondrá nueve individuos á la Cáma-
ra de Representantes, y ésta, reduciendo el número á
.seis, lo presentará al Senado para que nombre los tres
Directores.
§ 1? El Poder Ejecutivo por esta primera vez, hará
•dentro de 24 horas después de sancionada esta ley, la
propuesta de los nueve individuos de que habla este
-artículo.
§ 2? La duración de los tres Directores será por seis
años, reemplazándose de uno en uno cada dos anos, para
lo cual los tres de la primera elección cesarán del modo
siguiente: el último nombrado, á los dos años : el segundo
á los cuatro y el primero á los seis.
§ 3o Las vacantes accidentales que ocurran, se lle-
narán por el Poder Ejecutivo hasta la inmediata reunión
del Congreso.
§ 4o Los Directores que fueren nombrados Senadores
-ó Representantes, Consejeros ó Sec otarios de Es'ado,
por el mismo hecho cesan en su des>gjo de Director ;
v del mismo modo los agentes nombrad**. --Senadores,
Representantes ó Diputados provinciales, cesarán en su
destino de agentes. Tampoco pueden ser Directores ni
agentes, los Senadores, Representantes y Diputados pro-
vinciales, los Consejeros y Secretarios de Estado.
Art. 3? La Dirección está autorizada :
1° Para abrir crédito en los libros del Instituto al
<\ue lo solicite mediante la hipoteca correspondiente, y
dentro del término que previene esta ley.
2? Para calificar y aceptar la hipoteca de dichos
créditos, y también para admitir las ya calificadas y
aceptadas por la Junta de que habla el artículo f>° de
esta ley.
3o Para expedir títulos de capital y renta á los que
tengan crédito abierto en el Instituto.
4? Para recaudar las sumas que se deban al Ins-
tituto, y satisfacer las que éste deba por créditos y amor-
tización de los títulos, ó por cualquier otro respecto.
;1° Para descontar al medio por ciento por año los
36 DOCTOR L. VILLANUEVA
títulos emitidos, en las épocas designadas en el articula
14 ; y también para vender dichos títulos, y hacer amor-
tizaciones extraordinarias cuando lo crea conveniente el
crédito del Instituto.
0? Para nombrar el agente que debe haber en cada
provincia, peritos en la de su residencia y cualesquiera
otros comisionados que exijan los negocios de su cargo.
También podrá suspenderlos. Los peritos tendrán por
remuneración los derechos del arancel judicial : los agen-
tes el sueldo que la Dirección les asigna de 1.200 á 2.000
pesos: y los demás comisionados, la cantidad que la
misma Dirección estime conveniente, según su trabajo.
7o Para emitir títulos hasta igualar la cantidad me-
tálica que se consiga en empréstito por el Poder Ejecu-
tivo, á quien se autoriza para contratarlo dentro ó fuera
de la República, por la suma de 5.000.000 de pesos, bajo
la responsabilidad de la Nación.
8o Para descontar con plazos hasta de un año, bajo
dos tirinas de responsabilidad ó mediante el depósito cíe
documentos de crédito publico ó privado, que valgan el
duplo de la cantidad que se solicita, con el interés que
la Dirección fijará precisamente, con aprobación del Po-
der Ejecutivo, al empezar sus operaciones. Siempre que
hayan de hacerse descuentos, la Dirección y las agencias
lo anunciarán al publico con la anticipación de veinte días,
por carteles y por los periódicos, en donde los hubiere, ex-
presando la suma que tenga á bien destinar á este objeto.
La cantidad que se dé en descuento á cada peticionario
no podrá exceder de 5.000 pesos; y cuando las solici-
tudes excedan de la suma destinada al descuento, se
distribuirá entre los mismos peticionarios á prorrata.
9o Para establecer todas las reglas de administración
contabilidad y gobierno con aprobación del Poder Eje-
cutivo.
10. Para proveer á las agencias de los fondos que
les correspondan, conforme al artícnlo 4o y sus pará-
grafos.
Art. 4o Dentro de cuatro meses después de estable-
cido el Instituto, se planteará una agencia de él en cada
una de las provincias de la República. A estas agencias
serán comunes las atribuciones 441, el primer inciso de
la 5% en lo relativo á descuentos, y la 8n del artículo
;5V de esta ley, y además cumplirán todas las órdenes de la
Dirección. El Instituto no podrá abrir su giro, sino cuando
estén establecidas todas las agencias.
§ 1? Los fondos que deben remitirse á estas agencias
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 37
conforme al numero 10 del artículo que precede, tendrán
por base la población, con arreglo al último censo apro-
bado.
§ 2o En las provincias en que los pedidos calificados
excedan de la cantidad que les corresponda, tomada la
base de su poblacióu, se repartirá aquella entre todos los
peticionarios de la respectiva provincia, rebajando á
prorrata.
§ 3o Si alguna ó algunas provincias no hicieren pe-
didos sobre la base de hipotecas calificadas, ó aquellos
no cubrieren lo que les haya r-abido con arreglo á la base
de población, y conforme á los parágrafos anteriores, se
les remitirá siempre por la Dirección la cantidad que faite,
hasta cubrir su cuota sobre la misma base de población,
para que la destine á descuentos, según el número 8?
ílel artículo 3o, hasta que haya quienes la soliciten con
hipoteca, con arreglo al artículo 13, reduciendo los térmi-
nos á la mitad, á saber: dos meses para recibir las peti-
ciones, avaluar, calificar y aceptar las hipotecas, y dos
meses para que la Dirección emita los títulos conforme á
esta ley.
Art. T>° En la capital de cada provincia, excepto en
la de la Kcpública, habrá una junta auxiliar de la Di-
rección, compuesta del Gobernador, del agente de la Di-
rección y del Administrador principal de rentas munici-
pales. A esta junta corresponde: Io el nombramiento de
peritos para el avalúo de las fincas situadas en la provincia
y que hayan de hipotecarse; 2o la calificación y acepta-
ción de tales fincas; 3? las inspección sobre las hipotecas;
y 4° del desempeño de todos los demás encargos que le
haga la Dirección en su respectiva provincia.
Art. <>? Se abrirá crédito en los libros del Instituto
hasta por la mitad del valor libre de las hipoteca luego
que esta haya sido aceptada por la Dirección, ó juntas
auxiliares; pero ningún crédito podrá exceder de 20.000
pesos.
Art. 7? El valor de los bienes que se ofrezcan en
hipoteca se determinará sobre la base de (> por ciento de
su producto anual líquido; y este producto se fijará en
el término medio del qne hayan tenido en el quinquenio
inmediato. En las nueve fundaciones agrí olas el valor
se estimará proporcionalmente por el de otros estableci-
mientos de la misma clase y del mismo lugar, que se ha-
llen en estado de producir. Ninguna otra propiedad que
no se halle en estado de producir, podrá ser aceptada
para la hipoteca.
§ Io El valor de las propiedades urbanas se esti-
SÍ DOCTOR L.VILLANUEVA
mará también por el producto liquido de (5 por ciento
»nual, bien sean aquellas ocupadas por sus propios due-
ños, bien por otras personas.
§ 2° A los dueños de hatos, se les abrirá crédito hasta
el valor total de las tierras donde estén fundados sus hatos,
cuyo valor se determinará por los peritos de Ja Dirección
ó de la juntas auxiliares en sus casos, arreglándose á la
estimación común.
Art. *° En períodos que no pasarán de tres años, se
hará constar el estado de las hipotecas ante la Dirección
ójunta auxiliar respectiva, quienes exigirán nuevas ga-
rantías hipotecarias por las que hayan desmerecido, ó el
reintegro inmediato de la suma de crédito que corres-
ponda ni demérito, ó de todo el «rédito, si el demérito
fuese considerable.
§ único. Esto no obsta á que cuando la Dirección ó
la junta auxiliar estimen conveniente sab^r el estado de
la hipoteca de alguno de ios deudores al Instituto, la ha-
gan reconocer para los fines expresados.
Art. 9° El crédito abierto en los libros del Instituto
obliga al (pie lo haya obtenido, al pago semestral antici-
pado de o por ciento durante veinte años, á menos que
antes de este término el deudor satisfaga la cantidad que
reste por los títulos que recibió, devolviendo los que co-
rrespondan á la parte no satisfecha.
Art. 10. El Instituto pagará á los tenedores de lo*
títulos el «S por ciento de interés dentro de los veinte días
siguientes á cada semestre vencidos después de la fecha
del título.
§ único. La Dirección designará el lugar y tiempo
en que deban pagnrse los intereses de los títulos, así en
ella corno en las agencias y en el extranjero; y también
para la amortización de estos títulos.
Art. 11. Anualmente se aplicará á la amortización
de los títulos una cantidad igual al 3 por ciento de
aquella á que asciendan todos los títulos emitidos, y
que hayan estado en circulación un año por lo menos.
La suerte designará los que deban ser redimidos, y esta
operación se hará con la mayor publicidad posible. Las
amortizaciones extraordinarias se harán del mismo modo,
y con la cantidad que determine la Dirección, cuando
lo crea conveniente.
§ único. Los intereses de los títulos amortizados se
aplicarán necesariamente al descuento de los títulos que
estén en circulación, ó á amortizaciones extraordinarias.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 30
Art. 12. Los títulos se extenderán en la forma de
billetes pagaderos al portador, según las disposiciones,
de la presente ley, y por las cantidades de 100 pesos-
de capital y de (> pesos de renta anual.
Art. 13. Para la emisión de los títulos la Dirección
invitará á los aspirantes, concediendo para su presenta-
ción el término de cuatro mese, y el día en que se
venza este término abrirá un registro en que se inscri-
ba á todos los aspirantes que se hayan presentado hasta
aquel día, ó se presentaren en los cuatro meses siguien-
tes. En cada agencia se conservará una copia del re
gistro de los títulos pedidos y de las hipotecas que los-
afiancen en las respectivas provincias.
§ único. Los dos plazos de que habla este artículo,,
principiarán á correr en las provincias desde el día en
que establecidas las agencias hagan la invitación por
orden de la Dirección.
Art. 14. Será deber de la Dirección y de las agen-
cias hacer el descuento de todos los títulos que se les
pres°nten de los que hayan cabido á sus respectivas
provincias y además los que la Dirección mande des-
contar en dichas agencias en las épocas que la mis-
ma dirección designe; y estas épocas no podrán ser menos,
de tres en el ano, previos los anuncios correspondientes,
con anticipación de 30 d'as.
Art. 15. Cada aspirante inscrito designará inmedia-
tamente la hipoteca, presentando el título con que la>
posee y los documentos que acrediten que se halla libre
de gravámenes ó que deducido el duplo de los graváme-
nes por censos, queda una parte libre que pueda res-
ponder al Instituto, ó que los acreedores anteriores-
ceden su derecho de prioridad y cualquier otro derecho-
que les perjudique.
Art. 16. El justiprecio de los bienes parala hipoteca
se hará por el perito ó peritos nombrados con arreglo»
á esta ley.
§ único. La parte interesada podrá recusar sin causa
hasta dos de los peritos que nombre la Dirección ó la
Junta auxiliar resi>e¿tiva, con tai que no hayan princi-
piado á ejercer su encargo.
Art. 17. No se concederá prórroga de plazo ó mo-
ratoria para el entero de las cantidades que se deban
al Instituto. La Dirección y agencias demandarán eje-
cutivamente á los deudores morosos ante el tribunal que
conozca de los negocios de la Hacienda Nacional. En
estos juicios el Instituto, la Dirección y agentes que-
40 DOCTOR L. YILLAKUEVA
<ian asimilados á l:t Hacienda Nacional, y á sus em-
pleados.
§ único. El empleado que no proceda á demandar
¡al deudor dentro del tercero día después de vencido el
plazo, será responsable de las consecuencias de su de-
mora.
Art. 18. La venta judicial de las lincas hipotecadas
podrá hacerse por las dos terceras partes de su valor
■calculado por los peritos respectivo», y si esto no se con-
siguiere en tres almonedas sucesivas con intervalo de 15
<lías de una á otra, se podrá hacer la venta en la ter-
■cera por la cantidad adeudada y costas, y si no hubiere
quien ofrezca la deuda y costas, la Dirección deliberará
lo conveniente.
Art. 10. La certificación de los directores ó agentes
«obre la legitimidad del crédito tendrán tuerza ejecutiva.
Art. 20. El Poder Ejecutivo dispondrá que la Di-
Teeción pague oportunamente los intereses del emprésti-
to que, según esta tey, garantiza la Nación, y que des-
tine también las cantidades necesarias para amortizar el
«capital, todo conforme á las condiciones que se estipulen
■en el contrato de empréstito.
Art. 21. El Secretario de Hacienda inspeccionará
mensual mente los trabajos de la Dirección y hará el tan-
teo de caja: cuidará del cumplimiento de la presente ley
y de los reglamentos del Instituto, corregirá las taitas
ó abusos que note, é informará de todo al Presidente
de la República, quien podrá suspender á cualquier em-
pleado culpable hasta la Resolución del Congreso.
§ único. En las agencias tendrá la misma inspección
y hará el tanteo de caja el Gobernador de la Provincia
acompañado de su Secretario, y de las faltas que note
informará inmediatamente á la Dirección y al Secretario
«de Hacienda.
Art. 22. El Instituto queda exento del pago de todo
impuesto ó contribución nacional ó municipal.
Art. 23. En las escrituras que se registren para
^asegurar las hipotecas que se constituyan á favor del
Instituto del Crédito Territorial, no se cobrará el cuarto
por ciento que la ley de registro ha impuesto sobre las
escrituras que se refieren á cantidades que han de pa-
garse ó recibirse por los otorgantes, ni tampoco en las
-escrituras de cancelación de aquéllas.
Art. 24. El sueldo de cada Director será de tres
mil pesos anuales.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 41
Art. 25. La Dirección se instalará dos meses después
de publicada esta ley ; y se ocupará inmediatamente en
formar el reglamento general y los particulares de las
agencias, mientras corre el término al artículo 13 para
la inscripción de los aspirantes á los títulos del Insti-
tuto, nombrará los agentes en las provincias, les seña-
lará sueldo, y dictará las demás medidas que estime con-
renientes á su objeto. Los directores y los agentes dis-
frutarán solo de la mitad de su sueldo ínterin no principie
la emisión de títulos.
Art. 26. Los directores y agentes prestarán fianza
antes de entrar en el desempeño de sus destinos, por el
duplo de los sueldos que disfruten.
Art. 27. El Instituto no podrá hacer otras opera-
ciones (pie las detalladas en la presente ley.
Art. 28. La Dirección pasará cada tres meses al
Secretario de Hacienda un estado de todos los negocios
del Instituto. El Secretario formará un resumen de di-
chas noticias y lo pasará al Congreso en sus reuniones
anuales con ios demás informes que juzgue convenientes,
y hará publicar en la Gaceta dichos estados.
Art. 29. La Dirección refundirá en su cuenta anual
que llevará por años económicos de julio á junio las de
las «agencias (pie le serán remitidas en la época que ella
fije en sus reglamentos; y la pasará en 1? de octubre de
cada año al Tribunal mayor de cuentas para su examen
y aprobación. Dicho Tribunal encontrándolas conformes,
espedirá el competente finiquito, y no estándolo, pasará
á los directores la planilla de reparos para su solvencia
en el preciso término de 30 días. En uno y otro caso
el Tribunal mayor informará al Congreso por conducto
de la Secretaría de Hacienda, con los documentos co-
rrespondientes á las mismas cuentas, en los primeros 15
días de cada reunión ordinaria.
Art. 30. La falsificación de los títulos del Instituto,
la instrucción de títulos falsificados, la posesión de títulos
falsificados á sabiendas de serlo, con intención de ponerlos
en circulación fraudulenta, el hecho de grabar alguna
plancha ó preparar algunos intrumeutos ó materiales con
el objeto de falsificar títulos del Instituto, ó el de tener
en su poder semejante plancha, instrumento ó materiales,
con el intento de que sean empleados en falsificar dichos
títulos, se castigará con la pena de tres á ocho años
de trabajos forzados, ó con la de prisión (pie no pase
de diez años y multa que no exceda de cinco mil pesos.
Art. 31. La emisión de títulos mas allá de lo permitido
por la ley, se castigará con la deposición del destino, si
42 DOCTOR L. VILLANUEVA
no hubiere habido fraude. Resultando éste, se impondrán
además las penas que señalen las leyes comunes. En
ambos casos se recocerán los títulos emitidos ilegalmente
y se destruirán.
Art. 32. Los directores y agentes incurren en las
mismas penas que los empleados de Hacienda en los ca-
sos de fraude, malversación, connivencia ú otros delitos
respecto de los negocios que manejan.
Art. 33. Las quejas por injusticia atribuidas á la
Dirección ó á las agencias, se dirigirán al Secretario de
Hacienda, en la capital ; y á los gobernadores en las pro-
vincias para los efe otos del artículo 21 y su parágrafo, y
para que pasando estos su informe al Secretario de Ha-
cienda tenga su cumplimiento el artículo 28.
Art. 34. El Poder Ejecutivo en la consecución del
empréstito, no admitirá condiciones gravosas á los finea
del Instituto y que estén en pugna con la presente ley.
Art. 3.5. El Tesoro público suplirá con calidad de
reintegro de los fondos del Instituto, los gastos necesarios
para conseguir el empréstito y plantar la Dirección y sus
agencias hasta que abran su giro
Art- 3<>. Ni los directores ni los agentes podrán ob-
tener títulos ni otra clase de auxilio de los fondos del
Instituto.
§ único. Tampoco podrán comprometerse como fiado-
res por cantidades que se soliciten del Instituto.
Dado en Caracas, á 4 de mayo de 1845, 16° de la Ley
y 35° de la Independencia. — El Presidente del Senado,
Eduardo A. Hurtado. — El Presidente de la Cámara de
Representantes, Miguel G. Maya. — El Secretario del
Senado, J. Ángel Freiré. — El Secretario de la Cámara de
Representantes, Juan A. Pérez."
OBJECIONES HECxIIS POR EL PODER EJECUTIVO AL PRO*
YECTO DE LEY SOBRE INSTITUTO DE CRÉDITO TERRI-
TORIAL.
Excelentísimo señor :
El cumplimiento de un deber imprescindible me pone
en la necesidad de devolver al Congreso el proyecto de
decreto que funda un Instituto de Crédito Territorial so-
bre la garantía de la Nación. No se me oculta la dis-
l>licencia con que va á ser recibido este paso por una
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 43
porción, no corta, de ciudadanos muy estimables que
están persuadidos de que el acto legislativo á que me
retíero es un manantial de bienes para Venezuela, y lo*
cuales han de ver con disgusto todo lo que en su con-
cepto se oponga al logro de tan caro objeto; mas tengo
que pasar por esta pena, después que muy detenidas
meditaciones sobre la materia me lian dado por insul-
tado que la utilidad del país, la conservación de sn
crédito y la defensa y protección de los derechos de todo*
exigen de mí que haga cuantos esfuerzos estén en mis
facultades para detener, por las vías legales, la sanción
de una medida que ofrece en su ejecución graves incon-
venientes. Estimulado por las más fuertes convicciones
y animado del más ardiente celo por la felicidad de la
Kepública, dispuesto á hacer por ella todo género de
sacrificios, voy á prestarle el de contrariar un i>royecto
qne ha aprobado una muy considerable mayoría de am-
bas Cámaras, como el medio más propio para sacar á
las industrias del abatimiento en que se hallan, y traer-
nos luego bienes políticos y económicos de alta impor-
tancia. Tengo el sentimiento de pensar muy de otro modo
v de haber formado un juicio distinto sobre el Instituto
de crédito territorial, según se formula en el proyecto,
después de haber oído las razones con que se ha soste-
nido é impugnado.
En el Mensaje que dirigí al Congreso al iniciar su»
presentes sesiones, dije á las Honorables Cámaras que
nuestro estado interior requería que con toda solicitud
se examinasen los distintos ramos de la legislación en su
relación con el progreso general de la Bepública ; para
oue con conocimiento de lo u.ne fuese justo y conveniente
á la Sociedad, decretara el Congreso medidas que pu-
dieran ser abrazadas con confianza por todos los venezo-
lanos y que produjeran beneficios importantes á nuestra
patria. La que contiene el proyecto de crédito territorial,
ni la creo justa ni conveniente, ni será abrazada con
confianza por todos los venezolanos, y lejos de producir
beneficios importantes puede ser fecunda en todo género
de males.
En Venezuela, dorde las rentas publicas se forman
de las contribuciones que indirectamente pagan todos los
ciudadanos, no puede considerarse corno rigorosamente
justo un auxilio que no puede alcanzar á todos, y para
el cual se comprometen en garantía las rentas que todos
pagan. Con tal sistema de contri buciones es inconcilia-
ble todo auxilio directo por la relación que debe existir
siempre eníre el empleo que se haga délas rentas y el
bienestar de los que las forman. Por más que el Congreso
se haya esmeado en generalizar el auxilio á las indus-
44 DOCTOR L. VILLANUEVA
trias, ya distribuyéndolo entre todas las provincias, según
la base de población, ya reduciendo á veinte mil pesos
el máximum del auxilio á que pueda aspirarse, ya per-
mitiendo el empréstito de algunas cantidades sin hipote-
cas, no puede negarse que el beneftcio, para que sea pro-
vechoso, sólo puede alcanzar á un pequeño número de
propietarios, insignificante, comparado con la totalidad
de los industriales venezolanos. Cuando este modo de
ver la cuestión se haga familiar, cuando el resultado
convenza á muchos de los que hoy esperan sin funda-
mento obtener el auxilio, que él no puede dispensarse á
todos, cuando se palpe la distinción que necesariamente
ha de hacerse entre los qne prestan seguridades y los
que no pueden darlas, no obstante la mayor necesidad
de socorro que tienen éstos, nada será comparable á su
disgusto; y puede asegurarse que el que se hace sentir
en la actualidad por consecuencia del atraso de los in-
dustriales, se concentrará en loa últimos y i>odrá produ-
cir efectos más desagradables. Sin entrar en minuciosas
demostraciones sobre la inseguridad de las hipotecas, sobre
visicitudes y sobre otros puntos que se han discutido
juiciosa y acertadamente para convencer la certidumbre
del riesgo á que se expone el Tesoro público, no obstante
las precauciones que se han escogido para desviar todo
peligro, yo me limitaré á interpelar acerca de su exis-
tencia el buen criterio de todos los Honorables Senado-
res y Representantes, y á enunciar como una verdad
umversalmente reconocida en sus principios, que el ac-
cidente muy posible de que la Nación haya de pagar por
sus fiados y quedar constituida acreedora de estos, la
coloca bajo un doble aspecto en una situación delicada,
porque produce simultáneamente las quejas de los con-
tribuyentes y el desafecto de los adeudados. La medida
de auxilio que ha acordado el Congreso, no solo traerá
inconvenientes graves al establecimiento, como lo he
indicado, sino que cada vez irán siendo mayores y au-
torizando nuevas y mayores exigencias. Presiento que
si llega á tener efecto, ella será la materia preferente,
si no la única, de las legislaturas venideras, y que les
robará como este ano, pero ya de un modo inevitable,
el tiempo preciso que reclaman medidas indirectas que
á la larga deben producir un resultado más satisfac-
torio.
Cna protf cción como la que se acuerda, en que para
guardar consecuencia ha debido prcseindirsc absoluta-
mente de la moralidad y atender sólo á la responsabilidad
material del que la solicita, si por una parte presenta- al
Gobierno revestido de odiosas apariencias y á algunos
industriales probos y dignos de consideración enteramen-
te desatendidos, por otra provoca el abuso de muchos á
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 45
quienes hasta ahora ha salvado una saludable timidez en
contraer empeños, por las facilidades que le brinda y por
la competencia en que pone la ley á todas las provincias
para obtener en virtud de los pedidos de sus habitantes
la rata del empréstito correspondiente á su población.
Nada hay más funesto para la riqueza de un país que la
imprudencia de las empresas; y una ley que la estimula, que
convida al abuso que interesa en su favor el tuerte sen-
timiento del patriotismo local, no puede ser conveniente.
Por otra parte, el crédito de la Nación, siendo una
propiedad de todos los venezolanos, no puede usarse sino
en beneficio de todos y con la más rigorosa economía. El
se disminuye como el de los particulares cuando se recar-
ga con muchas obligaciones. El debe conservarse intacto
para el caso de una guerra, si tal desgracia pudiera afli-
girnos algún día, para la apertura de caminos y otras
empresas de utilidad general de que tanto ha menester un
país naciente é inculto como Venezuela, y aun para ope-
raciones financieras que tuviesen por objeto la conserva-
ción de ese mismo crédito nacional. Paréceme que em-
peñarlo en un auxilio directo y no general en circnnstan
cías en que con una deuda pasiva exterior de mas de veinte
millones de pesos, carecemos de vías de comunicación, de
este importante resorte de mejora y engrandecimiento, es
obrar de una manera poco conforme á los principios admi-
nistrativos que recomiendo y cuya solidez no puede menos
(pie reconocer la ilustración del Congreso.
Si de estas consideraciones generales quisiera des-
cender á ocuparme de pormenores del proyecto, que tengo
la honra de devolver, se me presentaría un vasto campo
de observaciones sobre inconvenientes para su ejecución;
pero convencido de que las Honorables Cámaras habrán
sometido á un ilustrado examen muchas de las que yo ira-
dría hacerle, me limitaré á exponer que según los cálculos
más probables, fundados en la experiencia de esta clase
de negociaciones, el empréstito de cinco millones de pesos
qne se manda negociar para que sirva de capital al Ins-
tituto, aun cuando se consiga el seis por ciento de interés
anua], calculando este sobre la suma que realmente venga
al paí*, hechas las deducciones que son de costumbre,
resultará á una rata de 9 á 10 por ciento, lo cual será un
inconveniente insuperable para la ejecución de la ley por
el gran perjuicio que sufrirá la Nación.
El Poder Ejecutivo se ha opuesto á la medida que
abraza el proyecto desde su segunda discusión en la Cá-
mara donde tuvo su origen, y aunque su oposición no
bastó á detener su progreso ha llegado Ja oportunidad de
consignar en nn documento solemne los motivos de esta
46 DOCTOR L. VILLANÜEVA
<>l>osición, para que la Nación, de quien tiene sus poderes,
<3onozea la conducta de su delegado.
Si el Instituto hubiera de producir los bienes que au-
guran sus sostenedores, nada se perdería por un nuevo
examen ; si males, yo habría tenido la satisfacción de di-
ferirlos. No sostengo causa propia: sostengo la pública
■en desempeño del alto deber en que estoy constituido por
la voluntad de mis conciudadanos, y aunque alguno le
sea enojoso mi proceder, espero que más tarde harán jus-
ticia á la sinceridad de mis intenciones y á la honradez de
mis principios. Amo de todo corazón el bien de mi patria,
y si me impresiona profundamente toda presunción del
mal para mis conciudadanos* esta impresión nace de un
sentimiento puro y ageno de todo lo que pudiera carac-
terizarlo de caprichoso ó sistemático. Respeto y acato la
opinión del Congreso como la expresión legítima de la
voluntad nacional, y este mismo respeto, y la necesidad
de conservar la confianza de mis conciudadanos, me ha
determinado á someter á vuestra alta consideración estas
observaciones en busca de vuestra última resolución, á la
-cual daré más puntual y exacto cumplimiento.
Si esta ííltima resolución del Congreso fuere la de
encontrar fundadas mis observaciones, en este caso os
pediré desde ahora vuestra cooperación para la ejecución
«de un plan qne tenga por objeto la mejora pronta y eficaz
-de nuestras principales vías de comunicación, en una
■empresa nacional de caminos, usando del crédito público.
La aprobación anual de ltiü.OUO pesos para la mejora gra-
dual de las vías (le comunicación, dentro de cincuenta
anos habrá ascendido á ocho millones de pesos, y nuestros
•caminos se encontrarán en el mismo estado que hoy con
muy poca diferencia. No sucedería así si desde luego se
aplicasen los ocho millones ó menos. Muy pronto, dentro
«de dos anos quizá, empezaríamos á experimentar grandes
beneficios, y antes de quince, el impulso que habría reci-
bido nuestra industria, habría sido más que suficiente
para pagar dicha suma, dejándonos un grande é incalcuia
b!e aumento en la riqueza pública y en la mejora de
nuestra condición social. Cada día es más urgente la
aplicación de nuestros recursos á esta grande empresa.
El vuelo que lleva el ramo de caminos en todo el mundo
nos ha dejado atrás á una distancia inmensa, y los costos
«de trasporte recargan nuestros productos con un grava-
men que ya no pueden soportar el más económico, ni el
más laborioso propietario.
Mas si vuestra última resolución fuera la de que no
encontráis fundadas mis observaciones , el proyecto será ley
de la República, y el Poder Ejecutivo empleará en su eje-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 47
ración la más solícita diligencia, para que se realicen los
bieoes que el Congreso se promete y se disminuyan los
nales que el Poder Ejecutivo terne.
Excino. seüor.
Carlos Soublette.
Caracas : mayo 19 de 1845. — 1G de la Ley y 35 de la In-
dependencia."
:„ ^.
CAPITULO II
I. Anudando el hilo de nuestra historia en lo „ *ol¿tic* del
Oral. Soublette.
referente á las ocurrencias políticas, debemos de-
cir que á las leyes, con que se tenía encadenado
el país, intentaron los oligarcas agregar otras, aún
más restrictivas; y al efecto presentaron al Con-
greso del 45, proyectos para limitar la libertad
de la prensa, aumentar la fuerza permanente, anu-
lar las funciones del Poder Municipal en lo relati-
vo al nombramiento de jueces inferiores, como re-
sorte para las e'ecciones, que necesitaban poner en
manos del Poder Ejecutivo; y otro, aún más descabe-
llado, en que disponían que no se permitiese votar
á los que no supiesen leer y escribir; con lo cual
pensaban inutilizar en los comicios las cuatro quin-
tas partes de los venezolanos, afiliados ya en el
Partido Liberal. Por fortuna todos estos proyectos
fueron desechados por las Cámaras y por el General
Soublette, Presidente constitucional en el período de
43, 44, 45 y 46 ; personaje cuyo carácter y princi-
pios no se conformaban á los dogmas de exclusión y
absolutismo del Partido de la oligarquía, del cual no
era jefe, pero ni aun inspirador.
Véase, si no.
4
50 DOCTOR L. VILLA2ÍUEYA
En los años del 43 y 44 mantúvose el Ge-
neral Soublette firmemente neutral entre los dos par-
tidos, sin patrocinar á ninguno de los dos: mos-
trando el más nimio respeto á la Constitución y
á la prensa, y asegurando á todos los ciudadanos
sin distinción, las garantías que les brindaban las
instituciones.
No tenemos reparo en escribir este juicio, por-
que nuestra palabra como liberal es insospechable; y
debemos escribir estas páginas, sujetos á las dos
principales leyes de la historia, á saber: no atre-
verse á decir nada que sea falso; atreverse á decir
todo lo que sea verdad (1).
La estructura política de aquella situación estri-
baba en las tres siguientes fuerzas públicas :
El Gobierno — El Partido Conservador — El Par-
tido Liberal.
La conducta de Soublette en los dos primeros años
de su presidencia, nos trae á la memoria la serenidad
de Washington en los primeros años de su gobierno,
cuando empezó la lucha entre los federalistas de Ha-
milton,Secretario del Tesoro, llamados el partido del
orden, que pedía grandes facultades para el gobierno
federal, no sin detrimento de la soberanía de los Es-
tados ; y el partido de Jefferson, Secretario de Es-
tado, conocido con el nombre de los republicanos:
Partido liberal de los primeros días de la, Unión,
que reclamaba la independencia de las Secciones,
y proponía que el gobierno federal se ocupara en
despachar los asuntos internacionales, antes que
los negocios de la política doméstica. Aquel gran
magistrado tuvo al fin, por imposición de las cir-
1 Cicerón.— De o rato re. 11—15.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 51
cunstancias, que inclinarse á los federalistas; por lo
<\ue, encolerizados los republicanos, empezaron á
insultarle, hasta burlarse de los títulos gloriosísi-
mos con que lo habían honrado sus conciudadanos,
poco antes, por amor y gratitud. (1).
Ya para 45 se notó en el general Soublette
■disposición á servir los intereses de los oligarcas, con
motivo del proyecto del instituto ; y desde aquella fe-
«cha los liberales extremistas, perdida la esperanza de
.atraerle? ó de mantenerle por lo menos en su posición
de neutral, se dieron á atacarle en todos sus periódi-
cos, y aun á amenazarle de muerte ; lo que equivalía
de parte de sus escritores á cometer el gravísimo error
de sacrificar en el ara del deleite de la vana populari-
dad, que tanto embelesa á los tribunos y periodistas,
la conquista probable del poder por el favor de la opi-
nión pública, asistida de ciertas eficaces y discretas in-
fluencias oficiales: camino seguro que aconsejan tomar
los más prácticos hombres de Estado en t anees pa-
recidos.
Con todo, el General Soublette procuraba siem-
pre mediar entre unos y otros, impidiendo, hasta
donde le era posible, que el principio de autoridad
rayase en tiranía, y la justicia de los tribunales en
-crueldad, y que se abusara del poder de aquellas
terribles leyes para oprimir á los liberales; conte-
niendo al mismo tiempo á estos, con discreción y
justicia, para no dejarles llegar á los excesos á que
tienden siempre en sus principios los partidos po-
pulares.
Porque si bien es verdad que los partidos conser-
vadores, llamados de orden, son implacables en su
1 Lo» republicanos le llamaban The Stepfather ofhia conntry.
— Brice. The American conmouwealth. — Voi. II.
52 DOCTOR L. VILLANUEVA
despotismo, odiosos por sus crueldades, y nocivos at
progreso público por su tenaz apego á lo pasado ; tam~
bien tenemos por cierto, que los partidos liberales
en sus principios, con más fe en el pueblo que en el
gobierno, han sido siempre demagogos. En Roma
con los Gracos, Mario y Catilina. En Francia con
el Terror del 93, con los Rojos del 48 y los Co-
munistas del 70. En los Estados Unidos con el
partido de Jefferson. En Venezuela con los patriotas
del año de 11 que gritaban: "viva la santa demago-
gia." Y tal sucede, porque la demagogia es la suspira-
da forma de vida autonómica de todas las infancias ;
de la infancia del hombre, cuando aspira á la inde-
pendencia personal ; de la infancia de los pueblos,
cuando quieren pasar de colonias á naciones sobe-
ranas ; de la infancia de los partidos democráticos,
cuando empiezan sus ludias por la libertad.
Aspiraba también Soublette á implantar una polí-
tica de fusión, ó unión entre los moderados de ambos
bandos, diciendo (pie su Gobierno era nacional y no
de partido; lo cual desagradaba á los oligarcas, quie-
nes lejos de querer compartir el poder con sus contra-
rios, pugnaban porque se les persiguiera, hasta ren-
dirlos v acabarlos.
Pensó una vez proponer al señor Guzmán la Se-
cretaría de la Legación del General Urdaneta en Pa-
rís, y los oligarcas intrigaron tanto contra esta idea,
que al fin tuvo (pie desistir de ella : y si bien no
era este empleo apetecible para Guzmán, habría
quedado siempre la propuesta, á lo menos como
signo de una política de tolerancia y conciliación,
que los exaltados calificaban de política de laisscr
/aire, laisscr p(ixs<.'ry atribuida á debilidad, vacilación
y abandono ; cuando, según dejó escrito su Ministro
VIDA DEL OUXkRAL ZAMORA 53
Cobos Fuertes, era justamente el resultado de un
-plan premeditado y seguido sin titubear en todo el
curso de su Administración (1).
Este mismo Ministro explica, aunque con mu-
chos miramientos hacia sus eopartidarios, cómo se for-
mó la oligarquía, y de qué modo acaeció su inesperada
ascensión personal á la Casa de Gobierno, cuando re-
nunció el Doctor Aranda las Carteras de Hacienda
y Relaciones Extenores, por no estar de acuerdo con
el Presidente en el proyecto de Ley del Instituto.
Hé aquí sus palabras :
"Hasta 1S44 los Ministerios habían sido servidos por
sujetos de reconocida capacidad, experimentados en la
administración de los negocios ó formados en las mesas
de las Secretarias, como era regular. Los patriotas que
nos habían gobernado, habían temido confiar los intereses
públicos á manos inexpertas. Como los primeros marinos
no osaban salir del Mediterráneo, salvando las columnas
•de Hércules, así nuestros primero* magistrados no se
atrevían á salir de un corto número de hombres aptos,
ú quienes, y á los que los sostenían, se dio el apodo de
olhjarcas (gobierno de pocos.) Los que se denominaban
liberales impugnaban esa honrosa timidez, la acriminaban
y pedían el ensanche del círculo elegible. A estas exi-
gencias debo mi honorífica é inesperada elección para
Ministro de Interior y Justicia." (2)
II. IK'bese á los liberales el primer trascenden- ios iiber*iet
1 / fundan la pren-
tal movimiento de nuestra prensa política, pues á la"Politica-
vez que del 40 al 4(i fomentaron sin descanso la crea-
ción de órganos suyos para esparcir las nuevas ideas,
avigorar el ánimo de sus parciales, y darles á cono-
cer el mérito de directores de la causa, y los defectos
y culpas de sus enemigos, provocaban á éstos á
levantar tribunas para discutir con ellos los intereses
1 M*teri <»les para la biografía del (reneral C. SouVette, publi-
•cadoseí Caracas en 1*70 por el Doctor F. Cobos Fuertes.
2 Este nombramiento marca de una manera indeleble la po-
lítica neutral del Poder Ejecutivo eu la contienda política de los
partidos constituci male«. Es uu chasco para la oligarquía: es un
progreso. — El Venezolano, número 241.
54 DOCTOR L. VILLANUBVA
nacionales, en el campo luminoso de la paz y de
las leyes. Sus oradores y periodistas, Landerr
Guzmán, Renclón, Urrutia, Sanavria, Larrazábalr
Arteaga, el padre Espinoza, Echeandía, Arandar
Bruzual, Ruiz, Arvelo, el Doctor García, y otros de
no menores prendas de inteligencia y patriotismo,,
despertaban el pueblo, enseñábanle sus derechos, y le
incitaban á ejercerlos en las elecciones y en la prensa.
Constituidos en partido político avivaron por una reac-
ción natural las energías. de sus contrarios, v les obli-
garon á defenderse con la pluma y la palabra; que-
dando establecida desde entonces y por primera
vez, la lucha de nuestros partidos, cada cual con
sus principios, hombies y periódicos. De suerte
que, puede bien decirse que los liberales fueron
los fundadores de nuestra prensa independien-
te, los que ensenaron por medio de ella a soste-
ner las libertades públicas, á mover las inteligen-
cias al progreso común, y á poner en vigencia el
derecho electoral para dar comisarios á la Nación
al gusto de sus mayorías.
El periódico principal de la propaganda liberal
fue El YvnezoJano.
Este periódico empezó á salir en agosto de
1840 en la imprenta del señor Valentín Espinal ;
de aquí se mudó á la de los señores Núñez y Mar-
quiz, entre las esquinas de Catedral y las Madri-
ces. Después se imprimió en la del señor George
Córser, entre Camejo y Santa Teresa. De esta pasó*
á la suya propia, que se instaló en la esquina de La
Bolsa, y se inauguró el 28 de octubre de 1841.
La primera publicación de este taller tipográfico
fué una hoja escrita por el señor Guzmán, como
VIDA DEL, GENERAL ZAMORA 5,>
homenaje de la "Sociedad de Artistas" al Libertador.
Era Presidente de este Cuerpo el maestro talabartero
Jos¿ Luis Moreno ; Vicepresidente, el maestro sastre
Santiago Madriz ; y Tesorero el maestro carpintero
Juan García, uno de los diputados muertos el 24 de
enero.
Constituyóse el personal de la redacción con el
señor Juan V. González, en calidad de colaborador,
hasta 184o, en que este se convirtió á la oligarquía, y
con los escribientes Jerónimo E. Blanco, León Cova¿
Carlos Berrío, padre del General Joaquín Berríor
León Van Praag, X. Maurv, Epifanio Franco, Tomás
Pacaníns v Abigaíl Lozano.
PERSONAL DE LA IMPRENTA:
Regente
Zacarías Lia gimo
Cajistas
Manuel J. Rivas José Félix Monasterios
Juan Bautista Galarraga José de J. Torrealba
León Echeverría
Distribuidores y cajistas en periódicos
Jacinto Echeverría Federico Latassa
Sandalio Urizaba Eliodoro López
Prensistas
Felipe Ovalles Benigno Barroza
Nicomedes Peña Manuel María Mondragón
Vicente Lliliado
Encuadernador : Benicio Cordero
Con estos empleados se abrió la imprenta; y se
clausuró en octubre de 184fi con los siguientes :
Regente, Camilo Machado Eliodoro López
Juan Bautista Galarraga Felipe Ovalles
Ramón Alcalde Pina
56 DOCTOR L. VILLAKUEVA
Al principio de 1843 se trasladó esta imprenta
á la casa de la esquina de la Sociedad, de la pro-
piedad de Doña María Antonia Bolívar de Clemen-
te, hermana del Libertador.
En el renombrado Sextenio de incubación del
Partido, publicaron los liberales diversos periódi-
cos, de más ó menos duración, pero todos con el
mismo programa de oposición por un parte, y de
ideas innovadoras por la otra, á saber:
El Centinela del Avila, del Doctor Sanavria y
del señor T. Lander, 1840.
El Relámpago, de Lander, Arvelo y Guzmán,
1843.
El Agrictdtor, del Doctor M. M. Echeandía y
Esteban Herrera, 1844 — Órgano de la Sociedad
Agrícola.
La Nuera Era, d?\ Doctor Fidel Rivas y Rivas.
El Trabuco, El Zancudo, Las Avispas, de Lu-
ciano Requena.
El Sin Camisa, de Mauricio y Teodosio Blanco.
El Republicano, de Blas Bruzual.
El Diario de Caracas, de Manuel Larrazábal.
El Constitucional, del Doctor Urrutia y varios.
El Progreso, defensor del Instituto Aranda,
1845.
El Elector, del Doctor Lucio Pulido y Doctor
G. Tell Villegas.
Los A yes del Pueblo, 1845.
El Tribuno, de Cumaná, de E. Rendón.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 57
El Observador, de Cu maná.
El Patriota, redactado por el Doctor Felipe La-
rrazábal, cuvo Editor era su hermano Salvador Larra-
záhal ; Cronista Colaborador, su hermano Manuel
Larrazábal : y Secretario de la Redacción, Rafael
Díaz, sacerdote después y hoy Canónigo de la Iglesia
Metropolitana. Entre sus colaboradores trabajaban, los
sejíores Pbro. Doctor José Alberto Espinoza, Doctor
Ramón Anzola, Licenciado Claudio Viana, General
José M. Olivares v Doctor José Manuel García. Sus
impresores fueron Elias León, Regente Cajista; y
oficiales, Epifanio Franco. Andrés Figuera, Fermín
Villegas, Valentín Blanco y José Jesús Castro, pren-
sista.
Fuera de estos periódicos, circulaban muchos
pecpieííos de chistes, versos y caricaturas.
Para contrarrestar la prensa liberal, publicaron
)os gobiernistas en el mismo Sextenio los que á con-
tinuación se expresan :
El Correo de Caracas, de Cajigal, Acevedo y
Briceüo : El Liberal, de Julián García y después
de José María de Rojas; El Nacional, de Cajigal;
La Unión, continuación de El Nacional ; El Estan-
darte Nacional, de José Quintín Suzarte y Cristó-
bal Mendoza; El Promotor, de Olegario Metieses
y Fernando Antonio Díaz : El Diario de la Tarde,
de Juan Vicente González; La Prensa, del mismo
González ; Venezuela Ubre, de Hermenegildo Gar-
cía; La Razón, de Fernando A. Díaz; Las Cati-
lifiarias, de Juan Vicente González ; El Itn parcial,
de Espinal y Acevedo; El Mercurio, de los mismos;
El Manzanares, de Pedro J. Rojas, El Tiempo, y
otros de menor nombradla.
58 DOCTOR L. VILLANl EVA
Después del respetable Gobierno de Varga»,
quedó la sociedad hasta el 42 bajo la presión ener-
vante de Administraciones con falta de iniciativa para
las mejoras, de Congresos independientes y de Muni-
cipalidades activas; sin partidos políticos, ni alterna-
bilidad en los empleos; y sobre todo, sin prensa
de oposición, que es unas veces, la irresistible tuer-
za motriz de la opinión contra la pereza ó los
descuidos de los mandatarios; v otras, el iulgu-
rante látigo de Dios contra los opresores de los
pueblos.
El 9 de febrero. tttt i* •' i* i • i i • i
111. La evangelizacion (te ios liberales inspirada
en los más puros principios de las ciencias morales y po-
líticas, vino á ser una fuente de vida (pie incitaba los
jóvenes, aun los de familias oligarcas, á amar la libertad,
á venerar las instituciones, y á emplear con entusiasmo
sus aptitudes en las controversias sobre los diversos
ramos de la Administración publica; en comprobación
de lo cual, puede citarse lo que ocurrió el \) de fe-
brero de 44, día magno de la libertad, cuando los
oligarcas, sin freno en sus desafueros, querían que el
jurado de imprenta multase y encarcelase al señor
Guzmán por un periódico, El Reli'nnpaffn, que había
sido impreso en su taller tipográfico, contra el señor
Juan Pérez, Director del Banco Nacional.
Agitado Caracas en el día por gruesos bando*
de liberales y de oligarcas (pie cruzaban las calles,
amenazándose mutuamente, creció en angustias por
la tarde, ansiosos todos de saber el veredicto de
los jueces. Fue entonces cuando agolpada la mul-
titud con gran gritería contra la casa del Jurado,
entre las esquinas de la Pedrera y Marcos Parra, se
vio á los hijos del General Soublette, Carlos y Evaris-
to, bajar del Molino, sito en el cerro del Calvario, á
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 59
la cabeza de los estudiantes de la Universidad, dando
vivas á la libertad de imprenta. Loable rasgo de
virtud cívica, que da á entender, cuanto habían ga-
nado en todas las esferas de la sociedad las nuevas
ideas políticas, que los liberales venían inculcando-
en la couci^ncia pública, por medio de sus aren-
gas y escritos.
La entrada de estos jóvenes por la esquina de
Marcos Parra produjo tal conmoción, que los agentes
de policía, apostados en las ventanas de la casa del Ju-
rado, botaron las carabinas y se pusieron en fuga.
Los oligarcas, asustados con el tumulto, cada vez más
exaltado, idearon disolverlo por la fuerza, para impo-
nerles su voluntad á los jueces; y al efecto diputaron
una comisión al (xeneral Soublette para informarle de
las cosas y pedirle que mandara al Coronel Codazi, Di-
rector de la Academia de Matemáticas, con una fuer-
za de artillería que despejase la calle. El Presidente,
luego que oyó á los diputados, les contestó, dueño de
sí, con las palabras siguientes, que se han hecho in-
mortales : Digan ustedes al señor P residente del Jara-
do, 'jae para conserrar el orden to([ue la campanilla.
Tan prudente conducta de parte del General Presi-
dente exacerbó á los oligarcas, quienes para vengarse
de él, publicaron el día siguiente una grande hoja
suelta, titulada El Gran Traidor, y después otra lla-
mada La Oposición Garyantúa, destinada también á
infamarle. Los liberales, pur el contrario, le colmaron
de alabanzas.
IV. En 1 s primeros combates eleccionarios de 40 Elecciones de i
y 42 los liberales fueron ciertamente vencidos; pero40*148'
lejos de perder el ánimo, cobraron nuevos bríos para
emprender otros contra el Banco y los curiales.
Llegó el 44, y en el cantón Caracas, com-
00 DOCTOR L. VILLAXUEVA
puesto de 17 parroquias, (1) ganaron los liberales
por 2.141 votos contra 800 de los oligarcas; con
que lograron el triunfo de su plancha de electores (2)
y la mitad de los miembros del Concejo Municipal;
y queriendo hacer buen uso de la victoria, se apresu-
raron á ofrecer sus servicios al Presidente, para sos-
tenerle y resguardar el orden publico. Pero los
oligarcas se dieron sus artes de adulterar las votacio-
nes en otros Canfines; pues cuando los registros da-
ban á los liberales 55 votos, que eran más de las dos
terceras partes del colegio electoral, resultó que per-
dieron la elección de los diputados de la provincia,
porque los enemigos consiguieron elevar ilegalmente á
doce el número de electores del Cantón Calabozo, y á
cuatro los de Chaguaramas y Orituco, todos s ivcs, y
hacer figurar la parroquia de San Juan de los Morros
con más sufragantes que todo el Cantón de Villa de
Cura: con lo cual obtuvieron en definitiva cinco
electores por aquel Cantón Así y todo, no contaban
sino veinticinco, y no fué sino por cohecho, cómo
alcanzaron otros más en el colegio, con lo cual pudie-
ron nombrar los diputados de la provincia por una
mayoría de tres votos. Empero, resaltaban tanto
el prestigio y méritos de los candidatos liberales,
que los mismos oligarcas tuvieron que votar por al-
gunos de ellos, como por el Pbro. Doctor José Al-
berto Espinoza, Rector y Catedrático de la Univer-
1 El cantón Caracas pe componía de las siguientes parroquia*:
San Pablo, Candelaria, Altagraeia, San Juan, Santa Rosalía, Ma-
<»arao. Los Toques, Antíniano, Catedral. Chaeao, El Val'e, L,a
Vega, Cañizal, San Antonio, San Diego, Paraeotos y San Pedro.
2 La p'atchn de electores, ganada por lo*, liberales en Cara-
cas fué eeta : Doctor Cario* Ai velo, José Lu;s Moreno, Esteban
Herrera. Doctor Jo é Alberto Espinoza. Doctor José Manuel (Gar-
cía, Doctor M. M. Eeheaudía, Auto io L. Quzímín, Doctor To-
más José Sanavr»a. Saatago Mudnd, Juan Francisco Guzím'm ,
Florencio Orea, José To libio Iribarren, Ricardo Romualdo Biasco.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 61
sidad, Penitenciario de la Catedral y sapientísimo en
letras divinas v humanas.
Toca al que esqriba la histor'w completa de este
bello período de la vida civil de Venezuela, hacer
el cómputo de los sufragios en las elecciones primarias
de todos los Cantones, para poner de manifiesto, cómo
iba ostentándose el interés por tratar los negocios
públicos, con cuánto vigor se desarrollaba el poder de
las instituciones y en qué grado se enardecía la lucha
entre los dos partidos: pues nosotros, para no salimos
de los límites retóricos impuestos á una biografía,
apenas si podemos dar cuenta de los resultados de
las elecciones del Cantón Caracas; haciendo constar
que en 1838, cuando la oligarquía funcionaba exclusi-
vamente, y practicaba sus elecciones sin contradicción,
sólo se inscribieron 300 sufragantes en todo el Cantón,
que es de suponerse fuesen en gran parte empleados
públicos. El año de 40, en que alboreaba la prensa de
oposición, se inscribieron mil quinientos sufragantes, á
saber: mil oligarcas y quinientos liberales. En 42
fué mayor el número. En 44 presentaron los libera-
les 2.141 votos y los oligarcas <S0O. En 4(5 presen-
taron los liberales guzmancistas 2.742, y ios oligarcas
1.084: con esto se revelan las conquistas obtenidas
por los liberales en la opinión pública, por medio de
su prensa y sus sociedades políticas, únicas fuerzas
que se permitieron preparar, de uno á otro período,
para disputar el poder á sus contrarios.
Perseverando en tan ruda labor, llegaron á la
contienda del 46, que habrían ganado en toda la
República, si en vez de fraccionarse en parcialidades
eleccionarias, se hubieran presentado en los comi-
cios con un solo candidato. Entonces perdió el
partido su unidad, y malgastó parte de sus fuer-
^
62 DOCTOR L. VILLAKUEVA
2as en disensiones y cismas; quedando los grupos
salonistas, guzmanoistas, blanquistas, marinistas y
-monaguistas (gregoriano) vencidos por la candidatura
•del General José Tadeo Monagas, recomendada por
Páez, y sostenida por casi todos los amigos de éste.
Las cinco agrupaciones liberales registraron 207
Aotos ; y el candidato de la oligarquía 107 : y bien
que aquella cifra no llegaba á las dos terceras
partes del número total de los electores, ó de otro
modo, á 213 sobre 319, compréndese que unidos
todos los liberales en una sola candidatura, habrían
conseguido para su causa gran parte de la mi-
tad renovada del Congreso, que sumada á los li-
berales triunfantes en el período anterior, habría
constituido una mayoría para luchar en la concre-
tación, con la casi certidumbre de la victoria.
Pero la Providencia había preparado de distinto modo
.los destinos de la Nación, combinando misteriosamen-
te, en una singular unidad dramática, las más inespera-
das y grandiosas escenas, para hacer surgir de aquella
inestricable confusión, al Presidente audaz que ha-
bía de dar en 48 el poderío á los liberales, redi-
mirles de todas las servidumbres, y devolver á la
Patria, vivos y fuertes, todos sus hijos, condena-
dos unos por los tribunales oligarcas al destierro,
y otros al presidio ó á la muerte.
Pero no nos corresponde hablar ahora de tal
hecho, que constituye uno de los episodios de la
trágica historia de aquella época, reservada á otras
plumas; sino de lo concerniente á los actos co-
metidos por el Gobierno y sus parciales para coac-
cionar las elecciones en Caracas, y anular los vo-
tos recaídos en el señor Guzmán para elector, y
los sucesos que ocurrieron en las elecciones de Ma-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 63
racay, Magdaleno, Villa de Cura y otros lugares ; y
que, á no dejar duda, fueron la causa de la revo-
lución angada de 1846, de que procedió el caudillo
liberal cuya historia 'vamos á escribir : bien que haya
«ido necesario referir, siquiera brevemente, los oríge.
nes del Partido, para llegar a las funciones elec-
torales del 46, al atentado contra las votaciones de
los ciudadanos, y tener más cabal idea de las arbitra-
riedades de los oligarcas para retener el poder, y
de la justicia y excelencia de la causa pública á
que consagró Zamora desde joven, su espada, sus
talentos é intereses y aun su propia vida ; pues no se
lanzó él á la guerra civil por codicia de gobernar ó in-
clinación á los desastres, siró por servir con nobleza
heroica á un orden de ideas, con que á su entender,
podía ser conducido el país á otros destinos, más con-
formes á los principios de la República Democrática,
ofrecida á sus conciudadanos desde la más alta y
más gloriosa tribuna que nunca jamás se alzara en
Venezuela.
V. En julio de 46, ó si decimos, en vísperas
i i i • ¡i* Eleooione» del46
de las elecciones, que entonces empezaban el pri-
mero de agosto, ordenó el Gobierno un recluta-
miento de labriegos para aumentar la tropa de línea
que venía de Valencia á Caracas ; medida inusitada
con la cual se infringía el Decreto Ejecutivo sobre
alistamiento, vigente desde el mes de agosto de 1836.
Y acto continuo dictó otra Resolución por la cual
daba á la milicia Jefes y Oficiales, sin atender á la
Ley de 14 de mayo del mismo año, que disponía,
que los empleados de esta clase debían ser propues-
tos al Gobierno por el Gobernador de la Provincia,
en número cuadruplo» Estos hechos, por desgracia
muy comunes en administraciones posteriores, fueron
64 DOCTOR L. VILLANUEVA
motivos de grande escándalo; pues por primera vez
se cometía el abuso de conducir hombres amarrados
á los cuarteles, para condenarlos al servicio forzado
de las armas.
De que, alarmados los hombres de principios
republicanos, y lastimados los sentimientos humani-
tarios de todos los ciudadanos, movióse el Concejo
Municipal, en cuyo seno había una mayoría de
oposición, debido al triunfo de las elecciones de 44, á
discurrir larga y acaloradamente en la sesión del
22 de julio, sobre materia de tan grave interés para
el pueblo, y por su naturaleza y efectos extrema-
damente simpática y fascinadora: quedando consig-
nado en el acta de ese día, á manera de declara-
ción de doctrinas políticas de la Municipalidad, man-
tener el respeto á las leyes y al orden público, y
salir ella fiadora de la libertad del sufragio y de la se-
guridad personal, bajo los principios de la Constitución.
En la misma junta propuso el municipal Orea, confir-
mando así las palabras con los hechos, la fórmula
parlamentaria característica y decisiva en trances se-
mejantes, de nombrar una comisión que presentara
en la sesión inmediata un proyecto sobre las me-
didas que había de adoptar el Concejo, para asegu-
rar á los ciudndanos del Cantón el libre uso de
sus sufragios, en las elecciones que iban á practicarse.
Aprobado que hubo el Cuerpo esta moción, eligió
al efecto, á los Concejales Echeandía, Arveloy Me-
dina ; y dos días después, el 22 de julio, se leyó
y aprobó en junta extraordinaria el informe d«í
esta Comisión, en que opinaba que se protestara
enérgicamente contra la violación de la Ley fun-
damental y de las especiales que garantizaban log
derechos individuales de los venezolanos, para neu-
YIDA DEL GENERAL ZAMORA 65
tralizar de esta manera el terror que tales arbitraria!?
providencias del Poder Ejecutivo hubieran causado, ó
pudieran causar en los sencillos y vi r. uosos proleta-
rios, y cuantos males se originaran de ellas : y final-
mente proponía: 1?, que en la próxima reunión del
Congreso se acusase constitucionalmente al Poder
Ejecutivo por las infracciones expresadas ; y 2?, que
como medio único al alcance del Concejo, expedito y
eficiente para .radicar en el corazón de todos los
sufragantes, y hacer renacer en ellos la confianza
perdida por el desorden de los alistamientos y el
estrépito de las armas, se dirigiese á los ciudadanos
del Cantón una Alocución patriótica, sostenedora del
respeto á las leyes y al orden público, y en que se les
recordase el interés que debían toimr en el uso y ejer-
cicio del único acto de soberanía que les competía cons-
titucionalmente ; y á la vez se les tranquilizase res-
pecto de su libertad personal y de la libertad del
sufragio en el círculo legal, según las doctrinas y
principios de la Constitución.
Las generaciones de hoy y las de lo porvenir
leerán con gusto este documento que les dará á
entender cómo cumplían sus deberes cívicos aque-
llos austeros republicanos, padres de nuestro Partido
Liberal.
Dice así :
INFORME DE LA COMISIÓN
Ilustre Concejo Municipal :
"La Comisión nombrada para abrir concepto sobre
las medidas que deban tomarse, en armonía con las leyes,
en consecuencia de los actuales alistamientos militares,
y para asegurar á los ciudadanos la completa franqueza
y libertad con que en el próximo período eleecionario deben
concurrir á ejercer la preciosa atribución que les compete
en la soberanía de las asambleas primarias, pasa á eva-
O
06 DX'TOR L. VILLANt'EVA
cuar brevemente su informe, sintiendo que lo premioso
de la materia no le haya permitido demorarse algo más y
ofrecer al muy ilustre Concejo ntia obra menos imperfecta,
que fuese digna de la sabiduría del cuerpo y de la gravedad
del caso que le ocupa."
Con notable sorpresa ha visto la población la entrada
en esta capital, en Ja mañana del día de ayer, de esa
fuerza armada con gente colecticia, cuando consta á todos
que ningún reclutamiento se ha hecho con sujeción á
las terminantes disposiciones de las leyes, y por consi-
guiente se juzga vulnerada su integridad y ofendido su
rospeto por el poder mismo á quien más especialmente
están encomendados su acatamiento y observancia.
Tal es el caso; y conforme á la ley fundamental,
una grave responsabilidad pesa sobre el Poder Ejecutivo,
debe éste responder á la Nación, representada en sus
Cámaras constitucionales, de su conducta ; y es la oca-
sión de usar del derecho precioso de representar, acu-
sando á los funcionarios infractores de las leyes, ante sus
jueces competentes, los Legisladores.
En una República como la nuestra, donde ningún
querer es, ni debe ser superior á la Constitución y á
las leyes, es cosa de la mayor trascendencia que haya
alguno que viole los cánones de nuestra seguridad y
bienestar ; subiendo de punto su gravedad si la viola-
ción se ejecuta por aquel mismo á quien entre las atri-
buciones de su autoridad, compete la de mandar ejecutar
y cuidar de que todos cumplan y ejecuten las leyes, de-
cretos y actos del Congreso (atribución 2o, artículo 117
de la Constitución).
No queda medio entre los extremos de pertenecer
la tropa armada que ayer entró en esta capital ó á la
fuerza permanente ó á la milicia nacional. Si lo primero,
la conscripción ha debido hacerse por enganche ; si lo
segundo, la milicia nacional no está obligada á (lar ser-
vicios fuera de su respectiva población, sino en los casos
de conmoción interior á mano armuda, que amenace la
seguridad de la República, ó de invasión exterior repen-
tina, que son los del US de la Constitución, y en los
términos y casos requeridos por las leyes. No puede de-
cirse lo primero, esto es, que la conscripción haya sido
hecha por enganche, porque la Gaceta de Gobierno, ni
ningún otro papel oticial, ni por bando ni otro medio,
ha publicado la disposición ejecutiva sobre levantamiento
de tropas permanentes, ni ha habido reparto proporcional
entre las provincias ni los cantones, ni se ha visto en-
ganche en los pueblos, sino que por el contrario, se
sabe (pie arbitrariamente se han tomado los hombres ;
con menos razón puede convenirse en lo segundo, porque
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 67
«n el estado de paz y pública tranquilidad de que goza
la República, nada hay que amenace su seguridad interior.
No. es del caso para la opinión de la comisión el argu-
mento de la autoridad que tiene el Poder Ejecutivo para
llamar al servicio la parte de la milicia nacional que el
Consejo de Gobierno considera necesaria, porque cuando
usa de esta medida crtraardinaria, ha de ser en virtud
<le la facultad que le acuerde dicho Concejo, y publi-
cando necesariamente el acta de ese acuerdo, que ade-
más debe circularse á todas las autoridades.
Por otra parte, si es que la tropa armada introducida
en la capital pertenece á la milicia activa nacional, como
parece probarlo el hecho de que la mayor parte de su# ofi-
cialidad no es veterana, ha debido hacerse el reclutamien-
to por las autoridades y por los trámites que designan
la ley de 14 de mayo de* 1836 y el Decreto Ejecutivo de 1?
de agosto del mismo ano. La comisión está persuadida
de que no se han observado estos imprescindibles requi-
tos, porque su observancia requería el cumplimiento de
la ley orgánica de milicias, del cual está muy distante el
Poder Ejecutivo; y aún sobre la mesa de este mismo
cuerpo existe el voto de una comisión respetable, pidiendo,
por no haberse cumplido jamás, que se reclamare la eje-
cución de la ley citada, que es una preciosa garantía de
las instituciones republicanas.
No quiere la comisión dejar de decir que con bastante
sorpresa sabe por notoriedad que un ciudadano se halla
en la parroquia de Los Teques y otro en Charallave, co-
giendo gente sin las ritualidades legales, para que figu-
ren como cuerpos de milicia. Tal procedimiento infringe
el párrafo 1? del artículo 6o del Decreto de 1? de agosto
de 1836, y despoja la autoridad de los magistrados civiles
de cada parroquia de las atribuciones especiales, que con
relación á reclutamiento de milicianos, les da el Decreto
precitado. Y cuando la comisión considera que en estos
movimientos puede juzgarse que entre por mucho algún
fin político y meramente eleccionario ; cuando considera
<|iie los ciudadanos á quienes violentamente se ha arran-
cado de sus parroquias, hau perdido contra todo fuero y
ley el derecho inestimable de sufragio ; cuando considera,
en fin, que nada hay que se oponga más al libre ejercicio
de la soberanía popular, en cuyo acto vamos á entrar en
los próximos días, que las armas y el levantamiento de
tropas, ante cuya fuerza se debilitan las leyes y se inti-
mida parte de los ciudadanos, que dejan de ser libres, no
puede resistirse al sentimiento de ver violadas las leyes,
violada la Constitución, y considerado el poder público
como sostenedor de la causa de una parcialidad política.
La comisión cree, pues, que el Poder Ejecutivo ha
1
' 08 DOCTOR L. VILLANUEVA
infringido su Decreto de Io de agosto de 1830, la ley de
14 de mayo del mismo ano, las que le son concordantes,,
y el artículo 180 de la Constitución, en la parte que le
prohibe ejecutar órdenes contrarias á las formalidades
prescritas por las leyes.
En un Estado constituido no pueden jamás pretermi-
tirse las fórmulas, que son las divinidades protectoras
de la inocencia y de la libertad. Entre Venezuela y Tur-
quía no hay otra diferencia, sino que aquí, entre nosotros,
las leyes son la egida del ciudadano, y allá el hombre es
un esclavo del Sultán. Si pues se huellan las leyes, si
se vulnera la santidad de nuestra Constitución, no habrá
más diferencia entre uno y otro Estado, que la del nom-
bre; y en vano hablarán los venezolanos de su libertad
civil, de sus garantías políticas, y de su independencia
l>ersonal.
La comisión cree por tanto que el Ilustre Concejo
Municipal de Caracas debe salvar, en cuanto esté á su
alcance, la autoridad y dignidad de las leyes, sin lesión
de la obediencia al Gobierno, y por tanto protesta una y
mil veces enérgicamente contra la manera ilegal y extem-
poránea con que se ha formado esa tropa introducida en
esta capital, contra la violación de nuestra ley fundamen
tal, contra la infracción de las leyes que garantizan los
derechos individuales de los venezolanos ; contra el efec-
to que todo esto pueda causar, aterrorizando á nuestros
virtuosos y sencillos proletarios, en los días eleccionarios ;
y por ftn, contra todo mal (pie pueda originarse de la ile-
gal y arbitraria medida tomada por el Poder Ejecutivo ;
y propone : 1?, que en la próxima reunión del Congreso
se acuse constitucionalmente al Poder Ejecutivo por las
infracciones expresadas; y 2o, que el muy ilustre Concejo
Municipal dirija á los ciudadanos de su Cantón una alocu-
ción patriótica, en que á la vez que se sostenga el respeto
á las leyes y el orden publico, se les recuerde el interés
que deben tomar en el ejercicio del único acto de sobera-
nía que les compete constitucionalmente, y á la vez se
le tranquilice respecto de su libertad personal y libertad
del sufragio en el círculo legal, con las doctrinas y los prin-
cipios de nuestra preciosa Constitución.
Acto continuo comisionó el Concejo á sus vo-
cales Echeandía y Arvelo, para que redactaran la
alocución y la protesta á que se refería el informe
recie'n aprobado. Fa\ este estado tomó la palabra
el concejal, señor Juan Vicente González, y en una
violenta improvisación apellidó al Concejo de anar-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 69
-quista; por lo cual fue llamado al orden repetidas
ocasiones. Leyóse el artículo 37 del reglamento
interior á petición de varios concejales, y apoyado
■en él, declaró el Presidente, que el diputado Gon-
zález había tiritado al decoro del Cuerpo, empleando
conceptos que le ofendían ; y en consecuencia, abrió
la discusión sobre la pena que conforme al citado
artículo debía aplicársele.
Medina propuso que, para corregir á González
por el desacato cometido, se le previniese que se
retirara de la sesión. El Presidente no admitió esta
propuesta, porque no creía que el Concejo tuviese
facultades para disponer, que uno de sus miembros
desocupase el puesto que le había sido conferido
-constitucionalmente por el pueblo. Medina apeló
-de esta resolución, pero á poco retiró su solicitud.
En seguida el diputado Arvelo, con apoyo suficiente,
propuso, que el Concejo delegase en el Presidente
la facultad de designar la manera de corregir á
González, por haber faltado tenazmente al decoro
del Concejo. Cerrado el debate, se votó esta mo-
ción y fué aprobada; y conforme á ella determinó
el Presidente privar del uso de la palabra al se-
ilor González durante aquella sesión. Mas como
en el acto suplicó éste que se le permitiese seguir
tomando parte en la discusión, ofreciendo hacerlo
•con el respeto y calma que se le exigía, como una
satisfacción que daba al Cuerpo, el Presidente ac-
cedió á su ruego, amonestándole que en caso de
falta se restablecería la pena, y se le obligaría ade-
más á pagar una multa. Continuó la consideración
•del informe, y cerrado el debate pidió Echeandía,
apoyado por más de la quinta parte de los miem-
bros presentes, que la votación fuese nominal; y así
70 DOCTOR L. VILLANUEVA
se acordó. Recogida ésta, estuvieron p>r aprobar eE
informe en todas sus partes, Echeindía, Medina, An-
drade, Plaza, Moreno, Arvelo, Orea y Olivares; y
por negarlo, Ponte y González. I icontinenti pro-
puso Echeandía, con el apoyo de Andrade, que se
nombrara por la presidencia, una comisión de dos-
vocales para redactar la alocución y la protesta á
que se refería el informe aprobado, y cerrada la
discus'ón, así lo acordó el Cuerpo. El Presidente
conHró este encargo á los diputados Echeandía y
Arvelo. — (Esta acta está firmada por el Presidente
Ponte y el Secretario del Concejo, José I). Gómez.)
Irritado el Gobierno por las disposiciones con
que los municipales afeaban sus procedimientos so-
bre orden público y desacataban su autoridad, se
precipitó con medidas irregulares á perder en un
día, como en efecto perdió, y lo cual será siempre
digno de lamentarse, la prudencia y fortaleza con
que resistiera desde 1843 los ataques de la opo-
sición: virtudes tanto mis necesarias en aquel lance
á los hombres del Gobierno, cuanto que sus con-
trarios empezaban á cambiar de estrategia, pasando
ahora con valor y decisión de los artículos de la
prensa, donde hasta entonces se habían mantenido-
evangelizando á los pueblos, al combate atrevido-
de golpes efectivos y legales por el celo del bien pú-
blico, gratos en extremo á la multitud que vení¿>
despertando á la vida activa y bulliciosa de la li-
bertad civil.
Lanzado por este camino, expidió el Ejecutivo*
una Resolución por órgano del Ministro de lo In-
terior, en que improbaba los actos del Concejo, y
suspendía de sus destinos á los concejales que ha-
bían aprobado el dictamen de la Comisión, y al
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 71
Jefe político, señor Clemente Ponte, que había pre-
sidido la sesión : con lo que el escándalo subió de
punto. Con este motivo quedaron fuera del Conce-
jo, los liberales Echeandía, Medina, Andrade, Plaza,
Arvelo, Orea, Olivares y Doctor Toribio González.
Consumóse así un hecho á todas luces ilegal, y
nunca visto en el funcionamiento, hasta entonces
tranquilo y ordenado, de la Administración Soublette ;
pues los municipales no eran servidores dependientes
del Poder Ejecutivo, como lo alegaba el Ministro
del Interior, sino funcionarios de cargo concejil y
obligatorio, elegidos por el pueblo ; sin que de nin-
guna manera y por ningún motivo pudieran ser
suspendidos de sus empleos por el Presidente de
la República. Tal fué el primer doloroso atenta-
do cometido en Venezuela contra el Poder Muni-
cipal; y de que no es permitido dejar de hablar
cuando se buscan las causas que produjeron la
Revolución armada de 1846.
También el Concejo de Ocumare fué suspendido
de sus funciones, y sus vocales sometidos á juicio.
Veinte y cuatro años más tarde, esto es, en 1870,
publicó el ex-Ministro Cobos Fuertes, la siguiente de-
claración en las páginas de' folleto citado: "Esa suspen-
sión de jos Concejos municipales, hoy tan chocante,
bajo el régimen federal, es la tínica medula que ha
podido ser censurada á nuestra administración, con
algún viso de justicia. Me comprometo á probar
que ella no solamente fue legal, bajo el anterior
sistema, sino que nos fue dolorosamente impuesta
por la necesidad, para evitar otras de un carácter
más grave que hubieran podido tomarse, con arreglo
á la ley de conspiradores."
Como observaciones nuestras á tan magistral afir-
72 DOCTOR L. YILLANUEYA
mación, se nos permitirá estampar algunos conceptos
en favor de la causa municipal, por la que otras veces
hemos abogado. Los Concejos municipales fueron, son
y serán la piedra angular de la estructura orgánica
de la sociedad:)' en aquel tiempo, entre nosotros, se
les respetaba como el primer y más sencillo poder pú-
blico, en que había delegado la asociación su soberanía,
para que atendesen á los primitivos é indispensables
servicios de la vida pública, bajo el sistema centro-fe-
deral de la Constitución de 1830.
Ellos cuidaban de la policía de salubridad, de
la comodidad y ornato de las poblaciones, de la be-
neficencia pública, policía rural y composición de ca-
minos; atendían á la instrucción primaria, hospitales
y fomento de las industrias; y velaban porque los
bagajes, alojamientos y demás suministros para la
tropa, obligatorios entonces á todos los ciudadanos,
se repartiesen con equidad entre los vecinos, con-
forme á los reglamentos de la materia; y última-
mente, estaban encargados por la ley de la distribu-
ción en sus parroquias, de los empréstitos y contribu-
ciones extraordinarias, cuyas cuotas hubiera repar-
tido la Diputación provincial entre los Cantones.
El Concejo era la potestad protectora del orden
social, que mediaba entre el pueblo y los altos pode-
res del Estado; no enteramente independiente, es
verdad, como lo quieren nuestros federalistas, pero sí
digna de ser estimada como mejora preciosa, ganada
por ¡os constituyentes de 1830 en el avance incesante
y meritorio de nuestra civilización política. Aquel po-
der no era el municipal perfecto, como lo establecieron
años después los liberales en la Constitución de 1857;
pero sí una institución benévola, augusta por su origen
popular, y útil por sus múltiples atribuciones en favor
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 73
déla comunidad y merecedora, por lo iuímiio, de que
el Gobierno la acatase y defendiese, para no dejarla
convertir en instrumento degradado de intereses y pa-
siones de partido. Pues allí mismo sucedió, como resul-
tado lógico de tan censurable extralimitación de autori-
dad, que el Concejo Municipal de Caracas vino á que-
dar con una mayoría de oclio oligarcas por seis libera-
les, con la cual se apresuraron los agentes del Banco,
que eran los principales intrigantes contra éstos, á
recabar del Concejo una resolución inicua, como al fin
la consiguieron en la junta del 20 de agosto ; y la cual
consistió en arrogarse audazmente, el nuevo é ilegal
Concejo, el derecho de calificar los electores ; cuando
no estaba facultado por las leyes, sino para verificar
los escrutinios de las elecciones parroquiales, pudien-
do sólo excluir los votos de individuos cuyos nombres
no estuviesen inscritos en la lista de sufragantes, ni
en la de elegibles, y los que hubieran sido escritos y
dados de manera diferente á las reglas establecidas
en la ley 4'? del Código, no leídos ni firmados, y
los declamados nulos por las juntas parroquiales.
La minoría liberal, que se componía de Guzmán,
Doctor La rrazá bal, M. M. Quintero, José L. García,
L. Emazábel y Manuel R. Tirado, se opuso á esta
ilegal disposición.
La Resolución del Concejo decía así : " El Con-
cejo Municipal declara en cumplimiento de la Consti-
tución y de la Ley de Elecciones, que no escrutará
sufragios dados, en favor de individuos que esta-
ban suspensos de los derechos de sufragantes parro-
quiales al tiempo de inscribirse en la lista de elec-
tores, al tiempo de comenzarse las elecciones, aun-
que se hallasen inscritos en la lista de electores, ó
74 DOCTOR L. VILLANUEVA
en todo el tiempo de los ocho días período de la
elección."
(Acta del Concejo Municipal de 20 de agosto de 1846).
Los liberales salvaron sus votos y los presenta-
ron por escrito.
Bien merece conservarse en la historia de nues-
tro civismo, el voto de Guzmán y Larrazábal, en que
estos publicistas condensaron la doctrina legal de
aquel tiempo en materia de elecciones, y expusieron
con exactitud y perspicuidad la prevaricación de los
funcionarios de la oligarquía contra el Código de
Elecciones; y contra el principio, sagrado cual ningu-
no, de la soberanía popular; y la dignidad de los
sufragantes, despreciada y escarnecida.
He aquí tan importante documento:
VOTO SALVADO
DE LOS CONCEJALES GUZMÁN V LARRAZÁBAL
Muy Ilustre Concejo Municipal:
Reunido el cuerpo en su nueva composición, y des-
pués de antecedentes que todos conocemos, á practicar
el escrutinio de las elecciones parre quialcs, lia pasado
ayer una rt solución que en el hteho y covtra derecho, se-
gún nuestro humilde entender, anula 3íillares de su-
fragios en el Cantón Caracas y afecta radicalmente los
derechos imprescriptibles c inalienables de una respetable,
conocida y grande mayoría de nuestros conciudadanos.
Debemos exponer con noble y legal franqueza los fun-
damentos de nuestro juicio, y de la protesta de nues-
tros votos que salvamos en aquel acto ; y para no es-
cribir un volumen en tan estrecho tiempo, omitiremos la*
innumerables doctrinas, esforzados razonamientos y co-
piosas razones legales que hemos presentado al Cuerpo
en las diferentes discusiones de la materia, y concretar
remos este documento al examen de un solo punto.
Este será el de la ley vigente en contraste con el
acuerdo.
Acaba de publicarse un Código de Elecciones. En este
Código ha explicado el Congreso la inteligencia de los
artículos de la Constitución relativos á elecciones. El
artículo S? de la ley 7a, así lo declara; prohibe que
7FL
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 7£>
pueda dársele otra inteligencia á los artículos constitu-
cionales y declara nulo todo acto contrario á los man-
damientos del expresado código ; y además lo declara aten-
tatorio contra la tranquilidad y orden públicos.
Esta ley 7" que fija la inteligencia de la Constitución
y atribuye sola y exclusivamente al Presidente y conjueces.
ile la asamblea parroquial, decidir de plano las dudas y
controversias que ocurran sobre calificación de los sufra-
gantes parroquiales y sobre formas y nulidades de la*
elecciones y quejas por cohecho ó soborno.
Ai Colegio electoral atribuye la expresada ley, única
y exclusivamente la calificación constitucional d¿ los elec-
tores, y la decisión sobre formas, nulidades y quejas que
ocnrran en él.
El párrafo primero del artículo 4o que así lo dispone
terminantemente, dice :
§ Io La calificación de que trata este artículo se limi-
tará á decidir si el elector tiene las cualidades que para
serlo exige el articulo 27 de la Constitución; y al ocuparse
en ella el Colegio Electoral, no podrá ser á la vez sino la
de un solo elector., el cual no tendrá voto en su propia cues-
tión ; pero ningún elector podrá ser inhabilitado sino por
una mayoría que exceda en dos votos, por lo menos, al nú-
mero de los que fueren de diversa opinión.
El examen, pues, de si un ciudadano en quien ha
recaído la mayoría de votos de sus conciudadanos para
elector, tenía ó nó suspensos sus derechos de sufragante
parroquial, por enagenación, falencia, deuda ó fondos pú-
blicos y demás casos contenidos en el artículo lú de la
Constitución, incumbe al Colegio, y nada más que al
Colegio, según la ley ; y el ejercerla el Concejo, sin que
lo nombre siquiera, ni Jo mencione en parte alguna esta
ley 7a del Código de Elecciones, que explica y fija irre-
vocablemente el sentido de los artículos constitucionales,,
nos parece una transgresión de la ley, por la cual se
usurpan al Colegio sus atribuciones, se las apropia el
Concejo Municipal, se trastorna el orden con que el pue-
blo venezolano puede y debe ejercer el gran poder de
la soberanía, que le asegura su pacto fundamental y se
comete, en fin, aquel acto nulo que declara tal el
artículo S? de la ley 7n y que califica de atentado contra
la tranquilidad y orden públicos.
Así lo creemos con un corazón patriota, y sana y
libre conciencia ; y aunque acatemos y respetemos el acuer-
do pasado por la mayoría del Concejo, tenemos el de-
recho y el deber de salvar y de fundar nuestros votos.
No necesita corroboración lo que hemos expuesto;
pero en apoyo de nuestras protestas añadiremos, que se-
76 DOCTOR L. VILLANUEVA
gún el artículo 4V de la ley 7" y su § 11, el juicio que
se debe celebrar para decidir si un elector tenía ó nó
suspensos sus derechos, no solo toca exclusivamente al
-Colegio, sino que tiene un procedimiento especial con
trámites y formalidades prescritas por la ley para el
caso.
Paréeenos, pues, claro y terminante que el examen
-de si un elector lo és ó nó constitucionalmente, perte-
nece al Colegio, cuando la ley 7" que explica y fija la
inteligencia de la Constitución en materia de elecciones
lo establece así de una manera terminante v ni menciona
siquiera á los Concejos Municipales.
Pasemos ahora al examen de la ley T>a del Código
•de elecciones, cuyo título es: k"lel escrutinio de las elee-
•ciones parroquiales." Esta es la ley que menciona á los
('oncejos Municipales; pero no para autorizarlos á cobrar
en contradicción con la ley 7" ya citada, ni de una manera
•discrecional (pie contundiese las atribuciones correspon-
dientes délos diversos cuerpos electorales ; sino por el
•contrario, para limitarlos expresamente á los casos únicos
•en que no debe contar los votos parroquiales, porque la
ley loa declaró ya nulos en diferentes artículos de la ley 4a;
y i>or tanto, no son los atribuidos al Colegio Electoral.
La Ley sobre escrutinio, dice :
Art. Io El Jefe político del Cantón con rocará al Con-
cejo Municipal, y éste procederá inmediatamente d hacer el
escrutinio y reculación de los sufragios, anunciándolo dos
días antes al público. Los registros se abrirán y examinarán
-en público uno á uno. ó bien escrutando todos los sufragios,
ó bien solo los de algunos días, pasando en los demás por
el escrutinio asentado al pie de cada día por la junta pa-
rroquial, y rectificando siempre aquellos en que se encuentre
equivocación ; sin que pueda excluir otros tvfragios que los
que hubieren declarado nulos las juntas parroquiales con
arreglo al artículo ,?° de la ley 4a y los que tas mismas
Juntas hubieren admitido contra el tenor d*> los artículos
4o y 6? y los que se encuentren en los casos de los artículos
10 y 11 de la misma ley 4"
Resulta, pues, que los Concejos solo pueden excluir
<le la cuenta los votos en cinco casos, que son los citados.
1" — (Artículo 4°, ley 4a) El voto del individuo cuyo
nombre no estuviere inscrito en la lista de sufragantes.
2a — (Artículo 0°, ley 4") Los votos recaídos en per-
sona que no estuviese en las listas de elegibles.
3o — (Artículo 10, ley 4a) Los votos escritos en otra
parte ó en otra forma que las establecidas en el artículo
10; es decir, dados en asamblea abierta en los ocho días
AÍDA DEL GENERAL ZAMORA 77
eleccionarios, en el número de electores correspondiente
al Cantón, escritos en los libros oficiales de registros, y
expresando el nombre y apellida del sufragante y los de
sus elegidos.
4o — (Artículo 11,- ley 4a) Los votos no leídos y fir-
mados por cada sufragante ó por otro individuo á ruego-
suyo.
o? y último. Los votos que declaren nulos las juntas
parroquiales.
He aquí los casos, clara, precisa y terminantemente
expresados por la ley, en los cuales no debe el Concejo
contar los votos. El resto de esta ley 5'í no vuelve á
tratar de exclusión alguna, sino que reglamenta el modo
de venir los registros al Concejo, y remitir éste á quien
compete, el registro general, con otras formalidades agenas
de la esencia de la cuestión. Pero sí dicen relación á ella,
las observaciones siguientes:
l!t Admitido que pueda perderse un registro parro-
quial, basta para el escrutinio (art. 37, ley 5!) copia autén-
tica del resumen general de votos, y es obligatorio para el
Concejo hacer cuenta de e*tos votos, aunque de ninguna
manera pueda averiguar si los sufragantes tenían ó no-
suspenso sus derechos ; luego no le incumbe tal averi-
guación.
11* Manda el artículo 4o de la misma ley que el regis-
tro general formado por el Concejo, comprenda en sí,
todos los individuos que hayan obtenido sufragios en las
asambleas parroquiales. Y este adverbio todos, aplicado-
á los que hayan recibido sufragios, destruye la idea de
que el Concejo pueda haber entrado á escoger y calificar.
Y aunque el artículo añade, que el registro lleve cons-
tancia de los votos que hubiesen dejado de incluirse en
él, dice que ha de ser por estar en alguno de los casos
del artículo 1?, los cuales dejamos expresados.
3tt El artículo 57 dice: "los electores que resulten
nombrados serán avisados y requeridos, etc.;" y no dice :
los electores escogidos ó calificados por el Concejo. Más
adelante ordena la ley, (pie solo se tengan por impedidos
los que *fc se excusen por impedimento físico ú otro grave
y fundado." En seguida manda lo siguiente : u serán
reemplazados por el Concejo con " los que tengan más
votos en los escrutinios."
4" Por último, el artículo 87 de la ley o™ dice termi-
nantemente lo que sigue: "La exclusión de votos en los
escrutinios fuera de los casos previstos en estas leyes,
será penada en cada miembro del Concejo Municipal que
resulte culpable, con una multa de 25 pesos por cada su-
fragante, cuyo voto hubiere dejado de escrutarse, y si la
78 DOCTOR L. VILLANUEVA
■omisión fuere de todo el registro de una parroquia que-
darán además inhabilitados los culpables para desem-
peñar en la República ningún cargo de honor ó de con-
fianza por el espacio de seis anos."
Tenemos pues, por resultado del examen de la ley
■especial de los escrutinios, que el Concejo no tiene la fa-
cultad de calificar á los elegidos, y por consiguiente que
no le toca á él la averiguación de si los elegidos tienen
las calidades ó cualidades constitucionales, cuyo juicio
pertenece al Colegio.
Entre las disposiciones generales del Código de elec-
-ciones establecidas en la lev 8* se encuentra en el artículo
fe
15 la siguiente :
Si se notare por algún gobernador de provincia que el
resultado del escrutinio practicado por un Concejo Munici-
pal no está conforme con el que den los escrutinios parciales
que haya recibido de las parroquias^ ordenará la rectificación,
y si no obstante ésta, subsistiere la diferencia, entonces pe-
dirá los registros, y los pasará con los escrutinios parro-
quiales al Colegio electoral.
Esta disposición de la ley es abiertamente incompa-
tible con la facultad que pretende ejercer el Concejo de
Caracas de separarse de los registros parroquiales deses-
timando millares de votos que pueden constar en aquéllos,
por esa calificación extemporánea que le atribuye el acuer-
do de ayer sobre los elegidos ; y los que aquí salvan sus
votos, juzgan imposible la coherencia ó consonancia del
acuerdo del día de ayer con el expresado artículo 1.1 de
la lev 8"
Por más que quisiéramos abreviar, nos sería imposi-
ble omitir otro poderoso argumento en apoyo de nuestra
opinión. La ley 9" que trata de responsabilidad en ge-
neral en materia de elecciones, muy circunstanciadamen-
te se contrae á la de aquellos que pueden alterar el voto
público ó influir torticeramente en la libre emisión de
los sufragios populares. Habla por consiguiente de todo
exceso posible y de su juicio y castigo en las asambleas
parroquiales y colegios electorales que son los únicos vehí-
culos (pie establece á la voluntad pública y prescinde de
los Concejos Municipales, porque el Código entero los
desconoce como vehículos de la voluntad pública ; mien-
tras que el acuerdo del día de ayer reconcentra en el Con-
cejo un poder tan grande y trascendental, que desapare-
cen ante él y se vuelven nada los trabajos de las juntas
de notables, la validez de las listas de sufragantes parro-
quiales, la del padrón de elegibles, los términos prescritos
para reclamar, oir y resolver, todos los trámites estable-
cidos para estas operaciones, las jurisdicciones de las
juntas y asambleas ; y en fin, la voluntad de los chutada-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 79
nos emitida por mandato de la Constitución en el tiempo,
modo y formas prevenidas por la ley, y sea en número
que fuere, aunque se cuenten los votos por millares : des-
aparece también la especial atribución de los colegios ; y
en el humilde concepto de los que firman, quedan las elec-
ciones á la merced de los Concejos.
Siendo esta la voz de nuestras conciencias, respetan-
do cnanto es debido el acuerdo aprobado por la mayoría
el día de ayer, liemos salvado nuestros votos, y consigna-
mos aquí las razones en que se apoyan.
Caracas : 21 de agosto de 1846.
Antonio L. Gvzmán. — Felipe LarrazIbal.
La mayoría liberal estaba legalmente en pose-
sión del poder municipal de Caracas y de otros
Cantones por la voluntad del pueblo, claramente
expresada en las elecciones del 44; y sólo por un
acto despótico de usurpación de facultades podía
despojársela de sus prerrogativas, atribuciones é
influencias. Poro el partido oligarca, empecinado en
sus propósitos de dominación absoluta y perpetua,
no se paró en valla alguna para mantener debajo
de su mano los Concejos, á quienes la Constitu-
ción y las leyes reconocían atribuciones políticas
en el complicado proceso de las elecciones. Pues
á ellos tocaba designaren junio del año electoral,
dos vecinos notables, que asociados á 'a primera au-
toridad civil de la parroquia, formasen la lista de
los sufragantes y la de los que tenían cuaidades
para electores ; y luego, de acuerdo con la primera
autoridad civil del Cantón, hacer una lista general
comprensiva de todos los ciudadanos que tenían
cualidades para electores en el Distrito respectivo.
Por los artículos 20 y 30 de la Constitución,
era el Concejo Municipal quien abría los registros
de las Asambleas parroquiales, verificaba el escru-
tinio de los votos, y declaraba constitucionalmente
80 DOCTOR L. VILLAXUEVA
nombrados para electores á los que hubieran obte-
nido mayor número de ellos.
Mili» aba también en la conciencia pública otra
valiosa consideración de carácter histórico, para
exaltarse contra aquellas supremas determinaciones
oficiales; injustas, porque vulneraban derechos bien
adquiridos ; imprudentes, porque iban á desafiar las
iras de un partido prestigioso ;' y repugnantes, por
que con ellas se vulneraba el principio de legalidad,
que ha sido siempre talismán de nuestros pueblos.
Nos referimos a la venerada costumbre, imperante
en aquella ¿poca, y heredada del régimen colonial y
de Colombia, de considerar las Municipalidades como
representantes del pueblo ; elevada á la categoría de
derecho comunal por la opinión pública y confirmada
por actos solemnísimos, como el del 19 de Abril
de 1810, con que se inició nuestra emancipación;
y por otro como el de 1818, que si bien enteramente
favorable á la dominación del rey de España, (1)
confirmaba las razones que se tenían para guardar
á estos Cuerpos los más respetuosos y profundos
miramientos por todos los ciudadanos.
Más tarde, bajo la República, al jurar esta mis-
ma Municipalidad la Constitución de Cúcuta la objetó,
declarando que contenía disposiciones inadaptables
á la Provincia, y cometió á los Representantes de
ésta el encargo de reverla y discutirla. En otra
ocasión protestó contra la Ley de alistamiento de
las milicias, y en 1825 hizo lo mismo respeceto del
Decreto Ejecutivo sobre conspiradores. Por últi-
mo, en 182G alzó su voz ante el Intendente Es-
calona y ante la Cámara de Representantes, recia-
1 Véase el manitiesto trilingüe de la Municipalidad de Ca-
racas de 1818.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA . - 81
mando garantías para la seguridad personal de los
caraqueños, con motivo de los desafueros en las ca-
lles de la capital, ordenados por el General Páez,
para cumplir el Decreto Ejecutivo de 1824 sobre
alistamiento general de las milicias. Y lejos de ser
atropellados los concejales en aquel trance, ó desti-
tuidos ó despojados del derecho de tomar parte en tan
graves cuestiones, se les oyó con respeto ; y median-
do el Intendente con aqueila autoridad militar, logró
suspender el reclutamiento y devolver el sosiego á
la ciudad. Los Representantes de la Nación, aten-
diendo á las quejas del Concejo Municipal, y opinando
que Páez había violado los derechos individuales
de los moradores de Caracas, !e acusaron ante la
Cámara del Senado ; la cual admitió la acusación
y le suspendió de su destino. No <■ stá demás decir
que de aquí se originó la revolución de 1826, pro-
movida por el Concejo Municipal de Valencia, y aco-
gida y continuada por otros Concejos, para apoyar la
deplorable insubordinación de Páez contra el Go-
bierno y el Congreso de Colombia, de que se mani-
festó dicho General arrepentido días después, en va-
rios documentos públicos.
Y no fué menos escandaloso lo que hizo el Concejo
de Caracas en las juntas subsiguientes. Al escrutar
los registros, anuló los de las parroquias de San Diego,
Macarao y La Vega, por causas de poca importancia;
j al sumar los votos de otras contó los que le parecían,
alegando unas veces que los nombres estaban es-
critos de distinto modo en la lista de sufragantes
parroquiales que en el registro de sufragios ; otras, que
ciertos individuos elegidos eran deudores á fondos
públicos, como sucedió con el señor Guzmán, á
6
82 DOCTOR L. VILLANUEVA
quien borraron de la plancha triunfante de Electo-
res, por el fútil motivo de adeudar unos cuantos cén-
timos en el tribunal de 1? Instancia de Caracas. El
acta de esa Junta dice así :
Se leyó por mandato de la Presidencia, una certifica-
ficación relativa al señor Antonio Leocadio Guzínqn, en la
que consta que dicho señor es deudor á fondos público»
por impuesto para gasto^ de justicia en el expediente se-
guido contra él por José Vicente Aránibnru, según lo cer-
tifica el Secretario del Juzgado de 1" instancia, señor Juan
Valero. De seguidas el señor González (Juan Vicente)
apoyado, propuso : que en virtud de esta certificación pre-
sentada por José Eugenio Díaz, Lope María Bello, Manuel
María Alemán y otros, el Concejo declarase al señor An-
tonio Leocadio Guzmán, comprendido en su Acuerdo de
20 de agosto precitado. Así fué acordado, votando en
contra los señores Tirado, Quintero y Emazábel.
De suerte que Venezuela debe al antiguo par-
tido oligarca, dos grandes males en el desarrollo de
su vida pública, á saber: la institución infame del
reclutamiento forzoso, muy parecida á la de la es-
clavitud, y la otra, no menos abominable, de coac-
cionar la voluntad de los pueblos en el acto su-
premo de las elecciones. Pocas veces se ha visto
tan resaltantemente, que de un hecho, al parecer
pequeño, hayan surgido acontecimientos tan graves
para la suerte de un país.
El Concejo Municipal de Ocumare del Tuy fue
igualmente depuesto, y sus miembros sometidos á
juicio. Tropa armada recorría los Altos de Caracas,
y reclutaba para la milicia á los conocidos guzman-
cistas ; y con el fin de impedir las elecciones, asus-
taban á los vecinos, pidiéndoles alojamiento y bagajes.
El Concejo de Caracas suspendió los jueces de las
parroquias foráneas, de filiación liberal : y á esta sa-
zón asesinaban en La Vega á un sufragante guz-
mancista.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 83
VI. La Asamblea de San Juan de los Morros, decía- Asambleas
... electoral©».
ra revolucionaria la lista en que aparecía el retrato de
-Guzmán, y facciosos á todos los que votasen por ella.
En Magdaleuo prenden al juez Revete y al señor Uz-
canga, echan de la Junta á los sufragantes, y anulan
las elecciones, porque sólo habían votado los liberales :
iodo lo cual ocasionó, como más adelante diremos, el
alzamiento de Rangel, con más de trescientos de
Man u are.
En Maraca y la Asamblea rechaza á los libe-
rales, y dice que no admite sufragios por mu-
ñecas, refiriéndose al retrato del señor Guzmán,
impreso en las papeletas: muchos electores son ame-
nazados con sumarios: la Ronda de policía des-
pués de haber votado, contra el tenor expreso de
la ley, se sitúa en la puerta del local para no dejar
entrar á ningún guzmancista: y la Asamblea aun
se atrevió á declarar, que no obstante lo prescrito
en el artículo 180 de la Constitución, la fuerza armada
podía deliberar. Y todavía hizo más, pues á petición
del Jefe político, niega sus derechos de sufragar á los
liberales que, citados para la milicia, no hubiesen con-
currido á ella. Esta circunstancia era falsa; pero se
le dio crédito para los efectos de las votaciones. A
otros se les encausó por supuesto cohecho, y á
todos se les molestaba con insultos v amenazas. Actos
semejantes á los referidos se ejecutaron en Choroní,
Turmero, San Francisco v San Joaé de Tiznados.
Pero los de Villa de Cura fueron mas inau-
ditos y de más honda trascendencia; porque allí
tuvieron los oligarcas que habérselas con Eze-
<juiel Zamora, Jefe cantonal del Partido, mozo en-
tusiasta y decidido cual ninguno, quien desde el
1? de agosto, pasaba las noches con sus parcia-
84 DOCTOR L. VILLANUEVA
les alrededor de la casa de la Junta, para entrar
el primero en ella y ocupar la sala, cuando por
la mañana abrían la puerta y se decía aba instalada
la Asamblea. Esto iba enfureciendo con tal inten-
sidad á los oligarcas, que al fin para salir de él,
le acusaron ante la Asamblea parroquial, de haber
solicitado en los campos y en la ciudad sufragios
para sí, y conducido partidas de sufragantes á votar
por sus listas ; lo que equivalía, en sentir de aquellos
políticos, á llevar el intere's electoral más allá de
los límites constitucionales y legales, debiendo en
consecuencia aplicársele la condigna pena.
En conclusión, pidieron que la Asamblea decla-
rase* nulos los sufragios que Zamora hubiese reci-
bido para Elector del Cantón: y esta Junta com-
puesta de enemigos suyos, oyó la acusación, y dictó
en el acto la sentencia que en seguida reproduci-
mos, copiada de los registros electorales de aquel
año :
En nombre de la Kepública de Venezuela, por lo que
resulta de estas actuaciones, y por lo que les consta á Ios-
miembro» de esta Junta, acerca de que, apareciendo Eze-
quiel Zamora en una de las listas de candidatos para elec-
tores de este Cantón, se ha recomendado á sí mismo y
exigido sufragios para si, se declara que son nulos y de
ningún valor los votos que se lian recibido en favor del
expresado Zamora; declarándose asimismo que este no
puede sufragar: todo de confonnidad con el artículo 46 de
la Constitución. Y á los efectos que haya lugar, se pasará
este expediente á la autoridad que corresponda, por el
Presidente de esta Asamblea. — Ciudad de Cura, agosto
ocho de mil ochocientos cuarenta y seis. — El juez, José
Ignacio Celis. — Conjuez, Aureliano Otáñez. — Conjuez, Juan
Cuervos. — Conjuez, Andrés Fuentes. — Coiyuez, Juan Bau-
tista Salías.
Remitióse este expediente al juez de 1? Ins-
tancia del cuarto Distrito Judicial. Y tete tuvo el
buen juicio de devolverlo, exponiendo que no había
cometido Zamora los hechos de que se le acusaban.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 85
«como tune onario publico, llamado á intervenir en
el acto de las elecciones ; ni constituían ellos tam-
poco por su naturaleza, una falta ó delito de aque-
llos de que según la ley 9? del Código de Elecciones
de 8 de abril de aquel ano, debiera conocer la res-
pectiva Corte Superior ó algún otro de los tribu-
nales comunes en su caso. (1).
Zamora, arrebatado de ira, se precipitó en un
lance personal, contra uno de los conjueces, dando lu-
gar á que lo arrestaran : y sus amigos, viéndose coac-
cionados se retiraron del local.
VIL Acaeció en aquellos días un incidente deli- p^oS^ií
-cado que vino á enredar más los hilos de la política.
Tal fué el proyecto de una conferencia en La Victoria,
«ntre el General Páez y el señor Guzmán. Uno y otro
negaron haber tomado la iniciativa en el asunto. Los
documentos publicados entonces y que tenemos á
la vista, nos autorizan para referir el hecho en los
términos siguientes. (2) Tomás Hernández informó
en privado al señor Guzmán, que Juan Reina, ami-
go y deudo del General Páez, se había reunido con
é\ en el camino de Maracay á Caracas, é impuéstole
de trases sueltas de aquel Jefe, muy significativas de
su deseo de conciliar los intereses públicos, sin sa-
crificar las doctrinas liberales, ni la honra de sus
propagadores : que dicho General se manifestaba
puro de iodo espíritu de partido, y extraño á las
violencias, infracciones de leyes y abusos contra
1 Tribunal d« 1* Instancia á cargo de Manuel Alfonzo.
2 Acta de la Comisión de la Reunión Liberal de Caracas,
encargada de señalar el lugar de la entrevista fecvada en La
Victoria á 4 de set emhre, aprobada por pus vocales Jos 4 de Iri-
barren, Juan O. Hurtado, Comandan t* Pascual Lures. Bruno
Hurtado, Mauricio Blanco, Froilán M. Bi*ot, Coronel Jos* Sa-
Instiano d« la Plam, Valerio Ca«tro, A. Lniares. Santiago Te-
rrero. Ramón Sos», Doctor FéJix Man a Alfonzo, Felipe Bigot,
'Tomás Hernández.
86 DOCTOR L. VILLANUEVA
el querer popular ; revelando en sus conversaciones
la más absoluta imparcialidad y la más prudente dis-
posición de ánimo. Reina encargó á Hernández que
viese al señor Guzmán y le informara de estas co-
sas, porque deseaba él como padre de familia y buen»
ciudadano, contribuir en cuanto le fuera dable á la
salvación del país. Hernández, luego que llegó á Ca-
racas, visitó al tribuno, le instruyó de todo, y le expresó
sus más sanos y patrióticos deseos. Aquel le oyó
con gusto, y le protestó sus» opiniones y sentimientos
en favor de todos los venezolanos: y horas después
le ratificó Reina personalmente las disposiciones del
General Páez, sus desapasionados juicios, y el propósi-
to de hacer cuanto conviniera á la salud de la Repú-
blica. Fué entonces cuando Reina le preguntó, si él
se negaría á verse con el Ciudadano Esclarecido, para
tratar de los negocios públicos ; á lo cual contestó el
tribuno diciendo, que estaría dispuesto en todo tiempo-
á cualquier gestióu de que pudiera derivarse algún
bien ala patria; pero que inmutable en sus principios,.
y celoso de la dignidad del partido á que pertenecía,
no le era permitido dar paso alguno hacia aquel Ge-
neral, que no diese éste hacia él.
Reina caminó la vuelta de Maracav, v dos día*
después acompañado del señor Tomás Hernández
y del señor Lugo, sobrino del General Páez, pasó
á la hacienda de El Tigre, cerca de La Victoria, á
conferenciar con el General Marino : de lo que re-
sultó, que dicho General tomase á empeño el in-
vitar á Páez y á Guzmán, á una entrevista, ha-
ciendo valer para ello su autoridad social y política,
y su amistad con ambos. A este efecto escribió una
carta á Guzmán, y se encaminó á Maracav á hablar
con Páez, cuyos sentimientos en favor de la concilia-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA. 87
ción nacional pudo entonces apreciar en todo su valor.
Comprometido ya en aquella empresa y ganoso ele dar-
le término feliz, comisionó Marino á los señores Doc-
tor Félix María Alfopzo, Felipe Bigot y Tomás Her-
nández, para que, en Caracas, propusiesen á Guzmá»
ir á La Victoria, asegurándole que lo demás se
arreglaría fácilmente. Hé aquí las cartas de Guz-
mán v Marino :
Señor General Santiago Marino.
La Victoria.
Caraca* : agosto 22 de 1840.
Mi querido General y amigo:
Si en todo tiempo y circunstancias, mi corazón me
tiene á la disposición de usted \ cou cuánta más fuerza
obedecería al influjo de su amistad, cuando ella invoca
el nombre sagrado de la Patria, y cuando lejos de exi-
girme un sacrificio, me ofrece una oportunidad' dichosa
para probar que mi cabeza está libre de toda ambición
y que mi pecho no abriga ninguna baja pasión f No a
La Victoria, sino al Cuzco iría yo por complacer á usted,
por servir á mi patria, por probar la fuerza de mis in-
tenciones, así á mis amigos como á mis preocupados ene-
migo».
La misión que usted quiere desempeñar generosamente,
no puede ser más noble ni más digna de su antiguo y
elevado rango social. ¡ Quiera la suerte que usted recoja
de tan sano propósito, los copiosos y saludables frutos
que sin duda se propone !
No me sorprende de manera alguna la disposición
de ánimo del señor General Páez. Después de una es-
cuela práctica de tantos años, y & presencia de los hechos
que nos rodean, él no puede menos que creer conmigo,
y con todos los patriotas previsivos, (pie este teatro de
súbitas violencias y alevosos atentados que las pasiones
quieren sustituir al goce de los derechos y al imperio de
la justicia, no puede, en manera alguna, servir de fun-
damento á la seguridad de todos, á la libertad de todosr
al porvenir de Venezuela.
En cuanto á mí, apelo á usted mismo; usted me co-
noce, i Pudiera yo abrigar otros deseos que los del bien
de la patria! La patria son nuestros hijos y nuestros.
padres, nuestras esposas y hermanos, nuestros amigos y
compatriotas, el depósito de las glorias pasadas, todos.
88 ' DOCTOR L. VILLANUEVA
los bienes presentes y el inmenso porvenir. Un hombre
es un átomo. El que como yo carece de grandes servi-
cios, $ que será al lado de la patria I 4 Qué serán sus
míseros intereses, sus miras y pasiones! El único valor
del hombre es eí que tenga para servir á su patria.
Con tales sentimientos, profundamente esculpidos en el
corazón, es para mi una felicidad que alguno crea que
puedo ser útil para todos, y si es un procer como el
General Marino, es una felicidad honrosa. Y si mañana
llegara á ser cierto que yo había podido contribuir á la
salud, libertad y gloria de la patria, ¡ cuan dichoso sería
el presente que debiera á la fortuna !
Pero, General, para los actos trascendentales es que
se necesita mayor tino y acierto. Sí yo voy á Maracay
I no interpretarán este paso, amigos y contrarios, ya como
traición, ya como bajeza, ya de mil otras maneras? El
General sin los oligarcas es siempre el General Páez, es
más, es mucho más que con ellos ; pero yo sin la confianza
y amor de los liberales ¡ qué soy f ¿ qué podré servir ni
parala patria, ni para la amistad I
Avíseme usted que el General estará tal día en tal
casa, hacienda, posada, fuera de la jurisdicción de Ma-
racay, y cuente usted conmigo á su lado, solo, con pocos,
con muchos, ó lomo usted quiera, siempre en mis prin-
cipios liberales, y dispuesto á cuanto el honor y la patria
exijan de mí. Mientras usted no tenga esta seguridad,
yo expondría sus respetos y mi decoro á un verdadero
chasco, sin culpa de nadie, ni provecho de ninguna especie.
Si usted realiza su propósito, y yo me veo con el
General Páez en estas circunstancias, tengo la más ciega
confianza en que se han de poner las bases de benéficos
resultados.
Siempre será de usted amigo cordial su afectísimo,
Antonio Leocadio Guzmán.
Señor Antonio Leocadio Guzmán.
Caracas..
La Victoria : agosto 27 de 1840.
Mi querido amigo :
La misma noche que recibí su interesante carta de
22 de los corrientes, que nuestro amigo el señor Her-
nández me entregó, y después de oír detenida y aten-
tamente las observaciones de éste, salí para Maracay,
♦siempre firme en mi propósito de no omitir paso alguno,
ni perdonarme ninguna especie de fatiga hasta allanar
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 89
los obstáculos que de algún modo tiendan á entorpecer
la realización del pensamiento sublime, de la idea pa-
triótica, que realizada, es en mi concepto la salvación de
los más caros intereses de los venezolanos; pues en las
presentes circunstancias, difíciles, sumamente difíciles á
mi ver, ningún plan legal puede realizarse que conduzca
á un resultado satisfactorio, sin que estén de acuerdo
los dos hombres de más poderoso influjo sobre sus con-
ciudadanos.
Usted en esta parte piensa como yo, y todas las
personas con quienes antes y después de haber recibido
su carta del 22, he conferenciado sobre el particular, ra-
tonan de la misma manera, y esto con pruebas inequí-
vocas de conocimiento ínt;mo, con entusiasmo diré mejor.
Pero desgraciadamente se atraviesa un pequeño in-
conveniente, que solo usted puede vencer y que la patria
le ordena que lo venza. Al General Páez le es imposible
salir en estos días de Maracay, sin exponerse á una re-
caída, que puede ser fatal. Está aun enfermo, alimen-
tándose con líquidos, y alguna pequeña salida que da es
en silla de mano y á pocos pasos de su casa; de lo
contrario, yo le aseguro á usted que iría á cualquier
parte adonde el bien común lo llamase á verse con usted.
Por otra parte, hoy es tan pública la disposición, el
deseo que él tiene de realizar esta entrevista, y tan sa-
bido de una multitud de personas este deseo y las di-
ficultades que á él le impiden salir á otra parte á rea-
lizarlo, que todos sus escrúpulos de partido y delicadeza
personal deben desaparecer.
Nada diré á usted de temores por su seguridad per-
sonal ; porque ni usted es hombre que teme, ni su amigo
lo llamaría, si ni aún remotamente viese que corría algún
riesgo, ni las personas entre quienes usted va á estar son
capaces de faltar á las leyes de la caballerosidad.
Los amigos Alfonso, Bigot y Hernández, van cerca
de usted á interpone»!* su amistad y á convencerlo con todos
los argumentos que les sugiera su patriotismo y el co-
nocimiento que tienen del estado de esta negociación por
aeá, de que debe venirse con ellos inmediatamente.
Téngase usted con ellos, mi amigo, véngase usted.
Yo tengo una casa en Maracay, que es la de usted, á
la que usted llegará, y en la que quedará todo concluido, sin
salir usted de allá á buscar á nadie.
Pero si todavía le pareciese á usted mucho ir hasta
allá, venga al menos á La Victoria, adonde usted no
iraede tener un motivo para dejar de venir. Situado
aquí, la distancia es ya corta y las relaciones pueden
90 DOCTOR L. VILLANUEVÁ
ser más eficaces, por lo más prontas. En el Cantón Vic-
toria nadie puede gloriarse de estar entre los soy oí
con más verdad que usted.
Hasta la vista, mi amigo; y digo hasta la vista,
porque más resistencia de su parte no puede ni aún pre-
sumirse por su afectísimo amigo
Q. B. S. M.,
S. Makiño.
Guzmán, queriendo siempre ajustar sus proce-
deres al dictamen de la mayoría, convocó la Gran
Sociedad Liberal, y la impuso de todo lo tratado;
añadiendo que deseaba que sus amigos políticos de-
signasen el lugar donde debiera celebrarse la entre-
vista, porque era este un punto de etiqueta en que se
comprometía el decoro del Partido.
En la casa de Caracas del señor Bigot, rico pro-
pietario de los Valles de Aragua, tuvo lugar esta últi-
ma reunión de liberales; en que Guzmán, después de
un brillante discurso sobre la conveniencia de la en-
trevista, invitó á los amigos que quisieran acompañar-
le. Al salir d-5 la capital constituían el núcleo del
séquito los ciudadanos :
Felipe Bigot, Tomás Hernández, Doctores Félix Al-
fonso, Manuel Echeandía. José Manuel García y Fidel Ri-
vas ; Juan X. Castillo, Mariano Blanco, José Toribio lri-
barren, Jesús MR Blanco ; Coroneles Vicente Sarria, José
Salustiano Plaza y Ezeuuiel Zamora ; Gabriel Zamora, An-
tonio José Zamora, José Rafael Pacheco, Antonio Guzmán
B., Salvador Larrazábal, Luciano Requena, Esteban Mo-
lonny, Isaac Delvalle, Pilar Meneses, Manuel Solórzano,
Guillermo Sánchez, Manuel Plaza, Francisco C. Hurtado,
Doctor José Arnal, Bruno Hurtado, Creor Jaspe.
Llego Guzmán al Consejo con 2.000 hombres, y
á la Victoria con 4.000.
Páez escribió á Marino dos cartas, en que acep-
taba la entrevista en su casa de Maracay, ó en su ha-
cienda de la Trinidad. Pero la comisión opinó, porque
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 91
la conferencia se celebrara fuera de dicha villa, por ra-
zones de conveniencia y honra; pues no podía aparecer
el candidato más notable del Partido Liberal, yendo
de Caracas á Maracay, con gran número de amigos,
á visitar al poderoso caudillo á quien tanto había
combatido.
En este punto la comisión tuvo razón. Al paso
que, y nos es penoso decirlo, no acertó igualmente
el General Páez á escoger los medios adecuados
para lograr una conferencia, de la que se prometía,
según manifestaba, bienes inapreciables para la pa-
tria ; como si alguna perniciosa influencia de los oli-
garcas, empeñada á última hora, le hubiera desviado
de sus primeros y generosos intentos ; ideando para
desbaratar aquella obra patriótica, una infranqueable
dificultad de etiqueta. Ciertamente, Páez pudo ase-
gurar en aquel trance la paz pública, con el orden legal
y los fueros de la mayoría nacional, no más que con-
versando algunas horas con aquel grupo de patriotas.
Páez era ,en la ocasión, omnipotente ; y le tocaba
por lo mismo allanar los medios para poner término
á tan enojosa contienda, sin humillar á sus contrarios;
supuesto que el señor Guzmán no había solicitado
la conferencia ; y era además un expectable personaje
de la política, merecedor, á no dejar duda, de las
más respetuosas consideraciones y de los más distin-
guidos miramientos ; pues estas son siempre las ma-
neras requeridas en palabras y acciones para enten-
derse los hombres cultos, sobre todo cuando van á
tratar graves cuestiones que interesan al Estado.
Es imposible que hombres de honor puedan
acercarse á restablecer sus relaciones de amistad ó
de política, si no se atestiguan mutuamente los co-
medimientos que el talento ilustrado y la alta educa-
92 DOCTOR L. VILLANUEVA
ción saben revestir de amabilidad irresistible, de
primor y gracia.
El Páez de Maracay no es el Páez hidalgo, que
trepa solo por la selva de Lagartijo, para ir á conver-
sar con el realista Cisne ros, á fin de atraerle á la
obediencia del Gobierno, y devolver la paz y el sosie-
go á la provincia de Caracas. Entonces bajó de su ra-
diante solio á la guarida de un bárbaro; y ahora no quie-
re igualarse á un hombre de inteligencia y patriotismo,
para tratar con él de la suerte de la Patria, en el cam-
po de la razón y de las conveniencias públicas. Aca-
so creía que nuestro sabio tribuno valía menos
que Cisneros: ó no quería ver y confesar que tras
¿1 iba el pueblo, enloquecido de entusiasmo por su
libertad, y por ejercer el republicano derecho de elegir
sus mandatarios. Tal vez pensó que el tribuno debía
llegar á él de rodillas y ofrendarle su partido. Pero
el señor Guzmán, modesto al par que digno, como los
hombres de virtud y talento, firme con la conciencia
de sus responsabilidades, se detuvo en La Victoria á
esperar que se fijase la entrevista fuera del recinto de
Maracay: pudiendo bien comparársele en tan azaroso
trance, al héroe del Tasso, que marchaba con sereni-
dad á su destino, sin dejarse extraviar por las seduc-
ciones del mágico que ideaba perderle.
x* fuwr» efrü. VIII. Llegado es el tiempo de decir, como razón
que completó el fracaso de la conferencia, que,
cuando se ventilaban estos problemas en los Va-
lles de Aragua, entre Marino, Páez y Guzmán,
llegó de repente la noticia á La Victoria del alza-
miento de Eangel en Manuare; de los sucesos de
Güigüe, Yuma, Magdaleno y Villa de Cura, y del
nombramiento del General Páez para Jefe del ejér-
cito. Desde este momento nadie pensó ya en la
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 93
ideada conferencia ; sino en volver unos á Caracas,
en huir otros, y en alzarse los demás. Era el caso
que cerca de cuatro mil personas habían acompa-
ñado al señor Guzmán de Caracas á La Victoria ;
quiénes de una manera, quiénes de otra ; sobresa-
liendo entre todos, Ezequiel Zamora, por la arro-
gancia con que iba á caballo, lanza enastada y espada
al cinto, al lado del eminente tribuno, como si hu-
biera tomado á su cargo, motu propio, custodiarle
por el camino, y en los pueblos; llevando la adhesión
á su persona hasta montarle guardia de honor en la
casa que le sirvió de alojamiento en La Victoria.
Tales ocurrencias de revueltas entristecieron al
señor Guzmán ; porque en su mente no hirvió nunca la
pasión de la guerra como recurso para resolver por su
medio los complexos problemas de la vida pública.
Cuando le dieron la noticia de los alzamientos, dijo
estas bellas palabras, dignas de un tribuno honrado
y patriota :
u Yo no he hecho esta predicación para formar
soldados, sino ciudadanos"
Pero entre sus acompañantes había muchos que
no discurrían en el mismo sentido. Pues á unos
exaltaba la ambición, y á otros el ahinco de sacudir
el oprobioso yugo de autoridades desaforadas: cuáles
respiraban venganza, por injurias recibidas en las
elecciones ; cuáles, malcontentos, y confiados en su
valor, hablaban públicamente de apelar á las armas,
como único modo de acabar con el partido impe-
rante, que no escrupulizaba cometer arbitrariedades^
por escandalosas que fuesen, con tal de mantener en
sus manos las riendas del Estado.
Eran Zamora y el Doctor Echeandía de los más
decididos por la guerra. Y no pensando sino en
04 DOCTOR L. VILLANUEVA
ella, diéronse á imaginar operaciones de alzamien-
tos en la provincia de Caracas, fiados en que el
General José Gregorio Monagas les apoyaría -en las
de Oriente, y el ciudadano Napoleón Sebastián Ar-
teaga en la de Barinas.
De esta confusión de pareceres violentos y ra-
ciocinios acalorados vino á resultar, que el séquito
del tribuno empezó á dispersarse ; tomando cada uno
el partido que mejor le pareció. Y el suceso ruidoso
que días antes se asemejaba á los honores de un
triunfo popular, quedó reducido á tener que volverse
el señor Guzmán, medio oculto y de noche, á Ca-
racas; donde el Gobierno, muy mal inspirado en
aquella coyuntura, estaba ya dispuesto á prender-
le, como al fin lo hizo, por imputarle injustamen-
te el delito de conspirador que, según las leyes de
la época, se penaba con la muerte. (1).
d¿ 8r. <h>wnr IX. El señor Guzmán no era conspirador. Al
igual del tribuno Gambetta detestaba la guerra civil.
Y tenemos por averiguado y cierto que opinaba con
lectitud.
Ni en escritos, ni en discursos, ni en conver-
saciones del señor Guzmán se encontró jamás un
pensamiento ó una frase que incitara á la guerra : ni
en el voluminoso expediente de su Causa hay tes-
(1) Secretaría del Interior. — Caracas : setiembre 21 de 1846.
Resuelto. — Habiéndose ordenado por el supremo Poder Ejecuti-
vo en uso de la facultad 3*, del artículo 118 de la Constitución el
arresto del señor Antonio L. Guzmán y no habiéndose podido
efectuar en esta ciudad, no obstante las diligencias que se han
practicado al intento ; hágase saber á todos los gobernadores, jefes
políticos y jueces de pa? ae la República para que le capturen y
remitan á esna capital á disposición del Ministro del Interior y
Justicia. Publicándose al erecto esta resolución en la Gaceta de
Gobierno.
Por S. E„
Cobos Fuertes.
VIDA BEL GENERAL ZAMORA 95
timonio alguno que autorizase para enjuiciarle por
conspiración.
Empero, el intento de loe oligarcas no consistía
tfimpleBftente en inmolar un hombre, sino un após-
tol; no era su empeño fusilar un conspirador, sino
apagar una idea ; y si osaban derramar la inocente
sangre de un mártir, era por quebrar en el cadalso la
pluma que los había desprestigiado en el criterio del
pueblo; aquel aparente débil instrumento, don del cielo,
que había producido la más radical é irresistible re-
volución en la política de la República. Hombres
eran aquéllos que no se detenían á pensar, que los
principios no se destruyen en los suplicios, así como la
fe religiosa no se calcina en las hogueras. Pues las al-
mas inspiradas en la libertad, y educadas en el reve-
rente culto de la Patria, suben de los sangrientos alta-
res de la expiación, como ángeles celestes, para
rociar la conciencia humana, desde las cimas de la
inmortalidad, con el éter vivificante de esos luminosos
ideales que crean la religión del patriotismo, é inspiran
abnegación sublime, para enseñarnos á padecer y mo-
rir por las virtudes públicas.
El señor Guzmán fué llevado á la cárcel el 4
de octubre. El juicio duró hasta el 1? de junio del
47, en que la Corte Suprema confirmó la sentencia
de muerte pronunciada por la Superior y por el
tribunal de 1? Instancia. El 2 del propio mes la
conmutó el Presidente Monagas, en expulsión per-
petua, del territorio de la República.
X. Digamos ahora quién era Rangel, y porqué Ran^.
se levantó.
Francisco José Rangel era natural de Nutrias, y
soldado, según informes, del General Zaraza en la
guerra de la Independencia, en cuyo servicio por los
96 DOCTOR L. VILLANUEVA
años de 1817 y 1818 aprendió á conocer minucio-
samente los caminos y veredas de las sierras de Ca-
rabobo y Aragua, los vados de los ríos, quebradas y
lagunas que bañan las tierras del Llano Abajo, y los
inestricables laberintos de sus matas, bosques, saba-
nas y galeras. Defendió el Gobierno en 1835: y
licenciado después de la guerra, se dedicó á la labran-
za en el Valle de Manuare en tierras de la familia de
Tovar. Allí casó con una hija de Juan Castillo,
de Güigüe, y vivió tranquilamente hasta el año de
46, en que se enardeció con la disputa de las elec-
ciones, á que lo incitaban los liberales de Valencia/
San Luis de Cura.
Era un indio como de 50 años, chato, de ma-
nos y pies grandes y gruesos, muy em pulpado,
lampiño, y de estatura mediana: solía andar des-
nudo de la cinta arriba ; y usaba un trabuco enorme
que cargaba con 40, 50 y aun 60 guáimaros. Tenía el
vigor, la astucia, agilidad y fiereza de los tigres. Esca-
laba las sierras á saltos; y se escondía en los bosques, si»
que á nadie fuera dable encontrarle. Desaparecía en
las derrotas por entre las quiebras, que eran sus predi-
lectos caminos de escape, y nunca sabía nadie dónde
dormía. Cuando se embriagaba tornábase colérica
Tomó las armas sin combinación con nadie, siendo
comisario de Timbique y Tacasuruma, á causa de ha-
ber anulado los oligarcas las elecciones de Magdale-
no, y de haberle perseguido y echado de las tierra*
que cultivaba.
Levantóse el 1? de setiembre, y con una partida
que formó de 300 hombres, desde Pacaragua hasta
Manuare, invadió á Güigüe la noche del 2, dando
vivas á Guzmán y á Venezuela libre, y mueras á loa
oligarcas. Amarraron al Alcalde, señor Jerónimo
V !
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 97
Lovera y fi su Secretario, José Domingo Valiente, y
luego los soltaron por mediación del Cura Pbro.
Gaspar Yanes. Entraron á saco las pulperías; y
bebidos se derramaron por las haciendas vecinas á
recoger bestias, monturas, armas y esclavos.
XI. En Panecito, Amapola, Atacosa, Milagro y tfc^^¿ñn'
Florida, cometieron los alzados algunas fechorías ; ha-
biendo sido la más escandalosa la de Yuma, hacienda
de la propiedad del señor Doctor Ángel Quintero.
Este político publicó en Va!encia con fecha 30 de
setiembre, una relación de lo sucedido, que nos in-
cumbe rectificaren el punto en que asevera que Eze- ■
quiel Zamora andaba con Rangel aquellos días; cuan-
do es público y notorio que Zamora se hallaba para esa
fecha en La Victoria, en la comitiva del señor Guzmán,
como lo hemos dicho en nuestra narración, y como cons-
ta en expedientes de las causas por conspiración del
mismo Guzmán y del General Zamora. El suceso de
Yuma ocurrió en la madrugada del 3 de setiembre, y
Zamora estaba en Caracas desde agosto, de donde salió
el 1? de setiembre á las seis de la mañana con los
acompañantes del señor Guzmán; con quienes estuvo
desde el 2 en La Victoria, hasta el 7 que se disolvieron.
De Güigue siguió Rangel á Magdaleno, y de
aquí á Villa de Cura.
XII. Cerca de la 1 de la madrugada del 4 podía Ataque áciu-
1 i n / 1 o/\/\ • dad de Cura.
ser, cuando los íacciosos, en numero de 300, capi-
taneados por Rangel, atacaron esta última ciudad,
guarnecida por la fuerza que, bajo el mando del
General Piñango, había despachado el Presidente
Soublette desde Caracas, en previsión de que los
revolucionarios, al levantarse en La Sierra, asaltaran
de improviso tan importante plaza.
7
ws
98 DOCTOR L. VILLANUEVA
Componíase este cuerpo de las milicias de San
Pedro, comandadas por el Capitán Benito Esteller ;
y de la compañía del Capitán Jorge Racamonde,
acantonado hacía tiempo en San Juan de los Morros.
