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Full text of "Vinculum"

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LIBRARY  OF  PRINCETON 

r —   ,. 

OCT  1  2  2004 

THEOLOGICAL  SEMINARY 


PER  BX1470.A1  V56 
Vincu 1 um . 


Digitized  by  the  Internet  Archive 
in  2015 


https  ://arch  i  ve .  org/detai  Is/vi  ncu  I  u  m  1 241  conf 


V 


Avíanca 


* 
★ 
* 
* 


Especial  atención  a  las  comunidades  religiosas. 

Especialidad  en  grupos  religiosos,  escolares  y  parroquiales. 

Servicio  a  domicilio. 

Tramitación  gratuita  de  documentación. 

Planes  extraordinarios  para  el  AÑO  SANTO. 


71  No.  11-10  1er.  Piso  Teléfonos  35  13  00  y  35  18  77 
Bogotá  -  Colombia 


V 


vinculum 


ORGANO  DE  LA  CONFERENCIA  DE  RELIGIOSOS  DE  COLOMBIA 

AÑO  XXIII 
1975 

MAYO 

y 

JUNIO 

SUMARIO: 


Presentación    3 

Motivaciones  de  la  dirección  espiritual  P.  Ricardo  Baracaldo,  cmf   5 

La  dirección  espiritual  en  la  Iglesia  (Graciela  de  Santa  María,  ocd    9 

¿Dirección  espiritual  o  dirección  del  espíritu?  (Darío  Restrepo  L.,  sj   17 

¿Se  debe  tener  miedo  al  psicólogo?  ¿En  qué  puede  ayudar  la  psicología  a  la  vida 

religiosa?   Salvador  López,  sch   22 

La  dirección  espiritual  Anunciación  Arzubialde,  stj   31 

Testimonios  —  Líneas  de  formación   36 


DIRECTOR: 

P.  HERNANDO  URIBE,  ocd 


COLABORADORES: 

ALVARO  PANQUEVA,  cm 
DARIO  RESTREPO,  sj 
SALVADOR  LOPEZ,  Sch. 
RICARDO  BARACALDO 


Dirección  y  Administración:  Calle  71  No. 
11-14  -  Bogotá,  Tel.  3  5  8  8  84. 

Resp.  Mingobierno  Lic.  657/53. 

Tarifa  Postal  reducida  No.  240  de  la 
Administración  Postal  Nacional. 

Editorial  PAX  -  Bogotá. 


124 


CASETES~ 


SERIE  I.  VOCES 

1 :  La  Puerta  —  El  Agua, 

2:  La  Tierra  —  El  Camino. 

3:  La  Semilla  —  La  Raíz. 

4:  La  Llave  —  El  Muro. 

5:  El  Tallo;  Las  Hojas  —  La  Flor;  El  Fruto. 

SERIE  II.  NOVENA  DE  NAVIDAD  -  I  -  II  -  III 

SERIE  III.  HAY  SEÑALES  EN  TU  CAMINO 

1 ;    Semáforo  en  rojo  —  Semáforo  en  amarillo  —  Semáforo  en  rojo. 

Doble  vía  —  Dar  la  precedencia  -  Cruce  de  caminos. 
2:    Límite  de  velocidad  —  No  volver  atrás  —  Bajada  peligrosa. 

Curva  a  la  izquierda  —  Paso  para  peatones. 

Altibajos. 

3:    Triple  dirección  —  Curva  y  contracurva  —  Estación  de  servicio. 

Paso  a  nivel  no  vigilado  —  Puente  móvil  —  No  hacer  sonar  la  bocina. 
4:    Curva  a  la  derecha  —  Niños  —  Caminos  que  se  estrechan. 

Restaurante  —  Prohibido  girar  a  la  izquierda  —  Retén. 
5:    Curvas  en  serie  —  Trabajadores  en  vía  —  Peligro. 

Paso  a  nivel  vigilado  —  Puesto  de  socorro  —  Caída  de  piedras. 
6:    Camino  resbaladizo  —  Prudencia  —  En  una  sola  dirección. 

Prohibido  estacionar  —  Taller  de  reparación. 

"Stop" 

SERIE  IV.  MILAGROS  DE  JESUS 

1 :    Caná  —  El  Ciego  —  La  Pesca  —  La  Viuda  de 
Naim. 

2:    El  Centurión  —  El  Paralítico  —  Lázaro  —  La 
Cananea. 

3:    El  Lunático  —  La  Hija  de  Jairo.  La  Tempestad  — 
Multiplicación  de  los  Panes. 


SERIE  V.  PARABOLAS  DE  JESUS 

1 :    El  Sembrador  -  La  Cizaña  -  El  Siervo  Cruel  - 
Los  Obreros  de  la  Viña. 

EN  PREPARACION 

SERIE  Vi.  TEMAS  SOBRE  LA  VIDA  RELIGIOSA. 
SERIE  VII.  CATEQUESIS. 
SERIE  VIII.  MES  DE  MARIA 


De  Venta: 

Conferencia  de  Religiosos  de  Colonnbia 
Calle  71  No.  11-14  -  Bogotá,  Colonnbia. 


PRESENTACION 


La  dirección  espiritual  no  está  de  moda.  El  hombre  moderno  siente  una  repulsa  ins- 
tintiva a  que  otros  determinen  su  vida,  porque  si  algo  bueno  han  hecho  las  ciencias 
positivas  y  la  misma  teología  ha  sido  descubrirle  al  hombre  el  valor  de  su  autonomía  y  su 
capacidad  para  definir  por  sí  mismo,  cada  uno,  el  sentido  de  su  existencia. 

Por  otra  parte  la  desorientación  y  el  desconcierto  vocacional  están  a  la  orden  del  día. 
Desde  tiempo  atrás  el  árbol  de  las  convicciones  ha  comenzado  a  deshojarse  nostálgica- 
mente. Junto  con  los  frutos  podridos  se  está  cayendo  el  árbol  mismo.  No  resulta  fácil 
encontrar  personas  que  hagan  girar  su  vida  en  torno  a  principios  asumidos  con  vigor,  de 
tal  manera  que  llegue  a  faltar  la  vida  antes  que  fallar  en  ellos.  Los  compromisos  a  medias 
van  produciendo  efectos  tan  devastadores,  que  mucha  gente  sabe  cada  vez  menos  a  qué 
atenerse. 


No  pocos  religiosos  consideran  que  su  ascenso  en  ciencias  humanas  y  teológicas  ha  de 
producir  como  primer  resultado  su  propia  determinación,  con  exclusión  de  toda  inter- 
vención, contraria  ai  desarrollo  de  la  personalidad.  Pero  es  curioso  que  lo  que  se  defiende 
con  tanto  entusiasmo  y  suficiencia  en  el  campo  de  la  espiritualidad,  esté  en  contradicción 
con  lo  que  está  ocurriendo  en  las  demás  actividades  humanas,  en  las  cuales  se  busca 
afanosamente  una  orientación  y  un  entrenamiento. 

El  cansancio  de  las  buenas  tradiciones,  que  han  ido  languideciendo  al  llegar  a  nosotros, 
nos  ha  llevado  al  abandono  de  las  mismas,  y  a  la  acogida  entusiasta  de  derroteros  más 
acordes  con  nuestra  modernidad.  A  fuerza  de  insistir  en  la  autosuficiencia  en  los  caminos 
del  espíritu,  cada  uno  termina  abandonado  a  sí  mismo  con  el  consiguiente  desbarajuste  en 


3 


las  propias  virtualidades  interiores.  Las  convicciones  van  sufriendo  un  resquebrajanniento 
fatigante  y  descorazonador.  Los  objetivos  de  la  vida  aparecen  cada  vez  más  raros  y 
desdibujados.  A  base  de  improvisaciones  y  ocurrencias,  se  termina  en  el  peor  de  los 
desalientos,  sin  saber  para  qué  sirve  la  vida. 

La  dirección  espiritual  no  es  del  agrado  de  muchos  paladares.  Hasta  el  nombre  resulta 
fastidioso,  aunque  aún  no  se  ha  logrado  encontrar  para  esta  realidad  un  nombre  más 
apropiado.  Resulta  engañoso  hablar  aquí  de  deporte  o  de  facilidad  de  palabra.  La  direc- 
ción espiritual  es  una  disciplina  rigurosa  y  vigorosa,  para  espíritus  templados,  atentos  e 
inconformistas,  llamada  a  devolver  a  la  vida  cristiana  y  religiosa  su  auténtica  grandeza.  Y 
su  tono  de  desafío  y  testimonio:  sal  del  mundo  y  luz  sin  fronteras. 


La  Conferencia  de  Religiosos  de  Colombia,  deseosa  de  prestar  un  servicio  cada  vez  más 
orientativo  a  los  religiosos  del  país,  se  propone  presentar,  a  base  de  números  monográficos 
de  la  Revista,  los  temas  y  problemas  que  más  están  golpeando  en  este  momento  a  la  Vida 
Religiosa.  En  esta  oportunidad  presenta  el  tema  de  la  dirección  espiritual,  visto  por 
cinco  religiosos  que  viven  y  trabajan  en  el  país.  Al  plantear  este  tema,  la  Conferencia  de 
Religiosos  de  Colombia  comprende  los  múltiples  problemas  que  la  dirección  espiritual 
trae  consigo.  Sabe  de  sobra  que  es  necesario  hacer  un  gran  esfuerzo  por  encontrar  las 
nuevas  formas  que  expresen  ciertas  verdades  tan  elementales  y  antiguas  como  permanen- 
tes. Y  sabe  además  lo  difícil  que  es  estar  buscando  un  equilibrio  que  en  cada  momento  se 
derrumba. 

Por  eso  se  atreve  a  proponer  el  tema  de  la  dirección  espiritual,  firmemente  convencida 
de  que  lo  que  aquí  se  dice  son  solo  pistas,  pero  que  el  verdadero  esfuerzo  por  redescubrir 
esta  gran  verdad,  tan  molesta  y  necesaria,  tenemos  que  hacerlo  entre  todos.  El  que 
encuentre  soluciones  positivas  que  nos  las  comunique  para  beneficio  de  todos.  Sólo  el 
esfuerzo  común,  el  atrevimiento  común,  la  conquista  común,  podrán  darnos  la  seguridad 
de  que  avanzamos.  A  esta  labor  quedan  todos  invitados. 


LA  DIRECCION 


COLABORAN  EN  ESTE  NUMERO 


P.  RICARDO  BARACALDO 


Carrera  15  No.  10-73 


P.  DARIO  RESTREPO 


Carrera  10  No.  65-48 


P.  SALVADOR  LOPEZ 


Apartado  Aéreo  51074 


H.  GRACIELA  DE  STA.  TERESA 


Calle  119  No.  1-01 


H.  ANUNCIACION  ARZUBIALDE 


Apartado  Aéreo  100264 


4 


Motivaciones  de  ía 
dirección  espiritual 


P.  Ricardo  Baracaldo 


La  crisis  actual  es  un  fenómeno  que 
cobija  a  todos  los  estamentos  y  estructuras 
y  afecta  a  la  piedad,  a  la  oración  y  direc- 
ción espiritual.  Ciñéndonos  a  la  sola  di- 
rección espiritual,  observamos  que  la  han 
afectado  de  una  manera  especial  la  falta  de 
auténticos  directores  espirituales,  de 
hombres  experimentados  en  el  genuino  es- 
píritu sobrenatural,  pero  además  el  aban- 
dono de  la  vida  de  oración  o  la  idea  de  la 
propia  luz  y  fuerza  o  el  centrar  toda  la  la- 
bor espiritual  en  la  acción  exterior. 

En  el  presente  artículo  queremos  poner 
de  relieve  lo  valiosa  que  es  la  dirección  es- 
piritual, motivar  y  estimular  a  quienes 
aspiran  a  la  perfección.  Motivar,  en  efecto, 
es  enriquecer,  potenciar,  desarrollar  dina- 
mismos y  capacitar  para  el  triunfo. 

La  naturaleza  humana  experimenta  li- 
mitaciones y  por  lo  mismo  necesita  de 
fuerzas   para  superarse.   La  gracia  exige 


igualmente  una  respuesta  adecuada  del 
hombre  a  los  planes  amorosos  de  Dios. 

Las  siguientes  consideraciones  se  orde- 
nan a  presentar  algunos  elementos  de  la 
dirección  espiritual  que  constituyen  moti- 
vaciones y  estímulos  para  su  estima  y 
práctica. 

1.  El  llamamiento  a  la  perfección 

El  Concilio  Vaticano  II  recuerda  a  todos 
los  cristianos  la  obligación  de  aspirar  a  la 
perfección  del  propio  estado  (LG  44), 
porque  "en 'la  Iglesia  todos  están  llamados 
a  la  santidad"  y  "todos  los  discípulos  de 
Cristo  están  llamados  a  la  plenitud  de  la 
vida  cristiana  y  a  la  perfección  de  la  cari- 
dad" (LG  40). 

Los  religiosos,  establecidos  en  un  género 
de  vida  como  es  la  pobreza,  castidad  y 


5 


obediencia  y  vida  común,  que  manifiesta  y 
estabiliza  socialmente  su  voluntad  de  per- 
fección, están  obligados  a  la  santidad  en 
primer  lugar  por  ser  cristianos  y  luego  por 
su  acto  personal  de  consagración  hecho  con 
carácter  de  perpetuidad  que  les  exige  una 
particular  perfección  para  el  resto  de  su 
vida. 

La  razón  fundamental  de  la  exigencia  a 
la  santidad  es  la  vocación  universal  de  la 
Iglesia  a  dar  una  respuesta  de  amor  a  la 
acción  redentora  de  Cristo,  al  despliegue  de 
amor  sobre  la  comunidad  humana.  Toda 
obligación,  en  efecto,  en  la  v<da  cristiana 
depende  de  la  caridad  y  se  reduce  a  la  ca- 
ridad. Quien  cumple  la  caridad  cumple 
toda  la  ley  y  queda  bajo  la  acción,  las  mo- 
ciones e  inspiraciones  del  Espíritu  Santo. 

De  esta  vocación  y  obligación  a  la  per- 
fección del  propio  estado  surge  espontánea 
la  obligación  de  emplear  todos  los  medios 
convenientes  al  desarrollo  de  la  perfección, 
cual  es  entre  otros  la  dirección  espiritual. 

A  este  propósito  es  valiosa  la  recomen- 
dación de  la  dirección  espiritual  que  Pío 
Xli  hace  a  los  sacerdotes:  "Creemos 
oportuno  recomendaros  también,  queridos 
hijos,  que  en  los  comienzos  y  en  el  desa- 
rrollo de  la  vida  espiritual,  no  os  fiéis  de 
vosotros  mismos,  sino  que  con  sencillez  y 
docilidad,  recibáis  consejo  y  pidáis  auxilio 
a  quienes  puedan  dirigiros  con  sabia  mode- 
ración, indicaros  los  peligros,  sugeriros  los 
oportunos  remedios  y  en  cualesquiera  di- 
ficultades interiores  o  exteriores  puedan 
guiaros  rectamente  y  encaminaros  a  la 
perfección  cada  día  mayor,  en  confor- 
midad con  el  ejemplo  de  los  santos  y  las 
enseñanzas  de  la  ascética  cristiana.  Sin  esta 
prudente  dirección  de  conciencia,  de  ley 
ordinaria,  es  bastante  difícil  secundar  con- 
venientemente los  impulsos  del  Espíritu 
Santo  y  de  las  gracias  divinas"  (Menti 
nostrae,  54). 

El  documento  señala  que  la  dirección 
espiritual  es  un  medio  y  ayuda  valiosa  y 


muy  conveniente  para  conseguir  la  perfec- 
ción del  propio  estado.  Quien  realmente  se 
siente  llamado  y  se  ha  comprometido  a 
buscar  la  perfección,  está  igualmente  com- 
prometido a  emplear  el  medio  que  de  ley 
ordinaria  es  indispensable  para  lograr  el  fin 
apetecido. 


2.  La  dimensión  teológica  de  la  dirección 
espiritual 

La  tarea  de  la  dirección  espiritual  se 
justifica  si  se  inserta  en  el  misterio  de 
Cristo  y  de  \a  iglesia.  Cristo  nos  salva  por 
medio  de  su  iglesia.  Todo  en  la  Iglesia  es 
labor  pastoral:  la  jerarquía,  el  magisterio,  la 
jurisdicción,  la  liturgia,  su  organización,  sus 
empresas,  su  apostolado.  De  aquí  surge  el 
hecho  de  que  toda  la  vida  y  las  actividades 
de  la  Iglesia  son  un  verdadero  pastoreo,  una 
auténtica  dirección  eclesial,  espiritual. 

Esta  dirección  eclesial,  general,  oficial 
que  ejercen  el  Papa,  los  Obispos,  los  sacer- 
dotes y  aún  los  laicos  que  participan  de  las 
tareas  pastorales  y  de  enseñanza,  es  una 
labor  de  servicio  a  los  de  más,  de  ayuda 
caritativa  al  prójimo,  un  testimonio  de 
Cristo,  un  apostolado,  una  irradiación  de 
Cristo.  Es  hacer  iglesia,  es  formar  a  Cristo. 

Dentro  de  estas  funciones  eclesiales  y 
pastorales  se  encuentra  la  dirección  espiri- 
tual, que  emana  de  la  dinámica  de  los 
apóstoles,  profetas,  evangelistas,  doctores  y 
pastores  "para  organizar  a  los  fieles  en  la 
obra  del  ministerio  y  desarrollar  el  Cuerpo 
de  Cristo  hasta  que  alcancemos  la  unidad 
de  la  fe  y  del  conocimiento  del  Hijo  de 
Dios  y  seamos  hombres  perfectos  según  ia 
medida  propia  de  la  plenitud  de  Cristo"  (Ef 
4,11-13). 

La  dirección  tal  como  la  describió  Pío 
Xli  es  una  obra  eminentemente  pastoral  y 
por  lo  mismo  obra  estricta  de  caridad.  Es  la 
corona  y  calmen  de  toda  la  pastoral  y  del 
mensaje  del  evangelio.  "Simón,  hijo  de 


6 


Juan,  ¿me  amas?  Le  contestó:  -Señor,  tú 
sabes  que  yo  te  amo.  Jesús  le  repitió: 
Apacienta  mis  ovejas"  (Jn  21,16). 

La  historia  de  la  Iglesia,  la  vida  de  los 
santos  Y  la  doctrina  de  los  maestros  de  la 
vida  espiritual  enseñan  que  la  adquisición 
de  la  perfección  es  la  meta  de  toda  labor 
pastoral,  porque  se  ordena  a  adquirir  el 
crecimiento  en  la  gracia  y  en  el  conoci- 
miento de  nuestro  Señor  Jesucristo  (2  Pt 
4,13). 

