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War ler do 97 Ada TO y A Ti A Ma. mi ES AA A 4 CR A MN e A $, L da e , ) , á us - A RA J DT 14.31 ho! bra TP rm. 22202 AN MENANADO y. y + "rr y» LIRA A MAA UD A AT A a SM.” >» J nr Y úr N -v 7 sis a y MATE 1 UA AAA aer A podi a Pe AO Da aid se y] 4 e de MER VA A Is ¿$e ae ¡es E AA * ARA > dd $. pr gano VIA AA IBA WHO ya y” me ne La NAM" $ 111 lab yA nv? "o Sar SR A Wal A 1 Pi AR JON ; Y NM 4 LAA] ¿404 90% Wins. e A AFA AN NY) Pa MUA AAA eo” a. AO JA LA rd 43 UL 'n lu Ml! Him a . a », 0 +A a. 3 8 y ve $ 4 do e) Dias > e 5 A VO AE S Lil NM; DENIA bs 57 Ly" e e p) bs 4. le. ” 0 PS TFT] [Wah abad 4 Y ás ye Ml AS mw y E e O, sy HI AS ON y yo Mn 7 IA [Tos e O A > e NA "mi, pu E > e - 'nñ Ano » Mos 4 O UN AA LAMAS AAA AN ] o A, pe Ml O ¿ , pe o 17 1700 hy 7 Ya - + ho ari tao RAR > A mí Pos ' pe BAT m FA] Vo gar ee a Teen XA Mid po. PI GIA ATT EN AHH A “e MAL S im 7) » ] » Lara po 10 PY y ri Io IINON sd dls e es AAA Pm ú 24 "ELA e. Ny wr” 4 o HSA AAA TT AND : ON - Prop 7” - E y, MA QU q.” ; ] h] e E rr rv o * e oyo ú ] te pen Vo Lets | El 8 A “hay NR A j 4 . y. - A we zh v » Fi va Putre 7] TT pr ' Y $ p o” Y A A 2, - US ME TOOLS y o FT pa ] lirio JN hi .* Fr y A Cr OS Inv y CN Y yá Fikr- Jo LL o PA A JS 5 yr roo Inner Lea igg0s $ voy -. a? 4 ¿ ha JM AA $14)" Ape: y 'Ñ ERA A 14) la 3198 Y rn Wood o => Pd IS ASS HA PSN A y Y vw A e 0 yz h ..; y AA *- (Mus > ASA ILLA AI » nia 8 N oa, , A ur y 153 E 4. : e 2) %= a ; . : m > ¿0 IU es Y MATA] EN Ie, A y 8 en, PEL ". HA dl he 1d dia ma o » wr A Pes. y 1] ATTE v 0 A] e EN eo Hi ls Ir s 2 Mir, CI “Ide 04 quo Y Y td ¡de pa 1) er E 7D m de YY ds we j pa a IA A a EE AL 9 Y =...s AL 1 TIE 7 > DA ¿de "y Ye 1 y! AL Ly A “N AT dan INIA O IA » : A al | | sad "Ye o did. hdd PI AS > des je PL . 4 no » lem Ah pe a HALL p] l) h A IIA ME «¿i9add ribivyvo” UIT TAS DAL de Mm TU (4 : rara pih4 IN JAL' A Er LT nO NA E 0d - ( y EN : o A, DE LA MO - p : á y . á pl Mo A Ry ENTINA | ue: 36 : he AA N : . Je) ¿Director : Docror EDUARDO CARETTE >? A “SECRETARIO DE REDACCIÓN : INGENIERO CARLOS LIZER y o | PTA E | A 2 ENERO-JUNIO 1920. — ENTREGAS I-VI. TOMO LXXXIX . . > Ar] 7 A . / PLA Fl N Dto * SO ato. ' Y pr ABEL S SáNcumez Díaz, Le fábrica de cemento Ae A : , . ASOMAN ST) WT ' , 4 i E or 0 - ; OrE y RN BUENOS AIKBST O 1927 *% E EA IMPRENTA Y CAS EpITORA « CONL» ds ado. Se A 684, Per BIO NAL M ys EY ki 7 44 19907. 9e É 17 y > > S e É 4 Presidente ; rea de Vicepresidente 2 "Secretario de actas. de correspondencia. S Gerente. A el E ás a en sus 5 escritos) que haa Da oa de 550 ejemplares! e sus EI deben Ñ por escrito. BUE le! número de aaron EAS con a editora ls a le _ Barabino Ingeniero. Antonio Paitovf. Doctor Juan B . Gon zález. ro A Rossell Soler. E . Bosisio.. 1 ón, Cevallos, 269. —La. DimEccióN. EA y EE a mes. EE A S . e. qe Pano ae O 12.00. ANALES SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA ; SN o 4 WTI Es Ñ 0eT 5: 1927 35 Va > > JONAL MU ANALES DE LA EDAD CIENTI ARGENTINA DIKECTOR : Docror EDUARDO CARETTE SECRETARIO DE REDACCIÓN : INGENIERO CARLOS LIZER TOMO EXXXIX Primer semestre de 1920 BUENOS AIRES IMPRENTA Y CASA EDITORA « CONI » 684..PERÚ. 684 1920 LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN» EN SIERRAS BAYAS (PROVINCIA DE BUENOS AIRES) (1) Por ÉL bOoCror ABEL SÁNCHEZ DÍAZ «En la industria reside la salud y la gran- deza de los pueblos, el amor a la paz y el triunfo en. la guerra. » (Dirección de comercio e industrias de la República Argentina.) La industria del cemento portland en el país no es reciente : en di- versas ocasiones y desde el año 1572 realizáronse diferentes tentati- vas para fabricar materiales hidráulicos de esta naturaleza. La pri- mera instalación seria fué la de la Fábrica nacional de cemento portland, de Córdoba : construída en el año 1908, continúa en fun- cionamiento bajo la dirección del ingeniero Gavier; su producción de cemento no alcanza más que para algunas necesidades de las construcciones del interior. Con la inauguración del establecimiento que fundara la Compañía argentina de cemento portland, en Sierras Bayas, partido de Olava- rría (provincia de Buenos Aires), puede decirse que se amplía enor- memente el horizonte de la vida industrial argentina en esta rama. Porque si bien es cierto que su capacidad productora de un millón de barricas por año no nos independizará en absoluto del producto ex- tranjero, significa, siquiera, disminuir una apreciable suma al tributo que se pagaba por adquisición del cemento importado, agregando « 4 (1) Conferencia pronunciada en el local del Centro nacional de ingenieros el día 30 de junio de 1919, bajo los auspicios de la Sociedad química argentina. 6 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA las fuerzas vivas de la nación una industria de grandes proyecciones. He conocido dicha fábrica guiado por el deseo de reunir anteceden- tes sobre las industrias argentinas, que me son indispensables para la enseñanza de que estoy encargado en la Universidad de La Plata, como lo hacen mis colegas, los doctores Leguizamón Pondal y Rumi, para la cátedra de química industrial que ellos desempeñan como profesores titular y suplente, respectivamente, en la Universidad de la capital y cuyos datos me resultan tan útiles en múltiples oca- siones. pi Y al decidirme a dar una explicación sobre la fábrica de Sierras Bayas, no he perseguido otro propósito que el de contribuir a la difu- sión y conocimiento de establecimientos como ese, que puede figurar con honor entre los exponentes del poder industrial del país. Las obras de instalación se iniciaron a principios del año 1917 :a pesar de los innumerables inconvenientes encontrados por la falta de muchos materiales, y sin dejar de prestar la debida atención al sin fin de detalles que exigen instalaciones de tal amplitud y complejidad, el 25 de enero próximo pasado, antes de cumplirse los dos años desde la fecha en que comenzaran las obras, en presencia del embajador de los Estados Unidos, señor Stimson, y del presidente de la compañía, doctor Ricardo Aldao, asistíamos a la inauguración oficial del esta-. blecimiento (lám. 1), cuyas secciones todas estaban en pleno funciona- miento. Y no sin cierta emoción, señores, en aquella mañana serenísima, clara y tibia de nuestra visita, contemplamos a la llegada el hermo- se y pintoresco conjunto que, semejante a una república industrial, ofrecía la fábrica de cemento «San Martín », que adoptara como en- seña las banderas argentina y norteamericana flameando allí, profu- samente ese día, en íntima comunión. A ello contribuía, sin duda, la cireunstancia de que acabábamos de asistir en Buenos Aires a los ingratos sucesos que en la llamada «semana trágica » convulsionaron la ciudad. ¡Cuán rudo era el contraste! Ahí, un reducido grupo de hombres anormales, que no podían re- coger más que odios y rencores, extraviados, anarquizados, preten- dían hollar la nunca desmentida libertad de nuestro suelo y hacían llegar la zozobra y el temor a muchos hogares. - Y allá, en cambio, a 500 kilómetros de Buenos Aires, se levantaba un organismo sano y poderoso, fruto del inteligente consorcio de un cerebro bien inspirado y de brazos vigorosos y disciplinados, incor- LÁMINA 1 LXXXIX — Tomo NT. ARG. Al Y] Soc. CI A yn ANAD “UJIBJA UB» OJUOLULYO[(UIS0 [OP [BLdUOD UISLA FO E ESTA ¿e AA CATA , p0 A 1 7 - K E y 1 A BS ql en ; ay y JE Ñ Ñ E == Y S s Ñ VR ES E bl ) Y 5 o yv yd LS ae ms na e y de O 4 E | de S Ñ % ; s E E e Y . 4 LA FÁBRICA DE CEMENTO « SAN MARTÍN > Ú porándose a la industria del país y llevando el progreso a regiones vírgenes aun de explotaciones de esa índole. Candlot, que ocupa un lugar prominente entre los especialistas europeos que se han dedicado a estudios sobre materiales hidráulicos. define el cemento portland como «el producto de la cocción, hasta principio de reblandecimiento, de una mezcla de carbonato de calcio y de. arcilla, rigurosamente dosificada, física y químicamente homo- génea en todas sus partes ». De manera, pues, que las materias primas para la fabricación del cemento portland son : el calcáreo, más o menos rico en carbonato cál- cico, y la arcilla o silicato de aluminio. La elaboración del cemento es. entonces, susceptible de realización práctica en todas aquellas zonas donde se encuentren reunidos ambos materiales. Así acontece en Sierras Bayas, donde la caliza, que es el más importante, existe en abundancia (fig. 1), formando yacimientos enormes en los que el hori- zonte calcáreo, según informes que me suministrara el doctor Nágera, uno de nuestros estudiosos y jóvenes naturalistas, llega a tener un espesor de 30 metros; como en la misma región serrana de Olavarría, S ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Fio. 2. — Extracción del caleáreo por medio de grúas « Marion » Fie. 3. — Trituradoras «Mac Cully » en el momento de su ins talación LA FÁBRICA DE CEMENTO <« SAN MARTÍN » 9 existen otros grandes depósitos ya estudiados del mismo material (La Providencia, San Jacinto, Loma negra, Puerta del diablo, etc.); y considerando que en los mapas geológicos se marca solamente los afloramientos y su probable existencia a poca profundidad, por lo que es seguro que su distribución es aún mayor que la señalada, hay la absoluta certeza de que esta materia prima no habrá de agotarse an- tes de muchos años, aunque su explotación se haga más intensiva de lo que lo es actualmente. El doctor Roth, geólogo del Museo de La Plata, ha coincidido en estas informaciones manifestándome que, hace varios años, siendo jefe de la división de geología de la provincia de Buenos Aires, envió al ministerio de Obras públicas, de que dependía, un informe en que hacía constar la importancia de esos depósitos y su posible explota- ¡ón para fabricar material cementicio. La arcilla, que interviene en la fabricación del cemento y ha de ser apta para esa aplicación, se halla diseminada formando capas no muy profundas, pero en cantidades suficientes para subvenir a las ne- cesidades de la industria que nos ocupa, dentro del área que pertenece al establecimiento. Respecto del calcáreo, debo agregar que existe en dicha región bajo la forma de dos variedades diferentes : la caliza negra, cuya propor- ción de carbonato cálcico oscila alrededor de 90 por ciento, y la caliza chocolate, con 75 a S0 por ciento de carbonato cálcico. Se halla, ade- más, distribuído ya sea en grandes masas compactas (véase la misma fig. 2) que se divide en fragmentos de tamaño variable mediante el empleo de barrenos de dinamita, o bien formando depósitos de mate- rial más fraccionado o desmenuzado proveniente, en muchos casos, de restos de antiguas caleras. La extracción del calcáreo se efectúa directamente mediante el empleo de una grúa sistema « Marion » (fig. 2) cuya cuchara recoge unos 250 cúbicos de piedra caliza cada vez, descareándola en las va- gonetas, que reciben así un peso variable entre 3 y 4 toneladas. Ese material es llevado hasta unas trituradoras « Mae Cully », que pueden verse en la figura 3 obtenida durante la instalación de las mismas. Dichas máquinas desintegradoras, en número de tres, cons- tan esencialmente de una cámara de trabajo a la cual se hace llegar el material a triturar y dentro de ellas está la muela de acero, de forma troneo-cónica, que divide al mineral al presionarlo y empujarlo contra las paredes de la cámara, en virtud de un movimiento giratorio y oscilante simultáneamente, producido por energía eléctrica. La boca 10 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Fig. 4. — Funicular para transporte del calcáreo por vagonetas, y galpón de trituradoras Fig. 5. — Techo del depósito para materias primas Ea] -LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN » AL de descarga se halla en la parte inferior, por donde salen trozos de tamaño no mayor de 5 centímetros de diámetro; habiendo recibido, por la superior, algunas piedras que tenían hasta 40 centímetros de diámetro. El transporte hasta estas trituradoras se efectúa mediante las va- vonetas que vienen cargadas desde la cantera y que suben por un fu- nicular a cadena sin fin (fig. 4), descargándose directamente en los tragantes de las trituradoras instaladas en el galpón. El producto, así dividido, por medio de una cinta transportadora es llevado a un pequeño depósito colocado detrás del galpón, de donde Fig. 6. — Cobertizo para el calcáreo y la arcilla desmenuzados las vagonetas sistema « Hunt » de un « Decauville » lo conducen por la rampa que se ve enla misma figura hacia atrás; ese plano inclina- do, que alcanza una altura máxima de 10 metros, aproximadamente, se continúa por una plataforma horizontal (fig. 5), o sea la parte supe- rior del tinglado que sirve como depósito para las materias primas a - usar en la fábrica. En efecto, por una serie de aberturas dispuestas paralelamente a las vías se hace caer, tanto el calcáreo proveniente de las trituradoras como la arcilla que se extrae por una grúa mecá- nica semejante a la « Marion » de que nos ocupamos anteriormente, y que llega hasta allí también en vagonetas. Se forma así dos pilas (fig. 6) protegidas de las lluvias por techum- bre de madera, una más grande y más clara, de calcáreo, y otra de 12 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA arcilla, que constituyen las materias primas, y cuya cantidad es tal como para satisfacer las necesidades del establecimiento durante un período de 30 días. Ha de iniciarse entonces la fabricación del cemento «San Martín ». Se sigue para ello el método seco y con hornos rotatorios o giratorios, que constituyen los procedimientos más modernos de elaboración de este material hidráulico. El método por vía húmeda, en efecto, se va abandonando cada día más, limitándose a aquellos casos en que los minerales calcáreos sean blandos o cuando se trate de calcáreos arcillosos de composición muy variable. Su principal ventaja consistía en la más íntima mezcla de los dos elementos constitutivos del cemento, pero tal condición se satisface ampliamente con la incorporación de los llamados « depósitos mezcladores» que se usan en todas las instalaciones modernas. Y así, en Estados Unidos, que desde hace unos años marchan a la vanguar- dia entre las naciones productoras de cemento portland, el 95 por ciento de su elaboración se realiza por el método seco. io Los hornos giratorios constituyen asimismo un progreso muy gran- de en la industria de que nos ocupamos. Aplicados por primera vez hace 30 años (fué en 1890), su uso, difundiéndose con rapidez y en especial desde que fueron introducidos en Europa en 1900, se ha ge- neralizado de modo tal que se les emplea en todas las instalaciones cuando son de alguna importancia. Bajo esos dos principios, el del método por vía seca y el de los hornos rotatorios, se realiza la fabricación del cemento en Sierras Bayas, en la forma que veremos en seguida. Debajo. de las pilas indicadas (fig. 6) y a bajo nivel, existe un. túnel por donde circulan unas vagonetas con dos secciones desigua- les y variables, para recoger las proporciones necesarias de caliza y arcilla, según indicaciones que hace el laboratorio químico. Se efectúa así una mezcla que, depositada al pie de un elevador de canjilones, es llevada para su pulverización a tres molinos « Jumbo Williams » (fig. 7), que pueden recibir una carga aproximada de 15 toneladas por hora cada uno. Esta primera pulverización, realizada por dichos molinos, que son del tipo «a martillos », permite obtener trozos pequeños que pasan todos por un aro de 15 milímetros de diámetro. : Al salir de la molienda referida, el material es llevado por un eleva- dor hasta unos depósitos, de donde pasa a los hornos secadores (fig. 8); como su nombre lo indica, tienen por objeto quitar la humedad de la LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN » 15 Fig. 7. — Molinos « Jumbo Williams» para la primera pulverización Fig. 8. — Hornos giratorios secadores, durante su instalación 14 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA mezcla anteriormente obtenida. Son dos cilindros de 2 metros de diá- metro y 23 metros de largo, colocados con una pequeña inclinación de 4 por ciento y dotados de movimiento giratorio debido a un siste- ma de engranajes. Estos hornos se calientan directamente hasta ob- tener una temperatura de 90 a 1002 O; los gases de la combustión entran por la parte más baja saliendo por la otra extremidad : estan- do el tiraje asegurado por una chimenea pequeña, se produce una desecación completa a medida que el material, avanzando dentro del horno, va encontrando temperaturas más altas. Fig. 9. — Molino de tubo para la pulverización final Automáticamente, unas cintas elevadoras llevan después el pro- ducto a los tanques mezcladores: están constituídos-por una serie de ocho depósitos, de una capacidad de 50 toneladas cada uno, cuyo contenido es analizado mediante determinaciones 'que se van practi- cando sobre muestras tomadas continuamente, de manera que se co- noce así la composición del producto crudo que llena cada uno de estos depósitos. Este contralor permanente, y que allí realiza con todo acierto el químico Mr. Burek, revela la importancia especial que el laboratorio químico desempeña en esta industria. En efecto, con esas determinaciones se averigua la cantidad que ha de emplearse del ma- , LAMINA II E= "TOMO LXXXIX He ANALES: SOC. CIENT. ARG L9MUI) 9p sou (epaombzt 1 Buona top Pp) 0 ANI) [Pp Oy US TU USO BLUE p SO[IS s0l Jp A UU SO[ 9p “(130 1ql U01J098) SILOPBLIJU 12) AS S010P)990) SOULIOY SO[ 9p *OplI[OUL OPpúdo [BLLo3BuL [o vaed so[Is SOL 9P VISLA CIENT. ARG. — T. LXXXIX soc. AN. LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN » 15 terial encerrado en esos tanques, para que el producto tenga una pro- porción media de 77 por ciento de carbonato cálcico, y se hace variar, según convenga, las cantidades de cálcareo y de arcilla que ha de cargarse en las vagonetas ya mencionadas que corren por el túnel si- tuado debajo de las pilas respectivas; de tales mezclas dependerá la calidad del cemento fabricado. Conocida, pues, la composición de la mezcla cruda, envíase ésta a los molinos necesarios para que pueda efectuarse después la combinación química que ha de producirse dentro de los hornos cocedores, y que se consigue llevando la molienda hasta obtener un polvo sumamente fino. Se utiliza sucesivamente, para ello, dos tipos de molinos : prime- ro, los molinos « Hércules », que dan un producto que sólo deja como residuo un 10 por ciento en un tamiz de 65 mallas por centímetro cuadrado y luego el molino de tubo (fig. 9), que consiste en un cilin- dro de acero de 2 metros de diámetro por 10 metros de largo, recubier- to interiormente de gruesas planchas de acero. Aquí la pulverización se Obtiene por el movimiento giratorio del tubo, cargado interior- mente con 85 toneladas de bolas de acero de 20 a 30 milímetros de diámetro, a razón de veinte revoluciones por minuto. El producto, ya suficientemente fino, es una harina áspera que no deja un residuo superior al 20 por ciento en un tamiz de 4900 mallas por centímetro cuadrado. Ese material se halla entonces en condiciones para someterlo a la acción de los hornos cocedores, de que la figura 10 muestra un deta- lle. Pero antes de llegar a estos hornos, el material salido del molino de tubo va a ser depositado en dos grandes silos (lám. II) de 8 me- tros de diámetro por 12 metros de alto, con capacidad de 3500 barri- cas cada uno, de donde se va sacando de acuerdo con las necesidades de los hornos, extracción que, como todo lo que venimos detallando, se efectúa por medios mecánicos. Los hornos cocedores, en número de dos, son grandes cilindros de acero de 3 metros de diámetro por 53 metros de largo, protegidos in- teriormente con ladrillos refractarios y dotados de movimiento gira- torio a razón de una vuelta cada 1 ó 2 minutos. Como puede obser- varse en la figura, esos hornos están ligeramente inclinados y reciben su carga por la parte más alta; a medida que ella avanza va encon- trando zonas cada vez más calientes hasta llegar a una temperatura máxima de 1500 a 16009, en la región próxima al primer tercio in- ferior. Tal temperatura se obtiene por la combustión de carbón finamente 16 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA > SA e LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN » 17 pulverizado que se inyecta con fuerza por el extremo más bajo y me- diante la acción de un potente ventilador. Así se obtiene el « clinker » de color gríseo o negruzco. Como sale al rojo del horno cocedor, hay que enfriarlo lentamente : empléa- se para ello los « hornos enfriadores » colocados a continuación de los anteriores y que afectan su misma forma y disposición : son de palastro, cilíndricos, levemente inclinados, rotatorios, y tienen Fig. 12. — Silos para almacenamiento del cemento 2 metros de diámetro por 23 metros de largo, como los hornos seca- dores. Ahora bien, el clinker no se pulveriza de inmediato, después de su salida del horno enfriador señalado anteriormente. Mediante un sistema combinado de un elevador y una correa, es transportado hacia afuera, donde constituye un depósito que se expone al aire libre (fig. 11); debajo de dicho depósito hay un tunel por el que circula una vagoneta para llevar el clinker hasta la balanza, donde se pesa y agrega la cantidad de yeso requerida, empleándose un yeso cuyos yacimientos están en la gobernación del Río Negro. En esas condi- ciones se somete a una pulverización semejante a la anteriormente 18 ANALES DE LA SUCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA descrita, o sea por el molino « Hércules» primero y por el de tu- bo después, para darle la sutileza que exige el pliego oficial de con- diciones y que es la siguiente : no debe el cemento dejar un residuo superior a 5 por ciento en un tamiz de 900 mallas por centímetro cuadrado y de 30 por ciento en el de 4900 mallas por centímetro cuadrado. Convenientemente pulverizado y adicionado de determinada can- tidad de yeso, indispensable para la regularización del fraguado, el clinker constituye el cemento definitivo que se transporta por una cinta hasta los silos últimos, donde se halla el producto «San Martín» listo para ser embolsado. Tales depósitos (fig. 12), en número de seis, tienen Y metros de diámetro por 20 metros de alto, y cada uno puede contener 7500 barricas que equivalen a 1.275.000 kilos. A medida que se ha de embarcar el cemento, se va operando el em- bolsado a máquina ; utilízase a tal fin una máquina automática « Ba- tes » que embolsa y pesa el cemento al mismo tiempo, pudiendo pro- lucir 12.000 bolsas cada 24 horas, o sea 3000 barricas diarias, desde que las bolsas, que son el envase que allí se emplea, tienen un peso neto de 42 kilos y medio. Quiero, de paso, hacer una observación interesante que me su- giere el pliego oficial de condiciones. No he de referirme a las ca- racterísticas que en él se establece, conceptuadas por algunos como demasiado rigurosas, pero que son justificadas si se quiere garanti- zar la resistencia, la hidraulicidad y las demás propiedades de los buenos cementos, y cuya discusión no es del caso hacer en este momento. : Una disposición última ha venido a colocar en desiguales condi- ciones.a los cementos argentinos con respecto a los importados, y es sobre ella que deseo llamar la avención. - En efecto, para la aprobación oficial de los cementos extranjeros han de efectuarse los ensayos físicos, químicos y mecánicos sobre 20 muestras distintas, correspondientes a otros tantos cargamentos diferentes; claro está que el fabricante o el importador de una ma:- ca nueva tendrán especial empeño en que, al menos durañte ese tiempo, sólo lleguen a Buenos Aires partidas consecutivas cuyas características se hallen encuadradas dentro de las fijadas oficial- mente. Ahora bien, como el pliego de condiciones no contempla el caso de los cementos hechos en el país, para salvar esa omisión la comisión de Obras públicas, constituída por los jefes de varias de las reparti- LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN » Lo ciones del ministerio, acordó que los ensayos habrían de practicarse sobre 20 muestras extraídas durante otros tantos días continuados de fabricación, en el lugar en que el cemento sale de los molinos. Y en esto reside el rigor excesivo sancionado. Cuando se trata de fabricaciones complejas como ésta de que me ocupo, no hay posibili- dad de aplicar un criterio matemático para que en todos los instan- tes el producto elaborado tenga exactamente la misma composición : en cambio determinándola sobre la mezcla de muestras sacadas a di- Fiz. 13. — Depósito de carbón y trituradoras ferentes alturas de uno de los silos, el análisis daría la pauta de las propiedades generales del cemento. Creo haber podido evidenciar así que la reglamentación que he co- mentado, aparte de involucrar una injusta severidad para los pro- ductos de fabricación nacional, constituye un obstáculo para la di- fusión de esta industria en el país, digna, como otras muchas, de merecer facilidades y apoyo. Hemos seguido paso a paso la fabricación del cemento, desde la extracción de las materias primas hasta su expedición. Consideremos ahora los detalles de esa fabricación, tales como el aprovisionamiento de combustible, su mejor aprovechamiento, la producción de energía eléctrica, etc. 20 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA El consumo de carbón, por su importancia económica, merece con- sideración especial. Después de haber usado carbón de Inglaterra, de Chile, etc., la fábrica emplea en la actualidad uno de Estados Unidos, que llega desde los puertos de Bahía Blanca o Buenos Altres, según los casos. Los vagones lo descargan (fig. 13) directamente dentro de la fábrica, en una trituradora colocada a bajo nivel, que lo reduce : fragmentos de tamaño de una avellana o algo más. De ahí, por una combinación de cintas y elevadores, el combustible toma caminos di- ferentes. AE Para ser usado en los hornos cocedores pasa primero por uno ci- Fig. 14. — Elevador para conducción del carbón a la usina eléctrica líndrico secador y luego por molinos especiales «Giant Griffin» que, en número de tres, lo pulverizan hasta reducirlo a polvo tan fino que no deje un residuo superior a 15 por ciento en un tamiz de 4900 ma- llas por centímetro cuadrado. Está entonces en condiciones de ser in- yectado dentro del horno cocedor con una fuerte corriente de aire. para cuyo uso es conveniente que no tenga más de 7a 8 por ciento de cenizas. Además de este trayecto, el carbón puede ser dirigido a la usina pasando por el ascensor o elevador y el puente que se ve en la fig. 14; o bien se hace subir hasta éste y allí se vuelca para apilarlo sobre los costados. Para extraerlo de ahí, se recoge sobre una cinta que pa- , LAMINA III LXXXIX Tomo ES Te y ÁNALES SOC. CIENT. AR( oyur to Bor ogisodop [9 109 “B0LIQYÍ [op JoLtoysod 93.187 LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN > 21 sa por debajo de las mismas pilas de carbón y lo conduce a la usina o a los molinos, según sea necesario, y, en todos los casos, de un mo- do mecánico perfecto. Como dije anteriormente, el consumo de carbón es muy grande : en cifras redondas, se necesita una tonelada de carbón para producir tres de cemento, o sea 350 kilos de carbón para 1000 de cemento, aproximadamente. | Dada la cantidad de energía eléctrica empleada en el estableci- miento, si a esas cifras de carbón quemado se agregase las toneladas necesarias para producir la corriente eléctrica, el consumo total sería dle tal magnitud que el resultado económico de la compañía habría de traducirse en un natural fracaso. Pero la instalación de que nos ocupamos tiene un sistema entera- mente moderno de recuperación o aprovechamiento del calor des- prendido de los hornos cocedores (que pocas fábricas norteamericanas dle cemento poseen aún), en virtud del cual se ha conseguido dismi- nuir mucho el consumo de combustible para la alimentación de la usina. A tal objeto, los gases de combustión, que tienen una tempera- tura de 9009 C, pasan primero por una cámara colectora de polvo para recoger las partículas de la mezcla que pudieron arrastrar en su marcha, y que volverán a los hornos ; de ahí atraviesan dos calderas de 8550 HP y siguen por los economizadores o recuperadores : son cá- maras con tubos por los que pasa el agua que alimenta las calderas y dispuestos de tal manera que los gases calientes del horno, obligados a circular cuatro veces por su alrededor, le ceden casi todo su calor. Enfriados ya, un ventilador poderoso accionado por una turbina a vapor de 110 HP y capaz de producir una corriente equivalente a la de una chimenea de 4580 metros de altura, dirige los gases hacia la chimenea por donde son eliminados. Cuando la cantidad de vapor producida por las dos calderas men- cionadas más arriba es insuficiente, se recurre a una batería de tres calderas de 400 HP cada una, siempre tenidas en reserva, La refrigeración del agua de las calderas se efectúa muy rápida- mente en un depósito enfriado (Lám. HI) adonde el agua llega pulve- rizada por medio de un dispositivo especial, y gracias al cual de inme- diato pierde su calor. La usina eléctrica (fig. 15) consta de tres turbinas de 1600 HP y 3600 RPM con sus correspondientes generadores de 1250 kilowatts, que producen una corriente de alta tensión de 2300 volts. El tablero 22 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA ANALES Soc. CIENT. ARG. — TOMO LXXXIX ».% uk * » » e » 7 o ” LÁMINA IV Bayas (T, estación Sierras Vista de la fábrica de cemento «San Martín » desde la LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN » 23 respectivo y una serie de contadores permiten controlar perfectamen- te el consumo de energía eléctrica para cada una de las secciones de la fábrica. Para el abastecimiento del agua que ha de satisfacer las necesida- des del establecimiento, han sido construídos por el ingeniero Gui- tarte dos grandes tanques de cemento, semienterrados, cuya capaci- dad total es superior a 4.000.000 de litros cada uno (tig. 16). Otras dependencias de la fábrica se observan en la lám. IV : son un galpón grande destinado a taller mecánico y de carpintería para la reparación de cualquier pieza, las oficinas de administración y salas de dibujantes instaladas en un edificio cuadrado de dos pisos, y el laboratorio químico que, como dije antes, realiza funciones muy im- portantes : aparte de los ensayos físicos, químicos y mecánicos de los cementos y de vigilar continuamente la composición de las mezclas, tiene la tarea de analizar los carbones que se emplean, tomar las tem- peraturas de los hornos, ete. Muestra la misma lámina IV el conjunto de la instalación, desde el depósito de las materias primas bajo el tinglado de la derecha, hasta los silos para el cemento terminado y el galpón de la máquina embol- sadora a la izquierda, en donde se carga directamente el producto en los vagones, los que penetran hasta allí por un desvío. La compañía se ha preocupado igualmente de las necesidades de su personal : la figura 17 muestra el conjunto de las casas cómodas y sanas que, mediante una pequeña contribución mensual, son puestas a disposición de los obreros de la fábrica. , A este respecto, los empleados superiores gozan de comodidades especiales (fig. 18). Hay un hermoso conjunto de 15 chalets, edifica- dos elegantemente y sobre un talud verde, en donde se destacan las veredas de cemento, los techos rojos y las paredes y barandas de las terrazas, que son de color blanco, ofreciendo una espléndida vista. La compañía cede en alquiler estas casas por una suma redu- cida (1). En un chalet más grande y que se halla colocado en el centro, está instalado el Club formado por el personal superior de la fábrica, donde hay salón de lectura, salas para juegos, dos habitaciones para huéspedes, etc., y en cuyos salones se celebran fiestas periódi- camente. (1) Agradezco al señor A. C. Hillegass, jefe de ventas de la compañía, todas las informaciones que con verdadero empeño tuvo la gentileza de facilitarme. 24 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Fig. 17. — Casas de obreros Fig. 18. — Chalets para el personal técnico y administrativo LA FÁBRICA DE CEMENTO «SAN MARTÍN » 25 La compañía paga además un médico, que está allí permanentemen- te para la asistencia gratuita de todo el personal. Tal es, pues, la fábrica de Sierras Bayas, cuya construcción lleva insumidos siete millones de pesos moneda nacional, que es capaz de fabricar un millón de barricas o sea 170.000 toneladas de cemento anuales, y que emplea un personal que alcanza apenas a 200 obreros, comprendiendo los tres turnos de ocho horas cada uno. Respecto de la bondaá del producto «San Martín » que allí se fabrica, no sólo he de manifestar que ya cuenta con la aprobación oficial del gobierno, sino que debo expresar la extraordinaria resistencia de este cemento : en los ensayos oficiales, los ladrillejos de cemento puro a 7 y 28 días dieron una resistencia media de 49 y 57 kilos, cuando la normal de los productos extranjeros es 40 y 50, respectivamente; y para el mortero 1:33, fué de 22 y 29 kilos para el cemento argentino : la cifra normal es de 18 y 24 kilos, respectivamente, para 7 y 28 días, en los cemen- tos importados. Como acontece casi siempre en el país, hemos necesitado una vez más que capitales extranjeros, norteamericanos en este caso, Heguen a sacudir la inercia de los argentinos que se hallan en condiciones de poder organizar empresas de esa índole. Pero cualquiera que sea su procedencia, bienvenidos ellos desde que acrecientan la riqueza na- cional, constituyendo eficientes factores de progreso, y permiten la fundación y desarrollo de industrias como éstas que, quizá en tiempo no lejano, reduzcan a un valor mínimo la importación del producto extranjero. En el caso del cemento que, según estadísticas oficiales importábamos, antes de la contienda europea, a razón de 700.000 to- neladas anuales, mi optimismo queda justificado por un triple moti- vo : por la emulación que despiertan estas instalaciones, por la coexis- tencia de materiales calcáreos y arcillosos en diversas regiones de la república y por el mercado seguro que hallará el cemento elaborado para satisfacer las exigencias de las múltiples construcciones nacio- nales. Termino aquí, señores, mi exposición. He deseado llevar hasta las reconditeces de vuestro espíritu un reflejo de la impresión grata e ín- tima que yo experimentara al contemplar en Sierras Bayas las cinco chimeneas de 50 metros de altura, los hornos gigantes capaces de producir 1500 barricas de cemento diariamente, en una palabra, el mecanismo todo de la fábrica «San Martín », tan admirablemente es- labonado que permite estudiar de una manera completa el proceso AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 3 íntegro de la fabricación del velo prac y medios y principios más adelantados de la A cánica. Y si logro que Mevéis algo de esta impresión mía, Si colmado ampliamente mis anhelos. p e Junio 30 de 1919. 0 4 A , E y e 4 Pd O AN 7 Es : e 5 A INSECTES DU PEROU PAR LE DOCTEUR JEAN BRETHES Les docteurs Carlos Rospigliosi Vigil, directeur du Musée de Uni- versité de San Marcos (Lima), Ezequiel Martínez, de la méme Univer- sité, et Edmundo Escomel, médecin á Arequipa, ont eu la déférence de mn envoyer des collections d'insectes recueillis en partie dans la région haute andine de Chanchamayo, environs du flenve Perene, vers les 112 long. ouest de Paris et 119 de latitude sud, une autre partie a Lima et ses alentours, et autre á Arequipa. La détermination de tous ces insectes étant terminée, je signalerai les provenances par les let- tres C., L. ou A., suivant qu'ils soient venus de Pune ou de Pantre part. En méme temps, je saisis occasion pour remercier ces messieurs pour toute leur amabilité á mon égard. Contre mon attente du premier moment, les nouveautés scientifi- ques sont relativement peu nombreuses; mais il faut tenir compte que la région amazonienne est proche, cette région prédilecte pour les collectionneurs. En tout cas ce sera un nouveau jalon pour la dis- tribution géographique a laquelle on donne aujourd'hui et avec raison une importance capitale. On sait VPailleurs que la connaissance de faunes relativement éloignées permet d'établir des relations faunisti- ques impossibles d'apercevoir quand on se contente d'étudier une ré- gion plus ou moins circonsceripte. ORTHOPTERES 1. Anisolabis annulicornis (Bl.) Borm. (L.). 2. Phyllodromia vitrea Brun. (L.). sde 10. Mes 12. [9/9) SD) 0042 0 [IS Yo 0% WN ww NN 1 NN to lo -1 . ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA . Tribonium spectrum (Eschsch.) Kirby (6.). . Zetobora cicatricosa Burm. (C.). . Miogryllus convolutus (Joh.) Kirby (L.). . Gryllus capitatus Sauss. (L.). . Oreophoetus peruanus (Sauss.) Rehn. (0.). al . Pseudophasma Menius (Westw.) Kirby (6.). Diedronotus conspersus (Brun.) (6.). Chromacris psittacus (Gerst.) Brun. (6.). Omalotettix caeruleipennis Brun. (6.). Osmilia Saussurei Scudd. (6.). PARANEUROPTERES 5. Hetaerina capitalis Selys (C.). . Mecistogaster Amalia (Burm.) Calv. (6.). . Un Agrionide (Heteragrion) en trop mauvais état pour étre. classifié (D.). . Megapodagrion nebulosum Selys (6.). HÉMIPTERES-HÉTÉROPTERES . Macropygium reticulare (Fab.) Stál (6.). z . Proxys albo-punctulatus (Pal.) Stál (6.). . Brachystethus cribrum (Fab.) Burm. (C.). . Edessa rufomarginata (de Geer) Stál (C.).. . Edessa meditabunda (Fab.) H.-S. (6.). . Archimerus ? — L'exemplaire détérioré ne permet pas meil- leure classification (6.). . Nematopus spinicrus Stiál (C.). . Phthia cyanea Sign. (C.). . Spartocera batatas (Fab.) A. et 8. (6.). . Sephina pustulata (Fab.) A. et S. (C.). . Pachylis Pharaonis (Herbst) Burm. (6.). . Oncopeltus varicolor (Fab.) Stál (L.). . Anasa lunicollis (Stiil) Stál (C.). . Dysdercus ruficollis (L.) H. S. (L.). . Dysodius lunatus (Fab.) Guér. (C.). INSECTES DU PÉROU 29 32. Diaditus semicolon Stál (L.). 39. Rahasus hamatus (Fab.) H.-S. (L.). 34. Hammatocerus cinctipes Stál (0.). 35. Arilus gallus (Stál) Dist. (C.). HÉMIPTERES-HOMOPTERES 36. Hemisciera maculipennis (Lap.) A. S. (6.). 37. Poeciloptera phalaenoides (L.) Germ. (6.). 38. Triquetra grossa Fairm. (C.). 39. Cyphonia trifida (Fab.) A. S. (0.). 40. Amblydisca coriacea (Stál) Stál (C.). DIPTERES 41. Erephopsis silvatica Brethes, n. sp. — Nigra, obscure brunneo pilosa, abdomine supra segmento 2% in medio apice et ceteris au- reo-pilosis; alis obscure fuliginosis, imo apice subalbido. Long. : 14 mm. Haustello : 7 mm. Le museau est luisant, noir, relevé en créte en sa moitié supérieu- re. La pipette est noirátre; les antennes noirátres. Le front parallele, noir, avec une pilosité brunátre, les ocelles bien visibles. Thorax et écusson avec pruinosité grisátre et poils brunátres, surtout abon- dants en devant et en arriere et pres des ailes. Le dos de Pabdomen a aussi des poils abondants brunátres; au milieu de Pextrémité du 2* segment ainsi quw'au 3% (mais un peu abondants vers les cótés sur celui-ci) et les autres segments dorsaux avec poils d'un jaune doré. Pieds bruns, les coxas et les tarses ferrugineux. Les ailes sont obscu- rément enfumées; seulement lextrémité, qui comprend á peu pres toute la 1* cellule postérieure, et en face jusqu'a la cóte, bien plus -claire sans étre proprement hyaline (0.). 42, Scione longirostris Brethes, n. sp. — Capite brunneo, thorace castaneo, abdomine vix testaceo, alis modice infumatis, fascia irregulari in cellula discoidali ad costam versus continuata tan- tum favidula. Long.: 14 mm. Haustello : 9 mn. 30 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA La téte est d'un braun cannelle obscur, avec le bord interne des yeux VPun blanc sale jaunátre, le front d'un brun presque noir, les ocelles bien distincts, la pilosité noire; les antennes sont ferrugineuses avec les deux premiers articles et lPextrémité du 3 un peu plus obscurs; des poils noirs au dessus des deux premiers articles; les palpes sont VPun rouge obscur; la pipette est presque noire, la barbe blanche, les yeux villeux. Thorax chátain, avec trois lignes (la médiane tres étroite et les deux latérales avec un appendice qui rejoint les pleures) d'une pruinosité blanchátre; sous les ailes les poils sont blanes et devant elles, ils sont chátains. Écusson luisant, marron, avec un fin liseré blanchátre. Abdomen testacé, un peu plus obscurci vers Parriétre; le dos des segments avec fins poils noirs, le bord extréme (insecte est assez défraichi) des segments 1-5 porte quelques poils blanes qui doi- vent étre plus abondants sur des exemplaires plus frais. Ventre tes- tacé avec poils épars dorés. Pattes ferrugineuses, devenant noirátres aux tarses; des poils noirs aux hanches. Ailes enfumées, á peine un peu plus obscurcies aux veines transverses antérieures et avec une nébulosité claire á la cellule discoidale, devenant un peu jaunátre vers le bord. costal, Deuxieme et quatrieme cellules postérieures et anale fermées (6.). 43. Mesograpta limae Brethes, n. sp. La téte est jaunátre-testacée, le front bleuátre depuis les antennes jusqu'aux ocelles, puis cuivreux derriére ceux-ci ; un teint bleuátre également sous les antennes; la protubérance faciale rougeátre, le jaunátre de la face remontant contre les yeux jusqu'au niveau des ocelles. Antennes brunes en dessus, testacées en dessous. Bord posté- rieur des yeux grisátre en dessous, jaunátre en dessus. Thorax noir, á reflets insensibles (un vert métallique obscur eb, ainsi que Vécus- son, marginé de jaune; de plus deux lignes jaunes paralleles sur le disque du mésonotum. Entre ces deux lignes jaunes et séparée d'elles par deux lignes noires il y a une ligne médiane bleuátre. Propleures avec une tache jaune blanchátre; mésopleures avec une tache verti- cale sous-alaire jaune blanchátre contigué avec une tache sterno-pleu- rale de méme couleur. Les pleures a reflets verdátres, Haltéres jau- nes. Abdomen plus long que la téte et le thorax réunis, déprimé, ses cótés paralleles et se rétrécissant vers lextrémité. Premier segment noir, ses cótés jaunes; deuxieme segment noir bleu a la base eta Pex- trémité; le milieu oceupé par un noir profond qui est divisé en deux parties inégales par une bande transverse jaune; troisieme segment £ INSECTES DU PÉROU 31 avec étroite bande jaune basale interrompue au milieu, puis avec bande Vun noir profond au milieu de laquelle une bande jaune légerement anguleuse vers Parriére, au milieu; Vextrémité du segment étant noir bleuátre. Quatrieme segment avec étroite bande jaune basale et noir bleuátre á Vextrémité; le noir profond entre ces bandes montrant une fine ligne jaune longitudinale et une tache allongée transverse et un peu arquée de chaque cóté, assez oblique vers Parriéere et le milieu du segment. Cinquieme segment avec bande basale jaune confluente de chaque cóté avec une ligne oblique de méme couleur, convergente vers le milieu de Pextrémité. Reste de Pabdomen noir. Le dessous tout jaune. Pattes jaunes depuis les hanches; tous les tarses bruns, excepté les protarses vers la base. Les fémurs et tibias postérieurs plus ou moins brunátres. Ailes subhyalines, la cellule subcostale enfumée, la 3* veine longitudinale un peu infléchie dans la premiere cellule postérieure (L.). 44. Volucella Rospigliosii Brethes, n. sp. — Capite obscure testa- ceo, albido-pilosulo, verticem versus piceo, thorace nigronitente, antice albo-piloso, seutello obseure piceo, paulum purpureo-niten- te, abdomine laete purpureo, secundum lucem cyaneo vel viridi- nitente, pedibus nigris, alis hyalinis, tertio basali subnigro, cel- lula subcostali usque ad apicem infumatis. Long.: 14 mm. La face et le museau sont d'un ferrugineux testacé, le bord inférieur du museau noir, le vertex brun, la lunule noire, les deux premiers ar- ticles des antennes ferrugineux; le 3 Pun ferrugineux plus clair.- Une pilosité blanchátre sur toute la téte devenant noire au vertex. Thorax noir luisant avec pilosité blanchátre au-devant; sur le bord du mésonotum et autour de Pécusson avec de fortes soies noires. L'é- cusson se relevant au milieu antérieur en un mucron obtus. Halteres bruns, Vextrémité de la massue Pun blanc jaunátre. Abdomen noir, bien brillant de pourpré, bleu ou vert suivant la lumiere, le 1” seg- ment avec ponctuation fine et serrée, celie du 2* plus éparse et celle du 3* encore bien plas. Ailes subhyalines, noircies au */, basal, puis enfumées au bord costal jusqu'a Pextrémité (0.). 45. Melaleuca peruviana Breéthes, n. sp. — Q Nigra, sat polita, palpis, facie contra oculos et elypeo apice transverse, segmento 1" abdominis vix toto testaceis ; femoribus obscure ferrugineis, alis tantum infumatis, ad costam paulum obscurioribus. Long. : 7 mm. Alae: 7 mm. 32 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA De face et dle profil la silhouette de la téte est presque celle de Musca domestica; cependant le bord facial est un peu plus rentrant en bas, le bord frontal est á peu pres droit et Pinférieur est droit; les joues, sous les yeux, ont presque une hauteur égale a celle de la moitié du diametre vertical de ceux-ci; les antennes situées un peu au-des: sous du milieu des yeux, le 3* article rectangulaire, atteignant á peu pres le bord du clypéus, la soie manifestement, mais brievement pileuse jusqw'a Pextrémité; la face un peu élevée (non en créte) sous la base des antennes. Pas de soies aux lignes faciales. Soies de 1,1; 4 soles marginales seutellaires, les deux apicales plus fortes. Deux soles mar- sinales au milieu et une de chaque cóté au 2* segment de abdomen, 6 marginales au 3* segment, et 5 0u 6 au 4* segment. Sans épine forte au bord costal de Vaile; la 3* veine longitudinale formant un arc tres ouvert jusqu'á Vextrémité de Paile; la 4* longitudinale arquée (non anguleuse) au coude, ne fermant pas la cellule. La 1" transversale située vers le milieu, au dessus de la cellule discoidale. Pieds nor- maux, plutót courts. Ongles petits (L.). 46. Didyma apicalis Brethes, n. sp. — Q Nigra, elypeo, palpis et margine oris testaceis; capite ochraceo; deorsum versus magis laete polinoso, facie griseo-polinosa, thorace utrinque et disco antice 3-lineato flavo-polinoso, scutello margine postico ochraceo- polinoso; segmento 2% abdominis basi triangulis 2 griseo-polino- sis. Alis hyalinis. Long.: 7,5 mm. Alae : 6 mm. - Front un peu plus large que les yeux, la bande frontale noire plus étroite que les oculaires. La ligne des soies frontales descend plus bas que lá base du 3* article des antennes; entre cette ligne et les yeux, plusieurs autres soies sans ordre. Antennes noires, le 3* article rec- tangulaire, allongé, atteignant á peu pres le bord du elypéus. Les yeux finement villeux. Les lignes faciales avec soies jusqu'un peu plus haut de la moitié de leur hauteur. Joues sous les yeux sans soles, mais avee courts poils noirs. Soies de 1,2. Éeusson avee 6 soies laté- rales et deux petites apicales. Abdomen avec sojes marginales seule- ment aux segments 3 et 4. Ailerons blanes, leur bord un peu obscurci. Ailes hyalines, la 5” veine longitudinale seule avec 4 soies a la base. Le coude de la 4* veine longitudinale forme un angle droit, mais ce méme angle est arrondi, sans traces d'appendice. La premiere cellule postérieure est presque fermée presque a lPextrémité de Vaile. La veine transverse postérieure est un peu plus pres du coude que de la INSECTES DU PÉROU 33 veine transverse antérieure. Les tibias postérieurs ont une file de pe- tites soles au bord externe (L.). 47. Sarcophaga flaviceps Maq. (L.). 45. Ornithoctona erythrocephala (Leach) Speis. (L.). LÉPIDOPTERES 49. Dinia subapicalis WIk. (L.). 50. Cyanopepla fulgens (H. S.) (L.). COLÉOPTERES . Fam. Cicindelidae 51. Pseudoxycheila bipustulata (Lat.) Guér. (0.). 52. Tetracha sobrina, var. Spixi Br. (0.). 53. Phyllodroma prodiga Er. (6.). Fam. Carabidae 4. Helluomorpha heros (Gory) Lap. (€.). . Agra lamproptera Chaud. (C.). 56. Pristonychus chilensis Gory (A.). . Colpodes aequinoctialis Chaud. (C.). . Colpodes purpuratus (Reiche) Chaud. (0.). Ot St QU OU - gm =1 3) 59. Bembidium peruvianum Brethes, n. sp. — Obscure nigro-viri- de, elytris singulis macula posthumerali et apice flavis; antennis basin versus, palpis et pedibus testaceis, genubus et tarsis posticis obscurioribus. Long. : 5 MM. La téte est densément ponetuée-rugueuse, les espaces lisses; une légéere impression frontale et une autre contre chaque «il. Le 3* arti- cle des antennes á peu pres de la longueur des suivants. Épistome transverse, labre carré. Prothorax tronqué en avant et en arriere, aussi long que large, cordiforme, le plus large vers le */, antérieur; le bord latéral arrondi vers Vavant et rétréci, á peu pres droit vers Par- riére, le dessus fortement ponctué comme la téte; une impression 34 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA médiane plus forte vers Vavant, le bord un peu marginé, les pleures lisses. Écusson triangulaire, petit. Élytres deux fois plus larges que le prothorax, leur bord antérieur un peu affaissé, non droit, les an- gles huméraux arrondis; elles sont ensuite paralleles, Vextrémité arrondie en un are court, ponctuées-striées, la ponctuation des stries bien nette jusque vers la moitié antérieure et sur les bords; sur le reste les stries également fortes jusqu'a lextrémité, mais avec pone- tuation moins distincte; les stries 3 et 4 confluentes vers lextrémité, les 2 et 5 presque confluentes á lextrémité, les 6 et 7 interrompues a la déclivité, les 5 et S infléchies a Vextrémité vers Vangle sutural; chaque élytre avec 3 points enfoncés, le 1” sur le 3% intervalle, les deux autres sur la 2* strie, le premier en face de la tache testacée qui va du 5* intervalle jusqu'au bord de VPaile, le 35 en face du commence- ment du testacé apical, étant lui-méme situé sur le noir verdátre (0.). 60. Poecilas peruvianus Dej. (L.). Fam. Staphylinidae [7 pu SO ¡SS Staphylinus Buquetii Cast. (0.). Agrodes ianthinus Er. (C.). Fam. Silphidae 63. Necrophorus didymus Br. (C.). 64. Hyponecrodes cayennensis (Sturm) Kraatz (C.). Fam. Histeridae 65. Omalodes gagatinus Er. (C.). Fam. Passalidae 66. Ninus interstitialis (Eschsch.) Kaup (0.). 7. Neleus compar (Er.) (C.). 68. Neleus punctiger (Serv:;) Kaup (C.). Fam. Scarabaeidae 69. Canthon modestus Har. (6.). 70. Canthon '-maculatus (Latr.) Latr. (6.). (du) [| INSECTES DU PÉROU . Canthon politus Har. (60.). . Canthon gemellatus Er. (6.). . Ontherus glaucinus Er. (6.). . Ontherus didymus Er. (C.). . Pinotus satanas Har. (C.). . Pinotus fissus Har. (C.). . Phanaeus conspicillatus (M. Leay) Er. (6.). . Phanaeus Telamon Er. (C.). . Phanaeus Minos Ex. (6.). . Eurysternus pectoralis Guér. (C.). . Lagochile trigona (Herbst) G. H. (60.). . Lagochile bipunctata (M. Leay) G. H. (C.). 353. Lagochile bipunctata, var. dilatata (Burm.) G. H. (6.). 34. Antichira beryllina (Er.) G. H. (C.). 5855. Antichira hemichlora (Lap.) (C.). 36. Antichira variabilis (Burm.) G. H. (C.). S7. Antichira bicincta (Burm.) G. H. (6.). 38. Strigoderma fulgicollis Bréme (C.). 59. Pelidnota chlorana Er. (C.). 90. Platycoelia pomacea Er. (6.). 91. Bolax andicola Burm. (0.). 92. Cyclocephala pubescens Er. (6C.). 93. Cyclocephala discolor (Herbst) Burm. (6C.). 94. Cyclocephala diluta Er. (L.) 95. Megaceras Philoctetes (Oliv.) Burm. (C.). 96. Golofa aegeon (Fab.) Burm. (A.). 97. Phileurus affinis Burm. (C.). 9S. Phileurus vervex Burm. (6.). 99. Gymnetis lyncea Er. (C.). 100. Inca clathratus (Oliv.) (C.). RM 1111-11-11 -1 E SIS, SI o o 2) DN A Fam. Buprestidae 101. Pelecopselaphus elongatus Thowms. (0.). Fam. Elateridae 102. Semiotus taeniatus Er. -(C.). 103. Semiotus furcatus (Fab.) (C.). 36 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA 104. Semiotus imperialis (Guér.) Cand. (6.). 105. Chalcolepidius porcatus (L.) Er. (6.). 106. Chalcolepidius porcatus, var. virens (Fab.) Er. (6.). 107. Pomachilius andinus Brethes, n. sp. — Capite, pronoto linea longitudinali, apice elytrorum, prosternoque nigris; pronoto pec- toreque fuscis ; elytris pedibusque testaceis. Long.: 11 mm. Lat.: 21/, mm. Chátain rougeátre, avec la téte, une fine ligne au pronotum, Pex- trémité des élytres et le prosternum noirs. Les élytres et les pattes sont un testacé rougeátre. Front densément ponctué, vaguement impressionné au milieu, le bord antérieur légerement relevé. Protho- rax plus long que large, parallele, insensiblement rétréci a Pavant, ses angles postérieurs un peu divergents et carénés, légerement con- vexe, moins densément ponctué que le front. Élytres á peine plus larges que le prothorax, les angles huméraux arrondis, atténuées pro- eressivement á partir de la base, ponctuées-striées, les intervalles finement ponctués, la strie suturale un peu plus enfoncée que les autres, terminées par deux épines, la suturale tres courte, la latérale bien prononcée et légerement divergente. Dernier segment de abdo- men trapézoidal, son bord postérieur arrondi et terminé en une épine algué. Trés semblable a P. nigriceps Er., mais celui-ci ne possede pas Pé- pine du dernier segment de Pabdomen ; cette épine le rapproche de P. centrurus Cand., mais la ponctuation du prothorax en est dis- tincte (C.). 108. Monocrepidius ferrugineomarginatus Bretlhes, n. sp. — Piceus, fronte dimidio antico, prothorace utrinque, elytrorum epiplewris, elytris apicem versus confuse, abdomine segmento awl- timo obscure ferrugineis; pedibus et antenmis mayis laete ferru- gineis; prothorace conico haud canaliculato; elytris punctu- lato-striatis, apice spinosis; pube castanea, elytrorum fasctis 2 obliquis evanescentibus ornatis. Long. : 20 mm. Lat. : 5 mm. D'un brun obscur, revétu d'une pubescence chátain, ayant sur les élytres deux fascies obliques, Vune vers le milieu, Pautre un peu a- pres, confusément noirátres (á peu pres comme dans M. fuscofasciatus Eschsch.). Antennes ferrugineuses. Prothorax long de 6 mm., large de 5 mm. á la base et de 3 a Pextrémité, légerement sinué convexe vers la moitié antérieure, convexe en dessus dans le sens transversal, INSECTES DU PÉROU 31 finement pointillé, non impressionné longitudinalement, les angles postérieurs aigus, un peu divergents, bicarénés. Éeusson plat, incli- né, en pentagone allongé. Élytres presque deux fois et demie plus longues que le prothorax, légéerement courbes sur les cótés, échan- crées a Vextrémité et épineuses, Pépine correspondant au 3* inter- valle, ponctuées-striées, les intervalles semblables entre eux, le 3* intervalle un peu plus bombé a la déclivité basale. Dernier segment de Pabdomen tronqué a PVextrémité. Quatrieme article des tarses non lamelleux, sinon un peu dilaté-cordiforme, rappelant un peu le genre Aeolus (C.). 109. Pyrophorus pellucens Esclisch. (C.). Fam. Lampyridae 110. Aspisoma grossum Er. (60.). 111. Photuris Rospigliosii Brethes, n. sp. — Testaceus, oculis ni- gris, capite, antennis, prothorace macula basali et tarsis anticis piceis; prothorace nigro basali sanguineo-circumdato, marginibus testaceis. Long. : 15 mm. Lat. thor. : 4 */, mm. Elytris : 6 mm. Oblong, pubescence fauve; face transversalement excavée, avancée en une légere dent apicale, les mandibules rougeátres. Les antennes tres rapprochées a leur base, dépassant le milieu des élytres, simples, le premier article légerement renflé vers Vextrémité, le 2* court, une fois et demie plus long que large, le 3" une fois et demie plus long que le 2%, mais un peu plus court que le 4*; celui-ci et les suivants sub- égaux. Prothorax voúté longitudinalement, semi-circulaire, les bords latéraux relevés, la base bisinuée, les angles postérieurs presque droits. Élytres elliptiques, un peu plus larges que le prothorax, les angles huméraux arrondis, les cótés non paralleles, mais tres peu arrondis, atteignant leur plus grande largeur vers le milieu, chacune arrondie au bout. Tous les ongles sont fendus (0.). Fam. Telephoridae 112. Phengodes Roulinii Guér. (6.). ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA cu 00 Fam. Tenebrionidae 113. Scotobius substriatus Guér. (A.). 114. Scotobius exaratus Er. (A.). 115. Nyctobates gigas (L.) Guér. (6.). 116. Zophobas bifasciatus Er. (0.) 117. Goniadera impressa Er. (C.). 118. Pyanisia undata (Oliv.) Cart. (0.). 119. Poecilesthus curvipes Mákl. (C.). 120. Strongylium azureum (Germ.) Mákl. (6.). 121. Strongylium rubrithorax Brethes, n. sp. — Capite, antennás (apice excepto), prothorace, mesósterno et pedibus ferrugineis; elytris sutura et dente apicali, metasterno et abdomine Mgris ; elytris olivaceis, intervallis 2,3, 5, 7 et 9 flavis, 4, 6 et S in me- dio longitudinaliter tantulum flavis. Long. : 22 mm. Lat. max. : $ MM. Élytres lisses, striées-ponctuées, téte et prothorax sublisses. Corps naviculaire. Téte presque plane, assez densément pointillée, les yeux aussi éloignés entre eux qwils ne le sont du bord antérieur de la téte. Prothorax en carré un peu transverse, peu convexe, tronqué en avant, un peu sinué en arriére, ses bords latéraux paralleles, les angles anté- rieurs arrondis, les postérieurs droits, le dessus nettement séparé des pleures par une créte, et avec un pointillé un peu plus gros et plus épais que celui de la téte. Écusson lisse, subcarré. Élytres 4 fois plus longues que le thorax, un peu plus larges que lui pres de la base, puis paralleles jusqu'aux ?/, et enfin rétrécies pour finir chacune en une épine aigué suturale; leur base un peu sinuée au milieu, les angles huméraux subarrondis. Une fine strie courte pres de Pécusson. A la base, les stries 1 et 2, 5 et 4, 5 et 6 sont confluentes; les 7 eb S le sont pres du callus. Les stries 4 et 5 sont confluentes vers les */, de la lon- gueur des élytres; les 3 et 6 le sont pres de lextrémité; les 7 et S le sont á moitié distance entre celles-lá. La ponctuation des stries est assez faible. Le processus prosternal entre dans Vencoche mésoster- nale qui est bien délimitée (C.). Fam. Alleculidae 122. Lobopoda umbrosa (Er.) Lac. (6.). INSECTES DU PÉROU : 39 € Fam. Nilionidae 123. Nilio margaritaceus Brethes, n. sp. — Corpus hemisphaeri- cum, supra albo-margaritaceum, elytris margine exteriore, pro- noto et capite flavidulis; subtus etiam flavidulus, sed abdomine, Femoribus 4 posticis et tarsis supra etiamque antennis ab articulo 3 migris. Long. : 11 mm. Lat. : 10 mm. Labre rectangulaire, transverse, ses angles antérieurs arrondis. Une petite créte au dessus des antennes qui les sépare du front, les yeux allongés, transverses, légerement sinués en avant, leur partie au dessus du sinus plus petite que celle du dessous. Face et front densément ponctués, avec une légére ligne médiane lisse. Pronotum transverse, creusé latéralement pour se relever en deux ailes laté- rales; le bord antérieur est profondément émarginé, le fond de Pé- margination droit, ses cótés obliques; le bord postérieur est rejeté en arriére au milieu, faisant pendant á la partie médiane voútée; la sur- face a une ponctuation fine et une pilosité jaune. Écusson triangu- laire, tres légerement voúté longitudinalement avec une ponetuation fine. Les élytres sont plus larges a la base que le prothorax, s'élargis- sent progressivement jusqw'en leur miliea pour former ensemble un demi-cercle en arriéere; leur surface est relevée comme chez la plupart des Coccinelliens, chacune avec 9 lignes de points enfoncés, les espa- ces 1-2, 3-4, 5-6, 7-8 légerement plus rapprochés entre eux que les 2-3, 4-5, 6-7, les espaces avec une ponctuation plus forte que celle du pro- notum; vers les bords latéraux des élytres la pilosité jaune du prono- tum reparait. Peut-étre que sur le disque cette pilosité existe aussi sur des exemplaires plus frais. Le mesosternum a une créte dont le bord antérieur tombe verticalement (6.). Fam. Curculionidae 124. Naupactus instabilis Schh. (0.). 125. Mimographus peruvianus Brethes, n. sp. — Oblongus, niger, nítidas, squamulis elytrorum magis ampliatis, squamulis capitis thoracisque magis elongatis, lanceolatis ; squamulis albido-aura- tis, per locos in elytris fuscis; fronte thoraceque longitudinaliter sulcatis; elytris punctato-striatis, apicem versus setulis nigris ornatis. Long. : 11 mm. 40 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Téte robuste, lisse, éparsément ponctuée, la ponctuation fine et serrée devant le prothorax; un canalicule longitudinal sur le milieu du rostre, les angles de celui-ci assez aigus sur la base des antennes. Serobes antennaires latéraux sarrétant au-devant. des yeux. Scape dépassant le bord postérieur de Vil, en massue, le 2 article du fun:- cule une fois et demie plus long que le premier. Thorax un peu plus court que large á la base, tronqué en avant et en arriére, les bords latéraux dilatés jusqw'au milieu, puis paralleles, étroitement marginé á la base; une ligne enfoncée longitudinale, la surface lisse, avec des vermiculations presque insensibles et une ponctuation fine, non ser- rée. Élytres un peu plus larges que le prothorax, tronquées en avant, les angles antérieurs arrondis, paralleles jusqw'aux */, de leur lon- eueur, puis rétrécies en ogives convexes, avec séries de points enfon- cés, les intervalles finement ponctués, sans laisser d'étre lisses, inter- valle 7 relevé en bourrelet surtout vers avant; la ligne 10 composée de 5 ou 6 points enfoncés. Vue par derriére, Pextrémité des élytres forme un petit bec dirigé en bas. Fémurs un peu en massue, les anté- rieurs un peu plus légerement rentlés. Tibias antérieurs avec environ 6 spinules au bord antérieur, les autres ¡nermes (A.). 