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Full text of "Vindicación del honor español: Refutacion documentada al compendio de la historia de España ..."

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5 

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I I. 

i .■ 

•V 



I 



DEL 



HONOR ESPASOL. 

RIFUTACIÓN QQGUMEIITADA 

AL mmmw u la historia de espaM, 

ídescle el año de 1814 ha^ i823;« publicado en, tocia por Abel-Hugo, antiguo geft 
■M Islado Mayíir francés,' c^ero de klígio* de lienor, y iienibra de vfrtas socieda- 
" . des científicas y literarias! 

* • 

DEDÍCADA AL PUEBLO Y Al EJÉRCITO, 

•V 



— *^^>^Hí>f5i@®í<^^^:^ 



MADRID, I84& 

Salón del Pradi nún. 8, > 






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CtlATSO PiüBBiS A LOS ISF¿ÍOLBS^.' 



«lAiOaada ep wioptBt nmypri «mí leíble 

y mas p^igrosa enemiga,» 

(GMm IIL-*ii1laria a,** Iw lii|mBi<wii «HQpllN» 



Ajl obseryab que nuestro desgraciado pais, desde la eaida de la mo- 
narquía castellana, ha ido en progresiva decadencia hasta tocar casi . 
en el lamentable estremo de ser el juguete de las demás Daciones, 
puesto que yace examine el espíritu áe nacionalidad qu^ un di» 
condugera nuestros estandartes triunfadores á las regiones descopo- 
cidas del nuevo mundb , y hasta las orillas del Diem,. en Europa; al 
recordar que hasta los tiempos de Garlos I y Felipi^ 11^ fué la España, 
la niveladora del equilibrio de los poderes europeos^ y al aparecer 
hoy en menguado contraste la degradante opinión que de nosotros 
tienen formada los estrangeros, sin que de todo aquello nos haya 

' quedado otra cosa que un recuerdo tibio, exento de toda sublimidad; 
^. nos atrevemos a prejuzgai; dolorosamente» que casi ha fenecido en 
España la precisión de una existencia política. Efectivamente , algu- 
nos de los escritores es)rapgeros nos han reputado y reputan como, 
incapaxíes de gozar ningún género de libertad, y ora en el parlamento, 
ora en la prejisa periódica, ilerten versiones sobre la España^ que hie- 
ren el cumplido y honrado carácter castellano : tal sentimiento se h^ 
despertado en nuestro corazón aF leer la obra francesa que vamo^ 
á impugnar; en la cual, no solo no se nos considera dignos de tener una 

' libertad racional, consignada en los códigos de nuestras leyes, sino 
que se nos denigra con epítetos poco merecidos del sufrido decoro , 
nacionaH queriéndonos privar hasta del derecho de reclamar al poder 
la práctica de nuestras primitivas leyes, y haciéndonos sufrir una 
marcha sempiternamente destructora. ¿Es posible que el pu^eblp i 
quien en una de sus leyes dijo el sabio rey ü. Alonso «debe elpue- 
»blo imposibilitar al rey gestiones , cuyas resultas pudieran redw^ 




~ t — 

>dar en desventura del reino , desde luego con su consejo y después 
»de hecho cpntrarestándo á sus consejeroí$, pues hay que contar 
1 también con subditos fieles y ágenos de permitir al rey la perseve- 
irancia en actos que le acarreasen menosprecio. . .. t haya /perdido ya 
su espíritu de nacionalidad, sin conservar siquiera el brio necesario 
para contestan ioon razone» incontrovertibles á tales. ultrajes?.... 

Los violentos vaivenes políticos por que estamos atravesando,, 
son consecuencias naturales de ese decaecimiento de nacionalidad,, 
sin que las quejas y manifestaciones de algunos hombres públicos, 
y de la prensa , hayan evitado , ni evitar puedan , que el pais se vea 
cada dia mas arrojado á los azares de nuevas conmociones , que pro- 
bablemente acabarán por reditcirnós á la m^s estrema nulidad. Nues- 
tra regeneración , por desgracia, lavemos exhausta y moribunda; la 
sociedad gangrenada de muerte; en algunos poderes la innovaicion,. 
porque los elementos religiosos tengan intervención en las contiendas 

políticas; las vicisitudes de nuestra patria todo lo espuesto y 

otras no menos importantes reflexiones que se agolpan de tropel á 
nuestra imaginación , la escitan vivamente y nos obligan á poner 
de manifiesto el origen de nuestros males , para que siquiera por un 
' restó de amor patrio, los hombres llamados á regir lospriméros des- 
tinos de esta nación , aprendan en la amarga y continua escuela de 
ftis vicisitudes de nuestro suelo, á precaver los males que en lo su- 
. cesivo nos tenga preparados la incontrastable mano del destino. 

Ko abrigamos, al escribir este compendio, prevenciones contra 
ninguna clase, contra ningún matiz político, contra nii]guna gerar- 
quía, porque vivimos en la convicción de que para volver á este 
pais el engrandecimiento de los tiempos pasados deben olvidarse las 
rencillas políticas; así como la autoridad del gobierno debe princi- 
piar y concluir su influjo en el bien del pueblo, porque es el suyo 
propio , tendiendo una mano benéfica y tutelar al desgraciado, repa- 
rando los males que han arrastrado consigo las revoluciones , enju- 
gando las lágrimas del afligido, y haciendo que esos millares de des- 
graciados que hoy beben el agua de maiianliales estrangeros vuelvan 
al seno de la madre patria donde puedan cooperar á la tan ansiada 
regeneración , desapareciendo esa. encapotada nube de miseria que 
circunda á los pueblos y que parece que cada dia se reviste de mas 
siniestra opacidad.. 

Convencidos, pues, de que todos nuestros niales han sido oca- 
. siónados por Jas influencias francesas , como probaremos con docu- 
mento? auténticos, deseamos patentizar, no solo á los españoles, 
sino á la Europa y álos siglos venideros, que esos mismos franceses 
han sido, son y serán la causa primordial de que la España vaya 
marchando á ciegas por la senda que ellos {lan querido trazarle ,^ sin 
cuidarse de su presente ni futuro bienestar, haciéíidola carecer de 



— 5 — . • ' 

todo impulso hacia su regenei*acion política, desvalijindcda tn su po- 
der militar, engrescando su fuerza parlamentaria, debilitando su go- 
bierno y sumiendo , en fin , en lamentable postración á sus pueblos. 

Para probar que aun cuando pintemos con los mas negros colo- 
res las influencias del gabinete francés no obedecemos á un ciego 
espíritu de partido, bosquejaremos ligeramente los funestos resultados 
que en todas épocas haq producido á los españoles los hijos de las 
Gallas. 

Desde que por la muerte del emperador Maximiliano en 4619 
quedó vacante la corona imperial de Alemania, Carlos I de España y 
Francisco I de Francia, solicitaror» á la vez su posesión, y hé aquf 
d primitivo germen de la.rivaKdad entre estas dos naciones. 
Triunfó Carlos I y jamás perdonó Francisco á su afortunado compe- 
tidor el que la dieta de Francfort proclamase á aquel como Carlos V 
de Alemania. La batalla de Pavía, dio por resultados que el orgulloso 
Francisco I depusiese sus armas ante el intrépido soldado español 
Francisco Mellado. 

El 14 de enero de 1526, por medio de un tratado de paz, se 
dio libertad á Francisco I, y este, devuelta á sus estados, faltó al sa- 
grado de su real palabra, pretestando para ello que no habia conve- 
nido en aquel tratado con toda entera libertad. Para satisfacer su 
venganza contra Carlos V solicitó el apoyo de la Inglaterra, si bien 
costóle la humillante pensión perpetua de. 50,000 escudos de ofo 
anuales , que debian pagar los sucesivos reyes de Francia, y ^or lo 
cual renunció Enrique VÍII sus derechos á la corona francesa: la ra- 
tificación de aquel tratado tuvo lugar el 18 de agosto dé 1527- 

La paz de Cambray,- de 5 de agosto de 1520, hizo cesar la guerra 
de los 9 anos , cuya negociación se llevó á cabo por los esfuerzos de 
Margarita de Austria y Luisa de Saboya, estipulando aquella que la 
Jrancia abonaría á Carlos V dos millones de escudos de oro por el 
rescate de sus dos hjjos, el Delfin y el duque de Orlgans; que le ce»* 
deria la ciudad y bailía Hesdin y demás posesiones francesas en Ita- 
lia, licenciando las tropas que tenia en este pais, y renuneiamlo fi- 
nalmente al señorío de los condados de Flandes y Artois. 

Siguiendo Francisco 1 en su resentimiento contra Carlos V apro- 
vechó la muerte d<ír duque de Milán, Francisco Sforcia, para encen- 
der de nuevo la guerra que terminó por la mediación del pontífice 
PauJo III, con la tregua de los 10 años celebrada en Niza el 18 de 
julio de 1528. 

Aun no habian transcurrido los 10 años, y ya Francisco I vol- 
vió á romper las hostilidades; mas Carlos V, sin embargo de haber 
conducido nuestros ejércitos sobre' tas riberas del Marne para ama- 
gar la ciudad de París, condescendió á firmar un nuevo tratado de 
paz enCrepy el .18 de setiembre de 1544. Generoso Carlos V y con- 



•V 



— 6 — ' . ■ . , 

fiado im el v^loí de sus esjpañoles, siempi*e coppedió á la, Fraow^ 
cuantas veatajas pidió en sus tratados. Durante esta paz» por quere- 
lla entre el duque de Parma, Octavio, Farnesio y Carlos V , tomóla 
Francia. parte en favor de] duque, y empuñáronse nuevamente las 
armas en 1/ de setiembre de 1551, costándonos la infamia de la 
Francia ¡a pérdida de 50,000 hombres en el sitio de Metz, si bien 
fué recompensada por la victoria de Marciano en que el ejército es- 
pañol derrotó completamente al francés, el memorable 5 de agosta 
de 1553. 

. Según Miguet en su introducción á las negociaciones sobre la 
»icesion de España, costaron á la Francia las guerras provocadas, 
por Francisco I la muerte de 200^000 franceses, y k ruina de ui)i 
millón de familias. 

; A pesar de cuanto queda espuesto, insistió Carlos V en su noble 
proceder para los franceses, firmando unas treguas en la abadía de 
Vancel^s el 5 de febrero de 1555. 

Las desavenencias del papa Paulo IV hicieron estallai* otra vez 
la guerra, y la Francia, como siempre, tomó parte en favor del papa 
y en contra de Felipe II. Empero las armas españolas le hicie- 
ron sentir su ya conocido peso en la célebre batalla de San Quintín; 
y Enrique II tuvo que contratar con Felipe la paz de Canlean-Cam- 
í)iresis el 3 de abril de 1559, exigiendo Felipe II las mas duras 
condiciones , haciendo que le cedieran cerca de doscientas ciudades 
eptre.Flandes, la Córcega, el Piamonte y la Toscana, y que se le 
permitiera poner guarnición en París, Rúan y otras poblaciones de 
Francia. 

Formóse después la liga, y vencedor Enrique IV de ella, volvió 
sus armas contra Felipe II fomentando en Francia la guerra civil, 
, publicando contra Felipe el manifiesto de 17 de enero de 1595, de 
cuyas resultas se inauguró una nueva campaña, en la que sé pose-» 
sionaron los españoles de las ciudades de Amiens, Andrés, Cales, 
Cambray, Guiñes, Dolens y Han, y el 2 de mayo, por mediación 
del papa, se firmó el tratado de Vervins en 1."* de setiembre de 1597, 
con perjuicio de la casa de Austria y con- decadencia de nuestro po- 
derío , mediante á que en este tratado entró la devolución d(í las ciu- 
dades conquistadas. 

Desde esta época empezó Felipe 11 á ocuparse de asuntos cuya 
narración es estrafía al relato que seguimos, y en sü consecuencia 
esperimentamos los reveses de Rocroy en 1643, de Leus en 1648 
y de las Dunas en 1658, donde los intrépidos tercios castellanos 
empezaron á sufrir la pérdida de su decantado renpmbre, y la Fran- 
cia á adquirir la supremacía que ha sabido conservar hasta eldia en 
que^ poseídos del mayor dolor, trazamos estos renglones. 

Contraído matrimonio por Luis XIV con la infanta María Teresa. 



\ 



— *7 — ' ...r. 

y renunciando ei&ta sus derechos á la corona de 'Espalte en.2 de jti- - 

nio'de 1660 por el valor de un millón de escudos de oro, jwahéo ,^ 

Luis por los Santos EvaiigeHos, que á todo trance sostendría aque- ^^ 

lia renuncia, declaró después una guerra de devólécion , apoderán- 
dose de Alost, Bergues, Charleroy, Couta*ay, Donay, Ohdenardé, 
Tournay y Lila: siguió abusando Luis XIV de su poderío contt^ Car- 
los II , de menor edad, porque la España, puesta á merced de la re- 
genta (y ésta á la de los cortesanos que la rodeaban), no tenía ftier- 
zas. para contrarestar sus malévolps designios : aseguró Luis su 
poder con un tratado celebrado en Viena para que las demás cor- 
tes de Europa no pudiesen enviar tropas en favor de la España, y 
el 19 de enero de* 1668 se firmó el inicuo tratado de partición poi" «1 
que. Aire, Saint-Omer, eUFranoo-Coüdado, Donai, Cambray, Four- 
nes y el Cámbresis, pasaron á poder de la Francia con lainespugna- 
ble plaza.de Oiarletojit Aun mas; acordaron ios déspotas del Norte 
que la España fuese repartida entre ellos con sus dominios de Milán, 
Lengona, OrbileHo, Hercole y la Cerdeña. Este tratado verifícese por 
la nulidad de nuestro gobierno, que sometido» como casi siempre, á 
las influencias estrangeras, jamás ba prestado oídos á las amonesta- 
ciones y justas quejas de sus pueblos; y asi fué que no hubo mcla- 
macion alguna por parte de la España y solo los celos de la Ingla- 
terra y la Holanda tomaron á su cuenta la mediación, y se firmó 
en 7 de mayo de 1669 un proyecto de armisticio y paz en que la Es- 
paña cediese á la Francia cuantas plazas tenia c<mquistadas de ante- 
jiíaiio. 

M mismo Luis XI Y dijo después en sus memorias: «siempre en- 
«eonferé motivos para romper con la España y hacerme dueño cuan- 
*do quise del Franco-Condado' y de los Países-Bajos, como príndpja- 
iles puntos de mi interés: > cuya memorable confesión deja consigniido 
para siempre, que solo la fuerza hizo triunfar sus injustas pretenm- 
nes acerca de la España. # 

El tratado de Nimiga fué aun ma^ injurioso para los españoles y 
despertó en Luis XIV la idea de colocar á su familia en el solio Ae 
nuestros reyes. 

Carlos II hizQ su testamento dejando por heredero al pritícipe 
díectoral de naviera; pero este desgraciado murió envenenado, segiin 
espresa el manifiesto del elector de Baviera, y volvióse á entablar 
otro tratado de partición que se concluyó en el Haya el 13 y ^ 
de marzo de 1700. La corte de Versalles ganó al confesor de Car- 
los II, el padre Froftlan Díaz, quien imbuyó en elánimodel mdnaroa 
/el funesto precedente que refieren las memoisas sobre el mnaio Je 
Felipe V «lo que conviene es superior á la ley. » 

Revocado el primer testamento con el segundo, instituyó por 
hered^o al duque de Anjou , cuyas consecuencias conoce bien toda 



t 

\h sociedad española. El mismo Felipe V estuvo siempre ^en la idea 
4e que el testamento de Garlos II habia sido injusto^ ilegal, y hasta 
tttvo ocasiones, en el curso de la guerra dé sucesión, de pensar ab- 
dicar en favor del archiduque, como puede .verse el tomo III de }a 
Espafia bajo los reyes de la casa de Borbon. 

Por el tratado de Utrech acabó de perder la España los Paises-^ 
Bajos, el reino de Ñapóles, los puertos de Toscana y el Ducado de 
Milán. 

(kmstante Luis XIV en la idea de dominar la España , hizo que 
$e abrogase la ley de sucesión proclamada e^n las cortes de Alcalá^ 
y que se acordase el auto de 1713 que tantas desg^acia^ nos ha im^ 
portado en la guerra civil , sufrida desde 1833 hasta 1840. 

El cardenal Alberoni, protegido por Isabel de Farnesio, trató de 
reconquistar parte del territorio perdido , é hizo invadir la Cerdeña 
por nuestro ejército en 1717 y se apoderó di la Sicilia. Celebró la 
Francia un tratado de cuádruple alianza asociada con la Inglaterra» Aus- 
tria y los estados generales en 1718, declarando en seguida la guerra á 
España, |y el 8 de enero de 1719 ocupó la Guipúzcua y una parte 
de Cataluña, terminando la guerra por un tratado celebrado en Ma- 
drid entre España, Inglaterra y Francia, á 17 de febrero de 1720. 

De todo • lo espuesto se deduce fácilmente lo perjudicial que ha 
«ido en todas épocas para los españoles la vecina Francia, 

Luis XV obligó á Carlos III á un rompimiento con la Inglaterra, 
y sin embargo que el referido monarca español dijo al emperador 
francés Osumr «á apesar de conocer que la España necesita cinco iS 
TI seis años de paz para reponerse de lo pasado, el afecto que profeso 
•3al. rey mi primo, me impulsa á correr los riesgos de una guerra»» 
dio orden para que saliese lord Brisübl de España y que fuesen apre- 
sados los. buques ingleses que se 'encontraran en todos los puertos 
^pañoles, y después de mil calaminades y grandes pérdidas metáli- 
cas para la España, ñrmose el tratado de paz de Fontanaibleau el 5 
de noviembre de 1762; pero'fen 12 de abril de 1779, no obstante 
lo costosa que habia sido para la España la incitación anterior de la 
Francia, volvió á celebrarse en Versalles un convenio, por el cual, á 
instancia de aquella, se obligaba la España á obrar contra la logla^ 
' térra. Sin tener en cuenta los resultados sufridos de antemano , tor- 
nó Carlos III á declarar la guerra y esta trajo consigo la pérdida de 
nuestra escuadra mandada por D. Juan de Lángara. ^ 

En 12 de junio de 1783 ñrmó el conde de Arandalos prdimina>- 
res de la paz, y es muy digna de leerse la memoria que este sabio 
diplomático escribió á Carlos III sobre aquellos acontecimientos, 
asi como no es mcBíOs notable el articulo 3.° de las iustñic- 
•ciones que el rey dirigía á su consejo que concluye con estas solem- 
nes palabras: < la Francia quiere tenernos bajo su férula , á ñu de 



-^0 ^ 

tponónos en MMridftd de buscar ea ^eUá uní apoyo | nuestra mde« 
ibles. La Francia es nuestra mayor, mas terrible y mas peligrosa 
^enemiga. 1 

Á la muerte del desgraciado Luis XVI accedió Carlos IV á la 
declaración del 20 de mayo* de 1791 en Mantua, y después de haber 
roto con la república fhmcesa por la desgraciada campaña de 17&4, 
tuvo que celebrar la paz de Gampo-Fonüo y reconocer el gabinete 
de Madrid aquella república. 

Siguiéronse después las vergonzosas estipulaciones parala paz de 
Basilea de 22 dé julio dé 1795 ; el convenio en San Ildefonso de 
alianza contra la Inglaterra, de 18 de agosto de 1796, y habiendo la 
Francia obtenido la Luisiana con la condición de que en el caso de 
cesión diese la preferencia á Espafia , fué vendida después por Napo- 
león á los Estados-Unidos, sin hacerse el menor caso del rey de los 



Reclamado por Napoleón el cumplimiento del tratado de San Il« 
defonso , se obligó la Espafia á pagarle un i^ubsidio mensual de 22 
millones, mientras durase la campafia^ y como fruto de tantos sli- 
criñcios y vejaciones, recibimos de la Francia la pérdida de nuestra 
marina en el combate de Trafalgar el 2Í de octubre de 1805. 

En 1807, por el mismo tratado, obligó Napoleón á que la Espafia 
le auxiliase con lo pactado en San Ildefonso , y fué puesto ¿ su dis- 
posición el'ejército mandado por el marqués de la Romana. 

La política de los monarcas franceses ha sido siempre perjudicial 
para los españoles, puesto que aun el mismo Napolepn no desechó 
el pensamiento de colocar en el trono español á un individuo de su 
familia. 

Celebróse, sin oonocimíento del gabinete español, un tratado en 
Fontainebleau el 27 de octubre de 1807 en el que dividieron el 
Portugal; y se permitió después que entrase en España un ejército 
francés, compuesto de 20,000 infantes y 3,000 caballos, sinqjae el 
gobierno notase la tormenta que nos preparaba la perniciosa política 
francesa: diéronse órdenes para que se les dispensase la 'mas cordial 
acogida; y so preteslo de la mayor seguridad para el ejército se apo- 
deraron de las plazas fle San Sebastian, Pamplona, Figueras y Bar- 
celona. . 

Lo ocurrido después con Femando VII y el nombramiento de 
José Bonaparte , corrobora mas la idea de dominación directa ó indi« 
recta que los firanceses en todas épocas y reinados han ejercido ó 
querido ejercer sobre los españoles. 

, Acerca de Luis XVIII , en el fondo de este compendio documen- 
tado hallará descifrazada el lector la idea que impulsó la intervención 
de aquel rey en los años . de 1825, igual iñempre á la de sus anté^ 
cesores Enrique IV ^ Luis XIV y Nappleon. 



Eo cuaiito 9I aetaal rey de les lrM«e*s y M niiiiitm ^^miat^ 

es historia taa oontempoFáñea, ^ ea el di» tan eonoeida ie toclod en 
general, que no necesita ninguna clase de comentarios cutíidp taa 
recientes e»tte los hecbos^ ^4 .«<.»«.• ^ » • 



don la simple esposícion délos citados wtecedentes nos j^eee qite- 
liar suficientemente prendo cubito hemos dicho al prmcipio y direoMS* 
en el fondo de la obra , acerca de lo periMciosas qu6 has sidoá mies» 
tro pais aquellas influeacia», .euyos proyeetos deben ser necesaria'* 
mente hostiles para los españoles ; y qae no guia nuestra pluma el 
ciego eí^iritu é^ partido, sino el honroso eelo por defender nuestra 
nacionalidad é independencia^ y preeaver en este punta de una la- 
mentable sorpresa á las gen^acione» futuras^ 



5¥5a 






HHII 



«cftUü los «^tHBHtttos (le p«rtid«. 



Separado del servicio militar j absolutamente de los negocios políti» 
eos del pais, reducido á ocuparme en la oscuridad de la vida privada 
de asuntos puramente Htenirios, dedicaba mis horas de asueto á exa- 
minar cuantos trabajos estadísticos se han emprendido en España 
desde el siglo XV basta nue«tros dias. Ávido, pues, de estudiar Jodo 
lo escrito sobre esta ciencia, revolvía Ja biblioteca, cuando el destiuo 
6 la caswafidad me deparó un Úbro francés reimpreso en 1844 titu- 
lado: 

COMPENDIO HISTÓBICO DE U ESPASA, 

DESDE 1614-, HASTA ÍA CAMPAÑA DE 182S, POH AbEL-HuGO, AKTIGyO 
OFIGIAI. pE ESTADO MAYOR^ MIEMBRO DE VAJ^IAS SOCifiPAXfS^S CIENTÍFICA» 

X WXERAWIAS^ 

Es imposible formarse una idea^ siquíjera aproximada, de Ip qm 

rsó en mi interior al leer la relación de la dedicatoria, y ^ ver 
primera lámina en la que presentan el arco de la estrella, y (ojm 
trofeos de la Francia, todas las provincias do la patria 4e Mayp.« J 
ú pie de este falso monujnento ]^ siguiente inseripciop: 

lA FRANCIA VUELVE AL RET FERNANDO LAS RIENDAS D£(< GARRO , 
jPdCL ÍST4D0 QUS fl« ym^ V«AlVg|iSAG434^ Di U^YAfi AL ]K)RD9l)KLAJ9Slf9* 

Recordé en aquel momento con dolor las desconsoladoras par- 
la^ # im deiMMM^MMdim^^ escribiendo 



úete$ del pais deciar «la Espafiá se encuentra aletargada y carece de 
bríos para sostener.su nacionalidad.» Sin embaído, dige para mi, 
no es posible que otro español yjiberal mas ó menos avanzado) haya 
podido ver esla obra y dejádóla cbrrer sin impugnarla. No es posi* 
ble tampoco que ningún militar, por cuyas venas circule la sangre 
de los Alfonso I, Femando III y Carlos V ly haya servido, ó sirva 
en los ejércitos que un dia capkanearcmelCid, Pelayo, Yiriato^ 
Sertorio y el graá capitán, leyera esta obra sin rechazarla con todas 
sus, fuerzas como interesado en sostener el buen nombre del ejército 
español: por, desgracia, si han alcanzado á leerla ¿se acabaron en 
nuestro siglo los esmlores militares? ¿dónde estenios Mendozas, 
Garcílaso, Calderón, Lope de Vega, Cervantes, Ercillá, Meló y Ca- 
dalso? ¿se ha deshermanado la índole nacional que hizo temblar al 
coloso del siglo , Napoleón Bonáparte ? En buenhora que la Francia, 
faltando á todes los principios sociales y sirviendo su ejército de ins- 
trumento para cometer la mayor de las tiranías (cual los bárbaros en 
la edad media se entraban en las naciones para auxiliar á los aristó- 
cratas , que eran los menos , con el objeto de apoderarse de cuanto 
tenSan los mas ) erigiese ese falso monumento sobre un lodazal para 
los habitantes de la antigua Galia ; pero es mengua , baldón y vili- 
pendió para los hijosdelanadon ibera, el que esla obra se transmita 
á la posteridad sin ser anatematizada por los españoles. 

Desde aquel instante abandoné los trabajos estadísticos, yá pesar 
de no encontrarme con las disposiciones que estimé necesarias para 
el vasto proyecto de impugnación^ me decidí á emprenderlo, guiado 
por mis sentimientos de ptlro españolismo, y en la confianza de que 
seria auxiliado por todos los buenos ciudadanos. Cuando la patria es 
insultada se acallan los sentinuentos de partido. 

Descose pues , de que al alzarse lo posteridad , virgen de las di- 
mensiones y desturbiós que por el espacio de un siglo han agitado 
nuestro infortunado suelo, juzgue con antecedentes si fué justa 
aquella intervención estpangera en nuestros asuntos interiores , pai^a 
apoyar el partido de los mal contentos con las instituciones que nos 
regían ; demostraré en el curso de la historia , que no pudieron ser 
los franceses conquistadores de un pais en donde fué siempre tan 
fiel el soldado á su bandera, como enemigos de su* libertad algunos 
de los hombres de encumbrada alcurnia; y en donde, sirviéndome de 
las palabras de un diputado francés (i)) yacían aun insepultos en al- 
gunos terrenos de ]a España los huesos de. 300,000 nietos de San 
Luis', que 15 años antes hAbian querido someterla al yugo del cetro 
de hierro, que el decantado guerrero del siglo hizo sentir hasta en 
las glaciales regiones de Moscou. 

> , (1) Mr. Molé,enIal«gi$IaUini del8S5^8e6Íond«86de febrero <fe 18tlS« 



de esta obra é impugaadon documentada» si el opri^úr un pais apo« 
yando una fracción de deáconféntoe ^ue e& todas la» Ufeiooet, ef 
bastante considerable ^ y deddir ea su favor ^la forma de gobiema 
> que le ha de regir, es la línea que traza la justicia , el derecho 4» 
gentes; ó sí fué el mayor acto de despotismo y tirmia cpiesehaco-^ 
metido en etsi^p llamado de la eívilisaoion. )Óhl si los iOO^OOO 
nietos de San Lids hubiesen encontrado i los espafieles unidos, y 
algunos de los gefes ]Nrincipales ná hubieran sido trinsfiígos de laa 
mismas opiniones que los hábim elevado al poder ^ probablemente 
habrían descendido ¿ unirse con su ilustré abuelo ^ el maravillosa 
laboratorio de la naturaleza ; pero iáltó un gobiernjD capa» de henna- 
nar todos los elementos que haina en la sociedad para oponeifse deuodan 
mente á las fuencas intrusas, y solo sirvió para invalidar á los bom- 
bres de influencia en la nación , y anonadando las instituácmes« ellos 
mismos se condenaron al ostracismo que babiánmeieeido. 

Siguiendo, pues, la ilacicMi de mi relato, cre^ que todo espaSol» 
escepto aquellos á quienes favorf^iíeron los franceses con su V€»ida^ 
d^be estar interesado en la circulación de esta obra , pues Á pesar á» 
que si fuera posible el fallecimiento de las^^ naeiones, veríamos hoy 
la nuestra al boide del sepulcro , me queda aun la eq)eranza dé que 
sin tener en cuenta el pertenecer ¿ este ó aquel matiz político, ouandQ 
se trata de naciotídidad y de su defensa debemos todos reanimar la 
abatida patria^ en cuanto sea dable, á fin de qiie nueitfros nietos en 
los siglos venideros nos hagan ia justicia de creef que siempre 'he« 
mos combatido poderosa y dignamente por sostener nuestira indepen* 
.dencia. ' 

Finalizada esta historia, que como dejo dicho irá- tocb docu^ 
mentada , les hombres imparcsales de los demás países conocerán 
de qué parte se. hallaba la razón en la época que .cuestionamos ; cuál 
era entonces el verdadero voto nacional, y cuálealpos sentimientos 
de esa Francia, siempre enemiga del engrandecimiento de la España, 
y causa motriz, principal, de todas sus calamidades y trastoiiios; 

€omo el escribir la historia contemporánea sin b^rir algún amor 
propio, sin ofender alguna susceptibilidad, y sin rebajar alguna alta 
pretensión^ debe ser lo mto diftcil para un historiador que no abriga 
presunción de diplomático , y solo nn corazón puramente nnlitar en 
donde se ha tenido por guia la hmirádez , la sinceridad y la verdad; 
advertiré por lo tanto á mis lectores, que la imparcialidad en la re- 
lación de los hechos que nos atañesí^ , será siempre la que guie mi 
débil pluma, y que estaré pronto á rectificar cualquier estravío de 
ella, tan luego como se pruebe con documentos ó citas verídicas lo 
contrario á lo que arrojan de sí los muchos é interesantes que tengo 
en mi poder » para aclarar la tenebrosa historia de aquellos 9 años. 



f08 para escribir k hiitotUdelawiroiiiieíoiiAB EapafiadeadeclaSoée 
|820liii«ta I8S8, pftr el mavqséi de Mirafloies^y tei^ yo en mi ¡loder 
(A extracto de toa docummtoa de uMée las títd fegiBBmAfmmo^ 
ná del reine d«8de9 deeetubredie 1834 (enqueelgeimaiD.Ffaiieiae^ 
Eg«rfa Qon^no een el marquéi de Mataflorida cpie ae esorftieae ua 
maaifieato sobre el origen de ia Gonstitueion, aus defectos, etc.)lid8ta 
d re^so de Penando Vil á Madrid» y algpaaoa de estos docunen- 
tostoshapuliKeadoelsefiormafqués^ ddbaihdyertir qoefioestiaida*' 
giados de su <Aia; síii raihargo de <pe trádré Ja hmirá Üe seguir k 
epinioa de susafioiia , cuando la emeneolM ea mi eamíoo* 

Otros varios dorameotosi trago exaouaaídos y de no naeoos im^ 
portaneia, para podar vindiear eomplidaaetíto, y oiial oorrespwde al 
hoiMMr espafid, de los uHnjeaque nos baee esa obra franeesa, mw<» 
eUlaiido ed deearo naMottsl; poivpie^rao «er i» deber de todo patria 
cío, y con mu raion da les ^pie faaa sido beMadaí tmi les aufri^mi 
de m$ eonelQdadaBos para oeupar «I alto puesto da representante de 
bi iiaeloa espaftola. Las preocapaeiones poUlieaa oorron^an el eeis^ 
san y el eeieAdiadenlo de los mooaieas y de bA sébdítos. Bl^iiida«» 
daño d^ decir la vendada sm oenel»ibda&os* 

lAia ves comreadda de este deber, «pie qui^o y deseo eo^ir» 
pon^ las almas generases se deseottenée» de los eoeonos por arre» 
baladas pasiones , euando se interesa el honor nacional, íoaogun) 
gozoso eata empresa eeniade en la fuerza de larazen que nosi»iste, 
y ora' me eenanreif los enemigos de las íaslitiieíoaes , ora me atraiga 
a%m<» o^^ y compromisos al eitar pie^onas «qui^ no lo desearsnu 
nada me hará desistir de mi empresa, á fin de que quede rectifteado^ 
cttanlo pueda admitir alguna duda, y eni^ $1 documento antdntico 
pitíra la posteridad, deb partequetouarojaloiJítonipsenladf^^ 
de las insütudones, y las {Mitenoías estrangoras pai» fevordcer la 
frseeion Dantra-Geyolucionaria^ apoyada en totirtoieasAtiT4AUANS4* 

Inmutidde en bu fe pc^tica, emprendo la redaociQ» de esta his^ 
teria que dedioe ni PUISLO ESPAÑOL, del tei«sl be nacido, Y A SU 
EJfiRGIlO; porque eaeo la aoogsüto oon tí aprecio á que se eensi- 
dem aereedor d que en todas oemones se ba naerifieado y dens^na» 
do au sangre ai deie»aa de la raina Aafia babel II y de las instituí 
eíones éeá país. 






Lt FnneíA^ha 8i4o siempre enemiga de U EspftlSa. 



Paiu oponer tm digno y oportuno contraste á la lámina que deja- 
mos indicada , pvesintáftflioiial^ tmtM de eee irise íBomáornt/^p 9» 
como se deja dicho fué levantado sébué lee eiiMentoe de üa lod¿aI 
para la Franda, la lisita de los héroes fñíAc^ cMKfulstttdoret de la 
Italia y que comp invencibles habiaá triunfado eti Lodí, Egipto, Má^- 
rengo, Jena, AusterUs y Wagraa} pero que habiendo áirávesádó le» 
Pirineos, marchitaron sus coroMsi tñuiifalee quedráido prisioneros 
ó derrotados vei^nzosameíAe en todas las proviseiaa de lá moHr- 
quia; muertos ó heridos por pufiados de valientes ei^aifides, 4ftf 
sin gobierno, sin tropas, sin plazas, sin instroccioti, útí eqtápa y 
sin otra cosa que su valor y amor ¿ to ín^l^iidfneia del j^s, les 
hicieron conocer que no es tan fácil dominar el hefoiSBM) áel nhub 
pueblo español, cuando los estna^jerM quk^ef impeAetle I^ei; 
aunque no cuenten paf» oponerse con mas títrincheram^ní&$ ftté$m 
earazones inconquistMÍes par medio deíphmo p del acero. 

Encuentren nuestros hijos este testiittDiiio autitetíce díe indepen- 
dencia y aprendan en las maquinaciones que desde la Imb fiemeiEi 
antigüedad han fraguado loe Nidos de San Luis oaám h Eij^i*; á 
estar mas unidos que lo estamos ^ nuestros dias los hijos de ésta 
trabajada nación 1» y i seguir los sabios consejos de Enrique II (í), 

(1) Enriza 11^ que según la historia murió eif et ifñe 1979; «Mii de m^r 
Utmo á su hijo D. Juan, que fué el primero de este úembre, J le dijór «jsiiiie <e 
•unirás coa la Francia en la liga que quiere formar con motrro dél eieilMr de hs 
»anti-papas, teú entendido que la Ttsñch ím iiio siempre y será enemi^ da h 
'España 7 en todo no llevará otro obieto que el de destruirla paM doenaarkl.» 
Con efecto, por muchas instancias que le hicieroú á B. loan I^ nüaca eairt e» la 
liga ni dejó da obedecer al papa, ni trató con la Francia en m teüade. 



para precaverse de la influencia francesa, porque en ella irá síéínpre 
envuelta la ruina, el escollo, en donde por fuerza ha de fracasar su 
independencia. 

No escribo para un partido determinado : ante todo soy espafiol, 
y español que desea se acerce el dia en que todos seamos tales, des- 
apareciendo las desavenencias y mezquinas rencillas de las cuales se 
aprovechan nuestros enemigos para evitar el que reconozcamos que 
no debemos ser partidarios de esta ó la otra influencia estrangera, 
sino declarados adversarios del despotismo , de sus satélites, y fieles 
defensores de la monarquía é instituciones del pais. 

' Relación alfabética de los principes, mariscales ó generales de di- 
visión del ejército francés, que invadieron el territorio español al 
servicio de Napoleón ; los cuales fueron ó muertos, prisioneros , he- 
ridos ó puestos en vergonzosa fuga en todas las provincias del reino, 
luego que se descubrió la traición alevosa de la Francia, cometida 
elafiode 1808., ^ 

Abftdié/^onero con Dupon ett B«il«i el 19 dejalió M06. . 
AM^, bmdo en tCMhs parles por Miaa. 
Abbovill, balido oía el Palmar y cogídple dos piezas. . 
. Aremberg, príncipe» prisionero en la acción de Arroyo-Molino, 28 octubre 1811. 
. Arnauld, pnsionero con su gefe de E. M. 
Augerau^ mariscal^ duque dñ CastigKone batido én Alva. 
Augereaa hermano, general de brigada,, id. 
Aviil, gobernador de Bilbao, batido en Sornoza. 
Babtir, general. 

Baraguay, d' HiUiers, conde, balido en Guipúzcuapor el Pastor. 
Barbón, prisionero con Dnpont. 
Barric,prisionert) en Ciudad-Rodrigo.' 
Barréis, geíeide brigada. ^ . 

Bertheleíai, batido y herido por Chaleco. 
Baui^hesae^ gefe de brigada; . ^ 

Beaussaih, muerto por los serranos en 1,* marzo 1811.* 
Bellune, prisionero con Védell. 
"Belle, batido y herido por D. Julián, 
lelliard, balido en Madrid» 
Bcdleisler^ pnsionero. ' . . 

Bemuis, edecán de Bonaparle, herido el 17 de junio 1809. ' 
Berthier, mariscal, príncipe de Neuf-Chátel jr Wagran. 
'Bertrand, edecán del emperadot, fué perseguido por Garrion. 
Bessieres, mariscal, duque de Istria, £atido en Navarra y Aragón. 
Bessieresi generala Bridada. 
. Bigarret, batido el 27 de junio 1809. , 

Blanchard, gobernador de Madrid. aí% 

JBonaparle, hecho retirar sobre f^ Ebro en 1808, batido eri TaTavera 1809. 
•Bonnard, general . . . , ^ 

rBonntfwn, general de. brigada» 
Borde Soulljgeoéral,,. 
Boudet, generaU 



— n — 

Bourgeat, general. 
Bourke, general. 

Boursat, general de división, prisionero con Vedeil. 
Bourvier des Eclast^, hei^ido en Salamanca. 
Boyer, gefe de brigada. 
Brayer general (1). 
Brenier; gobernador prisionero. 
Brevier, muerto. 

Brix^ herido en la batalla de Albuhera. 
Bron, general, prisionero en Arroyo-Molino 1511. 
Bronikousky, batido en la Manebá. 
Broussier, gefe de brigada. 

Brouyere^ muerto en la entrada de Madrid, 2 de diciembre 1808. 
Biyet, gefe de brigada. 
Buquet, gefe de brigada. 
B«rm-K-Pol, gefe de brigada. 
Gacault, batido por Laói. 
Gaffarelly, herido en Dueñas. 
Gapitain, gefe de Brigada. 
Gamus, gefe de brigada. 
. Garrier, prisionero en el paso del Duero 19 julio 1812. 
Gariet, prisionero. 
Gasan, gefede brigada. 
Gassy(iuo> prisionero con Vedeil. 
Carrois, prisionero con Vedeil. 
Gaurieincourt, batido en el valle de Orre en Galicia. 
Genarmont, general de artillería^ herido el 3 de diciembre 1808 eu MadritK 
Ghabran, gele de brigada. 
Ghamorin, batido en Cataluña. 

Ghasserau, gefe de brigada. ' 

Ghabert, prisionero en Bailen con Duponl. 
Ghavot, gefe de brigada. • ' 

Cholopiski, gefe de la caballería, herida en la Mancha. 
Ghomier, gefe de brigada. 

Glaperede, batido en Troncóse y herido, 16 noviembre 1810. 
Glaussel , herido en la batalla de Salamanca. 
Glement, gefe de brigada. 
Golbert, muerto en Villafranca. 
Gombelle, gefe de brigada. 
Gompere, gobernador de Zaragoza. 
Gomdate, herido y ttatido por el curaQuiroya^ Galicia. 
Gonrroin, gefe de brigada. 
Garbineaut, gefe de brigada^ 
Connet, héridu en Salamanca. 
Gordignac, gefe de brigada. 
Gorsin, herido cerca de Astorga en 25 agosto 18(1. 
Gorvoisier, general muerto. 

Gonin, gefe de brigada. * ^ 

Gurtois, general prisionero en Bailen. 
Curto, gefe de brigada. 



(i) Los nombres que no Uevan puesto nada tis en razoo á <(ue eran geíes de brigada eu las 
acciones en que han sido batidos, solo se ponen los gefes da división ó genehale» de ellas. 

3 



— ÍS — 

D' Aigremon, general. ■ 

D' Alvikimar, general prisionero. 

D' Arginen, gefe de brigada. 

D' Armagnac, gefe de brigada. 

D' Arrincaud, general sorprendido en el Carrascal. 

Dangier, prisionero en Bailen. 

Daullanne, gefe de brigada. 

Debout^ batido en los llanos /le Sesma. 

Decaen, general de Gatalima. 

Dedon, inspeclor de caballería. 

Delort, gefe de Irigada, sorprendido por el Empecinado. 

Delsunne, prisionero en Castilla la Vieja, 1809. 

Desgrariers, Be4thelol, muel*to en la batalla de Salamanca. 

Desnouttes, muerto en Benavente. 

Dessolles, gefe de brigada. 

Deveaux, herido en Santa Cruz. 

Dijeon, gefe de brigada. 

Dombrowcky, general batido por Chaleco. 

Dorsenne, conde. 

Doucl, batido en el Tajo, 1810. 

Dnoubreton, gefe de brigada, herido en Sangüesa. 

D' Oubril, general prisionero. 

Drouet, conde de Erion, batido por el Empecinado cerca de Ro<Jii i81<^. 

Dubourriel, gefe de brigada. 

Dugos, gefe de brigada . 

Duelos, general batido en las cuevas por Ballesteros. 

Dufom, prisionero con Dupoñt en Bailen. ^ 

Duhesme, general en Cataluña, batido en Berga, febrero I&IO. 

Dulauqui, herido el 27 de junio 1809. . 

Dupegroux, gefe de brigada. 

Dumoneau, gefe de brigada. 

Dumoustier, herido en Dos Hermanas por Mina y batido. 

Dupont, prisionero en Bailen con todo su ejército en Id de julio del a»o 1806, 

por el mvicto general Castaños. 
Duque de Ábranles, batido en Alva y prisionero con su ejároito en Portugal, año 

áe 1809. 
Dubernet, gefe de brigada. 
Eblé, gefe de brigada. 
Eugeni, batido en Somosierra.* 

Exelmans, prisionero en la Mancha en 1808 por los paisanos. 
Exper de la Tour, gefe de brigada. 
Fabrer, general prisionero. 
Faultriers, general prisionero con Dupont en Bailen. 
Ferby, general herido y derrotado por D. Julián Sánchez. 
Ferrey, muerto en la batalla de Salamanca. 
Felipon, prisionero en Badajoz. 
Fontana, gefe de brigada. 
Fouché, gefe de bri^gada. 
Fournier, gefe de brigada, prisionero. 
. Foi, general, herido en Vil'afranca. 
Franceschj, prisionero en Castilla la Vieja, 1809. 
Frere, gefe de brigada. 

Presia, ge fede brigada, prisionera con Dupont. 
Fronte, gefe de brigada. 



— 49 — 

Fromento gefe de brisada. -*^ 

Garbet^ general berido en el Bruc. 

Gardanne, batido.y herido m Ciudad-Rodrigo. 

Gareau, general de división. 

Gace, gefe de brigada. 

Gautier, gefe de brigada, balido en las Mesas en 1811. 

Gazan, conde, general. 

€ÍTAd, berido y balido en Arroyo-Molino, 

Gabert, muerto en el paso del rio de Menjibar en 18 julto 1808. 

Godinot, batido en diferentes ocasiones por Ballesteros. / 

Goure, gefe diB brigada. 

Gouvion Saint Gyr, seneral, en Cataluña. 

Grandivon, general, berido en Albufera. 

Graindorge, muerto en la acción de Buitrago en 1810. 

Gran^eau, gefe de brigada. 

Graniert, sefe de brigada. 

Gratien, «ferrotado en el puerto de Oiol. 

Grouchy, general. 

Gaillot, ffobernador de Figueras, prisioneroon el mismo punto. 

Guy, geie de brigada. 

Habert, gefe de brigada. 

Hadelu, muerio en el sitio de Gerona. 

Hamalinage, sefe de brigada. 

Harispe, conde, batido por Mina. 

Haxo Hénriot, general. 

Hendeiet^ batido en Montejurado el SO de 1800. 

Honsage, batido en Valdérrobles. 

Hormecey^ gefe de brigada. 

Hugo, general de E. M., batido en Alba, 1811. 

Jeanin, gefe de brigada. ' 

Jequieí,' prisionero. 

Jourdan, batiuo en julio de 1809. 

Joubert, prisionero en Bailen. 

Kellerman, prisionero. 

Kellerman, mariscal, duque de 'Yalmy, batido eo Guipúeeua. 

Laborde, general prisionero. 

Lacombe, St. Michel, gefe de brigada. 

Lacere, muerto en el sitio de Zaragoza. 

Laferriere, general. 

Lafontaine. general, herido en Celada. 

Lafonel Blaniac, sobrino de Bonaparte, batido el 29 de iulie i809. 

Lafosse, ^efe de brigada. 

Layarde, gefe de brigada. 

Lagrange, prisionero con Vedell. 

Lahoussage, batido en Galicia en 1809^. 

Lahouski, gefe de brigada. 

L' Allemand, gefe de brigada. 

Lamartiniere, herido en la batalla de Salamanca. 

Lamarque, batido, por Longa, 1810. 

Lanmorendiere, general, batido en la Brújula. 

Lapisse, muerto en la acción de Talayera en 29 de julio 4e 1^9. 

Laplace^ gefe de brigada. 

Laplane, prisionero con Dupont. 

Lannes^ mariscal, duque de Montebello. 



-- 20 — 

Larivois¡ere,^efe de brigada. ^ 

Larrieco, prisionero con Vedell. » 

Lassalle, general, batido el 19 de marzo en las inmediaciones de Maja la. 
Latour Maubourg, general. 
Laval, gefe de brigada. 

Lechi, gefe de brigada. ' 

Leclerc, prisionero. 
^ Lefevre, mariscal, duque de Dántzick> batido sobre Esta cerca de Bioseeo el S9 

de diciembre de 1808. 
Lefot, gefe de brigada. 
Legender, gefe de E. M. prisionero, 
L' Enfonterse, muerto por Mina. 
Lepie, gefe de brigada. 
Lery, conde, general de ingenieros. 

Lojjré, gefe de brigada. . , ' 

Loison, prisionero. 
Lorcet, batido por Longa. 
Lorge, batido' en Vigo. 

Lorpe« herido y derrotado por el partidario Corazón. 
Lucotte, gefe de brigada. 
Macdonald, mariscal, duque de Tarento. 
Malher^ muerto en Yalladolid. 
Marchando gefe de brigada. 
Varescott, prisionero. 

Marisy, batido en las mesetas de Larones, 
Harmont, mariscal, duque de Rftgusa , batido en la acción de Salamanca el Üi 

de julio de 1812, por el invicto duque de Ciudad-Rodrigo. 
Massena, mariscal, príncipe de Esling, batido sobre el Duero en las inmediación 
nesde Salamanca. 

Mancune, gefe de brigada. 

Manpelit, gefe de brigada. 
, Maurice Matieu, seíe de brigada. 

Hazzuchely, herido el 25 de agosto 1810 por los paisanos en Tronco*negro. 

Meinin, gefe de brigada. 

Mehe, herido en la batalla de Salamanca. 

Herle, batido en el valle de Quiroga. 

Merlin, gefe de brigada, 

Merment, batido por Noreña en el puente de San Payo. 

Mermet, herido y derrotado en Asturias, 1810. 

Mesclop, gefe de brigada. 

Mensuier, gefe de brigada. 

Mühand, batido por Ballesteros, i 

Millo Benwitz, batido por Cuesta. ' 

Mocan, gefe de brigada. 
. Mocquery, gefe de brigada. 

Molitor, general. 

Mommaire, batido por Mina, 

Mumpuix, gefe de brigada. 

Moncey, mariscal, du^ue de Comegliano, batido en Valencia. 

Montbrun, gefe de brigada. 

Mopox, gefe ^e brigada. 

Morgant, herido en la Hestosa. 

Morlot, gefe de brigada. 

Morle, batido en Cobay, 



Mortier^ marísoal^ duque deTreyiso^ batido el 9 de enero por |f4s tropí» qué 

mandaba Mendbabal. 
Mortier, sobrino, batido en el mismo punto. 
Mouthon^ batído en Estremadura por Mendizabal, 
Murat, duque de Berg. 
Musnier, gefe de brigada. 
Nasan, general. 
Ney, mariscal, duque duque de Elchingen, batido en el Vierzo el 30 de maye 

de 1808 por el célebre marquesde la Romana. 
Noirot, gefe dé brigada. , ' 

Nourrit, gefe de bngada. ' 

.Ornano, conde, batído^r D. Julián. 
Palombini, prisionero. 

Paris^ muerto en la batalla de Ocaña en 1809. ^ 

Paris, herido en la acción de Pujol el 25 de octubre 18U. 
Pacheux, gefe de brigada. 

Pepin, muertv en la batalla de Albuhera el 10 de mayo 1811. 
Pignattelli Pilliet, muerto. . . 

Pinnoteau, cefe de brigada. 

Pino, gefe de brigada. , • 

Pinssot, prisionero. 
Poucet, gefe de brigada. 
Preux, prisionero en Guadalajara. 
Pritfet, prisionero. 

Pre^)onl batido por Ballesteros en 19 de marzo 1810. 
Quemel, gefe de brigada* 
Quiot, gefe de brigada. 
Re^nier, conde, batido en Estremadurá. 
Reilte, conde. 

Remond, prisionero en Astorga. , ^ 

Rey, batido de continuo por Ballesteros. 
Regnand, prisionero cerca de Ciudad-Rodrigo por D. Julián. 
Ricard, prisionero. 

Rignoux, gefe de brigada. . * . 

Robert, gefe de brigada. 
Roehambeau, batido en Dos Eermanas. 
fto()uiat, general. \ > . 

Roice, prisionero, h 

Rou^uer, prisionero en la Puebla de Sanattfia, agosto ISIQ. 
Rossilli, prisionero en Cádiz eon la escuadra de que era Almirante. 
Rotembourg, gefe de brigada. * 

Ronyer, prisionero, 

Rousseau, Chandron, muerto en la batalla deChielana. 
Roffin, prisionero, 
Ruti, gcperal de artillería. 

Saval, prisionero. ' , 

Saín t-Cyr-Hughes, gefe de brigada. 
Sainte-Cruix, muerto en el Tajó. 
Saint-Geriié, gefe de brigada. - . , • 
Salm-Kirbourg, príncipe, prisionero en Cataluña, 
Samet, batido por el marqués de la Romana. 
Savary, duque de Robigo. ' 
Schralnm, prisionero. 
Schwart, prisionero por O' Donell. 



— n — 

Sebastiani, conde, batido en Estremadinra en 1809 y en Andatücía par Ba- 
llesteros. 

Semelet, gefe de brigada. 

Senairoon^ muerto en frente de h tsta de León eon dos ayodantea f veinte j dos 
soldados que le acompañaban. 

Seras^ gefe de brisada. 

Severoli, ^efe de brigada. 

Simón, prisionero. 

Solignac, batido en la Rioja por éi Marqnesito. 

Souberbie, gefe de brigada. 

Souban, geíe de brigada. 

Soult, mariscal, duque de Dalmacia, batido en ViHafreneii, enero 4« 1809 y en 
otros varios puntos. 

SoucheC, Mariscal, d jque de la Albufera. 

Taupin, gefe de brigada. 

Tbibauít, muerto. 

Toubernot, f;efe de brigada. 

Tomieres, muerto en la batalla de Salamanca. 

Toussaint, gefe de brigada. 

Treillard, balido en San Llórente. 

Traelsso, general balido en Aragón. 

Tylly, gefe de bridada. 

Yalaze^ gefe de brigada. 

Yalee, gefe de i)ri(pda . 

ValencC; general de cabaHerfa. 

Valleteaux, muerto en Asturias en la acción de 28 de junio 1811. 

Veaudermasen. 

Yedelle, prisionero en Badajoz. 

Verdier, general. 

Verle, muerto en la batalla de Albuhera. 

Venes general. 

Yialannes, batido y herido en las inmediaciones de Lugo eñ 1810. 

Vicheri, gefe de bricada. 

Villantrois, gefe de brigada. 

Wattier,. gefe de brigada. 

Victor, mariscal duque de Belluno, batido junto Alcántara en mayo de 1809 y en 
Talayera ¿9 de julio del mismo año. 

Villemon, prisionero. 

Villatte, herido en Chidana el 6 de marzo. 

Issembourg, principe, herido en el puerto de Béfate. 

Respecto á la clase de coroneles hasta soldados, será suficiente 
repetir lo que dice Mr. Roca, coronel de caballería francés, caballero 
de la Legión de Honor, en sus memorias sobre la^guerra díe Españit, 
página 267. 

c Nuestro regreso á Francia se hacia por destacamentos, pues los 
^batallones, los regimientos enteros reducidos á sus cuadros, es 
i decir, á algunos hombres solamente, llevaban tristemente sus águb- 
»las y sus banderas para ir á reclutar á Francia, á Italia, á Suiza, á 
• Alemania y á Polonia. » 

La España en aquella época, á pesar de hallarse desprovista ab- 
solutamente de todo, é invadida del uno al otro estremo^ luchó sto 



— Í8 — 

eeflsr por espaeio áe seis itfios, aumentándose so entosnsBM^ ¿ ¡mn 
porción que le hacia indispensable una serie de reveses ; pero como 
la fuerza real de los estados, no reside tanto en el poder délos ejér- 
citos delinea, como en el sentimiento patriótico y poUtico, bastante 
podei'oso para interesar á todos los individuos de la nación en la 
causa pública, del mismo modo que si fuese en la suya propia; uni- 
dos los españoles por unos mismos sentimientos, fueron la' roca de 
bronce en que se estrelló el poder de Napoleón. ¡Ojalá llegue pronto 
un dia que volviendo á despertar de su letargo el sentimiento patrió-^ 
tico que nos libertó del tirano de la Europa , seamos dueños de nos- 
otros mismos, y rodeados de españoles verdaderos que no obedez* 
can á estranas influencias, veamos tal vez opdear de nuevo el 
pabellón español, sobre los muros que sostuvieron el estandarte 
triunfador de Gárloá V. 



— ií- 

' ■ ' ^ I ■ ' ■ 



PREFACIO m. EDITOR FRAHGBS. 



La Cltima guerra de España reunió, bajo un mismo estandarte, 
los campeones de todos nuestros ejércitos que las desgracias de la 
íevolucion hablan , poco ha, colocado bajo distintas banderas. Esta 
fusión gloriosa debe satisfacer á todos los corazones franceses; sin 
duda se hubiera obrado en el momento del peligro sobre el suelo 
patrio invadido por un enemigo conquistador; pero ha sido mucho me- 
jor el que haya tenido lugar sobre nna tierra estrangera en presencia 
de un enemigo vencido. 

Los nuevas soldados se han mostrado dignos de los antiguos, 
como estos ló hablan sido desús mayores. La Francia puede gloriarse 
hoy igualmente delante de sus amigos y enemigos de los héroes de 
Fontenoy, de Auslerliz y del Trocadero. 

La gloria de nuestros soldados de todos los tiempos es siempre 
la de la Francia. Después de haber reunido los trofeos de los ejérci- 
tos franceses ,« después de haber levantado un monumento á sus vic- 
tOFias, seria dejar el edificio incompleto no comprendiendo en ellos 
una campaña que tan distinguida ha sido por los acontecimientos. 

La obra que publicamos, está destinada á servir de suplemento 
y complemento á nuestra gran colección de trofeos. Nada hemos 
omitido ¿ fin de que sea digna de su objeto. 

Contiene la esposicion de los sucesos políticos qué han dado tanto 
interés á las operaciones del ejército de los Pirineos. Hace conocer la 
causa de la guerra y sus consecuencias inmediatas. Ofrece sucesiva- 
mente á los lectores la historia de España desde 1814, la revolución 
de la isla de León, los actos solemnes del congreso de Yerona, los 
debates parlamentarios que precedieron en Francia á la inaugumcion 
de la campaña, la marcha rápida y triunfante del principe generalí-^ 
simo , los combates activos y repetidos del ejército del antiguo y res- 
petable mariscal Moncey, las sabias maniobras estratégicas del gene- 
ral Mulitor, la espedicion aguerrida y victoriosa de la división del 
general Dourck, las discusiones de las Cortes de Madiid, Sevilla y 
Cádiz, la contra-revolución de Portugal, la libertad de Femando , y 
en fin, el regreso del principe libertador á París. Este trabajo está 
acompañado de notas sobre el carácter y costumbres del pueblo es- 
pañol, y de una biografía de los generales, oficiales y soldados que 
mas se distinguieron en la campaña. 

Lefüel. 



— K — 



PROLOGO. 



Los principes se creen interesados en la ob* 
eecRcion de sus subditos, con el objeto de dafiar* 
les impiinemente y de descargar sus golpes crue- 
les sobre los vasallos; y entonces, semejante á * 
una tropa indisciplinada, las naciones luchan sin 
orden, se destruyen á si mismas sin ningún fru- 
to, y los tiranos sucumben sin que ul tiranía 
perezca. 



Varias fueron las causas c|ue produjeron en 1825 el triunfo de la 
Francia que tai» decantado es en la obra que se refuta. Induda* 
blemente la principal de ellas fué la defección de los gefes superio- 
res de los tres cuerpos de ejército que con mas energía debian obrar 
contra las tropas invasoras, siguiéndole la ninguna libertad que te- 
nia el gobierno para obrar, en razón á que un poder invisible era el 
que dirigía los asuntos del Estado. Guando los que se hallan á la ca- 
beza de la administración y dirección de los negocios públicos es- 
tán supeditados á influencias irresponsables, sus actos no producen 
otra cosa, por muy arraigada que esté la causa que aparentan soste- 
ner, que la decadencia de su importancia. Las influencias irrespon- 
sables siempre son tiránicas y caprichosas, y aunque de ordinario 
vienen á postrar la nación en el raas lánguido abatimiento , hasta 
que un día, cansada de sufrir, toca en los límites de la desespera- 
ción , y levantándose eiguida como un solo cuerpo termina en 
aquel instante su padecer, librándose de ellas por medio de un sa- 
cudimiento ; semejante término no pudo tener lugar en aquella época 
por las razones que se espondrán á continuación. 

En *823 , la nación no tenia suficientes fuerzas en sí para luchar 
€onU^ la cabeza principal del reino, que no se conformaba con el 
sistema constitucional; contra los que lan mal dirigían la nave del Estado 
por influencias de las sociedades secretas; contra los gefes encarga- 
dos de los ejéit5Ítos que no cumplían con la misión que les estaba 
conferida; contra una parte de la nobleza que impulsaba á los des- 
contentos^ organízándolos en un cuerpo de ejército; contra [laspo- 
tencias absolutas de la Europa; contra un clero desapiadado é into- 
lerante que vía desaparecer el r^men fanático que tantos siglos se 

4 



Irábiá sostenido en la nación espafioh,^ y contra los den mñmaos ék 
San Luis que capitaneaba el héroe de la Broma: así fué que á pesar 
del espíritu del siglo , del ardor con que la Milicia de varios pueblos 
se arrojó al campo para combatir á los enemigos de la libertad, y de 
los esfuerzos que hicierpa I^ dij^utacionfi&jffiovinciales para organi- 
zar los batallones de 9«^iiiMii)^s; üa pufloi^btenerse resultado al- 
guno favorable ; porque los generales en cuyos ejércitos ingresaban 
el mayor número de estas fuerzas, los unos estaban de acuerdo con 
el rey, los otros con los franceses, y todos ellos iban abandonando los 
terrenos en que debían combatir» apagando el entusiasmo de la juven* 
tttd, desmoralizando Iss trepas sometidas á su cuidado, y desvirtuan- 
do toda sublimidad patriótica que se les presentaba. Con una contra tan 
swperior á los esfuerzos de la nadon, no pudo levantarse, erguida 
como un solo hombre, y tuvo que sucumbir bajo el peso de la intriga, 
de la defección y de la tiranía. 

Estos, y otros que se espondrán, fueron los hechos positivos que 
mediaron para la terminación delsistema<)onstitucionalen la segunda 
^)oea, que tal vez por asaz contemporáneos, no se hayan Hjado de 
una manera evidente y comprobada á fin de puhlicar la historia de 
Espafia durante los seis años de perseciieíoBes, y los tres de inoom^ 
pleta libertad. Mas sin embargo de que esta ocupación hubiera sido 
mas propia de im Uterate de profesión que no de quien ha patódo 
los mas preciosos dias de su vida en tos campamentos , las razoaes 
que espusimos en la introducción, los vaivenes políticos y videntos 
que estamos presenciando, y la semejanza que va tomando la situa- 
ción presente con que la referimos, nos ha impulsado á eseríbir la 
historia de los nueve afíos para que los ciudadanos de todos los ma^ 
tices políticos traduzcan las promesas y halagos de muchos hombres 
en aquella época hasta que lograron sus deseos; y la venganza, la 
persecución, los atropellos que se cometieron después, faltando ala 
fé de los convenios y áks mas solemnes protestas, contra los honra** 
dos espafioles, que tal vez guiados de la mas sana intención y era- 
yendo coadyuvar ¿ la tranquilidad de la nación, contribuyeron 
en \%iZ á presentar como enemigos del trono á los que entonces 
suponían mas avanzados en política; Este ha sido stempre el error 
general en los partidos atrasados, ó armas de que se han valido para 
alejar de la corona todo afecto hacia los hombres mas libres en sus 
opiniones. Para comprobar la falsedad ó calumnia de los partidos re* 
trógados pondremos por ejemplo la xxMíducta de los liberales mas 
avanzados , cuales fueron los legisladores de Cádiz , á quienes apelli- 
daron jacobinos; que reducido su poder al estrecho círculo de aque^ 
lia dudad; prisionero el rey y en una nación estrangeora, sin espe- 
ranza de que volviese á Et^afia ; estando la {daza bajo las bon^s 
enemigas; exhausta de recursos;, y oMtaada solo coa la unidad da 



opmioD; réoonacieron siempre y \ proclamaron m todas ocasionea i' 
su rey Ferhaiido VII de Borben, l^itímo heredera del trono délos . 
AUbwos y Fernandos ¿si hubiesen isido enemigos del trono , hubie*-* 
ran despreciado una ocasión tan favorable? ¡Cuántas comparaciones 
se ofrecen á,nuesta*a imaginación al trazar estas sentadas lineas en la 
estveehe2 de nuestro bufete I |Qué útiles lecciones para los pueblos y 
para los partidos!... ¡Pluguiera al cielo que el contenido de estatus- 
torÍA estuviese impreso en la memoria de todos los hombreado parti** 
do^ y priMipdmente en algunos de los que hoy ocupan el poder , qm 
tmieado parte activa en ocurrencias pasadas , se vier(m preoísédos ár 
abandonar el suelo de la patria!.... « 

Sigttieado la España en el estado á que hoy se encuentra redu^ 
cida , careciendo de un gobierno capaz de hermanar todos los partid 
doseft la esfera de lo posible, y habiendo tenido solo una anarquía^ 
guberoaÜTE en todas las fracciones que han arribado al poder , parof 
mas dbseacadenada en estos últimos tiempos , eamina paso á paao al 
aaíquilamtento y á ser el Juguete de laademas^ nacionesjiitennno se 
presente un gobierno que reúna los buenos elementos que hay despar*' 
ramados en la sociedad, pues nuestra España, pü^ elevarse al nivel 
de las démas naciones, solo necesita gc^ierno, y no ese gobierno de 
fracciones, sino gobierno de justicia que respete los deredios de la 
sociedad , que haga sentir la ley en cualquiera clase que la infrinja; 
gobierno de moralidad y de ejemplo para sus suboi'dinddos , y que 
juzgue ¿ todos los ciudadanos como españoles y no como pertene-* 
cientes á esta 6 la otra comunión poUtica. De esta sola manera puede 
reanimarse el espíritu nacional que tan abatido se encuentra; por 
este sob medio puede evitarse la reacción que indudablemente ha de 
llegar en cualquier sentido; y téngase presente que si ))ien las reae- 
cioiies violentas que hemos presenciado en nuestros días, por for- 
tuna no han ádo sanguinarias, témase fundadamente el dia en que^ 
seguñ el estado de irritabilidad de las pasiontís en todos sentidos 
políticos, apaiiezca esa reacción terrible^ porquf^ indudablemente, y 
plegué áDtos nos equivoquemos, serán salpi^bados con sangi'c los^ 
mdes. de miestra historia. 

kivoluntariaii^enté nos encontramos sepat* ados del objeto princi**^ 
pal que nos propusimos y esperamos de la bf /mevolencia de nuestrot 
leetarea «e survhn dispensamos ésta leve dig^^twion. 

Vdveremos, pues^ á nuestro objeta, de seendiendo desde 1814' 
al.año de 1820, bosquejando el gobierna de^ la célebre camarilla quor 
tenia engañado al^nonarca, y que consif^ia' «n perseguir, aniquilar, 
destruir, esterminar toda idea de lo bueno , «echando á la nacioirpor 
cualquier sendero que no fuera el de las \\mm y felicidad para ella;: 
y ea oposicioo enter» contra todo iBstinta/ ^eroso como con todo 
údpiiIspiixMeiHwI; pem el resubedo d« ^ jq«^ ciase de gobienuí fo 



— J8 — 

hemos de tocar en el hecho siguiente. Una parte del ejército se pro-* 
nuncio en las Cabezas de San Juan, pasando á la ciudad de Arcos y 
arrestando en ella al general en gefe, conde de Calderón : el gobierno 
reemplázale con otro de toda su confianza, cual era D. Manuel Freyre, 
á quien concedió las mas omnímodas facultades para que con- 
batiese la que suponía insurrección; mas la probidad y honradez del 
ultra-ordenancista general Freyre, cuya memoria debe ser grata á 
los buenos españoles, 'no le permitió verla como tal, sino como 
efecto del estado á que los actos del gobierno hablan reducido al pais 
y al ejército. Las disposiciones de tan benemérito gele no fueron 
hostiles , porque repugnaba á su corazón puramente nacional comba- 
tir contra la razón y la justicia. Así lo espresó" en una reverente es- 
posicion que dirigió al gobierno de Madrid, el que como habia desa- 
catado y atropellado todo sentimiento de moral pública, no encon- 
traba quien se pusiera de su parte, ni contaba con mas amigos que 
los que rodeaban al monarca, que no suelen ser los mas bailes en 
los casos fortuitos, y casi unánimes los hombres de valer en las pro«- 
vindas volvieron las e^ipaldas al opresor gobierno de la corte. 

Nuestro estado actual pudiera asemejarse en parte al de aquella 
misma lucha encubierta, y ojalá que la Providencia acomese be- 
nigna inspirando á los consejeros, de la corona los medios mas útiles 
y ansiados para la tranquilidad de nuestra lacerada patria. 

Los franceses reunieron bajo su estsindarte, en 1823, los cam- 
peones de todos los ejércitos que las desgracias de la revolución ha- 
blan colocado bajo distintas bíinderas , y el poder absoluto creyó ser 
suficiente para dominar el pais que habia gozado libertad por espacio 
de algunos años; perc la lima sorda del descontento del pueblo fué 
aserrando la cadena que le ligaba , hasta que rota hizo se desplomara 
el trono de Carlos X y entrase otro de la familia que concedía mas 
garantías de libertad á los ciudadanos: el tirano sucumbió en la lu- 
cjia ; mas no pereciCi la tiranía. 

Los gobiernos que se'apoyan en los ejércitos para hacer obedecer 
el desenfreno de sus pasiones, tienen por un efecto natural, que des- 
plomarse y quedar envueltos en su ruina, porque mas tarde ó mas 
temprano los hombres de armas vienen á recordar que son hijos del 
pueblo. 

Las conspiraciones ele los absolutistas en 1823 ; los estragos de 
la anarquía de aquella nAisma época en que el triunfo de la cinta 
verde ó morada era el soto objsto de las intrigas entre los liberales, cwno 
lo era entre el partido apostólico aprovecharse desaquellas desave- 
nencias que mas y mas hacían «crecerla cabeza del Estado; reduge- 
ron el pms á la situación naas violenta en que ha podido encontrara 
la nación española. Uegó por fin el terrible día del desengaño, la 
cinta inorada, á quien la FVancia teda ofrecido su zpojo jMura éarle 



— w — 

después una participación en los negocios públicos, fué cediendo el 
terreno á los franceses, hasta el punto en que debia verificar su ca- 
pitulación; pero celebrado este pacto solemne y diseminadas las fuer- * 
zas, fué nulo y de ninguq valor. La cinta verde, que contando con 
el auxilio de la Inglaterra, contestó á las potencias del Norte lo que 
cumplía al impulso y cábállerosío decero eápañol, se vio después 
abandonada á sus propias fuerzas á pesar de lo ofrecido por sir A Gour 
y lor Somerset, y los esfuerzos de los partidarios de ella fueron inú- 
tiles en todos los ámbitos de la monarquía. La suerte de ios Nacio- 
nales que siguieron á Ballesteros fué la mas desgraciada: la de los 
que acompañaron á Riego lo fué también, con la sola diferencia que 
estos sucumbieron peleando con las armas en la mano, y aquellos al 
cansancio de las marchas continuadas, sin hacer otro fuego que el 
suficiente para aparentar que se sostenian aquellas retiradas sin cuento. 
Los unos y los otros quedaron vencidos por el engaño de las influen- 
cias estrangeras , luego ¿por qué se han de someter los gobiernos á 
esas influencias tan dañosas y perjudiciales en todos tiempos? ¿ por- 
qué no ha de Ser puramente español el pcj^samiento del poder, en- 
trando en el rumbo que le marca la equidad y la justicia? Conclu- 
yanse las teorías, conózcase él resultado de lo pasado, preséntense • 
pensamientos prácticos ;y entonces! se confundirá la revolución, se- 
remos todos españoles, quQ contribuyendo al apoyo y sosten del go- 
bierne , le daremos la suficiente fuerza para que sumerja la anarquía 
en la impotencia. ' 

j Ah! si concluyera un dia esa lucha que se va im^roduciendo 
entre la aristocracia y el pueblo ; si se concediese al puA^lo sus de- 
rechos políticos; si se aliviasen las contribuciones que peinan sobre 
él; si fuera mas limitada la ariistocrácia finailiciera que empieza á 
oponerse á que mejore su suerte la clase proletaria, y se si¿?uiese el 
movimiento progresivo de la época ; entonces volvería la E.spaña á 
su antiguo esplendor. El ministerio, que tal era de felicidad propor- 
cionase, encontraría el agradecimiento de la. patria, si no en la pre- 
senté época de ingratitiKles> en la justa página de laposteríd^ad. 

• NOTA. 
Según el prefacio del editor francés, conocerá el lector que en el re Jalo de su 
historia tratará de todus los asuntos pertenecientes á los seis años y á la segunda 
época coústituciúnaL Al tedaetar la historia deEspafia desde 1814 has .tala vuelta 
delononarca á Madrid, refutando al mismo tiempo los insultos que- é ungen á la 
hidalga nación española y á su valiente y denodado ejército, ruego . ¿i mis con- 
ciudadanos se sirvan juzgar indulgentemente cualquiera desliz oratori . o( jue pudie- 
ran encontrar, no violentándome, confesando que al escribir no me. ín ipulsa otra 
ambición que la de consignar los hechos históricos con el fiuvante; áor mente in- 
dicado, y el de ociuparme en ser útil á mi patria , dilucidando oue? ,tioa de tamo 
interés para el honor español ; viéndome sobradamente satisfecho, si co nsigo eor 
salzar debidamente á aquella y contribuir, aunque en mínimo lugar ;^ are aiünoiaf la 
postración de nuestra nacionalidad. 



■*« 3lít -^ 



EN 1923, 



SBÑOE: 

!,• ÜM. rebelión militar habia trastornado d trwo elevado por 
^^. ^^^nde eu España; im Borbon gema eo opresíoü acosado 
por fracciones; ol contagio de la anarquía amenazalia á la sociedad 
entera; gefe do la augusta estirpe de Enrique IV, V. M. no podia 
permanecer i/idiferente á las desgi-acias de Femando, á los peli0roa 
de to Franckiy de laEuropa. 

2. Det^ués de haber iateotado todos'los medios posibles , aun- 
que en vaiv j^ para conservar la paz que su reino reparador habiadada 
a la ^patria ; en su aba sabiduría, en su profunda previsión ^ V. M. 
r^^lviólí i guerra. 

^. > ^ su voz, un eferclhi valeroso y fiel, despreciando las eo- 
oardes i; atínuacioaes de la revolución , s« l»z6 eon ardor bf¿o el 
estanííiajf te sin mancha; guiado por el héroe de iaDroma, por elprínci- 
P^ C|«e, vuestros pueblos, así eomo vuestro corazón, admiran en 
^^-sftpo \ \ijo para destniir á los revoltosos: por do quiera su disciplina 
y su v^éir han justificado la coiifianza con que V. M. le habia hon- 

^-"^ £1 Kos de San Luis no permitió que el éutode la mas justa 
«a las ett):pi resas fuese un momento dudoso.... la victoria reportó la 
pa^gtrcíse an^^elaba. 

^•* I a\ "Suroga apaciguada, así como la España libertada, bendi- 

c^n con í loájo- tros el nombre de nuestro rey. EHas deberán su ulterior 

^^posoá e9(a misma Francia que las habia asombrado tanto tiempo 

^^^^ esf pecíá» "^^^ ^^ sus discordias civiles , antes que la sabiduría 

^ ^^M. , celta ^^ ^^ abismo de las revolttciiaaes qu^ tan bruscamente 



Rabian hecho sentir el peso de sus armas , y antes que V. M. pres- 
tase su formidable apoyo á la religión y á 'los tronos , bases eternas 
del orden social. . ^ 

6.* Es ya una dulce necesidad para los franceses el bosquejar 
acontecimientos tan gloriosos. Dignándose Y. M. permitirnos colocar 
bajo sus auspicios el traMjir IflljMRrfWMbos emprendido; Y. M. 
nos habrá recompensado sobrídainienle para que conservemos una 
gratitud eterna á la acogida de nuestros desvelos. 

SEÑOR 

Somos» €oa el mas piK)fttado respeto, los mas humildes y fieles ser- 
vidores de Y. M. 

Abel Hugo, Conche é fik. 



— « — 




liOf eneraigot de la verdad, los fautores de los 
abusos afectan siempK ser amigos del reposq 
de las naciones, y temen que los pueblos se 
desengañen , es decir , que sean racionales y 
buenos; pero este temor es una quimera. Las 
luces propenden continuamente á mejorar las 
costumbres y á destruir el imperio de la vio^ 
leneia. 

IVTBIAL. 



1.* Cansados íos espafioles de sufrir la tiranía de las comisiones 
especiales nombradas por Femando Yll para encausar á los libera- 
les después de su venida en 1814 ; los desórdenes de la administra- 
ción, los desafueros, las delaciones, acusaciones é intolerancia de la 
camarilla que dominaba , empezaron á unir á los hombres honrados 
con el objeto de hacer ver al monarca la tortuosa marcha de su go- 
bierno, que solo producía un descontento'general; empero las gradas 
del trono estaban cubiertas para los que no fuesen de la comunión 
apostólica dominante. En tan lamentable situación, y no encontrando 
quien oyese sus quejas , comenzaron los pueblos á significar su dis- 
gusto con hechos que debian haber llamado la atención del monarca. 
El ejército, que se veia necesitado, desatendido y ultrajado, porque 
solo se premiaba á los ineptos partidarios de la opinión domiQante en 
el palacio, ó á los que desembolsaban su oro por los empleos ó desti- 
nos , fué el primero que se presentó en la demanda con las armas en 
la mano en Galicia y Cataluña, siguiéndole después Madrid y Va- 
lencia. Triunfante el gobierno de estas conmociones , no trató de re- 
formar aquel sistema á pesar de que conocía su precaria- posición en 
la Península, y en las posesiones de Ultramar, en donde por su im- 
previsión y falta de política habia comprometido la suerte de núes- 
tras armas, si no es que mandó prepai*ar una segunda espedicion 
para aquellas posesiones con dos determinados objetos. l.^'Con el de 
ver si podia reconquistar el pais que habia perdido por sus errores. 
2.* Con el de alejar de nuestro suelo las fuerzas que podían mas d« 



-•8- 

eerca «mevftoarte. Xwt m hÜbiMñ tramenrrido einco años q«e habia 
marchado la anterior espedicion, y de público se sabia las desgracias 
que hablan tenido que sufrir en aquella regiones, y que son conse- 
cuentes á los ejércitos opresores en lo» paises que desean ser libres. 
La impericia de aquel gobierno está demostrada con solo la reunión' 
^e tropas para la espedicion, porque sus^ resultas debian ser las mis- 
mas que dicta la sana razón, al reunir sobre un punto los mas inte^ 
rosados en la conservación del pais y de sus propias sidas ; asi que 
«reunidos los cuerpos, pusieron en práctica lo que no podian hacer 
diseminados , es decir , no una rebelión milüar para trastornar el 
trono elevado por Luis el Grande (1) , sino un acto enérgico para 
darle á conocer, al Borbon que le ocupaba , que si tan querido habia 
sido por los españoles durante su cautiverio, los hombres que le ro- 
deaban iban haciendo sentir demasiado el peso de su reinado; y que 
el p^eUo y el e)ército deseaban se pusiese en práctica aquel sistema, 
bajo el cual se había combatido gloriosamente al inmenso poder de 
Napoleón^ vencedor en Italia , en el Danubio , en Elba y en el Nie- 
men; y que á pesar de haber reunido bajo su bandera á los italianos, 
polacos, suecos, holandeses, sajones, bávaros y demás pueblos 
guerreros de la, confederación del Rhin ; no solo qaeáó s^dvada la 
España, sino es que á sus resultas lo fué también la Europa. No 
puede creerse que entre aquel sistema y el de las injusticias, abusos 
del poder y demás vergonzosas pasiones de la corte en la época que 
se refiere , podía caber duda en la elección ; así fué que los mas pu^ 
rítanos ordenancistas, santificaron aquel acto grandioso como uno de 
los que en épocas determinas suelen ejercer los ejércitos que no son 
de SUÍ90S ó de aventurero^, y que solo sirven para la defensa de 
Iq? pueblos, y no para oprimirlos. El ejército que se conduzca siem* 
pre de aquel modo, deberá mereeer en todos tiempos bien de su pa- 
tria. No. debe, pues, llamarse rebelión la de la Isla, debe tenerse 
por el hecho grandioso que mereció mas celebridad entre las nació* 



(1) El trono de las Españas fué elevado por Í)oña Isabel y D. Fernando los 
Calólicos: Doña I^bei eosleó la espedicion de m Amérícas, y D. Fecnando en 151S x 
unió la corona de Navarra á la de Aragón, destronando á Juan de J^brit. En 1516, 
por fallecimiento de D. Fernando, rey de Aragón, recibió en herencia Doña Juana ' 
^conocida por la loca) la corona de aquellos reinos, Este es el origen del trono 
de las Españas. En 1701), á resultas de la muerte de Garlos II, el titulado Luis el 
Grande, ó sea Luís XIV, formó las intrigas mas macruiavélicas que coustanlemenie 
ha 3ostenido aquel pais contra nosotiK)B, para iatrocíuGir ea i£spaña su rama, abo- 
liend j la de Austria^ así fué que hizo coronar en Versalles como rey de España á 
su nieto el duque de Anjou , que coronado por segunda vez en España, tomó el 
nombre de F^ipe V. Fueron tales las intrigas de Luis XIV« que el mismo duque 
se reaintió á admitir la corona, llegando á tal estremo iu rtyi^ymwia^ qu» aa 
cuanto tuyo sucesión la abdicó (172^>mt9U.bii/olMf It 



— 8t — 

nes cultas y que hizo temblar á los gobiernos que tiraniíaban la ^ 
suya. Estos eran los peligros de la Francia y déla Europa. 

2.** La Santa Alianza habia condenado en el congreso de trop- 
pan los sistemas constitucionales ; los timnos del Norte no podían 
estar conformes con que hubiera pueblos en el continente , que tu- 
viesen participación en la formación de la? leyes, y que solicitasen 
I4 emancipación poli tica de sus tutelas. Reunióse después en Leibach 
y se decretó la destrucción á mano armada del sistema constitucio- 
nal que se hablan dado los reinos de Ñapóles y el Piamonte, man- 
dando un ejército á las órdenes del general Frimon, para que repu- 
siesen al rey en todos los derechos que ellos pretendían tener^ sobre 
los pueblos. A la siguiente reunión, que fué en Verona, se fulminó 
el anatema contra la Constitución española, sin haber intentado otro 
medio para conservar la paz, que el de la amenaza, la manifestación 
de su descontento por haber querido España darse las leyes quedas 
le convenían, y la orden á la Francia para que invadiese el temtorio 
español: es decir, para que el ejército francés fuese el verdugo á 
quien se le confería la ejecución de la 3entencia. Esta fué la profun- 
da previsión del rey de Francia para resolver la guerra, y su última 
razón fué sostenida por la fuerza armada, que es el mejor intérprete 
de los tiranos. ' 

3.' No cabia en la arrogancia del pueblo español doblar la cer- 
viz ante los tiranos que le amenazaban en sus notas; porque la ame- 
naza ha sido siempre repugnante para los españoles: así fué que 
contestaron á la de que se retirarían sus embajadores, mandándoles 
los pasaportes. Cualquiera que fuese su resultado, merecerán discul- 
pa el gobierno y las Cortes de aquella época. Si los generales Ba- 
llesteros, Morillo, Abisbal y Villacampa no hubieran cedido, en la 
creencia sin duda de que solo trataba el ejército francés de reformar 
la Constitución, y no hubiese existido la división del partido liberal 
entre masones y comuneros ; tal vez no se hubiese escrito la vana y 
fatua dedicatoria que se refuta; sin embargo, el estandarte sin man- 
cha que guiaba el héroe de la Droma, con haberse prestado á ser el 
instrumento de la mas odiosa comisión para las naciones civilizadas, 
cual se preciaba la Francia , quedó con el indeleble borrón de ha- 
berse consagrado á la destrucción de las libertades públicas por el 
mandato de los gefes del oscurantismo. Esta fué la misión del ejército 
francés; y en la confianza de que cumpliría su cometido , fué honra- 
do con el aprecio de Luis XVIII . 

4.*" Temeroso sin duda el Dios de San Luis de que sus hijos si-, 
guiesen el ejemplo de los españoles (1), unióse á los desavenidos de 

(1) Los temores de San Luis vinieron á verificarse, porque siempre hay una 
providencia que castiga: la familia de Luis XVIII fué destronada en 18Sñ sufnendo 
k ignominia de haber sido arrojada de su pais. 



_ 3B — 

éste pais para sofocar las halagüeñas esperanzas de los liberales que 
existían en las demás naciones, porque de este modo deslruia la 
base fundamental de la libertad civil de los demás pueblos de Eu- 
ropa^ que asi podia llamarse la revolución española. La fuerza triun- 
fó de la justicia, y nos importó la paz de los sepulcros. 

5.® La Francia, rival eterna de los adelantos de la España, siem- 
pre constante eñ su odio hizo entronizar el gobierno enemigo de las 
juces , de nuestras reformas y da nuestras lü)ertades; dejando á casi 
todas las familias de la nación cubiertas de luto por la pérdida de al- 
guno de sus parientes, y de llanto por .los que gimieron después en 
los calabozos ó fueron condenados al ostracismo. El ulterior reposo que 
disfrutó la España fué el de los griegos en las cuevas de suscíclopes, 
que estaban aguardando de continuo el ser devorados por sus ene- 
migos. Respecto ala estincion de las revoluciones, es fuego que 
no puede apagarse mientras que los reyes no conozcan que han na- 
cido para los pueblos , y que las' bases eternas del orden social son^ 
la igualdad ante la ley, y el respeto de esa misma ley por los que 
tienen la misión de conservarla en toda su pureza. 

6.*" Si fuese una dulce necesidad para los franceses el bosque- 
jar acontecimientos que tan poco les honrarán en la posteridad, es 
para nosotros una dulce satisfacción el refutarlos, porque de este 
modo quedará consignada la historia.de España durante aquellos 
años , aunque aumentemos un peligro mas á los muchos que he- 
mos corrido, durante la azarosa vida, en favor dé la libertad é inde- 
pendencia de los españoles. La historia de los seis años y la revolu- 
ción de 1820 para inaugurar la segunda época del sistema constitu- 
cional, deseamos que aparezca bajo colores muy diferentes de los 
que han querido darle nuestros encarnizados enemigos. Al ocuparnos 
de esta tarea , nos imponemos la obligación de publicar las verdades 
que creemos provechosas á nuestro pais , como historiador que per- 
dona á los débiles , á los que por ceguedad 6 temor han seguido el 
torrente de las opiniones, y presenta desnuda la infidelidad; porque 
bí todos se hubieran conducido com-o valientes militares^ como verda- 
deros españoles, y como hombres fieles á sus compromisos, no hu- 
biera sido tan desgraciada la suerte del pueblo español. 

Las fracciones en que hoy se h:illa divido el partido liberal po- 
drán sacar provechosas advertencias de esta historia, y con el ejem- 
plo de lo pasado precaverse para él porvenir 

Ramírez Arcas. 



— 88 — 



CAPITULO I. 



Conducta de Fernando.— Sitüaceion de la Espaffa.-^Insurreecion de Amériea.— -Ejército es* 
pedidonario.-- Manejo de los revolucionarios.— Primera conspiración. — ^El conde de Abi^ 
hal.— Su coDducta.^u reemplyamiento; 



1 .^ Después de la restauración de la monarquía española en i81 4, 
Fernando VII, libre de la cautividad de Valenzay, se vio en la preci- 
sión de sufrir, al volver á su reino , la esclavitud de los legisladores 
de Cádiz. Su atrevida desconfianza habia osado designar las ciudades 
que debia recorrer h^sta la capital, un monarca reconquistado por la 
perseverante fidelidad de sus pueblos; que fuese menos rey sobre 
el territorio español que lo habia sido en Francia sometido á Napo- 
león. Pero este joven monarca, que los constitucionales habian creído 
abatido por la desgracia, hasta sufrir toda clase de opresiones, de- 
mostró que conocia los derechos del trono tan bien como los debe- 
res de los vasallos. Rechazó con valor una Constitución ofrecida con 
insolencia y la España entera santificó con sus aplausris este acto 
de sabia política. 

2.* Se vio con gozo destruir una Constitución, cuyos principios 
importados de los revolucionarios franceses, eran manifiestamente 
incompatibles con la existencia de una monarquía : una gran parte 
de los diputados á Cortes, ilustrados por la reflexión y por la espe- 
riencia sobre los peligros que presentaba esta obra concebida en un 
tiempo de turbulencia y exaltación , no pudieron menos que agra- 
decer profundamente este paso adelantado del monarca. En efecto^ la 



8ftbidiii1a real paneda haber garantido el fMnrt^^ de k>s rñtíéi qué 
stt imprevisión hubiera hecho nacer (1). 

3.* Pero íi la repulsión de la Constitución de 1812 ftié obra d« 
ukia polltica previsora, no fué asi con respecto á lo damas, puesto 
que es necesario reconocer las persecuciones sufridas por muchos 
miembros distinguidos de la asamblea legisladora de GádiK. Los ri-^ 
gof es de que fueron olijeto algunos constitucionales llegaron á ser 
teles, que Fernando VII tuvo muchas ocasiones de interponer su 
real clemencia entre bs acusados y la apasionada severidad de las 
comisiones especiales. Entre tanto, el monarca podia estar justamente 
irritado: sabia que en la asamblea misma que pretendía habede con- 
servado su corona , se habían hallado muchos hombres, que olvi- 
dando á la vez su carácter de españoles y sus deberes de vasallos, 
habian proyectado, unos fundnr una república federativa, y otros co- 
locar la corona del rey de la España sobre I2» sienes de un soldado 
estrangeró (2). Estas conspiraciones, conocidas de Fernando, le ha*^ 
bian sin duda decidido á tomar el partido de la Constitución. 

4*"* La España^ durante los siete años que transcurrieron desde 
la restauración hasta la revolución militar de 1820, atendió á cica- 
trizar las heridas recibidas durante la guerra de la independencia. 

(i) Cuando el re^, separándose por primera vez del itenerario que le habian 
trazado las Cortes, dejó á Valladolid para ir á Zaragoza : los habitantes de esta 
ciudad , cuya resistencia habia sido tan heroica , durante la guerra de invasión, 
satisfechos con ver al monarca anunciar en este viaje que quería reinar por sí mismo, 
y no reconocer la usurpación de las Cortes, hicieron borrar la inscripción consti- 
tucional erigida en la plaza principal de la ciudad , á fin de qu^e nada hiriera Itis 
miradas de su amadisimo rey. Aun no habia ammeiado Fernando VIIsu proyecto 
de destruir la obra de las Cortes. 

Esfa conducta de los aragoneses,. tan celosos de sus derechos é inmunidades, 
hace conocer suficientemente el estado en que se hallaba la opinión del pueblo 
español sobre la Constitución del año de 1812. Prueba también que los zaragoza- 
nos, acogiendo con entusiasmo en i823 á los franceses que venian a derribar el 
gobierno de las Cortes y libertar é Fernandp, eran consecuentes en sus opi- 
niones. 

{2) Este hecho, que puede ser e^raordinario, está testificado por muchos es- 
critores españoles. Mr. Eduardo Blaquiére, autor inglés, conviene también en su ' 
«Examen histórico de la revolución Española.» He aquí lo que se lee sobre este 
objeto en las memorias de mi padre (Memorias del general Hugo, tomo tercero 
página 222). ' ' . 

«Cuando se conoció el tratado de Valenzay , un gran número de personas se 
admiraron de qu^ Napoleón, que habia rehusado reconocer en Bayona á Fernan- 
do VII por rey de España , le hubiese preferido á su padre Carlos IV para reem- 
plazarle en el trono. Es posible que Napoleón (juisiése grai^earsé para con los 
españoles el mérito de haberlos dado el príncipe por quien tanto habían com^* 
batido. 

»Tal vez oirsi^azon pudo también determinar su elección. Si ha de creerse á 
algunos escritores espaftoles, sa hubiera agitado por entonces fuertemente la 
cuestión de proclamar a lord WeUington rey de España. Este general tenia un 



— 88 — 

La penuria del tesoro puso muchas trabas á los esfuerzos paternales 
del monarca para aliviar á sus vasallos: algunos conspiradores, esr- 
peculando sobre los perjuicios que causaba á la nación el despojo de 
sus recursos financieros, intentaron, aunque en vano ^ turbar, la 
tranquilidad de la Península : sus complots, sofocados al nacer, 6 
impedidos después, no han adquirido una importancia quimérica, 
sino luego que los constitucionales triunfantes han querido hacer 
considerar á Portier, Lacy y Vidal, estas victimas de su ambición ó 
de su fanatismo revolucionario, como mártires de las libertades 
patrias. 

5.*" La España hubiera sin duda cicatrizado prontamente todas 
sus llagas, si las insurrecciones sucesivas de las colonias america- 
nas no hubieren emponzoñado sin cesar la enfermedad del cuerpo 
social. I^ América, que fué tanto tiempo el tesoro déla Península^ se 
habia convertido en un golfo adonde iban á nutiirse ya las débi- 
les fuentes de un pais arruinado por una ocupación de siete años, y 
el pequeño número de valientes que se hablan salvado del hierro es- 
trangero. Entre tanto, los sucesos que el general Morillo, ala cabeza 
de un puñado de soldados ^ obtenía contra los rebeldes, engendraron 
en el ministerio e^ñol , la esperanza de que con un ejército mas 
considerable, este general activo hubiera bien prorito reducido á la 
obediencia las provincias insúltenles (1). 

Eartido en las Cortes, y se decía que conociendo el proyecto, babria prometido 
acerse católico , si la religión anglicana era un obstáculo para su elevación á la 
dignidad real. Por poco verosímil qae parezca esta aserción al primer aspecto, no 
es bastante razón para rehusar el creerlo. Napoleón habia dado por sí á la Europa 
mas de un ejemplo de que un soldado puede pasar súbitamente de la tienda al 
dosel real. La Inglaterra tal vez hubiera hecho buena aplicación de los grandes 
principios de la legitimidad en favor de un proyecto que le aseguraba un nuevo 
imperio sobre el continente. 

•Napoleón, llamando de nuevo á Carlos IV al mismo trono de que babia des- 
cendido vnluntariamente, dividia el pueblo español y favorecia con esta división 
el resultado de un suceso agradable a la Inglaterra. Por el contrario, dando la co- 
rona á Fernando VII reunía á todos los españoles en torno de su joven soberano, 
y oponía un obstáculo invencible á la elevación de lord Wellinston. 

»Sin ser cierto que el general indés tuviese el proyecto ambicioso de usurpar 
una corona. Napoleón, que juzgaba de la ambición de los demás por la suya pro- 
pia , podía creer en este proyecto y temerlo; de consiguiente se decidió por Fer - 
nandoVII.» 

(1) Según el cuadro europeo, en 1.* de enero de 1820 por Mr. Maltebrun, 
contaba aun en esta época la corona de España un imperio colonial americano 
inmenso: la Nueva España, Guatemala, la isla de Cuba, las Florkfas, el Perú y 
mas de la mitad de la nueva Granada y de Caracas. La otra mitad con Ghijey las 
provincias de la Plata estaba en poder de los insurgentes. 

La España, que solo tiene dominio sobre la isla de Cuba, bo'perdido todas sus 
colonias de América (tierra firme por la revolución de 1820 y bajo el régimen 
de las Corles). ' " 



~ 89 — 

6.' Se resolvió la espedicion de Ultramar. Se creia lisonjera- , 
mente que un esfuerzo poderoso seria el último y que los sacrificios 
impuestos á la España por la necesidad de intentarlo , bastarían en 
fin, para hacer su primera prosperidad. Desgraciadamente no fué 
asi: estos cálculos de una sagaz política salieron fallidos: lo que de- 
bía labrar la salud de España, produjo su ruina y su desgracia. 

7."* Todo se dispuso para la espedicion. La mariífa española ha- . 
bia perecido en Trafalgar ; se compraron en Rusia navios para el 
transporte del ejército. Las tropas destinadas á combatir á las órdenes 
de Morillo , se reunieron en la Andalucía meridional en las inniédia- 
cienes de Cádiz. 

8.** Era á principios de 1819 , y el ejército se disponía á partir, 
cuando los estragos de la fiebre amarilla, que se desarrolló en esta 
época, obligaron al gefe á dispersarlos regimientos y á retardar la • 
partida de la escuadra. 

9.^ Esta desgraciada tardanza proporcionó al partido revolu- 
cionario tiempo para trabajar en el ánimo de los soldados temerosos 
por las fatigas de una larga travesía, y por los peligros de un clima 
ardiente. 

10. Por este tiempo la facción revolucionaría, herida ya en 
Francia por el cambio de la ley de las elecciones, soñaba en recon- 
quistar su poder por el trastorno de los estados limítrofes y la misma 
Francia. 

11. La Inglaterra estaba agitada por los antiguos reformadores. 
Se tramaba en París la conspiración militar que debía estallar en el 
mes de agosto de 1820. Se preparaban en silencio las revoluciones 
de Ñapóles , del Píamente y de Portugal. Agentes activos recorrían 
la España por acudir á la dificultad de remediar la inmensidad del 
fuego. 

12. Lá América insurreccionada, interesada en una revolución 
que podía asegurar á su independencia amenazada por los preparati- 
vo^ del gobierno e'fepañol , apoyaba con su oro los manejos de. los 
agentes establecidos en G^braltar y aun en Cádiz (1). El ejército 

(1) No puede ponerse en duda la parle que los insurgentes americanos han 
tenido ^n la revolución de la isla de León. En el mes de enero de 1820, muchos 
buques armados, procedentes de Buenos-Aires, y ostentando el pabellón de las 
provincias insurreccionadas, aparecieron en los mares de España y establecieron 
un crucero hasta la altura del cabo de San Vicente. Dos de estas embarcaciones, 
entradas en el Estrecho, tuvieron frecuentes comunicaciones con. los revolucio- 
Hário». La pronta aparición de esta flota sobre las costas de España , pareció des- 
de luego muy estraordinaria; pero el general Quirc^a (|ue publicaba, á imitación • 
de Napoleón, boletines numerados de todas sus operaciones militares^ redactados 
por Galiano, esplicó así en áu número 4.® la presencia de esta fuerza naval. 

«Nuestros hermanos de la América meridional, se unirán á nosotros parala 
>defensa de nuestra causa> recibiremos de ellos poderosos socorros.» 



— 40- 

espedieionario se habia hecho el olijeto priDcipal da las intrigan de 
todos los facciosos , y por desgracia obiyavieron demasiado resultado. 
El espíritu de sediccion ganó al pripcipio los gefes y bien pronto á 
los soldados. Descendió rápidamente de los eminentes grados de la 
Milicia á las mas ínfimas clases de ella. 

13. D. Enrique O'Oonell, conde de Abisbal, general en gefe, 
se hallaba á la cabeza de la conspiración (1); pero hacia mediados 
de 1819, habiendo mostrado el gobierno de Madrid una energía y 
una voluntad que los facciosos no le suponían, este gefe prudente, 
sacrificó los intereses generales de la conspiración a su seguridad 
particular. Vendió á sus cómplices, y habiendo reunido á los prin- 
cipales gefes (en el llano del Palmar, cerca del Puerto de Santa Ma- 
ría), so pretesto de obrar la revolución concertada, hizo arrestar á 
todos ellos y conducirlos á los castillos vecinos ; pero después , m 
lugar de entregarlos á toda la severidad de las leyes militares, se li- 
mitó á dejarlos encarcelados, creyendo sin duda que el gobierno i'eal 
se contentarla con este acto de sumisión ó temiendo quizá las sos- 
pechas que un proceso criminal hubiera producido sobre su coaducta 
anterior. 

14. Acabamos de decir que el gobierno de España mostraba en 
estos momentos mas energía que los revolucionarios hablan espe- 
rado. Una fidelidad tan tibia como la de del conde de Abisbal, no 
pareció digna de recompensa, y la destitución inmediata 4e este 
general, fué el precio merecido de su conducta. 

15. Entonces se nombró gefe del ejército espedieionario al conde 
de Calderón, antiguo militar , que entre las virtudes de su profesión 
poseía en el mas alto grado la de conocer y cumplir sus ddi^eres. 
Los preparativos de partida tomaron nueva actividad. Se sentia la 
necesidad de alejar prontamente las tropas del foco de la insurrec- 
ción (¿). El ministro de marina, Cisneros, vino en persona á San 
Fernando á apresur&r el equipo de la Flota. 



(1) M. M. O' Donell de origen irlandés, eran entonces cuatro hermanos al 
servicio de España; Enrique, conde de Abisbal, general en gefe, José, mariscal 
de campo, Alejandro, coronel del regimiento /wp^riaíd^ Alejandro, y Garios, tna- 
riscal de oamjlo. Este último no ba figurado en lus sucesos de 1820. 

(2) El ejercito se componía de ios regimientos, (algunos de tres batallones) 
del Rey, del Príncipe, Princesa, América, España, ovilla, Asturias, Valencia, 
Aragón, GanariaSjf Guadalajara , Córdoba, Cataluña y la Corona; de uq cuerpo 
de zapadores y mineros, de una brigada de artillería y de un cuerpo de c&ha«- 
Hería escogido. Estas tropas formaban un total de 16^000 á 18^000 hombres 
aproximadamente. 






BIFDTiaOE 



Cuanáo tina nación, en otro tíeoaDQ libre. .1^ 
Vé lomda, per eseeso de mi males, a recurrir ál 
lU^inae d« sus dnreiboa, que es jpepel0r la opi^ 
sion con la fuerza, débese á si misma, y del>e al 
muado la publicaeion de los motivos qm la hah 
a,rraaliiado, á CQnquisC^ con las arpuas en la raa^ 
tío, la maó santa de las causas.' (¿a libertad t 

«iBiaeilo Foboo M to de «dutet 4o «mo. 



Guando teemos tíg^mi edcrüored estrangeros que tatí sm títio tlráaafi 
k historia ée nuestro suelo, se nos figura llegan Fa idea de ileisvírtuár 
los hechos «lás escAarecidos de los españoles; que solo cont)ceil su- 
pe^ciaUnMle Qjuesbm aiiales hiMflrióos, y que suponiendo la EspafiH 
poeo eivitiíada creen debe estar supeditada por las demás naciones 
de Europa. Si los que se {H^onen trazar los sucesos deU monár(j|ufa 
no s^tenciaseii tan á bulto ^ con partictidarídad nuesUros veciñoB los 
franceses, y nos estudiasen detenidamente, conocerían antes de^hotaii^ 
i semejantes desatinos, que si los españoles no )ian seguido la p$ut4 

de laír éemas naciones, es en razón á que la España fué siempe su-^ 
perior á todas teilás en polítiica, hechos históricos , ciencias , artes ^ 
legislación, hasta <que en el año de i€60 cbitieQzó nuestta decádenñr 
ciá , tai vea pof efectb de las ittfluéncias de esos mismos ^ue sé su* 
ponen mas iluistrédos que nosotros. Para venir á tratar sobre la ré^ 
tauTácien de la mónarquia e$pañ(Aa en 1B14, nos encontramos en tá 
0ecesidad de presentar el cuadro de los tiempos pasados , áfih deque 
iajm^entaddela presente época, que seencuentrMotada de suficiente 
amor patrio, estudie en este bosquejo de vicisitudes los peligros del 
porvenir, y sepa entrar por la senda verdadera que laguie ál téfipine^ 
)e^ t>ogeiieractoii política, evitando con ftrnjeza el momeirto tte peM- 
derse haUar en caso igml il de lia feehá que nos ocupa» túnioseW 

6 



Baroft los homt^res qti6 laás saeríficios haUaii hecho en favor de 

nuestra desventurada patria. 

La España se reconoce (Jesde la mas remota antigüedad como 
esencialmente belicosa. Sus ejércitos en las guerras con las prime- 
ras naciones de Europa, no solo dieron pruebas de constancia y de 
valor^ sino que manifestaron sus capitanes una profunda pericia mi- 
litar. Desde principios del siglo XYI hasta la batalla de Rocroi, á 
mediados del XYII , fué índiaputableiii^nte la infantería española la 
primera de la Europa. £1 gran Enrique IV, tan decantado por los 
franceses, no pudo menos de admirarla en el sitio de Amiens, cuando 
habiendo ido el archiduque Alberto á socorrer la plaza, y no habien- 
do podido verificarlo, se retiró sin que la caballería francesa, en nú- 
mero de 10,000 hombres, y llevando á la cabeza al intrépido Enri- 
que, pudiese romperla en ninguno de los pasos difíciles por donde 
tuvo que hacer su retirada. Este insigne capitán esclamó entonces: 
tsi á mi caballería ptuUera unir esa invencible infantería, no dudaría 
en hacer la guerra al universo. » Con respecto á nuestra caballería, los 
mismos franceses pueden recordar también que en la célebre batalla 
de Pavía fueron derrotados sus mejores escuadroties por los de los 
españoles , quedando Francisco I en poder de un simple soldado, 
ante quien depuso sus armas como prisionero de guerra. No por esto 
tuvieron nuestros vantepasados abandonadas, según queda dicho, la 
literatura, las ciencias y las artes: los mismos hombres de guerrja 
dej^an sus pesadas anuas para tomar la Ugera pluma y trazar con 
ella las mas sublimes inspiraciones. La última lucha con los moros la 
escribia Mendoza siendo general de Carlos V ; Calderón^ sirviendo en 
los ejércitos de Flandes , trazaba sus cuadros para las comedias que 
habían de enriquecer un dia nuestro repertorio , y el inmortal Cer- 
vantes, despues.de sus batallas y correrías, nos dejó por .herencia 
el libro sublime, gloría literaria 4e la España. Muchos otros milita- 
ras literatos pudiéramos citar;. pero solo lo haremos de los hombres 
cieptíficos como Arias Montano, Yivef, Antonio Agustín y el nunca 
bien ponderado Fr. Luis de Granada, para colocar en seguida á 
los primeros ártista$ en el mundo conocido, cuales eran Murillo^ 
Alonso Qmo , Velazquez y Ribera que asombraron la patria de Ru- 
bens y de Rafael. Respecto á instituciones políticas y leyes, las, 
'que se tenían dadas los españoles sirvieron de modelo para las naoio<- 
aes que quisieron ser libres. Para comprobar esta verdad basta 
e:!^aminar el régimen de ayuntamientos y consejos ipon: Alonso Y en 
el año 1020, Alonso VI en 1076, Alonso VII, Alonso VIII y Fer- 
nando VI; los concilios y conventos jurídicos formados bajo la domi- 
nación goda^ en el reinado de Honorio, año 420, en el de Alaríco 
de 483, en el de Récaredo 589 y en las franquicias concejiles^ y 
otras varías instituciones propias dd suelo ibero. 



— »3 = 

Nuestras leyes , empezando por el Fuero- Juzgó del tiempo de 
Chindasvinto, año de 645, comprensivo de todo el derecho político, 
civil y. criminal de aquella época, dividido en doce libros, se lee en 
el título 1.** tPlanteamos leyes para nosotros mismos como para todos 
€ nuestros subditos, pues tendrán que respetarlas al par de nosotros, nues^ 
*tros descendientes y sucesores* , y en él xmsmo título!." libro 2.* tafia- 
dimos estas leyes á las antiguas* y las pregonamos después de ha- 
berlas acordado con los ministros de Dios y la anuencia del pueblo.» 
Las Siete Partidas de Alfonso el sabio,' comenzadas la víspera de San 
Juan, año de 1256, y concluidas en el de 1265; el fuero real de Al- 
fonso el justiciero, llamado el fuero del libro, publicado el año de 1253; 
las leyes ferales de los demás reinos de la Península, las que se die- 
ron los aragoneses sin el auxilio de príncipe alguno , cuando perse- 
guidos por los árabes se retiraron á las montañas de Aniza, á cuyas 
leyes se tituló Fueros de Sobrarte, por el punto en que se habían dic- 
tado, y aunque después eligieron rey de entre ellos, como lo fué 
D. Ramiro, hijo natural de Sancho II rey de Navarra, en el año de 1054, 
continuaron con aquellas leyes como mas convenientes para el rey Jr 
para los pueblos, estimándolas justas , honestas y razonables ; y exa- 
minadas que sean todas aquellas instituciones y leyes podrá cono- 
cerse si fueron ó no los españoles el modelo para las detnas naciones. 

En cuanto á representación nacional, puede asegurarse que los 
antiguos concilios eran unas verdaderas Cortes, con la sola diferencia 
de que en lugar de ser enviados por provincias, iban á las cabezas 
de los obispados á nombre del pueblo: examínese el 4.* concilio de 
Toledo, año de 653 canon 75 , y se verá de qué forma recordaban á 
Sisenando en su elevación al poder los derechos del pueblo , ama-: 
gándole con la excomunión como abusase de su poderío. En estos 
concilios se ventilaban las leyes por el clero superior y la nobleza, 
tendiendo muchas de ellas á contener las demasías de la potestad 
real y los mismos reyes toncaban también mas interés por los pueblos. 
El rey Egica, en el concilio XVI, encargó á los padres que se reu- 
nían, cuidasen de reformar los códigos en bien de sus vasallos. 

Concluida en D. Rodrigo la monarquía goda (1) por la pérdida 
de la batalla de Guadalete año de 714; empezóla guerra de los 780 
años, y entonces formó cada distrito sus leyes, y de hecho se eni- 
pezaron á engendrar instituciones populares, y á elegir cada uno de 
los pueblos sus señores , los unos hereditarios y los otros con fuero 
Behetría. 

Tratapdo de combatir al enemigo común los diferentes ranos 

(i) La. Península contó 53 revés godos hasta D. Rodrigo que, según opi« 
niones de unos escritores, pereció en el campo de batalla , y Mgun otroSi ase- 
sinado en Portugal por el tiejo conde D. Julián. 



en que se hallalia dividida I9 Peninsula^ que Uemron á serbaata el 
fitimefo de cinco (4) empezaron ms juntas generalias en cada uno (Je^ 
ejios ; donde se ventilaban los asuntos políticos y religiosos : empe- 
ro teniendo los nobles y los plebeyos que vivir sobre las armasj, 
quedaron únicamente los prelados en estas juntas , como conserva- 
dores de las ciencias ; y hé aquí la base para pl influjo que egerció 
el clero después isobre los asuntos de España , siendo este en aque- 
llos tiempos el defensor del pueblo; pero por su prepoaderancia ea 
los concilios, se dio á sí mismo el primer i^t^yés, ocultando el pen- 
samiento con que eran de preferencia los asuntos éclesiá^tipos; colo- 
cando en segundo lusar los intereses y las ol^Jigaciones del rey ; y 
én tercero lo que sp titiüaba interé§ del pueblo; mas cppao este ha- 
Bia quedado separado ó escluido de aquellos concilios 6 juntas, hizo 
la reclamación al efecto , alegando los deíechos que tenia p?ira ocu- 
par un lugar en cijos, y Alonso VIlI le concedió un i^sieqto junto al 
clero y la nobleza : en su consecuencia , y para ponerlo/ en pose- 
sión, el misino Alonso convocó en Burgos, afio 1169 una junta ge- 
K^eral^ á la que concurrieron los ciudadanos y ayuntamientos de Cas- 
tilla, designándola ya con el nombre de Corles. Para k elección de 
fós ciudiatdanos que debian concurrir á ella, se encargaba en la insr- 
truccion , quq fuese absolutamente libre, opOiiiéndose la ley á que 
él rey, sus ministros y todo sugeto de influjo se asomase á las eíec^ 
dones. Las demás Cortes fueron repitiendo aqueUa misma ley, y coa 
especialidad las de Burgos en 1450, de Zamora en 1452, de Y^lla- 
dolid en 1442 y 447, y jde Toledo en 1457 y 146?. Quedaban es- 
cluidos para la elección los asalariados poi^ el rey, en razón á que no 
podian estar cabalmente libres en sus YOtQS par^f bjpp de )qs pue- 
blo$» y por cohsiguiente nq daban cabida á 1^ SQspepb^ según lo tes^ 
tífica la declaración de las Cortes de Madrid ana de 1329. . 

Fernando Ú convocó los coMeios de Castilla en 1138^ En iW% 
Rizo AionsQ JX la convocación pe Ips diputados d§ tcfdas. la¡? pqMar- 
dones del reino para ͧs Cortes qe B^avente, y de este modo f^é^ 
ronse convocando estas., y descollando ^\ elenaento i^emocratlcp* 

Cüantc) nías nos femontftmQS 4 ja ftntignedad , mías íeyesi ep«on- 

(1) No juzgarán Itiútil ntríks^ros lectores les cHgatnps que dútaiité eí espado 
de los rao aftas, ttÍTo la España mistíana » r^yes dé Aisturias y León, 22 áé 
L^^n y CastíUa, 87 de «Navarra, % de Aragón, y 13 eondes sob.^rano8 de Báíw 

?}\(mfi, ^^a que eí^ HW D. Bmwu fier^guer IV, ^ISímto, ofi^ 0n l^om 
etroñila^ níja de D. Ramiro, el Monge, rey de Aragón, y con este mf^iH 
monio quedaron upidas las dos coronas. Los árabes desembarcaron cq (a. t^e- • 
Afftsala en 'el ^ño de 7!2 , y eft d de 7!4 era Mwcey casi rfueño dé tocia ella, 
basta ^ue en 1492 con la toma de Granada por los reyep Católicos terminó la do- 
minación de los musulmanes en Ahou-A'bd-Allali , Al-Ssagyr, habiendo reina- 
do en toda la ét^ooa S5 (sali^, 2S éknires, % al-tt)ó^bth¿ü , 8 iil-Airv^ntiadya 
yMñjy^sdéaaiíada. ;^^ ' 7'* ■'"'^' 



tmqi09 en que .se ven siempre ligados iglesia^i tnoaaiea g aristooraT- 
cia y pueblo ^ compensaado estas mismas leyes lo severo coa lo be^ 
nigao, el rigor coa la suavidad , y si biea en e^Ias se moderaban Ion 
Ímpetus de la' muchedumbre, ao por eso se esduiaá los fuacioo£(- 
rios públicos^ entrelazado y resguardado cada uao de por si de tal 
manera que ni la magestad real podia -desviarse hacia la maldad, ni 
lo$ subditos perderles el respeto, huyendo del derecho, con tal de 
qv^e con arreglo á este egerciese su autoridad. 

{ Cuan noble e^ la obediencia que ae funda en el amor á la vir- 
tud , y no en el temor al castigo I 

Para dar una idea del derecho dé los puebloiai ^ citaremos un ca- 
so de bastante interés para conocimiento de todos: habiendo Iiereda* 
do Cirios V por muerte de Maximiliano el imperio de Austria, pidió 
á las Cortes reunidas en Santiago un subsidio de cien millones de 
m^UBvedises para pasar á toma: ¡ osesion del imperio con el decore 
que correspon(lia 4 un monarca de Castilla: el primer diputado que; 
usó la palabra en contra lo fué el de Toledo, D. Pedro taso, manir- 
festando , que como representante del pueblo , le estaba confiada hi 
defensa ^e sus intereses : hubieron de amenazarle con el poder de 
Carlos Y, y contestó de la manera mas resuelta : « estoy dispuesto ^ 
morir antes que obrar en términos perjudiciales á Toledo y demas^ 
pueblos dd reino. » Los diputados en la época é que nos referknos, 
juramentábanse , no con el monarca, sino con sus delegantes para, 
ocuparse únicamente del bien público , ^ip pararse en miramientos, 
y sin pen^ jajxiás en si piismos: aquellos diputados no podiaiv ad^^ 
mitir empleos ni agas^ps de los soberanos . ni para si m para 8U9| . 
deudos y ao^jgos, y en 1^ C()rte$ de la Corufia en ISt^O pidierofi 
pena áe n^uerte y confiscadap de bimes contrq hodó diputad», que /í$<r. 
SK^e á qu^ranlar su juramento, á 4 recibir lamedor fineza, pprc^mt 
tose d^nan mostrar agencs de toda an^bicion para vincuUtrse podios et^ 
d serviciQ de Díqs, de los reyes y del pueblo qu$ les tenia encargados 
su^ intereses. Podemos añadir, adhiriéndonos estrictamente á la his^ 
tw^i^, que hasta el siglo XV en la organización política de la Espa- . 
fia, i^obíesaiia el elemento democrático, pero en esta épo(3a una par- 
Ije ^e )a ftristocrácia afi unió con el mopi^rca Carlos I para de^b^ratar 
tan poderoso elemento. 

Carlos I quiso imitar á Pirro , rey de los epirot^s, y pertrechó en 
el reino la mage*la(i rea| , como el emperador Ju^tiniano, adornán- 
dola cpn a^mas, y armándola con leyes. En Castilia, en Aragón, ei^ 
Barcelona, etc., etc., podemos asegurar, sin separarnos un ápice 
de la historia, que fueron primero las leyes que los reyes, p^rOque 
(Jesentendiépdase Carlos! de todos Jos fueros, y resentido por k 
contestación del presiidente de Ja?; Cortes , cuando al recibirle el ju- 
ramento i? ^a/biei 4ic^0 : « leM ^^^^Ríijdo, a^fior» que m rey es e< 



— 46 — 

asalariado de la qacion. > Se sirvió del ejército y de la aristocracia 
para quitar todos los fueros y privilegios que residían en el pueblo. 
Aquel ejército que habia sido terrible á Iqs eqemigos , y que en la 
patria no debia servir mas que para sostener las leyes de ella, fué 
el instrumeiitó para concluir con las libertades públicas en la capilla 
de Villalar el 23 de abril de 1521. Triunfantes del pueblo los mag- 
nates con el rey, empezaron con exigencias de tal cuantía al monar- 
ca, que este tuvo necesidad de volverse á unir con el pueblo; y así 
se ve que en el reinado de Felipe II habia desaparecido completa- 
mente la influencia de la aristocracia española. 

En este último reinado descolló una influencia mas perjudicial, 
cual era la de la Santa Inquisición , que San Luis habia planteado 
en Francia en el siglo XIII , y Fernando V permitió introducir en 
España á los discípulos de Santo Domingo , bajo la fórtna de Santo 
Oficio : así fué , que Felipe II impulsado por esta misma Inquisición, 
concluyó con los fueros de Aragón en octubre de 1592 , haciendo 
fenecer en una hoguera snjmticia mayor; y por manos del titulado 
Santo Oficio. 

Ya que insensiblemente venimos bosquejando la historia de los 
reyes pasados , seguiremos la de los demás monarcas hasta que en- 
contremos la restauración de las libertades perdidas. 

Por muerte de Felipe II , pasó la corona á Felipe III , sin que 
podamos referir cosa alguna de interés respecto de' este- rey, sino 
que se dio su firma al duque de Lerma por marcharise á la peregri- 
nación de Roma, que espulsó del reino' á los judíos y moriscos que 
habia en él, amen de los que consumieron las hogueras. Es digna 
de citarse una parte de la esposicion que el bueno de Juan de Rive- 
ra, arzobispo de Valencia, hizo á* Felipe para que se deportasen los 
árabes de aquel reino, porque decía : Con su mucho saber para la 
labranza y artes están dando fundados motivos para^ sospecharlos de 
trastornadores del urden publico. Pero si bien es digno de notarse el 
anterior párrafo , no lo es menos el decreto que en 1 1 de setiembre 
de 1609 se espidió accediendo á lo solicitado, en cuya consecuencia 
se vieron yermos los campos d(í aquel pais y enteramente despobla- 
do.: El 10 de enero del siguiente año se amplió la misma orden alo 
re'fetante de la España, y para concluir con la historia de este reina- 
do , será suficiente que copiemos un párrafo de la manifestación que 
liÍ7oal monarca el consejo de Castilla, ^^Ims casas están desplomándo- 
se ^ Señor, y nadie las reedifica : huyen los moradores ; las aldeas 
quedan desiertas : los campos yermas , y las iglesivs siempre se ven 
vacias. 9 

En 1621 sube Felipe IV al solio, y aquí empezaron los males 
de la España por la influencia estrangera. Luis XIV se casa con Do- 
fia María Teresa en 4660, entrando en el -contratóla renuncia á la 



corona de Esiafia» pero que se le habia de conceder uu dote de me* 
dio millón de escudos de oro : mas como.no pudo Felipe IV abonar 
aquella cantidad , declaró Luis XIV la guerra de devolución ^ y hé 
aquí la Esp£^Qa supeditada- al estrangero de tal manera, que nues- 
tra marina tuvo que sufrir el vejamen de saludar al pabellón francés 
en todo punto que le encontraba. Los españoles, siempre amantes de 
sus reyes, y mas al verlos mal aconsejados, acudieron con mani- 
festaciones al monarca, y principalmente el ilustre marqués de Cas- 
tel-Rodrigo, gobernador de Flandes, que conociendo la impotencia 
de la corte de Madrid, escribió al rey en 1667, manifestándole que 
la Francia aprestaba un rompimiento con la España, seguid los pre- 
parativos que notaba en ciertos puntos; su aviso fué infructuoso^ 
cojxío lo son generalmente los que se dan á los reyes cuando se opo- 
nen á los planes de los que los rodean , y en 5 de abril y 2 de ma- 
yo se firmó la paz de Aquisgran , perdiendo los españoles tod^ las 
plazas fuertes de la Flandes , con cuya dominación se preparó la 
Francia para la ocupación de los Paises-Bajos. 

Al reinado de Felipe IV siguió el de Carlos II, y ¿ pesar de los 
grandes esfuerzos de la regente^ su madre, nada podemos decir de 
este príncipe que no avergúence el nombre español. 

En una nota que hemos puesto qa la refutación de la dedicatoria 
de la obra francesa, se consigna el medio de que se valió Luis XIV 
para^ocarásíi nieto, Felipe V, en el trono de las Españas, quedan-? 
do esta avasallada y hecha una especie de colonia de aquel país. 
Como no estuviese aprobado por las Cortes el advenimiento al trono 
de Felipe V resistiéronse algunas provincias aforadas; Felipe les qui- 
tó después todos sus fueros y exenciones, y para tener mas- com- 
primido el pais, entabló la Inquisición , persecución tan atroz sobre 
los espaíoles^, que durante el poder del importado rey, fenecieron 
por los autos de fé 9,992 personas: quedó abolida la ley de su- 
eesian. 

El reinado de Fernando VI fué mas feliz para los españoles, que 
siempre han sido, son y serán amantes del trono con tal de que este 
se interese por su pueblo; y en el reinado que referimos se aumentó 
nuestra marina, se hicieron grandes economías y empezó á florecer 
la España de los Fernandos. Siguióle Carlos III y concluyó la obra 
empezada por su antecesor, respecto á la marina. Tuvo grandes hom- 
bres de Estado á su inmediación, como fueron los Grimaldi , conde 
de Aranda, Florida-blanca, Campomanes, Jovellanos, Cavarrus, etc. 
Aun en la actualidad se cuentan hechos célebres de aquella época. 
Respecto aja de Carlos IV no puede decirse otra cosa, sino que k 
suerte de la monarquía estaba abaldonada al jEavoríto dé la reinst. 
.Añadiremos para concluir, la proposición que sentamos de que laEs- 
p(yEia habiá servido de pauta á las demás naciones ppnio ]iv)narquia 



- üí ^ 

teoiplftdá , eon instUütíonés miinicipales y pdUáiESM, que á fnesftr de 
sobresalir en ella el tíiérntoto democrátic», servia este para enfrena 
los intentos usurpadores de toda prepotencia, pues la corobá era 
siempre acatada, sí bien por su parte respetab» las instituciones na* 
cíonales, no eOnoeptuando aquellos reyes desdortr su señorío eií 
guardar miramientos decorosos con la voluntad de lot representantes 
de la nación. 

Si bien puede conceptuarse feomo infructuoso d relato de büestrá 
historia para la recitación de la obra francesa, ha sido jpreeii^niente 
necesario remontarse á los tiempos mas antiguos para contestáis cum* 
plidametate en la introducción del párrafo primero dé este capitulo, á 
fin de comprobar que un rey de España ño era iesdavó porque las 
Góites le designasen las ciudades que debiañ recorrer hasta la caí»*- 
tal, pues en todo tiempo han í^ido venerados los reyes, aunque con 
-respeto á ciertos actos prestó siempre la corona un reconocimiento 
ú poder legislativo, y de tal forma, que hasta el tiempo de Pedro el 
Ceremonioso,' el justicia mayor de Aragón recibía el real juramento 
en p|*esencia de las Cortes, apuntando la daga al pecho del rey hasta 
que deeia: «S/wfiO.» Del)emos advertir, para conocimiento de nues- 
tros lectores, que el justicia mayor, magistrado poUtioo teríiWe, 
se asesoraba con algunos letrados para decidir entre el rey y la nación^ 
en punto á deaiafueros, como representante de la soberati&i baciond; 
y BiénÉolo Vinotea, tuvo k suficiente resolución para dedr ú rey: 
«qiie haría sentenciar y morir afrentosamente á sus validos i si des^* 
carríado por ellos desacataba las leyes del reino. » 

Poco conocía el escritor francés nuestras instituciones, no del 
año de 4812, sino desde la mas remota antigüedad. En ese mismo 
Aragón y en la fórmula mas patriótica y soberana, pronunciaba el 
justicia mayor aquellas eminentes palabras al tiempo de hi coro*- 
nación del monarca. tNos, que cada uno somos tanto como vos, é 
todos juntos valemos mas que vos, os hacemos rey de Aragón con tal 
que juréis é guardéis nuestros fueros é privilegios, é se no , nofa. »' Y 
también hasta después de prestado el juramento en h fórmá que 
d^amos dicha, no recibía la real investidura. 

Si no bastasen los citados hechos para compi^obar nuestro aserto, 
podremos añadir, que cuando el emperadw Carlos V vino á coro^^ 
narse como rey ^ España j por muerte de su madre Doña Juana, no* 
quiso presentarse ante las Cortes , manifestando que no reoonociá 
aquella autoridad , y contestando las Cortea; que no le recibirían por 
rey si no prestaba acatamiento, juró: « Que guardará kyéSy ordena-^ 
miemtos, libertades, fueros y usos de los Estados, que no ^nagenará d 
menor trozo de la corona ni agraciará á estrangero édgum cm tar^é 
empleo, bene^cio é encomienda de ninguna espeeie.it El presidente eon** 
testó: € Vmed pf^sente. Señor , que un fey es el oMiúrMo éé 4a m^ 



. — 49 — 

don.* ¡Terribles palabras que tan fatales consecuencias prodiH 

jeronlM 

Gomó en 1814 constasen á la regencia las maquinaciones de al- 
gunos títulos de Castilla, generales é individuos del alto clero, para 
destruir el sistema constitucional , se adelantó su presidente á reci- 
bir al rey en Valencia , con el intento de prestarle el pleito homenaje 
é instruirle del §stado de la nación; y para que el rey no pudiera . 
tomar otro rumbo marcó, el itinerario que dcbia seguir, con el objeto . 
de tener preparados á los pueblos para el reoibimieuto del monarca 
hasta aquella capital. Iniciado Fernando VII , según se dijo, de que 
en Zaragoza se hablan hecho prosélitos^por parte de los realistas, dio 
la vuelta por Aragón á fin de reanimarlos con su presencia, después 
de haber conferenciado con el general Copons, que le recibió á.su 
entrada en España el 24 de marzo de 1814. La llegada de Feman- 
do VII, tan querido para los españoles, y la conclusión de la guerra, 
contribuyeron eficazmente al entronizamiento del bando opuesto que 
esplotó á su placer tan importante circunstancia. Empezáronse las 
adulaciones en el pj^lacio , y habiendo recibido al presidente de la 
regencia, el eminentísimo cardenal de Borbon, hombre esclarecido, 
de intenciones purísimas y acertadas, con las mayores muestra^ de 
afecto, cuando supo el rey que todo estaba preparado para dar el 
golpe de estado que descabalóle trató con el mayor despego, mani- 
festándole su ninguna conformidad con el cometido que desempeñaba 
en su presencia : aquella misma noche el general Elío hizo entrar 
secretamente parte de sus tropas en la ciudad , y con este apoyo al 
siguiente diá 4 de mayo se publicó un decreto del eual copiaremos 
algunos de los mas interesantes artículos para eterna memoria: tAbor- 
«rezco y detesto el despotismo que no tiene ya cabida con las luces y 
* civilización de Europa. Para precaver abusos, voy á tratar con^lós 
» diputados de España y de Indias en Cortes legalmente convocadas, 
tcompjiestas de unos y de otros tan pronto como pueda juntarlas.= . 
» Al resguardo de las leyes que arreglen el orden y el sosiego públi* 
»co, quedarán también afianzadas la libertad y la seguridad indivi- 
«dual, franqueando á todos nuestros subditos el goce de una libertad 
> racional. =Disfrutarán todos la facultad de comunicar, por medio 
»dela imprenta, sus opiniones y sus pensamientos.=Se separarán las 
irentas del Estado de los dispendios de' la familia real.=Las bases 
..» sentadas bastan para dar á conocer mi real ánimo en el gobierno 
»de que voy á encargarme; pues por cierto no son los intentos de 
jun déspota y de un tirano, sino de un rey, padre de sus vasallos.» 
Esto fué loque manifestó Femando VII; y la España entera, creyendo 
en las reales fyromesas^ que no fueron cumplidas, sqntificó con sus 
aplausos este acto de sabia política. 

iJ" Abandonada la España en 1808, después del famoso 19 de. 

7 



— 50 — 

marzo de Aranjuez, en que se pérseguió al generalísimo de mar y 
tierra favorecido de la reina, D. Manuel Godoy, de la abdicación de 
Carlos ly en el principe de Asturias , de la salida del rey para Ba- 
yona, de su abdicación y cautividad, y del memorable 2 de mayo^ 
tan célebre en nuestra historia, se vio en plena posesión de sus de 
rechos y se realizó de hecho el poder de la soberanía nacional : en 
este estado de agitación corrieron á las armas todos los españoles, y 
como necesitasen un régimen, pensaron los hombres de mas saber 
en el restablecimiento de las antiguas Corles que hacia tres siglos se 
hallaban desterradas , y el mismo Fernando VII lo indicó desde Ba- 
yona a los primeros personages del reino, Jovellanos y oíros, luego 
que fué constituido como prisionero de Napoleón. Instalóse la junta 
central, ofreció una convocación para 1.*" de marzo de 1811 en su 
manifiesto de 28 de octubre de 1809; pero antes consultó con las 
juntas provinciales, los ayuntamientos, tribunales supremos, uni- 
versidades, clero superior, cabildos, etc., etc., manifestando la 
conveniencia de plantear un nuevo código fundamental como primera 
necesidad para poder salvar á la nación , teniendo lugar esta reunión 
el 24 de setiembre de 1810. El decreto de la junta central de 29 
de enero del mismo año, á nombre del rey, se encabezaba con estas 
palabras: «Como haya sido uno de mis primeros cuidados congre- 
»gar la nación* española en Cortes generales y estraordinarias para 
3 que,* representada en ellas por individuos y procuradores de todas 
»dases, órdenes y pueblos del Estado» y concluía: «En consecuen- 
>cia,' las Cortes reducirán sus funciones al ejercicio del poder legis- 
tlativo que propiamente les pertenece, y confiado á la regencia él 
•poder egecutivo,.sin suscitar discusiones que sean relativas á él 
»y distraigan su atención de los graves cuidados que tendrá á su 
i cargo, se aplicarán del todo á la formación de leyes y reglamentos 
•oportunos, para verificar las grandes y saludables reformas que los 
•desórdenes del antiguo gobierno , el presente estado de la nación y 
•su futura felicidad, hacen necesarias, llenando así los grandes ob- 
• jetos á que fueron convocadas.» No hubo un español que no reco- 
nociese á las Cortes y á la regencia nombrada por ellas , compuesta 
del obispo de Orense, de D. Francisco Javier de Castaños^ D. Fran- 
cisco Saavedra, D. Antonio Escario y D. Miguel de Lardizabal. La 
Rusia, Inglaterra, Suecia, 'Portugal y Prusia reconocieron aquel 
gobierno y trataron con él, y la princesa del Brasil, infanta Doña Car- 
lota Joaquina, hasta felicitó á la regencia por 1^ Constitución que el 
augusto Congreso de las Cortes acababa de jurar; esta era la Consti- 
tución que el escritor francés supone como incompatible con la exis- 
tencia de una fiionarqula. El duque del infantado (1) que había dicho 

(1) Diario de las Corles, tomo 13. 



— 5< — 

e0D la CoüBtitucion <&i España no ha de ser patrimonio de ningún 
rey, pues nos escudará contra todo antojo y arbitrariedad; 9 el cpude 
del Abisbal (1) que con sus compañeros de regencia. Mosquera, Vi* 
Uavicencio y Rivas, habia dicho en la sesión de 20 de enero tper^ 
suadidos estamos de que la Consiitucion ha de ser el cimiento conser- 
vador de la monarquía por largos siglos, y sostendremos cuanto llegue 
á decretar la soberanía de las Cortes, i^ Lardizabal (á) que en 6 de, ene- 
ro de i810 decía: €No me ocurre la menor duda acerca de la legitimidad 
y plena autoridad de las Cortes , existentes en el dia; pues semejante 
duda seria un yerro en otrcs, pero en mí un delito. ^ Villamil, autor 
de la célebre carta de 29 de agosto de ISOS, en la que manifestaba 
€que se queria una Constitución nueva, devolviendo sus libertades pú" 
blica^ á la nación, ^ y el célebre D. Bernardo Mozo Rosales, después 
marqués de Mata-florida, y el general Elío , autor del notable discurso 
de recibimiento, fueron los diputados á Górtes que según, el escritor 
francés, no pudieron menos que agradecer al monarca aquel paso 
adelantado de rechazar la Constitución que le habia dado la nación. 
3.* La política previsora que se supone , fué una junta estable- 
cida en Teruel de desnaturalizadas españoles . poco dignos de tal 
nombre , que animados de ruines sentimientos, rodearon al rey para 
hacerle instrumento de su venganza , y al efecto le presentaron la 
representación de varios diputados perjuros , que tan conocida es en 
Espapa bajo el nombre de la representación de los persas , en la 
' cual se inscribieron los diputados que ambicionaban algún alto des- 
tino, como cláusula indispensable para lograrlo ; y ademas publica- 
ron un artículo dedicado al rey, titulado Lucindo, en el qtie después 
de decirle que los pueblos gritaban , «reine , y reine solo Fernando: 
ya solo Fernando manda, y nadie mas,» y concluia diciendo: Yo 
quisiera recordarte la obligación que te impone este estremado amor de 
tus vascíllos , pero toda advertencia es inútü á un rey que en las mas 
pequeñas acciones manifiesta que su divisa es la gratitud. Toda aque- 
lla política dio por resultado : 1 .'' El decreto de 4 de mayo , que no 
Be cumpUó después : 2/ La orden para que D. Ignacio Martínez de 
Villela, D. Antonio Alcalá Galiano, D.Francisco de Leiva y D. Jai- 
me Alvarez de Mendieta se^ instalaren como jueces de comisión de 
policía: 3/ La orden al capitán general de Castilla la Nueva, Eguía, 
para que arrestase los regentes , ministros y diputados á Cortes, es- 
cepto los que sin ninguna coacción moral , y faltando al juramento 
prestado en el congreso , dirigieron al rey la representación clandes- 
tina de ^ue hemos hecho referencia : 4.** El destierro d^l eminentí- 
simo cardenal, presidente de laregeníjia: 5.^" Las prisiones de los 

' (1) Diario de las Corles, tomo 11. 
(2) Diario de las Górtes, tomo 9/ 



. . — 52 — 

diputados Martínez de la Rosa, Capaz, Canga Arguelles, Cepero, Gar- 
cía .Herrero , ministro de Gracia y Justicia , Arguelles , Zuraalacár- 
regui , Muftoz , Torrero, Oliveros, Villanueva, Calatrava, Zorraquin, 
Lardizahal, Arispe, Feliu, Teran, Gallego, Golfín, Traver, Dueñas 
yRivero: 6." La de los generales Odonoja y Aguirre, del poeta 
Quintana, de Alvarez Guerra, el conde de Noblejas, mariscal de 
Castilla , los tenientes coroneles de E. M. Moscoso y Landaburu , el 
comisario de, guerra Rubio, y los hermanos Escario : 7/ El arresto 
-de todos los diputados que asistieron aquellos dias á las sesiones de 
Cortes : y dio por resultado la política previsora , la reacción mas 
desenfrenada que convirtió en cárceles todos los ámbitos de la Es- 
paña. Correspondió así Fernando á un gobierno de quien recibia el 
trono independiente , y que hizo todo género de esfuerzos y sacrifi- 
cios por sacarlo de su cautiverio. Dice el escritor que- los, rigores de 
que fueron objeto algunos constitucionales, llegaron á ser tales, que 
Femando VII tuvo muchas ocasiones de interponer su real clemen- 
cia. El autor francés no conoce nueslrh historia de aquella época, ó 
se proponía adular á los reyes con su obra. El. mismo Fernando 
nombró tres comisiones diversas para que sentenciasen á los encau- 
sados, y no apareciendo delito en medio de la mas espantosa vena- 
lidad , no acertaron á imponerles un castigo. El Consejo de Castilla, 
conforme con el fiscal D. Antonio Segovia, alegó que los reos solo 
hablan apetecido una monarquía moderada : el fiscal D. Mateo Zen- 
doquiz (i) que habia dicho en una felicitación á las Cortes. « j Loor 
esclarecido y gloria inmortal á las Cortes constituyentes! | así su 
constitución sea sempiterna!» dijo en su dictamen que debían in-r 
cluírse ademas en la causa todos los que habian votado en las Cor- 
tes: y sabedor el rey de que l^s jueces del tribunal ordinario iban á 
hacerle una representación , demostrando las ilegalidades de la sus* 
tancíacion entablada contra los diputados á Cortes , nombró una co- 
misión estraordinaria para que se hiciera cargo de ella, titulándola 
Comisión de Estado , compuesta de los consejeros conde del Pinar y 
Lasanca , del ex-regente Mosquera , de Galiano y del capitán gene- 
ral Arteaga , á fin de que se diera orden espresa al fiscal Zendoquiz 
para que salieran culpados los reos. Se nombró otra nueva comisión, 
porque tampoco aquella hallaba delitos en el sumario; y esta tercera^ 
no encontrando en la magistratura quien impusiera castigo donde 
no se justifica el crimen que se imputaba á los acusados (2), para 
complacer á la camarilla , puso su dictamen de que el rey en yirtud 
de su soberanía poderqsa condenase á los reos ; así fué , que en la 
noche del 15 do diciembre de 1815, se leyó á los presos la senten- 



s 



Diario de las Cortes , tomo 12. 

