I V ANALES DE LA M7EESIDÁD DE SKILE , CORRESPOIIENTES AL AJVO DE 1845 I AL DE 1844. / * ’ ^ Á \ I .M a .1 i'* ♦ *.''•! ;,-'4 f ■ r.:t> 4W; Ut •4 . . .♦fV'* 1 -2a» rt J i^O* , ,.v,i;-. ■(•• obt'Wlii* MI * ' - MMU'* M -fP'' ''<■• • » .. . %- • w •» ]«•?■# ' jK.'Vr^ . ■• i Í4 éi Um ♦ »r T -■ 1^ ANALES DE LA COnnESI'ONDIENTES AL AÑO DE I AL DE IS14. PRIMERA SECCIOA. aa'sss a a>3 14-. El Rector de la Universidad con su Consejo ejerce la superintendencia de la educación pública qe establece el artí- culo 15^ de la Constitución. 'J'iene, con acuerdo del mismo Con- sejo, la dirección e inspección de qe abla el artículo l.° de esta lei. 15. Los exámenes anuales de los alumnos de todos los esta- blecimientos de educación de la capital, tanto nacionales como particulares, qe qieran acreditar de un modo auténtico la instruc- ción necesaria para el ejercicio de las funciones literarias i cien- tíficas, serán presenciados por una comisión de la Facultad res- pectiva elejida por ella. En los Institutos provinciales se aran los exámenes en la forma qe dispondrán sus respectivos reglamentos. Los exámenes serán públicos, i en las épocas designadas en los reglamentos. — i 16. El Rector en Consejo conferirá los grados de Bachiller i Licenciado. Para obtener el primero de estos grados, será necesario el e- xámen público de que habla el art. 15, i la boleta de aprobación expedida por el Decano de la Facultad respectiva. Para el segun- do será ademas necesario un nuevo i mas prolijo exámen, ante la Facultad correspondiente , trascurridos a lo ménos dos años después de aberse conferido al candidato el grado de Bachi- ller. En el grado de Licenciado en Filosofía i Umanidades se exi- jirá un prolijo exámen déla lengua nacional i de otros dos idio- mas, uno de los cuales será precisamente antiguo. En la Facultad de Ciencias Físicas i Matemáticas, se exijirá un certilicado de práctica en alguno de los ramos qe pertenecen a este departamento, sea auxiliando los trabajos de la Facultad, o en alguno de los cuerpos científicos qe mas adelante se estable- cieren. Para el grado de Licenciado en Medicina se exijirá, ademas de los exámenes arriba dichos, qe el candidato presente un certificado del Protomédico, por el qe conste aber concurrido a los ospitales j)or el término de dos años, después de aber obtenido el grado de Bachiller. En la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas se exijirá, después de los exámenes antedichos, el certificado del curso bienal de la Academia de Leyes i Práctica Forense. En la de Teolojía se exijirá un certificado semejante de aberse cursado por igual tiempo en la Academia de Ciencias Sagradas. Las pruebas a qe an de someterse, para recibir el grado de Licenciado, las personas qe ayan echo sus estudios fuera de la Re- pública, serán determinadas por el reglamento de la Univer- sidad, 17. Sin el grado de Licenciado, conferido por la Universidad, no se podrá ejercer ninguna profesión científica, ni después de cinco años de la promulgación de la presente lei, obtener cátedra de Ciencias en el Instituto Nacional. Exceptúanse los individuos qe al tiempo de la promulgación de la presente lei se aliaren legalmente admitidos al ejercicio de al- guna profesión científica. Los Institutos provinciales se someterán a la misma regla, cuan- do sus adelantamientos lo permitan, a juicio del Gobierno. 18. El Secretario de cada Facultad llevará un libro de actas, ordenará la correspondencia en legajos, i guardará en rejistro se- parado todos los discursos, disertaciones i demas escritos qe se redactaren bajo la dirección o por encargo de la Facultad. — 8 — 19. A los acuerdos de cada Facultad asistirá por lo ménos una tercera parte de sus inieinbros. Las elecciones qe ayan de acerse por cualqiera de las Faculta- des se anunciarán un mes ántes por los periódicos i por carteles fijados en las puertas de la casa de la Universidad i de la sala de sus claustros. La formación délas ternas de Decanos i Secretarios de todas las Facultades, será presidida por el Héctor, no concurriendo el Patrono o Vice-Patrono. 20. Para los concursos de todas las cátedras del Instituto Nacional nombrará el Decano de la resi)ectiva Facultad una co- misión de su seno, compuesta de tros miembros (pie asistirán a estos actos bajo la presidencia del Héctor del Instituto; qienes informarán al (jobierno sóbrelas a|ilitudesde los opositores. 21. líl Cuerpo de la Universidad reglará los objetos pertene- cientes al Cuerpo en común, y lo aráen Consejo, en Claustro ordi- nario o en Claustro pleno. El Consejo se compone del Rector, de dos miembros nombrados por el (lobicrno, de los Decanos de las l'acnitades i del Secretario jeneral. La falta de los Decanos será siqilida por los Ex-decanos i la de éstos ))or los miembros mas antiguos. En todos los acuerdos del Consejo deberán aliarse presentes mas de la mitad de sus miem- bros. Los acuerdos del Consejo serán autorizados por el Secreta- rio jeneral. El Claustro ordinario se compone del Rector i de la quinta parte, a lo ménos, de todos los miembros déla Universidad sin distinción de Facultades. El Claustro pleno constará del Rector, tres Decanos, a lomónos, i la tercera parte a lo ménos de todos los miembros de la Univer- sidad sin distinción de Facultades. 22. El Consejóse reunirá una voz al ménos en coda semana. Tendrá ademas las sesiones extraordinarias a qe el Rector juz- gare necesario convocarlo. Tocará al Consejo disponer todas las erogaciones qe ayan de acerse de los fondos propios de la Universidad, revisará las cuen- tas de sus gastos, i tomará todas las medidas de orden i econo- mía ordinaria. 23. El Claustro ordinario o pleno será convocado por el Rec- tor, cuando aya alguna ocurrencia qe lo exija. Cuando el Claustro pleno aya de reunirse para las elecciones de qe se ace mención en esta lei, se le convocará desde un mes ántes. La Universidad en Claustro ordinario decretará los gastos del Cuerpo qe se agan con arreglo a la lei i reglamentos de la Univer- sidad. 9 Los acuerdos de laUniversidad o de cada una de susFacultades, qe no se refieran a su orden interior, serán sometidos al Presi- dente de la República para su aprobación. Los asuntos mixtos, o qe correspondieren a dos o mas Facultades a un tiempo (sóbrelo cual en caso de duda, decidirá el Consejo), se discutirán en sesión mixta de las respectivas Facul- tades, presidida por el Rector i autorizada por el Secretario jcne- ral. 25. Corresponde al Rector la inspección de la economía i gobier- no de todas i cada una de las Facultades, i podrá presidir los acuer- dos de cualqiera Facultad, siempre qe lo tenga por conveniente. 26. , El Rector es el órgano de comunicación de la Univer- sidad con todas las autoridades i corporaciones de la República. 27. El Secretario jeneral llevará un libro de actas en qe se sienten los acuerdos de la Universidad en Claustro ordinario o pleno, un libro de acuerdos del Consejo, i un libro copiador de todos los oficios del Rector. 28. La Universidad se reunirá todos los años en Claustro ple- no en uno de los dias qe subsiguen a las fiestas nacionales de Se- tiembre, con asistencia del Patrono i Vice-Patrono. La sesión será pública. En ella se dará cuenta de todos los trabajos de laUniversidad i de sus varias Facultades en el curso del año; se distribuirán los premios; i se pronunciará un discurso sobre alguno de los echos mas señalados de la Istoria de Chile, apoyando los pormenores is- tóricos en documentos auténticos, i desenvolviendo su carácter i consecuencias con imparcialidad i verdad. Este discurso será pronunciado por el miembro de la Universi- dad qe el Rector designare al intento. 29. En cada año se distribuirán cinco premios sobre materias científicas i literarias qeinteresen a la Nación. Cada Facultad de- signará la materia de su premio. 30. Los sueldos de la Universidad son compatibles con cual- qiera otro sueldo delEstado. 31. El Presidente de la República dictará los reglamentos ne- cesarios tanto para la Universidad en jeneral, como para cada una desús Facultades, disponiendo en ellos lo conveniente acerca del ejercicio de las profesiones literarias i científicas. Plan de sueldos i gasios anuales de la Universidad. El Rector deberá gozar de la suma de ps. 1500 El Secretario jeneral 1000 Gastos de archivo i secretaría jeneral, incluso un escri- 9 10 biente . 500 Cinco Decanos a mil pesos cada uno 5000 Cinco Secretarios de sección con seiscientos ps. cada uno 3000 Gastos de cinco secretarías de sección a trescientos ps. cada una, incluso un escribiente 1500' Primer bedel : 300 Segundo bedel 200 Cinco premios anuales 1000 Y por cuanto oido el Consejo de Estadn, e tenido a bien apro- barlo i sancionarlo: por tanto dispongo se promulguei lleve a efec- to en todas sus partes como lei de la República. J5tr..\ES. Manuel Monlí. 2. 50MBRA.M1EXT0 0(* R<‘Ptor tiel Instituto. Santiago, Diciembre 23 ele 1842. .Ibiendo admitido por decreto de esta fecha al Canónigo de esta Iglesia metroi)olitana, D. Francisco Puente, la renuncia qe a echo del cargo de Rector del Instituto Nacional, vengo en nom- brar para el desempeño de este destino, con el sueldo qe le co- rresponde, al Profesor de filosofía del mismo Instituto, 1). Anto- nio Varas, de cuya probidad i aptitudes me alio plenamente sa- tisfecho. Comuníqese i tómese razón. núi.vES. Manuel Mentí. — 11 — BECAS DE GUACIA eu el Instituto .\acionnl. Santiago, 8 de Febrero de 1843. Considerando : 1,° Qe los colejios de las provincias se alian escasos de profe- sores ábiles, i qe es necesario remediar con tiempo este inconve- niente para qe pueda obtenerse el aprovechamiento qe se desea de las diversas clases planteadas o qe en lo sucesivo se plantearen en ellos: 2.0 Qe es ademas conveniente ofrecer algún estímulo a la a- plicacion de los jóvenes qe se educan en las mismas provincias, i qe el Gobierno proteja a los qe, con aptitudes sobresalientes para la carrera do las letras, carecen de medios para continuarla: E venido en decretar: 1.0 Tres becas de gracia délas qe tiene el Gobierno en el Insti- tuto Nacional, se reservarán para jóvenes destinados a servir de Profesores en el colejio de Concepción, i otras tantaspara alumnos destinados a dirijirlas clases del colejio de Coqimbo. 2.0 Para calificar el mérito de los alumnos qe aspiren a estas becas, se reunirá un consejo compuesto del Rector i los Profeso- res del respectivo colejio de Concepción o de Coqimbo; el cual designará los qe en su concepto fueren mas acreedores a obtener- las, atendiendo a los talentos, aplicación i moralidad qe ubieren manifestado, i a los progresos qeubiesen echo en los ramos cur- sados por ellos en el establecimiento. Estas propuestas se pasarán al Intendente de la Provincia, paraqe por su conducto se sometan a la aprobación del 'Gobierno. 3. ° Los mencionados colejios de Concepción i de Coqimbo asig- narán de sus propios fondos, para el sosten de cada uno de estos alumnos, la cantidad de cien pesos anuales con la cual les contri- buirán por todo el tiempo qe durare su educación en el Instituto Nacional. 4. ° De los tres alumnos agraciados para cada colejio, dos se- rán admitidos con la precisa condición de qe cada uno de ellos a de contraerse preferentemente al estudio de la ciencia para qe ubiese mostrado mas aptitudes , procurando perfeccionarse en ella; i el tercero será admitido con igual condición respecto del ramo de ümanidades, para qe ubiese descubierto mas disposicio- nes — 12 — 5. " Se comprometerán también todos ellos, con intervención , de sus padres, tutores o curadores , a desempeñar el cargo de Profesores en el colejio de su provincia, por seis años forzosos, con una renta qe no bajara de qinientos pesos anuales. 6. “ Para qe tenga efecto lo dispuesto en los artículos ante- riores, el Rector del Instituto Nacional dará aviso al Ministerio de Justicia de las seis primeras becas de gracia qe vacaren en a- qel establecimiento. 7. " Una media beca de gracia de las qe el Gobierno tiene en el Instituto Nacional, se reservará para proveerse precisamente a favor del alumno qe mas se distinguiese por su aplicación, talento i buena conducta en el colejio de Coqimbo. Otra inedia beca de igual clase para el alumno mas aprovechado del colejio de Concepción. 8. ° Los méritos de los educandos para los efectos señalados en el artículo anterior, serán calilicados i sometidos a la apro- bación del Gobierno, en la misma forma prescrita por el art. 2.° de este decreto; debiendo procurar el consejo de Pro- fesores qe su elección recaiga sobre un individuo en qien, ademas de las cualidades referidas, concurra la circunstancia de- no poder, i>or la escasez de sus proporciones, venir a educarse a su costa en esta capital. 9. ® Qeda desde aora sin efecto lo mandado por el decreto de 10 de diciembre del año próximo p.isado.. Tómese razón i comuníqese. Abiendo expuesto al Gobierno el Profesor de Qímica i Mincra- lojía del colejio de Coqímbo, D. Ignacio Domeiko, qe tiene ya con- cluidos los trabajos qe se le, encargaron, a saber: el tratado de ensayos por la via seca i la via úmeda, de los minerales de oro. plata, cobre, etc., el Tratado de Mineralojía, i el de Jeolojíai Jeometría subterránea; i considerando útil, tanto para la ense- BÚLNES. Manuel Montt.~ h Mineralojía. Jeolojin i Jeometría. Santiago, Febrero 15 de 1843. — 13 — ñanza de estos ramos, como para los adelantamientos de la in- dustria mineral en Chile, qe los expresados cursos se impriman, e acordado i decreto; 1 Se pondrá a disposición del Rector del Instituto de Co- qimbo, para la impresionde las indicadas obras, la imprenta per- teneciente a aqel establecimiento. 2. “ Para los gastos de la misma impresión el Intendente de aqella Provincia ará qe la Tesorería de la Serena entregue a di- cho Rector, por partes, i según se fuere necesitando, la canti- dad de seiscientos cincuenta pesos, qe se deducirán de la suma destinada a gastos extraordinarios en el presupuesto del año actual. 3. ° Se imprimirán seiscientos ejemplares de cada uno de los referidos tratados; i de estos se depositarán trescientos en el archivo del Instituto de Goqimbo, i se pondrán los demas a disposición de D. Ignacio Domeiko. Tómese razón i comuníqese BÚLKES. Manuel Montt. liistmcclon elementhl o preparatoria. Santiago, 25 de- febrero de 1843 £ venido en acordar i decreto: Art. l.° La instrucción elemental o preparatoria de las profe- siones científicas qe se da en el Instituto Nacional, comprende- rá los ramos siguientes: l.° Lenguas latina, castellana, inglesa i francesa; 2.° Dibujo; 3.“ Aritmética, áljebra, jeometría i tri- gonometría; Relijion; 5.° Cosmografía, jeografía e istoria;6.° Elementos de istoria natural, física i qímica; 7.° Retórica; 8.* Filosofía. 2. " Al estudio de estos ramos se destinarán los seis años designados por decreto de 27 de abril de 1832 para el estudio del latin, la filosofía i las clases accesorias correspondientes. 3. ° Estos seis años se distribuirán del modo siguiente: En el ¡irimer año se estudiará latin, aritmética, parte del álje- bra i nociones elementales de istoria natural. Todos los alumnos qe estudiaren estos ramos, i los qe se enseñaren en el segundo — li — i tercer años, podrán concurrir a la clase de dibujo tres veces por semana. En el segundo se continuará el estudio del latin, ejercitando a los alumnos, en la traducción de libros fáciles; se enseñará el resto del áljebra, la jeometría i trigonometría, i la cosmografía i jeografía. En el tercero seguirá el estudio del latin, se enseñarán los ele- mentos de física, la gramática castellana e istoria. En el cuarto se estudiará latin, exijieiido de los alumnos traduc- ciones por escrito, qímica, gramática castellana e istoria. También deberá cursarse el francés o el ingles. En el qinto se estudiará latinidad superior, retórica, istoria, i se continuará el estudio del ingles o francés. En el sexto se dará un curso de literatura latina con sus ejer- cicios por escrito, otro de filosofía mental i moral, i un tercero de istoria de América i en especial de Chile. Los alumnos qe cursaren estas clases deberán concurrir semanaímente a una A- cademia de ejercicios literarios, llevando sus composiciones por escrito. Esta Academia será presidida por el Profesor (je el Rec- tor designare. 4. ° La instrucción relijiosa se dará dos veces por semana i solamente a los internos. 5. “ Los ramos qe constituyen la instrucción elemental debe- rán estudiarse según el orden prevenido en el art. 3.°; i ningún alumno podrá pasar de una clase a otra superior, sin un examen previo qe se verificará al fin de cada año. 6. " Los profesores de las clases superiores cuidarán de recor- dar, en cuanto sea posible, lo estudiado en las inferiores. 7. ° Para qe la enseñanza sea mas individual i aprovechen mas Iqs alumnos, ninguna ciase podrá tener mas de cincuenta jóvenes. Si ubiere mayor número, se nombrará un auxiliar. 8. ° Sin el estudio anterior de los ramos expresados en el art. 1.®, ninguno qe principiare nuevamente sus estudios podrá incor- porarse como alumno en las clases superiores, ni los cursos qe siguiere 'sin este reqisito le servirán para las ])iofesiones de abo- gado, médico, u otra en qe, según las disposiciones vijentes, se exija la instrucción preparatoria. BÓLNES. Manuel Monil. — lo — 6 .Uateiuátieas. Santiago, Marzo 13 de 1843. A fin de mejorar la inytruccion de los qe se dedican a la ca- rrera de agrimensor, o a los estudios superiores de las Matemá- ticas aplicadas, e venido en acordar i decreto: Art. l.° El estudio de las Matemáticas se dividirá en dos épo- cas: la ¡trimera, qe abrazará cuatro años, destinada a la instruc- ción elemental, i la segunda a la superior. 2. ° Los cuatro años de la instrucción elemental se emplearán en el estudio de los ramos de Matemáticas puras qe se alcanza- ren a aprender, i en el del dibujo, jecgraí'ía, istoria, gramática castellana, francés o ingles i retórica. 3. *’ Todos los alumnos qe reciban esta especie de instrucción se dividirán en cuatro clases según los ramos qe estudiaren, i reci- birán una lección diaria de matemáticas- 4. '» A estas lecciones se agregarán: En el primer año una lección diaria de jeografía i otra de di- bujo. En el segundo lecciones diarias de gramática castellana, i tres veces por semana de dibujo i otras tantas de istoria. En el terc"éro continuarán del mismo modoelestudio de la gra- mática castellana i el dibujo e istoria, i se estudiará ademas el francés o el ingles. En el cuarto se continuará el estudio del francés o ingles, i se darán lecciones diarias de istoria i de retórica. 5. ° En el estudio elemental de Matemáticas se guardará lo prevenido en el art.. 4.® parte final del 5.“ i en el 6.* i 7." dei decreto de 25 de febrero del presente año. BÜLNES. Manuel Monii. — 16 — 7. Tesorero del Instituto ¡Nacional. Santiago, abril 18 de 1843. lí venido en acordar i decreto : Art. l.° El Instituto Nacional tendrá un Tesorero nombrado por el Gobierno, qe ejercerá sus funciones bajo la Inspección in- mediata del Rector. 2. » El Tesorero, ántes de tomar posesión de su empleo, de- berá prestar fianza de cuatro mil pesos a satisfacción del Con- tador Mayor, para responder de su administración. 3. » Sus obligaciones son : 1. ® Recaudar con dilijencia i actividad las rentas del Ins- tituto. 2. ® Responder de todo lo qe ubiere entrado a las cajas del es- tablecimiento. 3. ® Pagar los sueldos a todos los empleados. Ningún pago le será de abono cuando no lo iciere conforme a un decreto su- premo, prévia la orden del Rector. 4. ® Dar al Vice-Rector para los gastos ordinarios, prévia la orden del Rector. Cuando lacantidad qe se le exijiere para un gas- to extraordinario excediere de cien pesos, la orden del Rector deberá ir fundada en un decreto supremo. 5. ® Cobrar las pensiones cumplidas i dar cuenta al Rector de las personas qe no ubiesen anticipado el semestre qince dias des- pués de iniciado. 6. ® Permanecer en su oficina desde las diez de la mañana asta la una. El Rector podrá sin embargo aumentar el tiempo de asistencia a la oficina cuando lo creyere conveiiiente. 7. ® Presentar al fin de cada mes siis cuentas balanceadas al Rector para qe ponga en ellas su V.“ R." Esta aprobación no disminuye en nada la responsabilidad del Tesorero, i ace al Rector responsable del descuido, neglijencia 0 malversación qe a debido notar en virtud del exámen a qe es- tá obligado, i qe no ubiere remediado. 8. ® Llevar sus cuentas según las instrucciones que recibiere de la Contaduría i qe condujeren a acerías mas claras i seguras, 1 presentarlas en el tiempo prefijado i conforme a las leyes. Art. 4.0 El Tesorero llevará sus cuentas en dos libros, de los cuales el uno servirá de manualo diario, i el otro de mayor. — 17 — 5. ® El Rector rubricará todas las fojas del manual, firmando la primera y última. 6. ® De todas las partidas del manual el Tesorero dejará co- pia en un libro que tendrá archivado con este objeto. 7. ® Llevará ademas tres libros;, en el primero asentará los nombres de los alumnos, los de sus padres i apoderados, dia en qe entran, i lo qe deben pagar, i ará los abonos de las can- tidades qe se entregaren: en el segundo asentará todas las per- sonas de qienes recibe dinero la caja por censos, intereses, arrendamientos, etc. fecha en qe deben entregar i cantidades qe satisfacieren: en el tercero todos aqellos individuos qc deben recibir algo de las cajas del establecimiento, i en él se anotarán también las cantidades qe se les entregaren. 8. ® El Rector revisará estos libros cada tres meses i los fir- mará, aciendo ántes los reparos qe contra el Tesorero resultaren de este exámen. 9. ® Ademas de los libros de qe abla el art. 7.®, el Tesorero llevará otro en qe copie todos los decretos de pago qe se dieren sobre los fondos del Instituto, como también los nombramientos de empleados. 10. ® Alas cuentas qe el Tesorero debe presentar ala Con- taduría, acompañará una lista de todas las personas qe en el tri- mestre a qe corresponden las cuentas, deben accr entregas de dinero a las cajas del establecimiento. Esta lista, qe deberá mi- rarse como un estado de la entrada qe el Instituto debe tener en dicho trimestre, la ¡¡asará al Rector paraqe certifiqe a su fin estar conforme con los libros qc debe llevar. 11. ® Si en el estado de qe abla el artículo anterior apareciere al- guna cantidad cuyo plazo para entregar se ubiere cumplido qince dias ántes, deberá enterarla el Tesorero, a no ser qe justifiqe sus vivas dilijencias para recaudarla, i las medidas enérjicas qe aya tomado a fin de accr efectivo el pago. 12. ® El Tesorero entenderá en el arriendo de las casas y cuar- tos de pertenencia del establecimiento, lo representará en los pleitos qe siguiere i será Procurador nato de sus intereses. 13. ® Cuando estuviere desocupada alguna de las casas del Instituto, el Tesorero lo ará avisar por los periódicos para qe en los qince dias siguientes a la fecha de este aviso, presenten los in- teresados sus propuestas por escrito i cerradas. Concluidos los qince dias, el Rector i el Tesorero procederán a examinar las pro- puestas i darán la preferencia a las qe fueren mas ventajosas. El alqiler de los cuartos lo íijárá el Tesorero con anuencia del Rector. 3 — 18 — 14.0 No podrá celebrarse contrato de arriendo de los fundos qe actualmente posee el Instituto por mas de cinco años. 15. ® Si ubiere de darse dinero a interes, bien sea qese devuel- va alguna de las sumas ya dadas, o qe aya algún sobrante, el Rector, en unión con el Tesorero, fijará el premio qedeba pedirse, i al último, como el único responsable, corresponde exijir la fian- za i demas seguridades qe crea necesarias. 