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INSTITUTO DE GEOLOGÍA - CU

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COMISION GEOLOGICA DE MEXICO.

Dr RECTO Ti, A. DEL CASTILLO.

ESTUDIOS HIDROLOGICOS DE LA CUENCA DE MÉXICO

LAS AGUAS DEL DESIERTO

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AGUILERA V llQUIIL 0RD0ÑEZ,

Geólogos» «Ic la Comisión;

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OFICINA TIP. DE LA SECRETARÍA DE FOMENTO

Coito de Son Andrés nñm 15. ( Avenido Orlente, 61.)

1895

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COMISIÓN GEOLÓGICA DE MEXICO.
Director, a. DEL CASTILLO.

ESTUDIOS HIDROLÓGICOS DE LA CHENCA DE MÉXICO

LAS AGUAS DEL DESIERTO

POR

JOSÉ G. AGUILERA Y EZEQUIEL ORDOÑEZ,

Geólogos do la Comisión.

biblioteca

MÉXICO

OFICINA tip. de la secretaría de fomento

Calle de San Andrés núm. 15. ( Avenida Oriente, 51.)

1895

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Para contestar la nota de esa Secretaría de su digno
cargo, núm. 7,350 de fecha 28 d e Enero del corriente
año, era necesario á causa de mi ausencia, me impu-
siera de los antecedentes del asunto de que trata, á sa-
ber: que se estudien ahora que están para terminarse
los trabajos del desagüe del Voii , í ,, . ,

d,os de dar el mayor valor ft los terrenos de que va á
poder disponerse y llegar al mayor aprovechamiento
de las aguas; ordenando, además, que dispusiera se re-
dactara y presen tara a esa Secretaría, el informe de los
trabajos que hubiera practicado la Comisión Geológica;
prestando así su cooperación al estudio de las aguas su-
perficiales y subterráneas del referido valle.

Desde luego me encontré con la comunicación del
Sr Aguilera, fecha 12 de Octubre del año próximo pa-
sado, que acompaña al programa formado por él para
enm un acuerdo veibal del Señor Oficial Mayor de
esa decretaría, para que la Comisión referida hiciera
el estudio de las aguas corrientes ó estancadas; y las
subterráneas astesianasy no artesianas, en su relación
con la Agí Icultur a . indicando los medios más adecúa-

4

dos al mejor aprovechamiento de dichas aguas: aconse-
jar las obras que deban emprenderse y designar los lu-
gares en que deban hacerse las obras convenientes; asi
como determinar la mejor aplicación que pueda darse
á las tierras que al terminarse las obras del desagüe y
una vez que éste esté regularizado, han de quedar en
seco.

Se sigue exponiendo en el texto de la comunicación
citada del 12 de Octubre, que en unión del Sr. Ordóñez
se ocuparan de estudiar los terrenos Terciario y Cua-
ternario en detalle; y se extiende en Jas subdivisiones
que comprenden la Geología estratigráfíca, la Paleon-
tología, la Hidrología y la Agricultura. Hecho lo cual
en la cuenca de México, se harán estudios análogos en
las demás cuencas, para que puedan ser paralelizadas.

Pasa después á indicar qué acopio de trabajos hechos
se podrían pedir á diversas autoridades del Distrito y
Estados limítrofes y al Observatorio Meteorológico
Central.

Sin detenerme en hacer un extracto del programa
detallado del Sr. Aguilera, que acompaña á la ya ci-
tada comunicación, me contraeré á referir que se trata
propiamente de la formación de dos cartas, una hidro-
lógica y la otra geológica y de la meteorología del
valle.

Además, veo en el expediente relativo que la Secre-
taría de Fomento acusa recibo de la comunicación y
programa referidos con fecha 24 de Octubre, aprobán-
dolo y recomendando, que los trabajos se comiencen
cuanto antes, en unión del Sr. Ordóñez; advirtiendo que
ya se dirige la referida Secretaría á las autoridades res-

%

pectivas, pidiendo ios datos á que se refiere el Sr. Agui-
lera y las autorizaciones para practicar los estudios
sobre las aguas de la gran cuenca: y consta en las con-
testaciones transcritas al mismo señor, que las autori-
dades á que se ocurrió, manifiestan carecer de los datos
que se solicitan y que sólo el Observatorio Meteoroló-
gico Central facilitó el Tom. II. del Boletín Mensual
de 1889, con datos sobre lluvias.

Abora, en cumplimiento de la aprobación del pro-
grama, dichos señores dieron principio á sus trabajos
hacia fines de Octubre, y como resultado parcial de
ellos, han presentado á esta Dirección un cuaderno con
este encabezamiento “Estudios hidrológicos de la cuen-
ca del valle de México. — Los manantiales del Desier-
to,” cuyo resumen importa tener en consideración, y es
el siguiente:

En la sección I, describen los referidos señores la
Orografía de la región; en la II, se ocupan de la Pe-
trografía, y en la III, de la Hidrología propiamente.
Dan el gasto de ocho manantiales del Desierto, medi-
do en los días del 11 al 20 de Noviembre del año de
1894, haciendo un total de 3,799 lt. 326; en la IV sec-
ción, siguen tratando de la Hidrografía pura, en lo que
se relaciona con las lluvias, haciendo extensiva la can-
tidad de 0,601 de lluvia media anual que da el Obser-
vatorio Meteorológico Central para el centro de la gran
cuenca, á la referida región del Desierto, siendo en ella
en la que más abundan las lluvias, y considex’an en se-
guida la influencia que en ellas ejerza la vegetación,
que creen favorable á su precipitación, y siguen tratan-
do sobre las condiciones que contribuirían á su aumen-

6

to, como son las aguas circulantes dadas las condicio-
nes de las fuertes pendientes del terreno: de la absor-
ción por las capas esponjosas de los mismos terrenos,
y de la que se evapora al aire libre. Y admitiendo se-
gún Cordier, que las pérdidas por evaporación, circu-
lación exterior y subterránea se estimara en dos ter-
ceras partes del agua de lluvia, quedaría para el abas-
tecimiento de los manantiales del Desierto una tercera
parte de la caída de lluvia anual. 1