La  dirección  espiritual  en  cierto  modo 
prolonga  todas  las  funciones  eclesiales  y 
pastorales  de  la  Iglesia,  sin  embargo  no  se 
identifica  con  ellas,  las  supera  en  quilates  y 
en  su  conjunto  son  una  obra  preciosa  de  la 
caridad  divina,  porque  forma  a  Cristo  en  el 
corazón  de  los  fieles  (Gal  4,19). 


3.  La  dinámica  del  Espíritu  Santo 

La  acción  del  Espíritu  Santo  se  mani- 
fiesta irrumpente  en  la  persona  de  Cristo. 
"Jesús  regresó  del  Jordán  lleno  del  Espíritu 
Santo.  Y  era  conducido  por  el  mismo  Es- 
píritu al  desierto"  (Le  4,1).  "Regresó  Jesús 
de  Galilea  lleno  del  poder  del  Espíritu"  (Le 
4,14).  Sobre  Cristo  desciende  el  Espíritu 
Santo  (Le  3,22)  y  bautiza  con  Espíritu 
Santo  y  fuego  (Le  3,16).  El  Espíritu  es  el 
que  dirige  la  acción  salvadora  de  Cristo. 

El  fiel  que  prosigue  la  misión  de  Cristo 
recibe  del  Padre  el  Espíritu  Santo  (Le 
11,13)  y  el  Espíritu  enseña  a  los  fieles  lo 
que  deben  hablar  en  los  tribunales  (Le 
12,12).  Quien  de  verdad  ama  a  Cristo  re- 
cibe el  Espíritu  de  la  verdad  (Jn  14,  15-17) 
que  enseñará  y  recordará  todo  lo  que 
Cristo  ha  anunciado  (v.  24). 

El  Espíritu  es  el  que  da  el  sentido  de 
filiación  (R.  8,16),  da  la  pertenencia  a 
Cristo  (v.  9),  mora  en  los  fieles  (1  C  3,16), 
mueve  a  los  fieles  (R  8,14),  los  ayuda  y 
ruega  por  ellos  (R  8,26)  y  los  colma  de  su 
amor  (R  5,5). 


La  obra  de  la  perfección  y  de  la  direc- 
ción espiritual  la  realiza  el  Espíritu  Santo. 
Del  Espíritu  nos  vienen  todos  los  conoci- 
mientos profundos  de  Dios  (1  C  3,10.12)- 
cambia  con  su  fuerza  el  hombre  interior 
(Ef  3,16)  y  pone  en  nuestros  labios  la  pa- 
labra Padre  (Gal  4,6). 

El  Espíritu  Santo  hace  vivir  el  misterio 
de  Cristo  en  los  fieles  y  conduce  a  los  hijos 
de  Dios  a  la  vivencia  de  las  virtudes  cristia- 
nas (Gal  5,22-23),  a  vivir  la  vida  del  mismo 
Espíritu  (Gal  5,16).  El  renueva  nuestro 
interior  (Ef  4,23)  y  nos  prepara  para  la 
plenitud  de  la  vida  divina  (Ef  4,30). 

Siendo  el  Espíritu  Santo  el  auténtico 
director  espiritual,  se  sigue  que  los  fieles 
deben  ser  dóciles  a  las  luces  e  impulsos  del 
mismo  Espíritu  para  adelantar  en  el  camino 
de  la  perfección. 

De  aquí  se  concluye  que  la  dirección 
espiritual  es  teologal  por  el  autor,  que  es  el 
Espíritu  Santo,  por  los  medios  que  son  so- 
brenaturales: la  gracia,  los  sacramentos  y 
las  virtudes  de  la  fe,  la  esperanza  y  la  cari- 
dad, y  por  la  fe  en  el  mismo  director  espi- 
ritual como  instrumento  visible  del  Espíri- 
tu Santo,  por  la  meta  que  es  la  íntima 
unión  con  Cristo  en  la  presente  vida  y  en  la 
eterna. 

4.  La  tarea  de  la  dirección 

La  ascensión  a  la  santidad  es  una  tarea 
árdua  y  difícil.  Es  un  arte  y  una  disciplina 
que  incumbe  al  director  y  al  dirigido.  El 
empeño  y  fidelidad  del  dirigido  y  la  ciencia 
y  prudencia  del  director  se  conjugan  para 
un  resultado  sobrenatural,  la  perfección. 

La  crisis  ha  afectado  a  esta  doble  tarea, 
porque  no  hay  estímulos  ni  siquiera 
preocupaciones  por  emprender  el  camino 
de  la  perfección  y  por  lo  mismo  no  se 
busca  la  dirección  espiritual. 

No  hay  tampoco  auténticos  directores 
espirituales,  en  parte  porque  ya  no  se  les 


7 


busca  y  en  parte  porque  como  advierte  San 
Juan  de  la  Cruz  "para  este  camino,  a  lo 
menos  para  lo  más  subido  de  él,  y  aún  para 
lo  mediano,  apenas  se  hallará  un  gui'a  cabal 
según  todas  las  partes  que  ha  menester. 
Porque  además  de  ser  sabio  y  discreto,  es 
menester  que  sea  experimentado"  (Llama 
de  amor  viva  3,30). 

La  tarea  de  recorrer  la  vi'a  purgativa, 
iluminativa  y  unitiva,  la  contemplación  del 
Cristo  total  es  algo  demasiado  elevado  y 
hermoso  para  no  buscar  la  ayuda  de  un 
hombre  experimentado  en  los  caminos  del 
Señor.  Es  bastante  imprudencia  no  buscar 
la  máxima  seguridad  y  no  desear  el  máximo 
provecho  espiritual. 

La  labor  de  descubrir  el  rostro  de  Cristo 
en  sus  misterios,  de  amarlo  y  de  vivirlo  es 
muy  delicada  y  comprometedora.  Pero  no 
menos  delicada  es  hoy  la  labor  de  descu- 
brirlo en  nuestros  hermanos,  en  los  más 
pequeños,  en  los  pobres  para  amarlo,  ser- 
virlo y  sacrificarse  por  él.  Tiene  perenne 
actualidad  la  palabra  de  Juan: 

"El  que  dice  que  ama  a  Dios 
e  injuria  a  su  hermano,  miente. 
Si  a  su  hermano  a  quien  ve,  no  ama, 
no  ama  a  Dios  a  quien  no  ve"  (1  Jn 
4,20). 

Para  esta  labor  se  requiere  mayor  fe, 
mayor  caridad  según  la  misma  norma  de 
Juan: 

"El  nos  dió  este  mandamiento: 

El  que  tenga  amor  a  Dios, 

ame  también  a  su  hermano"  (1  Jn  4,21). 

La  doble  vertiente  de  la  vida  de  perfec- 
ción, la  búsqueda  y  contemplación  del 
Cristo  total  va  a  implicar  necesariamente 
un  sentido  y  conocimiento  perfecto  de 
Cristo  y  la  experiencia  de  quien  ha  reco- 
rrido por  tales  senderos.  Quien  realmente 
ha  sentido  arder  en  el  corazón  el  amor  de 
Cristo  y  ha  sido  iluminado  por  la  luz  de 
Cristo  y  lo  ha  visto  en  la  fracción  del  pan. 


puede  anunciarlo  a  los  demás  (cfr.  Le 
24,31.32.35). 

5.  La  dinámica  humana  del  dirigido 

En  la  dirección  espiritual  es  necesario 
tener  en  cuenta  la  persona  del  dirigido.  Es 
una  realidad  única,  irrepetible  en  la  histo- 
ria. Es  una  persona  rica  en  cualidades  y 
limitada  por  sus  defectos  innatos. 

Cristo  fue  un  auténtico  director  espiri- 
tual con  sus  apóstoles:  comprensivo  de  las 
limitaciones,  paciente  en  superar  las  difi- 
cultades de  ignorancia  de  los  discípulos, 
exigente  en  las  desviaciones,  prudente  y 
caritativo  en  no  descubrir  la  intimidad  y  la 
doblez  del  infiel,  previsor  para  anunciar  los 
peligros,  maestro  para  ¡lustrar  los  misterios 
del  reino,  consolador  en  las  tristezas,  amigo 
para  descubrirles  las  palabras  del  Padre  y 
las  ternuras  de  su  propio  corazón.  El  sin 
embargo  ha  respetado  la  hora  de  Dios,  la 
acción  del  Espíritu  Santo,  ha  esperado  la 
hora  de  Pentecostés  para  los  suyos. 

El  director  espiritual  desempeña  un 
papel  importantísimo,  porque  trata  de 
aplicar  el  plan  de  Dios  a  una  persona  con- 
creta que  lleva  un  bagaje  de  tendencias, 
propensiones,  pulsiones,  introversión  o 
extraversión,  calma  o  nerviosismo,  vigor  o 
delicadeza,  ternura  o  dureza,  toda  la  gama 
de  dinamismos  mentales,  afectivos  y  vo- 
litivos. 

Acudimos  al  médico,  al  psiquiatra,  al 
psicólogo,  porque  son  competentes  para 
solucionar  una  serie  de  problemas  que  de 
otra  suerte  sería  aventurado  el  pretender 
una  solución  inconsulta. 

La  vida  espiritual  implica  una  serie  de 
problemas  y  soluciones  de  índole  psicoló- 
gica y  sobrenatural.  Si  bien  el  Espíritu 
Santo  actúa  en  las  almas,  no  obstante  de 
ley  ordinaria  se  sirve  del  instrumento 
humano,  del  director  para  que  ayude  a  sus 
hermanos  en  la  adquisición  de  la  perfección 
sobrenatural 


8 


La  dirección  espiritual 

en  la  Iglesia 


Graciela  de  Santa  Teresa 
Carmelita  Descalza 


LA  DIRECCION  ESPIRITUAL  EN  EL  MISTERIO  DE  LA  IGLESIA 

Una  de  las  grandes  ayudas  de  que  la  Iglesia  ha  dispuesto  para  hacer  llegar  hasta  las 
almas  su  misterio  de  santidad,  ha  sido  la  dirección  espiritual.  A  sabiendas  de  que  para 
muchos  éste  es  uno  de  los  capítulos  de  la  espiritualidad  ya  superados,  por  anacrónico, 
inútil  y  hasta  perjudicial,  juzgo  necesario  tratarlo  como  punto  de  reflexión  dentro  de  la 
renovación  espiritual  exigida  por  la  Iglesia  misma.  Y  quiero  tratarlo  desde  mi  fe,  plena- 
mente arraigada  en  el  suelo  de  la  Iglesia  y  no  sujeta  ni  dependiente  de  fáciles  opiniones  de 
profetas  improvisados. 

Frente  a  posibles  objeciones  y  prejuicios,  pienso  que  es  preciso  distinguir  entre  el  valor 
esencial  de  un  principio  y  sus  formas  de  expresión  siempre  a  la  altura  del  mismo.  La  razón 
es  válida  para  la  dirección  espiritual.  Tendríamos  que  tener  ideas  claras  a  la  hora  de  hacer 
una  crítica. 

No  quiero  formular  definiciones.  Que  broten  espontáneas  de  la  reflexión.  Más  impor- 
tante que  definirla,  es  presentarla  en  su  sitio  y  en  su  valor.  Para  ello  me  limitaré  solo  a  tres 
puntos: 

1 .  La  dirección  espiritual  en  el  misterio  de  la  Iglesia. 

2.  El  hombre,  sujeto  de  la  dirección  espiritual. 

3.  Necesidad  y  actualidad  de  la  dirección  espiritual. 


9 


1.  La  dirección  espiritual  en  el  misterio  de  la  Iglesia 

a.  Base  bíblico-teológica 

"Sed  santos  en  todo  vuestro  proceder,  conforme  a  la  santidad  del  que  os  llannó,  porque 
escrito  está:  "Sed  santos,  porque  santo  soy  yo"'  .  "Esta  es  la  voluntad  de  Dios:  vuestra 
santificación"^ .  Una  voluntad  que  se  expresó  desde  el  principio,  en  la  misma  palabra  que 
creó  al  hombre;  "Hagamos  al  hombre  a  imagen  y  semejanza  nuestra  ...  A  imagen  suya  lo 
creó"^ .  A  imagen  de  su  santidad  esencial.  Dios  es  el  Santo,  la  Santidad. 

Conocemos  la  respuesta  del  hombre  y  su  tragedia  subsiguiente.  ¿Qué  hará  el  hombre? 
¿Qué  hará  Dios?  La  palabra  creadora  no  puede  perderse  en  el  vacío  de  la  nada.  La 
misericordia  de  Dios  se  inclina  sobre  el  hombre,  y  la  torna  en  palabra  de  amor:  — Re^ 
hagamos  al  hombre  a  nuestra  imagen  y  semejanza.  Vayamos  en  ayuda  del  hombre:  lla- 
mémoslo, justifiquémoslo,  santifiquémoslo.  Un  plan  de  amor  salvador,  un  proyecto  de 
deificación  del  hombre.  Se  realizará  en  el  tiempo: 

Revelación,  elección,  vocación,  ley,  alianzas,  constitución  de  un  pueblo,  sacerdocio, 
profetismo  ...  Y,  "llegada  la  plenitud  del  tiempo,  envió  Dios  a  su  Hijo  para  que  recibié- 
semos la  adopción.  Y  por  ser  hijos,  envió  Dios  a  nuestros  corazones  el  Espíritu  de  su  Hijo, 
que  grita:  iPadre!  "'* .  Es  decir.  Dios  es  total  y  definitivamente  para  el  hombre.  Ahí  está 
para  liberarlo,  para  unirlo  con  El,  para  transfigurarlo  en  El.  Esta  es  la  verdadera  adopción, 
dice  San  Juan  de  la  Cruz. 

Toda  esta  acción  de  Dios  se  concreta  y  se  expresa  en  el  "acontecimiento  Cristo"  que 
plenifica  y  perfecciona  las  antiguas  ayudas  e  instaura  una  nueva  economía,  un  nuevo 
orden  y  es  el  origen  de  una  realidad  sacramental  de  salvación  universal:  la  Iglesia,  prolon- 
gación y  presencialización  de  su  Persona,  de  su  Misterio,  de  su  Misión  en  favor  del 
hombre,  y  como  depositarla  única  del  tesoro  salvífico  e  imagen  y  fuente  de  su  santidad:  la 
Iglesia  santa  y  santificadora. 

Fin  de  la  Iglesia  es,  pues,  salvar,  santificar  al  hombre;  todo  medio  conducente  a  este  fin 
dimana  de  ello  y  solo  en  su  suelo  alcanza  plena  validez.  Fe,  gracia,  vida  sacramental, 
oración,  ascesis;  Escritura,  magisterio,  ministerios,  carismas,  etc.  Uno  de  estos  medios 
cuya  misión  específica  es  ayudar  al  pleno  desarrollo  de  la  vida  cristiana  en  las  almas,  es  la 
dirección  espiritual.  Por  eso  entra  de  lleno  en  el  misterio  de  la  Iglesia,  de  ella  extrae  su 
valor  y  eficacia,  la  realiza,  la  presencializa:  "Donde  dos  o  más  se  junten  en  mi  nombre  ahí 
estoy  yo"' .  Ahí  está  la  Iglesia. 

Imposible  encerrar  en  breves  palabras  una  eclesiología.  Unos  conceptos  nada  más,  por 
vía  de  ilustración  y  como  fundamento  de  lo  dicho. 

'  1  Pe.  1,15-16. 

^  1  Tes.  4,3. 

^  Gen.  1,26-27. 

"  Gal.  1,4-6. 

'  Mat.  18,20. 


10 


La  Iglesia,  desde  su  origen,  por  su  naturaleza  y  por  su  finalidad,  es  esencialmente 
social:  Reunión,  congregación  de  creyentes,  comunidad  de  fe  reunida  en  torno  a  Dios  que 
es  su  centro.  Pueblo  de  Dios:  pueblo  santo,  linaje  escogido,  sacerdocio  regio.  Pueblo  en  el 
que  todos  los  "llamados,  justificados  y  santificados"  gozan  de  una  igualdad  fundamental 
que  excluye  en  absoluto  toda  casta,  toda  clase,  todo  privilegio,  no  obstante  la  necesaria 
diferenciación  establecida  por  Dios.  Igualdad  que  no  es  anarquía,  sino  ordenación  en  la 
caridad  y  al  servicio  de  los  miembros.  Dentro  de  esta  igualdad  fundamental,  como  servicio 
de  caridad  y  como  ejercicio  del  sacerdocio  regio,  se  inscribe  la  dirección  espiritual.  Rela- 
ción de  fraternidad,  no  de  dominio. 

La  Iglesia  es  creación  del  Espíritu,  su  templo  y  su  edificio  en  el  que  todos  los  "bauti- 
zados en  el  Espíritu  Santo"^  son  hijos  de  Dios  y  unidad  en  Cristo.  "Uno  mismo  es  el 
Espíritu"^.  Pueblo  santo  nacido  del  Espíritu  —don  específico  de  la  Nueva  Alianza— que 
al  derramarse  sobre  la  comunidad  y  sobre  cada  uno  de  sus  miembros,  inaugura  la  "nueva 
creación  en  Cristo"  y  un  nuevo  régimen  de  gracia  y  de  santidad  a  imagen  de  la  santidad 
misma  del  Hijo  de  Dios.  Santidad  que,  si  bien  constituye  el  íntimo  ser  de  la  Iglesia,  está 
llamada  a  crecer  bajo  el  impulso  del  mismo  Espíritu,  el  cual,  para  este  fin,  crea  llama- 
mientos, ministerios,  funciones  y  suscita  carismas  diversos  dentro  de  la  unidad  esencial; 
no  es  un  caos  de  ministerios  y  carismas:  todos  ellos  deben  conocer  una  subordinación  al 
Espíritu  aun  cuando  todo  miembro  sea  inmediatamente  enseñado  y  movido  por  El.  Toda 
santidad  comienza  en  el  Espíritu,  es  creación  suya,  es  alimentada  y  vivificada  por  El  y  es 
El  quien  la  lleva  a  su  plenitud.  Como  colaboradora  del  Espíritu  en  la  santificación  de  las 
almas  colocamos  la  dirección  espiritual  en  la  línea  de  los  carismas. 