16. ® El Tesorero llevará un libro de inventario en el qe se rejistrarán todos los objetos de qe se ubiese recibido, aciendo por separado el inventario de los qe an de conservarse i de los qe se an de vender, especificando allí el precio de estos. Estos inventa- rios los firmarán el Rector i el Tesorero, i por ellos podrá ser re- convenido el último. 17. ® De los libros cuya venta le está encomendada, llevará una cuenta minuciosa, i al fin de cada mes cargará la cantidad qe ubiese producido. Este cargo será firmado por el Rector, como igualmente la anotación echa en el inventario para rebajar los li- bros vendidos. Tómese razón i comuníqese. BÚLNES . Manuel Montt. — — ^ 8. NOMBRAMIENTO ne los IitfilTldooB qe debcu componer In CnlTersidail do CUIle. Santiago, 28 de junio de 1843. Para dar cumplimiento a la lei de 19 de noviembre de 1842 qe mandó establecer una Universidad Nacional, vengo en nombrar como individuos de dicha Universidad en la Facultad de Filosofía i Umanidades. D. Miguel Barra y> Andrés Bello. » Carlos Bello. — 19 — B. Francisco Bello. » Ventura Blanco. » Ventura Cousifio. )) Mariano Egaña. » Antonio García Beyes. )) J. Francisco Gana. )) Francisco Huidobro. )) José Victorino Lastarria. » Bafael Minvielle. )) Juan Ramirez. » SalvadorSanfuentes. )) Domingo Sarmiento. » Manuel Talavera. » Antonio Varas, » Joaqin Vallejo. » Luis Antonio Ven-del-Heil. Facultad de Ciencias Matemáticas i Fisícas. D. Santiago Ballarna. » José Alejo Besanilla. » Vicente Bustillos. » Ignacio Domeiko. » Claudio Gay. )) Andrés Gorbea. » José Antonio Guilizasti. » Francisco Huidobro. )) Vicente Larrain. » Simón Molinare. » Francisco Puente. » F. deBorja Solar. Facultad de Medicina, ■ D. Tomas Armstrong. » Luis Ballestero. y> Guillermo Blest. » Juan Blest. » Nathaniel Cox. » Julio Lafargue. )) Lorenzo Sazie. » F. Javier Tocornal, — 20 — Facultad de Leyes i Ciencias Políticas. D. Diego Arriarán. » Diego Benavente. » And res Bello. )) Francisco Bello. )) Joaquín Cainpino. » Manuel Carvallo. )) Manuel Cerda. )) Juan Manuel Cobo. » Melchor de Santiago Concha. » Santiago Eclievers. » Mariano Egafia. » Miguel Güeines. » José Miguel Infante. )) J. Miguel Irarrázaval. » Santiago Montt. )) Manuel Novoa. )) Gabriel Ocainpo. » E. Antonio Pinto. » M. Antonio Tocornal. » Juan de Dios Vial del Rio. » M. Camilo Vial. 7) Miguel Zañartu. )) José Ignacio Zenteno. Facultad de Teolojia. D. J. Miguel Arístegui. Fr. Francisco Alvarez. )) Domingo Aracena. D. Bernardino Bilbao. )) J. Antonio Bausa, limo. O. D. J. ígn. Cienfuegos. 1). Justo Donoso. » J. Alejo Eyzaguirre. limo. O. í). Diego Aut.EUzondo. l-'r. IMiguel Gaete. )) Pedro Marin. Fr. Miguel Ovalle. D. José Maria Peña. » F’rancisco Puente. 21 — í). M. Fruto Rodríguez. Fr. Clemente Rocha. )) José María Romo. D. Pedro Reyes. » J. Miguel Solar. )) J. Hipólito Salas. Fr. Lorenzo Soto. D. 11. Valentín Valdivieso. » J. Santiago luiguez. Comuníqesea los nombrados acompañándoles el correspondien- te diploma. BULASES. Manuel Monlt. 9. NOMBRAMIENTO De loK Empleados de la tj'ulversidad de Chile. Santiago, 21 de Julio de 1843. Nómbrase Rector de la Universidad de Chile a Don Andrés Bello; Secretario jeneral de la misma a D. Salvador Sanfuentes; Decano déla Facultad de Teolojía a Don Rafael Valentín Valdi- vieso; Secretario de la misma a Don Justo Donoso; Decano de la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas a D. Mariano Egaña; Se- cretario de la misma a D. Miguel Güemes: Decano de la Facultad de Medicina a D. Lorenzo Sazie; Secretario de la misma a D. Fran- cisco Javier Tocornal; Decano de la Facultad de Ciencias Mate- máticas i Físicas a D. Andrés Gorbea; Secretario de la misma a D. Ignacio Domeiko; i Decano de la Facultad de Filosofía i Uma- nidades a D. Miguel de la Barra, ¡Secretario déla misma aD. Anto- nio Garcia Reyes. Refréndese, tómese razón i comuníqese a los nombrados. BÚLNES. Manuel Montt. — 22 — 10. CESACION de laiií funcioucs fie lu Vnivci'üitiad de f^an Felipe. Santiago, julio 21 de 1843. E venido en acordar i decreto: Desde esta fecha cesará completamente en sus funciones la Universidad de San Felipe, i el Rector de esta corporación aráqe se entreguen por el correspondiente inventario, al Secretario je- neral de la Universidad de Chile, los libros, papeles, archivo i demas cosas qe le pertenecieron. Tómese razón i comuníqese. Bl'LNES. Manuel Montt. 11. Instttnto A'acionnl. Santiago, 22 de julio de 1843. Teniendo en consideración: 1. » Qe la pensión de cien pesos anuales qe pagan los alum- nos del Instituto Nacional no alcanza a compensar los gastos qe oeasiona la instrucción qe recilien en aqel establecimiento; 2. ® Qe la gracia concedida por decreto de 9 de Enero de 1838 para qe sean admitidos en becas gratuitas supernumerarias los ijos de padres qe tengan otros dos ijos en el convictorio pagando pensión, cede ordinariamente en favor de las familias qe por su fortuna no necesitan de semejante gracia; 3. ® Qe el Gobierno tiene dotadas en aqel establecimiento trein- ta becas y treinta medias becas para los ijos uérfanos de los fun- cionarios públicos o de los qe an echo algún servicio importante al Estado, y para los jovenes de las provincias qe manifiesten mejores disposiciones; — 23 — E venido en acordar i decreto: Se derógala parte séptima del decreto de 9 de Enero de 1838, i en consecuencia los alumnos qe en adelante entraren en clase de internos en el Instituto Nacional, pagarán la correspondiente pensión aun cuando ya tengan en el mismo establecimiento dos o mas ermanos pensionistas. Tómese razón i comuniqese. BÚLNES. Manuel Montt. 12. NOMBRA3IIENTO tle primer Bedel de la Vuiversidad de Chile. Santiago, Julio 26 de 1843. Debiendo proveerse el empleo de primer Bedel de la nueva Universidad de Chile, creado por la lei de 19 de Noviembre del año próximo pasado, vengo en nombrar para dicho destino, con el sueldo qe la expresada lei le señala, a D Félix León Gallardo, en qien estol satisfecho de qe concurren las aptitudes necesarias para su desempeño. Refréndese i tómese razón. BÚLNES. Manuel Montt. 13. NOMBRAMIENTO para componer el Consejo de la Cniversidud. Santiago, Agosto 24 de 1843. consecuencia de lo dispuesto en el artículo 21 de la lei de — 2Í — 19 de Noviembre de 18''2, vengo en nombrar, por el término de dos años, para componer el Consejo de la Universidad, a D. An- , tonio Varas, Rector del Instituto Nacional, de cuyo celo i apti- tudes estoi plenamente satisíecho. Comuníqese. R. de S.E. Monit. u. IMFORMK qe en lo» dia» de nMiNleiaota solemne fU'lion llevar lo» enipleA- do» de la tJciiivcr»idnd. Santiago, Setiembre 2 de 18í3. E venido en acordar i decreto: 1. ° Los miembros déla Universidad vestirán casaca verde con botonadura de seda del mismo color, pantalón azul o blanco llano, espadín i sombrero armado llano con presilla de seda negra. 2. ® La casaca llevará un bordado de seda verde en el cuello i botamangas, figurando ojas de oliva i palma entrelazadas. 3. ® El Rector i los Decanos llevarán colgada al cuello una me- dalla de oro, i)cndientc de una cadena de oro el jtrimero i de una cinta de seda los Decanos, siendo blanco el color de la cinta para el Decano de la Facultad de Tcülojía, verde para eldeCáeneias Políticas i Legales, rojo para el de Ciencias Físicas i Matemáti- cas, amarillo j^ara el de Medicina i azul ¡¡arael de Filosofía i U- inanidades. El Rector i Decanos usarán ademas como distintivo el sombrero orlado de plumas negras i bastón con borlas. 4. “ Este uniforme solo será obligatorio para el Rector, Decanos , Secretarios, i en los dias de asistencia solemne. Comuníqese. mÍLNES. Manuel Monit. 9 *3 — sa- is. ^O.MBRAMlE¡STO de D. I*. Francisco l.ira pura miembro de ia Fui vereitlad. Santiago, setiembre 15 de 1813. NómbrsLsa miembro de la Universidad de Chile en la Facul- tad de Leyes i Ciencias Políticas, a D. Pedro Fran cisco Lira. Ex- pídasele el correspondiente diploma i comuníqese.)» BÚLNES. Manuel Monit. 16. DIPLOMAS de Médicos extranjeros. Santiago, Octubre 6 de 1843* Miéntras se dictan los reglamentos orgánicos de la Univer- sidad, continuarán expidiéndose los diplomas de los médicos ex- tranjeros qe qieran ejercer su profesión en el pais, en la forma en qe se a acostumbrado asta el presente. Comuníqese. R. de S. E. 4 2. * El Héctor exij irá al nuevo ni¡eiiibro f.>l juramento qe pres- taron los demas el día de la iniuiguracion de la Universidad. 3. ° En seguida pronunciará éste el discurso de qe abla el ar- tículo 6.“ de los acuerdos aprobados por el decreto de 23 del co- rriente. 4. " Esto discurso será contestado por el miembro de la Facul- tad respectiva (je oportunamente deberá aber designado el De- cano. Coinuníqese. H de S.E. Montt. 20. EXPLICACIOIS éle los «rticuloM 1 tO de lu leí orgúnien sobre ex4kincaes. Santiago, Octubre 27 de 1S43 Qeda enterado el Presidente de la nota qe V. me a escrito con fecha 25 del corriente, expresando la duda suscitada en la Facul- tad de üinanidades, i discutida en el Consejo de esa Universidad, acerca de la intelijencia del artículo 15 déla lei de 19 de no- viembre de 1842, las razones alegadas a íavor de las dos opinio- nes qe se an emitido, i los artículos qe se proponen coino expli- catorios del 15." i IG.® de la lei orgánica exju’esada. Hesj)ondien- du a la Consulta qe el Consejo de esa corporación a creido con- veniente acer al (lobierno sobre la materia, S. E. me a ordenado decirle : 1 .» Qe los exámenes qe deben dar los alumnos de los estableci- mientos de educación de esta capital jiara pasar de un curso a otro, así en los estudios científicos como en los literarios, no necesitan ser presenciados por comisiones de las Facultades de la Universi- dad; bastando para su validez, qe sigan ríndióndose, como asta ao- ra, ante el Rector i Profesores del Instituto Nacional. Con respec- to a los alumnos del Seminario i de la Academia Militar, serán vá- lidos los exámenes (je dieren ánte sus respectivos Director i Pro- fesores. — 29 — 2. » Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo precedente, las Facultades de la Universidad podrán nombrar, cuando lo tu- vieren por conveniente, comisiones de su seno qe presencien los reteridos exámenes. 3. » Tanto para recibir el grado de Bachiller como el de Li- cenciado, deberán los aspirantes rendir un exárnen jeneral ante una comisión de la Facultad respectiva, elejida por ella. 3’;d es el sentido en qe juzga S.E. qe deben ser interpretados los artículos 15 i IG de la lei orgánica de 19 de noviembre de 1842, qe an dado órijen a la duda del Consejo de esa corporación, i tal es también la resolución qo dicta, usando de la facultad qe le confiere el artículo 31 de la expresada lei. Dios guarac a V. Manuel Montt. Ál Rector de ia Universidad 21. SUPLENCIA por el ^ecretjvrío Jeneral. Santiago, Octubre 27 de 18í3- A propuesta del Consejo de la Universidad de Chile, e acor- dado i decreto. En caso de enfermedad o ausencia del Secretario Jeneral de la Universidad, desempeñará sus funciones el Secretario de la Facultad qe el Rector elijiere i fuere aprobado por el Consejo. El Secretario interino tendrá voz i votó como el propietario. Común íqese. R. de S:E. Manuel Monll, — 2G — IMELIJENCIA qp debe durí>c ul ai’tíeulo 13 de lu lei de >£> de i\'oviouibrc de Santiago Octubre 23 de líi'i3. Vista la precedente consulta del Consejo de la Universidad de Chile acerca do la intelijencia (¡e deba darse al artículo 13 de la lei de 19 de Noviembre de 181t*2, qe estableció dicha cori>oracion, i consideradas las razones qe se an alegado a favor de cada uno de los dos sentidos en qe se a creido poder entendérsele, usando de la autorización qe me concede el artículo 31 de la citada lei orgánica, e venido en decretar: Qe para elejir por miembro de las Facultades de la Universi- dad de Chile, a un individuo qe no aya recibido el grado de Li- cenciado, basta la concurrencia de los votos de las cuatro qintas partes de los miembros de la Facultad respectiva, qe se aliaren presentes al acuerdo. Coniuníqese. HLLNES. Manuel Montl. 18. , FORMA t en qc n do uoorse In elección «le miembro* para llenar la* va- eiiiite* =3-(5>^^<2X=^ 2 i. Dibujo Eiiiical. Santiago, 7 de noviembre de 1843. Siendo conveniente difundir entre los artesanos el conocimien- to del dibujo lineal, i estando establecido en el Instituto Nacio- nal un curso especial con este objeto, e venido en acordar i de- creto: 1. » Los individuos qe recibieren lecciones de dibujo lineal en el Instituto Nacional, estarán exentos del servicio en las guardias cívicas por todo el tiempo qe durare el curso. 2. » Para gozar el privilejio concedido en el anterior artículo, será preciso estar en posesión de un certificado de asistencia ex- pedido por el Rector del Instituto. 3. ® Los certificados perderán su valor un mes después déla fecha enqe ubiesen sido expedidos, i el Rector del Instituto cuida- rá de renovarlos mensualmente a los qe concurrieren a las leccio- nes conforme a los reglamentos de la casa. Bülnes. Manuel Montt. i i t — 3-2 — 25. COMPUTO al respeto a sus compañeros; 5.° juegos de manos. Art. 90. Son graves: 1.” el urto de cosas de apetito; 2.» la reincidencia en las faltas de la primera especie en la misma sema- na; 3.” riñas de palabras o golpes lijeros; 4.® perturbar a los demas en la sala de estudios, oratorio, etc; 5.® no salir a sus casas a la ora qe manda el reglamento. Art. 91. Son gravísimos: 1.” toda palabra o acción qe ofen- da las buenas costumbres; 2.® las riñas de manos; 3.® la deso- bediencia o falta de respeto a los superiores; 4.® no recojerse a la ora qe manda este reglamento; 5.® juegos de naipes u otros proibidos; 6.» la introducción o bebida de licores; 7.® no confe- sarse en los dias en qe se prescribe; 8.<> salirse de la casa sin el permiso competente. Art. 92. Los delitos leves se penan: I.® con privación de una ora o mas de recreo; 2.® privación de recreo i tarea extraordi- naria; 3.® privación de toda o una parte de la comida; 4.® las faltas a la lección se penan con tanto tiempo de guardia, cuanto tarde en aprenderse. Art. 93. Los graves se castigan: con cuatro oras de plan- tón en las oras de recreo; 2®. privación del asueto del jueves con tarea extraordinaria; 3.® postura de rodillas; 4." arresto en las oras de tiempo libre; 3.® privación de salida a sus casas en los dias de fiesta; 6.® seis guantes a lo mas. Art. 94. Esta última pena se impondrá solamente a los alum- nos qe cursen las clases do latinidad 1 2.“ i 3.“ Art. 93. Los gravísimos se penan: 1.® con dos dias de arresto; 2. ® un dia de arresto i ayuno a pan i agua; 3.® arresto por seis dias en las oras de tiempo libre; 4." dos dias de arresto en los dias de salida a suscasas. Art. 96. En todos los casos qe señala el artículo anterior, de- berá unirse a la pena una tarea extraordinaria. Art. 97. Se dispondrán las piezas qe sirvan para los arrestos de modo qe los penados no tengan comunicación con los demas, qe puedan ser fácilmente inspeccionados i contraerse a la tarea extraordinaria qe se les imj)ünga. Art. 98. La tarea extraordinaria será siempre tal, qe sea útil al alumno. Consistirá regularmente en aprender de memoria o copiar trozos en prosa o versos latinos o españoles. Art. 99. El que reusare sujetarse a la pena qe se le imponga, será castigado con pena doble. Art. 100. Tanto en los delitos de qe ablan los artículos pre- cedentes, como en aqellos de qe no se ace mención en este regla- mento, los superiores podrán aumentar, disminuir o variar es- tas penas, según la gravedad i variedad de las circunstancias. Art. 101. Los Inspectores podrán imponer j)or sí solos las penas de la 1.® i 2.® clase. Para las de la 3.® necesitan la apro- bación del Rector o Vice. El Inspector de externos podrá im- poner las tres clases de penas. Art. 102. Serán castigados con la pena de expulsión: 1.® los incorrejibles por desaplicación; 2.® el urto de prenda o cantidad; 3. ® los actos gravemente desonestos; 4.® la desobediencia a los superiores, acompañada de alguna otra circunstancia agravante, como insultos, amenazas, etc. será castigada con esta pena, sin — 49 — perjuicio de alguna de las designadas para los delitos gravísimos. Art. 103. Esta pena se impondrá por el Rector en consor- cio del Profesor cuya clase cursare el alumno, i con informe del Inspector en cuya sala estuviere, dando antes cuenta al Gobier- no para su aprobación. Título xiy. Exámenes. Art. 104. Todas las clases del establecimiento deberán pre- sentar anualmente exámen de las materias qe se ubieren estu- diado en el curso del año. Art. 105. Estos exámenes serán de dos especies: parcia- les, qe solo tienen por objeto reconocer si el alumno se alia en estado de pasar a una clase superior, o totales qe abrazan todo un ramo. Art. 106. La duración de los exámenes parciales la fijará el Rector según su prudencia, teniendo en consideración las mate- rias sobre qe recaen. El exámen total no durará menos de media ora, i nunca podrán ser examinados dos alumnos a un tiempo. En los exámenes de jeografía i otros de la instrucción elemental, podrá disminuirse este tiempo con tal qe no baje de un cuarto de ora. Art. 107. El Rectoral fin de cada año fijará el dia en qe deban principiar los exámenes, graduando el tiempo de modo qe conclu- yan el mismo dia qe principian las vacaciones. Art. 108. Los exámenes se arán con la mayor publicidad posible. El Rector ará imprimirlosprogramas, i con ellos convidará a per- sonas intelijentes i en particular a los profesores de otros estable- cimientos. I)ará también un aviso en los periódicos para qe asis- tan los qe qieran. Art. 109. Los exámenes deberán rendirse ante el Rector i cua- tro Profesores a lo ménos. Art. lio. Concluido el exámen decada alumno, se leerá el li- bro de conducta qe adebido llevarel Profesor, i en seguidase proce- derá a la votación. Art. 111. Los examinadores tendrán tres votos: de distinción, de simple aprobación i de reprobación. La mayoría determinará el grado qe debe señalarse al alumno, i en caso de empate, decidi- rá el Presidente. Art. 112. Solo tendrán voto en los exámenes los Profesores del establecimiento i los miembros de la Universidad. 7 — 50 — Art. 113. Los alumnos qe noubieren sido aprobados enelexá- mea del lia del año, podrán presentarse en las tres primeras se- manas de cuaresma, para qese puedan incorporar en la clase su- perior correspondiente. xV este mismo examen se someterán los nuevos alumnos qe entraren, para determinarla clase a qe deben concurrir. Art. líV. A los alumnos de colejios particulares o qe ubieren estudiado en sus casas, se recibirá exámen en tres épocas: al fin del año, en las tres primeras semanas de cuaresma, í en los prime- ros qince dias de Agosto. xVrt. 113. Los exámenes de los alumnos de colejios particula- res o de los qe ubiesen echo sus estudios privadamente, deben ser siempre totales, i solo en el caso de qe tratasen de continuar al- gún curso en el Instituto, se les admitirá un exámen parcial para determinar la clase a qe deben concurrir. Estos exámenes deben rendirse por programas previamente aprobados. Art. 116. Los exámenes de los ramos de la instrucción supe- rior, solo se admitirán a los alumnos, tanto del Instituto, como de colejios particulares, qe ubiesen cursado i rendido exámen de los ramos de la instrucción elemental. Art. 117. Los alumnos qe fueren reprobados en un exámen total, no pueden presentarse a exámen sino en una de las épocas qe señalad art. IIL Los examinadores pueden prolongar o acor- tar este tiempo cuando así lo creyeren necesario. Art. 118. Si en el discurso del año alguna clase presenta exá- men, por exijirlo así el plan de estudios, deberá rendirse en la forma ordinaria. Art. 119. El Rector determinará el orden en qe las clases deben rendir sus exámenes. Los qe no fueren ai)robado3, no podrán ser admitidos en la clase siguiente,! volverán a la misma enqe fueron reprobados. Art. 1*20. Conforme a la distinción establecida en exámenes totales i parciales, los libros qe debe llevar el Rector serán tam- bién de dos especies: el uno auxiliar para asentar los exámenes parciales qe rinden los alumnos, i el otro en qe se anoten los exámenes de cada ramo. xVrt. 121. En los exámenes parciales podrá disminuirse el nú- mero de examinadores qe señala el art. 109, con tal qe no ba- je de tres, incluso el Rector. Art. 122. A los alumnos externos qe ubieren faltado a sus clases tres veces en el discurso de un mes, sin justificar de- bidamente estas faltas, podrá el Rector postergarles su exámen por un tiempo proporcionado a su repetición. Título xv. Premios. Art. 123, Abrá dos especies de premios : los primeros se concederán a los dos alumnos de cada una de las clases, qe en el curso del afio se ubiesen distinguido mas por su conducta, a- plicacion i aprovechamiento; los segundos a los dos alumnos qe en la sección de cada Inspector ubieren sobresalido por su juiciosidad i exactitud en el cum])limiento de sus deberes. Art. 12i. La elección para los primeros 'se ará por el Con- sejo de Profesores con asistencia de los auxiliares i suplentes en ejercicio; la de los segundos por el mismo Consejo i el Vice- Rector e Inspectores. Art. 125, Los premios de la primera clase consistirán en una obra relativa al ramo en qe el alumno se a distinguido; i los segundos en una obra moral o instructiva designada por el Consejo de Profesores. El Consejo, ántes de proceder a la elección, examinará el li- bro de conducta qe a debido llevar cada Profesor, i declara- rá sin derecho al alumno qe ubiere faltado dos veces en ca- da mes, sin justificar el motivo de su inasistencia. Art. 126. Los premios se concederán en vista del resul- tado de los estados mensuales qe an debido pasar los Profe- sores al Rector, i en vista del grado qe ubieren obtenido en las composiciones semanales qe sobre el ramo de estudios deben presentar los alumnos. Art. 127. El dia qe terminaren los exámenes, se reunirá el Consejo de Profesores, i después de tomar todos los informes convenientes, i de aber inspeccionado los estados de qe abla el artículo anterior, procederá a la elección del alumno qe de- be llevar el primer premio en cada clase. Echa esta elección, se procederá a la del alumno qe debe tener el accésit. Art. 128. La elección para el premio de buena conducta, de qe abla la 2.