Estiman que la evaporación es siempre inferior á una
tercera parte de la cantidad de lluvia anual. Agregan
que siendo 0.0066 el valor medio anual de la evapora-
ción á la intemperie que el Observatorio Meteorológico
Central da en las condiciones más favorables para el
centro de la gran cuenca, esta cantidad viene á ser como
la décima parte de 0.604, que .es la cantidad total de
lluvia anual para la parte plana de la gran cuenca; va-
lor que consideran muy elevado; aceptando para llegar
á un valor real de la observación, que sea el 5 por 100.
Así, siendo 10 la pérdida por evaporación, habrá que
substraer el 15 por 100 á la agua de lluvia, y quedará
un 85 por 100 para el agua de circulación superficial
y subterránea: y asignando una tercera parte de este
valor, que suponen realmente ser mucho menor, á la
circulación superficial, queda para la circulación sub-
terránea el 56.6 por 100. Con estos datos calculan, que
siendo 14.564,656 centiaras la superficie de la cuen-
ca ele alimentación del Desierto, multiplicándola por

1 Entiendo que la inedia de 0,6155 en la caída en los años de 1889 á 1890,
es la que ofrece más probabilidades de acercarse á la media anual de que os
trata en la región pluvial del Desierto.

0,6644, altura media anual de lluvia en la ciudad de
México, más el 10 por 100 de absorción, obtienen unos
9.676,587 metros cúbicos como cantidad total de lluvia
anual. De estos deducen el 56.6 por las aguas de infil-
tración y en último resultado quedan 5.477,101 me-
tros cúbicos.

Pasan en seguida á calcular el gasto anual de los
manantiales, considerando que en el mes de Noviem-
bre, época en que midieron los gastos de los manan-
tiales, es el que se acerca al máximum de los meses
lluviosos; y siendo 4.61372 el gasto por minuto, obtie-
nen para el año 2.424,971 metros cúbicos, que casi vie-
nen á ser la mitad del agua subterránea, pues hay una
diferencia de 3.052,130 metros cúbicos que se pierden.
Y concluyen manifestando que á consecuencia de pre-
sentar la cuenca altos bordes, gran parte de esta agua
puede ser aprovechada por medio de socavones para
recogerla; los que se deberán abrir ya sea en los ma-
nantiales mismos para aumentar su gasto; ya sea á ni-
veles inferiores para recoger gran parte del agua de
infiltración: y para mayor efecto de estas obras subte-
rráneas, aconsejan que en los niveles elevados se abran
paralelamente á las crestas de la parte alta de las la-
deras; y en los niveles bajos longitudinalmente á las
pendientes. Pero hacen observar que las conclusiones
á que han llegado, deben considerarse como provisio-
nales, pues faltan observaciones para distintas épocas
del año acerca de la marcha ó régimen de los manan-
tiales, y aun falta también para determinar todavía,
siquiera aproximadamente, el volumen de las aguas,
tanto de circulación superficial como de infiltración, y

8

los factores de evaporación y cantidad de lluvia de la
cuenca del Desierto.

Como se ve, este es un ensayo de los métodos cientí-
ficos que deben generalizarse para el estudio hidrológi-
co en toda la gran cuenca. Los trabajos practicados han
durado de fines de Octubre del próximo pasado año á
fines de Febrero del presente, es decir, cuatro meses;
y es de notar, que estos trabajos sobre Orografía, Pe-
trografía ó Hidi’ología incompleta se limitan á una ex-
tensión estrecha de la gran cuenca, como es la cuenca
parcial de la región del Desierto; de suerte que siguien-
do este ensayo de estudio de la Hidrología, para exten-
derlo en toda la gran cuenca, sería preciso un perso-
nal muy numeroso, algunos años de operaciones en el
campo y observaciones sedentarias en diversos lugares
poi varios años también, para llegar á resultados po-
sitivos sobre la Hidrología de la gran cuenca y cons-
tituirla.

Ahora, siendo, pues, el estudio completo de la Hi-
drología del Valle el que debe conducir y servir de
base para llenar el programa en los términos en que
ha sido aprobado, los Sres. Aguilera y Ordóñez se han
visto en la imposibilidad de realizarlo.

Acompaño á vd. el cuaderno con el título de «Estu-
dios hidrológicos de la cuenca del Valle de México.—
Los manantiales del Desierto,» en unión del oficio de
remisión de los mismos miembros de la Comisión Greo-
lógica.

Expuesto todo lo anterior para ilustrar la cuestión,
debo ahora contraerme á llamar la atención de vd. so-
bre los puntos de que trata l a referida comunicación

9

de esa Secretaría, citada al principio de esta comuni-
cación, fecha 28 de Enero del corriente año.

Queda ya dilucidado que el programa del Sr. Agui-
lera aprobado por esa Secretaría implica, reduciéndo-
lo á su última expresión, lo siguiente: ((Formación de
una carta geológica y otra hidrológica y el estudio déla
meteorología de la gran cuenca llamada Talle de Mé-
xico, en lo que se relaciona á las cantidades de lluvias
anuales.»

Los puntos de que trata la comunicación de esa Se-
cretaría á que me vengo refiriendo, á saber: «se estu-
dien los medios de dar el mayor valor á los terrenos de
que va á poder disponerse y llegar al mejora provecha-
miento de las aguas,» y que la Comisión Geológica co-
pere al estudio de las aguas superficiales y subterrá-
neas ahora que están para terminarse los trabajos del
desagüe, implican realmente el levantamiento de una
carta hidrológica.

Los miembros de la Comisión Geológica Aguilera y
Ordóñez han hecho un esfuerzo para dar principio á
ella, pero por los resultados se ve que es obra para cu-
ya conclusión se necesita de un personal especial, nú-
meroso, que no tiene la Comisión: y que si á esa Secre-
taría le parece podrá proponer esta Dirección.