126. Entimus speciosus Er. (6.). 127. Heilipus granulospinosus Brethes, n. sp. — Niger, rostro, elytris macula indecisa intrahamerali, metasterno et clava femo- rum ferrugineis; thorace utrinque et elytris basi utrinque callo- que apicali maculis indeterminatis albidosquamatis. Long. : 17 mm. Lat. elyt. : $ mm. : Le rostre est eylindrique, á peine arqué, de la longueur de la téte et du thorax réunis, assez opaque, légerement ponctué, les serobes latéralement commengant au ' /, apical et terminant á Vangle inférieur des yeux. Une légere impression entre les yeux. Ceux-c1 oblongs, non saillants. Les deux premiers articles du funicule courts, (égale lon- gueur. Prothorax un peu plus large que long; vu Ven haut, il est avancé en are en avant et tronqué en arriére, son tiers médian arqué vers l'écusson; les bords latéraux bien arrondis, á peine rétrécis en arriére et bien plus en avant; les surfaces supérieure et latérales cou- vertes de granulations. Écusson petit, subcarré, lisse. Élytres ensem- ble un quart plus larges que le protkhorax, tronquées en avant, sub- paralleles jusquw'au tiers postérieur, les angles huméraux a peu pres - droits, une dent subapicale á chaque élytre pres de la suture, le dis- que convexe, avec fortes eranulations au tiers antérieur; ces granu- INSECTES DU PÉROU 41 lations se continuent plus petites sur 3 ou 4 espaces parallelement a la suture jusque vers le callus apical; sur le reste des élytres les gra- nulations laissent leur place aux lignes de points assez espacés entre eux. Sur les épaules et pres du callus apical il y a des taches blanehá- tres dues á la plus grande abondance d'écailles, mais ces taches sont mal délimitées. Le métasternum a une ponetuation trés fine assez éparse, ainsi que les segments de Pabdomen, excepté le dernier ot la ponctuation est grosse. Le bord postérieur des segments est droit. Fémurs assez longs, en massue, avec une épine sous celle-ci. Le mu- cron des tibias est plus fort aux antérieurs et plus petit aux posté- rieurs (0.). j 125. Cholus lemniscatus Er. (C.). 129. Cryptorhynchus circulus Schh. (C.). 130. Cryptorhynchus bilunaris Er. (6.). 131. Macromerus peruvianus Bréthes, n. sp. — Niger, thorace ely- trisque variegate migro-cervinoque squamulatis, istis in declivitate postica fascia transversa brevi silaceo-squamulata. Long. : 11 mm. Le rostre atteint les coxas intermédiaires; il est arqué, légerement AN NS ay NCH LO j ) E 2 Fig. 60. — Chavín de Huántar (1) Fig. 62. — Chimbote (3) la actitud de la figura central (fig. 61), u otras, que, como aquélla, muestran largas prolongaciones a modo de flagelos, terminadas en cabezas estilizadas de felinos (fig. 62); series rítmicas de personajes alados provistos de cauda y máscara de cóndor, semejantes a las figu- (1) Thomas A. JoYCE, South American Archaeology. An introduction to the ar- chaeology of the South American continent with special reference to the early history of Perú, figura 19. London, 1912 (Macmillan and Co. y Philip Lee Warner, editores). 7 (2) BAESSLER, ibid., TL, lámina 75, figura 274. (3) BAESSLER, ibid., II, lámina 79, figura 278. 100 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA ras secundarias (fig. 63); y elementes meandroides, con representacio- nes animales semirealísticas complementarias, tal cual el registro ER > Ss y Se A e a Fig. 63. — Trujillo (1) inferior del friso aludido (véase fig. 62). En fin, hasta los motivos espo- rádicos que ha proporcionado Tiahuanaco — los crustáceos, por ejemplo — se señalan, asi- mismo, en las pinturas Proto Chimu (fig. 64). Fig. 64. — Chimbote (2) Fué, pues, con los elemen- tos referidos, todos ellos segura- _ mente de valor subjetivo, que los constructores de Tiahuanaco elaboraron a la vista del inmen- so lago leyendario, aplicando al Fig. 65. — Ancón (3) largo esfuerzo la habilidad técnica más acabada, su estrecha fórmu- la estilística divergente, cuyos caracteres más salientes, como expre- (1) BAESSLER, ibid., 1, lámina 46, figura 213. (2) BAESSLER, ibid., 1, lámina 101, figura 325. (3) W. REIS AND A. STÚBEL, The necropolis of Ancón in Perú. A contribution to our knowledge of the culture and industries of the Empire of the Incas, 1, lámina 49. Berlin, 1880-1887 (A. Asher € Co., editores). LA EXPRESIÓN ARTÍSTICA 101. sión decorativa, consisten en el dominio del tratamiento angular, la Fig. 66. — Pachacámac (1) e simetría bilateral y el hábil empleo de un grupo reducido de elemen- tos ornamentales estilizados. 3 WE mr [e PRIMA A a li) Pe mm Ye PA h Fig. 67. — Pachacámac (2) Acaso las vinculaciones aludidas contribuyeron a que el arte de Tiahuanaco en el momento de mayor influencia social de la casta que lo adoptara — se infiltrase, en natural convergencia, a través de (1) Max Une, Pachacámac. Report of the William Pepper, M. D. El. D., pe- ruvian expedition of 1896, lámina 4, figura 1 4. Philadelphia, Pa., 1903 (The De- partment of Archaeology of the University of Pennsylvania, editor). (2) BarssLER, ibid., IV, lámina 141, figura 3953. 102 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA los valles interandinos y llegase al litoral. Fué la suya, sin embargo, una penetración pacífica. que explica la universalidad de sus mani- festaciones, pues, sólo en algunos casos, al posesionarse de ciertas Fig. 68. — Pachacámac (1) representaciones locales de valor religioso e interpretación conven- cional, originó tipos plásticos aberrantes o complejas composicionen altamente sugerentes. En una hermosa tela de Ancón, por ejemplo, cuya policromía trai- Fig. 69. — Pachacámac (2) ciona la influencia de Proto Nazca, el tratamiento acusa cierta liber- tad, si se recuerda la rigidez del prototipo, cuya figura central, bajo la influencia aludida, aparece sosteniendo la cabeza humana, la flecha y el arco característicos (fig. 65). Esta pieza resume, además, como podeis verlo, la totalidad de los elementos estilísticos conocidos, o (1) BAESSLER, ibid., IV, lámina 131, figura 365. (2) BAESSLER, ibid., TV, lámina 136, figura 379 a 384. 4 = LA EXPRESIÓN ARTÍSTICA 103 pero interpretados, todos ellos, de acuerdo con una fórmula local. En Pachacámac, los motivos de la pauta clásica ofrecen dos inter- pretaciones distintas. Una de ellas (fig. 66), semirealística, muestra la EE pe elo e RA > o Fig. 70. — Pachacámac (1) figura central del friso — rodeada por completo de flagelos termina- dos en cabezas estilizadas de felinos — empuñando un gran enchillo, mientras la mano libre sostiene una cabeza humana. La otra, inten- samente convencional, coincide con la decadencia del estilo y consti- tuye, las más de las veces, la decoración policroma de los vasos. En este caso, la figura central, que conserva la actitud habitual, empuña erandes propulsores, y su indumentaria, como los adornos, se hallan reducidos a simples in- dicaciones esquemáticas (fig. 67); en cambio, las figuras aladas secundarias aparecen tan estilizadas que han perdido, casi por completo, los caracteres del prototipo (fig. 68). Ambas representaciones, por último, se desintegran, y sus diversos componentes constituyen, en- tonces, motivos ornamentales aislados (62. 69) o que forman parte de complejos decorativos de creación local (fig. 70). RS $) El mismo arte Proto Chimu, por último, aunque muchísimo menos influenciado, ofrece, sin embargo, una extraña muestra de la absorción de los tipos plásticos locales a que me he referido : aquel personaje ubicuo — por ejemplo — de aire bonachón, provisto de lar gos caninos (1) BAESSLER, ibid., 1V, lámina 144, figura 408. (2) Une, Pachacámac, etc., lámina 4, figura 3. 104 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA y del cual os he hablado; se nos presenta, transformado en una gro- sera adaptación plástica, profusamente policeromado por los ceramis- tas, con los motivos ornamentales estilizados de Tiahuanaco (fig. 71). Y bien, señores, en los primeros párrafos de esta lectura he insis- tido sobre la importancia que debieron revestir, en el Perú prehispá- nico, los caracteres geográficos de aislamiento y separación. En efecto, los fenómenos de movimiento, a lo largo de la costa del Pacífico — única vía de acceso a los elementos de cultura inten- sa, — sólo pudieron propagarse al través de los valles y escotaduras transversales; mas, esos valles, por lo general, de escaso desarrollo, no llegan a transponer, las más de las veces, la cadena de la costa, constituyendo, así, típicas regiones de aislamiento. La penetración debió realizarse desde allí muy lentamente; y, por esta causa, los eruapos humanos, instalados en esos valles aislados, debieron perma- necer encerrados por largo tiempo en ellos y experimentar, en el inter- valo, una evolución en cierto modo independiente y divergente, aun- que procedieran de un mismo núcleo originario. Sólo así pueden explicarse los diversos focos artísticos que ofrece el Perú preincaico; y sólo así, llegan, también, a comprenderse sus :'aracteres genéricos comunes y los aspectos particulares que los dife- rencian. Los movimientos étnicos que llegaron a franquear las grandes barre- ras que se le oponían debieron sufrir un marcado debilitamiento, al alejarse del punto de partida; y, de ese modo, podría también expli-- carse la decadencia y ruina prematura de Tiahuanaco, que, a pesar de haber resumido y materializado aspiraciones seculares, por haberlo erigido sus constructores más allá del arco montañoso Carabaya-Vil- canota-Toledo, quedó aislado en una región periférica, alejado por completo de los grandes centros de influencia y de atracción. TRASCENDENCIA DE LAS INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO En la conferencia del ingeniero Kraglievich, que va a continuación, el señor presidente abrió el acto con las siguientes consideraciones : Señores : Con motivo de haber designado el gobierno de la Nación a muestro dis- tinguido consocio señor Carlos Ameghino, para el cargo de director del más importante museo nacional, le requerí una conferencia, por dar en nuestro local social. El señor Ameghino lamentó no poder acceder a mi solicitud, por cuanto las múltiples obligaciones de su nuevo cargo no se lo permitían por ahora: pero, como demostración de su interés i simpatía por este viejo templo de cultura nacional, me ofreció un personero adecuado para el tema que yo le insinuara. El intelijente substituto es el señor injeniero arjentino, profesor Lucas Kraglievich, adscrito desde hace seis años a la sección paleontolójica de nuestro museo; i el tema una de las fases más especulativas de-la labor científica del malogrado doctor Florentino Ameghino. Debo decir que al solicitar el concurso del reputado paleontólogo, actual director del Museo, tuve en vista no sólo conseguir su ponderable concurso intelectual, sino que al mismo tiempo aprovechar de la circunstancia para esteriorizar al laborioso e intelijente cuanto modesto naturalista, las felici- taciones de sus consocios por el honroso cargo que le confiara el gobierno, como premio de su amplia i proficua labor en el campo. de las ciencias na- turales relativas a nuestro país, que acusa una destacada colaboración en la grande obra de su jenial hermano. AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX S 106 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Vayan, pues, hasta él estas mis palabras de parabién i aliento, en repre- sentación de sus consocios de la Sociedad Científica Argentina. En cuanto al injeniero, señor Kraglievich, que ocupará esta noche nuestra tribuna, es un elemento activo e ilustrado, del cuerpo de naturalistas arjen- tinos de nuestro museo, i el tema que va a desarrollar demuestra que no sólo es capaz de observar i analizar el grande archivo prehistórico de la na- turaleza arjentina, sino que también de remontarse en alas de la filosofía natural en los ámbitos ilimitados de las disquisiciones especulativas. I en realidad, el tema es mui sujerente, 1, sobre todo, oportuno, pues debemos mantener con reverente fervor la gloriosa aureola que exorna la conspicua personalidad del naturalista filósofo, modesto 1 pobre en la vida material, pero escelso por su poderosa, su jenial cerebración, que honrara a la patria, mediante una labor inmensa por su mole, inmortal por lo ta- lentosa. ' En la marcha cultural de los pueblos las controversias científicas son fru- tos naturalmente lójicos; pero en ellas no deben olvidar los hombres de ciencia que las opiniones diverjentes han de obedecer, ante todo, a un respeto mutuo, i sobre todo,. ser sinceras i no supeditadas a planes precon- cebidos, hijos de prejuicios de carácter sentimental, que nada tienen que ver con la ciencia. Esta no es, no debe ser sectaria; no va contra nada ni nadie, sino en favor detodos. Investiga hechos, demuestra i anota verdades. El doctor Florentino Ameghino, sabio de verdad, en sus investigaciones jeopaleontolójicas del territorio nacional, ha tratado de establecer hechos reales, sin preocuparse de que sus conclusiones pudieran herir susceptibili- dades de orden moral que no pueden tener afinidad alguna con las verdades científicas. p El injeniero Kraglievich, siguiendo esta norma de conducta, os dirá de la trascendencia de las investigaciones paleontolójicas ameghinianas. Tiene la palabra el señor Kraglievich. Después de agradecer los conceptos elogiosos del señor presidente y el alto honor que para él involucraba el hecho de exponer sus ideas en el re- cinto de la Sociedad Científica Argentina, el ingeniero conferenciante ex- presó, previamente, que su disertación formaba parte de un trabajo más ex- tenso que se relacionaba con la aparición de las « Obras completas » del doctor Ameghino, costeadas por el gobierno de la provincia de Buenos Aires y com- piladas bajo la inteligente dirección del señor Alfredo J. Torcelli , Quien cumpliendo una intensa y perseverante labor, digna del aplauso y gratitud del pueblo argentino, es un abnegado artífice de este monumento erigido a la memoria del sabio naturalista. Seguidamente, se expresó así : INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO 107 Señores : Nada más oportuno, a propósito de la aparición de las Obras com- pletas de F. Ameghino, que la repetición de las palabras con que uno de los más grandes filosófos inicia el prólogo de su libro Aurora : « Esta es la labor de un hombre subterráneo, de un hombre que cava, que horada, que mina. Verán los que tengan hechos los ojos a estas ex- ploraciones en las profundidades, cómo avanza lentamente ese hom- bre, con qué suave inflexibilidad, sin dejar ver la molestia que supone toda larga privación de aire y de luz. No le preguntéis lo que busca allá abajo; ese Trofonio, ese hombre de apariencia subterránea, os lo dirá cuando vuelva de nuevo a ser hombre ». Porque, en efecto, todos cuantos ignoraban la trascendencia de la estupenda labor de Ameghino podrán apreciar ahora, siguiendo la trayectoria ascendente del genio a través de la lectura de sus Obras completas, qué instinto, misterioso e incomprendido, guiaba a este hombre excepcional en sus largas peregrinaciones por senderos inae- cesibles a la multitud; cuáles designios perseguía prodigando sus afanes en procura de algo que él sólo sabía descubrir y aquilatar: cuál ansia, en fin, orientaba su vida en un sentido tan paradojal y extraño para el vulgo. Y aprenderán entonces, con asombro, que al escrutar las entrañas de la tierra, este hombre subterráneo y solitario buscaba los diamantes con que la intelectualidad argentina habría de engastar un día, con orgullo, el nombre de la patria, en la diade- ma fulgente de la ciencia. Ñ De cada página de sus obras verán surgir destellos de sabiduría, que se intensifican y elevan a tonalidades geniales en la medida que el tiempo va plasmando en el cerebro la prodigiosa concepción de las doctrinas; y aun desde sus primeras producciones, que están crono- lógicamente compiladas en estos tres volúmenes impresos, podrán advertir ya esos precoces aleteos del genio que pugna por librarse de toda sugestión y todo dogma, para proyectar sus mirajes más allá de la esfera del conocimiento reinante, hacia regiones incontaminadas de la esclavitud de los prejuicios. Yo conceptúo que es por sí sola esta espléndida visión de las co- sas, símbolo de perfecta armonía entre la realidad y el pensamiento que procura interpretarla, lo que constituye la esencia íntima y el 108 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA fundamento indestructible de la obra erandiosa de este hombre ex- traordinario que es, sin disputa, el cerebro científico más poderoso que la América haya producido jamás. Alguien ha pretendido comparar, no obstante, los genios tan con- tradictorios de Edgardo Allan Poe y Florentino Ameghino; mes, aun cuando la exuberante y robusta mentalidad del poeta norteamericano represente por su razonamiento estrictamente lógico, el espívitu del álgebra puesto al servicio de la imaginación, como ha dicho algún crítico, ella no puede parangonarse con aquel espíritu tan amplia mente sintético del sabio argentino, cuyas concepciones son el fruto no de una lógica formal y abstrusa, que suele a menudo identificarse con el sofisma, sino el resultado de un raciocinio inductivo, a cuya veracidad la inagotable fuente de la experiencia presta a cada paso el concurso valioso de innegables hechos reales y positivos. Pues aun cuando esta realidad sensible determinase, como lo esta- blecen Kant y su escuela, un mundo de apariencias detrás, o fuera del cual, el mundo de la realidad verdadera, constituído por la cosa en sí, permanece eternamente inaccesible al menguado intelecto humano. ése mundo aparencial, edificado sobre la interpretación humana de los fenómenos, sería no obstante en definitiva para nosotros nuestro úni* co y exclusivo mundo-verdad. Estas imágenes de las cosas y estos con- ceptos del entendimiento podrán ser sólo vagas representaciones del mundo exterior, y sin embargo, constituyen la única fuente suscepti- ble de ofrecernos la comprobación eficiente de las doctrinas que un cerebro privilegiado, como el de Ameghino, era capaz de crear como expresión sintética del encadenamiento riguroso de los hechos deri- vados de la experiencia. Pero es obvio que en una ciencia elaborada así, al amparo de la contingencia de los fenómenos del mundo sensible, por lo mismo que es una ciencia puramente humana, y, por lo demás, la única posible para el hombre, carece dle aquellas pretensiones de infalibilidad que se transparentan, por el contrario, en el fondo de toda teoría dogmática, cuya finalidad consiste más bien en detener los vuelos del pensamiento ciñendo sus alas entre las mallas de una telaraña sutil, en cuyo inte- rior un mundo de nebulosas y de ensueños procura abogar toda sana mentalidad en las angustias y torturas de insensatas preocupaciones. Y es aquella ciencia revestida de todas las perfecciones y de todos los errores inherentes a las especulaciones científicas del hombre, la ciencia que Ameghino contribuyó a engrandecer aportándole el con- curso de sus doctrinas geniales que, recopiladas en sus obras, queda- INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO 109 rán desde ahora perpetuamente inconmovibles, cual milenarias co- lumnas de granito, jaloneando el sendero que la posteridad habrá de seguir y continuar hasta llevar a término feliz la obra magna del sa- bio y del filósofo. Otros podrán llegar, quizá, a pulir en el futuro las múltiples face- tas de esa maravillosa gema que él nos ha legado, para que, libre de las imperfecciones y asperezas de la superficie, puedan surgir más nítidos aún los destellos policromos que guarda en su seno: pero la aloria acompañará imperecedera la memoria del sabio que al levan- tar los cimientos de la paleontología argentina haciendo brotar de la tierra, en la aparente esterilidad de las pampas, el tesoro de sus fósi- les, transmitió a estos mudos despojos la elocuencia para que ellos mismos bosquejasen su propia genealogía, narrando ante la humani- dad asombrada la historia de sus remotas vinculaciones. 11 La trascendencia de las investigaciones paleontológicas y el carác- ter transformista de las leyes filogenéticas del sabio, no podían dejar de repercutir hondamente en el vasto escenario de la filosofía dogmá- tica, conmoviendo en gran parte también los cimientos del edificio científico de la época que, como aquella, estaba amparado en el herme- tismo derivado del mito y la leyenda, o en la autoridad indiscutida de viejos maestros cuyo espíritu rutinario tanto ha contribuído a la persistencia del error, impidiendo el dinamismo de las ideas, fuente de la evolución y del progreso humano. Y aquí, en el mismo suelo y en el mismo ambiente de la patria cuya erandeza él contribuyó a plasmar, cimentando el nombre argentino sobre el pedestal de la ciencia, aquí tampoco han faltado los detrac- tores de su obra. Los unos, quizá bien intencionados, tienen su dis- enlpa en la diferente amplitud mental de los hombres, diversamente condicionada por factores ingénitos o culturales. Pero al lado de éstos merodean elementos exóticos que parasitan a expensas del pueblo argentino, cuyas glorias pretenden empañar. Yo los denuncio a la opinión pública de mi país como elementos perniciosos que la socie- dad debe centrifugar de su seno, porque son indignos de cobijarse bajo la misma bandera que envuelve orgullosa en sus pliegues la glo- ria inmortal de Ameghino. De todos los senderos trillados por el entendimiento ante la preo- 110 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA cupación constante de dilucidar el obscuro problema del origen de los seres, ninguno ha procurado tantas enseñanzas ni ha presentado un conjunto de hechos comprobatorios tan eficientes como el sendero abierto por la investigación paleontológica, puesto que sin los datos de la paleontología, que yo proclamo la rama trascendente de la cien- cia, el problema eminentemente filosófico de indagar los orígenes de la vida habría quedado como un punto interrogante eternamente abierto a toda investigación humana. Basta, en efecto, arrojar una mirada a través del desenvolvimiento histórico de la ciencia para advertir las inmensas soluciones de conti- nuidad que la escasez de conocimientos empíricos ofrecía como tene- brosos abismos que el entendimiento se veía precisado a colmar con . . r . > materiales arrancados a la imaginación creadora, esa mitológica sirena del intelecto, que tan presto eleva el pensamiento del sabio hasta la cumbre del genio como deprime y sepulta toda una humanidad bajo el encanto seductor de la mentira. Contra una tal solución de continuidad en el tiempo la investiga- ción de la vida habríase limitado al campo restringido de la ontoge- nia cuyas leyes, inducidas de la embriología y de la anatomía compa- rada, podrían reflejar tan sólo a grandes rasgos una posible interpre- tación de los procesos evolutivos, dejando subsistente sin embargo, en los espíritus, la duda de si estos procesos poseían el carácter de universalidad exigido para servir de piedra de toque al establecimien- to de un cuerpo de doctrinas filosóficas en correspondencia exacta con la realidad. S La anatomía comparada al inducirnos el concepto de la unidad de plan de organización representa el primer eslabón de la cadena que vincula la ciencia estática con el dinamismo científico. Pero esta cien- . cia deja todavía abierta la puerta a la metafísica en la investigación de las causas originarias incondicionadas de todos los sucesos. El estu- dio del desarrollo ontogénico, auxiliando a la anatomía comparada, in- troduce la noción de continuidad morfológica, destruyendo las sepa- raciones entre los diversos tipos de seres que pueblan el planeta. Pero la discontinuidad no sucede menos en el tiempo pasado; aque- llas ciencias son ciencias actuales y sus leyes en cierto modo deduc- tivas. La concepción dinámica del individuo y de la especie surge cuan- do la discontinuidad en el tiempo desaparece mediante el conoci-. miento de las series ininterruampidas de los fenómenos del Cosmos. La limitación del concepto de causalidad, tanto como la disconti- nuidad en el tiempo, son limitaciones impuestas a los sucesos del INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO ER mundo por la ignorancia experimental que nos inhibe de ensanchar el dominio de la reflexión mediante una visualidad intelectual más amplia. En sus primeras fases la ciencia ha debido ser necesariamente des- criptiva como construída por los datos groseros de una experiencia imperfecta. Las cosas aparecen en forma sintética, global y cada objeto es una unidad que condiciona por sí sus acciones de tal modo que el origen de un efecto cualquiera termina con la causa más inmediata y apa- rente del hecho. La ciencia investiga solamente las leyes de frecuencia y toda ano- malía se considera como una aberración o una monstruosidad que vulnera la ley general. El análisis viene después como consecuencia de la desintegración de las unidades elementales. La sensibilidad afectada por factores más diversos y numerosos se vuelve más plásti- ca, se sensibiliza, si se me permite la redundancia. Y de la fijación de estas representaciones por la memoria surgen las comparaciones, se diluyen las soluciones de continuidad, se ini- cian los procesos mentales cinemáticos y la causalidad se muestra en todo su esplendor como una ley general de la naturaleza. En realidad no existe ningún efecto que obedezca a una causa determinada en sí, pues todo tambio está condicionado por la infini- dad de causas que le han precedido en la serie del tiempo. Cuando hablemos, pues, de un cambio, debemos referirnos a su causa visible como inmediata, pero dejando sobreentendido el vínenlo indefinido de: causas mediatas del fenómeno dado. La investigación de la causalidad, dice Houssay, tiene por condi- ciones necesarias que el espíritu deseche toda tendencia a erear dis- continuidades y separaciones. Con este criterio no es posible colocar los seres vivientes aparte como distintos del conjunto de las cosas, ni es preciso imaginar un proceso vital, pues todos los fenómenos se rigen por procesos físico-químicos. Todas las subdivisiones que hacemos, en especies, géneros, familias, son simples limitaciones arbitrarias que debemos aceptar a título de conveniencia y comodidad. Al afirmar, pues, la continuidad de la vida a través de la mutable morfología de los seres en la sucesión de las edades, la paleontología se coloca, por eso mismo, resueltamente a la vanguardia de la filosofía y no hay duda que ha llegado para ésta el momento de abandonar sus viejos moldes, inspirados en el estaticismo de la Naturaleza y de -la Vida y la oportunidad de apoyarse en el andamiaje de la ciencia, 112 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA si al menos la filosofía quiere preciarse de llegar a ser algo más que un laboratorio de incoherentes divagaciones metafísicas. Para quienes pretendan negar a la paleontología el alto valor tilo- sófico que efectivamente posee alegando que es una mera ciencia em- pírica y que la cuestión de los orígenes de la vida no tiene valor para el filósofo que debe conceptuarla como a una simple categoría del es- píritu, para aquellos, repetimos, basta interrogarles si sería posible hablar del fenómeno vital, en forma precisa e inteligible, prescindien- do de sus relaciones con el tiempo, y también si sería lícito que el fi- lósofo descuidase de fijar las relaciones entre el conjunto de los mun- dos orgánico e inorgánico. Nosotros no tenemos el provósito de extendernos aquí con toda amplitud en el análisis crítico de los sistemas filosóficos en boga, pues nuestra intención se reduce a bosquejar la inmensa trascenden-- cia que las leyes paleontológicas, inducidas por el estudio metodizado de la morfología comparada y la morfogenia de los seres del pasado, debe necesariamente producir en la filosofía del porvenir. De paso procuraremos averiguar también cuáles obstáculos, en su mayoría de orden sentimental o de interés particular, retardan el triunfo defini- tivo de esta filosofía científica sobre no importa cuál otra concepción dogmática, llámese dual o espiritualista. La filosofía debe consistir esencialmente en el conocimiento del mundo, que es su único y gran problema. Por esto nosotros nos re- belamos abiertamente contra la opinión de aquellos que quieren que - la filosofía considere solamente las cosas sub specie eternitatis, es de- cir, bajo un punto de vista esencialmente estático. Ni en el universo, ni en los fenómenos aislados, ni en el entendimiento humano, existe absolutamente nada invariable. Entendemos, al contrario, que se en- tra verdaderamente en los dominios filosóficos cuando el entendi- miento dinamiza los conceptos, buscando a través del tiempo la uni- dad sistemática en la serie de las condiciones dadas por el conoci- miento particular del mundo fenomenal. El verdadero problema filosófico no consiste pues, solamente, en investigar los límites del conocimiento en procura de una separación de fronteras entre lo real empírico y lo metafísico; lo que interesa, sobre todo, es hacer una crítica profunda de nuestra propia facultad de conocer porque ella es la que está verdaderamente en nuestra mesa de disección y sería pésimo filósofo quien olvidase escudriñar los fundamentos de todo nuestro conocimiento y construir la filogenia de nuestra razón. INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO dls La inmensa mayoría de los sistemas filosóficos anteriores a Darwin han reposado sobre un desconocimiento absurdo del mundo fenome- menal y de la génesis de nuestra facultad de conocer que, como pro- ducto de la sensibilidad, forma parte integrante de los fenómenos en general. Afirmamos categóricamente, con la escuela transformista, que no existe en nosotros ninguna intuición que nes dé cualitativamente condiciones formales de espacio y tiempo como nociones absoluta- mente a priori del conocimiento y sostenemos que la capacidad recep- tora para las impresiones de los objetos del mundo exterior se ha formado paralelamente al desarrollo filogénico de nuestra sensibi- lidad. La intuición, que nos suministra las formas bajo las cuales una cosa es percibida, no es una propiedad invariable, a título de condición es- tática y perpetua de la sensibilidad; la intuición es un fenómeno, y está como tal supeditado al ritmo energético de nuestra existencia física y a todos los cambios y procesos determinados por la compli- cación del medio ambiente. Negamos también con el apoyo de la paleontología humana toda espontaneidad de los conceptos del entendimiento. La facultad de pensar el objeto de la intuición sensible, es decir, la facultad de ad- quirir conceptos, no es de ningún mode inherente a la naturaleza hu- mana como entidad intelectual a priori independiente de sus relacio- nes con el mundo exterior y no existe, por consiguiente, ni en cali- dad ni en cantidad como substratum inmanente cuando se toma el hombre en la acepción filogénica del concepto. La base del error en que han incurrido los filósofos que consideran el tiempo y el espacio como formas subjetivas a priori de la intuición humana reside meramente en el hecho de no haber establecido una separación entre el espacio y el tiempo cualitativos y el quantum de su apreciación, pues esto último es lo que efectivamente nos pertenece y constituye el fundamento aparentemente apriorístico de todas las representaciones. ) Mas tampoco un fundamento estrictamente a priori anterior a toda experiencia sino precisamente derivado y plasmado por ésta. Además, como no es la totalidad de los fenómenos sino tal o cual delimitado número lo que ha determinado nuestra sensibili- dad a desarrollarse e incrementarse, ésta ha adquirido tan sólo capa- cidad de recepción condicionada por la magnitud del mundo fenome- nal en que se ha desenvuelto. Excusamos decir que cuando nosotros hablemos del hombre no te- 114 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA nemos ya el derecho de circunscribir este concepto a su actual constitu- ción física e intelectual; debemos tener siempre presente que él es un producto evolutivo, un término de una serie cuya continuidad en el tiempo no admite la existencia de una causa incondicionada como no la admiten ninguno de los fenómenos que pueden formar parte de cualquier experiencia posible. ] Pero, como los fenómenos y todos los cambios del mundo exterior preceden a nuestra sensibilidad y a nuestro conocimiento, se infiere que el espacio y el tiempo son independientes de nuestra existencia y tienen por sí mismos realidad absoluta. En una palabra, que si nos- otros hacemos abstracción de nuestras condiciones subjetivas, el es- pacio y el tiempo como entidades reales colocadas fuera de nosotros no dejarían por eso de subsistir. Lo que desaparecería en tal caso se- ría nuestra representación de las cosas, es decir, nuestra apreciación del quantum del valor de la extensión y de la sucesión. ; El espacio y el tiempo como quantum son pues condiciones forma- les de nuestro conocimiento, pero en esencia cualitativa como rela- ciones entre los fenómenos de experiencia existen totalmente fuera del sujeto. Nuestras representaciones están condicionadas por la experiencia actual y ancestral. No es que sean apariencias falaces, tal como ocu- rriría si el tiempo y el espacio fuesen algo nuestro a título de condi- ciones formales de laintuición independiente del mundo tenomenal, porque entonces añadiríamos al conocimiento de las cosas algo que no les pertenece, lo que nos daría, justamente, una representación to- talmente ilusoria. Por eso el mundo de nuestras representaciones es nuestro único mundo-verdad porque fuera de él no existe absoluta- mente nada para nosotros. Como el entendimiento está plasmado por la acumulación de infini- tas experiencias se sigue que todos los principios del entendimiento son a posteriori como lo es también la intuición que a título de condi- ción formal cuantitativa existe como substratum experimental en la sensibilidad. 3 Con este substratum por fundamento nos representamos los obje- tos en la intuición y los proyectamos como fenómenos encuadrados en el marco reducido de nuestra apreciación del valor espacial y de tiempo. ¿Cómo sería posible que no existiendo ni la extensión ni la suce- sión pudiésemos recibir impresiones distintas en forma de sensación y capaces de poner en movimiento nuestra intuición para forjarnos INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO AO la representación de las cosas en general? Si la coexistencia y suce- sión pertenecen al sujeto y no a los objetos, la diversidad en la sen- sación es lógicamente imposible y el despertar de nuestra intuición un absurdo. Habría entonces únicamente una persistencia de la sen- sación lo que no es capaz de producir distintas impresiones y no puede obligar, por consiguiente, a la intuición a la representación diversa de los objetos. Afirmamos, pues, en síntesis, que todo nuestro conocimiento no sólo empieza con la experiencia sino que se deriva totalmente de ella. Cuando se concibe el hombre con un criterio limitativo haciendo abstracción, por ignorancia, de que él es un miembro en la serie pa- leontológica, su intuición parece no estar subordinada a ningún mo- tivo externo, y entonces la facultad de condicionar la representación de los objetos le pertenece en esencia y puede manifestarse espontá- neamente bajo cualquier incitación que venga de afuera en forma de - Sensación. Pero esta absurda manera de encarar el problema del conocimiento elemental desaparece totalmente cuando abandonando el criterio es- tático ampliamos el concepto hombre y lo extendemos a la serie to- tal de formas que le han precedido en el tiempo. Los motivos exter- nos, la experiencia toda, ha condicionado la génesis de la sensibili- dad y la forma de espacio y tiempo intuida por el hombre se deriva de la naturaleza misma de las sensaciones originarias que sirven de fundamento al conocimiento. El modo como nuestra intuición ha adquirido la apreciación cuan- titativa de espacio y tiempo es un problema que entra en los domi- nios de la filogenia psíquica; al filósofo naturalista le incumbe sola- mente afirmar que ambas nociones se derivan de la experiencia y que la extensión y la sucesión tienen realidad objetiva. ¿Por qué, no obstante su génesis mediatamente experimental, la razón parece substraerse en ciertos casos al influjo del principio de causalidad ultrapasando los dominios de toda experiencia posible en procura de ideas cosmológicas que no tienen su adecuado objeto en ninguna experiencia? Estas tentativas se explican satisfactoriamente haciéndolas dimanar del desconocimiento de las leyes de continui- dad porque estas leyes son el fruto de un estudio minucioso de las relaciones fenoménicas sobre las cuales sólo la ignorancia es capaz de saltar para vanagloriarse de encontrar, fuera del mundo, el incondi- cionado absoluto del cual habrían surgido todos los condicionados del universo empírico. 116 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Las ideas vulgares de una limitación para el espacio, de un co- mienzo del mundo por el influjo de una causa primera incondicionada, iniciando espontáneamente las series de las causas y de los efectos, son tantos puntos de apoyo que las inteligencias mediocremente cien- tíficas prefieren aceptar implícitamente aun cuando no resistan se- riamente al menor análisis. Estas construcciones sofísticas que cons- tituyeron el monumento científico de los hombres superiores de la época primitiva y que persisten, desgraciadamente, en el cerebro de la mayoría de los hombres primitivos de esta época superior, nacen y se extienden' en forma de razonamientos deductivos, llevando por única arma el silogismo y por escudo la lógica formal. Construccio- nes de esta índole son a modo de juego de entretenimiento que cual- quier osado puede levantar sin más argumento que un par de premi- sas surgidas de un intelecto vacío de conceptos reales desenvolvién- dose en las tinieblas de la ignorancia. Los conocimientos adquiridos por la investigación paleontológica poseen el testimonio irrecusable de los hechos, pues los restos fósiles- ofrecen argumentos que sólo un iluso puede desconocer. Entre la inmensa pléyade de sabios que se ocupan del estudio de la naturaleza no existe actualmente uno solo que discuta la cuestión del transformismo y la consiguiente evolución de los seres y todos aceptan que el hombre es un descendiente modificado de una forma irracional simiesca entroncada con los monos antropomortos. Las dis- cusiones, si existen, se refieren exclusivamente a la restauración de los caracteres primordiales de este común antecesor. - Que estas verdades carezcan de popularidad no significa otra cosa sino que la inercia mental pesa demasiado en la masa popular, más propensa a conservar el error que a preocuparse de adquirir la ver- dad, y también más dispuesta a descender de principios fijos que a remontarse hasta ellos siguiendo el hilo de los hechos naturales.-Mas, la popularidad o el valor práctico de algunos postulados no determina su validez, pues harto sabemos cómo el error se amal gama con el sen- timiento y hace prosélitos aun entre ciertos pensadores que siendo simples voceros de la conciencia popular se prestan a ocultar o ter- aiversar la verdad procurando amoldarse al paladar del gran pú- blico. La persistencia anacrónica de la filosofía dogmática es en mi sentir el resultado de aquella lenta infiltración de odio a la vida y a los ins- tintos elevados del hombre preconizada con raro tesón por los viejos filósofos moralistas del pasado. Sobre este odio y negación de la exis- INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO Ta le tencia, exaltado por los predicadores de todos los tiempos, dimana aquel gesto despectivo y aquel hondo sentimiento de horror a la Na- turaleza, aquella ansia infinita e incontenida de un más allá, aquella enfermiza visión de un mundo mejor y el convencimiento arraigado de que la existencia terrenal es una carga deleznable que no merece la pena de ser soportada. De esta sensibilidad especial y enfermiza se hace derivar el fundamento de la bondad y necesaria universali- dad de aquellas doctrinas antinaturales. Para esto fué necesario inventar verdades sofísticas mediante el subterfugio dialéctico de hacer irrefutables los errores manteniendo al hombre sistemáticamente alejado de toda posibilidad de contacto con la Naturaleza y la reflexión. Pues sólo así entornando subrepti- ciamente las puertas de la realidad, temerosas de que ésta pudiese contrariar en cualquier instante su errónea interpretación de la Na- turaleza y de la Vida, es como aquellas doctrinas lograron sobornar el pensamiento humano desviándolo del verdadero y sano cohcepto dle las cosas para sumergirlo, adormecido, en el esplendor de un mun- do irreal y metafísico. La eterna lucha entre la ciencia y el dogma quedó en adelante cir- cunscripta, en virtud de aquel juego sutil de la dialéctica, auna lucha entre la razón que fundamenta sus postulados en los datos precisos de la experiencia y el sentimiento, o la fe, que según la acertada opi- nión de un filósofo creen ver una paradoja o una blasfemia cada vez que se les muestra la historia exacta de un origen. Mas, ¿quién osaría negar al presente el triunfo abrumador y deci- sivo de las verdades definitivamente adquiridas por la paleontología con respecto al origen del hombre y de los seres y defender con serie- dad la anacrónica leyenda de esos viejos ídolos cuya propia significa- ción ética, vaciada en el crisol de la ignorancia, se diluye en la nada al contacto de la íntima realidad de la Naturaleza y de la Vida? Y en consecuencia ¿qué filósofo soñaría reverdecer actualmente y sostener las ramas de hiedra de la Filosofía sin nutrir esta planta con la savia del conocimiento universal derivado de la exacta interpretación de la causalidad, es decir, sin un amplio dominio de aquel sentido his- tórico que nos fuerza a interrogar el pasado toda vez que tentamos reconstruir la filogenia, no sólo de los demás seres y del hombre, sino también de los elementos mismos de nuestro espíritu ? Sin el profundo conocimiento de la evolución histórica de los he- chos la Filosofía se extravía en divagaciones dialécticas que conducen a los dominios confusos de la Metafísica donde la razón se cristaliza 118 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA en sutiles fórmulas dogmáticas al pretender abordar la solución de los problemas cosmológicos sin pedir auxilio a la experiencia y sin exa- minar previamente si por sí misma posee, o no, poder para alcanzarlos. Nosotros opinamos con Hume que lo que se llama Metafísica es una pura ilusión consistente en atribuir a un sedicente conocimiento racional lo que en realidad se ha pedido prestado a la experiencia y extrae del hábito la apariencia de la necesidad. En efecto, puesto que los progresos de la ciencia paleontológica han evidenciado la evolución física del hombre, ¿cómo sostener sin caer en el absurdo que aquella facultad que nos suministra los llama- dos principios supremos del entendimiento y que denominamos enfá- ticamente la razón humana, haya permanecido excéntrica y como es- tática en medio del torbellino de los cambios incesantes en las condi- ciones físicas del propio sér en cuyo interior se manifiesta ? Como hemos mencionado ya, aquellos principios a priori del cono- cimiento existen efectivamente en el hombre actual, pero no como substratum de una inteligencia superior y divina de la cual el inte- lecto humano sería una forma degradada, servil e imperfecta, sino como sedimento de.pasadas experiencias que el tamiz del tiempo ha acumulado gradualmente en torno a la reducida esfera intelectual de nuestros ancestrales, originando así el ahondamiento de las diferen- cias que debían crear este abismo, más aparente que real, entre el hombre y el resto de la animalidad. Con este criterio filogénico del entendimiento desaparecen todas las causas puramente inteligibles de los fenómenos en general. La in- | teligencia no ha aparecido bruscamente; ella representa el término actual de una serie progresiva que se ha desarrollado penosamente, lentamente, paso a paso, y de cuya serie la razón humana podría sim- _bolizar tan sólo una integral parcial susceptible de perpetua amplifica- ción en la sucesión infinita del tiempo. - Mas, si las inducciones de la ciencia empírica evidencian el para- lelismo de la evolución física y racional del hombre, su innegable descendencia de formas ancestrales de exigua capacidad intelectiva, ¿cuál es la causa que motiva la persistencia y el arraigo en las con- vicciones humanas de toda aquella fraseología ampulosa del lenguaje metafísico cuando nos habla de las divinas facultades del entendi- miento y del orden perfecto en vista (le una incomprensible finalidad de la naturaleza para el hombre? Es, quizá, porque la inercia del sentimiento, derivada de aquella falsa posición del hombre frente a la majestad de la Vida, implica algo INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO 119 así como la postración enervante de un inmenso dolor que la incapa- cita para discernir que la única justificación posible de la existencia :onsiste en apreciar la personalidad como un simple proceso evolu- tivo, como un eterno devenir, como una esperanza y un anhelo en pro de la futura elevación gradual de la propia especie. . TIL Todo cuanto hemos bosquejado respecto a la necesidad de introdu- cir el principio de continuidad como condición necesaria para orien- tar la razón en el camino de la solución de los problemas cosmológi- cos, que el entendimiento se propone cuando quiere remontarse a la sistematización de los. conocimientos, todo esto tenía por objeto dejar plenamente establecido, en primer término, que la sensibilidad y la intuición tienen un fundamento objetivamente cualitativo, y en se- gundo lugar, que el entendimiento y la razón tampoco se substraen como fenómenos al dinamismo de los procesos filogénicos. Y era ne- cesario descender hasta estas profundidades para encontrar la géne- sis de los postulados filosóficos del inmortal credo científico de Ame- ehino. Cualquiera que ignorando aquellas nociones de continuidad, según las cuales todos los fenómenos del mundo se subordinan rigurosa y exclusivamente a la ley natural de la causalidad, pretendiese abordar el análisis del credo de Ameghino juzgará, sin duda, que los postula- dos de los infinitos tangibles e intangibles aparecen bruscamente como columnas axiomáticas sirviendo de pórtico al monumento filo- sófico del sabio y quedará persuadido que el razonamiento de Ame- ghino, esencialmente inductivo en los dominios de la paleontología, se torna deductivo y en cierto modo dogmático cuando se extiende al terreno de lassespeculaciones suapremas del conocimiento. Para no fatigar al auditorio nosotros vamos a probar, por un some- ro razonamiento, cómo aquellas columnas que se yerguen en las ex- tremas latitudes de la esfera del intelecto humano reposan sobre los fundamentos inconmovibles del empirismo. Consideremos, en efecto, los dos quantum, espacio y tiempo, que se- eún dejamos establecido anteriormente constituyen las condiciones formales de la intuición sensible en la representación de los objetos y particularicémonos primero con el espacio. a 120 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Las diversas partes de éste, que nosotros podemos aprehender, coe- xisten simultáneamente y están subordinadas de tal manera que la condición limitativa de un espacio dado es siempre otra porción de espacio. Estas porciones figuran, pues, como conjuntos agregativos; y por extensa que sea la magnitud espacial abarcada por el enten- dimiento, esta magnitud estará siempre condicionada por un espa- cio. Es imposible representarse ni concebir la magnitud del Cosmos sino como resultado de una integración de las porciones de espa- cio. Pero esta integración lleva este signo característico : que cual- quiera que sean las diferenciales que la determinan ella puede exten- derse siempre indefinidamente sin que la razón logre alcanzar jamás la absoluta integridad de la serie, es decir, la síntesis absoluta del espacio que es, por consigúiente, totalmente ilusoria. Pues si exis- tiese un límite para el espacio, este límite no pudiendo ser espacio porque entonces formaría parte de la serie, sería una entidad sin su adecuada representación en el entendimiento humano cuyos concep- tos se refieren exclusivamente a series empíricas y por lo tanto, ex- tensas. : No debemos decir, sin embargo, que el espacio es infinito porque. este término posee en cierto modo una acepción estática que implica un límite; más exactamente debemos decir que en toda concepción del Cosmos la integración de los agregados de espacio se prosigue en indefinido, sin que alcancemos a completar jamás la integridad abso- luta del todo. La existencia del indefinido intangible espacio y de la materia que To llena es por consiguiente un concepto a posteriori, rigurosamente inductivo. E Por lo que se refiere a los infinitos tiempo y movimiento, nos- otros podemos extender también indefinidamente la síntesis regresiva de los estados pretéritos del universo, porque la experiencia nos dice que todo cambio obedece como efecto a una causa que está a su vez condicionada por otra más lejana, de tal modo que la integración de estos diversos estados no puede concluir con un miembro determina- do de la serie sin repuenar al criterio estrictamente empírico que con- diciona la elaboración de estas síntesis regresivas. Podemos proseguir, pues, estas síntesis en indefinido, pero no po- demos, sin abandonar el empirismo, detenernos en un primer término como capaz de iniciar por sí la serie de los efectos que le siguen en el transcurso del tiempo. Y así como el mundo carece en absoluto de un límite en el espacio INVESTIGACIONES PALEONTOLÓGICAS DE AMEGHINO 121 no admite tampoco un primer comienzo del tiempo y del movimiento. La ciencia empírica niega, por lo tanto, la existencia de una voluntad absolutamente libre capaz de iniciar espontáneamente, sin condicio- nes previas, toda esta maravillosa sucesión de fenómenos del Cosmos ante cuya majestad nos inclinamos reverentes. Termino, pues. Tanto más que una obra esencialmente argentina o americana destinada a servir de modelo y de estímulo a las genera- ciones intelectuales del porvenir, nosotros interpretamos la obra de Ameghino como la labor de un hombre subterráneo que cava, que horada, que mina... como una labor orientada en el sentido de socavar los cimientos carcomidos del viejo dualismo filosófico para elevar, en compensación, sobre el pedestal de las verdades arrancadas pacien- temente al seno fecundo de la Naturaleza, el monumento de la filosotía naturalista que involucra un concepto más racional, más exacto y, sobre todo, más digno de la vida, He dicho. AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 9 QUELQUES NOUVELLES FOURMIS DE BOLIVIE (EXPÉDITION LIZER-DELÉTANG, 1917) PAR LE DOCTEUR F. SANTSCHI Les quelques descriptions qui suivent concernent une premiere série de formicides récoltés par MM. €. Lizer et L. Delétang dans leur voyage au Chaco bolivien et au Chaco salteño (Rep. Arg.). La liste complete de lenr récolte myrmécologique fera Pobjet (une publica- tion ultérieure. : Eciton ferox 1. sp. %. Long. (téte tléchie) 8,5 mm. Voisin de Rogeri D. T. Roussátre, téte plus claire, pattes roux ferruginenx. Mandibules, antennes et tarses brunátres. Mat. Les joues, le dessous de la téte et la partie recourbée des mandibules, luisants. Réticulé ponctué comme chez Burchelli (plus densément chez Rogeri). Pilosité, roussátre, aussi abondante que chez Burchelli, mais plus courte et plus réguliére sur les membres. Téte trapézoidale, un peu plus longue que large, avec ' les angles postérieurs épineux. Yeux ocelliformes, un peu en avant du milieu des cótés de la téte. Articles du funicule aussi courts que chez Rogeri. Mandibules finement réticulées, avec de gros points allongés leur donnant un aspect strié; elles forment des leur base une courbe assez réguliere quí pourrait embrasser la convexité de la téte. Subpa- rallele, le bord interne s'élargit un pen depuis le tiers basal et devient denticulé jusqwá quelque distance de Vextrémité, qui se termine par une dent aigiie. Leur face antérieure est convexe, la postérieure creu- sée en gouttiére. Profil du thorax comme chez Burchelli, mais Vépino- tum a une bordure lamelliforme plus paralléle. Les dents terminales sont lamellaires et ont la méme direction sagittale que la bordure de Pépinotum et sans lamelle transversale a Vinverse de chez Rogeri. QUELQUES NOUVELLES FOURMIS DE BOLIVIE 123 Pétiole allongé, comme chez Rogeri, bien plus que chez hamatum, le dessous concave. Le postpétiole est plus long que chez hamatum ; vus de dessus, les stigmates font hernie comme de petits tubercules latéraux. $. Long. 6,5 mm. (téte fléchie); couleur aussi claire que le 2%, mais la téte est comme le thorax. Angles postérieurs de la téte moins arron- dis que chez Rogeri. Les antennes sont plus fortes, les mandibules fi- nement striolées (finement ponctuées chez Rogeri). L'épinotum na pas de lamelle transversale et il est plus long que chez Rogeri. Le post- pétiole est plutót plus court. Intermédiaire entre E, Rogeri et E. hamatumn. Bolivie : Rio Ivari (Lizer et Delétang leg.) 1 %, 2 Y. Le % est peut- étre.une "3. Emery (Boll. Soc. Ent. Ital., XXVI, 1594, p. 180) décrit un % de E. Rogeri qui ressemble beaucoup a E. ferox, mais avec Vépi- notum muni (une lamelle transversale. Atta polita Em. v. Lizeri-n. var. $ S mm. (téte tléchie). Rouge brunátre clair. Mandibules et devant de la téte braun rouge. Partout luisante, la téte et le gastre tges lui- sants. Lisse, avec des points tres faibles et clairsemés. Devant de la téte, cótés du thorax et pattes plus ou moins chagrinés; quelques ri- des sur les joues et le bord de lépistome. Base des mandibules forte- ment striée, avec de gros points. Pilosité clairsemée, assez coutte. A part le funicule, pas de pubescence. Téte large de 3,5 mm., longue, au niveau des lobes occipitaux, de- 2,9 mm. Ceux-ci sont un peu moins arrondis que chez A. laevigata mais sont bien moins anguleux que chez 4. Vollenweideri For. Y. Épines frontales coniques obliquant en arriére, tres divergentes et plus longues que chez laevigata moins que chez Vollemweideri, qui les a dirigées plus en avant. Les mésonotales sont réduites a de simples dents rétro- versées. Les épines de Pépinotum comme chez Vollenweideri (fig. 1). $. 6,5 mm. Brun rouge, la base du gastre rouge brunátre clair (comme aussi chez $), avec le bord des segments rembrunis. Les deux tiers postérieurs de la téte, les épines du thorax et le gastre sont en- core lisses et luisants, le reste mat, tres finement rugueux-réticulé. Les lobes occipitaux ont une petite dent, plus petite que chez les ? Vollenweideri de méme taille, les épines pronotales également plus courtes mais un peu recourbées en avant, celles de Pépinotum plus horizontales. Chez $ polita de méme taille toute la sculpture serait luisante d'apres Emery. 124 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA $. + mm. (téte tHéchie). Gastre et mandibules seuls sont luisants. Les épines postérieures des lobes occipitaux sont aussi fines et longues que les pronotales supérieures. Les angles antérieurs des lobes occi- pitaux ont de petites dents plus faibles que chez 4. Vollenweideri For. Santa Oruz de la Sierra (Lizer et Delétang leg.), VII1-1917. Cette forme est bien plus luisante que la saltensis For. dont les erands exemplaires ont encore la majorité du thorax mat. Je la rat- tache á 4. polita Em. prise comme espece et la place entre Atta Vol- lemueideri For. et Atta laevigata. Fig. 1. — Atta polita Em. v. Lizeri Sants., ouvritre, augm. 6 fois Camponotus (Myrmoturba) Delétangi n. sp. $. Long. 7 mm. Brun rougeátre, les deux tiers postérieurs de la téte 'brun noirátre, tiers antérieur un jaune plus ou moins roussátre. Mandibules, antennes, pattes et écaille, rouge ferrugineux. Gastre noir. Pilosité blanchátre assez longue et abondante sur le corps, plus courte sur la téte, courte sur les joues. Une pelisse (un vert olivátre recouvre le gastre, la pubescence a une direction convergente davant en arriére et plus ou moins ondulée. Sur les cótés du thorax et le devant de la téte la pubescence est grisátre, assez dense, mais ne ca- che pas la sculpture; elle est assez espacée sur le dos du thorax, le reste de la téte et les pattes. Les scapes sont presque elabres. Une frange de faibles piquants sur le bord des tibias postérieurs. Mate. Mandibules et pattes assez luisantes. Densement et finement ponctuée. Quelques gros points le long des arétes frontales, sur Pépis- QUELQUES NOUVELLES FOURMIS DE BOLIVIE 125 tome et les mandibules. Celles-ci sont plutót tres finement chagrinées. Téte rectangulaire, dun quart plus longue que large; les cótés, _paralleles dans les deux tiers postérieurs, convergent et s'arrondissent dans le tiers antérieur. Bord postérieur concave; les angles bien mat- qués, mais mousses. Yeux aussi grands que le quart des cótés, placés au tiers postérieur. Arétes frontales écartées, leur extré- mité est un peu plus proche de Peeil que de la ligne me- diane. Épistome trapézoidal, caréné et faiblement lobé. Mandibules de 5 dents. Le scape, cylindrique, est dis- tant Pun cinquieme a un dixieme de sa longueur du bord postérieur de la téte. Profil du thorax arqué, a som- met au niveau de la suture épinotale ; il ressemble beau- coup a celui du O. punctulatus Mayr. La face déclive de Vé- pinotum est un peu plus cout- te que la moitié de la basale. Écaille assez épaisse et plus basse que chez €. punctulatus, Fig. 2. — Camponotus (Myrmoturba) elle est convexe devant, Ver. $ Delétangi Sants., augm. 6 fois ticale derriére, avec tous ses bords tres mousses, et le sommet faiblement arqué. Gastre environ le double plus long que large. Longueur de la téte, 2,4 mm., largeur 2 mm., longueur du scape 1,7 mm., du tibia postérieur 2 mm. Pozo del Tigre (Chiquitos) (Lizer et Delétang leg.), sur le sol. Espece voisine de €. punctulatus mais bien distincte par sa pilosité. quí lui donne un aspect de Myrmosericus (fig. 2). Camponotus (Myrmotrix) cingulatus Mayr v. brunneiventris n. var. $. Differe du type de Pespece par la couleur entierement brun foncé du gastre chez la 7% et le plus souvent aussi chez la $”. Quel- quefois celle-ci a deux petites taches jaunes sur le premier segment, 126 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA la lame bordante des segments abdominaux reste jaune. La téte est un peu plus rétrécie derriere chez la “¿. Plus mate que la var. bambu- sarum For. Méme pilosité, etc., que chez le type. Santa Cruz de la Sierra (Lizer et Delétang leg.), VIL, 1917, 7% et $”. Camponotus (Myrmobrachys) canescens Mayr v. antennata n. var. $. 4,5-6 mm. Diftere de la description du type par la couleur rouge du scape et du premier article du funicule. Mandibules rouge sombre Fis. 3. — Camponotus (Myrmobrachys) canescens Mayr v. untennata Sants.. augm. 6 fois et plus luisantes. Pilosité dressée, blanche, abondante sur le thorax, plus courte et plus rare sut le gastre. Cótés de la téte glabres, quel- ques courts poils aux joues. Seape seylement pubescent. Les pattes ont une pilosité oblique assez courte. Les cótés du gastre et les appen- dices sont assez luisants, le reste mat ou submat, densement ponctué «avec des points piliferes. Bord postérieur de la téte droit, cótés peu convexes et pas tres convergents en avant. Pour le reste, comme la description du type que je ne connais pas en nature (fig. 3). S'. Long. 5,5 mm., couleur de la $ type; noir, tarses bruns avec la méme pilosité blanche. Rio Ivari, 6-5 X-1917 (Lizer et Delétang leg.). Je Vai aussi recue, par Forel, de Costarica (Tondiez), sous le nom de €. canescens Mayr. LAS GRANDES OBRAS DE SANEAMIENTO DE LA CAPITAL FEDERAL CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA DESDE WILDE HASTA SU DESEMBOCADURA EN EL RÍO (1) POR EL INGENIERO ROGELIO EIRIZ SEQUEIROS - Invitada por la Junta Directiva de nuestra asociación, la Dirección de las Obras sanitarias de la Nación autorizó al señor ingeniero Eiriz Sequeiros para dar la conferencia que va en seguida. - Hizo acto de presencia el señor ministro de Obras públicas, doctor Pablo Torello, acompañado del doctor ingeniero Manuel R. Candioti y otros altos empleados de la repartición. El señor presidente, ingeniero Barabino, abrió el acto con las siguientes palabras : : Señor ministro de Obras públicas, Señoras, Señores : Celebramos esta nothe la tercera conferencia, diré oficial, de la serie co- rrespondiente al año en curso. Tiene la buena condición de desarrollarse en un campo diverso de las anteriores, constituyendo una oportuna variedad en los temas por tratar, factor de importancia para despertar el interés público, a la vez que lójicamente necesario en una institución como la nues- tra cuyo programa de alta cultura abarca las múltiples ciencias que forman la, sabiduría humana. En la realización de esta conferencia ha intervenido un hecho importante que me complazco en hacer resaltar ante vosotros. (1) Conferencia dada en la Sociedad Científica Argentina el 22 de octubre de Eo: : 128 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA La Junta directiva de la Sociedad Científica Arjentina, teniendo en cuen- ta la importancia, no sólo técnica i económica, sino que también hijiénica, de las obras de salubridad, realizadas y por realizar aún en nuestro país, se propuso popularizar su conocimiento mediante conferencias, como la que tiene lugar esta noche, a cuyo efecto elevó al señor ministro de Obras pú- blicas, doctor Pablo Torello, la siguiente nota : « Señor ministro de Obras públicas de la Nación, doctor Pablo Torello. 