La  Iglesia  es  también  cuerpo  de  Cristo.  Es  el  Espíritu  quien,  por  el  bautismo,  incorpora 
a  cada  uno  como  miembro  de  este  cuerpo:  "Siendo  muchos,  forman  un  solo  cuerpo  .  .  . 
Vosotros  sois  cuerpo  de  Cristo"^  Unidad,  incorporación:  no  simple  yuxtaposición 
desvinculada  y  desarticulada,  sino  unión  de  tal  manera  íntima  por  la  caridad,  que  a  la  vez 
que  ordena  a  todos  y  cada  uno  de  los  miembros  para  el  servicio  mutuo,  excluye  por  sí 
misma  todo  individualismo,  todo  aislacionismo,  toda  autosuficiencia.  Aquí  no  hay  indi- 
viduos porque  todos  están  incorporados  a  un  mismo  cuerpo  que  es  Cristo  y  cada  uno  es 
miembro  del  otro^.  "Este  cuerpo  crece  en  aumento  divino,  alimentado,  trabado,  unido 
por  todos  los  ligamentos  que  lo  unen  y  nutren  según  la  operación  de  cada  miembro  .  .  . 
hasta  que  todos  lleguemos  a  la  plenitud  de  Cristo"'  °.  Para  la  edificación  de  este  cuerpo  a 
cada  uno  se  le  ha  dado  una  medida  de  gracia  y  se  la  ha  encargado  un  servicio  en  orden  a 
distribuir  la  vida  de  Cristo  a  los  miembros:  caridad  vivida  en  la  verdad' ' .  Cultivar  la  vida 
de  Cristo  en  las  almas  y  llevarla  a  su  plenitud,  es  la  labor  de  la  dirección  espiritual:  esta  es 
su  "gracia",  su  servicio  dentro  del  cuerpo  de  Cristo. 


*  Me.  1,8. 

Ef.  2,18;  1  Cor.  12,4. 

*  1  Cor.  12,  27;  Rom.  12,  4-8. 
^    1  Cor.  12,27. 

'°  Ef.  4,13;  Col.  1,19-20. 


11 


Conclusión:  la  dirección  espiritual  se  integra  plenamente  en  el  misterio  de  la. Iglesia,  lo 
expresa  y  está  a  su  servicio. 

b.  Servicio  ecleslal 

Para  cumplir  su  cometido,  la  dirección  espiritual  se  sitúa  en  la  Iglesia,  permanece  en 
ella,  y  trabaja  con  los  contenidos  mismos  de  la  revelación  y  con  el  tesoro  espiritual  de  la 
Iglesia.  Como  carisma  creado  y  confirmado  por  el  Espíritu,  se  subordina  a  El  y  se  coloca 
como  humilde  servidora  de  su  acción  santificadora,  en  orden  a  ayudar  a  los  hermanos  a 
alcanzar  su  plenitud.  Parte  de  un  designio  divino;  trabaja  con  el  germen  de  la  vida  divina 
depositado  en  las  almas,  propicia  su  desarrollo  armónico  y  lo  lleva  a  su  madurez  total. 
Lee,  descubre  el  misterio  de  Dios  en  cada  alma  a  través  de  llamadas  y  exigencias  íntimas  y 
absolutamente  personales;  ilumina,  orienta,  estimula,  sostiene,  respeta.  No  se  impone 
sobre  la  libertad  personal,  ni  la  afecta:  la  cultiva  y  la  educa.  Llega  cuando  la  llaman,  sirve 
mientras  la  juzgan  necesaria,  y  sabe  retirarse  cuando  se  la  considera  inútil  o  innecesaria. 

Dentro  de  la  constitución  jerárquica  de  la  Iglesia,  no  es  un  estamento  canónico  regu- 
lado por  leyes  especiales.  Se  ha  quedado  con  el  vuelo  del  Espíritu.  En  cuanto  carisma, 
puede  ir  aneja  al  sacerdocio  ministerial  y  como  parte  preeminente  de  su  misión.  Hasta 
ahora  ha  Sido  lo  común.  Así  lo  hemos  aceptado  y  vivido,  y  por  este  canal  ha  hecho  de 
muchas  almas  una  santidad  realizada  de  la  Iglesia  y  para  la  Iglesia.  Es  su  máximo  orgullo, 
valoración  y  justitificación  de  su  existencia.  Pero  como  carisma,  puede  darse  dentro  del 
sacerdocio  general,  no  como  privilegio,  sino  en  vista  de  la  naturaleza  misma  de  la  Iglesia. 
Cuando  sé  que  el  sacerdocio  bautismal  es  creción  del  Espíritu  con  miras  a  la  edificación 
del  cuerpo  de  Cristo,  mi  fe  no  debe  vacilar:  un  sacerdote,  una  superiora,  una  co-hermana, 
un  laico  capacitado,  pueden  perfectamente  acompañarme  en  mi  camino  hacia  la  reali- 
zación de  mi  ser  sobrenatural.  Ellos  son  "luz  del  mundo  y  sal  de  la  tierra"'  ^  . 

La  iglesia,  por  su  parte,  ha  hecho  suyo  este  medio  de  colaboración  fraterna.  La  ha 
tenido  en  gran  aprecio  como  colaboradora  en  su  misión  salvífica.  Ha  orientado  su  desa- 
rrollo y  ha  presidido  su  evolución  y  su  acomodación  a  las  distintas  épocas  y  culturas.  No 
se  trata,  ciertamente,  de  un  dogma  de  fe,  pero  se  inserta  en  nuestra  fe  y  en  nuestro 
sentido  de  Iglesia  de  tal  manera  que  nuestra  posición  de  aceptación  o  de  rechazo,  consti- 
tuye una  nota  de  nuestra  eclesialidad. 


2.  El  hombre,  sujeto  de  la  dirección  espiritual 

Fin  de  la  Iglesia  es  salvar  al  hombre,  re-haciéndolo  hasta  su  plena  configuración  con 
Cristo.  Es  aquí  donde  la  Iglesia  y  el  hombre  mismo,  necesitan  la  dirección  espiritual. 

¿Pero  es  que  el  hombre,  el  superhombre  de  hoy,  precisa  de  alguna  ayuda? 

¿Quién  es  ese  hombre? 

Dios  mismo  lo  define  al  crearlo:  IMAGEN  Y  SEMEJANZA  DE  DIOS. 
'  ^  Mat.  13  14. 


12 


En  realidad  el  misterio  del  hombre  solo  se  esclarece  en  el  misterio  del  Verbo  encar- 
nado' ^ .  En  el  misterio  de  Cristo  "muerto  por  nuestros  pecados  y  resucitado  para  nuestra 
justificación"' 

El  hombre  nació  perfecto  en  las  manos  de  Dios:  a  imagen  y  semejanza  suya.  Pero  esta 
imagen  se  autodestruyó  y  su  semejanza  con  Dios  desapareció.  A  partir  del  pecado  original, 
el  hombre  está  hecho  como  simple  creatura,  pero  NO  ESTA  HECHO  como  hijo  de  Dios. 
Radicalmente  incapaz  de  rehabilitarse,  es  Dios  mismo  quien  debe  re-hacerlo,  re-crearlo, 
porque  es  el  único  que  puede  llegar  hasta  las  raíces  y  hasta  las  estructuras  profundas  que 
hay  que  cambiar  y  renovar. 

Triste  situación  la  del  hombre  caído:  unidad  y  antagonismo;  dualismo  casi  espontáneo 
como  constitutivo  de  su  misma  naturaleza;  lucha  penosa  contra  sí  mismo:  materia  y 
espíritu,  frente  a  frente  disputándose  el  dominio  del  ser;  consiguiente  ruptura  de  toda 
unidad  y  de  toda  armonía,  secuela  necesaria  de  limitaciones,  ignorancias  e  impotencias. 
Realidad  pavorosa  que  todos  constatamos  en  nuestro  propio  ser  y  que  arranca  de  nuestra 
entraña  el  mismo  grito  de  Pablo:  "¿Quién  me  librará  de  este  cuerpo  de  muerte?  ".  La 
respuesta  la  da  la  certeza  de  nuestra  fe:  "Gracias  a  Dios,  por  Jesucristo"' ' . 

La  rehabilitación  del  hombre  precisa  de  un  largo,  penoso  y  perseverante  esfuerzo.  Su 
dualismo  y  su  antagonismo  solo  son  superables  en  Cristo.  Su  unidad  y  armonía  serán 
recobradas  en  su  unión  y  transformación  en  Dios.  No  otro  es  el  proceso  de  la  vida 
espiritual.  El  dibujo  del  Monte  de  la  perfección,  de  San  Juan  de  la  Cruz  es  una  ilustración 
completa  de  este  proceso. 

El  hombre  debe  comenzar  por  aceptar  desde  una  fe  libre,  el  mensaje  salvador  de  Cristo. 
Debe  ser  "bautizado  en  el  Espíritu":  elevado  a  la  dignidad  de  hijo  de  Dios,  entra  a  formar 
parte  del  pueblo  santo,  es  incorporado  al  cuerpo  de  Cristo  y  queda  consagrado  templo  del 
Espíritu.  En  adelante  ya  es  "unidad"  con  los  hermanos  en  espera  de  la  consumación 
escatológica  en  la  unidad  del  Padre,  del  Hijo  y  del  Espíritu  Santo;  en  espera  de  su 
deificación  total:  "Esta  es  la  verdadera  adopción  como  hijos",  en  frase  de  San  Juan  de  la 
Cruz.  Esta  es  la  plenitud  del  hombre. 

Plenitud,  resultante  de  la  acción  del  Padre,  que  llamó;  del  Hijo,  que  redimió; del 
Espíritu  Santo,  que  santificó;  y  de  la  comunión  con  los  hermanos. 

Pero  este  hombre  "llamado",  "redimido"  y  "santificado",  ¿ya  está  en  su  plenitud? 
No.  Debe  conquistarla  con  su  propio  esfuerzo,  con  la  ayuda  de  toda  una  economía 
salvadora  y  con  la  colaboración  de  sus  hermanos. 

La  visión  real  de  nuestra  situación  actual  como  redimidos  la  encontramos  en  los 
capítulos  5-8  de  la  Carta  a  los  romanos.  Una  serie  de  antítesis  expresivas  del  antagonismo 
feroz  que  nos  destroza,  y  de  las  ansias  de  plenitud  que  nos  martirizan  al  mismo  tiempo 
que  nos  lanzan  a  Dios.  Leamos  a  Pablo:  "carne  y  espíritu,  muerte  y  vida,  esclavitud  y 

G.S.,  22. 
'"  Rom.  4,25. 
'  ^  Rom.  7.25. 


13 


libertad,  tinieblas  y  luz,  pecado  y  gracia;  hombre  viejo  y  hombre  nuevo,  Adán  y  Cristo". 
Las  consignas  de  Pablo,  como  las  de  Cristo,  son  implacables,  definitivas,  de  un  radicalismo 
insoslayable:  NO,  al  pecado.  NO,  a  las  obras  de  la  carne,  enemiga  de  Dios.  Vida  nueva  para 
Dios  en  Cristo,  vida  según  el  espíritu.  Vida  de  hijos  de  Dios. 

El  hombre  redimido  continúa  carnal,  incapaz  de  lo  espiritual,  cerrado  a  Dios.  Dos 
caminos  se  abren  a  su  libertad:  el  de  la  divinización,  que  pasa  por  la  cruz,  y  el  de  una 
deshumanización  creciente,  que  termina  en  la  animalización.  En  el  primer  caso  el  hombre 
no  está  solo.  El  camino  hacia  la  plenitud  es  arduo  pero  realizable  en  la  Iglesia,  con  Cristo, 
en  el  Espíritu  y  en  compañía  de  los  hermanos. 


3.  Necesidad  y  actualidad  de  la  dirección  espiritual 
a.  Necesidad 

Este  apartado  es  casi  una  síntesis  de  todo  lo  anterior.  Desde  el  misterio  de  la  Iglesia  y 
desde  la  situación  presente  del  hombre,  hemos  considerado  la  dirección  espiritual  como 
un  servicio  carismático,  como  una  expresión  de  la  caridad  fraterna.  De  todos  modos  como 
una  ayuda  necesaria  para  el  hombre  y  reclamada  por  su  misma  condición  de  indigencia. 
Desde  cualquier  situación  o  condición  en  que  se  encuentre,  el  hombre  ha  buscado  siempre 
la  ayuda  de  sus  semejantes.  Jamás  la  ha  considerado  insultante  para  su  dignidad  ni  des- 
tructiva de  su  personalidad.  La  ha  visto  como  necesaria  complementariedad  en  el  logro  de 
su  perfeccionamiento.  Y  esto,  a  todos  los  niveles. 

En  el  campo  espiritual,  la  ayuda  se  presenta  tanto  más  necesaria  cuanto  el  espíritu  está 
por  encima  de  la  materia  y  en  la  medida  en  que  el  destino  sobrenatural  sobrepuja  la 
condición  simplemente  creatural  del  hombre.  Esta  ha  sido  una  constante  a  través  de  los 
siglos  y  de  las  culturas.  "Nadie  es  bastante  fuerte  para  librarse  de  las  funestas  influencias 
que  nos  apartan  del  bien.  Es  menester  que  alguien  nos  dé  la  mano  y  nos  guíe"*  ^ .  Así  se 
pensaba  en  la  Roma  pagana.  Y  valga  por  todas  las  grandes  religiones  espirituales  el  sentir 
de  Gandhi:  "Creo  en  la  teoría  del  Gurú  y  en  su  importancia  en  la  vida  espiritual  ...  No  es 
posible  el  verdadero  conocimiento  espiritual  sin  la  ayuda  del  Gurú.  Solo  un  maestro  que 
posea  una  perfecta  sabiduría  espiritual  puede  ser  escogido  como  Gurú". 

En  la  medida  en  que  la  vocación  y  el  ideal  cristianos  superan  cualquier  otro  ideal 
religioso,  se  hace  más  acuciante  la  necesidad  de  ser  ayudados.  Conocedor  de  la  incapaci- 
dad humana.  Dios  mismo  se  ha  dado  al  hombre  y  le  ha  dado  toda  una  economía  de 
salvación.  La  ha  encerrado  en  la  Iglesia  para  que  sea  administrada  por  el  hombre  mismo  en 
favor  de  sus  hermanos.  La  dirección,  como  parte  de  esta  economía,  es  necesaria.  Entra  en 
los  designios  divinos:  "Es  Dios  tan  amigo  que  el  gobierno  y  trato  del  hombre  sea  también 
por  otros  hombres  semejantes  a  él  y  que  por  razón  natural  sea  el  hombre  regido  y 
gobernado,  que  totalmente  quiere  que  las  cosas  que  sobrenaturalmente  nos  comunica  no 
les  demos  entero  crédito  ni  hagan  en  nosotros  confirmada  fuerza  y  segura,  hasta  que 
pasen  por  este  arcaduz  humano  de  la  boca  del  hombre"'  ^ . 

Cit.  Raúl  Plus,  Dirección  espiritual,  p.  12. 
'  ^  Subida  del  Monte  Carmelo  II,  22,  9. 


14 


La  necesidad  de  la  dirección  espiritual  ha  de  considerarla  cada  quien  desde  su  dignidad 
e  hijo  de  Dios  y  miembro  de  la  Iglesia.  Dc^dc  las  exigencias  íntimas  y  personal i'simas  de 
Dios  y  desde  su  capacidad  de  respuesta;  desde  su  situación  presente  y  su  tensión  escato- 
lógica.  Desde  la  humilde  conciencia  de  su  pobreza,  o  desde  su  personalismo  autosufi- 
ciente.  Desde  su  libre  decisión  por  Dios  en  entrega  de  amor.  La  respuesta  que  cada  uno 
formule  le  dará  la  calidad  de  su  cristianismo  como  consagrado. 

b.  Actualidad 

Para  quien  aún  conserve  el  sentido  de  Dios,  de  la  Iglesia  y  de  su  cristianismo,  la 
dirección  espiritual  será  una  realidad  siempre  actual.  Como  actual  es  Dios  y  actuales  son 
sus  exigencias. 

Pero  es  que,  además,  a  nivel  eclesial  y  universal,  asistimos  al  pronunciamiento  de 
fenómenos  que  la  postulan.  Se  trata,  por  una  parte,  de  un  verdadero  despertar  de  la  vida 
espiritual,  a  una  hambre  insaciable  de  experiencia  de  Dios,  a  una  vida  de  oración  y  de 
contemplación  profundas.  Fenómeno  ante  el  que  KarI  Rahner  no  duda  en  afirmar:  "Ca- 
bría decir  que  el  cristiano  del  futuro,  o  será  un  místico,  es  decir,  una  persona  que  ha 
experimentado  algo,  o  no  será  cristiano"'*.  Fenómeno  que,  necesariamente,  precisa  de 
guías  que  lo  conduzcan  a  través  del  mundo  de  las  experiencias  divinas. 

Paralelamente,  y  como  consecuencia  de  la  fuerte  crisis  de  valores  que  vivimos;  como 
consecuencia  también  del  movimiento  renovador,  que  ha  sacudido  todas  las  instituciones, 
estructuras  e  ideologías;  en  medio  de  una  carencia  de  seguridad,  de  estabilidad,  de  objeti- 
vos claros,  de  confusionismo  desorientador,  necesitamos  quien  nos  guíe  hacia  la  verdad 
completa. 

La  necesidad  se  deja  sentir  más  acuciante  en  relación  con  la  vida  religiosa  en  cuanto 
más  cargada  de  exigencias  divinas,  y  víctima  en  tantos  casos,  de  fáciles  equivocaciones  y 
de  apreciaciones  no  siempre  justificables.  Cuántas  lamentables  situaciones  individuales  y 
comunitarias  se  habrían  evitado  o  habrían  tomado  un  rumbo  diferente  de  haber  tenido  a 
tiempo,  a  su  lado,  un  auténtico  hombre  de  Dios  capaz  de  leer  y  de  interpretar  la  historia  y 
su  evolución  a  la  luz  de  Dios. 

Todo  esto  hace  pensar  que  es  ésta  la  hora  de  la  dirección  espiritual.  Una  dirección  que 
a  la  luz  de  lo  expuesto,  ya  no  puede  presentarse  como  dominio  sobre  la  persona  ni  como 
paternalismo,  inadmisible  hoy,  sino  que,  repitámoslo,  toma  la  forma  de  una  expresión 
preciosa  de  la  caridad  fraterna.  Una  dirección  espiritual,  además,  de  tipo  individual  que  no 
puede  ser  sustituida  por  una  formación  en  grupo:  cada  alma  es  un  mundo  único  con  su 
historia  y  su  geografía  irrepetibles,  como  encarnación  de  un  designio  divino  único 
también,  sobre  el  que  resuena,  insistente,  una  llamada  personal  que  espera  una  respuesta 
personal. 

En  los  planes  de  Dios,  hay  un  camino  para  cada  alma  y  quizá  no  lo  hemos  descu- 
bierto ...  Tal  vez  vayamos  por  atajos  diferentes,  equivocados  .  .  .  Pidamos  ayuda.  Bus- 
quemos luz,  orientación,  sonsejo:  ¿un  sacerdote?  ¿una  superiora?   ¿una  cohermana?  El 

I  8 

Escritos  de  Teología.  VII,  p.  25. 