Acometieron los liberales la plaza por tres
calles simultáneamente, á los gritos de viva Guzmán,
viva la libertad; y aunque cargaron reciamente tres
ó cuatro veces las posiciones de Piíiango, fueron
al fin rechazados antes de rayar el día, bien que
unos y otros, sufrieron muchas pérdidas.
De aquí se revolvieron aprisa hacia Magdaleno,
donde fueron alcanzados, poco antes de la tarde, por
las tropas que el General Páez había sacado el día
anterior de Maracay, con ánimo de buscarlos y des-
truirlos.
Parapetáronse los derrotados en las calles del
pueblo; y en la refriega dispararon al General Páez
un trabucazo á boca de jarro por la puerta de una
casa, que por suerte no le mató. El agresor fué
al punto hecho prisionero; pero el General Páez
no quiso hacerle daño alguno, diciendo que aquel in-
cidente era un lance natural, muy propio de la guerra,
de que nadie en justicia podía ser personalmente res-
ponsable. N
rJtldfí pínV- XIII. Rangel, desalojado y perseguido, entróse á
rttid0, todo correr por la montaña adelante, donde pensaba
reponerse de la rota y reconcentrar los dispersos.
Allí supo á poco el levantamiento de Zamora en
el sitio de Guambra, de que pronto hablaremos ; y
desde aquel instante no pensó ya más que en salir á
encontrarle por veredas de él sólo subidas, recono-
cerle por Jefe, y ponerse á sus órdenes, con su gente
y elementos de guerra.
El General Páez luego que dispuso en Agua
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 99
Blanca que el Capitán Esteller, con dos columnas
•de infantería, regresase á Ciudad de Cura; y que el
Capitán Jorge Racamonde fuese á ocupar á Mag-
daleno, marchó con el resto de sus tropas y el
Estado Mayor la vuelta de Maracay, donde sentó
por el momento su Cuartel General.
Racamonde llegó el 7 á Magdaleno ; constituyó
allí una autoridad, que dejó con cinco soldados y
algunos vecinos de á caballo, para mantener el orden
en su ausencia; y se adelantó á Yuma, á las once
del mismo día. Al atravesar la hacienda de Macapo
salió precipitadamente de uno de los callejones un
faccioso, de nombre Esteban Breto, el cual acometió
de repente al señor Pedro Bolívar, que iba con Ra-
camonde, y tirando estocadas á diestro y siniestro,
hirió dos mas, y amenazó á otros ; hasta que uno de
los soldados le apuntó con el fusil, y le pasó las
sienes de un balazo.
En Yuma supo Racamonde que los esclavos de
las haciendas se habían alzado el 3, que todo aquel
territorio era enemigo, y que los puentes del Charal,
en el camino de Güigüe a Valencia, habían sido
destruidos para cortar las comunicaciones entre estas
dos plazas; en fuerza de lo cual regresó el mismo
día á Magdaleno, adonde llegó p*>co antes de las
8 de la noche.
En la mañana siguiente, aumentada su corta
fuerza con una partida de 32 hombres armados de
fusil, que organizó el Capitán Manuel Guevara, de-
terminó salir con ella á recorrer las montañas de
Tucupido y Guacamaya, en dirección de Tacasuruma ;
y en esta excursión llegaron á sus oídos noticias
de haberse visto pasar por allí, días antes, muchas
partidas armadas camino del valle de Manuare,
nuare.
100 DOCTOR L. VILLANUEVA
que era, á lo que parecía, el punto de. reunión de la.
gente de Rangel.
XIV. El Oral. León de Febres Cordero, nom-
£1 Oral. Cordero.
brado Jefe de Operaciones de Güigüe, ocupó este pue-
blo el 10 por la mañana, adelantó sus fuerzas hasta La
Florida, hacienda del señor José María Mendoza, sita
á orillas del Lago, y se puso en comunicación con
Racamonde, que estaba, como hemos dicho, en Mag-
daleno.
vaiu de Ma- XV. El valle de Manuare de la Sierra de Cara-
bobo, que sirvió de campamento muchas veces á las
tropas del Gobierno y á las dé los liberales, mide 6 le-
guas de circunferencia, y dista 5 de Güigüe. De sus
cerros nacen los ríos Pacaragua, Mucaria y Game-
lotal qu<3 desembocan en el río Pao, de San Juan
Bautista, á una milla de este pueblo; el río Manuare,
ó Tiznados, cuyas vertientes están en el Palmar,
y cuyo curso va por la Ollita, Mocundo, El Es-
panto, El Almidonal, La Ceiba, y la Galera de
Casanga, cerca de la cual se le junta el río de la
Platilla, que viene serpenteando desde las alturas de
Picacho Blanco. En otra de sus verdes cumbres
están los manantiales del río Gnárico, que baja hasta
su fondo, y corre al valle llamado de Tacasuruma, y
ahora Municipio de Belén, de donde sigue á fertilizar
otras tierras más allá de San Luis de Cura v San
Juan de los Morros. A estos canales de riego, escul-
pidos caprichosamente por la naturaleza, hay que
agregar muchas quebradas, como ias llamadas Bejuco
y Las Piedras, que corren de Sur á Norte, y la
Barbasen que va, al contrario, de Norte á Sur, nota-
bles entre todas por su mayor caudal de aguas.
De Manuare á las Guasduitas hay 3 leguas,
entrecortadas por riachuelos : á Yuma no menos de
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 101
5, partiendo por el intransitable camino de Caieara
v Cerro Azul; á la cuesta de las Muías de 3 á 4.
XVI. El pensamiento de revolver el país para a1***"1**»'
derribar la oligarquía por las armas, avasallaba el
espíritu de los directores más exaltados, y encontraba
buena acogida en no pocas ciudades y vecindarios
-de Caracas, Aragua, Guárico, Carabobo, Barcelona y
Barinas. Las breves noticias que vamos á recordar
bastarán para comprobar esta aseveración.
En los primeros días de setiembre, luego que
todos entendieron los sucesos de Villa de Cura,
empezaron á aparecer Facciones, armadas de diver-
sos modos, en las cercanías de Valencia, La Vic-
toria, Guanare y Cajiua, en Tacarigua y Curiepe,
en Capaya y Valles del Tuy y otros lugares.
José Orencio Castellanos, capitanea una cua-
drilla de 23 hombres de a caballo por los Gua-
yos, entre la Glorieta y la Negra, encuéntrase con
la patrulla del Comandante Roa, y del choque sa-
len unos heridos y otros quedan en el campo.
Cerca de media noche sería, cuando otra p.irtida
de 20 ó 30 hombres, armados de lanzas y trabu-
-cos, dando vivas á la libertad, y mueras á los
oligarcas, sorprenden el vecindario de Las Teje-
rías, en el camino de Caracas á La Victoria, ame-
nazan al Comisario de Guayas, Señor Felipe León,
y recogen y se llevan cuantas anuas y pertrechos
hubieron á las manos.
Tras esta guerrilla aparecieron el día siguien-
te otras más, que tomaron el mismo camino que
-vieron que la primera llevaba.
Rafael Flores Calvarefío, vecino de Charallave,
se alzó el 6 del mismo mes. Bajó por la que-
102 DOCTOR L. VILLANUEVA
brada de Chacao á la boca de la de Cagua y &
Palomas, reclutando gente y recogiendo municione»
de guerra. Acompañábale como secundo, José de
Jesús Zamora.
A estos se iban reuniendo los esclavos de las ha-
ciendas por donde pasaban; k quienes prometía Calva-
reno la libertad. Por lo cual dispusieron las autorida-
des del Tuy, que en las haciendas debían estar, á las
7 de la noche, todos los esclavos y manumisos dentro
de sus respectivos repartimientos, y que sólo por un
caso urgente podían salir después de dicha orden con
una boleta en que se manifestara la causa. Tam-
bién se ordenó á los dueños y mayordomos, que
inmediatamente que se tugara algún esclavo ó ma-
numiso, dieran parte a las autoridades, con las señales
fisonómicas del prófugo para perseguirlo.
El 12 de setiembre á la 1 de la tarde fué
capturado Calvareño, con algunos de sus principa-
les compañeros por una guerrilla de caballería de
Charallave, auxiliada de un piquete de infantería.
En la noche del mismo día fué aprehendido en Ta-
cata su segundo, Zamora, y los subalternos Marcos
Arestigueta, Pío Andrade, José Espinoza y Gregorio
Chacín, quienes fueron remitidos presos por el Jete
político del Cantón de Oumare del Tuy, al Tribunal
del mismo, enviándose junto con ellos las diligencias
sumarias practicadas por el Juez de Charallave so-
bre la facción acaudillada por Calvareño. Encontró
el Juez mérito para proceder contra todos, y libró
auto de prisión ; pero á los dos días puso en li-
bertad á Chacín, por estimar desvanecidos los car-
gos que aparecieron contra él.
De las declaraciones de los presos, resultaron
indicios fundados contra Alejandro Tosta, y se le
r
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 103
mandó prender, como en efecto lo hicieron ; lo mismo
que á Pedro Díaz y Juan Barrios, de Cria.
Calvareüo fue enjuiciado por conspirador, sen-
tenciado á muerte y fusilado.
En Barlovento se levantaron en la segunda quin-
cena de setiembre, el Capitán Pedro Vicente Aguado,
el Doctor Manuel María Echeandía y su hermano Juan
Bautista, Mariano Tirado, José Padilla, Tomás Gala-
rraga, Felipe Pérez, Carmen Bocaranda, Francisco
Marcelino Blanco, Julián Mejfas, Fernando Muñoz,
Magdaleno Martínez, Silverio Ríobueno, Francisco Or-
dófiez, Antonio Hernández, quienes á la cabeza de
cuatrocientos hombres, entre libres y esclavos, ar-
mados de lanzas, machetes y garrotes, ocupa! on á
Río Chico y soplaron la llama de la guerra civil
por el litoral hasta Barcelona, y tierra adentro hasta
Cancagua y el Tuy.
Semanas después se presentaron las guerrillas
de Pedro Blanco, Julián Díaz y Canelones, en Las
Empalizadas, Las Mayitas, montaña de Turen y
Sabana Seca, territorio de la provincia de Barinas.
XVIT. Apercibido el Gobierno en fines de agos- ^m"**1*0'
to de que podría turbarse el orden público, pidió y ob-
tuvo el acuerdo y consentimiento del Consejo de
Gobierno para emplear en su resguardo la fuerza
armada permanente, llamar al servicio hasta diez mil
hombres de la milicia nacional de reserva y nom-
brar, como en efecto nombró el 1? de setiembre,
al General Páez, Comandante en Jefe del Ejército, y
al General José Tadeo Monagas, segundo Jefe,, al
General Judas Tadeo Piñango, Jefe del Estado
Mayor General, y Ayudante General del mismo
Estado Mayor al Coronel Juan de la Cruz Pa-
redes; y en cumplimiento del artículo quinto del
104 DOCTOR L. VILLANUEVA
Decreto Ejecutivo de 7 de mayo de aquel año, llamó
en previsión de los sucesos al servicio, con fecha
3 de setiembre, trescientos hombres de las milicias
de reserva, de cada una de las provincias de Ma-
racaibo y Barquisimeto ; doscientos del Cantón Ori-
tuco, y ciento de caballería del Cantón Chaguaramas,
y encargó al General José María Zamora de la
Comandancia de Armas de la provincia de Caracas,
con orden de situarse en Orituco v de ocurrir al
Tuv en caso de necesidad. Facultó al General Páez
para que tomase cuantas providencias tuviese por
conveniente para custodia y seguridad del parque de
Maracay ; y por la Gobernación de la provincia se
dispuso, que los Jefes políticos de San Sebastián,
Cura, La Victoria, Turmero, Maracay y Calabozo eje-
cutaran todo lo que dicho General les comunicase
para la reunión de las milicias y adquisición de ca-
ballos.
Al General Macero, Jefe político de Ocumare,
se le advirtió el peligro que podían correr los Va-
lles del Tuv con motivo de las ocurrencias de La
Victoria.
En tal situación, supo el Gobierno el ata-
que de Rangel á Villa de (Jura y los alzamientos
de varias partidas en las provincias de Caracas,
Caraboho v Harinas ; v en el acto autorizó al Ge-
neral Monadas para que levantara' con las milicias
de reserva de las provincias de Barcelona y Cumaná
y Alto Llano de Caracas, un cuerpo de ejercito de
tres mil hombres de infantería v caballería : v le
comunicó órdenes precisas sobre el acantonamiento
de sus fuerzas en los lugares que había de cubrir, de-
biendo fijar su Cuartel General en Chaguaramas.
A Páez se le dijo que levantara un cuerpo de seis
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 105
mil, con las reservas de Caracas, Carabobo, Apure,
Barquisiraeto y Barinas.
Y á uuo y otro se confirieron poderes para
que llamaran Jefes y oficiales al servicio con mando
de fuerzas, pidieran caballos, ganados y cuanto hu-
bieran menester para el equipo y subsistencia de
sus fuerzas respectivas, expidieran cartas de pago
y llevaran la cuenta de la distribución de los fondos
por comisarios de guerra.
Se llamó al General Zamora á Caracas y se
nombró Jefe militar de Chaguaramas al Coman-
dante Lorenzo Belisario, y de Orituco, al Coman-
dante J. J. Gil.
En la provincia de Carabobo ordenó su Go-
bernador Miguel Herrera, que el Jefe político del
Pao pusiese sobre las armas cien hombres de in-
fantería y ciento de caballería, para situar veinticinco
de ellos en El Baúl, amenazado por la facción
que acababa de aparecer en Guanarito, y el resto
lo emplease en el territorio de la parroquia cabe-
cera para atender á los insurrectos de sus Llanos
v á los de la Sierra; v mandó poner cincuenta
hombres de caballería en cada uno de les Cantones San
Carlos y Tinaco, debiendo observarse, para seguridad
de los propietarios á quienes se exigieran caballos,
las reglas de valorarlos, por dos peritos nombrados,
uno por la autoridad y otro por el interesado, ex-
presando el pelo, hierro y señales particulares, con
toda claridad, para que, en caso de no volverse
á sus dueños ó de que volvieran con detrimento
de su valor, fueran éstos debidamente indemnizados.
Los caballos se entregarían bajo inventario, formado
con los mismos pormenores, al Comandante de la
100 DOCTOR L. VILLANUEVA
fuerza, el cual daría recibo y llevaría el alta y baja
comprobada de ellos.
p«rtórS,b¿e™I XVIII. Ya á esta sazón había determinado el
per iodistas libe- r*i \ • -, , r\ t
raiet. (jronierno per-eguir, no solamente al señor Guzman,
sino á todos los periodistas liberales; y á este fin
expidió el Minstro del Interior una circular á los
Gobernadoies de las Provincias, en que calificaba de
sediciosa, inmoral // absurda la prensa de la oposición;
y excitaba á aquellas autoridades á vigilar los perió-
dicos, y á enjuiciar á sus redactores ó editores, por me-
dio de los Procuradores Municipales, que eran por
el Código de 1837, los encargados de ejercer estas
repugnantes funciones. El señor Doctor Felipe Larra-
záhal, ilustrado no menos que enérgico y resuelto,
refutó aquel documento en el editorial del número 78
de su periódico El Patriota, con tal copia de buena
doctrina, y en tono tan grave y sereno, como perte-
necía á la alteza de la materia, que es de justicia re-
producirlo en este libro á manera de cuerpo de prin-
cipios de Derecho. Aquel periodista, único tribuno de-
mócrata que quedaba en pie, tomó A su cargo, pos-
puesto todo temor y aventurado á todo riesgo, la de-
fensa de la prensa liberal que venía sosteniendo
desde 1S40 las libertades constitucionales, la reden-
ción de las industrias, los derechos individuales y
el dogma de la soberanía del pueblo.
El Ministro, en vez de contestar ó hacer con-
testar por la p 'cnsa este brillante escrito, mandó prender
al Doctor Larrazábal: y no habiendo podido hallarle, le
persiguió de tal manera, que hubo de obligarle
á salir furtivamente del país y refugiarse en la isla
holandesa de Curazao.
Desdi1 aquel día enmudeció la prensa liberal;
se desembozó el Gobierno y empezó á germinaren
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 107
el pueblo la rebelión, para reivindicar su soberanía,
radicada en el derecho de votar, y la soberanía de la
inteligencia, radicada en el derecho de la prensa.
La libertad de imprenta es uno de los dere-
chos individuales, que proceden de las leyes de la na-
turaleza ; lo mismo que la libertad de pensar, ha-
blar, sentir y creer. Así que, el restringirla no sólo
entorpece el funcionamiento armónico de las socie-
dades bien organizadas, sino que, en el mundo mo-
ral, constituye el delito de encadenar una facultad
del alma, y contrariar la ordenación del piar, conce-
bido por la Providencia, cuando dio este nuevo sen-
tido al pueblo, per medio de la revelación, como arma
divina para defender el decálogo de sus derechos, y
voz de acentos inmortales para conmoverle á su per-
fección indefinida.
Por el contrario, el resguardarla de las ase-
chanzas y golpes de mandatarios pervertidos, sera
siempre obra meritísima -de los hombres públicos que
laboran por establecer nuevas eras de moral y liber-
tad, según los preceptos de Dios: < orno lo hizo nues-
tro Partido Liberal cuando grabó en la Constitución
de 18(54, como fruto de la guerra civil de la Fede-
ración, los más avanzados principios políticos de la
democracia moderna; (Mitre otros, la libertad de la
prensa sin restricciones de ninguna especie. Pues á
esta libertad no pueden imponérsele, sino las únicas
con que las costumbres de la gente» civilizada mo-
deran y regularizan el uso de la palabra, en la conver-
sación y la oratoria; en atención á que los dere-
chos individuales de hablar v escribir son tan seme-
jantes entre sí, ó mejor dicho, tan idénticos, que
cuanto se diga del primero puede aplicarse estricta-
mente al segundo; como que uno y otro proceden de
108 DOCTOR L. VILLA.NUEVÁ
la misma fuente, y son al igual facultades represen-
tativas de la dignidad del hombre y del pueblo.
De todo lo cual resolta, que en el modo de
resolver problemas de este género, estriban las di-
ferencias orgánicas de nuestros dos partidos. De
suerte que, cuando el conservador porfía por reducir
la esfera de actividad de la prensa y por decretar
castigos para los periodistas, empéñase el liberal en
dilatar hasta la utopia los lindes de todas las libertades
y de todos los derechos, para constituir el reinado
del hombre, mirándole tan libre como salió de las ma-
nos del Creador.
Hé aquí la circular del Ministro y el editorial
de El Patriota :
ei Dr. Larra- XIX. En las terribles v complicadas eiicunstancias en
zábal defiende , -*▼■/*, L ,,
la libertad de que se encuentra la .Nación; hoy, que nos vemos sin Cons-
impranta. titución ni leyes, sujetos al régimen imperante de la fuerza ;
cuando el desentreno opresor de los gobernantes contra
el pueblo lia llegado á su colmo y la majestad de la so-
beranía popular se vé ultrajada : cuando los delegados
del poder publico han desgarrado los testimonios de su
autoridad, en desprecio de la mayoría, y ajado con avi-
lantez ese pueblo mismo de donde parten, como de un
centro fecundo, todos los poderes activos de la sociedad,
el Gobierno del General Soublctte cómplice de tantos y
tamaños crímenes, tiene todavía el inconcebible arrojo de
expedir una circular á los gobernadores, y de maltratar
en ella á ios ciudadanos todos de Venezuela, que dema-
siado amantes de la paz, y llevando sus respetos por el
orden público hasta un exceso que raya, podremos decir,
en culto y veneración, han preferido el humilde sufrí mien-
to, al ejercicio de los derechos imprescriptibles que por
naturaleza les competen para repeler la opresión, para
■confundir las tramas de la iniquidad y del despotismo,
y castigar de muerte al tirano que intente usurpar la
potestad soberana de los hombres libres.
Y como cumple á los intentos proditores de ese go-
bierno, que carga ya con el peso de plomo de la exe-
cración pública, presentar á la Hbertad de la imprenta
eual si fuese el origen del mal, ó el tomes corruptor de
nuestra inocencia, que lia ocasionado los movimientos
perturbadores de la pública tranquilidad ; como importa
ú esa administración sin fe, buscar, astutamente á quien
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 10í>
hacer responsable de sus culpas que le infunden miedo y
atemorizan, semejante á aquellos niños malvados que
buscan en la excusa la impunidad, y en la falsa impu-
tación el descargo de sus hechos, no se habla en la cir-
cular de otra cosa sino del carácter sedicioso de nues-
tros escritos, y de los motivos que tiene el gobierno para
reconocer en el abuso de la libertad de imprimir la causa
principal de los atentados (pie hoy tienen en alarma la
República ¡Como si los periodistas que de continuo
no hemos hecho otra cosa que inculcar los preceptos de
moderación y los avisos prudentes de la legalidad, fueran
los que han roto con escándalo la Constitución y barre-
nado las leyes ! ¡Como si la prensa hubiera suspendido
concejos, anulado electores, deshecho registros, violado
asambleas, depuesto jueces, quemado listas, etc. ! ¡ Como
si la moderada libertad de publicar nuestros pensamien-
tos, de que siempre usamos, y que garantida nos está por
la ley fundamental, pudiera jamás merecer el dictado de
sediciosa al frente de los hechos del gobierno, á la pre-
sencia de las injusticias atroces y de los desmanes inaudi-
tos y atentatorios cometidos por la viciosa administración
del General Soubletté !
Discurramos, sin embargo, por cada uno de los inul-
tos de la Circular, y presentemos nuestras ideas y obser-
vaciones en contraste de las del gobierno, defendiendo la
justicia, la verdad; defendiendo la razón, hija del cielo,
cuyos respetos miramos vulnerados en la producción que
nos ocupa. Desempeñemos una vez más los sagrados
deberes de nuestra misión. La circular dice así :
"CIRCULAR DEL GOBIERNO SUPREMO A LOS GOBERNADORES
"República de Venezuela. — Secretaría de los despachos del
Interior v Justicia. — Sección 2a — Número 41 «S. — Cara-
cas: 27 de agosto de 184o*. — Ano 17° de la Ley y 30a
de la Independencia.
" Señor Gobernador de la Provincia de Caracas.
*AEs ya intolerable el carácter sedicioso que ha tomado
la prensa en algunas provincias de Venezuela. Ha pasado
la época de las elecciones primarias, en que el calor de
las opiniones en colisiór, produce ordinariamente algunos
excesos, y se nota con aMunbro que lejos de volver los es-
critores á la senda que el patriotismo y la ley les señalan,
algunos se desvían más y mas de ella y continúan desmo-
ralizando al pueblo inocente con doctrinas absurdas, cuya
sola publicación basta para desacreditarnos en lo interior
y c\xterior. Xo debe permitirse que escritores imprudentes
ó enemigos del orden alejen de nuestro suelo la conñanza
de que tanto hemos menester para nuestra mejora en to-
dos los ramos de la riqueza nacional.
110 DOCTOR L. VILLANUEVA
"Poderosos motivos tiene el Gobierno para reconocer
en el abuso déla libertad de imprenta, la causa principal
de los atentados contra el orden público que en 1844, tu-
vieron lugar en varios cantones, y de los que tienen hoy
en inseguridad el de Calabozo y en alarma una parte de
la República. Cree que esta misma convicción tiene una
gran mayoría de ciudadanos y que por tanto US. debe esti-
mularlos á que con sus luces é influjo, procuren impedir
la corrupción del criterio puro y los males que de ella se
derivan.
" En cuanto á los funcionarios encargados por la ley
de perseguir á los autores ó editores de escritos sediciosos
é inmorales, el P. E. ha dispuesto se diga á US.
"1? Que excite inmediatamente y déla manera más
enérgica á todos los procuradores municipales de los can-
tones en que estuviere establecida alguna imprenta, á ejer-
cer sobre los escritos que en ella se publiquen, la debida
vigilancia y á acusar oportunamente todos los que estén
marcados con alguna de las notas de calificación de que
hablan los art'culos Io y 2o lev 4H del Código de 27 de
abril de 1830.
"2? Que recomiende á los jueces que presiden el ju-
rado que ha de conocer de estas causas, la preferencia
en el despacho de ellas.
"3o Que avise al P. E. cualquiera falta que note
por parte de dichos jueces, ó de los procuradores municipa-
les, para aplicar el remedio conveniente; y dé asimismo
noticia de los fallos manifiestamente injustos que pronun-
cie el tribunal del jurado para procurar ante las Cámaras
el debido castigo.
" El Gobierno encarga á US., muy especialmente, el
cumplimiento de esta resolución, y dispone que se le infor-
me de todo lo que se practique en ejecución de ella.
u Soy de usted atento servidor.
Francisco Cobos Fuertes."
Ahora bien: ¡ cuál es el carácter de nedici 'ó n que ha
tomado la prensa entre nosotros f ¿ Cuáles son los escritos
liberales que persuaden los tumultos populares y aconsejan
el levantamiento de las masas contra las autoridades cons-
tituidas?— O el supremo gobierno no define, ni sabe bien lo
que es aediriotto en sí, ó con cierta ligereza injuriante atri-
buye á nuestras producciones una nota distintiva que no
merece, confundiendo los cargos severos dirigidos á una
administración vacilante, y acusada de actos ilegales y de
abuso extremado de poder, con las excitaciones populares
de rebelión y de perturbac ón del orden.y de la tranquil i-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 111
dad publica. Nosotros no conocemos ningún impreso sedi-
eiofto; la República no tiene idea de ese carácter en las
producciones periódicas de su prensa liberal ; el gobierno
no puede presentar ni un polo ejemplar, ni una sola pá-
gina siquiera en donde haya razón para decir que allí
»e babía abusado de la libertad de imprenta, publicando
conceptos dirigidos á excitar la rebelión ni el desconoci-
miento de los poderes públicos. Y no obstante, dice el
señor Cobos, á quien pertenece la redacción déla Circular,
qne es ya intolerable ene carácter sedicioso de nuestra prensa;
como queriendo denotar en la expresión, que la prensa ha
apurado por demás el sufrimiento del gobierno. Nosotros
w\ que con sobra de razón y de justicia pudiéramos decir
que es ya -intolerable el carácter de despotismo que ha asu-
mido el gobierno de Venezuela : que es ya intolerable el desca-
ro con qne rióla la Constitución abiertamente y desobedece
las leyes : que es ya intolerable el género de impudencia
con que se hace ostentación de prostituir la razón pública,
de insultar la magestnosa grandeza de nuestros pueblos,
de contrastar su voluntad, y de repetirle que su libertad
es una quimera y su igualdad un delirio. Nosotros si, que
podríamos decir cuantas veces nos placiese, qne ya es insu-
frible^ intolerable, que no puede s> portarse por más tiempo la
tiranía sistemática de los mandatarios; porque no es una vez
ni dos las ocasiones, que la han ejercido ; porque no es una
Tez ni dos, que han roto en menudas trizas la Constitu-
ción ; porque no es una vez ni dos, que el pueblo ha lle-
gado á pique de perder su habitual paciencia, urgido por
las violencias y desmanes del gobierno.
Hay una diferencia grande, inmensurable, entre ense-
ñar al pueblo sus derechos y excitarle á la rebelión. Esto
debe desaprobarlo todo hombre sensato; pero aquello
merece los respetos de la sociedad entera. Nuestro go-
bierno, no obstante, envuelto en un torbellino de errores,
absurdos é inconsecuencias, ha confurdido el elevado mi-
nisterio de la prensa, que es la instrucción popular, con
los estímulos y provocaciones revolucionarias de que pue-
den tenerlo temeroso la conciencia de sus propias infrac-
ciones. Nosotros no hemos visto, como antes se ha dicho,
ninguna producción que la marcase el carácter de sedicio-
sa ; y sí hemos visto muchas, y aun las hemos publicado
nosotros mismos, que tienden al primordial objeto de ense-
ñar á los pueblos sus derechos y recordarles su autoridad.
Y tal y tan grande es el desbarro del gobierno del Gene-
ral Soiiblette, que al llamar SEDICIOSAS nuestras pro-
ducciones, ha incurrido en la necesidad de calificar del
propio modo, á obras antiguas y respetables, que son
el oráculo, allá mismo en el centro de 1í\ civilización
europea.
Todo hombre, dice Tertuliano, ha nacido soldado con-
112 DOCTOR L. VILLANUEVA
tra los usurpadores del poder público, contra los grandes in-
fractores de las leyes, que son la égida de la sociedad y de ¡a
inocencia. (Apologet, cap. 2?)
Las leyes de Atenas, dice Grocio, dadas por Solón y
renovadas por Pirco, autorizaban al pueblo para reprimir y
aun castigar de muerte á cualquiera que intentase abolir el
gobierno popular; y yo creo con Plutarco, que son derechos
de cualquier ciudadano, negar la obediencia, castigar y quitar
la vida, al que hoya usurpado la autoridad soberana., en un
estado constituido, rompiendo las leyes fundamentales de la
asociación.. [De jure belli etc. lib. Io cap. 4o §§ 10 y
siguientes].
Cuando el gobierno, dice Vattel, no puede protejer al
pueblo y están de hecho disueltos los lazos que unían d los
gobernantes y á los gobernados, los habitantes vuelven d en-
trar en su primitiva libertad, en el goce de sus derechos na-
turales, y deben proveer á su seguridad por todos los medios
justos y honestos. [Droit de gens, liv. 3, chap 7].
Cuando la potestad, dice Gravina, establecida por la
voluntad pública para la utilidad común se tuerce en provecho
de algunos pocos, con daño del bien general y con agravio de
la mayor parte de los ciudadanos, vuelven estos por el mwmo
derecho á su e*taño primitivo, porque fvta al despotismo el
consentimiento universal, sin el cual no hay autoridad justa
ni valedera. [Origine juris eivilU lib. 2° cap. 18].
Cuando no hay constitución, dice C'OCEYA, y por lo
mismo no hay protección individual, no puede haber obedien-
cia ni suministración de oficios; cesa lo correspondencia en-
tre el gobierno y el pueblo. [Disert. XII lib. <i?, cap. 3
secc. 1"J.
En el momento, dice Vattel, que el gobierno ataca ht
constitución del estado, rompe el pacto que ligaba al pueblo,
por la misma acción del gobierno, á quien ya no puede ni debe
mirar sino como un usurpador que pretende oprimirlo.
Conocen esta verdad todos los escritores sensatos, cuya pluma
no se ha avasallado al temor ó no se ha rendido al interés.
[Lib. Io, cap. 4o § oí}.
Los gobernantes, dice Mariana, deben e*iar persuadi-
dos del saludable pensamiento, que si oprimen los pueblos y
se hacen intolerables, por sus vicios é injusticias, hay derecho
para que cualquier ciudadano les prive ríe la vida, llenan-
dose de gloria y de alabanza. [De Rege & Regís inst. Lib.
Io cap. 6o].
Los cretenses, dice Moxtesquieu, para obligar á lo*
magistrados á la dependencia y obediencia de las leyes, em-
pleaban un medio muy singular : el de la insurrección. Esta
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 113
institución que hacia legal la sedición para impedir los abusos
del poder \ parece que debía concluir (moralmente hablando)
con la República; sin embargo, ella no destruyó d Creta.
[Sprit des loia, lib. 8? chap. XI].
La insurrección, dice Linguet, es un fruto de todos
los climas. Es un mal que ataca todos los gobiernos, desde
que estos olvidan el régimen legal de quien depende su comer-
ración, desde que comprometen la inviolabilidad de los prin-
cipios, dando ataques a los goces privados de los particulares
y violando el rigor de las leyes civiles que establecen los
derechos del ciudadano en todo género. [Dise. prelim. de la
theorie des lois civiles].
Siendo la libertad, añade TUtklamaqtti, por sí misma
el derecho más considerable del hombre y que le asegura todos
los demás, puede legítimamente mirar y trata* como A enemi-
go á cualquiera que intente usurpársele y reducirle á la escla-
vitud. [Elein. de derecho natural, cap. 5? parte 13a].
No puede el pueblo, escribe Spanzotti. renunciar aque-
llos derechos que forman como la sustancia de la sociedad
humana ; á saber: la libertad, sin la cual los hombres son
como una turba de brutos conducidos al capricho de su dueño.
No debe el pueblo dejarse de servir de aquellos medios que
conducen A restablecer el curso del buen orden, de la equidad,
de la justicia, ni autorizar con su sifencio las usurpaciones
y , crueldades de los poderosos. íSi un hombre privado no pue-
de dispensarte, por un principio de razón natural, de aquellos
medios sin Ion cuales no puede subs'stir ni vivir; si un en-
fermo <1*> peligro no puede renunciar los medios con que ase-
gurar, en cuanto dependa de él su existencia ¿acaso una ila-
ción entera que hallándose oprimida está como al borde del
precipicio y prójima á perecer bajo la tiranía, podrá dispen-
sarse de encaminar sus pasos á puerto de seguridad y salva-
mento t [Defensa de los pueblos, capítulo 5°].
Los disturbios, continúa el mismo autor, las riñas, las
disensiones, se deben evitar y proscribir, mas no cuando se
trata de la utilidad de la patria, porque la sabiduría de-
muestra que la tranquilidad y reposo que en estos casos se
obserra río en los pueblos, es semejante al letargo funesto que
entorpece las facultades físicas de un paralítico; demuestra
que esta paciencia imbécil que tanto se ensalza, es semejante á
la muerte que priva toda acción vital, y que es un pretexto
especioso de los gobiernos tiránicos para embrutecer á los pue-
blos y oprimirlos sin estorbo. Témanse las pasiones humanas,
mas este temor no nos lleve á querer sufocarlas ó á no dirigir-
las al bien de la patria ni servirse de ellas en pro de la
nación. | Id.]
8
114 DOCTOR L. VILLANÜEVA
Basta; no añadauío^ más citas, aunque bien pudié-
ramos; y vengamos á la argumentación. No habiendo
hecho nuestra prensa otra cosa que reproducir las doctri-
nas anteriores, cercenándolas muchas veces, no puede
llamársele sediciosa, sin que también se dé este título á
las obras inmortales de los primeros sabios de la Europa ;
y sin que también se ofenda la enseñanza pública de
nuestras Universidades, donde se lee á Burlamaqui, don-
de se estudia á Vattel, donde se profundizan las mate-
rias con el estudio privado de los publicistas citados. ¿Y
es el señor Cobos el que puede llamar sediciosas, absur-
das ^ que es lo mismo que irraeion iles y desmoralizadoras ,
las doctrinas del sabio Groeio, el publicista más profundo
que la Europa ha conocido, el mentor del gran Gustavo
Adolfo y el amigo de Oxentiern, canciller de Suecia y
uno de los grandes hombres de estado del siglo XVII f
¿ Es el señor Cobos el que puede insultar las produccio-
nes de Vattel, el consejero pri vacio del Gran Elector de
Sajorna y cuya obra la juzga el señor Irisarri como la
más metódica v juiciosa, v como la obra maestra del
derecho de gentes ? ¿ Es el señor Cobos quien puede
censurar tan bajamente las ideas de Gravina elogido por
•el mismo Montesquien, las de Mariano, que aun siendo es-
pañol fue llevado á París á enseñar dererho público, y
las de tantos sabios que gozan de la más elevada reputa-
ción entre los más sabios de la Europa ?
¡Y se puede llamar sedicioso en Venezuela lo que se
escribe y se lee en las monarquías del Viejo Mundo, al
pie de los tronos, donde los soberanos pretenden mandar
en absoluto, donde no hay pensamiento gobernado ni más
ley fundamental oue la voluntad caprichosa de un prín-
cipe déspota ? ¡Y se puede llamar sedicioso en Venezuela
lo que las prensas publican en España y en Italia, en Sue-
cia y en Austria ?
Debiera el señor Ministro de Estado en los Despa-
chos del Interior y Justicia de Venezuela, medirse un poco
más y no echar á volar por esos mundos de Dios su
nombre, cual pudiera hacerlo un individuo sin letras y
aun sin aquellos conocimientos comunes. Los hombres de
Estado no desdicen nunca de su posición, antes bien
pecan por sobra de mesura y circunspección cpie por li-
viandad y ligereza. Estas notas que son propias de la
adolescencia á quien falta la madura sensatez del juicio,
no deben hallarse en los hombres cuvas manos llevan el ti-
món de la nave del Estado. Los hombres publ i eos situados
en elevada altura no deben trabajar por parecerse en la ele-
vación y la ligereza á aquellas banderitas que se colocan en
las cúpulas de las torres, leves, vanas é inconsistente»,
aunque alzadas en eminencia.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA lio
Poderosos motivos, dice el Gobierno tener para reco-
nocer en el abaso de la libertad de imprenta, la cansa
principal de los atentados contra el orden público que
tuvieron lugar en 1844, y de los que tienen hoy en inse-
guridad y alarma una parte de la República. Pero nos-
otros contestaremos al Gobierno que la libertad de im-
prenta no fué quien levantó á Silva en Cura, ni quien le
«nviaba miles de pesos para pagar su tropa, ni quien lo
ha ocultado hasta hoy para evadir la revelación de los
secretos y perfidias del Gran Traidor. No es la libertad
de imprenta la que ha traído la miseria á nuestros pueblos,
ni la que los ha abrumado con el peso de bronce de in-
soportables contribuciones. No es la libertad de imprenta
la que ha producido en todo el espacio de nuestro Con-
tineate ese malestar horrible, ese descontento general,
esa efervescencia temible por cierto, hijos todos de las
malas leyes, del mal Gobierno, de la ponderosa tiranía
que se ha ejercido impune y con desprecio de los hombres
tantos años há. No es, por tin, la libertad de imprenta la
que ha causado los males de que se queja el Ejecutivo,
>sino el Ejecutivo mismo, no tocando á los escritores otra
función en tan horrenda crisis, que revelar con sinceridad
al mundo entero, los excesos del poder.
Más libertad de imprenta de la que goza Venezuela
la hav en los Estados Unidos de la América del Norte ;
4 y se quejan aquellos hombres del ejercicio de este dere-
cho ? 4 hay en la Unión la miseria y malestar que en
Venezuela? jamás nuestra prensa ha llevado la censura
de su acrimonia hasta el punto en que la ejercen los
diarios de New York, Philadelphia y Balti inore. El pri-
mer periódico, dice T> cqueville, que llegó en América á
mis manos, contenía el artículo siguience : ik En todo este
negocio el lenguaje del Presidente Jakson ha nido el de un
déspota desnaturalizado, que se ocupa únicamente en conser-
rar su autoridad. La ambición es su crimen ; su vocación
es el amaño; gobierna por medio del cohecho, y sus manejos
culpables serán su confusión y su vergüenza; se ha presentado
en la palestra política sin pudor y sin freno; ha salido cam-
peando, pero se acerca el día de la justicia y muy luego ten-
drá que devolrer lo que ha ganado y acabaren un lugar soli-
tario en que pueda blasfemar á su salvo, porque el arrepen-
timiento no es una virtud que puede tener cabida en sus
entrañas? — [Vicennes Gazzette].
Ahora bien; compárese este lenguaje con el de nues-
tra prensa. Compárense estos arranques de una libertad
sostenida y vigorosa con nuestra habitual moderación. ¡ Y
se trataba nada menos que de Jakson, no de Sou-
Irfette! ¡Se trataba nada menos que del Libertador de
New Orleans, uno de los fundadores de la libertad ameri-
116 DOCTOR L. VILLANUEVA
cana, del hombre que más fe tuvo en la fuerza imperece-
dera de la libertad popular, en los destinos de la huma-
nidad, las virtudes de los hombres, en las instituciones de
su patria ! ¡ Y se trataba nada menos que del General
más puro no de un amortizador ! ¡ Y se trataba nada
menos que del padre de los huérfanos y el amparo de las
viudas.... no de quien ha quitado á la orfandad el pan
y á la viudez el consuelo !
Terminemos: la circular que hasta ahora nos ha ocu-
pado, tan descollante eu inepcias y falsedades, revela
bien el mal estado de la causa del Gobierno. Produccio-
nes de esta especie son las que nos desacreditan en el
interior y en el exterior ; y todavía nos extenderemos más,
Gobiernos de esta especie, que en lugar de fomentar la
riqueza nacional y el desarrollo industrial ; en lugar de
organizar el trabajo, disminuir el pauperismo, depurar las
costumbres, procurar el bien y ofrecer estímulos para bus-
car colocación á nuestros productos interviniendo de una
manera protectora, suave y paternal en el auxilio y fo-
mento de nuestra mejora material, se ponen á gastar el
tiempo á tontas y locas en circulares, dejando por otra
parte capr una mano dura, meticulosa é injusta que todo
lo esteriliza y destruye ; un gobierno de esta especie que en
las graves dificultades presentes disipa el tiempo en favore-
cer las miras é intereses de un partido, trabajando unos ofi-
cinistas, periódicos que paga el Estado, á la vez que otros
cruzan las parroquias distantes en realización de planes
eleccionarios ; que hace salir su periódico oficial semanal
sin siquiera una resolución en ningúu ramo de la adminis-
tración; ni que cuida de otra cosa que de procurarse
grandes sueldos y perpetuos destinos, es, Si, lo que nos
desacredita completamente en el interior y en el exterior.
Así pensamos nosotros : decida la Nación entre nues-
tro juicio y el del Gobierno.
CAPITULO III
I. Confirmados en su verdad los actos del Gro- p¿Í^ion dtl
bienio y los de la oposición, por testimonios valederos
que soportan rtl juicio de todos los criterios, nos
creemos autorizados para pensar que, si la historia es
justa cuando trata al General Soublette con benevo-
lencia, por sus prácticas republicanas hasta julio de
1846; lo es igualmente cuando reprueba la institu-
ción del reclutamiento, el proceder contra las Muni-
cipalidades, la violación de los registros electorales,
la persecución á los periodistas, y la crucifixión del
Candidato de mayor prestigio; tan no vistos hachos,
del último semestre de su administración. Pues aun-
que no fueron cometidos por él sino por subalternos,
deslustran con todo su fama de Presidente benemérito,
y le acarrean la responsabilidad de haber dado ocasión
á que el pueblo, burlado en aquella célebre jornada»
cambiase las elecciones, la prensa, la oratoria y las
demás prácticas de la vida legal, por el sistema
de la guerra civil, á que viene apelando desde en-
tonces, para corregir los abusos de los mandatarios,
dar triunfo á los partidos y solución á los proble-
mas del país.
A respetar las elecciones en 46, de seguro que
■con la candidatura victoriosa, cualquiera que hubiese
118 DOCTOR L. VILLANITEVA
sido, habría continuado la nación en orden; bajo un ré-
gimen constitucional, venerado de todos; con partidos-
disciplinados y doctrinarios, y prensa batalladora y
culta ; con parlamentos dignos y Gobiernos de más ó
menos carácter, iniciativa y talento, pero sostenedores
todos con firmeza de las instituciones en la paz, y pro-
pulsores de la República por las sendas del progreso.
Había tocado á una pléyade de entendidos es-
critores y tribunos hacer por seis años la revolución
incruenta contra la política de los exclusivistas, y ago-
tar en ella sus esfuerzos por alcanzar la victoria ; em-
pero, oprimidos y echados de los comicios y de la
prensa, fueron llevados unos á las prisiones, y sacrifi-
cados otros en los patíbulos.
Cerrado al fin este apostolado augusto, timbre de*
los fundadores de nuestro Partido, abrióse luego por
una reacción violentísima, pero inevitable, del pueblo
contra el Gobierno, la e'ra de las luchas á muerte,
debida en parte al terror que empleaban los oligar-
cas, y en parte á la desesperación que inflamaba &
los li t erales.
El pueblo voló á las armas, pero sin caudillo.
El más atrevido, valeroso, inteligente y afortunado
ese será aclamado Jefe, en medio de la tempestad.
De aquí br^tó Zamora ; y armado de súbito, como
los héroes mitológicos, corrió á vengar á su Partido
en los campos de la guerra. Álzase sólo ; pero á po-
co los guerrilleros le proclaman Jefe : disciplínalos
debajo de su mano; los guía á la pelea; y tri untador
unas veces y vencido otras, sostiene primero en los
Llanos y después en las montañas una guerra de sie-
te meses con que perturba las provincias del Centror
sobresalta á los oligarcas, y obliga al Gobierno á gas-
tar en el equipo de sus tropas y en municiones de
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 119
guerra y boca los 800.000 pesos que había econo-
mizado en tres años, y que no quiso emplear en esta-
blecer el banco de crédito territorial
II. Arrastrado de su pundonor y despechado, zanüíü1*11
se salió Zamora de La Victoria el 7 de setiembre,
acompañado de Manuel Ibarra, (1) con determina-
ción de echar por tierra á los oligarcas ú hierro
y plomo: y á e*te efecto tomo rumbo ese mis-
mo día al Pao de Zarate : paso esa noche en la
casa del señor Juan Nepomuceno Castillo, y otro
día se avanzó por caminos extraviados á la Sierra
de Virgen Pura, buscando el valle de Tacasuruma
para dar principio á la empresa de guerra, en que
se había comprometido con los exaltados del Far-
tido. Para lo cual contaba con los vecinos de aque-
llos lugares, que casi todos eran liberales, amigos per-
sonales suyos, por antiguos tratos en el comercio,
y últimamente, por las relaciones contraídas en los
trabajos de las elecciones recién acabadas.
Al llegar á Guambra el día ocho, reunió gran
número de ellos en la casa de Tiburcio Barrios,
mediante la citación que les hizo el Comisario So-
corro Masa ve' : les invitó á la guerra, para derri-
bar el Gobierno y crear una era de felicidad para
el pueblo, cuyos derechos habían sido hollados por
los oligarcas en las votaciones de toda la provin-
cia: y como le ofrecieran todos los presentes acom-
pañarle hasta morir en la contienda, marchó ese
mismo día al sitio de la Meseta con los escogidos,
entre los más mozos y fuertes.
III. Guambra es un paraje á orillas del río Guá- •■■«*■•
1 Manuel Tbarra era hijo del Coronel Ibarra, Ilustre Procer
de la Independencia y hermano de Doña Sinforosa M en día de
Mauro.
120 DOCTOR L. VILLANUEVA
rico, en jurisdicción del Distrito Zamora (Villa de
Cura), á inmediaciones de la cuesta de Pisapasito.
»iut¿widÍ<z" IV- El nueve llegó á la montaña de Las Muías,
donde Rangel, que campeaba por sí desde el 1? de se-
tiembre, se le presentó con una cuadrilla de diez ó do-
ce hombres á pie, dándole vivas, como á caudillo del
Partido Liberal, y diciéndole que tenía muchos más
1 en Los Leones y otros sitios de la Sierra. Desde allí
se encaminaron por la tarde, obrando juntos, ambos
jefes, á las Guasduitas, que es el punto más central
del valle de Manuare, y en aquel entonces el más
á propósito para Cuartel General por la abundancia de
sementeras y ganados. Allí se detuvieron cuatro días
organizando las guerrillas de Timbique, Alto de las
Muías, Caruto v otros vecindarios.
De este campamento mandó Zamora comisio-
nados á Rosalio y Concepción Herrera, que estaban
alzados por los lados de Calabozo : á Segundo Mar- •
tínez, guerrillero de la Platilla : á Evangelista Ca-
beza, capitán de una partida de caballería que co-
rría por Canuto y los Tiznados: á José Antonio
Tovar y Gregorio Matute, facciosos armados de Guar-
datinajas y las Galeras. Reconcentró bajo su mano
las cuadrillas de Pío Avilan, de Camatagua ; de M.
Puerta, de Camatagüita ; de Luis Hernández, de
Memo; y llamó la de Guaribe, oculta en e1 Potrero ;.
las de Tucupidoy Chaguaramas; y unas que tenían
conmovidas las poblaciones de la margen derecha del
Uñare: y á los demás insurrectos, que antes y des-
pués de las elecciones devastaban el Llano del Guá-
rico. Sobresalía entre éstos Pedro Aquino, quien
se mantenía en armas desde la nefasta noche del 17
de diciembre de 1845, en que con una partida asaltó
la cárcel de Calabozo para libertar al padre de los
VIDA DEL GENERAL ZAMORA. 121
Rodríguez, condenado á la infamante pena de presi-
dio, por causa criminal.
V. Era Aquino salteador de fama, que amenaza- p*rtw«i <ui
ba constantemente las plazas del Sombrero y Barba-
coas, y llegó más de una ocasión á embestirlas y
robarlas.
Sorprendiéronle en agosto los soldados del Go-
bierno en sus apartadas guaridas de Simborino, ocul-
tas en la confluencia de los ríos Orituco y Memo,
hacia los confines meridionales del Cantón de Ori-
tuco. En este choque perdió 20 hombres, y esca~
pó con ocho. Repuesto de su rota se preparaba
á tirotear otra vez á Barbacoas chindo recibió al
comisionado de Zamora con la correspondencia en
que le invitaba á la Revolución política que acababa
de estallar, y de la que sería él caudillo en la Sierra
y en los Llanos. Antes de ocurrir á este llamamien-
to apresuróse á tomar á Barbacoas el 15 de setiem-
bre, pero salió perdidoso otra vez, y aun se vio en
trance y riesgo de ser hecho prisionero
Es de saberse que ya en junio de aquel año ha-
bía cometido entre otros delitos, el robo de nueve
muías de J. de J. González, cargadas de mercan-
cías de propiedad del señor Luis Rivero en el
sitio de Pitara, cerca del Sombrero. Aquella misma
noche entró en esta población, amarró á uno de los
jueces de paz, robó el establecimiento mercantil de
Juan Tosta, y estropeó á varios vecinos. Igual á este
Aquino eran Benedicto Herrera, comandante de la
facción de Cardoncito, jurisdicción de este mismo
pueblo ; Santiago Pérez, Infante y otros de menos
nombradla, que infestaban aquellas comarcas meses
antes de empezar la guerra del 46.
122 DOCTOR L. VILLANÜEVA
Mucha gente de mal vivir se ocultaba en aquello*
moiites, supervivientes de las antiguas y despiadada*
facciones de Centeno y Al varado, alzadas en Lezatna
el año de 44: de Juan Silva, facineroso de Villa de
Cura, á quien el mismo Ezequiel Zamora persiguió
por encargo de las autoridad°s de dicha ciudad á la*
órdenes del Comandante Carabaño, en junio del mismo,
hasta lanzarlo más allá de los términos de San Se-
bastián ; de José Antonio Siso, asolador de la Pla-
yita, cerca del Pao; allí mismo capturado y fusilada
en castigo de sus fechorías : de Vilorio que había
corrido sin cesar entre Lezama, Tamanaco, Pan Se-
bastián, San Francisco de Cara y el Salto, lugar
inmediato á San Casimiro; y muerto en Tacata en
la hacienda de Mr. Word á quien intentaba sacrifi-
car: y de las nombradas de Pedro Pérez, Jacinto
Villavicencio, Juan Aponte, llamado Juamcote, que
vendió á Zamora después de Pagüito; y las de Simó»
Flores, Gervasio Solórzano, y la del Tirano, antiguo
soldado tocador de clarín de Guardatinajas, que mor-
tificaban desde años atrás las ricas poblaciones y case-
ríos del Calvario y Chaguaramas, los Angeles y Para-
para. Restos de todas ellas eran estas partidas todavía
en pie en el Guárico, compuestas de hombres malos,
insubordinados, envejecidos en el pillaje, que sin per-
tenecer á ninguna causa publica, estaban dispuesto*
en todas las ocasiones á guerrear con cualquier capi-
tán y bajo cualquier bandera ; y en cuya persecución
había empleado muchas tropas el Gobierno pero con
no buen éxito, en 45 y 46.
dfzí¿?¿mdmd VI. Sin pérdida de tiempo llamólos Zamora a
todos, no para acaudillarlos, como jefe de malhechores,
sino para corregirlos, moralizarlos, disciplinarlos en
las filas de la Revolución popular, y convertirl 8 de
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 123
bandidos en soldados, y de soldados en hombres úti-
les. Pues lejos de ser Zamora caudillo de crimi-
nales, como lo pintaron el Gobierno, los curiales y
los periodistas oligarcas, caracterízase dignamente
en nuestra historia militar, conjo un valiente fanático
por su partido, que buscaba el derrumbamiento de
la oligarquía, para que los destinos públicos, los ho-
nores, las riquezas y las responsabilidades y mere-
cimientos en el servicio de la Patria, se distribuyesen-
entre todos los ciudadanos; pero conduciéndose siem-
pre como hombre honrado y de sanos principios mo-
rales
Desde su mocedad se entregó, como dijimos
en los principios de este libro, al comercio de
ganados, mercancías secas y víveres en el Tuy, Villa
de Cura y los Llanos, sin haber sido nunca, á su
edad de 27 años, preso, arrestado, ni demandado por
motivos de ninguna especie.
Entre muchas declaraciones juradas, que sobre
su honorabilidad personal se conservan en el expe-
diente de su causa por conspiración, escogeremos
para comprobar nuestro aserto, la del acreditado co-
merciante de Villa de Cura, señor Braulio Otáñez,
que dice así: mientras he visto en esta ciudad af
precitado Zamora le he vixto ocupado en trabajar.
La del señor Víctor de los Ríos, administrador
á la sazón de las Rentas Municipales de aquel
Cantón, dice : Ezequiel Zamora, vecino muchos año&
de esta ciudad ha sido y es un hotnbre laborioso,
pundonoroso en el compromiso de sus deberes y buen
vecino. En el mismo sentido declararon los comer-
ciantes y agricultores Nico]á8 Pérez, Nicolás Ova-
lies, Juan Bautista Pérez, Francisco Gil Ceballosr
Fausto Celis, Domingo Cuervos, Félix Carias, Joséi
124 DOCTOR L. VILLANUEVA
Antonio Istillarte, Ignacio Ríos, José Ramón Her-
nández, Ildefonso Guzmán, Socorro Telles y Joaquín
Paúl.
El señor Manuel Orta, agricultor, Jefe político
-de Villa de Cura el año de 44, dijo: conozco hace
muchos años á Ezequiel Zamora, comerciante de esta
-ciudad ; ha sido un buen vecino y amigo del orden
legal, por lo que siempre ha merecido la estimación
de los vecinos; tanto que en el año de 44 cuando Juan
Silva se levantó, soltó los presos de la cárcel y se puso
A cometer excesos en esta ciudad y fuera de ella, con-
voqué la milicia y di á Zamora el nombramiento de
Teniente, como Jefe político que era yo, cuyo encargo
lo desempeñó cumplidamente.
Consta en auto del tribunal de 1? Instancia
del cuarto circuito judicial de la provincia de Ca-
racas, que Zamora, en 2o de junio de 1846, es á
saber, tres meses antes de su alzamiento, manifestó
á dicho Tribunal, por citación que se le hizo, que
se temía que una de las partidas de los Llanos
entrara en la ciudad, y cometiera robos ; y añadió
-que al saber cualquiera noticia de tramas contra el
«orden publico, lo manites aria inmediatamente á las
autoridades, pues era amante, como el primero, del
«orden, las instituciones y las leyes.
Era público y notorio en Ciudad de Cura que
cuando se fué á levantar, pagó todas las deudas por
«créditos corrientes de su casa mercantil, y vendió
las existencias á un isleño llamado Manuel, de-
pendiente suyo, encargándole que el montante lo
remitiese á su madre, que iba á quedar escasa de
recursos en Caracas.
De lo suyo propio, y sin molestar á nadie, su-
fragó los gastos que tuvieron que hacer los libera-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 125
les en las elecciones del Cantón ; y á este respecta
declaró debajo de juramento el Comandante Anto-
nio Rodríguez, del partido blanquista, dueño de
una posada en Villa de (Jura, que Zamora le pa-
gaba con puntualidad los gastos de los guzmancistas,
que se alojaban en su casa; por gusto y cuenta
propia, decían unos; si bien otros afirmaban que
lo hacía por orden del Doctor José Manuel García ;
empero, éste lo negó cuando le juzgaron por cons-
pirador, haciendo ver que Zamora tenía más recursos
que él.
Cierto que Zamora se asoció para empezar la
guerra á muchos hombres de mala condición, como
hacen todos los revolucionarios; pero esto no quiere
decir que su gente se compusiese en su totalidad de
hombres perdidos, ni que lo fuera él mismo. Por
el contrario ; él se había doctrinado leyendo los
escritos, y oyendo los discursos y las conversaciones
privadas de hombres sabios del Partido Liberal, co-
mo el señor Guzmán, el Doctor Larrazábal, Doctor
Echeandía, Eequena, Doctor Fidel Ribas, Rafael
Arvelo, Doctor García, los sacerdotes J. Alberto
Espinozay José Antonio Pérez de Velasco. Seguían-
le las multitudes como á un libertador. Muchos
de sus oficiales eran agricultores, acostumbrados á
la vida sencilla y honesta de los hombres de campo ;
esforzados montañeses, que le acompañaban, fanatiza-
dos con las ideas nuevas y que llegaron á amarle con
frenesí. Eran ellos quienes le enseñaban caminos
secretos en los bosques, y pasos difíciles en los
torrentes ; quienes le ocultaban en lo más espeso
de los montes, cuando tenía que huir con sólo dos
ó tres compañeros ; y le daban que comer y le
avisaban los movimientos de los enemigos.
126 DOCTOR L. VILLANtJEVA
Las mujeres, sensibles en todo el mundo á las
grandes pasiones populares ; atraídas á los peligros
•de aquella época, por la suerte de sus hijos y ma-
nidos, salían voluntariamente de las selvas y atra-
vesaban grandes distancias para llevar á Zamora bas-
timentos y pertrechos. Y los negros esclavos se le
incorporaban con espontaneidad, armados de terce-
rolas, fusiles v carabinas. Le sobraban correos v es-
pías. Y es un hecho histórico que los pueblos no
€iit ran nunca en aventuras criminales.
Hay en el corazón de las masa? rústicas cierta
virtud, sublime sobre todas, de amor á la libertad;
cierto natural criterio para favorecer la causa de
los desgraciados, de los pobres y oprimidos ; in-
quebrantable voluntad para sobrellevar en su defensa
los rigores del infortunio: y una como superior
fuerza mágica, para convertir hombres inclinados al
mal, en soldados heroicos de las buenas causas :
cualidades é instintos del pueblo que los hombres
de Estado no debieran ninguna vez desconocer.
•íoííJSüSwpo! ^Ií- En los primeros días de organización y lu-
«oiares. cjia ^e jog mayürei¡5 partidos populares, se han visto
confundidos en unas mismas filas salteadores y políti-
cos; hombres empecinados en la maldad, explotado-
res de las revueltas, con hombres de honor v sen-
timientos puros : como si las revoluciones para cam-
biar las costumbres, la estructura social, las institu-
ciones políticas y el predominio de los partidos, se
asemejaran A los asombrosos sacudimientos seísmi-
cos, que hacen brotar del centro de la tierra, en
hirviente torbellino, elementos de muerte y manan-
tiales regeneradores de la vida.
Tal ha sucedido en América y en Europa;
en Venezuela y en España : ora querrámos juzgar
VIDA DEL GENERAL . ZAMORA 127
ios tiempos modernos cuando las revoluciones de
Cronwell, de los franceses y los italianos, ora las
feroces guerras civiles de la antigua Roma.
En los ejércitos de nuestra Independencia, aK
gunas de las divisiones patriotas empezaron á for-
marse con partidas de facinerosos.
Páez nos dice que sus compañeros rivalizaban
en salvaje crueldad y sed de sangre, matando cuantas
personas caían en sus manos: que se robábanlas
alhajas de oro y plata de las iglesias, y les quita-
ban á los vecinos, por la fuerza, cuanto dinero te-
nían. Olmedilla, en una época de hambre, se co-
mió un pequefiuelo hijo suyo: sin embargo, mu-
chos de aquellos hombres á quienes Páez llamó con
razón bandoleros, se convirtieron en militares dignos
y útiles; y la Patria honra hoy sus nombres, al
par de los de aquellos integérrimos varones, que
padecieron junto con ellos, como camaradasy com-
pañeros suyos, trabajos infinitos, por el clima, las
enfermedades, la miseria y los rigores de la guerra.
Hé aquí cómo pinta Baralt el campamento de
los semibárbaros de Apure en 1816:
tb Demás de esto, el estado perpetuo de guerra en que
se bailaba la comarca, la miseria, el encono de las pasio-
nes y el hábito, en lin, de las matanzas y del robo, ba-
tían desarrollado por desgracia en la desalmada soldades-
ca una gran disposición al latrocinio y á las violencias.
Poco tiempo después de la acción del Yagual, fué Servier
asesinado en el cuartel general de Achaguas j>or hombres
que no tuvieron rubor de ostentar impunemente sus des-
pojos ; siendo lo más singular del caso, que aquel infame
«rimen se rugió de antemano en el campo y que casi todos
lo esperaban, sin bailar medios de impedirlo. Meses ade-
lante el anciano Girardot, padre del célebre Atanasio, y
el Teniente Coronel Miguel Valdez, tuvieron la misma
suerte; y aunque Páez hizo fusilar inmediatamente al
oficial asesino de estos últimos, no estaba en su mano
borrar la profunda impresión que estos hechos horrorosos
hicieron en el ánimo de todos. Porque, en verdad, ¿ cómo
128 DOCTOR L. VILLANUBVA
impedir las violencias de innumerables partidas que re-
corrían las llanuras, ni las de muchos hombres malos que,
so color de hacer la guerra á los españoles, vagaban sin
sujeción á nadie, cometiendo excesos inauditos! No podía
estar el ojo del jefe en todas partes, ni siempre le era
posible castigar aquellos crímenes, ora porque los delin-
cuentes evitaban -con una fácil fuga la acción de la justicia,
ora porque esta callaba ante caudillos poderosos y de
grande influencia, que muchas consideraciones mandaban
respetar."
Dos de los soldados de Zamora de cotiza y
chamarra, Medrano y Agachado, de los peor califica-
dos por los oligarcas, han merecido en estos últimos
tiempos la apoteosis del Panteón ; de la misma
manera que un día los demócratas de Roma rehabi-
litaron la memoria de Catilina, cubriendo de flores
su sepulcro. (1)
En el curso de esta narración encontrarán los
que nos honren leyéndola, ejemplos, noticias y casos
prácticos, que confirmarán estos asertos, que «os ha
parecido conveniente adelantar, con el fin de sumi-
nistrar nociones claras y justas de aquella guerra,
desconocida en nuestra historia militar, v no rec-
lamente juzgada todavía.
concentración VIII. Estas partidas debían incorporarse á Za-
de laa facoione» ri t^ i i ni* i £• ' i i
en san Franci»- mora en han r rancisco de los liznados, que h\e el lu-
co de Tiznados. *
ñalado para la concentración de todas las tuerzas, en
gar se día fijo; mientras que el, asistido de Rangel,
reuníalos vecinos de los valles de Manuarey Taca-
suruma, para llevarlos á la Ollita. (2)
1 Cicero ii — Discou rs pon r FlacciiH.
2 República de Venezuela.-— Señares Segundo Martmeí y
Evangelio t Cabeza. — Muy señares míos y compañeros. — Ahora
que serán las nueve de la noche les partieino lo siguiente: Co-
mo á la oración llegamos á este sitio y tuvimos la felicidad de
saber que ustedes pernoctaban en el s;tio del Ojo de Agua, y
como sabemos que ustedes están defendiendo la misma causa
que nosotros, tienen un denodado patriotismo y deseos desecar
la patria de la salvaje tv brutal dominación en uue la tienen lo»
godos oligarcas, sostenidos por el gobierno faccioso y ladrón de
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 129
Llámase así un valle de la Galera, tres le-
guas de San Francisco, cerrado hacia el Llano
por la quebrada de los Cautiles, barrera formi-
dable en que pocos hombres pueden detener un
ejército ; su otra entrada se llama el Guanába-
no, donde había entonces un hato. Por allí se
pasa á los Valles de Aragua, franqueando á Can-
ta Gallo, parju ir á salir á Lucas, sitio del ca-
mino real donde cobraban el antiguo peaje. En
tan inexpugnable campamento, fortificado por la na-
tuialeza, se detuvo siete días, al cabo de los cuales
emprendió marcha á San Francisco, población si-
tuada á la entrada del Llano, en la margen iz-
quierda del Tiznados. Este río tiene las cabece-
ras en el valle de Manuare; lamiendo la Galera baja
al Sur, paralelo al Chirgua; y vierte sus aguasen
el Portuguesa.
San Francisco, cuyo nombre primitivo es San
Francisco de Asís de Tiznados, fué fundado á prin-
cipios del sigio último, junto con Guardatinajas (San-
ta Bárbara de Guardatinajas), Calabozo, (Villa de
todos los santos de Calabozo), Ortiz, (Santa Rosa de
Sonblettc. Cábele la lr»ur* d* participarle» que marchamos con
el ejercito lib*r»l guzm*neista como á las ocho de la mañana á
tomar el pueblo liberal de San F-anripc de Tiznado». Allí di-
remos con orpil lo y bizarría: " Viva la Libertad." "Viva el pue-
blo soberano. " Viva Gu'mán.,,
Desgraciado del srodo que sa oponga; parque allí mismo pa-
gará con su vida Ja infamia: allí mismo »* le colará la cabera
para que sirva de escarmiento a los t1 ai dores y tirano-». Amigos,
ustedes v no°otro« unMt«»s seremos una mural'a inexpugnable
Convidólos, pues, á que se veniran á inco porar á estas tilas de
hombres torios res» el tos á Per libres ó morir, pudiendo asegu-
rarles que el triunfo de los liberales por medio de las armas
será infalible, y la patria agradecida y libre de sus ti' anos nos
bendecirá, y la poster»dad nos cub-rá de gloTia.— Somos de
ustedes — ElJefe del pueblo soberano — Ezeqiiel Zamora. — Coro-
nel Francisco J. Rangcl. — El Secretario del despacho, José B. Ma-
mhé.- Cantón en Conalito á 19 de setiembre de 1846—36 de la
Independencia y 6? de la Oposición.— Es copia.— Cobos Fuertes*
130 DOCTOR L. VILLANÜEVA
Lima (le Ortiz) Parapara, (Santa Catalina de Sena
de Parapara) San Luis de Cura, Los Angeles (Nues-
tra Señora de los Angeles — La Misión baja ),
por los religiosos capuchinos andaluces, misioneros
de la Provincia, con indios de naciones guai-
queríes, píritus, guamas y palenques que andaban
dispersos por los montes del río GuArico ; y de
g ñires y mapoyes, sacados de las riberas del Ori-
noco. Cerca de San Francisco había grandes hatos
de ganado vacuno, mular y caballar; y A fines
del pasado siglo hubo seis capillas destinadas al culto
en los sitios de Guaitoco, Limón, Totumo, Chir-
gua, Lijas y Platilla, y de que tenemos noticia
por testimonio fidedigno de Monseñor Martí, si bien
ningún viajero encuentra hoy vestigios de ellas.
El 25 entró Zamora en este pueblo, A la ca-
beza de más de 300 soldados; v con las faccio-
nes que unas en pos de otras se juntaban en la
plaza, llegó A pasar revista A un cuerpo de mil
y pico de hombres de todas armas; de A pie y *
de A caballo. Dispuso los infantes, en cinco ba-
tallones, parte armados de fusiles, parte de lanzas
y tercerolas, bajo el mando de Rangel y Manuel
I barra: y los jinetes Alas órdenes de Rosalio He-
rrera y Evangelista Cabeza. Fo madas las tropas
y presente el Cura del lugar, Pbro. Sebastián Es-
cobar, muy amigo y partidario de la revolución,
las arengó Zamora diciendoles que su programa era
defender la Constitución de 1830, las leyes y la
libertad de la patria, holladas por el Gobierno; y
proporcionar A los pobres una situación feliz; y
para concluir previno A los soldados con frases al
alcance de todos ellos, que se cuidasen de come-
ter acto alguno criminal, haciéndoles ver que tan
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 131
¿abominable y antisocial conducta era propia sólo de
.los tío ves y lo* Cisneros (1). Y luego de acabada
-la arenga y de atronado el aire con vivas al Par-
tido Liberal, enarboló una bandera amarilla, y la
paseó por la plaza, de un extremo á otro de las
filas, y ia entregó por fin al porta-estandarte de su pe-
queño ejército, con las formalidades que para el
caso establecían por entonces las ordenanzas mili-
tares.
Esta bandera amarilla de interés histórico, como
pronto lo veremos, era la que usaba la Sociedad
liberal de Villa de Cura en sus juntas públicas, y
que le fué regalada A Zamora después de las elec-
ciones. En su centro se leía esta inscripción: Elec-
ción popular — Principio alternativo — Orden — Horror á
Ja oligarquía. Las tropas confirmaron con vivas á
.Zamoki el título de General del Pueblo Soberano
■que las primeras partidas alzadas le dieron en Las
Guasrluitas : y allí mismo condecoró él, con el grado
de Coronel, A Manuel I barra y A Francisco José
Rangel.
.Desempeñaba el destino de Secretario de Za-
juora un mozo entendido, de nombre José Bernardo
Masabé, hijo de Socorro Masabé, lahrador de Guam-
bra, de la jurisdicción de Cura, muy liberal y ami-
go personal de Zamora; y el de Mayor de la fuerza,
Ignacio Lovera que ayudaba á Masabé A despachar
la correspondencia.
En' este poblado demoró tres días empeñado
en adiestrar sus somatenes para irlos con virtiendo
poco A poco en tropa reglada.
Revolvía en la mente el plan de pasar por San
José á Guardíitinajas, recoger las facciones de esta
1 Véaso el expediente de la causa.
132 DOCTOR L. VILLA^UEVA
comarca, que ya le habían ofrecido su adhesión y
batir si podía las columnas del Gobierno, acanto-
nadas en el Rastro y Calabozo, ó si nú guerrear
contra ellas acosándolas por ambos flancos, sin pre-
sentar la batal a, obligándolas á marchas y con-
tramarchas, para desconcertarlas, disminuirlas por la
deserción y acabarlas por cansancio, desaliento y
todo genero de contratiempos.
Y sentíase tan animado de ardor por su causa
y de fe en su victoria, y de confianza en sus ju-
veniles aptitudes para la guerra, que como le pre-
guntaran con qué recursos contaba para tan difí-
cil empresa, respondía en tono de acendrada con-
vicción diciendo, que no sabía con qué contaba la
revolución en el resto del país; pero que á él
nada le faltaría, pues se proponía imitar á Páezr.
quien, según la Historia de Venezuela, con solo su
denuedo, y asido de la bandera de la Patria, había
triunfado de líneas enteras de enemigos de ésta.
Y repetía á cada paso ta es discursos, para que
la tropa se penetrara de su firme resolución de
arrastrar con cuanto se le opusiera, hasta conseguir
lo que deseaba en bien de sus conciudadanos.
Su virtud tenía la dureza de un fanático y el
temple de un conspirador. Cuando escribía ó habla-
ba escogía palabras que cayeran en el ánimo de
sus enemigos con el peso y el frío de una hacha de-
vastadora.
Los amenazaba de muerte, como lo hizo en la
comunicación á Martínez y Cabeza, fechada en Co-
rralito, y sin embargo no fusiló á ningún prisionero..
En la camparía de la Federación declaró lague-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 133
Tra á muerte, y no mató á nadie, antes bien juzgó en
-Consejos de guerra á subalternos suyos por insubor-
dinados ó perversos.
Soltaba frases muy premeditadas, como para po-
ner miedo en los enemigos; que es uno de los mo-
dos de vencerlos ; y con el objeto también de que
sus amigos y camaradas le respetasen, se le some-
tiesen, v confiaran en su energía, lealtad v determi-
nación de no transigir con los hombres del gobierno.
Y porque tuvo siempre el talento singular de saber
consustanciarse con el genio y anhelos de las faccio-
nes, con las cóleras de su Partido, y con la voluntad
del pueblo ; fue' por lo que éste le amó y le siguió
con entusiasmo hasta el último trance de la vida.
Pues para dirigir una revolución es menester empa-
parse en sus propósitos y pasiones: y en atención al
estado á que habían llegad») los en onos de los parti-
dos en 4t¡, era forzoso matar ó morir.
Entre los conocidos que se incorporaron aquí
á la fuerza revolucionaria, se recuerda á Juan Ig-
nacio Lovera ; Pedro Cabrera, natural de Garal atos ;
José Blanford, de nación inglés, que volvió á gue-
rrear con Zamora en 1859: Desiderio Masabé ; Pablo
González, que se alzó otra vez en la federación,
v cargó hasta su muerte el trabuco de Rangel ; el
Comandante Linares; Juan Antonio Paúl, hijo de
Coto Paúl; el Capitán Ki.mho y los Nieves, perso-
nas" lodps que poseían bienes de fortuna.
IX. Zamora salió de este pueblo con su corto de8^tñZ,SíSÍ
ejército medio organizado, el 26, por la vía del
L,lano: pernoctó en el paso del río Tiznados: el
27 hizo alto en San José ; y el 28, en el lugar
-que unos llaman Potrero de Alejo, otros Potrero
cuco.
134 DOCTOR L. YILLAXUEVA
del Limón, pero generalmente nombrado Laguna de-
Piedra, ala margen izquierda del Tiznados.
Este sitio es una sabaneta circular, de cerca*-
de quinientos metros de diámetro, cubierta al Oeste
por el monte del Tiznados, al Sur por el caño de
Báquira, y al Este por un espeso matorral.
Zamora acampó a lt como en una cindade-
la; porque el río y el cano habían salido de ma-
dre, y suponía é\ que por aquellos lados no po-
día pasar ninguna fuerza. Pero el Jefe encargado-
de perseguirlo, como Comandante de Operaciones
de los Llanos, era un experto militar de la Inde-
pendencia, el Coronel Francisco Guerrero, que había
servido en las filas de la Patria á las órdenes de
Páez.
Amaneció el 2í).
Acdon de i». X. Zamora, nuevo en la milicia, y crevendo su
gana de Piedra. ... * *
posición inexpugnable, se descuidó en prepararse para
resistir cualquier ataque; y su gente, en vez de estar
sobre las armas, comenzaba á ocuparse en limpiarlas,
cuando de súbito fue asaltado por las tropas de Gue-
rrero. Este, y es la ocasión de decirlo, al saber la
aproximación de los alzados, había partido el 27 de Ca-
labozo, donde reconcentró sus fuerzas v remudó sus
caballos, y se fue a reunir con el escuadrón número 3?,
que tenía avanzado en El Rastro. Puso la guarni-
ción de la plaza á cargo del Comandante Carabaño, y
el 28 siguió al hato de Huenavista, caminando con
lentitud para ir tomando informes acerca de su enemi-
go; mas, cuando se hubo enterado bien por sus espías-
de la situación v fuerzas de éste, levantó sus reales
A las once de la noche, y llegó, por caminos fra-
gosos á Báquira antes de romper el alba.
No encontró en el paso veal ninguna avanzada,..
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 135
porque Zamora, como hemcs dicho, no lo creyó
vadeable á causa de las avenidas del Tiznados.
Realmente el calía estaba hondísimo y venía
á servir á Zamora de foso para defender el cam-
pamento: por lo cual tuvo Guerrero que desistir de
atravesarlo, como pensó al principio, y guió entonces
por el camino real, á poca distancia de la orilla,
para ir á esguazarlo por sus cabeceras, y entrarse,
como en efecto lo hizo, por la sabaneta del Potrero.
Llevaba su vanguardia el Mayor de la columna,
Comandante Miguel Palacios, con los carabineros
de Ortiz y dos compañías del escuadrón Cura.
Zamora, al avistarlos, voló á las armas, batió
al aire las banderas, y á su voz de mando, que
por primera vez resonaba en un campo de batalla,
corrieron todos á medir mis fuerzas con un renom-
brado procer de los tiempos de Colombia. Zamora
en persona arremetió con sus caballos contra la
columna de Palacios, la envolvió y h destrozó á
lanzazos: peo Guerrero, rápido y atrevido como
en sus juveniles anos, desemboca por entre los
matorrales que med o le ocultan, y entra en el
campo de la acción con la compañía de Orituco,
los escuadrones 1? y *2? de Calabozo, 3? del Ras-
tro, un piquete de El Sombrero, y la compañía
del Capitán Domingo González.
Las columnas de infantería, formadas en batalla,
rompen los fuegos con grande alborozo, dando vivas á
su Jefe y al Partido Liberal y alzan por vez primera,
por cima de las armas, la bandera amarilla que Za-
yoKA les había dado por enseña de la libertad, en
la plaza de Tiznados, como si en aquella jornada mag-
na se propusieran legarla á la inmortalidad, ungida
13() DOCTOR L. VILLANUEVA
con la sangre de sus primeros héroes y glorificada por
los fuegos de su priu er combate.
Aquellos somatenes entusiasmados basta la exal-
tación por Zamora, aquellos montañeses que acaba-
ban de cambiar la esteva por el fusil ; aquellas
partidas que antes erraban desordenadamente por
las sabanas como tribus nómades, causando males?
todos ellos entregaban ahora sus vidas con alegiía*
por una prestigiosa causa pública, cuyos ideales de
dicha, libertad y gloria, les había inculcado en la
mente su intrépido Caudillo.
De ios hombres de las antiguas facciones, cali-
ficados con sobra de razón, hasta entonces, de ban-
didos, por sus primeros hechos, muchos murieron
allí, redimidos de sus extravíos, al pie de la ban-
dera del Ejército, frente á frente de los veteranos
del Gobierno, c mo aquellos gentiles de mala vida
que, convertidos al cristianismo primitivo, se abraza-
ban con la cruz para morir noblemente en los supli-
cios, transfigurados en mártires d • una nueva fe.
La infantería contraria, dice Guerrero en su
parte oficial, sostuvo un fuerjo rirísimo por más de
un cuarto de hora. Pero este Jefe, no pudiendo
romper de frente aquellas masas que se estrenaban
con tanto brío y que Kangel sostenía con inven-
cible aplomo, determinó dividir sus fuerzas en dos
columnas ; lanzando el escuadrón número 1? de
Calabozo por la derecha, y el resto por la izquierda.
Acosados así los liberales por los dos flancos,
empezaron á- perder terreno, hasta que al fin ago-
tado el pertrecho, no les quedó más recurso que
defenderse en retirada hacia el monte, mientras la
caballería, con sorprendente arrojo, disputaba á pun-
ta de lanza el laurel de la victoria.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 137
Zamora recorría las filas á caballo, arrebatado
de bélico coraje, dando voces de pelea por todo el
campo, y llevando él mismo los escuadrones á trabar-
se con las filas enemigas.
XI. A pesar de sus esfuerzos de valor y capaci- J5£3¡¡¡[*:e,dt"
dad y de la suprema bizarría de los suyos, fué al
fin vencido Zamora, quedando la victoria por las
armas del Gobierno. Los liberales, rotos y dispersos,
fueron alanceados sin misericordia. No hubo pri-
sioneros, pues á nadie se dio cuartel. El Coronel
Guerrero, dice al Gobierno en su parte las siguientes
frases que causan pavor :
"Prisioneros no se hicieron ; así porque la estrechez
del campo en que obraba la caballería no le permitía
sino alcanzarlos sobre el monte y alancearlos, como por
el ardor de la tropa en el momento de la persecución."
De los vencidos perecieron más de ciento. Za-
mora se arrojó vestido al río, y no obstante ser
buen nadador se habría ahogado cerca de la orilla,
á no haberse asido de una zalea rpie le tiró Rosal io
Herrera. Allí se ahogaron Manuel Ibarra y como
ochenta más de t»*opa.
Las crecientes del Tiznados fueron en aquellos
días tan continuas é impetuosas, que á las tres ó
cuatro horas de estar bajando, comenzaban á subir
con tal violencia, que no admitían ninguna barquilla
•
El pequeño ejército liberal fue destruido. Ar-
mas, caballos, monturas, un baúl con pólvora á
granel y plomo en barras, nueve cargas de ves-
tuarios y cuanto más llevaban los alzados fue á ma-
nos de los triunfadores.
XII. La bandera amarilla quedó prisionera. El amííuiÍ,andera
Coronel Guerrero la remitió con un oficio al Estado
mavor General, fechado á 30 de setiembre en La-
138 DOCTOR L. VILLANUEVA
guna de Piedra, diciendo que sus grandes letreros
demostraban que la habían hecho en Caracas. Del
Estado Mayrr la remitieron al Ministerio del In-
terior y Justicia y de aquí al Tribunal (1).
La bandera amarilla, signo de oprobio en con-
cepto de los conservadores es, de aquel tiempo, la
ensena gloriosísima del Gran Partido á que debe
Venezuela los mejores adelantos en política, su cré-
dito en el exterior y su progreso intelectual y ma-
terial. De aquellos Tribunales inquisitoriales arre-
batóla en 1848 el General José Tadeo Monagas y
se la entregó al pueblo para que la pasease, coronada
de laureles por los campos de batalla, y la clavase en
el Palacio del Gobierno Xacional. Abatiéronla en 58
los fusionistas, pero en f>í) la alzó de nuevo Zamora
en Coro con mejor suerte que en 4(>, y con ella guió
el Partido Liberal á los campos celebres de Santa
Inés y El Corozo. Desde entonces la mantiene el
pueblo 'm alto, como paladión de sus de echos, em-
blema de su gloria, y recuerdo vivo de sus ilustres
virtudes militares.
Para dar fin á la historia de esta bandera,
copiamos en seguida los oficios de Piñango, Cobos
Fuertes y Páez, sobre su aprehensión en la pelea
v su envío al Gobierno, v la declaración de Zamora
en el Tribunal de Ciudad de Cura.
República de Venezuela. — Comandancia de operaciones
del Llano. — Laguna de Piedras: setiembre 30 de 1840.
Señor General, Jefe del Estado Mayor General del Ejército.
Ya usted estaiá impuesto del parte ijue le di ayer
acerca de la completa derrota de los facciosos. Hoy
mandé reconocer el campo y se tomaron ciento y siete
1 Sobre ella interrogaron á Zamora cumulo las declara no^e*
ron carpos que le recibió el Tribunal d* 1" Instancia de Ciudad
de Tura, constituido en la Cá ccl Pública, en 24 y 2."> ib* abril
de 1847.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 139
bestias, de suerte que para esta fecha están en mi po-
der entre caballos v muías más de ciento sesenta. De
los muertos, á no quedar duda, fué uno Ezequiel Za-
mora, quien hacía de Jefe de los facciosos. También se
han hecho algunos prisioneros, quienes me han informado
que murió igualmente Faustino Blanco, de la revolución
de Silva. Entre los prisioneros hay uno de los del asalto
de Cura. Me siento algo restablecido y me propongo
continuar mañana. — Soy atento servidor. F. Guerrero.
Adietan. — Se les cogió una bandera con grandes le-
treros de imprenta lo que prueba que les vino de Ca-
racas —
Es copia. — Cuartel General en San Juan de los Mo-
rros.— octubre 2 de 1840. — El General Jefe del Estado Mayor
General.
Judas T. Piñamío.
República de Venezuela. — Secretaría de Estado del In-
terior y Justicia. — Sección Ia — Número 380. — Caracas:
7 de octubre de 1840.
Excelentísimo ¡Señor General, Primer Jefe del Ejército.
Sabe el Poder Ejecutivo que en el ataque y derrota
de los facciosos, que mandaban Ezequiel Zamora, Kan-
gel y Cabezas, se t^mó una bandera, que parece llevaba
el primero con algunas inscripciones impresas. Probable-
mente esta bandera es una de las que se han extraviado del
Concejo Municipal, á quien había prestado el Gobierno al-
gunas de las de uso. Esta bandera es de suma impor-
tancia para el descubrimiento de algunos hechos que tienen
relación con la causa que se sigue en esta ciudad, contra
Jos principales autores de la conspiración que se ha
hecho sentir en distintos puntos de la República, y he
recibido orden de S. E. el Presidente de la República,
para pedir la remisión de aquélla ¿i este Ministerio, para
lo cual hago a V. E. la mi'n estimulante recomendación.
Soy de S. E. etc.
Francisco Cobos Fikktes.
República de Venezuela. — Ejército permanente. — Cuartel
General en San José de Tiznados á 12 de octubre de
1840.-17° y 30?
Señor Secretario de Untado en Jos Denpachon del Interior y
Junticia.
El Oficial Faustino Heredia, pondrá en manos de
usted, la bandera tomada á los facciosos en el campo
140 DOCTOR L. VILLANUEVA
de Laguna de Piedra en la fundón de armas del 29
rte l pasado Con lo eual queda cumplida la orden de S E
el Presidente, que se sirve usted comunicarme.
Con sentimientos de alta consideración.
Soy de usted atento servidor.
José A. Páez.
Llevado Zamora al tribunal preguntóle el Juez:
—¡En dónde hubo usted la bandera que apareció
enastada en el ataque de El Limón? Contesta: La ban-
dera tricolor que apareció en el ataque de El Limón era
de la caballería que mandaba Rosalio Herrera, v la que
•figuraba de color amaiillo sólo, era la misma que tenía
la Sociedad Liberal de esta ciudad, la misma que se me
entrego como depositario del menaje de dicha Corporación,
y la misma que llevamos á la función que tuvo lugar en
.a hacienda de Ancón en uno de los días en que lo» miem-
bros de aquella quisieron divertirse.
Preguntado:— ¿En qué imprenta pusieron á esa ban-
dera de que usted acaba de hablar, el mote ó letrero con
que figuró en El Limón í
Contesta: — Yo creo que el letrero fué puesto con
cartulina y que er. ninguna imprenta se le puso, como po-
drán decirlo el Licenciado Juan Martínez y Miguel Torres.
Preguntado:— ¿Ha recordado usted el moteó letrero
que tenia la bandera que usó la Sociedad Liberal estable-
cida en esta ciudad poco antes de las elecciones, v de la
cual ha hablado en su ultima declaración ?— Contesta :— Sí,
señor, recuerdo que el mote ó letrero era "Elección popu-
lar, principio alterna' iro, orden y horror á la oligarquía:'
Preguntado :—• Y cómo pudo figurar dicha bandera
en el ataque de El Limón, cuando usted v la facción que
acauchl aba. proclamaban principios enteramente contra-
nos, a la vez que no puede haber orden público cuando se
ataca un gobierno legítimamente constituido, y á la vez
que alzándose contra él se ataca á la nación, sus leves y
autoridades í —Contestó : "Creí conloantes he dicho* que
debía atacarse un Gobierno que había infringido la Cons-
titución y leyes de la República ; v esto lo decían todos los
periodistas de Caracas y otras partes."
z£0rr?ucion á X¡n- E1 Coronel Guerrero pasó el río por el va-
do de San José el 5 de octubre, y despachó piquetes
por diferentes puntos á perseguir los dispersos ; y per-
sonalmente fue recorriendo desde el hato del Totumo,
ala ribera occidental del cajón que se dilata entre
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 141
Chirgua y Tiznados, hasta el hato de San Felipe,
donde se habían parado A comer los jefes Herrera,
Cabeza, Martínez, Ledesma, Infante y como quince
más. DrI hato de Las Animas emprendió marcha á
Caromocho por entre un palmar muy atascólo, para
ir á descansar en la Guásima y esperar que sus gue-
rrillas le llevaran algunos prisioneros. De este punto
y con techa 18 de octubre, sintiéndose aquejado de
antigua enfermedad, pidió licencia, que le fué con-
cedida, para retirarse al hogar.
El General Silva, acantonado en El Pao, se mo-
vió en las vísperas de la pelea, á custodiar las ane-
gadas costas de Chirgua, en combinación con Gue-
rrero; el Coronel Torres, nombrado Jefe de la línea
de San Juan, Ciudad de Cura y Magdaleno, había
marchado oportunamente á cubrir con sus columnas
los pasos de la Sierra; y el Coronel Juan de la
Cruz Paredes, con la caballería de Parapara y una
columna de los Valles, se precipitó á Sabana Larga
y Guaitico donde calculaban que podían asomar los
derrotados. Cordero hizo tapar el camino del Llano
con un piquete á las órdenes del Capitán Lanz, si-
tuado en el valle de Pacaragua, que linda con Ma-
nuare; colocó á Cisneros en el valle de Timbique
con instrucción de extender sus operaciones al Salto
de Canuto, á fin de mantener abierta la comunicación
con las tropas de Guerrero, y coger los derrotados que
buscaran abrigo por aquella vía : encomendó á Fran-
cisco José Rojas que recorriera y celara con una par-
tida de su confianza desde Agua Blanca arriba hasta
Agua Blanca abajo y Cogollal, en previsión de que los
dispersos pretendieran internarse por la Cordillera de
Cerro Azul ; y completó su línea de resguardo,
mandando situar al Comandante Simón García en la
142 DOCTOR L. YILLAXUKVA
encrucijada de los caminos de Pacaragua; asen-
tándose él personalmente en la cabecera de Manuare,
•que es una posición estratégica por su confluen-
cia con Pacaragua y Tacasuruma. Últimamente y
para cerrar todos los caminos, despachó el General
Piilango al Capitán Esteller co:i cien infantes á re-
correr la línea entre San Francisco y Timbique.
Cercado así Zamora parecía condenado á ser co-
gido de un momento á otro ; y aun se aseguró en par-
tes oficiales que lo habían hecho prisionero y mata-
rlo: (1) pero siendo como era, baqueano experto de
Aquellos campos, logró escurrirse por veredas que sus
perseguidores 1.0 conocían, hasta que salió á Sabana
Larga donde enco tro á Rangel oculto con algunos
soldados. De allí partió á pie, pero con entera seguri-
dad, á Tacasuruma, con el intento de internarse en
los inaccesibles montes de la inmensa cordillera v
•
guerrear á la defensiva en sus quebradas, picos y
■desfiladeros hasta que se repusiera de su desastre ;
ideando rectificar con una nueva táctica su primer
plan de campana, que tan lastimosamente acababa de
fracasar en la porfiada y sangrienta jornada de El
Limón; pues aquellas comarcas con caminos intransi-
tables cortadas por quebradas y estribos de montes,
habitadas por labriegos amigos suyos, caudillos natu-
rales del país, audaces y duros, como la raza caribe (2)
•de que descienden, eran á un tiempo gente y es-
cenario á propósito para la guerra que iba en se-
guida á ensayar, con escasa tropa armada, contra las
1 Kl Coronel Guerrero en el parfe al Estado Mayor General,
<liee : •* De los muertos á no quedar duda, fué uno Ezeqiikl Za-
mora, que hacía déjete de Jos facciosos.
2 El señor Doctor Vargas creyó reconocer en cráneos halla-
dlos en sitios de la .Sierra, los caracteres de *a r^za Caribe, domi-
nadora del Bajo Orinoco y las pequeñas Antillas, y sus aprecia-
ciones parecen corroboradas por el concepto de Si veis, en la geo-
logía y geog a fía de esta Cora lleía.
r
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 143
huestes numerosas del Gobierno, comandadas por
Páez, Guerrero, Piñango, Carreño, Cordero, José
María Zamora, Paredes, Torres, Dominga Hernán-
dez, Doroteo Hurtado y gran número de oficiales de
indisputable actividad y valor.
La choza de un conuquero de Cerro Azul le
sirvió de abrigo los primeros días ; y de allí á las
montañas de las Muías, iba v venía diariamente
acompañado sólo de tres individuos, Manuel Herrera,
y los hermanos José y Miguel Masabé, va men-
cionados.
XIV. Empero, desorientado en aquella soledad, cJ)i£¡nuar0 á
quiso adquirir datos de la Revolución y del Gobier-
no, para disponer sin pérdida de tiempo lo más con-
veniente á sus operaciones ; y en esta virtud de-
terminó saltar, con audacia incomparable, de Ma-
lí ua re á Guambra, v de Guamb a á Caracas, donde
' • 7
el Doctor José Manuel García, su pariente é inspira-
dor, podría darle noticias ciertas y consejos oportu-
nos: y tan pronto como lo pensó lo puso en práctica.
Su vestido se componía de un calzón ancho y una
camisa hasta la rodi.la, como pinta Strabon á los galos
del Mediodía ; y su calzado cotizas de cuero, á imita-
ción de las sandalias. En este traje y armado de una
lanza enastada emprendió camino.
De Guambra á Caracas hay treinta y cinco le-
guas de suelo, en parte enmarañado y riscoso.
Pasó de noche sin pararse por los alrededo-
res de Cura, el Pao de Zarate y La Victoria.
Apartábase d? los caminos reales, para acostarse
á dormir á ratos; y volvía á emprender marcha
por entre las breñas. Comía solo en algún rancho.
No le inquietaba la lluvia ni el sol ; pero le gustaba
144 DOCTOR L. VILLANUEVA
más caminar de noche, porque estaba acostumbrado
á andar á oscuras como los soldados de Esparta.
Así rindió su viaje que parece fabuloso; y á los
pocos días bien en cuenta de todos los acontecimien-
tos de la guerra y la política, sin ser sospechado de las
autoridades, marchó la vuelta de sus escarpados pe-
ñascos. Cuando pasó por la Platilla, llevaba siete
hombres con una carabina, un trabuco, tres lanzas, un
par de pistolas, dos cananas y unas cuantas libras de
pólvora y de balas. Tal era el parque y la tropa con
que este hombre de corazón guerrero y singular arro-
jo, iba á abrir la segunda campaña militar de que
vamos á tratar en las páginas siguientes.
r
CAPITULO IV
I. Antes de pasar adelante es menester pintar el Geografía d«
r r la Sierra.
nuevo teatro de esta guerra ; á saber : la Sierra
extensa y á la par áspera y altísima del Gruárico,
Aragua y Carabobo; no tal como se ve boy con
numerosos y crecidos vecindarios, ricas haciendas
de caña y café, hatos, y caminos anchos y múlti-
ples; sino tal como era en 1846, con selvas vír-
genes, rústicos pobladores, y atajos sólo de éstos co-
nocidos.
La cordillera que forma la espina dorsal de la
región media de Venezuela, empieza en el cerro de
Tucuragua, alto de mil doscientos metros (1.200 ms.),
en la extremidad occidental de Carabobo. Abátese
á poco, para dar paso á varios ríos que vienen de
la cadena del litoral ; y vuelve á alzarse al Este,
primero con el nombre de Palomeras, y después con
el de Sierra del Pao de Cojedes^ paralelamente á las
márgenes meridionales del lago de Valencia, hasta los
cerros de Yuma (670 ms.) y de Manuare, siendo
sus picos más elevados los de Cuispa (1.000 ms.),
Cerro Azul (1.187 ms.), y el Palmar (1.128 ms.).
Ábrese esta masa granítica en dos ramales de
Occidente á Órente, para formar los valles de Los
10
140 DOCTOR L. VILLANUEYA
Naranjos, Marinare, Tacasuruma y otros, no menos
fértiles y pintorescos, que sin duda fueron en otro
tiempo, según ensena Humboldt, lagos pequeños,
que por la acumulación de las aguas, ó por otra
catástrofe más violenta, rompieron los diques que
los dividían, no siendo menos probable que la irrup-
ción de las mismas hacia los Llanos, ocasionando
extraordinarios destrozos, hava dado forma di; ruinas
á los Morros de San Juan y San Sebastián.
Uno de estos brazos corre al Sursureste con los
nombres de filas de la Platilla (l.XX(> ms.), de Flores
(1.424 ms.), de Morros de San Juan, de San Sebas-
tián, San Francisco y Camatagua. (1)
El otro ramal sigue al Este por las filas del
Pao de Zarate (l.f)!)7 ms.), Guaraima (1.070 ms.), Lo-
ma del Hierro (1.367 ms.), Consumidero (1.143 ms.),
Roncador (1.4(53 ms.), Loma del Viento (1.1X3 ms.).
Palomita (1.5X4 ms.), Altagracia (1.505 ms.), So-
ledad (1.308 ms.), Guanapc (1.128 ms.), y el Mo-
rro de Uñare (1.003 ms.), donde termina; dando
origen sus declives meridionales á los ricos vales
de Orituco, Altagracia, y á las selvas de los (íüires,
Tamanaeo y Guaribe; mientras las septentrionales
forman los valles de A ragua y del Tuy. (2).
En resumen :
El nudo principal de la cadena interior del ('en-
tro está en los cerros de» Vuma v El Palmar, al
Sur del lago de Valencia. En lo adelante la cadena
sigue dividida en dos ramales, de los cuales, como
hemos visto, el principal forma las grandes cum-
bres (pie separan los Valles ds Aragua y del Tuy,
de los de San Sebastián, Orituco v Altagracia hasta
1 Estas alturas lian sido ivet i liradas por Rcclus y Siwrs
2 Rt tlus v Sívíts.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 147
<que muere á orillas del Uñare. El segundo, menos
«elevado, corre por las filas de La Platilla, Flores y los
Morros de San Juan : se pierde en las cercanías
•de Camatagua y San F/ancuco : forma el extenso
valle de Tacasuruma, y se expande hacia el Sur,
enviando eslribosque van á terminar en el terreno
cubierto de colinas, terromonteros y pretiles que
constituyen el sistema de las galeras. Esta masa
-es upenda es una sola montaña que se llama La
Sierra.
De las citadas galeras, la que apelillan de San
Carlos, hecha célebre por los campamentos de Za-
mora, nace en las cercanías de esta ciudad y ter-
mina en el cerro de La Virgen, partiendo términos
«con el desierto de los Llanos, á manera de una
«lunilla peñascosa entre la zona de los pastos y la
.agrícola.
De los graneles ríos de dicha cordillera, los del
Norte y Nordeste caen á los campos de Carabo-
bo y A ragua; y los del Sur y Sursuroeste á los
de Cojedes y Guárico ; siendo los más caudalosos y
largos, los llamados Tiznados, Chirgua, Platilla, Ma-
nnare, Paito, Paya, Naranjos, Paearagua, Prepo, Ca-
«íové, Cano, Palmar, Caicaray Giiigüe.
La mayor parte de estas i ierras eran en 184í>,
montañas incultas, inhabitadas, y ni siquiera explo-
radas. Los vecindarios, con sus conucos v ranchos,
estaban situados en los lugares más accesibles, v
por donde sin embargo no andaban sino los baquea-
nos: hoy están en grandísimas porciones sombradas
ile frutos menores, cate y caña ; y con crecidas
poblaciones desparramadas en caseríos y aldeas nue-
vas, como Belén, cruzadas de caminos trillados, aun
US DOCTOR L. VIL.LANUEVA
para subir la larguísima cuesta de Tormenta, de*
Timbique adentro, que niCisneros conocía.
A la simple vista, el trozo de la serranía del
Centro presenta aspecto más ó menos igual al de
la serranía del Oriente. En el primero como en el
segundo, las corrientes han tratado de estrechar, aun-
que causando menos depresión, el valle longitudinal
que separa las dos cordilleras ; y al hacerse la sepa-
ración de las aguas afluentes al Tuy, de las que caen
en la profunda cavidad del lago de Valencia, el re-
lieve de los terrenos que la determinan es de muy
suave elevación, ni más ni menos de lo que sucede
con la línea divisoria de las aguas del golfo de Ca-
riaco, y las del valle que riega el río San Juan :
así como el dique trasversal formado por el cerro
de los Teques, recuerda el dique de Mtapire en la
Sección Cu maná.
Para contribuir á la descripción geográfica de
esta sierra, inexplorada en parte aún, vamos á su-
ministrar al lector algunos otros detalles de impor-
tancia, que harán comprender mejor la narración de
esta penosa campaña que hizo Zamora por entre
desfiladeros sombríos, valles, cumbres, torrentes im-
petuosos y selvas no holladas en aquella época por la
planta del hombre.
En la sierra que separa la Sección Aragua de
la del Guárico, hay una eminencia llamada PlatillÓN,
entre Tormenta al Norte y Valle Hondo al Sur ; de
donde, caminando al Mediodía hacia Tiznados, se baja
al valle de La Platilla, que se extiende tierra adentro
en jurisdicción de aquel pueblo, para formar parte de
la sabana de cría, á que sirven de base los estribos de
la Cordillera. El río de su nombre, que nace entre
Platillón y Picacho Blanco, lo cruza con giros ondú-
VIDA DEL GENERAL ZAM0BA 149
latorios en un trayecto de más de nueve leguas; en
su curso, recibe los ríos y quebradas llamadas La
Piedra, Palambra, Caliche, San Gregorio, Mayalito,
«Cucharito y otros más ; y luego que pasa Las Lo-
mitas de La Platilla, se desliza por el valle de Do-
mingo Lorenzo hasta la galera de Casanga ; y allí
desemboca en el Tiznados.
De La Platilla á la quebrada de La Tigra hay
dos leguas.
Nombran Cerro Pelón otra cumbre próxima
á San Juan de los Morros, de que parten caminos
á Carabobo, Parapara, Ortiz y Tiznados; y por la
parte Norte, á San Juan, la Villa y Guambra: el
de San Juan mide cinco leguas ; el de San Antonio,
dos y media; y el que. conduce á Platillón, cuatro y
media. De San Antonio á Cucharito hay tres leguas.
El Valle de Canuto se dilata entre el río Tiz-
nados y el Ceiba, que es afluente suyo. Reu-
nidos estos dos ríos en el sitio que llaman El
Espanto, desaguan juntos en el Portuguesa.
Otro vaMe fértilísimo, que dicen de La Olllta,
demora al pie de la Sierra de Tiznados, por el
lado del Sur hacia el Llano, diez millas del pue-
blo; cortado de caminos á Valencia por Terrón Co-
lorido y las Dos Bocas; y á las cumbres de Platillón
y Picacho Blanco, para bajar á San Juan y cerca
de Ciudad de Cura. En este valle se encuentra
el antedicho Salto de Canuto, cuyo embovedado
tiene como "200 metros de largo; paso célebre
adonde todos los vecinos van en romería el Lunes
San+o á pescar y recoger abundantísima cosecha de
palambras, palometas, cachamas, coporos y otros pe-
ces grandes y carnosos.
150 DOCTOR L. VILLANUEVA
En Vallecito, que ahora se conoce con el nom-
bre de La Florida, se levantan las cumbres de Te-
rrón Colorado, Caracuello, Capotera del Diablo y Pla-
tanal, comprendidas entre las de Yuma, Cerro Azul
y Tormenta, y por cuyas faldas corren los ríosr-
Baiión, Brazo del Medio, Terrón Co orado y El
Manuare, que por allí llaman de San Gregorio.
El magnífico valle de Tacasuruma, linda al Norte
y Oeste con la Serranía de Boquerón, que se des-
prende de Cerro Azul, y corre hasta el cerro de
La Virgen, cerca de Villa de Cura. Por el Sur,,
con la fila del mismo Cerro Azul que lo separa
de Manuare; y por el Este con la quebrada del
Limón. En este lugar había entonces muchos ve-
cindarios, hatos v sementeras. Su terreno está cor-
tado de quebradas, cuyas aguas caen en el Guárico.
Todos estos valles de escaso cultivo en 1846,
se hallan sembrados actualmente de caña dulce y frutos
menores, y brindan sus pastos de paja, macolla y
gamelotillo á rebaños de ganado vacuno.
Los Leones, donde derrotó Zamora al Capitán
Julián Castro, era un conjunto de ocho ó diez ve-
gas en el valle de Tacas u ruma, fertilizadas por el
Guárico.
El valle de Pedernales colinda por eí Esté y
Norte con la fila de Boquerón ; por el Oeste con
Yuma; y por el Sur y Suroeste con filas de Ce-
rro Azul v Piñal.
•>
Sería menester uu larguísimo trabajo de geo-
grafía para nombrar y describir, siquiera á la li-
gera, todos los valles, cimasr ríos, quebradas, selvas
y vegas, caminos y veredas de esta Sierra; lo cual
corresponderá en su oportunidad á otra* manos;:
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 151
r.o tocando á nosotros en la presente sino citar é
indicar los puntos indispensables para nuestra narración;
reservándonos añadir á los dichos los demás que
sea preciso dar á conocer en la historia de esta
singular guerra, que sostuvo Zamora más de medio
año, contra el General Páez y sus tenientes más acre-
ditados.
Los itinerarios explicarán las marchas y con-
tramarchas de las columnas beligerantes; las apa-
riciones y ocultaciones rápidas de Zamora ; por
entre montanas inaccesibles y peligrosas, oscureci-
das por nieblas perennes y pobladas de animales
nocivos.
De La Tigra á Cucharito hay dos leguas.
De Cucharito á San Francisco, tres.
De San Juan á Cerro Pelón, tres.
De Cerro Pelón á Plalillón, dos.
De Cerro Pelón á San Antonio, tres.
De San Antonio á Cucharito, dos y media.
De Timbique á Cucharito, una.
De Platillón á La Tigra, ocho millas.
De Cerro Pelón á San Francisco, doce millas
II. Después de la acción de Laguna de Piedra. Piandeoam-
1 n ' paña de Paex.
se movió el General Páez en 1? de octubre, de
Maracay á los Llanos ; y con el propósito de per-
seguir inmediatamente á Zamora, escalonó las co-
lumnas de Racamonde y García en La Platilla, Pi-
cacho Blanco y Guambra; y distribuyó 400 hombres
más entre Timbique, Manuare y Los Naranjos, á las
órdenes del General Cordero, quien tenía bajo su
mano al Coronel Cisneros y al Capitán Ksteller.
Estas columnas, separadas ó reunidas, debían man-
tenetse en espectativa de las operaciones del Llano,
152 DOCTOR L. VILLANITETA
y cooperar al triunfo que se alcanzara por aquel
lado, persiguiendo á los derrotados; al mismo tiem-
po que se las consideraba suficientes para batir y
vencer cualquier partida que nuevamente asomara
por aquellos sitios. El plan de persecución in-
dicado por el General Cordón) desde Manuare,
como Jefe de operaciones de La Sierra, era des-
tinar un cuerpo que no tuviera más oficio que
buscar y perseguir á Zamora, manteniendo cubier-
tos los diferentes puntos, donde pudiera guarecerse,
como Los Naranjos, Pacaragua, Manuare, Timbique
y las montañas de Las Muías. Aceptado este plan
por el Estado Mayor, se escogió á Cisneros para
llevar a, cabo la persecución, por suponérsele más
práctico y más astuto que otro alguno del ejérci-
to. Pronto diremos quién era este hombre y cuál
fue el resultado de sus operaciones, y el desastroso
término de su carrera y de su vida.
Xo se contentó Páez con ésto, sino que para
impedir que Zamora volviera hacia abajo, situó
un campo volante de 40 hombres de flor en San
Francisco; otro hasta de 25 en San José, en Guarda-
tinajas y Barbacoas; los cuales quedaban dentro de
un circuito militar defendido por una guarnición
acantonada en Calabozo, y compuesta de una com-
pañía de carabineros de á caballo y otra de infan-
tería; por cien hombres más de las milicias de Orituco
que cubrían la línea entre Barbacoas y el Sombrero,
dos compañías entre San Francisco y la entrada á
la serranía v varios escuadrones (Mitre Ortiz v Ca-
labozo, prontos á ir á donde fuera preciso. El cuer-
po principal del ejército compuesto de dos bata-
llones con K34 plazas, quedó acantonado á orillas
<lel río Tiznados, entre San Francisco y San José.
YIDA DEL GENERAL ZAMORA 153
Como temiera que Zamora pasara el Apure y
fiíera á conmover aquella provincia, ordenó á Gue-
rrero qoe se moviera en dirección á San Andrés,
por el camino real, con instrucciones de pasar aquel
río á la menor novedad que llegara á su noticia,
y de aumentar su fuerza si lo creyera necesario; y
para tapar el camino á Barinas, adonde podía ir
Zamora á ponerse á la cabeza de las guerrillas de
la provincia, hizo marchar al General J. Laurencio
Silva con 500 hombres por el Baúl y Turen.
Páez gastó todo el mes de octubre en orga-
nizar su plan de defensa y ataque en los Llanos
y en La Sierra ; y hecho ésto, se quedó ¿i espe-
rar que la facción ó su Jefe reaparecieran en al-
guna parte; difícil y laboriosa tarea en que le ayudó
ventajosamente su entendido Jefe de Estado Ma-
yor, General Judas Tadeo Piííango.
III. Zamora por su parte, empleó aquel mismo JJJjjj de Za
tiempo en la excursión á Caracas ya menciona-
da y en organizar su nujeva facción en la apar-
tada cima de Tormenta, infranqueable campamen-
to qne enseñoreaba el teatro de la guerra, cer-
cado de desfiladeros y torrentes, y favorecido por
la naturaleza de majestuosas arboledas que nunca
anteriormente habían servido de abrigo á gente ar-
mada, dí auM en la guerra de la Independencia.
Alojóse en el rancho de un oficial suyo de nombre
Escalona ; y desde allí despachó emisarios á Las
Raíces y Casupito á alistar paisanos, quienes acu-
dieron prontamente gustosos á sus banderas, con ar-
mas y pertrechos.
Allá subió Cisneros á batirlo. Pero luego que
los facciosos le percibieron, se replegaron detrás de
las cumbres: y Cisneros, desorientado, tuvo que
e
1
154 DOCTOR L. VILLANUEVA
suspender la persecución, porque no conocía aque-
llos montes, ni encontraba prácticos que lo guiaran
con seguridad, pues los vecinos huían á los bos-
ques al sentir las tropas del Gobierno; de tal suer-
te,.que éstas para dar un paso adelante 'tenía i que
pagar los espías : y sucedió á veces que algunos
recibían la paga adelantada y luego desaparecían,
yéndose por lo común á avisar á los facciosos el
paradero de las tropas que andaban persiguiéndoles.
d™po?Me£Íoa IV. En La Sierra nadie quería servir al Gobierno.
El Coronel Doroteo Hurtado, que en esta re-
cia campaüa fue uno de los más constantes y su-
fridos oficiales del Gobierno, decía en oficio al
Estado Mayor General : "todos los red nos huyen al
monte, de modo que yo no encuentro hombres para
postas que Iteren las comunicaciones a los Coman-
dantes de las columnas, ni para espías que me den
razón del paradero de Zamora." Y otra vez dijo
al Capitán Uacamonde en carta particular:
"Sin embargo de haber librado órdenes á los t»omi-
s trios de la jurisdiección, para reunir un número res-
petable de reclutas, todo ha sido infruetuoso, porque loa
hombres absolutamente están negados á servir al Go-
bierno."
Francisco Chirinos, Comandante de la columna
de Occidente, informa al Coronel Hurtado, en ofi-
cio fechado en la Yuca á 1? de enero, que el
soldado Escolástico Guzmán que le servía de ba-
queano se le había desertado con el fusil y el per-
trecho, y anude candorosamente : "también digo á
usted, que este desertor no ha tenido motiro alguno
para hacerlo, pues ha sido tratado con más conside-
ración que los mismos de mi columna, y recomiendo
á usted este hecho tan escandaloso u falto de disci-
plina, ¡m 's lo ha cerificado en la marcha, dejándome
sin baqueano."
r
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 15o
Esto pasaba con frecuencia en las tropas del
Gobierno, porque todos los prácticos eran facciosos.
Latouche, Comandante de la columna de ope-
raciones de Valencia, dice á su inmediato superior
desde el Corozo, 4 2 de enero: "Respecto á los
postas que usted me dice pida á la autoridad terri-
torial, los pedí á los jueces de Güigiie, con fecha
16 del prójcimo pasado, y éstos me contestaron, que
en aquel lugar no había hombres baqueanos de estos
campos que mereciesen la confianza para desempeñar
tal encargo, así es que he quedado con la misma
necesidad que he manifestado á usted en mis auter lo-
res comunicaciones."
El Jefe político de San Carlos, al contestar
al Coronel Hernández, en oficio, sobre la organi-
zación de las milicias activa y de reserva de su
Cantón, dice :
í;Y al ocuparme de su contestación me es muy sen-
sible manifestar á usted, que en el estado de desmora-
lización en que boy se hallan estos vecinos con los tras-
tornos políticos que han ocurrido de setiembre acá, creo
casi imposible poder llevar á efecto tan saludable me-
dida, pues los hombres aún permanecen huyendo por .los
montes, la desconfianza y temores de que están poseí-
dos los aterra; y lo peor de esto es, que la zizaña y ma-
los principios de que están poseídos no se acaban."
De tal desprestigio nos da cuenta la prensa
de los mismos oligarcas, igualmente que sus mi-
litares. El señor Juan Vicente González escribió en
su periódico Diario de la Tarde los siguientes ex-
presivos conceptos:
•
•fcLa Administración es un poder espiritual é invi-
sible, poder de convención, expectador impasible de una .
lucha contra la moral y la justicia ; hasta risa causa ver
los esfuerzos contra una Administración que se da á par-
tido, como le permitan no confesarlo, y que vite por
los aires, sin base donde descansar porque la base
de un Gobierno es la opinión ¿Con quiénes está
15Ü DOCTOR L. VILLANUEVA
«1 Gobierno f El vive solo y campea con su propia im-
popularidad.
Nunca sociedad alguna estuvo más
llena de desórdenes que la que abandonan ai acaso los
hombres encargados oficialmente de conducirla. En el cam-
po ministerial no hay sino opiniones incoherentes, medidas
contradictorias, errores de juicio, insustancialidad, tinie-
blas, contusión: el Gobierno flota entre la anarquía y el
vértigo."
Y el señor Doctor Ángel Quintero publicó en
Valencia, entre o ras cosas, el siguiente apostrofe al
Poder Ejecutivo :
"Vuestro Gobierno ha sido un misterio: Venezuela
no lo ha conocido; es hoy que puede juzgar bien por
los resultados. ¿Cuáles son éstos f Venezuela sin tesoro
público y sin fortunas particulares : una parte de la so-
ciedad en lucha á muerte con la otra : los hijos en ar-
mas contra sus padres : la inmoralidad y la más desen-
frenada licencia recibiendo un culto público; todo, en fin,
perdido, y en la opinión de muy respetables patriotas,
serias dificultades que vencer, y que no allana uy ejér-
cito, para restituir la sociedad á su estado normal."
Iímí?a?ion A V- lJ*'iez ordenó terminantemente á Cisueros que
no se parara en ninguna parte hasta batir y
coger los facciosos, que si no podía sorprenderlos, si-
guiera sin descanso sus huellas cualquiera que fue-
se la vía que lomaran ; para lo cual le proveyó
suficientemente de tropas, diner» y ganado, pues
creía que este antiguo guerrillero realista, fiero y
bárbaro, era el más capaz para emboscadas y sor-
presas de la guerra de montanas, y si bien era
cierto que no conocía bastante la parte occidental
de la Sierra, que era donde estaban los alzados,
tenía sobre otros Jefes y oficiales la ventaja de
ser un montañés caviloso y atrevido, que sabía, co-
mo Zam ka y Rar.gel, caminar á pie, correr por
los desfiladeros, dejarse caer al fondo de las bou-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 157
donadas, esconderse como las serpientes en los ma-
torrales ; pasar las noches en vela acechando á sus
contrarios, con todas las costumbres, mañas y pre-
visiones de los naturales de la serranía. No obstante,
bien fuese que no pudo, bien que no quiso, hay que
declarar que Cisneros no logró encontrarse nunca
con Zamora : de tal modo que, cuando el General Cor-
dero suponía á éste muy lejos, se le presentó de
súbito en Timbique acompañado de Rangel y de más
de cien hombre» de pelea; al tiempo que Cisnetos
se hal aba en el Alto de las Muías aumentada ya su
tropa con las columnas de Simón García y del Co-
mandante Francisco Chirinos. Zamora trepó á Cerro
Azul : apellidó guerra por los valles ; sorprendió
unos piquetes sueltos del Gobierno, y después que
alarmó y molestó la línea de operaciones del Ge-
neral Cordero, fué A salir por los sitios viejos de
La Platilla.
Al saberlo Páez dispuso que Cisneros ocurrie-
ra a combatirlo con Racamonde y Guevara, y la 4*
compañía de Orituco que mandaba Josó García.
Esta orden fue expedida el 10. Racamonde par-
tió á cumplirla, y llegó á La Tigra, apercibido á
luchar con la facción si la encentraba al pie de la
nmniaña, atento á que en la cumbre era imposible
atacarlo. Pero Cisneros no concurrió, ni se puso en
comunicación con los compañeros: por lo cual ílie-
reció una reprimenda del Estado Mayor, aunque
se disculpó de sus faltas, exponiendo que se había
distraído efectivamente de su principal deber, cual
era el de batir los facciosos, en razón á estar preparan-
do los medios de ponerse en comunicación con Ran-
gel, su antiguo amigo, para inducirle á presentarse
al Gobier. o con su gente : circunstancia que infun-
1
158 DOCTOR L. VILLANUEVA
dio sospechas, por primera vez, sobre su infiden-
cia, como lo expondremos más adelante, cuando
demos cuenta del juicio que se le siguió por ñu-
tas cometidas en el cumplimiento de sus deberes,
como Jete de aquellas fuerzas.
La compañía de García tampoco se presentó,
porque á causa de habérsele desertado los prácticos,
se extravió en El Platillón, y estuvo á punto de pe-
recer de hambre en unos montes oscurecidos por
las nieblas. A duras penas pudo salir en lastimoso
estado á La Platilla Abajo, donde alcanzó á ver una
partida que habría tiroteado y perseguido si el co-
misario de Palambra le hubiera asistido con los ba-
queanos que le mandó pedir.
Zamora abandonó La Platilla, y desapareció sin
dejar rastro.
Los contratiempos de las fuerzas del Gobierno
desconcertaron en t nto grado á Kacamond^, que
vino á quedar solo en la montana sin encontrar quien
le diera noticias ni do los amigos ni de los enemi-
gos; en vista de lo cual determinó caminar la vuelta
de San Francisco, temeroso de que Zamora tuviera
en mira caer de repente sobre, esta plaza. Detú-
vose en su travesía á registrarlos caseríos de La
Tigra y El Mamón; y el 21 pernoctó en Cucharito
en <U>nde recibió un oficio del Estado Mayor, en que
se le prevenía que conservase la posición q-ie estu-
viera ocupando en la serranía, cualquiera que fuese.
Por suerte estaba en Cucharito, punto de impor-
tancia, equidistante á una jornada de tropa de San
Francisco v de Timbique v considerado como uno
de los principales de la comarca, porque era una
encrucijada que debía guardarse.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 159
Zamora, en vez de tomar aquella ruta, bajó á
Cerro Pelón, y se acercó, en una marcha de seis
horas á San Juan y sus vecindarios para solicitar
noticias de la Revolución, que suponía extendida por
todo el país, y recoger los elementos de guerra que
hubieran podido conseguirle sus amigos: y hecho
ésto, siguió por veredas sólo de é\ conocidas, á Tim-
bique. A la sazón Cisneros que lo perseguía por
las cercanías de Tormenta, reventó por San Gre-
gorito á Cucharito el 21 en la tarde, muy lejos de
la dirección por donde le esperaba Raca.iionde, á
quien en seguida hizo entender que no había obte-
nido rnzón fija del paradero de la facción, ni encon-
trado rastros que se lo hicieran sospechar: en fuerza
de lo cual diéronse á pensar los dos, que Zamora
debía de haber tomado la montaña de Guambra por
Picacho Blanco. Y así era en efecto, y con esta con-
vicción marcharon el día siguiente con las columnas
reunidas á La Platilla Arriba distante poco menos
de dos leguas. Allí se juntaron con Chirinos, que,
en cumplimiento de instrucciones superiores, había
ocupado A Picacho Blanco en la mañana del 22,
yendo por la vía de Guambra y Cerro Azul.
Según informe de unas mujeres, supieron que
Zamora había estado acampado allí hasta el 21 en
la noche, y que unido á Rangel habíase ido con
rumbo á Tacasuruma. Empero, en la mañana del 22
divisaron en las alturas varias partidas que corrían
por las filas más próximas y subían después á otras
más altas que se levantan por detrás. Y habiéndose
propuesto distinguirlas de más cerca para tirotearlas
y perseguirlas, gastaron todo el día en subir y bajar
cuestas sin alcanzar su objeto, porque las partidas
aparecían y desaparecían rápidamente por todos la-
160 DOCTOR L. VILLANUEVA
dos. Rendidos de fatiga y hambre bajaron á La Pla-
tilla á comer y descansar.
Aquella gente eran montañeses muy diestros ea
trepar las cumbres, dejados allí por Zamora para
ternetener al enemigo, mientras que él con Rangel co-
rría á Tacasuruma á buscar más .soldados y municio-
nes con que dar un golpe mortal al destacamento de
Páez que pareciese más débil.
El día siguiente, 24, aumentadas las fuerzas del
Gobierno con las de Simón García, emprendieron
marcha juntos al Alto de las Muías, penetrados de
la dirección que debía haber tomado Zamora,
pero no encontrándole en aquellos sitios separáron-
se por diversas vías para obrar en combinación, &
fin de ver si por huellas ó noticias lograban saber los
lugares donde se albergaba su infatigable contendor-
De TacMuru- VI. Zamora se burlaba de ellos; los vigilaba des-
mi 4 Los Ba-
•*•■' de los cerros ; y sin ser visto observaba todos sus mo-
vimientos; los contaba, y oía sus toques de orde-
nanza. Así se mantuvo para llevar á cabo su in-
tento: y cuando hubo hallado y recogido lo que soli-
citaba, desapareció por entre las quebradas, para
pasar de un extremo á otro del teatro de la guerra:
esto es, del valle de Tacasuruma, que está al Oeste
de Villa de Cura, á la hacienda que se llama La
Dormida, situada al Nordeste de esta ciudad.
Este movimiento parecerá, á los que no conocen
sus pormenores, semejante al del caballo en el tablera
de Ajedrez, como si hubiera sido hecho de un salto
por encima del enemigo, al travos de riscos y des-
peííadcios. Hízolo de noche y tan cerca del ene-
migo, que puede decirse que lo ejecutó por entre
las mismas posiciones de éste.
Vamos á referir cómo fué esta maniobra de Za-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 161
mora, que produjo tan grande estrago en las filas
del Gobierno, y que dejó pasmados á los Jefes que
le perseguían.
Del valle indicado subió á las cabeceras de la
quebrada de Guambra, en uua de cuyas vertientes
se detuvo dos días, pero cuando Cisneros llegó al
Palmar, que es otro sitio de las cabeceras de la citada
quebrada, distante media legua de la que él ocupaba,
levantó sus reales y continuó hacia el Guárico abajor
adonde llegó en la tarde del mismo día ; y, sin parar,,
guió á la boca de la quebrada del Corocito, y de aquí
agua arriba basta sus cabeceras. Desde este punto
veíase distintamente la torre de Maracay y la gente
de Cisneros, que ya quedaba lejos como legua y
media. Casi de noche llegó á La Pabona, situa-
da en un bajo poco antes de Garabatos. Allí per-
maneció algún tiempo, entre paisanos muy parti-
darios suyos, y cuando al anochecer del tercero día
supo que tenía á Cisneros cerca de sí en el poblado
de Garabatos, se movió hacia Cura; faldeó el Cerro
de las Cabras dejándolo á la izquierda, y pasando
por detrás de la casa de Don Pedro González, sita
en los Colorados, á las 11 de la noche, más ó menos*
fu¿ á tener á La Lagunita, donde se mantuvo medio
oculto dos días; y de este punto marchó de frente k
Los Bagres, adonde arribó al amanecer del día sábado»
26 de noviembre.
Marcha atrevidísima, cuanto difícil y sorpren-
dente.
Acuarteló á Rangel con parte de la fuerza en la
casa de Don Isidro Jadn, y el resto en las de Lino
Fuentes y Fernando Lespe.
11
162 DOCTOR L. VILLANUEVA
Y él se alojó en la de Mateo Díaz, en ¡a que-
brada Peñas Blancas arriba, donde vivía una amiga
suya, de nombre Bibiana, hija de este hombre y
de Josefa González. En esta mujer tuvo Zamora
un hijo que nombraron Nicolás, á quien sirvió de
padrino en el bautismo, más tarde, el General José
María García Fuentes. Este niño murió de muy
tierna edad.
AooiondeLo. VIL Habiendo sabido las autoridades de Cura, á
las ocho de la mañana, por aviso del señor Andrés
Fuentes, que Zamora y Rangel se hallaban con gente
armada en el sitio de La Majada, Bagre Abajo, tres
leguas más ó menos de la Plaza, preparáronse á la
defensa con la corta fuerza de que les era dado
disponer. El capitán José del Rosario Villasmil
mandaba la cuarta compañía del batallón de línea
número 2?, quien estaba acantonado allí desde el 23,
con orden del Estado Mayor General de batir, per-
seguir y exterminar los facciosos, si se acercaban
á la población; á cuyo efecto se recomendó al Jefe
político de Cura que lo reforzara con veinte y cinco
hombres, para que en cualquier momento de peligro
tuviese expedita una fuerza de sesenta á setenta.
Después se supo que la citada autoridad apenas ha-
bía auxiliado á Villasmil con seis reclutas. Arre-
batado empero de pundonor este valeroso oficial, lue-
go que se impuso de la noticia, corrió á las armas,
y salió de la ciudad al pasitrote, animado á la pelea
con su infantería y un piquete de caballería colec-
ticia, formado de vecinos del lugar; sin atender á
los que le observaban que lo más acertado era, con-
currir á la acción con las columnas de Cisneros, Gar-
cía, Racarnonde y Chirinos, que volarían de Garaba-
tos, donde á la sazón se hallaban, á Los Bagres, en
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 163
recibiendo el aviso que ya se les había mandado. De
Garabatos á Los Bagres hay poco menos de cinco
leguas.