5) «La importante repartición de Obras sanitarias, que depende del Minis- terio de su digno cargo, está constituída, por la múltiple naturaleza de sus funciones, por un selecto núcleo de profesionales especialistas que hacen es- tudios, verifican ensayos y realizan obras cuyo conocimiento interesa tanto _a los hombres de ciencia, como a los profesionales de la construcción ; pero esta producción intelectual, experimental y constructiva, debido a la ine- vitablemente lenta tramitación, sólo trasciende al público cuando aparecen las memorias de la repartición, vale decir, un año, sino más, desde el mo- mento en que se produjeron, lo que importa una pérdida real de tiempo, sumamente inconveniente. «En tal virtud, la Sociedad Científica Argentina, que me honro en presi- dir, se permite solicitar de V. E. quiera servirse indicar a la Dirección ge- neral de la mentada repartición, la conveniencia que habría en comunicar oportunamente al público aquellos trabajos que, a juicio de la misma, pue- lan interesar a los profesionales, mediante conferencias por dar en el local . de nuestra institución, que lo ofrece muy gustosa. «Esperando que el señor Ministro, se servirá acceder a un pedido tan con- veniente de la Sociedad Científica Argentina, me es grato saludarle con mi consideración más distinguida». El señor Ministro, impuesto de nuestra solicitud, contestó en Jos siguien- tes términos: - $ mic, RAYA Fig. 6. — Sección de la ribera. Construcción de la cámara de enlace no de fundación para el conducto, el cual quedó empotrado en ella. Dada la rigidez de las tablestacas, por el gran momento de inercia que adquiere su conjunto ensamblado, no fué necesario el empleo de numerosos apuntalamientos; por el contrario sólo se requerían dos : uno robusto con piezas de 050 por 050, que se colocaba a un nivel algo superior al trasdós del conducto, quedando así libre todo el espa- cio que éste ocuparía, lo cual significaba una gran comodidad cons- tructiva, y otro más sencillo, que se colocaba en la parte superior de los tablestacados. En este sentido las tablestacas metálicas prestaron muy buenos servicios. El agua de filtración subterránea fué en general poca. Un sistema 110 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA de drenajes, que se techaban con ladrillos o se rellenaban con piedra rota, la recogía y la llevaba a los pozos de bomba, que se excavaron inmediatamente a los costados del conducto, espaciándolos de 20 a 25 metros según las necesidades. Una vez refinada la excavación se procedía a colocar las armaduras del invertido. Luego se colocaba una capa de piedra rota de 4 centíme- tros de espesor, en todo el fondo de la excavación, destinada a actuar como drenaje superficial, estimándose que dos de los cuatro centíme- Fig. 7. — Sección de la ribera. Armaduras del conducto de hormigón tros se incorporarían al hormigón, durante el apisonado, quedando los otros dos libres para el escurrimiento del agua subterránea, Así pre- parado, se lavaba el conjunto mediante mangueras con agua a presión, quedando todo listo para comenzar la colocación del hormigón. Pasaré por alto los detalles de la construcción del conducto en sí mismo, por temor de abusar de vuestra amable atención, y por ser, por otra parte, fácilmente concebibles; me detendré sin embargo en en algunos de ellos. ; El sistema del encofrado fué muy sencillo; el del intradós de la bóveda se componía de una serie de arcos de hierro, con unión a bulo- nes en la clave para facilitar el descimbrado, sobre los cuales apoya- CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 141 ban las planchas de madera que constituían el molde. Los arcos metálicos apoyaban sus pies sobre el encofrado de las curvas de naci- miento de la bóveda, el cual se hizo especialmente resistente, colo- cándoselo con toda atención, pues servía de base para el resto del encofrado. Un apuntalamiento vertical, según el eje del conducto, sosteniendo todas las claves de los arcos metálicos, contribuía a la mayor rigidez, evitando toda deformación. La cara de los moldes en contacto con el hormigón, fué bien cepilla- car E | Y PA Fig. S. — Sección de la ribera. Vista general da, no usándose en ninguna parte que posteriormente hubiese que revocar, el engrase o aceitado, por conceptuarse perjudicial a la adherencia del revoque. El desencofrado se hacía a los cinco días para los moldes del intra- dós ; no así para los del trasdós, cuya misión siendo únicamente con- tener el hormigón durante su fraguado, fueron retirados normalmente después de los dos días. La superficie interna era prolijamente picada, raspada y lavada para aplicarle un revoque hidráulico de proporción uno a dos en volu- men, con un espesor mínimo de 15 milímetros, que se terminaba con un perfecto alisado hecho con cemento puro. 142 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA La ataguía perimetral que constituyó la defensa del lugar de tra- bajo en el río, se formó con dos tablestacados metálicos Larssen, clavados con una separación de 2*80, afianzados entre sí por apunta- lamientos y pasadores de hierro, siendo rellenado el espacio entre ellos comprendido, con barro impermeable. A pesar de su robustez y de la ejecución cuidadosa en todos sus detalles, hubo que lamentar dos inundaciones de los trabajos provo- cadas por violentos temporales. Fig. 9. — Sección de la ribera. Construcción de las ataguías de defensa La primera se produjo el 29 de agosto de 1918, a consecuencia de una fuerte tormenta en el río, coincidente con aguas altas hasta la cota 13”00 (1”50 sobre el cero del Riachuelo), e inundó totalmente el ' conducto construído, hasta la cámara de enlace, por hallarse todavía inconcluso el cierre transversal extremo de las ataguías, cuyos apun- talamientos cedieron, deshaciéndose en un trecho el tablestacado, con la consiguiente pérdida del relleno, lo que motivó la inundación por filtraciones a través de las tablestacas, y por los fuertes golpes de agua que pasaban por encima de las ataguías, pues las olas eran de más de dos metros de altura, alcanzando las rompientes a seis y siete me- tros, llegando hasta el techo de la casilla de válvulas de la cloaca vieja. CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 143 De la violencia de este temporal, que también causó perjuicios en las obras de la sección subtluvial, da idea el hecho de haberse dobla- do y roto cuatro tablestacas Larssen tipo pesado, de las hincadas aisladamente para el puente de servicio, por el embate de las olas. La segunda inundación se produjo por las tormentas que sobrevi- nieron al mes siguiente, el 27, 25 y 29 de septiembre, de gran violen- cia, coincidentes con crecientes extraordinarias que alcanzaron la cota 1435 (285 sobre el cero del Riachuelo), durante la noche del Fig. 10. — Sección de la ribera. Vista general 29. El 28 ya los trabajos comenzaron a inundarse, y en vista de la vio- lencia creciente del temporal y de las aguas, cada vez más altas, se deci- dió provocar la inundación total, a fin de contrarrestar en lo posible las grandes presiones a que estaban sometidos los ataguías y apunta- lamientos y que amenazaban su destrucción, con lo cual se consiguió que resistieran sin mayores desperfectos durante el resto del temporal. A parte de éstos, hubo que soportar otros que no afectaron tanto la obra en la ribera, ya sea por coincidir con aguas bajas o medias del río, o por hallarse los trabajos en su desarrollo más hacia tierra. La ejecución de esta sección estuvo a cargo de la Compañía Gene- ral de obras públicas (5. A.). - 144 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA 3. — SECCIÓN SUBFLUVIAL Está constituida por 1065 metros de conducto construído bajo el río, de los cuales los 150 primeros lo fueron en la forma descrita para la sección anterior. Los 915 metros terminales se ejecutaron mediante conductos flotantes construídos sobre un varadero en la Fig. 11. — Sección subfluvial. Tipo de los conductos flotantes playa, los cuales, lanzados al agua, eran remolcados a flote hasta el lugar de su hundimiento, efectuándose éste en un canal previamente dragado, en cuyo fondo se los asentaba sobre cimientos especiales y se los unía al precedentemente colocado, siendo estas operaciones efectuadas bajo el agua, por medio de buzos, y contraloreadas desde la superficie con dispositivos adecuados. Los conductos flotantes se construyeron en número de 61, siendo sus dimensiones : 1520 de largo por 570 de ancho y 4 metros de al- tura, con extremos a espiga y enchufe de 020 de profundidad, por lo cual una vez enchufados su longitud útil se reduce a 15 metros. Su sección interior libre es exactamente igual a la de la sección CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 145 de la Ribera, pero exteriormente es muy distinta, de acuerdo con la forma de construcción de estos conductos y los esfuerzos a so- portar. | Longitudinalmente, según su eje, están dotados de una fuerte ner- vadura, que hace las funciones de quilla y transversalmente constan de seis zonas nervadas que desempeñan el papel de cuadernas y que absorben los esfuerzos que les trasmiten las losas de bóveda e inver- tido, continuándose inferiormente en pies derechos, que terminan Fig. 12. — Sección subfluvial. Vista general del varadero horizontalmente para asentar sobre los cimientos en el fondo del canal. Las nervaduras extremas difieren de las intermedias en que son cuadradas superiormente, constituyendo un tabique completo con rebordes laterales que, junto con el homólogo del conducto.siguiente forman una caja o espacio cerrado alrededor de las juntas. A la espiga y enchufe de unión se les ha dado forma cónica para facilitar su compenetración. El espesor de la losa del invertido es de 175 centímetros, siendo el de la bóveda de 15 centímetros. Cada conducto así formado pesa 124 toneladas y con sus extremos AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 11 146 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA cerrados ocupa un volumen de 183 metros cúbicos. Lanzándolo al agua flota en ella, de la cual emerge alrededor de 1”40. y El varadero fué construído en la playa inmediata, sobre un pilotaje de madera dura, con eapacidad para permitir la existencia simultá- “nea de 16 conductos, en los distintos períodos de construcción y esta- cionamiento, disponiéndose la ejecución de ellos en 4 filas paralelas a la ribera, de 4 conductos cada una. Las botaduras se efectuaron de costado y la pendiente asignada a - Fig. 13. — Sección subfiuvial. Armaduras del invertido de un conducto flotante las guías de lanzamiento fué de 15 centímetros por metro, que resultó en la práctica muy suficiente. Sobre estas últimas deslizaban los conductos, hasta el momento en que, por su desplazamiento, se des- prendían de las guías quedando a flote, para lo cual se requería una profundidad de 3 metros de agua, que se obtuvo por dragado. Para distribuir convenientemente el hormigón en los 16 lugares de construcción, se levantó un puente de madera, transversal al varade- ro, abarcándolo en todo su ancho, dotado en su parte superior con cuatro tolvas y caños de hierro flexibles, en correspondencia vertical las 4 filas longitudinales de conductos. Un ascensor elevaba hasta la plataforma las vagonetas con el hormigón, distribuyéndose hasta CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 147 las tolvas por medio de vías Decauville. El conjunto del ascensor y puente corría sobre rieles, de punta a punta del varadero, ocupando su- cesivamente la posición de las cuatro filas transversales de conductos. Descrita a grandes rasgos, la construcción de un conducto se efectuaba en la siguiente forma : comenzaba por colocarse el encofra- do del invertido o fondo y contemporáneamente las armaduras en él contenidas, terminado lo cual se procedía a hormigonarlo de una sola vez y en un mismo día, hasta las curvas de identificación con la Fig. 14. — Sección subfluvial. Detalle de los encofrados de los conductos bóveda, inclusives. Luego se colocaba el encofrado y las armaduras de esta última, y se la hormigonaba totalmente también en un día, de modo que en un conducto sólo había dos hormigones de distinta épo- ca de fragiie. La ejecución de los conductos por grupos de a cuatro, permitió la construcción normal de uno de ellos en 5 días y a veces hasta en un mínimo de 4. El desencofrado se hacía transcurridos cuatro días para los moldes del trasdós de la bóveda, y de los extremos de espiga y enchufe; y después de ocho días para los encofrados del intradós de la bóveda y de todo el invertido, siendo los de este último retirados sin afee- 148 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA tar los apuntalamientos que soportaban el conjunto del conducto. Antes de efectuar su lanzamiento, se los estacionaba durante un mes, en cuyo transcurso se completaba su construcción, aplicándole en toda la sección interna un revoque hidráulico, de proporción 1: 9 y de 15 milímetros de espesor. Para la flotabilidad de los conductos se procedía a cerrar sus extre- mos con fuertes tapas provisorias de madera, herméticas, dotadas de las válvulas y dispositivos necesarios para permitir las operaciones de en 19-10: 1947. Fig. 15. — Sección subiiuvial. Tapas de madera provisorias de los conductos inundación o desagotamiento que su fondeo, provisorio o definitivo en el río, requerían. Para su botadura se retiraban todos los puntales, gravitando enton- ces los conductos sobre zapatas de deslizamiento que corrían por dos guías que al efecto se engrasaban abundantemente. Llegado el momen- to oportuno para efectuar la operación, era necesario vencer el estado de inercia, por medio de gatos, con ayuda de los cuales se iniciaba el movimiento que, lento al principio, aumentaba rápidamente, a tal pun- to que los conductos que ocupaban los lugares más altos del varade- ro, y que por lo tanto tenían un mayor camino a recorrer, dejaban las guías humeantes, lanzando llamaradas. CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 149 Los lanzamientos se efectuaban cuando el río se presentaba propi- cio para la operación, o sea con aguas altas ordinarias y bastante tran- quilas, condiciones que no ocurrían a menudo simultáneamente, como era preciso. En este sentido, la agitación casi continua de las aguas y su régimen de mareas variabilísimo y de difícil previsión, motivaron que los lanzamientos que, por grupos de a cuatro, se hubieran podido efectuar periódicamente cada 18 6 20 días, no pudiesen producirse con la regularidad deseada. Fis. 16. — Sección subfluvial. Vista general Esta operación constituyó una prueba severa de la buena construc- ción de los conductos, no habiendo que lamentar ningún fracaso, a pesar que algunos de los 61 lanzamientos se produjeron en forma ac- cidentada, que seguramente habrá determinado el desarrollo de esfuer” zos superiores a los calculados para la estructura, sin por ello haberse producido la más mínima rajadura. La colocación de los conductos se efectuó en el fondo de un canal previamente dragado en el lecho del río, mediante el empleo de una draga flotante a cangilones. Excepto una capa de barro negro, el ma- terial a excavar estaba constituído por tierra dura, colorada o verde, y tosca petrificada. 150 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA El dragado del barro no ofreció ninguna dificultad; no así cuando se comenzó a excavar las formaciones duras, para las cuales hubo que armar con garfios varios cangilones, para iniciar su ruptura. En ellas el rendimiento de la draga fué pequeño, pues debía trabajar con todo vénero de precauciones y sufrir continuas reparaciones. El ancho del canal fué fijado para permitir, además de la colocación del conducto, la de las tablestacas del puente de servicio y el espacio necesario para circulación de los buzos. La profundidad varió entre Fig. 17. — Sección subfluvial. Puente de servicio sobre el canal dragado 650 y 10 metros para río en aguas medias ordinarias. Su fondo se re- cortaba lo más plano posible y con una profundidad de 15 a 20 centí- metros mayor que el plano de asiento de los conductos, para permitir la ejecución de los cimientos transversales de hormigón. Para obtener buenos resultados, dada la exactitud que requería este trabajo, primero se dragaba en bruto el canal, suspendiendo 30 centí- metros antes de llegar al fondo. Posteriormente y aprovechando sólo las horas de río tranquilo, se procedía a recortar estos últimos con toda precaución, consiguiéndose así que las desigualdades de fondo cons- tatadas, lo fueran dentro de los límites previstos. Las necesidades de la construcción y las inter nup CiOueS que ésta CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA od continuamente sufría, a consecuencia del estado inadecuado del río para los trabajos, inotivaban el transcurso de tres meses entre la ter- minación de una sección del canal y el fondeo de los correspondientes conductos. Durante todo este tiempo el primero se rellenaba conside- rablemente de barro, arena y basura cloacal. El retirar estos rellenos de un canal, en el cual por ya estar cons- truído el puente de servicio no podía volver a trabajar la draga, cons- tituyó una de las pesadillas de la construcción, y si bien es cierto que Fis. 158. — Sección subfiuvial. Carros para fondeo y cimentación de los conductos ella fué resuelta en forma satisfactoria, no lo es menos que la solución se obtuvo después de ensayar varios medios que requirieron tiempo y dinero.- Sobre el canal dragado se levantó un puente de servicio, constituí- do por tablestacas metálicas Larssen, tipo pesado, que clavadas ais- ladamente, en dos filas paralelas al eje del canal, desempeñaban las funciones de pilotes. La longitud de las tablestacas varió entre 12 y 15 metros, y se hin- caron en las formaciones duras del fondo del canal desde 1”50 hasta 350, según su consistencia, por medio de un martinete a vapor flo- tante, con martillo de 1000 kilogramos de peso, y se recortaban supe- 152 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA riormente al mismo nivel por medio del soplete al oxi-acetileno, para dar un apoyo nivelado a las vigas del puente. Sobre éstas, corrían rieles por los cuales rodaban los carros para fondeo y hormigonaje de los conductos, y el de limpieza del fondo del canal. A un costado de éste y fuera de él se clavó una tercera fila de tablestacas para aumentar la rigidez transversal del puente de ser- vicio. El carro-grúa para el fondeo de los conductos estaba dotado de cua- tro grandes aparejos de 40 toneladas cada uno que, en grupos de a dos, soportaban las cintas que abrazaban y suspendían el conducto duran- te su hundimiento. Estos aparejos eran accionados por 4 guinches y un quinto lo hacía sobre el aparejo que producía las tracciones para el enchufado de los conductos. El carro de hormigonaje constaba de una plataforma central y dos tolvas laterales que se continuaban con caños telescópicos hasta el fondo del canal; un puente superior permitía suspender las zorras con hormigón, descargándolas directamente sobre la plataforma. Después del lanzamiento los conductos eran remolcados río afue- ra, depositándolos provisionalmente en lugares de fondo conveniente, para disponer de ellos en oportunidad. Teóricamente, lanzado un conducto debía ser remolcado, metido bajo el puente de servicio y fondeado en su lugar definitivo, pero esta : marcha ideal de la construeción sólo pudo conseguirse en muy conta- das ocasiones, pues para la mayoría de los conductos lanzados no fué posible fondearlos inmediatamente, por múltiples causas. Así pues, en presencia de esta imposibilidad se los fondeaba provisionalmente, abriendo las válvulas de inundación y dejando que reposasen en el lecho del río. Cuando por la tranquilidad de las aguas se decidía la colocación de un conducto en su lugar definitivo, se comenzaba por ponerlo a flote, a cuyo efecto se lo desagotaba mediante planteles de bombeo flotan- tes. El momento preciso en que desprendiéndose del fondo queda « flote un conducto, ha podido por una rara coincidencia, ser tomado en una vista cinematográfica. Ya a flote se lo remolcaba hasta ponerlo bajo el puente de servicio, por entre las filas de tablestacas, hasta su lugar de fondeo. En corres- pondencia vertical con éste, se disponía el carro-grúa, del cual se sus- pendía el conducto por medio de dos cintas de acero que, abrazándolo inferiormente por dos de sus Zonas nervadas transversales, termina- ban en los grandes aparejos. k CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 153 Ya colocadas las cintas, se provocaba la entrada paulatina del agua en el conducto, hasta cuando el peso de la introducida era algo supe- rior a su desplazamiento, con lo cual, perdiendo la flotabilidad, gravi- «taba sobre los aparejos. En este punto se cerraban las entradas de agua, para no cargar inú- tilmente estos últimos y se procedía a bajar el conducto hasta el fondo del canal, en el cual se lo dejaba descansar. El descenso se efectuaba siempre de modo que quedase separado Fig. 19. — Sección subtluvial. Conducto a flote alrededor de un metro, del conducto precedentemente colocado, con objeto de permitir las maniobras de los buzos para extraer las tapas provisorias, separación que se hacía desaparecer una vez retiradas éstas. Ya en contacto con el citado conducto, se lo levantaba hasta que su espiga quedase centrada con el enchufe correspondiente, valiéndose, para obtener este resultado, de miras especiales y de las indicaciones de los buzos, que revisaban exterior e interiormente la centración de los conductos. ] Cuando ésta se conseguía, se ejercía por intermedio del gancho de enchufe una tracción horizontal, sobre el conducto suspendido, con un 154 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA aparejo cuyo punto fijo se amarraba en el conducto precedentemente fondeado, consiguiéndose así la penetración de la espiga en el enchufe, que se controlaba desde la superficie y más exactamente por la ins- pección de los buzos en el interior de la junta. A esta altura de la operación se procedía a colocar el extremo de enchufe en su línea y nivel exactos, dado que para el de espiga estos elementos ya quedaban determinados por su penetración en el enchu- fe anterior. Terminadas estas operaciones, que se fiscalizaban con miras indi- cadoras hasta el puente, sobre el cual acusaban los movimientos del conducto, se calzaban sus extremos con grandes trozos de madera dura, fuertemente acuñados y se aflojaban las cintas de acero de modo que el conducto gravitase sobre ellos. En la colocación de estos calces se preveía un asentamiento de 2 a 3 centímetros, para cuya constatación quedaban puestas las miras hasta el día siguiente. así como también las cintas de acero, por si era necesario removerlo. Si esto no ocurría, que era lo normal, se proce- día a retirarlas, quedando el conducto listo para ser cimentado. Los cimientos de cada conducto consisten en cinco fajas transver- sales de hormigón, ejecutadas en correspondencia con las zonas ner- vadas, de modo a macizar el espacio entre las dos nervaduras de una misma zona, y la luz entre el conducto y el fondo del canal. El hormigón, de proporción 1: 3: 4, se colocaba en este último, mediante tubos telescópicos que se iban levantando a medida que se producía el relleno. El material así colocado se esparcía Hbremente en el fondo, disponiéndose aproximadamente con taludes 1 : 1, sin lavarse en forma apreciable, por la tranquilidad de las aguas en la parte inferior del canal, quedando la parte restante del hormigón, con- . tenida entre las nervaduras y un encofrado de madera apropiado, co- locado con buzo, en canaletas dejadas al «efecto en la estructura del conducto. : En caso de una agitación mayor que mediana, en el río, no se eje- cutaba esta clase de trabajos por transmitirse el movimiento de las aguas hasta el fondo del canal, lo que ocasionaría el lavado de las mezclas que se colocasen. Al compenetrarse dos conductos para efectuar su unión, las pare- des cuadradas de los extremos de ambos, se aproximaban de modo a dejar sólo una luz de 4 centímetros entre los rebordes laterales, espacio que se interceptaba con un cierre elástico de madera colocado y acu- nado exteriormente por los buzos. En esta forma venía a quedar la CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 155 junta cerrada lateralmente entre paredes que formaban una caja a su alrededor, destinada a ser rellenada con mezcla hidráulica. Compenetrada la espiga en el enchufe, quedaba una luz de 1.5 cen- tímetros en el perímetro del invertido y 1 centímetro en el de la bó-- veda. Para cerrar toda vía de escape a la mezcla que posteriormente se colocaba alrededor de la junta, estas luces eran calafateadas con cáñiamo o soga destrenzada, operación que era ejecutada, naturalmen- te, por buzos. La mezcla hidráulica empleada en el relleno estaba constituida, en la cuarta parte inferior, por hormigón de proporción 1: 2): 2) y en los tres cuartos superiores, por mortero 1 : 2, de arena gruesa. La co- locación de estos materiales se efectuaba con los mismos elementos e iguales precauciones, ya citados para la ejecución de los cimientos. A medida que iban quedando terminadas las juntas se podía pro- ceder al relleno del canal, alrededor y encima del conducto, hasta res- tituir el perfil natural del río, para lo cual se utilizaba el material proveniente del dragado que más adelante se efectuaba para la aper- tura del mismo canal. Las chatas cargadas con material dragado se situaban sobre el eje del conducto y descargaban por compuertas de fondo sobre él. La ca- pacidad efectiva de cada chata era de 85 metros cúbicos de material compuesto de barro y arena o tierra colorada y tosca, según el lugar de trabajo de la draga. La acción dinámica del río sobre el relleno, ha sido tal que en las bajantes extraordinarias que pusieron al descubierto su lecho en la parte del trayecto del conducto más cercana a la ribera, no existe ningún indicio del canal que un año antes se abrió para su colocación. La continuidad de los fondos y de la playa son perfectas, no habiendo quedado en el lecho del río otra cosa que la parte emergente que, en el extremo del conducto constituye su desembocadura. Esta se halla constituída por un conducto de tipo análogo a los ya . descriptos, difiriendo de ellos en que tiene un ramal vertical central, de sección rectangular, que emerge del fondo del río, para expeler los líquidos cloacales. Su forma especial y su peso total de 160 tone- ladas, hicieron particularmente difíciles su lanzamiento, conducción a flote y fondeo. Los estudios efectuados anteriormente a la construcción indicaron la conveniencia de ubicarla en el lugar donde se lo ha hecho, pues los fondos del río están constituídos por un afloramiento del terreno duro, formado por arcilla verde y tosca, afloramiento que continúa 7 156 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA más allá de la distancia abarcada por los estudios, y que está exento de depósitos de arena, barro o materia cloacal, debido a las corrien- tes que se establecen en esta parte del río y que limpian continua- mente su fondo. Por otra parte, se alcanzan ampliamente las aguas hondas, puesto que los sondajes que se efectuaron hasta 1600 metros más hacia río adentro, demostraron que no aumentan las profundidades, habiendo más bien tendencia a una pequeña diminución. Fije. 20. — Sección subfluvial. Vista del conducto de desembocadura en el varadero Sin embargo, dado que su capacidad ha sido calculada para una población de 3.500.000 habitantes, cifra superior al doble de la que actualmente cuenta la Capital federal, la Dirección técnica de las Obras Sanitarias estimando que cuando dicha capacidad máxima fuese alcanzada, el volumen de líquidos cloacales arrojados al río podría ser tal que se concéptuase necesario, por razones higiénicas, que ac- tualmente no existen, llevar aún más hacia río adentro la desembo- cadura, proyectó el extremo del conducto de modo a permitir una fu- tura prolongación sin interrumpir su funcionamiento, y así quedó ejecutado. Es casi ocioso agregar que trabajos y operaciones de la índole des- CONSTRUCCIÓN DE LA NUEVA CLOACA MÁXIMA 157 erita, tanto en su conjunto como individualmente, están supedita- dos a un estado del río apropiado para su ejecución, estado que, des- graciadamente, más que por norma, se presenta por excepción en el Río de la Plata. En este sentido hubo que luchar con verdaderas dificultades, sien- do altamente satisfactorio consignar que la Compañía general de obras públicas, a cuyo cargo estuvo la ejecución de los trabajos, no omitió esfuerzo alguno para vencerlas o atenuarlas. Es en obras de tal gé- nero donde se pone a prueba la capacidad técnica y financiera de una empresa contratista, habiéndolo hecho la compañía citada, en una forma enteramente de acuerdo con su bien cimentado prestigio. Las pruebas de recepción a que fué sometido el conducto satisfa- cieron por completo, a tal punto que se puede calificar de éxito la ejecución de este trabajo. Al dar por terminada la descripción de las obras que en su conjunto constituyen el mayor emisor cloacal de Sud América, sólo me resta expresar el deseo que esta disertación sirva como complemento expli- cativo y aclaratorio de la vista cinematográfica que inmediatamente se exhibirá; la una sin la otra creo que resultarían incompletas, y en el anhelo de que tal no sucediera no he vacilado en ocupar esta hon- rosa tribuna. Buenos Aires, octubre de 1919. LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA CONFERENCIA DADA EN LOS SALONES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA LA NOCHE DEL 12 DE ABRIL DE 1920 (1) POR EL DOCTOR JUAN B. GONZÁLEZ Ex Consejero de la Facultad de medicina de Buenos Ajres y profesor suplente de la misma SUMARIO. — Introducción. Esbozo del estado actual de la cuestión universitaria. Ventajas e inconvenientes de la última reforma : compromiso moral de los ar- gentinos cultos, de cooperar a su solución. Propósitos morales y medidas for- males capaces de contribuir a su solución. Necesidad de que aquellos propósitos y estas medidas, lleven la fuerza de opinión de un congreso amplio o de una encuesta del mismo carácter. Los propósitos morales hallaríanse representados por ideales filosóficos, sociales, éticos, políticos y económicos, y las medidas formales, por la autonomía uni- versitaria, el carácter de la acción docente, los métodos didácticos, las rentas universitarias, la ley Avellaneda, la correlación de los estudios, el mejor cono- - eimiento de la historia de la evolución de los colegios, de las universidades ar- gentinas, el gobierno de la enseñanza secundaria, la observación del gobierno universitario actual, etc. Necesidad, además, de estudiar nuestra constitución moral para legislar con el propósito firme de fomentar lo bueno y corregir lo malo. Ningún argentino consciente de su compromiso con nuestros ideales nacionales, tiene derecho a aceptar la fatalidad de nuestros males, para excusarse de cooperar a la solu- ción de la cuestión universitaria. (1) A esta conferencia fueron especialmente invitados : el señor ministro de Instrucción pública; los señores rectores y decanos de todas las universidades argentinas y por su intermedio, los respectivos consejos; los presidentes de las principales asociaciones culturales, ete. LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 159 Antes de empezar su conferencia, el doctor González se refirió a la muerte del joven Viera expresándose más o menos en los siguientes términos al respecto. «En verdad, que en los antecedentes de esta conferencia no entró el aten- tado de La Plata, cuya víctima, flor del martirio, ha pagado con la vida el derecho de no pensar como todos o de obrar como pensaba. « Gran aflicción debiera causar a la sociedad, considerar este atentado si- quiera sea como una excepción dentro de sus costumbres ; pero, no es una ex- cepción, sino un caso más, de aquéllos con los cuales se han honrado sien- pre el carácter y la libertad de pensar. Consúelense entonces, hasta donde sea posible, sus padres angustiados, y consúelese la sociedad, pensando que si este niño era un predestinado al sacrificio por la libertad, lo mismo que ha caído hoy, hubiera caído mañana ; lo importante es caer siempre por la misma causa. « La sociedad, como ha hecho siempre con sus mártires, levantará un bron- ce en su recuerdo y la gloria le tejerá una eterna corona de nomeolvides. » Al terminar estas palabras, el orador invitó a los presentes a ponerse de pié en señal de protesta por el bárbaro atentado y en homenaje a la memo- via del joven David Viera. El público se puso de pie, y el doctor González pasó a ocuparse inmedia- tamente de su conferencia. - Señoras, Señores : Ante todo debo pediros, que no os dispongáis a escuchar esta no- che una conferencia de corte académico, ni una conferencia de vulga- rización, ni de propaganda, ni siquiera una conferencia, sino una sim- ple conversación sobre la cuestión universitaria, que no tendrá otro mérito que el de traducir la sincera preocupación que nos causan estos desórdenes en las esferas del elemento que por su cultura debiera constituir el exponente de orden y moderación del país, ni otro pro- pósito que expresar en cualquier forma, una serie de sugestiones a las cuales atribuyo alguna importancia en la solución del problema que estos desórdenes plantean, y que, por lo mismo, merecen ser estudia- dos con alguna atención. Debo decir, también, que en la determinación de expresar pública- mente estas ideas, han influído decisivamente en mi ánimo los nobles propósitos que inspiran el programa de trabajos de esta asociación y que consisten, hoy como ayer, en estudiar y cooperar a la solución de problemas de orden general y desinteresado que se relacionen con los progresos del país. Las conversaciones privadas tenidas con algunos 160 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA de sus miembros representativos por otra parte, me han convencido de que el tema resultaba simpático a la institución en cuanto se pro- ponía contribuir a la solución de un asunto de vital importancia para nuestra vida intelectual y moral. He ahí el origen y el objeto lejano, respectivamente, de esta conversación. Entremos en materia. Nadie podrá negar sinceramente que en nues- tro país existe una cuestión universitaria planteada por un persistente malestar complejo, del cual las huelgas estudiantiles, muchas veces con carácter de ultimatum, son sus manifestaciones más salientes. Nadie ignora, tampoco, que la reciente reformaiba dirigida a suprimir muchas de las causas que ocasionaban dicho malestar, sobre todo, posi- blemente, aquéllas que dependían de la falta de participación en el go- bierno universitario, de todos los que trabajan en servir sus intereses. Nadie ignora, tampoco, que esta reforma, si bien ha remediado algu- nos de los males que la inspiraron, también ha originado otros no menos graves, cuya solución y fin es difícil prever. Por otra parte, es igualmente cierto que ha dado origen a fenómenos nuevos, que deben ser estudiados con prudencia y medidos con parsimonia, para atribuit- les su justo valor y evitar que nos induzcan en errores lamentables. Nadie negará, tampoco, la inmensa influencia de la acción univer- sitaria sobre la cultura del país, ni que podría llegar a ser decisiva en su progreso general, si se la dirigiera con habilidad y prudencia. Nadie ignora, por último, que a pesar de todas estas circunstancias, que confieren a la cuestión que nos ocupa una gran importancia, ésta no ha sido tratada todavía con la fuerza de opinión y expresión de voluntades que deben cimentarla en el momento actual de nuestra evolución. Por otra parte, creo que ningún hombre culto, con la conciencia clara de su responsabilidad, podría, ni por despecho, ni por pesimismo, ni'aún por su propia conveniencia, invocar razones valederas para abstenerse de colaborar en la tarea de orientar la educación superior de su país. E Estas son circunstancias que me han determinado a tratar este tema, para llevarlo, si es posible, a un terreno neutral y completamente tranquilo a fin de que la opinión de los hombres preparados se deje oír y se traduzca en conclusiones o aspiraciones concretas, que lleven la fuerza de opinión y la expresión de voluntades de que hablábamos hace un momento y de las cuales carece la inayor parte de las medi- das que hasta ahora se ha arbitrado para remediarlas. Pues creemos que ese estudio, lo mismo que las conclusiones que serán su COnse- LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 161 cuencia, empiezan a imponerse con carácter urgente para que sirvan de teoría al tratamiento que sin duda habrá que instituir tan pronto como el actual estado agudo que enmascara los verdaderos síntomas del mal y obscurecen su exacta patogenia, se yugulen. No ha de ser cosa fácil poner en claro las verdaderas causas del conflicto, sin embargo, si nos atenemos exclusivamente a las manifes- taciones actuales de las tendencias en pugna. En efecto, de un lado (el de los estudiantes) se invoca «las nuevas ideas » «el ideal liberal », «el ideal patriótico », a veces, «el ideal de progreso », «la necesidad de dar nuevas normas a los métodos de en- señanza » ; «es necesario renovar los hombres » agregan los partida- rios de las « nuevas ideas ». Del otro lado (el de los maestros que dirigieron hasta ahora la en- señanza superior) se invocaba, en nombre del ideal patriótico, la ne- cesidad del orden y la disciplina como única base del progreso y de la ansiada equidad ; se invocaba el valor positivo de las cosas exis- tentes, para explicar su aparente quietismo. Se hacía presente la res- ponsabilidad del gobierno, para justificar su abstención de participar en cualquiera aventura científico-social ; invocábase, por último, los resultados conocidos de su acción anterior a la época presente, re- velados, decían, en el valer de los hombres que organizaron política y socialmente nuestro país y cuyas ideas fueron bebidas en el ambien- te universitario de aquella época. ¿De qué lado está la justicia? No hay duda que a los estudiantes debe asistir una buena dosis de razón al mismo tiempo que una re- cóndita esperanza de aligerar las condiciones de obtener el título, sin excluir el sincero deseo de adquirir en su profesión, un poco más de preparación práctica, que sin duda asegurará el éxito de aquél. Los anteriores dirigentes, por su parte, habrán sentido constante- mente la necesidad y el deseo de colaborar en el engrandecimiento del país y lo habrán cumplido con frecuencia; pero, es muy probable también que en este propósito se hayan encontrado más de una vez solicitados por intereses de otro orden, que, favorecidos por aquel ré- gimen de fácil estabilidad, habrán desviado sus loables deseos y los sagrados compromisos impuestos por el deber. En efecto, el sistema de elección de los consejos de entonces, ale- 'jaba demasiado la influencia de un núcleo respetable de hombres que colaboraban eficazmente en los progresos de la institución, prolon- gando en cambio, por demasiado tiempo, la de otros que no siempre se habían distinguido por su dedicación ni por sus esfuerzos. AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 12 162 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA El actual Poder ejecutivo por su parte, reconociendo la existencia, de hecho, de tal conflicto y el carácter de algunas de las causas que lo producían, atribuyó la mayor parte de la culpa a los más responsa- bles, y consideró del caso sustituirlos, para lo cual ideó un sistema ori- vinal de gobierno en el cual resultaba invertida la pirámide del orden y de la selección social y por lo mismo, expuesta a múltiples y des- conocidas contingencias. No es esto todo; hay que tener en cuenta, todavía, la influencia del medio, y a tal respecto hay que reconocer que estamos viviendo una época bien extraña sin duda; una época en la cual el valor per- sonal de los hombres, los méritos del sacrificio y el altruísmo de la redención, se hallan relegados a un segundo plano; el primero corres- ponde al peso de los valores inconscientes : como el capital, la como- didad, el sufragio universal, etc., como si aquéllos hubieran perdido parte de su valor, o la opinión hubiera perdido la fe. En efecto, se des- confía de los primeros porque no proporcionan los segundos o se los acepta a condición de que les proporcionen, que resulta lo mismo. Se desconfía a no dudar, de la sinceridad de los sacrificios desinteresa- dos; se duda del altruísmo sin doble fondo. ¿ Y de dónde nace esta desconfianza ? ¿ Cuál es el agente que le da consistencia y fuerza expansiva ? No será muy difícil responder a esta pregunta si la respuesta se busca en el medio ambiente. En efecto, son los hechos quienes engen- dran y difunden dicha desconfianza. Son los hechos los que muestran atodos los que tienen ojos y oídos... y estómago y compromisos de orden sentimental, que el peso de las cosas aplasta y amolda los ca- racteres y las voluntades, como trozos de arcilla, reduciéndolos casi a la condición de fenómenos puramente físicos. - —Nocereo, por otra parte, como lo han creído muchos, que la fatali- dad característica de esta época autorice a pensar que este estado de cosas sea transitorio y que ha de pasar como el torrente cuando se extingue la causa que le da origen, para justificar la indiferencia y el quietismo de los que debemos algunas de las facetas de nuestro es- píritu a esas fuerzas imponderables e invisibles, pero simpáticas y poderosas como los instintos, y superiores en cuanto distinguen y en- noblecen la vida humana, y que se llaman desinterés, amor por el bien común, heroísmo, responsabilidad colectiva, cultura moral, etc. Pero, es el caso, y hay que reconocerlo, que con nuestras cuestio- nes universitarias ocurre desgraciadamente algo parecido a lo que pasa con los ensueños de las donceilas o con las aspiraciones ardientes. LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 163 de los patriotas sentimentales cuya fantasía concibe sin empacho, llena el alma de santa intención tal vez, planes perfectos de felicidad universal, muy especialmente comprendida la propia, cual artistas soñíadores que concibieran un monumento maravilloso capaz de gustar al mundo entero, pero cuyo molde, llegado el momento de ejecutarlo con todos los detalles de capacidad y resistencia, para recibir el bronce de la realidad, o cuando se trata de adquirir el metal de buena ley que ha de llenarlo, o cuando se trata de preparar la colada... y de cargar con todas las consecuencias del posible fracaso, entonces sus lenguas callan y la acción se paraliza hasta el crimen de entregar a los más audaces e irresponsables de todas las ocasiones, la solución de estos importantes problemas. Yo deseo cumplir este deber que he contraído con mi conciencia al aceptar funciones directivas en la enseñanza universitaria de mi país. Dos grandes compromisos pesan actualmente, a mi ver, sobre los hombres que dirigen nuestras universidades : uno, universal, perma- nente y anterior por consiguiente a la reforma, y que consiste en ade- lantar la ciencia y difundir los conocimientos según la definición que Butler da de estas instituciones, y otro, exclusivamente argentino, planteado por la libérrima reforma actual. Este último obliga a que el nuevo sistema, creado para reemplazar al que ha llevado nuestras universidades a la altura en que se encuentran, resulte mejor, tanto por sus progresos científicos y culturales, cuanto por su adaptabili- dad y duración. En efecto, sin preocuparme por ahora de los adelantos científicos y culturales cuyos resultados se apreciarán más tarde, y sin entrar tam- poco a apreciar la reforma en sí, para tomarla solamente como hecho consumado, pienso que dicha reforma para ser completa, debió insti- tuir un sistema que asegurara la última condición, o debió procurar que dicha condición naciera o se desarrollara bajo la influencia de las fuerzas morales de la misma universidad. He ahí un resorte necesario, que ha de resultar eficaz, no solamente para la estabilidad del nuevo régimen sino también para el orden y el progreso de aquélla. Urge entonces, encontrarlo. ¿ Y en qué consistiría ese resorte? ¿Dónde encontraríamos el se- creto de semejante sistema, que llevara al mismo tiempo la convicción de que será capaz de producir tales resultados ? He ahí la cuestión. Autores distinguidos fincan la posibilidad de alcanzar este propósito en medidas de carácter formal, como la insti- tución de la autonomía universitaria, por ejemplo, y otras más que si - 164 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA bien deben tener mucha influencia en las universidades donde rigen, no creo que resulten decisivas en las nuestras, como no creo que se deba exclusivamente a su acción el éxito en aquéllas. Las creo, eso sí, capaces de modificar paulatinamente las causas esenciales de nues- tros males, más nunca de suprimirlas ; pues, estoy persuadido de que fuera de aquellas medidas, hay que reconocer otras de orden superior, como veremos en seguida, a las cuales débese agregar todavía algu- nas más de orden circunstancial, sugeridas por las condiciones de cada medio social y de cada ambiente universitario, debiendo consti- tuir todas, para nosotros, temas de estudio y objeto de opinión auto- rizada antes de adoptarlas. Nosotros clasificaremos estas medidas o factores, en grupos : esen- ciales y de evolución. Los primeros se refieren a fines superiores de la vida humana, y los segundos contribuyen paulatinamente a alcanzar los primeros. a: Los esenciales relaciónanse, en efecto, con nuestra dignidad perso- nal, con nuestro honor profesional, con nuestros ideales nacionales, con nuestro deber de lealtad colectiva y con los deberes de humani- dad; forman por consiguiente, el fundamento de la vida misma, por lo cual resultan para los universitarios tanto más ineludibles cuanto es cierto que su comprensión depende exelusivamente del grado de cul- tura de los hombres. A estos factores, por depender de causas imponderables y comple- jas, les llamaremos ¿deales ; pero bien entendido que no queremos re- ferirnos a esos ideales que Agustín Alvarez denominó irónicamente «latinoamericanos » y que fustigó con tanta eficacia, sino a ¡ideales que significan propósitos o fines humanos y que por lo mismo resultan de un valor real y positivo, puesto que nos enseñan la verdadera teo- . Tía de nuestra conducta práctica que nos pone en feliz relación con nuestros semejantes. Estos propósitos, que deben marcar el fin supe- rior de los estudios académicos, constituyen los ideales universitarios. Estos han sido objeto de especial estudio en algunos países, como Norte América por ejemplo, y han sido formulados después de prolija encuesta entre los elementos capaces de opinar al respecto, en con- clusiones precisas, que han resultado de gran eficacia porque consul- tan el ambiente social del país; el mecanismo político de la nación; las condiciones económicas de su territorio; sus simpáticas tradicio- nes, y multitud de factores biológicos inconscientes pero fatales. Oreo, pues, que para nosotros ha llegado también el momento de formular esos ideales y de preocuparse muy seriamente de cumplirlos. LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 165 Entre los factores de este grupo mencionaremos : los ideales filóso- ficos ; los ideales políticos; los ideales sociales; los ideales éticos y los ideales económicos. Entre los factores de evolución, mencionaremos : la autonomía uni- versitaria; el carácter de la acción docente; los propósitos didácticos; las rentas universitarias ; la ley Avellaneda; la correlación de los es- tudios secundarios y superiores ; el gobierno de la instrucción secun- daria; la historia y la evolución de los colegios secundarios y univer- sidades argentinas, y el gobierno actual de éstas. Al lado de estos factores hemos de mencionar otros de diferente carácter, pero no menos eficaces en el propósito de aproximar a los hombres y de humanizar la enseñanza ; tales serían, por ejemplo, la fiesta anual de todos los universitarios de una misma casa, cualquiera sea su edad y su condición, y el intercambio intelectual. Agreguemos, ahora, algunas ideas sobre cada uno de estos factores, empezando por los del primer grupo. Ideales filosóficos. — Los ideales filosóficos de la enseñanza universi- taria, y también los de la secundaria, constituyen una cuestión de pri- mer orden que debe resolverse cuanto antes para dar rumbo definido a la enseñanza y base sólida al gobierno de la misma, a la vez que consolidar seriamente la disciplina de sus estudios. ¿ Debe ser cien- tifista como en Alemania? ¿O utilitaria como en todos los países lati- noamericanos ? ¿ O debe ser intelectual y moral como en Inglaterra y Norte América ”¿ O democrática, filosófica y humanista como en Fran- cia? ¿O debe ser ecléctica, cientifista y utilitaria ? O dicho en otros términos : un país como el nuestro, que ha adquirido una capacidad de produeción superior a la del consumo ¿tiene derecho a substraerse al deber de producir para la humanidad ? Es decir, en el caso espe- cial de la producción científica ¿ tiene derecho a no producir más que profesionales prácticos y cerrar los ojos al deber de investigar la ver- dad, sin otro propósito que encontrarla ni otro móvil que beneficiar a la humanidad entera? He ahí, pues, una pregunta cuya respuesta debe ser formulada cuanto antes. ¿ Ideales sociales. — Los ideales sociales son aquéllos que consideran los fundamentos de nuestra organización social, como la familia, la propiedad, la distribución de los bienes, la asistencia, la mutualidad, la beneficencia pública y privada, la religión, ete., en relación con la vida universitaria. Estas cuestiones deben estudiarse en detalle y apoyarse en observaciones prácticas para reducirlas a denominadores comunes, fáciles de tener en cuenta o de excluir, según convenga, de 166 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA los antecedentes que han de servir de base a la organización de nues- tras universidades. Ideales políticos. — Los ideales políticos constituyen otro tópico digno de la mayor atención. En efecto, las relaciones entre el estado y la universidad son necesarias, y si se las considera, además, con el criterio práctico que impone la compleja naturaleza de nuestro medio, se reconocerá que dichas relaciones deben resultar convenientes. Estas relaciones deben ser de dos clases: filosóficas y prácticas. Las primeras son puramente espirituales y deben tener por objeto asegurar la armonía entre el régimen político del estado y la tenden- cia cultural superior de sus habitantes. Es así que las leyes de ese estado deben estudiarse, en su forma y en su espíritu, en las respecti- vas facultades de derecho ; es así igualmente, que las relaciones lega- Jes de todas las otras profesiones con el estado y sus habitantes, de- ben adquirirse al mismo tiempo que los conocimientos de la respectiva profesión, lo que quiere decir que se deben adquirir en las mismas uni- versidades, de donde resulta que éstas, por la calidad de sus estudios, por la edad y el nivel intelectual de sus estudiantes y por el interés práctico de los mismos, deben constituir la escuela superior del régi- men político de un país. Las relaciones de orden práctico surgen de las relaciones anterio- res y de la circunstancia de ser, por lo general, los mismos hombres los que rigen la política y los que dirigen la vida universitaria ; luego, estas últimas relaciones dependen casi exclusivamente de los hom- bres encargados de interpretar y aplicar aquéllas. ó Como vemos, entonces, la influencia recíproca de la universidad so- bre la política y de la política sobre la universidad, son cosas fatales y benéficas o nocivas según que la primera influya en exceso sobre la - segunda o que la segunda intervenga directamente en cualquier forma sobre la primera; luego, es justo e indispensable que sus estudios, suré- gimen administrativo y la práctica de éste, respondan a esos propósitos. Estas circunstancias crean por consiguiente a los ideales políticos, un papel prácticamente preponderante en el régimen universitario de un país democrático. Urge entonces, como todo el mundo lo reconocerá, que esta influencia recíproca se estudie y se compare con los factores que deben equilibrarla, y que se dose con inteligencia y razón, para fundar un régimen estable que acredite el nombre de la institución. Ideales éticos. — La universidad debe ser, como dice acertadamente Nelson, «un centro de acción consciente encaminada al saneamiento moral e intelectual de la nación ». Es necesario, entonces, para que LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 167 esta acción no se malogre, difundiéndose o desviándose del camino que conviene al país, precisarla, para tenerla en cuenta en la organi- zación del gobierno de la misma, en la confección de sus planes de estudio y en la aplicación de los métodos de enseñanza, ya que éstos, más que ningún otro medio, ha de resultar eficaz en la realización de los ideales éticos, dado que dichos métodos enseñan lo que podríamos llamar la técnica de la honestidad profesional al enseñar los procedi- mientos más precisos, más seguros y más eficaces en los dominios de cada profesión. En nuestro medio, los ideales éticos universitarios cobran una im- portancia extraordinaria atendiendo a que no sólo deben ser defini- dos, racionales y claros para merecer el voto y el acatamiento de toda la gran familia, sino también fuertes y sugestivos para fundir los di- ferentes conceptos morales de nuestro medio, engendrados por facto- res tan múltiples como son: la diversidad de razas, la variedad de climas, las numerosas religiones y la interminable escala de condicio- nes sociales y económicas de las masas humanas que contribuyen a formarlo. 