Gloría eterna á la magistratura española da aquella época. 



■ — 53 — 

eia pronunciada por el rey á cada uno de ellos sin especificar el de- 
Uto : se puede añadir que en algunos estaba la [)ena marcada de 
mano del mismo rey ; y para asegurar mas lo espuesto , copiaremos 
legalmente una de las notas que- aparecen en los apuntes históricos 
del muy ilustrado marqués de Miraflores (presidente del consejo de mi- 
nistros en 1846), hablando sobre el encarcelamiento de los corifeos 
del partido liberal: dice asi: ctres comisiones especiales se nombra- 
»ron para condenarlos por una causa que no pudo jamás formarse 
•con arreglo á derecho, pues no se les acusó mas que por un in- 
rterrogatorio arbitrario , que era un verdadero credo político ; pero 
•ninguna de las tres comisiones se atrevió á condenarles : el góbier- 
»no les impuso á todos administrativamente las peiías gue le pare- 
•ció , las mismas que S. M. por su propia mano se sirvió agravar á 
^algunos. Muchos detalles curiosos podrían darse de estas causas cé- 
•lebres en los anales de la arbitrariedad.» 

Es muy difícil citar escenas donde han figurado tantas personas 
que aun existen ; y mas cuando está muy lejos de nuestro ánimo el 
despertar pasiones que tal vez duerman en el olvido, ni escitar re- 
sentimientos que pudieran ser funestos : por lo tanto me es forzoso 
advertir que escribiendo solo para la posteridad , y con el objeto de 
refutar la historia francesa , debo pues trasladar á la presente obra» 
cuanto encuentre en las demás que sobre el punto en cuestión se 
han publicado: así pues, anotaremos otro fiel traslado de una nota 
que aparece, página 51, en la historia política de España, traducida 
del francés por el traductor de la historia de España por Romey, y 
es como sigue. « Los diputados que atestiguaron fiscalizando eneu- 
>biertamente contra sus compañeros , fueron Lasanca , Inguanzo, 
>Ros, conde de Buenavista, Villagomez , Caballero, Aznares, López 
• del Pau, Tadeo Segundo, Gil, el obispo de Pamplona, Gómez, Cal- 
•deron , Voncerrada, Pérez, conde de Vigo y Garate. l)ieron todos 
•su declaración por escrito.» 

Las votaciones que hubo y pudieran irritar al monarca fueron 
seis: la primera el 1.** de enero de 1812 para que ninguna persona 
real terciase en la regencia , y de la mayoría premió el rey á los di- 
putados Ros , con el obispado de Tortosa ; á Eguía , Cañedo , Ruir 
(D. Gerónimo), Barcena, Borrall, Mendiola, Navarrete, Creus, Key, 
Melgarejo y Gutiérrez de la Huerta : la segunda el 15 de agosto 
de 1812 contra los que se negaron á jurar la Constitución, y fueron 
premiados Villagomez, Pérez, Rosa,fRos, consejero supremo. Quin- 
tana y Puñonrostro: la el tercera, 16 de enero de 1813, primera 
resolución sobre la Inquisición: y^el rey premió á diez de los votan- 
tes V la cuarta, segunda resolución sobre el Santo Oficio, 22 de enero 
de 1813, agraciando ¿ nueve de ellos: por la quinta, abolición de la 
Inquisición, 26 de enero de 1813, quedaron premiados díe^, y por 



— 54 — 

la sesta, revocación de la regencia, 3 de marzo de 18i5, obtuvieran 
gracia cinco votantes , como mas por extenso puede verse en la Es- 
paña moderna, pag. 59. Ninguna otra cosa podia tener irritado al 
monarca , y en prueba de Ja ingratitud cometida en 1814 , copiare- 
mos exactamente algunos renglones de los que aparecen ^n los 
apuntes históricos de aquella época, escritos por uno de nuestros hom- 
bres de estado. « Iji Inglaterra , la Prusia , la Rmia , el Portugal, 
9 la Sfuecia y el Austria reconocieron aquel sistema como legítimo^ y 
i que si bien cometió errores , se sacrificó por la libertad del monarca 
•cautivo ; este fué en fin el triunfo de una nueva facción que no mira- 
•ba en nada el respeto á las prerogativas del trono, sino su ambición 
M.y el interés de que volviesen á aparecer antiguos abusos y á cuya so^n^ 
9bra vivian ; que pongan si no la mano sobre su corazón^ y digan si 
•atuvieron ideaos mas nobles. » 

Respecto á la fundación de la república federativa y colocar por 
rey de España al lord Wellington , es una paparrucha á la cual no 
debe contestarse , pues jamás hubo monarca mas querido por los es- 
pañoles que Fernando VII, ni por quien mas sacrificios se hiciesen. 
Los mismos hombies que promovieron las desgracias de 1814 fueron 
Iqs que trataron de colocar en la regencia á la infanta Doña Carlota; 
pero enteradas las Cortes y el público de la tramoya, pues en tales 
amaños iba encubierto el de que se alzase con él trono, fueron me- 
nospreciados por todos los hombres de buena fé. 

4/ Rodeado Fernando VII de personas ineptas, y casi puede 
aventurarse la espresion de dañinas , olvidó el decreto del 4 de mayo, 
y en sus consejeros no debería oir otro lenguaje que el de las pasio- 
nes, cuando no pensó'en utilizar las reformas planteadas por las Cor- 
tes, sino que todo corrió la misma suerte, que los legisladores. Los 
bienes fueron devueltos al clero : los conventos se poblaron de frailes: 
los jesuítas, que tan sabiamente fueron espulsados por Carlos III 
en 27 de febrero de 1767, yolvieron á España, siendo Fernando VII 
el protector de su restablecimiento: una perseverancia.sin límites en 
la persecución de los hombres que suponían liberales , tenia atesta- 
dos los castillos, las cárceles y los presidios, y después de cuatro 
años de padecimientos, aun se presentaban diariamente listas para 
que se proscribieran mas españoles: lo- notable en aquella época de 
triste recordación: era el que los ministerios se sucedían eonrapid^ez; 
efecto del poder superior oculto de los palaciegos que cercaban al 
monarca. Como imparciales en estfe relato, debenaos salvar á la no- 
bleza, pues á los que se les suponía como camarilla, eran unos cuan- 
tos^ eclesiásticos de. tramoya , ayudados pdt tres ó cuatro de la ínfima 
servidumbre. Estas fueron las lieridas que se cicatrizaron. El 
estado iba caminando hacia el abismo, sin que ni los jesuítas 
ni la Inquisición pudieran contenerle : el ejército vela con (Jo- 



— 55 — 

lor que no se premiaban las heridas recibidas en campaña, y 
si con profusión á los partidarios de opiniones exageradas: la marina 
estaba entregada al mas terrible abandono , el clero gozaba de sus 
bienes devueltos; recurrióse á impuestos, arbitrios, á derechos exor- 
bitantes de aduanas , y en fin , á empréstitos sin condición alguna 
que los hiciese llevaderos : la fé de los contratos y la inviolabilidad 
de los fondos estaba profanada, las obligaciones mas sagradas deja- 
ban de pagarse, y en esta situación tan precaria nombróse para mi- 
nistro de Hacienda al célebre Garay , quien trató de plantear el sis- 
tema de hacienda de la que se decia revolución ; pero apenas fué 
presentado al monarca quedó Garay depuesto del ministerio: de este 
desconcierto general procedió el descontento de los pueblos , y esos 
fueron los esfuerzos paternales de aquel mal aconsejado monarca 
para aliviar á sus vasallos. En este estado de irritabilidad, se arroja 
Porlier en Galicia en 1815 á pedir con las armas en la mano el res- 
tablecimiento del abolido sistema, y pagó con su vida el malhadado 
empeño, porque el ejército y el pueblo, cansados de guerra, conoce- 
dores de lo que pasaba en palacio , y de que el rey era mal aconse- 
jado, no contribuyeron al éxito de aquella tentativa, esperando con 
ansia el cumplimiento del real decreto del 4 de mayo : los hombres 
naas sensatos ¿podrán creer que el gobierno tomó con esta ocurren- 
cia un indicio de la pública opinión? pues fué muy al contrario; 
engreído con su triunfo, redobló las persecuciones y continuando el 
descontento se repitió la escena en Madrid el año de 1816, y Richard 
pereció á manos del verdugo. El inolvidable general Lacy, cuya 
memoria será eterna entre los españoles, á fuer de honrado ciuda^ 
daño quiso en 1817 romper las cadenas que verdaderamente estaban 
oprimiendo al pueblo , y fué pasado por las armas por haber inten- 
tado el restablecimiento del abolido sistema. En 1818, viendo el ab- 
soluto desorden de la administración , las arbitrariedades de sus fun- 
cionarios, el escandaloso abuso del poder, la venta dé la justicia y 
de los empleos, el coronel Vidal y el esclarecido Beltran de Lis, 
gloria del suelo valenciano , con otros compañeros, reclamaban los 
derechos del pueblo , y sufrieron la misma desgraciada suerte que 
los ya citados ; esta era la especulación qye el autor francés quiere 
suponer en aquellos denodados ciudadanos amantes de las leyes y de 
los principios de equidad y de orden, y verdaderamente mártires de, 
las libertades patrias. 

5.*" Hemos demostrado en la contestación anterior, de la manera 
que lo permite nuestra ruda franqueza, los males que habia causado á 
la España la restauración de 1814; el cúmulo de venganzas que le^ 
sucedieron, de asesinatos judiciales, de ejecuciones militares y de ca» 
lamidades de toda especie que agoviaron después al sufrido pueblo 
español: parece imposible que haya habido un hombre capaz deau^ 



— 56 — ^ 

torizar tanta sangre derramada por las ilustres victimas y las agonías 
del pueblo , presentando aquel gobierno como justo y dispuesto á ci- 
catrizar las llagas , cuando toda la nación era un verdadero cáncer. 
Solo un escritor estrangero puede transformar en benéflco y bondadoso 
un gobierno que podia llamarse con razón la plaga del paisi 

Encontramos muy razonable al escritor francés cuando dice que 
se hablan enviado á la América para que se nutriera con ellos el 
pequeño número de valientes que se hablan salvado del hierro es- 
trangero : es la única verdad que hemos notado hasta de presente, 
y no podia tener otro resultado la espedicion del 24 de marzo de 1815 
á las órdenes del Morillo que la siguiente mal concebida de 1816 á 
las de Canterac, dirigida hacia el Perú; pero detenida por el referido 
Morillo á^u paso por Costa-firme, én que olvidando lo principal, que 
es la parte política en todas las empresas sobre los paises estrañps 
(mas principalmente si la ocupación es para quitarles su indepen- 
dencia), se sacrificaron las glorias que nuestro ejército tenia adquiri- 
das en cien combates contra el gigante de la. Europa: Maracaibo, 
Cumaná , Barcelona y otros varios puntos de aquella parle de nuestras 
posesiones ultramarinas, conservarán aun los recuerdos de nuesfrá 
última dominación. Lo vivamente interesados que se hallan los es- 
pañoles sobre este punto, de suyo tan delicado, nos obliga á guardar 
un profundo silencio y' á limitarnos á manifestar que no fueron' las 
mas acertadas las disposiciones del general Morillo en aquella parte 
de la América, que los resultados del todo de la espedicion no 
correspondieron en manera alguna á lo que se habría propuesto el 
gobierno, y que pai-a los hombres de pensar no habia ya probabili- 
dad de obtener ningún otro positivo. Por cierto que hubiera mereci- 
do una dirección mas acertada en política el asegurar las ricas pose- 
siones de Ultramar, y los inmensos gastos que se hicieron para aque- 
lla espedicion, porque la política suele tener mil veces mas fuerza 
que el cañon^y las exacciones metálicas. El general Morillo con su 
sistema de terror podia ocupar el país,' siendo dueño del terreno que 
pisasen sus divisiones; pero el corazón de los habitantes...!, ¡im- 
posible! Este es y será siempre el resultado del terror cuando llega á 
concluirse el sufrimiento. La suerte de los pueblos no está siempre 
en manos de un general en gefe , 

6."* Empeñado el gobierno en asegurar las vasUis posesiones 
de Ultramar, y no alcanzando su política á conocer el estado en que 
se hallaba aquel pais, guiado solo por las comunicaciones de los 
vireyes y capitanes generales, y deseoso de deshacerse de una parte 
del ejército que tenia en la Península, preparó una^gunda espedi- 
cion , y al efecto se reunieron los cuerpos que la componían en las 
inmediaciones de Cádiz, punto de donde debia partir, confiriéndole 
el mando de estas tropas al general conde del Abisbal. Si el gobierno 



- n - 

biü^iera q(N(^ocí4q su posición^ eLembarque «se hubiera pjr^p^44<^.e^ 
difere^Djles puntos, caso de que fuera conveniente enviar mas yícti- 
inas al sacrificio; pero aquel gobierno debía ser castigaído porlaPro^ 
videncia > cuando no estuvo ¿ su alcance que seria. 06cií nó resida 
tase algún sacudimiento de aquella reunión, por la exaltación en qué 
estaban los espíritus á vista de los innumerables desórdenes de Ja 
i^dministracion, y que si hablan sido pocos los elementos de los pro- 
nunciamientos anteriores podian producirse otros que j)roporcionasen 
tal combinación de circunstancias ante las cuales sucumbiera el arbi- 
kario poder. El gobierno debió haber prevenido al general Morillo 
que usase con moderación de las omnímodas facultades que tenia, 
pues el despotismo no es oportuno en los pueblos que empiezan á 
ilustrafse, y otros consejos diplomáticos de la mayor utilidad para 
nosotros ; asi lo reclamaba la política y la humanidad; pero como no 
estaba á su alcance otra cosa que la fuerza para dominar, por supo- 
nerse aquel gobierno como una fortaleza sitiada, como un buque 
en vandolas que se lanza al través de las tempestades, y por medio 
de los escollos, 6 como un general en gefé de los ejércitos,, que pe vé 
precis^o á ganar la batalla, so pena de perder la vida, no pudo 
ocurrírsele otra que la misma fuerza. Aquellos cálculos de estupidez* 
no pudieron menos de salirles fallidos, y lo qíie el jgobierno creyó le 
aseguraría en él poder le produjo su ruina. 

7.** Al paso que vamos refutando la mas iiyusta recriminación, 
se va aumentando de tal modo el atrincheramiento de nuestra defensa,' 
qué eseribiriamos páginas enteras para cada una dé las palabras es- > 
critas por Mr. Hugo. Constante el gobierno en la idea que dejamos 
anotada eii^ el párrafo anterior, comisionó á D. Antonio ÍTgarte para 
que comprase los buques que habían de transportar la espedicion; y 
en efecto, desempeñó su cometido tomándolos de la Rusia, contra- 
tándolos con el ministro de este país, Mr. Tatítschff, y puede asegu- 
rarse que se hallaban en tan mal estado, que lá mayor parte de elíoi 
tenias que carenarse para poder prestar servicio, después de haber 
invertido cuantiosas sumas que el proporcionárselas h^bia costado i 
la España inmensos sacrificios. . ! 

8.** * Las convulsiones políticas, son^promovidas casi siempre por 
los descontentos, y como la ftacion lo estaba en general , jugaron los 
intereses individuales y el amor al bien , combinados de un m,ódo tal, 
que satisfizo todos los deseos; así es, que los mas interesados apro- 
vecharon la oportunidad de haber un pretesto para dar al soldado el 
interés que le había faltado eii las anteriores conjuraciones: sí el em- 
barque se hubiera ejecutadq antes, antes hubiera abordado la conju- 
ración. • . 

9,** El escritor no se habría informado de los sucesos én España 
durante ja época á que se rjefiere, y tanapoco debía conocer de que, 

,' ' ' 8 ■ ■ 



-éo- 

liando. Fué U]Eia desgracia para el país qae este monarca, á su 
regreso de la Francia, no hubiera amado al pueblo que le libertaba 
y al código que el lúismo pueblo sé había dado. Si pudo encontrarle 
demasiado democrático ¿píor qué no se reformó antes que condenarlo 
en el olvido y perseguir á sus autores y defensores? Aquel monarca 
tan querido, pudo continuar siendo el ídolo del pueblo, constitu- 
yéndose su bienhechor, y no haberse rodeado de déspotas corrupto- 
res, ((ue por su egoísta ambición rebajaron el aprecio de Femando 
y fueron el azote i la plaga de lá desventurada Espafia. 



— 6f 



CAMtULO II. 



mmm del ejército espedioonario. 



Rie0O«--Ouii»ga.— Gajptuhi en Arcos del conde Calderón/ general en geíe.— Toma de la Isla de 
León, y captui'a del ministro de marina, Gisneros. — Ataque de Cádiz.— Proclama de Quiro- 
ga.-»Preparativos del general Freiré contra los rebeldes.— Toma de la Carraca.— Situación 
de los insurgentes y de las tropas reales. 



i/ Entre tanto, la conspiración estaba lejos de ser sofocada. Los 
gefes no habían sido castigados. Aunque dispersos, comunicaban en- 
tre si; aun mandaban las tropas á cuya cabeza habiair dejado de es- 
tar. El espíritu de rebelión se había estendido á muchos cuerpos del 
ejército español que desde las varias provincias en que estaban acan- 
tonados sostenían una correspondencia secreta con la división espe- 
dicionariá. Complots urdidos en Galicia, Aragón, Cataluña y aun en 
Madrid, debían, estallando simultáneamente, coadyuvar al'resultado de 
la conspiración fraguada en Andalucía. La época de una rebelión ge- 
neral se había fijado en el 1.* de marzo de 1820. Tal era el estado 
dé las cosas en fin de Í8Í 9 en el momento en que empezó la insur- 
rección que estremeció hasta los cimientos la, monarquía de Fer- 
nando VIL 

La imprevisión, ó mas bien la precaución del conde de Abisbai, 
préiidiendo algunos oficiales superiores, habia dejado á la cabeza de 
los soldados muchos gefes mas fuertemente imbuidos en los princi- 
pios revolucionarios que sus cómplices aprisionados. 

Tal era D. Rafael del Riego, hombre cuyo talento y vator apli- 



- « — 

cados á una noble causa, hubieran producido?, á no dndsr, bfSfamfie^ 
efectos; pero cuyo nombre, asociado á tantos escesos impíos y revo- 
lucionarios, no sabrá reproducir la posteridad, sino como el de un 
soldado infiel á su rey, de un ciudadano funesto á su patria. 

La actividad del ministro Cisnérós desconcertaba sobre todo el pian 
de los conjurados: presentian que los soldados que debian apoyar 
sus designios, iban á partir y á ser relevados, antes que alguna ten- 
tativa ventajosa hubiese dado fuerzas á la conspiración. Esta razón 
hizo adelantar la época .íínterfcrifiente ^:^ítfj;y en lugar de esperar 
al 1.* de marzo, se resolvió inaugíirar'el año con un .acto de re- 
. belion. 

2.* Los principales gefes estaban convenidos en colocar á su ca- 
beza á D: AñtéñÍD Qúirú^9i'/\mí!^b\^fitt6tieVcme^^ 
cuyo celo ardiente y vehemencia én ios di^cürsoé hafiidn' iiéého se 
considerara como uno de los mas peligrosos, y que habia sido déte- 
^nido en el convento de Santo Domingo de Alcalá de los Gazules. Por 
tanto era necesario en su ausencia un gefe para dar principio á la in- 
surrección porque el momento apremiaba. 

El comandante del 2.** batallón de Asturias, D. Rafael del Riego, 
osó encargarse de esta terrible responsabilidad. Sus soldados éstabmi' 
acantonados en las Cabezas de San Jnan, aldea vecina de Arcos de la 
frontera. . . 

3." EM.** de enero de 1820, después de haber reunido su bata- 
llón y proclamado la constitución de las, cortes, se puso en marcha 
sobre Arcos; contaba con el socorro de otro batallón (2.** de Sevilla 
estacionado en Villamartin) para apoderarse de esta ciudad en que 
se hallaban el genenal en gefe, y el E. M. G.. del .cáéjrciU)},^í|pedÍQÍo- 
naiio. El mi^OK) dia, D. AjQtonio Quiro^ übertadp pojr ajgm;t9s Oi£i^ 
ciale$ consagrados á la revolución, debía lomaf, el maDdQ,^? .^^9^ 
dos batallones (2»* de España, y 5.° de la Coroaia) y man>har spbrei 
la I^la de León, ei arsenal de la Carraca y Cádiz. . : .,,, •,,,, 

Rie^ acertó ea .siu en^pr^sa; el general en gefe, los generales 4c 
divi^n ó^b^rigsbda y; dem^s oficiales, si^periores de. la esp^dipioiji^, 
cayeron en su. poder; con laipasa del ejército; las tropa?, qu^ <i^h^!¿' 
defenderleSí,. soborj^^idas de antejgaano, se unieron 4. Í0!^ .rebeldes, .., , . 

4.° Por su parte Quiroga, á pesar de Iqs obstáculo^ que le qj»--. 
nian un tienopo borrascoso, y los caminos embarazados, se habi^.re*. 
fugiado en el puente fortificado de Suazo que defiende la entrada, de: 
la Isla de León, del fuerte de Santi Petri y de la ciudad de Saní ^exuí^p^j 
(io, en que el ministro de marina, Cisneros, h?d)ia,.sjidp.,hef?ho pri- 
sionero. Las tropas eficargadas de la defensa de. tpdps c^ti^si .puntos,, 
los habian abandonado; • , . . > (.» ,. 

5.*" No sucedió lo mismo en CÁák: un vivo fu^p deLfja^ilpJc^ 
rechazó á los rebeldes que atacaban la.Corííi(}yfa;y á:peij>fr,4e s^ co- 



- 69 — 

nociínicititos tn esta ciudad, verdadero foco de la conspiración, enea* 
liaron éri su tentativa, gracias al valor del batallón de la Lealtad, ala 
energía de los magistrados é infatigable celo del gobernador. 

Despties de haber proclamado la Constilucion en todas fes pobla- 
ciones que recorrió Riego', se unió áQuiroga en la Isla de León. Las 
fuerzas totales de los rebeldes reunidas alrededor de San Fernando, no 
ás(^ndian aun mas que á siete Jbatallpnes. Ningún habitante de los 
pueblos de cpie habian sido dueños sé les habia unido. 

El 5 de enero, después de un consejo de guerra en que se halla- 
ban unidos los principales gefes de insurrección. Quiroga,. Riego, 
Arco-Agüero, los hermanos San Miguel, Rodríguez Vera, O'Daly etc., 
de los- militares y de los paisanos Y.' G."" V.'' B.' etc. Qufrc^ fué 
nottibrado general en gefe de los insurgentes que tomaron el tílulo 
de efétcitú nacional; G. • se encargó de redactar la Gaceta 6 Boletín' 
del Ejército, y Riego sé nombró comandante de la 4.* división: los 
demás recibieron empleos proporcionados á sus grados y Servicios. 

6/ Investido con el mando, Quirtíga se dio á conocer á su ejér- 
cito por una proclama incendiaria, en la que invitaba á la indiscipli- 
na en el ejército y hollaba por ella el trono de los reyes católicos. 

Esta proclama fué seguida de un escrito á la marina que no pro- 
dujo efecto alguno sobre este cuerpo fiel. ' , 

En seguida se publicó una esposicion al rey, impregnada de doc- 
trináis demagogas, que esplicaba la causa y objeto de la rebelión. 

Ün manifiesto á la nación española, salió también de la impreur 
ta nacional de la Isla de León. Este documento, destiitado á escitar á 
la» ciudadanos á la rebelión, está redactado en análogo estiló. 

7.*^ Entre tanto la noticia de la rebelión habia llagado á Madrid, 
donde causaba una viva agitación. El general Freyre, que mandaba en 
Sevilla los carabineros reales, cuerpo distinguido por su disciplina y 
Sucélb, babia tomado ya medidas para contener lainsurre(:cion. Fué 
nombrado capitán general de Andalucía y general en gefe dei 
ejér'cito. ' 

La confianza del monarca depositó en él los mas estensos pode- 
res para tratar con los rebeldes, ofrecerles anmistía ó castigarlos. El 
¿enerál Preyre se mostró digno de esta confianza. Después de haber 
reunido' y dirigido sobre la Isla de León las tropas mas fieles, hizo 
entrar en Cádiz por mar un refuerzo de mil soldados decididos. 

Esla plaza se hallaba a la sazón bloqueada por los insurgentes. 
Eátos estaban cercados en la Isla de León por la caballería del her- 
manó del cóúdé de Abisbal, del mariscal de campo D. José O'Dónell, 
comandante general del campo de San Roque , oficial, cuyo valor y 
fidelidad jamas infundieron la mas ligera sospecha. 

Los insurgentes hacian pocos progresos. Sus operaciones se limi- 
taban á algunas escursiones fuera de la Isla para procurarse víveres 



— §* — 

y pu'a sostener las aiiHoridad^s revoliM^<mi,mB que baUaii.efi^^ 
do en muchas poblacioues y que se veiaa obligadas á huir á la pre^ . 
sencia de las tropas reales. . ." 

Durante uua de estas escursiones, el regimiento de CaQarias; un 
escuadrón y una brigada de artillería, sobornados por las intrigas á^ 
• los agentes revolucionarios, vinieron á unirse á los insurgentes. 

S."" Quiroga resolvió aprovecharse del impulso de entusiasmo que 
la llegada de este nuevo refuerzo habia producido entre sus solda- 
dos para apoderarse del arsenal de la Carraca. 

EstC; vasto establecimiento, situado en el fondo de la bahía de 
Puntales, en una isla vecina á San Fernando, coptenja todos los 
depósitos de la marina y de la artillería. Servia también de. prisión 
de Eslado : algunos individuos de las Cortes y nmchos amerícapo^ 
instigadores de la insurrección de las colonias, estaban presos en 
ella. La escasa guarnición de Cádiz no habla permitido á su gpbema* 
dor, colocar un destacamento suficiente en la Carraca. Quiroga se apo- 
deró fácilmente de ella. 

Los rebeldes fueron menos dichosos en una tentativa que hici^ 
ron sus partidarios al seno del mismo Cádiz. Esta tentativa se e3tre- 
lló en la firmezad el gobernador Campana. El c.oronel de Santiago, 
Irrotalde , gefe de la sedición , escapó á duras penas del castigo que 
habia merecido y se reunió á los insurgentes. 

Un nuevo ataque contra la Cortadura no tuvo m.ejor resultado. 
Los rebeldes hablan sido rechazados por las tropas reales , Riego 
mismo, gefe de la espedicion; había sido herido. 

9.'' Los insurgentes habían reforaado las fortificaciones de )a Car- 
raca , donde habían colocado su plaza principal ; espi^r^ban poderse 
defender allí con ventajas en caso de algún desastre, porque ya les 
abandonaba su propia confianza , y la indiferencia que los demás 
cuerpos del ejército mostraban por ja suerte de los batallones encer- 
rados en la Lsla de León que inquietaban vivamente á sus gefes, so- 
bre las consecuencias de la rebelión: habiap pues contado contó co- 
operación de todo el ejército y se veían allí abandonados. 

En el Puerto de Santa María, cuartel general de las tropas reales, se 
temían masías comunicaciones de los insurgentes que sus ataques. La 
tibieza de los habitantes por la causa del rey y el poco entusiasmo de 
los soldados , inquietaban bastante al general Freyre. Antes de venir 
á las manos intentó aplacar á los rebeldes por vía de persuasión. Un 
mes se pasó asi en proclamas y en conferencias sin que ventaja al- 
guna militai' viniese á dar mas energía á ninguno de los partidos. 



BVDTACin. 



1/é óttdbloé g6h€fAXátí§ pof ñüíSúÁ tiétt^ 
qtte ew ei mtt crisis MmtuK cuandd^lúf 
gobiernos no escuchan el imom de la razan 
fbenétó d puémpiti (ñxe hmé i sus ^«fei 
eon las «roa» «n la mm, ^¿Fodri detin» 
que las úaciones gozan de un verdadero re- 
ft^' Uio el yug«o »iln ím goÍAénni 



1/ Dte}am<y6 dtebor ai^riormentó 41M él golfee éddo é# el cwM 
pamento del Palmar , habia paralizado en algún tanto los trábáj^MP 
^n te píáon de Ic^ gefes; pero qucrnl ellos haUdn dejado de eomu- 
nimím entie si , li los cáerpos dejado de^ líegttir s«fs eoniunieacÍ»Éi«i;* 
fm^ t peiMüt de esfer indieaáa la eondiiefa qm debia é^bsetvti' el g^ 
tíeñiO eti á(|tíelk situaeion táft eómpáetí», no h^ia ilMitdia^ fonitf 
nkíguna otra disposidoii. En las malogradas combmacioftes de GáA^* 
cía, Madrid, Valencia y Cataluña, estaban iniciados uH sinnúttef» 
éb euerpos, y tan luego como hubo de retinirtwi el ejérelM eápedi- 
«ioffiário vrtviermá amidarse tes interfumpidas relaciones y á iMgiffV 
to m&fchñ de la combinación qtie babi» dbdárfi>or léiíuttádo^el tritml» 
áir te abolida causa <x)nstitiidk»^t. 

Cuando loi» pueblos esláñ é|Almid<ys^ eott ék pesa de te titania , f 
ettbiena por el gobierno te estatua de^ tíhy , asi como este, que éií 
uifa parte integrante de aquel pueMo, se autoriza por sí para gjohfH^ 
nar á su arbitrio , sin cuidarse de f esfuetar tes leyes <iue te misiM 
Súá^Aaá se tiene impuestas, con mas rázon te mismajsoeledad , para 
ifllir de aceite situación que la condiM^ á la mieíerla cuando agdta 
ga Sufrimiento, intenta subtevaciones y se esAiÉrza en llevarlas á 
cabo. Esto es tan incontrovertible que impide toda autorización paM . 
apellidar crimiiial ó Uegíümo el aóto de reacden egecutado póf di 
ejército en 1820, ^n que por ello se estremeciese te mona/irquiá dt 
Fef nandú Vil ^ pues la rechosiacion de un lastema^ abolido por te f úemí 
ét tea armas, por parte de los gobemactos, llev» en si tesantíficadon^ 
de ser te que mas coirriene ai pueblo que te reetemif. Natos pMípó^ 
w&tkos se^ir coii esta oeieaa dideuslon , porque vivimos en la ijmM^ 
table pei^soaaion de qde los rtsyes se han hecho paga loa pueblos y tm 
loa pif&Mos p^a los reyes. 

ijpsefMacteti del gei^rsat eñ gelí ob)%6 á eimbür él ptetf d^ 

9 



, — 66 — 

egecucion que antes tenia meditado, sin que por ello se alterase en 
nada la esencia del asuntó; y como en la generalidad pensaban de un 
mismo modo , entraron otros gefes a reemplazar los arrestados , pues 
era bastante tarde para s<^eear le qu^JM^a -sido fomentando por el 
mismo general en gefe del ejército.. 

Parece imposible que pueda haber quien, entre \á causa de una 
persona sola y la de 15 millones de habitantes , tenga por preferente 
la primera. ¿Dónde hay una causa mas noble, mas justa, mas razo- 
nable que la del pueblo? ¿Pues qué, ese pueblo que se sacrificó, 
para sostener el Estado y para contribuir al buen lustre y esplendor 
de la monarquía, no es digno de consideración alguna? ¿Son acaso 
sus individuos esclavos comprados por el monarca, de los cuales 
puede disponer á su arbitrio? ¿sonescesos de los impíos reclamar los 
derechos de igualdad* para todos ante la ley? Sin duda el autor fran- 
cés no conocía la historia dé nuestra Península, cuando ignoraba que 
enía^mayor parte de los distritos de ella fueron las leyes antes que 
los reyes. ,. . . . : ' 

Respecto á Riego, su nombre ocupa un lugar prefereete en la 
historia de nuestras libertades , y ú el miedo no permitió pronun- 
ciarle alguna vez porque se hallaban comprimidas las lenguas, estaba 
^0 en el corazón de los españoles liberales, en el cual na tiene domi- 
nio ni poder alguuo la fuerza de los que se apoyan en ella para ba^» 
carse respetar, . 

. La bajada á la Isla del ministro Cisneros, ni su actividad, podia 
influir Qn nada. La revolución tuvo que estallar preeisan^ente antes 
de tiempo, porque estando iniciado en ella Abisbal , como su primer 
protector, y habiendo cambiado de opinión tan de improviso por una 
de ésas inconsecuencias. demasiado oom unes, en los hombres, resoí- 
yiérpn que ía revolución estallase en otra forma distinta delacoiftbi- 
nfidá por Abisbal, á fin de que a la Hígada de este á Madriii no des- 
cubriese al gobierno, el proyectado pkn. , .. 
\. 2/^ Varios fueron los.g^fes que 4ebian elegirse despuésidé haber 
feltadoeí principal que lera D. Enrique O' Don ell. Cada división y cada 
i?aerpo tuvo que. darse el suyo , sin aumentarles por esto mas poderío 
que el de la unidad, como necesaria en la milicia para las operacio- . 
Bes sucesivas: así que como D. Antonio Quirogá era uao de los gefes 
mas caracterizados, y marcado ya con el sello éñ la persecución , la , 
subrdivision á que pertenecía le elidió como tal, porqué sin embar- 
gp de que/hab}^ otras personas de respeto que habrían desempeñado 
aumplidamenlé .tan delicada misión» circunstancias que después se 
dirán ,' obligaron á que decididamente resultara electo .-Quiroga para 
laaandar las fuerzas que marcharon sobre la Isla coa el ol^to de 
apoderarse de la Cortadura y Cádiz, mientras que otros gefes se en* 
eárgaban de. ajrrestar^l general y E. M. d^ ejéi^ito,. dirigiéndose' 



— «r — 

después sobre Jerez para apoderarse de S^illa, estsAlando así la iv 
volupion de diferente modo del que en uh principio se tenia pro^ 
yeetmio. ' . ; . ? 

El. valiente Riego, tan célebre en los fastos de nuestras liberta- 
des , comenzó el movimiento por un acto muy senciUo , pero que ii^ 
dicába un valor, un denuedo verdaderamente herc^co. La horrible 
injustioia de que fué víctima, en lugar de empanar añadirá ñuevob 
brillos al nombre de este gran español, y sus desgracias oontríbuirán 
á hacerle vivir con mas cariño en la memoria de susconbiudadanos: 
Es muy^cierto que se hallaba en el pueblo de las Cabezas dé San Juan, 
empero también lo es que estaba á corta distancia del cuartel gene- 
ral y de otaros puntos' en donde residían gefes superiores del ejército, 
que pódian biabarle atacado en el momento decisivo; mas nadaarrer 
dra á los valientes cuando esponen sus vidas por libertar á su patria 
del yugo de los tiranos^ 

S."" El I."" de enero de 1820 se formó el batallón que mandaba 
Riego, por orden que comunicó á los ayudantes, y en jseguida pro- 
clamó la Constitución al frente de bandera. El batallón respondió Con 
enteras aclamaciones á la voz de su comandante, quien después de 
haber tomado las preiíauciones militares que exigía la ocasión , se 
puso en marcha á la entrada de la noche, á la cabeza de sus tropas. Dos 
horas antes de amanecer estaba cercado el cuartel general, en ios Arcbs; 
donde se hallaba el gefe supremo del ejéróitQ,'á quien hizoppisionert) 
con los oficiales de E. M., habiénd(^e al mismo liempó atraido el ba- 
tallón del genei*al que se hallaba de guarnición en aquel punto. 

A la mañana siguiente se le reunió el batallón dé Sevilla'que ha^ 
bia hecho igual pronunciamiento, otro batallón queitambien^se déei- 
dio en aquel mi^no dia, y con la fuerza dé. estos euatro batalloneft 
se puso en marcha en el momento con el objeto de engrosar la di-^ 
visión, cayos soldados no habían sido comprados por ei oro, sino 
atraídos por la justicia de la causa que iban á defender, pnes como 
la tenían por la causa de sus padres, de sus familias, de^sus pueblos^ 
bastante mas sagrada y justa que la causa del absolutismo, no titür 
bearon en la elección; Eran soldados españoles. .''''■' 

4."* Posesionado Quiroga de la Isla, se dirigió sobre el Puente 
de Suazo, en donde encontró la mayor resistencia; el capitán don 
Luis Fernandez de Córdova, defendió aquel interesante punto y le 
sostuvo con bizarría hasta la llegada del batallón dé la Corona, con- 
dacido por su ayudante £). José Rodríguez de Vera. Trabado el com- 
bate , tuvieron la suerte de apoderarse dé él obligando á retirarse so- 
bre Cádiz las fuerzas que le defendían. * 

ñ."" Siete dias deanes de su pionunciamiento , él general Riego 
entró con su pequeña división en la Isla de León y Quiroga tomo el 
mando de todas las fuerzas. - , 



SmüíA, lli§|MBi« ItiScmM» Anfott, GmM j d tata» 
atoo di idépteito 4e ím vtteraBM, ñiema los cuer|»s de que «isooi^ 
puso aquel ejército : ningún paásanage se les habia unido. ¿Se piied^ 
ÍBíferir por «flta que aquel movimiento no em nacioaal? ¿ignoran 
fkor ventura, tos que le critíeaii» que lo pnmero que ae apodera de 
ios tKMMbres %% la desoonfianm ea los momratos dados? la masa de 
la «tficion e^lia preparada p»ra recibir las inspiraeiones de aquel 
egéidb) que les proporcionaba la regeneración potiliea y eantaban e& 
seoreto su triunfo, porque era el de las ideas de la generalidad* 

^."^ ^i no fuera por la uftilidad que nos resulta en sacar á lueir 
«krtos doeomentos para la refutecion de que estiunos hecho eargo» 
IM eq^iáramos integra la proclama que titula el autor francés como 
jaoBiidiaria jr escítaRte á fai indisdptina ; pero creemos deber iQser^ 
laila parque fíié el primer acto púUioo de aquella justa revohicioa, 
que, según han dicho algunos de sus gefes, fué aeorda por todos para 
ixnEteB»' al soldado en <;a8o áe que creyese roto ol vinculo de la su- 



\S(Maio$i 

^CMoeado á vuestra cabeza por la eleoeion de los c^iides ásii 
legéreíto^ voy 1 dki^ros mi v<ms con la franqueza que debe reinar e&» . 
tre «oompafieros de armasi Nuestra. España estaba i punto de ser de»« 
4rakia y vuestna ruina iba á arrastrar la de la patria. Vosotros esta-^ 
bais desáttfdos ¿ la muerte, no para realizar la coáquisla, ya mpo»^ 
ile^ de ia Ámérka, sino para Ifiírar al gobierno del terror que le ha 
wñmdido vuestro valor. Entre tanto vuestras Emilias geinirían en ia 
MM vergonzosa esclavitud, bajo un gobierno arUtnario y tiráinieo 
^ue «dispone á su antojo de las fortunas y de las libertades de los 
deagraciados ospafk4es |8oIdados{ Este gobierno debia aniquilarse 
Mtt la nadon: no es posible ^ue nosotros le suframos ^por mastiemí» 
^, i^iolento y d^il á la vez, este gobierno no podía inspirar sino in^ 
dignación é menosprecio, y para que la pajtria sea dichosa él debe 
inspirar confianza, debe o^ amado y respetado* 

j|Soidado8Í TfesotDos vamos á empkar en nuestro beneficio y 
«u el ide nueirtros hermaaos las armas que asegurando nuestra indor^ 
fendoneit contra todo el poder de fionaparte. La empresa e$ fácil y 
^krioaa. ¿Se haHari un solo español que vuehra la caim? |Mo( En k^ 
fiazas «queel gobienio mismo se esfuerza m reunir tropas, solo ludla*^ 
tcís humanos que se uoiráu á JiosotriQo , y si hubiera algunos seres 
tan viles que osaran alzar sus armas en eontra auestm^ estermin^r- 
mes «otos eojéhtes de ia urania iudignos del nombre españoL ¡Sol- 
4aáos< o^pto ^n ^vosotros. Sed di^oo hijos de' la patria y anereoed 
tan hermoso nombre. Yo os recomiendo ia lanioa y k disdplina. Jü 



— «o — 

m^OT piaeer seiá teeMipenMtr á ios ^¡m «e distlfiguieren : 8in em* 
bai^o, si alguno de vosotros faltase á sa deberá esperimentará, mal 
que le pese, ifue no en vano se me ha confiado la autoridad de que 
^estiiiy ifiViiesMd , y qtie la energfa en un gobierno que camina á ísu 
regeneración , es superior á la de los dés{.oCas. 

f |8oldados1 La vietoría nos espera, y con ella la gloria y las 
recompensas que la patria nos prodigará con todas fas munificencias 
po8iMes.*-^CuarteI general de San Femando , 5 de enero de 1820. 
-^El general en gefe del ejército nacional. -^Antonio Quiroga.i 

¡En aquel mismo dia D. Antonio Alcalá Galiano redactó también 
otia proelania que firmó Quiroga, y fué introducida entre los mari* 
■os , les muíales mandaron sus comisionados para que contasen con 
ettos, empero que no secundaban el movimiento en razón á quo 
cqpwabaA la ooniestacim de los demás departamentos, á fin de no 
separarse de la opinión general de sus compañeros. 

La esposicíon dirigida á S. M. estaba concebida en los términos 
mas respetuosos. 

á Restablecer la Constitución espadóla , con la cual se libertó . 
á V. M. de su cautiverio (decia Quiroga), es nuestra sola idea: 
hoe^ reconocer que solo á la nación legítimamente representada 
eompcte el derecho de darse leyes : tal es el objeto de los votos ar- 
dientes del ejército y de su entusiasmo. Pero si tan dulces esperan- 
K«f no se realizaran : si el cielo no se mostrase propicio i tan fer-» 
vientes ruegos , el ejército no retrocederá porque sus trabajos se 
hayan perdido : ittorirá por la libertad , esta suerte le parecerá pre- 
ferible á la existencia que le preparan las leyes y los caprichos do 
los que oeduceii el corazón de V. M. y lo conducen á su ruina. » 

Nuestros leetores pueden juzgar por el anterior estracto cuál serio 
el numiiiesto á la naeioii ; liaste sofc> decir que ni aun el escritor 
fnnoes oe determinó á impugnarle. 

Im eseritoo que oaeen del mas puro convencimiento del eora-» 
mñy no admiteo ninguna clase de r^lica. 

Para corroborar mas la verdad de nuestra refutación, será sufi* 
cíente éemostrar las palabras testuales de Mr. Martignac, autor de la 
obra titulada la España y sus revoluciones. cEl contenido de las pro- 
clamas y manifiesto (dice) era comedido , halagúefio y persua^vo, 
«ia asácalo alguno á la mageÁtad real. No «e trataba mas que de 
ilustrar al rey , estimular su cariño á los pueblos, y encaminarle ^ 
el rumbo 4nico en 4k>nde su interés legitimo debia afianzarle : es- 
presiones conciliadoras que hermanaban inalterablemente el amor de 
la libertod con ei antiguo respeto al sótio.» 

Es consiguiente quo las simas viles y opresoras son tiránicas con 
las débHes, y débHes eon los que los íiacen frente; así fué que á la 
•olida de lo oowrido en el ejército, apoderóse é^ gobierno y de los 



— 70 — 

satélites que giraban al rededor del monarca esa clase de estopor que 
se apodera de los cobardes á la vista del peligro. 

Conocieron, sin duda, que el estado exhausto del tesoro por la di* 
lapidaci<m de la hacienda habia atropellado la revolución , que indu-* 
dablemente debia ser bien acogida por la opinión pública, y que era 
llegado el tiempo de la espiacion, y quedaron anonadados aquellos 
ministros. 

Nada se les ocurrió que pudiese atajar el germen da la re^olu* 
cion, de aquel sacudimiento de la tiranía, que empezado por las Ga* 
bezasde San Juan, debia concluir en las inmediaciones del Pirineo. 
La EspaiSa se veia oprimida durante seis sffois por la arbitrariedad y 
el despotismo, y hablan dado él primer paso eh la Isla pftra; tediear 
á los- españoles que era llegado el caso. en que nada poáia atajar tas 
grandes reformas pnlíticas y sociales que i^egeneran á las naciones; 
la nuestra comprendió deéde luego el pensamiento. 

La única resolución del gobierno ñié noihbrar al general Freyre 
en gefe de aquel ejército. 

Los ulteriores sucesos nos dirán el resultado que les dio el Mom- 
bramiento de tan esclarecido y honrado general. 

7."* Investido de todos los poderes, bajó desde Sevilla el general 
Freyre para tomar el mando del ejército : empero este general era 
un benemérito ciudadano español y stíntia como los demás él 
estado á que se hallaba reducido el n^onarca por la influencia de sus 
malos consejeros. 

Algunas disposiciones dio respecto al ejército que mandaba; pero 
muy luego se penetró de su estado. 

Después del movimiento de la Isla, se empezó á publicar un pe- 
riódico lleno de escitaciones á los ciudadanos y al ejército: mil de 
estos ejemplares circulaban entre las trópaá sitiadoras ilustrando la 
opinión de ella: en los alojamientos, en los cuarteles, por todas par* 
tes se encontrabnn aquellos, escritos, y las ideas del soldado emjíeza- 
ron á ser enteramente libres. El general lo sabia, pero no encontrar 
ba medios para atacar el foco*de la revolución. 

El punto que creyó mas débil el general Freyre fué la plasrai de 
Cádiz, en donde públicamente manifestaba elpueblo su adhesión. á 
la causa constitucional. * 

i Cádiz 1 inmortal Cádiz! pronto serás víctima de la saña de los 
sicarios que te van á guarnecer. 

El general en gefe reforzó aquella plaza con eL batallón de la 
Lealtad, 

En las fuerzas que mandaba O'Donell se ejercía el mayor des- 
potismo militar. No se permitía á lá tropa que hablase coa el paisa- 
nage : cincuenta palos estaban señalados paia que sufriese iel iafelii 
soldado qué le viesen conversar con un paisano : peiia de la vida al 



— 71 — 

que le eBOontrasen cualquiera impreso de ios iosurreocionadod , y por 
' últínoa, jos puestos avanzados estaban mandados cubrir por oficiales 
sobre quienes pesaba la mas estrecha responsabilidad , si durante su 
^ guardia se notaba alguna deserción. 

El. geiieral O'Donell era lo que se llamaba un buen suizo ó< un 
verdadaro aventurero. . 

En la generalidad, los cuerpos que pertenecían al ejército sitia- 
dor de \e( Isla , estaban comprometidos en el alzami^to, pero coin- 
cídencias estraórdinarias y una particular combin^on de circunstan- 
cias , impidieron el que hubiesen corrido la suerte de ^us compañe- 
ros;, empero la moral de aquel ejercita estaba tan en favor, que ¿ pe- 
sar de las terribles penas impuestas, toda trppa que podia separarse 
de íla vista de sus gefes se pasaba al ejército de la libertad; y los^ 
qae no se pronunciaban como amigos, tampoco se temían como ene- 
migos , porque habia una predisposición general en el ejército á fa- 
vor da los pronunciados. . 

La prueba mas convincente de cuanto llevamos espuesto se verjí 
en lo ocurrido con el regimiento de Canarias y la artillería volante. 

Estas fuerzas, que se hallaban en Osuna, recibieron orden para 
incorporarse á Us órdenes del general O'Donell. Reuniéronse los ge- 
fes de los cuerpos para tratar sobre la marcha que se debía empren- 
der aquella noche , y habiendo manifestado el ayudante de Canarias 
qm la tro^a no queria marchar para hostilizar al ejército de la Isla,., 
dispusieron el que se consultase la, voluntad de los oficiales; tres fue? 
rensolo losque désinlieron del total de los compañeros, y al siguieur 
te dia, aquella columna de infantería y artillería, entraba por la ca- 
lle real de la Isla en. medio de las mas sinceras aclamaciones de un 
pueblo y un ejército entusiasmado por la libertad de su patria. 

iJamá? corrompió. el pro á los soldados españoles. 
8''. Aquella tarde hiíbo junta general de gefes , y resolvieron dar 
el asalto á la Carraca. 

Los soldados de la líberlad marchaban silenciosos por los arena-> 
les la noche del 12. al 15 de enero, el corazón se hinche de placer y 
los ojos se humedecen por la sensación que causa aquel entusiasmo. 
Un silencio sepulcral se observaba por entre las filas : todos habian 
comprendido el valor, la importancia de aquella operación. 

Las 6 de la mañana sonaban cuando se abrían las puertas de las 
cuatro torres para dar libertad á los innumerables patriotas, victimas 
del furor de las comisiones especiales nombradas por el monarca á 
impulsos déla fanáticia camarilla. 

Escenas de ternura se presentaban por tod^ partes , y en gene- 
raU ún eoo solo resonaba por do qitiera: «Vivan nuestros libertadores. > 
« Viva el ejército de la libertad. » 

Quiroga se habia apoderado de la Carraca. 



— 7t ^ . 

Siempre hemos teaido la ^edicioB por un erímen; pero debemos 
advertir que lo oeurrido en el ejército y en el pueble eú iiiO, no tíi 
una insurrección > ara lo que se llama la reáisíémia i la opresión 
del poder y 6 mas bien , el respeto de la fé jurdda por el monarca 
en 1814^ i la cual habia faltado; y la España enteitt se eneoiilraba 
en la necesidad de tener órden^ leyes que se cumplieran, y de ser 
gobernada con justicia^ 

Cádiz quiso manifestar sus deseos : la tiranía ejerció stí poder, y 
Rotalde^ á quien el pueblo babia apelado para que kUbertasede^l% 
tuvo que refugiarse en la Isla. 

El ataque de la Cortadura no tuvo el resuMadc^ que se esfvraba 
por haber sido herido el gefe y cinco oficiides de los primeros qu» 
se arrojaron i tomarla: no el valor de los que la defendían, fo ines' 
pugnable del punto era suficiente para la defensa* Todos eran esp*^ 
fieles, y no hablaremos de los hechos;. 

Indudablemente que el caballero general Fréyra lemi» éms ka 
comunicaciones de los insurgente» que sus ataques. Poes si eran 
subversivos y revolucionarios los principios que proclamaban ¿á qué 
ese temor de sus escritos? 

El general Freyre conocía que el golpe dado en las CdMszacr, 
era la base para la regeneración política que el pueblo y el ejército de« 
seaban, y que con ella habia un centro de acción en donde cada cMé 
podia ir acudiendo, y por lo tanto, temía aproximar su» tr^as por 
miedo que se le pr(munciasen« 

Los pueblos con su silencio manifestaban sus simpatías hacia I08 
pronunciados, y los soldados por do quiera demostilabaii no estar dé^ 
oididos á batirse con sus compañeros de armas. 

El tiempo pasaba; las operaciones militares no podían ponerse 
en práctica por la desconfianza que tenia el gefe de so tropa, y de- 
cidióse el general Freyre por empezar el trabajo, que asi puede Ma- 
marse al de la, persuasión cuando no hay razones que puedan eeri« 
vencer. 

En este terreno combatieron los pronunciados eon teéo el éxüo 
que siempre ha facilitado la causa verdaderamente éá pueUov 

Los soldados de Freyre se pasaban á eenteñares. 
^,\ Conociendo su verdadera situación el general Freyre, á pesar 
de tener noticias sobre la suerte de la columna espedieionaria de Riiego, 
como verdadero y leal espafk)!, hizo una manifestación ^ g(rf)iemo, 
patentizando en ella el estado del ejérciío y el deseo dé los pueblos» 
y una esposicion á S. M. en la misma forma, pero en vano; b eb^ 
cecacion reinaba en |os consejeros de la corona y en el palaeio, y 
aquellas justas reflsMones fueron desechadas. Los reyeií nunea quila** 
ren escuchar los clamores de sus subditos. 



.— 73 — 

. . ■ . . . ■ : . .1 ;" .o 



MPITQLOIII. 






.j.it, 



' á^ las moj^tafiaSf-T-Actividad , 4el ^emnX ,0'Doiiei|l,<n-Deirot9 á» fix^ ^ ; Mafl)eilfti^í-(^V|i-. t 

bate de Málaga. Deirola de los rebeldes.— ^Marcha sobre Q6rdoba.---Situacion crítipa.-^Oi99-: 

" luciófi' de la colüiháa áe Rie^.— Operaciones de Quiroga y del ejército Preyrc. ' ' 



;•(: 



rANiK^ Hiego que el desfietUeoimi^to minaba la causa; «de la mn 
vohicipn, y jusigaQdo.que la indifereocía> del testo dri ejército .ptoQff*i'' 
di^; 4e la foUa4e eonmiúeacifiQ de laa taiefias insucr^ionadas, pío^i 
paso fofiMr uiia CC1U191IU1 de( lo» iwjere$^ soldados eiieeiradiM eíi la« 
Isla,, jr enyiarla<á reoorrer laspoblacioiiesdela ÁodaliipiaiMridioiiaUi 
á fia de arrastraii>«i lá.rebelioit ¿ los ciudadaiios y ^larnieíADes. Los' 
i^Jbeldes. espiaban ua brttlante4xito de eMa tentativa; ea^ desespe^^. 
riKla. j4t;esp9dioiw ae.tdeeidíói y Riego se. eoeai^á de su mando. « - j 
. . $alj.ó..de la Ifda de Leo&^eJi ^7. de eneve á la cabeza de una dillri^- 
sion di^ i»5,00 hombiiesi. Su columna se^ óompmiia^ delbatallonideí 
Asturias, con el enal había empegado Ja yevolueím¡ y <|üe le era 
«fieiicialmfDte Jifeoito , áéí ;batalloq de Sey^Ua, quo' en el ^nomenteáer 
la inflfUüveQcioii se. haJúa unido. al, de Aaturiaa, y en'fin, de doabom^ 
pafií^S; del regiff^eoto de YaleMiay .eeraa de 40 caba^^^^ 

.2/ .Bien proivto se diaiiiÍBiiyeo>n coassidecablemeote. fa» «speréoí*. 
zasique.bal^ 4:^cebido. EUego 90bre ^ eápedicíon. En lugar' .de[sai 
soñado entusiasmo universal, eneo&t|»ha solo unagcineDaliBdüferea^. 
oía. Los* pueblos I eayas autorida«JkSi Waa dét los 



~ 74 -. 

rebelde, le recibían en silencio, mas bien como aun enemigo vic- 
torioso que como á su libertador. Solo de vez en cuando algunos 
hombres del pueblo bajo y forasteros respondían con .el grito de 
«viva' la Constitución» al «viva» de los soldados insurgentes. No de- 
jaba de desanimar á estos la .fria acogida quo observaban ; pero me- 
nos ilustrados que los gefes, atribulan la conducta de los habitantes 
al temor que inspiraba la proximidad, de las tropas reales. En Chi- 
clana, en Conil y en Vegpri sj^ n^iíahiaomicupa especie de piedad al 
partido que marchaba cafitasich) Mmno» revofucionarios para la des- 
trucción dé la monarquía española. Un descanso de tres dias enesta 
última población , hizo ver suficientemente á los soldados el estado 
de la opinión pú,yicajjespQcto de su, r^^dioo. , , .; . . .. * .. 

Ent^rteéár^ks-iftqriíetuíte»!^ y¿rt»^fe^'lsla^^^L'één, ad- 

quirieron nuevo vigor, aun en medio de las fiestas cívicas que Riego, 
para inflamar á sus tropas, pbligó á dar á algunos ricos habitantes. Una 
distribución de metálico en la ciudad y sus inmediaciones, reanimó 
algún tanto el valor de los soldados. Los gefes esparcían el rumor de 
que se les esperaba en Algeciras ^ adonde los kigleses les remitirían 
soeorrós de aiuniciiHies y vestuario. Este ranaor ^ prochfiíjo su efecto; 
tod(»'paftiefon inflamados dé nuevo ardor. Riego; qué efectivahienté 
mantenía correspondencia con este puprta, se hizo preceder de va- 
rios emisarios para preparar los ánimos á su llegada. 

3.*" Los habitantes de Algeciras recibieron á los insurgentes con 
la espresion del mas ardiente júbilo ;' pero instruidos bien pronto 
de la debilidad de la división de Riego , limitaron la efusión de su 
patriotismo á iluminaciones y gritos de «viva la Constitución.» Apey 
n«ar?98í adhiniJí«ina sotó á los mbeldés quie éspíerabttn arrasti'aftós'toü^ 
dogv Lfi dsper^iiade ftie^ó^no siaiHó meneé feltidal en la icosteí^dé^iw 
braitftrvlWo lo-quBfi^o ol^ m esukeiú 

eri Algeciras , ^redujo á mil p^e^t^ zapatos. E» geftélnadór inglési 
había interrumpido 'lódaoomHiiíe«eion i c^^ élv^st^ niíeva pmeba díi''' 
mostrafax bt«a< A tos Rebeldes íenánirlslaAM se hallakín etl me^ ifel 
poQMi^esfMfiDl, pefro Riegesupo préviehil^ un^ désfiílléeímientd tolaf 
por elmismoim^o empleado en Vfegér. Ijos^habitítntesdt Algeefira» 
süminÍBtmron y ya' fuese^pdr temot^ * {^(¿rvoluñt^, uiía cantidad bas- 
tebte ébiisiddOÉbto^tte 6<^bre b marcha teté diiMribaidaátossoMiados. 

4."^: fSytr^ tftñtolas ma«iiobi«^ 
iBtostttusifmes ide 'Freyre iiiquletáb^^ ¿Riego >á la^ 

bitt *de<Ejeoh. Rte^d enirpr^ndi^ ái puntó un fnovinifento mlrógado^- 
pero la cabatíéííii teaíista «odupaba^ el eaitiii»; y 'ett Vtfno iñíent* 
atviTsepaso en -varias ocárfones.Ádofptó^|més,»e}úniW patódo ^e 
le qu6dai)a^ cud era réÜPíiree é las montafiás* para espeí» una oca-"^ 
9Í0a fávottsÚede-reuniréeá^Q^iih^. ' * • 

Eléi&itode tas ti^opas-fv^lesf, laiiIssdtM^ Rfe^ ée^ 



— 7&.- 

ia hyfi^ fie Lmü;, ittp«4id ^l»i el anJNiiíiilaiiiíefito total út lai rehettoa. 
Los^i¡yi6|^il^.feflJtotii6fen vee de dt^ 9tts^:e«^^^0K)0< uiiáAiniefttK)- 
Jwé iiOi ^pufito ^11 üw huUístali «s^(|o.i«iiiiidM4odss>J«8 fuer»» re^ 
l^eUtea^: cuyia ^deeadMcm, les; imm iEftoiliMftte .v«i<d»les ^ se vieron 
<4rtígat}o0^iá, dividiese. • .í ;. *. 

^ £1 |g«p#tltl J^ogm fisrniAMoió.^n. ot)8^Mióo ÜterioMilá d(^ ía 
lsííí,MíMmáo^^ pdra «itae^ a Quórae^ lai09(ieia^di(; U^eflriráocá^ 
;Ri^go.' ;•• -,- ..... ... - . .- ;. ■ - .. >., - •• '..;, c-; . .*= ...^i 

: 5»'' EldenodAdpQ' D(meU'per»igiiiésinirfiguit¿.latoiú]^ 
i0Í9QAñai,!alejéildoie eadl^ v^ «ñas del campo reaUste. fifltaaiiMniáhras 
forzadas, prolongaron la existeiieia de )a TebeUMi y d»Eon tieni{É) 
¿iJiks coQspiraaioiiQ» de laf».prQ¥J0GÍas.p9ra ad^iifir toi^ fmtzas nece- 
sm9» {lara jestalkir^ i\^ fué.flie \9^ áe^fimii mkidá. par Riegihéimó 
ped^eosameiiteéla jrevolneíoftv y fué qui^ la leauf» maa.diieoia^el 
i^uItfMio d^tlo«,eomp}atoUai»i|do9ppf <l96 4^ gefeb á^ejéfcttó. 

6«', For0O9o €^< twihieB reconocer , c» howifdela justicia, ^tie Ja 
perseverancáa y ¿eatn^aa. de Aiegp prolon^aioii: miiobD nafas ikn^K) 
4a fe qm lefftvde espcuW'la existencia d0 MKxdunlQa; ApffQweh6ofta 
opoi^unídad.la$ yentajas-^p^ ofneeía el iern^no desigual y ésca!>0eso 
de laa Htoafañaa de la Acudahioia m^idionaJ^.Sus iBfiaMfites tmyañdo 
sobre la Gi»fi{a de las rocas, biurli^n muchas veces la viglbncta de 
)ajeabaUier<a:XQafistii; sin cmbaí]^ , alcanzados CNni liburbélla <el 16 de 
fabffero) fueron completamente* batidos» y huyeron despavoridameaitc, 
d€9itDdo sobre el campo de batalla saa^ de iOO bokubre«; eétre niutir- 
tos y heridos. No menos oooskiearabjb fué su pérdídai delosf^ástraría- 
dw en Ja fuga y hcichos prisioneros. : 

' Riego, / ^tifiado en, alg|i«¥)8 ayisos' secretos ^eiq)eratia<l^alhr:6n 
JÜálígadispolsicioneafai^^Ies á:la mbeUoii. Marehó alrevidaní^enle 
t!fplaie.e»ta.eiHdadu ?esperao«b qiie 8U;.guarfiiciou, no>:le» opondMa ivt- 
goro3a i««isliencia;^ <)«^}iie rtal;ye2; se sometería áaupband^»^. £1 go- 
befnadcr^defH^cmSMtndíO^desuS'Soldii^osk ó^Dnufenctdqdeilá inutilidad 
4e.la defensa, se vbM átYelczrMálaga»'^sui:aiido algunos tiiafiís de 
fiiaikida<oW'ia:iroDg«ardia 4e los in$«fgatit<)s*^ . . .^ 

7/ U enti^da de Rie^Q.eo JVláUga trn^ ^ugar ei<l£ de ftbreto 
á las lO.ie lainoobe. La ciudad c^ta'ba ilumina^ y mas por pireeaü- 
cioB>i|ye poreiiluaiasnao. Todas >lds casas estabaaicerrad^, i&usanp- ' 
:radQf es. miraban desde Ms ven4ao4s pasar Jios ¡soldad^sre^Ides^ Po- 
.«as voeca seu9Ísii¿JosgFÍtps.dela tnopa^ Ri^o; sorprendido íCon 
esta sAeaeMsa aties^i fqrmósu «Uviaio» ea batalla en l|gLiriaz& priii- 
cspal^fcolooóroefilinelasien toda^rlaa avenidas fy reim^ ^bms '(Kfieiales 
p¿ra.díslib^ar. sobre la crttic^ situación 4^^ 

La noche se pasó sobre las armas. A las doce del dia siguiente 
apareciei:c^ las guerrillas del general O' Donell en las inm^ididciones 
y el resto de las tropas realistas no tardó en seguirlos dirigiéndose á 



- ^6 - 

tocilaéad^ lUego iK) ^áia evitar ei c^ 

'tomar parte en «U'di^eQSsa: ESlos se contetítarm om eompádecdrle y 
-561 eneastillanm en Bm casas. Los rebeldes, atacados |)or .diversos 
fmntos, bictertfn «na resistecídá «tesesperada detrás de 'lis tritícheras 
que habían elevado apresuradamente. La noche interrumpió el mtln* 
bat)é. ia^^general O' llDiiell, no queriendo esponer á'Mtii^ i los j^- 
igros^e un asalto nocturno» retiró sus soldados de las murallas. Rie- 
go, hecho dueño del campo, no abusó de su posición : se aprovechó 
de la oscuridad para dar sus disposiciones de marcha, y á las dnco 
de la mafiana abandonó en silencio la ciudad en que los soldados ha- 
bían entrado cantando himnos patrióticos (!).> ' 

&.^ Desde aqud dia (49 de febrero) la retirada de los insur^n- 
4es fué una verdadera derrota. Los^ soldados y los éfidales <st deñMir- 
laban abandonando á Riego á su infortunado destino, fil 6jeWl|Ad^ jr 
Jas arengas dd gefe podían únicamente detener aun alredefdo» de h 
>2)aBdera de la rebeliotf algunas compafiias * reducidas por la- fatiga y 
««hatídas por las privaciones. En Ronda, lafelonii^ de 200 dragmés 
^uese unieron á los rebeldes, les dio alguiiaesperanza;peit) apenas 
este. reñierao inesperado los haiña reanimado algún tanto cuando 
fueron atacados y batidos (el 5 de marzo) por la vanguardia del ge- 
neral 0^ Donell, que no les permitía un instante de reposo; 

91"" Obligados ¿ huir eto desorden se dicidieron á iati^vésar á 
Córdoba por q1 puente y pasar el Guadalquivir. La escasa^ guarnición 
de Córdoba y ios habitahtes, admirados de su desesperada audacia, 
oo opusieron obstáculo alguno á sü tránsito. 

10. Riego había creído que el Guadalquivir sería barrera; Mé*- 
I denté para detener la marcha rápida del general reaüsta, peto Don 
José O' DoHell había atravesado el rio, siguiendo las'toellas de los 
rebeldes , y solo vdan esperanza de salvación en utoa dispersión tetd. 
Riego , vencido por la necesidad , se resolvió á ella á ^u pesar; 
- 11. La separación tuvo lugar el 11 de marzo á las odio de ia 
no^ie en la aldea (}e Bienvemda. El general 0^ Donell estaba apunto 
de hacer prisionera toda la columna compuesta aun demás d^ 300 
hoBfthres. Rieigo, dispeifsando á sus compañeros de rebelión é infor- 
tunio^ no dudaba que en el momento mismo en queparedasutsaüim 
perdida para siempre, la revoluciontriunfaría'sobre mas* vastó teatro. 
12^ Quiroga y el general Freyre habían observado durante el 
mes de febrero la misma eonductá que en el mes de enero. Solo 
conabatiaa por medio d^comunicacionesv El general reriistaofreda, ¿ 
los soldados que abandonaran la causa de larebdíoD, una ambíMa 
completa con el permiso de volver á sushogares. Quiroga incitaba á 

(1) Uno de eslos himnos había sido compueslo por el unismo tlie^ en AI- 
-• geciras.- .;.,;... 



— 77 — 

lás tropas á la traición, prometiiBndo á los qué se pasamn á: sus ban- 
deras licencia absoluta después de dos años de servicio , y una parte 
de la distribución de bienes nacionales, conforme ¿ las leyes estable* 
cidas por las Cortes para los qae cumpliesen sus ocho años de 
servicio. 

La deserción fué después mas considerable en las tropas de Frey- 
re. El general desarmó y envió al interior muchos regimientos cuya 
opinión era sospéchela. Pero como la insurrección permanecía esta-* 
clonarla en la Isla de Leon/k cbnÉánza se restableció en el ejército 
real, al paso que el desfallecimiento hacia por la misma razón rápi- 
'dos progiesos entre los insurgentes. Su causa estaba^ perdida y no 
habia duda en que , después de la destrucción de Riego, las tropas 
del general Freyre , reforzadas, por la división del general O' Donell, 
batirían y dispersarían el ejército de Quiroga , poniendo fin á la in- 
surrección. De^raciadamente los sucesos que tenian lugar en las 
{Niovif^i^s.dd Norte y Madrid destruyeton kts ^pi^ 4e.rlQ$ gei^f ra- 
fes realislas «n< Aadalueíai. Eb el momento que.laSitflopas qu^ Mm^ 
dado Ja prijneffa. seial d^ rebelión, estaban á puplo de aei^ veMidasw 
Ja revQhidon seadeldataba victoriosa hasta- d fslm» miran^ áA 
soberano. . . 



— 78 -^ 






REFDTMOH. 



-; • 5 r'í . ' . Jii 



t/ Los gefes de la Ma ao floraban euán úWdSi «nríael que ioi^ 
fMébIós de laa itiinediacioneí» y isl restó d«i éjérefto^secuiídaadii ú 
movimíeínto que élldi habían ejecutado, ein^em oonsláiidoles la di«^ 
^idoft geMral'de tos-teinios, esperaban del Tuidoque iia#ia'en el 
resto de la Peninsula aquel glorioso alzamieuto en favor do ia oaüaa 
constitucional, el coronamiento de su obra. Fundados en lo espuesto, 
en que los' hombres que quisieran ser libres contaban ya con un punto 
de apoyo, y ademas con que la fuerza moral los garantizaba mucho 
mas que las l^ayonetas, no dudaron del buen éxito de la causa, y se 
resolvieron á esperar que la acción del tiempo decidiese eií aquella 
empresa de suyo tan atrevida como justa. 

Para generalizar la idea que dejamos espuesta, para que se es- 
tendiese hasta en los hombres mas retirados y estraños á la política, 
pero que todos veian con el mas profundo dolor desgarrada la patria 
.por las manos de los consejeros de S: M. , acordaron la formación de 
una columna, de la cual se dio el miando al coronel Kiego, sin tener 
gran confianza de sus prosélitos particulares, sin esperar secundase 
pueblo alguno de la Andalucía el movimiento de San,Fernando; pero 
confiando en que otras provincias tomarían la iniciativa, porque la 
fuerza material del gobierno no jera suficiente á combatir la fuerza 
moral y*el afecto de la nación hacia el abolido sistema. Riego com- 
prendió el estado de los pueblos, y en medio de las desgracias y der« 
rotas que debia sufrir, confiaba en el desmolronamiento de la causa 
del absolutismo ante la opinión pública, al mismo tiempo que la fuer- 
za de su coIumna.se disniinuia por las continuas bajas en t^dos con- 
ceptos. A los corazones grandes y generosos les acompaña siempre 
la confianza en sus buenas obras. 

2.'' Nos admira, y al mismo tiempo nos conduele, el qup algu- 
nas personas, como el escritor francés, hayan querido suponer de im- 



popular lfll^ca«sa^qae«d8femáia^áqüeH• ixiliiriina^ óayo nomhlre.há $ido¿ 
y ^sem célebte éQ iiüestrfr%Í9tom pctftica y mHf|af^ponpi^á sit)|Mre«f 
séncfii qo »ll(i9 imian lti8 liborries de^ ló^ ^frtrá «[Ue i^eArritamci 
C^umde sep^n los howhrest 'iiapáréi^le» >que el^páis por^onde la €0^ 
luingia' transitaba: estftbst ocupaá» por triplicadas fueraa» reatistaSron^ 
todas direcciones, con el objeto de perseguirla y batirla si Uci^bsÉi & 
darlaalcaface, le seti .sbfitíefite prueba délo conlrarí^'qttel supone 
ül defensin- jdeLaibsofaitisaio el mtsaio silenbio<()e k» pucibids; lÜi có^ 
mo faabta^ dé* ser defenüidb «él (gobiemov- ciia ndo porsá sisiáma de ar-» 
bitraiiedaJol y tüsoluciov'babta' resffriado ¿ suftanli^s y-riiultfplieiiiló^ 
é urritado & tosenemigoe,, qmh efwá la genemlüaid deibs éispiftdteV 

DafeiMB cítra-piYidkt'iBiM^eTiéeiilei -5- 'y-^^ •-•i ,'::'-:^ ; 

; Si; lospaebba s& haHabto taní debidMo^ por el goWerao* j^eómó' 
fué que los habitantes, prote^Mos cdíntií estaban p»r M tmprié del 
tuónárca, ao hostiiicáron la>pe(|ueiila «olúmM defti«^o9^¿qQ<:i¿ííon- 
v®iienÍ«:|Mdie9Mtetier'pMr¿'e|(i(?<^ lí-.' i* :;-í ' - '-'-^v -^'rnUri ■.! 
.-> : I> aftÉreute^Mifeireiitia >dé loa pueUqs proiieoii^ del itt|ed» fiie> 
leainisptmbaalastf^paaTealMai^vireióardátMi^ áótíááymo to'OMy^^ 
lido.etKtesíjrftatiMteñiirea, tniiáí^b^ 
luna, en que se habíáki^ )eii1iiiM<> <milK!)adsÁs09'pa»a:lw amaotí^ de^lQ» 

Heiáos diahD«|ue el objeto é^.Riegp'fué»p08CVret* «I pateiy ditmH 
diar la'ftotttiiaidqi proDaQciaMMtnj y ai ^ofo sigpió al» 9ibiirtHi/>w^ 

brtí^Algeciradi r /> >.•,:...:.. •..;■■;:•:; -:.• . : / . -.i/ --.r. >,i.} ::->>\,{i 

^1 5/ i^ La'eiarada.d&'iAlge(ñfÁ9id«mo«t9á!todas>iks^^iii^ 
cionales hacia los valientes libertadores. El /oaméitia^i bt) itfdoatviái^^^ 
Iapréi|)iedadv lág'óiéndas y las-artés< tébian línoesidad idel libénad 
para so aedelMtfa^y eftta libertad' se' la 1baB^>á propórcíoMp* .aii««llw 
dawiad^lguerieres; Dtaside ji|l»}h) fuanm tosde 6utpénAanenoia:«ip^ 
Al^ciroK^'pem teniendo •Rifegoqiie><Hetmr:i^ inibiionv éitíf^téé 
M¿Idga'p<»^ la Gasta:' ' •?'.'• -"'' '»'' ''■ -n'-v/u .. ;,'.:! -.L-^ -.v...ííí .- 

i4i^ vpralor'al planlde^kis promiqciaAósifücéeél d6.agúár4iiTii>;t«d«í 
de Idaeoioii' dbl tiBrap0>y^^d& fet' animaeíón«''4el:^partí(toidibé^^ 
ftwms Ab; la Isla .pei*Ruinéeiaii^t«raiiquila«, engm^and^ poli 

la continua deserción del ejército que mandaba*€lígqnfi4-al Fwyi^^ 7? 
Riegf) pm* sttrparte ooiipóila SenAnia deiMonda* íi V, 

>5i^ O'DmelIreunióásut^umoa'^^tbdaé'tes^ 
Hat) sobre tamancba, ««(endiendoielimmQro^dedlas^ieineottiid hoaa^t 
bms yrimi cabáHofe,:id'iiumdo del general iMartiiieai; y cóti ¡astas. ñie 
zda-se difi0í&.á li^Ghapaa^de^MarbeH^l I^^eénqyafiíaéde eso6|)et&t4 
rm dé^Getárés^que mandaibi eüoonlaiidhnte Ovdai^., tenia ofreokki 
su ge& no hostiliaiariaii la oolumna éoJtítcff^i pera aquel c^pítn oov 
mandante de día»: fallé^dl.«agvadp de iMi'flOinpp^^ f m.íi,:^ 

^6.*" '^ Confiado Riégoen las praowb» liecMi^^^á |lesHNde(AibRlque 



-íl - 

4i«)MM)i« dispersión eaire s» coalpafieros de anaas pan reunirse 
deqMies ete la Isla de León. 

|<iUán sentida ftié aifuetta despedida: todps qoerian abrazar ¿ la 
vevá s« general: la noche del 11 de áiárso seM meineraUe páralos 
i^ae pamdparon de aquetla eseéfm, dé aquel euadro digna del pin** 
eel de los Lope^, Madrasóís y Esqnivetesl 

La exageración, que generalmente acompafia á esta suerte de 
acanteeimientes y que crece en razón de la distancia, produjo sus 
efc»Mos naturales. Guando R^ego dispersaba el resto de su cotumna, 
el triunfo de la causa constitucional ocupaba las antecámaras en. 
el palaeí# del monarca. 

II. Lo que Sucede es porque ha de suceder, y la mano del 
hombre no puede contener el impulso natuíral de las cosas que ha 
nfarcaáe^ el destino para que sucedan: ast feé que á pesar del sin 
numero de proclamas de Freyre dirigidas ¿ los de la Isla ofreeién^ 
dotes el indulto; del desarme de varios cuerpos; de la separación de 
oficiales en otros, y de haber alejado algunos batallones del asedio de 
la bla, dirigiéndoles al interior del pais ; cada día que pasaba se 
hacia mas considerable b desereiott de las tropas del rey. La maro- 
cha dé la criumna de Riego fué una chispa de fuego déctrioo que 
abrasó en pocos dias el ejército, las provincias y la capital de lasEs- 
paias. La noche del 9 de marzo se ihiminaba la corte por los fue- 
gos de la libertad; se abrían las puertas de la Inquisidon ptfa no 
cenarse jamás; el pueblo y el ejército estaban unidos, y el rey d^ 
cansaba en su palacio Hbre de los temores que le hi^ian hedió con- 
oeUr his que componían la- camarilla. 



^M — 



MMTULO IV. 



■ na 9»*iP ' 



Fáltts noticias lobre Riego.*— Insuireccion de Galicia y Navaira.— Inquietudes de Madrid.— In- 
decisión del Consejo de Estado.— Traición de Abisbal.— Sucesos del 7 dé mano.'— Conste 
de Ballesteros.— El rey acepta la Coustifueion.-4!ailibios en el gobierno.— Impresión piMucj- 
da eft £iiro]« por la tevolttcioii es|)afiDla.«-4>iaii«i€aeiD^ 



1/ Heiúos. visto anteriormente que loS' conjurados de U Í$ia,4o 
Léon habian Inl^lteQido corre^pondeuda oda las principal^i; p^evii;)^ 
cias del Nort^, y ell/ de marzo había sido iefialado<<^mo. di^ de 
una esplosion simultánea. La noticia de la espedicioo de Riego, sui| 
■derrotas, que la male^icoAcia transformaba eq victoria^» i^u retkada 
al intmor, qu^ la ignorancia ó la perfidia calific^a de marcha U'ma- 
tal y todos estos sucesos, mol conocidos ó desnaturalizados^ causaban 
un estupor general en las autoridades fieles al rey» y alimentaban 
una especie de entusiasmo en los partidarios secreto^ de la revo^ 
lucion. 

Los gefes se determinaron á obrar. 

S."" El 20 de febrero la insurrección estalló en la Comfia por los 
regim^ientos de la guarnición, y de alli se estendió si^cesivamento 
al Ferrol, á Yigo y demás plazas de Galicia. U^a junta suprema se 
estableció en esta provincia y anunció el designio de gobernar el 
reino español hasta el restal^lecimiento déla Constiti|cion de lai^ Cor-* 
tes en toda la Península. Poco después de la misma época ^tiia^insur* 
recion militar comenzó §n Navarra, (k>nde Mina habia reaparecido y 
se habia apoderado de la fundición de cañones de Aizabal y de las 
fábricas de aimas de Eibar y de Arbaceite. 

S."" Estas noticias llegaron á Jtfadrid cuando la eo0e.i^)i^nÍM9 es- 
taba^ j^ci^ada de las conseouepcias de la rebelión del» ilsla in 



-- 6* -^ 

LeoD. Sucesivamente se esparcieron en la capital donde. causaron 
vivas inquietudes,: una sorda agitación se hizo sentir bien pronto en- 
tre los soldados. 

' Los despachos que el gobierno recibia de Cataluña y -Aragón no 
eran mas consoladores: síntomas de rebelión se manifestaban en las 
tropas de ambos puntos. 

El consejo del rey (cámara) y el consejo privado (camarilla) 
fueron convocados varj]yij^e(||y||j|i^ |]^ en sesión algu-^ 

na. Un consejo de estado extraordinario se constituyó en seguida en 
sesión permanente bajo la presidencia del infante D. Garlos. Ade- 
mas de los infantes de España, los ministros y los consejeros de es- 
tado, se habia convocado al Sr. Lozano Torres que, aunque separado 
del ministerio hacia un mes, conservaba la confianza intima de S. M., 
y al capitán general Elio (el mismo que después murió tan cruel- 
mente en Valjfencia Vfclinia de su fidelidad). Muchas proposiciones 
ájitadas en efste consejo np.tuyierQn deci;»iioa alguna, á causa de la 
variedad de opiniones. Bt rey quiso en esta crisis coi^ttltar al gene- 
ral conde de Abisbal, cuya conducta reciente en Andalucía habia 
sido demasiado equívoca. Se llamó al general Ballesteros desterrado 
hacia cinco años en Yalladolid y conocido por Sus opiniones Hberales. 
Se oyó ai marqués de Alazán, capitán general de Aragón, sobre las 
disposiciones sediciosas de esta provincia; pero en tanto ningún par- 
^ó'sé adoplábá.'Laáüdácfa denlos dóhjuiiados créela con la timidez 
ttei gobierno:' 'Pénian tambten sus réüniohcs: trataban de la i^uina áe 
\k mbnatqute tjue 'tós fieles servidores del rey intentaban defender. 
Hay algurfas raxones pártí creer que muchos de los hombres: llama- 
dos "pot 1* coiífiáhza'del áobéíáno para emitir su pálrecer en el con-^ 
séjó rieil, después dfe aiímfefttar «on isois drrcursos el cfmbarazo é in- 
deásiüín de íoá coniferos, áalfan de la noble asamblea para descen- 
der á losx<kiciliébtiloá de los traidores, donde sin duda sabían pro- 
poner medidas enéí^ieas: ' 

i."" El pueblo de Madrid, víctima de las mas crueles inquietudes 
y cansado de las insuficientes medidlas que revelaban él secreto de 
fe a^bflidáltf dé las autoridades,' eáperábá con impaciencia que' una de- 
termitmcion cnaíf^riefá indicase él objeto y designios del gobiei»no. 

5.*" Por fita- se adoptó lin partido. Sé decidió que' el conde de 
Ábisbal; que Hábia reconquistado con sus protestas la confiáiíza del 
moriarca, se colocara á la cabeza dé las' tropas reunidas en la Man- 
cha y máPdiára sobre Galicia. Pero este general que quería sin duda 
tedimir con nná friaieion nueva sü traición de Palmar, faltó á la fé 
jurada. Sé trasladó á Ocaña fiara tomar el mando del regimiento im- 
perial Alejandro, cuyo coronel era su hetmáno Afejahdro O'Donell. 
" Deápue^'áe^habér hecho prender ai Gobernador y tiernas autori- 
dades fieles al rfey, arrastró los soldados á la rebelión, procltónó lá 



~ 86 — 

Constitución de 1813, éhm r^ceiioceí la ^nitorídaddela junta supre^- 
ma de Gatieía que había ofrecido combatir. Recorrió después las 
principales poblaciones de la Mancha reuniendo las guamicioaes á 
su columna y proclamando por todas partes la €(mstítucion. Al lle»- 
gar á Ciudad-Real^ capital de la provincia, capitaneaba ya un pe- 
qáeño ejército. Contaba aun con reunir alli ja división de su hermar 
no José O'Donell, ocupado activamente en la persecución de Riego. 
Esperaba ademas decidir al general Freyre á someterse ¿ sus órde- 
nes; de este modo se hubiera elevado en gefe absoluto de la insur-^ 
]*eccion, cuyo éxito no le parecia dudoso. Pero k» acontecimientos 
que se sucedían en Madrid con rapidez, hicieron desvanecer su pr^ 
Puntuosa ambición y le reportaron el pesar de haber. cometido, se^ 
gunda vez una traición infructuosa. 

En tanto que la insurreecion habia estado limitada i la Isla de 
León, las montadas de Andalucía y las de Galicia y la corte de Ma-<* 
drid, habían podido lisonjearse de reprimirla; pero la rebelión de las 
tropas de la Mancha le quitó toda esperanza. La revohicion estaba 
á las puertas de Madrid, ó por mejor, decir, habia ya penetrado en la 
población. Los soldados se desertabra en pelotones para ir á reunir* 
se á los insurgentes; la misma guardia real estaba seducida. Los ofi* 
dales de este cuerpo intentaron en la madrugada,del 5 de marzo vol- 
ver á levantar la lápida de la Constitución: su criminal deseo se es^ 
trelló en la resistetlcia de los ciudadanos: no se podia contar con un 
solo regimiento de los que guarnecian la capitaL En este apuro el 
Consejo de Estado opinó por la pronta convocaciQu de Cortes. En su 
conseciienda^ el 6 de marzo se hizo publicar pot* gaceta estraordinaria 
y por edictos públicos, que oido el parecer del consejo real y del de 
Estado, el rey mandaba que las Cortes se reuniesen inmediatamente, 
declarando que estaba pronto á llevaf á cabo lo mas conveniente al 
interés del Estado y: á la felicidad de los pueblos «que me tienen 
dadas, decia S. M., tantas pruebas de lealtad.» 

G."" Esta notable concesión real no satisfizo á los sediciosos: su 
audacia y sus pretensiones crecieron al ver que el trono habia cedido 
en parte á la rebelión. Escitado un tumulto por los agentes de la 
conspiración, arrancó los edictos , levantó públicamente la lápida de 
la Constitución, y roaithó á' palacio gritando desaforado y pidiendo 
lá Constitución de 1812. En esta crisis no habia resistencia posible: 
se hablaba acaloradamente en los grupos de apoderarse de la pe^so^ 
na del rey: la guardia del alcázar unia sus clamores á los^ del popu^ 
lacho. El peligro era inminente. 

7.** fel general Ballesteros se presentó delante de S^ M., y 
níostrándole la multitud reunida bajo los balcones de palacio, y sus 
propios centinelas \nezclados con los rebeldes. espresando sus mismos 
sentimientos, se atrevió á decir al rey que no habia medio entré su 



destronamiénio y él reconocimiento de la Gonstituciont y «(pe fm 
forzoso decidirse 9obre la marcha. El rey, ¿ quien la suÚevácion 4p 
los soldados de su guardia dejaba indefenso, se resignó. El geaef al 
anunció al pueblo la determinación ^e S. M. , y la noche misma se 
publicó con bachas encendidas por toda la p<d)lacion el real decreto 
qiie habia sido recibido por las autoridades, y cuya traducción literal, 
es como sigue : 

8/ cPara evitar las dilaciones que pudieran tener lugar á cansé- 
cuenda de las dudas que podria suscitar la ejecución de mi decrer- 
to de ayer (1) sobre la inmediata invocación de Cortes; y habién- 
dose pronunciado generalmente la voluútad del pueblo, me hé decidí* 
do a' jurar la Constitución promulgada por la Cortos generales y 
estraordinarias en 1812.» 

cT^ndréislo entendido y dispondréis su publicación. Está fuhri— 
cado de mi real mano. — Palacio 7 áe marzo de 1820.» 

Esta publicación fué recibida por el pueblo y la guarnición dfSf 
Madrid con grandes demostraciones de júbilo; siguiéronse diverso» 
decretos para la convocación de Cortes y la formación de la junta su* 
prema que debia recibir el juramento del rey y dirigir los negocáoi» 
durante la apertura de ia asamblea. 

Q."" Desde entonces todo cambió de faz. La persecuston que des- 
de la restauración de 1814 hablan sufrido los con3titu€Jonales se 
ensañó contra los realistas: los fíeles servidores del rey reemplaza-* 
ron en los presidios de África y en los destierros á los partúla^ios 
de la Constitución. Un ministerio compuesto de liberales ^bemó la 
monarquía. Quiroga, Riego, y los rebeldes de la Isla de León, reci- 
bieron recompensas nacionales: Elío fué á espiar en los <;alabozos de 
Valencia su obediencia á su rey. . ' . 

I^ noticia oficial de la revolución del 7 de marzo habia sido in- 
mediatamente transmitida por el gobierno español á las diversas 
cortes de Europa. 

La Francia, mas directamente interesada que ninguna otra poten* 
cia en el cambio que acababa de obrarse, estaba á la aazon sumer- 
gida en lágrimas por el atentado de 13 de febrero. Entregada á su 
dolor solo pudo demostrar un interés secundario en los movimientos 
interiores de España. Los hombres de estado mas distinguidos creian 
que los españoles, ilustrados por los desastres de la revolución fran* 
cesa, introducirían en el estatuto constitucicmal modificaciones, que 
alanzando al pueblo una sabia libertad, contuvieran el príncipíu de- 
mocrático en justos limites y dieran al poder real una fuerza y una 
estension, isin la que no es concebible gobierno alguno monárquico. 



(1)^ El decreto e$tol)é dirigido á los ministros de toda» las [«ovíocíqí. 



— 87 — 

ni durable libertad alguna. Mas adelante veremos que estas esperanzas 
salieron fallidas. 

iO. Las potencias del Norte no se mostraron favorables al nue- 
vo orden de cosas que acababa de establecer la rebelión militar. 

il. La'notá de la corte de Rusia en contestación al parte oficial 
del embajador Cea Bermudez, hizo coiíbcer como se consideraba en 
San Petersburgo la revolución española. 

Después de manifestar el profundo smtimiento de S. M. I. al 

^ saber los acontecimientos de marzo, y despnes de referir el interés 

que la Rusia habia mostrado constantemente á España, el ministro 

ruso decia en nombre del emperador, que sus relaciones seguirían 

según la conducta que observase el gobierno de la península. 

Esta nota causó una viva sensación en Madrid. Desde este mo- 
mento los embajadores estrangeros fueron considerados por el parti- 
do liberal conlo elementos contraríos á la revolución, ó cuando me- 
nos, como observadores incópiodos, cuya situación política agravaron 
notablemente ias involuciones de Nápojes y de Portugal. 

' El encargado de negocios de los Estados-Unidos fué de todos d 
único que mereció la confianza de los sediciosos: habia aplaudido la 
rebelión y felicitado al rey por los trístes acontecimientos del 7 de 
marzo. 

No cumple á nuestro propósito detallar aqui como se obraron las 
revoluciones de Ñápeles, de Turin, de Lisboa y de Rio-Janeiro. 

Sabido es que el valor de los reformadores napolitanos se desva- 
neció delante de las bayonetas austríacas. La revolución qué algunos 
soldados piamonteses hablan querído obrar en Turín, no fué tan du- 
rable como la revolución de Ñápeles, gracias á la determinación del 
rey Víctor Manuel que abdicó su corona antes que ceder ninguno 
de sus derechos á la lebelion, y gracias también á la valerosa firme- 
za del rey FcRz. 

La revolución de Portugd nacida en Oporto, y que se habia es- 
lendidó hasta mas allá de los mares, fué vendda en Lisboa por la 
fidelidad de algunos vasallos, al mismo tiempo de la gloriosa cam- 
pafia que dié por resultado la libertad del rey Femando. Hablaremos 
de ella con mps estension al referir los sucesos que repusieron á la 
monarquía portuguesa sobre sus legitimas bases. 

Examinaremos ahora cuál fué la administración de las Cortes y 
por qué grados Il<^ la audacia revolucionaría al punto de amenazar 
la seguridad interiof de los Estados vecinos y la subsistencia de los 
Borbones en España, y de obligar á la Francia á tomar las armas. 



— 88 — 



REFUTACIÓN. 



I."" Aun cuando no hubiesen segui()ó los pronunciados; de la Is- 
la en la correspondencia que indica Mr. Hugo, la nación y el ejército 
hablan resuelto aprovecharse de la inaecion del gobierno para proda- 
mar lo que estaba en el pensamiento de todos, es decir^ la Conati- 
tucion de la monarquía española promulgada en Gádie en 1812: y na 
podia menos de suceder asi cuando en la ominosa década de los 
seis años no se habia publicado ni una sola ley que intor^sase al 
pais, ni menos que favoreciese á la agricultura, industria y el co- 
mercio, ni cumplido eq nada euanto habia ofrecido el rey m. su cé- 
lebre manifiesto de 4 de mayo de 1814. 

El gobierno y los que rodeaban al n^onarea trataron solo de su. 
engrandecimiento y destruir al mismo tiempo los intereses. del pue- 
blo, para que estando B>iserable y arruínibáo dependiese de eÜQs soló 
su bien estar, con lo que se bailaría ,e\ sufrido pueblo en la necesi-^ 
dad de recibir de ellos el mantenimiento como miserables esclayüs. 
Esta ha sido siempre la tendencia de los goUenios despóticos. 

. La camarilla» que eora la que beneficiaba ia vanidad de las cruces, 
de las cintas, de los titules, y el egoísmo de los empleos, de los fs^f) 
vores, ó el temor de las destituciones y persecución á los ciudadar 
nos pacíficos ) hacia ver al rey que la revolución estaba sofocada con 
la derrota sufrida por las tropas del comandante Riego en Morón. . 

¡Insensatos ! Guando los pueblos están interesadps por su liber- 
tad no cejan ante la pérdida de un puñado de sus valientes defensp*' 
res ! Todas las creencias tienen sus mártires^ y la eangre de estos 
acrecienta el número desús partidarios. El pueblo ye) ejército abor*^ 
recian á los consejeros públicos y privados de la corotía, y todos ellos 
eran un objeto de horror para los españoles. 

Los acontecimientos posteriores, á pesar de la decantada derrota, 
probaron hasta el grado que detestaban el gobierno tiránico y á sus 



^ 89 — 

partidarios, como también que todos los pueblos estaban preparados 
y solo aguardaban, la señal. 

2.° Galicia fué el primer punto que secundó el alzamiento de las 
fuerzas que habiáen la Isla de León. I^as fuerzas militares que ocu* 
paban sus plazas no quisieron emplear las armas contra los ciudada- 
nos liberales; conocieron que nada hay tan sabio como el instinto 
del pueblo, y fe dejaron obrar adhiriéndose al movimiento en el dia 21 
de febíero. - ^ 

Los coruñeses destituyeron las autoridades realistas, y á pesar 
de la sangre vertida m el patíbulo y de las proscripciones sutridas 
por muchos liberales durante la dominación tiránica, no se oia oti^ 
« voz en el pueblo que lá de nada de proscritos, nada de asesinatoá^ 
nada de poder usurpado por el pueblo,. nada de templos profanados; 
elíjase una junta que gobierne con arreglo á la Constitución de 1812: 
y esta junta fué compuesta de los^ señores Agar, Acevedo, Bustos, 
maírquéá de Valladares, Latre, Ve'ga, Espinosa y Preyre. 

¿De qué puede acusarse aquel movimiento popular seguido del 
ejército? De que tenia el designio de gobernar el reino hasta que se 
reuniesen las Cortes! Pues bien, ese designio les ennoblecía mas y 
mas,, porque una vez conquistada la libertad por el pueblo, tiene este 
el derecho de no recibir leyes del monarca, sino por el contrarió, ha- 
cer que el trono preste la sanción á las que los representantes del 
pueblo le dicten. 

. El conde de San Román con unos euantbs militares de gradua- 
ción que habían recibido sus ascensos por el favor de la Camarilla^ 
reunieron algunas fuerzas para oponerse al movimiento general. Él 
desgraciado patriota Acevedo, fué muerto en una pequeña escaras- 
muza que tuvieron las fueiTas contendientes. Si el general realista 
hubiese vencido jqué cúmulo dé venganzas y de asesinatos hubie- 
ran sufrido los hombi'es libres! pero todo por elcQntrario: triunfa- 
ron estos y solo "hubo después unión y fraternidad. 

La prueba inequh^oca de cuanto dejamos dicho quedari consi- 
gnada én los cinco artículos que pondremos á continuación, y que 
fuerqn decretadoiS por la junta en su primer acto de. soberanía. 

AMículo 1.^ En celebridad de tan plausible acontecimiento 
habrá esta noche 'iluminación general que principiará á las ocho, y 
á la misma hora la música de los cuerpos militares se hallará reti- 
ñida en la plaza dé la Constitución, antes de Marina. 

2." Todos los vecinos seguirán en sus ocupaciones sin hacer 
novedad alguna, bien ciertos de que nada procurará esta junta con 
mayor esmero que la seguridad, tanto de las personas como de sus 
bienes. 

5*"* Tendrán los vecinos eíitendido, y cualquiera otra persona, 
que se castigará con pena capital cualquiera acción 6 gestión que 

12 



_ 90 — ' . 

se dirija á contrariar la voluntad del pueblo^, declarada én la instala- 
ción de esta junta, y sobre ello no tendrá el menor disimulo. 

4."* En el dia de mañana hará su entrada el Excmo. Sr. D. Pe- 
dro Agar, y se encarga á todos los habitantes de esta>ciudad de uno 
y otro sexo, que concurran á recibirle y reconocerle, como una de 
las personas en las cuales se reúne el voto getieral de la nación 
para regirla mientras el rey, echando de su lado las personas que le 
seducen y le tienen engañado, y puesto en entera libertad, jura la 
Constitución y convoca á Cortes. 

5.** Igualmente se encarga á todos fa tranquilidad y la conser- 
vación del orden, mientras la junta dispone lo demás que sea opor- 
tuno 3egun las circunstancias, lo cual se publicará. — Coruña 22 de 
febrero de 1920.— Firrtiado., 

Dado ya el ejemplo de resistencia, los hombres influyentes en 
el pueblo y los que lo eran en la milicia arrostrando el peligro de la 
situación, empezaron á provocar denodadamente á Jos ciudadanos 
tímidos para que ^e hiciese el pronunciamiento en las demás provin- 
cias del reino. 

En Aragoqfué un acto voluntario, nasolamente del pueblo, sino 
de todas las autoridades del gobierno, incluso el capitán general, que 
lo era el marqués de Lazan, y las* demás de la capital que unidas 
con ^l ayuntamiento juraron la Constitución en la plaza pública el 
dia 5 jle marzo de 1820, quedando el capitán general ejerciendo las 
funciones de tal, y del mismo modo continuaron ejerciendo sus fun- 
ciones las tiemas autoridades y gefes de los cuerpos después de ha- 
ber dadp todos ellos las voces de cViva el Íley y la Constitución es- 
pañola promulgada en Cádiz en el año de 1812. i 

No puede darse el hombre de insurrección á los actos espontáneos 
de los pueblos en general, y mucho menos cuando las mismas auto« 
ridades, conocieijdo el interés general;, tjoadyuvaban con su ejemplo álá 
•obra ^ande que habia de servir de base para la libertad de los de- 
mas pueblos oprimidos de la Europa. 

Las pegonas que se pusieron al frente del movimiento de Aragón 
lo fueron: marqués de Lazan, capitán general de aquel reino; D. Mar- 
tin de Garay, consejero de Estado; D. Antonio Amat, teniente ge- 
neral; D. Antonio' foiTQS, mariscal de campo; D. José Blanco Gon- 
zález, intendente y corregidor de Zaragoza; el marqués de Villafranca 
de Ebro; D. Joaquin Diez de Tejada; D. Pedro García.; D. Juan Ro- 
meo; D. Francisco Barber; D. Joaquin Gómez; D. Vicente Ibañez 
de Aoiz; D. Andrés Marín; el barón de Torreflel y D. Pedro Vtdal, 
regidores del ayuntamiento de la misma; D. Bernardo Segura y Don 
Pablo Treviño, diputados del común de ella; D. Agujtin Conde, sín- 
dico procurador general, en nombre de la capital; D. Diego de la 
Vega, brigadier coronel de Cantabria; D. Félix Carreras, coronel 



— 94 V 

i 

de iuieüo; D. Fiancisco Romeo, teniente eoronel de Montesá; Don 
' José V.eliok, teniente de rey interino; í). jpséde Alburraza, teniente 
eoronel mayor de Cantabria y otros. vari^ gefes de graduación; 
con lo que dejáremos probada la opinión general de aqaebpais, se? 
gun decia la junta en su alocución á lo restante del reino, para que 
sin desorden , sin que se vertiese una sola lágrima se jurai^ la Cons- 
titución en todas sus poblaciones. , 

«Ilustres y famosos los aragoneses en la historia por su amor á 
la santa y augusta religión de nuestros padres, á sus reyes y á las 
cosas justos, por sus costumbres suaves, por su benevolencia hacia 
los hombres, por sus héroes y literatos, y en fin por sus virtudes re- 
ligiosas, civiles y morales, no han adquirido tantas y esclarecidas 
glorias para mancharlas con delitos. I^s opiniones de los hombres, 
las circunstancias de épocas demasiado difíciles y escabrosas, y la 
fuerza de vicisitudes á que están espuestas las -cosas humanas, le 
han puesto mas de una vez en movimiento, perp siempre ba res- 
plandecido en sus operaciones , aquel juicio, aquella moderación, aquel 
respeto á la religión y al rey, aquella delicadeza y dignidad de ideas 
y aquel cuidado por^l órde,ñ público, que son como el distintivo de 
los aragoneses ; y la capital de Aragón , la heroica é inmortal Zara- 
goza, ha dado siempre ejemplo de estas cosas., aun á pueblos cultos 
y religiosos. Vimos el diá 5 de este mes al p^eblo de Zaragozii y á 
su valiente guarnición^ que escitados de las circunstancias en que 
se hallan tanto§ pueblos de España, y confiados de su bondad y del 
deseo por la felicidad de estos reinos , de que piensa está animado 
el rey, se movieron á publicar la Constitución política de la monar- 
quía española promulgada en Cádiz el afio de 1812, vímolos dar 
muestras dé respetar las opiniones de l^s hombres y vímolos dirigir 
sus miras al^ismo tiempo á la conservación del orden público. Ni sí- 
quiera una lágrima turbó la paz de las familias, espíritus díscolos y mal- 
hechores estuvieron lejanos de nosotros, y todo el objeto del pueblo y 
de la tropa jse ha enderezado á inclinar el ánimo del rey á hacer fe- 
liz á la España como sin duda ninguna lo desea. »^ 

. El dia 9 de mwzo se presentó Mina en Santisfeban (Navarra) es- 
citando un vehemente entusiasmo en todos los pueblos del valle. Las 
glorias adquiridas por aquel, ilustre caudillo en la guerra de la inde- 
pendencia volvieron á resonar en los oidos de los baslanenaes. El 
héroe del Carrascal, á quien habia condenado al ostracismo el go- 
bierno de Fernando VII, fuévictoriado, y con él la Constitución de 
la monarquía española. 

Noticioso, en Pamplona de Jo ocuirido en el Bastan, y habiéndole 
oficiado el general Mina al virey de Navarra, conde de Ezpeleta, 
viendo la actitud que iba tomando el pueblo y la guarnición que se 
habia apoderado de la cindadela, jesol vio el virey que se jurase la 



— 92 — 

Constitución en la capital de aquel reino , y él misma virey qiíedó 
ejerciendo hs funciones de tal. 

Los barceloneses en Ja mañana del 10 de marzo se agruparon á 
las puertas del palacio oel capitán ge;ieral Castaños, duque de Bailen,- 
pidiendo que se jurase la Constitución promulgada en Cádiz en IBlíi: 
el capitán general y demás autoridades, accedieron á la justa peti* . 
cion del pueUo y dieron la orden para que se jurase aquel mismo 
dia, reuniéndose al efecto una junta compuesta de las autoridades 
representantes de diferentes corporaciones gremiales, y otros varios 
Sugetos de la mayor influencia, y saliendo el mismo capitán general 
al frente át la ioiija, aclamó la Constitución dando las voces de «viva 

el rey, viva la Constitución» 

El capitán general ofició al gobierno el 15 de marzo, manifes* 
lando que tepia la dulce satisfacción de participarle que en medio de 
las agitaciones y ocurrencias en los dias del movimiento en que un 
inmenso pueblo se hallaba reigiido en los parages públicos ,> no habia 
ocurrido herida di insulto alguno contra las personas de los bailan- 
tes ni empleados ; y que á instancias del pueblo ordenó poner en li- 
bertad, á todos los que por opiniones liberales se hallaban presos en 
la ciudadela-y otros parages. 

Con el mayor sosi^o y armonía se repitió igual escena en Tar- 
ragona, Gerona y demás puntos del Principado, añadiendo las au- 
toridades que en todos los puntos había reinado el mayor orden y 
regocijo. ' . ■ 

(Nos repugna el esceso casi increíble , de audacia, de hipocre- 
sía, de felonía y de calumnia que usa el escritor francés para depri- 
mir la conducta noble y generosa del partido Mherel español! 

¿Qué pedian los españoles en sus pronunciamientos? Paz , honor, 
libertad, independencia, seguridad, prosperidad en el comercio é 
industria^ mientras que los partidarios del gobierno de los seis años, 
después de habernos hecho vegetar en una horrorosa agonía, en la 
miseria y el deshonor^ ni aun querían permitimos la facultad de que- 
jarnos. 

Los que escriben sobre la España, cual lo haofeel coronel Hugo, 
son unos calumniadores de la hidalguía castellana. 

Mientras que el pueblo siempre generoso se conducía con sus 
opresores, pon las ai^toridades de aquel gobierno despótico, con la 
generosidad , con la benevolencia que dejamos manifestada , veamos 
la conducta del gobierno paternal , del gobierno que decia exaltaba 
las virtudes de los ciudadanos para que fuesen honrados, y la que 
se observaba en Cádiz en los mismos dias que mandaba la pobla- 
ción /a /{rm^za de su gobernador Campana (según dice el autor 
francés). 

Hemo9 tocado ligerarAente este punto, pero á pesar de que no 



— 93 — 

gustamos este&denros sobre ningún hecho, conceptuamos de tanta 
importancia el presente, ()ue nos vemos obligados á copiar uno de 
los documentos oficiales que el misimo capitán general de la escuadra 
realista dirigía á su gobierno* en fecha 11 de marzo de 1820. 

tExcmo. Señor: =En los dias últimos mis infinitas ocupaciones 
no me han permitido dar parte á Y. E. de las estraerdinarías ocur-* 
rendas acaecidas en ellos. Anteayer, Con motivo de haber recibido 
por distintos conductos repetidos avisos de que en la escuadra se 
notaba alguna inquietud producida por la variedad d^ noticias funes* 
tas que se hablan esparcido sobre el estado de algunas provincias, 
pasé un oficio al comandante general de ellas, encargándole cuidase 
de que no se alterase el orden, y que por un momento desgraciado 
perdiese la marina la reputación que habia adquirido. por su prudente 
y sabia conducta, siendo mí idea que se ganase tiempo pata dar lu* 
gar áque se desvaneciese el fundamento que ocasionaban los dedeos 
del trastorno, con el desengaño que era inmediato. El pueblo se ha- 
llaba en eh mismo estado de fermentación , y todo~ amenazaba una 
revolución espantosa ; se decia que la guarnición de esta plaza estaba 
decidida á subversión y habia pocos datos para dudar de ^ verdad. 
En momentos tan críticos, llegó á mi casa morada el general en gefe 
del ejércRo reunido, D. Manuel Frey^'C, que con iguales noticias que 
las que- yo tenia, venia* con ánimos de desvanecer coü su preseneia 
los males que se temían ; se impuso de mi determinaéion , con res- 
pecto á la escuadra, pareciéndole bien, y queriendo observar la misma 
conducta de contemporizar sin oponerse abiertamente al pueblo con 
unaiuerza de que no podía tener confianza r se comisionaron oficiales 
para que esplorasen las voluntades con sagacidad, pidiéndose dilatase 
el rompimiento hasta saber el partido qué seguía la nación t'Qda y 
recibir órdenes de la capital de donde fallaban dos partes; pero las 
noticias que aquellos oficiales adquirieron y las que se- recibieron por 
otra parte estaban contes^tes en que solo se esperaba la noche para 
romper los diques de la obediencia y poner la dudad^n convulsión. 
El general Freyre y yo, con nuestros ayudantes y otras personas, 
paseamos juntos por la plaza de San Antonio , donde la inquietud de 
las gentes daba indicios bastantes de la disposición de los espíritus; 
sin embargo, nada se determinó, retirándonos á comer á nuestra 
casa. No bien lo habia yo hecho, cuando salí á reunirme. con el ci- 
tado general Fréyre, porqué todo me convencía de ia necesidad de 
tomar una providencia, antes que llegase la noche, que salvase á Cá- 
diz de las desgracias que amenazaban á su vecindario, y pareeién- 
dones mejor salir á la plaza de San Antonio á invitar al pueblo reu- 
nido á que esperase tranquilo noticias ciertas de lo que pasaba en lo 
interior del reino, y órdenes de la superioridad ; en el momento que. 
empezó á hablar el general Freyre, fué ínterTumpido con unaaclama-^ 



-94- 

don espantosa yijiQánime de ^viva la Conslüucíon,^ repitiéndose Ia$ vo- 
óes con exaltación y júbilo, que al instante fué acompañado de repique 
de campanas de la parroquia misma de la plaza. Fué necesario ceder al 
torrente y solo se legró el sosiego con ofrecer que al dia siguiente seria 
proclamada la Constitución. La noche fué alegre para el pueblo; hubo 
iluminación general; música y repetidos vivas, conservando asi el 
orden hasta las once de la mañana siguiente; cuando reunidos en la 
misma plaza de San Antonio para gozar de la fiesta que.se preparaba 
en el concepto de todos , y que ya se habia anunciado en el Diario, 
apareció el batallón de Guias del general, haciendo fuego con bala á 
la multitud. En este momento entraba yo en la referida plaza con 
Freyre, y nos costó mucho contener por el pronto el ardor de la 
tropa. La gente corrió por todas las calles ¿ evitar la muerte que les 
amenazaba, 'y empezaron* á oirse tifos por distintos parages; á poco 
rato se habia hecho general el partida de la tropa por el rey, y dis- 
persa á su voluntad por las calles, cometieron los escesos en que 
siempre incun^e la soldadesca cuando le falta el freno de la subonli- 
Ilación y no tiene quien le contenga y dirija en sus acciones. Por 
tanto, hubo sobradas victimas y no faltaron robos y otros atentado^ 
cometido» -contra las personas y casas. El general Freyre se dirigió 
al cuartel general para dictar las providencias convenientes á fin de 
restablecer el orden, y yo pasé á la Cortadura de San Fernando, 
donde mi presencia sé hizo necesaria, porque llegaron allí noticias 
de que me hablan preso, y esto tenia en alarma la tropa de la mari- 
na que guarnece aquel punto. Volví á comer, y me trasladé al 
cuartel general de donde salieron distintas patrullas de oficiales para 
^restablecer la tranquilidad pública, recogiendo los soldados sueltos 
que se hablan entregado á toda clase de escesos.^ A las cinco de la 
larde estaba casi en sosiego la tíudad y continuó en reposo toda la 
noche; por lo que seguro de ello á las once me retiré á mi casa. 

»A1 amanecer de hoy , Juí á bordo del navio la Insignia >, con el 
objeto . de esplicar mi oficio dirigido al general Campana, á quien á 
las ocho y media pasé otro con motivo de oirse desde el navio 
fuego de fusilería en la ciudad , y haber dado aviso un bote que se 
retiró del muelle , flue de la muralla hacia fuego á los que se halla- 
ban en aquellas inmediaciones; pero antes de recibir contestación 
salí de dudas por el parte que recibí de mi ayudante, el teniente de 
navio D. José Medina, y que original incluyo. 

> Serian las diez de la mañana cuando me entraron aviso de que 
llegaba un parlamento de la Isla, cuyo objeto y mi contestación «s- 
presa la copia del oficio que en el acto dirigí al espresado general 
Campana, añadiéndole por posdata que no remitía á los parlamenta- 
rios á la playa por no comprometer su existencia y seguridad. 

»A las once bajé á tierra; y la ciudad estaba tranquila; pasé al 



— 96 — ' 
€uartel general á confirmar al gobernador y al general Campana lo 
que por escrito les había dicho; y á hablar á ambos gefes sobre las 
disposiciones que convenia tomarse para que no se repitan los borro«> 
res anteriores, y me han^ asegurado, han dictado y dictarán cuantas 
son imaginables para lograr un fin tan importante y en que se inte- 
resa la humanidad y el reposo de este desgraciado vecindario. 

•Nada digo á V. E. en cuanto al ejército, porque supongo lo ha- 
brá hecho el general en gefe.=Dios guarde á V. E. muchos años, 
Cádiz H de ni^rzo de 1820.=Excmo. Señor.=Juan Villavicencio, 
^Excmo. Sr. secretario de Estado, é interino del despacho de Ma- 
rina.» 

- El parte que 'acaban)Os de copiar es el mentís mas fuerte para ' . 
el que, sin duda alguna, ha querido escitar eontm nosotros el despre- 
cio y el odio de las naciones, cultas. . , , 

¿Por qué tantas calumnias contra el pueblo y el ejército ei^añol? 
Porque combatía la tiranía del gobierno absoluto. Porque querva salir 
fuera de la tutela francesa. Porque en el movimiento de la Península 
se veia la opinión y el triunfo de las ideas dcmocrátícas. 

Pero no: que triunfó por aquel tiempo la santa causa del pueblo,/ 
y la desacreditada del absolutismo desapareció después de aquella 
revolución .tan generosa y tan pura, para renacer ba^o el impulso de 
las bayonetas francesasl 1 1 

La Francia fué siempre enemiga del engrandecimíerito de Es- 
paila , y la causa de todo su mal. No estaba satisfecha con sus he» 
chos y el autpr francés ha querido, calumniarnos con sus escritos* 
En ellos ha mentido como seguiremos probando para conocimiento de . 
las generaciones venideras. ^ 

S.*" Empeñados los satélites del poder en despreciar el moví- 
líii^nto de la Isla, ninguna otra determinación tomaron á su cargo 
que la del nombramiento del general Freyre, y continuaban despre- . 
ciando las manifestaciones francas y leales de varios patricios ; pero 
esta inacción era sin duda alguna efecto de su misma'debilidad , y 
porque la mano del destino les habia señalado el momento de con- 
cluir aquella situación que hi^o época entre los españoles. 

Dos meses tfanscumdos desde el movimiento en las Cabezas, y > 
aun no estaba contrarestada la revolución : el gobierno carecía de 
medios, no encontraba apoyo en ninguna clase .del Estado, carecía 
de administración, y finalmente, un gobierno inmoral, tan desacre- 
ditado como el que nos ocupa, debía sucumbir al ímpetu de la opi- 
nión general del país. 

Los partea en que se comunicaban los sucesos de Galicia y otros 
puntos, fueron llegando ^al ministerio, que anonadado y aturdido, 
parecía á la nave que se empeña en sostener sin timón el ímpetu 
de los vientos. 



f 



■ . ■ -. ff« -^ . ■:^. ' 

Aconsejan al rey elque crease una junta parji que prestara su9 
consejos al monarea, dándole la pi:esidencia de ella al infante D. Car- 
los, y este decreto rubricado por la real mano el 3 de marzo, es, 
una confesión tácita de la certeza 'de cuanto se esponia en los mani- 
fiestos que llamaban revolucionarios. 

tLa oi^nizacion del ejército y de la armada (decia) que impe- 
riosa y perentoriamente piden las circunstancias; el arreglo de la real 
hacienda, la cual por el trastorno de desorden y efecto de ios tiempos 
adolece en su sistema , sin embargo de cuanto se ha ' trabajado con 
notable ardor para remediarlos vicios en. su ádraiyiistrapion, que ha* 
deudo sufrir una pesada carga á los pueblos ; el real erario ni aun con 
mucho reporta bs^que estos contribuyen^ y ha menester para las aten- 
ciones públicas; el entorpecimiento »que, á pesar de sabias leyes y 
dignos magistr^ps, sufre la administración de justicia; la decadencia 
que esperimentan y las trabas que detienen los progresos deja agri-' 
cultura, del comercio y de la industria, que son las tres fuentes déla 
riqueza pública, todo, todo ha llamado y llama mi paternal atención 
en gran manera. » 

¿Con qué -derecho se nos podrá acusar después de una confesión 
tan explícita como la del rey Femando en el anterior decreto?...." 
La situación lamentable del pais era el resultado del intolerable siste- 
ma de gobierno que se hacia sufrir á los españoles, 

Es cierto que ellos querían libertad, la igualdad posible y la fe- 
licidad del pueblo: querían el órdfen público y el reinado de la ley ¿y 
qué era lo que defendían los vasallos leales?... La arbitrariedad. 

4^.** Después de haberse reunido por variar veces la enundada 
junta , resolvieron solamente que se comisicgpiaraá un consejero de Cas- 
tilla para pasar á^ Cádiz á atajar los progresos de laque' llamaban re^ 
belion, y que no habian podido ^contener quince mil hombres á las ' 
órdenes del general Freyre. 

Que se formase ün ejército en Castilla, cuyo mando se letlaria 
al general Ballesteros, para lo cual se le mando llamar por estráordi- 
nario jun ejército en Castilla, cuando no ténian un soldado de que 
disponer; el erario sin ninguna clase de recursos y desacreditado el 
gobierno para proporcionarse un empréslitol I! 

t Hé aquí las resoluciones de la junta en unión con el gobierno ^ 
que encarece el panegirista Hugo ; pero en la descripción de sus 
mismos actos y en .sus resoluciones, llevaba envuelta su sentencia. 

El marqués de Miraflóres, que tiene escritos con toda imparciali- 
dad apuntes para la historia de España de aquella época , dice en el 
primer tortio, página 37: 

t Fatigada la nación toda de los desaciertos que hacían, desde mu- 
cho tiempo antes, amenazar una catástrofe si*no tomaba parte activa 
en las variaciones políticas, en todas partes las veia con serenidad é 



— 97 — 

¡Ddiferenoía^ esperando un nnevo orden de cósfts con que mejorar 
su suerte. 

»La misma guardia rea> participaba de las ideas novadoras ^ ó al 
menos encantada, con la esperanza de ver mejorada la infausta suerte 
de su desgraciado pais, participaba de la fria indiferencia con que 
en todas partes era defendida por los ejércitos del rey su ciausa, y 
respetaba, en vez de atacar, la revolución, en cuyos progresos se ma- 
nifestaban casi todos mas 6 menos interesados.» 

Solo nn frafocés podía adular á aquel gobierno, que no püedeDi 
encontrarse esfwesiones para describir las violencias cometidas con 
los liberales espafioles, después de que se hablan sacrificado U)^ 
p^ libertar á Fernando VII del cautiverio en que yacía. 

Solo nú enemigo de la Espafia pódia vittiperar el que combatié- 
neimos aquelgobienip de impopularidad, de ingratitud, dediscordla^ 
de corrupción, de esogafips, de ilegalidades y de persecuciones contra 
los hombres libres. 

^ La imaginaeion se exalta; ocupémonos del verdadero relato de 
lo ocurrido ea aquellos dias. 

El albedrío del monarca estaba avasallado con las noticias que se 
recibían- diariamente de. nuevas conmociones, y yapor todas partes 
no creía encontrar otra cosa que eneiftigos. 

El desengaño estaba próximo para el monarca; aquel enjamble 
de aduladores debía desaparecer ^al menor peligro que se presentase; 
el golpe de mano cruel debía recibirlo de mano de' un eslrangero. 

5."^ Pronuncióse enOcaña(l) D. Enrique O' Donell, conde de 
Abísbal, al frerite del regimiento imperial ^Alejandro , y sucumbió 
aqudl gobierno al impulso 4ado á la revolución por nno de los que 
comisiónate para la destmccion del ejéitjíto de la Isla. 

¿Qué hicieron entonces ios consejeros del rey? ¿dóode estaba aquella 
tenacidad incontrastable, aquella perseverancia en que se atestasen de 
geiites los castillos y cárceles para ten^' asustadas las familia^ 
¿ddnde estaban aquellos palaciegos que habían hecho olvidar al gefe 
d<^ estado que ^ derecho de indultar es él atríbirtó mas precioso de 
la corona,. y que la clemencia debe ser su norte? ^ . 

Gada uno de ellos quería buscar su salvafne»lo en acoosejar en- 
tonces al monarca hiciera concesiones al pueblo , en las cuales jus- 
tificando f I mal , se sometía á la voluntad del mismo pueblo con hu-^ 
nilllaciones que descendian dé la dignidad real;, en lugar de aquella 
altaneria desdefiosa con que el gobierno habia respondido á los gri- 
tos y tamentos de los miliares de víctimas que habían espirado en 
los* patíbulos. ' 

* (i) El conde de Abisbal que se pronunció en Ocaña era el mismo que man- 
daba el ejército de te felt y el autor de los sucesos del 8' de jaKo de 1819. 

13 



— 98 — 

El dia 6 de marzo hicieroQ que firmase el rey un decreto con- 
vocando á Cortes según las antiguas leyes, cuya resolución fué comu- 
nicada por el marqués de Mata-florida , ministro de gracia y justicia 
(que tanta parte tuvo también en las desgracias de 1823) . 

El rey dijo en su decreto , queiía se celebrasen Cortes para que 
fuesen oidos los representantes legítimos de los pueblos , para acor- 
dar lo que exigía el bien general, seguros de que lo hallariap pronto 
á cuanto pidiese, el interés del Estado y la felicidad de unos pueblos 
que tantas pruebas le habian dado de su lealtad , y que el consejo le 
consultase cuantas dudas pudiesen ocurrir , ¿ fin de que no haya 
(decia el rey) la menor dificultad ni entorpedmiento en su ejecución. 

El lenguaje débil de los decretos del monarca, en lugsir de aca- 
lla)^, estimulaba los ímpetus del pueblo y no aquietaron las ánimos 
acalorados.... pero carecían de tino y fortaleza los con8e|eras públi- 
cos.y privados, y los ^sermones* comellamq^baun escritor á aquellos 
decretos, no alcanzaban á enfrenar la opinión general del país decidida- 
mente pronunciado en favor de la Constitución, y tenían muy' pre- 
sente cuanto ofreció el rey en su decreto de mayo de i8 14 que nada 
le habían dejado cumplir. 

La desconfianza estaba posesionada de todos. 

La convocación de las antiguas Cortes era enteramente imposible 
y solo se tuvo aquella concesión por un subterfugio para librarse proví- 
^sionalmenté de las circunstancias, contemplando y aun acariciando 
al pueblo, seduciéndolo con la hipocresía, hasta que llegase un dia 
que, adquiriendo nuevas fuerzas, fuese tratado de nuevo ese pueblo 
lilieral cual lo babia sido en los anteriores seis afioá. 

Hemos dicho imposible la reunión de las antiguas Qórtes, por*«- 
que no habia reglas fijas en que apoyarse para la convocación. 

Castilla, León, Navarra, Aragón, Cataluña, Vizcaya, todos es^ 
tos reinos vecinos habían tenido Cortes, y todos estaban reunidos ¿ 
la corona de Cieistilla. Los brazos ó poderes en los estamentos habMiA 
tenido sus alternativas eñ cuanto á la ínAuencia en las Cortea. Los 
fueros, las preeminencias, las formas eran todas diferentes en cada 
uno de los reinos citados. 

fki España por. muchos Mglos na se otoi^ó al rey un poder abso- 
luto; el primero que ejerció esta autoridad en toda la Península, io 
fué Felipe IL Así que las Cortes fueron unas veces compuestas del 
clero y la nobleza, otras del clero, nobleza y pueblo, y otras, como 
lo «fueron las de Madrigal, concurrieron á ellas solamente los pro- 
curadores de las ciudades que tenían votoi* Lasde 1538 se oompur* 
sieron de los grandes señores, de títulos de Castilla, eto. , y las pos- 
teriores en 1712, 17iay 1789 solo lo fueron únicamente de pro- 
curadores. ■ ^ 
6.** No querían los españoles otras Cortes que las que marcaba 



— .99 — 

la Constitución de 4812 { querían que desapaiwieaen las ideas que 
habian querido imbuiries, de que los reyes hablan recibido de Dios 
el poder y qué no tenian mas pauta que su albedrío^ por cuya razón, 
duefios del^ suelo y de sus vasallos (los cuales no tenian mas dere- 
chos que los que el soberano tuviese á bien otorgarles) debian some- 
terse ciegamente y acatar sus resoluciones. El pueblo, que empezó á 
conocer su verdadero poder, insistió en que se proclamase la Consti- 
tución de 1812. 

7.*" Abandonado el rey pw lodoslos que le hablan comprometí-^ 
do, stíOf sin tener ninguno de quien poderse aconsejar, llamó al 
general Ballesteros para que examinase el espíritu de la guarnición; 
pero haUéndoie manifestado este ^neral que no podia contarse con 
la trqm, porque toda ella participaba de los mismos sentimientos 
que el pueblo, se decidió el rey en la noche del 7 de marzo á dar 
un det^'eto, en el que mwifestaba á la nación qu^ «para evitar las 
dilaciones que pudieran tener lugar, por las dudas que al consejo 
ocurrieran en la egecucion de mi decreto de ayer, para la inmediata 
eonvocadon de Cortes, y siendo la voluntad general del pueblo, mq' 
he decidido á jurar la Constitución promulgada por las Cortes gene-^ 
rales y éslraordinarias en el afk) de 1812.» 

Diñindida esta noticia por la corte produjo el mayor entusiasmo 
en la generalidad, sin embargo dé que los mas cautos desconfiaban 
aun del contenido del decreto. Siempre áparecia la memoria del 
de 1814. 

Funídados en el antecedente positivo que dejamos espuesto, reja-^- 
niose el pueblo á las puertas del palacio reclamando el nombra-; 
miento de una junta provisional , á quien se fiase el cumplimiento 
del decreto de aceptación por S. M. de la Constitución del 12, y reem- 
plazase la junta de Estado nombrada anteriormente; 

El rey tenia ya nombrada una comisión para que convocase el 
ayuntamiento de 1814: fué manifestada al pueblo esta determinación 
y se dirigió á las casas consistoriales, desde donde habiéndose reu- 
'nido parte de aquel ayuntamiento, salió en corporación para palacio 
á exigir al rey el juramento de la Constitución, seguidos siemjpre de 
la multitud. 

8.*" Ehrey juró debajo de su trono, y el pueblo se dirigió en se- 
guida á las cárceles de la Inquisición , en donde dio libertad á los 
presos, entregándose después á simples demostraciones de alegría:, 
se restableció la calma, quedando como si nada hubiese sucedi4o en 
la corte. 

En la sucinta reladon que hemos hecho está descrito el gene- 
roso carácter del pueblo espafiol . * 

¿Qué se proponían los españoles? el restablecimiento de las leyes 
fundamentales que prescribían el profupdo respeto á la santa reli— 



— 400 — ^ " 

giop d€mue$tco$..{]kadi^^« y la mas acéadiad^i jedltad a) moaasEca que 
las mismas leyes íe habían dado- 
Es una falsedad 1q qm dice elescritojr franeéa de que se ameua* 
zó almonarca. con SM destroaamieoto. Ea otros paisesbubiíera^l mcH 
vimiento derribado el trono por lo eavileddo que se preseotó en 
aquella época , .( pero en España ! nuuca se ha pretendido sustraiÉi^se 
de la obediencia del rey, y mucho menos ea la época de que se tra- 
ta, por quien tantas pruebas tenian dadas de adhesión. les españoles 
en la guerra coutra el ejército invasor. Solo quería el puieblo el go- 
bierno de las leyes bajo la potestad reaU y conseguido, este, volvía 
á descollar el amor al orden, divisa que. caracterizaba! puebdo íberos. 
La nación española en 1820 dio un paso, agigantado para la Ik^ 
bertad de los pueblos, y su reuombjí^ debió inmortaliisarse en 1% ci- 
vilizada Europa^ : ; 

La causa de la libertad habia ^iunfado otm vez en Espaaa: el- 
pueblo y el ejército h h^bim reconquistado por su valor y oon la 
resolución que nuestros antepasados hahian pereeido .por ella en lo» 
campos de Villalar : por esta vez fueron favorecidos dO' la suerte los 
hombres libres* , v 

9."" Varios fueron los decretos que el monarca espidiá en aquel 
mismo día ; ^ntre ellos los mas memorables ; Uno , aboUenéo para 
siempre la existencia del tribunal éi la Inquisición, y mandando po<» 
ner en libertad >á todos Ips presos : Otro , mandando que se restitu- 
yeran á sus domicilios todos los liberales encausados, y los que por 
las mismas bausas se hallasi^n fuera del reino: y otro, nombrando la 
junta para que le recibiese el juramento, hasta que retó>idas. las Cor- 
te^ que convocaba con arreglo á la misma Constitución» pudiese rear< 
lizar solemnemente el mismo juramento que en ella se previene. Lo» 
individuos designados para la junta fueron el reverendo en Cristo Par 
dre cardenal de Borbon, ar^oihispo de Toledo, presidente; el tenien- 
te general D. Francisco Ballesteros , vicer-presideote ; el reverendo 
obispo de Valladolid, de Mechoacán; D. JVIannel Abad y Queipo; 
D. Manuel Lardizabal ; D, Mateo Valderaoroa ; D» Vicente Saneho^ 
coronel de ingenieros; conde de Tabeada; D. Francisco Crespo de 
"I^ejada; D. Bernardo Tarrius y D. Ignacio Pezuela, personas de la 
confianza del pueblo, y con las que debían consultarse todas las pro- 
videncias que emanasen del gobierno hasta la instalación de ka 
las Cortes, siendo precisamente publicadas tambiaa oosi el mismo 
acuerdo. 

Las Cortes ordinarias fueron convocadas" para los años de i820 
y 4821 con arreglo á lo preveftido en los artículos 104 y 108 del 
capítulo 6 , titulo 3 de la Constitución de la lüMáiquía eapaikda, 
promulgjada eu G^diz por las Cortes g^nterales y' esüraonUmrias de la 
nación en 19 de marzo de 1812 



La junta creada por el decreto del 9 de manee , empezó desde 
luego sus trabajos, y su época no solamente hizo bosor á los indivi- 
duos que la componían , amo que merece una página en los fastos 
de nuestra historia ; porque no hubo un solo acto que repíocharie^ 
fiomo se. probará e»ando mas por estenso nos ocupemos de ella: no 
hubo un solo disg^tó, una sola lágrima: los hclmbies anteriormente 
t>erseguidos hacían alarde de su generosidad, habiendo sepuíltado 
en el olvido los anteriores agravios. 

Nos dude que el escritor francés diga que < h$ fieles $^rf)id^reÉ 
4el rey^ reemplazaron em k$ presidios del Afrkay en Im destíertoé á 
los partidarios de la Constitución; » cuando no puede presentar tán*^ 
gana nación del munéo un t^uadro tan grandioso , una generosidad 
ten sin e}^n|)lo, como el que presenta b España, en una varladon 
tatal de politíca sin derramar una sola gota de sangré. | Reoérrase NL 
historia de flrancia, loglaterm, etc. , etc. , y véanse los efectos de 
los primeros momentos de sus cambios pottticos, en que la venganza 
y el odio egerce su poderío ha;eíeiido desboniar los nure»f 

El mismo infBmte D. Carlos^ que después nos ha envudlo en una 
guerra dvíl, se avino plenamente al cambio poittioo f A jurar k 
Constitución, oomo puede verse en la proelama que vduntaríaménte, 
y como generalisimo de los ejéreítos de mas* y tierra, dirigiesen 12 
de marzo á sus subor«Bnados. 

Soldador: 
Al prestar en vuestras banderas este jummentoá la Oonsfitucffotl 
de la monanquia , habéis contraído obligaciones inmensas ! carrera 
esclarecida de gloria se os está preparando. Amar y defender la pa-* 
tria , sostener el solio y la persoma del rey, respetar las leyes y en-* 
lazaros con el pueblo, para consolidar el sistema constitucional r'(?5- 
tas son fmest^ras oUigacionee sagradas ^ y esto es cuanto el rey espera 
de vosotros, y lo misnio yo , cuyo ejemplo os prometo por mi parte. 
Vuveslro <iompafi(Bro 

Cahlos. 



En la gloriosa crisis en que el pueblo y el ejército español haim 
reconquistado la libertad , cada uno de bs españoles amantes de so 
patria^ queria Qootribuir en cuanto calaba de su parte á dar apoyo 
al nuevo ediflcio que levantaba , no con la sangre de los ciudadana 
sino con el alborozo de loa corazones liberales. 

La soberanía naeíonaLcniustasmaba á la juventud : las oorpom^ 
Clones felicitaban al monarca , y el mismo D. Carlos , como coronel 
de la brigada de eambinero9 reales^ escribió ul rey la carta siguiente 
al rc^AítirleJa felicitaeion de aquel cuerpo.. 



•Tengo el hooor de remitirá V. M. la esposieion adjunta de lá 
brigada de carabineros , cuyo mando es una de las 0nezas que debo 
á la dignación de V. M. 

« Alternando en los afectos cpie encierra; junto mis anhelos con 
los de la br^da CMgratulando á V. M. con el entusiasmo mas ar** 
diente por vuestra resolución magnánima de restablecer el santuario 
de las leyes fundamentales que abarea la sabia Constitución de la 
monarquía española publicada en Cádiz el 12 de marzo de 1842. Sa- 
brá la brigada sostener con. tesón los votos que tiene la honra de de* 
dicará V. M.— Carlos.» 

La voluntad de la nación y la adhesión del rey al nueva fégir- 
men fué comunicada al cuerpo diplomático. El mismo D. Carlos se 
felicitaba (te haber contribuido pm* su parte al restabteeimiento de k 
Constkiicion. Los españoles hablan sufrido mucho durante los seis 
años, pero estaban contentos con que solo se fuese abriendo el ca-^ 
mino de la regeneración política a^tecida , y esperando en el por- 
irenir no se cuidaron de lo que podia tramarse en el interior, ni me- 
nos de cuanto pedia- venir en su amo de lo esterior de la naeion. 

Los liberales debieron conocer que el restablecimiento de la Cons- 
titución en la Península iba á estremecer la Europa entera , por ha* 
ber tenido lugar en los momentos que los déspotas del Norte querían 
asegurar su sistema continental absoluto; y en este supuesto, de- 
bieron haberse preparado á resistir las influencias de aquellas cortes 
estrangeras desde los primeros momentos. 
. Los mavimientos de Portugal, Ñapóles y Píamente, que ocurrie- 
ron €;n seguida , hicieron que la Santa Alianza creyese que en Es- 
paña estaba la base de la libertad europea. 

. 10. La variación de gobierno ^jeeuíada en la Península, por mas 
justa y necesaria que fuese para el pais, no podia ser tbirada por los 
demás gobiernos de Europa con imparcialidad porque no es esta la 
virtud de los gabinetes: fué bien admitida y celebrada por los gobier- 
nos moderados, y msd vista y desacreditada por los absolutos y des- 
póticos ; y aun de los que estaban constituidos , cual súeedia á la 
Francia, se presentaron como enemigos de la libertad, y los dia- 
rio^ que estaban á la disposición del ministerio censuraron nuestra 
conducta. 