Mas tratando esta Dirección de poner todo su con-
tingente á fin de cooperar á las miras benéficas de esa
Secretaría, se permite consultarle se le dé tiempo para
coordinar los datos que posee sobre aguas superficia-
les y subterráneas, sus clases y naturaleza: sobre la
constitución geológica del fondo y laderas del cerco de
montañas que forman la Gran Cuenca; y pueda emitir

10

sus opiniones acerca de los resultados probables de la
desecación de los lagos, después de estudiar el proyec-
to de desagüe interior que tenga la aprobación del Gfo-
bierno para llevarse á cabo. Para que este trabajo se
concluya, en el menor tiempo posible, propone tam-
bién se integre la Comisión con un topógrafo hidro-
mensor, si fuere de su aprobación mi consulta.

Libertad y Constitución, México, Marzo 18 de 1895.
— Antonio del Castillo. — C. Ministro de Fomento, Co-
lonización, Industria y Comercio.

Adjunto tenemos la honra de remitir á vd., para que
por su digno conducto llegue á conocimiento del Su-
perior, el informe relativo al estudio hidrológico de la
fracción de la cuenca de México que alimenta los ma-
nantiales del Desierto. Al remitir este informe lo ha-
cemos para dar cumplimiento á la disposición del Mi-
nisterio de Fomento, mas no porque consideremos de-
finitivamente concluido el estudio de esa región, puesto
que formando parte, como so ha dicho, de la cuenca
de México, los fenómenos que intervienen en la pro-
ducción de la lluvia como factores principales y auxi-
liares, tienen lugar en toda la cuenca, y es indispen-
sable el conocimiento de la marcha de éstos en el res-
to de la cuenca, pai’a por comparación con su marcha
en la región del Desierto poder conocer las modifica-
ciones de los fenómenos indicados.

Creemos, oenor Director, que seria más provechoso
para la Comisión y para la Secretaría de Fomento tam-
bién, el suprimir estos informes sobre fracciones, que

11

de manera alguna tienen independencia en el régi-
men de sus aguas, para evitar el tener que dar á cada
uno de estos informes el carácter de provisionales, así
como alejar el peligro de que, animados de la más bue-
na fé, podamos incurrir en generalizaciones prematu-
ras, ó pasar desapercibidas las influencias de algunos
factores que en una pequeñu región nos hayan pare-
cido de jDoca trascendencia. Por otra parte, el estudio
geológico de toda la cuenca se refiere á formaciones de
gran uniformidad, que nos obligan á repetir constan-
temente en cada informe fraccionario los datos relati-
vos á las formaciones del suelo, lo cual haría suma-
mente monótonos todos estos informes y difícil de apre-
ciar en el estudio y discusión de todos ellos los datos
hidrológicos que vendrían por esto á quedar dispersos
y difusos.

Desearíamos, Señor Director, se sirviera vd. propo-
ner á la Secretaría de Fomento se sustituyeran estos
informes parciales por reseñas mensuales de los traba-
jos hechos en la prosecución del programa aprobado,
lo cual nos evitaría la discusión prematura de datos
incompletos, nos ahorraría tiempo que podríamos con-
sagrar al trabajo de campo, y se tendría al Ministerio
de Fomento al tanto del estado en que se encuentran
los estudios hidrológicos.

íteitei-amos á vd. las protestas de nuestra conside-
ración y respeto.

México, Febrero 28 de 1895 . — José Gr. Aguilera . —
Ezeguiel Ordóñez. — C. Director de la Comisión Geoló-
gica. — Presente.

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ESTUDIOS HIDROLOGICOS DE LA CUENCA DE MEXICO

Los manantiales del Desierto.

I.

Conocidas' como son Jas condiciones climatológicas
de la parte central de la cuenca de-México, la vasta ex-
tensión de sus vertientes y la irregularidad de estas en
sus contornos, es fácil concebir una variación notable
en el régimen de sus aguas, tanto en las de precipita-
ción atmosférica, como en las dé las corrientes super-
ficiales y subterráneas que provienen de aquellas; y
haciéndose esta variación sensible en as legiones p a

ñas de dicha cuenca debe esperarse con mayoi lazon

Xb i qppntuado, donde las con-

que en los lugares de relieve accniu

diciones de temperatura son dneisa ,

oscile en más amplios límites. . . , . „

La región escogida para dar principio a los trabajos
hidrológicos encomendados á la Comisión Geológica,
ha s ido cuidadosamente elegida con la doble mira de
servir de base á investigaciones análogas posteriores,
por una parte; y dar á conocer el régimen de aquellas

14

aguas que, por su abundancia, grado de potabilidad y
condiciones geológicas en su manera de presentarse á
la superficie, adquieren una importancia mayor. Nin-
guna región más adecuada que la que ocupa el S. O. de
la cuenca de México, por encontrarse en ella los manan-
tiales de agua potable que surten de este líquido á la
capital de la República, y los cuales han sido muchas
veces objeto de estudios destinados á fines diversos.

El borde occidental de la cuenca mexicana se halla
formado por una prolongada serranía que se dirige del
N. O. hacia el S. E. elevándose sucesivamente hacia es-
te xiltimo rumbo, sin que por esto deje de tener al N. O.
eminencias de consideración. Esta dirección media que
es la dominante en su mayor longitud, se ve brusca-
mente cambiada casi al partir del cerro de “Las Cru-
ces” para dirigirse ó cargarse más al E. hasta alcanzar
la serranía, su punto culminante, que lo forma la cima
de la montaña del Ajusco.

La consecuencia de esta marcada inflexión en el
movimiento general de la sierra, es la formación de un
ángulo entrante dentro del cual se encuentran cuencas
de recepción de agua, relativamente grandes, siendo
las principales la de Huixquilocan, la del Desierto y
la.Magdalena.

En el ángulo saliente y casi correspondiente á estas
fuertes depresiones, el cambio de dirección dio lugar á
la formación de una meseta relativamente ancha y ele-
vada que lleva el nombre de “Llanos de Salazar,” li-
mitada al S. por un contrafuerte de los que radian del
cerro de San Miguel, punto principal de la inflexión'.