1deales económicos. — Éstos deben formularse teniendo en cuenta las condiciones del medio, su situación geográfica, sus posibilidades eco- nómicas y las presuntas condiciones financieras de los que pueden o han de concurrir a sus aulas, para que la universidad, que debe ser costeada de rentas locales, no solamente no resulte una carga, sino que sea un factor de progreso en cuanto debe resultar capaz de orientar sus estudios hacia el desarrollo de las industrias existentes y hacia el descubrimiento de nuevas fuentes de riqueza ; pues, no es posible que los fines prácticos de aquéllos sean los mismos en una ciudad manufacturera como será Córdoba con el tesoro de la fuerza motriz que le brinda su río, que en otra región de la misma provincia con la potencia ganadera y agrícola que le ofrece su inmenso territo- rio, o en una región como Mendoza donde la naturaleza del suelo ofrece perpectivas incalculables para determinados cultivos. Cuestiones son éstas, apenas hay que decirlo, que deben ser estu- diadas científicamente, discutidas con entera tranquilidad y sancio- nadas sin presión de ninguna clase, para que la creación de las uni- versidades futuras y de sus facultades, como el establecimiento de su régimen y la extensión y calidad de sus estudios, no queden librados a los caprichos de las aventuras de la política ni a las asechanzas de los intereses personales. Ocupémonos, ahora, del segundo grupo de factores, es decir, de los 168 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA que hemos llamado de «evolución » y empecemos por la autonomía universitaria. Autonomía universitaria. — He ahí un factor de progreso y de orden, . de primer rango, para la opinión de algunos autores de prestigio y para la de no pocos profesores entre los cuales debo contarme. En efecto, ora se trate de la autonomía absoluta de las universidades par- ticulares de Norte América, ora se trate de la autonomía restringida de las universidades oficiales de Alemania, el hecho parece induda- ble, por lo menos así lo proclama la opinión de la mayoría, que la autonomía académica constituye una de las condiciones más eficaces del prestigio moral, del adelanto intelectual y del progreso material en todas sus formas, de una universidad. Yo no creo, sin embargo, como dije más arriba y como veremos más adelante, que este factor resulte decisivo para nosotros, ni creo tam- poco que su aplicación incondicional convengá todavía a nuestros intereses morales ni a nuestra evolución étnica. Muchos interrogantes podríamos plantear al respecto y muchas dudas, a las que solamente la experiencia podría responder; pero, las dejamos de intento para una oportunidad próxima en que la opinión autorizada se haya manifestado al respecto; por el momento nos li- mitaremos a decir que, antes de adoptarla, debe estudiarse en otros países, y solamente después de considerar sus ventajas con relación a nuestros ideales nacionales y a nuestras conveniencias prácticas, se debe aconsejar su aceptación. Acción docente. —¡¿Qué papel social debe descaenda el profesor universitario en nuestro medio? ¿Debe ser, por su ciencia y por su experiencia, por su sobriedad y por su espíritu de justicia, un árbitro en la rama que cultiva, o debe ser por el contrario, un simple pre- . ceptor, transmisor de conocimientos ajenos? O dicho de otro modo, el profesor universitario ¿debe ser un hombre de ciencia capaz de in- vestigar por su cuenta y de distinguir y encontrar la verdad? ¿O debe ser simplemente un profesional de la enseñanza? En una palabra, ¿debe darse preferencia al maestro que suscita amor y respeto a su persona y a su ciencia y que resulta, por lo mismo, capaz de hacer dis- cípulos, o debe preferirse al pasante adocenado, al profesor máqui- na, al hombre vehículo, que transmite con facilidad los conocimien- tos corrientes y explica « según arte» los conceptos confusos y hasta los inexplicables ? En el primer caso, el profesor constituye por sí solo una institución, un agente de opinión insospechable cuyos prestigios, sabiduría y pre- A LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 169 clara honradez se agregarán, para darle brillo, a la casa que lo con- serva y lo estimula. En el segundo, el profesor es un profesional de la enseñanza, que ejerce su cargo con caracter utilitario y precario, cu- yos prestigios y respeto terminan donde termina la dosis de su ense- nanza. Véase, pues, cómo la formación del profesor universitario cons- tituye una cuestión fundamentalísima para la vida y el nombre de una universidad y requiere por consiguiente, de parte de los dirigentes, mucho estudio, mucha experiencia y mucha honradez de conciencia. Propósitos didácticos. — Los propósitos didácticos constituyen otro tema fundamental de la cuestión universitaria, hallándose íntima- mente relacionados con la cuestión docente que acabamos de plantear. En efecto, en el caso de la universidad de los grandes maestros, de los sabios de verdad, la enseñanza debe resultar necesariamente des- interesada, intensiva y razonada, mientras que en el segundo, la ense- ñanza debe resultar utilitaria, acumulativa y dogmática. _Esta cuestión cobra, por otra parte, en nuestro medio social, hete- rogéneo y escéptico, un valor extraordinario en cuanto es capaz de influir decisivamente, con los métodos de enseñanza, en la moral pro- fesional. ¿ Ha de ser esencialmente práctica, aún a precio de caer en la rutina, o ha de ser teórico-práctica y experimental, y por lo mis- mo forzosamente racional ? Es decir, ¿nos hemos de limitar a enseñar que los cuerpos al ser calentados aumentan de volumen, sin detener- nos a explicar la razón del fenómeno, por ejemplo, o hemos de ense- nar además, dicha razón, y con tal motivo la teoría molecular de los mismos ? ¿ Nos hemos de limitar a enseñar el fenómeno del día y de la noche, sin explicar la causa que lo produce, o satisfaciendo un anhe- lo del espíritu racionalista, hemos de enseñar también la teoría del mecanismo celeste que le da origen ? ¿ Cómo comprenderíamos el fenó- meno del telégrafo inalámbrico sin conocer la teoría de las ondas hertzianas ni la de la acción de éstas sobre los cuerpos radioconduc- tóres de Branly? ¿Ni cómo las proporciones de una máquina sin la teoría de las palancas? ¿ Ni cómo la experiencia de los otros ? ¿ Ni cómo la historia de todos los hechos pasados y de los presentes, sin esta menospreciada teoría que es a veces más menospreciada que comprendida y a veces más excluída por negligencia que menospre- ciada con sinceridad ? Renta y dotación material de las universidades. — Pero, si se reco- noce que la enseñanza debe ser práctica y experimental, es necesario que lo sea a costa de cualquier sacrificio, y que no se haga lo del co- merciante ineserupuloso que, al poner a su negocio el nombre de «La 170 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA honradez », pone en el letrero toda la que tiene, para dejar las manos libres en el trato diario con sus clientes; es decir, no nos debemos limitar entonces, a tener el laboratorio o el gabinete como el letrero de nuestro comerciante, o como un símbolo, sino que dicho laborato- rio o lo que sea, debe ser suficiente en todo sentido, para que todos los alumnos aceptados por la respectiva facultad, realicen por sus pro- pias manos y con igual intensidad y extensión, toda la práctica que su profesión exija; es de obligación, entonces, que se gaste lo que sea necesario, en locales, en aparatos, en útiles y materiales y en personal idóneo que dirija y explique. Luego, es de elemental honradez que los presupuestos sean reales, suficientes y equitativos con relación a las propias entradas de la respectiva facultad. Esta es una cuestión esen- cial sin la cual todo lo demás resulta pura fantasía. Las rentas uni- versitarias deben constituir, pues, un tema principal de estudio. La ley Avellaneda, que cuenta ya cuarenta años de vigencia, necesita ser revisada y modificada, tal vez; pues, durante este largo lapso de tiempo, se han realizado en nuestra nación transformaciones estupendas en el campo étnico, político, de intercambio de todas cla- ses y en todas direcciones, hasta el extremo de que muchos de sus motivos, que en 1882 fueron esperanzas, se han transformado en rea- lidades, y otros, los de orden social, por ejemplo, que en aquella época se entreveían como un ensueño, han pasado ahora a ocupar un lugar preponderante, (le manera que, a pesar de la previsión de esa ley y no obstante el talento del hombre que la concibió, ha de necesitar una revisión; pues, es indudable que nuestro país, en progresos mate- riales y posiblemente intelectuales, a mi ver, ha quemado sus etapas superando todas las previsiones. La ley Avellaneda debe constituir, por consiguiente, un tema de estudio para nuestros legisladores. La correlación o autonomía de los estudios secundarios y universita- rios, y sus consecuencias legales, ofrece para nosotros un particular interés determinado, entre otros motivos, por la última huelga de es- tudiantes secundarios, que pedían la suspensión del examen de in- greso, instituido por algunas de nuestras facultades. Esta huelga dividió las opiniones entre los que creían justa la peti- ción de los estudiantes e injusta la de los que sostenían el examen de ingreso y los que creían lo contrario : justa la de éstos e injusta la de aquéllos, siendo así que tenían razón ambos, según mi opinión y re- sultar único culpable el estado, que en más de cincuenta años de di- rigir la instrucción pública y no obstante haber sido uno de los moti- vos de creación y sostén de estos colegios el de preparar jóvenes para LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 171 la universidad, y no obstante carecer los alumnos de aquellos institu- tos de aptitudes para otra cosa, y no obstante depender dichos colegios y las universidades del gobierno de la Nación, éste no se ha preocupa- do de resolver tan sencillo problema a pesar del tiempo transcurrido. El gobierno de la instrucción secundaria, también debe ser objeto de un meditado estudio para plantear de una vez por todas, este problema tantas veces entrevisto y tantas veces dejado de lado, casi siempre por razones de orden político; pues, es necesario ir llegando poco a poco al ideal reconocido por todos, que es la dirección ejercida por la universidad, puesto que a nadie más que a ella le interesa indicar el carácter de la enseñanza y marcar el orden, la extensión y la inten- sidad de tales o cuales conocimientos, antes de ingresar a sus facul- tades. Los colegios nacionales de Buenos Aires, La Plata y Córdoba constituyen una experiencia feliz. Historia y evolución de las universidades argentinas e historia y evo- luciones de los colegios nacionales. — Estas cuestiones representan te- mas de la mayor importancia en cuanto deben constituir una fuente esencial de información para cualquier reforma a introducirse. No es necesario extenderse en otras consideraciones para demostrar la im- portancia de estos temas, desde que ella resulta de su simple enun- ciación. Otro tanto ocurre con la necesidad de que los que aborden este estudio resulten, por su espíritu práctico y preparación filosófica, por su versación en trabajos de esta clase y por su reconocida ecua- nimidad, una garantía insospechable de imparcialidad y exactitud. Gobierno universitario. — He ahí la cuestión más importante de re- solver por el momento, no solamente porque es indispensable consul- tar antes el carácter de nuestra sociedad, la índole de las diferentes tendencias étnicas, la innegable obligación de hacer participar en su dirección a todos los elementos conscientes que sirven sus intereses, sino también por la participación de los estudiantes, establecida de hecho en nuestras prácticas universitarias. Con tal motivo surgen, « mi ver, numerosos interrogantes que deben ser estudiados tranquila- mente y resueltos con espíritu de justicia, y con toda la energía que su legitimidad imponga. Siendo la participación electoral de los estudiantes y su preponde- rante acción en la elección del gobierno de las universidades, el ca- rácter más destacado de la reforma en vigencia, me circunscribiré por ahora, a formular algunas ideas en forma de preguntas o de afir- maciones que nos ha sugerido la observación del actual sistema, en la convicción de que aquellas preguntas y estas. afirmaciones pue- 172 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA den constituir temas interesantes de estudio, de urgente actualidad. Empecemos por una de las más importantes y que debe considerar- se previa. ¿Está resuelto formalmente el carácter actual de los estudios uni- versitarios en nuestro país ? ¿son desinteresados, cientifistas y prinei- palmente culturales como los anglosajones? ¿O som por el contrario, egoístas, utilitarios y tienen por objeto satisfacer un anhelo esencial- mente personal y de aplicación inmediata como los que se adquieren en las universidades del Japón, de la China y de todos los países latinoame- ricanos ? Y, supuesto el último caso ¿se debe entregar ampliamente su control a los que han de beneficiar del título que los acredita capaces y los pone en posesión de todos los privilegios inherentes a un espíritu real- mente capaz y consciente ? ¿O ese control debe ser limitado y contraba- lanceado por otro agente que asegure las conveniencias del estado y los intereses del público ? Creo que la pregunta no merece comentario. Si- gamos. entonces. Otra cuestión importante es la siguiente: ¿Se ha reconocido en los estudiantes toda la capacidad necesaria que acuerdan la edad, la experiencia, el capital, la independencia práctica en una palabra, que nace del completo engranaje del individuo con la sociedad, para entregarles de hecho el gobierno universitario ? O por el contrario, esta otra: ¿Se ha demostrado que por el hecho de ser estu- diantes universitarios y no obstante agregar a su cultura de. bachilleres, dos o tres años más de estudios superiores, y su mayoría de edad en casi todos los casos (según resulta de las disposiciones del estatuto en vi- vencia), se ha demostrado, decía, que a pesar de todas estas circunstan- cias, dichos estudiantes resultan incapaces para apreciar la aptitud y preparación de sus profesores, la eficacia o ineficacia de sus métodos de . enseñanza, la justicia o injusticia de las medidas que les atañen, las ne- cesidades de la cátedra que frecuentan, etc. ? Pues, si bien es cierto que es urgente, a mi ver, demostrar que su juicio no es ni puede ser in- apelable por las razones que surgen del carácter de nuestros estudios, . dle los privilegios que supone el título entre nosotros, o de la presunta falta de independencia práctica, también se debe reconocer que la in- capacidad de los estudiantes para entender en lo que conviene a su preparación, no es absoluta o poco menos, como parecía entenderlo el régimen de gobierno anterior a los primeros movimientos estudianti- les; pues bastaría, para convencerse de lo contrario, recordar que el elemento estudiantil universitario integra en todas partes, y para todas las funciones, políticas y administrativas, la élite intelectual y LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 173 social en cualquier país; luego, habría que reconocerles necesariamen- te una capacidad relativa, por lo menos, para entender en los asuntos relacionados con sus estudios, y cancelarles en consecuencia los de- rechos que les correspondan. Por otra parte, supuesta su incapacidad relativa para intervenir decisivamente en la elección del gobierno universitario, ¿se ha demos- trado por eso, que el azar de su acción en la elección de dicho gobierno, trae más inconvenientes que los que resultaban o resultan de las oligar- quías engendradas por la lucha directa entre los mejor dotados o entre los más aptos para practicar la política universitaria ? Cumpliendo lo que dijimos más arriba, no hacemos más que for- mular estas preguntas, dejando ex profeso para otra oportunidad todo comentario a su respecto. Pasemos a otra cuestión. Intervención indispensable del profesorado en la dirección de las fa- cultades. — A este respecto conviene afirmar categóricamente que la opinión que atribuye a los estudiantes una función importante en la selección universitaria, no puede ni debe pretender la exclusión del profesorado en el desempeño de una función esencial de control de aquéllos, y de defensa firme de todo lo que crea justo y conveniente, ya se trate de un asunto de orden general, ya se trate de una cues- tión de carácter personal, como el prestigio de un profesor injusta- mente comprometido, por ejemplo, o del derecho particular de cual- quier estudiante; en una palabra, el profesorado, por una parte, y los estudiantes, por otra, deben constituir con relación al sistema actual de gobierno, fuerzas concurrentes, con el profesorado como eje, o por lo menos. fuerzas pares mecánicamente hablando, para que de su ac- ¡ón constante y opuesta nazca, por lo menos, un equilibrio estable. La pasividad del profesorado o el valor preponderante de los estu- diantes, crearán necesariamente estados monstruosos, incompatibles con la equidad y el orden por resultar inadaptables al principio de las obligaciones y los derechos, que forman el alma mater de toda justicia. Al lado de las cuestiones que acabamos de mencionar y que tanta importancia tienen en el progreso de la vida universitaria, hay otras que hemos llamado de orden circunstancial y que merecen ser estu- diadas, ya sea porque contribuyen poderosamente a crear y fomentar el espíritu ético de la casa, ya sea porque complementan las primeras, o son su consecuencia; tales son por ejemplo : La necesidad de exteriorizar, en alguna forma, la capacidad para el gobierno universitario antes de desempeñar cualquier cargo directivo, y esta otra: 174 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA La necesidad imprescindible de que cada presunto colaborador de la casa aporte, al incorporarse a la misma, valores intrínsecos de progreso, capaces de ser sumados al acervo intelectual y moral de la institución, y no limitarse a votos de carácter sentimental, porque éstos, al agregat- se como compromisos, no harán más que pesar como cantidades nega- tivas sobre las fuerzas vivas de la actividad universitaria. « En las naciones como en los individuos, dice Agustín Álvarez, el exceso de buenas intenciones denota la debilidad de carácter... El derecho no puede prosperar sino junto a un pueblo de voluntad poderosa; testi- gos : la antigua Roma e Inglaterra. » Otra cuestión importante : manera de despertar en el alumno el amor a la ciencia; a las investigaciones desinteresadas ; a la casa donde ha Formado su espíritu ; a los maestros que han modelado su carácter, cul- tivado su cerebro y disciplinado sus facultades. En este bello propósito deben desempeñar principal papel, por otra parte, los prestigios científicos, las prendas morales y el corazón del profesor, y por otra, la autonomía de la cátedra y del taller donde el alumno se plantee diariamente sus problemas y ejercite su discipli- na intelectual y su carácter, paralelamente con su habilidad manual, para vencer los obstáculos que a cada paso le plantea la realidad. Tales son los fines que puede llenar el instituto, que empieza a difun- dirse felizmente entre nosotros, aunque dejando mucho que desear so- bre su organización, todavía. Otro bello estímulo de esta feliz vinculación de los alumnos y ex- alumnos, con la casa y sus profesores, sería la fiesta anual, que con- gregaría a todos sus hijos en una gran feria de confraternidad y amor. Esta fiesta debe ser motivo, pues, de un detenido estudio, y objeto de un apropiado programa. El intercambio universitario, extensivo a profesores y alumnos, ini- -ciado ya con tan felices resultados, debe, dentro de una prudente dis- creción, intensificarse y extenderse a todas las universidades del país y de las naciones vecinas sin excluir por eso las norteamericanas y europeas, cuando la oportunidad lo permita. Y bien, fijados los ideales filosóficos con toda la fuerza de opinión que puede darles un congreso o una encuesta, y aprobadas en la misma forma las obligaciones que hemos designado con el nombre de facto- res de evolución ¿podemos esperar confiados en que los males univer- sitarios desaparecerán como las brumas de otoño bajo la acción de los vientos australes, para dejar limpio el ambiente, garantida la estabi- lidad de las instituciones y asegurado el progreso denuestras univer- LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 17 sidades? ¿Y habrán desaparecido las revoluciones, las huelgas, las amenazas y otros procedimientos de rigor, puestos en práctica en los últimos tiempos ? O dicho de otro modo: ¿ Estamos en condiciones de afirmar que lo que es bueno para los ingleses y norteamericanos o para los alemanes y daneses, ha de resultar igualmente bueno, o siquiera posible para nosotros ? Indudablemente que no todas las veces; porque si bien es cierto que las sociedades humanas se parecen siempre, también es cierto que nunca son iguales. «Las sociedades humanas, dice Agustín Álva- rez, son a semejanza de las substancias infinitas de la química orgánica que resultan de la combinación de 5 a S elementos en proporciones diversas; aquéllas se componen de unos cuantos vicios y virtudes, que son los mismos en todas partes variando solamente la proporción re- lativa y también el calificativo : unos llaman vicio a lo que otros lla- man virtud y viceversa» y si bien es cierto que «los pueblos eligen su constitución política vptando entre las extranjeras, no eligen en cambio, su modo de ser, su constitución moral, y con frecuencia ocurre que emplean el juicio para medir y pesar los sistemas políticos, y el amor propio para juzgar los sistemas morales. Consideran mejor el que tienen, sea el que fuere, solamente porque lo tienen ». He ahí la verdadera causa de casi todas las vicisitudes políticas que afligen a muchos pueblos de la tierra. Luego, con relación a nosotros, ocurre formular esta pregunta: ¿ Ha- bremos elegido bien nuestro régimen universitario? O esta otra: ¿Nuestro modo de ser, nuestra constitución moral, se halla en condicio- nes de elegir un sistema definido, ultraliberal, como el que pretendemos adoptar? ¿O por el contrario, nuestra condición de pueblo en formación que cambia constantemente de nivel y de densidad, ¿nos obliga a ele- gir sistemas de ocasión capaces de contrarrestar la influencia de los vicios y también la de algunas virtudes de nuestro medio? Pues, «muchas veces ocurre que los pueblos a pretexto de perfeccionarse. procuran excluir el vicio y alentar la virtud, y a menudo les resulta haber alentado alguna virtud más desastrosa ella sola, que cinco vi- cios juntos, dice el mismo Álvarez, porque el visionario y el utopista, sobre todo si son virtuosos en lo demás, son más perjudiciales al bien- estar general que el ladrón y el asesino. En tierra de valientes, por ejemplo, la cordura es vergonzosa ». Yo pienso que la obra de redención debiera empezar por estudiar y reconocer los defectos de nuestro modo de ser (vicios y virtudes) para * legislar, no tanto en favor de nuestras virtudes cuanto en contra de 176 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA nuestros defectos, porque la virtud exaltada puede transformarse en defecto, mientras que la supresión de éste cura el mal sin consecuencias. Proceder en orden inverso, equivale a comer hoy a cuenta del ham- bre de mañana. ¿ Y cuáles son esos defectos ? Son varios; así, por ejemplo, sería ne- cesario combatir el afán de parecer, que entre nosotros es muy superior al afán de ser. «En la América del Sud, dice Bryce, predomina la pasión por los efectos teatrales, la preferencia por las generalizaciones y las teorías amplias, la disposición nativa de dejarse atraer, más que por la deli- cadeza de la obra, por su brillo general; la tendencia a confundir la hinchazón con la grandeza, la falta de madurez y de percepción de las diferencias que existen entre las obras de primer orden escritas en estilo sobrio y las banalidades insulsas, fruto de la mediocridad. » La repuenancia por el estudio comparativo de las cuestiones, a cambio de las improvisaciones «originales », inspiradas casi siempre por el corazón y favorecidas por la irresponsabilidad de las consecuen- cias, constituyen el fondo común de gran parte de nuestra legislación. Oreo, pues, que es tiempo ya de iniciar con propósito firme el tra- tamiento de este mal, y para que aquél resulte eficaz, será necesario empezar por aquellas partes del organismo nacional que parezcan más sensibles a la reacción que se busca, es decir, por las universidades. Es necesario combatir con energía la falta de sentimiento de solidari- dad para vencer los escollos que nos plantea la lucha por el progreso colectivo. , «El hombre de la naturaleza lo es todo para sí, dice Rousseau, es la unidad numérica, el entero absoluto que sólo se relaciona con- sigo mismo, mientras que el hombre civilizado es la unidad fracciona- ria determinada por el denominador y cuyo valor expresa su relación con el entero, que es el cuerpo social. Las instituciones sociales bue- nas, son las que mejor saben borrar la naturaleza del hombre, privarle de su existencia absoluta, dándole una relativa, y trasladar el yo, la personalidad, a la común unidad ; de manera que cada particular ya no se crea un entero, sino parte de la unidad, y sea sensible única- mente en el todo. » «Lo que hace la enorme fuerza de un ejército disciplinado, dice Darwin, es la seguridad que tiene cada uno de que, cualesquiera sean los peligros, sus compañeros irán donde él esté a sostenerlo», « y lo que hace la debilidad enorme de la nación entera, agrega Agustín Álva- rez, frente a un solo Quitiño, frente a un solo juez malo, es la certeza LA CUESTIÓN UNIVERSITARIA EN LA ARGENTINA 177 que tiene cada uno de que, en haciendo frente al mal, sus compatriotas lo dejarán en la estacada ». - La falta de sentimiento de solidaridad se origina én la falta de es- píritu erítico, hijo a su vez de la repugnancia por el estudio compara- tivo de las cuestiones a resolver y nieto con frecuencia de la desinte- ligencia de la inteligencia con el carácter en trance de inferioridad. «Cuando el talento domina al carácter, dice el mariscal Marmont, sin cesar se cambia de parecer, de proyectos y de dirección, porque una vasta inteligencia considera a cada momento las cuestiones bajo un nuevo aspecto. » Este desdén por el estudio comparativo; esta repuguancia a cono- cer y reconocer la labor y el mérito ajenos, hijos del amor propio y de la falta de espíritu erítico, es lo que nos ha conducido más de una vez a descubrir cosas estupendas como por ejemplo: que somos el país más grande del universo, o que gozamos teórica y prácticamente de las mejores instituciones del mundo, o que constituimos el pueblo más culto de la tierra, y cosas por el estilo, o a desconocer, otras veces, los verdaderos méritos de un conciudadano virtuoso, creando así y fo- _mentando, a veces sin quererlo y muchas veces sin medir sus conse- cuencias, la convicción de la injusticia endémica, fuente inagotable de pesimismos crónicos, de rencores incurables y de la esterilidad más absoluta. Mencionaremos otro defecto nuestro, el más grave quizás. La falta de carácter. — He ahí el mal que con carácter de pandemia amenaza invadirlo y dominarlo todo: desde las instituciones pú- blicas hasta el hogar privado; sus consecuencias serán la venta de conciencias y la subasta de la justicia. Hablando de los defectos nacionales, dice Agustín Álvarez, «que la cobardía moral, la falta o debilidad del carácter, es diez veces peor que el vicio nacional de la embriaguez ». En Inglaterra. según Tai- ne, de diez obreros, ocho son borrachos y sin embargo es el pueblo más robusto de la tierra. Entre nosotros se aprecia más «el coraje para atropellar al prójimo y la ilustración para deslumbrarlo y enga- ñarlo », dice el mismo Álvarez, y agrega, «es una desgraciada imita- ción de Tántalo, esa conjunción de la ilustración que permite conocer el bien, y la falta de carácter que impide realizarlo: y además, una es- tafa involuntaria e inconsciente a veces, porque el mismo hombre que seduce con sus buenos pensamientos daña con sus malas acciones ». He ahí, pues, la razón que tuvimos para pensar que las medidas de carácter particular y formalista, aconsejadas por algunos autores para corregir nuestros males universitarios, no tenían para nosotros más AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 13 178 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA valor que el de contribuir a modificarlos, pero nunca a curarlos; y es - por eso que les llamamos factores de evolución : el mal para nosotros es nuestro modo de ser, entonces, nuestra constitución moral. Y conocida la naturaleza y la profundidad del mal ¿ hemos de acep- bar su incurabilidad como fatal y hemos de correr con la cara oculta a confundirnos con la multitud insconciente, esperando que la fatalidad consume su obra ? No son mis palabras ni es mi voluntad, que han de responder a esta pregunta, ni ha de ser tampoco la vuestra. Que hable primero la his- toria, que hable el idioma de nuestros mártires, que hablen las ins- tituciones de nuestro país, que expresan la última voluntad de nuestros padres máximos ; que hablen nuestro clima y nuestro patri- monio geográfico, con sus pampas y sus planicies, con sus bosques y sus montañas, COn SUS ríos y sus mares, que expresan, respec- tivamente, el carácter de nuestros pensamientos, los límites de nuestra voluntad presente y las perspectivas de nuestras esperanzas futuras ; que hable nuestro corazón, que ha sentido el amor de nues- tras madres y sabe hablar por nuestros hijos y por nuestras mujeres. Que hable por fin la biología, para que nos enseñe que cada región de la tierra ofrece su flora y su fauna, que expresan con lenguaje in- confundible y eterno los preceptos de su clima, las condiciones de la vida y de la muerte en cada una, los secretos de la dicha y de la pena que todos los seres de la región sienten y expresan en épocas y cireuns- tanciás propicias, seguros del eco de su expresión, seguros de la solida- ridad de todos los seres de la comarca, que sienten y quieren como él. Y bien, después de escuchar estas voces, después de apreciar en toda su grandeza el valor de su expresión, preguntad a vuestro cora- zón y a vuestro honor, si la actitud de los argentinos conscientes ante la fatalidad de estos males, ha de ser la de cruzarse de brazos y entre- gar el cuerpo a la voracidad de todas las aventuras que, confundidas con las falanges de hombres laboriosos y justos, invaden nuestro suelo, corrompen nuestras costumbres y amenazan acabar con nuestras tra- diciones, con nuestros ideales nacionales y hasta con nuestro nombre. Argentinos ilustres, y hombres cultos que encarnáis la más alta expresión de este concepto al mismo tiempo que la responsabilidad del honor de nuestro nombre, tenéis la palabra. He dicho. Abril 12 de 1920. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO (PATAGONIA) Por LUCIEN HAUMAN Profesor de la Universidad Conservador en el Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires « Generalmente las investigaciones de los botánicos son dirigidas hacia objetos que só- . lo representan una muy pequeña parte de su ciencia. E A. DE HUMBOLDT. PRIMERA PARTE CAPÍTULO 1 OBSERVACIONES PRELIMINARES El 3 de enero de 1914 se embarcaba en Buenos Aires para Santa Cruz, una «expedición » botánica de la cual formaba parte el autor de este trabajo. Su meta era el lago Argentino y, especialmente, las montañas que lo separan del Pacífico. La patrocinaba la « Comisión de la flora argentina », y sus gastos eran cubiertos por un importante subsidio — diez mil pesos — del ministerio de Agricultura. A mediados de abril del mismo año, la « expedición » estaba de regreso en Buenos Aires. Más de seis años pasaron, pues, y el silencio más completo reina todavía sobre los resultados botánicos del costoso viaje, y, con la sola excepción de mi pequeño trabajo sobre los géneros Azorella y Bolax, aparecido hace poco, de nada hasta ahora sirvió para los progresos de la botánica argentina. No puedo soportar indefinidamente esta res- ponsabilidad, y hoy me decido a publicar una relación del viaje; pero me veo en la obligación de entrar, antes de empezar, en consi- 180 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA deraciones desprovistas, desgraciadamente, de carácter científico. No sólo tengo que justificar esta demora, pero sobre todo explicar por qué la presente publicación no podrá compararse con mis anteriores trabajos de fitogeografía; sino llega a ser sino una sucesión de recuer- dos, a menudo incompletos, y si queda erizada de puntos de interro- gación, es porque me encuentro esta vez en condiciones francamente anormales : no tengo a mi disposición sino mis apuntes de viaje y un material científico casi insignificante. ln efecto, el importante herba- rio juntado por mí en estos tres meses de incesante labor, no lo he vuelto a ver desde el día que, en razón de su volumen, fuera expedido para mayor comodidad, desde el sur de la Patagonia a Buenos Aires, dirigido, con sus propias colecciones, al domicilio particular del jefe de la expedición, doctor C. M. Hicken. Necesito, pues, explicar que participé en la expedición sin haber contraído compromiso alguno, y como un invitado cuya colaboración había sido solicitatla por el jefe de la expedición al doctor Ángel Ga- llardo, director en aquel entonces del Museo de historia natural, del cual formo parte, y que, por consiguiente, sólo hacia esta institución tenía la obligación de herborizar. Sin embargo, recogí y preparé abun- dantes duplicados, lo suficiente como para formar tres o cuatro colec- ciones; pero el naturalista que había reunido tanto material, no tenía, según parece, el derecho de estudiarlo, lo que sólo pudo hacer el señor jefe de la expedición. Sin embargo, fué el invitado quien trepó en las montañas y atravesó ventisqueros, para alcanzar vegetaciones más interesantes o menos conocidas que las de las orillas del ca- mino... Como ningún contrato me aseguraba aquel derecho que creí y sigo creyendo indiscutible; como sólo una promesa formal, pero verbal, del . doctor Hicken al doctor Gallardo, aseguraba al Museo nacional una serie de las colecciones a reunirse, promesa que sólo conocí hace po- cos meses por declaración del mismo doctor Gallardo, ni mis recla- maciones ni las del Museo surtieron efecto alguno, y no volví a ver nunca mi herbario patagónico. Por otra parte, según él mismo me declaró en 1915, el señor jefe de la expedición abrió, sin avisarme, los paquetes preparados por mí, los cuales contenían en general, cada uno, el fruto de una herborización y correspondían a tales o cuales páginas de mis apuntes (representando, pues, un tipo de vegetación), mezcló los ejemplares coleccionados por él y por mí desde Puerto Madryn hasta las montañas del lago Argen- tino, y los clasificó, supongo, por familias, sin preocuparse del punto UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 181 de vista fitogeográfico, lo que quitó de manera irreparable gran parte de su valor científico a estas colecciones (1). Sin embargo, con Jo que vimos en este viaje, con lo que trajimos, había trabajo para dos y más que dos naturalistas: un viaje de esta clase, como lo demuestra el ejemplo de Skottsberg y mi trabajo sobre Azorella y Bolax, puede y debe ser el punto de partida, además de un trabajo de conjunto, de numerosas revisiones sistemáticas o monogra- "fías, única manera de justificar los gastos ocasionados. Pero yo estaba dispuesto a dejar el papel principal al jefe, y me hubiera conformado con intervenir, en fa publicación de los resultados, únicamente para la flora andina (a la cual realmente él no podía pretender...), pero sin poder renunciar jamás a estudiar el material por mí coleccionado : en efecto, mi solo provecho al participar en la expedición y al trabajar como lo hice, era completar mis conocimientos sobre la flora del país, a la cual voy dedicando ya quince años de mi vida. Y diré todo mi pensamiento : ¿Qué puede valer esta clase de mate- rial, del cual a veces se muestran tan celosos los que menos lo em- plean? Admitiendo que hayamos traído, cosa casi inverosímil, tres mil ejemplares, admitiendo también un precio, muy superior al corriente, de cincuenta centavos por ejemplar, tendríamos ¡admirable nego- cio! — un producto de mil quinientos pesos para diez mil gastados! El cálculo es absurdo, evidentemente, pero ¿por qué? Porque en buena administración, la verdadera, la única utilidad defendible de un viaje como el nuestro, no es sólo traer material -— ya sabemos lo que vale — sino hacer que dos naturalistas y profesores de Universidad cono- ciesen mejor el lejano sur del país, para utilizar estos conocimientos en su enseñanza y en trabajos ulteriores y, podría decirse, en todos (1) En efecto, por la constante falta de tiempo durante el viaje, la mayor parte de mis ejemplares no tenían etiqueta individual, etiqueta que las indicaciones lle- vadas por cada paquete y mis apuntes hacían innecesaria, ya que. yo sólo era quien debía abrir estos paquetes. El mal se agrava todavía por esta circunstancia : las etiquetas puestas por el señor ¡jefe a estos ejemplares no lleyan el nombre de quien los recolectó, costumbre, sin embargo, universalmente respetada por los natura- listas, aunque se trate de humildes aficionados y hasta de coleccionistas comer- ciantes! Estas etiquetas, de las cuales vi algunas en 1915 en el herbario parti- cular del señor Hicken, llevaban únicamente la anticuada mención latina: /ter patagonicum, número...! Aunque en las etiquetas oficiales — porque un día, su- pongo, tendrá que volver este herbario al ministerio de Agricultura — se agre- gue: «leg. C. Hicken £ L. Hauman », el mal no quedará remediado y se habrá ex- presado algo falso, ya que siempre hemos coleccionado separadamente, y salyo O una que otra vez, en lugares distintos. 182 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA los que hiciesen en su vida, por ser tan estrechas, en un espíritu cien- tífico, las relaciones entre los conocimientos adquiridos. En esto radi- ca, no en la cuestión del inerte « material » de los herbarios, el daño que no sólo a mí, pero a la ciencia se infirió. Así es como sucedió que de estas colecciones, sólo por permiso del señor Hicken, pude ver, en 1915, algunas especies incorporadas a su herbario particular, cuando yo preparaba mi monografía sobre las es- pecies argentinas del género Hordeum, y que (porque se cansa uno de solicitar como favor lo que corresponde como derecho), este material no pude emplearlo para mis trabajos sobre Juncáceas, sobre Orquídeas, sobre Azorella y Bolax, ni para mi estudio sobre la Vegetación de las altas cordilleras de Mendoza, tan íntimamente relacionada con la flora patagónica. Agregaré que, por falta del mismo, desistí de seguir estu- dios empezados sobre los géneros Elymus y Deschampsia. Y no hay que olvidar que cuando una expedición subvencionada no produce resultado, no sólo es deplorable el hecho de por sí, sino también, por la desconfianza justificada que inspira a los poderes pú- blicos, desconfianza que hará más difícil en el porvenir conseguir la ayuda oficial para otras exploraciones. Aprendí mucho, sin embargo, en este hermoso viaje; algo tal vez puedo enseñar: es lo que publico hoy, deseoso de cumplir, aunque tardíamente, lo que considero una obligación hacia el país, a quien, por intermedio del ministerio de Agricultura y del Museo nacional, debo el conocer estas tierras lejanas, deseoso también de salvarme del reproche, que no quiero merecer, de haber gastado dineros públicos en una expedición botánica, sin haber producido, después de seis años, ningún resultado científico (1). Antes de entrar en materia, tengo que aclarar con exactitud los elementos con los cuales conté para mi trabajo : 1* Cinco libretas de apuntes, apuntes que, sin los paquetes de plan- tas a que se referían sus párrafos sucesivos, me resultaron a menudo como un acompañamiento del cual hubiera oído el canto seis años ha! (1) No me parece que pueda entrar en línea de cuenta como resultado de una expedición, oficialmente botánica y subvencionada por el ministerio de Agricultura, la breve relación anecdótica y geográfica, por interesante que sea, de una parte de nuestro viaje, con observaciones sobre el ventisquero Moreno y sus movimientos, relación hecha por el doctor F. Reichert en la obra Patagonia (pás. 97-135) publi- cada en 1917 por la Sociedad científica alemana de Buenos Aires. Lo mismo pasa con el prólogo escrito para dicha obra por el señor Hicken, y para el bre- ve artículo que publicó sobre nuestra expedición en 1914 (Rev. centro estudiantes | . UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 183 2 Unas cincuenta especies recolectadas durante el viaje de regreso entre Puerto Gallegos y Puerto Madryn; 9 3” Fragmentos, en regla general muy pequeños, de unas cien espe- cies conservadas en formalina, ya para poder estudiarlos mejor, ya para formar colecciones didácticas, estas últimas en uso desde años en la Facultad de agronomía y veterinaria. Este material contenido en frascos que guardaba en mi equipaje particular, me resultó de gran utilidad hasta para las ilustraciones del presente trabajo. Evidentemente, me valí para completar mis recuerdos, de los her- barios patagónicos que posee el Museo, especialmente de las plantas recogidas por Carlos Ameghino y por €. Skottsberg. Algunas de las fotografías que publico me las regaló el señor J. Jór- gensen, otras las debo a los señores Jorge Morisson y Antonio Pozzi, a quienes agradezco mucho, lo mismo que a los señores €. Villalobos, L. R. Parodi y $. S. Soriano que ejecutaron para mí algunos dibujos. Quiero también manifestar mi gratitud al director de nuestros Ana- les, doctor E. Carette, cuya incansable amabilidad me facilitó consi- derablemente la publicación de este trabajo y del que apareció el año pasado en esta misma revista. Debo mencionar, en fin, al entonces director de agricultura del mi- nisterio, doctor Julio López Mañán, cuyo esclarecido y desgraciada- mente tan raro entusiasmo para el progreso de las ciencias naturales, consiguió los recursos materiales indispensables a la realización del viaje. CAPÍTULO II LA BOTÁNICA PATAGÓNICA Hecho algo paradojal es el siguiente: ninguna provincia o parte del país, por antiguamente poblada que sea, tiene ni mucho menos su de ingen., año XV, pág. 361-367), por carecer ambos de interés botánico. Es la razón por la cual no discutiré algunos puntos sobre los cuales no estoy de acuer- do con los citados autores. Ayregaré que tanto la relación del señor Reichert como el artículo del señor Hicken, van ilustrados de espléndidas fotografías obras, en general, del finado ar- tista Juan Jórgensen, quien nos acompañaba a título de pintor y fotógrafo ; aconse- jo vivamente al lector tenerlas a la vista al leer los últimos capítulos de mi trabajo. 184 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA tlora tan bien estudiada como la Patagonia (1) y la Tierra del Fuego. Sin embargo la población de los cinco territorios del sur, según el censo de 1914, no alcanza a 110.000 almas, lo que da un habitante por cada 7 kilómetros cuadrados, proporción que sereduce a un habitante para 26 kilómetros cuadrados al considerar sólo la población rural de los territorios del Chubut y de Santa Cruz. Sin embargo, tanto por lo que es de la bibliografía como de las colecciones que figuran en los herbarios, no hay comparación en lo que se refiere a la Patagonia y. por ejemplo, a la pradera pampeana, la más poblada, la más rica y la más accesible de las regiones fitogeo- gráficas del país. La razón del curioso fenómeno es la atracción ejercitada, desde más de un siglo, sobre los naturalistas por estas lejanas comarcas, y hay que reconocer que la naturaleza patagónica no desengañó a sus explo- radores, reservándoles las más ricas, variadas y sorprendentes cose- Chas, con extraordinaria abundancia de tipos extraños y de gran inte- rés científico. El pasaje obligatorio por el estrecho de Magallanes de todas las expediciones de circunnavegación, y el misterio que envolvió mucho tiempo las tierras australes del globo, hicieron que desde fines del siglo XVII estas regiones fueran visitadas con relativa frecuencia. Deben recordarse los viajes de Commerson, que acompañaba a Bou- gainville, de Forster, de Banks, de Gaudichaud, de Duperrey, de Darwin, y la expedición de los buques Erebus y Terror, de la cual formaba parte J. Dalton Hooker. Con él encontramos la primera obra descollante que debemos citar : la admirable Flora antarctica (1845- 1847), obra que sus espléndidas láminas en color transforman en un monumento de la bibliografía botánica. De mucha importancia para nuestra flora, es también el soberbio atlas botánico (1852) que figura en los resultados del viaje de Dumont (Urville. Después, hay que llegar al último cuarto del siglo XIX para ver au- mentarse — pero considerablemente, entonces — nuestros conoci- mientos sobre la región. Publicados en el país, hay que citar los tra- bajos de Alboff, cuyo Essai d'une flore raisonnée de la Terre de Feu es la primera monografía fitogeográfica que cuenta la botánica argen- tina, y, sobre todo, los de Spegazzini, simples catálogos que se suce- dieron de 1880 a 1902, pero de una importancia tal que su autor ha de quedar para siempre como el principal descubridor de la flora (1) Con excepción de la parte central-norte; véase página 191. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 185 patagónica. El material sobre el cual fundó géneros nuevos por doce- nas, especies nuevas casi por centenas, en parte había sido coleccio- nado por él mismo, en parte por toda una pléyade de colectores como jamás los hubo para otra región del país, y entre los cuales deben citarse: el geólogo Valentín, los señores Koslowsky, Illín, coronel Moyano y, sobre todo, Carlos Ameghino, el cual, mientras Incansa- blemente reunía fósiles para su ilustre hermano, no descuidaba las _herborizaciones; a él se deben hallazgos tan importantes como los tipos de los géneros Halophytum, Sarcodraba, Saccardophytum, Ame- ghinoa, Pentacantha, Aonikena, Delpinoella y otros. Mientras tanto, expediciones extranjeras volvían a explorar las tierras australes : la expedición francesa al cabo de Hornos, la expe- dición belga al polo sur, dieron lugar a la publicación de hermosos trabajos sobre Criptógamas y Fanerógamas, entre los cuales merecen especial mención la Phanérogamie de Franchet y el catálogo razonado e ilustrado de la flora fanerogámica de las tierras magallánicas por de Wildeman. La Universidad de Princeton organizó también una expe- dición a la Patagonia, de la cual resultó la obra más importante, por sus dimensiones materiales al menos, de la bibliografía botánic: argentina : es la Flora patagonica de Macloskie; redactada en inglés, consta de dos enormes y lujosos tomos in-4%, con hermosas láminas y tiene la apariencia de una verdadera flora (la única que tengamos, por lo demás), con claves de determinaciones y descripciones de géneros y especies (más de 2000), pero todo esto desgraciadamente tan me- dioere, tan imperfecto, que casi de nada puede servir: es una de las numerosas desgracias que encontramos sucediéndose desde cincuenta años en la historia de la botánica argentina, y es una oportunidad de afirmar, una vez más, este principio demasiado a menudo olvidado, que ninguna obra debe ser tan perfecta como las de vulgarización, porque, malas o mediocres, sólo las pueden emplear los especialistas... que en realidad no las necesitan. Hay que agregar, crítica y excusa a la vez del señor Macloskie, que realizar en forma decente lo que él trató de realizar hace más de veinte años, costaría hoy todavía muchos años de trabajo, tan imperfectos son aún nuestros conocimientos. No puedo tampoco dejar de mencionar la obra realizada en Chile por Philippi primero, luego por Reiche. obra muy importante para nosotros en razón delas estrechas relaciones que existen entre la flora chilena y argentina, especialmente en los territorios del sur. Pero un lugar especial debe reservarse a la colaboración sueca: Dusen, que acompañó la expedición de O. Nordenskjóld, publicó con 186 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA algunos colaboradores un grueso volumen de resultados botánicos; pero, incomparablemente más importante es la obra de Skottsberg. Miembro de las dos expediciones suecas, la sud-polar (1901-1903) y la patagónico-fueguina (1907-1909), recorrió, además de la Tierra del Fuego. las dos vertientes de los Andes australes, del Estrecho a Puerto Montt y de Nahuel Huapí a Punta Arenas, resultando de tan largas y completas exploraciones un gran número de excelentes mo- nografías de carácter sistemático, tanto sobre grupos de Fanerógamas como de Criptógamas, y memorias de geografía botánica, una de las cuales trae el único mapa fitogeográfico digno de este nombre que poseamos. Su última publicación (LXIT) (1), a la vez geográfica y siste- mática, con numerosas y admirables ilustraciones, es tal vez la más importante y la más perfecta que haya visto la luz sobre la flora del país. | Agregaré que las colecciones públicas y particulares son, en gene- ral, relativamente muy ricas en plantas patagónicas. Además de las colecciones de Koslowsky, lMlin, Greiner y Platen, que varios herba- rios poseen, han vuelto al país una parte al menos de las colecciones de Dusen (Museo de farmacología) y el señor Skottsberg, hecho dema- siado raro y tanto más digno de alabanza, regaló al Museo nacional importantes herbarios patagónicos y fueguinos determinados por él, con duplicados de numerosos tipos, y el mismo Museo posee, obsequio del colector, gran parte de las especies reunidas por Carlos Ameghino en el territorio de Santa Oruz y determinadas por Spegazzini. Así las cosas, nuestra rápida excursión al lago Argentino — la pa- labra «expedición» me parece una sensible exageración! — no podía dar sino resultados de detalles. La misma región había sido visitada por Spegazzini, Skottsberg y Prichard (colecciones estudiadas por Rendle), pero muchos puntos quedan obscuros en la sistemática de esta flora y, con la ayuda del abundante material existente en los herbarios, debían de resultar de nuestro viaje numerosos trabajos de revisión, especialmente de los grandes géneros insuficientemente co- nocidos. Lo que nos faltaba y sigue faltando, es un estudio geobotánico de la misma meseta patagónica, es decir, de la formación patagónica pro- piamente dicha, dle sus límites con la del Monte, así como las grandes divisiones que seguramente — en razón de su inmensidad — en ella (1) Las cifras romanas entre paréntesís corresponden a la lista bibliográfica que se encontrará al final de este trabajo. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 187 deben distinguirse. Agregaré que. desgraciadamente, ninguno de los trabajos descriptivos existentes, salvo los de Alboff' sobre la Tierra del Fuego y los míos sobre la selva valdiviana y el río Negro inferior, los cuales no tratan sino de los confines de la verdadera Patagonia, ha sido escrito en idioma latino (1). Habiendo atravesado la Patagonia por 519 de latitud, y en ante- riores viajes el continente sudamericano unos diez grados más al norte, esperaba poder realizar travesías en latitudes intermediarias y reunir los conocimientos necesarios para un estudio geobotánico de conjunto, proyecto que malogró por la pérdida de gran parte de los conocimientos que debía de proporcionarme el viaje a Santa Cruz. Como ya lo dije, para que este último no sea del todo perdido, he resuelto, sin embargo, publicar este trabajo, al cual con ¡justicia corresponde el siguiente título: Recuerdos e impresiones de un viaje botánico al lago Argentino. Haré notar, por fin, aunque no me exagere la importancia del hecho, que, de haber esperado tantos años para realizar esta publica- ción, más de un resultado novedoso en 1914 dejó de serlo, por haber sido señalado por Skottsberg a fines de 1916. CAPÍTULO III LA PATAGONIA EN GEOBOTÁNICA Como casi siempre, en estos casos de regiones naturales que anti- guamente recibieron un nombre universalmente empleado, grandes son las dificultades para fijar, aun aproximadamente, las fronteras de lo que corrientemente se llama Patagonia. Sin entrar en considera- ciones históricas ni de geografía general, me limitaré a discutir aquí los confines que, a mi parecer, deben darse en geografía botánica, a lo (1) Recién lega a mi conocimiento un trabajo del señor Hosseus (El proyectado parque nacional del Sud, 1916) muy superior a sus anteriores estudios sobre la misma región (Nahuel Huapí) y que merece ser recordado aquí. En él encuentro las acostumbradas críticas, pueriles e infundadas — la ausencia, por ejemplo, en mi Foret valdivienne, de un mapa de la región, cuando precisamente la primera edición, la única señalada por el autor, contiene un croquis topográfico, — pero noto también, esta frase de alcance algo distinto : « El trabajo está basado en ge- neral sobre las publicaciones de K. Reiche ». Cabe tal vez preguntarse sobre qué 188 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA que puede llamarse la formación, o mejor, la estepa patagónica (1). Empezaré por volver a insistir con toda energía sobre la necesidad de separar la Patagonia del Monte. El doctor Spegazzini, los había reunido bajo el nombre de formación patagónico-boliviana, en un tra- bajo (XLIV) cuyo exclusivo carácter agropecuario no tomé suficiente- mente en cuenta en un principio, de manera que, en consideración a la incontestable autoridad de su autor, acepté hace diez años, dicha reu- nión (2), y limitándome a la geografía argentina, le dí el nombre de Formación patagónico-jujeña, en el bosquejo de la fitogeografía del país que tuve que agregar, en 1910, a mi manual de botánica. Pero desde el momento que conocí, por haberla visto, la vegetación de los territorios del sur, esta opinión del doctor Spegazzini me resultó casi incomprensible. La vegetación del Monte es, tipicamente un matorral ralo (en fran- cés taillis o mejor brousse), constituído esencialmente por arbustos xerótilos de 1 a 4 metros de altura, dominado o no por árboles, arbus- tos perteneciendo a los géneros Larrea, Prosopis, Gourliea, Acacia, Condalia, Schinus y algunos otros menos constantes y comunes. Los ríos, por otra parte, están bordados de bosquecillos de sauce colorado (Salix chilensis) (3). La vegetación de la meseta patagónica se caracteriza, al contrario, por plantas bajas, en rosetas o en cojines, dominadas sólo por subar- bustos de los cuales la mayor parte no se encuentran sino en las ba- trabajo está basado el del señor Hosseus, pero no importa al caso. Otros autores, es verdad que usaron de mi Foret valdivienne, lo mismo que el señor Hosseus, — lo que-era su derecho y hasta su deber — prefirieron no mencionarla. Me consuelo fácilmente de tanto desdén con estas pocas palabras escritas por Skottsherg en 1916 (XLII, pág. 5) y que se refieren a esa misma obra mía : «das Beste, was úber dieses Tema bisher geschrieben wiirde», o sea «lo mejor que sobre el tema, hasta ahora, haya sido escrito ». (1) La palabra « formación » muy empleada entre nosotros, es, sin embargo, de una significación tan vaga y dudosa, tiene sentidos tan distintos, que el últi- mo Congreso botánico internacional de Bruselas (1910) recomendó que no se usase. Por otra parte, me parece muy deseable, incluir en el mismo nombre del distrito considerado, una palabra que lo defina y decir, por ejemplo, la pradera pampeana, la sabana mesopotámica, los bosques subantárticos, la estepa patago- nica, etc. (2) Tampoco del punto de vista ganadero me parece lógica esta reunión. (3) Para facilitar la lectura del texto, no haré seguir a los nombres latinos, las indicaciones de autores : éstas se encontrarán en el indice alfabético al final del trabajo. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 189 rrancas o cañadones abrigados, y entre los cuales encontramos espe- cialmente especies del género Berberis (casi ausente en el Monte y representado por otras especies), Prevoa, Fabiana y Verbena especia- les a la Patagonia (V. tridens, especialmente en el sur); las orillas de sus ríos no tienen ya bosques de sauce. No es porque una especie de Larrea (L. Ameghinoi), por lo demás muy rara según parece, un Prosopis (P. patagonica) del cual volveremos a hablar, y un elemento secundario del Monte, Schinus dependens, se extiendan bastante lejos hacia el sur — por lo menos en la costa y en lugares abrigados — que se puede fusionar dos regiones que presentan seguramente aleu- nos elementos comunes, pero de un aspecto etológico bien distinto (a pesar del carácter xerófilo común), y de una composición florística completamente diferente, aunque sean reunidas, como es natural, por una zona de transición de carácter intermediaria. Esto dicho, convendría, pues, establecer la frontera de las dos for- maciones. Las observaciones directas son muy pocas; la parte central del territorio del río Negro y del Chubut ha sido en realidad muy poco explorada y conocemos mucho mejor la cordillera que la meseta y hasta que la misma costa. Además, en los catálogos, la excesiva brevedad de las anotaciones geográficas y la insuficiencia demasiado conocida de los mejores mapas del país hace muy difícil, algunas ve- ces imposible, desenmarañar en los catálogos puramente sistemáti- cos, lo que es de las montañas, de la precordillera o de la llanura (1). Sin embargo, el viaje de 1914, otros anteriores y posteriores, lo mismo que algunos trabajos de otros naturalistas me permiten, según creo, fijar con relativa exactitud el límite norte de la estepa patagó- nica semidesértica, y del matorral (o tallar?) que llamamos « monte ». Este último, tal como lo describí en detalle, en mi estudio sobre el río Negro inferior, lo encontramos, sin carácter patagónico toda- vía, en el norte del río Negro, alrededor de Viedma. En Puerto Ma- dryn — por 42250 —lo encontramos ya algo modificado, más ralo y más bajo, empobrecido de algunos elementos característicos (el chañar, por ejemplo, que nadie señaló allí, pero cuyo límite austral se (1) Esta observación me parece tanto más importante cuanto que nos encon- tramos en un país en plena evolución, en el cual no sólo cambian la flora y los paisajes por la acción del hombre, pero también y con mucha, diré excesiva fre- cuencia, los nombres de lugares. Cuadros como el que publiqué en la Vegetation des hautes cordilleres de Mendoza (pág. 73 del tiraje a parte) facilitarían mucho la tarea de los botánicos y fitogeógrafos del porvenir, ya que no sólo para hoy han de servir los trabajos de los naturalistas. 190 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA ignora todavía), enriquecido de algunos elementos patagónicos y pre- sentando, por lo demás, ciertas particularidades que me parecen ca- racterizar la zona de transición con la Patagonia, al sur y suroeste, y con la formación andina al este. Me refiero a la presencia de algunas especies, especialmente Larrea nitida, los Chuquiragua, Prosopis pa- tagonica, etc., sobre las cuales volveré más abajo. Desgraciadamente en Puerto Madryn no pude, por escasez de tiem- po, alejarme sino pocos kilómetros de la costa, pero la acostumbrada Fig. 1. — El río Chubut cerca de Rawson con bosquecillos de Salix chilensis (Fot. A. Pozzi) monotonía de la flora en estas regiones, debido a la gran uniformidad del clima y del suelo, dejan suponer que los mismos aspectos se repi- ten, tierras adentro, durante decenas de leguas. No conozco personalmente el valle inferior del Chubut, pero la foto- erafía que publico (fig. 1) muestra los bosques de sauces colorados de las orillas del río, bosques cuya presencia, a mi parecer, es reñida con el carácter de la vegetación patagónica. Por otra parte, entre unas cua- renta plantas recogidas allí por la expedición Rovereto (Herb. Mus. nac. de hist. nat.) no encuentro un solo elemento patagónico, y en fin, argumento de más peso, Larrea nitida y L. divaricata son todavía UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO yal abundantes cerca del río Chubut (supongo en su curso inferior : ef. Spegazzini, Nov. Add., 841 y 842), alo cual puedo agregar Bougainvi- llea spinosa, elemento secundario, pero típico del Monte. Sin embar- go, como es natural, no faltan los elementos patagónicos y Dusen (VII) señala entre otros para la colonia Rawson, Geranium magellanicum, Armeria chilensis, Chamissonia tenuifolia, Sisymbrium glabrescens, Myosurus aristatus. Pero ya nos acercamos, evidentemente, del límite austral del Mon- te. Escasos son nuestros conocimientos, pero en la treintena de plan- tas del Cabo Raso (lat. 44%12') enumeradas por Hosseus (Physis, I, pág. 534), no encontramos ninguno de los arbustos característicos del Monte y, al contrario, algunos elementos netamente patagónicos : Melandrium maygellanicum Lam., Acaena multifida Hook. f., Pleuro- phora patagonica Speg., Geranium patagonicum Hook. f.. Oulcitium Poeppigii DC., Perezia recurvata Less. Un poco más al sur, en Camarones (44507), la flora costanera, la sola que pude observar, presenta ya un carácter patagónico acusado; encuentro en mis apuntes : Berberis (B. heterophylla, probablemente), Ephedra frustillata, Brachycladus caespitosus, un Ohuguiragua enano (Ch. aurea ?), Azorella sp., una Cactacea en cojín de tipo patagónico (Opuntia, Mahuenia?) al mismo tiempo que Chuquiragua Avellane- dae, Colliguaya integerrima, característica de la zona intermediaria, y Schinus dependens común a las dos formaciones. Pero ya no hay ma- toral de Jarrilla, Piquillín, Alpataco o Algarrobillo, grandes Ly- cium, etc. Estamos evidentemente en la formación patagónica, y un grado más al sur, en Comodoro Rivadavia, el carácter patagónico de. la vegetación es absolutamente completo. En la costa del Atlántico, el Monte alcanzaría, pues, el paralelo 44. Nada sabemos, desgraciadamente, de la flora del centro del Chu- but; las plantas enumeradas en los catálogos de Spegazzini, provie- nen en su inmensa mayoría de la zona cordillerana, como puede verse en la introducción de sus Primitiae Florae chubutensis y de Nova Addenda ad Floram patagonicam. En el primero de estos trabajos, es- cribe el autor, refiriéndose a la parte costanera y central del territo- rio : « Esta zona es horrible, árida, desnuda, pedregosa, con una ve- getación sumamente reducida y pobre de arbustos enanos, retorcidos y generalmente espinosos. » Esta elocuente descripción se refiere probablemente a la mitad más austral del Chubut, más a menudo atravesada, que a la parte norte casi desierta, dificilísima de atravesar y de la cual, según creo, 192 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA no se sabe absolutamente nada desde el punto de vista de las cien- cias naturales (1). Lo mismo pasa con el centro y el sur del territorio del río Negro. La zona andina y preandina, húmeda, fértil y más poblada, es mu- cho más conocida, pero se trata ya del margen de la formación pata- gónica, zona de transición relativamente estrecha, entre la estepa a menudo semidesértica de la meseta y los bosques de la cordillera. Para tratar, sin embargo, de resolver el problema voy a pasar en revista lo poco que sabemos : todo el valle de río Negro se encuentra en pleno Monte; una influencia patagónica sobre su vegetación es algo más marcada en el interior, como lo demuestra la comparación entre la flora de los alrededores de Carmen de Patagones y de Viedma, y la de las comarcas próximas a la confluencia del Limay y del Neuquen (véase Hauman, Rio Negro inférieur ; Hicken, Plantae Fischerianae ; en este último catálogo nótanse la presencia de una docena de espe- cies netamente patagónicas, nó conocidas más al este). Si seguimos más al oeste, por el ferrocarril a Zapala, como lo hice este último ve- rano, veremos que, durante 225 kilómetros todavía, sigue la misma vegetación, aunque siempre más rala, más pobre y más baja, con pre- dominancia de Atriplex, y se necesita llegar a unos 50 kilómetros de Zapala, para que se produzca un cambio y que, por ejemplo, pueda reconocerse en las vegas, las alfombras verdes de Azorella trifurcata. En Zapala (900 m. de altitud) el carácter de la vegetación, tanto en el valle como en las mesetas, y, por lo demás, el carácter del paisaje, es netamente patagónico; en el valle se extienden vegas con Samolus spathulatus, Pratia, Azorella trifurcata, Hordeum secalinum, Var. pu- biflorum, Poa pugionifolia, Elymus, mientras que, 100 metros más alto, en la meseta de perfil característico y cuyo suelo lo constituyen bloques de lava, encontramos Verbena en cojín, Nardophyllum Kin- gi, Opuntia Darwinti, Bromus macranthus, y que sólo en lugares abrigados encontramos Oolliguaya integerrima, Prosopis patagonica y Larrea nitida. Más al oeste, el carácter patagónico se acentúa todavía. Entre Za- pala y las cordilleras, uno de los elementos característicos es Trevoa patagonica, y la vegetación la constituye esencialmente durante 20 leguas dos Senecio y un Haplopappus que forman matas hemisféricas, (1) Es de notar que ni siquiera el hilo del telégrafo atraviesa esta región ; el telégrafo parte de la costa, en Comodoro Rivadavia, dirigiéndose hacia el oeste, y recorre después la precordillera, de sur a norte, hasta Nahuel-Huapí. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 193 de medio metro apenas de alto, con, de vez en cuando, Azorella mo- nantha; pero en Las Lajas, al abrigo del viento, en las barrancas, mezclado a veces con Fabiana imbricata, pueden todavía encontrarse algunas plantas de Jarrilla (Larrea nítida), ausente del todo sobre la meseta. Por 38? de latitud, a unos cien kilómetros de la cordillera, volve- mos, pues, a encontrar la vegetación patagónica, que poco a poco va confundiéndose con la de la sección más septentrional de los bosques subantárticos. Desde la confluencia de los ríos Neuquen y Limay, si remontamos ahora este último hacia el suroeste, veremos que sólo a 300 kilóme- tros empieza a modificarse un poco la vegetación, siempre la misma dlesde el litoral atlántico, y necesitamos adelantar todavía 50 kilóme- tros más para que, muy cerca de la desembocadura del río Collon- Cura, por 40230" de latitud y a 120 kilómetros apenas de la frontera chilena, desaparezcan el Sauce en el valle, y la Jarrilla y el Piqui- llín en la meseta. En Paso Limay recogí Larrea divaricata en la misma orilla del río, y Larrea nitida (1) ha de encontrarse segura- mente más al oeste todavía (XIV, pág. 65 de la 2* edición). En el norte del territorio del Neuquen y más todavía en la provin- cia de Mendoza, donde el monte típico sube muy alto en la precordi- llera (cf. Hauman, Hautes cordilléeres de Mendoza, pág. 63), sabemos. que los tipos patagónicos sólo se encuentran con alguna frecuencia en las montañas y que, aquí también, Larrea nitida caracteriza el margen del Monte en su contacto con la vegetación alpina. Podemos fijar, pues, la punta norte, muy estrecha, de la estepa pa- tagónica en la precordillera del Neuquen, por 382 de latitud; del lí- mite con el Monte conocemos dos puntos más, uno, sobre el Limay, dos grados y medio al sur, el otro, sobre el Atlántico, en la desembo- cadura del río Chubut (más o menos 432). La distancia entre los dos últimos es desgraciadamente muy gran- de, pero si hojeamos los mapas térmicos de la república publicados por Davis (1914), encontramos que la gran mayoría de las isotermas tienen exactamente la misma dirección y que, por ejemplo, la línea Las Lajas-Paso Limay -Rawson coincide casi perfectamente con la isoterma de verano de 199, la de primavera, otoño y año, de 139, de máxima media de verano de 259, de otoño de 199, de invierno de 139, (1) También la coleccioné en estos lugares cuando descendí el Limay en ca- noa, sin que pueda recordar si fué antes o después de Paso Limay. AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 14 194 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA de primavera de 209, de mínima media de verano de 119 (IV, lámina Sa 17). No hay que exagerar sin embargo el valor de estas líneas; una ojeada sobre el mapa número 1 donde están indicadas las esta- ciones meteorológicas, existentes en 1914, nos indica claramente que el recorrido exacto de estas líneas queda muy hipotético, pero la coincidencia es tan perfecta que seguramente debe ser tomada muy en cuenta. Las líneas pluviométricas, tan elocuentes para determinar el límite oriental de la formación del Monte, carecen de valor en el caso que nos ocupa, por ser el Monte y la Patagonia asociaciones vegetales igualmente xerófilas. Observaciones ulteriores nos indicarán si la línea uniendo la pre- cordillera del Neuquen al Atlántico ha de ser cóncava (hacia el sur) o convexa; lo último me parece más probable, pero creo que se puede desde ya úijar la frontera del Monte con la estepa patagónica en una línea ideal uniendo Chos-Malal, al pie de la cordillera, a Paso Limay y a la desembocadura del río Chubut. Por otra parte, y quedando siempre en el punto de vista de la geo- erafía botánica, la estepa patagónica se termina en el oeste al pie de las cordilleras boscosas que constituyen los « bosques subantárticos », encontrándose, antes de llegar a estos últimos, una zona de transición de unos 50 a 75 kilómetros de ancho, de clima más húmedo, de ve- getación mucho más rica, pero donde sólo encuéntranse, en el fondo de los valles, árboles o arbustos aislados, precursores de las selvas cordilleranas. Esta zona alcanza el estrecho de Magallanes y se ex- -tiende en el triángulo más septentrional de la Tierra del Fuego, trián- gulo que, según Dusen (VIII) y Skottsberg (XXXIX) deben unirse a la estepa patagónica, mientras el oeste y sur de la isla, con los cir- cundantes archipiélagos no son sino la continuación de la zona bosco- sa del continente. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 195 SEGUNDA PARTE RELACIÓN BOTÁNICA DEL VIAJE Lo poco conocida que queda todavía la vegetación de una parte de la región visitada (costa y meseta), y sobre todo la extrema pobreza de la bibliografía en lengua española sobre la flora patagónica, me inducen a sacar de mis apuntes y de mis recuerdos todo el provecho posible. Estudiaré sucesivamente : La costa patagónica (de P. Madryn a Río Gallegos); La meseta por 50-519 de latitud; La precordillera ; La selva magallánica; La flora andina. CAPÍTULO Iv LA COSTA PATAGÓNICA Sobre la vegetación de la costa patagónica, sólo tenemos, fuera de los datos desparramados en las obras de Hooker y Spegazzini, y difí- ciles de reunir, un trabajo de poca importancia y muy mediocre de Autrán (11) y otro de Dusen (VII y X). No cabe duda que con el ma- terial recogido por mí en las escalas del viaje de ida, lo mismo que durante mi permanencia en Santa Cruz, hubiera podido completar, mucho más eficazmente de lo que voy a hacer, nuestros conocimien- tos sobre la flora de dicho litoral (1). Puerto Madryn (latitud 43250, enero 6-7 y abril de-1914) (2). Puerto Madryn es un pueblo de cierta importancia comercial, por ser el puerto de las antiguas y prósperas colonias agrícolas del valle (1) Debo agradecer al doctor G. Bonarelli una pequeña colección reunida por él en las mismas escalas, en marzo de 1917, la cual me prestó algunos servicios en la redacción de este capítulo. (2) En San Antonio (lat. 40250”), sólo tocamos a la vuelta y de noche, sin poder 196 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA inferior del río Chubut, colonias a las cuales queda reunido por el ferrocarril a Trelew y Gaimán; se encuentra en el rincón sudoeste del golfo Nuevo, cuya estrecha entrada queda limitada al norte por la esquina sudoeste (Punta Nueva) de la península Valdés, y al sur por la extremidad, llamada Punta Ninfas, de otra península sin nombre. Las dunas que bordean la playa al oeste del pueblo son poco des- arrolladas y muy invadidas por la vegetación arenícola característica, a la cual — por tratarse de médanos antiguos sin duda, y muy esta- bles — se han agregado elementos del Monte. Dos especies típica- mente arenícolas dominan : la compuesta Grindelia speciosa (hasta en la playa) y la gramínea Epicampes arundinacea, el junquillo o unquillo de tan vasta distribución en la república y aquí poco desarrollado; a ellas se mezclaban subarbustos : Ohuquiragua Avellanedae muy abun- dante y formando grandes matas redondas; Ch. hystrix, de terribles hojas aleznadas, Adesmíia canescens, Prosopis juliflora, f. fruticosa (1), el alpataco, aquí raquítico y casi sin hojas, el incienso (Schinus depen- dens), muy desarrollado al contrario, en una forma muy espinosa, de ramificación piramidal, como la que se observa en la precordillera de Mendoza; Oyclolepis genistoides y, en fin, las jarrillas Larrea nitida y L. divaricata. Puede agregarse todavía: Margyricarpus setosus, un Opuntia de espinas chatas, Senecio albicaulis (vel atf.) y Euphorbia patagonica, casi única planta herbácea no marchitada por la sequía. En sitios de suelo arcilloso y más salado, varios Atriplex y Suaeda (S. divaricata, $. fruticosa), Frankenia patagonica y, en el agua mis- ma de la bahía, ralo y poco desarrollado Spartina montevidensis. Sobre la playa muy pocas algas : algún fragmento del grande Macrocystis y algunas pequeñas algas coloradas traídas por las mareas desde las costas pedregosas de más al sur y, de vez en cuando, pequeños mon- _ tones de Ulwa y Enteromorpha. Tierras adentro, en un valle de terreno salado, a lo largo del ferro- carril, las dos Suaeda, Atriplex lampa, A. Ameghinoi, A. monteviden- sis, Frankenia y diversos Lycium espinosos. Un poco más al oeste, empiezan las ondulaciones y barrancas que llevan a la meseta. Aquí nos encontramos con un monte pobre pero típico, absolutamente com- bajar a tierra. Nuestros conocimientos sobre este punto se limitan a la enumera- ción por Autran de 19 especies allí recogidas por Miles Stuart Pennington y entre las cuales señalaré 4Atamisquea emarginata Miers, elemento del Monte que parece alcanzar allí su límite austral. (1) Determinación dudosa. Véase Hauman XV, página 391. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 197 parable al que describí para el río Negro inferior (fig. 2). Lo constituyen las dos Larrea ya nombradas, Prosopis juliflora, P. striata, Cyelolepis, Schinus, Condalia, Bougainvillea spinosa, Brachycladus lycioides, Ephe- dra ochreata, diversos LEycium, Mulinum spinosum, Grindelia speciosa, Chuquiraga erinacea, la uña de gato, aquí bastante escasa, y, como elementos característicos de la faja más austral de la formación (ade- más de Larrea nitida), Chuquiragua Arvellanedae, Ch. hystriec, muy abundantes, mientras son más raros Verbena ligustrina (syn.: V. Lo- Fig. 2. — Vegetación del Monte en Puerto Madryn (Fot. A. Pozzi) g. = rentzii), Ameghinoa patagonica y la mucho tiempo olvidada Perezia Beckii. También encontré Nassauvia scleranthoides Hottm., que sólo se conoce de Puerto Madryn y del vecino Cabo Raso. Señalaré también que, según Dusen, uno de los elementos característicos de la meseta es Menodora robusta, Oleacea snb-afila, de ramas robustas, que parece reemplazar aquí el palo-sebo (Monttea aphylla) tan «bundante en la meseta del interior del río Negro, en el Neuquén y en la precordillera de Mendoza (1). (1) En Cipoletti esta planta constituye el único combustible local y se recoge en gran escala. Me dijeron también que se habían mandado a Buenos Aires gran- 198 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Agrego una enumeración de las fanerógamas conocidas para este punto, el más austral de la formación del Monte sobre el cual tenga- mos nociones algo completas (observaciones mías y de Dusen, plantas recolectadas por los señores S. M. Pennington y G. Bonarelli): Ephedra ochreata Miers. Paricum Urvilleanum Kunth. Stipa humulis Cav. Stipa Neaei Nees. Stipa speciosa rin. et Rupr. Stipa tenuis Phil. Epicampes arundinacea (Gris.) Hackel. Spartina montevidensis Arechayv. Poa bonariensis Kunth (syn.: P. Bergúi -— Autran non Hieron). (1) Poa chilensis Trin. (?, Hackel). Festuca muralis Kunth, f. pyymaea Hac- kel. Bromus Trini Desyv. Bromus unioloides (Willd.) H. B. K. Hordeum secalinum Schreb., var. parvi- forum Hackel, f. pusillum (Hackel) Haum. Hordeum murinum L., subsp. leporinum (Link.) Rich. Atriplex Ameghinoi Spes. Atriplex undulata (Moq.). Atriplex lampa Gill. Atriplex montevidensis Spreng. Atriplex sayittifolia Speg., var. micro- phylla Spes. Atriplex semibaccata R. Br. Atriplex vulgatissima Speg. - Roubieva multifida (L.) Moq. Salicornia corticosa (Mey.) Walp. Suaeda divaricata Moq. Suaeda fruticosa Forst. Suaeda maritima (L.) Dumort. (syn.: $. patagonica Autran non Speg).. Amarantus vulgatissimus Speg. Bougainvillea spinosa (Cav.) Heim. Paronychia chilensis DC. Spergularia villosa Camb. “Draba australis Hook. f. Margyricarpus setosus R. et Pay. Prosopis patagonica Speg. Prosopis striata Benth. Prosopis juliflora DC. Hoffmanseggia trifoliata Cav. Adesmia canescens (As. Gray) Speg. Erodium cicutarium L”Hér. (syn.: E. moschatum Autran non Willd.). Larrea divaricata Cav. Larrea nitida Cav. Euphorbia patagonica Hieron. Schinus dependens Ort. Condalia microphylla Cav. Frankenia patagonica Speg. Frankenia cfr. cymbifolia Hook. (Dusen). Opuntia sp. Eryngium Kurtzi Hicken. Mulinum spinosum Pers. Menodora robusta (Benth.) A. Gray. Amsinckia angustifolia Lehm. Valentinia patagonica Speg. Lippia seriphioides A. Gray. Lippia nodiflora (L.) Rich. Verbena ligustrina Lag. Lycium elongatum Miers. Lycium chubutense Dusen. Veronica peregrina L. Plantago patagonica Jacq. Grindelia speciosa Lindl. Gutierrezia paniculata Phil., var. pata- gonica Spes. des cantidades para las fábricas de gas : la espesa cutícula resinosa contiene se- guramente hidrocarburos que, a falta de hulla, enriquecían favorablemento, sin duda, el producto de la destilación de la madera. (1) Estas sinonimias son correcciones a las determinaciones publicadas por Au- tran : véase bibliografía, número 2. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 199 Heterothalamus tenellus (Hook. et Arn.) . Chuquiragua Dusenii Hottm. OK. Chuquiragua erinacea Don. Baccharis Darwinii Hook. et Arn. Chuquiragua hystrix Don. Baccharis genistaefolia DC. Cyclolepis genistoides Gill. et Don. Gnaphalium axillare Remy. Ameghinoa patagonica Speg. Xanthiuwm spinosum L. Brachycladus lycioides Don. Senecio psammophilus Gris., f. Dusenii Brachycladus megalanthus Speg. Macloskie. Nassauvia scleranthoides O. Hoftm. Chuquiragua aurea Skottsb. Perezia Beckiúi Hook. et Arn. (syn. : P. Chuquiragua Avellanedae Lor. Aavescens O. Hottm.). Puerto Pirámide (latitud 43240", enero S de 1914). Esta localidad situada en la costa oeste de la península Valdés, en frente de Puerto Madryn, en el golfo Nuevo, ha sido raras veces visi- tada por los naturalistas. Sólo la tocamos a la ida, y nada me quedó del abundante material que en una herborización de algunas horas había reunido. Saco lo siguiente de mis apuntes, ayudándome de una pequeña colección traída del norte y del centro de la misma península por el señor Roveretto. A lo largo del camino que conduce al pueblo, próximo a la costa, llaman la atención poderosos ejemplares (hasta de 2 m. de alto) de Suaeda divaricata, el Jume negro. El suelo es arenoso, algo sala- do/'encontrándose al pie de las colinas que se levantan a poca distan- cia de la costa, las especies siguientes : Epicampes arundinacea, Atri- plex lampa (Jume blanco), Plazia argentea que alcanza aquí, según creo, su límite austral, Frankenia patagonica, Philibertia Gilliesti, un Trechonaetes y un Senecio de grandes flores radiadas. Más allá, sobre las pendientes de las lomas arenosas que parecen ocupar una gran extensión de la península, se encuentran todavía Epicampes arundinacea, Atriplex lampa, las matas redondas de Muli- num spinosum y sólo pequeños ejemplares de Prosopis striata y P. juliflora, Schinus dependens f. arenicola, mientras abunda, cubriendo grandes extensiones mi Baccharis divaricata, conocido solamente hasta ahora de la desembocadura del río Negro: cuando de tallos bajos, forma alfombras, mientras, más desarrollado, produce en otros lugares grandes manchas verdes. Las Cactáceas son raras y pequeñas y, como enredadera, observé la única Philibertia Gilliesti. Mucho más importantes son las Chuquiragua : Ch. Avellanedae, Ch. hystrixz y tam- bién Ch. aurea, especie algo dudosa de Skottsberg, que forma cojines achatados y espinosos; en fin, en la cumbre de una de las lomas, 200 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Anarthrophyllum sp. Salvo estas cuatro últimas especies, el conjunto de la vegetación es del todo parecido a lo que describí para los méda- nos litorales del partido de Patagones. Doy a continuación la lista de las especies que mencionan mis notas, agregando las coleccionadas por Roveretto (diciembre de 1913) en los alrededores de la Salina Grande que se encuentra en el centro de la península, y en la playa de Punta Norte. Señalo respectivamente estos lugares por las abrevia- ciones : Piram., Sal. y P. N., dejando sin indicación de origen las es- pecies conocidas únicamente para Puerto Pirámide. Epredra ochreata Miers. Panicum Urvillearnum Kunth Sal.). Epicampes arundinacea (Gris.) Hackel. Stipa filiculmis Del. (P. N.). Stipa Neaei Nees. Stipa speciosa Trin. et Rupr. Plvwragmites communis Trin. Poa Bergíi Hieron. (P. N.). Poa sp. Bromus unioloides (WitMd.) H. B. K. Festuca octoflora Walt. (F. tenella), vel att. Distichlis spicata (L.) Greene. Scirpus americanus Pers. (Sal.). Zephyranthes Anderson (Herb.) Benth. et Hook. (P. N.). Arjona tuberosa Cav. (rara). Chenopodium sp. (Sal.). Suaeda maritima Dumort. (Sal.). Suaeda divaricata Moq. P. N.). . Atriplex lampa Gill. (Piram., P. N.). Atriplex montevidensis Spreng. (Sal.). Salicornia corticosa Walt. (Sal.). Amarantus (P. N.). =Spergularia (Sal.). Silene (Sal.). Paronychia chilensis DC. (Sal.). Acanthonyehia ramosissima Hook, etArn. Una Crucífera de hojas carnosas ? Margyricarpus setosus R. et Pav. Adesmia canescens (As. Gray) Benth. et Hook. (Sal.). Adesmia grisea Hook. Anarthrophyllum sp. (Piram. (Piram. Sal. Prosopis striata Benth. Prosopis juliflora DC. Erodium cicutarium Sa NO Monnina (Sal.). Euphorbia patagonica Hieron. (Piram. Sal.). Schinus dependens Ort., f. arenicola Haum. (Piram., Sal., P. N.). Condalia microphylla Cav. (P. N.). Malva rotundifolia L. vel atf. Frankenia microphylla Cav., var. Nie- derleimi Speg. (Piram. Sal.). Loasa sp. (L. Bergii Hieron.?). Opuntia sp. Cereus sp. Pterocactus Kuntzei Schum. Oenothera aji. stricta Ledeb. (Sal.). Statice brasiliensis Boiss., var, yensis (Arech.) Haum. (Sal.). Philibertia Gilliesii Hook. et Arn. (Pi- ram., P. N.). Cressa australis R. Br. (Sal.). Phacelia artemisioides Gris. (Sal.). Gilia lascimiata R. et P. Amsinckia angustifolia Lehm. Lippia trifida Remy. Verbena ligustrina Lag. (V. Lorentzii Nied.). Verbena flava Gill. et Hook. Verbena tenera Spreng ? (Sal.). Solanum maritimum Mey. (Sal.). Fabiana Peckii Nied. Trechonaetes sp. Nicotiana sp. Lycium tenuispinosum Miers (P. N.). 1"Hérit. (Piram., UYPUQUA= UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 201 Eycium (P. N.). Eycium (P. N.). Plantago patagonica Jacq. (Piram., Sal. BN.) Calycera crassifolia (Miers.) Hicken (Pi- ram.). Gutierrezia paniculata Phil., var. pata- gonica Speg. (Piram. Sal.). Hysterionica jasionoides Willd. (P. N.). Heterothalamus spartioides Hook. et Arn. (Sal.). Baceharis Darwinii Hook. et Arn. Baccharis Gilliesii As. Gray. Baccharis divaricata Haum. Sal.). Grindelia speciosa Lindl. (Piram., Sal.). Grindelia brachystephana Gris. (N. P.). (Piram. Senecio stipellatus Hoftm. (P. N.). Senecio psammophilus Gris. ? Senecio sp. (Piram. Sal.). Chuquiragua Avellanedae Lor. PIN Chuquiragua aurea Skottsb. ? Chuquiragua erinacea Don. (P. N.). Chuquiragua hystrix Don. (Piram. Cyclolepis genistoides Gill. et Don. Doniophytum andicola Wedd. Plazia argentea(Don.)OK. (Piram. Sal.). Brachycladus lycioides Gill. et Don. Brachycladus megalanthus Speg. (P. N.). Ameghinoa patagonica Speg. Perezia Beckii Hook. et Arn. Sonchus asper Hill. (P. N.). Huypochaeris (Sal.). Q Si analizamos ahora esta lista y la de Puerto Madryn, nos tiene que llamar en seguida la atención la escasez de los elementos patagónicos, a pesar de que nos encontramos en pleno Chubut, casi por 439 de lati- tud sur. La semejanza con la flora del sur de la provincia de Buenos Aires es completa y sólo merece ser mencionada como anunciando la vecindad de la Patagonia: FPrankenia patagonica, Chuquiragua Ave- llanedae, Ch. aurea, Perezia Beckii y, sobre todo, Ameghinoa patago- nica, monotipo endémico que sólo se conocía de Santa Cruz (también existe en Comodoro Rivadavia, pero parece particular a la zona lito- ral (lám. D.. Camarones (latitud 44240", enero 9 de 1914). Aquí, al contrario, nos encontramos frente a la vegetación patagó- nica. A lo largo de la playa arenosa que se extiende al sur del punto de desembarco, encontramos Berberis heterophylla, elemento patagó- nico incuestionable, y, constituyendo también un carácter esencial, plantas en cojines o alfombras, características de las floras alpinas, al nivel del mar: Ephedra frustillata, Brachycladus caespitosus y una Azorella. Señalaré también Colliguaya integerrima, subarbusto de 50 centímetros, formando sobre la arena abundantes matas hemisféricas de un verde claro : Chuqguiragua hystrix y Ch. aurea, Schinus, Ephedra ochreata, una Opuntia y un Echinocactus; sobre la misma playa, en abundancia, una Compuesta de grandes hojas glaucas como de Vale- riana, que sólo ví en este punto (Culcitium Gilliesú ?). 202 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA A poca distancia del lugar arenoso aquí deserito afloran rocas por- fíricas bañadas por el mar, y sobre las cuales se desarrollan algunas Ohlorofíceas (Ulva, Enteromorpha) y numerosas Rhodofíceas (Coral- lima, Ballia, Acanthococcus, etc.). Comodoro Rivadavia (latitud 45250, enero 10-11 y abril de 1914). En Comodoro Rivadavia encontramos por la primera vez el paisaje patagónico típico, con sus mesetas horizontales cortadas en ángulo recto, en razón del manto de lava que las cubre, lo que les da, en la lontananza, un aspecto de poderosas fortificaciones. A pocos centenares de metros de la orilla del mar, se levantan altas y abruptas barrancas, algo sinuosas, por las cuales, sin gran- des dificultades, puede llegarse a la meseta cuya altura, según mis observaciones con un aneroide, es de 240 metros sobre el nivel del mar (1). + Entre la playa y el pié de las barrancas, se extiende una faja, en ciertos puntos muy estrecha, más ancha en otros, según la sinuosidad de la barranca, de terreno arenoso y algo salado, donde crece una vegetación baja, muy rala y casi completamente desecada ya a prin- cipio de enero. Al lado de los infaltables Suaeda, Atriplex, Frankenia, Grindelia, Lycium, Baecharis Darwinii, casi áfilo, Senecio psammophi- lus cubierto de vello blanco, Chuquiragua aurea en enormes matas hemisféricas, señalaré todavía Lippia trifida muy abundante, Brachy- cladus caespitosus en grandes cojines densos, Hrodium cicutarium (co- mún, pero ya seco), Ameghinoa patagonica, algunas Stipa (St. Neael, St. patagonica), y algunos elementos que no habíamos visto todavía: Nicotiana patagonica, de grandes hojas carnosas curiosamente en- . rolladas, casi como las hojas de durazno atacadas de torque (Huoas- cus), la pequeña Compuesta monotípica, Duseniella patagonica, aquí bastante común, y Trevoa patagonica (lám. 1) Rhamnacea afila pare- cida a una Discaria o Colletia, pero caracterizada por sus frutos dru- páceos redondos, de tamaño de una guinda. Tal era la vegetación de la llanura donde se hicieron las perforacio- nes cuyos resultados fué el descubrimiento de los yacimientos de petró- (1) Los mapas indican menos (185); pero apunté el 11 de enero de 1914 una diferencia de 726 a 752 milímetros en mi aneroide, en los pocos minutos (menos dle media hora) necesarios para bajar hasta el mar desde la cumbre de un pequeño * cerro que se levanta unos 70 metros arriba del nivel del borde de la meseta. ANALES Soc. CIENT. ARG. = TOMO LXXXIX LÁMINA I Ameghinoa C, == A LL = 33 S + 2 2. Q = Sm. MA IS a-3 = = 5. hh — 3 yu = sb, olliguaya integrifolia Gál, Y ( hu o la Patagonia Prosopis patagonica Speg. dl, o Subarbustos característicos del norte de patagonica Speg. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 2053 leo, y donde hoy está desarrollándose una pequeña ciudad industrial. En las barrancas, especialmente en los lugares abrigados de los vientos tan violentos en la región, la vegetación es más tupida, casi arbustiva, y recuerda por su aspecto, ciertas porciones algo raquí- ticas del Monte: hasta algunos elementos comunes podemos todavía Fig. 3. — Lessonia sp. ('/, tamaño natural). Alga muy abudante sobre las restingas de Comodoro Rivadavia, enero 1914 señalar: Prosopis striata muy desarrollado (2 a 3 m. de alto), en un punto a media altura de la barranca, asociado a Colliguaya, Schinus, Lycium, Trevoa, Verbena ligustrina, Pleurophora patagonica, Litracea subarbustiva de flores rosadas y, de vez en cuando, la gran estrella anaranjada de la soberbia Mutisia retusa, la única verdadera belleza dle esta flora semidesértica.. Al mismo margen de la meseta, me acogió un viento violentísi- 2041 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA mo (1); la vegetación rala, rojiza y en su mayor parte desecada, la constituyen subarbustos como Trevoa, Colliguaya, Verbena, Ameghi- noa, Lippia trifida, que no pasan de 50 centímetros, matas de Stipa de hojas cilíndricas, y una serie de plantas enanas de los géneros Brachyelados, Fabiana, Ephedra, Frankenia, Anarthrophyllum, Nassau- via, Perezia, plantas enanas que, como ya lo vimos, constituyen la característica fitogeográfica de la región. Una palabra agregaré sobre la flora marina : En frente mismo del pueblo de Comodoro Rivadavia, lo mismo que en otros lugares próximos de la costa, existen restingas cuyas rocas quedan descubiertas sobre una extensión variable a marea baja, lo que permite estudiar las algas que sobre ellas abundan. «La especie dominante pertenece al género Lessonía (fig. 3): está constituída por un falso tallo delgado, algo comprimido, terminado en la parte inferior por ganchos que se fijan en la piedra y que, en la parte opuesta, se ramifica dicotómicamente en 10-12 cintas onduladas de color moreno- negruzco, alcanzando el todo 50-60 centímetros de largo. De la her- mosa Macrocystis pyrifera, que necesita aguas más profundas, sólo pude ver — en relativa abundancia, por cierto — fragmentos sueltos y más o menos considerables. La flora algológica de la costa patagó- nica propiamente dicha, ha sido muy poco estudiada: mucho mejor conocidas son las algas de la Tierra del Fuego, islas Malvinas e islas antárticas, donde abundan, especialmente, algunas enormes especies como el Macrocystis citado y el arborescente Lessonia flavicans; pero seguramente las algas existen también en grandes cantidades, en ciertos puntos por lo menos, de la costa argentina. El hecho tiene cierta importancia, por poder prestar valiosos servi- cios estos vegetales, que sólo cuestan el trabajo de recogerlos, ya sea a marea baja, ya sea en botes con instrumentos apropiados. En efec- to, constituyen un excelente abono para las tierras, abono empleado desde siglos, en Francia, por ejemplo, y cualquier tratado de agrono- mía europea trata de este tópico. Ahora bien, basta conocer las tie- rras arenosas y pedregosas de la Patagonia, por una parte, y por otra las dificultades que hay en proveer de alimentos a un pueblo como Comodoro Rivadavia (2), nacido, por razones industriales, entre el (1) Leo en mis apuntes : < En haut, barométre : 240 m. Valtitude, un vent de tous les diables! Végétation brúlée, rougie... » (2) La prensa diaria se ocupó varias veces del tema : esta población, salvo para la carne, es enteramente tributaria de la importación. : UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 202 mar y el desierto, para comprender la ventaja que pudiera tener la población — especialmente el día en que se resuelva más satisfacto- riamente la cuestión del agua — en que pueda desarrollarse al abrigo de las barrancas, un poco de horticultura, aunque sea doméstica; el aporte de la materia orgánica de las algas (además de las substancias minerales que contienen), reemplazando hasta cierto punto el estiér- col ausente, modificaría muy ventajosamente las tierras de las huer- tas y jardines, contribuyendo a formar, con poco gasto, el elemento que más hace falta en las tierras patagónicas, el humus. Pero no sólo de abono pueden servir las grandes algas marinas : durante la guerra han sido prácticamente empleadas y con óptimos resultados, según afirman, en la alimentación del ganado, lo que no ha de extrañar en Sud América, donde sirven también ciertas algas al consumo humano (Durvillea antarctica, uno de los «cachiyuyos» de los chilenos). Basta recordar ahora que la alfalfa de las colonias del Chubut inferior (Trelew, etc.) es una de las mercaderías de gran trá- fico en los puertos del sur, para comprender de qué utilidad econó- mica pudiera resultar este forraje marino producido en abundancia por lá misma naturaleza en los lugares mismos de su empleo (1). Doy a continuación una lista de las plantas hasta ahora conocidas para Comodoro Rivadavia :, Macrocystis pyrifera (L.) Ag. Spergularia villosa Camb. Lessonia flavicans Bory ? (syn. L. fusce- Sisymbrium patagonicum Speg. A scens Bory ; ejemplar joven ?). Prosopis striata Benth. Ephedra ochreata Miers. Hoffmanseggia trifoliata Cav. Stipa humilis Cay. Adesmia canescens(As. Gray) Speg. (syn. : Stipa Neaei Nees. Adesmia cinerea Autran non Clos) (2). Stipa patagonica Speg. Astragalus sp. Stipa speciosa Trin. et Rupr. Anarthrophyllum sp. Bromus macranthus Mey. Lathyrus patagonicus Lam. Elymus erianthus Phil., var. Spegazzinii Erodium cicutarium L'Hérit. (Kurtz) Haum. Colliguaya integerrima Hook. et Arn. Arjona patagonica Hombr. Schinus dependens Ort. Arjona tuberosa Cay. Trevoa patagonica Speg. Atriplex lampa Gill. Sida tehuelches Speg. Suaeda fruticosa Forst. Cajophora sylvestris (Poepp.) Urb. et Salicornia fruticosa (Mey.) Walp. Gilg, var. leptocarpa Speg. (1) Las algas deben sufrir ciertos tratamientos de desmineralización : el asun- to, muy estudiado ya en Europa, debería naturalmente sufrir una mise au point, ya que se trata de géneros y especies completamente distintos. (2) Véase la nota de la página 198. 206 Loasa argentina Urb. et Gilg. Frankenia patagonica Speg. Pleuwrophora patagonica Spes. Mulinum spinosum Pers. Phacelia sp. Amsinckia angustifolia Lehm. Verbena ligustrina Lag. Verbena. Lippia trifida Remy. Lycium sp. Nicotiana Ameghinoi Speg. Fabiana patagonica Spegs. Solanum pyrethrifolium Gris. Calceolaria lanceolata Cav. Plantago patagonica Jacq. Frindelia speciosa Linal. Baccharis genistelloides Pers. (?) Baccharis sp. Baceharis Darwinúi Hook. et Arn. ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Anthemis cotula L. Xanthium spinosum L. Senecio diabolicus Speg. Senecio salsus Gris. (?) Senecio limbardioides Hook. et Arn. Senecio Choiquelanensis Spegs. Centaurea cyanus L, Chuquiragua Avellanedae Lor. Chuquiragua awrea Skottsb. Doniophyton anomalum Don. Duseniella patagonica(O. Hottm.) Schum. Mutisia retrorsa Cay. Brachycladus caespitosus (Phil.) Speg. Ameghinoa patagonica Speg. Nassauvia glomerulosa (Lag.) Don. Perezia Beckií Hook. et Arn. Leucería div. sp. Sonchus sp. Caleta Olivia (latitud 462307, enero 12 de 1914). Caleta Olivia es un punto que, por su poca importancia, no es escala regular de los paquetes. Nos encontramos otra vez aquí en presencia de una costa arenosa, con colinas de poca elevación. Según mis apuntes, la vegetación es muy parecida a la observada en Cama- rones. Noté las siguientes especies : Epredra ochreata Miers. Stipa humilis Cav. Stipa Neaei Nees. Festuca (aft. F. muralis Kunth ; dese- cada). Arjona patagonica Hombr. Polygonum aviculare L. Atriplex lampa Gill. Prosopis patagonica Speg. Hoffmanseggia trifoliata Cav. Erodium cicutarium L”Hérit (seco). Colliguaya integerrima Hook. et Gill. Trevoa patagonica Speg. Frankenia sp. Mahuenia (M. Poeppigii (Ott.) Web. ?). Opuntia Darwin Hens]. Cereus (C. Dusenti Web. ?). Amsinckia angustifolia Lehm. (seca). Lippia trifida Remy. Verbena ligustrina Lag. Plantago patagonica Jacq. (seca). Fabiana patagonica Speg. Lycium sp. Baccharis Darwin Hook. et Arn. Grindelia speciosa Lindl. Senecio psammophilus Gris. ? (blanco). Chuquiragua Avellanedae Lor. Chuquiragua aurea Skottsb. Nassauvia (sect. Strongyloma). Brachycladus caespitosus (Phil.) Speg. Mutisia sp. (trepadora). Perezia recuwrvata (Vahl) Less. Perezia sp. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 207 Puerto Deseado (latitud 47946', enero 13 y abril 1* de 1914). Puerto Deseado, población relativamente importante y cabeza de un ferrocarril casi transpatagónico (según el proyecto, debe de llegar un día hasta Nahuel-Huapí), se encuentra sobre la orilla septentrio- nal del amplio estuario del río Deseado, al pie de imponentes barran- cas de rocas graníticas rojizas, que constituyen largos y curiosos cañiadones por los cuales es fácil y agradable llegar hasta la meseta. Debido al abrigo contra los vientos, y sin duda también a aguas sub- terráneas, estas pintorescas gargantas ostentan una vegetación casi abundante y de un verde alegre, que contrasta poderosamente con todo lo descrito más arriba y con lo que se vuelve a encontrar tan pronto como se alcanza la llanura. Abundan los arbustos: Adesmia boronioides de hojas glandulosas y viscosas, Berberis heterophylla, Schi- nus dependens con la agalla esférica (1) que tiene con tanta frecuen- cia en las provincias centrales del país, adornados con frecuencia por Mutisia retusa, matas poderosas de Margyricarpus setosus, Var. pa- tagonicus, Nardophyllum Kingii, Lathyrus nervosus, Valeriana car- nosa y de altas gramíneas. Pero el terreno se levanta poco a poco, disminuyendo la profundidad del cañadón, mientras los arbustos se ponen siempre más achaparrados; así va llegando uno a la meseta semidesértica, con su vegetación de plantas enanas que describiré en detalle cuando trate del viaje de Santa Cruz al lago Argentino, sin insistir mayormente aquí por presentar en todo el territorio de Santa Cruz las mismas características y casi las mismas especies. Sólo seña- laré que aquí observé por primera vez Verbena tridens (?syn.: V. carroo Speg.), la mata negra, y Lepidophyllum cupressiforme, la mata verde, que desempeñan un papel tan importante en la flora austropata- gónica (lám. IV, V y VID. En los lugares salados y algo pantanosos de las orillas del estua- rio, encuéntrase la flora halófila de siempre (Suaeda, Salicornia, Dis- tichlis), con el agregado de Spartina patayonica que forma un ribete verde a los islotes y a las partes bajas de la ribera. Puedo dar de los alrededores de Puerto Deseado, el siguiente catálogo : (1) Agalla debida a la mariposa Cecidoses eremita Curt. AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 15 208 Ephedra frustillata Miers. Zamnichellia palustris L. Stipa humilis Cav. Spartina patagonica Speg. Distichlis scoparia Kunth. Festuca sp. Festuca sp. (att. muralis). Urtica wrens L. Spergularia campestris (L.) Asch., f. pu- bescens. ; Colobanthus lycopodioides Gaud. Paronychia chilensis DC. Acanthonychia ramosissima Rohrb. ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Azorella sp. Apium sp. Armeria chilensis Boiss. Phacelia magellanica (Lam.) Coville. Fabiana patagonica Speg., var. Benthamiella patagonica Speg. Calceolaria lanceolata Cav. Calceolaria polyrrhiza Cav. Gallium pusillum Enal. Nardophyllum Darwin (Hook. f.) A. Gray. Lepidophyllum cupressiforme (Pers) Cass. Gutierrezia paniculata Phil., var. pata- gonica Speg. Haplopappus struthionum Speg. Baccharis Darwin Hook. et Arn. Ambrosia tenuwifolia Spreng. Xanthium spinosum L. Senecio desideratus DC. Senecio Neaei DC., var. incisus DC. Senecio Hoffim., f. discoi- deus mM. : Senecio albicaulis H. A.? Chuquiragua aurea Skottsb. Chuquiragua argentea Speg. Brachycladus caespitosus (Phil.) Speg. Nassauvia nOV. Sp. Nassauvia glomerulosa (Lag.) Don. Mutisia retrorsa Cay. Perezia div. sp. Cardamine sp. Hutchinsia reticulata DC. Berberis heterophylla Lam. Acaena macrostemon Hook. f. Margyricarpus setosus R. et Pav., var. patagonicus (Speg.) Speg. Hoffmanseggia irifoliata Cav. Adesmia boronioides Hook. A. lanata Hook. f. A. lotoides Hook. f. A. suffocata Hook. f. A. trijuga Gill. Á. villosa Hook. f. Anarthrophyllum desideratum Benth. Lathyrus nervosus Lam. Erodium cicutarium L'Hérit. Sehinus dependens Ort. stipellatus (Hook.) Bahía Laura (latitud 48230", marzo 30 de 1914). Los pocos momentos que pasé en tierra en este pequeño puerto muy poco frecuentado, donde sin duda nadie haya coleccionado toda- vía, me dieron algunas plantas interesantes. Las rocas que se levan- tan sobre la playa estaban cubiertas — sobre las paredes abrigadas del viento — como en ninguna parte lo ví en Patagonia, de Líquenes foliáceos (tipo Ramularia), mientras las otras llevaban sólo, pero en enorme abundancia, una especie crustácea colorada (del tipo Lecano- ra). En las grietas de las piedras crecía en gran cantidad Cerastium nervosum, de flores blancas, y el subarbusto Gutierrezia paniculata, var. patagonica, todo cubierto de capítulos amarillos. Al pie de estas rocas, Distichlis scoparia formaba casi céspedes, acompañado por Plantago maritima. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 209 Los elementos patagónicos de la meseta eran los de siempre : Nassauvia glomerulosa, Nardophyllum Kingii, Chuquiragua, Azorella, Berberis; pero, en la pendiente de la barranca, entre dos altos aflora- mientos de rocas, en un sitio donde filtraba un poco de humedad, se había producido una mancha verde formada por las Crucíferas Hut- chinsia reticulata Gris. (3 cm. de alto) y Draba australis (una forma más enana todavía y casi acaule), Chamissonia tenuifolia (Oenothera- cea), Bowulesia tenera, Gilia lasciniata, Huanaca acaulis. Puedo señalar de Bahía Laura, de donde conservé una pequeña colección, las siguientes especies, entre las cuales una que creo nueva: Ephedra frustillata Miers. Stipa patagonica Spegs. Distichlis scoparia (Kunth) Arechav. Juncus bufonius L. Colobanthus lycopodioides Gris. Spergaularia grandis (Pers.) Camb. Cerastium nervosum Naud. Berberis heterophylla Juss. Hutchinsia reticulata Gris. Draba australis Hook. f. et f. nana m. Oxalis loricata Dus. (?). Schinus dependens Ort. Mahuenia sp. Opuntia sp. Chamissonia tenuifolia (Spach) Reiche. Azorella monantha Clos. Huanaca acaulis Cay. Bowlesia tenera Spreng. Gilia lasciniata R. et Pav. Benthamiella patagonica Speg. Lycium sp. Plantago maritimum L. Nardophyllum Kingú Gray. Gutierrezia paniculata Phil., var. pata- gonica Speg. Senecio psammophilus Gris. (?). Chuquiragua aurea Skottsb. Chuquiragua argentea Speg. (Hook. f.) As. Nassauvia glomerulosa (Don.) Hook, et Arn., f. typica Skottsb. Nassauvia nOV. Sp. San Julián (latitud 49914”, enero 14 de 1914). San Julián queda situado en el fondo de su bahía que parece ser un antiguo estuario, bahía de costas bajas, en muchas partes inunda- ble, y sembrada de islotes de nivel también muy bajo, lo que permite un desarrollo mayor del que vimos hasta ahora de la asociación haló- fila habitual, a base de Salicornia corticosa que forma aquí verdade- ros céspedes, Suaeda, Statice y Spartina, y que volveremos a estudiar con más detalles en Puerto Gallegos. Por lo demás, se repite el aspecto de siempre : me limito, pues, a dar la siguiente lista, en la cual reuno los datos suministrados por mis apuntes y por una pequeña colección traída por el señor G. Bonarelli : 210 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Stipa Neaei Nees. Mulinum microphyllum Pers. Festuca sp. (en matas). Statice brasiliensis Boiss., Var. urugua- Chenopodium hircinum vel att. (con Cys- yensis (Arechav.) Haum. topus Bliti). Verbena tridens Lag. Atriplex semibaccata R. Br. (?). Lepidophyllum cupressiforme (Pers.) Cas. Atriplex sagittifolia Speg. Nardophyllum Darwinúi As. Gray. Atriplex lampa Gill. Senecio psammoplilus Gris. Salicornia corticosa (Mey.) Walp. Chauguiragua argentea Spes. Suaeda fruticosa Forst. Chuquiragua aurea Skottsb. Berberis buxifolia Lam. Mutisia retrorsa Cay. Colliguaya integerrima Hook. et Arn. Nassauvia bryoides O. Hoftm. Schinus dependens Ort. Nassauvia glomerulosa (Don) Hook. et Azorella monantha Clos. Arn. Santa Cruz (latitud 5092 S., enero 15-25 de 1914). Río Gallegos (latitud 51933' S., marzo 21-28 de 1914). En los diez días que permanecimos en Santa Oruz para preparar el viaje al lago Argentino, pude estudiar detenidamente la flora de las diversas asociaciones que existen en los alrededores: flora halófila (de terrenos húmedos y secos), flora de las barrancas, de la meseta y delos lugares húmedos o vegas. Dejaré las tres últimas para el segun- do capítulo (travesía de la meseta), y sólo me ocuparé aquí de la flora netamente litoral, lo mismo que de la muy parecida de Río Gallegos. El pueblo de Santa Cruz se encuentra sobre la orilla derecha del estuario del río al cual debe su nombre, estuario cuyo ancho alcanza 5 y 6 kilómetros, a unas 5 leguas de su desembocadura, y conviene -recordar que esta costa austral del continente americano es uno de los puntos del mundo donde las mareas son las más poderosas (hasta 15 y 20 metros). La meseta, muy próxima a la ría aguas abajo, es mucho más dis- tante (2-3 kilómetros) alrededor del pueblo, el cual se encuentra en medio de una llanura baja, de terreno salado, más arenoso en las par- tes altas no inundables, más arcilloso en las partes bajas y anegadizas. In la playa misma, sobre los pedazos arcillosos no destruídos toda- vía por las aguas, y, hasta un poco más allá de la parte regada diaria- mente por las mareas, extiéndese una densa alfombra de Salicornia (S. eorticosa, $. fruticosa); Spartina patagonica, nunca muy abundan- te, queda limitada a las orillas mismas del agua, mientras Statice em- pieza algo más allá de Salicornia, y como algas, sólo noté fragmentos de Feofíceas (Lessonia y Macrocystis) abandonadas por las aguas. Allí donde no llegan estas últimas, empieza el dominio de Lepidophyllum UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 211 cupressiforme (lám. V, e), absolutamente característico de los terrenos salados de la Patagonia austral, pero que, contrariamente a lo que dijo Dusen, no es exclusivo de la región litoral, y penetra, al contrario, has- ta el centro mismo del territorio, como lo veremos más tarde. Es un subarbusto de unos 50 centímetros de alto, de hojas escamiformes como las de un ciprés, de un verde claro, y tan rico en resina que quema verde y sirve por esto de combustible Crece por matas aisladas y es netamente halófilo, aunque poco exigente en sal, como lo muestra el hecho que muchas veces vive asociado a plantas de los terrenos nor- males, como Berberis, Schinus, Stipa, etc. Pero sus asociados habitua- les son Suaeda fruticosa Forst., un Senecio de hojas lineares, tomento- sas, blancas, del grupo de Senecio albicaulis, y, a veces, un subarbusto dle ramas tortuosas pegadas al suelo, Grabowskia Spegazzinit. Tan pronto como se levanta un poco el terreno, se agregan a las especies nombradas los elementos de la meseta y de las barrancas : Berberis, Lycium, Verbena tridens (escasa), Schinus con ramas a menu- do cubiertas de Usnea, Phacelia magellanica, Stipa humilis. En los bajos arcillosos, cuyo fondo lo ocupa, muchas veces, una laguna, el carácter halófilo se acusa, naturalmente: allí desaparece Lepidophyllum, reemplazado por especies de ramas rastreras, Suaeda maritima var. longispicata, Suaeda patagonica, mucho más pequeña y amual, Atriplez macrostyla, Polygonum camporum (vel maritimum 2), Frankenia microphylla var. typica, Chenopodium rubrum, de tallos car- nosos. El análisis número 4 del cuadro de la página 215, da la compo- sición de la tierra arcillosa de la orilla de una lagunita cubierta por semejante vegetación. Río Gallegos se encuentra en condiciones completamente compa- rables a las de Santa Uruz, pero aquí los terrenos bajos salitrosos son más extensos aún, particularmente en la ribera izquierda, donde, sobre una faja muy ancha, siguen durante varias leguas, aguas arriba de la ciudad, como lo muestra la fotografía tomada desde la barranca de la ribera izquierda, en Guarr-Aik (lám. 11, 2), punto en que el ca- mino de Río Gallegos al lago Argentino cruza el río sobre un hermoso puente de hierro. Antes de abandonar el litoral atlántico, necesito agregar algunas palabras de la vegetación de las dunas marinas, tipo de terreno bas- tante frecuente, pero que no tuve oportunidad de observar en la Pa- tagonia austral. La vegetación de los terrenos arenosos sólo ha sido estudiada por Dusen (VIII, pág. 369), por lo que se refiere a la parte nordeste de la Tierra del Fuego, muy parecida, según él, a la de la 212 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA parte sudeste del continente; agregando a las indicaciones dadas por el botánico sueco datos tomados en los catálogos del doctor Spegazzi- ni, podemos formarnos el siguiente cuadro de la vegetación psamófila en el litoral santacrucense : han desaparecido las especies caracterís- ticas de los médanos del río Negro (Epicampes arundinacea, Panicum Urvilleanum, Plazia argentea, Euphorbia patagonica, ete.) y encontra- mos aquí como especies dominantes, formando matas de 50 centíme- tros de alto, diversos Senecio de hojas blanco-lanudas (5. Danyausil, S. Doeringit, $. fasciculatus, etc.) y como Gramíneas, Hordeum secali- num var. pubiflorum, Agropyrum magellanicum, A. fuegianum, Festuca gracillima, Elymus antarcticus y algunos Poa ; cubriendo el suelo de rosetas de hojas lineares : Plantago maritima, Armeria chilensis, Hy- pochaeris leucantha, Perezia recurvata, a las cuales hay que agregar algunas Acaena, diversos Adesmia herbáceos (A. filipes, A. lanata), los cojines de Azorella monantha, y, mucho más escasos, algunos ele- sgantes vinagrillos de numerosos foliolos (Oxalis squammoso-radicosa, O. enneaphylla). Aunque, en razón de la proximidad del mar y de la existencia de - los correspondientes terrenos arenosos y salados, de floras muy uni- formes, y de la frecuencia de las barrancas que permiten el desarrollo de una vegetación especial, la flora de la costa no pueda corresponde exactamente con la del interior, los datos reunidos en estas diez esca- las, repartidas sobre 8 grados y medio de latitud, nos muestran : primero, que entre Puerto Madryn y Camarones, se produce un prir -mer cambio importante (desaparición de los elementos característicos del Monte y aparición de las plantas en cojines, en la misma orilla del mar) y, segundo, que desde Puerto Deseado, aparecen especies como Verbena tridens, Lepidophyllum cupressiforme, particulares a la Patagonia austral, mientras va acentuándose la desaparición de los arbustos y la predominancia de las plantas bajas, en rosetas y en cojín. ANALES SOC. CIENT. ARG. — ToMO LXXXIX DAÁMINA SL 1. Barranca con vegetación subarbustiva : En el fondo, el pueblo de Santa Cruz (Fot. Juan Jórgensen, enero de 1914) ta basáltica; 2. El río Gallegos en Guar-Aik : a la izquierda, la barranca con vegetación subarbustiva y la mes a la derecha. llanura baja, con vegetación halófila (Lepidophyllum, etc.), marzo de 1914 UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 213 CAPÍTULO IV DEL ATLÁNTICO A LA PRECORDILLERA POR 50-51 LATITUD SUR, LA ESTEPA PATAGÓNICA Salvamos la distancia de cerca de 60 leguas que separa el Atlán- tico del lago Argentino por dos itinerarios; a la ida, desde el pueblo de Santa Cruz, costeando el río por su ribera derecha y, a la vuelta, dirigiéndonos del lago a río Gallegos, siguiendo esta vez el camino comercial, relativamente muy frecuentado, por el cual se hace todo el tráfico de importación y exportación entre la precordillera y la costa. Si bien la elección de la ruta de ida fué, desde el punto de vista de la facilidad, seguridad y rapidez del viaje, un error, desde el punto de vista botánico resultó muy útil, no solamente porque así pudimos estudiar la región según dos cortes, si así puedo expresarme, pero, so- bre todo, porque el itinerario más septentrional ofrece mucho mejores oportunidades de estudiar la flora de la meseta propiamente dicha, debido al hecho que el verdadero. camino sigue en su mayor parte cañadones de más fácil tránsito y que, por otra parte, el carácter se- midesértico va atenuándose mucho en la parte austral, más estrecha, del continente; las lluvias aumentan, los ríos son más numerosos y los terrenos arenosos relativamente fértiles, reemplazan más a menu- do las rocas basálticas y el pedregullo. Igual modificación de clima se produce al acercarse a los Andes, lo que nos inducirá a estudiar separadamente la flora de la meseta propiamente dicha, y la de la precordillera. Estudio del medio Las relaciones entre la vegetación de una región y su topografía, su suelo y su clima son tan estrechas que, aunque el tema no sea muy novedoso, es indispensable recordar brevemente, antes de emprender el estudio de la primera, las características principales de los tres últimos. I. — El suelo Una vez ascendidas las barrancas siempre próximas al mar, nos encontramos en una meseta de una tan perfecta horizontalidad 214 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA que, partiendo de 150 metros de altitud en los alrededores de Santa Cruz, el terreno, que se eleva por escalones sucesivos, alcanza apenas unos 400 metros arriba del nivel del mar, a 240 kilómetros más al oes- te, allí donde empiezan las ondulaciones de la precordillera. Esta pla- nicie la cortan transversalmente los valles profundos (150 a 250 m.) y anchos de 5 a 10 kilómetros en muchos puntos, de los grandes ríos (Santa Cruz, Coyle, Gallegos), valles hacia los cuales bajan quebradas de traza muy irregular, de dos a tres leguas de largo. Además de es- tas desnivelaciones dependientes de los valles principales, hay cañado- nes que corresponden sin duda a antiguos lechos de ríos, y también depresiones en cubetas, más o menos cerradas, donde se forman lagu- nas, ordinariamente saladas, de poca profundidad, y muchas veces secas durante gran parte del año. Sobre las pendientes de estas de- presiones — cañadones, cubetas — surgen muchas veces manantia- les, ojos de agua más o menos importantes y constantes, dleterminan- do el riego de una extensión más o menos considerable de terreno, la cual se cubre de una vegetación higrófila tupida, constituyendo, cuan- do alcanzan ciertas proporciones, verdaderos prados, que se llaman Vegas. Su importancia para la vida del hombre y de los animales es, como lo veremos, considerable (lám. 10D. A unos 100 kilómetros de la frontera con Chile, cambia el paisaje; a la meseta suceden colinas siempre más acusadas hasta formar los primeros cordones de la precordillera, entre los cuales, más allá, se extienden los lagos al pie de la cordillera central. El subsuelo está formado por capas horizontales de areniscas ter- ciarias, cubiertas por una capa de material sobre el origen del cual los geólogos no se han puesto de acuerdo, y cuya característica es la abundancia de cantos rodados, llamados rodados tehuelches. La rea- lidad de antiguas y poderosas acciones glaciales, la demuestra la presencia de bloques eráticos, a veces enormes, desparramados en la meseta, pero antiguas morenas indiscutibles no se encuentran sino más al oeste, mucho más cerca de la cordillera. En muchas partes estos terrenos han sido cubiertos por una espesa capa de lava, que constituyen naturalmente, terrenos estériles. Del punto de vista agrológico, se trata, pues, de un suelo extraordinariamente pedregoso (con 40, ó 50 y hasta 60 %/, de gravas en la capa superficial), de tierra arenosa (salvo en las depresiones donde se acumula arcilla y sal), su- mamente pobre en humus y en cal, pero como lo demuestra el cuadro siguiente, regularmente rica en potasio, fósforo y nitrógeno. ANALES SOC. CIENT. ARG. — TOMO LXXXIX LÁmiNA II ¡EAT a eS 1. Una estancia en la Patagonia austral : ancho cañadón con una vega en el medio ; en el fondo, la meseta perfectamente horizontal (comunicado por el señor Y. Morrison) Valle del río Coyle : nótese el suelo pedregoso y la horizontalidad de la meseta (Fot J. Morri UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 215 CuaDpro I. — Análisis de tierras patagónicas (1) 1 Ir III E Meests || Meseta | cañaaca) | (e Gallegos AS a oca a da SE elo 28,00 52,70 0,97 1,50 Arena gruesa (2)........... 69,70 6,00 75,10 0,70 A OASIS 25,50 88,50 22,20 79,50 HA A 95,65 95,04 97715 80,80 A A IEA 3,30 2,80 1,60 15,10 A A 0,20 0,30 0,20 0,20 A A 900 1,96 1,83 1,13 1,89 EIC AO) aia liza 4,00 5,10 3,80 6,40 Carol (dE). atea as 2,58 3,08 2,50 3,36 ZA 1 MA 4,20 4,15 4,01 10,30 Ágido fosfórico (P205)...... 1,20 1,2% es AN 1,05 MIOFURO. SÓCICO: 0 el ajo 0,28 0,28 0,24 So VEGETACIÓN EN LOS LUGARES DE RECOLECCIÓN (5) - Muestra I. — Estepa patagónica típica cerca de Las Horquetas : Verbena en cojín (Y. patagonica?), V. tridens, Nardophyllum Kingii, Micromeria Darwinii, Nassauvia sp., Azorella monantha (?), Ephedra frustillata, Colo- banthus lycopodioides, etc. Muestra II. — Estepa patagónica típica, en Bahía Laura: Vardophyllum Kingii, Chuguiragua aurea, Nassauvia glomerulosa, Azorella sp., Coloban- thus lycopodioides Benthamiella patagonica, etc. Muestra II. — Pequeño canadón arenoso y herboso (estancia Lezner) : Stipa humilis, Stipa sp., Nassauvia div. sp., Juncus Lesueurii, Danthonia sp. (?), Berberis heterophylla, Galium Richardianum, etc. Muestra IV. — Borde de una laguna desecada, cerca de Puerto Gallegos : Chenopodium rubrum, Salicornia, Suaeda patagonica, S. maritima var. lon- gispica, Frankenia microphylla, var. typica, etc. (1) Estos análisis han sido realizados a pedido mío por el laboratorio de quí- mica del ministerio de Agricultura, a cuyo jefe, señor P. Lavyenir, agradezco efu- sivamente. (2) Por cien de tierra fina (exenta de grayas). (3) Por mil de tierra fina. (4) Cal soluble en frío, en ácido nítrico al dos por ciento. (5) Las especies son ordenadas según su abundancia decreciente. ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA [8] al O) Il. — El clima patagónico Sólo me ocuparé en este capítulo de la llanura o meseta que se ex- tiende al sur de la línea discutida más arriba (Chos-Malal — Rawson), entre el Atlántico y la precordillera. Esta última empieza a unos 70 6 100 kilómetros de la frontera chilena, a lo largo de una línea todavía mal fijada y verosímilmente bastante sinuosa, línea al oeste de la cual, como lo veremos más tarde, el clima se modifica muy rápidamente a través de una estrecha zona de transición, más allá de la cual nos encontramos con las grandes lluvias de la cordillera y de la Patago- nia chilena. El clima de esta llanura inmensa es muy fácil de caracterizar : los mapas publicados por G. Davis (IV, lám. 30 y 11) nos enseñan que se encuentra comprendida, puede decirse enteramente, dentro de la línea delimitando precipitaciones anuales inferiores a 200 milímetros y entre las isotermas anuales también, de 13% y 69 GC. Por lo que es de la temperatura, agregaré que con estas isotermas anuales (de 13 y 62 C.), coinciden perfectamente las de otoño y de primavera, mientras la región queda comprendida entre las isotermas de invierno de 7 y de 19 C., y las de verano de 19 y 11? C. Estas IL neas térmicas se superponen casi todas, como ya lo vimos, con el lí- - mite septentrional que asigno a la formación; llevan, pues, una di- rección NNW.-SSE., encontrándose, por ejemplo, sobre la misma isoterma el centro del Neuquen y Comodoro Rivadavia (lat. 38 y 46), el lago Nahuel Huapí y la desembocadura del río Santa Cruz (lat. 41 y 50). La temperatura máxima media de verano pasa, del norte al sur de la zona, de 25 a 16? C., y la de invierno de 13 a 4*; la mínima media oscila al contrario, de 124.59 €. para el verano, y de 2 a —4* €. para el invierno; la máxima absoluta, de 40? en el río Negro, pasa a 299 en el estrecho de Magallanes, mientras las temperaturas más bajas (de —25 a —35" OC.) se observaron en el centro mismo de la región. En cuanto a la lluvia, los 200 milímetros anuales se reparten con bastante regularidad. Según los mapas 26 a 35 de la obra menciona- da, mapas algo esquemáticos no hay que olvidarlo, no cae en ninguna parte menos de 25 ni más de 100 milímetros en cada una de las cua- tro estaciones, con un número de precipitaciones variable de 6 a 20. Sólo en la extremidad austral y hacia el oeste, a lo largo de la cordi- llera, las cantidades anuales pasan de 200 milímetros, con más de 50 217 £ UN VIAJE BOTANICO AL LAGO ARGENTINO « 90 ALT la, [89 1968 6P cet PE G81 BERE | STO « L 60 169-181 ateos 8 61 SS 9 SI 19 6 TS *** RIGARUNLI SS L GE 168: 1/61 CLONES OT ch « OT 19 c9 €T GS |'***** O0UJL9IAUT « L sg | SL PI ve | 69 | Or eg « 6 99 0L A E A «136 8p || 19 8T 68 || £9 | PI 8£ « 6 0P LS L al AC + He ps A AS E SES | EA ERE ¿Hlaml E lzHlaz| E lzHlazl| E lzElarzl| El 29 lazl| El Be |28/| E |EB|28| E leBISEl BE lEBS|2El E A - 2-3 A 0 0 0 a 0 E O A 282 [58| S po A pa e] pum] la 7 a e AY — a po] = Eo E 7 a BES ? 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Los cuadros 2 y 3 dan con más detalles datos sobre lluvias y tem- peratura en el extenso territorio; el cuadro 4 que transcribo de un trabajo del señor Morisson (XXVI, pág. 60), da una idea de las varia- ciones de las lluvias, deun año a otro, en el período 1904 a 1906, en Gallegos y en Santa Cruz. Cuapro IV. — Variaciones de las lluvias en Santa Cruz y Puerto Gallegos Se OS Número de días Sesa E Número de días - en milímetros en milímetros A A A a _ a | | A Años S elos 2 | Años z O E ell 0 A E DN O O E o E (0) (dal YN 10] 1904.... 187 392 » >» 1910.... » 186 » 7(al 1905.... 178 342 » » LOTA E 168 207 63 114 1906.... 150 » » » o. 153 » 61 76 1907.... 147 164 » » 1914.... 179 » 38 » 1908.... 92 225 60 » IDA RES 122 196 64 93 1909.... 103 206 59 95 1916.... 183 347 68 yal No sabemos desgraciadamente nada sobre el régimen de la nieve, tan importante, sin embargo, por su influencia protectora sobre la ve- _getación y sobre la acumulación de reservas de agua en el subsuelo lo mismo que por el peligro que constituye para la ganadería, en ra- zón de la forma del todo extensiva con lo cual ella se practica a pesar del rigor de los inviernos. En el territorio de Santa Cruz, por lo me- nos, según oí relatar, caen grandes nevadas y la nieve permanece a veces largo tiempo sobre la meseta. Según el cuadro III el invierno parece ser, sin embargo, la estación más seca; tal vez no se haya computado el agua de fusión de la nieve. Necesito agregar que, sobre todo en el sur, la humedad atmosfé- rica y sobre todo el grado de nebulosidad, son superiores a lo que pu- diera esperarse de un clima tan seco, hechos debidos, sin duda, a la estrechez relativa de la parte austral del continente y a la proximi- dad del mar y de zonas de grandes lluvias. Mientras en la región del Monte tenemos con precipitaciones análogas, términos medios anuales de la nebulosidad de 35 en Mendoza, 45 en Limay, 35 en Puerto San UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 219 Antonio, encontramos 50 en Comodoro Rivadavia y Santa Cruz y 65 en Gallegos. En enero y marzo de 1914 mesorprendía durante la tra- vesía de la meseta desolada por la sequía, el cuadro siempre renovado del cielo, donde se superponían las nubes en hermosas figuraciones que me recordaban los cielos de Flandes. Queda por tratar un importantísimo factor climatérico, el viento, respecto al cual no pude, desgraciadamente, conseguir datos más de- tallados y, sobre todo, más precisos, que los publicados hasta ahora. Tengo, sin embargo, la convicción que a la violencia de los vientos debe atribuirse el carácter tan particular de la vegetación, y que es ella, con la diminución de la temperatura, la que determina las dife- rencias en la estepa patagónica y el Monte. Los vientos que barren el suelo, levantando no sólo tierra o arena, sino piedritas que llegan a golpear la cara del viajero, hacen imposi- ble la vida. de plantas de hojas tiernas sobre todo con tallos algo des- arrollados. Las moradas de los pobladores se guarecen en los caña- dones, y el primer cuidado al querer cultivar una pequeña huerta al- rededor de las casas, es establecer reparos de ramas muertas — rama negra, calafate — que van a buscar sobre la meseta. Y cuando se le- vantan, a veces repentinamente, una de estas tormentas, los caballos rehusan seguir adelante en contra del viento, se dan vuelta y espe- yan inmóviles que vuelva la calma, y más de una vez ha sucedido que el viento haya volteado un jinete. Transcribo, en fin, el siguiente pa- saje del ya mencionado trabajo del señor J. Morisson : «Son estos los vientos (del oeste y sudoeste) que por su gran vio- lencia, hacen de la Patagonia austral, un lugar incultivable, salvo en los valles abrigados; pues casi indefectiblemente y sobre todo en pri- mavera y verano, comienzan a soplar de mañana para calmar recién a la tarde, con una fuerza que puede tomarse por normal, de 35 a 40, llegando muy frecuentemente a los S0 y mismo 90 kilómetros por hora. Debido también a estos vientos es que se hace tan desagrada- ble para el personal de los establecimientos el trabajo en los corrales, habiendo días en que, por la tierra que levanta el viento, es imposi- ble el trabajar sin defender la vista por unas buenas gafas o a falta de ellas por una bolsa, cosa no muy agradable por cierto, pero sí pre- ferible a sentirse los ojos convertidos en un depósito de polvo. » De los datos publicados por Davis (V, pág. 102 a 103) sólo puede sacarse que los vientos dominantes son del oeste y sudoeste y que, circunstancia agravante para la vegetación, las estaciones más ven- tosas son la primavera y el verano. En cuanto a intensidades, si de- AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 16 220 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA bieran creerse las cifras oficiales (¿bid, pág. 44 y 103) no hubiera vien- tos más violentos en Santa Cruz que en Buenos Aires, ya que las velocidades mensuales medias varían en ambos lugares de 10 a 18 ki- lómetros por hora, con una media anual de 15,3 kilómetros en la Ca- pital federal y de sólo 14,1 en Santa Cruz. Ejemplo elocuente de lo inútil y falaz que puede resultar el uso exclusivo de los temibles tér- minos medios. Aprovecho la oportunidad para insistir en lo que dije ya hace va- rios años (XIV, pág. 718 y XV, pág. 301) sobre la conveniencia que hubiese de que la Oficina meteorológica diese en sus publicaciones mayores detalles sobre las oscilaciones del régimen de las lluvias, en una forma análoga a lo que se hace desde años para la temperatura. En un país donde tierras vírgenes, a veces apartadas de las regiones pobladas, van colonizándose cada año, y más todavía cuando en ra- zón de la sequía general del clima, el agua constituye más que el ca- lor, el elemento del cual depende la intensidad de la vida orgánica y las posibilidades agrícolas y ganadera (ley del mínimum), términos medios anuales y mensuales no constituyen una documentación sufi- ciente, ya que, en casos extremos, pueden muy bien no representar nada real y que términos medios idénticos pueden corresponder a climas completamente distintos. Convendría, pues, agregar cifras que diesen una idea de las variaciones de las precipitaciones según los años, de las oscilaciones alrededor del término medio, e indicar, por ejemplo, el número de años en los cuales las cantidades se apartaron de más de un 20 ó 25 por ciento de la media. Tengo la convicción que, para las ciencias biológicas y la agricultura, tales datos serían de utilidad porlo menos tan grande y de interpretación más fácil que las mínimas y máximas medias de temperatura. Es sensible también que no se haya empezado desde años a re- eistrar los datos fenológicos tan sensibles, tan útiles del punto de vista biológico y agrícola; con plantar alrededor de las estaciones meteorológicas más importantes — aunque sean 46 5 en el país — algunos árboles o arbustos convenientemente elegidos, y observar años tras años las fechas de su foliación, floración, fructificación y defoliación, se reuniría, a poco costo, datos sintéticos, si así puedo expresarme y de gran elocuencia (1). (1) Como lector asiduo de las publicaciones climatológicas de la Oficina meteo- rológica nacional, me permitiré todavía expresar dos deseos : que la próxima pu- blicación de conjunto sobre el clima del país vaya provista de índices (de mate- UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 221 I1I. — La vida humana y animal La población humana es sumamente rala en toda la Patagonia al punto de reducirse, como lo vimos más arriba, si sólo consideramos la población rural de los territorios del Chubut y de Santa Cruz, cuy: superficie es de 462.000 kilómetros cuadrados, a un habitante por le- gua cuadrada; su influencia directa sobre el paisaje y la vegetación, puede, pues considerarse como nula. Pero mucho más importante será la de los animales domésticos, especialmente ovejas de las cuales había en 1914 (XXVIII, pág. 11 y 12), en los dos mencionados territorios exactamente 6.000.000 (3.940.000 en Santa Cruz y 2.047.000 en el Chubut). La meseta en- tera, puede decirse, y casi toda la precordillera están entregadas al pastoreo del ganado lanar, de lo cual en la meseta pueden mantener- se en términos medios de 500 a 1000 cabezas por legua cuadrada (25 km), lo que da una idea de la poca vegetación que la debe cubrir. Detalles interesantes sobre esta ganadería tan extensiva, sobre la importancia, por ejemplo, de los cañadones, pueden encontrarse en el ya mencionado trabajo del señor J. Morison (XXIX). A estas ovejas deben agregarse todavía 178.000 vacunos y 156.000 caballos. Me pa- rece infinitamente probable que la pobreza de la vegetación herbácea, especialmente en gramíneas, que señalaremos en la flora de la meseta, ha de encontrarse acentuada por la presencia de esta enorme pobla- ción animal, de la cual, es verdad, una parte considerable vive en los valles más fértiles de la precordillera. La fauna silvestre, al contrario, parece muy reducida. No faltan seguramente algunos mamíferos, ni algunos carniceros, y sobre todo roedores, pero sólo merecen señalarse los guanacos, aunque la gene- ralización de los alambrados les sea fatal. Es así que tuve oportuni- dad de ver en un punto muy central de la meseta un amontonamiento verdaderamente impresionante de cadáveres de estos herbívoros : era en el ángulo formado por dos líneas de alambrados, rincón donde los animales se habían sin duda acorralado durante un invierno especial- mente seco y frío, y donde habían muerto de hambre. Aegregaré que observé muy pocos insectos, sobre todo voladores, en toda la travesía de la meseta. ria y alfabético de lugares), y que figuren por lo menos en, uno de los mapas, todos los lugares mencionados en el texto. 