Se espidió una circular en 25 de marzo á todos los agentes di^ 
plomáticos de España en las potencias estrangeras , declarando el 
rey su esjíontanéidad en las mudanzas de nuestro sistema , y que no 
consentiría se .mézclase ninguna nación ni interviniese en nuestros 
negocios. . ^ 

£1 nombramiento para componer el nuevo ministerio de Argüe^ 
lies, Canga-Argüellés, Porcel, Pérez de Castro, García Herrero, 



_ 4«8 — 

Amarilhs, Parga y Garda de la Torre^ m^reeié una genefal »^pto^ 
don en España ; pero alarmó mas y mas á \s» potencias europeas, 
porque las eircunstaneias anteriores de aquellos honrados dudadanoi 
les baria aparecer ¿ los ojos de los aliados como gefes de la propa*- 
ganda desbaratadora de todos sus plañe». 

11. Al comunicar nuestro embajador en Rusia, Cea Bermudez, 
la cirralar pasada i los agentes diplomáticos de lo ocurrido en Es- 
paña y contestó el ministro á nombre del emperador Alejandro lo st^ 
guíente. 

«Desde la pacificación general, la Rusia, de acuerdo eón ^us 
idiadas, ha dado á España mas de una prueba de interés. La correa- 
pondeQcift que ha tenido lugar entre las principaies Ciortes de Europa, 
testifica que los votos del emperador han sido siempre, porque la au- 
toridad del rey pueda consolidar^ en los dos emisferios por medio de 
los principios generales y pasos consagrados por él , y con el apoyo 
de instituciones fuertes y mas s(Hidas aun porél medio regukr de su 
establecimimto. Las i$istítiici(me$ emanadas del trono vienen á ser 
Gúnservadoras ; las que son aborto de las turbtUencias , no producen 
sino el caes. Al emitir el emperador su convicción en este punto^ 
habla el lenguage de la esperiencia. i'^n efecto, si se tiende una 
ojeada sobre lo pasado , grandes ejemplos se presentan^ á la eonside^ 
ración de los pueblos y de los s(yberanos. 

cSv M. I. persiste en su opinión: sus votos no han cambiado: hoy 
los ratifica solemn^nei^. , • ^ 

« Compete en la actualidad al gobierno de la Península juzgar si 
las instituciones impuestas por uno de estos actos violentos-, fiinesto 
patrimonio de la revolución que España babia combatido, con tanto 
houQr, podrán realizar los beneficios que ambos mundos esperan de 
la sabiduría de S. M. G. y del patriotismo de sus consejeros. 

« La senda que la España seguirá para llegar á tan importante 
fin , y las medidas con que procurará destruir la impresión causada 
en Europa por el suceso del mes de marzo, decidirán de la naturale- 
za de las relaciones que S. M. el emperador ha\a de conservar en lo 
jsucesivo con el go'bierno español, y de la confianza que desearía po- 
derle mostrar siempre. » 

En vista de esta manifestación el ministerio^ en quien todos los 
ciudadanos tenían una confianza estrema, y al que se le ofreció toda 
clase de apoyo, debía haber escogitado uno de los medios, ó hacer 
hermanar las instituciones del pais con las de otras potencias consti- 
tucionales ; organizar las fuerzas de sus ejércitos para hacerse impo- 
nente á las demás naciones , caso de que intentasen intervenir en 
nuestros asuntos interiores , ó seguir el ímpetu popular; arrostrar 
por todo cuanto -pudiese contribuirá la propaganda de las ideas libe- 
rales en Europa , ó^ constituirse, en fm, en gobierno revolucionario^ y 



— <0*? — 

avonaar ^tee la Fianeia «a donde se > aglomemban sofióiente^ ele- 
mi^Uoe para bacer cundir m é&a el foco de la revolución , que muy^ 
en breve ee hubiera estendido hasta las regiones de la Óircaaia , y 
hacer ver á los tiranos de la Euj^opa que un pueblo Ubre es invenci^v 
ble , y no debe estar en el caso de sufrir dudas ó suposiciones de los 
estrangeros , ni el esplendor del trono 'constitu(Honal pedia consentir ' 
la idea de que ningún gobierno se entrometiese en los aconteeimien- 
tos de España ^ siéndole ijodiferente del todo para ella la impresioD 
que, allende de nuestras fronteras, produjes^e la adopción del sistema 
eonstitucional, Pero los ministros se decidieron solo á' tolerar Jos 
principios demasiado democráticos , por rayar en anarquistas , que 
empezaron á descollar, á contemporizar con los que trabajaban por la 
contra-re vQlttcion, y aun á coaservarios en los altos destinos,. desde 
donde ejercían con mas valimiento sus influencias, y se contentaron 
solo con intentar reformas que- atropelladas, como se ejecutaban, 
no surtían el efecto que se hablan propuesto^ 

La Milicia Nacional empezóá existir; se estableció la libertad de 
imprenta , y el gobietno empezó á cuidarse de que la elección de di« 
putados recayese en los que se titulaban masones, por lo que se afi* 
liaron en esta sociedad infinidad de españoles, dividiéndose después 
en americanos y españoles ; todos los cuales proporcionaron la pér- 
dida de nuestra libertad. 

Todos , lodos en la generalidad incurrieron en los mayores erro- 
res , y sobre todo debilitaron el partido liberal con su desunión. 



-1- JOB: — 



CAPITULO V. 



£spirítu de la Gonstitucion.— Primera sesión y aeto de las Córtes.-^Ataques contra la nobleza 
y el clero.— Sublevaciones realistas.— -Desórdenes revolucionarios.— Disolución del ejército de 
la Isla de León.— Resistencia y destient) de Riego.«-Fin de los trabajos de las Cortes. — 
Disolución de las sesiones.— El rey en el Escorial:— Turbulencias en Madrid.-^yuelt4 d«l 
rey á la capital.—Reaccion.— Destierro y persecución de los realistas.— LioeacjiamieDU) de 
los Guardias de Corps.— Apertura de la segunda legislatura de las Cortes. — ^Discurso y que- 
jas del rey. — ^Destitución del gobierno. — Asesinato de Vinuesa.— Los cotnurierot y los ameri- 
«OfiOff.— Complot dé Caquet, llamado de MontarU.— Destierro de Riego.— Fiebre amarilla.— 
Culo de lof médicos franceses.— Cortes estraordinarias.-r-Rjebeiioii de GádíK y Sevilla. , 



i."" Los principios fundamentales de la GonstitucíOD impuesta á 
Fernarulo por la rebelión militar del 7 de marzo , en nada favorecían 
el ejercicio justo y legitímo del poder reri. 

Algtfnas disposiciones democráticas de los antiguos códigos polí- 
ticos de Aragón y Cataluña se hallan en la Constitución de i812; 
pero de ningún modo atenuadas ni mitigadas como lo estaban en el 
siglo^XV por leyes y usos mucho mas aristocráticos. La soberana 
del pueblo es la base del estatuto constitucional que los legisladores 
de Cádiz habían querido dará España., Por una í>arte colocaron opor- 
tunamente un artículo establecienda la inviolabilidad del monarca, 
pero por otra escribieron á su continuación varios párrafos para de- 
terminar los casos en que el rey puede se;* suspeHdiiQ de sus fundo- 
ms y aup depuesto. La potestad legislativa feaíde isn las Cortes con 
el rey ; ei^ decir, que el rey puede estampar dos veces su prohí- 

44 



— 406 — 

bidón en eada ley votada por las Cortes, pero esta ley es obligato- 
ria cuando se adopta por tercera vez en la asamblea. En fin , pa ra 
colocar en mejor lagar ¿ la democracia en la división de los poderes, 
las Cortes, que por el derecho que se han reservado de presentar los 
candidatos al Consejo de Estado privan al monarca la libertad de 
^ pensai*, han quejido reasumir aun su potestad de obrar con la crea- 
ción de una diputación permanente destinada á velar durante los in- 
tervalos de las sesiones el ejercicio del, poder egecutivo confiado al 
rey. Esta diputación per^túa las Cortes. Así el principio monárqui- 
co, privado de todos sus derechos, qii^da constantemente á merced 
del principio democrático investido de todas sus ventajas. Fácilmen- 
te se deduce cuan inseguros deja esta disposición el equilibrio de los 
poderes y la estabilidad del gobierno. 

La Constitución, después de colocar al rey como cabeza política 
en absoluta dependencia de las Cortes , le somete como hombre á 
una humillante tutela. Ko puede viajar ni casarse sin el beneplácito 
de la asamblea legisladora. Los únicQS privilegios del rey, que des- ' 
pues de la Constituciop española se salvaron de los ataques y de la 
segur de las Cortes, se reducen : ^ 

!.• Al derecho del tratamiento 'de magestad católica. 

2."" Al de eslar encargado de la &bricacion de monedas que han 
de llevar su nombre y-^busto. 

Sus demás derechos están sujetos á discusiones ó asociados de 
restricciones mas 6 menos graves. 

El derecho de indultar está*sometido por las Cortes á una con- 
dición, que ambiguamente espresada, deja campo libre á toda inter- 
pretación (1), y que puede aniquilar este derecho de clemei^cia, 
privilegio dignísimo del poder real en todos los tiempos y en todos 
los países. 

2.^ y 3.*". Apenas ,habia Fernando Vil prestado juramento ala 
Constitución (10 de marzo) cuando la junta previsora mandó á to- 
dos ios españoles imitar el ejemplo dado por el rey. Esta orden halló 
una resistencia viva en Vizcaya, Navarra y Galicia. Muchos españo- 
les empleados en el ejército y en las administraciones civiles acep- 
taron la destitución y d destierro antes que reconocer el orden de 
cosas impuesto violentamente al rey: se espatriaron y sufrieron todo 
el rigor de los decretos dados por la junta, contra los.que rehusaban 
prestar juramento al acto constitucional. 

El gobierno habia desistido de la idea de mandar una espedicion 
contra las colonias insurgentes* La relielion de los soldados de Qui- 

• 

(1) El puede indultar A los culpables^ en tanto que esta indulgencia no sea 
contraría á fas leyes. (Goost. Españ. títxño 4.V capítulo I, articulo 171, pár^ 
rafo 13.) , 



— <07 — 

rogay Riego probaba que era imposible por el tnomenlo. En vez 
de un ejercito se remitió á América un manifiesto para invitar á Vds 
jBspañoles de Ultramar á someletse á la Constitución tie 1812, y á 
enviar diputados á Cortes. Este manifiesto solo díó por resultado 
acelerar una sublevación general. Todas las revoluciones de las co- 
lonias estaban en parte justificadas porcia revolución de la madre 
patria c Entre tanto las elecciones destruían todas las esperanzas de 
ios hombres moderados. Ellas enviaban á las Cortes un gran núme- 
ro, de abogados y de individuos del bajo clero, que caleciendo de un. 
regular patrimonio, se interesaban poco en la estabilidad del Estado 
y en la tranquilidad pública. También habia entre ellos algunos mi- 
litares (entre otros Quiroga) que habian tomado una parte activa 
en la revolución. 

• La conducta de la asamblea justificó en mucha parte los temo- 
jres que su instalación habia hecho concebir. 

Las relaciones de cada ministro á la apertura de la sesión pre- 
sentaban en toda su desnudez la triste posición del Estado. El Congre- 
so (1), lejos de proponer desde luego los remedios que podian con- 
tener los progresos del mal y cerrar las heridas del cuerpo social, 
sola se ocupó en destruir las antiguas instituciones que sostenian 
aun la monarquía. Temiendo siempre á los pueblos, poco há tan 
adictos á su rey y á su religión, resolvió bien pronto aislar entera- 
mente el poder del trono, privado de todas sus prerogativas y apo* 
yos, destruyendo sucesivamente la nobleza y el clero. 

En esta atención las Cortes ordenaron en su primera sesión la 
abolición de los señorios, la reducción de los mayorazgos, sin los 
iguales ninguna nobleza puede existir como cuerpo político, y la su- 
presión de las órdenes monásticas tan queridas del pueblo español, 
y que durante la guena de invasión habian trabajado mucho mas 
por la independencia de la patria que los oradores demócratas de 
Cádiz. En fin, la' confiscación de los bienes del clero demostró que 
los sagrados derechos de la propiedad noerdn más respetados que los 
demás por los decretos desorganizadores de las Cortes. 

4.* Las deliberaciones de la asamblea eran frecuentemente inter- 
rumpidas por los ministros al dar cuenta de las sublevaciones arma- 
das que en todas las provincias protestaban ccmtra los actos del go- 
bierno llamado constitucional. Facciones realistas recorrian libremente 
las provincias de Castilla, Navan*a y Galicia. Demasiado débiles para 
acometer las ciudades en que estaban constituidas las autoridades, y 
en que mandaban generales adictos á la revolución, 'eran sin embar- 



(1) El Congreso, este es el nombre que dan los españoles á la asamblea da 
lasdórtes. 



go suficieQtea para producir el deaeontento de los habitaates /de las 
campifías y^^ odio al nuevo ^den de¡ to$añ. . . 

5.^ Por otra parte> las tropas y. loa partidarios de la revolución 
estaban siempre dispuestos á menoscabar k autoridad dé los gefes 
DOmlMrados por el gobierno, que na ofrecían á las facciones las e^ia- 
geradas garantías que de^deaban. Los clubs y las sociedades popula^- - 
res» establecidas en las principales ciudades, eontríbuian á sosten^ 
con sus furibundos discursos el espiritiik de rebelión que se manifestó 
bien pronto en Cádiz, SeVillá,' Zaragoza y Madrid. La inercia délas 
autoridades atentaba las tentativas de los feociosos para atacar el ór^ 
den público. 

6/ y 7.^ . La disolución del ejército de. la Isla de León fué pre^ 
testo para grandes desórdenes. Éste ejército, desde la elección! del 
general Quiroga para las Cortes, habla pasado al mando de Riego as- 
cendido también i general (1), y habia tomado el nombre de cuerpo 
de observacicn de Andalticia; conservaba el espíritu de rebelión 
á que le habia impulsado la insurrección, llevaba siempre la escara- 
pela revolucionaría (encarnada y verde) (2). Su cuartel general era 
á los ojos de los liberales el capitolio de la libertad. Finalmente era 
la cortapisa que los exaltadas oponían sin cesar al ministerio para obli* 
garle á niedidas estremas. Los peligros que presentaba una reunión 
de tropas animadas en sentido contrario á ia disciplina militar, se 
ofrecieron bien pronto á los individuos dei las Cáftes. El ministro de 
la guerra propuso^ la disolución. Esta proposición, aprobada por la 
asamblea, lo fué también por el mismo Quiroga. 

Se remitieron á Andalucía las ordeñes necesarias , pero en lugar 
de obedecer el general Riego y los gefes de su E. M., dirigieron re^ 
presentaciones al gobierno, y á las Cortes reclamaciones casi amer 
nadadoras» Los oradores de los clubs revolucionarios de Madrid unie*^ 
ron sus amenazas á las de sus generales. El ministro de la guerra 
atemorizado con esta resistencia presentó su dimisión , pero sus co» 
legas» animados por el apoyo que hallaban en el Congreso, creyeron 
deber continuar la obra empezada. Se repitieron las órdenes de diso* 
lucion solo para apaciguar á Riego, y para consolarle de la pérdida 
del mando de su ejército se le nombró capitán general de Galicia. 

Riego, ¿ quien estos manejos disgustaban, pasó á Madrid á re< 
clamar en persona contra las medidas del gobierno. Su llegada'fué la 
señal de un violento tumulto causado por algunos de sus partidarios» 
y que solo pudo ser apaciguado por la intervención de la fuerza ar— 

. (1) La revolución de la Isla de León fué seguida de una ffran promoeion de 
ios gefes insurgenlca. Quiroca, Riego, Arco-Agüero, O'Daly, López Baños y 
San Miguel, lodos gefes do batallón ó coroneles, recibieron el grado de maris- 
cales de campo. 

(2) La escarapela nacional española, es enteramenle eiícarnada. 



— 409 — 

inada. Halló á.lod ministros mas suaves de lo que esperaba* Quiso 
mantener su autoridad, pero como hs Cortes, aunt reunidas, habíaD 
aprobado la orden de la' disolución, los hombres mas influyentes de 
su partido creyeron deber sacMriScarle al mantenimiento del orden 
constitucional y ie abandonaron. 

No solo no obtuvo lo que deseaba , "Sino que declarado criminal 
por el apoyo que habia soUciiado de ím populacho revoltoso, fué des- 
tituido de su capitanía de Galicia y desterrado ¿ Oviedo , su patria. 
Los clubs que hablan sostenido sus pretensiones fueron vigilados 
seoretamenle, Jo que contribuyó á exai^erarlos mas. 

Parecía que las fuerzas del gobierno se hablan agotado en la lu-^ 
cha que acababa de sostener contra Riega, porque no h^Uó otros 
medios para apaciguar el motin de las tropas de la Isla de León y 
para decidirlas a tu licénciamiento, que concederles numerosas re- 
compensas. 

8.*" y 9.** Las Cortes decretaron (el 10 de setiembre) que en el 
término de dos años ^ todos los soldados de la Isla de León obten* 
drian su licencia y que acordarían *á cada uno recompensas propor» 
clonadas á sus años de servicio, á saber : < 

Por ocho años, dies fanegas de tierra y cerca de 1,000 rs. 

Por quince años, quince fanegas y 1,500 rs. ^ 

Por veinte años, veinte y cinco fanegas y 2,000 rs. 

Por veinte y cinco afíos, cuarenta fiínegas y 5,000 rs. 

Estas recompensas eran transmisibles, en caso de muerte, á las 
viudas y á los hijos de los soldados. 

Los soldados se mostraron satisfechos con estas concesiones y el 
licénciamiento se terminó sin obstáculos* 

Las leyes sobre la libertad individual y sobre la prensa, leyes 
que no parecían hechas si no para el interés del partido revohiciona- 
rio; algunas medidas del interés puramente local, un decreto, en fin, 
volviendo á los partidarios de. la ocupación francesa (Josefinos) los 
derechos de ciudadanos Españoles, y otro que reduce en parte los in- 
dividuos de las Cortes^ firmantes del manifiesto de 1814 (Persos) (1) 
á la condición de ilotas políticos, todos estos decretos forman el com- 
plemento de los trabajos de una' legislatura; que concluyó en 9 de 
noviembre en un momento en que la exaltación de los partidos esta- 
ba en su apogeo. 

10. Durante éstos acontecimientos el rey Fernando, que por no 
asistir á la dístriucion de las Cortes había permanecido en el Escorial, 
donde debía pasar el otoño , según costumbre establecida en la corte 
de España, remitió (en 46 de noviembre) al general Vigodet, capí- 



(i) Este Qiiamfiesto invitaba al rey Fernando á atiolir la Gonstittioian. 



— <Í0 — 

tan gisueral de Castilla la Nueva , una orden escrita de sa mano en 
que después de anunciarle que le nombraba' consejero de Estado, le 
autorizaba para encalar inmediatamente el mando militar de la ciu- 
dad y de la provincia al general Carvajal. El joven monarca, en el 
antiguo palacio de los reyes sus abuelos, habia olvidado que ya- 
cía en la humillante tutela dé un ministerio libeml , y que su de- 
creto, conforme á los usos de la antigua monarquía española, de- 
bia, siguiendo la nueva Constitución, someterse al visto bueno del 
ministro. 

El real despacho causó un rumor universal en Madrid: los revo- 
lucionarios no titubearon en considerar la sepafacion de un general 
afamado por la exageración de sus princi|»os, como el síntoma de 
una contra-revolución. 

El general Yigodet declaró que no obedecía. La diputación per- 
manente de las Cortes mantuvo á raya ¿ los ministros,, y de acuerdo 
con ellos, manifestó al rey que era preciso que en adelante comuni- 
case sus órdenes con arreglo á las formas establecidas en las 
Cortes. 

Como el Escorial solo está separado de la provincia de Avila 
(donde acababan de*tenerlug«jr movimientos redistas de consideración) 
por la cadena de montañas de Guadarrama^ esta proximidad causaba 
graves inquietudes al partido- constitucional. La diputación perma- 
nente añadió en su manifiesto al rey la invitación de volver á Madrid 
para calmar el desorden que su prolongada ausencia producía. Los 
ministros, á fin de complicar el embarazo de) monarca, acompa- 
ñaron su dimisión á este documento poco respetuoso. Femando se 
contentó con responder que no aceptaba la dimisión de los minis^ 
tros y que tendría en consideración el manifiesto de la diputación 
permanente. 

ií. Esta respuesta no era suficiente para apaciguar la multitud 
-inflamada j)or los oradores revolucionarios. La efervescencia creció. 
Se hablaba en los grupos de marchar al Escorial. Se invitaba al pue- 
blo de Madrid' á imitar la conducta de los parisi^rses en 6 de octubre 
de 1789, á ir á buscar la familia del monarca en la residencia real y 
á obligarla ¿ volver á la capital. Toda la guarnición estaba sobre las 
armas^ se distribuía dinero, y se la hacia jurar de nuevo la Constitu- 
ción. La diputación permanente, el cuerpo municipal y la junta pro- 
vincial, dirigen al rey enérgicos manifiestos en que se le intimaba 
á volver á Madrid, á alejar de su persona los enemigos de la Consti- 
tución , y á convocar Cortes estraordinarias. 

42. El rey habitaba el Escorial por su salud y la de la reina; 
ninguna tropa le custodiaba, y antes de verse obligado á ceder auna 
nueva violeucia del populacho , consintió en volver á Madrid anles 
del término que habia fijado para su residracia en la espedicion; 



peto rehusó convocar las Cortes estraordin^rias hasta que la dipuiacioR 
permanente, que invocaba la Constitución, le hubiera demostrado 
' que era llejgado el caso previsto por la misma para la egecucion de 
tal medida. 

13. El regreso del rey tuvo lugar el 21 de noviembre. Después 
de cinco dias de agitación, y turbulencia siguió á su, vuelta una 
reacción política que volvió á colocar, á la cabeza de las provincias, 
partidarios decididos de la última rebelión de Riego, y cuya con-, 
ducta en esta época les habia alejado de los negocios; Riego mismt 
fué nombrado capitán general de Aragón. 

Una revolución completa en palacio sucedió á esta reacción en 
la administración pública. 

14. Desde antes de la salida del Escorial hablan sido desterra- 
dos el confesor y el mayordomo mayor del rey ; en Madrid muchos 
altos personages, conocidos por su constante adhesión al monarca, 
sufrieron la misma pena. El general Santa Marea , coronel del primer 
regimiento de guardias, el general Bassecourt, teniente coronel del 
segundo y el duque del Infantado, último presidente del Consejo de 
Castilla. Los rigores del gobierno revolucionario se estrellaron mas 
particularmente sobre los prelados y eclesiásticos. Muchos fueron 
desterrados, otros privados de sus beneficios. El venerable arzobispo 
de Valencia fué desterrado de la Península después de confiscados 
sus bienes (1). 

La revolución no se contuvo dentro de los muros de palacio: toa- 
dos los funcionarios sospechosos de realismo fueron ajNrisMnados. 
Las cárceles estaban inundadas de victimas , ¿ quienes una simple 
sospecha privaba de su libertad. Mas adelante se verá que la segur 
de los facciosos destruyó lo que las prisiones de los jueces y el ha* 
día de los verdugos constítucionales hablan respetado. 

Las gracias que el gobierno español acababa de conceder á los re- 
volucionarios , confiando á los generales que le eran mas afectos el 
mando de las principales provincias de la Península, no bastaban á 
una facción cuyos deseos solo podían verse completamente satisfe- 
chos con la total destrucción de la monarquía. El populacho ásala-? 
.riado redoblaba sus gritos injuriosoil á la magestad del soberano. 
Fernando no podta salir de su palacio sin oir las aclamaciones de los 
revoltosos contra sus consejeros y guardias deCorps, y aun contra 
su real persona. Muchas veces se habia quejado al consejo munici- 
pal sobre los desórdenes que turbaban la tranquilidad de Madrid. Las 
autoridades adictas á los revolucionarios que las hablan elegido, se 

< 

(1) Esle digno prelado encontró eñ Francia un asilo a sus virtudes é infortu- 
nios. Volvió i su diócesis después de la gloriosa campaña de 1823 y fué recibido 
con testimonios de cariño y respeto universales. 



— 4ia — 

conteAtaron con recomeadar al pu6Uo la moder aoiofi > reéonc^cieiido 
que sus pretensiones eran justas ( i ) . 

15; El 5 de febrero de 1821 el rey salió á dar su paseo acos- 
tumbrado ;^los revolucionarios gritando perseguían su carruage que 
marchaba escoltado por algunos guardias de Corps. En el momento 
qoe llegó delante del cuartel de este fiel regimiento, los guardias que 
estaban allí reunidos y algunos paisanos que á la sazón se hallaban 
al paso del soberano^ dieron el grito de cvíva el rey.» Este público 
testimonio de amor y de respeto pareció reanimar en algún tanto el 
apenado corazón de Fernando: les contestó con un cortés saludo; las 
aclamaciones se redoblaron! Entonces la furia de los revoltosos no re- 
conoció freno alguno , arrojaron lodo y piedras á los guardias que ro- 
deaban á S. M. Estos solo respondieron con el desprecio á tan inso- 
lentes provocaciones , y se limitaron á garantizar la seguridad del 
rey cuyo carruage regresó pronto á palacio. Las huestes facciosas 
se volvieron sin tardanza contra los guardias reunidos en el cuartel: 
el centinela de la puerta fué insultado. En este moihento fueron im-. 
potentes los esfuerzos de los gefes para contener la indignación de 
ios oficiales* Salieron del cuartel en número de 30, próximamente, y 
armados solo con sus espadas. Los facciosos osaron recíoblar sus ata- 
ques, se trabó la lucha, y en pocos instantes, á pesar de su número, 
toídos los grupos sediciosos fueron disipados. El miedo aumentó los 
objetos. Los revolucionarios espantados difundieron en breve el ru- 
mor de que los guardias de Corps se hablan rebelado y que ásesiaa- 
ban á los ciudadanos. A esü noticia se reunió el consejó municipal: 
sé armó el populacho que se presentó de nuevo en tumulto delante 
del cuartel en que los guardias se hablan parapetado , y cuyo botin 
se le habia prometido, ün espantoso desorden reinó toda la noche: 
los revoltosos tomaron ocasión de lo que estaba pasando para insultar 
y maltratar & los realistas, zahiri^doles con el nombre de serviles. 
El derecho de gentes, sagrado en todos los paises cultos, no fué res- 
petado : un sugeto agregado á la embajada francesa fué insultado^ 

Entre tanto urgía calmar la agitación popular: el gobierno y el 
consejo creyeron que para conseguir este resultado era preciso el 
sacrificio de los guardias de Corps : se disolvió este regimiento y los 
guardias qiie habían hecho frente con la espada en la mano fueron 
encerrados en una prisión donde sufrieron quince meses de rigoroso 
cautiverio. 

Así se privó al rey de España d<i un cuerpo cuyo valor y ade- 
•ion hablan llegado á ser temibles á los revolucionarios. Este primer 
triunfo sirvió de barómetro á la táctica que aquellos observaron en 

(1) Estas petíeiones, espresadas cea desaforadQS gritos^ «ran la muerte de Vi- 
ouesa^ la disolucioli de los guardias de Corps, y el casligo da \os nuiíistros. 



-^ H3 — 

la éonUnuacioo alternativa de lo» regimientos eoeargados de la, de- 
fensa del soberano. Tan pronto como el honor de estar eercadela fa- 
milia real engendraba en los soldados sentimientos favorables al mo- 
narca, el cuerpo era sobre la marcha el objeto del odio de Jos revol- 
tosos. Procuraban hacerle odioso al. populacho y sos'^echpso á las 
autoridad(rs de Madrid: sus ataques no cesaban hasta obtenerse su. 
disolución. I-a narración de los sucesos, del 7 de junio de 1822 ofre- 
cerá una nueva prueba de su conducta. 

Fernando no podia oponer resistencia alguna á todas las medidas 
que agravaban su posición; esperaba sin duda que la próxima apertura 
de Cortes obraría cambios ventajosos al ejercicio de la autoridad real. 
Lisongeábale que el partido dé los moderados, separado por los. acon- 
tecimientos de los proyectos de los revolucionarios, apoyaría al tro^o 
con su talento é influencia. 

16. El rey en persona abrió la sesión. Su discurso, en que ha- 
blaba de la situación interior de España y de sus yelaciooes esterio- 
res, h^bia sido concertado con sus ministros, que cautelosamente 
hablan separado de su redacción todo lo que hubiera podido hacer 
conocer á la nación y á la Europa el abatimiento á que se hallaba 
reducida la n^agestad real. La primera parte del discurso dirigida á. 
algunos individuos de las Cortes, fué escuchada con religioiso silen- 
cio. El -rey se detuvo un instante, se cr^^yó que habia acabado de ha- 
blar, y ya el presidente se disponía á responder, cuando elevando ía 
voz continuó S. M. refiriendo los reiterados atentados y ultrajes 
que el orden público y la dignidad real habían sufrido : espresó la 
opinión desque estos insultos no se repetirían si las autoridades cons- 
titucionales cumplían con su deber, y mostrando hacia el bien la 
misma energía que los facciosos habían mostrado hacia eímal. 

17. Este inesperado discurso fué acogida con unánimes aplausos 
de las tribunas públicas : los ministros estaban aterrados:, el presi-i 
dente de las Cortes, afectado con este entusiasmo, balbuceó una in- 
significante respuesta , la sesión terminó : el rey volvió á su palacio 
entre las aclamaciones de los vasallos fieles, y haciendo suceder á un 
discurso interesante* un qelo enéi^ico, destituyó á lodos sus ministros 
escepto al de Marina. 

18. Esta súbita revolución turbó en gran manera al partido que ' 
conspiraba por la ruina de la monarquía : se emplearon los medios 
de costumbre. El populacho sublevado se esparció por las calles, y 
como se atribuía á una influencia estrangera la determinación de 
S.M. C, se formaron grupos delante de las casas de los embajado- 
res de Austria, de Rusia y Prusia, amenazando insolentemente coií 
llevar á cabo las mas violentas medidas; la llegada de las tropas de 
la guarnición contuvo felizmente' el efecto de estas disposiciones 
hostiles. ^ , ^ . . • 

.15 



Entre tanto ^ el tey jusgando conveniente al bien del Estado dar 
un testimonio de su confianza á las Cortes, les pidi6 para componer 
su nuevo ministerio un catálogo de hombres dignos de la confianza 
de la nación. Esta petición probaba á la vez sinceridad y política. 
Una lista formada por las Cortes las hacia responsables en parte de 
los actos ministeriales» y daba á las medidas del poder ejectuivo una 
autoridad á la sazón urgentísima en el reino. Las Cortes se dejaron 
regir por algunos ambiciosos cuyas esperanzas habia destruido la 
caída del ministerio. Lejos de intentar volver á ligar al monarca con 
una Constitución que tenia tantos motivos para aborrecer, rehusaron 
darle sus consejos. Entonces el único ministro que había conser- 
vado su cartera presentó sú dimisión y la España estuvo dps días sin 
g(^iemo. Los que el rey buscó en seguida, amonestado por el Con- 
sejo de Estado, no Agradaron á ningún partido, porque precisa- 
mente se habia intentado satisfacerlos todos con una administración 
misma. 

Los trabajos de las Cortes en este segundo periodo no ofrecen mas 
interés que el discurso del diputado Caiatrava sobre la conspiración 
realista que existia en todos los ángulos de la monarquía, y que él 
atribuía á un vasto sistema de eontra-revolucion. Para él la destitu- 
tuciorl reciente del ministerio anterior era el primer acto de esta 
conspiración. 

Este discurso concluía co« nuevas disposiciones contra los mbn- 
ges y los obispos, causas permanentes, según el señor Caiatrava, de 
las sublevaciones popularé^. ' 

19. Dio detalles sobre los supuestos designios del canónigo Vi- 
nuesa , que contribuyeron á emponzoñar el odio que este dei^aciado 
inspiraba ya á la facción revoludonaria. 

El señor Caiatrava solo había hablado en su discurso de conspi- 
raciones iirdídas por los realistas ; pero las turbulencias que estallaron 
hacia el fin de la legislatura en Madrid y en Zaragoza, probaron que 
no eran ^los los realistas los que conspiraban contra la destrucción 
del sistema establecido por las Cortes. Los disturbios de Madrid fue- 
ron obra de los comuneros y de los americanos, dos facciones revolu- 
cÍGítiarias unidas por las mismas simpatías , aunque en intereses di- 
» ferentes. 

20. Los comuneros , partidarios conio su nombre indica del po- 
der común , querían establecer una repiiblica semejante á la de los 
Estados-Unidos. 

IjOS americanos j diputados en su mayor parte de las provincias 
9e Ultramar, deseaban la completa independencia de las colonias 
americanas y apoyaban con todas sus fuerzas los aetos que, debilitando 
la madre patria, hacían esta independencia mas fácil de conquistar. 
Las (acciones de los comuneros y de los americanos habían tenido 



--445* — 

origen en el seno mismo de las Cortes legislativas de Cádiis, y los di- 
putados, que entonces hacían parte de ellas ^ fueron los que íntnodu- 
geron tantos reglamentos revolucionarios en la Gonstitucion es- 
pañola. 

Después de la revolución de 18!20 los comuneros habían adqui- 
rido grandes fuerzas por las asociaciones que habían establecido en 
el ejército y entre los revolucionariojs de las provincias. 

El rumor de la sublevación que esoitaron en Madrid causó el 
cambio de algunos gefips civiles y militares, cuyos sentimientos les 
hacían sospechosos, y la destitución del general Morillo^ encargado 
después de su regreso de América, del mando militar de la capital. 
Se concibe fácilmente la ra^n por qué la Caiccion de los amencfoios 
profesaba el mismo odio que los comuneros 4 este general, á quien 
se atribuia entonces el deseo d^ imitar la gloriosa* conducta del gene* 
ral Monefr. 

Los movimientos populares produgeron su .ordinario efecto. Mo^ 
rillo, abandonado por el gobierno, presentó su dimisión. 

21 . Por este tiempo se descubrió en Zaragoza una conspiracioA 
tramada con el decidido objeto de establecer una república. £sta 
conspiración aprobada por Riego^ según se dice, tenia por gefes á 
dos refugiados franceses. Los sefiores Cuguet, llamado Montarlot, 
antiguo empleado militar, y Guillelmo, llamado Vandoncoust, ex*» 
general. 

Couguet no limitaba sus deseos á revolucionar la España; pre-^ 
tendía turbar la tranquilidad interior de la Francia. Se habia unido 
con varios compatriotas condenados por tribunales fmndeses y refu- 
giados como él. Se presentó en Zaragoza de grande umforme de ge- 
neral condecorado con distinciones de varias órdenes , y entré otras 
4le la orden del Sol que él habia creado y de la que se apellidaba gran 
maestre. Anunció presuntuosamente el de^gnio de reunir una fuerza 
milHar, con la que debia penetrar en Francia y restablecer la Consti- 
tución de 1791. Publicó proclamas en que se daba el titulo de gene* 
ral en gefe de los ejércitos constitucionales y presidente del gran 
imperio de Francia, etc., etc., etc. *^ 

Cuguet de Montarlot fué detenido en Zaragoza en el momento que 
intentaba el restablecimiento de la Constitución francesa de 1791, 
por medio de la destrucción de la Constitución española de 1812, y 
la fundación del grande imperio de Francia por la creadon de una 
república en España. 

£1 general Guillelmo de Yandoncourt se ocupaba de los mismos 
planes en Valencia, pero también fué allí detenido. 

22. Riego, cuya complicidad con Cuguet parecía probada, ha- 
bia sido privado del maiido de Aragón y desterrado á Lérida. Antes 
de constituirse en er lugar de su destierro quiso, animado por lb& 



— l\t — 

honores que los cómuí^ros le prodigaban en su tránsito' (1) , inten- 
tar un esfuerzo sobre Zaragoza cuya guarnición esperaba arrastrar 
á la rebelión; pero habiéndose armado para rechazarlo la población 
entera , ' se decidió por fin á obedecer las órdenes del gobierno : licen- 
ció los oficiales que le acompañaban y tomó tranquilamente el tíamino 
de Lérida. 

' 'SS. Duraute éstos acón tecimieíi tos los estragos de la fiebre ama- 
rilla infundieron el espanto en el mediodía de la Francia y obligaron 
al gobierno francés á formar un cordón sanitario para preservar al 
reino del contagio. 

24. Mientras un francés, indigno de tan bello nombre, tramaba en 
Zaragoza una ponspiracion ridicula contra la España y contra la Fran- 
cia, los médicos fraiíceses (2), sacrificándose por la humanidad,- vol- 
vían á Barcelona desierta, la esperanza y la salud. í)ébiles mugeres 
y pobres religiosas (3) acompañaban sus pasos prodigando á los mo- 
ribundos sacorros y consuelos, que ni la tierra , ni el poder podian' 
darles,. Estos afanes desinteresadbs, este sacrificio piadoso, y la muerte 
heroica del joven Macet, inspiraba el reconocimiento á losespañoles; 
y reproduciendo en ellos los sentimientos de antiguo afecto que ha- 
Kia entibiado solamente la invasión de Napoleón , preparaban en 1824 
la amigable acogida hecha en 1823 á los soldados franceses que fueron 
á estinguir en España el contagio revolucionario. 

25. Entre tanto en Madrid la clausura de las Cortes ordinarias 
era casi inmediatamente seguida de la convocación de las estraordi- 
narias. La gravedad de los sucesos aumentaba la urgencia de esta 
medida. La asamblea empezó sus sesiones en un momento eií que 
el estadp de las cosas era espantoso. ^ 

Un gobierno sin energía contra las facciones revolucionarias, sin 
fuerza contra las sublevaciones realistas, dirigía el timón del Estado: 
Sin crédito en el estrangero, sin apoyo interior, carecíala un tiempo 
de k confianza del monarca, de la de la asamblea y de la de la na- 
ción. Conspiraciones liberales estallaban en todas las provincias; 
guerrillas realistas aparecían en todas partes; el ejército estaba sin 
msciplina^ los pueblos sin policía; las provincias sin administración, 

, desorganizando la antigica monarquía, desmochando su edificio 

el gobierno constitucional nada había recompuesto ni reedificado, 
todo debía reconstruirse, nuevos impuestos debían establecerse sobre 
una nación arruiíiada para suplir á los empréstitos , cuyas débiles 

(1 . Su retrato frté paseado en triunfó en Madrid, tan pronto como en él se supo 
su destitución. 

(2) MM. Andouard, Bailly, Parisel^ Ferancosi y Mazet, enviados por el gobiér- 
'110 y jMr. Joari, joven cirujano de Perpiñan. 

(o) Las )iermanas ile Sania Camila, las señoras Josefa Morella. y Ana 
Merliii, • 



— H7 ^ 

fuentes habían «ido absomdas por necesidades que se multiplicaban 
sin cesar. ^ ' , 

Los trabajos de las Cortes estraordinarias debían consagrarse á 
objetos de interés general y de reconocida urgencia. Los sucesos 
acaecidos en Cádiz obligaron á la asamblea á ocuparse de medidas 
temporales, dé naturaleza desagradable, y al hicieron perder un tiempo 
precioso. 

Nt) nos es lícito estendernos demasiado sobre este incidente que 
^ solo ponía en peligro la existencia ministerial de algunos revolucio- 
narios colocados á la cabeza del gobierno y que no interesa por con- 
siguiente sino á los partidarios de la revolución. 

26. B&starános decir que después del destierro de Riego, habien- 
do intentado el gobierno cambiar las autoridades superiores de Cádiz 
y Sevilla, estos importantes ciudadanos se negaron á fecibir los nue- 
vos gefes que se les enviaban , anunciando por medio de manifiestos 
al rey y á las Cortes la intención de desobedecer á los ministros que 
no gozaban su confianza, yarmaildo tropas para sostener su rebe- 
lión. Otras ciudades y provincias enteras se adhirieron á los princi- 
pios manifestados en la sedición de Sevilla y Cádiz, se intentó al 
instante combatirlos, pero en fin, las medidas y exhorladones de las 
Cortes adoptaron una disposición que no dio la razón ni á las ciuda- 
des insurgentes, á quien se obligó á recibir las autoridades nombra- 
das por el gobierno, ni á este que debia ser acusado por e) sistema 
de gobierno que debió preferir el sacrificio de tres de sus miembros 
-al descontento universaL Los sediciosos habían respetado hasta en- 
tonces en todos sus disturbios á las Cortes cuya convocación había 
servido de pretesto para la revolución de 1820. Enardecidos por los 
manejos que esta asamblea» parecía emplear respecto á ellos, depu- 
sieron este respeto incómodo tan pronto como el Congreso osó ata- 
car abiertamente los ídolos de su culto fanático. A consecuencia de 
una viva discusión sobre el aniquilamiento de los clubs, los diputa- 
dos Toreno y Martínez de la Rosa , célebres á la vez por sus talen- 
tos y adhesión al régimen constitucional, ofrecieron una triste prueba 
de la inconstancia popular. Sus casas fueron saqueadas, y ellos mis- 
mos escaparon á duras penas de los puñales da los asesinos. 

El desarrollo inmenso que tomaron después las insurrecciones 
realistas hizo olvidar bien pronto las contiendas revolucionarías; y la 
atención de la Península y de la Europa entera se*fijó en los Pifineos 
donde acababa de nacer la guerra. 



— US — 



REFUTÁCin. 



£1 despotismo es un abuso funesto y destruc- 
tor puesto que la esperiéncia de todos los si- 
glos nos prueba invenciblemente, que un po- 
der arbitrario es dañoso á ]os que lo ejercen, 
y á los pueblos en que se ejerce. 



I."" Cuando la nación española se vio abandonada á* sus propios 
esfuerzos se presentó al frente de los ejércitos franceses que, poruña 
injusta traición la dominaban, con todo el espíritu guerrero de que 
se halla dotada cuando por la unidad de intereses llegan á \erse reu- 
nido¿ sus hijos predilectos: entonces desplegó sus luces, y despertan- 
do del sonambulismo en que «staba sumergida por la ineptitud de 
su gobierno, venció á sus enemigos, y el congreso nacional que for- 
mó, no existiendo la patria mas que en el corazón de sus hijos, dejó 
muy atrás la sabiduría ófi los estados generales, de las dietas, de las 
asambleas, convenciones y parlamentos de que se glorian otros pue- 
blos, menos el espafiol que nunca se halla contento con el fruto de 
sus producciones. 

Formóse, pues^ la Constitución en el añode 18i2, hija, no de 
facción iii de espíritu de novedad, como quiere suponer el autor fran-^ 
c^s, sino como de la necesidad y de la fuerza de la opinión del siglo, 
y coilsiguiente ¿ nuestros antiguos cóiligos análogos á los principios 
fijos y luminosos consagrados en la ley fundamental, derribando to- 
das las disposiciones de los gobiernos anteriores que se habían fijado 
en el interés personal, y sujetando los pritícipios de aquel código á 
todo lo que deribase del bien público. 

La impericia ó estolidez de los gobiernos que no saben mar- 
char á la par de los progresos humanos, é identificarse con sus tiempos^ 



les hace ocaáempo/ñfiñt coñ los descontentos é interesados én los an- 
tiguos abusos y desórdenes. Pero t^ es la naturaleza humana que 
ni la razón ni la espeiriencia son de nhiguna fuerza «n comparación 
del interés personal. 

Nos habíamos propuesto tocar, aunque de paso, ei espíritu de la 
Constitución de Í8i2; pero la esposicion que corren hoy los escrito- 
res españoles que Ubremente se atreven á esponer sus sentimientos 
por la coacción que sufre la libertad de imprenta; nuestra posici#n 
particular como titulada de progresistas^ y el haber sido reformada 
la Constitución de Cádiz en el año de 1837, y transformada después 
en él de 4845 en otra que Constitución que devuelve al rey la so- 
beranía, hace que no nos estendamos á cerca del espíritu de aquella 
Constitución.. Mas séanos permitido decir que á sus autores Muñoz, 
Terreros, Arguelles, Espiga, Oliveros, Pérez de Castro , Ley va, Mo- 
rales Duarte, etc., la posteridad, exenta de. las mezquinas pasiones 
que nos ajitan, le$ hará la misma justicia que en noviembre de 1812 
les hizo el emperador de Rusia, el rey de Prúsia y otras naciones 
poderosas, seguida en &pañá por prelados, cavildos, corporaciones, 
tribunales etc.; pues no ha podido ser apreciado ni jurarse en parM 
alguna del mundo conocido un código político con la solemnidad, 
el aprecio, el entusiasmo que lo fué jurado y recibido en España el 
código de Cádi^ 

Ep cuanto á que <no podia casarse el .monarca sin el beneplácito 
de la asamblea legisladora* es artículo derogado en la reforma 
de 1845, y sus resultados son muy palpables en la época que escri- 
bimos esta refutación. El tiempo decidirá si fueron ó no precabidos 
aquellos legisladores. 

El derecho de ipdultar estaba sometido al poder ejecutivo que 
era el único que con arralo á las leyes podia verificarlo; asi fué, 'que 
el rey concedió un indulto general para perpetuar la memoria del 9 
de marzo, publicado en la Gaceta el 17 de agosto de 1820. 

S."" Al paso que los diputados á Cortes iban Uegtindo á Madrid y 
teniendo sus juntas preparatorias para dar principio á las tareas le- 
gislativas, llegaban también los emisarios de los absolutistas que in- 
tentaban una asonada para evitar el que el rey jurase solemnemente 
la Constitución^ porque para ellos era consoUdar las mudanzas poli- ^ 
ticas que habían precedido en el- transcurso de los cuatro meses que 
iban pasados desde d 7 de marzo. 

Los guardias de Corps tomaron la iniciativa tratando salir del cuar- 
tel á caballo; la señal para Qonocerse era un pañuelo' blanco atado 
en el brazo; los afiKados debían ocupar el parque de arli^ería; varios 
guardias del complot Salieron de casa de cierto general, y todo anun- . 
ciaba para ellos un completo triunfo; pero el proyecto se malogró 
con las patrullas de milicianos y las rondas vecinales, cuya sola di- 



— lao — 

visa, eomO buenos eiudacjlafies, era la conservación del áiden ; y sin 
embargo de -que se mandó formar una causa criminal por el gobierno 
sobre aquellos acontecimientos, ciertos intereses que median* en 
ella hizo que se oscureciese su resultado. Son muy benignos tos 
españoles cuando median, ciertos nombres I...., 
V Llegó por fin el dia 9 de julio de 1820; se colmaron los deseos 
y quedaron satisfechas las esperanzas que habia formado el pueblo 
español de los acaecimientos del mes de enero en las Cabezas, é Isla 
de León. ' . . 

Las Cortes se instalaron solemnemeníte en la capital de-lasEspa- 
ñas, y empezaron á pronunciar Jos oráculos de la, ilustración y de la 
justicia que hablan de consolidar el magestuoso edificio de las nue- 
vas instituciones que el pueblo se habia dado. 

Los vecinos de Madrid presenciaron el mas tierno", el mas au- 
gusto espectáculo: Fernando Vil, monarca por quien en todas épo- 
cas y circunstancias habían manifestado los españoles tanto amor y 
respeto, prestó ante las Cortes el juramento sagrado que lo debia li- 
gar del modo mas indeleble con su pueblo, cimentando su trono en 
la sólida base de las leyes. 

Jamás brilló al esmisferio español un dia mas solemne ni memo* 
rabie, jamás vio Madrid una pompa mas digna de los nobles senti- 
mientos que reinaban en sus habitantes. ^ 

Celebraron con todo el júbilo del patriotii^o, con toda la> exalta- 
don del entusiasmo, aquel dia que deberá ser célebre en nuestra histo- 
ria; dia que recompensaba el sufrimiento de seis años; que horraba 
la época desventurada, porque habia atravesado la España que re- 
conciliaba los ánimos; que uniformaba las opiniones , y que ahria al 
, parecer una interminable era de prosperidad y de gloria, si los saté- 
lites del fanatismo hubieran sido unos verdaderos patricios. 

La pureza del brillo de aquel memorable dia se habia intentado 
turbar, como dejamos espuesto anteriormente; pero aquellos terrores, 
vanos al parecer, que fomentábanla malignidad y la ignorancia, desa- 
parecieron á la vista de un monarca que decia querer guiar á los es- 
pañoles por la senda constitucional. 

Confiados en las virtudes y prendas inminentes de los que eom- 
ponian el Congreso, en el ejército compuesto de ciudadanos españo- 
les prontos á derramar toda su sangre en defensa de las instituciones 
que habia sostenido con una decisión inflsiWe, y en la milicia nacio- 
nal que estaba dispueita á dejar sus pacificas ocupaciones si era ne- 
cesario para áefender la Constitución y al .monarca, en que cifraban 
sus mas preciosos intereses» pasó desapercibida la tormenta que em- 
pezaba á formarse para oscurecer nuestra ventura.' • 

Por entences parecia que el ángel tutekr de las Espigas habia ba- 
jado á d(íspedazar para siempre las duras cadenas de la tiranía, em- 



— 114 — 
pero las fé\MúeáÉ& ée la tierra duran poco étk hn nacim^, porque 
dieiupre »e encuewlran espíritu» dfeoolos animados deíiértido inte- 
rés dé la saga» ftmbieion, y se sirv^ de la atroas csalumitía iftedi- 
tando en la mandón del cilmen sus detestables madulnacionésr; y 
nosotros por maj^w desgracia tuvín»08 la de que algunos de est(^ 
espíritus llegasen hasta el trono y profanasen el sat)tüario déí mo^ 
nárca. 

Sin embargo^ por todo^ los punios de la cai^era qm eondüeia de 
uno á otro pafodo, se veian las gei^les apiñadas para sáhidar al mo^- 
narea, esclamando con el mayor entusiasmo €Viv($ ^Iref, ma la 
ConaUtimnyma elH¡fcms(üiu)ien(ü.9 

Laidea sufaflhne qtee recordaba ek objeto de aquella ñiagestuosa 
ftincion, concurrió para que seüafemós aquel dia como uno ^lo<f 
roas gloriosos para la nación española, y que aquel grandioso es- 
pectácc^ sea digno de recuerdo á las edades venideras. 

Pero I á cuantas desgracias estábamos destinados ! ' 

Los trabajos del clero en el sentido absolutista Se estendian por 
todas las provincias, sirviéndose del pulpito y del c^lesoftario: en 
Sevilla, Cádiz, Burgos y otros puntos, sebatóan prediíjadb sermones, 
y el gobierno, á pesar áe su buen deseo de querer amaigantar las vo- 
luntades y las opiniones de todos , se habia visto en la precisión de 
amonestar á los prelados de aquellas diócesis. Las riquezas de 'lo$ 
iiaonacales se invertían en seducir á los incautosf. 

La inacción en derto modo del gobierno hizo' que los mas avan^ 
zados patriotas empezasen á tomar la iniciativa, y de aqui, como era 
consiguiente, empezaron los ánimos á acalorarse. 

Las Cortes se ocuparon en sus primeras sesiones en qué se res* 
tableciesen los de<a*et08 dados por las Corles en la anterior época cons- 
titucional, y el 27 de setiembre de 1820 publicóse el decreto^ firma* 
do por el rey, en el que se mandaba la supresión de toda claise de 
vinculaciones , cuya legíslaeion no podia sub^lir coi^ un gobierne} 
representativo. 

' Las Cortés hallan decretado en 6 de agosto de i8lj[ que los se- 
ñoríos quedaban como de dominio particular, si no eran de aquellos 
en que debia verificarse la reversión á la nadon, ó en que no se 
hubieran cumplido las condiciones con que se concedieron. ¿Cómo» 
era posible existiese una ley cuyo principio databa del tiempo de 
los romanos que establecieron en España la eselavilud? ¿cómo era 
posible ise reconociese una ley que habia sido después generalizada 
uniéndose al feudalismo estendido en España , porqué tos catalanes 
la importaron de los longobardos ? Hubo desde aquella época conce- 
siones de señorío, los unos territoriales sin jurisdicción, y los otros 
por el contraria jürisdieciónaíes sin territorio. Los jurisdicbionales te- 
nian el derecho de horca y cuchillo , reeibiniiento co^ cruces, peaz* 

. 16 



gofi, portazgos, Jutreages, etc., coloDosabscriflicos, Ütülos de se- 
ñores y vasallos, con loque imitabaa al soberano; y si el rey les 
exigía por el derecho del apollo el caballo, ellos exig^iaii de susco[- 
lonos la ipejor cabeza por derecho de luición, según el ordenamiento 
deNájera de 1076. ¿Cómo era posible que un gobierno qué se, in- 
teresaba por el bien del pueblo tolerase hasta en los. santuarios el de- 
recho feudal , que así puede llamarse el del mortuorio, la octava, la 
octavilla, el ariete, la talega, la taleguilla y aun la luctuosa que 
D, Alonso y Doña Gostanza hablan concedido á la Iglesia ? Los terri- 
toriales estaban reducidos al dominio de grandes propiedades, ó bien 
para el esclusivo aprovechamiento de montes, dehesas, pastos, ó 
para convertirlas en grandes cortijadas y pueblos, ó para repartirlas 
en suertes entre vasallos subfeudatarios por medio de avenencias 
mistas, de territorial y jurisdicional. Mas los cuatro orígenes de las 
adquisiciones de señoríos que ponemos á continuación repugnaban 
en el si¿lo XIX. 

1/ El derecho de conquista. 

2.^ Adquisiciones remuneratorias ó gratuitas. 

^.* Venta en casos de apuro. 

4.* Usurpaciones , que se dividían en dos clases : una pertenen- 
cia á determinadas regalías » como tercias, alcabalas, portaos, bar- 
coges , etc. Otras á estension del terreno limítrofe. 

¿ Cómo era posible se permitiera que un señor que tenia en su 
mano la jurisdicción , siendo ademas hechuras suyas el párroco, el 
alcaldCi el ayutamiento, el juez de letra, y el escribano, pleitease 
con sus colonos, haciendo al mismo tiempo las veces de juez y par- 
te; que hicieran constar con ejecutorias aquellas usurpaciones á fa- 
vor suyo; que abusasen en los predios de su indudable dominio di- 
recto , ya en Ja cantidad de las cuotas, ya en el modo humillante de 
exigirlas, y que sujetasen á canon y reconocimientos las guaridas 
que en la piedra viva se habían abierto miserables braceros , ablan- 
dándola con el sudor de su rostro? 

El primero tenia origen en la dominación goda , que al entrar 
en España se repartieron las dos terceras partes de las tierras culti- 
vadas por derecho de conquista , y la otra tercera parte la dejaron á 
los antiguos moradores* 

El segundo se afirmó en 1609 en que se lanzaron del reino 
600.000 habitantes á los desiertos de África , y por reclamación de 
los señores que quedaron sus pueblos vacíos de colonos , las tierras 
de los moriscos se adjudicaron á par^ticulares , euyas cartas pueblas 
fueron examinadas en 1614. 

El tercero , citaremos el ejemplo de la casa del marques de San- 
tiago , á quien, se le adjudicaron l^s tercia^ reales de la provincia de 
YaleBcia por unos diez y seis millones que facilitó al monarca. 



- <Í3 — 

El cttarto tenia lugar donde por las guerras , epidemias ú otras 
causas, quedaban, despoblados en las jurisdicciones de los sefiores, 
pues que como arbitros en su jurisdicción , se hadan dueños de lo 
ageno. ' 

Ahora bien ¿cómo era posible que un pais en el que el pueblo 
habia adquirido una participación en la formación de suS leyes, no 
tratase de dictar alguna que desagraviase ¿ la potestad real, á la que 
se creian iguales los señores, y pusiese en práctica los princi|Hos de 
equidad y de justicia? En casi todas las Cortes que se celebraron en 
Castilla , hubo repetidas reclamaciones por los pucfblos contra las de* 
masias de los señores , y en todas ellas fueron escuchadas las quejas 
de dichos pueblos. En 1325 D. Alonso el Onceno dijo en YaDadolid 
que el rey fundaba su intención para la jurisdicción civil y criminal 
en todas las ciudades; villas y pueblos de los señoríos , aboliendo la 
adscripción á los terrazgos , y permitiendo mudar el domicilio dé lo 
de señorío 6 realengo. En i371 en Toro, se mandó que en la admi- 
nistración de justicia debian dejar espedita la supremacía , dándoles 
á los pueblos el derecho de acudir al tribunal de abadas , ó el re- 
curso á la autoridad real ; y en el mismo año seles quitaron los peaz- 
gos, portazgos y barcages« En Bribiesca en el año de 13S7 se pro-^ 
hibió que sus vasallos les recibiesen con cruces. En VaUadotid en 
1451 se mandó que no. pudieran , conceder franquicias á los colonos 
que quisieran pasar de lo de señorío <á realengo. Los reyes Católicos, 
es v^dad que arrancaron á los señores de los alzares y peñas ^bravaí^ 
que ocupan situadas en las alias montañas , pero también lo es que 
los introdujo en el palacio , en donde siguiendo el impulso del cora» 
zon humano , apelaron á esta clase de recurso para sostener lo que 
contribuye á su engrandecimiento, y sostenerse como superiores ¿ 
las demás clases del Estado. Estos ñieron los antecedentes que tu* 
vieron presentes las Cortes para dar el decreto de agosto de 1811, y 
que habilitaron las de 1820. 

Nos causa grima refutar á un estrangero , que sin conocer nues- 
tra legislación , se entra por ella guiado solo de un ciego espíritu de 
partido y de una menguada adulación; pero queremos dejar consig- 
nados los hechos con toda la imparcialidad y justicia que nos carac- 
teriza , y á pesar de nuestra repugnancia seguiremos en nuestro pro^ 
pósito. 

. S."" En cuanto á la supresión de todos los monasterios de las ór- 
denes monacales y inclusos los de la claustral benedictina de Aragón 
y Cataluña, cómo asimismo los conventos y colegios de las cuatro 
órdenes militares de San Juan de Jerusalem , de Comendadores hos- 
pitalarios y de hospitalarios de San Juaa de Dios , estaba en las fa- 
cultades de la nación , dejando ilesos los derechos de la autoridad 
eclesiástica, particularmente de la Santa Sede; y en el que habia 



j»iÁ(bi4o dd i^ovidenem; 1^) iieoesarío i^ qae . bis ótiii^m% nbligiosas 
qua ^lUstie/sien^ coatribuyeran á la jCelicídaid de los jnuMm^ A üni^ 
¿os, jio mweniaaeQ su» des^racia^. . 

Tres puntos interesantes ventilaron ks Cortes para dar aqjuel de- 
creto. La aujecioi» de los religiosos á los. respeetivos ordinaríoi^para 
i;onsei*var la unidad % regularidad de la disciplina eclesiésticia: la re^ 
duccion d|3 4^avento$ pam disminuir el creeido núaiefo de fmles, 
lo cual había sido reclamado por Ja nacioii en las: difemotos Certas 
^uterioreir. ^ tiempo de Gáijos V, y hasta el eonsqo de Castilla, 
reinando Felipe lU , para señalar la decadeada de Ei^ialla, desíg&a* 
ba^eomoMOa 4e las prineipales causas ia superabuadoocia de los^ 
copyentos y órdenes regulares » ptues los asilos de piedad y de^vodoo ' 
se habían trocado muchas veces en teatros de i&trigfts y víoh)6, efee*- 
to del podeijo de sus biecies , con lo eüal habian debilítodo el neapeto 
que e^íjiaA la virtud y la austeridad. Teniemdo praseskte el eofgneso 
k) decretado en las anteri(»*e8 Cortes, resolvierofi iaapltcacian de los 
bienes suprimidos al crédito público « eon lo que la aaéion liaría de 
dios el uso mas4»*opio, destinánddos al pago y socorro de (autos 
acreedores, tantos déri^ que habían quedado faio&ngmos, tantas 
'c^sas de beneficencia, tantos inonasterioís de religiosas y tmitM índi^ 
viduos cijiyos/ bienes yaeian .sepultados en la daia del cpédito de la 
nadan , de ^onde debia sacarlos la justicia que debe acnMlitar á sm 
gobierno r epi^eseataiiyo. Los mcmasterios se ofkonJM i la población, 
porque se opOBian ¿ la riqueza p^ublica; pon|tte a^fneraban ea ma? 
nos, de pocos inciensas prq)iedades; porque impeJtaii que se distri- 
buyesen los bienes eutre muchos pequefios propietarias. 

Concluiremos aobre esta materia , manifestando que no pf^edie^ 
ron aquellas Cortes formadas por desafectos á las órdenes monacales 
ó oomo anti-reUgiosos , sino porque lo exigía la imperiosa aecegidad 
ckel erario. Nosotros diremos que en esta parte se haliai^Ofi eonformes 
con los deseos de nuestro padre San Frandsco, el cual difO, hablan- 
do 4^ la religión» que no quería tuviesen s¡ttí religmos mas prit)üegio$ 
ni, ri^ea;m que no tener ningunos ni ningunas, 

i^"" Ya hemos dicho que el ministerio traiaba de contemporizar 
con todos: ^1 día 6 de setiembre de 1^20, ep suoooche, hubo alguna 
agitación en 1^^ calles y plazas de Madrid , y algunos gritos sedido- 
sos en el Pálado del rey, repetición, si puede llamarse así, de esoO'- 
ñas' de noches aóterioj^es.; y al siguiente dia 7 en el sano dd eongreso 
pjdioel conde de Tóreno que Juesen hñ ministros á la xepi^senta- 
doai nadonal para dar cuenta dd estado en que se hallaba la aegurídad 
pública, f Deseo ique vengia los ministros (dijo) y den cuento de \m 
providencias que liayan tomado. Bien sé que no deben ser sino ser- 
viles enemigos de la Constitudon los que faaa,pertiiffbado' pl érden;» 
^slos son delitos in frasq/nti: no se quebrassta la Ccmstitucíon eon ce- 



- w^- 

noGOTt ¿'«116 aiAor68;- salgtto del pBlmáo del rey^ sean tsus; criados, 
«ean del partidoque fuerm, es preciso que lo» mioístros tengao todo 
di caráet^ correspondiente « y que fos dÁpu(ados^;9QSteQgan las leyes; 
esta es su obligación. Si no han tomado los ministros las > medidas 
oporlunas , ellos seráft responsables «si k tranquilidad pública se per- 
turiMv Sí hemos sido tan imparciales oon personas que nos era» tá» 
caras* por respeto á las leyes ¿ cómo no lo sereniiis cqh lo^^que ara 
contrarios al partido de estas ? » 

El gobierno presea tó unos partes que no eraa Bada «n si, porque 
estabmi «iihíertos cob el velo del ínisterio, y las Cortes se dieron co^ 
rao siempre por satisfechas* 

Nunca), primero pere<^r que permitir los españoles la reproduc- 
cíoa de las^ escenas de Inglaterra y Francia. 

' Se eont^taron eon que' se dijese en vez de viva el rey« con ar^^ 
reglo al decreto que babia vigente, *ma el rey^Qmtüudonai.i^ te-* 
BÍepdo>por subversivo el que de otra nmnera usare de aquella voz^ 

Mientras tanto se tramaba ^.n Burgos la fuga del monarca, se es« 
taUeda en Galicia la junta apostóliea, y el rey impulsaba, de la ¡ma^ 
ñera que mejor le era dable, á sus partidarios para la desiruceiou del 
siistema <M!Uistitttcioiial. 

La frialdad con que ^1 gobierno miraba ciertos actos y las indi** 
eaciones de algunos ciudadanos , empezó á menoscabar su prestigio 
entre los liberaies , aproy echándose de aqueQa inacción los díscolos 
para cahimniarlos y dividir n^s el partido constitucional, que lo em<> 
pozaba á estar ea el parlamento con las cuestiones que se habían sui^ 
citado anbertormente. 

Abo conocerse de público la honradez de los hombres que estaboo^^ 
en el poder* diriamos que se habían propuesto la máxima maquia-- 
vélica de dimdir para reinar, pero en igual de aprovecharse el go- 
bierno de tan infernal máxima^ y hacerse por ellagefe de un partido» 
fué inutilizada por el que dedia : c| Con cuánta satisCsiccioQ he con- 
templado el grandísimo espectáculo nuoca visto basta ahora «n la 
historia de una nación magntoima que ha sabido pasar de un estado 
político á otro sin trastorno ni violencias, subordinando sü entusias^ 
mo á la razón , en circunstancias que han cubierto de luto é inun- 
dado de lágrimas á otros países menos afortunados ! 

Si el ministerio hubiese adoptado una marcha firme, los espafio^ 
les no se hubieran (fividido en las ti^es facciones que desde aquella 
fecha se «stán amenazando. Grande era el odio entibe el partido ab^* 
solutísta y el liberal; pero mas grande vino á ser aun entre el exaK* 
tado y el moderado» conocido entonces por masones y comuneros, r 

La guerra civil estalló entre los españoles ; el rey que debia ser 
elalma, el apoyó,, el centro de todas las garantías constitucionales» 
• em 6l principal instigador por sus atítos. 



— 486 — 

5/ Dijimos que 'algunos frailes habian etñp^aaáo á servirse 4^1 
pulpito para combatir el sistema c(mstitucional, de consiguiente las 
sociedaites patrióticas ejknpezaron á combatir al gobierno por algunas ^ 
de sus debilidades. 

£1 inmortal Arguelles habia rehusado la admisión del ministerio:* 
conoció sin duda con los elementos que tenia que combatir; pero el 
rey lo comprometió enseñándole un ejemplar de la Constitución , y 
diciéndole : cLa he jurado libremente y d^ todo corazón , y la cum- 
pliré y la haré cumplir escrupulosamente. » Los espafi(des han con- 
fiado siempre en la palabra de sus reyes , á pesar (te <pie vsóias ve- 
ces fueron engañados. Arguelles admitió de buena fé la cartera. 

Nombrado Riego capitán general de Galicia , aparece de impro- 
viso en Madrid : el gobi^no teme esta aparición sin su cwiocimien- 
to. La tertulia de la Fontana de Oro le da el o de setiembre un ban- 
quete^ cívico en memoria de su triunfo: concluyese la comida , salen 
por las calles cantanido cómo era de costumbre en aquella época, pa- 
san por el teatro, entran, piden canciones paltrióticas, la autoridad 
se opone, las cabezas estaban enardecidas, crece el alboroto, cae el 
telón , y concluye lo que se tenia por una asonada. 

El gobierno, que come dejamos espuesto, estaba alarmado con lá 
llegada de Riego , creyó que habia algún plan meditado ; la guarni- 
ción se puso sobre las armas; la milicia nacional fué cilada en «1 
momento ; la artillería rodó por las calles de Madrid para imponer á 
los que estuviesen iniciados en el soñado plan , y filé lu^ á si-^ 
tuarse en batería en la Puerta del Sol enfilando las embotadas. 

No satisfechos con esta medida se hizo salir á Riego de cuartel 
para Oviedo : olfos varios militares que los creyeron cómplices, fue- 
ron también espulsados de la capital , y todo quedó como estaba an- 
tes de que los convidados al banquete de la Fontana, se hubieran en- 
tregado á las delicias de Baeo. 

Una sola diferencia podemos señalar, y esta fué la de que desde 
este suceso quedaron divididos los principales hombres de la revo- 
lución de enero á marzo del mismo año , y los llamados liberales 
de 1812. 

I ^empre desunión en el partido liberal t 

¡ Siempre esta desunión ha traido el triunfo al partido retrógra- 
do! asi lo testifica la esperienciat 

6.\y 7.° La venida improvisada de Riego á Madrid habia sido 
con el objeto de reclamar contra la orden de disolución del ejército 
de la Isla , dada por el marques de las Amarillas, ministro de la 
Guerra, haciendo presente al congi^eso los fundados temores que pre- 
sentía; y para poder esponér sus razones ante las Cortes^ solicitó 
permiso con el fin de hablarle desdé la respetable barra del salón 
donde tenían sus sesiones; mas habiendo recibido de S: M. orden de 



-^ 4S7 — 

salir inmediettaineide de cuartel á Oviedo, y tío pudi^odo por etto 
ccmseguir su objeto , remitió á los seeretarios del congreso, para qub 
I^esentaseü á tas Cortes, el discurso que había querido 4)roBunciar 
ante dios , el cual copiaremos literalmente porque sus razones de- 
ben ser eicaminadas^por todos los que quieran juzgarle con recta im« 
parcialidad. 

SEÑOR: 

«Habiemik) ya manifestado al «supremo congreso nacional en dis<^ 
tintas ocasiones mis sentimientos y los que animan á los cuerpos del 
ejército de observación de Andalucía, que tenia el honop de mandar 
poco tiempo hace , séamc permitido acercajrm^ i esta barra respeta- 
ble, y esponer los motivos de su conducta y de la mia, enunaocur* 
rencia que la ignorancia, la malignidad y la calumnia han tomado 
por protesto para asestar los tiros venenosos que acostumbran. Seré 
breve y no molestaré la atención del congreso con la relación de las 
pruebas que los individuos de aquel ejército han dado en todos tiem* 
pos de su patriotismo. Acantonado por orden superior en Sevilla y ia 
isla Gaditana, estaba pronto á volar adonde provocase su denuedo el 
grito subversivo de cualquiera que se declarase adversario de las leyes 
déla Constitución y de ki pa.tria. El gobierno que le había organizado 
le consideraba como un a|)oyo pronto, seguro y decidido céntralos 
. enemigos de un sistema cuyos beneficios y ventajas no son aun has* 
tante conocidos y apreciados de los pueblos. Las circunstancias no 
habían cambiado todavía , cuando una orden emanada de un secreta* 
rio del despacho que, por motivos bien sabidos había perdido la con* 
fianza pública, pre^ribió la disolución entera de este ejército. Todos 
los cuerpos se alarmaron justamente con una orden tan inesperada 
Qomo prematura. Los pueblos de la provincia marítima , el de Cádiz 
sobre todo, se creyeron amenazados de mil males, privados del apo« 
yo en que cifraban su tranquilidad , y el resultad^ de tantos disgus- 
tos y temores fué hacer esposicion^s al gobierno y á las Cortes. Este 
paso, que nunca ha sido condeDado por las leyes, fué mirado por al- 
gunos como sedicioso y subversivo. Se atribuyeron siniestras inten- 
ciones ¿ los que ^e distinguieron tanto por sus puros sentimientos, y 
|a calumnia estravió alguna parte de la opinión del público tan acos* 
tumÍ>rado á mirar con buenos ojos al ejército nacional de San Feí*^ 
nando. Mas ya hablaré sobre este error tan injusto como dol(H*oso. 
El gobierno no tuvo á bien acceder á las reclamaciones de tantos 
individuos. Segundas órdenes fueron espedidas al momento para la 
disolución del referidto ejército , y yo, cuya divisa es la franqueza y 
el amor á mi patria, al. comunicarlas á los cuerpos quise emplear 
los únicos reculases que entaban en mi niano, presentándome en esta 



— m — 

eifittAl á espDfii&rfrá>úK;amei)ie mi opinión sobre estas ocurrencias, y 
dar enefita de mis operación^ eiy un asunto de losmasddieadosqtie 
se ofireeieron jamás al giefe de un q^rcilo. Respeto e! poder t^cvíúvtp 
no iBten^ acriminar >a^ protidencías de sus funcionarios, sujetos; d 
error, como el resto de los hombres, ni diré si en las relativas al 
cuerpo de observación de Andalucía se olvidaron de la primeiU ley, 
que es la salud del Estado. Cualquiera que sea la opinión que tengan 
de la situación del pueblo acerca del sistema que les rige , se puede 
asegurar que este sistema se encuentra rodeado de poderosos y en- 
carniíados adversarios» que espian día y noche los momentos de des- 
cuido que puedan favorecer sus proyectos criminales. Las diferentes 
eonspiraciones qfue se han sofocado desde sus principios; esas cárce- 
les que empiezan á llenarse de enemigos, quizás instrumentos ciegos 
de otros de la mas alta esfera, tanto mas crueles, cuanta mas fefor* 
rt>a se guarda todavía; tantos empleos de importancia ocufpadospor 
hombres desafectos eonocídameftte á las insfitueionés liberales , atéS* 
tiguan etammente que el sistema constitucional no se haBa todavía 
bien establecido ni consolidado. Si la milicia permanente ha sido 
ominosa á la libertad en todos tiempos, es su apoyó mas segafro en^a9 
aetiuak» circunstancias: los militares españoles han dado en esias ocur^ 
rendas las pruebas mas relevantes de su patriotismo cuando se vieron 
á las órdenes de gpfes dignos dé mandarlos, y temer el abuso de estar 
fuerza, en los que solo k emplearon en obsequio de las leyes, no e» 
hacer justicia á su carácter generoso. El ejército de observaoiwa áé 
Anctelucía no tuvo otros sentimientos al necibir la citada providencia. 
La disolución de un cuerpo de patriotas, considerado como imo de los 
baluartes de la libertad, no le pareció oportuna; los cálcutosde eco^ 
nomia que al parecer lo autorizaron , fueron mezquinos á SffSOjos* se 
despertaron mas que nunca las sospechas que habla causado siempre 
el ministerio de la Guerra', y sus órdenes se miraron, si no como 
efecto de mala fé, dictadas á lo menos por la poca previsión y vigi* 
ktffcia. Tales fueron la ocasión y el móvil de las representaciones su- 
sodichas, graduadas por algunos menos considerados de sediciosas, 
de rebeldes, y yo protesto ante la nación,. que considero reairidaea 
este sitio, que no influyeron en ellas la ambición ni el deseo de estar 
siempre reunidos en cuerpo de ejército, ni la ridicula presuncicm de 
ser considerados como únicos patriotas, ni tos proyectos insensatos 
de ún*tmevo orden de cosas contrario al constitucional que acluaJ- 
tualmente nos rige, nuevo y miserable recurso que emplean los ene- 
migos de la Constitución para estravíar la buena fé de los ibcautos. 
Suplico aV congreso nacional que tome en consideración aquestas 
cortas reflexiones^ que examine la opinión dé Jtndalucía, la de aquel 
ejército, la de los hombres que preveen y calculan, y vea en fin, si 
ha Hegado el tiempo de decir que las circunstancias hair variado. 



que ^ii^wmtím'm^^yimv (v^hfí^^í^fü^ kim-f^ 

eÍQQ:4l 0(rbiwp<^. JL% €V9 igaahnwtia , pre^eiettarUi é 1^$^ G^«a,q«ie de^ 
ben vigilar eteraamente sobre cuanto iqfluye da .UDa >Qanero Ím 
v:i$iUe^ea el bieo^^^ar de^naesUra patria* CuippU oon esti» oUügtcio- 
iiaH \m s^mimiMii hice cuao^^^s^ya 9a rnaaos de oa amante dtito^ 
l^yea iiird avitai? ^mf^rm y* d^^grapias, Las qu6 oéünw^ mem 
ei» müvo úe ^tíiA á^$ím!^^^ no a^ráh da mi abra« iQatom4 
«ífilo q^ no pa9W iAia.r«ce)o«i de ^^T^aUadoa pron&s^ec^ , y q«e nuo^ 
ca nos^tiaHeinoe en ol «aao de busoar eo vimo la tmi^^ fiaiea y ihck 
mi ^ue 69 Düí^ateo apoy^» f ujsrs^a ci^ya imiiortancía 6 ao 99 eiMíooe :ó a^ 
i^^F^al Pof pií iwtev reftueUoá Q^ «er poi* maa tiampo el blanco de 
iipiste^ ire(x>ny^a«iai^ea, de.c^lo$)taafiae^4|uipK)6| d« imputapipnas na-« 
gras y horrorosas, dejo voluntariamente un puesto i^i^mp^tibie UMao 
^OQ mi íbonor en fo^ aeMwtlfif» Qir^«QAtafiqiaa, y me vuelvo, á)a sianiple 
MndíeMio de^íudwlw^. St ]« jpatr^ m^ a^cesitase por a^vnd^ ves 
volaré á su llamamiento, y seré s^empro pdra ella ol homlwe que ha 
^ato blata (fl>}Nre90iM^ Por abotw m^ /conteáto.oon el pia^oer de ha- 
)m m^mád0^ au; vm gralíM , y i^oa el que kfi^m al >cwbre hoi^ 
rado el testimonio de su conciencia. ^El ciudadano Ra&el del Riegos 
libdiád 4 de.setíewbre de ma.i 
,. El gDMefPAcejw#tí6 upa de M {aliae 0^13 grwes en loa golñ^r* 
nea',^«ieke9:to^de.iiaibeber aatoidoeoosef^vari je> J^mm: h ummm 
tiene preeie peca^une jw(»m qiiiequlece por todos medios aaegiu^w 
lap^piibliíja, . {., , j. , 

La teieQteo.4el par)aii9ie9to^y el o^w^terio, que proi^vv) ladia^ 
eopdia eotm los e^p^plea ,, c^ipel^eroii' un eríflaen: e| ettmbio i^qpé^ 
tino del m«AÍMeF¡o que moc^ó ^e^Upreeio en ju« pr^meros^momentoa 
éi'mr. el ^ue^aibrta h pver(9^ á,la, de^r^i^ p^a la p^oo, 09 ímper^ 
díOwMe* iUn 9tteSa<4ebi4i parecer 6«i«^w^^ 

Elihiif)9e de lea i(^ex£^;«eUó deatorjif^ para Qvie4o. y ^epiA^ato 
de la e^piiaftía gfmca^l ^ Galma que le babia,si4e> ^n^eda^ 
. r^ik ia aefion del & de setiembre el «efior Gutierre* Acuña pr^^T» 
pyiao á laa C^tm m pidi^a;^ gobleriio l^ (m^f^ que babí^f^ produr 
oído» fiáis unatparle la aepafacikno de^na cu^^rpof^de treinta y tantos 
patriotas eonoeidos por tale^eolre todos los que baloÁao t^abi^&do ea 
eireetabldiimieatodeliJMSl^ma oonstHAH^iooal^ por otm la diaoli¥^ion 
deí ejéteito de la lalay enviáis de eueitel al geoeral Rjego, y la 6e^ 
pemeion de sua empleos de^itraa peffscwas^ciudadaoo^ muy benemé* 
ritos. «Para evitar el escándalo, decía, qpie hap producida entre to- 
dos t^tes proifideficíis., detiee<A lae C¿X!Ve^,¡e^MWP»pdo Ipa euteoer 

* <7 



détfie», tomarla opinkmpéMléd;r(ttiftl&^^^ fjeátímúíúb 

dé quiénes soft }os itíocenteéí y qjaiétíes^ lósr érilpa(tod\ Mvitakéd taní'^ 
bien al gobierno paira <|ue si al tomar aquellas médldaS no íiabfa pre^ 
cedido tiausa algnna^ mandase Mstfui^ la ceimpétenle sufaiiaría pant 
el desagravio de la$ personas caliimnfaÜas «n ^1 concefpto dé mufóhos^^ 
y para que él pacJbte espaSol tuviese el justo eohoClrtiiéntó en Mw * 
asunto de tanta importancia: TI ' ' . v • :. 

Justa parecía la» pélitíóA dé! señor Acüfla,» <>ero no tuvo lugar 
porque el señor Martiner/tlé la Kófü' eápluéo al^ congreso (|uest'tbda9 
lüts medidas tomadas estaban dentro dé las legitimas facullades éá 
gobierno , Jas Cortes no podían Viotór las féyes y sacar de su p^ropío 
quicio á las autoridades del Estado, por lo qiie "nott^a habei! lagar 
á volar aquella proposíicion en los dos éstretnos , que si bien eb él 
primero había obradoelgébierno dentro del círculo de sus^aoultades, 
igualmente lo había hecho en cuanto ai segando en qiie la Gonstiti!^ 
cion facultaba al rey para disponer dé la fuerza armada, dis^ibuyén* 
dola como conviniese. . x ; . 

El gobierno que vuelve la espaüda á la revolución, no puede ser 
^mcero. Examinen los españoles nuestra historia hasta el presente dia 
y hallarán comprobada esta Ve#dad. • ' 

Las causas secretas para aquellas rév^Iucioties tan inesperadas; 
no han podido traslucirse, y las <50nceptuámos seltadás conel fUtet^ 
del olvido. ■ '• . • í .'i .< •■ •... ■■:'..• . . •: .'• 

S.*" y 9.** El restablecimiento del sistema (JOttstltuclénal 'haWá 
sido una obra confiada en todas sus partes á laj^rMa nottíbráda provi- 
sionalmente hasta laréunióií deias'06rtesl Aqiidla junta «hatlia ]«»¿ 
táMecido la adnÉinístracíon dé ju^tida ooloi^Adó jueées áé primeita 
instancia, audiencias territoriales, supremo tribunal dc' justicia y E9^ 
peciales dé órdenes; de gaévth y de tnai%ia; la instruocíon de varios 
asuntos gubernativos, designados ya por la ley, y entre éllos al iiii-^ 
portantísimo nombramiento de magistrados interinos: seoongregarod 
las juntas. provinciales, y suprema de éensui^a, para el sagmdfs dereelio 
de la libertad de imprenta; nombráronse gefies politlodS y la tsMn^ 
catíon de diputaciones provincialeíí , y es talo verrfiéó cumplítíámen- 
te procurando evitar los saéudimientbs violentos que «n tráttsitó dfe 
aquella naturaleza debía causar eh él pais, y se pusieron en pnáctica 
las antiguas leyes perlas que se anulaban lOs privilegios est^hiéivosede 
la legislación gremial , de esa legislación que cohartaba el derecho 
inherente al hom1)re dé ocuparse en lo que mas le convenga, üsandq 
á su albedrfo de la sagrada propiedad , fundado en la destreza de sus 
manos. Desaparecieron las trabas qué inventó la niesta para fávore^ 
cer la industria pastoril con manifiesta lesión del derecho de propíer 
dad y daño irreparable dé la agricultura, é igualmente las subdele^ 
gacíones de' montesy ^plafftfos; sé roMaMscíó la ley de i^^^ juntó 



p^ci||fl]&j|l c}^wjy, i ]psJi;\H06 ^e la.tMira*: Dejaron de e%\sÜT ia« 
mpci^^ioA^^DeM^de! fo^r^o^^.y 4;4iníno6^ 1^ justo tsup^iinr. de les 
mjisaiqs ra^noi^, .y. ^jdfaiof iei^ de*!» naoiom 

y^tA^CHí ]fh» C6^te$.U espulsiQQ de je^uitafr» ise^probibieroo loa vQto« 
4e ios conventos, ingresando ene) jE¡|4tade )ojs J^knpsde los veeantea^ 
^^ H0a a«U)iatia gcyafral» y fepi^teáit^s^ (persas) diputados que 
a»6l afie (jk i$^4:]¡ifibian iM^p perj(«^09 y.TienüieTOA traidmm^ote in 
¿IppaQia qpQ^e^iQllf)» h^m fikw^Uíúfk su»^4>0Qciudad9nos solnátaAr 
^Mtey ^ atrición ^1^6Í£A€ipaifQnsilUuoÍQf)al» Ctterra r^md^i 
de, 1$ foi'4ia/^i<Mx di^.ewsacqp rtat^.esi^epcícn.iliel marqués /de Uatd^ 
flqridn,, eaeiiMyéQdale íd«l di^rfiqhQ ^ ^ar elegido^ sin perjuíew.de^et 
jarie eapedito para ser-. €ád<^¡^ i juicV;^ cmando ise pifea^Mase, 

¿Puede e%igivm iqas .geDero^id^i dj&,pA|(t§ de 1^ Ubeipalea? 
. . lias CiJrtes .tí^rH|in|irpii..5M; l^gí«íaiuia íei 9 <i^ .novieuakre, y la 
ei^^pqioB. del^Y^can absqlutís<ja|^n)péz6¿ jhriwear en e} aitiodel .Eaoor 
ríal, 6 Háine^,Sa» LoroBW),., . . / ,; 

Stí. i.EÍ iÓ i4e npvíenf)bre d^qia al rey q» su ¡diacuTSO para cerca? 
l^a COrteSv <Agi*adi^z€o.)a g^Q§rei^idfid cop^ ^uq. las Cortes han piOn 
vís^'.á las necesidades y ^e^.qr o de pii ^aa (1) y de . mi real faa:i-í 
lia, ,. y m^ pWo menqa ^ dé iaplaudir la fraiiquefa. y justifieaéion <3aB 
qtj^ rqcono^iei^o solefíi^fnfinte las ot))Jgacíose8 y car^gas del Estufa 
do, ban 8pxoba()p las ip^dio^^ iii/;li^Bsqhla^ p4m desen^p^tei*la$| 
e^^wdo ai^vjos d^^ntos ^dq crédito; público y de' nuestra felicidad 
futura. » El 16 se olvidaba de todo cuanto había dicho en laa ^poeas 
anteriores, cercado en. el Esi^orifi) ^e pipivados y aduladeces ; trapia- 
ban Jas. qoni^plr^i»^^ de ,E^t»einqdw.8', CastiUa y Cataluña , arro- 
jando fuego contra/ta Copstituciqa que. co& i$\nte .(entusiasmo y,d^ 
.lan'hueBafó.deqia, haber jqrad^... Aqu^a maniaM ae presentó ai ca- 
pitán .g^Qeral de Madrid,, yjgodet, un. garzón de guardias de la per* 
sena dnl reyi, precíente del ^l^corial , con una .carta autO^fa del 
fey» firmad&coñ.su real jpcmbre^ en la que el maqdaba entregase el 
mando ¿e.la pla^a al teniente ..gffpeiral .(). José Carvajal.: 

¡ Un rey cónstituoi^pa) dRndp.4^rdenes.á.un.giBnera)f. . i. 

.. .-.Sin eptrar en lciS|ídet?illí*4le.laS;OuaUdades,de;estqsdos genera- 
lea^ diremos sqlo que el gejp^al, Carvajal se per^oof^ eú la casa d6 
Vigodei p«ra hucerse q^rgo de U pJa?a y que, $0 diese á coaccer á 
las tropas; pero el general Yignd^t le hizo pre^nje la imposibiUided 
de'dAi:;qu]nplin)ieqto.á aquella orden 4ir4;cta<iel monarca, porque un 
artici4o4^rinin9fmte,deJa Constitución p^ohi^ obedecer los despar 
ebqs de,S..M> que no eatuyíe^pp JH^^ados^poriiiil seerqtfqfiq del desr 
pacho. Acuden ai mjjpiisterii^ ; .ql.iulni^oQoJema antecedente al- 

(i) Las, Cortes habían señalado 40 millones para la real casa , á pesar de h 
empobrecida que estaba la i ' 



imi los ramore^ áe que h» (^hmocioíKgs de TalM^m , Avfla; ^^;; 

zaha et voli^n de la guerra dvii átieápMff la lavs ;ciff$WMi ile^adn 
ei mometito de que estallad, 'y coh m!íon ,< lu^ que MpfétiM^ el 
1^80 ^sveütutado de ^ cartSMS de) k-ey. 

Gmio Siempre leniañ h» es^ofesi prd^eMe lo» ^^^iñMmim 
de i 81 4 y ios paéeeiiniétifosí déÉi^Hiesií por hábérfo^' «réi(l# tAiitetúi, 
d«$cotifiabaA def monarca ^ y de^e hiegcr em^deñaMullif 6rdéri ito 
Carvajal cotilo un anuncio de Otra semefante ^on {tyue f^ éMdátó^é 
Eguia en'el mismo i8f 4 para 6oiidu«ir á loi» ti^hbozm á la» ftiMá^ 
ims y dtputadoís iiberatedde laquéHa épo<^. Así ^eü, á^Mdo inmii^ 
«ente el p^gropor el embate que el crismo rey dttba á )a Qoiistítti^ 
clon, filé Aeeesarfo rectntir á mécRos eitraorditoaríba». ' • 

11 . Las sociedades , lasf eorporabiortes , el aywñtawiifento j la di- 
pulacion provincial , la iñilicia , lá diputación perrtlañeñíiBr^ t\ túMi^ 
terio, lodos en fin, dieron la yoz de, alarma (y cfonluzofi-), ypidieíOtt 
GArCes estriiordhknias ; las pQtbf(a§ del sálén de las Hóm^ be abrie- 
ron y Iwibo itaa feesíon púMíca; pero nf üñ des*rde* eíi ningáu putt^ 
to de la üttpilal. flepmsenlan al ^ey pata que se venga á Wtedrfd y sé 
ciMifvoqueti CGrtes estraordinarias ; los ifaínhlroji «compáfiAtcfft sas di-i 
misioDes ¿ (^secuencia de la tempestad que feís ameM^, y íK> cre- 
yéndose ícott fuerms para resistirla , el Tcy contesta q«é vefldtó , y 
V que si habia nothbrado al geMsrttt C&rvajal eeé "piftqm hrtbia «indáy 
seria grató 'aJ público. 

No fué admitida h dimisioh del lUinfsterib. 

Los cooííejefos particulares del rey ileberiatí Htft tmy ttíáíéclké 
porque arriesgaron muchas veces él trono de S. M. 

14. Publicóse el 18 la contestación dd rey en la ^e (*feéid vol^ 
ver á la capital luego que estuviesen c«dmados los ánimos, y oi^ efee^ 
to lo vetíficé^l 21 de noviembre hallando por todas partes lina aoo'^ 
^tdñ heladora, pues no se Oyó mas que Alguno qare t>tro { t^ tá 
, Constitución f y en lo general, el silencio profundo que pmduée te 
desconfianza que estaba en los ánimos de todos. 

iQüé estralío ptítéde enconfíarselaexíafltacloneé los átiimOs;ií5uan- 
do la nadoa estaba pagando á los mismos que la devorabatt / y estos 
ingratos la hineabati elpuflal y se ie ahomlaban s^un las ftierzas eoñ 
que poifiaft comprimirle I ' 

No débelos haéeniM ihi»oftes \ aqueOa eonduofti del ^míMiarea 
Mko que los patriotas dé todas partes representasen én fitvoi* del ú^ 
teníia eonsl^oióiml, y que ^ Gtetaluffa, Gádií y otros puntes en que 
se créiaB más eomtÁiometitfós, nAoptes^n ^ tema dé ' . ' ' 

«GoNSTrrucioN ó 



\ 



el sisten^ oonstitQCional 90 eiápeid)* á combatír en todas partos por 
el cIqfo y btiti» attoa ftiocioiiarios ; énuftítarotk los cenvites pattíétio^* 
tioos CH>n el objeto -depreporeíonar Iaiuiiod: el ministerio eangció 
que (mbíA cdosado de ligero eo setfeoibre y que hahían sido Yietimas 
de ona brama per pvte de eiertos- absoli^tas. Riego ftié nombrado 
capitán general de Aragón, Aireo^^Ag&ero de Navam» y López Baftos 
de Mák^a;» ...... ,..'.,,. \ 

£.1 {Mirtido realista ) luego que se hizo eiMpasiUe la repugnancia 
^e.el palaeio fresfeBtaba A la Constitución, empezó é desenmaBca^ 
rarse^ d obispo de Orihuéla se ^oegói a mandar esplíoar la Constituí' 
cíon á los párrocos de sus diócesis : el nuncio de su santidad pasaht 
Dotas al gobierna por tode lo qoe em consigtti«fte' al sistema consti- 
tucionaU y eonlrarin á la ambición del clero.. EF arzobispo de Yaleo* 
eia indicaba la resisténfw el g(4)ieimo^ Los obispos de Pamplona y 
Báreeiofiá segutan igual oondpcta; al general de capuchinos indloaba 
i las clams que el dero era enemigo de la Constitucioii. En Alav» 
fiié estnifla b ooire^pondenciiik púUíca^ y pitesentándose como realis** 
tas^^ Guei^erv Gaiñarfa y un owa. £r las Aiaescuas se ergatiisa^ 
bafn parüdiis: en la; sierra de; Miigos se batüm 00» las ¡tiüpas consti-' 
tudoiudes J En Bú? ^ «e descubrió la conspiraolon de los mongas 
betiedietinos* En GaHdae«»taba el clcfro*áb revolución. iEh ÁstttriKs ' 
aqpuanderon los faccioisos en la Pola de Lena ^ Turen íf AUefi ün onq 
de los puntos de la carretera (te Fránicia se cogieron tiros d^ millas 
que se estaban apostados para* correr con un personiq^ que no se 
qtásé áeinrtr quite fuese; y después de todo este relato ¿paede iia¿ 
ber quien se qii^ de que los patriotas reclamasen, mas energía y pi*^ 
áieseii al gobierne m^Udas fuertes para comprimir á los que pro*" 
nonrian los desórdenest 

La debilidad 4el gobierne acsloró los unimos, la sociedad y ter<* 
toHtts patriótícias empezaron por su parte ¿ escíUr á los liberales» 
pero el ministerio dUó la orden para que inmediatamente se eerrasen 
ks cafés y pantos dende hidolese aquellas reuniones y y el 30 de d^ 
dembre habían 'concluido. 

13< Alentados los enemgos continoarofn en sus tnabajes y esta^ 
blecieron mía juitta' apostélica en Gatieiav Se presentó como su presi^ 
dente el bvon San Joamis: d Abuelo apareció en las inmediaciones 
de la capital : Quesada y Eguia, como después aclararemes, traba- 
jaban eQ:Bayeii|Bi contraía ConstiUieiondel Estado^ pero Bfo de coniun 
ecuerdOé Varios emisarios franceses introdujeron en la Península 
^oolasaas eabrérsivis escritas peor el capellán de honor del ney v 
Dv Mistas Yinuesa-, empezaron á circular y llegó )ain4)nidencía 4 
sacoime. 

El pueblo munmiiato y empetaron á dceboir^rtse las pasioftes,' 



eomo ee GcMgblenlé qíie ¡suceda ouanddilas wtoridides áiti ddbika 
6 traidoras; peta la caufia de la inceftiduipbre, de. la .p^plciidad y, 
de. la flojedad que manifestabeii' las' autoridades , era sin duda alguna 
él que en tod&s partéstooafaaneonun nombre Tapetado» y el pueblo, 
aunque no ignorante de .un todo; obligaba al gobierno á<|ue.adojptase 
medidas fuertes, y á la vista deí monaroa maoifestfibaii el ^mayor 
encono contra los allegados á su persona. 

14. Nunca se engaña el pueblo en sus temas: en 28 «de eneró 
filé prestí Vinuesa ; eapellan de lM)oo]r de S^ M« y se encontraitób en 
sus manos» no solo los origínales de las prodamas^ sino el fiap 
de la contra-revolucioA que copiaremos para la ilustración de xmes"* 
tros lectores. : . . » 

f Plan para conseguir nuestra libertad. E^te plan (decía Vinuesa) 
solodéberiá saberlo S;M.» el Serenísimo. señor infante O.. Carlos, el 
Sxcmo. señor duque del Infantado y el marqués^ de Cautelar* Else^ 
ereto y el silencio sm el alma de las grandes empresas. LiS ooobe 
que se hia de verificar este plan bará llamar S. M. á los míAisIros, 
al capitán general y sd Coiusejo del Estado, y tistando ya prevenida 
uAa partida de guardias de Ci)rps dirigida por «1 señor infanta Doa 
Carlos, haciendo que salga S. M. de la pieza en que esfato todos j*^** 
nidos , quedarán, en elli^ custodiados. En seguida. pasará al eiiartelde 
^lardias el mismo señor, infante y mimdará arrestar á Jos guardias 
poco aféctosial rey. El duque del Infantado ^lebe ir aquella misnia 
noche ¿Xeganés aponerle al frente dd batallón de guardias qué 
bay allí, llevando en su compañía á uno de los gofes de dicho cuerpo,. 
Ala hora de las doce de. la ncche deberá salir !dig>.a}lí aqu^ baka^ 
Qo)íi, y á las dos, poco mas, deberá entrar: en ¡esta coi te. Elregimieni- 
to del Principe, cuyo coronel d^be estar en buen sentido , se pondrá 
de acuerdo con el duque del Infantado, y alas tres de la naañaiía 
saldrán atropas á ocupar las puertas prineipales de la corte. 

yA 'las cinco y media deberán empezar á gritar la tropa y el pue- 
blo müQ la religión ^ viva el rey y la palria^ y mmrd, la Constitución. 
Aquel dia deberá arrancarse la lápida y se pondj^á una: gran guardia 
para defenderla, con el objeto de que no se mueva algún. tumulto al 
arrastrarla. En seguida saldrá él mismo ayuntamiento constituciiODal 
y la diputación provincial en procesión y Uevaró laConslituoion para 
que en este acto púbMco sea quemada por mano del verdugo. Se oer«- 
rarán las puertas de Madrid, escepto la de Atodhay Fueilcarml, para 
que no salga nadie, aunque se dejará entrar i. ios qioe vengan^. Se 
deberá tener formada un^ lista de los sugetos que se haga ánimo de 
prender, y los dueños de las casas donde estén deberán salir nash* 
ponsables. Luego que esto, se verifique,, .deberán salir tropas á las 
provincias con un manifiesto para que obren 'de acuerdo con ellas» 
Estarán nombradas lad ^autoridades para que etmpteeen á obrar inme- 



diatameñte y los presos de consideración serán conducidos por de 
pronto al eastMiode Vit^ayi^s^eaptüna escote res^table. 

' . Ventad de eMe fdoB. : 

1/ fLá aeneíUay poea eompUcacion de él* %" Qub únioam^te 
lodelieiüi saber ;eiia4roó ctneo.p^RSopasá lo más. > ^.^ Mayor pro*- 
porción 'par^ et sísofetoy d sigMo, qkie es lo qii^ !haiallado hi^U 
ahora/ y por elstó üo han tenido efecto las tentativas heehiaks hasdi 
aquí. Á^Wi ique s6 puede n«xi&iffar , para la ^geeuc^on de este plan^ 
las pertolias mas aéictas al rey y á la buena- caui^. ^.^Qm /S> M* 
hará ver que: tiene espíritu para arrostrar los peligras. i6¿^ No qae¿ 
dará el rey. obligado ¿ itiuchas personas ^estando, én plena Ubertadi» 
panaobrap oomo le parejea. If" Bm un te^imonio á toda la nación y 
á la europá énlera de> que ia dinastía de loa Borbones es digna de 
empúfiar el cjctro. 8** Impedir que. los enemigos . traten tal vez de 
i^Iizar el |daa de acabar con la* faifritia ii9al,.y con todo lo demás (|ue 
sostiene toa deieehoSi 

¡neonvéniétttes de este plan. 

i;"* «El temorqueies eonsigiiiente i una eo(kpre^ como. esta de 
que peligre lavida de Si M. y demás personas que han de realiüarlo^ 

2/ {^ pooa gente con que sé cuenta al efecto^ y (uego )a deaooi^ 
fianza en algunos su|etes. / 

- » A lo primero digo , queden tifcumtafictaaest^aordinarias deben 
tomarse iguabrienie medidas estraoordinar^s^ <^mo conste en lap hisr 
toms haberlas, tomado varios empetadeíreá y generalas. Por otra parte» 
éKpel^o'dé perder la; <vida tomando las medidas iiidicadas.es muy 
TéHRita, y el'pei3€ic^ á manta de los oonstijtiicionlíakt^ es oasi cierta- 
Ademas de que ocupados lo^ puestos priocipaies por la^ tropas con 
cppe bOBtamos para la^mpresa, las deoias de k guarnición se e3tar4li 
en üus cuartelest y quedarán puramente pasivas, jiuestai^bieatcsmfr 
van mochos oficíales el salir con ellas contra todo el pueblo. . . 

9 El torcer ineonvenienie que ponsiste en que» eate pian se desou?: 
bi^ entes de tiempo^ m el menor , poique contándose para él Qon 
pocas peiTBonás (no hay que Meelar que 1(;^ enemigos lo sepan y U>- 
mén preeaueioQe& p^o'a impedirlo ; por fin , las preciosas vidas de 
S. M. y del señor infante D. Garlos peligran, como también la dd 
Infantado, así pues« no queda otro vbitrio quci anrostrar los peligros 
y^Uevario á efecto, poniendo nuestra confianza en Dios.; porque el 
remedio de'jestos: males con el autillo de tropas estrangeras es muy 
aventurado. ^ , 



JMiiffroM dieran tmmtrMkug<^^ Me iíeiifi fue. r 

!'.• Se, volverán las oo8á$ al ser y e^tadd que tenian el 6 de mar- 
zo de este año*. 2/ Convendrá indicaren la proclama que se haga, 
(fue ademas de la csMraeíonde GA^ie^estamcinto», debe (ainbien ce- 
lebrarse un concilio naíeional pam que así como en las primeras se 
bm de arre^ar los asuntos gutíeriMAivos, económieo» y poUticos, sq 
{arreglarían los eclesiásticos por el segundo. S.^ Todos los em^ 
pieos deberán pmveerse interinametite, f^ra dejar Mügaf á pmt 
miar con ellos á los que se averiguo después ^ue son mftietusá la 
buena causa. 4.^ Gonvendié dar órdenpara que ios oabiMos corran eon 
la administración del noveno y esousado. 5/ Se circulará una orden 
á todos los arzobispos y obispos i^ra que en tres días festivos^ se den 
gracias á Dios por el éxito dichoso de esta empresa. ñiJ^ Se harán ro^ 
gativas públicas para desagraviar á Jesucristo por' tatitos sacrilegios 
como se han cometido en este tíieiD|]iOi 7/Se encaiigai^álds triiispos 
y párrocos que velen sobre la moral, y que tomeíi las medidas con- 
venientes para que no se propaguen los malos principios. 8." Se re- 
bajará desde luego, por.puMo general , la tercera paite de la contri- 
bución , por ahora. 9.* Convendrá que las personas que estén encar- 
gadas á cooperar á este plan, estén alerta algunas noches. IQ. Se 
nombrarán las personas convenientes que se encarguen de dirigir la 
opinión pública por medio de un periódieo. ii. Se coneederi un es- 
cudo de honor á todas las tropas que concurran para tan gloriosa 
empresa, eon el premio correspondiente v y se éfrecerá ademas li- 
cenciarlas para el tiempo que parezca conveniente* 12; Se mandará 
qtie los estudiantes gocen de los fueros que han tenideántésdeáhoi 
tú, y se les hafaia quitado por lafeccion democráftito* I Si Convendrá 
mandar que todos k>s que fio estén empleados en la. cprte ^salgan de 
ella y se vele mucho su conducta, donde quiera que fi|eHsu re*^ 
^sklehcia. 14. Siendo muy" inteveáante que en Mallorca haya aH ofoÍ8|ip 
de toda cénflánza, será meaester ver sí convendrá^qué vuelva aHi el 
actual, id. también se deberá disponer, por los medios que parezcan 
convenientes, que el señor alisobispo de Toledo nombre otare auxiliar 
en lugar del actual, y lo mismo deberá hacerse con él vicario ede^ 
siástico y dema^ de su dependenda. i6. Los cahónigoe actuales ée 
San Isidro deberán quedar despojados, como se. supone, i 7; Todos 
los que han dado pruebas de su exaltación ét ideas deberán quedar 
sin empleos. 18. Debe aconsejarse áS. M. queen ói^n á los cria^tog 
de su servicio , se renueve la mayor parte , y lo mismo puede aooiv- 
tejarse á los sefioresinfentes. 19. Todos los que se hayan alistado en el 
concepto de cívicos continuarán sirviendo por ocho años en ÍB'Mifi*i- 
cia, y el que quiera librarse de es^e servicio satisfará 20,000 rs. 



— 137 — . 

20. Para evitar gastos, se procurará que las fiestas é iiumi- 
naciones qu^ se hagan por este suceso, tanto en las provincias como 
en la corté, «can muy moderadas, pues ni la nación ni los particu- 
lares están.para gastos* H. Se tomarán todas las medidas convmien- 
tes para qtfe no salgan de la nación los liberales , de los cuales se h^^ 
rán tres clases y los de la primera deberán sufrir la pena capitcd, tomo 
reos de la lesamagestad^ las de la segunda serán desterrada ó conde- 
nados á oMiUos ó ,can^efaoSf y los de la tercera serán indultados para 
mezclar ¡ajusticich con la indulgencia y Ja ckrnencia^ 22. Será muy 
conveniente que el obispo de Ceuta forme una memoria que sirva 
como de apéndice á la apología del^ altar y del trono, y e^ del todo 
nece3ario que se ponga en las universidades un estudio de derecho 
natural y político, para lo que podia bastar por ahora la obra intilu^ 
lada Voz de la naturalezai Con esto se podrían fijar las ideas equivo- 
cadas del dia en esta materia, y se evitaría que este estudio se hi- 
ciera par libros estrangeros que abimdande falsas máximas. Conven- 
drá también que por cu^^nta de la nación se impriman á la mayor 
brevedad las obras siguientes: Voz de la naturaleza. Apología del al- 
tar y del trono, las cartas del P. Rancio y la Pastoral de Mallorca. 
Que se nombre en esta corte upa persona que tenga el encargo de 
rever los informes que vengan de las respectivas provincias, y nin- 
guna pretensión podrá ser despachada sin que el memorial pase á 
esta per^na , y ponga un signo que esté ya convenido para graduar 
el mérito de los pretendientes. ' ' 

»Son incalculables las ventajas de este plan : S. M. asegura por 
este medio su conciencia, y los nombramientos no pueden recaer 
sino en personas fieles. Los políticos atribuyen al acierto que tuvo 
Felipe II en escoger buenos ministros y empleados la prosperidad de 
su reinado. 

» Puesto que el ilustrfsimo señor obispo auxiliar, acompasado del 
ayuntamiento de está corte, condujo la Constitución como en triunfo 
público, deberá el mismo, con los mismos que componían el ayunta- 
miento , sacar la Constitución de la casa consistorial y conducirla á 
la plaza pública para que sea quemada por el verdugo, y la lápida 
será hecha pedazos por el mismo. 

» Puesto que los comerciantes han sido los principales en promo- 
ver las ideas de la facción democrática, se les podrá obligar á que 
entreguen algunos millones, por via de impuestos forzosos, para em- 
plearlos en el socorro de los pobres, y otros objetos de beneficencia. 
Lo mismo deberá hacerse con los impresores y littreros por las ga- 
nancias estraordinarias que han tenido en este tiempo. 

t Igual medida se tomará con los grandes que han. mostrado su 
adhesión at sistema constitucional. , 

»Se mandará que los mongos vuelvan á sus monasterios , y las 

18 



, — <38 — 

justicias les enlregarán tes efectos y bienes que tes pertenecen. 

» Todos los oficiales del ejército, de quienes no se tenga eón^nza, 
se licenciarán y enviarán á pueblos pequeños, permitiendo á los que 
tengan familia y hacienda se vengan á sus casas , pero oUigando á 
todos que aprendaifi la religión, 
, »Con los afrancesados se tomarán las providencias siguientes. » 

Varias medidas por el orden anterior estaban marcadas en d plan 
de conjuración , concluyendo para autorizarlo con alguno^ ejemplos 
de la Sagrada Eseritura como el de Gedeon, Judil, David , etc. 

El mundo civilizado juzgará por el anterior esci-ito quiénes eran 
los primeros culpables en aquellas turbulencias: nosotros protestare- 
mos siempre contra la justicia ejercida por los tumultos ó asonadas; 
pero buscaremos el origen para que alcance alguna pena sotee lo» 
principales autores. 

El pueblo saludaba al rey siempre con el adjetivo de constitudo* 
nal : la desgracia de que todas las conspiraciones descubiertas eran 
promovidas por personas de influencias en el palado , tenian en agi* 
tacion continua á los liberales, y el dia en que se supo que la causa 
de Vinuesa trataban de haceria desaparecer, la multitud se agrupó 
ante las casas consistoriales gritando : c Justicia contra los conspira- 
dores , justicia contra Vinuesa. » 

Repetimos que por desgracia todos los hechos anteriores favorc- 
cian poco á la persona del rey, al que consideraban h^cia tiempo co- - 
mo centro de todas las maquinaciones en contra de la Constitución. 

El ayuntamiento ofreció representar al monarca. 
15. A los tres dias de aquel aviso del pueblo recibió el ayun- 
tamicínto un recado del rey, en que decia que al retirarse del paseo 
babra oido espresiones poco decorosas á su real persona: ü paso solo 
puede suponer que era bastante degradante: nombra el ayuntamiento 
una comisión de su seno , va al^ palacio al siguiente día , llega , y 
presencia el espectáculo de que al dar los concurrentes las voces cte 
viva el rey constitucional, cayeron sobre los aclamadores una pordon 
de Guardias de Coips acuchillándoles con las espadas que llevaban al 
intento debajo de las capas. 

Ya no se trataba de libertad, ni de institudones, sino de comba- 
tes, de defensas, de vida 6 muerte. La guerra civil debia estallar 
desde aquel momento. Aquel era un paso premeditado en contra 
hasta del respeto debido ante la persona del rey. 

El suceso de palacio cunde : la Milicia y el ejército se ponen so- 
bre las armas; los Guardias de Corps se retiran á su cuartel , ha- 
biendo entre ellos quienes se presentaran á las autoridades, mani- 
festando no querer pertenecer á ún cuerpo que habia coiheíido aque- 
lla villanía: las fuerzas reunidas marchan scrbre el cuartel dé Guardias 
para desarmarlos , en razón al complot de que se lema notida : opó- 



—.439 — 

líese el rey á las peticionen de disolud^n que le dirige el m^iistro 
y el ayuntaopiÍ€iito ; acude al Cloosejo de Estado» y después de cua- 
renta y ocha horas de esta situaciou tan crítica » fué desarmado y di- 
suelto un cuerpo digno de mejor suerte por los interesantes sei*vicios 
que tenia prestados á la patria en la anterior época, pero que se iia- 
liaba comprometido é instigado por personas á quienes estaban uni- 
dos por interés. 

Los enemigos del sistema tomaron de aquí el pretesto para hacei* 
cundir entre los cuerpos de la guardia» que trataban de desarmarlos 
con el objeto de atentar después contra las vidas dvi monarca y su raed 
familia^ todo con la idea de darmar aquellos cuerpos é indisponerlos 
con los nacionales. ; mas estos que estaban resueltos á morir en la 
defensa de la sagrada persona del rey y de lasjnstituciones, dirigie- 
ron á la guarnición de Madrid en 10 de febrero el siguiente docu- 
mento, suficiente á comprobar cuan lejos está el autor francés de la 
verdad de los hechos en aquella época. 

f Compañeros de armas : 

Permitid á la Milicia Nacional de Madrid, que con acuerdo de su 
ayuntamiento, os dirija la sincera esplicacion de sus sentimientos: 
el triunfo de nuestros enemigos seria seguro si lograsen desunirnos; 
ellos no lo ignoran y no perdonan medio de lograrlo, y sin reparar . 
que unidos y hermanados con la mas estredia fraternidad acaba- 
mos de combatir sus dañados intentos, propagan especies tan falsas 
como injuriosas , suponiéndonos desconfiados de los cuerpos de in- 
fantería de la Guardia Real , de estos cuerpos tan beneméritos y res- 
petables, á quienes debe en gran parte España su regeneración po- 
lítica, y de quienes desde el principio nos hemos gloriado de lla- 
marnos compañeros/ j Miserables ! no lograreis vuestros intentos; 
estos cuerpos bizarros os conocen y os desprecian , y saben muy 
Ijien que la Milicia Nacional local de Madrid está indisolublemente 
unida con ellos por los firmes lazos de la opinión, de la amistad y del 
juramento sagrado de guardar la Constitución. ¡Vivan los cuerpos de 
infantería de la Guardia Real! jViva la Constitución I ¡Viva el rey 
constitucional I ¡Viva la guarnición de Madrid.» 

Los cuerpos todos de la guarnición y Milicia Nacional en aquel 
mismo dia dirigieron a S. M. una reverente esposicion concebida en 
estos términos. * 

.SEÑOR: 

iLos gefes y oficiales.de la Guardia. real de infantería, los de la 
guarnición, y Milicia Nacional de infantería y cabaUería de Madrid 
creyeron que no llegaría el caso de tener que hacer presente^ sus 
sentiniientos de adhesión y respeto hacia la augusta é inviolable per- 
sona de V. M.; pero les^ precisa aun una vez el rigor de sus princi- 



_ uo — 

pm y la deKeadeza de su lionor. Habían cumplido (^on uno y otro en 
cuan^is ocasiones fué preciso que cumpliesen con su deber, soste- 
niendo contra los enemigos de la patria la ley constitucional. Fué 
notable entre ellas ^ acaso ht del suceso por el que V.' M. tuvo á bien 
suspender de sus funciones al cuerpo de guardias de vuestra real 
persona ; pero desconcertados con esto los malvados han esparcido 
varias voces para atribuir á la guarnición intenciones perversas, con- 
trarias á todo lo que esta ha acreditado hasta ahora y aun para intro- 
ducir en ella la desunión. Con este motivo, Señor, como fio quieren 
los gefes y oficiales que suscriben , que ni un momento pueda Y. M. 
dudar de la notoria impostura y criminal malicia de semejantes im- 
putaoiones ó estravíos ; se atreven á manifestarle de huevo que ja- 
más dejarán de cumplir el juramento que han hecho de respetar y 
defender la inviolable persona de V. M. tanto como los fueros y li- 
bertades que con ella asegura la, Constitución; que se estrellarán 
contra este propósito cuantas maquinaciones intenten por separarlos 
de él , y atraer males sin término á la patria.— *Sefior. — Á los reales 
pies de V. M.— El duque de Castroterrefio. — El principe de Anglo- 
na. — El marques de Casteldorrius, etc., etc., etc.» 

Los moderados, que en aquella época eran el partido francés, co- 
mo compi*obaremos con documentos auténticos, trabajaban para triun- 
far en las elecciones, y el rey confiaba en el buen éxito de aquella 
segunda empresa que tal vez podía asegurarle su triunfo. 
' 16. Las Corles abrieron en fin sus sesiones en 1/ de marzo 
de 1821, y espondremos á la consideración pública bajo los funestos 
auspicios que fueron abiertas : no hay ni puede haber una idea en 
los gobiernos representativos de lo ocurrido en ella. Después de ha- 
ber leido el rey el discurso de apertura, formulado por sus ministros, 
continuó leyendo una adiccion de que nadie tenia conocimiento, y 
de la que sin hacer nosotros ninguna clase de comentarios , trasla- 
daremos lo que dice Mr. Martignac/ página 275 de su obra sobre 
las ocurrencias de España en la segunda época constitucional. 

«Pasa, el Rey al salón de Corles acompañándole los ministros, y 
ocupando sus respectivos cuerpos. Empieza el rey su discurso, y ha- 
bla con ahinco y entereza de su apego á la Constitución'; manifiesta 
su voluntad incontrastable de sostenerla contra sus enemigos nacio- 
nales y estrangeros , y se depilara recientemente contra la invasión' 
amagada por el Austria contra Ñapóles. Nunca había sonado en sus 
labios lenguage tan enérgico y terminante . y los ministros iban ad- 
virtiendo con estrkfieza muy natural las adiciones y mudanzas hechas 
en su escrito, robusteciendo los dictámenes que intentaba espresar 
con sumo despejo y vehemencia. Mas nuevo pasmo y de nwiy diver- 
so jaez los estaba esperando. 

»Toma el rey de repente un ademan brioso y espresivo , y í?s- 



— 444 — 

. fónando cual nunca la vos, espone amargamente los desacatos qnt 
está ya por cuatro meses padeciendo , y esplayándose allá lai^men^ 
te por un sinnúmero de agravios y quejas, acusa formalmente á los 
n^inistros de haber faltado á su obligación fundamental, t 

Este discurso se comentaba en las tribunas de dos distintos modos. 

Los unos, que hablan ido de esprofeso» ensalzaban la bondad del 
monarca, y su decisión hasta lo infinito,, esforzándose en compade- 
cerle; los otros recelaban y no podian creer que tan de pronto hur 
biesen cambiado sus opinibnes. (Siempre presente el decreto de 1814! 

El tiempo aclaró de parte de quiénes estaba la razón. 
17. Los diputados quedaron atónitos al ver la magostad del so^ 
lio comprometida tan á las claras: velase al rey ejercer una de sus 
prerogativas , pero de un modo desusado en aquella clase de gobier- 
nos : buscar apoyo un rey constitucional para la mudanza de minis-- 
terio, cuando estaba en sus facultades! debió hacerles creer que aque*- 
Ha determinación encerraba algún misterio; sin embaí go, el presidente 
con la dignidad que requería su alta posición^ contestó. 

tSEÑOR : 

ijQué dia de tanta ventura es este para la heroica nación espa- 
ñola! {Qué espectáculo tan grande y sublime ver sentado á V. M. 
sobre un trono , cuyos cimientos son las virtudes del pueblo mas 
leal que vieron los siglos ) No, no es la reunión de Y. M. con sus 
ilustres representantes una ceremonia pomposa que solo interesa á 
los sentidos , esen si un acto augusto que habla al corazón , y que 
escita los sentimientos de este agente de nuestra conducta, cuyo po- 
der y fuerza no tienen medida ; aeto mas glorioso y de mas prez que 
todos cuantos ademas ofrece la historia de nuestra restauración po- 
lítica , incluso el 9 de julio del año pasado ; porque al fin todos jun- 
tos presentan la idea de un» alianza eterna entre la nación y Y. M., 
en ver de que el acto de este día termina á solemnizar su ratificación 
con hechos positivos de parte de las Cortes y de Y. M. 

»Yo no hablaré de lo que ha hecho esta nación modelo de leal- 
tad hacia su rey. Lo dh^o por mi esos caracteres que (señalando los 
ínclitos nombres de Daoi? y Yelarde) recuerdan muda pero enérgi- 
camente que estos héroes sellaron con su sangre la profesión de fé 
política de los espafioles,* casi borrada del libro de la ley, pero escul- 
pida con caracteres indelebles en sus corazones. Lo diií también, la 
memorable campaña de 1815 que restituyó á Y. M. del cautiverio 
al triunfo en que tanto debimos á la invicta nación británica nuestra 
aliada. Pero mejor que nadie lo dijo Y. M. en la alocución .paternal 
que se dignó dirigir á los españoles en él memorable dia 10 de mar- 
zo de 1820. Yo no osaré examinarla, porque este buen deseo men*- 



. — f48 — 

.guaríala or^oalidad éü magnáBimo cuadro qae oficeee; sí, me pa- 
rece que puedo tomarla en la m^no considerándola oomo Un clave ó 
esplicaciim de los maravillosos portentos que encierra aquel cuadro. 

i De una parte veo á la nación , cual cuerpo sin cabeza y sin mas 
armas que su lealtad, combatir contra el poder mas colosal que vie- 
ron estos tiempos , el cual intentaba derrocar el trono augusto en que 
Y. M. está sentado. De otra miro á los ilustres representantes de la 
misma nación colocados en el puesto avanzado del único baluarte de 
la libertad española, donde al resplandor de los fu^os con qu¿ le 
combaten leen aquel libro de la ley, y cou voz esforzada animan á sus 
<x>mitentes refiriéndoles entre otras máúmas de salud social , de un 
augusto predecesor de Y. M., las siguientes: ^rey y reino son como 
alma y cuerpo, que aunque 8^a¿n departidas, el ayuntamiento las face 
ser una misma cosa. Los españoles deben guardar al rey, ca guardán- 
dole á él se guardan á si mismos y ala tierra onde son. » El olvido de 
estas y otras máximas, les anadian, nos han acarreado la calamidad 
que nos aflije. Continuemos en tan dura lid, proseguían, rescate- 
mos al rey para colocarle con la ley en el santuario de la inviolabili- 
dad. Finalmente , veo el triunfo de la lealtad' española publicado por 
Y. M. con asombro del mundo. 

>Yo enmudezco, señor, á la vista de este cuadro. Únicamente 
me queda ánimo para decir ^ Ilustres compañeros, marchemos lodos por 
la senda constituciofuU, pues tenemos á nuestro rey al frente y marcha 
el primero. » 

t Al oir los obstáculos de que ha hablado Y. M. en su discurso, 
recobro otra vez el ánimo para confortar el suyo, porque ¿qué obs- 
táculos podrán oponerse estando unido tan de corazón con la nación, 
^segun ha manifestado? Los obstáculos que deban remover las Cor- 
tes los apartarán usando de la facultad que les impone lá ley. Para 
vencer los ob'os que dependan de Y. M. basta una sola palabra suya; 
¿qué digo una palabra? una sola mirada basta. Después de publicada 
esta ley misma, porque tiene en su mano la voluntad general de to- 
dos los españoles, y no hay poder que sea capaz de contrareatarla. 
Y si la nación huérfana y desamparada hizo lo que Y. M. ha publi- 
cado ¡qué no hará unida con su rey!» 

Concluido este discurso de contestación, S. M. salió acompañado 
^ de la misma diputación que lo habla recibido. 

Tan luego como el rey había salido del salón una esplosion uná- 
nime demostró el sentimiento doloroso que había causado aquel mm- 
pimiento tan inesperado en la asamblea legislativa. 

Pero aun mas tenian que presenciar ; el rey distituyó' á sus mi- 
nistros mandándoles presentar su dimisión, y al dia siguiente lo ve* 
rificaron Arguelles, Ganga Arguelles, Yaldés, García Herreros y Pé- 
rez de Castra. 



— 143 — 

St f lié estraordtnam la agitación en las Cdi'tespiMr el diseintso 
inesperado del monarca, mas aun lo fué ladqmslcion del miiiisterio; 
sin embargo ; acataran la facultad é irresppnsabilidad de la corona; 
pero nombraron ana emiiston que informase al congreso det estado 
del pais, y declararon después que los ministros habían merecido el 
reconocimiento y aprecio de la nación. 

Los consejeros é incitadores del rey le constituían cada momento 
en un puro precipicio. 

Esta época de desquiciamiento comprueba la leakad proverbial 
de los españoles para con sus reyes. 

18. Para hacer refutación cumplida y documentada al pánia^ 
fo 18, tenemos que pasar á demostrar el estado de nuestras relacio^ 
nes con los soberanos de la santa alianza, á fin de probar que el 
pueblo no se engaña jamás en sus recónditos instintos. 

En el discurso pronunciado por el rey al hacer la apertura que 
dejamos indicada, dijo en uno de sus párrafos : ' 

cLa resolución tomada en el consejo deTroppeauy continuada en 
el de Legbach por los soberanos de Austria, PrusiayRusia, de inter- 
venir en la mudanza del régimen poíitíoo ocurrido en el reino de las dos 
Sicilias, ha escitado toda mi solicitud por consideración á aquella real 
familia, unida á la mía con apreciables vínculos de sangre, por el 
interés qu^ tomo en la felicidad de aquel pueblo, y por lo mucho qua 
importa á la independencia de los estados que sean religiosamente 
respetados los sagrados derechos de las naciones, y de los principes, 
y he creido indispensable al decoro de mi trono y á la dignidad del 
gran pueblo que me glorio de gobernar, el hacer entender por con- 
venientes comunicaciones, que no recon<x^eré nada que ^a contrario 
á los^rincipios del derecho positivo de gentes en que estriban la li^ 
bei'tad, la independencia y la prosperidad de las naciones; principios 
que la España por su parte respetará inviolablemente en las demás. » 

Digimos en el párrafo 2. * de la refutación á la dedicatoria del escritor 
francés, que las potencias áél norte hablan fijado eu atención en los 
sucesos de la Península, seguidos en Ñápeles , Lisboa y en el PiamoU' 
te, en cuyos puntos habían proclamado sus con*espondientes consti-^ 
tuciones, con lo que llegaron á temer fuese estensivo el movimien*» 
to en las dem^ naciones europeas; 

Concurren los plenipotenciarios de Austria, Prusia y Russia en 
Troppeau, y decretan se reuniese un ejército austríaco sobre elBoó^ 
con el objeto de imponer á los pueblos que liahian roto las cadenas 
del despotismo que les oprimía; nfós viendo que no era suficiente 
aquella tentativa de amenaza se reunieron de nuevo en Legbach y 
decidieron la invasioíi de la Italia en la parte de Ñapóles, y cod res- 
pecto á' la Península, pasaron á todos sus mittistros en las Cortes es- 
trangéras una circular, en la que á primera ráita se omocen ks 



— 4U — 

mtendó&cís hostiles que abrigaban aquellos stAmtmos, ec^a^tamodo 
en ella doctrinas inadmisibles á los gobiernos coastitudonales. 

El ministro, de Rusia decía en su circular. 

<La revolución de la Península fija la atención délos dos emisfe- 
ríos; los intereses que debe decidir son los intereses ;del universo, 
y si jamás ha podido desear el emperador que su opinión deba diri- 
gir la de sus aliados, sin duda la nota que d caballero Cea presentó 
al gabinete imperial, impuso á S. M. I. 4a obligación de decir 
su opinión á Cerca de un suceso que envuelve acaso los destinos fu* 
turos de las naciones civilizadas, obligación tanto mas sagradacuanto 
en el diá toda duda viene á ser necesariamente instrumento á la 
malediecncia. 

>La necesidad de responder al sefiCH^Cea era, |)ues, evidente; 
pero en esta circunstancia importante^ parecía natural que antes de 
pronunciar su opinión, tuviese presente el emperador el objeto que las 
. mismas potencias aliadas se proponían en sus.reUciones con la España, 
que consultase las miras que habían manifestado á esta misma poten- 
cia, y que adoptase loS' principios de la política europea por guía de 
la suya: hé aquí lo que S. M. L debía hacei' y justamente lo que ha 
hecho. 

i Desde el año de Í812 mas de un documento diplomático ates- 
tigua el generoso interés que las diferentes Cortes europeas han ma- 
nifestado constantemente respecto á España. Ellas han aplaudido la 
constancia noble con ^ue su pueblo intrépido resistió á un yugo es- 
trangero. Ellas han admirado su sabiduría, cuando reunieron al re- 
dedor del trono constitucional los intereses mas caros de su páis, los 
intereses de su independencia. En fin, desde la 'época en que la Pro- 
^ videncia restituyó á Femando YII á su pueblo, no han dejado nunca 
de reconocer que solo con unas iostitucioues sólidas podía asegurar 
sus bases la antigua monarquía española. 

»Los soba*anos aliados han hecho mas todavía en el éurso de 
las largas confiérencias. relativas á las contestaciones de las posesiones 
del Rio de la Plata y de la pacificación de las colonias, han hecho en- 
trador suficientemente que estas instiiuciones dejarían de ser un medio 
de paz y feltcidad^ si en vez de ser dadas por bondad y con una conce^ 
sion voluntaria, fuesen adoptadas por debilidad y como último recurso 
de saltación. 

/» Examinemos bajoc^ro aspecto las grandes transacciones que han 
establecido la alianza europea. 

»¿Cuál es el objeto de los convenios renovados en 3 de noviembre 
de 1818? , 

»Los monarcas aliados acaban de hacer desaparecer los últimos 
restos.de la revolución de Francia ; pero esta revolución fttreoia auq, 
piontaá producir nuevas calamidadi^.» ' , . 



diiF'Sfíilí to mniWBBtid iweida eottii imano- horisNito dmil^st pot tm^ 
cem vés$riii<Bttilipir<iB«s«iiino á tas alaráas pmdbckla» iK^r^aq^ 
ecÁaéodete ftramU'iio falsea suficieirtefii^ coido «i k» goliiefMi;'y 
]«»iiMiM6«t»ti(»itil¥ibseti oinguiia toto hnportaote MtM 'SU ^oefto 
fiMra', eitat ^recÉh^ ^ ^ ¡^iit^ del mai eligiese un nuevo teáíro, ^y que 
luBBpaña^ ébi$4 tm fueee ofrecida en un iertibl» susrilhio. La revóhi*^ 
ckm ha iMÍdido # teiteno; pero ios <tebere« de las aooiiarM^^na 
han podido variar su naturaleza^ y el pader de la iMcmeeoiiin tió é«» 
m mendi férmitMle, «i mmoa peiigfoiN) que lo habla, iirida en 
FVamiu; 

vAai que, de éaueiée eoa sus aliado»^ S. M. no poilitf d«^r dé 
desear t^ ft^gida ila FeniMiila y las piwtneia» de atediar ¡por ui¥ 
aistom», d ««ali^ el sélo^que pedia pvodueir^alguMiesperaDiaén un 
si^ de ealamlMes ; pciro en vittud de sus oonvemo* del ft. de M«^ 
viettibre, debía éMffobar aitaAtole toa iMdios mvoludiMiajriM 
puestos en pvtolioa firt dar i Espalia itoevas kistituxeimés. Tal e«9 
el doble objeto que se halla desenvuelto en lar respoesla adjunta <^a^ 
el gdMem» deflilsia ka dado al eabaHera Cea per arden :de> ^^ M. 
Hentperad^rnaáMaque-sasaugwiegaliadoáaprf^^^^ f^t(^ 
nido, y aun tMé quer aeasa hriHin dirigido oirás samejaiMéé 4* la 
corte da Madrid. ^ 

* Las- juissias opiniones habrán pioducido sin dudael mismo \^^ 
giíage,^ Mtiveneidos ooiéo S. If . de que siempre el crfmeti pro^u-^^ 
ée fratoa kbparosv han sentido eono el emperador los atentados que 
han maiMiliadoilos anales de EspafSa. Lo repcümos, es fatal este 
atentado , kr es pmi la Penhisuta y para la Europa , y lá nación es- 
palóla presenta hoy un aelo espiatorio para los pueMtts «de ios éo» 
éÉakfferiog. Hasta aquí triste objeto de au iquietud , no podr& hacer 
temer maat^oatagio que el de^ au desgracia. Sin embaiigo, en medio 
de txidw eMtos elementos de desastres, y cuando se unen tantos tno- 
ttMa*de al igir. á -tos amigos, dal bienestar de las <naai4Ms ¿^uede 
tal vez espev^rse im rnaalisanjero poiwnir t ¿se* ve idgana n^ida 
stina y reparadém que pueda produce el efsclo de recondliar k'Es*^ 
ptAa coM!^ mismo y con las otras potencias de Europa ? 

•No nos atrevemos en verdad á afirmarlo , pfies la esperiepcia 
MS' h« enaefladoá' mirar casi men!{»e como ma ilusión la eapéranza 
de un sucMO'* pero si pudiera fiaras «n las eileiilaa'que parece de-« 
biá iédicaí^ el Interis personal , m pudiese presumirse que las Cortés 
obedeoefán el interés de su pi^opii» conservación» se deberia entonces 
creer que tratamn de destruir por una medMa solemne tMlo la que 
haya baMdo de culpable en las circunstanfdaa que han acempiailadc 
hi variacié»'de administración de EspaSa. El interés de las Cortes se 
identifica ac^i con el interés de fo Europa. La aolda<tesca estravlada 



_4|f — 

que lii$ ha prolQgMo pMdi^ mañana querer ooMhiMriea, y sa pri- 
mer deber pava ooft' au monarca» para con Espáfta y :piit úottelli^ 
míama», parece debe ser el probúr que nanea eonaeiilMn an togalU 
lar la insurreceion. Las esperanzas en eate conoepto no .careeett de 
al^n fundamento ; pero d emperador se baila iejoa de aumentarla^ 
y sí admitiese la posibilidad de un tan útil resultado , lo har&n de- 
pender de la opinión de las príacipales potencias de Etmopa, sobne 
el acto por el cual los representantes del pueblo eapaiol deberían se- 
fiater la apertum de sus deliberaeionea* ¿ 

»Esta opinión, siempre tan poderosa cuando toma el caráeter de 
un hecho revocable , acaso podrá convencer ¿ los príniápales mieoí* 
bros del miniateoo ie S, M. C, y laa Cortes, aliadas ballarAn ua 
medio fieil de dar á su lenguage esta impértanle unifocmdad. 

tSus ministros en Francia han tratado baatA aqui en au teaabna 
COA su irfenipoleneiario de la oórte de Madridv ¿N»|^adaáa aboaa pre* 
seotáraele en eoimín obeervackmea (cuyo raav^meik v» é seguir) que 
ceccmlaFáB al gobierno español la conducta y;Í0jB princi|Hfii poUticotí 
de los monarcas aliados? , 

»Loa monaicas dirán ^ los dneo miniatmi m hm oeaadp nuiKsa 
* de desear la prosperidad de España, sua deseos sea aiempae los» mi8« 
mos. Han deseado, que tanto en Europa como en América, ins,ti(Ur 
cienes conformes á los progresos de la civilización y á laa aeoesi^ 
dades de los tiempos, puedan producir á loa españolea laigoa años 
de paz y ventura, y estos deseos son boy los mismos. Hm deseado 
que estas instituciones viniesen á ser un beneficio efectúo por el 
medio logal de su establecimiento, boy lo desean del ousno modo. 

» Esta última cobsideraeion hará oonocer á loa mmistras de S. M. G. 
con cuánta aflicción y dolor hanv sabido los soberanos los mi-^ 
cesos del 8 do marzo y los, que les han precedido. A su parecer la 
salvación de España y el bien de laEnropa e;»gen sea este Jiaal re-r 
parado, esta maneto lavada , este eseániialo destruido.. El honor da 
semejante rc^Muramon parece pertenecer á las Cortes. Que.pfosK^ribaii 
y r^prueben altamente el medio empleado para eatablecer.una nueva 
forma, de gobierno en su patita, y consolidando un régimw «ábla* 
mente constitucional dicten leyes enérgicas, y vigoposaa oontaa ia m^ 
dicion y suUevacíoii. 

«Entonces , y solamente entonces, los gabinotoaitlíadoa pódate 
mantener con Espaia n^ací^nes de^miatad y da owfiania^ 

YDesenvueltai^ estas observaciones pqr l^ repreaeptantea jde las 
oioco Cortes , de común acuerdo harán conocer desde ah^NRa al. mi- 
niaterio espafid la conducta que aeguirán los gobierpQs :4Mo(i en ü 
caso de que las consecuencias del 8 de txmzQ perpetúen «n ^spafin 
las turbttleocias y la anarquía* Si estos conaejos saludablf^ scma esr' 
cuchados, si las Cortea. afrecen.jd rey, ánomtut. de la, ñafian pru^ 



}m # lAtt^Hlttd»; «itogmn %tttar sohvt séjidfts bases la trmqtflH^ 
éKl 4e 4» fiípaSa y la pas de las Am^kias del Sur, la revoluciim 
habrá sido VeiMda al laisaio tiempor qne ella jpeasaba obtener au 

»Si |lor lo ooaMwio , temores acaso scft)iiadíaiiieiite jmtos se rea- 
Ksan , al imbos im emeo cortes habrán llenaáo so deber sagrado, y 
en MMsa héelm HMado lú$ frinápiim^ indicado el objeta y ékmo^íta-^ 
do kk osom» di la áUúlMa evlropea. 

»£1 emperador espera )|t respmsia de h» €6rtes de Viena , Lón- 
drea, Paris y Beriki , «obre las eonmiiicacíones ^ue su gabinete les 
ditige^con este ofaftlo, y les prerieiie que la presente memoria es la 
iastñioeíoii que ba heebó Remitirá -todos sus mlnislros para lo que 
haee rehreíoná los «sítalos- de Bi^aM. » 

^el sistema eonstitoeional no tenia otra eosa de malo que d 
midk^emfleado para establecerle , una vez ya estableeido ¿i qué ésa 
repugnancia? ¿ ¿ qué ámenaaárá la naeion espáficAí con indicarle la 
ktdemde laahmza europeaf Lo que las Cortes europeas querían era 
que la soberanía residiese en él monarca, que se resistiese el movi* 
mwnto pwgrvsívo y popular, laretoluoioB trimifedora, al espíritu 
de M i crtad é igaaMád , que so hiciesen i tos reyes cuantas concesio- 
nes qiiisicnpan » y que las Cortes hiciesen causa coman eon los sobe*> 
ranos oontea los pueblos para abogar todas las revoluciones , y aun 
la misma revohicioB espala, eomo hablan ahogado la del Piamon- 
te , y se preparaban para la de Ñápeles y de Portugal. En una pala- 
bra, quería la aliansa europea que desapareciese la o[Hnion* de los 
pueblos triunfando la V(dimtad de los tlrmos , y con este objeto ái^ 
r^ian la antmor aaeaaoria á sus ministres en hs Cortes estrangeras^ 
tí^s intérpretes de la voluntad de sos ai«os. 