15 


Espíritu  sopla  donde  quiere,  como  quiere,  cuando  quiere.  Puede  reservarse  él  mismo  la 
dirección  de  un  alma,  pero  lo  ordinario  es  conducirla  a  través  de  los  medios  que  El  mismo 
ha  creado  como  instrumentos  de  su  acción.  Rechazar,  menospreciar  estos  medios  no  es 
menos  que  rechazar  a  su  autor;  no  es  menos  que  una  renuncia  a  nuestro  patrimonio 
espiritual  y  a  nuestros  derechos  dentro  de  la  comunidad  eclesial.  Y  por  ende,  una  renuncia 
a  nuestra  propia  plenitud. 


Siempre  fui  amiga  de  letras,  aunque  gran  daño  hicieron  a  mi  alma  confe- 
sores medio  letrados,  porque  no  los  tenía  de  tan  buenas  letras  como  quisiera. 
He  visto  por  experiencia  que  es  mejor,  siendo  virtuosos  y  de  santas  costum- 
bres, no  tener  ningunas;  porque  ni  ellos  se  fían  de  sí,  sin  preguntar  a  quien  las 
tenga  buenas,  ni  yo  me  fiara;  y  buen  letrado  nunca  me  engañó. 

Santa  Teresa,  Vida  5,  3 


16 


¿  Dirección  espiritual  o 
dirección  del 
espíritu  ? 

Darío  Restrepo  L. 


"  .  .  .  Entonces  Padre,  ¿qué  tengo  que 
hacer?  " 

Esta  pregunta,  al  parecer  tan  simple, 
determinó  por  mucho  tiempo  el  punto 
básico  de  la  llamada  "dirección  espiritual". 
Los  mismos  términos  de  "director"  y 
"dirigido"  ("Padre"  e  "hijo  espiritual"), 
tomados  en  su  sentido  literal  y  estricto, 
trazaron  durante  decenios  los  derroteros  de 
este  diálogo  religioso. 

Una  persona  cronológica  y  psicológi- 
camente adulta,  adoptaba  de  esta  manera 
un  comportamiento  infantil  en  materia  de 
fe  y  de  vida  espiritual' .  Esto  sucedía  con  la 
anuencia,  aunque  inconsciente,  del  mismo 

*  No  se  debe  confundir  un  comportamiento 
infantil  en  materia  de  vida  espiritual  con  la 
"infancia  espiritual"  que  como  vía  de  perfec- 
ción implica  todo  lo  contrario:  una  gran  ma- 
durez V  consciencia  en  la  vía  del  Espíritu 
hasta  la  simplicidad  evangélica. 


director,  quien  por  sí  solo  buscaba,  encon- 
traba y  ordenaba  la  "solución"  del  pro- 
blema consultado.  Al  'dirigido'  no  le 
quedaba  otra  tarea  que  la  de  obedecer  y 
cumplir  fielmente  lo  ordenado  por  su 
'director'. 

Este  retrato,  que  a  más  de  uno  puede 
parecer  caricatura  de  la  entrevista  espiri- 
tual, fue  demasiado  frecuente  y  tradicional. 
La  historia  de  la  espiritualidad  nos  de- 
muestra que  el  término  "dirección"  fue 
tomado  muy  en  serio,  iquizá  demasiado  en 
serio!  Algunos  directores  espirituales  y 
muchos  de  sus  dirigidos  se  guiaron  en  este 
punto  por  el  sentido  literal  de  estas  pala- 
bras para  concluir  en  un  mandato  espiritual 
de  parte  del  director  que  hablaba  'en 
nombre  de  Dios',  y  en  una  obediencia  ciega 
y  completamente  pasiva  por  parte  del  diri- 
gido. 

Semejante  manera  de  proceder  acarreó 
numerosos  perjuicios  a  quienes  acudieron 


17 


en  busca  de  una  'solución'  para  sus  difi- 
cultades religiosas.  La  "santidad"  del  di- 
rector —se  pensaba—,  suplía  todo  lo  demás, 
tanto  en  lo  referente  al  director  como  en  lo 
que  concernía  al  dirigido.  La  ciencia  que 
aquel  debía  tener,  su  experiencia,  su  ca- 
pacidad de  suscitar  en  su  interlocutor  una 
colaboración  activa,  madura  y  responsable, 
quedaron  oscurecidos  por  el  halo  de  su 
procalamada  santidad. 

Ya  Santa  Teresa  de  Jesús  denunciaba 
este  equívoco^  adoctrinada  por  su  triste 
experiencia  del  fracaso  con  varios  direc- 
tores de  solo  buena  voluntad,  que  la  diri- 
gieron según  sus  conocimientos  espirituales 
sin  tener  en  cuenta  el  camino  particular  por 
donde  el  Espíritu  conducía  a  la  Mística 
Doctora.  No  se  debería  este  fallo  al  hecho 
de  querer  conducir  los  directores  a  sus 
dirigidos  por  el  mismo  camino  por  donde 
Dios  los  conducía  a  ellos?  ¿La  voluntad  de 
Dios  se  puede  identificar  sin  más  con  la 
voluntad  del  director? 


Dice  la  Santa  que  durante  diecisiete  años 
estuvo  engañada  por  las  desacertadas  orienta- 
ciones que  sus  directores  espirituales  de  esta 
época:  "siempre  fui  amiga  de  letras,  aunque 
gran  daño  hicieron  a  mi  alma  confesores 
medio  letrados  .  .  .  Estos  otros  [confesores] 
tampoco  me  debían  de  querer  engañar  sino  no 
sabían  más  .  .  .  Creo  permitió  Dios  por  mis 
pecados  ellos  se  engañasen  y  me  engañasen  a 
mí.  Yo  engañé  a  otras  hartas  con  decirles  lo 
mismo  que  a  mí  me  habían  dicho  .  .  .".  STA. 
TERESA  DE  JESUS,  Obras  Completas,  Edi- 
ciones Aguilar,  Madrid,  1951.  Vida,  cp.  V,  p. 
42. 

"Para  esto  es  muy  necesario  el  maestro,  si  es 
experimentado;  que  si  no,  mucho  puede  errar 
y  traer  un  alma  sin  entenderla,  ni  dejarla  a  sí 
misma  entender  .  .  .  ;  Yo  he  topado  almas 
acorraladas  y  afligidas  por  no  tener  experien- 
cia quien  las  enseñaba,  que  me  hacían  lástima, 
y  alguna  que  no  sabía  ya  qué  hacer  de  sí 
porque  no  entendiendo  el  espíritu  [los  doc- 
tores espirituales],  afligen  alma  y  cuerpo  y 
estorban  el  aprovechamiento  .  .  .  ".  Oc,  cp. 
XIII,  p.  78.  Véase  también  la  p.  79.  En  el 
Camino  de  Perfección,  o.c,  cp.  V,  p.  278s., 
habla  de  la  necesidad  de  "letras"  en  los  con- 
fesores (directores  (. 


El  problema  puede  plantearse  en  la  si- 
guiente forma.  Qué  relación  hay  entre  estos 
dos  enunciados:  "Dirección  Espiritual"  y/o 
"Dirección  del  Espíritu".  Existe  una  dis- 
yuntiva (o),  o  hay  una  relación  de  unión 
indisoluble  (y),  entre  ellos. 

Estas  reflexiones  nos  han  llevado  ante  la 
puerta  de  un  interrogante  fundamental: 
qué  se  entiende  por  "Dirección  Espiritual". 
¿Preguntarnos  sobre  esto  no  es  incurrir  en 
una  discusión  "bizantina",  cabe  decir, 
inútil?  ¿Estamos  seguros  de  que  los  ma- 
yores beneficiarios  de  esta  'dirección',  los 
religiosos,  entendemos  su  sentido  correc- 
tamente? 

En  la  entrevista  religiosa,  quién  es  el 
"director":  ¿el  sacerdote  interlocutor^  (u 
otro  que  desempeña  esta  misión),  o  el  Es- 
píritu Santo?  ¿No  hemos  comprobado  con 
frecuencia,  tanto  'directores'  como  'diri- 
gidos', que  en  el  orden  de  los  hechos  el 
Espíritu  Santo  ha  pasado  a  segundo  plano 
cuando  no  ha  quedado  completamente 
suplantado?  ¿La  penosa  experiencia  de  las 
equivovaciones  cometidas  en  la  vía  del 
Espíritu  no  nos  ha  demostrado  a  unos  y  a 
otros,  que  sin  dudar  de  nuestra  buena  vo- 
luntad, hemos  errado  por  completo  por 
falta  de  docilidad  al  Espíritu  de  la  Verdad 
en  los  dos  interlocutores? 

Esta  humilde  pero  muy  provechosa 
comprobación  nos  descubre  el  punto  capi- 
tal de  una  auténtica  "dirección  espiritual": 


Dada  la  ambigüedad  del  término  "director", 
algunos  prefieren  hoy  otra  terminología.  Lo 
llaman  "Padre  espiritual",  "consejero  u 
orientador  espiritual",  y  a  la  misma  relación, 
"diálogo  espiritual",  etc.  No  obstante,  no  te- 
nemos reparo  en  seguir  usando  el  término 
clásido  de  "dirección  o  director  espiritual" 
siempre  y  cuando  que  a  cada  uno  de  los  in- 
terlocutores de  este  diálogo  se  le  asigne  el 
p>apel  que  le  corresponde.  Cf.  LAPLACE 
Jean;  El  Diálogo  Espiritual  (La  dirección  de 
conciencia).  Ed.  Hechos  y  Dichos,  Zaragoza, 
1967,  p.  9.  Cf.  además  p.  14ss.:  "Quejas 
contra  la  Dirección  (espiritual}". 


18 


el  "discernimiento  de  espíritus".  ¿Cuál  es 
su  papel  dentro  del  diálogo  de  conciencia? 

La  dirección  "espiritual"  en  cuanto  es- 
piritual es  precisamente  una  obra  del  Espí- 
ritu Santo  quien  es  el  único  que  puede 
hacer  que  el  hombre  no  se  rija  por  criterios 
simplemente  naturales,  psíquicos,  "según  la 
carne"  sino  por  criterios  sobrenaturales, 
espirituales,  "según  el  espíritu"*.  Dirección 
Espiritual  por  consiguiente  significa  y  debe 
significar  una  "Dirección  según  el  ES- 
PIRITU (con  mayúsculas),  es  decir,  según 
el  Espíritu  Santo. 

Este  es  precisamente  el  objetivo  del 
"discernimiento  de  espíritus"  y  en  último 
término,  de  toda  dirección  espiritual.  Entre 
las  múltiples  voces  de  nuestro  tiempo,  en- 
tre los  distintos  espíritus  (espíritu  del  mal, 
del  hombre  carnal  y  mundano,  del  hombre 
'psíquico''',  en  las  diversas  posibilidades 
ante  el  bien,  etc.),  llegar  a  detectar,  me- 
diante un  discernimiento  personal  y  en 
común  con  el  director  espiritual,  cuál  es  la 
voz  del  Espíritu  Santo,  cuál  es  la  voluntad 
concreta  de  Dios  sobre  mí  "aquí"  y 
"ahora"  en  el  "hoy"  de  mi  propia  historia 
de  salvación  en  relación  con  mi  "frater- 
nidad" (Iglesia,  comunidad,  equipo  apos- 
tólico .  .  .)^ 

La  dirección  espiritual  no  solo  pretende 
hacernos  zanjar  en  profundidad  los  linderos 
que  separan  al  bien  del  mal.  Mediante  el 
discernimiento  de  espíritus  nos  entrena 
para  poder  distinguir  entre  las  varias  posi- 
bilidades que  se  nos  ofrecen  en  el  campo 
del  bien,  cuál  es  la  voluntad  concreta  de 

4 

Lo  nacido  de  la  carne  es  carne;  lo  nacido  del 
Espíritu  es  espíritu"  — Jn.  3,6—. 

^    Cf.  Evangélica  Testificatio  de  Paulo  VI,  n.  38. 

*  Notemos  de  paso  la  relación  que  existe  entre 
una  dirección  espiritual  comunitaria  (correc- 
ción fraterna,  revisión  de  vida,  grupo  de 
oración,  etc.)  y  la  dirección  espiritual  perso- 
nal, complemento  indispensable  de  la  ante- 
rior. 


Dios.  No  todo  lo  bueno  por  ser  bueno  es 
voluntad  de  Dios  sobre  mí  aquí  y  ahora^. 
Es  necesario  examinar  todas  estas  posibi- 
lidades para  escoger  no  solo  lo  bueno*  sino 
tratar  de  acertar  con  lo  que  según  la  volun- 
tad divina  para  mí,  es  "lo  bueno,  lo  agra- 
dable, lo  perfecto"' . 

Esto  no  se  podrá  obtener,  si  tanto  el 
director  como  aquél  a  quien  orienta,  no  se 
someten  con  plena  y  total  docilidad  al 
Espíritu,  verdadero  Director  de  la  con- 
ciencia humana.  El  diálogo  espiritual  será 
por  lo  tanto  una  búsqueda  en  común  de  la 
voz  del  Espíritu  en  la  que  el  director  presta 
su  ayuda  espiritual'  °  para  que  su  interlocu- 
tor pueda  llegar  a  comunicarse  directamen- 
te con  Dios,  sin  interferencias  que  le 
impidan  buscar  y  hallar  la  voluntad  de  Dios 
sobre  el  destino  de  su  vida. 

La  dirección  espiritual  pretende  "acer- 
tar" en  la  búsqueda  y  encuentro  de  esta 
voluntad  divina  y  "asegurar"  el  cumpli- 
miento de  la  misma.  Pero  esta  "certeza"  no 
la  puede  garantizar  el  director'  '  sino  solo 
el  Espíritu  de  Verdad. 

El  oficio  del  guía  espiritual  no  es  pues  el 
de  un  "director"  en  el  sentido  más  propio 
y  común  de  la  palabra.  El,  ordinariamente 
no  debe  "dirigir"  el  diálogo  dando  solu- 
ciones hechas'^,  a  no  ser  en  casos  extre- 
mos o  con  personas  perturbadas  psíquica- 

7 

Todo    me   es   lícito   mas   no   todo  me 
conviene",  dice  S.  Pablo  en  la.  Cor.  6,12. 

*    la.  Tes.  5,21. 

'    Rom.  12,2. 

'°  Como  instructor  inicialmente  y  luego  más 
como  cooperador  y  orientador. 

' '  "...  hay  diferentes  caminos  por  donde  lleva 
Dios,  y  no  por  fuerza  los  sabrá  todos  un 
confesor".  STA.  TERESA  DE  JESUS,  Cami- 
no de  Perfección  o.c,  p.  288. 

1  2 

Por  este  aspecto  su  acción  se  asemeja  a  la 
actitud  de  "no-directividad". 


19 


mente.  La  persona  que  acude  a  él  debe 
conservar  intacta  toda  su  libertad  personal 
bajo  la  moción  interior  donde  el  Espíritu 
tiene  toda  la  iniciativa  para  inspirar  lo  que 
quiera,  donde  y  como  El  lo  quiera.  Y  el 
director  tendrá  que  guardarse  muy  bien  de 
sustituir  o  de  interferir  esta  acción  del 
Espíritu  sin  darse  muchas  veces  plena 
cuenta  de  ello. 

El  director  será  por  lo  tanto  solo  un 
'coadjutor'  de  la  gracia  divina,  alguien  que 
ejerce  una  'diaconía'  del  Espíritu.  Por  eso 
su  misión  es  la  de  co-laborar,  la  de 
con-currir  y  co  operar  a  la  acción  divina  en 
la  persona  de  su  interlocutor.  Su  papel 
corresponde  al  del  "instructor"  que  ayuda 
a  preparar  y  disponer  a  otro  para  que 
pueda  luego  hacer  por  sí  mismo  y  de  modo 
ordinario,  un  discernimiento  en  su  propia 
vida  espiritual.  No  es  instructor  de  prin- 
cipios teóricos  (profesor),  sino  de  los 
elementos  necesarios  para  esta  acción.  Se 
asemeja  a  un  "instructor  de  vuelo"  quien 
indica  lo  que  hay  que  hacer  para  poder 
volar  solo.  Es  más  un  "entrenador"  de 
ejercicios  que  un  expositor  de  ellos.  Es  "el 
que  hace  hacer";  no  el  que  soluciona  sino 
el  que  suministra  elementos  y  orientaciones 
que  ayuden  al  otro  a  solucionar  sus  pro- 
blemas según  Dios. 

Pero  si  él  no  debe  ser  un  "director"  en 
el  sentido  explicado  anteriormente,  tam- 
poco será  un  simple  espejo,  mudo  testigo 
de  un  combate  interior  del  que  acude  a  él. 
Su  deber  es  el  de  presentar  y  ser  testigo  de 
las  coordenadas  evangélicas  necesarias  para 
que  el  que  vive  esa  experiencia  goce  de 
completa  libertad  espiritual,  garantía  de  su 
propia  decisión  y  elección.  El  director 
instruye,  ayuda,  orienta,  corrige  y  aseso- 
ra' ^  de  manera  especial  en  lo  referente  al 
discernimiento  de  espíritus. 


En  este  sentido  el  diálogo  espiritual  se  podría 
llamar  "directivo". 


Según  la  tradición'''  el  director  espi- 
ritual hasta  hace  algún  tiempo,  con  los 
datos  suministrados  por  el  dirigido,  hacia  el 
discernimiento  y  le  comunicaba  a  este  lo 
que  debería  hacer.  Pero  desde  que  se  ha 
redescubierto  el  sentido  y  finalidad  del 
discernimiento'  ^ ,  el  director  hace  que  su 
interlocutor  tome  parte  esencial  y  activa  en 
el  mismo  proceso.  El  Concilio  Vaticano  II 
en  el  decreto  "Perfectae  Caritatis",  al 
cambiar  el  enfoque  de  la  obediencia  (pasi- 
va) religiosa,  modificó  en  este  mismo 
sentido  por  las  implicaciones  de  esta  obe- 
diencia, el  papel  que  debe  tener  la  persona 
que  busca  un  consejo  espiritual.  Dice  este 
decreto  (n.  14),  hablando  a  los  superiores, 
que  lleven  a  sus  súbditos  a  que 
"...empleando  las  fuerzas  de  la  inteli- 
gencia y  de  la  voluntad,  así  como  los  dones 
de  la  naturaleza  y  de  la  gracia  .  .  .  cooperen 
con  obediencia  activa  y  responsable .  .  .  ". 
Esto  mismo  debe  aplicarse  a  la  actitud  de 
toda  persona  que  acude  en  búsqueda  de 
una  ayuda  espiritual  en  el  diálogo  de  con- 
ciencia. 