222 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Las diversas asociaciones Lo que acabamos de ver de las condiciones topográficas y edáficas de la región induce a considerar sucesivamente las siguientes aso- ciaciones vegetales : La flora de las barrancas. La flora de la meseta propiamente dicha. La flora de las vegas y cañíadones. La flora de las orillas de los ríos y lagunas. La flora halófila. I. — La flora de las barrancas El camino que sale de Santa Cruz rumbo al oeste, atraviesa pri- mero una pequeña llanura donde domina, como vimos, la mata verde (Lepidophyllum) acompañada de la flora estudiada al final del capí- tulo anterior, y después penetra en una pequeña quebrada de pen- diente relativamente suave por donde los carros alcanzan fácilmente el primer piso de la meseta (lám. ID. Como lo vimos ya varias veces, la vegetación de los taludes abrup- tos mirando al este, se caracteriza por ser casi arbustiva y relativa- mente muy tupida (Schinus, Lycium, Berberis). En tales sitios, abriga- dos de los vientos dominantes del oeste, de suelo más friable (acción mucho más eficaz de los agentes meteorológicos sobre un terreno muy oblicuo, casi vertical), y algo más favorable, seguramente, desde el punto de vista de la humedad subterránea, las condiciones son incom- . parablemente mejores para la vegetación, cuyo aspecto recuerda el del Monte en la zona del rio Negro,“por ejemplo. Ahora, si en vez de se- guir el fondo de la quebrada, trepamos directamente sobre la barran- ca, al llegar arriba, desde la primera ojeada que podamos dar sobre la meseta que desde allí se extiende ordinariamente a pérdida de vista, nos convenceremos de que la forma de vegetación observada en la pendiente es excepcional en la región y no puede servir a ca- racterizarla, tratándose, como en este caso, de sitios abrigados; pero si consideramos tierra adentro las barrancas de los ríos o de los ca- ñadones transversales que bajan hacia ellos, veremos que su vegeta- ción particular sólo se encuentra en las laderas suficientemente abri- gadas del viento. Donde no se realiza esta condición, encontramos la UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 223 vegetación de la meseta con, a menudo, mayor abundancia de gramí- neas formando matas. En las barrancas, hasta en el lejano sur de la Patagonia, encon- tramos Schinus dependens que puede alcanzar tres metros de alto, con tronco de 10 y 15 centímetros de diámetro y que, probablemente, ha sido mucho más abundante en otras épocas : su leña, muy buscada por los pobladores, es casi la única que brinda la región. Este Schinus es, entre las plantas leñosas, una de las de mayor distribución en el país, donde se extien- de sin interrupción sobre 259 de latitud (1). Por lo demás, al menos en la región que vi- sité, las barrancas del interior del continente no me parecieron jamás tan densamente cu- biertas de vegetación como las del litoral. Agregaré que no pocas veces, a media altura o en la base de una pendiente cubierta de vegetación baja, aparece una línea ondulada de arbustos entre los cuales a menudo figura Lepidophyllum cupressiforme, correspondiendo seguramente al afloramiento de un terreno más húmedo y algo salitroso. A los elementos ya tan a menudo men- cionados débese añadir Adesmía trijuga, que — Fiz. 4. — Pilostyles Berteroi observé en Santa Oruz parasitado por la dl. A Raflesiácea Pilostyles Berteroi desconocida hasta entonces en esta latitud (fig. 4), varios Lycium (L. patago- nicum, L. Ameghinoi) y, de vez en cuando en las partes menos abri- gadas de los vientos Anarthrophyllum desideratum (sin. : A. Bergii Hieron?), y A. rigidum de un color gris verdoso, algunas veces casi esférico, otras veces fusiforme y recordando los Juniperus de Europa. La particularidad de las barrancas de presentar elementos de forma- ción fitogeográfica a veces lejanas, es general : es así que en el oeste del Neuquen, cuando en la llanura ya quedaron lejos en el este los arbustos del Monte, vuelven estos últimos, (Larrea nitida, Schinus, Prosopis patagonica), a reaparecer en las barrancas; lo mismo, en la pradera pampeana, podemos encontrar en sitios análogos, chañares (Gourliea), algarrobos (Prosopis), Ephedra Tweediana, Porlieria Lo- (1) Me ocuparé más tarde del caso de Drymis Winter. 224 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA rentzvi, Lycium, Grabowskia, Lippia arbustivas, etc., que sólo a cen- tenares de kilómetros pueden encontrarse en la llanura. TL. — La fora de la meseta Aquí nos encontramos frente a la vegetación patagónica propia- mente dicha : sobre la meseta, casi perfectamente horizontal, de suelo pedregoso y barrido por vientos continuos, de violencia a menudo extraordinaria, rarísimas veces regada por la lluvias, no puede des- arrollarse sino una vegetación sumamente rala y no solamente xeró. fila, pero también, la mayoría de las veces, pegada al suelo, o en caso contrario, de hojas sumamente reducidas o muy coriáceas. Los arbus- tos desaparecen casi completamente; los Berberis (B. heterophylla, B. buxifolia) abundantes en las barrancas y cañadones, aquí son rela- tivamente escasos y poco desarrollados, y sólo quedan como elemen- tos del todo característicos, dos subarbustos que pasan raras veces de 50 centímetros, Verbena tridens (mata negra; sin: V. carroo) y Nardophyllum Kingit, (1), pero su abundancia es muy variable, y se atraviesa a veces leguas enteras sin ver ni una ni otra especie (lám. IV). La mata negra, subarbusto de tallos rígidos, poco ramificados, que se terminan en espigas, bastante densas, de flores de un extraño color rosado-marrón, pertenece a uno de los tipos xerófilos más curiosos caracterizado por la presencia, sobre ejes de entrenudos cortos, pero de aspecto normal, de numerosísimas ramificaciones que no se alar- gan y que constituyen rosetas sentadas de hojas escamiformes, du- ras y muy pequeñas, rosetas que cubren más o menos completamen- te los tallos. Esta curiosa disposición vuelve a encontrarse no sólo en otras especies del género, pero en familias muy distantes: en la So- lanácea Fabiana bryoides (de la Puna de Atacama) y en varias espe- cies del género Nassauvia (sección Strongyloma ; especialmente la ex- traordinaria y polymorpha N. glomerulosa, lám. V), lo que constituye uno de los casos de convergencia más notable de la flora argentina. Nardophyllum Kingúi, especie mucho tiempo olvidada, forma al con- trario, matas muy densamente ramificadas, cubiertas de hojas peque- ñas, lineares, resinosas, obscuras arriba, blancas abajo, cuyas ramitas se terminan por un capítulo amarillo. Deben citarse todavía los Anar- (1) Es a esta especie de capítulos sentados que debe referirse N. parviflorum Phil., más bien que a N. Darwinii, como lo indicaba Skottsberg (XLIT, pág. 312). LÁMINA IV ¡ANALES SOC. CIENT. ARG. — TOMO LXXXIX ¿ Cyuu sue 5/,) sssep (sio q) ouofissardno umyhydopidor] “9 £ wuer onofienq sitoquogr p ¿Ber suopi puaquos 9 UNYdopiox *q * essa 939 d0.9791 SI1IQUIET ¿XVI “Y ($ 00H) NÓWY D : [BIYSNB BIUODVBIB] B| DP SODIJSLA DJOBIBO SOJSUQIE que ANALES SOC. CIENT. ARG. —=TomMO LXXXIX LÁMINA V Aspectos diversos de Nassauvia glomerulosa (Lag.) Don. : a, forma typica Skottsb., planta joven ; b, la misma adulta; e, forma paradoza Skottsb.; d, forma struthionum (Phil.) Skottsb. ?; e, var. colum- narís Haum., var. nov. ('/, tam. nat.). UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 225 throphyllum, ya mencionados, Fabiana patagonica, completamente áfila y casi siempre en forma enana, Chuquiragua aurea, el gracioso Abuti- lon Vidalii cuyas flores rosadas cuentan entre las más grandes de la región, y en fin, Mulinum spinosum que volveremos a encontrar en mayor abundancia en la precordillera. Por lo que es de la altura de las plantas, vienen después las Grami- neas cuya abundancia en individuos varía mucho; en las partes más ti- picas de la asociación que estudiamos, pueden ser representadas sólo por algún ejemplar enano de Bromus macranthus y de B. umioloides, Danthonia picta, Trisetum sp.; pero donde las condiciones de terreno son algo mejores y especialmente en declives algo abrigados de los vientos, abundan las matas estrechamente cónicas de los « coirones » (Stipa humilis, St. patagonica), o de alguna Festuca de hojas punzan- tes; las elegantes panículas de St. Neaei, al contrario, emergen fre- cuentemente de los subarbustos enumerados más arriba, entre las ramas de los cuales sus partes vegetativas encuentran un abrigo y sus tallos delgados un indispensable soporte, mientras sus largas aristas plumosas flotan al viento. Mucho menos aparente que las matas obscuras de los arbustos o amarillentas de las gramíneas, son los elementos que, sin embargo, constituyen el fondo de la vegetación: una extraordinaria variedad de plantas enanas, herbáceas, o con más frecuencia leñosas, ya sea de hojas en roseta, o más a menudo de tallos numerosos, pero muy cortos por ser muy breves sus entrenudos, ya sea de tallos rastreros. Ramifi- cándose mucho los tallos ratreros, o amontonándose, como sucede tan a menudo, los tallos cortos o las rosetas de hojas, van formándose cojines más o menos convexos y más o menos densos, forma que constituye, a mi entender, la característica de la vegetación pata- gónica. Esta clase de plantas por haber llamado ya poderosamente mi aten- ción en mis estudios sobre las altas cordilleras mendocinas, me inte- resaban particularmente; las coleccioné con especial empeño, con la intención de realizar un estudio general sobre este easo tan notable de adaptación y convergencia. Me parecía que su importancia fito- geográfica para la Patagonia no había sido puesta en evidencia, y que la creencia general era más bien considerar esta forma de vegetación como típica de las altas montañas y casi excepcional a bajas altitu- des. La meseta patagónica, cuya altitud varía entre 100 y 400 metros, es más rica tal vez que ninguna región del mundo en plantas de este tipo, y en todo caso, más rica que las cordilleras vecinas, lo que de- 226 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA muestra con toda evidencia lo innecesario del factor altitud en su formación. Pero, la perfección, precisamente, del fenómeno de convergencia hace a menudo difícil reconocer las especies sin estudio detenido, y no permite, muchas veces, ni siquiera determinar con seguridad la fami- lia en ejemplares estériles : Cariofiláceas, Crucíferas, Frankeniáceas, Umbelíferas, Verbenáceas, Solanáceas, Valerianáceas y Compuestas, de muchos géneros distintos, pueden presentar aspectos casi idénticos. Mis apuntes y recuerdos son, pues, del todo insuficientes, y largas observaciones morfológicas, y tal vez histológicas del material reco- sido, hubieran sido necesarias para realizar el estudio proyectado. Felizmente, poco después (1914), Hauri y Sehroeter, publicaron una importante monografía sobre el tema de las polsterpflanzen o plantas en cojín, estudio que Skottsberg completó muy notablemente en 1916, en uno de los más interesantes capítulos de su gran obra sobre la Patagonia andina. 3 Skottsbere enumera para la estepa más de sesenta especies for- mando cojines compactos, a las cuales convendría agregar formas menos densas, pero respondiendo a la misma necesidad de defenderse contra el viento, como las plantas en rosetas aisladas o reunidas en escaso número (Viola, Cruckshanksia, Plantago patagonica, P. tehuel- cha, muchas Acaena, un gran número de Perezia, Nassauvia, Hypo- chaeris, Calceolaria), que pueden considerarse como en el principio del proceso evolutivo que conduce a las formas aglomeradas, y tam- bién plantas de tallos rastreros como Ephedra frustillata que forma a veces alfombras densas de varios metros cuadrados, Lycium repens, Grabowskia, Verbena, Adesmia, Atriplex, etc. Plantas de estos diferentes tipos con hojas ya sea verdes, platea- das, amarillentas, rojizas, crecen muy mezcladas en el mismo lugar donde forman con los intervalos de tierra sembrada de cantos roda- dos, verdaderos mosaicos, a veces bastante densos, que se extienden debajo de los ojos del naturalista admirado por la riqueza de esta flora desertícola, pero.que necesita a menudo ponerse de rodillas para reconocer las especies, y cavar constantemente el suelo con el cuchi- llo o la palita para recoger las muestras (lám. VI). Las flores o capítulos (abundan las Compuestas) son en general pequeños, hasta insignificantes, pero a menudo muy numerosos, de manera que, según me lo decían pobladores de la región, en la pri- mavera (noviembre-diciembre, tiempo de floración casi general), el as- pecto de la meseta en sitios algo fértiles, puede llegar a ser encanta- , LÁMINA VI TomMO LXXXIX OC. CIENT. ARG. s 5 7 Y ANALI “SOS Coodg) sopr07podoo/i] DOVAPOLIN. Ef: IYDIMY *N “0 **QSYLONS “(yen DUILICAUNÍ MIANDSSVN “10083 Y e) oda (: pu "1833098 (Dodg) 930417 UA) sasopudsoo Vx) sopro1podod/) 19d DADAPOLIX. 91 * *SIIONS DIPpaMLIUA DM javouog SAPpMy9MYodVAT 9 * Body normobnqyd DNormbyqqueg code 10U snaJUDAO]O, A ) D : BINODBJ d edojs0 B| 9P SUISIIOJOBABO SUULLO Y UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 227 dor. Nosotros la vimos en enero, época ya tardía — la sola Nassauvia spinosa se encontraba en plena floración, — pero ejemplares aislados de la mayor parte de las especies podían todavía hallarse algo flore- cidos; dos meses más tarde, al regreso, la vegetación, al contrario, era del todo desecada, las plantas de hojas blandas las tenían enruladas, el aspecto de la meseta era del todo desértico y de una agobiadora monotonía. El color dominante de las corolas parece ser el blanco (numerosas Nassauvia, Perezia, Draba, ete.), pero no escasean las flo- res amarillas o rosadas. Entre los tipos más extraordinarios y más frecuentes, merece men- cionarse Brachycladus caespitosus que forma grandes cojines conve- xos, ordinariamente alargados (hasta de un metro de largo sobre trein- ta o cuarenta centímetros de ancho y quince a veinte de alto), formado de innumerables y pequeñas rosetas de hojas lineares que constituyen una superficie rígida y continua de un verde intenso, de la cual surgen, como depositados sobre ella, gruesos capítulos de un amarillo casi anaranjado; Cruckshanksia glacialis de hojas rojizas, cubierta de sus típicas flores de Rubiácea, heterostilas, hipocrateriformes y de un co- lor azufre, es también muy hermoso, lo mismo que Verbena tridactyli- tes y V. patagonica, cubiertas de abundantes y vistosas corolas; pero la belleza del desierto es, sin ninguna duda, Nierembergia patagonica, So- lanácea cuyos cojines se distinguen poco de los del Brachycladus, pero cuya superficie se cubre a fines de primavera de innumerables y tiernas corolas en forma de embudo, de dos centímetros de largo, y de color amarillo venado de púrpura. Hermosas también son Calceolaria Darwinii de curiosa flor amari- lla manchada de marrón, diversas Leuceria de hojas cubiertas de un vello níveo o plateado y de corolas púrpuras o rosadas, y los tan abundantes Hypochaeris de hojas filiformes y flores blancas. No faltan, sin embargo, plantas de tallos menos reducidos y de en- trenudos más desarrollados, pero son las menos, sobre todo, como número de individuos; puedo citar la Labiada Micromeria Darwinit, muy aromática (abundante) y Seutellaria nummaulariifolia, algunos Se- necio, especialmente el hermoso Senecio sericeo-nitens de hojas platea- das, delicados Polygala de flores azules, una Nicotiana glutinosa, Ane- mone multifida, Descurrainea, Sisymbrium, Geranium que se encuen- tran casi siempre al abrigo de los subarbustos, y, en la primavera, hermosas monocotiledóneas de los géneros Brodiaea, Symphyostemon y Sysyrinchium, etc. : La flora patagónica típica, puede, pues, caracterizarse de la ma- 22 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA [0 nera siguiente : vegetación netamente xerófila, muy discontinua, di- seminada entre los guijarros de la meseta, formada en su mayor parte por plantas bajas, en rosetas, en alfombras, en cojines, de aspecto a menudo muscoide, con pocas gramíneas (en los lugares más caracterís- ticos), y dominada sólo por subarbustos (Berberis, Verbena, Nardo- phyllum) de hojas coriáceas o muy reducidas. A estos caracteres, para el botánico sumamente interesantes, es preciso agregar otro : la extraordinaria monotonía de esta vegetación. De Santa Cruz a la precordillera — ya en vista del lago Argentino— pusimos siete días de marcha lenta; de las dos primeras etapas en- cuentro en mis apuntes abundantes anotaciones, de las cuales saqué casi todo lo que precede; después para las particularidades del ca- mino, es decir, de la misma meseta (hablaré luego de los cañadones) encuentro : q 28-1, seis leguas, la misma vegetación; aparece en abundancia Hy- pochaeris leucantha. 29-1, tres leguas, nada de nuevo. - 30-I, casi cinco leguas, siempre la misma vegetación; aparece una Benthamiella de hojas cortas, una Verbena parecida a V. uniflora y una Nassauvia en forma de Paronyehia formando cojines. 31-I, seis leguas, siempre la misma cosa; Adesmia boronioides algo más frecuente, dos gruesos Agaricus, una zona donde verdeaba el suelo por la abundancia de una Usnea hiliforme. 1-11, sigue lo mismo; grandes extensiones sin « mata negra», y Cu- biertas de un pastizal bastante denso (Festuca). z Sólo en la etapa siguiente, la octava, a 250 kilómetros de la costa, empieza a cambiar el paisaje y a modificarse algo la vegetación. Durante la marcha en la misma meseta, sólo traía alguna diversión el encuentro, de tarde en tarde, de una concavidad ordinariamente poco marcada, pero muy regular, donde se acumula agua (en verano. a menudo ya evaporada) y una capa de terreno arcilloso y salado, por lo cual trataré de estos sitios en el párrafo sobre halófitas. Pero nues- tro camino, como lo dije, corría a lo largo del valle del río Santa Cruz y cuando a él se aproximaba, lo que necesariamente tenía que suce- der al menos al final de cada etapa, porque la elección del campa- mento la determinan las aguadas que sólo se encuentran en los caña- «lones, se abría a menudo delante de nuestros ojos el admirable pai- saje de los pequeños valles que bajan de la meseta al río, valles más largos y más accidentados a medida que aumenta la altitud de la lla- nura. Estos cañadones de los cuales algunos tienen hasta tres leguas UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 229 de largo y dos o tres kilómetros de ancho, se desarrollan por escalo- nes sucesivos muy irregularmente dispuestos; en su fondo se levan- tan a menudo colinas de areniscas friables y casi desnudas, que re- cuerdan, en pequeña escala, vistas del Sahara, colinas separadas por pequeños « cañones » sinuosos, que muestran la intensidad de los fe- nómenos de erosión. A lo lejos, corre el río Santa Oruz, ancha y si- nuosa cinta de plata de la cual aparece, aquí y allá, entre las lomas, un trozo brillante. Su ribera derecha, del lado donde estábamos, es ordinariamente llana sobre cierta anchura, mientras la izquierda se levanta casi a pique, mostrando a media altura un piso intermedia- rio del cual bajan también numerosas cañadas y, en fin, cerrando el horizonte hacia el norte, y desarrollándose sobre una extensión de cinco o seis leguas, la línea perfectamente horizontal de la meseta de enfrente, línea rota a su vez por otros valles, semejantes, sin duda, al que teníamos delante de nosotros. Por encima, el inmenso cielo de siempre, con su hermosa y móvil decoración de innumerables nubes superpuestas, cual un cielo holandés. El conjunto es áspero, desér- tico, grandioso, pero al ponerse el sol, el vasto paisaje queda bañado en una luz dorada, y durante los largos crepúsculos australes, nebli- nas, primero parduscas, luego azuladas, esfuman las líneas y atenúan los colores, evocando el recuerdo de las grandes composiciones, a la vez austeras y suaves, de Puvis de Chavannes. Como ya lo vimos, la vegetación en las faldas de estos cañadones, es más abundante, sobre todo en las pendientes abrigadas de los vien- tos del oeste, donde volvemos a encontrar la flora ya descrita de las barrancas — Berberis, Anarthrophyllum, Chuquiragua, Mulinum — y a veces, matas de Lepidophyllum junto con otras especies halófilas, por ser frecuentes en tales lugares manchas de terreno salado; pero el interés principal que presentan estos valles son sus vertientes u ojos de agua, y las vegas que a su favor se producen. Las estudia- remos en el siguiente párrafo. TI. — Flora de las vegas y cañadones Las vegas son verdaderas praderas, ordinariamente de poca exten- sión, qne se producen en la parte regada por las aguas que surgen de los manantiales y que no siempre llegan a formar un chorrillo, ya sea sobre las pendientes de los valles descritos más arriba, ya sea, y son las más importantes, en el fondo de los mismos. Los bordes de estas AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 17 230 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA vegas son los únicos lugares aptos para la vida del hombre, y será casi siempre en tales sitios que encontraremos las casas de los pobla- dores, habitaciones muchas veces rodeadas de un pequeño jardín de flores y hortalizas, hasta de diminutos campos de cereales o de plan- tas forrajeras, rarísimas veces de algunos arbustos, cerezo o mimbre. Desgraciadamente no traje muestras de tierra de tales lugares, pero las observaciones que hice sobre los cultivos demuestran con toda evidencia su gran fertilidad; así es que en la estancia Lan- randart, nuestra sexta etapa, observé rabanitos (Raphanus), nabos y coles (Brassica napus, B. oleracea), ensaladas (Lactuca) y frutilla (Pra- garia), admirablemente desarrolladas, zanahoria (Daucus carotta), con enormes inflorescencias, y en estos cultivos malezas, como Tara- xacum vulgare, casi monstruosamente vigorosas, y un Sonchus asper de dimensiones extraordinarias (1); Salix viminalis y otro sauce de hojas plateadas alcanzaban tres metros de alto. Estos verdaderos oasis causan naturalmente la más grata sorpresa después de las largas horas del viaje en la meseta desértica tan cer- cana, y demuestran con toda evidencia la eficacia, no sólo del agua, sino del abrigo contra los vientos. Las características de su vegetación espontánea son las siguientes : abundancia y gran desarrollo de las gramíneas entre las cuales des- empeñan un papel primordial Hordeum secalinum var. pubiflorum, de 30 a 50 centímetros de alto, cuyas espigas sedosas, ora verdes, Oya violáceas, dan a las vegas su característica más notable; después, viene una especie de Agrostis (A. magellanica? de panoja violácea), Festuca, Deschampsia flexuosa, Atropis magellanica, Alopecurus alpi- nus, Phleum alpinum, Calamagrostis, a los cuales vienen a mezclarse, . a ménudo, Poa pratensis, Dactylis glomerata y un Bromus europeo, in- troducidos, sin duda, con las semillas de las plantas cultivadas, al- - canzando el pastizal hasta un metro de alto en los lugares más férti- les. Además, encontramos Ciperáceas (Oarex, Heleocharis, Scirpus), Juncus, Triglochin palustris, todo lo cual constituye un césped denso y contínuo de un verde obscuro, adornado por las flores rosadas de Samolus spathulatus, violáceas de Gentiana magellanica y G. patago- nica, blancas con manchas rojas de Duphrasta antarctica y las umbe- las blancas del Apium australe. Alrededor de los puntos donde sólo se produce una débil filtración, tanto en los cañadones como sobre las pendientes suaves de las de- (1) Observé también Senecio vulgaris, Agrostemma gyithago y Tragopogon sp. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 231 presiones de la meseta, la vegetación densa y verde también, queda enana y encontramos entonces, además de Heleocharis albibracteata, pe- queños Carex, Juncus stipulatus, Pratia repens, Chamissonia tenui folia, Ranunculus cymbalaria, Plantago monanthos, mientras a lo largo de los chorrillos de agua, crecen las Cardamine de flores blancas y las matas de Mimulus luteus, cubiertas de sus hermosas corolas doradas. En los bordes de estas manchas húmedas, allí donde el lavaje es insuficiente para lleyar las sales solubles, encuéntrase, a menudo, una faja de tierra algo salada donde crecen Grabowskia Spegazzinii, Pran- kenia microphylla var. typica, Adesmia salicornioides, de hojuelas re- dondas carnosas, Nitrophila occidentalis, Chenopodium rubrum, Boo- pis y, algunas veces, Statice y Lepidophyllum. Tales vegas son limitadas a la parte realmente regadas por los manantiales; pueden encontrarse varias de ellas en un mismo caña- dón, o bien cuando abunda el agua, pueden confluir vegas vecinas y formar praderas de varias hectáreas. Lo mismo puede haber cañado- nes sin vegas propiamente dichas, por ejemplo, en los antiguos le- chos de ríos que cruzan la meseta; son menos profundos que los que acabamos de describir, de terreno a menudo arenoso, con, sin duda, una reserva de agua a poca profundidad (agua de la fusión de las nieves que allí se acumulan y persisten más tarde sobre la meseta); su vegetación, más abundante que la de la estepa es, sin embargo, incomparablemente más pobre en especies; domina de una maner: absoluta un Juncus (+). balticus ?, J. Lessuewri ?) cuyo poderoso siste- ma subterráneo (rizoma y raíces) llega por su acumulación, en razón de su muy lenta putrefacción en estos terrenos que seguramente son de reacción ácida, a constituir una especie de turba que, aunque me- diocre, puede usarse como combustible. Al lado del Juncus, encuén- transe Hordeum, Festuca, Bromus unioloides, Agropyrum repens, Poa, Agrostis, diversas Acaena, Trechonaetes, Nicotiana monticola, Hypo- chaeris, Adesmía (especies herbáceas), etc. IV. — Flora de las orillas de los ríos y flora acuática A lo largo del río Santa Cruz, en razón de su corriente muy rápi- da, se produce más bien erosión que aluvión, de lo cual resulta la na- turaleza pedregosa de sus orillas y la pobreza de la vegetación ribe- reña; la única especie netamente hidrófila que observé es Azorella trifoliolata, cuyas matas se adelantan hasta tocar el agua; a lo largo 232 ANALES DE LA SOCIEDAD OIENTÍFICA ARGENTINA de la orilla noté Seutellaria nummulariifolia, Arenaria serpens, Cha- missonta, un pequeño Myosotis de flores blancas, Veronica, Lepidium ; después, especialmente en las partes arenosas, la flora de los cañado- nes : Oenothera, Juncus, Hordeum, Bromus, Festuca, Alopecurus an- tarcticus, Elymus agropyroides y otra especie del mismo género, alta y extraordinariamente grácil, de hojas, tallos y espigas casi filifor- mes, contínuamente agitados por el menor viento. Más afuera, pero apenas a cinco metros de la orilla, volvemos a encontrar la flora de. las barrancas : Berberis, Anarthrophyllum, Schinus (hasta de 4 m. de alto y casi arborescente a unos 120 kilómetros de la costa), Lippia trifida, Verbena tridens, Lycium, Chuquiragua, Atriplex sagittifolia, Stipa humilis, ete. A lo largo de los ríos más australes de un curso menos impetuoso, río Coyle, río Horquetas y, probablemente también, río Gallegos, del cual sólo conozco la parte próxima al océano, pudieron formarse terre- nos de aluvión más fértiles y más constantemente húmedos, donde se desarrollan verdaderas y extensas praderas de alto pasto, que sor- prenden al viajero que baja de la meseta desnuda, por ejemplo en el punto denominado las Horquetas, praderas densas formadas de los elementos ya varias veces enumerados, pero donde dominaba Rumex crispus, a la sazón (marzo) cubiertos de frutos maduros, al punto de comunicar al conjunto un tinte cobrizo. En estos valles del sur, abundan las lagunitas o pozos llenos de agua dulce, donde obser- vé las siguientes plantas acuáticas : Hippuris vulgaris (paso del río Coyle, Horquetas), Myriophyllum elatinoides, Ranunculus aquatilis (vel aff. con dimorfismo foliar), Ranunculus fuegianus, Zanmichellia palustris, dos Potamogeton (de hojas lineares y de hojas ovales, tlo- tantes) y Callitriche antarctica. En las orillas húmedas de estas aguas estancadas, crecían Rumex maritimus, R. decumbens, Limosella aqua- tica, Collomia gracilis, Poa annua, Juncus stipulatus, Euphrasia an- tarctica, Arenaria, Nasturtium, Crassula, Pratia y un Ranuneculus de tallos elevados, probablemente Ranunculus peduncularis. V. — Flora halófila Encontramos ya, primero en la zona litoral, luego en la parte sa- lada de los cañadones, los principales elementos halófilos de la Pata- gonia austral; queda una palabra que decir de los bajos salados de la meseta cuyos fondo lo ocupa ordinariamente una laguna; en la playa UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 233 I de esta última existe una vegetación baja y rala, bien distinta de la que, a pocos metros, puede observarse alrededor de los ojos de agua dulce (véase pág. 230); tenemos aquí Distichlis spicata a veces abun- dantes, un Boopis y un Plantago de rosetas chatas, algunas Ciperá- ceas, Nitrophila occidentalis, y, especial a estos lugares, la curiosa Compuesta Eriachaenium magellanicum de tallos rastreros y hojas aparentemente dísticas. Un poco más afuera, en suelo más seco, lo mismo que en las arcillas salobres de los cañadones, crecen curiosos subarbustos cuyo tronco se divide en el mismo nivel del suelo, en va- rios tallos horizontales, tortuosos, de ramificaciones horizontales tam- bién y pegadas al suelo: Grabowskia Spegazzinii, Lycium repens, Ades- mia carnosa, A. salicornioides. Vuelvo a mencionar el hecho que Le- pidophyllum cupressiforme reaparece en el interior hasta cerca 200 kilómetros de la costa, a lo largo del río Santa Cruz, y que, por ejem- plo, ocupa todo el fondo de la extensa depresión de las lagunas de la Leona, entre las Horquetas y Guar-Aik. CAPÍTULO VI LA PRECORDILLERA Un aspecto especial de la vegetación patagónica se nota, del norte al sur de la formación, en una faja de unos 60 a 75 kilómetros de an- cho, entre la meseta llana que acabamos de describir y la zona bos- cosa, mucho más estrecha aún, de la misma falda de la cordillera central. Es una región accidentada, cuyo carácter montañoso va siem- pre acentuándose hacia el oeste, con algunas cerranías o picos que pueden pasar en la región que nos ocupa de 1500 metros, pero donde la altitud de los valles y mesetas oscila entre 400 y 800 metros. Es aquí que nos encontramos con la célebre serie de los lagos patagóni- cos, desde el Aluminié (399) hasta el lago Argentino, lagos cuya ex- tremidad oriental se encuentra, en general, rodeada de colinas semi- desérticas, completamente desprovistas de árboles, mientras sólo su parte occidental, ordinariamente dividida en brazos estrechos (fjords) que penetran en los valles de la cordillera central, la rodean los her- mosos bosques de los cuales hablaremos en el capítulo siguiente. Otro contraste importante con la llanura, contraste que cualquier mapa pone en evidencia, es la existencia en esta zona de una red de 234 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA de pequeños cursos de agua que antes de llegar a la meseta ya se ha- brán juntado con los grandes ríos, los cuales ya no recibirán afluyen- tes en todo el largo trayecto que los separa del océano. Más importante todavía que el cambio en las condiciones del te- rreno, es la modificación del clima; nos aproximamos siempre más de la zona de grandes lluvias, constituyendo la precordillera una faja de transición, por cierto extraordinariamente estrecha, si se piensa en la enorme diferencia entre las precipitaciones de la meseta y las de la correspondiente porción del vecino territorio chileno. No hay, no puede haber en razón de lo apartado y despoblado de esta región, datos meteorológicos detallados, pero el mapa pluviométrico, por aproximativo que sea, es suficientemente demostrativo (1). Las diferencias en la vegetación no son profundas; siguen los mis- mos elementos del llano, pero, por una parte, se enriquece mucho la flora en especies subandinas y, por otra, cambia rápidamente el pai- saje por la abundancia más grande de los individuos, especialmente por lo que es de las gramíneas, circunstancia de la cual resulta, he- cho bien conocido, la ganadería incomparablemente más próspera en la precordillera que en la llanura (2). Otra particularidad es que a lo largo de los ríos y' arroyos, abundantes en esta zona: y tán escasos más al este, encontramos con frecuencia ejemplares pequeños de los árboles que forman los bosques subantárticos vecinos, especialmente Nothofagus antarctica (lám. VII, 1), acompañado de una serie de plan- tas herbáceas y arbustos, que hacen a menudo del fondo de un valle de la precordillera un hermoso jardín, donde abundan a veces lindas Orquídeas de los géneros Chloraea y Azarca. En razón de la riqueza más grande dela flora, su descripción con mis solos apuntes me resulta difícil; y como esta « Patagonia andi- na», ha sido descrita recientemente por Skottsberg con muchos de- talles (XLID), me limitaré a breves indicaciones. I. — La vegetación al este del lago Pues, fué el octavo día de marcha, con el largo Argentino visible en el horizonte, que pasamos de la meseta hasta allí perfectamente (1) Particularidades de clima, análogas y mejor conocidas, encuéntranse en la latitud del lago Nahuel-Huapí : ef. mi Forét valdivienne, página 77. (2) Se dice corrientemente, por lo que es de la carne al menos, que una oral de la cordilera vale dos de la meseta. ANALES SOC. CIENT. ARG. — ToMmO LXXXIX LÁMINA VII 2. Helechos (Blechnum tabulare Kuhn) en el bosque magallánico, febrero de 1914 DE pe POS m UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 235 llana, en la precordillera; el valle en el cual había penetrado el cami- no se encontraba a unos 300 metros arriba del río Santa Cruz, y para Negar a la estancia Bilbao, tuvimos que bajar unos 250 metros por una barranca escarpada. La vegetación varía poco en un principio, pero es menos raquítica, muchas especies, secas en las mesetas, aquí se encuentran florecidas (Verbena, Brachycladus, Phacelia); las Gra- míneas abundan : Poa (aff. chilensis), las tres Stipa habituales, Ely- mus eríanthus, Festuca, Bromus macranthus; Hypochaeris leucantha es muy frecuente, casi siempre abrigado dentro de una planta de Stipa, confundiéndose las hojas filiformes de la Gramínea y de la Con.- puesta cuyo capítulo, por encorvarse su pedúnculo, emerge lateralmen- te de la mata. En los sitios más abrigados del valle y en los cañado- nes transversales, existen verdaderos bosquecillos de Anarthrophy]l- lum desideratum, cuyos tallos amarillo claro, que alcanza dos metros, le valieron el nombre de mata amarilla, especie dominante asociada o no a Schinus dependens, Adesmia boronioides y Lappia trifida. En- tre estas matas crece a menudo la delicada y semitrepadora Loasa patagonica, que no habíamos encontrado todavía; los Senecio son más abundantes en individuos y especies. Las plantas en cojines no fal- tan por supuesto, especialmente en las partes más pedregosas; dos Verbena (V. patagonica y V. tridactylites, probablemente, esta última de flores olorosas, de un color vinoso, primero, blancas después), enor- mes ejemplares que llaman « mogotes », de Azorella monantha en ple- na floración, despidiendo un olor suave y visitadísimos por moscas y gruesos coleópteros, otra Azorella peluda (4. Ameghinoi, sin duda), Nierembergia patagonica (hasta dos metros de diámetro), una Crueí- fera del género Xerodraba, probablemente, género en aquel entonces no establecido todavía por Skottsberg, una Adesmia dle hojas carno- sas, Nassauvia glomerulosa, y casi debería nombrarse aquí también Nardophyllum Kingit cuya altura va reduciéndose hasta formar un cojín poco denso, convexo, de 10 a 15 centímetros de alto (1). Sobre las rocas abundan ahora los Líquenes, y vuelven a encontrarse sueltos en el suelo, largos filamentos de Usnea. 1 Alrededor de una laguna de agua dulce observé en este mismo punto Rumex decumbens en abundancia, Heliotropium sp., Acaena, Li- mosella aquatica f. tenwifolia y un Nostoc, mientras en el agua fría y (1) La comparación del material recogido por mí con esta intención, con la planta típica de la meseta y el Nardophyllum humile verdadero, resultará intere- sante para la delimitación de las dos especies, muy a menudo confundidas. 236 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA transparente vegetaban Myriophyllum elatinoides, Callitriche antarcti- ca y una pequeña Nitella (Charácea) de muy gruesas anteridias. En el valle del río Santa Cruz, noté abundancia de una Verbena de hojas punzantes (V. erinacea vel aff.) y, nacidas después de una lluvia, una gran cantidad de gruesas Agaricáceas blancas que, con un Geas- ter encontrado días anteriores sobre la meseta, resultaron las únicas Basidiomicetas superiores observadas por mí en la región. Un poco más al oeste corre el río Bote, primer afluyente del río Santa Oruz que encontramos desde el Atlántico, modesto afluyente sobre las barrancas del cual vegetan los arbustos de siempre, a los cua- les puede agregarse Berberis empetrifolia, no observado todavía; pero su flora higrófila era más abundante de lo acostumbrado : además de las especies casi constantes (Ranunculus dos esp., Rumex tres esp.. Hip- puris, Arenaria, Azorella, Myriophyllum), señalaré Anemone multi- fida, Caltha sagittata, grandes Deschampsia, Vicia, Lathyrus, y sobre las piedras sumergidas del lecho, una extraordinaria abundancia de las colonias de un Vostoc. En el borde de una lagunita próxima, observé una asociación de plantas enanas : Myosurus, Verbena, Epilobium - (una especie anual, tal vez E. santacrucense), Limosella, Veronica, Collomia, y una Compuesta que no conozco y que no he vuelto a en- contrar. y Iguales características de esta primera parte de la precordillera (abundancia del Anartrophyllum, mayor variedad y riqueza de la flora en especies e individuos, especialmente en las Gramíneas y en la flora higrófila), las observé en el viaje de vuelta un poco más al sur, a lo largo del camino a río Gallegos (1). Leo en mis apuntes : «el cam- po muy undulado y amarillo por la abundancia de pasto, resulta como puntuado de manchas obscuras (Anarthrophyllum)». En cuanto a las plantas hidrófilas su variedad sigue acentuándose; pronto encontra- remos Gunnera magellamica, el pequeño y hermoso Senecio trifurcatus, de lígulas blancas, Colobanthus subulatus, etc., elementos netamente cordilleranos. En la extremidad oriental del lago Argentino, entre el río Santa Cruz y el río Leona, lo mismo que sobre la ribera meridional, existen médanos de flora muy pobre, donde domina un Juncus asociado a (1) La mayor humedad permite también un mayor desarrollo de las malezas, aun en terreno sin riego; crecían alrededor de una fonda (boliche de la Bajada) : Capsella bursa-pastoris, Sisymbrium offiicinale, Plantago lanceolata, Medicago denti- culata y un Rumez. : UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 237 una Adesmia herbácea y glandulosa (seguramente Adesmia glanduli- _fera, confundida casi siempre con A. filipes) y Euphorbia portulacoi- des, plantita de hojas algo carnosas, de aspecto insignificante, pero venenosas, según dicen, y peligrosas para los animales domésticos (1). TI. — La vegetación de la orilla meridional El sitio aquí descrito se encuentra a unos 35 kilómetros de la ex- tremidad oriental del lago, es decir, aproximadamente en el medio de su longitud. Aquí las montañas son, en general, bastante alejadas de la ribera (2 ó 3 leguas), y encontramos primero una faja de médanos, luego colinas pedregosas, antes de llegar al pie de las sierras que cie- rran el horizonte hacia el sur y cuyas cumbres alcanzan 1000 y 1500 metros de altura (la altitud del lago es sólo 187 m.). Estas montañas, primer contrafuerte de la sierra de los Baguales, de un tono pardusco bastante uniforme, tienen un aspecto completamente pelado, sin una mancha de vegetación; la llanura es menos desértica, amarilla al con- trario, por el pasto ya seco, en esta época (febrero). El único arbusto es el calafate (Berberis buxifolia). aquí en todo su desarrollo, más alto y abundante que nunca, aunque no llegue a formar bosquecillos contí- _nuos; alcanza y pasa de 2 metros de alto; su follaje, de un verde obs- curo, es tupido y su fructificación extraordinariamente abundante; sus bayas azules, casi negras, de 5-7 milímetros de diámetro, son de un sa- bor muy agradable, sobre todo cuando cerca de 1000 kilómetros sepa- ran al viajero de las más próximas regiones fructícolas; al comerlas, pasando de un pie a otro, notaba el hecho interesante de la diversi- dad de sus cualidades, tanto de gusto como de consistencia y tamaño (1) Abunda la misma especie en muchos otros territorios y provincias de Chile y del país, especialmente en la cordillera de Mendoza, sin que haya sido señalada, que yo sepa, esta particularidad; que sea esta especie u otra la enlpable de la muerte de tres de nuestros caballos ocurrida a nuestra ltegada al lago, no lo puedo asegurar, pero la explicación ha de ser la de'siempre : estas plantas sólo son dañinas para los animales hambrientos y cansados que comen con demasiado avidez para distinguir lo que comen, absorben con suma rapidez lo ingerido por tener el tubo digestivo vacío, especialmente si toman agua después de comer, y, por su mal estado fisiológico, son menos resistentes. La única planta de los alre- dedores que pareció poder incriminarse, era esta pequeña Euforbiácea de latex abundante ; los experimentos fisioquímicos emprendidos por el doctor Reichert con material seco (ef. Patagonia, vág. 416 sub E. patagonica), no dieron resultados : el asunto, pues, queda muy dudoso. 238 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA de las semillas, a la par que la constancia de estas cualidades en una misma planta, ejemplo típico de estas diferencias individuales en las frutas de plantas silvestres, de las cuales, al principio del siglo pa- sado, sacó tan gran partido el pomólogo Van Mons, creador de las más importantes variedades de manzanas durante mucho tiempo eul- tivadas. Como subarbustos podemos citar un Senecio de hojas blancas (for- ma del polimorfo $. albicaulis?), Adesmia boronioides y como Gramí- neas, las Stipa de siempre; además, Mulinum spinosum, la muy aromá- tica Artemisia magellanica, Nicotiana monticola, Phacelia magellanica, Euphorbia portulacoides, Adesmia glandulifera, Oruckshanksia glacia- lis, Quinchamalium chilense, Arjona patagonica parásita sobre las raíces de Stipa, una Acaena de hojas plateadas, una Viola en roseta, Galium pusillum, Ephedra frustillata, etc. En las colinas pedregosas que hacen la transición entre las dunas y la montaña se acentúa el carácter xerófilo; es así que en el cerro Comisión que se levanta cerca de la orilla, a 200 metros arriba del nivel del lago, vuelve a aparecer la «mata negra» y cojines de 420- rella y de Nassauvia. La flora higrófila es, en general, muy poco abundante; en muchos sitios la orilla misma del lago es una playa de arena gris obscura, es: trecha cuando las aguas están altas, ancha cuando bajas, casi despro- vista de vegetación, en razón, sin duda, de las agitaciones del lago (1); en otros lugares puede verse, sin embargo, Seutellaria nummulariifo- lia, Azorella trifololiata, Juncus, Rumex decumbens, el Elymus filiforme de las orillas del río Santa Oruz, Arenaria, etc. Pero, existen peque- ñas bahías más tranquilas, donde llegan a menudo las aguas de manan- tiales : entonces puede verse en el lago, Scirpus ripariws, el «junco » de tan vasta distribución en Sud América, mientras en el pantano que se forma en la orilla, lo mismo que en los bajos de la parte me- danosa, donde a veces hay lagunitas, puede observarse Myriophylum elatinoides, que se pone colorado donde llega a escasear el agua, bien verde, al contrario, cuando se encuentra en plena vegetación, Hippu- ris, muy abundante. en las partes más hondas, Ranunculus fuegianas, (1) Según el señor Tosso, el nivel del lago baja en invierno de unos diez o doce pies, lo que deja en descubierto una playa arenosa de anchura variable; unos veinte metros en la orilla norte, hasta dos millas en la meridional, mucho más suave, precisamente en la « Bajada del petizo », punto alrededor del cual hice estas observaciones. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 239 Scirpus riparius; en los bordes Hordewm secalinum var. pubiflorum, Aygrostis, Heleocharis, etc., formando un denso pastizal. En los pun- tos salitrosos observé Nitrophila occidentalis, ejemplares enanos y rojizos de un Chenepodium, un Boopis, Spergularia sp. y un Triglochin formando cojines chatos, con las ramas periféricas rastreras, dísticas y fértiles (creo que se trata de Triglochin maritima var. deserticola, conocido sólo hasta ahora de las montañas de Jujuy y La Rioja). Al- rededor de los ojos de agua, donde se produce la conocida y caracte- 72 Xx (es Castillo Co Hobler 73 + Fig. 5. — Croquis del Lago Argentino (según Prichard) EA itinerario rística vegetación enana, noté : Pratia, Heleocharis, Limosella, Lepi- dium y, sobre Ranunculus cymbalaria, una Cuscuta idéntica a la que comúnmente se llama OC. racemosa, género observado, según creo, por la primera vez en Patagonia. j Curioso es de notar que vista de lejos, en razón del pigmento de que se proveen muchas de las plantas aquí presentes (Myriophyllum, ÑNi- tro phila, Chenopodium), y de las espigas violáceas del Hordeum, la parte pantanosa, en su conjunto, toma un tinte purpúreo. Agregaré los siguientes datos sobre una laguna salada (marcada «salitral » sobre el plano de la Comisión de límites), que se encuentra al sur del camino a Gallegos, a pocos kilómetros del río Calafate. 240 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Toda la playa, húmeda entonces (12, II, 1914), estaba cubierta de una Suaeda rastrera (S. maritima ?) de un verde intenso, algunas Sa- licornia, una Cariofilácea de flores rosadas (Spergularia) y por man- chas violáceas de Hordeum; más afuera, en terrenos secos, Nitrophila, Plantago maritima, Atriplee macrostyla, de tallos rastreros, Lycium repens, un Juncus atacado por una Puccinia y un Senecio de hojas vISCOSAS. TII. — La vegetación de la orilla septentrional En casi toda su longitud, la orilla septentrional se levanta a pique hacia la alta meseta que separa el lago Argentino del lago Viedma; la ribera es tan estrecha que el camino, o mejor senda, baja en ciertos puntos sobre la playa. En el único y muy rápido recorrido que hice de las diez leguas que separan el Paso del río Leona (que une los dos lagos) del establecimiento del señor Tosso (1), apenas si pude recoger algunas muestras sin poder tomar apuntes; me acuerdo. sin embargo, la aparición paulatina de una flora de carácter andino (Viola macu- lata, Geum), más rica y más desarrollada (Valeriana, Calceolaria, Se- necio, altas Gramíneas). Detrás de la casa del señor Tosso, punto en que se ensancha mucho la orilla, el primer cordón de colinas domina el lago de unos 600 metros, colinas cortadas, una legua más al oeste, por un valle donde corre un arroyo bastante caudaloso, en los bordes del cual eneontré los primeros Nothophagus (N. pumilio), bajos y en muy escaso número, precursores de la selva, ahora ya muy próxima. Pero nos encontramos todavía en el dominio del calafate, asociado en el fondo de la quebrada a abundantes Gramíneas (Alopecurus, Bro-' MUS, Hordeum , Agrostis, Deschampsia,Poa, Elymus agropyroides), que forman matas vigorosas, a veces de un metro de ancho, diversos Jun- - cus, grandes Carex, Epilobium, Apium australe, Bowlesia tropaeolifo- lía, y, en abundancia Loasa patagonica. : En las colinas secas, de aspecto todavía semidesértico, noté, sin embargo, una gran diminución de las plantas en-cojines, una Azorella (1) Se trataba de poner la «expedición » cuyos otros miembros y equipaje se dirigían a la orilla sur, en comunicación con el señor Tosso, del cual esperábamos nos trasladara en su lancha, como lo hizo, hasta la extremidad oeste del lago, pres- tándonos él y sus hijos, un servicio sin el cual hubieran fracasado nuestros pro- yectos. Guardo el mejor recuerdo de la hospitalidad recibida en su casa y de las horas agradables pasadas a bordo de su pequeño yachit, que constituía por sí sólo la flota del inmenso lago. ; UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 241 . (A. monantha) sólo quedaba abundante en los lugares más pedrego- sos. Al lado de Mulinum spinosum, aquí en pleno desarrollo, dominan las gramíneas xerófilas (Festuca, Bromus, Hordeum comosum con Nar- dophyllum Kingii diversos Nassauvia y Senecio, Hypochaeris leucan- tha, Armeria, Calceolaria, Acaena, ete. Sin duda debiera describirse también aquí, incluyéndola en esta zona subandina, la flora de la sierra Buenos Aires, donde sólo existen pequeñas manchas de bosques, pero como ya nos encontraremos allá al contacto, por decir así, de las selvas subantárticas, en pleno des- arrollo sobre la orilla opuesta del lago, allí muy estrecho, incluiré esta descripción en la de la flora andina de la cordillera central. CAPÍTULO VII LOS BOSQUES MAGALLÁNICOS Sin entrar en discusiones sobre cuestiones de palabras, conservaré para designar la extensa región boscosa de las cordilleras australes, el nombre de «bosque subantártico », el cual, a pesar de la latitud que alcanza hacia el norte, me parece el más conveniente por ser su clima, en sus partes características, netamente templado-frío (los ven- tisqueros bajan hacia el mar a partir del 489 lat. s., y hasta 250 me- tros de altitud al pie del Tronador, por 419), y por ser esta denomina- ción una feliz corrección del término evidentemente exagerado de «antártico » con el cual habían sido anteriormente designados. Ade- más, uno de los hechos más curiosos, entre las muchas particularida- des que presenta esta región botánica, es su extraordinaria constancia desde el cabo de Hornos hasta el norte del Neuquén, donde recién ob- servaba a altitudes bien modestas, en los bosques de Araucaria imbri- cata, tan distintos de los bosques australes, toda una serie de plantas que recordaba haber coleccionado 13 grados más al sur (especies idénticas de los géneros Cortaderia, Codornochis, Arachnites, Chloraea, Asarca, Maytenus, Osmorrhiza, Primula, Adenocaulon, Senecio, Pe- rezia, ete., además, naturalmente de Nothofagus pumilio y Nothofagus antarctica). Lo mismo seguiré empleando, por ser los más conocidos y los más evocativos, a pesar de las objeciones sacadas de la extensión misma 212 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA de la zona, y porque ningún otro me parece mejor, los términos de Selva valdiviana y Selva magallánica, por la mitad norte y la mitad sur de la larga faja que se extiende sobre casi 20 grados de latitud, por tener estas formaciones sus aspectos más característicos y mejor cono- cidos respectivamente en la provincia de Valdivia y en el estrecho de Magallanes, y este uso extensivo de nombres geográficos me parece a lo menos tan lógico y conveniente, y tal vez menos chocante, que la costumbre de los geólogos, universalmente adoptada, de conservar a un terreno donde qniera se vuelva a encontrar, el nombre del lu- gar donde primero se caracterizó. Por lo demás, siendo la geografía botánica una parte de la geografía física, soy decididamente partida- rio para las grandes regiones florales y cuando no existen nombres in- dígenas, los cuales, evidentemente, deben ser respetados, de los nom- bres sacados de la nomenclatura geográfica propiamente dicha, y no de particularidades florísticas, etológicas o topográficas de la región considerada, los cuales tienen el inconveniente de crear una nomen- clatura de uso puramente botánico, sobrepuesta a la conocida por to- dos y que, forzosamente, dificultará en vez de facilitarla, la divulga- ción de los conocimientos geobotánicos. Paso, pues, a describir los bosques magallánicos de la falda orien- tal de la cordillera, por 50230" de latitud sur. Antes de seguir, recordaré al lector que el objeto principal del viaje era, en realidad, ascender la cordillera divisoria y alcanzar a ver lo que nadie jamás había visto, es decir, lo que había detrás de las cumbres que cierran el horizonte hacia el oeste. Era cosa establecida de antemano y la única razón que tenía de acompañarnos el doctor F. Reichert, quien fué el alma de la expedición, y sin el cual ésta no se hubiera nunca realizado. Yo mismo tenía con él el compro- miso de cooperar en esta parte puramente geográfica del programa. - Esto explica que los veintiún días que pudimos quedar en esta zona, los hayamos pasado en un mismo punto, del cual apenas nos aparta- mos dos o tres leguas, lo que desde el punto de vista puramente botá- nico hubiera sido incomprensible, salvo el caso, que no fué el nuestro, de realizar detenidas observaciones biológicas. Ocupado en ayudar a la organización de los campamentos secundarios (ef. Patagonia, pág. 116-122), y a la travesía del ventisquero Moreno (ibid., pág. 125-133), apenas si una tercera parte del tiempo la pude dedicar. a la botánica, lo suficiente para estudiar el lugar desde el punto de vista florístico (plantas vasculares) y hacer abundantes colecciones, pero sin poder realizar las detenidas observaciones de criptogamia y etología, que UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 243 el lector pudiera esperar como resultado de tan larga permanencia en un mismo punto del bosque. I. — Estudio del Medio No tenemos datos, ni siquiera aproximados, sobre las característi- cas climatéricas de la zona ocupada, sobre las vertientes orientales de los Andes australes, por los bosques magallánicos. Se trata, en efecto, de un clima esencialmente local, y localizado aquí a unos pa- rajes absolutamente desiertos; las últimas moradas humanas quedan 50 kilómetros al este, en la precordillera sin bosques y de clima seco. Las líneas pluviométricas del mapa publicado por la Oficina meteorológica argentina, si bien responden grosso modo a la realidad, son, aquí, absolutamente hipotéticas, sin contar que la zona de la cual nos ocupamos ahora, es tan estrecha que no podrían indicarse las mo- «lificaciones del clima en un mapa de escala tan pequeña. Sólo tenemos para guiarnos las indicaciones muy escasas reunidas en Chile para la isla de los Evangelistas, a unos 250 kilómetros del punto que nos in- teresa, y donde las precipitaciones anuales oscilan entre 2400 y 3400 milímétros, con 1594 para los seis meses templados y 1267 para los fríos (términos medios mensuales de los años 1899 a 1908). La vegeta- ción que no tuve ocasión de ver, de la falda occidental de la cordillera en el sur de Chile, es indudablemente, según la descripción de botáni- TZ FAP —=3 _ Z AGR EPT ZAS . ==; FE AS == DIOS SS MÍ TIT e ATLAS np ce ql A An =p mica Fig. 6. — Las primeras manchas de bosques sobre la ribera septentrional (cerro Hobler y cerro Castillo) de la selva, en una zona en que las precipitaciones no son todavía muy abundantes, zona muy estrecha en esta latitud. En efecto, re- anudando nuestra navegación hacia el oeste, penetramos en el brazo sur cuya primera parte estrecha, recibió el nombre de canal de los Témpanos, y volvimos a tocar tierra sobre la orilla meridional de la misma península, a los pocos kilómetros, encontrando ya el bosque en su forma higrófila, tal como algunas horas más tarde, lo volvimos a encontrar unos 20 kilómetros más allá, en un punto de la orilla occi- dental del lago, donde establecimos nuestro campamento, y donde per-. manecimos hasta el día 7 de marzo. ' Nos encontramos aquí, en lo que Skottsberg, quien mejor estudió la flora de estas comarcas, llama el «bosque pobre en especies », en oposición a la selva valdiviana, incomparablemente más rica. En efecto, como árboles grandes (alcanzarán 20 metros con troncos no raras veces de 1 metro de diámetro en la base), sólo tenemos tres es- ANALES MARE MOMO: EXX3TX LÁMINA 1 'o Argentino, febrero de 1914. (Fot. Juan Jórgesen) Interior del bosque de Nothofagus. Ls LÁMINA X TomMmOo LXXXIX 2 a, 7 Y Só A AAA brero de 1914) en, fe (Fot. Juan Jorgese Áánico. 'all 1 bosque mag e en Forst. ori Winte YMiS Grupo de Dr UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 247 pecies, todas del género Nothofagus mientras pueden citarse cerca de veinte para los bosques valdivianos. Los Árboles. — Nothofagus betuloides (1) es especie de hojas peren- nes, pequeñas y coriáceas, muy glandulosas y sumamente parecidas a las de la especie hermana del bosque valdiviano N. Dombeyi (el Coi- ghué), tan abundante en la región del Nahuel-Huapí. Muy ocupado en otras cosas, no pude, desgraciadamente, hacer observaciones numéri- cas sobre la abundancia relativa de las especies; sólo puedo decir que, según los sitios, N. betuloides es más o menos frecuente que N. pumi- lio, pero, en todo caso, la anotación de Rothkugel : « lengua (Y. pumilio) y algunos guindos » para estos bosques, es inadmisible (fig.12). Nothofagus pumilio me parece ser el más desarrollado y poderoso de los componentes del bosque: es árbol de hojas cáducas, de ramas bastante torcidas, de estatura imponente. N. antarctica, según mis recuerdos, no desempeña en el bosque sino un papel secundario; es muy parecido, por lo demás, a la especie anterior de la cual se dis- tingue fácilmente por los dientes más pequeños de sus hojas. Después de los tres precedentes, sólo puede mencionarse como átr- bol, el Canelo (Drymis Winteri), Magnoliácea aromática de grandes hojas algo coriáceas, característico de los bosques subantárticos, pero cuya área de dispersión, curiosamente interrumpida, se extiende a lo largo de los Andes hasta Méjico y, fuera de ellos, reaparece en Misiones y el Brasil austral (2). La magnitud de sus hojas en oposi- ción a las muy pequeñas de los otros componentes del bosque, su ra- mificación verticilada, el olor que desprende en los días de sol, lo mismo que sus vistosos corimbos de flores blancas, lo señala en se- guida a la atención del viajero, aunque su altura, su espesor, su rela- tiva escasez, le asignan un lugar del todo secundario. Muy abundante en ciertos puntos favorables (lám. X), falta a veces en absoluto en grandes extensiones. (1) Según Rothkugel (XXXV) su nombre vulgar sería « Guindo », término que no oí emplear en la región. (2) Según Eichler, en Flora brasiliensis, tomo XIII, 1, página 134, trataríase de la forma magellanica, mientras que más al norte (selya valdiviana) encuéntrase la f. chilensis, y que en Misiones tenemos la forma granatensis, distinciones que hasta ahora no hau sido tomadas en cuenta+por los autores. No observé aquí la var. nana Reiche, forma subarbustiva común en las montañas de los bosques valdivianos. 