I El pueblo no se eogafa jamás en sus recóndites instintos f 

Nosotros queiMios qte se respete el deredio de gentes; y al par 
que sentimos el que dgonoa ái^os acaloi^dos huMesen tirado pie- 
érm en la noche del 6 de mano á hv; ventanas de las easas de algu» 
nm diplomáticos, sentimos también de todo corasen que los Amo9^ 
de estos mismos diplomátieos , cuyas casas fueron apedreadas, se 
buMesen entraaaotido e» nuestros asunlsfr doméstícas , y coadyuva- 
ran por su partea la pérdida de la libertad de ese puelilo que resen^ 
iMo se contentase solo con mostrar sü indignacaoi» apedreando las 
vantmas^geguirembs ptaea la híatoria de los toeesos, y al ft»al de 
etlos ^mprobareinos también que ¡el pueblo no se engafia jamás en 
sns reeénditos ímüíMos t 

Es muy cierto que el rey pidió á las Gérles por medio de un . 
mensage se indfcasan y aun propusiesen las personas que merecieran 
mas confianza, y que á juicio de ellas fuesen mas á proposito para 
desempeñar con aceptación general los importantes destinos de Se- 



cretftriw del desfMiebo ^ káSmn qiieáadfi véiintM; «eitfpi^/ á p»« 
mr átí la bnfena fé y caadidaai itel laonaroa» laü GMimiíí^ fli^erM 
oieaoft qu^ neg«nie4 ello por dos motivos {^odtrétost eltpÁmero^' perh 
que conocían que todo consejo que diesen al monarca de aqu^ cM 
peoíe, em.HBa inkmdim legal ; y el se^si^o ; |itt««<dáQii!>lb, hu- 
biera sMo^etar €Q»for«M 4X>n la.depomeion^ib los áatarieBei, y laé 
Gértea. eataban resueltas á manifestar sn désagMta>f)ti^*4a Tarifleieii 
de minislerio, «in embargo de estar e» ia f aeu^Mi dé \k eanma. 
' Gcmaiguiettte^ \A ieaolueioa taiqada fior kfi CMm «pi/k kesion 
del 3& de .raasze » l«.eomieion fue habiá c nea rga i a dfe e«Milnar ti 
estado de la nadon* d^o en au iaiorme!, dando)Uai<^^a aobve tas 
diversas /omspiívrieÉes 9* «ramaa |[uem .babian 4iatade|deadb 4620/ 
que para ilustrar mas al congreaa idivi<KA eiitiw ^éfioeaa fftifiípalea 
loa albonAo» y maqukiaoiones que haliian aeurridO' en.ia? riaofen; 

1/ Desde fidcfa de jnnio y priacipioa de julio de) efio -dei l#li&» 
Quyoobjeto era inüpaür kt reiiuioA de las CMeft. ' • . 

S.;" Cuando estas ibau ¿ éemr sus aetaoiies ytt* Mv se fué al 
Eaooríai« •.•»•'•;■' ^■ -....•'* 

S."" Guando l«iciiemige»éetaebiíal slstem seprapoaiermí im*« 
pe£r la veutíion de la presente legistatuva, destíkibikaito dbade'tegu 
sa objetOv que era destruir un miniateido qUe Uaáf eebémterée btn 
bia mostrado por el sostienimiento de lasmovási malHucnnes) y asi 
se observaba quetodoStsasrtisés iban diri^taa i denábartafaei ba^ 
iudrtf.- ; • L ••• 'í • •• ^ _ ' " '. 1 .?'..., ^. .'. • ;• 

. Que de 8U¿ indi^eienpt resultaba quabíabia'iiiía /juata^nipne^ 
ma á quien daban cuenta di loa prof^rimaB de* sus rámiiiaeíúMa; 
que.dsdia junta' elistiá anteando la reunión 4e tas Cártiast^ <>ueeft P»i 
ris habia una reunión pava fomentar el deeooBlenlo en' ia^Espaila; 
reunión que (enk sus juntas en Incalió cta ftiehelieu; y otia ^h, Ba- 
yma^Que las juntas de Fradeia sunriniatml^n ímuIo^ i las sUbal- 
leiii|is/ Que.era nluy áenotárque «Itmayer Jiúmoro deilastranuí^ 
se tMeaieiiahan . esire' si y y qae entan ios ageiifeS' subaUeiUos emii» 
señaladas loa íindividoos #ioDs éel cleroi Que el ^mioirteirio.edido e»< 
taba próximo á deeoubrir esta iBaquinacíeo » y qUefor eao se de^ 
Gffltebareamo un tliünfo^ euMe lee abaehilÍBtas lU.íoaUa de km íbíú^ 
naaUPoe. .•■.'■•,{ - •.';:::.-.•!'/....- ^ 

/ Gomo be Cortes se d^sentandieien'de diur «d rey I» mlaoiou q«Mf 
leit pedia en su mena^ge del ft de marze de i$i4^ elirey ^bmtafiunr 
ministerío con augetas que do te cuMoÉm «Blre 'sf , y aunque -m» 
individuos merecian el aprecio público como paitieidares; fmn. todw 
ellos ageikbs al aaovimienlo de 1820 y no podían dar el ímfHílso ne- 
cesario al paia* papa quq roBísliese tos aoonlecimientosque éeUan 
presentarse. . • : 

Diremos pues (^ las^ seeretariaK df I 'despacho fbero» pre^ristaa 



(wrtodigbm Eil>¿i;iVaIdélii0fQ8 /¡Ctebei^^io» íite I» Beoírtttla; 
Felitt,iHm k de Uitnmar; Moneaos DiK)n»|omGiieri!a; Barrita» pm 
'HÉM&M; .Oftoo Mmu^, para Gracia y íusticiar.y £icuderei> para 
Mnoa.; ai hk¡ú. Valdeoioim.dQSpaokó aniy pooM <Uaa |N)r anadia 
de salud, y fué reemplatodo por Fd^u iataiiuaeienley y pcwp dea^ 
|HM»ile «sta* pop Pefegnn, para, UUrainan ; 

' Para kt Mpitania gaoei¿ do Madrid ae jwmhró . al. génerai MoriUq 
quav acoahimbrada tumo v^úaiat deapotiaHdo rnililar que habla ejer* 
cida em América, no era lo mas á praprósitd para maiMUr la oapitalv 
y íkt^mkut'k^míiiliffm aabjre. (¡ae de funcbba.. al pueblo n^ba 
at geféral^MaiillailaiOaalidad de.i(Nin»t^ 

jEl puabbtibse eogafia jamaa en aua reeonditoainstiotoal ; ! . a 
Morillo desamparó la bandera nacional siendo capitán genaral 
daliqéfoito de €f|tiaia^ yta paiftalió^Dtttoieaamigo que maadaba el 
general francés» conde de Bourke. 

: Bral'eDteramenteaicBtodvfibadelaitonb»'^^ sostenido 

par una clase poderosa aun en aquel tiempo: el principio constitaeiON 
aal^liahia Jido ataaaáa em Nipoiei» yitos ábsoiutialaa^ aniknadoa coa 
las itta^joa. deia Sinte Aybaaa » of||ittúla^ 
apidiíiMidii au canaa la;del ailftf ly d 4rQno«!y ealpeUraa á ^ iütereaaf 
fef>iriadai^k»tdeiiia»3ahMUMa4ieE^ j í;i 

Blitnui;ios.aa8trMMtaeM Nipalestt se antmaü. ios absaiiilialas;» 
desplegan sus planes: Merino, Arija y la ciudad de Salvatienaiad 
. plMiiiBeian!aiii¿rtanienle<por d rey absólüló»' I la vista dala aOagria 
qlfft/pcHrtadas partos praaentalian loa realistaa y.la actibid hostil qne 
ibiftiamaado loa iiaas; loa otsos acodia^pal inat|n,.y toíñoelptuélo 
n^9e0m§allam4uá r§áamáM^in$lii4oifhkÁenm desterrar de tarioapUn«* 
toapersotias qué jdeapuari^oamprobaroa toiocirteza da las justaa sospe^ 
ehas.dala maeheduinbre^ )Enml<Mi9sfeS) da la .oon|uiacioaapostólica(^ 

. La lectura del infprme de la comisión para averiguar el verdaifirrQi 
ealÉdo de l^: nadan espafiobiy poadufa uii'aenlímianto profundo^ ly el 
sQíar€afaRrava díUiacidó fcs puntos fia&oulmiaantesdenueatrasdea*i 
gMsias dcmoslnnda loa 'viahladeraadnotores de nuestros males. 

• lA. El in tfcágiao del cMóaigo Viauésa^ que aieoipre desapro*^ 
bareasas, nd nos permita laoiir atfonda^ da su caasa« pues se resista. 
»iiestaf!a ploma á Ja eontiauácion de t|m horrible asesinato: respet^a^e^i 
maala.ileagraeia» auaqae sea-ennuastroa enemigos^ y miaoa nos canti 
formanaios can qiie foara de la ley haya quien quiera hacer usojdaí 
iajuatioii. {' . • .' • 

i Ett>ciu««ta.áia»turbii)eaDÍasé insultos ;á la peíaona dej, rey ^ise^. 
gun laa daMmentos* preseniados por la oaoñsion, un solo iadividiiai 
fuá acusada de tan orimiMl eaceao^.yápé^F'd^ algunas .cirounstan» 
cías que le favorecian, el fiscal pidió contal él la |)ena de mueble.' 
¿Puede caber mayar ^eaatígo? 



lM'0(mgpii^ioM94ei8teViila; CádiÁr&i»#«nT<*iw-fMtai4 
fMTon paradojas y eálaiMias ie loa enétnigoa delaCmistitimoQ. , < 

Las Cortes dieron iiiia ley sobre los coBciiifadores 6 f^efes 4e ká 
mófioés , etya ley existe , cuya ley defendía la invióli^iaidad d^ rey,- 
eento p«mle verse en sus dos primeros i^rticidos. 

c Articulo I."" Son objetos de esfta ley Ifts causas <|ue se IbnMn 
por conspiración ó maquinacidnes directas contra la Gonafituebn ó 
contra la seguridad interior ó esterior del Estado á coBtea b inviolar* 
Me persona dd rey constitodonal. 

t Art. i."" (Ley de infrácdon.) El que coMpirase direeliamfe y 
de hecho á establecer en Espafia otra rel^on^e la Ci^Mieafápóstó*- 
lica Romana, será perseguido como traídw, y sufirirá la pena de 
muerte.» , 

¿PiMden tadMurse de relwiuekNMriaalas G6rtas que ákMKm aqn»* 
Has leyes? 

La divimon que se ajitaki entre k» Itberries eirá el eaéril de los 
disturbios^ 

^. £o# Qtmnáufros de Castilla en aü arign Mluenw eMspirai- 
dores » sino defensores eaiusia»laai de les fuéroe de su pais íCoMni ei 
poder de Carlos I de Espafia, que desde-luego quetsm^iú dtmMiliftie«' 
mente después de la muerte de Dolia Juana , demosttó sus instiotoa 
deqkSlieos y eoholuyó con nuestras libertades en la eápíUa de Yi- 
Ualar. 

Al renovai^se en 1^90 la institución que ae habían pr«qpaMto 
aquellos mártires, muchos hombres honrados creyuvon coaveníenle 
uliir sus esfuerzos para consolidar el bien de la patria, y as aüatawn 
de l>uen& ^ en aquella sociedad ; pero loa ipie la haÚrní piMaovidoi 
lloYaron tolo el d)jeto de asegurat sif ambición», | Loa f^feaprii»-^ 
¿ipales transigieroQ con los fri^ceses en 18i3» y fuerontiaidoica A 
la patria! 

Los masones, cuya institudon debió ser en su prioeipio filanUé* 
pica y con el doble objeto de protegerse tos hombres /cotoa si^pam 
contrarestar las fuerzas de Jos monaross absolutos^ nli»'eaaÉdo á toa- 
dos; los que descollasen en la sociedad es el inteié^ de la asodaaíM^ 
se hablan establecido en Espafia desde la guerra dcf la independencia^ 
mas en 1820, separados de su principal rtto^ se apellidaron Mago-*- 
nena regular Españda, y se afiliaron en ella iodos aquettost^equcí^ 
riin hacer la guerra á los nc^^odos públicos. Las ésssoeiedadca aspi*^ 
raban al poder, los altos funcionarios tenían que depender deaJ^na 
de ellas para sostenense, y hé aquí la guerra civil entre iM^MhuiEdes 
españoles, guerra encarnizada, guerra á muerte y p6r k oíaLaaeguró 
su triunfo el despotismo. ¿Por cpié no han de aprender > los e6piA>les 
en la escuela de lo pasado? , : 

21 . No merece ocupar la atención de nuestros lectoras las < 



pilMffiMMs rep^itfMs de' ^jqueHa^^poca > : popque daspueft del trmnfo 
de los ab80lulíírta«^, fué públioi^ que todo babia sido coa «1 objeto dd 
desaeredüiu* la oauea co|b|tUiiciQDid haciendo aparecer á los oj¡ds de 
iais gentes honradiís aquel gobierno, oooaK) base del desorden, de la 
anarquía, de la inmomlidad, al mismoi tiempo que le presentaban; 
oomo irrdi§^90t ' ^ ■ • / 

; Los hombre» de quienes se b«Q vaUdo entodi» épocas para este 
tíme de teamoyas- ha^ 'sjdo memipre los eHrang^os, porque han 
. estado mas fáciles para la corrupción , asi que aun no hemos visto 
deai|^tai^»kigmo de tales ^9iir«iii0er#^^ Todos ellos, ó se encapan co- 
K»»su0e^id«*c^ebf6 Pefifteres^vqija volvió después de general de« 
féasor d^ia moo^pquja absoluta iró^lnem(ml un perdón de la piedad 
<lel sotoraAol.... Lo elerto de todo os, se^n heñios observado en la 
pasada y preaenle época»- queaiempseí se Jban conocido en los mal 
compaginados meim deque se han qM^Mor.snmr^ bienios partidos 
ó Men atgum que 4^0 gaJHnete» que. han sido armas yedadasá la 
sana maraly.de las cuales han<i|6ado paca de$acfedí(ariálos hombrea 
que )^ sw prumpios dwioeráticos as^rabqn á la libertad de} 
puebto. 

Las riftfcmlda oommpÍMS de la farsa de Mélaga para establecer eQ 
Eapaililla rep¿bUíc|i por Medialdua Bareó, Qoiiserahle avienfurerp, la 
de Bai^om. en la cpie adeoMis deBessieroa jugabaen ella un fraile y 
alguno que otro sujeto tan miserable como los anterioíre^t, y H 4e Z^ 
fagna«iftjqie h» iMientun^f^s \}%w y Cagueft, llámesq Meditarlos, 
hi¿ian querido envolver al honnido general Riego, que sin duda alT 
gima iaria el «priMípal ob|eta de aquellas» despreeiables agentes de la 
maldad, «eitan tanto nuestros sentimientos qne ser na» resiste eles-* 
crtUr sohve un asunto tan inmoral i tan repugnante.i y con mucha 
Bsas raaan porque la desgiaeía nos ha hecho ser victima de una in^ 
tri^i semejaole á las de la pasada ^ca. 

ilL lEstailada la conspiración en Zai^oi^a se iprocedió i la for« 
tuackm de la^att«afia^5 5 como era consiguiente, según el objeto qué 
se debieron proponerilos fautoses, digeron en sus declaraciones que 
Riego ep^el prineípal instrumento de ella, el ariete con que se de* 
bía^ deiribar la uioaarquia; y sin que aparfi^í^^e probado de un modo 
legal, habiendo aprovechado el momento en que Riego estaba recor* 
ríeiido la ¡H^ovincia, dieron parte al gobierno y volvió orden para que 
el cai^tan geoeíat de Aragón luese desteriadoá Lérida. Comi^nícanle 
á Riego la orden antes de entrar en Zaragoza, quiere entrar paraar-? 
riglar ios n^i^eios de saisiaa y msorohar al siguiente dia para cum~ 
pUr la voluntad del ministro; el brigadier Moreda, gefe político, des- 
aveaido con Riego y unido con el medro^^o ministerio , se vale de las 
circunstancias para presentar á Ri«;go como desobediente al gobierno; 
alarma la ciudad y h^ioe salir ana concisión pai*a npticiar al general 



qiie Áo se l6 pennki» !« ^ttn^ én b eMad, y bfr aqiri ál^Mwréei 
k l9la de Ledñ victima dé áqfo^^ís hombres que nkigtma parte ha^ 
bian tenido e» el aleamieiito Meimd , T c}«ie tléirptíes cfuemn apm* 
▼echar «n 9ir beiielScio los sacrificifd» del pueblo, fliego ftié iiiracio>* 
iialnieQle depuesto j pasó á Lérida p«ra e«imptir su destierro. 

23 y 24. Nunca fué nuestro ánimo hacernos cargode kK9|papai^ 
rachas, (¡He aunque espresioii de mal génem no eneontramos otra 
máé adecuada á ks sandeces^ M' eM^Hor franeéa sobré estos dos pár« 
ráfos que despnecjamos. * 

25. : Antes de hablar fiK>bre ta reunión de las Okie» estmordina- 
riás, descorreremos un poco el velo del iftiisierio para qm vaj^ 
apareciendo la verdadera sitaacion de) pai9^ y nuestros leetofés ¡m^ 
garán eon antecedentes elertos á los que complicaban mas y mas el 
tumbo de k)s negocios" públicos , sumergiéndonos en tA eaós detaa 
enemistades y del cual autf no^ hemos i^odido sdir. 

La providencia dada contra Riego alarmó á los ei:al«aite4 y estos 
quisieron hacer un alarde del afecto que le profésriaian paseando su 
i-eCrato. Laauiorldadse opuso, la Ifillcm se^rmé, con-eli»el g^ 
político San Martin, dispersó el pelotón que llevaba el retr«*o Ai 
Riego, y concluyó aquel acto que sirvió para que losenethlMS lige- 
sen que s6 tralaba por (H de poner á la cabeza del Estado á iaMsste*^ 
ros y á Riego, con que Satí Martin mandase el manoseaito cuadro á 
las casas éoAsistoríáles. . .: , . 

Hemos visto esa Milicia, bn vituperida de anarqdisMi,; impomr el 
orden en varias ooasiones^ y principalmente en julio de %W) f 19 
de setiembre de 1^21 , y justaimeirte euand<o scdeeia atentaban eon-^ 
tra el ntonarca. Aquella fuerza ampliaba las gárMIfás 'Slieiales y aficm^ 
¿aba en eiertb modo el respeto debido á la voluntad del pueblo por- 
que no estaba espuesta á las intrigas de los que queñan sujetar la 
nación al principio absoluto. Guando un día se pueda tocar este 
ptinto se har& la justida que merecen estos cuerpos , deécartándolos 
dé aquellos mdividuos que no tengan interés en la conservación 4el 
orden: entonces, como dice el autor de \o9 Apunm MMérteos trl*^ 
tíoos, página 109, «sé conocerá la cruel Binraaon* eon que se led 
ha confundido para saciar los vencedora s<i amiícidn V' ^ veiv- 
ganza.»- ' • ' •• '/ ; ■■■' •" •' ■' • " 

A las ocarrencisKs de Riego y de su retrato se agregaron otras 
que acabaron de po^pr en riarma ¿ la nación, y eonétayó por un 
descontento general. 

Las Cortes estraordinarías del día 28 de setiembrre de iiBii se 
abrieron tranquilamente y en ellas no hubo asuntos dd mayor inle^ 
res hasla él 27 de noviembre, pues solo se ocuparen de la división 
de! territorio, ordenanza del ejéreitd, códigos, etci, etc. 

El periódico littiladó Eú» úe JPodMb, del que eía «no^de sus re* 



— Í63 — ' 

dacteKes' un aventurero fcancés (d) y et Birriágo\-tTm los papeles 
que 'escribían cwi mas calor, y algunos de los desmanes que come- 
tíiát<m se supuso fuesen, jiagados por cierta mano estrangera. 

Por este tiempo empezaron los emigrados españoles á i*ecibir' 
protección en todos sentidos del gobierno francés y á introducir t^l 
germen de la anarquía en la pobre nación española. 

> En Zaragoza ilepasiefon al' gefe político Moreda, autor de las 
o(Íufl«ncias de Riego. En Cádiz se negaron á recibir de g<rfe poUtieó 
ál general Venayas, porque dudaban de su constitucionalismo. Pór 
ta misnia Tazón en Sevilla negaron la obediencáa al ^bierno ptdhi^ 
bienio la entrada en la ciudad al capitán general y gefe político qué 
el ministi^o había nombrado en reemplazo de los beneméritos pátrio- 
tasy general Vélasco y de Escovedo. En Valencia representaron con^ 
tra el gobierno^ y al ver las Cortes que de*^todaS partes, y hasta de 
Galicia, se recibían representaciones contra el ministerio, empezaron 
i>atennar!se, y habiendo recibido un mensage del rey sobre las ocur- 
ratieias de Cáéá%; en ia sesión del ¿7 de noviembre, manifestáronlos 
]«^sentantes (te la nacida, que ^ bien desaprobaban altamente 
cualquiera in^ibordinacion: ó esoeso contera eí orden público, cuáP 
cfoiera falta de reiepeto á tó le^s^ estaban apuestos, coma siénápre, 
á-eooperaroori todnelilendde s(is 'fateultades constitucionales para 
que ni las libertades de la náeton, ni la adWidad legltltóa dé S: 'MI' 
safiieTaf) el mas leve; menoscabo, y que nada omitirían para cohso- 
Mslar el négrmén< constitucional que lo conceptuaban como inset)ara-' 
bleidel6rc|eny de la rigorosa qbservaneia de las leyes. 

Esta* esplicita manifestación akrmd á.los enemigóla del sistema: < 
eemo convencidos dcr <jue los españolea estaban decididos por lá 
Constitución, resolvieron' se reformase la de 1S12 en íinSí caHa dotiaé 
jugasen las dos cámaras, una electiva yi otra de nombramiento rea!: 
ad)efeelo el general Egufa, que se hatlaba en Bayona,- teriia invitado' 
con fecha 9 de octubre al marqués de Mataflorída para que eséribifese 
1»! manifiesto sobre el origen de la Constitución, i^s ddíectos, etc., 
^diéñdcie la remisión del borrador para dirigirlo á París; pues esta* 
lia de^euerdo con aerto persónage que mandaría imprimirlo sin fir^ 
má pam>haeerii> circular. 

' ' ^BI mfirqufés contestó manifestando sé hallaba resucite á ello; y' 
EgimVoon fecha 8 de n6vlemfepe, le escribió adviítiéndole quelo M- 
oiese en 'español y francfe para patentizarlo, no sdó á la Espafe, sino ' 
tamrbíen á las demás potencias, poniemio en él tas notas de prueban 
nocpsmas para-el mejo* convencimiento, y que á su tiempo dí^iá 
al marqués noticia del sugeto que lo pedia; pues era de $u maybr 
ooniMza^'^ • ' ^'' ^- I--Í •• •• .'^ " / .^: ' 

■ *(l5'^'áiéttípTe sé encuentran éétrangéros eii áonde hay algo de trama para 
destruir el sistema constitucional. 

20 



— <54 — 

Ya tienen nuestros lectores el principio de ia sociedad que se 
llamaba de los Aniíleros, en donde también de buena fé entraroa 
muchos liberales creyendo que su plan, aunque en la apariencia de* 
bia ser solo una sociedad literaria, seria pai^ eontener los progresos 
de la anarquía. 

El 21 de noviembre el marqués de Mataflorida, que se creía gefe 
de los em^rados, hizo una esposidon á los emperadores de Rusia y 
Austria manifestando (según él decia) las verdaderas causas de la 
revolución española, pidiendo su protección para itocar al rey y real 
f¿(milia del cautiverio en que una rebelión militar le habia puesto, y , 
en el mes de diciembre publicó el marqués el manifiesto titulado: 

ftLos Amantes de la monarquía á la nación española y las demos 

de la Europa. > ^ 

Eguia y Morejon remitieron ejemplares ¿ todos los soberanos 
llamándoles la atención á fin de que acudiesen coa su poder á sakar I 
al' rey y á la patria, pues de este modo satvaií^n también sus Ests-* 
dos de las desgracias de una revolución que les amenazaba. 

. En papel del 5 decía Eguia á MataOorida, que el sugeto con 
quien se entendería en París era D. José Morejon, ofioial de la se-- 
cretaría de guerra y comisionado en París. 

Los hechos justificaron, no los actos de violencia ni los asesina- 
tos, porque jamás pueden encontrarse razones para ello, sino que 
las resistencias pasivas siempre tienen una causa legítima que las im- 
pulsa, pero que como los gobiernos les dan el carácter de violencia, 
no quieren escuchar la voz déla razón y hacen tjue se irriten las pa- 
siones, en vez de tener presente que con la calma y tranquilidad, 
cuando las providencias ó medidas son justas, se oyen y remedian 
fácilmente los abusos. El imperio de la fuerza es odioso á todo ser 
viviente. 

^6. Cádiz y Sevilla representaron á las Cortes manifesiando que . 
el pueblo habia llegado a aprender que las dispoaieiones de vaqitélloS{ 
actuales ministres no eran, las mas conformes con lo qiie exígiá la 
coQservacíon del sistema constitucional. El señor Cortés apoyó las I 
representaciones como diputado, mas el conde de Toreno, que lo era \ 
también^ dijo en su discurso de oposición entre otras cosas notaUeis 
<q&ie las clames privilegiadas que eran las que mas han perdíido en 
la revolución, permanecían quietas y tranquilas^ á saber, el cíete y 
Is^ nobleza. » Pedia el conde que se castigase severamente á los que ¡ 
habían firmado las representaciones. 

Cuando el señor Toreno decia esto en las Cortes, circulaba ya ! 
en España y en las cortes estrangeras el manifiesto del marqués de 
Mataflorida. ... 



^ ^ — 188 — 

(I E3 señor CalatraVa, en su razonado discurso^ contestó al conde, 

n que lejos de ser útil aprobar su proposición podría ser perjudicial, 

ll^ pues siempre hay un gran inconveniente en que las Cortes esciten 

¡y al gobierno para que use de las facultades que le competen, < Ao se di- 

ga nunca (anadia) que los representantes dé la nación han provoca- 
^ do para que emplee la fuerza cpntra los pueblos, i 

21 ^ Las provincias Vascongadas y Navarra estaban llenas de faccip- 

i\ sos que se llamaban defensores del altar y d trono, capitaneados por 

1^ un sobrino del obispo de Calahorra', los pueblos de Aragón, como 

ij Alcañiz, Caspe, Alagon y Calatayud, gritando • viva la virgen, viva 

; Dios, viva la religión» y las partidas de estos pueblos capitaneándo- 

las un sobrino del obispo de Tarazona, Juanito el de la Rochapea, 
n Crespo y Dominguillo, el sobrino del cura, defendian la religión, como 

ellos decian, en los valles de Contrasta y las Améscuas. Saldivar re^ 
corría las ^^ndalucías auxiliado por el P. Yelez. En Galicia el pue- 
^ blo, que tenia por alcalde á un obispo, apaleaba al que no decia Je- 

^ sus, Ü(nria y José; cuando se estornudaba, y nada de esto llamaba la 

u atención de las ministros ni de la Comisión que componía el conde 

de Toreno,> Martínez de la Rosa y otros, sino únicamente las violen- 
cias populares y las representaeiones que dirigían los pueblos á 
quienes provocaron mandándolas autoridades de las cuales descon- 
fiaban. 

{Pueblo, pueblos! Solo se ocupan de tí para exigirte tu sangre^ 
tus hiJQ$9 y abi-umarte.con contribuciones! • 

La talumnia, el ultraje, la violencia, esta es la parte que te to**. 
oa de tus esfuerzos y sacrificios. 

Cuando. ^ 1820 te arrojaste á romper las cadenas que oprimian 
á esos mismos homln^es que hoy te motejan, todos los discursos o6^ 
eiales , todos los escritos , toido en fin era una pura admiración 
de tus virtudes, todo ei^a un puro reconocimiento ; pero aquello» 
hombres que sembraban la desunión en el pueblo creyeron que los 
mdle§ iban á remediarse estableciendo U cmla, que convenían o<m la 
Francia dar á los españoles: el desengaño le tocaron después, y tam<^ 
bien alcanzó la persecución y el ostracismo para ellos. 

La guerra estaba pronta ¿ estallar en los Pirineos: )mil calami* 
dades ameMzabanálapatríal ¿Por qué no predicasteis la unión? ¿por 
qué DO hicisteis. conocer que todos éramos españoles interesados en 
la independencia nacional? Porque sacrificáis al orgullo de vuestr»^ 
ideas todos los sentimientos nacionales. 



— isa — 



.». .í.i .1'- 



del diícuráó pronunfcíado por el señor Romero Alpuenle , en la sesión del 22 de diciembre 
de'i821; referente &ldi(Mmen de la dbmisidn nombi^a por las Cortes para informair y 
l^üopoper las mqdito opmtunas sobre las opurreneias de Gádit y SieviUa^ en el cual su rosvh- 
ce á primara- vista el verdadero estado de la nación á fiiies de aquel a3o. 



Illf: oponga al dictamen de la comiisioD , porque k> que propone me 
parece poco con respecto á los' ministros, y anti-constitiieional y ofi^ 
cioso en cuanto á la invitación sobre nuevas medidas. Esto úkimo se 
demuestra con sola la observación de que al pótter egecutivo toca 
,h?u;er á las Cortes extraordinarias las propuestas que cr<» convenien- 
tes para que el legislativo pueda ofrecerlo que Becesite. Lo primero, 
ó loredatiVo álos ministros, me parece poco, porque la separación 
ha.de ser de todos, todos los actuales, y su reemplazo h» de baüerse 
con óteos tantos que á tes calidades de sus respectivos dertiiro^ ju»* 
t6ln una firmeza varc^il de caráete? y la de seréonocidmDenle ama»** 
tes} de la institución. Haee mueko'Kémpo; sefior, que formé jisicio 
de que estos ministros no emn ¿ propósito para las circunstancias, 
qua >no tenifin todos aquellos conoeimienlos y aquella eneigía que 
eran menester para resistir á» tantos ^lemigos cwbo habiaw de ate* 
Carlos, y que reducidos por sus arterías palaciegas, los C4>iiv^plirtefl 
en instrumentos de sus pérfidas miras y de nuestra e^htvitiid . Este 
triste vaticinio iba á cumplirse de lleno 4si Cádis no bubíem tetaiítJi- 
do eí grito, y la d^emoslracion de tan importante como amarga ver- 
dad formará el objeto de mi presente discurso. 

Acaban las Cortes de oir el empeño que tenían algunas de las otras 
naciones en que los ministros pasados fueran separados de sus desti- 
nos. Esi irtiposible que el congresp haya olvidado el mismo empeño 



— m — 

qu6 nuestros eoMiigois iiiiBriores del «btetna^ álá junta dupréni& de 
GOQspiraéoi^s.qite hay owlta eíi Madrid, habia formado pam llevar 
á cabo sü$ tramas, y s(ri)re todo salvarse del pélibro que oorria por 
haber eagido los miaistroa^ios hilos de ellas, cotño con refi^^Dciá á 
documentos lo asegura al coogreso en la legUjatura pasada la €0^ 
misioo de su srao nombrada para informarse sobrad estado de la t^^ 
Gion. Mucho menos han podido olvidar las Cortes la simultánea y 
sorprendente separación de todos los ministros, pasados, de que se 
les dio parte, en. los momentos de que eran mas necesarios, como l09 
primeros días de la legislatura por deber enter^n^la en ellos del «s^' 
tado de la administración pública en sus respectivos ramos; ¿Quién, 
pues;, podrá dudar que esta separación repentina y simultán^ de los 
ministros fué la obra y «1 triunfo de los gabinetes estrangeros y 
de la junta de conspiradores, y que consistiendo sus ventajas en ar*' 
ranear primero de los ministros los hilos de las tramas para salvarse* 
del peFigro y trabajar después seguros dentro y fuera de España en 
nuestra ruina, todos sus tiros con los nuevos ministros habían de di^ 
rigirse al principio á poner las tramas de su conspir^icion tah i en^ 
\Á&U>j que para siempre jamás se perdie3en sos hitos, y desf*ues á 
ba^er por sus manos lo iqiie era imposible á las «uyás? Siga oomni-' 
go^ el. que lo dudafe, el camino que ha de llevanios al conocimiento*, 
de. estas verdades. 

Los hites de la trama estaban en los ministros impropia é indi^^ 
rectamente; ni pcdian estar de otra manera en los agentes dd poder 
egeculivo;- estaban porque lo sabían, y. lo sabia» porque los^ jueces 
interÍBCKS que habian puesto querían y sabian cogerlos. Los hilos 
estaban propiamente en las causas formadas , y las camas en poder 
de jaeces amantes de sü patria^ sabios é incorruptiMes. Estaba la 
i»ayor y mas interesante parte de ellas en Guevrero, de Murcia; en 
Senanov deValenoia, enLanuza^de Alcalame Henares, y ^n Castejon; 
de Madrid. 

Tales eran las manos que habian cogido las hilos de la tra^ia, y 
manos tan respetabtes>v aun paia el gobierno mas absi^uto, era preci* 
so despedazar, y despedazar aun con ignominia -en un gcibiemo re**- 
presentativn^ para conseguir, que k>s> halos desapareeiesen para siem- 
pre, como /8<$ preteadia. A pesar pues de todo, manos tan respeta- 
bles^ se despedazaron con ignominia; porcpié estos jueces interinos 
dejaron -de serlo; las causas pasaron á otras manos, y los hiloade la 
trama se/ perdieron para no cogerse jamás;' (cuales serian los esfiier** 
zos de los conspiradores, y cuánta la imprevisión ó deMlidad del 
ministerio para una injusticia tan ofensiva al pudor y tan escándalo- 
sal Siempre hubiera sido increíble quedar sin s^ juzgjidos Guerre* 
ro. Serrano yLanuza, porque aun cfuando no estuviesen ya enten- 
diendo en estas causas, debia buscárseles y rogárseles q«e se^encar* 



— 458 — 

g^iranée «lias; pero la ii^iistteia nuncan^ seria tea escandalosa y tan 
ofensiva ¿ las leyes del pudor, como Ja egecutada cmi Gasieíoa, por- 
que ni las causaS'^e los otros estaban en Madrid, como las de este, 
ni Id gravedad de las de afuera era igi^al ala de lasde esta corte.. Pondere 
ahoia el ministro su patriotismo y virtudes;. nunca podrá negar que 
este fué el triunfo mas dificil y completo que pudieron imaginar los 
conspiradores, y que para la seguridad de los buenos, tanto como 
de ks libertades pab-ias, fué un golpe casi mortal. Si así no lo cono- 
ció, confiese su ignorancia; si lo conoció y no pudo resistirle, con- 
fiese su debilidad. La debilidad ó la ignorancia son defectos ó vicios en 
las personas particulares; pero en los ministros son <»*imenes, tanto mas 
peligrosos^ cuanto son menos notables, mas fáciles de cometerse^ y de 
consecuencias mas ruinosas al Estado que los verdaderos crímenes de 
acción, como la concusión y el prevaricato, y que nunca se confun- 
dirán los principios de donde proceden unos y otros: la falta de ma-' 
licía podrá librarlos de las penas criminales, pero la falta de previ- 
sión 6 de fortaleza siempre los arrojará con ignominia de unas si-* 
lias destinadas para almas mas grandes. 

Consecuencia terrible, pero cierta ; nos quedamos do solo^ sin los 
hilos de k trama , dejando en absduta segiuidad á los conspirado* 
res, sino también sin justicia criminal para los enemigos del sistema. 
Porque si unos jueces de tanta rectitud como Iqs cuatro de Valencia, 
Murcia, Alcalá y Madrid, perdieron sus juzgados, interinos, y no ob- 
tuvieron la propiedad por ser justos é inflexibles contra los enemigos 
del sistema ¿qué juez tendria ya valor para no mirarlos sino con el 
mayor respeto, para no huir de donde pudiera tropezar con ellos, y 
para no examinar y volver á examinar los testigos para desvanecer 
hasta los mayores cargos? Sí sefior, la España se quedó desde enton- 
ces sin justicia criminal para sus enemigos, porque así se ha castiga- 
do á los jueces que trataban de administrarla, y al contrario, hay in- 
justicia criminal para los amigos de la patria, porque hay un interés 
muy grande en su esterminio; y lejos de ser esto un crim^ puede 
alegarse como un mérito distinguido para los ascensos. Hay escáU'^ 
dalo de justicia, sí señor, porque no la hay; los encargados, de ella, 
llegan á tendi>lar porque hay muchos que quieren confundirse con 
los Vinuesas, habiendo dado lugar á esto el ministerio pfíismo; por- 
que con su cmiducta ha ligado las manos á los jueces, y ha forzado al 
pueblo á qtie se la administre. De aquí ha provenido que hasta los 
mejores magistrados, como la mayor parte de los que entendieron 
en la causa del revocador, amigos mius y liombres sin mancha, 
hayan sido comprometidos y confundidos con los perversos, por 
haber perdido su fuerza moral la administración dt la justiida en 
España desde que el ministerio la proscribió con el escandaloso 
ejemplo de los cuatro jueces. 



— «» — 

Sigamos ahora la histeria de sus contemplacimies y oondeseetu* 
deDcia con nuestros enemigos. Libres ya del honroso peli^o que 
cdrríaoen manos de jueces tan incorruptibles » reemplazándolos otros, 
probablemente á propósito para ^rvir menos á su patria que á los 
protectora dq ellos, no les quedaba'que hacer sino proseguir im-*- 
pálidamente los planes de la conjuración , y como para ello era 
menester que el pueblo, que es el campo en que estaban trazados, 
se preparase para recibir todo el impulso, hicieron Ib que era muy 
natiiral, apretar de nuevo las vendí» á sus ojos para que no cono* 
ciera ios errores en que le hábiáii criado, ni viera las venti^ que 
le ofrecía el venturoso nuevo sistema. 

Para esto ño se habia de hacer novedad con los malos obispos^ y 
las órdenes dados sobre la secularización de religioso^ había de en» 
torpecerae por los mismos obispos, de acuerdo con el nimcío y Sif 
Santidad; porque secularizados sin dilación los regulares, se hubieran 
derramado sin nfodnla las luces, y estrafiados^ los malos obispos, los 
hubieiiin susüfuido gobernadores que no hubieran consentido el uso 
del confesonnrio ni el del pulpito, sino á los dignos ministros del 
Dios de paz, ni hubieran hecho á k)s pueblos las visitas que algunos 
para alucinar á los incautos, y ñjandosu vista en^l aumento de con* 
tríbuciones apartarla de la b^ de los diezmos, para que en vez de 
conocer la ganancia no hallasen mas que pérdidas en el sistema, y 
en lugar de estirpar los ^rores de la superstición , arraigarlos mas 
disponiendo kis< ánimos á la rebelión contra la augusta lápida, ase-* 
gümíKk»^ lá mas colmada cosecha de sus trabajos,, cuyas muestras se 
dejaroft ya ver muy á los principios en Aleante; y según el correo de 
lioy se han dejado ver también en Caspe, Calatayud y Huesea, Im* 
Uéndo wfam^do la lápida en esta ciudad y capitaneado á los rebel* 
des un sobrino del obispo de Tarazona. Pero para tantas medidas er|i 
^jNrecisQ graar á los ministros: el de Estado, para que no nombt^nt 
un representante sabio, firme, ardiente y patriota, cérea de la corle 
de Romai.que.4tora.á conocer á su Santidad y á su nuncio los dere- 
ehosde la £9pafta,.y no hioiem ninguna mudanza en sus empleados ( 
el ministro de la Gobernación, para que no pusiera por gefes polití* 
eos á militares que supiesen esgrimir la espada y no la pluma, como 
convenía para deseubrh* á los facciosos, vigilarlos y perseguirlos: el 
ministro de Gmcia.y Xusticta, para que las representaciones que leo* 
viau Gontm los knalos obispos de Cataluña , Aragón y Castilla la Vie* 
ja. quedasen desatendidas: las reclamaciones contra las visitas que ha- 
cían por los pueblos, no para edificarlos, sino para destruirlos, se 
echasen bajo la^mesa: ios acuerdos del congreso que le fecilitaban, 
el éstrafiamiento de Ips qué lo merscian , especialmente el de los 
obispos de Osma y Calahorra, descubiertos en la insurrección de 
Merino, fuesen dados en yaxya: el minis,lro de Ja Guerra» para que 



— 1«: — 

no Mlo.consiiitíefa en Um mm'pos los gefes sóápeeliQsos y indos, no 
solo aumentase su número dando, ya decretos para que ios aseensos 
fuesen por ant^üedad, ya piazas de capitanes á pages de) rey ad- 
mitidos en su servicio en estos seis años últimos^ habiendo mas de 
dos mil oficiales sobrantes^ sino que los forzara á cal^r privándoles 
la reunión en cuerpo para el ejercicio dtí su derecho de petición. 
Empresa era bien difieil reunir tantos ministros para tantos puntos, 
todos. tan convenientes á tos enemigos de la patria; empresa tanto 
mas difícil cuanto envolvía el empeño de que estos ministros, encar^ 
gados de llevar adelante el tnáosito de la esclavitud á' lattbertad^ es- 
taban obligados por una parte, á disponer las eosas de inaaera qud 
los enemigos del sistenpia se hiciesen sus aflaigos, 6 se les redügese 
á la impotencia absoluta de hacernos da6o\ y pOT «tra á conservar 
el ardor de los amigos nuestros y aumentar su número y 1|ü fuerza; 
y los conspiradores venían. á pedyurles- todo lo eiontrarb. ^Y locotisi- 
guierra? £1 i^xito esoedió sus esperannis. £1 miüislekio de Estado, no 
seio no hizo novedad en ¡los csi^nsuies enviados y ministros iserca de 
lasciktes.estrangeras manteniendo de cónsul en Burdegusá Monteñe-^ 
gro, que fué de la camarilla, en Bayona áotno cónsul que no in»* 
piralaniayor confianza, -en: su se^etaria á- todos los oficiales que 
había. antes » sino que para la embajada á Porti^I , tan importante 
encestas circunstancias, nombró. á Revillagigedo , cuyas pruebas de 
amor á la Constitución son ó pOdmn ser las^ que se quinan ; pero 
carecen de la publicidad que tienen las de otros eoM(»damente á 
propósito para una oomisipn de tanta ccmsecuencia : el ministerio de 
París , mas delicado aun que k embajada de Portugal se ha provis- 
to: eo Casa Irujo que ha servido' bien al despotismo; y cuando mas 
que nunca reamaban lois deredbos de la^ nación ministros intrépidos 
por la libertad y sabios en todos ramos, espeisiálmeirte en d de fo 
dipldmócía, enlftso&rtes de Bioma, Yiena y Pkersbni^, por 1^^ 
agotas pasadas á las otras cortes^ injwiosas^á las nueétmisíi hs tienen 
vacantes; pcmfue aunque eíde Petersburgo se prirreyó«»6almon,^e 
patriota y juicioso espado! no ^ha .s»do. admitido por aqqelkéórte; SI 
/ de esta manera el ministro de> .Estaco, ha hecho'á los obnspiraHlores 
el gran servido de poder; trabajar im¡»ineflse»te en las naciones es^ 
trangeras, y á las puertas de nuestra casa cuanto convenga á sus 
péitfidos piases» pagándoles la nación los agentes que la vendan ^ o^ 
iláádofe ^cuanto le convenga saber, y oomqnicando y haciendo eu«ftto 
áéllofii les: importa para llevar adelante su conjúrate , no es metidr 
61 servicio que les hau heoho los otros ministros.. Bien; decidido es-^ 
taba el dé k Guerra á formar un ejér^to'omüioso á los eoemígos in- 
teriores, y respetable á ios asterkwres. Sin moticia/de #los, sin duda, 
y por descuido suyo, pa^ó á la juttta?deinspectores la orden do se- 
parar lo^ gefes sospechosos ; y fottBar causan* los que .fiíeseh 45rimi- 



~ 161. — 

nates ; pero la juilte la devolvió sin (íUttipKmiento por pareeeríe que 
iMbia inéoAVenientes , y ai fin sucumbió con el de Estado á sus ata- 
qnen* Ya no volvió á hablarse de mas mudanzas , sin las cuales es 
imposible tener la unidad de fuerzas que nos con venia; y no conten* 
tos eon esto , contiDftó el decreto real á dar á la antigüedad los as- 
censos en perjuicio de los oficiales de la Isla; porque , aunque anu- 
lado por las Córtesi á propuesta mia, no dejó de producir sus funestos 
resultados. Nada m»s propio para irritar al ejército que, teniendo 
mafS de do» mil plazas obrantes de ceciales, enviartes cinco pages 
del rey, adnntidos cuando era absoluto , con otras tantas plazas de 
capitanes arrebatadas á los oficiales beneméritos. No le bastaba el 
consejo de Estado para cubrir su^ atenciones j pues con el prelesto 
de autoriímrle tas^ Cortes parí Valerse (^ las personas que le pítre- 
ciesen al arreglo de la ordenanza, formó una jun^á consultiva com~ 
puerta de siete generales con sueldos de campaña y las atribuciones 
de informar de ctianto les remitiera, pidiéndole su dictamen, agra- 
ciando cdn e$te paso antl'^eoiistitucional adiete hombres que, aunque 
fuesen de los mas beneméritos, no podia menos de ser un aumen- 
to de gastos cscusables, y objeto de envidia á los muchísimos aci-fee- 
dones á igual gracia , ni de ofender' las prerogativas del Consejo de 
Estado , único del rey. Si este servicio, unido al que* ya dejaba he- 
cho el (Je Gracia y lu<ftléia, no estuviera enlazado al del ministerio de 
Hacienda , mucho htibierarr adelantado los enemigos , pofque no pu- 
diendo lat paitrfa contar con una fuerza moral y física vigorosa , nc 
podía prometerse mocho^adeianlamientos en su nuevo feliz sistema; 
pero no deb*a oon todor^eso desmayar, ponpie habiendo tiempo y 
prudencia las mayores difieirltades se vencen. El servicio mas im- 
porte!!iflé<|ue en esta situación podia hacerle el ministro de Hacienda^ 
en dqw á todas ks clases sw dinero; porqoe él vientre, eomo sue- 
le de(#r^ i no tiene orejas , y en el descontento del liambre no hay 
orador qoe la quite,"' sano la comida. Pocos empeflos basftáron para 
lograr del ministerio de Hacienda una gracia , que con solo no hacer 
nada estaba hecha. A mayor abundamiento se agolpan las visitas, 
las mudanzas de empleados y del sistema, y el resultado salió^ á me- 
dida de los dedeos de nuestros enemigos , el mismo que estamos to- 
caif»do , esWujarse á todos para el pago de contribuciones y timbreí?, 
y no pagarse á Bingüoo. 

Es imposible que para reunir tantos ministros en el acuerdo de 
tantas medida?, todas contrarias al sistema eonstilucional y á la mar- 
cha que reclama el patriotismo de todos, no fuesen los esfuerzos de 
los conspiEadorés los mas estraordinarios, y los apuros y los conflic- 
tos «en que pusieran á los ministros , no fueran los mas dignos de 
compasión , si á ella hubiese lugar en lances tan críticos y de fantó 
tamafk). No sin fundamento decia el ministro de Gobernación de la 

2! 



Península, que les dotian ias manos, los brazos y el cuerpo^ sin ser- 
les posible moverse como si tuvieran trabas ó grillos ^ de un modo 
que no podia esplicarse, pero sea de estas trabas ó grillos lo que se 
quiera , lo cierto es que con tan asombrosos elementos dentro y f ue- 
r^ de la Península , creados incautamente por nuestros mismos mi- 
nistros para nuestra ruina, empezaron los conspiradores sus movi- 
mientos hostiles con el objeto de dejar sin destinos ui opinión á los 
mas esclarecidos patriotas; pues para arrastrar impunemente la Cons- 
titución no necesitaban mas que dejarla sin los principales caudillos 
de sus defensores. La calumnia de republicanismo les salió bien con 
Oudinot en el año i 5, pues lograron poner en opinión de republica- 
no hasta á D. Agustín Arguelles. Reprodujéronla á los primeros dias 
del restablecimiento de la Constitución ; pero se cortó el fuego con 
la prisión de Velasco » dejándose ver en los papeles» que estaba im- 
primiendo , y en lo que siempre habla estado trabajando por la tirar- 
nía, la impostura impudente.de semejante republicanismo, como 
recordarán las Cortes. Lo acreditaba la causa traida al congreso para 
ver si habia ó no^ lugar para exijir la responsabilidad al tribuna|;e3- 
pecial de Guerra y Marina, que la resolvió con una pena benigna, 
muy diferente de la grave que impuso el auditor. Para dar valor á 
esta atroz calumnia de republicanismo hicieron los conspiradores 
venir de Francia emisarios , especialmente para Aragón y Valencia, 
y aun hasta' Madrid , que escitando á muchos patriotas el deseo al 
gobierno republicano , como prefei*ible al constitucional , pudieron 
recoger algunas medias palabras y papeles, dictados por ellos mismos, 
con que probar á los conspiradores la pruebaide su invención , y per- 
der como republicanos á los constitucionales mas decididos. Los es- 
trangeros nada dejaron por hacer para servir á tan inicuos planes, y 
resuelta su vuelta á Francia, por no hallar entre los patriotas otro 
voto que el de Constitución ó muerte , creyeron los conspiradores, 
que asi como hasta entonces habían logrado seducir á los ministros 
para cometer cuantos yerros convenían á su perfidia, así cons^ui- 
rían ahora alucinarlos con la presentación de medias declaraciones y 
palabras oídas ó escritas, y les harían ver como real su figurado re- 
publicanismo , y habiéndoles tendido esta nueva red los cogieron 
en ella. Hé aquí los estraordinarios para Zaragoza : hé aquí las pri-, 
sienes de los republicanos de aquella heroica ciudad , reducidas á la 
única del patriota Villamor, oficial segundo ó tercero de una conta- 
duría: hé aquí envuelta en esta agitación y ruido la separación del 
mando del inmortal Riego, y su destino de cuartel á Lérida : hé aquí 
la difamación mas sutil y mas disimulada^ pero mas segura y es- 
pantosa del héroe 'de las Cabezas , sin asegurar su complicación, pe- 
ro dándola á entender de un modo tan claro que no hubo en Aragpn 
uo pueblo que no la creyese positiva , y qne no convirtiese en odio 



— 163 — 

ó compasión ef respeto ó la gratitud que , como á libertador de to- 
dos , se tributaba antes : hé aquí un golpe que fué mas allá de lo 
que se habian propuesto los enemigos , porque limitadas sus inten* 
ciones á hacer revivir el valor de su calumnia republicana, después 
de lograr que muchos incautos lo creyeran en Villamor, consiguieron 
que al héroe de las Cabezas se quitara el mando y se le confinara, 
llevando consigo las sospechas de republicano. Como su pensamiento 
no habia caminado tan lejos , y á veces un gran triunfo es peor que 
una derrota , creyeron preciso que el gefe político de Aragón hiciese 
después de algunos días un género de declaración que desvaneciese 
las ideas equivocadas contra nuestro héroe , á que habia dado lugar, 
¿ pesar de su inocencia, el cúmulo de circunstancias, de casos y de 
personas enteramente diferentes, ocurrido en unos mismos dias y 
casi á unas mismas horas. Éstas espiícaciones no llenaron los deseos 
del ministerio , porque en vez de calmar esasperaron los ánimos; 
pero sí llenaron los deseos de los conspiradores , porque vieron á los 
patriotas tomar una posición que infaliblemente habia de comprome- 
ter á los ministros para obrar contra los constitucionales por su amor 
propio , lo que con las intrigas usadas hasta entonces no podrían es- 
perar. Estaba en el orden natural declamar contra el ministerio ; pe- 
ro el modo con que habia tratado al libertador de la España y al mis- 
mo tiempo hacer demostraciones del aprecio y de la gratitud con que 
le miraban y con que deseaban tí'anquilizar su espíritu inquieto por 
las medidas del gobierno que ponian en duda su sincero y ardiente 
anior propio. Del mismo modo era natural que estas demostraciones 
de júbilo se oyesen como una acusación y aun un desprecio de sus 
procedimientos , y aun cuando los ministros tuviesen bastante forta- 
leza para disimularlas , no era posible que picado su amor propio 
con las ponderaciones de insulso que Jes harian sus falsos amigos 
para que precipitados en la venganza y en el aboso de su autoridad, 
las prohibieran , cayesen también en este lazo para comprometer á 
los mas decididos patriotas y comprometerse en su esterminio. Y en 
verdad, que según acreditó la esperiencia, no se ofreció á sus intri- 
gas una ocasión como esta de interesar á los ministros en hacer su- 
yos , sin (íonocerlo, los medios de sus planes. Cada señal de irrita- 
ción que daban por los vivas y paseos triunfales del cuadro de Riego, 
era un nuevo incentivo y motivo de empeño para victorearle y pa- 
sear su retrato en los pueblos de la Península. Vinieron á declarar 
ser un crimen este hecho, y á su consecuencia castigar con cárceles 
y destierros á los ^autores verdaderos ó presuntos, y separar de sus 
empleos á las autoridades faltas de voluntad 6 de energía para impe- 
dirlo. Llegó la tarde del 48 de setiembre, y el paseo triunfal se hizo 
en Jiladrid , sdn contradecirlo la tropa de la guarnición ni las mili- 
cias , liasta que dado el último paso al frente del gefe político , tuvo 



— 164 — 

este por oece9ario ópwerse con la^ nüUcias que est^bw nJUí ¿ ^uis 
órdenes , y dar, lo que llaman algunos periódicos, Ja IpotaUa de las 
Platerías. Las eonsecuendas de esta batalla fueren para ios eoeinH' 
gos del sistema tan satisfactorias como se lo prometiau ; fe tribuna 
de Fontana fué cerrada, sus oradores priocipales presos, ^1 regin 
miento de Sagunto, eminentemente constitucional, saoado de Madrid; 
y á muy pocos dias reducidos al cuartel de Guardias , aia comunica* 
clon, los ilustres patriotas su coronel Serrano, m lenioAte coronel 
Ceruti y el capitán Chinchilla. Cualquiera creería qw para e^tos pro* 
cedimientos taa ruidosos contra un cuerpo y unos gefos taq queridos 
Je la nación , había de haber unos fundameotoa en estremo gmves. 
Pues nada, nada, señores, resulta que sea de alguna consideración. 
£sto que ya en si es muy escandaloso, y manifiesta bien la4ecisioB 
del ministerio á seguir una marcha, únicamente propia pam ac^Mur 
con los constitucionales cuya posidon se habían procurado eon ws 
ardides los conspiradores , era precursor de otros males de h misma 
clase pero mayores. Esta idea la desenvolvió el ministerio ciunfrii- 
damenle en su circular reservada de 21 de setiembre, tres dias des* 
pues de aquella memorable batalla, pues asegurando eneUa, á visto 
de suceso tan reciente que habia llegado á noticia de &. M., bab^ 
una casta de hombres mas malos que los serviles, poi^que los servib- 
les atacaban de frente á la Constitución, y aquellos socolor de amar* 
la, la hacían pedazos, ¿no autorizaba á los enemigos, para decir, 
citando esta circular: <hé aquí los republicanos, hé aquí ios enemi* 
gos del trono ?» ¿ Y esto es una adivinación ó es una verdad puro? 
Es una verdad tan pura la de que nuestros enewgos sa creyeron 
autorizados coú e^ta circular para decir que los constitucionales eran 
republicanos, que basta muchísimos liberales llegaron á crear que 
esta idea de republicanismo era positiva; y eomo la oifcutor, por es^ 
pedida con tal inmediación al suceso del cuadro j á la salida del ve^ 
gimiento de Saguolo y á las prisiones , daba a entender que á esla 
clase pertenecían los promovedores de semejante paseo, em muy fi* 
cíl persuadirse de que en concepto del gobierno debiafl tenerse por 
republicanos cuantos |iensasen y obrasen de esta manera, y por con* 
siguiente los constitucionales mas decididos, aqueUos que de los 
ciento los noventa y nueve no desean ni pueden desear mas qu^C<ms* 
tilucion , que no quieren vivir sin la libertad que aprecian mas que 
todos los tesoros del mundo , porque saben vivir tan alegres con una 
peseta como otros eon veinte y pinco doblones, y que aman su patria 
constitucional mas que á sí mismos , porque: el que no tieno tal pa- 
tria tampoco tiene leyes que le aseguren sus perdonas, 9us bienes 
ni su vida , y n(ucbo menos la gran prerogativa de poder pedir cuen* 
ta á sus gobernantes y no estar obligados jamás á obedecer al liom* 
bre sino a la ley. 



Dige 9» tít |flan ár nuatm^ raemign «iteba rüducido á sedueir 
¿ Io0 fimiíAoa actúidfta^ pmoLtfae «tnáando su celo contra todo lo 
cpie pudiera <der á ooñaipiracicm su^, quedasen libres del peiigrp tre^ 
meado en cpie se r^n . y |mm: el que principaimcnte hicieron caer i 
los otros ministroe que lo consiguieron , porque los ju/^es enparga* 
eos. de suB catiMs fiíeroñ sepacados de ellas, y de este modo los iiiios 
deaus tramas desapareeiefon para siempre, que no contentos co» 
este Moifp, DUQitcps enemigos lograron deÍg9hierno otro bo menos 
iaiportafite pana adelantar los trabaos de su conspiracian, reducido á 
eon^ervar al puddo en los errares de la «upersticáoú y vendarle ios 
OJOS para que no pudievayer las ventajas del nuevo sistema, y oomo 
/ para esto era pteoiso que los malos obispos permanecieran en sus si>^ 

^ ikis, y qae los IMieiios reli^osas que haUan de ilustrar á los. pueblos 

M se seeuiaríaaseii, liaHaron en les ministerios de Estado, Goberaa-' 
ebo y Gracia y JutiÁicta cuantfi fué meo^ter para lograr el intente 
délas tinieblas q^e oonvenian á sus tortuosos planes, que no solo 
hablan invado esAm dos triunfos, sino el de poner en conlribucion á 
bs mi«mos b-ea mi&isterios y ¿idemas al de Guerra y Hacienda, para 
que todos juntos kuindasen de deseoñiéntos ala Península, dejándola 
sin la fuerza liáca y «oral que necesitaba , desterrando ia jiísticia 
«támioal, quees k^lvaguardia délos estados, y; presentando un cuar 
^horroroso el ramo de Hacienda* Todo el empefio de los enemigos 
del slMenuL era esla^nar á los eonstitueionaies parque sin ellos no 
podía sostonerse la Omstituriim. El. empeño de los ministros llegó á 
ser d mismo; ámbar eon los constitucionales, porque con ellos no 
foditn sostenerse en sus sUlas. Los enemigos del sistema tomaron, 
por medi»de dcMCteditar á los cpostitucionales, la calumnia def rer 
publiduitsmo, yd mismo medio para perseguirioá adofitó el mini^^ 
rio , cómo se yé por la dreular (te 2 i de setiembre de ^que hice mé- 
rito ayer. Ya, poes, el ministerio está puesto en camino para con^r 
por «i solo sin saberlo ¿ eencHiar el plan de nuestra ruina, trazado 
v-adekuitKk) por los «conspiradores. El ministerio para estermánar á 
jos csostitociofmles, anejarlos de sus empleos y aun privarles de su 
aire patal , ya ha declarado ser motivos bistantes y como un insulto 
hecho á so decoro, decir c^iva Hiego» y el. paseo triunfal de bvl re^ 
trato. No podrá inventarse una red mas grande, mas fuerte ni mas 
ingeniosa para eoger é todos los constitucioaales llamados exaltados, 
porque su amor al sistema es el mayor amor que conocen, y no 
(Mieden menos de manifestar de palabra y de obra en todas sus posi-- 
dones. Hasta para hacer caer á muchos de los moderados , tenia el 
cebo de k gratitud, de la comiseraeion y aun del apante, porque 
descargado tan inesperado golpe sobce la cabeza de quien estaba á la 
cabeza de todos los^ eonstitueionales ¿cómo era posible que dejasen 
ttnos:de complacerse de* su desgri^cia política dudaiido si habrían vuelto 



— 466 — 

las pá^^nas, otios de censurar, y detestar como arbiferario un poder 
semejante, otros de hacer cuantas demostraciones' creyeran mas j^o*^ 
pias para dulcificar la amargura de éste tratamiento/ como los vivas 
y paseos de un i*etrato, dándoles ¿ entender que por mas que dige- 
ra^ é hicieran los ministros contra su bien merecida fama, no se 
presentaría á sus ojos como objeto indigno de su estin^acion , antes 
al contrario, por mas que le abatiesen mas le ensalzaria, tanto el 
amor y gratitud á su persona, como la veneración á sus virtudes? Hé 
aquí una situación (le los ministros la mas critiea y embarazosa: su 
amor propio no podia desentenderse de ella ni dejió* dé ocupm*se de 
e}la con esclusion de todos los ramos de administración pública, y hé 
aquí como paralizados todos y aumentada su confíiskm y desorden, 
vino á ser una consecuencia precisa la de unirse todos los bi^noses* 
pañoles y formarse un grito solo de sus votos contra la pemmnencia del 
ministerio. Amenazados todos los que le componían de una próxima 
destrucción, se persuadieron que la agitación universal calmaría con 
separar al solo ministro de Hacienda Barata, acaso el menos cul- 
pado. Pero como el mal no estaba únicamente en este ministro 
como estaba en todos ¿cómo habia de eesar el descontento ó la gri- 
tería? Estaba en el ministro de Estado que nada habia hecho de lo 
que convenia hacer, para salvamos y habia bedio ú omitido ciíanto 
convenia á nuestros enemigos para perdernos. Estaba en el ministro 
de la Guerra que no tuvo la firmeza que era menester para llevar á 
cabo la orden de separación de gefes sospechosos y la formación de 
causa á los críminales contra el sistema. Estaba en el minista) de 
Marin'a de quien tampoco se hfi hablado; p<»rque como resulta de las 
quejas amargas contenidas en una representación de Cartagena que 
se le ha entregado hoy, y cuya copia tengo en mi poder firmada del 
capitán general y de los gefe3 de varios cuerpos, ademas de ochenta 
mesadas atrasadas de antiguo, se les deben lodas las corridas desde 
el mes de junio , sin tener siquiera para el turrón ni para el pan de 
estas navidades, llegando su desesperaciw al estremo, pues en cir- 
cunstancias de tanto apuro y hallándose muertos de'bami>pe, se ha- 
bia hecho un contrato de mas de 40,000 duros para comprado efec- 
tos navales de la Rusia, contra lo determinado por varios decretos 
sobre prefencia de efectos nacionales. Estaba en los ministros de 
Gracia y Justicia, de la Gobernación y todos; pues que la injusticia 
hecha con los cuatro jueces de las causas de conspiración, hacia tan- 
blar á todos los j^ueces, presentándoles pe;ligros en administrar la jus- 
ticia y en dejarla de administrar: la injusticia ejecutada con Riego 
amenazaba á todos, y la injusticia de haber desatendido en la causa 
de los guardias de Corps de San Gerónimo la recomendación de las 
Cortes y de haber sentenciado á tan notorios patriotas á la pena ca- 
pital, habiendo consultado el tribunal especial de Guerra y Marina 



— 487 — 

la absolueion de tod^B, hizo llagar á su oohno la indignación y el 
desconsuelo general, porque no veía en ésta conducta que mandaba 
á los esipaSeles, no la ley de los gobiernos representantivos, sino el 
hombre de los gobiernos despóticos; su ruido natural se acrecentaba, 
y los gritos de la libertad del medio dia se confundían con los gritos 
del norte, arrojando lápidas, y con los de poniente haciendo alcsddes, 
como en Orense, sino me engaño, á los obispos. Como estos gritos, 
aunque confundidos entre sí , no lo estaban para hacerse sentir mas 
unoS' que otros por los ministros , los de la libertad del medio dia 
eran los que k» ocupaban : ¿ dios llamaban su atención los enemi- 
gos del sistema y para ahogarlos damaban como comprometido el 
decoro del ministerio y hasta la autoridad del monarca | Ah pérfidos 
conspiradores cuan diestros sois en vuestras intrigas t Ningún inte- 
.res tenian el decoro del ministerio, ni la autoridad real én ahogar 
estos gritos , quien lo tenia era el amor propio áv> los ministros, enar- 
decidos con la desaprobación pública de sus procedimientos , como 
contrarios á la felicidad pública, y en último resultado á la justicia. 
Si, pues , que otro nombre que el de la injusticia, é injusticia horroro* 
.sa, puede darse al hecho de haber confundido á Riego con aquel \i^ 
Uamor á quien se imputaban proyectos republicanos. Injusticia hor- 
rorosa, porque clamando y volviendo á clamar él por un juicio abierto 
jamás fué oido, horrorosa y aun casi maligna injusticia porque hasta 
en el congreso se anuncia que tienen papeles contra él, y al mismo 
tiempo se dice que presentados no se .tomarían aquí en consideración, 
y puestos en un tribunal tal vez serian desatendidos. Pues si asi se- 
rían desatendidos en un tribunal y en el congreso ¿para qué se nom- 
bran ó se apela á ellos? Esta salida es peor que la de las páginas del 
año pasado, porque aunque se nombraron las páginas no se dio á 
entender que allí estaba el libro, y aquí se da á entender que el do- 
cumento está en el bolsillo. Si ^iene en el bolsillo, Mquese y veá- 
mosle todos ¿por qué no se ha sacado ya? ¿por qué no le ha visto ya 
todo el mundo, cuando el ilustre interesado clama porque le juzguen, 
y la nación entera pide que se le maifiesle? ¿no se presenta porque 
no se tomará en consideración por el congreso y será desatendido por 
los tribunales? Y un papel indigno de la fé ante los tríbunales y ante 
el congreso ¿ha de ser digno de citarse como fundamento del descré- 
dito y persecución de nuestro héroe? ¿Asi piensa el ministerio com- 
prometer el honor de Riego, como intentó ayer comprometer tan>- 
bien el de otro español, que aunque puesto en un grado de gratitud 
nacional menos elevado , no por eso deja de ser de los mas recomen- 
dables ala patria, como el general Ciopons? No hay, señor, en todos 
estos pasos aquella sinceridad que es inseparable compañera de la 
de justa defensa del decoro ministerial y de la autoridad del rey. Ni 
1^00 ni otros tienen en estos hechos interés alguno , el interés único y 



grande es «I de la venganza^ del amov propio de \ús mint^lim , oten* 
dido por la gríterfa.de todoif los buenos, y las deníestradones de des- 
aprobación qtie se hscen con los yivas de Riego ^ con el paseo de su 
retrato y con las arengas ptonundadas en las tertulias patrióticas , y 
no cerradas por los agentes del gohiemo , mas fieks á la ley que^á 
sus caprichos. Y hé aqui otro cargo para los ministros de ios mas 
fuertes y no de los mas onerosos, porque tratándose de su venganza 
paaticular no han usado de su' derecho ni ante los tribunales, ni ante 
la imprenta, ni ante las armas del desafío, sino ante las armas y el 
poder de la nación que se les ba confiado únicamente pam la felici- 
dad de eUa y de ninguna maaera para cascar sus personales resen- 
timientos; cargo en verdad de los^ mas funestos á tos estados , porque 
la arbitrariedad prevalece sobre la ley y las fuerzas de la soeiedad se 
emplean en sostraer ¿ quien las destruye ; cargo de los mas abomi- 
nables que pueden hacerse á una autoridad, sea la que quiera, por la 
mezda de debilidad y de animosidad que se forman, y cargo qtíe no 
me ha permitido jamás trassi^r con los hombres que no han llegado á 
darla menor idea de que puede haeérseles. Eirte cargo es^ pues, el que 
' puede hacérsele al actual ministerio engañado por los .conspiradores 
de todos los pasos desacertactos que se han visto* y dendo tan natu^ 
ral en todos los gobiernos, pero especialnirente en los reprt^sentati- 
vos, censurar las providencias que parecen irregulares y-clamar emh 
Ira las que se creen notoriamente injustas, se empefía el gobierno en 
ahogar los gritos de la naturaleza , y para ello va eneiÉdenAido yerros 
á yerros haista cebamos ó echarse á si mismo las cadenas. Primero 
eienra la tertulia patriótica deü^rid/om lo que alariñando ala corte 
alarma i las provindas. 

Los sentimientos de gratitud en unos r de eonriseracion en otros 
hacian adoptar cpn entusiasmo las demostraciones páblieas de tvira 
Riego » y de pasear su retrato por los pueblos. ES amor propio minis- 
terial no sabia interpretar á su guste estos sentimientos que tanto 
ennoblecen la dignidad humana, que se egércén em todos los des- 
gradados y no los niega el hombre al hombre, aunque esté senten- 
ciado á la pena capital, y ásu coñsecuenda, manifestando de mil ma- 
neras su desagrado é indignadon contra los promoveedores de tales 
démostradones viene áprohilúFlas. Esto era chocar con la naCorá- 
leza, porque deudo Riego d libertador de todos, no siendo nuevo 
habo'Ie calumniado otros; no hacirado crdblé sus heroicas virtudes 
que hubiese ineurrido en firagiUdad alguna de las que no caben en 
almas tan grandes, clamando él tantos veces que se le oyera enjusli- 
tida para que la cuchilla de la ley cayera sobre su cabeza ó la de ios 
calumniadores, siendo este el mismo voto de la nadon y mostrándose 
sordo siempre el gobierno ¿qué autoridad podría privar á los espa-> 
ñoles del sencillo deshago de su corazón que hallaba en echar vivas^. 



— +«9 — 

¿Riego ni en pastar su r^;rato por lascaUes al medio dili? Los minis* 
tros aetuales se creyeton autorizados para estasórdeiiies tan violentas, 
y c(^. ellas ó sin ellas, poner entre los reprobo»^ para no darles^cfes* 
tino alguno, á los que hubiesen tenido alguna pai^te en estos fíaseos y 
separar á sus empleados, y de sus empleos alas auUHÍdades que no 
hubiesen tenido la voluntad ó h energía eonveniente para inipedir* 
los^ En vano les acusaba su conciencia estas sinrazones, porque lod 
enemigos del sistema afHrovechándose del estado de su amor propio 
para esterminar á todos los patriotas que ocupaban los puestos de 
mayor confianza para el sistema, ios adulaban con las amplias facúl-^ 
tades qiie la Constitución les daba á ellos, 6á S, M., para proveerlos 
empleos civiles y militares^ como si fuese lo mismo proveerlos que 
quitark)s. En vano les acusaba el articulo 15 de la Constitución que 
sanciona el prínci{HO reconocido por los publicistas, de que el objeto 
de todo gobierno es la felicidad de la nación y no la satisfacción de 
laÁ venganzas , y por consiguiente , en vano' les gritaba que na hicie- 
sen mas mudanzas de empleados civiles y militares por. causas no 
aprobadas por la ley, y no solo en mengua de la felicidad^ sino cotí 
riesgo inminente de la seguridad del Estado, porque los conspirado- 
res les cerraban los oídos para oir, estos acentos de la Constitdcbn, 
y so|o se los abrían para oir que todos los que tomaban paite, y las 
autoridades que no impedían esi^s demostraciones, eran reos dedes*- 
acato, de connivencia ó de dibilidad, sinceran, como no debía du- 
darse, únoá facciosos y unos republicanos. Ya llegó el tiempo^ fuerza 
de tantos atropellamientos en que los pueblos abrieran los ojos y re-- 
conocieran el camino derecho por donde la imprevisión y la ceguedad 
de los ministros los llevan á las cadenas, sin sentir tanto las desgra* 
cías que los empleados y los regimientos mas querkios de la nación 
sufjraan con sus exoneraciones y mudanzas, como las desventuras de 
parecer haberse erigido en sistema, acrecentar las fuerzas de iiues^ 
tros enemigos, reducir ¿ la nulidad, hoy con un pretesCo y mañana 
con otro, ¿nuestros amigos, y volvemos de la noche á la mañana ¿. 
los aciagos dias del año 14. La actitud imponente de los pueblos, el 
fuega patriótico de los periódicos, y sobre todo, el primer ejemplo de 
desobediencia que es el último infalible resultado de los encadenados 
yenros del gobierno, asombraron, y con razón, á los Rúnistros» 
porque les faltaba la fuerza moral necesaria para reprimirla; pero no 
hicieron desmayar á los conspiradores. Nunca como ahora les dirán: 
€ Habéis de desplegar vuestra energia para sostener la Concitación 
contra un puñado de facciosos que la atacan como republicanos.» Es 
verdad que esto no podia alentarles, porque aunque en la circular 
de 21 de^ setiembre los graduaban de pocos y de peores que ellos^ 
que es lo mismo qaellamarlos republicanos, también es cierto, como 
sabiamente observó el señor Sancho^ que estos mismos á quienes la 

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— no — 



i eircülar llaiBaimalos y peores que lo8eneBÚgQsdeekradosdBkGo^«- 

I tUucion, son losk misinos que ama la nadoa entera, porque unida en 

! la forma constitucional , Iob ha proclamado por sus mejores apñgos 

y sus mas queridos hijos con el hecho de haberlo^ elegiáo diputados 
para las próximas Cortes, siendo preciso inferir que la nación es, ó 
dé pocos, y estos facciosos y republicanos, ó de los millón^ que la 
componen , y estos unidos y constitucionales. Pero á pesar de estas 
considerackmes los ministros tomaron aliento, y logi*ado el triunfo 
de hacer creer á S. M. que la autoridad; real se Miaba cómpremetiiki 
con una desobediencia que ellos no podian refrenar, aprovecharon 
sagazmente los cmspiradores esta ocasión para que< diese» el paso 
que les dejase á un tiempo libres de tales ministros y del sistema 
constitucional ; pues con la mal fundada esperanka de que las Cárte»^ 
como estraordinarias, no podian incomodados con exigirles la respon* 
sabilidad, ni menos con otra medida que alcanzase ¿ todos, les ins^ 
piraron sin duda el pensamiento de acogerse á la fuerza moral délas, 
Cortes, que ellos habian perdido, y pedir por medio de un mensage 
de cooperación para redudr á Cádiz á la obediencia, aunque coaclu^ 
yendo con la cooperación se estendiera á. cuan^) conviniese para la 
consolidad<Mi del sistema y conservación de las prei^ativas del tro-- 
no. Las Cortes, aunque desde luego ju¿g^on que eran dos k)s pun- 
tos que habian de ocuparlas, la desobediencia y su causa original» 
quisieron^ para f^roceder con el pulso que aoMstumbran , oir antes 
á una comisión de su seno, y entre tanto avisaix)n á S. M. eí recibo 
de su mensage con la noticia de haberlo pasado para aquel efecto ¿ 
una comisión. A este papel , que no ^ra ni pedia ser mas que un 
mero aviso de recibo usado en política en todo género de eorres- 
pondencia, sin ser lugar á propósito paradecir ni entender na^ar de 
lo principal, y mucho menos cuando, como aqui, se habia pasado á 
una comisión {»ra que sobre ello tomase las instrucciones que le pa-* 
reeiesen y presentara su dictamen, los nónistros le dieron un valor 
igual á una dedaracion solemne de la desobediencia y á una resolución 
terminante de las Cortes, uniéndose á ellos y aprobando cuaiito ha^ 
bian hecho y quisieran hacer. A sju consecqeada despacharpn es^ 
traordinarios en diligencia p^a cireulanes^e aviso ó las cueipos y 
puntos que mas les importaba, y preparando de este modo lo$ áni- 
mos para cuando llegara la formal (teaaprobacióh de la> désobediracia 
q^ie esperaban del congreso , dejar satiafecho de lleno su venganza. 
Desaprueban en efecto las Cortes la desobedienGia; p^o dejando le* 
vantado el brazo para descargar el golpe sobro los que eran la causa, 
y dando bien clai^amente á entender con lo que se anunci^a del 
pliego cerrado, que el mal e^ba en los ministros y no en ladeüsobe* 
diencia ^in haber i»con veniente en desApr obarla antes de desaprobar la 
conducta^ de dios, porque íuego que ellos fuesen separados de susdesti- 



— 174 — 

nos todo volvería al orden por las contra órdenes que debian esperarse 
delosquelesueedieseli. I»6 ministros, 9Í»einbar^, sin enteoderloni 
temerlo aisí., eooranicaron por todas partes, sin pérdida de un momento^ 
esta declamcion, contra órdenes tan aparentes, tan poco honrosas á los 
materíaímente desobedientes, y tan sal^isfacforias á nuestros enemi-^ 
gos, que* pareóla haberse dado el cañonazo de la guerra civil, porque 
Cádiz y Sevilla siguieron én la imposibUidad de prestar lli obediencia 
que se les pedia: en I^eom fueron atacados los mayores amigos de la 
Constitución : eli Galicia, tierno se observó antes ^ habían hecho alcal- 
de constitndonal á ud oMspa: e» Calatayitd, Gaspe y Huesca, eomo 
dige ayer^ los miliciana, que son el sín^o de hs libertades de la 
patria , son arrollados con uUrages y la lápida arrojada al suelo con 
igBominia, yendo al frente de los facciosos, según se dicci, un so- 
brino del obispo de Tárazona, é insultendo a! mismo pasaaloscons-» 
tituekmalescon el apodo de republicanos. Y ¿quién es el autor de esta 
verdadera anarquía? Sdo el gobierno por haberse dejado seducir , ai 
prineipío por los conspiradores, y al fin por su amor propio. El go«^ 
biemó perdió los hitos de la trama, los dejó estravltr : el gobierno* 
ha heeho en las mUicias las mudanzas mas horrorosas, jugando con 
los regimientos mas constitucionales, enviáudolos de un punto á otro; 
ha desatendido á cuatro magistrados como indiqué ayer, y esto solo 
porque ^raiamenr sus manos los hilos de esas tramas. ¿Quién en es-* 
tas circunstancias, sino los enemigos del sistema, hubieran dejado en 
este estado de segura impunidaid á los aristó^atas, para que las 
demás naéioBcs formaran de nosotros un juicio desventajoso,. 
y para que se viese á los patriotas de primera ciase perseguidos? 
¿Quién otro sino el ministro de Guerra habla de haber hecho todas 
estas nmdanzas de regimientos y de gefes, solo porque son constituí 
ciíHioles? ¿Quién sino el de Hacienda habia de haberla maneja(}o con 
tanto abandono, que no haya uno siquiera á. quien no se deban tre^ 
ó cuatro mesadas y que no se hal4e desesperado? ¿Quién habia de 
creer que habia de entrar en esto hasta la marina , en medio de su 
ntiBdad, dando lugar por falta de pagas y desacertada distribución 
de caudales, á unas quejas que llegan al cielo y son capaces de que- 
brantar las pefias? Aquí tengo, señor, una representación del de- 
partamento de Cartagena en que dicen unos testamos muriendo de 
hambre propiamente , porque sobre los 80 meses de atraso hace ya6 
que no se nos paga nada, y no consiste esto, señor, en que la patria 
no puede pagamos, si asi fuera nos consolaríamos , consiste en que 
se han empleado mas de 40,000 duros en efectos navales de Rusia, 
cuando las Cortes tienen mandado que no se tomen ningmios de los 
estrangeros; » pero ¿para qué fcansamos? En una palabra, todo es cwi*- 
fusión; la anarquía vino á ser casi un hecho : hay gobierno tn la 
Gonstkuoion, pero no hay ministr!t)S en el gobierno; ellos misinios lo 



— 17Í — 

hafi reeonooido. Para hacerse obedecer, necesitan ia cooperación de 
las Cortes, luego por sino pueden contar con la obecfiencia. ¿Y p(Hr 
qué? ponjue perdieron la fuerza moral ¿por qué? porque sus órdenes 
son desacertadas, y como desacertadas no deben ser -obedecidas. 
Apártense, pues, tales ministros, reemplácense, y el raensagedeSM. 
se halla completamente servido. ¿Y para esto nos valdremos del me- 
dio de exigbles la responsabilidad , tan lento por su naturaleza', ur- 
giendo tanto y no dando tregua alguna al remecBo? < Si esta no fuese 
una dificultad invencible, y solo hubiera la de tos méritos para exi^- 
girles la responsabilidad , ochenta responsabilidades podtao exigirse- 
ácada uno. ¿Qué responsabilidad, señor, si i'esponsabilidades se les 
puede exigir ochenta á cada uno? Y sino ven acá, ministro de Grar-- 
da y Justicia, y sin recordarte los largos hechpshastaaqui, di, ¿por* 
que está Castaños en el consejo de Estado? ¿Qué faeultades tienes 
para consentirlo cirando las Cortes han declarado que no pueda ocu- 
par su aliento alguno de los que intervinieron en las causas de lo9 
patriotas , y Castaños ha tntervenidq desde el principio al fin en toda»; 
las formadas contra los patriotas mas célebres, de los cuales alguno 
está en las Cortes? Ministro de Guerra, ven , ¿pero para que recór--' 
darte lo pasado? Hoy mismo en Galicia ¿no se ha provocado la anar* 
quia del modo ma^ positivo, á pesar dé que yo creo que Mina ha de"" 
sistido por las facultades con que el gobierno ha comprometido ei: 
honor de Latre ; agraciado por el congreso con 40,000 i's.? Y ¿qué 
focultades son las que el gobierno le ha dado? poner sobre lasarmás^ 
los regimientos, de la Milicia activa que juzgue necesarios , y. esta es , 
aun mas negra, separar de sus derechos á los oficiales que te parez-»' 
can sospechosos. Hé aquí' dos prerogativas personalísimas del rey, y 
cedidas contra la Coi^stitucion á un gefe político, pues la Constitu- 
ción prohibe ceder las prerogativas y por consiguiente no deja ni po* 
íia dejar á ningún particular la facultad de decidir si hay necesidad 
de ponerse ó no sobre las armas la Milicia cuyo movimiento no pue- 
de pensarse sin el mas levé trastorno de millares de familias, Y en 
cuanto á la separaeion de los oficiales, que es lo mas delicado que 
puede someterse á la disposición del gobierno , porque la separación 
es el golpe mas formidable que puede descargarse contra el honor y 
la suerte del hombre ¿será posible que facultad tan temible y pe- 
ligrosa se confie á un particular, cuando aun al rey no se le concede 
sino por justa causa y para la felicidad de todos ? ¿ Es posible que 
esta facultad dadaá un rey sin peligro, porque no tiene relaciones 
con nadie sino con la nación y por eso se comedera el mejor de los 
hombres, asi se haya cedido é un particular puesto en medio de en- 
carnizados partidos? 

A pesar pues de todo esto , se dice , señor, que no puede exi- 
girse la responsabilidad al ministro porque el congreso deb^ oeü-» 



^ 473. — 

4 

patise dé Otra cosa murdifárentc;; qué este; negocio üo ha venido á 
tos Gdrles para eso ,' que ha venido solo para que las Cortes coope-^ 
ren con S. M. en un caso tan arduo ¿ que se consolide el sistema y 
sé adopten medidas que saquen á k naeion del estado de crisis en 
que se halla : esta«s lo que quiere S. M., y para esto li!ama la aten^ 
oion de las GérteS; j Qué increíbles delirios t Pues qué ¿la llama por 
ventura para sancionar la anarquía; para llevar adelante esas niédi«* 
das m^struosas , y dar al gobierno la fuerza moral que ju^mente 
,ha perdido? ¿Y es po^Me que los ministros se atrevan á hacer este 
empefio , y que presumaii^ justificase oon que era la mente de S« M. 
y que ellos y no ios diputados son sus otáculos? ¿Qué tiene que ha« 
cer en esta ocaston ningún secretario? Puedeii aspirar á a%o de esto, 
si alguno hubiera formado cómo debieran todos, el mensage; pero 
no habiéndolo formado, ¿ á quién sino á 'las Cortes , y ppr ctmsi- 
guíente á los diputados, toca darle su verdad^o sentido ,< el que le 
han dado hasta ahora, el que corresponde á las verdadera^ intendo* 
nes de S« M:, á sib únicos intereses, á sus únicos deseos verdade* 
ros , á los deseos que agitan á %. M. y ¿ la nación de arrancar la 
raiz de losí male9 que padecemos, vemos libres al puntó de tales mi* 
tttelros , y esto sin necesidad del mensage^ con solo la Constitución, 
pues dentro de ella tienen las Cortes foisultades eseritas, aunque no 
con letras muy gordas, para cosas mayores, para cuanto sea menes^ 
ter para salvar la patria ?'No se exija sin embargo la responsabilidad 
ni'las Cortes se detengan en un remedio tan largo como miserable. 
ES estado de la nadon y el triste en que se halla la autoridad de los 
ministros reelaman la separación de todos, todos, todos. Si señor; 
todos forman las juntas , todos Imu tenido parte en los últimos yer- 
ros, ninguno tiene á su favor la opinión pública, y el mas moderno, 
el secretario de Haéienda , á los cargos que le dejo hechos, añado el 
del empréstito nuevo del que vine hablando estos dias, y hoy mismo 
d periódico llamado ha Antorcha, empréstito en que, según este pe* 
ríddico no desmentido* por nadie, se falta abiertamente ¿los decretos 
de las Cértes abonando los ciento sesenta millones de la deuda de 
Olanda que no reconocieron las Cortes, y en quer se priva á ia nación 
hasta^de poder contraer otro empréstito sin permiso de los coDb*a*- 
tantes. 

Y aunque para hacer esta proposición á S. M. ha de pasarse un 
mensage , este mensage no debe'ser solo por escrito debe ser tam- 
bién de palabra , porque siendo solo por escrito habrá dudas y s^ 
resolverán por los minisfros como les acomode : siendo de palabra, 
la interpelación será genuina , y lá voluntad de las Cortes quedará 
esplicada á toda su satisfacción. El paso es el mas magestuoso; él 
debe hacer indisoluble la cordial unión que ha de reinar entre los dos 
gi*andes poderes , él es el que ha de salvar á la heroica nación. Por- 



* • 

que no basta que sean separados de sus destinos umis mmístDos que 
por falta de previsión han Ue^o á ser engañados por los awntígos 
del sistema, y á formar, por s^ra de amor projno, cau^a cOmiiB con 
ellos. No señor, no basta esto; es necesario que S. M* comprenda lo 
mucho qne ha ganado en este género 4e irreverencia de los pueblos 
i S. M., en sus ministros: que ese mismo género de irrevereneia ha 
hecho heroicamente la cansa de S. M., porque han heeho kt causa de 
toda la nación^ pues removidas ya de sus empleos y liares aquellas 
personas en quien principal y casi únicamente se t^ia confianza» si 
Gidis y Sevilla hubieran consentido. la sepauradon de sus dignos ge^ 
fes , que ya estaba acordada, y si en seguida sa hubiera dado una 
6rden ¿ este regimiento y otra al otro como ya estaban resultas en* 
(onces , hubiéraiños quedado ya fuera de combate , coma aun asi lo 
estamos, viendo en esos seducidos y engañados pueblos de Aragón, 
capitaneados por el s(^ino del obispo de Tarazona,^ m esos de Na- 
varra, capitaneados, según se dice, por un sobrino del obispo de 
Calahorra^ y en esos de Galicia entre quienes está el que lleae por 
alcalde ¿ un obispo; pues si todo nos está, sucediendo sin haber acá* 
hado los ministros las mudanzas que meditaban, ¿qué n<^ hubierai 
sucedido si con la obediencia de Cádiz y Sevilk las hubieran con- 
cluido? Es pues necesario que esté S. M. convencido ; lo primero, 
de que este paso, que tanto le han hecho temer, ha sido para que 
abramos todos los ojos y^ conozcamos que los enemigos del sistensia 
le han dado tantos funestos golpes cuantos se han dado á los que, 
estaban empeñados en sostenerle, y que no les faltaba mas para con- 
cluir la obra de nuestra anarquía y feroz esclavitud, qu^ esa ob^*- 
diencia de Cádiz, pues perdido como el año lA el b^arte de la li- 
bertad, lo hubiéramos perdido tod<}; y lo segundo, de que es la ab- 
soluta necesidad para la consolidación del sistema y la conservación 
del trono, no solo la inmediata separación de todos los ministros ac<- 
tuales, sino su reemplazo con españoles que á sus cwodwientos y 
virtudes propias de sus respectivos ramos , junten las calidades de 
notoriamente amantes de la Constitución de la monarquía, notoria- 
mente queridos de la nación y dotados de toda aquella actividad^ ro- 
bustez y firmeza que son menester para desandar luego los malos 
pasos que se dieron, y ejecutar cuanto indebidamente se ha omitido. 



! I " 



CAPITULO VI. 



I^ndendas eiiJUadHd.««-D!istiirbios' graves en Pamcklona.-^-Zabalft y Goroetidi en Navarra.-^ 
Jaime en MureJa»-*ReaIifeta8 gaUegos.— Meríno.-^InsiirreccioB en GataluQa.-»£l barón de 
Eróles y sus lugar-tenientes. — Conquista de Campredor por Misas.—El Trapense. — Combate 
de Tárrega.—Saqueo de Cervera por los constibicionales. — Insurrección de Navaira. — Los 
generales Eguia, Nuñei , Abren y Quesada..— Desgracia de este último.— Toma del Arco de 
la Seo de Urgel por el Trapista.— Temor de laa Córte8.«-Asesbiato de Landabaru.<— Sucesos 
del 30 de junio al 7 de julio.--Situacion critica ád rey.— l>esastrede la guardia real.— Triun- 
fo de los revolucionarios de Madrid.— Sublevación de los carabineros de Córdoba.— Progre- 
so de los realistas en Cataluña.— Muerte de Goiíieu. — Medidas enérgicas. — Mina en Catalu- 
ña. — Sucesos en equilibrio.- Destrucción de Casteifollít.— Negocio de Tora.—- Retirada de la 
regenciar al terrílério finuioés.<^^tíos de Drgel y de MequineBnu-^-f^raeia de Quesada en 
Arco8.<^uspension de las hostilidades. : 

i 



1/ Si iftftctítttd amenazadora de los matados iaqutetaba eada 
dia mas á uií gobierno que miraba con indiferencia las sospechas ée 
sir lealtad constítiidonal, la manifestaeion enéiígica y sucesiva de la 
opinión monárquica y reUgíosa en diversos puntos del leino y hasta 
en la^apital, hería eon golpe común á los minista*osyá sus desfolle- 
oídos adversaírios. 

En Madrid tenían lu^ pendidas diarias entre bs diferentes 
cueipos de la guarnición. Al grito de cviva Riego» pronunciado por 



— 476 — 

los soldados del regimiento de Feraando YII; Jos granaderos de la 
guardia respondían con el gnto de «viva Morillo.» A esta doble se- 
ñal las clases populares tomaban respectivamente partido por los 
militares que representaban sus opiniones, y la intervención de las 
autoridades superiores podia tan solo poner fin á estas sangrientas 
luchas. 

El dia 25 de marzo se vio á la juventud de los arrabales pasear- , 
se en la población, reunida toda bajo un estandarte cuyos emblemas 
eran puramente realistas, y haciendo oir por todas partes á su trán- 
sito el grito de cviva el rey absoluto, viva la virgen, viva la religión. » 
Se hizo marchar á la milicia nacional contra este hervion, que se dis- 
persó después de haber disparado algunos tiros y perdido muchos hom- 
bres, y señaladamente el que llevaba el estandarte. 

S."* Pamplona era teatro de desórdenes mas graves aun. Una 
guarnición enteramente afecta ¿ las Cortes estaba sin cesar en opo- 
sición con una población cuya fidelidad al antiguo sistema nada ha- 
habia podido alterar. El 19 de mayo. fué para esta íeal ciudad un dia 
de duelo. Los partidos vivamente. escitados por el odio reciproco que 
se profesaban vinieron á las manos, y este encarnizado choque costó 
la vida ¿ gran número de habitantes, oficiales y soldados. 

S.*", i."", S."" y 6.* Entre tanto, respetables destacamentos de las 
tropas de Zabala y Gorostidi recorrian atrevidamente la Navarra. 
Jaime habia aparecido de nuevo an los alrededores de Murcia^ La 
Galicia estaba inquietada por una facción que infestaba el pais entre 
Vigo y Orense, y el célebre Merino, cuya derrota y muerte habían 
anunciado tantas veces los generales, constitucionales, reaparecía mas 
activo y temible que nunca. 

I."" Pero sobre todo en Cataluña tomaba la insurrección el mas 
serio carácter. Aventurero é insubordinado el catalán, ama apasiona- 
damente la guerra y sus conflictos, y detesta la opresión bajo cual- 
quier matiz que se (u^esente. Las imprudentes persecuciones que su- 
frían á su presencia los sacerdotes catóücos, habían escitado su 
indignación en el mas alto grado. A la voz de Misas y de Mosen An- 
tón CoU, que les habían guiado en otro tiempo con honor contra los 
estrangeros, los realistas de la montaña se armaron contra enemigo 
interior. Míralles, Yos-homo, Romanillo, siguieron un ejemplo que 
eran dignos de dar, Bessieres de nación francés, el heroico Romago- 
sa y sobre todo el valiente Trapense. 

%."" Ninguno egércló mas influaoteia que el bar<»i 4e Eróles. Su 
emiáente. reputación militai* consagrada por la defensa de Rosas» su 
piedad, la amenidad de su trato,. la franqueza y la coi^tancͣ^]de sos 
opiniones, su inmensa fortuna y el noble uso que sabia hacer de db^ 
le habian hecho el idolo de los catalanes; bajo su dirección, aun se-i 
creta, obraban cpn mas ó menos habilidad. ó éxrito, pera con igual 



- Í77 - 

celo los gefes que acabamos de nombrar. Por su parte los eofistitu^ 
eioaales nada omitiaii para contener el progreso de un incendio c|ue 
amenazaba abrasarlo todo. 

9/ El comandante de Barcelona el general Lloverás, se puso en 
marcha con las tropas de linea y las milicias de que pudo disponer, 
é intentó alcanzar á SKsas» dueño ya de Campredor y de una gran es* 
tensión del país. 

10 y il. D* José Bellido comandante de Lérida, salid al en- 
cuentro del Trapista, le batió en Tárrega, y persiguiéndole sin des- 
canso, llegó con él á Gervera. 

12. EsOa villa acérrima defensora de la fé se levantó en su to* 
talidad á su aproximación. Las hachas de lo^ constitucionales hicie- 
ron justicia á la resistencia obstinada q[ue hablan encontrado sus ba- 
yonetas, y el Trapista, abandonando á los vencedores desalentados, 
un montón de cenizas y de numerosos cadáveres, se lanzó á las mon- 
tañas donde reunió los restos de su pequeño ejército. 

45. Misas, rechazado al principio por Lloverás hasta las fronteras 
de Francia , había ^reconquistado rápidamente mas terreno qué ha- 
bía perdido, pues obligado de nuevo á retirarse hacia Puig-Cerdá, 
sufrió en la persona de Besieres , á la sazón uno de sus tenientes,* 
una pérdida considerable. 

14. La Navarra rivalizaba en celo con la Cataluña. Apenas una 
proclama esmíta en el territorio francés por los generales Eguía, 
Nuñez, Abreuy Quesada, llegaba á ellos, cuando las palabras de 
«viva Dios, viva Femando,» que la terminaban, eran repelidas por 
mil acentos guerreros. ^ 

15. Quesada se apresuró á volver á España seguido de 500 com- 
pañeros de destierro : en pocos días reunió hasta 1.500 bravos del 
vfldle del Roneat. Los inesperados esfuerzos que recibió por entonces 
él general López Baños , comandante cotistitucional , hicieron enca- 
llar los proyectos de los realistas , y Quesada debió ceder á un ene- 
migo que tenia sobre ét la triple ventaja del número, las armas y la 
disciplina, y tuvo que retirarse al Aragón. 

16. Mientras que él ejecutaba este movimiento, el Trapista 
abrigando la victoria bajo los estandartes de la fé, entraba en la Seo 
de Urgel al grito unánime de los habitantes, y se apoderaba de los 
fuertes por asalto. 

17. No es difícil de inferir el efecto que producirían en las Cor- 
tes y en los ministros estas alarmantes nuevas. La contra-^^evolu- 
cion invitaba en su favor á los ciudadanos, como la revolución había 
convocado á los soldados ; y los ciudadanos respondían á la voz del 
honor, como los soldados habían respondido á la voz de la felonía. 
El rey detcQido en Aranjuez por su acceso de gota, era allí el objeto 
de las demás traiciones de interés y de amor que no se tardaron eo 

23 



— 178 — 
denunciar como tnconstüucmiales, y que se supusieron emanacioned 
(le una junta formada para arrebatar á ios insurgentes el poder efe- 
cutivo. 

Solo medidas rigorosas se adoptaron después de estos movimien- 
tos. La debilidad y el espanto de las Cortes y del gobierno parecían 
declararse á la vez por esta oposición notable entre las palabras y los 
efectos. Pero el populacho y los clubs, esperiméntando menos in- 
quietudes ó disimulándolas mejor, no hablan perdido su seguridad: 
y se vengaban de los realistas de Madrid que se habían enlregacto al 
alborozo sin defensa, por los sucesos del Trapista, cuyo curso no al* 
canzaron á contener en lo áucésivo por los medios que habian adop- 
tado q1 gobierno y las Cortes. 

Pero cuando se intentó ejercer el mismo sistema de insulto y de 
violencia sobre los soldados de la guardia real que hasta- entonces 
habian permanecido en estado pasivo, la actitud y el espíritu de este 
cuerpo privilegiado cambiaron de repente; La insolencia de los pa- 
triotas asalariados de las ínfimas clases del pueblo, se les hizo inso- 
portable: deseaban ocasión oportuna para cartigarla, y no tardó en 
presentarse. 

18. El 30 de junio , día de la clausura de las Cortes, en el mo- 
mento de restituirse el rey desde el congreso á su palacio , gritos 
desaforados de «viva Riego» y de «viva la libertad» partieron de al- 
gunos grupos de hombres mal vestidos y de siniestro aspecto. Estos 
miserables al intentar mezclarse entre el acompañamiento recibie- 
ron algunos culatazos : sus clamores se exacerbaron mas. Sostenidos 
por revolucionarios de mas alta gerarquía, y reforzados con una 
multitud de vagabundos, estos grupos intentaron penetrar á viva 
fuerza en el real alcázar. Una descarga Jiecha al aire bastó para dis- 
persarlos. Vueltos de su espanto reaparecieron armados de piedras 
¿ hirieron á muchos soldados de los cuerpos de guardia esteriores.- 
Estos últimos recibieron orden de entrarse en dichos cuerpos, si bien 
fué difícil contenerlos. Su desesperación llegó á su colmo, yientre^ 
los esfuerzos que los oficiales hacían para calmarlos , perdió la vida 
«1 teniente Landaburu {i).. 

i9. La noticia de este deplorable suceso se difundió inmediata- 
mente por toda la población : los milicianos de infantería y caballería 
se armaron espontáneamente y se presentaron en lá plazadelaCons- 

(i) Este ofidafl, criando de Cádiz , era hijo de un distinguido negociante: 
^¿ asegura que viendo su autoridad despreciada, cedió sin calcular las conse- 
cuencias á un rapto de imaginación , dio un bastonazo á uno de los amotiriaüos 
que le dio la muerte. La opinión particular del. señor Landaburu no se conoce 
con exactitud , y en este punto el deplorable suceso que le costó la vida., no per- 
mite deducir consecuencia alguna razonable. Si este oficial hubiera vivido hasta 
^1 7 de juÜo; su nombre, con que poco ha se distinguía uno de los clubs raas tcr- 



~ 179 — 

tttucien, iloDde se les unieron los diferentes «cuerpos de ia guaini-' 
eion, compuesta del regimiento iitfeintería de D. Carlos, caballería 
de Alraansa, y de artillería respetable : según los rumores que circu- 
laban en las filas era fácil conocer que esta reunión tenia mas por 
objeto la agresión que la defensa : la situación de los dos escasos ba- 
tallones de guardias atrinchemdos en palacio era cada instante mas 
critica. Todos Jos oficiales y sargentos, imbuidos en los principios re- 
volucionario», aproveebaron esta ocasión para abandonarlos. Estos 
tránsfugos prudentes hicieron valer sus servicios á la municipalidad 
de Madrid , á. quien este refuerzo inesperado no inipidió hacer venir 
inmediatamente á la capital los regimientos que se hallaban mas pró- 
ximos, y en breve hasta la división entera del general Espinosa. No 
teniendo motivos justos tal acumulación de fuerzas, pa/'eció a los ge- 
fes verdaderamente militares un abuso ridiculo. 

Después de haber pasado toda la noche sobre las armas los mi- 
licianos , se mostraron dispuestos á circunscribirse en Jos límites de 
un servicio regular. Con respecto á la guardia real anunció valero- 
samente su intención de perecer antes que abandonar la persona del 
rey. Esto debe entenderserespecto solo de los dos batallones á quienes 
estaba, confiada la guardia de palacio. Otros cuatro batallones, acuar- 
telados en la, población, se hablan mantenido toda la noche en com- 
pleta neutralidad. De repente dejan sus cuarteles , abren íík puertas 
de la capital, y en la mañana del 2 de julio se supo que se hablan 
acampado en la pradera de los Guardias ,pertrechados de municio- 
nes , de que en su retimda se hablan provisto en ©1 polvorín. Estos^ 
fieles soldados creian que el rey habia salido de la corte , y querían 
unirse á él, pero cuando se les dijo que Fernando no habia dejado & 
Madrid^ recordando todas las afrentas que se habian visto precisados- 
á sufrir de parte de un populacho inicuo y seguro de la impunidad, 
declararon que su resignación habia llegado á su fin , y que no po- 
dían esperar mas tiempo justicia ó venganza. Espresaron estos sen- 
timientos con energía en una respetuosa esposicion al rey. La espul- 
sion de los tragalistás de la Milicia Nacional y la anulacioa del de- 
creto que reorganizando la guardia Real, habia introducido, en ella 
una aleación impura, eran las principales condiciones que exijianpara 
su regreso á sus cuarteles. 

La. agitación crecía instantáneamente en la población, en palacio 
y en el ayuntamiento; los moderados arriesgaban proposiciones de 

ribks de Madrid, hubiera sida inscripto al lado del 'de Gospen en los fastos de la 
fidelidad infortunada. . 

¿Acaso no hemos visto á los revolucionarios franceses después de Nancy en 
Í790 indicar al inmorlal Desilles/que sacrificando su vida por evitar la elusioa 
de sangre humana, no habia sido incitado para tan sublime acción^ tan digna (h 
un vasallo de Luis XVI, por ningún grosero pensamiento de infidelidad á sií rey? 



_ 180 _ 

transacción y amnistía; los exaltados confiados en su número y ani- 
mados por la presencia del genend Riego » solo hablaban de castigos 
y de combates, y apoyaban con todas sus fuerzas el doble ataque del 
Pardo y de la real morada. 

El cuerpo municipal suplicó al rey que se sefMiTase de sus giMr- 
dia$ rebeldes , y que se retirase ai ayuntamiento. Este infortunado 
príncipe se opuso respondiendo: tMi guardia no está insubordinada, 
dejadme poner ¿ su cabeza y la veréis obedecerme ; dejadme pues. » 
Estas palabras dirigidas por el nieto de Luis XIV á magísfaiidos os- 
curos , bastaron para hacer conocer el grado de libertad de*que go^ 
zaba bajo^el imperio de la Ck)nstitucion de Cádiz» el poco antes tan 
poderoso rey de España é Indias. 

20. Un denso velo que no nos es posible rasgar» cubre aun los 
debates que necesariamente delnó producir en las diversas aoterida- 
des la estrañeza y la alarmante situación en que á la saKm se encon- 
traba lá causa pública : las opiniones mas contredictorias se dice 
que tuvieron lugar en los consejos del indeciso monarca, y apareció 
el 7 de julio sin que se hubiese decidido á partido señalado. Este 
dia que podia salvar la monarquía adelantó su raiM. 

21. Al salir el sol, los cuatros batallones de Guardias reducidos 
á mil setecientas bayonetas, dejaron su campamento del Pardo a^Min- 
donado, ^se dividieron en tres cuerpos con objeto de atacar k po^ 
blaQion por tres puntos diferentes: dos solamente tuvieron efscto: et 
tercero , á quien un ataque infructuoso sobre el parque de artilt^ia 
situado en la puerta de San Vicente , habia diseminado completa- 
monte, se desordenó y dejó de tener parte en la acción. Un puñado 
de valientes quedó espuesto al furor de mil doscientos milicianos, 
soldados de linea , oficiales retirados, clubistas y proletarios que sos*- 
teoian cuarenta cañones , y á quienes cíirigian á mas de los Riegos^ 
los Alavas y los Ballesteros, algún otro genera) que estaban muy le- 
jos de esperar ver en sus filas. Los batallones de servicio en palacio 
solicitaron en vano el favor de volar al socorro de sus heroicos het** 
manos de armas; se les contuvo, y esta precaución, que fué inspira- 
da por la tracción, salvó los dias de Femando. 

En efecto, un populacho sediento de sangre , anhnadp por.ims^ 
yentajas poco honoríficas , después de haber destruido con su enor- 
me número los batallones del Pardo , se dirigió á palacio lanzando 
gritos regicidas. Habiendo aplacado en parte esta temp^tad la sere- 
nidad de la guardia interior, se aprovechó este momento de calma 
de k)s insurgentes para enarbolar en señal de capitulación un pañue- 
lo blanco sobre los muros de la regia estancia. 

Cesaron las hostilidades, se acordaron fentre el rey, la municipa- 
lidad y la diputación permanente de las Cortes, medidas que se esti- 
maron oportunas para evitar una nueva efusión de sangre. Estas me* 



— 484 — 

didas consistian en confiar la eusUnlta ])er^nal del soberano á vasa,- 
IIqs conocidos por su fidelidad á la Cíonalituckm, y en haoer salir de 
palacio ¿on sus armas, pero sin municiones^ á los dos batallones que 
en él se hablan encerrado el 30 de junio. Ademas exigían de ellos 
garantías para el castigo del asesino de Landaburu. Finalmente se 
decidió que los restos del cuerpo procedente del Pardo , depondrían 
sus armas y se entregarían ¿ las tropas constitucionales. Estos vaHen*- 
tes escaparon á tan humillante oprovio , abriéndose paso con sus 
bayonetas hasta la Aldea de Boudilla, donde terminó su persecución. 

22. De esta manera solo quedaron en Madrid realistas helados 
de espanto ó cargados de cadenas. Los constitucionales pudieron en* 
tregarse sin recelo ni temor á las inspiraciones de sugozo, de su de^ 
mencia y de su piedad. Asi mismo dispusieron iluminaciones , su- 
plicios y Te-*deum. Entre tanto, á pesar de que estaban convencidos 
de haber salvado á la patria, cuidaban de no dirigir sus miradas fuera 
de Madrid para nó perder sus ilusiones. 

23 y 24. La sublevación de los carabineros en Córdova, el au- 
mento de la partida de Quesada en Navarra, el reconocimiento del 
gobierno absoluto por 450 ciudades, pueblos y aldeas de Cataluña, 
podian sombrear tan risueño cuadro: bbn pronto les fué preciso com- 
prender la verdad y conocer que si o* se apresuraban á aplicar en 
todos los ángulos del reino, sublevados ya contra su autoridad, el sis- 
tema de terror y de esterminio que tan buen resultado les habia dado 
la capital , la victoria del 7 de julio serviría solo para detener dignó- 
nos instantes su ruina. 

La formadon de un golñemo esdusivamente liberad ; el completo 
trastorno del real alcázar, el destierro lejano de los vasallos que ha- 
luán ereido de su deber no abandmar á su señor , mientras que su 
vida parecía amenazada, la instalación de ccnnisiones militares espe- 
cíales, ante las cuales se corría- el riesgo de comparecer como acu- 
sado desde que se habia prohibido presentarse ante los jueces, la 
muerte de muchos prisioneros por complemento de los regocijos pú- 
blicos, la distribución á las ti'opas y al pueblo del dinero prestado, 
á causa de la crisis, por un banquero francés, tales fueron las prime- 
ras operaciones de un partido vencedor* La crisis se estendió i^pida- 
mepte á las autoridades provinciales que no dejaron de hallarse gan- 
gren^das de moderación y aun de realismo. La edad de oro parecía 
haber llegado para los verdaderos cmaníes del sistema. Los presidios 
cambiaron de moradores. 

25. La prímera víctima de los asesinatos jurídicos que ensan- 
grentaron entonces las principales ciudades del reino , fué el capitán 
Gosfieu, donación francesa, á quien nuestro embajador en Madrid, 
secundado por varios personages influyentes en el partido constítu* 
cional, se esforzó en vano por salvar. . 



— 18á — 

Este oficml había" servido con dislincion á la España por espacio 
de 20 años y el puesto que ocupaba en la guacdia real le proporcio- 
Daba una elevada categoría en el ejército. Fué acusado á la vez de 
haber tomado parte activa en el combale del 7 de julio sobre tapiaba 
de la Constitución, y de haber incitado á un soldado de su compafHa, 
' igualmente encausado, al asesinato del teniente Landaburu en él i alio 
del palacio. Esta doble acusación hubiera debido aniquilarse poi^" si 
misma como incompiatible ; porque todo Madrid sabia que los guar- 
dias agrupados el dia 30 al rededor de Fernando hablan permanecido 
voluntariamente en el palacio hasta el 7 de julio , y señaladamente 
en este desastroso dia. Pero al rechazar con el acento de Ja v.erdad 
una de las imputaciones como dcyshonrosa y las dos como calumnio- 
sas, el noble Gorfieu, no fué dueño de disimular su abversíonálos 
principios políticos que le hablan costado la vida de su padre y de su 
hermano, víctimas de los revolucionarios franceses, y que le hablan 
obligado á espatriarse. 

Fué destinado á morir con el mismo soldado asesino presunto de 
Landaburu. Ambos demostraron una firmeza heroica (4). Estas me- 
didas de rigor esparcidas en las provincias en que dominaban las 
opiniones liberales , aumentaban en ellas, en la misma proporción la 
arrogancia de los descamisado»^ el resentimiento de los realisfas y la 
. desafección de esa masa inerte , que egoisla de su reposo debia bien 
' pronto ver derrocado con saña el terrible poder, cuya ek^racion bábia 
permitido con punible indiferencia. Pero entonces ,' al menos,- el dis- 
gusto era fácil de reprimir por el celo de las autoridades y de las 
tropas, mientras que el indócil catalán, el activo vizcaíno, el testa- 
rudo aragonés y el inmutable navarro, reclutaban cada dia nuevos 
proséhtos para la causa monárquica: los liberales, conocidos solo en 
los campos por el horror que inspiraban, no se atrevían á aproxi- 
marse á las ciudades , ni aquellos recogían fruto alguno de la victo- 
ria del 7 de julio. • . 

26. La esclavitud manifiesta en que los triunfantes de Madrid 
tenían al monarca, inspiró á los realistas la idea de establecer un 
gobierno, á cuya sombra pudieran acogerse con confianza todos 
los verdaderos españoles, y que pudiera dar á la insurrección un Ca- 
rácter mas regular y -un desarrollo mas cdmpleto. Este gobierno se 
tituló Regencia supreiim de España, durante la cautividad delreyFer- 
nando Vil, y se compuso de tres miembros : el señor marqués de 
Mataflorida, D. Jaime Creus , arzobispo electo de Tarragoiia y el ba- 
rón de Eróles. Su presidencia se confió al señor marqués de Mata- 
florida, honra y prez poco antes del foro español, ministro de Estado 
rechazado por los revolucionarios y que debía su fortuna y elevación 
á su talento, su desgracia á su fidelidad. 

(1) El digno compañero del ¡ntrépi-.lo Gorfíeu se llamolja Gabardíi. 



— t83 — 

Después de haber jurado entre las roaaos del obispo de Urgel la 
rengencia, se kistaló solemnemente en esta villa, á donde los prin^ 
cipales gefes realistas se apresuraron á venir á reconocerle y jurar la 
obedÍ6wia,(l)«. > 

Las operaciones militares de Cataluña se hicieron mas activas 
que nunca por una y otra parte. Los generales constitucionales, Lio- 
veras, Torrijos y Zarco del Valle, se pusieroq en movimiento con 
imponentes fuerzas, esperaban gran refuerzo los catalanes de las tro- 
pas de la fé, cuya reunión las hubiera hecho invencibles; pero que 
se acababa de repaitir en pequeños destacamentos, distantes los unos 
de. los otros para socorrerse mutuamente en caso de ataque. Elsuceso 
no correspondió á su esperanza; y su marcha entre ventajas y reveses 
no produjo resultados decisivos. 

. En cuanto á ios realistas^ dueños ya de muchas plazas fuertes, te- 
man estrechamente bloqueadas á Cardongí, Sellen y Vich, y los reve- 
ses sufridos por el Trafústa, no hablan impedido á este partidario tan 
hábil como intrépido, unirse. al general Quesada como se le habia 
mandado á fin de inleotar de consuno una incursión hacia el Aragón. 
El ^aron de Enroles y Mosen Antón obtenian ventajas señaladas sobre 
Lloverás y Torrijos, y vengaban. con usura la reciente derrota de 
Miralles y Romanillos; pero cuando todo parecía prometer á la bue- 
na causa una larga serie de vicforias y á los pueblos de España una 
próxima libertad , cuyos instrumentos hubieran sido ellos mismos la 
traición y ja discordia vinieron á introducirse e^ los consejos de los 
realistas. Solo proyetos^ conocidos de antemano sobre diversos pun- 
tos, fueron fácilmente estorbados y no produgeron resultado alguno 
sino á costa de inmensos sacrificios. 

;¿7. Por esta época, Mina, nombrado comandante general de 

(1) La regencia nombró ministro de negocios estrangerosá Mr. Gesperl y mi- • 
nislro de la Guerra á Mr. Orlafa, ambos franceses, oriundos de Perpiñan; pero re- 
sidentes en España d^sde ia emigración. D. Domingo María Barajón se encargó 
áó las demás carteras. . 

Creemos deber consignar aquí los párrafos mas notables del maoifiestü que 
publicó la regencia á su advenimiento al poder, 

»Por la presente mandamos y ordenamos que todos los habirantes de !a Penín- 
sula y las 'de nuestras Américas ,- reconozcan la instalación del presente gobierno, 
á fin de que en lo sucesivo só conformen contodas las órdenes que de él proce-' 
dan, püíviiüóndíjlcs queden caso de desobediencia sp.rán tratados como enemigos 
del rey y del Estado, y que en sú consecuencia los negocios en general serán des- 
pachados y gobernados con arreglo á Tas leyes y reglamentos que rcgian antes 
del 9 de marzo de 1820/ 

•Declarando así misrajo quopor la presente quo S. M. Fernando Vil eí^tá efec- 
tivamante cautivo, desde el dia en que violentado y amenazado se le obligó á ju- 
rar la Gosútucion decretada en Cádiz en su ausencia y sin su consentimiento 
en 1812. Por consiguiente , los reales decretos pubücaííos en su nombre desde 
esta épot;.a, quedan sin fuerza ni autoridad hasta que S. M., restituido realmente á 
la libertad^ losrulifíque y liaga püb'icar de nuevo. 



— 184 — 

Cataluña ^ precedido y s^uido de refuerzas de toda especie» }i^ó á 
Lérida donde bo^uejó uo plan de campafia tan halMlniente conce- 
bido como felizmente ejecutado, v ^ ^ 

28. La presencia de este célebre gefe en Cataluña reanimó el 
valor de los habitantes del pequeño número dé aldeas en que su es- 
píritu revolucionario se hallaba como concentrado. 

Barcelona dio señaladas muestras de su gozo con fiestas públicas, 
y de su celo con la creación de muchos batallones. Enormes contri- 
buciones se impusieron á los ricos , los sospechosos, los nobles , los 
magistrados y los eclesiásticos. Se dio la orden á las autoridades mu- 
nicipales de la provincia para secuestrar los bienes de los insurgen- 
tea, y percibir sus productos. 

Bien pronto el ejército constitucional contó mas de 20.000 sol- 
dados. Los principales gefes de Mina eran los generales Milans, Man? 
so y Torrijos , que fué bien pronto nombrado comandante de Navar- 
ra* en reemplazo del general Espinosa y del suizo Boteu. 

29. El 15 de setiembre se dirigió el general en gefe sobre la 
villa de Castell-FoUit que custodiaban 500 á 600 hombres de tropas 
realistas, y mejor aun el valeroso ardor de la población, por la causa 
que esta escasa y heroica guarnición habia jurado defender hasta el 
último estremo. 

Los constitucionales llegaron sin obstáculo hasta las murallas de 
la plaza en la tarde del 20; la brecha y la mina hablan hecho ya des- 
plomar dos torres; los sitiados obligados á refugiarse en el fuerte , se 
defendieron en él durante tres dias con un valor que rayaba en pro- 
digio ; pero viendo la brecha practicable y toda su artillería desmon- 
tada, aprovecharon la oscuridad de una noche lluviosa para burlar 
la vigilancia de los centinelas enemigas , é internarse en las" monta- 
ñas. A la mañana siguiente sabedor Mina de su fuga repentina cre- 
yó que no debia dar el asalto. Triunfó fácilmente de la resistencia de 
un puñado de heridos que no hablan podido abandonar , y deshonró 
su Tácil victoria con el asesinato de estos valientes. Empero no paró 
aquí su rigor; el cura párroco, algunos monges y otros habitantes su- 
frieron la misma suerte que los soldados de la fé. La ciudad entrega- 
da á las llamas y al pillage fué arrasada hasta sus cimientos , y el 
implacable vencedor desde su cuartel general , establecido sobre hu- 
meantes ruinas , fulminó la terrible proclama que anunciaba toda 
Cataluña la destiniccion de CastelI-FoUit , y amenazaba con igual 
suerte á todos los pueblos y ciudades que se rindieran á una partida 
de facciosos menor en número que el tercio de sus habitantes. . 

30. Entre tanto el barón de Eróles abanzaba hacia esta inlbrto^ 
nada ciudad con algunos miles de hombres de los cuerpos reumidos 
de Romagose y Romanillo. Mina resolvió prevenir el ataque con que 
le amenazaban las tropas realistas saliendo á su encuentro. Los al» 



- m — 

<6anz6 entre Tora y Sanahujá , donde ocupaban ventajosas posiciones 
que tuviéroft la imprudencia de abandonar^ por llegar mas pronto al 
enemigo. Un vivo fuego de fusilería sé trabO y sostuvo hasta que una 
carga de caballería constitucional introdujo el desorden entre los sol- 
dados de Eróles, y fué seguida de un ataque á la bayoneta que deci- 
dió la victoria en favor de las tropas de Mina. 

Este general* hecho dueño del campo de batalla, que los realistas 
habían sembrado de sus muertos , se dirigió sobre Balaguer, plaza 
fuerte, que él reputaba aun sometida á la regencia, y' que se propo- 
nia sitiar si la retirada de su guarnición no le hubiese permitido to- 
mai* posesión de ella sin descargar un solo tiro desde los primeros 
dias de noviembre. 

Desof este momento en Cataluña , en Navarra y en Castilla la Vieja, 
ias operaciones de las tropas de la fé no presentaban mas que una se- 
rie de reveses, tanto mas desastrosos para la causa ^monárquica, cuan- 
to qué un rigoroso ihvierno, reduciendo á los realistas á la inacción 
por espacio de muchos meses, se opone á los planes que hubieran po- 
dido emprender con objeto de alcanzar algunas ventajas, y por el con- 
trario, daba tiempo al partido constitucional para consolidar los suyos. 
.31. Por entonces creyó la regencia de Urgel deberse trasladar'á 
Puig-Cerdá; pero la actividad de las persecuciones de Mina no le per- 
mitió residir mucho tiempo en este punto: bien pronto le fué menes- 
ter buscar un asilo cerc^ de nuestras fronteras. Se estableció un mo- 
mento en Liibia.que fué el último punto que ocupó del territorio es- 
pañol. El áSde noviembre pjisaba el suelo hospitalario.de la Francia. 

El barón de Eróles, privado de los socorros del Trapista, á quien 
sus heridas habían obligado á abandonar el ejército , Romagosa, al 
que había confiado la defensa de Urgel, Romanillo, que ya tenia sus 
esperanzas perdidas , y Bessieres, objeto en su misma persona de al- 
gunas sospechas que su conducta ulterior ha desvanecido completa- 
mente , defendió palmo á palmo con el corto número de valientes 
que su ejemplo mantenía bajo su bandera, aquella misma tierra que 
poco antes recorría como vencedor. 

Finalmente, debió ceder á la inmensa superioridad de las fuerzas 
del enemigo que al menos pagó bien caras las ventajas de que debía 
después hacer tan cruel abuso. 

Los restos del ejército de lafé refugiados, hacia la Francia, acep- 
taron á los ojos mismos de nuestros soldados enternecidos el último 
combate , cuyo éxito no fué feliz. 

Obligados ¿ atravesar nuestras froteras y-á deponer en ellas sus 
armas, estos desgraciados defensores de ia causa de los reyes no tra- 
jeron á nuestro suelo mas que una noble miseria. La acogida que en 
él recibieron no tardó en hacerles concebir la esperanza de un por- 
venir mas benigno. 

24 



w i86 — 

Pero aquellos de sus hermanos que su retirada habia entregado 
indefensos á la venganza constitucional , sufrían en Barcelona , en 
Vich y en Puig-Cerdá la mas cruel persecución. Al mismo tiempo 
que se publicaba una amnistía para los realistas refugiados en Francia 
que quisieran volyer á España, se proscribía, se deportaba y se agru- 
paba en los calabozos á los que no habian abandonado sus hogares. 

32. Bien pronto nuevas partidas de insurgentes aparecieron en 
los Campos, y los gobernadores de Urgel y de Mequinenza rechaza-- 
ron con porfiado desprecio las ofertas de capitulación que continua- 
mente se les dirigían. 

33. En Navarra los realistas, al mando del general Quesada, ha- 
bian esperimentado en los Arcos una sangrienta derrota que les obli- 
gó á dispersarse momentáneamente : un nuevo gefe les fu^enviado 
por la regencia: el teniente general Carlos O'^Donell, uno de ios 
cuatro hermanos que se habian dividido igualmente entre ^ honor y 
la felonía. Arrastrado por su ardor apenas tuvo el tiempo necesario 
para reunir á los habitantes que se armaban á su voz , y marchó di- 
rectamente sobre las tropas constitucionales. La ventaja permaneció 
con estos últimos , si bien fué dudoso mucho tiempo. El regimiento 
Imperial Alejandro se hallaba en este combate y parecía haber deci- 
dido la victoria. Nuestros lectores no habrán olvidado que era man- 
dado por un hermano del general realista. 

34. Entonces, tanto en este punto como en el otro estremo de los 
Pirineos, el rigor de la estación hizo cesar totalmente las hostilida- 
des entre el ejército de la fé y los cuerpos constitucionales, dejando 
á los dos partidos en la situación tan diferente en que los habian 
colocado las alternativas de la guerra. Las medidas estremas que el 
gobierno de las Cortes se habia visto obligado á emplear para repri- 
mir la opinión realista, los esfuerzos inmensos que debió hacer para 
reconquistar el territorio que los insurgentes habian invadido tan fácil- 
mente , no podian dejar duda alguna á los espíritus ilustrados sobre 
la aversión que la nación española en general mostraba al sistema 
monstruoso que una soldadesca desenfrenada habia hecho triunfar 
por sorpresa, y que odiosos insensatos creian perpetuar con el ter- 
ror; pero las ventajas que acababan de obtener los opresores de Fer- 
nando agravaban la situación de este mártir de la corona , é inspi- 
raban á los revolucionarios del resto del continente las mas culpables 
esperanzas. 

Por entonces fué cuando los soberanos, que se habian impuesto 
por medio de una santa alianza la obligación de asegurar la paz de 
la Europa permaneciendo siempre armados contra la anarquía, sin- 
tieron vivamente la necesidad que se habian impuesto al abandonar 
á Laivach (el 13 de mayo de iSií) de no dejar pasar el ana siguien- 
te sin reunirse de nuevo. 



— 187 — 



<ü 



REFUTAGIOI. 



Un pueblo ignorante y descontíínto cstó siem- 
pre pronto 'á seguir el eétetnd&rte de la rebeldía, 
' y ^ dejarse guiar por loa charlatanes políticos y 
religiosos que le prometen poner fin d sus tra- 
bajos. Una nación desgráeiada se* fia á todos los 
facciosos que la seducen bajo la máscara de re- 
ligión , sin considerar que añaden á un tirano 
otros tiranos ma^ feroces: 

Ensayos atibn las preocopacSonei. 



Los principios raas evidentes son por lo común los que sufren mas 
contradicción; así fué que apenas se restableció la Constitución de 
la monarquía española, volvieron á declararse enemigos de ella la 
ignorancia, el hábito y la tenacidad. En marzo de 1822 subieron al 
poder algunos horal^res á quienes podemos con razón darles el nom- 
bre de medias tintas (1)^ cuya vanidad ó deseos de contemporizar 
con todos los arrastró hasta situarse de parle de los que querían la 
reforma de la Constitución, que eran los partidarios del absolutisnio: 
la vanidad de las medias tintas quiso conciliar á su modo los intere- 
ses de los grandes y la estupidez de los pequeños, sin recordar que 
la clase intermedia los habia libertado de las prisiones en que ge- 
mían algunos de aquellos por los años de 1820 ; a^í fué que para 
toda esta respetable clase era el ministerio sospechoso, y por la otra, 

(1) . Martinez de la Rosa, Moscoso, Sierra Pambleí^ Gareli^ Balauzt> Rome- 
rato y Bodega. 



— <88 — 

tenían que ser despreciados en los primeros dtas del triunfo, como 
justamente les sucedió (1). 

Las sublevaciones realistas en aquella maltratada époQa fueron 
muy frecuentes en. todas las provincias, y ora nos fijemos en su orí- 
gen, ora las sigamos en su curso ó las analicemos con el apoyo de 
las potencias europeas, del que resultaba el interés para la nobleza y 
partido clerical, siempre fueron un fenómeno inconcebible que des- 
conoce la historia de los pueblos cultos, en cuyo lugar queremos co-. 
locar á nuestra España* Si hubiera sido el noble esfuerzo de las na- 
ciones que resisten la esclavitud, ese heroico sacudimiento de la 
opresión, ese movimiento franco y generoso de los x impulsos de li-^ 
bertad legal y seguridad individual, no podía llamarnos la atención, 
porque tenemos á la vista mil ejemplos; pero combatir para dar un 
paso retrógrado en la marcha que seguía y sigue el género humano, 
era una contradicción con los principios luminosos que arrojaba de sí 
el sistema constitucional. Si los gobernantes se hubieran constituido 
sus fieles defensores indudablemente hubiéramos contenido, no solo 
la reacción^ sino que hubiéramos llegado á imponer respeto á las po.- 
tencias del Norte y á la Francia; pero los ministros fueron unos 
obstáculos imponentes para el conato directo y egecutivo que se po- 
taba en los partidarios de la monarquía absoluta hacia la esclavitud y 
dependencia estrangera. 

Nosotros estamos conformes con el pensamiento de que en lay 
naciones, como en los hombres , son débiles y vacilantes los pasoá en 
su infancia ^ firmes y ágiles en la virilidad , trémulos é inciertos en 
la decrepitud, y que las edades y los períodos de la vida física y so- 
cial obra son del tiempo, pues el arte nada puede contra las leyes 
inmutables de la naturaleza; mas hé aquí en el principio que nos 
apoyaremos para comprobar que el rumbo seguido por aquel minis- 
terio fué enteramente desconcertado, en razón á que cuando debía 
seguir la marcha del sistema constitucional con los p^isos firmes de 
la virilidad, le hicieron marchar con los trémulos é inciertos de la 
decrepitud. 

No podía ocultarse á los ministros los deseos que abrigaba el go- 
bierno francés de que se estableciesen en España las descamaras, y para 
lo cual tenían emprendidos mil trabajos, apayándose en el partido 
apostólico, en la emigración y en algunos funcionarios públicos..,. 
Tampoco podía desconocer el ministerio aquellos trabajos, porque 
habiendo sido preso eu Bilbao un criado de Eguía, confesó de llenó 
todo el plan de la conjuración que se. estaba fraguando en la vecina 
Francia, cuyos agentes eran los emigrados españoles ^ y cuya fuerza 

(1) Algunos de aquellos ministros aguardaron tranquilos la llegada de la re- 
gencia á Madrid en lo25, y tuvieron que escapar después para librarse del furor 
del populacho. 



- \S9 - . 

ó apoyo se tenían en las tropas francesas, que se aglomeraban en las 
fronteras bajo el protesto de precauciones para evitar la propagación 
de la epidemia que se habia aparecido en Cataluña. Nosotros espon*- 
dremos algunps de estos trabajos, cuya relación, si bien detenida, 
complicada y. majadera, es necesaria para reclamar los hechos y re- 
futar al autor francés. 

El marqués de Mataflorida, á quien indicaban como presidente 
de la emigración española , solicitó del ministro francés, Mr. Villele, 
en 13 de marzo de 1822, protección de parte de la tropa del cordón 
sanitario en favor de los defensores del tronó, como él decia, y la • 
facultad de poder volverse á Francia sin hacer cuarentena en caso de 
verse obligados á retroceder por las fuerzas de la revolución. 

El 9 de febrero de 1822 , llamaba Morejon desde París á Mata- 
florida para que en obsequio á la familia á quien servia el mar- 
qués, y de quien ella lo esperaba todo, reformase como magistrado 
la Constitución, unido con Calderón, miembro también de la ma'gis- 
Iratura, advirüéndole lo ponia todo en conocimiento de.... según aviso 
. que iba á dar con aquella fecha. En 12 del mismo febrero insistía 
otra vez Morejon en el llamamiento del marqués, comprometiéndolo 
á nombre de la niisma familia de que él no podia desentenderse, y 
en 18 volvió á repetir jsu exigencia. 

Los primeros agentes en París, eran el fiscal del Consejo de In- 
dias, D. Antonio Calderón y D. José Morejon, de quien hablamos en 
párrafo 25 de la refutación al capítulo 5.* Calderón en sus co- 
municaciones al marqués de Mataflorida desde fecha 11 y 12 de fe- 
brero de 1822^ le decia que el objeto del por qué llamaba á Morejon á 
París era el de que unidos, € trabajasen para España una Constitución ó 
modificación á la de Cádiz sobre las bases del sistema representativo; í 
y que el mismo Calderón por respeto á una alta persona se habia 
prestado á todo, y daba las gracias al marqués, porque con la abso- 
luta negativa que habia hecho de prestarse á la. reforma de la Cons^ 
titucion le habia sacado de tan grande compromiso. 

Calderón, como uno de los principales agentes en París, trabaja- 
ba bajo las inspiraciones de Mr. Yillele, y así fué que e^te le tenia 
elegido para instrumento de sus planes en España, y por él se pa-* 
, gabán los agentes subalternos como Erro y otros, á quienes auxi- 
lió con sumas suficientes para introducirse en la Península, y empe- 
zar la contra-revolución. A Erro le fueron facilitados doce mil fran- 
cos para que se bajase á las provincias Vascongadas. 

Tenemos dicho ya citado en el párrafo 25 de la refutación al capí- 
tulo 5.''qtie Eguía y Mataflorida estaban de cómun acuerdo para tra- 
bajar en la contra-revolución, pero el marqués desconfiaba de Eguía 
porque estaba en el pensamiento francés de las dos cámaras , f 
Eguía no se franqueaba mucho con el marqués, porque recibiendo 



— <90 ~ 

recursos de parte de Mr. Villele, no podia deddirse por el absolutis- 
mo; sin embargo, debilidades de Eguía le atrageron alguna descon- 
fianza, como mas adelante espondremos. 

Siguiendo con el relato de los sucesos, diremos que Eguía en 22 
de enero de 1822, manifestaba al marqués que no habia recibido 
los fondos que esperaba de París, y que se encontraba en la alter- 
nativa de abandonarlo todo ó aniesgarlo, si no se acudía á medidas 
estraordinarias, por lo que le esplicaba hiciese un esfuerzo para pro- 
porcionarles la mayor cantidad que le fuese dable, á fiíí de sostener 
el espíritu de Navarra y establecer en ella la base de las primeras 
operaciones. 

Vamos viendo' los trabajos de la emigración, que eran casi pú- 
blicos, y D. Pedro Podio los hizo doble mas con una comunicación 
que habia hecho, demostrando los defectos de Eguía para estar á la 
cabeza del movimiento, de cuya comunicación se quejaba Eguía al 
marqués con fecha 14 de febrero de 1822. 

Eguia nombró al canónigo D. Joaquín la Garra^ para ponerse d 
frente de una junta en Navarra, pero los enemigos de este hicieron 
públicas las debitídades de aquel, tde que no pensaba como verda- 
dero realista, que no empleaba el dinero que recibía para defensa de 
la justa causa, y que alojado en un pequeño cuarto en Bayona, no 
quería dar audiencia á ninguno sin estar delante la pastelera, muger 
muy á propósito para publicarlo todo, y produciendo con sus im- 
prudencias el efecto de comprometer á S. M., el señor Don Fer- 
nando VIL» 

¿Cómo era posible que de todas estas cosas semi-públicas no tu- 
viese conocimiento el gobierno? ¿Y cómo á pesar de ello se fijaba 
solo en perseguir á los exaltados^ y contemporizar eon los retr^^-* 
dos? Este es el arcano de aquellos tiempos. 

. Ahora preguntaríamos nosotros á los ministros ¿no se titulaba 
Morcjon en París comisionado por el rey para tratar con el gobierno 
francés los medios de sacar á S. M. del cautiverio en que le supo- 
nían, adoptando para elio, como medio mas acertado . reformarla 
Constitución? ¿No estaba al alcance del ministro de Estado aque- 
llos trabajos semí-públicos? pues estándolo ¿qué medidas adoptaron 
para que no tuviesen efecto? 

Daremos mas ideas á nuestros lectores sobre los. planes de los 
partidarios del sistema absoluto, que circulaban en París. 

El cónsul de Burdeos^ D. Isidro Montenegro , era el principal 
agente del marqués para trabajar por el rey , y esto le tenia al cor- 
riente sobre varios refugiados españoles que decia se ocupaban mas 
en desacreditar la causa de S. M. que en defenderla, y se fijaba en 
Alvarez Toledo y otros, añadiendo, en comunicación al marqués,, que 
babia hecho esfuerzos para proporcionar el empréstito que le había 



— Í9i — 

encargado; pero que como los bienes de España estaban en poder de 
los revolucionarios, no se aventuraban muchos á facilitar sus fondos, 
una negociación de empréstito es cosa tan pública que solo podia 
ocultarse á la ignorancia de un gobierno , ó á la malicia de no que- 
rerla saber. 

Vargas Laguna habia salido comisionado para Luca, desde don- 
de debia entenderse con los ministros de las potencias del .norte y 
con el papa. 