“ parte del art. 123, se ará en el mismo dia, citando al efecto al Vice-Rector e Inspectores. Art. 129. Fuera de los premios de qe abla el art. 123, abrá » una tercera clase, qe se obtendrá a consecuencia de un concurso, al cual serán admitidos, no solo los alumnos del Instituto, sino también los de colejios particulares qe se aliaren en igual grado de estudios. Art. 130. Estos premios consistirán en una medalla de oro, i se concederán a los alumnos qe ubieren obtenido la preferencia — 52 — en los concursos anuales qe abrá sobre la latinidad, jeografía e istoria universal; riiosolía i literatura; ciencias físicas i naturales de lainstruccion elemental, dereclío positivo, ciencias políticas, cien- cias médicas, matemáticas superiores i algún otro ramo qe el Consejo de Profesores designare con anticipación. Art. 131. El Consejo de Profesores determinará la forma de este concurso i las pruebas escritas i orales qe deberán exijirse a los concurrentes. Art. 132. Los individuos qe ubieren obtenido esta última cla- se de premios, estarán exentos de toda contribución universitaria, para obtener grados en la Facultad a qe perteneciere el ramo en qe fueren premiados. Art. 133. A los 20 dias de abiertas las clases, se ará la dis- tribución de premios a presencia de todos los alumnos. Art. 13i. La distribución es precedida de la lectura de la memoria eiiqe el Rector debe dar cuenta de los trabajos del Insti- tuto en el año anterior, del discurso qe debe pronunciar el Pro- fesor nombrado por el Consejo, i de la lectura de alguna de las composiciones presentadas por los alumnos premiados, qe el Con- sejo juzgare digna de este onor. Título xvi. Biblioteca. Art. 13o. Abrá una biblioteca compuesta de los libros qe ac- tualmente posee i de los qe en adelante adqiera el Instituto. Ará de bibliotecario el Profesor qe designe el Consejo, a qien se en- tregará bajo un prolijo inventario. Art. 130. La biblioteca estará abierta tres oras por lo menos, las tardes de los juéves de cada semana. Art. 137. Podrán concurrir a ella todos los superiores del es- tablecimiento; i los alumnos con permiso del Rector. Art. 138. Solo los superiores ])odrán sacar libros, dejando el competente recibo, por el cual serán reconvenidos en caso de pér- dida o deterioro. Art. 139. También podrán sacar libros de la biblioteca los alumnos qe ubieren sido premiados por su buena conducta. Título xvti. Disposiciones jenerales. Art. IVO. Los alumnos concurrirán diariamente a la celebra- ción de la misa. Art. 141. Diariamente deberán también concurrir al lavatorio común, sin qe puedan excusarse, a no ser en el caso de exención concedida por el Vice-Rector por motivos previamente jus- tificados. Art. 142. Seservirá a los alumnos un lijero desayuno, ' dos platos para almuerzo, tres para comida i ademas su postre. Art. 143. Se proibe todo juego de interés, cualqiera qe él sea. Art. 144. Nadie podrá entrar al establecimiento sin el permiso competente. Art. 143. Los alumnos solo podrán recibir visitas de sus fa- milias o apoderados en las oras de recreo. Art. 146. Todo alumno qe entrare como interno al estableci- miento, deberá presentar una persona responsable qe firme en los libros la partida, i con la cual se entenderán el Rector! Tesorero. Art. 147. En los dias de salida usarán los internos frac, pan- talón, chaleco i sombrero negros i calzado del mismo color. En verano podrán vestir centro blanco. Art. 148. Traerán ademas un catre, un colchón i la ropa de cama necesaria ])ara conservarla aseada, una escobilla de pelo, otra de dientes, otra de ropa, un peine, un parde tijeras peqenas, tres paños de manos,, dos sillas i un baúl de tamaño regular. Comuníqese aqienes corresponde para su debido cumplimiento. BÚLXES. Manuel Monít. 27 i IKihliofeeu Xncioual Santiago, 30 de Diciembre de 1813. Vista la exposición qe en su oficio qe precede, ace el Rector de la 54 — Universidad a nombre del Consejo de este Cuerpo, sobre la con- veniencia de qe, por lo menos en dos dias de la semana, la Biblio- teca Nacional continúe abierta algunas oras mas qe de ordinario , a beneficio de aqellas personas a qienes, por sus ocupaciones, es imposible concurrir a aqel establecimiento bajo el réjimen actual, e venido en acordar i decreto: En los dias bines i jueves de cada semana la Biblioteca Nacio- nal deberá continuar abierta asta las tres de la tarde, ademas de las oras aqe por su reglamento debe estarlo ordinariamente. Co- muníqese. BÚLISES. Manuel Montt. 28 COLACION de lirados mientras no se dictan los reglamentos de la Uuivei-Kidud. Santiago, 8 de marzo de 18H. A propuesta del Consejo de la Universidad, e venido en acor- dar i decreto: 1. ° Por aora, e Ínterin se dictan los reglamentos de la Univer- sidad, esta corporación conferirá los grados en la misma forma qe lo verificaba la Universidad de San Felipe. 2. ° Los derechos qe se a acostumbrado pagar por los g'ados, formarán en adelante parte de los fondos de la Universidad. Tómese razón i corauníqese. mJLNES. Manuel Montt. — 55 — 29. CONSEJO DE LA UNIVERSIDAD. Santiago, abril 23 de 1854. Debiendo el Rector de laUniversidad, con su Consejo, ejercer la Superintendencia de la educación pública qe establece el art. 154 de la Constitución, i la dirección e inspección de qe abla el art. 1.” de la lei de 19 de noviembre de 1842, en uso de la facul- tad qe dicha lei me confiere : E vervído en acordar el siguiente — REGLAMENTO del Consejo de la Cnivcrsidad. TITULO PniMCUO. SECCION PRIMERA. Su composición i procedimiento. Art. 1 .' El Consejo se compone del Rector, de dos miem- bros nombrados por el Gobierno, de los Decanos de las Facul- tades i del Secretario jeneral. La falta de los Decanos será su- plida por los Ex-Decanos, i la de estos por los miembros mas antiguos. ,\rt. 2.® Los miembros qe nombrare el Gobierno durarán el mismo tiempo qe los Decanos, pero podrán ser indefinida- mente reelejidos. Art. 3.® El Consejo, para la expedición de los trabajos qe tiene a su cargo, se dividirá entres secciones : la 1.» encarga- da de los negocios relativos a la parte científica i literaria de los establecimientos de educación; la 2.* de los relativos a la — o6 - administración i disciplina de los mismos establecimientos, i la 3.* de los qe se relieren a la jurisdicción qe el Consejo tiene sobre los empleados en la instrucción pública i a los trabajos qe le encarga el art. 22 de la lei orgánica. Todo sin perjuicio de las comisiones especiales qe le pareciere conveniente nom- brar para los trabajos qe lo reqieran. Art. i." A estas secciones se pasarán por el Rector los a- suntos qe les correspondan, siempre qe estos fueren de tal na- turaleza, qe para ilustrar competentemente al Consejo, conven- ga oir el informe de la comisión respectiva. Art. 3." Cuando un asunto pertejieciere a dos secciones, el Rector nombrará una comisión mixta para qe informe. Art. 6.° Las secciones serán presididas por el miembro mas antiguo. El Presidente las convocará según lo exijieren los asuntos. Art. 7.“ Los miembros del Consejo qe deben pertenecer a es- tas diversas secciones, serán designados anualmente por el Rec- tor. Art. 8®. Ademas del trabajo ordinario sobre los asuntos qe el Rector trasmitiere a las secciones, éstas deberán ocuparse en instruirse de los abusos, proponer al Consejo los medios de co- rrej irlos, i en preparar las mejoras qe sean necesarias en los ra- mos qe les correspondan. Art. 9.® No podrá el Consejo celebrar acuerdo alguno sin la concurrencia de la mayoría de sus miembros. Art. 10. Se reunirá ordinariamente en un dia de cada sema- na, i extraordinariamente siempre qe el Rector juzgare necesario con vocarlo. Art. 11. Los acuerdos del Consejo serán firmados por el (je lo ubiese presidido i por el Secretario. Art. 12. Las actas de las sesiones del Consejo se remitirán mensualmente al Ministerio de Instrucción Pública. Los miembros del Consejo podrán acer insertar en ellas los motivos de sus opi- niones, cuando se separen del modo de pensar del Consejo. Art. 13. El Consejo ejercerá el gobierno interior de la Univer- sidad en todas sus Facultades, i solo en aqellos asuntos en qe la lei o los estatuios declaran corresponder exclusivamente a éstas su resolución, no será nécesaria la intervención i aproba- ción del Consejo. Alt. l-V. Al (]onsejo corresponde dispensar algunas de las solemnidades exijidas por reglamento en la colación de grados, prévia la aprobación del Supremo Gobierno. Corresponde tam- bién al (’onsejo la admisión de exámenes en épocas distintas (k> las determinadas. — 57 — Art. 15. El Consejo puede dispensar algunas o todas las pruebas literarias necesarias para la colación de los grados, a los qe presentaren diplomas debidamente comprobados de aber recibido estos mismos grados en alguna Universidad extranjera acreditada. Art. 16. Las disposiciones qe dicte el Consejo en virtud de la Superintendencia de la educación i)ública qe ejerce por la lei, i qe contengan reglas jenerales, serán previamente sometidas al -Gobierno para su a])robacion. Art. 17. Tocará al Consejo disponer las erogaciones qe deban acerse de todos los fondos de la Universidad i revisar las cuen- tas de los gastos. Art. 18. Enelmesde abril de cada año, el Consejo déla Universidad pasará al Gobierno una noticia del estado de la ins- trucción pública en cada uno de sus ramos, de las mejoras qe «e ayan introducido i de los obstáculos qe las ayan contrariado. SECCION SEGUNDA. Del Rector. Art. 19. En ausencia del Patrono i del Vice-Patrono, el Rec- tor de la Universidad ará de Presidente del Consejo, i en su de- fecto el Vice-Rector. Art. 20. Como tal le corresponde: 1. “ Presentar los asuntos en qe a de ocuparse el Consejo; pasar a las secciones los qe exijan un exámen previo, i dirijir las discusiones. 2. '’ Re cibir i trasmitir alConsejo todas*las comunicaciones, de cualqiera especie qe sean, qe se íe dirijan para este cuerpo. 3. ® Elevar la correspondencia con el Gobierno i demas auto- ridades i corporaciones. 4. " Distribuir la inspección de loscolejios déla capital entre todos los miembros del Consejo, incluso el mismo Rector; i la de las escuelas de dicha capital entre los mismos individuos, i ademas los miembros de la Facultad de Umanidades; recibir sus informes para comunicarlos al Consejo; i mantener corres- pondencia con todas las juntas provinciales i las inspecciones de- partamentales (le la provincia de Santiago, cuyos informes co- municará asimismo al Consejo. 5. " Dirijir a todos los jefes de establecimientos de educa- ción, por el conducto de las respectivas juntas e inspecciones, las ordenes del Gobierno i del Consejo, relativas a su economía 8 — 58 — i moralidad, i a todos los objetos qe tengan conexión con la en- señanza. Ü." Acer a los establecimientos de educación las adverten- cias e intimaciones convenientes para el exacto cunijiliinientu de las órdenes del Gobierno i del Consejo, 7. " Nombrar comisiones del seno de la Universidad para la composición, traducción i revisión de los libros i textos qe parecieren a propósito para la enseñanza, inspeccionando el mismo, con los respectivos Decanos, los trabajos de la Facultad o Facultades a qe pertenezca. 8. *’ Convocar las Facultades para las elecciones. Art. 21. Todos los diplomas de grados serán expedidos por el Héctor i refrendados por el Secretario Jenera!. Art. 22. El Rector cuidará de qe se lleve un libro en qe se alien inairiculados todos los indivitluos empleados en la instruc- ción pública, i de qe se anoten en la foja correspondiente a ca- da uno los resultados dignos de notarse de los informes qe ubiere recibido; los méritos qe ubieren contraido, bien sea me- jorando la enseñanza, publicando libros elementales, o prestan- do otros servicios a la instrucción; como igualmente las penas qe por faltas cometidas se les ubieren im|)uesto. Art. 2d. F]1 Rector debe examinar cada año los libros lleva- dos por el Secretario Jeneral i por los Secretarios de cada Facul- tad, aciendo los reparos i ordenando para lo sucesivo las refor- mas qe le parecieren convenientes. Art. 2i. Al concluir sus funciones, el Rector leerá una memo- ria qe deberá consignarse en los anales de la Universidad, i qe abrazará los puntos siguientes: 1.» Una noticia del estado de la instrucción pública al termi- nar sus funciones. 2.0 La enumeración do las mejoras introducidas en este ra- mo, de los resultados obtenidos en virtud de ellas i de los obs- táculos qe las han contrariado. 3.“ Un resúmen istórico de todos los acontecimientos qe tu- vieren relación inmediata con la instrucción pública, ■'i'.® Una noticia breve de los miembros de la Universidad qe ubieren fallecido, i qe se ubieren distinguido por su celo en fa- vor de la instrucción. SECCION TERCERA. Del Secretario J eneral. Art. 2o. El Sócrctario .Teneral ara de Secretario del Consejo, redactará las actas de las sesiones de este cuerpo, i las trasladará, después de aprobadas, a un libro qe presentará al qe las iibiese presidido para qe las firme; autorizándolas él también. Art. 20. Deberá también refrendar los despachos, decretos i actos expedidos por el Rector o por el Consejo. Art. 27. Cuidará de la conservación del archivo, clasificando debidamente todos los papeles i comunicaciones qe le pertene- cieren. Art. 28. Cuando estuviere imposibilitado el Secretario, será subrrogado por el Secretario de la Facultad qe el Rector designare. El Consejo puede acer otro nombramiento, si así lo creyere con- veniente. Art. 29. Al Secretario corresponde la publicación anual de los anales universitarios qe deberán componerse: 1 .» de todas las disposiciones qe dictare el Gobierno, la Universidad o cual- qiera de sus Facultades, relativas a la instrucción pública y al réjimtn de la misma Universidad; 2.“ de las memorias qesc pi-e- sentaren i cuya publicación se acordare; 3.° un resúmen del con- tenido de aqellas cuya publicación no se ubiere resuelto; t».'’ la cuenta anual qe acerca del estado de la instrucción debe darse al Gobierno {)or el Consejo ; 5.° una breve noticia de los miembros de la Universidad qe ubieren fallecido en el curso del año, corno también de aqellos empleados en la instrucción públi- ca qe ubieren prestado servicios de importancia, i también ubieren fallecido en él; 6.° Los programas qe la Universidad dictare i las listas de libros qe aprobare, TITIXO sí:ííuw»o. Atribuciones del Consejo. Art. 30. El Consejo, como encargado de la Superintendencia de la instrucción pública, debe dedicarse a mejorar los estudios de todos los ramos de la enseñanza, dictar reglamentos de adminis- tración i disciplina para todos los establecimientos;! cuidar del exac- to cumplimiento de todas las disposicionts vijentes sobre esta ma- teria. — GO — Art. 31. Solicitará del Gobierno las medidas tie croa conducen- tes a este objeto, i propondrá la formación de nuevas leyes o de- cretos, cuando le pareciere conveniente. Art. 32. Corresponde al Consejo conceder autorización para abrir casas de instrucción superior, previo el conocimiento de lo qe se va a enseñar i demas circunstancias qe exija el buen orden del establecimiento. Art. 33. El Consejo tiene la dirección de todos los estableci- mientos de instrucción científica i literaria costeados con fondos fuíblicos, provinciales o municiitalcs; la inspección de los particn- ares i de las escuelas primarias; i la jurisdicción correspondiente «obre todos los empleados en la instrucción jiiíblica. SECCION PRIMEIIA.' Dirección. Art. 3'i-. En virtud de la dirección qe debe ejercer el Consejo, le corresponde: 1.® Decretar el plan de estudios i los reglamentos qe deben se- guirse en los colejios sostenidos con fondos nacionales, provincia- les o municipales. 2.® Agregar al plan jeneral de cada colejio los ramos qe, aten- didas las circunstancias particulares de cada pueblo, convenga cul- tivar con preferencia. 3.“ Señalar las obras qe convenga adoptar para !a instrucción primaria i elemental, i aprobar los programas para la instrucción superior. i.® Promover la publicación de las obras elementales qe fue- ren necesarias. 3.® Dar instrucciones, cuando lo estimare oportuno, sobre los métodos qe convenga seguir en la enseñanza de los diversos ra- mos. 6.« Instruirse de los libros qe se siguen en los Colejios, sin permitir se adopte alguno qe sea contrario a la moral o buena en- señanza. 7.0 Dictar reglas para el buen desempeño de todos los emplea- dos en la instrucción i)ública, i detallar las funciones de sus a- jentes subalternos. 8.® Pedir al Gobierno la planteacion o supresión de clases en los diversos colejios. C1 SECCION SEGUNDAi Inspección: Art. 35. Al Consejo, en virtud de la insi)cccion qele encarga lá leí, corresponde en los establecimientos nacionales, provinciales o municipales: 1.» Velar sobre la estricta observancia de las leyes i demas disi)osiciones relativas ala instrucción pública. 2.0 Cuidar de (|e todos los ramos de la enseñanza esténcon- fiados a un número suficiente de Profesores idóneos i celosos pol- la instrucción. 3." Velar sobre el buen arreglo de dichos establecimientos, tanto por lo qe ace a la mejora de los estudios, como ¡lor lo qe toca a la moralidad i disciplina, i ala contabilidad i administración de los fondos. Art. 30. La inspección qe el Consejo debe ejercer sobre los estudios, tiene por princiiial objeto examinar si se siguenbuenos textos en la enseñanza, si los métodos de ella son tales, qe dén garantías del aprovechamiento de los alumnos, i si se observan las disposiciones relativas a esta parte. Art. 37. La inspección del réjimen debe recaer sobre el mo- do como los emj)leados cumplen con las disposiciones dictadas a este respecto, i sobre el arreglo práctico introducido para dar cumplimiento a estas disposiciones, a fin de qe se reconozca, si se consulta en él la moralidad, mayor órden i salud de los alum- nos. Art. 38. Al inspeccionar la contabilidad i arreglo econd;mice„ deberán examinarse todos los libros i firmarse por el encarga- do de la inspección. Art. 39. La inspección |)odrá ejercerla el Consejo, no sola- mente por medio de sus miembros i délos empleados a qienes está confiada la inspección en las provincias i departamentos, sino también |)or medio de cualesqiera otras personas a qienes tuviese por conveniente confiar este encargo. Art. 40. El qe aga la inspección tendrá derecho para exi- jir de los jefes de los establecimientos i demas empleados, to- das las explicaciones i todos los papeles qe crea necesarios pa- ra el mejor desempeño de su comisión. Art. 41. Cuando el encargado de inspeccionar un estable- cimiento notare manifiestas contravenciones a los reglamentos, podrá reqerir al jefe las corrija inmediatamente. En los demas casos dará cuenta al Consejo, proponiendo las medidas qe juz- — f,2 — gare oportunas para evitar los defectos qe ubiere notado. Art. Las visitas de inspección deberán practicarse una vez cada tres meses, por lo menos, en los establecimientos qe existan en la Capital i en los demas pueblos donde residan ajen- tes subalternos de la Universidad. Art. 43. Todo el qe fuere comisionado para una inspección extraordinaria, deberá dar cuenta por escrito al Consejo del de- sempeño de su encargo. Art. 44. Siempre qe el Consejo fuere instruido del mal estado de alguno de los establecimientos designados en el art. 35, o tuviere motivo para creer qe se alia en desorden, nombrará un comisionado qe practiqe una visita extraordinaria, autorizándole para tomar las medidas qe creyere urjentes. Los gastos del via- je serán costeados por el Tesoro público. Art. 45. En las visitas extraordinarias, el Consejo dará sus instrucciones detalladas al visitador i determinará el itinerario del viaje. Art. 46. La inspección sobre los colejios i demas estableci- mientos particulares abrazará los mismos puntos qe la de los es- tablecimientos nacionales, salvo la de la administración de los fondos; pero en virtud de esta inspección, el Consejo no podrá dictar providencia alguna, a no ser qe ubiere notado inmoralidad o abusos qe comprometan la salud de los alumnos, en cuyos ca- sos podrá tomar las medidas qe crea convenientes. Sección tehcera. Jurisdicción, Art. 47. Al Consejo corresponde cierto grado de jurisdicción sobre todos los empleados en la instrucción pública. Art. 48. En virtud de esta jurisdicción, puede reprender, sus- pender por algún tiempo o pedir al (iobierno la separación de los empleados qe sean ineptos, inmorales, o falten en materia grave a sus deberes, bien sea procediendo rnolu propio o a consecuen- cia de qeja o reclamo. Art. 49. La reprensión podrá hacerse por medio del jefe inmediato del empleado, o bien ante el mismo Consejo o uno de sus miembros, o ante la corporación a qe perteneciese; i la suspensión podrá estenderse desde una semana asta tres meses. Art. 50. A los preceptores primarios puede imponer las mis- mas penas por sí o por sus ajentes subalternos, i ademas prolon- gar la suspensión asta seis meses i separarlos. Art. 51. Las providencias qe en estos casos dictare el Con- sejo son puramente económicas, i no obstante cnalqiera recla- mación de los qe se creyeren agraviados ante el Consejo, se lle- varán a efecto inmediatamente, salvo qe el mismo Consejo dis- pusiese otra cosa. Tampoco obstarán dichas providencias a qe se impongan a los culpables las penas legales por la autoridad com- petente. Art. 52. Siempre qe ti Consejo fuere instruido, bien sea por qeja o denuncio, o de cualqiera otra manera, de qe un em- pleado a cometido actos escandalosos de inmoralidad, decretará inmediatamente su suspensión, sin perjuicio de la separación, si lo creyere necesario, i de dar parte a la justicia ordinaria, para qe se le forme la correspondiente causa. Art. 53. Cuando el Consejo tratare de destituir a un emplea- do, deberá oirle préviamente. Art. SV. El Consejo pedirá o decretará la destitución de un empleado en la instrucción, no solo por falta en el desempeño de sus deberes, sino también por aberse echo reo de delitos qe lo envilezcan o degraden. Art. 55. Cuando las faltas de un empleado no fueren de esta clase, sino tales qe sean compatibles con su permanencia en el servicio, i no conviniere qe continúe en el mismo establecimien- to, podrá el Consejo trasladarlo a otro. Tíri'LO TEBCERO. Autoridades subalternas por 7nedio délas cuales ejerce el Consejo sus funciones. Art. 5G. El Consejo ejercerá fuera de la Capital las atribu- ciones qe este Reglamento le señala, por medio de juntas provin- ciales de educación, i por medio de inspecciones de instrucción pública. Art. 57. Abrá en cada capital de provincia, excepto la de Santiago, una Junta de educación compuesta de cinco miembros, a saber: el Juez de letras de la Provincia, el Secretario de la Intendencia i un Rejidor, un Eclesiástico i un vecino nombra- dos por el Consejo. ^ En las provincias donde ubiese mas de un Juez de letras, el Consejo designará el qe aya de ser miembro de la Junta. Art. 58. El Intendente de cualqiera provincia, qe no fuere de la de Santiago, podrá presidir esta Junta, convocarla i reunirla en su casa, siempre qe lo tuviese por conveniente, i tendrá en- — 64 — tónces voto deliberativo en ella. En ausencia del Intendeete, pre- sidirá la Junta el Juez de letras; a falta de éste el Eclesiástico; i de éste el Uejidor. Art. 59. Ará las veces de Secretario de ella en todas las pro- vincias (menos la de Santiago) el Secretario de la Intendencia. Art. 60. Las Juntas de educación de las |)rovincias (excepto la de Santiago) se reunirán al mes las veces qe acordaren o en qe las convocare el Intendente, i nunca serán ménos de dos. Art. 61. El Consejo de la Universidad ejercerá en la provin- cia de Santiago las funciones qe están señaladas a las Juntas en las restantes provincias. Art. 62. Abrá en cada cabecera de departamento una Inspec- ción compuesta de uno o tres individuos, según el Consejo lo acor- dase especialmente para cada departamento. El Consejo podrá establecer dos o mas Inspecciones en aqellos departamentos qcasí lo exijiesen por su extensión. Art. 63. Estas inspecciones, cuando se compusieren de mas de un individuo, tendrán sus sesiones dos veces al mes. Art. 64. En el departamento de Santiago ejercerán las fun- ciones de Inspectores deeducacion los individuos mismos del Con- sejo, i por lo relativo a los establecimientos de instrucción prima- ria, también los miembros de la Facultad de Umanidades, en la forma prevenida en la parte 4.