248 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Los Arbustos. — Pseudopanax laetevirens, Araliácea de hojas pal- meadas, no pasa en esta latitud del estado arbustivo y tampoco la observé en forma trepadora, como sucede a menudo en la región de Valdivia, y no es raro, tan poco, Embothryum coccineum, la Proteácea ya mencionada. Maytenus magellanica, arbusto de tupidas hojas co- riáceas, afecciona los lugares iluminados, especialmente las orillas del bosque, y hasta cierto punto podría decirse que reemplaza las Mirtáceas aquí completamente ausentes, y tan abundantes al con trario más al norte. En fin, también en la orilla del bosque, formando en ciertos sitios, como una barrera, hay que men- cionar Berberis buxifolia y sobre todo Pernettya mucronata, arbusto denso, de hojas coriáceas y punzantes que alcanza un metro de alto; a sus pequeñas flores blancas, numerosas pero insignificantes, suceden bayas blanquecinas, gruesas Co- mo garbanzos, muy bonitas pero despro- vistas de sabor; agregaré que la planta se adorna con frecuencia de numerosas o pora agallas en forma de pimpollos de rosas, E o y algo carnosas, cuyo causante, no se conoce todavía (fig. 7). En el bosque mismo, en las partes más obscuras, vegeta en abun- dancia Berberis ilicifolia (50-75 cm. de alto), que se diferencia de casi todos sus congéneres por la ausencia de espinas y por sus hojas poco punzantes; en lugares más claros, al contrario, encuéntranse grose- lleros silvestres (Ribes sp.) y una aljaba Fuchsia magellanica, de cá- liz-rojo y corola azul. Como subarbusto hay que mencionar la prinei- _ pal belleza de la selva, Philesia magellanica, Liliácea de campani- llas purpúreas y de consistencia cérea, no muy frecuente y localizada a los sitios no muy obscuros, especialmente a lo largo del lago. Men- cionaré, en fin, la enorme abundancia de jóvenes Notho/agus, espe- cialmente N. betuloides y N. pumilio, de 10 a 15 centímetros de alto, que llegan en ciertos sitios a cubrir el suelo. Plantas herbáceas. — Sobre el suelo, la vegetación herbácea no es, en general, muy tupida, sino a lo largo de los arroyitos que atraviesan el bosque y en los lugares claros. Deben citarse primero, en razón de su predominancia, tres especies de flores insignificantes, que presentan el UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 240 carácter común de que sus frutos provistos de órganos de adhesión, se pegan a la ropa y eonstituyen una verdadera molestia; son la Ciperácea Uncinia brevicaulis var. macloviana, la Umbelifera Osmorrhiza Berteroi y la Compuesta Adenocaulon chilensis. Muy distintas son las disposi- ciones anatómicas que concurren a obtener idéntico resultado: en Un- - cinia el órgano adhesivo es la prolongación estéril, persistente y en- corvada en elegante ganchito del raquis de la espiguilla, en Adeno- caulon gruesos pelos glandulosos del pericarpio, y en la Umbelífera, a ETA A AMELIA ar 7 A Fig. 8. — Diseminación por los animales : A, aquenio glanduloso y B, flor "Y de Adenocaulon chilensis, */,; C, aquenios de Osmorrhiza Berteroi y D, el mismo en el momento de despren- derse '/,; E, flor $ de Uncinia brevicaulis y F, corte de la misma, ?/,. la base de los aquenios prolongados en una cola punteaguda y pro- vista de pelos oblicuos, dirigidos como los dientes de un arpón. (fig. S) Después, por su abundancia, viene la Violeta de flores amarillas (Viola maculata) que presenta a menudo flores cleistógamas, de pe- dúnculo muy corto; la pequeña Liliácea de flores blancas con pétalos manchados de verde, Enargea marginata, más a menudo aislada so- bre el suelo que trepadores sobre los troncos ; la Orquídea terrestre Codonorchis Poeppigii, cuyo escapo surge de un verticilo de tres ho- jas (a veces 2 Ó 4) y se termina por una flor blanca con pintas obscu- ras sobre el labelo. Más raras son la pequeña Rosácea Rubus geoides, la curiosa Mutísea, también uniflora, Macrachaenium gracile, una 250 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Chloraea y Cardamine gerantifolia. No escasean los helechos y hasta cubren el suelo en ciertos puntos, pero son poco variados; el más des- arrollado a la par que muy frecuente es Blechnum tabulare, con sus rosetas de hojas de Cycas, pero del cual no ví ninguno con tronco desarrollado, pudiendo esta especie tomar en condiciones más favo- rables de calor y humedad, el aspecto arborescente (cf. Skottsberg, lám. IV); citaré, además, Polystichum mohrioides, cuyas hojas alcanza 0275, Blechnum penna-marina, Cystopteris fragilis. Faltan completa- mente las Himenofiláceas (1), graciosos helechos de consistencia de musgo que constituyen una de las particularidades más notables de los bosques más húmedos de la misma formación. Esta pobreza de la flora pteridológica es tal vez una de las más acusadas diferencias entre los bosques de las dos faldas de la cordillera (lám. VII, 2). Mucho más abundantes son los musgos entre los cuales debe ci- tarse dos gigantes del mundo briofítico a la par que bellezas de los bosques subantárticos, Dendroligotrichum dendroides e Hypopterygium Thowimit, los cuales pueden alcanzar, respectivamente, 30 y 15 centí- metros de alto (aquí no son tan desarrollados), y un gran número de otras especies formando espesas capas, llenas de agua como esponjas donde se hunden y se mojan muy pronto, a través del calzado, los pies del viajero. Más exuberante es todavía la flora briológica sobre la falda chilena correspondiente, donde según Skottsberg, forman col- chones de 40 y 50 centímetros de espesor (2). Sin que valga la pena considerarla como asociación indepen- diente, conviene decir una palabra de la vegetación de los bordes de * los estrechos pero numerosos «Chorrillos» que bajan de las alturas próximas. Muchas veces no llegan a entreabrir la bóveda de ramas y hojas, pero la luz algo más abundante y la humedad más constante determinan la frecuencia mayor de ciertos arbustos (Fuchsia, Dry- mis, Ribes), y sobre todo un desarrollo más intenso de la vegetación herbácea, formándose verdes alfombras de plantas jugosas, de epi- dermis a menudo lustrosas : Gunnera magellanica, las Eserofulariá- ceas Ourisia ruelloides, de flores rojas, Calceolaria biflora y Mimulus de flores amarillas, la pequeña Euforbiacea Dysopsis glechomoides, cu- (1) Encontré una sola especie fuera del bosque, véase más abajo. (2) Por graciosa inadvertencia, escribió Skottsberg, en 1913 (XLIII pág. 7): «der Fuss zinkt knietief in den Torf hinein», lo que más graciosamente vuelve a en-- contrarse a propósito de los mismos bosques en Patagonia (pág. 269), donde puede leerse en un artículo firmado F. Kiúibn : «... un tapiz espeso de musgos satura- dos de humedad como esponjas, que hacen entrar el pie hasta la rodilla... » UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 251 yos pedicelos muy cortos (1-2 mm.) durante la antesis se alargan dura a maduración (lo « jermite, si 2. UN: ¡jor disemi- lurante la maduración (lo que permite, sin duda, una mejor dise nación de las semillas: adaptación inversa a la cleistogamia de la vio- 5 aleriana de ancho follaje y aleunas altas Gramíneas : Des- leta), Vale de ancho follaje dgunas altas G eas: D champsia, Elymus agropyroides, etc. Enredaderas y epífitas. — Las enredaderas pueden decirse ausentes de estos bosques y sólo puedo recordar la ya mencionada Liliácea Enargea marginata, aquí siempre muy pequeña. Las epífitas, al con- trario, abundan, pero todas criptogámicas. Ya mencioné la falta de Himenofiláceas y como helecho sólo observé, en forma enana, Polypo- dium Billardierí. Los musgos son más numerosos, pero aquí dominan de una manera absoluta los Líquenes, Usnea, Parmelia y sobre todo Sticta, cubriendo las ramas de los arbustos de sus talos ondulados, de un verde grisáceo con, en el borde, las manchas morenas y lisas de sus apotecios. Aunque la humedad del aire en el bosque sea siempre elevada y suficiente sin duda a la vida activa de estos organismos, es curioso ver, casi impresionante, como, en los días de lluvia, se ponen turgentes, se extienden y yerguen sobre las ramas sus láminas con- torneadas y recortadas, más blandas y arrugadas cuando durante al- gunos días ha dejado de llover. Musgos, Líquenes y, como lo veremos Hongos, constituyen aquí todo un mundo que un estudio completo del bosque debe forzosamente abarcar, pero que en razón de la ya mencionada falta de tiempo, no pude empezar. Saprofitismo y parasitismo. — Entre los saprófitos debemos men- cionar la Burmaniacea Arachnites uniflora, sólo representante en la Argentina de esta familia casi exclusivamente tropical (en Misiones, donde tal vez existen, las busqué especialmente sin encontrar ningu- na); completamente desprovista de clorófila, es una de las dos únicas fanerógamas saprofíticas de la flora del país, siendo la segunda, una orquídea del género Wulschlaegelia, de los bosques de Misiones (1). El tallo único de Arachnites, muy blando, de color amarillento ro- sáceo, que lleva sólo algunas escamas, resto de las hojas, nace de un rizoma formado de cortas ramas carnosas dispuestas en roseta y se termina por una flor única, de color igual al del tallo, notable por los (1) Del otro lado del Alto Paraná, encontró el doctor Bertoni otro saprófito, Triaris macella que, probablemente, ha de existir en territorio argentino. En cuanto al extraño organismo sin clorófila descrito por Rothkugel (XXXV, pág. 60), con el nombre de Astroelia, no sé lo que puede ser. 252 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA JA apéndices filiformes de su perianto. Su alimento lo toma exclusiva- mente del humus del suelo, ayudado por micorhizas, de las cuales volveré a ocuparme mas abajo. Esta curiosa especie la volví a encon- trar 13 grados de latitud más al norte, en los bosques de Araucaria del Neuquén, vegetando en suelo muy pobre en materia orgánica y no cubierto, como es el caso en el sur, por una espesa capa de hojas muertas (fig. 10, B). Los hongos, naturalmente, abundan sobre los troncos y ramas po- dridas; los hay de todos los colores y a menudo viscosos, pero no he notado grandes formas; son especialmente Agaricíneas blancas, vio- láceas o verdes, Pezizáceas blancas, amarillas Oo anaranjadas, Clava- rieas negras y, con frecuencia, la leña atacada por los micelios apa- rece teñida de un verde intenso. Ni en los bosques subtropicales de Misiones he visto más profundas y extrañas alteraciones de las ma- deras. ; E La destrucción de la materia orgánica ha de ser, sin embargo, bas- tante lenta al juzgar por la acumulación de troncos muertos, forman- do a veces barreras difíciles de salvar, y que constituyen a la vez que una de sus características, la principal dificultad del tránsito en estos bosques. Sucede, además, que enormes troncos parezcan intactos y que se derrumben al pisarlos, hundiéndose las piernas en madera podrida. Esta lentitud es debida, sin duda, al largo período del año en que la temperatura permanece muy baja y poco favorable a las acciones microbianas, pero en verano al menos, estas acciones pa- recen muy activas, y recuerdo haber sentido tales troncos, en vía de putrefacción, calientes debajo de la mano y haberlos visto huimear cuando abiertos, tan intensos debían ser en su seno los procesos de fermentación. En cuanto a parásitos, sólo tenemos entre las Fanerógamas, los Myzodendron, representados aquí por dos especies : M. punctulatum, muy común, áfilo, con ramitas amarillentas, y más escaso M. brachys- tachyum con hojas bastante grandes; el primero vive, según me pa- rece, indiferentemente sobre los tres Nothofagus, el segundo sólo lo observé sobre N. betuloides. Entre los hongos desempeña un papel importante Oyttaria Darwinit, el bien conocido Discomicete parásito de los Nothofagus, sobre las ra- mas y troncos de los cuales produce tumores (lam. XI y fig. 9). Es fácil aquí, seguir todo el proceso, desde su principio, en ramitas de 2653 milímetros de diámetro donde apenas se produce un débil abulta- miento, hasta las enormes deformaciones representadas por las foto- LÁmINA XI ANALES SOC. CIENT. ARG. — TOMO LXXXIX PI6T 9p oxo1qos *(0"/,) sADVSOYION IP ODUOL] UN 9,1GO0S LIT MUNI DAPR) 10d opronpoad ou y, (1) uan VALDRÁ) DP SOPLZOYLODSOP SOAOWM Y, 19 — T. LXXXIX CIENT. ARG. soc. AN. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 253 Fig. 9. — Cyttaria Darwinii Berk. : 1, Ffuetificación no madura sobre una rama muy joven de Votho- Sagus antarctica (no hay tumor) ; 2, lo mismo con principio de tumor sobre N. pumilio ; 3, lo mismo con tumores en diversos grados de desarrollo; 4, fructificación madura, blanca y gelatinosa; 5-6. frue- tificación caída, endurecida y negra, y corte de la misma ; 7, ascos. (Ll a 6, */, tam. nat.; 7, aum. 400 diám. — Lorenzo R. Parodi ad. nat. del.) 254 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA erafías. Como se ve, revestidos de su corteza, estos tumores presen- tan superficies relativamente lisas y es sólo cuando se desnuda la madera que aparecen las extrañas irregularidades que no dejan de ser decorativas y son usadas a veces para la fabricación de bibelots (macetas, tinteros, porta-fósforos) más bien curiosos, lo admito, que hermosos! En febrero, sobre estos tumores gruesos o pequeños, abun- dan las fructificaciones; alcanzan el grosor de una nuez y son, en un principio, lisas y blancas como marfil, luego amarillentas y abren en su superficie las apotecias donde se encuentran los ascos; en fin, caen y se ennegrecen del todo antes de podrir. Pero el micelio quedó en la rama del árbol, donde pasara el invierno, para entrar en actividad en la primavera siguiente e invadir los nuevos tejidos que se formarán, hasta volver a producir, en verano, nuevos Carpogonios, proceso con el cual se explica la formación, año tras año, de tan enormes protu- berancias leñosas (1). ES Como lo refirieron muchos autores, el hongo es comestible : crudo y antes de abrir sus apotecios, es coriáceo exteriormente y gelatinoso en el interior, enterameute gelatinoso mas tarde, y me pareció com- pletamente desprovisto de sabor. Abundaba en tal forma en febrero y marzo que se puede comprender la importancia que se le atribuyó en la alimentación de los indios. Los otros hongos parásitos que observé no desempeñan papel algu- no en el paisaje; señalo dos Oidium : una Microsphaeria sobre Myos- chilos (2), y una Phyllactinia sobre Ribes, las dos, pero sobre todo la primera, con admirables peritecios. Observé Uredíneas sobre Lathy- rus, Geranium y Osmorrhyza. Simbiosis : las micorizas. — Se conoce hoy un crecido número de plantas que viven en simbiosis con hongos fijados en sus raíces, y el fenómeno es mucho más común de lo que se había creído en un prin- cipio; esta asociación es general en familias enteras como Orquídeas, Fagáceas, Ericáceas, etc., y especial de plantas que viven en terrenos muy cargados de materias orgánicas, como el suelo de bosques tupi- dos y húmedos, brezales, turbales, etc. Esta asociación tuvo seguramente, en su origen, un carácter para- (1) Más amplios detalles sobre Cyttaria Darwinii se hallarán en un importante trabajo de Fischer (XI). (2) El género no había sido señalado, según creo, ni para la Argentina ni para Chile : se trata probablemente de una especie nueva. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 255 sitario, lo mismo que en el caso del bacterio de las Leguminosas, pero los huéspedes, en vez de sufrir, aprovecharon la presencia del hongo que les sirve de intermediario con las substancias orgánicas del suelo : absorben los productos de excreción de la Criptógama llegando hasta el extremo de digerir su propia substancia. Se distinguen dos tipos de micorizas, nombre que se da a estas combinaciones de raíces y micelio; las ectrotrofas en las cuales el hongo sólo envuelve las extremidades radiculares, y las endotrofas en que la masa principal del micelio se desarrolla adentro mismo de la raíz. Este curioso punto de biología ha dado lugar, desde treinta años atrás, a trabajos considerables, pero como han sido poco vulga- rizados en el país — no sé que se haya estudiado desde este punto de vista una sola especie de la flora argentina — creo útil describir, aunque sea ligeramente, algunas micorizas de los bosques australes. Mi intención había sido estudiarlas en el mismo bosque, pero la falta de tiempo no me permitió dedicarme a largas observaciones micros- cópicas y sólo pude constatar su presencia en los tres Nothofagus y en dos otras especies mencionadas a continuación, su ausencia en Drymis Winteri, y recoger material conservado en formalina y en al- cohol, para estudiarlo más tarde. Las micorizas de los Nothofagus son muy fáciles de observar, espe- cialmente en plantas jóvenes que se arrancan sin difienltad con sus extremidades radiculares. Éstas presentan el tipo bien conocido de de las micorizas ectótrofas; son muy ramificadas con las últimas di- visiones ordinariamente cortas, desprovistas de pelos radiculares, y formando a menudo ángulos rectos. Están envueltos por una densa red miceliana de la cual se apartan haces de filamentos que se adhie- ren a las partículas terrosas (fig. 10 6.). Más interesantes son las raíces de la bonita Orquídea Codonorchis Poeppigii y las de la Burmaniácea saprófita Arachnites, de la cual ya nos hemos ocupado. | En Codornochis la parte subterránea consta de un rizoma horizon- tal que sale de un pseudo bulbo (fig. 10 A,, b) cargadísimo de almi- dón; lateralmente aparecen raíces gruesas, cortas y vellosas (a) en las cuales se desarrolla el hongo de una manera verdaderamente sor- prendente. El micelio penetra por una parte en los pelos radiculares (fig. 10 A, y Aj) y por otra, atravesando frente a estos últimos las pri- meras capas celulares del tejido cortical, llega a un tejido más cen- tral, cuyas grandes células están repletas de un apelotonamiento de filamentos que hace pensar á un montón de fideos. Estos filamentos 256 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA NOS AS NE SN e AMADOR a di ANS sigh / 7 da NN NANI LAS Fig. 10. — Micorizas A. Codonorchis Poeppigii Lindl. : 1. parte inferior de la planta, a micoriza, b seudobulbo (1) 5 2, Hor (según Hooker */,); 3, corte transversal de una micoriza (*%/,) ; 4, detalle de la misma (**/,). B. Arachnites unifora Phil. : 1, parte inferior de la planta (*/,); 2, flor feminina (*/,); 3, corte trans- versal de una micoriza (**/,); 4, semilla (P1/,). C. Micoriza de Nothofagus pumilio Krass. (*/,). (L. R. Parodi et Santos S. Soriano ad. nat. del.) UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 257 muy distintos en las células más externas (A,) lo son menos en ge- neral más al centro, donde tal vez haya empezado ya la digestión del hongo por su huésped. En Arachnites uniflora (fig. 10 B), la repartición del micelio es me- nos neta y menos fácil de seguir; no he podido ver pelos radiculares y el micelio parece asomarse sencillamente entre las células periféri- cas, algo disociadas, del parénquima cortical. En una zona externa, hay abundantes filamentos circulando en todos sentidos, atravesando, al parecer, las membranas sin la menor dificultad; más hacia aden- tro, en el borde de un parénquima cargadísimo de substancias de reservas que es necesario destruir por el hipoclorito para poder distinguir detalles, el micelio se ramifica y se contornea mucho en las células y luego penetra más hacia el interior, sin alcanzar el parénquima más central, transparente, donde se encuentra muy poco desarrollado el sistema conductor. Estas micorizas, que presen- tan detalles de estructura muy curiosos, merecerían un estudio es- pecial. . Conviene agregar que la vegetación que acabamos de estudiar no se encuentra en todas partes a lo largo de los Andes : en regla gene- ral, según Skottsberg, sólo existen sobre la falda argentina bosques _lel tipo mesofíticos de hojas caducas (Nothofagus pumilio, N. antareti- ea) como el que encontramos en la punta de la península Avellaneda (pág. 245), mientras los bosques siempre verdes (N. betuloides), que, correspondiendo a un clima mucho mas húmedo, quedan del lado chi- leno y no pasan, sino excepcionalmente, al lado oriental. De ahí la separación propuesta por Skottsberg (XLIII) en distritos fitogeográ- ficos distintos de los bosques de las faldas chilena y argentina de la cor- dillera, separación que en un principio me pareció exagerada, por haber estudiado presisamente la veyetación de dos puntos excepcio- nales, al oeste de los lagos Nahuel-Huapí y Argentino (cf. Hauman, VIV, 2* edición, pág. 80-82, y Skottsberg, XLIT, pág. 364). III. — Vegetación de las orillas de la selva y ribera del lago La orilla de la selva sólo la podemos estudiar a lo largo del lago y alo largo de los ventisqueros que la cortan verticalmente; de la orilla superior, como veremos, no se puede hablar por transformarse allí el bosque paulatinamente en matorrales siempre más bajos, hasta que desaparezcan las plantas leñosas. ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Ko [$ (9,9) O == >= ” ay Hb 2 7 ! HH F Ira me ln O map MAA IE E , 1 1 . Wvrla Cerro Frías , Sierra Buenos Aires Entrada del canal Peninsula Avellan (sin árboles) de los Témpanos > Cerro Mayo con su ventisquero 2380 m. Fjg. 11. — Panorama de la cordillera visto Lo más a menudo la ribera es abrupta, rocallosa, y los árboles, entreverados con los arbustos que señalamos, llegan hasta el mismo borde, a tal punto que, en general, es menos penoso andar por dentro del bosque que por la orilla. En otros sitios, hay una estrecha ribera plana donde, mojándose a cada instante los pies, puede uno caminar, y muy excepcionalmente, en fin, se forman pequeñas bahías con una verdadera playa de algunos metros de ancho, como la que elegimos para establecer nuestro campamento principal; raros son también, e insignificantes, los pequeños promontorios de rocas no cubiertos por la selva (lám. VIII, y fig. 12). En un lugar de esta última categoría observamos una flora ya algo xerófila : las piedras están revestidas por un musgo cubierto de pelos erises, y por líquenes foliáceos y fruticulosos, mientras entre ellas vege- tan Empetrum rubrum, Pernettya, Ohiliotrichium diffusum, una Ramna- cea rastrera Discaria magellanica, Baccharis magellamica, rastrero tam- bién y de hojas cubiertas de resina, un Hieracium (H. magellanicum?), Hypochaeris, un Senecio de hojas pinnatífidas, raras veces una Chlo- raea, y es en la orilla misma del lago que encontré, toda enrollada por la desecación, la única Himenofilácea observada, el Hymenophyllum Thumbridgense, de apenas 2 centímetros de alto, formando alfombras y revivicente como un musgo, es decir, que sus hojas se arrulan por tiempo seco y se extienden cuando llueve. - Cuando la orilla es baja y húmeda, desarróllase un delgado cordón de vegetación hidrófila, donde domina la hermosa Juncácea de gran- des flores solitarias, Marsippospermum grandiflorum (15 em. de alto), la Ciperácea Sechoenus sodalium (con flores atacadas por una Ustilagi- UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 259 E am: HENO —————- Entrada del Cerro Hobler Cerro Castillo 1310 m. brazo norte Cerro Negro Grupos de altas cambres nevadas 750 m. (Cerro Agazziz 3170 m.) y del Lago Argentino (altitud del lago 187 m). nea), Blechmum penna-marina, diversos Carex de tallos elevados, altas Gramíneas de los géneros Deschampsia, Hierochloa, Bromus y otra de penacho plumoso (probablemente Cortaderia pilosa); donde la vege- tación queda baja, aparecen el gracioso pequeño Senecio de lígulas blancas, $. trifurcatus, Arenaria, Seirpus, Gunnera magellanica, sin olvidar que llega hasta el agua, en forma enana, el mismo Nothofagus antaretica. Un poco más arriba, sobre las playas, encontramos Hor- deum secalinum var. puberulum, Elymus agropyroides, un Rumex de hojas crespas (R. magellanicus ?), Erigeron spiculosus (vel aff.), un Se- necio de hojas plateadas, Acaena, Lathyrus, Geranium mayellanicumn, Viola maculata y, muy abundante, la curiosa forma vivípara de Poa fuegiana. Un cordón de Pernettya mucronata, Berberis buxifolia, Ribes y Maytenus magellanica, cierra a veces casi completamente la entrada al bosque. Describiré a continuación la vegetación de las orillas del ventis- quero Moreno. Uno de los fenómenos más curiosos observados en este viaje, es el íntimo contacto del ventisquero y del bosque. El glacier, bajando de las cumbres vecinas, atraviesa la selva, y como el primero se encuen- tra por el momento en una fase de progresión y crecimiento invade resueltamente, en ciertos puntos, los dominios de la segunda, cortando sus árboles vivos todavía y cubiertos de hojas como si fuesen pajas, o llevando por delante, si la pendiente es favorable, grupos de Notho- fagus con troncos, raíces y el pedazo de suelo donde habían nacido. En muchos puntos, pues, el contacto es directo: frecuentemente entre el ventisquero y la tierra se amontonaron los cadáveres de las víctimas ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA MIT ¡J 4 e] ÚlI, Sierra Buenos Aires Cerro Frias YE de los Témpanos (sin árboles) x Cerro Mayo con su ventisquero 2380 m. UN VIAJE BOTANICO AL LAGO ARGENTINO 259 = ad O, e ÚLIIM Dn Bl E fio cre = cul. — Entrada del canal Peninsula Avellaneda st Sl: Cerro Hobler Cerro Castillo 1310 m. Cerro Negro Grupos de altas eombres nevadas 1750 m1. (Cerro Agazziz 3170 m.) Fije. 11. — Panorama de la cordillera visto del «alto del Lago Argentino (altitud del lago 187 m). Lo más a menudo la ribera es abrupta, rocallosa, y los árboles, entreverados con los arbustos que señalamos, llegan hasta el mismo borde, a tal punto que, en general, es menos penoso andar por dentro del bosque que por la orilla. En otros sitios, hay una estrecha ribera plana donde, mojándose a cada instante los pies, puede uno caminar, y muy excepcionalmente, en fin, se forman pequeñas bahías con una verdadera playa de algunos metros de ancho, como la que elegimos para establecer nuestro campamento principal; raros son también, e insignificantes, los pequeños promontorios de rocas no cubiertos por la selva (lám. VILL, y fig. 12). En un lugar de esta última categoría observamos una flora ya algo xerófila: las piedras están revestidas por un musgo cubierto de pelos erises, y porlíquenes foliáceos y fruticulosos, mientras entre ellas vege- tan Empetrumrubrum, Pernettya, Chiliotrichium diffusum, una Ramha- cea vastrera Discaria magellanica, Baccharis magellamica, rastrero tam- bién y de hojas cubiertas de resina, un Hieracium (H. magellanicum?), Hypochaeris, un Senecio de hojas pinnatífidas, raras veces una Chlo- raca, y es en la orilla misma del lago que encontré, toda enrollada por la desecación, la única Himenofilácea observada, el Hymenophyllam Thumbridgense, de apenas 2 centímetros de alto, formando alfombras y revivicente como un musgo, es decir, que sus hojas se arrulan por biempo seco y se extienden cuando llueve. - Cuando la orilla es baja y húmeda, desarróllase un delgado cordón de vegetación hidrófila, donde domina la hermosa Juncácea de gran- des flores solitarias, Marsippospernim grandiflorum (15 em. de alto), la Ciperácea Schoenus sodalivwm (con flores atacadas por una Ustilagi- nea), Blechimun penna-marina, diversos Oarex de tallos elevados, altas Gramíneas de los géneros Deschampsia, Hierochloa, Bromus y otra de penacho plumoso (probablemente Cortaderia pilosa); donde la vege- tación queda baja, aparecen el gracioso pequeño Senecio de lísulas blancas, 5. trifurcatus, Arenaria, Seirpus, Gunmera magellanica, sin olvidar que llega hasta el agua, en forma enana, el mismo Nothofagus antarctica. Un poco más arriba, sobre las playas, encontramos Jo gero secalimum var. puberulum, Elymus agropyroides, un Rumex de OJas crespas (Ri. mayellanicus?), Brigeron spiculosus (vel atf.), un Se- pecto de hojas plateadas, 4caena, Lathyrus, Geranium magellanicumn, ora maculata y, muy abundante, la curiosa forma vivipara de Poa Juegiana. Un cordón de Pernettya mucronata, Berberis buxifolia, Kibes y Maytenus magellanica, cierra a veces casi completamente la entrada al bosque. Describiré a continuación la vegetación de las orillas del ventis- Quero Moreno. A Uno de los fenómenos más curiosos observados en este viaje, es el Intimo contacto del ventisquero y del bosque. El glacier, bajando de las cumbres vecinas, atraviesa la selva, y como el primero se encuen- tra por el momento en una fase de progresión y crecimiento invade “esteltamente, en ciertos puntos, los dominios de la segunda, cortando Sus árboles vivos todavía y cubiertos de hojas como si fuesen pajas, 0 llevando por delante, si la pendiente es favorable, grupos de Notho- MO troncos raíces y el pedazo de Sralo Hamás habían EA puntos, pues, el contacto es directo: frecuentemente entre el venti d : , SENS . E Ventisquero y la tierra se amontonaron los cadáveres de las víctimas »- E de Plá yá 1 A dd 7 . q y 260 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA de aquello, formando barreras incómodas de franquear, pero en otros puntos puede uno tener los pies sobre el hielo y tocar con la mano el tronco de un árbol cuyas ramas proyectan su sombra sobre el ventis- quero. Esta vecindad no parece molestar en lo más mínimo la vegeta- ción: el bosque es completamente normal, y observé, por ejemplo, innumerables plantitas de Nothofagus, de uno y dos años, a cuatro o cinco metros del hielo eterno. En otros lugares, al contrario, se extiende un margen más o menos ancho ocupado por una pradera o mallín; a veces también hay barrancas de tierra o de rocas dominan- do la superficie del glacier ; otras veces, al contrario, es este último que domina el terreno vecino, y puede suceder entonces que uno de los to- rrentes que corren debajo del inmenso manto de hielo, se abra pasaje lateralmente, invada la depresión vecina inundando la porción de bosque que la ocupa; las aguas heladas matan pronto la vegetación, llevando los arbustos y dejando sólo de pie los esqueletos, años tras años más reducidos y más ralos, de los árboles muertos. Subiendo, pues, a lo largo del ventisquero, como tantas veces lo hice para establecer el campamento superior, punto de partida de la proyectada travesía, volvemos a encontrar en parte la flora de las ori- las del lago, a la cual vienen a agregarse elementos andinos, razón por la cual es bastante difícil separar en tales lugares la flora alpina de la flora de la región selvícola. Doy a continuación algunas observaciones hechas durante las subi- das y bajadas entre nuestro campamento intermediario y nuestro cam- pamento superior, distantes de unos cinco kilómetros, los dos al abrigo delos árboles y a pocos pasos del hielo, el primero a unos cien metros, el segundo a unos cuatrocientos metros de altitud sobre el nivel del lago Argentino (187 m. s. m.) (1). En una barranca casi vertical noté en india gruesas matas de Cerastium arvense cubiertas de flores blancas, otras de un Saxi- Fraga (S. Pavonii, probablemente), formada de numerosas rosetas foliares dominada por sus tallos florales y sus flores blancas, y dos Senecio de flores amarillas, uno glabro, el otro cubierto de pelos blancos. (1) En el relato geográfico de este viaje (Patagonia, pág. 115-122) busqué en vano indicaciones altimétricas : las que doy aquí son calculadas, según mis ano- taciones barométricas, términos medios para el lago de 10 observaciones, para el campamento intermediario de 17 y para el superior de 9. El barómetro que usaba es un aneróide compensado del coronel Goulier. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 261 En los pequeños prados de terreno seguramente ácido, semejantes a los que en Chile se llaman mallines, noté Gramíneas de los géneros -Deschampsia, Phleum, Poa, Festuca, diversos Carex, Schoenus soda- lium, Marsippospermum grandiflorum mezclados con Dicotiledóneas herbáceas, Acaena, Gentiana magellanica, una Ourisia de flores azules, Senecio trifurcatus, Anagallis altermifolia, con algunos subarbustos, Empetrum rubrum, Pernettya mucronata, P. minima, Escallonia y, en fin, como Criptógamas, Blechnum penna-marina, Eycopodium maygella- nicum, Musgos y Líquenes en abundancia. En las orillas de las lagu- nas, Hippuris vulgaris, Marsippospermum, Uncinia, Carex, Gunnera magellanica, un Ranunculus con hojas disectas, Valeriana y también Blechnum penna-marina. En la morena lateral, se desarrollan a veces pequeños Nothofagus pumilio, Berberis buxifolia, Empetrum, asociados a las mismas Acaena, Senecio, Gunnera, etc. En fin, en los lugares más abrigados, en la orilla misma del monte, encontramos Senecio acanthi- Folius de grandes lígulas blancas, Ourisia ruellioides, Valeriana lapa- thifolia, Chiliotrichum diffusum. Pero a unos 250 metros de altitud sobre el lago, ya van aparecien- do las formas alpinas : una Nassauvia de gruesas inflorescencias glo- bulosas (N. Dusenii?) es la más frecuente; luego Primula magellanica. tan semejante a la Primula farinosa de los Alpes europeos que la —separación de las dos especies queda litigiosa, Perezia magellanica, etc., que volveremos a encontrar en el capítulo siguiente. CAPÍTULO VIII LA FLORA ALPINA Por haberse empleado en geografía botánica el adjetivo «andino » con un sentido muy amplio (1), usaré, como en mis trabajos anteriores sobre la flora de la Cordillera, la palabra «alpino », en el sentido espe- (1) Y realmente demasiado amplio... Así Engler, en la ojeada sobre los dominios florales de la tierra, que publicó en su Syllabus der Pflanzenfamilien (edición de 1907, pág. 221), hace entrar en lo que se llama Dominio andino, además de la zona de Tucumán y la Patagonia entera, la zona del Gran Chaco, la zona del Espi- nal (lo que llamamos el Monte) y la zona de la Pampa (*!), constituyendo estas tres últimas la provincia argentina del mencionado Dominio. En buena lógica ha- bría entonces que incluir en un «dominio alpino» hasta las estepas de Rusia ! 262 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA cial que tiene en fitogeografía para designar la vegetación del piso superior, en las montañas, a partir de un nivel que no pueden alean- zar las formas características de las bajas o medianas altitudes. Aquí? pues, llamaré vegetación alpina a la que encontramos arriba del bos” que descrito en el capítulo anterior. Tenía para esta vegetación alpina un interés especial, habiéndome ocupado anteriormente de la flora de otros sectores «dle los Andes, y, con particular cariño, me había dedicado a su estudio y recolección, pero con los pocos fragmentos que me quedaron, sólo podré dar al lec- tor una idea muy incompleta de su composición. -Estudiaré sucesiva- mente la Cordillera central y la sierra Buenos Aires, aunque esta últi- ma, situada del otro lado del Canal de los Témpanos, pertenezca mejor a la precordillera. A 400 metros arriba del lago, el bosque ya se empobreció; está compuesto de ejemplares delgados y bajos de los tres Nothofagus, pero desaparecieron Drymis, Pseudopanax, Maytenus magellanica, lo mismo que las plantas características del suelo (Enargea, Osmorrhiza, Adenocaulon) ; Ouwrisia ruellioides, Macrachaenium y las Valeriana per- sisten al contrario, mientras, sobre todo en lugares abiertos, aparecen siempre más frecuentes, los elementos andinos. He aquí la relación de una ascensión de la pendiente que domina el ventisquero, desde un punto situado a cerca de siete kilómetros del lago y a unos 700 metros sobre el mar. Al pie de la montaña, en una quebrada de la pared vertical, encon- tramos una vegetación realmente exuberante, donde domina el her- moso Senecio acanthifolius, Geum magellanicum, Eptlobium sp., mien- tras el suelo se cubre de una alfombra de Pernettya minima, Ericácea enana de bayas violáceas, Nassauwvia, Oxalis magellanica, Draba, Saxi- Fraga Albowiana, S. magellanica, alfombra donde se levantan las deli- cadas campanillas blancas de Perezia lactucoides, inclinada hacia abajo durante la floración, como para proteger las flores contra las lluvias, y cuyo pedúnculo se yergue después, a la maduración de los aquenios, cuya dispersión por el viento queda así facilitada. Al trepar sobre la falda de la montaña, se nota en seguida la dificultad de cami- nar en el bosque, porque los arbustos abundan entre los árboles : son individuos pequeños de los dos Nothofagus, Ribes que desaparecen pronto (750 m.), Pernettya mucronata (hasta 900 m.), Berberis buxifo- lía (ídem); como subarbusto Empetrum rubrum que cubre el suelo y queda abundante hasta muy cerca del límite de la vegetación. Como plantas herbáceas de estos montes subalpinos, además de las ya seña- UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 263 _ladas, mencionaré Cystopteris fragilis, Macrachaenium gracile (S00 m.), Lagenophora hirsuta, Rubus geoides (900 m.); Myzodendron punctula- tum y Oyttaria alcanzan S00 metros. A 900 metros de altitud empieza a desaparecer Vothofagus betuloides reducido a arbusto, mientras Y. pumilio, bajo, pero no en forma rastrera y torcida («bois tordu »., «Knieholz ») sigue hasta 1000 metros, en manchones separados por partes pedregosas, desnudas, o por praderas pantanosas. En estas úl- timas, además del Empetrum, debe señalarse Marsippospermum gran- diflorum (40 em. de alto), Caltha dioncaefolía, de pocos milímetros de alto, dos Perezia, P. lactucoides de hojas enteras, y P. magellanica de hojas pinadas, a cual más elegante, Gunnera magellanica (hasta 1100 m.), la Nassauvia de los bordes del ventisquero (hasta 1000 m.) en abundancia en los bordes de un riacho, Phleum, Festuca, Acaena ; Senecio acanthifolius y Chiliotrichium van tomando estaturas enanas, mientras va desarrollándose una riquísima flora briológica (Sphag- num, Marchantia, Jungermannieae diversas); dominan poco a poco - los tipos alpinos, que sólo por acarreo, si así puede decirse, encon- tramos más abajo, y empiezan a aparecer elementos no observados todavía. A 1000 metros de altitud, en una terraza pantanosa, existía toda- vía un bosquecillo de Nothofagus pumilio de 3 a 3%50 de alto, acom- pañado de Marsippospermum, Escallonia virgata. Inmediatamente después encontré la primera mancha de nieve, bien pronto seguida de otras mucho más importantes. A 1100 metros noté los últimos Notho- Ffagus pumilio, y ya nos encontramos en presencia de la flora subgla- cial, sumamente reducida, de aspecto verdaderamente muscoide, for- mando manchas verdes entre las piedras hasta el borde de las nieves eternas. Empetrum rubrum siempre más pequeño, cubre todavía el suelo, lo mismo, Marsi ppospermaum (1) forma céspedes de pocos centi- metros de altura; noté Armeria chilensis de capítulos rosados, Ceras- tium arvense, una pequeña Cardamine de grandes flores blancas, Draba, los dos Saxifraga en pleno desarrollo (2), Acaena, Epilobium, Lyeopo- dium magellanicum, la delicada Viola tridentata de- pequeña flor blanca (1) Por la consistencia rígida de las hojas, no creo que se trate de M. Reichei, sino de una forma enana de M. grandiflorum. (2) S. Albowiana sólo era conocida para las montañas de la Tierra del Fuego. Skottsberg lo señaló recién para las orillas de los ventisqueros, en el seno Sky- ring (52250'). La señaló, pues, para el otro lado de la Cordillera casi dos grados más al norte. 264 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA (desde 900 m. hasta la nieve eterna), la tierna Escrofulariácea Ourisia breviflora de flores azul pálido, dos especies de Nassauvia en flor hasta en la nieve, Perezia lactucoides (1140 m.), dos Carex, una sola y rara pequeña gramínea (Calamagrostis ?), un último helecho enano, hacia 1100 metros (Blechnwm penna-marina ?), y en fin, toda una serie de plantas formando céspedes densos, sin levantarse más de uno o dos centímetros sobre el nivel del suelo : las Umbelíferas Azorella lycopo- diodes, A.selago, A. filamentosa, Bolax gummaifera, B. caepitosa, la Eri- cácia Pernettya minima aquí en flor, Saxifragella bicuspidata, la Time- leacea Drapetes muscosus, la Compuesta Abrotanella linearifolia, de capítulos sésiles durante la antesis, algo pedicelados más tarde. Con estas formas enanas, concluye la vegetación en el borde mismo de las nieves eternas, a algo más de 1000 metros arriba del nivel del lago Argentino (febrero 19 de 1914). e Completaré esta descripción de la vegetación subglacial de nues- tros Andes australes por algunas palabras sobre la flora de uno de los puntos más interesantes que visité en este viaje. Se trata de un ver- dadero islote de rocas en el medio de un mar de hielo, islote cuyas dimensiones, según me acuerdo, no pasan mucho de 100 metros en su más grande diámetro, protegido por un peñasco rocoso, en su parte superior, contra la submersión por los hielos que bajan del cordón divisorio; éstos son divididos así en dos brazos que se vuelven a cerrar más abajo al juntarse al cuerpo principal del ventisquero. Este últi- mo, cual un río congelado formado de varios afluentes, desciende desde aquel punto suavemente hasta el lago en el cual penetra, a unos diez kilómetros más al oeste. Fué cuando probamos la ascensión de la cordillera fronteriza cubierta de hielo y, después de atravesar la mitad norte del ventisquero (travesía de unos 2000 m. que por las dificultades de la marcha nos costó varias horas de duro trabajo), que tocamos tierra en el islote referido con la consiguiente sorpresa y pro- fundo placer, de encontrarlo ocupado por una pequeña e interesantí- sima población vegetal; naturalmente, tenemos que encontrar aquí la mayor parte de las especies subglaciales enumeradas más arriba. La altitud del lugar es, sin embargo, muy poco considerable: por la única lectura barométrica que tengo, la puedo avaluar a algo más de 600 metros sobre el nivel del lago, o sea a cerca de 800 sobre el mar. Dos veces llegué a este punto, pero las dos veces hubo que seguir más allá (la segunda fué precisamente cuando llegamos a la cumbre lejana todavía) y siempre apuradísimos, tanto a la ida como a la vuel- ta, por las necesidades alpinísticas, especialmente apremiantes en este UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 265 clima tan variable, en que la lluvia, o peor la neblina, nunca tardan en llegar. A pesar de la dificultad del transporte a través del ventis- quero quebrado y agrietado, había traído un muestrario completo de lo que allí crecía, y la pequeña colección de aquel lejano islote per- dido en el mar de hielo, que nadie había pisado nunca, es seguramente lo que más siento no haber podido estudiar... Doy a continuación los datos que pude sacar de mis apuntes y de algunos ejemplares diminutos que quedaron en mi poder: Nothofagus antarctica (1) y N. betuloides en ejemplares enanos, rastreros, y un subarbusto también rastrero que he encontrado en este solo punto, la curiosa Saxifragácea monotípica Tribeles australis, atribuída antes a las Pitosporáceas, y de clasificación tan delicada que Philippi, cuando describió el género en 18653, lo hizo sin poder colocarlo en ninguna familia, dejando a los naturalistas del porvenir el cuidado de resolver el problema; es un subarbusto de tallos pegados al suelo, cubierto de pequeñas hojas glaucas y lleno, en aquel tiempo, de flores blanquecinas, sumamente frágiles. Entre estas plantas leñosas vivía la graciosa flórula observada en la montaña del otro lado del ventis- quero : dos Azorella (o Bolax ?), Caltha dioneaefolia, Savifragella bicus- pidata, Abrotanella linearifolia, Colobanthus subulatus y Ourisia fue- giana, encontrada aquí solamente, recién descrita por Skottsberg, y sólo conocida hasta ahora para la Tierra del Fuego. Además, abun- daban Musgos y Líquenes, ejemplares pequeños de Senecio acanthi- Folius, Marsippospermum, Ourisia breviflora, Perezia lactucoides y P. magellanica, un pequeño Carex muy abundante, y Lycopodium mage- llanicum. Mi barómetro marcaba 691 milímetros (7142 mm. es el tér- mino medio de las observaciones en la orilla del lago), un termómetro dejado allí mientras realizábamos la ascensión de la montaña marcó 382 (€. como máximun (el día 27 de febrero de 1914, que fué de sol espléndido) y 7? €. como mínimum de la noche. Hay que esperar que sea posible un día completar — o corregir — el catálogo de las espe- cies traídas por mí de tan interesante lugar. Por imperfecta que sea, de esta relación resulta, sin embargo, el hecho, que en aquella época hubiera sido nuevo y que hoy no hace sino confirmar y completar lo que publicó Skottsberg a fines de 1916, de que toda una serie de plantas hasta entonces consideradas como exclusivamente fueguinas, se extienden bastante lejos hacia el norte sobre el continente, en este piso alpino subglacial de los Andes, argu- (1) Así dicen mis apuntes : puede ser que sea un error en vez de N. pumilio. 266 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA mento que contribuye a demostrar que no se debe, de ninguna mane- ra, considerar la Tierra del Fuego como un distrito florístico especial, como había una tendencia en hacerlo, sino considerarla sencillamente como la continuación de las asociaciones vegetales del continente. El penúltimo día de nuestra estada en el brazo sur del lago Argen- tino lo dediqué a una ascensión de la sierra de Buenos Aires, exacta- mente enfrente del ventisquero Moreno, encontrándose allí, a tan poca distancia — el canal de los Témpanos tiene algo como 1500 metros de ancho — una flora completamente distinta de la descrita en las pági- nas anteriores. Como esta ascensión la realicé con fines únicamente botánicos y solo, pude coleccionar mucho y tomar amplios apuntes de los cuales daré un resumen a continuación. Como ya lo vimos, el viajero que penetra en el canal de los Temps nos, tiene a mano derecha, primero, la península Avellaneda y luego, la Cordillera central cubierta de los bosques ya descritos, mientras a mano izquierda se levantan las serranías de la península Magalla- nes (1), desnuda en su conjunto, y que sólo abriga bosquecillos claros en sus quebradas sucesivas. Frente al ventisquero, donde ascendí la montaña que se llania en este punto sierra Buenos Aires, sigue el mismo estado de cosas: en la parte inferior, árboles bajos, sueltos o formando insignificantes montecillos en lugares abrigados, y luego, la montaña cubierta de subarbustos y plantas herbáceas. En la costa, encontramos un pequeño bosque con casi todos los ele- mentos de la haa de enfrente pero en pequeños ejemplares : los tres Nothofagus, Maytemus, Embotrywm en flor, Pernettya mucronata, Ribes, Ohiliotrichum, Disearia, Berberis buxifolia, mezclados con toda una serie de plantas amigas de la luz, como Baccharis magellanica, Senecio div. sp., 4caena div. sp., Lathyrus, Vicia, Cerastium, Gnaphalium, Hy- pochaeris, Hieracium, Luzula chilensis, Phacelia, Phleum, Agrostis, Deschampsia, Poa fuegiana, Chlorea sp.; en los lugares húmedos : Senecio trifurcatus, Hydrocotyle, diversos Carex, Ranunculus aquatilis y KE. hydrophilus (le hojas enteras). Pero pronto van a acentuarse las diferencias con la flora de la otra ribera. Como novedad, señalo la curiosa Pteridófita cosmopolita Bo- trychiúm lunare (300 m. alt.), Azorella sp. (tipo de la meseta) a 375 metros, Bromus macranthus, Symphyostemon y Sisyrinchium ya desflo- (1) Es el nombre que lleva en el mapa de la comisión de límites ; otros la la- man península Burmeister. UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO - 267 ridos. Valeriana carnosa, Maytemus disticha, Senecio sericeo nitens, una hermosa Perezia de flores azules cada vez más abundante, Baccharis magellanica que alcanza proporciones enormes (425 m. de alt.), mien- tras Berberis buxifolia y Pernettya mucronata se reducen a; subarbus- Fig. 12. — La sierra Buenos Aires, en el punto de la ascensión En el primer plano la ribera opuesta del lago con un Nothofagus betuloides tos rastreros y que va acentuándose el carácter de prado alpino seco, recordando en más tupido, la estepa de la Precordillera. Hacia 600 metros, aparece entre las rocas otra especie de Azorella velluda y frá- gil, acompañando a la primera (4. monantha ?) siempre más abundan- te; volvemos a encontrar Berberis empetrifolia, una Nassauvia de la AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 20 268 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA meseta, una Calceolaria uniflora y el gracioso Oxalis enneapiylla, vinagrillo de diez a catorce hojuelas y de grandes flores rosadas; en las partes más fértiles abunda un Hypochaeris de flores blancas y de suave olor a vanilla. : Jerca de 700 metros, en una depresión sin agua, existe todavía un pequeño bosque de Vothofagus pumilio, con individuos alcanzando 6 u S metros, bosque de vegetación baja sumamente reducida, con grandes espacios de tierra desnuda entre matas de Osmorrhiza, Luzu- la, Senecio, Empetrum y Escallonia. Algo más arriba aparece una ter- cera especie de Azorella. ; En un pantano noté Gunnera magellanica, Nasturtium, Ranunculus peduncularis, Epilobium, Phleum, Agrostis, y en una pequeña laguna, a 800 metros, Myriophyllum elatinoides, Hippuris y Marsippospermum,. con en la pradera que lo rodea, Pernettya minima, Empetrum enano, Carex y Hordeum secalinum var. pubiflorum. Algo más arriba, a 1000 metros de altitud ($20 m. arriba del lago), el terreno se vuelve más. exclusivamente pedregoso y el prado alpino es reemplazado por la flo- 'a muy rala de los rodados, de un cachet alpino a cada paso más mar- cado, al mismo tiempo que especies completamente fructificadas más abajo, como la Calceolaria, se encuentran en plena floración. Las Azo0- rella (3 Ó 4 especies) desempeñan un papel muy importante, algunas formando cojines enormes, Berberis empetrifolia, Oxalis enneaphylla son ahora común, y noto Colobanthus sp., diversos Nassauvia, entre las cuales N. aff. revoluta que forma hermosas rosetas como las de una Viola andina, Perezia, Leuceria, Draba, dos Melandrium (sin duda M.. chilense y M. alpestre, este último formando cojines), Erigeron Vahli, un Senecio (o Oulcitium) envuelto en lana blanca, Phacelia, y la curiosa Ranunculácea Hamadryas Kingú. Allí también encontré una Crucí- fera, para mí completamente desconocida, vecina tal vez de Hexaptera, y notable por su raíz extraordinariamente alargada y en parte hori- zontal, adaptación favorable, seguramente, a la vida en los rodados. En fin, alcancé la cumbre cubierta de nieve, a 1400 metros sobre el 'mar. A partir de 1250 metros, la flora muy reducida, cambia muy poco : observé en la última parte de la ascensión la Hamadryas ahora más abundante y en flor, un Oxalis de hojas grandes, Adesmia sp., Cerastium arvense (vel aff., hasta arriba!), Azorella monantha, un Sene- cio cubierto de pelos blancos, y una muy curiosa Calicerácea formando rosetas, también como una Viola andina, Moschopsis rosulata. A pesar de las determinaciones desgraciadamente incompletas, se nota, pues, cuán profundas diferencias, en altitudes casi iguales, exis- UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 269 ten en la flora de estas montañas, en puntos alejados de 10 kilómetros apenas (distancia horizontal) : en la Cordillera central nos encontrába- mos entre la selva siempre verde y los ventisqueros y nevados que la dominan, y abundaban los elementos fueguinos, higrófilos, mientras en la sierra Buenos Aires, que apenas conserva nieve durante el ve- rano y cuyas laderas son desprovistas de bosques, volvemos a encon- trar, con el agregado de elementos nuevos pero de un tipo análogo, la tlora xerófila de la Precordillera y de la meseta patagónica. El panorama que se descubre desde la cumbre de la sierra Buenos Alres es admirable. Mientras hacia el norte se extienden las monta- nas nevadas, de las cuales baja como un dragón de varias colas, el formidable ventisquero que corta los bosques obscuros de aquella orilla del lago, hacia el sudeste cierran el horizonte montañas desnu- das en forma de castillos; la península muy recortada que separa el brazo Rico del lago (dirigido hacia el este) del brazo sur, aparece tan pobre de bosques como la sierra Buenos Aires, cuyo lado meridional presenta el idéntico aspecto que los lados oeste y norte : desnudo, con bosquecillos en los pequeños valles transversales. Eran cerca de las cinco cuando empecé la bajada, y menos de una hora después me encontraba en la orilla del lago, con mi barómetro exactamente en el mismo punto (639 mm.) que cuando, siete horas antes, había empezado a subir. Se aproximaba el fin del viaje. Dos días después — el 7 de marzo — levantado el campamento, nos embarcábamos, dando el primer paso de un largo regreso. El tiempo era espléndido, el lago hacia el sur aparecía lleno de témpanos, y levantamos el ancla en el momento exac- to en que aparecía el so] sobre la cresta de la sierra Buenos Aires. Sin percance se desarrolló la navegación, desfilando ante nuestros ojos las orillas del canal con sus bosques, sus peñascos, sus ventisqueros, y por la tarde estábamos ya en la parte ancha del lago, dejando hacia el oeste, detrás de nosotros, uno de los más hermosos espectáculos que contemplé. La Cordillera nos aparecía soberbia pero lejana ya, y de un ancho extraordinario: hacia el norte se erguían el Castle Hill, y el cerro Hodler, entre los cuales podía divisarse el grupo de blan- cas cumbres del cerro Agazziz; venía después la cadena de la penín- sula Avellaneda, con las manchas negras de sus bosques, y su cumbre dentellada y manchada de nieve; luego, en la enorme abertura del canal de los Témpanos, de donde veníamos, el formidable conjunto de cerros y hielos de los glaciares que preceden el Moreno, resultando este último enteramente tapado por la larga cadena de la sierra Bue- 270 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA* nos Aires. Más al sur, otro ancho vacío, limitado hacia el este por el modesto cerro Frías: es el valle que conduce al brazo Rico, que no pudimos explorar; lo cierran, en el fondo, serranías bajas dominadas por algunas de las altas cumbres del sur : un cono de nieve, el monte Stokes sin duda, que por primera vez aparece tan claramente — porque hay aquí, encima de los Andes, un cielo 4 surprises que nun- ca muestra a la vez todo lo que oculta — y más lejos las dos negras torres del cerro Paines, la más alta montaña del dominio austral. Sobre las riberas norte y sur, las colinas secas van disminuyendo poco a poco del lado de la meseta, mientras hacia el este no había sino agua, agua, toda la profundidad del lago inmenso : un verdadero hori- zonte marino que se perdía en los vapores del crepúsculo. Volvíamos hacia la civilización, hacia nuestros afectos; pero no sin intensa melancolía abandona uno — ¿por cuantos años ? para siem- pre, tal vez, — tan hermosos paisajes, más hermosos por su soledad y más conmovedores por el recuerdo de los días pasados en sus bos- ques, sus valles y sus nevados, de los cuales apenas se empezaba a deletrear los misterios. Y canta en la memoria la frase del poeta: « Il y a des endrotits de la terre si beaux, qu'on voudrait les serrer contre son coeur. » Marzo 1% - mayo 21 de 1920. BIBLIOGRAFÍA Sólo figuran en esta lista las obras más importantes o las mencionadas en el texto. El lector encontrará en el trabajo de Skottsberg (XLID una bibliografía más detallada. 1. ALBOFF, N., Éssai de flore raisonnée de la Terre de Feu, en Anales del Museo de La Plata, sección Botánica, tomo 1, 1902. 2. AUTRAN, E., Énumération des plantes récolióes par Miles Stuart Pennington pen- dant son premier voyage ú la Terre de Feu en 1903, en Revista de la Universidad de Buenos Aires, tomo IV, página 287, 1905. 3. BRONGNIART, A., Phanérogamie, en DUPERREY, Voyage sur la « Coquille », París, 1829. 4. Davis, G. G., Servicio meteorológico argentino. Historia y organización con un resumen de los resultados, Buenos Aires, 1914. 5. Davis, G., El clima de la República Argentina, Buenos Aires, 1910. 6. Deca1sNE, 1., Botanique 11. Plantes vasculaires, en « Voyage au Póle Sud et UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 271 dans l'Océanie sur les corvettes 1'<« Astrolabe» et la «Zélée », París, 1853. Con un atlas in-folio. 7. Dusey, P., Die Gefásspflanzen der Magellansliándern nebst einem Beitrage zur Flora der Ostkiúste von Patagonien, en Wissenschaftliche Ergebnisse der Schwe- disch. Exped. nach den Magellanslindern, tomo 111, número 5, páginas 77 a 243, 1905. 8. DusenN, P., Die Pflanzenvercine der Magellanslinder nebst einem Beitrage zur Vekologie der Magellanischen Vegetation, Ibid., páginas 351 a 523. Con 1 mapa y Y láminas. 9. DuseN, P., Zur Kenninis der Gefíisspflanzen des siidlichen Patagonien, en Kongl. Vetenok. Akad. Handlingar, número 4, páginas 229 a 2653, 1901. 10. DusenN, P., Neue und Seltene Gefasspflanzen aus Ost-und Sidpatagonien, en Arkiv fór Botanik, tomo VII, número 2, páginas 1 a 62, Stockolm, 1907. Con 9 láminas. 11. FiscHer, Eb., Zur HKenntniss der Pilzgattung Cyttaria, en Bot. Zeitung, tomo 46, número 51, páginas 813 a 842, 1888. 12. FRANCHET, A., Phanérogamie, en Mission scientifique du Cap Horn, tomo Y, Botanique, páginas 313 a 400, París, 1889. 13. Gay, C., Historia de Chile, Botánica, 6 tomos, 18553. 14. Hauman, L., La forét valdivienne et ses limites, en Recueil de 1 Institut bot. Leo Errera, tomo IX, páginas 346 a 408, 1913. Segunda edición, en Trabajos del Instituto de botánica y farmacología de la Facultad de ciencias médicas de Buenos Ai- res, número 34, 1916. 15. HAuman, L., £tude phytogéographique de la région du rio Negro inférieur, en Anales del Museo nacional de historia natural de Buenos Aires, tomo 24, páginas 289 a 444, 1913. 16. Hauman, L., La végétation des Hautes Cordilléres de Mendoza, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, tomo 86, páginas 121 a 188 y 225 a 348, 1918. Con 19 láminas. - 17. HAumMan, L., Notes sur les especes argentines des genres « Azorella » et « Bo- lar», en Physis (Rev. Soc. Arg. de Cienc. Nat.), tomo 1V, páginas 468 a 500, 1919. 18. HAUuMAN, L., Botánica, Buenos Aires, 1910. 19. Haurr, H. u. ScHaroOTER, C., Versuch ciner Ubersicht der siphonogamen Pol- sterpflanzen, en Engler?s Jahrb., tomo L, 1914. 20. HickEN, C. M., Plantae Fischerianae. Contribución al conocimiento de la flora del Río Negro, en Physis (Rev. Soc. Arg. de Cienc. Nat.), tomo II, número 9, pági- nas 1 a 18, 1915; tomo II, número 10, páginas 101 a 122, 1916. 21. HICKEN, C. M., Un viaje al lago Argentino, en Revista del Centro estudiantes de ingeniería, número 149, año XV, páginas 361 a 367, 1915. Con 5 láminas. 22. HIERONYMUS, J., Sertum patagonicum, en Boletín de la Academia nacional de ciencias en Córdoba, tomo IV, páginas 1 a 73, 1881. 23. HookKER, J. D., Flora antarctica, tomo I, 1844; tomo 1I, 1847. 24, Hosskus, C. C., Algunas plantas de cabo Raso (Chubut), en Boletín de la So- ciedad « Physis », tomo 1, número 8, páginas 534 a 540, Buenos Aires, 1915. 25. HosskEUs, C. C., El proyectado parque nacional del sur, en Boletín del minis- terio de Agricultura, tomo 20, páginas 647 a 682, Buenos Aires, 1916. Con láminas y un mapa. 272 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA 26. HosskUS, C. C., Apuntes sobre la vegetación del lago Argentino y del río Santa Cruz, en Trabajos del Instituto de botánica y farmacología ( Fac. de cienc. méd. de Bs. Aires), número 37, páginas 5 a 22, 1918. 27. MacLoskIr, G., Flora patagónica, en Reports of the Princeton University Ex- peditions to Patagonia 1896-1899, Botany, tomo VIII, 982 páginas, 31 láminas, 1903-1906. 28. MARTÍNEZ, A., etc., Tercer censo nacional levantado el 1% de junio de 1914, tomos II y VI. 29. MORRISON, J.J., La ganadería en la región de las mesetas australes del terri- torio de Santa Cruz (tesis de la Facultad de agron. y veter. de Bs. Aires), Buenos Aires, 1917. 30. PRICHARD, HeskretTH H., Through the heart of Patagonia, London, 1902. 31. REICHE, K., Grundziúige der Pflanzenverbreitung in Chile, in Die Vegetation der Erde, tomo VIII, Leipzig, 1907. : 32. REICHE, K., Flora de Chile, 6 tomos, Santiago de Chile, 1896-1911. 33. REICHERT, F., WitrE, L., KUHN, F., KOLLIKER, A., Patagonia, Buenos Aires, 1917. . 34. RENDLE, A. B., Mr. Hesketh Prichard's patagonian plants. Journ. of Bot., tomo 42, páginas 321 a 334 y 367 a 378, 1904. 35. ROTHKUGEL, M., Los bosques patagónicos. Publicación de la Dirección gene- ral de agricultura y defensa agrícola, Buenos Aires, 1916. Con mapas. 36. SKOTTSBERG, C., Zur Flora des Feuerlandes. Waissenchafil. Ergebn. der sehwe-' dischen Súdpolar-Exped. (1901-1903), tomo IV, lieferung 4, Stockholm, 1906. 37. SKOTTSBERG, C., Zur Kenntnis der subantarktischen und antarktischen Meeres- algen, Y. Phaeophyceen, Ibid., tomo IV, Lieferung:6, Stockholm, 1907. 38. SKOTTSBERG, C., Tetrachondra patagonica n. sp. und die systematische Stel- lung der Gattung. Bot. Jahrb., tomo 48, Heft 3 u. 4, Beiblatt número 107, páginas 17 a 26, 1912. 39. SKOTTSBERG, C., Die Gattung « Bolas » Commerson, Ibid., páginas l a 6. 40. SKOTTSBERG, C., Myzodendronaceae (das Pflanzenreich, 1V, 68), 1914. 41. SKOTTSBERG, C., Benthamiella u. Saccardophytum Speg., Bot. Jahob., tomo 54, Heft 1, páginas 44-50, 1916. 42. SKOTTSBERG, C., Die Vegetationsverháltnisse lámgs der Cordillera de los Andes S. von 419 S. Br. Ein Beitrag zur kenntnis der Vegetation in Chiloé, West-Patagonien, dem Andinem Patagonien und Feuerland. Bot. Ergebn. der Schwed. Exped. nach Pa- tagonien und dem Feuerlande 1907-1909, V. Kiingl. Svenska Vetenskapakad. Hand- lingar, tomo 56, número 5, páginas 1 a 366, 1916. Con 23 láminas. 43. SKOTISBERG, C., Ubersicht iiber die Wichtigsten Pflanzenformationen Súdame- rikas S. von 410, ihre geographische Verbreitung und Beziehungen zum Klima, Ibid. 5 tomo 46, número 3, páginas 1 a 28, 1910. Con un mapa fitogeográfico. 44. SPEGAZZINI, C., Plantae per Fuegiam in anno 1882 collectae, en Anales del Museo nacional de Buenos Aires, tomo V, páginas 39 'a 104, 1896. 45. SPEGAZZINI, C., Primitiae Florae Chubutensis, en Revista de la Facultad de agronomía y veterinaria de La Plata, números 32 y 33, páginas 591-a 633, 1897. 46. SPEGAZZINI, C., Plantae Patagoniae australis, en 1bid., números 30 a 31, pá- ginas 485 a 589, 1897. 47. SPEGAZZINI, C., Nova Addenda ad Floram patagonicam, Pars I, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, tomo 47, página 161 y tomo 48, página 44, 1901; UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO 273 Pars 11: Zbid., 1902; Pars MI y IV: 4nales Museo nacional de Buenos Aires, tomo VII, páginas 135 a 308, 1902. 48. SPEGAZZINI, C., Apuntes para un corto resumen de la flora agropecuaria de la República Argentina, en Censo agropecuario, tomo III, página 467, Buenos Aires, 1910. 