Don Fermin^ Fernandez de Balmaseda habia llegado á París , en- 
cargado por Mata-florida, y desde aquella corte decia al mismo mar- 
qués que viendo el gobierno francés que el general Eguia con su se-^ 
cretario Abren nada adelant»aban ni obraban con acierto, en lo conve- 
niente á librar al rey de España y real familia, comisionaba el gobierno 
al vizconde de Boisset para que pasase á Burdeos con el objeto de indagar 
elpersonage español que pudiera ponerse al frente de la conlra-revoíu- 
cion, y de (contestar á las preguntas que de orden del mismo gobier- 
no debia hacerle , pues este conocia que lo que hasta aquella fecha 
habia estallado en España no era suficiente al logro de la empresa* 

Que el vizconde bajaría con Balmaseda y éste pasaría á Tolosa 
con el marqués. 

En efecto, Balmaseda regresó, informó á Boisset del plan de re- 
gencia, y este plan le aprobó el ministerio francés, como lo indicaba 
el mismo Balmaseda en una comunicación en que daba esperanzas 
de remitir fondos para la ejecución del plan, bajo las condiciones que 
establecia el marqués. 

Por las anteriores narraciones vamos viendo el esjado de nues- 
' tros negocios con la Francia enemiga y protectora de los contrarios 
del sistema: esto no podia ignorarse en la corte de España, y mucho 
menos habiéndolo indicado algunos periódicos de la oposición; pase- 
mos en seguida á oir lo que aquel ministerio puso en boca del rey 
en la apertura de las Cortes el I."* de marzo de 1822. 

•Nuestras relaciones con las demás potencias presentan el aspecto 
de una paz duradera, sin recelo de que pueda ser perturbada, y ten* 
go la satisfacción de anunciar á las Cortes, que cuantos rumores se 
han esparcido en contrario, carecen absolutamepté de fundamento, y 
son propagados por la malignidad que aspira á sorprender á los in^ 
cautos, á intimidar á los pusilánimes y á abrir de este modo la puerta 
á la desconfianza y á la discordia. » 

¿Podrá haber duda que el ministerio de que componia parte Mar- 
tínez de la Rosa (1) estaba conforme con el pensamiento francés de 

(1) Quedó tan encariñado de aquel plan, que sin duda estuvo después soñan- 
do con él, y no debió descansar hasta que en 1854 nos dio un estatuto con las 
doBcároaras. {Hermosa producción para un pais ideal ó poéticol.... 



I — 498 — 

establecerlas dos cámaras, sin echar de ver que los apuntes del 
gabinete de las TuUerías eran d alma de las tramoyas de la camarilta 
absoluta?, si no era asi, los ministros, y principalmente el de Estado, 
pueden ser calificados de imbéciles é ineptos para el desempeño de 
los correspondientes cometidos que desempeñaban. 

De aquí nació el sistema que se propuso aquel gc^ierno de nom- 
brar autoridades civiles y militares que fuesen de su pandilla y no 
pertenecieran á la revolución del 20 , y el entablar una reacción 
violenta contra los libérales, entorpeciendo en todas partes las opera- 
clones militares conjtra los facciosos y castigando á los que creian 
pertener á las sociedades de comuneros ó masonel^ ; y de aquí nació 
la reanimación de los absolutistas para los sucesos de Aranjuez y 
Barcelona en febrero de lS!^á y en los demás puntos del reino, Ue^ 
gando á tal estremo la audacia de los realistas con las alas del mi- 
nisterio que en las calles públicas, en las plazas y en todos los arra- 
bales de la corte misma, insultaban á los milicianos y soldados de- 
fensores de la soberanía nacional que bajaban á divertirse á los 
barrios , y po^ lo cual ocurrían mil desgracias en todos ellos. 

¿PcH* qué no examinaba aquel ministerio nuestra verdadera situa- 
ción? ¿por qué no seguía la opinión generat que debía ser la reina de 
la nación?- ¿por qué no la examinaron comparando sus ventajas con 
los inconvenientes que presentaba el plan francés, y el resultado que 
podían dar las inflyencias palaciegas, cuyas opiniones fanáticas nos 
han producido en todos tiempos los (nales mas borríbles? 

Coiicluíremos este párrafo manifestando que los gobernantes de 
la nación fueron los motores del fomento de la guerraí civil, porque 
no conocieron la marcha tortuosa que habian adoptado, porque qui- 
"^ sieron ponerse de parte de los iíitereses de uno solo y en contra del 

de los muchos, sin fijarse en lo que era útil y necesario para la con- 
servación del país, qué como dice Hqbles ctodo conocimiento que 
no es evidente, no pasa de la clase de opinión, y la opinión puede 
ser la verdad ó la falsedad cuando no está examinada. » Los minis- 
tros no examinaron la verdadera causa de nuestros males, y la va- 
nidad les privó el consi()erar si el pfan que ellos adoptaron era real y 
constantemente provechoso al mayor número de la nación. La espe- 
riencia vino á demostrarles lo contrario. 

2. ' Se lamentaron en varias ocasiones loj^ capitanes generales de 
Navarra de que todos los cuerpos que iban de guarnición á Pamplona, 
chocaban con una parte del paisanage de la clase' ínfima^ cuando de 
los puntos de que procedían habian quedado satisfechos de su com- 
portamiento. Uno dé éstos choques acaecido el !^0 de de marzo,, 
fué de tal entidad, que de sus resultas hubo cinco militares y siete 
paisanos muertos, dos militares y siete paisanos heridos. Enterado 
el ministro de aquellas ocurrencias dispuso fuese desarmada la mi- 



— 193 — 

lioia nacional liberal y quedase la realista; pues en Pamplona habla 
dos milicias, una voluntaria y otra forzosa; que López Baños y Sal- 
vador bajasen á Pamplona inmediatamente, y que fuesen relevados 
los cuerpos de la guarnición , amonestando á los gefes y acusándolos de 
indiscretos, y á la' milicia nacional de revolucionaria, castigándola , 
con el desarme por haberse puesto de parte de los militares. 

Pasaremos á esplicár las causas de la desunión que se notaba en 
Pamplona entre el pueblo y el ejército. 

Después de la entrevista del marqués de Mataflorida con el comi- 
sionado del ministerio francés^ el vizconde de Boisset, le escribió este 
desde París manifestándole que hasta tanto de ser tomada una for- 
taleza importante y establecida en ella la regencia, no quería el mi- 
nisterio franquear recursos para llevar á efecto el plan en que hablan 
convenido, porque el ministerio había hecho muchos desembolsos y 
nada se habia logrado en aquella fecha. 

Con este antecedente trabajaban en Pamplona los absolutistas 
para ver si en algunas de aquellas turbulencias podian* apoderarse de 
laciudadela, cuyas reyertas no eran eifecto de los insultos indiscretos 
de los militares, sino de lo exigido por los gobernantes franceses. 

lEi ministerio español no pedia ignorar los trabajos de la Frauda 
cuando en la Gaceta de aquel país se publicó el plan adoptado por 
E^ia y la idea que tenian algunos ministros franceses de dar una 
Constitución á la España, cuya idea la combatían los partidarios de 
JMÍataflorída. 

En comunicación de Balmaseda al marqués, desde París, le decía 
cómo Morejon se habia despedido de intervenir en el plan de Eguía, 
por no ser responsable de las fatales consecuencias que podia tener 
lo sin acierto ni concierto que obraba este , añadiendo que los libe- 
rales sabian cuanto se hada en Bayona , por cuya razón un orador 
del café de Lorencini habia clamado el 26 de marzo anterior contra 
el rey por complicado en el plan «de Eguia. 

t i Quién podrá dudar con estos antecedentes que el ministerio y 
una fraecion del parlamento apoyaban con sus indiscreciones k 
maquinación del gobierno francés y de los realistas reunidos en la 
frontera? 

No se achaque jamás ai pueblo liberal la culpa de haber desvir- 
tuado el sistema constitucional, no; la culpa la han tenido siempre una 
porción de hombres que desde 1810 pesan sobre este partido , y la 
libertad no podrá triunfar en España Ínterin duren aquellos falsos 
apóstoles, que por desgracia van corrompiendo, también la juventud 
con añejos rencores que debían desaparecer en la nueva era que 
atravesamos. 

3-4-5-6. El ministerio seguía impért^ito su marcha destruc- 
tora de la Gonstitudon , y fijo siempre 6n su plan de reformarla* 

26 



{ , 

í 

-m- , 

ijopez ftiflofT habia destruido en Navarra las faccicHies mandada!» por 
^Gorostegui y Zabala: el general Álava había conelaido en el Aragón 
r con las partidas de facciosos: en Murcia i^ perstguii^ activamente al 
ftioineroso Jaime Alfonso que se habia llevado á la sierra algunos 
propietarios pafa exigirles gruesas cantidades : en Galicia desapare- 
cieron las gavillas á la incesante persecución que sufrieron : la junta 
de Roncesvalles, compuesta de clérigos, tuvo que internarse en Fran- 
cia, y cuando por el esfuerzo de los milicianos nacionales y del ejér- 
cito se creian derrotados , los enemigos aparecían defepues con nue- 
vas maquinaciones, mas claras, mas evidentes que las anteriores. . 
No encontramos otro dato para autorizar la obstinación de los 
facciosos que el contraste que presentaba la marcha retrógrada in- 
dicada por el gobierno y apoyada en la fracción que tenia en 1^ 
• Cortes con la actividad y patriotismo del ejército y milicia naeioñal. 

Por aquella época se entabló una persecución atroz contra los li- 
[ . berales exaltados, y muchísimos de los que hablan dado relevantes 

j pruebas de su adhesión á la causa constitucional , se hallaban pro- 

I cesados ,' como lo era en Murciad vizconde de Huertas que habia 

I ' sacrificado sus intereses por la causa de la libertad , y otros varios 

I en las demás provincias, mientras que bajaban órdenes para que fue- 

' sen puestos en libertad muchos de los acusadas por conspiradores 

eontrael régimeii constitucional. Por aquella época también el go- 
bierno prodigaba mil elogios á Orihuela ;^ Lucena, cuando en la pri- 
mera habia una numerosa facción enemiga del sistema, que perseguía 
élos hombres mas decididos , ^y en la segunda hasta tos asesinaban 
públicamente. # 

Parece, pues, al i^correr la historia de aquellos hechos,^ que esta- 
ban empeñados algunos hombres en conducirla patria, como la lleva- 
ron, al sepulcro, tratando siempre de locos y fanáticos á los que in- 
dicaban la deplorable situación á qne la iban reduciendo. 

7. En el santuario de la reUgion , en el convento de Poblet.(Ca- 
talufia), á impulsos de loís ministros de Dios que se propusieron sem- 
brar díe flores, según su dicho , el camino de ¡a tiranía, pero que 
segün el resultado fué regado con la sangre de los españoles, se fra- 
guaba,' en unión con los emigrados, la gran conspiración de aqicella 
época. D. Domingo Queral , vecino de Mataró , fué el agente para 
V propdrdonar armas y municiones, y Malafiorida le entregó todos lo* 
recursos necesarios para que se comprasen y aun para pagar y man- 
tener á los que las tomasen por él rey, siendo su prindpal exigencia 
la posesión de un punto fortificado en donde poder establecer la re- 
geicia del reino, ofreciéndole á Queral el nombramiento de coronel 
y á su hijo el de capitán de las tropas realistas. 

Las personas á quien se confti la señal de* ejecución del primer 
momento de insurrección, fueron: ét salteador de caminos. Misas , á 



— 495 — . ' 

quien los tribunales teiúan impuesta la pena ^e muerte : Moseü An- 
tón Goll , Míralles , Romagosa , ^el repuMicam 'Be&sieres , y el famoso 
MárafioQ, lego de la Trapa y anteriorm^te aventurero, que se había 
refugiado alU para ocultar su nombre y su existencia p^es por mu- 
chos años habia estado entregado al desorden :, desenfreno y á k)9. vi* 
cios mas despreciables de la sociedad. 

Los pueblos de la montana de Cataluña estaban sien^re di3pae$* 
tos á seguir á quienes les pagaban , y como aquellos campeones, de 
la fé tenian recursos abundantes que les suministraba el clero. y Jes 
importaban de Francia, hallaron toda la gente que quisieron para el 
logro de sus empresas. Un pueblo ignorante está siempre pronto á 
seguir el exudarte de la rebelión y á dejarse guiar por lo6 chariata- 
nes políticos y feli^osos que les prometen poner fin á sus .trabajos. 

Lejos de advertir estos hechos al ministerio la marcha que de^ 
bian adoptar, fué todo por el contrario: á pesar de las reclamaciones 
de tropas que hacian los capitanes generales de las provincias suble- 
vadas, el gobierno se desentendía 6 daba la orden para que un cuer- 
po que estuviese en Galicia pasase á Cataluña, ó auxiliaba á un ca- 
pitán general con un cuadro de batallón en lugar de enviar fuerza 
suficiente que sofocase el mal en su verdadero origen , todo lo que 
hizo que la nación quedase á merced del fanatismo religioso y polí- 
tico. Recordaremos aquí una de las empresas del célebre Saavedra 
Fajardo, en que dice : «En tanto que los que gobiernan se opongan 
á los progresos de la libertad racional , y desoigan las advertencias y 
reclamaciones dé sus subordinados , los pueblos serán ciegos y tur^- 
bulentos : en tanto que los pueblos y los gobernantes estén ciegos 
unos y otros , serán juguetes de la impostura y de la ambición. » 

La anterior máxima del inmortal Saavedra es la verdadera apo- 
logía de la situación de la Península en mayo de 1822. 

8. Lleno de ambición el baton de Eróles , alimentada por sus 
circunstancias , pues de simple estudiante en 1808 se hallaba de te- 
niente general en 1816, convino con Mats^orida en dirijir las ope- 
raciones de Catalufia , ayudado por el arzobispo de Tarragona. La. 
Cataluña estaba abandonada por huestro gobierno , que en lugar de 
adoptar medidas enérgicas para proveer á la seguridad interior y es- 
terior, y por consiguiente suspender á los funcionarios enemigos es- 
cogiendo agentes adictos á la revolución , reorganizando el ejército, 
aumentando las milicias , y preparando fuerzas para atender á la de- 
fensa de la frontera^ ni aun se cuidaron de reemplazarlas bajas que 
desde 1820 habia tenido nuestro ejército. El ministerio seguía siem- 
pre impertérrito ^n su pensamiento de desvirtusur la Constitución pa- 
ra darnos una carta. ¿Y con qué derecho , preguntaríamos á los mi- 
nistros , con qué derecho se quiere imponer esa carta á los españo- 
les? Ni aun á las mismas tropas triunfadoras en 4820 podía conce- 



_ 496 — 

dárseles ese derecho, pues hid>iera sido imponer al pais su voluntad. 

A la nación solo pertenecía la reforma de aquel sistema, y para 
ello tenian que haber convocado sus Cortes ; y la nadon sola podia 
elegir quien reformase la Constitución, si es que tenia idgun defecto. 
Si, la nación solo podia variar los artículos del código, y su decisión 
se conceptuaría por la ley suprema á la que se hubiera sometido la 
minoría : en esto está el derecho , la justicia , el orden ; pero en el 
pensamiento del ministerio ó de su presidente no podia habef mas 
que la arbitrariedad , la opresión y el germen de disensiones que 
desgradadamente vino á sembrarse entre nosotros desde aquellos 
aciagos dias. 

Hay hombres quejamos conocen todo el conjunto de sus obras, sino 
la parte que lisonjea sus pasiones j y esta es la guia que siguen en su 
inda política sin cuidarse del mal que por eUas ha resultado á iodos 
sus conciudadanos. 

9. No podemos menos de tríbutar un justo elogio al heroismo, 
sobre todo á la generosidad v á las virtudes de la milicia nacional de 
Cataluña, que conociendo la posición en que se encontraba el briga* 
dier Lloverás , se le presentaron voluntariamente para ir á batir á 
Misas, que el 15 de abtil se habia apoderado de Camprodon. Honor 
eterno á los valientes milicianos que arrostrando todos los peligros 
ayudaron á las pocas fuerzas del ejército que mandaba aquel briga- 
dier. Ellos fueron los que arrojaron á los enemigos de los puntos 
que ocupaban, y si no se hubieran refugiado los facciosos en Francia, 
por Puig-Cerdá, les hubieran hecho espiar sus crímenes. 

No se puede menos de pagar un tributo de gratitud á los ciuda- 
danos liberales que arrostraron tan generosamente la muerte por 
salvar la libertad de su pais: estos son los únicos dignos del mayor 
elogio , y no los facinerosos y ladrones cuatreros que capitaneaban 
las hordas de foragidos que se titulaban defensores del altar y el trono. 

10. 11. El comandante general de la provincia de T^rida reu- 
niendo los milicianos y tropa que la guamBcía , salió á Tárrega con 
el objeto de hacer frente al Trapense , que apoyado en la ciudad de 
Cervera, se estendia sobre las poblaciones limítrofes. El entusiasnK) 
coronó la victoría de. los liberales : el Trapense replegó sus fuerzas 
sobre Cervera, y alli se disponía á esperar los defensores de la li- 
bertad. 

El comandante general Bellido celebró una junta de gefes en las 
ventas que distan una legua de la ciudad que ocupaban los facciosos. 
Lais noticias que recibían eran d^ que el paisanage, escitado por el 
clero , se disponía á defender la entrada en la población : el coman- 
dante de la milicia de Lérida se ofrece á dar el ataque con los ^uyos 
ocupando la vanguardia ; á su proposición sc^ escita el entusiasmo de 
los d^nas gefes ; el deseo del ataqqe se hace general , pues á ello 



— <97 — 

estimulaba el egemplo de los sacrificios que haciafi aquellos honrados 
mflicianos: todos querisuíi rivalizar en patriotismo; cerriercm/á ItxA 
armas , y sin descansar un solo momento entraron en la murallada 
Cervera , á pesar do una obstinada resistencia.* 

12. Ocupada la población se gusieron en fug^ los facciosos que 
escaparon de la muerte , y una comisión compuesta de vecinos hon- 
rados se presentó al general , quieii solo exigió un refresco para las 
tropas, y en seguida, salió en dirección de Bdaguer sobre cuyo 
punto se corrieron los enemigoá del reposo público que no pararon 
.hasta refugiarse en su protectora Francia. 

Cuánto se ha dicho sobre escesos cometidos en la población de 
Cervera es una infame calumnia. 

13. El republicano Bessieres fué también destruido y fofzado ¿ 
retirarse á Francia, cuyo gobierno adoptó el disimulado medio de/ 
desarmarlos á todos al darlas entrada en el pais. 

Vemos, pues, que aun existia entusiasmo en la milicia; veinos 
los pueblos aprestarse para combatir los enemigos de la Constitución 
¿pues porqué razón el ministerio no adoptaba sinceramente su de- 
fensa en vez de dirigir todos ^us conatos en destmirla? pero después 
hemos comprobado que aquellos hombres no querían ninguna Cons- 
titución fundada en el principio de soberanía nacior$ai, y que eran ins* 
trumentos ó cómplices de la corte para atajar y destruir la revolución 
de 1820 que ios habia libertado del presidio en que vivian. 

14. Los, trabajos sobre la Navarra empezaron á ser mas activos, 
porque con fecha I."" de mayo daba parte Balmaseda al marqués 
desde París noticiándole «que Moirejon .habia recibido el aviso de que 
»en el congreso de Leybach se habia resuelto sobre la España, el que 
»se le diese una Constitución ó carta, para lo cual se habia comisio- 
>ñado á Saldaña áñn' de que la formase, poniéndose deacuerdo .con el 
»rey, único medio de salvarlo; y que para ello se contase con el mi* 
>nisterio francés, quien facilitaría los medios, y que lo que con nin- 
»guna nación se habia hecho se hacia con la España pues se le fa- 
»cilitaron algunos millones á Eguía, quien los gastaba sin efecto aU 
Bguno bueno, y finalmente, que viendo todos los que trabajaban el 
«desacierto de Eguia y la temerídad de separarse de las instrucciones 
•que se le' habían dado , se resolvieron á no tomar parte por prever 

V » fatales resultados, si personas de mas interés no se ponían ala ca- 
»beza y daban mas fuerza á las operaciones, por lo que no se debia 
•disgustar á los soberanos. » 

En comunicación de 25 de mayo volváa á decir el vizconde fiois* 
set al marqués, que los hombres se movian mas por hechos que por 
dichos^ y que aunque su plan habia merecido la aprobación general, 
era preciso ademas que todos los sugetos inspirasen confianza, para 
cuyo efecto seria igualmente preciso trabajasen con empeño al logro 



~n 



- 49S — 

de una ptasa fuca*te; qoe apaieeiese un gea^l aoreditiido al 'frente 
^e los realistas, y entonces que contasen con todo cuanto fuese neee^ 
sario» Bl marqués trasladó las ant^ores oonmmcaeiones á la junta 
de Roncesvalles, refugiada en Francia , á Eróles y á todos los gefes 
de provínola. la junta de Navarra pas6 una circular á todos los. pár- 
rocos para que exhortasen á sus feligreses á que tomasen las ap- 
mas en defensa de la tey cristiana, pues de sus esfuerzos pendia el 
triunfo de la religión por el cual estaban intonesados los rmas y los aus-- 
triacos y y los párrocos no perdonaron medio para embaucar á los inr 
cautos con presentarles á los auistríacos y rusos como si fuesen Io& 
escogidos del Señor para predicar y combatir por la ley de Jesucristo. 
En Francia se dispusieron para entrar en E^paSa todos los generatea 
realistas y sus allegados, pues cada uno de ellos quería ser el gefe 
acreditado que habia de dirigir las operaciones ulteriores y figurar 
entre las potencias jBuropeas. Desde Roncesvalles, en 11 de junio, aa* 
lieron proclamas para el ejército en las que se ofrecían 160 rs^ á los 
que desertasen con armas, y 8Q á los uniformados, concluyendo tam- 
bién aquellas proclamas con que era la causa de Dios la, que iban á 
defender. La superstición, que aun existia en. la clase ínfima de la 
sodedad española, volvió á- triunfar esta vez de la buena fé de los 
incautos, pues cubriéndose el absolutismo con la máscara de la reli- 
gión, consiguió degradar á los hombres ^ooo cultos/ haciéndoles 
enemigos de sus derechos y que combatiesen para arrancárselos ásiis 
hermanos. 

J5. Quesada, qlie tenia mas ascendiente que Egu¡a,*óá lo me- 
nos inspiraba mas confianza al gobierno francés, se puso ala cabeza 
de la emigración armada y se introdujo en España en ¿3 de junio por 
Lecunverry , corriéndose después para ocupar el valle del Roncal, 
donde contaba con mas prosélitos. López Baños, qué cónio interesada 
por la causa, tenia sus confidencias en la frontera, sabedor del mo- 
vimiento dispuso de tres columnas , situando una de ellas enlas. 
Agurreas^ otra en Lumbier, y puesto á la cabeza de la tercera se 
dirigió por Orbaicj&ta deside cuyo punto empezó sus oporaciones con- 
tra Quesada, batiéndolo,. dispersándolo y haciéndolo se refugiase en 
Aragón, pues la columna de las Agurreas se interpuso para evitar 
el que repásasela .frontera. La Navarra volvió á quedar sin facción 
armada que molestase á los pacíficos habitantes. 

Las rairas.de Quesada fueron el ocupar á Lumbier, como punto 
en donde pedia establecerse una regencia que era el objeto principal 
de aquel segundo esfuerzo, mas la decisión del general López Baños, 
á pesar de ser de los que titulaban anarquistas y jacobinos , salvó 
aquella provincia por segunda vez del furor y fanatismo déla facción. 
. . 16. Como el int^és de ocupar una fortaleza se habia hecho ge- 
peral á lodos: los partidarios d^l cscurantismo, el Trápense, eri oomu- 



' • — f se — 

/ 

nkiacidn con tfs facciaaes de Homafs^a» MiUaíres y RoiñaniMos» y 
eon.alguEíos vceinos de la Seo de Urgel^ jo tomó y&r asaU(i el 21 de 
junio de i 822, subiendo el primero con un crueifijo en la mano, $a^ 
crifieando ¿ su fanatismo la desgraókda y valiente guarnición del 
fuerte, vfetima de la traición de algunos habitantes del pueblo. Bajo 
el triunfante estandarte de \á fé que cita el escritor. absolutista» fue- 
ron pasados por las armas en el pueblo de Olot, y con toda sai^re 
fría, los infelices milit¿ires que guárneeian el fuerte de la Seo. No 
puede haber español que al leer la obra que refutamos no nos re- 
compense con su aprecio la obligación que nos hemos iippuesto de 
esta refutación , que al pasar desapercibida, la posteridad nos hubiera 
juzgado por ella cual nosotros juzgamos á los bárbaros en los [urime* 
ros siglos. 

i7. Las ocurrencias de Navarra y Cataluña tenian alarmados álos 
liberales, pues todos conocían habia ua foco para la contra-revolu*- 
eion , y mucho mas se convencieron de esta verdad por la coinci-^ 
dencia de lo acaecido en Aranjuez y Valencia en aquellos mismos 
dias. Ló aletargado que se presentaba el ministerio exi^ltaba á los 
•individuos de las sociedades secretas, hacia recelosos á los liberateé 
de buena fé, y daba animación á los absolutistas; asi fué que ea 
Aranjuee gritaron públicamente Jos criados del palacio tviva el rey 
absoluto, muera la Constitución.» Hubo personas que supusieron ha- 
llarse mezclada la familia real en aquellos aconteciniientos^ y aim 
por ellos se hicieron cargos al ministerio en la sesión del 3 c^ junio: 
nosotros, respecto á estos antecedentes, nos sujetamos á lo qi£e dice 
el marqués de Miraflores, página 138: «El verdadero estado de 
»este suceso fué la crítica posición del ministerio en la yit citada 
1 sesión del 3 de junio y en la que con menos circunspección y caráo- 
»ter de- parte de los ministros, acaso el deporo del rey y de su real 
•familia, hubiera sufrido ataques violentos y hasta cierto punto fufi^ 
dados.» 

Lo único que podemos añadir , después de haber examinada la. 
historia de aquellos tiempos, es que á los esfuerzos de Navarra, á 
los prosélitos de Cataluña, álos alzamientos de partidas en Galicia y 
Aragón, coinoidieron en un mismo dialossucesos de Aranjuez,. donde 
residía el rey, y los de Valencia en la misma ciudadela que encerra- 
ba al general Ello, enemigo acérrimo de la Constitución. 

Luego que la milicia nacional de Aranjuez se penetró del ataque 
que se daba á la Constitución, corrió á las armas en los momentos 
que él alboroto, empezaba á estenderse, mas al acometer á los per^ 
turbadores del orden se encontraron con que las fuerzas de la guar- 
dia real hablan tomado una actitud hostil en fayor, de ios gritado- 
res: por fortuna d general Zayas, que merecía el apreció de todos, 
intervino con la guardia y milicianos, y fué, restablecteodoéLói'- 



— soo — 

den coD el apoyo que al miraio tiempo prestaron las autoridades. 

La efervescencia, aunque sofocada, indicó el estado de la guar- 
dia real y alarmó, si {iuede decirse asi, á ios hombres amantes del orden 
que supusieran una connivencia con el trono, pues de ninguna otra 
manera se hubieran atrevido á comprometer la real persona. 

Estendida la noticia en Madrid, empezaron los unos á descon- 
fiar dé la guardia, los otros á incitarla mas y mas, y los hombres 
honrados á conocer que la existencia del sistema constitucional era 
cada dia mas precaria. 

En la sesión de Corles del 3 de junio se decidieron los exalta- 
dos á darle un voto de censura al ministerio, y cual en la sesión del 3 
de mayo habia manifestado el diputado Alcalá Galiano que el minis- 
terio estaba imposibilitado de obrar con acierto, y recabó de sus com- 
pañeros el votar una esposiciori al rey que se le presentó el Í5 del 
mismo mes; el diputado Beltran de Lis formalizó una acusacton 
contra el ministro de la Guerra, tomándose el cargo en consideración 
por las Cortes. 

La anarquía que es consiguiente en las situaciones dudosas se 
apoderó de los ánimos exaltados en los dos sentidos opuestos , y tanto 
en la corte como en las provincias los hombres honrados representa- 
ron al poder para que impusiese órdeA en los pueblos y fuesen las 
leyes respetadas por los que se titulaban jacobiúos pertenecientes 
á las desacreditadas sociedades secretas y por los defensores del altar 
y el trono, mas estás representaciones quisieron apropiárselas los 
ministros, como un apoyo que recibían sus personas de la parte sana 
de la nación. 

Las representaciones de los pueblos se dirigían á ofrecer un apo- 
yo á las leyes, como barrera suficiente para contener el desarreglo 
de los hombres ; pero nunca fueron para sostener personas que ipoit 
desgracia empezaban á conocer el fondo de sus intenciones. 

La misma corte estaba indicando la catástrofe que le amenazaba; 
los serviles y los jacobinos, (que á p^sar de ser nombre estrangero 
•se lo daremos á los agentes de las sociedades secretas), se miraban 
con ceño amenazador. El gobierno ofrecía mejorar la suerte del pais en 
el momento que fuesen cerradas las Cortes; los diputados temían que 
al cerrarlas estallase alguna conjmacion; los enemigos del sistema 
constitucional minaban la subordinación de los soldados de la guar- 
dia real haciéndoles tomar parte activa en las cosas pdíticas> y en- 
gañándolos con que iban á ser desarmados como los Guardias de 
Gorps, y al mismo tiempo derramando el dinero en abundancia por 
entre las clases subalternas: el aspecto de la corte demostaraba^la si- 
luiioion congojosa en que se hallaban los hombres de paz, y el deaa* 
sésiego de los ánimos, en los de armas tomar pertenecientes á Tas 
dos tenderas opuestas. 



riSt .fiLMsniiMto; vttflUo^ éf Araiquet pula oerrat las Cdrtéd; y 
tsiatíó i k eeseoMmia en'la mafiana del 50 de junio, la cualr se verí^ 
fie6;CQii la mayor tranquilidad, y el rey {Mponmció u» ititcnrso dan- 
ib \9B gsaeiasali congreso por el arreglo que hslbia ptanteado ^n la 
haeieaéa,iy la economía que resultaba m k>s desembMfrfsos/ ofreoieñ" 
dóque eon no menor templanza ejercia su gobierinío las deiha^ facul- 
tades^ y ensanche que hablan tenido ábim las Cortes conceder á la 
aecion de.S. M., y á ia.que el ministerio corresponderia de una maM 
aera digna; qué no traspasaría las leyes, pves estaba resuello a sos-' 
tener su imperio y afianzar por él la tranquilidad pública asegura*)-^ 
do á todíos los españoles el ptóifico goce de ísus derechas. 

£1 pi'esideote, tiomez Beceira, Contestó al monarca, c^ié^ eabiaá las 
Cortes el loor de adelantarse á los anhelos de S. M», franqueando stH 
tnas faouUades '¿su gobierno para robustecer sus disposiekmes^ res- 
tid>lecer el óidea ínlerior, y afianzar el sosiego público; que tbdól; 
a^oeUos medios depositados en manes de S. M. seriM instrunKetitcíi 
ftaertesiy poderosos pa^a que el nombre es^fiol fuese pronükíeia»- 
áe.efi todas partes con acatamiento y respeto. 

Finalizado el acto, á la vuelta del rey á palacio y al atotivesar ^u 
eatrua^ la plaza de Oriente, algunos ciudadanos qué habían queda- 
do muy satisfechos del modo franco con que se había espresado em 
el eongiíeso, le victorearon con las voces de « viva d rey constltü- 
cionaU» como era de costumbre. De repénle rompen sus filas M 
granaderos de la guardia, y cargaron á la bayoneta' á las personas 
ind^eosas que Uraas de júbilo habum demonstrado su entusiasmo 
€on aquella tan natural aclamación: varios fueron los heridos, entre 
ctto» algunos médanos sin armiis y un oficial de aquellos mismos 
cuerpos de la guardia, nombrado Casasola, qué totóde xnmténer 
a<|uella trqielía. Los bf^tallolies que daban la guwlia en paláeío 
ocuparon las avenidas inniediatamente, y les soldados, y «un tos 4^ 
cíales ^qem^K^ del sistema constitucional, empegaron á v0rlsr pro- 
pesiriones seáiciMas, obligando á callaría loa que no abuñdi^aH' 
^lIos: miamos principios, y que habían gritado «viva el rey consti^ 
tucional.» 

El general Morfila, ipesarde hallar8eencaBta,mmt6^¿ caballo: 
el'gefepoUtieo, San Martin, lo verificó también ai primer aviso, y 
<qri|dados de a^nos iofioiales y saínenlos lognot» apaciguar ta si^ 
dádesea por «iguoos 'momentos. 

IQt. Laimüíeift hafaia tomado las «rmas, y al desembocar tm pi«^' 
quete por la plaza de Oriente, le» vocearon los sddados «viva el re^ 
»etOi»' liandriiiaru^ primer teniente de guardias, quiso repvmler al 
gBMadevo qub había proferido la espreñou de €ieiOy mas aasÉsejada 
por las oficiales que^nase mitiesc; en nadái se dirigía háciá éMtro' 
de palacio: Iretf gmadenoa sidierm de los filas; el «oniandanter del 

26 



bataHMiy «A fioM ttaaiaáo Mesa <|tiiaí)lroii^ fibéffeir^lüÜidattlÉru/ 
p^iN) eá vaoo;- le atesÍDarotl dMtrocdátaásnnoaleaflnr^ y ei édMgtiÉm^ 
do lué é tesparat á la fMiert^ de la estancia del rey i los <a0eginM >vM^' 
yiema áñm pujestoB con )a horrible frialdad que pu^e (Modiidr «a 
crimen tao atroz, habieock) ii^iido á su paso al teniente* Latojá./' > * 

Aq^ asesinato abominable de un otíoial por sus soldados en A 
«lirado del palacio reali, apesadumbró á todo Madrid que i ya se laAa^ 
ba ^ocaovido por las lOcitrrenQias de la mañana, y al anochecer dre^ 
cia> la oapital un aspecto pavoroso por las innumerables pakuUasqw 
con el mayor silencia reoonrian todas sus coiles. 

El gobierno mabdó que se retirase la indicia á sus ^asas, y ktt 
bditaltQQf» éSjguantias á sus cuarteles^ encaogando que se formase 
i4na.8umani^í..iw. ■ i 

. Los {CiMwdi^ de la CkHislituetoa escitaron «mas y tinas en el 
^ h.^ ip jUfUoá los .guardiais, asegurándoles c|ué mi pe^omgS'Wi 
pondfiSiáila!cabí«a djQ elles; queerai difioil retroceder por ia,^miMQle 
dt^i Ldodafbum y pior lo^ que ise habian pomparpiBetídoeni fiavofidd 
rey; que si no tomaban una actitud (militar seniíin de^asrapaifes; fpáf 
l»Ui«|0y>i(]pie n» faltaría (|uien les ayudasi^. 
. AK¡pi^ltoiiM>ehíi partíiéfón los euatto tetallonei» dBM8us< csowteles 
p^raj^nirse^fuéta: de^ Madrid en el ^ikipo ¿omfaráde. d^ losiGna^ 
dÍQgi. en. doinde delsan espetar . las órdenes 8Uf>éPÍoreá, y al .m»ío 
li(9ti^ <ximOip(^Qk)n «ttitU 

. r. El ayufttamisnto de Madrid se reunid y presentó álír^ dáquq^ 
4^^«lP9paHo loomtftklo ma> 'el pusaAage indefenso: per tof» granaieioá 

■ 4e')a^gUai4Ía>. .••■ ••»!.!•... . !■•.,. "i>:: iU:\ y ; ■ ;;: M"; 

- Gl.gea0hd(tMoii]lld.se.dir]|^ al punto de reontei^queites^ «k» 

bi^taUoMs y.eovié! algunos soldados: ápáladK) pafca quejiíaMaseii^ con> 

^fí^x^ Wiertíx. que no se hdbia marcfaadd: «ajqdeUoá soldadas IragrasfH. 

vm da^uas de haber vasto á & M^ qi»ea dicen cpie tes.|»eMÍaa^ 

gU9«dfi9ein sufaoi^iinaeion "y volviesen á sus cuártri^^l pero «ui» 

l^ñíka^rU áqueiíb'prei^ebcioti» pues los cuatro batafifiÉea se»éNPÍ^o^ 

roa<h)me«tiatlimente> 2¿ Pandos mieñtrasJos dios Mstntcsiséiinaiy^ 

nian de guardia én palacio haciendo alarde de sus fuerzas. . «f i ''; 

: SüoniniMerio cjQ^íó una especie de anmsticao ébdt bsisi^bléva- 

dos; #} JirigadieiT ckmde de Mof que estaba ii laiÍéalMé)a^fdeaiai|qsto;j^ii» 

salJda; hab¿ sido* .poiTfifte^ los itiaultabaa y^ qudríaiíadeáaralariáBlB^iqüffi 

se les dieran seguridades que tes tranq^mHiasen^tiinc^'tiOíoedmáLá^ 

i l^lfyxen^ y 4ti6 S. Mí¿ se donase >oir á algunos de siisiindÍJKttiuQá4ue 

I ' f«Mitfestanan;fi»rsGínalménte sus senftit^^ '. * . i:? < ! vwr .i^u}? 

I >> íSli^fA^no óoqtestó, de>acuí3rd0.conel!r«y^íque'p^ oonlí^H 

I , ^bft'ifr Mdar (oon S. M. y al ínimio^ ttém^o^uo! (tel(>AateUo«siiiJBnR$? 

! 4itofM á.lbledK^^ UM » VioáilivarD) y ^di^fá lÍegané&ur < .vi^íh ^i^A i^; 

I i . IttiiiipHiiamíeMo^eÉlcl^ etti^iiffian'peiman^teiiproviib^piá^ 



hiBeniMitfiadoiel fMñipie ide «rt^teMa, «pie totümiMí ges^ílkrv'o^ Ib 
qurla^Ueía mn^tíáúémfü éite iMieaN)»:! Iaíartili8toía;y te^bli&AAées 
éeUíDefi criB^ te «eaMteria luertm/bien sikiMidiB^jpito gefé9 teii|e^ q«a 
qráibrarost ad flfeetoi y á tes poo»' horas psáMyítafae^fa «Me ob^ím^ 
peetot^oervero^é iní>0iicbte. > '^ . r' ;ím 

El dia 3 se alarmarotf mas y mas k» ühersdes,. po» elmy mm* 
46' mí 'pafie)^ al minlsieiM de k guerra «pn una ^órden^ toitQikáiDte en 
b^liecjpvéveiMimnviiearlpam del nirtsnib día B.imáMJhlnlé 

compuesta del ministerio, del Consejo de Estado,; del g«leip<Álíca^ 
d6lei)ii<aDdaQte'^ínerát y de^^^^^^ «jéicito 

fBtmKmsil^i lÉi lia qoe ÍK)^0Kamm&s6i<díi3hD pppel; ctelbiáHdosq^* hades 
ttsb dekpuet'de la d|iou9ioa) deJasu^rentias fl|iie etwy {pedia<dñ>fl;> 
Todos de8e<Hifiiivon «küettaioeBt^ déi nlumairüa:;: á <lodés miM 
wbfFÍ6 «n-^ iHomento el proij/ieetado: plan,, ^mtiafuideiansté de las 
aatOTÍdadés, qiiréehsdMaJttirpmnéídoíal diftnito Viiiu68áy]i'todoi>tef 
^ie«06midian* las eugestrohesf de toFradciá) y «Ifela aipígtaoini:^ «fue 
0OR daipa^ 4» lealtad éstaiirtQ énfeubriettdoisusiñtleyeses^ií^ qiia 

ofíisoladb «l^k^eM pdr «élsemldiiüte que babiaá) tom8doílasfccoif&,i»petyi^ 
«aba aprovücbar'eli iriomcitítp deiefionnar la £íüBBÉitooionyBÍsi<» piuUá 
eM^aema qbe úilaeii^e'acerioiseia^^ ' 

. M.!}A1 'wr^ ei^miqisftem «l^aFdeir:»qu6'e]f peligmndf perder la fibe»^ 
tad habia infundido á la municipalidad y á los ciudadanqs;>i^a<lá 
eAte l0Éa eslab« seUnujas* lamían, yque se habían bu8eádo< buenos 
geifes'^ bvéieréii s« wnllDoia^^ pero los retu^VM^ron^ preats .im^pá^^ 
bas^ «v^er el^ p^tr^adeny dd tráMe. iMas mu habiaiquÉesi i^on¡laÉa>eOB 
la victoria. ^ » » '' -^ ' 

. ' £1 t^t^loy<k ]iM#cki> íiilápesadoa e&laioángefvtaiott de la liber 
téd,^Btaban di^K^eslosáá arrostpar k 'muerte i lendriprit^ieloraii^ 
ipie era > Itogido ^ el «mbeni) de ' vdver á k^ labtiptasiqrsslsf idei^gl» 
tt^rn^ií; y^ Ub medias tíntaa, el d^ réfafnouof h'&id«ii|;iRáoaiQ^ 
MaMde'Hná apMiencta rdel ststeiíia répri8eptátÍY0» hm^ bsíl^iwea de 
gsaiidMs aeiie^ar^m* abíartameHie ei^dia 4 á de}ar^i9U ^dsesfciftihwr 
til del Pardo. ^ . : -; : '. ¡ r 

i )£L ayshstám&effito^ pedia la publiokcion ^de ; lav ler^.de; 17 >dQ Abril. 
iM dipiitacrion^peimanentéide Oiries^aeDni^ejab^ Wl rey qu^ a^.cKiloq- 
easeieinr medieidteaufuebk; y éi día 5 loanifestábi^fil «nenafteiíeii 
deseqde que 86 Cernánasé p^cifksameifte eqiiel laberijllio, píu^.aé 
ifuería tal veE' (fué «se opusiese fuerza fále& guiv^ _ 

SO; Bl día & se iba-pasafido^eii eMsuHto de ^Dsejosy qUp^t^r 

efames r p^roalianeehecerivierea bon^tflaifíddd qo^ ia9 rMon^i y prot 

«Mto de los tímaos .dei la IttnEfftai^. emik ^^ám,' fm»,éíkiik eirtH^ 

&nr á iéepocoé m^fliento$'él'pIaa> (fíie teBÍaá^oQpibmado, <« 

21. Ciérrase el palaoionreri, la giGviffdia mpÜefia sa^dÉrii4iUi«tt^ 



toriéniffff cpie <rtab«ft^déñtPQ^ él; tmtákmmiÉe^km motímipte ú 
dia 4 produjoi ei papel dd rey; méignase el pueUt; lo* JutaUmie» 
8idblevad08 iie apodc^anda la puerta del QonAo Duque,. «eniMiiafi 
rael poebk), y de^emlMicaii en cuatro coIumÉM paraleiai por lai 
callefii ioteediataB al p«daoio: enivez de hnit el pueUo y b miiida» 
marchan contra la tropa; resiste aquella, se l>ale; el fiíego era^hotro-f 
rQjK&, pero cejaron los soldados. > . : , , . ' 

Noiné Diana la aurora que apareció el (fia 7 para ios habitante» 
de Uaéáéf lo fué Marte; y al estampido de sus eañoiesilespertabaí 
el ifteriiie vecindario. m , , 

Los Tisofios nábciMos I desplegaren un brillante vdor veehasando 
i los que en otro tiempo habían sido vencedores de les aguemdoe 
ejérd tos. franceses ; mas no entraremos en comparaciones sobie loe 
feúchos : todos fueron valientes porque todos eran espandles; 

Dirigidos los batalfenes sobre la pkusa mayor, llave <de todoeios 
pantos, tcavóse el combate con mayor enoanuzatmeüto: daeo^ vetee 
abanzaron los granaderos de la gíiardia< real y cinco veces fueron^ lec^ 
ablusados: la muerte discurría de unas á otMs filas : los gpraiKwIeM»^ 
dignos por su denuedo de sostener la causa sairta de: la. libertad , se 
hacían matar en medio de ka calles. \ Qué hei^mosa día pam Iíb 
guerrero Ubre I El triunfo fué: señalado para el pueblo: los soMadM 
se refugiaron al palacio. No sabemos la oonsigoa que tendrían aque- 
llos cuerpos. ; i 

Nada hay 4an sabio como el instinto del pueblo^ para coioeer las 
traiciones; una vez arrojado á la lid^ dejarle <^ar| él mbtíiL a^M&r 
al consejo y la eaperiencia de los bombees ancianos, ppro seíá en el 
caso que la necesite. « . 

Los nacionales y la poca fuerza de linea cpte les^ ayudad icar- 
ga&á la bayoneta á los batallones que habían empezado á. l'eo^ai*4. 
earse en las puertas del palacio real, y los hieieDon eBeaStiUar : el 
rey envía un parlamentario para que cesase el fuc^o;, diciendo que 
ae arriesgaba su vida: el general Ballesteros, que acáudillabala»fiiier^ 
aaa del pueMo, contestó que baria suspaider el fuego. mas no^la mar* 
cha de sus tropas. 

La diputación peraianente úe Gorfes, elO)n8ejede Bstedo, la di- 
putaeion provincial y el ayuntamiento estaban reunidos^ y aeuárcfaÉ 
recibir un armisticio que pedían del palacio ; fpere bajo la eoadieios 
imprescindible del desarme ejecutivo de los «cuatro batailonea qtw le 
guarnecían. El marques de casa Sarria fué el ^cial enviado por el 
rey; se opone resueltamente airando que ^1 desMriiie de :1a guai*dia 
era indeeoroso paraS. M. El pueblo «mpezó á s^iflear<qae aque^ 
líos paifemeniQS eran solo para ganar tíendpo , y mieiitras sei ertite 
providenciando lo que se había de eoiktestar, vuelve la^gifflnHaá Jui 
bostUidades, y renueva el fuego suspendido. ^ « : 



AJ9iiiii»4 !Wi i i a dgiiy i toM toiéM<liiqw»Íiieatf 

^^mMlteF«l .pueblo M'áqiHtt diai, forapieiSÍ<toi««i vi9aS'PCid|éi94thtí 
das^ te aepmiiMis de un. áit mu^wrmo ^ le) poAtí d^^ohifo • «P iogáü 
da la Ckuiatítuciatf V ,todo0 .loft fitütest ite la; ^revoteién^ destruidoii i pasa 

rts y de los cortesaao»: tod«8 los inlereaeti lie Jh Jiackfeii| jagabahí jw 
aquelic» íii€fiBeiilQ$ de eondiate^jitfifo um^-f)ez nifÉúfmhétp^bh áéÉ 
adí d^ark^yrmr, ••< •- <■: ■ .;'•'• ^ ^ - ... . * .1^ ••'.•».) ■ ; ■ 

= .Ii6a<g0iiei«k!6,Gopops(y Mlarteros, <^^ 
pueblo r. rechazan s6b último esfuerzo de losffcalallcmeftímwrcMod, te* 
duales se i (tírigieron al ctaa^ko del JAofo par a piesoalar^ . ilna balaila^ 
mas apene» salieron .de los puntos en que iiábia')eb»tkü)o8> ftiite* 
euceíaapQ raso aeneUUados síd Carlea tíempalalguiio para 'Oi|;aittsaR 
suB euadtoa. La guardia que hafaia hecho proügioa de f^alor reskH 
tieudo repetidas caigas, no teniendo ai^toio alguno, iMVOtpi^reiiPr 
dirse: a) ídeuiuedoidel ^pudMo baja elumforfne de myieianos-iiabio- 
fiates^t' h > - •■• ' - ' • :- ^. "'•-'.•: 

Honor al valor desgraciado ; pero honor y mas honor tribctete^ 
iiM)s4taf Jier^os at^ioiaiías iiaeimalm y tiífrpa cMatítüQÍoml,íq^ 
legando icm su sangre las eaUes de MadrM ^ dkendicfoajlaailibeitlirr 
dea^púbUcas, . "4, .--'.' ;..;-^ .-.•, -.•.•• i i. :-.....••!! 

^ . Todoa oomOiMtüties vafientesijiaeíondes y tnapa del^jéroito Un 
cftQnal 1, y ia^ Gapaia hii|>iera sido libre para sieibpte^ y respetada- 4a 
las-demas na<¿oQes. 1- > / . . 

Tajes &hsraii ids sueeaaa áeaaeidos desde el i30 de junte al 7 de 
julio de<i8í23v. y.lft'.sitíipla espé^cionide dtós la* eieeiüQSH»ufieimtb 
para el juieto'ciuetiha de; formar la posteridad, para^ el een«Qneii»teBÉ9 
de que el > pueblo eépanol ha deseado ser sKbce en. todaa .oeasione^ » y 
queai id^na vee diunlá de ellos el deapótismo , lolfué^aiempre pit 
eUn»perío de k fueraa. : : . . i .; 

: 32. Si, bubiesfe. veMido la reaoeion, índudabletiieátei: las mmi 
sioMa militares , los esoesos de toda especie i^ laa violencias: de los 
trH[)unaie&, las prísíanea,; el destierro y el patibcdoseibafoiemn p»ea/ 
to en-práetiea; pero ñieron pechos librea I03 trniiMadi^es, y aumprn 
UeMS de iadignaeíon inspiraáa por4os viles tnanejos de ue partido 
frenétieOy* habiendorquedado todos á su merded, no'sulrienyn vejá-r 
aien alguaoik»;; que eran, oonockios por Isutoi^s de las. anteriores ea^ 
cenas de 'sangre; •- -. ^ • -. -.= .•. ;; .,:'-;'• i,:--) 

i Cuáu íDJustos hant sido ^mpre los absolutistas con los )fom- 
hfts Ubres t; ei pueblo había* triundetde , fué un hécoe eh el oombalo^ 
laivietoria dio á^onoeer «as sentimientos de mod^-i^ft^^íi^ y davhu*% 
«MAidad.; empero jamás han aidoi^esp^tado» masiPeligiésamenle los 
deaechos de cada aao: ; . : - '1 ..a 

; \Glpaia^ fué;iaimedi«teffleii*egilarBeeidoporJaitiiepa;^ g^rpor 



niwia pRldkrá /tai la'miis ligem admo «ttntMi lte^«ugmt|KM pibd^ 

' €tAdáé «séün les^ffA (nlteeál nmiqimsíde Jiín|flér6t).eb4|iiri)fe' 
irgultoieon (fm á la ikz dd «anito paeéévanagiorialv&de idar ^«<ki 
Mstoria de* k» «evotadonesMi ejea|ipiotiiéi:vistov «fito tavi) siéinp)^ 
el elogio del grande y virtuoso carácter de esta iiacten '«iilgfijiAimbif 
^ Itueiii lestithónie Ae ^lo) ^ Ja mMér» ¡con^quie^^ les ^liéÉhii»^ ^^mi imas 
qiié ladfSOMffliiota'delj áitDÍsMrii^)de'Estad€^'y<'<ioailMtairáá {<¿^^ 
eÍ'MiMi#'7 dir%i«fra! á. este' toé nipiieai|i«m deitoda» l«i «soMe» 
á^6uh]fM;iitd4ÉidO'#eÉ^ la.iuieioa entam^' lft»wg|tt*idad 

pepiHiffiíl dO'^n myv dcwntendiéMla9e^abH>i«ta1n!ie«^ de kmristn» 
ernmn qoé hablan^ oonMhMido< los' sMeéos^i aqiiid' estremo , y ¡9» is»^ 
qwe fíiánx^iMiif^Msirmifgéntmí^ .m»- .^ >.-. .. •:,.;. ....-^.i .». r -•'' 

' IjCUs que áieen i(ue iosTealistas: lbetiiM!i»|irgád^ á«'Md#Dtti *y 
que se levantaron suplicios para ellos, son unos audaces calttiitfli»^ 
dore»."' '■ -í'-^-'^' ' ■.; • i •• • .' •■• • . ;. •• -^r.- '1 •;■ ■• • =( v ■• U . 

; La 9miitol>ife'lo»|dofeGmiett«m^uii eMtonglii todasiabfMlÍG«ilii 
riáiMs del0B skt« {kiínetos diáséei dai jiiHoi''Si^eii<<Ia Hisiotii 
llegasen á aparecer, serán un testimonio para coofundii^4»lir^€tiunm 
nto, 7^ nd*podl*áci;fnénos 4e'foMnap lin JiiiterMáfilMnMrtouaíitty'Hisió- 
rieo iBfBhmní itígn» desocupan tnió denlos: mejivéstagar^stett lási^^ 
ginas de nuestros anales modernos, y den á eonoe^<ií muHdi^'de^Jó 
qtte sbn Mpapesí Icfs eíspafidles,^ paptvralaitnenle d^sdetffíe 9b deci- 
diemii á'^er lAlma é independiente» b^ el'i«gtn]KÍn/d4:4ina Ootislif 
tóeion repFewntativaiy de :ati rey* oonstituoionhlv^^lil 'poUti¿e4ii9íi 
«sadiy y fñtif lindo de niiekfro dgio , y nl (fiiás: pofteroilo daicbatiHfi^ fk 
te» mfíoeiáa, dieron ios e^Ablee el maé solemne ^duseligá&a»^ 
la inutilidad de sus intrigas, de la impotencia^'dds^A^fífidas^^ué^ 
^ eiMei, y* d^ tainéüfibiemela de sus num^os» m^s^^de éstlav^ ar- 
madas puracóntraraiitar'id vidluftfaid dé un puebto decidido á cdMet*^ 
vap «la^Hbipitades. Paireeía! que iHidewilgafloíflM fidáific^tory^^ 
luiente deberia; ^imit dé ejemplo áo^ros poDtibos! menba «istuto^ 
de moñOB' talento y de lOuohisrmqsiáMm^H» iu^rza^^tl^l^^'C^ 
en ms depnrrados designios , y ne ttlvei^áiprovodaria^véngant;»; él 
vdor y el )iiAriotisiiio de ^ ios «nismc» qoe^ tafi> ht^eaitiMie^ hafbíüi 
escarmentado al que intentaba esclavizar á los espafietesi : ^' -' ' * 

No-teé asi ; Uéa '$eá' porque ;auii- báiy eiikfie'"ildtq^tn)^:>bot]tbr6s 
piM«fiiieñes la esperienci» no «irve>deieoéÍ€h','6<bieá'[i(mfc^eiete- 
tao'estrangeros, que* eni^ídidsosde maestms gtófias •( que á eKoisioé 
mkvwtoñ da^l&MgHOflMnia eii qq» y»cim):itei(erai;niiieg|r^ 
por ambas causas reunidas, la España libre palMÜafi de riue^o^ifiki 
erfad<i»ftuH|Mi«k)s ^eiloiilos'de ios 4mmii^ de fe 6aiistlldeii>A ^y de 



iiiíié(paH»)arUtxarior«ttíqtii)ila;<(b^ ki aduMioh^i hl piHifid^ 

yMla>4gitaKaiiQÍ& oedujéveo é fsia infelilD'aaciM m|i qslidk>(iiMnide|dtHi 

pAhéi) '■/,-,•' .:!-•'' ...,;..:..-.•• ;:' '. ^i•■ ,- •• ^. ! ..j;,'..? 

i La> Qudvt tmtáti vaiígiie ;taa . «fettotuástmoiite > epifreblifaratt prn^ 
do Aenvírief^ de Mroui; síiid hiiUera d^tad6 bermariáda ecm •aqublkÉ^ 
hombtes la igooraAota tíon. la temérklad) y sí hubtetftn tenido iism 
corazón sensible y echado una ojeada 3obi%>IaB eatnpostde las^npieé 
dilM»OQea de Madrid; y;en las* victíinaa'qiteiau^oisnio: había sácri- 
finado !^ pudieron hallar . todavía • mótíix» dOi arfe^kenUiÉieiiÉft f y puná 
^iata ca«on (para desistir de la temeraria jeaapresa.de ralvémoi! dk nát 
^D[itín absoluto^ AqueUos campos regadoa lan ÜnfriMÉMaineDtf hmo 
kráangrt^ Acr loa cí^os iiu^trüméiktos^ de jsii ^ofidm ^^ debieron servil^ 
ka de^iéntíerOf iremoldinlentou : .Empero - los; ; eorazonei ; ciiipedérnMoi 
eeoj te intídad^ jamás !S« isDcueátránsa^^ dlsgracfaaláe 

ana isempjantes , kxmei^ np lii^an donseguido^ici^ trifunfo'de sua^nifri^ 
€faDai;/Ibiyan«''hbyaDi-dé! entre mi^sotros á ocultar 6 fNiidicer s» infst^ 
lÉia'álotioa paisps^ en que aun eiiistaa hbnabces que AfruidoP llaiheft 

aalei^!uní pú$r q^iei ^» no ea fetiz, ae éebeá la pearNBsidad. desloa 
que^.sQ<dompibcaiireniSUímirie:en 4odo;géneirp da ddsdiehasi / 
\/^.:<Lk)apbriódlcol^ de(lajpá|)itakdioeniquje>giiaDdarM siempre la tlié* 
|rini>«ik'edüDspeocÍ0iÍ sebie estoiipartiduter por éb teíatnndé <dofiíieter)in4 
«Xiiftit«i4^s\^ áunqoepüblk^aron vafíasr oisefilisCanexaSfitelatiA^ . 

sultado de la persecución de las tropas leales contra los insuterriinái 
dta ^eise fo^onidel^lado^ mas para^üfOsottm^íaHoíqttB no (bon-- 
Yinibran en el «úmeito exaoto: át los^qué perecieren , * p¡ir< péqikiefd' 
qan lueÉavai^rá síetaiiiretstificiekte para qi]eilodD(:buea > espe^^ lav 
(faKlft deiaqueláafórtvfiie^i y «para ique' se indigne;-^ mas cotm 
toa^Q^ ptincipatefr^auiored de tales desdichasi • . . > / < ' > i 7 
^ iSijlaa^.deiloaíacetoBos eraí sk duda ^^batat con< elíd0aMde»»flv 
kjúafrfkiliáiBaté efecto ¿o podía menM de enttail en saa^leiilQ8>to 
aftAtteeéon delaigunos^BnoáuloghabAbaRteB de los^faarfios de'UaHsiH 
BKi^iy.non; éfffiAoy ¡tampoco dejaron db tooariesle reáortb^ ipéro^enf^sÉ 
igMcenoia' áoitqoírtaúroa. eon 'el «esipírillii fsébUco'^^e < Madrid >, .no ^ntán 
ron con que id tmtMedeiiifist (leligf^ba el régimen oonstitueidnat^ 
unai>i«aá aolaaeria klopiniony q»edaKian:<olvídadaí9i (adaaias cbíoo* 
middeionbsicou quería *nuiIevoleatía>faabia(prociii»do dividir Ibfrámw 
atoaieoifaiilps láianntaa» quey tatiando en W medida^ lecÉivénÜBnéai 

y,SS3híy 24.V £¡a;ÍBdud8Éle)íqué laá innirreñciasi de^ Madrid ealabaá» 
Ug^uto^eod laardé GáidAba^y gpgñenra: iqbeiesláU8urDn'>eñ:=db4náoM( 
día)^i pnee^el ^ dé jimio ia^ífinraa decarakilevos que»aiabtid ea GaiNi 
trtitfibl iRbí (y>la8li»lpvjdiiop>del-balalloii db -«ilMÉa HdaiffitNhHiaAkai 



ü^dta; ciudad , ^ InieiéndO' fueg^ al puebloimfofeoso ; • y ueteméomm 
fr^bf faarabinehM'paina emprender sii mafdia'Sobfé lá oúrte< miBBa^ 
hedores de lo ocurrido en Madrid , quedaron acobardados y suchish^ 
bícToo el 14 #}ulioi á las'fuerttsifue tíian^fiba el general conde de 
ViUdeesñas en él puebk) de Alinodoror 4lel Campa; Respeeío á ]ó 
ocurrido en Navarra y Gataliriia hemos hecho referencia de ello ea 
lostpórrafoS' 16 y<i6 de este capítolo. ' 

Lo Maefeido en Madrid desde el 30 de junio: al 7 de julio,' unié ¿ 
lo» ^hondMres^^übeFaiesque^e^taban dividido!^, y en' lo quev tenia luia 
parte, muy activa el ministerio; por consiguiente^ la pürmane&eia'<le 
este era «aiteraniente imposible cuando la conspiíiaeioR que estalló el 
30 de junio y quedó amortiguada el 7 de julio, los imós deeiuhaN 
bilm sido oómplioes en ella los miaistros, y les oMs, que habiaa e»^ 
lade de parlé de estos, los (Msculpaban suponiéndoles, ¡«ibéeiles pata 
ei «Dando : sea como quiera , nosotros solo podemos decir que eHos 
eran: sabedores de cnanto pas^, que el palacio y ¿las. oasas^ de los 
diplomáticos estaban llenas dé prófugos, ¿ quienes protegía el espi* 
ríilo de partido , y que tenieiido conocimiento de toiká la» eonspiính 
eiones, no adoptaban ninguna de. esiAB medidas qwcortafi los malta 
de raíz. Los ministros repitieron pin* segunda vez sus dimisiones v y 
el 6 de agosto fmenm nombrados > San Miguel*, de Estadq; López 
Baños , de la Guerra; Gaseo, de la Gobernacmh ; Navarra, de Graeia 
y Justicia; Capaz, de Marina; Yadillo, de Uitmmr,' y EgMi pai» 
Hacienéa'. ; • i • :. . • - • ^ ' 

Uno de los asnntds cpie se preseidaban de mas interés era l|i ac* 
tividad en la causa crimíiial que se formaba contra los autores de Ja 
verdadem rebelión ibititar de julio. Hemos diduo en el párrafo ante* 
ñor, y lo repetimos^ iipié cuantos ^dedaman sobre las ocui|Pdneía»éeJ[' 
7 de julio y siguientes dias inculpando á los eonstünoionáles , eon^ 
imos (ialtanniadores; Iu>s liberales de 1820nosedesmandaitob jaihás, 
•émala testücará la historia al tiempri que haga la ji»tieia debíi^a á 
k inoderaéipn y oomedimieni» fue guardairon-en tbdM ooasieiic» 
después dcjl triunfo. El mismo dia 7 no quisieTon apurar la inforpia<- 
eión de lo ocurrido por temw de tropetor con reoa. querías círraw^ 
tánciáa del particular carácter espafiol no peiteitíaínl lOastigBur^ 

áffi« Procesados los oficiales cedidos om laá armas €b larnimo^ 
uiio solo resultó condenado á<muerle, conV6ncido^d9 ineitadkirial bo^ 
■ricidió de I^mdaJmru.Noéoiros protestamos cofite ib «plioaiHoade 
esta pena por asuntos políticos, y una prueba eviden^ de estai v&t^^ 
dadid»,* lade qué nos ha privado^ de nuoMm carrera y se nesba 
licohb^f0e»nh-»eff oalabozoa Ifrgo tk»npO per^ 
nioa en* favor de unosinfdiees paisatto» aeúsadosi dé ififideiieb;pen^ 
á'iat^adsiculieas vidíoMs de teaiaocclBosdeji^ que. fueron elüenlénte 



— 209 -^ 

túms^H. Twdoro GoiSeü y el soldadQ Agustín Ruk Pei*ez, no las 
litemos. coloear en dase de vicliinas poUticas; h^bia una circua^- 
tmota criminal, y en esl;a debia ejercer su impelo la fueiza di^ 
la ley. ■.•.•• . ^ ,. 

» Desde eii'ehiado de Felipe II, que coneluyeron todas las libertades 
de los pequefios reinos en que se hallaba subdividida la Penípsula, 
el clero trabajó incesantemente por mantener al pueblo inculto y 
Mperstídoso : las ideas de libertad que empezaron á estenderse des- 
de iÜOS á 18i4, no pudieron alcanzar basta los labriegos y cw>pe- 
sittos. EfU 1820 y i>8ál empezaron á generalizarse; fuellas ideas;, 
pero las pastorales de los obispos y las continuas predicacioc^s del 
dero, Bpse las^dejó conocer dd todoála cíase inculta^.atajándi^os^con 
¡a. superstición con el fin de poder conservar los vestigios de su fu.-*, 
iieslo influjo y que no osaran sacudir enteramente el yugo de Ja tir^^. 
nia. La {irueba de esta verdad se toca á primera vista con solo consi- 
derar que el partido q)ostólico ejercía su influencia únicamente e» 
los pueblos p^uefios, porque en ellos eonsei*vaban aun el prestigio los 
frailes y los curas, cuidando estos muy particularmente de ocultarles, 
los ben^cíos del sistema, y no permitiéndoles ccmsoltar con ei inte- 
F^. que los redundaba en las ventajas positivas de la supresión del 
dÍB»ro y <ytras adealas. Como los pueblos pequeños conservaban aim 
sos pieocupaciones y mucho mas los de Arag<m y Caluña, y el 
fMirtído derical le daba á sus miras particulares ciertQ cai^ter reli- 
gioso, comprometieron la buena fé de aquellos honrados aldeanos 4 
kidevoii que iftundm*an los campos con la san^e de sus conciuda- 
danos que no querían humillarse ante el trono del poder absoluto. 

Si los curas hubieran dejado conocer en los pueblos pequefioa 
que el diésp<4ismo es el azote de las naciones y que la libertad 46r** 
mada por las leyes es un bien para ellos, desde luego hubiesen ceco* 
giáo los espafioles el fruto de la victoria del 7 de julio. 

d6. Los emigrados, puestos ya en relaciones cw las potencias 
absolutas y h^iendo conseguido la toma de la Seo de Urgel, recibie-. 
FOtt cuantos recursos les eran necesarios para establecer el plan d^ 
rancia meditado por Mataflorida y del que se habia dado conocí-^ 
miento al ministerio francés; mas desde lu^o. empezó la lucha entre 
las personas que podían componer aquella regencia. , 

: Baknaseda en 28.de julio deeia al marqué^, que Morejonle habia 
dieho que los de Bayona, que eran Eguia, Abreu, etc., obraban bajo 
la dirección de ligarte; concluyendo con estas notables palabras: 

itNo me puedo olvidar que ligarte es el primer origen, de nuestros 
nrtd>}e8 males, y ya que se ha vuelto á mezclar en los ne^ocios^ él 
acabará con la real familia.» Abreu habia ^tado á E)guia como 
inútil para todo , y este Abréu como perjudicial. 

El murqate, qué estdl^ decidido i seguije adelante su plañí- oomi« 

87 



— ^40 — 

sitinóáD. Pedro Podio para llevar dinero á-QúeraU/yt^é éstate eo 
Cataluña .entregar dos oficios , uno' al arzobispo dé Tarragom jr «tro^ 
abaron de Eróles, íq vitándoles que fuesen eon él individuos dak 
regencia durante el cautiverio del rey, y una carta al obispo de üivi 
^ poht que les proporcionase la instalación en aquella ciudad, efe.. 
Los oficios fneron entregados en lá Masana (vsdle de Andorra) y la 
certa puesta en manos del obispo el 10 de julio* . 

Cumplió tan exactamente d obispo áé Ur^l que obligó á todas 
las partidas y juntas de Galalufia á que prestasen obediencia alamar** 
qués de Mátaflorida, domó representante de la pieírsoná del rey, antes 
de haberse instalado la regencia. 

' Enterado Matáflórlda del paso adelantado del obispo, se 'puso en 
marcha desde Tolosa (Francia), y el 12 de agosttí preséntese en ürgel 
para recibir la investidura. ;• 

' El arzobispo dé TaiYagona respondió á la iúvitaeiondeí niarqués, 
iftanifestandd que estaba decidido á sacriRcar hasta ^us intereses y 
vida por el rey , como leal á los principios monárquico»; y él bareo 
de Eróles, en su contestabion / hacia las obsecvaoíones sigüdentes: 

*Bl ofrecer á la nación et imsmq mtema á 'que se. a$ribuye»' kur 
^tksgracias de 1808 y los inpHUfiíos de- 18á0 ^ i»^ jparoee unmdi» 
iiíapaz de enqgenar muchos^ ánimos; el ofrecer á los espMoies tma^ 
iConstihicion finücída en sus antiguos fuetos, usos, kyes.y.pri«€Ípio9/ 
Mádaptáñdoló^ á nuestras actuales leyes^ y costumbres , juzgo que.sM^ 
i^lm0age con que en el dia cúnnern hablar á la naáom.3' .« . . . 

La genuina confesión del barón Eróles , /aüérrimfo^paclidaok^^deí 
rey, es suficiente comprobante de los desmanes :coinetidos:porkft 
' defensores del trono absoluto, en su sii^tema de tedalidad* ¿Qué nos 
dirán ¡ahora los apostólicos cuando el principal de su8géfe9<te<alrm»^ 
e! escogido entre los- demás generales, el que debia su engrandeoir- 
Iniento á la camarilla, en knedio de su exaltación realfeta y-sediée 
mando que le caracterizaba; ccmtesta al prohombre déla reaecioii/que 
eHistema absoluto era él motor de las desgracias de la mcton^ Sin 
embargo de que no sonk>$ jdrislas podemos decir ¿nuestros eneni^ 
gos Ijue la confesión de paite e^á relevada de toda prueba, ^ ... . 
^ ' Apreíwóse él marqués ¿contestar al barón diciéodole. qtie#;ia 
proclama ó manifié^ de* la regencia á. los españoles debía oalcficse 
én el- mawifl€ístó dáüo porid rey el 4 de mayo de 4814 en YaleÉcia, 
iñguiendo éNes los* priniápios puramente monápqmcós; pufino ^ 
dian ofrecer una Goni^titüclón^ adaptada á nuestras actoéles. luoes; sia 
incurrir en él rtismo abujso de facultades queiasíGóPtesjieiCáiHz, 
JíUes como su- objeto se limitaba á salvar al rey, solo bajaesk^piiii* 
i^ipios podiá eonliftuár'sü empresa/ y de no seguirlos el barOn^BO 
habría nada de lo dicho ^ la invitación que le habia dirígidOk, . t 
' BalÉíafifedá y I>; f¥&iiciscó l.onga, desde París^i aeusehwiíái Ero-. 



les> preeeDtíiiMkib «¡orno t^i^o Ak^^m^^ ^9fí^Ío\^^y f^^ 
«1 marquéfit para que destconfiaodo del harón, eligiesen Long( por ^ 
«eral en gefe de lae fuerzas realistas. . : ,. 

El barón de Eróles, que sabia por su6 reljiciiooá^ ea. Pai49.fliie 
aquel goUkrpo deseaba partiesen de un o^ntro ]as< ppefadonés mili- 
tarea maüsta^ para. apoy arlas abíeriamaíxt^» se popfop^mó de pvoQll» 
^etoik proposición de Matafloiída>! si bien dio e] 15 de agosto una 
íproolama á sus sfubordinados ,, demostrando f^s )n|;^cioQ€is^ y, ^et 18 
4el iitisaiN> ines:s& inslaJó la: regeopia de UrgfiU qorroborando con 
4(fueJ aieto público. qiie se conspiraba de pp, modo a^^tíMo y dírecU> 
'Qontnaietl gobierno .establecido, á o«iyQfr^te:estel)a)F«vna]ido.:yi|. 
• . .: La regeneiade Urgel lomé:un caréíjt^i? pj4Wicc),.y.4e»cierto Dü^dP 
4>ft9Íal;<dando impulso á las junt;as de Navarra y 'Me^uinenzai/ y^^ar 
tendiendo las secretas á todas las prbvincias del reino. • ;;, » 

M ilQgobierpo. francés hizo á las^^ regepciaB vari4a^i?iiie9a$: d(e cajo- 
nes de fUsUe&y de caudales, bajo. la puoteccjiou del Qj^^cito^ denlos 
Pirineos^. de Itqtlel ejército numeroso que a^oinerói en: uuestra fri- 
tera pretestando medidas sanitariaa^ como si hubieran cíe reehasuu»^ 
á cañonazos los miasmas pestíferos de la epidemia que se suponiap. 
^ fiiu*eie)onftf empero aquel cordoa saniterio . estaba 'destíiiadp para 
^ que' fuese fia reserva.de la regencia ^ por eu^ya, f^zoq había dieho^i^l 
vÍEeoipde>de:Boiaset á Mataflorida, que el gobierno francés se^ ñmfi 
en.baetosy no en palal?rasy que quería vey.pnaplaziy. un, gw^oll 
«ereditado i. la cabeza de loa realistas. . ,i 

Aunque de paso citaremos un hecho para.coiiaprobar la amldad, 
:6 llámese mala fé^ del gobierno francés. , ^ 

, ;En-l9. oáxnara francesa, sei»on del 25 de julio 4e; 19^, euaMlP 
-cataba^ Ir^tando seKírQtamente aquel gobierno la destruccio^ded ata- 
tema que sa hablan daáo los e9pañoles, interpelaiNQ al f^ieyiy> Mñ^ 
tíos diputados libarale^, como lo «eran el general Foy y el ^on^ra^ 
llr» Kgnon« sobre la conducta que. el .ministerio otoervaba.oon la 
España, y el ounislro de Estado .conite$|tó. las .siguientes.' pakbiMs: 
'«(¿Quién habrá ^que deaee mas que nosotros la felicidad > y Ja. pa^- de 
.>la ]^pana^ con cuyo gobierno estamo$ intunamente unidos, y diel 
aqiie no hay. eipjecie alguna de rivalWadque nos.separe?^ :. 

¿Hal)rá quien- se fie en política con estos anteeedentes? Elhonqr 
de la Francia en aquella época, novpuede dudarae,- fué como el 4b 
la muger de César,... . 

■- JU instalarse la regencia» juraron antecL obispo d^ Uig9^, »al 
marqués de Mataflorida (1), el obispo Creus, y el barón de Eróles, 

(1) ;. El marqués dB Mataflóriidai pre^ideiita de, la 1r^gen(pÁa cuaadoaii. sola- 
menle Mozo Rosalei^, y. diputado á Cortes on jldU» praoiim^ió pn. discurra sobre 
d juicio que tenía' lorniado de la GonstitudoA. para ¿apoyar lina Djroposicion que 
presentaba tan exagerado consúlucional, que tos mas exaUados liWales tuviem 



que guardarían y tiariai) guardar los pntieiptos (imittfiieilftenioiiArqur 
tus y absolutos i^ mas á iies^ir del juramento, Erdes iudtcaba á los 
suyos que estaba en favor de una Coostitueion que emaBase del rey^, 
d que se reformase la existente. 

Celebróse una junta en Bayona el 20 de setiembre afín de si de- 
bían reconocer á la regencia los emigrados , y obteniendo maym^fai, 
resolvieron hacerlo dirigiendo el acta firmada por Eguia, O^Donett, 
el inquisidor general, d obispo de Pamplona, el de Tarra^na^ el 
arzobispo de Valencia y el general de Capuchinos. La junta de Si-^ 
gñenza veríflc6 también el reconocimiento por medio de s» presi* 
dente el doctoral de aquella metropolitana. La de Navarra por el ea-^ 
nónigo La Carra. La diputación de Vizcaya, el rector de Vatenéia, el 
arcediano de Alcira y un sinnúmero de curas y frailes de diferentes 
puntos. 

Nos duele» ¿fuer de buenos españoles y religiosos por educación 
y convencimiento, eslamparlas anteriores dignidades edesíásticas, y 
no podemos menos de decir cuatro palabras i^obi^ el dero, al ver los 
personages que se presentaban á la cabeza de la reacdon y de sus; 
juntas. 

El clero fué siempre respetado en España por los soberanos y los 
pueblos, gozando de propiedades que los ponian en el estado de mos- 
trarse con esplendor y magnificencia á los ojos de sus conciudadanos. 
Aquellas señales de distinción les imponía, principalmente á ks pri- 
meras dignidades del clero, el deber indispensable de un eterno reco- 
nocimiento, so pena de incurrir en la mas odiosa ingratitud. £1 sa- 
cerdote debia mostrarse siempre amante de su patria^ defensor de su 
libertad, promovedor de sus intereses, fomentador de la felicidad pú- 
blica, sostenedor de los derechos de todos, y en ftn, opoiierse oo<» no- 
Meza y energía á^tos progresos del despotismo, como se opusieron 
sus antepasados en los concilios y conventos jurídicos. 

Los ministros de la religión dieron á conocer á los reyes la vet^ 
4ad que los cortesanos aduladores les ocultaban, y puestos en unlu- 
^r eminente manifestaron con su egemplo, mas c(ue con sm 
discursos, la necesidad de la unión, la conconlia y tolerancia, res- 
pecto de los estravios y debilidades de los hombres. Pero esos obis^ 
pos, esos sacerdotes que tanto ha ensalzado el escritor Hugo, tan, 
^crueles é intolerantes como se presentaron en la época de la reacción, 
y después de conseguida, no podían ser ministros de un Dios llen^ 
de mansedumbre y de bondad, üa sacerdote que se goza en sacrifi-^ 



3ue 4^8ech'ar!a (tomo 3.*^ de Ja i.* legislatura de 1813, sesión- 33 de enero 
e 1814 pág. 24o). En abril del mismo año fué el primero (|ue con los ^ firmó 

la famosa representación a! rey contra et régimen constitucional [ Después' fné 

marqués de Mat^floridatlf 



^ 243 — 

ear hombres á su ambicien, eB im sacerdote de Molóchynode Jéfáu*- 
cristo. Aquellos sacerdolps perseguidores^, afelios fanáticos ique pi%- 
dicaban discordia , no eran mas que embusteros y éngaf adco^s que 
hablaban en nombre de si mismos y cuya lengua movía el inteféS, 
el delirie y el fuiwr 

Si esos obispos dé Urgel, de Valen6ía,de Tariígéna; Mi&tfsy 
Trapeases, etc., etc., etc., si no hubieran- ilidn discipulos de un 
Dios de paz, tu) hubieran podido, sin ofender & su divino maestro^ 
isepararse de las leyes que existían €¡n el Estado , ni resistir á \aÉ le- * 
gitimas potestades, ni sublevar á los ciudadanos eontra el gobierno 
constituido. •;; ; 

¿QuSméfeoian los escitadores de aquella guerra in^pfa^ disfrioada 
con la máscara de la religión y el amor al rey , y tanto mas odiosa, 
detestable, criminal é injuriosa á la nación española, cuanto 4as pér- 
fidos autores' suponían que esta misma nación; respetada entre todos- 
los pueblos del mundo por sus virtudes religiosüas y civiles y por su 
amor y acendrada lealtad á sus reyes, haWa olvidado su religfoiü y 
faltado á sus deberes para con el rey? 

Llegará un día en que tal ve?: leyendo la historia déla Penfnsnlá 
del presente siglo sí; creerán de ella lo que nosotros de las hazaflasés 
los héroes imaginarios, y apenas podrán concebir la iáea de que hu- 
biese habido una época , cuya ignorancia sostenida por él ' partMo 
edesiástico, que en todas las naciones se supone de los mas ilustf»- 
dos , llegase al estremo que prefiriese el poder absoluto al constituí 
donal, ó sea el poder de la voluntad de uno solo al poder de M ley. 

Habiendo sido reconocida la regencia procedió desde luego al 
nombramiento del ministerio, nombrando dos franceses-, por minis^ 
tro el uno de Estado, llamado Gispert, y el otro de la Guerra, á quien 
apeuidsdían Ortafá, y las demás carteras fueron puestas al cargo -tíe 
Barrafon, Solo el nombramiento de dos estrangeros para aquellos 
destinos nos irrita en sumo grado , pues prueba lo suficiente el poco 
decoro nacicoial de iDs magnates de la nación. 

Los detalles de los movimientos militares en Cataluña, Aragón, 
Vizcaya y Navarra , dislraerian demasiado la atención de nuestros 
lectores: baste solo decir que á pesar de combatir contra la opinión, 
que una parte de la nobleza y clero esti aviaba bajo el subterfugio de 
rey, religión, altar y trono, los generales constitucifínales sostenían 
las poblaciones de interés, y ayudados por los milicianos nacionales 
obtuvieron repetidos triunfos en los campos, pueblos pequeños 6 
guaridas en donde la faceten iba organizándose en diferentes cuerpos 
militares. Pasaremos pues á ocupamos de la regencia. 

Nombrado el ministerio absolutista procedieron áHa dcccion dfe 
tin cuerpo diplomático, y Balmaseda fué elegido por eneargado dfe 
iiégodos en Paris. I^ correspondencia de Balmaseda és muy itírpoi*- 



— 2n — 

taute por los secretos que descubre y porqui^ aeniíJi^i ó iam^iataoiente 
Ja escisión entre los corregentes. 

En su j)rimera comunicaaion„28 de agosto, avisaba á h reg&»($|9t 
ba^r recibido I03 pliegos en que sé daba parie de su ÍDstalae¿9j& , j 
que debía entregar al conde de Artois, á la duquei^ de Befri y .ál 
mi^iflro de Estado ; que suplicaría la alta protección de los diiifujes; 
y. que ^gpeQlOjal gobierxio francés, peidia para la regencia:. . ; . i 

1/ Dos B(úlloBeg de Jfratíco3* .:>..'; ... íi 

2/ Orden egresa y disimulada para el paso d^ arma9 «u^ h 
'frontera. • ,. ,,..••'..... ■■^^^ 

3/ í)os regimientos suizos. . lí ; , 

i."" Un buque de transporte y una fragata para au?(iUar los rea- 
listas de. España. . ¡ ..;■:, 
£q.o^Q comuiucaeion (de cisina) dei^ Babnas^da i^que y^^ao^ 
.;»dofe,i9JUlopes:lo6 que en Bayona se habían consumido pprf^gufay 
tdemas de e;u pli::;:: y que lo gobernaban Hernán Nufi^z, ¿Ékstimo 
^ amigo del conde Toreno. 

» Decía también que había dirigido la correspondencia dipiQlQá^ica 
para ios soberanos y mipistro^de la Europa con los egemplare^ im- 
presos d^ manifiesto y primeras, proviidenpias^, y concluía dicie|ido 
.tse hablaba en Pari^ de una proclama que iba ádar el general Quesada 
para establece? una capitulación , obra aí parecer acordada per libe^ 
jfales nudos españoles: la cosa es .cierta, esta noticia descubre en 
coQ4)Ucidadá Quesada con el plan de dará España unaConstj^ucioqr» 

; Con fe^ba ¿5 del mismo agosto, según (Ssir(fpto,de los pápele» 4^ 
Wchivodala regencia d^Urgel^ sacado por su premíenle, dabap^rtiB Bal- 
maseda óá^ una conterencia que tuvo el día anterior. 

«El general España , Calderón , Erro y Morejon , en la quQ ave- 
triguó que el plan de Ijlguia estaba sostenido por. el gobierno fmWs 
tpara sus fines particulares, y que lo ocurrido en Madrid en 7 d^ 
* julio había sucedido por haber el rey rehusado firmar lo que había 
ji tratado en París Hernán Nuoez, Joreno, Leval y otro§, óon Marti- 
•nez^^de la Rosa y demás ministros para establecer las dos, cámaras y 
.>modificar laConslilucion.» ^ - 

jEl pueblo no se engaña jamás en sus recónditos ipstintos! . . 
. En.l.° y 3 de setiembre .ha^e relación de la leyenda del; #iaoi- 
■fiesta en el consejo de ministros; que el dela.Guerray Aíorite^orency 
estaban por el plan deja qarta ep É^pañ^, efecto de los trabajos por 
fieman Jíuñeii; i Torena, etc.,; jqiüíe.en aquellps días habi?.. salido fln 
comisionado para Verona con el mismo. fin ; que se derr^abam^i^ 
cho dinero; que.enelcoi)j|ejo d^ minísti^q/s estuvieron todos porque; se 
sostuviere la regenqia en Xlrgel,. esceplat) Villere y Corüere^ítero que 
Qhateaubi^ian había inclinadf» el ánimo del rey al paarecer iíe. Ips dos 
jninistroSti poi; cuya ra7;oi^ se ihaá negar todo racurso.á ,U c^e^icía. 



pi #ti»te6fnUiilcaóióB VaMiasedá díce\qu6 d pliego remitida j)í>r 
la yegeckcia al soberano congreso de Várocia ; Ib iñttádaba certifitodó' 
al príncipe de Melemich como también lo^ dirigidos á tos mitíisttos 
de las potenciad que existían en' el conigr^o ; y qtie había dado él 
último paso para obligar al gobierno francés á que coMinúase daíidó 
sooorros, amenazándole que lá regencia desistiría de aita^tmt* impo- 
sibles $ si k^ gabinetes ne le ayudaban. <}ue Afrarez de -Toledo se 
haMa unido con Nüñez , todo lo que aclaraba la procedencia det hijo 
q<ietei|ia 'en París: . ' 

. D. Carlos España fué nombrado por la regencia oóYhosii pleni- 
potentíteirío cerca de los soberanos Téünidt)is en ' Verana , qaíen sis 
puso de acuerdo con el rey de Ñapóles y el deSajonia , -y manifestó 
á la regencia que los príncipes habían aceptado la in)stalaeíon en Ur- 
ge! y la pureza de los principios declarado!» en 'el manifiesto. 

Erro, que seguia en relaciones con D. Carlos Espáfla/ dijo á Bal- 
áiaseda en París que los do? empcfradores habían aprdíado el plan 
de D. Cários que eta ofrecerles una parte del Pérü con- tal que ayu-*' 
daseneon sus fuerzas á laUbertad del rey de España , pero que es-^ 
le tratado no tenia efecto byasta que fuese ratificado por S. M. 
• ' Corno el plan de la regencia fuese, según sü comunicacíow á' los 
soberanos de Europa, ire^tailecer por ahora4a$ cosas en el estado que 
Bienimen 9 de marzo de 19á0. Después por di^osimn de^ S. M. y 
tcon su intervehciok > podrá ser oida la voz verdadera de la ñafian, y 
»examnando si hay vicioso defecto en el sisterña á vicio ácddimtcU, po^'. 
»drán adofiarse por S. M: las medidas mas oportunas y que puedan 
»turar cualqtJiier ma¡ y no aumentadlo. ^ ^e quejaba á los gabiiietes 
del congreso de Yerma de k conducta del genei^ francés en los Pi» 
ríneos, mandado por su gobierno, pues apoyaban á los que q[uei4aa< 
ppner una Constitución en España como la d0 Frauda , cuyo intenloí 
atraería fatales consecqencias á la causa de los tronos, esposicíóo: 
que» según avis^ de D. Cários Esf^afia, tuvo mucha aceptación en el 
congreso. 

SígiuiendD pues el cisma qué se itytrodujo en la regencia, a'no*-^ 
taremos lo que el mismo marqués de Mataflorida dice : «es muy de 
Bol^ qu6>el baix>n de Eróles firstia una cosa con los demás re^ntes< 
y con fecha del mismo dia dice Qtra á los espafifoles ; profesa en' la 
primera principios monárquico^, y en ^ proclama decktra que quic- 
io Constitución !» '•■■■'' ' ^ : 
' El barón de Eróles hablapdcf de Ins otros^ se espresabia di& un 
modo fuerte en una manifestación sobre la impo^bHidad de sega1r<to 
epittioh désus cofmpañeros^ concluyendo con estas notables palabra^ 
qc|e merecen repetirse, «y no'vivir^jiostbdo^eisclavosi de «ná fac-^ 
oion desoi^fjamzadora , y si^ojode la ley queíesltWezoam^. » • • 

Preguntaremos al escritor francés/ ^ue dice en el párrafócpiuí: ilr^ 



-• 246 ~ 

fataiuos , q«ue .todo p^recim prometer á loa puebk» de EgpúñOt mmfró' 
(dma libertad. ¿Qué dase de libertad podía esperarse de los que vi^ - 
vían en el enredo , y que Mtre ellos mismos se eomeian y irianifes-* 
taban ^s teadeneias , eomo lo manifiestan las anotadas palabras de 
uno de los 00 -regentes? ^ 

Como esoribicnos para la posteridad» ella sola hará lá justicia que 
se merecen los hombres que con tanto empeño combatieton contra 
los campeones de la fé y en defensa de la libertad del pais. La meaor 
reflexión sobre los antecedentes que hemos anotado en este párrafo 
bastará á destruir las ideas siniestras del escritor estrangero , la ca- 
lumnia y la impostura que ha forjado para desacreditar á loa libera"-* 
les y generales españoles. 

Seguiremos pues refutando las imputaciones calumniosas que nos 
prodiga el coippendio histórico, y descorriendo en cuanto cabe el mis* 
terioso velo de los últimos sucesos de 182:2. 

i7. En las circunstancias azarosas que el ministerio San Miguel 
tomó las riendas del Estado, era muy difícil la dirección de los ne* ^ 
gocios públicos: El ministerio anterior habia obrado de la manera 
que llevamos h^ho referencia en este capitulo ; así que pululaban 
las faceiones en Navarra , Vizcaya, Aragón y Cataluña; en Murcia 
habit^ vuelto á aparecer, de defensor de la religión, él famoso ladrón 
Jaime el Barbudo; recorría la Castilla el cura Merino y el Rojo de 
Valderas ; Zaldibar y Pantisco.sc señoreaban eñ las Andalucías ,veü 
la Mancha y provincia de Cuenca andaban los partidarios Joaquinilio 
y el cura Álanasio, y en Sigúen^'a se presentaba la famosa conspira- 
ción de Cuesta: todo lo cual embarazaba al gobierno privándolo. de 
su buen deseo por asegurar la tranquilidad det pais. Sin embargo, en 
medio de tan precaria situación eligieron con tino y acierto los ge^ 
fes militares para las provincias , y Mina fué nombrado general ogf. 
gefe del. ejército de Cataluña, cuya: elección produjo los mayores re* 
sultados en favor ide la causa constitucional ^ püesl auxiliado por el 
gefe de E. M., el tan infortunado como célebre en nuestra historia 
militar, Zorraquin, concibieron, su plan de campaña, con el que fué 
lanzado del territorio español el ejército de la fé, ¿ pesar de los auú* 
lios , de armamento , municioaes^ etc., y del oro del gabinete de las 
Tullerías. 

33. La present^ion de Mina en Cataluña fué Una chispa eléc- 
trica que, comunicándose á todos los corazones libres , reanimó el 
amor patrio de los catalanes , decaído por la persecución quie habia 
eiitidrfado el ministerio anterior contra los decididos eonstitucionales. 
El eomercio le ofreció sus fondos, la industria sus productos, los ar* 
tesanc^ sus brazos , el pueblo toda su voluntad y buena fé, y hé aqui 
descripla la verdadera opinión dé los países al ponerse al frente de 
ellos personas de garanttas poiiticas.. 



. — 217 — 

Los generales Miíaos, Manso y Tomios pereeim oon justicia la 
coniíailza deJMina; y comunicado su plan de campaña, se deckfi^on 
todos a emprender con^el mayor cdo las operaciones subsiguientes: 
k)S pueblos» victimas pacientes de la falsedad de los gobernantes, sa- 
Réron de sit estado de indiferencia para cooperar con actividad ál 
triunfo de su verdadera causa, y cuerpos enteros fueron organizados 
voluntariamente, prestándose !a juventud á correr los azares d€i^a 
guerra. Aquellos valientes jornaleros , aquellos hijos de la clase aco- 
modadar del pueblo , se presentaban voluntarios , y eran salbdados 
con el transporte de la alegría por todos sus conciudadanos. «Mi ge- 
neral , le decia uno , dejo á mi madre y á mi hermana por seguir 
á V., la patria cuidará de ellas si perezeí) : mi generaj , no regresaré 
al lado de mi muger y de mis hijos hasta ^ue esté asegurada la li* 
berlad de mi pais; decia* otro que tal vez no les dejaría en su casa 
con qué alimentarse. Estos, estos son los verdaderos sentimientos 
de un pueblo libre , cuando inspiran confianza los que le gobiernan» 
y cuando en sus recónditos instintos no sospechan que los hombres 
que se hallan á la cabéía del poder traman en ks tinieblas la pérdida 
de sus derechos y libertades. 

Tributemos todos ün justo^ homenage al lieroismo y geneitsídad 
dd pueblo catatan ya las virtudes cívicas de aquella juventud. ' 

29. La regencia de ürgel dictaba las medidas {propias para hacpr* 
triunfar la contra-te volUcion, y no (jueremos^describir los robos, los 
asesinatos, ks violencias de todo género que cometían, porque al&i 
eran espaSoles , aunque ingratos y desnaturalizados los prineipaleí^, 
é imbéciles y supersticioso^ los que les seguían. 

H 14 de .setiembre emprendieron las tropas liberales su plan de 
Operaciones sobre la montaña de Cataluña; el 17 estaba en poder de 
Mina la plaza de CastelI-folUt que habia sido entregada por el pueblo 
á la feceion después de haber muerto á los que la guarnecían. . 

Ca^teli-follit desapareció, sirviendo de egemploálos pueblos obs- 
tinados en seguir las tinieblas de la ignorancia y de la superstidon. 
Los hombres imparciales, los hombres honrados de todos los páises> 
que saben 4ar á las cosas su verdadero valor, concederán su aproba- 
ción á lo mandado por Mina. La oportunidad de un castigo suele evi- 
tar Ibs mayores delitos* • 

30. Concluida la operación de Castell-folUt , empezaron la» sub« 
siguientes contra los cuerpos realistas, por las que fueron balidos en 
todas direcciones y repetidos encuentros, el barón de Eróles y todos 
aquellos otros que habían sembrado el espanto en la industriosa Cata- 
hifia, siendo obtigados á entrar en Francia, sin quedarles mas que 
la Seo de Urge!, bien guarnecida y pertrechada, que bloqueó Mina 
tan luego cómo el pais recobró su tranquilidad. 

Todos los gefes militares encargados de provincias rivalizaron 

28 



— Sis- 
en danuado^ y fué ta» activa la persecución que sufriera los fsmá- 
lioQS del partidcvolerícal que casi fué librada la Pemusula de todos 

M. El 26 d^ octubre dirijo. la regencia otra espo^cion ai .em-. 
peradot de Rusia por conducto de D. Antonio de Vargas , minL£^ü^ 
del rey en Roma , dándole cuenta por estenso de las- medidas del go- 
bierno francés empeñado en destruir la regencia , porque no secun- 
daba sus intentos y porque se opónia al sistema representativo de las 
dos cáhiaras. El 26 y 29 del mismo acudió la regencia á la duqdfe- 
sa de^ I^ca y al papa, pidiéndoles su alta proteccioa con los sobara* 
nos del congreso de Verona. 

Vargas Laguna daba parte á la regencia con fecha 16 4c octubre 
dp que el rey de Ñapóles hacia cerca de los 'Soberanos los mayores 
ei^erzos por el rey de España. Que el duque de Módena se ocupaba 
e« Verona solo de los asuntos de la Península , remitiendo á la re- 
gencia dos cartas, una del rey de Ñápeles y otra del duque. . 

Otra carta remitió de la duquesa de Luca ofreciéndole su protec- 
ción, pero á pesar de timtas protecciones recibió la regencia, uaa •co- 
municación del barón de Eróles, manifestándole que s^ hallaba ata- 
cado for el ejército constitucional, y que, no podiaresjstirlQ.e|i, aquel 
momento: convocaron áj nata, compuesta del obispo de Urgel, de 
los supuestos miniskos , de la junta, provisional y los gefes militares 
de la iitaza , y acordaron. trasladarse todos á la Cerdeña, y olieron á 
tes pocas horas de Ui^el para situarse en Puig-Cerdá el 10 de no- 
viembre de 18^2. 

La primera disposición de la regencia ?ué abrir un empréstito 
de ochenta millones bajo túpoteca del subsidio eclesiástico, feee era 
muy tarde para aquella operación : sus tropas estaban batidas en JtQr 
das direcciones, y tuvo que intornarse en Francia por LUyia,, m> 
donde permaneció unos, dias , hasta que por Perpiñan se retiraron á 
Tolosa. . 

ConeUkidas las operaciones, y no quedando mas que > dos solos 
fuertes, aunque bien pertrechados, concedió el gobierno la a.myiístia 
mas amplia y olvido de todo lo pasado, tan natural al carácter espi^- 
ñol, sin que nos cuidemos de contestar á las lamentaciones dp Mr, 
Hu^o, porque es sabido de todo el mundo civilizado^ que en España, 
á pesar de que ha corrido muchas veces la sangré inocente , hacién- 
dola verter los partidarios del oscurantismo , la vei^ganza na ha clarr 
mado venganza. .^ ' > : ,! 

52. De poca importancia las plazas de Mequineíaa y Urge) pan 
stterifiíUíEr fuersus^ eii un asalto « dispusio^ el general Mina que. fueren 
Moqueadas, y se estableció la linea de circunvalación con pocas fuef**' 
zas: las demás pasaron á situarse en diferentes poblaciones, opu e) 
áb^ish é» que dbfrutasen de un ju^to^ descanso. . 



— 8<6 — 

Lós^ t!iie?rjp^s de vdimtarios volvieron á íjhs c»sás, dúñde fmrm 
tticMám cbñ laMcorona de la vidria. 

'33. E! general Tomjos pasó á tomar el mando de las fuerzas dé « 
Navarra: á los diez dias de haber tomado posesión fué batido Que^ 
steida jT' obligado á refutarse en Francia, siguiéndole el teniente ge- 
neral D. Garlos O' Donell que habia venido á ocupar et'mandb de los 
realistas mandado por la regencia , pues nuestros lectores recordarán 
los antecedentes que este tenia sobre Quedada. 

Todos quedaron vencidos. »' 

34. No pudiendo triunfar por las armas la facción realista , acu- 
dió á otro medió para hacer aparecer al partido liberal como ansioso 
cte ííangre y de venganza: pusieron en juego la prensa realista de to* 
dóí los paises, con que la regencia se habia puesto en reladon, cui- 
ihíido los intrigantes del bando apostólico de mover toda especie de 
resortes ífue pudieran escitar la sensibilidad de^las naciones cultas. 

El parMáo ánii-espaííol francés, que debía á la nación española la 
dicha dé haber vuelto' a sos hogares y de ver restablecido el trono de 
los Bórbones, no dejó piedra por mover con el intento de <^sacredi-¡- • 
t&r al gobierno de la PeniniHila. Los periódicos y* follemos de Partó; 
como ya hemos dicho,' fueron el conducto por donde se püsoenHfeyecu- 
cion el indicado plan con el fin de dar ,á los frarieeses ideas falsas ó 
exageradas sobre los acontecimientos de la Espafía. Ño bastándoles 
e^te medio á los intrigantes procuraron darle mayor ostensión, inten- 
tando borrar de láculta Alemania las ideas de admiración que hasta 
entonces teiíia formadas de los españoles , é imbuirla otras entera* 
mente contrarias, haciéndonos odiosos á los honrados alemanes. A 
este (afecto se valieron de dos jconductos que conocían poder serles de 
litifidad á su» depravados fines. 

El Dian'o de Francfort , periódico que se publicaba en francés y 
el Corresponsal de Hñfnburgo, enateman, eran los inslritm^ntos del 
partido absolutista para que se circulasen por, Alemania todas las pa- . 
trafias, todas las calumnias, todos los absurdos que se forjaban ^ en 
Parí* oon el objeto de qne elemperador y sus diplomáticos estuviesen 
de parte de la titulada regencia de España én el jM^óximo congreso de 
Verona. ' .1 

W Ifimioék Francfort era general en todo el norte entre los 
alemanés que «abian francés , y el Corresponsal de Hainburgo el mafe 
común en los cafes y entre él pueblo, de los diferentes estados de 
Alemania; Esta guerra de intriga fué tomando cada vez' mas vuelo, 
hasta llegar á cuanto la malevolencia era capaz, de inventar. 

Verdad es , que si los alemanes no hubieran querido hacer oti|i 
cosa que óopiar, harta. abundancia de materias hubiesen hallado én 
ciertos periódicos de París, como solaimente solían Méeralgunc^btros 
periódicos' estrángeros , con la pjoticularidad deei^coger nniy común- 



— 2Í0 — 

É 

mente las ideas ó notidas que nos fuesen favimbles^ eéndueta que 
siguieron algunos periódicos italianos. Una observaoion hemos lieeho> 
y es que semejante proceder, reducido á publicar solamente lo malo* 
y callar lo bueno, fué peculiar de aquellos estados alemanes 6 Italia-* 
nos, en que la ignorancia era mas general y los gobiernos menoa 
adaptados á las luce^ del siglo. 

Varios periódicos de los paises alemanes, en que se hablan esta— 
blecido constituciones y reoresenxacion nacional, observaron una 
conducta mas franca y leal; publicando noticias de España en tales 
términos que manifestaban su imparcialidad , y estractando de los 
periódicos franceses lo que parecia, á lo menoi^ verosímil, y no ta 
multitud de embustes, absurdos y aun tonterías déla Gaeet^^deFran^ 
. cta, del Diario de los Debates y de otros varios que en Francia ha- 
blan tomado el empeño de denigrar la restauración espafk>la, y (pe 
para ello se vallan de los medios mas inicuos y de las frases nusia- 
femesydetractoras. Volveremos, pues, alo principal de la refutacioQ. 
La nota del emperador de Rusia , pasada e^ mayo de 1821 , de*^ 
jaba pendientes cuestiones pplíticas, que al desenvolverse podían 
producir grandes acontecimientos. En Leibaeb se hablan presentado 
mas claramente estas cuestiones, y el desenlace de la revcducion de 
Ñapóles y el. Piamonte no dejaba duda que los asuntos de Éspaoa 
vendrían á ser de un interés europeo, resf^tviéndose en Verona la 
suerte de esta desgraciada nación. 

«Nos serviremos, pues, para concluir la refutación de este capitulo^ 
del discurso pronunciado en las últimas sesiones de la cámara de di- 
putados en Francia por uno de los mas respetables individuos áe la 
oposición. «Tal vez en este momento se pide áVJena un ejército con- 
^ tra España; tal vez los eslranger,os pedirán el paso por Fraaeia y 
^ste paso será una ocupación militar disfrazada. Este rumcH* se ha 
esparcido por la capital, pero como dudamos del hecho, nada qu^i-* 
mos decir, porqué no gustamos de difundir alarmas ni de agriar los 
ánimos. Ningún diputado del lado derecho ni orador alguno <leIJ)anco 
de los ministros, s^ ha levantado para responder (á Mr. Bmjcmm 
Consíant) ¿qué deberemos inferir de este silencio? ¿se quiere asdar 
la Europa con una guerra y renovar llagas apenas cícalrizadas?'^ ¿se 
quiere que los amigos de la humanidad tengan que deiTamar aun co- 
piosas lágrimas? ¿nos olvidamos tan pronto^de los grandes y terriUelsi 
ejemplos que todavía están chorreando sangre? 

1 Apenas haco 30 años ^ue la Francia conquistó su^ libertad ; las 
potencias de la Europa conspiraron por arrebatársela; los batallones 
prusianos esta,ban acampados en Champaña, los rusos se disponían á 
invadir nuestro territorio , al mismo tiempo que un ejército franeés 
estaba casi próiümo á ensangrentar la patria. 

i La Francia se hallaba sin tr(^, sin dinero, sin municiones y 



— Í14 — . - 

despedazada por diaensioiies <»uelés: i la primara sefiíd se olvida 
todo: los vok»itarios cwren a bandadas á alistarse bajo ks baiiA^€UBi 
de la nación; los generales se ponente repente al frente de las ^sj 
se arrolla al enemigp^ se }e arroja mas allá de las fronteras y nuestros 
ejércitos pronostican con estos brillantes sucesos las campeas rae-* 
morables que debian^ elevar á un grado tai) heroico nuestra gloria mi"> 
litar. Mas dichosa que nosotro^T la España ha visto nuestra revolu- ^ 
cion; se aprovechará de nuestros ejemplos y evitará nuestros yerros. 
Aun cuando la £uropa se coligase contra ella, las mismas causas 
producirían los mismos efectos. El amor sagrado de la libertad es 
el que no$ hizo triunfar de las potencias reunidas ; d amor sagrado 
de la libertad imílama también á los españoles y así triunfarán como 
nosotros. 

>La Praínsula no se halla como la Francia en 1793 dividi(|a ee 
partidos podéroslas y enfurecidos, porque no puede darse el nombro 
de partido á un puñado de facciosos á quienes^ la codicia arrastra á 
reunirse con algUi¥os clérigos y frailes frenéticos que quisieran sojuz- 
gar al pueblo- para hacerle ^supersticioso y chupar el jugo del pobre 
en una vergonzosa holganza. No merecen menor importancia las re-^ 
beliones parciales de algunos regimientos revoltosos, cuyos instiga^ 
dores son láen conocidos y no tienen ningún apoyo en la nación. La 
España se halla unida en amor con el gobierno que ella mismn Se 
hadado; sus prerogativas le han costado demasiado para dej^orse- 
las arrancar sin una vigorosa defensa. 

» Algunas voces que se repiten continuamente hacen creer que 
DO serán solos los austríacos los encargados de la supuesta pacífica* 
eioo de España, y que nuestro cordón sanitario cooperará á esta es- 
trMía idt^vencion^. Oifícilmísnte podríamos concebir que se pudiesen 
emplear los soldados de^u^a naeion constituciooal en combatir contra 
otra nmiúu , con el objeto de destruir ó modificar la Constitiusion que 
elJa se ha dado* - ' 

>Se asegura c|iie la suerte de España se decidirá en un congreso 
que debe baber dentro de muy poco tiempo. Es preeisoiio olvidarsede 
que las naciones tienen derechos que á nadie <^ dado violan espera* 
mosi^e no se ocultaran á los diplomáticos europeos las incalculables 
consecuencias de una iii^vasion en la Penínsute ¡^^Ojaiá que las ¿eiil^ 
zas , aun no ífrias, de las innumerables victimas que la guerra saorifio^ 
en España, mspfn^á los esCrangeras^ei niedio^Baludablode abrfa* en 
aquel país nuevos y tnos berreados sepulcros. » > - / 

Los escritores del partido aftti-coostitucional franca» después de 
haW atacado á la nación espafiola con invectivas, insultos y calum*» 
nías; después de haber probado su paciencia por todos los: medies 
que les inspiraba 4ina ciega pasión ; después de haber promovido ellos 
mismos unos acontecimientos que nos causaron las mas terribles ca- 



— 3f2 — 

. láfltrofe^, f<trio6o$ «ntonceis por el üift^ éKílo d6 sa^ empue^a, in^ni- 
festabra con el acento 4e un dcdor k^oríto ^el interés wm vivo por 
la seguridad del rey , eseitaniio é toda la Europa á que viniese á sa- 
earle del cautiverio en que le suponían , como sr los principes de 
Europa ddxeran servir de tnstraoaefitos á los deseos de algunos h- 
náticos que no podian medrari^no á la sombra del monarca. 

En cuanto á la situación particular de Fernando Vil, si* hubiese 
sido cierto que era tan desgraciado como querían suponer, hubiéra- 
mos aplaudido todos bs^ espaioles la compasión que manifestaban ' 
por la persona del rey, y se hubieran aplaudido, sus generosos senti- 
mientos y ardiente filantropia; empero si aquellas naéiones y escrito- 
res eran tan filahferópices ¿por qué no se interesaron poi* los infelices 
españoles, que después de haber derramado su sangre por restable- 
eer el trono de sus reyes y fundar las institudones lib^^es, se vie- 
ron por espacio de seis años entregados á todos los horrores de lap^- 
^eucion mas encartiijsada? 

¿Por qué Iqs escritores que querían reunir todo el continente 
para favorecer á un hombre, se mostraron tan indiferentes á las des-> 
gracias de miles de hombres y familias? ¿Qué español podrá acordar- 
se sin llenaíse de horror del espectáculo que presentaba la España 
desde el año de 1814 hasta el de 182©, y después de la restatíra- 
eioo? Nuestro hermoso jiais se vio cubierto de luto y de consterna-^ 
cton en el momento mismo en qv^ parecía iba á repararse de los 
males que le habia causado una guerra esterminadora. ^ 

¿Y qué es lo que hacen aifueilos escritores hipócritas que tanta 
filantropia declamaban en favor de los reyes absolutos, y en contm de 
los infelices que aun están gimiendo en la desgraciada ItaJia? ¿por 
qué no procuran interesar la filantropía cte los monarcas del N^rte en 
fanror de tainos desventurados? ¿Los subditos lio son acaso bombre^? 

Pero en defecto de aquellas coligaciones^ por fortuna para^ nos- 
otros, los acontecimientos y la opinión han hecho justicia at ^^enia 
espantoso éel gobierno absoluto, el ^mial ha quedado 4lestruido para 
siempre en España, y ui los ^ércitos, de Europa, m las fala<$e5 pro- 
mesas de la diplomacia llegarán jafnás á restablecerte. Los españoles 
heitYos demostrado ya qué no téraemosá los primeros, y-aprenéMo de 
Nápdes, del Piamonte y dé la Polonia pava no fiárnosle las se-^ 
gandas. 

' fteohatamos en fin eon todas nuestras feensislaísinGiilpaeiones 
del autor del capitulo que conduimo» de refutar documentadan^te, 
porque nuestros votos son y serán tíerapre porque no se interponga 
entre el monarca español y su put^lo, facciosos cortesanos, ni influeñ^ 
cias estrangeras. * . 



CAPITULO vil. 



COXTG'B.ESO VÉ TEBOHA. 



Stí composición.— Los réyes.—Los ^nínístros. — Agravios de la Francia contra B7iipaña.-~0pi- 
IHOH y désig»Í6s ésrlás poteficiás f<»ntitleiítai«6.-^piñioii y cbE^gAio9 de la TflglBtn¥A.-^6Ía 
4el im»iuif .d« Gastleveagli «0ttuQÍ<ad¿«iv ^89K> i ks .e<3pt6« 4e Aiittrjjiy ^ ^rsMia. ji4) 
Rusia.— Discusión y elección del sistema representativo que debia einplear^^eil ^»p^a«-^ 
1a Francia abandionada al solo arbitrio de la paz ó ^e la guerpa.~;-El Auslria, la Prusia y la 
ílusia prometen á la necesidad sus apoyos, la Inglaterra su neutralídad.—Regreso áet señor* 
vizconde de Mont-Mqrency á Paris.— Su ^lev^cioA á ladigaiébid ducal.—IÜscísicñ eh el gé^ 
• Irtnbfe firincé8i-^4fil seáer áuqü»- ú& Wdlingtoil e» Icaria. f-SiiBp«mBifa de kb rojaifiioii de re- 
, pwmenfBfiím á , AlfdriAr-^Nata c^l f^^ . dufíie (Iq- Welingfoñ pan . ofrece^ ^ ^«|edmi(» 
de §, M. .B..*-Respuesta ^^1 senpr, duque ^e ^^ont-Morency,^Nuevos debates.— El señow» 
duque de Monfc-Morency deja el ministerio.— EÍ señor vizconde de Chateáubrián le íeem— 
ptaza. ' •. • .,■.."<}■. 



i:*yíi/ Lo« soberanos se reuiñttoft ea Verooa.: £^ otad^d 
igualmente hotable p&tla anti^il^dad de su^ monumentc» C(ue^)dP h 
bei>teza de mi «^íKiaeiorf/ fué d«irai>te la permanencia de ^ug.íhiMn^ 
hc^ped€^ (I) ^alro de les itfag variados placeres (i) y dt las md^ 
gravas discttsimies. 

La muerte faneca de lord. Gasüeragn, marcjaés- de LondMáerri; 
retrasé s^tgtm tánto^ la apertura del «ongreso^ que fijado desde. uñ 
prifiei|»o en los primeroe diasda setiembre, no tové efeel9 iiasta 
el* 1áO de ©otiAre . -». ^ 

(1) Los emperadores de Rusia y de Austria, los reyes de Prusia, de ííapo- 
les y (Je Gerdeña y muchos príiióipes sóBeranbs, un gran número de princesas, 
séñafadftmente la emperatriz d^ Autria, la arebída^esa María hnim, ia^dtffoe^ 
de PÉcna^, la reina de Cerdeña, m\ ld$. princesas sus h^as^k^aa^H^uosa 4é 
Td4^aaa,Jas dqqueaas dc^tMódenáy Delyí^ue^, deFloridina^; laacbi^y^yio»^ vice^" 
reiría de Lorabardía, la archiduquesa princesa de Salerno, etc. 

(2) EJ célebre Rosáni.habia sido llamado alli par^ dirigir una orquesta com- 
puesta de ios mas distinguidos artistas de Alemania y de Italia^ y sin teoer resi^ 
dencia fija cerca de niaguo soberai^o/era tratado coa todas, las cojisideTacioAQi^, 
debidas á s» rara talento. .,.,,., * 



3/ Los ministros plenij^oteociarios fiaron: por el Austria, él 
señor príncipe de Metternich , ministro de negoeios estrangeros, y el 
barón de Lebaltem como embajador de San Petersbuigo. 

Por la Gran Bretaña, el lord duque de Welington asistido de lord 
Strangjord, ministro de^ Inglaterra &í Gonstaútinopia. 

P(Nr la Francia el señor vizconde Matee de Mont-Morency, minis- 
tro de negocios estrangeros, el vizconde de Ghateaubrian, embajador 
en Lóndi;es, el marqués de Cáraman embajador en Yiena y el conde 
de (.^'^odaís ^mbaj^jior en San Petersbui^. 

Por la Rusia, el conde de Neselesde, ministro de negocios estran- 
geros; el conde Leiben embajador en Liendres; el general conde de 
Pozzo di Borgo, embajador en París, y Ane de Tatísehes, ministro 
consejero privado, después embajador en Yiena. 

Por la Prusia, el canciller príiDoipe ide Hidenber y Mr. de.Verst^ 
Orf, miaÍ3trQ de negocios estrangeros. En el congreso precédate 
Mr. de Gentz» célebre publicista alemán^ fué «ncargado cte redactar 
el protocolo (1). . ^ . 

La situ^ion del Píamonte y de Ñapóles, fué ei primer objeto de 
ía atención de los plei[]i|[>olenciarios. « . 

Se recMoció que la existencia de una fuena aliada no era neee- 
.'saria para el mantenimiento de la tranquilidad del primero de estos 
Estados, y después de las proposiciones de S. M. el rey de Gerdeña, 
los soberanos aliados decretaron que la salida de las tropas auxiliares 
del Píamente , empezaría .desde el 31 de diciembre del presente 
año y se terminaría definitivamente con la de la fortaleza de Akjan- 
dría el 30 de setiembre de 1823. 

Por otra parte^ S. M, el rey de las doa SíciUas, habiendo hecho 
declarar á laS tres Cortes que.liabian tenido parte en la convención 
relativa a la ocupación de Ñapóles, que el Estado actual de este pais 
le permitía jH'oponer una disminución en ^ námero de tropas estran- 
geraSj se decidió sin vacilar, que diez y siete mil ausbiaeo^ iban á 
evaeuar lo^mas^ pronto posible el terrítorío m^Utaoo^ 

J^ in,. despue$ de haber consagrado á los negocios del Oríaiite 
la farte que reclamaban ea estas graves coafereneiaa, los^ei^Miten- 
ciarios de. las cinco grandes potencias , abordaron 4a cueati<m de 
España. 

4t La Francia, desde las transacciones de Aíx-la-Chapeile, estaba 
intimamente unidla á las cortes cuyos esfuerzos habi^ J^taJoilecido 
kt paz 9obfe el continente. Pe&etriuda de la santidad de los tratados, 
y eonociendo los deberes que le imponían, habla justado que uño 

(1) Sé veían ademasen Vérona muchos mitiistros sin misión especial, tales 
como el' señor conde de Serra, embajador de Francia en Ñápales, el barón de 
•lleynebal, mmistro ptetiipoflendario dfí Francia en Beríin, el señor C¡arneréro> 
encargado d© negoc os de España en Viena, eic., etc. 



~ it8 — 

d6 mM «ra manifesté á 9115 aliadw hf^ tmi^rm que habin leaido 
para establecer un ejército de observación eo Una de sbs fronteras, 
y esplicaries sus inquietudes sobre el porvenir, cuyas consecuencias 
eran fáciles de calcular. En la situación en que balitan traido á la 
F^insulá sus disturbios , la nías simple previsión la <ri>ligaba á va^ 
lerse de un partido que se apoderarla del poder en caso de que la 
guerra fuese inevitable. Esta fué la marcha que siguieron los pleni- 
potenciarios ^ y después de haber enérgica y fíelmeiite. manifestadd 
ios motivos que habian puesto ai rey de Francia en^la necesidad dé 
garantir sus estados del contagió moral, mucho mas peligroso, por lot 
mismos medios que habjan empleado felizmente contra el contagio 
físico, después de haber espresado esta opinión, largo tiempo discu- 
tida por los soberanos, que habla peligro eminente para la sociedad 
en esta anarquía militar de España , donde velan reproducidos los 
principios que en el espacio de 30 años habian causado las desgra- 
ms de la Europa, los plenipotenciarios iraaceses presentaron al con- 
greso las tares cuestiones siguientes: 

1.** En el caso de que la Francia se viera en la necesidad de re*, 
tirar su minislro de Madrid é interrumpir, todas sus relaciones diplo- 
máticas con la España ¿están las altas potencias dispuestas á adop- 
tar medidas análogas y á retirar sus legacionies respectivas? 

2.** Si la guerra estallara entre la Francia y la España, ¿bajo 
qué forma y con qué actos ofreceriah las altas potencias á la Fj*aticla 
el apoyo moral que diere á sus medidas lodo el peso y toda la auto- 
ridad de la alianza^ é inspirara un terror saludable á todos los revo- 
lucionarios de todos los paises ? ' ^ 

3/ ¿ Cuál es finalmente la intención de las altas potencias sobre 
ía ostensión y forma del socorro material que estarían dispuestas a 
dar á ia Francia e» el caso de que una intervención activa se hiciera 
necesaria á sus instancias ?v 

,5. A estas cuestiones las tres potencias del continente respon- 
dieron desde luego que seguirían el cgemplo de la Francia con res» 
pecto á sus relaciones diplomáticas ; en seguida, que tomarían la 
misma actitud que la Francia^ y piwr último, que darían todos los so- 
corros de que tuvieran necesidad, y que un tratado establecería las 
causas y fijajia la época y el método de esta cooperación. 

6. El plenipotenciario inglés respondió reproduciendo los princi- 
pios establecidos en una nota confidencial comunicada en mayo de 
i820 por lord Casllereaghálas cortes do Austria, de Francia y de 
Rusia (1) y las instancias que el gobierno inglés había hecho *ti di- 

(i) 7. Creemos que nuestros lectores no llevarán á mal gue insertemos el 
teftto de este doeumento oñdai que ha sido la base de la política inglesa en los 
tdéhates de Varona , relativos á la revoltfloion de España. 

NoiH eonfidenMl del viazonde Gratlereagfai feáni^ro de negoeios eatrangeros 

29 



~ 286 — 

versas ocasiones para que las potencias aliadas se abstuvíeraa de to- 
da iaterveneion en los negocios interiora de la Península. 

En cuanto ¿ las citestiones en si mismas, lord Wetington declaró 
que no se hallaba bastante ilustrado sobre las causas de la desunión, 
y que no estaban en estado de emitir su juicio sobre un tsaso hipo- 
tético. 

8. Esto tenia lugar el dia 30 de octul»re , y ^ su misma maña- 
na, á p^sar de la noticia poco satisCactoria de las que diariamente se 
' recibían de Madrid , se deliberó en discusión pacifica sobre el «kéto- 
, do de comunicación que se emplearía con respecto al gobierno de 
las cortes. 

dQ la Gran Bretaña > comunicada en mayo de 1820 á las corlea de Austria, de 
Francia y de Prusia. 

•Gomo es fácil observar, los sucesos que han tenido lugar en España , han 
escitado en su desarrollo la mas viva inquietud en Europa. 

»EI gabinete inglés en esta ocasión^ como en todas las domas, está siempre dis- 
puesto á discutir con sus aliados, y se esplicará sin reserva en esta gran cuestión 
de común interés, Pero en cuanto á la forma que la prudencia puede acousejar 
que se emplee en estas deliberaciones, cree no poder recomendar con acierto el 
género de discusión que escite menos la atención á las alarmas, ó que pueda 
provocar menos el celo de la nación ó del gobierno español. 

>En esta atención le prece conveniente evitar cuidadosamente toda reanion 
de soberanos, y abstenerse, en el estado actual de la cuestión, de crear otra reu- 
nión manifiesta para deliberar sobre los negocios de España; cree que es preferi- 
ble limitarse á comunicaciones confidenciales entre los gabinetes, que son mas á 
propósito en sí mismos para reformar las ideas y hacer adoptar en tanto que sea 
posible, principios comunes , que arriesgar ima discusión en- una conferencia mi- 
nisterial , que á mas de ios poderes necesariamente limitados de los individuos 
que la componen , debe ser siempre mas propia para ejecutar un provecto ya de- 
cidido que para formar un sistema de política en circunstancias difíciles y de- 
licadas. 

•Parece que hay tantas menos razones para precipitar un paso de esta natura- 
leza en el negocio de qne se trata , cuanto que. según todjs ios datos que nos Ue- 
Sn, no existe en España orden de cosas sobre el cual se pueda deliberar; aun no 
y poder establecido con el que las potencias estrangeras puedan comunicarse. 

»La autoridad del rey, temporalmente al menos, parece destruida; se repre- 
senta á S. M. en los últimos despachos recibidos de Madrid, como enteramente 
abandonada á los accíntecimientos; como accediendo á todas las exigencias de la 
junta provisional y de los clilbs. 

>La autoridad del gobierno provisional no parece estenderse mas al]4 de las 
Castillas y á una parte de Andalucía. Las autoridades locales doAinan en las di- 
ferentes provincias , y se cree que lodo paso que espusiera al rey á la sospecha 
de abrigar el proyecto de obrar una contra-revelucion por medios interiores y es- 
teriores, pondría en gravísimos riesgos su seguridad personal* 

•Habiéndose remitido este importante negocio del duque de Weliugton^ y 
babiéndole este tomado en consideración, su memorándum acompaña á esta 
minuta. 

>S. 6. conforme á su esperiencia sobre los negocios de España no teme ase- 
gurar que de todas las naciones de Europa , la española será la que menos sufra 
una intervención estrangera. ^ere las diferentes circunctaneias» en las cuales. 



A 6n dé prevenir, si posible fuera, uaa escisión entre Francia y 
España, sé convino en que los' ministros de las cuatro granfles po- 
tencias continentales , remitirían al gobierno español una nota sepa-- 
rada, pero del mismo tenor, y cimentada en los mismos principios* 

Con respecto á la proposición del ministro de. Austria, se deci- 
dió el 1/ de noviembre que se remitirían comunicaciones al pleni- 
potenciario inglés, á quien se invitaría á reconocer la línea que su 
corte se proponia seguir. 

^' «t ••. 

I 

durante la última guerra, este -rasgo particular de> carácter nacional ha ofuscado 
á la nación en la& mas graves consideraciones de la salijd pública. Anuncia el 
eminente peli^o que dene probablemente atravesar el rey con la sospecha de 
una intervención eslrangera^ y sobre todo de una intervención francesa: descri- 
be las dificultades que se opondrían á toda opinión militar en España : espone el 
designio de obligar á la nación por violencia á someterse á un orden, de cosas su- 
gerido ó proscripto por el «strangero. ,, - 

•Para probarla eicactitud de esta aserción, Sir Enrique Vellesley ha descrípto 
IsT alarma producida en Madrid por la misión proyectada por Mr. de Latour du 
Pier; la injusticia, que según la opinión de todos los ministros estrangeros en 
esta capital, debia causar á los intereses y seguridad del rey: las diligencias 
que el rey habia intentado practicar para impedir al ministro francés conti- 
nuar su viage , cuando recibió de París la noticia de que estaba encargado de 
la misión. 

»^sí que en todos los casus, y hasta que no se establezca en España una au- 
toridad central, toda idea de influencia sobre sus consejos parede. enteramente 
knpracticable, y no. conducirá á otro resultado que á comprometer al rey ó á los 
«liados , y tal vez á' uno y otros. 

»El estado actual de España influye mucho indudablemente en la agitación 

Solítiea de Europa, pero es preciso convenir, sm embargo, en que no ha)^ nación 
e igual dimensión en que pueda tener lugar una revolucion^emejante, sin ame- 
nazar también á los demás estados con el peligro directo y eminente que ha sido 
siempre considerado, al menos eii Inglaterra^ como la circunstancia suficiente 
que justifica una inlerveneion estrangera. 

»Si la circunstancia no es tal que justifiaue semejante intervención; si nosotros 
conocemos que al presente carecemos del derecho ó de los medios de intervenir 
eficazmente con la fuerza; si la aoaricion de esta intervención debe irritarlos, mas 
que intimidarlos» y si nos ha preñado la esperiencia ({ue un gobierno español, ya 
sea nombrado por el rey, ó ya pur las Cortes, e^t^ poco dispuesto á escuchar 
las amonestaciones de los estados estrangeros, no será prudente , al menos, irno^ 
con lentitud antes de tomar una actitud que4iareciera obligarnos á los ojos de la 
Europa entera á seguir una conducta decisiva. Antes de acometer tan vasta em- 
presa ¿no es necesario saber, siquiera con alguna exactitud , lo que realmente nos 
proponemos hacer? Este sistema de política , n^oderado y. circunspecto, tan opor- 
tuno en la o<^sioB y situación crítica en que se halla eí.rey personalmente co- 
locado , no nos encadenará de manera alguna, caso de que no llegue el momento. 
de obrar. • 

tSin embargo, las potencias aliadas pueden como estados independientes es- 
citar^ por medio de sus legaciones respectivas en Madrid, un temor saludable so-» 
bre las consecuencias que pudieran resultar de toda violencia cometida contra la 
persona ó familia del rey, ó de toda medida hostil dirigida contra los estados 



— 188 ~ 

Bmpere desjMMs tieeste sesión el métsclo d^ pi^aeedinff ento red** 
U4 aun algunas ;modiflcacioBas: eso vez <le Ub notas c^maks 96 cpnr 
vino «n remitir respeetivanken te á los cuatro mí nistro$» despachos que 
ospresasen los deseos é intenciones <ie las diversas potencias , y '^st^ 
método se adoptó como mas amplio para la discusión y espUo^iones 
de las ñolas oficiales.% 

En vano insistió ol duque de Weiington es^ derogaf la supresión 
total ó al menos la suspensión para otra época de laa representación 
nes que las demás potencias continentales se proponian hacer íl go- 

pdrtagupses de Europa, que !a Inglaterra se ha eneargado de proteger por ud 
Irataiío especial. Pero seria preciso obrar con lá mayor cirownspeoeion al maiii**^ 
testar esta opinión, y aumrue debe presumirse que las intenciones y los deseos 
de todas las potencias aliadas son esencialmente laa misroas, y que los sentimieii- 
tos que pudieran manifestar no difieren materialmente; no se sigue de aqut que 
deban hablar bajo un carácter comuii ó por un órgano general ; estos dos medios 
serían mas propios pra ofender que para conciliar y convencer. 

»En atención á los' principios que dominan y en atención á que tantos estados 
de Europa se ocupan en la actualidad de la difícil empresa de reformar sus go- 
biernos, según el sistema representativo, no puede haber duda del peligro qw^ 
amenaza mas ó menos á todos los gobiernos existentes ; pero será tan peligros» 
dé adelantar como imposible de realÍ2:ar la idea de modificar, iiñitar, ó regularizar 
la marcha de las esperlencias con fuerzas de consejos estrangeros , ni debemos 
alimentar en nuestras relaciones con los aliados la ilusión, que sobre este panto 
reina demasiado. , 

^Indudablemente no pueden resultar de estas esperiencias circunstancias di- 
rectamente atentatorias contra el bienestar de los demás estados , y los aliados 
deben por prudencia ser mas fieles celadores contra semejante peligro hien co- 
nocido. Pero este no es el estado de las cosas en la actualidad. Por terrible que 
sea él egemplo que nos dá la España de un ejército rebelado y de un monarca que 
jura una Constitución que en su forma apenas tiene la apariencia de una monar- 
quía , no hay que temer que la Europa sea puesta en pehgro prontamente por los 
ejércitos españoles. 

»En esta alianza, como en lodos los neeocios humanos, nada puede contribuir 
mejor á su verdadera ulili^dad ó á sú completa ruina , como la tentativa dé esten- 
der sus deberes y obligaciones mas allá de la esfera que le prescriben la idea pri- 
mitiva y los principios reconocidos: esta era una unión formada por la opinión 
de una parte del continente europeo, del poder militar de la Francia: habiendo 
vencido el conquistador, ha tomado á su cargo el estado de las cosas tal como fué 
establecido por la paz , pero nunca ha estado destinado á llevar á cabo una unión 
para el gobierno del mondo ó la inspección de los negocios interiores de los de- ' 
mas estados. 

Siempre que un peligro evidente amenace á la Europa , se nos hatlaré en 
nuestro lugar, pero la Inglaterra no quiere ni puede obrar por principios de pre- 
caución abstractos y especulativos. La alianza que existe no turo este objeto en 
su origen ; esto no se na espHcado nunca suficientemente en el parlamento ; si 
se hubiera entendido de esa manera , es cierto que el parlamento jamás le hu- 
biera sancionado ; aun hoy seria una violación de la fé, que los ministros de la 
'corona admitiesen una interpretacroii en que se dejasen arrastrar por medidas 
incompatibles con los principios consagrados por la esperiencia y sostenidos des- 
pués constantemente en Inglaterra y demás países estrangeros. » 



— 229 — 

biérno espafioV, y que si no eran admitidas, producirían ínevitabte' 
r mente la separación de sus embajadores y la guerra. Los principales 
soberanos de la Buropa, á {le^ar de iad ob3er¥aciones del noble ¿ im- 
ponente órgano del gabinete de San James, persiatierou en el desig* 
nio de emplear todos tos medios que la Providencia ponía á su dis- 
posición para librar á la Eapaíia del, yugo que la oprimia. La Ingla- 
terra, resuelta á observar la mas estricta neutralidad en la lucha que 
preveía, en tanto que sus intereses no recibieran detrimento alguno, 
manifestó que Hraitaria en adelante sus esfuerzos y buenos oficios i 
' encargar á su' ministro en Madrid , que procprase en cuanto le fu^a 
dabl^ calmar la irritación que las comunicaciones proyectadas pudie- 
ran, ocasionar, y hacer todo el bien que le fuera posible. 

9.** En último resultado, siendo la Francia por sus relaciones de 
vecindad y de familia la mas interesada en el restablecimiento del 
orden de España, se la hizo arbitra pai'a proponer los medios que de- 
bieran emplearse para alcanzar el fin deseado , con la garantía en 
ciertos casos especiales de los socorros de sus aliados, si los juzgaba 
necesarias. 

10, il y 12. Los ministros de Austria, de Rusia y dePrusia, 
se ocuparon después de la redacción de sus despachos para Madrid, 
y habiéndose ya resuelto el negocio de Espapa por el congreso, el 
sefior vizconde de Montmorcncy pudo dejar á Verona: llegó. á París 
el 30 de noviembre , dio en él mismo cuenta á S. M. de su misión, 
y. al punto recibió el título de duque. 

13. Pero bien pionto la cuestión mudó de aspecto y se complicó 
mas que lo que había estado nunca. Una viva oposición se manifestó 
en el gabinete francés cuando se trató de obtener su adhesión á las 
medidas concertadas en Verona, y que parecieron á muchos minis- 
tros, y especialmente al sefior presidente del consejo, que cerraban - 
todo medio de arregló con España, y que subordinaban en parle la 
política de Francia á las demás potencias del continente, en un nego- 
cio que la interesaba mas de cerca queá las demás aliadas. 

14. La discusión, ya bastante animada, redobló su vigor cuando 
la llegada á París del sefior duque de Welington dio nueva fuerza. á , 
aquellos ministros que no habían perdido toda esperanza, de yer al 
partido dominante de Espaila hacer algunas concesiones, á cuyo id-- 
flujo se mantuviese provisionalmente la paz de la Europa. . 

15. El noble lord habia solicitado por <^den de su gobierno, 
desde los primeros momeptos de su llegada, una e^ntrevista con el se- 
ñor presidente del consejo , y á consecuencia de esta conferencia en 

• que se habia ofrecido la mediación de S. M. B: para arreglar las di- 
ferencias CTcistentes entre Francia y España, los ministros franceses, 
que aun permanecían en Verona, recibieron orden de anunciar álos 
ministros de las demás p^tencias^ el d&seo que abrigaba el gabinete 



— 230 — 

de Ia$ Tuilerías de que se Suspendiera la remisión de los despachos 
á Madrid. . ^ 

i 6. A esta altura se hallaban los negocios cuando el señor duque 
de Welington dirigi6 al duque de Mohtmorency la comunieacion si- 
guiente. 

cEl que suscribe, ministro/ plenipotenciario de S. M. B., ha es-* 
presado detenidamente en las conferencias de Verona los sentimien- 
tos de su gobierno sobre el estado critico actual de ios negocios entre 
la Francia y la España, y la solicitud sincera del rey su señor para 
evitar una guerra , cuyas consecuencias no puede calcular la previsión 
humana. 

>A su llegada á París, el que suscribe ha encontrado instruccio- 
nes de su gobierno para ofrecer á S. M. Cr. la mediación det rey su 
señor, antes de dar el paso decisivo de remitir á Madrid los depachos, 
acordados en Yerona. 

»EI que suscribe ^e regocija del plazo fijado parala remisión de 
los despachos .á Madrid, por las órdenes enviadas á Verona; y, su 
gobierno ha acogido con la mas viva satisfacción la resolución del 
gabinete, francés, de tomar nuevamente en consideración una medida 
en cuya oposición tanto se ha interesado el que suscribe* 

»S. M« B. espera que un nuevo y saludable examen podrá evitar 
el recurrir á las armas; pero como el resultado de la reclamación he- 
cha en Verona puede aun ser dudoso , el que suscribe tiene orden de 
declarar que si h respuesta á esta reclamación no es tal que aleje todo 
peligro de hostilidades, S. M. estará dispuesto ¿ aceptar el oficio de 
de medianera entre los gobiernos francés y español, y á emplear sus 
mayores esfuerzos para conciliar sus diferencias y conservar la paz. 
del mundo. Firmado. 

Welington. 9 

17. Mr. de Montraorency respondió: 

«El abajo firmado, ministro de negocios estrangeros, ha recibido 
y presentado al rey la comunicación que S. E. el duque de Welington 
le ha hecho el honor de dirigirle el 17 de este mes. 

>S; M. ha apreciado los sentimientos que han impulsado al rey 
de Inglaterra á ofrecer su mediación á S. M. á fiji de prevenir una 
escisión entre ella y ^1 gobierno español ; pero S. M. no ha potlido^ 
menos de considerar que la situación de Francia, corí respecto á Es- 
paña, no está en el caso de necesitar una mediación entre lasdos^^ 
cortes. 

»En efecto, no existe diferencia alguna entre ellas, ningún punto 
especial de discusión , por el cual sus relaciones pudieran ser resta- 
blecidas al estado en que debieran. |ja España, por la naturaleza de 
su revolución y por las circunstancias que la han ac>ompañado, ha es- 



citado lo» temores de muehas grande^ potencias. La Inglaterra ba 
participado de estos temores, porque aun en 1820 previa, circu^tancias 
en que seria imposible conservar con la España relaciones de paz y 
de buena armonía. 

>La Francia e^tá mas interesada que ninguna otra potencia en 
los sucesos qué pueden resultar de la situación actual (le esta monar- 
quía. Empero, no son solo sus intere^s los que se hallan compro- 
metido?^ y porque debe velar en las actuales circunstancias; el re- 
poso de la Europa y la conservación de los principios que le garanti- 
zan^ se hallan comprometidos. 