La  dirección  espiritual  es  por  consi- 
guiente una  relación  dialogal  entre  dos 
personas,  director  y  discípulo  espiritual,  en 
que  el  primero  presta  al  segundo  una  ayuda 
espiritual  en  orden  a  conocer  y  a  cumplir  la 
voluntad  divina  sobre  este,  mediante  su 
activa  colaboración  y  responsabilidad.  Son 
dos  papeles  igualmente  activos  aunque  en 
distinto  plano.  El  modo,  orden,  materia  y 


Cf.  la  historia  del  "Discernimiento  de 
Espíritus"  en  el  Dictionnaire  de  Spiritualité, 
v.  III,  art.  'Discernement  des  Esprits',  col. 
1222SS. 

S.  Ignacio  de  Loyola  en  sus  Ejercicios 
Espirituales  [nn.  313-327;  328-336; 
4,6-10,17  .  .  .]  introdujo  (a  partir  de  su  con- 
versión en  1521)  un  método  de  discerni- 
miento que  debe  ser  practicado  tanto  por  el 
director  de  Ejercicios  como  por  el  ejercitante 
para  llegar,  en  un  trabajo  común,  a  descubrir 
la  voluntad  concreta  de  Dios  en  un  determi- 
nado momento  de  la  vida.  Este  mismo  mé- 
todo se  aplicó  a  la  dirección  espiritual. 


20 


frecuencia  del  diálogo  están  condicionados 
a  la  persona  que  busca  la  dirección,  a  la  que 
el  director  debe  adaptarse  en  función  del 
fin  buscado.  Esto  significa  que  no  hay  una 
manera  universal  de  llevar  esta  dirección 
espiritual  ni  una  fórmula  preestablecida  de 
solución  a  los  problemas  religiosos,  válida 
para  todos  los  casos.  La  relación  que  se 
establecerá  en  este  diálogo  espiritual  no 
preexiste  al  diálogo  mismo;  se  hace  en  él  y 
por  él,  está  condicionado  necesariamente 
por  él. 


El  Espíritu  Santo  en  cuanto  Espíritu  es 
imprevisible,  inefable,  inaccesible.  El  Es- 
píritu como  el  viento  sopla  donde  quiere. 
Y  su  acción  en  el  hombre  conserva  estas 
mismas  características.  Por  eso  no  es  ma- 
nipulable,  no  es  clasificable,  es  siempre  el 
"Creator  Spiritus".  Solo  una  completa 
docilidad  a  su  paso  por  la  vida  del  hombre 
podrá  permitir  que  sus  gracias  (carismas), 
sean  reconocibles  "en  espíritu  y  en  ver- 
dad", dentro  de  la  Iglesia,  por  una  acertada 
dirección  espiritual  que  enseñe  a  leer  las 
huellas  de  su  visita  en  un  auténtico  "dis- 
cernimiento según  el  ESPI RITU". 


Adviertan  estos  tales  (los  directores  espirituales)  que  guían  las  almas  y 
consideren  que  el  principal  agente  y  guía  y  movedor  de  las  almas  en  este 
negocio  no  son  ellos,  sino  el  Espíritu  Santo,  que  nunca  pierde  cuidado  de  ellas 
y  que  ellos  sólo  son  instrumentos  para  enderezarlas  en  la  perfección  por  la  fe 
y  ley  de  Dios,  según  el  espíritu  que  Dios  va  dando  a  cada  una. 

S.  Juan  de  la  Cruz,  Llama  3,  46 


21 


¿  5e  debe  tener  miedo  ai  psicólogo  ? 

¿  En  qué  puede  ayudar  la 
psicología  a  la  vida  religiosa  ? 


Salvador  López 


Existen  hoy  en  nuestra  sociedad  dos  cosas  que  parecen  contradictorias: 
La  fe  ciega  en  el  psicólogo  y  el  miedo  al  psicólogo. 

Las  dos  suponen  ignorancia  de  lo  que  es  la  psicología  y  de  lo  que  hace  el  psicólogo. 

La  fe  ciega  es  supersticiosa  y  supone  ignorancia  de  las  limitaciones  de  la  psicología:  Se 
le  pide  el  remedio  de  males  que  están  muy  lejos  de  sus  posibilidades  y  solución  de 
problemas  que  no  son  de  su  incumbencia.  Por  ejemplo:  con  frecuencia  se  la  toma  como 
un  sustituto  de  la  religión  por  quienes  no  saben  ni  lo  que  es  Psicología,  ni  lo  que  es 
religión. 

Pero  también  se  la  teme  y  se  le  tiene  prevención  injustificada.  Tanto  el  temor  como  la 
prevención  suponen  ignorancia  y  prejuicios.  Se  ignoran  los  límites  del  quehacer  psicoló- 
gico, porque  no  es  fácil  saber  los  límites  dentro  de  los  cuales  debe  operar  la  psicología  y 
por  consiguiente  el  psicólogo.  No  es  raro  que  esto  lo  ignoren  ios  legos  en  esta  rama  del 
saber,  cuando  no  lo  saben  bien  los  mismos  peritos  .  .  .  ¿Quién  ignora  que  insignes  psicó- 
logos, como  Freud  y  otros,  ¿se  han  salido  de  los  justos  límites  de  su  ciencia? 

Pero,  como  aquí  no  hablamos  para  todos,  sino  para  un  público  específico,  existen 
entre  los  religiosos  {tal  vez  más  entre  las  religiosas,  aunque  yo  soy  un  admirador  de  los 
ingentes  progresos  que  se  han  hecho  en  la  promoción  cultural  de  las  mismas)  quienes  aún 
ignoran  con  precisión  qué  es  lo  que  le  toca  hacer  a  un  psicólogo  y  por  ello  dudan  de  la 


22 


eficacia  de  su  labor  o  la  niegan  sin  más.  Tienen  derecho  a  hacerlo,  mientras  no  tengan 
pruebas  de  una  cosa  y  de  otra. 

Por  eso  en  estas  líneas  nos  proponemos  exponer  con  toda  claridad  de  que  seamos 
capaces,  el  área  a  que  se  circunscribe  el  trabajo  del  psicólogo  y  la  trascendencia  que  éste 
tiene  para  la  vida  religiosa.  No  lo  haremos  de  una  manera  erudita  sino  sencilla,  al  alcance 
de  los  profanos  en  Psicología. 


Misión  del  psicólogo  en  la  tarea  de  llevar  la  vida  religiosa  a  la  madurez 

En  este  artículo  no  es  mi  intención  resolver  problemas,  sino  plantearlos.  El  fin  que 
persigo  es  hacer  ver  la  misión  del  psicólogo  en  la  difícil  tarea  de  llevar  a  una  persona  que 
vive  la  vida  religiosa  institucional  hasta  la  madurez  de  esta  vida. 

Procedamos  planteando  casos  y  viendo  que  en  ellos  la  Psicología  tiene  una  labor 
específica  y  aún  más,  que  tal  vez  le  corresponde  la  clave  de  la  solución. 


a.   En  el  camino  hacia  la  integración  del  sexo 

Es  cierto  que  todo  religioso  debe  resolver  el  problema  de  la  integración  del  sexo  en  la 
totalidad  de  su  persona.  O  resuelve  este  problema  o  fracasa  en  su  vida. 

Ahora  bien,  este  es  un  problema  netamente  psicológico,  porque  lo  forman  fuerzas 
específicamente  psicológicas  como  son  "el  sentimiento  de  culpa",  la  madurez  afectiva,  el 
miedo,  la  acción  de  fuerzas  reprimidas,  la  influencia  que  en  la  libertad  tienen  las  fuerzas 
psíquicas  que  la  combaten,  la  independencia  afectiva,  la  confianza  en  sí  mismo,  el 
complejo  de  maldad  propia,  etc.  etc.  ...  El  que  no  sepa  controlar  estas  fuerzas,  la  fuente 
de  donde  manan  y  el  proceso  que  siguen  en  su  evolución,  así  como  el  punto  que  ocupan 
en  cada  momento  en  la  psique,  se  verá  imposibilitado  de  controlar  esas  fuerzas,  de 
hacerlas  concurrir  a  la  madurez  y  la  integración  de  la  persona. 

Para  esta  problemática  no  sirve  la  dirección  espiritual  sola.  Yo  diría  que  la  dirección 
espiritual  parte  del  presupuesto  de  que  la  persona  dirigida  es  psíquicamente  normal  y 
sana.  Si  esto  no  se  da,  todo  su  trabajo  puede  quedar  minado  y  trabajar  tan  en  balde  como 
el  que  edifica  sobre  un  terreno  minado  por  una  corriente  subterránea. 

Mi  trabajo  en  la  Consejería  de  la  Conferencia  de  Religiosos  de  Colombia  parte  de  este 
principio  y  mi  experiencia  me  ha  demostrado  que  no  me  equivoqué  en  la  suposición. 


b.   En  la  lucha  contra  el  "complejo  de  inferioridad" 

Una  religiosa  se  encontraba  en  una  situación  psíquica  lamentable:  la  causa  era  que  su 
director  espiritual  "la  había  dejado  por  imposible",  esto  es,  le  había  dicho  que  era  incapaz 
de  seguir  tratándola,  porque  no  adelantaba  nada.  La  pobre  quedó  en  una  situación  mortal, 
convencida  de  que  no  tenía  remedio  .  .  . 


23 


No  debe  creerse  que  todo  mal  tiene  remedio.  Por  desgracia  tanto  en  el  cuerpo  como  en 
la  psique  hay  males  incurables.  Pero  aquel  caso  concretamente  no  era  desesperado.  No 
obstante  su  curación  dependía  de  la  Psicología,  no  exclusivamente  de  la  Teología,  aunque 
esta  siempre  es  útil.  Veamos  por  qué: 

Se  trataba  de  un  caso  en  que  había  invadido  toda  la  psique  de  una  manera  impresio- 
nante el  "complejo  de  inferioridad".  Yo  diría  más;  un  caso  en  que  un  "sentimiento"  de 
inferioridad,  mantenido  durante  mucho  tiempo  sobre  el  alma  en  situaciones  continuadas 
y  complicadas,  se  había  convertido  en  COMPLEJO  DE  INFERIORIDAD,  cuyas  ramifi- 
caciones por  la  psique  eran  difíciles  de  precisar  y  no  menos  de  erradicar. 

Para  esta  tarea  no  está  preparado  un  director  espiritual  por  muy  competente  que  sea. 
Le  falta  el  estudio  sobre  las  realidades  de  ios  "complejos"psíquicos  como  tales  y  sobre 
todo  un  método  concreto  y  operativo  de  "terapia",  una  "psico  terapia". 

Y  es  curiso  este  caso,  porque  precisamente  ese  "Complejo  de  inferioridad"  está  pro- 
ducido por  la  falta  de  "humildad"  en  el  sentido  más  preciso  del  término  en  Teología.  Pero 
al  Director  Espiritual  le  faltan  los  conocimientos  precisos  de  diagnóstico  y  terapia  de  las 
consecuencias  que  ha  producido  en  la  psique  esa  falta  de  aceptación  de  las  limitaciones. 

c.    En  la  lucha  contra  los  sentimientos 

Veamos  otro  caso  también  de  competencia  del  Director  Espiritual  a  primera  vista: 

Se  trata  de  una  persona  que  siente  odio  a  otra  de  la  misma  comunidad. 

Se  puede  aumentar  el  cuadro  de  referencia:  Un  religioso  que  es  simpatiquísimo  con  los 
"de  afuera"  y  le  resulta  imposible  convivir  con  "los  de  dentro". 

También  aquí  se  trata  de  algo  muy  relacionado  con  la  caridad,  concepto  tan  teológico 
y  cristiano. 

En  estos  casos  estamos  frente  a  un  efecto  psíquico  de  los  sentimientos:  Amor,  odio, 
aversión,  rechazo,  simpatía,  antipatía,  resentimiento,  amargura,  son  diversas  maneras  de 
aparecer  en  la  psique  los  sentimientos,  afectos  y  pasiones. 

¿Quién  debe  ocuparse  de  controlar  todas  estas  realidades  psíquicas,  el  psicólogo  o  el 
director  espiritual?  Los  dos  bajo  aspectos  diversos.  Pero  yo  diría  que  le  correspondería  al 
director  espiritual,  cuando  se  trata  de  una  persona  psíquicamente  normal,  auténtica  y 
madura,  y  al  psicólogo,  si  la  persona  se  halla  enredada  en  procesos  psíquicos  complicados, 
que  la  hacen  inmadura,  o  es  de  constitución  psíquica  débil  o  traumatizada. 

En  este  caso  no  bastan  consideraciones  piadosas,  aunque  despojemos  a  este  término  de 
todo  sentido  peyorativo:  Se  precisa  una  técnica  terapéutica  precisa,  obra  del  psicólogo, 
más  que  del  director  espiritual.  Este  se  expone  a  que  su  trabajo  dignísimo  de  respeto,  se 
quede  en  la  superficie  y  deje  en  el  inconsciente  la  raíz  oculta  que  mantiene  desde  abajo  el 
renacer  siempre  nuevo  de  la  aversión  o  el  odio. 

La  tarea  de  controlar  sentimientos  es  difícil,  aun  para  el  psicólogo  más  experto. 


24 


d.   Promoviendo  la  fidelidad  a  Dios 

Hay  muchas  personas  consagradas  que,  confundidas  ante  sentimientos  encontrados, 
creen  que  deben  huir  de  la  vida  religiosa,  "porque  no  son  fieles  a  Dios".  Les  atormenta  la 
conciencia  de  que  "no  están  haciendo  nada",  de  que  "no  están  en  su  lugar",  de  que 
"entraron  a  la  vida  religiosa  por  la  puerta  falsa",  de  que  "son  indignas",  deque  "no  son 
felices  .  .  .  ".  Son  muchas  las  razones  que  alegan  para  huir,  cuando  todos  esos  pensa- 
mientos no  suelen  ser  otra  cosa  que  consecuencias  de  tensiones  psíquicas,  de  sentimientos 
de  culpa  o  de  inferioridad  que  los  atormentan  desde  el  inconsciente  y  en  los  cuales  en 
modo  alguno  está  implicada  la  vocación.  No  es  cuestión  de  vocación,  sino  de  enfermedad 
psíquica.  Resuelta  la  enfermedad,  puede  volver  a  brillar  otra  vez  la  luz  esplendorosa  de  la 
vocación. 

Imaginémonos  que  se  trata  de  una  religiosa  que  fue  educada  en  un  puritanismo  ex- 
tremo por  su  mamá:  todo  debía  hacerse  rigurosamente;  si  se  faltaba  en  lo  más  mínimo,  se 
caía  en  la  indignación  de  Dios;  era  preciso  hacer  todos  los  días  la  visita  al  Santísimo,  sin 
excepciones;  no  se  podía  hacer  concesión  alguna  a  la  moda;  las  mangas  debían  ser  largas  y 
lo  mismo  la  falda:  se  medían  por  milímetros;  una  noche  estuvo  muchas  horas  de  oración, 
llena  de  dudas  torturantes  pensando  si  debía  acceder  a  la  invitación  de  una  amiga  para  ir  a 
la  playa  y  si  debía  usar  el  traje  de  baño  y  cómo  .  .  . 

Una  religión  así  concebida,  sume  al  alma  en  una  tortura  continua.  Si  esto  cae  en  una 
conciencia  estrecha,  es  posible  que  llegue  a  afectar  el  fondo  del  inconsciente  y  que 
después  de  algún  tiempo  surjan  en  la  conciencia  la  sensación  de  que  todo  se  hace  mal,  de 
que  no  es  digna  de  estar  entre  santas;  de  que  no  ha  hecho  nada  en  muchos  años.  Incluso 
puede  llegar  a  hacer  su  aparición  la  "angustia",  la  terrible  sensación  de  una  amargura  sin 
límites. 

Ante  esta  situación  puede  surgir  la  idea  de  que  no  se  hace  nada  en  la  vida  religiosa  y  de 
que,  por  lo  mismo,  se  debe  abandonar.  Pero,  para  cualquiera  que  estudie  el  caso,  será 
evidente  que  aquí  no  hay  implicado  un  problema  de  vocación,  sino  de  salud  psíquica.  Es 
necesario  airear  esa  conciencia,  abrirla  a  la  vivencia  real  de  que  "Dios  es  amor"  y  no 
miedo;  de  que  servir  a  Dios  no  es  una  cosa  torturante,  sino  amable,  riente,  alegre  ...  Se  la 
debe  llevar  a  que  "se  aprecie  a  sí  misma",  a  que  se  vea  tal  cual  es.  Una  persona  llena  de 
méritos,  ganados  en  una  vida  santa  y  digna  ... 

Puede  encontrarse  uno  con  un  religioso  que  haya  visto  con  miedo  y  con  asombro  que 
un  día  surge  en  su  mente  la  idea  de  que  él  es  un  bufón,  que  payaso  que  no  sirve  a  Dios 
con  sinceridad  y  con  autenticidad,  que  lo  que  le  correspondería  hacer  sería  huir,  dejar  de 
hacer  el  payaso.  Y  no  obstante  se  trata  de  un  religioso  bueno,  cuya  vida  ha  sido  una 
continua  entrega  y  que  ha  servido  siempre  a  los  demás  de  estímulo  y  testimonio.  ¿Cómo 
explicarlo  y  sobre  todo  cómo  hacer  que  él  mismo  se  encuentre  tal  como  es  y  que  vuelva  a 
encontrar  la  paz  y  la  alegría?  Será  necesario  examinar  detenidamente,  empleando  en  ello 
mucho  tiempo,  sin  cansarse,  las  raíces  de  esos  sentimientos  que  surgen  del  fondo  de  su 
ser:  ¿Cómo  cayeron  en  ese  fondo?  ¿Cómo  fue  él  mismo  inconscientemente,  alimentando 
esa  fuente  que  ahora  le  está  ahogando  con  las  aguas  amargas  que  de  ellas  manan? 

He  ahí  otra  tarea  más  del  psicólogo  que  del  Director  Espiritual. 


25 


e.   En  busca  de  la  alegría 


¿Y  qué  se  me  da  con  una  persona  (sea  hombre  o  mujer)  que  todo  lo  ve  negro?  Los 
Superiores  no  hacen  nada  bien;  la  vida  religiosa  se  ha  tornado  invivible;  las  estructuras  son 
ataduras  que  impiden  todo  movimiento,  la  gente  no  merece  el  sacrificio  que  se  hace  por 
ella;  la  Hermana  X  es  intratable,  gruñona,  repugnante;  el  apostolado  que  hace  la  Comu- 
nidad es  ineficaz  y  los  métodos  propios  del  siglo  pasado;  no  avanzamos  nada;  cada  día 
estamos  peor  .  .  . 

Después  de  sentir  que  bullen  estos  pensamientos  mucho  tiempo  en  la  cabeza,  ¿qué  otra 
cosa  cabe  hacer  sino  es  coger  la  puerta  e  irse? 