® del art. 20. En el departamento de cada otra capital de provincia, ejercerán las funciones de Inspectores de educación los individuos mismos de la Junta, i el Intendente distribuirá entre ellos la inspección del modo qemas conveniente pareciere. Art. 65. Las elecciones délos miembros de las Juntas provin- ciales i dolos Inspectores, echas por el Consejo , se [wiulrán en noticia del Supremo Gobierno. Constituidaslas Juntas, se entenderán directamente por medio do su Secretario, con el Jeneral de la Universidad, así como la.s inspecciones con los Secretarios délas respectivas Juntas provin- ciales.— Las Inspecciones de la Provincia de Santiago se entende- rán con el Secretario de la Universidad. Art. 66. Los miembros de las Juntas provinciales qe son de elección del Consejo, i los Inspectores deeducacion durarán do» años, pero podrán ser indefinidamente reelejidos. Los qe fallecieren o se inabilitaren durante un bienio, serán reenq)la7.adns provisionalmente porel Intendente de la Provincia, tniéntras elija el Consejo las personas qe ayan de sucederlcs. — 65 — SECCION PRIMERA. De las obligaciones de los directores decolejios i seminarios, i de los maestros de escuelas. Art. 67. Todos los jefes o directores de colejios i seminarios, tanto nacionales como municipales, o de cualqiera otra clase, i todos los maestros de escuelas (sean costeados por el Erario, por una Municipalidad, o por cualqiera otra corporación o individuo, serán obligados a pasar en los dias 30 de Junio i 31 de Diciembre de cada ano, ala respectiva Inspección, o a qien aga sus veces en las capitales de provincia o en la Capital de la Uepública, un es- tado o lista comprensiva de los pormenores qe siguen: 1. ® Número de clases de cada establecimiento o escuela, i nombres de los respectivos profesores o maestros. 2. ® Número de alumnos de cada clase, distinguiendo los inter- nos délos externos; i designando los mas adelantados por sus nom- bres. Se expresarán asimismo los términos máximo i mínimo de las edades de los alumnos. 3. ® Libros o textos de qe se aga uso para la enseñanza. 4. " Emolumentos qe el director, profesor o maestro reciba del Erario, fondos municipales, particulares, o de cualqiera otra de- nominación; i onorarios con qe contribuyan por cada alumno los respectivos padres o guardadores. 5. ® Oras de enseñanza para cada clase. 6. ® Epoca o épocas de los exámenes qe se rindan cada año. 7. ® Los expresados jefes, directores o maestros, acompañarán a esta lista una indicación de los obstáculosqe encuentren para la difusión o mejora de la enseñanza; como la falta de libros o de maestros, la apatía de los padres de familia, la localidad del esta- blecimiento, o cualqiera otra qe ocurra. Art. 68. Serán asimismo obligados a poner en conocimiento de la Inspección de educación los dias i oras de los exámenes je- nerales qese rindan cada año, para qe los presencie. SECCION SEGUNDA. De las Inspecciones de educación. Art. 69. Cada Inspección debe conservar su archivo para en- tregarlo a laqe le suceda. =1 cuando constare de tres individuos, el Consejo designará cuál de éstos la a de presidir. T.a misma Ins- pección elejirá uno de sus miembros a cuyo cargo esté el cuidado del archivo. 9 — CG — Art. 70. Los Inspectores visitarán todos los establecimientos de educación i todas las escuelas comprendidas en su inspección. Su objeto será dar informes exactos a la Junta provincial, o en la provincia de Santiago al Consejo de la Universidad, sobre todos los pormenores indicados en el art. G7, a cuyo efecto, al remitir los estados o listas de qe abla dicho artículo, arán sobre cada par- ticular las observaciones qe juzgaren oportunas. La remisión de dichos estados o listas se verificará el 31 de Ju- lio i 31 de Enero. Art. 71. Darán cuenta asimismo a las respectivas Juntas provinciales i en la provincia de Santiago al Consejo de la Uni- versidad, por conducto del Secretario Jeneral, de todo lo qe en el curso de cada semestre les ])areciere merecer la atención de di- cha Junta o del Consejo; i podrán acerlo así aun fuera de lasépo- cas designadas en el artículo precedente, siempre qe lo concep- tuáren conveniente. Art. 72. En los informes periódicos arán mención especial de las aptitudes intelectuales i morales de los Directores, Profesores i maestros: recomendarán a los individuos qe por su celo i con- tracción i el aprovechamiento de sus alumnos lo merezcan; i ex- pondrán los inconvenientes o ventajas de los métodos de enseñan- za, los resultados ordinarios (je por ellos se obtengan, i las me- joras de qe los crean susceptibles. Art. 73. Dirijirán su atención aun a la conducta de los ni- ños i jóvenes fuera de los colejios, i arán acerca de ella las indi- caciones qe les j)arecieren fundadas; i tanto en sus informes pe- riódicos, comoen los extraordinarios, nada omitirán de todo aqe- 11o qe en su concepto pueda conducir a la mejora de la educación relijiosa i moral, sobre todo en la clase mas numerosa del pue- blo. Art- 7'í'. A fin de poder adqirir los conocimientos necesarios para la exactitud i utilidad de sus informes, tendrán facultad de visitar todos los establecimientos de educación de su com|)eten- cia durante la enseñanza, o en otro tiempo cualqiera; examinarán los libros i textos; observarán los métodos de enseñanza i la disci- plina de los establecimientos i escuelas; i rejistrarán la interiori- dad i menaje de las casas en qe se reciban internos, dando espe- cial atención a la moralidad, salubridad i aseo. Para estas visitas podrán valerse de la asistencia de otras perso- nas instruidas. Art. 7o. Los Inspectores de educación podrán, en caso nece- sario, suspender a los Profesores o maestros, dando cuenta a la Junta provincial, i en la Provincia de Santiago al Consejo de la Universidad, de las razonesqe ayan tenido ¡'ara obrar de estenio- — 67 — do; qe lio podran ser sino mui graves, i concernientes al orden público, a la relijiou o a las buenas costumbres. SECCION TERCERA. De las Juntas Provinciales. Art. 7G. Las Juntas provinciales ejercerán la inspección que corresponde al Consejo sobre todos los establecimientos de edu- cación de la provincia. Art. 77. Ejercerán también sobre todos los empleados en la instrucción pública de la provincia la jurisdicción qe Corres- ponde al Consejo, i en virtud de esta jurisdicción podrán, ya sea procediendo de oficio o a consecuencia de qeja o reclamo, reprender, suspender i solicitar del Consejo qe pida, con arre- glo a! art. 48, la destitución de los empleados qe sean ineptos, inmorales o falten en materia grave a sus deberes. Art. 78. En la inspección qe ejercen las Juntas, deberán contraerse a velar por el cumplimiento de todas las disposicio- nes qe dictare la Universidad, instruyendo al Consejo de las dificultades qe presentare su cumplimiento, i projioniéndole las mejoras qe conviniere introducir en los establecimientos de su provincia. Art. 79. Será de cargo de cada una de estas Juntas provin- ciales recojer por medio de las Inspecciones i de cualqiera otro modo qe esté a sus alcances, todas las noticias concernientes al estado de la educación moral, relijiosa i literaria en la provincia, i especialmente en las clases inferiores del pueblo. Reunirá los informes periódicos de las Inspecciones, ilosdiri- jirá al Consejo de la Universidad en los dias 1.“ de Setiembre i l.° de Marzo, agregando en el oficio de remisión todas las observa- ciones qe juzgare oportunas. Elevará al Consejo las consultas i noticias de las Inspecciones, sin perjuicio de resolver sobre las materias qe estuvieren sujetas a su incumbencia; i trasmitirá también al Consejo las qe ella misma juzgare conveniente dirijirle, periódica o extraordinaria- mente. Art. 80. Abrá en la Secretaría de cada Intendencia (excepto la de Santiago) un archivo particular en qe se guarden bajo la custodia i responsabilidad del Secretario, todas las comunicacio- nes qe se dirijan a la Junta, copias de las qe ella dirija, i todos los demas papeles qe le pertenezcan. CÜLNES. Manuel Montt. — GS 30. SUSPENSION del doereto «je establece premios para los 1‘rofesores del lustitiito .li’aeloual. Santiago, 25 de Abril de 184'». Teniendo en consideración: 1. ' >Qe muchos de los Profesores del Instituto Nacional están indotados, por qe las rentas de qe gozan no son proporcionadas a los trabajos de la enseñanza i al tiempo qe deben aber invertido en el estudio; 2. " Qe el actual plan de sueldos no ace distinción entre los Profesores de ciencias i los de ramos puramente accesorios; 3. ° Qe los premios establecidos por el decreto de 10 de Mayo de 1834, a mas de estenderse a todos los empleados con igual proporción, son sumamente gravosos a los fondos del estableci- miento; E venido en acordar i decreto: 1. » Se suspenden los efectos del decreto do 10 de Mayo de 1834, qe establece premios a los Profesores del Instituto Nacio- nal. 2. '* El Consejo de la Universidad formará i propondrá al Gobier- no un nuevo arreglo en las rentas i premios de qe gozan los em- pleados en dicho establecimiento. Tómese razón i comuníqese. BÚLNES. Manuel Montt. 31. CORRESPONDENCIA ftc la 1'nÍTersldad I de las Juntas e Inspecciones de edneuelon. Santiago, Mayo 13 de 18'»i. Desliando facilitar las comunicaciones del Consejo de la Uni- versidad i de las Juntas provinciales e Inspecciones de instrucción — G9 — pública, tanto entre sí, como con las demas autoridades del Esta- do, por aora, e ínterin se dictan las ordenanzas de la administra- ción de correos, e venido en acordar i decreto: 1. '' Las comunicaciones oficiales del Consejo déla Univer- sidad, dirijidas a cualqiera autoridad del Estado, no pagarán de- recho alguno de porte en la administración de correos. 2. ° Los Intendentes ordenarán en sus secretarias qe se di- rijan bajo la corres|)ondencia oficial las comunicaciones qe las Juntas de educación de sus provincias remitan al Consejo de la Universidad, o a las respectivas Inspecciones de instrucción pú- blica. 3.° Los Gobernadores departamentales remitirán también bajo su corresi)ondencia oficial, las notas qe la Inspección de instruc- ción |)ública de su departamento pasare a la Junta Provincial. Tómese razón i comuníqese. BÚLPÍES. Manuel Montt. 32. CONCESION DE GRADOS. Santifigo, Junio 21 de 1844. En virtud de la autorización qe me confiere el art. 31 de la lei de 19 de Noviembre de 18'i-2, i a propuesta del Consejo de la Universidad, e venido en acordar i decreto el siguiente: REGLA3IENTO pnra la eonccí^lon de (grados en la^ Faeiiltades de la Universidad de Chile. Del Grado de Bachiller. Art. 1.® Para pretender el grado de Bachiller en alguna de las Facultades de la Universidad de Chile, se reqiere: — 70 — En la Facultad de Filosofía ¡ Uniaiiidades, qc el candidato aya rendido examen del idioma patrio en todas sus partes, es decir: de analojía, sintáxis, ortografía i prosodia; de dos idiomas mas. de los cuales uno a de ser precisamente el latin; aritmética, ele- mentos de<áljebra, dejeometría i de física; principios de cosmo- grafía; jeografía; principios jenerales de istoria antigua i moder- na, i en particular de istoria de Chile; istoria i fundamentos de la relijion; principios de literatura, principios de psicolojia, lóji- ca i eleimmtos de moral. En la Facultad de Ciencias Matemáticas i Físicas, aber dado examen satisfactorio: l.° de aritmética, de áljebra ijeometría elementales, de trigonometría rectilínea i elementos de física i qímica: 2.“ de trigonometría esférica, aplicación del áljebra a lajeometría, de áljebra superior asta la resolución de las ecua- ciones numéricas, de jeometría descriptiva, jeografía astronómi- ca, i de topografía i dibujo topográfico, si el candidato pretcndie- re el grado de Bachiller en Ciencias Matemáticas; i de los ramos (je sefiala el número 1 i ademas de zoolojía, botánica, mine- ralojía i jeolojía, si pretendiere el grado de Bachiller en Ciencias Físicas. Si el qe uhicre de graduarse en esta Facultad no ubiese reci- bido el grado de Bacluller en la de Umanidadcs, deberá acer cons- tar qe a dado cxárnen del idioma patrio, de algún otro idioma antiguo o moderno, de jeografía, de istoria, de retórica, e istoria i fundamentos de la relijion. En la Facultad de Medicina, ser Bachiller en la Facultad de Filosofía i Umanidades, i aber rendido exámen i obtenido apro- bación de qímica médica, botánica, farmacia, lisiolojía, ijiene, patülojía interna i j)atolojía externa, En la de Ciencias Legales i Políticas, ser Bachiller en la Fa- cultad do Filosofía i Umanidades, i aber rendido exámen i obte- nido aprobación de los ramos siguientes: derecho natural, prin- cipios de lejislacion universal, economía política, derecho de jentes, derecho romano, derecho patrio, abrazando el constitu- cional, i derecho canónico. En la Facultad de Teolojía, aber rendido exámen i obtenido aprobación de derecho natural, lugares teolójicos, fundamentos de relijion i sagrada escritura, teolojía dogmática, teolojía mo- ral i elementos de istoria eclesiástica. Si el qe ubiere de graduarse en esta Facultad, no iibiere reci- bido el grado de Bachiller en la de Umanidades, deberá acer cons- tar qe a dado exámen del idioma patrio en todas sus partes; de dos idiomas ínas, de los cuales uno a de ser precisamente el latin; de aritmética, principios de cosmografía; jeografía; principios je- — 71 — nerales de istoria antigua i moderna i en particular de istoria de Chile; principios de literatura; fdosofía i elementos de moral. Art. 2.“ Para qe los exámenes de qe abla el artículo an- terior sirvan en los grados universitarios, deben rendirse con- forme a programas qe ayan sido aprobados en la forma qe establezca el Consejo de la Universidad, i ademas qe dichos exámenes se rindan en los establecimientos de educación qe estuvieren bajo la inspección inmediata del Gobierno autoriza- dos al efecto, i en la forma proscripta en sus reglamentos. Art. 3.° Los (¡e teniendo los reqisitos señalados en el art. 1.", qisieren graduarse, se presentarán por escrito al Rector, acompañando: 1.“, certificado de aber rendido los exámenes qe les corresponden, según la facultad en qe qisieren gra- duarse: 2.° , el título de Bachiller en Filosofía i ümanidadesen su caso: 3.°, certificado de buena conducta expedido por el jefe del establecimiento en qe ubieren echo la mayor parte de sus estudios, o en su defecto, de dos personas calificadas. Si el Rec- tor encontrare qe se an cumplido todos los reqisitos necesarios, remitirá el expediente al Decano respectivo. Art. 4.“ El Decano nombrará una comisión de exámen qe se compondrá por lo menos de tres individuos, tomados de en- tre los miembros de la Facultad, o también de entre los Licen- ciados. El Secretario de la Facultad, ará siempre parte de estas comisiones, levantará el acta de las sesiones de exámen, i ará los correspondientes asientos en el libro. Art. 5.» Los exámenes de grados se rendirán públicamente, i no -podrán durar menos de media ora. No se podrán examinar dos o mas candidatos simultáneamente. Art. 6.” Los ramos sobre qe debe recaer el exámen para el grado de Bachiller serán: En la Facultad de F’ilosofía iümanidadesel latin, el idioma pa- trio, principios de istoria, principios de literatura i filosofía. En la de Ciencias Matemáticas i Físicas, trigonometría rectilínea i esférica, aplicación del áljebra a la jeometría, jeometría descripti- va i topografía, si se pretendiere el grado de Bachiller en Ciencias Matemáticas; i física, qímica, i elementos de istoria natural, si se pretendiereel grado de Bachiller en Ciencias Físicas. En la Facultad de Medicina, farmacia, anatomía, fisiolojía, ijiene i patolojía interna i externa. En la de Leyes i Ciencias Políticas, los ramos de derecho positivo qe señala la parte 4.* del art. l.°, i derecho natural i principios de lejislacion universal. En la Facultad de Teolojía, istoria eclesiástica, lugares teolo- jicos, sagrada escritura, teolojía dogmática i teolojía moral. Al t. 7." De entre los ramos qe señala el artículo anterior, el Decano (le la Facultad respectiva ará sortear uno a presencia del Secretario, i con asistencia del candidato; i de este ramo se- ñalará un tratado para qe a los seis días de veriíicado el sorteo, recaiga exclusivamente sobre td el exáinen. Art. 8.“ La comisión examinadora juzgará de las aptitudes del candidato, i comunicará su aprobación o reprobación al De- cano, esjiresando su juicio sobre el modo como sea expedido. Art. 9.“ K1 informe de qe abla el artículo anterior, se tras- mitirá al Kector de la Universidad en caso qe el candidato ubiese obtenido la aprobación de la comisión. Si ubiese sido reprobado no j)odrá presentarse a nuevo exámen asta después de seis me- ses. El Héctor con el Consejo, ])revio el informe reservado de la comisión de exámen, podrá reducir este término a la mitad, si lo ere; ere conveniente. Art. !()• El Héctor, en vista del informe de qe abla la 1.* jiarte del artículo precedente, conferirá al candidato el grado de Dacbiller, i le ará expedir el com¡)etonte título. Art. 11. No se entregaráel título al candidato, sin qeántes ])n>- sente recibo del Tesorero de la Universidad, en qe conste aber satisfecho cuatro posos. El Consejo podrá dispensar de este pa- go al graduando qe por su pobreza lo merezca. Del (jrado de Licenciado. A't. 12. Para pretender el grado de Licenciado en alguna do las facultades de la Universidad de (^liile, se recjiere aber sido graduado do Hacbiller en la misma facultad dos años ántes, por lómenos, i reunir los reqisitos (|e a continuación se expresan. En la Facultad de Filosofía i Umanidades, aber echo un estu- dio estenso de los ramos qe señala la parte 1.“ del art. (5.", i aber abrazado el estudio de la istoria literaria i de la ¡storia de la filosofía. En la de Ciencias Matemáticas i Físicas, 1.» aber estudiado i rendido exámen satisfactorio del cálculo diferencial e integral i de mecánica; 2." aber auxiliado a la Facultad u otro cuerpo cientííico o Profesor particular, en algunos trabajos prácticos re- lativos a la jeodesia, mecánica o ar(|itectura, si se pretendiere ser Licenciado en Ciencias ^latemáticas; i aber echo un estudio (‘stenso délos ramos qe señala el 2." inciso de la parte 2. del art. (L®, i auxiliado a la Facultad o a otro cuerpo científico o Profesor particular, en algún trabajo relativo a estos mismos, si se pretendiere el grado de Licenciado en Ciencias Físicas. — 73 — En la Facultad de Medicina, aber estudiado i rendido exámen satisfactorio de clínica interna i externa, operaciones i vendajes, obstetricia, medicina legal i terapéutica, i presentar certificado de aber practicado durante dos años en los ospitales. En la de Leyes i Ciencias Políticas, certificado del .curso bienal de la Academia. En la de Teolojía: 1.” aber estudiado i rendido exámen satisfac- torio de derecho canónico, oratoria sagrada, elementos de crono- lojía sagrada, e istoria de la teolojía: 2.“ certificado de aber con- currido duraíite dos años a la Academia de Ciencias Sagradas. Art. 13. L as pruebas a qe deben someterse los candidatos, son de dos especies: ])ruebas orales i pruebas por escrito. El exárnenoral recaerá sobre uno de los ramos qe se exijen ];ara los grados de Bachiller i Licenciadoen laFacultad respectiva. La prueba por escrito consistirá en una memoria qe presenta- i’á el candidato sobre uno o mas puntos de los relativos a la Fa- cultad en qe qiere graduarse, elejidos a su discreción. La lectu- ra de dicha memoria no podrá durar menos de tres cuartos de ora. Art. 14. El qe pretendiere graduarse de Licenciado, presen- tará su solicitud al Bector con los documentos qe acrediten aber llenado los reqisitos necesarios, i si el Rector encontrare qe efec- tivamente se an cumplido dichos reqisitos, remitirá el expedien- te alDecano respectivo. Art. lo. El Decano nombrará una comisión compuesta de cinco miembros, en qe deberán incluirse el mismo Decano i el Secretario de la Facultad. A presencia de esta comisión, se ará el sorteo del ramo sobre qe debe recaer el exámen oral. Art. 16. Dicho sorteo se verificará por cédulas qe tendrá preparadas la Facultad, jeneralmente para todos los grados; en cada una de las cuales estará anotado uno de los ramos o parte de los mismos, sobre qe j)ueda ser examinado el candidato. Art. 17. A las cuarenta i ocho oras después de efectuado el sorteo, tendrá lugar el exámen a presencia de los miembros de la Facultad qe qisieren concurrir, para cuyo efecto se les citará. — Se pasará también aviso al Rector del dia en qe debe efectuarse di- cho exámen, i del ramo sorteado. Art. 18. La comisión ará preguntas al candidato durante una ora sobre el ramo señalado. Los otros miembros concurrentes po- drán también preguntarle si qisieren. Art. 19. Trascurrido el tiempo del exámen, se aprobará o re- probará a! candidato en votación secreta, por mayoria de votos (le la comisión i del Rector, si ubiere concurrido. Én caso de em- pate, se le tendrá por reprobado. 10 — 74 - Si fuese aprobado, el Decano le señalará el dia en qe a de pre- sentar i leer ánte la Facultad, la memoria de qe abla el art. 13. Para este acto serán también citados los licenciados de la misma Facultad. Verificada dicha lectura i aprobada la memoria por la Fa- cultad en votación secreta, se le expedirá por el Decano la boleta de aprobación, i se pasará el expediente al Rector, para qe éste, si observase qe se a procedido con arref'lo a los estaiutos de la Uni- versidad, coníiera el grado i expida el título. Si el candidato fuere rejirobado, no se le podrá admitir a nuevo exámen sino un año después. La comisión, o la Facultad en su caso, podrán prolongar este tiempo, cuando lo creyeren nece- sario. .\rt. 20. Antes de entregarse al graduando el título de Licen- ciado, deberá satisfacer en la tesorería de la Universidad doce pesos, si fuere graduado enla Facultad de Flosofía i Umanidades, en la de Teolojía, o enla de Ciencias Matemáticas i Físicas; i diez i seis pesos, si lo fuere en las otras Facultades. Art. 21. De los exámenes i grados, tanto de Bachiller, como de Licenciado, se tomará razón en los libros de la Facultad respec- tiva, anotándose el nombre i apellido de los candidatos, el lugar de su nacimiento, el colejio en (je an echo sus estudios i el lugar de su actual domicilio. Art. 22. Los grados se conferirán en la forma siguiente; líl candidato se |)resentará a la sala de sesiones del Consejo, i des- pués de leido el oficio en qe el Decano de la Facultad expone al Rector el resultado del exámen, se le exijirá la promesa de guar- dar los estatutos de la Universidad en la parte qe le toijo. En segui- da el Rector dirá: «En virtud de aber curn|jl¡do con todos losre- «([isitos exijidos por los estatutos de la Universidad, os confiero el «grado de Bachiller (o Licenciado, según fuere el caso) i os decla- «ro en el goze de todos los derechos i prerrogativas qe como a tal «Bachiller (o Licenciado) os corresponden.» Si se tratare de conferir el grado de Licenciado en Teolojía, el Rector ará citar al Maestre-escuela, a fin de qe concurra al acto, i presencie la protestación de fé, qe conforme al Concilio de frento, deberá acer el graduando ántes de qe se le coníiera el grado. Colación de grados a los ge ubiereii echo sus estudios fuera del pais. Art. 23. Los diplomas de Bachiller i de Licenciado o Dr., ox- [ledidos por cualqiera Universidad extranjera acreditada, serví- — 7o — rán para comprobar qe e! candidato a echo estudios i obtenido aprobación en los ramos qe, según los estatutos de la misma Universidad extranjera, se necesiten para conferir dichos di- plomas. Art. 2i. Si los estatutos de la Universidad de Chile exijieren otros ramos para la concesión del grado de Bachiller o Licen- ciado, ademas de los exijidos por los estatutos de la Universidad extranjera, será necesario qe el candidato se sujete a ser exami- nado en aqellos. Di sposíci ones t r ansí t orí as . Art. 2o. El grado de Bachiller en Filosofía i Umanidades no se exijirá para el grado de Bachiller en Medicina, i en Leyes i Ciencias Políticas, sino a los qe, según el estado de sus estudios, debieren rendir el exámen final de latin pasado el año de 1845: respecto délos demas se exijirán los estudios preparatorios qe se an exijido asta el presente. Art. 26. El Consejo podrá dispensar, durante los dos años sub- siguientes a la publicación de este reglamento, alguno de los ra- mos qe señalan las partes primera, segunda i qinta del art. 1.