, »E1 duque de Welington sabe que tales han sido los sentimientos 
que han dirigido la.conductadela Francia en Verona, y que las Cor- 
tes que los han aprobado , han mirado las consecuencias de la revo^ 
lucion y del estado actual de España , como comunes á todas ellas; 
que ellas jamás han pensado que solo entre Francia y España había 
necesidad de vencer las dificultades existentes; que miraban la cues- 
tión como enteramente europea, y por consecuencia de estacipinion, 
que las medidsís que tenían por objeto hacer en la parte posible una 
mejora en d estado de un país tan interesante para la Europa, han 
«ido concebidas y propuestas, medidas cuyo resultado ventajoso hu- 
biese sido cierto si la Inglaterra hubíesp juzgado que podía coadyu- 
var á él. 

>S. M. Cr. que estaba obligado á analizar detenidam^te estas 
<3onsideraciones , ha creído que no podía aceptar la mediación que 
plugo áS. *M. B. proponerle; sin embargo, ve con placer en esta 
proposición una nueva prenda de la disposición conciliadora del go- 
bierno inglés , y piensa que con tales sentimientos, este gobierno 
puede hacer im servicio .esencial á la Eui*opa , ofreciendo de la misma 
manera al gobierno de España consejos, que inspirándole ideas mas 
tranquilas, pudielran producir una dichosa influencia sobre la situa- 
ción interior de este pais. 

>S. M. aceptaría con la mas viva satisraccion la ventaja de se- 
mejantes esfuerzos. Vería en elios una justa razón para esperar la 
conservación de la paz, cuyo precio no pueden estimar debidamente 
los gobiernos y los pueblos de latluropa. Firmado. 

Montmorency.t 

Lord Welington salió de París inmediatamente que recibió esta 
respuesta. , 

18. El mismo dia llegó de Verona el señor vizconde de Chateau- 
briand. S. E. comunicó al ministerio francés la circular que los gabi- 
nete unidos por la Santa Alianza acababan de dirigir á .^us respecti- 
vas legaciones cerca de divei*sas cortes de la Eurqpia, para informarlos 



— Í82 — 

del resultado de las conferencias de YeroM, y partícularmesté de la 
dtden pasada á sus embajadores en Madrid , mandándoles abaldonar 
laPenínsttla* 

La naturaleza y el fin del interés que la situación Ínterin de la 
España deMa mas particularmente inspirar á la Francia^ efn rieuson de 
^ posición ^ográfioá y de los lugares eustentes ent^ las des di* 
nastfas^ eran la causa principal délas disensiones que se hablan esci* 
tado en el seno del ministerio francés. El señor duque de Montmo- 
rency, por consecuencia de la política que habia seguido en las deli- 
beraciones del congreso ^ creía que la Francia d^bia seguir la mai-cha 
adoptada por sus aliados, y que siendo común el fondo de la política, 
las formas diplomáticas deben ser las mismas. Insistía enqueAfa*. La 
Garde recibiese instrucciones semejantes á las délos demás embaja- 
dores esirangeros. 

El señor conde de Villele , presidente del consejo, aun convencido 
de la necesidad de la guerra , si iio se obtenían del gcíbierno oonsli- 
t;udonal de España las modificaciones que reclamaba la tranquilidad 
europea , creía que no debía recurriría (demostraciones beaitiles sino 
después de apurados todos los medios de conservar \á paz. S. E. 
contaba con la influencia y los benévolos avisos de la Inglaterra para 
obligar á la España á una sábiaeomposicion; La estancia del embsh- 
jador francés en Madrid, después de la partida de las demás legacio- 
nes, parecía la prueba menos equívoca del deseo que tenia la Fran- 
cia de salvar á la España del borde del abismo, y debía favorecer la 
vuelta del gobierno constitucional á las ideas moderadas y c6nscr\'a- 
doras. S. E., conviniendo en que el embajador francés debía dirigir 
las mas enérgicas manifestaciones, quería que se abstuviese de un 
lenguage hostil, absoluto, propio tan solo para aumentar la irritación. 
19. Mr. de Montmorency, que habia participado de las medidas 
concertadas en Verona, creyó que su responsabilidad personal con- 
sistía en no tomar parte en una conducta que le parecía traer. algún 
desvío, y remitió á S. M. la cartera de negoéios estrangpros, de que se 
ocupó interinamente el señor presidente del consejo. 

S. E. dirigió después una manifestación al señor conde* de I^ 
Garde j y en ella ofrece la espresion fiel de la política del ministerio 
francés. 

fSeñor conde: vuestra situación política puede, cambiar de un 
instante á otro, á consecuencia de las resoluciones tomadas en Ve- 
rona, y compete á la lealtad francesa encargaros dar conocimiento 
de las disposiciones del gobierno de S. M. Cr.^ con el gobierno 
tle S. M. C. 

» Desde la revolución estallada en España en el mes de abril 
de 18á0, la Francia, á pesar de los peligi'os que para ella tenia 
esta n^nolucion , ha puesto todo su <^idado en estrechar los lasos 



~ 233 -« 

qite aman á los dos reyes , y ea mantener las relaciones ^tre ambbs 
pueblos. ' 

»Pero la influencia bajo que se han obrado los pambios acae- 
cidos en la monarquía española, se ha hecho mas poderosa con los 
resaltados mismos de dichos cambios, como era fácil de prever. 

»Una Constitución que el rey Fernando no habia reconocido ni 
aceptado al recuperar la corona, le fué después impuesta por uña 
insurrección militar. La consecuencia natural de este hecho fué que 
eada español descontento se creyó autorizado á buscar por el mismo 
medio el establecimiento de un orden de cosas mas acomodado á sus 
opiniones y prin^^^ios: el egemplo de la fuerza ha creado el derecho 
de la fuerza. 

j Después tuvieron lugar los movimientos de la guardia en Ma- 
drid, y la aparición d^ cuerpos armados en diversos puntos de Espa- 
ña« Las provincias üinitrofes de la Francia fueron principalmente el 
teatro de la guerra ckii. De este estado de turbación en ¿Península 
nació la necesidad para la Francia de ponerse al abrigo de cualquiera 
ocurrencia. Los sueesas que acaecieron después (tel establecimiento 
de un ejército de observación al pié de los Pirineos , han justificado 
suficientemente la previsión del gobierno de S. M. 

» Entre tanto el éongreso anunciado desde el jiño aliteirior para 
decidir sobre los negocios ^ie Italia se reunía en Verona. 

»La Francia, parte integrante de dicho congreso, ha debido dar 
espTicaciónes sobre las causas que la obligaron á recurrir ¿ las armas, 
y sobre el uso casual que hubiera podido hacer de ellas. Las precau- 
ciones de la Francia han parecido justas á sus aliados» y las poten- 
cias continentales han resuelto Unirse á ella para ayudarla (caso de 
tener necesidad) á mantener su dignidad y su reposo. 

» La Francia se hubiera contentado con una resolución á hi vez 
tan' honrosa y benévola para ella; pero el Austria, la Prusia y la 
Rusia, juzgaron necesario añadir al acta particular de la alianza una 
manifestación de sus sentimientos. Comunicaciones diplomáticas se 
dirigieron á.este efecto por las tres fíotencias á sus ministros respec- 
tivos en Madrid; estos las manifestaron al gobierno español, y siguie- 
ron en su conducta ulterior Ijis órdenes recibidas de sus cortes. 

>En cuanto á vos , señor conde, al dar las esplicaciones al gabi- 
nete de Madrid, le diréis que el gobierno del rey eslá íntimamente 
unido con sus aliados y, firmemente resuelto á rechazar por todos los 
medios posibles los principios y movimientos revolucionarios; que se 
une igualmente á los votos de los aliados para que la noble nación 
española encuentre un saludable antítloto á sus males, que son capa- 
ces de inquietar los gobiernos de Europa y de imponerles precaucio- 
nes siempre penosas. 

•Sobre lodo cuidareis de manifestar que los pueblos de la Penín- 

30 



— 234 — 

sola restituidos á la tranquilidad, hallarán en sus vecinos amigos lea- 
les y sinceros. En consecuencia, asegurareis al gobierno dé Madiid 
que la Frauda ofrecerá siempre á la España los recursos de toda es- 
pecie de que pueda disponer, á ñn de consolidar su felicidad y au- 
mentar su prosperidad; pero le declarareis al n^ismo tiempo que la 
Francia no cederá un punto en cuanto i las medidas preventivas que 
ha lomado en tanto (me la España continúe agitada por las facciones. 

»E1 gobierno de S. M. no vacilará en retiraros de Madrid, y en 
buscar sus garantías en disposiciones mas eficaces^ si sus intereses 
esenciales' siguen comprometidos y si pierde toda esperanza de una 
mejora que se atreve á esperar de los sentimientos que por taitto tiem* 
po han unido á los españoles y á los franceses en el amor de sus re- 
yes y de una ^ábia libertad. 

» Tales son, señor conde, las instrucciones que el rey me ha or- 
denado remitiros en el momento en que los gabinetes de Viena, Ber- 
lín y San Petersburgo vana transmitir sus comunicaciones al.de Mar 
dñá: Estas instrucciones bastarán para haceros conocer las dis- 
posiciones y la determinación del gobierno francés en este grave 
asunto. 

1 Quedáis autorizado para oomunicar este despacho y para dar de 
él copia si seos pide. Firmado. 

. Juan de ViUek. » 

París á5 de diciembre de 1822. 

20. Dos diasd espues de la publicación de este documento ofidaí, 
una real orden llamó á suceder al señor duque de Montmorency á un 
hombre que, por la pureza dé sentimientos y adhesión al príncipe y á. 
la patria, en nada cedia á su noble antecesor, y á quien una vasta 
ilustración literaria, y eminentes servicios prestados á la sociedad y á 
la religión, hacian acreedor á la admiración y respeto de la Francia 
y de la Europa entera. Hemos nombrado al vizconde de Chateau- 
briand. 



-«86 



@^s»@s^3@^.sa "^asi^^d^^ 



RSFDTACIOH. 



A^ derribar una institución generosa, donde 
quiera que' sea, lastima el golpe á lá especio 
miiiiana. 

OuT&unaiAND. 

Al enemigo se le debe combatir con sus pro- 
pias armas, y- herirle eon sus mismos filos. 



1/ y 2/ Difícil es refutar las doctrinas de los hombres óuan- 
do ellas están basadas en la filosofía y confirmadas porlaesperíencla; 
pero nafda mas fácil que destruirlas cuando separadas de la verdad y 
de la razón, solo .son producto de intereses mtezquinos ó maquiavé- 
licas pasiones. 

Fundados nosotros en estas bases, emprendemos con placer la 
refutación del capítulo que nos ocupa : la manifestación de lo que 
fué el congreso de Verona y la esposicion de los principios que sos- 
tuvieron, no serán productos de una imaginación acalorada ó de xm 
corazón enardecido; serán, si, un estracto de los apuntes y juidosde 
los hombres que concurrieron á él, y que tanto admira la culta Euro^ 
pa. Nosotros, criados <en la medianía, educados con honradez,, pero, 
separados de las grandes aulas, emprendimos un dia la carrera de 
las armas: solo derramando nuestra sangre en los combates llega- 
mos al empleo de coronel; y en los caijapos de batalla y en el pÉirla- 
mento, siempre hemos sido audaces para defender nuestras überM- 



— «Sé ~ 

des y las glorias de nuestra nación : esa misma audacia tintamos de 
emplear en la refutación presente, seguros de que el autor francés 
será combatido con las armas que nos suministren nuestras arraiga- 
das convicciones, y los escritos de los diplomáticos que asistieron al 
congreso de Verona. 

No entraremos en los detalles de la célebre ciudad en donde los 
soberanos concurrieron .para tantear sus fuerzas en las arenas aban- 
donadas por los romanos. Cerca de aquellas ruinas de 'los hombres 
libres se colocaban otras ruinas que no se escuchaban ; los diputados 
de la desgraciada Grecia. Los antiguos monumentos de la ciudad de 
Verona, eterna en los anales , podia haberles recordado que ellos 
también hablan sido un dia los soberanos de la tierra en su sabidu- 
ría, y que la nunca olvidada y desgraciada Atenas elevaba aun al 
cielo sus suplicantes manos en favor de la libertad del mundo. Pero 
en vano los emperadores y reyes se habían reunido para oprimir 
aquella libertad que empezaba á renacer en el continente; los recuer- 
dos de los tiempos libres les ofendían , y la patria de Trajano, á la 
par de Ñapóles y el Píamente, debía sentir el peso de sus intrigas. 
Cantantes y comediantes habían concurrido también á la ciudad es- 
cogida para divertir á otrps actores como ellos ; los reyes (1).' 

Mas en las representaciones de estos, que solo habían sido ejecu- 
tadas por dos veces, la primera por José II y la otra por Pío VI, los 
dos farsantes españoles , únicos que concurrieron á ella, les hicieron 
servir solo de comparsas sin permitirles decir una sola palabra en la 
escena. 

En aquella ciudad donde se estableció el tribunal de la opresión, 
fué presentada como culpable la patria de los Rodrigos y Recaredos, 
por dos hijos desnaturalizados. 

La España (|ue desde el siglo XIV hasta mediados del XVII ha- 
bía sido la primera nación de la Europa , dotando al universo de uq 
mundo desconocido; la España, cuyos aventureros fueron los hom- ' 
bres mas grandes en los pueblos que se presentaron ; que sus capi- 
tanes llegaron á ser los primeros generales de la tierra ; que impuso 
sus maneras y hasta sus trages y costumbres en diferentes cortes; 
que reinó en los Países-Bajos por matrimonio , en Italia y Portugal 
por conquistas , en Alemania por elección, en Francia por sus guer- 
ras civiles ; que amenazó la existencia de Inglaterra después del ma- 
trimonio de Enrique VIII ; que vio en sus prisiones los reyes de la 
Francia, á sus soldados guarneciendo la capital de la Galia; que 
Cornelio comünioó su idioma y su genio ; que el sol no se ocultaba 
jamás sobre las tierras que dominaba Garlos V (2), y aquella patria, 

(í) Congreso de Verona por Cliateaubrian^ tom. I, páí;. 49, linea S. 
(2) Chateaubrian , congreso de Verona , tom. I , pág. 3, línea 22. 



— m — 

en ñn , que á los 20 afios del siglo XIX presentaba la opinión como 
un glorioso esfuerzo de la libertad contra la tiranía (1) , fué acusada 
por tres fanáticos que se dieron el título de regencia , y hablan sido 
arrojados del suelo español por el triunfo de los pueblos. 

Por las noticias que tenemos reunidas sobre la ciudad célebre, y 
acerca de sus huéspedes en aquel tiempo, pudiéramos hacer la des- 
cripción de su Can-grande , palacio que habitó el Dante , de las an- 
tigüedades que la embellecen,, y de la semblanza de los principales 
actores. ^ 

Mas concluiremos con el bosquejo de lo ocurrido en el memora- 
ble congreso, diciendo lo mismo que Ghateambrian (¿) ttodo fué 
terminado por una corrida de caballos y una iluminación.» 

Nuestras instituciones corrieron en ella , y nuestra libertad , co- 
íno las luces, fué apagada. 

5."* Creemos que nuestros lectores esperan con curiosidad la re- 
seña histórica de aquellos sucesos, y vamos á dar principio á ella 
siguiendo el orden de la refutación.' i 

El emperador de Austria y el príncipe Mettemich fueron los pri- 
meros concurrentes á Veroña; y es indudable que á su presentación 
no era su principal objeto combatir la libertad de España. Asi, pues, 
hemos visto que en sus primeras conferencias , en las reuniones , si 
pueden llamarse preparatorias, mas de una vez vertió la idea el prín- 
cipe Mettemich de recordar los tiempos venturosos de la España, 
cuando estaba unida á la casa de Austria... pero después, en el lleno 
de las conferencias diplomáticas , prefería el triunfo del despotismo 
en la Península bajo la dominación de los Barbones , á la conserva- 
ción de la libertad impulsada por la unión de ambas naciones , colo- 
cando al frente de los españoles uno de los príncipes austríacos, idea 
que el mismo Mettemich habia emitido en diferentes ocasiones. 

Nos nos halaga en nada la idea del diplomático alemán , porque 
si bien , como dice Chateaubrian refiriéndose á las palabra? sueltas 
del príncipe Mettemich y á las frases del despacho dirigido al minis- 
tró austríaco en Madrid , que la casa de Austria recordaba con justí- 
simo orgullo lo% gloriosos siglos en que unida á la España no se po- 
ma el ocaso panx ella (3), «esto queria decir en lenguage diplomá- 
tico ; ¡erais tan felices , tan poderosos bajo nuestra dominación f 

volvednos á tomar; » nosotros no podemos dejar fle tener presenté la 
pérdida de las libertades castellanas en la capilla de Villalar y de los 
fueros aragoneses en el suplicio de su justicia mayor bajo la domina- 
ción de dos monarcas de aquella misma estirpe. Sin embargo, paga- 

(1) Cliateaubrian , congreso de Verona , tom. I, pág. 75, h'aea 19. 

(2) Congreso de Verona , Jtoni. I, m¿. 157, línea 9. 

(3) Pág. 212, col. 2.% línea 30. ' ^ : 



— 238 — 

remos an justo tributa á la imparcialidad: el Austria en 1822 bq 
estuvo por la guerra de Espa&a, como probaremos al tratar las cues- 
tiona e& el congreso. ' 

El lord duque de Welington y lord Stramñor, en representación 
de la Inglaterra, asistieron al congreso de Verona^ y hemos obser- 
vado con estrañeza que el vizconde de Ghateaubrian en elca|)ítulo 12 
•de su obra , Congreso de Verona, hace referencia de todos los perso- 
oages y de la part^ familiar del congreso , olvidando únicamente los 
representantes de la Gran Bretaña; pero no estrañamos el olvido , si 
se atiende á que fueron los únicos que abogaban por la libertad de 
los españoles , y que el lord Welington fué su contradictor protes- 
tando abiertamente contra los principios de intervención sent^do^ 
pm* el autor del último Abencerrage. 

Hemos seguido religiosamente al disünguidisimo escritor,, el se*- 
fior de Marliani, en su» opiniones emitidas en la historia poKtiea de la 
España moderna, masen la que manifiesta donde dice (1) con res- 
pecto á </a Inglaterra, es verdad, hubiera podido con una paiabra des^ 
truir aquella asociación del fanatísmo absoluti^a; no lo hizo ^ y se ha 
privado de esa gloria, > sentimos no estar de común acuerdo , porque 
el mismo Ghateaubrian, en su-correspondeneiaeoD Mr. YUlele; mani- 
fiesta que según tenia preparada la opinión de las potencias aliadas,, 
easo de desavenencia con la Inglaterra , resliltaria de ella una Con— 
flagraeion general , cuya ruptura queria Mr. Ganising . evitar á toda? 
costa. La Inglaterra no contaba con las fuerzas suficientes para re— 
aistir á las demás potencias continentales. 

Si el gabinete de San James iro se encumbró en laquella ocasión 
al brillante papel de defensor activo de las libertades de un pueblo^ 
amigo , por lo menos tuvo suficiente valor y conciencia para recha- 
zar la monstruosa violación del derecho de gentes que se estaba fra- 
guando en Verona , y para proclamar la independencia de las nacio- 
nes en sus asuntos interiores. 

El vizconde de Montmorency y el de Ghateaubrian asistieron al 
congreso de Verona como ios representantes del partido ultra 6 de- 
saforado francés, comprometiéndose á ejecutar en España la restau- 
ración del despotismo , con lo que Luis XVIII tomó asiento en ef 
banco^ de la Santa Alianza. . 

Antes de engoffamos en la demostración del espíritu que anima- 
ba á la Francia en aquel Congreso, presentaremos un antecedente de . 
Luís XVín, por el que, sin ninguna clase de comentarios de nuestrar 
parte , le juzg^^án nuestros lectores. 

cYo sé á no poderlo dudar, decia Mr. Fefrand, ministro de Es- 
tado en 1814, que Gambaceres y otros tres compañeros suyos ha- 

(1) Marliani, Esgaña moderna , i)dg. 2i3, col. 1/ 



— 239 — 

Man ofrecicb sus^ servidos á Luis XVIII en marzo de 1796, y qae el 
rey les habia otorgado carta de ^ada: habiéndole hecho presente su 
guarda-seUosal reyque S. M. traspasaba los derechos del poder real 
concediendo estas cartas , y que él no creía poderlas estampar el 
gran seUo , el rey le habia dicho c sella siempre: cuando suba al tro^ 
no, mis parlamentos sabrán probarme que he traspasado, como tu di- 
ces , los derechos del poder real ; y las gentes á quienes yo concedo 
eista gracia, serán ahorcados en la plaza de la^Oreve con mis cartas de 
gracia al cuello (i).» 

¡Estos eran los sentimientos de aquel monarca!... 

La Francia, siguiendo como siempre nuestra mas cruel é impla- 
cable enemiga, fué la que concurrió al congreso de Verona, resuel- 
ta^ á declarar la guerra á las instituciones Uberales españolas , sin 
otra razón, sin otro derecho que el de dominarnos, como dice Ghateau- 
brian (á), porque entreveía se aproximaba el momento en que de- 
jando de estar la España transportada bc^o el trono de la Francia, co^ 
nw h estaba desde el tiempo de Ana de Austria y Ltás XIV (3), pu- 
diese volver á los que en nuej^tros ejércitos vivaques^n en las ori- 
llas del Sena. 

A las cfimunicaciones del ministro Villele , fecha 28 de noviem- 
bre , manifestando que no estaba decidido por la guerra en virtud a 
que na encontraba suficientes razones para su declaración, contestar 
bale el poeta con las terminantes palabras que copiamos. «Cuando 
conviene á los intereses particulares, sin escrúpulos, por todos los 
medios se rompe (4).» 

Puestos de acuerdo Montmorency y Chateaubrian con Luis XVIll 
para satisfacer su sed de despotismo , resolvieron sofocar la revolu- 
ción española y portuguesa, apoyando las ideas de los partidarios del 
rey en España , y poniendo igualmente el Portugal bajo el yugo de ' 
un tirano sanguinario , con el fin dé que las potencias aliadas acce- 
dieran á sus deseos , entrando aprobando la opresión de las revolu- 
ciones 4e Ñapóles y el Piamonte, dejando destruir á los di^*aeiado$ 
griegos , y gemir bajo el estandarte de libhoma. 

\ Hé aquí un rasgo de moralidad francesa ¡....(hé aqtií un baldón 
para la Francia!... 

El déspota de las Rusias y tirano de la Polonia se presentó en 
Veronir con el conde de Nesselrode , Lieven y Pozzo di Borgo, comd 
protagonista de aquel drama. Su política ha sido siempre la de tm 
egoísmo puramente absoluto. Sin.fé, si]> palabra, sin consecuencia 
á sus tratados^ la Rusia se propuso destruir la libertad de Europa, 

(1) Gab'et, revolucioude 1850, pág. 58. 

(2) Toin.I,pág. 69. 

(3) Tom. I , pág. 3. ^ 

(4) . Tom. I, pág. 101. 



-•240 — 

y que el congreso de Verona fuese un parecido al de Leybach; pues 
sí eo aquel fué oprimida la revolución del Piamoate y Ñapóles , fa- 
voreciendo á ^us tiranos, en este debia concluirse con el sistema 
constitucional de la España. I^ Rusia, en el tratado de Tilsit, miró, 
con indiferencia nuestra nación , é hizo un donativo de ella á Ñapo* 
león , y en 1809 reconoció sin titubear á su hermano José por rey 
de las Españas. Cuando en 1814 vio el ardor de los españoles para 
combatir por su independencia , juzgó que serian auxiliares podero- 
sos , y á pesar de haberlos sacrificado conceptuándolos de utilidad, 
se apresuró á firmar un tratado con la Espafia en Yiliki-Luki el 20 
de junio de 1812, en el que aparece por el artículo 3/ que S. M. el 
emperador de todas las Rusias reconoce c por legitimas las Cortes 

GENERALES T ESTRAORDINARIAS REUNIDAS A LA SAZÓN EN CaDIZ, ASI GOMO 

LA Constitución que tienen decretada y sancionada.» 

Guando los ejércitos del Czar se^preparaban á bajar sobre las mar-* 
genes del Rhin, para enardecer á sus soldados les decía en una procla^ 
ma entusiasmadora, fecha en Varsovia 1 3 de febrero de 1815, mostrán- 
doles á los españoles como dechado de heroísmo par^ todo el orbe. 

cLa suerte del Guadiana se falló en ej Boristenes, y desde allí 

logrará la España recobrar esa libertad que está defenditado con he- 

roismo en un siglo de flaqueza y cobardía... Si, el Norte se encum- 

. bra en alas del ímpetu sublime de los castellanos , se desenlutó el 

universo.» 

El mismo Alejandro babia ofrecido constituciones á sus pueblos 
y á los de Alemania, según su proclama de 25 de marzo de 1813 , y 
al asomar soldados españdes jurando la Constitución sobre el Neva, 
y recobrando sus banderas de las manos imperiales (1), no le pare- 
cía malvada la España constitucional. 
• Aquellos soldados españoles fueron loa mismos que en Ocafia 
proclamaron la Constitución de 1820. 

En 1814, euando Hegó Alejandro á Petersburgo, presentóse el 
cuerpo dipiomático, y- encarándose con el embajador le dijo : «¿A 
ver qué opináis de la conducta de vuestro amo el rey respecto á la 
España que ha vojcado la Constitución en términos tan violentos?» 
— f Señor, » le contestó el embajador, ino me corresponde el sentenciar 
y aunmenos>^el censurar la conducta del rey. »•—€ Pues señor embaja- 
dor,» le replicó, «desde ahora digo que es" abominable, puws no hay 
perspectiva mas horrenda que la de una ingratitud semejante cen úa 
l^aeblo , siendo, de ejemplaf funestísimo. » 

Ep 1820 concurría aquel Alejandro, es detir, la Rusia á Verona 
para condenar rigorosamente aquella misma Constitución y á los que 
hablan ossido restablecerla en la monarquia española. 

(1) El regirnienlo imperial Alejíincíro. 



— 241 — 

Puestos de manifiesto ios hechos , creemos escusado presentar 
ninguna clase de comentarios ¿ la mala fé é inconsecuencias de la 
Rusia : la ilustración de nuestros lectores suplirá nuestro silencio. 

Los príncipes Guillermo y Carlos., el conde de Perns-torfs, y el 
•barón Humboldl, llegaron á Verona coino representantes de la Pru- 
sia , y ciertamente que era chocante ver al gabinete prusiano prote- 
ger al partido apostólico, y tomar la defensa de la inquisición cuan-i 
do luchaba vigorosamente contra el espíritu de Roma, arrancaba de 
sus sillas episcopales á los obispos con una partida de granaderos , y 
los haci^ conducir á las fortalezas ó castillos , sepultándolos en cala- 
bozos; cuya coudueta nos ha hecho conocer que protegía en pl es- 
trangero lo que no quería para si, rechazando las influencias de aquel 
partido ,^ y favoreciéndole en España. 

La Prusía como la Rusia habían reconocido lá Constitución por 
medio de tratados formales, y nos admira que la nación prusiana por 
su gobierno pasible , por su sensatez y por su sabia administración^ 
simpalizase con. el partido de la camarilla española, cuyos desvarios, 
atropellos y desconcierto administrativo^ fueron los móviles de la 
restauración del sistema constitucional. x 

La Prusiia, en honor á la verdad , no profesó las ideas de la Ru- 
^ sia y de la Francia en el congreso de Verona, si bien siguió una po* 
litica opuesta á la que debian diqtarle sus propjios intereses, pues la 
Prusia, mas que ninguna otra nación, déliia estar interesada en que la 
España fuese fuerte y poderosa para contener el que la Francia pu- 
diera lanzarse un dia sobre el Rhin y la Alemania. 

La Prusia permaneció casi neutral en el congreso de Verona. 

Cindo fueron los puntos que se trataron en el antedicho congre- 
so , sí bien el principal objeto de aquella reunión de las cinco gran- 
des potencias, era para él Norte y la Francia* la guerra de la Penín- 
sula. 

El 1."" fué el tratado vde negros, promovido por la Gran Bretaña. 

El 2."* la piratería de los mares de ía América, por la misma In- 
glaterra. 

El S."" las,contiendas del Oriente entre la Rusia y la Puerta, por 
la Rusia. 

El 4.*" los asuntos de Italia, por el Austria. 

El 5."* el peligro que decían de la revolución de España para Ja 
Europa, y sobre todo para la Francia, por la Rusia* y el gahineUí de 
las Tullerías. 

Con estas cuestiones generales se presentaron algunas otras par- 
ticulares, como fueron : la navegación del Rhin, los disturbios de la 
Grecia, y los intereses de la regencia de Urgel. Los diputados por la 
Grecia y los enviados, de la regencia, que lo eran D. Carlos España 
y D. Antonio Vargas Laguna , no fueron admitidos en el congreso; 

31 



— Uf — 

Y confio simples peticionarios, los primeros no encontraban protec- 
ción porque eran libemles ; mas los segundos procuraban escitár á 
los representantes que figuraban, y merecieron buena acogida enb'e 
la mayoría de ellos. 

La navegación del Rhin podia tener algún interés para la Holanda ' 
y las potencias que ocupasen alguna parte de las riberas, mas por 
nosotros nos es enteramente indiferente. 

Entraremos, pues, en los cinco asuntos principales, mas bien para 
demostrar un lujo de noticias en la refutación, que por lo que intere- 
san algunos de ellos á los españoles. Las contiendas de k Rusia y la 
Puerta podremos dejarlas como controversia en la que debian confe- 
renciar los gabinetes de Londres, Petersburgo, Berlin y Viena, 

La posición de la Italia la examinaron en una especie de con- 
greso separado del general , y los delegados de aquella reunión fue- 
ron las, partes interesadas, á saber: Roqaa, la Toscana, Parma^ Ña- 
póles , Módena, el Piamonte, el Milanesado y los estados Lombardo- 
Véneto. 

Si el escritor francés hubiera presentado en su obra el congreso 
de Leybach, le refutaríamos sobre la parte de la resolución tomada 
por las potencias del Norte para la ocupación del Piamonte y de Ña- 
póles; empero lo que se cuestionaba en Verona sobre estos dos rei- 
nos no estamos interesados en su defensa. 

En el primer asunto convinieron las potencias en que era abomi- 
nable y que estaban prontas para asegurar la abolición total de aquel 
comercio: la Francia se reservó haciendo este punto el objeto de sus 
reflexiones. 

El segundo quedó sin resolver, porque llevando envuelto la in— 
dependencia de la América; el Austria, la Rusia y la Prúsia, decla--- 
raron no poder tomar ninguna resolución que prejuzgase la cuestión 
de la independencia del Sur de América. La Francia, en una nota 
verbal sobre el memorándum, indicaba la idea de la pacificación del 
mundo creando monarquías constitucionales y borbónicas en las 
Américas (1). , 

El tercero y cuarto fueron tratados como asuntos de familia.. 
Todos aprobaron las proposiciones de la Rusia sobre las contiendais 
del Oriente, y en seguida se concretó la Francia á iinpedir que el 
Austria tuviese por mas tiempo invadida la Italia, alegando que era 
contra el derecho de gantes (2): la evacuación del Piamonte fué re- 
clamada por el rey de Cerdeiia, á lo cual accedió la corte de Vicaa 
bajo la condición de que sus tropas guarneciesen á AlejanHría, y ter- 
minaron todos estos asuntos para abordar de lleno la cuestión de la 
Espafia. 

(i) Chaloaubrian, tomo I. página 65. 
(2) U. id. página 66. 



— 243 — 

4/ La Francia, seguo manifiesta Ghateaubrian (i), desde el pri* 
mer año de la restauracioa tenía sobre si la pesadilla de la humilla- 
ción en que se hallaba por los tratados de Yiena, y como al final del 
congreso de Leybach in^icarop los soberanos volverían á reunirse 
al siguiente año, intrigó para que se la admitiera en el futuro con* 
greso, obligándose á destruirla libertad de la Iberia, para lo cual, de 
acuerdo Ghateaubrian. con el ministro de negocios estrangeros Mont* 
morency, trazaron el plan de apoderarse de la Península sin reparar 
en los medios, á fin de evitar la separación de la España del reino de 
Luis XIV (2), porque como decía LuisXVlII, «entronizándose las 
ideas de independencia, hay gran peligro en que la Inglaterra se haga 
con las influencias que nosotros perderemos en la corte de Madrid.» 

La España, decía Ghateaubrian, puede servirnos para tres cosas 
en la situación presente. Primera, para instruir nuestro ejército con 
verdaderos simulacros, haciéndolo, capaz de defender el trono y de 
emancipar la Francia; creándolo aguerrido, porque penetrando del 
otro lado del Pirineo » msurcharán á su frente los partidarios de la fé, 
quienes sufrirán los reveses, y nuestro ejército recogerá los laureles 
de la victoria^ Segunda , que prestando fuerzas al partido despojado 
del mando en España,'dirígiremos los negocios de ella, con la que 
contaremos para utilizarla en. cuanto nos sea de interés. Tercera, que 
baciendo la España nuestro campo de batalla, sin un gran peligro de 
nuestra parte, restauramos á la vez nuestro poder político y nuestra « 
fuerza militar (3). 

Nuestros lectores pueden conocer que el objeto de la Francia en 
esta ocasión, como en todas^ no era defender el Borbon que ocupaba 
fll trono, sino el que este rey Borbon estuviese bajo el yugo de la 
Francia, cual si digeramos que fuese su prefecto, ó su comisionado 
en el departamento de la Península; asi que conseguida la idea de 
<}ominar la España, se queja amargamente Ghateaubrian de que ha* 
,biendo puesto el plan de la victoria en manos de la restauración, no 
supieron aprovecharse (ile él. 

En la primera reunión de Verona , el vizconde Montmorency 
manifestó alas potencias aliadas que «el estado de irritación en que se 
hallaba la España, y las provocaciones qi|e continuamente estaba di • 
rigiendo su gobierno contra la Francia, hacían temer que el estada 
de paz no pudiera conservarse por largo tiempo como deseaba eV ga- 
binete francés , que había hecho mil géneros de sacrificios por su 
deseo sincero de eyitar un rompimiento que le pondría en la sensible 
obligación de encender la tea de la guerra, y turbar la tranquilidad 



Chateauhrian tomo I. pagina 69. 
Id. id. página; 89. 

Id. id. página 69. 



» — 244 — 

tan querida y proporcionada por la Santa Alianza ¿ todos los Estados 
de la Europa.» 

Esto decia un ministro fmncés el 20 úe octubre de 1822 en Va- 
rona, cuando ed abril del mismo año habia comisionado al vizconde 
Boisset para qufe los españoles emigrados nombrasen un general de 
crédito que se pusiese á la cabeza de las partidas realistas qué Egulk 
sostenía en España con los fondos que 4e suministraba la Francia, 
y que se apoderasen de una plaza fuerte para establecer una regencia 
á fin de que por este medio pudiesen tener motivos con que inter- 
venir en las contiendas políticas. jEgemplo mas sobre la moralidad 
de la Francia para con la España! 

Seguiremos, pues, la relación de lo manifestado por Montmo» 
rency. 

ffSi la Francia ha podido hasta aquí acallar los sentimientos de 
su dignidad, y soportar con paciencia los ataques dh aquel gobierno, 
tal vez por inspirarle mas bien un sentimiento de piedad que de irri- 
tación, sin embargo^ no puede hacerse la ilusión de contener por 
mas tiempo las desgracias que son inevitablemente ligadas á tal esta- 
do de cosas. Un fuego revolucionario establecido tan cerca de ella, 
puede knzar algunas chispas' sobre su suelo y sobre el resto de la 
Europa, y amenazar el mundo con un incendio general, i 

Preguntaríamos á la imprudencia del ministro francés si ¿eran sus 
sentimientos de piedad el envió de armamento, municiones y recur- 
sos metálicos á la regencia del Urgel para que alimentasen la guerra 
ciiril en la España? 

Se nos resiste hasta anotar las infamias de aquel gobierno. 

El ministro francés continuaba icliciendo: tEl gobierno espafío) 
puede determinarse bruscamente á una agresión formal: la Francia pre- 
vé como posible^ ó mas bien como probable, una guerra con la Eis- 
paña, y penetrada de la idea que en las circunstancias presentes et 
concurso de las altas potencias es necesario para conservar esta una- 
nimidad de miras que es el carácter fundamental de la alianza, y 
que es de tanto interés para garantir el reposo déla europa, la Fran- 
cia cree indispensable fijar la atención de los augustos aliados, rea- 
sumiendo las ideas que acaban de ser espuestas; y somete á las al- 
tas potencias las tres cuestiones siguientes.» 

Este fué el preliminar para las tres cuestiones que traslada el 
autor francés, las cuales creemos innecesario refutar con las razpnes^ 
que nos sugiere nuestra ruda imaginación , porque los hechos de- 
mostrados dicen mas que las palabras. < 

5.** En la sesión del 17 de setiembre examinaron los plenipo- 
tenciarios los tres casos de guerra que presentaba la Francia y que 
podían seguir las cuestiones eventuales de la declaración del 20 de 
octubre, cuyos tres casos apoyaban. 



— 546 — 

1/ El de un ataque á manó armada de la parte de Espafia con- 
tra el territorio francés, ó de un ado oficial (tel gobierno español, 
provocando directamente á la rebelión los asuntos de la ,una ó de la 
otra potencia. ' 

2v El de la proscripción pronunciada contra S. M. el rey éú 
España; ua proceso intentado contra su augusta persona, ó de igual 
naturaleza contra los miembros de su augusta familia. 

S."" El de un acto formal del gobierno español que llevase el aten*^ 
tado á los derechos de sucesión legitima de la familia real. 

Yernos , pues, que la misma Francia por el óiigano de su minis« 
tro tenia declarado que se (aligaba á emprender la guerra contra la 
España como^su implacable enemiga, pidiendo á los aliados el que 
digesen lo que debiá hacer si las hostilidades se declaraban ; cuando 
esa misma Francia estaba apoyando la revolución , al mismo tiempo 
que se presentaba con capa de modestia ea.el congreso. No solamente 
el congreso no impulsó á la Francia para la guerra , sino es que la 
Prusia, y mas particularmente el Austria (1), estuvieron opuestas al 
rompimiento : la Rusia solo aprobó la proposición y prometió su apo-. 
yo morsd y material. 

5. Ijí Prusia declaró que <si la conducta del gobienio español, 
respecto á la Francia ó á su enviado en Madrid, era de tal naturaleza 
que la forzaba á romper sus relaciones diplomáticas con la España, 
S. M. no titubearía en hacer otro tanto de su parte. 

>Que si la guerra llegase á estallar, S. M. estaba prontaá unirse 
á los demás monarcas aliados para prestar á la Francia todo el apov^ 
'fnaral que pudiera servir á reforzar su opinión. 

»Que si los acontecimientos ó las consecuencias de la guerra ha- 
dan esperimentar á la Francia la necesidad de uñ recurso mas activo, 
el rey consentiria en ese género de recurso, tanto, cuanto lasnecesi^ 
dadesdeh posición de S.M., y ios stHdados debidos á lo interior de su 
reiño^ pudieran dejarle en facuUad de eUo. » 

El Austria hizo la misma declaración , y en cuanto á los recur- 
sos materiales dijo que. ^isi alguna vez llegasen á ser necesarios, era 
preciso para ello una nueva deliberación común entre las cortes aliadas 
para arreglar la estension, cualidad y dirección de tales recursos. 

La Rusia ipanifestó que desde abril del año de 1820 habia señalado 
el triunfo de la revotudoú en España como uno de los mayores aten* 
lados cometidos contra la^ voluntad de los reyes. Dentro de la Es- 
paña, decia la nota , la anarquía se ha reducido á princiiHO; el poder 
se ha vuelto el premio de los insultos hechos al trono y á la religión; 
el desorden entregado á la acción de una plaga destructora de la po- 
blación toda entera. 

(1) Chateaubriand^ tom. I.pg. 17. 



^ 246 — 

>Fuera de la España» el triste espectáculo que se presentó en 
todas las comarcas por los artesanos amotinados que intentaban agiit 
tar la Europa, destinándola á ser presa de la revoiudon , elafio an^ 
terior tuvieron las potencias aliadas que acudir á la Sicilia para colo- 
car el poder legitimo bajo la egida de sus armas; el Píamente suble- 
vado intentaba propagar la rebelión en el norte de la Italia , por lo 
cual provocó la misma intervención, la misma asistencia. 

»Segurameate que tal estado de cosas es imposible no escite el 
pesar y la inquietud de todas las potendas europeas , y que las des-r 
gracias á que los acontecimientos de Ñapóles y Turin hablan espuesto 
ú Austria , por cuya razón, la Rusia estaba firmemente convencida 
que todos los intereses debian reunirse para hacer desear que el íut 
cendio revolucionario sea comprimido en la misma España. > 

Hemos puesto de manifiesto las notas verbales de las potencias 
europeas, para probar que no es cierto que las tres del continente 
respondieran desde luego que siguieron el egemplo de la Francia. 

6s Conociendo la Inglaterra lo injusto de los tres casos de guen^ 
que esponia el vizconde de Montmorency para que autorizasen las 
potencias el rompimiento de la Francia contra la España, el duque 
de Welington rehusó firmar el proceso verbal de 20 de octubre y el 
4e 17 de noviembre, presentando una nota^i la que espuso las jus-^ 
tas razones que le asistían para ello. 

cEl duque de Welington hace observar que las comunieaciones 
de la Francia y las resoluciones de las cortes de Austria , Prusia y 
Rusia van cemtra el objeto que ellas se pro|Hisieron. La esperiencia 
ha demostrado, dice, que durante las revcduciones , las opiniones de 
los hombres son influidas por dos motivos de partido y áe fracción, 
y es lo que mas repugna á sus sentimientos la intervendon formal y 
organizada. El resultado de semejante intervención es debilitar y> 
poner en desgracia el partido, en favor del cual se ejerce, como ge* 
neralmente resulta. Este sentimiento permanece en España en mas 
alto grado que en cualquier otro país , y se debe entender que la 
existencia de ese proceso verbal tiende á poner en desgracia a 
las augustas personas, cuya seguridad debemos prever. Ademas, 
algunos artículos de ese proceso verbal tienden á dos cosas, que. 
propiamente dicho, son el objeto de la ley civil. La persona de ' un 
soberano es inviolable: los reyes de todos los países, la opinión 
unánime y los sentimientos del género humano, han estado ó han 
tenido por mira la seguridad de la sagrada persona del rey ; empero 
las leyes que declaran la persona del rey inviolabla no prot^en 
igualmente las personas de s\i oculta familia, y el proceso verbal 
tiende á proporcionar á la familia del rey una seguridad 6 protección 
qué las leyes de España no le conceden. 

Los ministros de la!$. Cortes aliadas han creído que estaban en el 



— 2« — 

oso de háoer conocer ¿ la España los sentimientos de sud soberanos 
rei^ctivos, por los despachos que dirigirían á sus representantes en 
Madrid. El gobierno de S. M. B. no se considera suficientemente in- 
formado,. ora de lo que haya lugar entre la Francia y la España, ora 
en lo que pueda ocasionar un rompimiento para hallarse la Inglaterra 
en el caso de responder afirmativamente á las cuestiones sometidas á 
la conferencia por el ministro francés. El resultado de estas comu- 
nicaciones será probablemente el suspender las relaciones diplomá- 
ticas entre las tres cortes aliadas y la España,, cualquiera que sea 
el resultado de la cuestión entre la Península y la Francia. Estas co- 
municadones son no, solamente calculadas para embarazar al go- 
bierno fraOcés , sino es que también al del rey de Inglaterra. El go- 
bierno de S. M* B. es de opinión que el censurar los negocios inte- 
riores de un estado independiente, á menos que esos negocios no 
afecten los intereses esenciales de los objetos de S. M. , es incompa- 
tíble con los principios sobre los cuales el rey tiene invariablemente 
demostrado en todas las ocasiones relativas á los negocios interiores 
de otros países. Así, pues, el gobierno del rey de Inglaterra debe 
rehusar el aconsejar áS. M. el tener semejante lenguaje con los alia- 
dos; en la presente ocasión es muy necesario para S. M. no aparecer 
partícipe de una resolución de tal naturaleza , y el gobierno británico 
debe igualmente abstenerse de aconsejar al rey dirija al gobierno es- 
pañol ninguna comunicación concerniente á las relaciones de este 
gobierno con la Francia: asi, pues, no podia de ninguna manera es- 
plicnr cual seria 1^ conducta de la Gran Bretaña y nada podia decir 
para tetaos hipotéticos. , ' 

8. Por mas que se esfuerce el escritor francés en querer probar 
que las potencias del Norte fueron las instigadoras de la guerra; por 
mas que se ha valido y vale de mentiras para sorprender la buena 
fé de los lectores á su obra, no puede quitarla indeleble mancha qué 
para siempre llevará el estandarte del héroe de la Droma, recalcán- 
dola nosotros con la verdad documentada de los hechos que acaecie- 
ron en aquel congreso. 

La resolución de \6s soberanos y diplomáticos reunidos en Vero- 
na , .no fué otra que la del proyecto de que enviasen cada uno los 
despachos á sus respectivos representantes en Madrid, debiendo pre- 
sentar^aquellos despachos al gobierno español, en el caso que fuesen 
ellos menospreciados. Si tal llegaba á jsucfeder tenían orden los en- 
cargados de las potencias aliadas de pedir sus pasaportes. A este 
modo de obrar inofensivo se redujo la famosa intervención del con- 
greso de Yerona, que. supone Hugo del mayor interés para la Fran- 
cia, qiie tanto ruido hizo en aquella época, y ojalá hubiesen sido^ 
menos lijetos los que desde luego las tomaron como un insulto direc-^ 
to á la nación española. Supongamos por un momento quelos^repre- 



— 248 — 

sentantes se retiraban eñ buenhora;. la Rtísm habia retirado por 
aquel tiempo su embajador á Constantinopla y no declaró la guerra 
al Sultán, porque á pesar de ello, continuaba en negociaciones, y 
con mucha mas razonía España podría hacer reflexiones muy serias á 
los ministros de Austría^ Prusia y Rusia, cuando lejos de amenazar 
á la España con una guerra continental, manifestaban en ella sus te- 
mores por una guerra entre la España y la Francia. 

tocándonos tan de cerca esta cuestión, y no determinándonos á 
emitir de un todo puestros juicios , presentaremos ios documentos 
que darán suficiente luz para que nuestros lectores tengan un acer- 
tado conocimiento sobre el punto principal en que se basó la guer- 
ra de 1823, 

En un despacho fechado en Vtírona en 22 de noviembre de 1822 
dirigido á Mr. deSchepeler en Madrid, por Mr. Zichy, la Prusia ma- 
nifestaba: 

«Que veia con dolor al gobierno español entrar por una- senda 
que amenazaba la tranquilidad de la Europa, recordando todos los tí* 
talos de admiración que la unian con la noble nación española, ilus- 
trada por tantos siglos de gloría y de virtudes, y siempre célebre por 
la heroica perseverancia con que triunfó de los esfuerzos ambiciosos 
y opresivos del usurpador del trono de la Francia.» 

Seguramente trataba el despacho del origen de los progresos y 
de los resultados de la revolución militar de la isla de León en 1820, 
y seguia: 

«El estado moral de la España, es boy tal, que sus relaciones 
con las potencias estrangeras deben necesariamente encontrarse tur- 
badas. 

>Las doctrinas subversivas de todo orden social, son predicadas y 
protejidas; los insultos contrael primer soberano de la Europa Uenaa 
las columnas de los periódicos. Los sectarios de la.España hacen cor- 
rer su9 emisarios para asociar á sus trabajos tenebrosos todo lo que 
hay en los países éstrangeros; los conspiradores contra el orden pú- 
blico y contra la autoridad legítima. 

i El efecto inevitable da tanto desorden, se hace sentir sobre todo 
en la alteración de las relaciones entre la Francia y la España. La 
icritacion que ha resultado es de tal naturalezst que dá las mas se- 
rias alarmas por la paz entre los do$ reinos. Esta consideración es 
suficiente para determinar á los soberanos reunidos á romper el si- 
lencio sobre un estado de cosas que de un dia á otro puede compro- 
V meter la tranquilidad de la Europa, r 

Y este despacho terminaba con la siguiente reflexión: 

tNo es á las cortes estrangeras á -quien toca juzgar las institu- 
ciones que pueden corresponder mejor al carácter, costumbres y ne- 
cesidades reales de la nación española; pero sí les corresponde in— 



— ató — 

dnáablemeirte eljuasgar los efectos -que las e8p«rie»ms de este gé- 
nero proditgeron para ^rovedtio de rilas inisuM» y de dejar depender 
sus deteniitnaoioBes y su {M^sielon fubim hada la España. » . 

Demostrado el despacho de la Prusia, presentaremos el de Aus- 
tria de ki misma fecha por ser del ! mayor interés para juzgar con 
acierto al gobierno español en 1 82i . 

«La revolución de España ha^do observada por nosotros desde 
su origen. Según los decretos de la Providencia el bien no pudo na* 
eer para los Estados ni individuos que olvidan los primeros deberes 
impuestos á los hombres en el orden social. No es por las ilusiones 
peligrosas; por la opinión pervertida, por el estravio de la conciencia 
de los pueblos por donde deben comenzar las mejoras de su suerte; 
y las rebeliones militares no pueden nunca f<M'mar la base de un go*' 
bierno feliz y duradero. 

vLi revolución de España, considerada bajo el solo punto de la 
influencia funesta que ha ejercido sobi'e el reino que la sufre^ es un 
acaecimiento digno de toda la ateneion é interés de los soberanos 
estrangeros. 

»Sin embargo, una justa repugnancia de tocar los asuntos inte- 
riores de un estado independiente , determinarán tal vez á los sobe* 
ranos ano interesarse en la situación de la España, si el mal que 
eausaba su revolución se concretaba ó pudiera oonoretaise, solo i su 
interior; pero no ha sido asi. Esta revolución antes de hallarse en 
sazón, ha probado desde luego grandes desastres en algunos otros 
países: hé aquí que el contagio de sus prindiHos y de su ejemplo, y 
por las intri^s de sus princípaies autores se fomentó la revolución 
cteiNápoles y del Piambwte, 

>S. M. I. no pudo otra cosa que sostener en tas cuestiones 
relativas á la retübicibn de B^aña ios mic^m(» principios que alta- 
menté ha nmnrfestádo siempre. Eta la ausencia misma de iodo peligro 
direéto para tos pueblos eonfipidod á sú cuidado, él emperador nó 
titubeará nunca en reprobar ou£uito' crea fálsov pernicioso ly eonde»^ 
nable en tos intereses generales de la sociedad humana. ; ; . 

iMeeé difícil el creer) señor coüde^quei el juicio 'formado por 
Si M. L sobre los adontecimientos que ocurren «España puedan 
ser mal comprendidos ó interpíetados en este país. Níngunr ofajeti^ 
de interés particular^ ninguu choque de pretensiones rebiproaaír,^ 
ningún sentimiento de desaonñanza ó de eelos hubieran: fi»sp|padíK¿ 
nüestri) gabinete un pensantíenlo en oposición oon el bienestar de 
la<fi9pafiá. La casa de Austria no ^ene mas que remontorse á su 
propia historia pa^a encontrar el más poderoso motívb de afección, 
de miramiento, de benwoleneia hacia! una í nación que puede recor- 
dar con justo orgulto aquellos sijgíos de ^ório^' memoria en que el 
S(d im tmrnpmao en- donde! ecíMarse de m poder, por uña nación qW' 

32 



m lel amor pdr sUsreyes^ «que b» sado jiustm^aeci; tQdw^€S9i<^ 
por un patriotí$»úo áiempiie leai^ síea>pr«jgBaerom^^^ 

n Hay uDa^iépoéaüO' ntuy JejaD^ á^y nosqtro^ . éú que ^ eaai tilaoiGal 
aun la admiraba el mundo por su,^ék)Fi,.áaSiS8crifieioá!vUapeiS9eve> 
'maek q^ opuso^ la ambióion u5ia|)ad(xi^bei^mte»dla/pTÍK¿Ma de 
aus .monarcas y de sus leyé»; él AJustria lüfD) olvidairá' Biaoea b lúti^que 
hñ sido la fesislqnciá del pueblo español en tíos momentos' je^aiiigran 
^)eligro:para el^ misma, r » r -. : . t; , ., : .: = > ! í; -.•: : , ;,. 
» Reunidos en ¥eüena los augustos/alifidns» S; Mi 1. ;ha tejirdo d 
honor de encontrar en sds consejos laaibi^m^e disposiciódes^benévó^ 
las ydedint^ésadas'qiie 6onslanteñinn|e (ii$n¡gMÍái(lo las suyas.. Las 
palabras que se dirigen á Madrid, tostificaráa^esta :verdail:y üo^dejaí- 
rén ninguna duda- de' la" sinceridad d«e.,laapí)ÉerTCÍa&, fiara sei^ir la 
causia de España,! I demos tM adalela! nmesi^d de nn 6a{úbk>i<en:sü 
pmsenle marcha. La.^; medidas laas rígore^aslj tos: espedientes mas 
atrevidos no pueden hacer marchar su administración; lagafiiaraí€ivil 
está eneendidaen^ muchas de B^stpf1»^i^bia^^.3us relaóioBies con la 
maiyor párle-^de la^ naciones de Eurdpá'eslán :^rdtas óimispeoiAidas» 'y 
las;de:la Fráncial^n^tornaAda un<caráctet* Jan^rohlenoeátíQu^ quinos 
e». Ii^rmitido ieátsegamos áiséfiá» ikt(|iúefcade9kpor}iab?eompHGafaieaflis 
que pudieran resultar. ^ . >! '.- í .>í :•'. :.' . : i i-íjíiíIjíí 

. tTodo e$paaoMliMrado sobral^ v^erdaiüetfa^^UíakdíQbdpfiul patria^ 
debe^eatir, quii p^« rpmpeü ks^caidenas^i^oe í>príflí^eAi.^y)áIpoehki 
y I ál oicnaTca- , es necesario -que! ia; EfS^aí|NHf gaf un itérmuin ál ^tadq 
de separación del resto de la Europa en quellfa>haDiák*tojadoio&)qllifnx^ 
a^^ontecímientbs;.' - ^ "•./''.'•. ;:»j. :.-•} '.>•;!.> aluní n:-, I .}/. .r:* 

< iisPara aloáp2»€¡st6. objeto;^ es pi^(!Í90<ante. Jcn^ 
eacüeotne < libre , m^ soloi oo» esa; i U5ertad| peñ^oo&tquü^ todo iatUxiidua 
tiene'eidepeoho ide pectimar bajoci^impam ^^likíy\, siikoios^cgudtoñk 
bi^con la q^eiunsofcieraaodebeleoisnpara llenar tSU^^ItaaniaiojtwM 
de España quedádíiiÚré»i^sde;«]í.bKimentQ'en qaaN'tengAieldenechbic^ 
sa^Utiiráünr^imeti reopnodido impractied^ie, t»)iiíaq|üeUos.ili1«mos 
á cptieQesifelegbissnoré el orgullo losiAiene aunriHgadob;ndo>.óíUch de 
eos^s por las cuáles Im derech<^ del.^dninea «aslttvies^nvfeüfamenbe 
cQimbii^dos OQnUos:ii$tefes6& y'ÍQ8>(t'0tQfi legitimes de^M^s -tes tiáse¿ 
de k>úf[»on;ri(i)qü6 'seria «lmayo(rfbie^^ rw: i 

: Dioer Chateaubriand ^ 'refiriéndos6iáf]« iiota pa^ AU8ti4« 

áísu enviado :;efi Madrid ^;.queeijpán»faisohrá láicasa. de Auatüiaiqie^i 
ridí átoir en I eldeD^mje diplonjjático : i c Veus éii62s : si jq^íssaiM lett {sk ^en^ 
F@m;Sous>notreg|orieuserdoaiÍQat!]M! (Bopr^naRrHetous. r-i-.^maimuL ib 
i3 .f(En el despaidK)iqnéijfc^Rásta ditígjH^iMfConj^^ Madtid 

^Wl fiecha «n rVerena.á 26^de nóvieQilMre deU&SS:^» reoa«<^ato\0¿Bio «t 



gebineié de «San^i^eteri^biiir^ndéide el^afioáeldSO había pre^ister h¿ 

desgracias que amenazaban á^la t España "^sde el momento eh que una^ 

sQlc(ade8cá perjt¿ra hiiottmmn\alspbeTanoñik ifnpuso kyes. hsLpvé^ 

^üisiondela Rusia, íd^cia] ha» sido juaüfiGad^; pues }a anarquía ha 

murphado á lá cabeza de la ^ reyoiiiéion :: las colonias aoabaitín áé 

emanciparse; de la madre patria; los própíetarí6s han ^sidodespo^dos^- 

la aangrié ha corrido én .tóá cadalsos y. hástá en: el palacio del^rey*; el 

monarca y.su.fánriiia t^an sido réduiQidós á uá estado de cautividad'^) 

y los hejrmanos del reVí >ápnettmdo6 paraqué sejustifioasen, se^v^ian 

cOnUnuamente iameqazádosrcon^oscatoboeosy los^padhetesi^» ¥¡60»^ 

Q]maí(fOi>.(elsiguieiUe>^»eriódb: ' « : r . .; / ■ <, » r.5 :;»:'? 

i Es de temer qüe^^pdr lás dei^racias t|ué donlinafa á laifeniíKa 

veaLyladmágsn al ve4)iiiO'rein6, - la- jmta guerra dé la ]potetocíá;)imítro- 

fct, no crinchiya -por traen entre ella y la EápaSa lascompBeadones 

ittasigraves.)* ••. ' •" -■ •-• .• '»•'.• : .■.-•.^ >•; • ^.» -r.-'.-ri 

: YiEste^^laeofaiÉlosa estrertiidadque &: M.: I. quiere ;prévefiirj* 

siíte.ies' posible: '.•• ^ '-I '■-^'- '•' -r .-i' v:» . / •• ■-..''•'') 

. ; /»«fDenoK>stral^ el deSeo.de'\'er eesarún tatmentoütan largo áislra^ 

yeTido.jdeipismo «Vugo un monarca desgraciado y mío ide tas ^iinié* 

i^ puebk)8)de la Eüropé, A^ontentendo la efusión de sañgm, favoré-i 

ciemlQ el res(!able<»iniento jdeutía )administiticion , á ; la* vez sáitíai^ 

pacíelial, quepoiliOiertb: no/es^estaiaténlaféla independencia de un 

fMii^/niíestíiUedenluBideredí^ideiátaten'eñcion^ contra el eud unq 

fKOtenbia<eua)qn1eraítíefie'el>dereohqtle rebelarse;.»: <!,:>* 

' ' A, los despachóte atrteiiomsf tes ppeeiso perdonarles; cuantodeciaii 

rei§^0Cto.á lá tri^ufid y lá la libertad^deía piíeus^cdas/monaiquias áb^ 

solutas norpaeden^^omprendeiiDimüa áMas/nnonarquías repr^entatíM 

yas;.sondes^pkoiésr,(le poderes qd que lo&ekmentos sonindoiíipa4 

til)l6s.vJVEafi lD.$'reclaótQii»s de aquellos despachos pudieron tea^rpre^ 

senté ique sí Jas Góilesírsls .^inostraban rigdro'sasen .sus medidas , era 

p(»*quáteiiiau que. entenderse oon üial incnarca ingrato y sin fé^qüe 

sqIq poocuraba engdfiaflasycüyo carácter.^ i sino aotf^haba las violen^ 

^ja)S d^ los liberalesi i lo m^s las escusabav^l)^^^ -. 3 

. . AéstaDOS,'pues, manifestar solamente», ^ara comprobar quería 

Francia era nuestra principal enemiga', y que :1a guerra ^de I825íiesn 

(aba.meditajda da antemano pof el partido absolutista, lo/que dice 

Chateaubriand (2) respecto á las notas del congreso de Verona. . 

;. «Se ve que la correspondencia dé Verona pou k.eoBniyencia«a- 

flitól 4esíusKtepeos, exageraba los rcsuitados; de. una guerra, esceptu 

áa^Ruííiai NosoftTPíi^ cuitlamos de ftjaria detcirrainacion del . presidente 

del 'consejo, Mr. Villele, porque sus ideas no estaban confoimes con 



\^ 



Cbaieuhriand tdmo li^pápf. 96i.. 
Tpmó i." pág. 98. 



— 2M — 

U^. DoesCras sóbié una empresa' en iá citai peligraban la salud y el. 
lumoF de la Franpia. Nosotros tío éramos ministros de negocios es- 
trangerós ni habia apariencia de que fuésemos llamados á desempe* 
Sar las fomcioiies que tan dignamente estaba Ilenack) su ' hueco por 
Ux. Montrnorency; mas nos lisonjeábamos que haciendo* adoptar 
nuestro plan ¿ Mr. de Villele, luego que llegásemos á Londres, núes-' 
tra buena posición cerca de Jorge IV y de Mr. Caning, contribuiría á' 
poner en ejecución el |^n fácil que teníamos proyectado. > 

Concluiremos en vista.de este antecedente por aiirmamos en 
nuestra idea de que la guerra fué promovida por el encono de la 
Francia contra la España, y por esa ambición dé dominarnos que en 
toda8!épocás ha descollado en el gabinete francés. 

9^ 10» II y 12. Las relaeiones de vecindad y de familia no' 
eran la razón en que la .Francia se apoyaba para intentar la guerra 
contra nosotros, según se verá por la siguiente demostración. E( 4& 
de noviembre se fkmó un acta en Verona de te cual fué portador 
para Luis XVIII Mr. de Montmorency , sobre la que decia Ghateau* 
Mand áMr. Villele que creia quedase contento S. M. con aquella 
especia de acta, para que recayese en ella su aprobación, porque ha« 
bia conseguido todo cuanto podia esperar y deseaba de las potariclaS' 
en. favor de la Francia (I). «Con esta acta estamos pérfectarhente en 
seguridad para los resultados de la guerra, si estallan como ^eseo,^ 
porque ai mismo tiempo de quedar dueños para declararte en el c^soí 
y forma que nos acomode , no dejamos ningún empeño contraído eon 
te alianza. No oreáis, amigo mió, continuaba Chateaubriand, que al 
hablaros de las ventajas de esta guerra, en el caso que la sostenga-^ 
mos, no sienta yo los graves inconvenientes que podrá acarrear, '80« 
bre todo si. no se terminase en una campaña. La Inglaterra se reserva 
apareciendo en este inbmento tnenos opuesta 'á fos interegíes de la 
Europa continental; pero si nnestras escuadras perhiaOeeen en tno-^ 
vimieñto continuo, y si los soldados rusos se ponen en marcha» los 
celos de nuestros vecinos insulares podrán despertarse en el motnen^ 
to. Tenéis razón en no quereros precipitar á tes hostilidades póP 
ser necesario prever sus reveses ; pero yo creo que si llega él caso 
se harían desapai^ecer la mayor parte de estos reveses, adoptando un 
sistema de conducta del cual anotaré á continuación sus principales 
bases. 

»!.* Declarar por un manifiesto á la entrada en España, que no 
vamos á atacar su independencia , á imponerle leyes ni á dictarle fbr*- 
mas gubernamentales ni á mezclarnos en su política intéríor, cualquiera 
que sea. 

(1) Tomo 1.® pág. 101. Carta de Chateaubriand á Mr. de Villele, 20 de no- 
viembre de 1822. # 



í^udades, vttlas.y Iwgar-es^jen «prubre <}e.Ff5rBa#(lo.VlI; sUuar sieín- 
pr« .^ pabeiioq español al laclo de DUQstr^ ^OjClar^i blanca; y bablaf, 
siempre en nombre de. las autoridades espafiolaS;que rcislableceromof . 
opaforme^ v^yaime^ avanzdodo. . , .' , ? ;. ; 

,j)3/ La.Qiarcba del ejéiroito frai)ciéS!dftbe,(Se.r i^ipid^. ^ 
blec«r;9ie, sobre el £brp, facilitar, tod^ c)a^e d^cecursos.cqtnq.dÍQ^Q,) 
arpíameos, , el|6.,.áJo8 españole^ geles^al monan^;,;. dej^n4oíos|Jter-^ 
ipípajt sus querellas, por supu^tp, afi^yándolos. ea tjOídQfiJps casó^, 
dijxlpsos garají»egui^- la viotorjU^jdeparlje estos. 

9 i."* Declarar que pp yaínifsi ocupar; la España, ni Mperle 
pagar tos gastos de la guerra, jTi sí, sdlo á oíreoerles y prpppir^ipqfür'^. 
lesla.paz. '•..., '..';.. ' • ^^ : • .-, ^ -. - '. i,;-, -.r',. 

.; » S. A^ el duque de Angulema deberá mandar el ej^rcUo , Uevaq4<^ 
á sus órdenes un mariscal de la Franqia: el mafispál iÚaqdpaald ^ebq 
sQf. naturalmente el indicado porque goza de. una. reputación quef<i¡ará 
dpnfiapsca á los poblados, y al mismo tiempo no eS), cpmq otrp^ mu^T. 
cbps Qiariscalps, odioso. á la nación españpla, - >• ;{;</j 

» Un. plan semejaoíte, mi; querido^ amigo », como scja p^Qn^^ yt 
e^ac^Qnente €^cutadM, {bará inújtiíes los recursos^que m^,fffvpp^)¿f^ 
R4SÍa^\di$mioMÍrá <ip^:<;eIoaide,.lA In^aterra,: y. Ja guerra^npi^ei^f ffi^ 
que uoa,quereiía de fewli*.eijlre laíKijanjoia y J?i hi^i^a^^qiifhSfXf^pi^^ 
yJa hevolewia d<!í.ia priwer^, bátitóíiíímHyiMopfP: \^mm^9^u?% 
^ta> guarna iCOQ$egMii)eiDM0s ^losptroH tpdas l^>vep.t£uas imei^^-i^^ 
eabaen^mi iQarjLa»(Í[^ 51.40' oet^^ .ahora ajSat}o que, pdfsi^^lc^ 
afHellas ven¿ajasí,,ppdrei»as;Dp$oU'Pf|¿ia^ otras m^eha^,pajr^p|i^^ 
^omQrejp.dj^, conoíer^Q. cpn. el gobierno ^e^pajüpl <}ue f^^bí^^i^^ 
pBesnus facilitará el Ubi-e j^n^wck>delas4¿JÍo^ías^ Tpdas^^é^ 
«l^eFiicion^s h^«9i9ii,que yp no tpma.la gu^^ra poi;(^Me.e)IavCpn]^jará4 
geniojaili|ar.de4a Francia., de^yapepprá ep|j^f,lBj^Rf^^ 
i*WOTdpi<^e,la-iWirf»e^ j*o>^^,i»asque sqljr^ e¡8^úlf 

tUno punto laiCOMeptúo favorable. estrpfiuinMpte p#;a la ppn/sprva^lp^ 
de los. tronos legítimos. . ;, ./^j/, . ^> 

»Afr. de Montmorenoy o^ dirá otras mucbas cosas qup h^ 
mos meditado en este punto: lo que nos queda que hacer después d^ 
sumarcba, que será en etdia de mañana, es bastante ppco,. poique 
indudaUemente y según todas las probabilidades el congreso doberá 
disolverse del iO al 15 del mes próximo. Creo que ha dq ser el úl- 
timo. Yqo con estrema satisfacción que la Francia, recuperando á la 
España ) podrá dar aun leyes á la Eyropa , si conducidnos con ri^so^ 
lucion nuestras miras y aprovechamos los momentos de confian^^que 
nuestra fuerza , dominando la Península, inspirará á las demás na-^ 
cienes ; y con esto seremos el timón qpe dirijf^ los negocios eprqpef>s. 

>Me falta deciros una coBa^ que no I(|í del^ dar por ellan^n*- 



diSísanion,^'eclráo déf¿úi£l«i'me yotnfámo de t[ué peritíatí^éóta Í6onstita-i 
ékiñs/í-, éámAti odlótíi^te'las const¡kcio¡i^s'{iy^^ - ' ■ 

Gomo dejamos anotado, no eran las i^c^lnési (f饫itíiHá%s qií6' 
iíñfe%á*átí á' íií'rátotíiá^yiáttítóirta taünifeá^^^ dfe'feS ídeas^'íqfue 
efiíte Mf J 'dé Ciiáftéláütíndnd^ñ' fetí- ^i lá ^á W, <ié V^llétó, üótíipiiiéhi' 
la-tálSedád^délfesctítoi' ñ^ntíéí, í aíl dréséfttW tíoirió ^Ofs dé'-lyówdiaa 
Ifelíedttis'tnás^ éiimififeiles^t^ntaforloS' contra lá v<tf«nfikr de'iin 
pueblo libre que habra/recoriqüiSÍhd*' sfusMeyeáíVíoft )á 
níiróiidtída.' ^Los'^erVtóioá preistados' á'fe 'Ffartcía'ík>r Mi*; de' 'Montino- 
réfftciy'éíítíttó d'dereelib'dé genfés^ ftieróft'priítoteítós'ítórtuisXVH 
aCTaciándoIe con el título de duque, y las razones en que sé^á^oyá- 
rwi^tós fitíncéiés piará ácortieferla éWpresa- 'dé'te'gUferrá'^fuéron'solo 
fas -de^su pi*dpía iillfidad, baso'd^ conseguir $u-é)feUoJ ' '' ' ' 
^' '' 15 ; • ¡ Luego' ^ix€ Chateaubriand • se vió> ^ désemtíaVa'áádo^ 'dé k í)re^ 
sétída^díé MíííitrhoréViCy eri'Veronfl, dirigió sus miras áJfecíliíái^e'y* 
captarse la amistad y vdühtaíd del ért»peraA)r'Ate|jandro; cbftítí íM^ 
íhittiéfítd qué debia* servirle^ pdra Sus firífes» tfttérí^res , ''iJiÜfesV éegun 
dicéí tí" kriisíHib Gfiateá\íbr¡ánd, M^.' dé Mortt Aoféncy V tiu chíbalo W 
éáftiHámblén por la guerra dé fes^^aBa, l}evabárdti«<>'dbíeto'<lliferetít¿ 
ál'Stiyo. Habiendo tomado en Ver¿iitt la iftieíatiVa «obré la>CUé*tíott^ 
de'hoslílldildesj no fré<lu(ititAái'MonlnKí>i*éft€y!dttW I»é«óti^ que el 
empiérádof dé ftttsl^ ;'e$(é y éX düqütf Ha|lthfeü Itevabati ai eiitrénró' 
cíardór ¿elico*). i^b^fceptuafca Chdleaubrtttid'qtíé U 
ffitígidttsSftíK/de Viffele; «et)i9lrada'tteio*dóeútíWntrtá'^ci5aléSf^í *^^ 
bí^é'iííáidri' éA ííia;no^'ííé!«Wñtói tM aíwf'(didé' cíl'^fatooáo^líterátié^)» 

Íbfbóla^'ij'eí>^mtí'^'m^ ta manto '^»fiim>ié^^'4''^(^(^ 

éStd'fUésIí bna'fál^bd'^*!^^^ 

Véríéá' yaa^liUWia?ctthVefs«éSoil=eÉW'MfetteHiiííH^'t*^ í^tté'Wtí^wid^ 
^Wáéldn dé á^ía^fe pSttftó éíft^te§¿!dé^tó InléfVét^^ 
sula fuese descubierta ; asi fué que empezó á dudar •^(ibre»lÉi'»naa^cha 
qííé atiBia'á'é'^ir' en- Id sucesivo ;^ Si il ^riíbSílgO'dfe'toáoií>ya *étf reía- 
éíóheiáicfdtl él éfApéüádór Alejandró'; t^atO'de'fc(Uintoter>áV'tó m 
één'írá'.la* Mglatérra, y al efétíto hlzo'qifé lá Francia, déiaclférdo isé^^ 
ferétlí^^oh'MrRtóiá/ dM^iéseaJ parlaniéntó ingle* la ^igui'^»íe«mttí: 
' ; • «K tfue'fiffña;''éncar¿adó de Io$ ne«oclos< áe'ii írátietó^í tó«ré^ 
éíbidodé Sui gobierno la- érdert ^ empresa 'aepresifttítóréi>B? El/eí^m^i 
TiistW)'dé negocia eistrfrngérbsí dé íí.-M/B-., las (ífJÍíiiVíí*()^i(i^^ 
'güiéntés: '''' ''• •■>'««'••.'•'• • '• ••{ -'r.-ií'*)) -vj •-.y?"' 'Iíh ^í;i.í .>•,!.(! i; .10:». 









'; 



mes el ministerio español ha tenido ünasesionseci*eta90j^,jlá^,CóÍ^^ 
«^J(t/cufl^,líyi<^,UPI»,aMtQí-W<9Ío»Ji9i;*f<»Wlw m t>(?^iíe c^q^er- 

4ftr <|QÍ|AÍ$jt$|i;id},^f;^^ntj^ ^eta, lív^dida ^fftq. Ufti pacrií^\q¡, ftftjo,.el cifi 

»E1 gabinete de Saint-James conoce perfectamente y S3biifí¡^¡¿r 
jq^ÍP^!i1?P%(0S'fWft{h*i^jpW¡gíftoifi Ija[)Fcaqpi^,4¡fHWtsBfi|;iiB cji^rpb 
,afi;«!iwQ¥va^ipn,«pfe|fi.Jft§ KfWAfS; tl(f^itep J^riWflf^a? ##1#MÍ*Pí^^ 
R¡»Sftf.»<l^ Ift^j^fiacquHiíjs dpjfa(gwrri%'fti#t 1 gah)Vi^lftqp,dt}U¿7gpa- 
rar tampoco los peligros á que ^jli^llftB|'{e3)mfjS^í!l Tgy,ft^,Ej^^ 

já^y^mim-.^^^ ÍW sq^Píft04.aU!|iíJ^^p9Upaft(?p,ifi§/,(^^j^ 
en cfi^e^tm toa JipedíoftiRí?»)f4ctí«9iXiP?fiPÁC!?.para.ppp,9i;.ii^^ 
4ii^¡,^)^^i^Ml^4e la;. JEspaíft»! ,..;,;, :,,!;* n»; ,.., -,¡j |,< / h\ 
-n. jftEft s^fiWBt«*.cffiQUj^ft|f#QJ|a!^* unajjegpjM^^ 

ír4geBÍioy>,^goJ?wr*o §?pa$Rl ^n apoyi^ ipnofají, «uy|i^ , C9nsft9fi^i^^ 



PQíilSmmU^ ¿«jffi^jrQft^Qi^. .Mf.3^,rfipp|(9c^4n,.%5iíqn^pHJ^^ 

piSW(jfeilftdftla^Fmwlaidflb?.¡i^^!i4e,c^.tM ,,.,,, j 

.',-!,;ií>?í)r-. «I .par^i)fll gPÍii^rftQ l^í^^ej^^ra ,;síerojpr^^ í^.^fiWlS 
, íiidftfiá>sn*,.flMíi4^uj)qr, <?qf.co(yilw?lf^ /x-,Rpí;,ji\si, ac]^apMG§^^ 
pHpd#p„íl^eíff„ Jis^flrMeíwh .4*11*9- iI^^qpci^QP 4up,C9np^,ní^ró^n,tp.;M,,4^ 
iq<(^,tp(lo jfita ^iMíflfií|ri^lfir^sta))ÍpcijiH?PÍQ del orden ^ J^jl^énlnsulai, 
sp ,n^iiu^fliart §\ .pqgibl^ ,f pf^gj. á. la^, y^ataj^ ,/ífj jf^! pi^ ¿i^.e ,e,^á ^<ji* 

Zftl)dfi.,lWyJ<l,pUrpfijl,ÍHI.»f¡H¡/. .r/ ..;, ,, ..l.l,].)-. ,;< íi ■l-J '''Vi ^-ÍA 

, f ) íí4,^HJ,íl^)¡(il8 ft^if^jzarflp fe*,|i|^sgíyep^nciíjf m., e.V^abiipotc fraíi-j 
ti^,,flUfi!p 5lrv4e,M«Pt''»WencyvSe,9Rqpj4 á la-rmi^^^^^^^^^ (?,e Im anterjjor 
nota, fija»dQ.8\i?'.opiiyqn(Cja,quQ dj?^ei\ufg9 de^ií^Of^píl)^^^^ 

Dp9tí^iperm?i)|É!0i^i>^efli jas ,op^,9.qfes, emiti(ip €,u pi^fl^J^^, ^cprpó .'¿nQ^ 
4flii^(í QM^MbíWq (á) ePiíficíía. ^^ die di>%,mbjrqi;; 5;.Y,:í|iñí embarij 
go« Jo,r(3p^tirfiws,,i,tpi^,jftjpi^J(}ndAd?i cp^rpisípp^^^ ^^ 



<1) Congreso de Verona, íomo i«^g.;;425} ,„„„t .;,m,i;..! ol^m-juí) (t; 



^ 856 ^ 

Iburg^, en íóséuafes 1ó útffoó'^üé doml^ba era un deisediiimodera- 
db de lá paz.i ' ' ' • ' ' '' / : ; : -!í 
" i 4. El duqae de Wellnglon llegó á Prirfs y (ftllüvd tteMr. Y\\m 
que $é espicT^sé un coirecrá loS'aliadoij, que aun se hallaban en Ve- 
roña, á fm de Invitarlos á que retardasen la eománicaeion de las 
instrucciones que debían remitir ¿ sus encargados de negocios en 
Madrid. - 

15. AKmisnio tiempo S. G. propuso al gobierno de Luis XVIII 
la mediación de la Inglaterra; pero aquella mediación fué rehusada 
porque iba á privar ¿ la Francia del objeto que se había propuesto 
seguir con la guerra de la Península. 

16 y 17. Respecto á estos dos párrafos, será suficiente el que 
nuestros lectores examinen las comunicaciones de lord Welington y 
Mr. Montmorency, en las cuales se conocen los sentimientos que sem- 
bré la desgraciada España abrigaban cada una de estas naciones. ' 

18. A la llegada de Chateaubriand á París, tomó mas inipulso lá 
Idea de la guerra de Espafía , y ese hombre tan esclarecido , se apan« 
dilló para una empresa vinculada en el triunfo de la ignoratneia y del 
fanatismo, y á pesar de convenir con Mr. de Montmorency en tes 
fines, no estándolo en los medios, y deseoso de figuraren el gabinete 
hizo se discordase él presidente del raíinisterio con el nuevo duque, 
manifestando Villele esperaba reducir la intervención á meramente 
diplómáfiica. ' ' 

19. ' Viendo Mr. dé Montmoreney la indecisioli que presentaba d 
lúíiinisterío para emprenderla Cruzada, eompromeHdo como había 
líuédádo éñ Varona con el emperador Aléjañdi^o paílt te^tableeer el 
^óbíe^b absoluto en la Péninstilá y ál ihismó libttífíó pár&dcupár, st 
1^ erad^blé, lá presidencia del' consejo de ministros^, séí' resolvió é 
bre^éntar sú dímisiop sin apo.yárla en razón oficial que ist e^ciidase. 
N6Í eslamó¿ iniíy conformes en lo tjué dibé él autor francéü sobré la 
(tíferéiiciá qué ieiiiklfa éhtifé los dos minfétros'aicítírca dé la hola qUe 
debía piasarsé á Mr. de lA ÍJardé, pues en el miSmo párrafo y árett-» 
gíoft %éguirfo, sfe=coi)tradibe al manifestar él dei^íJácHo^ qué' Mi*. Vflldte; 
con igual fecha á la renuncia de Mr. Montmortíñtíy; remitió al étí¿ 
yiádó en la corté de Madnfl; despachó qué sé^tííi (^atkübrland (1) 
€$e éspresaba acerca dd gobierno de las Oírles españóiús en la misma 
forma que lo habían hecho la Pmsia, el Austria ylá Rtísía i :. 

' 20. Dejamos inscritos en las pá<^ñas anteriores los planes qué 
rheditaba Chateaubriand « para los cuales djebia sgr*rr1fes de inslru* 
ménto ' principal en su éxito la guerra de la'PéWhsüla; y para con 
más facilidad ponerlos en ejecución, fué nombrado ministro de né-- 
gbciosestrarígferos én reemplazo de Mr. de Morttinoiency;' podemos 



(1) Guerra de Espina^ tomo i^i pag. f67; 



s.'O' >iíj.- 



— ae7 — 

asegurar que el hombre funesto para los españoles en la época ¿que 
DOS referimos, lo fué sin duda el decantado literato del siglo, Cha- 
teaubriand; juzgando nosotros, tanto ¿ este como ¿ su rey Luis, 
por tan infames para la España como lo habia sido Napoleón Bona- 
parte en los años de 1808. 

El mas atroz de los atentados cometidos por Napoleón, fué la in- 
vasión de la Península; epp^o sí se esc^úa la perfidia con que 
atrajo átoda la familia real dentro de sus redes tendidas en Bayona, 
no vemos que lo restante del acto , es decir , la invasión que prepa- 
raba Chateaubriand para la España, por los Borbones en i 822, tu- 
viera un ápice menos de criminalidad que la invasión que llevó ¿efec- 
to Napoleón Bonaparte. Se vio en el caso segundo toda la falsedad, 
toda la perfidia que se notó en el primero para conducir la España 
¿su ruina, y desafiamos al mejor casuista ¿ que nos demuestre 
una sola diferencia notable entre^ la bajeza é infamia de estos 
dos actos, ¡a invasión verificada ^1808 y la invasión proyectada 
en 1822. El protesto para cohonestarla que tuvo Chateaubriand, fué 
tffinbien muy semejante; ¿saber, el peligro efectivo que podia resínl- 
W pai*a ta Francia de la inmediación del gobierno constitucionah 
Bonaparte no creyó poder estar seguro mientras reinase un Borbon 
en el trono de EspaQa , y Luis XVIII no creia esttu^lo tampoco mien- 
tras rigiesen en la Península unas instituciones mas populares que las 
francesas. 

Napoleón y Luis XVIII, como los demás reyes de la Francia, han 
sido siempre enemigos del engi^andecimiento é independencia de la 
Esfwífia.- 



33 



^2118 — 

::' ; ■ /' .' » /! I ; '"! I '^ -L) • ./:! • » ;:= 'j.í • >m. íio! ./' ^ . ' ;>!:' * *- 

6;r" , f)iis¡? !•* :»'í),j!. • "^ ■" .• ^ ,.;i¿,v ^.... /••> ..-i ./<»:- ■,?.(,! IM .U'üfil »:^ 

' <Je s»jé de Madrid-TT-piscur^ 4eí rey de Francia c^ las Cárwarag.-p-S^ ^t ^r ^^ ^^^f'^fickf'' 
* cúléma "recibe ál mando en g(¿ ílel ejér<UQ frí^ací^^ / '- * . 

(lo la atención de la Europa; los amigos del órdeñ social lo e^pieii^^dli 
todo del carácter personal de los soberanos (1), y de la elevación de 
sus ministros. Si hubo allí algunas señales de inquietud, se debie- 
ron á aquellos hombres cuyos temores eran un homenage rendido á 
las intenciones de los individuos del congreso, y una prueba mas de 
su necesidad: se trataba de apagar la tea revolucionaria y de aho- 

(i) Para qae puedan apreciarse mejor las intenciones desinteresadas délos 
soberanos de la Europa , creemos deber citar aquí un pasage del discurso pro- 
nunciado en la cámara de los diputados, el 2a de febrero de 1823, pír el señor 
Vizconde de Chateaubriand que había sido honrado cun la mas predilecta bene- 
volencia por los ilustres monarcas reunidos en Verona. 

«.Yo debo haceros una confesión, dijo el ilustre orador; he venido al congre- 
so con presentimientos que me eran poco favorables. Amigo sincero de las liber- 
tades publicas y de la independencia de las naciones me habia encontrado algo 
conmovido por las calumnias que aun se repiten todos los dias. ¿Quién me ha 
impulsado para venir á Verona ? Príncipes altamente moderados y justos; 
reyes eminentemente honrados, que sus vasallos desearían tener por amigos, 
si no los tuviesen por señores. Yo he escrito, señores, las palabras que han 
brotado de la boca ele un príncipe cuya magnanimidad han elevado mis respeta- 
bles adversarios y cuyo favor han implorado en otra época. 

»Estoy seguro, me dijo un dia el emperador Alejandro, de que habéis veni- 



tadas estmfiiidá(teg)tte iñ'^Wffííjmx^rj^^ \aL'XíiyüimK 

ch]if)derljí masbeHai füarlé 'd€d^fl[l»^doíba5D<tes^#aí1lll^'deí.lo^i>altates, 
de :tó»4iO!íoí'y"de tadas dasiinfttliioi^ 'íi V'^' ^'> 

de las tres grandes potencias á sus legaciones cerca deiUis'éifereiitesj 
cóeles-Hie ki Enraiza; lodO'io^qéiei^concerniá á' 'Espáfist erai^totféiígico, 
skudejar* denscfr éaot». La prtiddiidQ dé Idsrccméejos«'4ei!iip)ateík^ 
inédHiaí^uá^teiT^ vigcntodá^ í(ftt6léiiiel)a 9éífBÍÍQtííaif <establ|BOÍá tilha jibh) 
ta^diMinomn enbrb' l|t'tiolíte leaciüii 6S{tiiRabny.'Iqs r)8ÍadlbscfS)t|Q& ia! 
opriitóaii; ehláre to'Vrtliíiiteifeí^^ídtíi^su' rfdfif'^ytíOeé «n^uoiáoi:eá¡ 
pcnton ifigij^tm) Hfmctdeaiído'V smtiendd JéI mísfnq liéu iiistri»meÉteii 
p€»ra;tra8tmii<r^tbdósabii^d«éee^ ^ lite^ades légiÉss'i^o i;; ^ :r. : q 

iu Elíhtí&tóó e8plrito^de'M;on8eWíteto^N^e 'hilléímí iasconimíicacéo^í 
nks ii}i|ígídas/ 3 kisr^mbafádor«i>^ Aiistrii^; idé Pnasia/ idé Riüejaj}ii 
de Francia en Madrid. Nos falta espacio parí|fH!epradufír*ílitefaImeBL»o 
té'Aftíéepivribft'iUaohis^cfrilímíBntosi drías póiendiaá dehiNGfriteH;LSin 
efHter^jiliQiirmiÉ)s^^fihl3irdosfvist^ temsti lat ptibicitaf^roiN^ 

p€^\«'.tte-k«'ís«béran»»p r-ífr^i-j .r..-^:.!' j-Imc • ¿t ;-..: jK :».->oí •••id 

i'/i (ftaB ítc^ éodiufiíb^tíiiesr&i^tabari perfectafaénlB! de^atoerdorsolm» 
desiyaiM^Qa' idijfbtftabits'^del (dcnrechoipiúrbKG^ipipnJfteabáii^! laüaiáiaital 
ripfti^nanaib'dofitmilas intérñ^encionesiarmacb^qae'ló^ édbe]^afíO& /lie^f 
piitabanvmiBO RijbstifkablespcfiBoxieino.iiaber Ha^pQtigIr0^ ;inYníú4mtep'! 

0717 5»'fi\ o-r;^í.'i !i; <,iV;»[-;í :.i- •■:}}'»r. j" :• . r.;;{^niO^ í»^»^ sd;!;; ^-o -'O 
ikoi(M^ripmm]ú pirij\dDdrr/VJ¿t¡b(n1io>h(»9obagsriá¡ldj[Tdré«llj¿0i^ podidar 

creer, como dicen nuestros enemigos, que la alianza es una palabra que^(^0,fi^rv0j 
pam e^(^rfr,íínoib¡eiauie9^? &fc| ap^spjiiih^ej;» pojditJQ stj^QecJjrjpn el .aññ^^ or- 
nen ae cosas, pero.se tra¿a noy .de algunos intereses óariiciifares ) hállán^oáé en 
^éffigVó yi muriflfó*ciWl5¿adoyN^ es posible íjüe dómirteOa'pólítrcBt iíígl'ésá/ ffti^] 
tíi^V^utóí, píuSifch7^atfslí^(?á, Inofhay flas ^eüna!póKüoaigéfio<jil;!íTiarp(«l 
elr.tíi5Íatiíeít0dd^-ddSe^.geri$cteHi¿a.^^i^omM^ Wr la$.fi;j0tfl(??..^ por Jos, 'reye^ 

ne randado la a1ian?a. Upapcasion ^e ha^resentado: la subTeyíiCitiñ de Ja (Srecia . 
iffafla^'páreéiá mas cónforbe con mis* i'jitetíísiés; eohloíí'de -iriis jiiieWók' y cóíi ia^ 
a|4hiénVdfe'ml-páíSi'qife u^'gtiei'ira ^ligilobá^tíoimtftáiTuiíqíiíá:, péwifd'm (ir¿i4 
m vtreii da» disensvonés* úA Pelópan^soo h $B6«i^n<ol^Gt(Miiaria -fm^hei ab^térit^j 
dflL^^GuÁlitOino.íie ,ba la^bajiajdD pa^a. do«tr«^r la .^ifíiajaí? §e,ba píocuraujo alíer^j 
ní!íiv^mj^|:\tQ.Ííarmp.g2Ír^O,ÍÍ9S p. h^ri^ pi amor propiój sé me bá iJirajádp aircQ- 
táíñe^¿ :'*t¿tíy ínál se mé cofibcia/si se creyó [qpe mis ^jíríncipíos soló ajirnéiií^ 
táMh ^ñiáitlés ó qué pb'dbñ cédá* á los reserttiííii«ilU)s:*N(yr jáiInSfe mé sép9'M¥é^í 
deilofr mohQticás^a ({ué'i^to)¿:uTÍido ; debe^YeB'milir^á']k)s^'^e.^ee|0iameBerraii)ai>-^> 
^rjp«¿^i^.pi»;a,4«f^n^^^r!jí>l^,so^i^dad]P§.sqcf^^ yp ^jpibickíT') ' 

fl^^rf 4^,n]eG^3Ídad jleB^a.yo ,da ^ijs^nphVfjlc^. límites de mi iníiDerip?.¿NQ lia, 
puesfo a mis órdenes' la Proyíderi¿ia íin éjercílb jle (/^ho'cTéíilóííniívsóíífádos'par^^^ 
sátiisfácef irii artibicion ? Pero' (juióró que siÁ^shí pafé^'pr'óte^e^ lá* religión,- la ríió*' 

brelos cua)«p>T!í>pQf«.íle.soQÍeda(lh»íif!*iíliOirti*ni x?.'.r rí'í^i^viQf .^ .¡ o!; ;t<'ií •» 



_ 260 — 

sentaban asimismo por principio que la Espada debia, de acuerde 
con su rey , darse ¡BStituotones conforcoes á sus necesidades. 

La nación espafiola no podía ver en estas espresiones mas que 
el voto mas sincero para que obtuviese de sti monarca Ja verdadera 
libertad, y con. ella los medios de reoi^aniear su pod«r ianiquiládo 
por la anarquía. 

El Ausbia había dado á su comunicación (ios aspectos! ciuacte^ 
rístieos; insiistia sobre el hecho positivo de /las. revoluciones ensaca- 
das en Italia por los partidarios é imitadoresde la constítucíóa de 
las Cortes: hecho que oonstituia un agravió especial y uci níMiyo 
particular para ji»tificar las representt^ooes de una cárte posesio- 
nada de la Italia; procuraba en seguida con un especie de premura 
presentar la ocasnon de recordar las altas hazafias de la nación espa- 
ñola y de remunerarla dcíl apoyo que sus generales en 1809 hablan 
prestado á las armas del Austria, amenazada como la España por el 
conquistador de la Europa. 

La Rusia y la Prusia entraban con minuciosos detalles i^bre el 
desarrollo de, la teorfa de los gobiernos, y de e$tos desarrollos^ so- 
bre todo de ios de la nota rusa, resultaba que estas potencias de* 
seaban ver al rey de España revisar con entera libertad y eoB.tbda 
la autoridad la 0:>nstitucion; revisión cuya necesidad habían preyis^ . 
to las Cortes de Cádiz, y cuya urgencia debía conocer todo español . 
honrado y sensato, mas vivamente aun que las cérfea estnmgeras: 
porque como espresaban muy bien las comunicaciones csi las poten- 
cias no hubiesen tomado en la suerte de España el interés mas vivo 
y mas puro, de ellas hubiera dependido el abandonarla á sus propios 
escesos.» 

2.** Pero el lenguaje de la comunicación fraiicesá era isiti dis- 
puta el mas positivo y el que en su prudente laconismo áuuncia|)a 
la mayor decisión. Sin entrar en una discusión teórica de la forma 
de gobierno establecido por las cortes, vituperaba ia rebellón müitar 
que habia impuesto al rey de España fa aceptación forzosa de una 
constitución hecha sin su anuencia. Indudablemente competía á jun 
gobierno borbónico reclamar contra la opresión de un Borbony á; un 
gobierno constitucional protestar contra el principio revolucionartode 
las insurrecciones militares; pero lo que constituía el fondo de Id co- 
municación francesa, era la necesidad en que se veía la Francia de 
romper sus relaciones con España , en el caso de que el estado interior 
continuase comprometiendo los intereses y la dignidad del trono fran^^ 
cés. Este lenguaje positivo convenia á un gobierno responsable y era 
aconsejado por el urgente peligro en que la vecindad colocaba ios Inte-] 
reses de la Francia; en ñn, ia comunicación francesa pedia una ipejb* 
ra general del estado español , dejando justamente á los españoles la. 
elección de los medios; pero prometiéndoles su coóperacicn. 



•1' 



^^ Consejos, ó masiiHeá veto» ei^res^s erá iáú^^ CMsideAi- 
cían y «poyados eon tanto poder; M 1iiil)ii^irán ^debido ^v(^ 
parte.de las mismas Cortes, slm^ los SwtiníidíiMs^deXInií g^tflnd'^^^ 
petiúHa, ^púesté que abríaii >ái«n gobierna débü ^ éfñt^razado uii" 
conuco: hoaimafmrá «aUr- dé una fosicibuí'qucí él ftiisiitib débia juz-' 
g^jpeltgrosav La fii^fia^> la* Europa; la( (iunüíanidad eMerá;* eS{le]^abdii 
este resultada^ 'pero ttn péfiado der$vdtos(is^habián>déciidido 1ó éón^! 
traifet<ia6otenté8«]m(iit«9tas en qué se hatlabantoda^ las eónvéfti^n*- 
cias póUÜCBS y^ soéiales; m: dwfigieron á ios miiiistiios de bs ftotenciás 
del norte: i^i)^. - ' v; .-' • • .f.;- . :■•.:•.'.•..'.; 

4;V'^laidroiiadasiñiribiindas i^esMaron' en la fesatnblea usurpado- 
Fa.»n^hrilar eeo én }ai|aoion>liel (á)« 

.^No hubo atn^lmiento parausar con respectóla! ei^bajador francés' 
proeedimiento tan grosero, pero para crnioebirlo^'en térmmosmásmo^ 
deradnsy el imprué^iite despacho que e) ibinist^ó espaik)í'hi¿d comn- 
nktarat gaMnete de las tidterias no codieniimeMs la foi^mat'itejpnlsa ; 
de la isatisfaecia» pedida p9r la Francia.* 

(1) He aquí algunos detalles do la ur^anída^ dipfómáMca del spfiór|S^A |ÍIi:.í 
gtlél, ministro de negocios estrangefos dé las Corties. . ' . ' ', ' 

' ^Alienar conde aeBruneHéMair^wdú dé necios ié' 8:^ 
itiiilm, 0Íc«-r^ffSeAor:'he recilu4ola«QniHnieacÍDnqué me babéié remitiderayer '• 
y me limito á deciros que es indiferente al g^Jbierno c^elSu ]tf; G^jel^anMec lá] 
la corle de Viena '. de owen del rey os . remjtp. losfpasaaor- 



no las relaQioneg con la corle de Viena '. de óíden del rey os.remjtp. 

tes que haléis pedido.— firmado.— Evarisio San Miguel.» . , .- 

^At Sr: conde -de Butgari^ hneatgádó de negocios' de & M. él ir^y He iodaé\\ 

laá Ikssüai efe. '■^■'".■■' "■'■••' ^' ■ •\ - ^"■} v ^ ^ M-h li 

— tSeñor: he recibido la comunicacioQ;poeo>afteaM qeiQJf^Evmediñgáicm^ 
fij^baí d^ ;iye( : jm limitaré á . de^lafarle por . todaí respuesta, aue b^ «l)Uf^dQ es- 
candalosamente (quizá por ignorancia) dej derecho de gentes^jLe rfinpito de, ^l*den , 
dé S! M. ios' pasaportes qué me ha pedidd esperando tendrá á bíeij 'despojar, eéíá* 
<5árí tal en el ma» brete iétminé- í)0sib!e\-MPirfnad6>^EváKsto Mi Migde». i/ * ' '^ 
La respuesta del Sr. Bulgari á esta última ¿ insolente misión' tiD^Hi^hisod»^ í 
pM^ xm^o «ti^fppa; hé aqu^ su carta. al iSr. San Mig#(J^4n IS'die'^nero 
del823, . ^ s : .. . ..../.,--. • .,.. .• -. ... ; , , . .,. 

. tHe recibido, caballero, la nota que V, E. me pasa con fecha, de antes de , 
íiyer. El respetó qué disbo; á las formas y i los principio^ ádimticíos y óonsiagta- 
di»s porto€laB4a9 nadones^ioBlnis, iive >im]pidé no solo respMlder éesta eomiaii» 
cacion, sino también elevarla á conocimiento de mi gobierno. Por consiguiente ^ 
s^Q ly^Nresuro i devolverla á Y. J^, porque \(^ ojos del emperador mi señi^i: no 
podrían resignarse á la lectura de dicha producción que me abstengo dé ^alificaí;, 

{ dónde S.M. I. y la Europa bqscaráií ^h VhvlcíAsfs últimas pruebas dé uii go- 
ternot{ue sabe réispetbtsé;— Tengo <e1 heifórVétb.» Sé déncibe fádlméhté ^u^lir; 
salida de bs embajaioms esttaogetós na. lacdp en Mguiíj á la espbdieion deise^ : 
meMn(es;.c^unjcacipi\^a^,: , .!> ,;.. . . .; /; $ : < •- , . /.'• . 

/2) Ei Sr. ArgüjsUes QSp decir en la triííuna.dejas , Cortes, en la borrascosa j^ 
sesión del H de enero, entre otras cosas notables «yo predigo. qáeetdia en qué\ 
on soldsídó estrangero ponga el pié sobre el terríforioi é^añütbohátlará un sófo 1 
eÉftíkblféb6\&^:tod^,Jié$léilÍ4»ef^AnlM¡,ie0k ^i . ..^ ii 



^nU^^^ í»^^ ^ «Mixtea Í8 á \ ntedi« obchet á fieswrfle ^us;iqstdfKla$r, 7 
P^Hti^^.y' i^iíí^íKíííico el'peiroifio/^ • «'-^^ 

correo de gabinete inglés que le llevaba 30 horas de v^u^tb^ja^^.^tbeal^'' 

los realistas. La desgraciada Es^af^ Ofrecía: pori toda») pailteiá¿!^ 
oipfh .e} iieafl^táf^ dQ m^ludov ea dÁsoMioü^! yi (el /aflifithrúj ricuiGlro 
<¿íitegtfflrjra,<?kU>:yí{d^ toatiarqiiía^ ... > nv ..? jí; j ;í;í1 •< -^ 

. 1^,.^; ; É;i¡^9f,dp:(ei)ero. !ieii9bii^ ^ Pari^ la sesftdA.dfSjiItó K^siilim.i> 
L^.;Fj[99Úa;^ SpOi ioaipacnfeinis. las palabras de slu^Rey ^MtigborBh4? 
los esfuerzos que el gobierno htím hincho .p(^m tbbrftaMri Quflato^ifltmb 
posible el .momento terrible de desenvainar la espada; sin encargo 
ya era llegado ^^orc[\xe ae.jhabia espécimen !,ado, suficientemei^e aue 
loS'conSíáíés'' |itc¿étitóh aápkíjíos que fl9^*(jfeíerraina \éi ^ntid^d ffem. 
c^y^ ;,p^rp^a^.,nijsn{>p,,tíe;rnpp^(íie^^ ' quej(>ja .pa5t;incpa)ip¿rfiWe^,(ícm' sü 
h9nar<^,JQ.ei:a iguíalmeiiie con sii •segiinikMlL.'No éra'teÉesaiio , tentcK 
para buioerle préfWif^tó gueíi^a* • • ' ' ' ' --•.•' í /, 

- ' S. ' M.; dfes|)üteá dé ^bei^J^$püéstci' delante' (lé foá ; paréis jr dejosí^ 
dÍDuta4Qs Ja ^ti^ci;¿m,Jñt|¿iúor ¿pj íém.»,jpbj^tbí|^ síi eqp^tapfcp 50-^^ 
licitud, habló eñ estos términos de los grandes intereses.ipi&i¿J«\34n\ 
Z(»)djQ^minaáKuíltód^= tosáfiinioB;' ' • •' «? i- :• • ' ' r / .1 ::.!>. 

- *Í^ Ftdtíícfaf demSin'ú Europa el égempló de üW^'pitspcrWíttf^ 
qti¿1tís püefilds no p^^ slnp Cpn/su vuelta, áU rélfeípi^:!^^ 

á'ia Ij^gitimidAd* ¿I órdeq.^ ¿..l^Lvejriíaderflt UWudí.rhpy.ída ,<i5te.^> 
ludabte^ejempkit. .-: • ■•• . / '• ■..■^.- U'i •'->■>. ,iíJ *' .v; *-L .••■tí., v. -j ' 

<MiPe*o^'fe. juslAóii di^na pétmttíB', '«qui^ i después dft-habw'hértfttí 
esperimentar por tanto tiempaá l|is demás (^aciones los t^ryible* .^jfecí*'' 
tq$',dp., Di^.eslijíiSi'.'di^^Qjrd'ia^^^^ : .flftsp^ós m¡»smp$ espiieáo^ ,4. 

los- p^ligroV 4ua^ a^arrean^ easíamidade^ .seii»QJaatas>i¿ai uoa. Daolon! 

' '^ »Yo hp • agofiadó' lodos 'los fnedfós; \i¿^?L'^áY^^^^ 
nofis pueblos! y pres|ery|ar á íá, i^iijs'pníja 'E3paí5á deiláíj "ul^íriíjas ¡Jésgrij-^, 
ciip!S^.Xa'4?egucsda4.c¿i^^^ |ije;^h{i73adá§.lap rftpr^^^eút^iwí^ 

b«€^as á Mádfid, dejapcK^aicsp^rai^ 1 ! 1 < üc 

>He dispuesto la.retiradadpmipainislrp. Ci^W'itiil fratiCfeiiesInai!**! 
dSdps fbí: un pjinóíp^ dé bl /l"?l)/^ il^K ^1,^^^ "^'Í 9?)ra?p^: ^.^'^T, 
placp .ep. \|^pí^jidup,.í^^^ 4 wcljar .í¿v^^^ 

de San Luis pai^a \ocma^uKaKi^^n»iaKdi& G^^ [iSm}r^ 



la Europa. 

«Nuestros apostaderos van á ser reforzados en los lugares en 
que nuestro comercio marítimo necesita esta protección. Se estable- 
cerán cruceros donde quiera que nuestras costas pudieran ser in- 
quietadas. 

»Si la guerra es ine)¿itji|4^ ^^pf^¡^i^Ji4>^s mis cuidados en cir- 
cunscribir su circulo y.^l^immt wáíbllcion ; solo ^e empren- 
derá para conquistar la paz que el' estado de la España hacia impo- 
sible. 

>Séa pues Fernando VII libre para dar á sus pueblos las institu- 
cionoftaue sQlqpuedep !3¿cibÍ9*jd&éL, v Qpe).^$gu{9iMl%^ÍW9f^te 
di4^1l#^lís inJuilude^liFVaW 
y|á|ip¿^s||(í||lidafeiá el| j^es ny (Í)l|aJÍÍ«ieAélt4^ 
vosotros. 

I Yo he debido present an i wilei Xtt#§h»e3 ojos el estado de nuestros 
negocios interiores. En ellos me toca á mí deliberar, yo lo he hecho 
con madurez. He consultado la dignidad de mi corona y el honor y 
seguridad de la Francia. Somos franceses , señores, y estaremos siem- 
pi;e £^Qprd^ p^ d^fendfiy' 4ates intereses . » 
-■7.''\:'Se^ke'im''ú ftiiv^stás palabras: «Cien mil franceses man- 

dÍji(ks4H)r Mfi.pi'iB^ están prontos ¿marchar > 

S. A. 11. el duque dfe Atígüfemá líevó prontamente la mano al pufio 
de su ^espada. Bien pronto veremos que su conducta justificó esta 
inspiración caballeresca , la confianza del monarca , el amor del ejér- 
cito y las esperanzas.de la patria. 

Nunca llegaron á tal estremo la libertad de las discusiones y la 
licencia de la prensa , como en los debates^que se agitaron con mo- 
tivo del rompimiento con la España, ya en la tribuna ya en los diif- 
moL íterlaotastipoeo^gedetio^^ r^coM^rM» «af^uf' tantea ^^fi^e^ttráfé'^f^ 




wpnénÉerááitai l6etot)és"(iue>l^$»pá¥dlbnio 

•< . IBenartrimimVSesilBHteiító'é»^ 

gresos de la rebelión militafv!at»itfbri(i^é«lü(}iii§&(1<if psi Üt'^SfiéSii 

deitad* uHbwsBiooii ilUtótótaatlí» ^iÍMU <ítlIpaí>lé!o*iala ''áé'üil^Ü re- 

^einiágcm;)a»q.ntqek&leiito*'ftl«€8ll«f>(tá6 AéáááiM^ér'^' ^ 
landáuvnwiTteítaéhJmchá'iipéirosa <3^ aok'^i¡eía^\i^r!^^íbi''tiS»h¡M 

leüiísoWíSBh»!rfete«tífl«ftftf».'f •''•■ii^í?^'-' ' ■■'■•^ '''■'^''^■^ "'' ""- " '"* '>''!''^'-'-' 
noioiUini íil v.í'J'-iiVjOhiroTiU:: ^■■'■]:ii a;n')k'.in ir, iij¡'í-,iúi .(f>nonu.1 
-ir.» •*! ñít'«f(l iiij-'» v.-j; ■'í;('>!i'.--! k!) ?ír!,''i(f!)i, ^Aa\ ;^/j<ioi'>i,fi gol) 'f.fA^fi '»b 



ñ^ '■.■"..;) i j>\ :' ' •■"•'•::'! '":'' ;■• . ' ■ * -■•'• /'i i-^-; 



'; ■; ^ P..- y-^^^ , .rí^-^ ■;•• • ■'. * ^'." -n' 










iio» d«%^otiBS j vérdugDi itftptacablés del geb^ 
m humano, pc^ los .únicoa qi|e p^den come- 
ter la injiist:ciá áe irritarse al oír las justas 
^qejas de lo^ puebips, 7 de cb^gar l(^ famen^ 
los que arrancan á /sus victiina& ^ ; 



lio pued^,:haUara^.en la^ hia(^a de. las naoicsieiJ.im ateatado mas 
alfpz que eijque poF re3um8delcp]]igr^Dde Verana se comisó coq:^ 
tr^ 1^ España libre ; y oíaSfatroz aun^si^se oonsidera que fuéeqiB^ 
tido por la Francia centra la in4e|i!eindeiioíade ua' pueble vieeioo y 
arnigp para estermip^rlo? principios c^Bstítucioaales, tnianáo ella es- 
Jtaba regida por un gobierno constilueipnal. : . ; >1 > . 

... Pisspues de la, marcha de Mentqao^ency »>. quedó rraiiellO' :€tn qab 
Is^, potencias hiciesen coipunieiBiciones dire^etas á sus respeictivos en- 
talegados y^ iniaístFQs^n jüadrid. I^^ {ngiatterra había. hecho observad 
cfoQes j^sUsir^as 4 la SaMa AUaBzaacerOa de la^ifuejasqne tenia ¡d 
g{^|)|érQQ franca d/^.jía EÍ^a|i^^ iBanj|eslando>lopd WelingtcMaíifueaQo 
iqas x^ofi podiaaque}ai^ los espióles:, mediante á que ene Ftatnoia 
estaba el centro de todas las conspiracioüefiícontiia el stetemaúúastí!^ 
tucional. Héaqui al gobierno inglés interesado en calmar la irritación 
de estas dos naciones; mas aquellas diferencias que con buena fé en* 



— 28». — 

Ive 'lés}JiobkiNím piídiéron 't^mlrigÍFse (fádlnlenjte;^ len reajidadrno eran 
d6 partSe^idella Fpi^ia masíique pretesfos para eoho0estar la&dsteos> 
de Haeer laig»érm á Já; tevohiotón* Miá las; kteaskíjaigi de dlal^ mmoi 
heraíos protedouw> Jel^eapítülo: anteriofcr y eortiose' dé)a.^\íer?]pw; 
losiresuitados dlei/oingreso de yerofia,*i einditmde pmscotada k oiw^; 
tion^en'Ua priiM;ipk^)únifipniéntev*cosad .difeft^iM^entiie )£^ y> 
Franbiav apare^ió^dc^pm^ uiiá 4^oaBeÍQQ úoolra; !la: España; k> Wf^t 
bieoí t^^tt^ $iirg6bierDOr<^onMiludiDtial. > ^ * i ;;" i • ^^io . ^ • : j 

El'€amb&><}«e<ae notóea ios^resuitedos-délooogresD de Veroosa/ 
fué pai^ la- ápiicacióui de^ áa paiítíéa trastovrtadonij attli$oóiá(l y cavilosa* 
de Mr,) Ghatéaubrf áQd á la. proyectada pdr «1' csiar (k- íUksi^^ par a>deflti!uir> 
todas isL^ idea^ de lllieirtad en^ e\ oonlinenteéiitropeo. ^j Ghatéaubrí¿Qé;> 
con ánimo de preservar la Francia de una revioÍiitiíÍ6n^y.|u*opok*m 
á/la9^Bbri)0iies un:>ejérci:to4eal y valerose.» quiso j que: este^éjército, 
dirigMb popei iDeifin f :déF^¡bá6e'k^^iberted'^ EspaSa y en cuyo der^ 
libo sUponiá que bia envuellx) él estermimoi deila carta fmqcesa¿; ^ f 
' 'L\ pesar^de «que la Inglátcarracoooció desde) iüegcíi d terreno><qué; 
t^iá iavánzado'Oiateaubfiandi, mh embangoicoDtiiuió^ii^toste^er^^ 
zbs para levitar lágueiirá v ofreció su raediaeion enire;las dos poteb»^ 
eras ; más la guerva^eátába decidida y ia Francia, no admitió: ti tmié 
diacton'de^-la-i'lf^terra;.^'> '-• • .■•.■; »>-n{| .brhii 

' Yamoíi' á^manífeslar ali'ade las causas, que jafláyend^o' partí i«Ue-^> 
pesar maíi y rnas á los dé»poUb del norte en ladestruecioüidél sistema» 
cónstituoimal^de laPenínsuJa. :. ; ■ « » 'ií r^ ^ ,; .Ví,: » 

Habiéndose puesto Fernando VII en comunicación. sOóiíjillatárfldHr: 
Pida V Ib dirigió^ en prindpios.de .I8;¿i autorización. Iparé^ <|ue; se ipu - 
sfeseái frente de una regencia (1) ^ á fin de qite pudiese ileetrbraraip 
dominio' absoluto. Esta iautorizaeioa que dirigié el réy^^Lpaarquéslpor 
medioideDv JosétVillafrenflip, seeretarlo del infante i JD. ántoúio, y, 
por cofidüe£ci'dfiiU..'lVIanBet González» fué/dirigida por la rc^enciftlah 
conde de >Bspaña^fiO(Mpps(|ida de otras, éairtas, iamfaies de Ferateti 
do/VH,- para^jquB-^el.iKMideJas presentase á les soberanos rmJnidosw;' 

Según relato del mis^HK^noeircipiés «S.lfk: aprobaba eji)¿riguiriLSiidej 
ellas cuáátbiá regend^>bábiahe^hoen;su seai seFvk^yijf enbar^aba 
á- los regentes ooñtii^aspa enla emfMresa^'puds era ide;So reali^ackiqf 
deolárándi^tesi tA misaiO(tiieibpo> su! rebi -vbkínta¡iii«Mítra/ielil3sl£^e€lif$ 
misftto^dtt; cáoiaqas yigQl)tonosird^sa&tátívós//aQced^^^ solo á k)F^ 
que la regencia habia ofrecido en su proclama á la nación, del 15 de 
agosto de 1822, dándoles al mismo tiempo lastradas ppi:, lo .mucho 
que hablan trabajado, y previniendo al marqués-^queaprébaciai cuanto 
en su real nombre se hiciese, y aunque seconmtrieas^ecofeaen^kíoi^tra- 
rio la tuviese por no mandada. » ^ \ * ■ '^ \ \ " ' ' ' ' ' ' 

• (1) Manuscrito del marqués de Mala-florida, legaj^víf^, , \ f.,.M/f ; ^ 

34 



Vemos, pues, apcyyado lasnbieii.el.ipetisaniienta Mcseld d^Qhsi*' 
teaitbrjaadam k:aubvi£acipn^ti|iift.el|nu^ vey, fue iseihallabft.go^ 
benyunda ooa9tiUii¿)iiaki!ieiite eniatEépafit, daba i la facción eoftifa-. 
revolooionsria para que derritiáseti aquel ^steníia, que ao era el de 
opmion, úxám que OMviéne á ios reyesy y €8 muy de estmfiar que 
el tea ilustaado CbaleaubdaBd aeapo)!rasc.paiB^eoayMflerá loa.dés-r: 
polas del norte eu las cartas presentadas al eoq^bsóipou el cande d^ 
España, cuando el mismo Gbateaubrian dice eo>su.Jtbra,rGongreBod0^ 
Veroiia (i) «no tíenen los reyesj mas atractivo pata afsoirtnrquenos- 
otroti para ellos (á) ¿Los soberanos? Esiáilá finE' neoeudá^dei hi edii*. 
cóoibndescabdada.de baptteblQs y no» avfninio8(¿latDa6api*ecision) 
coiii (lealtad y «respeto y á todo Iranoe. ¡¿Aca^;»» basta? > Jú2gueasA[ 
Stts £ehos oon.sus obrss^i . ... >; .. • 

¿Habrá quién piiedfi creer (^ue la 6oilseryacipn.de k»: altares y. 
de las instituciones protectoras.^' oomo dice el 4$SQríiWÍraneé^, fueron 
las que inipulsaron'á las pobéncbtfit det ndrte , y priiiQÍpalmeqt& á Ja 
Francia, á derribar la CknstittiicMMir española? No y n^il YecesM i he- 
mos demostrado hasta te S90iddad las liaaoiws iMs.inoontroverti^lesj 
sobite leste punió «^ . y > creemos . de éioestpo . deber , abaadonaib ya ^. 
buen juicio dé nuestvos lectores ¡y alitnipai*tíal .examen de. laposte^ 
ridad, presentando por nuestra parte como reo/eniai^piella'eiapFesa.al 
eoníde de Chateaubriand', qusen antas de< las ocurreneiaS; dCiJEspaña 
estaba cátculandn^ el Mlvamento de los Bortones (5), y en k^guerra' 
contra las instituciones españolas cifraba' lo ¿dCi ser ó üoséD (4) de- 
aquella- &roiKa.r . . !.:.».■.,; -..:■ *=... ■, , .; 

-y Jm po^rídad, volremosi repetir. Juzgará loif tres peínáamíentbs. 
que exaltaba» lá ima^aaciouidel cantor, de las Noches. < l.?SoteFrar' 
un £900 de jaeobiaismíareentroi^izandioáim Borbón.oon.ksíaivQas de 
otro (5) ; /S/ plantear dos ó tres monarqiáaa.barbónieab ccmstituciot- 
nales en Ainérica (6);; 2/. anular los tratados de VJtaaa.(^^^ si e» 
Justa, cerno k> «leemos^, colocará ea el lugar qiie¿porr8tt\Énaquiave«* 
lisMO debe corresponderlé, ali{üe nosplfos miramos oqam upo de loa 
prindiaJea.eaemigos d§ la^IibertaddtsLaiuíBdo.:. ií ^ > :. 

En los príaieros diasde enero deiSS^iliegomn á Madrid las^fa- 
mosas.iidtas cífculares de las.ena^o graades potencias, ^oooiq lesul-» 
tado del úlümoiáca^aio dé los áttadoa en .Veiüoaa^.Ia da Rubik y Rra^* 
M llenas dé^ofénsasy. diatríbas «ootra elgabkrno espafiol, auienamtt^ 

'-' ^' ■'"• -'•' "■ ■'" •■•••• . - ••• "•■'• ' ■•'' •• ••••••>• '>' •• ? 

Tom<y lí, pág'. J«. ■:.•'•' • -x.^.-i.. :• . . . .i.,-.. --...i 

Tomo l.S pág. lOl. 

TomolApág. 148. ''•" ' '' ■ " '' '' * 

Tomo ^.^ pág. 425. 

Tomo I/, pág. 36». . • ^ - i- 



— wy — 

ten $lt'exisleneiA^le^]liWtrible.reconv«^ HM», 

y^la «k^^rancMi,' mas seliféda; manifestaba óoiBoqiiejá .el; hattlrafe 
«rnnpromdMes'SttslÉtercaesiesein^^ ■ .. i^ ••>/•:» 

i : Bl 'lengftigé qne. haUan adopt^o lai^.eiliiíro grandes >|*iteiieiiuft 
era déinasiaido duro! é instante parama estado; hide(>endieD«e^ y mi»- 
tído ma^s^psff9kiú<mb\t y> rainedido orgullo Wstellaiie ; las sutiles 
^ptomátiülssino ^ian eeuitKr el hisalto que por las^itaitos nofá&'te 
bacía lA ^oUeroo ^paBol , á qiiieii, segíiNl ei sentido' de ls»>iiiJbrM» 
fií0tas;'queriflft.'d)^air)e aiákM^ tnalieíosamente kná intaimeft 

dellrey^ y 4^1 pu^o, pam^ presentar á! a^uet gofoiemo: eoipo; Bliem^ 
bro de^ «ns faociMi y no eotno !el rlsstkRatdo de ia.TioIunbíd^ genend 
del país. . ;^ ^ .'í') 

íSegutremóB, puea, én la demostración der losrinsullos qué por 
oqueHas^notás feíeibía la^dignidád e^pafiolai^fy; refutaremos Ja «aldiíeá»* 
ekm qiie> las da de'templafibs y pkrudeiites el escritor francas: lí^ 
fin primer !ugar; laslresgraind^s poteiiciasdé Europa, scgqud 
tleree)u> pi^<^« no pódian enoontra^ tin)»' razón para infterveBornet 
l«¿i apuntos á^negoeíos interiores de Ja &pafia;, porqué la ¿ie^a^ah 
4odo)$ Conceptos ;iii podiaintarópocolapí^yarse en io qiie.ellfíSf Uanaa*^ 
Iji^n iaíereses^espfioiales.^ porque es^s palal»ras las leoemósí/hosotms 
por :rneramente ideales ájngeniossas^ de: la^ euaies se;sírvÍBnsa>]Soto 
para basar 'la úniea, delasiratsanes que pusieron efa ^u' epoyo;: k 
toéraa. '.•:"-''•:) ^;:^ ;...•,• )¡- '•'.".-.' • • "; . ; r. --i í -i/m 

-íl ^¿P(ir c[uó.4íM> arregjatfon <jn huenboral las potteriojas de Europa j^ 
oygáaizapíoH de loa páisei Doaligaidósyla adniiimbiaeipn.de d|tosjfan^ 
f)»ois,'Si lies placía dirigir 'OegOGijiis: i ¿Por ventura e^tabaí ia 

Esp^iSt' su|ét|si: á depiracter 5do losipolíücos estrangéBOs;/ pana su mü^ 
aejointiérier?' Püdi^cmjái bAenfaor^ desentenderse dielaÉ<relapíoiiéei 
atriUtosasoon tePeliíiisulavfraáiejrohiemlBieiiiioira defclararlaitodos M 
fe8tado6de£üiK>pá ,/ 0miía\mÍQSiráenAmÍ'faeru4e béiislaMá$'nqciüne9 
tmliiaíM^porbárbttrá^^^ ei€.,v[)^od€Íbic#oil pérróititíevya^iA 

pifitM^an taie!xifitenem d& esta. magnánimit.naeíonoon: tan négtoscor»- 
tores, "lo qúd jsej>peimíiflelái'la64ribus.'6flivaiés ide. ia'Annépiedy éú 
Afíriea: por egemplo; afrrefparictími^.^psifiierato 6usiasüfilasintéri<HN^ 
En las circulares mismas de que nos vamos^haoiéiidi^oargo; «o 
se hriltaamasqu^x^ph^sióms Vagas,<iodeterminadESy ambi^iíasy de^ 
difversas int8rpretat^Des^)vialk^d»é»itáej.<3ondiiHOi^^ mn iaa;f^akp' 
n^m oonooea ideas paeíiieoHguerreras -, ó ngqÉvrero-^paoificfls 7 «tedir 
ik cpie! prel^enffabB desee luego ia;sofai|)ada ímflaii^on.queL llevadaQ^^l 
«¿inistro CinteHubniand ! al : / presnaitaiüé' entre t tlasi : potendajb^ 1 qimda» 
como representante de la Francia. 

, En vano, pues, df^clarjg^j'on ai la fe?^ d^l mupdo las p^e^iaíjdel 
uqíÍq y.la iFranci«^,.(ju,p,:^' Wn^aíop^ ¿q}¿ ^qoRtw los 4esmaa¿¿ cq¿|(&t( 
lidos por los jacobinos y para apagar íáBearevolueiQBwrpa y abejar Ja 



^féñtá eMspirM\oñqn& áedñn ñimnñtaW de 

Jaífitwoite.f|E©!vanoirfeda!lait}híqTO vehia»¿s©l0ráí bacerifítepeta^ lo» 
derechos que tenia la Espáñapára elegir mi igdDie!Wo<»á#)rra 
cóstuitiires y» á sus tolérese^ ; y fen «vano á^ifin- se siríviCToni en ofre- 
-eer mejoras ireateá y positivas á la^ nación española;' presctándolés>mi 
"fiámulodeiesperanza. Suí resultados fueron désaBtrosfosaTla; Europa 
^vttlzada se éstremeoió después y i^ alarmé' contraías ifaetoirés de Itís 
HBSti^sk cDDJetidos en la Península por loa defensores 'del altar y d 
itvoffOvMT los condenó eoii- el v^otí» de «irtíáMicidii eterna; )Hidi©andi> 
^eila espada vengadpra:y}e. hs' ultrajes: que $& habénialigénorOíhu»^ 
tmaoo^. tlinle ó' temprana deíbia llegar el dia en q«© caiga sobro sus 
cabezas (1). . ¿ . : ' 

: '< » Las noías ipasaflasl i por ; las grandes*' poteneiás ¡de Europa estaban 
isontia lo estableado' e» el* derecho de gentes, iporqne todas lüs .na*^ 
clones del universo !se han dado á sí ; mismas ;; bástala ■fedla'qiieiios 
bcupa, las ii^etitüeíones <|tie les han parecido > mas adecuadasáisti si- 
luacáon y á isu genio, cDstiimbrcíi;^clima y circunslanciás en q«e. se 
inn bailado. Los griegos trans^oi^mabán sus n>oYiarquias en repúbli- 
^8 cuando» les parecié que aqeel gobierna «ó les conveiiia, y lost ron- 
4QalieSihÍ€Íeron lo .mismo, sin <|ue nadie.: láe lo disputase j siaóloi 
tarquiitos,á -quienes perjudicaba estaráudañza. En 'la fedad mediarse 
erigieron eni la Italia vario? gobiernos pOpulkreb , y no se confedernt 
ron los reyes para destruirlos, ni hay noticia de que enviasen.embá^ 
jAdores áJ las repúblicas <lé Florbncia , Veneci^, y Génoiva .para nptifl- 
Oflffles <lfue arreglase» sus institüeiónes por las de laá monarquías feui«- 
áaleB. Las ciudades llamadas Ansiáticas, establecieron sus^obiemos 
libias sin: que se les dlgeseqú^'estopodladarm^legQmplo á los^p^e^ 
blos qué' obede^jan á los «reyes. ¿Y quiera disputóla Jos óaslelianosy á 
toé vizcaínos; a los navarrosiyá los aragoneses- el darse .la €onstitu»- 
eion que les pareéié mas conforme á su situación y á sus costumbres? 
K^n sabido es de todo el mundo cuan contraria e^ra la dp lo^ arago- 
neses á la 'autoridad absoluta de los monarcas, ysin jembargo , fiunca 
ftté este u» motivo de desavenencia entre laicopoqade Apigon y los 
reyes dé Francia que estaban muy distantesídíe regii?'SOS pueblos con 
mstitucíones liberales. ' ' ' -/ •: 

Los:antigüos no conocieron este dercek) de intervenoion interior 
que quisieron abrógame las grandespotencias, pretendiendo^ que se 
mirase immo un prindipio de comervaeion social y' comouun garante 
teguira de la tranquilidad: éeiás naciones t pero estaba tan: lejcfS de 
ser aquel un medio de conciliación , quk fué précisaméiite/todQ I9 

(1) El SO'dejtiniodé 1830,' el Dios cfé las venganzas cumplió 'con su alvina 
juátícia'. Carlos X q^ue deftibó lá Cotístitucioh española'^ fné déslranádo, y fehá-. 
tdaiibiíand, despreciado 'eomo» político. ¡ - r . : « " 



— «69 — 

ctmtrarbv I^a ifueráta pu(la'SdnGÍ<mai^^.peaio3a'jwti^ yhwMmi no. 
' vSi la» m9titiiGiQD€S que sé* habia dado la Es^aeraii malas ¿^oléii 
podia tener mas interesen mejorarlas que los mismos .españolea? 
^¿qiaé: potencia "delimiMido^podk desearijcon mas v^«s nuesárd fe-^ 
iíeídadl^' i/^A í'> :■••- •■' - -•- . •>''.!) i.íi»". jr-í: •. - / . w^^i^ 
>'M i^Se^)¡m^ñr^ef,qú&em<vkn fenómeno poHtk^ót eiJqueJofv^obiemoé 
«strangc^meí deseasen que méjctrá^iüós tuestrios iñstitii€ime»^óns^ 
él^oftjéio deque fuésemos^ miasxielíee9lnv...flast^ aqwHafeisha^c^tdlL 
«¿eion^iporisiv'hábiaaspiriidtfáisisi; k mas. Iue];té para^dfir la-ley i 
4afe dteiMi^V'><^á.peirfieloeióBar .soíiTégimen interioPíjteto'. aiiikíentar 9^ 
^osíp«rid»d rpero' según leemos «ti el relato det autor. fmneés, se de^ 
claraba en aquella época un orden de cosas 'enteramefite núevo^ . ' ?! 
-Ih "Noparebe sino que ciei^as.potenciastise.htbiaB «encafgado la 
tutela'de las^dema»; y de oiirar por suibien^staur; pero h fispafiali^ 
ée)]bttáb|t«ii un estado ?de infancia que 4a stt)etasei ááquéBa'tutoÜia; 
'eliobKgarla)á:4a^misi(m:étajiacerla^'Sufri^unLiV6}áII^ ;kí >. I; 7 
í> Felipe Il-i rey deíEfpafiav quiso en íOlro tkmpó daf llaFiRtocm 
«tt'reyy una reina de su mano que defendiesen poderósaifaentp la 
pc%ion > católica'^ puesta «in imnenen te. peiigro por ilas < vqcloria^ i (ÚH 
bdre^ Eiirique IV qntelba'é ^apoderarse) !del cetro . d^ BianfcianTfieno 
d?'t)ai!lidó católico quiso «MB bibn reconocer ¡á »uií rey: é quká'M 
ahiabá y que sttfdr el desdéío. (Je admitirte dé mano riegan prmeipe 
estrangero. .•'://)•! '•, / '■■•' •;•'.;, ;Ví!.!'^.m ! ? • ^r.sí;-.i¡i n 

! ^Volvemos áircícordar cuanto dejamos igewladaíén el capíMito an- 
-terior de qtie^no challábamos diferencia alguna' entre- Napoleón: ;f 
Ijuíü XVIII-; porque cuándo el pritileixi viñoá iuMadirnés pata?, hacer 
de lu)E^áfia una^prwvincia áék imperio- francés, dijo que se? t»md>a tdst^ 
trabajó porrejeoeráriiós yípana hacennos^^fyiees:; ycliaiidoítweyé'hhf 
bérse< it^tado'larvoluntad de]^^ espa&ole&y que lo&^^tÉibia deslüiiit 
bbado^confiu^ pomposas promesas ; .solo hátíia irritado. ¡y eíendido el 
pundonor inácionalj ooiíio».fué ultrajada y ofendido en la f«oh«.á qiie 
nogrefei^ímosv Ninguna diferencia existe «pitra les españoles entrcí tos 
dos- monarcas» franceses. ■ '• i ! i ' ; ' . ; í.> 

^^OlTüS' muóbos egeiñplos pudiéramos citar para 'demoi^íar' que 
cujando una nación pretende ihtef venir en tos>neg(M3Íb8.deotra5y ctócr 
tárlé reglas para su régimen interior cto: el pretesto de • meJQrar^sil 
suerte, si- lia nación á que se quiere imponer coodioionea no tienítí 
medios de defensa, resultará cuando menos étitare las dos iitía anin- 
mbsidád sangrienta^ funesta {^arA^.uha'y^otraj y isoiámente. ventajosa 
para -un tercero- '(I).' •■ ' '^ : .'••! *■ • - ;<•■ ...•:. ^:. -''..tií 

'^5- ■ ''■ ' ■-■: ■-' ■■••í' - •-. m; ':..'-:.; . ; ■> ;{•; ") •;> í. 5!-M yl 

" (1) Las^^entpjas del triunfo d:é Ja Francia ele 18^5 resulto á favor derf&áólrf- 
tísfaojtóes érmisirió géfe invasor fué él'prómovédór^délaá ordieíñsrtzás de julií) 



^«7» _ 

•> ( SmCtinos á b pte^doi^autpr lihMeéB elqwd^iios>faUe1e8{iad»iso 
réfnltipioá psra reprúéucírlitertíkrtüíéie lorespfena» ide túf'Mnténkntas 
de la»fi0eneias)deln6Dte.\) .m.v. -.: :»...•• u :.•" >•/..• i .-ú í.fL..-, 

: Lis comimicacidiies e$Uban calcadas rtodas ellas. sobNíuainismp 
sistema, y mas bien podia decirse escritas para el Asia (füepsaffi 
iaíoattfa ;i^s|iima.:iafs útÁlM^» '<tí$aB>póten€iw Ae^EiiBLTa^^ los 

cispaflii|e9M'8iS9ieinciila^esiide !iilá}cteVdi)cieinbrB,'MiMi ii Mm^^ntem 
iOna imcHÉ) jshfar^ qUe.tío.cooóetcirisdsidereelios^ >iii w^ift citiMial&i 
sido ^suí historial; AqueflasKaiiitari además' de m estilo! dipiloiiiitioo^iiiis^ 
t^iosb^ d6ísu<éB^9Í8'ij9t|ié SQS amenazas simuladas, etapl^^ 4ob 
fOfígam^tmiiúas ñg/ehm «te fverdaáy -^der deeom que^se: kiá: fli^o eo 
bocas <de)io6 ilspneseolaotes^ las oabtónes.' i^^ i i: :í ^ ufr . ; ) 
i'í '^'Aqll6l|lS)oota8<i^driaD'I][Hrár$e4H^ di- 

fdofiJiíti|9tt ^;lcoacia ctwü^^proéiámfisr incendiarias y doimosas, en Jásque 
y»iíétado8éi dq ¡lai mas^ ijfereoris ciikiinniá^ ; cdnfüiidteiMio tos {rfiUMÍf)ios 
y atacando la/Cknúítituojon; Resalían' sí!n%irsé «odas báseá sobre qÉe 
i»s(abá'Iesla9)Iecidá;i XJv&i dcr -lasi qw^ da hs . píd teficiasf estfas^i^ era 
el qtieMla Espáfiaf se iiabia dado Jeyes' análoga^ á stit carácter ycm^ 
lumbres V pere:^iie)iestas:habian.sídoi)9ix)eiankádas par uiiá'convttfa^ 
«nflítar. Y'iqúi^ {AORaieeso'iios fnéUtanes éspdfíoks igualé^ á los'jdedai 
nacíoae^ que se hallánrregídas por liife Bicmareas absóMos ? riimfris 
goiiievnenrps.iio^ranfJos árbilriis de lospueUte^ ;sído Ida defoRSonésde 
la libertad y el baluarte de sus leyes y derecho. .^^í \/^í jI • 

^ Deci^ aquellas ootas caluihniOsas ; rqire los españoles ' ha- 
bían roto los vínculos, sociales ; oüando.no! habiaD:ihMboüaas^ que 
afianzarlos: sobre bases > indéstraetibles; ^ enListíendoaqueliá Covtstífai-^ 
t\m. Quft^l rey nogozabaée su real libertad; eaaiubr estaba; etl di 
pléno/goee' de las facuHüdés qne kícoacedia la '\&y;\ y^por; tóltimoi 
deeian que tes españoles usaban de la fuierto; cnaiido .algunos^ dé 
aquellos mismos que haUiahTiasado las notas, trirvez hablan «abidd 
al ilroDoea: medio del bellooso estruendo» de tes armasi 16 poTr.sfiEiedi^ 
óe crímenes de fue se estresutace M humanidad^ y ' se'Sosteikíah^eQ 
sus tronos por tales medios que el particular. mas osctiro se avergod*- 
satíad^resentarsetconjaqueíte marca. No8%ba chocado y escttodo á 
risa iaiiidignaeion quedíemosfraban ios áustniacos y tusos porquti 
los (españoles habiaik reformado las rd^s edésiástícas; y nor hay dddta 
q«tee8dignx»deima^'erá>é()s cismáticos y luteranos tomando, k 
fensade la Iglesia catúUca. . ' . ^ , ; .' 