Y  no  obstante  aquí  no  hay  problema  de  vocación,  sino  de  carácter.  Se  trata  de  un 
religioso  PESIMISTA  y  cuanto  ve  lo  cree  negro,  malo,  imperfecto. 

No  conseguirá  nada  cambiarlo  por  medio  de  meditaciones  o  simples  consejos:  Será 
preciso  hallar  el  resorte  psíquico  en  que  se  apoya  ese  SENTIMIENTO  PESIMISTA.  La 
tarea  no  es  ciertamente  fácil,  porque  el  pesimismo  es  como  el  escrúpulo:  Revive  conti- 
nuamente, cuando  se  le  creía  vencido  y  dominado. 

¿Cómo  volver  la  alegría  a  esa  alma  pesimista?  Cambiándole  la  mente:  Unicamente  así, 
porque  su  tristeza  es  consecuencia  de  su  negra  visión  de  la  vida.  Mientras  ésta  persista,  la 
alegría  será  imposible.  Los  recursos  serán  mucho  más  propios  del  psicólogo  que  del 
director  espiritual. 

f.   ¿Como  hacer  oración? 

Ningún  tema  más  propio  del  director  espiritual  que  el  de  la  oración  y  no  obstante  hay 
personas  implicadas  en  ese  problema  a  quienes  un  director  espiritual,  en  cuanto  tal,  no 
conseguirá  hacer  dar  un  paso. 

Existe  un  buen  número  de  estas  almas  religiosas  que  tienen  la  sensación  de  que  todos 
sus  esfuerzos  por  hacer  oración  son  inútiles,  que  han  sido  llevadas  a  ese  problema  como 
consecuencia  del  destrozo  que  en  su  alma  ha  hecho  una  enfermedad  psíquica.  De  suerte 
que  este  problema,  para  ellas  muy  torturante,  no  es  sino  una  consecuencia  de  otro 
problema  más  importante:  Su  neurosis  paralizante.  Mientras  no  se  consiga  arrancar  el 
alma  de  esa  neurosis,  será  imposible  resolver  el  problema  de  su  oración,  mejor,  de  la 
sensación  que  ellas  tienen  de  que  no  hacen  nada  en  la  oración.  Podrá  ocurrir,  y  yo  así  lo 
creo  en  ciertos  casos,  que  esa  "sensación"  suya  no  corresponda  a  la  realidad:  Hasta  sería 
posible  que  ante  Dios  esa  persona  tenga  un  extraordinario  mérito  en  su  oración,  que  para 
ella  misma  es  nula,  PORQUE  no  siente  nada,  porque  está  en  la  oración  como  un  témpano 
de  hielo,  porque  le  es  imposible  decirle  nada  a  Dios.  En  efecto,  no  le  puede  decir  nada  a 
Dios,  pero  tampoco  le  es  posible  decir  nada  a  los  hombres:  Es  su  enfermedad  la  causante 
de  esa  frialdad,  de  esa  insensibilidad.  Es  la  SENSIBILIDAD  la  que  está  herida  en  esa 
persona  y  esa  sensibilidad  es  la  que  hay  que  resucitar  primero,  si  se  quiere  llevar  algún 
alivio  a  esa  persona,  que  sufre  por  no  poder  hacer  oración. 

De  nuevo  nos  encontramos  ante  una  tarea  del  psicólogo,  más  que  del  director  espiri- 
tual. 


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g.   Formando  en  la  humildad 


También  es  competencia  del  director  espiritual  la  formación  en  la  humildad  evidente- 
mente. Pero  hay  ocasiones  en  que  esta  tarea  es  complicada  y  el  resultado  está  obstaculi- 
zado por  fuerzas  "complejas"  de  raíces  muy  ocultas: 

Se  trata  de  una  Maestra  de  Novicias  que  muy  bien  sentada  en  su  sillón  en  la  dirección, 
manda  que  su  mamá,  que  está  a  la  puerta,  pase  hasta  donde  ella  está,  sin  salir  a  recibirla  y 
besarla  y  abrazarla  .  .  .  ¿Quién  es  esa  religiosa,  acaso  un  mostruo?  No,  sencillamente  la 
antigua  niña  "consentida"  por  esa  misma  mamá  que  ahora  espera  a  la  puerta  .  .  . 

Este  hecho,  el  ser  CONSENTIDA,  tiene  muchas  más  consecuencias  de  las  que  puede 
suponer  un  director  espiritual  en  cuanto  director  espiritual  (puede  suceder  que  él  también 
sea  psicólogo,  pero  ahora  no  tenemos  en  cuenta  este  posible  hecho).  El  hecho  del  con- 
sentimiento en  la  infancia  suele  tener  repercusiones  psíquicas  insospechables,  como  esa  de 
que  hablamos,  que  fue  confesada  entre  lágrimas  por  la  misma  interesada. 

Pero  al  lado  de  esa  consecuencia  había  otras  muchas,  que  habían  hecho  infecunda  y 
casi  trágica  la  vida  de  esa  religiosa.  Elevada  por  la  mano  de  un  psicólogo  había  llegado  a 
verse  tal  como  ella  era  y  había  llegado  a  ver  cómo  el  consentimiento  había  sido  para  ella 
una  verdadera  "maldición".  Enredos,  debilidades,  tropiezos,  choques,  caídas,  disgustos  y 
lágrimas  habían  sido  la  secuela  triste  de  sus  mimos  en  la  infancia. 

Llámase  director  espiritual  o  psicólogo,  el  que  intente  sacar  a  esta  persona  del  enredo 
de  su  egoísmo  cultivado  en  la  infancia,  tiene  que  tener  una  "endiablada"  habilidad  para 
analizar  la  psique  y  hacerle  tocar  con  la  mano  que  su  estado  es  consecuencia  de  aquella 
fatal  siembra  de  ego-centrismo  y  vanidad. 


h.  Buscando  el  equilibrio  en  la  vida  religiosa 

Hay  personas,  también  en  la  vida  religiosa,  cuyo  caminar  por  la  vida  es  tortuoso  y 
conflictivo:  Por  donde  pasan  crean  problemas  y  se  enredan  en  enfrentamientos  y  choques. 

Para  rennediar  esto,  se  acostumbra  a  mandarlas  a  hacer  ejercicios  espirituales:  Van,  los 
hacen,  vuelven  al  trabajo  y  se  vuelven  a  enredar  en  líos  parecidos. 

¿Qué  ocurre?  ¿Qué  los  Ejercicios  son  inútiles?  No,  en  modo  alguno,  sino  que  antes  de 
mandarlos  a  hacer  ejercicios  había  que  procurarles  un  tratamiento  psíquico,  esto  es,  había 
que  procurarles  alguien  que  les  ayudara  a  encontrar  ese  misterioso  "por  qué"  de  su 
manera  de  caminar  por  la  vida.  ¿Por  qué  siempre  líos?  ¿Por  qué  parece  que  goza  en 
crearlos?  Sí,  esa  es  precisamente  la  causa:  Esa  persona  GOZA  en  crear  líos.  Ese  es  el 
hecho  que  necesita  explicación  y  sobre  todo  ese  es  el  hecho  que  debe  ser  llevado  a  la 
conciencia  de  la  misma  persona  interesada  porque  es  la  única  manera  de  librarla  de  sí 
misma,  de  volverla  a  la  paz,  porque,  aunque  hemos  afirmado  que  ella  goza  con  eso,  es 
también  verdad  que  SUFRE  por  eso.  Así  de  contradictorios  somos  los  hombres.  Esa 
misma  persona  ignora  por  qué  se  da  en  sí  misma  esa  mezcla  tan  chocante  de  gozo  malsano 
y  de  sufrimiento  sincero. 


27 


¿Se  sorprendería  alguien,  si  oyera  afirmar  que  todo  procede  de  su  orgullo?  ¿Será 
creíble  que  la  raíz  última  de  esa  desconcertante  conducta  fuera  una  cierta  necesidad, 
alimentada  allá  lejos,  en  la  infancia,  de  llamar  la  atención  y  de  hacerse  notar?  Pues  no 
sería  sino  uno  de  los  infinitos  amargos  frutos  de  la  siembra  temprana  de  vanidad  en  el 
alma  de  tantas  infelices  niñas. 

Y  he  ahí  otra  labor  específicamente  psicológica. 

i.   Otra  clase  de  desequilibrio 

Pero  no  es  sólo  el  orgullo  el  causante  de  muchos  desequilibrios.  Lo  es  también  la 
afectividad  inmadura,  esto  es,  fuera  del  control  de  la  voluntad. 

Una  joven  religiosa  ejerce  sobre  las  niñas  del  colegio  una  influencia  desorbitada:  La 
siguen  como  hipnotizadas;  hacen  cuanto  les  insinúa,  realizan  sacrificios  que  es  inútil 
pretender  que  hagan  por  inspiración  de  otra  persona  alguna;  la  oyen  ensimismadas  .  .  . 

De  una  manera  vaga  todas  comprenden  que  allí  existe  algo  raro.  Pero  es  difícil  decir 
qué.  Las  Superioras  están  perplejas:  Ven  que  aquello  no  es  normal,  pero  no  saben  decir 
por  qué.  Si  intentan  poner  orden  en  aquel  caos,  equilibrio  en  aquella  exaltación,  se 
encuentra  con  que  lo  único  que  habría  que  hacer  es  alejarla  de  las  niñas.  Pero  ¿por  qué? 
¿Qué  motivo  pueden  poner  para  ese  alejamiento?  Es  difícil  concretar  algo,  y  sobre  todo 
algo  culpable  ...  Si,  por  fin,  la  alejan,  las  alumnas  la  acompañan  a  la  estación  y  hay 
lágrimas  y  aún  desmayos  ...  Si  ante  sus  reclamaciones  de  inocencia,  se  la  permite  volver, 
se  apodera  de  las  alumnas  una  especie  de  histeria  .  .  . 

¿Qué  está  pasando?  Nada.  Que  esa  persona  es  portadora  tal  vez  inconsciente  de  una 
afectividad  incontrolada  e  irradiante,  que,  como  un  imán,  atrae  a  sí  la  afectividad  muy 
sensible  de  las  jovencitas.  Se  trata  de  una  fuerza  envolvente,  acariciante,  y  fuerte  que  las 
adolescentes  sienten  sin  advertirlo.  Esto  equivale  a  decir  que  la  sienten  en  la  zona  pática, 
en  la  sensibilidad,  pero  que  no  se  refleja  claramente  en  la  conciencia.  Se  dejan  llevar,  pues, 
sin  el  control  de  la  reflexión,  como  una  jovencita  se  deja  llevar  por  el  primer  amor  .  .  . 

A  veces  esa  afectividad  incontrolada  se  ejerce  sobre  otra  religiosa  de  la  comunidad  y 
cuantas  veces,  alarmadas  por  el  fenómeno,  la  trasladan  de  residencia,  cae  en  la  misma 
trampa.  Y,  como  se  trata  de  fenómenos  del  fondo  endotímico  de  la  personalidad  (del 
fondo  sensible,  del  fondo  afectivo)  no  son  percibidos  por  la  conciencia.  La  consecuencia 
inmediata  es  que  las  portadoras  de  esta  sensibilidad  desbordante  se  consideran  perseguidas 
Y  ofendidas  cada  vez  que  las  superioras  alarmadas  toman  alguna  medida  para  remediar  el 
desorden. 

Estamos  ante  otro  fenómeno  de  la  incumbencia  del  psicólogo. 


j.   Llevando  algún  alivio  a  un  enfermo 

Se  ha  dado  repetidamente  en  comunidades  religiosas  el  caso  de  un  religioso  enfermo, 
psíquicamente  enfermo,  que  ha  sido  juzgado  y  condenado  como  hipócrita,  astuto  o 


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incluso  picaro,  por  sus  hermanos.  Estos  no  entendían  su  enfermedad.  No  lo  hacían  por 
malicia,  pero  sí  con  crueldad  para  el  pobre  enfermo.  El  desprecio  o  la  condenación  no  se 
hace  sin  la  amargura  del  paciente,  doblemente  dolorosa  por  tratarse  de  un  dolor  que  se 
añade  a  otro  dolor:  Al  dolor  de  la  enfermedad  se  añade  el  dolor  del  desprecio  y  de  la 
distancia  y  el  aislamiento  que  produce  la  incomprensión. 

Una  religiosa  es  activa,  trabajadora,  diligente  en  su  trabajo.  Tal  vez  demasiado.  De 
pronto,  sin  transición,  se  encierra  en  su  habitación  y  permanece  allá  sin  salir,  sin  hacer 
nada,  sin  comunicación  ni  actividad  alguna.  Esta  conducta  contradictoria  desconcierta  a  la 
comunidad.  Se  la  juzga  y  se  la  condena  y  queda  cada  día  más  aislada. 

¿Cuál  puede  ser  la  causa?  Pudiera  tal  vez  deberse  a  una  enfermedad  grave".  LA  DE- 
PRESION periódica  que  esa  persona  sufre.  Es  típico  de  esas  personas  la  alternancia  de  un 
"entusiasmo"  seguido  de  una  "depresión".  Ese  cambio  es  repentino,  sin  transición'.  Si  las 
superioras  y  las  hermanas  superan  esto,  en  lugar  de  murmurar  de  la  pobre  enferma,  la 
asistirían  más  que  nunca  en  su  estado  que  es  de  una  amargura  intensísima  en  el  período 
de  DEPRESION  (este  cambio  es  repentino).  Que  al  menos  esa  pobre  religiosa  tenga  el 
consuelo  de  la  comprensión  de  sus  hermanas. 

*    *  * 

Un  religioso  sufre  en  su  ministerio:  No  tiene  habilidad  para  desempeñarlo  y  en  lugar  de 
placer  le  procura  frustraciones  y  amarguras.  Si  la  incomprensión  de  sus  hermanos  y  supe- 
riores le  impide  dejarlo,  puede  suceder  que  venga  el  inconsciente  en  su  ayuda  y  de  pronto 
empiece  a  decir  que  se  ha  quedado  ciego.  Lo  ve  el  oculista  y  declara  que  el  ojo  está 
normal.  Esto  deja  al  religioso  en  una  posición  desairada.  Pero  él  siente  que  no  ve.  ¿Qué  ha 
pasado?  Que  el  inconsciente  ha  urdido  una  jugada  para  liberarlo  de  la  tortura  psíquica 
que  le  produce  su  trabajo  (por  ejemplo  el  dictar  clases)  ha  inventado  una  ceguera  que  no 
es  fisiológica  (el  médico  tiene  razón),  sino  psíquica  (el  religioso  también  la  tiene:  ino 
ve!  ).  Sólo  la  intervención  de  un  psicólogo  puede  reconciliar  pareceres  tan  opuestos  e 
incompatibles. 


CONCLUSION 

La  lista  de  los  casos  en  que  la  psicología  puede  ayudar  a  la  vida  religiosa  pudiera 
continuarse  indefinidamente.  Nunca  faltarán  los  casos. 

De  lo  cual  podemos  concluir  que  la  labor  del  psicólogo  no  tiene  nada  de  misteriosa,  ni 
de  imprecisa,  ni  de  temible.  La  enfermedad  psíquica  es  tan  determinable  como  la  somá- 
tica. Y  la  labor  del  psicólogo  es  tan  precisa  y  necesaria  como  la  del  médico,  mejor,  como 
la  del  higienista. 

Es  además  útil,  para  las  religiosas  sobre  todo,  el  hecho  de  que  el  psicólogo  sea  a  la  vez 
sacerdote.  Ya  hemos  dicho  repetidas  veces  que  lo  que  se  le  debe  pedir  es  un  trabajo 
específicamente  psicológico,  pero  precisamente  para  que  pueda  realizarlo,  es  muy  útil  su 
condición  de  sacerdote,  por  esta  razón: 


29 


He  constatado  MUCHAS  veces  que  yo  he  podido  realizar  una  labor  psicoterapéutica, 
porque  mi  condición  DE  SACERDOTE  hizo  que  la  religiosa  se  abriera  a  mí  TOTAL- 
MENTE, cosa  que  no  se  había  atrevido  a  hacer  con  el  psicólogo  laico,  al  que  había 
consultado  anteriormente.  Y  a  veces  no  sin  razón:  Los  "problemas  de  un  religioso"  (sea 
hombre  o  mujer)  no  los  entiende  el  mundo  de  hoy  y  con  demasiada  frecuencia  —esto  es 
una  rigurosa  constatación—  se  dejan  llevar  de  prejuicios  contra  la  vida  religiosa  en  vez  de 
inspirarse  en  la  ciencia,  suponiendo  que  la  tienen.  Por  jemplo:  No  a  una,  sino  a  muchas 
religiosas  les  ha  ocurrido  que  al  ir  a  consultar  algún  problema  psíquico  de  origen  sexual,  se 
han  encontrado  con  médicos  psico  analistas  (freudianos)  que  las  han  enredado  más  y  que 
las  han  aconsejado  sin  más  que  salgan  de  la  vida  religiosa  PORQUE  NO  TIENEN  VO- 
CACION. Esto  ha  creado  en  la  pobre  religiosa  un  problema  cien  veces  mayor  que  el  que 
fueron  a  consultar,  porque  ellas,  SIENTEN  que  sí  tienen  vocación  y  eso  es  verdad.  La 
vocación  está  por  encima  y  más  allá  de  la  enfermedad.  Curada  la  enfermedad  (para  eso  se 
ve  a  un  psicólogo)  se  quitan  los  obstáculos  a  la  vocación.  Pero  a  veces,  en  lugar  de  quitar 
obstáculos,  se  les  ponen  otros  nuevos,  sin  razón  alguna. 

Y  lo  más  triste  es  que  se  saca  la  conclusión  de  que  no  existe  vocación  ante  el  sólo 
hecho  de  que  un  religioso  (hombre  o  mujer)  sienta  en  sí  los  impulsos  del  sexo.  El 
psicólogo  entonces  cree  más  a  los  prejuicios  que  él  ha  tomado  del  ambiente,  que  a  la 
ciencia  verdadera.  Y  aconseja  lo  que  manifiestamente  es  un  disparate,  porque  en  pura 
ciencia  médica  y  psicológica  de  la  existencia  de  pulsiones  sexuales,  aunque  sean  fuertes, 
no  se  pueden  sacar  más  que  dos  conclusiones:  Que  la  persona  es  NORMAL  y  que  tiene 
SALUD.  Lo  cual  ciertamente,  por  sí  solo,  puede  volverle  la  paz  en  lugar  de  arrojarla  de  la 
vida  religiosa.  He  conocido  casos  tanto  de  hombres  como  de  mujeres.  Ciertamente  entre 
nosotros  prevelecen  los  prejuicios  sobre  la  ciencia.  Y  lo  que  digo  son  hechos  claros.  A  más 
de  cuatro  de  estos  religiosos,  a  quienes  se  les  había  aconsejado  que  salieran  de  la  vida 
religiosa,  les  he  devuelto  la  paz  y  ahora  viven  su  consagración  con  alegría.  Son  los  hechos 
los  que  hablan. 