El flanco N. del cerro de San Miguel, y las crestas

15

que de él dependen, originan las cuencas de los ma-
nantiales del Desierto. Esta cuenca tiene la forma de
una grande herradura ó más bien de una parábola
abierta al JNT. E. cuyo vértice es la cima principal de
San Miguel. En la rama 1M. O., ó sea la cresta de este
rumbo sobresalen como eminencias los cerros de “La
Cruz Blanca,” por el cual se asciende al cerro del Pre-
torio y al del Caballete ligado directamente al San
Miguel.

Al E. y N. E. de esta montaña se desprende otra
cresta cuyas cimas principales son el cerro de “La Cruz
de Cólica” ligado al cerro de Teziutepec. Los flancos
y aristas secundarios de cada una de estas montañas
subdividen naturalmente la cuenca en diversos tahvegs
que alimentan á cada uno de los manantiales, pero que
todos se reúnen en la parte baja para formar el arroyo
de San Borja, al que se lia quitado una buena parte de
sus aguas para ser conducidas á la ciudad de México
por el acueducto del “Desierto”.

II.

El interesante grupo de rocas anclesíticas en sus di-
versas variedades y los productos tobosos, brechiformes
y detríticos que les están asociados en casi todos los
lugares en donde han hecho su aparición, constituyen
el macizo de la sierra de “Las Cruces” y su prolonga-
ción del Ajusco.

En muchos lugares la hornblenda y la hiperstena se
presentan constantemente en varias proporciones aso»
ciadas á la oligoclasa y algunas veces al sanidino.

10

No afectan estas rocas estructura particular en el te-
rreno, se hallan dispuestas en bancos más ó menos irre-
gulares con superficies de separación planas unas veces
y ligeramente curvas y en muy excepcionales casos pa-
rece existir cierta tendencia á una estructura columnar.

En el examen macroscópico se reconoce desde luego
el carácter vitreo de los cristales feldespáticos; sus su-
perficies están finamente escamosas, ya sea por agru-
pación de bandas hemitrópicas extremadamente ténues,
ya por líneas de crucero.

Las andesitas de liornblenda é hiperstena tienen á
la simple vista un aspecto claramente porfiroide, por la
presencia en su masa más ó menos homogénea de cris-'
tales de algunos milímetros de longitud, ya sea única
mente de feldespato, ó más escasamente de éste y de-
un mineial feiiomagnesiano que resalta inmediata-
mente poi su color obscuro cuyas caras prismáticas al-
canzan 4 y 5 milímetros de longitud.

Las andesitas de liornblenda forman la parte supe-
rior del cerro de San Miguel; en la falda se extienden
las andesitas de liornblenda é hiperstena, esta última
en proporción variable pero siempre presente.

Pocas veces los cristales negros ferromagnesianos
presentan contornos absolutamente bien definidos; y
cuando estos elementos toman un color rojizo pierden
casi completamente su figura prismática.

El magma fundamental de estas rocas es una mezcla
de materia amorfa y otra de desarrollo microlítico, cu-
yas proporciones varían constantemente, desde la estruc-
tura casi totalmente microlítica basta la predominancia
de la materia amorfa en estado más ó menos avanzado

17

de devitrificación. En algunos lugares se nota un cam-
bio gradual del estado mierolitico al amorfo.

La estructura microlítica acusa un carácter fluidal
por el alineamiento en una misma dirección de sus ele-
mentos ferromagnesianos, ó de cristales de feldespato
másemenos corroídos. A medida que aumenta la pro-
porción del magma amorfo, las microlitas son de me-
nor dimensión y por consecuencia la estructura fluida!
se hace menos manifiesta.

Las microlitas en su mayor parte están macleadas y
deben referirse á la oligoclasa en sus zonas de alarga-
miento habitual . En el magma no cargado de micro-
litas se observan en uno que otro lugar regiones más
ó menos extensas de una masa finamente granuda con
acción sobre la\luz polarizada y con cierta tendencia
hacia el desarrollo mierolitico.

La presencia de la oligoclasa y el labrador en su
variedad más común, se comprueba claramente por los
valores encontrados para sus águlos de extinción en
las zonas más frecuentes. Estas son las de alargamien-
to según p, g x la perpendicular 7q y algunas secciones
simples de g í Los cristales están formados de múlti-
ples bandas bemitrópicas agrupadas según la lev de la
albita.

Los productos volcánicos que rodean á las andesitas
extendiéndose bajo la forma de bancos al pi e de las
montañas y en una parte de la cuenca deben haber si-
fio formados en parte durante la erupción fi 3 aquellas
andesitas á las que están directamente subordinadas,
pues sólo se encuentran al pie de estas rocas. Los
agentes de erosión obrando sobre estas rocas piroclás-

Est. Iiid.— 2

18

tjcas han rebajado constantemente el nivel de ellas á
la vez que han descubierto en mayor extensión á las
rocas macizas, y los detritus de éstas y de las rocas pi-
roclásticas han venido á depositarse en capas de grano
y composición diferente: unas casi exclusivamente de
polvo remolido, naturalmente muy ligeras, otras bajo
la forma de brechas pomosas (tepetate) y por último
otras sumamente arcillosas y cuya proporción en pó-
mez es menos fuerte. Todas estas capas tienen una in-
clinación general bastante débil hacia el fondo de la
cuenca, y en su composición, así como en su mezcla,
sufren modificaciones en consonancia con la distancia
á su lugar de origen, y de la acción más ó menos pro-
longada del agua como agente de ordenación de sus
elementos. Debido á su poca resistencia por la presen-
cia de la pómez, la mayor parte de estas capas afectan
la forma lenticular que se suceden en el mismo nivel
y que en unos casos se enlazan gradualmente por sim-
ples modificaciones de textura y en otras, por el con-
trario, hay transiciones sumamente bruscas.

III.