í niCkmduian todw las notas de rias;pol!encías cón^quereeKNPdabt^n^tes 
bases de nuestra antigua Constitución, tomada sin Iduda esta idea df 
la historia de (Sárlos V , porque de no ser así , no hubieran becho 
i^pa pintura, tan «¡^trap^ptica como la, que hacían del código qonsfitu- 
ciopal. Si 'liíj^bf,éi:áni cpnpci^.Ia verd^ííera ^ Ic^s Üenipos, pa- 

sados y las bases de las antiguas constituciones españolas , liid»iei*an 



— íffit/ — 

'vfsló c)uéjaiqu8lfa»'6tmn!mtieh0 mas demiltfátíelÉK qíÉdh deiifil^íüjit 
qoe en Espafia nü hubo ioiiaeonsititiHa^ 

provincia se tenia dad«<la:iiiiva¿; En los'tíémposrflntiguQs, c^ficfeUo 
espiíñol kkúBeldetG^lK^é^Jñsurf'^ccionry'^m^ lakíf de Par* 

ttdalñíandoée^gqaflpiién^es el sobei!ano>^(fué.i]iice:icqi^ enante ea^ 
prtiratpe :ia8 iwiioitoesTiieimaiifdactes» pr progiseso 

de *las;lró»i agravafái.y empobreakira á<art$(.sálMlit08%faiBii|ñe>fip sa 
lei^anidn^ eto.^ eteM>i-^iiédei ser depuesto fpMhpiaaf t|uaf ¡sdaitey \e^ 
$|ítimo#> Estad fa[emiándadés.de< Castilla^ (qu&^^tU): eran ásonfuiits, inl 
metiaes , niiiebeliones imilitaref^ f sa répotabaá lodknoi unas. curtes gi^^ 
neniles. * •«>.'••. * '.-^ '»u.í» i-s; .i'..- ri\ •> ,;.:•;'.;• kI '^•'••::?/', .• ^í •{! 
tir Esiariniaban las potenciad! las eoavulsite y 

manifestaban que lodas[ias provincias abrigaban rebeldes á la^ Cnnsn 
tituciDoi; permitido -«L nuiodo sabia qiie. aquellas faéoíonfis; !tomaS)an 
üa x^ráister mas .sáaa qb Jasi pro vincias oonfinantes é la íFraociA, > poír 
los auxilios que recibían de aquella naeíon y ségua hemos mánifesfaidQ 
oíl el eorsoide larefiítaoion' de la pneséftto lotera;. Una sola ohi^er va- 
cien podemiQiS hacer, para ákigUriirnos más en nuestro dióho¿06[|iónd 
se veían eíi: tás f conteras de: P>qrtugal aqneias faocionesl Porgue nO 
baUa en aquel veeiao reiteei quien .atinase ia éispoiébá ñoniA laiaAizaH 
ban eniloso()»iifine&>dél noEtede laEspafiqc/; ! • - 

. I^ Rusia: decía?, ademas ^(i^> dejaba i se eatasbteeicse^cifSspaña 
uáaadmiftialradion aáfaia>álfl imripie naoitoaa| «rji^stose ioíúetík la 
KaiÍAí ¿Ja nación españtria^Quandü-toaiestrangcÉro^iuvierDnrqae 
nir á España CR i io^'sigios XV y XiVtl ¿ ^nrender mánrimad ;n4óotiM 
nasitoonómicas. Pues tadtx Jo espuesto r8e)'decia:í.ehaqudlá nota di- 
plomaiica, en la qoe porun lenguaje ivpi3daá^ ¿;^3@a^^ 
gobies no éii^iaool era un gobierna ign(^ante yneatrangero. i * Vi v. oi 
i Gitasemo^iuii péivafoidelSr^ Cangiaüea laisésioii'dxvcóKteft deidid 
41 dé eií^n ée íá¿3¡sobi6 laimscM iiarf;ade.l%Iittsía. r» mí > i . ;; 
clfna da laísitosas! qbe miats Uao(ian¡Ia.Atmiaiün;enesta.n)at;a;y!ápeb 
ssr de ser de un carácter tan serio., es lo que se dice que^/aioiuir^ffia 
M€edi6áMm¡9hu^yítíídüátd0^ lo 

enlpeadoy mi| piú*eoq que estoy i hyá^ Ua^^atám \de.iíiis¿Mra^(mip$é 
ámrt^MiséyhwkSiif^^ aogiiidb <qu«^ la fortutta.piyiltea y /laa 
páHicnlafes sé.faan viátb atacadas^' ¿itmiieiUpaipOTrdmprésUtodtni^i 
iioj^s ji bon|rilBiieiones I céiitinu^niiGlifcftii^ovIadi^:: a^í teóeDjiófc á 
b éárle 4^Sán/Pelas^rgo;qu^se «ompadece^^é nbsotfo^^/pofiqute to^ 
inos potares rcuandoiodaioi Riisía^^se vé iaundádaíde[>'pa^^^^ 
por lUtiiiaíopq^eiiiasótitdi adoptamos ó iki medidas Boosj&inieas^cliiéí^sé 
le importa al ruso? ¿Vamos por ventura á pedirle al^1(}SÉ luéraAnais 
á fíediife>auxilío8 icpmq^íde iá iamuMia escuadra: áe, fnavtosl poflridos 
qu^rtañtaqos ha ooistadoj Esla.B&i;uadFft que dethia Hevará oileiJtros 
MmpMfies i la An^ieaspara/éstableGer.el «óndeii^que diceokinotai 



— 208: — 

faéJdl ^h¡eto de kB .aUasi/poteoeias y queisegand ceoéep^de todosi, 
si : nuestros guerreros se ^h^Uésetínembait^do^^^^^^ Uilvez' hubier 
rááperfeida-eatbnces podían tener mas^raíbaít' ..i í^ím ... 

>• Así pties eMiiteres<|ueijlice el outof íraqbés'setoinaroQiaBpóteii^' 
oia^dd norte fx^rla España; era^elde qae iiose propagasen las.idjeasi 
de liberad jen el restoideiaE^vopá^ por mas que ellos manifestasen; 
ue qaemn^ tomar 'parteaiganá en iiuesbro» rasuntos. SUa frac^stoailes* 
eohteptia <del partido- aposlplkoen España ni>hu(l^ies&tenidoenj9uai^ 
lio , el ejéreifto francés, iqo hubiera tduat'ád^iel áesf)iotisíno;«y si el 
^i!CÍtofraneés:no{hubiex¿ tenida á ^u vanguardia él partido apostó'^ 
lico en España, la nación española, así como supo sostener su iode?^ 
pendenet^, hobiéraprd^aidó esta ve/r laminen quiie sabia Sostener su 
libertada «.'?':: '^ ■• ': ■■''■■ .-•■;/<..■ ^ .-., .'"i •••.-; • .....: 

.2/ ; • Para' < refutar él pnesenlf * páitrafo -.^ coeemos lo bastante presen^' 
tar. integra la •óoñteslto^on'qae el gobieirno. español dio á* la nota del 
gabinete franeés^^; <S[ue escomosiguel . •• » = ; í ; ?; 

- i< AI miriistro plenipotei^iarioide S^ M; en Parisi digo con .esta 
fecbavde- real orden lo «qae sigue.trrELgt^iemoj de ^í M. G. ^caba 
de reo|bir cómunicacibn dJe iina notal pasada por el dé S^ iíj Cristian 
nisieaaá SU: .ministro pItot|)oteROÍario6i¡ está corte v clé>)Qttyoii>d0eú^: 
raento se dirige á Y. E. copia <)fidai para sa debida íntelígeDéiav :: 
>{V)cas oteerv^ones tesídrá que ipacer elgobiei^no de-S. M¿.C. á 
didiaiiotai, »maá para que'V.E.n^^. vóa.embffiraízadu; acerca de> Ja> 
eondueta que debe lobsanver enéstí» crrcunstancksy*es dem deber 
HÍalú&starfe ffraoaaumente si^í sebtimienCos y tesohiéienesi ¿ - * i- .'va 

:* <»No igb<Di{6 eligoidemo niilicaqueiaistitucioiiés ad(^itadas> librea 
yesfx^ntáneamentepsiiiMla España 3 cau^arian jreo^ios á j i^uebosicte. 
ios gabinetes de Eur^)a, y'. serian objeto de laa delibsr|Ksíoi;ies :dei 
Condeso dé 'Verona^ma^ aegoro de sub principios yi'apojiadoieki la 
resolución de defendí á toda. cas4ia su sis tedia poiitico actual ;y láié-i 
dependencia {nacional i, aguaitiói.traóquUo eli '^resultadd de iaqtiellas 
oonf^seneias. -:;• •:••.'• •. ¿j¡ •.= .•- :•• ; •; : ;?•;•;. . n^i '.i t^- -»:. -iy? 

>;La^ ISspoña «está regida por» una Oinstilucim* promiilgadÍEi4 acep**- 
t»ia y juTada en él a#o de ISHiáry' ree<inecidfi por la^ potencias que* 
se reunieron ^n el Gongiíeso^ de Varona. .Consejeros pérfidos biciecoá^ 
q«6 S« Mi C. el i*eyjD;MKemandó Vil mo Ihubiese junade á jsuivvjueiía^ 
á España ;e^!ícódigbfundaineiital«'qae>to«ld la nacioiif quería ¡y^qiíur 
fué destpuidoipor la iciarzav sin redamacima^uná de; las ÍK)beiiei 
que ileiiabian reconocido ;mas'la^esperiéné£a; dé éeisi^año&^y Ic( vo'*-' 
luntaxl general k=m0V^iéron<á identkÍQarS€$<en^ 46áO eon;'ipsí»der^ichos^ 
dieiáisresfiañoflesyí. '.* ■. -i > j ^ U/ , 'hK] >a:i¡u''< , ':-^yui \¡ .A'\^;i í\i •,. 
>No!foé, «ló, iimainsuFreookiothiiitaflá que prenióyi6;estQini^^^ 
9026i*deii decosás á' principios ide 1^20. Los! valiente^ qiie^t36it])rof) 
Dunciaik)n éh ku^sla Ide Leen y sueéfiávHmtf ote en las déaaas^prti^iíOi^ 



— a» — 

máá^íóo foéniíKmbí cp^ «i^tegante <fo, U!o^id«ofligF>de)ioD mío» ««y- 

" X >!(» Etr9(>M^i»al>€pBf> «ata ó^m dct jQOsaa fhr0dUjeá&vded<3caitelitos i m 
^aaítom^úcmmQi^ isui^iilátí^ iteitoda^ refoiioiA; quBi sojhcié^i Goiireúcioi^ 
de abusos. Hay siempre en toda nacifib J-, OBjtoéirie&taKiopiáfidiiitidfliCEi 
qiié)iio^b6dea:;ftyefi¿ié Mnoáoai!impei)ioiídteijbf&mr;yid^ 

anidiPiiioM^^m)>famlqim)maffikri)d€^ díHg^lÁiiialil^ 

pwa4 ! L4i espembdá^liaj ^ deinestfiado ; lo>f oilliario ^ quá ctruMí exis« 
tefifia idel.li&omdo toxAétJ^ simUááoqyto^ toaaór^e^uesielmiuiibre^tte 
eji^cífOf: de: ol^is€dnlra0i(^iij se aKnoíénilumílffis, locasí >es{i6i*a^za^ di^ kti 
fanáticos ilusos que levantaroiii>éasTaffÍA$nprafVÍnciíad d^^tb dé^M 
relíeJioBí^ i(itad(9^iasiloi^én i4q^ ií^a^d» u;na 

|k6]^mi^mviaaiotf;ea'dH)38tiratérríto^ Á o mí > . ; v 

■,; >X^moi.bs^^.priiMnp]ds/h8 oditifius y lo« ftemcfrofi^ifiie hayan oíSai^. 
do^<eDitej^ndueta)jAeilos s8 reulueáril^n^'eiii^.eóngresii 

de Yerona, n0ipLii0(ftn.seri^nrídfiiregta ptoa.|íl'eapi£o)fwpredtía(te>J3ÍM 
^ífMt aAom^db doittfl|taitá ifí4i9$!en>lf)SiiostfiH^^ de 

l^jQtrdla rdipe^96kAnaai'.eoo<pqiii]|á&>áM^ i>!^^n i-hm^] 

n'3 »!tbS'4i4side ^Mmjfíikifm^^ góUepNiídéiiitiíMvGriq^ 

tianLsima desea para la nación , no soaimQno&^deiQiídwjitfipelecidttl 
3r>buÉpímdiiálppr^Qa()^iir^i«|iBM>;|i^ fefiíe- 

ifiof^ei (iM^rjaidet >eaiObrai;ddjitian ¡y )& )cons(aaoié'» isé esfuesíaii 
«iiftiítcí^bQin^ en. aoriiéj»ir,8u$. efectos; >^^^^ m 

f .: »]El#lkimü> espá&olií s^ptúfs^ ien ^onj^to (M ofei^ Iqoe; :^i > Mi 
QristMÉiifltoii^Je baiié^^)^ cnaiilfií poe^^i^iiitríltoir ék.ixiklig^éiA'^ lém 
«ií(á,|Kmiiadideijfite Iba ,yfpitioaHicÍQneiií:rgai^ipOxif^^^^^ 

$ionii)í<^pUedeiiffn(4wl^ (»mtMjbio stfesUltilde^b ) <> ;.> , nvi > 
'^/iuiib)8 jíQ0ii9Íni9^tiu& p«r)aiii0m>dabiieFa) dan el; gtÍtófm»(i^mKsi» lú 
0í^jlflé$lv'9^^ ejéloitbidei ki» 

PmQeosiiiíOifsenamteitto^dd^'i^^^^ 

fi^^utoaeaiJ^raneiftjjaaiaui^ @9i)imrlÉ6}qiie 

Micofttpbnw jdn(.|den^ 

las instituciones 'y Cortes de España :jh¿r;a^'Jkiiqu6;exige'6l^dese^'r 
ishi)»Ailg^tes,ffe9pet^O(pw!rld»:ipadon^^^ ; r . 1 i v - > 

•) > /«tfiorilr teFrabcia 4]ULQ(C|utenfíiti bieiu)i^tárí;^^f<^b^4eLEs|wñ$j 
y teper siempre encendidos los tizones de discordia LtfUtí a&nentáñ 
JÉSipri0^irii^iaatesi.qítt0^a2«f^^ abisma »de con-- 

iPor lo demM'^ijqutadlGiiúfim'que: sean /las! détera^inAcioni^ qtae el 
fableteoídeiSi Mi Grisi^sigsta t2É}eki«)!p!WtUnor tomar 'eni^^fttai^.dir-- 
cunstandtti )QlidQi& (i{4>*'-^^ €od(U)uaráitpaB$|tíalo ]>pF ikiiseiídái 
klmarcanicliidcdMvc^íjiiirti^ de m ^taastjr^eL oónstacite^^c^^ y 
adhesión firme á loir9ii]!if)ípi»8.e«telíilfi@ll^ 

35 



— mi — • 

«mpionv á cuyo frente éeil^alká/^ siani^nlrÉr fOf ahon9P€ii>iál«míitiís 

^e ias espresiones hipotéticas y aaribológicas de las ÍDStruceioadb>|ia» 
íSkámhi omdt úehMGaré^/mmíMymfiMe pros- 

^íá^íéyi cttftuto^unieQteioá eiamelitite didíJHeDe6lwr^'>t»*iideKnil 
^tiitulie'interésamfiias'qseácdláv'o r.t^ii c) Hr]ii]n< v/.H .¿•'*v:*;(f' '-♦I^ 
. . >ii^A^liétiíóiK00B9taii4á>UH(í^|K^ Í8i3;p(a2«ooni]i(9«ttdof» 

^nes y oerreeónoeel* dereclios: á& intqrveociffni^parite ^ym^gátía : hé 
eqUiiiuñdívh<)a;y laiqe^dcisuepbckittaU'tahto ph»eptoicoiiioi^Üijte»^ 
-. iMá Vi BvEutortsatta^^aria'ieeviesta Qolaíyiori&islm^ 
riostés4ping6re3'](;y paradejaHeieopí^^ pidev: liaípvucfeiic^ ylifid 
dá V>; Bi^:lB sugerirán la^HHiniíiot&iiigrnie ai^ digna éei¿lá'*Ei^^a'qti6 
debB (ibservár e»'eslM^QÍiKmftBtaQmsu:.-'-iMi:/:M Mi.r. cl-uí <:o¿ u-í-¿' 
i i ; iLo :q[ue^ien|^ lai honi^aotó ccmmijicnré ¥iuBc:de'&r(plén^ 
y con este motivo , le renuevo ( lns\ ^gotjdades >á» im^dtslíngiiiii 
emi^iéeracíon ;^jrciga&ído>¿>Mos ^gafiíün sui vktaipHKfa^s' áñdsi-^-Pala- 
eio ^.di» ebem Kl6Í6SSi^Bc U< |Mv dr>V'j £r su éteút^^isiegdro^ei:* 
vidoii/«Eviíí¡$teiSapriiÍigü€4;fciJ& ' / ' '• 

jb ^BBta*fué>la4Ontestatn0n^ü0i6hgabícirnoiebpie(fioI dio ¡é' la ioqut-^ 
tante nota francesa,^ M>p«ieée haber «parsenH alguna >^^ 
ffúedeIníruMaiitev si ib lee o^n^tláteiimftisciriiAró en 

tascoésípones'ide'tahta 'monta;- wo ,MoÍM'a r-í ..mT-'í .^''-al r,;jii<'.'.ii?ui 
: tife)'^ : Allengua^íde la»'eiit»Utres)paái^ 
fioteiittlas del Noptornoeiví justQ ¿ni déeénte* Uarrx^fat^ 
quetodasítttásl^stc^an'tlishasi^e-iilvéctivasrtG^ 
i]áAl¡gnas;4M¿giiiá8,>iio<sieÉij[nehte ¿4^ ilaoiDit;^sÍQa>iá^i<»3^iie la 
goteráabaii yU loa individuos /^^ae/habiaiií' beciif».át teMiaoten^ Al 
gdbicÍFn^ espafiQi ' iefp^^pi^ió «portuno^ en 'vieta-cfe «fuelléis «ote$,¿^^ 
servarse su derecht^ddi hacen frúbllood) ras^fnitiiifiío^ tyiia^ijqsiíciaQl^ 
im 'o&uBai^ofiTnediQ de una espóéicfton «sibctra derla^^iihtoiíad^inues- 
l^ra revolüotóiis inaes'oóffveimiiiíamfester^fflti^ 
iii8manevai|eGbnóci0i|ilo^iespa4oIe$^dea^hb3í^ 
oe^(idÉtmtiu)& ningtin^lgabiiieto estmngenylseímsEclase enehsiasixátdii; 
Abí j^ut^i' «msteste:^! gobi^i>04<iás{trés <gi«^ 
eiEeblápea4la'qüe[níániíasslabar'''i'¿'->'í •» '-'-^i^o r <^>o.-rfiiUUííl^iá 

1 / Que la nacionieépañola' jse;íg6bérlM})a^^pm^^tmai^^C^ 
reásqeddal6oleom(iÉiente'pijr>d éiiq^ Bxúm en 

-uií/ ') i) Qne^iDÍst^ eapaíik>leBiai»aAtast4éilsu>>¡pa^ ? pi»di|maro|i ^fa^ 
Constitución, no eran perjurí)s, sino que tuviéronla gloria inMMOptíeidi- 
biadp sev^eljéi^iiío tié^les'vo^ of :u i 

-nS.^'ríi i%ie7%I veyj¿onalitw^á>deiia8^'B étftabajbn)6tt.>lito$ 

t^aieíe)'d6illo8'(|erébbfMf>qlié>)0^dábe)'e^ ééd^ {oadaáaei]tali.<x.i«ini;* 
y .'éf)^>KiQ&e'ku•imG)on^es|]^ M sé tíaltoiiiidzetadi^bnb^ 



~ 376 — 
f &/r' imQu^ éf/ref]i0dB9)ldelloSi' nMe^ qdeíipuedan afligwflá% iíí,ttadfe 

de los enemigos que intentaban destmWítpt^'^ ^:í>^\M^^. \ü iM>Brv '\> v/.\ ^ 
-r.Nftif p.lQii^Ia.iiáeidn éajtafíokiatit^'i^Gmoda ki) «IngQti^ ]k^^ 
éOTBcfra: db i«tfi^i^i»lmí5de idezo l'*l) -i»^-- 

ot>8jftí r^eM¿tígélHbrnhitfef*eri*3 á^ sterApartawa' idéela íínéa qwéRtt? 
^toazabanqu idebfir^nebliofibniíacseiifal^ ^y^ii'^dbéá4)ií inVafiaíbie al'OáM- 
éíg6ffcradan»eÉíall>ae^íBrt»d0^.^r^' '»!> lo-íf/^fi 'Oi-í-r^p !'j '.>uí}) olír^otiílc- 
ro^ri]i)do^^spáfk>i{ qd^ Hubiese >é¿tii»adof«fii^c^^ ideeorbt^dioiíatí. 
^abU^ fírésiaff áligoflkirñd Acbla^ÉHUnoh^os^lo» mcxlfos ée^ i^ 
^agnÉsíoBÍde láfii p(á4en0iis(^fu¿>09abafifaténfer i )a íiberCái ^^ti^ikiíÁéií- 
-paodeimia'M^lá glovja. ddilaiftairáieá) laiiüoñ .^spaftol^, ^íá^Dfltdignídad, 
y esplendw'^t'troñe dcms^túGloBaKi'Iios (tu;e<:b^^ OéfftP^. 

4^ét ooneepüiafáe «nhd M)03^le3púiii^9'deia>niadre pBtrí^^^ 
liisijf V, LdxSesibnvdel'dfe'^S' itó.enera'ééirá^.m para líi^ bíM- 

^ñdés^ nuft eeo^^sélpf se^repetíaii^póritóilí» .k)i^ án^ 
l8é;''€i}de inífepdndeiM^ijfEkSn^lGsiiá^^^ éeoip.oMií'di ihayórnc^Jtíit, 
«ahora deseo hacer ver á la nación que cuando se trata de la'j^flllitf,. 
iBoikit^enUHiriiKi^otfoiréíféiiBBoi^ IS^Sn^^AfgÜell^s di- 

'jn; ^iiífindDiiiueátraiibim^eé^ ld«^)dtli^nifiQs 

"Efue^^ii^a isábéi eiátre^iKi^¿tiiosi''90hii'dis'i^i9vu^ ^^a^^iin^onámchi* 

ideas emitidas por los diputados anteriores^," y ^1 ^PJ-íialiaiiOHconcto*- 
yé^^^i^egofitaiido: al * gobierno ; si i á íCónseouíe»ciá dé «aqúeltes • cssráuni- 
imci^ñes de teiMan espedido loy pasafwírleB á los ministro^^d^íláÉ^ pof 
4ehoiás)^uéihabiafi) neranüéslado sentimientos tan' contrarit>s^aM)<^Aor 
^pafioly^ariáéa«sa;dieí la'iíbertad.- .-■ sn ■ ^•^;^o, .• i 'ji,..,i.;<''>- «>'!» 
t;! ?jE» ifnppsíble^i^eriflGtea eseana^mas^ patétféa) ;y át>i9)'>4iem|to<^^s 
ma^^nQsaqimtlsúf^^esp^ Gon'gre^ rta^ 

«ibn||v ^'^#te 7kiifi»>0il^vdrioa itestigoi^^oculare»; 't€Klos^1^ 
^^.^bo8abHÍP«a']^ritdBÍ0s«)6ÍTÍal6gt*teij*?y sio haUa baa ^ia peitsona. 
que noiesnivi6se;ialtaáimitaoéinio kfritedabentra k>s^déspol»de^Kofl0[. 
h: i^.^'/ü'Lojs'paBapoiitésifberon'^aiidiíd^ estefiderá fes embfi^ad^^ 
comoicuitiplis'aijdpcafoHmeionalvpávarftt^ 
^s^^fe^berlad; eBtabsmoiáfiírmaélds nsonobairedereB) ifld^lBbieii^icéiiitS^ 
^ewip aliiBsmóf 4iein|)9/qu6 tiK>>'hiBJwa* olP0r>^edidr^^í']prese^ 
la catástrofe que la amenazaba. Si españole» íett'>qüiewe8 confiaba* Já 
patria no hubieran sido perjuros, también hubiera triunfado la li- 
bertad , como en 1808 triunfó la independencia. 

6.*" No queremos ocuparnos del presente párrafo, porque los ma- 
niflestos y discursos de los déspotas son horrorosas mentiras, de las^ 
mismas que con la mayor impunidad suelen retractarse 6^^ manifestar 
que fueron impulsados á ello por la fuerza. 



— S76 — 

. lQ»iiü fnéáe oreerrciniad paliibrasde loaiqite^Yivii» 5m 1^^^ \ 
mucho menos en las del que daba cartas de >gmda y se >ghirM)t en 
<{iife siwi lavómñdos fuésm )9hof cadas tn /afitea4Í(ritfn9Q& jx>>» sué car- 
' las (k gracia <ü ciiello'^ Niiigmo 4 '. v ! 

' , 7/.: E^ ilÍ90uraor del réjDíde Francia indicó desde hi^ la iava- ^ 
sion del territorio, eapafiol r y fNAáo de «lanifiesto/ ifiie el^ gciñeroli 
ftafkeés ibaá i»jsg«iir ea un! todo ei pensaaiwnto.déCaiáteattl^and.^co- 
{Biinicádü.áiMfii Vittele desde. Yerooá» en donde apareóla :^r1(iiiBi^ 
ptemento que el ejército invasor de la PBükisidá )delú« «eriDikidad» 
^orelDelfiíD'oaB obji8!U> de)quertiimb)eB eñ eliejéfeito/:Cqesa^^m 
:boaieil7qiiei^e'eoheMMS6 k<»i kHs laurote^ traiHÜh^rHé a^ni ia ipr(ie> 
lia: irref raglMe : fCüeü mUIranoesB» (deeia llois KV Hi: á las ieámiir 
ttab), iinitiidaidos fbrm príncipe: de iAii»feiiliUli/ poi* el que nri )boni^ 
^Qftiaeeidmphidé tlttiharhiJQ mioi, están :pFcaitosé)máD(!^«r.f 

Verntís^piues, encargado al. iepado: de A^rtim do ahogarla üñka^ 
4ad eft el 8U|3Ío;éapañoL^ y á los partidarios :dél ¡rey absoluto; enSpiezar 
4 redet)iatr)SU8<t8^erzoa, agitándola sus eorveligienafíosentedbsílas 
previneiaaidaliireiiio , ^papt que .ler fuesen prefurándo. dlicaiBiiEío.del 
,tminfo.-> :•' . . > • ' • ' s .•."•■. . .... •.. 

.i [Pobre £spañá! 4poiiiminiliefaiiioS']iadQtoteol^>{^^ 
litúftiitflsque ykisotim ihaís áaratostoarheréíoalnenle ;)a ilMfevte p^r 
defender Ifr libertad <' independencia. diAfwisv • >ic» Eidiei^ ^ Qnf sadfs 
y lo$:gefes<del*partidé*clfiri0ai^;vendiaf^ vuestra sMgrqpamaátisfiuMr 
-üu ambician y )su.v6nganza< ' ,«: > * / : •• . •; : ^ ' • , 

Finalisai :el papitulo del escritor iMncés •manifebtando^üff^araní^ 
fQ ék.' vindiearie .de ría mamckaspenosá que Jes haiMipsiesk> el furor 
rew^ionam; y «nosotros concluiremos la nfutaeíon^á -este imis^ 
mo capítulo esponiendo que si el ejército ftamcés, hubiese isltadí^ 
d^ Ja.^pafia parft apodératsse de ella eoimo fikiiio de.tstínqfista [tor la 
fuersa sólo de bustarnla8;).'en buienhoMii|ue lastgendraoiones^/fobnias 
JbjsHasen algunos vesti^bs moteblesque seSaiaseUi Ja «lindad qj^^ha*- 
ittS'pFqdiifrido áJaPrahoia aqoeUa víelaeiion ddidertcbo de^tos; 
jj^ro/b^ibiendorsldo lá dvlvnsíeió |Nn»(«nl»t»ún^ eii na pa|s 

^e c^ttitidm Jtí^re, (filéfima aiaoéha.lian >indtlelÍ6> qneqno hay m^ 
4i^ai)a2;da'l)oiFrarla'ni de e\ptar elque se vaya)tr8siiaáandé{d0iinft en 
4»tffa genffrlkíiidn^i LaiglnrinideiSUB aotoreslftiáTsnlniJa gloria idelós-^íi 
f^QOS ;i&íaiiiipoitlalidad soloiooiÁilaíIosíli^^^ qkíetse 

kmem felices kis^BacionesJ n : ^- ; : .. ' . •.'. . r' -.mí '-:«' í.-í . • .i 

•.i ; . . ; ! ./! »Í.\ '• •' r-'..\ ,.: \' • ■. •. '< i •. ,. '*[• M'Í ^'•j^'jwí- 

.i:!s'- iv-í ', :: :: •:..,. .1 ''•• i r • 'f.í > ,.i>n't'Kl 

•• •.^'. ' .,.•'•;.[! ^. '••?' .'• i! • ' ^:-: .;.''.;! ^•': \i|^ '.:) -'lí-V. :) 7 fií^t^-^HÚ! 



•'i ')|- i < ! '-^ ;:' • « í- í '^^ • •-'• ,.'■../•:>'•: ti r:'AU]-'h / \.;J '.>':f{ í^ '!•».. 1^ 
-tii/f {íí? 1"')' •••! • ■ .' ' ^- ■ . ni 'íw^riKi- rr^'ti^ /'i,¡ I.-Í uiJJ/ ¿ ÍU)KH'\ i"> 

,-• }i.,^ >vi íi : • ■.» .¡íf-I : • o[*U''.%[ i •::';(! '•)> í. .¡|< . :jÍií>:) -j, rv¡:í(¡ :•; i-j oi^ 

(;;t íí*:]' . í: í 'Ij. .•>- \'\ ;/fr -^¿ ¿1^";^ »-;l} ii>:í')^ar n<«.) ui>i;'>-jj[.ifím 

r '.•;'. • ';! : '•?'.;/)[> -i^rr'' (,¡*ü;fí 'ju):) ' 
-U'a o'/:í ■; ^- a )■; -*«1i .".-• i .'U :»i7J K. »■>: s^í:/!»! í. Líi) '/' i^! .- . 

. ite ¿|t¥as y Bessiere^.— ÉD(ra(la d*Íos fian<^^sen ííacl^id.-— l^óml)ramVnto áp la Regencia. 

•-')i';' .'i'^^ .. -.'I i-\ ) M'i^ » :>!í(s . ..:. ".• . ! :; ,.i; (, mí: -J jr/ f:K;:«", Oljíí 

ojeada sobre lek!MQBt|90Ímieiito8^dfe bt^oorto .dle -C^i^*^ diB^püM ^P 
•te)fia)Uft<;de!la8tegaoi<}nMiesliiiittgc^ < ..-. »,:<.;-; ,,:rtyA\.u¡ 
> £n id notMMoen <[pi04Mii)oiiiiroia(i(i0Qeil.«ti<ÉiÍ^ 
tiáftá lefc répraimtebte&)de.l8&/pQte«eiM^^ QPtv^^.k P9lWíWIWr 
joioilijQn el:tniil«teiít)i;rm) k»(^t»i(Sy^iimi\o^(m(Q\mÍQmvmi^^^^ 
«faofíiims;biiindoi0u|kiatoa'el ^oscQutoofo. die» ta £iiiKtfa.^Q(OQ(|pim 

de todas las tropas: quiso presen^rles el ataque, pejiNi ifu4(ilN4Clft^ 
^m^letamenbe y re(rooeéi6 < p4bim > lar. oapiUil i, ! 4íf igi^4ve después 
fie8siéras:SQbm)ClakiáM6i, iyiíU]ipta)ta^9a^ yd«ili^|ak<;ní; .«> . Mub 
i ;> M'MHrcha tlrefv!idá)aeifiif5iieaUst««^|y )a ioimMfWrt^ 
fifion')delf piiebC) de^ Ma^rUh^iihúopebo^^i^efA JAs.GtetQ8/y^ ^(.iqóPÁ^JP 
6spíi)igQl HEíIiMdt^eUi d6-íSüodd}Hidlldiv »pufi»dqu6dftOIS !QQ«ip;^)jW^«4^ 
4e»|plíos)[úUiaHidí ^eMúméútíatmyiWs^Mm^^ dA l9fl(PO«9ft:>pw4Í^9r 
manque 4«llkou>t»ix^o,el!ift9|^^ to9ii6htol^i^<é4»iW«(m^^^^ 
KeivoIüoioaaráL A)pesffir diS(ii9'(Ulaflr(mit(ta9rde kilri^ 
án^ttéateoéilie pan;f6BÍ&«tef«^ •qlératpffmiifito #. T)mmiñm^.S^mf 
él^asianto del gobíeniOi«ff>itti/CBté9d ^qberiifMYiew im%.0¥ta^ 
iftifiibntei»,:(iliieílih(tfese/|iuenard<ie«$a^ 
aite!itfKclofc'á;Ji<«eattsa(di^iH'i9evQlii^^ ■• .^ ; .míüm .-.¡ívu:;:; í-^íí rio?. 



— V7%^ 

"Vanosn^árecer^^^ jiígáron en áqaéí'pensáíBíBijto ; "ptMefü élf- 
gieron á Badajoz y después á Sevilla, ea razón á la facilidad de las- 
comunicaciQDes con la Isla de León. Decidiéronse por aquel punto 
en razón á que si las circunstancias lo exigían, podia tener un refu* 
gio en la plaza de Cádiz ^ que no habia podido ser tomada en la guer- 
ra de la independencia, y podia contarse como inespugnable. Toma- 
do este partido por los hoi|b^ ilfif'f IVl^ gobierno revoluciona- 
rio, fallaba saber si sermldePflfMlsJra'Wf : Fernando VII habia 
manifestado con anterioridad , y de una manera inequívoca, que no 
consentiría jamás dejar á la capital. * 

2.** El 19 de febrero se disolvieron las Cortes y en seguida reu- 
nióse el consejo de ministros al que asistió S. M. 

La traslación del gobierno fué e^ primer punto que se trató de 
S^étitifar, y ei'rey Be opuso formalTnf€tote*eAtamedM 
6o ^né túék liiéh'pfei^íüáicatíá á^á 'caü^'^ afítitidábíi dé' jtótítte 

delgoWe^^^^ 

áqiiel modo a íos medios dé resistencia. Contestáronle' íos 'mraistifos 
que tenian ya tomado aquel partido , que ellos eran los responsables 
á las Cortes, y que no estaba en el poder real el rechazar una medi- 
da de tan alta importancia. 

f ¿Quién me ha de hacer marchar contra mi voluntad?! dijo el 
liioná^Cáv' ^ las! CóHes' ordena$etiM|aj4raslfadoiifideli gobierne , ré[flicó 
^4n%&letat^tHifí)stro de gr^óiayjjuii^ i^tvflimaré ^in esoltaeiurn 
1k érclen de %áiÉ^% ikvm' atado i$ií'faete.^ÍQdi^en9ébiel ; i^^ *v' 

Indignado Fernando cortó lod^:^(iia«ii9í^M^^^ 
tte^^áotídife'éáviO^tia' drdetí ái}(».m^ qae^^éqteen ítbneé sus 

ntartél^áV EsW'OOtíiT^diá^etiFdriai lü^p doiíioeá} Ja»iisehíi:|l6 la tavdér 
M^nÜtíistros dé^tltüi^dbsQlriftn(^2Ercta pantidÉn^io^qüe aeaiíahí 

deí«lil^t<)«¿.' Béisolvii^óá' , tiadsH'í^U^idt« d^^ip^«nilHmul(Faion<1te 
^iiiitíii^l^:,^Wbpoií6rde á W^^^lmuá^i^hfpmi medio' «dedmaisüMleva- 
¿iltíi amadál'qtíe'éjfüdóidiési^éipat^^cdei^ gíMém» 

^'^'1^2^' 'A4üt^lbibécbdtti«^ataeftd9i<$t{)akl^^ 
dada de anaj^cjí^f^á^^ éli^^uyó^^iit09ípediantd¿Í9áMádBi¿B&te^ik^i^ 
-jPi^l^'dér^vAxri^téiri^^^^ Despúe^deJhaiffik* áiejUoitdte toi ms«odik del 
'!Ínk)l¿aFt3a'ys^ b^ftillé^iés^ léales >pwlasnobhrjMiÍHdi ddl cS^iaitef jfaAoiiv ik 
n^kfM^M^^Al ^toázar ««sfóbaicoáftádbcfoboldftdris dé<lt]ieai%&io^¡^ 
^'^]fé^át(>éb^<elí)éld íiijíi^^iiU^ated' «sVcdúoiéMH^ husíiéUáleso'legQfs 
^dé t^mie^^iatguña tésbf^dá ^^ip^tp^a^Uo ,c ^a^rktoniDéttols '^npsanis 
1áJr']^éMás^'}lái« '^^M ^Jntfémtu^mñÚTti^^^ seí lesteíndieFoa 

^feis^bÍr;á#^eS y oddimilpáiM^«ar faastii^ki:^teáii«rarid^ri^,iá^as 
liüéf^^4ar^ñ^l^^,i Pehmndp, ide^m^Mai estobaiMíeQáoGida'tíaé^'^vló 

seis de aquella tarde, y los mimsttrbs^'^^voWieiiDif^A^tofáá* 4eir>fÍKité» 



— (Wí — 

éel Estftifei fiUquei ticto(iie[iatento4o^<m«ra> kujKHi|;^taáMál jfirted6 sin 
la justa veiigaraaiirieéBimhi^^^ €leipHe9iTe# 

piwhar*bi cohiduQtaldél míhisíevíi., EtedkMsequé^iengcdbiénio d^ia 
^mskuJfiflWáoSéViiiaiTjf qoe'elre^iidebia^estaií ptmtrpiaiia em^nder 
ehvÍDJe>'quE)seriv>é)riE¿B»mel^lfr]^ ^^^^^ *>b >';-iMr*'rr{ 

> '1 ReiininUa'^li) eu9»icauei¥Ídad^*UalMá^sidd\i^ 
é&da!SlBdidoi)ideIi49'dr»febremV'i9M¿»^€|n^^ ñgmfSoá^se iinasi^f 
maM'tsGw «t dobp déila^^t#iqu6*piiiAeoi&. > ^DedárafDn iok> médieo» )qiib 
evá iB^9€Ísibl9¿e¿^Qt6e ehypmiflifeaaula marcha paña! -SqviUan' sin pofj^ 
ms^^gtak vksgoiláÍYYdal^delínioHareaL'^ ími- >];>i í.jí'míi-- .> n «:!..>,nT 
o >4i^f nLAíQBaiidÍAéb>4e4asi€iiite9ique (i.*: dé 

marzoi;iytqtjMr)qBbrQ^idba70cM^ lasHstitrl^/' deoid^ 

áiilleebP]díe a4u6ihri<kolatooioir^ti(prie(«i)re^i t^ el vfeje 

jKii0^ina»qu6láii 'égerbici<»<^^i^ ' i^ ' 

}/! -iSwT; ijüciéronseí li£ pr^iaralivos paral él iviajeiii: nám^osac oseolta 
iQéifeonídaúiEtirey^ y la iSiim)¡aiisdftísaHei*bii (te<Madriok el día t^Orde 
I¿a^í0í^fe{i8íi53l;w^íu:;^ib ''üp c-'>>!rA;j'U 'í-í ->;) .' ,>^-y>iuyñ í.-íi'í. ^r^ líih 
t! .El^\4aÍ9(lürálréillfe^yv|k^ veínl^ mü.íh«Hib9er>jdé 

ittiiíeiqias buikiari^el <e»iiiiii9 «fuéldebía- ikwar «U ihastte^prisiónenol 
Jjiicédotlá de>&:Mirse;ckiniptoía)Ideiseia>^ t^íte denlas 

trepas; del ejército ^lile afei)d6(»<tidósptíirteie\HAipeM^ los 

/vo^laríe» de Maánáilireíúlmtmt^ 

«a$>jdefartítieviái; ¿Qtaéiittbiaa 4é4irteataK(^ftjheKitaai<A>]!kti!áifqers^ 
éaiííieaailktorabkibSiíffs v)'< nl/oaq .>?t n./.-j'-^üc ^íb o^síí 'M-^-í '»ijp ohnr.i 
ii ^ lioa^rnihfBtnísqiqae afiumpañdián >i4léioniorea>[süpieron )fli< «^ 
'maii^'Matlcha«i^^uBJtosípI^^gr«)8qs(^^^ 

íi$tíiá»^et&}Mo)hnhSáfjx^ Tcas^s-Mootosii : po¿ ú 

imé^'ñ&iAiJnmsab^ gbvtía^r Irtí iqi^latma^itoda eapera^ut. dt 

JesiiriecQfa»^9iqmr)ei'flikíistk) ^501^1^^ .ofpeddosi ISu|iÍ6r0iir 

tili]i))ieri qiie^uiié) pártoljdédk Yiscaya^ }{'delyi^ñncipadQ(>de» Afetorias<-iite 
había, siiblevadé á £flredriSeGla>^dlgí«». Qe e^lfó^mo^o;!^ 

mettláadóse 'Oop daib»lteíaDfl«<lto}sB[e]psi)s ide >ila vcapiteltfclie rVlatíéiima 
fop Kifviaii'^s' j^ilos'de la aMlte^pcaiBesiieDeili l\s»stado» k^- ministros^ 
.betieoádiero» á:íQ^¡0f>uAlg|»iiók^ 

la)escKril»f if eak, tpseUkailaieslaf i^cUiiGÍBcf já < jdMS) :<nüi [jdo9ciei^tosi i bom-^ 
bres á los cuales debían unirse las milicias*:deniob /disltHDSí^rrdtíf^ 
déi^fiaBáhate ; fihaek^obiailéstaíé pvbcaumcínefo no; labi.bre^^eroii. sitien- 
tbs pbmajofbneiásetáíxmrltaqb^edi '{tartd^'de loíjrffalistes!^ :;dB<dUUfrr«M^ 
<^eí>übvtajais(y^rmi3[iaí»a Qop iíiáícbíi$ifeíJ5áHa#ii • 'í/p:/: )h í > -íanoiv 
-oJBii^ )^FerRafQd(]&fyfl>ttogólá^Sekillatt)> lOtdétabribáf^qsaarjdptfií&ipQr 
iriottnevariecjfijpÉI($>rper»lafi<fíóslrá)|]0>débi Uegaij^iaata elSíS^i >Li^:dí^ 
pu)ladf}fedoeMiil[in»i)6ni>'i»^ el 



emraa8í||oe faBdriafl^Hecho^aerimilUl^iidarato oi . [ ü 

i>k]oa^0sad^¡efdflcii)Q frdB8é8;(:etiti^t(É>Ivap onl¡ri3Íáá:acl9nac^^ 
unánimes de sus habitantesuT^Ldüralo^AIsle) nflssBéMabageuJosi.s^^ 
Uai^teidicteifXKldsj: ^danzasí^: ihkiñtiáQiiMiieíS^ytidmQd clisíe»ié¿iWi fes* 
tejeside afOd^paisQ {écrai/prodigadiimá Aiteatrcl^^rfiíbipe^)!^ 
dad(»ieD;^a:da¿e'rcdblefthi 'tais^qnrjiífn^ii^eQj^iéi) qablaüguvabtídi^ 
UQQ manmTpéisitíiv»! eliésilo fiias^fdlm>tupriia eanpof8áiqüéi éi^ iot 
mado á su cuenta nuestro goJúeoDOma^ekbéeibiiníipQto JiiéL>fanstiflít 
lé)páilt idKs^^iJb» ihqpMBde»nqiie)4iiáiie£iii>tM)diMí)9^ 
«d^no^ esftntuB^el ñcn6i^o>iiá\laí^gRieunraidbíl8'indepe^ 
Mj^'' • • Bn^6«rv«Itefte«liabiaoTeiiinU»r^nf0ie6teti^^ tfpidadpa^ 

y étspaesAeún&^tátiM<\Ki^€ia^ iáe 40íi}be)lé»^.nk¡6ia^ré%jdbl pai>f 
lamento llamaban imattste^iiuriMljdb^llttteidiéiSeivJiilav ¡seftóeiftpanMi 
diá toa; medios dieratetidisr é l»iDeee9Íás^f)^ jaí guerrai. Illa ifo(lera 
iW[Spoi¿iLd9 itotioiiís ^ue<He^M0É;deiDitfftft »rJe^ ^miáüiórlérreiifrédi 
del ejército francés ^ y de los progresos que.diariameftteüaeian^effii» 
iÉtoraod'íd^ildiBsfbna^ El^innistmilesdívié dcBiaráriai gjtt^ráiá la 
Francia ¡oqandb^iTiá U» fraoéfeses'ebtaliap {MwcsMiiadf» dbj ias.íproUiín- 
dá$4ty jei 2*4 .d&>ábrttieliriguimt6idffiimtoífii6presdÁtadQ & Mij6¿f tesl 
^ 1 «Coiisí^erandnq*e^etMrinlqríd)i^^ 

trépase ideV giibienioiliqinités, ^swídMláoaiiioii deíg^ T>^sm ftiqgpfeiia 
d&8qúeiUsiíorHiáUilAiiesi(juft]bali(6Í9fe oobba^iid|fek aibiiBtt^'ODabiiiefr 
rando que este acto de agresión no puede ser miriuhiídDM^uaitcai^ 
una; rtiolacionad^l ^eowidHDdtei geobeb; i y\ ma» im¡ f)ffmlflpbída('Uosti- 
ttdpdí pav»illu Eppaña rjeonsHleclindbHqm{;0iif ( (de^^haiiflebeif «L Mepülan* 
h fuerza^^oéttjlá'iuemi déíendkhdn(}a JBl^¿xidádader)iQiiíiMad0i»f<^ 
ltt;mmflTt|9tfa^y deidÁtigfN'á^ db loMenemigosr^.iqfkíe^lhaibiiii^ 

iradiAp^d tevritoFib\ h»ildmaklkiíá(spw^$cél».h^ 
tx^nscjotdá^tadoí, oonfe'iaiiaiel'Sfflienlo^ S55ld«iih]G8ii6títifciiiit()^lb* 
tiéaM^^t^i^úw/I^gue^^^ «» jBffeetaJar^deokná i UoFraiibia^^firiiNt 

eOliseéuéiiQiaiprdeHory nsánife á bsi aiitrtÉiiAeo ^a>^)etefet£b)él| cpiceÜ 
iiomtatán^fioiitaqvy fief ra r^^ 

poder, y (foeautoiiw él itai6¿iiQ>!de geiMni > Y «deber tanhMt qof 
«bta^ it»id«daraciw ide)^iíem la^iselbiDoidMl 

cottvénieiitoi frádí6ísla:eiiteñ(Mfló)yIbf bacei»ipidllitti)r jíiQÍrcHliuvi^tci 
flíiibrioa4oídÉíteiíealntaañou>i' '.*!'. ¿I ?ni .';>'íí;}íí m^l-A) v>íí-.j-^ ;>••! ;. -vn,' 

i Este decrelo 'dada! » d'»aldá8flr>dtK; Sai^ 
«rmáib tambieki:^or( eí rfarriistroidis Bsladpi>]£iriQritto>Saa^j|^^ ^dj- 
vidando el desgraciado; BennáiiddjVlL qiic^iio íaniifey):mjsia/(|iie;A^ 
nuttíbtia paitt^pQpeií i sib^fif bÉl¿ ^naléM^octeáiá? yálút paite toi i'^votbeío— 
lílirtastcuaiido eim\^^a^á AaiháimiaofíÉtóihSLián^úíéB^^ 
i > ir^áfCóffles >rdoii)Í6r«i^qiiBliftdma^ 



— ZXfr. — 

LoK9)iij(K)!3 füerbnítonc^iénte&iá'la formación dé igdofrillas y.^kíeí-f^ 
pQ^ firandos^ quenb.tuvieFqa ninguna ejecucionj^Los &lvói telatívos fá 
la^ loNnicibn de rleg^ofiies Iiberak^ 

mas que enlaCoruíia, endoode im ciietpoideitránsfugosséeiigatni)6 
pctriel cel^'del general Qnirbga; teniendo muyi^ói^sí modientóg de 
e;iisteDdd<i ¡. •. :: '.*•"• '-- » •. ■ » ^«/•.■•'üí'í') .'".* i.> ■•■: •?];»' ;<';."'.hí 
. TaLdeolaiiaoion de guerra rno pródajci en! los puébids ide las¡(f m? 
daluciaá el ¡efecto que ágmrdaba!el\miiisfid«rio^^ .yjresolvieix)btipafá 
reanimar el espíritu 'púbU)Co.idÍDÍ8Ír un dfiiantfieáto áila: a4cJK)n! es^^ 
fióla á nombre déhrey.lGneemnsi^eber (jranscribirdgundS'^piMitos de 
lM|Qeldocuibento maestro, piiiiáuQk> delaíipolitíca^i^eyoIuGipDiariaíqúd 
aun,<mando;se.^pua(> la fecha de 25 4e fabril,; oíoítderpfliblii^ó i hástá 
Süjt: 4^1 jBaeft para faácer ereerl qtie la decknácidn .de i^uerra. y>. el ; man 
niflesto hablan sido concebidos á!un misma 'tiei»p&;w;' ; ;t i ., ( mí;> 

ot^ f (GspaSoIest (le objigaron ;décir al mondrca)/ Cuándo iNapoIeoii 
dospiutes de haber teduddo.& laisuihisionyi^r silm^^^ elj continente 
euriOpeonos^pusOien'la alferDatiViSíde esdogeríentfe:la¿<dísdUoibivgr * 
Id /ígnoRiiniíf ,^ sin titubear un: solo instante bs •famHiariz^slek) Qomh 
desgracia, y ptn! el daftuno mas didpciLqüe: se/prespntirp delant^jide 
2Vi^otrQSig'«UpistjBÍs ^eadénar la.iVietOFiárá Vuestrife liaddeías glkr« ase- 
gurar Vr^esti^Jud^eádendiaJ Parque qoe.despuea .dértbabentdadoi^i 
(9Q0á)3ídalojde iavadir e] dettet^^deJas naeittdes atiudbsií^e ^^^ dkim 
losi :r0$l¡wradf)residei >óá*den>y regaladoras de laiEuropav noriquiáe^ 
jranf rf»ov0ir<i^n egempWitaniJEanesto sistemen Jéá >íE6iülJtadosqíy< que , 
^l pueblo yacente que sqpo;, participando ^dedoi^ímayorej^tridii^íoa^ 
triwfardei (Ajtila francés ,>4ebfa ol)tener|mas» mirij^eotos ddípróÉn- 
d^ que todo ;8e ilohdebe ái este : pueblo gefaebosoi'iÑof esasiiiEn d 
4M)rtoJntárYa^ de- tares tust)i»s la desgracia (le EspaSai se j ve :¿spues|a 
d<^)inuevo:¿ las calamidades de liina iriiía»on^seniejanteiár}a.pi^nil^ 
vn: >$)ÍAlaaei^uehQ(9)apfirfe desde elibndb de su) fundtoi para.veogar 
su, eaÍd^>eo)nUnida /8u ijandúcioa.ái'íinestrosi im^^ 
rodesMiojos de loa.mimnos<t)r^tigio3 y aitrojáádeióaiien el abj|SBi6>ftU 
lal.onique fiOlla{](arteísecoQSllme^•'M-[^.'^]<:.^ i; ',-;-,;;, auí ,o^--.,í; wu 

■ ;> lijara, bittbfir;^$if aianíliiRmética! desmandar y .dontiin«rto; k^i 
jba . sido. M^ agireáioi^ escandalosa del' gobiernaltafacés ¡^ iav^entandbpref 
liesitQS; tan^vanof ceimoiieshánroaos^^iquieren dár](d¡ nombré^Ünsuvt 
r^^im militan áIarestduraeÍQp.d^l sisteiSfaiootistitudifibaKentí 
ría e^pftñfil,vqiiiieren taiiibiendak' á;^nal%e aieeptaoionelfíiotidn^ 4^ 
yjiolí^OC^.; áini,adhesion.^Lde cautividad ,>Jjrátándo!d^ 
Cortea y algobieínaque ^ieneitoda im¡con&nza: 'y iladél la padiont 
H^aquiJDs motivos que han alegado ¡paral turbar Ja paz del\ceintisien>t 
te, ^jinvadh'.e) tórntofio espaíolvllevaiido é siuafgre^y)JüegO{la^ójsit| 
;pílckift'de.nua8ti!©;ílesgradiftáo.paift.'. : «"- v !•» .icUtíí 1- oi):s> 5 ,.íf,f! 

36 



eUMJSL 

átaiEkiropaáiqoi^ M}saaÍDtt(v^ ^itidalt;fe8ihft^'hedioU»')iJbtM!^(^ 
se3QcrMe? £8tá)ta)£spad!aviouja>.apÍDÍoní]rpsoóa^ «Mi 

laddl9iBi&l$ecbMlé9OíNajrar0E)v:«;g^ 

oonla^ les s^o¿8as'de)üue^tWTe^n!e^ .iñi^^.T* i.l n'» rjp ?.Hin 

litares han sido los primeros en hacer sentir el grito de libéifdd^ i^ 
«D .^mita *de-U vRen^nsiúla ,« tqdáxiat ¡nación i v0spa¿ljé>!Oduá^iiiáid 
¿«Bquelgviidv^'tqae eatiii»ioHidd'dG»íi]tosc9.¡b Gpos^ fi«ét|^6Í» 

da¿iadajtj)jwadaien?lodáSiJ(^ 
^ib ^jTiftdqs^lDSi :ifeiié§ <ifUB>]|lu0iL^j^i%íaiimn.ál. ti^ 
l)iqnJorgañi»ada^^lDs ólüdqilfihob estpaiíqte^ los'pflseeftj^istflaicte^ebde* 
d^tla leyv^in^io)abfes.éncbl eferdeMy go«feideo8fi4péi»a«^IO^ 
sm\ píersQnas jy. 'de ^SHsbiesaá^üo dosí^ib»yi»i é ki íími^i^fípi¡^<aik 
sino por las eontridKfNCÍmlesrwcegladás poii'iSMi4Qg(tííffloíSf i^ptiedéí^ 
m>^ iUáérvéíááo^ poor ellos initoasvó^por Ja3 ' (i^sóbab derm] oátigan- 
ih^enla re[iartkkffi!i^a^ioadoBÍdp'acf^ i ^<s^ 

' 1tvídádi^)á!SUí>iadRl8tria)i^8¿R» abi^lútodtís tds caMtiqs <d«t lá^^t^ft^ 
jri»;'(li:la(glmli i^.dela >l(ic^^ , -y no: se^it)eMibé^solir9*<Itt'ílÍérM 
ifingÉPtfIsér faé«8^i»Kpesia£qrihr^!^^ > iíjí ik >b 

> j' í iJS^ü HOiafalo á Mij oolodadóí fibr /laProvidmeta é'McifJ^tíí^mtk 
iMekíil^magadnimsy.gesifeniBf á qniett toxte^ii^fo'^ébii^iii^MfaM'í^ 
mátti^ aaib^pttdváila^obtígadeDéslsi^adfii^ ^ri)tá)^f>¿Éiíi^ft 

^il»s;^mfiiE0SGp>^sádriflciÁ8 qne'káib^ h'eciio.^f »i'/i«ií0<0ii«^ 

. wf impeoéaiíiDeoidídaá sdgw Vitestrla .stiei{t(ív irtí iQui^iNpf'^^deb» 
iMcq^ibtroB Ivotados y)cotiyeqios (bjien* que atjn ilo^^^mn éri)^^sté 
fiflirgpbái i<itó>ígalúéma^nqtt^ía4liellódq^e' estén*) odí^niesüid^Iá 
GoQ^itÜAOo pMilieadefb^ nofaüarqidá;/ LoS' í^ id<^)U^{fkit9«Í^ 

i^6U9fíihaif*'r6iiiiite{pára!perctemog^ ai*i«stl'a*)S^rluiO||biaYtí^ 
oableiiyiteahcraHo i toamiiriiii Irbcrtadi per pi«4«ktft^I<fe ^s^aHíiittíddá> 
jí^ysem^B^ñáiísioift&l» db'ts^ie modo ikn^iie^Idl»ri|ñ«fiddí^'niay 
partioidartnaate^ é tmirfiéiMdaj^ ¿PiénsatD éasm queche diridsutobléd $ik 
ittoMi pto losiiOuaiésiMápoteon a^SiOin^aseimliiliadc^'nii^^í^^ 
mi amigo, me atrajo á sí para prodí|pni|^ ta$iíifd9ff|Aífi^ 
dcístibjaéMaide la eori^'t^^Nolswiéétostníiimc» ptíntí|$k1o^^e du- 
i«n|6> 4»to tieBúpc>r&\ tíranv) bbi^^Miardüí áa ' «mft*p$¿toii^?^ ^Aigl^i^síí^ 
poi^nii )Aefedm<7t ^riá) uzcnLqueaníe'asiatialporie ^QSpsTe^^éi-iiíáPidA 

di imfií ti)on¿i( iBiiiBdipMHk)» if^^ 'fe6nibi^>kfiiaciaMei y^láráibi^ioáá^ 

Báblan kb^ra^ideiimttbkntMln^^^ ¿sa^M^? 

¿eaibtqud diéroh sli^yfGlé'NápMesJ lái^Jm^e 
}anb ornijMr iiiiiguoatideilasi^protffiG^ ^aé al!niofd4Mi)^dbf^{kíkk^ 
padóá9!pj»aiiL6S^ba^iH:gb aéimrñémétifev^siii^pilébMs]^ ¿;1^^ 
haber sidQ el fautor, el instigador dé^CpdMilasi^v^Mkia^dcPbdA^^ 



|e9Ti^fii}e^$ii^)f36nbajo^üfi fspeetoljcb oü») habi%tíciiar<i«sQiidr 

^'^[Afihiüí^VA Qdt¿piroltie|[^oB,(esfc»disfeD$a!(ÍM jn&'tséxida y^tt^icle- 

-gfS^»; .Sokt poii)¥Psi)tr9a^sQ3i rejiy do Aedéo^rlo itiásiqyeitoíraivba^- 

tros y con vosotros. En la paz, en la guerra, en el reposo ií^nrlbS' 

^ífÉÍigBW^yiíTewífiQt Xí(^ibé>i^aímkráifí)úi^mytei'. cotetaírter y tfiéles á 

-mi^tmi4migaix)4t din iibdri^^ lestav&ifc mejoncguaodiidfis^ 

>P0R vqfl^tro» gué por bfeiayqiiotedíertiemígasjfy kjuí^oís^^^ nesptí- 

t«rJmádytfí)qud fctóoflrilmíioi jorada.iicpie seraje! infetrtttaXiritoiiitíí3iis 

^Vp)unQ»d6$i(cmpi}ichosaB;y()^ s\x pabüeamhúmpíau^áú^ic^ 

cordíalmente, como desde este niomenlo quedo yo unido con;>tódifS: 

irtMWe#w«'«eQí|)irooamenleJit808ospp 

-r^tji^i'jpe^Dos |]»Mddá dkalkiiEste ¿S'íHainalque'lte^fdaetíDSf^ra- 
i$}j9i#^pvb bk$i,di$Quáion€|s e«áieslaiidHBe)4e^'9Rb»!nós,rpdrd'^^ii^^ 
^^m^ffid(iíxAs\íx^'ít^aym mierÉÁ,'nhá&\hí éofanka? BÓHwa^ pefentoníis 
í^y 9()ist^gtm(>ft^te ConstitacMii ,ijpc9'qiiQ!oel^ l)eyi'loDd«)|ieBli|l, 

-)yiiPíd4r»d8oppirq^p i^taGá^ ^ügcidSs, déveecibs 

.<í$)Sttaíjtm Judepeftdla^kiíiH)! f)h r.oi'ir.lnii!'.)? pxh] .uml '.)!) n\r,]uíu[iL 
-.!ílr iiSiie^itif^ne d0{fct(^V>^n<) «^la <a ;joá':in0naíÉcas>'dkr.b |Eifttepa({á 
í^ifií)«ft Hk^ elijbOEnegiHos; jrléóíbreUotío topando tíloa ^p püevdfóOidpl 
f»ips|j¿ltaj íe te.^ia«íi<aefll!y;de'la:£üerra^'d¡ebem^^ 
. ; í «f »A, wwtroílsolanieató p6rteiie'óer.fes*a; obiiav^'^ !& nefocipacemis 
cuando nos convenga y lo juzgHetn0flmefoe8arici:;ilo iquo^^'nosilimpiírfa 
> ^8 elr$er* esp^Scdes ; seárhaslo'^ífti eoirazoa ; l udánscfiíuefl^ra? Volünta- 
4ws,r:y If^ipaJifiai • sin;<^udas^ ^ dbc^alriá y^ k- libéttad< ^eráa saivadasr^q 
• rM^P<^'08teímodoáenító destnriaaaWéspBrantes-queíaHDDfeiíla lai4|- 
.Jl<^tíc4$ii46iQues(M)S!<6|kef6%CA.)£QCJEi(fatí^ 

^lüP^QfH) q»^ no.podGin€)s.rteisth*ljob, íeiwátan/ooií »de»tra'Oobtrdíp,-atíp4- 
» ni^do que »o leniímós el yatoir isiifiHenle larki haDéenles frente, cuéirtan 
»éoiii^9M??stmiiíivisionifrtéri0i»^ Stt|x)niendbiqUe rio terieráoeihaLstaiitepaaon 
jppa pQiierie Ufltéftoiliwjf.ewéntah énTiUícon putestrb awfefñ¡ea*o>¿d- 
j)9ÍiiW*> que nJogunfe otra, poAeiMáaiCieióterésaráppr nuestó* swrtf . 
» Confiando en esta idea., que jetóos' sahaa formado, de^ünaiobsdtt- 
,10) njtiljjA^ por. «udstrai iparte , : sé iiitagifiao íassobaftljaros ipiteséálando 
. iPMtf a v^i^troa Á ^ Jd$ íOilanM^sl giáfe^ ) f Aosi miamus ■. so)^adQsi qüci fuellan 
;^^>0liro4ifmnpo tosiinstram^tílos ci^sideLqutórespsa^ó^álb! Eoroisb. 
.^P!}^0$<^Q$. Sj^vIéJiJaíien k&^ ;. nai^ieihaípodidd'PBiler. eo dü- 

l,<feijiVíí€pti«.gwiQr4»ft re8oluowa/No;-cfipáñak^ 
fidelijppiidcrtior w>llama/MíBl fJKinor.^tooitonai k) jáxijq% MV.ii^slm''seguíic- 



— 28* — 

i . /ftj<}iié vengiA e9M.tenwraIios^ jlossoampos, ;loS' précipiciios^^, Ite 
^savenKas', los^pozos y las^ mismasooasits eslán aun cuUettas de ')6^ 
^Iioesos y tefíidaii oon k) sangre de; sus predeeesorest que'vemgaa 4 
-fisp^imeniar kimisut» pilarte supuesto' qujs la faotnafiidad j la Jui^ti^ 
cia no dice nada para esos corazones de mármol: ai ifiéMS ^ é^tei^ 
-winScilesí servirá -de lección y vosótroá. habréis per' vuejrtpo iíúblime 
sáci^cío y vuestra Qo))le ooásiaiJeia aségiirado¡ ate' fiaek^h- bü^ liber- 
tad ^tttíjcaviá mi la dignidad de mi corona yilá tedosi b iüdépeúr- 
"-dfenciaJr- fq-'-: ''> •. » .• '.■.- -' :?•> .'«-; ii ''^ .•'>"v •:^^ ^í- - ^ ^ ""' 
(> 'lE^te^mabifiiesio^sobreielcual.clieeinQs inútil bacermiogtina^iiíh 
>ífliexiioni,; produjo sobre el pueblo «spañol^I afecto directaiíieiite oétar- 
"tr^rio del/que ^aguardaban, sus autoiles:^ pisólo sirvió para masíéon- 
vencer áitodoS'los buenos ciudadanos iditrránia dé ld&(<iórtes; la'és- 
. davítud de Fernanda y la néeesidact de poner uik término á tatitos 
:illJaiéSi^' ■./•:•• • ? ./ •: '•• • . . -. ' ' . - •'■ •':•' -■ ^ • 

o; 9*** Sin embargo,, mientras queiestasocuirendafiteniáii lugar 

€n^SieviUla , el conde de.Abisbal encerrado éíi Afádríd/ cuyos' alréd^ 

- liqres estaban oaaUftuíamente amenázadfos por kur trópa^ del genekl 

Bessieres ; se esforzaba es vano pbr fenniar m.ejéroUo^cto las^tlid- 

.^ ^oe teniar á súsérdeines y ei^n los cuerpos* piíovifidiailes^ dé la 

> Mancha ,Totedo>, Avila, y Madrid , con' alguna) tropa d^ícábialtótía^é 

infantería de linea. Los voluntarios de todosjestog distrito^' ^ooodtB- 

úpuístos'lpata Hacer ifrente: aF ejército francés i patóciani^ntók'bfén dis- 

ípueslios^á seguir el egemplo de las Cortes y'b^soar de> é^td modó'titi 

refugio en las Andalucías , pero estaban contenidos pot tó troí)á de 

línea que en sü decisioh por laGonstitucidn, se indignabáT^ de la ti- 

bbieíade: ¡sus- conciudadanos mamados; i r.¡ i » ^ , ¡i , í. « 

JiüLacgoqueíituvft.Abisbal conodmiíento del movimfento dé faS tro- 
pas' franbesas sobra. Madí^id- colclcó: todas las tropas de qfú<éf 'pedia dfe- 
pbner sobré í las ' crestas:\dQ Soaao^Siérrá y Guadarf atna • ' deáéM?^'^^.* 
-ci^oá la daipilalique se hallaba aíi^enaz^da' por lai^ oolut^tíÁs-^Má- 
Ilftas/qúerécoiTianlas provinóias de ia' Mancha y Oüadal^jarál' l^ueítés 
lídestacamentos esealohadc» -sobre Ja oaíréterra de Valládolid á? SegóVla 
•tofiupaban la'posicio» de CIpellarv 'Olmedo, CJoca' y Satótel* Márí*' de 
-Nieva. To(fes estas ü-opas ascenderiah á tinos '8,000' hobbresí ,• 'que 
.protegidos por disfoiiBidablesposieiones,* éstabanf íftn el icaso^e^pO- 
ner una iarga y honrosa resistencia. '• í- • '/ 
t.'i AlHsbal contaba'CQii uciainfínidad dé mfiles'de'miüciatíóé^^y'cion 
üeUosicubria la. guarnición) de Madrid. Los: oficiales 'que habiaehvia- 
doopoi todos los pu«tofi| de'su íín«a militan i^ las Japremian tes órdettes 
á' las. autoridades civiles para qne forraaéon báítaüones de voíütttafiófe, 
^ de JiaS' cuales. rio^podian.d€8entender»e y oonvenderonbifen pronta jeil 
-genei-al.eii/géfe qué la- Cónstiiucian^ española í no 'era taíi qu«rida**á 
una gran parte de sus tropas y pueblos de su jurisdiooiew;^y quécíra 



fiiuiacibhtbyonibte 1 )y al iéfe0tó>mvi6 al general Zayasipaáa^que^Be 
avistesér- 'cqn*6vi A'j Rír««<^:¿ii}]tté daiAD^l^ma^ •!-)') >'''^i. 'w<- ^^ '! n.rm ■ 
/ , vM:i}7:de.rúáyo^^^ Jgay^ien- Boíftrdgdtál pifnd4- 

jipUrieoiryeoéidQ) c4 (xmlei^ AlHaiáil y! to muiiiMpálklad ^1 lo Jm^á- 

siUei ofbetilos sepiai(ttfehdar<^áíM«dríd r énlvf^- 

gadela Villa; y que para mantener la traiiqúíttded. y^>asegiirfa*ilti 

^iSQDserváck^ dq ids lésUtbtei^iMtOdí pübüQo» ,: -pedniEüleg) odnoiffdiese 

üe^querqüedtífte «lar gyai*iti¿iotl'^6 tit^^pobs^Upcionaies que sevsh 

Iniamniái la lleuda de^ kbfton^ #if[iiná¿ 

«etapasjqiiéile q\}eHabatet iid^^p0dMiinmAnir ^^Maidrid* hast^ cdíáí4>. 

ffi. iÁliAli;;«e)d(gií^ao«ptor^fanpiy)})osdoioü:í^^^<^^ tdn 

yn^nld^cemo^^entira^h k9itro|jft8^irÁ)0ft9n la ^aráicion} eointihiek>* 

-nalde-lifodmd fmábrabtedtf^ sifiiEfeyi'iiiGpaií^tildft nt peif*- 

«q^ttida^>éftia dire(»sii[»t); :i|ae i su^ gí^B'desI aeomMbiisii segnirihasta 

él ¿6¡ düü niayt)' áias Iresidéí^btmatñafia; 'desde)^%a>liQR( püdhinlaflar 

- ;Étadadá9.'3 i.5 r: /.v^n .^ i-))-» '^i.; <)]. f:;-i' , ... ..,.);?•>?..! ¡-.í ó;-/iíiu;ía 

u'M Jleg]ies6iel»^enera('ZayaíPá! Máditid/^n dqnde las totiGitfi qiie 

.eomhieia^ llBiiíiniU'!de^jú1#) %^ldié^>babilante»i porqaeieseopal^^^^ 

-dél-yrfgo révdlocíimariov •; • > =N'.* u^'i •;•• -i ^ «: » ^u/ ^»>: -ji..; «v,ji»I 

.)! bnpórtáátes' aodeciiiiient(»i^liabifi?ip8si^oídiii»fA^ 

i conde ide Abisbái^^ hacendóse vdeierniiDfKloáfaDODdUrip^ 

porittedfode uim; pmoiáma á h^^hahifániÁi de¡ilfadi^dv4a^QeQe»Mb|l 

én qiaei se i^ncontraba de abandonar ;la capital al «jarrita iranoé»/. Im^- 

bia esrcitacte ia desconfianza de ^ Impáaiqucise crpiafii itanidas^iz^ 

otroi objeto y i^ d^'^ eapítci)aTw tina! carta dirigidai^'ioeiDdeiMoDigb^ 

:%sS6 poUtioov y^ iá etiifl né temié. elcontimnioarle'iiiía'jdpinfilQfrlaiD 

dea&n^^bfe á k i»|i9a» éonsllitadbnalii^é la jcoal haftiía \sidQi\eft'.fó^ 

iiono dé S4ts'>inái&' airdientés 4:iampeonés^>r.aunientá hasta talHpuúJGQ^iel 

•idescdnteniío de^os^áoldadcfS', que para eseapar de> du jfunNí/'.s& :MÍ$ ití 

^'la.preífisídn éd abandonar' eit:éjéi;éiftoi4eI 'cuirii eiia)g6ney^^ ent.jgtff, 

) para' rnf liglaiÉie^ é >lii : i^^an gudrdia^e: 1^ túsfoa . franees¿s;J £1¡ . ittaMpiós 

-dB> CastdUdds^fKo^'^ué elBgidi^'ípáni/m éjéjrqtcii/dei'ma^Sisa 

ioonstitücionid; y dispuso ^6Déi momento; )quéfitddas>iasítropaf maf- 

clmisén sobre^Toledo y én direeoíon de!lás Aiídalutíias^nidf^níjbg^ain 

)Mac|rid de ^gaamit^ioh. algunos batallonéi^concafeiUéríaií^ufiasíQM^^ 

tas 'piezas de artillería. Aquellas tropasg,ms^^!mficíeirt^sip^m')CQt)- 

tener el pueblo hasta la llegada de los franceses , fuer(m>:p!iiefttaajh9Jo 

iás infnediatas'ói'dei^e^^el^genéhil 2^^ ffuehabiaicóQdüido.'Itt ca- 

i'prtuiaeióm -^ '• ' = ! •'> > i-' •• :/> >r.'*) .' - /' ,:■ /: .•::/> i.:5..".r(>i rÁ(Í 

L ' I I^nlre tanto los valientes que mandaba BéssSéíses td6spups^df)ih«ir 
ibér.batido en Jaséerpaniás de gigflenza la ret^guardialda BaHáftmrAé» 
se enbontraron'ooB la- división ^él gedéi'al Obect, y .beuAef^ikiKm já 



iHanjfler.fa»iiafDedíádone» <te Alaafi(i)iyi AaJl t^r/el ^úrdor pMriótkd 4^ 
aquellos soldados celosotuppr^eflftr^fí laaipilínl^rQS eit.laHcapítal^9^ ao^ 
4é&i(|iiplia»!írclpa«ffancjea8$v, '}e!9h\Z9 M^ntí/^ y 

/é);0O da-'urajw se^f^reseaterQaieB.la Vji^ «jtttfaa^crpcnhliáipiiertasjii^ 
^Aipaiáv>!Ibígabdo!lx|Má]ila. «ille-íMa)rOI: ^O^okma^ ^cplémvgiinrrttifv 
-quBdHEflo; él A:e£io;dei3us^fito9a^;&tbniardAs .otiibAUilaieaf c»4&i^ jéH»- 
ifia'iqiie:iiemo6dniUiJciada.i ?•.. ¡';!'.j'ir ;¡i i;ih-¡ ^l;) y :..:!!'/ ííí ^íb ^y 
o<o! jyioitardó><niuéboí[tW verise ROiteáda; la ^tiiopl^ lieí iBessmres^ 

iior^itfDfraaas^Sfniptíi de país^as) tom 9taüais(smo\^^^ 

Múitíí ptHTtbdas; pártese if)imd¡atáín»itm i^idtóiZayasoialjepcHixfrtDo 
ídtf Be£pÍQres(yjto:diói á'iCQDmer^(e}(iQqnivieiúPv;¥er^^ j¡te 

-oó]iebifr<eaiii<S;)iAi::Et. el daqu^^ d&íAa(^«)b»ma^ £0ss«er$a íoaistíáipoq- 
-qoq le eáilit^afe?álgiiina» pñest^^ide^Ui^C^pilalfvofrmféb^^ gaifan- 
dlk^'la itmi»}uilídMíeott> la >bydiida;de susja^dadMi^ pl*ertá£Éio9e)A 
iKtKinédttr pvHTilas^obseiVadjopea dtí:g€xt6v&i^<$daa^w ElptteUo 

manifestó la intención que tenia de favorecer ó apoyar la eabtadKlie 
ttop nrabstaff. «JZáyabiqiie con JriUjiM proloQg2lbi».k:dÍ3étts1an palia dar 
iliedipoiáíiqím' 9& :EeunijBiaii!tfuV8(fl(¿4Q$ <¿)M$ seliíattabadí dfepéiBo»» 
luego que ios vio en formación hizo cargaroau aáballería ispbveiUiB 
iTesdistas'qur^otipabán «dgmnps} f]ídestos)tle: ila oaHa de> láldaéái^ando 
0toden>áíUuJÍpfaBteríaBpai»¡i(|aeTabl6&6e.á Ja^l^^ gihipósidel 

IfriMsanage/^Bdipteúflidte Béssiüitesfly áud Mkibdos}]m:.d^ataá|»€íbfa9- 
-<Hii de'\in eñeiliigóí^üe let fefarstíperioi:. aaiQÚrhero , ; fm dafendieixfn'vi* 
rgoresamente aioproQttnffiiprtdájSti pelÍH(da>lmáta{q«6i¿iivkÉ:oti vengaii- 
<dpi>ie#loa iocmiatitiidmiále^ á loa jeoittpafii^j^M^p])^ bjéiantastoiaelAo 
íio^uislmBqtei Unaipai^edeldestaioanífianto ((ue^ bbkéa 4)eDoirMq Kbsla 
(Ik^'^mna del i&e y 'hho' pnidigiás dé Ydíbru ioskfaésttoís inMefea^Ly 
2^raidoi^nielit&'atacádo9.no.pudÍBnm¡aD(^airaiM'b«r> salnacMci sinoiien 
r|alúga.1Via0 de:)tre8eren);o3^patsaqoa c^e.todasi bdadi^^jf^ a^SüBifiíeién 
.vl^iffas'dieaqueUaftoestá jornada; Jate luego! t^^ & iA;;iRiii^uiio 
^é^íiwimibibta^de loiqüenac^ate 
'i^^i^ffebmat^uési^deLaiiiasse^YmgrcijfM^ed^^ 
-^pdO pít^ *que !re%(biidndo ; todos loa détaUes , )4e< [tífforn) jma íiQaixíaiiitel 
»^I:ad<)4<!Í'la1Villaj;(4idéndoIe los medios (de evitatitiiMitas {de6gla< 
^taa.' tjft pre^eneii dle este>oficiar qué luái réeibiito ora una iespeidé 
-de )embi;ia^iaas^iieoiitr|biayó>podi^iX)$amknlp/¿ .eáiniiit büsfem^sGéBcia 

•l|<íil^aittill|l0a* :,)!.'!' ,^"- '■>!■. r.i"i -oi j., ».:-.. ^ ^ll f>l }.:>.,,; íhrjtiU ¡ l-v i'i.R^l ' 

-n ) iC).o iEi';3Sjde!ÍBi^oiJ^ ranguaiíjdia. dell()»eri»o;ds¿)ijeSQ^a:que4iá- 
bia forzado sus marchas á consecuencia de las órdenes dadáSífkDíiípl 

-ftixtí^i^mtDé en libHlifidrálas(iQÍDCO;|de'lanJbDa su 

wnXáí^htSé áí)laiireE!J^tire cjr imfdc^aik tranqiiiUdadnda^láJOCIp^ 

iliiía'lítí¡gaAa:ide ^a.dMfiote'Q^ Ilég6<toiiitíiiiift!ett)olrimamo.^im y^. 



'^ m -^ ' 

Hasta el momento de la entrada en Madrid^ las provincias iibre& 
habían sido gobernadas por la administraoion de una junta provisio- 
nal instalada en Tolosa, la cual seguia el cuartel general de S. A. R. 
el duque dé Angulema. 

11. . Las funciones de esta junta cesaron por el nombramiento 
de una regencia hecho por el consejo de Indias y consejo de Castilla, 
reunidos en Madrid el 2||Mf'I^^TI1l|3C|vii*tud de la proclama- 
ción de Alcobendas. - '- ^ ' * '^^ B Uia SI 

Esta regencia^ á la cual se la conñó la admipístracion de la Espa* 
ña durante la cautividad del rey, fué compuesta de cinco miembros, 
á saber: eí duque del Infantado; presidente del consejo de Castilla; 
el duque de Montemar, presidente del consejo de Indias; el obispo 
de Osma/ el barón de Er9le^ miembro de la antigua regencia de 
Cígfeli' y CáídéfÓtí; míembrfl de Tolosa. 

Instalada solemnemente la regencia se reconoció por presidente 
de ella^l duque del infantado, é inmediatamente se dio principio á 
la organización del reino y á Tcstablecer los ministerios que existían 
antes de la revolución de 1820 ; colocando á la cabeza de diversos 
departamentos los hombres mas conocidos por sus sacrificios, firme- 
i*''y'líí<i(ab#«feibn':*^i'-'i'^'''': ^'-^ ■^'•■'>íí^^''F'^ níviMirt .oiip ?.jii¡rrAl M 
-iK> ftósj^B^áe'fASé^'-éiiWáatt^tíSiSJíaíftitiS^ft %S>«HWísá8ÍQkft^idé 

^ídeM»^(l^ éem' ekt)ltk^»^géttéf&1ei^^^\rM«t^élka 
l^bi^Iiállft pé'^^di>'sd9 ^}ékÉ íirrtiéH^^I eat)^itftidé!í>péi!Ml^^8b 
influencia moral, estuviesen en el caso de poder seoéiidai^4álá^(^elia4> 
«iM^^del<^(?^^\3F?hlk);éé#^<^f b^üí^é i^^Éi^ttiídé-fáie^déllue- 

«> ' >UtegSMA\* ^rticfpafrid^aé 4()§ $éttt!ííÉS«nld«f Mél^tim^gm\Sé\ 

jWtftÉíiíiWlftlb-'céhlrrf^ dfe láfí«íOftH|í^ 




(^ualeé^décian (fi^'él m^YÍ^ (Á¿Íeibk^eÉté'mñ'Íb§m\(ía^^^i^^ 
MJKS i«igobíeito(> 'éótí^ittecRkiáP,'-4ó^ át&sp¿ríetí&b '%élé^'i)á^klá 
íTeeSW Wgfenf(?¡tt'«6íiÍRU¿sW ielo^méHútiñb deÜa Aaéí(«J^ c*6h*<oi^4*¿ 
se compniéM'i^ Mh éVi^^M^^mE^^miJÁá^^ 
keóté,yést*í)Éi1Aréfe8aí«6'én la libeífeS^^^^ 

^iéAtéeM^d tl^iUhfb délas atthsii fMíti6éáás qtie tflfii sáMátnétite^isldk 
aa!«'M>p^(Íé'kfet4Vfte^^ Y ••^^^í' • /-• ; [ '^oví'íA 

-uro Oí/;,;:f^.)n>r o' í ..-i ^\.'^'i^ l^'.iíH'M ^l. k.)'\\ \ :•, .- :y, ü ,-,is:¡d 









íí.^il 



:M <Í-íí",.:í-í '• ' ... •• -i) ¡.'-ri^jsi.í! í'gi«v,/: ^1. I.!- -'.•« !.; 'Uil'^O ri 

La verdad, debe iardft ó temprano triunfar dei error? 
•■^"^- ' - ''^(lelacilutónJa:-- 'í^^ ^^^^'- ^^ -^^^ 

lH.¡-'i'' ':.\^ '<' : ;'''.;^«:' ^'^' 'i- ■ ■{ \ ^ ... v -.::./: i ♦w ft- Í;'-v'1í: ^^(^ :;1 

i / Después que fueron espedidos los pasapórtese a: lof jn^py^süe^r 
toptea s4í5ílas<pole»QÍap ?^\i^^^4€^ffxcr;i^v^j^^^^^ qni^ÍQ$ cu-- 

brto, 1 y- í>mpezar<ín ii i^menjiar Ifii^ esflerao^a^ M partid» ri4^spl«;^Si 
faiCiUtópdflle ;t^ géni^ 4^ jiícvirsos^. Aíií.jfiié,; q»e jí» Iw J?fil»>oá¡l# 

mandado los pasaportes como cumplia á verdaderos ^^panoí^s q^f »g 
pifibidQ; 3wpn\l)iir i un^ rafaepaza es^aqgera, ¿1^9^ ijjputaf^) 3dayedra 

i^Qanwdfs dfi apfwr -péftiío á/teíP^iiSíd^^fiioft .^ >ííj^!^í hsiailla4€«,p9r 
lof Mwias^sfj ifl^ pasiKlqs kfs pi-^meroíi . íní?inentfl% de }?} J^i^Icmp. b^ 
podían dejar de conocer que no ¿§ cfíqbfl^ £^3ufi(^ni^^6}pi6&t(^ 
pnra>4«feí^d(9^B^. cm i^^gm^^J^l triifiifo. Sin .^mliargo 4k Wo y 
«..pesflcideiqué el c|i?w^ jesfeb^ e?ihftU3to,j.qufi.i\o.l^i)ii?rof>$.sHjBcj§B!^ 
€3ér4füayr:.4|tt^;NfiPÍonft9:udf4.parl44Q lU)^íil,9!e, ppt^i^ de^trqyjBjide 
^nive i^.íauií.fieíHadiftíiabei- Qscaíipenjadq^Iipjí^r^to.que^^W^^ 
Íii^,á;J|aiU^yafuoR;del,:tem^)íiOiíiL,3^^^^ 

i^ ^^leqlados.lí)9j|MirlíÍd^i;ia^{de Iftié^ ycpnta^^(íp.»y^/(fpy^^eguríd^94 
4ftí}fi.ÍBvasi.wiir?^efesa-^: jengrp^ipR ,|as pftrtjdasi.qHfi ^mu m^^l 
Aragón y las Castillas y ^euniendoií¿,f^erJ5a$.de)^n|(^.4iO^^ 
al mando de Ulman y Bessieres se dirigieron á la provincia^ de Guada- 
lajara. El capitán general de Madrid O'Dalí reunió unos 5,000 hom- 
bres y les salió al encuentro en Brihuega atacándolos dentro de la 



— Mf — 

pmcia>«sfiilta$de€áleaioieaquil gmmWvAmTíél étxúMimekajd'^ 
fué bastante caro para la causa e^iifitttttcié^lj^fkirqué ád^tí#^ 
haber aurnentedodhifíierza miiral' del enemigo,* ttrv^ táftíbíéÁ la (ícs- 
graoia.de pemkir b at^tHleria-qae&abia'sacaldó d^ Madrtdir ' t^^ o , 
- ■ , Los: sucesos de: O • fialli y la noticia; áe ofició,^ dcf qu'e éF gobW- 
nb francés cmbpUá 'Cóo elnoüiej&'ijat daba€baleáübríaiúíd^á Afir; ie 
VUleieel28 de setiembre de 1822 desde» ¥ért)iia; feíi' que te (fecSar 
^entraos ejeeptFvainkhté pos «España) » 'pusieron en' «¿ nebfyffiéá) al 
gobienaorelsoiial.no obstaote, didpuáo^^^:^i 6cíÁú^át^ Abidbkl'se 
eQcargara^ninediataiftente de Ja MpítañGst ^ general; dé Madrid y^ ^áe 
b{cie9e^t^iijte;á«fie6siereB y'^Iman( peto testos partidarios á Is^salida^ 
deJUáflhal.tamáro» dos dislalias idi^^^ • '.''''. '' ' 

V ilG^mo' las cdHeS' ordinarias^ estiiviéseri p^áxin^'-^á 
tareas legislativas, el i 4 de febrera $e^^ütorÍ2ó ál gobiei^ño^ iríidlá-^ 
dArse^i puiilotfiegui-ov>de ácudrdo conla dipulacibn pétUlaÁentei si 
tas cérteábidiían^teesaúlo; pero! biifa 

és^^lotafonr el cbnocimiento de jéilalosieneniiigós pa>a iálimídar á Ibs 
débtteft^ !f hfi: hoiiibre»{C0mpiÍ0n)eti^ á deáíiték^áf^é. - 

: !¿í.? (Si^mpm han^tt^dé Idá ej^paflole^la de$gt^acia>4é frácdó)^lár- 
leoQ lóardioHiénto^ másrGrttiéo6!.La saoied;aNltfnas)A|iidi; á^-qüé^dicefit 
piefteBecia etiminÍBtsiia, lyilapsockdadi laiidabüriaiía/'eñ'^dbéíde ¿sis^ 
lian los comuneros; se estaban haciendo lo que combri'ttíeutesélfáma 
uúa' guerra átmüerte;perb ^e^iibsMro&ikiitenemob pibr ü^ guerra 
áiUn epqileos, icemo vamos á deiriósUiáiii^ Cerradas laíí córfes éátraor^ 
diñarías eid^, de febrerov én cuyo acto reiné el iíiayof'sílénció^,^Foá 
inlm8tro&^ como S. M; no ftablq aoncurrido ájia cereménik/fu^rdn'á 
daele parte de:jsu resallado;^ tVaritos^ fueron los punios '<|ué 'étÜeXétdh 
á la consideración del monarca respeclo á los asuntos interiores de 
la ílatíotí y muy pisírtículafmdkte ^bre &(ttecésidafd^^éi póiieét fe'pér- 
sopa ieifciy>' las cortes y^ielgobierno; en ttnpimto V^rtifioádo' donde e^^ 
tuvilBséávaí^brigo dedn golpe> de $0rpv6$a. Algunas 'éünt^tlacioités 
hubo ieotre el 'reyyei; itiinisterio por negát^e SI M9'W'üá satdh dé 
Madrid, «perot aq|uetlas. tsóniestecicééé 'fueron c^ 'fióda^lámóídétaciOTí 
q«e lÉamk la i^Tsteii dellnohavc^y- éití^ 

cacion espafiola ; refutar la mal sonante espresion de llev¿frhMadb\ 
iseria ofender el bueitnoníitretlii Mballériámb ti d^lf¿ádé¿á de loi^'es- 
falWeS>y>fetiws^etO'iDpe(k)nseHr«^áiító ;i; i:;:i: ;«u; ío^ 

oh^.€c^íU)sulpG«lian'lo^ cotatti^ros>:qúd>l6l gobtet^ó ^i«etfebiií:'á^^^Í^^ 
sociedad masónica, los hijos de Padilla estaban atizando lá^ftfájdé lii'díls- 
io(»dia]nolsetOvtotr6 loigebefoatités y^()beitiados sínf éiÁt'e aqu y 
&ivU¡'y^ tsnioámpdo^d6i)ae'rébáyesfen lj|S' eattet^fi en sb^pftndillaf'S. MÍv 
que por su parte gustaba poner obstáculos á la marchado los asuntos 
gubernamentales, aprovediaba Wdoé<loí^ medicvBf que estaban á su 

37 



p^saWes.)íes.ipti^bi:éiio«8aiifl«i, r.^^^ .«^i í.n.¡ xi-.» íiínrjcfid -a;; 

. ^/:j Mj/fn^^oüiecía ^^'i la^notícfiitxle ¡qne ^peedJttdhilnflQeflcda &úie\ 
poder, empezó' elL.aquerfla nrismi^ éom* sus Itíibajiii; 'fÉNi»(Bmt^er4 
sus heriHs^K>9« y^i^I arumbei^er ddioúamtr diittle pitlscHitó'c^^ 
tai iraa e^f^pif^ . de tinciirinitd^ puesto ^^ 400 iiófitoes^ ^tiitodo 
lareposijcipn.íe) inifií^té^iow.-" ;;' /i.h; 'íj •' '.Uí»^m''>^- -'b ^.r i^ -^i -iiíV 

.^ Coiio,^ .^tthii^:ai :^or^to« fiianasTni/aptarHÍffil0s:q«iiocentiM 
sen : 4 'los ^moti^|dos> (leg«i|on haqta t el teal ttoiaoio ^ perb reotiioi^ la. 
naiücia p^vajOpoQéii^^les.y loaeomuaeits pasJaürWiáaifiMsis 
p^ro el rey^ qiiQ.'mqcav«^)hafa^ píiamfefctedcBTOii>fiÉl6^ete^|)esa^ 
contar con un apoyo, nQ^ÍM.dMtoírtUiff^laio{»hm^ 
repusp f^I.mi^t^ÍQv/4«fdirndé/de'este nrodé!^ de 

qw^^.; ftl, /^^,trí^)a(¿ariá?á5o|jrof)Wi*ov! 'i u» á í i , w.ijrJ ;-_»? s ; .;* 
. 4.V ,^i|«i4a8.1afi oésrtes .desde el á^r>de.ibajaav.'6no)»:8fsioirdéI 
^^^e r^fQpMi4lpor.^^!dÁputádQ iHev^ las 

i;^rtes».;e)rr^,K e^obiQ;tatJ^¿lpAI1itolée jÉiai^ocisegim Yieiuial^el 
i!¿ae9]?^rc^'. paliar .1^^ fjMM 

y{¡Íd^^,i^sft^:kVÍ^tk.pf^ Má tfalpiiaicsel soiqnqé-á Sepila 

iffiip^ delj^j^,/ á te qiübar,^ tey áe;1e(H)fQna£J*ñBdi0ndo^'1toefb^^^ ti 
¿O» y ^.qi^i;|es i9<sqedJ6rtakiá lbs:disee» dol jMBtneáfsiá'inihgmigfti 

S."" (A lasoS d^rlairi«^fM)a>4ei^.4ía')a^ de)ipa9tü deilS^omiJi»»^ 
di4^ el r^y m'^Í9Jfú wt^^tM^\eLt£tísá¡á»9iéa^^^ 
do, silencio. Aquella fmav^ha ín(ttc¿»v»ilosihowfaTiBft»);oAi|^briietíiÍo6<^ 
)fi capi4i9l ,fl|s )a; ^g^mafiiaiatisfiie itawf pMoftxiaerlá esta^ooopadaiponlos 
eqemigcj^ d^.i^au^Qn$(^t^di(m ^cMi^o iúu^ lalgúnoi^ qiprise^ 

J^ oa^] iíj(|[nyé,i?rfjOiíiAio.(fla' gaWenwiííeriliPQrtigal { daídefee4 
(||oa de ^^$»tgj$p?|^e9f0'.(eafeaT()i)>(piPd fotMtoairivc^iriite »qm 

ha^\eL,^o^ipúmp\o^\^ QU{tr^>cabesh ns^ipíLmá;>elaaffeolé 

^,]\|Íguel ; !p9fO¿'esta?s jprÁS^ 

(le rn^a^pi ¡ yM ^\iá»tdi^K^Usiáviéi»^^ ^xiiw}pL\ qiie«rpe lihimK 

ii^^l^ 'L946(f I igQ^iBTiíaiieQaiáaqui^UaiffeQbá 

^ . .Q-.'*! .tqon,ft3^ífil^idaii^ltf8^ 

gobierno, en el día il^deralpiy^aMRdo^adaQiadQfi^'AfaBiddo/^edr^^^ 

g^a}^nHi[.^eí.>aa*^l>«r#ft^H^^^^^ Mv'SediülMiweoifltóvado 

, /.?;!' .,.]^n.fiiQa(>itulQ^^9ii(»»ií^:>T^^^ 

pf^ qué^jlqgwQpjGi^^frafr^cisw^ ái4[la«ar>aL^IStda8f»>8iiií0pQsk)ioé al^hna; 



vi. 



. —m — 

4te9) vqwr i ortipabjni>/jri í^áDÍmaüBe* los qi|idi^otoiiiM¿ian: el ejérétto> iti^ 
)m§94i\^ líS^oin '-^ h yúms.l^'í .;rn^;;;^>i••ll:^| fe'H:-. ^.^^j'/.» <''.■'■. *' «^ ív» 

8. El ejército francés invadía noe^trb teitltorio^'pani^o^^á^tt: . 
vp[n|(Nlsi«^!lasoÍQ6rztofDQQ^ota«<iueMi|^ tos^^etíei^fed realis- 

MS 4VQ()iiaK,'£i^afia yj.B^aieá; cniVaBilbereasíisii^diaa^rá y 

«(MOiiml hpnbrts^ tea^ndiiliadéfnas ide sttlpáyc^ilaiique'te presla- 
^leliipiiip^^ 'icí ódiifesaÁóoq^^ ési^cádabatíi á inaüifis: 

Uaaft9í}i(]^!^8i^M logbAériá ^ bubipri dec^avafotoi nu^ hai- 

bi^i^ if^Ott^ado^id^flNrffigtaQía'dp las falencias lífliadas y del ejército 
SrtiMéfií; ^lenielválüviQ delpsóasó^í^aunqiréh^tei^ eorrid«^bsries^ 
gS^íiki uiik gnarra, Éosótros^imbjéiatrios . mavehado ' siewvprb' á. la vatt^ 
gtinidíaífA^ MfttvOíiDdÉtcyffiíieKpeqden do la Ubeiijp^^ basta \s^ oríllaS' 
^l^lb^ A^í lajriiidaidabá e^ltooior del 

pidM^ji» blgt^'prDslMBÜir déJajhtiiiiíaniüad'^affllgi^^^ y los^votM de tas 
iMVíi^e^ílibrfcrf n}a^fif paíb^ise le&Goqtiaba ^cfa pai*at • combatir bonWSL 
^1 (ftti^abrift^rabi^Ja^lBápaM deáláfó la guletPtigiabaDdoiiada^^itto 'b^ 

(n >(]^t^tmlnio>fnrtiáldii)qüe poñe-el aülér ftantéi^latíFib^ 

JQD^u^ii^afiúrfriarv'sf itoduiDfnto^^fBe ndb iitweFta(' . /i • 

9/ AuDqut^lde ba9táBtednteni8i parp kr histdHa- et miAi¡íáb8id^ de* 
talle de Jos sucesos de Madrid. |fer.Át!MsbálvlAr;^d€^pUes:enind ^ gene^ 
tal ta$áAS ei^dsimioríireiuUUieémú^^íuíaúd'gm^ 
iiQí$4^>^S')daltbdiO'(pflni niiesliii <)ue nos oonéretaré^ 

Hi0Sít4}toijp«ÍDCt(xU oaá loa dbo»|aeftlo»'qüeiteD€unob á>la>^i^tá>' 

,)pLaa<fii«ntitS de AbísbeíLnotétaAí^ftaw'Kxkaídei^blérCfW^ Énptía'é 
d 4«tter|^£*ao¿éá9 :y) sin efHbá^gcy de <qtte tséaio militár'le aeiuiimos, 
<^4ei9bslpwér.idejnanitiestb¡m boAtei^taiiáo á la del'eóndc 

}kM^ji»jqúe«>Jlo¿ÍJ[)69taba<iá!Íqiie'4el'Uñi^ ^rdHo fmncés^ pana 
que terminase 'pffDn^ento' ib idu^slion fi%afiota^ld0W'j&sdrflótes^ 

fE. S. conde 4a Monlijé> - ' '• 

. (^E. S.t^SI gele;d€)tiní Er,'M. me ha «emitído iiqa «<ai^ia oficfal dé 
y. .Ew &eba ii.#lieócraeate, y: éflisu muteatacio&idébodecirid cfíio 
<^Rf)g6fe deiasta dárision del ej^dlo^i^^ «jecutaricis^de^és del 
^iriNierikb á oujTa cabcía se :enciieDfraiS<M/,' estando .d<(^oidido>á ello 
aunque intimamente convenDiéOique'^ifvor desgracia/ d^^^ 
«|}n«bí»feriO( ique Ift goiaáei^na niia leai ^paa • dé>sa€faria del' estado eritico» 
á»q«e.tN6i edmeDira neducída>{H)r laániperim ^de las Inpfiíídstrog'atite-' 
tímui yM iflH^de^da^impei^aabl^d^' losiáltin^ 
eado la actual guerra, sin desplegar iaienapgla^f^aasafia'fMaJSO^te^ 
ttdr>ibü4|giftd|ri)dgi<áriaw 



liosqua podiafi haher am&lghmfdb. los/espirikisr e^iaAot^, eVitándd 
de és(^. fiTiodo ^qm h^, ostrangeros tuviesen . la éudaoia ¡xto inteivenir 
en nuestras díseneiones particulares, violando el territorio éspáaül 
3in, la, previa dedaracHm de -guerra; : . m o/. • - ' 

, y'i »Lp he; dicbo^y: Io!.ré{)ito que^^ pomo genéral^idebo-ségiñr las dr- 
dem^ del gobierooi, y noi debe dar et egem^Ho' de unaáesüb^diencla 
ík^ast^ que ^utorizavia^lade' los súbditeascpie el rey* hapüeisto bajo 
ini^ órdeaeisabríeQdK) m va^^tolcampoásks ambiciones {WiiQulares) 
p^ro,. como cfudadaiai».:fspa&)j>, puedo; sin fallará lásiíeyé&^.defmos- 
trar mi opinión. aobi*e el estado en que se eDeueot^a^ la ^ttia^^ Tso-^ 
br($ los: nwdips qüe.pudieirátt emplearse j^ara preéérvkrla de; Jamiiia 
x]HL€^Ie; preparan, la i discordia, el fanátisEBO y los interesa de diversc^ 
g^fesde. partido que^tíuitan sus imir^s aiHbici¿sas>con/ ét^ianto amor 
UeJa(Pfai;ria^ y deun^^úmero^a clase dé hoinbresMqijMi no^téaíendo 
D^daqUAe perder se inílümán déaoaoEpatrié solamente por lá n^peráii* 
m. {de\ pi^llage y ^ del desorden; , :que)8ola hae6n;pt08t)eraF'á las genfes 
qAie figura» en la.súei^ad cuandoilosdiques déla subordiiiisieion y 
del respeto á las leyes se encuentran rolosi Estoy €i)l!M^^i0ído qtf€ 
una^ gran partjB de la naoioq ao> quicire Ja Gonstitujqon d¿il8i2>tpero 
no me pertenece averiguar las oa^as que^hata t)rod«icid0M^'(&^úst 
to tao. ñ<]itoi'iQ por las leyes! quesban emaüadó -dé ella; ; >/. . > 
, «La inayork.puedexi^ciid, ele. «te.» •> <» «^ ^^^' »í ^^ » 

. iPespues de varias^^refleiiioneB, establee^ el o6bdé de AbistMft los 
artiqulos siguientes, c<dmobase de su opimon paraTefttableéer Ia^2(¿ 

cAr^ancier al; ejercí tQiipvador.^iie la nación^ de;ácuei!do ooii sü 
jF^y, se propone b$(^rQQ: la >constilueioD i aotuiskllas niodiflcadbaerfque 
la esperiéiiciaiha indicado>comoiiecesaKÍasipara reunir )oséspa1tote¿,' 
as^Mrar «suifelioidad ly >ia .digmidad del > Iik)iío : coostltuciooiil de Fem^ 
nandoj y qoe eii íOónsecuenfiia debe retirarse^del territorio e^pafidt; 
y traj^A araiga^blemfente p* media idelbs emfaajladoresv íí; • i •' 

>Que S. M. y su gobierno vuelvan ;á éstoblacéiae) en' ^Madi^é, 
capital de la monarquía, para que no se diga que se hallan en Sevilla 
contra la voluntad del r^iy. • . j < i » 

»Que para hacer las reformas que son necesarias en la constitu- 
ción r de CQfi:i^(X|U^eQ iáuavjks:Q3rtes^Ieu.yóSidipbtaill^ Isb-pi^scAtarán 
cod^ losipoderesíque la misma constitucjbou: designa^paí^á tal^' casóse 
líí. >QAifc'{Se; proponga, á S¡ >M. di que elijaun nwaisteriolqué noper- 
t^tie^ca^ái óingua partíclo.,¥seaimerecedor .de> lauconfianza d«'téÍog 
I^,éspaftííleaiy/.itteáas0oi3fi«|ci^^^ .■ .f íj».' ^üm»; í> 

í)i^.»Qufci8©'dteí^e^e un- ollvido ¡general :de todo lpi}íasado>i oíMieodo 
esQud^ary emfdeaüí sin miran^ieñt»! áfn}nguna'opiniéor>at»terim*,^Élt(>¿ 
dw> aqueJl0suq|u«ipoh'ius4Li«bsv:dHa<áerv|oios;>:y^ii^ ádsí {^ftfda 

s^^..digft(íSxdti.seí)Breferidos..-! 'ft...'l<p.í.¡ .•, .r.-ruiiii liu^l^:: i¡ oir^.- 



Ikky^áe Isi étaaiifai^ acíliMl;(te kmriii^^^^^^ ipumch^de^ti^ siembre 

quisiera ¿vítát ^¿1 <í«^mto4r1*4é^gtís^ír(W^^^ 

gi*aídci.: ■•■•'^ ••''■'■ ' •'•! í'»'. ^''' "•' ■^■' ^-'- •♦^^^í''' -''! -í '!'•■' ■••'" ^'^^"^ 

'.^ ''rMaiírkl^lS deritítyéídÉí*t8áS.ii 1 '-- -^ '"' - '• ■' '^ - -' ^^i í- 
■ -.'•] i\í)L cK\.i>.\ ^i;i j- -j -•:• "•;/.;. • .;• "•- .; . •' ! S:- i^'.-^v 

se tSíniQíim oflGíri ; pérc^'éstó modo dcí óhrar ppodují^í^tt ;el áttlrnb 'dé 
}a&«ro}ito'^4i etb^tO'MUy édAtraii^ ^qiie i^n dada tlebia eé^rar el 
gett^fa*íée**ejéi^*t0'de'réséÍTá-í' -l'-^^i') ^ -^ .. i.\:./ - .^ . i^. ": 

( • iJéÉos'tiMado'Ja^isüestíbh del (H)ride^de}''AWsbal'4))rés^D«a^d^ >u^ 
documento ^mi^ofleial; y vami^iá presentar étró respeto ¿WsK^ 
«ésos del gen^rát'Zayas y /Itewiet^s q^ef íX)rt,sfete e¿?tina^iirte qué 
dicho general Zayas dirigió al mismo general francés ^AíMlHügó 
r^utané0c«íurt6'diees0br04€^^ ^ -^ 

' ' '^Acabij de leer ett lafqunlM entrega^ del eotapen^ió^eta historia 
de^ Espafti que íV. i publica, #télflcíbnéc?^üft heebo qué meicbnbleií^ 
nev^predOnMtndolod^'tína itaétli^ra qiae'ái^á^ s^lo'e «ni toda kiiódio^-^ 
dad>)qu€ ^giempre'tá unida ^áláámediéaídtiM^^^ ^ntánddld 

ÓÉdao^'íinnttiésariov-tó'^provoctidoí poí les ms» sagrados deberes : há 
a^iio^bétirrííoís*'-^ '"j '••'■ -- ' ■•• •' ;- >•:'••: • -'>'•• •• ■""^i^" í'í 

^ Ki^ptes (fe rell#M» dé Madrid elítijá'dlo de rié»erva,ftíí enviado ál 
cuartel genemiife'S. A, R/ el iluqiié de» At^lefite, é quiehiencón- 
tré c» Builragé ¡el' 17 dé n^ayov pa^^ piroponeri€(;el dejír ¿h 'Madrid 
alguna trdpa^ QspKfiolád i^ardandd lastdéPejéi^to fran<^ 
solo el^efü deS^>aíntfi^>lluis híabitánté^^de^tod^^&^cíed^ desórdenes! 
Si>A; á.>tii6 i^u i($i9n8€tn«imíéUt(^^ Y^diVi é Ma«riü<y qin^dé/d^t^ues de 
la iDareba'dél ^l^ié>^¿ rekect^ <j<)í|ir utiagiforniéi^^ compuesta de 
añOs mil dosd^tbiá «hdmbresíy áúk pitóas de attilterÉav • ' ' '^ ^ 

is»B1^4ftkie*iháyoí^uii éeátacástítfi^ntó alo maííde veinte hombre»,! 
lanceros del euerpd' del ^fitérkl^Biíssiéfi^v^)}^^ la salVaguandia de un 
parlamento, lleg6>pdp fe puerta «te <A1eÉtiá ha^la la>Adüaiiai '•]»'[ 
^ '• »La agiíaciori qiie «produjo eílaapafibinn' repentina y las cbnse- 
ettencids ^lu^íppHafi otítn^rii^, mé obli^Ofófi^á' tii-e^ntame pé'sona^ 
Kiteiitei:<fn ilai c^lte d^* Albálá tetteotfti^kifdoiÁd cm-^Be^i€tbs<q^ 
bailaba 4^)^)4e--)a^piiá^fitl'' •' - -^ >-•' '-"••-•'-'■ '- '•'•! jí' •> ^ur.l>^/.. 
^!> ' UnmédMtifn^nlelédiiáie^^éer d cóm«0ioi«pn>bado ^v S:jA. Jl;^ 
el![irriqcípb giÍii)<a)i$iSi^>^jEl gftfl«ra^S^ 



cimiento por la puerta de Alcalá por dar un poco mas tiemp^i/^^l^ 
reflexión, y,á¿\SpÍ>^p««tí4o^Jictado por la prudencia. Todo fué inútil; 
la infantería de Bessieres tomó pQSigsii(HiieQil«&j$A(QDag¿ciii(j^^ la 
venta del Espíritu Santo, estendiéndose por las tapias del Retiro y 
á^ilw p«f ^tfi h (j^m\ik\dmí^ii^ú(y ^filámkmíetiii^^ím S(W^.:Kii(^rda' 
^m Iftift^he pADa.0nti«f y aproM^hima de^M fih^qiitlenQs ffnpnlwpes^' 

de unos ochenta á noventa caballos, q.u^Mo CQ04i^9|i»ti|ki)í^^ltaH 
tri^Ká^iMcs.ckicA^eot^ 1» dirí^f^cit^id^lii.miie^drj^er- 

tu, Ub gueTOlliS« desBQ93Íere$ ^iap^üMVQQ IfOSippirnex'Oií t^rn»; >y eiim 
tODC99;díó8Q|)riiicipi^á;fi^ue^tra «tai}u^. iqi^ie i)piiQta)$¿rpoivld| letírad» 

dQi^SitjrO|)aS.'. M^.-^ ■=..•')•.: .. /;,i j; ;;h.;Í-f!-« ;»• ';\X írr.H";;; chÍ'ií;. 

»En la tarde Aelr;m»mod¡íi,tambim>]^Ja^^^^ 
presentó un oñcial superior del cuerpo que mandaba el general Oberf 
exigiendo ocupar la capital; pero en el momeQi^4|ue f^^fué anun- 
ciado el convenio con S. A. R. desistió de su exigencia. 

?pU íelacion j^e teiQs.l^t <pwiii»BH8^t(ta te^ ba^Tios y^ltortanías 
de Mftdíiíi aeialabansoliirp§ot^ tre* if djfviiuftan^uerbsi^nteáqterií^ 
diot b «itónfl^jji.ki rflft^ioft 4iel s^Qr;<íí^ik4eriKwiH*^ pre^qníai 

bR»teáSí^^e ca3iigual;»iiíP^i:o,dp «uefetQ^ yuhQridos;^; ute swrííiist? 
te&a 4«' ítíetimtó de si* wpi?uci^ia;,ípof rsv :ra[«d0fd?!;i^f fifffue»ífii6 
el unirse á Bessieres para secundarlo. Las dos piezas, 4Í^üir(í)l^ít;'^ 
Ilegjastoi^oib^.el terffQQ)^niQid0$pMQ$id^ ^fAm4^ym f^éiquocsolo 
bicáQrónste6$¡ó jevWílroLdi^pí^rG»^^ á jVlftrgo y; sin. WRgMtth^fe?^.: í ui;.^ 
? ; ::,»iíío M\jfo el jprfiWí?^dor{ d«,.€ísta) 4q9gr$p)^4ai jQ<?iiwií»ífcj(í^ dn 
Jy^ jnkjptaaiasiü^^iA jy/l«ij9';pmgji^^ •qy^¿pudieí^f5^;^iíiíf 

perabjeíái perfi(>»<fc.aIg*jn«,ome:ei*tr^gttó 4^ l^bi^n» fe.deMwr .Wmi?5ee^ 
iiio.;iDi|rtar, Aditíiado ifor j^l Mim' impeviaWí4^,99ÍMiMr AilMárid^vdií 
una teaoe^n pop*to?, ly rospeti^ij^ ^\ *l'3f eUi$> 4^ mk «gvste ftprotí ' 
bacion. CompadíesMídii todon ftqupUo* que í^íftjt^pjdQr'qi»^ ^^eiiitír á itos 
personas queridas ^uaiiuqmd vi6Mm)$>eo«q»f^l^jbmt^ jt^roftdfli pero 
una ^QoséaQtA ^ibH éü iviAifep&fkttí,ii^{mhW^^ \h»h^u. i fKidide wmsú 
prometer miiebaí otras -p^ganas/ymayQí^fioitegrepésiü ,oj/ /jii;í;! .;.. 
- » »Pongo por jueces áí tt}dOfi.í^s,pi|iUírfl*i^e,i§^p h^^yuq^wcipatrado 

tigos! €(mlafé^ É)iNi9>(y I d^iiitu^ 

atestiguo con los miembros de la munícip))dl^/4Q>»qmtta r6ptítm 

ctt.Áixt r€i(Síáx(¡mi^í)igf^mn^ de 

^ A. (ft. jieL!á^e>íde.^A9gii>kl4A por.^^ 

ecmduoti^ ^ej«QÍÓMkvJlptPll¿»^caí^ fi^ ^ ^dtofsuyvi^i m^^ Asiegiiimiii 

Mr. el m'arquéB]d«)ilf^GhjfMSftfV)ei^ M«AtñQ«ai30A9^>\v. uV^^M 



ibahc (Mánl»S)fdeBetto9?ml»(peitiea! itoieQMnjr ^fUMés^iesiitdiii^^l ^ 

sonrisa las venjai«ffiBi>^g^ldq3'BAffei^4»^ 
dónde puede llegar el espíritu de partido! Si el escritor hubiese con- 
sultado con sus mismos paisanos, le hubieran dicho que lo mas ele^ 
gido de la capital no participaba del estusiasmo feroz y frailesco; y 
que ellos tuvieron que condolerse de la suerte de los liberales!!! 

1 1 . A la llegada á Madrid convocó en su nombre el duque de 
Angulema á lo$ consejos de Castilla é Indias, á fin de quepropusie-* 
sen los sugetos que podian componer una regencia para el reino; 
facultades que no estaban en los tales consejos, ni en las leyes, ni en 
los usos de España; ni en la historia de las regencias, durante las 
minorías de los reyes, podian haber hallado un egemplo de que los 
consejos propusiesen las personas que debían rejir la nación ; pero 
esta vez, el duque, olvidándose de su manifiesto á la entrada en 
* nuestro territorio, se hizo dictador; como los consejeros se hicieron 
dueños de la situación y propusieron á sus presidentes para que la 
regentasen. 

Nos dice el escritor francés que la regencia comprendió desde 
luego que la clemencia y la justicia debían contribuir mas para atraer 
los hombres á la causa de la monarquía, que las represalias impolíti» 
cas; pues bien, vamos á copiar un párrafo sobre la regencia, escrita 
por un individuo de la noblezta española y respetable por todos conH 
ceptos entre los hombres mas aventajados de todos los matices poli- 
ticos. 

«La regencia, dice el marqués de Mlraflores, se declaró de hecho 
con todo el poder de la mas plena y absoluta síoberanía; se puso 
al instante, no al frente de la nación española, sino al de una 
facción no menos ominosa que la de los jacobinos, que debía obrar 
en nombre de su triunfo; vióse prevalecer el derecho de insultar y 



nm furiosos^ |¿ra Fe8iyi)leeer4aíño0arqiiia» ocm^e^ 
de un gobierno, eselúsivamejitefíiido 4 Idsgcifés áe \m paltidó qme 
It^nian r08ienti0ikntos maÍEli6,0)eQos jastoil.ifue;yengai^ y .pa^bnes 
mas^ó.l^c^ ratexas qUe ^8a^iBfaoen;;llilso8e creejD al tM9>nIa€bo law 
soez, instigado de mil maneras, que nadie podía ntldiehiaoitttener las 
ilemoitraciones de Jo^ » qAe: ae . dedia toaltad , rediu^a^ ¿ < insultar^ 
prender, matar ^ saquear, incendiar y robar, aprovechándose! jte^^ttft 
. terrorísm(^^c9mpai^iito sola al. do iiSk ominosa revolución francesa.» 
Nada nos. qijiedd que añadir después de lo manifestado por el 
señor marqués, y dejando al buen criterio de nuestros lectores el 
i^m&miéeiveebsQ .que leiMi Angulema ptraM $r^^uiteI! jümias y 

ré;geiiio^s^:^epíios¡s(t>10). que! eo^ dkeoho.de nombrarla^ obi^iéome 
€^>iiquiistador (lo que no tSra); y!4ireMtta(b) dé la el^ieeiiío .fué iiiito- 
rizar las ;arbitw*i^likde6 roas espantosas ^amalgamadas ^eon lasi ^ ideds 
de AUar y IFronp, yiCtmeatarell^co de todas^las calmnidade» páblir 
«B9 bajo la é^ttaidleiino deiflcis pilincq^ B<ff!bon0Si.i ; i i : * 

•''>*•••*<;.■> :» ■. ' "í i '' ) < : •■ \ •' {■••'•.■.4? -lí' ' ,í' •' í '" ;. i .^ ■•'',••''.'. 

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,^,>' (t ; rj^'' •?;.-;,:• , ^-Jf^"!, jj. ' h;-'---,».; • ^:í í" : ■ • •; ••• '; ;^' ;:; -n^rí - 
in r' . í{' - l\ (-•■.;!. • ;í .: .^ • -í, :.!..> ■/ '.^ . I-:.^:'^ Ij . <'*7 , ' ;' 
•'«.''! :';'^ --ti ■ • í. n : .'.••• '-^ : :••• -^ : - ■'■ -;•■' . "": :" -. .:;;•'. ii'-'^-)! •-"lí- •::.' 

•í;í! .'••^ ••':■.'••■:.•-■!•■■.;. .'i;|''»-;r'%?i í »Í> ; ;í^>'> . 1 r •■" '-^01' ' ■ ^ 

♦■iñ\-''- .1:;^:* ;?:J{í?í;'^ -í-upT. .;;./'■• 1: ^ ■:;í,.' . /I^'íd - 'íi'- ¡ ; ■^:• í 

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CHi/ *;b :í^ m.'-' , í. .•"<!:•. ^' iTCÍ'.J(íM = í :'!) t^'íí^/ft I:- Olí .nííí.i-rri M.' 



SÍ97 — 



CAPITULO X. 



La guen*a de España habia hecho en tres meses lo que treinta de paz 
no hubieran podido conseguir : habia reunido bajo la bandera blanca 
los soldados de Waterloo y los de la Yandée; la franqueza que se ad- 
quiere en los campamentos y el honor militar desvanecieron muy 
pronto hasta el recuerdo de las divisiones políticas , origen de tantos 
males y desgracias para el pueblo francés; pero la conducta paternal 
que el principe generalísin)o usó con el ejército puesto á sus órdenes, 
fué lo que mas unió entre sí, y con la causa lejítima de nuestros re- 
yes, á los valientes ^ue hechos antiguos y todos gloriosos los tenían 
separados. 

Desde el cuartel general de Madrid en donde dirijia todas las ope- 
raciones militares, S. A. R. velaba. por todo aquello que pudiera me- 
jorar la situación de nuestros soldados. Todas 1^ necesidades se vie- 
ron atendidas, y por medio de sabios reglamentos proporcionaba 
hacer menos sensibles las fatigas de la guerra en un país , cuyo cli- 
ma abrasador las hacia casi insoportables. ^^. 

Los cuidados de S. A. R. se dirijian también á 4isminuir para 
los españóleselos inconvenientes de una ocupación militar , y á man- 
tener con nuesta'ós aliados la armonía necesaria á la honrosa empresa 
de la guerra. 

En el curso de la última guerra entre la España y la Francia, la 
suerte de los combates habia hecho succesivameote caer en manos 
del ejército francés ochenta banderas que pertenecían al ejército es- 
pañol. Aquellas banderas rendidas al valor francés, habían sido cour 
ducidas ¿París' en donde permanecian como prendas preciosas de los 
triunfos honrosos db nuestras armas. 

El rey dé Francia, uniendo sus votos y sus esfuerzos á la nación 

' española para libertar ¿su rey, quiso estinguir hasta la memoria de 

las enemistades que en otro tiempo pudieron separar a los dos pue,^ 

blos^; y queriendo deshacer de nuestras bóvedas aquellos monumeo-- 

' 38 



ios de^forÉá y de discordia tas envió at príncipe generalísimo y pa- 
cificador para que fuesen devueltas al rey Fernando VII. 

Los correos que de los diferentes cuerpos del ejército fraacés lle- 
gaban diariamente á Madrid aumentaban ead^ uno de ellos miles su- 
cesos ventajosos por parte de lutslras anuas /y las cartas de Cádiz 
estaban todas conformes ai presentar la guarnición y los habitantes 
de aquella plaza como entregados á una anarquía completa y un des- 
fallecimiento genera. 

La causa de tes eoftstkucioiwtles estaba ya en el último trance de 
su vida política. Morillo había verificado su sumisión» el ejército de 
Mina estaba destruido y el decantado gefe español encontró su salva- 
mento en lá huida. Barcelona estaba sitiada, Cádiz bloqueado; la Co- 
ruña cercada. Ballesteros, en fin, que aun tenia ásus órdenes el ejér- . 
cito sobre el cual fundaban las Cortes sus mas halagüeñas esperanzas^ 
hUia delaAte del cuerpo die ejército del geoeral Monitor, qmen des- 
pués de luiberk) bati<k» en Aleira » k> arrojó de Lorca y se> preparaba 
á darle su úitimo. golpe en Campillo. 

Cou la formación de un quinto cuetpo de ejército formado bajo 
las órdenes de Mr. el mariscal Lauriston para, sitiar las plazas de 
Avagan , auguró la tranquilidad de las provincias del Norte. 

S. A. R., juzgando del estado de las cesasen todos los puiitos de 
la España, y de que su presencia en Madrid era iofieeesaria,. se de- 
cidió á marchar y ponerse á la eábeza de su ejército en la Andaluéia . 
para reanimar con su presencia el valor de nuestros soldados y ven- 
cer la revolución en el mismo punto doode se la había visto aacer. 

El 28 de julio fué fijado para la marcha, de S. A. R^ Antes de 
dejar á Madrid el principe generalísimo , mandó se publicase la ór-** 
dea general siguiente por la que se designaban los mandos mílitacefl 
de todas las provincias de la Península. 

Orden general, etc. 

tEl mariscal duque de Reggío, comandanto en gefe dd primer 
cuerpo del ejército , tendrá el mando «uipector de las provii^as» de 
Castilla la Nueva , Estremadura, Segovia y León , comprendicndío ei 
de las de Salamanca, YaUadolid»,. Gisdiela y Asturias* Sti^cuartel ge- 
neral se situará en Madrid. 

iiS. A. Sw el príncipe de Hohenlohe^ eomandante en g^ del ter-^ 
cer cuerpa de ejército^ tendfá el mando superior de Jas provincias 
de Santander,, Burgos, Soria , SanU> Domingo ^ Alava^ y Viscajra. Su 
cuartel general se situará en Vitoria. 

»S. E!> el mariscal 5, maipqués del Lauristooi ^ comandHinte ea gefe 
del segundo 4]|U£rpoi de reserva, tomará el maodo superior de^ lasp»^ 
vincias. de Guipúzcoa, Navarra, Av9^m.y dei baj^' Efocoi,. Sift cmafMl 
general se sáiwrá en Toloaft. ^ 



»f31 teniente general^ conde de ffloHtor , comandante en géTe del 
segundo cuerpo del ejército , tendrá el mando superior de los reinos 
de Valencia , Murcia y Granada. 

»EI general, vizconde de Foiscar Latour, comandante en gefe de 
una de las columnas de operaciones , tendrá el mando de los reinos 
de Córdoba y Jaén. 

i>En fin , el teniente gai^^l, ^^4e BordesouUe , comandan- 
te en gefe del primer enerad >áexes«PVA, tendrá el manda superior 
del reino de Sevilla y de las operaciones del sitio de Cádiz. Su cum- 
lel general se situará en el Puerto de Santa María. 

»Esta división podrá recibir las modificaciones que sean necesa- 
rias según las circunstancias, pero hasta nueva orden todos los ge- 
nerales y comandantes de las tropas francesas y españolas deberán 
entenderse con los comandantes superiores anteriormente denomi- 
nados. 

»Esta orden general será comunicada á S. A. S. la Regencia del 
reino de España, á, fin de que ella dé las órdenes que crea necesa- 
rias á los comandantes generales de provincias , etc. , etc., etc. » 

Como estaba anunciado, S. A. R. dejó á Madrid el 28 de julio^ 
dejando eonsigo una reserva de 3;000, hombres y al imariscal decam- 
po Oudúioiii el cuidado de velar por la capital con la pequeña parte 
del primer cuerpo de ejéti^íto que quedaba á sus órdenes , y á la 
cual se alegaría la^mioii de Bnurek iuegn que quedase pacificada 
laitelieia: 

S. A. R. biso s(u maroba en un completo triunfe: los tabitantes^ 
4e las provincias por dende atravesaba venían en tropel á inecibirle 
<e& su paso para saludarle con SUS' adamaciones, y owno ei mucho 
<»)or le oMigiaba á camimar de neche^ se ^enéonU^aha todos Jos pue- 
blos iluminados. El sonido- de las campanas, ei nurio de los cobetes 
y los cantos alegres de canciones beüeosas^ se unían i ios gritos de 
lorvpr jiara las adamaciones de ¡viva el duques de Aügaiema! ¡Viva 
d libertador de W España! (Viva el valiente ^ército frMcés! Los sol* 
dados estaban eziorgullecidos por el entustasiHio ¡que inspiraba sa ge»- 
^^eralísínio. Testigos de su iiunoanidad , de su bondad, deisu firmesa 
en te fati^ y cte su afabilidad ^m todos, anhelaban el nK)£neato en^ 
áonde pudiesen probarle coaübatíendo ante so presenoift 'que craor 
dignos de tener por geie á ua prfncip'e tan eselarecído por todov Mr- 
lulos y conceptos. 

La presepcia de S. A. R. al frente de Cádiz, debia acelerar la sa- 
lida del rey Femaada V1I\ y irolver, por 1^ destntecion delgobiarno 
revdttdoQarío » la mas eootptela litertad al f[uebio espaSol ^ 7 á sn 
monaffoá. 

E8tc^muil(ifiitaiifiOB:dete<»4&S. A. U. el fsíSkcipB ifm&áiM^ 
mo , y á esto solo sacrificaba sus iBMaMe» h iilidM^n fnttmHi^ 



— s«o — 



REFUTAOOI. 



SoIq 9t exije de los ejércitos fidelidad» honor y 

4Í8«iplÍRa. 

Federico II. 



LuANDO'tuvo noticias el gobierno español de que ios franceses inva- 
dian decididamente el territorio, acudió á la oi^nizacion del ejérci- 
to ; y á fin de congratularse con todos los partidos 6 fracciones , lo 
subdividió en cuatro cuerpos de á 20,000 hombres , según el estado 
que presentó á las Cortes el ministro de la Guerra en la sesión del 7 
de febrero de 18i3. El primer cuerpo quedaba á las órdenes del ge- 
neral Mina, y debía ocupar la Cataluña: el segundo á las de Balles- 
teros, encargado de. Vizcaya y la Navarra: el tercero á las de Morillo 
para resguardar á Asturias y Gs^licia ; y el cuarto , ó llámese reser- 
va, bajo las órdenes de Abisbal. 

En el momento en que tan necesario era el empuje del ministe- 
rio, principalmente el de la Guerra, para la completa organización del 
ejército , y ver el modo de cubrir con cuerpos provisionales , ó con 
milicianos, las guarniciones de las plazas y las costas del Mediterrá- 
neo y Océano; el rey tuvo á bien separarlos, como prerogatím de 
la corona , sin mas motiva que el de atenerse á su plan . trastornador 
de ir mudando de ministros á cada reunión de Cortes. La vuelta de 
los ministros no pudo volverles la fuenui moral que habían perdido 
con su separación. 

La marcha anunciada der gobierno y las Cortes para Sevilla, 
ocupó un sinnúmero de tropas en los destacamentos que tuvieron 
que apostarse para cubrir la cariara ó paso del rey y real familia; 
empero el ministerio no omitió nada para poner el ejército bajo un 
pié 'formidable , piíncSpalmeáte^tel que mandaba «Ballesteros ,^^- que lle- 
gó á reunir.hasta 38,000 hombres. . . 



— 3<« -- 

Nos reimos, por bo decir despueciamos la galantería del donativo 
de las ochenta banderas espafiolas que diee el autor fiiancé3 fueron 
rendidas al valor de la Francia en la guaira de la independencia: nos- 
otros, en verdad, no podiamos devolverle á la Francia sus preseas 
por el enlace, porque nuestros triunfos sobre aquel ejército fueron el 
esterminio de los franceses, alernanes, italianos, polacos, suizos, 
holandeses (irlandeses también), y mamelucos que después de haber 
atravesado elSeineen París , el Loire en Seaumur; el Garoneén Bor- 
deaux, y los arenales incultos desde esta ciudad á Bayona, tan soli- 
tarios como los matorrales de Prusia y de Polonia, vinieron á remon- 
• tar el Pirineo para sepultarse bajo los pastos del suelo Ibero. Los 
mariscales Soult, Moncey, Ney, Bessieres, Lefebre; y los generales 
Murat, Dupont , Tunot, Lasalle y otros, que fueron los primeros que 
hostilizaron el territorio español con el febuloso rey José I á la ca- 
beza, pudieron haber puesto algunas notas debajo de aquellas ochen- 
ta banderas, en las cuales, con verdad, hubieran aclarada los hechos 
y el resultado de sus operaciones en» la patria de esos españoles que 
•habían rendido sus banderas ál valor framcis. » Si el autor del com- 
pendio hubiera sido franco, espUcilo, y hubiera dicho que las ban- 
deras que ondeaban en los cuerpos de ejército que dirigía S. A. R. 
se las debían al valor de los españoles vencedores dd coloso que do- 
minaba desde el Pirineo hasta las márgenes del golfo de Finlandia, 
hubiera estado masen su lugar; pero entonces los Palafox, Castañoá, 
Blacke , Mina, el mismo Ballesteros , Morillo y otros generales cum- 
plieron exactamente la máxima del gran Federico, tSolo se exige 
de los ejércitos fidelidad, honor y disciplina;» mas aquella máxima 
fué olvidada por algunos en la presente época. 

El cinco de abril se reunió el ejército francés ¡con el objeto de 
pasar una gran revista , y despiíes subdividióse para empezar las 
operaciones : él primer cuerpo estableció su cuartel general en UrU' 
que; el i."" en San Jwan de Luz; el tercero marchó sol>re el Vidasoa 
para echar un puente de barcas* y el 4."", á las órdenes del 'general 
Vallirt, ^e encargó de secundar y proteger esta operación. Ya pueden 
conocer nuestros lectores que no les era á; los franceses tan fácil la 
entrada en nuestro territorio si el general espaíiol que contaba con 
38 mil hombres hubiese opuesto alguna resistencia; pero desgracia- 
mente se iba á dar á conocer muy pronto la mala fé de Ballesteros. 
El regimiento Imperial- Alejandro fué el únioo que toando situar en 
las alturas de San Marcial /y al mismo , que como á las doce deldia 
de la invasión (1) lé mandó pronunciar la retinada sq^re San Sekts- 
tian; Los franceses invadieren libremente el territorio español y can> 
taron este hecho como primer triunfo para la victoria. 



(i) ? de abril de leSo. 



Siguió el prioelpe geoeralísimo sa ni^Mrct^ eo direoeíoQ de Tola- 
«a, adonde llegó sin haber sido inquietado, y solo 4 I& división del 
general Bourck, que se presentó al frente áe San Sel>a9tian, le hiek;- 
ron algunas escammu^as. 

En Tolosa se separó el general Molitor para seguir á Ballesteros 
que desde el misoio dia 7 y antes de haber entrado los franceses en 
Esparta pronunció su retimda , en la cual fué perdiéndola fuerza 
moral de su ejército por el cansancio de las tropas y abandonando et 
inmenso mateiiat de guerra que conducía; no hablando tenido en 
toda ella mas que dos cortos tiroteos en los pasos de) Ebro y del Jú* 
car. La acción de Campillos de Arenas no fué mancffida por él, sino 
una voluntad de los cuerpos que cubrían la retaguardia de su ejér- 
cito en aquel dia y la indignación del general D« Jo^quin de Osma y 
del coronel Carreras al ver la insolencia de las tropfis francesas por 
la cobardía ó perfidia de Ballesteros. La acción de Campillos de Are- 
nas en la que solo entrarcm unos dos mil quinientos hombres con los 
cuales fueron batidos los franceses en número de 7,000 , resuelve 
lo suficiente la cuestión que preseátaknos á los partííjiarios de Bailes- 
terps. Si después de cuatro meses de continuadas rnarchas y siem- 
pre en retirada, dos mil españoles batieron á 7,O0P franceses cami- 
nando sobre la victoria ¿qué no hubieran hecho 30 mil. defendiendo 
la entrada del territorio , descansados y parapetaos en las riberas 
del Yidasoa? 

Probablemente no se hubiera escrito la i»res€||te obra. 

Otra de las grandes observactones que harepios sobre laqíiarcba 
triunfal del decantado ejército francés será la siguiente: 

¿Por qué no eran tan rápidos los progresos del general Moncey 
en Cataluña cuando tenia triplicadas fuerzas 4 las que defendían ei 
territorio? : porque era vahente y denodado ^ general Mina é inca- 
paz de venderse al oro corruptor de los estrafigeros.. El general Mi— 
na no solo contuvo al enemigo francés sin^ que destruyó los partir- 
darlos del fanatismo, pereciendo su gefe JMoaen Antons é invadió ai 
diferentes ocasiones la Cerdaña francesa; y una prueba de esta vieri^ 
dad se encontrará en que, á la rendición de Cádiz, solo babia per«- 
dido Mina hi plaza de Cardona porque su vecindario babia SQbQimK 
do á una parte de la guarnición y piodaoiado al rey absoluto. 

Si todos los generales hubiesen sido ^omo Mina probablemente 
no se hubiera escrito la presente obra. 

Sí escriUésemos la historia, como hemos dioho^ acusaríamos al 
ministerio porfed nombramiento de|ioritlo:4á quién puede oeurrir^ 
sele que el que babia sido tan dósfNrtaw la América» contribuyendo 
por su tiranía á 1& pérdida de aquellas hearmosas posesiones, pudiese 
defender en España la causa de la libertad é independencia? 

El general Morillo tenia el ejército de Galicia compielamonte 



organizado pero áTa aproxíftiacion del general Bourke á León cmpc» 
zó á replegar sobre Lugo láíi fuerzas que tenia en Asturias y monta- 
ñas de Santander, dejando qáe el general Hauber se apoderara del 
Deba, pasando después por medio de barcas y ocupando á Riva de 
Sella sin encontrar otras fuerzas que las insignificantes de Campillos 
Hauber siguió á tomar posesión de Gijon y de Oviedo. El general 
Palarea defendió el puerto^e Pajíipesde lasita'opas que mandaba el 
general Albignac, pero tuvo ^ue fetirarse. 

El general Quiroga y Sir Roberto Wilson, que habian llegado de 
Sevilla, empezaron á reanimar el espíritu constitucional apagado por 
las disposiciones de Morillo; mas conociendp este que el ejército co- 
braba animación declaróse independiente, y en seguida se sometió 
al general Bourke, teniendo Quiroga que apoderarse de la Coruña 
para librarse del traidor Morillo y salvar aquella plaza^ por de pron- 
to, de la dominación francesa. c 
A no ser por la perfidia de Morillo, |)robáblemeñte bo se hubiera 
escrito la presente obra. 

El duque de Angulema siguió su marcha sobre la capital , sin 
haber quien se le opusiera y recibiendo uiía continua ovación del 
clero y populacho por lodos los pueblos de su tránsito, principalmente 
€0 B«rgos el dia 9 de mayo, donde los imbéciles gritaban ¡Muera 
la nación ! '¡ ^oria á :ta Francia ! ¡ Viva' he religión y el reyf 

Sabedor Abisbal de que estaba Burgos ocupado por los franceses 
situó sus tropas sóbrelos montes Carpentinos Sohno-SieiTa y Guadar- 
rama; pero al mismo tiempo trató la capitulación que á pesar de 
ser secreta fué entenídida por el ejército; y Abisbal concluyó por de- 
sertarse. Aunque el mando de aquellas tropas fué tomado por el 
general Castel-dos-Rios, quedó el ejército desmoralizado y fué pre- 
^so^ abandonar la capital. Abisbal se babia puesto en comunicación 
con Ballesteros cuando pasó este por Zaragoza, y regularmente..... 
Abisbal se fugó llevando una señora en su compáñia vestida de hom- 
bre y por la mala, posta del ejército francés. 

Sin la defección de Abisbal probablen^enté no se hubiera escri- 
to la presente obra . 

Las {^azas ocupadas por mititares decididosí se sostuvieron hasta 
ilespues de la salida del rey y de la disoludoü del gobierno en Cádiz. 
El ejército español ha sido siempre modelo de fidelidad honor 
j disciptiiia; empero por desgracia algunos de sus generales no le 
fueron fieles por traicionó cobardía; si hubieran desaparecido estos 
eos casos, se hubiera conservado la libertad, y la nación francesa 
nonris hsbiera vuelto al estado de i 81 4 en que las prisiones, los 
asesinatos, las tropelías á la sombra de la restauración, se cometiaa 
coa la mayor impunidad , atitando^ la disconlia desde la eátedra del 
Espirito Pernio. 



— 30* — 



CAPITaiO XI. 



Efecto en las Cortes de la noticia de la enti-ada en Madrid.— Sesión del ii de junio en Sevilla. — 

'Capitulación de Ballesteros'.— Destrucción del ejército de Riego en Jodar. — Se suspenden las 

• Cortes en Cádiz el 5 de agosto.— Toma del Trocadero.— Abrense las Cortes el 6 de sefiembre.— 

Capitulación. — Maniñesto del rey. — Arribo de Fernando al Puerto de Santa Haría. — Llegada 

del rey ;'i Sevilla.— Regreso de S. A. R. Mr. el dtique de Angulema al territoi'K) francés. 