En  la  Conferencia  de  Religiosos  de  Colombia  se  ejerce  una  CONSEJE  RIAde  tipo  psicológi- 
co AL  SERVICIO  DE  LA  VIDA  RELIGIOSA.  Partimos  de  un  supuesto: 

En  muchas  ocasiones,  para  que  funcione  BIEN  la  vida  religiosa,  es  preciso  que  funcione 
bien  la  vida  psíquica.  O  lo  que  es  lo  mismo:  Con  frecuencia  el  mal  funcionamiento  de  la 
vida  psíquica  destruye  muchas  vocaciones.  Todo  intento  por  normalizar  la  vida  psíquica 
entre  los  religiosos  es  un  servicio  a  la  vida  religiosa. 


30 


LA 

DIRECCION 
ESPIRITUAL 

Constataciones  y 
Perspectivas 

Anunciación  Arzubialde 


1.  Introducción 

Abordar  el  tema  de  la  "Dirección  Espi- 
ritual" en  el  momento  actual,  puede  pare- 
cer a  no  pocas  personas  del  ámbito  reli- 
gioso un  recuerdo  rancio  del  pasado;  de  ese 
"pasado"  del  que  hablamos  a  veces  en  voz 
baja  y  como  pidiendo  perdón  por  él. 

Sin  embargo,  es  preciso  revalorizar  este 
aspecto,  indudablemente  útil,  si  no  nece- 
sario, en  la  práctica  de  la  vida  espiritual, 
entendiendo  por  tal  la  conquista  progresiva 
de  sí  mismo,  orientada  a  la  donación  de 
servicio  a  los  hermanos  y  a  la  adoración  e 
intimidad  con  Dios. 

Nadie  que  haya  emprendido  seriamente 
esta  ardua  tarea,  podrá  decir  que  se  basta  a 
sí  mismo  para  su  consecución.  Somos  in- 
dividualmente demasiado  limitados,  exce- 
sivamente débiles  para  hacer  frente  a  tantas 
tendencias  contrarias  como  surgen  de 
nuestro  propio  yo  íntimo  y  a  tantos  es- 


tímulos negativos  que  martillean  cons- 
tantemente la  puerta  de  nuestra  voluntad. 

Ciertamente,  el  avance  de  la  psicología  y 
la  rápida  difusión  de  sus  teorías  han  hecho 
fácil  o,  al  menos,  se  han  abierto  vías  de 
acceso  para  el  conocimiento  de  sí  mismo  al 
alcance  de  una  gran  mayoría.  Hoy  los 
problemas  de  las  diversas  corrientes  que 
estudian  al  hombre,  se  barajan  libremente  y 
son  el  tema  frecuente  de  nuestra  conver- 
sación. 

Se  alza  el  tono  de  voz,  se  adopta  una 
actitud  de  pleno  convencimiento  y  se 
emplean  términos  sacados  del  vocabulario 
freudiano  haciendo  exhibición  de  unos 
conceptos  que  antes  sólo  eran  del  dominio 
de  una  minoría. 

Y  .  .  .  nada  de  esto  es  en  sí  mismo  criti- 
cable. Unicamente  cabe  cuestionar  si  la 
vulgarización  de  estos  conocimientos 
acerca  del  yo,  de  sus  motivaciones,  reac- 


31 


ciones,  impulsos,  etcétera,  etcétera  .  .  . 
compensa  y  suple  lo  que  antes  llamábamos 
"Dirección  Espiritual";  es  decir,  si  se  puede 
encontrar  en  un  libro,  lo  mismo  que  se 
buscaba  antes  en  aquél  que  se  elegía  como 
director  y  consejero  de  la  marcha  de 
nuestra  vida. 


2.  ¿El  sicólogo  de  hoy  es  el  director  de 
ayer? 

Cabría introduciraquí  el  puesto  queocupan 
en  el  arreglo  de  todo  tipo  de  confl  ictos  inter- 
nos los  sicólogos.  Es  innegable  que  en  el 
transcurso  de  unos  pocos  años  estos  medios 
del  alma  se  han  colocado  a  la  cabeza  del 
mundo.  El  sicólogo  está  hoy  en  los  centros 
educacionales,  en  empresas,  técnicas  in- 
dustriales, financieras,  políticas  ...  A  él  se 
recurre  cuando  nos  visitan  las  depresiones  o 
nos  sentimos  "en  crisis". 

Esto  nos  indica  que  si  bien  la  cultura  de 
los  aspectos  íntimos  del  ser  humano  ha 
crecido,  y  se  ha  hecho  popular,  han 
aumentado  en  una  proporción  mayor  las 
dificultades,  los  confrnctos  y  las  angustias 
que  atenazan  al  hombre,  de  tal  modo  que 
automáticamente  se  siente  impulsado  a 
salir  de  sí  mismo  en  busca  de  una  ayuda 
que  le  procure  el  restablecimiento  de  su 
equilibrio  interior. 


tivamente  al  programa  de  vida  que  se  ha 
trazado. 

Sabiendo  que  Dios  es  fiel,  y  que  su 
gracia  nos  acompaña  siempre,  el  religioso 
debe  procurarse  además  los  elementos  que 
están  a  su  alcance  para  mantener  su  paz 
interior  y  para  fomentar  su  avance  en  el 
camino  de  la  santidad. 

Entre  estos  medios  está  indudablemente 
el  de  la  Dirección  Espiritual,  entendiendo 
por  tal  dirección  la  ayuda  humana  que  una 
persona  capaz  libremente  elegida  presta  a 
otra  que  se  le  confía  enteramente  para  ser 
guiada  en  el  desarrollo  de  su  vida  cristiana. 
Es,  pues,  una  colaboración  a  la  obra  del 
Espíritu  Santo  siempre  que  esta  actuación 
sobre  el  dirigido  mantenga  obviamente,  su 
propio  puesto  de  subsidiariedad  y  en  nin- 
guna manera  inhiba  o  suplante  la  prioridad 
de  autodominio  que  sobre  sí  mismo  tiene 
el  individuo  en  condiciones  normales  para 
ello. 

Tal  vez  el  autoritarismo  con  que  se 
ejercía  hace  unos  años  la  Dirección  Espiri- 
tual ha  sido  causa  de  su  actual  receso  y  de 
la  desestima  con  que  hoy  se  la  considera. 

Pero  además  de  ésta,  hay  otras  causas 
que  influyen  para  que  este  ejercicio  en- 
cuentre numerosas  objeciones  y  repug- 
nancias. 


3.  La  dirección  espiritual  en  la  vida  reli- 
giosa 

La  vida  religiosa  de  nuestros  días  no  se 
ve  libre  de  situaciones  semejantes.  El 
compromiso  de  los  votos  de  Pobreza, 
Castidad  y  Obediencia  vividos  a  plenitud 
conlleva  una  tensión  constante  de  exigen- 
cias y  renuncias  que  la  persona,  por  muy 
magnánima  y  generosa  que  sea  no.es  capaz 
de  mantener  por  sí  sola.  Necesita  unas 
ayudas,  por  lo  menos  tan  fuertes  como  sus 
propias  dificultades,  para  responder  posi- 


4.  Por  parte  de  quien  debiera  dirigir 

La  labor  es  principalmente  de 
Sacerdotes  y  Superioras  Religiosos.  Con 
respecto  al  Clero  Secular,  son  muchos  los 
Sacerdotes  en  los  que  su  propio  género  de 
vida  no  invita  a  buscar  en  ellos  el  estímulo, 
el  apoyo  y  la  fuerza  que  el  dirigido  pre- 
tende encontrar.  No  es  raro  tampoco  es- 
cuchar de  estos  mismos  pastores  de  la  grey 
opiniones  tan  desorientadoras  como  las  que 
indican  menosprecio  por  estos  asuntos,  ya 
sea  por  parecerles  bagatelas  pasadas  a  la 


32 


historia,  o  asuntos  exclusivamente  rela- 
cionados con  siquiatría,  si  el  caso  incluye 
conflictos,  o  colindantes  con  el  receloso 
misticismo,  del  que  es  preferible  huir  ya 
que  es  mucho  más  "recomendable"  el 
conformismo  burgués  bien  instalado  en 
unas  cuantas  formas  del  buen  vivir. 

Sin  embargo,  lo  más  general  es  el  caso 
de  la  falta  de  tiempo  para  dedicarlo  a  esas 
"finezas",  abandonando  el  resto  de  la  Co- 
munidad Cristiana,  ya  que  la  dirección  de 
unas  cuantas  almas  se  considera  como 
"Finezas  de  privilegiados". 

Los  Superiores  cuando  se  trata  de  Co- 
munidades Religiosas,  principalmente 
femeninas,  tienen  el  difícil  papel  de  ser  por 
obligación  los  Directores  Jurídicos  y 
Administrativos  de  los  intereses  comuni- 
tarios, siendo  a  ellos  a  quien  les  corres- 
ponde el  velar  por  la  vida  espiritual  de  sus 
subditos.  Esto  hace  que  frecuentemente  se 
deslinden  los  campos  y  se  caiga  en  algún 
exceso  o  bien  querer  controlar  la  marcha 
espiritual  de  cada  individuo,  cosa  que  cae  al 
margen  de  su  responsabilidad,  o  la  de  dejar 
hacer  y  deshacer  libremente  a  cada  uno, 
para  evitar  mentiras  forzadas,  rebeldías  u 
otros  problemas. 


5.  Por  parte  del  dirigido 

La  persona  cae  fácilmente  en  el  espe- 
jismo del  autocontrol.  Se  cree  capaz  de 
resolver  sus  propios  problemas,  se  abusa  de 
la  confianza  en  el  propio  criterio,  se  escuda 
en  la  dificultad  de  encontrar  un  Director 
que  efectivamente  lo  sea  y  busca  suplir  su 
falta  con  otros  movimientos  más  moder- 
nos, como  la  revisión  de  vida,  etcétera  .  .  . 
y  se  olvidan  a  veces  factores  tan  importan- 
tes como  la  humildad  de  reconocerse 
insuficiente,  la  sumisión  a  quien  creemos 
capaz  de  ayudarnos  en  la  tarea  constante 
de  conversión  y  superación,  la  disponibi- 
lidad y  apertura  a  la  gracia  que  nos  es  dada 
en  la  comunicación  de  inquietudes  o  fallos 


y  la  difícil  aceptación  de  la  obediencia  al 
consejo  y  orientación  recibida. 

Todo  esto  causa  la  falta  de  orden  y 
coherencia  espiritual,  el  vivir  sin  programa, 
sin  ideales,  sin  puntos  de  referencia  .  .  . 

Naturalmente  que  no  se  puede  buscar  en 
el  director  Espiritual  un  sustituto  de  la 
propia  energía  o  de  la  voluntad  inexis- 
tentes. El  Director,  si  es  tal,  ayuda,  pero  no 
suple  ni  hace  milagros. 


6.  Cualidades  del  director 

Evidentemente  las  cualidades  requeridas 
son  muchas:  todas  las  que  integran  una 
personalidad  rica  y  las  que  supone  una  fe 
madura. 

Al  Director  se  le  exigen  unos  conoci- 
mientos en  teología  y  espiritualidad,  en 
técnica  humana  de  relaciones,  dirección, 
temperamentos  y  caracteres.  Se  quiere  ver 
en  él  un  hombre  abierto  a  los  otros,  capaz 
de  intuir  una  situación,  de  adivinar  una 
necesidad,  de  analizar  un  estado  de  ánimo. 
Y  a  la  vez,  conocedor  de  sus  propias  reac- 
ciones. Todo  esto  es  indudablemente  difí- 
cil, requiere  un  largo  y  paciente  aprendi- 
zaje, a  ratos  penoso  y  madurados  siempre 
en  los  fracasos.  Ha  de  ser  persona  de  ex- 
periencia espiritual,  lo  cual  le  hace  capaz 
de  darse  cuenta  de  los  movimientos  del 
Espíritu,  le  enseña  a  respetarlos,  sin  querer 
imponer  los  propios  criterios  y  a  vivir 
constantemente  pidiendo  luz  a  Dios. 

Se  requiere  una  gran  pureza  de  corazón 
o  desinterés,  que  se  sitúa  en  su  lugar  mar- 
ginal, que  piensa  en  el  bien  del  sujeto,  que 
ha  sabido  educar  su  propia  sensibilidad, 
aceptando  direcciones  difíciles  o  pesadas,  y 
renunciando  a  otras  donde  él  había  puesto 
mayor  empeño  y  se  rompen  por  iniciativa 
del  dirigido  o  por  iniciativa  del  Director 
cuando  ve  que  no  son  de  provecho. 


33 


7.  Cualidades  del  dirigido 

Después  del  Espíritu  Santo,  el  dirigido 
es  la  persona  más  importante  en  esta  tarea 
de  la  dirección  espiritual.  No  solamente 
porque  él  presenta  los  males  que  se  deben 
remediar,  sino  porque  él  mismo  toma  re- 
medios, iniciativas,  precauciones,  etcétera, 
según  crea  conveniente. 

Sobre  todo,  el  dirigido  es  quien  decide. 

Utiliza  toda  su  libertad  en  la  elección, 
pero  una  vez  realizada,  tiene  que  abrirse  sin 
reservas,  mucho  más  allá  de  lo  que  com- 
porta la  culpabilidad  moral  (tema  del 
Confesor).  Esta  apertura  es  la  clave  del 
éxito  y,  a  la  vez,  la  mayor  dificultad. 

Las  cualidades  más  necesarias  al  dirigido 
son  entre  otras:  la  inteligencia  para  darse 
cuenta  de  lo  que  es  y  hace,  la  TRANS- 
PARENCIA en  la  relación  y  el  espíritu  de 
fe. 


8.  La  relación 

Siendo,  pues,  indispensable  el  no  re- 
servar nada  de  la  interioridad  del  dirigido 
importa  mucho  determinar  la  naturaleza  de 
esta  relación  entablada  en  la  dirección  es- 
piritual, ya  que  condiciona  el  contenido,  es 
compleja,  y  se  presta  a  deformaciones. 

La  tradición  habla  de  la  relación  pater- 
nal. Nosotros  hablamos,  corrientemente,  de 
padres  espirituales.  La  palabra  no  le  cae 
bien  a  nuestras  sensibilidades  modernas, 
temerosas  de  la  autoridad  que  se  va  a 
imponer  o  del  paternalismo  que  se  com- 
place en  sí,  y  mantiene  al  otro  en  estado 
minoritario. 

Muchos  prefieren  hablar  de  amistad,  de 
sostén  fraternal,  de  una  relación  de  ayuda. 
Estas  palabras  sugieren  la  libre  elección,  la 
participación,  la  investigación  común 
dentro  del  respeto  a  las  libertades. 


De  todas  formas  estas  distintas  maneras 
de  hablar,  viejas  o  nuevas,  evocan  una  re- 
lación, que  por  convertirse  en  real,  alcanza 
los  estratos  más  profundos  del  ser. 

Tiene  que  originarse  una  elección  libre 
en  sus  comienzos  y  a  lo  largo  de  toda  la 
existencia  de  tal  relación. 

Asume  y  valora  el  componente  humano 
de  la  relación;  confianza,  estima,  since- 
ridad, amor  o  amistad.  Muchos  fracasan 
por  no  ser  capaces  de  una  auténtica  rela- 
ción humana,  o  por  dejarse  desviar  ense- 
guida por  actitudes  de  inmadurez.  Esto  es 
debido,  con  mayor  frecuencia,  al  dirigido, 
pero  también  se  da  en  el  director. 

Impregnando  todo  ese  ingrediente 
humano  sobre  él,  actúa  el  elemento  FE.  Se 
está  buscando  comunitariamente  a  Dios,  y 
en  función  de  este  fin,  actúan  uno  y  otro  y 
ve  cada  uno  al  otro. 

Se  ha  comprobado,  que  muchos  Di- 
rectores influyen  más  por  lo  que  son  que 
por  lo  que  dicen.  Sin  darse  cuenta,  marcan 
la  impronta  de  su  personalidad.  Por  otra 
parte,  el  Dirigido  se  transforma  más  fácil- 
mente cuando  interviene  en  la  relación  con 
todo  su  ser,  entregándose;  que  cuando  es- 
cucha como  discípulo.  Cuando  la  dirección 
o  diálogo  se  prolonga,  normalmente  crea 
amistad.  Pero  amistad  especial,  porque  el 
Director  sigue  actuando  con  libertad, 
aprobando  o  desaprobando  libremente, 
según  crea. 

El  llamado  método  "Counseling",  muy 
usado  últimamente  en  Psicoterapia,  ofrece 
elementos  útiles  para  la  Dirección  Espiri- 
tual. El  Pterapeuta,  facilita  la  exposición 
del  paciente,  le  ayuda  a  encontrar  por  sí 
mismo  las  dificultades  y  los  remedios.  Lo 
logra  a  base  de  una  conversación  muy 
cuidada  en  que  prácticamente  no  se  pro- 
nuncia ni  aconseja  ni  manda,  y  sobre  todo 
no  manifiesta  reacciones  de  juicio.  Se  li- 
mita, con  intervenciones  sobrias  y  apa- 
rentemente sin  relieve,  a  provocar  y  dirigir 


34 


los  descubrimientos  del  paciente.  Al  Di- 
rector Espiritual  le  conviene  conocer  esas 
técnicas,  pero  sin  abdicar  de  su  misión  re- 
ligiosa, divina,  de  reconciliación.  Si  aban- 
dona su  campo,  engañado  por  la  eficacia 
momentánea,  acaba  perdiendo  su  razón  de 
ser  y  la  eficacia  misma. 

9.  Contenido  general  de  la  dirección  espi- 
ritual 

Si  hablamos  de  Dirección  Espiritual,  hay 
que  entender  "Espiritual"  en  sentido  muy 
amplio:  Obra  del  Espíritu,  Ejercicios  Es- 
pirituales, Energías  Espirituales  del 
Hombre  .  .  . 

Como  esquema  señalaríamos  tres  tareas 
en  las  que  puede  centrarse  la  Dirección 
Espiritual: 

—  Educar  la  libertad:  crear  serenidad, 
distensión  humana  y  religiosa,  confianza  en 
sí  mismo;  hacerle  superar  falsas  evidencias 
V  prejuicios;  despertar  la  sensibilidad  de  la 
conciencia  moral  y  espiritual. 