El contestaba diciendo que con su compañía
-veterana podía batir más de doscientos facciosos. To-
das aquellas columnas reunidas podrían dar una fuerza
-de seis á setecientas plazas.
Así como se vio fuera de poblado, dejó el
camino real, y salió á la sabana de Los Bagres
Abajo.
Es de saberse que Los Bagres era un hato
-de Don García Revenga, en el valle del Chorro,
tres leguas de Villa de Cura, en que había ade-
más tres haciendas de café: uaa del señor Ma-
nuel María Landa, nombrada Tucutunemo; El Cor-
tijo, del señor Trinidad Celis ; y El Chorro, del señor
Andrés Fuentes. L^s Bagres se dividían en Bagres
Arriba, en donde estaba la casa de habitación, las
oorralejas, majadas y queseras ; y Los Bagres Abajo,
porción de terrenos quebrados con sabanetas y ce-
rros, que servían de asiento al vecindario de la misma
posesión. Por en medio de esta cone una quebra-
da de Norte á Sur, que llaman quebrada de Los Ba-
gres ; más allá de la cual se extendían hacia la sa-
bana unos conucos, dichos Los Palenques, á causa de
sus empalizadas.
Aquí hizo Zamora una trinchera, en que colocó
una avanzada, y otra á orilla de la quebrada, al pie
-de unos mamones ; y ocultó en el monte el resto de
la tropa.
Villasmil desfiló por la derecha á posesionarse de
la punta de la loma que se levanta al frente de
la quebrada ; pero las avanzadas, al divisarlo, lo ti-
lf>4 DOCTOR L. VILLANUEVA
rotearon, manteniéndose ocultas detrás de las esta-
cadas.
Villasmil contestó los fuegos sin pararse, y
al pasitrote cruzó la sabaneta y coronó la altu-
ra, sin darse todavía cuenta del número de la gente
que se proponía batir.
Zamora, que al revés, pudo ver y contar á
sus contrarios, dividió prontamente los suyos, que
eran trescientos, en dos columnas ; de las cuales dio
una á Rangel con orden de que los atacara á fuego
vivo, apoyado en la mata que está al pie de la loma;
mientras que él con la otra, subía á una cumbre
más elevada de la misma cordillera para acribillarlos
por la espalda.
Y así al cabo sucedió: pues Ínterin Villasmil pe-
leaba á pecho descubierto contra un enemigo gua-
recido de las arboledas, corría Zamora á pie por
entre riscos la vuelta de la montaña para domi-
narle, como á poco lo hizo; viniendo á quedar el
joven veterano entre dos fuegos, sin poder acome-
ter á Rangel, porque se exponía á que Zamora lo
barriese por la espalda, ni hacer cara á éste, te-
miendo que el otro, emboscado, lo diezmara con tiros
por mampuesto.
Sorprendido de aquella maniobra y rodeado de
enemigos, dispuso una guerrilla para contener á
Rangel ; y con el resto de la tropa se preparó á
contrarrestar personalmente la carga de Zamora.
Llamó la caballería para que le ayudase por
el llat-o ; pero estos jinetes bisónos asustáronse con
los fuegos, y se dispersaron. El choque fué recio
y desesperado con pérdidas de ambas partes ; por-
que Villasmil puntilloso y valiente, lejos de pen~
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 165
$ar en replegarse ó huir á la ciudad, animaba á
los suyos con sus voces y ejemplo ; y más se enar-
deció y cobró nuevos bríos, cuando hubo divisado des-
de la altura la cabeza de una fuerza que iba de La
Villa en su auxilio, y cuyos toques de corneta y
tambor oía claramente.
Era Cisneros que se acercaba con su columna.
Pero este hombre que, según se averiguó después,
andaba en tratos con los revolucionarios, no se apre-
suró á concurrir á tiempo para salvarlo, cuando pudo
marchar directamente por un camino expedito, con
tropa de refresco, ó contra Rangel ó contra Za-
mora, y á lo cual le excitaban acaloradamente sus
oficiales.
Dos horas duraba la refriega, cuando Villas-
mil cayó sin vida, herido de un balazo en la cabeza,
en los momentos mismos que resistía con más bra-
vura los nutridos y certeros fuegos del General
Zamora. Los pocos soldados que sobrevivieron útiles
se acobardaron cuando se vieron sin jefe ; algunos
cayeron prisioneros, y otros lograron llegar sanos y
salvos á La Villa.
Zamora recorrió el campo, hizo recoger las
armas, cartucheras y municiones, y repuso sus avan-
zadas en los puest'js que ocupaban antes del com-
bate.
' De cuatro á cinco de la tarde sería cuando se pre-
sentó Cisneros á una milla de la Sabana ; y en vez de
abrir los fuegos contra Zamora vióse, que su mosca se
acercaba sin disparar un tiro á las avanzadas de El Pa-
lenque. Después se ha sabido, por declaraciones juradas
«en los Tribunales, que estas dos guerrillas se pusieron
4tl habla : indicios todos de que Cisneros estaba co-
1
100 DOCTOR L. VILLANUEVA
metiendo el feo delito de traición á su Jefe y &
su bandera. Nuestro deseo de ver triunfar las ar-
mas liberales, no nos inducirá á loar esta conducta
de Cisneros ; pues pasarse con las armas al enemi-
go, ó de cualquier modo inteligenciarse con él, es
de todos los crímenes el más ignominioso, ora se
trate de guerras internacionales, ora de revoluciones
intestinas. El militar debe mantenerse firme é in-
sospechable al pie de sus banderas, hasta el último
trance de la vida.
Poco después retiró Zamora sus piquetes de
observación: levantó el campo, atravesó la loma don-
de había tenido lugar la pelea, y fué á parar con i
una columna como de cien hombres, haciendo car-
gar á cuestas cinco heridos, á la fila del Gamelotal
que se extiende frente á Los Bagres Arriba; y por la
noche, entre nueve y diez, tuvo el atrevimiento de
pasar por el Caro de Semen, hacia La Ollita, casi
por entre las fuerzas del Gobierno, al tiempo que
Páez estaba acampado en la casa de corredor de
Avilan, en El Pozóte.
Los guerrilleros, decía el avisado General Pedro
Manuel Hojas, á diferencia de los jetes que maniobran
con un ejército, no deben nunca pasar la noche en el'
campo en que pelean.
Como resultado de; la acción se recogieron en
Los Baxres, cuarenta y pico de muertos, y ocho más
en la montarla.
Cisneros, antes de oscurecer, desfiló por el flan-
co derecho en dirección al picacho de El Diablo; \r -
la cabeza de la tropa vino á asomar poco antes de
las diez de la mañana del día siguiente, á la ante-
dicha loma del Gamelotal, por donde había pasado
Zamora la tarde anterior.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 167
VIII. Dos sucesos graves ocurrieron en esta oca- A»e»inato de
~ D. Andrés Fuen-
sion, y de los cuales vamos á dar cuenta conforme *•*•
á relaciones que hemos recogido de personas dig-
nas de fe, actores en ellos ó sabedores de lo que
realmente pasó. Tales son: el asesinato del
señor Andrés Fuentes, perpetrado por las fuerzas
de Zamora, antes de la acción ; y el comportamiento
militar del Coronel Cisneros en el apuro en que se
hallo la fuerza que se le había ordenado auxiliar.
Enemigos de Zamora le imputaron entonces
aquella muerte, de palabra y por la prensa ; y en el
juicio que se le siguió por conspiración, le hicieron
^ cargos por ella, contra los cuales protestó siempre
enérgicamente; y aun la alegaron los jueces en la
sentencia, como uno de los fundamentos en que se
apoyaban para condenarle á la pena del último su-
plicio.
Desestimaron en absoluto las declaraciones en fa-
vor de Zamora, rendidas bajo juramento en el tribunal,
por individuos que estaban presentes en el acto que se
cometió aquel atroz delito; y las de personas de
cuenta de Cura, que acreditaron su honradez y sanos
hábitos de trabajo en su antiguo oficio de comercian-
te; la buena índole de caballero que le distinguía en
el trato social ; y las excelentes aptitudes con que
se apresuró, más de una vez, á defender el orden
social, como sucedió en 1844 y en el mismo año 1846,
según anteriormente lo hemos dicho. Con esto come-
tieron los jueces dos acciones dignas de ser reproba-
das, pues al tiempo que pretendían deslustrar la repu-
tación del General Zamora, calificándole de asesino,
cuando no había cometido personalmente ninguna
muerte ni mandado cometerla, irritaban las pasiones
de un partido político, que lejos de ser gavilla de
168 DOCTOR L. VILLANÜEVA
salteadores, como decían los oligarcas, venía desarro-
llándose de manera formidable, por la irradiación
de una prensa ilustrada, enérgica y patriótica: dando
á entender á los hombres pensadores, que llevaba en
sí, como causa pública, condiciones vitales de per-
durabilidad y trascendencia.
De Zamora puede decirse, que siendo joven,
fue honesto; y que fue siempre creciendo en el
conocimiento y práctica de las obligaciones naturales
y civiles que forman el carácter de los buenos ciu-
dadanos.
Pedro Pastrán, preso junto con Fuentes, declaró
que Rangcl mandó salir á éste con ocho lanceros y
no le vio más.
El General Francisco de Paula Alcántara, Jefe
de Operaciones de Aragua, certificó la manifestación
que le hizo José de Jesús González (a Agachado),
cuando fue indultado, en la que consta que Zamora no
había mandado matar á Fuentes. Pero el tribunal no
quiso apreciar este documento respetabilísimo, porque
carecía en su sentir, de las formalidades prescritas
en el Código vigente de Procedimiento Judicial ;
cuando los jueces debieran haber pensado que no era
conforme á la moral y la justicia, rechazar ninguna
prueba que pudiera favorecer al encausado. Empero,
es de saberse, que lo que privaba en la política de
los oligarcas era el interés de infamar aquella nue-
va causa popular, atribuyendo á sus predicadores
miras de volcar y destruir la sociedad ; y á su más
señalado guerrero, los instintos, costumbres y pa-
siones de los malhechores. De que cundió entre
los curiales á manera de monomanía homicida, más
poderosa que los sentimientos humanitarios ó cual-
quiera razón de Estado, la determinación de llevar al
r
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 169
cadalso cuantos liberales pudieran ser habidos, al
modo que se mandan reses al matadero. En un
día el tribunal de 1* Instancia de Cura, senten-
ció á muerte dos liberales ; [1] el de Puerto Cabello,
nueve; [2] el de La Guaira, once. [3] La Corte
Suprema de Caracas confirmó en un mismo día siete
de ellas.
Pero es también deber nuestro decir^que Páez
y Soublette arrancaban á menudo víctimas á los
patíbulos; si bien limitaban las conmutaciones é
indultos, á los conspiradores que no eran cabecillas-
Hemos encontrado en los archivos, diez y ocho
' conmutaciones decretadas por el General Sou-
blette.
¡Ojala hubiera perdonado siempre, como se
lo aconsejaba su ilustre y noble corazón, para que
nunca jamás tuviera la historia que velarse el ros-
tro de dolor, al tener que recordar el fin trágico
del heroico joven Rodríguez, de Calabozo, que ex-
puso su vida por la libertad de su padre ; ni el
lastimoso sacrificio del infeliz Calvareño!
Ni quisieron los jueces tomar en consideración
el testimonio escrito del mismo Coronel Guerrero,
en que salía fiador de las virtudes sociales de Za-
mora, y que se perdió, como el del General Al-
cántara, porque tampoco permitieron que figurara
en el expediente.
Tales procederes de Alcántara y Guerrero son
1 Pío y Juan Antonio Avila, encausados por conspiradores.
2 Tomás Campos, Zoilo Perera, Damián Ojeda, José María
Herrera, Norberto Avila, Francisco Sánchez, Juan José Gonzá-
lez, José Antonio Mingorro y Rafael Barrios.
3 Capitán Pedro Vicente Afruado, Mariano Tirado, Tomás
Galarra^a, Carmen Boearanda, Felipe Pérez, Julián Mejías, Sil-
▼erio Kiobueno, Francisco Marcelino Blanco, Magdaleno Martí-
nez, Antonio Hernández y Francisco Ordóñez.
170 DOCTOR L. VILLANUEVA
muestras de raro, seguro juicio, y de acendrada
probidad; pues lejos de prestarse á calumniar á un
adversario vencido, como suelen hacerlo aquellos
á quienes enloquecen y degradan las pasiones de
partido, nos han dejado la austera enseñanza de
que toda política será inmoral, que no respete la
verdad, la justicia natural y los fueros sacratísimos
del hombre.
#
Joaquín Rodríguez, hoy General de la Repú-
blica, y oficial entonces de Zamora, hijo del señor Pe-
dro Rodríguez, agricultor en Cerro Pelón ; y que fué in-
dultado por Páez, su padrino de bautismo; declaró ante
el Auditor de guerra, Licenciado José Santiago Rodrí-
guez, que había sido Rangel quien había mandado ma-
tar á Fuentes, y que la orden fue ejecutada a lanza-
zos, fuera de la vista de la tropa, por el oficial
Francisco Pacheco v ocho soldados.
Este testimonio fue rechazado en 1? y 2? Ins-
tancia por considerarse á Rodríguez de diez y seis
años de edad, cuando la ley señalaba la de diez y
ocho para ser testigo. La partida, empero, de su
bautismo, presentada al Tribunal, acreditaba que ha-
bia nacido el 20 de agosto de 1829; de lo cual
se infiere que le faltaban apenas, cuando dio su
declaración, cortos días para completar los diez y ocho.
Cuadra á esta narración reproducir en seguida
el escrito que el Doctor Elias Acosta presentó con
este motivo á la Corte Suprema de Justicia, como
defensor de Zamora.
Dice así:
Excdentiximo señor :
Doctor Elias Acosta, defensor de Ezkquikl Zamora?
eou todo el respeto que debo. — Acaba de poner en mi
mano la madre de mi defendido, la certificación de bau-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA
tisiiio del señor Joaquín Rodríguez, testigo que ha de-
clarado en esta causa en favor de Ezequiel Zamora,
y cuyo testimonio se ba despreciado en Ia y 2U Instan-
cia, ]K>r considerársele de diez y seis años de edad. La
certificación que presento, acredita que Rodríguez nació
en 20 de agosto de 1829, y habiendo dado su declara-
ción en 3 de julio del presente ano, está de manifiesto
que par» entonces tenía casi diez y ocho años de «dad.
La Ley de Partida, al fijar la edad de veinte años cum-
plidos en el testigo (Título 1<>, Partida 8a) para causa
criminal, expresamente, se contrajo al testigo que viene
á deponer contra el encausado. Efrtas son sus palabras :
Veinte años cumplidos á lo menos, debe haber el testigo
que aducen en el pleito de acusación ó de riepto contra
alguno en juicio. Tal garantía fue dada exclusivamente
al acusado, para .protegerle con especialidad contra la
debilidad é imprudencia del entendimiento de un me-
nor, y para que no se le castigase por el dicho de un
adulto que no tuviese veinte años cumplidos. Nuestro
derecho tomado de la* misma ley, solo ha reducido la
edad del mismo testigo á la de diez y ocho años. En fa-
vor de Zamora pues, deben obrar todas las pruebas
ordinarias del derecho, que no le sean especialmente ne-
gadas, entre las cuales debe contar con el dicho favo-
rable de los testigos mayores de quince años. No es po-
sible, que en perjuicio del encausado, y para que no pueda
probar su inocencia, se rechace, como se ha hecho con ex-
cesiva crueldad, la declaración de un testigo mayor de diez
y siete años: mejor dicho, es testimonio jurado de un ciuda-
dano de notabilidad, que contaba diez y ocho años once me-
ses, cuando declaró, como el señor Joaquín Rodríguez, quien
por su educación y roce social es mucho más creíble y de
mayor autoridad su dicho, que el peón y jornalero Olayo
A venda ño, campesino y destituido de las cualidades que
constituyen en derecho la mayor excepción. No podrá el
menor de diez y ocho años perjudicar en su declaración
al acusado; pero sí proteger su inocencia, porque en favor
de ésto valen y han valido siempre, aun en los Gobiernos
tiránicos, los testigos verdaderamente inhábiles, como lo
enseñan los maestros Evio Bolaño, (.'V! parte juicio criminal.
§ 15, núm. 17.) Antonio Gómez, (V. Resoluciones id. 18,
núm. 21 y 23, núm. 27) y Acevedo en el núm. 8" de su glosa
á la ley 0a, título 6?, libro 4? de la Recopilación.
Por otra parte, Exmo. señor ; es una regla de derecho
que el año comenzado se tiene por completo. Annus in excep-
tus, pro completo habetur. Y aun sin el socorro de esta
regla, el duro Marhen, De sé orimixali, sostiene citando
leyes y muchas autoridades, en su controversia 2n, nú-
mero 30, que es idóneo el testigo mayor de diez y seis
años. La declaración, pues, del señor Joaquín Rodríguez,
172 DOCTOR L. VILLANUEVA
testigo tan importante, por haber presenciado los sucesos
de que provino la muerte de Andrés Fuentes, es pleno,
eficaz y legal ; porque es en favor y no en contra del acu-
sado ; y porque, según consta de la certificación de su
bautismo que presentó él, tenía casi los diez y ocho años
cumplidos, cuando dio su declaración. Suplico á V. E. se
sirva mandar agregar este documento auténtico, para que en
rigorosa justicia, se tenga en cuenta al examinar las prue-
bas exhuberantes con que mi defendido tiene acreditado
que él no fué el autor ni tuvo parte en la muerte de An-
drés Fuentes.
Exmo. señor.
Elías Acosta.
El honrado General José María García Fuen-
tes, sobrino y ahijado del señor Andrés Fuentes,
nos ha entregado un papel, escrito de su puño y
letra, en que dice, que quiere consignar en nuestras
manos la narración de aquel hecho, según sus re-
cuerdos, para refutar el cargo que entonces hicie-
ron á Zamora, de haber sido el sacrificador de su
tío y padrino. Y de ello resulta, como es verdad,
que Zamora no tuvo participación en aquel hecho-
García Fuentes era entonces un niño que no
llegaba á los doce ; pero recuerda haber visto á
Zamora en La Dormida, posesión de Don Manuel
Guirado, con cerca de 300 hombres; que su padre,
señor García Revenga, fue? aquel día á su campamen-
to, y suministró dos reses para racionar las tropas; y
que en su propia haciéndale prepararon el almuerzo;
y asegura además, que al saber él la noticia de la
prisión de su tío corrió á donde estaba Zamora ; y
cuando pareció á su presencia, oyó que le preguntaba
á Rangel por los presos, y que éste contestó mos-
trando los que estaban allí, y diciéndole que A Fuen-
tes lo había mandado matar, porque era un oligarca
malo.
ir
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 173
Esta relación está llena de pormenores que nos
han servido para formar concepto cabal del suceso.
A los cincuenta años de aquel acontecimiento, estos
dos militares de honor y respeto, García Fuentes y
Rodríguez Guerrero, padres de familia, individuos no-
tables de nuestra sociedad, han querido bajo el
sagrado de su palabra, ratificar el lino su declara-
ción del 47, y rendir el otro la suya, que guardaba
como un secreto, ante otro tribunal, el de la His-
toria, enteramente libre de las injusticias de los ma-
gistrados, de intereses de partidos, y de las pasiones
de los hombres; para que la vida de este amado
caudillo del pueblo venezolano, se conserve en la
memoria de las gentes, pura de la mancha con que
sus enemigos quisieron deshonrarla.
Demás de c'sto, tenemos por cierto, que tan dis-
tante de la mente tenía Zamora !a idea de matar á
Fuentes, que la noche anterior pasó cerca de su ha-
cienda, y no se le ocurrió prenderle, ni hacerle dafio
en sus bienes, como pudo efectuarlo con la mayor co-
modidad. Al contrario, no se detuvo allí; sino que
continuó marcha á la sabana de La Majada, por la cual
cruzó antes del día, para irá situarse en Los Bagres
Abajo, donde se libró la acción la misma tarde. Y
más de una vez declaró bajo juramento, que aquella
muerte había sido obra de Rangel y de otros; y que
si con parte de su sangre hubiera podido rescatar
aquella víctima, lo hubiera hecho con agrado, porque
había sido su amigo y le tenía deferencia por rela-
cionas de familia. — (Declaración ante el Tribunal de
1? Instancia de 8 de abril)
El General Páez dice que fué llangd quien man-
dó asesinar al señor Fuentes, ciudadano respetable de
Villa de Cura. — ( Autobiografía, tomo II, pág. 5o4).
174 DOCTOR L. VILL AHUEVA
juioiooontra XI. Permítasenos ahora agregar cómo acabó su
Cimeros. ° °
vida el famoso Cisneros, en la mitad de esta guerra,
siendo Jete de una columna del Gobierno.
Páez no quiso proceder contra ¿1, por su com-
portamiento e.i la función de Los Bagres; pero
persuadido de la inconveniencia de que continuara
mandando la columna de San Sebastián, limitase
á apartarlo con cautela de la jefatura, por me-
dio d'i una artificiosa comunicación del Estado Ma-
yor que decía así: "Deseando S. E. que las tropas
que obran en La Sierra no se den descanso en
la persecución de los facciosos, y hallándose in-
formado de que U. S. padece algunas indisposi-
ciones, si esto es cierto, puede U. S encargar del
mando de la columna al Capitán Viera, y venir á
este Cuartel General, donde hallará todos los auxi-
lios que necesitare al lado de S. E."
A ésto contestó Cisneros, suplicando que se
le concediera retiro á él y á su fuerza, por tener
tres meses de servicio en un trabajo asiduo y fuerte;
que por las marchas y contramarchas la fuerza se
encontraba inútil y sin poder dar un paso, habien-
do cundido tan desastrosamente el espíritu de de-
serción, que temía quedarse solo ; pues hasta el sar-
gento y el cabo del cuerpo de guardia, de los de
más confianza, habían desaparecido. Piñango le rei-
teró la orden de entregar la fuerza y presentarse
al Cuartel General; y no habiendo querido cum-
plirla fue reducido á prisión.
Quitáronle la espada y le pusieron un par de
grillos. En la noche del mismo día 13 de diciem-
bre dio orden el General Páez para someterlo á
un consejo de guerra de Oficiales Generales. Cons-
tituyóse éste bajo la presidencia del General Fran-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 175
cisco de P. Alcántara con los vocales, coroneles
Juan Uslar, Manuel Cala y Miguel Arismendi, Co-
mandante Antonio Ascanio, Coronel graduado Juan
D'Sola y Comandante Miguel Zar raga. Desempe-
ñó las funciones de Secretario del Consejo, el Sub-
teniente Federico Maya; de Fiscal, el Capitán
de Ingenieros Olegario Meneses, y las de Defensor
del reo el Comandante Juan B. Rodríguez. El
29 de diciembre, el Consejo en sesión celebrada en
la comandancia de la línea de Ciudad de Cura, des-
pués de asistir á las nueve de la mañana á la misa
del Espíritu Santo, oída la relación del proceso, la
defensa del Procurador y la conclusión del Fiscal,
lo condenó por unanimidad de votos á ser pasado
por las armas, con previa degradación, por los de-
litos de inobediencia, sedición y expoliación. La
Corte Suprema de Justicia, en calidad de Marcial,
confirmó la Sentencia; y no habiendo encontrado
el Poder Ejecutivo motivo para conmutarla, se la
ejecutó el 13 de enero á las 11 de la maiíana en
la plaza de San Luis de Cura
CAPITULO V
I. En una edad mítica la imaginación del pueblo parS2TE¡u2
bien podría haber hecho de tal guerra una leyen-
da: y la religión y la poesía formado símbolos,
de las selvas de esta sierra, verdes y floridas; al
modo que los griegos primitivos idealizaron las en-
cinas del Epiro, convirtiéndolas en oráculos sagra-
dos; y los valles y montes de la Tesalia en man-
sión de magas, centauros y dioses. Pues á ello se
habría prestado la faotástica naturaleza de estas mon-
tañas; con cimas coronadas de fuegos celestes; árbo-
les colosales envueltos en nubes ; rocas inmensas, co-
mo las que arrojaron sobre la tierra las divinidades
coléricas de la Beocia; y vertientes y lagos, semejan-
tes á aquellos sobre cuyas aguas se mecían, entre flo-
res, las almas de las razas heroicas de los soñadores
pueblos orientales.
Pero viniendo á la seca realidad de la his-
toria; á la narración fiel, aunque helada de los
hechos positivos, no se nos hace dificultoso decir,,
porque así es la verdad, que aquella fue la época
heroica de nuestros partidos políticos; que si, de
cierto, luchaban con fiereza, lo hacían también por
arraigadas convicciones.
12
178 DOCTOR L. VILLÁNUBVA
Los sectarios morían como fanáticos, sin perder
el ánimo. Los labriegos eran bárbaros, pero leales á
sus banderas. Los políticos, liberales y oligarcas, se
hubieran dejado cortar las manos antes que manchar-
las. Los militares pasaban de los campamentos á sus
casas, como el famoso guerrero de Tebas, que des-
pués de haber alcanzado grandes victorias, tuvo que
salir á la calle con su capa remendada. Soublctt», que-
riendo modelarse á Arístides, baja infeliz del poder :
y el gran tribuno liberal muriera de hambre en la
cárcel, si la gente del pueblo no le socorriera en su
largo cautiverio.
Sacerdotes inmaculados, piadosos como los
santos, y sabios como los Doctores de la Iglesia,
entre los que pueden citarse Espinosa y Ale-
gría, Fortique y Pérez de Velasco, invocan al mis-
mo Dios, para comprometer sus angélicas virtudes
«en el combate de sus causas : y después de herma-
nados en el altar, por la iluminación de la misma
fe, y el arrobamiento de la misma esperanza, salen
de los templos, todavía con los manteos perfumados
de incienso, al estadio inflamado de las controver-
sias de la política.
Páez mismo, aun transfigurado en autócrata, con-
servaba en su alma un gran fondo de moral, que
la historia reconoce v honra.
m
El salvaje Rangel se subleva, porque no le
dejan votar en Magdaleno ; y devasta las propie-
dades de los oligarcas, y mata á sus dueños por un
apetito de venganza; por el furor de esas grandes
pasiones que sólo la educación modera.
Mató á Fuentes, no para robarlo, sino porque
era un enemigo poleroso.
r
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 179
Entraba á saco las tiendas de sus enemigos para
los soldados ; mientras que él no cambiaba su mala
manera de vestirse, que consistía, según fama, en
andar sin camisa, descalzo, con un calzón ancho y
corto, y una viejísima levita militar.
Se padecía con orgullo y gloria.
Los hombres y los partidos profesaban la reli-
gión del honor.
Tal fué nuestra época más fecunda en virtud ;
como de la edad heroica de Roma dice Tito Livio.
La prensa de los liberales tenía el acento y el
esplendor de la voz del Sinaí.
Y el sombrío terror de los oligarcas, semejante
á la institución del Santo Oficio, si bien es verdad
que espantaba los pueblos, no conseguía que abjura-
ran sus principios.
Se daba tormento á los hombres, pero los
caracteres se mantenían incólumes.
La nación joven y pura, de naturales y ro-
bustas fuerzas, como Minerva, tenía en cada hijo
un soldado de la palabra, de la milicia, ó de la
prensa, que no vacilaba en subir, como fuera pre-
ciso, al ara de los holocaustos en honor de sus
creencias, por la gloria de la patria y la dicha de
sus conciudadanos.
Época de duros combates; en que se formó
Zamora, altivo y fanático.
Pues así como de un organismo viciado no
pueden nacer criaturas sanas, igualmente de una
causa corrompida no pueden surgir virtudes heroicas.
Había moral en la política, y en las ambicio-
nes patriotismo. Los partidos tenían fe y pasiones,
180 DOCTOR L. VILLANUEVA
cualidades indispensables para el triunfo de las pro-
pagandas públicas.
Los liberales fueron héroes y mártires en eí
tribunado y en la milicia, porque sentían en eF
corazón la vivacidad de una sangre virgen, y en la
mente el calor de los ideales. Realzaban sus ca-
racteres con la virtud del pudor, que no les dejaba
caer en la mísera servidumbre: ambicionaban el po-
der para hacer el bien, y el amor del pueblo para
enaltecer su dignidad personal.
Entre los más esforzados sobresalió Zamora,
porque su vida fue toda un severísimo ejercicio mi-
litar. Comía lo que los soldados. Asaba él mismo su
ración de carne, como Aquiles, según Homero. Dor-
mía sobre las piedras. Jamás tenía un céntimo. Y de
día ó de noche, con lluvias ó con sol, marchaba á
pie á la cabeza de su tropa.
Así empezó sus servicios á la Causa Liberal
con la ofrenda, digna de admiración, de sus bienes
de fortuna y de las fuerzas de su juventud: y en
tan eminente carrera de heroísmos y sacrificios te-
nemos que seguirle hasta el fin, si queremos cono-
cer sus más grandes esfuerzos, de ingenio y de-
nuedo, en los últimos meses de esta crudísima cam-
paría, cuya relación hemos de continuar, fiando en
la benevolencia del lector.
Faccica d« II. Vamos antes de todo á decir dos palabras so-
bre la facción de Barlovento, de cuya suerte es-
tiempo que nos informemos, porque así se explican en
parte las operaciones del Gobierno sobre la Sierra, á>
cuyas montanas estaba reducido para la fecha el tea-
tro de la guerra.
El Doctor M. M. Echeandía, que se eom-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 181
prometió con Zamora en La Victoria á alzarse en el
-cantón Ríochico, cumplió su convenio en el mismo
mes de setiembre, poniéndose á la cabeza de los
-vecindarios de Tacarigua y Curiepe, acompañado de
:su hermano Juan Bautista, del Capitán P. V. Agua-
ldo, del Comandante Mariano Tirado, Jefe de Estado
Mayor y otros; todos de atrevimiento y valor á prueba.
Pero mal armados, fueron derrotados el 2 de
octubre en Vega Grande ó Zancudo, entre Curiepe
«é Higuerote, por fuerzas del General José María
Zamora; y habiendo sido perseguidos hasta más allá
«de Ríochico, tomaron el rumbo de Uchire. De este
punto, en el cual incorporaron algunos partidarios
suyos, siguieron marcha á Píritu, en donde estaba el
Oeneral José Gregorio Monagas, nombrado á la
sazón Comandante de Armas de la provincia de
Barcelona, y con cuyas simpatías contaban engalla-
damente. Este Jefe que no tenía en la plaza sino
«n piquete de caballeiía, al aproximarse los alza-
dos, reunió á la lijera como ciento, y se retiró con
ellos á Barcelona.
Tras él iban aquéllos ; y no pararon hasta las
afueras de la ciudad. Organizados allí como pu-
dieron, y animados á la empresa de tomar la
plaza, entráronse por las calles dando vivas á los
liberales. El Comandante Jirneno los rechazó con
la milicia; les quitó algunos soldados, y los persi-
guió hasta lejos del poblado. Volvieron á Píritu, pero
lo abandonaron al saber que Monagas marchaba con-
tra ellos con una columna. De allí se fueron á
Clarines.
En el promedio de octubre pidiéronle una
entrevista para deponer las armas; y bien que este
Jefe rechazó la proposición, se comprometió á soli-
1
182 DOCTOR L. VILLANUEVA
citar del Gobierno el indulto para todos los de la
partida. El Poder Ejecutivo desaprobó este proce-
der ; ordenó que se sometiese á los alzados por la
fuerza, y se previno al magnánimo Monagas que pa-
sara á Caracas á rendir cuenta de su conducta, por-
que era indispensable examinarla escrupulosamente.
El General José Tadeo Monagas, tan luego como
supo estas ocurrencias, marchó á Clarines, con todas
sus fuerzas, cercó á los facciosos en este pueblo, y los
obligó á entregar las armas y rendirse á discre-
ción. Los Echeandía. perdida toda esperanza de
rehacerse, se embarcaron entonces para Curazao.
Allí cayeron prisioneros los ciudadanos Ca-
pitán Pedro Vicente Aguado, Comandante en Jefe
de la columna de operaciones sobre las costas de
Barlovento; Mariano Tirado, Jefe de Estado Mayor;
Silverio üíobueno, Ayudante de campo; Tomás An-
tonio La Rosa, Ayudante de Estado Mayor; Te-
niente Felipe Pe' rez, Capitán adjunto al Estado Ma-
yor; Julián Mejías, Capitán de cabal ería ; Antonio
Hernández, Subteniente de caballería; Leonardo
Faríñez, Sargento primero de caballería, y muchos
otros; quienes fueron mandados presos á Caraca.*,,
juzgados y sentenciados á muerte.
Ahora nos toca decir cómo el Gobierno va á
concentrar sobre Zamora todas las tropas de Caracas,
de Carabobo y algunas de Oriente.
Hwopunde m El acontecimiento de Los Bagres conmovía
Fui para p«r- *—
•efuír á Zamora ja \inca c]e operaciones del Gobierno, desde Manuare
hasta los Valles del Tuy y Aragua. En todas las
poblaciones de este vasto circuito militar fueron lla-
madas las milicias á las armas. Macero se adelantó
de Ocumare á Tacata con una columna de obser-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 183
vación para poner á cubierto sus Distritos. Páez
ordenó poner sobre las armas en La Victoria 200
hombres de la milicia de reserva, al mando del
segundo Comandante José María Muguerza y re-
forzarlos con doscientos más de Turmero al manda
del Comandante Martín Ramos; y en este cantón
se llamó al servicio al Capitán de la quinta com-
pañía con cincuenta hombres, pura que ocurriera de
Cagua á Santa Cruz en caso necesario, quedando*
en la plaza de Turmero veinticinco veteranos y
una compañía de milicia activa, destinados á custodiar
el armamento guardado en su cuartel Además, se or-
ganizó en la Quinta un campo volante, que reco-
rriese todo el frente del ¡Sur de la parroquia de Santa
Cruz, cuyas montañas lindan con las de Magdaleno,
Toco ron y Castillo, por donde se habían visto á
última hora nuevas partidas de facciosos.
El General Páez con ochocientos hombres ocu-
pó La Cuesta de las Muías, para disponer desde
allí una nueva y eficaz persecución.
Su Estado Mayor quedó reorganizado así:
General Pifiando, Jefe con Ucencia temporal.
Primer Ayudante General, Coronel Juan de la Cruz
Paredes. Con licencia temporal.
Primer Ayudante de S. E., señor Coronel José Aus-
tria; 2? Ayudante del Mayor General, el Comandante
Bernardo Herrera, jefe oeeidental del Estado Mayor.
Segundo Ayudante de S. E., el Comandante de caballe-
ría Tomás Castejón ; el de milicia, Manuel Páez ; el Capitán
Gregorio Codecido. Capitanes adjuntos, el Capitán de In-
genieros, Olegario Meneses, y el de milicias, Rafael Lugo.
Escribientes : los Tenientes de Ingenieros Manuel Escurra
y Manuel Cadenas, los Subtenientes de milieias Federico
Maya y José Pardo Gil y Sargento Io aspirante Roseliano
Guillen.
Cirujano Mayor, seííor Doctor Manuel Porras; Practi-
cantes Bonifacio Cmanéz y Benito Gordils.
Auditores de Guerra: Licenciado José Santiago Ro-
dríguez y Doctor Ángel Quintero; Comisario de Guerra,
señor Francia.
184 DOCTOR L. VILLANUEVA
El señor Coronel Miguel Arismendi, fué nom-
brado jefe de la tercera línea de puestos, comprendi-
da desde La Victoria hasta La Cabrera, teniendo á
sus órdenes las guarniciones de Turmero y Maracay
y un campo volante, mandado por el Capitán José
María Pérez, que corría entre estas dos plazas. La
guarnición estaba á cargo del Capitán Antonio Je-
lambi, del batallón número 2? de línea. Había otra
línea de tropa desde San Juan de los Morros hasta
Güigüe, para cubrir los Valles de Aragua y sus se-
rranías por la parte del Sur: y otra de Agua He-
dionda, jurisdicción de San Juan, hasta Camoruco,
que era el término de la de San Francisco con El Pao.
En sustitución de Cisneros, se nombró al Coronel
Doroteo Hurtado, Jefe de operaciones de La Sierra.
Encomendóse la defensa de Ciudad de Cura
en lo civil al Doctor Manuel Manzo, hombre enér-
gico y diligente, apropiado á las circunstancias; y en
lo militar al Comandante Juan Bautista Rodríguez,
con una columna de soldados de Barquisimeto.
icthu y IV. De Valencia se movió á proteger á Güigüe
*i«* tropa» el Coronel Domingo Hernández, Comandante de
Armas de la Provincia de Carabobo, con toda la
fuerza veterana que había en cuartel, la guardia
nacional de policía y un piquete de caballería; al
tiempo que el General Cordero pasaba con su co-
lumna de Man uare á Magdaleno. La ciudad de
Valencia quedó guarnecida por la milicia activa.
El 2 de diciembre pernoctó el Coronel Hur-
tado en Chiicao con las tropas que puso Páez á
sus órdenes en Caro de Semen : al amanecer del
<lía siguiente continuó la marcha, y al medio día
se le reunieron en Virgen Pura dos columnas más,
de las cuales mandó revolver una para que tomara el
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 185
camino de Guambra, y la otra fue destinada á
Cerro Azul con encargo de que buscara la casa
de Feliciano González, por donde, según decían, ha-
bían pasado las tropas liberales, dos días después
de la función de Los Bagres. A una y otra se
previno que habían de reunirse en Guambra, y que
cuando hubiesen recogido las bestias de aquellos lu-
gares, para conducir los oficiales y soldados despeados,
siguieran á Manuare, Tacasuruma ú otros puntos don-
de sospecharan que estuviese el enemigo. Otra fuerza
tom-S la vía dí? Picacho Blanco, á salir á La Platilla
Arriba con las mismas órdenes.
Realmente Zamora pasó por Cerro Azul con
su tropa, sus heridos y el botín di, la pelea, como
bestias, armas y ganados. Mientras estas columnas
le buscaban en un sentido, se movía é\ por la parte
alta de La Sierra en opuesta dirección. FA cuatro
llegó Hurtado a Cerro Pelón sin novedad, y los vigías
puestos en El Platillón por la autoridad de San Juan,
le participaron que no habían visto á nadie por Picacho
Blanco, ni por la bajada de Los Cueros á La Platilla.
De Cerro Pelón marchó Hurtado á Cucharito,
donde acampó el 5 en la tarde, al mismo tiempo
que entraba en el banco de La Platilla Arriba la co-
lumna de Occidente.
V. l)e Cucharito siguió en la madrugada del 7 Tiroteo <u La
con dirección a La Ollita, donde positivamente estaba
el General Zamora ; y llevando el intento de ba-
tirlo, mandó que la columna de Occidente se mo-
viese del banco de Platilla Arriba, por La Yagua, á
acometerle por la parte superior, dirigiéndose él por
La Platilla á la inferior.
De 7 á 8 de la mañana se avistaron las avan-
zadas ; y á poco se vio á Zamora formado en batalla,
180 DOCTOR L. VILLA NUEVA
en número como de 200 hombres, en el banco in-
mediato á una casa.
Las tropas de Hurtado avanzaron briosamente,
y las do Zamora respondieron con prontitud por
ambos lados : oprimidas, empero, por el número de
aquéllas, se replegaron s bre la costa del río, y pre-
cipitándose, por travesías fueron á formar en una
cumbre más adentro, donde se quedaron á esperar
una nueva acometida de sus contrarios ; quienes te-
niendo que ir por un terreno quebrado y montuoso,
gastaron cerca de una hora al pasitrote para darles
alcance. Allí volvieron á t rotearse, y otra vez se
ocultó Zamora, para reaparecer en otra fila más atrás,
v todavía más alta.
La gente de Hurtado, estropeada por la marcha
de la noche anterior desde Cucharito, se tendió al fin
en el suelo, medio muerta de cansancio y hambre. A lo
lejos veíase á los de Zamora flamear sus banderas
en la altura, como en señal de convidar á un nuevo
tiroteo, pero Hurtado dispuso pararse á reponer sus
tropas y á orientarse mejor, para evitar una celada.
Zamora decampó al anochecer, y de prisa y si-
lenciosamente se encaminó á las montañas de Giiigüe,
frente á Manuare, con trescientos y más hombres.
VI. Detúvose aquí Hurtado de siete á ocho días,
Operaciones de > 7
Hurtado. ocupado en nombrar comisarios de policía que avisa-
ran lo que supieran de la facción, y en corresponderse
con las autoridades de San Francisco, del Pao y
otros pueblos de la línea.
El día siguiente tiró columnas por diversos ca-
minos á (pie inquiriesen la ruta que llevaban los fac-
ciosos. Por un lado iba la de Occidente ; por
Mocundo, San Pablo y Camobé emprendió marcha
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 187
la infatigable compañía de Orituco, caminadora y
sufrida cual ninguna; y la de Magdaleno por Co-
peicito, Piritalito, El Limón, Tirabique, Vallese-
co, Valle Hondo, Los Cueros, Platilla Arriba, La
Tigra, La Platilla, Bejucal y las Carnazas: y él per-
sonalmente recorrió la tierra con un campo volante por
El Cují, El Potrero y Chirgua Ai riba hasta Camoruco,
jurisdicción del Pao. Y como medidas de política,
desastrosas por cierto, previno á los comisarios que
reunieran los vecinos para formar rondas, registrar
los caseríos y caminos, capturar á cuantos juzga-
sen sospechosos, y mantener vigías en los lugares
elevados que anunciaran el aparecimiento de cualquier
partida armada; rematando esta ordenación de enojo-
sos procederes con la de hacer salir de las sierras
para los poblados todas las familias de los montañe-
ses: lo cual produjo la fuga de casi todos los vecinos
á las guaridas más inaccesibles. Esto equivalía a
despoblar las serranías, desolar los campos, des-
truir las casas y pequeñas fortunas de toda aquella
gente, que fuera de ser industriosa y honrada era
además amante de la libertad, e incapaz de doble-
garse al rigor de la opresión. Error grav'simo fué
éste, que dio por resultado el que las tropas del Go-
bierno no hallaran en lo adelante hombres para es-
pías, postas, prácticos, ni soldados; pero ni mujeres
que les dieran qué comer. Capturaban los mucha-
chos en el monte como animales; lo cual hace re-
cordar los procedimientos empleados en Ja Conquista
para reducir los indígenas. (1) En las montañas de Las
Muías cometieron toda clase de desafueros, hasta coger
á un pequeño hijo natural de Rangel y mandarlo junto
con todo el vecindario á San Luis de Cura.
1 Diario histórico de la columna de operaciones de Güigüc. —
Día 4 de octubre.
188 DOCTOR L. VILLANUEVA
tt £??"»*• VIL De este valle de La Ollita y con fecha de
Hurtado lol r* *
Ur6T0luciC11' diciembre escribió Hurtado sus impresiones al Jefe
del Ejército, en un oficio que copiamos á continua-
ción, porque tiene grande interés para explicar una
vez más, no ya por nuestro dicho, sino por el de un
Jefe oligarca, el significado de aquella guerra civil
sostenida por Zamora sin claudicaciones en ningún
momento.
República de Venezuela.— "Jefatura de Operaciones. — La
Ollita: diciembre 8 de 1840.
Señor General Jefe del Entaio Mayor General.
Cada día se agolpan razones que convencen del mal-
estar de los vecindarios de la Parroquia de San Fran-
cisco; y de que se necesita una guarnición respetable
compuesta de infantería y caballería, que dé por estos y
otros lugares, destacamentos. El entusiasmo de estos hom-
bres por seguir la facción de su General Zamora y Coro-
nel Kangel, exige medidas activas que los desvanezcan. No
hacía veinticuatro horas que ocupaba este punto la facción,
cuando en grupos venían á reunirse: tres de ellos han
llegado has* a la vista de nuestros centinelas y al reco-
nocerlos por el uniforme, se han rechazado y dispersado
sin que se haya podido coger masque á Demetrio Aponte:
quien en su declaración dice, que aquí estuvo hablando
con Zamora y liangel y Tomás Rondón: y salía con dis-
posición de avisar á José Aponte que vive en Las Co-
cuizas, y reunir gente y caballos en Ohirgua, señalándole
por punto de reunión Corocito en la Siena: que también
escribieron á Benedicto Bracho ; y que éste, según oyó decir
á Ramón Zuloaga, tenía entusiasmada á toda la gente
de su partido y con ella debe ocupar al Pao. Que decían
que en El Chorro tienen un ejército mandado por José
Vivas y que desde Corocito se dirigían á Güigue y Mag-
d aleño, donde cuentan (ron gente, así como también con
otra reunión acaudillada por Santiago Ceballos en Ca-
ránganos; y que también dirigieron comunicaciones para
otras personas en diferentes puntos. A la vez que los
grupos buscan la facción, debe notarse que hasta ahora
no se me ha presentado un solo vecino de esta juris-
dicción, de manera que me he visto en la necesidad de
llamar al comisario de La Ceiba, para entre otras cosas
hacer llamar algunos vecinos que puedan servir de prác-
ticos y postas. En medio de todo, acabo de recibir ofi-
cio del Capitán del campo volante, Simón Duran, deantes
de ayer, en que me dice ha reconocido las costas de
VIDA DEL GENERAL ZAHORA 189
Chirgua hasta el desembocadero de La Galera, San Luis
Mayalito, Corralito y Las Lajitas, y que nada ha observa-
do: pero nada satisfecho quedo de esta circunstancia,
pues que en tan cortas horas hemos visto los grupos que
dejo referidos, y debemos convencernos de la anima-
ción de estos malvados cuando desatienden la falta de
armas y se arrojan con puntas de machetes enastadas,
como verá V. E. por la que le remito, juntamente con
la persona de Demetrio Aponte. Respecto al informe de
Duran, y eñ consideración á la urgencia de tener á mi
lado un piquete de caballería, me propongo hoy, que se
me reúna con 40 hombres, dejando el resto, cuidando
con los vecinos, el pueblo y el campo volante de San
José, que podrá recorrer la parte del Sur de San Fran-
cisco y los terrenos del mismo San José ; pues ya se
me han reunido los soldados que había allá enfermos con
excepción de seis que no pudieron venir.
Soy de U. S. atento servidor.
D. Hurtado.
Es copia.
J. T. Piñmtgo.
De La Ollita salió Hurtado el 15 á Manuare
á tomar noticias del paradero de Zamora : subió á
la Sierra Alta por Corcobádo, jurisdicción del Pao,
y despachó de Camoruco el campo volante de San
Francisco á recorrer las riberas de Chirgua Abajo,
con orden de regresar á dicho pueblo por Corralito,
después de registrar la falda de La Galera, y cap-
turar ciertas personas, conniventes con Zamora, que
vivían allí. En su marcha pasó revista á los vecin-
darios del Cují, Potrerito, Chirgua, Chiquito, Ca-
moruco, Corcobádo, Cotoperiz, Camobe, Terrenal,
Bueña-Vista, río de Pacaragua Arriba hasta sus ca-
beceras, cumbres y valles de Manuare; y entonces
supo que el General Zamora estaba ó había estado
en la montaña de Cerro Azul.
VIII. Hay dos cerros de este nombre: uno en Cerrt
las cabeceras del valle de Manuare, que es el de Cara-
bobo, y otro en Virgen Pura, á inmediaciones de Pla-
tillón y Picacho Blanco y es el de A ragua.
~1
190 DOCTOR L. VILLAjSUEVA
Ordenó Hurtado en consecuencia que la columna
de Chirinos y la compañía del Capitán Guevara, de
Magdaleno, treparan á la cumbre de aquel cerro por
las huellas de los facciosos, pues se encontraron ras-
tros de su paso por ahí y despojos de dos reses,
muertas poco tiempo había. Llevaban hachas y otros
hierros con que abrirse paso en la montaña.
Por la paite opuesta, esto es, por la Yuca,
mandó que Latouche entrara en el monte con sus
fuerzas divididas en dos columnas. Este oficial se
puso en marcha á cumplir su comisión el 20 á las
(i a. ni. por el camino de las Albahacas; dispuso
al efecto cinco guerrillas al mando de los oficiales
Capitán Francisca Roa, Teniente Simón Perozo, Te-
niente Pío Nieves, Subteniente Gregorio Aróla y
Sargento primero Pedro Arráez; cada una de vein-
te hombres, y* las despachó por distintas vías á
registrar todas las montañas, quebradas y ríos de
aquel lugar, y apenas hallaron rastros de los ene-
migos hacia el Sun; siguió por las huellas hasta el
Carozo y habiéndosele incorporado allí dichas gue-
rrillas y la cuarta compañía, al mando del Capitán
Solís, siguió hacia Las Guasduitas, donde se decía
que podrían estar.
ocupación dei IX. Muguerza, en combinación con Chirinos y
vaiie de Caí- Latouc})e? partió el 17 de Pedernales al valle de Cal-
cara, y en el tránsito encontró un arrasado que,
según los prácticos, era de alguna partida que iba á
Guacamaya, por donde andaba una compañía de
Chirinos. Continuó por ¿!, más allá de una legua,
y al llegar á un picacho se esparció el rastro á de-
recha é izquierda ; de modo que sólo se veían por
la fila, las huellas de ocho ó diez personas. De
aquí retrocedió para seguir á Caicara en la com-
VIDA DEL GENERAL ZAM0BA 101
binación antedicha con Latonche y Chirinos; y en
la contramarcha tropezó con el Alférez Escalona,
que con una guerrilla de veinte hombres custodiaba
aquellos puntos, y quien le informó que las huellas
esparcidas hacia Caicara eran positivas, pues las
había encontrado frescas en el plan del río, en direc-
ción á la Quebrada de ¡as Cruces, por donde podían
salir á Magda le no.
A las siete de la noche hizo su entrada en Caica-
ra. y al aclarar, marchó por fuera de la montaña
en observación, mientras que el Teniente Lorenzo
Madrigales con cincuenta hombres de tropa y dos
prácticos penetraba en su interior. A las las seis de
la tarde acampó en La Yuca, y en la noche se
le incorporó Madrigales, con la noticia de que no había
hallado más que un cantón ó campamento de los
facciosos, recien desocupado, y unos rastros que sa-
lían hacia la sabana.
Latouche. por su parte, cumpliendo la combi-
nación, entró por el Horno de cal de la Yuca mar-
chando en dos columnas y entrambos registraron la
montana hacia Cerro Azul.
La tercera columna, al mando de Chirinos, su-
bió á la cúspide de Cerro Azul, y no encontró A
nadie. Su jefe destacó una guerrilla con un ba-
queano á tomar lenguas; y él, con el resto, siguió
al Este, por entre una selva espesísima donde tro-
pezó con los ranchos del campamento de Zamora,
y los quemó. A las cinco de la tarde fue á salir
á un conuco de Kangel, que sus soldados, transidos
de hambre, destrozaron, y en que cogieron un peón,
ó soldado faccioso, agazapado en un mogote y ar-
mado de una lanza. Pasó á Tormenta y Timbique,
n
Táctica de Za-
mora.
192 DOCTOR L. VILLANUEVA
4
y en seguida contramarcha á Corocito por El Al-
godonal.
X. La situación de Zamora era apurada en cuan-
to á subsistencias, porque entrambas fuerzas habían
arrasado las sementeras y destruido los ganados y
animales domésticos de los ya enteramente des-
poblados vecindarios. Las mismas fuerzas del Go
bierno padecían hambre. Esta circunstancia obliga
á Zamora desde entonces, á adoptar la táctica de
dispersar su gente, diciéndoles dónde y cuándo de-
bían reunirse, mientras que é\ se iba con pocos-
á ponerse en relación con sus parciales de lo&
pueblos, y á promover nuevos alzamientos Cuan-
do le parecía conveniente, reunía las partidas, em-
peñaba una pelea, y luego volvía á dispersarlas.
Se acercaba á un caserío, solo ó con uno &
dos; mandaba llamar un liberal conocido v lo exci-
taba á mover la gente de su jurisdicción. Escon-
díase de día v voKía á caminar en la oscuridad.
Así era corno desaparecía de los campamentos,
evitaba la persecución, y renacía al poco tiempo
armado y pertrechado. De esta manera engañaba
al Gobierno, haciéndole creer que la facción esta-
ba destruida, y á veces Páez mismo, tan avisado
en este genero de guerras, llegó á licenciar algu-
nos cuerpos, creyendo que no había á quien per-
seguir. (1) Después de El Limón, cuando se suponía
á Zamora muerto ó vagando solo por lejanas cum-
1 El Jefe de Estado Mayor dice al Ministerio de Gue-
rra : " Los facciosos, acosados por la columna del Gobier-
no, escasos de recursos y de comestibles principian á dividirse
en pequeñas partidas y [abandonan sus antiguas guaridas." — (Ofi-
cio del General Piñango á 19 de diciembre fechado en San Luis,
de Cura. — Copiador general número 4).
Y1DA DEL GENERAL ZAMORA 193
bres, aparece á los sesenta días en Los Bagres:
pelea, vence, espanta á los oligarcas, y obliga al
Poder Supremo y al Ciudadano Esclarecido, á levantar
numerosas tropas, á llamar al servicio expertos ca-
pitanes, y á llenar su Comisaría de Guerra con parte
de los 800.000 pesos que la Administración de Sou-
blette había economizado, y que A randa propuso en
vano emplear en el Instituto de Crédito Territorial.
Confirman tal juicio las prevenciones de Páez
á su ejército, en el oficio que copiamos á continua-
ción, y que dice así :
República de Venezuela. — Estado Mayor Ceneral del
Ejército. — Cuartel General en San Luis de Cura, á
15 de diciembre de 1840.— 17° y M°-
Señar Coronel Doroteo Hurtado, Jefa de operaciones de la
Sierra.
Cuando el 2 del presente mes se acercaba la hora
de moverse del ("aro de Semen las columnas encarda-
das de la persecución de Raupel y Zamora, S. E. el
General en Jefe llamó ú su rededor á los señores Jefe
de operaciones, Comandantes y oficiales de dichas colum-
nas, y en lenguaje muy sentido les puso do manifiesto
los estragos causados por los enemigos del reposo públi-
co, y la necesidad de perseguirlos activa y eficazmente.
Muchas veces dijo S. E. a los señores allí reunidos : uXo
se detengan, no descansen, no duerman, pers'gan al
enemigo de día y de noche;" y S. E. se retiró persua-
dido de que sus palabras habían produ ido el efecto
que deseara. Después de esto los facciosos se han deja-
do ver por nuestras fuerzas en el sitio de La Ollita. Cada
día que se prolonga la vida de esta facción, aumenta
la agonía de los buenos ciudadanos: la Xación £e
muestra ofendida y hasta irritada por los ultrajes (pie
ha recibido de sus procaces enemigos, que aunque peque-
ños en número, y sin las dotes que distinguen á los
soldados de la República, la obligan, sin embargo, á con-
servar un ejército para no dejar triunfante el crimen. S. E.
siente y padece, porque ve sufrir á. sus compatriotas
y tiene un interés muy particular, en que. se reconozca
que el ejército de su mando es sensible á las desgracias
públicas, y que se afana por hacerlas cesar. Y como
S. E. quiere que abunden estas pruebas, dispone: que
13
I
1W DOCTOR L. VILLANUEVA
usted se sirva recordar á los señores Comandantes v
oficiales de las columnas que están á sus órdenes, las
memorables palabras del 2 de este mes en el Caro de
Semen. S. E. cuenta con la reputación militar que tan
sólidamente tiene usted establecida en la República, y
espera que los señores Comandantes y oficiales honrarán
debidamente sus puestos. S. E. está resuelto á no disi-
mular ninguna falta en el servicio : el Comandante ú ofi-
cial que no tuere atenta y rígidamente exacto en el
cumplimiento de las órdenes que usted le dé, será in-
mediatamente sometido á juicio. Los partes de usted
servirán de regla á S. E. ¡Ojalá no haya que censu-
rar y corregir omisión ó negligencias, sino aplaudir el
valor, celo y eficacia de los señores Comandantes y ofi-
ciales de las columnas que obran en la Sierra !
Al publicar usted esta resolución en la orden ge-
neral de su cuartel, conviene que usted recuerde á los
señores Jetes y oficiales el cumplimiento de las órde-
nes generales para oficiales, contenidas en el Tratado se-
gundo, título 17 de las Ordenanzas del ejército, y muy
particularmente el articulo oí). — Soy de usted atento ser-
vidor.
Jada* T. Pifia ngo.
lo qn« valia XI. Es curioso conocer el valor que tenía enton-
el fañado en '
1846, ees el ganado. En relaciones de las autoridades de
La Yuca, Cuchan to y La Ceiba, al Estado Mayor
General, aparece que los toros se pagaban á veinte
reales (diez bolívares): los novillos á cuatro y cinco
pesos: las reses pequeñas á dos pesos y á doce reales.
TirotoosonLa XII. En la presente ocasión pasó Zamora á La
mayV "*"*" Yuca á quitar mantenimientos al enemigo v enviar pos-
tas á Pedernal y Tacasurumn. Aquí sostuvo un largo ti-
roteo, dando tiempo á que oscureciera para encubrir
sus movimientos.
Nadie le persiguió.
De este sitio se fué á Guacamaya, donde es-
taba acampado el Capitán José Olivero, hombre muy
práctico y muy idóneo para la guerra de partidas.
En la sierra que separa á Guacamaya del Canuto
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 195
y Tacasuruma, encontróse con una compañía ene-
raiga y de súbito se rompieron los fuegos; peleó pri-
mero en unos conucos y después en el monte, hasta
la noche, en que se retiró dejando en a'arma á los
contrarios.
Divertido es leer los partes de los Jefes del
Gobierno en que dan cuenta de las huellas de Za-
mora; de la hora en que las tomaban; cómo las
perdían, de qué forma se confundían con Jas de los
ganados ; si eran viejas ó frescas ; si los caminan- .
tes avanzaban ó retrocedían ; si eran tantos ó cuar-
tos; si las de hoy eran las mismas de ayer. Por
las brechas en la paja, decía una vez Olivero, puedo
calcular que son más de ciento.
Sobre estas noticias decía una vez el Estado
Mavor al Comandante Chirinos; "S. E. el General
en Jefe, se ha impuesto de la comunicación de us-
ted de ayer, y siente sobremanera que hubiese usted
perdido la huella de los facciosos ; y no los hubiese
perseguido hasta alcanzarlos y batirlos; pues este re-
sultado es el que S. E. se promete de usted y de la
columna de su mando"
XIII. Serán siempre dignas de nombre y es- Zamora oan»
« . i * é inutilisa las
entura, estas tatigosas marchas y contramarchas en £«•«« *ei <**
que nuestro héroe, sin igual en la guerra de montañas,
asomaba por entre breñas, combatía y escapaba
por entre hoyadas y gamelotales, sin que á nin-
guno le fuera dable envolverle ni aprisionarle. Co-
mo fantasma, vigilaba á sus enemigos sin ser vis-
to ni sentido : sorprendíalos de noche, y al ama-
necer no se sabía por dónde había partido. Los
soldados del Gobierno desertaban hastiados de
aquel perpetuo ejercicio sin fruto, desnudos y co-
miendo á veces en el día, no más que maiz cocido
1
196 DOCTOR L. VILLANUEVA
6 crudo ; ó bien caían enfermos, rendidos de traba-
jos. (1) Algunos perecieron en los sumideros ó tembla-
dares, que sólo les guías sabían evitar. (2) Los
oficiales se mantenían debajo de la bandera por pun-
donor. El General Cordero enfermó en Manua-
re y tuvieron que llevarlo medio muerto en ha-
maca á Valencia. Hurtado, endurecido en la gue-
rra de la Independencia, declaróse en enerj .can-
sado y enfermo, y pidió su retiro; y para reempla-
zarle se encargó al General José M. Zamora, Co-
mandante de Armas de la Provincia, de la Coman-
dancia en Jefe de las operaciones El Coronel Gue-
rrero, cuyos antiguos males se reagravaron, renumió
el mando de sus tropas.
Chirinos cavó malo en La Yuca, v Latouche
avisó desde El Corozo, que tenía una inflamación de
pecho y úlceras en los pk's que no le permitían
moverse. (3)
Dice el Coronel Hurtado desde Tormenta al
Estado Mayor General:
uEn mi concepto todavía no se cree la extensión y
dificultades que presentan estas sierras, que además de
ser guaridas puramente de aquel hisí destinadas á ocultar
al hombre malo, éste siempre cuenta con el apoyo del
considerable número de vecinos (pie por todas direccio-
nes le rodean, con la facilidad d« encontrar entre ellos
muchos dispuestos á seguirle, y <pie también consiguen
por medio de éstos, obligar á los demás por la fuerza.
El conocimiento (pie tengo de estas verdades me hace
no detenerme para manifestarlas á usted; lo mismo que
1 Participo d usted que tenr/o la tropa enteramente desnuda,
ron guayucos, y las fornitura* en el pellejo limpio. — J Miguel Latou-
che.— Taeasuruma: enero ¿o. — Oficio al Jefe de Operaciones.
2 FJ d:a ocho se ordena al Comandante García *nie dividiera la
gente en partidas para recorrerla montaña y serranías inmedia-
tas, para ver si descubre algún po o airón, por Labe* se per-
dido algunos individuos en este tránsito y no taberse ni d°» ellos
ni de sus anima 'es y cjirgns.- (Diario histórico de l<* tohnnua de
* per* ciones de (iiiigüc al mando de! señor (¡ enera'. león de Pebres
Cordero).
3 Oficio de Latouche fechado en el Corozo á 2 de enero de
1847, al Jefe de operaciones.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 197
éi estado á que me han recluido las fatigas, continuas
y rápidas marchas, que he tenido que hacer en días atrás,
no me permiten continuar más tiempo sobre La Sierra.
Si fuera de ella ó á sus inmediaciones se juzgan necesa-
rios mis servicios á la Patria, estoy siempre dispuesto
á prestarlos hasta el últiino día de mi vida."
" Hace para dos días que con varias partidas de gue-
rrillas he registrado escrupulosamente día y noche todos
estos montes y quebradas del valle de Tacasuruma, in-
quiriendo hacia Manuare, Manuarito y Tacaragua en so-
licitud de los facciosos, y nada se ha podido conseguir."
" Sin embargo, usted me manda en su citado oficio
recorrer y registrar escrupulosamente las montañas de
Tacasuruma; lo haré por tercera vez."
Él mismo al pasar de Tormenta á Cucharito,
escribe al Estado Mayor General:
Cucharito, diciembre 25 de 1846. — Ayer noche llegué
hasta, este punto )>orque en el tránsito no hallé conque ali-
mentar la tropa y hacía dos días que no comía con fun-
damento.— Doroteo Hurtado.
(Oficio al General Pi ñango).
XIV. Incúlpase á las fuerzas liberales que hubie- Desafueros^
ran tomado en algunas poblaciones y caseríos ropas,,
cobijas, víveres y otras cosas; y con este motivo se las
insultaba por la prensa y en documentos oficiales
con los más oprobiosos calificativos; sin tener en
cuenta que las del Gobierno llevaban á cabo los
mismos irregulares procedimientos, pues entram-
bas robaban conucos, hatos, haciendas, pulperías y
tiendas.
Cierto que Zamora decía que la guerra había
de mantener la guerra; pero sus contrarios profe-
saban la misma máxima: con la diferencia de que
en aquel liempo los periódicos, que eran todos go-
biernistas, hablaban mal de Zamora y de todos los
liberales, sin que nadie les contradijera; y no sólo
silenciaban los desmaues y atropellos de las tropas
oligarcas, sino que elogiaban sus procederes, como de
gente de orden severísimo, respetuosa á la propie-
198 DOCTOR L. VILLANUEVA
dad y demás derechos ajenos. Mas, lejos de ser
esto así, tenemos por averiguado lo contrario.
El Gobernador de Carabobo señor Miguel Herre-
ra, expuso á la Jefatura de Operaciones de La Sierra,
que en los Naranjos exigían las tropas del Gobierna
al vecindario contribuciones forzosas de guerra, con-
sistentes en víveres, bestias, servicios personales,,
etc. ; que de esto se hacía un tráfico abusivo á nom-
bre del Gobierno, ó de las tropas que se hallaban 4
las órdenes del General Cordero, causando á de-
terminados individuos extorsiones considerables; y
á fin de evitarlo en lo sucesivo, pedía que se toma-
sen escrupulosamente todos los informes conducen-
tes á la averiguación de tales hechos. Ni han que-
rido los detractores de los liberales fijarse en las
fechorías del Coronel Cisneros, jefe de las tro-
pas francas de La Sierra, y encargado después muy
especialmente de perseguir los revoluciónanos; quien,
apoyado en las armas del Gobierno, se apropia-
ba los caballos, muías y burros de los vecinos, y
los mandaba para su hato de Xavarro ; cogía el ga-
nado de los particulares para la tropa y no lo paga-
ba; y se lo cargaba á ésta para descontarlo de la*
raciones; el sebo lo mandaba machacado para su
casa; y los cueros los vendía por su cuenta. (1)
vuevo pian XV. Tampoco se limitaban los perseguidores de
Itüorü r Zamora á estos actos, que tanto desdoraban al Go-
bierno, sino que por escrito propusieron los más inhu-
manos planes para destruirle á él y á toda su gente.
Uno de estos fue el indicado al Estado Mavor
General como medida para conseguir la pacificación
de La Sierra; y que consistía en quemar todos los
1 Dato* tomados del expediente de la causa del Coronel
Cisneros.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 199
ranchos, arrasar las sementeras, y reconcentrar todos
los vecinos en los poblados.
He aquí el inaudito párrafo de la comunicación
del Jefe encargado de restablecer el orden público
y proteger las propiedades, en Manuare y Taca-
suruma :
í Mas jo me atrevo á manifestar á S. E. que, do es
posible conseguir la total destrucción de estos malvados
si no se adopta un plan que parecerá desolador, pero que
yo lo juzgo indispensable, así como de mi deber indicarlo.
Tal es: quemar todos los conucos, y aun los ranchos, y
sacarles las familias á poblado; de lo contrario puede
aseverarse que la seguridad pública quedará amenazada tan
pronto como se retiren las tropas ; primero: porque puede
asegurarse también que no hay una sola persona de los
colonos ó inquilinos en este valle y en el de Tacasuruma
que no tenga sus afecciones con los facciosos; y segundo:
porque sus localidades les ofrecen ventajas naturales para
bnrlarse de la moral, atacando impunemente la vida y la
propiedad ajena. (1)
XVI. Empero, digna de alabanza será siempre la. sentimientos
i ' O I humanitarios da
negativa de Paez á adoptar este modo de hacer Pá*a>
la guerra; pues sin titubear, tan pronto como se le
dio cuenta de tal proyecto, ordenó al General Pinango
que contestase el oficio aludido en los términos
siguienles :
Kepúhlica de Venezuela. — Ejército d« operaciones. — Estado
Mayor General. — Cuartel General en Laguna de Pie-
dra, á 17 de octubre de 184tí. — Año 177 de la Ley y
36? de la Independencia.
fkñor General Jefe de operacionen de Güig'úe.
Con fecha 7 del corriente á las cuatro de la mañana
dije á usted lo siguiente:
•
"Con fecha 5 del que cursa comuniqué á usted las
noticias que había recibido de los señores Paredes y Hur-
tado, de que los cabecillas Zamora y Rangel se dirigían
a Manuare, y anoche tuve la satisfacción de recibir la
comunicación de usted fecha en la hacienda de Manuare
el 4, ya reunido con el Coronel Cisneros, y de que perma-
1 Diario histórico de laR op roción?» de lu CVuninu úm
Gftipie.— (Xtubre 14— Octubre 17.
1
200 DOCTOR L. VILLANUEVA
necerfa allí hasta recibir nuevas órdenes de S. E. mani-
festando además lo conveniente que sería quemar los co-
nucos, y hasta las casas, sacando las familias á poblacio-
nes distantes, lo cual sometí á la consideración de S. E.
y me ordenó manifestar & usted: que no tenía facultades
para quemar y destruir, y que semejantes medidas no
podían ejecutarse sin incurrir en responsabilidad; y que
además la experiencia ha probado lo ineficaz de tal pro-
cedimiento ; á la vez que privaba á las autoridades de la
fuerza moral de las Leyes: sintiendo no convenir con us-
ted por las razones expuestas.
"También me ordenó acompañar á usted el indulto
que se publicó en Parapara el 4, para que, considerando
usted Iom términos en que es concedido, ofrezca usted
igual perdónalos que quieran obtenerlo; exceptuando á
los cabecillas y malhechores; y que habiendo comunica-
ción del señor Coronel Hurtado, de que tenía certeza de
que las facciones se dirigían á los Naranjos y Manuare,
cubriese usted ambos puntos, p< > ¡u anaciendo en Manuare
hasta que se pusiera expedita la comunicación de ese
Valle con San Francisco, para tenerla con el Cuartel
General que marcha hoy á San José y de allí á San
Francisco. — Todo lo cual tengo el honor de comunicar á
usted de orden de S. E. para su cumplimiento."
Y h ibiendo recibido la comunicación de usted del 9
del corriente, en que da p'irte de la autorización que le
han dado los señores Tovar y Avila para despedir los
vecinos y quemarles las casas, puesta en conocimiento de
S. E. el General en Jefe, me ordena contestar á usted :
que si los señores Martín Tovar y Gal indo y Ciríaco Avila,
dueños de los Valles de Manuare y Tacasuruma, quieren
despedir los vecinos de esos Valles y quemarles ris casas
y conucos, podrán hacerlo como sus dueños que son; pero
que las tropas del Gobierno no deben mezclarse en tales
medidas, sino en las de seguridad que les conciernen, y
que deben basarse en las leves y ordenanzas que nos
rigen ; y por tanto (pie reitere á usted las órdenes del 7
á las cuatro de la mañana y que arriba trascribo á usted.
Soy de usted atento servidor,
Jtidaa T. Piñango. (1)
1 Altfimow propietarios de Manuare' y Tacasuruma escribieron
cartas ai Jefe de (operaciones autorizándole pa a tomar toda*
las medidas con duren tes á aspirar la tran pülidad de aquellos
valí s, y que en consecuencia quemara las casas y conucos, y co-
rriera ó aprehendiera A I09 que t ivieran !a inii« pequeña parteen la
facci n — ( Dhrio histórico de las operjc'oues del Genera1 Cordero. —
Día 12 de octubre ).
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 201
La verdad histórica, ha dicho Napoleón III, en
su " Vida de Cesar," debe ser no menos sagrada que
la religión. Y nosotros, que nos hemos impuesto el
deber de escribir estas páginas de acuerdo con la
verdad y la justicia, por cuanto pertenecemos al Par-
tido que proclama la libertad del pensamiento y la
independencia del carácter, nos complacemos en dar
á conocer con nuestra pluma, sin brillo, pero limpia
de odios, esta bella obra de clemencia, de filantro-
pía y moral política que trae á la memoria las me-
jores de Páez, en las sangrientas campañas de su
juventud, hechas con tanta virtud y no menos exce-
lente gloria.
Pues la severidad de la historia consiste preci-
samente en dar realce y nombre á lo grande y digno,
y én reprobar lo que de alguna manera viola las le-
yes de Dios y los fueros de la humanidad.
CAPITULO VI
I. Los liberales del Pao de San Juan Bautista, cío*™*" fM'
enviaron emisarios á Zamora y á Rangel á ofre-
cerles armas, víveres, ropas y pertrechos, en opor-
tunidad de estar la plaza enteramente desguarnecida ;
pues el General Silva que cubría esa porción del
territorio hasta El Baúl, se había retirado del servicio
y estaba otra vez entregado ásus quehaceres de agri-
cultor. En enero partió Rangel al Pao con un
piquete y ocupó la plaza, ayudado eficazmente por
el Capitán José del Rosario Sanabria; recogió 25
fusiles, 50 carabinas, varias lanzas y otros elementos
de guerra, y exhortó á los liberales á fomentar par-
tidas en aquella comarca de los Llanos, á ejemplo de
lo que estaban haciendo los de Aragua y Guar-
datinajas. Pues debemos decir, que por los lados de
La Victoria habíase presentado una facción, y otra en-
tre Choroní y Maracay á inmediaciones de la ha-
cienda de La Trinidad, residencia de Páez. El Ca-
pitán Gabriel Rodríguez apareció á la cabeza de una
guerrilla en Chirgua Abajo, de ciento y más hombres
armados de flechas y carabinas ; y decíase que en El
Chorro esperaban á Zamora numerosas guerrillas
provittas de mejor material de guerra.
Xos Leones.
-04 DOCTOR L. VILLANUEVA
Mientras Kangel llevaba á cabo esta expedición,
trabajaba sin descanso Zamora en Tormenta y Las
Muías para nuevas acometidas que pusieran en jaque
á las fuerzas oligarcas ; cada día más impopulares
en toda la República.
Encuentro en H. Por este tiempo se le incorporó Rondón en El
Cují con cincuenta hombres de infantería y caballería;
y con ellos y la gente de Rangel formó un campamento
en Las Guasduitas. Allí, atento á los movimientos
del enemigo por su espionaje diligente y voluntario, lle-
gó á saber que el Capitán Julián Castro se aproximaba
á Timbique, con una columna de las fuerzas del
Coronel Domingo Hernández. En el acto levantó
el campo, y le salió al encuentro en el sitio de
Los Leones. Castro, repuesto de la sorpresa, se
paró á pelear con su acostumbrado valor, pero en-
vuelto por todos lados, vióse obligado á perder terre-
no, y á batirse en retirada; dejando en el camino
hombres, armas y bagajes Zamora, á la cabeza
de un piquete de caballería alanceó á unos, y co-
gió á otros prisione os. Hernández, que estaba á re-
taguardia, oído que húbola noticia del desastre, voló
á repararlo, impidiendo que su teniente fuera des-
trozado por completo. En este punto volvió á encen-
derse la pelea, de cinco á seis de la tarde, entre Her-
nández y Zamora hasta que, oscurecido el campo, se
replegó el primero á su campamento del Corozo,
hacienda del señor Ciríaco Avila, y el segundo á
Las Guasduitas.
Los del Gobierno perdieron más de cuarenta,
entre prisioneros, desertores, heridos y muertos. A
Zamora le mataron un soldado.
El Coronel Hernández lamenta en su parte oficial
la pérdida de un valiente Cabo, que se arrojó á la
VIDA DEL GENERAL ZAMOBA 205
muerte en una carga á la bayoneta, y cuyo cadá-
ver quedó en manos de los atrevidos serranos.
No pasaron 15 días cuando se alzó su ánimo á
un golpe más audaz, y de mayor sorpresa y tras-
cendencia.
Entretuvo cierta tarde al Coronel Hernández con
unas cortas guerrillas en Timbique y Tormenta, que
corrieron en la noche por entre sus avanzadas, hacien-
do fuego, mientras que él bajaba de Las Muías
para ir á salir á unos conucos, en la vía de Guaca-
maya, adonde llegó el otro día al oscurecer: y de allí
á poco hizo su entrada en Magdaleno. Al ama-
necer se movió á Cagua y Santa Cruz, por la
cadena de montañas que enlazan á Manuare y Taca,
suruma con la fila de Castillo. De forma que, súbi-
tamente apareció cierta madrugada en un camino
crucial de los valles de A ragua, entre Santa Cruz,
Turmero, Maracay, Cagua y Ciudad de Cura.
Era su intento, según declaró en el Tribu-
nal, ir á La Quinta y Las Matas á reunir hom-
bres, pues sabía por avisos de Jesús Agacha-
do, morador de aquellos sitios, que los había allí
en abundancia, casi todos liberales y partidarios de
la guerra. Sin embargo, divulgóse en aquel tiempo^
y se tuvo por cierto, que su plan era sorprender la
guarnición de Maracay y caer sobre el parque; ten-
tativa que fracasó porque tropas del Gobierno, acam-
padas no lejos de allí, se alarmaron con las colum-
nas de humo de unas pulperías incendiadas inconsulta-
mente por Rangel, en el paraje nombrado La Culebra.
III. Asegúrase por deposiciones dignas de eré- Funciondew-
t i ii • i / i masen La Cu-
dito, que estanco en aquel lugar se avisto el enemigo >•*«.
inopinadamente. Las moscas, cuando se hubieron
alertado, hiriéronse fuego; y Zamora, con la pron-
206 DOCTOR L. ViLLANUEVA
titud de un valiente y entendido Capitán, dispuso
el combate y lo empeñó con buena suerte, en un
callejón cercado de ambos lados.
Los infantes del Gobierno pelearon con brío,
pero sus caballos, que se habían mantenido á dis-
tancia de cuatro ó quinientos metros, en vez de apo-
yarlos se pusieron en fuga. Con todo, resistieron
aquéllos las cargas de Zamora y Bangel, hasta que
hubieron sentido sobre sí una masa desproporciona-
damente mayor, muy diestra además, y superiormen-
te mandada.
Entonce> se replegaron ; y por largo trecho
hicieron fuego, defendiéndose de la persecución que
vivamente les hacían los de Zamora, hasta que al fin
se desbandaron. De los liberales murieron 2, v en-
tre los heridos, que alcanzaron á o, fue contado, con
gran sentimiento de los Jefes, Carmelo Díaz, oficial
de gran pecho.
De los del Gobierno quedaron linos prisioneros,
y otros dispersos, muertos ó heridos. Casi todas las
armas fueron á poder del vencedor.
Hé aquí cómo da cuenta de esta jornada el mismo
General Zamora :
Señor Luciano Parra.
Valleeito : 2<> de febrero de 1847.
Mi apreciado amigo: ahora que serán las ocho déla
noche le comunico lo siguiente : el miércoles batimos al
enemigo en el sitio de La Culebra, quedando dos colum-
nas y algunos Jefes muertos para ejemplo de los demás
opresores. Ya la oligarquía va muy por lo bajo; al va-
lor de las columnas que cargo, al mando del valiente
Coronel F. Kangel, se le debe todo. Por tanto espero que
montes á caballo inmediatamente, vayas á los campos
y recojas los hombres que puedas, que mañana te es-
pero con tu valor acostumbrado y los hombres armados
que consigas. Confío en tu fidelidad y creo firmemente
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 207
que no desobedecerás. Yo, ei valiente liangel y mis co-
lumnas te saludan, y tú cuenta con tu servidor. — Eze-
qüiel Zamora. — Adición : cariños á nuestro amigo Vivas,
y que no se quede. — Vale.
Apenas se oyeron los tiros en el Cuartel General
y plazas comarcanas, se despacharon tropas al sitio del
suceso, y Zamora tuvo que levantar el campo llevándo-
se sus heridos, y el material de guerra conseguido en
el combate. Faldeó un cerro que está entre Garabatos
y La Laguna, anduvo toda la noche hasta que salió al
camino real de La Villa á Caracas, por donde siguió
un largo espacio, hasta que hubo encontrado un ca-
serío por el cual subió el cerro, cogió la fila y ba-
jó del lado arriba de una hacienda que estaba á
su derecha. Allí le amaneció, y sin dar descanso
á la tropa, se adelantó á un portachuelo más allá
de Los Bagres, en donde se paró á las doce del día
á matar tres reses para racionar la gente. A po-
co continuaron los liberales marcha hasta el ano-
checer, en que fueron alcanzados y cercados en el
sitio de Cataure por las tropas del Gobierno. Cho-
cáronse, pues, las avanzadas, y confundidos todos en
la oscuridad, insultábanse y retábanse á duelo sin-
gular.
El resto de la noche pasó en silencio ; y al
aclarar se vio á Zamora con su bandera amari-
lla en la cima del cerro, donde se mantuvo todo
el día en actitud de pelea, sin que nadie osara aco-
meterle en tan ventajosa posición. Los del Gobier-
no replegaron á Caicara, y Zamora á Cataure, arri-
ba de los Pérez, donde atacado el siguiente día,
rechazó al enemigo hasta Vallecito.
IV. De este punto emprendió marcha Zamora al tra- comba* •*
vés de la montaña de Cataure á salir á Cerro Chino ó *ffmt°
Pagüito; pasó con sus fuerzas, que serían 800 hombres,
208 DOCTOR L. VILLANUEVA
por El Peñón, siguió por Hormiguero, posesión de
Don Manuel Guirado, se adelantó por El Espinal, de
Don Félix Fuentes, á situarse en Cují-Gacho, ha-
cienda llamada del Ocumo, de Don Fernando Fuentes.
De aquí fué á acamparse en BQquerón de Caicara.
Como tuviera informes el Gobierno de este mo-
vimiento, ordenó en la madrugada del 27, que el
Coronel Domingo Hernández marchase por el lado
del Chorro hacia el valle de Caicara, con la columna
de su mando, menos las compañías de los Capi-
tanes R. Francia, y Oliveros, destinadas por rumbo
diferente á desempeñar otra comisión.
El Comandante Juan Bautista Rodríguez había
salido con la columna de Barquisimeto, el batallón
Caracas y las compañías de Magdalenoy San Juan,
por los contornos del Nicual y Pagüito.
Prcvíuoscle á Hernández que ocurriese á donde
sonasen tiros, porque ésto era señal de que Rodríguez,
se había encontrado con los facciosos primero que él.
Orden semejante se dio al Comandante Ro-
dríguez.
Hernández salió alas cinco y media de la ma-
ñana con f>00 hombres, por la íuta indicada, y á las
dos de la tarde llegó á Caicara, donde supo que Xa-
mora estaba en La Loma de Cataure, formado en
batalla. Invirtió el resto del día en reconocer el
valle y en racionar la tropa por dos días, á fin de no
tener que imerrumpir sus operaciones contra la fac-
ción, en las cuarenta y ocho horas subsiguientes. Per-
noctó allí, y al amanecer del 28 se movió á Vallecito.
• Se llama Loma de Cataure la cumbre de un ce-
rro muy elevado, de este mismo nombre, á la cual se
subía desde Vallecito por un camino tortuoso abierto
en su cuesta.
r
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 209
De esta loma y por el lado opuesto, se des-
prende, bajando con bastante rapidez, uta pica por
la fila que va basta donde llaman Morro de Catau-
re: allí se encuentra el camino que del Nicual pasa
por el Valle de Cataure y sube á La Loma á em-
patarse con el de Vallecito. Además de estas dos-
picas, partía otra de un conuco del Valle dichor
apenas transitable, por la cual se atravesaba la
montaña para caer á otro valle conocido con el nom-
bre de Pagüito. De suerte que el General Zamora^
tenía delante de sí tres caminos para salir de la fila:
por Vallecito, por El Morro ó por Pagüito. Si las tro-
pas del Gobierno tomaban estas tres avenidas, había
(le quedar, como en efecto quedó, situado en la cum-
bre sin más recurso, so pena de morir de hambre;
que el de romper valientemente á tiros y sablazos
alguna de las fuerzas apostadas en cualquiera de las
menc «madas direcciones. Y esto fue lo que realmente
sucedió.
El Coronel Hernández dividió su tropa en
tres grupos ; de los cuales situó uno, al mando del
Capitán Julián Castro, al pie de la cuesta para cu-
brir el camino de Vallecito ; otro con el Capitán Al-
varez, en el pie opuesto del cerro, para guardar el
paso de la loma al camino del Nicual ; y reservó
el tercero, más numeroso, para reforzar á cualquiera
de los dos que fuese atacado por el General Zamora;
debiendo la fuerza situada en la parte contraria á
la del ataque, subir la loma y hacer fuego á la
facción por retaguardia.
A poco de estar colocadas estas tropas en los
lugares dichos, bajaron las de Zamora, parte por el ca-
mino del Morro y otras por una quebrada, con el pro-
14
210 DOCTOR L. VILLANUEVA
pósito probable de acometer á aquel destacamento por
los flancos; pero el Coronel Hernández, observado
que hubo este movimiento, reforzó á Alvarez con la
fuerza de reserva v le ordenó avanzar sobre la loma:
mas según dijo él mismo al Estado Mayor en ofi-
cio de 6 de marzo, el mencionado Capitán Alvarez
desconoció el toque de corneta, y cuando ala voz
«ele repitió la orden, ya Zamora, como hubiera visto
el total de la tuerza, se había replegado á la loma.
Estas posiciones fueron conservadas todo el
día 28, tn espera de que Rodríguez avisara que
iba á avanzar hacia la montaña por Pagüito. Si
Zamora salía derrotado, bajaría en dispersión por los
«otros dos caminos, donde con todos los suyos sería
•cogido prisionero. Hernández hizo saber á Rodríguez
que aguardaría su ataque hasta la mitad del día siguien-
te ; y que si no sucediera tal cosa, entendiese que
él acometería por sí solo á los facciosos, cualquiera
que fuese el rumbo que tomaran. Rodríguez no
contestó ; p?ro en su lugar lo hizo el Comandante
de la línea de Cura, Coronel Guerrero, que aún
enfermo de gravedad, dirigía las operaciones desde
la cama; y le avisaba que había dado orden peren-
toria á Rodríguez de que asaltara la facción por
Pagüito al aclarar del día siguiente; habiéndolo
al efecto reforzado con tropas despachadas de Villa
de Cura, de San Sebastián y de San Juan. Todo,
pues, quedó preparado para empezar los fuegos por
Pagüito al amanecer, si en la noche no rompían el
cerco los alzados.
En efecto, el día primero, ocupados los puestos
por lo> destacamentos de Hernández para concurrir
al ataque co «binado, observó este que Zamora ha-
bía abandónalo sus posiciones ; y buscando por la
r
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 211
huella la ruta que hubiese tomado para seguirlo,
avisáronle que por el camino de Vallecito á Magda-
leno se veía un tropel de gente, y aunque estaba
persuadido de que la dirección de Zamora no podía
ser por otra parte sino por la pica de la montana
que del Valle de Cataure salía á Pagüito, suspendió
la marcha para examinar los lados por donde efecti-
vamente se divisaba la partida. En esta virtud bajó á
Vallecito, y averiguadas las cosas, resultó ser falso el
informe que se le había dado : volvió á subir la cuesta
de Cataure, y ya en la mitad del camino, notó que en
una casa más abajo de una cañada de Vallecito, había
mucha gente que bajaba á una quebrada y subí* á una
cumbre; lo cual le obligó á hacer un reconocimiento
con una compañía. El Capitán de ésta regresó á poco
á informarle que eran mujeres naturales de aque-
llos valles que habían salido huyendo de sus ca-
sas el día ar.terior. Hernández continuó subiendo,
y aunque sin baqueanos, resolvió bajar al Valle de
Cataure y buscar la pica antedicha, que al fin halló
al medio día. A esta hora entró en la montaña, tre-
pó ia cuesta qué le llevaba por un camino fragosísimo
al Valle de Pagüito, y acabó de vencerla entre cuatrr
y cinco de la tai de. Entonces fue cuando se en-
teró de la función de armas que se había empeñado
al pie de la cuesta entre Rodríguez y Zamora, y
que se conoce en nuestra historia militar con el
nombre de acción de Pagüito.
La fuerza de Rodríguez, en obedecimiento á
!a orden del Coronel Guerrero, caminó toda la
noche, y al amanecer avistó la de Zamora, situa-
da ventajosamente en dos lomas. El choque era
inevitable, porque el uno tenía que abrirse paso
para solicitar subsistencias por los lados de Camata-
212 DOCTOR L. VILLANUEVA
gua y San Francisco de Cara, donde había muchos^
liberales y más tropas; mientras el otro tenía encargo
de cerrarle la salida, combatirlo y exterminarlo.
En tal emergencia, luego de acabado el reconocí"
miento del lugar, hizo trepar Rodríguez dos gue-
rrillas por los flancos del cerro, que fueron pron-
tamente contenidas por un fuego vivísimo desde-
las alturas. Los soldados caían heridos ó muer-
tos, unos sobre otros, sin que fuera dable á la&
guerrillas desplegarse para rodear los puestos ene-
migos, á causa de que no podían subir sino por
veredas estrechísimas, barridas por los fuegos. Tra-
bado formalmente el combate, ordenó el Coman-
dante Rodríguez que el batallón Caracas regido por
Esteller, avanzase por el centro.
Este batallón, mandado por oficiales vale-
rosos, ejecutó un movimiento rápido al pie de-
la cuesta, para embestir la subida con destreza
y vocería. Sus Comandantes, marchando á su
frente, daban ejemplo de bravuia. La primera com-
pañía fue diezmada: uno de sus oficiales, Lino Co-
rrea, cayó muerto; otro herido, y de los soldados,
gran número quedaron tendidos en el campo.
Zamora le tiraba encima sus columnas, capi-
taneadas por oficiales tan arrojados como ellos ; car-
gábalos á plomo con tal furor como nunca se había
visto en aquella guerra civil tan tenazmente sos-
tenida por el pueblo, escaso de elementos de gue-
rra, contra un Gobierno desacreditado en el cri-
terio público, pero con recursos de todo género,
y de/endido por un cuadro magnífico de Jefes y ofi-
ciales.
Zamora no contó nunca sinoj con los pertrechos-
que quitaba al enemigo, y^con los que le remitían.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 213
sus copartidarios : no tenía dinero: vivía de los
-conucos y de las reses que encontraba : ni sus con-
militones era gente que viniera de las campañas de
3a Independencia, sino montañeses y llaneros nue-
vos en el arte de la guerra, con poca disciplina,
aunque esforzados y constantes. De este número
•era José de Jesús González (a Agachado) que
peleó en aquella refriega con denuedo inimitable,
alistado en las tropas de Zamora, en calidad de
Sargento, en la compañía del Teniente Joaquín Ro-
dríguez ; el Comandante Tomás Rondón ; los Ca-
pitanes Poli* arpo Sánchez, Masabé, Tovar, Sanabria
v Ramón Zuloaga ; el abanderado Teniente Juan
Breto ; lo.. Tenientes Felipe Pe re ira y Dámaso Pe-
ralta; el Aspirante Figuera y muchos otros cuyos
nombres quisiéramos haber conocido para consig-
narles con gusto en estas páginas.
Al ver Zamora que el batallón estaba seria-
mente comprometido en la cuesta, determinó hacer
un movimiento general con todas sus fuerzas y arro-
llarlo por el centro y los flancos : y puestos él y
Rangel á su frente, tendida la bandera y atronan-
do la montaña con sus cornetas, tambores y voces
de pelea, se desprendieron de la cumbre como una
tempestad de fuego. Este fue el instante solemne
de la acción. El Caracas se paró á morir á pie
firme; al tiempo que Rodrigue', penetrado de lo
inminente del peligro que aquel cuerpo estaba co-
rriendo, tiró en medio del horrendo conflicto las com-
pañías de San Juan y Magdaleno, dejando sólo de
reserva las impertérritas columnas de Barquisimeto.
Ninguno perdió el ánimo.
Rangel, ágil y fiero, se arrasaba, se entra-
ka por las filas del Gobierno y les disparaba tía-
214 DOCTOR L. VILLANUEVA
bucazos á quema ropa; volvía á los suyos, car-
gaba de nuevo el trabuco y otra vez los acome-
tía. En tan reñida disputa chócanse los combatientes-
unos contra otros cuerpo á cuerpo: valientes oficia-
les ruedan heridos ó muertos: y los dos Jefes,.
Rangel y Rodríguez, igualmente enardecidos, embís—
tense con las reservas y producen en el campo la<
más espantosa contusión. Uno y otro son heridos r-
á Rodríguez lo sacan sus soldados á hombro ;.
mientras Rangel, desnudo de la rinta arriba y cho-
rreando sangre de una herida en el arca derecha,,
rompe el campo como una fiera que, bramando de fu-
ror, saltase por encima de sus cazadores para irse á
morir á sus guaridas. En medio del estrago Este—
11er toma el mando.
Más de cien muertos v como doscientos he-
ridos están tendidos en el cerro y en el valle.
Zamora, sin u\\ cartucho, carga con ímpetu te-
rrible á lanza y bayoneta por medio de aquellas
columnas que diezmaba la muerte, y desconcertaba \st
falta de su denodado Comandante. Todo á su derredor
se abate ó muere.
Gente y caballos resbalan en el barro que se h»
formado de sangre y tierra : y son precipitados á
los barrancos, ó destrozados por los que corren por
encima de ellos. Desde los tiempos de la Inde-
pendencia no se había librado una acción más san-
grienta, atendida las cortas fuerzas que tomarot>
parte en ella, y que según datos oficiales mon-
tarían por todo á dos mil quinientos hombres.
Zamora se abre paso con su lanza, baja al planr
y se retira dando frente al enemigo cou una co-
lumna como de cien hombres, sin que nadie s^
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 215
atreva á perseguirle. Su causa está perdida mili-
tarmente, pero él la lleva como ideal de su vida en
la mente y en el corazón, y va, como huyó Héctor
vencido, pero glorioso, por en medio del incendio de
su campo de batalla.
Se ha dicho que en esta jornada se contaron seis-
cientas bajas.
El Coronel Doroteo Hurtado desde el mismo
campamento á donde llegó despue's de la acción,
dice al Cuartel General :
;tLa posición del enemigo era tau ventajosa, que afín
no se puede decir que nuestra perdida ha sido consi-
derable, pues debieron babor concluido con todas nues-
tras tropas desde el principio del combate; las alturas
no eran accesibles á lo* esfuerzos de un hombre solo
para treparlas, sosteniendo el enemigo un fuego vivísimo
l>or más de dos horas" (1).
Las tropas del Gobierno quedaron ocupando
el campo, y él siguió, ó mejor dicho, retrocedió
al picacho de Cataure, en donde reunió gran mi-
mero de dispersos, y por la noche del mismo día,
abrigado de la oscuridad, partió á La Sierra, pasan-
do por la parte occidental de los Morros de San
Juan, sin haber encontrado en el tránsito sino una
partida en Chacao, que huyó á su aproximación,,
sin disparar un tiro.
V. Para perseguir los derrotados dispuso el Co- Derroudei*.
ronel Hurtado desde Tormenta, con fecha 11 de Uberalei*
marzo, que los capitanes Valentín Viera y Guiller-
mo Blanco recorrieran el Guárico, Muías, Guam-
bra, Virgen Pura y Cerro Azul. El Comandante
Chirinos y el Capitán Oliveros marcharían reuni-
dos desde aquí hasta las cabeceras de Mauuare,
1 Hurtado partió con fuerzas, de La Ollita, á* nde estaba acan-
tonado, á Pagüito, el 27.
*J10 DOCTOR L. VILLANÜEVA
donde el primero seguiría á Tacasuruma, cuyo valle
había de registrar escru pelosamente por todos sus
puntos hasta las Muías, sin fijarse en ninguno de
ellos; y el segundo regresaría á este lugar mante-
niéndose en constante movimiento en el terreno que
media ente éste y Manuare, que erd el señalado
para sus incursiones ; debiendo dar uno y otro par-
tes de lo que ocurriera, así á otros Comandantes
de columnas, como á la Jefatura de Operaciones.
Todos los individuos que se aprehendieran se
«destinarían á la mayor brevedad á Ciudad de Cu-
ra, á las órdenes del señor General, Jefe Ge-
neral de Operaciones. Al Comandante José M?
Muguerza con las tuerzas de su mando se 1p en-
cargó que entrara por detrás de la Quebrada de
Agua, Brazo del Medio, Montañas de Camové y
:San Pablo, á salir por Mocundo á La 01 lita. Al
Comandante Saturnino García con su columna to-
caba obrar por la parte del Sur en las descolgadas
de las montañas del Platillón, Platilla, Picacho Blan-
deo, Los Cueros, Valle Hondo, San Gregorito y
Bejucal, á salir á La Ollita por la Platilla baja.
Los Jefes y Oficiales encargados de colum-
nas, compañías ó piquetes estaban autorizados para
pedir al Comisario ordinario de Cura, dos días antes
•que se les acabaran las raciones, las que les corres-
pondieran á sus tropas, hasta el vencimiento del mes.
Se encargó muy particularmente que ninguno
■de los mencionados Jefes v Oficiales se detuviera
•
-en parte alguna más de un día para lavar y dar
descanso á sus tropas. Los partes se dirigirían á
La Ollita, sin perjuicio de darlos también al se-
ñor General Jeíe General de Operaciones, conforme
á lo dispuesto en la orden general del mismo día.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 217
Los liberales, por su parte, se dispersaron en
varias direcciones.
Rondón siguió para el Pao de San Juan Bau-
tista, de donde eran vecinos sus soldados.
A Policarpo Sánchez lo cogieron en Paso Ancho,
jurisdicción de San Francisco de Tiznados, y lo ma-
taron.
Rangel se internó en La Sierra; y su herida,
sin asistencia de ninguna especie, le ocasionó una
enfermedad mortal. El campo volante de Guillermo
Blanco (Guillermote), le halló medio muerto, acom-
pañado de dos muchachos, en la montaña de Guam-
bra el 14 de marzo en la mañana. Acabáronle de
matar; llevaron el cadáver en un burro á Villa de
Cura, y allí le cortaron la cabeza para remitirla al
Poder Ejecutivo. (1)
Zamora, llegado que hubo á la serranía, dis-
persó su gente, como lo hacía cuando se le acababan
los pertrechos y los víveres, á condición de volver á
reuniría en sitio y día convenidas de antemano.
Vagó algún tiempo solo en aquellas tristes soledades
revolviendo en su fogosa mente nuevos planes de
recomposición para producir otra campaña, acaso
más ruidosa, porque era Zamora caudillo dotado por
el cielo de fe inmortal en la redención del pueblo, y
de virtud heroica para soportar los rigores del mar-
tirio, primero que hincarse de rodillas delante de
los opresores de su causa: con lo cual dio ejemplo á
los liberales de entonces y á los de lo porvenir, de
entereza de carácter, para no abandonar á sus com-
pañeros en días de peligro; de constancia en los re-
1 Decapitáronle, y jutestaht cabeza en mía jaula, la llevaron d
Caraca*, donde entonces me hallaba yo con el tí enera l Monagos. —
Autobiografía de Fáez. Tomo 1L
218
DOCTOR L. VILLANUEVA
veses, para no rendirse por flaqueza de ánimo ; de
abnegación sublime, para conservarse puro, íntegro,
inmaculado en épocas desastradas como aquella, en
que no imperaba sino la rapacidad de linos, la bar-
barie de otros, y en todos, las pasiones del odio y
las venganzas.
A fines de aquel mismo nefasto mes de marzo
c¿yó enfermo de fiebre; y en cierta noche se arras-
tró como pudo al rancho de unos infelices, pero pia-
dosos montañeses, que apenas pudieron ofrecerle por
cama una troje miserabilísima, y por alimento algu-
nas raíces de sus arruinados conucos.
new.mor*pri-io" VI. Así pasó unos días en aquel sitio, llamado
Palainbra, entre la vida y la muerte, el hombre
destinado para abatir, once años pasados, con su
genio y valor, el poder casi omnipotente de la
oligarquía de Venezuela; como si la Providencia
hubiera querido modelarle en las penas de la pu-
rificación, para señalarlo como digno precursor de
la campaña más sorprendente y más gloriosa, em-
peñada por el Pueblo contra los ejércitos de la
nueva oligarquía, que subió al poder por la Revo-
lución de Marzo.
Ui\ piquete de la columna de La Victoria le sor-
prendió una noche en su recóndito asilo ; y le habría
inmolado como á Rangel, si hubiera dado su ver-
dadero nombre. Pero como dijo llamarse Juan
Pérez, contentáronse con prenderle y llevarle
amairado á San Luis de Cura, donde todos al verle
quedaron atónitos ; sus enemigos se arrebataron de
alegría, en tanto que entre sus partidarios movióse
gran duelo, porque sintieron todos, muertas en el co-
razón, las esperanzas de victoria.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 219
Pusiéronle un par ríe grillos y le encerraron
primero en el cuartel de la columna de Barquisime-
to, privado de comunicación, y después, en la cárcel
pública. De allí le trasladaron en fines de mayo á la
de Maracay, asiento del Cuartel General.
República de Venezuela. — Ejército permanente. — Cuartel
genera] en Caracas á 28 de marzo de 1847. — 18? de la
Ley y 37? de la Independencia.
Al señor Secretario de Estado en los Despachos de Guerra
y Marina.
Acabo de recibir los oficios que en copia tengo el
honor de acompañar á usted, en los cuales se me par-
ticipa la captura del famoso cabecilla de la facción, del
companero de Bangel, Ezequiel Zamora. Me congra-
tulo con el Gobierno y doy cordialmente la enhorabuena
á los pueblos que han sentido el azote de aquel cabe-
cilla, por el término de sus desgracias.
Sin tiempo para decir todo lo que merece el señor
Coronel Doroteo Hurtado, no puedo privarme de la sa-
tisfacción que experimento al recomendar la singular con-
ducta de este Benemérito Jefe. En persona y mandan-
do una guerrilla, el Coronel Hurtado se ha apoderado
del que entre los facciosos mereció el título de Gene-
ral y lo ha presentado al General encargado de las
operaciones. El cabecilla será entregado á los Tribuna-
les de Justicia y á éstos toca, por medio de un fallo
justo, satisfacer la socieda 1.
Soy de usted atento servidor,
José A. Páez.
Bepública de Venezuela. — Comandancia de Operaciones. —
San Luis de Cura, marzo 27 de 1847. — A las 7 de
la noche.
Señor General Jefe del Estado Mayor General del Ejército.
Ahora que son las siete de la noche, acabo de recibir
del señor Coronel Doroteo Hurtado, el parte que original
tengo la satisfacción de acompañar á usted. Como maña-
na ha de llegar á esta ciudad el faccioso Ezequiel
Zamora, participaré a usted inmediatamente la identi-
dad de su persona.
Creo haber cumplido la comisión con que S. E. el
220 DOCTOR L. VILLANITEYA
Poder Ejecutivo y S. E. el General en Jeje del Ejér-
cito, se sirvieron honrarme; y felicito á la dación y á
SS. EE. por el término de la facción que temerariamente
pretendió despedazar la ltepííblica.
Soy de usted atento servidor,
José M. Zamora.
República de Venezuela. — Jefatura de Operaciones de L,a
Sierra. — San Francisco de Tiznados, marzo 20 de 1847.
— 18? y 37? — A las ocho de la mañana.
JSeñor General Comandante de armas de esta provincia
y Jefe General de operaciones.
El día 14 del corriente fue muerto Francisco José
Kangel, en la montaña de Guambra por una partida al
malulo del Capitán Guillermo Blanco, (Guillermote) en
cumplimiento de las disposiciones que al efecto di a es-
te oficial ; y hoy tengo la gloria de decir á usted que
corno á. las doce de la noche en el pie del cerro de Jua-
na Caliente, situado entre las bocas de los ríos de La
Platilla y Palambra y sin hacer un tiro, fué capturado
Ezequiel Zamora por una guerrilla que conduje per-
sonalmente hasta las inmediaciones del punto indicado.
Dentro de tres días tendía usted en su presencia á este
individuo.
Lo
vario
> pongo en su conocimiento, para que se sirva ele-
ai de S. E. el General en Jefe del Ejército.
Con sentimientos de consideración me suscribo de us-
ted muy obediente y seguro servidor.
Doroteo Hurtado.
Kepública de Venezuela. — Secretaría de Estado en los
Despachos de Guerra y Marina.— Sección Ia — Caracas :
21) de marzo de 1847.— 18 de la Ley y M de la Inde-
pendencia.
Excelentísimo señor General en Jefe del Ejército.
Con satisfacción se ha enterado S. E. el Presidente
de la Kepública, de la nota de V. E. fecha de ayer, en
que participa á este Ministerio, la captura del faccioso
Ezequiel Zamora, por el señor Coronel Doroteo Hur-
tado.
S. E. acepta la recomendación que V, E. hace del señor
Coronel Doroteo Hurtado, quien en persona dirigió la
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 221
guerrilla que capturó al cabecilla Zamora, habiéndose
hecho acreedor a la gratitud nacional, no tan solo por
este señalado y distinguido servicio, sino por los que hizo
en la guerra de Independencia y por los que en todas
ocasiones ha prestado á Venezuela, siendo siempre un
constante defensor del orden. El Gobierno, pues, hará el
uso conveniente de la recomendación indicada.
Con sentimientos de consideración y respeto, me sus-
cribo de V. B. atento, obediente servidor.
José M. üarreno.
VIL Concluida la relación de esta guerra, es na- Fiada uoam.
° 7 pafiadeu su-
tural que la generación de hoy quiera saber qué in- "*•
fluencia llegó á tener tilla en la política, en la mo-
•ral y en el progreso del país; porque si no ejerció
ninguna en favor de las fuerzas radicales de la
vida pública, sería forzoso al historiador calificarla
de» temeridad ó locura, ó ele otro modo todavía
menos honroso.
Apuñadas bien las causas de esta revolución pue-
de estimársela, á justo título, como la protesta ar-
mada de una gran porción del Partido Liberal
contra los procederes de la oligarquía. Y no de-
cimos de todo el Partido Liberal, porque los que
hayan leído estas páginas con detenimiento, habrán ob-
servado que algunos de ellos, lejos de ayudar á los
alzados, los persiguieron hasta el fin de la cam-
pana; lo cual se debió, sin duda, á sus propias
inconsultas divisiones. Pues es bien sabido que las
fracciones de un Partido se aborrecen más entre
sí, que al enemigo común.
Como los insurrectos fueron los guzmancistas,
apellidados de más puros, más exaltados, é intran_
sigentes, salieron combatiéndolos algunos de los demás
círculos; aunque diferenciándose de los oligarcas,
por cierto espíritu de generosidad y contemporiza-
222 DOCTOR L. VILLANUEVA
ción para con sus hermanos en la comunión liberal,
como dieron de ello muestras expresivas el Gene-
ral J. Laurencio Silva en Barinas y Turen; el Co-
mandante Nicolás Silva en El Pao, el General José
Gregorio Monagas en Barcelona y Piritu, y el ve-
nerado General Alcántara en Los Valles de Aragua :
y junto con ellos Muñoz Tébar y Cala, Valero y
Sotillo y algunos más.
El General Marino y los candidatos Salom y
Blanco se mantuvieron apartados de la guerra ci-
vil: sin defender al Gobierno ni adherirse á las
facciones.
La rebelión autorizaba al Gobierno á perseguir A
los liberales, y de estes injusticias vino á originar-
se la unificación del Partido; pues no hay medio
más eficaz que el martirio, para compactar á los
que profesan una misma doctrina política ó reli-
giosa. La persecución unió y fortificó á los cristia-
nos en las cat¿icumbas.
De suerte que el Partido, formado en la pax
por un elocuente apostolado, se disciplinó en las
prisiones, se hizo indomable en la guerra y se
depuró en el infortunio.
La moral pública lejos de menoscabarse se
enalteció, por cuanto la insurrección dio á entender la
vez primera en Venezuela, que el pueblo aunque de-
sarmado no terne rebelarse contra el crimen de la
usurpación, uno de los mayores en un país de siste-
ma alternativo y representativo, y que, como el de
traición á la patria, no debe alcanzar remisión en
ninguna República de hombres d gnos y civilizados.
La moral encontró en Zamora su justo ven-
gador. Y más meritoria lúe su obra, cuanto la He-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 223
vó adelante, escuso de recursos y de material de
guerra, y la coronó al fin con su propia inmolación,
que todos los demócratas habrán por siempre de res-
petar y admirar; pues luego que dio ejemplo de pro-
bidad, de valor y de constaucia, como pocos, es-
tuvo á punto de perder la honra, y de acabar la
vida en un sunlicio.
A
Ni hay que considerar tal revolución como
tentativa de naturaleza individual ; como agresión de
un hombre audaí á un Gobierno y á un pueblo:
cuando la filosofía de la historia, por el contrar o, ve
en ella una expresión del estado general del país,
un signo sangriento, pero patognomónico, de la de-
terminación bien asentada en la conciencia pública,
de modificar la política, estableciendo un nuevo or-
den de cosas, y poniendo en otras manos las
riendas del Estado.
lia guerra fracasó, á pesar de los máximos es-
fuerzos de Zamora y sus tenientes; pero de sus
cenizas se alzó la causa,antes de pasar un año,
bajo la forma de una evolución política concebida,
preparada y llevada á cabo por el Presidente, Ge-
neral Monftgas, previsor, de grandes pensamientos
y resoluciones inquebrantables.
Si la revolución de Zamora hubiera sido un
hecho de carácter puramente persona!, habría que-
dado muerta y sepultada en el campo de Pagüito,
como quedó la causa de las Reformas el ano 183(5,
con el aprisionamiento de Carujo en los muros de
Puerto Cabello. Esta conspiración no tenía raíces
en el país, y no bien hubo apelado á las armas
contra Vargas, cuando la nación puesta de pie la
deshizo y lapidó para siempre.
224 DOCTOR L. VILLANUEVA
En 46 suceden las cosas de otro modo, porque
las causas son muy distintas.
La revolución armada es vencida al cabo de
siete meses de batallar inaudito; el caudillo va
á tener á un calabozo, y aún le sentencian á muer-
te en noviembre de 47 ; y, sin embargo, en enero
de 48, es decir, á los tres meses, su causa esta glorio-
samente victoriosa en la Casa de Gobierno, y él mis-
mo, armado á la cabeza de un cuerpo de ejército,
álzase á perseguir en nombre del Congreso y de la Pa-
tria los dispersos soldados del Ciudadano Esclarecido,
batido y derrotado en la sabana de losAraguatos.
Zamora, pues, en La Sierra, no era un hom-
bre sino un elemento popular: no era el Cabecilla
de una turba inconsciente y desmoralizada, sino
el precursor armado de una revolución eminente-
mente nacional: de una sublevación de todas las
almas contra un partido incapaz, para satisfacer las
nuevas aspiraciones de la República.
Era el astro que anunciaba la aurora de una
nueva época, como aquellas claridades bíblicas con
que alu <nbró Dios el mundo antes de crear el sol.
Los liberales pasaron de los tormentos á los
Ministerios, al Congreso, á mandar el Ejército y
á gobernar las provincias; las reformas propuestas
por su prensa empezaron á elevarse á la catego-
ría de instituciones políticas : se abolió allí mismo
la pena de muerte por conspiración, y se dio la ma-
no á la agricultura para medio levantarla de su tumba.
La causa de los heroicos montañeses ha triun-
fado ai fin ; y su bravo caudillo, el que levantó por
vez primera la bandera amarilla en un campo de
guerra, ha sido llevado por la vía triunfal á con-
sagrar sus trofeos en el templo de la gloria.
CAPITULO VJI
I. Zamora rindió su primera declaración en
Cura, ante el Auditor de Guerra, señor Licenciado
José Santiago Rodríguez, cuyo Secretario fue el
señor José Pardo Gil.
En 5 de abril le pusieron bajo la autoridad
ílel Juez de 1* Instancia del 4? circuito, que era
el de Cura, por disposición del General en Jefe
del Ejército, y desde el 8 empezó la causa en este
Tribunal hasta el 27 de julio en que fue senten-
ciado á muerte.
Nombró defensor al señor Doctor Manuel Díaz,
quien desempeñó fielmente su encargo; y sirvió de
Fiscal de la causa el señor Licenciado Juan Martínez.
En 31 de los mismos se compulsó el testimo-
nio de la sentencia que debía quedar en el Tribu-
nal y se remitieron los autos á la Corte Superior
constantes de mil ciento ochenta y dos folios.
Ante esta Superioridad le defendió el señor
Doctor Elias Acosta, y no obstante sus esfuerzos,.
confirmó la Corte en 6 de setiembre la sentencia,
apelada. Remitióse en consulta á la Suprema, y
15
Froceao
220 DOCTOR L. VILLANUEVA
%
-¿sta, oído lo representado por el Fiscal Doctor
José Isidoro Rojas, la aprobó, el 28 de octubre,
mandándose copia de ella al Presidente de la Re-
pública, por si tenía a bien usar de la atribución
21? que le concedía el artículo 117 de la Consti-
tución.
xJSfM^m- H- En 2 de noviembre el Ministro del Interior
JSLrta! p*na Doctor Tomás J. Sanavria, por orden del Poder
Ejecutivo, pidió el Acuerdo y consentimiento del
Consejo de Gobierno para conmutar en ocho años
de conBnación en la ciudad de Maracaibo, la pena
de muerte. Considerada la solicitud, y tomados
los votos, estuvieron por la conmutación tal como
la proponía el Poder Ejecutivo, los señores Obispo
'de Trícala, Blanco, Mejía y Sanavria, y en contra
los señores Doctor Vargas, Tovar, Narvarte y Ro-
dríguez, añadiendo éstos que estarían porque se
conmutara la pena si se imponía á Zamora la de
-diez años de presidio en lug^r de la de confinación.
Empatados los votos se recomenzó á tratar la mate-
ria, quedando pendiente para la próxima sesión
del día 4: en la cual, votada otra vez. volvió á re-
sultar empatada en los mismos términos.
Con forme al Reglamento quedó abierto de nue-
vo el debate: y en la sesión extraordinaria del
5, presentó el Ministro la siguiente Resolución del
Poder Ejecutivo:
" Impuesto S. E. el Presidente de la República de que
el Consejo de Gobierno conviene en la conmutación de la
pena capital en que ha sido condenado Ezequiel Za-
mora, para lo cual fué excitado, estando disccnle única*
mente en la pena que baya de subrogarse ; y urgiendo el
que cefi>e este inconveniente por estar para espirar el tér-
mino dentro del cual quiere el Decreto Legislativo de 3 de
mayo de 18,'ií) que el Gobierno determine la conmutación ;
resuelve: excitar de nuevo al Consejo para que le coli-
sa te la pena en que haya de hacerse la conmutación acor-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 227
«lada; con la cual se conforma desde luego; pues que no
ejecutándose la de muerte, queda salvado el prineipio que
ha guiado y guia á la Administración para afianzar la paz
interior de la- República, que es el motivo grave de con-
veniencia pública que le ha llevado á solicitar en este caso
«1 previo acuerdo y consentimiento del Consejo, á quien
se convocará extraordinariamente para las once de este
-día. — Por 8. B., Sanavria."
Habiendo el Consejo resuelto previamente, que
podía constitucional mente ocuparse en tratar el asun-
to, entró á conocer de él, no obstante la opinión en
contra del Secretario Rodríguez ; y bien discutida
la materia, acordó consultar á S. E. el Presidente
<le la República, que el Consejo prestaba su acuerdo
y consentimiento al Poder Ejecutivo para que pu-
diera conmutar en diez años de presidio en el
cerrado de Maracaibo la pena capital impuesta á
Ezequiel Zamora como reo de conspiración y otros
delitos; y así autorizado, expidió el General José Ta-
<leo Monagas el siguiente Decreto, que debiera grabar-
se en letras de diamante:
JOSÉ TADEO MONAGAS
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA
ETC., ETC., ETC.
Vista la sentencia de S. E. la Corte Suprema de Jus-
ticia, en que condena á Ezequiel Zamora á sufrir la
pena de último suplicio por conspiración y otros delitos.
En uso de la atribución 21 que me concede el ar-
tículo 117 de la Constitución, y previo el acuerdo y con-
sentimiento del Consejo de Gobierno.
Decreto :
Artículo Io Se conmuta la pena de muerte á que
ba sido condenado Ezequiel Zamora, en la de diez
años de presidio cerrado en el de Maracaibo.
Artículo 2? El Secretario de Estado en los Des-
pachos del Interior y Justicia, queda encargado de la
locución de este decreto.
Dado, firmado de mi mano, sellado con el sello del
Poder Ejecutivo, y refrendado por el Secretario de Es-
228 DOCTOR L. VILLANUEVA
tado en los Despachos del Interior y Justicia en Cara-
cas, á 5 de noviembre de 1847, ano 18 de la Ley y 37
de la Independencia.
José T. Monaqas.
Por 8. E. — Tomás José Sanavria.
Es copia.
Sanavria.
voto d« var- III. Duélenos encontrar á Vargas tan mal dis~
gis en el Con- *~
■•jo do oobior- puesto á la conmutación en los humanitarios tér-
minos en que la propuso el General Presidente de
la República, pues desearíamos que todos sus actos
fuesen dignos de eterna loa. En el presente caso
muéstrase más bien hombre de partido subordinado
a las imposiciones de la dpjca, que hombre de Es-
tado desapasionado y previsor.
El Vargas del Consejo de Gobierno no es el
liberal Vargas de 1830, que pide valientemente la
amnistía, ni el Justo de 1835, que prefiere renun-
ciar la Presidencia antes que amancillar su magna-
nimidad con el rigor de los castigos.
En todo tiempo se leerá con gusto el hermosísimo
discurso en el Constituyente de Valencia, Heno de no-
bles sentimientos de concordia y generosidad, con
que combatió el proyecto de decreto para extrañar
del país y confinar á los desafectos del Gobierno ; y
su Mensaje al Congreso de 36, cuando terminada
la guerra, pide el perdón para los faccios s, en esta
forma :
" Ningún momento, dice, pues, más propio, se-
gún el concepto del Gobierno, para librar una medida
de alta política que deje satisfecha la justicia ua-
cional, concillándola con la humanidad y la clemen-
cia; propendiendo así á extinguir hasta las reliquias
de una lamentable conjuración." .
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 229
Tale3 sentimientos le valieron que las Cámaras
Legislativas le honrasen con el renombre de Magná-
nimo.
Vargas, como Hortensio, Marcelo, Catulo y
otros beneméritos patricios de la oligarquía de Roma,
«e paró en el desarrollo de la política entre un
pasado que le era simpático y un porvenir que le
parecía peligroso, sin qierer desprenderse de las
preocupan >n?s, ni arrojarse á los nuevos caminos
que la revolución liberal brindaba á todos los talentos,
para trabajar por el advenimiento de una civilización
•más conforme á las aspiraciones y necesidades del
país.
" Cuando un pueblo está en agitación, dice Na-
poleón III, es un gran mal que el partido de los hom-
bres honrados, ó de los hombres buenos, como los llama
Cicerón, ni ahpte las ideas nuevas para dirigirlas mo-
derándolas.17
"De aquí surgen divisiones profundas?
"De un lado los exaltados se apoderan de las pa-
siones buenas ó malas de la multitud ; y del otro, los
hombres honrados, inmóviles ó indiferentes, se oponen
á todo progreso y suscitan, por su resistencia obstinada,
impaciencias legítimas y violencias lamentables?
14 La oposición de estos últimos i i ene el doble in-
conveniente de dejar el campo libre á los que valen me-
nos que ellos, y de mantener la duda en el alma de esa
masa social flotante que juzga los partidos más bien
por la honorabilidad de los liombres que por el valer
de las ideas?
Tal fue el error político de nuestro sabio Var-
gas, á quien cuadran perfectamente las reflexiones
de Napoleón cuando juzga las dificultades con que
I
230 DOCTOR L. V1LLA3ÍUEVA
tropezó el movimiento liberal de la República
romana.
zamo» m IV. En los días en que iban á trasladar á Zamora.
•vade da la car- • • •
«eidexaraoay.al presidio se evadió de la cárcel de Maracay, donde
pocos días antes, según lo aseguran sus deudos, ha-
bían intentado quitarle la vida, aunque no se dice-
por disposición de quién.
Léase lo que sobre tan azarosa sospecha expuso
al Gobierno del General Monadas, la señora madre
de Zamora; y el decreto de la Corte' Superior que
recavó sobre la materia.
E 'elvntíñmo señor Presidente de la R»públie%.
Paula Correa, viuda, legítima madre del desgraciado
joven EzEguiKL Zamora, llena de respeto y anegada
en lagrimas, que espresan el dolor mas fuerte de natu-
raleza, elevo hoy mi triste y compasiva suplica al padre
general de los venezolanos, el Supremo poder Ejecutivo,
cuya clemencia esmalta sus heroicas virtudes.
Existe Exmo. Señor, mi desventurado hijo en la cáne*
de Maracay, casi privado de comunicación, arrastrando-
enormes y pesados grillos, que mas que la seguridad
contra la fuga, trabajan el tormento y el aniquilamien-
to de su vida.
En tan dura y desesperante situación, tres veces se
ha atentado contra la existencia, empleándose aleves é
insidiosos medios, de cuya prueba siempre sabe salvar-
se el asesino.
Primero, se fingió que una partida, quería acometer
en una noche al pueblo para sacarlo de la cárcel. En
efecto se hiso correr la noticia, se alarmó el vecindario^
y en confianza, la mas criminal, se solicito del oficial
de la guardia de la cárcel, á quien se reveló el plan, que
con el pretesto de los confabulados en motín, se le qui-
tase la vida en esa noche á mi hijo. Para persuadir-
lo, se le decía por el hombre mas descarado y cruelr
que tiene Venezuela, que era un servicio distinguido
que se hacía ¿i la República, matándose á Zamora, para
que n:> se gistase más en custodiarlo, ni en su juicio.
La virtud del oficial de la guardia salvo en tan horrible-
noche, la vida de mi hijo, pues se negó á la criminal
maquinación de aquel hombre exeeerablc.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 231
En la vez segunda, un oficial aprovechando el mo-
mento, en que el de la guardia no se hallaba en la
cárcel, entro á ella, y desnudando su espada se dirijid-
al calabozo donde estaba mi hijo. En el acto, quiso
el cieln, que entrase el oficial de guardia, y sorprendi-
do el asesino, no pudo consumar su crimen.
Frustrados estos medios, se echo mano, Señor Exmo-
de otro mas infame y aleve.
A pocos dias se logró meter en la comida de mi
hijo una hallaca con solimán. La casualidad de haber
notado aquel, al dividirla con una cuchara, que estase
había ennegrecido, lo salvo de la muerte.
En tan agovioso suplicio lia permanecido mi desgra-
ciado hijo.
El 20 de Agosto ultimo se ha aparentado en Mará-
cay grande alarma, suponiéndose, que varios amotina-
dos en'Tacasuruma invadiesen el pueblo. Guardias dobles,,
patrullas, quien vives, y un tren estudiado de temores
agitaron l.\ población. Mi hijo, esperaba de un momento
á otro la perdida de su vida, como fruto del aparato.
Temo señor, y con sobrada razón, aunque no puedo
dar las pruebas de tan abominable y criminal historia,,
que un asesinato oportunamente perpetrato, me quite la
esperanza de la clemencia, y de la misericordia del Go-
bierno de mi patria, y de la humanidad del piadoso co-
razón de V. E.
El perverso, que asecha infatigablemente la vida
de nii hijo se prepara á burlar la clemencia nacional, de-
jando á la anciana madre, que suplica en el ultimo de-
sespero, que la arrojará al sepulcro.
Ya por e**tas razones, y por la ñe que la causa de
mi hijo será hoy sentenciada en 2a instancia y se apro-
xima su termino. Y mas que todo por que en las es-
caceses del Erario, no hay con que sostener la guarni-
ción que custodia la cárcel de Maracay ; y porque á
ser licito el temor y el alarma en que se halla aquella
villa, no esta seguro mi hijo, y según se aparenta está es—
pnesto al asalto de los facciosos. Suplico entrañable y hu-
mildemente á V. E. se sirva mandarse traslade ¡inmedia-
tamente á esta cárcel publica, que ofrece nías seguridades»
con la correspondente custodia, la persona de Ezequiel
Zamora; que sea, Exmo Señor, la ley, y la justicia, y no-
otro crimen mas feo, los vengadores de los errores de>
mi joven hijo!
Caracas: Setiembre 4 de 1S47.
Exmo. Señor.
Paula Correa.
232 DOCTOR L. VILLANUEVA
JBxmo. Señor Presidente áe la República.
*
Paula Correa, viuda y legítima madre del joven
Ezequiel Zamora, con el alto respeto que debo á V.
E. represento.
En la semana próxima anterior por las razones en-
tonces espuestas, suplique á V. E. se dignase acordar
la translación de mi espresado hijo de la cárcel de Ma-
racay á la de esta Capital, cuya custodia, ademas de ser
mas segura, daba garantia á la vida de aquel desgra-
ciado venezolano, mientras que la justicia pública, y la
clemencia del Gobierno decretasen definitivamente sobre
la suerte del procesado.
Ahora, Señor Exrao, agrego otra razón poderosa
y sostenida por el dño de naturaleza y por las leyes
del Estado ; y lo hago en virtud de cartas y suplicas,
que últimamente he recibido de mi hijo Ezequiel.
Este en persona, quiere y desea, como uno de los
medios mas valiosos de su defensa, obra tan amparada,
aun por los mayores tiranos de la tierra, exponer ante
■el tribunal Supremo, que va á juzgarlo en ultima ins-
tancia, hechos importantes, circunstancias, que nadie pue-
de esplicar, como el mismo acusado, que cuenta ya
•con la incomparable desgracia de dos sentencias de muer-
te. Qu ere mi desventurado hijo, que lo oiga S. E. la Cor-
te Suprema ; y de esta audiencia espera la vida.
El mismo Dios, oyó á Cain, no obstante de estar en su
presencia el cadáver palpitante y el fraticidio de Abel.
Ante el Areopago, una de las maravillas del muñ-
ólo judicial, ante aquello; doce ancianos, reputados como
divinos.
Ante el Senado de Boma, que era una asamblea
•de Reyes, en el concepto de los embajadores de Pirro.
Y ante las Audiencias Españolas, que representa-
ban la m a gestad del Monarca, comparecían, y tuvieron el
derecho de ser oídos los ciudadanos acusados por delito
de Uiuerte.
Quiere nuestra Constitución que el ciudadano sea
oido, antes de ser condenado.
Dígnese, pues, V. E. padre gral. de los venezola-
nos también para que sea oido mi hijo, acordar inme-
diatamente su traslación á esta cárcel.