1 / La entrada en Madrid del ejército francés, trastornó las es- 
peranzas de las Cortes. Su exaltación revolucionaria no pareció dismi- 
nuida á pesar de esta noticia que aumentaba el entusiasmo y daba nue- 
vas fuerzas á los votos de los realistas españoles. El gobierno tirano 
que oprimía a Fernando VII y al pueblo español, abusaba de los 
resentimientos y entusiasmo de la población, creyéndole aun en su 
apoyo. Las Cortes y el gobierno creian que estaba el pueblo dis- 
puesto á defender la absurda Constitución de 181 á y prontos á demos- 
trar contra la falange libertadora de un Borbon aquella opinión heroica 
que babián mostrado oponiéndose á los batallones vencedores por 
Napoleón El ministerio y las cortes veian en cada progreso del ejér* 
cito francés una preparación para el desastre de las tropas que man- 
daba el príncipe libertador. Felicitábanse de sus marchas graduadas 
sobre el interior de la Península y aguardaban que ei príncipe gene- 
ralísimo en penetraDdo hasta el fondo de la España se vería fonado 
H diseminar sus tro|)as sobre las costas de Andalucía y en las provin- 
cias conquistadas^ cerrando después toda comunicación y evitando 
su retirada por medio de los esfuerzos patróticos que* ineitaria á un 
alzamiento general. El peligro según ellos aun no era inminente. 

Sobre el bufete trataban los tíias rídíeulos planes; suponían q«ee 
j(a cadena.de Sierra Morena, defendidapor las tropasdel general Zayas, 
jdieCasleJl-do>Rios«: del Empecinado y de López Bafioa, reliadas á 
las milicias do la And^ueia^ podían ser una barrera sufieiente para 
detener nuestras tropas y evitar el que avanzasen sobre Sevifia. De 



^«Qi)p^ «reten i^íAlIriga ^^209 4Utímfeei^ 

íBOifiim (tejas .tWípikSTátetwá :y!noí6a»te*te« der^busí» 

UNÍo,^im^tí^ cm las tropsiA iraiicf^saa; il9tQl»iiklmii< ieaisíwdante$( 
gewwiíte^ípamlas^^roviwia» q^ ooiipí¿)fttt ©uestro* s^ldadcferj^e^^. 

tomado posesión protejidos por el ejército francés* «^^ < i •. >; 

Sir Í¥íüwp> A'Cowt^ em^^jadon i»gtó& qi*^ 
Egfi^suitb) á.SeváHit» híaK):^|]^tp$ ;€^ ñw ifuagtdatiJosporidfi^' 

n^riasi jefcffiogdíeiUTO gttiCFW.tqUje , pluvia jd6b^^ paacaí 

i^ Q(Mlt^í p^iirc^ ,W MWft; «US: profK>wíiftiieís^m «íPW*fiíik> fn^fom 
dQiseíQba4^ Bdr>^tt9Wí;isw8 ofr#>ciiiií¡eAt^f^^|amW^ itóaiffcafertí 

sowi 4I ;<íuiai?t^ g^^eml (te S.r^ A^ Rj .Qfii0cteBd0'te^HiQdiaí¡oa;d6 tei, 
l«jíaterra>:fuei?om4weqha#siO(íja d^ 0.,;,: . 1 ü »íj^ .; fU 

,.i ^ A|)mi$n»Qjtfe!;ii9a'^Mesl()«rQVfihfé¿^ deadoftaJp^n tQdartfwsar i 
cion, sus boletines oficiales los hacian circular ;>OO9ípy0^ieíni\papii) 
wg^í*r .te aiedwlidad dfi. fiu$;;.parti€M«*te^irfiíoWajr i*)efc0to.dQ.6iies- 
toos b0tetim^ m-dpQdeiDQp ma«toito d«;Sf, A.{ R»ii^ kmmmí(mi0t 
el:V0»M(iq eBt«dQf4e.la»<^)í»sa$i< . í .: • • .i-.i» f.;-; íj . 

yj )LiQi(s^piij^9>€(uft pii^bJiteabaií^ de ^ignfirra^DO'Wntflfmiak 

otm^^^^^e laa mliqtenfí^ di^ siji||kie3la*'Vi^jfefti»poi*ida& 
gftfl^ftile^^} .M»»a y JBiljli$$tQmav so\«(i' te^^^ONAandaie^^ied»;^ Maot^i^* 
y.j4Q^^^iólmifes«»adotpor líi^ni^dfi.^ ú e|éifH> 

<^ib9i frai«^$;9(4o<te}|í4)pQd^ l^drái d€í9|ms 4eí»it]in,«ivd^ft>, 

SQbp.I^.A*)drt»icáa.y tof4qÍg45Mr#l 8wwpn>J^^ 4a,iBstre»na(hira, 
iu^ii^iter(^ifr{i dí^lpartiiod^iiHpj^lte^iaf^^ ilusiiiC)Mss^r;Bíeiipr^$aMi 
s)^qi1W'timel(«eAeisaic.]^ ie^e^^ñ debriwr(|*stoiiido>Ioa. 

cuerpos españoles que habia encontrado á su paso, franqu$ió^.k ^lefVii 
r#rvMar^ri^f«9«l^»^iIibl^m«l^(qí;^%^}A<i^qAaJ^^ Aj teiP%BfiW«^a^Ídí- 
c^ d» lasiCfltte^ ^6«P#laífr Wk, jiftWa^ÍRá^tft'«w«llil6ríBna^ dáifuilr • 
macion Qpiia$>telia.,ili(í»,geíeis de^ p^ j$p^jv«iuyi 

a^«tn9«dPf^«p9^(0QQ^I^v;9inkjb4$^r4nZ(a;^ obt^ey.jijifBlüpfíflíáBc^ gtípe- 
r^H^WK^runa twntaeioipíiimfttaifl^, y.a^.:d€*WseJ?on, 4 de)%t>á. %víMitf; 
dc^er »Qj$e>qpítóftf Q0B tftSteUtÓ >*eguridadi.y i^u^o^; í^f Cádiíi-wi^» 
a^itp ^U^ -«te sñ» pepito y d^ te^rQsfuei?<3^é^>laüJ&l« d^tLe(Wfed 
jygai^^,i(i^|i#f^rj|^bi0$iqn.s(í)8( crííBRfs^Sijse i^tj;€i«¡^niW*n' á. í^pecaf eil 
ti^»i)fdidii<^-Qai«a.ii»pf)ip«p^!4e í<íSn?«fflipíi9íH|y.f^ftíi¿i?;(^!d6ligi^ 
español. .ü .i\'ji.:yh\ ^.i .»:.!ílj'^r"w.j jjl;¡i 

39 



lia^mpkieK^ tomaina del gettefalBiOurdésoulle y en dlr eecion 
sobre Cádiz delñeron causar vivas inqíikl^eiíálósliomÚm qtíe la 
revDlucioii loi&'habia hecho cn^pépledrdebíáií t^mer que ia presencia 
(le- un «cuerpo frsínoás sobre el cámino' de' Sevála á Cádiz les cerraje 
Jacomutlicacíoticóiiflalsla de León y queel rey^ precioso rehéfe, les 
fue^ quitado áin que pudieran: ofrecet< ai real prisionero en éambió 
deuftacapllulaciófl'quepouiaá cubierto sus^ vidas y sus forliinás. 

2;"* El i I de juniO', el congreso se declaró en sesión^ permanen- 
te hasta que la j^ituacion de tos constitucionales fuese conocida y hasta 
que fuesen decretadas ias medidas necél^rias para pón^r en segundad 
al rey y á las cortes. : < > ^ '• ■■'■ < 

Iníterpetado el ministem^ anunció qüef nuestras iropashabian ya 
ooipado á Córdoba (el miedn les hiío precipitar la marcha del gene- 
ral Bourdesoulle^ pues la ocápaclon no se verificó hasta el 1 3)/ Én-^ 
tonceg, y sobre eslíe motivo «de urgencia fué decidido queel gobierno' 
pasase inmediatamente áia Isla <!e Leou; Una diputación fué envia- 
da» al rey pafa> anunciarle' ladcterminacton del^ongreéoi Fernan- 
dp VII, á quien hablan conducido' ásir'^ár hasta Sevilla, opúáo 
una ntie5va^«g(aitiva ala píxípósitó pues no quería 

dejar á Sevilla por Cádia* •' m i ; - r 

- V Mi conciencia y él inférete de mis subditos, i'éspondióS.M-, no 
» me pj^miten salir de aquí. Conio individuó; como particular no 
í tendría ningún inconveniente en ello, pero como rey, nii concien- 
i«da no me lo permite. » Esta íespuesta que debieron prever, esta 
resistencia tan natural; cscitó en alto- gibado el furor de los revolu- 
cionarios del cfóngreso; Uno de ellos, 6a/m^o (aüt¿r déla proposición 
de dejar á Sevilla) ^ se sube á la tribuna y tuvo la audaoia dé pro-', 
nunciar, viste 4a insistencia del rey, que*<5onsíderiaba á S. M. conio 
atacado de un impedimenlo moral para el desempeño de sus fóncioj-' 
rtdft; y que era piieclsói confiarle * uha regenciá^l pioder ejecutivo. 

^ Tan insolente |iréi»sibmn'e(»tm5 la cual solo áeatiievieípbttá opo- 
nerse dos dipUtadoSjííuyósnoBfibresniewjcéh anotarle panafc coíoci- 
miento de la historia (Vargas infanzón y Aomea)lué adaptada pnr 
unanimidad. • ^ ^ ' í . 

' Procedíase deisde luego al notohíamiento dé la tegendai Los tires- 
miembros que tomaíon sobre sí tan terrible i^dponsabllidad,' ftiteron • 
D.' Cayetano Valdes^ D. Cabriel Qscar, y D'. Gaspar Vigódeti ^ 

La oposición que el decirte de lar corté» ésperimentó^ntreíoi^ 
miéióibros del cuerpo diplomático que habían ^seguido al gofeíérno 
constítücional hasta Sevilla, y la dectóraciüii' del' ministro que esla-^» 
ban acreditados 'cercía de ün- rey y no, e^bá^Híe una ttg^iái pot 
lo cual no podian seguir á está á Cád}«,'*hiciel'oñ cott^eíider á^lá 
mayoría' del congreso que habían' ma^hnde mas haW^^de ^íos^ líraited* 
que prescribía la prudencia. ^ • r 



. úf Jü'^andQjVU füé.obliga^a á marchar «l^^íenle día» yel genet 
r^Íkiy4»r^hof9bi^ i[ii^ tii^a >ad^ celebridi^ en Ma^ 

^Mi foé;^l fiQcargaila de ocimlucir la^&mífia : >i^ nmtn segiun den* 
x^an llevi^ la órd&a de^tle^gav haslai^lúUimo eatrenitc^'si'eliTey .ha'* 
i^ia^gúaaiieptaitiva por recobrar $u libertada Dos 4l|at$ después éntr6 
efk€Mh Eeraaudí) VJI.> i j ^ i, tí 

. ¡5/ A ^ dd) llevar encadenados los ;$aeesos« ¡volvereims i la 
marcha de S. A: R. que, al Uegar á la Gart>lin]ai buVcieonooimienlo de 
.^eá consecuencia de U vietoriaconsegiiiéa. por M rgeneralM 
en Ca^mpilla, el general Ballesteros se había sometido con todas, st^ 
tn^pas baj0 ías^denes.del general f rancies. .Tan Miz acaecimiento 
dejó libre •^üfüa parte, del segundo c^en^o, y S. A- R. dispuso que 
seis batallones al mando del general Ordoneau, marchasen fáirefoif- 
zar- el t^ríátOsdíel geneíal BttttdeseiaUe^. Al sigmente día recibió el 
príncipe igeneralismo los detalles de ri^uel importan te hecbov ¡del 
icuat pondcemOS' al coitiente ániupstrósJeetores, dejando. naatohar 
¿ S, A. Rv y^eonstituy^ndraos en Granada paiia^s^guiplas operación 

«es en aquelfFcino- / * r • i^ - 

Después de la batalla de Campillo y ocupación de Granada^ el 
generitl BallesteroS'WVió: al ííoroael José Guerreare de Twxffc;, gefe 
^Estado Mayer.eerca deligeiienal;^MolitQrQtai«lfln4e concliairuna 
eapitulacion.que lasidert^tis sufrkkts pi)r el ejéisoito espagi>l .hacian 
«eeesaría;. :v •/, ■ . ■•, •■ -. «o -ñi--. ; •. '••'/• «•;:-. r •■ * ^ 

Este oonyenio .firmado , el 4 de. ¡agosto entre el^nearal enigefe 
del 2.^cueirpo y d coronel lOsé^Ghiefimr^^de Torres^, fué* aprobado 
par el general BaUestafos y recibió, eú aegutdala saflcion de;S> A. Rt 
fiionseñ(H*eldu(|iiede Angulema.¿¡ r • , ' .u . 

El general Ballesterds dié la&eompeteiites edenes paEra que fué^ 
sereccAoeidatoilutorUadidelare^neiir'árleagtibern^ de las 
planas dé Ca^tagebar MU^ut$,f\smiM»Av Saa Sebastian, :Pefiiscola 
iasPeñas dfc San Ve4fo, Moiaaon:y BeAasquei) i > . » . i i 

:■, £1 general JMditoír permitió^ á£n)(b^ evitar todalindísoipUiiá^iqui^ 
«l:^jéíoitojdeBaiUe9f^os pennaneciese reunido y, b^ las ordene» de 
«9 geufsral, debiendo odipar como eaiHon^es las ciütáades y^viUasjde 
Cabra> Lucena, Montilia, Priego, Algarinejo, Übeda, Cazoria y^i^ue*- 
aa^Á. El etfartet' general, debia sitadrsecfn^Priego^l^ trop^icapi- 
|;iiladas, á pesar de la mucha. desercftan^ asee^ia «Unúmero á (tiez 
droil hombres y dos mil caballos. ; : , ^ 

Ballesteros > escribió áS^ A. R. el pk'iecipegeneralisiBmo ofreoiéti4 
dolé su eoopecacion para libertar ál .rey Femando, mas la aparición 
inesperada de Riego detuvo los efectos de: esta pnoposieioo, ¡que 
auoquetardia aun podia ser i útil. 

lias iuetE^ deíl cuerpo de ejétroitadelgeneial Molitor, se habían 
diamitniidofeaDsidefiAleníettte por las numerosas guamici^Mnesí qué 



— 308 — 

tQvoi que dejar en diferentes puftto» ootí el^fiü 4é iiségtímiríA^ tran- 
quilidad pública /dé préveáirliid neai^ctofie» pdp^titieiS; <Séli^ ial«^ 
Uo&esbaio las fy^á^^s M 'i^ñemV Úvdomem kMún manchado' á 
Cádiz: BU fiiería numérica era méchd tti¡en¿tt* cpiélá^deí^e^áM^ 
títucional,: que é pe^ar de la capitiilaói0i&, la> pfactetieiái éricái^abafu^se 
vigilada de continuo. Es cierto que el ejércjt0''dé Molil^r estaba ápD^ 
yado^fKM^ tas t»0pas del vizconde liaiour Foissac, que ^tuado en la 
provincia de Córdoba^ observaba la retaguaidiA del' ejercido de' Bailes- 
tere» j pero el embairaípM general en* géfc'^onsisila en ia divigicíii 
det geiieral Zayasy situada ení Málaga, di3Íá<oi»al acababa de lomar el 
mando de-ella el general Aieg^» y en tas áiKlaeés tentatita» áél ^ 
bernador de Cartagena, 'f^rrljes^'é^afiperado petrln ea^tuflacion de 
Ballesteros. • ••• ••';"•■ '-.-.-. .-':■. r^. ,; '.. 

Riego feabiá logrado atravesar, disfrazado y en «nabarea de pes- 
cadores, lá ílotiHai fiancésa que bloqueaba á ^Cádirg y coa los imB 
átiiplíos poderes de las Cortes, su prhnei* cuidado al Ilegat* á Málaga 
di9 de agostó, fué toii|ar ^) mándio de ac^uélta división pára/evit^ 
el que Zayas siguiese el ejemplo de Ballesteros, á lo cuál Cí^ba d;e^ 
iddido*.- .-' '*•• • • '-' • •■•'•.-•' ' ' • ••' ' • ' ■•■•' '- " * ':' ''' 

HaMendo ocupad» é( mandó de aqulrilas %er»iBr^eserían>''ta» 
de unos seis mil hombres?, pi^s^M> Riegos á > s^s ¡edm^liéfds tres 
opei^iónés^ de Jas ettaSés Iq 4/" era et diiHgírsé^ 4JiaSérrániaQ'% 
Ronda para desde allí' inquietar la retaguardia de los cuefposq^e 
bloqueattaft á GádiZi TíA 2."^ mardla ¿obre^ibs'cahtofiüíái' de> Bátiéste- 
r6s, cuyo éjéMtoiio estaba tod&tesne(feáciim|)llt lafldielMad dé lo 
pactado; y t» 3/ avantar. sobfé tá «plasa de ^rtágén»/e» itoMíe 
reunidos con las fuerzas del general Vorrljos eT¿pe8$ir anbg«ierraifgfe 
pudiem híüMf sido désfoviiitrátble'^^ égifrdiío ^fbatui^ » ' * 

El ge&eWAMoliU)r eoffiprendl6 todas las difi<íutt«íd^ posf^i^ 

cion, y previniendo etwovlmjéqito' de Rie^ mandd^^ifbte» AÍ!i«o^uéM> 
ra al general Loberdo pdtfl i^bi^ etmovmii6n!liO''fto(bre 'Ibs^ eanlft^iias 
iieffiallest0ro$! ál gimeralBoMiflmsuDS/sobi^iol'lih^Iráilipft^^ el 

paso^en lá (fitéocion de Cartagi^na, y Mere la Se^raÉb^icto Rdnitáiipri^ 
vinO'ár general G»fiO t^m ompAm Im desSia(to'os eoií<todaá=si}Si fuet^ 
«w'reaMitasi-- •■ •■• ^ •• ' ■-' • '•;••'•" • . 

- El-^'dci no^iembiJe salid Riisgo de Máteiga y mátiobarvdft) <iía y 
noéhe atmvesó last sierras de ks Alpujarras; los Ifeinos' de Graznada, 
y dirigióse sobre Priego, cuartel geneiPal46Banéstef08,tlofi(Ibcom^óé 
lodo géocMi déatrofi^o-coa k| ^i^ona del gén^vah después dé ha- 
bei* gasladfd los^inedliS'de pers«aéii)ft p^k qwftKÑsé'H» perjuro á la 
capitubi(áo»'(pe«babia^hie^ho^on el^ejéf^lx){ran^^ ^ 

Desconcertados todos los planes dé Riego po« toflrnieía' det ge** 
nerál Bd)Hesteh>s/sUi6 de^Priego en la cUremon' de Isett dbadé fué 
bafide |M)r lA^tiieMl^Bimnem^^ díspéiMulo. én iá liinoli# Heid y 



4«i«Mado difiiiitívabi^fité'ifttirjQddt,^^»^^ Riego coii>^ ihkis 

«udtftos y qaiedán«N>mejéi%íito^t^^ift»i^m> herido^ó-prúiiotieí^ fil 
pápd potito y fúHim^iprméf MmdóÍMret^cim^^^ 
üomláyócQü nm catástmte ddmpteltó* <• ^ 

I £.* Hemos heekoi mferéMkii dé^iesU» itii|ydrtaifted acünftedimietif 
tos y volvemos á ocuparnos de las Cortes y ;dc*'8k A* fr. &\ prioci|íe 
jgénikéS&imoqm^^vahiMsíkáúett^^^^^ tenia tonladoi^ los 

puntos de San José, el fuerte váeS«¿'Lulé ylíW almaceiíes díeí Tm*- 
^mám^^^tíd'ún ka^er foté^tddo ¿nié^ 4^ evitar^ «el : dermnoamiento de 
ÁilgiieéWtííatfáo^ieii'ia vift'de Ifts^^WgíK^^^ V u -> 

^''lí-46 ^gos$lo, porque tíü los m;ofipoiá» dirigió¿S« A; R¿ al mismo 
¿ey'éíifA ^rta^de eoncilladi^v El v{f»oiidé de Laltíev uiio;die^misfdyu> 
dantes de od^yof, ffié d- ^eai^Ou de Ueirftiihi Cmámiáéffm Isi 
éau^ 'del alorante, ^e pn^setttd al (frente dé Gádb/d 19 m féritiade 
partáUíienlari^ } > trátáro» : te» ' cohslituoioudlef ^ : no» néeiMrle v > p^^ 
habiendo manifestado su categoría, etc., fué admitido enlaplaía éd¿ 
i^riAtde adttiimi^ié^ y ^o^yvenciintómo^de Jar^enermidády sabí^ del 
pttt\éf^^eikMm;'mt^tÍ\miAi^ é^djladd» <^e'itinitg¿i)erfiaba 
mVMhr ciego por la defé^asíi datU}íal>d6 :iá$|bá>p{iiKariJí)triií€í íeCugib», 
. yetmMú^ »in'tíüda<!ím4oí5 resultadas qüe^e»^ 
M)fiiegb> que ah 'Salir pm*« el esmibo de Granada habia* jurado d^fen- 
^áerseb^tak'itíuerte; hi%o dar una eDnletíta43Ío^^^ poea saiisfaierii^. 
& '^A¡r A.^dté^ láis^óitieiies para que 'i%üie»e9í l^''imb(i§f^<á A^ db 
fffiAár'á tos i^evohioioiiMios ^ laaiameUfaiasi^omo jái& prbrtíisiífii> de 
un Borbon son siempre seguidas de los (íflíítm. « ' ^ ^^ > ' ' >• >f 
ilí©/ fi^tottiado el Trbcaderoj Si A.Rjwiattdó^que laflólilteémpe- 
isseiá iiOflibat^d^ái! 4a duéüdf énéftílgft ekifila^toühe^dd^de ^^eitefffllk^. 
días Udteiia^ dé la '^bm) ypi^h^íp^lmíeirité lakie Smbiiw^y ákMn^ 
Seadéfc, Üebiaií ipeyar cídé > süé fue^^^^l 'de nuiéetmi bómbqitlhs! á 
-ftn >de> llamar )ár aletíeioñ^á^eIlemigo i^obre tedüá> los^pu^tm,* pui$^ Ibs 
-s^fisúñ qúe^ ptílneipe^ mdtiia'deieáKlizv le préséiHabm á áq[ií«^ 

ikiciodad C(dMíü^eut»egada''^ t^rl*ér y^a^dnsaSieiiiló; y leaj^mba: iqcre 
dlguDas i)orhbas lanzadas etifiaqMeHo^iinMieiitoi^' taiibrlticd^ i9eHa:ti 
^Mentes: para inducir á los habitdftté9'^y> arla guairuM que 
;j*rieseB;ias'pfiéflaséeJaiéiiidad^-"'»'' •.«••'••?- ■-'■».' ^.•.- 1. /n'/í(>'t«- 
Hastal etítofsee^ tes habílr sido fáoH ¿ hisi que ^^iidttbáiíAatirey 
<ei»miO> fÉd^oMvo- y .comprimiañ !ól9 fsmtitmenm de una potífocion 
^totmíentii, voqultap á los^haUitatíies^ffe CMííkm mmerósos^ desa^ 
ti^é»' ide losi e}¿rtótos ieomtil^dónatei^^ é^ lodos^ los pbuti^i^ d^lla'Bspa^ 
'fia';/p9r(i^d^de!la'latal|of^faada del^l de agosto ii^^ftiaift'^í^id' de 
ocultar al pueblo el x^onocimienttí^^de^ las '4:ervotda ^ue at^ábabliú' de 



— 1840 — 
qm atormentaba á Códi^'^e loa mi^inbroa dfil gotui^Do Jiiaga^ 
(tesde luego por iñiuy iDseeaairio; entublaír algiinaB nogopiaciQn^ de 
coneil^aGion, haciéi>dolé firmar al reyuna: carta ié» Ja cual p6dia S. M. 
al duque de Angulema una suspea^iou de boslUidades coa el fia: de 
poder tratar una paz h^nrosa^ encargando al teüiedte generar Alva 
de su .remisión al prímápe. : . j ; : ' ^ 

'.., S.. A. R. contentó en .aquella miama ]K>che que no podía tratar 
de nadamas cque con S* M. soky feír^v» • 

cGuaudoeate pbnto sea, satu^fechov decía; S. A. Rttiaeon^peflar^ 
con instancia á Y. M. para. quQ conceda una anaíslüa genctral. y de 
w.libre vdunAad,:á alo menos, prott^tjt láSl^as inst^^^ qne co- 

nozca en su saíbiduríabon las ,que invienen á i los ubús, aosimotii^ 
y carácterdel pueblo español: paria augurar su dicíia y. tranqijuUdad, 
y sirvan al mismo tiempo de gataalías para el pprv^r.* 

ÉSita respuesta fué llevada á: Cádiz por el piarisG^l de campo, 
duque de. Guichey primer ayudante de , cafidpa del príncipe genera- 
lísimo. . : ' ; :. ' ■-,: 
. M 6 de setiembre volvió el general Alva con o*ta .misjoni en J|i 
•cual pediau á S. A. R, dijgese loque fuese nece?fcariQ hacer pafti que 
el jey. pudiese ser crtifoeptuado: como Ubre. Los tenienttó generales^ 
condes de Guilleminc^l vi Bord^soolle , respondieron á npmbre de 
S.k. R.- que no podían mirar al jmy. ni á $u augusta familia co(n¿ 
libre, ínterin no estuviesen en medio de las tropas .feance^as-'y %m 
faltando -uña respuesta satis&toria.en este asunto yáun^nota que ^e 
comunicaba al general Moa, j^l prinoipf^ generalísimo miraria cOhmji 
rotas todas las negociacioijes. : '• ■ • L ; 
V, Aunque esta declaración np pódia dejar, ninguna dwía á las :C8ti- 
.puljaoiones evasivas,, el partido revoluciwario emió una tercjera car- 
la en la que hacían decir:ali^y que estaba pronto Á trajiar^aoló .co6^ 
icl duque de Anguteroa, yen jden* libertad. fuese^n ^^n Mlio á i^al 
distancia, cnteelosi do3 ejércitos,. y: con* todas las seguridades i crin veh 
niefites y recíprocas ó á bordo de un buque neutral biyoJafé y gan- 
raptía de un ;pabelÍco> JEl gpeneral Aiva fué aun el conductor de esfi 
carta^que too tuvo ma» i?e«iltadoa'que las otras. . ' ? :;.; 
. . El gobierno de Cádiz; solicítói de SirW. A: C39urtrre(ir«do en G^ 
braltar, el que renovase sus tentativaspara obtener la* fínediaeion«te 
la Inglaterra- que la- Francia ibabia constantemente re^pulsado, :. t 

Sir. W. A' Court ,se desenteíidió^dé esta petioioa dontf standi6> 
que mandaba á'8U secrelatio Mr* EUiotc^rca del duque dfciAnguIt+r 
ma ^nlaiproposieion de las Qórteá.Mr^.Elliot no volvió áGibraHar 
con otra respu€istai que laíque habia llevado ell:getieral Alva «para tí 
gpbierño de Cádiz por parjbe. de S. A^ R, : ; í : . 

7.* El ministerio español convocó las Cortes estraordinariaSi,^ bu- 
ya ii^ítala^lontuvoiliigarelG de.Mtiembr^y «á laSiCitiaieSiScAoisiáístie- 



i^'do^ dipüt|id¿8vt^^^ rey cctoCUrrir áilír&p^tuitlp por lo 

qué d iiHOí^ío^cIctintéificít %é á nbrtibrd^e'Si'il.i'y diseüráólile 
formula, y 6n el €(ué<S. M* üidDif^íiaba que ía nave del Eseado estó^i 
M á^mnio de naufragar si iaspX^rteís iio la isadibaa á ^ni^o de sal-^^ 

vacien.' •■•.-.:^. ; '..•;;..•.••() .;■ í, ; - '.•• •'. ' r 'l':.. ; : » 

' I^ respue^a del pbetídebte 001 toé menos breve »i mas termi- 
nante que iel ddeiímeiiló' que la «sciíabáv • ' 

En la narración detestado dé los negocios q«e fué íeidá , y por^ 
lo que ise habianoonvoeado ta^Cértes éstraordittariías*, esponían los 
ministrosiarCón^^ la situación >á&ictiv^ 'del peis, los>esfüeri3osque 
liabian hecho |»ara oi^tefier iina pá2 Iwnrosav'la situacioh de Cádiz, 
la ialta absdluta de reeursds y la neeésidad de desplegar con energía 
lo!^ífeedi#s iwíís eficaces paíusalvar^^l^^^^ 

Comuni(tóseen^la;ffiismiía sesiona el >tó^ Mr.i eb^uque, 

éej Angútema á las pri&po^biónesquet'le babia&> sidahéchasr -uhitha^ 
íwm por elícual 8- A/Rvetijia unaVespuesia oalegórica antes de las' 
^ch^ídea(5fiielte:noché* * i ' .i )iv ; ; * : • 

• E)9tai)egociacioirfifd'ta^b resultado ^güno, peto la toma de Su-' 
ti^Petri el diá» 20 dr setiembre fliizó 41 mayor efedro éo Cááki"poP- 
qué ei!tlil& COA la nóüeia el¿ desafieiito general qué era consiguiente 
en los habitantes de la ciudad y en el gobierno. í r.: . 

' Céftlíuti^fldó las- opsef^iohes franícesas; -llegaron alestrémo de 
prepará^i^'para daf'^'ivsako á la¡ plaká'de C^diz; ia junta de defénsar 
y elalfniratiteValdési/hiqieí^óñ presente ¿'^^^^ que m teí* 

nian medios de resistencia conti^a la ése^adra francesa , y que esta' 
hni(ik ids tii^ybre»|Ñfep^tMivos(para apodera^rse de Cádíz^ 

A: este docümeftW'ofidal preSeiitíádo 4 las Cortes en Ja sesión 
del 28 de setiembre, añadieron^ los^Q^kiistros que por su: parte* ha* 
bian tratado de abrir negociaciones con el duque de Angulema por 
larmediadótfde^la Grmn Brétafia | pero que todo habia sido inútil. 
La<5onstény8fcionsehi«o ^general en el seno de las Cortes. Los orado-' 
re» 'm^s exáltalos lasiegm* que una ' resistencia mas prolongada 
atMeria' sobre Gádleksinay ores c^ el restoi de Ift 

España. : 

•' Un consecuencia > por aína mayoría de sesenta votos cx)ntra trein- 
ta,' sé re^dvíó qué en í el fttómeiilo. quedase el: rey en libertad, en^' 
vlándtíle tina dipulái^oti'acmiipigíñáigí de los' ministros ^para 'anunciar 
á Si Bl. ^ue comoiá oondicirm que -babi^' puesto los franceses para- 
cesíar eíi las hoStiKtladeé-^>iem ta libertad; de sa^ persona > ')as Cortes 
cl^elan de W debé(i? eñ ÍM^ellas círcm S. M. piKsa^í 

setíl cuartel gehéi^i francés^ para e^ipular las ooi^diciones más fa-^ 
vorablesé sti sitófiáo pueblOi /, ' - " 

Vemos, pues, aproximarse el desenlace de la revolución y el 
cáííh}^ cDÍ eft lenguaje dé los eare^lercKs de Ferhasido Vil. 



cuartel general á Chiclana para preparar el último combate, ^ . 

^ */ : EliiitíW[iK>/sei!haibiik. fijada píwra.«I'*8l9<te Mti^mbí^, ci^mdo 
el 28 en la tarde, regresando §<• A* ft. .de visiftar U^ñ^ximh^r&m^^:-^. 
ta*j recjbtó la wHieiíi de Qu^ «o geDtU-nbftmbm.dQ te ^ínfta¡r^ d«l rey 
de EspAM habm Uf^^^i^m un^ioi^taqua a^unoiab^: la Uliertad d^t. 
p^y .y p^ília í^l príncipe kf4^$B)ijít¡Q.ve« diQíMlei (jaisferi^ reeiUirfe^ : < 

. 'Ést^itioUola. t(@Qu io^orliaote Ue»6 < de JúbjiiiOi : «odos J09 QQmvm)(99^> 
pu£^ todQ« coQ4i^|)l^dmQ:d6iáe^hic^. tefmiiiAd^ h oai^pañiu: , 

N(\ dando el píróeipeitoflíífó,!á'festa>ji0ticía taa áae«j)WMte, dí?^-^ 
píifijo^uiy.noiBe eaníibiasetMda;«nJa&^4ispo8ioioads; antera res- 

pectó á la mbyjh dél gerttíl'h^intep,; aeñéid^fiw-piinto qI (^10^. d« 
SjWit^ Maríft;, !^i)ndci.regr^ó S^rA, R. íi(í.w^ 

El príncipe de Carignan, el duque del InfantfldowpcBai^t« d«. 1»^ 
r^geo(^ia , d nwnistriq d«í E$teddJ)>; VietorSjwzf^^^^^^^ de 

Evauci^vMr; Talaba y ete^eciü^bde SQitftduiií&^^udtf^M .de manp^^ 
dfll tíiDpemdoQ d^ Rpsija^^. ae. rewítiíQR;t)atd itoibin aJiri^y ej»>Wid«9r 
embarco. . > ■:.:•.•. \ . í> ■ / ;.«.!. .: , . I .,:» ./ ..i::^«'.:í- • ¡ .• > 

EldiaSQ dQígfftiembre'.58e)4etiíüv<>Qlíay ff .Cá^^ 
ppiieba.ma3 deíaii .m^t^mpimídadá^ kis a'eVoWcá^OMÍa^i.^pñpie^ ]r; 
prin(¿palmanta. éi'M ^ inilki^pcMb 4^ %dpid }tpifi am^i^evú^tímM qp^*^ 
riej> desojar 'de W) todos árStt.^iadrftipateWi) ,% )i. ;i . ;». 

9/ S. jyi, eoD el objeHí di^iíííJittar.taáaiitaoiWí^ 
nwi,: preaeotáwlotes la genei^idiidí d¿ saie^a^cpi^ dii^3a,í0.piibii- 
C0m mm nonibre dí|de©i«ito^gMkfttet, ii ... v . *; ; 

•• ; .• f.EapAñ0Íesj.r ..:, :•. •;.. -r*.- .--i' •; . .:• '• •b ■■;.'•.•- :í^-.' 

. ' ^£1 primeii deber de UQ¡reiyT9^ hacti^ir:lA felMídadf dcisi^ Siúl^ 
y-ejíadidia sem. incieímpaUWe íjo» íaiÍRq«i4i4»imbi«.d«Í8r«WHíP^'S^^ 
hrt-su siiiei;te f«íi«tiuv Otó apresuro áípali^^ mqy»i«d^'>qii# jpífcr; 
díieraD pmdttíír eltemQr4©;^jífl i^a¡rjeldefí)Ojyís 
de un partido. . > 

..»íJaido coalla «afimJl©^cQW^d^^^ la» íd^ügiwias ,df la 

g-uerra». per«i laiteyiííipc^io^ade-kWQeíAd^ u«i 

tórflaiuQi Ea estas í3ÍwüoeliMJicid3 JasaictiY^ , ;mi<)pad§rj08a, yw puede, 
sok) alejp delreina Jaa vp iigtóíE«s yteftílíeme^ u^ goWenio 

sabio y }tt«tQ es el quedólo i>w^4i.Tejmfe'tQ(Í^Mte8íjV^lMiiti9^ tó 
pneaeipcia en el oampan»enl^«íieowg(> )e&lft,»«icd' cpwi .pmeáe, disípí^r. 
leaihecrores.qilet jmen^s^ii áxla Ma.tiadit^iíaf^ é^ fH^vfiof^l^i bdbitpMi^r 
tes, y á tantos españoles de mérito que sic^íqno^eixlíWt.e»; e^la Rfíu--r 

» DecididOíQOüib^ «a^^por ii»(^.Qiiaas.lP4 d€j!f«ftlrQi^((|g toogH^aim^ 



— ala — 

he r6$u^o salir de dqüieidia de maáaná;^pef o antes quiero dar á 
coHocer los sentimientos devimi^orlizotí hacienda pulílicar el mafii* 
fiesto!Hgtúe9Me:- .• - -i. ^í:r "•-: -í '■••-.-. .. -. .^: . . ./,^-.k.-'í 

«4/ Declaro demlibmi «^^Iqntod 7^ prometo bajé la fe de mi' 
real palabra,. que :si laneoesiáad exíje^alguá c^imbio e» las institueio'' : 
nes políticas de la mooarquiítqub-eicislen actualmente > .adoptaré «un^ 
gobierno que haga la felicíéad completa de la nación, garantizando 
la^stgumdad personal , la prosperidad y ia seguridad civil de los es* 



. »2. K I^fOiiMo cte'ía raistnantótnera «n olvido general y completo 
de todo lo pasado sin Ainguná esc^M^ion, á fin de que de esta mar 
ñera lá tfteuQ^ttilidfiídv iajcongáína^ y la unión* tan necesaria á los inte- 
reses ocíilunes ¡y tan deseada por mi corazón paterj;ial se restablezca: 
efttreí todos los españoles* . • 

i . íSl"* Ofrezco;;del mismo modo, que cliakjniera qué Aiese el cam- 
bio que se haga, las deudas y las obligacionésíí contratadas por la 
nacían y sugribieiw bajo él skteqsa aéluarserán siérapíe/recoádci- 
das como yo las reconozco. 1 : i > ' ' •■' 

•i.** Aseguro también que todosios génerates, gefes y oficiales, 
sargenlosíy oabosdel eféfeito y (te la marina qoé^ hasta de jM-esente 
han permaneeido unidos alí f istemíi actuad de gobierno , y en cuftl- 
q*iier punto que sea de ia).Pe»ín8ulay cmisérvarán sos sueldos; em-: 
pteos, giiadosi y condeec^cio&es. Los «npleadosrailitareáji' civiles y 
eclesiástíeosHiiie han seguido al gobierno eohserVaráii igualmente los 
suyos: enüQuañto á los iifue por razonidé réforina no pue^aii eónser^ 
varJosr empleos^ gomaren de la mitad dé loa sueldos que tuvieren./* 

»5/ l^aalmeirte auguro y declaro que los milicianos de Madrid, 
Sei^Ia y otros puntos que se enofuénlriani^ estaisla, a^ cómo los 
demás espgfiokM» que <se. hallan refiígiados en 1^ recinto y que no es* 
tánobUgados á^pemsanecer por^razon d^ los empleos , podrán des- 
de luego volverse á sus hogai^s ^ ó al fius^o del reinos que: mas les 
pueda aconA)dar , bajo la mas completa seguridad de que no serán 
molestados por su conducta política ni por sus opiniones anteriores: 
los milicianos que tengan necesidad de recursos, obtendrán durante 
la marcha los que se concederán á los individuos del ejército per- 
manente. 

•Los españoles de la clase elevada y los estranjeros que deseen 
salir del reino, gozarán de toda libertad para ello, y obtendrán los 
pasaportes necesarios para el pais que les convenga.» 

10. El 1 ."* de octubre á las once de la mañana, una falúa con el 
pabellón real de España , seguida de una porción de lanchas con las 
banderas de ambas naciones, se presentó fi'ente el Puerto de Santa 
María. El rey, la reina y la familia real desembarcaron entre el es- 
truendo de las salvas de todas las baterías de Ja costa y de las voces 

40 



— 3t4 — 

de viva el rey Fernatido, viva h religión miezélc^das eon las Aemvaei 
duque de Ángídema, viva el. bcdienlt (jéiKcitú frafioés, i 

Fernando VII uo perraaneció mas que dos dias en el Poeiio áe 
Sania María. Antes de inaf char dispuso qué la. plaza de Gá£z y kt is- 
la de León fuesen entr^gadaíi ¿ las tropa» . francesas para qae la8^uar-< 
neciesen, cuya ejecución no, tuvo dificultad ninguna. 

El o de octubre fuei'on ocupados Ito principales puestos por 
nuestras tropas: el conde Bo^imiont tomó el maádo de CMiií^m d¿n*^ 
de fué recibido , si no con el trasporte de gozo que habian recibídei 
los milicias de Madrid, lo fué con- h^ confianza que >ttisf)«ra1la á todos 
la protección generosa acordada por la Francia. ' 

II. El á!8 del mismo més^ toda la España^stábaya sometida de 
nuevo al poder legítimo de Fernando YlI.^Efitre tanto, > el modesto 
vencedor del Trocadero, después de haber acompañado al rey hasta 
Sevilla y de haberle devuelto su corona y su libertad , emprendió el 
regneso para la Francia. » / : 

i 2. Antes de dejar el suelo espafiól el principe , dirijió al ejér* 
cito la orden general siguiente : 

«Orden general del ejéii»to: 
»La campaña está feiizinente terminada por la libertad del rey de 
España y por la toma ó sumisión de las plazas fuertes de su reino; 
testifico al ejército del Pirineo al dejarlo^' mí viva satis&ccion pOr el 
celo , el ardor y la decisión que hti manife^ado en > todai» ocasíone^v 
así cómo por la perfecta disciplina que ha observado ooüislaiiiemenle. 
Me cuento por muy feliz de haber sido por el reyi cálocad0:á la^ca^ 
beza de un ejército que ha hecho la ^ofia de: la* Franoiartí^Guánel 
general de Oyarzun, ¿2 de noviembl'e de i 823;. =^iii8< Antonio;^»' 
-'"' S. Ai R, repasó en seguida el ¥idasoa'por el puente que hatm 
pasado ocho meses aotes^ para entrar en España , iredebtes trabajo» 
habian hecho un magnífico puente de piedra que hptlnafVedibido el 
itombre de Puente del dugw de'Angtdenia. v .i 









..•tí; ,. 'iV 

- l > > 'y 






1 



— ato — 



■■'--: . T'i^ .. 



lEFOTAGIOlI. 



Si Jos reyes en vez de diiigir todos sus Ci»na- 
tós i dejitniir las CDnstitticiuiies Ms^ncaminasen 
á.eje^utar^aSy Ubr^ian la dicha de los pueblos. 

> Thibíis. , 



'>V.M 



.. 1.^ Xuaoto más líos vaiHps^ aptoximamio al desenlace de los su>- 
Qeaos ^eiHi^f nm^at^ van debilltodo nuestras fuerzas intelectuales 
Piara! ti^sAivel euadro «tesastroso que pnesentó la España después de 
:1a j^aecíon por los'pantidariofií de: la té y del triunfo dq nAiestrosene- 
inigos^lafilcaiiceaest desearíamos que un pincel mas diestro le diese 
el yerdadefio ooloridóy pu^s conceptuamos este: bosquejo superior á 
UMestro^ alcances; :SÍo/embar^^ nuestro* patriótico suplirá las faltas 
que fO^s puedan ni3tarsevi y nuestro buen deseo nos ayud^nrá alcf>ro^ 
n^mienfio de ia.obrav 

. , ^ esQribÁé$c»os Ja bistoria de aquellos tiempos, bariatfios seve- 
roB.iiftrg^» á lasGóntes de 18á3'en Sevilla, porque cuando mas apre- 
miaba^' el estadói'de Jta:i>naoíon, se (xsupabandé la ley de señoríos y 
jotraSíCoaas.iindifiMrentes,; para aparentar una .estéril firroessa; pero 
nue$iypo ób)et&^es>«^f^tar lo'.eserító por.el autor francés, y si- 
guiendo nuestro intento, haremos ver que á pesar de la ocupación 
de:)Madi1d;auo fNMUamos :trtun&ri de nuestros enemigos, sien los 
mi)nQie{itQs mas critieos m> hubiéam fritado los hombres, en quienes 
inas confiaba Ja naeiwv y no- hubiese» negado los recursos con qué 
iCqntaba el golMerno para cubrir ^us ateneiónesw 

A :1a iMAida de la entrada en ^Madrid del ejército francés, reéibid 
e) gislbiorno la' inesperada db qiie la casa de Bernales de Lcmdres^ 
^bia tomado loscuárenta millones de releas acordados por las Cór*^ 
teS)^ y qqe éesplies desperdbido este;driieiVO hid)ia protestado las le-* 
trais, ai punto^de realizarlas, ajando por eíste itiedió exhausto de todo 
reeunso el «linisterío qué no tenia d^ d^ide sacar para cubrir las 
mas pi^iaá obligaciones. . 

.\ Dcum^echoltan inmoral paiiié el acueirdo^jdel ernpréstito forzoso 



— 3J6 — 

de doscientos millones^ el decreto para que se secuestrasen los bienal 
de todos los que tomasen partido con los franceses y que se acuñase 
todo el oro y la plata de las iglesias que no fuese indispensable para, 
el culto. 

El gobierno español, según acuerdo de las mismas Cortes, había 
procedido de un modo digno de la nación^ á cuya cabeza se hallaba, 
en el discurso de las últimas nq^iaciones, pues la guerra que la 
España se veia precisada á^o&teáer, le ei*a imposible evitarla á no 
infringir juramentos y obligaciones, y renunciar á su honor, á su 
independencia, al pacto social jurado y á todo sistema fundado en 
ideas liberales y justas, tendiendo el cuello al yugo del poder abso- 
luto impuesto por la violencia de un poder estrangei*o. La historia 
liará sieníípre la justicia qtie merecieron los españoles liberales en 
aquella época. 

Las proposiciones de Sir Wilian A' Court fueron las que el em- 
bajador de Inglaterra en París le habia comunicado á nombre del 
ministro de relaciones eslrangeras en Londres, reducidas á que hi- 
<siese al gabinete español las cuatro proposiciones siguientes t i.'^'que 
^e. di^ekrase que la Constitución^ babiá sidO' dada-fcor ei rey ; 2.^ que 
el consejo, de estado fuese. nomJ)rado porielreiy, y '.que tuviese parte 
en la potestad legislativa i 3/ que se dedai^ase. que habia llegado e) 
tiempo^ de hacer refonnas en la Constitución ; 4.* t|u« losdiputado^ á 
Cortes tuviesen en adelante la propiedad que: la Cotnstitncion indicase. 
Noi entraremos en in calffiqacíon de estas* praponcienesnienéf por 
qué no las tuvo por importantes el ministerio^; d bura>}uioiod^ nues- 
tros lectores podrá calificarlas y juzgar por ello á los ntini^tros^de 
aquella época: en nuestro humilde entender, aun caando hubiera 
accedido á todas ella^, la guerra no podía evitara dé ningún modt): 
la guerra estaba decidida según el mismo Chateaubriand nos ha de*- 
jado dioho en su obra «Congreso de Vteronajr y nosotros hemos mani-^ 
fostado en el capitulo que trata sobre los anteicedente$ 4el mismo 
congreso» • • •.•' ••••,- :/- ■'." *" ..» . • 

Sabedor el gobierno de que el geneml Bourn^ioiit por lá Estrema^ 
dura y^ el general «Bordeséulle* por Déspefiaperros^i se dirían j^bre 
^ Sevilla con las fueráas' de vdnte mil hombres, y no tedieodo otras 
que oponerles para la defensa^ de Sevilla que ios resHos del ejéh$íto 
de Abisbal y los milidanos hacioHales de Madrid, decfdi«roii tener 
una neuníon compuesta de los' ministros ylos difvuhsdos^á Ok*tes, 
militares y varios generaiies piara tratar 'de si>C6BVéndm {lerrnli^ 
necer en SeviUa: ó retirarse á otro punto. HHb^alganlos'que pro^ 
pusieron Ja. retiradásobre-Aílgeciras; otros que- seoapUiiíatseeh Se-^- 
villa (este fué el fffínd{>é< Aoglona), y la mayoHa «estuvo ^or li 
retirada sobre Cádiz conflatido siempre en el «jéreíto'de Ballesteros, á 
quieu'^e le habia dado ék mando su^peióor de todas las! toépzas'^mili- 



■;N 









— 847.-- 

tares de l^atóe^y sur dé«Bgpafia; pet»o*Wte8teiH)» fué W tmidor á 
^o patria, como probaremos deíífi^fes, y fueron • frastra^^ las justa 
«sperán^as del gobiemoi ' ^^ . , 

2«- Como circuldsen en Sevilla las úolicias más alarmantes dei 
estada de la-nactoa al abrinsé la sesioii de íás Cortes d dia i i de 
junio, el diputado Álcali GaUatio interpeló á los ministros para que 
tnanifesiaseii el vehladero estado .de la nación, la situación de los 
ejércitos y las disposioiffies témádfts para el resguardo del t^f; de 
ias'Gárte» y del gobieimo'. El mifíistro de k Guerra maüifestó que se- 
gún los úttimof? patties ;recibidos, Sevilla ste hallaba en peligro- mi 
razón á que dos divisiones francesas por disláriltts direcciones: baja- 
ban sobre ac^ueliiunto.' Después de esta afermantei manifestación, el 
mismo diputado Galiano propuso fuese enviado'al rey un mensaje 
supiicánddle'cfuedispnsieseia marcha paHa Cádiz, en donde podian 
^tar res^oardiMÍos de un ataque imprevisto; y las Cortes, qííe todas 
psrticipaban de la alarma, aprobaron 1^ ^proposición del dipu^do Gá- 
4iano.. Los min>ista*os^'4^ ^ hialM^an presentes añadieron también 
<|üe «habían^ consukadoáí una junta de generales y al consejo de es- 
tado^ sobre Ja traslación,-^ ^o b6íbléndoto participado á S. M. aun nc 
había resuelta.' . « ' ^ ^ ' " ''' 

El diputado D. Agustín Arguelléis tomó la palabra para hacer dos 
adiciones que fuQ>on: 4/ que las Caries^ ;se declarasen en sesión 
permanente; 2/ qu^ la trastacron de S. M. ftiése cóni»u real Emilia: 
todo fué aprobado,, nombróse uña comísíoii para' el mensage, presidi- 
da p«* D. Cayetano VaídiéSi y el rey seflftió las^tóinoo de teitardé del 
'mismo dia pura reeibirla^ • • . • ! 

Continuaron las Cortés én su sesión petmanente^; 'sálió la comi- 
sión encargada del niensage y regresó á poco. Menvpc^ mmífestando 
SU; presidente Vaidds que S; M. Había co¿festad0' boñ entereza cque 
««•concietici» y el amor qué profesaba á sus subditos ño le permitían 
^alir de SeivUle; q^e coma particular no tendría jnoon^veniente en 
baeer«ste ó cualquier otro sacrificio ; paro que cíimmo rey no se <fo 
permitía su conciencia. »> '^ ^ ' » ; - ' j» 

•i Vamos pues á eopiair las^ misrhas-palabras del general Valdes. 

tObservfráS.-M. qiie su conciencia estaba á salvo, pues aunqiie 
como hombre podia ei»rar,- c¿mo inónarcaiconstitucional m tenia 
responsabilidad alguna; ni' 'Otia'c(u]fcienaia qué la de i^us consejeros 
cónstituoiofiales y de los íi^egentante^ de:la nación, 9obre quienes 
estribaba la ^salvación deia-patria. S. M> contestó. tfferftcAd» y rol- 
vi6 la espalda. La diputación, pueSy teibieudo oumplid^^cionM^ eq- 
^ar^^ ;hace' |n-bsen$e á las Cortéis que- S. M. no tíene por conveniente 
laitras)acifiín¿>' • ■■> ■•-:•••• < ■ • •• • 

'Envista délo espuesto» poi; el^q^utado Yaldes, 4omó la palabra 
Galkn^ y^su^oniendaqúela néigatívadel rey ^topodia:^envav de 



— . .3^8 - 
liaUarse S^ M; imposibilitfíko Q^V^.ó oiQmlineDte, pídM la afiücaeíoii 
del articulo i^l delaiCaa^tHcmcpiédeQir/ «^(^ 
cia el reino siempre que el rey se halle imposibikíádá de desempeñar su 
auloridad por cmlquieT motivfo .fififia árfnifrtíy* y; contiauó que se 
nombrjase tuia regencia provisional, cprnlpárael $^ easa de la tras- 
lación xeime^h^facnlüLá^s^del^o^T^ 

/.! I.as Cortes aprobaroAlsi proposi/^iiHi y nombraron ima Iregenoia 
compMe3tft del general de marina. Yaldes,HBÍiOOQ8^jéiro Ciscar, y del 
teniente geQeüal Vlgodet, quienes díspusiieroalamaicha, noiiin tenek 
que sofocar el complot que habiaen Sevilla para que no saliese el 
rey.» raand&ndo. prender al g^ni^ral Dorvuie y otros queeraiilos prin- 
. (pipíales fautones^^ pana dirigir un movimjeixbD.en el pue))lo é impedir 
l$k salida del monarca. . <; 

Heinos hecho un breve relato :,de Via sesioo lápl.ii dejusiio 
de 18¿?, y diremos queno podiaq^ esperar «osegadaaente lo» diputar 
dosyelgpbiernola entrada de los ^franoeses len Sevilla» qí pcesendar 
ison tibieza aquella connivencia iun^Ue de|| reyeon los estrange- 
ros, pero sea como quiera» el rey y la; i^ &mUia saUeron pava Cá- 
diz el dia 1^ á las seis rdq la tardía ^ála^ siete se ditoh^eron. láis 
Cortes, y apenas salidos de Sevilla entró el desenfreno- del populacho 
comprimido,.. cometii^doU^do géner-o de .eaci^o con los que debian 
seguir al gobierno y saqueando todos los barcos t(|ue se hallaban en 
el Giuadalquivir^y debian darse á U yela para Cádiz, egeeutando ^o- 
dos aquellos $iefitadp& á If^s; voces d^iVtw.elrjeyy, la f\eUgion. 

Dos palabras dir«in0^i?e^cJ^ al. úJtimo^p^^^ párrafe^qúe 

refutamos, en el cual manitiesta el autor. Jraneés qu^ él general 
•Zayas íllevafm la^érd^^de: Ikgckr ha^sl úHimo^ esíremo si. el rey ha- 
ci^aigUi^,Uí»i0iv£f para recobrar su lil^r$^ 

Hubiéramos despiwiadíx lo dicho por Abel Hugo, pero como: pu- 
bUoase un escrito el; coronel del r^iinieQto de Aliñansa,' MiniOy que 
.escoltaba la familia real (y habia sidp^ según dedan^ de íosmasiuri* 
. Inundes comuj^os para que le, hicieran coronel, y se pasó después 
cobardemente á los franceses por no batirse ^ Alhama), en el cual 
sin presentar ningún hecho, sin aducir! nUlgiuna prueba, quiso apa- 
rratar que bd^i^^^vado la vida del monareí^, debemos. ídejai' consig- 
nado que en aquel viaje >se. trató á;^ M.\íeon.el itoyor liespeto;. que 
nunca ba peligrado la: vida del r^ español. cuando ha estindo rodea-^ 
.<k> solo de espafiole^; que ^Kim asasiDiBr, al rey en despoblado, los 
asesinos hubieran tenido mejor ocasiw.ien Sevilla; qué al; rey le 
^eompafiaban ocho de la r^ál&miliiPL y habkaea sido ün^safer|Seio muy 
omento,» ^necesitando^ parae]lola<ípnaiv6ncia demas-detre» mil hom- 
bres que le escoltaban; y por último, que los españolea no lian áidó 
niinea, nejgicid«s^>ni la G^añf M piieseiicíado el lejraBtamicfito de 
cadalsos .paca siua^reyea; qiiedeiien.:hueiil^>va eeSe Ijswa pam>lo$í 



— 319 — 

sébdito» ijte ERTÍqTO^ iVi yi héin Wii ^yffsíiá \o^ conciudadhnWde 
Louwel; Sentíalos im el éwai^rt hubiese 'Un'é^ por te ató-' 

bieion deun'iiseaiso >se ai^e\'lese áj^nere* duda te lealtad casfe-^ 
llana para con sus monarcas. ^ < 

. : ,3/ Enif e los nmüohos párrafos ()aé hieiií^ refutado^ se nés regis- 
te mas que ningánoiros «lp9e$ierntevpo't^tieiSietbpré^ sido ú^^> 
loroso acrimíiiar éiosespáñóies; y con niáiírtaKoúí á 1<» que anterior* 
mente habían prestado buenos^ seh^idOB ala independencia y á la 
libertad de la nación española. M • 

Después de la aceidíil de Gantpillos ¿e^A^enai^vbli'/deagosto, 
en la qi£&ltad bizamménte bisMan! batido nuesti^as tropas á tas fuer- 
zad/franet'^s'maiidaés» pol^ el jgeneralMdibr» str^jo BaHéstéros que 
el gobierno le había relevado del mando del ejército del siirdeílspá-' 
pa^ dattdo el de la isla Gaditana á'Vigodet,: y á Zayas ef que tenía 
VíHaeaíiipai w^^tctnierosó sto duda de^e le^ se|NErasen <te íin todo del 
manda de ilasrfuefsai antes 46 liaber completado la venta de isa ejér- 
ciiory d4r kt libertad que se Kaidandado los españoles, celebró ün 
convenio con los franceses, cuyas bases pondremos 4e mañiñésio, é 
biloque su ejército reeonoeiese á larcsgencía del reino durante la que 
decían. €«Lutiyída)d del rey, y en seguida: escribió al duque de Aogu-! 
lema ofreciétodose é coadyuvar al éxito d^ triunfo dé los franceses, 
pmpQsieiod quefoné de- manifestó la perfldb de aquel general ^}t)o 
fuesen j.auficientesMdsí hechos antei^iinres, y el haber transigitío con 
su ej^cito después de haber ganado unktbiítalla. 

Qmtíenio^^ concluid» eútre^ ehtmíeme geñmd MoIíMp y SI general 

- ArtioüU):*.'' «£ligeneralrBallest¿iw'yel i^fejg^ndd ejér^ 
subórdenes, recnoteetóé ta regencia' VlieíEspafta'eétablbtídaeií'Ma^ 
drid durante la aüsencíit'tMi rey. v , • . ^ 

/ ^tv: 2«? , -lEl dichoigéneiialmandiurá'é lÓEi detna» genérale^ ygb-' 
kMiirn^restda.ifaiS'^plakás q«ie se 'cMuentrañ en el territorio de su 
manido ^el^ue^reoonoscab iguiÉnenileii da ré^ 

- Artí .3i^; rLa»tro|fiaqne sé iúA^^bi9a>ldS órdenes del genéfaí 
Ballesti^os> sérin acaRlioiiádas» ea -las pueblos qüe^i^e fijarán dé átíuér- 
do con el general Molitor. v 

líArti 4tV >Loa;gííneÍBle», gefes y ofidalcsipeíténeciémé^ al se- 
g«q^:euM»pci'del ejército español, conservarán $üs ^ados, empleos 
ytwndfie<OTd0b«b/ is^ehsiieWo qué por eltos les ddri-esponda. 

Art. 5."* »Ningun individtiode diehoiéjévcito podrá éer inquie- 
tafÍQ^:pi9rsegaidov ni m(Aestado.]jer.s«iS' o[»nio<iest ai)terió este 

cooiv^ioy Éi por.faecbosfaQ&logesir €$<^pto aqueltosqueeorrespohdan 
al c^nooimieiito de ^ jusüoia btdinaria. ^ ^ < ' ' ' ''" 



— 320 — 

Art. 6.'' »Los sueldos»; serán juagados por U (^oraia espdñokt ci» 
la foriBa -indieada^ y dn reí caso de que se . retardasen^ sé continuará' 
dandp ¿ la tropa la radio» de etapa en los mismos caotoneB que les 
serán señalados. 

Art. '7-^ »Los jüo^dívidiiios de las miHeias naoionaies que forman 
p^tededicbo ejército que i ¡deseen regresar á sus hogares^ . podrán' 
haperlQ libremesite y eo6O0tr'arán segui'idad y protección. 

;» En coQSí^u^ncía del. prénsente convenio cesarán las hostilidades 
por una y otra parte. 

f Hecho en Grana(b á»4 de agosto de i843. 
[' .»Firínado. — EL general M€*ítor.-»^Pt>riel general Ballesteros y 
con sus plenos: podeces, el primer ayudante gei^al de Estado Ma- 
yor ^r-r-José Guerrero de Toíres.» . ; . ' 

La [nayor. parte de los gobernadores de lais placas dé su di^rito, 
no quisieron someterse á las anteriores condiciones qtíe tan cobarde^' 
mpnte babia; estipulado el perjuro general fiallesteroSi de quien pre- 
seotarein^os un estracto de su vida política tomado de uno de nues- 
tros escritores mas independientes. , . 
*Era Ballesteros, dice, teniente del resguardo en i80Sy y con su 
arrojo, con aquel denuedo personal muy descollante, se encumbró 
luego en la guerra de. la ii^ependencia^ aunque ageoo de todo des- 
empeño militar; logi'ó algunos lances brillantísimo^ en la Serranfa- 
de Ronda, y ^quel {ué eloríge/ñ de su popularidad en* ia temporada 
del acalorado ímpetu nacionaU .Aconsejó en 1820 eficazmente ai rey 
que publícase la Constitución, aparentó muchísimo fervor patriótico 
y encabesó la sociedad '4e los comuneros. Embelesado con aquél en- 
tusiasmo constitucional, quiso el ministerio al darle el mando del 
ejército, dispuesto ya para descargar los primeros golpes en defensa 
del territorio, dar una garantfaá latí opiniones mas estrenadas y her- 
mauar todos los convencimientos. Necesitaba fiaiksteros como con- 
sejero de^stado la autorización de las Cortés para obtener' algún em- 
pleo, y logrado luego» plenamente fué traidor á la causa nacional y 
cfipituló vergonzosamente con los franceses.. El destMftro^ en 'que ha 
muerto fué el premio áuioo que Je reservó al rey , y toS' mi^o^ es- 
trangeros compiladores de su espada le correspondieron con el me- 
nosprecio, corroborandoasí la ipáxima de Tácito: >Pfo^ii(tora9ip9^^ ad 
quos confugere inrisi.» . ' i. •» -; . 

i."" Noticioso el gobierno de la traicioride fifl^lesteros y dé que 
el general ^ayas podaba en negoeiacipnes con el gen^a}* Mofitor, 
invitó al general Riego para que tomase el mando délas cortan fuer-» 
zas que se hajlabm reunida. ieñMáJaga:.: a. . 

El iutrépHo y decidido .Rio^o, .atravesando los mayores f^lig^os 
se presentó, en Mál^g^ el i 7 dft. agosto, tomó él mnMÁp ée\ ejé»^ito, 
que se compondría de unos cinranliK hombres, y dio prineípio á su 



organisaoioii, pues era la mayor parte de esta fuerza eiiailros de di- 
feretí tes regimientos. ' 

La siempre decidida y liberal Málaga le facilitó cuantos recursos 
ie era dable facilitar, concluyendo por ofrecerse lo mas florido de la 
juventud malagueña que ingresaron voluntarios en los cuerpos de 
dragones del rey, escuadrón de guias, infantería de Galicia y milicia 
activa, y el reisto en el batallón de nacionales de la misma. 

El general feccioso, Caro, descendió de la Serranía de Ronda sobre 
Málaga, pero fué batido por los voluntarios y caballería de Santiago 
entre Churriana y Laurinejo, mas á pesar de e.ste triunfo, conoció 
Riego que no podia permanecer mucho tiempo en aquel punto por- 
que triplicadas fuerzas bajaban sobre él. Asi fué, que de los tres 
jproyectos que tenia Riego, demostrados por el escritor francés, obtó 
por el de tomar la costa y unirse en Cartagena con el general Torri- 
jos, en atención á que el paso de la Boca del Asno para marchar ha- 
cia Priego estaba ocupado por la división francesa que mandaba el 
general Loberdó. 

Tomada esta resolución, salió el 3 de setiembre de Málaga de- 
jando una guarnición que contuviese los realistas que mandaba Caro, 
y querían entrar á saqueo en la ciudad, y capitulase con Laberdó, 
incorporándosele después en Velez Málaga donde la aguardaba. 

Habiendo capitulado Loberdó, y entrado en el convenio que la 
guarnición seguiría al ejército español, luego que los franceses avan- 
zaron sus tropas, los declararon prisioneros de guerra y la caballería 
de dragones del rey que se hallaba en Guadalmedina, salió al escape 
y fué perseguida por los franceses hasta la mitad del camino de Velez, 
habiendo perdido dos de sus escuadrones y sufrido cinco cargas por 
trifriicadas fuerzas: hé aquí la fé de lo pactado por el general Lo- 
berdó. 

Al siguiente dia emprendió Ri^o la marcha para Almufiecar, 
mas sabedor en Nerja que el general Bonnemains se hallaba sobre 
Motríl, varió de dirección, y atravesando la escabrosa Sierra del Cielo, 
pasó por entre Alhama y Granada y llegó á Priego el 10 'de se- 
tiembre. 

Inmediatamente que Ballesteros tuvo conocimiento de la apari- 
ción de Riego, mandó poner en posición á sus tropas y rompióse ei 
fuego de las guerrillas. 

A fin de que no se sostenga por parciales, estractaremos la co- 
municación que Ballesteros dirigió al general Molitor sobre aquel 
acontecimiento, en la que decia: 

«En la mañana del 10 tuve aviso que el general Riego se apro- 
ximaba á este cantón, y en su consecuencia tomé la resolución de 
oponerme á viva fuerza á su paso. Colocadas mis tropas en posición, 
me dirigí sobre el punto llamado el arroyo del conyo, como una me- 
tí 






— 822 — 

dja legua de la población, y con unos dos rail hombres y trescientos 
caballos. Alagúele atrevidamente* Mis cazadores treparon una coli- 
na con el mayor valor ; al mismo tiempo dispuse que un batallón 
envolviese por el flaneo izquierdo la posición del enemigo. Aunque 
mis tropas observaron la mayor precisión en sus movimientos, noté 
sin embargo alguna flojedad y tibieza en los fuegos, elcuallobacian 
cx)n bastante repugnancia contra las tropas nacionales. Inmediata- 
mente me puse á la cabeza de la columna de ataque para escitarics 
con mi ejemplo. Entre tanto, el fuego d.e los tiradores continuaba; 
perQ lángido en comparación del número. En este estado los enemi- 
gos se aproximaron á nuestras filas, y arrojando las armas rodearon 
á nuestros soldados por todas partes gritando : todos somos hernoanos: 
viva la nación libre! viva la Constitución t viva el general BaUesterosl 
y mis soldados mezclaron sus brazos y sus voces con las de los sol- 
dados enemigos que poco tiempo antes hablan sido camaradas y 
estaban unidos por los mismos intereses y deberes.» Se humedecen 
nuestros ojos al señalar la fidelidad, constancia y liberales sentimien- 
tos del soldado español, al paso que nos indigna la traición, la in- 
famia de algunos generales á quienes nada les dicen los quejidos de 
la madre patria; mas sigamos el estracto de la comunicación. 

t Riego, svis ayudantes de campo y su Estado Mayor, me rodea- 
ron y me felicitaron proclamándome su general , suplicándome al 
mismo tiempo me encargase del mando de los dos ejércitos. Por mi 
parte pude resistir las impresiones de aquel primer momento. Las 
tropas, una vez mezcladas, se dirigieron hacia Priego repitiendo todas 
el giito de viva la Constitución y proclamándome su general. Quiso 
Riego que yo las arengase;. pero para evadir aquel compromiso, le 
contesté que dejásemos pasar aquel momento. En fin, entré ^ la 
ciudad después de Riego y los habitantes me acogieron con el mayor 
entusiasmo besándome hasta los pies y las rodillas y aclamándome 
libertador de la España. > 

¿Cuándo huUeran triunfado los franceses, si generales ingratos 
no hubiesen vendido nuestros ejércitos y abandonado, á los pueblos 
que se cofhpromelian por la causa constitucional? ¡Hé aquí la prue- 
ba ! y la misma que nos hace arrojar la pluma por ios enconti^dos 
afectos que atacan en este instante nuestro corazón. Seguiremos pued. 

c Entré en mi alojamiento, y reuniendo todos los generales y ge- 
fes de los üuerpos, les espuse el estado de las cosas, l^aciéndoles 
conocer el caso estmordinario en que nos hallábamos, la sorpresa 
que hablamos sufrido por un medio estratégico difícil de prever y 
aun mas difícil de evitar, pero que ni el ejército ni yo podíamos fal- 
tar á la palabra dada, y que perecería primero que faltar á mi pala*^ 
bra suseiibiendo á la ignominia de violar la fé de lo convenido. > 

¿Pues y eJ juramento prestado á la Constitución? ¿y la fé de los 



~ 323 — 

prestados en los caslillos ó torres de la comunería de guardar y lia- 
cer guardar las liberlades castellanas? ^Siempre hemos sido enemi- 
gos de los que se at)and¡ilan en sociedades, porque todos ellos gene- 
ralmente cumplen como Ballesteros. El interés de las sociedades no^ 
es el de la patria sino el de dominar. 

r Conseguido poner los gefes de mi parte, les di la orden para ' 
que inmediatamente sacasen las tropas de la ciudad, evitando todo 
contacto con las de Riego, y que se avisase al general Balanzat para 
que viniese con las fuerzas de su mando: mis órdenes fueron cum- 
plidas exactamente. Serian las cuatro cuando Riego se personó en 
mi casa y tuvimos una larga conferencia en presencia de algunos 
generales: exageró las inmensas ventajas que resultarían para ía pa- 
tria de la unión de los dos ejércitos. La obligación en que estaba yo/ 
según él, de consentir en esta reunión; la irregularidad de nuestro 
convenio por haber sido hecho sin el consentimiento del gobierno 
establecido en Cádiz; en fin, la gloria de que yo me cubriria ponién- 
dome á la cabeza de las tropas reunidas ; á todo lo cual contesté que 
de ninguna manera faltaría alas promesas que habia hecho tan so- 
lemnemente y que antes arrosti^^ria la muerte. I^ conferencia duró 
mas tiempo para dar mas lugar á que los gefes sacasen los cuerpos 
de Priego, y fué tan oportuno que saliendo amostazado Riego par ir 
á arengar alas tropas, se halló que se habían retirado y que los gefes 
no permitían el que nadie se les aproximase. Inmediatamente fui 
arrestado en mi casa con los generales y oficiales de la adjunta rela- 
ción, pero BalanKat, que ya se aproximaba con su división, sabedor 
de lo ocuiTido intimó ¿ Riego me dejase en libertad y que se retira- 
se de la población. Al amanecer siguió el ejército de Riego la di- 
rección de Alcaudete dejando en nuestro poder mas de 250 de sus 
soldados.» 

Lo larga que se va haciendo la refutación de este párrafo, no nos 
permite estendemos en reflexiones, bien tristes por cierto, que se 
desprenden del contenido de la anterior comunicación. El ejéreitode 
Riego, que constaría de unos tres mil hombres, llegó el 12 á Jaén 
adonde le atacaron cuatro distintas divisiones : aquel puñado de va- 
lientes se defendió en la ciudad y en la hermita que se encuentra en 
la entrada, y la corta caballería cargó con el mayor denuedo á los 
cazadores del general BonnemaJns. La columna del general Buchet fué 
cargada á la bayoneta por el valiente batallón de Galicia y naciona- 
les de Málaga. Las fuerzas del general Laiavasreur fueron arrolladas 
al paso del puente, y la brígada del coronel conde de Choisseul fué 
arrojada de la posición que ocupaba sobre el camino que dirige á la 
Mancha Real, por donde habia resuelto el general Riego se retirase 
su corla fuerza. Unos mil doscienlos hombres llegaron á la Mancha 
Real, y á pesar de tan corto número, aun se defendieron en el pe- 




— 324 — 

quoño bosque qué había á la entrada de la población y hasta en los 
últimos inomeálos se les oia las voces de viva la Coostitiddoo, con 
lo que alentaban á los que empezaban á decaer por la fatiga de ca- 
torce horas de combate y once dias sin descanso. Allí concluyó el 
ejército de Riego. 

Estamos estraclando un rasgo de la historia coqtemporánea, y 
sin temor de que se nos arguya^ podemos decir que á pesar de las 
quintuplicadas fuerzas que combatían á aquellos héroes, salieron de 
la Manchuela para Jodar , defendiéndose palmo á palmo por el cami- 
no, y que solo á la voz de que Riego se babia ausentado, se vieron 
precisados, no á rendirse, sino á dispersarse para buscar por otros 
puntos fuerzas leales á quienes unirse para continuar en la defensa 
de la libertad. 

Honor á los Calientes que componían aquel ejército en los últi-- 
mos momentos de su existencia; todos merecieron el inmarcesible 
laurel de la patria. 

S."" Cerradas las Cortes ordinarias en Cádiz el cinco de agosto 
de 1 823, se formó el personal del ejército. El general D. Cayetano Val- 
des fué nombrado gobernador político y militar de Cádiz : el mando 
de la Isla se le dio al general fiurriel, y Moscoso quedó de segundo 
de Valdes: en el ministerio hubo también mudanzas: Pando, Golfín, 
Manzanares, Yandiola y Calatrava compusieron el ministerio y todo 
empezó á recibir nuevo impulso. 

Los franceses habian establecido el bloqueo á la Isla, pero fueron 
escarmentados por la. salida impetuosa de nuestras troj)as, las cuales 
tuvieron que replegarse por la inesperada llegada de las fuerzas fran- 
cesas que escoltaban al dtique de Angulema. 

El 17 de agosto escribió el duque una carta al rey Fernando Vil 
en la que insinuaba algunas ideas políticas para la dirección de los 
negocios de España; que convocase S. M. las antiguas corles; y con- 
cluía con la amenaza de que si dentro de cinco dias no estaba el rey 
en libertad ni Había reciUdo alguna respuesta satisfactoria , recurri- 
ría á la fuerza. 

Hubo sus dudas de sí el rey estaba ó no en connivencia con los 
franceses, porque había unos cuantos barquillos que diariamente iban 
y venían de Cádiz al Puerto de Santa Maria pai^a los abastos de la 
casa real; y porque S. M. desde que llegó i Cádiz mandó formar 
una gran torre de madera en lo mas alto de su palacio, y allí solía 
pasar dias enteros en remontar cometas de diferentes hechuras yco* 
lores, con lo cual los sitiadores estaban al corriente de cuanto pasaba 
en la plaza; las autoridades estaban aletargadas, y de este modo es* 
taba libre el campo para maquinar en las formas que mas les adap- 
tase á los enemigos del sistema. 

La contestación que dio el rey en 21 de agosto á la enuüdada 



— aí6 — 

carta dei duque de Aoguiema^ es suficiente refutación at presente 
párrafo, pues desde el principio de kt presente obra nos hemos pro*^ 
puesto refutar documentadamente y queremos concluir en la misma 
forma. 

Respuesta del rey al duque de Angtííema. 

cMl SBÑOR. HERMANO Y PRiMO: 

»He recibido }a carta de V. A¿ R. fecha 17 del corriente, y es 
en verdad bastante notable que hasta este dia las intenciones de mi 
hermanoytioelrey de Francia no me hayan sido manifestadas, cuan- 
do hace^eis meses que sus tropas han invadido mi reino y ocasio- 
nado tantas calamidades á mis subditos que por desgracia han tenido 
que soportar la invasión. . 

»E1 yugo de que V. A. R. pretende haber libertado la España, no 
ha existido jamás y yo no he sido privado de ninguna otra libertad 
que la de que por las operaciones del ejército francés he sido des- 
pojado. 

• La mejor manera de darme esa libertad y de dejar al pueblo es- 
pañol ^n posesión de la suya, seria respetando nuestros derechos, 
como nosotros respetamos los de los demás, y que ese poder estraño 
cesase de entremeterse por medio de una fuerza armada en mis ne- 
gocios interiores. 

iLos sentimientos de mi corazón están por todo aquello que me 
concierne, la regla mas segura y el mas poderoso motivo para juz- 
gar y por buscar un remedio á las necesidades de mis subditos. Si 
las mas seguras garantías para la conservación del orden y de la 
justicia, son tan deseadas por ellos, ea con ellos con quienes he de 
combatir. En tanto que Y. A. R. me permite decirle que eli^medio 
que me indica es tan incompatible con la dignidad de mi corona 
como con el estado actual del mundo, la situación política de las co-^ 
sas, los derechos, los u^os, y el bienestar de la nación que gobier* 
noi Restablecer después de tres siglos de olvido una institución tan 
variada, tan mudable, tan monstruosa como las antiguas cortes de! 
reino lo eran, en cuyas asambleas la nación no estaba reunida ni 
poseía una verdadera representación , seria la misma cosa y aun 
peor que resucitar los estados generales en la Francia^ Ademas, es- 
tas medidas insuficientes para asegurar la tranquilidad y el orden 
público sin procurar ninguna ventaja á clase alguna del estado, hace 
renacer las dificultades y los inconvenientes que esperimentaban en 
los tiempos antiguos y que han ocurrido siempre cada vez que se ha 
cuestionado este asunto. 

»No es al rey á quien conviene dirigir los consejos que V. A. R. 
ha creído deber darle, porque no es justo ni posible qfue apele al 




— 3Í6 — 

rey á prevenir los male» que no- ha causado ni merecido: esta 
apelación debería estar mas bien dirigida al que es el autor .volunta- 
rio de estos males. 

» Deseo en bien de la nación que una paz honrosa y sólida ponga 
término á los de9«stres de la guerra presente; guerra que no hemos 
provocado y que es tan nociva á la Francia como á la España. Ten- 
go un asunto, respecto á negociaciones, pendiente con el gobierno de 
S. M, Británica, cuya mediación ha sido igualmente solicitada por 
S. M. T. C, No me separaré de esta base, y no creo que V. A. R. 
deba hacerlo, si, á pesar de mi declaración presente, abusare de la 
fuerza bajo el pretesto que V. A. R. insinúa. Los que lo hagan serán 
responsables de la sangre que se vierta, y V. A. R. lo será particu- 
larmente delante de Dios y de los hombres, de todos los males que 
atraiga sobre mi persona y mi real familia, asi como sobre esta ciudad 
tan benemérita. 

»Díos guarde á V. A. R. mi hermano y primo muchos afios. 
Cádiz 21 de agesto de i8¿3. 

Firmado. Yo el rey. » 

Estas cartas fueron pasadas al ministerio francés, y Chateaubriand 
dio la contestación siguiente á Mr. de Polignac en primero de se- 
tiembre (1). cMas v«de que nos posesionemos de Cádiz con bombas 
que con cartas, pues entonces no cabrían conexiones. » 

En otra carta que escribia el general Gnilleminot, le decia (á). 
«Pm* supuesto que no OB asusta la aprensión mentecata de que pueda 
una I)omba alcanzar al rey. Estoy esperanzado de que no le ha de 
sobrevenir un desmán ; pero en suma, tan solo se trata de la sobera- 
nía, y un rey no es mas que un general en tiempo de guerra... coa 
zozobras y apocamientos se atasca todo. » 

¿Cuál era la conciliación que buscaban los franceses y decanta 
el eso'itor francés? I^s cartas del ministro dicen lo bastante en nues- 
tro favor y para el juicio de la posteridad. 

6.** Si el gobierno español hubiera estado convencido de la per- , 
fidia del gabinete francés, y hubiera tenido conocimiento de la reso- 
lución de aqueKministeriode que, mas vaUa posesionarle de Cádiz cote 
bombñs que con cartas, no se hubiera rebajado hasta el estremo de 
insistir, por segunda y tercera vez, con las misivas al duque de An- 
gulema por medio del general Álava ; pero como españoles obraban 
de buena fé; de otro modo Cádiz hubiera imitado á la inmortal Sa- 
gunto. 

7."* El gobierno español convocó las Corles estraordtnarias para 

(i) Chateaubriand, lomo 1."*, pngina i%\. 
(2) Id. tomo 2.^ página 66. 



— 327 — 

que (ieliberaden sobre el estado de los* negocios públicos, y áksseis 
de la tardé del dia seis de setiembre^ ciento veinte diputados se reu-^ 
nieroD en ^ salón dé sesiones.; el rey no asistió; el ^^nistro leyáel 
discurso de apertura dirigido simplemente á indicar en abstracto el 
objeto de la convocatoria; el discurso del rey fué contestado con ver* 
dadera arrogancia española, que si en momentos de otra especie le 
hubieran llamado indiscreccion, en aquel no pudo menos de llamár- 
sele hasta cierto punto valentía. 

La;s Cortes debian, ocuparse de las comunicaciones con el genera* 
lisimo francés y dar una contestación al gobierno, sobre cuál era el 
dictamen del Congreso acerca del e^do de la opinión nacional; pero 
oprimida la nación por un ejército estrangero; perdido su ejército de 
Galicia por la traición de Murillo ; imposibilitado el ejército de Bailes* 
teros por la perfidia de este general; estinguido el de reserva por la 
cobardía y... de Abisbal y no existiendo el que últimamente manda* 
ha el inmortal Riego, no podia saberse cuál era la opinión de la Es- 
paña: ^sobradamente se había pronunciado la opinión en e^éro 
de 1823, cuando contestó el golñerno á las notas de las potencias alia- 
das, "y mucho mas cuando Riego se presentó en Priego solicitando 
que Ballesteros se uniese otra vez á la causa que sobre los sagrados 
evangelios había jurado defender ; así, pues, las Cortes solo podían 
concretarse al estricto recinto de la Isla Gaditana. 

La toma del Trocadero, defendido con valentía por la valerosa 
guarnición al mando de su digno caudillo, el coronel Grases, habia cau* 
sado suma sensación en Cádiz. Tres navios, once fragatas, ocho corbe- 
tas y una infinidad de faluchos y cañoneras, eran las fuerzas marítir*- 
mas que bloqueaban la. ciudad, y vdnte y nueve mil hombres cób^ 
pletamente pertrechados los que la sitiaban por tierj-a. Los defensores 
carecían de todo; los víveres sino llegaban á faUar, escaseaban; los 
recursos pecuniarios del gobierno eran ningunos; pero eran españo- 
les, y á pesar de estar fatigados por la actividad del servicio, rom- 
pieren las negociaciones con los franceses, y continuaron el día 16 
las hostilidades. 

Los partidarios del rey absoluto no cesaban de trabajar para ga- 
nar la guarnición, y desgraciadamente el veinte y tres de setiembre 
después que los franceses habían arrojado algunas bombas sobre 
Cádiz, el regimiento de San Marcial empezó á gritar, viva el rey ab* 
súluío, y aunque contenida la insurrección por el general Burriel, se 
notó ya el desaliento en la población, porque desde luego conociercHi 
que una mano oculta estaba sobornando á los soldados , y hé aquí el 
por qué se vieron las Cortes y el gobierno en la necesidad de cambiar 
de lenguage con el opresor, para evitar mayores males en la ciudad 
inmoiial y cuna de la libertad española. 

En aquella triste y 'deplorable situación, les fué preciso alas Cor- 



Z' 



— - 328 — 

les sueumbir jü peso délas circunstanélas; la intimación del genera- 
lisirao francés de que si embarcaban al rey serian los ministros, los 
diputados á Cortes, el consejo de estado y los generales y gefes de la 
plaza, pasados á cuchillo^ no ks intimidó : lo que tuvieron presente 
para ceder á la imperiosa ley de la necesidad, fué ei informe de los 
generales Yaldes y Burriel, de que carecian absolutamente de me- 
dios de defensa. En vista de lo espuesto, con la probidad de aquellos 
dos denodados generales, acordáronlas Cortes enviar una diputa- 
ción al rey, diciéndole que podia ir al cuartel general de los fran- 
franceses. 

S."" Apenas fué recibida la noticia por el rey, mandó á su gentil 
hombj'e, el conde de Corres, para que anunciase al generalísimo fran- 
cés que el dia 30 se trasladaría al Puerto de Santa Alaria. Todos los 
hombres comprometidos se entregaban en manos del rey; y el mi- 
nisterio aconsejó á S. M. les diese alguna garantía; S. M. dispuso que 
el ministerio presentase un manifiesto para la nación, el cual quería 
dejar ñrmado antes de su salida. 

El dia 30 de setiembre trabajaron los ministros aquel documento^ 
y para confundir á los que suponen, fué arrancado por la fuerza, di- 
remos; que aquel documento fué redactado por el.ministroCalatra va, 
quien lo dejó en manos de S. M. á las once de la mañana; y el rey 
. lo enmendó de su puño quitando y afiadiendo lo que le pareció, y 
dejándolo en la misma forma que fué firmado y publicado. El borra- 
dor existe en aquellos mismos términos* 

Q^ Al decreto que por la generosidad dd corazón del numarca, 
según dice el escritor francés, se publicó para calmar las agitaciones, 
contestaremos presentando el s^undo decreto, productd del mismo 
corazón generoso. 

cReal decreto. 

>Los escandalosos sucesos que precedieron, acompañaron y si- 
guieron al establecimiento de la Constitución democrática de Cádiz, 
en el mes de marzo de 1820, han sido bien públicos y conocidos de 
todos mis subditos. ^ 

> La traición mas criminal, la mas deshonrosa cobardía, el atentado 
mas horrible contra mi real persona, y la violencia, fueron los medios 
empleados para cambiar esencialmente el gobierno paternal de mi 
reino en un código democrático, origen fecundo de desastres y desa- 
gracias. 

»Mis súbditps, acostumbrados á vivir bajo las leyeá^sábia^^y mo* 
deradas y conformes á sus usos y sus costumbres, y que durante tan* 
tos siglos habían hecho la felicidad de sus antecesores, dieron pronta* 
mente pruebas pid>licas y universales de su descoiiAento y de su des-^ 



\ 



precio al nuevo régimen ooDStitucional : todas las clases del estado 
se resintieron de los males causados ^or las nuevas instituciones. 

•Gobernados tiránicamente en virtud y á nombre de la Constitu- 
ción, y espiados en su interior, no les era posible reclamar el orden 
y la justicia, y no podian obedecer á las leyes establecidas por la 
cobardía y la traición, sostenidas por la violencia, y fuente del des» 
orden mas espantoso^ de la mas destructora anarquía, y de la an-^ 
gustia universal. 

>Una voz unánime resonó por todas partes contra la tiránica 
Constitución, y resonó por lá cesación de un código jxulo de su orí* 
g4in, ilegal en su formación, é injusto en su contenido ; y resonó, en 
fin, por el sostenimiento de la santa religión de sus mayores, por el 
restablecimiento de las leyes fundamentales, y poriaconservacion de 
mis derechos legítimos, derechos que he recibido de mis anteceso- 
res, y que mis subditos han reconocido solemnemente. 

>E1 grito de la nación no fué estéril. 

»En todas las provincias se formaron cuerpos armados qué se 
coaligaron contratos soldados de la Constitución: algunas veces ven- 
cedores, otras vencidos, permanecieron siempre constantes i la cau-^ 
sa de la religión y de la monarquía. 

lEl entusiasmo por la defensa de objetos tan sagrados, no los^ 
abandonó jamás en los reveses de la guerra, y prefirieron la muerte 
á la pérdida de tan interesantes bienes: mis subditos hicieron ver á 
la Europa, por su fidelidad y su coQstancia, por si la España había 
podido alimentar en su seno algunos hombres desnaturalizados, hi- 
jos de la rebelión, que la nación entera era religiosa, monárquica, y 
adieta á su legítimo soberano. 

>La Europa entera^ conociendo mi cautividad, la de toda mi real 
familia, la deplorable situación de mis subditos fieles y leales, y las^ 
máximas perniciosas que estendian por todas partes los agentes es- 
pañoles, resolvió poner término á un estado de cosas que era el es- 
cándalo universal, y que marchaba á la destrucción de todos los 
tronos, de todas las antiguas instituciones para reemplazarlas por la 
irreligión y el desprecio de las costumbres. 

» Encargada ta Francia de tan santa empresa, ha triunfado en 
pocos meses de los esfuerzos de todos los rebeldes del mundo, reuni- 
dos por la desgracia de la España, sobre el clásico suelo de la fideli- 
dad y de la lealtad. 

>Mi augusto y muy querido primo, el duque de Angulema, á la 
cabeza de un valiente ejército vencedor en todos los puntos de mi 
dominio, me ha libertado de la esclavitud en que gemía, y me ha 
devuelto á mis subditos constantes y leales. 

«Restablecido en el trono de San Fernando por la mano justa y 
sabia del Todo Poderoso, por la generosa resolución de mis nobles 

42 



/^ 



— 330 — 

aliados, y por ia atrevida empresa de mi primo el duque de Angule- 
ma y su valiente ejército, deseando aplicar un remedio á las necesi- 
dades mas precisas de mis pueblos, y manifestar mi verdadera vo- 
luntad en el primer momento en que he recobrado mi libertad, he 
venido en pronunciar el decreto siguiente: 

Articulo 1 ."^ Son nulos y de ningún valor todos los actos del go- 
bierno constitucional (de cualquier cíase ó especie que puedan ser), 
gobierno que ha dominado mis pueblos desde el 7 de marzo de 4820 
hasta este dia, 1.* de octubre de 18á3; declarando como declaro, 
que durante toda esta época, he sido privado de mí libertad, obliga- 
do á sancionar las leyes y espedir las órdenes decretos y reglamen- 
tos que dictaba y espedia contra mi Voluntad el dicho gobierno. 

Art. 2."* Apruebo todo cuanto haya sido decretado y ordenado 
por la junta provisional de gobierno y por la regencia, creadas la una 
en Oyarzun el 9 de abril, y la otra el 26 de mayo del presente año; 
teniendo, entendido que todo tiene su efecto, hasta que suficiente- 
mente instruido de las necesidades de mis pueblos^ pueda yo darles 
sus leyes, y tomar las medidas mas propias para asegurarle su ver- 
dadera prosperidad y dicha, objetos constantes de todos mis deseos. 
=Comunicareis este decreto á todos los ministros.=Rubrícado de la 
real mano. 

» Puerto de Santa María 4.* de octubre. 

^Firmado, D. VrroR Saez.í 

El anterior decreto que fué publicado el día 3 de octubre, nos 
evita la refutación al presente párrafo: en él se comprueba la debili- 
dad de aquel monarca; por él se conoce desde luego que se abría un 
nuevo campo á las pasiones y al desenfreno de uq partido furibundo 
que jamás se ha visto saciado en el esterminio de los hombres libres: 
la historia podrá juzgar con mas libertad al monarca español, que 
nosotros lo hacemos en los aciagos días porque vamos atravesando. 
10. Los comprometidos de Cádiz creyeron que lo habían conse- 
guido todo con el decreto del 30 de setiembre que mandó publicar 
el monarca; así fué, que el 1 .* de octubre todo fué júbilo y regocijo 
universal, y la efusión mas profonda entre los hombres honrados de 
todos tos matices que aun esperaban un porvenir dichoso para la Es- 
paña, con la ilusión de que el rey no habría perdido las amargas lec- 
ciones de la esperiencia que habia recibido desde mayo de 1814 
hasta octubre de 1823. ¡Insensatos I no conocían la índole del mo- 
narca; pero bien pronto fueron perdidas las ilusiones con solo la lec- 
tura del anterior decreto. 

Femando VII dispuso desde el Puerto de Santa María, que los 
milicianos de Madrid y de Cádiz fuesen licenciados y desannados 



— 331 ~ 

inmediatamente, y que las tropas que ocupaban la plaza se disemi- 
nasen en diferentes cantones, después de entregada la ciudad al ejér- 
cito francés. Mas de seiscientas personas, entre autoridades, diputa- 
dos y particulares comprometidos, se refugiaron á los buques entran- 
geros para dirigirse á Gibraltar, desde donde pasaron á la Inglaterra 
ó á la América, librándose die este modo de la atroz persecución que 
después sofrieron en la España los desgraciados liberales. 

El general Bourmont estableció nuevas autoridades, y conservó 
el órdeh en cuanto pudo sin dar todo el ensanche que deseaban los 
partidario? de la reacción. . 

11. En todos los puntos donde se encontraron verdaderos espa- 
ñoles y decididos liberales: en todo^ los puntos donde mandaban ge- 
nerales y gefes de pundonor militar, tremolaba ia bandera constitu- 
cional en 1./* de octubre; pero ál saber la triste nueva de los aconte- 
. cimientos de Cádiz, aquellos guerreros sacrificaren sus convicciones, 
su amor por la independencia de la patria, y su orgullo militar al 
bien de la nación, si bien podria llamarse la conclusión de la guerra 
civil que tan valerosamente combatian. Lérida capituló con el gene- 
ral Lauriston en 18 de octubre; Badajoz el 28 dd mismo por el ge- 
neral Plasencia con el general Laguna: las plazas de Barcelona, Tar- 
ragona , Hostalricfa y la Seo de Urgel , capitularon según conve- 
nio entre los generales Berge y Botten á nombre del mariscal Mon- 
cey y del general Mina el 2 de noviembre; y el 5 del mismo capitu- 
laron igualmente las plazas de Cartagena, Alicante y Peñíscola á las 
órdenes del general Torrijos, con el mariscal de campo Vicent; pero 
estas capitulaciones, ni aun las celebradas con el mismo duque An- 
gulema fueron cumplidas ni respetadas, sino despreciadas del modo 
mas groseramente brutal que tanto ha caracterizado siempre al par- 
tido clerical y absoluto en la nación española. 

Cuando toda la Península se halló sometida al yugo de la tiranía 
se abrió de nuevo el campo á las pasiones, y la llamada restauración 
se presentó, como dice un escritor monárquico, tirada por el carro 
de la discordia con un puñal en la mano y las voces de rey absolu- 
to, inquisición y religión en los labios, recorriendo nuestro infortu- 
nado suelo. Luto, llanto y silencio casi general encontró el reyen los 
pueblos por donde pasaba en su regreso á Madrid. Decretos para ale- 
jar del camino á los que tuviesen la menor nota de liberales, fueron 
espedidos, y escitado al populacho para que insultase á los tenidos 
por desafectos; y la era de sangre, de persecuciones y de desdichas 
del 14 al 20, volvió á renovarse en nuestra desventurada patria co- 
mo único producto de la amistad que dispensaba al monarca el gobier- 
no de nuestra vecina Francia!!! , 

El 13 de noviembre llegó el rey á Madrid; un decreto general, 
mandaba alejar muchas gentes de la capital ; centenares de personas 



/" 



— 332 — 

fueron conducidas á las cárceles públicas para sufrir una causa que 
formará época en la historia de las arbitrariedades gubernativas; el 
populacho recibió al monarca con gritos de alegría, pero las lágri- 
mas coman á raudales en las .casas de millares de españoles vejados 
y perseguidos. El despotismo político y frailesco fué abortado por la 
protección de Ja Francia y cada dia se hizo mas frenético y horroro- 
so. La sangre de millares de victimas vertida en los patíbulos pesará 
siempre sobre las influencias francesas en la dii*eccion de nuestros 
negocios interiores, 

Para que no se nos pueda alegar que escribimos escitados por 
espíritu de nm^ionalidad cuando hablamos de las influencias francesas 
en aquellos desastres, copiaremos una parte de la carta que el minis- 
tro francés dirigía en 19 de enero de 18á4 al general Bourmont que 
se hallaba en Afodrid influyendo á nombre de la Francia; decía así (1); 
Minütro qne desagrcule á la Francia se debe despedir, y el que gusta 
debe permanecer. Todo estará poxado si nosotros no gobernamos; nos 
toca dictar la amnisUa^ disponer los empréstitos j despedir y reformar 
el ejérdtOy yá la Francia y á su embajador corresponde también el 
4iputaar las ministros, que han de colocarse al fretUe del Estado. 

¡ Qué baldón para España I . . . . 

13 Vamos á refutar el último párrafo despidiendo al duque de An- 
gulema en el puente del Vidasoa. 

La misión del ejército francés en España y de su príncipe había si- 
<]oesdluida; su gloria fué aciaga, inasequible y estéril: la Francia ha- 
bía tributado sus fuerzas á Fernando Vil, á la inquisición y á la monar- 
quía absoluta y solo por -medio de transacciones que no tuvo carácter 
para cumplir. pu4o coronar lo que llamaron triunfo. El duque aldes- 
pecfirse de sus tropas se decía feliz, porque nos dejaba la influencia de 
un clero ignorante en los negocios interiores; entregadas las armas á 
un partido furibundo y frenético, y desarmados los hombres ilustrados 
>del país; como también entregado este alas bárbaras manos de aquella 
facción fanática, ignorante y sangrienta. Si esto hacia la gloria de la 
Francia, con razón firmó el duque la orden general en Oyarzun el 22 
de noviembre . 

Al repasar el puente del Vidasoa en dirección de París el duque 
de Angulema, se llevó consigo el borrón indeleble que había mancha- 
do la historia de Francia, y que por mas esfuerzo que nos hagamos no 
se puede estinguir de la mente de todos aquellos que se con ceptúan 
^verdaderos españoles. 

(1) Uliateaubfiand, I. I, pég. 535. 



— 333 — 



GOHGUJSIOI. 



Las paaiunes mueren cerno los cuerpos; las 
ideas viven siempre como la inteligencia 

HOLBACU. 



llEMos concluido ya la refutación que ofrecimos, y al ternoinar 
este trabajo , recordaremos á nuestros lectores cuanto hemos dicho 
anteriormente de que el ejército francés fué «el verdugo á quien se 
le conferia la ejecución de la sentencia» de muerde que á impulso 
de Chateaubriand quedó acordada en el congreso de Verona para la ' 
libertad de la Península. 

Cuando por primera vez se leyeron tales espresiones, no podrían 
menos de calificarse de exageradas, mas al examinar los hechos que 
hemos referido, al ver los datos y documentos en gue nos fundába- 
mos, no se creerán ya exageraciones, y si se tendrán por hechos 
positivos confirmados ademas por la esperiencia. 

Chateaubriand, ese genio tan feliz en máximas de religión y filo- 
sofía, como desacertado en política, fué el que en el congreso de Ve- 
rona presentó y sostuvo las ideas contrarias á la libertad del conti- 
nente : la Rusia le ayudó en sus planes porque temia que los hielos 
del norte no fuesen suficientes para desvirtuar los destellos del noble 
fuego liberal y patriótico, que prendido en los pechos españoles, 
ofrecía inflamar los demás corazones europeos. Femando. Vil, ingra- 
to y perjuro á la vez (1), revocó su primer manifiesto con el de 5 
de octubre para en seguida ofrecer á la España liberal el destierro, el 
cadalso, el luto y la desolación en apoyo de las miras interesadas de 
los déspotas del norte para impedir que se ilustrasen los que vivían 
bajo sus yugos. * 

(1) ChalMobriand, tomo 2.^ pág. 19. 



— 33i — 

Tales hechos son verdades históricas: numerosos documentos 
hemos presentado para sostenerlas; y de nuestros mismos contrarios, 
de los dichos y escritos de los actores de Vcrona (1) hemos deducido 
esas espresiones, fuertes, sí, pero verídicas también. 

Muy dolorosa nos ha sido la lectura detenida de los asertos que 
hemos refutado, pero con nuestro trabajo hemos conseguido la doble 
ventaja de presentar los hecho3 tales como fueron, y sacar un sin- 
número de deducciones filosóñcas que patentizan mas y mas el cora- 
zón del hombre y el influjo de sus pasiones. 

La España, como dejamos comprobado, fué un dia grande entre 
todas las naciones, porque entonces tenia sus libertades ; y en sus 
concilios godos, en sus cortes castellanas, en sus consejosde Aragón, 
siempre sostuvo la dignidad del pueblo contra las demasías reales; 
los prelados, los magnates, los mismos reyes, en fin, democratizaron 
las instituciones, porque la ventura y felicidad de los pueblos les era 
tan. grata, como horrendo les parecía su opresión y sus cadenas. El 
mismo Felipe II, á quien^ apellidaba el Norte cel déspota del Medio- 
día;! ese niismo no se atrevió á arrancar de un todo á sus pueblos 
el derecho de contradecir y censurar sus actos, débiles reflejos de la 
antigua libertad que disfrutaron. 

Empero, si en el año 25 del siglo XIX vio la España ocupado su 
territorio por un ejército invasor que titulándose liberal, venia á es- 
tablecer el mas desbordado despotismo, encadenar á sus hijos, le- 
vantar cadalsos, verter á torrentes la sangre liberal y destruir su có- 
digo ; nunca creyó que tales actos fuesen producto de la influencia 
del siglo ó de que ella hubiese esquivado el camino de su salvación: 
tales actos los conceptuó siempre como muestras inequívocas de que 
los reyes hablan previsto que llegaría un dia en que los déspotas ten- 
drían que descender délos tronos, sino fijaban sus bases en los prin- 
cipios de libertad para los pueblos , y trataban de contener la propa- 
gación de aquellas ideas. Fundados en este convencimiento y en el 
de que si los reyes se habían coaligado, no había sido para defender 
los pueblos ni para mantener los tronos de sus antepasados^ sino para 
que sosteniéndose entre sí pudieran continuar esclavizando á sus 
subditos, recibiendo de ellos su homenage, sus tributos y hasta su 
sangre , afectando olvidar que cuando los antiguos hombres les die- 
ron el poder, solo fué con el objeto de tener protectores que les di- 
rigieran, ilustrasen y defendiesen, y no que los tiranizaran; el gobier- 
no español, á pesar de no contar con suficientes fuerzas para contra- 
restar la agresión unida á los partidarios del oscurantismo, les dio 
á conocer en sus notas que no podía someterse bajo el yugo de la 

(1) El emperador de Rusia decía á Chateaubriand en el palacio de Ganosa 
«la alianza es una palabra ^ue no sirve masqae para cubrir ambidosos.» 



— 335 — 

urania, porque donde ella dominaba, no podia haber subditos fieles, 
ciudadanos magnánimos, soldados intrépidos, labradores inteligentes, 
provincias pobladas, patriotas decididos y hombres virtuosos que 
eran los sueños dorados del gobierno liberal; y que si un dia triun- 
faba la opresión de los pueblos libres por la fuerza de las armas, 
seria efímero aquel triunfo. 

Los congregados en Verooa anatematizaron la libertad y emplea- 
ron las armas de sus vasallos en formar las cadenas con que habia 
de ser aherrojado el pueblo español: ellos consiguieron su intento, la 
España estaba destruida, y muchos de sus hijos á quienes habia col- 
mado de beneficios; le fueron ingratos y tuvo que sufrir el hierro de 
la opresión. Pero ] ah ! |cuán poco conocían el corazón humano los 
que obraban de aquel modo I... ignoraban que todo pueblo oprimido 
desea una mudanza y no teme los daños que puedan acarrearle los 
trastornos. 

En la España se habia dado el grito de independencia en 1808, 
y ella solo resistió al guerrero del siglo ; las demás potencias gemian 
bajo el yugo francés y vieron con entusiasmo las proezas de los des- 
cendientes de Pelayo, y en sus corazonfes se inoculó el germen de 
libertad que en la Iberia ardia: ella.s aprendieron de nosotros, y sí 
en 18!á3 con su fuerza material destruyeron los franceses nuestras 
libertades, no por eso pudieron destruir el resultado de la revolución 
de 1820 que habia sido el rocío fecundo, la balsámica brisa que vol- 
vió á revivir el germen de la libertad é independencia para las na- 
ciones:, el dia que se encuentre en su mayor desarrollo, temblarán 
los tiranos esparcidos por el universo. 

La revolución de 1820 produjo un cataclismo para los soberanos 
absolutos, pues desde aquella época no pueden apagar las ideas libe- 
rales: el nuevo mundo, la Francia después, el Egipto, la Grecia y la 
Servia, y aun en la actualidad el mismo Cáucaso lo comprueban, há* 
ciéndoles conocer que les es imposible detener el progreso de las 
ideas de libertad que un dia con su ejemplo les diera la nación es- 
pañola. 

Nuestras revoluciones por el triunfo de la libertad, nunca han 
sido hijas de las pasiones sipo de las ideas democráticas incrustadas 
en la mente de los españoles. Las pasiones mueren como los cuerpos; 
empero las ideas viven siempre como la inteligencia. 



Antonio Ramírez Arcas. 



^. 



. V 



— 337 — 



APDHTES BIOGRÁFICOS 



'^ 



üiL infortunado D. Rafael del Riego, mariscal de campfo de los ejér- 
dtos nacionales, nació en Asturias á fines del año de 1788, teniendo 
por padre un rico y honrado propietario que le hizo dar la mejor 
educación posible. 

A pesar de la mucha predisposición que para los estudios mayores 
presentaba el joven Riego, según relato die los profesores que dirigían 
la enseñanza de los ramos de primera educación en que se ocupaba, 
tuvo esta que ser interrumpida por el llamamiento que hizo en 1808 
ht Junta general del principado á la juventud asturiana, para que to- 
mase ks armas en defensa de la independencia de la nación. 

La escitacion de la Junta que se habla declarado soberana por la 
cautividad del rey, era tan enérgica y exaltaba tanto el ámorá la pa- 
tria de los nobles asturianos, que todos «corrieron alas armas incluso 
nuestro héroe que habia oido en Oviedo la apasionada relación de lo 
ocurrido en Madrid el 2 de mayo, hecha á la Junta por el vizconde 
de Matarrosa, después conde de Toreno. 

" Alistado Riego de voluntario en uno de los batallones de jóvenes 
estudiantes que debian bath* un dia á los vencedores de los ejércitos 
de Europa, se hizo notar entre todos ellos por su actividad, valor é 
inteligencia. Sin embargo de lo espuesto, tuvo la desgracia de qué 
habiendo pasado de alférez al regimiento de Asturias en la primera 
acción en que se halló en este cuerpo, deseoso de distinguirse entre 
sus compañeros, se aiTojó sobre el enemigo y fué hecho prisiona;o 

43 



/^ 



^ 



_ Í38 _ 

y (!nnducido & Francia , en donde permaneció hasta el tratado 
de paz. 

Viéndose prisionero en^la ciudad de Macón (Bourgoque), ocupó 
Todo el tiempo de la prisión en continuar sus estudios entorpecidos. 
SuTííCtura favorita fué siempre la de los aulores que con mas cele- 
bridad habian escrito en favor de la democracia y libertad de los pue- 
blos, y estas ideas ocuparon su imaginación de tal forma, que en lo 
sucesivo manifestaba en todas las ocasiones que íe era permitido 
tí i mas vivo deseo de que la Península fuese regida por instituciones 
liberales. 

Por los años de 1820, como habrán visto nuestros lectores, se 
liallaba Riego de comandante de batallón de uno de los cuerpos que 
•roínponian el ejército espedicionario de América. Ya hemos demos- 
üado en el cursT) de la refutación la parte activa que tomó Riego en 
fos sucesos de las Cabezas de San Juan; cuáles fueron las tentativas 
aventuradas que acometió para que triunfasen sus ideas ; su memo- 
rable espedicion por las Andalucías, y la altura en que le colocaron 
Jos sucesos del 7 de mareo de 1820 en Madrid, por I03 cualeis se 
vio colmado de honores y condecoraciones, y su nombre fué mas 
^'eces aclamado con entusiasmo, que él de ningún otro español, in- 
cluso "Fernando VIL 

Aquel nombre estáintirnamente unido á lá libertad española; y 
su vida pública, sus hechos no son otros que los sucesos de la revo- 
iuc¡0n que hemos bosquejado; el volver á repetirlos seria cansar á 
nuestros lectores y no añadir nuevas pinceladas al cuadro que hemos 
descrito. Su -corla vida desde octubre de 1825 le es esclusiva; ella 
está escrita eon sangre, sangre derramada injustamente por la ven- 
ganza de Jos partidos y por los arrebatos de las pasiones. 

Nosotros, ^aunque poseídos del mayor dolor, demostraremos los 
4elall(».s de su prisión, que con :ia causa que ríe fué formada des- 
agraciadamente completarán la historia de aquél liberal ^pañol, alma 
4e la revolución de 1820, y digno de mejor suerte por la honradez 
y pellos sentimientos que le caraclerizaban. 

Después de la derrota ^ue sufrió el ejército que mandaba en Jo- 
'ilar, Riego se dirigió hacia SierraMorenatíon unos veinte individuos, 
^de los ouales oneeiemnoQciales de graduación, cotíiprometídos por la 
causa constitucional. Cansados los caballos después de dos días de 
^na marcha errante, sin tener un guia que le condujese al punto que 
deseaba, fli^íjon qué alimenlarses y abandon^wio porte fortuna, la 
fatalidad le proporcionó el (fue ^se encontrara á un ermitaño de la 
torre d^Pedíogil, que con un vecino de Vilcbcs, llamado López Lara, 
^ di^^igian l^ia la aldea de Peal del Becerro. Aquelibs dos hombres 
fueron dét^idois, y Riego, con la mejor buena fé, les . interrogó de 
la manara siguietite; « Ami^ mios, tienen usi^edes la ocasión deha- 



\ 



— 339 — 

»cerse felices y proporcionar á sus familias una venturosa suerte: 
*no se trata de otra cosa mas, sino el que por caminos escusados me 
iguien ustedes á la Carolina, Carboneras y á las Navas-de Tolosa,. 
>en donde encontraré algún amigo que mp proporcione otro guia 
•hasta llegará Estremadura. » Rehusada la oferta por el ermitaño y 
el paisano de Vilches, Riego los mandó íirrestar, y haciéndoles mon-^ 
tar en dos acémilas, les previno se hallaban en el caso de dirigir la 
'marcha hasta llegar al punto indicado. Por una conversación imprur 
dente de los que le acompañaban, conocieron los paisanos que el 
sugeto á quien le servián de guia-era* el general Riego. Desde aquel 
mismo momento el infame López Lara empezó á discurrir el medió 
de ponerlo en manos de la justicia. Alamaneder llegaron alCórtijülo. 
de Bazquez-Qüifiones, no muy lejos de Arquillos*; y Lará ihdicó al 
general que allí podían descansar un rato por ser un punto oculto y^ 
de toda seguridad. El general, que necesitaba algún descanso , ad-- 
mitió la proposición; llaman á la puerta y se presenta Mateo López 
Lara, hermano del guía que les iba enseñando el camino. 

Temeroso Riego de que entre la numerosa escolte que lie vaba^ 
pudiese haber alguno que le hiciese traición, no quiso permitir en- 
trasen en la casa mas que tres desús raqores amigos. El coronel in- 
glés D.... fdé el último que entró, y el que cerrando fe puerta tra^. 
sí, le echó la llave y se la metió en el bolsilla. 

Habiéndose despertado Riego, preguntó si podría herrarse su ca- 
ballo, á lo eual contestó López Lara «y muy bien que se puede, por 
que en media hora estoy de vuelta con él, después de haberte herrado 
en Arquillos, » pero desconfiando el general; dispuso que el hombre 
de la casa fuese por el herrador. Tomada esta resolución, López ma- 
nifestó á su hermano el designio que tenia, y este se fué á dar parle 
á la justicia. Alaraediahoraeshivo de vuelta manifestando que pron- 
to llegaría el herrador. El coronel inglés desconfiaba también de aque- 
llas gentes, y no hacia otra eosa que asomarse á la ventana; cuando 
una de las- muchas veces que lo habia verificado, empezó á gritar: 
f! general, somos perdidos! vea usted los hombres armados que se 
^aproximan á la casa \»- ' 

A la» armasv fué la contestación de Riego, pero ya era tarde, los .' 
dos hermanos se habían apoderado de dos carabinas, y apuntando á 
lo* que estaban en la mesa, les impusieron la lendicion. Riego no 
hizo resistencia alguna, dejóse atar las manos por detras de las espal- 
das empeñando á López Lara para que dígese á la tropa que se acer- 
caba no le hicieran daño alguno, y los tuvieran por prisioneros. 

Cuando entró el alcalde le hizo la misma petición y le ofreció á 
fa tropa todo el dinero que tenia consiga porque le iraiasen con ñu- 
manidad. * ' 

Et comandante de aruías de Arquillos se encargó de conducir él 



y 



^ 



v 



— 340 — 

general prisionero á la ciudad de Andujar, y el gefe francés que se 
'hallaba mandando en aquel punto, se hizo cargo de él» libmndo 4e 
este modo á Riego del furor del populacho. 

Estando Riego en la plaza y frente á la misma casa en donde po- 
co tiempo hacia arengó al pueblo ; se dirigió al comandante francés» 
y señalando al paisanage que le rodeaba, le dijo con todo el senti- 
míento^el desengaño : 

cEste pueblo que vé usted boy tan encarnizado contra mi; este 
pueblo que sin la protección de usted me despedazarla en este momei^ 
to, no hace cinco meses que me condujo en triunfo desde la entrada 
hasta esa casa grande en donde me esperaba lo mas florido de la po* 
blacion para felicitarme: la ciudad me forzó á que admitiese un sable 
de honor que hablan mandado hacer para que le usara en memoria 
suya. Toda la no(3he que pasé aqui estuvieron las casas iluminadas, 
y el pueblo bajo mis ventanas, aturdiéndome con sus gritos y acia-* 
maciones.» 

Reclamado Riego por el capitán general de Granada^ eu atención 
^á que la villa de Arquillos en donde fué capturado, pertenecia á su 
jurisdicción, se formó competencia con el general francés, y la re- 
gencia resolvió fuese conducido á Madrid. 

Antes que llegase á la corte, espidió la regencia un ^creto od- 
hoe con f^ cha 2 de octubre, manifestando que seria juagado coma 
diputado á Cortes por haber votado en la sesión del 1 i de junio en 
Sevilla la deposición. del rey; y en su consecuencia, que le fuese 
aplicada la pena marcada en el artículo S."" del real decreto de la re- 
gencia en fecha 23 de junio, cuyo articulo le copiaremos Uteral paya 
conocimiento de nuestros lectores. 

«Todos los diputados á Cortes que hayan tomado parte en la de* 
liberacix)n de destituir á S. M. el señor D. Fernando VIL quedan 
declarados por solo este hecho reos de lesa magestad. Los tribuna- 
les sin mas formalidad que la identidad de la persona, les aplicarán 
la pena que está señalada por las leyes para esta clase de delitos. » 

Al trasladar el decreto de 2 de octubre, la regencia prevenía á 
las autoridades realistas que en el caso de ser capturados algunos de 
. aquellos individuos, se suspendiera la ejecución hasta dai- parte al 
gobierno y recibir nuevas instrucciones. 

Puesto en las cárceles de Madrid, pidió Riego el que se inhibieran 
del conocimiento de su causa á la 5.* sala ó fuesen los alcandés de 
casa y Corte, alegando por motivos su categoría, y que por lo tan- 
to debía ser juzgado por .una comisión militar; pero el rey que se 
hallaba ya en el puerto de Santa Marja, espidió dos decretos, por los 
cuales reconociendo la competencia de la sala 5.*, prevenía en ellos 
que todas las piezas del proceso fuesen puestas á disposición del fis- 
cal de aquella sala, y que para el 8 de octubre debian hallarse ^n su 



\ 



— 341 — 

poder: el ñscai procedió desde luego á formar la aousacioii eoiioebi*<^ 
da en los términos siguientes: • : 

cMadrid 10 de octubre de 1823. 

«Acusación criminal contra D. Rafael del Riego en los procedi- 
mientos seguidos ante el s^undo tribunal de Alcaldes de casa y Corte. 

í Serenísimo señor: si el magistrado eiióargado de los procedi- 
mientos seguidos para averiguar la conducta del traidor Riego, hu- 
biera de enumerar todos lo^ crímenes y todos los atentados que; pre- 
senta el cuadro de su vida, sirviendo de complemento el crimen de 
alta traición de que también resulta acusado, no serían suficientes 
los dias de una semana para ponerlos de manifiesto. La coneision 
que es impuesta á este ministerio, el poco tiempo que ha tenidooen- 
tr.e sus manos los procedimientos, en el cual solo ha consultado el 
interés de la vindicta pública, no le permite ser difuso en suespo^ 
sicion, porque es necesario que el mas grande, el mas atrez de los 
delitos sea prontamente castigado. Despiies de estos motivos y aten-* 
diendo ¿quie esta causa debe ser juzgada sin dilación, el magistrado 
á quien se le ha cometido la acusación. Se vé obligado á ci/cunscri- 
birla y reducirla á uno solo de los inumerables crímenes que se im* 
potan al acusado: el crimen de c^la traición. El pueblo español está 
pidiendo venganza de i todos los crímenes cometidos en España du- 
rante la revolución : la sociedad y el pueblo acusan á Riego como 
uno de los mas culpables revolucionarios, que despites de Imb^^se 
insurreccionado contra el gobierno legitimo de nuestros reyes, híí 
"causado tantos males á esta noble y generosa nación española. 

»E1 infame Riego, después de haberse aprovechado de la cobar* 
día de sus soldados que debían marchar para apaciguar la AtAéiica, 
ftlvidatido los deberes qu^ Je imponía la misión de que estaíbaén-* 
oargado, proclamó una C!onstitucion abolida por su soberano, eomnv 
destructiva desús derechos sagrados; el infame Riego, repito, es el 
autor de todos nuestros males. El fué el que hi«o arrasar de lágrimas 
los ojos de un rey justo y magnánimo por los males que estaba su- 
friendo la desgraciada España; él fué el que arrojó y tlió -con <el pie 
á los mas santos deberes, quien olvidó los juramentos que hábia 
prestado á las banderas del rey, su señor, en el nlomeñto qiie entró 
W la carrera de las armas; fué Riego, en fin, el que no solamente 
publicó aquella proclamación, sino que poniéndose á la cal)eza de 
una soldadesca desenfrenada, ha violado el territorio español, obli- 
gando á sus habitantes por el terror de las armas á que participaran 
ce© él de la traición y del perjurio, destituyendo autoridades leglti- 
■mas, constituidas, reemplazándolas con autoridades constituHonales, 
compuestas de facciosos y rebeldes; y forzando, al rey nnestro •señor 
á que aceptase aquel odioso sistema^ origen de tantos males pam id 
España. . . ; . 



•fv- 



— 343 — 

»Des^ue$ de este tiempo, Riego no cesó de ser un objeto de es- 
cándalo para la Península, presentándose en las piases púbUcas y 
en los balcones de las casas donde se alojaba á predicar la rebelión, 
y haciendo triunfar el fatal sistema, autorizando los mayores críme- 
nes, resultado inevitable de una revolución que cubria de amar- 
guras y de ultrajes á la persona augusta y sagrada de S. M. 

»Si vuestro fiscal, serenísimo señor, usando del derecho que te 
Goneedé su ministerio, fuera á reunir todos los cargos que se pre- 
sentan contra Rrego, producirían una serie de crímenes de todas es* 
pecies que han indignado de tal manera el pueblo español , que en todas^ 
partes de la Península claman espontáneamente. ¡Muera el iraidor 
Riego t mezclando en el ardor de su celo, \viva el rey absoluto t 

»Sin duda alguna, el motivo de la pugna ocurrida en la causa de 
Riego, motivo desenvuelto en el real decreto de 2 del presente mes, 
impone á vuestro fiscal en la obligación de fundar especialmente la 
acusación sobre el horrible atentado que este traidor ha cometido al 
- votar por la traslación del rey y real familia á Cádiz, empleando la 
violencia y la amenaza contra la resistencia de S. M., que rehusaba 
enérgicamente obedecer á una asamblea descomedida, y que llevaba 
la audacia hasta despojar al monarca cautivo de la autoridad efímera 
que la revolución había consentido dejarle. 

I En la causa que se sigue, tenemos á la mano todos los docu- 
mentos, todas las pruebas que en las demás causas de una natura- 
leza menos grave son indispensables para hacer una aplicación justa 
y proporcionada de las penas á los delitos. En esta, el delito está enr 
la violencia empleada contra el rey nuestro señor por haberle forza- 
** do á adherirse, á pesar de su resistencia, ala traslación á Cádiz; cri- 
men sin ejemplo en los anales del pueblo españof. Eslá asimismo en 
la creación de una regencia á consecuencia de la proposición que en 
aquellas mismas Cortes y sesiones hizo el diputado Galiano, otro 
traidor y cómplice de Riego ; y todos aquellos actos de violencia y 
rebelión constituyen evidentemente el crimen de lesa magestad, que 
nuestras leyes castigan con la pena de muerte y otras penas infa- 
mantes, según lo marca el título 2, Partida 7.*, conforme en un todo 
• con la Recopilación. 

»E1 fiscal le reconoce como atentado, y de ello se halla conven- 
cido el nombrado Rafael Riego, uno de los diputados por quien fué 
adofptada la odiosa proposición de Galiano. La prueba de su culpabi- 
lidad 'resulta no solamente de las informaciones tomadas por la au- 
diencia de Sevilla, sino que se encuentran corroboradas por lodos los 
diarios de la época, que manifiestan con minucioso relato la escanda^ 
losa sesión del 4 1 de junio próximo pasado en donde aparecen los votos 
de los culpables ; votos que hacea brillaren todas las pruebas materia- 
^ les que hemos recogido, una luz mas viva que la de la evidencia. 



— 543 — 

>Por todas estas consicteraciones, el fiscal pide, que el tnúdor 
D. Rafael Riego, acusado y convencido del crimen de lesa magostad, 
sea condenado al último suplicio, confiscados sus bienes en beneficio 
del común; su cabeza puesta. en las Cabezas de Sw Juan, ysucuer^ 
po dividido en cuatro cuartos que sean conducidos, uno á Sevilla, 
otro á la Isla de León, el tercero á Málaga, y el cuarto espuesto en 
esta Corte en el lugar acostumbrado ; asi lo demanda el fiscal por el 
interés de la vindicta pública, cuya defensa le está confiada, y en 
virtud de los derechos que le son cometidos en su cualidad de pro- 
curador del rey-..» 

Sin embargo de la precipitación que se llevó en un asunto en que 
sin otra consideración se jugaba la vida de un hombre, y las dispo-^ 
siciones. terminantes del artículo 5 del decreto de la regencia, no se 
determinaron á juzgar á Riego hasta veinte y Quatro dias después de 
presentada la anterior acusación. 

Durante este intervalo, el rey mandó espedir el decreto siguiente: 



Real dec;reto. 

cMí corazón paternal desea fijar en los primeros momentos de 
mi libertad, la suerte futura de todos mis vasallos para que puedan 
avanzar por el camino seguro, los unos á las recompensas debidas á 
su lealtad y fidelidad, y los otros á obtener el olvido de sus faltas 
pasadas y ser dignos de mi real benevolencia. Al mismo tiempo 
quiero designar ios principales culpables que indignos de perdón de- 
ben sufrir las penas en que han incurrido según las leyes ; tnas una 
resolución tan importante y que debe hacer época en los anales de 
la restauración religiosa y monárquica, exige una meditación píXK 
funda. Reunidas en Madrid las luces que en mi consejo esparcirá so- 
bre los hechos, con reflexión y madurez, publicaré mi real voluntad 
que será conforme á mi na^ral clemencia, á la tfinquilidad de mis 
pueblos, á la seguridad de mi trono, y á las relaciones que deben 
unirme estrechamente con mis potencias aliadas. Mi soberana volun- 
tad será publicada en todas las ciudades, villas, etc., de lamonar^ 
quía. » 

Con esta manifestación del rey creyeron que se retardarla el juz- 
gar á Riego^ ó que cuando menos, si llegaba á ser condenado , su 
ejecución seria retardada hasta el momento en que Femando Vil' ha- 
ciera conocer su real voluntad; pero no lo tuvo por conveniente el 
partido furibundo apostólico, y á pesar del decreto del rey, la causa 
fué visla el 26 de octubre por la mañana. 

Un inmenso pueblo fué convocado con el objeto que pidiesen con- 
tra Riego, que debia presentarse ante la sala; mas á pesar de asis- 



vv. 



— 344 — 

úí este dereeho, no quiso presentarse ante aquellos jueces, p<»* per- 
sistir eaque eran incompetentes para juzgarle. 

Díóse principio á la vista con la lectura del proceso, en el cual 
solo aparecia reo para aquellas gentes desapiadadas, por haber sido 
diputado á Ckírtes, y uno de los que señalaba la regencia con el arti^ 
culo 5/ de su decreto de 23 de junio. 

El fiscal pidió la palabra para leer la acusación que habia formu- , 
lado contra Riego el 10 de octubre, y de la que hemos presentado 
copia á nuestros lectores. 

Seguia, pues, el turno al abogado defensor, pero desgraciada* 
mente ninguno de los del colegio de Madrid quiso admitir la defensa 
del acusado, y la sala tuvo que nombrarle uno de oficio. 

El forzado defensol* dio principio negando la competencia del tri* 
bunal que acababa de nombrarle, sin embargo del decreto del rey y 
de la regencia. En seguida pasó á combatir el punto principal de la 
acusación, establedendo que Riego en la sesión del 11 de junio ha- 
bia obrado bajo la hipótesis de un gobierno^ de hecho ya existente, 
después de los juramentos prestados por el rey y conforme con lo 
mandado por él mismo, para los que ejercian el cargo de diputados. 
El defensor trató de sostener los principios dé soberanía popular; pero 
aquellas doctrinas que. tanto debian herir al partido dominante, no 
.fueron oidas con atención. 

Tomdda la palabra por el fiscal para la réplica, se hubo de dar al 
populacho la sena convenida, y una gran parte del auditorio pror- 
rumpió con desaforadas voces : ^ ¡muera el infame y traidor Riego! 

El presidente mandó despejar, y declaró terminada la vista: los 
gritos de los convocados fueron la sentencia de muerte . 

La sala condenó tá Rafael de Riego á ser arrastrado y que des- 
pués perdiese la vida en una horca.» 

Aquella sentencia, hija de la venalidad, le fué letdaáRi^o el día 
5 de noviembre y escuchóla con toda la calma de la resignación. Po- 
co tiempo despuesr fué conducido á la capilla en donde permaneció 
hasta el dia7. 

Serian las 9 dé la mañana cuando fué despojado de sus vestidos 
para ponerle una especie de túnica blanca y un gorro vetad, ajustán- 
dole la cintura con una cuerda, la misma que le ligó fuertemente las 
manos! en este miserable estado, tendiéronle dentro de un serón, el 
que tirado por un asno debía conducirle hasta el pie del patíbulo, que 
habia sido levantado en la plaza de la Cebada de Madrid y de una 
laltura desmesurada, con el objeto de que fuese mejor vista la ejecu- 
ción. ' 

Seis hermanos de la congregación de paz y caridad fueron sos- 
teniendo el serón que tiraba el asno: un sacerdote seguia á sus pies: 
^¿- un éclrigo marchaba delante con una cruz de bastante altura y otro 



yv 



— 3i6 — 

clérigo sonaba de cuando en cuando una campanilla. Varios soldados 
de la fé completaban aquel cortejo. 

Por todas las calles de la mortal carrera, para el infortunado Rie- 
go, permaneció silenciosa la multitud; tal es el resj)eto que imponen 
los. mártires. 

Llegados al pie del cadalso sacaron á Riego y le colocaron en el 
primer escalón, donde se confesé, y después le hicieron subir la fatal 
escalera: mientras que el A^erdugo le colocaba los dogales en el cue- 
llo, el confesor hablaba á los espectadores pidiendo perdón á nombre de 
la víctima, como ella perdonaba á sus enemigos. Diose principio al 
acto de fé y creencia religiosa, y al llegar al su único hijo Riego fué 
lanzado desde lo mas alto del patíbulo. 

En medio de los niiles curiosos que presenciaban aquel acto de 
barbarie, solo una voz se oyó decir «Iviva el rey I». Esta voz fué la 
del verdugo; y solo un bombee entre la multitud fué bastante cruel 
para golpear el cuerpo que pendía de la cuerda. Aquel hombre 
era ¡ un defensor de la fé ! 1 1 

Por la tarde fueron trasportados los restos mortales del mártir 
por la libertad, D. Rafael del Riego, á la iglesia de SanMillan, y de 
allí al campo-santo de la puerta de Fuencarral. 

No hemos querido hacer ninguna clase de comentarios sobre el 
fin desgraciado de Riego, porque la lectura de la acusación fiscal y 
la sentencia dicen mucho mas de cuanto nosotros podíamos decir; y 
tal vez desvirtuaríamos el juicio de nuestros lectores al manifestarles 
solamente que estando preso y bajo la cuchilla de la ley, no lo esta- 
ba bajo la reptitud de jueces probos y severos; sino en las manos de 
una facción que altiva y feroz satisfacía venganzas, y atrepellaba los 
mas sagrados principios. 

Riego fué juzgado como diputado que votó en Sevilla la deposi- 
ción del rey: se le juzgó por una ley hecha con posterioridad al de- 
lito que se le imputaba, si ley puede llamarse el artículo 5.*" del de- 
creto de la regencia de 2o de junio de 1823: el delito no fué justi- 
ficado, porque no habiendo sido nominal la votación no aparecía en 
las actas de las Cortes , ni era bastante el informe de la audiencia 
de Sevilla para aplicarle la pena de muerte. Nosotros conceptuare- 
mos siempre como un asesinato jurídico el cometido con Riego, por 
el cual quedaron ofendidas tes leyes y los principios, sin otro objeto 
que el de satisfacer sus pasiones y sus venganzas, un partido que 
con razones podemos llamarle el Vampiro de la sociedad española. 

FIN. 44 



^V 



— 3i6 



ÍNDICE. 



Páginas. 



Cuatro palabra» á los españoles 3 

Introducción M 

Contraste á la lámina de trofeos que presenta (a Francia 15 

Lista de los principes, mariscales y generales del imperio que fue- 
ron batidos, prisioneros, heridos ó muertos por los españoles en 

la guerra do la independencia 1(> 

Prefacio del editor francés 24 

Prologo 25 

Dedicatoria al rey de Francia. 30 

Refutación 32 

Capitulo primero. Restauración española. Conducta de Fer- 
nando. Situación de la España. Insurrección de América. 
Ejército espedicionario. Manejos revolmionarios. Primera 
conspiración. El conde de Adisbal. Su conducta. Sureem- 

plazamiento 36 

Refutación. ^ 44 

Capitulo segundo. Riego. Quiroga. Captura de Calderwi. 
Toma de la Isla. Ataque de Cádiz. Proclama de Quiroga. 
Preparativos de Freyre. Toma de la Carraca. Situación 

de tos insurgentes y tropas reales 61 

Refutación 65 

Capitulo tercero. Espedicion de Riego. Salida de la Isla de 
León. Disposición de los habitantes. Entrada en Algeciras. 
Partida á las montañas. Actividad del general Odonell. Der- 
rota de Riego en Marvella. Combate de Málaga. Derrota- 
de los rebeldes. Marcha sobre Córdoba. Situación critica. 
Disolución de la columna de Riego. Operaciones de Quiroga y / 

del general Freyre '. 73 

Refutación 78 

Capitulo cuarto. Revolución. Insurrección de Galicia y Navar- 
ra. Inquietudes de Madrid. Indecisión del consejo de Esta- 
do. Traición de Abisbal. Sucesos del 7 de marzo. Consejo 
de Eallesteros. El rey acepta la Constitución. Cambios en el 
Gobierno. Impresión producida en Europa por la revolución 



— 3i7 — 
espmola. Comunicación de la Rusia. 83 

Refutación 88 

Capitulo quinto. Régimen de las Cortes, espíritu de la Constitu- 
ción, Primera sesión y actos de las Cortes. Ataques contra 
La nobleza y clero. Sublevaciones realistas. Desordenes re- 
volucionarios. Disolución del ejército de la Isla de León. 
Resistencia y destierro de Riego. Fin de los trabajos de las Cor- ' 
tes. Clausuró de la sesión. El rey en el Escorial. Turbu- 
lencias en Madrid. Vuelta del rey a la capital. Reacción, 
destierros y persecución de los realistas. Apertura de la se- 
gu/nda sesión de Cortes. Discurso y lamentos del rey. Desti— 
tucion del gobierno. Asesinato de Yinuesa. Los comuneros y 
los americanos. Complot de Caguet , llamado Montearlot. 
Destierro de Riego. Fiebre amarilla. Celo de los médicos 
franceses. Cortes estraordinarias. Rebelión de Cádiz y Se- 
villa 103 

Refutación H8 

Estrado del discurso pronunciado por el Sr. Romero Alpuente en 
la sesión del 22 de diciembre de \8ii, referente al dictamen de 
la comisión nombrada por las Cortes para informar y proponer 
las medidas oportunas sobre las ocurrencias de Cádiz y Sevilla; 
en el cual se conoce á primera vista el verdadero estado de la na- 
ción á fines de aquel año ' . 156 

Capitulo sesto. Guerra civil. Alzamiento realista. Penden- 
cias en Madrid. Tumultos en Pamplona. Zabala y Gorostidi 
en Navarra. Jaime en Murcia. Realistas gallegos. Merino, 
Insurrección en Cataluña. JEl barmí de Eróles y su lugar te- 
niente. Toma de Camprodonpor Misas. El Trapense. Com- 
bate de Tarraga. Saqueo de Cervera por los constitucionales. 
Insurrección de^Navarra. Los generales , Eguía , Nuñez, 
Abreu y Quesada. Desgracia de Quesada. Toma de la Seo de 
Urgelpor el Trapense. Alarma de las Cortes. Muerte de Lan- 
daouru. -Sucesos de 30 de junio al 7 de julio. Situación cri- « 
tica del rey. Desastre de la guardia real. Triunfo de los revo* 
lucionarios en Madrid, Sublevación de los carabineros en Cór- 
doba. Progresos de los realista^ en Cataluña, Sucesos en 
equilibrio. Muerte de Goifileu. Medidas enérgicas. Mina 
en Cataluña. Destrucción de Castel—Follit. Sucesos de Tora. 
Retirada de la regencia sobre el territorio francés. Sitios 
de Urgély de Mequinenza. Desgracia de Quesada en Arcos, 
Suspensión de hostilidades , , ',' 175 

Refutación 187. 

Capitulo sétimo. Congreso de Verana. Su composición. Los 
reyes. Los ministros. Qmjas de la Francia contra la España, 
Opinión y designio de las potencias continentales. Opinión 
y designio de la Inglaterra. Nota del vizconde 4c Casílereagh, 
comunicada en 1820 á las cortes de Austria^ Francia y Rusia. 
Discusión y elección de medios para amonestar á la España. 



— 348 — 

La Francia queda arbitra de la paz á de la guerra. El Aus- 
tria, la Prusia y la Rusia, prometen su concurrencia en caso de 
necesidad; la Inglaterra, su neutralidad. Vuelta del vizconde 
de Montmorency á París. Su elevación á la dignidad ducal. 
Escisión en el gabinete francés. El duaue de Wellinaíon en 
Paris. Se suspende el envió de las notas a Madrid. Nota del 
duque de Welíington ofreciendo la mediación de S, M. fí. 
Respuesta del duque ae Montmorency. Nuevos debates. El 
duque de Montmorency es separado del ministerio. El vizconde 

de Chateaubriand le reemplaza 223 

Refutación 235 

Capitulo octavo. Rompimiento con la España. Circulares de 
la Rusia, del Austria y de la Pmsia á sus embajadores en Ma- 
drid. Circular de la Francia. Jtespuesta insolenté del minis- 
terio español. . Baladronadas. El conde de la Garde sale de 
Madrid. Discurso del rey de Francia a las cámaras. S. A. R. 
el duque de Angulema recibe el mando en gefe del ejército fran- 
cés 258 

Refutación ' 364 

Capitulo noveno. Aproximacimí de los facciosos á la cérte. 
Ciérrame las Cortes estraordinarias. Asonada del 19 de fe- 
brero por la noche. Cortes ordinarias, i."" de marzo. Salida 
del rey de Madrid. Lleaada a Sevilla. Invasión del ejército 
francés. Ábreme las Cortes en Sevilla. Sucesos de Zauasy de 
Bessieres en Madrid. Entrada de los franceses en Madrid. 

Nombramiento de la regencia 277 

Refutación , . 288 

Capitulo décimo. Sucesos militares. . i . 297 

Refutación 300 

(Capitulo undécimo. Efecto en las Cortes de la noti^a de la entra- 
da en Madrid. Sesión del \\ de junio en Sevilla. Capitu- 
lación de Ballesteros. Destrucción del ejército de Riego en 
Jodar. Se suspenden las Cortes en Cádiz el 5 de agosto. To- 
ma del Trocadero. Ábreme^ las Cortes el 6 de setiembre. Ca- 
pitulación. Ma^xi fiesta del rey. Arribo de Fernando al Puerto 
de Santa María. , Llegada del rey á Sevilla. Regreso de 
S. li. R. Mg. el duque de Angulema al territorio francés. . . 304 ' 

Refutación 315 

Conclusión 333 

Apuntes biográficos del generdl Riego. . . . : 33t 






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