®, siempre qe, según el sistema observado en los establecimientos provinciales o nacionales de educación, no se ubiesen enseñado dichos ramos dos años antes de aber conchudo los agraciados el .curso de estudios preparativo^ de las carreras profesionales. nÚLNES. Mantiel Monil. 33. TESORERO para los fondos Cnlversitarios. Santiago, Setiembre 28 de 1844. A propuesta del (Consejo de la Universidad, e acordado i de- creto: 7G — 1. " El cargo de Tesorero de la LTiiversidad estará unido al de Tesorero del Instituto Nacional; debiéndose sin embargo llevar por separado las cuentas de ambos establecimientos. 2. " Se asigna al Tesorero del instituto Nacional por esta nueva obligación, un cuatro por ciento sobre todas las entradas qe recaudare pertenecientes a la Universidad. 3. ° La fianza qe actualmente presta el referido empleado, debe acerse extensiva a los fondos de dicha corporación. Tómese ra- zón i comuníqese. BÚLNES. Manuel Montt. 3i. A'OMBRAMIENTO «le No^uudo Be«lel. Santiago, Noviembre 14 de 1844. Nómbrase a D. Vicente Urtado segundo Iledel de la Univer- sidad; i abónesele el sueldo ((e por la lei le corresponde. Refrén- dese, tómese razón i comuníqese. BÓLNES. Manuel Montt. — 11 — 35. ACADEMIA DE CIENCIAS SAGRADAS. Santiago, NoTieiiibre 18 de 1811. Señor Ministro; Tengo el onor de acompañar a US. el Reglamento ])ara la Aca- demia de Ciencias Sagradas qe debe establecerse en esta capital, formado por el Señor Decano deTeolojía, i disciitiilo i aprobado por el Consejo de esta corporación, a íin de qe, si S. E. el Pre- sidente lo tiene a bien, se sirva expedir por el Ministerio de US. la aprobación correspondiente. Dios guarde a US. Andrés Bello. Al Sr. Ministro de Instrucción Pública. REGLAMENTO pura la Acailcniia de Ciencias Masi'adas, en cumplimiento de lo prevenido en ei art. ki de la lei de lO de .Vovicmlirc de 18 CaPÍTCLO i. Del objeto i composición de la Academia. Art. 1.» La Academia de Ciencias Sagradas tendrá por objeto la instrucción acerca de la práctica del ministerio pastoral en tres de sus principales ramos, a saber; práctica de la administra- ción de sacramentos, del derecho eclesiástico en la parte pura- mente administrativa, i de la enseñanza de la divina palabra. 2.” Abrá tres clases de Académicos: La primera se compon- drá de todos los Miembros o Licenciados en la Facultad de'Peo- 'lojía de la Universidad de Chile, qe esten inscritos en el rejistro de la Academia; la segunda de los Bachilleres de la misma Fa- cultad qe cursan Ciencias Sagradas; i la tercera de los estudiantes qe, sin ser Bachilleres, qieran asociarse a los trabajos acadé- micos. — 78 — 3. “ Para ser Académico de la primera clase, solo se necesita aliarse de antemano inscrito en el rejistro de la Academia, o j)resentar para ello el título o diploma qe compruebe ser Miem- bro o Licenciado en Teolojía. Estos académicos gozan las prerro- gativas de tales, sin estar obligados a sufrir sus gravámenes. 4. » Para ser Académico de segunda clase, se necesita solicitar- lo de la Academia, presentando un memorial en qe se acompañe el título de Bachiller. Elqe])resida la sesión en qe se presente, mandará volver el título, dejándose constancia por el Secretario, i nombrará una comisión de dos o tres Académicos para qe, in- dagando las costumbres del solicitante, informe a la xVeademia. Evacuado este informe, se oirá al Promotor Fiscal, i no resul- tando de estas dilijencias impedimento, será admitido el preten- diente a la prueba literaria. 5. ” La prueba de qe abla el artículo anterior, consiste en formar en el espacio de cuatro dias una disertación en latin o en castellano sobre el texto de la Sagrada Escritura qe le salga en suerte, i responder a las objeciones qe le agan dos Académicos nombrados al efecto. Estas objeciones pueden dirijirse contra el texto, o contra la autenticidad, integridad o canonicidad del li- bro déla Biblia de qe se extrajo. G.» Después de concluida la prueba, se votará por el Consejo la admisión del Académico, i resultando a[)robado por mayoría absoluta, se ará la incorporación, previo el pago de dos pesos pa- ra fondos del cuerpo. 7. '’ Todo Académico al tiempo de incorporarse, interrogado por el Secretario, ará formal promesa de observar este regla- mento i contraerse con especial esmero a la difusión de la ins- trucción rclijiosa i defensa de la doctrina ortodoja. 8. “ Para ser Académico de tercera clase, solo senccesiU pre- sentar certificado de aliarse cursando estudios eclesiásticos ¡com- probante de buenas costumbres, al qe preside la Academia; qien aliándolos en forma, mandará inscribir al solicitante en el res- pectivo rejistro. Estos Académicos de tercera clase solo son con- siderados como oyentes sin voz ni voto deliberativo. 9. “ Aqellos Académicos de segunda clase qc ubieren seguido seis cursos i durante ellos ubieren desempeñado las cargas ane- xas, tendrán derecho a ser jubilados, qedando desde entonces con las ¡irerrogativas de Académico i libres de sus pensiones. 10. El Consejo Académico puede abreviar el tiempo qe desig- na el artículo anterior para la jubilación, en favor de aqellos qe ubieren prestado servicios tan extraordinarios e importantes, qe, a juicio de las dos terceras partes de los Académicos concurren- tes, sean acreedores a esta gracia. La jubilación anticipada solo — 79 — puede tener lugar cuando qeden, al ménos, seis Académicos de segunda clase en ejercicio, i cuando el jubilado a concurrido al ménos por dos anos a la Academia. CAPÍTULO II. De los ejercicios académicos. 11. I ..os ejercicios de la Academia son de dos clases: los unos teórico- prácticos i los otros puramente prácticos. Aqellos con- sisten en conferir i disertar sóbrelas matreias qe respectivamen- te forman el objeto de los cursos, i estos en fiiijir casos i ejecutar lo mismo qe se aria si fuesen verdaderos. 12. La instrucción teorico-práctica se dará cada año en dos cursos. El primero tendrá por objeto la administración de los sacramentos, i el segundo el derecho eclesiástico administrativo. Aqel dará principio con los trabajos de la Academia después de las vacaciones, i terminará en la iiltirna sesión del mes de julio. Este comenzará en la primera de agosto i concluirá en la ultima de enero. 13. El postrer mes de ámbos cursos será consagrado a estu- dios bíblicos, tratándose sobre el canon del antiguo i nuevo testamento, los diversos sentidos de la sagrada escritura, su uso i las reglas para exponerla. \k. Las sesiones de cada curso se destinarán alternativamen- te para conferir las materias qe se traten, i para leer disertacio- nes sobre ellas. En lugar de disertaciones acerca de la Sagrada Es- critura, se arán omilías o exposiciones de los pasajes difíciles. lo. Abrá una sesión especial en cada mes, destinada a los ejercicios de oratoria sagrada, pronunciándose dos discursos so- bre los diversos jéneros de estas composiciones. 10. Losojercicios prácticos se prepararán fuera de las sesio- nes i serán presentados en ellas para su revisión; ellos duran todo el tiempo qe los trabajos de la Academia, i no están sujetos al orden de sus cursos, sino al qe fijen los casos qe se distribuyan. Con este fin se establecerán provisorias, secretarías episcopales i capitulares, parroqias con sus archivos, notarías, economatos, etc. íms nombramientos para estos cargos permanentes se arán los dias lo de julio i diciembre, verificándose entonces las entre- gas de archivo i cosas concernientes al oficio, con todas las so- lemnidades de estilo. Los otros nombramientos para cargos accidentales solo se arán cuando ocurran. 17. La Academia dará principio a sus sesiones el primer do- — 80 — mingo de cuaresma i las terminará el domingo después de Ej)!- fanía. 18. ].a sesión de apertura comenzará por el recibimiento del l’residcmle i Vice nuevamente electos. Se leerá en seguida una memoria sobre los trabajos del abo anterior, en la qe se ará lije- ra mención délos Académicos tallecidos durante él; i terminará con un discurso inaugural. La memoria i discurso deberán en- eomemlarse con la anticipación por lo menos de dos meses, a los Académicos qe deban formarlos. 19. Los i{e ubieren desempeñado la Secretaría durante el año, son obligados a dar razón de todos los trabajos académicos eje- cutados en sus respectivos tienq)os, i de las personas fallecidas (¡e deben mencionarse; entregando esta razón al encargado de la memoria, a lo mas tarde, dos dias des|)ues de la'última sesión (le diciembre. 29. La Academia cerrará sus sesiones con una fiesta solemne r.l misterio tutelar, i un discurso en la forma [(revenida en el art. 05 de este reglamento. 2'. Las sesiones ordinarias se tendrán los bines de cada se- mana iel primer jnéves de cada mes. Si el bines fuese festivo, se considerará trasferida la sesión para el siguiente dia: no así eljué- ves primero qe, aiinqe lo sea, se tendrá en él la sesión, excejito so- lo el de semana-santa, en qe la sesión so dejará ¡lara el juéves in- mediato. 22. Las sesiones deben durar [lor lo ménos ora i media, dan- do principio a las seisde la tarde en los meses de enero, lebrero, noviembre i diciembre; a las cinco en marzo, abril, setiembre i octubre, i a las cuatro i media en mayo, junio, julio i agosto. El Director, ocurriendo causa grave, puede alterar la ora, avisán- dose préviameiite a los .Académicos. 25. Para abrir la sesión se necesita, [lor lo ménos, la concu- rrencia de cuatro Académicos. Abiendo este niiniero, pero no es- tando todos los qe deben venir reunidos, podrá esperar el qe [ire- side asta cinco minutos mas de la ora designada. Para lijar esta, se guiarán por el reloj qe goluerna al pueblo. 2i. Son atribuciones del qe [íresiclc la sesión; l.° .\brirla, sus- |)enderla i levantarla: 2." Designar la materia qe debe tratarse en la siguiente: 3.° Mantener el (jrden, cuidando de qe se observe com|)ostura i silencio, i aciendo salir de la sala al qe después de reconvenido por dos veces, reusase obedecerle: V.® Conceder la palabra en ¡as discusiones al qe la [dda, i si dos o mas lo acen a un tiempo, la concederá a su arbitrio: o.° Distribuir entre los Aca- démicos los trabajos en qe deben ociqiarse; bien entendido qe la distribución jencral de olidos, qe conforme el art. IG debe — 81 - actTáe en días determinados, solo corresponde al Director, i en su detecto, al Presidente i Vice: G.° Uubricar el borrador de la ac- ta de la sesión anterior, i firmarla cuando se estienda en el libro: 7.° Suscribir con el Secretario la correspondencia qe se despache en sesión. 2o. Las sesiones semanales se tendrán en esta forma: leido por el Secretario el borrador de la acta anterior, si está arreglada, ajuicio de los concurrentes, se rubricará por el qe preside. En se- guida se dará cuenta de la correspondencia i solicitudes, i los Aca- démicos, por el orden qe los llame el Secretario, presentarán los ejercicios prácticos qe les fueron enconn?ndados, a fin de qe reci- ban aprobación o enmienda; el qe preside señalará a cada uno el trabajo qe debe acer para la sesión siguiente. Si es dia de con- ferencia, el mismo Presidente nombrará un Académico qe expli- qe el punto asignado i responda a las observaciones qe qieran los demas acerle; si es de disertación, el encargado de ella la leerá i satisfará a las objeciones. A continuación se tratará de los otros negocios pendientes, i señalada la materia de la siguiente sesión, se levantará la del dia. 26 En la sesión mensual de los primeros juéves, aprobada el acta i dada la cuenta de las correspondencias i solicitudes, los encargados de las oraciones las pronunciarán. En seguida se exa- minarán los informes de los revisores sobre las pronunciadas en las sesiones del mes anterior: discutiéndose aqellos puntos de elo- cuencia sagrada qe se toqen. Después se ocupará la Academia de lo relativo a su fomento, i señalada la materia para la sesión del mes siguiente, se levantará la del dia. 27. Las actas deben comprender: l.“ noticia de los concurren- tes: 2.® relación sucinta de la correspondencia i solicitudes de qe se da cuenta: 3.® el nombre déla persona qe explican diserta: 4.® la materia de la explicación o disertación: 5.® las resoluciones qe se acuerden sobre las materias qe se traten: 6.® reseña de las cosas notablemente importantes qe ocurren. 28. Todos los Académicos de segunda clase qe no son jubila- dos, se turnarán por el orden de antigüedad, tanto para las diser- taciones obligatorias de los cursos, cuanto para las composicio- nes de oratoria sagrada; cuidándose de qe el orden qe se siga en ámbos turnos, evite el qe recaigan los ejercicios de disertación i discurso con inénos intervalo qe el de qince dias en una misma persona. Los encargados de disertar deben ser avisados de la ma- teria de la disertación qince dias ántes, i este aviso será con un mes de anticipación para tas composiciones de oratoria sagrada. 29. Si el Académico qe debe disertar o pronunciar discurso se imposibilita, i qeda tiempo para dar el aviso qe previene el artí- 11 — 8-2 — culo anterior, se encargará el trabajo al qe debe seguir por turno; pero si no qeda tiempo bastante, se pondrá en noticia de los Académicos la falta, i el qe voluntariamente acepte el trabajo, qe- da exento de otro igual, cuando llegue su turno; anotándose a mas este servicio en el rejistro, iaciéndose de él mención especial en el acta. 30. Leida toda disertación o discurso, bien sea qe se ayan echo o no observaciones, deberá pasarse a la sección revisora respectiva para qe informe, i evacuado éste, la Academia pro- nunciará su juicio sobre las decisiones qe contenga; el informe i la decisión se agregarán a la disertación o discurso antes de archivarse. Si alguno qiere acer contra-disertacion, se aguar- dará a qe la presente, para qe sobre áinbas recaiga el infor- me. Abiendo variedad de opiniones, se insertarán los princi- pales fundamentos de las qe difieran de aqella qe ubiere adopta- do la disertación. 31. Todo Académico tiene derecho para acer observaciones i ]>reguntas sobre los asuntos qe se tratan; mas cuando se trabe una discusión séria, solo podrán ablar dos veces en el mismo negocio; excepto el encargado de sostener la materia discutida. Asimismo, pueden todos solicitar i debe permitírseles el disertar sobre los puntos de su elección pertenecientes a las materias qe forman el objeto de la Academia. •32. Si alguna persona estraña de la Academia le pidiese su dictámen sobre cuestiones qe le pertenezcan, |)odrá, si lo tiene a bien, acer formar sobre ello una disertación; pero esta no debe embarazar las ordinarias de los cursos qe entóneos se sigan. 33. Dos dias ántes de cada sesión, se fijará en las puertas de la Sala de la Academia una tablilla qe anuncie las materias qe deben ocuparla. CAPÍTLLO III. Del Director. 3^i>. El Director de la Academia es el Decano de la Facultad de Teolojía de la Universidad Nacional, o la persona qe conforme a sus estatutos aga sus veces. 35. El Director ¡lor su graduación tendrá el asiento preemi- nente, i ninguno de los qe concurran deberá tomarlo, ni dejarlo ántes qe él lo ejecute. 36. Con el dictámen del Director qedarán terminadas las dis- putas qe ocurran, i los Académicos estarán obligados a respetarlo — 83 — 3T. El Director tendrá el gobierno directivo i económico de la Academia; en cuya virtud son atribuciones suyas: Fresi- áírí^ ‘ V* A f)t{ fU>fWfv'itv tf,> iM'WWf-titírtid, fH a*of- «HW í >Í)»-^*Í díV^^pOi» !«, C«tttfe|^íft\i|c ^ lo« ím cor^^ INKVí^QfV*» rfiv&ii *4Ui 4* )^fc <ú4áiíwrt«rí ffó UU RC^.,.oiij4, . •* V#5 ■’*^,** - “:‘ " R.;.|t ,SK, MT i.»».- ‘f-- -l"" •-' > • -^ , * *ü . - ll4nrf 1 • <♦ ' f^t‘^ " ^ . ■' -■ ’ \ v”C • « ó' • * '>■ mfm ■» " ’L' ' • , * >. JJI u • ^ * - SEGUJ\DA SECCIOA, £..S'93SS3ií><&3 Sí3Sa-e« 1. r OllMA DUES IIELLO. Salvador Saafnenics. 5. RECEPCION ou la l’niveríiiilnil fie Ion niiovoM niieiiiliro<« i|P i‘l <;ol»ieriio iioiii» hrare aifta completar el m'iniero flcMi;;;iiaflo por la leí. Sesión del 11 de noviembre de 1853. Las formalidades con qe a de verificarse la reci'pcion de los nuevos miembros qe el Gobierno nombrare asta completar el — 101 — número designado por la lei, serán las mismas qe para los electos por la Universidad. ANDRES BELLO. Salvador Sanfuentex. 6. JDNTA PROVINCIAL de edueacioii para Talparaiso e inspecciones de sus departamentos. ’ Sesión del 22 de Junio de 18Í4. Nómbrase para componerla Junta de educación de Valparaiso al Juez de Letras de la Provincia, D. José Santiago Meló, al Re- jidor D. José Tqmas Ramos, al Párroco de dicha ciudad D. José Antonio Riobó i al ciudadano D. Mauricio Riesco (1). Para Inspector de Casablanca a D. Anacleto Montt. Para componer la Inspección de Qillota al Párroco D. Bartolo- mé Aguilar, a D. Antonio Vergara i a D. José Antonio Allende. ANDRES BELLO. Salvador Sanfuentex. (1) El nombramiento del Secretario de la Intendencia no se pone por estarla en virtud de la lei. — 102 — 7. FACULTAD de tos Inttpcctores de educación para nombrar •ontitnto»'. Sesión del 22 de Junio de 1844. A fin de qe por la ausencia o inabilitacion temporal de los Ins- pectores, por la distancia de los lugares u otro motivo análogo, no se interrumpa la continua vijilancia qe debe aber sobre la educación pública, el Consejo a acordado conceder a los Inspec- tores la facultad de nombrar sostitutos qe, bajo la responsabili- dad de aqellos, les ayuden en sus funciones i agan sus veces, cuando por alguno de los motivos expresados no pudieren dichos Inspectores desempeñar por sí mismos debidamente su cargo. ANDRES BELLO. Salvador San fuentes. 8. NOMBRAMIENTO de la Junta Provincial c Inapcctorcn de educación de roqimbo. Sesión del 22 de Junio de 1844. Nómbrase para componer la Junta de educación de Coqimbo al Prebendado de la Catedral de la Serena D. Joaqin Vera, al Rejidor D. José Monrreal i al vecino D. Pedro Cantour- net (2). (2) Los nombramientos del Juez de Letras i del Secretario de la Inten- dencia no se ponen por la razón ya expresada. — 103 — Inspector del departamento de Ovalle a í). Calisto Gue- rrero. Id. del de Combarbalá a D. José Antonio Varas. Para componer la inspección del departamento de lllapel, al Párroco D. José Tomas Orrian, a D. José Agustín ündurraga • a D. Manuel Ureta. Inspector del departamento de Elqi , a D. Pedro Miranda. ANDRES BELLO. Salvador Sanfuentes. 9. INSPECTORES de ednenclon de lo» departaincnto.o de la provincia de Mantiaco. Sesión del 22 de junio de 1844. Nómbrase Inspector del departamento de la Victoria a Don A- gustin Eizaguirre. Id. del de Melipilla al Párroco D, José Miguel Zarate, encar- gándosele especialmente el nombramiento de un sustituto. Inspector de la Siibdelegacion del Monte a D. Santos Valdes. Para componer la Inspección de Rancagua a D. Rafael Plata, D. Joaqin Valenzuela i D. José Villardel. Inspector de la Subdelegacion de Maipo a D. Luis Huidobro. ANDRES BELLO. Salvador Sanfuentes. — lOi — 10. JUNTA PROVINCIAL e InspcccioneM de edueaclou de Colcbagiia. Sesión del 6 de Julio de 18^*4. Nómbrase para componer la Junta de educación de Col- chagua al Rejidor de San Fernando, D Pedro José Jarami- 11o, al Párroco D. Pedro José Cerda i al licenciado D. Andrés María Ramirez. Para componer la Inspección de Curicó a D. Vicente Perez, D. Luis Labarca i D. Antonio Lastra. Inspector del departamento de Caupolican, a D. Valentín Val- di vioso(3). ANDRES BELLO. Salvador Sanfuenles. 11. JUNTA PROVINCIAL r Sní^peceloncH de educación de Talca. Sesiones del 13 de julio i del 10 i 24 de Agosto de 1844. Nómbrase para componer la Junta de educación de Talca al Presbítero I). Manuel Silva, al Rejidor D. Pedro Vidal Lete- lier i al vecino D. Toribio Evia. (.3) Por renuncia de este Sr., se nombró a 1). Toribio Lira, en la se- sión del 0 de noviembre del mismo año. — 105 — inspector del dcpaitamento de Lontué a D. José Antonio Ma- turana. AÑORES BELLO. Salvador Sanf nenies. 12. CÉDULAS pMru el sorteo del ramo sobre qc a de recaer el cxáinen de Ha- chlller en la FaeuHad de Umanidades. Sesión del 20 de julio de i8ii. Con arreglo a lo prevenido en el Decreto Supremo de 21 de junio último, i especialmente en los artículos 6.°, 7.» i 12.” del Ueglamento inserto en él sobre la concesión de grados, a acorda- do el Consejo de la Universidad qe para el examen del candidato qe -solicita el grado de Bachiller en Umanidades , se sorteen los ramos siguientes: idioma patrio, idioma latinó, principios deis- toria, principios de literatura, filosofía; i qe en el ramo sacado por suerte se aga un nuevo sorteo en qe se fije la sección o tratado especial sobre qe aya de recaer el examen. Este segundo sorteo es innecesario para el latin, en qe solo se exije la traducción de dos textos, uno en prosa i otro en verso. Autores en prosa, Ceslir, Cicerón, Salustio, Livio; Autores en verso, Ovidio, Virjilio, el Ar- te Poética de Oracio. Cédulas para el idioma Patrio. 1. ' Analojía i sintáxis; análisis de un texto castellano. 2. * Ortografía i Prosodia. 3. * Métrica. Análisis prosódica i métrica de un texto en verso castellano. u — 106 — Cédulas para el ramo de Istoria. 1. ® Principios de Istoria Sagrada i de Istoria Profana an- tigua. 2. ® Principios de Istoria Griega. 3. ® Principios de Istoria romana asta la muerte de Julio César. Principios de Istoria Romana desde Augusto, i de Istoria Europea asta la muerte de Carlomagno. 3.» Principios de Istoria Europea desde la muerte de Carlo- magno asta la exaltación de Carlos V al imperio. 6. ® Principios de Istoria de Europa desdo el imperio de Carlos V asta la revolución francesa. 7. ® Principios de Istoria de Europa durante la revolución francesa i asta la muerte de Napoleón. 8. ® Principios de Istoria de América: Istoria de Chile. Cédulas para el ramo de Literatura. 1. » Nociones jenerales sobre el buen gusto en las letras, i so- bre la dicción i estilo. 2. ® Nociones jenerales relativas a las composiciones oratorias, istóricas, didácticas i epistolares. 3. ® Nociones jenerales relativasa los poemas épicos, dramáti- cos, didácticos, líricos, satíricos, i composiciones menores en verso. Cédulas para el ramo de Filosofía. 1. ® Principios de Psicolojia. 2. ® Lójica. 3. ® Filosofía moral. • ANDRES BELLO. Salvador Sanfuente$. \ — 107 — 13. CÉDULAS para el (torteo «Sel rnnio sobre «(C n «le recaer el c.vánien para obtener el girado de L,ieeuciudo cii BJmuuidadcs. Sesión del 17 de agosto de 1814. El exárnen del grado de Licenciado principiará por el del idio- ma patrio, i de otros dos idiomas, uno de los cuales deberá ser el latín. El del idioma patrio consistirá en la análisis gramatical, orto- gráfica i prosódica de un texto castellano. El del latín en la traducción de dos textos: el primero elejido por la comisión examinadora en uno de los autores enumerados para el mismo exárnen respecto del grado de Bachiller : el segun- do, en la de una de las composiciones siguientes de Oracio : li- bro l.“, oda 3.^, Sic te, Diva; 15, Pastor cum truhereV, 35, O Diva, graltim; libro 2.