Caracas setiembre 10 de LS47.
Paula Correa.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 233
República de Venezuela. — Corte Superior de Justicia del
Segundo Distrito número 91. — Caracas 17 de setiem-
bre de 1847.— Ano 18? de la Ley y 37? de la Inde-
pendencia.
Señor Secretario de Estado en Ion Despacho* del Interior y
Justicia.
En el oficio de usted de 13 del corriente número
-837, á que se sirve acompañar una representación de
Paula Correa, madre de Ezequiel Zamora, recayó en
■esta Corte el decreto que sigue :
No apareciendo fundamento alguno para temer por
la seguridad del encausado, la Corte no está en el caso
de usar de la facultad que le concede el artículo 10 de
la ley de diez y seis de junio de 1831. Comuniqúese
al señor Secretario de Estado en los Despachos del In-
terior y Justicia, devolviéndole la representación."
Y lo trascribo á usted acompañándole la represen-
tación mencionada.
Soy de usted atento servidor.
El Presidente,
Francisco Díaz.
Díjose entonces que la guardia había sido so-
bornada por sus parientes Cáspers, Tosta y Gabriel
su hermano, en connivencia con una autoridad del
lugar; aunque no aparece así de la averiguación su-
maria que se formó al efecto. (1) Es lo cierto que se
1 República de Venezuela.- Comandancia de Anana de la Provin-
cia.— Caracas: 80 de noviembre de 1847.— 18 de la Ley y 37
de Ja Independencia.
Señor Secretario de Estala de los Depirtament s de O tierra y Ma-
rina.
El *eñor Comandante de la guarnición de Maracay, can fecha
27 del que rige, me participa lo siguiente :
Tengo el honor de elevar á manos d* V. E. Ja averiguación
sumaria adjunta, por medio á los individuos (pie componían la
guardia de 1% cárcel del 22 del corriente por la fuga del reo
Ezeqi iel Zamora. Por las d^cla- aciones tomadas, aparece según
la conclusión fiscal, que no ha habido culpabi'idad de parte de
dicha guardia, en la fuga del preso, pues ésta quedó encargada
déla seguridad déla puerta principal de la cárcel, único punto
en que tenía centinela, desde el moment > en que el señor Jefe
político, mandó suprimir la que se ponía cerca del río para vi-
filarlo; cuyo encargo fue confiado entonces al alcaide y rondas
e policía, en el interior del fdiñcio. según me lo ha manifesta-
do el referido señor Jefe Político: sin embargo V.E. impuesto
del contenido de dicho sumario dispondrá lo que estimare con-
234
DOCTOtt L. VILLANÜEVA
fugó una noche, y llegó á La Victoria, donde remudó
bestia y se encaminó á los Altos, para seguir á Ca-
racas y refugiarse en la casa del Doctor José Manuel
García. De aquí se fué disfrazado y acompañado de
Napoleón S. Arteaga á la casa de las Cotarro, esquina
de Piñango, para salirse la noche siguiente á una ha-
cienda de esta misma familia, á inmediaciones del
Hatillo, y que llamaban la Guairita. Así lo ejecutó.
Allí se hizo conocer de los peones y vecinot
con el nombre de Don Manuel, manteniéndose me-
dio oculto hasta los principios del ano próximo, en
que los sucesos políticos lo trajeron otra vez al ser-
vicio militar activo.
veirente. Quedando todavía arrestados loa cxpr*Bad*">8 individuo*
de la guardia en el cuartel, lo anuncio á V. K. para su conoci-
miento.
Lo mi« trascribo si usted pura fu conocimiento y el deS. E.
el Presidente, advir iendo que hoy mismo hy sometido el ex pe-
diente a dictamen de letado.
Sny de usted at°nto servidor,
8. M <ir¡ño.
CAPITULO VIII
I. El 24 de enero se presentó Zamora al General zamor*e«ii*-
1 mado al servicio
Monagas, quien le encargó de organizar un batallón miliUr-
en Villa de Cura.
Tan pronto como lo formó, partió en el ejer-
ejército nacional á Calabozo á las órdenes del Ge-
neral S. Marino; de aquí prosiguió con el General J«
L. Silva por la costa de Apure hasta Pedraza y Bari-
nas. siendo secundo de este Jefe el Comandante Julián
Castro, y oficial de una compañía Jesús Agachado.
II. Parte del 48 quedó Zamora de guarnición Ma^Jiabñ0* d*
en Barinas, v estando allí se le mandó venir con su co-
lumna á Valencia para que con ella marchase, como
lo hizo, contra los insurrectos de la provincia de Mara-
caibo, dcnde se distinguió por tres hazañas dignas
de memoria. Fue la primera, la defensa de Qui-
siro con 250 soldados, contra la invasión de 900
oligarcas, que pretendieron desembarcar por aquella
costa.
La segunda, el ataque á la partida de Basilio
Borges, que señoreaba el puerto de Cabimas, en la
ribera del lago ; y cuyo oficio era recoger ganados y
víveres para los alzados. Batiólo Zamora, y lo hÍ2<>
prisionero con cuanta gente comandaba.
236 DOCTOR L. VILLANUEVA
La tercera, de gran peligro y osadía, consistió en
el asalto, en San Carlos del Zulia, á la División
expedicionaria que iba de Maracaibo á sublevar la
Cordillera.
Funcionaba en la Provincia como Jefe de ope-
raciones, el General Justo Briceño, y cuando le
hicieron saber el movimiento de los oligarcas, enco-
mendó al intrépido Zamora que esa misma noche los
sorprendiera y acabara.
En hora apropiada y en cumplimiento de esta
orden, embiste Zamora el campamento enemigo con
336 infantes. Los contrarios eran 1.500 bien ar-
mados y valientes; y aunque se apoyaban en tres
cuarteles y un vapor, fueron al fin destrozados:
quedando en poder de Zamora 600 prisioneros, 800
fusiles, el vapor, que se llamaba General Jacksm,
siete faluchos, treinta piraguas, los bagajes y el
parque.
El resto de la división fue destruido: unos se
tiraron al Lago y se ahogaron; otros se dispersaron
por el monte, y los más quedaron muertos, ó heridos
ó prisioneros en el mismo campo de batalla. Entre
éstos figuraban los Coroneles Muguerza y Hurlado,
y tres hijos del General Páez.
El General Briceño le colmó de alabanzas ; v
el Ministro de Guerra, en su Memoria al Congreso,
recordó su proeza con los más honrosos calificativos,
campea dei 49. jjj £n 49 m\\\fá 4 ja órdenes del General Lau-
rencio Silva para contribuir á debelar la segun-
da intentona del General Páez : y guerreros ex-
pertos de aquel tiempo cuentan, como hecho de
nombradla, su temerario arrojo en Cazupo con sólo
cuatrocientos cincuenta soldados contra toda la Divi-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 237
sión alzada que iba marchando de aquel cerro al Valle
de Carache ; verdad es que perdió en ten desigual
encuentro gran parte de su gente, pero obligó á
Páez á suspender la retirada, y dio tiempo á que
Silva le cercase con su ejército por el frente y
por retaguardia. De los paezis as murieron siete, y
salieron heridos diez y seis, entre ellos el Capitán
Pocaterra y el Teniente Minchir, hijo del Coro-
nel, á quien tocó en suerte batirse ese día con
Zamora.
La facción capituló en Campo Monagas.
Dijeron algunos, y se ha conservado en cró-
nicas de aquel tiempo, que para lisonjear al Ge-
neral Monagas se había dado su nombre á aquel
campo, conocido con el de Macapo— abajo.
Esto es una imputación que *e desvanece con
la tradición que se ha conservado en la familia Mo-
nagas, de Valencia, respecto á este particular. Sin
ir á registrar archivos antiguos, bastará al efec-
to copiar un párrafo de la carta que el respeta-
ble Presbítero Doctor Juan Antonio Monagas, es-
cribió al General Monagas, su primo hermano, desde
Valencia, á 17 de agosto de 1849, para perlir la
amnistía de Páez y demás prisioneros. Dice asi :
Me ha sido de bastante placer el saber que el rendi-
miento se hizo en el sitio llamado Monagos, nombra-
do así porque en una hacienda que tenía allí mi abue-
lo, hacía su principal residencia ; y se lo refiero a usted
también para su gusto. (1)
IV. Preso Páez, encargó el Gobierno á Zamora Zamorll y PáMi
(1) Este documento están precioso por los sentimientos de
caridad y enseñanzas morales y políticas en él contenidas, que
no hemos podido resistir al deseo de reproducirlo íntegro, en el
Apéndice.
238 DOCTOR L. VILLANUEVA
que lo condujera con su columna de Valencia á
Caracas; y cuando los oligarcas, dando lágrimas á
la desgracia de su caudillo se comunicaban mutua-
mente el temor de que lo inmolasen en el camino,
como habían hecho Jefes oligarcas con algunos pri-
sioneros liberales en la guerra de 46, resultó que
Zamora, aunque enojado justamente con é\ por los
grillos que le hizo poner en Villa de Cura, más
bien salió protegiéndole en la cárcel de Valencia y
en el tránsito á Caracas.
Al recibirle como preso, mandó que le quita-
ran los grillos, y en seguida entró en el cuarto
que le servít de calabozo, y con el tradicional res-
peto con que los militares de aquel tiempo tra-
taban á Jefes superiores, le dijo : (1) "Excelentí-
mo señor: estoy á las órdenes de V. E. P^r medio
de estos dos oficiales, (que eran los Capitanes Joa-
quín Rodríguez Guerrero y Francisco L. Alcántara)
que son .os de guardia, puede V. E pedir lo que
necesite para su servicio personal."
Páez le dio las gracias. El General Alcántara
nos refirió más de una vez, y ahora nos lo ha
ratificado el General Rodríguez Guerrero, que mu-
chas veces contaba Páez á Zamora episodios de la
guerra de la Independencia, y que Zamora le
contestaba á su turno las preguntas que le hacía
sobre la guerra de 46. Y sobra quien atestigüe que
en Los Guayos, Guacara, San Joaquín, y los Valles
se prestaba siempre Zamora á llevarle á las casas
y haciendas, donde sus amigos le tenían preparados
suntuosos banquetes. Páez se queja en su libro
de que Zamora no castigase los grupos que le da-
1 Por las leyes se daba el título de Excdencia ú los Gene-
vales en Jete de Colombia.
VIDA DEL GENE BAL ZAMORA 239
bao mueras ; pero ¿sto, bien meditado, quiere decir
qoe el General Páez no quiso nunca confesar la
impopularidad en que había caído para aquella fe-
cha, y la mala voluntad que le tenían los pueblos
tomo Jefe de los oligarcas; comu tampoco quiere
estimar lo que hacía Zamora para defenderle la
Tida, y entregarle sano y salvo en Caracas al Poder
Ejecutivo.
Un malvado le habría quizá sacrificado ó dejado
•aerificar en la travesía, con el beneplácito de las
exaltadas turbas que en las poblaciones por donde
pasaban gritaban : muera Páez. (1)
Durante los otros años de la dominación de
Jos Monagas sirvió Zamora las Comandancias do Ar-
nas de Maracúbo, Ciudad Bolívar, Barcelona y
Cumaná.
Cuando ocurrió la revolución de Barquisimeto
estaba en la de Guayana, ascendido ya á General de
Brigada, destino que desempeñó los años de 54 y
55. Entre los militares á üus órdenes en Ciudad
Bolívar y Upata, recordamos á los Comandantes
Juan José Campos y José Mármol Muñoz y al Capi-
tán Mario Gallegos, su Ayudante de plaza.
Y. En 185(5 casó con la señora Esti'fanu Fal-
cón, hermana del General Juan C. Falcón, y viuda
del señor José Benito Diez, español, oriundo de San-
Xatrimonio de
Zamora.
1 Habiéndose de te» minado que fuese conducido á Carairas,
salí de Valencia con mi hijo Ramón el 2 de setiembre, escolta-
do por la co umna de Zamora, compuesta de hombres mal in-
tencionados. En el tránsito se reúna gente j0 nnMiiano «re-
venida para gritar "muera Páez," y, si el jefe político de algu-
na población enviaba á la cárcel al ebrio que vociferaba aque-
llas amenazas, Zamora lo hacía poner en libertad á nombre
del pueblo soberano y mandaba á sus soldados que repitiesen
aquel grito. Resígneme á los insultos y ai maltrato que se me
daba en las cárceles, á pesar de hallarme enfermo.— ^4 utobio -
frafía de t des.
]
240 DOCTOR L. VILLANUEVA
tander, de opinión carlista, de oficio farmacéutico,
y venido-ai país en 1841. El señor Diez abraza
la Causa Liberal de Venezuela, y en 49 se encon-
traba de Gobernador de Coro, sirviéndole de Se*
cretario el señor Goiticoa.
Zamora acabó de formar á los hijos de Diez,,
que eran tres : Justiniano, Julio y Antonia, y los amó
como padre. Antonia se casó con el Doctor Ig-
nacio Escobar; Julio murió joven y Justiniano es
hoy General de la República, siempre adscrito al
Partido Liberal. (1)
La señora de Zamora, que aún vive, como si el
cielo hubiera querido conservarla para que asistiese
á la glorificación de su esposo, es hija del señor
Don José Falcón y la señora Josefa Zavarse de
(1) El infrascrito Cura de la parroquia de San Barto-
lomé (le Macuto certifico: que en el libro parroquial de
matrimonios al folio veintitrés se encuentra la partida
siguiente:
"En esta parroquial de San Bartolomé de Macuto,
el día cuatro de julio de mil ochocientos cincuenta y seis,
el Ilustrísimo señor Doctor Silvestre Guevara, Dignísimo
Arzobispo de Caracas y Venezuela, presenció el matri-
monio que por palabras de presente en su Palacio, con-
trajeron en este di* el General Ezkquiki, Zamora, na-
tural de Caracas, hijo legítimo de Alejandro Zamora y
Paula Correa, y Estéfana Falcón, natural de Coro, y am-
bos vecinos de la ciudad de Santiago de León, viuda
de Benito Diez é hija legtima de José Falcón y Josefa
Zavarse, habiendo recibido el mismo día el Sacramento
de la Penitencia, también fueron dispensadas las tres ca-
nónicas amonestaciones que dispone el Santo Concilio de
Trento, por su Señoría Ilustrísiina; fueron testigos presen-
ciales el General Juan Faleón, la esposa del General
Presidente de la República, Luisa Oriach de Mona gas,
el Doctor José Manuel García y el Cura de la parroquia.
De que certifica José Eugenio Bullos."
Es copia del original. — Macuto: setiembre veintiocho
de mil ochocientos noventisiete.
Presbítero Antonio Leña.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 241
Falcón, y hermana del Gran Ciudadano Maiiscal
Falcón y de las señoras Mercedes de Toledo y Con-
cepción de Diez.
En su largo servicio de plaza se entregó Za-
mora al estudio de historias militares, especialmente
de nuestra Independencia, al de las Ordenanzas, y al
de libros de táctica que le regaló el señor O. Meneses ;
conservados todos con religioso respeto por su señora
viuda.
Le gustaba frecuentar la sociedad culta: y su
conversación y modales en una sala eran enteramen-
te distintos de los del hombre de cuartel.
Su ambición constante consistía en servir al
pueblo, á la manera de Tiberio Graco, con ciertas
ideas utópicas de socialismo y de igualdad de bienes..
Pero nunca descuidaba sus ejercicios corpora-
les de natación, tiro de pistola, juego de florete,
equitación, coleadura y toreo.
Era muy aficionado al baile. Dormía poco, cuan-
do más tres horas, y casi nunca de seguida. Se
levantaba y volvía á acostarse.
En la mesa futí siempre sobrio: su comida co-
mún era nuestro hervido, carne á la llanera, café
y leche. No bebía ningún licor espirituoso. Cami-
naba á pie extraordinariamente. No jugaba.
En los últimos años de la década renunció la
Comandancia de Armas de Cumaná y se retiró á
Coro á fundar una propiedad agrícola. Formó un hato
en Maguay, á 11 leguas de Coro hacia La Sierra, y la
hacienda de La Caridad á 9, enriquecida por él coa
un ingenio valorado en 40.000 pesos.
Fomentó, además, los bienes que su consorte
10
242
DOCTOR L. VILLANUEVA
había heredado de su padre. Consagrado á estas labo-
res de honrado y activo agricultor pasaba su vida
en Coro cuando vino á sorprenderle el levantamiento
de Carabobo y otras Provincias del centro en marzo
de 1858. El General Falcón, Comandante de Ar-
mas de Coro, le encargó luego que tuvo las pri-
meras noticias de la revolución, de organizar tro-
pas en Paraguaná, pero hecho ésto, las licenciaron así
como se supo la renuncia de Monagas.
CAPITULO IX
I. La fusión de marzo fue una evolución car- »««i<«i<rato
MATSO.
gada de infortunios.
Nacida en un cuartel, apenns se hizo Go-
bierno, cuando brotaron de su seno los gérmenes
del odio y las venganzas.
No fue el advenimiento de una civilización
reclamada por los progresos del tiempo, sino la
restauración por sorpresa de un viejo partido; y
como toda restauración, apareció mezquina de miras,
despiadada con los vencidos, y estéril para el desa-
rrollo de una nueva vida política y administrativa del
país.
Aquellos fusiomstas, entre los que sobresalían
hombres doctos en ciencias y bellas letras, sugetos
honradísimos en el manejo de los caudales públi-
cos, militares de ilustración y valor, y aun jóve-
nes dotados de ricas prendas de inteligencia, pu-
dieron haber formado con todos los recursos que
facilita el poder, un partido poderoso para el bien,
que conservase la paz y respetase la libertad,
manteniendo la armonía entre las leyes y el fun-
cionamiento ordenado de los partidos; empero, en vez
de esparcir ideas generosas de regeneración pública
244 DOCTOR L. VILLAJÍÜBVA
y crear fuerzas de atracción alrededor del Go-
bierno, implantaron el terror; el terror de la ro-
tunda, de los pontones, de los destierros y de lo&
cadalsos. Cuando debieran haber olvidado lo pa-
sado, como lo prometieron, diéronse á aturdir el
país cantando en mesenianas, como rapsodas enlo-
quecidos, las desgracias de sus propias personas
bajo la dominación de los Monagas.
Pudieron haber preparado una época de felici-
dad, de reconciliación social y gloria pública, y lo-
que hicieron fue resucitar un partido con el misino-
suda rio con que había sido sepultado en 1848, y
vestirlo con la túnica preciosa que bordaba la elo-
cuencia de algunos de sus oradores, y armarlo de
rayos para provocar una guerra civil, devastadora y
larga, como nunca la hubo desde la fundación de la
República.
r Pertecueion á H. En los primeros quince días de instalado el
Gobierno del General Castro, empezó la persecución
á los liberales. El 3 de abril fué reducido á prisión
el General José R. Soto, que había sido el Jefe de
la revolución de marzo en Barquisimeto, y junto con
él Antonio Leocadio Guzmán, Francisco Oriac,
Ruperto Monagas, Ramón Anzola Tovar, Felipe
Guerra, Pablo Guerra, Nicolás Guerra, Cayetano-
Echezuría, Coronel Casado, Jesús M. Silva, Ramón
Suárez, José M. Santana, Julián Yanes, Ramón Es-
calona, Ramón Piar, Simón Aguado y Grana, Her-
mógenes A. Navarro, Luis Level, Rafael Valdez,
Doctor José T. Monagas, Doctor Joaquín Herrera,
Coronel Gil y muchos otros, según consta en los
registros de cárcel y en las crónicas de El Foror
periódico gobiernista.
Al General Falcón y al General Zamora, que-
VIDA DEL GENERAL ZAHORA 245
habían llegado á Caracas en los primeros días de
:abril, á presentarse al Gobierno, se les dio la ci li-
diad por cárcel.
En junio. 6 si decimos, en el tercer mes del
•Gobierno de marzo, fue desterrado el Geaeral Za-
mora junto con el General Falcón y varios otros
liberales ; según reza el Decreto del General Castro
<juc insertamos á continuación :
JULIÁN CASTRO,
OENERALEN JEFE DEL EJÉRCITO LIBERTADOR, ENCARGADO
DE LA ORGANIZACIÓN DE LA REPÚBLICA.
Considerando :
1? Que á pesar del clamor uniforme, general y solemne
«del buen pueblo de Venezuela por la reforma del Gobierno
Nacional, sobre la base de la moral y de la conservación
de sus derechos públicos é individuales, persisten todavía
algunas personas, mal avenidas con todo régimen bien
ordenado, en mantener la Kepública, por vías de hecho,
•en continua agitación, oponiendo cuantos obstáculos les
sugiere su malicia á la pronta y pacífica reconstitución
del Estado.
2? Que la aplicación severa de las leyes á los extra-
víos de estos individuos, sería enteramente aflictiva para
sus familias y para los buenos ciudadanos que ven en el
sistema de lenidad de la actual administración, qua aqué-
llos no han sabido ni querido apreciar, la prenda más
segura del respeto que profesa á los derechos públicos é
individuales.
En ejercicio de la plena autoridad de que me hallo
investido para sostener el orden público, mientras se re-
constituye el Estado de una manera regular y pacíñca, con
acuerdo del Consejo de Estado,
decreto :
Art. 1? Saldrán temporalmente del territorio de la
República los individuos que constan en la lista inserta
á continuación, hasta que el futuro Gobierno constitu-
cional les permita el regreso al seno de su patria y fa-
milia; á menos que se suspendan los efectos de esta
medida en consideración á- la conducta que observen en
~e\ exterior, ó porque cesen las circunstancias que la mo-
tivan.
246 DOCTOR L. VILLANUEVA
Art. 2? Los Gobernadores de las provincias litorales
no permitirán la entrada de ninguno de aquellos individuos-
en el territorio de su mando, sin los requisitos de que
habla el artículo anterior.
Art. 3? El pasaje de estos individuos para el extran-
jero de ida y vuelta, se pagará del Tesoro publico, si
ellos no pudieren costearlo de su propio peculio.
Art. 4? El Secretario de Estado en el Despacho de!
Interior y Justicia queda encargado de la ejecución de
este Decreto.
Dado en Caracas, á 7 de junio de 1858. — J. Castro. —
Por 8. E. — El Secretario de Estado en los Despachos del
Iuterior y Justicia, Manuel F. de Tovar.
Lista de los individuos á que se refiere el artículo-
primero de este Decreto :
General Juan C. Falcón, General José Ramón Soto,.
General E&equiel Zamora, Coronel Wenceslao Casado, Co-
ronel Carmelo Gil, Comandante Amador Armas, Antonio
L. Guzmán, Ramón Anzola Tovar, Doctor Joaquín Herre-
ra, Doctor José Manuel García, Ramón Suárez, Doctor
Pío Ceballos, Diego Antonio Alcalá, Jesús María Aris-
teiguieta, José Gabriel Ochoa, José Simón Jimeno, Pedro
("onde, Fabricio Conde, Carmelo Villamartín Valiente —
J. Castro. — Por 8. E. — El Secretario de Estado en los
Despachos del Interior y Justicia, Manuel F. de Torar.
Es copia.
Tovar.
Prucipiotdo III. Desde el mismo (lía que empezó la reac-
]r revolución fe-
deral, ción, contra todos los que estaban con Monagas y
aun contra muchos de los mismos revoluciona-
rios de marzo, acercáronse unos á otros los li-
berales principales para comunicarse sus azares y
temores y convenir en algún plan de revolución
que ecbase por tierra el nuevo poder, ejercido ex-
clusivamente por un partido que venía pidiendo ven-
ganzas por todo lo que había padecido desde el 24
de enero de 1848.
La primera Junta revolucionaria se celebró en
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 247
Caracas en la casa del General Carlos Ferrero, pa-
rroquia de San Juan, donde estaba alojado el Gene-
ral Falcón. A ¿lia concurrieron el mismo General
Falcóti, el General Zamora, el Licenciado Francisco
Conde, el Doctor Víctor A riza, el señor Agustfn
Rivero y el Doctor Gonzalo Antonio Ruiz.
El señor Rivero nos ha informado, en carta
autógrafa, como allí manifestó el General Falcón, que
Zamora, é\ y todos los liberales fieles, estaban dis-
puestos á tomar parte en la revolución, y que en ella
entrarían aun los que habían figurado en el movi-
miento fusionista.
El mismo General Falcón propuso, incontinenti,
que el programa de la revolución fuese la doctrina
federal. Todos los circunstantes lo apoyaron y, pues-
tos de pie, le nombraron por unanimidad Jefe Su-
premo del Partido Liberal.
Dos días después, se reunió otra Junta más
numerosa, en la misma casa, y en ella se nombraron
centros revolucionarios de algunas Provincias. Al
Doctor Ari?a se facultó para que eligiera los -vocales
del de Barquisiineto, y á los señorea Agustín Rivero
v A. Salom. el del Yaracuv.
Cada liberal se sintió amenaz do eu sus bienes,
en su libertad y en su vida; y á poco andar formáron-
se clubs de conspiración en todas las Provincias: dio—
se calora la prensa contra el Gobierno; aclamóse el
principio de Federación, como base de un progra-
ma de oposición y de guerra ; y se reconoció por
todos los liberales al Benemérito General Juan C.
Falcón como Jefe de la nueva Causa política que
iba á emprender campaña contra la restaurada oli-
garquía.
248 DOCTOR L. V1LLANUEVA
Era el General Falcón ciudadano hoitorabilísi-
tno por sus prendas de inteligencia y educación, y
por ios servicios que desde Taratara había prestado
á la Patria; y Zamora, que no ambicionaba el poder
sino la pura gloria militar, fue el primero que se
puso á sus órdenes.
En seguida déla expatriación de estos dos Gene-
rales se formó en Caracas una agrupación con los libe-
rales Juan Crisóstomo Hurtado, Santiago Goiticoa, Co-
ronel Rafael Urdaneta, Pedro P. Ibarra, Dr. Gonzalo
A. Buiz, Dr. Juan de Dios Morales y Dr. Jesús María
Blanco, asistida de infinito número de copartidarios
•de todos los gremios de la sociedad, y de las masas
populares, nutridas de ideas enteramente liberales y
animadas contra un Gobierno que provocaba hora por
hora las iras nacionales con el terror implantado
en la capital y en todas las Secciones ; y llevado en
algunas hasta lo increíble.
El General José T. Monagas que, inspirado en
el más acrisolado patriotismo, había renunciado la
Presidencia el 15 de marzo, estaba aherrojado en
durísima prisión. Su primer Ministro, Jacinto Gu-
tiérrez, la cabeza mejor dotada para organizar la
Hacienda pública, orador parlamentario elocuentísi-
mo y diplomático sabio, fué víctima en las calles de
Caracas, de los más viles atropellos.
De todos los altos hombres públicos de aquellos
tiempos, fué éste uno de los de más constante,
generosa índole para defender la justicia, en los
Congresos, en el Gabinete y en las conferencias
privadas con los Presidentes. Entre muchos nota-
bilísimos actos suyos, de moral y virtud republica-
nas, recordaremos sólo para confirmar nuestro aserto,
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 249
el de 1849, cuando sostuvo con sublime entereza
en el Consejo de Estado el Convenio de Macapo,
celebrado entre Páez y Silva: y la digna sereni-
dad con que renuncia la cartera de Hacienda al
persuadirse que el Presidente sustenta una opinión
contraria.
Léase aquí su célebre voto salvado:
" Mi dictamen fundado en las ratones que he interesado en
la discusión de este serio asunto se reduce á los dos puntos
siguientes :
1? Respecto de los rendidos en Macapo, el Consejo debe
consultar al Poder Ejecutivo que respete y cumpla y haga res-
petar y cumplir el convenio celebrado el 15 de este mes por
el seüor General de División José Laurencio Silva, Comandante
Coronel de Operaciones contra el enemigo, disponiendo, en con
secuencia, de los rendidos, en armonía con dicho convenio. El
General Silva, como General en campaña, estaba facultado na-
turalmente por su propia misión* y carácter para aquel acto, sin
necesidad de previa y especial autorización ; porque aun cuando
careciese de poder, debería suplirlo el decoro del Gobierno,
la dignidad y alteza de la República, los principios de equidad y
los fueros de la desgracia.
En cuanto á los autores y cómplices en los otros movimien-
tos revolucionarios, el Poder Ejecutivo que tiene acordada por
el Consejo la facultad 4* del artículo 118 de la Constitución, debe
ejercerla con todos los comprometidos, separando á unos del país
y á otros de su domicilio por el tiempo que juzgue, necesario, y
mandando poner en libertad para que se restituyan á sus casas
á aquellos que no crea perjudiciales de modo alguno á la paz y
seguridad de la República. Es así como sellaremos el expediente
ya muy voluminoso de nuestras desgracias, como acercaremos los
días de la tranquilidad y el trabajo; como habrá paz en los ánimos,
contento en los corazones, bienestar y libertad para todos. Así
alzaremos la República á sus grandes destinos y tendrán porvenir
nuestros hijos. Después de haber errado todos, hagamos entrar
en juicio á todos por medio de la magnanimidad. — Jacinto Gu-
tiérrez» [1]
No menos injusta Fué la prisión del General
José Gregorio, el m4s reverenciare de nuestros fi-
1 Aunque de corta extensión, dijo el Doctor Larraziibal en
JSl Patritta número 171 correspondiente al 8 de setiembre de
1849, el voto del seno* Gutiérrez, es una obra clásica que hon-
rará snmpre á su autor. El señor Gutiérrez no es »Mo un ha-
cendista, e9 también un político perfecto, un hombre de] Es-
tado.
!tfO DOCTOR L. VILLANÜBVA
lántropos; ni menos inhumana la determinación de
llevarle como presidiario al Castillo de Maracaiho,
donde á poco murió de honda tristeza.
Falto el Gobierno de un hombre de Estado á su
cabeza, declara desatentadamente la guerra aun gran
Partido ; y éste acepta el reto, llama á sus Proceres,
alienta la juventud, yérguese como un atleta, y se
lanza á la miyor revolución en que nunca jamás
vierónse empeñadas sus mejores fuerzas.
La ciudad dei IV. El Partido Liberal en su período primitivo
pueblo. * *
de formación, de 1840 A 1846, se limitó k reclamar el
cumplimiento de la Constitución de 1830, que el se-
ñor Guzmán llamó el Monte Arentino de los venezo-
lanos, y á proponer algunas reformas de leyes, que la
opinión pública exigía. Hecho poder de 48 á 58, bo-
rró de nuestros códigos la pena de muerte por mol i vos
políticos ; libertó a, los propietarios de la expoliadora
lev de 10 de abril ; ensanchó la esfera de la instruc-
ción pública, poniéndola al alcance drí los pobres ;
abolió la esclavitud; creó la autonomía del poder
municipal; rectificó la división territorial; y cambió
la inmovilidad de 20 anos por un progreso racional,
con resultados prácticos, para que imperara la igual-
dad entre todos y la justicia para tedos.
En 58 y 59 ibaá comenzar otra civilizadora evo-
Ilición política, promovida por el inextinguible deseo
de acercarse, cada día más, á la suspirada libertad ;
con virtiendo las provincias en Estados soberanos,
con descentralización administrativa, tribunales pro-
pios ó independientes, y el más bello y filosófico
ideal de derechos individuales y de libertades públicas.
Nuestro partido se presentaba como el homo novus
de la Patria; el más ilustre que nunca fue ni ha sido
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 251
hasta los tiempos que alcauzamos. Pero en la civiliza-
ción de lo porvenir, tienen los liberales que exceder,
ó por lo menos igualar á sus beneméritos antepasa-
dos; porque si bien la Federación es una cumbre en
la escala de la perfectibilidad gubernativa, no es con
todo defi jitivamente la última de ellas.
Sucede con los adelantos de la política lo mismo
que con las alturas de las cordilleras; que, vis-
tas á distancia, parece que son el linde de una cadena
de montañas; empero, cuando se posa el pie en su ci-
ma, se ve detrás otra más alta.
En este sistema de gobierno 83 condensaron
junto con sus principios propios, los de las predica-
ciones de la prensa primitiva; adoptáronse los pro-
gresos alcanzados, y formóse con toda esta masa lu-
minosa, lo que bien podríamos llamar, la Ciudad del
pueblo; como llaman la Ciudad celeste, en la doctrina
agustiniana, la organización en un solo cuerpo de en-
señanza de las instituciones religiosas di» los judíos
y tas instituciones religiosas del Evangelio, bajo el
dogma de la unidad de Dios, con la revelación á los
israelitas v la revelación á los cristianos.
Aqui el dogma era la unidad del liberalismo, ó
de otro modo, la unidad de la libertad, con las ideas
del tribunado primitivo, las conquistas de la déca-
da mencionada, y las aspiraciones federalistas de la
época moderna.
Pero la ley del progreso ensena, que más allá del
adelanto político que constituye la Federación, hay ó
debe haber, otros quizá invisibles hoy, pero que se re-
velarán más adelante, y por cuya conquista tendrán
que bregar los liberales, si quisieren mantener viva la
perpetua renovación de los elementos que forman el
252 DOCTOR L. VILLANUEVÁ
misterioso organismo de los pueblos, puesto que no
les es lícito pararse jamás en su carrera, so pena de
desconocer su dogma y quedar petrificados en el es-
pacio de la política, como suelen los partidos conserva-
dores.
Un partido liberal debe marchar siempre, ya
que su inmortal destino es transformar las naciones
por medio de jornadas, cívicas ó bélicas, que produz-
can el desenvolvimiento natural, fisiológico y eterno
de las inexhaustas fuerzas progresivas de la especie
humana.
Para expMcar la razón originaria del prestigio,
longanimidad y triunfos de la revolución federal, se-
ría preciso ir á buscarla, por un largo estudio que co-
rresponderá á quien escriba la historia de aquella é-
poca, en la violación del programa de marzo; con lo
cual se sustituyó al ofrecido olvido de lo pasado, el
sistema de los castigos, como ley moral de reparación
y de justicia: y luego en la aspiración á mejoras mora-
les y políticas que habían comenzado á germinar en la
conciencia del pueblo.
, . V. Lo más difícil en el estudio de la historia es
Zamora íntimo.
leer en las almas, para alcanzar á penetrar los mo-
tivos secretos de las acciones humanas; pues en
los sucesos públicos hay dos órdenes de causas;
visibles unas, que el escritor encuentra en los docu-
mentos y tradiciones; invisibles otras, que no es
dado descubrir sino al que pueda, por alguna cir-
cunstancia especial, interrogar y oir las respuestas
del hombre íntimo; operación delicadísima que no
es siempre fácil poner en práctica para el logro
de lo que intentamos.
Zamora sale de Curazao á la guerra, por ser-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 253
vir á la Patria, contribuyendo á que su Partido
estableciese por las armas, el anhelado sistema de
la Federación ; ya que los convencionales de Va-
lencia no quisieron hacerlo en el seno de la paz.
Esta es, en la historia, la razón visible.
Pero movióle otra, oculta y personal, que con-
sistía en su odio al Presidente Castro, quien arbi-
trariamente lo había desterrado ; en su vehemencia por
derribar del poder á los oligarcas, que lo habían calum-
niado, perseguido y aun vejado; en su fraternal afecto
al General Falcón, cuyos caminos al poder y a
la gloria deseaba allanar antes que otro alguno ; y
en su propio orgullo de guerrero que le inducía á
crear por el pensamiento planes de campañas, con
que vencer y humillar á sus contrarios.
Allá, en el fondo profundísimo de su corazón,
donde resonaban los ecos de sus violentas pasiones,
es donde hay que ir á buscar el origen de las ins-
piraciones, felices cuanto atrevidas, de sus maniobras
en el centro, por entre ejércitos enemigos; de su táctica
admirable, en San Lorenzo, Santa Inés y El Corozo; y
de su marcha, casi á la par con las bolivianas, desde
Curbat1', al pie de la cordillera, bástala plaza de San
Carlos; de la melancólica ciudad, destinada por el cielo
para ser como la Jerusalén de la más santa y querida
de las causas populares.
El arte brota siempre de las grandes pasiones.
El alma, como una cítara de alambres divioos,
no produce notas supremas de dolor, de alegría, de
ira, de esperanza ó de desesperación, sino cuando
la hieren esos grandes, sublimes, terribles afectos,
del amor, de la desgracia, del patriotismo, de las
venganzas ó las ambiciones.
254 DOCTOR L. VILLANUEVA
La elocuencia, como el arte de la guerra; las
armonías de la palabra, como el estruendo pavoroso
de las batallas; los cánticos de Rossini que, según
Donizetti, sólo pueden igualarse á los del cielo;
los adorables ángeles del pincel; tales maravillas no
tienen su numen sino en el sentimiento.
Un guerrero ilustre es un artista.
Artista científico como Sucre, ó artista al natural
como Páez.
Pichincha, Mata de la Mié1, Santa Inés, son
poemas: poemas de la espada, inspirados por el ca-
lor que vivifica el corazón y sublima el entendi-
miento á las empresas más gloriosas.
Para estos juicios sobre ZamOíia es menester
verle y oirle, cuando está solo, en el pequeño
retiro de su destier o, hablando consigo mismo,
con su esposa y con Dios. Allí está el Zamora
íntimo que no engaña al historiador.
Su viuda nos ha referido que muchas veces le sor-
prendía paseándose en su habitación y soltando frases
como éstas : Es preciso ayudar á Juan
V\\ día, con motivo de una carta del Gene-
ral Faícón, de Saint Thomas, en que modificaba la
organización que se había dado á los planes para el al-
zamiento de Paraguaná, decía: Juan como que me
regaña. Pero no tiene razón. . . .Si yo logro desem-
barcar h ayudaré mucho . . . .porque haré lo que
ningún General ha hecho Tengo aquí (y se ponía
la mano en la frente) tengo aquí una campaña. . . .
En ocasiones solía decir en sus soliloquios :
Juan es demasiado bueno. . . .Si los godos le hubieran
puesto un par de grillos, como á mí, procedería de otro
modo.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 255
Pero es preciso ayudarlo, porque lo están enga-
ñando ....
El es ni uy confiado
En sus expansiones íntimas rebosaba de cari-
ño para con el General Falcón.
Como si respondiera á una voz interior, solía
exclamar: Yo le salvaré.
Otras veces decía á su esposa: Yo creo que lo
mejor es irnos á Nuera Granada; pues ¡para que
voy yo á meterme en esta revolución ? Los compa-
triotas no me agradecerán mis servicios, porque son
ingratos. En Nueva Granada viviremos con lo que
yo gane trabajando, y con lo que nos manden de Coro,
de mis campos, y lo que te envíe tu madre. Ade-
más, venderemos esta plata en bruto que compró al
padre Rincones ....
Cuando amanecía de mal humor, prorrumpía co-
lérico: / Ese Castro me la pagará! ¡Le haré tina
guerra como él no sabe !
Vacilaciones y contrariedades hijas de su ca-
rácter irascible y de su temperamento nervioso.
El mejor de sus entretenimientos en Curazao,
era ejercitarse en los toques de música marcial.
r
CAPITULO X
I. En la noche del 20 de febrero de 1859 es- 8o *• <ébw*
talló la revolución federal en Coro, con ocasión de
estar el Gobernador Fermín García en Cumarebo.
Desempeñaba la Comandancia de Armas, el Coman-
dante Francisco Carabaño, y la Jefatura de la guarni-
ción, el Comandante José María Sanda : militares que
habían servido al partido liberal hasta la caída del Go-
neral Monagas.
Díjose entonces que algún tiempo antes del 2(1
de febrero habían empezado á correr rumores de
trastornos políticos, de que no se hizo ningún caso,
preocupado como estaba el ánimo de los hombres def
Gobierno con las elecciones provinciales y naciona-
les, á punto de verificarse en aquellos mismos días.
Era candidato de un círculo para la Gobernación.,
el mencionado señor García. Tal circunstancia fue há-
bilmente aprovechada por los conspiradores, valién-
dose de ella para distraer la atención de tinos y entibiar
el celo de otros, quedándoles así campo abierto para
activar la correspondencia con sus compañeros de fuera..
y urdir tramas con los del interior.
17
258 DOCTOR L. VILLANUEVA
El General Falcón había ido de Curazao á Saint
Thomas en solicitud de elementos de guerra ; y aun-
que todos los revolucionarios de la República se habían
comprometido á esperar sus órdenes para levantarse,
sucedió que exasperados los de Coro por algunos malos
tratamientos que les daban los gobiernistas, escribieron
por órgano de su comité, al General Zamora, á la sa-
2Ón en Curazao, proponiéndole la toma del parque, si
él creía que con aquellos elementos podía abrirse la
campaña.
Zamora aprobó el plan sin anuencia del General
Falcón, y designó al Comandante Tirso Salaverría para
encabezar el movimientD.
Fue entonces cuando un grupo de jóvenes, de
más de cuarenta, comprometidos en la conspiración,
y recelosos del Gobierno, porque se decía que el plan
estaba descubierto, determinaron alzarse en la ciu-
dad y correr los peligros de la guerra, antes que dejar-
se prender. Al efecto, pensando que en las noches
de rctre'a se formaba una concurrencia de curiosos
en la calle del cuartel, ocultáronse al anochecer del
domingo 20, en casas cercanas de éste; hicieron
parar con maña casi en frente de su puerta, como
quince ó veinte burros cargados de pasto, y á hora
convenida, precipitáronse sobre los centinelas. Iba
adelante Félix Iraola ; dispersaron á pedradas la
escolta de la retreta, invadieron el local, sorprendie-
ron la desprevenida guarnición, y tomaron posesión
del parque, venciendo una débil resistencia de la tropa.
Pues ésta, aturdida de la sorpresa, tal vez se imagi-
nó ver detrás de aquellos mozos el pueblo armado ;
y temiendo ser inmolados, parle corrieron á escaparse,
y otros se apresuraron á rendir las armas, tan pronto
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 259
como lo mandó el oficial de guardia, José Tomás
Santana, tínico que estaba allí.
Los asaltantes fueron Félix Iraola, José Torres,
Rodulfo Pereira, Juan Navarrete Romero, Clodomiro
Isais, Manuel Rodríguez, Nicolás Quero, Manuel
Hansen, Leovigildo Hernández, Apolonio Moreno,
Tomás Díaz, Vicente Miquelena, Rafael Miquelena,
Juan Larriia, José Rivero, Catal.no Aceituno, José
María Freites, Sandullo Rosillo, Anselmo González,
José Tomás Pereira, Manuel Valles, Simón Primera,
Juan García, José de las Mercedes Miquelena, Emilio
Navarro Miquelena, Lucas Villalobos, Manuel Acosta,
Juan Acosta, Enrique Medina, Filindo Castro, Basi-
Jio Acosta, Fernando Rojas, Gregorio Ruijano, Ma-
nuel Martínez, José de los Reyes Pachano, Juan
José Colina, Pedro García, Carlos García, José de
Jesús Osoro, Nicolás Arévalo, Luis Matié, Simón
Yarí, Juan de la Cruz Quero, Hilario Quero, Pe-
riandro Crispín, Benito Molina, Tirso Salaverría y
Jesús María Hernández. Los cinco primeros eran
imberbes.
Había en el parque dos grandes cañones de bron-
ce montados, que llamaban El Tití y El Alegre, y
otros de menor calibre; novecientos fusiles y mucha
pólvora elaborada, y bastante á granel; fornituras, cor-
netas, tambores y banderas.
Al grito de Federación alborotóse la ciudad, y
todos los liberales, al saber la ocurrencia, volaron á las
armas: y unos á pie y otros á caballo, llenaron las
«alies y plazas principales dando vivas á la revolución.
Las autoridades militares y civiles fueron arres-
tadas: y la Junta» revolucionaria, compuesta de Juan
Navarrete, Pedro Torres, José Toledo y Nicolás Sal-
i
260 DOCTOR L. VILLANUEVA
darriaga, procedió luego á luego á dictar las medidas
conducentes á la organización de tan incruenta victo-
ría. Se nombró esa misma noche á Salaverría, Jefe
provisional de la plaza y de las tropas federalistas de
la Provincia, según la indicación del General Za-
mora; y al amanecer el 21, expidió dicho Jefela si-
guiente proclama, que fue publicada por i ando solem-
ne y esparcida á los cuatro vientos, en que apellidaba
guerra contra el Gobierno del Presidente Castro :
TIRSO SALAVERRÍA,
JEFE PROVISIONAL DE F.VTA PLAZA Y DE LAS TROPAS FEDERALISTAS
DE LA PROVINCIA
Córtanos ! ! Compatriotas ! !
La revolución de marzo lia sido inicuamente falseada.
Atraídos por los encantos de su programa fascinador, con-
currieron á consumarla todos los venezolanos ; y su triun-
fo no ha producido otros gajes que el entronizamiento
de una minoría siempre retrógrada, siempre impotente
en su caída, siempre ávida de satisfacer innobles ven-
ganzas. Aceptáronla de buena (ó los mismos que, fie-
les á sus compromisos, sostuvieron el poder recientemen-
te derrumbado ; y con rrimim.l violación de las protestas
de echar al olvido Jo pa.-ado, se les persigue sin causa,
y sin causa y sin fórmula do juicio se les condena á
una proscripción indefinida ; sin que haya bastado á dar
treguas á este abuso la voz de la Nación, que <Je todos
los ángulos se alzara reclamando la amnistía. Procla-
man la Libertad en las elecciones; y nunca las eleccio-
nes se han verificado más á expensas de la libertad del
pueblo. Invócase como el garante más seguro de la so-
beranía popular, el voto universal en las mismas elec-
ciones; y lo que hemos visto ha sido el escarnio del
voto universal, otorgando ese derecho ala fuerza arma-
da sometida á la voluntad de Jefe? establecidos ad-A<w,
para llenar los designios proditorios de un club domi-
nador.
Bajo esa tutela depresiva tuvieron lugar las eleccio-
nes para la Convención Nacional. jY cuál había de ser
el resultado ? Otra vez la centralización del poder con-
tra el querer délos pueblos paladinamente manifestador
otra vez el dejar sometida la suerte del país á la volun-
tad de un hombre y su partido : otra vez el abrir an-
churoso campo para perpetuarse en el poder público, uno>
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 261
«m algunos, con ultraje de los principios preconizados
en esta misma Carta central.
Por fin los abasos consecuentes á tan funesto orden
de cosas; por fin las escandalosas infidencias del Jefe
provisional del Estado, tantas veces falaz y perjuro cuan-
tas bajo la religión del juramento ha protestado des-
prendimiento, abnegación y patriotismo; por fin las in-
justicias y arbitrariedades de sus agentes en las provi n-
cias, siempre garantizados con la impunidad, han rebo-
sado la copa de nuestra indignación y roto los diques
del sufrimiento, para realizar un pensamiento, ídolo de
nnestro corazón, y Que la prudencia nos había obligado
hasta ahora á mantener en el terreno de la opinión. Es-
te pensamiento mágico, regenerador, ese símbolo de fe
política de todos los venezolanos, ese refugio salvador,
único que el Cielo nos depara eu la desecha tormenta
■que las pasiones azuzadas por los desmanes de un po-
der arbitrario han descargado sobre nosotros, es la re-
organización de Venezuela en República eminentemente
federal.
Compatriota* :
Mi corazón abunda en sentimientos de jubilo que
ini débil voz puede apenas explicar. Sin derramarse ni
una sola gota de sangre, sin vejámenes ni tropelías de
ningún género, sin que nadie pueda lamentar una inju-
ria que de pilabra ó de hecho le irrogaseis; sin más ar-
mas que vuestro valor y denuedo, y sin más esfuerzos
que los de vuestras voces, me acompañasteis anoche en la
grave empresa de desarmar la fuerza y apoderarnos de las
armas couque un esbirro, remedo de Gobernador del Ge-
neral Castro, nos oprimiera, y con que se prometía rea-
lizar el dtesi guio de su amo, de perpetuarse en el dominio
del país, á despecho de la voluntad general. Hazaña
memorable la vuestra, compatriotas! Arranque singular
•de patriotisAio y valentía ! Rasgo espléndido de modera-
ción, de orden y moralidad en medio del tumulto de
una ciudad conmovida y en los momentos en que se
hallaban á vuestra discreción la vida y la libertad de
vuestros propios opresores ! ! !
Compatriota* !
Por el concurso unánime de vuestras voluntades me
•elegisteis Jefe provisional para la empresa de la santa
causa de la Federación en esta Provincia ; y heme aquí
á la cabeza de este honroso movimiento, resuelto con
toda la abnegación del patriotismo, con toda la energía
y ardor de un alma libre, con todo el noble orgullo
de un militar, ciudadano idólatra de su Patria, dispues-
to á arrostrar, alegre y sereno, á vuestro lado, los aza-
262 DOCTOR L. VILLANUEVA
res de la campaña que hoy se abre á nuestros esfuer-
zos. ¡ Feliz yo, cantaradas, si, como lo espero de la Di-
vina Providencia, triunfáremos de nuestros dominadores l
Feliz yo, siquiera exhale á vuestro lado mi último sus
piro, en nombre de la Libertad y la Federación de nú
Patria.
Córtanos !
No temáis. La Federación es el Gobierno de todos.
La Federación es el Gobierno de los libres. Venezuela
será libre, y Venezuela obtendrá el lauro de la Fede-
ración. No hay un solo venezolano, con excepción del
reducido club que hasta hoy nos lia dominado, cuyo co-
razón no lata de entusiasmo al impulso de esa voz má-
gica y arrobadora. La República entera está conmovi-
da. Las localidades más importantes han dado simultá-
neamente el golpe que nosotros, y las demás se apres-
tan aceleradamente á secundarnos. La opinión nos fa-
vorece, la gente de armas nos sobra, y cuantos elemen-
tos iludiéramos necesitar están á nuestra disposición.
Córlanos todos !
No desconfiéis de nuestras protestas: no son las de
aquel que infiel al Gobierno que servía, ha sido más
y más infiel á la Nación que en mala hora, le confiara
sus destinos. Nuestro programa exclusivo es la Federa-
ción de Venezuela : el medio de realizarlo es la Unión
de todos los venezolanos: y en consecuencia, las distintas y
odiosas denominaciones de bandos políticos serán para
relegadas al olvido.
Viva el movimiento federal ¡uta de Coro!!!
Vira la Federación de todas hs Provincias de la Re-
pública ! ! !
Vira el Oral Juan G. Falcó n^ primer Jefe del movi-
miento federalista nacional!!!
Dado en el Cuartel general de Coro, á 21 de febrero de
1 85í>.
Tirso Salavkkría. (1)
(1) Esta proclama fue imoresa en Coro, Maraca ibo y otros
1 airares, pero posremos además el borrador de ella con la firma
autógrafa del General Sala venia; encontrado por el General Cor-
dero en la casa de, Gobierno de ('oro y enviado por él al Mi-
nisterio de Guerra y Marina. — Oficio fechado en el Cuartel Gene-
ral en Coro, á 7 de abril fie 1839. — Y tenemos otra manuscrita también
que se conserva en el expediente de la causa de conspiración
contra el General Salaverna, formada en elJuzgado de Ia Instancia
del circuito de occidente, de Coro.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 263
En la madrugada del 21, secundaron el movi-
miento en La Vela, Serapio Rincón y Carlos Ga-
lán, á quienes se avisó oportunamente el feliz re-
sultado de la intentona en Coro. Sin perder momento
se apoderaron del Resguardo y de dos buqut s surtos
en el puerto : las goletas Ouaireiia y El Coriano.
Esta fue tomada por la fuerza; y la otra, entre-
gada de buen grado por su capitán, fue de allí á
poco despachada á Curazao á llevar á Zamora y de-
más desterrados, la noticia de lo recien acabado de
acontecer, y participar al primero que había sido nom-
brado por el pueblo y el Gobierno provisional, Jefe de
Operaciones del Ejército Federal de Occidente ; y se
ie invitaba á él y al Coronel José Rosario González,
á ponerse á la cabeza de las fuerzas del Estado. Uno
y otro aceptaron la invitación y zarparon inmediata-
mente para La Vela. El 22 desembarcaron sin nove-
dad en este puerto, en medio de las aclamaciones
populares, acompañados de los ciudadanos General
José Desiderio Trías, Napoleón S. Arteaga, J. F. de
la Guerra, José Gabriel Ochoa, y Juan Francisco
Manrique. El 23 publicó Zamora su primera Orden
General, que dice así :
II. ORDEN GENERAL Orden s«era
de Z amor a.
para hoy 23 de febrero de 1S:V) •
Militares!
Nombrado Jefe de. Operaciones de Occidente en la
campana abierta por los pueblos, rescatando sus derechos
y proclamando el» sistema federal de las provincias, cum-
ple á mi deber saludaros por haberme cabido esta honra
al lado de los valientes corianos, con quienes más de
una vez he sido partícipe de las glorias y de los reve-
ses de las campañas.
La moral, el orden, el respeto á la propiedad y el
amor ardiente por la libertad de su patria, es el distin-
2G4 DOCTOR L. VILLANÜEVA
tivo del carácter coriaiio, como civil : el denodado valor
contra el enemigo armado, la generosidad y clemencia con
<»1 vencido, y la subordinación, es su divisa como militar.
Con tan bellas dotes y la santidad de la cansa que
sostenemos, que no es otra que la verdadera causa de
los pueblos, la República genuina, la Federación, vuestro
lieroísmo debe ser premiado con el triunfo de los prin-
cipios y el derrocamiento consiguiente de la tiranía.
Viva la Federación !
Viva la verdadera República!
Viva, y para siempre, la memoria de los Patriarcas
de nuestra Independencia, de los hombres del 5 de julio
<le 1811, los que, en el acta gloriosa, dijeron á los pueblos,
federación !
Que se cumpla pues, después de tantos años.
Ezeqtjiej, Zamora.
dai°U£!í?oide III. Nombróse Gobernador de la Provincia al se-
^to^oPMarao". ñor Nicolás Saldarriaga, y para su Secretario, al señor
Víctor Hanscn ; pero el 25 del mismo mes, cons-
tituida la Provincia en Estado Federal, según los
principios de la revolución, nombraron los vecinos
de la capital, reunidos en la plaza pública, un
Gobierno provisional compuesto de los señores, José
Toledo, Nicolás Saldarriaga y Pedro Torres, como
principales; y Francisco Santana, José María Sán-
chez Granadillo y José T. Pereira, padre, como su-
plentes; quienes e «trado que hubieron en ejercicio de
sus funciones, designaron para Presidente del Gobierno
A Saldarriaga; Secretario de la Gobernación del Esta-
blo á Toledo ; y Secretario de Hacienda y Adminis-
tración general á Torres; y expidiéronlos estatutos
y el programa de Gobierno y Administración que re-
producimos en seguida :
Constituida la Provincia de Coro en Estado indepen-
diente y asumiendo, como una de las actuales unidades
políticas de Venezuela el ejercicio de su soberanía, pro-
testa solemnemente:
Io Defender con todos sus recursos y con su sangre
¿ui independencia administrativa ; y
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 265
2? Respetar y conservar la integridad y la unidad de
la Nación en la forma federal.
Al efecto, y mientra» que las elecciones constituyan
los poderes públicos conforme á las reglas genuinas del
Bistema republicano, el Gobierno provisional del Estado
de Coro, asume el ejercicio de todas las atribuciones del
Poder Ejecutivo en cuanto concierna á los intereses del
Estado, con sólo la excepción de las atribuciones del
Gobierno General de la República, que provisionalmente
se fijan de la manera siguiente :
1? Las Relaciones Exteriores de la Federación Vene-
solana.
2? El Ejército y la Armada de la República, que una
vez constituida no podrán emplearse sino en la guerra
exterior.
3? El Crédito público, exterior é interior.
4o Las Aduanas, mientras existan, y cualesquiera
otras contribuciones que conservare ó decretare.
ti? El peso y ley de la amonedación.
0" El pabellón y el escudo de armas de la República.
7? El servicio de Correos, cuyo* empleados nombrará
en el territorio del Estado su propio Gobierno ; y
8? Lo concerniente al patronato eclesiástico, mientras
exista, en lo que exceda de los límites de un Estado.
Constituidos que sean los Gobiernos de los veinte
Estados que forman las actuales veinte provincias de la
República, se procederá á la elección de una Asamblea
general que di^te la Constitución federal de ella ; y á
cada Estado toca decretar posteriormente la suya en ar-
monía con el pacto nacional.
El Gobierno General de la Federación Venezolana
estará á cargo de cinco ciudadanos elegidos por los Go-
biernos provisionales de los Estados ; y mientras esto se
Aerifica, no pudiendo la República quedar sin represen-
tación exterior, el Gobierno del Estado asume por ahora el
ejercicio de las atribuciones mencionadas del Gobierno Ge-
neral j y declara que los principios que profesa y que le
rigen, son los que constan del siguiente programa:
Abolición de la pena de muerte.
Libertad absoluta de la prensa.
Libertad de tránsito, de asociación, de represe otación
y de industria.
Prohibición perpetua de la esclavitud.
260 DOCTOR L. VILLANUEVA
Inviolabilidad del domicilio, exceptuando los casos
de delitos comunes judicialmente comprobados.
Inviolabilidad de la correspondencia y de los escri-
tos privados.
Libertad de cultos conservando la soberana tuición
que sea indispensable para garantir esa misma libertad.
Inmunidad de la discusión oral de toda especie.
Inviolabilidad de la propiedad.
Derecho de residencia á voluntad del ciudadano.
Independencia absoluta del Poder Electoral, que ni
antes de su ejercicio, ni durante su ejercicio, ni después
de él, dependa de ninguno de los funcionarios de los
demás ramos de la Administración.
Elección universal, directa y secreta, de Presidente
de la República, de Vire-presidente, de todos los Le-
gisladores, de todos los Magistrados del orden político
y civil y de todos los Jueces.
Creación de la milicia nacional armada.
Administración de Justicia gratuita, en lo secular.
Abolición de la prisión por deuda, como apremio.
Derecho de los venezolanos á la asistencia pública
en los casos <le invalidez ó escasez general.
Libertad civil y política individual, consistente: Io,
en la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley; y
2°, en la facultad de hacer sin obstáculo, licencia ó ve-
nia, todo lo que la ley no haya expresamente cal i tiendo
de falta ó delito.
Seguridad individual: prohibición del arresto ó pri-
sión del hombre sino por causa criminal, precedida la
evidencia de la comisión de un delito, y los indicios
vehementes de la culpabilidad.
La aplicación, en fin, á nuestra patria, de todas las
demás instituciones felizmente descubiertas por la huma
nidad, y que la infancia del Estado social, ó la igno-
rancia de nuestros conductores, ó la depravación, ó el
criminal abandono, han hecho imposibles hasta ahora.
Con techa 2t¡ de. febrero eligió el Gobierno
provisional los cinco ciudadanos que debían com-
poner el Gobierno General de la Federación Ve-
nezolana, de acuerdo con los estatutos arriba ci-
tados, y excitó á los Gobiernos provisionales de
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 267
las nuevas Secciones que se fueran organizando, &
uniformar la elección en favor de sus candidatos
propuestos, que eran los ciudadanos General Juan
C. Falcón, Antonio Leocadio Guzmán, Doctor José
Manuel García, José Gabriel Ochoa y Napoleón Se-
bastián Arteaga ; á la vez que ofrecía reconocer co-
mo Gobierno General, el que compusieran los cinco
ciudadanos que reunieran la mayoría relativa de votos
de los Gobiernos Seccionales.
Por otro decreto quedaron abolidos en el Es-
tado de Coro los tratamientos dados á los empleados,
disponiéndose que sólo se antepusiera el dictado de
ciudadano al título del empleo ó grado que indicara
el carácter público; y el tratamiento sería el de us-
ted indistintamente.
Siempre honrará á aquellos patricios haber
declarado oficialmente, que el Estado no reconocía
por enemigos suyos, sino á los que atentaran
de hecho contra su independencia, y prometido no
inquietar á nadie por sus opiniones políticas ni por
sus actos anteriores; pues adictos ó contrarios á la re-
volución, todos los venezolanos estaban llamados á go-
zar de igual inmunidad, mientras no conspiraran contra
el sistema federativo; en virtud de lo cual decretaron
que ningún ciudadano podía ser preso, porque fuera ó
hubiera sido contrario á la revolución del 20 de
febrero.
Esto era , en verdad, elevar la tolerancia polí-
tica y el respeto á la conciencia humana, á la cate-
goría de dogma en el Gobierno, como nunca jamás
lo idearon nuestros antepasados. Hoy mismo tra-
bajan con ahinco los hombres de Estado en abolir la
prisión por motivos políticos, como una de las más
bellas aspiraciones de la civilización moderna.
268 DOCTOR L. VILLANUEVA
El Pabellón nacional que debía usar el ejér-
cito y la armada, sería el antiguo tricolor de Ve-
nezuela, con la adición de siete estrellas azules en
la faja amarilla, para simbolizar las siete Provin-
cias -que constituyeron la Federación venezolana el
año de once.
Honores á 2»- IV. En 25 de febrero se declaró á Zamora acree-
dor á la gratitud nacicnial y á la confianza del pueblo
v del Gobierno ; se le acordó el ascenso á Gene-
ral de División, y se le nombró primer Jefe del
Ejército del Estado de Coro y del de Occi-
dente. Y habiendo declarado el Gobierno que estoba
satisfecho de su conducta, aprobó todos los actos
que había ejecutado desde su llegada al territorio;
y le autorizó plenamente para dictar todas las me-
didas que fueran conducentes á la defensa de los
principios proclamados ; entre otras, la de conceder as-
censos militares hasta el grado de primer Comandante
inclusive.
En la misma fecha se concedieron honores y
ascenso á General de Brigada y facultades iguales,
al Coronel González.
ortamzacion V. Organizáronse en un fondo común las llama-
de Rentas. °
das rentas internas y las rentas del Municipio;)7 se
procedió á reinstalar los Concejos Municipales. Con
fecha 4 de marzo, el Gobierno provisional en ejercicio
de las atribuciones del Gobierno general de la Fede-
ración venezolana, re bajó en un veinticinco por ciento
los derechos de importación en todas las aduauas de la
República, dejando los de exportación como estaban,
basta que las atenciones del Tesoro público permitie-
ran disminuirlos ó extinguirlos, como se prometía ha-
cerlo la Federación en beneficio de Jos productores
nacionales.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 269
VI. Por decreto de 5 de marzo, se formó la i»«wwu
i mi fcdtnd.
escuadrilla con cuatro buques que se armaroa con pe-
queños cañones encontrados en La Vela ; de estas
naves, dos debían zarpar hacia barlovento, y las otras á
sotavento con sus respectivas dotaciones de marina
y tropa, y todas las municiones de boca y guerra
necesarias; y se nombró Jefe militar de ella, al
Coronel Rodulfb Calderón. La Guaireña sollamaría
en lo adelante Federación) y El Coriano, 20 de Febrero.
Por orden de Zamora se embarcó Calderón
en la primera, armada con dos carroñadas por banda.
El Coriano era una goleta nacional de 90 to-
neladas, y La Guaireña de mayor porte.
El castillo tenía dos piezas de regular tamaño.
VIL El señor Maximiliano Iturbe, sugeto enten- semdore» pú-
dido y honrado, fue nombrado Administrador de la lcai*
Aduana de La Vela.
Fuera de los asaltantes del cuartel, sobresa-
lieron en la ciudad de Coro por sus servicios á la
Revolución, los ciudadanos:
Juan José Navarrete, Rafael Petit, Benito Ur-
daneta, Emilio Navarro, Víctor Hansen, Vicente
Miquelena, Simón Ramones.
Del Cantón San Luis, volaron á la capital á
apoyar el movimiento: Martín Reyes, Nepomuceno
Guerrero, Julián Castellano, José del Rosario Pe-
tit, Manuel Sánchez, Catalino Chirino, Manuel Oviol,
Pedro Oviol, César Castellano.
En Paraguaná se pusieron en armas : José del
Rosario González, Escolástico Naranjo, Faustino
Pulgar, Manuel González, Domingo Moreno, Ale-
jandro Pulgar, León Colina, que bien puede lia-
270 DOCTOR L. VILLANÜEVA
marse el León de las batallas, José Tomás Valles,
Casimiro Garcés.
Los Odubers ofrecieron sus bienes y prestaron
buenos servicios.
José González era un veterano oficial de Co-
lombia, que tomó servicio en calidad de soldado
en 1323, á los 23 afns d» edal. D^spuJs de ruda
campaña en territorio de Coro, fue ascendido á Te-
niente, y en 1827 recibió del Libertador el grado
de Capitán. En el promedio de 1830 á 1848, ejer-
ció varias veces en su Provincia con beneplácito
publico, los empleos de Jefe militar, Juez de pa-
rroquia y Concejal. En 48, llamado ni servicio con
el grado de primer Comandante, concurrió á la
campaña del Zulia junto con Zamora, y sirvió los
destinos de Comandante de Armas de Maracaibo v
de Gobernador del Castillo de San Carlos. En-
tonces fue elevado á Coronel.
Dos veces fue Representante de la Provincia
de Coro en el Congreso Nacional. En 1858 se
asiló en Curazao buyendo de las persecuciones
de los reaccionarios de su localidad. Abora, al
empezar la guerra con Zamora, le condecoró el
Gobierno provisional con el grado de General de
Brigada.
En Cumartbo encabezaron el levantamiento, Juan
Agustín Lugo, Pedro Alejandro Pina, (dominicano)
Bernardo Márquez, Cirilo Guillermo, Henrique Co-
lina, Rodulfo Calderón, Dionicio A. Goitía, José
de Jesús Medina, Francisco Bracbo, Julián Rivero,
Julián Hernández, Joaquín Pérez, Nicolás Cu riel,
Ramón C. Curiel, Miguel Goitía, Aureliano Gonzá-
lez, Francisco Cumare, León Barbera, Santos Seco,
VIDA DEL GENERAL ZAMORA. 271
José Gregorio Domínguez, José María González,
Antonio López, Francisco Chirino, padre, Fabián
Rodríguez, José de la Cruz, Barbera, Francisco
de la Rosa Chirino, Paulino Jiménez, Guadalupe Ji-
ménez, Silvestre Chirino, Merced Barbera, Reyes
Fernández, Juan Cesáreo Lugo, Nicanor Dumón,
José Carvallo, Manuel Iglesia, Crisóstomo Jurao,
Rudecindo Vargas, Francisco González, Carlos Galán.
Pablo Pifia, Juan Vicente Pifia, y Andrés ligar-
te sorprenden la guarnición de Capada re, le qui-
tan ochenta fusiles y doscientas lanzas, y organi-
zan una columna de 200 hombres que marchó
1 aégo á Jacura.
Francisco Acosta, asistido de otros amigos, mo-
vió á Costarriba.
El Comandante Benito Urdaneta, antiguo ofi-
cial de la guerra de la Independencia, fue nombrado
Jefe de Estado Mayor. Arteaga se ocupó en armar
los buques; Manrique en ayudar á preparar el
parque, y de noche trabajaba en la imprenta de
A. W. Neuman, en la composición y tirado de los
boletines. Óchoa empleó su talento é instrucción en
servir al Gobierno provisional para redactar los docu-
mentos oficiales, entre los cuales sobresalen el pro-
grama de la Revolución, y la estructura del nuevo
sistema que iban á implantar.
Trías marchó con fuerzas á Capadare: Gonzá-
lez á Paraguaná á organizar sus milicias, y Martín
Reyes á Churuguara, en observación sobre la línea
de BarquÍ8Ímeto.
En poco menos de quince días se formó un
ejército de mil hombres : á la escuadrilla se le dio
272 DOCTOR L. VILLANUEVA
una tripulación de doscientos, y otros tantos á la
guarnición de la plaza.
c^Sm?0" da VIII. La invasión de Zamora con su marcha ai
centro sobresaltó las Provincias, y produjo una crisis
ministerial. El General Soublette fue llamado al Mi-
nisterio de Relaciones Exteriores, el señor Rafael
Arvelo al de lo Interior y el señor Pedro de las Casas
al de Hacienda.
Caracas se excitó con violencia. Liberales y
oligarcas recorrieron las calles dando vivas á sus
partidos y ostentando sus insignias y colores res-
pectivos; de lo que podemos formarnos alguna idea,
•leyendo el siguiente telegrama del Presidente de la
República :
Telégrafo Eléctrico. — Caracas: 1? de marzo de 1859. — A
las (> ]>. m.
¿Señor General Jefe de Operaciones de Caraabobo.
Hubo hoy una gran alarma aquí, porque varios grupos
se organizaban para turbar el orden público; pero la
ciudad en masa, el comercio todo, notable y valeroso,
rodeó al Gobierno ocurriendo voluntariamente á armarse
á defender la causa de todos. Nadie se quedó en su
casa; y lie tenido la complacencia de ver ostentarse la
opinión de un modo lujoso, é imponente. Esta acti-
tud y las medidas que se tomaron lian restituido la
calma y contento á la capital. Los revoltosos se disol-
vieron á esconder su vergüenza. Trasmita U.S. esta no-
ticia a Puerto Cabello, que creo conveniente.
J. Castro.
partidas fe- IX. El primer pensamiento de Zamora, fue niover-
>" á líar.piisimeto por Sabaneta, y de allí á los Llanos
de Cojedes, Portuguesa, Barinas y Apure; escogidos
por él desde Curazao para teatro de su campana, por
estar abundantes entonces de ganados }' caballos, por
tener excelentes territorios para la guerra, y cen-
tros poderosos de opinión armada en favor de la
causa federal.
i
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 273
Efectivamente: desde julio del ano anterior
se habían mantenido alzadas muchas partidas, vic-
toreando la Federación. Fueron las primeras las
de Regino Sulbarán y Carlos Padilla, de setenta
hombres, en La Boca de la Montaña, entre Gua-
natito y Sabana Seca; y la de José Antonio Li-
nares, colombiano de nación, en El Carrao, como
de ciento cincuenta ; las cuales reunidas en número
de más de doscientos hombres, y comandadas por
este último, cfferrotaron en Trapichito las fuerzas del
Gobierno, regidas por el Comandante Rafael Ro-
mero; aunque días después tuvieron que replegarse
á Samán Blanco, donde fueron batidas y dispersadas
por el Comandante Silverio Escalona. Allí cayó
prisionero Sulbarán, herido en una pierna; y como
consecuencia de tal fracaso, apaciguáronse es(8s co-
marcas hasta noviembre, en que asomaron nuevas
partidas por Valle Hondo, Arenosa y otros sitios de
la jurisdicción de Guanarito ; figurando con mayor
renombre Martín Espinoza, natural del Pao.de San
Juan Bautista, Carmen Pina y Miguel Santaella,
quienes atacaron y vencieron, á fines de diciembre,
las tropas del Comandante Segura, y dieron muerte
á éste en el sitio de La Calceta.
En pico menos de tres días atacaron á Gua-
narito, y lo quemaron; y de allí, unidos á Linares,
á Juan Lara, Guadalupe Rivero y otros, siguieron
devastando á Sabana Seca, Las Animas, El Regalo,
El Jobo, Potrero Lucenero y todas las poblaciones
ribereñas del Guanare, como Guerilandia, San Mi-
guel, San Andrés, Flores, Morrones, Río Viejo y
La Unión.
Para febrero estaban va en armas Antolino Al-
18
i'74 DOCTOR L. VILLANUEVA
varez, Pedro Manuel Rojas, que llegó á ser con jus-
ticia el más afamado General de la Federación en
Occidente; caudillo humano, y á la par honradí-
simo y valiente ; Natividad Petit y muchos otros de
menor graduación. Para la fecha habían tiroteado
más de una vez las guarniciones de Nutrias, Dolo-
res, Libertad y Guanarito, y obligado al Gobierno á
resguardar todas las plazas con tropa armada, y á
mantener cuerpos francos por las selvas y caminos
principales de aquellas dos Provincias.
Como es común en las guerras, cometiéronse
muchos delitos contra las personas y las propiedades:
á saber, asesinatos, incendios de pueblos y hatos,
profanación de iglesias, robos y violencias en hom-
bres y mujeres.
Martín Espinoza entró á saco la población de
Sabana Seca, quemó las casas y mató muchos indi-
viduos. En Las Animas fusiló á Carlos Ramón
Moreno y A Encarnación Jiménez, que se preparaban
á favorecer á unas familias escapadas del incendio
del poblado.
El mismo procedimiento de crueldad usó Lara en
Morrones, en cuya plaza pasó por las armas á Juan
Pedro Linares, á Luis Rodríguez v á un señor Gar-
cía. Linares quemó El Regalo, y Rivero asoló E\
Jobo, á cuyo Juez de paz hizo alancear, dejándole
tendido en el camino con diez y seis estocadas.
El Teniente Enrique Ortega, de esta misma
facción, prendió al anciano Juan Bautista Ángulo, le
llevó consigo dos días, haciéndole sufrir los más
duros ultrajes y dolores, y por último lo mató en
Potrero Lucenero, y crucificó el cadáver co:i sendas
estacas en pií's y minos.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA. 275
A Ciríaco Jiménez le dieron muerte, y clavaron
su cadáver en una tapia, después de sacarle las en-
trañas.
Marcelino Cruces, criminal prófugo de la cárcel
■de Nutrias, era el abanderado de una de estas par-
tidas.
Ramón Calles, Jefe político de Guanarito, es
asesinado en el sitio de Pot rerito, y á su familia la
hacen marchará pie á uno de los campamentos.
Tales fueron, entre otras, las primeras horrendas
represalias de las infinitas atrocidades cometidas pol-
los centralistas, al restaurarse en el poder de aquellas
comarcas, con motivo del triunfo de la Revolución
«de Marzo, y de que vamos á dar idea ajustándonos
A documentos públicos que tenemos á la vista.
X. Verdaderamente, las tropas del Gobierno Desmane» de
saquearon varias casas en Libertad, entre otras la tnaSST Ma
del venerable Cura párroco; se llevaron las alhajas
de los santos y la plata labrada de la iglesia, y
ofendieron el pudor de familias honestas. Quemaron
los caseríos cercanos á Dolores, y se robaban por
los caminos las mujeres y )as hijas de los labrado-
res, convirtiendo aquellos hombres, sencillos y la-
boriosos, en vengadores terribles de su honra, de
sus propiedades y de sus caros afectos.
En Río Viejo, pueblecito de la margen izquierda
del Guanare, aprisionaron una india, esposa de un
bonguero, y la ultrajaron. Era el marido un in-
dio conocido en la comarca como hombre honrado
y trabajador; al llegar á sus oídos la noticia del
crimen, juró matar á todos los colorados (así lla-
maban á las tropas del Gobierno), y se lanzó á la
guerra con tal furor que se hizo celebérrimo por sus
276 DOCTOR L. VILLANUEVA
malos hechos. Desde entonces empezó á beber para
hacerse más feroz. Cuando cogía un colorado le-
decía : engrille, es decir, que bajara la cabeza ; y le-
descargaba un machetazo. Mataba hombres, mujeres-
v muchachos. En Santa Lucía cometió los crímenes
m
más inauditos. Por donde pasaba no dejaba sino ras-
tros de sangre y desolación. Malo era y á la vez va-
liente como Bóves ; y prestigioso entre los indios de
aquellas tierras, porque los dejaba robar cuanto que-
rían. Este hombre se llamó el Coronel Martín
Espinoza, á quien hemos ya nombrado, y de quien
tendremos mucho que decir en el curso de esta
relación.
En Ba riñas entraron á saco los gobiernistas
la casa de la respetable familia Arvelo ; y pegaron
fuego á la del oficial Rafael María Soto, quien fue
después General de la Federación y Presidente de!
Estado Barina8.
En un informe que de los sucesos de aquella
Provincia hizo el señor Juan T. Sosa al General
Zamora, dice: las fuerzas centralistas han cometido
crímenes semejantes á los que nuestra historia refiere
de Antoñanzas y Zoazola
Las circunstancias no son para seguir en este
relato, y sólo hago hincapié en que los crímenes de
los centralistas provocaron las represalias, y ellos son
responsables ante la sociedad y su señor. (1).
Espinoza solo llegó á tener hasta cuatro mi)
hombres voluntarios, debajo de su mano, aunque no
todos armados. Menores eran en numero, pero bien
(1) Boletín Oficial del Ejército Federal de Occidente, número í-
Harina*, 21 de mayo de l$-59.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 277
ordenadas, disciplinadas y obedientes ias columnas
Je Antolino Alvarez y Pedro Manuel Rojas, virtuosos
hacendados de Santa Rosa y Dolores ; nunca mancha-
bas con los feos delitos de que acabamos de hacer
mención. Sus tropas fueron, como las de Petit,
.gruesos y aguerridos núcleos que sirvieron para for-
mar el ejército que mandó después Zamora en
Barinas, San Lorenzo y Santa Inés.
Mientras Zamora se organiza en Coro, y cubre
acertadamente las líneas de Barquisiineto y Mara-
ca ib o, y madura su plan de operaciones para dar
golpes decisivos á los centralistas, veamos de cuál ma-
nera se preparaban éstos para combatirlo, y cómo
¡pensaban exterminarlo.
XI. No bien hubo cundido en el país la noticia KXpedici<m <ui
del sorprendente desembarco de Zamora, apresuróse ?o.nn^ Corde*
•el Gobierno á levantar tropas, para enviarlas á recu-
perar la Provincia perdida. Al efecto se despachó
•de La Guaira á Puerto Cabello, al Coronel José
•del R. Armas con una División, en los trasportes
goleta Emilia y bergantín Isabel, para seguir á Coro
•como cuerpo de vanguardia del Ejército expedicio-
nario, que iba á marchar al mando del General León
«le F. Cordero, nombrado el 2 de marzo Jefe de
Operaciones de Coro.
Este ilustrado y experto General estaba sirviendo
la Jefatura de Operaciones de Carabobo y Yaracuy,
con autorización para hacer á la de Cojedes, Barquisi-
ineto y Portuguesa las indicaciones conducentes al
mejor servicio militar, en el propósito de dar uni-
dad á las operaciones de aquellas Provincias ; y aun
para tomar el mando del Ejército que se estaba for-
mando, si las circunstancias así lo exigieran.
278 DOCTOR L. VILLA NUEVA
En esta virtud, hizo dicho General marchar
una columna de Orituco, de 250 hombres, acanto-
nada en Valencia, á conducir á Barqnisimeto 600
fusiles, 25.000 cartuchos, 2.000 piedras de chispa y
300 cananas. En esta plaza de Valencia llamó al
servicio á los Comandantes Mal pica, Zuloaga, Olon-
dro y otros, con las milicias de sus parroquias res-
pectivas: despachó á San Carlos la primera colum-
na que se organizó, al mando del Comandante José
Ramón Arvelo: hizo poner en manos todo el arma-
mento depositado en el parque del Yaracuy ; y ad-
virtió al Gobernador de esta Provincia, que enviara
á Barquisimeto la fuerza de milicia que le pidieran,
para la formación de la División de reserva, y do&
compañías más á Puerto Cabello, que irían á armarse
á Valencia. Pidió una columna á Aragua; y dispuso
finalmente poner en Carabobo sobre las armas, 600
hombres, distribuidos así: 200 para reforzarla guar-
nición de la plaza; 200 para la de Puerto Cabellor
y otros tantos que se situarían en San Carlos. El
Gobferno le dio por Jefe de Estado Mayor, al enten-
dido Comandante de Ingenieros Olegario Metieses.
En el desarrollo general de su plan de campaña,
ofició también al Gobernador de Maracaibo, José
Aniceto Serrano, encargándole que sin pérdida de
tiempo pusiera en marcha una columna, A ocupar lo*
Cantones limítrofes de Casicurey Matícora.
Para abrir la campaña dispuso que la ex-
pedición marítima, á las órdenes del Coronel Armas,
zarpara sin dilación de Puerto Cabello, con instruc-
ción de obrar sobre el litoral de la Provincia de
Coro : y en cumplimiento de esta disposición se hizo
á la vela dicho Jefe el 2 de marzo, por la noche,
con un cuerpo de 500 hombres. El 3 desembarca
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 27!)
en Chichiriviche, que es un fondeadero de la en-
senada de Tucacas, de cuyo extremo más septentrio-
nal dista tres millas. Esta punta demora desde la
l*>ca de Puerto Cabello al Norte 28 grados Oeste,
y dista de ella 25 millas. Tal fue la primen jomada
de la expedición.^
El 4 ocupó Armas El Tocuyo, donde permane-
ció dos días, en solicitud de noticias de Zamora,
y con el empeño de poner en manos 100 fusiles más,
que llevaba en parque. Allí supo que el pueblo de
Capadare se había pronunciado por la Federación el
día 2, por lo cual se vio obligado á no adelantar
un paso más, hasta recibir de Puerto Cabello
los refuerzos ofrecidos; pues la instrucción que se
le impuso en oficie) del 4, era proceder en todo con
tal cautela, que los revolucionarios no pudieran ob-
tener lamas pequeña ventaja sobre él ; procurando
entre tanto, no comprometer ninguna función de ar-
mas, sino en el caso de tener de su parte de las
cien probabilidades lan noventa y nueve.
Sabido que Zamora estaba en Coro al frente
de un ejercito, se puso en marcha el mismo Ge-
neral Cordero, en apoyo de su vanguardia. El 10
de marzo dio su escuadrilla la vela con dirección á
Los Cayos de San Juan, llevando en el vapor Unión
dos compañías del batallón 5 de marzo, á saber:
la 3? y la de Granaderos, el Estado Mayor y la
Banda de música: en el bergantín Paquete de Puer-
to Rico, el resto del 5 de marzo y parte de la co-
lumna Carabobo, que mandaba el Comandante Sil-
verio Escaloua: en la goleta Eloísa el resto de esta
columna: en la Carolina, 50 hombres más, una ba-
tería de artillería con dos piezas de campaña y el
parque de la División; todo al cuidado del Capitán
1
280 DOCTOR L. VILLANUBVA
de artillería Dolores Navas y del Subteniente J.
Romero.
El Estado Mayor estaba constituido de esta
manera : Jete de Estado Mayor, Olegario Meneses ;
2? Ayudante, Comandante Teodoro Chataing; Ca-
pitán Adjunto, A.Jorge Pardo; Comisario de Gue-
rra, Capitán Pedro Celis Plaza, con 6.000 pesos en
caja; escribiente, Teniente Pedro Nolasco Silva;.
Proveedor, Teniente de la Armada, Eduardo Volcán ;
Practicante, Pedro Ravelo.
Total de la División del General Cordero:
Artillería: 1 Capitán, 1 Subteniente y 16 arti-
lleros.
Batallón 5 de marzo : 1 Comandante, 28 oficiales
y 325 de tropa. .
Columna Carabobo : 1 Comandante, 13 oficiales
y 190 de tropa.
Quedaron 250 infantes de guarnición en el Cas-
tillo, de que era Jefe el Coronel J. J. Illas.
El Comandante Cubillán servía el Apostadero,
y el Comandante José María Hernández la Coman-
dancia de la brigada de Artillería.
El vapor Unión era una nave mercante, de
222 toneladas, que el Gobierno compró, armó en
guerra con 2 cañones de á 8, y una tripulación de
42 hombres, y puso bajo el mando del Primer Te-
niente de marina Manuel J. Armas.
Esta expedición iba custodiada por las dos go-
letas de guerra 5 de Marzo y Liza.
La primera estaba gobernada por el Primer
Teniente Zenón Montero, como Primer Comandante;
y por el Primer Teniente Simón Sardi,como segundo.
VIDA DEL GENERAL ZAHORA 281
La Liza, también buque mercante, que servía de
paquete entre La Guaira y Puerto Cabello, fue arma-
dla en guerra, bajo el mando del segundo Teniente
Manuel Grande.
La escuadrilla amaneció el 11 á la vista de
Los Cayos de San Juan, en cuyo fondeadero S. O.
estaban anclados los trasportes que habían llevado
£ Chichirivichela expedición de Armas ; y á las diez
y media de la mañana tomó puerto, entrando al
Occidente del Cayo N. N. O., á 18 millas de Chi-
chi riviche. Detrás del Cayo alcanzáronse á ver dos
goletas : urfa á la vela, y otra que parecía fondeada,
pero que en realidad estaba varada. A poco se «upo
que eran dos barcos de la escuadrilla federal : la
que navegaba forzó la vela y se puso en popa; era
la 20 de Febrero; la otra era la Federación, que había
encallado en los bajos que rodean á San Juan, y ha-
bía sido abandonada precipitadamente con algunos ele-
mentos de guerra de los que llevaba á su bordo.
Lo que sucedió á estas goletas fue que al lle-
gar Armas á San Juan, el 10 á las tres p. ni., oído
el informe del retén situado en la punta de Cura-
michate, de que se aproximaban á la costa de Ma-
racara dos buques enemigos, armados en guerra,
ordenó él á los Comandantes de las goletas de gue-
rra 5 de Marzo y Liza que salieran á batirlos.
Avistáronse, en efecto, las naves á tiro de cañón,
á las seis p. m.; pero entrada la noche se apar-
taron sin haberse hecho daño.
En la madrugada, empero, al acercarse La
Guireña al N. O. del Cayo de barlovento de San
Juan se varó en un banco de arena, habiendo podido
á favor de la oscuridad, Calderón y sus tripulantes
trasbordarse á la 20 de Febrero.
H
Campafia de
282 DOCTOR L. VILLANUEVA
Después se ha sabido que los buques de la re*
votación andaban por la costa, con intención de dar ca-
za á los trasportes de Armas.
En la goleta perdida se encontró un cañoncito de
á 3, con ochenta cartuchos, y además un juego de ban-
deras de señales, un anteojo, una campana, y dos escan-
dalosas. También quedó en poder del General Cor-
dero la falúa de La Vela, que Calderón llevaba pa-
ra alijo, y junto con ella dos marineros que se ha-
bían quedado en tierra.
Allí fletaron el falucho nacional Esperanza, de
Bartolo Marques; y lo incorporaron á la escuadrilla:
y en seguida se dispuso que la columna Armas se
reembarcase en sus trasportes, para continuar en
convoy con los demás navegando por la costa.
•
Zarpó el 12 á las diez de la noche toda la expe-
dición, y á las nueve de la mañana del 13 se puso á la
capa frente á Barranquita, por donde desembarcó la
dicha columna de vanguardia, con orden de seguir
por tierra á Cumarebo, mientras las otras marcha-
ban por mar al mismo punto.
A las diez dio fondo la expedición, una legua
á Barlovento del puerto de Cumarebo, entre Barran-
quita y Boca de Kicoa. De aquí largó las velas Cor-
dero al puerto de Cumarebo, donde se paró dos dfaa,
y recogidas las noticias que por allí circulaban, llegó
á saber que Zamora había salido de Píritu en di-
rección hacia arriba, con ui cuerpo de mil hom-
bres, en tres Divisiones, parte de fusil, y parte de
lanzas y machetes.
XII. Llegada es la hora de que volvamos á Coro
Zamora
Costa.
*°T u para referir cómo ordenó Zamora esta singular campa-
ña. Puesta apunto su expedición, y cuando se prepara-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 283
ba á emprender marcha hacia Barquisimeto, para hacer
la guerra en el Sur de Occidente, como hemos dicho,
tuvo noticia de la operación del Coronel Armas; y en-
tonces cambiando rápidamente de plan, salió á buscar-
le por la costa con el intento de batirlo y vencerlo. El 7
de marzo circuló su proclama de guerra al Ejército y á,
la Armada, en su calidad de primer Jefe del Ejército
de Occidente, para calentar los corazones y correr
á la victoria ó á la muerte.
Dice así esla su primera marcial alocución :
ALOCUCIÓN
DEL
CIUDADANO GENERAL 1er. JEFE DEL EJERCITO DE OCCIDENTE
Al Ejército y á la Armada Federal.
I Compatriotas ! El 20 de febrero de 1859 forma épo-
ca en nuestra historia; él ha abierto una página de
ladrón, una campaña de heroísmo, una cruzada de li-
bertad.
El 20 de febrero es un grande acontecimiento; él de-
termina una situación, despeja un porvenir : él trae las
palmas de la victoria! No más sombras siniestras en el
horizonte de la patria ; enarbolemos el estandarte de nues-
tros padres, de los patriotas de 1811.
Corianos! Vuestra patria, la tierra del heroísmo,
el oasis de la libertad, se alza á la faz de sus tiranos
y dice Federación ; y á tan noble, á tan sublime, á tan
grandiosa idea, se une la palabra de paz, de perdón,
de olvido del pasado, no como lo dijeron los enemigos
de la patria, sino con pruebas, con la lógica elocuente
de los hechos. El espionaje, las cárceles y las prisio-
nes se olvidan, se desechan, se condenan como contra-
rias al programa, á la comunión de los hijos de la li-
bertad ; vemos, sí, que los victimarios, los verdugos, los
esbirros del tirano, aquellos hombres que persiguieron,
que vejaron, que lanzaron cieno sobre todas las repu-
taciones y abrieron el sepulcro para muchos, quedan en
el seno de sus familias al lado de sus esposas, gozando
los cariños de objetos caros para el corazón. No se oye
un grito, una voz que los recuerde y que diga : Ven-
ganza !
1
284 DOCTOR L. VILLANUBVA
Corianos! semejante proceder os hace acreedores á
los mejores títulos, y justificará mañana una nuevicon
ducta si os halláis en el caso de cambiar
Sí, Corianos; mientras que os presentáis con noble-
za, en tanto que usáis de un derecho sagrado, vuestras
enemigos os contestan con denuestos y desfigurin la
historia de vuestros hechos. Suponen temores infunda-
dos: se ocultan; huyen como si hubiese perseguidores
y escriben con audacia que sois una compañía de ase-
sinos y ladrones, un puñado de bandidos.
Y bien, compatriotas ; en este estado de cosa-s, ya
que habéis sido magnánimos una vez más, y cuando te-
néis por recompensa la calumnia y la amenaza ; cuando,
en fin, quieren arrebataros el más precioso de vuestros
derechos conquistados el 20 de febrero, necesario es
repeler la fuerza con la fuerza y que nos paguen caro
la sangre, una sola gota de sangre de los hijos del
pueblo
Corianos; os sigue la victoria-: en sólo quince días
que contamos de existencia política, tenemos un ejército
respetable, una armada fuerte, y el Gobierno del Esta-
do, que hace frente al más odioso de los tiranuelos de
América.
Compatriotas! Que nuestras falanjes victoriosas tre-
molen el estandarte de la libertad por toda la Repúbli-
ca: que lleguen hasta el centro de ella; y que allí que-
de fijado para siempre.
Compatriotas. Evitemos en lo posible la efusión de
sangre; pero que se derrame y se tormén hecatombes,
si así lo quieren los victimarios, los enemigos jurados
de la libertad.
Cuartel general en Coro, 7 de marzo de 1859 — Año
1? de la Federación.
Ezequiel Zamora.
El 8 en la noche despachó el batallón Fede-
ración á cargo del Coronel Julián Castellano, Jefe
de Brigada, á incorporarse en Capadare á las tro-
pas del General Trías.
El día siguiente, también en la noche, sa-
lió por la misma vía el batallón Tiradores ó Flan-
queadores al mando de los Comandantes Juan Bautista
López y Juan Agustín Lugo.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 285
Nombró de Comisario de guerra á Don Juan
Navarrete ; y como no hubiera dinero en las rentas
públicas, ni quisiera él poner empréstitos á los ciu-
dadanos, pidió á su suegra tres mil pesos, que esta
señora tenía guardados, pertenecientes á los tres
niños Diez, menores de edad, de la herencia de su
padre. El Gobierno de la Federación pagó esta can-
tidad luego que se instaló en Caracas. Tales fueron
los fondos con que se abrió la primera campaña de
la Federación.
Y el 10 á las 5 de la tarde levantó bajo su
mando inmediato el resto del ejercito, que consistía
en los batallones Vanguardia y 20 de Febrero, goberna-
dos respectivamente por los Coroneles Juan Nepomu-
ceno Guerrero y Manuel Oviol, y de los Comandantes
Martín Reyes y Tomás Pereira. En Carorita se le
incorporó el General Gouzál-z con la caballería de
Paraguaná, en que figuraban el Capitán León Co-
lina, como Ayudante Mayor, Faustino Pulgar, Ma-
nuel González y otros que también alcanzaron fama
en la guerra de los cinco años.
El Comandante Salaverría quedó de Coman-
dante de la plaza de Coro y del castillo de La
Vela.
La Jefatura política del Cantón capital fué ser-
vida primero por Aquilino Morón, que pasó des-
pués al destino de Administrador de Rentas Mu-
nicipales; en seguida por Andrés Depool, y lílti-
mamente hasta el 14 de marzo por Eugenio Gui-
llermo.
José R. Márquez fué nombrado Juez de Cantón.
Zamora pasó por Cumarebo y Píritu sin tener
noticia de los enemigos.
^
280 DOCTOR L. VILLANUEVA
En Güequito fue donde supo por oficio del
Comandante militar del puerto de Cumarebo, Ber-
nardo Márquez, que parte de ellos habían desem-
barcado por aquel lugar; y en previsión de que
pudieran ir detrás de él, ordenó á Márquez que
los observara desde el pueblo de aquel nombre, y
que en caso de que hicieran tal movimiento los
tiroteara y se replegara sobre él, cubriéndole la re-
taguardia, hacia Sau Juan. A este sitio volaba él, con-
tando hallar allí el grueso de las fuerzas oligarcas que
so prometía sorprender y destrozar.
El itinerario de Zamora fue el siguiente : Cu-
marebo, ♦ Píritu, Maracara, Carorita, Río de Que-
que, Jacura, Capadare, San Juan.
El 15 salió de Píritu; el 16 de Jacura; acam-
pó en Capadare el 17, y se sostuvo allí hasta el
19; el 20 lo pasó en San Juan, el 21 adelantó
4 leguas al Tocuyo; y el 22 en la tarde llegó á
orillas del caudaloso Yaracuy ; pero como no en-
contrara á nadie en Los Cayos, siguió á Morón,
donde el Coronel José Félix Mora le ofrecía un
contingente de tropa de nó escasa consideración.
PMofciRio XIII. En este río quiso estorbarle la marcha el
Yantouy. '
Comandante Francisco Antonio Rivero, con una co-
lumna dejada allí por el General Cordero : y como en
este paso no se puede atravesar el río sino en
canoas, pensó Rivero que con quitar éstas de
allí como de antemano lo había hecho, bastaría
para impedir que Zamora prosiguiese su camino,
con lo cual daría tiempo á que Betancourt y
Oberto, que iban sobre sus huellas, lo alcanzaran y
obligaran á pelear, sin retirada posible. Pero Zamora
obvió aquella dificultad mandando que la caballería
se tirase á nado, dividida en dos trozos, mientras
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 287
unos piquetes de á pie hacían fuego por la orilla
del monte. Detrás de los caballos pasaron á nado
algunos infantes, y reunidos todos del otro lado,
cargaron á Rivera, lo dispersaron por el bosque, y
le quitaron la gente, los fusiles y las bestias.
Tal fue el primer combate de aquella atrevida
campaña, por medio de un campo de guerra que ocu-
paba un enemigo bien armado.
XIV. Dice el Diario del Estado Mayor del Gene- pi** da cor-
ral Cordero, que penetrado este de la marcha de ZA-morat
moka hacia arriba, determinó cerrarle el paso, man-
dando á priesa el batallón Victoria, del Comandante
Pinto, por Chichiriviche; mientras él con el resto
del ejército y las columnas de Betancourt y Oberto
que venían, la primera de Barquisimeto por Churu-
guara, y la segunda de Capatárida, armada y equi-
pada con recursos de Maracaibo, le hostilizaría por
la costa, hasta acabarlo á hierro y fuego donde quiera
que lo alcanzase. Dio en efecto la orden de que
Pinto se revolviese; pero examinando la aguada de
los trasportes, se encontró que ninguno estaba pro-
visto de ella, á pesar de haberla mandado hacer para
doce días en Puerto Cabello. En vista de tal
contratiempo tuvo el Jefe centralista que cambiar
de plan.
Encargó en consecuencia á Antonio Bravo que in-
terceptara las comunicaciones de Zamora, pen> éste
las tenía bien expeditas por medio de numerosas gue-
rrillas que iba dejando tras sí, formadas de los veci-
nos de aquellas comarcas, todos liberales y prácticos
del terreno: y lejos de dejarse incomunicar, aisló
á su enemigo, cogiéndole todas las vías de la cos-
ta; y cubrió su retaguardia con dos compañías que
tenía Bernardo Márquez en Cumarebo, una al mando
288 DOCTOR L. VILLANÜEVA
del Capitán Dionisio A. Goüfa, del mismo lugar, y
otra al del Capitán Jesús M? Hernández, coriano»
Esta compañía era del batallón 20 de febrero; la dé
Goitía se incorporó después al Tiradores, dé Cu-
marebo, mandado por el Comandante Juan Cesáreo
Lugo.
En la noche de ese día Cordero hizo desem-
barcar el o de marzo para que marchara por tierra
á La Vela, con la División de Armas, á quien se
dio instrucción de hacer alteen el sitio de Carrizal
á esperar órdenes.
cordero ocupa XV. Cordero continuó el 14 en el vapor por la
á0cro costa, y á las dos de la tarde tondeó en Muacó, 4
dos millas de La Vela. El Jefe de Estado Mayor
mandó unas guerrillas á dominar las alturas, para
apoyar el desembarco del resto del ejército. Hecho
ésto, siguieron todos juntos á La Vela, yendo el
Victoria en vanguardia, y llevando personalmente ei
General Cordero, en retaguardia, el 5 de marzo.
La goleta de este mismo nombre, que desde
Carrizal se mandó á voltejear sobre el puerto, se
trabó á cañonazos con las baterías del fortín, man-
dado por el Comandante César Castellano, en
.el cual había una guarnición de sesenta hombres. Allí
estaban también el ciudadano Toledo, miembro del
Gobierno provisional, y Napoleón ¡Sebastián Arteaga*
El cañoneo duró toda la tarde hasta el ano-
checer. A esta hora capituló la guarnición, entre-
gando la Fortaleza á las 7 p. m. al Comandante
Meneses, que la ocupó con una compañía del bata-
llón Victoria. En este lance perdieron los revoluciona-
rios cuantiosos elementos de guerra y la bandera,
que era tricolor, con siete estrellas azules en la faja
amarilla, según el decreto del Gobierno.
VIDA DEL GENERAL. ZAMORA 28ÍF
Cayeron prisioneros: Napplcón S. Arteaga, José
Toledo, Comandante de la fortaleza, César Castellano ;
Capitanes Carlos Galán, Alejandro Key, Elias Ló-
pez, Juan Larrúa ; Tenientes Pedro José Castro,
Miguel Gil, Kamón Pachano, Tomás Guiñan, Pedro
Añes, Manuel Devira, Antonio Echeverría; Subte-
nientes Evaristo Marines, José de la Cruz Reyes,.
José Hilario Mencia, Juan Bautista López, Manuel
Molina y cincuenta y tres de tropa.
Encargóse de la Comandancia de Armas de la'
Provincia el Coronel Armas, y marchó el 15 en la
mañana á ocupar la capital, evacuada la tarde ante-
rior por Salaverrfa, los demás del Gobierno y la
guarnición, compuesta de sesenta infantes y cuaren-
ta jinetes, todos los cuales tomaron juntos el camino
de la Sierra.
A las nueve de la mañana de aquel día, 15
de marzo, dio fondo en el puerto una goleta in-
glesa, que levó anclas á poco, y se hizo á la vela sin
esperar visita. Se la mandó alcanzar con la Lizay
y á las once de la noche la trajeron presa. Su
nombre era Ocean Brig y su Capitán Joseph Crou-
se. Encontráronse á bordo los ciudadanos Antonio
■
Guzmán Blanco, Antonio Ferrer, Nicolás Pereira,
Jesús María Aristeiguieta. venezolanos; y los espa-
ñoles Antonio Ruiz, Carmelo Valiente Villamartín y
José Mió. Los . papeles estaban en regla, y el Capi-
tán informó que había salido el 12 de St. Tilomas,
despachado para cualquiera de los puer. os de Vene-
zuela, habiendo arribado el 14áBonaire. Aunque
el General Cordero sospechaba que este buque ha-
bía sacado de St. Thomas al General Falcón, y traía-
á bordo 4.000 fusiles, no se le pudo probar nada..
19
1
200 DOCTOR L. VILLANUEVA
ni era lícito proceder contra el, ni contra los pasa-
jeros, amparados coniD lo estaban del pabellón inglés.
¡ Atrevimientos de la suerte! Si el joven Guz-
raán Blanco hubiera sido reducido á prisión aquel
día, probablemente no habría tenido ocasión de ser
«no de ios más calificados Capitanes de los tiempos
modernos de Venezuela. La fortuna quiso exponerle á
un gran peligro, como una advertencia á la posleridad,
para enseñar cómo pueden cambiar los destinos de
los hombres y de los pueblos por el suceso más casual
y al parecer más insignificante. Cordero, sin embar-
go de su talento, no pudo pensar que en aquel joven,
pálido y endeble, apenas enamorado de las bellas
letras, había muchos Marios, como juzgó Sila á, César,
€n su mocedad.
La goleta zarpó ese mismo día, llevando á su
-bordo al hombre que, hecho más tarde General, esta-
ba predestinado á terminar la guerra por un tratado
de paz entre los dos partidos, después de cinco años
de desgracias sin cuento; tocando á él mismo reme-
diarlas en pare en largos períodos de g bierno y
administración.
ei Gobwn». XVI. El Gobernador había sido reducido á pri-
dor García. i i
sión en el puerto de Cumarebo, la noche del 20, por el
Comandante Ii. Calderón, y conducido á Coro por
este mismo en la del 21. El 26 lo pusieron en liber-
tad ; y el 27 se escapó á pie y disfrazado. Así andu-
vo tres leguas, hasta el sitio en que ciertos vecinos
amigos le facilitaron una bestia para seguir al cantón
Casicure. En este lugar reasumió sus funciones de
Gobernador, y expidió un decreto, con fecha 5 de
marzo, por el que abrió un empréstito de dos mil
pesos, y ordenó la recolección de hombres, armas,
caballos y monturas para organizar la columna que
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 201
^1 Gobernador de Maracaiho había puesto al mando
<lel Comandante Manuel Oberto, como Jefe de Ope-
raciones de la frontera de las dos Provincias. De
este punto se trasladó á Urumaco, y en seguida á las
parroquias de San Luis hasta Piedra Grande y
Churuguara, para ponerse en comunicación con los
funcionarios de Barquisimeto, y activarla marcha de
Betancourt, que estaba en Siquisique. .
En aquellas poblaciones se, mantuvo trabajando
por recuperar la Provincia, hasta que llegó el Genera]
Cordero. Pero, habiéndose enfermado, no quiso reer.
caigarse de la Gobernación.
XVII. Mientras tenían lugar estos acontecimien-¿t6e"¿°JSJ^
tos en las ciudades principales de la Provincia insurrec-
ta, alzábanse los vecinos de los campos por los prin-
cipios de la Revolución ; sucediendo ahora como en
4C, que los oligarcas señoreaban los poblados con
sus tropas regulares, y los liberales se esparcían por
las selvas, dominaban las serranías y los llanos, y su-
blevaban las masas populares.
Los libertos llevaban clavada en la mente la
idea de que los oligarcas los iban á volver á la escla-
vitud, y los de Coro creían que debían exclusivamente
su libertad al General Falcón.
Indios de acá y de allá andaban alucinados con
los resguardos de tierras de indígenas, que les ofrecían
leguleyos de las aldeas.
Los pobres, en suma, tenían horror á los centra-
listas, porque entre otras cosas propalaban que los que-
rían venderá los ingleses, para con sus carnes hacer
jabón, y con sus huesos cachas de cuchillos, bastones
y sombrillas. (1)
(1) Informe pasado al Gobierno [por el General llamón Ek-
4*obar.
2Í)2 DOCTOR L. VILLANUEVA
De suerte que por donde quiera que pasaba
Zamora encontraba amigos y prosélitos. Se le co~
municabau noticias del enemigo, se le proporcionaban
bastimentos, y corrían voluntarios los campesinos-
armados de flechas á alistarse en sus banderas. Le
faltaban armas para la gente que le seguía.
El 15, cuando entraba Cordero en Coro, salía él
de Píritu, llevando cinco días de anticipación á las fuer-
zas que pudieran perseguirle.
operación mi- XVIII. Pero, Cordero en vez de caminar desde-
Cumarebo la vuelta de Puerto Cabello, teniendo, como-
era cierto, un ejército igual al de Zamora, pero mejor
armado, le dio las espaldas y se reembarcó para la ca-
pital, contra las esperanzas de su Gobierno y de su
partido. A los cargos que se lo hicieron, contestó en un
oficio al Gobernador de Maracaibo, con fecha 21 de
marzo, que la operación principalmente indicada no
era perseguirá Zamora, sino ocupar La Vela, para im-
pedir el desembarco fác 1 del General Falcón con su
parque; pues por una comunicación interceptada el
12 en Cumarebo, supo que el Jefe de la Revolución
llegaría al día siguiente con material de guerra, Y
algunos de los expulsos : y aun en caso de que ésto no
sucediera, podían siempre introducir por aquel puer-
to fusiles y víveres de Curazao. Era la segunda ra-
zón, la conveniencia de restablecer el régimen de su
partido en la Provincia, desbaratar el Gobierno fede-
ral del Estado, y quitar á Zamora su base de opera-
ciones.
Esta fue la primera parte de su plan de campa-
ña, creyéndose bastante fuerte para cercar y destruir
en seguida á Zamora, á quien suponía en una de
estas tres direcciones: ó á Puerto Cabello por el
camino de la Costa, ó a San Felipe por el de Aroar
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 293
<5 á Barquisimeto por Moroturo. Consecuente con
«estas suposiciones hizo parar mil hombres en Barqui-
simeto, quinientos en San Felipe, y destinó número
igual con Betancourt, y otros tantos con Oberto á
.•seguirlo por Píritu, á tiempo que ordenaba que
Pinto, con su batallón Victoria, volase á Puerto Ca-
bello á reforzar la plaza antes que Zamora llegase
/i ella. Además, una goleta de guerra se mantendría
-cruzando desde San Juan hasta La Vela.
XIX. Zamora contrapuso á aquellas maniobras, operación nú-
1 ■ litar de Zamora
-otrasmás hábiles: lompió á sablazos los cercos, des-
truyó á Pinto, inutilizó á Betancourt y Oberto, se po-
sesionó del Yaraeuy, conmovió á Carabobo, amenazó á
Puerto Cabello y Valencia, obligando á Páez á ence-
rrarse en esta plaza y á Justo Briceno en la primera :
y por una sucesión de movimientos estratégicos, acer-
tados y sorprendentes, entra y sale por los lados del
triángulo de fuego que de Barquisimeto á San Felipe,
y de San Felipe á Nirgua, formaban con más de dos
mil hombres Rebolledo, Domingo Hernández y Sa-
ga rzazu.
Poruña coincidencia singular, el mismo día 10,
-cuando salía Zamora de Coro hacia arriba, salía
-Cordero en la escuadra de Puerto Cabello hacia
abajo. Zamora partió con sus batallones á las cinco
<le la tarde, y Cordero á las diez y media de la noche.
XX. A los trece años, estr> e*, de 40 á 59, vol- 'Zamora-cor-
. , r-i i rr i /. ti oero-Páez.
Alan a encontrarse Cordero y Zamora, defendiendo
cada uno su bandera, firmes en sus filas respectivas,
-ofreciendo á sus causas las aptitudes, la reputación
militar y la propia sangre. DeÜ escabroso teatro de
valles y cumbres de Mauuare y Tacasuruma, han pa-
gado los dos á disputar el predominio de sus partidos
■en un escenario de guerra tendido entre Coro, Barqui-
294 DOCTOR L. VILLANUEVA
si meto y Puerto Cabello, y cerrado por una costa
marítima, en forma de media luna; de ciento diez y
nueve millas de largo.
En esta otra campaña también le desbaratará
Zaaíora sus planes- mejor combinados.
En Tacasuruma lo engaña con unas guerrillas;
se le desaparece como un fantasma, y salta por enci-
ma de Villa de Cura á dar el combate de Lo.*
Bagres.
En Coro lo deja entretenido con la ocupación
de ciudades enemigas, y vuela á sublevar el litoral :
á combatir y triunfar en El Palito, y á asaltar el
parque de la capital del Yaracuy.
Ahora, al poner el pie en Carabobo, va á topar
con el General Páez : quien no obstante hallarse en-
fermo en Valencia, ofreció sus servicios al Gobierno,
no bien hubo sabido que Zamora se acercaba á la
costa de Puerto Cabello. Castro le nombro Jefe de
Operaciones de la Provincia, y le dio por Jefe de Es-
tado Mayor al General Austria. l
£¿eeanet¿e XXI. Edecanes de Zamora en esta campaña fue-
ron los oficiales Rafael Petit, Francisco Pulido, Bue-
naventura Núñez, Escolástico González, Torres, y
Castro.
El Teniente Manuel Iturbe era Ayudante del
Estado Mayor.
El Comandante Bernardo Márquez pasó del
Estado Mayor á mandar el Tiradores, junto con
Lugo.
Acción de ei XXII. El 23 á las dos de la tarde entró en Mo-
rón, donde halló al Coronel Mora con cuatrocientos
hombres. Allí dio descanso á la tropa, y preparó su
Paht.^
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 2ÍK>
plan para destruir á los Comandantes Pinto, Cubi-
lláu y Arvelo, apostados en El Palito, á la cabeza de
un destacamento de seis á setecientos hombres, los
cuales tenían encargo de emprender retirada á Va-
lencia, disputando el terreno á los revolucionarios.
Todavía en Morón, se le presentó desertado \m
corneta de Pinto, oriundo de Sanchón, y le dio
razón detallada de la posición del enemigo.
En la tarde movió Zamora sus reales, y al
anochecer dividió el ejército en dos grupos. Uno,
compuesto del latallóu Federación con los Coroneles
Uviol, Guerrero y Castellanos, tomó á la derecha
para ir »i salir al río de El Palito; el otro, for-
mado de los demás cuerpos, siguió con el, y
los Generales Tría» y González por el cami-
no de la coíta, para ir á caer por encima del
campamento enemigo. El Federación llegó al río
de la una á las dos de la madrugada, y rompió
de improviso los fuegos, sobre las avanzadas. Los
enemigos estaban despiertos, y no enteramente des-
prevenidos, pues desde esa tarde habían recibido
avisos ciertos de que Zamora había llegado á Morón.
Al sentir Cubillán los fuegos quiso concentrar todas
las fuerzas, para retirarse en orden, según las ins-
trucciones que tenía. Pero, atacado su campamento
por todas partes, tuvo que hacer frente á la acome-
tida con todas las tropas, produciéndose la más desas-
trosa confusión con el fragor de la fusilería, los
gritos, y el desconcierto y terror prop os de un com-
bate en la oscuridad. Más de una hora duró esta
brega horrorosa, en que murieron considerable nú-
mero de unos y otros. Allí rindieron la vida el in-
trépido Comandante del Federación, Coronel Guere-
ro, y el valiente Urbina. Cinco heridas graves
296 DOCTOR L. VILLANUEVA
recibió el denodado Comandante Oviol, y otra el
Capitán Jesús María Hernández, igual en lo adelan-
te & los más renombrados del ejército liberal.
En aquel torbellino de fuego en que los bravos
corianos empapaba» el suelo con su sangre, se oyó de
súbito, como á la hora y media de pelea, la (orneta
del General Zamora, que tocaba fuego á pié firme.
Esta era la señal convenida para dar una carga á la
bayoneta cor. todo el grueso del Ejército.
Tal fue el instaure decisivo de la acción, en
<jue cada oficial de Zamora se impuso el deber de
■mantener su puesto á muerte ó á vida, sin dar un
paso atiás.
Pinto dio muestra aquella noche de lo que habría
«deser en la larga campana que se empezaba. Resiste
con ánimo esforzado el terrible choque, hasta que
diezmada su gente, hiende, sable en mano, por
medio de las enfurecidas masas corianas, logrando
al fin salirse, sano y salvo, de aquel campo de mueV?
te, por el camino del Cambur.
Allí murió el joven Teniente Rodulfo Pereira,
gallardo mancebo (pie había abrazado la causa fede-
ral con entusiasmo, y con él, los bravos Capitán Fer-
nando Castellanos, v Teniente José de Jesús Chiri-
ai 08. El Capitán Canales salió herido.
Cuando los del Gobierno, oprimidos por todos
lados quisieron emprender la fuga, se encontraron
cortados hacia Puerto Cabello por la columna del
General Tr*as. Arvelo intentó pararse en el camino
para rehacerse, pero la tropa botó los fusiles, y él
mismo rcíibió una herida.
Zamora, apercibido de la derrota, les tiró encima
3a caballería. Arrojáronse unos al río, y otros
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 297
al monte, habiendo quedado prisioneros casi todos
los que siguieron por la carretera.
El parque, las caballerías, el ganado y los equi-
pajes, todo fue á poder de los liberales.
Los partes oficiales de la acción acusan como
cien muertos de ambas fuerzas. Casi todos los ofi-
ciales del Gobierno salieron heridos. El Capitán
Zapata fué encontrado en el campo, muerto de un
lanzazo. El Teniente Rodríguez, herido, á quien
iban á sacrificar unos soldados, salvó la vida por
mediación del General Trías.
El Ministro de Guerra califica el hecho de armas
con estas frases: "El suceso fué desgraciado para
nuestras armas, y de los partes se infiere que no hubo
regularidad en el servicio de aquella fuerza al frente del
enemigo''
El General D Hernández puso en conocimien-
to del Ministro de Guerra, que la fuerza de Cubillán
s^ encQntró ocupando el sitio de El Patito, por contra-
riar órdenes expresas del Estado Mayor, comunica-
das al amanecer del 23 Sin embargo Cubillán de-
claró que estaba allí por disposición del Jefe de
Puerto Cabello, General Justo Briceíio.
Esta comunicación del Estado Mayor del Gene-
ral Páez, escrita á las 3 de la madrugada del 23,
decía que habiendo sabido el Jete de Operaciones
la llegada de los facciosos desde el día anterior 22, á
las cinco de la tarde, á la boca de Yaracuy, y siendo
posible que tomaran el camino de Valencia, se le
ordenaba no comprometiese combate, sino se re-
tirara, guardando la distancia conveniente del ene-
migo para evitar un encuentro ; debiendo vigi-
lar sus movimientos y dar parte de ellos al Estado
"I
298 DOCTOR L. VILLANÜEVA
Mayor; y se le ofrecía auxiliarle con uua columna
que encontraría en el punto llamado La Entrada.
Para que se pusiera á cubierto de cualquier sor-
presa, lo cual era muy de temer, se le prevenía que
se situase del otro lado del río, en el punto que á su
juicio estuviera mejor resguardado de todo peligro,
conservando expeditas sus comunicaciones con el
Capitán Chirinos y el Coman Jante Rivas que cubrían
el camino de Canoabo.
Juzgando esta campana de Zamora, dijo el
General Cordero al Ministro de la Guena: " Zamora
ocultó su movimiento por la costa con toda sagacidad
y reserva." (1)
A lo cual contestó El Heraldo con estas agresi-
vas expresiones:
"Falta un plan bien concebido de operaciones milita-
res: escándalo y vergüenza eterna será para nosotros la
inmensa circunferencia descrita por los cobardes Zamora
y Trías, sin encontrar un pronto y completo escarmiento:
esa campana del General Cordero no le granjeará honor y
füina en nuestra militar historia."
Es lo cierto que la acción de El Palito con-
movió el centro de la República, y llevó el alarma
á las regiones del Poder Supremo. En Borburata,
Quisandal, Patanemo, Tu Hamo y Ocuma e, co-
rrieron los liberales á las armas bajo la dirección
del General Gabriel Guevara, victoreando la Fede-
ración v á Zamora.
Puerto c»beiio. XXIII. El General Justo Briceno, dice al Mi-
nistro de la Guerra: "estos hombres llegaron hasta el
frenesí en su bárbaro entusiasmo^ p adiendo decirse, al
ver su fanático ardor, que todos eran cabecillas, j>m$
ninguno quedaba en zaga á los demás. Las mujeres,
(1) O tirio fechado cu Coro á 25 de marzo.
VIDA DEL OENERÁL ZAMORA 29£
de guayuco y con machetes ó cuchillos en manor
animaban con su. ejemplo y exhortaciones ú los hombres.1*
El General Gabriel Guevara era Procer de la
Independencia, y estuvo muchas veces á las inme-
diatas órdenes del Libertador. Hizo la campaña
del Sur y alcanzó por su valor é instrucción militar
el grado de Teniente Coronel.
En la ciudad misma de Puerto Cabello se
formaron tumultos y se dieron vivas á la revo-
lución.
Un grupo aunado, como de cincuenta, al man-
do de Cleto Marcano, se levantó en Puente Fuera
v salió con bandera amarilla al lu¿mr nombrado
Til Trincherón. De la milicia acuartelada para de-
fender la ciudad se sublevó una compañía.
FA estado de esta plaza, dice el General Bri-
cen*», no me inspira confianza, y como no tengo
fuerza* aquí con qué poder hacer una esforzada de-
fensa, llevaré ésta, en caso necesario, hasta donde la pru-
dencia me lo aconseje. El castillo es aquí nuestra
esperanza.
En tal apuro mandó Briceño al señor Miguel
Herrera a Coro en la Trimmer á informar á Cor-
dero de lo acaecido, y traer fuerzas para salvar
la plaza; teniendo, sin embargo, la suerte deque ese
mismo día diera fondo la goleta Isabel con el
resto de las fuerzas embarcadas en La Vela, y
detenidas en el mar cinco días por mal tiempo, cuan-
do Cordero contó que no gastarían sino tres, como es^
lo ordinario. Habiendo salido el 19 no arribaron sino
el 24. Con ellas, y las que pudo armar en la ciu-
dad, se dispuso Briceño, anciano veterano de la Inde-
300 DOCTOR L. V1LLANUEVA
pendencia, á reprimir las agresiones de los revolucio-
narios urbanos y rechazar cualquier asalto que inten-
tase Guevara con sus montoneras.
Con esta gente llegaron presos á la plaza Napo-
león S. Arteaga y Tirso Salaverría.
Si estas tropas se hubieran detenido un día
•más en la navegación, y llegaran el 25 en vez
del 24, probablemente habría cambiado el curso
<le la campafia ; porque Guevara hubiera esa noche
•ocupado la plaza, y el día siguiente entrando Za-
mora en ella, habría roto la línea centralista, to-
rnado la base de operaciones de Cordero, surtido
■el ejército federal de todo género de recursos, abierto
los puertos del país al General Falcón, y trastornado
por completo todos los planes del Gobierno.
En tal emergencia, no pudierulo Zamora po-
sesionarse de Puerto Cabello, ya reforzado ; ni de
Valencia, fbrm dablemente preparada A la resistencia,
pensó ocupar la Provincia de Yaracuy, cuyos libe-
rales le llamaban con instancia.
■wutS'Jrííu» XXIV. Páez, sin conocer aún los verdaderos pla-
nes de Zamora, se pone á la cabeza de las tropas va-
lencianas, sale á las afueras con la caballería, avanza
piquetes a Bárbula, y se apresta á la pelea contando
con que nuestro atrevido Zjmora se viniera por la
carretera sobre la capital de la Provincia. Llamó al
servicio al General J. de la C. Paredes, á los Coman-
dantes M. A Mcnt'ndez, Velis Suárez, Clemente
Fonseca, Mirtiüano Romero, y á muchos Capitanes
y Tenientes
Su fuerza disponible era de novecientos quince
4iombres, entre los Batallones número 1? de Ca-
raboho, Brigada de Artillería, y 1*, 2? y 3? Colum-
bas de A ragua.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 301
La caballería constaba hasta de c'ento noventa
regida por el General José de la Cruz Paredes.
Esta fuerza estaba bien armada, y municionada á
tres paquetes, con excepción de la Artillen» que lo
estaba sólo á dos.
XXV. Zamora recoge en El Palito los dispersos, ?h?c¡itl!"w*
armas y municiones, y dejando á sus enemigos
en expectativa, marcha la vuelta de Urama. Con
este parque se armó el batallón de alistados por el
benemérito Comandante Mora, en los pueblos ne-
tamente liberales de Sanchón, Morón y Alpargaten,
donde gozaba este Jefe de general prestigio. El 2(>
por la mañana, día sábado, entró el cuerpo expedi-
cionario en Urama, donde los liberales Casimiro Herra-
da, Esteban Herrada y Joaquín Molinas habían en-
cabezado la sublevación del vecindario.
Zamora recomendaba, donde quiera que llegaba,.
que no se ocuparan ganados y bestias sino á los
enemigos. Al amanecer del 27 tomó el camino de-
Guabinas, sitio donde acampó á las seis de la tarde
de ese día.
El Comandante Juan José Mora era militar
de la Independencia; sugeto muy honrado en sus-
negocios particulares; de pericia y va or; y en las*
luchas políticas siempre fiel al Partido Liberal.
Entre el cúmulo de opiniones sobre los pla-
nes de Zamora, la del General José Escolástica
Andrade fue la más correcta, porque anunció con
verdadero talento militar, á gran' distancia y cot*
anticipación de días, la marcha y la intención de
aquel Jefe.
Estaba en San Carlos como Jefe de Operacio-
nes de Cojedes, Portuguesa y Barinas : y al saber
302 DOCTOR L. VILLANUEVA
por un parte del Coronel Illas, de.Puerto Cabello,
<jue Zamora se encontraba el 17 en el río Tocuyo,
«escribió el 20 su juicio sobre aquella campaña en
«estos breves términos: Dos objetos pueden proponerse
ios enemigos: ó atacar á Car abobo viniendo por El
Falito, ó internarse hacia las provincias de Cojedes fi
Portuguesa. (1) Y consecuente con este orden de
ideas, mandó concentrar el mayor número de tropas
<le infantería y caballería en San Carlos y Araure,
<|iie eran, en su atinado concepto, las dos vías por
donde Zamora iba á entrar en el Lian >. Este plan
no fue ejecutado, y los sucesos posteriores confirma-
ron sus luminosas previsiones.
z Jfff**1* de XXVI. Veamos ahora el desarrollo del plan de
Zamora.
Con su estrategia desconcertó la combinación del
General Cordero.
El Coronel Sagarzazu, con mil hombres, en Bar-
quisimetó, y el Coronel Roque Rebolledo con qui-
nientos, en San Felipe, apoyábanse mutuamente para
cerrarle el camino al interior. Un cuerpo avanzado
en El Palito se proponía estorbarle el paso al co-
razón de la provincia de Carabobo ; y las columnas
de Betancourt y Oberto, cubriendo por retaguardia el
camino de Co o, se prometían hacerle prisionero, al
ser batido y rechazado en cualquiera de sus embes-
tidas.
Cuando parecía así encerrado entre Divisiones
enemigas, cae de súbito, bajo las sombras de la noche,
sobre la de El Palito ; la destruye, y le quita todo
su material de guerra; fuerza á Betancourt y Oberto
h desistir de perseguirle, y á embarcarse por Tuca-
1 Oficio tí Ioh Gobernadores y Jefes militaren de Occidente:
£an Carlos, 20 de marzo de 1859]
VIDA DKL GENERAL, ZAMORA 303
cas en cumplimiento de órdenes superiores, para
acudir á Puerto Cahello. Puso en confusión á
Sagarzazu y Rebolledo, á tal punto que uno y
otro, considerándose en peligro de perder las tropas
y la vida, cambiaron prontamente de posiciones.
El camino de la costa quedó, en consecuencia,
libre; Carabobo descubierto; y en jaque dos colum-
nas de notable importancia, como claramente lo
verá el lector, si quisiere fijar la vista en el teatro
de la campana, y meditar sobre la situación y
movimientos de los diversos cuerpos.
Desconociendo el Estado Mnyor de la Jefa-
tura de Operaciones de Carabobo los planes de
Zamora, ocurrióseleque podía éste avanzarse por Ca-
noabo á Nirgua, para salir por los cerros de Las
Palomeras á la Provincia de Cojedes: y en esta
virtud dispuso, que Rebolledo dejara una guarnición
en San Felipe, y cubriese á Nirgua con el grueso
de su columna ; y ordenó á Sagarzazu hiciese lo mis-
mo respecto de Barquisimeto, situándose en Urachiche ;
á tiempo que Domingo Hernández y J. de la C. Paredes
salían de Puerto Cabello con 1.200 hombres, á picarle la
retaguardia por la costa, y seguir tras é\ por Canoaboy
Montalbán.
XXVII. Cercado así Zamora por todas partes, Tomad6San
decía un General del Gobierno, por fuerzas imponentes, T*lip*'
y apoyado el Gobierno por la opinión nacianal, pronto
será restablecida la paz.
Este General tenía poca penetración. Pues Za-
mora en vista de las erradas operaciones de sus ene-
migos, partió derecho á San Felipe; hizo en un día
dos jornadas; sublevó los vecindarios de Canoabito,
Las Guasduas, Taría, Los Cañizos y Agua Negra:
304 DOCTOR L. VILLANUEVA
y sin detenerse, entró el 28 al pasitrote por la»
calles de aquella capital, y venció á plomo la resis-
tencia de media ho^a que le hizo la guarnición de •
la plaza.