49. WILDEMAN, E. DE, Les Phanérogames des Terres Magellaniques. Résultats du Voyaye du S. Y. Belgica, Botanique, Anvers, 1905. Con 23 láminas. ÍNDICE ALFABÉTICO Sólo figuran los nombres de las especies mencionadas en el texto; no se inclu- yeron las que figuran en las listas del capítulo IV. Aro tan ela lin earnitola AL. Grada boa lali e joo ace pe jalo fee 264, 265 AE, ome O e Ote AA 191 iba equlon, chilense ess hd oia canelo 246, 249 Adega borontoldesHook aa te lepra aaa tea e jale 207, 228, 2357. .238 PAteSitmacanescens (A: GLAYy)Speo sit alas pelalra eine ade a 196 ARTO ESA, IEC, ae ica SEAS O A AN 23 AE Stoll UI O 212, 237 .Adesmia glandulifera (Randle) Skottspb............ o... .ooooo... 237, 238 AE IAN O A O IS NN 212 eS Ia Sa lCornioIdes PER aaa ea melee aaa leelo alo aa aaa 231, 233 Aa E ueaGuil, ex ELOOk. ALMA eres ea e 223 SO py tueslaaun (Spes.) Kurbzil adoos ara 212 Aropyrum magellanicum (Desy.) Hackel.....ooomm.ooonm. ooo. ....... 212 AAA O (A) lA O e SO A E 231 ASI E O OA 230 ASEO MANTA OS o E IS e CIAO 230 MO pesonas alpinas SIA e late ale te ani oia lalala le ias e 230 AO AE E ON 232 Ameghinoa patagonica Speg O LIO OO O CNO OE O 197,201, 202 ARO EOL LE e e o Sa E 260 Ao la ra e a o 223 Anarthrophyllum desideratum (DC.) Benth............«oo........ 2 223, 235 Anarthrophyllum rigidum (Gill.) Hier................. a 223 A o IU O o 227, 236 O OI TAO O o AS A A O 230 ARCA E CIEN A ON 241 AA A A 251, 256, 257 Arenaria ALEA A 1 A A OO 232 Arona patasonicamblombr. eb Jacd. o... o... eones aos 238 Armeria chilensis Boiss........... PA A RITA o LOUIS reaisia mapellanica Seh. Blip... <<< 0oo «o ovino oo odaoroccaós 238 2174 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Atamisquea emarginata MierS....o.oomeoooosarcccono Atriplex Ameghinoi SpeB...ororcoroarscor ar e Atriplex lampara la E 196, Atriplex montevidensis SpTeD8....ooo.moononoocrorrcasararan ca Atriplex macrostyla SpeZ......oooonorooronror ocacion ra e 211, Atriplex sagittifolia.Speg......c.ooo.«o oo derrdorcocoa aio a a aaa Atropis magellanica (Hook.) DeSV..cvo.oommicro momo ooorrccrsa rr Azorella Ameshinol Speer la lala pue leelo aaa aaa aaa altea li Azorella tilamentosa Lam e e de lalala atado aa als la Azorella morata ed Edo aleieo a0R 193, 212, 235, 241, Azorella lycopodiordes ¡Gaula te ao aaa e aaa lao toa oe Azorella sola coo e A A O Azorella tritoliolata Clos. de aa eo ee la 231, Azorella trifurcata (Gaerto.) Ho0k..cu.omooconmorocca Bacoharis diyaricata Ha aa ada ateo el ai Baccharis Darwinii Hook. eb ATD. Lio. e Baceharis magellanica Persa la o ae a dela ella als 258, 266, Benthamiella patagonica SpeS....0oooonoooncca Berberis buxifolia LaMm.......... 224, 2537, 245, 248, 259, 260, 262, 2 Berberis empetrifolla Lam sata dea ea lala 236, 2 Berberis heterophylla JUSS.........ooooooooomomom.. o... 191, 201, 2 Berberísalicitoha Bordo Blechnum penna-marina. (Poir.) Kubn.............. 245, 250, 259, 261, Blechnum tabulare (Thunb.) Kubn.......... LO ao OO, Bolax caespitosa HomMbT.....oooooooconracde Sean ad Bolax gummifera (Lam.) SpredB....o.oooooomorocrranarrommn.. E AA Bothtyelumn linares a ld ani e Bougainvillea spinosa (Cav.) HeiM....oooooomoocrmomm.... Dados 191, Bowlesiatienera prenda a alada fal Bowlesia tropacoltiolia GU ln a o ie a eo ist Sa o Brachycladus caespitosus (Phil.) SpeZ....o.oooommomom..o.. 191, 201, 202, Brachycladus lycioides Gill. et Dod.......ooooocoococoor no mmocmosoo ros Brassica napus Lt la load oleo pla Brassicaloleracca a a iia 'BEOMUSAmacian ts Mes e PaRa: 192, 225, 235 Bromus unioloides (Willd.) H. B. Kth.........oooooomm..o.. SAS 225, Calceolaria bilora Man o IS Ntra Calceolaria Daria o MANO: Callitriche antarctica Engelm......... paa de ao dio pao oa do alo 232, Caltha dioneaciolia took aa aii 263, Caltha sagittata Ca... es e a a e Cardamine geraniifolia (Poir.) DC ....oo.ooooommccoocnocmmomomsrraronos.. CerastilM arenas. MANN 260, 263, Cerastiti nervosum Narda dol la e ula ed EOS Chamissonia tenuifolia (Spach.) Reiche...ooooocoromoorrromo.. 191, 209, Chenopodium rubrum L.......oomoocoocro O APO 211, Chiliotrichium diffusuam (Forst.) Reiche.....ooooooommmomm.»... 245, 258, Chuquiragua aurea Skottsb.h...ooooonoococnrrc crec 199, 201, 202, 196 196 N AA Y +»=oss ¡No o VONoyNSDOwD Y [JE] Gi Uh y [=p] Y) [8] [Tv] [ao] Ny» (do) O NN Ot -1 UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO Chuquiragua Avellanedae Lortz.......«...«.«<......:> LOLA TOA 199, Chuquiragua erinacea Don....... Ca EN ls AS AE O DEAE O O IO 1967 LIT LIO Madonorchis PocppiSulilandl aos aaa 246, 249, 255, Colliguaya integerrima Gill. et, Hook........................ 191, 192, Collomia gracilis Douglas......... A A O o Dal quiaus copo dro rd eS. a toledo a ota A dl e Golobanthus subulatos (DiUry.) Ho0k; ... co. ..oooomosrcc ibas 236, In EOS (1 Er) Pack: ivia caro e id Cruckshanksia glacialis Poepp. et Endl.............««oooooocom.. 227, o E IS A Ca AD AE RAE RUSS ACOSO MO sa MAL ia aos e ae odio le a le leia e eta Cyelolepis genistoides (H. A.) Gill. et Don..... Ss a AA MNStopte rs tra plis n ua) o e oil ae seds le la jo joto a ala aa a o 24 Cyttaria Darwinii Hook ..... A A a Dactylis glomerata L.......... o A EN Danthonia A IA A Daucus carota L..... EA Le oa rs alla eta lee Mende bhitichur dendroldes Br ala e dalla lea o a elo ola o MSN psa e uo sa) MA alerta jo dela aaa a ae ea Discaria magellanica MierS................. LO RA AS RAE DAN A A AAA EA DA A O MN O Draba australis Hook. f....... RA E RA Drapetes muscosus LaM..........o.o.o... A cats le Tea lE cio Br 0 DE A a od O 247, Duryillea anmtarctica (Cham.)SEobbS 4.0092. oucn tro a eo Duseniella patagonica (Hoffm.) SehuM..........oooooooooccccrrondnn... NvEopsistelechomodes (Rich) iMUI a aaa e e Elymus agropyroides Presl........... RES O a aa 232, 240, 251, oo antarcicas Benth. eb HOOK. alondra e a A BAS tema nao o orteraa do le od le Ra lara le aliada Too e a o ci APA RUDO ID co comneun ROLSti he. mo aa a dada ed cas 245, NA O .. 246, 258, 261, 262 Enargea marginata Banks et Sol................ OS AECA 249, Ephedra frustillata MierS....... 0... o..oo.... O e 191, 201, 22 Pica lO AS A A O AA 197, Ephedra Tweediana C. A. Mey...... O A RAN Epicampes arundinacea (Gris.) Hackel...................... 196, 199, Epilobium santacrucense Dus.............. lalala tar eE Eriachaenium magellanicum Sch.-Bip..... a Ele IR e Erigeron spiculosus Hook. et Arn.......... IS ció ENE io Enperon.Vahlkil Gadndo. 0... ...... A A TR Da A A OS Escalomitrabra (eb Bay.) POTS. con..como occ a BscalloniaiSerrata NM... oo macerar A A eS IA O 215 201 197 201 256 201 232 215 265 259 238 201 191 231 196 250 253 230 225 230 250 230 258 208 233 233 259 268 202 245 245 265 276 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA ¡Uphorbia patacomica o 196, Euphorbia portulacordes pre 237, Euphrasia antarctica Benth.......o oo... emmm... Mei 230, Fabiana bros Deo or Ran Tearole o olla No IE NO a HAblana pata sonic pe Fabianajimbricatark. eb Ba Vione loreto lePodo lo levos 10 0er Solos NR E Frankenia microphylla Cav., var. typica Speg........... O Ar Lale Frankenia pata conca po IA Hestucacracillima Hood al lola MS Sos led [lalo Fuchsia magellanica Lam..... A ATI alot 0 drola AOS nio Can apa da A eco Lo tal od aloe cl Galumipasilia En Sa Galium Richardianum Endlich....... aaa alo ula do laio Olo abono da Gentranamaselanica Ca lote cl di rad OA EOL 230, Gentiana pataonica a a a e Did 0 Geranium magellanicum Ho0k.............o.o... So Soo o ola odo 191, Geranumnipata omic o ia 191, Gent maselamicina Co e IN Grliamlascimiata Rei Pan a o ee os Grindelia speciosa Lindl......... SNA: 196, Grabowskia Speoazanii Das. 211, 231 Gunnera magellanica Lam... oi 236, 246, 250, 261, Gutierrezia paniculata-(Phil.), var. patagonica Spe2g............ NOD Eamadryas Kino o or Io TIAS O Heleocharistalbibracieata Nes Hieracium magellanicum Sch.-Bip......o.ooo.ooornororcra ENpPpuris ula di dao a amada ls (aos le aja ra 232, Hordeum comosum Presl.......... A O VOS aro pla Da a 912 230, 239,-259, Huanaca aca Ca a EAS. ERA OO 00 Eutehinsia reticulata Grs A RI o Hypochaeris leucantha Speg......o.ooocconoronncoo o... 212, 228, 235, Hymenophyllum Thumbridgense SM.....o.oooooooomoo.... RRA O oo e EPOPEYA AAA JUICUS Dalias aca aa Ml AN e Juncus Lesueuril Bol........oo.ooom.o oo... A 215, Juncus stipulatus Nees et Mey......: ooo aio la ld Gra lado a o 231, Lagenophora hirsuta Poepp. et Endlich............... AAA Larrea Ameghbinoi Speg....ooo.ooomooocoronn... E O Larrea 'divaricata Cars e A a 190, 193, Partes mbtda Caviar ero aaa es Aaa IES O 190, 192, 1953, Vathyrus Der vos O A E Lepidophyllum cupressiforme (Pers.) Cass.......... 207, 210, 212, 223, Lessonia flavicans BOly eta lapa a e eat a RN Less cello OIC BLAS O O Olla IS o 20 Loasa patagonica Urb. et GilS.............. INIA TS 235, 240, Limosellataquaciica TA a sra e 232, [A No) 2 Ot y O SO R20UNDN0O [or] O N ¡SN IA O Co E $] IS AS A) 0 HH -=1 000 0 -1 E CN E TN 70) OS 0 Sy so. o € yu 2 90-10 1 YN A AH O 0 ) NN yNDDI A = O (A [do] SU UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO DEA SNA A 202, 204, 232, Par ciensis Nees OU Mer or aaa VITA EA A O E NS A E AER EAS y a IS O A o yeopodiuim magsellanicum Hook cosido ee rte 261, 263, AiteraichHaeniumn: oracilo ELO tos ea o o odo eo ta a NIETO? ys ts; py elena (o) PAD arrollo ho aro ra alan alado ao aa ao 0 dd O Margyricarpus setosus R. et Pav., var. patagonica SpeYZ........ooo.ooo.o.. Marsippospermum grandiflorum (L.f.) Ho0k................. 258, 261, Mister us dIsucha (Elook is AU baca ao cados coa aleta Maytenus magellanica (Lam.) Hoo0k......... «co... ..... 245, 248, 258, laa e A SA Melndriaachlenses (Nuboso) PRelCchen aaa aja enero aloe cade ad Melandrium magellanicam (Spreng.) FenZl.....o.ommo.ooroocooron.n.... Merodora robusta (Bent HACHA dota dd ra a O Mea DD Beato rodas lavo late ao my 2 la da de aa e o eso 215, A A a bo aio a AO E A AA atea phylla (Miera) Gayiresra dada eee lar -Moschopsis rosulata (Brown) Hicked.........0o.ooooccoccooocroromm..o.o Nula spinosun Ber. ia eo odos 1917 199, 2259,:239, 241% ASI ME A Ia IS A A AN ANO sI o o dla o A ORO IU S TES ars tavus Bent aa as oda a Myriophyllum elatinoides Glaud........o o... ....... 232, 236, 238, Myzodendron Pbraciystachyunt DO rd aa sesloto aaa ee Myzodendron punctulatum Banks et Sol.............ooooooommomo.o oo... Ao pbylaa bumile (Hook. 2) GAY. aid oca dec Nardophyllum Kingii (Hook. f.) Gray.......... 192, 207,209, 224, 235, Nerdophyllun Darwin (Hood) ¡GTAY. ¿0200 cancioe ce e e Afro py lmrparyiidorad o aa sarta Ha IE PI LIO ci E Nassauvia glomerulosa (Don) Hook. et ÁTOD.................. 209, 224, Nassauvia scleranthoides Hom... cocidas die o Nicobanamonticola DUI da celo late eat eee A Ia Irobana pataconica POD... «cuca Nierenbersia patagonica Peg. eee lilao leticia ao ato 227, Nitrophila occidentalis WattS........oooooocoomomommmm+m+9*.o... 231, 233, Nothofagus antarctica (Forst) Oerzt............ 234, 241, 245, 247, 259, Nothofagus betuloides (Mirb.) Blume................... 247, 248, 252, Nothofagus pumilio (Poepp. et Endl.) Krass.... 240, 241, 245, 247, 248 261, 263, 265, Mia Ira Tage A A O Moa BOroros DO decano rr o. 0». > 245, 246, Mntrsiare nido Den o ota iaa e alo je oe era ea ada a EA EA O e Ourisia ruelloides (L. f.) Dus....... ara En e EA 250, 261, Oxalis squammoso-radicosa Steud......... «oo.» ooooborcorconco.s O O O ON -<1 Y -=1 VQyNXKnNnwnN o TR Rh NN 00 SD 0) QQ) ” 0 =1 YU »-— A O E] (8) DD 0 O D SS N [Es >? O) 9 Y 278 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Oxalis cnncapiyla Ca A o i e 212, Oxalis: magellanica Hor ES Panico Ue Ace EA aa Perezia Beckii Hook. ÁArd......... ie ea A INS 1975 Perezia lactucordes (Walla) esa e aaa ala 262, 263, 264, Pereza magelamca (Real taco loo Sota 261, 263, Perezia recurvata Less....... opa O O ROO o 191 Bernettya minima (IO 261, 262, 264, Pernettya mucronata (L. f.) Gaud......... 245, 248, 259, 261, 262, 266, Phacelia magellanica (Lam.) COrV........oooooonrcmsc.o.. OE 211, Philesia magellanica Gmel...... a Philibertia Gilliesii Hook, et Arn..... AS SS aldo alo aleja y. ca clounotn Jos eo ccoo coob ao ooo oa O OE RNE eos BilostylesBertero Gard ld ar le de Plantao MO Aisne ld 208, Plantago patagonicaJacqrtio oil oia aio Plantaso tebuelcha SpA O A as lala ls ado CNCU Plantago monanthos D'Urv...... AOS asa doo oa SAO ba ooo Plaza argentea (Don OK al a al E RNE LOA Pleurophora patagolica Per 191, Po a A Poa chilensis Dr NAAA da onlo Poa fuegiana (Hook.) Hack... O A EAS Al 246, 259, BoA pratense Ad IA LOS a a EOA/PULSION MOLA PO leds ley da NI Polypodium Billiardieri (Willd.) C. ChrisSt.....o.o.o.oooccnonoororooro.... BO SOLUMY Cam pora Meis ad SOS Polystichum mohrioides (Bory) Presl......o.o.o.oo.omomoo.... ce... 245, Porlieria Lorentz e e ae ER Pratia Tepens Ca ladito aaa Ne de Primula farias olas de lele oleo leo a REE E eE IA TE Oe A Pala ma o Prosopis juliflora DC., f. fruticosa HaumaD.......ooooooom... 196, 197, Prosopis patagonica SpPeBrrcconon ooo...» a 189, 190, 192, 193, BxOSOpiSiStTla ta Dent NINO RN 197, Pseudopanas lactea (an Qunchamaliumn calense Mo Ranunculus aquatilis L..... toa albioro pd dcio nda er bro ele 232, Ranuncults ue ranas pee el rela o IS iS a AE 232, Ranunculus hy dro plas Gand Ranunculus cymbalaria Pursch........oooooooooooo...o.. AO ELA: 23 Ranunculus peduncularis SM... ... co. .oooororoc o... o do Rubus geordes Ia a ia oe tal NS cd 249, Rumexerispaa Lcd o sao codo (oe dS E hs Rumex decumbens Dus............. O A O Ol Eolo MTdo a ql 232, RUMmex Marita A ra al ISE SANO Rumex magellanicus Campd......... rao de caos ES doo cb Salicorila corticosa (Meg Wap SI 209, W ty SN CN SN SN E A A ES Ku] oO_mha o DD PD UU y S wo - [8] w 4DNVDOOoODOD a ?Dyo0DD Y y SO SO SD 0 NN 3 AH O 0 Sc waYOo As 0m0n0nio At D Mm n= 0% Oooyo./0wmN y na UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO SAMOA Mudo ic e Salix chilensis Mol............ 2 ULSA EA A AS samolusispatlulatus (Cav.) DUDI. o coco 192, Saxifraga Albowiana KurtZz............... Saxifraga magellanica PolT.....oo...0.o.ooooooo.o».... z A ERA DN A Saxifragella bicuspidata (Hook.) ingl: AN A ATA Pre EA IDO 264, Sehoenus sodalium Hartr................ A OA, a 258 Sets depeudens Otb ocasion lodo jo 189, 191, 196, 199, 207, 223, SAA A A AS A 238, Seutellarria nummulariifolia Hook. f......... ep e 227, 232, Semana clabrescens SPeS a oca da Sanecio acanthifolias ELOTE dotar o 261, 262, 263, Senecio albicaulis Hook. et Ald................. o Ae CEA 196 So al Ia O ob o o Senecio Doeringii Hero. o ico AE al RS AA SEE A A AO A SenecIo psammophilas Gs. des niia ia cado a abate leo la lr de dol a A E Ll AR A Ola e 227, One CION turca tas Mess. aaa olor la eaten a. 280, 259, 261 STE AS E O o o DON daa a ol A SER PA da A ES PRAGA Spartna+monteyidensis Arecha vts anta late reto o e a oo IES Sata apata conca peso dalla ai lalo lao ata ala ia a aa 12017: a o, A SER So A a rn E AA ANA A O RA Ue Me 2243> A AAA O e A A 202, ETE OA A IA ESO E 202, Suaeda divaricata MoQ.....¿o...mo.oooo...... tao o 196, ASA a A A 196, Suaeda maritima Dumort., var. longispica Haum. (nov. var.)...... E AM O o A des Mc ao A O Ar io A MESA PALA OM A laa a aa 192, MES AE A E AA ba Triglochin maritima L., var. deserticola Buchen............ NA ia go Triglochin palustris L......... A AI IS ea AS A a o Uncinia brevicaulis Thou., var. macloviana (Gaud.) Clarcke. OEA Urtica magellanica A so ia IA A NO AS 207, Meta crmacea Guik eb Hook. .ci.ioocooao.ooomoooooo”. ld SA A oo a AD A A A SS A AA . 189, 207, 211, 212, NOA OA ao cr AS O de 279 210 218 230 230 265 262 260 265 261 235 239 246 191 264 238 212 212 212 202 267 266 230 230 196 280 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA WMerbena nilo Ba o o Verbena patagonica Speg............. A OS RAS 215, 227, Verbena darias MO EOS e 227, Viola macul Ca NS 240, 246, 249, Viola tridentata Mena ES O Zavnichellla pastas a SS TABLA DE MATERIAS PRIMERA PARTE Capítulo 1. Observaciones preliminares. ...ooompcconocnonerra o eo Capítulo 11 La cbotánica ¡pata nómica lato a alejas iii Capítulo III. La Patagonia en geobotániCa.....o.ooooooomoroncorrraran.s SEGUNDA. PARTE Relación botánica del viaje Capítulo IV. La costa patagónicA...coomococaarocaaon caca e Puerto MadryD .............. NOISE paa pd. pe PUEBLA rata o oo No apo Ko RN Camarones ........ A oO o lo aaa bra loe a o Comodoro Rivadavia... ....oo.ooooom.o.. A oa ERO E EN (CELO a As A IO ate sota lolo oil Alo vato Brojola alo lalota, y; Puerto Descador ele ls ici E Bala a alli OO San Jul A opta os ato Santa Oauz y ROGAR > Capítulo V. Del Atlántico a la Precordillera por 50-519 de L. S. La este- pa patagónica ...... O O O EO OO UA dA OS óa ooo oy aos EStuliol la Aa TL. MS ode dr oca o SR IT. El clima patagónico ao lO CE ESoIpa ja alo Manda banana y O Las diverdas asobiaciones Toc. aa e da Ue Sas Sd UN T. Elora de las barrancas. e STR AoN TE Plora do Mames aa olaa PR e III. Flora de las vegas y CañadonesS.....oooooooo omo... IV. Flora de las orillas de los ríos y flora acuática..... Ela A E [EN O A E St O 0 y [o IST] o NN ww o O W 9 179 183 187 (du) hb Pa UN VIAJE BOTÁNICO AL LAGO ARGENTINO . Capítulo VI. La Precordillera.................. MS A A I. La vegetación al este del lago..... A O NN II. La vegetación de la orilla meridional........... ás II. La vegetación de la orilla septentrional........ ES OA Capítulo VII. Los bosqnes magallánicos......... e ol e E ARES tOdO den oda dp baaa SIENA MS oa lA META Da o IO ACI o FEA ER Los árboles......... ia do AN de LN AAA A IS 00 Antas herbáceas) load ceo O AE E Enredaderas y epífitas. ......mm. coo. LS AA Sd Saprofitismo y parasitismo ......... AN e SIMPIOSsiS ASCO AS noo as soneto aialale do ea AE III. Vegetación de las orillas de la selva y ribera del lago...... cojo AB ea o o A AMO O CANA A de Índice alfabético...... e o RIBIOo Sit ato alolarals loca io . BIBLIOGRAFÍA Una nueva prodorilina « Acanthostichus afflictus », por A. GALLARDO, Anales del Museo nacional de historia natural de Buenos Aires, tomo XXX, pági- nas 237-242, con tres figuras en el texto, 1919. Cuando el autor publicó su monografía de las Ponerinas argentinas no inelu- yó en ella a la que en este trabajo describe como nueva, debido a que anterior- mente había colocado los ejemplares machos de esta especie en las cajas corres- pondientes a las Dorilinas, dadas las semejanzas que aquéllos tienen con los de esta subfamilia. Salvado el error y explicado el por qué del mismo, en la introducción de esta publicación, el doctor Gallardo da la descripción detallada del macho de 4can- thostichus aflictus, basada en dos ejemplares pertenecientes a las colecciones del Museo nacional y halladas en el río Pilcomayo (Formosa) por empleados de esa institución el año 1907. : CA Hormigas del Neuquen y Rio Negro, por A. GALLARDO, Anales del Museo nacional de historia natural de Buenos Aires, tomo XXX, página 245-254, con 2 figuras en el texto, 1919. Según afirma el autor en la introducción de este trabajo, hasta hace poco tiem- po la fauna mirmecológica del Neuquen y Río Negro era casi totalmente desco- nocida, pues en el catálogo publicado por Bruch en 1914 se. mencionan sólo 5 especies del último de los territorios nombrados y ninguna del primero. Gracias a algunas giras de inspección escolar efectuadas por el doctor Gallar- do por los mencionados territorios donde tuvo oportunidad de recoger varias es- pecies, y a la colección remitida por el director de la escuela de Quilaquina (lago Lacar), los conocimientos mirmecológicos de aquellos lugares se han enri- quecido considerablemente en poco menos de dos años. Conócense hoy, pues, 18 formas del Río Negro y 16 del Neuquen. Parece ser que esta fauna es similar a la existente en Mendoza y San Luis, aunque menos rica en especies. Después de la introducción, sigue la enumeración de las formas entre las cua- BIBLIOGRAFÍA 283 les el autor crea un nuevo género Araucomyrmex, que vendría a constituir una transición entre Dorymyrmex e Iridomyrmex, siendo el tipo la hormiga descrita por Mayr bajo el nombre de Dorymyrmex tener. GS Ez Observaciones biológicas sobre « Temnocera spinigera » Wied. (Dipte- ra-Syrphidae), por C. BRUCH, Revista del Museo de La Plata, tomo XXIV (se- gunda parte), página 176-181, 1919. A la interesante serie de los bien concluídos trabajos biológicos del infatigable doctor Bruch, se agrega ahora este otro que versa sobre la evolución de una mosca de la familia Syrphidae, la cual pasa sus estados larvales en varias espe- cies de cactáceas tales como Cereus patagonicus, Echinopsis campylacantha, ete., y la ninfosis en tierra. Esta comprobación viene, pues, a poner en claro la biología de esta mosca y a desvirtuar la creencia de que ella aeaecía* en nidos de « mangangáes » (Xylo- copa sp.) Después de dar algunos pormenores de las observaciones efectuadas para lle- gar a tan interesante conclusión, el autor pasa a hacer la descripción de la larva, pupa, ninfa y adulto. El trabajo está ilustrado por un dibujo de detalles de la larva y una hermosa lámina que representa todos los estados antes citados. Er Cours d” Electrotechnique générale et appliquee, de 1' Institut électrotechni- que de Lille (Ch. Béranger). Esta importante publicación que constará de seis volúmenes, abarcará el con- junto del curso de Electrotécnica general y aplicada, tal como se lo enseña en el instituto de Lille que ya ha conquistado un sitio sobresaliente para la formación dlel ingeniero electricista. Ya hemos reseñado el primer volumen titulado La dinamo de corriente continua, cuyo autor es el profesor R. Swingedauw, director de aquel instituto, tomo que justamente llamó la atención de los técnicos y. de los profesores de la materia por la elegancia y la sencillez de los métodos. Dos volúmenes más se agregan ahora a la colección. Uno, con el título Cálcu- lo, construcción y ensayos de la dinamo de corriente continua, por Y. Negre y P. Beauvais, ambos profesores del mismo instituto, aplica los métodos del tomo an- terior, ofreciendo métodos claros y racionales para el cálculo y la construcción de estas máquinas. Después de un estudio prolijo de los materiales y de sus ensayos, de los ele- mentos de la dínamo y de sus órganos de transmisión, exponen los autores un método general de cálculo, acompañado de cuatro proyectos, entre los cuales - uno de turbo-dínamo. Viene luego el estudio de las pérdidas y el cálculo de los reostatos. El otro, La corriente alterna, generalidades, bobinas y transformadores estáticos, líneas de trasmisión, por R. Swingedauw, es el segundo tomo de la sección teóri- ca de la obra. AN. SOC. CIENT. ARG. — T. LXXXIX 21 284 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Aquí tambiér el método seguido se destaca por su sencillez y sus deducciones lógicas, haciendo de él un libro de fácil lectura, aún cuando muy completo. Se estudia en primer término las propiedades de las corrientes alternas que dependen solamente del período ; pasa luego al examen de las corrientes sinu- doidales en su forma general, a las corrientes polifásicas, las bobinas, los trans-. formadores y convertidores estáticos, concluyendo esta primera parte con los contadores. é La segunda parte abarca especialmente el estudio de las líneas y de las sobre tensiones, en forma teórico-práctica, con los medios preventivos hoy en uso para cada caso particular. La publicación de estos dos libros hace más deseable la conclusión de la obra total, la cual constituirá en su conjunto, no solamente un libro de consultas in- teresante para el estudiante electro-téenico, sino también un conjunto útil para el ingeniero y para el profesor. H. M. LevYLIER. Notions fondamentales de Chimie organique, por CHARLES MOUREU, miem- bro del instituto, profesor del colegio de Francia. Sexta edición, un volumen in-80 de 552 páginas. Gauthier-Villars, París, 1919. Esta nueva edición de la tan conocida y útil obra de Moureu, aunque no apor- ta ninguna adición a la del año 1917, vien la extensión de los capítulos que trata ni en el número de los mismos, viene a comprobar la favorable acogida que ha merecido de parte del público interesado, acogida que no puede atri- buirse a otra causa sino a la importancia y al valor de la obra, la que en el re- ducido volumen que ocupa no solamente trata con método claro y preciso todos los capítulos importantes de la química orgánica clásica, sino que añade en for- ma apropiada todas las nuevas conquistas que pueden ya considerarse como in- corporadas definitivamente al estudio de dicha ciencia. C. E. H. Traité de Chimie organique, por V. v. RICHTER, ampliada por R. ANSCHUETZ, profesor de la Universidad de Bomn y director del instituto químico de la misma Universidad, y H. MreERWwEINy,. profesor de la Universidad de Bonn. Tomo II: serie cíclica. Primera edición francesa traducida de la undécima ale- mana por H. Gault, jefe de conferencias en la Facultad de ciencias, profesor suplente en la Escuela de medicina y de farmacia de la Universidad de Caen. Un volumen in-8% de 1163 páginas, Ch. Béranger, París, 1918. La primera edición de la traducción de la conocida obra alemana, correspon- diente a la serie cíclica, cuya utilidad tanto se hará sentir entre los interesados en el estudio e investigación de la química orgánica, comprende únicamente las combinaciones carbocíclicas, que presenta divididas en dos partes : Hexacarbo- cíclicos y Heterocíclicos. Entre los primeros compuestos, trata las combinaciones aromáticas a un solo núcleo (bencénicas) y luego sus derivados hidrobencénicos, terpenos, y termina BIBLIOGRAFIA ) N oe) S5 ( con los carburos policíclicos, cerrando el capítulo con la descripción de las mo- léculas de materias colorantes naturales con núcleos pertenecientes al grupo an- tracénico. Entre los segundos, estudia las diversas combinaciones atómicas he- terocíclicas, a partir de las triatómicas hasta las hexatómicas, hepta, octo y po- liatómicas. El conjunto de la obra reune la claridad y precisión necesarias a esta clase de textos, además de una nomenelatura lógica y fácilmente comprensible, tratán- dose de una traducción alemana. De esta manera la primitiva obra de M. V. von Richter, que apareciera bajo la forma de un pequeño volumen en 1876, se presenta en su undécima edición:en dos gruesos tomos, ampliada por R. Anschiitz y G. Schroeter en el primero, y R. Anschiitz y Meerwein en el segundo. Este tomo 1I, que concluye de completar la edición francesa, ha de prestar valiosos servicios a los estudiosos y amantes de esta ciencia. CHEME Mesures pratiques en radioactivité, por W. MAKOwEk y H. GrIGER, de la Universidad de Manchester. Traducción del inglés por E. Philippi, licenciado , en ciencias. Un volumen in-8 de 182 páginas, Gauthier-Villars et Ci*, Paris, Sk Estando a la orden del día los estudios sobre radivoactividad, y habiendo lle- gado a ser de aplicación corriente la medida de la misma en numerosas sustan- clas que pueden poseerla, al punto que ha llegado a ser, en química analítica, uno de los datos físico-químicos más interesantes para cierta clase de materias, 'se hacía sentir la necesidad de un pequeño manual que en el más corto espacio, pusiera al experimentador al corriente de los métodos más usuales y factibles para la medida de radioactividad, sin tener que acudir a complicadas deserip- ciones poco claras en algunos casos, o inaplicables en otros. De gran utilidad ha de ser también este libro en muchos laboratorios particu- lares ya que aún no han llegado a ser estas experiencias de uso tan general en los laboratorios universitarios, que familiarice a los alumnos en este terreno de investigaciones. La serie de procedimientos y experiencias presentados, tiende además a des- arrollar la técnica y la facilidad de manipulación necesarias para abordar estu- dios más elevados en esta rama de la ciencia moderna, aun en sus concepciones más originales. Una serie de tablas de constantes radioactivas y de tiempos de destrucción de diferentes cuerpos radioactivos, caleuladas con las fórmulas usuales, cuyos ele- mentos se detallan, sirven para facilitar las experiencias de los investigadores. Siendo la obra de índole esencialmente práctica, se han evitado en ella, con gran acierto, todo comentario profundo de aspecto teórico que no encuadraría dentro del carácter de ella, y que, por otra parte, el autor supone ya en conoci- miento del estudioso lector. Consta el libro de nueve capítulos. En los dos primeros se describen los ins- “trumentos y aparatos empleados para esta clase de medidas. En los tres siguien- tes se habla de la ionización de gases y la naturaleza de las radiaciones emitidas. El sexto, de la conducta de la emanación de un campo eléctrico y de la repul- 286 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA sión atómica bajo la influencia impulsiva de los desprendimientos de las radia- ciones. Continúan el séptimo, octavo y noveno, estudiando : las tres formaciones radioactivas, medidas por medio de étalons y métodos de separación de esta clase de substancias. La obra termina con tres apéndices donde se incluyen las tablas ya mencionadas y una pequeña lista de proveedores de materias e instrumentos especiales para los que deseen montar un laboratorio de esta clase de medidas. Aliments sucrés, por F. Roux y C. F. MurreLer. Un volumen in-18 je- sus de 470 páginas, Ch. Béranger, éditeur, 15 rue des Saints Peres, Paris. La presente publicación forma parte de la colección de los Manuels pratiques d' analyses chimiques, publicada bajo la dirección de los señores F. Bordas y E. Roux, directores de los laboratorios del ministerio de Hacienda y del servicio de la represión de los fraudes del ministerio de Agricultura, respectivamente. Comprende dos partes : la primera titulada Métodos generales de análisis y de investigaciones, en la cual los autores se han esforzado, no solamente en poner de ' manifiesto cuáles son los procedimientos que deben emplearse para la búsqueda de los diferentes elementos que pueden estar contenidos en conjunto en los ali- mentos azucarados, tales como azúcares, materias colorantes, antisépticas, edul- corantes, ácidos vegetales, substancias odoríferas, sino también la manera de dosar y separar esos elementos. En la segunda parte titulada Métodos particulares de análisis y de investigaciones, cada alimento azucarado es tratado separadamente, e indicado para cada uno de ellos el proceder que los deja en condiciones de que pueda aplicárseles los méto- dos generales, así como los medios modernos de poner en evidencia las diferen- tes falsificaciones de que pueden ser objeto esos alimentos azucarados. En un apéndice, los autores han reunido bajo el título de Documentos legislati- vos y administrativos, los diferentes textos que regulan la fabricación y la venta de los productos alimenticios azucarados, datos éstos que serán de suma utilidad para los investigadores. | Engrais, por E. Demoussy. Un volumen in-18 jesus de 397 páginas, Ch. Bé- > ranger, editor, 15 rue des Saints Peres, Paris. y Esta obra forma parte de la misma colección que la anterior. El autor ha querido indicar en este trabajo los métodos de análisis reconoci- dos como exactos y empleados en Francia, es decir, los métodos oficiales fijados en 1897 por el Comité de las estaciones agronómicas, y los empleados en los prin- cipales laboratorios de análisis de abonos. Estos métodos consisten en determinar primeramente cuál es el tenor de un abono en principios fertilizantes ; luego en verificar la exactitud de las demás indicaciones del vendedor, tales como el nombre y la naturaleza de la proceden- cia del abono. Los señores Delattre y Maxis han proporcionado numerosas indicaciones que han servido al autor para escribir esta obra. . BIBLIOGRAFÍA 287 M. Demoussy ha querido proteger al comprador contra el vendedor, quien po- dría expedirle un producto bien diferente o no del todo idéntico al solicitado. El comprador encontrará, pues, todos los datos a este respecto, así como también todos los documentos legislativos que atañen la venta de los abonos y la repre- sión de los fraudes en el comercio de estos productos. Guide pratique du chimiste de charbonnages et fours a coke, par PHiL. REIMEN, chimiste métallurgiste. Un volumen in-16 de 116 páginas, Ch. Béran- ger, éditeur, Paris-Liege. Esta pequeña obra viene a satisfacer una premiosa necesidad en la bibliogra- fía de la química tecnológica. Si bien no faltan tratados interesantes de la misma índole, el libro del señor Reimen adquiere un valor especial en razón de los numerosos pormenores que ofrece respecto de dosajes y análisis de carbones y cokes metalúrgicos. En su obra, el autor trata metódicamente del dosaje y análisis de los subproductos con- tenidos en los carbones, que se obtienen durante la fabricación del coke, princi- palmente del sulfato de amonio, aguas amoniacales, benzoles, gases, etc., y de tos ensayos físicos de los cokes, indispensables para la estimación de su real va- lor industrial; condensando claramente, a la vez, los mejores métodos analíticos que se refieren a carbones y cokes. Inútil agregar que por su reducido volumen y su presentación, esta pequeña guía ha de prestar grandes servicios a los quí- micos especialistas, evitándoles largas consultas en voluminosos tratados. Principales Cóccidos que atacan a las plantas cultivadas en la Repúbli- ca Argentina, por C. LizER, en Revista del Centro de estudiantes de agronomía y veterinaria, año XI, n? 95, 1918, año XII, n* 96 y 97, 1919 y en opúsculo aparte de 83 páginas con 53 figuras y 3 láminas. Buenos Aires, 1920. La mayor parte de los trabajos entomológicos argentinos se reducen a la pu- blicación de listas, más o menos largas, de especies conocidas o a la descripción de formas nuevas. Pocos son los que, revisando lo ya conocido, permiten al ob- servador no especializado, estudiar prácticamente un grupo de insectos bajo sus aspectos biológico y morfológico y en sus relaciones con el hombre. Estos últimos trabajos son, sin embargo, los más necesarios en un país, como la Argentina, donde las fuentes de información bibliográfica son escasas : en el estudio pu- blicado bajo el título que encabeza estas líneas y que responde, en su forma ge- neral al plan esbozado anteriormente, el autor subsana justamente una deficien- cia de esa índole para el pequeño grupo de los Cóccidos. Después de relacionarlos, en cuanto a posición sistemática y biológica con el orden de los Hemípteros, da una descripción detallada de «los principales Cóc- cidos que atacan a las plantas cultivadas en la República Argentina », y exami- na, con toda detención, para cada especie citada, los caracteres morfológicos, la biología particular a cada forma, las plantas que ataca y su dispersión geo- gráfica. Según el trabajo analizado los principales Cóccidos dañinos para las plantas cultivadas de nuestro país son los siguientes : Monophlebinae : Icerya subandina 288 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Leon. e 7. brasiliensis Hemp. Margarodinae: Margarodes vitium (Giard.). Leca- niinae: Ceroplastes rusci (L.); Bergi Ckll.; grandis hempeli Lizer.; Saissetia oleae (Bern.) y hemispherica (Targ.) ; Coccus hesperidum (L.); Mesolecanium deltae Lizer. Coccinae: Pseudococcus citri (Ris), vitis (Nied.), adonidum (L.). Diaspinae: Chionaspis citri Comst., evonymi Comst.; Diaspis carueli (Targ.); Aulacaspis pentagona (Targ.), rosae (Bché); Leucaspis pini (Hart.) ; Epidiaspis piricola (Del Guer.); Aspidiotus hederae (Vall.), 4. (Hemiberlesia) rapax Comst., 4. perniciosus Comst. ; Chrysom- phalus aonidum (L.), dictyospermi (Morg.), paulistus (Hemp.), obscurus var. lahillei Lzr.; Parlatoria pergandei var camelliae Comst. y P. calianthina Berl. et Leon. ; Lepidosaphes becli (Newm.), ulmi (L.), conchiformis (Gmel.). - Al observar el número de especies dañinas incluídas en esta pequeñísima fa- milia de los Cóecidos, lamentamos, junto con el autor, que el estudio de los in- sectos que atacan a las plantas cultivadas, haya sido « casi totalmente abando- nado hasta la época actual »; queda « inexplicable el hecho de que en un país de la extensión del nuestro, donde la base de la riqueza radica en los productos de la agricultura y ganadería, no exista.un laboratorio oficial de entomología agrícola, siquiera uno, con el personal, elementos y recursos que esta ciencia exi- ge en la actualidad ». Como argumento vara sostener la tesis de Lizer en lo que se refiere a la crea- ción de un laboratorio bio-entomológico, se puede citar lo que ocurre en la ac- tualidad con Aulacaspis pentagona (Diaspis pentagona). Esta especie de Cóccido, que constituye, quizá, la mayor de las plagas para la industria frutícula argen- tina, se halla en todos los lugares donde se cultiva el duraznero, causando gran- des desastres en las plantaciones. Hace algunos años se le ha querido combatir por medios biológicos, habiéndose elegido para ello el micro-himenóptero Pros- paltella Berlesei, parásito endófago de la misma 4. pentagona. Algunos experimen- tos que se hicieron han dado diverso resultado ; en unos cuantos trabajos siste- máticos se ha discutido, con todo detalle, los caracteres específicos del parási- to; pero nunca se ha llevado a cabo una seria investigación acerca de las rela- ciones biológicas de la susodicha cochinilla con su enemigo. Sin embargo no se puede argiiir la falta de campo experimental, ni lo costoso de los experimentos a realizarse : en las islas del Delta, a las puertas de Buenos Aires, existen gran- des zonas frutícolas que, de por sí solas, son lugares ideales para el estudio. Cier- to es que, paralelamente a esa lucha biológica de resultados prácticamente aún desconocidos, se ha establecido una lucha mecánica que parece impedir, en al- sunos pocos lugares, la extensión de la plaga; pero no creemos que esto pueda “ser motivo para el completo abandono del aspecto biológico del problema, único que permitirá orientarse con provecho en la destrucción de las diversas especies de insectos. El trabajo de Lizer presenta otros interesantes puntos de vista que no anali- zaré : el lector versado en las cuestiones de zoología aplicada ha de consultarlo y no dejará de desear con el subseripto, que el autor continúe la provechosa obra que ha emprendido en bien de estudiantes e investigadores, dando a conocer paulatinamente todas las familias de hexápodos que perjudican a nuestra agri- cultura. - L. DELÉTANG. BIBLIOGRAFÍA 289 Eléments de résistance des matériaux, por G. WiLLemMs. Un volumen in-80 de 228 páginas con 173 figuras. Ch. Béranger, éditeur, Paris et Liége. Esta obra, que, como lo dice el autor, no es tratado, ni curso, ni resumen, abar- ca todo lo necesario para resolver las cuestiones ordinarias de resistencia de ma- teriales. Está destinada para aquellos que, no habiendo seguido estudios superio- res, desean saber el por qué de las cosas cuando emprenden alguna construcción. El fin que se propone la obra, explica su contenido : definición y principios generales, fuerzas, trabajo en la compresión, tensión, torsión y flexión ; cáleu- lo del esfuerzo de corte, de los momentos de inercia, de resistencia y Hexión. y determinación por el método gráfico o por el cálculo; resistencia de vigas li- bres o encastradas, aplicación de los mismos métodos al cálculo de vigas diver- sas, puentes, ete. En su apéndice final, el autor ha agregado las denominaciones comerciales de hierros aceros, ete. y cuadros con los coeficientes de resistencia y del hierro, hierro fundido, acero y otros materiales de construcción. XX. Comment organiser les usines et entreprises pour réaliser des bénéfi- ces, par C. U. CARPENTER, traduction par Serge Héranger. Un volumen in-89 de 260 páginas, cuarta edición. Ch. Béranger, éditenr, Paris et Liege. z Esta obraque se dirige a los industriales, directores de fábricas, ingenieros, jefes de talleres, etc., es notable por el carácter esencialmente práctico que le ha dado el autor, presidente de una importante sociedad norteamericana, y es el fruto de las enseñanzas recogidas en la vida corriente de la fábrica y de las gran- des empresas. El hecho de salir a luz la cuarta edición del libro de Carpenter ya lo recomien- da suficientemente; a ello habrá contribuído sin duda la forma clara que el tra- ductor ha conseguido dar al texto francés, que casi lo hace una obra original. Y es que M. Serge Héranger ha sido, en Francia, uno de los primeros en apreciar y poner en práctica los modernos métodos de organización del trabajo, tan eficaces en la intensificación de la producción industrial. XX. Anatycal and critical bibliography of the tribes of Tierra del Fuego and adjacent territory, by JoHx M. COOPER. Smithsonian Institution, Bureau of American ethnology, Bulletin 63. 1X (1), 233 (1) páginas. Washington, 1917. Excelente obra de un sacerdote católico, que con un esfuerzo notable ha llega- do a ser uno de los mejores conocedores de la Tierra del Fuego y de los países magallánicos, que nunca ha visto. Divide su libro en tres secciones : En la primera, se ocupa de las tribus indígenas (Yahgan, Alacaluf, Chonos y Onas), explicando el nombre que llevan, tratando el territorio que ocupan, ete.; el capítulo « Alacaluf », está enriquecido con un vocabulario comparativo del idioma, compilado de 15 autores ; el capítulo análogo sobre los Chonos, contiene una explicación detallada de los datos, por cierto insuficientes, que los tantos y tantos viajeros y misioneros han dejado desparramados en sus escritos. Comple- 290 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA tan esta sección primera, indicaciones sobre los caracteres somáticos y sobre la cultura de los aborígenes de esas lejanas comarcas. La segunda sección contiene, en las páginas 65 a 136, la bibliografía fueguina según orden alfabético de los autores ; pero el reverendo Cooper no se limita a una seca enumeración de los títulos, sino que agrega a cada número un breve aná- lisis de su contenido y de aquellos detalles que tienen importancia para la etno- logía de la respectiva región. De esta manera, muchas veces uno ya no necesita, en adelante, consultar esos innumerables articulitos y obritas, escondidos gene- ralmente en revistas rarísimas o completamente inaccesibles. Con decir que el número total de los títulos alcanza casi a 750, el lector sabrá apreciar la enorme labor realizada por el autor. La sección tercera ofrece también en el sentido de una bibliografía, en las pá- gvinas 137 a 228, como 70 artículos que tratan, siempre a base de la correspon- diente referencia bibliográfica, todo lo que se puede decir antropo- y etnológica- mente. sobre los habitantes primitivos de una región : estos artículos están arre- gslados en los grupos siguientes : bibliografía ; mapas étnicos '; somatología (artículos : anatomía, fisiología, patología, expresión de las emociones); idiomas (artículos : fuentes lexicológicas y gramaticales, textos, observaciones generales); cultura ; arqueología , relaciones (artículos : relacionados con los araucanos, re- lacionados con los pueblos primitivos de Sudamérica, relacionados con la raza americana en general, relacionados con los pueblos primitivos de Indo-Oceanía). El grupo « cultura », está subdividido en : cultura religiosa, cultura doméstica, cultura moral, cultura política, cultura económica, cultura mental, cultura esté- tica, cultura recreativa y cultura material ; cada una de estas subdivisiones con- tiene sus respectivos artículos. El mismo arreglo de la materia es interesante y puede servir para un estudio comparativo. : Felicitamos al autor por su utilísimo trabajo ; y deseamos obsequie al mundo científico con otro análogo sobre la Patagonia y los países magallánicos. R. LEHMANN-NITSCHE. BIBLIOTECA DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA PUBLICACIONES RECIBIDAS DURANTE EL AÑO 1919 REVISTAS NACIONALES - La Semana médica. Año XXVI, n* 1303-1354. Revista de la Universidad de Buenos Aires. Año XVI, n*% 140-142. El Monitor de la educación común. Año XXXVIIT, n% 553-564. Boletín de la Unión industrial argentina. Año XXXIII, n*% 600-612. Revista Farmacéutica. Año LX, n 1-12. La Ingeniería (Órgano del Centro nacional de ingenieros). Año XXIII, no 495-518. Revista de la Liga Agrarta. Año XXII, enero a diciembre. Boletín mensual del Museo social argentino. Año VIII, n*” 85-93. Revista del Círculo médico argentino y Centro estudiantes de medicina. Año XIX, n“ 209-217. Anales de la Sociedad química argentina. Año VII, n* 30-32. Boletín de la Sanidad militar. Año XVWUI, n 1-4 y Memoria de 1917. Revista del Centro estudiantes de ingeniería (Buenos Aires). Años XIX y XX, no 199-209. Anales del Departamento nacional de Higiene. Año XXV, n* 1-4. Anales de la Sociedad rural argentina. Año LIV, ns 1-20. Boletín del Departamento nacional del Trabajo. N“ 40-43. Crónica mensual del Departamento nacional del trabajo. Año IL, n 13-21. Dirección de minas, geología heidroloygía. Anales. Tomo XII, n* 4-5. Tomo XIV, n' 1. Íd. Boletín. Serie A, n” 11. Serie B, n* 20-22. Revista de la Asociación médica. Volumen XXX, n% 170-179. Revista de criminología, psiquiatría y medicina legal. Años MOV ass 25-36. Boletín del Centro naval. Tomo XXXVI, n* 414. Anales del Intituto modelo de clínica médica. Tomo IV, enero a diciembre. 292 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Boletín del ministerio de Agricultura. Enero a diciembre 1918. Archivos de Ciencias de la educación. Época UL, tomo IL, no 5-6. Revista de Ciencias económicas. Años VII y VII, ns 67-74. Revista de Educación. Año LX, n” 3. Revista de Arquitectura. Año V, no 20-22. Revista Zootécnica. Año VI, ns 65-75. Revista de la Facultad de agronomía y veterinaria (Buenos Aires). Tomo TI, entregas 1-5., Revista de matemáticas. Año I, n% 1-8. e Revista del Instituto bacteriológico. Volumen IT, no 1-2. Zeitschrift der deutschen wissenschaftlichen Vereins. Año V, n* 1-5. Facultad de ciencias físieas, matemáticas y astronómicas (La Plata), n% 39- 40 y 43, y Anuario 1919. Revista del Centro estudiantes de derecho. Año XI, enero a octubre. Ideas (Órgano del Ateneo de estudiantes universitarios). Año IV. Boletín de la Universidad nacional de La Plata. Tomo IL, n“ 10-12 y 14. Agronomía (Revista agrícola, ganadera e industrial). Año X, vn” 46. Boletín mensual de estadistica agrícola del ministerio de Agricultura. Año XA TO: Oficina meteorológica (ministerio de Agricultura). Año TIL, n% 1-2. Dirección general de estadística de la Nación. Anuario del año 1916. Revista del Centro estudiantes de ingeniería (La Plata). Año IV, julio y octubre. Boletín de Obras públicas. Memoria de junio de 1918 a mayo de 1919. Apéndice n* 1-3. Boletín de la Academia nacional de ciencias de Córdoba. Tomo XXUI, n 1-4 ; tomo XVIII, entr. 4. Revista de la Universidad nacional de Córdoba. Año IV, ns 1-8. Boletín de la Dirección general de estadística (La Plata). Año XVIII, ene- ro-junio. Revista del Museo de La Plata. Tomo XXIV, 2? serie, tomo XII, 1* parte. Universidad de Tucumán (Revista del Centro de estudiantes universitarios), Anuario del año 1917. REVISTAS AMERICANAS Revista de la Asociación de ingenieros y arquitectos del Uruguay (Montevi- deo). Año XIII, n 1-11. Asociación rural del Uruguay (Montevideo). Año XLVIIT, us 1-10. Anales de la Universidad (Montevideo). Año III, n? 2, Eclipse anular del sol: año XXVIII, entregas 100, 102 y 108. : Anales de Instrucción primaria (Montevideo). Años XV-XVI, n 1-12; años XVEXVII, 1-3. Universidad de Montevideo. Enero-agosto. PUBLICACIONES RECIBIDAS 293 Revista del Instituto nacional de agronomía (Montevideo). Segunda se- rie, n* 3. Arquitectura, Órgano oficial de la Sociedad de arquitectos del Uruguay (Montevideo). Año V, n* 30, enero-junio. Revista do Instituto historico e geographico (Rio de Janeiro). Tomo 83. Revista do Museu paulista (Sao Paulo). Tomo X. Boletim da Agricultura (Sáo Paulo). Serie 20, n% 1-6. Observatorio nacional (Rio de Janeiro). Año XXXV, Annario de 1919. « A Lavoura » Revista (Rio de Janeiro). Año XXII, n% 1-6. Revista del Centro de cultura scientifica de Pelotas. Año IT, n” 1-2; año O AA Ministerio da Viacao e obras publicas (Rio de Janeiro). Relatorio de 1918. Ministerio da agricultura, industria e comercio (Rio de Janeiro). Volumen XXX. Observat. nacional para el año 1919. Boletim do Departamento estadual do trabalho (Sao Paulo). Año VII, 2", 30 y 4% trimestres. h Revista trimestral do Instituto do Ceará (Fortaleza). Año XXXIII, 1%, 2%, 30 y 4 trimestres. Boletín de la Unión panamericana (Wáshington). Tomo XLVIII, enero, marzo, mayo, julio, agosto y octubre. Proceedings of the Indiana Academy of science (Indianópolis). Año LXIII, Jan-November. Proceedings of the American society of civil engineers (New York). Volu- men XDV, ns La. Proceedings of the engineers society of Western Pennsylvania (Pittsburgh). Volumen XXXV, n* 1-6. The geographical review (New York). Volumen V, Jan-March. Proc. of the engineers club (Philadelphia). Tomos 35 y 36. University of California publications (Berkeley). Volumen X, Geology, 1% 11-22 ; Volumen VI, Botany. Transactions of the Kansas Academy of science (Topeka). Volumen XXVIII. Proc. of the American philosophical society (Philadelphia). Volumen XVII, n% 1-4 y 7. Proc. of the Academy of natural science (Philadelphia). Volumen LXX, Jan-October. Smithsonian Institution (Washington). Annual reports, 1917 y 1918; y diversos trabajos. The Michigan Academy of science (Lausing-Michigan). Sect. Zoology, n* 12-56. Bulletin of the New York Botanical Garden (New York). Volumen X, n*37. Washington University Studies (Saint Louis). Volumen V, n” 2; volumen NEL no L. Proc. of the California Academy of science (San Francisco). Volumen VIII, NS AN 294 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA University of Illinois (Ulinois). Bull., n* 199-211. Proc. of the National Academy of science (Washington). Volumen Y, DMSO. Geological Surrey (Department of the Interior Washington). Bull. n* 16. The Wistar Institute of anatomy and biology (Philadelphia) : The Anatomical Record. Volumen XVI, n*% 1-6; volumen XVII, n*1. Journal of morphology. Volumen XXXIT, n% 1-3. 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Año XIII, volumen XXY, n* 1-11. Gazzetta chimica italiana (Roma). Año XLIX, parte L, fascículos I, HL, V y VI; parte 2?, fascículos III y IV. Atti della Societa ligustica (Génova). Volumen XXX, n” 1. Bollettino della Reale societa geografica (Roma). Serie V, volumen VIII, junio-abril. Il Monitore tecnico (Milano). Año XXV, n* 1-31. Annali della Societa degli ingegneri e degli architetti italiani (Roma). Año XXXIV, n* 1-21. Giornali del genio civile (Roma). Año LVIIL, junio-julio. L” Industria chimica (Torino). Año XIX, n* 1-6. Bollettino bimensuale della Societa meteorologica italiana (Torino). Volu- men XXXVII, n 1-6. LI” Elettrotecnica (Milano). Volumen VI, n“ 1-17, 20-31. " Bollettino della Societá medico chirurgica (Pavia). Año XXX, n 1-4. Atti della Societa toscana di scienze naturali (Pisa). Volumen XXVII, aos 1-5. Atti della Reale accademia dei fisiocritici (Siena). Serie VII, volumen IX, n* 1-10; volumen X, n* 1-10. Comptes Rendus de Uacadémie des sciences (Paris). Tome CELXVIIML, n 1-19 y22. Revue scientifique (Paris). Año LVII, n” 1-21. Amnales des Ponts et Ohaussées (Paris). Años LXXXVIIL,5 y 6: y LXXXIX, vol 12, y t. Revue générale des sciences (Paris). Año XXX, n% 1-50. Nouvelles annales de mathématiques (París). Tomo XIX, Janv-septbre. Recueil de Médecine vétérinaire (París). Tomo XCV, n* 1-19. Annales de chimie (Paris). Tomo XI, janv-juin. Bulletin mensuel de l' Académie des sciences et lettres (Montpellier). Juil. 1918-avril 1919. Annales des mines (Paris). Tomo VII, 2” trimestre 1918. La Nature. Año 1919, n% 2349-2380. Société de géographie commerciale (Paris). Tome XL, octobre-décembre. Annales de physique (Paris). Tome XI, janv-octobre. Société de géographie commerciale (Havre). Año XXXV, 1-4" trimestres. Bulletin de la Société Royale de botanique (Bruxelles). “Tomo LIII, fas- cículo 1. Association des Ing. électriciens de Montefiore. Bulletin (Liege). Série IV, tome 1, n% 1-2. Revista minera, metalúrgica y: de ingeniería (Madrid). Año LXX, n' 2672-2688, 2693, 2694, 2696-2714. 296 ANALES DE LA SOCIEDAD CIENTÍFICA ARGENTINA Industrias e invenciones (Barcelona). Agosto, noviembre y diciembre de SALE A Junta de ciencias naturales (Barcelona). Diversas publicaciones. Boletín de la Real sociedad española de historia natural (Madrid). Tomo XI, Memorias 1*% y 2* ; tomo XIX. Boletín, m0 1-7. Memorias y Boletín de la Real academia de ciencias y artes (Barcelona). Año académico de 1918 a 1919. Boletín, n% 1-2 ; «Memorias, volumen XV, 1, 6-10. Boletín de la Real sociedad geográfica (Madrid). Tomo LXI, 2% y 3% tri- mestres. Anales de law Sociedad española de física y ao (Madrid). Año XVII, enero-julio. - Ephemerides astronomicas (Coimbra). Volumen LVI y Ephemerides astro- nomicas para el año 1919. Forhandlungen Videnskapsselskapet (Cristianía). Aar 1916. Kungl. Svenska Vetenskapsakademiens Handlingar (Uppsala) : Band 55, no 1-6. | Íd., Arsbol 1916. Íd., Medelanden, 3, n* 11. al Matematik. Band 11, n* 1- 3. Íd., Mineralogi. Band. 6, n% 2-3. ha ., Zoologi. Band. 10, n* 1-3. , Botanik. Band. 14, n* 3. aa Fran. E. Vetenskapsakademiens (Uppsala, Stockholm) : Zool. Bidrag, Band. IV (1916) : Band. V (1917) ; Band. VI (19158). Sveriges geoloyiska undersolking (Stockholm). Arsbok, 1915-1917. Serie C, no 14-16, 129, 136, 145. : Verhandlungen der schweizerischen naturw. Gesellschaft. Anuarios 1916 (la y 22 parte), 1917-1918. Jahresbericht der geograph. ot Gesellschaft (Zirich). 1917- 1918. Berichte der naturf. Gesellschaft (Freiburg). 1915, mar., april., jun., jul... sept., dec. Archives suisses d'anthropologie générale (Geneve). Tome III, no 1. Tydschrift. Berichten voor entomoloyie (Rotterd). Febrero-junio 1919. Mineralogical magazine and Journal of the Mineralogical Society (London). Volumen XVIII, n* $7. Quarterly Journal of the geological society (London). Volumen LXXII[, LS The New Zealand Journal of science and technology (Wellington). Volu-. men 11 nos 125. Transactions and proceedings of the New Zealand Institute (Wellington).. Volumen XLIX. Bulletin of the Weather Institute (Manila). Jan.-mar. 1919. ÍNDICE GENERAL DE Las MATERIAS CONTENIDAS EN EL TOMO OCTOGÉSIMO NOVENO ABEL SÁNCHEZ Díaz. La fábrica de cemento «San Martín» en Sierras Bayas MMEONIIcIa de rbuenostAlrer lio St oia aa ao sad dia e AO e ERE NES: ns coles du BELO de le olaa de laa cla afas o ndo ada dele FéLix F. Outes, La expresión artística en las más antiguas culturas preincaicas. Lucas KrAGLIEVICH, Trascendencia de las investigaciones paleontológicas de A A SS A PF. SanTscH1, Quelques nouvelles fourmis de Bolivie (expéditión Lizer-Delétang, ME A ds ie ASIA o bd ea oa y AA A ROGELIO EIRIZ*SEQUEIROS, Construcción de la nueva eloaca máxima desde de hasta su desembocadutaren el MÍO. ano cana ao as alles ee aa JUAN B. GONZÁLEZ. La cuestión universitaria en la Argentina.............o... Lucien Hauman, Un viaje botánico al lago Argentino (Patagonia) BRO RADA o ABE ESA O O BOE. Roublicaciones” recibidas dunante el ano LIO o aaa aa a a Indice general de las materias contenidas en el tomo LXXXIX BIBLIOGRAFÍA Ona nueva prodorilina « Acanthostichus affíliclus », por A. Gallardo Hormigas del Neuquen y Río Negro, por A. Gallardo Observaciones biológicas sobre « Temnocera spinigera » Wied. (« Diptera-Syrphi- dae») por C. Bruch ES Cours Y Electrotechnique générale et appliquée de Y Institut électrotechnique de Votions fondamentales de Chimie organique, por Charles Mouret.........ooo.... Praité de Chimie organique, por V. y. Richter, ampliada por R. Anschuetz..... Mesures pratiques en radioactivité, por W. Mákower y H. Geiger N NN » % > o Y ww 00 00 Ql le ANALES DE LA. SOCIEDAD CuaNrier Aliments suerés, por F. Roux > C. EMI a , A eS : eldciiad nOs 10%, DR ronoiaaló: Oóccidos que atacan «a las plantas cultivadas en ed cue tina. por C. Di A o AOS Bléments de résistance des mal id G. qillemal o a E Comment organiser les usines et entreprises pour réaliser des bénéfices, par Campentoriraicas ¿de A ALAS Anal ycal and critical bibliography of the tribes of Tierra del Fuego and a territory. por «John MIC AE 0 o € CIENTÍFICA ARGENTINA , ; SOCIEDAD - . SOCIOS HONORARIOS Dr. Pedro Visca -¡. Dr. Valentín Balbín +. Dr. Estanislao S. Zeballos. Dr. Mario Isola 7. Dr. Florentino Ameghino +. | Dr. Walther Nernst. Dr. Germán Burmeister -. Dr. Carlos. Darwin +. Dr. Eduardo L. Holmberg. César Lombroso: +. | Ing. J. Mendizábal Tambore). Ing. Luis A. Huergo +; Ing. Guillermo Marconi. Ing. Vicente Castro +. Dr. Enrique Ferri. Dr. Juan J. J. Kyle. Dr. Carlos Spegazzini. Dr. Benjamín A. Gould q. - | Dr. Dr. R. A./Philippi +. Dr. Guillermo Rawson +. Dr. Carlos Berg +. y SOCIOS CORRESPONDIENTES : Aguilar, Rafael .......... Méjico. Moretti, Cayetano........ Milán. Arteaga, Rodolfo de ....: Montevideo. Martinenche, Ernesto..... París. Alfonso, Paulino ......... Sgo. de Chile. Moore John Bari Nueva York. Ballvé, Horacio dos: I. de Año N. Montané, Luis... EAS: Habana. Bodenbender, Guillermo.. Córdoba. Medina, José Toribio .... Sgo. de Chile. Bolívar, Tonacio ../......s Madrid. Montessus de Ballore..... Sgo. de Chile, Bertoni, Moisés......:... P. Bertoni (P.). Nordenskjiold, Otto...... Gothemburgo. Bailey, Willis>........... Washington. Nilsen FPhowal:! 0... ue tó Noruega. Bruce, William .¿..v..0... Edimburgo. Paterno, Manuel ......... Palermo (1t.): - Carvalho, José Carlos.... Río Janeiro. *' DAA PLA a Co CI A AO Lima. IN A Mendoza. Porter, Carlos E.......... Sgo. de Chile, FCrinin, Demetrio......... Petrogrado. Pena, Carlos M. de....... Montevideo. IBA O VOS as París.- Poirier, Eduardo......... Sgo. de Chile. “Fontana, Luis Jorge..... San Juan. Pérez Verdia, Luis.+..... Méjico. : Guignard, León.......... París. Pi y Suñer, Augusto..... Barcelona. Guimaraes, Rodolfo ...... Amadora (P.). Prestrud, Christiam....... Noruega. - a A E Na, REA Corrientes. Reid, Walter F.......... Londres. Gjertsen Hjalmar, Fredik. Noruega. Risso Patrón, Luis....... Sgo. de Chile. Kinart, Fernando ........ Amberes. Relchey Carlos voca. Méjico. Lafone Quevedo, Samuel A. La Plata. Sklodonska, Curie........ París. Sto. Mistebrionidas. Llano Tucumán. Shepherd, Williams R. ... -Col.Un.N.York Pr AS dano io Us .. Roma. Tobar, Carlos R.......... Quito. Lugo, AméricO........... Sto. Domingo. Torres Quevedo, Leonardo. Madrid. ori, Hentia. peo OR Burdeos. UM, Mario. ooo Lima. Larrabure y Unánue E... Lima. y Villareal, Federico....... Lima, Morandi, Luis....... 2... Villa Colón (U). Von Ihering, Herman.... Florianóp.(B.) Moore, Clarence. . cr Filadelíia. Viol terra VIO 2... Romo. : dl "A "5 7 dde AN pa AN + " % IO £ y 1 ES y A NDA RS YA Pod dl A ¿ h> 4 MÍ ' ma ? 6 Ñ Ñ + + e A p A, dl : o A 0 O dl dd an SE db Y boa y socios, ACTIVOS - E ee 4 | 4 Jl oa 3 € A y ú , NA > 'Adamoli, Pedro A. Jehmiatas José. ' Adamoli, Santos S. | Carette,. Eduardo. deal Aguilar, Félix. CRA AA q | Castiñeivas, Julio Roo Aguirre, Pedro. *. | Castro Zimny, Horacio. pS hi Pe tds Sebast 5 Caride Massini, Pedro. ae González, Artu González, a Gradin, Carlos. pe 'Grieben, A eS AA Ea d Aldunate, Julio: C. - Almanza, Felipe EN Álvarez, Raúl). Álvarez, Agustín J. de Amadeo, Tomás. Ameghino, Carlos. Anchorena, Juan ise - Anastasi, Camilo... Añón Suárez, Vicente. Arrillaga, Francisco O. dipaA O % 4 Clérice, Eduardo E. Cock, Guillermo. dd did Colo, José. Ñ Contin, Diego T. R. Courtaux, Pellegrini. dl Cremona, Andrés. PS Curutehet, “Luis. Damianovich, Horacio. pe + Darquier, J uan A. a | Dassen, Claro €. /- 2 edo José. 4 ) Arata, Pedro. y, ATCes! Manuel. y. Aubonc, Galoiñs. hs a | Delfino, J uan. A - Ayerzas Rómulo. = | Dellepíane. Luis J. Antiria, Tenacio. E Demarehi.. Marco. Je —Demarchi, Alfredo: ijo) Demichelis, Juan Ba. Babini, J José. GAN Babuglia, O ; has Bado, Atilio A. en y % | Delgado, Agustín. Es. e ¡Aé eo ye E Baldassare, Juan Fo ia | Doello J wrado,, Martín. yA in mo Barabino, Santiago. Ey | Dobranich, Jorge w. S : % Baztévric ca, Enrique. dde | Domínguez, Juan A. - Benítez, Norberto: Led 10 Dubeca, Raúl E. E Besio Moreno, Nicolás. o | Ducluzaud, Ademar. SÍ Bianchedi, Rómulo... [Duhan,. Luis. ¿A Bolognini, Héctor. t E p e | Duncan, Carlos. JD: AO. Bonino, Alfredo (h. ) E | Dupont, “Enrique. SPACE ovedo, Sam L. - Bosch, Eliseo P.. + A —Manticio. E: ue - Bosisio, Anecto. ió a a Esteves, Luis. PA ¿ Bonamni, Cayetano. OS Fernández, Alberto $ Bonneu Íbero, León M. | Fernández Días, A. $ Bonarelli, Guido. 2 y | Fernández, Francisco, E Botto, Alejandro, AS Flores, Emilio M. Botto, Armando P..' de Font, Jaime. e E Pe YN Freng uelli, Joaquín. Me Galtero,. Alfredo. + db: Gallardo, Án 1gel. $ RNA ; | Gallo, Abelardo. ON Gándara, Federico me . ps Garbet, Ado fo. EN Camus, Nicolás. It 1 Garay Ponce, Filemón. y Cc andioti, Marcial BR, PO García, Daniel e | + Camónica, Mauricio. | Gatti, Julio J. > Carabelli, Juan Jos. ¡e 3 Gazzarri,. Ga Carbonell, ¡Jos6. “Y; Gerardi, Donato. > Ghigliazza, Sebastián. , E Brian, Santiago. Briano, Juan A. Bruch, Carlos. Buadá y Morant.,. Antonio. Bunge, Carlos. Butty,. Enrique, e. a AA A O PS TO Ea O A He WE eS ' ' y . SUN vu dy 5 Y ee TIA AR are DAT ' We ¡NINO A | L > y INTI v Em? 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