®, oda 3, JEquam memento; 10, Rectius vives; 13 Ule et nefasto; 14, Elieu fugaces; 15, Jom panca ara- tro; 20, Non usitata; libro 3.» 1.®, Ocli profanumvulgtis; 2. Jus- tum et tenaccm; 5, Cuelo tonnntem; 6, Delicta majorum; libro 5.®, 2, Realus Ule; 16, Altera jam-teritur — Sátiras, libro 2.®, Sátira 6, IIoc eral in votis; — Epístolas, libro l.«, Epístola 2, Quinqué dies tibí. El del tercer idioma, en la traducción de un texto elejido en algún autor clásico. Concluido este exárnen, se sortearán las cédulas siguientes: Cédulas para el ramo de Jsloria. 1. * Istoria Sagrada, Profana antigua, e Istoria de Grecia. 2. * Istoria Romana, e Istoria de Europa asta la muerte de Car- lomagno. 3 “ Istoria de Europa desde la muerte de Carlomagno asta la de Napoleón. 4.* Istoria de América, i en especial de Chile. Cédulas para el ramo de Literatura. 1.* Teoría jeneral del buen gusto en las artes, 1 de la dicción estilo. — 108 — •1.‘ Teoría de los principales jéneros de composición en prosa. 3.® Teoría de los principales jéneros de composición en verso. 4-.® Istoria Literaria. Cédulas para el ramo de Filosofía. 1 .* Psicolojia: pruebas rdosóficas de la existencia i atributos de Dios, i de la espiritualidad e inmortalidad del alma. 2. ® Lójica. 3. ® Filosofía moral. i.® Istoria de la Filosolía. ANDKES BELLO. Salvador Sanfuentef. u. CÉDULAS. pnra el exánien «le Itaeliiller en I.eyeK^ Sesión del 17 de agosto de 1814. Para el grado de Hacbiller en Leyes se sortean primeramente' estos ramos: Derecho natural, Derecho internacional positivo, Derecho Constitucional chileno. Derecho Romano i Patrio con- cordados, Lejislacion Universal, Derecho Canónico. El Derecho Constitucional Chileno no admite segundo sorteos en los otros ramos se sortean las cédulas siguientes: Derecho Natural. 1. ® Derechos i obligaciones del ombre individualmente i en el estado de familia. 2. * Derechos i obligaciones del ombre en el estado de socie- dad civil. — 109 — Derecho internacional positivo. 1. " Derechos de belijerantes i neutrales. 2. * Restricciones a qe está sujeto el comercio neutral en tiempo de guerra. 3. * Derecho diplomático. Derecho Romano i Patrio concordados. 1. » Fuentes del derecho Romano i del derecho Español. 2. » Instituta, libro 1.®, los doc^ primeros títulos. 3. * Instituta, libro l.“, desde el título 13 asta el 26. Apéndice de la restitución in integrum i de los derechos de los menores. k. ‘ Instituta, libro 2.“, título l.° i 2." 5. " Instituta, libro 2.°,lit. 3.® asta el 9-° 6. * Instituía, libro 2.“, tit. 10 asta 19. 7. e Instituta, libro 2.”. tit. 20 asta 25. 8. » Instituta, libro 3.°, los 14 primeros títulos. Apéndice de los mayorazgos. 9. » Instituta, libro 3.®, tit. 15 asta el 21. Apéndice délas obli- gaciones divisibles e indivisibles. 10. » Instituta, libro 3.“, tit. 22 asta el 25. Apéndice de los censos. 11. » Instituta, libro 3.°, tit. 26. asta el 30. Apéndice de la so- ciedad conyugal. Apéndice de dotes i parafernales. 12. » Instituta, libro 4.®, los cinco primeros títulos. 13. » Instituta, libro 4.», tit. 6.° asta el 12. Legislación Universal. l. » Principios reguladores de la lejislacion; sanciones; aná- lisis del bien i el mal político. 2. ® Principios de derecho público universal. 3. ® Objetos de la lei civil. 4. ® Títulos constitutivos de la propiedad. 5. ® Derechos i obligaciones anexos a los diversos estados. 6 * Delitos: Remedios de los delitos. 7. ® Penas: Medios preventivos indirectos. 8. ® Juicios i pruebas. Derecho Canónico. 1.» Fuentes del derecho canónico. Del ciernen jeneral, i de las órdenes sagradas. lio — 2. * Del Sumo Pontífice, de los Obispos, Canónigos, Curas, Seminarios; oríjen i progreso de la vida monástica i de las órde- nes relijiosas. 3. » De los seis primeros sacramentos. i.» Del matrimonio i de las iglesias, de las fiestas, ayunos, abstinencias i^epulturas. 5.Í De los bienes eclesiásticos, de los beneficios i del derecho de patronato. De los concilios, i de la jurisdicción eclesiástica. 7.» De la erejía i de otros delitos. ANDRES BELLO. Salvador Sanfuentes. ■ UjTP lj JüNTA de cducikciou o ln.-0-CES»*- 21. CÉDULAS para el exánten de L.icenciadO en E.eye«. Sesión dcl 2 de noviembre de 1841, Las cédulas qe sirven para el segundo sorteo en el grado de Bachiller en Leyes, servirán también en el único sorteo para el grado de Licenciado en la misma Facultad. ANDRES BELLO. Salvador Sanfuentes. — il5 - 22. JCM’A de rdacacion e S nüipecc iones de lu provincia de Aconcasaa. Sesión del 9 de noviembre de 18i4. Nómbrase para componer la Junta de educación de la Provin- cia de Aconcagua al Kejidor D. Ramón (larcía, al Presbítero P. Juan Casas, i al ciudadano D. José del Rosario Jimenes. Inspector del Departamento de los Andes a D. Ramón Sante- lices. Id. del de Putaendo al Párroco D. Matias Rojas (4). Id. del de Petorca a D. Juan García, autorizándole en virtud de la extensión del Departamento, para nombrar sostituto. Id. del de la Ligua, al Párroco D. Manuel José Peregrino. ANDRES CELLO. Salvador Sanfueníex. 23. JÜNTA de educación e inspecciones de la provincia de Concepción. Sesión del 12 de diciembre de 18ÍS. Nómbrase para componer la Junta de educación de la Provln- (4) Con fecha 24 de Enero del presente año, avisó el Intendente de Aconcagua qe por renuncia del Ex-Párroco de Putaendo, D. José María Ro- jas, del cargo de Inspector de instrucción pública qe se le habia conferido, abia nombrado de interino al nuevo Párroco de la misma Doctrina D. Be- nito Antonio Briegas, con arreglo a lo dispuesto en la parte 2.» del art. 66 d«l Reglamento del Consejo. — 116 — cía de Concepción, al Rejidor D. Manuel María Eguiguren, al Prebendado D. Mateo Alcázar i al ciudadano D. Domingo 0- carnpo Inspector del departamento de Coelemu, a D. Agustin Castellón. id. del de Puchacai, a D. Juan de Dios Barra. Para componer la Inspección de Chillan, a D. Miguel ZaPiartu, D. Agustin Menendez i D. Salvador Bustos. Inspector del Departamento de la Laja, a D. Domingo de la Maza. Id. del de Rere, a D. Nicolás Gómez. Id. del de Lautaro, al Presbítero D. José Antonio Fernandez. Id. del de Talcabuano, aD. Ipólito Adler. ANDRES BELLO. Salvador Sanfuenta. 24. JUNTA de educación o Inspeccione.** de la provincia de Cliiloé. Sesión del 12 de diciembre de íif't't. Nómbrase para componer la Junta de educación de la Provin- cia de Cbiloé, al Rejidor D. José Salamanca, al eclesiástico Fr. José María Bonasí, i al ciudadano D. Juan Molina. Inspector del Departamento de Carelmapu, a D. Pedro Dias. Id. del de Chacao, a Fr. Juan Iturriaga. Id. del de Calbuco, al Rejidor D. Fernando Andrade. Id. del de Dalcaluie, al Párroco Fr. Anjel Anfossi. Id. del de Achao, al ciudadano D. Lorenzo Cárdenas. Id. del de Qenac, al Rejidor D. Nicolás Ruiz. Para componer la Inspección de Castro, al Rejidor I). Patricio Andrade, al Vicario Frai Antonio Gaviluchi, i al ciudadano D. Podro Errera. — 117 — Inspector de la de Lemui, al Párroco Frai Alejandro Hrauchi. Id. de la de Chonchi, al Párroco Fr. Paulino ítoinani. AIiiDRES BELLO. Salvador Sanfueníes. . ícil 0V<311¿M,Iíí «ÚiíITOil.^b , .J8i <- ói»<>Ti¿*l (a ,jifa^C>itáír(í,«t»^ .{íí ' m * ' ►JS* '*Íí;h.) j?4(í.»-4h '* — '• A l*«>*íii^ ' u ’ m 5f^»/r !*V: A * ff «> k t • « -4 * ;AiÁ » " -V»'^ ' í • t W ‘’ lí I • -i» i» I *‘ '^*1 ^ ^ XI ■»r 1«> 4É^C * . -• "i ‘u *•• - * * ií í»^ Ü: M .' - :c4 * ■ . li |MÍ#f^44i .. )>/ *■ ~V "íi. ,~s. ■ ^ ■• VA, ^ li^ t ,V7«4^ ||||/,|. * • ‘ ■' ^ A4é««ir , * *^VS« • i4 4(n J fk ^ , ♦ -• U f ff.flhi. -V >*’♦, »! 1 > i ' »Aí!»w • A, TERCERA SECCIOIV, sa.*S'íf3Ssa>'í>3 'a>3 ai-is.3 sí=e.as3. "••-JCÍt FACULTAD DE TEOLOJIA. -=c^'§>«5o 1. DESIGNACION de tema para el prentfo de if^44. Sesión del 18 de agosto de 1843. La Facultad acordó en esta sesión qe el tenia a qe debería con- traerse la memoria qe aspirase a su premio del año de 18i4, se- ria el siguiente: «Plan de misiones para la conversión de los Araucanos, o me- dios qe convendrá adoptar con ese objeto. » i 10 12-2 — 2 ELECCION de nuevo miembro. Sesión del 7 de mayo de 1844. La Facultad elijió al Presbítero D. Eujenio Guzman para llenar la vacante qe dejó en su seno el fallecimiento del U. P. Fr. Lo- renzo Soto. 3. DESIGNACION de tema para el premio de Sesión del 11 de Setiembre de 1844. Se acordó qe el tema para la composición literaria qe aspirase al premio del ano de 18W, seria el siguiente: «¿Cuáles serian las medidas mas oportunas para mejorar el ser- vicio Parroqial ? » 4. ELECCION de nuevo miembro. Sesión del 18 de noviembre de 1844. Se elijió al Presbítero D. Ignacio Victor Fizaguirre pai a llenar la vacante qe dejó el fallecimiento del Sr. Prebendado Dr. D. BíTiiardino Bilbao. ' — 123 — FACULTAD DE LEYES. o<3K5^(áK=» 1... DESIGNACION I de tema para el premio de 1944. ' Sesión del 9 de setiembre de 18W. í.a Facultad acordó por tema para la memoria qe aspirase a su ¡)remio del año de 18iV, el siguiente: «El actual sistema probatorio de nuestros juicios ¿es o no de- fectuoso? ¿Qé variaciones convendrá acer en él? ¿Qé disposi- ciones podrian dictarse para reducirlas a práctica?» 2. ELECCION de nuevo miembro. Sesión del 26 de febrero de 1814. Para llenar la vacante qe dejó el fallecimiento del Sr. D. José Santiago Montt, elijió la Facultad al Sr. Ministro de Justicia, Cul- to é Instrucción Pública, D. Manuel Montt. — 12i — 3. ELECCION de nuevo niieiiibro. Sesión del 2:0 de mayo de 184'i. Para llenar la vacante qe dejó el fallecimiento de 1). José Mi- guel Infante, elijió la Facultad al Sr. Ministro del Interior i Hela- ciones Exteriores, D. Ramón Luis Irarrázabal. 4. DESIGNACION de tema pura el premio de Sesión del l'i de setiembre de 18Vi. í,a Facultad acordó el siguiente: ¿Cuál es el mejor sistema de prueba testimonial qe, con apli- cación a Chile, puede adoptarse en los juicios ? FACULTAD DE MKDICINA. í, DESIGNACION de tema para el premio de IM14 Sesión del 11 de agosto de 1843. Se acordó qe el tema para la composición qe aspirase al premio de 18'i V, seria el siguiente; — 1-25 — «Un tratado sobre la disenteria, eon las particularidades qe le son peculiares en Chile, el carácter de malignidad qe toma mu- chas veces, las causas qe dan lugar a su frecuencia en varias de las estaciones, i la curación mas eficaz que se debe seguir. » K3® 2. PUEMIO a laís nii‘imoria:!4 proscmíticlas en Sesión del 12 de setiembre de 18 Reunida la Facnltad para discernir el premio propuesto al me- jor tratado sobre la «Disenteria» , no alió en ninguno de los cua- tro trabajos qe le fueron presentados, un mérito suficiente para ob- tenerlo íntegro, i resolvió dividirlo entre tres de ellos, asignando cien pesos al qe marcó con el número 1.®, i repartiendo los cit'ii- tos restantes entre los qe sefialó con los números 2 i 3 (:U. 3. DESIGNACION tenia para el premio de tS4&. Sesión del 13 de setiembre de 1844. S(* designaron por terna para la memoria qe aspire al premio de 18^r5, las proposiciones siguientes: 1. * Describir el clima de Chile. 2. “ Indicar las variaciones qe experimenta en tas diversas esta- ciones del ano, i el influjo qe tengan sobre la frecuencia de las afecciones del corazón i de los vasos sanguíneos. (1) Estas tres memorias se imprimen cxtracladas en la sección corres- pondiente. — 12G 3.® Investigar las demas causas, peculiares al pais, qe puedan favorecer el desarrollo de estas afecciones, i deternriinar el mé- todo profiláctico i curativo qe convenga oponerles. -i. MEMORIAS presentudaH en $ Sesión del 16 de setiembre de 18ii. No abiéndose admitido en el Consejo de la Universidad la divi- sión del premio propuesta por la Facultad de Medicina, se reunió esta de nuevo en número de cuatro miembros, los únicos presen- tes en Santiago, para decidir si alguna de las memorias presenta- das al concurso, merecia el premio íntegro. Después de una larga discusión, resultaron dos votos en favor i dos en contra. No se izo segunda votación, por aberse opuesto uno de los cuatro vo- tantes, i por la presunción de qe saldria igual a la primera. 1 ACUÍ/rAD DE MATEMATICAS. 1. DESIGNACION de tenia» pura el premio de 1844. Sesión del 2 de setiembre de i8í3. 1.a Facultad sefialó como materia para la disertación qo aspira- se a su premio del año de 18VV, el tema siguiente: 127 — (dníluencia de las Matemáticas i Ciencias Físicas en la civiliza- ción i prosperidad social; exponiendo los medios de perfeccionar con su cultivo, el estado actual de la industria en Chile.» 2. DESIGNACION de tema para el premie de 1945. Sesión del 13 de setiembre de 1841. Se señaló el siguiente: «Recursos qe pueden desarrollarse en Chile por medio del cul- tivo de las Ciencas Físicas i Matemáticas. » FACULTAD DE FILOSOFIA I ÜM ANID A DES. — (if) 1. DESIGNACION de tema para el premio de 4S44. Sesión del 9 de setiembre de 1843. La Facultad señaló el siguiente: ¿Qé objeto debe proponerse la educación en las diversas cla- ses de la Sociedad Chilena, y cuáles son los medios prácticos qc pueden emplearse para conseguir este objeto?» — 128 — l’ara mayor ¡lustracion de este tema, la Facultad creyó conve- niente se insertase a continuación de él una breve exposición de sus miras al proponerlo como materia de un premio; i con este objeto se copia a continuación la explicación qe, del mismo modo qe el tema, fué aprobada por ella. «l.a educación se propone precisamente un fin. Si se la consi- dera de un modo abstracto, su objeto es también abstracto i je- neral. Si se considera en cada clase del estado, tomando en cuen- ta las circunstancias particulares de cada una i la parte qe tiene en la vida social, su objeto se particulariza i determina, i se pre- senta mas realizable. De estos dos modos de íijar el objeto de la educación, el segundo es el único qe puede conducir a resultados prácticos. Cuando no se toman en cuenta las circunstancias de ca- da clase de la sociedad, i se prescinde de las peculiaridades de ca- da pueblo, los resultados qe se obtienen no [rueden aplicarse sin modificaciones a un [rais determinado. Pura qe esto último se consiga, es preciso qe la cuestión del objeto de la educación se re- suelva con relación al pueblo para el cual se buscan resultados prácticos. Fijado este objeto relativo a la educación, corresponde señalar los medios prácticos de llegar a él; medios también par- ticulares i relativos, puesto qe deben señalarse atendidas las cir- cunstancias pro¡)ias del pais de qe se trata. La Facultad de Fi- losofía i Umanidades, al proponer el tema precedente, cree qe de- be tratarse de nn modo a[)licable a Cliile; i por consiguiente no designará para el premio sino aqella disertación qe desarrolle mi- ras filosóficas realizables, i manifieste mayor estudio de nuestra sociedad i de los recursos qe tuviere para conseguir en ella el ob- jeto de la educación.» 2. ORTOL RAFEA. Al Sr. Rector de la Universidad de Chile. Señor Recto: Santiago, abril 25 de 1844. Invitada la Facultad de Filosofía i Umanidades por una me- moria de D. Domingo F. Sarmiento, a fijar su atención en la or- 129 tügrafía del idioma pacionai, a dedicado prolijas discusiones a es- clarecer las cuestiones |)romovidas en aqel documento. Por resul- tado de sus trabajos, a celebrado algunos acuerdos cuyo objeto es regularizar, en cuanto las circunstancias lo permiten, aqel ramo de la enseñanza; i al poner en conocimiento de V. las decisiones acordadas, debo acer, en cumplimiento de un encargo delaFacul- tad, una'breve exposiciuii de sus procedimientos i sus miras en esta materia. El proyecto presentado por el Sr. Sarmiento proponia una re- forma radical i completa en la ortografía actual, desterrando las consideraciones de etimolojía, derivación i demas principios adop- tados por la Academia Española, i basando el nuevo sistema ex- clusivamente sobre la pronunciación de los pueblos americanos. La Facultad a reconocido en aqella obra una teoría qe se acerca a la perfección del arte de escribir, por cuanto el objeto de la es- critura no p nede ser otro qe representar por signos escritos los sonidos articulados. Gran ventaja seria suprimir las letras mu- das qe recargan sin necesidad lo escrito; dar un valor fijo a las qe se conservan en uso, i abolir las excepciones i anomalias qe com- plican la natural sencillez de nuestra ortografía; i la Facultad se complace en esperar qe los esfuerzos de los gramáticos, escritores i corporaciones literarias conspirarán en lo sucesivo a ese resul- tado. Pero por mas deseable qe sea el arreglo lójico de la orto- grafía basado sobre la pronunciación, cree qe no puede adoptar- se sin graves inconvenientes de la manera repentina i absoluta qe el Sr. Sarmiento ])ropone. Ai en el dia adoptado, casi con entera uniformidad, por cuarenta millones de individuos qe ablan el es- pañol en Europa, Asia i América, un sistema de signos ortográficos qe se emplea así en las publicaciones de la prensa, como en los documentos oficiales i en las relaciones privadas de los indivi- duos. Imperfecto como es este sistema, está sin embargo consiga- nado en innumerables e interesantes escritos i arraigado por ábito i por educación en muchos pueblos; de manera qe puede mirársele como un convenio universal qe facilita la comunicación de tiem- pos i lugares remotos. La separación de este convenio dejaria precisamente en aislamiento al pueblo innovador, i entorpeceria sus relaciones con los otros qe se conservasen adictos al antiguo sistema. Tal es uno de los inconvenientes de la reforma propues- ta. Según ella debían desaparecer del todo algunas de las letras con qe se acostumbra aora retratar las palabras, otras pasaban a reemplazar las suprimidas, no pocas mudaban de valor, i por me- dio de estas alteraciones, se llegaba asta consumar la pérdida de varios sonidos jenuinos del idioma. A adoptarse este sistema, las obras impresas en Chile difícilmente tendrian circulación en 17 — 130 — otros países, i las publicadas fuera de la República no podriaii ser leídas por nuestro pueblo si no se le enseñaban dos órdenes o sis- temas de lectura; uno para los escritos indíjenas i otro para los extranjeros, complicando asi las dilicultades de la enseñanza en vez de allanarlas. Ni es de esperar qe la excelencia del nuevo sistema lo i- ciese prevalecer sobre el antiguo. Los ábitos inveterados i la natural inercia del ombre oponen obstáculos insuperables a la razón i a los esfuerzos de espíritus superiores en asuntos de la mayor importancia; ¡cuánto mas difícil no seria pues a la Univer- sidad de Chile, falta de medios adecuados, imponer su convic- ción, no ya en el exterior, pero ni siqiera en el propio territorio de la República, en una materia cuya importancia no se descubre a los ojos desapercibidos de las masas! La costumbre ortográfica fomentada i sostenida por la multitud de publicaciones qe nos i- nundan, permaneceria sorda a los consejos de la Universidad; i frustrando la empresa, dejaría relegado el nuevo sistema al archi- vo de lo ])asado, al qe tantas bellas concepciones an ido a morir. I por otra parte ¿no será talvez imprudente dar el ejemplo de un rompimiento brusco con las convenciones universales de los ])ueblos es|)añoles en punto a ortografía ? Conocida es la variedad de oi)iniones i de pensamientos qe de algún tiempo a esta parte an ajiarecido cuantas veces sea tratado de cuestiones ortográficas; de- póngase ese respeto conservador qe se aguardado asta eldiaa las convenciones; ábrase la puerta a la ancha libertad do pensamien- to i de obra qe estas materias permiten, i en breve cada pueblo, cada cuei |)o literario, cada escritor adoptará su sistema, i la orto- grafía del castellano se convertirá en un caos qe los mas ábiles i poderosos injenios no podrán reorganizar. La Facultad cree qe la reforma de la ortografía debe hacerse j)or mejoras sucesivas. Esta a sido la marcha que a llevado es- pecialmente en el presente siglo, marcha prudente que no violen- ta el curso de las cosas umanas, qe conciba todos los intereses i qe sin causar controversias estrepitosas, a ido insensiblemente o- perando el convencimiento jeneral, asta permitirnos usar en el dia una ortografía depurada de muchos de los defectos qe domi- naban en el siglo anterior. La abolición instantánea de los qe restan aun, no es en manera alguna necesaria; ellos no estorban el desarrollo del espíritu, ni imponen trabas a la difusión de las luces, ni producen tan graves molestias, qe eqivalgana los incon- venientes de una súbita mudanza. La Facultad no acojió, pues, en jeneral la idea del Sr. Sar- miento, pero al mismo tiempo reconoce la conveniencia de acep- tar las modificaciones qe el uso continúa aciendo en la ortografía, — 131 — i la de adelantar, si es posible, un paso mas ácia el término a qe va caminando. Medida i circunspecta en sus resoluciones, no a aventurado una innovación qe pueda llamarse grave; es decir, nin- guna de aqellas qe alteran el valor convenido de los signos, el ór- den de sus combinaciones o sus propiedades especiales; pero tam- poco a trepidado en proijar aqellas qe pueden admitirse sin cau- sar desacuerdo en el modo de leer, sobre todo las qe an sido puestas en uso por un gran número de individuos, o están indi- cadas por la opinión pública. lin este caso se alia la supresión de la h en las palabras en qe no suena. Talvez es esta letra la qe orijina mayores dificultades en la escritura por lo arbitrario i lo inútil, para el común de las jentes, de las reglas qe se dan para su uso; i sin disputa el mas i- noliciosode los signos qe se emplean en la ortografía actual. La Fa- cultad no a encontrado razón alguna, por débil qe sea, en apoyo de la costumbre, i a tenido qe ceder a la fuerza de su propia convic- ción aprobando la indicación propuesta; pero cree necesario con- servar la h en las interjecciones para representar la prolongación del sonido exclamado. Esta prolongación natural siempre qe abla- mos bajo el imperio de la pasión, es un accidente qe debe pintar- se en lo escrito, i ningún signo mas a propósito qe la h por la misma tenuidad del sonido qe representó en otro tiempo la aspi- ración. Por iguales consideraciones acordó suprimir la u muda en las sílabas que, qui. Esta innovación ademas estaba preparada en la práctica jeneralmente observada en los manuscritos i solo faltaba aplicarla a las publicaciones de la prensa. La Facultad no teme causar ambigüedades, porqe como la q no se combina en el dia si- no con las letras e, i, ya sea qe se les ponga de por medio una u qe no suena, o ya se las deje solas, el sonido a de ser siempre uno mismo. No a sido posible adoptar el mismo acuerdo por lo qe respecta a las sílabas, que, gni, aunqe a primera vista parecían estar en iden- tidad de circunstancias. La ortografía universal escribe qa que, qui, qo, qu, aciendo sonar la a sola con las letras o, o, «, i añadiendo la u muda en su combinación conlae, i la í.Esta es sin duda unaano- raalía;pero siubiéramosde aboliría estableciendo la regularidad qe la razón aconseja, resultaría una notable confusión qe pondría en conflictos a losqe no fuesen mui conocedores del idioma. La g en las combinaciones qe, qi, sin u, cambia de valor según la ortogra- fía corriente i lo convierte en el de j: así en España i América se escribe muqer i qinete: de suerte qe si admitiendo, la indicación, proclamara la Facultad la constante regularidad de la g, cuando en Chile se escribiese gerra, qitarra, los españoles i americanos — 13 -2 - leerían jerra, jilarru, i viceversa leeríamos nosotros miiguer gm- nele, las [)alabras qe aqellos [>r enuncian mujer, jinete. La Facul- tad reputa grave este inconveniente, i mui ostil al uso corriente la regla insinuada. Otra cosa seria si se ubiesejeneralizadu la práctica de escribir con j los sonidos je, ji: entóneos la g conservaria su primitivo valor i podría ser empleada sin irregularidad i sin la importuna compañera qe una costumbre indiscreta le a asociado. Felizmente en Chile predomina el uso racional i lójico; la Facul- tad lo nota con placer i se lisonjea de (|e imitado este ejemplo por otros pueblos, aya dentro de algún tiempo la pro|)aracion qe a su ver taita por aora a la reforma de qe ablo. Otra de las innovacio- nes qe por estar preparadas en el nso frecuente de muebos indi- viduos, se alíala Facultad en el caso de adoptar, es la de mirar la y como consonante. Algunos continúan todavia en darle promis- cuamente el sonido vocal de i como en hoy, muy . 