Constaba ésta de ciento sesenta hombres, al man-
do del Comandante Pedro Araujo, quien logró esca-
par con cuatro soldados; y era Jefe de la plaza el
Comandante Nicolás Torrellas, hecho prisionero á
una milla de la ciudad. Hubo varios heridos y cinco
muertos.
Zamora recogió todos los elementos de guerra,
incorporó los soldados á su ejército, dio pasaporte
á los jefiís, y garantías á todos los ciudadanos en
sus personas y en sus propiedades.
Allí sentaron plaza en el Ejército federal José *
María González, que todos conocemos con el nom-
bre de Zamorita, porque se parece á Zamora en la fi-
sonomía, y lo imita perfectamente en el modo de
hablar apretado é incisivo; y además Blas Ignacio
Miranda, que como práctico de las entradas y sa-
lidas de la ciudad, hizo aquel día prodigios de actividad
y valor, dignos de recuerdo. También tomaron ser-
vi rio Pío Rebollo y José Colina.
Las autoridades civiles se escondieron; y Za-
mora organizó la Provincia en Estado federal, con
el nombre de Estado del Yaracuy. Constituyó el
Gobierno Provisional con los señores Agustín Rive-
ro, Antonio Salom .y Maximino Castillo, . quienes
nombraron de Secretario General al señor Juan
Sanoja, y de Jefe de Operaciones al Coronel Eda-
vigis Rivero.
Firmóse en la casa de Rivero el acta de pro-
nunciamiento por la Federación, y el mismo día
se publicó por batido.
VTDA DEL GENERAL ZAMORA 30.J
Contábanse entre los más decididos revolucio-
narios, fuera de los dichos, los jóvenes Alvarez
de Lugo, Demetrio y Federico Pérez, Doctor Cres-
cendo Montero, q1 Comandante Sinforoso Aguirre,
y otros cuyos nombres no hemos podido recoger.
El señor Manuel Ferreida dio á Zamora algu-
nos barriles depólvjra, y ¿j an número de escopetas
vizcaínas de calibre de bala de onza: elementos que
sirvieron para el combate de Araure.
Suministráronle á la Comisaría del Ejercito,
que la desempeñaba, como hemos dicho anterior-
mente, Don Juan Navarrete, 1.500 pesos, que era
cuanto había en la Tesorería de la Provincia ; y
habiéndosele dicho á Zamora que existía un depó-
sito de 8.000 pesos para la construcción de la iglesia,
manifestó que él no tomaba dinero de las iglesias;
que si podían conseguirle 1.500 más de las rentas
públicas, los tomaría-, y que si no, en último caso, pusie-
ran una contribución de guerra á los centralistas. (1)
No hubo, sin embargo, necesidad de molestar
á nadie, y el día siguiente, al romper el alba, de-
campó el ejército para seguir á la sabana de Cocorote,
donde descansó esa noche. El 30 abandonó Za-
mora aceleradamente aquellos lugares en dirección á
Buchivacoa, con el intento de interceptar las comu-
nicaciones de Rebolledo, ó impedirle que se reu.
niera con Sagarzazu. Era su plan caerle encima
y destrozarlo, haciendo una conversión rápida so-
bre su izquierda; y, sin pérdida de tiempo, embestir
por la derecha á Sagarzazu; ya se quedara aislado
en Barquisimeto, ya sa iera á defender á Rebolledo.
(1) Carta autógrafa del señor Agustín Rivero en que relata
este suceso.
20
1
306 DOCTOS L. VIL LAN ÜE VA
Zamora
Llevaba cerca de dos rail hombres, con mu-
niciones suficientes para trabar combate con los
dos, juntos ó separados.
Moralidad de XXVIII. En confirmación de los principios de
orden y respeto que Zamora imponía á su ejército,
vamos á copiar unos párrafos de la relación cpie sobre
la conducta de Z amo ka pasó el Gobernador del Yara-
cuy, Mariano Izava Alcalá, al Ministro del Interior y
Justicia, con lecha 6 de abril:
u Ya sabrá S. E. el Encargado del Poder Eje-
cutivo, que algunas casas de esta ciudad fueron sa-
queadas por las tropas de los facciosos, esencialmente
de los negros de Agua Negra y de la Costa, que
«e habían incorporado no con otro fin que con el
-de robar y matar ; los cuales, prevaliéndose del fuego
•que se Sostenía, empezaron á derribar puertas y á
• cometer atrocidades; y si no se hizo extensivo
*el saqueo á toda la población, fue, sin duda, debido
á un milagro de la Providencia, porque es así como
puede explicarse que Trías y Zamoka, Zamora y
Trías fueran los que contuviesen el desorden." (1)
A tiro de ballesta se conoce el lenguaje de un
enemigo de aquellos tiempos. Pues 'no pudiendo
desconocer el hecho de haber Zamora protegido las
propiedades de San Felipe, en el acto mismo de to-
mar la plaza, lo atribuye, no á las condiciones mo-
rales de aquel honrado caldillo, sino á móviles in-
dependientes de éste ; nada menos que á la misteriosa
intervención de la Providencia: muy diferentemente
de la imparcialidad y rectitud con que nosotros, ala-
dos al deber, juzgamos á unos y á otros, honrando el
mérito donde quiera que lo encontramos.
1 Oficio del Gobierno Superior Político de U Provincia del
Yaracuy al Secretario de Estada en los Despachos de lo Interior
v Justicia. — San Felipe, abril G de 1859.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 307
XXIX. En esta ciudad expidió Zamora la si- Proclama *e
1 Zamora ea fta&
guíente proclama : Felipt'
EZEQÜIEL ZAMORA
<;eneral de división y primer jefe de operaciones del
ejército federal de occidente
Occidentales :
Yo obedezco al llamamiento con que me honráis; hijo
<lel pueblo é idólatra de la Libertad, yo me hago un
deber con otros; yo os ofrezco el sacrificio de mi exis-
tencia, si fuere necesario, para restablecer la República,
para plantear la Libertad, para hundir á los tiranos.
Compañeros y amigos:
Yo me siento con suficientes fuerzas para afrontar á
los tiranos, me las habéis dado, me las comunicáis con
honrarme Von vuestra confianza, escogitándome como á
otros para la gran empresa de la Libertad.
Compañeros y amigos:
Vosotros me abrumáis de gratitud, y me empeñaré
en hacerme acreedor á los poderes que me otorgáis. Yo
no veré obstáculo en la marcha gloriosa de vuestras «ar-
mas, proscribiendo la palabra imposible cuando se trata
<le la federación, de libertad. Por donde quiera, yo
os aseguro, vosotros encontraréis los soldados de la gio-
ria, eclipsando las grandes acciones de los Griegos y los
Romanos, cuando se sacrificaban por la Patria y pol-
los Dioses.
¿Soldados de la Federación !
La suerte de las armas nos acompaña, ó mejor di-
cho, la razón de nuestra causa nos prepara el camino
<le la gloria y nos ofrece un nombre en la posteridad.
Acabáis de batir y poner en fuga vergonzosamente
á los que osaron contestar con el grito de guerra á la
voz dulce y consoladora de federación; dígalo si no
La hoca del Yaracuy, las playas del Palito y la ciudad
<le San Felipe, del 22 al 27; en sólo cuatro días, tres
acciones y tres victorias.
El 22 de los corrientes encontramos al enemigo en-
señoreándose en La Boca del Yaracuy, fiado en lo ex-
quisito de una posición militar, pero á los primeros tiros
de nuestros valientes, y al ver cómo pasan el río sin
auxilio de canoas y con el denuedo de hombres libres,
abandonaron sus posiciones, dejando algunos muertos y
elementos de guerra.
308 DOCTOR L. VILLANUEVA
En El Palito se detienen más los enemigos, luchan?
atrincherándose en las casas; pero cuando viene el día
y vuelven nuestras tropas á la carga, huyen despavori-
dos, según tienen de costumbre.
Ellos dejan en completo desorden los tristes restos-
de los seiscientos soldados, sus armas, sus caballos; bo-
tan los equipajes, no pueden con las insignias, abando-
nan sobre las riberas del mar la rica bandera que fla-
meaba entre sus lilas: esto sucede en la noche del 23
v 24.
El 28, ayer, á las cuatro de la tarde, entramos en esta
ciudad, y los habéis visto cómo dejan el campo á los
primeros fuegos, entregándonos sus municiones, sus ar-
mas, sus caballos y sus soldados.
Pueblox del Occidente!
Ha llegado el momento de vuestros pronunciamien-
tos: proclamad el Evangelio práctico de los principios
políticos. La igualdad entre los venezolanos, el imperio de
la mayoría, la verdadera República, la Federación.
El Ejército Federal será la vanguardia en esta cru-
zada de glorias. Triunfará la bandera de la Federación
ó me veréis sucumbir bajo las bayonetas del centralitmo,
de la tiranía.
San Felipe: 29 de marzo de 1859.
Ezequiel Zamora. (1)
Anarquía de XXX. Es de oportunidad saberse que aquella
del tIÍmu"!" Provincia estaba, como la de Coro el 20 de febrero,
en una situación de anarquía entre los hombres del
Gobierno, bastante á propósito para que los fedérale»
se posesionasen fácilmente de ella; pues las eleccio-
nes habían fraccionado tan hondamente el partido
dominante, que el Gobernador Izava, como aspirara a
ser reelegido, al ver que en Yaritagua habían sido
nombrados para constituir la junta electoral in-
1 De este documento tenemos tros ediciones : una, de San Feli-
pe, que nos facilitó el señor Manuel Landaeta Rosales, otra de Tri-
nidad, que nos ha dad » el Geue-al t\ Giuseppi Monadas, v la tercer»
manuscrita y certificada por el General Austria, como Jefe de Estado
Mayor de háez. Se dice que. esta proclama fué redactada por el
señor Coronel Fcl pe de la Guerra, hombre de letras, y Siib-jefe-
de E. Mavor de Zamora.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 309
<lividuos enemigos suyos, sustituyó de súbito, en
-venganza, todas las autoridades de aquel cantón, con
federales muy notables.
De lo dicho puede inferirse que la gente del Go-
bierno no tenía cohesión en lo político, como tampoco
la tenía en lo militar; circunstancias de que supo sacar
partido el General Zamora, enterado como estaba,
por sus copartidarios, de la confusión que reinaba
en el campo de los enemigos. Como consecuencia de
la medida del Gobernador, alzáronse en su contra el
Jefe político, el Concejo Municipal, el Comandante
militar y muchos particulares, con la determinación
-de desconocer el Gobierno de la Provincia v de
•unirse accidentalmente al de Barquisimeto.
Desde marzo ó abril de 1858 habían sido nom-
brados Agustín Rivero y Antonio Salom, por
Falcón y Zamora, en Caracas, directores del comité
revolucionario del Yaracuy ; y con esta autorización
urdieron la trama de la conspiración en toda la
Provincia, y aprovecharon en favor propio cuantos
incidentes originados de las disensiones políticas me-
noscababan el poder de sus enemigos, y los desauto-
rizaban en el ánimo del pueblo.
XXXI. El Gobierno Xacional desaprobó la ope- Movimiento»
1 * de las Divitio-
■racióu de Rebolledo ordenada por el General Páez; y "!• df1,^1'-"
i > j no y del ejercí «
le sobró razón, pues acabamos de decir cuál fue su z*moT*
•resultado. (1)
Por segunda vez humilla Zamora á sus contra-
rios y consigue sobre ellos una nueva victoria moral
1 Señor General en Jefe José Antonio TYiez, etc., ete., ete. —
•Carnean : marzo 27 de 1859.— Se ha impuesto S. K. el Presidente
•del paite de V. E. de las 7 a. ni., y me encarga decir á V. E.
que le pareció desacertado el movimiento del Coronel Rebolledo
sobre Nirgua, en el concepto de que San Felipe no hubiese que-
dado bien cubierto, ete — I/híh I). Correa
310 DOCTOR L. VILLANUEVA
y política, superior con mucho á la material; pues
si bien por ésta dispersó las columnas que preten-
dían hostilizarle, y cogió parques; por aquella dio-
rumbo en el centro á las corrientes de la revo-
lución; alentó al pueblo á la universal empresa de
los alzamientos ; y le inspiró te en el triunfo de
sus armas, ensenándole fugitivos, vencidos ó prisio-
neros á cuantos intentaban detener la ola irresistible
de la causa democrática.
Rebolledo al tener noticia de la pérdida de San
Felipe, partió precipitadamente de Nirgua, ájuntarse
con Sagarzazu, porque se consideró en peligro de ser
roto y cogido prisionero; forzó la marcha, y alcanzó
la misma noche del 30 el sitio de La Piedra. De
aquí salió el otro día, y no paró hasta Urachiche,
donde fueron á encontrarle las fuerzas de Barquisi-
meto; retirándose así delante de Zamora sin com-
prometer un lance.
La División de Carabobo se apartó de la costa:
y de Canoabo se enriscó á priesa por la secranía bus-
cando á Nirgua, donde hizo alto con el propósito de
cubrir la entrada en la Provincia.
Cada golpe de Zamora trastornaba por com-
pleto los planes de los enemigos: aquí se burlaba
de unos; allá sorprendía y derrotaba á otros; ahora
rendía una ciudad y se apoderaba de todo su ma-
terial de guerra; y á cada paso desconcertaba á sus
perseguidores, sin darles tiempo á rectificar sus erro-
res ni á reparar sus infortunios.
Es del caso decir, para que se vea el cuidada
con que las previsoras Divisiones enemigas atendían
a sus propios peligros, que en el primer momento de
la consternación determinaron las fuerzas de Barqui-
\
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 311
simeto desocupar la plaza y retirarse á Coro, supo-
niendo á Rebolledo derrotado y acaso prisionero. Mas-
>en la mafiana del 31 supieron la aproximación de ¿ste
¡>or La Piedra, y salieron á encontrarle en Urachiche..
El señor Comandante Jete de Estado Mayor Divisio-
nario de Barquisimeto, dice á este Estado Mayor General,,
con fecha 31 de marzo, á las tren de la mañana,, lo que-
sigue :
u Aunque en oficio de ayer se le participó á usted
nuestra marcha sobre San Felipe, para en unión del Co-
ronel Rebolledo y sus fuerzas batir al enemigo, como por
las noticias últimamente recibidas no podrá verificarse
esta reunión, á causa de que el enemigo le ha intercep-
tado el paso y se pone en marcha directa sobre esta ciu-
dad; 8. E. no teniendo esperanzas de tener un pronto
auxilio para resolverse á sostener un sitio, cree indispen-
sable su retirada á Coro, á menos que el Coronel Rebolledo,,
con todas sus fuer/as, se incorporara á esta plaza, lo que
le parece ya muy difícil. — Sírvase usted poner esto en
conocimiento de S. E. el General Jefe de esas provincias,
y trasmitirlo á Valencia y al Supremo Gobierno, á quien
se le había participado nuestra marcha sobre el Yaracuy.^
Pero en la misma fecha d lux once de la mañana, me
dice un empleado del Gobierno, de<de Barquisimeto, en
carta particular, con el carácter de. oficial y urgente, te-
miendo que no se tuviese el acuerdo de comunicárseme
por el Estado Mayor, entre otras cosas, la que en copia
verá V. S.en la nota adjunta.
Al trasoí' tir esto mismo á S E. el General Jefe de Ope-
raciones de Carabobo, esta Jefatura le ha hecho las indi-
caciones siguientes :
V. E. observará por las horas en que han sido escri-
tas la comunicación inserta y la que incluyo en copia,
que la última resolución del señor Coronel Sagarzazu fue
la de salir al encuentro del Coronel Rebolledo, y batir
juntos al enemigo : su retirada á Coro hubiera podido ser
fatal. Nada se sabe del señor General Hernández. Ayer
salió de Montalbán, y vino á ésta una persona que no
dejó en aquel punto ni noticia de él. S. E. teme que no
se haya verificado su reunión á las fuerzas de los Coro-
neles Rebolledo y Sagarzazu.
" Barq uisimeto : marzo 31 de 183Í). — Señor General Jone
& Andrade. — En estos momentos, que serán las once del»
día, sale el Coronel Sagarzazu con todas sus fuerzas á
reunirse con el Coronel Roque Rebolledo, que con las de
312 DOCTOR L. VILLANTJEVA
su mando, durmió anoche en La Piedra, a una legua de
Yaritagua. Reunidas estas dos fuerzas, podrá librarse
una batalla con buen éxito, bien que tengo la opinión
de que el enemigo la esquivará, y procurará ver si sale
á Xirgua ó Araurejáeste último punto puede salir por
Buría." — (Oficio del Estado Mayor de las f ver zas del Sur de
Occidente al Ministro de Guerra y Marina J.
República de Venezuela. — Estado Mayor General de las
operaciones del tíur del Occidente. — Cuartel General
en San Carlos, á 2 de abril de 1819. — A las cuatro
de la tarde.
jSV'Tor Coronel Jefe d* Operaciones de Barquhimeto, Coro-
nel Miguel Sagarzazu.
S. K. se impuso de la comunicación del Estado Ma-
yor de usted, fecha M próximo p.isado á las 3 de la
mañana, en que participó su resolución de evacuar á Bar-
quisimeto, y retirarse á Coro en virtud de serle im-
posible su reunión con 1<is fuerzas al mando del señor
Coronel Roque Rebolledo, y á no haber sido una car-
ta posterior qué como oficio y urgente recibí al mismo
tiempo, escrita el mismo día en esa ciudad á las once
de la mañana, anunciando la marcha de usted á incor-
porarse al Coronel Kebolledo que durmió el 30 en La
Piedra, 8. E. habria quedado oprimido por la más pro-
funda pena, que le c i usara su primer pensamiento, por
justificable que fuera el motivo de su retirad i; pero
confía que la reunión de usted con aquél J^fc, habrá
cambiado la sitiriciórr de esa provincia y Ris operacio-
nes. Recuerda, sin embargo, tí. E., que al señor Gene-
ral D. Hernández, según oficio de S. E. el Jefe de Ope-
raciones de Carabobo, fecha 31, que por diferentes direc-
ciones envié á usted, se le mandó m irehar volando á reu-
nirse en Nirgua al Coronel Rebolledo, y que pudiendo
no haberle alcanzado all , le habrá seguido sus huellas
del modo que le haya sido posible; movimiento que us-
ted habrá de tener presente con lo demás de las instruc-
ciones á que me refiero, para protejer en todo caso aque-
lla División si sucediera que el enemigo por un movi-
miento rápido se desentendiera de usted para atacarla.
Mas s be usted que semejantes movimientos sólo puedeu
percibirse oportuuam ;nte, cerca ó á la vista del enemi-
go y con el espiona ge que sea posible sobre sucampo.
Lo que dejo indicado, lo es por orden expresa de
S. E. que desea vivamente un éxito expléndido de las
operaciones de usted.
Soy de usted atento servidor.
J. E. Andrade. (1)
1 Archivo del Estado Mayor de la División Barquisiineto.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 313
Si Rebolledo no hubiera volado, como lo hizo,
de Nirgua á Barquisimeto, Sagarzazu se habría
replegado a Coro, y Zamora habría tomado po-
sesión de Barquisimeto. Las medidas de defensa
fueion rápidas y acertadas, como que cada Jefe
procuró salvarse de un enemigo que atacaba por
sorpresa y de manera terrible y decisiva.
El escenario de estas maniobras tiene la forma
geométrica de un triángulo: de San Felipe á Nir-
gua; de Nirgua á Barquisimeto.
Sagarzazu desocupa la línea de N¡7gua á Bar-
quisimeto; Rebolledo pasa á escape de Sati Felipe
á Nirgua, y de Nirgua á Urachiche; al tiempo que
la División de Carabobo en vez de perseguir á Zamo-
ra se acoge á las cumbres de Nirgua. El trián-
gulo queda libre, y Zamoka dueño de su territorio lo
cruza velozmente, primero con el intento de coger
á deseo la columna de Rebolledo y destrozarla; y
cuando este se le escapa, señorea la línea de Occi-
dente, refuerza sus cuerpos, y avanza sobre las fuer-
zas reunidas de éste y Sagarzazu, que van á refu-
giarse en la plaza de Barquisimeto.
Aunque escapado Rebolledo de ser destruido
en los cerros de Nirgua, como lo fue Ouhillán en
El Palito, arrugóse la situación para todos los cuer-
pos del Gobierno; porque Zamora, maniobrando
diestramente, incomunicó á Barquisimeto con Nir-
gua, por un lado; con Aran re y Sarare por otro,
y con San Carlos por el camino de El Altar.
Desbaratada la línea de operaciones del Go-
bierno, cada columna se juzgó amenazada de ser
envuelta y destruida.
En este conflicto mantúvose encerrada la
314 DOCTOR L. VILLANÜEVA
División de Carabobo en Nirgua, aunque se le
dieron órdenes repetidas, desde Valencia, de reu-
nirse á marchas forzadas con Rebolledo, pa-
ra batir entre torios á Zamora, antes que llega-
se á Barquisimetu. Pero el Jefe de la División,
al llegar á Nirgua el 2 al mediodía, supo que
Rebolledo y Sagarzazu se habían juntado el 31,
y que Zamora se encontraba desde aquel día en Obi-
vacoa, y había tendido una red de guerrillas hasta
Gamarra, con las cuales interceptaba por aquella vía
las comunicaciones con Barquisimeto.
Preocupado Hernández con el falso juicio que se
había formado, de atribuir á Zamora el pensamiento
de estar en Chivaron, no más que preparándose para
introducirse en Carabobo por El Picacho, vía de
Montalbán ; ó en Cojedes, por Las Palomeras, vía
de Santa María ; resolvió hacer alto en aquella
cumbre, para acudir á cualquiera de estos supuestos
movimientos.
Así explicó su detención al Estado Mayor,
añadiendo que, á pesar de las órdenes recibidas, per-
manecería allí hasta estar bien seguro de que Zamora
no tenía expedita ninguna salida por la vía de Nirgua,
Esto fue de tan grave trascendencia para el Go-
bierno, cuanto que el General Páez había dicho
á Sagarzazu no comprometiese acción, sino cuando
se le incorporase dicha División, reforzada con la co-
lumna del Comandante José León Rodríguez.
Libre Zamora de enemigos que pudicrau to-
mar la ofensiva, dominó en absoluto el teatro de
las operaciones; y se propuso desde luego aprove-
char tan propicias circunstancias para levantar los
cantones limítrofes de aquellas tres Provincias.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 315
AI llegar á La Piedra se le incorporó Anun-
ciación Peraza con trescientos hombres mal ar-
mados; y en Uraehiche, pronunciadas todos los
vecinos por la revolución, bajo la autoridad del
Jefe político, Nicolás Duran, formaron una colum-
na de dos 'compañías de cuarenta hombres cada
una; mandada la primera por el Capitán Luis Pe-
tit, y la segunda por el Capitán Fernando López,
de la que era sargento el hijo de éste, Manuel
Antonio López. En este liberal pueblo se agrega-
ron al ejército, Prudencio Vásquez, Ramón Pe-
reira, Rogé rio F rey tes, Antonio Mendoza, Herme-
negildo Zavarse, F. López, L. Petit, Narciso Fa-
rrera, M. Mordí, de Yaritagua y otros más.
Entró el ejército federal en Yaritagua entre
vítores y otras manifestaciones de entusiasmo público,
por la vía que llaman de El Sallo. De allí, al cabo de
los pocos diasque gastó en orgar izarse mejor, siguió
marcha á Barquisimeto por Cabudare habiendo in-
corporado todas las guerrillas de los vecindarios,
v recogido cuantos elementos de guerra hubo á las
manos.
En Cabudare se reunieron á la invicta ex-
pedición Nicolás Patino y Justo Méndez, con un
piquete de caballería en que militaban Buenaven-
tura Freytes, Domingo Al varado y muchos que
después fueron excelentes Oficiales: siendo de los
más notables José Blanfort, norte -americano de
nación, que había servido con Zamora en Que-
siro el año 1849, y en La Sierra de Carabobo el
de 1846.
Preciso es ahora conocer las medidas que por
su parte había tomado el Gobierno para contener
los progresos militares de la revolución.
316 DOCTOR L. VILLANUEVA
^^ XXXII. El 14 de marzo fue nombrado el Ge-
neral Andrade Jefe de las fuerzas de las Provinci.is
<le Cojedets, Portuguesa y Barinas, y encargado de di-
rigir en ellas las operaciones militares : y en obe-
decimiento al Gobierno partió de Caracas á San
Carlos el 16 al amanecer.
Situado en San Carlos llamó los escuadrones
<le Tiznados y Calabozo.
Pero fn 22 del mi-ino, acordó el Gobierno
4ina nueva organización militar, y nombró al Ge-
neral Jos¿ Laurencio Silva, Jefe de Operaciones
-del Sur de Occidente, con mando sobre todas las
tropas de Cojedes, Portuguesa, B¿irinas y Apure,
y se le dio al General Andrade por Jefe de Estado
Mayor.
Ambos habían militado juntos á las órdenes
•<le Sucre en el Perú; Silva como Coronel, man-
dando los Húsares de Colombia en Junfn y Aya-
cucho; y Andrade como Oficial del Voltígeros, ba-
tiéndose en Junín, Corpahuaico y Ayacucho (1).
Uno y otro pertenecían á la edad poética de Co-
lombia, cuyos anales se confunden en la historia
1 Este i ven Oficial, m»iy querido del Mariscal de Ayacu-
•cho, y notable después en la edad civil de Venezuela, empezó
su carrera militar de Aspirante en 1820: sirvió en el Estado
Mayor de S. E. el Libertador, y en los Batallón»» Granadero*
.de la Guardia, Vencedor en fioyacd y Voltígeros; kc batió en
Carabobo en 1821 y en Bi mboná : hizo la campaña del Sur del
Peni en 1823 á las órdenes de Sucre ; y en 1824 peleó en Junín.
en Corpahuaico y Ayacucho. El General Sucre lo ascendió u
Capitán efectivo de la primera Compañía de Voltigerosy en su
Cuartel General de HuamauKa el día siguiente al de la batalla.
En 1827 fue elevado por el mismo General Sucre á Coman-
dante, v el Liberador le dio el grado de Coronel efectivo en
•«ñero de 1830. Y al recomendarlo el Mariscal S'icre al General
Urdaneta, le dice: "Este Oficial, en su calidad de subalterno se
distinguió en la campaña por sus capacidades : luego como Mayor
«le Vo tíge os ha mostrado suficiencia, y en las circunstancias difí-
ciles que nos han rodeado, ha concurrido poderosamente á la
•sconse vaci n de su cuerpo, á su disciplina y mol al.— (Biografía
<del Maris al tucre, por el autor de este libro).
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 317
con las leyendas de seres casi fabulosos, como Sucre,
símbolo de la inocencia; como Ricaurte, el ángel-
mártir de San Mateo; como Páez, que se transforma
en monstruo marino, para vencer una escuadrilla
con sus caballos, en las corrientes ensangrentadas del
caudaloso Apure.
XXXIII. Los de Barquisimeto, al acercarse ZA-m?¿f
mora ala ciudad, conservaron su posición á la defen-
siva, en obedecimiento á instrucciones del Jefe de Ope-
raciones de Carabobo, aunque tenían en la plaza más
de mil infantes, una regular caballería y dos piezas de
campaña.
Zamora se acampó en Ticrritas Blancas, y Íes-
intimó que se rindieran, para lo cual mandó de-
parlamentario, con una comunicación, al Coman-
dante José Antonio Sequera y Mendoza, militar
que sobresalió más tarde en la campaña por su.
entendimiento v valentía.
*
Los de la plaza contestaron verbaluif nte por me-
dio de uno llamado Pancbo Juárez. Encontróse éste
con Trías que estaba en vanguardia, y conducido que
fue por el Oficial José María González á presencia
de Zamora, dijo :
"Mandan á decir Sus Señorías los Coroneles, que
esperan á V. R. rendido á discreción, y que le garantizan)
la vida suya y la de sus compañeros."
Zamora lo vio de arriba á abajo, y sacudiendo-
un chaparro, le contestó :
"Dígales á esos Coroneles que saldan para batirlos,
que yo nunca me lie rendido á militares como ellos z.
vaya, vaya amigo, siga su viaje."
Y dicho ésto, le pegó unos chaparrazos al caba-
llo del comisionado, que salió á escape en direccióa
á la ciudad.
1
318 DOCTOR L. VILLANUEVA
Todo el día 3 se mantuvo Zamora formado en
batalla en La Cruz, sin pensar atacar la ciudad, por
que no se consideraba Fuerte para rendirla: y preveía
además que el enemigo bien pudiera hacer aparecer
por retaguardia alguna columna que le obligara á
suspender aquella operación.
Intentar tomar la plaza por la fuerza habría sido
por tanto una mal pensada operación militar; y en el
mismo sentido discurrieron en la ocasión aquellos de
sus contrarios de superior inteligencia: como el Gene-
ral A ndrade, que en oficio de 5 de abril dice al Ministro
de Guerra: No se resuelve el General Silva á creer que
Zamora se aventure á atacar á Barquisimeto. La
fuerza al mando de los Coroneles Sagarzazu y Rebo-
lledo excederá de mil hombres, y la del enemigo no
puede ser mayor, ni sus medios de ataque pueden pro-
meterle probabilidades favorables para emprender el
sitio de una ciudad respetable y de recursos como Bar-
quisimeto, que cuenta según informes hasta con dos
piezas de artillería de campaña en buen estado.
Mientras esto pasaba, interceptó Zamora una
correspondencia del General Silva, que le dio á enten-
der que este General iba á cerrarle por Araure el
camino á la Provincia de Portuguesa: y dueño ya de
este secreto, y con la ventaja de llevarle dos días
anticipados de marcha, determinó volar á aquella
villa, para entrar en los Llanos antes que Silva pu-
siese en práctica su pensamiento. Correspóndenos
ahora decir todo lo que sucedió en la ejecución de
este plan.
En verdad; abundando Silva en las mismas opi-
niones de Andrade en cuanto al teatro de operaciones
que iba á escoger Zamora, apresuró la organización
de su ejército para acudir sin pérdida de instantes á
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 319
Araure, llave de aquellos Llanos, y levantar allí una
formidable barrera militar que detuviese la marcha
de la División federalista.
Zamora por su parte, teniendo que habérselas
«o sólo con los de Barquisimeto, sino con el Gene-
tal Silva, que iba sobre él desde San Carlos, manio-
brando con su justamente célebre pericia, levantó sus
reales en la noche de aquel mismo día ; á cuyo efecto
mandó prender muchas fogatas en su campamento;
dejó dos cornetas y dos tambores á caballo, con ins-
trucción de que conservasen vivas las candeladas toda
la noche, tocaran diana á las cuatro de la madrugada,
y corriesen en seguida á alcanzarle, como así lo hicie-
ron.
Marchó de priesa y silenciosamente á Araure;
pernoctó en Zanjón Coloiado; y el otro día alcanzó
Iiasta Cujicito.
De Zamora puede decirse como'de Viriato, que
era un guerrero de pies ágiles; pues el mismo Go-
bernador de Barquisimeto informa al Ministro de lo
[nteiior y Justicia con fecha 8 de abril, pasado ya
el apuro en que lo puso Zamora, que éste contra-
marchó por la Sabana de Cabudare sin dejar sentir
sus movimientos, no habiéndose podido advertir su
fuga hasta el día siguiente por la mañana, por caga
razón no pudo el Jefe de Operaciones seguirle inmedia-
tamente g picarle la retaguardia, pero lo verificó al día
¿siguiente haciendo su marcha hasta el sitio de Cujicito,
y saliendo de allí á su alcance sin haberlo podido lo-
grar por la precipitación con que el enemigo hacía la
suya hasta llegar á la villa de Araure.
En la noche de éste, se descubrió que un
hombre, llamado Anselmo Méndez, introducido
maliciosamente en el ejército, era un malvado pa-
320 DOCTOR L. VILLANUEVA
gado por enemigos pa»a asesinar al General Za-
mora. Sorprendido al ir á ejecutar su plan, mató un
soldado, é hirió á otros; pero en el acto le cayeron
á tiros y le quitaron la vida. Averiguóse después
que era de opinión contraria; y algunos dijeron que
era loco.
combate de XXXIV. A las tres de la tarde del día siguiente,
Aranre. m ^
pasadas las Montañuelas, dio parte la mosca de Patino
que había tropas enemigas apostadas en la i^alera, en
actitud de combatir, á lo que parecía. Y no bien
hubo Zamora acabado de oiría nueva, cuando mandó
hacer parada en la Sabana de Tapa de Piedra, para
disponer su plan de pelea.
En el ala derecha, situó al Coronel Mora, con la
columna "Flanqueadores"; en la izquierda, el Fe-
deración," con los Coroneles Rafael Petit y Escolás-
tico González; en el centro la brigada "20 de Fe-
brero," con Reyes y Oviol y la columna de Urachi-
che, todavía bisoña, y las adiestradas fuerzas de
Bernardo Márquez ; y en la reserva, las de Jesús M?
Hernández.
El Jefe enemigo era Manuel Herrera, natural de
San Carlos, quien ocupó un puesto en la galera, á pro-
pósito para rechazar el ataque y replegarse en caso
necesario, v desde donde dominaba los dos caminos
que desde Barquisimeto conducen a La Villa de
Araure. Pero Zamora que tenía siempre á la mano
los prácticos de las localidades quienes, copio hombres
del pueblo, eran federales, consiguió allí uno, de
nombre Trinidad A I varado, vecino del Cantón, que
le guió por el monte que está en medio de aquellos dos
caminos ; con lo cual quedó oculto á las avanzadas y
á los espías del enemigo. El lugar que ocupaba
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 321
Herrera, dista de la boca del monte como setecien-
tos metros; y Zamora, que se complacía en este
género de maniobras secretas, no se contentó con
internarse en el bosque, sino que se escondió todavía
más, entrándose por un zanjón que había allí. De
suerte que, invisible enfrente de los oligarcas, los
divisaba, contaba y señalaba á los tiros de sus sol-
dados.
Allí reorganizó su ordenación de combate, y áe
súbito salió formado sobre Herrera, á pasitrote; pero*
apenas éste le hubo visto por aquella dirección en
que no le esperaba, cuando rectificó sus posiciones,
dando frente con dos columnas á las tropas del cen-
tro y de la derecha de Zamora, que subían ya á ocu-
par la galera, y amenazaban rodearlo por todas partes.
Los enemigos eran cuatrocientos de infantería,
al mando del mismo Manuel Herrera, y como
doscientos de caballería, á cargo del Comandante
Juan Manuel García.
Empezó el tiroteo con gran calor, y á po-
co quedó trabada la acción en el centro y en
las alas. Herrera resistió la embestida con denuedo ;
pero cargado por los aguerridos infantes corianos
v los caballos de José González v León Colina,
se replegó detrás de la galera hasta que, á las
dos horas y media de refriega, se declaró en de-
rrote, por el camino de Ospino: á tiempo que su
caballería, perseguida y lanceada, se fué medio
oculta por entre los matorrales de la Sabana.
Zamora le lino perseguir por todos lados para
quitarle I03 soldados, las bestias y las armas que
le quedaran. De los federales murió el Capitán
José María Sánchez, natural de Pecaya, del bata-
21
322 DOCTOR L. VTLLANUEVA
llón Federación, quedando encargado de su com-
pañía, desde esa hora, el Teniente Manuel Iturbe.
Los derrotados pasaron por las calles de Arau-
re al anochecer, y medio se organizaron en La Mesa
de Acarigua; pero á los tiros de las guerrillas de
Zamora volvieron á desbandarse, á pesar de los
esfuerzos que hizo Herrera por mantenerlos en or-
den, hasta que, al llegar á la encrucijada en que
se abren los dos caminos, el de Guanare y el de
Barquisimeto, cogieron unos por aquella vía y otros
por ¿sta.
Telégrafo Eléctrico. — Valencia : 8 de abril de 1859. — A
las 3 lis. a. in.
Señor Ministro de Guerra.
A las dos de la madrugada recibió S. E. una comu-
nicación del señor General Andrade, participándole que
el Comandante Manuel Herrera había presentado acción
á Zamora, infringiendo las órdenes que tenía para eva-
cuar Araure y venirse á San Carlos, y que fue derro-
tado sin saberse su paradero. Ayer salió para San Car-
los una columna de cerca de doscientos hombres, y saldrá
pronto la del Comandante Oberto y los demás piquetes
que se están armando y equipando. Se necesita urgen-
temente dinero y plomo.
Soy de usted.
José de A u siria.
El G descansó el ejército en Araure, y reco-
gió los despojos de Herrera; el 7 se puso en
camino hacia Ospino, y pernoctó en la quebrada
de Los Hierros.
Juan Antonio XXXV. K n ios montes de Araure se en
Michelena.
contraba alzado el Comandante Juan Antonio Mi-
cheiena, hombre esforzado que desde entonces hasta
la conclusión de aquella guerra señoreó aquel ex-
tenso cantón, y prestó servicios recomendables á
su parrido. En los días do mayor conflicto para los
liberales obtuvo, por su buena suerte, que uno de
sus oficiales, Juan María González, oriundo de
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 323
San Carlos, aficionado á estudios de Química, lo-
grase hacer pólvora con salitre de Turen ; mala por
•cierto, porque no había elementos adecuados para
fabricarla de buena calidad, pero servía para en-
iretener los fuegos de las guerrillas. (1)
El 8 se paró Zamora en Ospino ; el 9 siguió por
el camino real á San Rafael de Las Guasduas, donde
pasó la noche; el 10 en la tarde llegó á vista de
Guanare, cuya plaza estaba en poder del Coronel
Muguerza, con seiscientos hombres.
XXXVI Este Jete no quiso exponer la ciudad i'^i^SZ
aun asalto, y se fué con su División y parque á la
Mesa de Caracas, con el propósito ulterior de re-
tirarse á la Provincia de Trujillo. No teniendo ob-
jeto la entrada en la ciudad, alejóse de ella Zamora,
y se dirigió al pueblo de Guerilandia, donde tenía
su cuartel general el Coronel Natividad Petit, con
ochocientos hombres de pelea, reunidos en Gua-
narito, Morrones, San Miguel y La Florida.
XXX VIL En este tiempo fue nombrado el J? ?»n«'al Sou-
1 blette Director
General Soublette Director de la Guerra en Oc- de lft GttCrr*'
cidente, quedando bajo su mando el General Páez,
Jete de Operaciones de Carabobo; el General Silva,
de las Provincias de Cojedes, Portuguesa, Bacinas
v Apure; y el General Cordero, de las de Yaracuy,
Barquisimeto, Coro y Maracaibo. Igualmente obra-
rían, según sus instrucciones, los Jefes de Opera-
ciones de Mérida, Trujillo y Táchira. Servíale de
Auditor de Guerra el Doctor Modesto Urbaneja.
1 Después de la Hierra explicó González al autor de este
libro su procedimiento, y le resfaló muestras de alumbre, de
nitratos v otros minerales de A mure.
CAPITULO XI
I. El 7 de abril supo Silva, en San Carlos, la M2ro5Üi2Jir*
rota de Herrera, y el paso de Zamora á las selvas de
Portuguesa ; y en vista de estos sucesos ordenó á
los de Barquisimeto que no aventurasen ningún
combate, si creían dudoso el resultado; pues é\
•marcharía inmediatamente á reunírseles, luego que
llegasen mil hombres de infantería que habían sa-
lido dos días antes de Valencia, entre los cuales
iban las columnas de Betancourt y Oberto. Díjoles
también que mantuviesen expedita é instantánea co-
municación con el Cuartel General, para saber hora
por hora los movimientos y posiciones de ellos y
de los enemigos, procurando en todo caso que la
•reunión de los cuerpos se hiciera con seguri-
dad y sin inconvenientes; á cuyo efecto debían á
todo trance impedir que ninguna tropa contraria
se interpusiese entre unos y otros ; y, por último,
que si ocupaban á Araure, debían esperarle allí;
á menos que la persecución al enemigo les prome-
tiera ventajas ciertas.
A Hernández, que hasta el 3 estaba en Nir-
gua, se le repitieron órdenes para que apresurase
su marcha al Cuartel General, si consideraba no
ser fácil su paso para Barquisimeto.
326 DOCTOR L. V1LLANUEVA
Adelantó Silva un cuerpo de caballería entre Los
Desapartaderos y San Rafael ; y obligado al firt
por las circunstancias, que exigían imperiosamente
su marcha, partió á priesa el 9, con las cortas
fuerzas que le habían llegado de Valencia y las-
que pudo reunir en San Carlos, de infantería y
caballería, aún sin fondos suficientes en Comisaría,
y escaso además de pertrechos y vestuarios. Dejó-
instrucciones para que la División Oberto, ofrecida
tiempo había por el Comandante de Armas de
Carabobo, marchara á juntársele sin pérdida de ins-
tantes.
En obediencia á estas disposiciones, rápidas-
y precisas, como de un General acostumbrado al
mando, pusiéronse prontamente en comunicación los
cuatro cuerpos de Hernández, Sagarzazu, Rebolle-
do y Muguerza ; marcharon con precipitación^pera
en orden, sobre la Provincia de Portuguesa, y se
adelantaron hasta Guanaro, donde se pararon á es-
perar al General en Jefe.
Telégrafo Eléctrico. — Valencia: 10 de abril delS59. — A
las 4 lis. p. ni.
Señor Minifitro de Guerra.
El General Hernández acampó el 7 del corriente por la
noche, en el sitio del Gamelota.1, y se reunirá en Agua Blan-
ca, á 3 leguas de Araure, con la División del Coronel Sa-
garzazu, que allí hizo alto ; impuestos ya ambos Jefes, de la
dispersión ó derrota que había sufrido en las llanuras de
Araure el Comandante Herrera, por el faccioso Zamora.
La División del General Hernández consta, de la primera co-
lumna Aragnadel Comandante Ortega, 107; segunda colum-
na de A ragú a, del Comandante Fernández, 182; tercera co-
uinna de Aragua al mando del Comandante Michelena, 168 ;
cuarta columna de Aragua del Comandante J. J. Revenga,
165; cuatro compañías de Carabolx) del Comandante Lugo,
246 ; tercer escuadrón San Joaquín, 80 ; escuadrón Cara-
bobo, 52; columna del Coronel Rodríguez, con dos compañía»
de Carabobo, 120; al mando del Comandante Villapol,
70; compañía Aragua, 40; un piquete de caballería, 33;.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 327
dotación de un cañón, 10; 1.333. Me encarga 8. E. el Ge-
neral en Jefe decir á V. E. que con esta tuerza pensó
]>oner8e en marcha, hasta encontrarse con el enemigo,
pero que desgraciadamente experimentó en su herida del
pie, una fuerte inflamación que aún lo tiene en cama.
Por lo dicho se convencerá el Gobierno de que las fuerzas
que obran de San Carlos hacia Araure, en distintas di-
recciones, constan de tres mil hombres por lo menos;
sin contar en este número con las que se encuentran
desde Guanare hasta Barinas.
Soy etc.
J. de Austria.
Silva, acompañado sólo de su Estado Mayor,
se reunió con ellos el 14 en la tarde. Estas Di-
visiones, con un escuadrón de caballería de cua-
renta y siete hombres, pasaron revista á dos mil sete-
cientos de tropa, á lo cual hay que agregar
setecientos dejados atrás, y que se esperaban
para emprender movimientos coutra el inquieto y
prestigioso Zamora, que encendía en entusiasmo
las muchedumbres liberales y las arrastraba tras sí,
por donde quiera que pasaba.
Herrera fue nombrado Comandante de la plaza
de Guanare.
II. Zamora, sin dar largo descanso á los suyos, zw»or»«um>h»
recorría una curva para caer sobre Barinas.
Incorporó á Petit al ejército, y siguió el 14,
por San Nicolás á Sabaneta, donde rindió la jor-
nada aquel día.
El 15 almorzó su ejército, en la hacienda del
Marqués de Pumar, y pernoctó en Barrancas; y
de allí salieron á las dos de la madrugada, para
ir á atacar á Barinas, donde estaba depositado, bajo
la custodia del General Ramón Escobar, el gran
parque de Occidente, de más de doscientas cargas
de pertrecho, de dos á trescientos fusiles, algunas
328 DOCTOR L. VILL AHUEVA
piezas de artillería, mucho correaje y otros elemen-
tos de guerra.
AI amanecer del 16 rompió los fuegos sobre
esta ciudad, defendida no más que por una guar-
nición de ciento setenta y cinco hombres, repar-
tidos en tres cuarteles en el recinto de la plaza :
uno al Este, que era la cárcel ; otro al Oeste,
Casa de la Diputación ; y el tercero al Norte, casa
de alto del señor Datla Costa. En el atrio de la
iglesia habían construido á la tijera una barricada.
Y cuando, en la noche del 15, temió Escobar ser
atacado, lo primero que se vino á su mente fue tomar
medidas para salvar el parque, á efecto de lo cual,
mandó comisiones armadas por todas las entradas
de la ciudad, á recoger cuantos burros y muías se
encontraran, y llevarlos á la plaza, para mudarlo á
Barinitas, y de allí á Mérida, caso de no poder soste-
nerse en Barinas.
Funcionaba como Jefe de Estado Mavor de
Escobar, el Teniente Coronel Vicente Cangas;
de Ayudante de Campo, el Teniente Manuel
Salvador Briceño; de Jefe de la Artillería, Doc-
tor Tesalio Cadenas Delgado ; y con calidad de
Jefes de Cuerpos, los Comandantes Ángel Romero,
Wintila Navarro, Cipriano Heredia, Pío León, Án-
gel Cardozo, Rudecindo Dorantes, Eugenio San-
doval, Luis Romero, Jacinto Lópe¿ Mercado, Fran-
cisco Antonio Padilla, Ramón Carballo, Antonio Ma-
ría Fernández, José del Rosario Delgado.
El ataque duró veinticuatro horas á fuego
vivo, en que hicieron unos y otros las más brillantes
acciones de diligencia y arrojo.
Zamora puesto á caballo, se precipitó impru-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 329
dentemente, más de una vez, sobre las fortifica-
ciones, habiendo pasado por el dolor de ver caer muer-
to á su lado, en una de las acometidas, al intré-
pido Coronel Manuel Oviol, que le acompañaba
desde Coro, y en otra, á su Edecán Aureliano
González.
También murió allí el Capitón Joaquín Mo-
lina, de Urama, y el Ayudante Francisco Mesa:
y salieron heridos Escolástico González, Diego
Garrido, y el Teniente Juan Xavarrete Romero.
Medio día era pasado cuando Zamora dispuso que-
mar la ciudad; á lo cual contestaron los sitiados pe-
leando con mayor encarnizamiento. Cadenas Delga-
do salió de la plaza dos veces con una pieza de
artillería, y cuando mayor era su ardimiento, cayó
mortalmente herido. El cañón fue tomado por los
federales.
El Comandante Luis Romero, que se atrevió á
contrarrestar cuerpo á cuerpj la embestida de una
brava columna coriana, quedó igualmente fuera de
combate.
Las tropas liberales sufrieron grandes pérdidas,
por los certeros fuegos de las fortificaciones, espe-
cialmente los de una garita que teníi seis troneras,
y que fue al cabo bizarramente asaltada por el
Capitán Hermenegildo Zavarse, con la columna de
Urachiche. Allí se distinguió por su valor, entre
otros, el oficial M. A. López. Pero pronto tuvieron
que abandonarla y volver á sus posiciones, por no
poder resistir el fuego nutridísimo que les hacían
de los balcones del cuartel principal.
Desesperado Zamora por rendir á los sitiados,
ordenó un asalto general; y entonces í\\e cuando
330 DOCTOR L. VILLANUEVA
González, Trias, Naranjo, Castellano, Vásquez, Ber-
nardo Márquez, Petit y otros no menos esforzados,
tomaron á la bayoneta las casas que servían de
cuarteles pequeños, y avivaron el luego en todas
las calles que desembocan en la plaza.
La ciudad, ya casi oscurecida por el humo del
incendio y el de la pólvora, semejaba un cráter de
rugidos espantosos. El General defensor déla plaza,
acostumbrado á aquellas carnicerías en la guerra de
la Independencia, aunque enfermo y cargado de
anos, se mantuvo sereno en todos los momentos: al
fin cayó herido; pero no por eso perdió el ánimo,,
sino que ordenó resistir hasta que todos perecieran»
Su guarnición estaba ya reducida á la tercera parte»
En medio de tan pavoroso cuadro, el ínclita
caudillo liberal, digno de la victoria, por su extraor-
dinario valor y osadía, se abre camino por medio
de las tilas, en su arrogante caballo de batalla; reor-
ganiza la pelea, anima su gente con su acerada voz.
de mando militar, y acomete al frente de un batallón
con denuedo terrible, contra los porfiados enemi-
gos. Cruzábanse las balas sobre su cabeza, siu
hacerle daño, como si estuviera resguardado por
alguna deidad amiga ; rompe por entre las llamas y\
rodeado de peligros, asiste á todas partes, con la
celeridad y maestría de un guerrero sin jwr, por su
valentía, su tenacidad y resolución desesperada.
Era su intento apoderarse del gran parque para
convidará batalla al General Silva, en alguna de aque-
llas estratégicas posiciones del inmenso territorio de
Barinas, que se dilata entre las faldas de la serranía
con sus escabrosas quiebras, y las sabanas sin tér-
mino de Cojedes y Apure.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 331
Cerraba ya la noche. Unos y otros extenuados
de fatiga, sed y hambre, echábanse al suelo á tomar
aliento.
Zamora aflojó el ataque, limitándose á sostener
los fuegos desde las casas que sus soldados estaban
ocupando. De tiempo en tiempo se oía fuego graneado;
después todo quedaba en silencio, y volvían las des-
cargas como para mantener en zozobra al enemigo.
Los revolucionarios de Guanare y los del tránsito
pudieron despachar postas á avisar al ejército federal,
donde quiera que se hallara, la salida de la primera
división del Gobierno el día 16.
De suerte que por la noche del mismo recibió
Zamora, en las desoladas calles de la arruinada
Barí ñas, la noticia de la aproximación del enemigo ;
siendo de notar la circunstancia de que éste supo
también, en Tucupido, á la una de la madrugada
del siguiente, 18, el suceso de aquella plaza, y á esa
hora levantó el campo y voló á socorrerla.
III. Advertido Zamora del peligro de ser acome-2*"^"'^*
tidopor la espalda, suspendió el ataque en la madruga-
da del 17, y dejando dos compañías para mantener los
fuegos y engañar á los sitiados, empezó á retirarse
al Real, llevándose sus heridos, el cañón y el mate-
rial de guerra que había ganado.
Estas compañías, apostadas en los ángulos de
la plaza, esraban mandadas por el Capitán Chirinos
y el Subteniente M. A. López, á quienes se dijo
que al sentir un cañonazo al Sur, fueran á recon-
centrarse al cuartel general en el pueblecito de
Caroní, cerca de Ba riñas, sobre la margen derecha
del río Santo Domingo; como así lo hicieron en el
medio día del 1 7.
332 DOCTOR L. VILLANUEVA
El 18 se mudó el ejército á Toruno, sobre
la misma ribera; el 19 pasó el río para salir al Jíen!;
y el 20 se acampó en San Lorenzo, que era el lugar
designado de antemano para la reunión de las fac-
ciones, que llamaron el ejército federal de Bar! ñas,
de Iriarte, Alvarez, Rojas, Espinoza, Petit y Lina-
res, con el otro que nombraban del General Zamora.
El Real y San Lorenzo, eran poblaciones del lado
izquierdo del Santo Domingo; la primera en su orilla,
y la segunda una milla tierra adentro. De una y
otra no se hallan actualmente sino vestigios.
Hay pueblo y sabana de San Lorenzo, á diez
leguas de Barinas.
Mientras los federales se acampan y organizan
sus Divisiones en este sitio, vamos á dar cuenta de
los movimientos y suerte de sus contrarios, y del es-
tado en que quedó la pjblación de Barinas.
De ¿¡¡¡¡S* á IV. Silva, rejuvenecido con los aires de aquellas
selvas, donde segó tantos laureles en la guerra santa
de la emancipación, lanzó su cuerpo de vanguardia
el 16, al alba, en dirección de Barinas, casi á la
misma hora que Zamora empezaba la función de ar-
mas contra aquella plaza.
Su ejército forzó las marchas y no parándose sino
para comer, salvó en poco menos de día y medio las
catorce leguas que median entre Tucupido y Barinas,
teniendo que atravesar ríos como el Boconó, que corre
por tierras anegadizas, que llaman tembladares, en que
se hunde el que yerra el paso: y Masparro, La Yu-
ca y otros, cuyas fuentes están en la cordillera, de re-
molinos tan impetuo*os, que tumban las bestias, y no
pueden esguazarse sino con prácticos; con la cir-
cunstancia de que crecen de repente, y sorprendiendo á
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 333
los viajeros en el momento que los atraviesen, los arras-
tran y los ahogan.
V. Preciso es decir, porque es la verdad, que la de Barü^u
guerra sostenida con vigor desde el principio del
año, había hundido la Provincia en la más desastrosa
miseria, y postrado los habitantes de las ciudades en
un profundo decaimiento moral y político; de modo
que la población podía clasificarse en tres grupos :
los federales, que eran la inmensa mayoría, alzados
en los montes; los amigos del Gobierno, armados en
las plazas; y el resto, asustado é infeliz, indiferente
á unos y otros. Y á esto hay que agregar que las
tropas centralistas habían sido desatendidas por el
Gobierno, en tanta manera, que los soldados anda-
ban desnudos, y algunos oficiales sin camisa: y mu-
chas veces sucedió llegar la noche sin darles la
ración de carne, única cosa de que se podía disponer
como bastimento, a causa de lo largo de las marchas,
y de la necesidad en que estaban de aguardar que
la caballería recogiera ganados ; lo cual no era hace-
dero todos los días, porque á veces no había tiempo
sino para pelear con las partidas emboscadas en los
matorrales.
Los pueblos y caseríos estaban desiertos. Y
respecto á Bariuas, antes populosa y rica, y centro
elegante de cultura social, bastará decir que al en-
trar el General Silva en ella la halló en un estado
indescriptible de aflicción y espanto. Familias poco
há acomodadas y dichosas, habían quedado en la
indigencia; otras que abandonaron con anticipación
la ciudad, corrieron la triste suerte de ser atropella-
das en los montes.
De las autoridades nadie sabía, porque todas se
ocultaron, con excepción del Gobernador señor Hi-
334 DOCTOR L. VILLANUEVA
pólito de la Cueva, que afrontó los peligros del sitio,
y uno que otro de los empleados subalternos que
se decidieron á acompañarle.
Concluida la pelea, la guarnición se redujo á los
cuarteles; y las familias llorosas y transidas de ham-
bre se amontonaban en el interior de casas conver-
tidas en escombros. Acá y allá veíanse en los sola-
res y en las calles cadáveres podridos, de gente y bes-
tias; y heridos abandonados, moribundos ó sedientos.
Todavía humeaban los despojos de la infeliz metró-
poli del Sur de Occidente, aún mojaba su suelo la sangre
de más de quinientas víctimas, inmoladas en aquel
combate reñidísimo, cuando el lí) en la tarde entró
por sus calles el ejército del Gobierno, hondamente
condolido de tan crueles infortunios. Los Jefes y
oficiales se entregaron á ia generosa obra desalentar á
los sitiados, de crear hospitales de sangre, y tranquili-
zar las familias medio enloquecidas de terror; y á la
otra piadosísima de mandar quemar los muertos; lo
cual hicieron eu una misma pira: con lo cual queda-
ron todos, amigos y enemigos, reducidos á un solo
montón de cenizas, como la triste ofrenda que dos
partidos políticos, igualmente exaltados, llevaban al
ara ensangrentada del altar de las Kuméuides.
Ni para las últimas horas del 20 había
podido obtener el General Silva noticia alguna
de Zamora, tal cual la deseaba, no obstante las di-
versas comisiones destinadas al efecto: lo que prue-
ba una vez más la destreza con que Zamora eje-
cutaba sus movimientos, aun manejando ya fuerzas
de consideración, (1) y la falta de opinión de la
causa del Gobierno entre la gente del pueblo.
1 Carta del General Silva al Presiden te de la República, pu-
1)1 irada en El Heraldo de 3 de mayo, y fechada el 20 de abril
<m Harina*.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 335
VI. Habíase celebrado la reunión de todas las tro- §ÍS!mS!&
pas, que constituían los dos ejércitos federales de juan/iu"!. *°
Ba riñas, en la sabana de Juana Marín, para ofre-
cer batalla al General Silva á orillas del río Santo
Domingo, en la llanura vastísima que lleva el nombre
-de San Lorenzo.
El 25 se incorporó Antolino Alvarez á Zamo-
ra con su División, entre cuyos Jefes principales
figuraba Pedro Manuel Rojas, por entonces Co-
mandante, quien nos enseñó cuando militábamos
con él en 186K, en servicio del Gobierno del Ma-
riscal Falcón, toda la extensa sabana, las posi-
ciones de los dos ejércitos, y la mata donde fue
situado Jesús María Hernández con los corianos.
Una noche, vivaqueando á orillas de aquel cau-
daloso río, nos relató parte de los sucesos que
ahora vamos á contar, sin que en aquellas horas
«umbrías pensáramos que en alguna ocasión habíamos
<le escribir esta historia.
El 27 llegó Martín Espinoza con su ejército,
<jue era nada menos que una muchedumbre devas-
tadora, armada de fusiles y flechas, tocando cuer-
nos por cornetas, sin tambores ni banderas.
Antes de pasar de este punh> de nuestra re-
lación debemos dar á conocer un personaje liberal
<]ue guerreaba á la sazón en Los Llanos, digno
<ie mención por sus hechos militares, su instrucción y
carácter indómito y audaz ; y que va á prestar
desde esta fecha notables servicios á Zamora, al
ejército y á la causa federal.
VIL Queremos hablar del Licenciado Francisco eidf. iriaru
Iriarte.
Confinado á Valencia por el Gobierno de Mar-
n
336 DOCTOR L. VILLANUEVA
zo, pudo escaparse y volver á Los Llanos, donde
vivía hacía tiempo ; y entonces prendió la guerra
civil en Barinas y Portuguesa, con la novedad de
la Federación.
Se alzó en Guerilandia, y con cien escopetas
y los pertrechos quitados á un destacamento de
los centrales, fué á tomar la plaza de Guanare;
y se habría posesionado de ella, á no haber sido
socorrida por Manuel Herrera, con tropas de Ospino.
Después libró la acción de Medero, donde derrotó
una columna de trescientos hombres: atacó á Nu-
trias y forzó á los centrales á desocuparla. Hizo
General ¿í Antolino Alvarez. Y tan pronto como
recibió comunicaciones de Zamora, fechadas en
Sardinero, en que le avisaba la desocupación de
Guanare y su marcha al corazón de la provincia,
le alzó pt>r su Jefe, y puso á sus órdenes lodas
sus fuerzas, que constaban de la columna de se-
tecientos soldados que mandaba personalmente en
Nutrias; de las de Alvarez; y de las numerosas y
desordenadas turbas de Espinoza; cabecilla éste rebel-
de a toda disciplina, y ensimismado por el luc-
tuoso prestigio que le daba su monomanía de deseo-
(¡otar, tal era su expresión favorita, á todos los
enemigos de la Federación.
Venía, pues, Iriaite á aliarse á Zamora como
soldado y tribuno; con un ejército medio pertrechado;
con fama merecida de inteligente, y la auréola fascina-
dora con que le realzaban ante la imaginación popular,
sus ideas revolucionarias esparcidas por toda la Pro-
vincia.
xartin Espinosa VIII. Tócanos ahora decir algunas palabras sobre
Espinoza, para que el lector acabe de conocerle,
y se penetre bien, por otra parte, de la sagacidad
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 337
con que el General Zamora supo utilizarle á él y
á sus turbas.
Llevaba consigo este Espinoza, de quien ya
nuestro lector tiene algunas noticias, un hombre
que se decía adivino ; y á quien sus tropas res-
petaban , como tal. Era éste un indio, natural
de Caracas, muy ladino, y superior por su in-
teligencia y locuacidad á aquella gente ignorante,
metida en los bosques, como si fueran salvajes..
Hacíales creer que se comunicaba con Dios y los
Santos, y que sabía lo que pudiera suceder. Decía-
lescómo y cuándo debían pelear, y cuándo y cómo
debía evitarse el combate; y Espinoza aseguraba
que cada vez que seguía sus instrucciones le iba
bien, y que no había sufrido derrotas, sino cuando
había procedido contra siis consejos.
Es el caso que preveía tantos peligros, y salían
ciertos tantos augurios, que poco á poco fue ins-
pirando fe, aun á los más incrédulos: y las mismas
fuerzas corianas, que al principio se burlaban de
él, empezaron á preocuparse de sus vaticinios.
Zamora, al verle, lo penetró hasta el fondo
de su alma, y comprendió todo el partido que
podía sacarse de tal tunante. Tratóle con cariño,.
y se propuso guardarle todo género de miramien-
tos y consideraciones ; y á poco empezó á con-
sultarle en público, y fingía obedecerle, haciendo
creer á sus soldados que él también se comuni-
caba con el cielo por medio de aquel embaucador ;
así como en la antigua España el astuto Sertorio^
Teniente de Mario, engañaba los bárbaros con quie-
nes guerreaba contra Mételo y Pompeyo, dicien-
do
1
338 DOCTOR L. VILLANÜEVA
deles que se entendía con los dioses por medio
de una corza blanca.
En el pueblo de El Real mandó Zamora un
día que el cura abriese la iglesia; y tendida la
tropa, subió el adivino al pulpito, revestido con el
manto de una de las imágenes, y dijo, entre varias
cosas, que era necesario seguir al General Zamora,
porque lo que este caudillo deseaba era llevar á
Martín á Caracas para matar á todos los que su-
pieran leer y escribir. Todo esto fue, como debe supo-
nerse, de acuerdo con Zamora.
El día de la acción en San Lorenzo, estuvo
por la tarde rezando en la iglesia, y después, mon-
tado en un caballo rucio, se paseó con su manto sobre
Jos hombros por delante de la tropa ; y cuando se
-encontró con Zamora, le dijo: "esté usted seguro
■que el General Silva no peleará;" y lo mismo dijo á
la tropa; y como así sucediera, ganó desde ese día
en adelante mayor crédito entre los jefes y los sol-
dados.
Cargaba en un cajón una pequeña imagen de la
Santísima Trinidad : en todos los campamentos le
formaba un altar; por las noches rezaba el rosario
de mullas, con toda la tropa, y concluido el rezo,
iban todos á besarle la mano, inclusive Espinoza.
Este hombre se llamaba Tiburcio; había perte-
necido á la servidumbre de un señor Ustáriz, de
Caracas ; y contaba que había aprendido muchas
cosas llevando los niños de su señor á la escuela.
Conocía las virtudes medicinales de algunas ver-
O te
bas, respecto de lo cual se refiere, que en cierta
ocasión, desagradado Zamora con un Coronel de
apellido Rojas, del Estado Mayor de Espinoza, díjolc
YIDA DEL GENERAL ZAMORA 339
^1 adivino para calmarlo: no tenga mted cuidado.
General, que yo enfermaré á ese hombre de la boca,
y quedará inutilizado. Y en efecto, á los dos ó
tres días cayó aquel hombre enfermo, con la lengua
hinchada y sin poder hablar. Se supone que le
propinaría alguna yerba cuyas propiedades le eran co-
nocidas. Consignamos estos episodios, de que tan co-
munmente se habla todavía en Barinas, porque este
hombre tuvo realmente influencia en el desarrollo
de la revolución por aquellas tierras; y logró con
5i astucia refrenar los ímpetus feroces de Espinoza.
Los lectores pensadores comprenderán sin expli-
caciones, que el intento de Zamora era valerse de
aquellas montoneras para sostener la guerra, mientras
la suerte le proporcionaba modos de formar un ejér-
cito reglado, con que maniobrar y destruir los del
Gobierno en acciones campales y decisivas.
IX. El 25 salió el General Silva de Harinas en „A^*.81ÍT* de
persecución de los federales hacia abajo, pero sin
saber de cierto donde estaban ; pues unos lo» situa-
ban en San Lorenzo, y otros en La Luz, pueblecito
más al Sur todavía. No conseguía prácticos ni es-
pías, porque los que podían prestar este servicio
eran enemigos. Su ejército montaba á tres mil y
pico de hombres Siguió por la margen derecha del
río hasta Toruno, pero iba tan despac o, que hasta
el 27 no pasó al otro lado, cuando de Barinas á
Toruno no hay sino cuatro leguas.
El ejército no atravesó el río por este paso,
porque se supo que Zamora tenía trincheras ocultas
del otro lado, según lo informó un espía de éste,
cogido prisionero, y á quien se amenazó fusilar si
no decía la verdad.
Barinu.
340 DOCTOR L. VILLANUEVA
Esta fue la primera emboscada que evadió Silva.
Una mujer le sirvió de guía para señalarle el
vado del Bostero, y por allí esguazó el río.
En el monte ribereño no se halló más camino-
para salir al banco de San Lorenzo sino una pica,
que fue menester ensanchar para el desfile del ejér-
cito. Esla tarea se confió á los macheteros de á
pie de la columna de vanguardia, gobernada por
el Comandante Jesús María Lugo.
Posiciones d« X. A poco rato asomó el ejército á la sabana,
loe dos ejéroitoe * °
«n san loremo frenje ¿ ]as posiciones que ocupaba el General Za-
mora.
i»
Era la hora de los vientos abrasadores, en que
el sol de aquellas cálidas regiones centellea en la
hierba, inflama la tierra y pone la atmósfera en un
estado árido y sofocante ; todo lo cual hace caer á
veces al suelo hombres y animales, sin conoci-
miento.
•
A lo primero que atendió el General Silva, fue
á buscar agua, en atención á que el río estaba bajo
las armas federales ; y recordando que á la izquierda
«obre el fondo de la sabana había un caño, mandó
un escuadrón á reconocerlo, custodiarlo y defenderlo.
Situó al Comandante Lugo con su División y
una pieza de artillería en el ala derecha ; y al Co-
mandante Menéndez en la izquierda.
El resto del ejército fue colocado en el centro.
El Comandante José María Peña mandaba un
cuerpo de caballería, y otro el Comandante "Her-
mógenes López.
Zamora rebosando de alegría, porque nada lo
entusiasmaba tanto .como los preparativos de una
batalla, dispuso sus fuerzas en una especie de orden
VIDA DEL GENERAL ZAMORA .'Ul
abierto ó disperso, como aplicación de la táctica
¿superior, según su talento, á la topógrafo del te-
rreno, en que las posiciones suplían la disciplina
Ae tropas veteranas y la calidad del armamento.
Situó á Jesús María Hernández con los có-
rlanos distribuidos en guerrillas en una muta de-
lantera, como para llamar sobre este punto la aten-
ción del enemigo. Emboscó las fuertes Divisiones
de Espinoza y Alvarez á manera de sostenes en
el monte del río, cuya ribera dominaba; y su re-
serva detrás, con la caballería oculta; mientras él quedó
en la retaguardia desde donde se prometía seño-
rear el campo, y dirigir los movimientos. Entre
la mata y el pueblo hay otro banco de sabana.
En tan estratégica posición retó al General Sil-
va, quien comprendió al momento todo el ardid de
su entendido y sagaz contendor.
Si Zamora se hubiera presentado en orden
normal de batalla en la sabana, es probable que
hubiera sido destrozado, porque Silva con tropas de
línea y excelente, material de guerra, habría tenido
más medios de alcanzar una victoria, al igual de
aquellas que tanto crédito le dieron en la Indepen-
dencia, y aun en nuestras guanas intestinas, en lid
con generales de justa fama.
XI. Los fusileros de Menéudez empezaron á ti- ^¿¡^JJ^i
rotearse con la vanguardia de los federales, v sos-
tuvieron las escaramuzas por mucho tiempo, en el
banco intermedio, sin que los ejércitos trabasen pe-
lea. Pues ni los de Silva avanzaban contra la mata,
aii los federales salían á lo limpio.
Entonces el caudillo federal resolvió atraerlos
342 DOCTOR L. VILLANUEVA
hacia el río, y mandó salir afuera guerrillas del
cuerpo de Espinoza á provocar un choque formaL
Pero cerrada la noche se replegaron arabos á sus-
respectivns posiciones. Las tropas de Alvarez y
Espinoza se voceaban con sus contrarios, alegraban
el campamento tocando sus gaitas y tamboriles, y
con pequeñas guerrillas hacían tiros sobre el ene-
migo para tenerlo en alarma; y con otras de in-
dios armados de flechas ó carnuzas lo molestaban
duramente, hiriéndole ó matándole gente, porque los
disparos eran seguros a pesar de la oscuridad de
la noche. A esto hay que añadir los repetidos to-
ques de corneta con que Zamora los desconcertaba.
Toda la noche fue escaramuzas y fuegos.
-Al rayar el alba encontráronse los dos ejérci-
tos en sus mismos puestos.
Esto es lo que se ha llamado el cañoneo de
San Lorenzo, oído en Obispos, en los campos del
Totumal, en los de Toruno y en Barinas mismo.
No pocos muertos y heridos quedaron en el campa
de uní y otra parte.
La táctica de Zamora consistió en ponerse á la
defensiva, para tomar la ofensiva con sus reservas
en momento oportuno.
áS^de^íüYÍ XII. Pero Silva no podía empeñar sus batallo-
ges contra las montañas; y en esta emergencia resolvió
ejecutar una operación de táctica, por ver si sa-
caba á Zamora de sus posiciones. En consecuencia, em-
prendió una retirada defensiva y ofensiva, haciendo ui>
difícil movimiento de flanco enfrente del enemigo,,
por un terreno enteramente descubierto. La evo-
lución era digna de un guerrero veterano, y fué lle-
vada á cabo por su Jefe de Estado Mayor, General
Vida del general z amor a 343
Andrade, con destreza propia de un militar instrui-
do y valeroso.
Con efecto, retiróse para La Luz en posición
defensiva; pero con la intención de cambiarla rápi-
damente en ofensiva, y hacer un contra-ataque, si
Zamora salía á embestirlos por los flancos ó por
retaguardia. La operación fue atrevida, pero co-
rrectamente científica é imponente. Zamora se que-
dó á verla con admiración, pero sin abandonar su
orden de batalla, limitándose á inquietar los ene-
migos por retaguardia con sus caballos; á lo cual
respondieron los de Silva con un tiroteo vivo y
continuado que también se oyó en Barinas, como
si fuera un combate, y de que da cuenta en oficio
del 2 de mayo el Gobernador La Cueva al Gene-
ral Soublette, Director de la guerra.
El secreto de los movimientos del General Silva
en San Lorenzo consiste en Ja necesidad que tuvo
de retirarse enfrente del enemigo, por no querer
éste venir á batallar en campo raso.
Ahora bien; él no podía retirarse sino de dos
modos; ó retrogradando ó por un flanco; y esco-
gió este último, aunque sus evoluciones tenían que
ser menos fáciles.
Bien pesada la situación en la balanza del cri-
terio militar, discurrió Silva desde el pueblo de La .
Luz, que lo acertado era dar la vuelta á Barinas,
frustrada como estaba la esperanza de batirse con
Zamora en campo abierto; y porque además le
era forzoso organizar un gran cuerpo de caballería
para proteger sus infantes, cubrir sus retiradas, y apo-
derarse de los puntos estratégicos, antes que Zamora;
y con qué perseguirle y romperle sus columnas separa-
344 DOCTOR L. VILLANUEVA
das, salvando rápidamente grandes distancias, sorpren-
diéndoley cortándole por todas partes. Necesitaba en fin,
muchos caballos para franquear el paso de los ríos, abas-
tecer de ganados su ejército quitándolos al enemigo, y
tener siempre delante de sus infantes una masa pode-
rosa con qué abrir y resguardar sus marchas. En esta
virtud, suficientemente meditada su operación, que de
seguro tenía que ser censurada por el atolondrado par-
tido á quien servía, guió á Obispos y el 4 entró en Ba-
rinas.
Por desgracia para él, no le era dable hacer otra
cosa. Pero entonces Zamora, radiante de osadía, tomó
la ofensiva, y guiado de su ingenio, despachó á prisa á
Alvarez y á Lspinoza á ocupar á Boconó, para cortar
al General Silva su línea de comunicaciones y co-
rrespondencias, con orden de dejar allí un destaca-
mento, y de seguir á tomar á Guanare á viva fuerza.
Así lo hicieron ; y pronto vino á encontrarse aquel
grande ejército asediado en Barinas, incomunicado con
todoel#mundo, sin víveres ni dinero, y obligado, días
después á evacuar el territorio en una retirada defensiva
hacia Guanare, para no perecer por deserción, por desa-
liento y hambre.
yZtm.ra. XIII. Era una brega entre dos Generales ilustres;
el uno, llanero sagaz, reflexivo y previsor, aleccionado
bajo el mando do Bolívar y Sucre; el otro, hecho
militar por sí mismo en la guerra de montañas del
4(¡, y dotado por el cielo de raro ingenio para la
•estrategia, y de rapidez de vista y de acción para
improvisaciones felices enfrente del enemigo.
Silva estaba viejo y enfermo: ya su lanza no
producía heridas incurables, como en los mitológicos
combates de su juventud: al paso que Zamora, sar»o
VIDA DEL GENEBAL ZAMORA 345
y ile templadas fuerzas, ostentábase en el vigor de
la edad. La fortuna es mujer, decía Luis XIV á
Villeroy, pnra consolarle de su derrota en Italia;
ella no ama sino á los jóvenes. El favorito de la
guerra en Junín fue desairado en su última cam-
paña del 59, allf mismo, donde siendo joven, había
igualado á Hércules en trabajos de fuerza, de in-
teligencia y de valor.
XIV. Ve'ase como pinta el General Soublette»fiSf *l*S
i i ««npafift de Oo-
aquel desastre: eidaat».
República de Venezuela. — Dirección de la Guerra de Occi-
dente.— Cuartel General en San Carlos, á 11 de mayo
de 1859.
Señor Secretario de Estado en ¡oh Despachos de Guerra y
Marina.
Incluyo á usted en copia dos oficios del Jefe Militar
de la Portuguesa, del 8 y 9, números 138 y 1~>0, para
que usted los eleve al conocimiento de S. E. el Presi-
dente de la República.
De esto* oficios se deduce que el General Silva lia vuel-
to á Harinas, y nada más, porque como no se lian recibido
sus informes, no se puede estimar la importancia ventajosa
6 desventajosa de este movimiento, aunque á primera vista
parezca que el General Silva haya abandonado la actitud
ofensiva. También se comprende, que el enemigo lia ocu-
pado á Boconó para privar al General Silva de sus co-
municaciones con el resto de la República, y el Jefe Mi-
litar de la Portuguesa no tiene fuerzas, ni yo j Miedo
dárselas para poner expedita la comunicación con Hari-
nas. Sí creo que las tenga el General Silva, y si no las
tuviera, pronto estaría como asediado en la ciudad de Ha-
rinas, ó forzado á abrirse paso, abandonando ;'t Harinas.
Todavía entiendo otra cosa más, y es que si en efecto
Antolino Alvarez, que se sabía haberse reunido con Ezk-
<¿uiel. Zamora, ha venido con fuerzas considerables so-
bre Guanare, traiga la orden de ocupar A Guanare, y
sucesivamente á Ospino y Aranre, para cortar toda rela-
ción con Harinas; y si esto sucediera, la insurrección pren-
dería en Barquisimeto, se descargaría en Yaritagua, y no
»é qué suerte correría Cojedes.
Las fuerzas que con el Comandante Benito Figueredo
340 DOCTOR L. VILLANUEVA
obran por El Baúl, reforzadas por un Escuadrón de Ca-
ballería del Guárico, que condujo el Comandante Facundo
Camero el 7, perseguirán vigorosamente las partidas de
facciosos que amenazan El Baúl, y si tuvieren buen suce-
so, como lo espero, vendrán á apoyar á Araure y aun A
Guanare, según lo fueren exigiendo y permitiendo los su-
cesos, pero entre tauto yo nada bago ni puedo hacer, por-
que no tengo un solo hombre de qué disponer.
Cuando supe la heroica defensa que un puñado de
patriotas hizo en Barinas en los días 10 y 17 del pasado,
creí que la invasión del faccioso Zamora había perdido
toda su importancia; pero fue porque yo conté con que el
ejército hubiese podido perseguirlo de cerca después de
aquel rechazo, lo que no sucedió; pues nuestras fuers&as
quedaron en Barinas desde el 19 hasta el 25, día en que
marcharon contra las fuerzas facciosas, y nada más he
sabido hasta hoy, que me dicen que han vuelto á Barinas,
no se dice cuándo.
Ya he comunicado á usted antes mi temor de que
tenga el Gobierno que defender y salvar la República en
los campos de Carabobo, y yo no veo otro modo de evi-
tarlo que haciendo marchar inmediatamente un fuerte ejér-
cito á Occidente, provisto de todo lo necesario y bajo el
mando del Jefe que más merezca la conftanza del Gobier-
no, y que tenga la fortaleza y la agilidad necesaria para
hacer una campana rápida que'desembarace el ejércitodel
General Silva, y ponga un término solemne á esta in-
surrección.
Sin medidas muy vigorosas, sin sacrificios genérale»,
la sociedad está en peligro de que la insurrección invada
todo el territorio.
Observe usted lo que dice el Jefe Militar de Gua-
nare, que en la Portuguesa y en Barinas, el Gobierno
no tiene otro apoyo que el que dan las armas que tiene
á su servicio. Sólo se posee el terreno que se pisa con
fuerzas considerables. Ambas provincias están levantadas
en masa.
Soy de usted atento servidor,
Car Ion Soublette.
cómo jugóu XV. A tiempo que el Gobierno y ei Director de
prensa e«ntr*lit- . .
taásuva. ja Querra ei) Occidente pronunciaban estos juicios
sobre las operaciones del General Silva, la prensa
del partido dominante declamaba contra ¿lias, en to-
no tan violento, que no pocas veces llegó hasta la
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 347
injuria y la calumnia. Una vez dijo El Heraldo, su
órgano principal :
"La existencia del ejército de Ezequiel Zamora,.
es un misterio para nosotros. Desde Coro hasta las puer-
tas de Puerto Cabello, y hasta la capital del Yaracuy,
. y hasta las cercanías de Barquisimeto, allegándose par-
tidarios por entre la Portuguesa y Barinas; rechazado
con pérdida sin destruirse ; derrotado muchas veces sin
desbandarse; perdiendo lo mejor de su gente y hasta el
Jefe fie su Estado Mayor, sin detener su carrera; per-
seguido de una armada poderosa, sin alcanzarle ; dueño
de escoger el punto de ataque, sin colocarle entre 1»
muerte ó la victoria ; nosotros no podemos comprender
bien los varios incidentes y filosofía de esa guerra.'7
Y tiempo después añadió : el nombre (leí Ge-
neral Silva figurará en nuestra historia como el
de aquel eunuco del Bajo Imperio que abrió el África
á Genserico y á sus vándalos. La razón de tal invecti-
va consistía en que dicho periódico atribuía al Gene-
ral Silva tratos con los liberales, que, seguía diciendo,.
debilitaban la fe del ejército, y operaciones pérfidas,
falsas alarmas y contramarchas para debilitarlo, fa-
tigarlo y amedrentarlo.
. •
¿Cuál habría s ido, escribe otro día, la suerte
de Ezequiel Zamora, si Rubín, Garrido ú otros de
nuestros excelentes jefes le hubieran perseguido al tra-
vés de la Portuguesa y Barinas, en Barquisimeto ó
Guanare ?
Como se ve, parecía muy fácil perseguir y destro-
zar á Zamora desde la tribuna de un periódico ; cuando
era muy difícil hacerlo en la Sabana de San Lorenzo,
donde la pericia de Silva y Andrade apenas alcan-
zaron k salvar su propio honor y su ejército : y co-
mo igualmente lo fue en Santa Inés, en donde á
poco andar fue vencido ose mismo valentísimo Ru-
bín, de que hablaba El HerakU. Los gobiernista*
de las ciudades pretendían que sus Generales ba-
348 DOCTOR L. VILLANUEVA
tiesen á Zamora y se lo entregasen prisionero ; sin ha-
ber querido nunca comprender que para tal em-
presa había dos imposibilidades: una militar, porque
Zamora era un gran General que no se dejaba
envolver, ni destruir ; y otra política, porque su cau-
sa no era personal, sino la de un pueblo que tenía
que triunfar, aun padeciendo reveses, contra todos los
ejércitos y todos los Capitanes de la oligarquía, por
aventajados que fueran ; desde Páez hasta sus últi-
mos Tenientes: y tan es así, que vanamente en-
sayaron sus mejores militares en Coro, en Carabobo,
.y en el Sur: y de la misma manera agotaron sus
esfuerzos y sacrificios por vencer y atar los liberales
al carro de la victoria.
camptfivdeoo XVI. Contra las citadas impías invecti vas, produ-
oidente. # . *
cidas por las incandescentes pasiones de aquella prensa,
opone la musa de la Historia en estos tiempos, que
son casi la posteridad de aquella época, el discer-
nimiento de la verdad, la referencia de los hechos
con exactitud, el esclarecimiento de los secretos de
la guerra, y la distribución equitativa de la justi-
cia, según el papel de los actores. Pues aquellos
Generales eran hombres honrados y discretos, que
servían sus causas respectivas con igual dignidad
en la política que en la milicia. De lo cual resul-
ta, que para nosotros, liberales ortodoxos, purita-
nos por la fe en el pueblo y en la libertad, para
nosotros, decimos, son tan venerables en el augusto
tribunal de la Historia, Silva y Andrade defendien-
do el Gobierno de Marzo con ejércitos regulares,
como Zamora combatiéndolo encarnizadamente á la
cabeza de las legiones populares. Y así como en
otros capítulos* hemos desentrañado el origen y
desenvolvimiento de la política liberal, para honrar
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 349
nuestro partido; y asistido con entusiasmo al naci-
miento de la edad civil de Venezuela, y justificado
el alzamiento de Zamora en 46 y en 59, como efec-
to de revoluciones encarnadas en el corazón del
pueblo, y juzgado los hombres y sus hechos hon-
radamente con nuestro criterio de escritor liberal,
también decimos que no es permitido en la historia
apreciar hechos militares, si no se ajusta el crítico
á las enseñanzas del arte de la guerra, y no se man-
tiene insensible á las simpatías ó antipatías que pue-
dan inspirarle las banderas políticas de los conten-
dores.
Así que, una jornada militar se juzga en laüisto-
ria únicamente por los movimientos de los ejércitos, por
el valor y disciplina de éstos y la pericia de sus Gene-
rales: cosas todas muy diferentes de las influencias que
de ellas mismas se derivan en la suerte del perso-
naje historiado ó en la desús opositores.
La santa justicia es la Pitonisa del historiador, y
sus respuestas son los fallos que deben grabarse ínte-
gramente en Ls páginas que se ofrecen á los que
solicitan el conocimiento de la verdad. En. confirma-
ción délo cual, dice Thiers:
Los acontecimientos no deben desfigurarse por
debilidad; ni alterarse por nuestras pasiones ; ni omi-
tirse por negligencia.
Cierto que el ejército de Silva era una masa
heterogénea, compuesta de liberales y oligarcas,
como resultado forzoso de una situación derivada de
la fusión de Marzo: cierto también que Silva sentía
cariño por Zamora, su subalterno en la campaña del 49:
como era también verdad que los Jefes y oficiales es-
taban sobrecogidos con la popularidad de la federación
}
350 DOCTOR L. VILLANUEVA
en Barinas, y Portuguesa, provincias alzadas en masa,
como dijo el General Soublette; pero Silva y cuan-
tos liberales militaban á sus órdenes cumplieron en
aquellas filas las imposiciones del deber militar, á
satisfacción de las más rígidas leyes del honor.
Llegado que hubo el ejército á Guanare, Silva
y Andrade se apresuraron á renunciar sus destinos;
y el Gobierno, vista la notoria enfermedad del Ge-
neral Silva, le relevó del cargo, y le nombró Mi-
nistro de Guerra : y á la vez recabó de Andrade que
aceptase el nombramiento de Comandante en Jefe
de las Operaciones del Sur de Occidente: y le dio
por Jefe de Estado Mayor al Coronel Antonio Je-
lambi.
Desbaratada la fusión militar de que Silva era
centro, retiráronse con él de aquel ejército muchos
Jefes y oficiales liberales, y otros se separaron por
completo del servicio.
r
CAPITULO XII
I. Anudemos ahora nuestra relación. o8mir'.Mlf,i
El General Silva rompió el cerco. Dejó en
Ba riñas una guarnición de cerca de 400 hombres;
y con el resto de sus desnudas tropas regresó á
Guanare, atacado á la sazón por todo el ejército
enemigo.
Al llegar el 12 en la tarde, al paso real del
r(o Guanare, á una legua de la ciudad, disparó el
Comandante Lugo que iba en vanguardia, tres ca-
ñonazos, para anunciar á los sitiados que el día si-
guiente serían auxiliados, como en ef'eclo lo fueron
en la mañana del 13.
La ciudad, llamada un día Atenas de Oc-
cidente, por su celebérrimo colegio de San Luis,
había quedado reducida á escombros: desmantelados
sus mejores edificios, destruidos sus barrios, y cu-
biertas de cadáveres sus calles y plazas.
Digamos cómo habían pasado las cosas.
II. En cumplimiento de órdenes de Zamora, ex- At*<me » o*»-
pedidas en San Lorenzo, acercáronse á la ciudad
Alvarez y Espinoza el 8 en la tarde; y á las 7
a. m. del 9 rompieron arrogantemente los fuegos
sobre la guarnición de la plaza, mandada por Ma-
nare.
. i
352 DOCTOR L. VILLANUEVA
nuel Herrera, quien, por no tener caballería y ser
muy escasos sus infantes, se redujo á la plaza, y
á las casas inmediatas á ésta.
Como los federales pretendieran ocupar las man-
zanas que rodeaban los cuarteles, para tomarlos, co-
menzó un fuego vivísimo de una y otra parte, que
duró todo ei día y parte de la mañana del 10,
en que Herrera sacó guerrillas, y las trabó cuerpo á
cuerpo con las de los asaltantes. Mas de dos horas
duró este nuevo combate en las calles y en las casas,
alternativamente ocupadas y desocupadas por los
combatientes.
Los federales se retiraron pasado el medio día, por
falta de municiones, situándose á inmediaciones del
poblado, en espera del General Zamora que les había
avisado su aproximación ; y el 12, reunidas todas las
fuerzas, embistieron de nuevo la ciudad, á las diez
de la mañana.
La intensidad de los fuegos, el encarnizamiento
de la lucha, y las llamas del incendio de una parte
de la ciudad, todo bien indicaba que el ataque
obedecía á la presta voluntad del tremendo caudillo
(jue demolía y echaba por tierra cuanto se oponía
al triunfo de sus armas.
Horadaron los federales las casas para acercarse
con menos pérdida de gente á los cuarteles; y al
llegar á éstos, estalló el fuego, con tal furor, que
los sitiados no tupieron tiempo ni át comer en todo
el día, hasta las doce de la noche, que Zamora
lo mandó cesar, como por una hora.
Los enálteles del Este, Sur y Oeste cayeron
en poder de los liberales ; replegándose sus diez-
madas guarniciones á los otros tres que mandaba
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 353
vu persona el Comandante Herrera, y que estaban
al Norte. Contra estos convergieron todos ios fuegos
basta la tarde, en que se mandaron suspender por la
aproximación del ejército de Silva, cuya marcha co-
noce ya el lector.
III. El Caudillo liberal se replegó á Guerírandía, !■■«»■§ *#<
1 D ' tira á GnerÜAB-
sin descansar, marchó al pasitrote por El Cambur y j¿Jlm*rcha *
Obispos á Barinas, que había quedado desguarne-
cida; y de la cual tomó posesión sin disparar un
tiro, el 18 á las 6 y media de la tarde.
En El Totumal, á nueve leguas, habfa dejado
cuando partió á Guanare, un cuerpo de 400 caballos,
amenazando á Barinas, v ahora lo llamó al Cuar-
tel General.
El destacamento de trescientos hombres situa-
do allí por el General Silva, al mando de Cangas
v del Gobernador La Cueva, nombrado Jefe de
Operaciones, se había reducido por la deserción á
la mitad; y el 12 evacuó la ciudad, y se fué á
Barinitas con el parque y algunas familias que qui-
sieron emigrar á Mérida. Tras los fugitivos des-
pachó Zamora á Petit y Vásquez, con quinien-
tos hombres, quienes al punto que avistaron la
pequeña plaza, la tirotearon y obligaron á la co-
lumna que la defendía á rendirse, y á entregar todo-
el material de guerra que llevaban consigo; y que
consistía en cuatrocientos fusiles, once cajas de
pertrechos, cinco mil balas sueltas y otros varios;
elementos. El Comandante Sandoval, que estaba
de avanzada en Las Piedras, no quiso rendirse, y
se fué con su piquete, de más de setenta hombres^
á Boconó de Trujillo ; y el Gobernador La Cueva
con su familia, el padre Ureña y otros, á Mérida.
:¿3
-▼íncia da Barí
ama en
Uederal.
354 DOCTOR L. VILLANUEVA
De allí A poco la guarnición de Pedraza se
entregó al Coronel C. J. Fuentes.
*it¡J¡¡MK »í!". IV. En el mismo mes de mayo cambió Zamora
ÜÍTiii Elido la Provincia de B.irinas en Estado de Barinas, y
le dio un Gobierno Civil, con Concejos Municipales
autorizados para proveer todos los destinos públi-
cos: como el único poder, en su sentir, del cual
debían emanar en la Federación los empleados del
orden judicial, político y económico de cada Can-
tón (1).
Expidió un decreto sobre timbre de papel
sellado para los diferentes negocios de la Admi-
nistración pública: adjudicó á cada Cantón como
renta propia, sus antiguas rentas internas, y lo que
produjera en sus respectivas localidades la venta
*de papel sellado. (Decreto de 20 de mayo). Es-
tableció un nuevo sistema judicial, dotado de Jueces
de Cantón y de \\\\ Juez Superior con facultad ex-
tensiva {\ todo el Estado, para conocer de los nego-
cios que por los Códigos de Procedimiento Judi-
cial y Orgánico de Tribunales, correspondían al
antiguo Juez de Circuito, y de los que á la Corte
Superior de Justicia competían en primera instan-
cia, ó por vía de íipelación, en sala de revista,
asociado de dos ciudadanos sacados por la suerte
entre a lista formada por el Concejo Municipal
de cada Cantón. Adjudicó sueldos á los Jueces,
sus Secretarios y porteros: organizó las rentas de
la Provincia: creó fondos para sus tropas y hos-
pitales: nombró un Inspector General de las ren-
tas del Estado: y convocó una Legislatura pro-
visional del nuevo Estado, para que los Delegados
1 Oficio de la Secretaría General á varios Jefes mili-
tare 8.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 355
•del pueblo supieran en (\ué y cómo se disponía
•de sus intereses. Esta Asamblea debía instalarse en
setiembre.
Hicieron el pronunciamiento por la Federación
los vecinos de Villa de Obispos el 29 de mayo
bajo la inspiración y presidencia de su Concejo
Municipal, compuesto de los liberales Justo Pérez,
Presidente del Concejo; y de los vocales Isidro
Contreras, Terecio M. Cárdenas, Antonio Quintero,
Francisco María de la Guerra, Luis M. Sánchez,
José A. Cubian, Pablo M. Caballero, Procurador.
Era Jefe Civil del Cantón, Pablo Rojas; y Juez,
Ramón Naranjo.
Los de Sabaneta se pronunciaron el 30 en la
plaza pública bajo la dirección del ciudadano Ma-
teo Cortés, Juez de paz; del Comandante Diego
Riera, del Capitán Andrés Vanegas y del Teniente
Diego A. Alvarez. Y á continuación se levantaron
todas las poblaciones de la Provincia, reconocien- .
do á Zamora como Jefe de Operaciones de Occi-
dente.
V. El Concejo Municipal de Barinas, presidido m concejo mu-
J i » r nioipal d« B&n-
por Rafael A. Rincones y cuyo Secretario era Dainel^o0^;^
Ángulo, acordó á Zamora, con fecha 14 de junio, el uoLdiiiLT'
título de Valiente Ciudadano, en los términos si-
guientes :
EL CONCEJO MUNICIPAL
DEL CANTÓN BARINAS
Considerando :
Que el ciudadano General Ezeqüiel Zamora, con
acierto y arrojo asombroso ha atravesado la República,
-venciendo en todas partes á los enemigos de la Fede-
33G DOCTOR L. VILLANUEVA
ración, para venir en apoyo de la liberal provincia de-
Harinas, hasta darle en toda su plenitud el bien precio-
so de la libertad, y elevándola al rango de Estado in-
dependiente del gobierno central, por lo qne se ha he-
cho digno de la gratitud del pueblo, y siendo el Concejo
Municipal su órgano inmediato,
decreta :
Art. 1? El Concejo Municipal distingue al ciudada-
no General Ezequiel Zamora con el nombre de Va-
liente Ciudadano, cuyo título le dará en todos sus actos
al tratarse del mencionado ciudadano.
Art. 2? Este decreto le será presentado por una co-
misión de dos miembros que nombrará el Concejo.
Dado en Barinas á 14 de junio de 1859. — El Presi-
dente, Rafael A. Rincones. — El Secretario, Daniel Ángulo.
Las tropas montaban en julio á 1.721 solda-
dos, distribuidos así: 1 485 de infantería, y 236 de
caballería, con 23 jefes y 177 oficiales.
Señoreado por completo Zamora de la Provincia,
hizo converger todos sus elementos activos á sitiar
y acabar por ríiedio de intrigas el Ejército de Gua-
nare; y al efecto empezó á urdir una trama con
los federales de aquella plaza, valiéndose de cartas
y de emisarios para fomentar la deserción de la
tropa, esparcir noticias desfavorables al Gobierno,
maquinar sediciones, y convidar á algunos jefes á alis-
tarse en las banderas de la Federación.
AMdiofeOaa. VI. Desde principios de julio aproximó fuerzas
sobre el enemigo en todas direcciones para incomu-
nicarle con Trujillo, Barquisimeto y San Carlos;
y estorbarle la recolección de ganados en las cer-
canías mismas de la capital. Ordenó al Comandante
Pablo Alvarado que cortara el camino real de Co-
jedes, situándose en La Aparición con 500 hom-
bres, lo que motivó choques repetidos con la guar-
nición de üspino que comandaba un hermano de
Herrera, de nombre José de Jesús. El 21 deju-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA ÍW7
lio se destrozaron estos destacamentos mutuamente
-en El Tigre, jurisdicción de aquella parroquia.
Espinoza atacó á Acarigua, y obligó al Co-
mandante Lameda que la defendía, á retimrse á
Sarare. En el flanco de las mesas y serranías por
donde se abren caminos á Trujiüo y Barquisimeto,
colocó la División de los Comandantes Rafael Mi-
ría Daboín y Pedro Silva, que lograron derrotar en
Hu mocaro Alto una columna que iba del Tocuyo á
auxiliar á los de Guanare.
Y no se limitó á estas líneas de asedio, sino
desparramó cuerpos y guerrillas por todas las vías
de Cojedes á Guanare. A Navarro, con su Brigada,
de que hacía parte el escuadrón del Coronel Mag-
daleno Barreto, le ordenó situarse entre el pueblecito
•de Cojedes, y los sitios de Camoruco, O noto y Los
Apartaderos: al Comandante Francisco Ramos, con
las partidas de los Comandantes Encarnación Aro-
<rha y Ramón Orozco y las de los Capitanes
Custodio Gutiérrez y Basilio Matute, les mandó
-cubrir la línea desde Caño de Agua, por Lagu-
nitas, hasta el paso de La Madrina, por el flanco
derecho: á Nicomedes Ramírez, el camino de San-
ta Cruz y el Paují. Fueron acantonados Manuel
Chaves, Ramón Nadal y Gabriel Díaz, en el Riecito.
Juan de la Cruz Urbano, se tendió por Pimpi-
nela, Changuango, Caño de Agua, y Los Arreci-
fes. Marcial Sánchez se situó on Turen. El
Coronel Juan Antonio Michelena vigilaba el camino
de Araure, Agua Blanca y San Rafael; Francisco
Lópe¿, Ferrer, Araujo, Camejo y muchos más cu-
jos nombres no recordamos, el de Papelón, que va
por Sabaneta, Píritu y Boca de Acarigua al Baúl,
y defendían además las infinitas veredas de aque-
358 DOCTOB L. VILLANUEVA
lias montanuelas y sabanas. Las riberas del Cujé-
eles y el Portuguesa, en que florecían muchas po-
blaciones, servían de campamento á Carmen Pé-
rez, Félix Puerta Linares, Juan de Jesús Núfiez.
y J. Orozco, Jefe de la columna Vencedora, para
impedir el paso á Turen y los Llanos de Barinas.
Baldomcro Farfán, Pío Pacheco y otros, em-
peñaron combate más de una vea con U guarnición
de El Baúl, con resolución de vencerla y de dominar
aquella línea hasta El Pao y Guadarrama; aunque
siempre fueron rechazados, como sucedió en los
asaltos de 20 y 28 de aposto.
Rodeado de enemigos, no puede en verdad
decirse que el General Andrade fuera asediado de
cerca; pero sí quedó encerrado en un circuito de
defensa, de donde sus guerrillas tenían que salir á
pelear de continuo para recoger por las sabanas adya-
centes ganados con (pié racionar ías tropas, y expues-
tas al peligro de que le quitaran de los pastoreos las
madrinas de caballos, como algunas veces se lo hicie-
ron. En ocasiones los federales llegaban sin ser perci-
bidos hasta las afueras de la ciudad, por entre el
bosque del camino de Guerilandia, que desemboca en
sus cercanías.
La Testera, Los Naranjos y otros sitios de la
vecindad, fueron teatro de encuentros sangrientos
en que se inutilizaban á diario soldados y oficiales
de ambas partes; combates que era menester librar para
mantener á los sitiadores siempre apartados de los
lindes de la ciudad.
A estas fatigas hay que añadir los cuidado»
con que tenía que precaverse de las maquinaciones
de los federales urbanos, que no dejaban de incitar
VIDA PEL GENERAL ZAMORA 339*
la tropa á la traición, bien que ésta, justo es de-
cirlo, probó en su mayor parte lealtad, subordina-
ción y disciplina, aun en medio de los más crueles
trabajos que padeció en el tiempo de este encierro-
Sucedió una vez que una comisión de caballe-
ría, que tenía encargo de vigilar el camino que de
Gunnare conduce al pueblecito de Tucupido, donde
había fuerzas contrarias, sorprendió una correspon-
dencia para Zamora de particulares de la ciudad y
jefes del ejército; en la cual le daban noticias del
campamento, especialmente del cuerpo de caballe-
ría, bastante reducido ya por las deserciones y por el
mal estarlo de los caballos, invalidados por la in-
clemencia del invierno. Y además, asegura el Coronel
Jelambi en su oficio al Ministro de la Guerra, cuando
refirió desde San Carlos todos los incidentes de
aquel sitio memorable, que un Comandante nom-
brado Jefe de día, se fué esa noche á conferenciar con
Zamora en Tucupido, y que á poco desertó de las filas
del Gobierno. Tal conducta será siempre digna de
la más severa reprobación, aun cuando pudiera ser
favorable á las operaciones militares del héroe cuya
vida estamos escribiendo; pues por encima de los
intereses de los partidos deben estar siempre las im-
posiciones de las leyes morales, á que los hombres de
honor deben sujetarse hasta el último trance de la
vida.
Este hecho revelaba á todas luces una cons-
piración capaz de poner el ejército en peligro de
un grande escándalo que debía evitarse sin pérdida
de tiempo; y en tan delicado lance probó una vez.
más el General Andrade sus cualidades de Jeier
su firmeza de carácter y valor heroico ; pues en-
fermo de fiebre voló á los cuarteles en medio de
360 DOCTOR L. VILLANUEVA
un violentísimo aguacero que se descargaba esa no-
•che sobre la ciudad, y mandó prender con su misma
tropa los jefes sospechosos. Uno se escapó á favor
<le la tormenta, y apareció después en las filas fe-
derales, y se dice que era hombre de gran coraje
y osadía. Otros fueron aprendidos. El Ejército se
salvó, dijo Jelambi en el oficio citado, por la virtuosa
mayoría que lo formaba.
A esta anarquía militar hay que añadir la falta
casi absoluta de bastimentos y dinero, que obligaba á
racionar á los oficiales con medio real en plata y
•dos libras y media de carne, y á los soldados con
míenos aún ; para lo cual se valían de escasos prés-
tamos, suministrados generosamente por comer-
ciantes extranjeros, que tenían confianza en la
Jionradez y cabal idad del General Andrade, quien,
-en su aislamiento les daba leí ras contra la Aduana de
Puerto Cabello, para cuando se abrieran las comuni-
caciones, todo lo cual montó á $14.1í)l. Suma era ésta
bien miserable pa»a un cuerpo de ejército de dos mil
hombres, en más de dos meses de sitio, á contar
•desde el 9 de julio has a el 7 de setiemb e, y.por
•cuyo pago instó el mismo General Andrade desde
San Carlos al Gobierno en oficios reiterados.
En hospital había rmís de trescientos enfermos,
**in camas, ropas, ni alimentación apropiada, siendo
más bien aquello un pestífero hacinamiento de heri-
dlos y calenturientos medio desnudos, que un esta-
blecimiento donde se les pudiera curar, ó aliviarles
i|)or lo menos sus dolencias.
Los postas que se mandaban hacia San Carlos
V> Barquisimeto no volvían ; ora porque fuesen ene-
ítnigos, ora porque fuesen cogidos por las guerri-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 361
Has federales : de suerte que allí no se sabía de
nadie, y cada día el incansable Zamora los inco-
municaba más y más por cuantos caminos y veredas
pudieran conducir á Guanare.
VII. Es ésta una ciudad situada entre el declive *■»•»•«•
plasa militar.
de una serranía y las vegas del río de su nombre,
que corre por el Sur, á distancia de una legua;
carece de fortificaciones, como todas las poblacio-
nes del interior de Venezuela, y pobrísima de
agua, (1) para podérsela utilizar como plaza mili-
tar; pues surtíase apenas, en aquel tiempo, de una
quebrada de poco caudal llamada Las Piedras, seca
en verano ; de unos jagüeyes nombrados La Vivita,
El Pionío y otros, y de la quebrada que dicen
Curumbare, en la sierra, una legua distante de la
ciudad.
VIII. En vano aguardó allí el General Andrade Retiría» <ui
° ... General Andra-
por más de sesenta días, la División del centro, al de a 8m CarIoi
mando del Comandante Renito Figueredo, organizada
en El Baúl, y que tenía por encargo obrar hasta
Guanarito por las extremidades del Sur de los Can-
tones Araure, Ospino y Guanare; y la de la iz-
quierda que debía llevar el General Brito, por Nu-
trias, en un plan combinado con éste y con las
fuerzas de infantería y caballería de Apure, y las
sutiles enviadas de Guayana y San Fernando; con-
forme al plan de campana trazado por el Ministro
de la Guerra, y. comunicado al Estado Mayor del
Sur de Occidente, en la última quincena del mes de
junio.
El 6 de setiembre reunió el General Andrade
en junta de guerra á los señores Coronel Antonio
1 Hoy tiene un acueducto que abastece el río Guanare.
.362 DOCTOR L. VILLANÜEVA
Jelambi, Jefe de Estado May< ir General ; y Coman-
dantes Manuel Herrera, Jefe Militar de la Provin-
cia; Antonio Torrens, Jefe de las caballerías; Ma-
nuel Ortega, José Miguel Aparcero, Norberto Ji-
ménez y Fr-ancisco Javier González, de las cuatro
Brigadas de infantería; y les informó de la corres-
pondencia de Barquisimeto recibida á última hora
Y en seguida expuso, que si bien era cierto que el
Gobierno se hdlaba fuerte y triunfante en toda la
República, debía, con todo, pensarse que su ejército
podía encontrarse en la incapacidad de moverse
hacia donde conviniera, si continuaba ocupando por
más tiempo la plaza de Gaanare; consideración ha-
bida de la marcha emprendida por el General Fal-
cón Inicia la Provincia de Barquisimeto, y muy
probablemente hacia Araure, con el objeto de reu-
nirse con el ejército del General Zamora. Si el
General Falcón evitaba la lucha en Barquisimeto y
se dirigía á Araure, ocupada por sus partidarios, po-
día caer repentinamente sobre Ospino, destruir su
guarnición y apoderarse de los elementos de guerra
allí existentes, y embestir á Guanare, cuyas tropas
estaban ya bien disminuidas y escasas de caballería.
En caso de que Barquisimeto fuese atacada y vencida,
sucedería que toda la Provinoia y sus convencinas
serían invadidas, y aun ocupadas por los enemigos, á
causa de faltar oportunamente auxilios del Gobierno
y del ejército ; pues éste vendría á encontrarse situa-
do á muy larga distancia del teatro de los sucesos.
Además, el ejército estaba incomunicado con toda
la República dos meses había, sin recibir correspon-
dencia, recursos, ni instrucción alguna del Gobierno;
habiendo tenido durante ese lapso que pelear mu-
chas veces con todas las facciones de Portuguesa y
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 363
Barí rías, y contrarrestar enérgicamente la obra de
seducción, á que habían apelado los enemigos, para
anarquizar, desmoralizar y destruir sus Divisiones;
y con lo cual habían al fin conseguido algunas infi-
dencias, deserciones v aun conatos de sedición.
Fuera de estas consideraciones, militaban otras
que el General Andrade quiso someter al conoci-
miento y estudio de la Junta ; entre las cuales
figuraba como principal, la de que la detención del
ejército en Guanare provenía de órdenes terminantes
del Gobierno, para aguardar allí la División del Ge-
neral tírito que debía entrar, parte por Nutrias y
parte por Guanarito, para obrar en combinación con
ella sobre el General Zamora. Pero hacía dos me-
ses que aquel Jefe había llegado á San Fernando y
nada se sabía de su paradero, ni por oficios suyos
ni ]>or informes de. ninguna persona. De lo cual
era forzoso inferir una de dos cosas: ó que dicho
General no contaba para sus operaciones con el
ejército del Sur de Occidente, ó que había encon-
trado obstáculos y dificultades que se oponían á la
proyectada combinación ; y en la cual no debía, pen-
sarse por el momento, teniendo en cuenta que la
situación militar en setiembre no era la misma que
en julio; porque ahora existía en Occidente una
facción que podía ser más considerable que la del
mismo Zamora, en atención á que amenazaba é in-
vadía algunas Provincias de las más importantes de
la República. Sin embargo, debía reflexionarse que
bien podía presentarse el General Brito de un mo-
mento á otro, y hallarse sin el apoyo de ellos en
Guanare: así como era no menos digno de tomarse en
cuenta el desamparo en que iban á quedar las Pro-
3G4 DOCTOR L. VILLANUEVA
vincias de Marida y Tr jjillo por la desocupación de
Portuguesa.
Tales fueron las proposiciones torales sometidas
por el General en Jete del Ejército al examei y
discusión de la Junta de Guerra, para resolver si se
evacuaba ó nó la plaza de Guanare; y en el primer
caso, trazar la dirección de la retirada.
Discurrióse largamente sobre la situación de la
República y de los ejércitos beligerantes, y acerca del
partido que convendría adoptar en tan delicadas cir-
cunstancias. Hecho ésto, opinaron lodos que la posi-
ción del ejército en Guanare era insostenible por más
tiempo, y que siendo de temer la marcha del Gene-
ral Falcón hacia Araure y Ospino, hubiera ó nó
tomado á Barquisimeto, era lo acertado, militar-
mente hablando, dirigirse sin pérdida de tiempo á
Ospino, recoger el parque y la guarnición de esta
plaza, y continuar las operaciones como los sucesos
lo demandaran. Asistió á esta sesión el señor Go-
bernador de la Provincia, v estuvo de acuerdo en
todo con los militares, menos en la ruta que debía
tomar el ejército.
Tal era en resumen la calamitosa situación de
la plaza, cuando Andrade, oído el dictamen de sus
Jefes principales, determinó emprender la retirada,
primero á Ospino, y después á San Carlos, por un
territorio enemigo, obstruido á cada paso por gran-
des barrizales, y hondas cañadas, en que S3 atascaban
la tropa y los animales, y que era forzoso atravesar con
el agua al pecho; y bañado de ríos como el Portugue-
sa, el María, el peligroso Morador, entre San Rafael
y Ospino, y el Guache, el Acarigua, el Agua Blanca,
el Cojedes, el San Carlos, salidos todos de madre,
VIDA PEL GENERAL ZAMORA 3t>5
en aquella estación; sin tener para pasarlos, puentes,
balsas, ni canoas.
Convenida la retirada, ordenóla Andrade sin
dilación ; y acompañado de sus edecanes ManuH Ez-
curra, Tomás Soriano y otros, hizo al día siguiente
desfilar el ejército que ascendía aproximadamente á
dos mil hombres, para tomarla derrota de Ospino con
cuantos vecinos quisieron seguirle, en calidad de
emigrados ; con su armamento, pertrechos, arti-
llería y demás material de guerra, en mas de tres-
cientas cargas : todos los equipajes, ganados, madrinas
de cnbállos, y cuatrocientos enfermos : no habiendo
dejado de estos en la plaza sino los que estaban en
incapacidad absoluta de marchar á pie ó á caballo.
No hubo bien sabido Zamora la marcha de
las tropas centralistas, cuando tiró tras ellas para hos-
tigarlas y destruirlas, al juicioso y hábil Trías
con la brava División llamada Vanguardia del Ejér-
cito Federal. Ocupó éste á Guanare el í) de se-
tiembre á las 12 del día, y sin más descanso que
el indispensable para repartir el rancho, continuó
sobre Andrade con ánimo de darle alcance.
Al llegar, empero, al río que nombran de Ma-
ría, á media legua del Portuguesa, equidistante en-
tre Guanare y San Rafael dos leguas y media, tuvo
que pararse por haberlo encontrado crecido, y no
tener medios de salvarlo.
El Capitán Blas Herrera, que mandaba la des-
cubierta, recogió algunos rezagados, con los que re-
gresó al campamento, á las doce de la noche.
El General Andrade, caminando en buen orden,
se adelantó esa tarde hasta San Rafael de las Guas-
cluas, á cinco leguas de Guanare.
306 DOCTOR L. VILLANUEVA
En Ospino tuvo noticias de la toma de Bar-
quisimeto por el General Falcón, y considerando su
ejército demasiado pesado para una operación fruc-
tuosa sobre aquella plaza, y temeroso de ser cogido
entre diversos fuegos, resolvió guiar á San Carlos,
plaza fuerte, abastecida de víveres, y donde toma-
ría informes ciertos del Gobierno y de la Repú-
blica.
Recogió á prisa la guarnición y parque de Os-
pino, y cuidadosamente atento á su retaguardia, ame-
nazada por Trías, á su flanco izquierdo por el Ge-
neral Falcón, y al derecho por los cuerpos francos
de Portuguesa y Cojedes, guió á Araure, condu-
ciendo su ejército, como un experimentado General,
digno de clarísimo renombre.
Cuando sus avanzadas llegaron el 12 á La
Sabana de Choro, 7 leguas de Ospino y 3 de Arau-
re, desocupó el Coronel Michelena esta villa, y se
replegó á Sarare, ordenando al Capitán Juan Segun-
do Araujo, del Algodonal, que hiciera ocultar en
los montes del camino las guerrillas de Agua Blan-
ca y Onoto, para que sin ser vistas atisbaran los
movimientos del enemigo, y tuviesen al corriente de
ellos á los Jefes superiores.
Para el 15 se hallaba Andrade en Araure: v
Trías detenido en el torrentoso río de Acarigua, y
obligado á esguazarlo por Camburito, á una legua
del paso real, agua arriba, que es el vado por don-
de los indios lo atraviesan en invierno. El 17 alas
3 p. m. entró Andrade en San Rafael, y se acampó por
la tarde y la noche en Los Apartaderos, encruci-
jada de los caminos de Occidente. El otro día al-
canzó Trías, al trote, estas mismas posiciones. En-
VIDA DEL GENEBAL ZAMORA 367
tonces fue cuando salió á La Sabana de Cojedes
la Brigada de caballería del General Navarro, con
intento de venirse á las manos con el ejército central ;
pero al mirarlo, marchando £n cuadm con su parque
en el centro y sus caballos á, los lados, como en dis-
posición de rechazar cualquier ataque, se mantuvo
eu observación á cierta distancia ; porque sus infan-
tes no eran más de 25, armados unos de fusiles v
otros de tercerolas. Hicieron unos tiros, como era
de ordenanza; á los que el ejército contestó con
una granizada de balas que los hizo apartar del
camino real. (1) Andrade pernoctó el 18 en los
contornos de Pozuelos ; pintoresco sitio, no lejos de
San Carlos; v el día siguiente al medio día, avistó
por San José las avanzadas de esta plaza, por cuyas
calles entró en la tarde, entre las aclamaciones de
gus compañeros.
Treinta y seis leguas había recorrido en me-
nos de doce días sin perder una compañía, un fu-
sil ni un cartucho : marchando formado en cuadro
cuando tenía que atravesar las sabanas, donde po-
dían írsele encima las caballerías del enemigo ;
y con sus pertrechos y cañones entre columnas bien
reforzadas, al tener que pasar los bosques don-
(\) Federación Venezolana. — Estado Mayor de la División
Cojede» — Cojedes, setiembre 18 de 1859. — Año IV de la Federación.
—Señor Jefe de Enfado Mayor de S. E. el General en Jefe de Ion
Ejército* Federales, Jíuíh V Falcan. — Con esta fecha digo á S. S.
el Jefe de Estado Mayor de la División Vanguardia del Ejército
del Sur de Occidente, situado en San Ilnfael de Onoto, lo siguiente :
'Ponías 11 de la noche, cuando he acabado de recibir parte de.
8. S. el Coronel Jefe de la División, desde el campo de batalla,
en que me dice: que por la forma defensiva nue llevaba el enemigo
en cuadro, no pudieron obrar nuestras caballerías
Lo^ pertrechos y fusiles los llevan dentro del cuadro unas veces,
j otras en medio de una columna formada con su gruesa infan-
tería apoyada por 200 de caballería ; y lo trascribo á U. S. pa a su
conocimiento y el de S. E., el General pn Jefe del Ejército.— Soy
de S. E. arto, servidor.— El Jefe de Estado Mayor.— Felipe Sm Gon-
zález.
368 DOCTOR L. VILLANUEVA
fie sospechaba que podía haber emboscadas: con
la precaución de acamparse siempre muy tempra-
no en parajes, escojidos con solicitud y atención,
para hacer en ellos campamentos seguros, que que-
daran bien resguardados por sus accidentes natura-
les, y bien defendidos por la colocación de las tropas;
pasando la noche puesto á cubierto de toda sorpresa:
cualidad que distingue entre otras á los militares
instruidos y prácticos.
El Ministro de la Guerra, General Domingo
Hernández, aprobó desde Valencia la retirada, á
nombre del Gobierno, con fecha 30 del mismo mes;
siendo de cumplido deber consignar aquí la circuns-
tancia de que en San Carlos encontró el General
Andrade una comunicación, en la cual el General
Pedro E. Ramos encargaba á las autoridades del
tránsito, con fecha 11 del mismo, que por cuantos
medios fuesen posibles se le hiciese saber que era
necesario, y de alta conveniencia, que á la mayor
brevedad se moviera hacia dicha plaza con todas
las fuerzas de su mando.
De suerte que vinieron á coincidir en este pun-
to el pensamiento del Gobierno y el del General
en jete de aquel ejército, con el cual se contaba pa-
ra que sirviera de núcleo á otro mayor, con que
ideaban los centrales recobrar lo perdido en las
Provincias de Occidente.
Proo Urnas 'd*
¡amo i
riñas.
CAPITULO xnr
I. Cuando Zamora ocupó á Barinas expidió zamoíT en b»
la siguiente alocución para dar cuenta á los libe-
rales de su campaña de tres meses de Coro á Los
Llanos, y que hem s dejado para este Capítulo,
para no interrumpir la relación que veníamos ha-
ciendo de los sucesos militares ocurridos en las
Provincias ganadas por sus armas.
KZEQUIEL ZAMORA,
GENERAL DE DIVISIÓN Y .TEFE DE OPERACIONES
DEL EJÉRCITO FEDERAL DE LOS ESTADOS
DE CORO Y DEL OCCIDENTE
A HU8 Conciudadanos!
Conciudadanos: La magna revolución del 5 de Mar-
zo en que Venezuela derrocó el poder central para cons-
tituir el Gobierno Federal, fue convertida por la trai-
ción de la Oligarquía en la dictadura atroz de Julián
Castro, con su sisema de mazmorras, grillos, cadenas, os-
tracismo y toda especie de persecusiones crueles y vio-
lencias inauditas. El pueblo de Coro, consecuente con
los principios proclamados en aquella memorable época,
levántase con sublime heroísmo el veinte de febrero á
vindicar su libertad, á conquistar su soberanía arreba-
tada por la infame traición y la bárbara dictadura; y
se constituye en Estado Federal, honrándome con el nom-
bramiento de General de División y Jefe de operacio-
nes del Estado y de los demás del Occidente, para defen-
der y sostener la Federación, mediante su aquiescencia.
Honrado con, tan noble misión, fiel á los principio»
370 DOCTOR L. VILLANÜEVA
republicanos, y dispuesto siempre al sacrificio de mi»
bienes y de mi vida por la santa causa del pueblo, no
vacilé un momento en obelceer su patriótico mandato:
y puesto á la cabeza de libres y valerosos ciudadanos,
los acaudillo, me lanzo al combate como en épocas an-
teriores me había lanzado á combatir contra el despo-
tismo, y conducido por el Dios de la Victoria, venzo
las fuerzas centralistas, según lo acredita el siguiente
«iocumento.
Federación Venezolana. — Operaciones de Occidente. —
Estado Mayor General.— Barinas mayo 10 de 1830.
— Ano 1° de la Federación.
Al Ciudadano General Jefe de Operaciones de lo* Esta-
do» de Occidente.
Ciudadano General.
En virtud de lo dispuesto por usted, en que me or-
dena una ligera reseña de las funciones de armas que
el Ejército Federal de su mando ha tenido con las fuer-
zas centrales, tengo el honor, ciudadano General, de con-
signaros en este pliego la indicada reseíla.
El día 22 de marzo último á las 4 de la tarde, avis-
tó nuestro ejército al enemigo & las márgenes del Ya-
raeuy, que orgulloso nos esperaba creyendo que nuestros
soldados no pudiesen salvar el inconveniente de la pro-
fundidad de las aguas. Pero nuestras tropas, superando
«1 inconveniente de U misma naturaleza, pasaron el río,
bastando la carga de nuestra caballería, auxiliada por
una guerrilla de infantería, para ponerlo en vergonzosa
fuga, dejando en nuestro poder varias armas y algunos
otros elementos de guerra, con pérdida de hombres, entre
los cuales se asegura que murió el hijo del Jefe que los
mandaba, y éste, para hacerse desconocido en la fuga,
botó el uniforme, no sufriendo ninguna novedad los dos
piquetes que atacaron
El Ejército Federal después de haber tenido algunas
horas de descanso siguió marcha triunfante el 23 hacia
El Palito, lugar de Puerto Cabello, donde se sabía
que estaban otras fuerzas enemigas numerosas, en buenas
posiciones y estudiado atrincheramiento, al mando de
Avelino Pinto, y no obstante su gran número, ventajo-
sos puntos de defensa, de encontrarse allí uno de los ba-
tallones del famoso Dictador, y principiar la acción al
acto que llegamos, que sería como á las once de la noche,
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 371
y en medio de bosques plagados de guerrillas, fueron
«desalojados de sus atrincheramientos, muertos los que los
•defendían y derrotado el resto de su ejército completa-
mente, haciéndoseles prisioneros doscientos cincuenta solda-
dados, tomándoles mucho armamento, cajas de gnerra,
banderas, heridos, y quedando cubierto el campo de muer-
tos, entre los cuales había jetes y oficiales. Concluida
la función de armas, revisado el campo, apoderado de los
prisioneros y heridos y de los elementos de gnerra, si-
guió nuestro ejército vencedor el 24 á la ciudad de San
Felipe, donde llegó el día 28, y encontrando en la misma
ciudad otras fuerzas centralistas entró á atacarlas; ápo-
43is horas de combate fueron derrotadas en sus fortifica-
ciones, y el Jefe, con el resto de fuerza que le que
daba, siguió en huida ala sabana, donde se le hizopri
lionero con parte de la oficialidad.
Al amanecer del siguiente día, siguió el vencedor
Ejército Federal en marcha para la ciudad de Barqnisi-
meto, y al entrar á aquella plaza, súpose qne en el ca-
mino venían otras fuerzas centrales de Occidente y se
salió eo busca de ellas, no habiendo sido posible que vi-
niesen al encuentro hasta que eu la ciudad de Araure
se presentó el enemigo con fuerza respetable de infante-
ría y caballería, y á las dos horas y media de comba-
te ftie derrotado, huyendo su Jefe Herrera hacia los ce-
rros para salvarse y la caballería salió oculta á meiced
■de los matorrales de la sabana. Victorioso nuestro Ejér-
cito Federal, fué á batir á los dos días las fuerzas cen-
trales que ocupaban la ciudad de Guanare, al mando del
Coronel Muguerza, y excusado el combate por su Jefe,
que la abandonó y siguió la vía de Trujillo, continuó
la m a relia hacia la ciudad de Barinas, y cuando, con
#ran pérdida de oficiales y soldados, estaban al rendirse
en sus fortifica ciones, fue necesario para la pronta reu-
nión del Ejército Federal de Barinas, ir á incorporarlo
prontamente en la sabana de Juana María. Reunidos ya
los dos ejércitos federales en esa llanura, se avistó el
•ejército central al mando del General José Laurencio Silva,
-en el llano de San Lorenzo, y como á las cuatro y media
de la tarde principió la función de armas que duró hasta
la mañana, en que se retiró el enemigo con pérdida de su
fuerza, dejando heridos y elementos de guerra y muchas
bestias en el cainpo. En la persecución que se le hizo
hasta el pueblo de La Luz se le cogieron algunos pri-
sioneros, entre ellos dos oficiales y muchas bestias y
-equipo. Seguidamente continuó el vencedor Ejército Fe-
deral unido á la ciudad de Guanare, y las fuerzas cen-
trales que la ocupaban, habiendo tenido n nichos muertos
jr heridos, fueron desalojadas de cuatro cuarteles y se
4*>ntramarchó hacia esta ciudad de Barinas, donde hemos
372 DOCTOR L. VILLA NUEVA
encontrado la población sin fuerzas; y apenas supo la
guarnición central de Barinitas, que un piquete de ca-
ballería nuestra le había hecho al que había dejado de-
destacamento varios muertos y heridos, cuando envía par-
lamentarios para su rendición.
Soy de usted atento servidor.
Benito Urdaneta.
Conciudadanos : Ansioso de dar cuenta de mis ope-
raciones y del valor de mis compañeros de armas, me
cabe la satisfación de haber llenado con honor mis de-
beres, combatiendo la dictadura que ostentaba su trai-
ción á la revolución del 5 de Marzo; y me complazco
de que, vencida en las gloriosas jornadas que quedan
referidas, se acerca el deseado momento de fundar el
Gobierno Federal que da al pueblo la dirección y ma-
nejo de sus propios intereses, sin sujeción á ningún otro
poder, y asegura un porvenir de gloria y bienandanza
á todos los venezolanos. Un esfuerzo más y nuestras
esperanzas quedarán satisfechas.
Compañeros de armas : Habéis probado con vuestra
abnegación y sublime heroísmo que solo el pueblo quie-
re su bien y es dueño de su suerte, y que de hoy
más "Venezuela no seiá patrimonio de ninguna familia
ni persona" Riendo la irayor lecompensa de las victo-
rias alcanzadas contra el Centralismo, el establecimien-
to del Gobierno Federal que da todos los bienes que
emanan de su magnífica institución, aunque la patria
siempre llena de munificencia premia á sus buenos y
leales servidores. Así, hagamos el postrer esfuerzo que
pueda necesitar de nosotros para dejar cumplida la gran
misión que nos ha confiado, y veréis abierta la nueva
era de la Federación Colombiana ; que fueron los últimos
votos de nuestro Libertador, el Gran Bolívar.
Viva la Federación!
Dada en el Cuartel General en Barinas á 19 de ma-
yo de 1850 y 1? de la Federación.
E. Zamora.
VIDA DEL GENERAL ZAMOR \ ítT.'J
Dos días pasados, dirigió á los harinosos y apú-
renos la proclama que á continuación copiamos :
EZEQÜIEL ZAMORA
GENERAL DE DIVISIÓN Y JEFE DE OPERACIONES
DEL EJÉRCITO FEDERAL DE LOS ESTADOS
DE CORO Y DEL OCCIDENTE.
A los Bar Ineses y Apúrenos !