Siendo el subsuelo de esta región de la cuenca ma-
cizo y de origen ígneo, lo natural es escontrar los ma-
nantiales en las depresiones de los pequeños valles y
de los talwegs, ó sea dicho de otra manera, en los pun-
tos donde convergen las vertientes; y es así como su-
cede en las cuencas hidrográficas de los manantiales
del Desierto y los de Dos Leones. La importancia re-
lativa de cada uno de dichos manantiales, toda vez que
3a cantidad de lluvia es igual para las dos cuencas, de-

iy

pende del número y dimensiones de las grietas que cor-
tan á la roca eruptiva, de la extensión superficial de la
cuenca respectiva de alimentación de cada uno de los
manantiales y del grado de permeabilidad y espesor
de la capa absorbente, así como de la impermeabilidad
del leclio de los manantiales.

* Ya hemos visto en otra parte de este informe que el
terreno está compiuesto de rocas eruptivas que forman
el subsuelo, de rocas detríticas que provienen de la des-
composición ix sitü de la roca eruptiva y de material
detrítico de origen volcánico, que con el anterior cu-
bren en grandes tramos á las rocas ígneas. Este ma-
terial detrítico obra absorbiendo las aguas de lluvia
facilitando su acceso á las rocas eruptivas, que atrave-
sadas por un gran número de grietas, originadas unas
por la contracción por enfriamiento de la roca y for-
madas otras por la acción do las aguas y de la helada
y de los cambios de temperatura, se han convertido en
rocas permeables en grande.

Así que los manantiales aparecen cerca ó en el con-
tacto del material detrítico y de la roca eruptiva com-
pacta en aquellos tramos en que la roca eruptiva cesa
de estar profundamente agrietada, v en donde por la
impermeabilidad de su masa detiene la circulación sub-
teminea del agua y la obliga á salir en las laderas y
vertientes de los tahvegs.

A esta circunstancia de que los manantiales corres-
ponden todos á los talwegs de la montaña, y que en
ellos se encuentran repartidos de diferente manera:
unos en la i ertiente y cerca del fondo del tahveg, otros
en el principio de éstos y algunos en la base de las la-

deras, formando como pequeño nivel hidrostático, dan-
do lugar así á la formación de una pequeña ciénega.

Los manantiales surgen á la superficie bajo la for-
ma de pequeños liilos de agua que más ó menos inme-
diatos salen entre las grietas de la roca, constituyendo
cada hilo de agua en su régimen un venero distinto,
cuyo gasto es aparentemente independiente del de los
veneros vecinos. Oh’as veces en lugar de verse clara-
mente la separación de los hilos de agua de los dife-
rentes veneros contiguos inmediatos, el agua sale bajo
la forma de escurrimientos, que tienen lugar en super-
ficies de roca considerable, y los cuales reunidos en la
parte más baja forman entonces hilos de agua bastan-
te perceptibles. Esta clase de manantiales debe refe-
rirse á la anterior, solamente que la solida del agua no
se verifica bajo la forma de chorritos de agua sino que,
por la pequenez de las grietas que le dan salida, el
agua se presenta como una capa delgada que reviste á
la superficie de la roca de la cual escurre. Algunos
manantiales ya sea de los alimentados por veneros de
importancia, ya de los que estáif formados por los ve-
neros pequeñísimos de que acabamos de hablar forman
en su salida en el lugar que corresponde á su fuente
una cieneguilla de extensión proporcionada á las di-
mensiones de la depresión, y cuya formación depende
de la existencia de material detrítico acarreado por las
aguas de lluvia que se extienden cubriendo á la roca y
viene á constituir una capa irregular de material per-
meable, que apoyado en la roca impermeable, retiene la
humedad, tanto la atmosférica de condensación por el
fenómeno del rocío, como la de lluvia y la que sale ba-

21

jo la forma de filtraciones de pequeña importancia del
manantial.

La existencia de esta pequeña ciénega á continuación
de la salida de los manantiales sirve para el régi-
men de verdadero regulador, puesto que recibiendo las
aguas en su ancha superficie, la circulación de éstas en
todas ellas y su saturación atenúan las modificaciones
que en el régimen sufre el manantial; y la salida de las
aguas en el borde de la ciénega, para escurrir en el fon-
do de los tahvegs, se verifica con una uniformidad
tanto más perfecta cuanto mayor es el volumen del
agua acaparada en la ciénega. El papel que desem-
peñan es, pues, el mismo que realizan los pequeños
receptáculos y lagos interpuestos en el curso de una

corriente.

Habiendo ya dado idea de la naturaleza de los ma-
nantiales y su posición en el lugar, veamos ahora co-
mo se verifica el régimen de estos mismos manantia-
les. Establecido ya en otra parte que la alimentación
depende de la absorción y circulación subterránea del
agua en la zona superficial de esta región, á favor de
las grietas en las rocas eruptivas y por la separación y
permeabilidad de los materiales detríticos que la cu-
bren, se comprenderá fácilmente la relación ó enlace
directo que estos manantiales tienen en su gasto con el
fenómeno del rocío y la helada, si se atiende á que la
capa colectora de humedad, que es la formada por los
materiales sueltos ó poco coherentes que revisten á la
roca eruptiva, es de espesor irregular pero relativa-
mente pequeño, y que probablemente no excede de
unos 50 metros en la parte más gruesa, y á que por

22

la fuerte pendiente de las laderas de las montañas, el
agua de circulación subterránea á rfavor de las grietas
de la roca dura encuentra fácil salida á diferentes ni-
veles, en puntos que distan poco de la superficie de ali-
mentación. Resulta de esto que los numerosos hilos
de agua formados por la reunión de hilitos más peque-
ños y de gotas de agua que brotan do la superficie per-
meable, teniendo que circular según las diferentes di-
recciones en las cuales la roca dura se encuentra agrie-
tada cerca de la superficie, no tienen oportunidad de
reunirse para constituir grandes veneros y de aquí que
los manantiales en lo general sean de gasto bastante
reducido.