1 de consonan- corno en ya, ayer; mas un considerable número de escritores i en- tre ellos algunos de nota, an corn'jido esta aberración represen- tando el sonido vocal con la i llamada latina, i reservando la y griega para los consonantes. I.a superior ventaja de este sistema es demasiado maniliesta para qe la Facultad, en la diversidad de usos, aya trepidado en preferirlo. Fd acuerdo en (je li Facultad se a avanzado mas qizás asta se- pararse algún tanto de los i)rincipiosqe la an guiado en sus deci- siones, es el relativo a las letras, r i rr. F^s grande la variedad dcí casos qe en el dia ocurren sobre el nso de estas letras, sujetas a reglas complicadas e inútiles |>ara los qe no an echo un estudio serio del idioma. F1 signo r tiene por lo común un sonido suave, pero suena también fuerte en principio de dicción, después de I, n, $, i cuando se alia tras de ciertas sílabas componentes qe no todos son ca[)aces de conocer. La rr está destinada a representar el sonido fuerte en medio de dos vocales cuando la palabra es simple. K aqí las reglas, cuya sinq)le enunciación maniliesta lo mal com|)rendido (je está el valor de ambas letras i lo e(|ívoco de las funciones qe se les ace desempeñar. Aunqe el uso no a\ a sido asta aora contrario a este res|)ecto, la Facultad a estimado conveniente acer una declaración (je fije las ideas i sirva de ba- se a las futuras reformas — tal es la de (je reconoce como sonidos distintos del idioma losde r i rr, i j)or decontado, como dos letras diversas, los caracteres qe los representan. Consecuente con esta declaración, la Facultad debia |)rescribir una regla jeneral, cuya aplicación seria sumamente fácil i salvaría todas las diticultades qe se tocan. Mas como el sonido de rr es tan frecuente en cast('- líano, sobre todo en j)rincij)io de dicción, cree qe seria sobrado molesto duplicar constantemente la r bqida |)ara ex|)resar el S(iui - — 133 — do fuerto on osle caso, puesto que es imposible qe pueda confun- dirse o eqivocarse con otro. Introducir un nuevo signo simple qe evitara la duplicación i pudiese emplearse constantemente en lodo caso, abria sido un paso útilísimo, pero ni el uso ni la falta de caractéres a propósito en la tipografía, a permitido a la Facul- tad el darlo, conliando por otra parte enqe con el curso del tiempo la duplicación se convierta en un solo carácter i tome la forma simple qe conviene. A esto están reducidas las decisiones de la Facultad en cuan- to al valor de las letras. Otras reformas le fueron sometidas co- mo la sostitucion de la x por c s, la de la c en las sílabas ce ci por la z] pero no ha tenido a bien sancionarlas por motivos qe seria largo exponer i qe en parte se alian consignados en este escrito. Estas i otras repulsas sin embargo no pueden tener, en concepto de la Facultad, un efecto permanente. Como las razo- nes qe pesan en su ánimo son nacidas de las circunstancias transitorias en qe estamos, i es constante la progresión continua en qe marcha el arte gráfico, espera qe le será dable alojerías, cuando el estado de las ideas i los ábitos del pueblo se lo per- mitan. Acechará con cuidado el momento oportuno i estará dis- jniesta a aceptar en lo sucesivo cuanto contribuya a acer mas fácil i sencillo el mecanismo de nuestro sistema ortográfico- Terminada esta inámcra parte de sus trabajos, la Facultad pa- só a considerar las cuestiones sobre silabación qe mantienen en discordia a los prosodistas; materia mucho menos complicada qe la precedente. Un acuerdo a celebrado a este respecto bastante fe- cundo, en aplicaciones, i es, qe toda consonante se junte a la vo- cal qe la sigue inmediatamente. Así qedan resueltas sin excep- idones embarazosas, las dificultades qe se ofrecían sobre la for- mación de las sílabas i sobre la división de una palabra entre dos renglones. — La decisión qe previene se conserven las letras de su oríjen en los nombres de paises, personas i dignidades extran- jeras, tiene por objeto evitar la adulteración qe an sufrido mu- chos asta aqí con perjuicio de la claridad istórica. Después de esto solo faltaba fijarlos nombres de las letras del alfabeto. Conocida es por todos la defectuosa nomenclatura qe (le tiempo atras se enseña rutineramente en nuestras escuelas a despecho del buen sentido. Dáse en ellas nombres tales a las letras consideradas aisladamente, qe no pueden conservarse cuando se juntan con otras para formar la sílaba, i los maestros i los escolares tienen qe vencer a fuerza de paciencia i de su- frimiento, los embarazos qe ofrece esta absurda inconsecuencia. Por fortuna, las reformas qe la Facultad a preparado en este ramo, pueden reducirse a la práctica sin inconveniente de ningún — 134 — jénero; pues no alteran otra cosa qe los métodos 'adoptados e/^ el recinto de aqel los establecimientos, los cuales están sujetos por la naturaleza de las cosas a continuas variaciones. La regla qe en esta innovación a tenido la Facultad en vista, es qe cada letra debe tener por nombre el sonido qe exprime en el mayor núme- ro de combinaciones, expresado con la simplicidad qe es dable. Así la c deberá llamarse en lo sucesivo qe por cuanto guarda este sonido en diez i seis combinaciones, al paso qe el de ce lo tiene por excepción en solo dos, ce ci. Otro tanto ocurre con la g qe im- propiamente se a llamado asta aora je cuando por lo jeneral sue- na gue como en ga, gue, gu, gra, etc. — Para expresar el sonido consonante es preciso acompañarlo de otra vocal i la Facultad a preferido el de la e por ser ménos fuerte qe cualqiera otra de su clase. Es de esperar qe esta innovación simplifiqe en gran ma- nera el aprendizaje de la lectura. Resta solo, Sr. Rector, qe Y. se sirva elevar esta nota al co- nocimiento del (lobierno, para qe los acuerdos de laTacultad sur- tan su efecto así en las publicaciones qe se agan bajo la direc- ción o por orden de las autoridades, como en los demas casos qe se tuviere a bien. Por su parte la Facultad i cada uno de sus miembros, convencidos de la utilidad de las reformas adopta- das, están dispuestos a observarlas en sus propios trabajos. Dios guarde a V. Miguel de la Barjra. ortoguafÍa arfoptadn por Iit FnciiUad, l.“ Se suprime la h en todos los casos en qe no suena. 'I.'» En las interjecciones se usará de la h para representar la prolongación del sonido exclamado. 3. ” Se suprime la íí muda en las sílabas gu’ kf* ' «a.'*1É - **> 'V ^ . ,_i.. . « . • » . . T • * ^ *r' ^ . .r#vu^tArO|í' au ’ &i¡. |í, ./í ■> V»' ^*¿ yn « e.'í^^ ij 1-. ^|.^I¿ ,., pn ^ f-v‘i-í w rAor# ^ ,. 4 ->r,i S4 AjlíN i-tí*' t wt. , A* p- .-;. i JC **u-:h.^ííiI|o í* *'*. »)h . i' ’ ■ 1 *4^ .*• - 'A' »ir "» t y l -'i .'n ¿M fü ' f ■■ ♦ % l 4>Í4jStl»4 df l«<|.*i. ).1f| í’iaM.ik í/r*- ♦ i - CUARTA SECCIOA, -- — ^ — winrPN o truiiM* 1. DISCURSO proBBitciado por el Kr. Itector de la VnlTeraldad, B. Andre» Be* lio, en la Instalación de este cuerpo el día tt de setiembre d« 1M4S. INSTALACION DE LA UNIVERSIDAD. El Presidente de la República acompañado de los Señores Mi- nistros del Despacho, de diputaciones de las dos Cámaras Lejisla- tivas, de los Tribunales i Corporaciones, de un gran número de funcionarios civiles i militares, i de los alumnos del Instituto Nacional, se dirijió a las 12 del dia 17 de setiembre a uno de los salones del edificio de la antigua Universidad. El Sr. Ministro Vice-Patrono presentó a S. E. el Cuerpo Universitario, leyó los nombres de los miembros qe lo componen, i recitó la fórmula del juramento, qe prestaron todos simultáneamente i de pié, levantando el brazo derecho. El Rector i Decanos recibieron en seguida de mano de S. E. las insignias de los respectivos en- cargos. Se declaró instalada la Universidad de Chile, i el mi,srno Sr. Ministro pronunció un breve discurso alusivo al acto, i a los Unes con qe se a restablecido sobre nuevas bases este Cuerpo. A este discurso siguió el del Rector, concebido en estos términos; 140 Exm.0. Sr. Patrono de la Universidad. Señores; El Consejo de la Universidad me a encargado expresar a nom- bre del Cuerpo nuestro profundo reconocimiento por las distin- ciones i la confianza con qe el Supremo Gobierno se ha dignado onrrarnos. Debo también acerme el intérprete del reconocimiento de la Universidad por la expresión de benevolencia en qe el Se- ñor Ministro de Instrucción Pública se a servido aludir a sus miembros. En cuanto a mí, sé demasiado qe esas distinciones i esa confianza las debo mucho rnénos a mis aptitudes i fuerzas, qe a mi antiguo zelo (esta es la sola cualidad qe puedo atribuirme sin presunción) . a mi antiguo zelo por la difusión de las luces i de los sanos principios, i a la dedicación laboriosa con qe e seguido algunos ramos de estudio, no interrumpidos en ninguna época de mi vida, no dejados do la mano en medio de graves tareas. Sien- to el peso de esta confianza; conozco la extensión de las obli- gaciones qe impone; comprendo la magnitud de los esfuerzos qe exijo. Uesponsabilidad es esta, qe abrumaria, si recayese so- bre un solo individuo, una intelijencia de otro orden, i muclio me- jor preparada qe a podido estarlo la inia. Pero me alienta la co- operación de mis distinguidos colegas en el Consejo i el Cuerpo todo de la Universidad. La lei (afortunadamente para mí) a qc- rido qe la dirección de los estudios fuese la obra común del Cuer- po. Con la asistencia del Consejo, con la actividad ilustrada i pa- triótica de las diferentes Facultades; bajo los auspicios del Go- bierno, bajo la inlluencia de la libertad, espíritu vital de las ins- tituciones chilenas, me es lícito es|)erar qe el caudal ¡¡recioso de ciencia i talento, de qe ya está en posesión la Universidad, se au- mentará. se difundirá velozmente en beneficio de la Uelijion, de la moral, de la libertad misma, i de los intereses materiales. La Universidad, Señores, no seria digna de ocupar un lugar en nuestras instituciones sociales, si (como murmuran algunos ecos oscuros de declamaciones antiguas) el cultivo de las ciencias i de las letras pudiese mirarse como peligroso bajo un punto de vista moral, o bajo un punto de vista político. La moral (qe yo no separo de la Relijion) es la vida misma de la sociedad: la li- bertad es el estímulo qe da un vigor sano i una actividad fecun- da a las instituciones sociales. Lo qe enturbie la pureza de la mo- ral, lo qe trabe el arreglado, pero libre desarrollo de las facultades individuales i colectivas de la uinanidad— i digo mas — lo qe las ejercite infructuosamente, no debe un gobierno sabio incorporar- lo en la organización del Estado. Pero en este siglo, en Chile, en esta reunión, qe yo miro como un omenaje solemne a la impor- tancia de la cultura intelectual; en esta reunión, qe por una coin- cidencia significativa es la (¡rimera de las pompas qe saludan al dia glorioso de la Patria, al aniversario de la libertad chilena, yo no me creo llamado a defender las ciencias i las letras contra los paralojismos del elocuente lilósofo de Jinebra, ni céntralos rece- los de espíritus asustadizos, qe con los ojos lijos en los escollos qe an echo zozobrar al navegante presuntuoso, no qerrian qe la razón desplegase jamas las velas, i de buena gana la condenarían a una inercia eterna, mas perniciosa qe el abuso de las luces a las causas mismas por qe abogan. No para refutar lo qe a sido mil veces refutado, sino para manifestar la correspondencia qe existe entre los sentimientos qe acaba de expresar el Señor Ministro de instrucción Pública i los qe animan a la Universidad, se me per- mitirá qe añada a las de Su Señoría algunas ideas jenerales sobre la influencia moral i política de las ciencias i de las letras, sobre el ministerio de los cuerpos literarios, i sobre los trabajos espe- ciales a qe me parecen destinadas nuestras Facultades universi- tarias en el estailo presente do la Nación Chilena. Lo sabéis, señores: todas las verdades so tocan: desde las qe formulan el rumbo de los mundos en el piélago del espacio; desde las qe determinan las ajénelas maravillosas de qe dependen el movimiento i la vida en el universo do la materia; desde las qe resumen la estructura del animal, de la planta, de la masa inor- gánica qe pisamos; desde las qe revelan los fcnótnenos íntimos del alma en el teatro misterioso de la conciencia, asta las qe ex- presan las accioties i reacciones de las fuerzas políticas; asta las qe sientan las bases inconmo\ibles de la moral; asta las qe deter- minan las condiciones precisas para el desenvolvimiento de los jérmenes industriales; asta las qe dirijen i fecundan las artes. Los adelantamientos en todas líneas se llaman unos a otros, se eslabonan, se empujan. I cuando digo los adelanlumieníos en to- das líneas comprendo sin duda los mas importantes a la dicha del jénero umano, los adelantamientos en el orden moral i político. ¿ A qé se- debe este progreso de civilización, esta ansia de mejora* sociales, esta sed de libertad? Si ([eremos saberlo, comparemos a la Europa i a nuestra afortunada América, con los sombríos im- perios del Asia, en qe el despotismo ace pesar su cetro de ierro sobre cuellos encorvados de antemano por la ignorancia, o con las ordas africanas, en qeel ombre, apenas suj)erior a los brutos, es como ellos un artículo de tiálico para sus propios ermanos. ¿Qién prendii) en la Europa esclavizada las primeras centellas de libertad civil? ¿No fueron las letras? ¿No fué la erencia intelec- tual de Grecia i Roma, reclamada, después de una larga época de oscuridad, por el espíritu umano? Allí, allí tuvo principio este vasto movimiento político, qe a restituido sus títulos de injenui- dad a tantas razas esclavas; este movimiento, qe se propaga en todos sentidos, acelerado continuamente por la prensa i por las letras; cuyas undulaciones, aqí rápidas, allá lentas, en todas par- tes necesarias, fatales, allanarán por íin cuantas barreras se les opongan, i cubrirán la superficie del globo. Todas las verdades se tocan; i yo extiendo esta aserción al dogma relijioso, a la ver- dad teolójica. Calumnian, no sé si diga a la Uelijion o a las le- tras, los qeimajinanqe pueda aber una antipatía secreta entre a- ([ella i éstas. Yo creo, por el contrario, qe existe, qe no puede mé- nos de existir, una alianza estrecha, entre la revelación positiva i esa otra revelación universal qe abla a todos los ombres en el li- bro de la naturaleza. Si entendimientos extraviados an abusado de sus conocimientos para inijiugnar el dogma, ¿qé prueba esto sino la condición de las cosas umanas? Si la razón umana es dé- bil, si tropieza i cae, tanto mas necesario es suministrarle alimen- tos sustanciosos i apoyos sólidos. Porqe extinguir esta curiosidad, esta noble osadía del entendimiento, qe le ace arrostrar los arca- nos de la naturaleza, los enigmas del porvenir, no es posible, sin acerlo al mismo tiempo, inca|)az de todo lo grande, insensi- ble a todo lo qe es bello, jeneroso, sublime, santo; sin enqionzo- nar las fuentes de la moral; sin afear i envilecerla Uelijion mis- ma. E dicho qe todas las verdades se tocan, i aun no creo aber dicho bastante. Todas las facultades umanas forman un sistema, ara no repetirme, copiaré las palabras de un sábio inglés, qe me a onrrado con su amistad. «A sido», dice el Dr. Nicolás Arnott, «a sido una preocupación el creer qe las personas instruidas así en las leyes jenerales ten- gan su atención dividida, i apénas les qede tiempo para aprender alguna cosa perfectamente. Lo contrario, sin embargo, es lo cier- to; porqe los conocimientos jenerales acen mas claros i precisos los conocimientos particulares. Los teoremas de la lllosofía so.n otras tantas llaves qe nos dan entrada a los mas deliciosos jardi- nes qe la imajinacion ])uede figurarse; son una vara májica qe nos descubre la faz del universo i nos revela iníinitos objetos qe la ignorancia no ve. El oinbre instruido en las leyes naturales está, por decirlo así, rodeado de seres conocidos i amigos, miéntras el oinbre ignorante peregrina por una tierra extraña i ostil. El qe por medio de las leyes jenerales puede leer en el libro de la naturaleza, encuentra en el nr.ixerso una istoria sublime (je le a- bla de Dios, i ocuj)a dignamente su |)onsamiento asta el fin de sus (lias.» Paso, Señores, a aqel departamento literario qe j)osee de un modo peculiar i eminente la cualidad de jnilir las costumbres; qe atina el lenguaje, aciéndolo un vcícido fiel, ermoso, diá- fano, de las ideas; qe por el estudio de otros idiomas vivos i muertos nos pone en comunicación con la antigüedad i con las naciones mas civilizadas, cultas i libres de nuestros (lias; qe nos ace oir, no por el imperfecto medio de traducciones siempre i necesariamente infieles, sino vivos, sonoros, vibrantes, los acen- tos de la sabiduría i la elocuencia extranjera; qe \ or la contem- plación de la belleza ideal i de sus reflejos en las obras del je- nio purifica el gusto, i concilia con los raptos audaces de la fan- — 149 tasía lüs derechos imprescriptibles déla razón; qe', iniciando al mis- ino tiempo el alma en estudios severos, auxiliares necesarios de la bella literatura, i preparativos indispensables para todas las cien- cias para todas las carreras de la vida, forma la primera discijilina del ser intelectual i moral, expone las leyes eternas de la intelijen- cia, a fin de dirijir i afirmar sus pasos, i desenvuelve los pliegues lirofuiidos del corazón, para preservarlo de extravíos funestos, pa- ra establecer sobre sólidas bases los derechos i los deberes del om- bre. Enumerar estos diferentes objetos es presentaros, Señores,- según yo lo concibo, el programa de la Universidad en la sección de Filosofía i Umanidades. Entre ellos, el estudio de nuestrii lengua me parece de una alta importancia. Yo no abogaré ja- mas por el purismo exajerado qe condena todo lo nuevo en materia de idioma; creo [)or el contiario, qe la multitud de ideas nuevas qe pasan diariamente del comercio literario a la circu- lación jeneral, exijo voces nuevas qe las representen. ¿Aliare- mos en el diccionario de Cervántes i de Frai Luis de Granada: no qiero ir tan léjos=¿allarémos en el diccionario de Iriarte i Moratin, medios adecuados, signos lúcidos para expresar las nociones comunes qe llotan oi dia sobre las intelijencias media- namente cultivadas, para expresar el pensamiento social? Nue- vas instituciones, nuevas leyes, nuevas costumbres; variadas por todas partes a nuestros ojos la materia i las formas; i viejas vo- ces, vieja fraseolojíal Sobre ser desacordada esa ¡¡retension, por- qe pugnaría con el primero de los objetos de la lengua, la fácil i clara trasmisión del pensamiento seria del todo inaseqible. Pero-se puede ensanchar el lenguaje, se puede enrriqecerlo, se puede acomodarlo a todas las exijencias de la sociedad i aun a las de la moda, qe ejerce un imperio incontestable sobre la li- teratura, sin adulterarlo, sin viciar sus construcciones, sin acer violencia asujenio. ¿Es acaso distinta de la de Pascal i Raci- ne, la lengua de Chateaubriand i Villemain? ¿ Y no trasparenta perfectamente la de estos dos escritores el pensamiento social de la Francia de nuestros dias, tan diferente de la Francia de Luis XIV? Ai mas: demos anchas a esta especie de culteranismo; demos carta de nacionalidad a todos los caprichos de un extra- vagante neolojismo; i nuestra América reproducirá dentro, d-e poco la confusión de idiomas, dialectos, i jerigonzas, el caos babilónico de la edad media; i diez ])ueblos perderán uno de sus vínculos mas poderosos de fraternidad, uno de sus mas pre- ciosos instrumentos de correspondencia i comercio. La Universidad fomentará, no solo el estudio de las lenguas, sino de las literaturas extranjeras. Pero no sé si me engaño. La opinión de aqellos qe creen qe debemos recibir los resulta’^ — loO - dos sintéticos de la ilustración europea, dispensándonos del exá- men de sus títulos, dispensándonos del proceder analítico, úni- co medio de adqirir verdaderos conocimientos, no encontrará muchos sutVajios en la Universidad. Respetando, como respeto, las opiniones ajenas, i reservándome solo el derecho de discu- tirlas, contieso qe tan poco proi)io me pareceria para alimentar el entendimiento, para educarle i acostumbrarle a pensar por sí, él atenernos a las conclusiones morales i políticas de Herder, por ejemplo, sin el estudio de la istoria antigua i moderna, co- mo el adoptar los teoremas de Euclides sin el previo trabajo intelectual de la demostración. Yo miro. Señores, a Herder co- mo uno de los escritores qe an servido mas útilmente a la uma- nidad: él a dado toda su dignidad a la istoria, desenvolviendo en ella los designios de la Providencia, i los destinos a qe es llamada la especie umana sobre la tierra. Pero el mismo Herder no se propuso suplantar el conocimiento de los echos, sino ilus- trarlos, explicarlos; ni se puede apreciar su doctrina, sino por medio de prévios estudios istóricos. Sustituir \a ellos deduccio- nes i fórmulas, seria presentar a la juventud un esqeleto en vez de un traslado vivo del ombre social; seria darle una colección de aforismos en vez de poner a su vista el panorama móvil, ins- tructivo, ])intoresco, de las instituciones, de las costumbres, de las revoluciones de los grandes pueblos i de los grandes orn- bres; seria (jitar al moralista i al político las convicciones pro- fundas qe solo pueden nacer del conocimiento de los echos; se- ria qitar a la experiencia del jénero uinano el saludable poderío de sus avisos, en la edad cabalmente, qe es mas susceiitihle de impresiones durables; seria (jitar al poeta una inagotable mina de imájenes i do C(dores. 