Barineses: En la memorable acta» de Independe mi a
-<lel año de mil ochocientos once, vuestra provincia tuvo
la gloria de ser una de las siete unidas de Venezuela,
-que por medio de sus representantes juró ser indepen-
diente y constituirse en Estado Federal. Cruentos y es-
tériles sacrificios habéis hecho para plantearlo, pero ya
estáis en la época de la Federación; y sobre las rui-
nas de la dictadura que el cinco de Marzo del año próxi-
mo pasado, os impuso Julián Castro con la envejecida
oligarquía, levantaréis el Gobierno Federal que asegura
para siempre 1» Libertad, la Igualdad y la Fraternidad,
dogma de la República germina, que proclamaron los pa-
triarcas de vuestra Independencia.
Barineses: Habéis visto el ejército que mindó el Dic-
tador para ensangrentar vuestro suelo, destruir vuestras
propiedades y vestir de luto vuestras familias, huir en el
campo de San Lorenzo; y así como en la guerra de la In-
dependencia, el Estado de Barinas comprendido entre los
límites que demarca el Cojedes y el A rauca, fue el sepul-
cro de un poder de más cite tres siglos, así será su territo-
rio federal la honda fosa de los esbirros de la Dictadura,
«i pronto no repasan el Cojedes.
Apúrenos: Vosotros y los barineses, hijos de unos mis-
mos padres y mártires de una misma causa, tenéis en vues-
tras ricas y extensas llanuras que limita el horizonte, la
Mata de la Miel y el Campo de Camben), en que mordieron
el polvo el godo Morillo y el autócrata Páez ; el polvo mor-
derán también los esbirros de la Dictadura al llevarlos su
insensatez á combatir vuestra Federación.
«
Apúrenos: Si un puñado de vosotros en la memo-
rable jornada de Los Araguatos, venció al autócrata Páez,
de hoy más podéis decir con haberos armados todos, en
defensa de la Federación, que no vivís bajo el impro visado
poder del Dictador y que estáis federados.
Barineses y Apúrenos: La Patriaos tributa el más
sentido reconocimiento por el denuedo, actividad y abne-
gación patriótica con que habéis volado al combate para
374 DOCTOR L. VILLANUEVA
rescatarla de la dictadura y elevarla al rango y digni-
dad de Nación de primer orden, que por la estabilidad
prosperidad y adelantada civilización, le prepara la Fede-
ración Colombiana, consecuencia natural y resultado pre-
cioso de nuestros esfuerzos y sacrificios.
Dada en el Cuartel General, & 21 de mayo de 1859 y
1? de la Federación.
Ezequiei* Zaxora.
opinan d*i Ge- H. En los mismos días que el General Zamora
Béral Soublette *
^ardiazámo^iI oc u Pa 'ia ^ fibrinas y publicaba estas alocuciones, es-
cribía el General Soublette un dictamen luminoso
al Gobierno, sobre el modo de combatir al caudi-
llo liberal que había conmovido el Occidente en
menos de dos meses de campaña, y que amenaza-
ba conquistar, no solo las Provincias de Barinasf
Apure y Portuguesa, como si pensara crearse oi>
vasto teatro de operaciones en los Llanos del Sur,
sino también las de Barquisimeto, Yaracuy y Co-
jedes.
El General Soublette, además de apreciar cor*
exactitud, como era propio de su clara inteligencia,
los hechos militaras de la campana de Zamora, pre-
vio hasta dónde podía llevar este caudillo sus ar-
mas victoriosas, si la fortuna le respondía satisfac-
toriamente á sus invocaciones, repetidas y audaces.
Cuando el Gobierno creía, ó fiogía creer, que-
el General Zamora corría fugitivo A las selvas de
Turen, ó al fondo de las estepas de Occidente, este
boliviano guerrero tenía por cierto todo lo contrario;
pues ove sus toques de clarín sobre Barihas- y Gua-
nare; siente sus> pisadas en Ospino, Arawe y
El Baúl: es decir; sobre una línea de operaciones-
que podía llevarlo hasta el Guárico, y 1» temible*
Sierra de Carabobo; y más que todo, lo *e venir
triunfador sobre Barquisimeto y San Carlos*
VIDA DEL GENERAL ZAMORA. 37¿
Y nos decidimos á reproducir en estas páginas
tal dictamen, contenido en su oficio de 14. de mayo,,
en los mismos días en que Zamora atacaba á Gua-
naro y sentaba sus reales en Barinas, porque sus
previsiones se vieron á poco cumplidas, como re-
sultado lógico de las operaciones que veía ejecutar
á los ejércitos, y de las aptitudes militares que
atribuía, con razón, á Zamora, cuando reconoce
que tiene en jaque al General Silva en Harinas,
y que le corta las comunicaciones; y cuando lo
ve que sorprende y embiste las poblaciones de Por-
tuguesa, dejando lejos su enemigo y obligándolo á
operaciones desastrosas.
El General Soublette fue uno de los pocos
militares que comprendieron á Zamora de un
golpe de vista; y advirtieron de cuánto podía ser
capaz en el desarrollo de aquella guerra ; pues an-
tevio que el éxito favorable de ¡a campana no de-
pendía, para el Gobierno, de reforzar más ó menos
una plaza, ni para Zamora, de tomarla ó no; sino
de accidentes felices ó desgraciados en la ejecución de
los movimientos y las operaciones. Y así mismo
sucedió ; pues al cabo pudo verse que los ataques
de Zamora á las ciudades produjeron, no la toma
de ellas, pero sí la destrucción del ejército ene-
migo : su desconcierto por las sorpresas de golpes
escandalosos á distancia; su aniquilamiento por mar-
chas y contramarchas estériles; su anarquía por la
sutil inoculación en sus filas del espíritu revolucio-
nario; y su retirada, en suma, primero de Barinas
y después de Guanare, dejando á Zamora en po-
sesión absoluta de las dos Provincias disputadas, sin
que los dos ejércitos se hubieran nunca empeñado en
combates decisivos. Tal era la suerte de la cam-
376 DOCTOR L. VILL AHUEVA
paña de que el General Soublette hablaba, sin ser oído
por su Gobierno, en el documento cuya lectura reco-
mendamos á los que quieran apuñar bien la razón
filosófica de los hechos, y la inspiración feliz de los
movimientos estratégicos de nuestro insigne Capitán.
República de Venezuela. — Dirección de la Guerra de Occi-
dente.— Cuartel General en San Carlos, á 14 de mayo
de 1859.
Señor Secretaria de Estado en ¡os Despachos de Gmrra ¡/
Marina.
He recibido el ofteio de usted de 6 de los corrientes,
en que me anuncia la remesa de mil vestuarios comple-
tos, y que se me hará otra más adelante, cuando las cir-
cunstancias lo permitan.
Hoy prevengo al Comandante de Armas de Carabobo,
que los detenga en Valencia, porque no puedo remitirlos á
Harinas, ni creo prudente traerlos aquí.
Es necesario que el Gobierno prepare un depósito de
vestuarios para vestir la tuerza del ejército del General
Silva.
Hasta ahora nuestras medidas han tenido un carácter
de provisorias que les daba la persuaden de que la guerra
era momentánea, y que retirándose los cuerpos, no había
necesidad de vestirlos y pagarlos, ni acuartelarlos, etc., etc.
Pero las operaciones de Barinas nos han revelado una pro-
funda y terrible verdad : que la guerra es duradera, y que
el Gobierno e>tá en la necesidad de proveer á sus opera-
ciones y movimientos, con todos los elementos necesarios
para que triunfen las armas del Gobierno. Yo creo que el
modo con que se ha obrado anteriormente, entrando á la
Portuguesa diferentes Jefes, con tropas de distintas Pro-
vincias, sin unión ni concierto en las operaciones, cada
Jefe haciendo lo que podía, algunos obrando mal y perni-
ciosamente, según oigo, y todos contentándose con disipar
la facción y dando por concluido todo, por el interés de vol-
ver cada uno á su Provincia, y las facciones quedaron en
pie como si no las hubiesen tocado, y las Provincias de la
Portuguesa y Barinas en masa, hacen hoy causa común
con Zamora y su facción, que dueño de todo el territorio,
tiene en jaque al General Silva en Barinas, le corta sus
comunicaciones, y nos invade y ataca en Guanare, en Os-
pino, en A mure, en El Baúl, y á la menor ventaja que
adquiera, lo tendremos sobre Barquisimcto y San Carlos.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 377
Nunca ha estado el Gobierno más débil en Occiden-
te que lo está hoy no obstante el Ejército del General
Silva, que encerrado en Barinas, nada ha podido hacer.
Yo no puedo menos que reiterar al Gobierno esta refle-
xión en todas mis notas para ver si llego á trasmitirle
mi convicción de que si no viene inmediatamente á Oc-
cidente un cuerpo de 2.000 hombres de infantería y ca-
ballería, nada se podrá hacer y se expone además la
suerte del ejército que manda el General Silva, á un de-
sastre ó á su disolución. La única ventaja que podemos
sacar hoy de la permanencia del General Silva en Ba-
rinas es la de que ocupe la atención de Zamora, y nos
dé lugar para acumular fuerzas en estas provincias, para
marchar á Barinas, librar al General Silva del conflicto
en que esté y con una fuerza formidable destruir la fac-
ción de Zamora, y destruir y castigar todas las faccio-
nes de Barinas y la Portuguesa.
Juzgo de las cosas de este modo, por los hechos,
pues hoy se cumplen veinte días de incomunicación con
el Ejército.
Guanare pide refuerzo; quiero dárselo, y si viniera
la columna de Coro que está detenida en Valencia de
orden de U. S. y si el Pao y Barqnisimeto cumplieren
mis órdenes, reforzaré á Guanare, pero nada más, y que-
daremos siempre aguardando un accidente feliz ó des-
graciado, sin poder influir ni por nuestra dirección ni
por nuestras providencias.
Entretanto yo, viejo, arruinado, débil y destituido
hasta de una bestia para montar, quedo lanzado en este
abismo, entregado como fiel cristiano á la volunntad de
Dios.
Soy de usted atento s. s.
Cario* Soubtette.
III. La Asamblea Federal del Estado se reunió fn° £^5*"' l
en setiembre, como lo había dispuesto Zamoka, y dictó
la Constitución del Estado, y muchas leyes en con-
sonancia con el sistema que se venía proclamando en
los campos de batalla. Fue una de las más notables,
la del impuesto de un tanto por ciento sobre la ri-
queza, como contribución única para subvenir á los
gastos de la Administración pública. Se organizó el
Poder Ejecutivo según un decreto de la Asamblea,
378 DOCTOR L. VILLANUEVA
para que funcionara mientras la Constitución recibía
la sanción popular. Por un decreto especial se de-
clararon vigentes todas las garantías de los venezola-
nos estatuidas en la Constitución de 1857, y por
otro se mandó organizar las milicias, y se las llamó al
servicio.
Para noviembre se había encargado del Poder
Ejecutivo el General Carlos J. C. Fuentes, quien
nombró de Secretario General al ciudadano Bernardo
Ferrer, funcionando de Jefe Civil del Cantón Barinas,
Antonio J. Fontainés, y de Secretario suyo, Casimiro
Vielma.
Una ley de orden público concedió al Poder
Ejecutivo, por tres meses, las facultades siguientes:
Ia Llamar al servicio de las armas á todos los ciuda-
danos que pudieran llevarlas.
2" Imponer un empréstito forzoso á los ciudadanos del
Estado, aunque estuvieran ausentes, hasta por la suma de
quince mil pesos, confiando á su prudencia la justa equi-
dad que debía guardarse.
3* Mandar en persona la fuerza armada cuando lo cre-
yera conveniente.
4H Hacer la guerra á los enemigos armados contra la
Federación, por cuantos medios creyera oportunos comba-
tiéndolos hasta fuera del territorio del Estado, si fuere po-
sible.
o'! Auxiliar á los Estados vecinos, si lo permitían las
circunstancias, con fuerzas de éste.
0H Organizar la milicia de ambas armas, nombrando al
efecto los Jefes y oficiales de los cuerpos.
7* Prohibir á los ciudadanos la enajenación á extran-
jeros de los bienes de cualquiera clase que poseyeran.
8a Tomar de quienes los tuvieran, toda clase de elemen-
tos de guerra, presuponiendo siempre la indemnización.
9a Prohibir la libertad de transitar con pasaporte ó
sin él.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 379
10a Permitir, por causas de interés público, la extradi-
ción de los individuos que se asilaran en el Estado.
11a Dictar, en fin, todas aquellas medidas de seguri-
dad que demandaran las circunstancias.
IV. Formó Zamora de la Provincia de Portugue- EtudodePoi*.
sa otro Estado Federal bajo las mismas bases que el
de Barinas; y como en cierta ocasión nombrara el
General Aranguren, Jefe Militar del Norte, algunos
empleados civiles, le ordenó que revocase los nom-
bramientos, porque tal atribución no correspondía
sino á los Concejos Municipales.
Alzada la Provincia de Apure, excepto San
Fernando, con los Segovias y otros Jefes, la orga-
nizó también en Estado y la dotó de reglas guber-
nativas para su Administración.
Y como un aspirante á la Presidencia del nuevo
Estado de Portuguesa solicitara su favor para conse-
guir este puesto, contestó Zamora que él no estaba
haciendo guerras para imponer gobernantes á los
pueblos, sino al revés, para que los pueblos se gober-
naran por sí, pues era de este modo como él entendía
el liberalismo y la Federación. Convocado en seguida
elpueblo para hacer el nombramiento, resultó electo
el Coronel Antonio María Palacios, el cual se en-
cargó inmediatamente de la Presidencia, y entró a
prestar servicios de importancia.
V. Durante su mando en estas Secciones, que carictw <u z»~
7 A mora.
duró más de seis meses, organizó tropas, las disciplinó,
vistió y equipó. Se proveyó de caballos y muni-
ciones de . guerra ; de lanzas que hacía fabricar allí
mismo, y de cuanto era menester para ponerse en
pie de pelea.
Era un fanático, y como tal, probo y desin-
380 DOCTOR L. VILLANUEVA
teresado. Propúsose consustanciarse con el pueblo
en sus costumbres, maneras y modo de hablar:
por eso decía, los goo, los coloraos, y soltaba á
cada paso expresiones vulgares que la tropa oía
con gusto. Comía con los soldados y los quería, los
amaba y era amado de ellos.
En los combates planeaba á algún oficial flojo,
pero jamás á un soldado. Supo infundir á todos
la convicción de su pericia, de su competencia y
de su privilegio de invencible.
Su educación era toda militar. Nada le dis-
traía de su deber de Jefe del Ejército. Su ideal
era la gloria de los combates: y su ocupación pe-
renne mandar soldados, equiparlos, cuidarlos, comba-
tir y vencer.
Había leído algo de historia antigua, y también
de la moderna, en especial, lo referente á las guerras.
Un día se presentó una mujer llorando, por-
que un soldado le había robado unas prendas.
Las prendas no valían mayor cosa. Zamora
llamó al soldado ; y delante de él le hizo pagar á
la mujer lo que ella decía que valían, que no pa-
saba de 2 á 3 pesos.
Despidió á la mujer, y después que esta se
hubo ido, le dice al soldado, delante de sus edeca-
nes, del Secretario, Licenciado Iriarte, y otras per-
sonas :
" ¡ Cómo se ha atrevido usted á robar á esta infe-
liz t ¿ Qué va usted á remediarse con esas miserables
prendas 1 ¿ No sabe usted que la gente del pueblo es
sagrada? Le haré dar á usted unos palos para cas-
tigarlo.
VIDA DEL GENERAL ZAHORA 381
— Lo que debe cogerse son los ganados, bestias, y
tiendas de los godos ; porque con esas propiedades es
con lo que ellos se imponen, y oprimen al pueblo.
— A los godos se debe dejar en camisa, pero la gente
del pueblo igual, á usted, se respeta y se protege"
Y siguió discurriendo sobre estas ideas entera-
mente revolucionarias, todo con el propósito de infun-
dirá la tropa amor al pueblo y odio á los ricos, aun-
que fueran liberales ; pues decía que las mismas ha-
ciendas de los Pulidos, aunque estos eran liberales,
debían destruirse, porque si no los godos las tomarían
para hacer daño á los liberales.
luso sí, decía, no se debe cojer sino lo indispensa-
ble para la tropa, para comer, vestirse y pelear.
En política no le dominaba sino el pensamiento
de atraer á todos los liberales, tanto á los venci-
dos como á los vencedores de la revolución de
Mario: dominado por la idea grandiosa y magnánima
de reconstituir el Partido Liberal, á ejemplo de lo
que hizo el General Monagas en 1847.
Para Zamora el Partido Liberal era una familia :
cada liberal un hermano suyo: y donde quiera que
alcanzaba á ver alguno de ellos, aun en el centro de las
filaa enemigas, lo llamaba, le recordaba su ¡inage polí-
tico, y le brindaba pu&to en la revolución.
Al General Silva lo hizo victorear por sus sol-
dados en San Lorenzo ; y á Brito lo colmaba de
elogios.
Se la pasaba siempre hablando al pueblo y á
}a tropa; y decía, entre otras cosas dignas de men-
ción, que los militares no debían morir en camas,
sino en el campo de batalla ; ni molestar á sus fa-
"1
382 DOCTOR L. VILLANUEVA
milias con sus padecimientos. Contaba que el Coro-
nel Guerrero, muerto en la acción del Palito, había
caído al suelo ensangrentado y sonreído.
Su séquito eran veinte ó veinticinco personas
entre edecanes, ayudantes de Estado Mayor y es-
cribientes. Su orden de marcha era siempre esta:
ensillen: y era forzoso dejarlo todo de la mano,
ropa, hamaca y comida, \ porque el que se quedaba
atrás se hacía merecedor de su cólera.
CAPITULO XIV
I. Aunque los preceptos del arte para el desem- ,íorimt"y'«S
— I i'rr *ii • a •! Centro.
peno de una biografía, no permiten al escritor apar-
tarse muy lejos del hilo de su narración sobre la
vida y sucesos del personaje que está historiando,
nos es menester en la presente ocasión hacer alto
por breves instantes, para dar algunas noticias del
Gobierno ; del General Falcón, que preparaba en
Curazao su invasión por la costa del centro ; y de
los principales n.ovimieiitos políticos y militares del
resto de las Provincias, en lo que esté íntima-
mente enlazado con la campana que hacía nuestro
héroe, en los nuevos Estados Federales de Harinas
y Portuguesa.
Tenemos por tanto forzosamente que decir algo,
aunque muy á la Hjera, de los acontecimientos que
ocasionaron la incomunicación del Gobierno con la '
Provincia de la Portuguesa, y por qué se dejó en
desamparo el ejército de Andrade desde el principio
de julio. Nunca pasaron en el país otros tan ex-
traordinarios, ni que influyeran tan hondamente en la
común suerte de los venezolanos.
A los levantamientos de Occidente contestaron
los liberales^de Oriente, poniéndose en armas en
384 DOCTOR L. VILLANUEVA
las Provincias de Barcelona y Cumana, á las órde-
nes del Ilustre Procer General .Juan Antonio So-
tillo. Alzóse el prestigioso General Leiceaga en la
Sierra de Carabobo ; y tomaron mayor incremento
las antiguas facciones de Medrano, Agachado, Ro-
dríguez, y otros en la Provincia del Guárico.
Los movimientos de Zamora, brillantes y feli-
ces, sus victorias y aun sus reveses, sus proclamas
de guerra, que volaban por las poblaciones como
olas de llamas, producían la explosión revolucio-
naria por los nuevos principios políticos en las Pro-
vincias del Centro v del Oriente.
Desde junio la crisis política era violentísima
en toda la Repúb.ica.
El Presidente Castro, aunque valeroso y re-
suelto, no era por cierto un político capaz para ma-
nejar con tino las riendas del Estado. Disgustóse
con el partido conservador que lo había traído al
poder, á tiempo que combatía la revolución fede-
ral; viniendo á quedar en la precaria situación de no
tener por apoyo, sino un estrecho círculo impotente
para conquistar la paz y devolver su aplomo á la
Nación.
De aquí surgió como era natural, una revolu-
ción de cuartel que dio en tierra con el Presidente
y su Ministerio de Junio, formado por el Geueral
Silva, Aranda, Reudón y Echeandía ; todos liberales
prominentes, pero sin autoridad ni poder para traer
la revolución k la casa de Gobierno, ni para veu-
cerla por la fuerza.
A este tiempo desembarca el General Falcón
en las playas de Morón con un gran parque; y á
los acentos de su alocución fechada á 24 de julio
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 385
en Palma Sola, se alza el General Pedro Vicente
.Aguado en Maiquetía y La Guaira, y viene á pelear
á Caracas el 2 de agosto, contra las tropas de línea
que se hahian pronunciado por el partido conser-
vador.
En El Tuy crmrbola la bandera de la Fede-
ración el General Pedro Tomás Lander, acomjM-
fiado de Pedro Conde, Luis R. Cáspers, Tomás P^
Castillo, Pinero, Bello y muchos más, en un movi-
miento concertado con los Generales Manuel Lander;,
Miguel Acevedo, Juan Bautista Arismendi, José
Rafael Pacheco, Silverio Galarraga y otros que suble-
van á Petare, Guarenas, Guatire, Caucagua y demás;
pueblos orienta' es de la Provincia de Caracas.
Los Valles de Aragua se constituyen en Es-
tado Federal con un Gobierno Provisional, compues-
to délos ciudadanos Felipe de Bigott, R. Aguirrey
Aureliano Altbnzo ; el cual monta un ejército al mando
del General Antonio Valero y de los Coroneles
Francisco Linares Alcántara, Jimeno, José María
García Fuentes, Ramón de la Plaza y muchos otros
que después fueron notables Jefes de la Federación.
Caracas estaba rodeado de facciones.
Las avanzadas de Aguado venían hasta San-
cliorquf, y allí se tiroteaban con las del Designado*
Doctor Pedro Gual.
Los liberales del Tuy llegan hasta Piedra Azul,
en número de cerca de cuatro mil; pero en su mayor
parte desarmados.
Manuel Lander se bate en El Rodeo y La
Esperanza. Y en Charallave, en las montan uelas del
23
. i
386 DOCTOR L. V1LLANUEVA
Picacho de día, y en Santa Lucía se pelea brazo
á brazo entre liberales y conservndores ; lo mismo
<]uó en Guarenas, Guatire, Caucagua, Higuerote;
y en Los Teques, en San Pedro, en Piedra Azul,
en Carayaca y en el camino de Caracas á La Vic-
toria.
Kn setiembre se dan las batallas sangrientísi-
mas de Maiquetía, La Guaira, La Victoria y Ma-
racay, en que figuraron defendiendo la Federación,
los Coroneles Lucio de Alba y Delfín Armas; el
General Manuel Felipe Fuen mayor, el Comandante
Simón Aguado y Grana, Secretario del General
en Jefe del Ejército, de La Guaira ; los Generales
.José Granado, los Oficiales José Miguel Torres v
:los que constan en el cuadro de Jefes v Ofi-
1 ar
xciales del General Aguado, que publicamos en e\
Apéndice
De Valencia á La Guaira no se veía un palmo de
tierra sin mancha de sangre.
Más de dos mil muertos quedaron tendidos en
tan vasto teatro de guerra; y de tres á cuatro mil
federales fueron á poblar las cárceles, pontones y
castillos. A otros se condenó á la expatriación, y
algunos, como el Oficial Fueiimayor, pagaron sus
opiniones políticas en el cadalso.
Leieeaga, á quien servía de Jefe de Estado Ma-
yor el General Maxi miaño Pérez, Vocal del Comité
Revolucionario de Valencia, levanta la Sierra de (V
rabobo; y llega con sus huestes basta las calles de Va-
lencia, y obliga' á las autoridades á circunvalar la
ciudad de barricadas, y á considerarla, por orden
general de <S de agosto, como plaza fuerte, no sólo
en su recinto, sino basta una legua en conturno,
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 387
rigiendo por consecuencia en ella, las ordenanzas
militares Un pequeño vapor que navegaba en el
lago, fue armado en guerra para facilitar las ope-
raciones militares entre Valencia, Maracay, Villa -de
dirá, Magdaleno y Güigüe.
El General Lorenzo Benítez se puso á la cabeza
«del levantamiento de Oc timare de la Costa.
Con todos estos sucesos llegó á ser tan conflic-
tiva la situación de aquella Provincia, que su par-
tido centralista se determinó A convocar los ciu-
dadanos para que la Sección reasumiera su soberanía :
medida que hubiera sido de gran trascendencia para
la paz, si el General Cordero no la hubiera desa-
probado c!esde Puerto Cabello, en una carta al Ge-
neral liamos, en la cual excitaba al partido, á man-
tenerse firme contra la revolución. Empero, ésta
había alcanzado en Carabobo el recio temple que
«us virtuosos ciudadanos han sabido dar siempre á
la? grandes causas públicas.
Los liberales de Cojedes, con una División de
más de ochocientos hombres, , al mando del Doctor
y General Eloy Guillermo Montenegro, abogado y
propietario de San Carlos, conmueve la Provincia,
y aunque derrotado en Orupe el 12 de agosto, va
a engrosar con sus restos la Brigada del General
Navarro, y á prestar muy buenos servicios en Oc-
cidente á las órdenes del General Zamora.
II. Volvamos ahora la mirada a Harinas, para dar zamorafu.ua a
. , . Espinosa.
cuenta de un suceso que debe conocerse, porque
importa á la moralidad y disciplina que ya Zamora
venía imponiendo al ejército.^
En Tucupido supo Zamora que Espinoza había
intentado asesinar al Cura Anzola de Santa Inés;
^
¿88 DOCTOR L. VILLANUEVA
porque no quería casarlo con una moza del lugar;
pues, según fama, una de las locuras de este hombre
era casarse en cada pueblo con la mujer que mas le-
gustaba: y que igualmente había querido dar muerte
al Jefe Civil de aquel lugar, porque no se prestaba á
ejecutar las atrocidades que le ordenara.
Irritado al fin Zamora, con los excesos de es-
te hombre empecinado, insensible á sus consejos-
y amonestaciones ; y resuelto por otra parte á no
consentir que el ejército se contaminara de incli-
naciones al mal, determinó fusilarlo; para que todos;
. vieran que no toleraba en sus subordinados la perpe-
tración de cr'menes comunes, ni menos el militar de la
desobediencia, deserción é insubordinación, va tres
veces cometido por Espinoza. De estos era el
último haberse resistido á incorporársele con sus-
tropas para las operaciones sobre Guarniré; alegando,
desde Santa Inés, que no iba porque estaba herido
-en un pie. Cierto era lo de la herida, que se infirió
cogiendo una res; pero también lo era que se valía
de ella, como pretexto para no concurrir al llama-
miento; con la circunstancia agravante de haber con-
testado á Amadeo Salcedo, Comandante que le llevó*
la orden citada, que Zamora mandaría en Harinas y
Guanare, pero que en aquellos montes mandaba él.
Bien era sabido que, después de muerto el adivino,,
único freno que le sujetaba, empezó á aconsejar á la
fuerza de su mando que se desertara, como de allí á
poco se vio suceder; pues no se allanaba á prescindir
del sistema de desmanes con que caracterizó su ca-
rrera militar, antes de subordinarse á Zamora.
A este fin partió Zamora de Tucupido con sus
23 acompañantes ordinarios, su guardia de 150 ¡n-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA .'Wí)
fantes, al mando de Mencía, y un escuadrón de
-caballería.
Llegó á Santa Inés y entró de repente en la
casa en que estaba alojado Espinoz», que había
sido antes de pulpería.
Espinoza le recibió sentado, por su herida:
y Zamora se le acercó para decirle cuánto sentía
que sus indios no fueran á gozar del botín que
se iba á cojer en Guarniré, pues él había dispuesto
•que todas las tiendas y pulperías, al tomar la pla-
za, se repartieran entre la tropa : y poco á poco
fue avivando en Espinoza su ingénita pasión por
-el robo, ha^ta que al fin vino éste á consentir que
su fuerza de infantería, no menor de trescientos
hombres, se pusiera en marcha hacia Barí ñas, que-
dando él fiólo con su guardia de caballería.
Incontinenti puso Zamora esta tropa bajo la
mano de si s edecanes NííTíez y González, con or-
den severísima de no pararse hasta Barinas, y de
allí proseguir á Tucupido á incorporarse á la Divi-
sión del General Trías.
Y como Espinoza, siempre receloso, le pre-
guntara á Zamora cómo podría defenderse, si lo
.atacaban los enemigos, contestóle éste diciendo que,
en tal caso, pidiera auxilios A Pedro Manuel Rojas,
que andaba por Nutrias, ó á Linares, que se hallaba
en Guanarito. Y sin perder tiempo, hizo rodear la casa
con su gente de confianza, como guardia de honor
/le Espinoza : mandó parte de su Escuadrón con
el Jefe Civil, á buscar todas las bestias que Es-
pinoza se había robado en los hatos, escondidas con
.anticipación en la montaña, y que pasaban de
añil ; y en seguida puso bajo el mando de su Ede-
390 DOCTOR L. VILLANUEVA
can Víctor Pulido, la guardia de caballería de Es-
pinoza, con instrucción de que la hiciera entrar
en el cuartel de Mencía ; como así lo hizo.
Esta guardia de caballería de Espinoza se com-
ponía de trece jinetes, que llamaban Las Trecfr
Fieras, porque tenían nombres de animales feroces,.
á saber: Tigre, Caimán, Mapanare, Perro, Gavi-
lán, Toro, Lobo, Caribe, etc. El que llamaban
Perro fue el único que se escapó, y se le pre-
sentó á Zamora con cuarenta hombres la víspera
de la Batalla de Santa Inés.
Zamora reunió algunos de sus oficiales en con-
sejo de guerra: ordenó á Iriarte que instruyera un
sumario á Espinoza; y con u^as declaraciones que
se tomaron sobre sus últimos homicidios, robos v
desobediencias, se le condenó á muerte, y sin má?
dilación, se le fusiló en la plaza.
Los Coroneles Juan Bautista García v Fran-
cisco Pulido sirvieron de Secretarios del Consejo:
y un Oficial de la guardia de Zamora mandó la
escolta.
Así terminó la vida de Espinoza.
Zamora demostró en este trance un arrojo in-
comparable, para lo cual debía contar, como en
•efecto contó, con un corazón muy bien templado; pues
de otra manera le habría sido imposible llevar á
cabo un hecho como éste, reclamado é impuesto
por la necesidad de conservar en aquellos desier-
tos, so pena de perecer, la unidad de mando, el
orden de la disciplina y la dictadura militar que le
era rigurosamente indispensable para responder á
su partido y á su Jefe, del buen éxito de la cam-
pana.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 391
III. Hecho ¿s'o, el General Zamora, empleó su *$m* *•
tiempo y aptitudes en preparar una expedición para
invadir la Cordillera, y luego de concluido su equi-
po, marchó en junio con ella á La Bellaca, formida-
ble posición que ocupaban los enemigos en el camino-
que c induce á Mérida, y que consiste en una a'-
tura á que no se puede subir sino por un camino
esculpido en la roca casi en espiral, y circundada
por la quebrada de su mismo nombre, que corre á
su pie por entre riscos, á manera de un infran-
queable foso natural.
Vamos h ceder con gusto la palabra en este
punió, al entendido General Leopoldo Terrero, para
que diga al lector lo que oyó referir al mismo Ge-
neral Zamora, sobre esta hazaña militar: (1)
En los primaros «lías ele agosto (le 1S5Í), y después
de un penoso y dilatado viaje al través de la selva de Tu-
ren, nos incorporamos al General Kzkquikl Zamora,
los señores Juan Bautista García (Juancho), José Xico-
medes Ramírez y Leopoldo Terrero, que esto escribe. El
Cuartel General estaba acampado en la ciudad de Harinas;
y rendido el asunto de nuestra comisión por García, en la
Orden General de la misma fecha que se proclamó al
Ejército, se hizo reconocer á García y á Ramírez como
Comandantes adjun'os al Estado Mayor General, y ¿i
Terrero como Capitán y Edecán del General en Jefe.
Nunca olvidaré la impresión que hizo en mi ánimo,
prevenido ya por las proezas de aquel caudillo, su «pari-
ción á mis ojos. Nos hallábamos en una gran «ala de
dos ventanas, que servía de despacho á la Secretaría Ge-
neral : en un extremo, á la testera, había una gran mesa
en donde siempre estaba escribiendo el Licenciado Fran-
cisco José Iriarte, Secretario General, á quien encontró
semejanza con los clérigos-soldados, cuyo fanatismo ca-
racterizó las primeras guerras del c.irlismo en España.
Al rededor de dicha mesa estaba escribiendo el Ayudante
Pulido, coriano, que á veces oficiaba de médico, y senta-
dos mis dos compañeros, los Comandantes García y Ka-
mírez. El General Zamora entró acompañado de varios y
1 Memoria inédita del General Leopoldo Terrero.
39U DOCTOR L. VILLANUEVA
«distinguidos oficiales : Jesús María Hernández, León Co-
lina, el viejo Petit, H. Zavarse, Francisco Medina y otros,
á quienes nos presentó como los comisionados que había-
mos llevado las últimas, halagüeñas ó importantes noti-
cias de Caracas. Se paró en medio de la sala, y todos
los demás se situaron á respetuosa distancia.
— Estos señores, dijo al hacer nuestra presentación,
han venido desde Caracas, corriendo grandes riesgos y su-
friendo trabajos, para traerme importantes despachos del
Doctor García, Don Napoleón Arteaga y otros distingui-
dlos liberales ; y además, el Comandante García conoce
los trabajos del Comité de Saint Tilomas, en donde ha poco
estuvo, y sabe los últimos movimientos que efectúa el Ge-
neral Falcón. Vienen, también, á compartir nuestras fati-
gas, y á convertirse en soldados de verdad.
Y luego, como para explicar estas últimas palabras,
.presentándonos á los Coroneles Zavarse, Hernández y
«Colina, anadió :
— Tomen ustedes por modelo á estos oficiales, que
lo son para todo el ejército; y si en el primer combate
•que tengamos, pelearen ustedes al lado de ellos, no dejen
de repetirlo siempre con orgullo ; esto es, si por casualidad
-salieren con vida del lance.
A las risas que acogieron sus últimas palabras, enca-
rándose nuevamente á nosotros, y con gestos y movimien-
tos que seguían las gradaciones de su narrativa, habló de
esta manera :
Tomo yo, que escribo, la palabra para repetir lo que
Zamora d'jo, desconfiando poder trasmitir fielmente su
lenguaje pintoresco, sus frases demasiado llanas y el corte
de su perorata, ya para- mí, después de tantas años, de
difícil rememoración.
Desde la llegada del ejército á Barinitas, el espionaje
aportaba noticias seguras de que el Ejército de la Cordi-
llera, al mando del Coronel La Cueva, se había detenido
en su marcha, avisad" ya tal vez, del movimiento de
avance de las tropas federales. En Harinas la Vieja se
-«upo que había salido de Las Piedras ; y en consecuen-
cia debía creerse que buscaba posiciones de combate, pues
<A trayecto era insostenible, inadecuado para acampar.
Puesta en movimiento nuevamente la fuerza federal, la
marcha se hizo con gran lentitud, pues los cangilones y
riscos, qne han hecho de tan tétrica reputación los Calle-
jones de Mérida, se prestaban á la aniquilación de las tro-
lías, sin gran trabajo, con cualquiera estratagema.
Al fin llegóse al punto crítico: El Bachaquero. Es
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 3P3
este sitio una casa, construida á la izquierda del camino,
qne ordinariamente servía de posada á los viajeros, para
aguardar en ella la bajada de las aguas, cuando la
quebrada de La Bellaca se hacía invadeable, por las
lluvias. A derecha é izquierda, en la extensión que la
vista alcanza, se levantan ya los grandes estribos de la
Cordillera andiiui, rematados por desnudos ventisqueros
ó páramos inaccesibles, con sus flancos perpendiculares
cortados á pico, y á veces como conos invertidos, rotos
á trechos ]>or torrenticos que se lanzan en busca de lecho
que apenas enenentran. En dicha casa estableció Zamora,
bu Cuartel General, y tuvo en 611a noticias de que el
enemigo estaba acampado del otro lado del río, en El
Hoyo; y que el cerro de La Bellaca estaba atrinche-
rado.
A la mañana siguiente, en persona y acom panado
de algunos Ayudantes, Zamora exploró el terreno. A
tiro de fusil estaba La Bellaca, v las dianas de ambos
campamentos, mezclaron sus toques de alarma y desafío.
El único camino por entre matorrales y sartenejas, llevaba
á la quebrada que se halla (romo á trescientos metros distan-
te de El Bachaquero. Llegado á su orilla, algún pensamiento
desagradable debió nublar el rostro del Caudillo. Bajaba
el torrente sus oscuras aguas cortando el camino, y era
tal su rapidez que, difícilmente, y no sin grandes cui-
dados, podía una bestia fuerte atravesar sn angosto le-
cho; para un hombre á pie era imposible. Del otro lado
el camino, subía en espiral, pendiente, y todo él cubierto
de una gruesa capa de cantos rodados, que al pisarlos
se deslizaban con el peso del cuerpo, y hacían el subir
la cuesta fatigosa tarea, aun para los que por allí tra-
ficaban de contino, en tiempo de paz.
Todo lo estudió en rápida ojeada aquel gran táctico,
y tomó meditabundo á su Cuartel General. Media hora
después el bravo Colina, con cincuenta corianos escogi-
dos, bien municionados v armados de fusil v eon nía-
chotes y cordeles, salía como cuerpo de zapadores á
flanquear La Bellaca, para buscar un punto de ataque
que no fuese el camino real.
Zamora buscó dar pasto á su impaciencia ; revistó
minuciosamente las tropas: y á la una, después de to-
mado el rancho, (lió órdenes de mantenerse en disposi-
ción de marcha. A las dos mandó una descubierta por
el lado que había tomado Colina á trasmontar una al-
tura y atender si se oía algún ruido (pie diera á co-
nocer la situación del destacamento. La descubierta re-
gresó sin ninguna noticia. La exasperación del Caudillo
llegó á su colmo, y dando por perdido al valiente Colina,
determinó regresar, y dio orden de marcha. En ese mo-
3íU DOCTOR L. VILLANUEVA
mentó, cerca de las tres de la tarde, se oyeron distin-
tamente tiros á retaguardia, del ejército enemigo. Al ins-
tante comprendió Zamora que Colina, voluntaria ó invo
1 unta ría mente había caído en medio de las tropas con-
trarias; y sin atender á más, púsose á la cabeza de su
érente, gritándole: "Muchacli«s! el bravo Colina ataca la
retaguardia, y está perdido si no dominamos La Be-Vaca.
¡ Vamos á tomarla !"
Hé aquí lo que había sucedido :
Separado Colina del Ba cuáquero, y dirigiéndose por
el lado derecho de la serranía para descabezar el torren-
te, se vio obligado á dar un largo rodeo, pues los es-
paldones de la montaña eran inaccesibles. Al tin logró
abrirse una senda, pero la marcha era tan lenta, que
á cada paso era necesario izar un soldado por una ro-
ca escarpada, y que éste por medio de cordeles re-
cibiese arriba el armamento y el pertrecho ; otras veces,
divididos los cincuenta hombres en grupos de á diez en
traban á explorar la sierra, y se avisaban por gritos,
hasta volverse á encontrar á mayor altura. A las ocho
horas de esta titánica tarea, llegaron al camino real,
quedando el enemigo á sus espaldas, interpuesto entre
Colina y Zamora. Regresar por el trayecto que habían
traído era punto menos (pie imposible, por lo (pie Colina
intentó buscar otro modo de ti uiquear al enemigo y em-
prendió su retorno por el camino real, para abandonarlo
oportunamente; pero á una vuelta de la vía se encontró
en la esplanada del Hoyo y enfrente de la única casa
que allí había. Algunos hombres de la retaguardia de La
Cueva, que en aquel lugar rondaban descuidados, pasado
el primer asombro, soltaron unos tiros y corrieron á dar
el alarma. Colina no halló por el momento otro recurso
que atrincherarse dentro de la casa, (pie pocos momentos
después empezó á recibir los fuegos cruzados de la mitad
del ejército oligarca.
Entretanto volvamos á Zamora.
Iba, el insigne Capitán, á la cabeza de su ejército
que marchaba al pasitrote por el camino cubierto que
conducía á la quebrada ; y á su lado seguíale el Sargento
Palacios, veterano, que era su corneta de órdenes.
— Dígame, Palacitos, prorrumpió el Jete, usted habrá
oído (pie nadie sabe para qué nació. Pues usted nació pi»ra
volatín. ¡ Xo se lo dijo su madre ?
— Qué cosas tiene mi General ! dijo el corneta sin com-
prender.
Pocos momentos después estaban á la orilla de La Bella-
ca, que precipitaba sus frías y espumosas aguas con siniestro
f
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 395
ruido. Su anchura sería de cerca de tres metros, y al otro
lado el pendiente sendero se ocultaba, siguiendo la espiral
de la vía, con su piso resbaladizo de cantos rodados. Za-
mora hizo colocar una bestia caballar al través de la
corriente, sujeta de un lado por el dogal y del otro de la
cola, para que sirviese de apoyo ó pasamanos á los in-
fantes, y pudiesen mantenerse, al perder pie con la fuerza
de la corriente. Explicado por él cómo debía hacerse el
paso, desenvainó el sable, y dando un formidable planazo
al corneta Palacitos, le gritó :
— Al otro lado, volatín !
Y volviéndose á Zavarse :
— Coronel, exclamó ; tome la trinchera de la vuelta,
que detrás de usted va el ejército á coronar la altura.
Lo que pasó fué obra de minutos que valían siglos.
Zavarse con la espada en la boca, se apoyó con la
mano izquierda en el lomo de la bestia, y con la de-
recha ayudado de un soldado, pasó al otro lado. Y
así siguió toda la tropa de dos en dos, tambaleando so-
bre el movedizo suelo, y entrando inmediatamente bajo
la bóveda de fuego que vomitaba la trinchera. Media
hora después se dominaba aquel bastión natural, se coro-
naba la altura al son angustioso de la corneta que tocaba
fagina y fuego y adelante ; el enemigo huía, y estaba ga-
nada la brillante acción de La Bellaca !
ftetiróse el Coronel Hipólito de La Cueva en com-
pleta derrota y no paró hasta la ciudad de M crida, de-
jando en poder del General Zamoiía parte de su parque,
prisioneros y su crédito militar. Al descender al Hoyo,
los vencedores tuvieron que hacerse reconocer para que
Colina cesara su resistencia. La casa aparecía agujereada
como una criba, y de ella, desconocidos, negros de pól-
vora y manchados de sangre, salieron Colina y diez sol-
dados por todo el resto muertos ó heridos estaban
tendidos dentro de la habitación.
Aquí terminó Zamora su dramática narración, mos-
trándonos con un gesto digno á Zavarse y Colina, que
se inclinaron modestos y fieros cual dos paladines de la
antigüedad. >>
IV. Después de esta acción organizó Zamora dos eXp2Sín«a,daí
columnas, para mandar una con el Comandante Pa- la Cordxllera*
blo Chirinos, hacia Trujillo: y otra con el General
Petit y el Coronel José Ignacio Pulido, hacia Mé-
rida, por Los Callejones.
39G DOCTOR L. VILLANUEVA
Esta ocupó las Piedras sin estorbo el 20 de
junio; y las fuerzas del Gobierno, al mando del Jefe
de Operaciones de la Provincia, Doctor Eloy Paré-
eles, se retiraron á la capital á buscar auxilios, con
<jue resistir el choque de los federales; y rehechos
en el tránsito y puestos á las órdenes del Coman-
dante Martín Bravo, concertaron el plan de dejar
•entrar á Petit á Mucuchíes, y atacarlo vigorosamen-
te dentro del poblado.
Dividieron al efecto sus tropas en dos grupos:
«uno regido por Bravo, y otro pur Espinoza, y si-
multáneamente rompieron los fuegos sobre la plaza.
La pelea fue recia, porque los serranos querían
vengarse de Ja derrota de La .Be laca, y los ex-
pedicionarios que eran 235, tenían por ley militar no
presentarse sino vencedores delante de Zamora.
En cumplimiento de esta determinación *>e dis-
pusieron á resistir en sus cuarteles, con la firme re-
solución de morir antes que abandonar sus posiciones.
Todos se batieron con heroicidad. Petit murió; v
Pulido, atrincherado en una casa, se mantuvo tc-
do el día con la gallarda valentía de quien llevaba
■en las venas sangre ilustre de la gloriosa estirpe
Colombiana.
Quemáronle al fin la casa, y puesta fuera de
combate toda su columna, vióse obligado, al cabo
de una brega á muerte, á quedar prisionero con
todos sus heridos.
La columna de Chirinos coronó á Calderas, y
ios del Gobierno, al divisarlos desde Niquitao y
Las Mesitas, se retiraron por un páramo donde
algunos perecieron de frío, y otros se desertaron.
El Gobernador al saber este desastre se puso en
VIDADEL GENERAL ZAMORA 397
armas, rehízo sus tropas en San Lázaro y El Bu-
rrero, nombró á Pedro Bracho por Jefe militar y
marchó sobre Boconó, donde estaban ya lat tropas-
invasoras. El 29 de junio á las once de la maña-
na salió de Trujillo por Burusay, una columna al
mando del Comandante Nicolás González; á las.
tres del mismo día otra de 300 con Bracho, por
El Páramo, y el Comandante B^ptista se dirigió por
Las Mcsitas con otros: todos en combinación sobre
el campamento de los federales.
El último de junio durmió Bracho en Los Na-
ranjos : y el primero, á la hora que amaneció, dio-
sus órdenes de ataque contra Chirinos que los es-
peraba en el puente. Apenas se pusieron á tiro
de fusil, se trabó la refriega con furor. El Co-
mandante Tomás Antonio Pulgar mandaba la mos-
ca ; el Jefe de Operaciones, Comandante Perfecto
Jiménez, la vanguardia; el Comandante José María
Perozo llevaba la segunda columna Escuque ; y el
Comandante José N. González la tercera. La ac-
ción duró tres horas á contar desde las seis de
la mañana.
Chirinos perdió posición y vida: y de su va-
liente tropa pocos se salvaron. De modo que las.
dos cortas expediciones salieron mal libradas, por
haber contado Zamora con que sus aguerridas hues-
tes, calificadas de invencibles, derrotarían fácilmente
las montoneras de la Serranía.
CAPITULO XV
I. Desembarco el General Falcón por Morón eloJi"5bVSUí!
24 de julio, acompañado de los señores A. Guzmán
Blanco, Jacinto R. Pachano, J. M. Aristeiguieta,
Wenceslao Casado, Carlos Perrero, Adolfo Chaves,
Maximiliano Iturbe, Santos C. Mattey, Ramón Pa-
chano, Luis Armas, Amador Amias, José Armas,
Francisco Silva, Narciso Flores. Gabriel Poleo, Ge-
naro Espejo, Jesús Varguillas, Domingo Zulueta,
Juan Romero, Guillermo Castés, Lope Landaeta,
Antonio Terrero, Alejandro Guiet, Vitelio Luzardo,
F. Arrillaga, J. María Aurrecochea, N. Rodríguez,
Manuel 1>. Brea, padre e hijo. Y allí mismo circuló
*u Alocución, fechada en su Cuartel General en la
playa de Palma Sola á 24 de julio, en que hablando
de Zamora, dice :
Desde el veinte de febrero, todo nos ha sido próspero;
y permitidme, compatriotas, hacer en este lugar una mou
ción honrosa del bravo Jefe, que de una en otra victoria,
ha tenido la fortuna de pasear por la República la ban-
dera estrellada de la Federación.
Salido Zamora de Coro, la heroica, con un puñado
de valientes, atraviesa la tercera parte de nuestro territo-
rio por entre un erizo de fuerzas enemigas ; toca á las
puertas de las capitales de todo el Occidente ; las visita
casi todas ellas ; y donde quiera que tropieza con el enemi-
go, lo vence y lo desarma. A las trescientas leguas de
marcha, la opinión le guardaba á Harinas como premio de
400 DOCTOR L. VILLANÜEVA
tanto denuedo, de habilidad tanta. Allí crea un ejército,
lo organiza, lo arma, y seguro en su inexpugnable y rica
base de operaciones, prueba todo lo que se puede, cuan-
do se cuenta con la opinión y se tiene fe en los pueblos.
¡Viva el Ejército de Occidente como un modelo eterno
para la posteridad !
Mucha dei Ge- II. De allí siguió á Alpargatón, Canoabo, Mon-
tal han, Bejuma y rsirgua; y el 22 de agosto entró
con 1.500 hombres en San Felipe, desocupada ala
hora del amanecer, por el enemigo, que no eran
sino 40 infantes. Perseguidos por el Comandan-
te R. Calderón, fueron cogidos prisioneros el día
siguiente. Pero apenas serían veinte minutos pasa-
dos de estar en la ciudad, cuando fueron todos
puestos en libertad por el Caudillo Federal. La
Provincia se constituyó en Estado Federal con el
mismo Gobierno provisional que nombró Zamora en
marzo, teniendo por suplentes á Antonio Girón,
Juan Bautista Blanco y Joaquín Tortolero. El Co-
ronel Tirso Salaverría, fue nombrado Comandante
de Armas del Estado: el ciudadano José María
Ortega Martínez, Gobernador político del mismo, y
Secretario suyo, el señor J. J. Freites, hijo.
Desde Urachiche habían marchado á la Costa
á recibir al General Falcón, Antonio MeLdo¿a, los
Peralta, Alvarado y otros cuyos nombres se nos
escapan por el momento.
Funcionaban como Jefe de Estado Mayor Ge-
neral, el General Wenceslao Casado ; Sub-Jefe, el
Coronel C. T. Itwin ; Secretario General, el señor
Víctor Ariza, y Sub-Secretario, el señoi J. G. Ochoa;
y Auditor de Guerra, et Doctor A. Guzmán Blanca
El 8 de setiembre se acercó el General Falcón
á Barquisimeto, y en Tierritas Blancas derrotó las
anea.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 401
tropas centrales al cabo de hora y media de reñido
combate.
III. Zamora, luego que hubo llegado á sus oídos t¿¡£5»£
esta noticia, embocó la trompeta de la gloria militar
para dar á conocer el hecho en el territorio de su
mando, en los siguientes términos:
Federación Venezolana. — Estados de Coro y Occidente. —
Cuartal General. — Jefatura de Operaciones. — Barinas,
diez y siete de setiembre de 1859. — Ano 1? de la Fe-
deración.
Al ciudadano General Wenceslao Catado, Jefe d-e Estado Ma-
yor General de los Ejércitos Federales.
He recibido con el oficio de usted, fecha 7 de los
corrientes, varios ejemplares del Eco del Ejército, y he
tenido la satisfacción de encontrar en ellos los detalles
de la jornada que tuvo lugar el 3 del presente en el
sitio de La Cruz de Tierra Blanca, sobre la línea enemiga
goda, donde segó laureles inmarcesibles la espada reden-
tora del invencible General Juan C. Falcón ; y me apre-
suro á reimprimir tan brillantes detalles en el Boletín
Oficial del Ejército Federal de mi mando, para ejemplo
de las fuerzas Federales y escarmiento del puñado de
godos de estos lugares.
Sírvase usted felicitar al Ejército vencedor y á su
denodado Jefe, á nombre de mis compañeros de armas.
Dios y Federación,
Ezequiel Zamora.
IV. Falcón ocupó en seguida A Barquisimeto, y «•*•••«»•
1 * ~ á Barquisimeto.
no bien hubo acabado de organizar la Provincia en Es-
tado Federal, nombrando y. haciendo nombrar los em-
pleados de todos los ramos del servicio público,
cuando levantó sus reales con dirección á Guanare,
teniendo bien por cierto que estaban todavía allí si-
tiadas las tropas del General And nido.
Su vanguardia gobernada por el General Fran-
cisco García, se acampó en Sarare el 14 al medio
día, cuando el ejercito centralista maniobraba por
Acarigua y Araure.
20
1
402 DOCTOR L. VILLANUEVA
En aquel punto se le reunieron el Coronel Mi-
chelena con ciento trece infantes, y el Coronel Fe-
lipe Parra, con veinte de caballería.
El General Falcón llegó á Araure el 19, el mis-
mo día que entraba en San Carlos el General An-
drade. Paróse en esta villa á remediar los inconve-
nientes que habían retardado su marcha, pues tenía
por seguro que, de allí á poco, se vería á corta
distancia del enemigo. Sin embargo, como reflexio-
nara más en sus operaciones, cambió de plan, desis-
tiendo de seguir sobre el avisado General Andrade,
que estaba ya en salvo; y al contrario, el 24 tomó
la vuelta de Barquisimeto. De aquí emprendió mar-
cha á Coro el 1? de octubre ; dejando á Trías de Jefe
de Operaciones del Estado Nueva Segovia, que así
llamaron el de líarquis meto (l).
AoolóSqu6Siqtti* V. El 3 derrotó el General Falcón en Siquisique
las fuerzas centrales al mando del Comandante Ni-
colás Torrellas: y prosiguió á Coro adelantándose
1 Trías paróla persecución, y se retiró de San Rafael He Ono-
to á Araure el 21 ; en obedecimiento de una orden dtfl General
Falcón de (pie tenemos conocimiento por la comunicación del
Coronel Márquez al Estado Mayor de la División Cojedes, que
dice así :
Federación Venezolana. — Estado de Portuguesa. — Estado Mayor
Divisionario de la Vanguardia del Ejército Federal. — .San Ka-
fjielde Onoto: setiembre 20 de 185».— Año Io de la Federación.
Ciudadano Coronel Jefe de Estado Mayor de la ¡>¡r¡HÍón Cojedes.
El ciudadano General Jefe de la División Vanguardia del
Ejército Federal me ha ordenado decirle, lo siguiente: Con fecha
de ayer me dic* desde Araure el ciudadano General Juan C Fal;
con, Jefe del Ejército, que conviene «pie esta División regrese »
aquella villa, á combinar con el ciudadano General que la manda,
un movimiento que decidirá la suerte de l*s armas federales; y
se dispone que el Jete de la División Cojedes se conserve siem-
pre en la actitud que hasta ahora ha tenido para con el enemi-
go, á fin deque innove esta contramarcha; y (pie vigile mucho
el ciudadano Coronel Navarro, no vaya el enemigo A introducir
comunicación en los Estados donde ya han triunfado mu stras
armas Esto dispone el General en Jefe, y maíian a regresará esta
División á la indicada villa de Araure.
Dios, Federación ó Muerte.
El Coronel Jefe,
F. Afdnver.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 403
hasta Pecaya, catorce y media leguas de aquella
«ciudad ; y después á Sabaneta, donde por su orden
organizaba tropas el General González.
V. Mientras el caudillo de la revolución practica- ¿¡¡¡¡¡Yi*!
ba esta operación, partió Zamora de Barinas con *ui,imtU-
su genial celeridad á concertar con él en Barquisi-
meto, el plan de la nueva campana; pues era pú-
blica fama por Occidente que el Gobierno prepa-
raba otro grande y poderoso ejército para batirlos,
v recobrar las Provincias perdidas.
Desde Barquisimeto ordenó al General Nava-
rro y al General Aranguren, que acosaran diaria-
mente las fuerzas oligarcas de San Carlos, cuando
salieran á coger ganado por las parroquias de Coje-
des, Onoto y Desapartaderos ; y las vigilasen para
sorprenderlas y acabarlas, en combinación con el
Comandante José Rivas Sandoval que capitaneaba un
escuadrón bien diestro y superiormente montado,
«ó por lo menos las debilitasen con las fatigas, pri-
vaciones de alimentos y otros recursos, con las
deserciones y el desaliento de la tropa. Pues fiaba
-él, en que á medida que pasase el tiempo, la opi-
nión por sí sola iría desbaratando las filas de los
usurpadores, ayudada de la constancia, tesón y dis-
ciplina de las fuerzas federales. La táctica de aquella
guerra, en su concepto, debía fincarse principalmen-
te en el asedio y en la persecución diestra y há-
bilmente concertada sobre los enemigos, para im-
pedirles formar masas que pudieran caer sobre al-
gún cuerpo revolucionario; ganando ai tiempo para
aprovechar la oportunidad de reunir fuer/as adecua-
das con que obrar rápidamente sobre sus mejores
Divisiones. La persecución debía hacerse con gue-
1
404 DOCTOR L. VILLANUEVA
rrillas emboscadas, teniendo siempre al enemigo á
una vista, e inspeccionando sus movimientos.
Entonces fue cuando Zamora, penetrante y acu-
cioso, descubrió en la casa del señor García, de
Barquisi nieto un parque de ochenta barriles de pólvora,.
y otros más en o'ra casa, que sirvieron para pelear
las batallas de Barinas: y sobre lo cual escribió-
ai General Falcón la siguiente carta :
Barquisimeto : 4 de octubre de 1839.
¡Señor General Juan C\ Falcan.
Mi querido hermano :
Estoy volado por ver si les pego un susto á los go-
dos que guarnecen á San Carlos, y el Baúl
Mucho se pelea por Los Valles de Aragua, pero la
decisión la hará la tropa vencedora que marcha de Oc-
cidente.
De Barinas, Portuguesa y Apure no tengo noticias-
de novedad.
Aquí seles cogieron álos godos en un escondite, ochen,
ta barriles de pólvora que, con la que hallé en otra casa-
tendremos para sostener los fuegos hasta un ano si fue-
re necesario. Salud y fortuna le desea su hermano^
Ezequiel Zamora.
Esta carta revela la clarísima inteligencia mi-
litar de Zamora, su seguro golpe de vista y la
facultad poderosa de que estaba dotado, para tra-
zar una campaña y marcar con antelación los puntos
donde iba á librar los combates.
VI. Entre tanto, el Gobierno llamó al General
Reíros Jefe del
2J£,todeOMiAndrade al Ministerio de Guerra, y nombró al Ge-
neral Pedro Ramos, Jefe del Ejercito de Occidente,,
del que fue Jefe de Estado Mayor el Coronel
Manuel Vicente de las Casas, que marchó el 15 de
setiembre de Valencia á San Carlos.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 4(K>
Ramos no bien hubo acabado de resguardar
á, Valencia de todo peligro que pudiera venirle de
Leiceaga, que llevaba á veces sus partidas hasta
El Palotal, partió á San Carlos el 5 de octubre;
y de aquí se encaminó á Barquisimeto el 31 del
mismo mes con un ejército de 2.000 hombres.
En la tarde de ese día acampó en La Ceiba,
y en la del siguiente, en Los Apartaderos, donde
-se paró el 2, mientras se recogían ganados y ca-
ballos por las sabanas v3cinas; pues era costumbre
de carácter natural, que las tropas de unos y otros
.se alimentaran con los ganados de los particulares y
usaran sus bestias, sin que se pensara en pagarlos ; de
lo que se originó, al fin de la guerra, la ruina de
las familias, de la industria pecuaria y la desola-
ción de los caseríos y las ciudades, de que aún no
han podido reponerse.
El 3 se movió el ejército á San Rafael, para
tomar el camino de Pitiguao, por calificarlo pre-
ferible al del Altar ; y habiendo hecho alto en la
falda Norte del cerro de aquel nombre, destararon,
<?n la noche, una columna de observación sobre
Sarare, con instrucción de avanzar hasta Cujicito, con
el propósito de interceptar la comunicación en aquel
punto de Barquisimeto y los federales del Sur.
A las cuatro de la tarde llegó el ejército á Sarare.
El 5 al medio día marchó la primera División á
•Cujicito: el 6 adelantaron hasta La Morita. El 7
entró en Cabudare, en cuyo río había unas avanza-
das federales que hicieron varios disparos, y corrie-
ron á dar aviso al General Trías ; quien al cerciorarse
-de la verdad, desocupó la plaza, marchando con seis-
•cientos hombres y dos piezas de artillería, á incorpo-
1
406 DOCTOR L. VILLANUEVA
rarse por la vía de Carora al General FaJcón, quien re-
gresaba de Coro en vista de los movimientos de
Rubín, del litoral tierra adentro, en su persecución.
En la tarde del mismo día ocupó Ramos á Barqui-
simeto, encargó de la Gobernación de la Provincia a!
señor Mariano Raldíriz, y se piso en comunicación
con Gil y Rubín.
Marcha* ¿«i g«. VIL El Caudillo déla Federación, en la imposi-
neral Filcón. . . * . ■, -, -¡ r r* 111/ 1
mimad de ocupar á Coro, como lo había pensado,
concibió el plan de concentrar todas las fuerzas-
de Occidente en San Carlos, y embestir á Valen-
cia : y al efecto, expidió órdenes desde Carora, de
las cuales fue portador el Coronel Gutiérrez, á Za-
mora, Aguado, Aranguren, Valero, Medrano, Her-
moso, Carpió, Rivas Sandoval y otros, para que
cada uno con sus fuerzas y por vías demarcadas,
se le incorporasen en aquella plaza. Pero como se
le enfrentara ahora el ejercito de Ramos, impidién-
dole el pas) á Cojedcs, guió á las Provincias de
Portuguesa y Barí ñas, donde podía disponer de un
ejército aguerrido mandado por Zamora, y de una
población amiga pronta á todo género de sacrificios
por el triunfo del Partido Liberal.
Trías pasó por Quíbor el 8 ; y el 9 se incorporó
al General Ealcón en FA Tocuyo.
Eiército dei Go- VIII. Ramos llegó á Quíbor el 10, cuando ama-
necía ; y el 11 á las 10 a. ni. se acuarteló en El To-
cuyo á aguardar la División del Comandante Rubín,
recoger ganados, reponer sus caballerías y solicitar
noticias de Mérida y Trujillo.
Su ejército, según revista pasada en esta plaza,
ascendía á mil seiscientas plazas, por haber tenido-
que dejar una Brigada en Barquisimeto.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 407
Falcón se vio forzado á tomar la intransitable
vía de Humocaro Alto, para salir por Chahasquén
á Guanare; mientras que Ramos, reunido á Rubín
en El Tocuyo, tomaba la vía de Araure para im-
pedir cualquier intentona sobre el Centro.
La División Rubín tenía exactamente como la
de Ramos, mil seiscientos hombres; de modo que
juntas las dos formaron un ejército de tres mil y
pico, con cinco piezas de artillería y cuarenta y cuatro
artilleros.
Fuerzas de Trnjillo al mando del Comandante
Perozo cubrieron á Boconó ; y con ellas y las guar-
niciones de Barquisimeto y Cabudare, se formó un
antemural para resistir algún nuevo ataque sobre Bar-
quisimeto por Sarare. Al mismo tiempo se mandó
reforzar á San Carlos : y el 16 se movió todo el
ejército, vía de Guárico hacia Ospino, á cuyas
cercanías llegó el 21, vencien-lo las dificultades que
le presentó una vía atravesada de cumbres eleva-
dísimas y peñascosas vertientes. El 23 marchó de
Ospino h San Rafael, por un camino trasversal;
tomó el real en la Sabana de Los Manires, á las
3 de la tarde, y pernoctó en Las Cocuizas.
IX. En esos mismos días, reunidos el General oS^Í61**"
Falcón y el General Zamora en La Mesa de Ca basca,
marcharon junios á Guanare, donde se estuvieron á
inquirir los movimientos del enemigo: acomodando
entre tanto guerrillas en todas las quebradas
de San Rafael á Las Cocuizas, con orden de rom-
per los fuegos al pasar los centrales, y huir al monte
sin dejarse coger. Se situó además un cuerpo de obser-
vac ón en el mismo San Rafael al mando de Casado,
Calderón y Amador Armas, que debía retirarse a
408 DOCTOR L. VILLANUEVA
Guanare al acercarse la vanguardia de los enemi-
gos; y tomar la vía de Tucupido cuando tuviera noticia
de que éstos acababan de llegar á dicho pueblecillo.
El Ejército Federal se entristeció al cundir en
las filas la orden de volver atrás; porque se le an-
tojaba derrota la bien meditada marcha al través del
desierto, para llevar al enemigo á alguna espesa mon-
tana, más allá de Barinas, donde por una batalla
tremenda, y á la par segura, como nunca jamás la
vieron los tiempos pasados, quedara ganado para
siempre el triunfo por las armas del Partido Li-
beral.
Conociendo los jefes estas malas impresiones de
la tropa, la formaron en la plaza de Guanare, y con el
propósito de alentarlas y garantizarles una próxima
victoria, la arengaron Falcón y Zamora; cada cual
con su propia elocuencia militar, que pintaba al
vivo la diversidad de caracteres de estos dos gran-
des ciudadanos de fama ilustre, y de ambos mereci-
da. Arrebatáronse de entusiasmo los soldados, y
contestaron las arengas con aclamaciones ruidosas
á la federación y á sus Jefes.
Según relaciones dignas de fe, el plan de Za-
mora era pelear y destruir el ejército enemigo en
Guanare : para lo cual dejaría en la plaza al General
Trías con trescientos hombres, bien pertrechado y
atrincherado; y se saldría él con el resto de las tropas
á Guerilandia, á esperar que los centrales, cediendo á
sus ímpetus de costumbre, y envalentonados con sus
victorias del Centro, empeñaran un ataque formal
contra los atrincheramientos de la ciudad. Entonces
los embestiría él por retaguardia, contando destrozar-
los; ó por lo menos mermarles el ejército, y obligarlos
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 409
á retirarse por la misma ruta que habían llevado,
sin que pudieran esperar auxilios de las fuerzas de
Cojedes, hondamente quebrantadas por las acometi-
das de Aranguren. Pero no gustó este plan al Ge-
neral Falcón ; y entonces determinaron de común
acuerdo, replegarse á Barinas, ocurriéndosele desde
luego 4 Zamora, que la batalla no podía darse sino
en San Lorenzo ó en Santa Inés, ó en algún lu-
.gar igual ó parecido á esfos. Resuelta la retirada,
«e dictaron disposiciones para emprenderla con acierto.
X. El ejercito que quisiera ir de la Provincia J>«.owmart á
<Je Portuguesa á la de Barinas, tenía que tomar una
de las dos líneas de invasión que parten más allá
de los ríos de Tucupido y Boconó: una por Barran-
cas á la derecha, larga de 16 leguas, de Guanare
A este punto; y otra á la izquierda que va, del otro
lado de Tucupido, al paso Anduecero en el río Cho-
rroco ó Boconó ; ó bien atravesando el Sipororo á Sa-
baneta por el vado del Corozo.
Esta última vía forma una curva más extensa
que la otra; pero ambas son montuosas, y están
cruzadas por los mismos ríos.
Los liberales marcharon por la deSabaneta, para
llamar á la reconcentración las gruesas partidas de
Guerilandia y Guanarito.
Zamora dejó detrás un escuadrón de caballe-
ría para espiar los movimientos del ejército del
Gobierno, al mando de un Coronel que, por cono-
cedor de los caminos, pasos de ríos, veredas, matas
y escondrijos, le llamaban el Mapa de Barinas, y
cuyo nombre nadie recuerda. Este militar, además
de su baquía, era tan activo y diligente, que supo
Rtmot en Gut-
nart.
410 DOCTOR L. VILLANUEVA.
mantenerse constantemente por el camino, adelante
del enemigo, y llegó á conocer con oportunidad y
precisi/n sus pasos y paradas; délo cual daba cuen-
ta detallada á Zamora dos ó tres veces al día.
XI. Ramos se alojó en Guanas el 25 alas tres
de la tarde, y el ejérc to federal en Barinas el 27. EU?
de diciembre continuó éste marcha á Sania Inés, cuya
montana ocupó el 4 de diciembre á las once de la
mañana; y desde ese día se empezó la fabricación
de trincheras, bajo el plano trazado por el Ingeniero
Chaquert, liberal muy entendido y amigo idólatra de
Zamora de tieaipo atrás.
El ejército central andaba á ciegas; nadie le
daba noticias de la dirección que llevaban las huestes
revolucionarias ; no encontraba bastimentos, pero ni
las cosas más insignificantes para entretener las pri-
meras necesidades del soldado.
Ocho días se paró el ejército en Guanaro, para
ponerse en marcha del 3 al 4 de diciembre, cuando
va los federales estaban bien acomodados en Santa
Inés; morosidad que contrastaba con la prontitud y
celeridad de Zamora, para moverse en todas di reccio-
nes día y noche*, bajo lluvias torrenciales ó bajo un
cielo inflamado; ya tuviera que atravesar á nado ríos
impetuosos, ó que trepar por desfiladeros)' páramos,
como en los caminos á las nevadas cimas de la Cor-
dillera.
Sabido que Zamora había pasado de Barinas
con dirección á Santa Lucía; lo que daba á enten-
der á sus enemigos que llevaba intención de cruzar
el Apure, ó de internarse vía de Pedraza, por las
montanas que van á terminar en las fronteras colom-
bianas, moviéronse éstos tras él por Barrancas}' La
I
VIDA BEL GENERAL ZAMORA 411
Yuca ; y sin tocar en Ba riñas, guiaron" á Obispos y
siguieron por la ribera izquierda del Santo Domingo
basta El Real. Allí supo Ramos que el lugar en que
Zamora estaba era un desconocido pueblecito, que
nombran Santa Inés, sobre la orilla opuesta de aquel
río, separado de la sabana por una montana larga y
espesa.
___- ai i i i Anarquía en
Xll. A todo esto remaba en el campamento de i<>» ejéroitoi,
los centralistas cierto espíritu de anarquía, incompati-
ble con la unidad de mando que requieren las opera-
ciones militares. Rubín alegó un día, que por las facul-
tades de que estaba investido, podía obrar como Jefe
Superior donde quiera que se hallase ; á lo cual le
contestaron Ramos y Casas, que podía hacer como
quisiera, porque ellos respetaban de un todo las dis-
posiciones del Gobierno. Pero Rubín, aconsejado á
lo que parece por el discreto Meneses, dijo después,
con notable despecho, que mejor era, como había di-
cho Napoleón, un solo jefe malo que dos buenos.
Y aunque se puso á las órdenes de Ramos,
iba siempre de mala gana, haciendo lo que se le
antojaba. Llegaron las cosas á tal punto, que des-
agradado profundamente el Coronel Casas, propuso
á Ramos en El Real donde pernoctaban, que pu-
sieran al Comandante Rubín en la vanguardia para
que luciera sus bríos. Ramos couvino; y por el
Estado Mayor se le comunicó la orden al Coronel
Jelambi, que mandaba la primera División. Este
bravo y pundonoroso Coronel se presentó inmedia-
tamente ante Casas, y mostrando el mayor respeto,
le dijo estas solemnes palabras: "Señor Coronel;
habiendo venido yo en vanguardia durante toda la
campaña, no creo justo se me quite el mando, cuando
estamos enfrente del enemigo."
412 DOCTOR L. VILLANÜEVA
Casas, penetrado de la razón que asistía á
aquel veterano tan digno, y queriendo rendir cu1 to
á su virtud militar, le contestó con su ingénito la-
conismo: "Tiene usted razón, señor Coronel; siga
usted con su División en vanguardia"
Algo se susurró allí de sedición contra Ramos
y Casas, pero todo pasó sin ninguna consecuencia.
Determinóse al fin pasar el río por San Lo-
renzo; y como no hubiera sino una canoa, se im-
provisaron balsas, aunque muchos soldados se tira-
ron á nado. Esta operación empezó al amanecer, y
duró ' hasta la tarde, en que marcharon á La
Palma, pueblecito intermedio entre Barinas y Santa
Inés, á 2 leguas de ésta y 14 de aquélla.
El río Santo Domingo, nace en la serranía de
Mériday pertenece á la hoya hidrográfica del Orinoco,
en que vierte sus aguas por medio del Apure, co-
mo todos los del territorio conocido con el nombre
de Provincia de Barinas ó Estado Zamora, como
decimos hoy.
Mide su curso de 60 á 70 leguas; de las cua-
les son navegables 30, á contar desde Toruno, sito
á cuatro leguas de Barinas, hasta su desemboque
en el Apure. Florecían á sus orillas por aquel
tiempo muchos pueblecitos ó aldeas, cuyos mora-
dores sembraban en sus feraces vegas, plátanos, yu-
ca, maiz, algodón, tabaco, añil, cacao y otros fru-
tos, y criaban ganados en sus espaciosas sabanas
que se dilatan, ricas en pastos y bosques, hasta las
márgenes entrecortadas del Apure. A su derecha
se asientan Barinas, Caroní, Toruno, La Palma,
Santa Inés y Santa Lucía, y á la izquierda San
José, El Real y San Lorenzo.
VIDA PEL GENERAL ZAMORA 413
El Gobierno Central había concertado, con bas-
tante previsión, el vasto plan de atacar el Ejército
Federal con los cuerpos combinados de Ramos y
Rubín por Guanare, y el de Brito por Nutrias. Al
mismo tiempo se mandaron bajar las fuerzas de
Trujillo á Barinitas ; ora para impedir alguna in-
vasión á la Cordillera, ora para cooperar á los
movimientos del ejército; y en último caso para
cubrir la retirada á la Serranía, tal vez la más conve-
niente y accesible. Pero estas fuerzas no concu-
rrieron á Barinitas; y Zamora, que aprovechaba sin
dilación todas las faltas de sus contrarios, la hizo
ocupar con un destacamento de consideración.
La infracción de esta orden, escribió Ramos al
Ministro de la Guerra con fecha 5 de enero desde
Mérida, ka contribuido en mucho á las desgracias del
Ejército.
No menor era la anarquía en el campo de los
federales; pues los recelos y rivalidades entre algunos
oficiales de los dos cuerpos de ejército, se habían
extendido á Jefes de alta graduación, señalándose
entre todos, por su mala voluntad al General Falcón,
el Doctor Iriarte, Secretario General v Auditor de
Guerra de Zamora ; y aunque éste varias veces le
reprendiera como amigo y como superior, por sus
conceptos irrespetuosos para con el Jefe de la Revo-
lución, su hermano y su Jefe, con todo, seguían ur-
diéndose intrigas, y enconándose las rencillas entre
los dos círculos que habían venido formándose con
los nombres de falconcistas y zamoranos : exaltando
cada cual los méritos de su Jefe y deprimiendo los
del otro. Esto llegó al extremo Me que, con motivo
de haberse perdido unas comunicaciones del General
Segovia, según unos, del General Linares, según
414 DOCTOR Li VILLANUEVA
otros, sin darse cuenta de ello al General Falcón, es-
talló en Barinas un violento altercado entre éste y el
General Zamora, que sobresaltó los cuarteles: y aun
se añade que el General Zamora, determinado á evi-
tar cualquier nuevo contratiempo en lo adelante, con
su hermano y Jefe, a quien respetaba y quería, es-
tuvo á punto de retirarse del ejército, y marcharse á
tierras de Colombia.
Ignoramos qué palabras se dijeran en tan lasti-
mosa ocasión los dos caudillos, mal dispuesto uno con-
tra otro; no porque se hubiera apagado en sus almas,
por ambición ú otro interés, el sentimiento de her-
manos, sino por los cuentos de los intrigantes y
chismosos ; plaga funesta que se procrea al rededor
délos hombres de mando: y á lo que parece, tam-
poco nadie podrá saberlo, limitándose los mejores cro-
nistas á referir, en lo cual están todos contestes, que
aquel mismo día se dio en todos los cuarteles una
orden general en que mandaba el General Falcón
reconocer al General Zamora como Jefe del Ejér-
cito; bien que algunos reducen el nombramiento no
más que á las operaciones en los Estados de Barinas
y Portuguesa : lo que no es conforme á los sucesos
posteriores, pues es sabido que el General Zamora
murió dirigiendo el sitio de la capital del Estado Co-
jedes, y según relación de uno de sus Edecanes,
que aún vive, el General Rodríguez Guerrero, dire-
mos más lejos su plan de campaña sobre el Centro y
sobre Caracas, enunciado en la noche del 9 de enero,
delante de varios Jefes y oficiales, cuando vivaqueaba
á orillas del río de San Carlos.
Cómo cumplió este encargo el General Zamo-
ra, es lo que vamos á decir en las páginas que
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 415
respetuosamente sometemos en seguida al juicio del
lector.
XIII. Empero, es de saberse que, habiendo des- *****?"•
pac hado Zamora á Aranguren con un cuerpo de ocho-
cientos hombres, á asediar ó atacar á San Carlos,
para impedir movimientos de fuerzas de esta plaza
en auxilio del Ejercito de Ramos, que iba sobre el
General Falcón, vino á quedar aquel Jefe inter-
ceptado en Oojedes por la marcha de Ramos de El
Tocuyo á Ospino, de que ya hemos hablado.
Aranguren, ciertamente, atacó á San Carlos y
aun lo quemó « n parte ; pero rechazado, se retiró
perdidoso hacia El Pao, que también intentó tomar
á viva fuerza, y donde igualmente le resistieron,
forzándole á retroceder al Tinaco. De aquí caminó
la vuelta de San Carlos, que orilló por la izquierda,
para tomar en seguida el camino real de Acarigua.
Recibido que hubo oficio de Zamora, llamándole
á Santa Inés, ganó por Durigua los montes de San
Andrés, Satí Nicolás y La Luz, y penetró en el
bosque de Santa Inés la víspera de la batalla, con
los restos de su División.
XIV. EJÉRCITO DEL GENERAL RAMOS ^¿í*"1
neral Ramo*.
PRIMERA DIVISIÓN Ó DE VANGUARDIA
Coronel Antonio Jelambi, cuyo Jefe de Estado Mayor
era el Comandante Manuel Salvador Briceño. Ayudantes :
Tomás Soriano y Mariano Miehelena.
Esta División se componía de los restos del Ejér-
cito de Silva y Audrade, llevando la Brigada de Ma-
riano Ortega y la de Jiménez, Jas columnas de Cruz
Fernández, Diego Villapol y Flores. A ella se agregó
la antigua Brigada de Menéndez que peleó en San Lo-
"
416 DOCTOR L. VILLANUEVA
renzo, toda la caballería, menos el Escuadróu "Ospino"; la
Columna o de Marzo y la d<3 Ramos con toda la artillería
y parque correspondiente.
SEGUNDA DIVISIÓN
Comandante Francisco Miguel Pérez Arroyo, cuyo
Jefe de Estado Mayor era el Comandante Benigno Ri vas.
Se formaba de la Brigada Caraca** mandada por el Co-
mandante Simón Madriz, con dos Columnas : una llamada,.
Rubín del mando de los Comandantes Manuel Narrarte
y Martín Davalillo: y otra regida por los Comandantes
Juan Romero y Menéndez, y entre cuyos Oficiales iban
los Capitanes Travieso, García, Marrero, Aquino y otros
cuyos nombres no sabemos. Y además la segunda Co-
lumna Carabobo, y el Escuadrón del mismo nombre, á
las órdenes del Comandante Riera. Entre los Jefes de
esta División figuraban el Comandante Figueroa, que
mandaba un Cuerpo y los Comandantes José Ignacio
Mijares y Manuel Paredes.
La Guardia de caballería del General en Jefe, esta-
ba al cargo de los Capitanes Tomás Rodríguez (Mari-
poso) y Esteban Palacio, posteriormente General, y De-
signado de la República.
Auditor General de Guerra, Doctor Gonzalo Cárdenas.
Cirujano Mayor, Doctor Francisco Padrón.
Capellán del ejército, Presbítero Pacheco.
Ayudantes del Estado Mayor : Comandantes Lino Jo-
sé Revenga, R. Gallegos y Manuel Escurra; Capitanes,
Luis María Díaz y Carlos Ilernáiz ; Tenientes : Enrique
Reina Francia y Rafael Mijares.
Edecanes del General en Jefe, Comandante Domin-
go Fábrega; Capitanes: Astolfo Ramos y Manuel Za-
valeta.
Comisario general de guerra, Manuel Antonio Tirado
Comandantes de caballería: Doctor Elias Hurtado.
N. Tovar, Genaro Maica y Julián Ramos.
La División de Rubín se organizó de la manera si-
guiente :
Cuatro brigadas.
Primera de vanguardia ó derecha, al mando de los
señores Comandantes Manuel Oberto y Luis Espelosíu,
y compuesta de las Columnas mandadas por los Co-
mandantes Tinoco (la de Paraguaná) y Calderas (de Coro)
y piquete de San Luis, de Coro y el de Caballería. Se-
gunda, Centro, al mando de los señores Comandantes, Juan
Ángel lietancourt, y Teodoro Chataing, compuesta de
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 417
las columnas de Maracaibo y Cumarebo. Tercera izquier-
da, al mando délos señores Comandantes Alejandro Fi-
gneroa é Ignacio Aliaros, compuesta de la columna de
Aragua y piquete de Coro. — Cuarta Reserva, al mando
del señor Coronel Juan José Illas, compuesta del bata-
llón Constitución, al mando de los Comandantes Camilo
Prado y Félix Moreno. Y las columnas Carabobo y 2 de
Agonfo.
Jefe de Estado Mayor, Comandante Olegario Mene-
ses.
Auditor de Guerra, doctor Tomás Alvarez.
Cirujano mayor, doctor Juan de Dios Monzón..
Comisario de Guerra. — Pedro Celis. — Oficial de ía Co-
misaría, Alejo Uriarte.
XV. El Jefe de Estado Mayor de este ejercito <*••«•
era el Coronel Manuel Vicente da las Gasas, militar
educado en nuestra Academia de Matemáticas, bajo
el profesorado de Cagigal y Acevedo. Escudriñando
su historia militar, hemos encontrado que sentó plaza
en el batallón Junín, corno Cabo primero, que llama-
ban entonces aspirantes. Algún tiempo después fue
ascendido á Sargento.
En Bogotá le dio el Libertador el despacho de
Subteniente, por los anos de 1828: y de vuelta á
Caracas, recibió de manos del Coronel Austria la con-
decoración del Busto. Al igual de muchos militares
bolivianos, entró en la revolución de 1835.
Alistóse más tarde en el partido conservador.
Ha sido un General de celebrada serenidad en los
combates, y de irreprochable moralidad en la adminis-
tración de caudales públicos. Sus opiniones políticas
aunque contrarias á las de nuestro Partido, nos han
merecido siempre respeto; porque tenemos por cierto
que las ha pensado con sinceridad, así como las ha
sostenido con firmeza, aun con hechos como los de
agosto, que no pueden tener nuestra aprobación.
27
CAPITULO XVI
I. Brito fue derrotado al pisar á Nutrias el 20 Bnu.
<le noviembre, por el Comandante Pedro Manuel
Rojas ; primera acción que dio por sí este Jefe,
y por la cual le condecoró Zamora con el grado
«de Coronel. Briro era en concepto de Zamora el
más estratégico General de los centrales : así como
-de Manuel Herrera decía que era su primer oficial.
Cuando repitieron á Brito este juicio lo retribuyó
-contestando, que la Federación no era sino Zamora.
Y cuentan que Zamora añadió en esta ocasión es-
la otra frase: " por Guanare viene un grande ejército
sin General : y por Nutrias un gran General sin
-ejército."
Destruida la División de Brito, y paradas en
Boconó las tropas de Trujillo, tuvo que marchar
*olo el ejército de Ramos á encontrarse con el
invicto guerrero, que en un año había federado tres
Provincias por la fuerza de sus armas, y destruido
cuantos ejércitos se atrevieron á perseguirle ó á
enfrentársele.
Ramos no tuvo nunca noticias ciertas del ejér-
cito federal, ni de los planes de sus Jefes. Y aun-
que pudo haberse parado en Ba riñas á solicitar estos
informes no quiso ni pasar por ella, halagado con la
420 DOCTOE L. VILLANUEVA
pusril idea de que Falcón y Zamora iban huyendo*
hacia Apure, sin ánimo de esperar las tropas del
Gobierno. Ansioso de darles alcance partió ciego-
por donde le decían que era su ruta.
Awuftdude II. El 9 en la tarde salieron de orden de Zamo-
ra, los Comandantes León Colina y Jesús María Her-
nández con una brigada de infantería y caballería
á inspecionar al enemigo por La Palma ; y á las seis
y media de la mañana rompió el inolvidable Capitán
Ramón Rivas los fuegos sobre las avanzadas; pero
sujetos á instrucciones de Zamora, de pelear en re-
tirada hacia su campamento, hiriéronlo con precisión,,
y á las ocho estaban ya incorporados al ejército.
Militaba como Ayudante del Comandante León
Colina el oficial Víctor Rodrigue/, que sentó plaza
en el ejército al pasar Zamora por Barquisimeto-
en los primeros días dei mes de abril.
tJuT íbu ^' ^' camP° ^e es*a Italia estaba preparado,
^^ de la manera que vamos á decir, como si viniéramos
caminando del pueblo de Santa Inés á la boca
de la montaña. Este trayecto, largo de dos le-
guas, tiene la figura de un martillo. La primera
trinchera estaba á la salida del pueblo, sobre el ca-
no lamado El Palito, y la defendía el Coronel Ra-
fael Petit con su división de 200 hombres, entre
cuvos oficiales figuraba el Comandante Francisco
C umare.
De cada lado de esta fortificación había otra sobre
un terreno deleznable que en aquel país llaman tem-
bladales, en que se atollan hasta los animales ; y
con las cuales quedaba dominada la del medio en
previsión de que pudiera ser tomada. Defendía una
de ellas, el Coronel Amador Armas; y la otra, el In-
geniero Chaquert, que fue quien las construyó todas.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 421
Del pie del trincherón de Petit arrancaba un
lomo de perro, á cuya derecha habían construido
lina fortísima defensa, llamada El Trapiche, y estaba
bajo la custodia del General Trías, del Coronel Juan
José Mora y del General Ortiz.
Por el mismo lado y desde este punto, empe-
gaba una cadena de trincheras cada una de las cua-
les tenía forma de trapecio, de suerte que sus sol-
dados podían hacer fuego sobre el camino, hacia el
medio, hacia adelante y hacia atrás. Estos puestos
•estaban bajo las armas de Aranguren, Paz, Bruzual,
Díaz, García y Henríquez. Seis eran las trincheras
de la banda i¿quierda, de la misma forma, y man-
dadas por Prudencio Vásquez con su División de
300 hombres, á quien servía de Ayudante el Ca-
pitán Desiderio Escobar ; y por los Comandantes
Rogerio Freytes, y Montilla. Otra formidable
trinchera en comunicación con ¿stas, estaba al cui-
dado del Comandante Martín Franco, guapo cara-
queño y antiguo Ayudante de Zamora en las accio-
nes de Quisiro y Zulia.
Más hacia la entrada había otro pequeño Tra-
piche, donde por algún tiempo hicieron la primera
resistencia Colina, Hernández y Varguillas.
El Coronel Manrique mandaba una columna.
Fuera de estos atrincheramientos, que pueden
considerarse como principales, había otros de menor
consistencia, que se comunicaban entre sí y con los
grandes, por entre el monte. En la espesura de
¿ste, se emboscaban guerrillas innumerables, desti-
nadas á sostener los fuegos sin interrupción á uno
y otro lado, con lo cual $e completaba la defensa
<lel enmarañado campamento.
422 DOCTOR L. VILLANUBVA
El General Guzmán Blanco dice en su obra Et&
defensa de la Causa Liberal, que él acompañó á Zamo-
ra ese día á recorrer las posiciones del campo de-
batalla, en calidad de Ayudante.
El General Level de Goda dice que Zamora
se lo llevó á él y á Guzmán Blanco basta La Pal-
ma, á enseñarles las trincheras y á explicarles las
combinaciones de los fuegos. (1)
primen» tiros IV. Las fuerzas de Colina, Hernández v Jesús-
en Senté Inés» *
Varguillas, entraron por el camino, toreando al eue-
migo para hacerle entrar en aquel armadijo, defen-
dido por un flanco y á retaguardia, por el río Santo
Domingo que rodea el pueblo : y hacia el lado de
La Sabana, por su poderosa caballería que mandaban
J. de R. González, Nicomedes Soiórzano, los Segó—
vias, Rivas Sandoval, Benito Alvarez PernaJete, Me-
lean, José María Monagas y muchos más.
A Colina le mataron un Teniente: y uno de
sus Jetes de caballería que salió herido, murió de
tétano poco días después de la pelea.
ideeenoi de V. Eran Edecanes de Zamora, los Coroneles
Zemore*
Juan B. García, Joaquín Rodríguez Guerrero, Rai-
mundo Rendón Sarmiento, Francisco Pulido, villa-
curano, compañero de Zamora desde la guerra de-
1846, Víctor Pulido, Oraa, médico, Escolástico Gon-
zález v Buenaventura Núñez. YA Coronel Meticfa,.
coriano, era el Jefe de la guardia del General Zamora,,
la cual constaba de setenta hombres de infantería,
y algunos jinetes.
Las fuerzas de Aris eguieta, Calderón y Colón*
Fuentes, Fermín Medina y Marrano puestas bajo
1 Historia con temporánea <le Venezuela, polítíni y mílítKCV
185N-188G.
VIDA PEL GENERAL ZAMORA 423
el mando del General Domingo Díaz, cubrían el
pueblecito, para contrarrestar el movimiento que pu-
dieran hacer los centralistas por fuera de la montaña.
VI. El General Falcón con sus edecanes, el Es- ¿{¡¿taláis
tado Mayor General y las reservas escogió la plaza
del pueblo de Santa Inés, como el lugar á propósito
para atender, por una parte al punto donde flaqueara
la batalla; y por otra al costado por donde pudiera
el enemigo intentar cualquier asalto.
Si el enemigo vencía las líneas, le encontraría
al frente de reservas dispuestas para evitar una
derrota. Si flanqueaba el pueblo por La Sabana,
entretanto se peleaba en las trincheras, tendría que
empeñar con él una segunda reñidísima batalla.
Así, pues; previsto todo, y concertado hábil-
mente el plan de la defensa y del ataque ; y
puestos á salvo de toda sorpresa y desgracia, en-
tregóse Zamora á dar la gran batalla, cuya con-
cepción era toda suya, y para cuya ejecución lo
dio el General en Jefe cuantas facultades y elemen-
tos había menester al logro de coronar de gloria
aquella empresa de estrategia, la más ilustre en la
moderna historia militar de Venezuela.
VIL Asistían al GraL Falcón de edecanes, los EV2¡¡!£*
Comandantes Jacinto Regino Pachano, Primer Edecán,
Luis Level de Goda, Cirilo Matos, Adolfo López Cha-
ves, Leopoldo Eugenio Machado, Jacinto Armado, y
Santos Mattey, empleado del Estado Mayor General ;
y su Auditor A. Guzmán Blanco: y acompañábale
junto con él el Padre Andrés Riera, elegido más tar-
de Obispo de Calabozo, su hermano Ildefonso, médi-
co y orador filósofo, el Doctor Agüero, el Padre Teje-
ra, nombrado después Canónigo de la Catedral de
424 DOCTOR L. YILLAKUEVA
■
Caracas, el Doctor E. Ortiz, ' los Doctores Acuña, y
Montenegro, de San Carlos, el Doctor Vicente Manzo
v muchos otros cuyos nombres no nos ha sido posible
recoger.
Mantúvose allí todo el día, recibiendo hora por
hora por medio de sus Ayudantes noticias precisas del
curso de la acción; atento á sus varios accidentes ;
reflexivo y sereno; y pronto á acudir en cualquier
momento, á inclinar la victoria hacia sus armas : al
igual de la posición de Sucre en Junín al frente de los
infantes, mientras se batían á lanzazos todas las
fuerzas de caballería.
zS^fai* VIII. La estrategia de Zamora en Santa Inés, es
tfti»ét. |a m¡simi que empleó en San Lorenzo: es decir, poner-
se á la defensiva, para tomar la ofensiva en el instante
en que fracasaran los ataques contra su ejercito. Pues
considerando siempre á su enemigo más fuerte de lo
que pudiera ser en realidad, ayudábase de los re-
cursos de las montañas, para resistir ventajosamente
con pocos soldados, y á veces bisónos, el empuje
de tropas aguerridas y bien armadas.
Su campamento de Santa Inés recuerda el
*le San Lorenzo, pero mejor hecho y con proporciones
colosales : porque este segundo anfiteatro era un
inmenso campo de defensa de casi dos leguas, con
trincheras en tan gran número, de fuegos tan inge-
niosamente combinados, v construidas con tal arte
y solidez, que parecían ocultos e inflanqueables
bastiones, de donde caían sobre las apiñadas e
indefensas columnas del enemigo, por todos lados,
torrentes no interrumpidos de mortíferas descargas
<le fusilería. Fudiendo bien decirse que el Ejér-
cito liberal se batía de modo invisible : y que la
.aquilea cólera de Zamora en tan a'ta ocasión, era
VIDA BEL GENERAL ZAMORA 425
la del pueblo mismo, hecho genio : gloriosa alma pa-
rens, coronada de 'laureles.
Poco antes de romperse los fuegos entró Zamo-
ra en la iglesia, y ofreció á Dios hacer construir un
buen templo en aquella aldea, si conseguía la victoria
«obre sus enemigos.
Al salir de allí se puso unas flores amarillas
en el kepis.
IX. Las tropas centralistas deseosas de batirse, y Empiezan ios
confiadas en su valor y fortuna, abrieron los fuegos.**™"-
á derecha é izquierda sobre las primeras trincheras ;
y los defensores de éstas, cuando apenas los contes-
taban, se salían en retirada por las picas, á reunirse
con los de más adelante.
Parecía á los asaltantes que la victoria era
segura, porque la débil resistencia en las trinche-
ras les hacía conjeturar que aquella gente no tenía
intención de combatir formalícente, ni brío para
medirse con sus belicosos Cuerpos; curtidos por
el sol estival y por el humo de recios combates,
en las campañas de las Provincias del Centro.
X. De diez á once de la mañana sería, cuando Jyr\ J*JJ*M
los fuegos se hicieron más vivos y continuados,
como de descargas cerradas que estremecían el bos-
que, y producían un estrépito espantoso: lo cual se
explica porque toda la primera División del Ejérci-
to centralista, se precipitó contra el baluarte que
hemos descrito con el nombre de El Trapiche.
Iba con ella su Comandante Coronel Jelambi.
Sus artilleros entraron por el centro del camino, re-
ventando la montana á cañonazos, al tiempo mismo
que sus veteranas columnas de infantería tomaban las
426 DOCTOR L. VILLANUEVA
trincheras de los lados, y barrían con sus fuegos el
camino y las veredas.
Por su parte los federales, ocultos detrás de
gruesos árboles, disparaban por mampuesto, y aca-
baban á sus contrarios por cuartas enteras.
En el corto tiempo de tan reñida brega, perdieron
los centralistas cien hombres; y de allí á poco hasta
doscientos.
Los heridos y los muertos casi obstruían el es-
trecho callejón por donde marchaban confundidos Je-
fes, oficiales y soldados.
Desmontadas tres piezas, pidió Jelambi á Casas
el cañón que quedaba para seguir atacando de frente;
á lo cual contestó éste mandándole decir que avanzara
al pasitrote contra El Trapiche, porque ya se habían
dado órdenes ala Brigada Caracas para flanquearlo.
En efecto, el Comandante de ¿sta, Simón Madriz,
puesto á su cabeza, emprendió la operación con
presteza y bravura. Jelambi enardecido, da la se-
ñal de embestir por el centro; pónese al frente de
los suyos, carga, y á poco, cae herido de muerte.
Álzanle del suelo sus Edecanes Suriano y Miche-
lena, y lo apartan, por entre los árboles, de aquel
campo de matanza.
Jelambi había combatido una hora, y cuando cayó
yacían á su derredor muertos ó heridos de su Divi-
sión, veinticinco entre jefes y oficiales.
Narvarte y Davalillo, Comandantes de la Colum-
na Rubí», quedaron igualmente fuera de combate.
Cuando dijeron á Casas que la primera División
estaba medio acabada, sin Jefe, y en confusión,
expidió la siguiente orden, con el acento seco y
frío de Wellington en la carnicería de Waterloo: que
r"
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 427
éntrela segunda División. Dijo; prendió un cigarro,
y cruzó la pierna sobre el pescuezo del caballo.
Era Jefe de este cuerpo Pérez Arroyo: simpá-
tico indio de Cojedes, de tan bellas prendas militares
como el Coronel Jelambi. Tírase al callejón, que
era como tirarse á los antros de la muerte: sigúelo
su División, y con ella precipítase en el conflicto,
para trabar de nuevo la batalla, con el estrago y el
trueno de descargas de fusilería que no se suspenden
ni por un instante. El va adelante, desafiando todos
los ¿peligros, y rompiendo á machetazos Us trincheras-
Pero los Jefes de la resistencia eran no menos bra-
voí que él. Pues allí están el bizarro Trías; Mora y
Ortiz, soldados aguerridos; el oficial José Félix Mora;
el valentísimo Martín Franco; Jesús María Hernán-
dez, que atraía sobre sí la admiración de todos; Bru-
zual, de memoria inmortal; Colina, que parecía de
la guerrera raza de los tiempos heroicos; Aranguren,
de heroísmo magno; el impávido cuatjto desventu-
rado Francisco García, de cuya brigada era Subte-
niente Aquilino Juárez.
Pérez Arroyo está ya cerca del Ti apiche, dan-
do la tercera carga. Vésele intrépido á la rojiza luz
de los relámpagos de fuego, cuando una bala le hiere
en la cara, y le rompe el maxilar inferior. Siempre
pelea sinflaquear. Con una mano se aprieta el hueso
despedazado, y con la otra alza el sable, y asalta el
primero de todos, la tremenda fortificación, que pa-
rece un volcán de humo, de rayos y de balas.
Al fin, los heroicos federales, atacados de frente y
por los flancos por una masa enorme, tuvieron que
dar un paso atrás y ceder el fortín, atestado de muer-
tos. Sus heridos habían sido llevados á la aldea de
428 DOCTOR L. VILLANUEVA
Santa Inés. YA Trapiche era el linde de la primera
línea de defensa.
Cuando se lo avisaron á Zamora, se sonrió, y dijo:
Buenos bueno, pisaron el peine.
Los Jefes de las dos Divisiones centralistas es-
taban ya imposibilitados de seguir combatiendo.
La orden de Casas al ejército era esta: Adelante;
que era lo mismo que mandarlo á la muerte.
Zftmorftiaoiuá XI. Zamora, infatigable, con lafirmezade corazón
la pelea. ' c '
que le dio el Cielo, animado de fiero orgullo, entraba
y salía |*>r las veredas comunicando órdenes rápidas,
colocando él mismo guerrillas detrás de los palos, y
compañías n las trincheras, sin haber tomado hasta
aquella hora sino tragos de agua que le daban sus
oficiales.
Era el genio que incitaba á la batalla, como
una irresistible fuerza de lo alto.
DdíJarÍTÍ" XII. Los centralistas se paran á tomar aliento en
pi " El Trapiche. En él instalan su Estado Mayor; y
para aprovechar el tiempo, apresúranse los cirujanos
á curar allí mismo algunos heridos. En el hospital de
sangre hay ya cerca de cuatrocientos. Sesenta oficia-
les están inutilizados. El numeroso y diligente cuer-
po de sanidad no puede dar abasto á la tarea an-
gustiosísima de ligar arterias, hacer amputaciones y
curas de primera intención, excitados todos, cirujanos
y heridos, por la sed, el olor de la pólvora, el humo
y el estruendo de los gritos de ira y de las voces de
pelea.
Los muertos eran incontables.
Mientras los centrales se reorganizan en el des-
mantelado Trapiche, multiplícase Zamora en acti-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 421>
vidad y talento. Ve con gusto que los enemigos se
internen en el bosque, y que avancen sobre su segunda
línea de trincheras. A este efecto dispone que las
pequeñas barricadas sean sostenidas con pocos fuegos,
y abandonadas en seguida, para irlos atrayendo
á la segunda línea, donde debían quedar como en
un cerco, todos muertos ó prisioneros.
XIII. Apostó á Trías y á Aranguren con seiscien- JfSEÍSah1
tos hombres en el cañaveral que se extendía entre el
camino real y el río, para impedir que los centralis-
tas le flanquearan sus posiciones ; como lo intentaron
tres veces más.
En el Trapiche y en este cañaveral fue dmde
se peleó con más encarnizamiento.
Pasaron las cosas como -Zamora las había pre-
parado.
Los centralistas, orgullosos de haber tomado E!
Trapiche, y creyendo ya asir la victoria, porque
ignoraban por completo las líneas de defensa de
Zamora, avanzan aún sin beber ni comer, á asaltar
el segundo orden de fortificaciones. Con la segunda
División va ahora la Brigada Oberto, del Coman-
dante Rubín.
Los federales, en obedecimiento á la orden de
Zamora, pelean un rato, dejan las posiciones,
y con escasas pérdidas vana reforzar las que están
más adentro.
Así van entrando engañados los enemigos de
la Federación en el corazón de la montaña, hasta
que pisan el lomo de perro, donde los esperan bata-
lladores invencibles.
XIV. La lucha toma aquí mayores proporciones, l» trinchen
pues la División Pérez Arroyo, reforzada con tropas
430 DOCTOR L. VILLANUEVA
frescas de las reservas, porfía en tomar á viva fuerza
la inexpugnable trinchera del ángulo de El Mar-
tillo, defendida por Petit, y bien apoyada en sus
costados por las dos en que se hallaban Chaquert
y Vásquez, Amador Armas, Bruzual y Eseobar, Ro-
gerio Freytes y gran número de hombres de armas,
decididos á resistir hasta el último aliento.
El choque fue, como debía ser entre gente
heroica, estupendo y horrible. Unos á otros qui-
tábanse la vida aquellos combatientes, como si fue-
ran de crueles razas ene ni gas, cuando en su ma-
yor número eran conocidos, amigos, condiscípulos,
y aun parientes, hijos de una misma patria, que
los llorará por siempre, á todos, heridos ó muertos,
con igual dolor.
No era posible á los centralistas adelantar un
paso, porque las descargas de los federales eran tan
apretadas y certeras por el frente y los flancos, que
las compañías casi en totalidad caían destrozadas
unas sobre otras, apilándole los heridos y los muer-
tos en el lomo de perro, y en los pantanos laterales
del camino.
Una pieza colocada en medio del callejón, no
cesaba de disparar balas y metralla contra aquellos
inconmovibles parapetos, formados de gruesos tron-
cos, duros como el hierro, y que diez años pasados
vimos intactos.
Rubín iba ahora en vanguardia, invulnerable,
magnífico de arrogancia, como si tuviera la virtud
mágica de espantar la muerte con su voz y sus terri-
bles golpes.
átZuZL¡úll ^- ^ue entonces cuando Zamora pasó de la
á u ofensiva, defensiva á la ofensiva, abriendo al efecto el ejército
YIDA DEL GENERAL ZAMORA 431
en dos alas, y lanzándolas impetuosamente sobre los
costados del enemigo para cortarlo, al mismo tiempo
que lo acribillaba de^ frente desde las trincheras con
una inacabable tempestad de luego.
Serían las cuatro de la tarde.
Aquel torbellino mortífero de rayos y de estruen-
dos en un bosque de sombras, que se estremecía
con las detonaciones de las armas, los movimientos
de las tropas, y el despedazamiento de los árboles,
parecía una de esas súbitas catástrofes de la natu-
raleza, que llevan consigo la desolación y el es-
panto.
La brega duró más de dos horas, sin que pu-
dieran los centrales romper las filas liberales, ni
ganar un palmo de terreno, á pesar de los es-
fuerzos de Rnmos, de Casas, de Rubín, de Mene-
are, Prada, Figueroa, .Oberto, Félix M? Moreno, Es-
pelozín, José Ignacio Mijares, de las acometidas de
su valentísima oficialidad, y del fuego horroroso de
aquella tropa impertérrita,* veterana, sufrida y obe-
diente.
Intentaron algunos Jefes flanquear estos baluar-
tes, como lo habían hecho con El Trapiche ; pero
lo que obtuvieron fue extraviarse en el laberinto
de trincheras, zanjas, y fangales, y quedar pri-
sioneros en manos de los federales. Tal sucedió
al Coronel Illas, que peleaba al frente de la Brigada
de reserva de la División de Coro.
XVI. Oficiales y soldados con las piernas que- litfMttBUi
bradas, apenas si podían arrastrarse por los barrizales 2¡T centrtht"
para abrigarse á orillas del camino. Otros se abrazaban
con los árboles, para no caer precipitados en los tem-
bladares. Y muchos exhalaron el último suspiro bajo
las ruedas de los cañones. *
432 DOCTOR L. VILLANUEVA
Caen heridos los Comandantes Espelozín y
Oberto, los Capitanes Pulido, Manrique, Fagúndez y
Manuel Ramírez, y veinte Capitanes más de las dos
primeras Divisiones.
La ultima pieza quedó sola en medio del camino,
porque todos los artilleros yacían por tierra, ha-
biéndose empeñado con este motivo una lucha obs-
tinada entre los liberales, por llevársela, y los cen-
tralistas, por no dejársela quitar ; quedando al fin
en poder de estos últimos, que lograron enlazarla
con una soga y arrastrarla á su campamento.
Cuando desaparecían las filas de adelante, arrojá-
banse á la trinchera las segundas, ensoberbecidas por
la vocería de los oficiales, los toques de avance y el
deseo de la victoria.
Zamv ra los habría hecho matar á todos, á no
haber acudido la noche, como una Divinidad piadosa,
á atajar aquella obra de devastación.
se suspendan XVII. Empezó á oscurecer.
lot fuegoi.
Las cornetas mandaron cesar el fuego.
Un trueno sordo, inmenso, aterrador, fue la últi-
ma explosión de las armas.
Después, un silencio tétrico llenó el bosque.
Las tropas centralistas, rendidas de sed y de
fatiga, se echaron en el suelo; y apenas si los oficiales
se medio incorporaban, cuando sentían algún siniestro
ruido por la selva, de animales ó de soldados dispersos.
Las opacas claridades de la luna, medio alum-
brando aquel campo de muerte, al través de las ramas*
de los árboles, oprimían de honda tristeza aún las al-
mas más endurecidas,
zamortinui. XVIII. Zamora tuvo la intención de salir de la
U cortar al ene- i / i • i
mi**< montaña por una pica que mando abrir, y correr con la
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 433T
caballería á cortar á los enemigos por Maporal ; pero
cuando sus soldados empezaron A romper el monte, se
apercibieron de que g§nte contraria venía abriendo otra
por la misma vía. Dispuso entonces que Bruzual se-
fuera internando por entre las matas, y que al sen-
tirla cerca le hiciera una descarga. Eso mismo
pasó & poco. La guerrilla centralista se disperso, sil*
que nunca más volviera por aquel lado.
Pero los del Gobierno por su parte supieron ai
anochecer que zapadores de Zamora abrían la mis-
ma i'i otra pica ; y entonces fué cuando temerosos, de
ser cortados dispusieron emprender la retirada.
XIX. A media noche se dio en voz baja te orden 11
de contramarcha r, vista la imposibilidad de tomarlos
atrincheramientos; y para ocultar esta operación,
mandó Ramos revivir otra vez los fuegos en el lomo
de perro.
Empezó el movimiento hacia atrás. De cincuen-
ta á sesenta Jefes y oficiales heridos, fueron sacados
en hamacas: más de doscientos iban á caballo ó á
pie ; los demás que no pudieron marchar fueron deja-
dos en la selva.
El ejército no había comido, porque el gana-
do se desgaritó desde temprano, y nadie pensó ei>
preparar las raciones para el día. Por otra parter
Ramos y Casas lograron en la noche tener noticias-
ciertas de que detrás de aquellas trincheras había otra
línea, aun más difícil de tomar; por lo cual un nuevt*
ataque tenía que ser considerado como una injustifi-
cada temeridad.
FA ejército conservador estaba reducido á la mi-
tad, pues quedaban en el campo más de quinientos
muertos y como trescientos heridos.
28
434 DOCTOR L. VILLANUEVA
El Doctor Vicente Amengual dejó escrito en un
documento oficial, que la batalla de Santa Inés duró
hasta las doce de la noche, y que las tropas del Go-
bierno se retiraron porque el enemigo estaba atrin-
cherado y no era posible flanquear la montana donde
estaba fortificado: que ignoraba la pérdida sufrida
por el ejército federal en la montaña, pero sí era
un hecho que el Gobierno había perdido de seis
á setecientos hombres entre muertos, heridos y dis-
persos.
En otro del Doctor P. E. Morales, se dice que
la pérdida del ejército del Gobierno fue como de mil
jiombres.
Trías fue quien avisó á Zamora la marcha
<en retirada, y er. el momento se emprendió la per
isecución.
Zamora se puso á la cabeza de la caballería, y
Falcó n tomó á su cargo los infantes.
Ramos confió á Rubín la retaguardia con las
columnas menos fatigadas, para que hiciera frente al
ejército federal, que sin duda los perseguiría, así
como se enterara de su marcha de retroceso.
LLaT.imm. XX. En efecto : Zamora voló sobre ellos como
un numida, y los alcanzó en La Palma con sus es-
cuadrones. Rubín hizo cara; y en el acto se trabó
una refriega encarnizada entre los lanceros del uno y
los infantes del otro.
Mientras se sostiene el choque, Zamora los
envuelve con unos escuadrones, y hace desfilar otros
por la izquierda, con soldados de infantería á la
grupa para cortarlos en el monte del Bostero.
Era pintoresco ver galopar por la sabana la ca-
ballería federal, con sus pabellones amarillos batí-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 435
«dos por el viento, con Zamora á la cabeza, que
¿i t urdí a á los enemigos, y movía las pasiones de los
suyos, con sus incesantes toques de clarín, dados por
él mismo.
XXL Sofocados por el polvo, y acosados por la ei n»»t«r*~
.sed, llegaron los centralistas al montecillo mencionado,
«donde estaba ya Zamora con los infantes que había
apeado; y allí los detuvo, mientras llegaban las co-
lumnas de Trías, Calderón y Aranguren.
Vuelve Rubín á hacer frente á los federales,
y á sus gritos de pelea renuévase el combate.
Mátanle el caballo ; y continúa defendiéndose
-á pie largo trecho, hasta que le traen otro. Los
heridos que pueden marchar se ponen adelante. A
-otros se les , abandona por el camino, condenados
á morir á la intemperie, de hambre, de sed y crue-
les dolores.
En este encuentro perdieron los del Gobierno
-como 200 hombres, muchas armas y pertrechos. El
■General Ramos es herido.
Metieses cae prisionero ; y al verle Zamora le
-dice: Maestro, esto no estaba en sus matemáticas.
Trátale con bondad, le hace, dar una bestia, y lo
recomienda á sus Edecanes.
Allí murieron, entre otros, Figueroa \ el artillero
Velásquez.
Mijares recibió una herida mortal, pero llegó
4iún vivo á Barinas, donde al fin espiró.
XXII. Del Bostero continúan la retirada á Ma- ■•h»l
poral, bajo el sol abrasador del medio día, al pasi-
trote, sin comer ni beber: y con la persuación de
que no podía llegarse á Barinas sino disputando el
terreno palmo á palmo.
43ti DOCTOR L. VILLANUEVA
Pero en el Maporal está ya otra vez Zamora por
vanguardia, con sus caballos y sus infantes á la»
ancas.
Como los árabes, es Zamora el hombre de hierro
que resiste el sol, descubierta la cabeza; corre por
el desierto entre ráfagas ardientes ; con botas 6
descalzo se mete por los espinares; y puesto á ca-
ballo, siempre delante del enemigo, con su aterra-
dor clarín, es como una sombra armada que des-
pierta á su voluntad las tormentas de la guerra.
El estrépito de las cornetas y del fuego reco-
mienza simultáneamente por el frente, flancos y re-
taguardia.
Era que el General Falcón había llegado con el
grueso del ejército y daba una carga asombrosa, que
Rubín y Casas, al frente de sus batallones, resis-
ten con firmeza admirable, hasta que todo el ejér-
cito, con sus bagajes y el parque, pudo entrar en
el pueblo de Toruno, abrigados ya todos de las som-
bras de la noche En El Bostero quedó prisionero,
entre otros, el Comandante Carrera.
Allí perecieron muchos más. Al Capitán José
María Ramos le quiebran las piernas de un balazo: y
algunos Cuerpos emprenden dispersarse para no tocar
en Barinas.
La derrota era inminente; y para poder salvar
el ejército se determinó seguir sin dilación á Barinas,
que distaba cuatro leguas.
Marchan íoda la noche.
XXIII. Antes de amanecer paran su retaguardia
Uroníy Puní* . .
torda. <>n Caroiu cuando ya los heridos, el parque y la impe-
dimenta estaban en sa'vo. Allí dan frente al Ge-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 437
ueral Zamora, y continúan batiéndose, hasta Flor
Amarilla ó Punta Gorda, ya cerca de la ciudad.
Cuando llegaron á ésta en la madrugada del
12, tenían cuarenta v ocho homs sin comer. Al^u-
nos infelices soldados enloquecieron en la travesía
por el sol y la sed*
Era el mes de diciembre, en que las sabanas están
secas v áridas, cubiertas de terronales á manera de
piedras puntiagudas, que maltratan á los hombres
y á las bestias, hasta despearlos y rendirlos de
fatiga.
Cuando los oficiales excitaban k los soldados á
marchar ligero, estos desgraciados les enseñaban los
pies chorreando sangre.
De Santa Inés á Barí ñas se libran, pues, cinco
acciones en un día y una noche, á saber : Bostero,
Maporal, Toruno, Caroní y Punta Gorda. En tan
sostenida persecución perdieron mucha tropa, algunos
Jefes, fusiles y parte de sus pertrechos, banderas
y equipajes. Entraron en Barí ñas con trescientos
heridos.
XXIV. Trece días se quedaron los conservadores uM . ■ ..
1 sitio de Birl-
en este lugar, procurando reponer sus pérdidas. Pero M8#
cortadas sus comunicaciones por todas las vías, no lo-
graron hacer venir á sí tropas de ninguna parte (1)
Las de Mérida y. Trujillo, en número de dos-
1 República de Venezuela. — Jefatura del r-yército de Occiden-
te.— Cuartel General en Barinas á 12 de diciembre de 185».
J&efior Comandante Manuel Herrera.
Este ejército, que intentó ocupará Santa Inés, muy defendido
por el enemigo, en una posición poderosísima, ha tenido que venir
en retirada á fortificarse en esta plaza; pero como dentro de poco
kc espera que estará sitiado por la facción, se vendrá usted en el
acto con toda su fuerza á reforzarnos, haciéndose reconocer con-
venientemente al eutrar. Venga volando, volando.
Hoy de usted atento servidor,
El General. — P. E. liamos.
438 DOCTOR L. VILLANUEVA
cientos hombre?, que iban sobre la ciudad ai mando
del Comandante Baptista, se revolvieron de Barí ñas-
la vieja, por haber sabido, de sus corredores, que en
Parángula, punto medio entre Barinas y Barinitasr
había ya apostadas fuerzas federales.
El Comandante Manuel Herrera, que había que-
dado de guarnición en Guanare, levantó los trescien-
tas hombres que mandaba, desocupó la plaza, y tomó*
el camino de Botonó, pira ir á incorporarse por Ba-
rinitas al ejército: lo cual tampoco pudo hacer, y fue
á parar á Trujillo.
Como los enemigos no quisieron aceptar la ba-
talla campal, en la sabana, á que los convidó Zamora,
el día que allí llegaron, empezó éste á dictar provi-
dencias para rendirlos por hambre, ya que no querían
salir á batirse, ni entrar en arreglos de capitulación.
El General Falcón se acampó con su Estado Ma-
yor en el banco de sabana, dicho Flor Amarilla, á la
izquierda de la entrada en la ciudad. En una mata
enfrente se instaló la Prevención: y allí fueron amon-
tonados los prisioneros.
orden General XXV. El 16 se expidió por el Estado Mayor Ge-
4eZa»ort. '. l
neral la siguiente orden general :
ORDEN GENERAL DE 1(> DE D1CIE3IBRE DB 18,19.— EN
EL CAMPAMENTO FRENTE A LA CIUDAD DE BARINAS.
El Valiente ciudadano General Ezequikl Zamora, ha
acordado en esta fecha, por el órgano de este Estado Ma-
yor General, publicar en la orden general de hoy la
resolución 8iguiente : Considerando que son acreedores á
la recompensa nacional aquellos Jefes, oficiales y tropas
que han ocupado sus puestos con dignidad en la función
de armas que tuvo lugar el día diez de diciembre en Santa
Inés; cuyo triunfo han obtenido las armas Federales so-
bre los enemigos de la Patria,
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 439
DECRETO :
1? Se les concede el ascenso inmediato á su carre-
ra, desde la clase de cabos, hasta la de Generales, á lo»
oficiales y Jefes que se encontraron en dicha acción y
á los cuales se les expedirán en su oportunidad sus res-
pectivos títulos. — 2? El soldado que haya sobresalido en
la predicha acción de Santa Inés, por un hecho distin-
guido de valor, tendrá el premio que merezca, previo el
informe del Jefe bajo cuyas órdenes se encontraba comba-
tiendo.— Publíquese esta resolución en la orden general
de hoy, para que se les guarden á los agraciados los
fueros y honores qne les corresponden.
El General Jefe.
W. Catado.
Es copia.
Casado.
Ba riñas quedo en consecuencia sitiado : singa-
nados ni mantenimientos de ninguna especie: sin
más agua que la de una acequia, porque el río estaba
bajo las armas de los sitiadores: sin pastos para las
bestias: y con enfermos en número extraordinario,
cuyo hacinamiento produjo á poco en el ejército fie-
bres y disenterías.
En tan conflictiva situación, reuniéronse en junta
de guerra los Jefes principales, y determinaron, oído
el dictamen del General en Jefe, retirarse á Mérida
por Pedraza, porque el camino de Barinitas estaba
ocupado por fuerzas federales y no creían fácil el paso
á Guanare, Araurey San Carlos.
XXVI. Reducidos ya á mil y pico de soldados, Pe buIbm •
salieron al fin de Barinas el 24 de diciembre, entre t0r010#
once y doce de la noche. Zamora, informado de esta
marcha por algunos liberales de la ciudad, levantó el
ejército en la madrugada, y corrió en su seguimiento
en la dirección que indicaban los prácticos de la sa-
bana, Id cual era por Aranjuez hacia Mérida.
9
Amanecieron sobre el pueblito del Corozo, que
roao.
440 DOCTOR L. VILLANUEVA
alcanzaron á ver embanderado de amarillo. Antes
de Hogar á él, sintieron tiros por retaguardia ; y otros
-en el mismo poblado; habiéndose sabido después que
■eran para echar unos rezagados que saqueaban casas
y habían abierto la iglesia, y tirado á la calle las
imágenos del altar del Nacimiento.
Los centralistas lo dejaron á un lado: pasaron
una quebrada ó riachuelo que corre al Suroeste; y
señorearon la sabana en cuyo fondo se alza un cha-
parral sobre una colina.
En esta eminencia sentó su campo el General
Ramos con la mayor parte de su ejército.
XXVII. Rubín siempre en retaguardia, se paró
en la mitad de la sabana; y dos columnassuyas, al man-
ado de Villapol y Mariano Michelena, quedaron más
Atrás defendiendo el paso de la quebrada.
En ol ala derecha se formó en batalla la Brigada
Caracas. En la izquierda otros Cuerpos.
A los primeros tiros de los federales, volvió
cara Rubín, y los contestó denodadamente con toda
su fusilería. Empero, rodeado de enemigos, y que-
riendo sostenerse en aquel paraje, pidió refuerzos; á
lo cual contestó ol Coronel Casas ordenándole que
se recogiera á la altma.
Rubín emprendió este movimiento con orden
gallardo, dando fr» nte al enemigo, y tendidas las
banderas.
Entóneos fue cuando se formalizó la batalla
en todo el campo. El Ejército federal embistió á
los centrales con arrogancia, pretendiendo romper
aquellas compactas y aguerridas masas que parecían
resueltas á defender sus posiciones.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 441
La acción del Corozo se' divide en dos pe-
ríodos.
En el primero se sostiene Rubín en la sabana
y se repliega en seguida, como hemos dicho, al monte-
cilio donde estaban situados Ramos y Casas.
El Ejército se desorganizó un poco Cwii este
movimiento, pero restablecida la formación, se puso
en orden de batalla. En este instante puede decirse
que fue cuando comenzó la segunda jomada.
Los federales atacaron la altura con su natural
arrojo ; y aunque lo hicieron con furor, fueron arro-
llados sobre la sabana, porque se les agotó el pertre-
cho En tal situación, el General Faleón que e*fiba
atento en el ala derecha á todas las peripecias del
combate, viendo envuelto á Calderón y Aranguren,
tomó un escuadrón, y atronó el campo con estas
palabras que se han hecho célebres: u síf/anme los
que quieran ver uv hombre f/uapo. Siguiéronle Guz-
mán Blanco, Luis Level de Goda, el General José
María García, llamado El Indio, el Coronel Franco
y algunos otros oficiales.
Arremete valientemente sobre el ala izquierda,
donde la brigada Caracas, al verlo ir sobre ella,
hincó la rodilla en tierra, acribilló sus jinetes á
plomo, y los esperó en las puntas de las bayonetas.
Faleón saluda con el sable á los contrarios,
que le contestan con la misma bizarría, y enfure-
cido les cae á machetazos dentro de sus mismas filas.
Pero éstas eran inconmovibles.
Una y otra vez vuelve contra aquella muralla
de hierro, y una y otra vez lo contrarrestan con
una lluvia de fuego. Estaba sublime de entusiasmo
y de valor.
442 DOCTOR L. V1LLANUEVA
Las columnas federales iban entrando en la
sabana á banderas desplegadas, maniobrando como
tropas regulares y aguerridas : pero no pudiendo dar
un paso adelante por falta de municiones, se reple-
gaban sobre la quebrada.
En medio de la pelea encuentranse Falcón y
Zamora, habíanse, y conciertan un nuevo plan de
ataque.
Sepáranse: Falcón parte á reconcentrar las
infanterías para un asalto general, mientras Zamora
carga al enemigo personalmente con todos los caballos,
á fin de dar tiempo á que lleguen su parque y sus
reservas, que venían volando por el camino de Ba-
rí ñas.
Los conservadores se habían reaccionado : ba-
rrían la sabana con un fuego vivísimo: cogían pri-
sioneros, y arrollaban á los federales. Es un hecho
que las columnas remolineaban, porque no tenían
pertrechos Falcón recorría el campo, rugiendo
como un león. Casas comprendió que el enemigo
estaba quebrantado en sus posiciones, y en trance
de una derrota. Lo dice á Ramos. Sus mejores
tácticos, entre los que se distinguía Lino Revenga,
ven claro el desastre de los liberales, y aconsejan
lanzar sobre ellos todos los batallones, y perseguirlos
para conquistar una victoria, y restablecer la cam-
paña. Se dan disposiciones de que vuelen al campo
los Cuerpos de Villapol y Mariano Michelena, que es-
taban apostados en el río, y al nrjmento acuden estos
al conflicto.
Pero la orden de avanzar tué combatida por
Rubín, quien opinó que aquella retirada era un mo-
vimiento falso de Zamora, para envolverlos y llevar-
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 443
»
los á alguna otra emboscada como la de Santa Inés.
XXVIII. Mientras estos Generales deliberan, du^siEZE
Zamora, que se veía perdido porque no llegaba su par-
que, adivinó la intención de Casas ; y entonces, arre-
batado de inspiración bélica, como solía en sus gran-
des peligros, idea contenerlos á todo trance, y pega
fuego á la sabana para interponer un mar de llamas
entre los dos ejércitos.
Mientras tanto llegaría Amador Armas con el
parque, y se tomaría la ofensiva.
El efecto de aquel incendio fue horrendo.
Sobrecogiéronse dé espanto todas las almas, aun
las más impávidas.
La sabana, tostada, como se ponen las hierbas
y matorrales de Los Llanos en los meses de verano,,
ardió por todas partes en un instante.
Las llamas se levantaban como olas con un zum-
bido pavoroso.
El humo en una nube espesa y caliente obs-
curecía el campo, y envolvía y ahogaba á los com-
batientes, de los cuales unos corrían desalados á la«
altura y otros á la quebrada.
Los caballos relinchaban y brincaban por en-
cima de las candeladas, á tiempo que los heridos,,
sintiéndose quemar vivos, lanzaban lamentos dolo-
rosísimos pidiendo piedad á los hombres y á Diosv
para que los libertaran de morir en aquel atroz,
suplicio, que parecía evocado del fondo del infierno.
La ceniza levantada por el viento como en los
huracanes plutónicos, no dejaba ver nada. Amigos-
y enemigos se asaban en las mismas brasas, entre
detonaciones de armas de Fuego y cargas de pertre-
cho regadas por el campo.
444 DOCTOR L. VILLANUEVA
Cuando se acabó el incendio todavía se peleó
para disputar el agua de la quebrada y de un pozo
vecino, porque unos y otros estaban devorados por
la sed. Muchos murieron por buscar un trago de
agua.
Los dos ejércitos, ensoberbecidos, volvieron á
mirarse como dos gladiadores que no se tenían
miedo.
La mortandad había sido inmensa. Allí rindió
la vida el benemérito Franco. El Coronel Cases fué
herido: y de los liberales entre otros, el Comandante
Luis Level de Goda, y el Coronel R. David Henrí-
quez, Jefe de Estado Mayor de Aranguren.
El Comandante Benigno Rivas quedó prisionero
en manos del Coronel Rafael Márquez, Jefe de Es-
tado Mavor de Trías.