Esta circulación subterránea poco extensa, poco pro-
i'unda y la subdivisión de las corrientes, explica tam-
bién la independencia aparente que hay de un venero
á otro que le es vecino, no obstante que proviene de la
misma cuenca de alimentación, y hace comprender fá
cilmente que toda variación brusca en el régimen de
las lluvias se haga sentir en muy poco tiempo en el
régimen de los manantiales. Por la naturaleza de es-
tos mismos manantiales, se comprende que el almace-
namiento de agua que los origina depende en su mayor
parte de la cantidad de agua de lluvia anual, pues que
apenas pasada la estación délas lluvias, el gasto de ca-
da manantial decrece de una manera rápida, al grado de
que en el mes de Noviembre disminuyen bruscamen-
te, y esta diminución se hace tanto más notable, por-
que estando los manantiales en los tahvegs, hay du-
rante la estación dedluvias un aumento notabilísimo en
su gasto, debido á las aguas de circulación superficial,

que retenidas por 3a vegetación é impregnando la tie- •
rra vegetal, corren con más lentitud que el agua de to-
rrente y contribuyen á sostener un gasto mayor que
el que corresponde por filtración al manantial. En el
transcurso del año puede dividirse la marcha ó régi-
men de los manantiales en período de decrecimiento
brusco, que sigue inmediatamente á la estación de las
lluvias; período de diminución lenta que empieza en
Noviembre ó principia en Diciembre, según que la es-
tación ha sido poco ó muy lluviosa, y termina en el
mes de Mayo; período de aumento lento que corres-
ponde á los meses de Mayo y Junio, y período de cre-
cimiento brusco durante la estación de las aguas. Hay
que hacer notar que los manantiales no son afectados
por las lluvias de invierno, que son raras en la cuenca,
ni por la caída de las nieves que es un fenómeno mu-
cho más raro.

El gasto de los principales manantiales del Desier-
to, medido en los días 15 al 20 de Noviembre de 1894

es como sigue:

Manantial de las Piletas 74.273 por minuto.

„ de Las Palomas 79.975 „ „

,, ' de La Llorona 470.o2S ,, „

„ de San Miguel 1935. o90 „ „

¡; de La Monarca 384.860 ,, „

,, de San Josó 196.320 ,, ,,

„ de Los Lobos 463.540 „ „

Capulines 194.640 „

IV.

No habiendo dispuesto de tiempo bastante para es-
tudiar con detenimiento la marcha de todos los ferio-

24

menos meteorológicos que, como otros tantos factores
del clima, intervienen para modificar según leyes fijas
la naturaleza, modo de ser y régimen de los manantia-
les, nos limitaremos simplemente á indicar de una ma-
nera sucinta la relación y dependencia de todos estos
factores entre sí y con la resultante final, para nosotros
interesante, del régimen de los manantiales.

Se sabe por la discusión de las obsenmciones moteo -
. rológicas, hechas en el Observatorio Central en el trans-
curso de diez y seis años, que la cantidad de lluvia
media anual en la cuenca de México, es de 0.604 m.,
no tomando en consideración la media de 0.6155 que
corresponde á la década de 1880 á 1890. Tm otra par-
te, es una ley general que en igualdad de condiciones,
tanto de la permeabilidad ó impermeabilidad del sue-
lo de una región, como de la constancia ó regularidad
de los vientos pluviosos, que la caída de la lluvia anual
•está en razón directa de la altura del suelo; si á esto
añadimos la influencia que el relieve del suelo por su
posición ejerce para modificar la cantidad de lluvia
anual, encontraremos que la región S.O. de la cuenca
de México, por su posición diametralmente opuesta á
la de los vientos húmedos que traen las lluvias en la es-
tación pluviosa, es sumamente favorable para que cho-
cando estos vientos en el macizo montañoso, al elevar-
se reflejados por él á mayor altura, originen el fenó-
meno de la lluvia con mayor frecuencia y más abun-
dancia que en el resto de la cuenca. La disposición de
los estribos ó contrafuertes de los cerros de San Mi-
guel, Pretorio y Teziutepec que radian de ellos hacia
la cuenca de México formando en la parte alta talwegs

25

profundos que se ensanchan bajo la forma de valles
estrechos para llegar al fondo de la cuenca, constitu-
yen otras tantas direcciones de menor resistencia, se-
gún las cuales se verifica el movimiento de la masa de
aire bajo la forma de corriente ascendente, que cuando
el aire está húmedo, como permiten el paso en igual-
dad de tiempo de masas de aire más considerables que
llegan á regiones más frías, se verifica entonces el fe-
nómeno de la lluvia, aun cuando las circunstancias no
hayan sido favorables para la producción de este fe-
nómeno en el rosto de la cuenca.

Como del lado del valle de Toluca se repite de una
manera análoga la ramificación ó estribación de la
montaña, ésta, por su situación y además también por
su configuración, forma un gran condensador de la hu-
medad del aire elevado en corrientes de uno y otro va-
lle hacia la cumbre de San Miguel. Situado este cerro
entre la cima principal del Ajusco, y el cerro de la
Campana, correspondiendo á la dirección de la depre-
sión que entre estas dos montañas se forma, es un obs-
táculo que obliga á las corrientes del aire húmedo que
suben de las tierras bajas á chocar en su masa, y al re-
flejarse abandonar bajo la forma de Huv ia la humedad

que contenían.

La cuenca de alimentación por su posición hace las
veces de un recipiente al cual concurren encajonadas
por los lomeríos de las faldas de las montañas de la
sierra las corrientes del aire húmedo que al ensanchai-
se en esta cuenca disminuyendo su velocidad, chocan
contra los cerros y por estas causas combinadas se de-
termina la precipitación.

26

Tenemos pues hasta ahora establecido que, tanto por
razón de altura como por la posición topográfica y la
configuración de la cuenca, el fenómeno de la lluvia de-
be ser en ella más frecuente y las lluvias más co-
piosas.