—  Desarrollar  fe  y  amor:  hacer  realista  el 
plano  de  la  gracia,  el  misterio  sobrenatural 
en  la  vida  sacramental,  en  la  caridad  apos- 
tólica; fomentar  el  sentido  de  vocación, 
entendiendo  por  vocación  la  iniciativa  y 


donación  generosa  al  servicio  del  Reino  de 
Cristo,  es  decir,  al  establecimiento  del  amor 
en  el  corazón  de  todos  los  hombres,  si- 
guiendo para  ello  dócilmente  la  acción  del 
Espíritu  Santo. 

—  La  Cruz:  comprender  su  misterio  en 
la  propia  vida  y  en  la  Iglesia;  comprenderlo, 
vivirlo,  mientras  se  mantiene  el  amor  y  el 
entusiasmo. 

—  Abertura  al  hecho  cotidiano,  a  la  vida 
concreta,  a  la  intercomunicación  con  los 
demás,  evitando  que  se  cree  indiferencia 
frente  a  lo  que  no  es  o  no  dice  el  Director. 

10.  Conclusión 

Después  de  estas  breves  reflexiones, 
podríamos  concluir  con  la  idea  de  que 
ciertamente  la  dirección  es  en  primer  lugar 
una  tarea  hondamente  apostólica  y,  en  un 
segundo  término,  tarea  que  requiere  mucho 
sacrificio  de  tiempo,  y  dominio  de  la  sen- 
sibilidad; renuncia  a  trabajos  más  vistosos  y 
remunerativos. 

Pero  no  dudamos  en  que  quien  se  en- 
tregue a  esta  labor,  poniendo  al  servicio  de 
ella  sus  cualidades  y  sus  luces,  encontrará 
en  ella  misma  uno  de  los  métodos  mejores 
para  su  propia  santificación. 


35 


LINEA5 

DE 

FORMACION 


La  Conferencia  de  Religiosos  de  Colombia  quiere  abrir  en  Vinculum  una  sección 
dedicada  a  presentar  testimonios  de  lo  que  están  reflexionando  y  realizando  las  comu- 
nidades religiosas  en  Colombia.  Estos  testimonios  resultan  de  la  mayor  importancia,  pues 
revelan  la  vitalidad  actual  y  los  caminos  que  se  están  abriendo. 

En  esta  oportunidad  ofrecemos  un  documento  sobre  formación  de  las  Hermanas  de  la 
Presentación,  Provincia  de  Bogotá.  En  él  se  presentan  en  forma  armónica  derroteros  para 
el  redescubrimiento  histórico  del  propio  Carisma,  de  la  Palabra  de  Dios  y  de  la  realidad 
del  mundo  en  que  vivimos.  Podrá  iluminar,  a  no  dudarlo,  muchos  de  los  esfuerzos  que  se 
están  haciendo  en  otras  provincias. 

Nos  permitimos  invitar  insistentemente  a  otras  comunidades  para  que  nos  envíen 
testimonios  de  su  trabajo  y  su  reflexión,  sobre  todo  con  motivo  de  algún  acontecimiento 
importante,  como  reuniones  plenarias  y  capítulos  provinciales.  Estos  documentos  irán 
apareciendo  en  Vinculum. 


36 


Introducción 


"Nuestra  profesión  de  vida  evangélica  nos  impulsa  hacia  una  plenitud  en  Cristo" 

P.  C.  60  C. 

En  un  mundo  que  cambia  al  ritmo  de  una  evolución  acelerada  la  formación  exige  una 
solidez  y  profundidad  peculiares.  No  se  trata  solamente  de  hacer  tal  o  cual  forma,  sino  de 
una  creación  continua  y  dinámica  según  la  evolución  de  la  vida  y  de  la  historia.  Transmitir 
lo  esencial  del  pasado,  pero  también  preparar  el  porvenir,  pues  debemos  formarnos  no 
solo  para  hoy  sino  también  para  mañana  (Cfr.  Doc.  71-67). 

La  vida  de  una  hermana  de  la  Presentación  es  un  proceso  continuo  dirigido  a  encarnar 
en  la  Iglesia,  el  carisma  de  Marie  Poussepin,  el  cual  está  inspirado  en  el  Evangelio  y  puede 
sintetizarse  asi':  servicio  personal  y  comunitario  de  la  caridad  para  llevar  "donde  quiera 
que  sean  llamadas  el  conocimiento  de  Cristo  y  de  sus  misterios"  (Reg.  XXVII). 

Se  necesita  en  la  Provincia  un  plan  de  formación,  general  y  unificado.  Al  respecto 
presentamos  el  siguiente: 

I.  OBJETIVO  GENERAL 

Realizar  un  proceso  continuo  de  maduración  humano-cristiana,  mediante  la  acción 
conjunta  de  la  persona  y  la  comunidad  para  adquirir  una  personalidad  religiosa  que 
responda  hoy  en  la  Iglesia,  a  las  exigencias  de  la  propia  vocación,  dentro  del  proyecto  de 
la  Congregación:  "Vivir  y  revelar  a  Jesucristo"  (Doc.  71-58). 

II.  OBJETIVO  ESPECIFICO 

Formar  en  nosotras  a  la  Hermana  Dominicana  de  la  Presentación:  persona  de  fe  y 
oración,  servidora  de  la  Palabra,  consciente  de  tas  realidades  de  nuestro  país,  de  América 
Latina  y  del  mundo,  comprometida  en  el  servicio  de  la  Iglesia  según  el  carisma  de  Marie 
Poussepin. 

Mujer  equilibrada,  alegre,  laboriosa,  sencilla,  disponible;  a  la  vez  delicada  y  fuerte, 
audaz  y  prudente;  capaz  de  una  libertad  responsable  y  con  sentido  crítico. 


III.  LINEAS  GENERALES 

•  Dentro  de  las  metas  señaladas  hay  que  delimitar  objetivos  parciales  propios  de  cada 
etapa.  Hay  que  emplear  también  medios  eficaces  para  lograr  tales  objetivos. 

•  La  formación  es  una  acción  conjunta  de  la  persona  y  de  la  comunidad: 

••  De  la  persona:  ".  .  .  La  formación,  obra  de  toda  la  vida,  es  crecimiento  y 
unificación  de  nuestra  persona;  es  también  medio  de  realizar  el  progreso  en  la  fe.  Cada 


37 


hermana,  responsable  de  su  propio  perfeccionamiento,  lo  asume  con  una  libre  coopera- 
ción a  la  gracia  .  .  .  para  llegar  a  ser  lo  que  Dios  quiere  que  sea  .  .  .  "  (Cfr.  P.  C.  60  C). 

••  De  la  comunidad:  "...  Para  que  una  religiosa  pueda  vivir  seriamente  su  com- 
promiso en  la  Misión  de  la  Iglesia,  se  requiere  el  compromiso  de  la  comunidad"  (Cfr.  Doc. 
71-60).  "...  Se  construye  en  un  mismo  movimiento  la  persona  y  la  comunidad  ..."  (P. 
C.  4  C  ). 

Para  que  la  comunidad  local  sea  formadora,  debe  asumir  a  cada  uno  de  sus  miembros 
en  la  totalidad  de  su  ser  y  todas  deben  trabajar  por  impulsar  la  vida  de  fe,  de  esperanza  y 
de  amor,  y  por  dinamizarla  según  los  principios  de  participación,  subsidiariedad  y  corres- 
ponsabilidad en  vista  a  la  Misión.  La  animadora  debe  ser  la  primera  en  sostener  e  impulsar 
este  dinamismo. 

•  Es  necesario  asegurar  la  unidad  y  la  continuidad  entre  las  distintas  etapas  de  la 
formación  en  un  proceso  dinámico  que  conduzca  a  la  meta  final  y  que  se  caracterice  por 
ser  personalizante,  progresivo  y  comunitario.  Esto  supone  un  proceso,  que  permita  desde 
el  ingreso  a  la  Congregación,  tener  una  idea  clara  de  lo  que  implica  la  vida  consagrada,  que 
se  irá  enriqueciendo  durante  toda  la  vida. 

Para  hacer  reales  estas  líneas,  es  urgente  que  el  plan  de  formación  sea  adaptable  a  las 
condiciones  personales  y  a  las  circunstancias;  y  que  tenga  en  cuenta  los  aspectos  humano 
y  cristiano. 


A.  FORMACION  HUMANA 

Una  base  de  cultura  y  de  madurez  que  sirva  de  cimiento  a  la  formación  religiosa. 

Comprende  la  adquisición  de  hábitos  de  cultura,  la  formación  doméstica,  formación 
del  criterio,  el  conocimiento  y  la  adaptación  de  sí  misma,  las  relaciones  con  la  familia,  la 
apertura  hacia  los  otros,  el  cultivo  de  las  aptitudes  personales,  el  ejercicio  de  una  libertad 
responsable.  Este  aspecto  humano  de  cada  heramana  requiere  también  una  formación 
socio-política  y  una  preparación  profesional  acorde  con  las  condiciones  personales  y  de  la 
misión. 


B.  FORMACION  CRISTIANA 

Llevar  hasta  el  máximo  las  exigencias  del  compromiso  bautismal  mediante  una  pro- 
funda formación  comunitaria,  doctrinal,  espiritual  y  misionera. 

1.  Formación  comunitaria 

La  vida  comunitaria  es  un  elemento  característico  de  nuestro  ser  dominicano:  la  Pala- 
bra nos  congrega  y  nos  envía. 

Formarnos  para  la  vida  comunitaria  implica: 


38 


•  Abrirnos  al  amor  de  Jesucristo,  fundamento  de  nuestra  caridad  fraterna. 

•  Desarrollar  cualidades  humanas,  como  la  acogida,  el  respeto  mutuo,  la  aceptación 
dinámica  y  la  valoración  de  la  persona  con  un  sentido  profundo  de  lealtad. 

Estas  actitudes  llevan  a: 

descubrir  y  dejarse  descubrir; 
aceptar  y  aceptarse; 
darse  y  recibir; 
creer  y  confiar, 

el  diálogo  será  entonces  no  sólo  una  comunicación  de  palabras  sino  una  participación  de 
vida. 

•  Crear  un  clima  de  verdad  que  permita  reconocer  y  aceptar  las  limitaciones  propias  y 
ajenas  para  crecer  juntas  en  un  dinamismo  de  realización  personal  y  comunitaria. 

•  Fomentar  la  comunión  como  condición  y  meta  de  nuestra  Consagración  vivida  en 
castidad,  pobreza  y  obediencia. 

•  Asumir  con  responsabilidad  la  elaboración,  puesta  en  marcha  y  evaluación  del 
proyecto  comunitario,  conscientes  de  que  la  Comunidad  se  construye  en  la  medida  en  que 
busca,  reflexiona,  supera  tensiones,  se  traza  metas  y  evalúa. 


2.  Formación  doctrinal 

Progresiva  y  sólida,  fuente  de  convicciones  profundas  que  impulsen  nuestra  vida  en 
cada  situación.  Requiere  bases  de  filosofía  y  ciencias  del  hombre  como  psicología,  antro- 
pología y  sociología.  Debe  ser  teológica,  bíblica,  litúrgica  y  eclesial  con  una  orientación 
marcadamente  pastoral.  Este  aspecto  doctrinal  ha  de  incluir  conocimientos  suficiente- 
mente profundos  sobre: 

•  El  carácter  definitivo  de  nuestro  compromiso  con  Cristo. 

•  Nuestra  Identidad  y  el  espíritu  propio  de  la  Congregación. 

•  El  carácter  que  tienen  los  votos  como  expresión  de  nuestra  consagración  a  Dios  y 
como  medios  que  liberan  para  la  misión. 

•  Las  llamadas  de  la  Iglesia  y  del  mundo,  y  la  respuesta  a  las  mismas  de  acuerdo  con 
nuestra  Identidad  para  alcanzar  la  unidad  en  el  pluralismo  (Cfr.  Men.  Cons.  Gral.  Ex. 
1973). 

3.  Formación  espiritual 

Fundada  en  la  vida  teologal,  plenamente  Cristocéntrica. 


39 


La  Hermana  de  la  Presentación,  a  partir  del  Noviciado  en  donde  recibe  una  seria 
iniciación  en  ia  vida  espiritual,  debe  continuar  avanzando  mediante  la  profundización  de 
la  vida  teologal  y  evangélica  para  progresar  en  una  continua  experiencia  de  Dios  en  Cristo 
por  el  Espíritu  Santo. 

Cada  una  descubre  y  asume  su  propio  proceso  espiritual,  su  forma  vital  de  oración  con 
ayuda  del  discernimiento  y  de  una  orientación  personal  y  comunitaria  centrada  en  el 
espíritu  propio  de  la  Congregación. 

La  oración  y  el  estudio  ordenado  a  la  contemplación,  tiene  que  llevarla  a  un  encuentro 
identificante  con  Cristo,  su  centro,  que  la  impulse  a  comprometerse  en  el  servicio  de  sus 
hermanos. 

Esto  implica: 

•  Organizar  la  vida  de  cada  hermana  y  de  la  comunidad  en  función  de  una  sólida  vida 
espiritual,  mediante  el  equilibrio  entre  contemplación,  acción  misionera,  vida  comuni- 
taria, descanso. 

•  Favorecer  el  ejercicio  de  una  libertad  responsable. 

•  Vi  vir  el  misterio  Pascual  centradas  en  la  celebración  eucarística,  corazón  de  todt 
nuestra  vida,  lazo  de  nuestra  comunión  fraterna,  fuente  de  nuestro  impulso  apostólico 
(Cfr.  P.  C.  44  C). 

•  Anunciar  a  Cristo  con  una  vida  evangélica  radical,  principal  finalidad  de  la  vida 
religiosa. 

•  Impulsar  con  fidelidad  creadora,  la  vida  de  la  Congregación,  como  consecuencia 
práctica  del  estudio  del  carisma  de  Marie  Poussepin,  de  la  historia  de  ia  Congregación,  y 
de  nuestra  Identidad  de  Hermanas  Dominicanas  de  la  Presentación. 

•  Revitalizar  el  amor  a  Nuestra  Señora  asumiendo  sus  actitudes  de  sencillez,  acogida, 
fidelidad,  alegría  y  don.  Como  ella:  recibir,  guardar,  encarnar  y  transmitir  la  Palabra  (Cfr. 
Identidad). 

4.  Formación  misionera 

Iniciada  desde  que  se  ingresa  a  la  Congregación,  progresiva  y  continuada  a  través  de  la 
vida. 

"Para  cumplir  su  Misión  la  Iglesia  evangeliza:  Evangelizando  promueve  y  santifica. 
Fieles  al  Espíritu  debemos  atender  a  las  urgencias  de  la  evangelización  en  nuestro  Conti- 
nente". 

Anexos  Pro.  Est.  72 


40 


"Que  la  formación  desde  sus  primeras  etapas  se  desarrolle  en  la  línea  de  la  evangeli- 
zad ón". 

Línea  de  acción  comunitaria 
Pro.  Bogotá,  1974 

Para  ello  es  necesario: 

•  Revisar  nuestias  motivaciones  vocacionales. 

•  "Tomar  conciencia  de  que  por  nuestro  bautismo  somos  Iglesia,  y  de  que,  en  ésta,  la 
Congregación  se  compromete  a  la  evangelización  por  la  cual  asume  con  cada  hermana  las 
modalidades  y  consecuencias  de  la  Misión  que  le  confía"  (Anexo  Pro.  Est.  72). 

•  Participar  en  la  vida  de  la  Iglesia  a  nivel  espiritual,  comunitario  y  de  la  Misión  (Men. 
Cons.  Gral.  Ex.  1973). 

•  Sensibilizarnos  para  la  apertura  a  los  problemas  de  la  misión  y  comprometernos  con 
ella. 

•  Desarrollar  en  nosotras  ciertas  cualidades  indispensables  para  asumir  el  compromiso 
misionero:  sentido  de  responsabilidad,  espíritu  de  servicio,  acogida. 

•  Asimilar  en  la  vida  el  sentido  del  texto: 

"Fieles  a  su  espíritu  construímos  comunidades  cuyo  dinamismo  misionero  depende  de 
nuestra  comunión  con  Dios  y  con  nuestras  hermanas.  Esta  comunión  es  anuncio  y  signo 
de  la  presencia  del  Reino  ". 

Doc.  71-26 

•  Adquirir  la  suficiente  competencia  profesional  para  servir  a  la  Misión. 


IV.  REALIZACION 

•  Cada  hermana  se  responsabiliza  de  su  autoformación. 

•  Cada  comunidad  local  asume  la  formación  integral  de  cada  uno  de  sus  miembros,  y 
busca  los  medios  para  ello  (Cf.  Proy.  Est.  pag.  38). 

•  Un  equipo  orienta  y  dinamiza  este  proceso  a  todos  los  niveles  y  hace  efectiva  la 
continuidad  y  la  unidad  de  la  formación. 

(Sacado  de  "CUESTIONES  VITALES",  Capítulo  Provincial,  diciembre  1974) 


41 


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Revista  trimestral  de  divulgación  espiritual. 
Dirigida  por  los  Padres  Carmelitas. 

Anuncia  un  número  extraordinario  próximo  a  aparecer: 
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(Tercer  encuentro  de  espiritualidad  latinoamericana 
Quito  —  Septiembre  de  1974) 


También  comunicamos  a  nuestros  suscriptores  que  a  partir  del  n.  50 
nuestra  revista  será  reestructurada. 

En  números  monográficos  presentaremos  las  espiritualidades  más  repre- 
sentativas en  la  Iglesia: 


—Franciscana 
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DE  VIDA  RELIGIOSA 

MADRID  -  ESPAÑA 


Bienio  de  Licencia  en  Teología  de  Vida  Religiosa:  Sección  de  la  Facultad 
de  Teología  de  la  Universidad  Pontificia  de  Salannanca  con  sede  en  Madrid 
(España). 

Los  objetivos  más  importantes  del  Instituto  son: 

—  dar  una  sólida  fundamentación  teológica  de  la  Vida  Religiosa  a  los 
alumnos; 

—  preparar  verdaderos  especialistas  de  la  Teología  de  la  Vida  Religiosa; 

—  preparar  aquellas  personas  que  ejercen  una  pastoral  con  los  religiosos  y 
religiosas; 

—  situar  en  la  verdadera  dimensión  eclesial  el  valor  de  la  Vida  Religiosa. 

El  INSTITUTO  está  primordialmente  orientado  al  personal  religioso  dedi- 
cado a  las  tareas  de  investigación,  dirección,  formación  y  pastoral  entre  los 
Religiosos. 

Los  alumnos  que  hayan  superado  las  pruebas  correspondientes  recibirán  el 
título  de  LICENCIADO  EN  TEOLOGIA. 


Información: 

Secretaría  de!  insti luto  Teológico  de  Vida  Religiosa. 
C/  Víctor  Pradera,  65  dpdo. 
Teléfonos:  2418844  -  2482102. 
MADRID  -  8  (ESPAÑA). 


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Prtnceton  Theologlcal  Seminary  LIbrai 


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