Perdido por los centralistas el momento psi-
cológico de la batalla, el momento decisivo que un
Zamora oligarca hubiera aprovechado para encade,
nar la victoria, tuvieron que seguir su retirada á
Curbatí, entre las cuatro y cinco de la tarde.
El Corozo es la más completa batalla campal
de la campana de Zamora en 1859.
Zamora, como un genio creador de tempes-
tades, atraviesa en su caballo de batalla por aquel
lastimoso cuadro de desolación, de ruinas y de muer-
te. Conmuévese su corazón de guerrero; pero él
sabe comprimirlo pora no pensar sino en el exter-
minio de sus enemigos.
Su voz, como trompa de devastación, resuena
en los oídos de los oligarcas, desde El Corozo hasta
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 445
Caracas, como la señal agorera de haber llegado el
día final de su dominación.
XXIX. El grande ejército de la oligarquía, es- D«M«tr©
taba casi despedazado. Sus reliquias iban á quedar
prisioneras el día siguiente en Curbatí.
En efecto: Ramos pasó esa tarde el río de
este nombre, y pernoctó del otro lado. Por la
noche Zamora no intentó nada contra ellos, ocupado
en rehacer sus fuerzas para despertarlos en la ma-
drugada con las descargas de sus fusileros.
Muy temprano se tirotearon las avanzadas En
la plazoleta del pueblo dieron un balazo en la ca-
beza al Comandante Prada, que lo dejó sin vida ;
era éste, Jefe de mérito notable.
El ejército llevaba la vía de Pedraza, pero el
falso informe de unas mujeres, diciendo que Zamora
había pasado en la noche por allí con su ejército, y
que estaba rnás adelante, hizo suspender la marcha
por aquella vía, y tomar la de Mucuchíes.
Reunióse un Consejo de Guerra para deliberar.
Casas opinó por dar una batalla final á los fede-
rales, y jugarlo todo en aquel punto. La posición
era buena, y aún conservaban algunas tropas, bastante
parque y el ánimo alzado.
El dijo : Si emprendemos la retirada por esa
montaña^ pereceremos todos miserablemente.
— Si damos aquí, una batalla, moriremos tal vezy
pero con gloria.
Su opinión fue desechada.
Se emprendió la fatal marcha.
El camino era angosto y peñascoso: ácada paso
serpenteaba una vertiente.
446 DOCTOR L. VILLANTJEVA
El río daba vueltas por el camino : y Zamora,
más práctico, tiraba su gente por entre las curvas, y á
•cada momento les salía por delante haciéndoles fuego.
En una de esas vueltas fue sorprendido Rubín, y
tuvo que sostener un combate cuerpo á cuerpo, en
que perdió el sable. De allí á poco se extraviaron
del camino, y se encontraron de repente en un bos-
que oscuio atravesado de bejucos inmensos, en que
algunos quedaron ahorcados.
En otra vuelta. hicieron el último esfuerzo por
salvar los restos del parque ; pero allí lo perdieron
iodo.
Ue este sitio en adelante el desastre fue general
y completo. Las tí opas se desbandaron.
Rubín se salvó en un monte donde un indio, a
quien halagó con unas onzas de oro, le dio de comer,
y le mantuvo oculto por varios días.
Casas, con Mariano Michelena y C. Hernaiz,
se extravió entre las matas por varias horas; y oía las
voces claras y distintas de sus perseguidores.
Con su natural sangre fría, montó su revólver,
resuelto á levantarse la tapa de los sesos, antes que
dejarse vejar.
Por su buena suerte los vencedores no dieron
con ellos, y entonces pudieron seguir por la montaña,
aunque medio muertos de trabajos y miserias.
Ramos es conducido en hamaca por el camino
fragosísimo de Curbatí á la villa de Mucuchíes,
adonde llegó, luego de tramontadas ásperas montañas
y un páramo, la noche del 28, con los pocos Jefes,
oficiales y soldados que le quedaban, todos á pie,
desnudos y extenuados de hambre.
VIDA DEL GENERAL ZAMOEA 447
Muchos dispersos tomaron el camino de Tru-
jillo.
XXX. La situación pasada al Gobierno por el wI5gí¡5to.
Estado Mayor General, fechada á 5 de enero en Ma-
rida, daba por total del Ejército doscientos ochenta
y siete soldados de fuerza disponible, con un depó-
sito de cinco Comandantes y die:-* y siete Capita-
nes, veintisiete Tenientes y diez y siete Sub-tenientes.
El 28 se leyó en Curbatí á las tropas federales
la proclama del General Falcón que reproducimos en
seguida:
JUAN 0. FALCÓN,
GFNERAL EX JEFE DE LOS EJÉRCITOS FEDERALES,
Al Oran Ejército de Occidente.
Compañero» de armas ! Un recuerdo ante todo y una
lágrima sobre la tumba de nuestros hermanos que lian
sucumbido gloriosamente. Hemos terminado la presente
jornada. El diez de diciembre es una techa clásica en
los fastos de la revolución. El campo de Santa Inés y,
como corolarios suyos, los de La Sabana, El Corozo y
Curbatí, esos sepulcros del ostentoso ejército, el más nu-
meroso de cuantos se han organizado contra la Federa-
ción, quedan inmortalizados por vuestro heroísmo. Cinco
mil hombres han desaparecido como una sombra ante
vuestra pujanza.
Guerreros! Me siento orgulloso de hallarme á vues-
tro frente. Bravos eu el combate, magnánimos después
de la victoria, habéis conquistado el doble laurel de va-
lientes y humanos. Así se conducen los guerreros hijos
de la libertad, así acojen al vencido, como lo habéis acoji-
do vosotros, con abrazos y enternecimientos fraternales.
Que el Dios de la paz, presida desde hoy nuestra
marcha triunfal ! Elevémosle nuestras preces fervorosas
para que inspire á los enemigos de la causa popular
el convencimiento de la esterilidad de sus esfuerzos ;
y que nueva sangre no se derrame para dar cima á la
obra de civilización que hemos emprendido. Pero si fue-
re necesario, aceptemos el doloroso sacrificio : combata-
mos, triunfemos, que luego nos dedicaremos con el mibino
tesón, á curar las heridas de la Patria de todos.
Compañeros ! La libertad es nuestra diosa, la frater-
448 DOCTOR L. VILLANUEVA
nidad es nuestra divisa. Ese culto y esa ensena vamos
á fijarlas en breve sobre las cimas del Avila! Marche-
mos á la gloría!
Dada en el Cuartel general en Ourbatí de Barínas,
á 28 de diciembre de 1859, Año 1? de la Federación. —
Juan C. Falcó*.
rrltlonerot, XXXI. JEFES Y OFICIALES HERIDOS Ó PRISIONEROS EN
keridos y muer-
to* del ejército LOS COMBATES DESDE S AMAINES HASTA CURBATI
centralista.
General Pedro E. Ramos, herido.
Coroneles:
Manuel Y. de las Casas, herido ; Julián Ramos, pri-
sionero; Juan José Jilas, prisionero.
Comanda ntcH :
Francisco Miguel Pérez Arroyo, herido; Manuel Oberto,
prisionero; Luis Ezpelosín, herido ; Manuel Narvarte, pri-
sionero; Martín Davalillo, prisionero; Antonio M* Fernán-
dez, Manuel Ortega é Ismael Melendres, heridos ; Manuel
Ramírez, prisionero ; Manuel Paredes. José Antonio Tovar
y Froiláa Flores, heridos; Miguel H. Betancourt, Benigno
Rivas, Juan Ángel Betancourt y Lino J. Revenga, prisio-
neros.
Capitanas:
Pedro Pérez y Jesús María Soriano, prisioneros ; José
Antonio Pulido, Marcos Blanco, José María Giménez, Juau
Oliveros, Rafael Romero, Javier Zavala, Ramón García,
Agustín Fagííndez, Próspero Rey, Esteban Méndez, Fran-
cisco Sosa, Manuel Travieso y Olegario Meneses, heridos;
Pedro Curta», prisionero; Marco Aurelio Rivera, herido;
Alejandro Marcusí, José Félix Cardozo, Vicente Petit,
Pedro Freites y Orisanto Quintero, heridos.
Ten ¡en ten :
Enrique Manrique, prisionero ; Basilio Pacheco, Fran-
cisco Tidaneta, Ramón Sutil, Leandro Berroterán, Juan
José lbarra, Juan Pío Cofa, Clemente Pérez, Félix Chiri-
no, Manuel Carrillo, Eusebio Espinoza, Francisco Espi-
noza y Federico Landaeta, heridos.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 449
Subtenientes :
A. Primero, J alian Colmenares, Tomás Hernández y
Jesús Avila, heridos.
CONTUSOS
Comandante Crnz Fernández; Capitán Astolfo Ra-
mos ; Capitán Luis M. Díaz, prisionero ; Subteniente José
María Aurrecochea.
LISTA DE LOS JEFES Y OFICIALES MUERTOS
EN LOS DIVERSOS COMBATES
Coronel Antonio Jelambi.
Comandantes :
Camilo Prada, José I. Mejías, Alejandro Figueroa, Jo-
sé Ángel Cardozo.
Capitanes :
Andrés Velasco., Natalio Blanco, Francisco Romero.
Tenientes :
Reyes Piñango, Manuel Pacheco, Julián Monjuí, José
Eulogio García.
Subtenientes :
Manuel María Istíiriz, Genaro Bobadilla, Manuel Jimé-
nez, Rafael Sáez.
Faltan algunos oficiales heridos ó muertos cuyos nom-
bres no se han podido obtener.
XXXIÍ. República de Venezuela. — Estado Mayor General c©m«iiicmfMB
del Ejército de Occidente. — Cuartel General en Mérida oficial ¿«i co-
á 20 de enero de 1860. "iSiíE!*11
<¿ tierra
Señor Secretorio de Estado en los Despachos de Guerra y
Marina.
Acuno á usted recibo de su nota oficial, fecha 9 del
que cursa, dirigida á S. E. el General Comandante en
Jefe del Ejército de Occidente, referente á la ausencia de
noticias oficiales, en que estaba el Supremo Gobierno, del
desastre de Santa Inés, y de los referidos combates que
con posterioridad tuvo que sostener el Ejército con los
facciosos, hasta aquella fecha en que se impuso V. S. de
la llegada de S. S. el General á Mucuchíes y del propósito
<le fijar su Cuartel General en esta ciudad.
29
^1
450 DOCTOR L. VILLANUEVA
La carencia de noticias oficiales se explica fácilmente
por la completa incomunicación en que permaneció este
Ejército durante trece días en la ciudad de Harinas, pues
el enemigo, aprovechándose de la ventaja que le ofreciera
su caballería y del conocimiento práctico del terreno que
pisaba, cubrió todos los camiuos de guerrillas, que cerra-
ban el paso á nuestros postas. Grandes esfuerzos hizo el
que suscribe por llevar á conocimiento de usted aquellos
funestos sucesos, cuya ignorancia podía traer á la República
males de gran trascendencia, pero ellos fueron infructuo-
sos ante el vigilante espionaje del enemigo y la encubierta
hostilidad de los habitantes de aquella Capital.
Bien comprendió S. S. el General, desde su arribo á
esta provincia, que el enemigo, alentado por el triunfo ob-
tenido sobre nuestro Ejército, y estimulado por la cretncia
de que las provincias del centro se hallaban indefensas,
trataría de caer de improviso sobre ellas, y aprovechándose
del primer estupor que necesariamente debía producir en
el ánimo de los defensores del Gobierno la nueva de un
revés tan inesperado, dominándolas, generalizar en toda
la República la revolución y amenazar seriamente la Ca-
pital.
En esta virtud se ocupó, sin perder instantes, y sin
omitir paso alguno, en reorganizar el Ejército con el con-
tingente de estas Provincias, y marchar á Barquisiuieto
ó á otro punto que con más urgencia reclamara su pre-
sencia : y como viera que el malestar de su salud le
impedia emprender marcha inmediatamente, ordenó, con
fecha i> de enero, que el Comándate Rubín, como uu Jefe
caracterizado, se moviera hacia la provincia de Trujillo.
donde debía organizar las fuerzas que existían allí y
seguir para la de Barquisimeto á tomar el mando acci-
dental de todas las fuerzas, hasta la incorporación del
Cuartel General. Razones de otro género h:m obligado á
S. S. á permanecer en esta Capital. De todo se ha da-
do cuenta á usted oportunamente.
Por lo expuesto verá usted que S. S. ha obrado en
todo de acuerdo con los deseos del Supremo Gobierno
y que usted manifiesta en su nota.
S. S. de conformidad con las órdenes del Gobier-
no, y con sus vehementes deseos, se moverá tan luego como
se le proporcionen bagajes.
El me ordena decir á usted para conocimiento de S. E.
el Poder Ejecutivo, que es su propósito firme buscar y
batir al enemigo y exterminar de un golpe una facción
que está todavía en pie, para mengua del honor nacional
y escándalo de la América.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 451
Hoy misino se pone este Estado Mayor General en
comunicaron con S. E. el General en Jefe del Ejército.
Soy de usted atento servidor.
El Coronel Jefe,
Manuel Vicente de las Casas. (1 )
XXXIII. Mientras los restos centralistas se aca-¿f^JJ¡¡5J¡
ban d<3 disolver en Mérida, despojándose Ramos desustaClri0i'
Jefatura, para investir de ella al Comandante Ru-
bín, y dispersándose los oficiales hacia Trujillo,
Maracaiho y Táchira; el General Zamora, al revés,
rehace su Ejército: levanta nuevas legiones con ar-
mas del enemigo: y despidiéndose de aquellos cam-
pos testigos de su gloria militar, emprende marcha
triunfal á Barinas, á Guanare, á Araure, hasta
San Carlos.
El General Trías es nombrado Segundo Jefe
del ejército de Occidente: y el Coronel Márquez se
encarga de su División. Prudencio Vásquez va de
Jefede Operaciones de Barquisimeto y Yaracuy : Mar-
tín Segovia del Bajo Apure ; y el Coronel López de
Barinitas.
Los Estados de Barinas y Portuguesa qurdan bien
organizados con Gobiernos de carácter civil y mi-
(í) Scarún los informes que han dado varios oficiales del
mismo Ejército, los facciosos tomaron un considerable nú-
mero de pertrechos de los del Gobierno y la mayor parte del
armamento ; y aunque es cierto que, á pesar de la ventajosí-
sima posición que tenía la facción cuando fué atacada en Santa
Inés, tuvo muchas bajas por heridos y muertos y que fué con-
siderable el descalabro que sufriera en el Corozo, esa pérdida
puede consideraTse repuesta por el frran número de prisioneros
<iue hizo al Ejército en la retirada de Santa Inés y en la vía
de Curbatí donde, ya en desorden las fuerzas del* Gobierno,
fueron cortadas, y columnas enteras tuvieron que rendirse; por
manera que la facción si no está más numerosa y mejor pertre-
chada hoy, no puede decirse más débil que antes de ser ataca-
da en Santa Inés ; y sí que el floridísimo Ejército del Gobier
no desapareció.
[Oficio del Gobernador de Metida al Ministro de Guerra
y Marina.— Enero 23 de 1800].
452 DOCTOR L. VILLANUEVA
litar, sin que en sus territorios se viera un solo*
enemigo armado.
La campaña que empezó Zamora el 22 de fe-
brero en Coro, ha terminado en Ba riñas el 26 de
diciembre con las más ruidosas, espléndidas y de-
finitivas victorias.
Es una obra de diez meses con diez v ocho ac-
m
ciónos de guerra, á saber: Boca del Yaracuy, El Pali-
to, Araure, Barinas, San Lorenzo, Guanare, Bari-
nitas, La Bellaca, El Hoyo, Santa Inés, La Pal-
ma, Bostero, Maporal, Toruno, Caroní, Punta Gordar
Corozo y Curbatí; y dos sitios: el de Guanare y
el de Barinas
Ha formado una pléyade de Jefes y oficiales
de mérito relevante, á quienes ha dado lecciones prác-
ticas de estrategia y enseñado una táctica nueva.
Ha constituido tres Provincias en Estados Fede-
rales, y establecido en ellos las más libres y democrá-
ticas instituciones.
Ha luchado con Generales de justa reputación
como Cordero, inteligentísimo y diestro: Silva, Sou-
blette, Páez, Justo Bricefio, Ramón Escobar, An-
drade, Brito, Domingo Hernández, Sagarzaiu, Re-
bolledo, Ramos, Casas, Metieses, y otros igualmente
esforzados y resueltos.
El más poderoso ejército de la oligarquía está
va destruido.
m
Del 10 al 26 de diciembre ha sido derrotarlo nue-
ve veces, y sufrido un sitio de trece días.
Empezó el combate de Santa Inés con tres mil
hombres, y sólo llegaron á Mérida, desfallecidos y
desnudos, de tres á cuatrocientos.
VIDA DEL GENERAL ZAHORA 453
Sus Jetes están heridos, prisioneros ó muertos.
Banderas, armamento y parque, todo está en poder
de los federalistas, quienes han agregado á su ejército
como mil soldados prisioneros.
Zam.ra ha sido coronado con el triunfo.
Toda la Federación de Occidente corre á sus
banderas; álzanse al cielo himnos en su honor ; y
bajo arcos de laurel, desgájanse aquellas Provincias
á la frontera de Cojedes, con fe ciega en el genio de
este General, que no quiere para sí sino la gloria de
haber sido el precursor del Caudillo de la Federa-
ción, el soldado del pueblo, y la piedra angular de la
paz y de la libertad.
Ha gobernado discrecionalmente Estados popu-
losos y ricos, y no tiene un céntimo en los bolsillos,
equipaje ni ropa.
Viste un sencillo uniforme militar de paño bur-
do; lleva el kepis sobre el sombrero; y el sable pen-
diente de una banda amarilla terciada al pecho.
XXXIV. El 9 de enero lletra el ejército á las z*««ora©ns«»
33 •' Carlos.
cercanías de San Carlos, cuyos defensores, mandados
por el Comandante Benito Figueredo, militar de honor,
sabedores del desastre de Ramos, y entiendo ya sobre
sí el oleaje del Ejército Federal, se preparan á reci-
birlo en la plaza, debidamente fortificada.
Al galope de su caballo va Zamora meditando el
modo de rendir la plaza en veinticuatro horas, y de
consagrar el triunfo de su causa, con la proclamación
del Gobierno de la Federación en la plaza misma que
va á conquistar.
En la tarde y inche de aquel día convino con
sus Jefes principales, y con el Doctor Guzmán Blan-
co, nombrado últimamente Secretario suvo, en acia-
454 DOCTOR L. VILLAJíUEVA
mar al General Falcón, en San Carlos, Presiente
Provisional de la República, para que procediese á
nombrar su Ministerio y á organizar los Ejércitos Fe-
derales.
Edecanes suyos, como el honrado General Joa-
quín Rodríguez Guerrero, nos han referido que esa
noche, vivaqueando á las márgenes del hermoso río
de San Carlos, dijo delante de todos sus Edecanes, y
de varios Jefes, que el día siguiente, á las tres de la
tarde, estaría tomada la plaza: y que inmediatamente
se proclamaría al General Falcón Presidente Provi-
sional por el pueblo y el Ejército; y se emprendería
marcha á las Provincias del centro.
En ejecución de este plan mandaría á Carahoho,
según manifestó, oficiales muy prácticos de La Sierra,
con orden de reconcentrar todos los federales alzados
del Guárico, Carabobo y Aragua para marchar con
todos ellos por Güigüe, Villa de Cura y La Victoria
á la capital de la República.
Era realmente una nueva campana, digna de su
genio militar. (1)
Amanece el 10 de enero.
Cuando las dianas saludan la conmemoración del
1 Ante» de saMr el Ejército de >raure, en Acarigua, hablé
ron el General Falcón, y como su Auditor que era, tomé suh
idean, y con ellas, en Agua Hlancn, esa misma noche, conferen-
cié con el General Zamora, de qnien era yo Secretario Gene-
ral. Al día seguiente, en el punto en que 'acampó el Ejercito;
desde el mediodía basta las cuatro de la tarde, enteré al Gene-
ral Falcón de que el General Zamora pensaba que en San Car-
los, la población y el ejército, proclamarían á aquél Presidente
en campaña, para que formase Ministerio y constituyera el Go-
bierno Provisional ue la Federación y, en seguida, nombrase ¡i
Zamora, General en Jefe de los Ejércitos Federales de la Re-
pública.
Tal como dejo dicho, quedó convenido, y es por tanto ca-
lumnioso haber asegurado que alguna vez existiera riva'idad ni
desacueido, entre el Magnánimo Falcón y el Valiente Ciudadano.
"En defensa de la Causa Liberal." — (iuzmdu Manen.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 4fn>
primer mes de la gran victoria de Santa Inés, ya Za-
mora está á caballo ; pasa el río, y al galope entra por
la calle principal de la ciudad, tremolando la bandera
amarilla; no ya como un General, sableen mano, sino
como el heraldo de su causa, como el hombre-pueblo
á quien basta ya para rendir á sus últimos enemigos,
no más que mostrarles el lábaro sagrado de la
Patria, de la Patria magnánima que reconoce iguales
hijos suyos á todos los venezolanos.
Hay algo de misterioso, de fantástico, de ideal,
en e?ta sorprendente entrada de Zamora por las ca-
lles de San Carlos, soportando los fuegos de las trin-
cheras, y dando vivas al Ejército, á Falcón y á su
causa.
De misterioso; porque parecía movido por una
voluntad superior; como si Dios le hubiera tocado en
el corazón, y señalado á los ojos de su espíritu el
invisible, radiante mundo de la inmortalidad.
De fantástico: porque recuerda la leyenda de
aquel héroe antiguo, arrebatado al cielo en una tem-
pestad.
De ideal : porque la imaginación quiere ver en
aquel acto de pasear la bandera alrededor de los
muros de su ciudad-Gólgota, la ceremonia de culto y
honor, para legarla en herencia al Partido Liberal,
á manera de su paladión en la paz y en la guerra.
Desmóntase en la plazoleta de la iglesia de
San Juan, templo arruinado donde se dieron dos
combates en la guerra de la Independencia ; sube
á la torre para darse cuenta cabal del plan de de-
fensa de los sitiados, y baja en seguida : y organiza
una línea de ataque contra las fortificaciones para
dar, pasado el medio día, según dicen, un asalto
456 DOCTOR L. VILLANUEVA
general al recinto de la plaza mayor donde, para
esa hora, contaba tener reducido al enemigo.
Muerte de za- XXXV. Precipítase Falcón sobre La Yaguara a
*rora' contener á Menéndez, que va de Valencia con 300
hombres en auxilio de la plaza, en el momento mis-
mo en que el ilustre Capitán, conducido por la Dei-
dad de la pérfida fortuna, cae muerto de un balazo al
pie de una fortificación ....
Recibióle en sus brazos el General Guzmáu
Blanco, y ayudado del General Pina le llevó fuera
de la vista de los soldados, al aposento de una rasa
vecina. (1).
El General Falcón quedó atónito al darle G112-
mán la noticia
No es que la Revolución se derrumbara con
la muerte de su caudil o militar ; sino que compren-
dió el General Falcón que Dios quería someter el
pueblo á nuevas pruebas, como para hacerlo más digno
de su final victoria.
El ángel de la gloria alzó del suelo los en-
sangrentados laureles del héroe; tendió sus enlu-
tadas alas por el espacio, y fué á posarlas sobre los
verdes ramajes de la selva de Santa Inés ; bosque
célebre por siempre, que el pueblo desde entonces
reverencia como la tierra santa de los ideales de la
Patria.
Apoteosis de XXXVI Aquí termina la vida del héroe, v
Zamora. * ' *
empiezan los honores de su Apoteosis.
El Partido Liberal bajo la administración del
General Guzmán Blanco, exhumó sus restos en San
Carlos y los guarda en el templo sacro de la fama : y
le ha erigido estatua en una de las plazas de !a capital
de la República.
(1) La casa de la familia Acuüa.
VIDA DEL GENERAL ZAMORA 4r>7
Su retrato de cuerpo entero figura en el Pa-
lacio Federal del Capitolio, entre los de los Padre»
de la Patria; y la antigua Ba riñas lleva su nombre
como timbre de gloria inmarcesible.
Y en el presente tiempo, el señor General Ig-
nacio Andrade, Presidente constitucional de los Es-
tados Unidos de Venezuela, liberal de la escuela
clásica, reverente á las glorias del Partido, y amigo
augusto de los estudios de historia, decretó, en su
calidad de Presidente del Estado Miranda, que se es-
cribiera esta vida, y se explicara su trascendencia, de-
purados y definidos los hechos, y averiguadas sus cau-
sas bajo la más severa crítica de la razón inde-
pendiente y libre; á fin de que las generaciones de
•lo porvenir al entrar en la política, se modelen al
ejemplo de la constancia, de la abnegación , de la
honradez y virtud heroica con que Zamora reina
y reinará siempre en los fastos de Venezuela; pueü
la filosofía de la historia al derivar de los hechos
las leyes generales del progreso y civilización de
los pueblos ; nos enseña á buscar por medio de ellas
en el organismo de las sociedades, las cauris de
sus movimientos de descomposición y recomposición,
con que renueva la Providencia sus elementos de» vida
por profundas, y á veces cruentas y dolorosos purifi-
caciones.
Expuestos así al estudio del pueblo de Venezuela
el carácter y los hechos de este Grande Hombre,
restaños sólo desear que se le imite en su patriotismo:
los militares con la espada; y los civiles con la
propaganda de la doctrina liberal; por medio déla
palabra, de la pluma y del ejemplo.
APÉNDICE
PIEZAS DEL PROCESO
EN' EL JUICIO CRIMINAL
CONTRA EZEQUIEL ZAMORA
EN 1847 (1)
DECLARACIÓN
En la ciudad de San Luis de Cura, á cuatro de abril
<le 1847, yo, el Auditor de Guerra, en virtud de la disposi-
ción contenida en la comunicación anterior, pasé al cuartel
de la columna de Barquisimeto (2) y después de haber el
señor José Pardo Gil aceptado y jurado desempeñar fiel-
mente las funciones de secretario en el presente acto, hize
comparecer á un individuo que se halla detenido en este
lugar, el cual, impuesto del deber en que se halla de ser
verdadero en sus respuestas á las preguntas que se le
hagan, se le hizo el siguiente interrogatorio.
— Preguntado: ¿Cómo se llama usted, de dónde es na-
tural y vecino, cuál es su religión, su estado y ocupación I
— Responde: Me llamo Ezequiel Zamora, nací en el
pueblo de Cúa, Valles del Tuy, he sido vecino de esta ciu-
dad de Cura, mi religión es la Católica, Apostólica, Eo-
niana, de estado soltero; y comerciante.
1 Este expediente fué publicado en un cuaderno, con notas,
cuyo autor no sabemos quien fue.
2 Por la ley el reo al rendir su declaración debe estar libre
de toda prisión, y se hace constu* así en el proceso; y Kzequiel
Zamora con un par de enormes grillos estaba rindiendo la suya
^11 medio de más de doscientas bayonetas.
IV APÉNDICE
— Preguntado : 4 Por qué cree usted hallarse preso en
la actualidad ? — Responde : Por haber sido perseguido por
las tropas del Gobierno, lo cual ha sucedido por haber yo
levantado una facción contra él, ó cooperado á ella.
— Preguntado: ¿En qué términos cooperó usted & la
facción que dice, ó la levantó ! — Contesta : Con la lectura
de la multitud de papeles que salían de la prensa llamada
de oposición ó liberal, que ahora conozco por lo que he
sabido eran sediciosos ; papeles á cuya lectura me entre-
gué con ardor, comencé por desatender mis ocupaciones
ordinarias y concluí tomando las armas contra el gobierno
de mi patria, creyendo que le hacía un servicio; y dado
el primer paso, seguí de suceso en suceso hasta que fui
aprehendido por un piquete de la columna de La Victoria
en la noche de uno de los últimos días del mes anterior,
(marzo), en el sitio de Palanibra, jurisdicción de San Fran-
cisco de Tiznados.
— Preguntado: ¿ Cómo puede usted explicarme su in-
tención de hacer un servicio á su patria, tomando las ar-
mas contra el gobierno establecido! —Contesta: Creí lo
lo que me decía la prensa llamada desmoralizadora: creí
que un gobierno que infringe las leyes autoriza á los ciu-
dadanos para levantarse en masa contra él : creí que las
había infringido el gobierno de Venezuela: creí en fin
que era realidad cuanto decían los papeles que hoy han
causado mi perdición. Y tanto uníame afianzaba en este
concepto, cuanto que el Gobierno, compuesto de tantos
hombres ilustrados y que debían conocer el mal que se
estaba causando con tales publicaciones, 110 trataba de
contener semejante desmoralización.
— Preguntado: j No sabe usted que hay una ley espe-
cial sobre imprenta y las publicaciones que hacen por su
órgano, ley en virtud de la cual sin que el jurado declare
que se ha abusado de la libertad que allí se concede, no
se puede proceder á tomar medida ninguna ; y no sabía
usted que ese jurado estaba compuesto de personas que
pertenecían al partido desorganizador de quien usted se
queja hoy, lo cual hacía nugatorio los esfuerzos que se
ponían en práctica para contener la licencia ? — Responde :
Sé lo primero, mas ignoro lo segundo, y añadiré si se ine
permite, que en mi concepto el Congreso debía haber dic-
APÉNDICE V
tado una ley que contuviese los males que se veía iba á
causar la prensa por el camino de perdición que habían
emprendido.
— Preguntado : ¿ Cuáles eran los papeles á cuya lec-
tura ha dicho usted se había entregado t — Responde :
El Patriota, Lis Avispas, El Zancudo, El Diario, El Sin
Camisa, La Centella, El Rayo, El Venezolano y otros mu-
chos que venían á mis manos de Valencia y otras partes.
— Preguntado : ¿ Estaba usted suscrito á todos estos
papeles ó se los enviaban gratis ? — Responde : Había de
lo uno y de lo otro.
— Preguntado: 4 Babia usted quiénes eran los autores
de aquellos escritos, puesto que llegó á darles tanto cré-
dito, que se dejó llevar ciegamente por las ideas que ellos
publicaban ? — Responde : Conocí como autor de El Patrio
ta al Doctor Felipe Larrazábal : se me dijo que de El Ve-
nezolano lo era también Antonio L. Guzmán : también oí
dec:r que algunos eran obra del Doctor Fidel Rivas, otros
de un señor Bruzual del Oriente, y Las Avispas de un jo-
ven nombrado Requena, individuos todos á quienes creí
con la ilustración bastante para saber lo que publicaban.
— Preguntado : ¿Cuáles son los sucesos á que se ha
referido usted en una de sus respuestas anteriores, los
sucesos á que le condujo el hecho de haber tomado
armas contra el gobierno de su patria? — Responde : Pri-
mero, el choque que tuve con las tropas del Coronel
Guerrero en el sitio del Limón donde fui derrotado
igualmente que la fuerza que allí mandaba compuesta
de mil y un pico de hombres de infantería y caballe-
ría, fuerza que tenía por título "La Oposición" y se com-
ponía de cinco compañías, de cada una de las armas
dichas y fuerza á cuya cabeza me encontraba yo con
e\ carácter de General, segundo : el encuentro que tuve
en Los Bagres con una fuerza, que mandaba "me dicen,"
el Capitán Villasmil, el cual por consecuencia del asalto
que me hizo fue derrotado por mis tropas y muerto.
Tercero: en el sitio de La Ollita tuve otro encuentro
con las armas del Gobierno, pero me retiré habiendo
reconocido que aquellas eran superiores á las mías.
Oaarto : habiéndome dirijido de allí á las montanas de
Oüigiie, frente á Manuare, con más de trescientos hoin-
VI APÉNDICE
bres, tuve otro choque con una partida del Gobierno en
el sitio de La Yuca, adonde vine de dichas montañas
obligado por la necesidad ó falta de subsistencia: no»
dispararon algunos tiros; pero nosotros nos fuimos, sin
ser perseguidos, al sitio de Guacamaya, en donde no»
rechazó otra fuerza del Gobierno, ó más bien que ésto,
la noticia que tuvimos de que allí existía. Quinto: el
ataque que tuvo lugar en el sitio de la Culebra y que
mandé yo en persona (i la cabeza de doscientos y como
cuarenta hombres. (1) Sexto : el suceso del sitio de Cataure,
en el cual, viéndonos mis compañeros y yo casi cercados por
las tropas del Gobierno, disparamos algunos tiros, hicimos
pie firme y al favor de la osciridad de la noche nos retira-
mos. Y séptimo, en tin, el formal ataque que tuvo lu-
gar en el sitio de Pagüito, en el cual pelearon á mi»
órdenes más de trescientos hombres. Son estos los su-
cesos más notables de lo quo puedo llamar mi vida mi-
litar, desde que me decidí á obrar formalmente contra-
el Gobierno.
— Preguntado : ¿Qué pasos ha dado usted en su ca-
rrera revolucionaria con anterioridad al choque tenido
en el sitio del Limónf Responde : los necesarios para
reunir la gente que allí llevé, cuya operación dio prin-
cipio en el Valle de Guambra.
— Preguntado: ¿Cuántas partidas logró usted reunir
á las formadas por usted minino? — Responde: Las que
habían organizado por su propia cuenta, sin conocerlos
yo ni tener noticia de ellos, el citado Rangel, Rosalio
Herrera, Evangelista Cabeza y Segundo Martínez.
— Preguntado : ¿Todos estos individuos se sometie-
ron á las órdenes de usted f — Responde:' Sí, señor.
— Preguntado : ¿En virtud de qué disposiciones, orden
ó mandato logró usted esta sumisión? — Responde: En vir-
tud solamente del querer de los individuos nominados.
— Preguntado: ¿Qué precedentes pudo usted intere-
(1) La Culebra, sitio que» dista romo dos leguas de Mará—
cay : cuartel general del León de Payara, donde tenía reconcen-
trado un »jcreito numeroso y bien pago que inoraba en todov
los pueblos de Aragua. La Culebra dista de Vanta Crws una
legua escasa, de Tunnero, cantón entonces, una v media, de
Magdaleno <*os, de Ciudad de < ura, tres, de Cagna dos, y ro-
deado de muchos ot os pueblos queda casi en el centro.
APÉNDICE VII
sar para con ellos, qué razones pudo darles para con-
seguir que obrasen bajo sus órdenes unos hombres que,
habiendo organizado por sí mismos sus respectivas par-
tidas, debían creerse hasta abatidos sometiéndose á quien
se les ofrecía para mandarlos sin darles fundamento al-
guno de superioridad? — Responde: No hice otra que, ins-
truido de que existían varios grupos de hombres en armas
contra el Gobierno, escribirles á los que los capitaneaban
para que se me uniesen, diciéndoles en diferentes cartas
que yo me había levantado para defender la Constitu"
ción del año de treinta que creía infringida y hollada y que
sino había individuos que me acompañasen, dejaría el te-
rritorio de Venezuela para dirijirme á donde hallara pa-
tria, paz y libertad, lo cual produjo el efecto de que
todos los individuos á que me dirigí se me reunieron en
San Francisco de los Tiznados con las fuerzas que te-
nían á su mando, advirtiendo, que para entonces ya
Rangel estaba en mi compaña.
— Preguntado : ¿ Nó concede usted como yo, un efec-
to mágico y por demás milagroso á esas cartas que dice
dirigió? jnó se sorprende usted de que un simple comer-
ciante de Ciudad de Gura lograse llevar á su alrede-
dor, con solo su nombre, nombre antes ignorado, á hom-
bres tenidos por valientes y que por sí solos habían aco-
metido la misma empresa que usted, lo cual les auto-
rizaba para tenerle á lo sumo, como un compañero
igual,, y nunca como su Jefe? — Responde: No creo que
haya sido esto obra de milagro, sino efecto causado
por la prensa liberal ó de la oposición que á mi me
ha perdido (1) y que produjo iguales efectos para los
demás que se comprometieron llevados por la idea de
destruir un Gobierno que había quebrantado las leyes.
— Preguntado: ¿Quién confirió á Rangel el grado de
Coronel? — Responde : Yo.
—Preguntado : ¿ Puede usted recordar los pasos que
dio en los asuntos á que dijo le condujo la seducción
manifiesta por la prensa liberal, desde que, como ha re-
ferido al principio desatendió sus ocupaciones ordinarias
ÍI) Demasiado lo estaba, pues todos pedían ejecución y era
la cárcel su prisión, una capilla verdadera.
VIII APÉNDICE
hasta que tomó las armas contra el Gobierno f — Tteapon-
de : Sí, señor ; comencé por entregarme con toda la ac-
tividad de que me creí capaz al triunfo del partido li-
beral en las elecciones primarias, así en esta Parroquia
como en la de Magdaleno y en las de San Francisco y
San José de Tiznados, comisionado por una sociedad li-
beral que existía en esta ciudad, habiendo obrado en la
segunda en unión de Ramón Qoiticoa, que había venido
de Caracas, también de comisionado. Habiéndose come-
tido en mi concepto varias injusticias por la Junta de
Notables y por la Asamblea parroquial de aquí, tales
como reducirme á prisión y privarme del ejercicio de
los derechos de ciudadano por cuatro años, concluido que
fue el período de las primeras elecciones me dirigí á
Caracas, consulté con el Doctor, Manuel María Echean-
día lo que debier° hacer en aquel caso; y me dijo,
que en vano procuraría yo una providencia favora-
ble, puesto que el mando lo tenían los Oligarcas. Me
manifestó además el mismo Echeandía, que la justicia
debía buscarse en una revolución, porque las quejas y
los clamores eran generales, en cuya virtud me leyó
una carta que dijo haberla, enviado un señor Monagas
del Llano-arriba, nombrado José Gregorio, en la cual le
ofrecía (según lo que oí leer) quinientos ó mil hombres
para hacer respetar la ley y castigar la osadía de los
mandatarios. Pocos días después volví á verme con el
referido Echeandía y me repitió lo mismo. No me moví
de Caracas entonces hasta el día en que Antonio L.
Guzmán partió de allí para La Victoria, con el objeto,
según se dijo, de tener una entrevista con el General
José Antonio Páez, co?i una lanz% enastada en mis ma-
no* fui tino de los que formaron su comitiva, compues-
ta al salir de Caracas como de quinientos hombres, los
que fueron aumentándose en el tránsito hasta La Victoria,
de modo que casi no podía transitarse por el camino.
Llegado á aquel punto, yo fui uno de los pocos que se
alojaron con Guzmán en la casa del General Marino.
En uno de los días que allí permanecí, el Doctor Echean-
día me invitó para reunirme con él y Manuel Ibarra (*)
(*) Este valiente, dipno de ser compañero del inmortal Za-
mora, tuvo la <l Hgriieiu de malograrse en la pelea del Limón
ó Laguna de piedia: no puede menos, quien lo conoció, de re-
APÉNDICE IX
en una esquina de la» de la Ciudad y después de ha-
bernos dicho que Guznián era un cobarde, que él no do-
blaba su cerviz y que ni Ibarra ni yo debíamos do-
blar la nuestra; formó el plan de revolución, que yo
acepté, diciendo: que él movería el Llano-arriba jun-
to con un tal Aguado, el señor Monagas referido, su
hermano Juancho y otros, y que Ibarra y yo marchá-
semos á levantar la gente de la cerranía y la del Llano
abajo. Al día siguiente Echeandía se fué para Caracas
por la mañana, é Ibarra y yo por la tarde nos diriji- .
inos á El Pao de Zarate, dormimos en la casa del señor
Juan Nepomuceno Castillo y por caminos extraviados
seguimos el día siguiente hacía la Sierra de Virgen-Pura,
buscando el Valle de Tacasuruma para dar principio á
mi empresa, contando con que los vecinos de allí me
seguirían, como sucedió. La primera reunión la tuvimos
en el sitio de Guambra, en la casa de Tiburcio Barrios,
habiendo sido el comisario Socorro Masabé el que citó
y juntó Jos vecinos. Seeuí para adelante, y hallándome
en el sitio de Las Muías con un grupo como de cien
hombres, se me presentó Rangel, una tarde, con un cor-
to número de hombres, como siete ú ocho, ofreciéndome
una partida mayor que tenía reunida: recibí de él en
aquel acto unos viran reconociéndome como un caudillo
del partido liberal ; esa misma tarde marchamos juntos
para el sitio de Los Leones, de allí para el de Las Guas-
dnitas y de esto para otros y otros hasta llegar á las
llanuras de El Limón, donde tuve el encuentro que lie dicho
con el Coronel Francisco Guerrero.
— Preguntado: ¿Dónde se alojó usted en Caracas en
los días de agosto que ha dicho estuvo allí? — Respon-
de: En la casa de una hermana mía nombrada Geno-
veva.
— Preguntado: ¿Tiene usted algunos otros parientes
en Caracas ? — Responde : Sí señor, y son los Esnales, los
Garcías (Miguel y el Doctor José Manuel y Juan her-
mano de éstos) y los Arrabales.
corda ríe con ternura; pa$?ó bien caro su arrojo y empuje! La
bistora no puede ser muda al hablar de hambres que se con-
sa^rra* on sin reserva á servir de i escate de libertad. Su tumba
es desconocida !
X APÉNDICE
— Preguntado : ¿ Cuál de estos individuo» merece más
consideraciones y respeto departe de usted f — Contesta:
A todos considero igualmente.
— Preguntado : j Formaron parte de la reunión de
Guzmán en La Victoria algunos de los parientes de us-
ted f — Responde : Sí señor, mis hermanos Gabriel y An-
tonio José, y mi primo el Doctor José Manuel García.
— Preguntado: ¿Conoció usted á Rafael Flores, co-
nocido por el sobrenombre deCalvarenof (1) — Responde:
Lo conocí en La Victoria en los días de la reunión dicha.
— Preguntado: ¡ Qué relaciones tuvo usted con An-
tonio L. Guzmán durante la reunión de La Victoria
y antes? — Responde: No he tenido otras relaciones con
éste, que las de un conocido.
— Preguntado : ¿ Qué ofertas hacía usted á los veci
nos de Tacasuruma p ira que le siguiesen, puesto que
tan fácilmente Jo consiguió según dice! — Responde: Nó
les hacía oferta ninguna. Ellos me seguían porque yo
invitaba para defender la patria, la libertad y la ley
que habían quebrantado los Oligarcas.
— Preguntado : ¡ Cuándo fue que conoció usted á
Rangel por la primera vez f — Responde : Cuando se me
reunió en el sitio de Las Muías que he mencionado antes.
— Preguntado: ¿Quién suministró á usted elemen-
tos de guerra y otros recursos para la empresa que
acometió f — Responde : A mi no me ha suministrado na-
die, porque un barril de pólvora que tuve lo tomé en
San José de Tiznados en casa de Valentín Tovar, y esta
pólvora la perdí en el ataque de El Limón consumiéndo-
la en la pelea.
— Preguntado : ¡ De dónde salió, pues, la pólvor-i, el
plomo y los elementos todos empleados en los diferen-
tes choques (pie ha dicho usted haber tenido con las
armas del Gobierno? — Responde: Para los últimos en-
cuentros conté con las armas y municiones tomadas por
(1) Pregunta inquisitiva para recabar del preso alguna pa-
labra (pie pudiera complicar al doctor Jone Manuel García en
)a revolución, pues á él le atribuía la Oligarqu a 1* d rección
del movimiento; masen vano buscará la nial cia una protesta
contra la Hiuidad de aentimientos del honrado Zamora.
APÉNDICE XI
Rangel en El Pao de San Juan Bautista, y para los otros,
ya con los elementos de guerra tomados en el ataque
de Los Bagres, y ya especialmente con las armas y mu-
niciones con que contribuía cada vecino que se presen-
taba al llamamiento que se le hacía.
— Preguntado : ¿ De qué otros arbitrios se valía us-
ted para ganar prosélitos? — Responde: Les leía los pa-
peles que publicaba la prensa liberal que eran muchí-
simos y que ellos mismo* cargaban en abundancia en
los sombreros, al paso que también les proclamé en San
José de Tiznados, en una ocasión en que querían asesi-
nar al Ministro del Tribunal.
— Preguntado : ¡ Qué relaciones políticas, ó eleccio-
narias, ó Guzmancistas tenía usted en Valencia? — Res-
ponde : Xo las tuve sino con José y Juan Rodríguez,
comerciantes de allí, que me escribieron para que tra-
bajase por la Candidatura Guzmán, y une enviaban todos
los papeles del partido liberal.
— Preguntado: ¿Con qué otras personas conservaba
usted relaciones de esta especie y de qué lugares eran f
— Responde : Con ninguna otra.
— Preguntado : Hacia qué punto llevaba usted su
dirección con la gente (pie mandaba, cuando se verificó
ei choque del sitio de La Culebra, y con qué fin f — Res-
ponde: Íbamos hacia la misma Culebra, y los sitios de
La Quinta y Las Matas, con el objeto de reunir hombres;
pues se nos dijo que los había con abundancia, y tenía-
mos seguridad de que nos seguirían.
Preguntado : ¡ En qué fundaba usted la confianza
de que se le reunieran aquellos vecinos f — Responde : En
que así me lo aseguraban varios moradores de aquellos
sitios, que estaban con nosotros, sin que me sea posible
recordar otros que un tal Jesús Agachado.
— Preguntado : ¿ Qué puede usted decirme de un
barril de pólvora que tomaron ó pusieron donde lo to-
mara, en su expedición á La Culebra ! — Responde : Nada.
— Preguntado : j Dónde fué usted después del ata-
que de El Limón ? Responde: Vine á Cerro Azul y me
paseaba de allí á la montana de Las Muías con tres in-
XII APÉNDICE
dividuos, á saber, Manuel Herrera, y los hermanos Ma-
saba, Miguel y José, hijos de Socorro.
— Preguntado : ¿ Dónde estaba usted cuando Rangel
ocupó últimamente El Pao de San Juan Bautista, y don-
de se le reunió! — Responde: Estaba unas veces en la
montaña de Las Muías y otras en la de Tormenta, ha-
biéndome reun'do con Rangel en Las Guasduitas.
— Preguntado: ¿Qué dirección llevaba usted ó hacia
que punto iba ó se encaminaba con su gente antes de
ser batido en Pagüitof — Responde : íbamos en derechu-
ra para San Francisco de Cara y Camatagua, confiados
en que habiendo habido, como en efecto hubo allí una
gran votación por el partido liberal en las últimas elec-
ciones, encontraríamos quienes nos siguiesen.
— Preguntado : 4 Y después de la derrota de Pagüi-
to, que pensó usted hacer! — Responde: Irme por Guar-
datinajas como lugar solitario, en busca de un río na-
vegable donde embarcarme para un país extranjero.
«
— Preguntado : 4 Usted conoce á Santiago Sandoval
y á José María Meza, de Valencia! — Responde : No los co-
nozco.
— Preguntado: ¿Cuántos días estuvo en el sitio de
La Dormida á tiempo que iba para el de Los Bagres!
— Responde : Me parece que fueron tres días.
— Preguntado : ¿Qué auxilios recibió allí y de quién!
— Responde: Los dependientes que tenía en mi bodega
que eran, un isleño nombrado Manuel y Felipe Albero,
me enviaron una botella de vino, un poco de pan de
horno y un poco de queso.
— Preguntado: ¿Le enviaron también pólvora! — Res-
ponde: No, señor.
— Preguntado : ¿Cómo ó por quién supieron aquéllos
individuos que ustedes estaban en La Dormida ; y quién
sirvió de conductor de los efectos mencionados ! — Res-
ponde : Yo se los mandé decir con una negrita de la
Hacienda La Lagunita, cuyo nombre no sé, y los con-
ductores de los efectos fueron mis mismos dependientes,
los cuales después de habérmelos entregado, regresaron
á esta ciudad.
APÉNDICE XIII
— Preguntado: Finalmente, ¿puede usted decirme,
como uno de los principales cabecillas que dice haber
sido de la revolución en que se ba visto envuelto el
país, cual sea la extensión qne se logró . dar á este mo-
vimiento, cuáles los recursos con que contaban sus pri-
meros Jefes y quienes fuesen éstos? — Responde: En cuan-
to á los puntos tocados del espíritu revolucionario diré?
que solo puedo hablar de Río Chico, y toda aquella
costa, Los Tiznados, Guarda ti na jas, El Pao y las serra-
nías de Cura : esto por lo que hace á los lugares don-
de estalló la revolución, pues mis compañeros en ella ase-
guraban que Barinas, Coro y Apure hacían lo mismo
que se ha visto en los lugares mencionados. En cuan-
to á recursos no sé con cuales se contase : más por lo
que hace á mí diré, que habiendo leído en la historia
de^Venezuela, que el General Páez con solo su valor y asido
de la bandera tricolor, había triunfado de líneas enteras
de enemigos de la Patria, así yo me propuse imitarle
exhortando á mis compañeros con estas mismas expresio-
nes, de las cuales creía sacar los medios necesarios para
mi objeto. Y por lo que hace á Jefes principales de dicha
revolución, no conocí otros que á Manuel Ibarra y los
Echeandía, de vista y trato y por noticias, al señor Agua-
do y al señor Monagas. Digo est ) en orden á la conspi-
ración armada, pues como d;je al principio, consiste en
la prensa liberal, por su parte desmoralizadora y que el
gobierno debió contener. — En este estado suspendo el pre-
sente interrogatorio, y habiendo leído lo escrito al que lo
ha evacuado, dijo, que es conforme en todas sus partes,
advirtiendo solamente : que en la relación que hizo de
los choques que tuvo con las armas del Gobierno se omitió
mencionar el del sitio de Los Leones, que se verificó el
mismo día que el de Las Guasduitas y que puede reputar-
se por uno solo, habiendo sido también el primero, después
que Rangel estuvo en El Pao. — Firma conmigo y el Se-
cretario.— José Santiago Rodríguez— José Pardo Gil
— Ezequiel Zamora.
• *
XIV APKNDICE
República de Venezuela. — Ejército permanente. — Cuartel
General en Cura, á 13 de enero de 1847. — Afio 18
de la Ley y 37 de la Independencia.
Al señor Juez de Primera Instancia de este Circuito.
Tengo el honor de acompañar á U. S. la declaración
recibida á Joaquín Rodríguez por el seüor Auditor de
Guerra. De esta declaración queda un testimonio en mi
Secretaría.
Soy de usted atento servidor. — José Antonio Pábz.
En San Luis de Cura á cinco de enero de 1847, el
señor Auditor de Guerra hizo traer á su presencia al
joven Joaquín Rodríguez que ha pertenecido á la facción
de Rango! y Zamora, y se ha acogido al indulto que le
estaba ofrecido por S. E. el General en Jefe y tenién-
dole presente ante el señor José Pardo Gil que ha acep-
tado y jurado y desempeñar las funciones de Secreta-
rio, y previo juramento, se le preguntó por su nombre,
edad y oficio, y contestó llamarse como queda dicho, de
diez y seis años de edad y de oficio agricultor al lado de
su padre el señor Pedro Rodríguez, hacendado en Cerro
Pelón.
— Preguntado: j En qué fecha se incorporó usted á la
facción y cuándo se sepiró de ella? — Contestó: El día
veintidós de setiembre iba yo para San Antonio en so-
licitud de unos bueyes, y en el sitio del Rincón tropezó
con una partida de los facciosos mandados por Leocadio
Alvarez, de Parapara; quien me llevó al Paso del Medio
donde estaba reunida toda la facción, y le he seguido
hasta el veinticuatro de diciembre que me separé de
ella para presentarme al señor Coronel Doroteo Hurta-
do, por que supe que su Señoría estaba autorizado por
S. E. el General en Jefe para indultarme.
— Preguntado: ¿En qué punto dejó usted á los prin-
cipales cabecillas de la facción! — Contestó: Dejé á Rangel
en la quebrada de Guacamaya con treinta hombres, y
con Zamora tomé la dirección de las Guasduitas. En
aquel punto dejé al mencionado Zamora acompañado de
los hijos de Masabé, nombrados José y Miguel, y otros
de cuyos nombres no me acuerdo, hasta doce : todos sa-
APÉNDICE XV
Jieron á comunicarse eon un tal Rondón que decían es-
taba por el Cují con cincuenta hombres, y se proponían
organizar una fuerza para moverse no sé sobre qué
punto. En Tormenta, en la casa de un tal Escalona
dejé á estos hombres, y seguí para Los Cueros, acom-
pañado únicamente de dos individuos, los que siguieron
hacia Casupito en solicitud de los Silvas y yo me quedé
enfermo en casa de Montano García, Valle-hondo.
Preguntado : ¿ Con qué objeto se lian separado Za-
mora y Rangel f — Contestó : solamente puedo decir lo que
á mi presencia le sostuvo un día Rangel á Zamora á
saber : "que no le convenía permanecer más en los cerros,
que se retiraba á los Valles de Aragvia, y si no podía
hacer allí nada, seguiría para la costa á levantar las es-
clavitudes.
— Preguntado : ¿ La gente de RnigaPestaba conforme
con esta resolución f — Contestó : Sí señor, él, Rangel,
convidó á los que le quisieran seguir y¡jle siguieron como
treinta hombres, siendo Francisco Pacheco el más inte-
resado en esta marcha hacia la costa. Yo no dudo que
este proyecto se haya realizado porque estaban muy de-
cididos por él.
— Preguntado: ¿ A qué punto pensaba dirijirse Za-
mora cuando se separó de Rangel ! — Contestó : Al Pao
de Sárate por Caicara donde decía que contaba con dos-
cientos hombres armados. Tampoco dudo de la ejecución
de este plan, es decir, de la ida de Zamora al Pao,
porque estaba muy determinado á ella, como lo estuvo
cuando vinimos á Los Bagres, y se proponía ahora llevar
el mismo camino. Zamora me dijo que pensaba des-
cansar en Guambra unos días en el conuco de Masabé
y q ue tenía también que hablar con Ruperto Martínez
Si no está en los montes de Guambra, yo le considero
ya en el Pao.
— Preguntado: ¿Con qué objetóse situaron los fac-
ciosos en La Ollita f — Contestó: Con el objeto dé formar
allí un Cantón, y por medio de comisiones reunir allí
mucha gente.
— Preguntado: ¿Contaban los facciosos con alguna ca-
ballería f — Contestó : Contaban con cincuenta hombres
que les había ofrecido Rondón.
XVI APÉNDICE
— Preguntado: ¿De quién recibían los facciosos auxi-
lios y comunicaciones de los Tiznados f — Contestó no
vi llegar comunicación de aquel punto ; Kangel sí ofició
desde San Pablo á un tal Montenegro y sus dos hijos.
Yo no me acuerdo del nombre de Montenegro, pero sí
sé que es uno que los liberales tenían en lista para
elector.
— Preguntado: ; Dónde permaneció Zamora todo el
tiempo que estuvo separado de Bangel y qué auxilios lle-
vó á la facción! Contestó: Zamora estuvo en Cara-
cas, en el Pao de Zarate, á inmediaciones de la Vic-
toria y muy cerca de esta Villa, sin haber entrado á
ella, se presentó en la Platilla con siete hombres, entre
ellos los dos hijos de Masabé, y llevó dos cananas, dos
libras de pólvora, una de balas, un par de pistolas, dos
cueros de cordobán teiiidos, una carabina, un trabuco
y tres lanzas.
—Preguntado: ¿Insistían los facciosos en colocar á
Guzmán de Presidente, sabiendo que estaba preso por
conspirador f — Contestó: Los facciosos supieron que Guz-
mán estaba preso ; pero quedaron persuadidos de lo con-
trario después que recibieron en las Guasdui tas, por me-
dio de Justo Breto, un recado del Coronel Cisneros di-
ciéndoles que aunque se publicaba que Guzmán estaba
preso, no lo creyeran, pues no podían prenderle y es-
taba mui quieto en su casa en Cara-cas.
— Preguntado : ¿ Quiénes mandaron matar al señor
Andrés Fuentes y quienes fueron los ejecutores? — Con-
testó: Kangel dio la orden y la ejecutó el llamado ca-
pitán Pacheco, sin poder indicar yo los soldados que lo
acompañaron porque al ver salir al señor Fuentes entré
en la casita para no ser testigo de aquello. El día antes
de este acontecimiento fueron reconocidos por unos vijíaa,
los señores Pedro Boftiill y Manuel Landa que venían
de Tucutnnemo el segundo y del Loro el primero, y
cuando se dio aviso de esto á Kangel, contestó : '•dé-
jelos ir" (1) cosa que extrañé porque siempre hacía llevar
(1) Ni es' oh señores ni otros sufrieron cosa alguna, áex-
cepci »n de Fuentes, prueba irrefragable de (pie no asesinaban
oligarcas ni á nadie, siendo un suceso muy singular el que obró
respecto de Fuentes que se f ué á espionar las í* tercas de Ran-
gel y Zamora con un piquete de caballería, lo cual había ave-
riguado Kangel en el sitio de la Migada.
APÉNDICE XVII
á su presencia á las personas que descubrían sus vigías.
En este estado se suspende la declaración que se leyó
3l declarante, y dijo estar conforme y firma. — Ángel Quin-
tero.— El Secretario, José Pardo Gil. — Joaquín Rodríguez.
•
• *
CONFESIÓN 6 DECLARACIÓN
CON CARGO DE EZEQUIEL ZAMORA
En ocho de abril del presente año me constituí en
el cuartel de la columna de Barquisimeto, local habilitado
para la permanencia del reo Ezequiel Zamora, con el
objeto de recibirle su declaración con cargo, y teniéndole
presente, le instruí del deber en que se hallaba de de-
cir verdad en cuanto supiere y fuere preguntado, y ha-
biéndolo ofrecido, dijo llamarse como queda dicho, ser
natural de día, pueblo de los Valles del Tuy, vecino
de esta ciudad, de oficio comerciante, de estado soltero,
de condición libre, de religión Católica, Apostólica y Ro-
mana, de veinte y nueve años de edad y de instrucción
alguDa.
— Preguntado : ¿ Quién lo prendió (\ usted, en qué par-
te, día y hora, con expresión del lugar y si sabe la causa
de su prisión? — Contesta: A mí me prendió un piquete
de la columna de la Victoria en el sitio de Pala robra,
segán se me informó después, como á las once de la
noche de un día cuya fecha no recuerdo, por haberme
encontrado en dicho punto solo y huyendo de las tropas
del Gobierno ; pues ya hacía algunos días que me ha-
bía separado de los compañeros que como yo, se disper-
saron después, aunque no me consta, por no haberlos vuel-
to á ver. Yo me alcé contra el Gobierno porque dicién-
dose en la multitud de periódicos que circulaban por
toda la República, que el Gobierno había infringido la
Constitución y leyes de la Nación, creí prestarle un ser-
vicio á mi patria, obedeciendo al grito de que todos los
buenos ciudadanos debían levantarse para contener los
abusos y hacer respetar la ley, en los mismos términos
II
XIII APÉNDICE
que lo aconsejaban los escritores cuyas producciones se
llaman hoy sediciosas. Yo, señor, me consagré á la
lectura de todos los papelea que aconsejaban la revolución,
y me suscribí á El Venezolano y á El Patriota, con cuya
lectura y la de otros muchos me afirmaba más en mi
propósito de conspirar. — Yo no culpo hoy sino á la fal-
ta de previsión de los Congresos pasados, compuestos
de hombres prominentes y que más avanzados que yo
en conocer el resultado de las cosas, debieron en sus pro-
fundas meditaciones acordar las medidas consiguientes
para contener los abusos de libertad de imprenta y re-
primir en sus justos límites la audacia de los escritores
difamantes y delatores de los hechos que referían del
Gobierno, para que no hubieran convidado á la rebelión.
— Preguntado: ; Tenía usted relaciones con los escri-
tores públicas que cita en su precedente respuesta! —
•Contesta : En el mes de agosto último y después de las
•elecciones conocí personalmente al doctor Felipe Larra -
zábal y á su hermano, cuyo nombre no recuerdo, al doc-
tor Manuel María Echeandía á Antonio Leocadio Guz-
imín, al doctor Fidel Rivas, á N. Rcqnena y otros: pero
ninguna relación mantuve con ellos.
— Preguntado : ¿ Las personas que usted acaba de in-
dicar, le excitaron áque entrase en la facción á que us-
ted lia pertenecido? — Contesta: Para responder debn ha-
cer al Tribunal algunas explicaciones. Con motivo de
haberse anulado las elecciones de Magdaleno y de ha-
bérseme privado de los derechos de ciudadano por cua-
tro años, fui á Caracas á consultarme con un abogado
de la República, con el objeto de ver de qué manera podría
yo ser restituido al goce de mis derechos, y habiendo
encontrado al doctor Manuel María Echeandía, éste me
dijo: que no había otro remedio sino tomar las armas,
que ya todos los pueblos de las Provincias de Harinas,
Apure, Co^o y el Oriente estaban convenidos y sólo es-
peraban el piimer grito para levantarse en masa: me
manifestó una carta del General José Gregorio Mona-
gas, en la cual le ofrecía quinientos ó mil hombre* que
tenía ya preparados por causa también de las elecciones.
Después de este consejo permanecí en Caracas en unión
de Manuel [barra qué me acompañaba, hasta el día en
APÉNDICE XIX
«que se verifico la salida de Guzmán para La Victoria,
«quien venía á una entrevista con el Ciudadano Escla-
recido : estuve allí como cinco días y en uno de éstos
me llamó el expresado doctor á niri de las esquinas de
iaa calles de aquella villa y me indicó que había habla-
rlo con Guzmán, que éste se le había mostrado muy co-
liarde, j*nes le había comunicado que ya los pueblos
-estaban muy ilustrados y que ellos obrarían ; y pactamos
-entonces, que él iría á mover la gente del Llano-Arriba
y de los lados de Bío-Chico, y que yo y Manuel Ibarra,
marcháramos hacia el Llano-Abajo con los habitantes de
las serranías de este Cantón, pero habiendo emprendi-
do nú jornada me impidió continuar el camino el Coro-
nel Guerrero, quien me sorprendió en El Limón con las
tropas de su mando. Las mismas excitaciones me hizo
-Juan Bautista Echeandía, en Caracas; y por la conversa-
ción que tuve con el doctor Echeandía, de quien he habla-
ndo, deduje, desde entonces, é infiero hoy, que Antonio Leo-
cadio Gtiziuáu detya saber por lo menos la revolución
que esta-ba preparada, y concluyo declarando que nin-
guna otra persona me habló de revolución.
— Preguntado: ¿Qué tren observó usted en La Vic-
toria que le hiciese entender que Guzmán estuviera pre-
fiarado para llevar á cabo la rebelión de que usted aca-
ba de hablar ! — Contesta : Mucha gente le acompañó y
no reparé sobre lo que se me pregunta.
— Preguntado : ¿ Conoce usted á un tal Vivas que
habita en jurisdicción de La Victoria, y esperaba usted
de él algunos recursos f — Contesta : No le conozco, ni
esperé :U». él recursos y sólo confiaba en que se me decía
era muy liberal.
— Preguntado: ¿Qué plan revolucionario le comuni-
caron á usted las personas (pie le excitaron á la rebe-
lión!— Contesta: Ya he dicho los pactos que el doctor
Echeandía, lbarra y yo celebramos en La Victoria : á mí
.ae me hizo entender que un Gobierno que había que-
brantado la ley debía ser contenido por la fuerza, y en-
tregado á estas reflexiones concebí que debíamos po-
jier á Guzmán en la Presidencia, ya que los mismos
mandatarios se habían apoderado de la cosa pública;
une afiancé en este propósito y me guió el patriotismo.
XX APÉNDICE
— Preguntado: ¿No tenía usted amigos que le hi-
ciesen conocer la magnitud de la empresa que pretendía
usted acometer ! — Contesta : Nadie supo mi pretensión y
solamente recibí consejos de los Echeandía, sirviéndome
únicamente de norte la piensa de oposición, cuya sola
voz oí.
— Preguntado: ¿No le descubrió algún plan Ratnórt
Goiticoa T — Contesta : No, señor, y no le veo desde las
elecciones primarias.
— Preguntado : ¿ Sabe usted quién previno á los su-
fragantes de la parroquia de Magdaleno que bajasen de
los cerros á votar armados ! — Contesta : No sé.
— Preguntado : ¿ Estuvo usted en esta ciudad algu-
na vez de las en que se separó de Francisco Bangel f
— Contesta : No, señor.
— Preguntado : ¿ Quién comunicaba á usted las ope-
raciones del Gobierno f — Contesta : Nadie, pues nosotros
veíamos las operaciones ó movimientos de las columnas-
que nos perseguían, y estas también nos observaban, pe-
ro no nos ofendían porque nosotros andábamos por tra-
vesías y aquellas marchaban siempre por los caminos.
— Preguntado: ¿Quién le auxiliaba de víveres! —
Contesta: Nadie.
— Preguntado : ¿ Sin recursos, cómo podía subsistir ! —
Contesta : Ocurríamos á los conucos y matábamos resé»
de las que se hallaban en los campos-
— Preguntado: ¿Sabe usted si alguna persona no-
table de La Victoria, dispensaba á la facción alguno»
auxilios f — Contesta : No, señor.
— Preguntado : ¿ Dijo usted en Vallecitos á sus tro-
pas que esperaba recursos del extranjero? — Contestar
Nada he dicho sobre el particular á las tropas que
mandaba.
— Preguntado: ¿Cómo se llamaban los Jefes y ofi-
ciales de la tropa de su mando? — Contesta : Me acuerda
de Tomás Rondón, comandante, de Jesús Agachado, coman-
dante, de Policarpo Sánchez, capitán, de un Sanabriar
capitán, de José Masabé, oficial y ayudante, de Felipe
Pereyra, teniente, de Juan Breto, teniente abanderado,.
r~
APÉNDICE XXI
<le un Tovar, capitán, de N. Figuera, aspirante, de Ra-
jnón Zuloaga, capitán, de Dámaso Peralta, teniente, y
no recuerdo por ahora otros.
— Preguntado: ¿Qué se han hecho las personas que
:acaba de indicar! — Contesta: El 3 de marzo, poco antes
•de llegar á Picacho Blanco y entre Cerro Azul y el ca-
mino que va para dicho punto, me separé de Rondón,
quien siguió con toda la gente para el Pao. Yo tomé para
Las Muías solamente con tres individuos que no conocí.
— Preguntado: ¿Al separarse Rondón de usted qué
planes concibieron ! — Contesta : Rondón siguió el destino
<]ue dije arriba y yo me propuse buscar un río navega-
ble, inr donde pudiese salir de Venezuela convencido de
que no podía continuar.
— Preguntado: ¿Qué se han hecho los dependientes
•<le usted ? — Contest i : No sé.
— Preguntado : ¿ Quién mandó coger al seuor Andrés
Fuentes y por orden de quién se le dio muerte f — Con-
testa: No supe quién lo mundo coger, pero sí sé que
Rangel lo mandó matar.
— Preguntado : ¿ Recuerda usted los nombres de los
soldados que le mataron y el género de muerte que le
•dieron ? — Contesta : No recuerdo los nombres de los sol-
alados, porque cuando vi que el señor Fuentes era con-
ducido amarrado, sólo atendía ala víctima, y volví luego
la cara para no verle: á las súplieis que aquél me ha-
cía volví hacia él y le encontré entonces ligado de pies
y manos: movido de compasión hablé á Rangel para
<pie le soltara y conseguí (pie lo hiciera de los brazos
no más, habiéndome ido después á una casita, y cuan-
do volví ya era cadáver, sin haber sabido como fue,
pues me horrorizó el hecho.
— Reconvenido: ¿Cómo dice usted que no sabe el gé-
nero de muerte que le dieron al seüor Fuentes, cuando
<le varias actas de otros procesos seguidos contra indi-
viduos que se encontraban aquel día en Los Bagres, cons-
ta haber usted elegido para perpetrar el asesinato refe-
rido á los más jóvenes, con el intento de que éstos apren-
dieran á matar? — Contesta: Nunca habría yo podido co-
jneter una ación detestable, y, á decir verdad, puedo
XXII APÉNDICE
asegurar que en aquellos momentos no podía hablar, al/
ver á un lado al señor Fuentes, y a otro á Rarogel que
estaba furioso, pues así se ponía cuando tomaba licorr.
siéndolo único que debieron haber declarado ios testigos -
á que se refiere el cargo.
— Preguntado: ¿La comunicación que se le pone de
manifiesto y que aparece escrita en VallecitoT el veinte
y tres de febrero, fue obra suya ? Contesta : Sí, señor.
— Preguntado : ¿ Por qué acostumbraba usted poner
en sus comunicaciones al fecharlas, los números ó guaris-
mos 37, 1S y ÍJ? f — Contesta: Los guarismos i nd i eados Re
referían, el primero, á la época de la Independencia, el
segundo, á la de la Ley y el terceto á la de la Opo-
sición.
— Preguntado: ¿Quiénes convinieron en el uso de Isi»
fechas que acaba de referir, ó fue alguna orden ó dis-
posición librada por alguna persona que dirigiera la em-
presa de la revolución ? — Contesta : Todo io que se me
pregunta lo decían los periódicos que continuamente lo»
repetían, y cuando fui derrotado en El Limón fue cuando
más usé de aquella fórmula, excitando á los diferentes co-
misionados y comísanos de policía si que me siguieran
voluntariamente, pues yo á nadie obligaba.
— Preguntado: ; En cuántas partes fue derrotad;» la
facción (pie usted acaudillaba . f— Contesta : En El Limón
fuimos derrotados, y en Pagiiito nos retiramos i>or ha-
bérsenos acubado el pertrecho, y sin ser perseguidos por
las tropas del Gobierno, las cuales quedaron ocupando
el campo, que mis compañeros y yo dejamos; seguimos,
ó mejor dicho, retrocedimos al Picacho de Cataure en
donde se reunió la mayor parte de los dispersos, y por
la noche de ese mismo día, favorecidos por la oscuri-
dad, tomamos marcha con dirección á La Sierra i pasamos
por la jiarte occidental de los Morros de San Juan, sin
encontrar á nadie en el tránsito sino en Chaeaoy en donde
la guardia que estaba allí nos huyó sin dispaiar un tiro,
la cual ignoro si fuese nuestra ó del Gobiernor po* no-
haber conocido á ninguno délos soldados que la, compo-
nían.
— Preguntado: Después del ataque de Pagiiito, ¿tío>
APÉNDICE XXIU
usted á Francisco Rangel ? — Contesta : Cuando yo me
retiraba del campo por falta de municiones, observé que
Rangel lo hacía también por la misma causa : después
se me informó que había salido herido y no lo volví á
ver más. (1)
— Preguntado: ? Estuvo usted reclutando gente en El
Pao de San Juan Bautista ? — Contesta : No, señor.
— Preguntado : j Supo usted qué persona de aquel
pueblo ofreció entregar una caballería? — Contesta: Oí
decir entre los soldados de la tropa, que si Rangel no
se hubiera salido tan precipitadamen e de El Pao habría
recibido una caballería que le preparaban ; pero no supe
qué persona fuese la que quisiera prestar el servicio
mencionado.
— Preguntado : ¿ Quién confería los grados con que
se distinguían las personas que acompañaban á usted en
la facción? — Contesta: Hasta 1» expedición de El Limón los
confería yo, y después de esta jornada los distribuía Rangel
de acuerdo conmigo, pues llevaba el título de Coronel
dado por mí.
— Preguntado: ¿Quién dio en Los Bagres muerte al ca-
pitán Villasmil ? — Contesta: No supe.
— Preguntado : Cuando estuvo IT. en La Victoria en
los primeros días del mes de setiembre último ¿ qué obser-
vó 17. en la gente v á Antonio L. (¿uzman, que pudiese ha-
cerle entender que éste tenía proyectada de antemano la
facción ó revolución á que U. ha pertenecido ? — Contesta:
Por lo que he dicho que me manifestó el doctor Echean-
día y por lo que leí en los diferentes periódicos de
que he hecho mención, deduje más que lo suficiente para
persuadirme de la necesidad de hacer la revolución sin
conocer caudillo, porque creía que todos los liberales
debían levantarse en masa contra los mandatarios opre-
sores, porque habían roto el Código fundamental y ho-
llado las leyes de la República.
simulo
el
(1) Rangel fue cogido por Guillermo Blasco, herido ; y asé-
alo lo condujeron a Cura «travesado en una burra, y c nio
*.* movimiento de la marcha hiciese que oscilase nn brazo, mandó
el Jefe disparadle una descarga para v«dver'o á matar, hin ccu-
rrírsele que pe'igraba la inocente bestia, como sucedió. Fue nece-
sario buscar ft a burra que no fue tan desgraciada como la pu-
niera La cabeza de Rangel fue mutilada y conducida á Caracas
t n una lata.
1
XXIV APÉNDICE
— Se le hace cargo con los varios delitos que co-
metió la facción que acaudillaban usted y Rangel. — Con-
testa: Si supe de algunos que se cometieran no podía
impedirlo y sólo lamentaba tan fatales sucesos.
— Reconvenido : Si usted no podía evitar los delitos
atroces que se cometían por sus tropas, ¿ por qué no se
separó de ellas, por qué no se presentó á las autorida-
des públicas para que le juzgaran, pues semejante pro-
ceder habría obrado en su favor, y por qué no solicitó un
indulto pudiéndolo haber hecho! — Contesta : Xo podía se-
pararme de mis companeros, pues creía de mi deber
morir con ellos; y en cuanto á solicitar indulto sabía
por los periódicos demasiado, que se decía que á Zamo-
ra y Rangel no se perdonarían.
— Preguntado : ¿Dio usted una declaración en cuatro
de los corrientes ante el señor Auditor de Guerra, Ledo.
José Santiago Rodríguez y es la misma que se le ha
leído? — Contesta: Sí, señor, es la misma.
— Preguntado: ¿Sabía usted que conspirar contra el
Gobierno de su patria era un delito, y que como cabe-
cilla debía responder, no solamente de sus propios hechos
sino también délos de sus compañeros? — Contesta: Cuando
me levanté contra el Gobierno creí hacer á mi patria
un servicio en virtud de las razones que tengo mani-
festadas.
Se le hicieron o'ro* cargos, preguntas y reconven-
ciones, relativo todo á los asesinatos perpetrados en las
personas de Fuentes, Reyes, ] togado y otros, y a los incen-
dios de varias casas y también al delito de conspira-
ción que ha cometido, y contesta : — Ya tengo declarado
que no tuve parte en las muertes que se refieren, pues
fueron obra de Rangel y otros, lo mismo que los otros
crímenes de que se me acusa. Respecto de ese Rogado
ninguna noticia tuve del suceso, añadiendo: que si con
parte de mi sangre hubiera podido rescatar las victimas
relacionadas, lo hubiera hecho de grado, ya porque el
primero era un amigo y que por relaciones de familia
le tenía deferencia, ya porque el segundo era un hom-
bre muy honrado y pacífico.
En este estado mandé suspender esta confesión para
continuarla siempre que convenga. — Se le leyó al reo y
APÉNDICE XXV
manifestó estar conforme con lo que había dicho, se
suspendió la incomunicación de éste y firma. — González
Méndez. — Brizuela, Secretario interino. — Ezequiel Za-
mora.
* *
Se mandó citar al Procurador Municipal, y se li-
braron los oficios para la comparecencia de los testi-
gos.— Seguidamente compareció en este Tribunal el se-
ñor Manuel Díaz é impuesto del nombramiento de de-
fensor que le ha hecho el reo de esta causa, aceptó y
juró desempeñar fielmente su encargó. — Firma, González
Méndez. — Brizuela, Secretario. — Manuel Díaz. — A las siete
de la mañana de hoy trece de los corrientes se confirió
al señor Procurador que siga el curso legal con la bre-
vedad que demanda su naturaleza. El Fiscal pide á US.
se sirva obrar en este sentido, y se reserva emitir
su opinión definitiva (mando, evacuadas las pruebas, vuel-
va á pasársele el expediente para el último informe. Co-
mo Ezkquiel Zamora en sus confesiones se refiere á
injusticias que supone haberle hecho la Junta de No-
tables y la Asamblea parroquial de esta cabecera en
tiempo de las últimas elecciones primarias, poniéndolo
en arresto y privándole de los derechos de ciudadano;
y menciona también la nulidad de las elecciones de Mag-
daleno, espera el que suscribe que por medio de oficio
dirigido al señor Jefe político, se pida al Concejo Mu-
nicipal una copia autorizada de todas las actas que exis-
tan sobre aquellos hechos, y se agreguen á este expe-
diente. Confíi el Fiscal en que he sacarán y agregarán
\kív Secretaría, de acuerdo con el decreto de seis de es-
te mes, testimonios de las actas de otros expedientes
que por conspiración cursan en el Tribunal de ÜS. en
lo conducente ó relativo á los hechos criminales de Za-
mora. En la presente causa no importa tanto averiguar
los delitos de Zamora y su facción, porque ellos están
muy averiguados en cuantos expedientes se han forma-
do desde setiembre último en este circuito y otros por
el crimen de conspiración. Importa más descubrir el ori-
gen ó las primeras combinaciones de la revolución. Sá-
bese que Zamora antes y después de las elecciones
H
XXVI APÉNDICE
primarias, iiuiiituvo activa correspondencia epistolar con
algunos señores de Caracas sobre asuntos de política ;
que les dirigía postas con frecuencia; que algunos de
éstos eran Nolasco Tovar, Pedro Navarro y Tiburcio Ba-
rrios, así como un tal Escalona, vecinos de esta ciudad,
y que el mismo Zamora más de una vez fué á la ca-
pital en ese tiempo. Sábese también que en la acción
de Laguna de Piedra se cogió á los facciosos una ban-
dera con motes ó letreros de imprenta ; y en el concepto
del Fiscal deben hacerse á Zamoka preguutas inquisi-
tivas sobre los puntos del párrafo anterior y sobre el mo-
do con que hubo la bandera, cuáles eran sus letreros,
en qué imprenta se hizo el trabajo, etc., y también debe
interrogársele quién le dio el grado de General para
capitanear las diversas facciones que existían en La Sie-
rra y en el bajo Llano. Igualmente deben ser examina-
dos sobre lo primero los conductores de las cartas, To-
var, Navarro, Escalona y Barrios y las personas que
aparezcan citadas. TS. sin embargo acordará lo que crea
más conveniente. — Fecha ut supra, á las tres de la tar-
de.— Juan Martínez. — Tribunal de lu Instancia — Agre-
gúese á sus autos. Examínese á los conductores de
cartas que menciona el Fiscal, librándose al efecto las
órdenes conducentes; pídase al ('oncejo Municipal de este
Cantón, por el órgano de su Presidente, copia autorizada
d« las actas relativas á la nulidad de las elecciones
primarias de la parroquia de Magdalcno, de los acuer-
dos de la Asamblea parroquial de esta ciudad que tengan
relación con el arresto que aquella acordó de Iíí persona
de Ezeqiiel Zamora y la privación de los derechos
de ciudadano de éste, y luego agregúense á estos autos.
Hágase al reo el interrogatorio que indica el Fiscal y
confiérase en el día traslado al defensor. Cura, abril
14 de 1847. — González Méndez. — Brizuela, Secretario. — Se
confirió al defensor el traslado acordado á las doce del
día de hoy, fecha ut supra. — Briznela, Secretario. — Ma-
nuel Díaz.
República de Venezuela. — Jefatura política del Can-
tón.— Ciudad de Cura, 15 de abril de 1847. Señor Juez
de lw Instancia. — US. ha mandado citar varios testigos
en la causa que ]>or conspiración se sigue al cabecilla
APÉNDICE XXVII
Ezeqqiel Zamora y lia oficiado á esta Jefatura política
para que los cite también y tendré la satisfacción de
cumplir con su citada orden. Soy de US. atento ser-
vidor. A, Otáñez.
Señor Juez de lu Instancia. — Manuel Díaz, defensor
de Ezequiel Zamoba, con el debido respeto á US. digo:
que me lie impuesto de las actuaciones y otras diligen-
cias agregadas al expediente que se sigue contra su
persona por el delito de conspiración. Ardua es la em-
presa que se me presenta en esta vez al ¿margarme
de la defensa de un hombre qae había comentado su
carrera política, marcando sus pasos con distinguidos ser-
vicios al Gobierno y á nuestras liberales instituciones,
presentándonos en su juvenil edad el más hermoso por-
venir para dejar su memoria en nuestros corazones gra-
bada con la gratitud, desenpeftando como lo ha hecho
antes de ahora todos los deberes de un verdadero re-
publicano. Así es que salvar la persona de este hombre
interesante, es la mayor carga que yo creo encontrar en
las nobles funciones que me he> encargado como su de-
fensor. Es verdad, señor, que Ezequiel Zamora ha
tomado las armas contra el Gobierno de su patria, sien-
do ésta su objeto más querido, y exculparlo de este car-
go, sería pretender desmentir su explícita confesión ; pero
cuando veo su lastimosa historia en los aciagos días de
agosto último, en las elecciones primarias, en que figuró
y desenpeñó un papel de verdadero republicano, recibe
mi alma como la de mi defendido un lenitivo con el cual
se mitiga en parte nuestro acerbo dolor. No están
relegados al olvido, la historia y hechos de Zamora en
las elecciones de cuarenta y seis. Colocado éste en me-
dio de sus conciudadanos como un hombre cuyo interés
y afán no tenía por objeto desperdiciar un solo momen-
to para ofrecer á la sociedad un ejemplo claro del ho-
rror conque miraba el ocio y la apatía, se presentó á su
corazón una época en que reconociésemos en él uu in-
dividuo que nutrido ya con los sentimientos de un acen-
drado patriotismo, quería, como lo deseó vehementemente,
instruirnos de que en medio de sus faenas se había ali-
mentado su corazón con los dulces afectos que nuestra
Constitución le había hecho concebir, y queriendo desem-
peñar en aquellos días el noble deber que le encargaba
XXVHI APÉNDICE
«n su artículo 17, pensó como era natural, que debía
abandonar en tan críticos momentos sus intereses y su
tranquilidad, para lograr con sus tareas un Jefe que
rigiese la Nación con las dotes propias para su felicidad.
Zamora confesó que para estos días se había entre-
gado con el mayor ardor á leer los periódicos y papeles
sueltos que circulaban con el fin de presentará los ve-
nezolanos los diferentes candidatos en quienes debía fi-
jarse la atención : comparó y sujetó á una mental diges-
tión todas las doctrinas y principios con que los escri-
tores públicos disputaban en sus respectivos candidatos
«1 interés con que debíamos marchar en la elección del
más digno, y por una consecuencia se decidió por la
candidatura de Antonio L. Guzmán.
Debe entenderle por la propia confesión de Zamo-
ra que no conocía á Guzm4n y que sólo había conce-
bido en él la capacidad suficiente para esperar de él
-el mejor resultado para su patria; de consiguiente, está
fuera de toda imputación que mi defendido tuviera ra-
teras miras pira elegir á Guzmán, y es ésto tan pro-
bado, cuanto que en la mediocridad en que ha vivido
respecto á luces y fortuna, á nada aspiraba sino á su
trabajo, y por una consecuencia forzozadebe convenirse
-en que sólo el patriotismo fue el móvil fie su elección.
Guiado por este sendero abandonó, como he dicho,
todos los placeres por contribuir con un grande contin-
gente al buen éxito de su obra. Pero ¡desgraciado jo-
ven ! no entendió que cuantos pasos daba en pos del lauro
que se prometía, más males le urdían sus adversarios
<y puedo decirlo así) porque en la época eleccionaria
lia de haber contendores en la discusión candidatura,
los que proponiéndose que encallaran los esfuerzos de
-Zamora como las olas sobre una roca, urdían medios
que tocaran hasta en los extremos que no pudo evitar
Zamora.
Cuando recuerdo, señor, que fui un testigo ocular
de cuanto pasó en esta ciudad en los días eleccionarios,
quisiera que tales días no se me presentaran jamás, por-
que á la verdad nunca me había ocurrido que la intri-
ga alcanzase hasta corromper los entendimientos y co-
APÉNDICE XXIX
razones que consideraba más rectos en la escena que
se me presentaba, pues acostumbrado á la rectitud é
imparcialidad, todo era para mí nuevo y desconocido. Pe-
ro 4 á quién puedo llamar como testigo de esta verdad
sino al Juez á quien hablo ! Necesario es correr un ve-
lo que sepulte en el olvido unos hechos que ejecutados
en otros puntos nos han producido los espantosos males
que hoy lamentamos, engendrando por una consecuencia
lógica el mayor desaliento para nuestras futuras elec-
ciones.
Burlado Zamora en medio del patriótico fuego que lo
devoraba, vio los tristes resultados que iban á tener sus
esfuerzos, pues los contrarios animados más y más en
las garantías que tenían, apoyados en la misma Consti-
tución y leyes que él, marchaba sin embargo á paso
firme; así fue que llamó la atención de la Asamblea
para hacer valer sus derechos como ciudadano, y en
este paso, no encontrando concierto entre sus reclamos
y las ideas de aquella representación, fue vejado y con-
ducido á una prisión, de cuyo acto fue testigo toda la
ciudad, puesto en libertad siguió su marcha sin des-
viarse una línea y sin atender á los males que en ade-
lante se le presentarían, arrostró todos los inconvenien-
tes, porque en tal grado de vigor se encontraba su pa-
triotismo.
Zamora es un fiel testigo del poco valimiento que
tenían sus empeños por alcanzar que sus prosélitos su-
fragasen, y perdiendo el tiempo en un punto estacio-
nario con las circunstancias de o ros sucesos que aciba-
raban su corazón, llegó el caso de presenciar la conspi-
ración que le hacían sus conciudadanos, acusándolo co-
mo á un reo ante la Asamblea: él oyó las declaracio-
nes de unos testigos de tan poco valimiento para man-
char su reputación, y lleno de furor se transportaba ins-
tantáneamente, reprimiendo con los mayores esfuerzos
hasta aquel aliento que le inspiraba la justicia, oyó la
terrible sentencia en que se le declaró agente de su
propio interés y la que puso el sello á sus males, des-
pojándolo del inestimable derecho de elegir y ser elegi-
do por un tiempo de cuatro anos, y oyó en fin las más
inertes expresiones que le dirigieron los magistrados, de
XXX APÉNDICE
quienes exigiera la consideración en la rectitud de sus
pasos, y no bastando nada, se retiró á su casa con el
corazón llagado pura buscar en este asilo y entre sus
amigos el remedio de sus niales
Yo fui uno de los que eligió para que le diese con-
sejo, y le dije que ocurriera al Congreso con los docu-
mentos que se le habían instruido: dejó á mi cuidado
los pasos, le proporcioné copia de un expediente de un
crimen para que consultara en Caracas, y puedo asegu-
rar que en el corazón de Zasíoba no había proyectos
de revolución, ni otros fines que vindicarse ante la Repre-
sentación Nacional y ante el público, del desprecio y
ultrajes que había recibido de la Asamblea, probando, como
lo hizo, la rectitud de sus pasos en las elecciones, y las
quejas que tenía de los magistrados que componían la
Asamblea.
Al asegurar Zamora que con todos estos documen-
tos, consultó al doctor Manuel María Echeandía, cuál
debía ser el rumbo que tomaría para recobrar la pér-
dida de sus derechos, estoy seguro que estaba muy aje-
no de abrazar el temperamento que se le aconsejó, para
que tomando las armas se vindicase de las injurias que
había recibido, siendo esto tan cierto, como que acaba-
ba de dejar atrás en Mag.daleno centenares de hombres
dispuestos á hacerle la guerra al Gobierno, por las mis-
mas razones, cuya aserción no puede revocarse á duda
si se atiende á (pie estas parroquias y los Tiznados
obraban de acuerdo con Zamora y que el mismo can-
didato de éste era el de aquellos vecinos ; si se atiende,
á que en todas estas parroquias por unanimidad de sus
vecinos y sociedades liberales, reputaban á Zamora co-
mo el mejor agente para llevar á cabo sus decisiones;
y si se atiende á que sabia Zamora que más de tres-
cientos hombres habían sido acometidos y despojados en
Magdaleno de sus derechos, cuyos votos fueron anula-
dos : así fue que incontinenti de este suceso se agruparon y
atacaron esta Ciudad y ¿quién mejor que Zamora debía
.estar en cuenta de todo ? pero como he dicho, para él
no era un medio honesto tomar las armas para llenar
de luto á su patria, nada pudo fascinarlo en esta ocasión,
y por consiguiente siguió á Caracas como he dicho.
APÉNDICE XXXI
Xo debe extrañarse que Zamora, en virtud de su
consulta con Eeheandía, el ardor patrio y la confianza
que le inspiraba la porción de individuos que tan decidida-
mente resueltos se lanzaron, como dice, en la nave de
acontecimientos á probar fortuna, junto con tantos hom-
bres que en el misino caso que él estaban dispuestos á
correr la misma suerte, vecinos unos de Tacasuruina y
otros de otros puntos.
Zamora dice, y con razón, que al verse colocado
en esta posición, se creía sostenido por una columna inex-
pugnable, mas los acontecimientos desgraciados que tuvo
le lucieron quedar solo, y entonces no le ocurrió otro
medio, que buscar el de alejarse del país para no ple-
gar ante el Gobierno de la Nación, pues estaba seguro
de que no se le perdonaría.
Pero ¡ olí Señor ! Cuánto interesaba á los amigos de
Zamora la espantosa situación en que se hallaba, y sin
que él lo haya expresado en las declaraciones que ha
rendido, ya ellos lo reputaban en un estado lamentable.
El ha dicho, que ajeno su corazón de ser un asesino,
un incendiario, y por decirlo todo, un malvado, no podía
ser testigo del infernal programa de Rangel : él nos ha
pintado el horror con que vio los hechos que cometía
aquél y su gente, en lo cual ningún voto tenía: él nos
ha asegurado que su grado de General no infundía en
las tropas de liangel todo el respeto necesario, máxime
en los casos en que éste llegó á ordenar algún hecho in-
decoroso, y que pocas veces podía evitar los males que
le atribuyen como primer Jefe.
En todas ocasiones dio Zamora i>rueha de sus me-
jores intenciones, procurando evitar hechos degradantes,
aconsejando la buena moral y disciplina, dando garan-
tías á los vecinos hacendados que estaban en sus puntos
ocupados en sus faenas : estos son hechos que nadie puede
negar, dígalo el señor José María García y muchas otras
X>ersonas y familias.
Bien notoria es, señor Juez, la conducta observada por
el finado Fuentes en los momentos de su captura, pues
impuesto en la mañana del 28 de noviembre por Juan
Antonio Perdomo, vecino de La Majada, de que Rangel
XXXII APÉNDICE
se encontraba en aquel punto, instruyó de ésto á Justo
Fuentes, seíior Manuel Guirado y otros vecinos, que se
encontraban dominados por la facción, y todos se pusieron
á salvo dirigiéndose & esta ciudad, y Fuentes Andrés,
para ponerse fuera de los tiros de aquella gente, empren-
dió marcha basta el sitio del Aguacate, en que por su
desgracia quizá proyectó situarse en El Loro, casa de José
Antonio Méndez, para espiar á Iiangel, como punto más
inmediato; sabemos que Fuentes desde este lugar par-
ticipó al señor Jefe político cuanto podía desearse en la
materia, y creyendo hacer un importante servicio á la
República, se poseyó de un halagüeño pensamiento, tal
como el de reunir gente y formar un punto de apoyo para
ofenderla facción: embullado con esta lisonjera idea, dis-
pone que le desensillen el caballo y se puso á comer, y
enajenado con las medidas que tomaba, fue hecho preso
por la fuerza que había despreciado, y siendo esto tan
cierto como lo es, ¿ no me veré autorizado para aseve-
rar que Fuentes en su fantástica idea cavó la huesa en
que ha sido sepultado!
Volvamos pues á seguir la marcha que me interesa.
No fue esta vez la única que Zamora empleó su me-
diación humanitaria con Rangel para favorecer alguna
víctima, lo hizo también en Guambra con el honrado
Agustín Reyes, cuya muerte tampoco pudo evitar, pero
fue más feliz salvando á Guillermo Blanco que había
sido preso por una partida de Rangel.
No está fuera de nuestro alcance la conducta de Za-
mora en procurar alejarse de Rangel, diciéndole que
tenía prosélitos en otros puntos, y que era indispensa-
ble pasar en persona á donde estaban para animarlos,
ofreciéndole como lo hizo, doscientos hombres que acau-
dillaba Luciano Paira en El Pao de Sárate, de estaju-
risdiccióu, con lo que logió internarse en las montanas
de Tormenta y otros montes por donde vagaba, en cuyo
tiempo Rangel invadió ios cainpos de Magdaleno, y la
parroquia del Pao, en donde se hizo de armas, municio-
nes y hombres, cometiendo en su regreso en Tacasuru-
ma incendios y muertes, como hanse referido ; de regreso
solic'tó á mi defendido en las montanas en qne habita-
ba para alentarlo y sacarlo del vértigo que le causaban
APÉNDICE XXXIII
sus males, y conduciéndolo á los campos de La Laguna
hasta la jornada de Pagüito.
Después de lo que dejo referido, es interesante con-
traerme á todo aquello que tenga relación con el título
de General con que fué revestido, y con tal fin me valdré-
de sus propias palabras. Dice Zamora que habiendo-
llegado á Guambra, se le presentó el comisario de po-
licía Socorro Masabé con un número de vecinos de aquel
lugar dispuestos á obedecerle, y que con ellos pasó á-
Las Muías, sitio inmediato á Guambra, en donde encon-
tró á Rangel con un corto número de individuos, los que*
unidos con los que sacó de Guambra, hacían el número'
de más de cien hombres que de este lugar se dirijieron
á Los Tiznados, y escribió á Martínez, Herr. ra y Cabe-
za, que acaudillaban sus respectivas partidas, y que so-
metidos igualmente como los primeros mereció el nombre
de General entre ellos, que de allí salieron para El Limón
en donde fueron atacados por Guerrero, que los derrotó :
que Rangel, insistiendo siempre en su empresa, lo acom-
pañaba á hacerse de hombres y de armas pira llevar
á cabo siempre su empresa, y que por último, el título
de General, de mi clieute, en lugar de ser pernicioso era
moralizador al ejército liberal ó faccioso y contenía en
mucho los excesos que Rangel y algunos de mala incli-
nación intentaban practicar, aun cuando no pudiesen im-
pedir en un todo los males que se practicaban y lamentaba
Zamora.
Oigo ya, señor, por todas partes un eco unísono ea
esta ciudad, que lamentando la suerte del desgraciado»
Zamora tiende á prestarle todo consuelo y llevar hasta
el Supremo Gobierno cuanto sea conducente para salvar-
le la vida, y con razón, porque sien lo este hombre como
sus hechos tan conocidos antes de este suceso, necesa-
rio es que empleen un esfuerzo simultáneo para conser-
var la vida á un joven que ha contribuido al ornato de
esta población. También debo hacer presente por últi-
mo, que siendo esta causa grave, como se ha calificado,
y que la persona de mi defendido es interesante, nece-
sito para llenar mis deberes todo el tiempo que me con-
ni
XXXIV APÉNDICE
cede la ley, esto es, el de treinta días, sin que restrinja
ni un solo momento.
También debo decir, señor Juez, que no es posible
que en cuatro horas que se me han concedido por US. para
imponerme del proceso, compuesto de sesenta y seis fo-
jas, formar concepto de sus actas, y exculpar á mi de-
fendido de los cargos que se le hacen, ni que pueda
salir de mis manos una obra completa, que satisfaga mis
deseos y los de mi cliente. En esta virtud y reprodu-
ciendo cuanto dejo expuesto, suplico á US. se sirva dar
por exculpado á Ezequiel Zamora de los hechos que
se le imputan, y acordar en la recepción á prueba de
esta causa, todo el término que dejo referido, y que la
ley concede en estos casos, por ser justicia que im-
ploro y juro. — Ufamtel Díaz.
*
* *
OTRA DECLARACIÓN DE EZEQUIEL ZAMORA
En veinte y cinco de los corrientes á las siete de
la mañana se constituyó el Tribunal en la cárcel públi-
ca, con el objeto de recibirle nueva declaración con car-
gos á Ezequiel Zamora, y después de habérsele im-
puesto del deber en que estaba de decir verdad en cuan-
to sepa y se le pregunte, dijo llamarse como queda di-
cho, haber sido vecino de esta ciudad, natural de día,
pueblo de los Valles del Tuy, de estado soltero, libre,
de religión Católica Apostólica, límuna, de oficio co-
merciante, de veinte y nueve anos de edad y de instruc-
ción alguna.
— Preguntado: Cuando estuvo usted en el mes de
noviembre último en el sitio de La Dormida j estuvo us-
ted también en la casa del citado Silva f ¿ dijo usted
á este individuo, que le iba á buscar y que le siguie-
ra ? — Cont-esta: Ni estuve en la casa de Silva, ni hablé
con él, como se me pregunta.
— reconvenido: ¿ Cómo niega usted haber visto y
habladu á Silva, cuando éste en su declaración, clara
APÉNDICE XXXV
¡y terminante, declara que la noche que usted y Fran-
cisco Rangel pasaron á las inmediaciones de la hacien-
da Lagunita á situarse con su gente en el sitio del Hoyo,
más acá de la quebrada de La Dormida, ó lo que es
io mismo, entre La Dormida y La Lagunita, usted se le
apareció con una partida en su casa y le llamó, y que
habiendo abierto la puerta el citado Silva le dijo usted
-que iba á buscarle para que le siguiera; pero que des-
pués que le manifestó no poderle acompañar porque te-
nía una mujer y varios hijos y su trabajo, usted le
repuso, que ya que no quería acompañarle debía venir
á este pueblo á comprarle unos trastos ? — Contesta : Yo
no cargo mi conciencia al decir que no he visto al
Teferido Silva en los sitios que menciona en su declara-
ción : en mi nombre puede haberle mandado alguna per-
sona de las que me acompañaban, pues yo no vi en el
campamento á otros que á Felipe Albero y Manuel el
isleño, los cuales me llevaron varios trastos, como que-
so, unas botellas de vino, tabacos y bizcochos ; y debo
añadir que la avanzada que tenía á la vista del cami-
no que conduce de esta ciudad á la hacienda Lagunita,
me informó que una persona había llegado en traje de
peón al campamento y me había solicitado; se había
puesto en marcha, salí con el objeto de ver si lograba
liablar con ella y aunque la vi á larga distancia y la lla-
mé, esta no quiso detenerse y por lo tanto no supe quién
4?ra. Tampoco podía yo haber visto á Silva, pues ocupado
-constantemente en vigilar sobre mi seguridad personal, no
podía permanecer mucho tiempo en un solo punto por
estar revisando el campamento y las avanzadas.
— Vuelto á reconvenir: No es creíble que sus tropas
«dejaran salir del campamento una persona que le solici-
taba, con tanta más razón cuanto que en aquellos mo-
mentos era á usted importante saber el estado de esta
población y cuanto que usted mismo dice habérsele in-
formado que aquélla deseaba hablarle. — Contesta: Como
no tuve intenciones de acometer esta población, no me in-
teresaba saber su estado, y al irse la persona de que
Jie hablado Fin entenderse conmigo, pudo ser por evitar
^lgún compromiso ó por evitar se le dejara en servicio.
— Preguntado : En el mes de agosto último á conse-
XXXVI APÉNDICE
cuencia de haber resuelto la Asamblea parroquial de
esta ciudad la suspensión de los derechos de ciudadano
de usted ¿nó dijo públicamente que tarde ó temprano
se vengaría de los miembros de aquella corporación
v aun de toda la familia de los Celis? — Contesta : Xada
de lo que se me pregunta he dicho, y puedo asegurar
que siempre he odiado la venganza; y que juré que aun-
que los Celis me ofendieran, nunca les cometería falta. En
comprobación de lo que acabo de decir, puedo citar loa
documentos que solicité con el objeto de buscar el re-
medio por las vías que la ley me trazaba, como lo podrán
declarar las autoridades que en aquella época estaban en
esta ciudad y Santa Cruz, parroquia del Cantón Tur-
mero.
— Preguntado : ¿ Conoce usted á José Bernardo Ma-
sabé ? Contesta : Mucho le conozco.
— Preguntado : ¿ Le nombró usted de secretario ! —
Contesta: Sí, señor.
— Preguntado : ¿ Desde cuándo no vé usted :il citado
Masabé? — Contesta: Xo tengo presente el día que se se-
paró de mí.
Preguntado: ¿Qué motivó la separación de él, así
de la facción como de usted ? — Contesta : Como Bangel
y yo convinimos en separarnos con distintas partidas para
combatir por diferentes puntos, -elejí entre las personas
que debían acompañarme, á Masabé, pero habiendo lle-
gado á Las Guasduitas, las dispersé ofreciéndoles que
mientras descansaban iría yo á Caracas y á otro punto
en solicitud de auxilios, quedándome únicamente conloa
individuos relacionados por tener con Jote Bernardo mucha
amistad y á quien profesaba grande aprecio.
— Preguntado: ¿Cómo se llaman las nueve personas
que del vecindario del Pao de Zarate comis onó usted
para que reuniesen á todos los vecinos de la jurisdic-
ción f — Contesta: Muy pocas personas conozco en El Pao
y aunque no recuerdo á cuántas personas escribí, puedo
confesar que sí lo hize y me lo indicó un soldado de
la tropa, vecino de aquella jurisdicción, sin poder ahora
recordar sus nombres.
— Preguntado: ¿Conoce usted á Toribio López, ve-
APÉNDICE XXXVII
-ciño del Naranjal, y á Simón Santana, de Camatagua?
— Contesta: Del Naranjal conozco á un viejo llamado
Romualdo López, comisario de dicho sitio.
— Preguntado: ¿Qué relaciones tuvo usted con Tomás
Barrera, vecino del caserío de Los Colorados f — Contesta:
No me recuerdo haber tenido relaciones con esa per-
sona.
— Preguntado : ¡ Recuerda usted la noticia que dio
en el mes de junio ó julio últimos al señor Nicolás Pérez,
comerciante de esta ciudad, sobre que guardara los reales
que tuviera porque esta población iba á ser saqueada ?
— Contesta: Recuerdo que Manuel Pulido y otro vecino
del Ancón me dijeron que se decía, que una partida
venía á asaltar la población, y recuerdo también ha-
bérselo dicho á Pérez por ser mi amigo y ai Jefe Po-
lít ico como autoridad. (1)
— Preguntado: ¡ Eu dónde hubo usted la bandera que
apareció enastada en el ataque del Limón ? — Contesta : La
bandera tricolor que apareció en el ataque del Limón
era de la caballería que inundaba Rosa-lio Herrera, y la
que figuraba de color amaiillo sólo, era la misma que
tenía la «Sociedad Liberal de esta ciudad, la misma que
«e me entregó como depositario del mensaje de dicha
Corporación, y la misma que llevamos á la función que
tuvo lugar en la hacienda de Ancón, en uno de los días
en que los miembros de aquélla quisieron divertirse.
— Preguntado: ¿ En qué imprenta pusieron á esa ban-
dera de que usted acaba de hablar, el mote ó letrero
que figuró en El Limón ? — Contesta : Yo creo que el le-
trero fué puesto con cartulina y que en ninguna impren-
ta se le puso, como podrán decirlo el licenciado Juan Mar-
tínez y Miguel Torres.
— Preguntado: ¿El grado de General de usted se
le confirió formalmente antes de lanzarse en la facción ó
cuándo í'uet — Responde: Antes de la facción ningún tí-
tulo tenía, pero en Las Guasduitas me eligió la comiti-
va de General suyo, y en ese mismo día y después de
(1) En este tiempo no había conspirado todavía Za moka sino
dos meses después: loque prueba Ja impremeditación; y su
alzamiento fué después por el mal tratamiento en las eleVeio-
jies de age-sto del misino año.
XXXVIII APÉNDICE
haber dado las gracias á los soldados, di á Ringel cF
título de Coronel, en recompensa del honor que se uie aca-
baba de dispensar. En este estado mandé suspender es-
ta confesión para continuar cuando convenga. — Fue leída
al reo, dijo estar conforme y firma. — González Méndez. —
Brizuela, Secretario. — Ezequiel Zamora.
M'EVA DECLARACIÓN DE EZEQI'IEL ZAMORA
En veinticuatro de los corrientes á las ocho de-
la mañana se constituyó el Tribunal en la cárcel píí-
blica cen el objeto de interrogar nuevamente al reo Eze-
quiel Zamora, é impuesto del deber en (pie está de
decir verdad en cuanto se le pregunte, dijo llamarse como-
queda dicho, haber nido vecino, como ha manifestado
en sus anteriores declaraciones, de esta ciudad, de es-
tado soltero, natural de día, de condición libre, de oficio-
comerciante, de religión Católica, Apostólica y Romana,
y de veintinueve anos de edad.
— Preguntado: ¿Conoce usted al venerable Cura de
San Francisco de Tiznados, Presbítero Sebastián Esco-
bar y qué relaciones tuvo con él cuando la facción que
usted mandaba se acuarteló en aquella parroquia f — Con-
testa : Conozco al Presbítero Escobar, y no recuerdo ha-
ber tenido relaciones con él con referencia á la facción ;.
pero sí puedo decir que cuando estuve en la parroquia
de que se habla me visitó varias veces en el cuartel,
en prueba del afecto que me había profesado antes.
— Preguntado : ¿ Los planes de usted, Kangel y otros^
cabecillas de la facción, eran de hacer guerra, al Go-
bierno legítimo de Venezuela, matando á todo oligarca
y á todo el que se opusiera á sus intentos, y era el
de repartir las tierras y los bienes de aquéllos entre
los pobres ? — Contesta : Nada de lo (pie se me pregunta
respecto á Kangel oí decir á éste, pero no puedo asegu-
rar que fuese su intención practicar ó ejecutar los hecho»
sobre que se me interroga: porque en la creencia de que
yo no participaba de semejante opinión podía muy bien.
APÉNDICE XXXIX
ocultarme sus proyectos. Respecto á mi persona aseve-
ro que ataqué al Gobierno por las razones ó motivos
que dejo dichas, pero jamás estimulé á los soldados con
las ofertas que se refieren. Esto lo puede testificar todo
el vecindario de Los Tiznados, en presencia del cual pro-
clamé varias veces á mis tropas con prevenciones muy*
serias de que no cometiesen acto ninguno criminal, ha-
ciéndoles ver é inculcándoles que tau abominable y anti-
social conducta sólo era propia de los Boves y Jos Cis-
nea >s.
— Preguntado: Cuando la facción llegó al sitio do
los Bagres, ¿supo usted que el señor Andrés Fuentes
estaba eu su hacienda, y no fue usted quien mandó lue-
go una partida de veinte y cinco hombres al mando del
que llamaban Capitán Francisco Pacheco, con el objeto
de que le llevaran á su presencia al referido Fuentes f
— Contesta: P^s falso, pues no tenía motivos para obser-
var semejante conducta.
— Reconvenido: Niega usted la pregunta, ¿y cómo
su Secretario «fosé Bernardo Másala1 lo declara y aña-
de, que habiendo sido conducido á su presencia el señor
Andrés Fuentes y Pedro Pastrán dirigió la palabra á us-
ted el último suplicándole que no le hiciera mal, pues-
to que, como usted mismo sabía, no se había mezclado
en asuntos políticos, y que usted le respondió con estas
palabras : " ron usted no va nada, no tenga usted cui-
dado ? (1) — Contesta: Nada de eso pasó con Pastrán,
y si algo dijo, no le atendí en aquellos momentos.
•
— Reconvenido: Cómo dice usted que tal cosa no \u\
pasado ó no la recuerda, cuando consta del sumario y
varias declaraciones lo contrario ? — Contesta: No recuer-
do haber dicho las palabras que se me atribuyen.
— Preguntado: ¿ Ha recordado usted el mote ó letre-
ro que tenía la bandera (pie usó la Sociedad Liberal es-
tablecida en esta ciudad poco antes de las elecciones, y
de la cual ha hablado usted en su última declaración !
(1) Pastrán como Podro Bofill, Manuel LnnúV, José Manuel
García y otros, estuvieron en el campamento de Zamora y
Rangcl ese día, v á todos se les dH pirantía por igual : él
suceso excepcional de Fuentes fue muy aislado y único de Kan-
$rel c( n su tropa, y que Zamora no pudo impedir.
XL APEKDICE
— Contesta: Sí, señor, recuerdo que el mote ó letrero era
■" Elección popular, principio alternativo, orden y horror
á la oligarquía."
— Preguntado : ¿ Y cómo pudo figurar dicha bande-
ra en el ataque del Limón, cuando usted y la facción
que acaudillaba, proclamaban principios entera mente con-
trarios, á la vez que no puede haber orden público cuan-
do se ataca un Gobierno legítimamente constituido, y
ú la vez que, alzándose contra él se ataca á la Nación,
sus leyes y autoridades ? — Contesta : Creí, como antes he
dicho, que debía atacarse un Gobierno que había infrin-
gido la Constitución y leyes de la República; y ésto
lo decían todos los periodistas de Caracas y otras par-
tes.
— Preguntado : • Sabe usted si de esa bandera que co-
rrespondía á la Sociedad Liberal de esta ciudad, fue bo-
rrada la palabra ov<Icn, y puede usted indicarme la ptr-
aona que lo hiciera ? — Contesta : La palabra que se in-
«dica sí fue borrada, pero no supe por quién ; pues ese
día había mucha gente en ese lugar ó sitio, que fue en
la hacienda de Ancón, v á donde concurrieron muchas
personas notables de esta ciudad.
— Preguntado: ¿ Nó podrá usted decirme cuál sea
su opinión respecto al origí n de esa revolución provo-
cada por los periodistas de la prensa corruptora ? — Con-
testa : Nada puedo decir.
— Reconvenido: Parece increíble que R ángel hubic-
ise sido, como ha manifestado usted, el que ordenó la
muerte del señor Fuente-», puesto que aquél no le co-
nocía y que siendo un hombre idiota, tampoco debía
estar en cuenta de que el referido señor Fuentes fnese
uno de los que debían morir, ya por sus opiniones políticas,
ya por otro respect>: lo que prueba, ano dejar duda,
<]iie usted debió imponer á Kangel de las parcialidades
<]ue oeurreron en esta ciudad los días de las elecciones
primarias. — Contesta : Aunque Rangel no hubiera cono-
cido al señor Fuentes, le conocían sus conductores, quie-
nes querían privarle de la vida, en momentos en qve
aquél se encontraba en estado de embriaguez, y en que
estaba como una fiera, en cuyo caso ninguna reflexión
le entraba, ni se le podía hacer.
APÉNDICE XLI
— Reconvenido : Tampoco parece concebible lo que
acaba usted de decir sóbrela crueldad de lia ngel, cuan-
do se sabe por notoriedad que éste nada hacía á los
soldados y Jefes del Gobierno que encontraba indefen-
sos.— Contesta : Después del ataque de los Leones no
fue Rangel sino Zamora el que perdonó los soldados del
Gobierno, y aun prestó nuxilio A uno que estaba para
morir de sed, aprovechando la ocasión de haber quedado
Rangel detrás; y si éste alguna vez puso en práctica
conducta igual, lo hacía sin duda por mi ejemplo y cons-
tante predicación.
— Preguntado: ¿Cómo quiere usted atribuir á sólo
Rangel los diferentes delitos y excesos cometidos por la
facción que ustedes dirigían, cuando de los diferentes
procesos seguidos contra otros reos de conspiración, se
ve con claridad (pie obraban (K consuno, corroborándose
esto mismo con la circunstancia de aparecer siempre jun-
tos, sin embargo de separarse de vez en cuando, y de
los diferentes reveses que experimentaron en la campa-
ña!— Contesta : Ya he dicho antes que no estaba de «acuer-
do con algunos hechos de Rangel.
— Preguntado: ¿Ha podido usted saber qué dirección
habrán tomado los otros Jefes de la facción, y qué pla-
nes proyectaron al llevar á cabo su partida ? — Contesta :
Lo tínico que supe fue que Rondón siguió para El Pao
de San Juan Baustista, de donde eran vecinos muchos
soldados de los que cargaba.
En este estado mando suspender esta declaración para
continuarla siempre que convenga. — Le fue leída al reo,
dijo estar conforme y firma. — González Méndez. — Brizuela,
Secretario interino. — Ezkuuiel Zamora.
* *
OFICIO
República de Venezuela. — Jefatura política del Cantón
—Número 75.— Maracay, Mayo 25 de 1847,— 18? y 37°
— Señor Juez de 1" Instancia del 4? circuito. — Ayer re-
XLII APÉNDICE
cibí la comunicación de usted fecha 21 délos corrientes,
número 291), en que me trascribe la resolución de S. E.
la Corte Superior, relativa á la traslación á la cárcel
de esta Villa, del reo Ezeqüiel Zamoba. La persona
de éste me fue entregada el 22 en la tarde por el
señor Comandante Juan Pereira, con oficio de remi-
sión del señor Jefe Político de ese Cantón. Dicho reo
lo he puesto en uno de los calabozos internos del edi-
ficio de esta cárcel, y permanece en él con los mismos
grillos (1) que trujo y con toda la seguridad necesaria.
Lo «ligo á 17. S. para su inteligencia y en contes-
tación á su citada nota. — Soy de U. S. muy atento, obe-
diente servidor. — ¿Salvador Mirhelena.
• *
República de Venezuela. — Corte Superior del 2o Dis-
trito.— Caracas, 18 de mayo de 1847, año 18? de la ley
y 37° de la Independencia. — Señor Juez de 1" Instancia
del 4? circuito. — El señor Gobernador de la Provincia
con fecha de ayer, dirigió á ota Corte Superior el oficio
que sigue. — Tiene informes fidedignos este Gobierno de
que se procura esmeradamente la fuga del reo EzEgriEL
Zamora, preso en la cárcel pública de Cura; y de que
á pesar de la escrupulosa vigilancia de las autoridades,
y de todas las precauciones tomadas, no presta aquel
lugar toda la seguridad necesaria para un encausado de
tanta consideración. Cree, pues, este Gobierno, que es
de urgente necesidad trasladar inmediatamente á Maracay,
donde sí existe la suficiente segundad, al citado reo;
pero como según el artículo 10 de la ley de 15 de ju-
nio de 18.'*1, sobre procedimiento contra conspiradores,
es á S. E. la Corte Superior del Distrito á quien toca,
proveyendo á la seguridad de los encausados, designar
(1) Los mismos grillos que nunca le cambiaron. Oon éstos»
lo pusieron cu un ou ro en la cáeel de Ciudad de Caray sin
sombrero, con un sol abrazador hasta Maracay: al haber anda-
do como una milla pudo la señora Paula Correa, madre del
preso, alcanzarlo v ponerle sombrero, contra el querer del Je-
fe de la escolta, fcn esta vez no pudo victorear al Presidente
Antonio Leocadio Gimnán, como lo hizo al entrar á Ciudad
de Cura, pues una bebida que tomó en Santa t/ruz lo hizo
enfermar, en términos de llegar moübuudo á Guaruto, una lc-
jrua distante de su destino.
APÉNDICE XLIU
el lugar á donde deban ser trasladados y juzgados, me-
dirijo á S. E. por el órgano de US., para que en con-
sideración de los informes dignos de todo crédito, que*
ha tenido el Gobierno, se sirva acordar á La brevedad
posible, la traslación del referido Zamora á Maracayr
» donde ocurrirá el Juez siempre que lo creyere necesario.'**
En consecuencia , recayó el decreto que sigue: — "Visto-
el precedente oficio del señor Gobernador de la Provin-
cia, y en virtud de las razones en él expresadas, la
Corte acuerda que Ezequiel Zamora, preso que se juz-
ga por conspiración, sea trasladado de la cárcel de Cu-
ra á la de Maracay (1) comunicándose esta determina-
ción con inserción del oficio referido al Juzgado de ltt
Instancia del 4? circuito judicial; y que se participe tam-
bién al seuor Gobernador á fin de que se efectúe la
traslación del reo con la seguridad necesaria." Lo que
comunico á usted para su inteligencia y fines indicados..
Dios guarde á usted. El Presidente, Juan José Romero,
Tribunal de Yx Instancia del circuito. Agregúese
esta comunicación á sus antecedentes; y coa el ñn de-
llevar á cabo la resDlución de S E. la Corte Superior,
transcríbase su contenido al señor Jefe Político de es-
te cantón, para (pie con seguridad bastante s^a tras-
ladado y entregado al señor Jefe Político de Maracay
el reo Ezequiel Zamora. Cura, mayo 'M de 1847 á
las seis de la tarde. — González Méndez. — Brizucht, Secre-
tario interino.
*
# #
Señor Juez de 1* Instancia.
Puesto que S. E. la Corte Superior de Justicia por sus
muchas ocupaciones, no ha podido mandar un testimo-
nio de varios expedientes en que están comprobados los
crímenes del titulado General de los facciosos Ezequiel
Zamora, y puesto que la causa que á éste se sigue
(1) Se hizo correr la noticia de (pie José Jesús González (alias
Agachado) con una partida, vendría de La Siena á sacar de
la car el á Z»mora y de aquí partir; ojee dehía trasladarse al
Cuartel General donde únicamente creían tener seguridad bastan-
te para tan importante preRi, que tanto deseaban devorar. Aga-
chado para esa fecha estaba en Apure.
XLIV APÉNDICE
debe retardarse algún tiempo porque se esperan las prue-
bas que ha ofrecido á puntos muy (listantes del lugar
del juicio, procedo á indicar algunos excesos y delitos
de dicho Zamora y de su facción, para que se averigüen
en dicha causa.
Primero: Zamora, en el tiempo de las últimas elec-
ciones primarias fue un caudillo gii7inancista muy exal
tado en este cantón, que con hechos y expresiones con-
movió á las masas contra el Gobierno y contra los hom-
bres de o^den á quienes llamaba picaros, godos y oligar-
cas.
Segundo: Zamora pretendió ser elector por ese tiempo;
y (pie triunfase el partido llamado de Guzmán; y para
lograrlo, recorría el poblado y los campos con una ac-
tividad increíble, seducía, pagaba y capitaneaba á la
gente sencilla é ignorante, á quien leía los impresos
titulados liberales; ge presentaba con ella á la Asam-
blea parroquial de esta cabecera ; reclamaba los dere-
chos de sus partidarios ; leía las listas en que estaba él
inscrito ; las firmaba ;i ruego ; entorpecía los trabajos de
la Asamblea ; le faltaba con frecuencia el respeto debi-
do ; y dirigía contra los eonjueees y contra el orden públi-
co algunas expresiones sediciosas y alarmantes.
Tercero : En el mismo tiempo aparecieron pasqui-
nes en (pie Zamora amen -izó de muerte á algunos de
los que él llamaba oligarcas, y juró contra éstos odio
y venganza eterna. E*te vecindario estuvo alarmado y
sobresaltado por las amenazas y conducta de Zamora
y de su gente en la época eleccionaria. En ese tiem-
po se dejó bigotes, y manifestaba que por las buenas ó
por las malas subiría el señor Guzmán á la Presiden-
cia de la Kepública, y que rodarían por este pueblo las
cabezas de los oligarcas. Desde entonces manifestó Za-
mora conatos de conspiración, y las autoridades tuvie-
ron que estar con mucho celo y vigilancia, y que tomar
algunas medidas de seguridad pública.
Cuarto : Los sufragantes de Magdaleno, en cuya pa-
rroquia también trabajó Zamora con ardor, lo mismo
que en la de Los Tiznados, concurrieron á votar armados,
y la Asamblea de allí tuvo que anular los sufragios por
la violencia ó coacción c^ie se ejercía.
APÉNDICE XLV
Quinto : No habiendo Zamora conseguido el triunfo
de su electorado y de su partido, fué á Caracas en agos-
to con Manuel Ibarra y otros, bien armados y con tren
de guerra que indicaba ya el proyecto concebido de tur-
bar el orden piiblico.
Sexto: Kegresó Zamora con el señor Guzmán has-
ta La Victoria, y de allí vino á La Sierra & levantar
contra el Gobierno á la misma gente que ya había con-
movido en las elecciones primarias. Dos veces ha inva-
dido su facción la hacienda del señor Eustaquio Barre-
to, en Magdaleno; una en setiembre con liangel á la
cabeza, y otra en febrero, cuando aquella bajó con Za-
mora á La Culebra ; en la primera fueron baleados los
señores Barreta, Carlos Montesinos y otros, que se salva-
ron milagrosamente; y fue saqueado y malbaratado cuan-
to había en la hacienda ; en la segunda fue también
ésta saqueada, buscados los mismos individuos para ma-
tarlos, y amarrados algunos peones y esclavos (pie fue-
ron incorporados á la facción.
Séptimo: En Magdaleno también el mismo Zamora
robó la casa del señor Salvador del Cristo, distribuyó
las ropas y efectos entre su gente, y cometió otros ex-
cesos y tropelías, como incendiar algunas casas y propie-
dades.
Octavo: En la octava jurisdicción de Magdaleno, la-
facción de Zamora asesinó á Andrés Bogado, porque
éste no (pieria seguirla.
Noveno: Antes la misma facción de Zamora cortó
la lengua y mató á lanzazos al comisario de policía de
Guambra, Agustín lieyes, porque éste no (pieria acom-
pañarla y era hombre honrado y de orden.
Décimo : Zamora ó su facción en varios puntos
ha cometido otros robos, otros asesinatos, otros incen-
dios y otras tropelías, y en la acción de Laguna de Pie-
dra se cogió á los facciosos una carga de ropa que ha-
bían robado en Los Tiznados.
Undécimo: En los encuentros de armas que los fac-
ciosos han tenido con las tropas del Gobierno, Zamora
lnwacribillado y hecho acribillar á puñaladas á los ofi-
XLVI APÉNDICE
-cíales y soldados de aquéllas, a quienes también lian
desnudado y robado.
Duodécimo : Kste pueblo ha sufrido mucho con mo-
tivo de las amenazas, incursiones y tropelías de la fac-
ción de Zamora. Este lo tenía sentenciado á muerte
y ofrecía á su gente que lo saquearían y degollarían.
.Zamora lo amenazaba y circulaba constantemente, y ha-
biendo manifestado en Los Bagre*, que do esta ciudad
sólo se escaparían los señores hermanos Pérez, dijo Rar-
£-el : uEstos me tocan á mí: yo me encargo de ellos."
Decimotercero: Rangel, durante su alzamiento pensó
presentarse al señor General Cordero y al señor Coronel
<Jisneros, v Zamora se lo estorbó haciéndole concebir
esperanzas de triunfo para que continuase en la empresa
que ambos habían acometido.
Apunto los hechos presentes con el objeto de que
l\ S. se sirva averiguarlos, ó ampliar la comprobación
de cada uno de ellos. U.S. puede hacer declarar sobre
éstos y sobre los demás crímenes de Zamora y su facción
á los señores, Jefe Político Aureliano Otáñez, Eustaquio
Barreto, Pedro Boftll, Nicomedes Brizuela, llamón Her-
nández, Francisco Gil CebaPos, Manuel María Lauda,
doctor Jaime Bosch, doctor Ignacio Celis, Braulio Otá-
ñez, Ramón Rodríguez, Trinidad y Fausto Celis, doctor
Manuel Manzo, Manuel Orta, Juan y Domingo Cuervos,
Jesús Peraza, Joaquín Díaz, Benito Marti, Nicolás Ova
lies, Justo Fuentes, Luis María Ceballos, Leonardo Ló
pez, Francisco Monroy, Cayetano Ayala, José Jaén y
Fortunato Turrealva, quienes sabrán muchas cosas de
ciencia cierta y otras de público y notorio. También se
puede librar despacho á Magdaleno con inserción de los
particulares conducentes y á los demás lugares que
US. juzgue de necesidad para averiguar los crímenes y
atrocidades que la facción de Zamora haya cometido
en las veces que han sido invadidos por ésta. Suplico,
pues, á V. S. se sirva acordar las providencias condu-
centes para que queden bien justificados en el expedien-
te todos los excesos y delitos de Zamora. — Cura : once
de mayo de mil ochocientos cuarenta y siete. — Juan Mar-
tínez.
APÉNDICE XLVII
PRUEBA QUE OFRECE MANUEL DÍAZ COMO DEFENSOR DE KZEQUiEL
ZAMORA EN LA CAUSA QUE SE LE SIOUE POR CONSPIRACIÓN
Lista de loa testigos que serán examinados por el
siguiente interrogatorio : Nicolás Pérez, Nicolás Ovalles,
Braulio Otáíiez, Juan Bautista Pérez, Francisco Gil Ce-
ballos, Fausto Celis, Domingo Cuervos, Félix Carias, José
Antonio Istillarte, Víctor Ríos, Ignacio Ríos, Manuel
Orta, José Ramón Hernández, Ildefonso Guzmán, Soco-
rro Telles y Joaquín Paúl. Todos vecinos de esta ciudad.
Primero: — Por las generales de la ley y las relacio-
nes de amistad ó enemistad que tengan con mi defen-
dido.
Segundo: — Si saben que Ezbquiel Zamora desde
sus primeros años ha estado consagrado con laboriosidad
y esmero á la industria de comerciante en mediana es-
cala, cumpliendo religiosamente siempre sus compromisos,
que distinguen á un hombre honrado.
Tercero : — Si es cierto que Zamora siempre dio prue-
bas de adhesión al cumplimiento de ¡os preceptos cons-
titucionales y las leyes, siendo p.>r tanto uno de los ve-
cinos, que á cual primero, se presentaba á las autorida-
des en los momentos de algún peligro, tal como el al-
zamiento de Juan Silva en que fue uno de los que mar-
charon con el comandante Carabano en la persecución
que se le hizo.