Debemos tomar en consideración otro factor más so-
bre cuya influencia se ha discutido mucho, por consi-
derarlo unos como de intervención general en la lluvia
y por estimarlo otros como un simple modificador be-
néfico de dicho fenómeno. Queremos hablar de la in-
fluencia que la vegetación ejerce en la producción de la
lluvia, y sin tratar de resolver si influye de una manera
general ó local nos atendremos solamente á la opinión
más generalmente aceptada, que considera la influencia
de la vegetación como meramente local. Ahora bien, la
región montañosa del S. O. de la cuenca es la más po-
olada en vegetación, y sea que la influencia de esta co-
mo regulador y difundidor de la evaporación se traduz-
ca por un ligero aumento en las precipitaciones de la
región ó que como aceptan otros muchos se extienda á
pequeña distancia de la región boscosa, es inconcuso que
tanto de uno como de otro modo encontraremos en la
existencia de la vegetación de esta parte de la cuenca un
auxiliar más que favorece un aumento déla media de
lluvia anual. Tenemos que considerar ahora como fac-
tores contrarios á este fenómeno: la circulación de las'
aguas superficiales sobre montañas de pendientes fuer-
tes, la absorción por el suelo del agua de lluvia y su cir-
culación subterránea.

La circulación superficial provenida indudablemente
por la fuerte pendiente de estas montañas es contra-

f

27

riada en gran escala por la porosidad y permeabilidad
del suelo mismo y por la presencia de la vegetación.
Esta, como es sabido, influye subdividiendo el agua que
cae en las laderas en numerosísimos hilitos de agua,
cuya energía mecánica es destruida en gran parte por
las plantas mismas sobre las cuales choca ó tiene que
rodear. Retienen además las plantas represándola en
su masa una parte de estas aguas circulantes y además
de esta influencia mecánica absorben una gran parte del
agua que ha sido obligada á permanecer algún tiempo
al contacto de ellas, así que no obstante la fuerte pen-
diente de las vertientes las aguas circulantes no bajan
al fondo de los tahvegs al estado de hilos y corrientes
de importancia.

Finalmente, la influencia directa que la vegetación
tiene en el régimen de los manantiales, ya sea debida á
que las plantas atraen como condensadores el vapor de
agua atmosférico, ya sea por los obstáculos que pre-
sentan á la circulación rápida del agua ó bien porque
disminuyen de una manera sensible la evaporación
se traduce por el hecho plenamente comprobado de
que en las comarcas en que los bosques han sido ta-
lados el gasto de los manantiales disminuye inmediata-
mente de una manera perceptible, así como su régimen
se vuelve menos regular. Rousingault cita un ejemplo
m uy notable en la influencia que ejercen los bosques
sobre el régimen de las aguas. La ciudad de Nueva
Valencia situada á 2 kilómetros del lago de Tacarigua
en Venezuela en 1765, se encontraba en 1800 á más de
5 kilómetros del mismo lago, á consecuencia de la tala
ó desmonte; pero habiendo entrado el país en una serie

de guerras civiles durante largos años, las aguas del
lago hablan vuelto á acercarse gradualmente á la po-
blación, á medida que la vegetación arborescente había
conquistado de nuevo las tierras de laboi'.

Al ocuparnos de la permeabilidad del suelo distin-
guiremos la permeabilidad propiamente dicha, ó sea la
circulación del agua á favor de los numerosos intersti-
cios de las rocas sueltas ó poco coherentes, y la circula-
ción á través de cavidades capilares que constituye lo
que podríamos llamar la absorción. Tanto en una como
en otra el agua cii cula por su propio peso y por la pre-
sión ejercida sobie ella. Siendo la parte superior de la
-montaña formada de los detritus de las rocas eruptivas
alteradas y descompuestas, las vertientes de los talwegs
están revestidas de una capa de espesor irregular de
materiales de dimensiones variables, poco coherentes,
susceptibles de permitir la circulación rápida de las
aguas. Por otra parte, debido al origen del cerro de San
Miguel que fue primitivamente un volcán del cual
quedan indicios en el material detrítico arrojado en sus
últimas erupciones, en la parte alta se encuentra reves-
tido por capas de arena y ceniza irregularmente dis-
tribuidas y de espesor variable que se portan en pre-
sencia del agua de lluvia como una verdadera esponja;
tan favorables así son las condiciones de este* material
detrítico para la inmediata absorción del agua de llu-
via. Estas dos clases de material, el de la alteración in
situ de la roca, y las arenas y cenizas volcánicas unidas
á la tierra vegetal cuyo poder de retención para las
aguas de lluvia es de bastante consideración, nos hacen
aceptar que si el agua que cae en la cuenca de alimen-

29

tación de los manantiales del Desierto, se reparte en
las tres fracciones en que se debe subdividir el agua
meteórica al llegar á la superficie del suelo, es decir,
en agua de circulación seperfícial, agua que se evapora
y agua que se absorbe; esta última parte representa la
fracción mayor. Veremos que si se estimaran como las
dos terceras partes, según las ideas de Cordier, las pér-
didas por evaporación, circulación exterior y circula-
ción subterránea extraña á la alimentación de los ma-
nantiales, nos quedaría como cantidad probable de agua
exclusivamente destinada á abastcer los manantiales
de que nos ocupamos, una tercera parte de la caída de
lluvia anual. Esta cantidad pudiera parecer á prime-
ra vista bastante fuerte, pero si se atiende á quédelos
dos factores contrarios á la absorción de agua de lluvia,
que son la evaporación superficial y la circulación, ésta
con mucho superior á la primera, por razón de la confi-
guración del suelo, es bastante insignificante en atención
á la gran permeabilidad y vasta extensión de la cuen-
ca y á las razones que anteriormente hemos expuesto.
En cuanto á la evaporación, su valor es disminuido;
por la baja de temperatura que se tiene á la altura de
los manantiales; por la protección que presta la vege-
tación que impide la acción directa de los rayos solares;
por el poco tiempo que el agua de lluvia permanece
expuesta á la acción del viento, y por las modificaciones
que la acción délos vientos ejercen en la vegetación, ya
arborescente, ya herbácea que reviste aquella parte de
la cuenca. Si bien es cierto que la diminución de pre-
sión en estas montañas influye para favorecer la eva-
poración, no creemos que esta contrarreste a las acolo-

/

nes en sentido contrario que acabamos de enumerar.
En todo caso procuraremos demostrar que la pérdida
por evaporación siempre es inferior á una tercera parte
de la cantidad de lluvia caída anualmente.