Cuarto: — Si asimismo les consta que ¡ni defendido
marchó de los primeros hasta más allá de San Sebas-
tián de los Reyes, procurando la vanguardia para ser
el primero que castigara la audacia de quien se burlaba
de la sociedad sin más bandera que el pillaje.
Quinto: — Si en medio de esta población y en la an-
siedad en que se hallaba, Zamora, cual si fuera el primer
jefe, inspiraba confianza, tranquilizaba las familias y par
tía de extremo á extremo de la ciudad deseoso de cas-
tigar á los criminales que, fugados de la cárcel y arma-
XLVIII APÉNDICE
dos con cuanto en el parque había, pretendían la violación
de los más sagrados derechos sociales. (1)
Sexto: Si es cierto que Zamora jamás ha sido pre-
so, arrestado ni demandado hasta el tres de agosto del
año pasado de 1S4G, en que la Asamblea electoral de
esta ciudad le arrestó para privarle de sus derechos de
ciudadano, como lo verificó.
Séptimo: Digan, finalmente, si saben que EzEgunsL,
Zamora con su trabajo como comerciante ganaba sufi-
ciente para sostener su decencia personal, y su negocio
era su única ocupación sin otras aspiraciones.
Que el doctor Manuel María Echeandía, residente
en la isla de Trinidad, previas las formalidades de la
ley, sea examinado en estos términos : — Si es cierto que
Ezequiel Zamora á mediados de agosto del ano pa-
sado de 184b1, le consultó en Caracas lo que debía hacer,
pues le habían privado por cuatro aüos de los derechos
de ciudadano para elegir y ser elegido, acompañándole
los documentos respectivos; y si es también verdad que
ala vista de tales documentos contestó á mi defendido :
"nada hace usted con su queja á los magistrados que ac-
tualmente se encuentran en la nación ; todos son oligar-
cas enemigos de los liberales, y. usted como uno de éstos
nada alcanzará de ellos y perderá su tieoipo, sus pasos
y sus intereses. No hay más partido que tomar que
ocurrir á las armas para vindicar el ultraje de los oli.
garcas. Reunidos todos los liberales con hombres como
usted á la cabeza es como puede castigarse á los enemigos
de la libertad individual. Usted cuente con Barlovento,
armaremos esa gente, y usted en La Sierra con los demás
companeros deberemos triunfar de la tiranía."
Pido que se evacué esta prueba y que se libre des-
pacho á la Isla de Trinidad para que sea evacuada
esta última declaración. Otrosí: Conviene á los dere-
chos de la defensa que para sentenciar se tengan ala vista
(1) Juan Sil víi, no se .sabe inundado por quiéo, turbó el or-
den público en Ciudad do í'ura el once en la noche del me*
de junio de 1844. Puso en libertad á todos loa preso?, los armó,
hubo Hrs ó tes v e-timas y se fué con su horda de criminales.
Juan Silva no fue perseguido después que i>asú de San Sebas-
tian, ni eastifradn después que vivía tranquilamente en el Orien-
te. Esta es una histeria misteriosa.
APÉNDICE XLIX
las actas de la Asamblea de agosto de 1846, para ilus-
tración del tribunal. Otrosí: Conviene a los derechos-
de mi cliente que los testigos Olayo A venda ño y José
Bernardo Masaba, como los demás que aparezcan decla-
rando contra Ezequiel Zamora, sean citados al tribu-
pal para repreguntarlos. Otrosí : Pido igualmente, como
antes lo indiqué, que se saquen tratados de cuautas de-
claraciones haya en el proceso y tengan relación con
esta causa, para que se verifique un cotejo de los con-
ceptos que encierran unas y otras. Así lo espero en*
Ciudad de Cura á 22 de abril de 1847. — Manuel Díaz.
*
• #
ESCRITO DEL FISCAL,
Al procederse hoy siete de los misinos al examen
de los testigos de la prueba de Ezequiel Zamora, dijo
el Procurador Municipal señor Licdo. Juan Martínez:
"desde el treinta del próximo pasado concluyó el tér-
inino ordinario de prueba y está corriendo sólo el de
la distancia para las que se deban evacuar en varios
puntos de la República; por esto me parece que ya pasó
el tiempo en que debieran examinarse los testigos ve-
cinos del lugar del juicio, y que en esta virtud no de-
ben tomarse sus declaraciones. Por otra parte es inú-
til é inconducente y por tanto no aprovecha al reo la
prueba que ha ofrecido, pues él además de estar convic-
to paladinamente, ha confesado que levantó una facción
contra el Gobierno, los excesos y horrores que esta ha
cometido, los diversos encuentros y ataques que ha te-
nido con las tropas del orden, y que de aquélla era Ge-
neral ó cabecilla hast.i que fue i>reso después de la
derrota que sufrió en Paguito; y la prueba ofrecida,,
aunque se evacuase, no excluiría la posibilidad de que*
Zamora es criminal. Tal prueba, eu que algunos dé-
los testigos son cómplices de éste, y en que á mi ver
son supuestos los nombres de otros, se ha promovido»
únicamente con sólo el objeto de alargar el juicio, contra
IV
L APÉNDICE
el espíritu y teuor expreso de la ley sobre conspirado-
res, y el Tribunal no debe permitir que sea burlada,
tanto más en esta causa que por su gravedad y tras-
cendencia excita la atención de todos, que produce dis-
gustos, división y alarma en el vecindario, y que está
íntimamente conexionada con el orden publico y el bien
de la sociedad. Además, hay temores de que el reo se
ftigue, aunque sean grandes el celo y la vigilancia de las
autoridades : y anoche se oyó un tiro de la cárcel por
ciertos amagos que la están haciendo. Pido eu virtud
de todo lo expuesto, que no se tomen las declaraciones
de los testigos vecinos de esta ciudad : que se declare
inconducente la prueba ofrecida por Zamora ; y que se
proceda á dictar sentencia, evacuados que sean los úl-
timos informes. Si así no se acordare, apelo para ante
Su Excelencia la Corte Superior, adonde se servirá en tal
•caso, este Tribunal, dirijir un testimonio de las actas
•conducentes." Esto dijo el señor Procurador Municipal
y urina. — Briznela, Secretario. — Juan Martínez.
Tribunal de 1" Instancia del Circuito. — Vista la dili-
gencia anterior del Procurador Municipal del Cantón, en
que pide no se tomen las declaraciones de los testigos
vecinos de esta ciudad, por haber pasado, en su concep-
to, el tiempo en que detreron examinarse, en que pide se
declare inconducente la prueba ofrecida por Zamora, y se
proceda á dictar sentencia, evacuados que sean los últi-
mos informes; se observa en cuanto á lo primero, que el
término de la distancia es tiempo hábil para evacuar la
prueba que se ofrece en el lugar del juicio, y por con-
siguiente debe continuar el examen de los testigos: se
observa en cnanto á lo segundo, que habiéndose admi-
tido la prueba ofrecida por el defensor de Zamora, para
diferentes puntos de la República, y mandádose librar y
aun librado algunos despachos, en los cuales se han he-
cho inserciones solicitadas por el Procurador referido,
es claro que hoy no es permitido al Tribunal decidir si
es ó rió conducente la prueba acordada. En cuanto al
tercer punto se observa, Analmente, que eu la audiencia
de hoy ha solicitado el mismo Procurador el examen
de nn testigo y la práctica de una diligencia ó averigua-
APÉNDICE LI
«iones de ciertos hechos, en las parroquias de Los Tiznados,
«con cuyo objeto se han librado ya los correspondientes
-despachos, y que según estos antecedentes, lo consen-
tido por el fiscal, y lo acordado por este Tribunal* es
-evidente que la causa de Ezequiel Zamora ,no debe
sentenciarse, mientras no espire el término de la distan-
cia concedido en ella, que debe continuar el examen
<de los testigos de este vecindario y oírsele al indicado
Procurador la apelación que interpone al final de su di-
ligencia, en el efecto devolutivo. Compúlsese, pues, en
consecuencia el testimonio de las actas conducentes, y re-
mítase á la mayor brevedad posible á S. E. la Corte Su-
perior, y reitérense las órdenes de comparecencia délos
testigos mencionados para que declaren, según está acor-
dado.— Cura, mayo ocho de mil ochocientos cuarenta y
siete. — González Méndez. — Brizuela, Secretario.
• #
SENTENCIA
En nombre de la República <le Venezuela, — El Juez de
ln Instancia del 4? circuito judicial de la Provincia
de Caracas.
Vistos con lo representado por el Procurador Mu-
nicipal y alegado por el defensor en los autos criminales
formalizados contra Ezequiel Zamora, por conspiración
y por atribuírsele culpabilidad en otros varios delitos y
excesos. Averiguado como lo está suficientemente, que
Zamora perteneció á la facción que en este Cantón tur-
bó el orden público, desde el mes de setiembre del ano
próximo pasado ; debe inquirirse ahora el lugar que ocu-
paba en ella, para saber si está comprendido en el in-
dulto expedido por el Supremo Gobierno en ocho de ju-
nio último, ó en su ampliación del veinte y uno del pro-
pio mes ; ó si no estándolo, cual sea el castigo á que
se haya hecho acreedor, de conformidad con la ley de
15 de junio de 1831, que determina el modo de proceder
con los conspiradores y las penas en que incurren, como
también cuál sea la responsabilidad que le resulte por
LII APÉNDICE
los otros crímenes y excesos cometidos mientras penna-
necio en la facción, y la parte que en ellos tuviera. Za-
mora confiesa paladinamente en las diferentes declara-
(•iones que ha reudido, que levantó una facción contra
el Gobierno ó cooperó á ella: que con este motivo tu-
vo un choque con las tropas que mandaba el General
Guerrero en el sitio del Limón : que la fuerza que allí
mantenía á sus órdenes alcanzaba a mil y un pico de
hombres de infantería y caballería, teniendo i>or título r
u La oposición " y á cuya cabeza se encontraba con el
carácter de General : confiesa el encuentro que tuvo en.
el sitio de Los Bagres, con una fuerza que mandaba el
capitán Villasuiil, quien por consecuencia del asalto que
le hizo, fue derrotado con sus tropas y muerto : confiesa
que en el sitio de La Ollita tuvo otro encuentro con las»
armas del Gobierno, pero se retiró habiendo reconocido que
aquéllas eran superiores á las suyas: confiesa que ha-
biéndose dirijidode allí á las montanas de Güigüe, frente
á Manuare, con más de trescientos hombres, tuvo otro cho-
que con una partida del Gobierno en el sitio de LaYucaT
adonde había ido de las montanas referidas obligado por
la necesidad ó falta de medios de subsistencia, y que
aunque le dispararon algunos tiros, se fueron sin ser per-
seguidos al sitio de Guacamaya, en donde fueron recha-
zados por otra fuerza del Gobierno, ó más bien que esto*
se fueron por la noticia que tuvieron, de que allí exis-
tía: confiesa que tuvo otro choque con las tropas del Go-
bierno en el sitio de La Culebra, perteneciente á Los Va-
lles de Aragua, el cual mandó en persona á la cabeza
de doscientos y como cuarenta hombres: confiesa que
de allí marchó al sitio de Cataure, donde, viéndose cer-
cado con sus companeros por las tropas del Gobierno*
dispararon algunos tiros, hicieron pié firme, y al favor
de la oscuridad de la noche se retiraron; y confiesa, en
fin, que en el formal ataque que tuvo lugar en el sitio
de Pa güito, pelearon á sus órdenes más de trescieutos
hombres, y que los hechos de armas que quedan rela-
cionados, son los sucesos más notables de lo que puede
llamar su vida militar, desde que se decidió á obrar for.
malmente contra el Gobierno. También confiesa Zamora
que dio los pasos necesarios para reunir la gente que
llevó al Limón, cuya operación dio principio en el Valle:
APÉNDICE Lili
•de Guambra: que reuniólas partidas que habían orga-
nizado por su propia cuenta Rangel, Rosalio Herrera,
Evangelista Cabeza y Segundo Martínez, los que estu-
vieron á sus órdenes, habiéndole escrito á los últimos
-para que se le unieran : que confirió á Rangel el gra-
•do de Coronel : que habiéndose entregado con la mayor
actividad el ano pasado al triunfo del partido liberal
•en las elecciones primarias, así en esta parroquia como
^n la de Magdaleno y Los Tiznados, comisionado por la
sociedad que existía aquí, y obrando en la segunda, en
unión de Ramón Goiticoa, que había venido de Caracas,
también de comisionado, se cometieron en su concepto
varias injusticias por la juntas de Notables y por la Asam-
blea parroquial de esta ciudad, tales como habérsele
reducido á prisión y habérsele privado de los derechos
«de ciudadano por cuatro anos : que concluido que fue el
período de las elecciones se dirigió á Caracas don le con-
sultó con el doctor Manuel María Echeandía lo que
«debería hacer en aquel caso, y éste le dijo que en vano
procuraría una providencia favorable, porque el man-
ilo lo tenían los oligarcas, y que la justicia debía
buscarse en una revolución : que después de esto salió
de Caracas en compañía de Guzmán con una lanza en-
astada, y fue uno de los que formaron su comitiva:
•«que invitado él y Manuel 1 barra en La Victoria por el
propio Echeandía para una de las esquinas de la ciudad,
formó Echeandía el plan de revolución, y convinieron en
«que Echeandía movería el Llano Arriba junto con un tal
Aguado, el General José Gregorio Monagas, Juan Bau-
tista Echeandía y otros, y que Ibarra y él (Zamora) le-
vantarían la gente de la Sierra y el Llano Abajo : que
«el día siguiente por la mañana se fué Echeandía para
Caracas, é Ibarra y él (Zamora) por la tarde, se diri-
gieron al Pao de Zarate, desde donde, por caminos ex-
traviados, se fueron á La Sierra de Virgen Pura, bus-
cando el Valle de Tacasuruma, para dar principio á la
empresa, contando con que los vecinos de allí lo seguirían,
«como sucedió: que la primera reunión la tuvieron en
"Ol sitio de Guambra, de donde siguió para adelante, y ha-
llándose en el sitio de Las Muías con un grupo como
«<le cien hombres, se le presentó Rangel una tarde, con
¿ríete ú ocho • individuos, ofreciéndole una partida mayor,
LIV APÉNDICE
en cuya oportunidad recibió de éste en aquel acto unos-
vivas, y fue reconocido como un caudillo del partido*
liberal : que en aquella misma tarde, marcharon juntos-
para el sitio de Los Leones, y después para los demás-
que ocuparon basta llegar á las llanuras del Limón -r
y que cuando se dirigió últimamente al sitio de La Cu-
lebra fue con el objeto de reunir hombres, y cuando fue
batido en Pagüito marchaba para San Francisco de Cara y
Cama tagua, en solicitud de gente que lo siguiera. — A vis-
ta, pues, de lo expuesto, no puede negarse que Eze-
quiel, Zamora merece el calificativo de cabecilla ó Jefe
de la facción de que se ha hecho referencia, pues aun-
que consta que Hangel invadió primero esta pobla-
ción y las de Güigüe y Magdaleno, consta también que
habiéndose reunido á aquél, llevó desde entonces el grada
y título de General de la fuerza, hasta que fue aprehen-
dido, y de consiguiente como tal General ó cabecilla
se encuentra exceptuado del indulto expedido por ei
Supremo I\ E. en ocho de junio último, y por su amplia-
ción del veintiuno del propio mes ; sobre todo, bien con-
siderado, si se atiende que Zamora, según resulta acre-
ditado de las exposiciones de un número considerable de
testigos que han sido examinados en las tres piezas
que componen estos voluminosos autos, solicitaba y bus-
caba por sí desde un principio, prosélitos para la revo-
lución que hacía, aun amenazando á algunos: que pro-
clamó y arengó en los lugares ó pueblos donde llegó ¿
entrar para que le siguieran y aun dio órdenes y dis-
posiciones para atacar las fuerzas del Gobierno á
los oficiales que destinaba de avanzada sobre ciertos-
puntos: que al separarse de esta ciudad para la de Ca-
racas después de las elecciones, lo. verificó armado de
lanza y de otras armas que indicaban ya, según sostie-
nen algunos testigos, sus miras de levantarse contra el Go-
bierno legítimo de la República: que antes de las elec-
ciones había manifestado aquí, según declaran otros de
los propios testigos, que con su espada subiría Guznián
a la silla presidencial, y aun manifestaba mucho rencor
y encono contra los que él llamaba oligarcas: que su
propio defensor Manuel Díaz, como defensor de José Hi-
dalgo y Cipriano Quintana, á quienes también se les si-
guió causa por conspiración, manifiesta que estos fueron
APÉNDICE LV
arrebatados por Rangel y Zamora, autores verdadero»
de la conspiración, y que el propio Díaz manifiesta, en
el tercer interrogatorio de su escrito principal de prueba,
que Zamora, era uno délos caudillos de la facción cuando
llegó al sitio de Los Bagres, y si era tal caudillo como
sostiene el defensor, no puede rovocarse á duda que
segán el diccionario mismo de la lengua castellana, man-
daba y guiaba como cabeza y superior la gente arma-
da y de guerra que había llegado á aquel punto. Ver-
dad es que el acusado atribuye á la lectura de los pe-
riódicos de l*i prensa corrompida, á cuya lectura se en-
tregó, con ardor, haber llegado al estado de perdición
en que se encuentra; y también es verdad que su de-
fensor le excepciona, asegurando que el verdadero cabe-
cilla de la revolución fue Francisco Rangel ; pero, acer-
ca de las excepciones propuestas por el reo, preciso
es convenir que ellas, por su naturaleza, carecen de
toda fuerza ante los tribunales encargados únicamen-
te de administrar justicia, y cuyo deber es sólo arre-
glarse siempre á las leyes: y acerca de las excep-
ciones alegadas por el defensor, ellas están hasta cierto
punto en oposición con lo confosado por el mismo acu-
sado y con lo declarado por muchas personas enumera-
das en la causa, no faltando quienes aseguren que al-
gunas veces, separado Rangel de Zamora, éste se .le
incorporaba con hombres armados en el lugar donde aquél
estaba, y que aun impidió que el propio Kangel se pre-
sentara al Coronel Oisneros, en momentos en que estaba
dispuesto á verificarlo. Respecto á los otros crímenes co-
metidos por la facción : consta de autos que ella, efecti-
vamente, perpetró varios crímenes en los lugares ¡K>r
donde anduvo, y cometió otros muchos excesos; y por
lo tanto es natural que eu todos ó la mayor parte de
ellos tuviese Zamora como caudillo una parte conside-
rable. En cuanto al asesinato que fue perpetrado en la
persona de Andrés Fuentes, Pedro Pastrán asevera que
prisionero con Fuentes, lo pusieron en libertad y Rangel
mandó á éste con ocho lanceros, y no lo vio más; lo
mismo aseveran el testigo José Olayo Avendano y otros.
Zamora niega abiertamente en las diferentes declaracio-
nes que ha rendido en el informe escrito que acaba de
remitir á este tribunal, haber tenido parte alguna en la
I/VI APÉNDICE
'muerte de Andrés Fuentes á que se refieren los testigo*
que quedan relacionados, y para comprobarlo su defensor
presenta los testimonios de Juan Ruinualdo Prieto, Pas-
cual Torres, Juan Ibáñez, José Teodoro Fernández y otroa,
y una certificación del General Francisco de Paula Al-
cántara, Jefe de Operaciones de Los Valles de Aragua,
referente á la manifestación que le hizo José de Jesús
González, alias Agachado, cuando se le presentó y fue in-
dultado ; pero los testigos, en sustancia, dicen que nada
«aben. Guillermo Blanco está contradicho habiendo ma-
nifestado en su declaración, que no supo quien dio la
-orden para dar muerte á Andrés Fuentes», conducido por
Francisco Pacheco á presencia de Zamora y Bangel.
Luis Fernando Fuentes está del mismo modo contradi-
cho asegurando después en otra declaración que Z a mo-
ka no tuvo parte alguna en la muerte de Fuentes. Joa-
«priu Rodríguez manifiesta tener solo diez y seis año»
y de consiguiente su dicho carece de fe, pues no tiene
•diez y ocho años cumplidos. La certificación del Gene-
ral Alcántara refiriéndose á José de Jesús González, no
puede estimarse porque no concurrieron á ella las forma-
lidades prescritas por el artículo 35 y siguientes de la
Ley 4H del Código de Procedimiento Judicial y además,
González asegura que él y Zamora exijieron al Capitán
Pacheco suspendieran los efectos de la orden mientras
hablaban con el Coronel Bangel. Además, el que capi-
tanea una facción es responsable de los malos hechos
-que comete, pues de lo contrario resultaría que un per-
verso astuto, lanzaría cubiertamente á otros á cometer
crímenes y desastres y decir después que no se los ha-
bían mandado á perpetrar, se quedaría impune, con es-
cándalo de la moral y oprobio de las leyes. Verdad es
•que en el plenariode la causaban declarado un número con-
siderable de testigos sobre la nueva conducta y comporta-
miento de aquél antes de entrar en la revolución, y uno
<le los servicios que prestó en esta población en «1 año
<le cuarenta y cuatro, cuando estalló aquí la revolución
de Juan Silva, aseverando en la defensa y que, tam-
bién se prueba en ésta que la irregular conducta obser-
vada por la Junta de notables y la Asamblea parroquial
de esta ciudad, fue la que dio origen al alzamiento de su
«defendido ; pero estas exposiciones, por muy bien proba-
APÉNDICE LVII
das que estén, lio son ni pueden ser en derecho bastan-
te á desvirtuar los cargos que resultan contra el reo,
pues aunque la conducta de la Junta de Notables y de
la Asamblea parroquial de esta ciudad hubiese sido irre-
gular, no debió creerse autorizado Zamora para levantar
usa facción contra el Gobierno, para trastornar el orden
público y para causar males inauditos á la patria, prin-
cipalmente cuando no podía ignorar que la justicia de
un Tribunal no absuelve nunca á los ciudadanos de la
obediencia que deben prestar á las leyes, y cuando
estas mismas le tranqueaban los medios de vindicarse, si
realmente había sido ofendida ; y como á los tribunales
en sus fallos, no 1(8 es dado separarse de lo que las
leyes prescriben, ni pueden acordar otra cosa que lo
que estas mismas determinan con arreglo á lo alega-
do y probado. Por estos fundamentos, pues, y por
los demás que contienen los autos, administrando justi-
cia por autoridad de la ley, y con sujeción entera al ar-
tículo 2? de la ley de 15 de junio de 1831, que deter-
mina el modo de proceder contra los conspiradores y
las penas en que incurren, se condena ai expresado
Ezequiel Zamora á la pena de último suplicio, en las cos-
tas procesales, y á consignar el papel sellado correspondien-
te que debe ser agregado con la nota de inutilizado?
previas las notificaciones respectivas ; remítanse en con-
sulta y apelación los autos al Tribunal superior, deján-
dose por secretaría copia autorizada de esta sentencia:
y de ella dése cuenta al P. E. por d órgano del Minis-
tro del Interior á los fines consiguientes. — San Luis de
Cura, julio 27 de 1847.— Ano 18 de la ley y 37 de la
Independencia. — Manuel Alfonzo. — Antonio Rriznela, Secre-
tario interino.
PETICIÓN
DE LA SEÑORA MADRE DEL ENCAUSADO, A LA CORTE
SUPERIOR DE CARACAS
Paula Correa, madre de Ezequiel Zamora, atenta-
mente á V. E. expongo: que habiéndose excusado
LVIII APÉNDICE
de hacer la defensa de ini hijo ante esta Superioridad,
los señores Doctores Elias Acosta y Miguel Uznárez, me
he empeñado con el primero para que, no obstante sus
actuales ocupaciones *n otras causas criminales, haga com-
patible cuanto pueda la defensa del precitado mi hijo;
y él ha prestado su conformidad atendiendo á los rue-
gos y lágrimas de una madre. En esta virtud, y en la
de que V. E. siempre ha atendido las solicitudes de
las madres, y parientes cercanos de los reos en iguales
casos de estar ellos ausentes de esta ciudad. — A V. E.
suplico se sirva dar por excusado al señor doctor Mi-
guel Uznárez, que piensa marcharse al campo, y por
nombrado nuevamente el señor doctor Elias Acosta, quien
firma en prueba de su conformidad ó aceptación. — Ca-
racas, á 10 de agosto de 1847.
Excelentísimo señor.
Paula Correa. — Elia$ Aconta.
Caracas, agosto 10 de 1847. — En visto de la. acep-
tación manifestada por el doctor Elias Acosta, cítesele
para que comparezca á prestar el correspondiente jura-
mentó. — Díaz. — En veinte y siete de los mismos compare-
reció el l)r. Elias Acosta, y prestó ante la Corte el co-
rrespondiente juramento, y firma. — Elias Acosta. — Cerezo.
Manuel Díaz, representando á V. E. con el debido
respeto expongo: que he venido áesta ciudad como de-
fensor que fui en primera instancia de Ezequiel Zamora,
y por encargo de este mismo, para qne le represente an-
te esta superioridad en la manifestación de los hechos
que tienden á su defensa ; y como yo he sido quien ha
creado el proceso, si me es lícito usar esta expresión,
y además, por lo angustiado del tiempo para imponerse
de los autos el señor l)r. Elias Acosta, que apenas podrá
contraerse al informe la exposición de los hechos, que
constituyen la defensa del encausado, aparte del alegato
en derecho que debe hacer el Dr. Acosta, y así lo espe-
ro de la consideración y latitud que V. E. acostumbra
á prestar á las peticiones de los reos, especialmente á los
condenados en Primera Instancia & último suplicio, es
justicia que imploro, etcétera. — Manuel Díaz.
APÉNDICE IAX
AUTO
Caracas, agosto 31 de 1847. — Estando nombrado por
defensor tm profesor de derecho, que aun fue propuesto
por la madre del encausado, no ha lugar & lo que so
sol i cita. — Díaz. — Romero. — Cerezo.
En la misma fecha Manuel Díaz, dijo: que apela
de la anterior providencia para ante la Corte Suprema
de Justicia y firman. — Castro. — Manuel Día*.
AUTO
Caracas, setiembre 1? de 1847. — En virtud de los prin-
cipios expuestos en el acuerdo de S. E. la Corte Supre-
ma, de 3 de agosto del presente año, se declara sin lu-
gar la apelación á que se refiere, la diligencia anterior.
— Díaz. — Romero. — Cerezo.
Sentencia de Segunda Instancia
La Corte Superior de Justicia del segundo Distrito.
— Habiendo visto el expediente seguido contra Ezkquiel
Zamora por conspiración y otros delitos que se le han
atribuido, y venido en consulta y apelación de la sen-
tencia que en 21 de julio último ha expedido el Juez de
Ia Instancia del 4? circuito judicial de esta Provincia,
condenando al encausado á la pena de último suplicio,
al pago de las costas y presentación del papel sellado
que ha de inutilizarse, oído el informe de su defensor,
observa: que por confesión del mismo Zamora consta
que después de haber acompañado con una lanza enas-
tada á Antonio Leocadio Guzmán en su marcha de esta
ciudad á la de La Victoria, en setiembre último, concertó
con otros para ponerse en armas, siendo el único que
llevaba lanza en la comitiva en distintas direcciones con-
tra el Gobierno de la República, y que, en efecto, él
por su parte, reuniendo varios hombres, levantó una fac-
ción armada, la que se aumentó con otras partidas que
estaban también alzadas á las órdenes de Francisco Ran-
LX APÉNDICE
gel y otros, los cuales le reconocieron y proclamaron por
su Jefe principal, con el título de General y que no con
otro carácter dirijió en persona la facción en sus i 'Ct, vi-
siones por varios lugares y pueblos que ocuparon, y en
distintos encuentros y combates con las tropas del Go-
bierno, señaladamente en los del Limón, Los Bagres, L i Cu-
lebra y Pagüito. Por varias declaraciones del proceso es-
tá comprobado esto mismo, como también que la facción,
mientras estuvo mandada por Zamora, cometió varios ro-
bos, incendios y asesinatos, y aunque no está probado
que los mandase á cometer, siempre era responsable como
Jefe principal, moral y legalniente de ellos, pues debió
impedir tales escándalos. Y aunque el defensor ha pro-
curado excusarlo con que sii título de General era en nom-
bre y no en la autoridad efectiva, resulta lo contrario
de sus confesiones y de los hechos que ha llamado él mismo
su vida militar. En cuanto á la gravedad del cargo por la
muerte de Fuentes, en efecto : los testigos Pedro Pastrán,
Eustaquio Colmenares, Francisco Pacheco y José Bernardo
Masabé, han declarado uniformemente en el sumario, que
fue obra de llangel casi exclusivamente. Otros testi-
gos que declararon, como Yamario Martínez, y Juan
Pablo Torre?, después de vencido el término probatorio
y el de las distancias complicando á Zamora en los su-
cesos, no deben sin embargo dejar de estimarse. Des-
pués de tantos datos no deja de dar lugar á una in-
ferencia desfavorable para Zamora las inferencias que
se desprenden de las declaraciones dadas por José Ma-
ría García y Ana Fuentes, refiriéndose á la invasión de
la hacienda de Los Bagres. Por otra parte se despren-
de la inferencia de que Fuentes era conjuez de las
elecciones primarias en agosto último, uno de los que le
prendieron y suspendieron de los derechos de ciudada-
no al encausado, de consiguiente su encono debía exis-
tir contra el que presidió aquella Asamblea, mucho más
si se atiende á que por este hecho deliberó su alza-
miento contra el Gobierno de su patria. En cuanto á
los testigos con que el defensor de Zamora ha inten-
tado probar que no fue él sino Bangel quien dio órde-
nes de cometer los excesos cometidos por la facción, ha
observado justamente el Juez inferior, que la mayor parte
de ellos ó ignoran los hechos, ó han incurrido en nota-
APÉNDICE LXI
bles contradicciones con arreglo al respectivo interrogatorio
del citado defensor y dicen lo contrario de lo que testi-
fican en sus primeras declaraciones. Entre estos testigos
. contradichos es notable José Bernardo Masaba, secretario
de Zamora, y con qnien este mismo ha dicho que tenía
grande amistad y a quien profesaba aprecio y distin-
ciones. No quedan, pues, de dichos testigos, como tam-
bién ha notado el Juez, sino tres, contra quienes no apa-
rece objeción ; pero cuyo testimonio no basta á destruir
la convicción contraria que resulta de los precedentes
datos. Y aun el concepto de que Rangel hubiese sido
el principal autor de los hechos para abrogarse la au-
toridad como Jefe más inmediato de la tropa, siempre
aparecería Zamora como el Jefe, cabecilla ó principal con
quien Bangel conferenciaba, como varios testigos aseve-
ran, en cuyas conferencias debía prevalecer la opinión de
él como primer Jefe ó General titulado de la facción,
para impedir los crímenes. Y si también es cierto que
por el octavo particular del interrogatorio del defensor,
folio <i?, con el fin de desvanecer aquellos cargos, se
ha intentado probar que Rangel casi siempre estaba ebrio,
que en este estado era como una fiera, y que por esta
razón Zamora no se atrevía, ni ningún otro oficial, á
contrariarle ó suplicarle en las deliberaciones que toma-
ba, tal excusa es inverosímil atendidas todas las circuns-
tancias antes observadas y además las conferencias pri-
vadas y otros actos de obediencia de Rangel hacia Za-
mora. De todo lo expuesto, pues, se deduce, que el
encausado no sólo es reo de conspiración, sino Jefe prin-
cipal de ella, y reo también de crímenes atroces que
merecen por las leyes pena capital ; y por tanto no está
comprendido en ninguno de los indultos acordados por
el Poder Ejecutivo, á que ha pretendido acogerlo su de.
fensor. (1) — En este concepto, administrando justicia por
autoridad de la ley, se confirma la senteucia apelada;
[1] Ni Zamora dí su defensor pensaron nunca en acogerse á
los varios indultos del P. E. porgue era prohibición expresa del
encausado; y tanto que así lo dice en sus declaraciones. Loque
ni es cierto es que ni el Juez de 1* Instancia ni los Ministros de
las Cortes Superior ni Suprema podían ser sus Jueces, porque
eran sus enemigos políticos y no podían abrigar ningún senti-
miento de imparcialidad. Y así todos debieron excu arse obran-
do con delicadeza.
"1
LXII APÉNDICE
y remítanse los autos en consalta á S. E. la Corte Su-
prema de Justicia. Caracas : setiembre 6 de 1847. — Año
18 de la Ley y 37 de la Independencia. — Francisco Díaz
— Juan José Romero. — Manuel Cerezo. — Caracas: setiem-
bre 9 de 1847.— Al sefíor Fiscal.
• #
ESCRITO DEL FISCAL
He visto los autos formados contra Ezequiel Zamo-
ba por conspiración y otros delitos y traídos al Tribu-
nal Supremo de Justicia en consulta de la sentencia li-
brada por la Corte Superior en que condena á Zamora,
como conspirador y homicida, á la pena del último su-
plicio; en cuanto al primer delito, esté plenamente acre-
ditado en las actas, que Zahora fue Jefe de la facción
armada que pretendió trastornar las bases del Gobierno,
é invadió varias poblaciones de la República cometien-
do varios crímenes. El mismo Zamora lo contieza, lo
dicen muchos testigos, y aun sin esto lo revelaría el
encumbrado puesto en que aquél estaba colocado entre los
que componían la facción, y las consideraciones que és-
ta le dispensaba. Zamora, como General de ella, fue
quien confirió el grado de Coronel á Francisco Rangel,
su segundo en el mando; él quien ordenó los ataques
contra las tropas del Gobierno ; quien las batió en Los
Bagres, en cuya función de armas fue muerto el capi-
tán José del Rosario Villasmil ; quien mandó en perso-
na el ataque del sitio de La Culebra á la cabeza de más
de doscientos hombres ; él fue quien sostuvo el choque
en todas las acciones de guerra que tuvieron las armas
del Gobierno en El Limón, en La Ollita, en La Yuca, en
Guacamaya, en Cataure, Los Leones y el de Pagüito, y
él quien es responsable de todos estos hechos y de sus
consecuencias. Ezequiel Zamora es conspirador de pri-
mera clase, y no está comprendido en ningún indultó
como cabecilla. Obran también contra ellos cargos que
le resultan de la parte que debió tener de las varias
muertes que cometió la facción, entre ellas la de Fuentes.
APÉNDICE LXIII
De este no ha podido él mismo disculparse ni su defen-
sor ha podido de una manera bastante á minorar la c\ü<
pa. En nada favorecen á Zamora sus numerosas prue-
bas. La mayor parte de sus testigos ignoran los princi-
pales hechos ; el dicho de otros está en contradición con
el que habíase emitido en el sumario; otro no tiene la
edad que la ley señala al testificarle en juicio; y otro
ha sido examinado informalmente. Tres sólo quedan há-
biles, uno de los cuales resulta favorable desvirtuando
su testimonio el de los otros, quedando en pie los que
acusan á Zamoua. El es pues responsable de los he-
chos cometidos por la facción. Por tanto, estimando el
Fiscal justa y arreglada á la ley la sentencia consul-
tada, pide que V. E. se sirva aprobarla. Caracas, se-
tiembre 23 de 1847. — Rojas. — Carneas, setiembre 24 de
1847. — Señálase para la vista de esta causa el dia 5 de
octnbr** próximo. — Narrarte.
REPÚBLICA DE VENEZUELA
EN SU NOMBRE
La Corte Suprema de Justicia. — Caracas: octubre 28 de
1847. — 187 y 37 de la Independencia.
Vista la causa seguida contra Ezeqtiel Zamora
por conspiración y otros delitos, en consulta de la sen-
tencia que pronunció la Corte Superior del segundo Dis-
trito, á 6 de setiembre próximo pasado, por cuanto con-
firma la de Primera Instancia, que le condenó á la pena
de último suplicio, por lo representado por el Ministro
Fiscal y lo informado á la voz por el abogado defensor,
aparece convicto y confeso Zamora de haber capitanea-
do, con el título de General, la facción á mano armada
contra el Gobierno, conocido notoriamente por su nombre
y el de Francisco Rangel : de haberle nombrado Coronel
en ella: de haber sostenido combate en diversos en-
cuentros con tropas del Gobierno lejítimo de la Repú-
blica y de haber cometido la misma facción, en sus co-
rrerías, varios asesinatos, incendios y otros exesos. Y
además aparece Zamora confeso de que había contri-
buido á formar la facción referida, reuniendo hombres al
LXIV APÉNDICE
intento y procurando se le incorporaran otros grupos que
levantados ya, se le fueron incorporando, entre ellos el
dirijido por el famoso Rangel; y de que así, en un cuerpo
la facción, continuó & su cabeza hasta la dispersión de
sus restos cuando fue atacado en el sitio de Paguito.
Por consiguiente, con razón se ha considerado á Eze-
<¿uiel Zamora en las sentencias y representaciones fis-
cales de esta causa, conspirador de primera clase, con el
carácter de cabecilla ó General, Jefe ó director de
facción, responsable como tal de los otros delitos men-
cionados, siendo tenido por tanto excluido del indulto
concedido ¡>or el Poder Ejecutivo en decretos de 8 y 21. de
junio último. Pero hay además contra Zamora otros car-
gos en cuanto á los del tos que le han sido imputados:
consta por el dicho de varios testigos que algunos in-
cendios fueron ejecutados á su presencia ; por confesión
propia, que tomaba ganados de los vecinos particulares
en las labranzas, para con dichas reses sostener la facción,
la inicua facción de piratería que capitaneaba; que oyó
la orden que daba lian ge l para aprehender en Guambra
á Agustín Reyes, y no tomó medidas ningunas contra
la disposición de Rangel. Es verdad que ha pretendi-
do probar que era opuesto y que procuraba evitar tales
acontecimientos; pero esto no le releva de la responsa-
bilidad que le afecta, pues continuaba siempre como Jefe
principal de la tropa que él mismo había reunido y formado
desde el principio. Por las declaraciones de Pedro Pastrán
y otros que fueron presos junto con Andrés Fuentes, resul-
ta que Ranjel los puso cu libertad, siendo sólo Fuentes el
muerto, de que se deduce muy bien que Zamora pudo,
si hubiera querido, evitar la muerte de aquél. Zamora ó
sus defensores han procurado excusarle de tos cargos que
arrroja el sumario, ya diciendo que por la conferencia con
el doctor Manuel María Echcaudía, ya que con la lectu.
ra de los periódicos, y ya que por haberle privado de
los derechos de ciudadano en las últimas elecciones : peto
nada de esto amerita para dejar de fallar en su contra
por lo ineficaces que son tales excepciones. Por estos
fundamentos y otros que abundan en las anteriores sen-
tencias y que se desprenden de los autos, administrando
justicia por autoridad de la ley, se aprueba la sentencia
venida en consulta ; y por si 8. E. el Presidente de la Re-
APÉNDICE LXV
pública tuviere á bien hacer uso de su atribución consti-
tucional, diríjasele copia de la presente por la respecti-
va Secretaría.
André* Narcarte, Presidente — José Rafael Blanco, —
Juan Bautinta Carreño. — Joaquín Botón.
CONMUTACIÓN DE LA PENA DE MUERTE
Por el Benemérito General José Tadeo Mo nagas
JOSÉ TADEO MONAGAS
PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE VENEZUELA
ETC., ETC., ETC.
Vista la sentencia de la Corte Suprema de Justicia
en que condena á Ezequiel Zamora á sufrir la pena
de último suplicio por el delito de conspiración. En uso
de la atribución 21* queme concede el artículo 117 déla
Constitución, y previo el acuerdo y consentimiento del Con.
Rejo de Gobierno.
decreto:
Art. Io Se conmuta la pena de muerte á que lia si-
do condenado Ezeqciel Zamora, en la de diez años de
presidio, en el cerrado de Maracaibo.
Art. 2? El Secretario de Estado en los DD. del
Interior y Justicia queda encargado de la ejecución de
este decreto.
Dado, firmado de mi mano : sellado con el sello del
Poder Ejecutivo y refrendado por el Secretario de Esta-
do en los DD. del Interior y Justicia en Caracas á 5
de noviembre de 1847. — Año 18? de la ley y 37? de la
Independencia. — José Tadeo Monagas. — Por S. E. — To-
man Jone Sanabria. — Es copia. — Sanabria.
LXVI APÉNDICE
OFICIO
República de Venezuela. — Secretaría de Estado en
las DD. del Interior y Justicia. — Caracas, 3 de setiembre
de 1847, 18° de la ley y 37? de la Independencia.— Ex-
celentísimo señor Presidente de la .Corte Suprema de Jus-
ticia.— Para los fines consiguientes tengo el honor de
pasar á manos de V. E. copia autorizada del decreto
Ejecutivo de esta fecha, conmutando la pena de muerte
impuesta á Ezeqviel Zamora, en la de diez aüos de
presidio. — Contesto así la nota de V. E. fechada el 29
de agosto último, número 08. Soy de V. E. atento ser-
vidor.— Tomás Jo*é Samibria. Caracas, noviembre 6 de
1847. — A su expediente, dejándose en cancillería copia
autorizada de este Tribunal, del decreto Ejecutivo del
«día de ayer, del precedente oficio y de esta providencia.
Corte Suprema de Justicia
Pase á la Corte Superior para que tenga cumpli-
miento la sustitución hecha por el Poder Ejecutivo, de la
pena impuesta al reo de esta causa. — Narrarte. — B'arwo. —
Bóton. — Caracas, noviembre nueve de 1847. — Cúmplase lo
resuelto por S. E. la Corte Suprema de Justicia en el
auto anterior; y al efecto devuélvase el expediente al
tribunal inferior, quedando en Cancillería copifi autori-
zada de la Suprema sentencia y de las demás actuacio-
nes hasta este Decreto. — Díaz. — Romero. — Cerezo.
República de Venezuela. — Caracas, 11 de noviembre de
1S17. — Año 18? de la ley y 37? de la Independencia. — Señor
Juez de 1H Instancia del 4? circuito. — Para que en ese Juz-
gado se dé cumplimiento á lo resuelto por S. E. la Corte Su-
prema de Justicia en su auto del seis del corriente, expedí-
APÉNDICE LXV1I
<lo en la causa seguida contra Ezequiel Zamora por cons-
piración y otros delitos, devuelvo á usted el expedien-
te, en tres piezas, la primera en 334 folios, la segunda
con 425, y con 440 la tercera. — Dios guarde á usted. —
El Presidente. — Francisco Dia;
r<v.
Tribunal de lu Instancia del cuarto circuito judi-
cial de la provincia de Caracas. — Guárdese, cúmplase
j ejecúteselo resuelto por el Excelentísimo señor Presi-
dente de la República, en su decreto de cinco de este
mes, conmutando á Ezequiel Zamora la pena de muer-
te que se le babía impuesto por este Tribunal, porS. F.
la Corte Suprema, en la de diez anos de presidio eu
el cerrado de la Provincia de Maracaibo, como también
«en la parte en que disponen dichas sentencias que aquél
satisfaga las costas judiciales y consigne el papel sella-
do que debe agregarse á los autos con la nota de inu-
tilizado : notifíquense las predichas sentencias y el decre-
to del supremo Gobierno al reo, á su defensor y al fis-
cal, de la manera conveniente : compúlsese un testi-
monio íntegro y legalizado del fallo pronunciado por el
Tribunal Supremo de la Nación y del decreto de S. E.
el P. E., y remítase al señor Gobernador de la provin-
cia de Maracaibo, para que disponga que el reo men-
cionado entre á cumplir la pena que se le ha impuesto,
con cuyo objeto se le remitirá éste por conducto del señor
Gobernador de esta provincia, oficiándose para ello, y
para lo demás que haya lugar y corresponda, al señor
Jefe político del Cantón Maracay, donde permanece preso
el propio reo: acúsese recibo de estos autos á S. E. la
•Corte Superior del Distrito que lo devuelve ; y en su
oportunidad archívense, pasándose á la oficina pública
de Registro del Cantón. San Luis de Cura, noviembre
<liez y ocho de 1S47. — M. Alfonso. — Brizuda, Secretario.
El mismo día se acusó recibo de los autos á S. E. la
«Oorte Superior. — Brizuda, Secretario.
LXVIII APÉNDICE
El propio día se notificaron al fiscal y defensor las-
sentencias libradas en la causa y también el Decreto
del Supremo Gobierno, y quedaron enterados. — Brizuéla7
Secretario.
Seguidamente se compulsó un testimonio de la última
sentencia y del decieto del P. E. y se dirigió al señor
Jefe político de Maracay para la debida notificación al
reo y para que, vuelto á cerrar otro testimonio, por el
mismo orden que se le envía, lo remita al señor Gober-
nador de la provincia el que con la mayor seguridad,
le remitirá también el propio reo, oficiándosele igualmen-
te para que ai recibir tanto al reo como el testimonio-
expresado, los remita al señor Gobernador de Maracaibo
á quien del propio modo se le incluye la comunicación
correspondiente. — Briztiela, Secretario
Incontinenti se ofició al señor Administrador de Ren-
tas internas, para que en el caso de no satisfacerse por el
reo ó consignarse el papel sellado competente, represen-
te y pida lo que corresponde en conveniencia con la
lev de la materia. — Brizuela. Secretario.
Kr 7
REPÚBLICA DE VENEZUELA
Jefatura política del Cantón. — Número 124. — Mará-
cay, noviembre 22 de 1847, — 18? y 37?. — Señor Juez de
1" Instancia del cuarto circuito.
Contesto la comunicación de US. fecha 18 de los»
corrientes, número 04í), en que me adjunta copia de la
sentencia de S. E. la Corte Suprema, y Decreto del P. E.
en la causa del reo Ezequiel Zamora y del auto librado
en su consecuencia por ese Juzgado, en 18 de los corrien-
tes. Todo lo que US. me previene en su comunicación
citada ha sido cumplido, notificándose al reo por una
diligencia que firmó conmigo al pie de dicho testimonio,
APÉNDICE LXIX
«1 cual se puso dentro de su cubierta con el oficio que
US. dirije al señor Gobernador de Maraca i bo. El refe-
rido reo será remitido mañana, con toda 1 1 Redundad
necesaria, al cargo de un Oficial y una escolta de diez
soldados, y con él se dirigirán las comunicaciones de US.
para los señores Gobernadoras de Caracas y Maracaibn.
Soy de US. muy atento obediente servidor. — 8 tirador
Michelena.
REPÚBLICA DE VENEZUELA
Jefatura política del Cantón. — Numero 82. — Maracay
noviembre 22 de 1847. — 18? v 37? — Señor Gobernador de
la Provincia.
Al cargo del Subteniente José María Pérez, de la
guarnición de esta villa, y un piqueta de diez solda-
dos de la misma, remito á US. por disposición del se-
ñor Juez de Ia Instancia del cuarto circuito, la persona
de Ezequiel Zamora. Dicho oficial lia sido bien
instruido de la vigilancia y seguridad con que debe ser
«conducido dicho reo, conforme las prevenciones que me
lia hecho aquel Juzgado, el cual va con los mismos gri-
llos con que ha estado en la prisión en esta villa. Ad-
junto dos pliegos cerrados del señor Juez de Ia Instan-
cia, uoo para US. y el otro para el señor Gobernador
<le Maracaibo, los cuales contienen la copia de la senten-
cia de S. E. la Corte Suprema, el decreto de conmu-
tación del P. E. y la notificación al reo en persona he-
cha por esta Jefatura.
Soy de US. muy atento servidor. — Salrndor Micho-
lena.
• #
LXX APÉNDICE
REQUISITORIA CONTRA EL GENERAL EZEQÜIEL ZAMORA
(Gaceta de Venezuela, número 895, de 2 de enero de 1848)
La República de Venezuela y en su nombre. — Ef
Juez de Ia Instancia del cuarto circuito judicial de la pro-
vincia de Caracas. — A los señores Jueces de 1* Instan-
cia, alcaldes parroquiales, jueces de paz y demás autori-
dades de la República,
Hace saber :
Que habiéndose fugado Ezequiel Zamora de lar
cárcel de la villa de Maracay, donde se bailaba en mo-
mentos en que iba á ser conducido á la provincia ele
Maracaibo, donde debía cumplir los diez anos de presidio
cerrado en que le fue conmutada la pena de muerte que
se le había impuesto, se ha mandado librar la presente
requisitoria con las inserciones siguientes para su aprehen-
sión.— Tribunal de 1" Instancia del circuito. — Acúsese
recibo de la anterior comunicación ai señor Jefe política
del Cantón Maracay: y por cuanto en ella manifiesta
dicho funcionario haberse fugado el re<> Ezequiel, Zamora
en momentos en que iba á ser remitido al presidio ce-
rrado de Maracaibo por diez aiios en que le fue conmu-
tada la pena de muerte que le habían impuesto los tri-
bunales de justicia : líbrense en el día requisitorias circu-
lares con las inserciones necesarias á los señores Jue-
ces de 1* Instancia, Alcaldes parroquiales, Jueces
de paz y demás autoridades de la República, para su
apreheusión y remisión á este tribunal donde existe la cau-
sa; insertándose á mayor abundamiento la predi cha re-
quisitoria en la Gwi'ta de Venezuela, etc. — San Luis de
Cura, noviembre 24 de 1847 — 18? de la ley y 37? de la
Independencia. — Manuel Alfonzo. — Antonio ¡lrizuela¡ Secre-
tario.
El Secretario que suscribe, certifica ; que los signo»
tisonómicos de Ezequiel Zamora, que ha podido ad-
quirir de personas que le conocían muy bien, son del
tenor siguiente: " Pelo rubio pasudo y bastante poblado,
color blanco y algo catire, frente pequeña, ojos azules
y hundidos, nariz larga perfilada, boca pequeña y algo
APÉNDICE LXXI
sumida, labios delgados, barba roja y escasa, estatura?
regular, cuerpo delgado, muy junto de muslos, y pier-
nas manetas. — Tiene las manos largas, descarnadas y cu-
biertas por un bello áspero ; los pies son también lar-
gos y flacos; es de un andar resuelto, y tendrá como
treinta años de edad. — Cura fecha ut supra. — Antonio
Brizuela.
En cuya virtud los señores Jueces y autoridades
á quienes se dirije la presente requisitoria, le darán su.
más puntual cumplimiento, circulándola de uno en otro
hasta el último, que la devolverá á este Tribunal con
la persona del reo prófugo, bien asegurada, si se lograse
su captura. — San Luis de Cura, noviembre 24 de 1847. —
18? y 27?. — Manuel Alfonzo. — Antonio Brizuela, Secretario.
CARTA DEL PBRO. DOCTOR I0NAGAS
ALPRESIDENTE DE LAREPUBLICA
Excelentísimo señor Presidente José Tadeo Monagas.
Valencia: «agosto 17 de 1849.
Mi querido primo y amigo :
Mil y mil enhorabuenas por la deseada paz que el
Señor nos ha concedido después de la desgraciada re-
volución de estos días. Ahora sólo resta que usted no
ponga término á su bondad y beneficencia á favor de los
desgraciados. Es verdad que el amor propio, y los con-
sejos de los que no miran el bien general sino sus pa-
siones é intereses particulares, pondrán algún obstáculo
á la inclinación de usted, que siempre me ha manifes-
tado por el perdón ; pero es necesario hacerse superior
á todo, y dar á conocer su generosidad libre de resen-
timientos. Por tanto, una amnistía general es la propia
para el caso, por la que yo le suplico rendidamente y
la que espero pondrá fin á las disenciones y partidos.
"Tsted sabe muy bien que este es el mayor medio y aún
el iinico para una sola reconciliación: las historias así
LXXII APÉNDICE
nos lo enseñan y la experiencia así lo demuestra, pues
aunque los ingratos alguna vez no correspondan á la
benignidad que se ha usado con ellos, después tarde ó
temprano se eoje el froto de la beneficencia, y esta pro-
duce una paz estable que nunca se consigue sin ganar
el corazón. Desentiéndase usted por ahora de las pre-
tensiones de los malévolos, créame que esta especie de
gentes no miran lo porvenir. Ninguna persona en Cara-
cas le estimará á usted tanto como yo, ni ninguna ten-
drá más interés en su buen nombre y en su felicidad.
La medida que le aconsejo, y á que usted más se in-
clina, será más gloriosa para usted que cuantas victo-
rias haya conseguido, y ninguna le afirmará más en la
tranquilidad de su gobierno.
Recuerde usted la historia de César Augusto, que
por una disposición semejante se hizo dueño de todo el
Jmperio Romano, y la paz qne consiguió después de tantas
guerras le duró toda su vida, habiéndose por tanto ce-
rrado el templo de Jano en toda ella. Para dará cono-
cer este Príncipe la sinceridad de su perdón, hizo quemar
públicamente todas las causas que había contra sus ene-
migos y todos los papeles que pudieran recordar su me-
moria, olvidando para siempre las conjuraciones, hacién-
doles volver á sus casas libres de todo y aún dándoles pre-
mio, como lo ejecutó con Cornelio C. nieto de Pompeyo.
En estos días tenemos el ejemplo heroico de la Rei-
na Católica con la amnistía tan general que dá á to-
dos los españoles, y hasta á los encausados y sentenciados
por asuntos políticos, como consta del Correo de Ultra-
mar, 2S de julio, que es digna de leerse, y supongo que us-
ted la habrá visto; pero le encargo que la vuelva á
releer, con lo acordado por el Congreso, porque contie-
ne cuanto puede desearse en la materia, y para hacer
callar á los que no respiran sino fuego y sangre.
Me acuerdo también del perdón gratuito de S. Juan
Gualberto, que habiendo encontrado al asesino que qui-
tó la vida á un hermano del Santo, enjun lugar en que
no podía escapar, ya al darle el golpfe de muerte le per-
donó, sólo porque le pedía con los brazos abiertos, le
perdonase por Nuestro Señor Jesuciisto, y este Dios tan
bueno le corresponde amorosamente inclinándole su cabeza
APÉNDICE LXXI1I
•en señal de agradecimiento una imagen de Cristo cru-
cificado que estaba en una capilla en donde entró el Han.
to después de este suceso: con lo que se convirtió en
-el momento y sólo pensó en adelante en hacerse santo,
como lo consiguió.
Yo espero de su bondad y de la amistad que me
profesa acogerá mi súplica, y liará todo bien á los infe-
lices, y que esto mismo hará desaparecer las quejas con-
tra usted, y se conseguirá la unión, concordia y recíproca
correspondencia. Ojalá que usted, reciba con gusto mis
insinuaciones, y olvide todo resentimiento.
Le encargo una cosita de confianza, y es que esta
carta se la entregue á mi estimada Doña Luisa para que
la conserve y se la lea varias veces, especialmente cuan-
do los demagogos, y hombres vengativos quieran estor-
bar el curso de su beneficencia.
Recibí su última muy apreeiable dos ó tres días
antes de esta follisca, que no contestó, considerándole
muy ocupado, y con muchas atenciones, y tengo el gusto
•de hacerlo en esta ocasión en que, lleno usted de satis-
facciones, estará tranquilo. Por olla me convenzo cada
día más del cariño, y buena amistad conque usted me
corresponde, y la obligación en que me pone de enco-
mendarle muclio á Dios, y de interesarme cuanto pue-
da en que se consolide la paz.
Deseo á usted una eterna felicidad, y saludo á la
señora su esposa y niñas con toda la demás familia con
mucho cariño, con el que soy todo de usted muy aman-
to primo y amigo.
Doctor Juan Antonio Monayas.
P. D. — Me ha sido de bastante placer el saber (pie el
rendimiento se hizo en el sitio llamado Monagas, nombra-
do así, porque en una hacienda que tenía allí mi Abuelo,
hacía su principal residencia, y se lo refiero á usted
también para su gusto.
* *
LXXIV APÉNDICE
CAMPANA DE LA FEDERACIÓN
LOS JEFES DEL EJÉRCITO FEDERAL DE OCCIDENTE
JL MUS COMPAÑEROS DE A.It]ftf A>&
Á LOS VENEZOLANOS TODOS
Córtanos !
Habéis levantado el pabellón de la libertad, de en-
tre ese polvo de las pasiones inmundas, del abismo de
la ignominia : grande es vuestra gloria. La gratitud de
la Nación será, no lo dudéis, inmensa, como su coo-
peración, como la unidad de su querer, como la explosión
de su valor para sacudir todo género de servidumbre.
Venezolanos: salud; y para siempre Libertad!
Ni ahora, ni nunca, la vergüenza de las cadenas.
Venezolanos : Federación !
La Federación encierra en el seno de su poder el
remedio de todos los males de la Patria. No: no es que
los remedia, es que los liará imposibles.
Con Federación atenderá cada Estado á todas sus
necesidades y utilizará todos sus recursos, mientras que
juntos constituirán por el vínculo del Gobierno general
el gran bien, ei bien fecundo y glorioso de la unidad
nacional. El orden público dejará de ser un pretexto
de tiranía, porque será la primera de las atribuciones
de cada Gobierno particular. Tendrán los pueblos ma-
gistrados de su exclusiva elección.
Volveremos la espalda, ya para siempre, á las tira-
nías, á las dictaduras, á todos los disfraces de la detes-
table autocracia.
Coro es ya un Estado. >lientras que se verifican
las elecciones conforme á las mejores doctrinas, Coro
tiene ya un Gobierno propio, y asumiendo el Estado su
APÉNDICE LXXV
soberanía, constituye una de las grandes unidades polí-
ticas de la Federación Venezolana.
Otras provincias lian lanzado ya el grito de libertad ?
todas se disputarán ese honor; cada una hará el mis-
mo uso de la soberanía, y pronto, muy pronto, consti-
tuirán el Gobierno general.
Entre tanto la conciencia de nuestros derechos, y
nuestro valor harán simultáneo, decisivo y omnipotente
el movimiento de los pueblos de Venezuela por la últi-
ma y la más gloriosa de sus conquistas: el sistema
Federal.
Queremos ahorrar la sangre de nuestros hermanos f
queremos la tranquilidad de las familias y la paz y la
libertad imperando en la República. Levántese ella co-
mo un solo hombre, lance el grito de la voluntad y sus.
mismos opresores inclinarán la trente respetuosa ante el
Soberano, ante el Pueblo de Venezuela.
¡ Y desgraciados de los que no lo hicieren !
Dado en Coro, á 25 de febrero de 1S59. — Año 1?
de la Federación. — EzEQurBL Zamora.. — José R. González.
MARTIN REYES,
JEFE I>E LA COLUMNA DE OPERACIONES SOBRE BARQUISIMETO, A LOS
HABITANTES DE SKjriSIQl'K Y BARAGUA
La tiranía toca á su fin. La Nación cansada del
Gobierno despótico de sus malos Administradores, se
levanta en masa por todas partes deponiendo á los ti-
ranos que la tenían sojuzgada. Siquisiqueiios, Pueblos,
de Baragua y Carora, seguid el ejemplo de toda la pro-
vincia de Coro, que unánimemente ha sacudido el yugo
ominoso de los tiranos, al mismo tiempo que lo han he-
cho casi todas las provincias de Venezuela. Conciuda-
danos todos : los tiranos no poseen más terreno que el
que ocupan miserablemente, con ignominia, las plantas
de sus pies, y ni aun en tan corto espacio se conside-
ran seguros : su mala conciencia los acusa y acosa. Por
LXXVI APÉNDICE
todas partes y doquiera que miran, se les presenta á
su vista el cuadro espantoso de sus crímenes, el esque-
leto de Venezuela sacrifícala á su arbitrio y auroj.i..
¡Inicuos y feroces, no conocen más ley que el de-
senfreno de sus pasiones !
SiquÍ8Íqueños y Pueblos de Carora ! Yo os invito á
que os unáis á vuestros conciudadanos y vecinos más
cercanos de Cburuguara : abandonad á los tiranos que
os engañan, á esos oligarcas que os balagán con femen-
tidas promesas de felicidad que .jama * cumplen. No os
dejéis alucinar, romped las cadenas que os lian forjado
y cerrad vuestros oídos á los esbirros de la tiranía. A
las armas ! A las armas ! compañeros, y decid con vues-
tros hermanos los corianos :
; Viva la República Federal !
j Vivan la* libertades públicas !
¡ Vira el valiente ciudadano Ezequikl. Zamora.
Cuartel General en Cburuguara, á 2(5 de febrero de
1850.
Martin Reyes.
Es copia fíel. — El Jefe de Estado Mayor. — José Gu-
tiérrez.
Gobierno Federal de Caracas de primero
de agosto de 1859
PODER EJECUTIVO
Doctor José Manuel García, Prebendado doctor Jo-
sé Manuel Rivero, Estanislao Rendón, doctor Juan de
D. Morales, Juan Crisóstomo Hurtado.
SECRETARIOS
Doctor Gonzalo Ruiz, Interior y Justicia — Doctor
Jesús M. Blanco, Relaciones Exteriores — Nicolás Martí-
nez, Hacienda — Comandante Rafael Urdaneta, Guerra y
Marina — Comandante de Armas, General José Laurencio
APÉNDICE LXXVII
Silva — Ayudannte de Plaza, Capitán Miguel Moreno —
Gobiernos de las Provincias — Miguel García Meza — Se-
cretario, Manuel Larrazabal.
ler Comandante del 5 de Marzo — 2? Comandante del
Batallón "Convención," Encarnación Magallanes. — 2? Co-
mandante del Batallón "Convención," Alejo Mijares — Guar-
da parque, Tomás Muñoz y Avala. — Cajero, Adolfo Ur-
daneta. — Proveedor de recursos, Diego Antonio Alcalá.
— Capellán de ejército. — Presbítero Andrés. — Jefe Muni-
cipal, Félix Bosa.
El Doctor Dubreil se presentó al Gobierno provisoria
á las 9 de la noche y manifestó, que los señores Minis-
tros de Francia é Inglaterra estaban dispuestos á reco-
nocer el Gobierno provisorio, tan pronto como les par-
ticiparan oficialmente su instalación.
Ciudadanos empleados en el Gobierno
de la Federación
Juan Jurado. — Andrés Level. — Manuel Blanco, hijo.
— N. Goiticoa, Feliciano Borges. — Rafael . García, Pedro
Manuel Toledo. — Guillermo Flínter. — Manuel Fariñas llevó
los pliegos para hacer pronunciar La Guaira.
Ramón Landa, fué nombrado Jefe político del Can-
tón Petare.
Acta del 1? de agosto de 1859
En el nombre de Dios Todopoderoso.
Reunidos nosotros los ciudadanos de Caracas, con el
objeto de establecer y nombrar un Gobierno Provisorio,
que asegure el orden y tranquilidad pública, y preste
todas las garantías que necesite la sociedad paia su con-
LXXVIII APÉNDICE
servación, bajo el imperio de la razón y de los principios
que proclamamos solemnemente, declaramos:
IV El Gobierno de Venezuela será desde hoy para
siempre popular y federal.
2? Reconocemos como Jefe Supremo de la Nación
al ciudadano Juan C. Falcón, mientras tanto los pueblos
<le la Confederado!), bajo la forma que se dieren, expre-
sen su voluntad.
3? Nombramos para constituir el Gobierno Provi-
sorio Provincial, mientras se obtiene la voluntad de la
Provincia, á los ciudadanos :
Doctor José Manuel García.
" José Manuel Rivero.
Estanislao Renden.
Licenciado Juan de Dios Morales.
Juan CrUóstomo Hurtado.
4': Se nombra al ciudadano General José Laurencio
Silva, Jefe de las Armas de la Provincia.
Dado en Caracas, á 1? de agosto de 1851), ano 1? de
la Federación.
Juan de Dios Morales, Juan C. Hartado, Felipe Es-
teves, M. García Meza, Jesús M. Blanco, R. Urdaneta,
Gonzalo A Ruiz, N. Ramírez, J. Fernández, F. Bolívar,
José L. Silva, hijo, Manuel F. García, Juan de M. Guz-
mán, Doctor José F. Soto, B. H. de Noya, Diego A.
Alcalá, Rafael Acevedo, Antonio J. Zamora, Doctor José
M. García, Doctor José María Rivero, José R. Villas-
mil, Diego Campbell, Santos Escobar, Victoriano Soto,
Tomás Sotillo, Rafael Esparza, Pedro H. Cornieles, Arís-
tides Caballero, Félix Bosa, Andrés Verde, Manuel La-
rrazábal, José T. Borges, Miguel Rodríguez, Ramón A.
Pina, Narciso Pacheco, José M. Monteverde, Nicolás
Martínez, Pedro Requena, Miguel A. González, Fernan-
do Baquero, Felipe Alvarez. Juan B. Hernández, Sil-
verio Bermúdez, J. R. Olivo, J. R. Carcano, Francisco
A. Amos, Domingo Esquivel, Miguel Soto, Pro. José
Andró*, \V. Oleta, Ramóu Yépez, Hónralo M. de la Guar-
dia, Ramón L. Castro, Alejandro F. Feo, Agustín Coll,
Ramón Bigot, Pro. José V. Genovés, Jacinto Gutiérrez
Toll, Pablo de la Guerra, Manuel R. Conde, Miguel
APÉNDICE LXXIX
Moreno, José C. Tirado, Rafael E. García, Pro. Fran-
cisco A. Pereira, José de la C. Acedo, Juan A. Pérez
Bonalde, R. Col!, J. R. Revenga, Manuel Alvistur, Pe-
dro A. Arroyo (2), Rafael Aconta, Agapito Torres, Car-
los Martínez, Belisario Pereira, Martín J. Arámburu,
Gerardo Márquez, Florencio Soto, Pedro Bigott, Gui-
llermo F. Feo, Francisco Herrera (3) Pedro Ranceo, Fran-
cisco Belpino, Dionisio Flores, Agustín Garres, Tomás
Fuentes, Benito Landaeta, Domingo Mota.
(Siguen muchas firmas).
REPÚBLICA DE VENEZUELA
Estado Federal de Caraca*
Caracas : agosto 1? de 1S5Í).
Habitantes del Estado! Nombrados por el pueblo de
Caracas para componer su Gobierno provisorio federal,
cumple á nuestro deber hacer llegar á conocimiento de todos,
el acto espléndido por el cual ha quedado roto para siem-
pre el tiránico sistema central, y puestas Jas bases fun-
damentales de la Federación que tantos sacrificios y tan-
tas víctimas ha costado á la República.
Conciudadanos! La tiranía ha concluido en Venezue-
la: la omnipotencia nacional impera, y á la sombra del
pabellón federal, los pueblos entusiasmados llevarán la
República al lugar que la Providencia le tiene señalado
entre las naciones más civilizadas del mundo.
Viva la Federación! Viva el Pueblo Soberano! Viva
el General Falcón! Viva el valiente General Ezeqüiel
Zamora! Viva el General Juan Sotillo! Viva el Gene-
ral Pedro V. Aguado!
LXXX APÉNDICE
CUADRO
de ciudadano 3 y antiguos Jefes y oficiales que f o* marón el fjércit»
del centro, en el litoral de los Cantones Guaira y Maiquetía
en agosto de 1839, bajo las órdenes del General Pedro Vicente
Aguado, quienes obtuvieron sus adjuntos de dicho General»
do la manera siguiente :
Primeros Comandantes
José María Navarrete, Maiquetía — Manuel Vicente
Bosque y Florentino Hernáudez, La Guaira. — Martín Pa-
dros y José Carlos Torres, Maiquetía. — Julián Tactyson y
Godoy, Caracas.
¡Segundos Comandantes
Rafael Travieso, Lijo, La Guaira. — Pablo Blanco, Ma-
cuto.— Guillermo Quevedo, La Guaira. — Vicente Faustino
Merentes, Naiguatá. — Simón Blanco, La Guaira. — Marcos
Antonio Madriz, Guaraca rumbo. — Andrés Alcántara Rave-
lo, La Guaira.
Capitanes
Juan de Mata Torres, Macuto. — Juan Rondón, LaGuai-
ra. — Juan Pablo Figuera, y Gabriel Piñango, Caraballeda»
Juan Felipe Figuera, Santiago Gil, Natividad León y Ce-
lestino Jaque, La Guaira. — Demetrio García, Caracas. —
Fernando Ruz, Maiquetía. — Juan José Montes y Magda-
leno Flores, La Guaira. — Andrés Lázaro Delgado, Macuto.
— José Alanés, Justo Andue¿a, Dionicio Madera y José Ig-
nacio Hernández, La Guaira. — Vicente Hernández, Cara-
cas.— Teodoro Herrera, Eugenio Reyes y Eduardo Maran-
te, La Guaira. — Simón Gil, Carayaca.— Antonio Redondo,
Catia. — Dionisio Tovar, Carlos Díaz y Joaquín Tinoco,
La Guaira.
Tenientes
Rufino Blanco, Bernardo Madera, Felipe Santiago
Montes, Juan Ramón Ramírez, Fermín Madera, Emilio
Conde, Narciso Hernández, Rafael Villalobos, Gabriel Vi-
llalobos y José Francisco Sánchez, La Guaira. — José de
Jesús Piñango,Caraballeda. — Valentín España, Naiguatá.
— Juan Pedro Montes, La Guaira. — José Gabriel Rome-
ro y José Víctor Medina, Macuto.— José Tomás Flores,
La Guaira. — José Fuenmayor, Naiguatá. — José Tomás
APÉNDICE LXXXl
González, Matilde Brito, Rafael Sabino y Ruperto Ibarra,
La Guaira. — José María Rodríguez,. Gregorio Rodríguez
y José María Méndez, Maiquetía.— Candelario Romero,
Cátia. — José D. Arteaga, Maiquetía. — Juan Ramón La-
inírez y Fermín Madera, La Guaira.
Súb-Tenien-tes
Luis José Hermoso, Valentín Sifontes é Isidro Her-
moso Narvarte, Ctiraballeda. — Doroteo Aponte, Julián Do-
mínguez y Feliciano Longa, Nai guata. — Catalino Ozas,
Quintín Díaz, José Víctor Medina, Julián Alvarez y
Francisco Rojas, La Guaira. — José María Blanco, Macuto.
— Benigno Monasterios, Maiquetía. — Pantaleón Gon-
zález, Pragedes Palacios é Isaías García, Maiquetía. —
Cirilo del Carmen Franco, Caraba11¿da. — Julián Colmena-
res, Salvador Díaz, Pedro Díaz, Juan Bello, José An-
tonio García, José Maitán, Andrés Lozano Delgado, José
Isabel Gómez, Baldomcro Narvarte y Tomás Pereira, La
Guaira. — Rufino Gedler, Mauricio Mayora (fué ascendido
á Teniente) y Felipe Parra, Maiquetía. — Juan Inocencio
Blanco, Macuto. — Francisco Rivero, Brígido Benítez y Mar-
cos Centeno Madriz, La Guaira.
Dios y Federación.
El Coronel Auditor de Guerra
Ramón A. Delgado.
Gobierno Provisional de La Guaira
B. Manuel Calimán, Rafael Travieso, Manuel Vicente
Vásquez, Pablo Solse, Tomás Sabino.
Este Gobierno nombró al señor B. Giusseppi, Agen-
te Consular en Trinidad.
Vi
^1
fcXXXH APÉNDICE
Estado de A ragua
División del General Alcántara, perteneciente al Ejército
de Aragna
General en Jefe, Francisco L. Alcántara. — Estado Ma-
yor General : Primer Comandante, E meter o Gómez ; Se-
gundo Jefe, primer Comandante Ceferino Ríos ; Comisario
General, Comandante Luis Primero; Ayudante General,-
José del Carmen C i sueros; Ayudantes de Campo, prime-
ros Comandantes José María Gimeno y José Dolores Gu-
tiérrez; Adjuntos, Capitanes Jesús María Ríos, Sergio
Quevedo, Eladio Sarco y Jesús María Cisneros ; para Ede-
canes, Comandantes Federico Quintero y Miguel Parejo y
Capitán Rosario Aponte.
*
• #
¡Oficio de Zamora al Comandante Bernardo Márpz
Federación Venezolana. — Estado de Coro. — Cuartel Gene-
ral.— Jefatura de Operaciones. — Güequito: 14 de mar-
zo de 1859, á la una de la noche. — Ano 1? de la Fede-
ración.
Al ciudadano Com infante Militar del Puerto de Cumarebo,
Bernardo Márquez.
Acabo de recibir su comunicación fecha trece del que
cursa, en donde me dice que ha hecho devolver la Compa-
ñía del Capitán Goitía, y se ha incorporado con la del
Capitán Jesús María Hernández.
Me ha parecido un punto acertado la medida que us-
ted ha tomado, siempre que los enemigos sea verdad que
hayan desembarcado en el Puerto de Cumarebo, pues esto
me indicaría que ellos pretenderían picarme la retaguar-
dia. ¡Si esto fuere así, es probable que se avanzarán á
Cumarebo, en cuyo punto debe usted situarse para obser-
varle sus disposiciones y cubrir ¡ni retagiftirdia, debiendo
á toda costa tirotearlo y venirse en retirada, que entre
APKND1CK LXXXIII
-tanto yo vuelvo á San Juan, lugar donde están los ene-
migos acampados, para caerles y destrozarlos.
Confío en su valor y pericia militar para que con toda
la serenidad de un buen Jefe, sepa usted engañar al enemi-
go con estrategias y emboscadas, mientras yo me avanzo á
•darle el golpe mortal á su cuerpo principal acampado en San
.Juan.
Entre tanto siga usted dándome parte de lo demás
•que sepa y ocurra.
Sov de usted atento servidor,
Ezequiel Zamora.
*
* *
Oficio del General Sonblette al Ministro de Guerra y Marina
República de Venezuela. — Dirección de la Guerra en Oc-
cidente.— Cuartel General en San Carlos á 2 de mayo
de 1859.
.Señor ¿secretario de Estado en los Despachos de Guerra y
Marina.
En marcha para esta ciudad recibí, devuelta de aquí
mismo, la comunicación de usted, de 11 del mismo, en que
usted me reitera la urgente necesidad de auxiliar á S .E.
4¿l General Silva1 con todo lo necesario para el mejor
éxito de las operaciones de que está encargado; y debo
decir á usted, para evitar las consecuencias de una es-
peranza frustrada, sobre esta orden, que yo no tengo
nada más, para auxiliar al General Silva, que los diez
mil pe^os ($ 10.000) que he recibido de Puerto Cabello,
■con los que desde hoy empiezo á racionar la fuerza que he
conducido de Carabobo: y creo muy difícil que llegue
al Cuartel General del General Silva ni un peso. Aquí
no he encontrado sino quejas y lamentos. Xo se me
auxilia ni con la ración de carne. No hay quien supla
fondos, ni con la oferta de librarlos contra la Tesorería
-General. He traído un escuadrón de caballería y ten-
dré que devolverlo á Carabobo, porque los caballos ho
LXXXIV APÉNDICE
pueden continuar la fatiga, ya que no me auxilian ni;
con un caballo.
El ejército está desnudo y yo no tengo ni nn ves-
tuario. Aquí se me aguardaba con ansia para entregar-
me la situación de la provincia, y que yo la remediara,,
como si fuera el Gobierno, ó más aún, como si fuera la.
Providencia Divina.
Por separado remito á usted originales dos oficios,,
uno en que se halla la renuncia del General Escobar,,
y otro en que el señor Gobernador de esta provincia
manifiesta que se verá precisado á renunciar, si no se
le auxilia con lo necesario para atender á los gastos
de ella.
El desaliento es grande, no tanto en ésta como en
la provincia de Barquisiineto, y más en la de la Portu-
guesa, y lo considero mayor en la de Barinas, de donde
nada sé. Dicen que el General Silva se movía el 25!!!
Pero esto mismo lo ignoro.
No es imposible que sufra un revés el General Silva:
como difíciles y arriesgadas califica su Jefe de Estado
Mayo? las operaciones contra el enemigo, en la comu-
nicación que hoy remito á usted 5 y asilo demuestra su
prolongada dilación en Barinas, de donde no había sa-
lido el 24, y aún el 29 no se sabía en Guanare que
hubiera salido; pues he recibido una comunicación de
dicha fecha, del Comandante militar de la Portuguesa,
que es muy cuidadoso, y nada me dice.
Las partidas sueltas que hay en estas provincias son
varias y numerosas, y si por desgracia el General Silva
sufre un revés, yo no podré contener el enemigo con
200 hombres, de Maracay, 80 de caballería, de San José
de Tiznados, á pie, y los que tenga la columna del Baúl,
que manda el Comandante Villapol, unida á las que allí
existían.
En tal caso tendremos que defender la República en
Carabobo ; pero si el Gobierno no consigue caudales para
la comisaría, en cantidad bastante suficiente para aten-
der al pago de la fueiza, esto mismo será difícil.
Sería muy conveniente que el Gobierno dispusiera
que el ejército del General José María Zamora se moviera
APÉNDICE LXXXV
-con prontitud bacía La Victoria, porque es posible que
-con él se decida la suerte de la República en Occidente.
Si me llegaren tropas de Carabobo me adelantaré á
Araure, y si no llegaren las bastantes para presentarme
siquiera con mil hombres, será, más que inútil, perjudi-
cial, mi marcha á Araure.
Ni mi edad, ni mi salud achacosa pueden resistir
una campaña como esta. No puedo soportar la marcha
de cuatro horas: llego postrado. Estoy haciendo un sa-
crificio estéril, y sólo me consuela la esperanza de que
será el último.
Soy de usted atento y seguro servidor,
Carlos tióublette.
• *
Proclama de Linares, llamado el Generalísimo
JOSI5 ANTONIO LINARES
De los fedérale* de Xueva Granada y Venezuela y General
del Ejército Federal de la Portuguesa
Soldados :
Nacido en el territorio de los libres granadinos y for-
mado en las 'doctrinas republicanas de sus ilustrados hi-
jos, debía á ejemplo de ellos, ofrecerme á la Libertad.
Así, y teniendo presente que venezolanos y granadinos
* derramaron juntos su sangre en los campos de batalla
por la Independencia, conducidos por el genio del Gran
Bolívar, os llamé á las armas el diez y nueve de julio
<lel ano pasado de cincuenta y ocho, para rescatar los dere-
chos de Venezuela de la más detestable tiranía. Valerosos,
como dignos hijos del padre de Colombia, me jurasteis
por Dios y la Federación, en los espesos y silenciosos
bosques de Guanariro, ser libres 6 morir; y viva en mi
memoria la acción heroica de mi compatriota el impon-
derable Kicaurte, os contestó como él al volar en nubes
-<le pólvora en San Mateo : "perezca yo, pero sálvese la
JPaíria".
LXXXVI - APÉNDICE
Soldados :
Desde entonces, sin más vestido que la corteza dé-
los árboles, sin más armas que las púas de Guasdnasr
sin más embarcaciones que el nado y sin más alimento-
que las plantas de los bosques, habéis luchado con la
naturaleza y. hollado bajo vuestras plantas el pecho vil
de la soldadesca dictatorial. La historia registrará vues-
tras hazañas con las de Vigirima y Boyacá, y pronto-
entraréis en el templo do la Fama, orlada la frente con
laureles arrancados de Los Andes, acompañados de vues-
tras hijas, que en señal de derechos adquiridos, derra-
marán A vuestros pies flores del bosque que presenció-
vuestros solemnes juramentos.
Soldados :
El Libertador de Colombia, el Gran Bolívar, com-
prendiendo que la insubordinación y crímenes del tirano-
José Antonio Páez habían de traer la destrucción de la
colosal obra de Colombia, la muerte en patíbulos y des-
tierros de tantos campeones de la Libertad, pretendió-
justiciarlo; no lo hizo, y Colombia no fué; su padre, y
fundador de cinco naciones murió, y hasta hoy había-
mos quedado sometidos á la oligarquía de los godos y
al despotismo de tiranos y dictadores: no olvidéis las
lecciones de la historia para poner á cubierto de ataques
de los enemigos la Libertad y la Federación ; y desde
ahora justifico mi conducta política y militar ante el ciu-
dadano General, Jefe de Operaciones, de los Estados-
de Coro y Occidente, para honra del Ejército y bien de^
vosotros.
¡ Viva la Federación !
¡Viva el Ejército Federal!
Dada en Barinas á 2(5 de junio de 1S¿"59.
Jone Antonio Linares
*
APÉNDICE LXXXVH
Alocución del General Jnan C. Falctin en Palmasola
Al pisar el territorio, al aparecer sobre la escena (lela
revolución, siento la imprescindible necesidad de hablar &
mis conciudadanos. Prefiero siempre ser conocido: que
nadie se equivoque conmigo. La Patria debe además sa-
ber, por qné vengo, y lo que traigo.
No soy, á ella le consta, un militar de cuartel que hace
la guerra por oficio : como tal, la guerra me inspira horror,
y menosprecio el que la hace. Soy, lo que todo hombre de
conciencia que cine espada, y lo que he sido, desde que
Venezuela me prestó la de su libertad : un ciudadano ar-
mado, y nada más.
Que menos puedo ser un ambicioso tentado por la ví-
bora del poder, para quien la reputación significa poco,
con tal de mandar sin ella ; uno de esos hombres que pre-
firiendo el monótono placer del mando al honor y la fama,
renuncian á un puesto en el Panteón de la historia, donde
vivir con nuestros nietos, donde vivir con la edad del mun-
do, donde vivir siempre: uno de esos, ante cuyos ojos la
Patria es nada, porque su predominio personal lo absorve
todo ; que ni aun me parezco siquiera á tales monstruos,
que lo diga Venezuela entera Mis propios enemigos,
así, que lo digan también
Tampoco soy yo quien trae la guerra : ésta existe, y
existe declarada por la Nación en masa contra sus opre-
sores; tiranos que, audaces, se constituyen mandatarios, por
derecho divino, y que por deber infernal, imponen á los
pueblos el deber de obedecerles. Insensatos ! ¡Có-
mo olvidan el coraje de los venezolanos !
Sí : la cuestión no es que las leyes que hagáis sean
buenas ó sean malas : la cuestión es que el derecho de ha-
verlas, no es vuestro, sino de la mayoría; porque en las
Repúblicas, corresponde á aquélla el ejercicio de todos los
poderes sociales.
Hé aquí la verdadera causa de la presente revolución ;
la misma de siempre : que los gobernantes empeñan una
lucha temeraria con el pueblo, disputándole su soberanía :
le imponen sus comisarios ; y como sería ignominioso que
LXXXVI1I APÉNDICE
el soberano se sometiese á tanta iniquidad, no quedándole
otro camino, ocurre á las armas, para hacer valedera su
voluntad. Tal es el secreto de nuestras perennes agita-
ciones. La anarquía en que vivimos, no es causa sino efec-
to : la causa de las causas, la causa madre, es esa : que el
pueblo quiere, y no lo dejan elegir.
Las violencias eleccionarias de 40 engendraron el año
de 48 y todos los que le siguí «ron después. ¿ Cómo dudar
que las del Gobierno provisional de Marzo, habrían de
precipitarnos nuevamente en la insurrección f Si se quería
concluir con la guerra civil para siempre, debió respetarse
el querer popular : la libertad eleccionaria es la paz de Ve-
nezuela.
Ved cómo escarmientan los pueblos á los que atenían
contra su soberanía: apenas un ano, y eso combatien-
do, ha podido durar la obr;> de Marzo, porque burló el
voto de la revolución. Hubieran tenido sus conductores
buena fe, y estaba conseguida la más bella ocasión de
reconciliar los partidos, extinguir los odios, desarmar la
venganza, y fundar una paz dura lera, libre y honrosa.
Para hoy, la Kepúbliea sería una verdad práctica,
con derechos reales y positivas garantías para el ciuda-
dano, con discusión tan libre y franca, como es franca
y libre la razón del hombre. Tendríamos pacto social y
no las precauciones, reticencias y ambigüedades de una
bandería contra otra.
Los partidos políticos mismos, convertidos en doctri-
narios, y persuadidos de que la fuerza no es palanca de
este siglo, habrían confiado ya á la razón, todo lo que
deben á la felicidad pública.
Pero la Patria es inmortal. Si aquella feliz oportu-
nidad se desaprovechó, no ha de negarnos el Cielo otra,
en que probemos que somos dignos de que no nos aban-
done todavía.
De mí, nadie puede dudar con justicia : mis pala-
bras deben ser creídas. No he mentido cuando el inte-
rés podía seducirme. ¡ Mentiría ahora, que la verdad es
mi gloria!
Venezvela tendrá elecciones libres, que es su gran-
APÉNDICE LXXXIX
de empeño, como base de la República, y con ellas, será
lo que quiera ser.
Desde el veinte de Febrero, todo nos ha sido prós-
pero; y, permitidme, compatriotas, hacer en este lugar
una mención honrosa del bravo Jefe, que de una en otra
victoria, ha tenido la fortuna de pasear por la República,
la bandera estrellada de la Federación.
Salido Zamora de Coro, la heroica, con un puñado
de valientes, atraviesa la tercera parte de nuestro terri-
torio por entre un erizo de fuerzas enemigas, toca á las
puertas de las capitales de todo el Occidente, las visita
casi todas ellas, y donde quiera que tropieza con el ene-
migo, lo vence y lo desarma. A las trescientas leguas
<le marcha, la opinión le guardaba á Harinas como premio
de tanto denuedo, de habilidad tanta. Allí crea un ejér-
cito, lo organiza, lo arma, y seguro en su inexpugnable
y rica base de operaciones, prueba todo lo que se puede
cuando se cuenta con la opinión, y se tiene fe en los
pueblos.
¡Viva el Ejército de Occidente como un modelo eterno
para la posteridad ! La Patria debe también muchos re-
cuerdos de gratitud al viejo Soldado y las lanzas orien-
tales, que con nosotros, lidian infatigables, en favor
de la causa popular.
¡ Derramemos una lágrima sobre la tumba de los va-
lientes de ambos ejércitos, que no hayan sobrevivido á
tanta gloria !
Para hoy, la revolución tiene toda su fuerza material :
yo creo traerle el complemento de su autoridad moral ;
ese que me han dado el favor de los pueblos, y la acep-
tación de los Jefes armados, que hasta ahora acaudillan
el Ejército.
Con esta autoridad propóngome darle unidad y con-
cierto á la campaña ; al propio tiempo que ahorrar san-
gre geaerosa y conjurar futuros peligros. Ayudadme,
compatriotas, todos.
Vamos á fundar la República. Contribuid todos al
triunfo nacional, y luego Venezuela dispondrá libremente
de su suerte, como dueña absoluta de sí misma.
XC APÉNDICE
La sangre que ello cuesta, dejémosla caer sólo sobre
los que pretendan todavía bregar con la opinión pública,
poniendo á los venezolanos en el duro trance de escoger
entre la esclavitud y la insurrección.
Si tal sucede, la guerra queda justificada, y la pos-
teridad bendecirá á los que la hacemos, si fieles, funda-
mos la libertad de la Patria.
Juan C. Falcón.
Cuartel General, al desembarcar en la playa de Palma
Sola, á 24 de julio de 1859.
#
Carta del General Cordero al General Ramos
Señor General Pedro E. Ramos.
Valencia.
Puerto Cabello, aliosto o de 1859.
Mi estimado General y amigo :
A las 5 de la tarde de ayer llegaron á este puerto
los señores Domingo Fabrega y Ee venga y poco después,
López, que entró á las 7 y puso en mis manos su apre-
ciable carta fecha de ayer, junto con las dos cartas que
en copia me acompaña.
Ayer mismo entré á conferenciar con aquellos seño-
res en unión del Jefe Municipal, acerca de los puntos
principales en que debemos fijarnos para seguir adelante
en nuestra misión de salvar la República, y be visto con
satisfacción que estamos muy de acuerdo en el fondo de
la materia, que es no inclinarnos ante el poder de ninguna
facción. Disentimos solamente de lo relativo á las formas
y medios que debemos escoger para este propósito, y
sobre esto precisamente voy á llamar su atención con
algunas observaciones que le pondrán de manifiesto las
inconveniencias y el efecto funesto que pueden surgir al
adoptar los medios con que aquellos señores pretenden
que se puede salvar la provincia de la crisis que la ame*
naza en la actualidad.
APÉNDICE XCI
Eli 08 lian asomado y sostenido el pensamiento, de que
convocando los pueblos de la provincia y excitándolos &
reasumir su soberanía, se puede salvar la provincia. No
aceptan que para hacer esto mismo hay que romper me-
dio á medio la constitución del Estado que se aclama,
cuando nosotros aquí, para salvar esa misma constitu-
ción y conseguir la reacción de la Kepública bajo esos
principios, tenemos que apartarnos de uno solo de sus
artículos. En circunstancias anormales cono esta, cua-
lesquiera que sean los medios que se adopten, quedan
justificados por los fines que se pretendan conseguir y
nadie nos acusaría de haber empleado aquéllos, cuando
se halla salvado la sociedad y las instituciones que se
ha dado el país.
Al adoptar los medios propuestos por aquellos seño-
res, de que la provincia reasuma su soberanía, se daría
un ejemplo escandaloso en el resto de la República, por-
que este paso tiene todo el carácter de una revolución
que a tropelía el sistema constitucional, y que seguido de
las demás provincias en donde se han asomado estas
mismas tendencias, acabaría por anarquizar y perder el
país. Sobre todo ¿ cómo piensan estos señores que con el
enemigo al frente y en la condición en que se hallan nues-
tros pueblos, se pueden ir convocando para una nueva
organización de la provincia ? Se ciegan y los embaraza
la situación, sin recordar que en otras épocas, el año de
35, cuando el país se hallaba en una peor situación, y
los constitucionales no contaban con los elementos que
nosotros tenemos hoy, se efectuó una feliz reacción, mar-
chando con la constitución en la mano y la fe mas de-
cidida en el porvenir. Este es el único camino que á
mi ver nos queda de salvarnos y salvar la República, y
estoy seguro que este pensamiento encuentra eco en laa
demás provincias del Oriente y del Occidente. Si estu-
viere equivocado, creo sin embargo, que siempre tendre-
mos el tiempo necesario para iuclinarnos ante la voluntad
de la República, si es que quiere regirse por otro siste-
ma, sin apartarnos todavía de la senda de legalidad que
hoy podemos trillar con ventajas y sin humillarnos ante
la fuerza de una reacción facciosa que ha hallado su
cuna en Morón y que es dirigida por Falcón, Valero,.
Guevara, Leiceaga y otros como ellos.
XCII APÉNDICE
Lo que lia pasado en Caracas les quita á estos se-
ñores Fábrega y Revenga, toda esperanza de una reacción
legítima ; pero ¿no se puede acaso también pensar que el
movimiento del Coronel Casas con el hecho de proclamar
á Falcón, sea más bien un paso político ó un lazo para
salvar al General Castro y efectuar una reacción legíti-
ma I No es posible, me parece, que sin estar esclareci-
dos aún todos los acontecimientos, se pueda tomar nin-
guna deliberación que se aparte de los principios cons-
titucionales, y mucho menos ninguna que en las presen-
tes circunstancias acabe de perder el país. Yo no sé
<pie presentimiento tengo, de que pronto puede efectuarse
una feliz reacción, y tengo la esperanza de que en Cara-
cas mismo la veremos aparecer grande y espléndida.
Mientras tanto, debemos seguir paso á paso los sucesos y
mantenernos firmes en sostén de los principios que he-
mos resuelto defender.
Por mis comunicaciones anteriores, verá usted que
aquí hemos tomado la firme resolución de sostener los
principios constitucionales, y me alegro de hallar en
su última carta consignado, como suyo también, este gran-
dioso pensamiento. Las dos copias que usted me acom-
paña, manifiestan claramente la impotencia y el estado
de apuro en que se halla la facción, y tengo la más
completa fe, de que nuestros esfuerzos sobre ella nos
pueden dar el triunfo más espléndido. Con todos los
-elementos que tenemos en el seno de la provincia, con
4 buques de guerra que están aquí, con el vapor Unión
y 2 buques más que estoy armando en guerra, tenemos
seguro el dominio del mar, y fácilmente podemos domi-
nar también la situación y quien sabe si salvar el país.
Ya he despachado comisiones á Coro, Maracaibo, Cura-
zao y otros puntos, para prepararlos en este sentido, y
pronto creo que tendremos un resultado satisfactorio. Hoy
-despacho un buque á Oriente con una comisión especial
cerca de Inocente, para prepararlo y para que prevenga
á Ouayana y me mande la Regeneración, y juzgo que
Oriente y Occidente unirán sus esfuerzos con nosotros y
se abrirá ventajosamente el camno de la reacción.
Yra usted sabe también que anteayer he despachado
<íl vapor Unión á La Guaira, para favorecer la trasla-
APÉNDICE XCIII
ción de cualesquiera de los supremos Magistrados
que representan legítimamente el poder de la nación,
y si esto, como lo creo, se puede conseguir, Garabobo
seráv el asiento del Gobierno y el centro de la reacción.
Escrito hasta aquí, acaba de entrar el vapor pro-
cedente de La Guaira. El Coronel Armas y el Coman-
dante Chataing que vienen á bordo, me traen la noti-
cia de que el doctor Gual está encargado del Gobierno
legítimo y rodeado del Coronel Casas, del Gobernador
Zuloaga y del Treneral Soublette: que las fuerzas
de Aguado fueron completamente rechazadas por la ju-
ventud de Caracas, con una pérdida considerable de am-
bas partes, y que Aguado se ha retirado á La Guaira.
Mendoza está sobre él con algunas fuerzas; Aguado le
propone que rendirá las armas con tal que todo se
someta á las deliberaciones del Congreso. Esperamos el
resultado de ésto. Todo lo demás que omito decirle, se
lo comunicará á la voz el amigo Fábrega, que se ha
hallado presente á la llegada del vapor y que ha oído
á aquellos señores.
A Fábrega le hago un encargo secreto: conviene
qus usted me los remita volando.
Soy de usted amigo de corazón.
L, de Febres Cordero.
Es copia.
Cordero.
*
# *
Carta del General Trías al General Falcón
44 Ciudadano General Juan C. Falcan, Jefe del Ejército Fe-
dcral.
San Rafael de Onoto, setiembre 20 de 18.10.
Mi querido amigo :
Anoche recibí sus dos estimables, fechadas en Aran-
re: quedo impuesto de ellas y mañana emprenderé mi
XCIV APÉNDICE
contramarcha para ese punto, como usted me lo indica,
no verificándola hoy, para dejar reponer un día más mis
caballerías, harto fatigadas á consecuencia de las mar-
chas por caminos tan fragosos.
Desde ayer muy de mañana se reunieron en San
Carlos las fuerzas godas de Guanare con las que estaban
en aquella plaza, y aunque siempre los traía picados
muy de cerca, no pude hacerles ningún daño por la re-
taguardia, porque la multitud de guerrillas de que es-
taban poblados los bosques por donde pasaron, ninguno
le disparó un fusilazo siquiera para llamarles la aten-
ción por alguna parte : tampoco quise empeñar un com-
bate por no tener fe en la parte de mis fuerza* que
se denomina Los Indios, de los cuales se me han desertado
más de cuatrocientos, y lo más sensible es, que los co-
bardes se han llevado el armamento y las municiones
que se les había puesto en manos en defensa de la
causa.
Respecto á la oferta que usted le hizo al Doctor
Cabrales para que yo quedase en el Estado de Barqui-
simeto como Jefe de las Armas, debo manifestarle que
un soldado siempre cumple gustoso lo que se le ordena.
Así, pues, acepto aquella oferta que usted le hizo á nues-
tro amigo Cabrales.
El ciudadano Coronel Márquez retorna su saludo y
le ofrece su consideración y respeto.
Su amigo y compañero de corazón,
José D. Tríap.
*
* *
Carta He Zamora al General Trías
*
Barinas: setiembre 23 de 1850.
Ciudadano General Desiderio Trías.
Mi estimado amigo y compañero:
No esté con quisquillas conmigo, porque usted sabe
APÉNDICE XCV
que entre usted y yo nada hay reservado: la República
entera sabe que usted es el General más sereno y despierto,
como humanitario, y no necesita de que le digan va-
liente, como me dicen á mi; valientes son mucjioy. Sin
embargo, si llego á hablar de usted, es capaz alguno de
ofenderse, porque el mundo está lleno de celosos y des-
conocidos, y no diría más- que la verdad, porque yo h£
andado con muchos hombres arrojados al peligro; pero,
en confianza, usted les excede.
Mucho cuidado á la tropa y mucho amor á los jefes
y oficiales, que todos son buenos y son mis compañeros.
Su amigo,
Ezequibl Zamora.
*
Parte oficial He la acción de Sipisipe
Federación Venezolana. — Estado Mavor General de los
Ejércitos Federales. — Número 622. — Cuartal General
en Siquisique á 4 de octubre de 18.M). — Ano 1?
de la Federación.
Señor Coronel Florencio Navarro.
Ayer á las cinco de la tarde, el Ejército Federal
mandadvv por el Excelentísimo General en Jefe Juan O. Fal-
cón, segó nuevos lauros en los campos de esta villa.
El día primero del presente mes, emprendimos nues-
tra marcha sobre este punto, desde la plaza de Barqui-
simeto, y después de dos días de penoso camino, cuando
S. E. se encontraba media legua distante de esta pobla-
ción, recibió parte que el enemigo, en número de cuatro
cientos cincuenta hombres, se hallaba ft una milte de dis-
tancia de Siquisique, y sinembargo que la tropa venía
muy estropeada á consecuencia de una jornada de más
de diez leguas y muy distante todavía del lugar en donde
se recibió el parte predicho, se dio orden para que el va-
liente Coronel Kodulfo Calderón, con la División de su
mando, avanzase al paso de trote. En seguida se ade-
XCVI APÉNDICE
lantó el General en Jefe con los oficiales de su comiti-
va que se encontraban bien montados, y llegó á la po-
blación en el momento mismo en que el enemigo estaba ya
á la vista. Dispúsose entonces que el intrépido Co-
ronel Faustino Pulgar, á la cabeza de ciento treinta
hombres, le saliera al encuentro ínterin llegaban las fuerzas
de Calderón y las demás que se habían mandado avanzar^
El Coronel Pulgar distribuyó su gente en guerrillas,
las apostó en puntos ventajosos, y sostuvo con ellas un
fuego vivo, hasta que cien hombres de la primera brigada
de la 2n División, al mando del arrojado Comandante Ma-
nuel Bruzual, pasando en una pequeña canoa el río To-
cuyo que se encontraba crecido, marcharon al trote á sos
tener las guerrillas de Pulgar.
El enemigo cargó con energía y ya nuestras prime-
ras guerrillas llevaban agotados sus pertrechos, cuando
apareció Calderón con cien hombres más sobre la mar-
gen opuesta del r'o : ni su profundidad, ni so corriente
impetuosa, ni la falta de trasporte pudo contenerlo : se
arroja á él, seguido del intrépido General Domingo Díaz,
quienes cargaron de una manera brusca á la bayoneta
en compañía del Coronel Armas, poniendo en precipitada
fuga al enemigo después de dos horas de un combate
crudo, reñido, empeñado cuerpo á cuerpo con un valor»
sin igual.
En el momento más crítico de la acción, el Ejército
quedó sobrecogido de temor, al ver que el General en
Jefe, cediendo al impulso de su inmenso valor, se mez-
clara en la pelea como un simple soldado; empero, la
Providencia, que vela por la suerte de nuestras armas,
lo salvó milagrosamente cuando á su lado caían sin vida
nuestros compañeros.
El enemigo dejó en el campo más de cien hombres
entre muertos y heridos ; en los primeros se cuentan los
Comandantes Francisco González y León Tala vera, y Ca-
pitanes Juan J. Denis, Francisco Santelís y otros. Hubo
también varios prisioneros, entre ellos el Comandante Ni-
colás Torre-lias, Jefe de las fuerzas, su hermano y otros
oficiales más. Nuestras pérdidas, entre muertos y heridos,
pasan de cincuenta plazas; pertenece á los últimos eldeno-
APÉNDICE XCVIt
dado Coronel Calderón que recibió una bala en el cuello
causándole una herida leve.
Se han recogido hasta este momento más de ciento
cincuenta fusiles del enemigo, bastantes fornituras y al-
gún pertrecho.
Tal ha sido en resumen el resultado de la jornada de
ayer.
Donde quiera que llegamos á ponernos frente á frente
de los perversos enemigos de nuestras libertades, encon-
tramos, señor, la oportunidad de recoger nuevas glorias,
y de añadir un escarmiento más y nuevas vergüenzas á
los tiranos de la Patria: S.m Felipe los ve huir, despa-
voridos al ruido sólo de nuestras pisadas; Karquisiiueto
es testigo de su cobardía ; y por último, encuentran en
Siquisique cavada una tumba para una gran parte de sus
genízaros.
Sírvase usted comunicar este acontecimiento á todas
las autoridades de su dependencia.
Soy de usted atento servidor,
^Y. Cmwlo.
*
* •
Orden General del día 26 de junio en Achapas
3? Se recomienda á todos los oficiales y tropas el
mayor orden, moralidad, respeto á los ciudadano*, pro-
piedades etc. y la más estricta disciplina y subordina-
ción, castigándoles la más leve falta, sin tolerancia ni
disimulo, conforme á las ordenanzas de Ejército.
4? Se previene generalmente que aquello* que se
hallen en las filas generales en este Ejército y no qui-
sieren pertenecer á él. tienen libertad para solicitar su
pasaporte, si lo quieren ó para retirarse á su hogar do-
méstico; asegurándoles completas garantías de parto de
Vil
XCVIII APÉNDICE
lasv autoridades federales así civiles y militares; pues
la Federación no quiere forzados sostenedores de la causa,
ni reconoce otros enemigos que los que con armas en
mano la ataquen.
El Jefe de Operaciones.
Martín Segaría.
Es copia. El Ayudante de plaza,
J. M* Pérez.
Proclama del General Pedro Vicente Ainado
ütata proclama del valeroso y Benemérito General
.Aguado, fue puesta por él en mis propias manos, para
leerla en público á las fuerzas, en Catia de los Frailes,
•el 2 de agosto de 1850, antes de principiar el combate
•en esta ciudad, para salvar á los liberales déla plaza
*de San Pablo.
José Miguel Torres.
PEDRO VICENTE AGUADO
De los Libertadores de Colombia ; condecorado con la Cruz
de Bayacá, Estrella de Nueva Granada y Escudo del
Magdalena : General de Brigada de los Ejércitos de la Re-
pública , Jefe del Ejército Federal del Centro y de opera-
•dones contra los enemigos de las libertades patrias.
Un puñado de valientes que se ha unido á mí, me
impele á empuñar con ellos las armas para rescatar la
libertad perdida, por la ambición de un hombre que sin
títulos ni precedentes ha usurpado al pueblo sus dere-
chos. Sólo la innoble ambición de ese tirano ha condu-
cido la República al caos de desgracias en -que se en-
cuentra sumergida, después de salvada por sus liberta-
dores en los gloriosos campos de Ayacucho, Boyacá y
APÉNDICE XCIX
•Carabobo, que sirven de tumbas inmortales á sus res-
tos venerandos.
Pero afortunadamente sobrevivimos algunos, aunque
pocos, de esos antiguos veteranos, que sabremos sacri-
ficarnos una vez más, por la libertad del pueblo, que
proclamamos en 1810, y establecer la República genui-
na bajo el sistema federal, que es el vehemente deseo de
los venezolanos.
Conciudadanos todos : armémosnos. Corramos al cani-
)K> de batalla á salvar conmigo y mis compañeros, la
patria de nuestros sacrificios, que hoy se ve al borde
■del sepulcro.
Y, j será posible que haya degenerado la raza de
los que empañaron el sacro estandarte de la indepen-
dencia nacional el 19 de abril?
Nó, no lo creo, Camaradas.
¡ ¡ ; A las armas ! ! ! A las armas ! ! !
Con ellas y nuestro querer realizaremos el bien de
nuestra patria, que tanto tiempo há, buscamos ansiosos.
No me digáis qué es difícil, ni menos imposible, por-
gue el imposible es una anomalía en el vocabulario del
«Gran Partido Liberal.
Conciudadanos, una palabra más. No olvidéis nun-
■ca los principios de humanidad que deben existir en el
-corazón de los libres hacia sus enemigos, y de que tan-
tas veces hemos hecho uso aun en los momentos de más
peligro.
Os encargo particularmente la subordinación á vues-
tros Jefes y el silencio en el combate, como bases fun-
damentales del triunfo, porque sin subordinación no hay
soldados; sin soldados no hay patria, y sin patria el hom-
bre es un ser insignificante.
Cuartel general en Maiquetía á 31 de julio de 1850,
Io de la Federación.
Pedro Vicente Aguado.
• *
C APÉNDICE
Oficio de Zamora al Coronel Navarro
Federación venezolana. — Estados de Coro y Occidente. —
Cuartel General. — Jefatura de operaciones en Cam-
paña.— Ospino 12 de octubre de 1850. — Año 1° de la
Federación.
Al ciudadano General Florencio Xararro.
He recibido su comunicación oficial fecha 10 del pre-
sente, número 243, y en contestación á ella diré: que en
caso que los godos Domingo Hernández y Ramos pre-
tendan invadir los Estados de Barqnisimeto ó Portugue-
sa, no cese usted de acosarlos y darles candela, pues
para la fecha supongo que habrá ya regresado la fuerza
que mandó usted á Barqnisimeto, como también ijabrá
recibido un barril de pólvora, con veinticinco libras, que
dejé al ciudadano Coronel Juan Antonio Michelena para
que se los remitiera cuanto «antes.
Acóselos usted con guerrillas emboscadas, teniéndo-
los siempre á una vista é inspeccionando sus movimien-
tos y dando continuos partes tanto de sus operaciones
como de las de ellos.
Los Estados de Barqnisimeto y Portuguesa tienen
las fuerzas suficientes para defenderse, batirlos y dejar-
los escarmentados, aunque, de todos modos, pocos serán
los días de vida que tendrán.
Dios y Federación,
EzKijuiEL Zamora.
* *
Ramos encarga á Rnbíii del Ejército
Eepíiblica de Venezuela. — Jefatura de Operaciones de
Occidente. — Cuartel General en Mérida á *> de enero
de 18G0.
¿Señor Secretario de Enfado en los Denpachon de Guerra
y Marina.
Con esta fecha digo al señor Comandante José Ma-
ría Rubín, lo siguiente:
El estado de postración en que se halla mi salud
APÉNDICE VI
y en que he quedado después de los últimos funestos
•sucesos, la necesidad en que está el Ejército de tener
u su cabeza un Jefe activo, valeroso é inteligente,
que le imprima movimiento y celeridad en sus opera
ciónos y el prestigio y ascendiente que tan justamente
ha adquirido usted en él, me han decidido pensar en
usted para que se encargue del mando de las fuerzas
que estén ya organizadas y que deben componer e! Ejér-
cito de Occidente, mientras se repone mi salud ó el Su-
premo Gobierno dispone otra cosa.
Es de imperiosa necesidad para el mejor desempe-
ño de su empleo, que usted marche inmediatamente ó
en cuanto lo permita su indisposición y el estado de
cansancio y fatiga de la tropa, con todas las fuerzas
existentes en esta provincia, excluyendo aquellas que ne-
cesitare el Jete de operaciones para practicar operaciones
de importancia. En la provincia de Trujillo, donde us-
ted permanecerá el tiempo que juzgue necesario para
organizar y ponerse en estado de emprender operaciones
con las fuerzas que usted conduzca, incorporará todas las
que existen en dicha provincia bajo el mando inmedia-
to del Comandante Perozo y todas las más que se hu-
biesen reunido y pudiesen reunirse, incluyendo las que,
bajo las órdenes del Comandante Manuel Herrera, deben
estar en marcha para el Tocuyo, donde se le ha man-
dado situar. Puede usted disponer de la manera que
erea más conveniente al buen servicio, de las fuerzas
existentes en aquel cantón y en la provincia de Barqui-
simeto; debiendo ponerse en comunicación con el que
comanda las de Yaracuy, para obrar en combinación con
él. Usted exigirá á todo¿ los Gobernadores de las ex-
presadas provincias ya para que le presten todo géne-
ro de recursos, como dinero, hombres, caballos, cuanto
para que coadyuven con el prestigio de su autoridad al
buen desempeño de la comisión que confiero á usted.
Hoy mismo oficio á dichas autoridades en este sentido,
así como también á los Jefes militares para que coo-
peren igualmente y den cumplimiento á las órdenes de us-
ted. Yo permaneceré en esta capital organizando nuevas
fuerzas, y tan luego como mi salud me lo permita, me tras-
ladaré ala de Trujillo, con igual objeto, para incorporarme
al resto del Ejército, donde quiera que se hallare. Puede us-
CU APÉNDICE
ted elegir, tanto del cuerpo de depósito como de los deiná»
Jefes y oficiales que se encuentran en esta plaza, aquello»
que por su idoneidad y la confianza que le merezcan, juzga-
se usted útiles para la organización de su Estado Mayor ;
así como también todos los más que como agregados qui-
siere usted llevar para darles colocación en el Ejército
de su mando, exceptuando sólo á aquellos que tengan
ya efectividad en el Ejército. De todo me pasará usted
una noticia para dictar mis órdenes. El señor Corone L
José del K. Armas, que ha llegado á este Cuartel Ge-
neral, nombrado por el Poder Ejecutivo Comandante Ge-
neral de las caballerías, se pondrá á sus órdenes para
que usted lo destine como lo creyese más conveniente.
Encarezco á usted la pronta comunicación con este Cuar-
tel General y la importancia de dejar bien cubiertas y
en buen estado de defensa las fronteras de la provin-
cia de Trujillo.
Trascrición que tengo el honor de hacer á usted
para su conocimiento y demás fines.
Soy de usted atento servidor.
El General,
Pedro Ramo*.
APÉNDICE Cllt
LISTA
DE LAS PERSONAS Ql'E HAN SUMINISTRADO DATOS AL AUTOR-
General Ignacio Andrade.
— José Ramón Núiiez.
— Luis Levol de Goda. — París.
— Manuel Antonio López. — Urachiche.
— Víctor Rodríguez. —Caracas.
— Germán Pérez.— Giiigüe;
Doctor Pedro María García.— Registrador Principar.
— Caracas.
Manuel Betancourt— Oficial del Registro.
Antonio Jelainbi. — Archivero del Registro.
Doctor A. Frydensberg.— Encargado de la Biblioteca
Nacional y sus Adjuntos 1? y 2°
— José María González.— Caracas, (Zamorita).
— Luis Rafael Caspera. — Caracas.
— Joaquín Rodríguez Guerrero. — Caracas.
Salvador Larrazábal. — Caracas.
Eliodoro López. — Caracas.
— Heraclio Martín de la Guardia. — Caracas.
General Jesús María Lugo. — Caracas.
— Juan Bruno Delgado. — Guanare.
— Santos Mattey. — Caracas.
— Mario Gallegos Mombrunt. — Caracas.
— Manuel Iturbe. — Caracas.
— Bernardo Márquez. — Caracas.
— Manuel Vicente de las Casas. — Caracas.
Doctor Lisandro Alvarado. — Guaoare.
General Ignacio de la Plaza — Caracas.
— José María García Fuentes — Caracas.
— Manuel Landaeta Rosales — Caracas.
— Jacinto R. Pachano. — Caracas.
— Juan Navarrete Romero. — Dolores.
— Leopoldo Terrero. — Caracas.
— M. J. Rincones. — Guanarito.
— Simón Ferrer. — Papelón.
CIV APÉNDICE
■
— Miguel Herrera. — Píritu'de Barcelona.
— Agustín liivero. — San Felipe.
Señora 'Estéfana Falcón de Zamora. — Coro.
<¡ enera! Maxinriano Pérez. — Valencia.
(Jarlos Hemaiz. — Cara-cas.
General Luis Sagarzazu. — Caracas.
Jesús María de las Casas.
Doctor Félix Quintero. — Caracas.
General Francisco Batalla» — Caracas.
Doctor Víctor Antonio Zerpa.
General José Miguel Torres.
Señores Pablo Penichez y Luis R. Morín.
General Domingo Monagas. — Caraca*.
— Pablo Giusseppi Monagas.
Señora de Mármol.
General Manuel Salvador Briceño. — Caracas.
— José de Jesús Paúl. — Caracas.
— Pedro Torres. — Coro.
Doctor Salvador Plaza. — Caracas.
General Santos Ángulo. — Barinitas.
— Domingo Castro — Caracas.
LISTA
DE LOS LIBROS, PERiOMCOS, FOLLETOS Y DOCUMENTOS CONSULTADOS
PARA ESCRIBIR ESTA OBRA
Gacetas de Venezuela, de 1840 (i 1859.
El Patriota, Redactor, Doctor Felipe Larrazábal. —
1840, 1848, 1840.
El Heraldo, J. Vicente González.— 1859 á 1860.
El Liberal J. M. de Rojas.— 1844 á 1845.
Diario de Debates. — 1854.
Diario O ficiaL— 1 859 á 1809.
"Autobiografía de Páez."
'♦Historia de Venezuela," por Baralt y Díaz.
"Biografía del Mariscal Juan C. Falcón,'* por el Ge-
neral Jacinto II. Pachano.
Actos de la Convención Nacional de Venezuela. — 1858
á 1859.
"Geografía de Venezuela," por Agustín Codazzi.
"Hombres Notables de Hispano-América," por Ra-
món Azpnrúa.
El Federalista, 1803 á 1804.
APÉNDICE OV
"Historia Contemporánea de Venezuela, Política y *
Militar.— 1858 á 1886," por el General Luis, Level de
"Goda.
"Recopilación de Leyes y Decretos de Venezuela."
"Memorias de los Secretarios de Estado en los Des-
pachos del Interior y Justicia, Hacienda y Guerra," de
1840 hasta 1860.
"Proyecto de Crédito Territorial," por Eduardo Gá-
rate.
El Venezolano, por Antonio L. Guzmán.
Diario de Avisos, semanario de las Provincias. — 1859.
Gaceta, de Carabobo. — 1846.
"A la Nación, en sus elecciones de 1840," por Un
Venezolano.
Boletín Oficial del Estado de Coro.— 1850.
Boletín Oficial del Ejército Federal de Occidente.— l&W.
El Foro, por el Doctor Luis Sanojo. — 1858 á 1859.
"Manifiesto," por el General León de Pebres Cordero.—
New York, 1850.
"En defensa de la Causa Liberal," por el General An
tonio Guzmán Blanco. — 1894.
"lieflexiones sobre la Ley de 10 de abril de 1834,
por Fermín Toro.
"Cuestión Agrícola," por J. A. Mosquera.
"Documentos para la Historia del Libertador," por
Blanco y Azpurúa. — 1876.
"The American Commonwealth," by James Bryce. —
Gall and Spurzheim, Physiognomical System. — 1815-
"Historia Patria. — Décimo Estudio-Histórico Polí-
tico," por "Luis Ruiz" (Domingo A. Olavarría. — 1895.
"Vida del Mariscal Sucre," por ei Doctor L. Villanueva.
Proceso de la revolución de setiembre de 1846. (Lega-
jos Io, 27, 3°, 4n, 57 y 07, pertenecientes al archivo del Mi-
nisterio de Guerra).
Noticias de las causas seguidas por conspiración, en
184(5. (legajo 14 del archivo del Tribunal de 1* Instan-
cia del 4o circuito).
Archivo del Estado Mayor del General Páez, en Va-
lencia.— 1859.
Cartas de Zamora. — Guanare. — 1859.
Disposiciones del cuartel general de Silva, en San
Carlos. — Marzo y Abril de 1859.
Archivo del Gobernador de Harinas, Hipólito de la
Cueva.— 1859.
Archivo del General Soublette, como Director de la
guerra en Occidente. — 1859.
Archivo del Ministerio del Interior.
Cartas del Coronel Cisneros.
Archivo del Tribunal de 1* Instancia del 1er. circuito.
Causa seguida al Doctor José M. García, por conspiración.
CVI APÉNDICE
Diario de las operaciones practicadas de orden del Ge-
neral León de Febres Cordero. — 1859.
Archivo de la Comandancia de Armas de Cárabo-
bo.— 1846.
Expediente de la causa seguida contra Zamora, por
conspiración.
Boletín Oñcial del Ejército del Sur de Occidente.
Boletín Oficial de Barquiaimeto. — 1859.
Causa criminal del Capitán Pedro V. Aguado, por
conspiración.
Archivo del Concejo Municipal de Caracas.
Archivo de la Gobernación de la antigua Provincia de
Caracas.
Archivo del Estado Mayor del Ejército del Sur de
Occidente. — Silva, Andrade y Jelambi.
Archivo de la Comandancia de Armas de la Provincia,
de Barinas.
Archivo de la Gobernación y de la Comandancia de
Armas de la Provincia de Portuguesa.
Archivo de la Gobernación de la Provincia de Cojedes,
Archivo del Estado Mayor de la Jefatura de Opera-
ciones de los Cantones San Carlos y Tinaco.
Archivo de la Jefatura de Operaciones de los Canto-
nes Pao y Giraldot.
Copiador de la correspondencia del Estado Mayor Ge-
neral del ejército permanente, con los Jefes de Operacio-
nes.—1846. "
Diario histórico de la Columna de operaciones deG üi-
giie, al mando del señor General León de Febres Cordero. —
1846.
Acuerdos del Consejo de Gobierno. — 1847.
"Historia Patria" por Jacinto R. Pachano. — Artículos.
El Eco del Ejército, periódico del Ejército Federal.
" General Carlos Soublette," por el Ldo. Francisco Co-
bos Fuertes*
Colección de cartas, oficios y otros documentos del
Ejército Federal de Occidente.
ÍNDICE
CAPITULO I
Primeros anos de Zasiora. — Programa del Partido Libe-
ral.— El Venezolano. — La Oligarquía. — La Oposición. —
Cuestión económica. — Instituto de Aranda.
CAPITULO II
Política del General Soublette. — Los liberales fundan la
prensa política. — 9 de Febrero. — Elecciones de 40 á 40.
— Elecciones del 46. — Asambleas Electorales. — Confe-
rencias de Páez y Gu¿mán. — La Guerra Civil. — Noble
carácter del señor Guzmán. — Kangel. — Acontecimiento
de Y urna. — Ataque á Ciudad de Cura. — Kangel es derro-
tado y perseguido. — El General Cordero. — Valle de
Mauuare. — Alzamientos. — Defensa del Gobierno. — El
Gobierno persigue á los periodistas liberales. — El Doc-
tor Larrazábal defiende la libertad de imprenta.
CAPITULO III
Situación del país. — Alzamiento de Zamora. — Guambra. —
Operaciones militares dé Zamora. — Partidas del Oua-
rico. — Honorabilidad de Zamora. — Principios de lo»
partidos populares. — Concentraciones de las facciones
en San Francisco de Tisnados. — Sale Zamora de San
Francisco. — Acción de Laguna de Piedra. — Zamora
es derrotado. — La bandera amarilla. — Persecución á
Zamora. — De Manuare á Caracas.
CVIII ÍNDICE
CAPITULO IV
tieo«rraíía de La Sierra. — Plan de campaña de Páez. — Plan
de Zamora. — Impopularidad del Gobierno. — Persecu-
ción á Zamora. — De Tacasuroma á Los Bagre*. —
.Arción de Los Bagres. — Asesinato de Don Andrés
Fuentes. — Juicio de Cisneros.
CAPITULO V
Hombres y partidos de 184*5. — Facción de Barlovento. —
Nuevo plan de Páez para perseguir á Zamora. — Mar-
chas y contramarchas de las tropas. — Tiroteo de la
Oilita. — Operaciones de Hurtado. — Opinión de Hurtado
sobre la revolución. — Ocupación del Valle de Caicara.
Táctica de Zamora. — Lo que valía el ganado en 1846. —
Tiroteos en La Yuca y Guacamaya. — Zamora cansa é
inutiliza la tuerza del Gobierno. — Desafueros de las tro-
pas.— Nuevo plan para destruir las tropas. — Sentimien-
tos humanitarios de Páez.
CAPITULO VI
Nuevas facciones. — Encuentro en Los Leones. — Función de
armas en La Culebra. — Combate en Pagüito. — Derrota
«le los liberales. — Zamora cae prisionero. — Fin de la
campaña de La Sierra.
CAPITULO Vil
Proceso dcZAMORA. — El General Monagas con mu til la pena
de muerte de Zamora. — Voto de Vargas en el Consejo
de Gobierno. — Zamora se fuga de la cárcel de Maracay.
CAPITULO VIII
.Zamora es llamado al servicio militar. — Campana de Mará-
caibo. — Campaña de 49. — Zamora y Páez. — Matrimo-
nio de Zamora.
CAPITULO IX
Revolución de Marzo. — Persecución á Zamora. — Principios
de Revolución Liberal. — La Ciudad del Pueblo. — Za-
mora íntimo.
CAPITULO X
:20 de Febrero. — Orden general de Zamora. — Organización
del Estado de Coro y programa de Gobierno. — Honores
índice cir
a Zamora. — Organización de Rentas. — La escuadrilla
federal. — Servidores públicos. — Agitación de Caracas.
Partidas federales. — Desmanes de las tropas centralis-
tas.— Expedición del General Cordero. — Campaña de-
Zamora por la Costa. — Paso del río A'aracuy. —Cordera
ocupa á Coro. — El Gobernador García. — Ideas domi-
nantes en el pueblo. — Operación militar de Cordero. —
Operación militar de Zamora.— Zamora. Cordero*
Páez. — Edecanes de Zamora. — Acción del Palito* —
Puerto Cabello. — Pensamiento militar de Páez. — Zamo-
ra vuelve á la Costa. — Estrategia de Zamora. — Toma
de San Felipe. — Moralidad de Zamora. — Proclama de*
Zamora en San Felipe. — Anarquía de los centralista»
del Yaracuy. — Movimientos de las Divisiones del Go-
bierno y del Ejército de Zamora. — El General Andra-
de. — De Barquiainieto a Araure. — Combate de Anuiré.
Juan Antonio Michelena. — Zamora sigue á Guerilan-
dia. — El General Sonblette, Director de la Guerra.
CAPITULO XI
Marcha de Silva á Occidente. — Zamora marcha .sobre 15a-
riñas. — Zamora se retira á San Lorenzo. — De Guanare
á Barinas. — Ruina de Barinas. — Concentraron de la**
fuerzas 1 i heniles en la Sabana de Juana María. — El
Doctor Iriarte. — Martín Espinoza. — Sale Silva de Ha-
rinas.— Posiciones de los dos ejércitos en San fjoronzo*
— Maniobras de los dos ejércitos. — Movimiento de
flanco de Silva y Zamora. — Juicio de Soiihlctte sobre
la campaña de Occidente. — Cómo juzgó la prens t cen-
tralista á Silva. — Campaña de Occidente.
CAPITULO XII
Silva vuelve á Gnanare. — Ataque á Guanare. — Zamora se
retira á Guerilandia y marcha á .Harina*. — Zamora
constituye la Provincia de Barinas en E>tado Federal»
— El Concejo Municipal de Barinas condecor;i ¿ Za-
mora con el título de Valiente Ciudadano. — Asedio de»
Guanare — Guanare como plaza militar. — Üetiradadel
General Andrade á San Carlos.
CAPITULO XIII
Proclamas de Zamora en Barinas. — Opinión d<»¡ Gcnanil
Soublette sobre la estrategia del General Zamora, —
CX ÍNDICE
Poder Federal en Barinas. — Estado %de Portuguesa. —
Carácter de Zamora.
CAPITULO XIV
La Federación en Oriente y en el Centro. — Zamora fusila
á Espinoza. — Acción de La Bellaca. — Desgraciadas ex-
pediciones á La Cordillera.
CAPITULO XV
Desembarca el General Falcón. — Marcha del General Pal-
con. — Acción de Tierra Blanca. — Falcón ocupa á Bar-
quisimeto. — Acción de Siquisique. — Zamora va de Ba-
rinas á Barquisiineto.— ^llamos, Jefe del Ejército de
Occidente. —Marchas del General Falcón. — Ejército del
Gobierno. — En la mesa de Cabasca. —De Guanare á
Barinas. — Ramos en Guanare. — Anarquía en los Ejér-
citos.— Ejército del General Ramos. — Casas.
CAPITULO XVI
Brito. — Avanzadas de Zamora. — Campo de batalla de San-
ta Inés. — Primeros tiros en Santa Inés. — Edecanes de
Zamora. — Posición del General Falcón. — Edecanes de
Falcón. — Estrategia de Zamora en Santa Inés. — Em-
piezan los fuegos en Santa Inés. — Tres ataques al
Trapiche. — Zamora incita á la pelea. — Los centrales
ocupan el Trapiche. — Encuentro en el Cañaveral. — La
trinchera de Petit. — Zamora pasa de la defensiva ¿
la ofensiva. — Estragos en las filas centralistas. — Se
suspenden los fuegos. — Zamora intenta cortar al ene-
migo.— La retirada. — La Palma. — El Bostero. — Mapo-
ral. — Caroní y Punta Gorda. — Sitio de Barinas. — Orden
General de Zamora. — De Barinas al Corozo. — Batalla
del Corozo. — Zamora incendia la sabana del Corozo. —
Desastre de Curbatí. — Restos del Ejército. — Prisione-
ros, heridos y muertos del ejército centralista. — Comu-
nicación oficial del Coronel Casas al Ministro de Gue-
rra.— Marcha triunfal de Zamora á San Carlos. — Za-
mora en San Carlos. — Muerte de Zamora. — Apoteosis
de Zamora.
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