Los datos que suministra el Observatorio Meteoro-
lógico Central relativos á la evaporación á la intempe-
rie en lugar despejado, lejos de toda influencia extraña
que pudiera modificarla en sentido contrario, dan para
valor medio anual en las condiciones más favorables
Om. 0066. Como se vé esta cantidad es casi la décima
parte de la cantidad total de lluvia anual en la parte
plana de la cuenca, cantidad igual Om. 604. Si en la
poi-ción alta de la cuenca hubiéramos de suponer la mis-
ma cantidad de lluvia, por no poseerse el valor exacto
siempre mayor del que antecede, á consecuencia de
las razones ya expuestas, la evaporación representaría
como máximun la décima parte de la cantidad de llu-
via anual; valor que como se vé es muy elevado to-
mando en consideración la influencia de la vegetación
y demás razones; pero aceptémoslo asi, toda vez que
nuestro objeto es dar una idea aproximada de la can-
tidad de agua absorbida que es la que alimenta los ma-
nantiales y también las capas acuitaras subterráneas,
no obstante que se enlazan con esa región.

La absorción propiamente dicha que es la circula-
ción á favor de la capilaridad, representa el agua de
impregnación retenida por las aguas al estado de sa-
turación, capaz de permitir tanto la circulación subte-
rránea como la superficial. Esta es un factor constan-
te que sólo tiene que ser modificado por la evaporación
basta llegar á la zona de equilibrio entre la renovación

/

31

de humedad por capilaridad y el desperdicio por eva-
poración.

El valor real de la absorción, como es fácil compren-
derlo, varía mucho según la naturaleza de la roca, sien-
do en las rocas poco coherentes en donde adquiere su
mayor valor, siempre inferior á un 5 por 100, y esto en
condiciones que favorecen notablemente á la evapora-
ción y no en las del caso que nos ocupa en que la eva-
poración es poco activa, pero aceptamos el 5 por 100
para la absorción.

Debemos substraer como agua no aprovechable un
15 por 100 que corresponde como acabamos de ver á
la evaporación y la absorción, quedando un 85 por 100
para el agua de circulación superficial y la subterránea.
Asignando al agua de circulación superficial la tercera
parte de este valor, supuesto desfavorable por las ra-
zones que ya se han dado y por las cuales se viene en
conocimiento que el valor es mucho menor, nos queda
para representar el agua de circulación subterránea el
56.6 por 100.

Calculando, pues, sobre la superficie de alimentación
de los manantiales, la cantidad de agua de circulación
subterránea, partiendo del supuesto de que la caída
anual de la lluvia es igual á la de la parte plana de la
cuenca, más un 10 por 100 que no es así, sino muy su-
perior, encontraremos que siendo de 14.564,656 cen-
tiaras la superficie de la cuenca de alimentación de los
manantiales del Desierto, si multiplicamos esta super-
ficie por la altura media anual de lluvia en la Ciudad
de México, más 10 por 100, esto es, 0.6644, tendremos
9.676,857 metros cúbicos como cantidad total de lluvia

32

anual. Si de esta cantidad tomamos los 56.G por 100
que hemos aceptado para las aguas de filtración, ten-
dremos 5.477,101 metros cúbicos. Ahora bien, calcu-
lando el gasto anual de todos los manantiales de la
cuenca que nos ocupa, tomando como base el gasto de
estos mismos manantiales en el mes de Noviembre,
época en la cual empieza ya á hacerse sentir la dimi-
nución del gasto de los manantiales y que podemos con-
siderar como acercándose al máximum de los meses
lluviosos más bien que al mínimum de los meses de
primavera, obtendremos que siendo 4m. 61372 el gasto
por minuto, corresponden al afío 2.424,971 metí os cú-
bicos, que casi vienen á ser la mitad del agua súbtená-
nea, pues que hay una diferencia de 3.052,130 metros
cúbicos de agua que se pierde.

Una gran parte de esta agua puede ser aprovechada
en vista de la configuración de la cuenca, que presenta
laderas de más de 300 metros de altura, y por consi-
guiente la posibilidad de recoger gran parte del agua
abriendo túneles ó socavones, ya en los manantiales
mismos para aumentar su gasto, ya en niveles inferio-
res al de los manantiales para recoger una gran parte
del agua de filtración. Naturalmente las dimensiones
de estos socavones tienen que ser diversas según los
niveles en que se les abra, pues que á nivel más elevado
se cuenta á la vez que con menor superficie de alimen-
tación con un espesor menor de roca permeable, y en
estos casos lo más conveniente sería ampliar la acción
del socavón ó abrirlos paralelamente á las crestas déla
parte alta de las laderas, siendo así que en los socavones
inferiores se debería ampliar en longitud y en algunos

34

puntos quizá convendría abrir cruceros para aumentar
así la superficie de captación de las aguas de filtración.

Las conclusiones á que acabamos de llegar deben
considerarse como provisionales; mientras tanto, tene-
mos la posibilidad de comparar en distintas épocas del
año la mai’cha ó régimen de los manantiales, así como
determinar, siquiera sea de un modo aproximado, el
verdadero volumen de las aguas, tanto de circulación
superficial como las de filtración, y el de los factoi’es,
evaporación y cantidad de lluvia en la cuenca de que
nos venimos ocupando.

México, Febrero de 1895 . — José 6-. Aguilera. — Eze-
qiiiel OrcLóñez.

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Est. híd.

y maimi

■ , r ^ ubVOLUCION

El ector se obliga a devolver este libro antes
del vencimiento de préstamo señalado por el
último sello

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