1 lo (je digo de la istoria, me j)arece qe debernos ajrlicarlo a todos los otros ramos del saber. Se imjrone de este modo al entendimiento la necesidad de largos, es verdad, pero agradables estudios. Porqe nada ace mas desabrida la enseñanza qe las abstracciones, i nada la ace fácil i amena, sino el ¡rroceder qe amoblaudo la memoria, ( jercita al mismo tiein¡)o el entendimiento i exalta la imajinacion. El ra- ciocinio debe enjendrar al teorema; los (qemplos gravan profun- damente las lecciones. ¿I pudiera yo, señores, dejar de aludir, aunqe de paso, en esta rá|)ida reseña, a la mas echicera de la vocaciones literarias, al aroma de la literatura, al cajdtel corintio, ])or decirlo así, de la sociedad culta? ¿Pudiera sobre todo dejar de aludir a la ex- citación instantánea, (¡e a echo a|)arecer sobre nuestro orizontc esa constelación de jóvenes injenios qe cultivan con tanto ar- dor la poesía? Lo diré con injenuidad: ai incorrección en sus — lol — versos; ai cosas qe una razón castigada i severa condena. Pero la corrección es la obra del estudio i de los abos; ¿qien pudo es- perar la de los qe en un momento de exaltación poética i patrióti- ca a un tiempo se lanzaron a esa nueva arena, resueltos a pro- bar qe en las almas chilenas arde también aqel fuego divino, de qe por una preocupación injusta se las abia creído privadas? Muestras brillantes, i no limitadas al sexo qe entre nosotros a cultivado asta aora casi exclusivamente las letras, la abian re- futado ya. Ellos la an desmentido de nuevo. Yo no sé si una predisposición parcial acia los ensayos délas intelijencias ju- veniles, extravia mi juicio. Digo lo qe siento: alio en esas obras destellos incontestables del verdadero talento, i aun con rela- ción a algunas de ellas, pudiera decir, del verdadero jenio poé- tico. Alio en algunas de esas obras una imajinacion orijinal i rica, expresiones felizmente atrevidas, i (lo qe parece qe solo pudo dar un largo ejercicio) una versificación armoniosa i fluida qe busca de propósito las dificultades para luchar con ellas i sa- le airosa de esta arriesgada prueba. La Universidad, alentando a nuestros jóvenes poetas, les dirá talvez: aSi qereis qe vuestro nombre no qede encarcelado entre la CordiHera de |los An- des i la Mar del Sur, recinto demasiado estrecho para las aspi- raciones jenerosas del talento; si qereis qe os lea la posteridad, aced buenos estudios, principiando por el de la lengua nativa. Aced mas; tratad asuntos dignos de vuestra Patria i de la pos- teridad. Dejad los tonos muelles de la lira de Anacreonte i de Safo: la poesia del Siglo XIX tiene una misión mas alta. Qe los grandes intereses de la umanidad os inspiren. Palpite en vuestras obras el sentimiento moral. Dígase cada uno de voso- tros al tomar la pluma: Sacerdote de las Musas, canto para las almas inocentes i puras. Musarum sacerdos, Virjinibus puerisque canto (1). ¿ I cuántos temas grandiosos no os presenta ya vuestra jóven República? Celebrad sus grandes dias; tejed guirnaldas a sus érocs; consagrad la mortaja de los mártires de la Patria.» La Universidad recordará al mismo tiempo a la juventud aqel con- sejo de un gran maestro de nuestros dias: «Es preciso,» decia (foethe, «qe el arte sea la regla de la imajinacion i la trasforme en poesía.» El artel Al oir esta palabra, aunqe tomada de los labios mis- il) Orado. mos de Goethe, abrá algunos qe me coloqen entre los partida- rios de las reglas convencionales, qe usurparon mucho tiempo ese nombre. Protesto solemnemente contra semejante acep- ción; i no creo qe mis antecedentes la justifiqen. Yo no en:uen- tro el arte en los preceptos estériles de la escuela, en las ine- xorables unidades, en la muralla de bronce entre los diferentes estilos i jéneros, en las cadenas con qe se a qerido aprisionar al poeta a nombre de Aristóteles i Orado, i atribuyéndoles a veces lo qe jamas pensaron. Pero creo qe ai un arte fundado en las relaciones impalpables, etéreas, de la belleza ideal; relaciones delicadas, pero accesibles a la mirada de lince del jenio comjie- tentemente preparado; creo qe ai un arte qe guia a la imajinacion en sus mas fogosos tras¡)ortes; creo qe sin ese arte la fantasía, en vez de encarnar en sus obras el ti])o de lo bello, aborta esfinjes, creaciones enigmáticas i monstruosas. Esta es mi fé literaria. Libertad en todo; jiero no veo libertad, sino embriaguez licencio- sa en las orjias de la imajinacion. La libertad, como contrapuesta, por una parte, a la docilidad servil qe lo recibe todo sin examen, i por otra a la desarreglada licencia qe se revela contra la autoridad de la razón i contra los mas nobles i puros instintos del corazón imiano, será sin duda el tema déla Universidad en todas sus diferentes secciones. Pero no debo abusar mas tiempo de vuestra paciencia. El asunto es vasto; recorrerlo a la lijera, es todo lo qe me a sido posible. Siento no aber ocupado mas dignamente la atención del respe- table auditorio qe me rodea, i le doi las gracias por la induljen- cia con qe se a servido escucharme. Terminado el discurso del Rector, el Secretario Jeneral de la Universidad proclamó los temas de premios universitarios pa- ra el ano de 184L — 153 — 2. DISCÜUSO Itroniinciatio pnr el K. 1*. Fr. Francisco ítrlceño^ de la Orden de llelijiosos Franciscanos, miembro de la Facultad de Teolojía, electo por el isupremo Oobicruo, el dia de su incorporación so- lemne, fi de ¡Hayo de 1S44. Señores; K1 Supremo Gobierno me a onrrado con el título de miembro de la Facultad de Teolojía de la Universidad de Chile, i al asociar- me a vosotros, qe pertenecéis también a esta ilustre corporación, cumplo con un deber, qe me es altamente grato, dando un testi- monio público de mi reconocimiento por la distinción qe se me a dispensado. Qisiera ocuparen este momento vuestra atención de un modo digno del objeto de este discurso; qisiera, ya qe no me es dado dar mayor realce a verdades de suyo elocuentes i sublimes, pre- sentarlas al ménos con toda su pompa i magnificencia. Las ver- o — IGO — 3. DISCUllSO . . pronnnclado por el Presbítero U. Eujenio Giizinan ^ miembro de In Facultad de Teolojia, electo por ella para llenar la va- cante qe dejó el fallecimiento del It. P. Fr. Forenzo !»oto, el din de su incorporación solemne, ‘<£5 de a¡u;osto de IS44: i con- testación del Presbítero U. José Ipólito Salas. Señores: Un sentimiento irresistible de gratitud me impele a dirijiros la palabra para manifestaros mi reconocimiento. Ingrato seria a vuestra dignación si sepultase en mi alma este movimiento qe el corazón inspira i la razón aprueba cuando se a recibido un bene- ficio, i tal considero lagraciaqe me abéis dispensado asociándome a vosotros. Nunca me atreví a esperarla porqe siempre la creí dig- na de talentos superiores a los mios, pero así lo abéis qerido,i yo la acepto gustoso. Sin embargo, estaria mui léjos de admitirla por la debilidad de mis luces, cuya escasez no se me oculta, si no con- tase con el apoyo de vuestros conocimientos. Mas, en este dia clásico para mí, en qe i>or primera vez entro al templo de la sabiduría, séame permitido describir, aunqe im- perfectamente, un solo rasgo del cuadro grandioso qe se me pre- senta a la vista. Este cuadro es la ciencia de la relijion, el cono- cimiento de Dios. La relijion e dicho; ¡grande espectáculo! Todo está aqí representado, i todo pintado con sus propios coloridos; Dios i el ombre, la virtud, el vicio i las pasiones, nuestros debe- res, los acontecimientos umanos, nuestro principio i nuestro fin, el tiempo i la eternidad. Ella todo lo arrastra en ¡ios de sí, princi- pia en Dios, pasa por los siglos i no finaliza jamas: bella en su > primera edad como la infancia, majestuosa en su robustez, terri- ble en la consumación del mundo; tierra fecunda, cuyos precio- sos i sazonados frutos alimentan mas allá de la vida. Ella esta- blece relaciones íntimas i eternas entre Dios i nosotros, nos ace conocer a este Autor de nuestro ser, adorarle i amarle. ¡Cuántos i cuán varios objetos! ¡cuántas profundidades qe sondear! qé ele- vados misterios! qé admirables instrucciones! qé dilatada Série de verdades si nbiera de recorrerlas! j Seria preciso ablar de toda la relijion'i acer interminable mi discurso. Escojeré, pues, entre tan- tas bellezas, la qe ocupa una parte mui remarcable de este cuadro magnífico i qe llamamos Iglesia Católica, .\postülica, Romana. 161 — Vosotros sabéis, señores, cuál fué el resultado de la misión deí Ombre-Dios sobre la tierra. Enviado al mundo para dar testimo- nio de la verdad, debia dejar entre los ombres un depositario de sus oráculos, qe estando presente a todas las jeneraciones, les pudiese ablar a todas en su nombre: un depositario Hel, qe en nada alterase la doctrina qe nos abia legado: en íin, un deposita- rio adornado de caracteres sensibles, para poder ser distinguido entre la multitud de los qe abian de arrogarse el vano títido de maestros i profetas, revestido de autoridad soberana para ejecu- tar sus órdenes i llevar al cabo el plan de la Divina Providencia en la santificación del mundo. E aqí la Iglesia Católica fundada ])or Jesucristo; sociedad santa, institución divina, i por consi- guiente nada ai en ella qe no sea digno de ocuparnos, nada qe no merezca nuestra veneración i omenajes. A la verdad, ¿qé cosa mas digna del ombre qe rendir sus respetos a esta Iglesia Santa i a todo lo qe la pertenece? Ella le ennoblece sobremanera, elevan- do su pensamiento a contemplar verdades de un órden superior, qe la razón sola no le abria enseñado jamas; sin cuyo conocimien- to mas pareceria irracional, qe un ser dotado de la intelijencia. En efecto, ¿qé seria del ombre sin su auxilio? La luz de la razón, o- iuscada por las pasiones, solo le presentarla precipicios, sin mani- festarle los medios de salvarlos, i merecerla mas bien el nombre de tinieblas: la virtud i el vicio serian nombres vanos, i su cora- zón, sin regla qe seguir, seria el juguete desús caprichos i le de- gradarla asta el estremo. Cuantos an aspirado a la virtud, qe es la sólida grandeza, se an afianzado en esta áncora divina, i losqc creen, elevarse despreciándola, acaso recojerán unas pocas flores de gloria efímera, qe se marchitarán bien pronto. Un Bossuet, un Fenelon, un Granada, un Bourdaloue i otros muchos le deben su engrandecimiento, i si no se ubieran gloriado de ser ijos suyos, estarían qizá confundidos con la muchedumbre, o mirariamos con desprecio sus nombres, qe aora son tan venerandos. Emanada inmediatamente de Dios i obra de sus divinas ma- nos, reúne en si todos los elementos qe forman una sociedad per- fecta. Su constitución divina, dictada por la boca misma de la sabiduría encarnada, piedra angtdar de este soberbio edificio, se alia escrita con caracteres indelebles en el código sagrado del E- vanjelio. De aqí saca, como de un manantial inagotable, aqella luz indeficiente qe ilumina a todos los qe no cierran voluntariamente los ojos. ]Qé sublimidad, qé profundidad en sus misteriosl ¡qé san- tidad en su doctrina! ¡ qé pureza en su moral! ¡qé majestad en su culto! De aqí la admirable armonía conqeserije, formando desús leyes i preceptos un variado i unísono concierto de máximas saluda- bles qe todas tienen por tendencia nuestra fel'cidad. De aqí en lin> 2\ — 1G2 — aqella calma imperturbable qe como una roca en medio de un mar embravecido, ve desacerse a sus piesla furia vana de sus enemi- gos. «El siglo 18, dice un docto escritor, abia amotinado contra ella las intelijencias, i todos sabemos con cuánto ardor i abilidad. La razón i la ciencia se abian reunido para destruir el reino de Dios, i ved aqí qe la ciencia i la razón, después de aber escava- do las entrañas de la tierra, sondeado los abismos del océano, in- terrogado las alturas de los cielos i esplorado los monumenlos de todas las edades, no an encontrado voces sino para llenar de ben- diciones i admirar, como Balaam en otro tiempo, al pueblo qe a- cababan de maldecir.» Su príncipe o cabeza es el Romano Pontífice, jefe universal de esta gran familia, a qien Jesucristo estableció centro de la unidad católica en virtud de la mas solemne promesa qe izo a San Pedro i sucesores suyos en el episcopado. Así es qe vemos grabada con letras de oro por la mano del Señor en la tiara de mas de doscien- tos cincuenta Papas qe an subido al solio pontiücio esta inscrip - cion: íú eres Pedro. Sí, Señores, Pedro se reproduce en cada uno de sus sucesores; Pedro vive en la Iglesia, dice el Padre San León, i aun le escuchan sus palabras, aqellas palabras qe el cielo puso en sus labios: tú eres el Cristo ijo de. Dios viro. La Iglesia es una monarqía i el Papa ejerce en ella la plenitud del ])oder soberano; el gran Rossuet es qien lo dice i toda la tradición. En fuerza de es- ta centrípeta i plenaria potestad, su autoridad se estiende a todas partes, i solo reconoce por límites los de la Iglesia misma; es o- tro Moisés encargado por Dios para guiarnos a la Santa Sion; na- die está exento de su poder a excepción de aqellos qe no son del rebaño de Jesús; los reyes, los prínci|)es, las naciones todas les deben vasallaje, si qieren ser parte del escojido pueblo. AI es- presarrne así, no temo la notadeultramontanismo, porqe mis pa- labras son el eco de toda la antigüedad. x\sí pensaron los Oj)ta- tos. Agustinos, Ciprianos, Irenéos, Teodoretos i Bernardos; i los citarla uno a uno sino os creyese animados como yo de los mis- mos sentimientos. Todos acataron al sucesor de Pedro, se rin- dieron a sus decisiones i enmudecieron a su voz; todosse proster- naron en presencia suya, i reconocieron en él la viva imájen de aqel a qien se dijo: sobre tí edificaré mi Iglesia. En vano, pues, los incrédulos i novadores de consuno procuran despedazarla, ya esparciendo opiniones cismáticas, ya denigrando con e|dtetos in- fames la venerable persona del Sumo Sacerdote de la nueva alian- za, porqe sus tiros virulentos i emponzoñados escritos son el me- jor antídoto contra sus errores. No, no conseguirán partir esta túnica inconsútil, i si alguna vez logran engañar, es solo a aqellos incautos, cuya fé moribunda los tenia ya casi fuera del redil. — 163 — Sus majistrados son los Obispos, en los qe una distinción real i efectiva de onor i jurisdicción marca la línea de diferencia qe ai entre ellos i el resto de la jerarqía eclesiástica. Por lo qe San Ig- nacio de Antioqía en su carta a tos fieles de Magnesia se esplica en estos términos: «no debeis ultrajar al Obispo ni despreciarle por su edad, sino tributarle todo respeto así lo practican los santos presbíteros, qe sin atender a la juventnd qe ven en el Obis- po, ceden, no a él, sino a Jesucristo Supremo Obispo de todos. En obseqio, pues, del qe asi lo ordena debeis obedecerle sin frau- de o disimulo... Presida el Obispo en vez de Dios. Así Cipriano dice qe los órdenes de la Iglesia son escalas para el episcopado, al qe llama faíresa mezclada de júbilo a los amantes de la sabiduría correr presurosos al templo donde ella mora a saborear los deliciosos placeres de las ciencias. Toca a la Universidad dar dirección acertada al vuelo rápido de los talentos distinguidos qe descue- llan en nuestro suelo. De este centro de luces deben partir los rayos qe iluminen a todos los puntos de la circunferencia de la Kepública; i la Facultad de Teolojía se congratula de ser lla- mada a tornar ¡rarte en esta empresa grandiosa, fomentando i di- fundiendo las máximas puras i civilizadoras del santo Evanjelio. Estas son las qe, regulándola marcha de la intelijencia i pre- viniendo los extravies del corazón, conducen al santuario de la sabiduría por la senda del onor i de la virtud. Sin ella los pro- gresos en todos los otros ramos del saber no podrían sernos li- sonjeros. La inllueneia saludable de los principios relijiosos en la mejora de las costumbres i en la cultura intelectual de los ombres, es un echo reconocido por todos los escritores célebres, i felizmente garantido por la experiencia de diez i nueve siglos, en qe el cristianismo a alcanzado sus nms gloriosas conqislas. «Si la brújula a descubierto el universo, el cristianismo le a echo sociable,» decían dos jenios dustres de la Francia. Verdad con- soladora qe señala al lilósofo, al literato, al jurisconsulto el ver- dadero camino de las glorias literarias. Fraternidad entre el sa- ber i la virtud, e aqí el medio único de obtener un renombre esclarecido en la República de las letras; ¿i qién sino la relijion a podido garantir i sancionar este concierto armonioso entre esos inestimables dones del cielo? Ella es la mejor salvaguardia del onor i el jérmen mas fecundo de toda moralidad. Ella corónalas fatigas del sabio i presta su apoyo a los vastos planes del lejisla- dor. Las leyes i lo mismo digo de las ciencias, no arreglan sino ciertas acciones; la relijion las abraza todas; las leyes no contie- nen sino el brazo; la relijion arregla el corazón; las leyes no se relieren sino al ciudadano, la relijion se apodera del ombre; i es- ta relijion, digámoslo para gloria suya, no a usurpado jamas los derechos imprescriptibles de la razón umana; anuncia qe la tie- rra a sido dada en erencia a los ijos de los ombres; abandona el mundo a sus disputas, i la naturaleza entera a sus investigacio- nes; si da reglas a la virtud, no prescribe límite alguno al injenio. Calumnian los qe la atacan como enemiga del jenio i de las ins- tituciones científicas. Vos, Señor, sois también llamado a promover la grande obra délos intereses sagrados de esta relijion divina. Bien sabéis qe a la sombra i bajo los auspicios de esta ija de los cielos, la on- rradez, la probidad, el desinterés, la filantropía, todas las vir- tudes cívicas i morales prosperan en todos sentidos; i tampoco ignoráis qe la anarqía, el desenfreno, la licencia de las costum- bres, estos enemigos de la umanidad, uyen despavoridos a pre- sencia de ese ánjel tutelar de los pueblos, qe los persigue asta en sus mas recónditas guaridas. Doblad, pues, vuestros esfuer- zos por el sosten i la difusión de los principios conservadores del gran código del catolicismo. Oi os abéis incorporado a la Facul- tad qe está encargada de propagarlos. Ella cuenta con la efi- caz cooperación qe vuestros talentos prestarán a sus trabajos, i cree, no sin fundamento, qe la razón i la ciencia, rindiendo en el siglo en qe vivimos omenajes solemnes de respeto a la causa santa de la relijion, empleadas diestramente por vos, reportarán cada dia nuevos i mas espléndidos triunfos. Esto se promete, i vos sabréis corresponder a sus esperanzas. =E dicho. Olí'r> 1) ‘»l 'hlKrtlI'í'l-üll-J 1‘» I » Ul4í(iirv#-ib K iUuilnil t-l \‘r -. -n-/j líKb’J*'/ ,«!'t>wr*í i;f 4ÍI ^ ríiifíli uftOiti ~w ¡ > o.úiríijp jiit'ixiittyif •• I I"» b^'ilUlV)ll'.T^ .•aniXfii ifU ktl «juíiíiaíi' «.'r>yelj á’iiüii^tl^r mí iiíiiuido' oh (íoúmV OÜ^'mi h» lp« » ,ütíJ»tnr ol i ta4 w aottilir»>l offií; *1 fmt (;>íltJiuj »rt -el »‘j út>i5íWi»í:»t!S# aoh i oñrtJi&'Oli>i mol *4a<> ii>nm''Ui¿tríb*ouÍ ' «ályimriítííi fe(lM ¿biftjiffciom tiíH>í cflm iioiniá[i'jif io»<. !ülj’í¡'*taiulq H>we/ *^oí so’t» ee;¡^ln) ín'íhü Átií^'/nr. an f*nha'fh eii¡ * b Vj^l» oiOíj.i!íit-^ «lijnsbHd h oni« n-^li ;oTídlnv-hl)'«i<>bo<]é íiivii)l'>i «I ,>ó«cbfií>iíi5'íc oatí írntiQíiT «ól‘ ('finíuj, é bn (GVí.'« bholp >u(eom^ü> (hoipitn el *-yíJ ¿I ep líh/itj/íf. í<«>'¡8'H'.í- <>tj H^Wbqhoímqajivc^iauTjJ' lo cflobnedB ji^yuliu*» «MÍ tb t ^oi tí£Íonyj»aiv «bísb (aIjíí ig mi -óiih'j^yhi^^ní rtiJi 6 e-;'iái-i áX‘>tvitiíc« *iq oii *,buíñv ¿I tb'tóíiwwi -Eiíi 8«l '>í> I ornV'Job «phij3U<« 6(m>?» áirafiJo' bí hu aid niiiiimtíU.'» .f^fíoiiiía'jh «ononíiiil ciUo 'fLhfffíf td V jí í»1ikI6«í ítviH .i>f>'/ib rt< í|{il‘i^ ajr -j 'ilo üídiOISpWf. -fw» fel ' ,)»íííyn ’¿l e«bof .«bffMifttííII -of ,*• rtí'ifliaííb li ,t»ei>idüi<| »l ,x9bmi oíVoqaitil- f /«üMhioa ;iiihol •' ó*»i ni«i»q^ÍMOjn i <£:>hft> mUuJ sb ei-.'H-iítil id ,i^i¥>^<1ac)(!.sh -(o «ímimijíí •fnVtq<»9b hí>vii d «lilmifmj ' et sb tstmhtvofio «oís;* ^mnd r,1^6 •*M;}i^oq>oí ‘»|i ,-éolifóiíq' »iil «b' ifcl'jftb l»4íf¿ -T-iiiluy iáü^ífeoíí.' fhaiíhi! .«Abhj iíí.' «»cirt «íí» «9 *hb g^iobk/’ioxíiO'-' HolqbxjJ'ni artí nü iudinit'bí el i »iaca -lulR'f fil » bbí.’fríqto'ííííaíod!. ¿a K) ,< íiipÍ‘4Iuía^ l ■fljiHtfO kW3 '^j«olTüSf;q{«d«tí É4tt a iiíiikíV;Vjíf ííbJí/oíc) ífOiJíoisv, *1(1 p»r>bctoifiH)a‘4C9 ,iib ’obir/íbiiiY jdonvin p,í '! ruixiii tí; op c'/>.iwrs'tivi.’> '^Kíin'f.’í f.l iG*(4oro i ob íftimH')bVíí «.«itiliílif ap iro iotqwf lo pí.iií49qM7 liiij «ebtvlrpiro .lioNil'J» f ,*J4oftunq 08 t4éil .aolmiial EMblbií'ilipo í-an i ,>'jvfwjii «ib «baa ' :oif*)ib Si^jítXiisioqaíMeu» e ribnüqaT^noa WniiáN'. '•'* *,w IÍÉt*4Rr'l< ^ bS««« ti ' WvWti r s' Mlpr#r J • I i- QIIVTA SECCIOA, 1. MEMORIA «obre ortograría americana Icl da a la Facultad de Vtnanid udeM el dia 13 de octubre de 1S13 por el llceuciado Domingo F. Sar- miento, IMiembro de la Universidad de Chile, Director de la Es- cuela iVormal, del Uiceo, etc. El autor de esta memoria, consagrado largo tiempo a la ense- ñanza primaria, a tenido ocasión de estudiar prolijamente las i- rregularidades de la ortografía actual i conocer la insuficiencia de las reglas a qe está sujeta. La dificultad qe tienen los jóvenes de los colejios i escuelas para aprenderla, i los errores qe en este ramo comete el común de las jentes, con desdoro de su educa- ción i principios, le an dado en rostro, i se a propuesto desbaratar de un golpe los obstáculos, cimentando la ortografía sobre un principio de qe todos puedan estar al cabo. Los acendados, los comerciantes, las mujeres no estudian latin, ni pueden andar atisbando años enteros como están escritas en los libros las palabras: por consiguiente, las reglas de ortografía qe mandan atender al oríjen de las voces i al uso constante de escribirlas, son para ellos inútiles. No debe aber otra regla qe la pronunciación. Mas la pronunciación del castellano enAméricaiio esigualalade España: i por tanto es preciso establecer una ortografía puramen- te americana, descartando de nuestro alfabeto las letras qe para 23 178 — nosotros no tienen un valor efectivo. Esta es la parte prominente de la memoria. 1‘. aqí su estrado: «En el siglo XV nuestra ermosa lengua estaba todavía en embrión; era una jerga sin gramática en qe las ¡entes ilustradas desdeña- ban pensar, ablar i escribir; la denuminaban idioma del vulgo i creían (¡e solo el lalin era bastante noble para entrar en sus com« binaciones mentales: mas con el trascurso del tiempo, aqel idio- ma fue echando ralees en todas las clases del pueblo español; co- menzó a regularizarse, pulirse i ennoblecerse poco a poco, asta qe llegó a ser una lengua independiente i culta. Mientras se o- braba esta revolución, se principió a escribir libros en castellano aunqe sin ortografía lija, porqe los escritores, a falta de antece- dentes, |)intaban las palabras a su antojo o según creian repre- sentarlas mejor. La ortografía empezó a determinarse mas tarde, cuando el ma- yor número de escritores de nota iba adoptando una manera uniforme de jiintar las palabras. Su ejemplo llegó a ser para la jeneralidad una lei (]e era indispensable obedecer; pero como to- davía estaban dominados por el inllujo del latin, la ortografía se resentía de la de éste, i en todas sus dificultades recurrían al o- ríjen como una nave salvadora. El oríjen para los sabios, el uso comwn para el vulgo; e aqí una regla qe nos a llenado de emba- razos en lugar de proporcionarnos facilidades para escribir con propiedad. Mas el castellano abia sido por largo tiempo un idióma bárba- ro; abia sufrido infinitas i sustanciales trasformaciones para po- der llegar a su actual estado, i adquirido peculiaridades en el abia qe debían ¡úntarse en la escritura. Era pues necesario con- sultar también la pronunciación: i tenemos ya tres reglas qe se- guir=el uso, el oríjen i la pronunciación; trinidad tiránica qe a perseguido con el dictado de ignorante al qe no se a sometido a sus antojos. Tales fueron los principios qe sirvieron de fundamento a la ortografía del castellano; principios qe la ubieran mantenido en un estado bárbaro si la falta absoluta qe por espacio de tres siglos ubo de ombres eminentes qe ilustrasen con sus escritos la inteli- jencia del pueblo español, no ubiera echo olvidar el oríjen, rom- per la unidad del uso i abrir la puerta o toda clase de reformas. En Francia, Inglaterra i Alemania, sobresalientes injenios i mul- titud de sabios escritores, sucediéndose unos a otros, an trasmi- tido asta nuestros tiempos la escritura de la lengua primitiva. La pronunciación a variado casi completamente ; pero la escritura antigua en qe está consignado un inmenso tesoro intelectual, a de- — 179 — bido respetarse por mas chocante qe parezca la contradicción en- tre el lenguaje escrito i el ablado. No sucedió lo mismo en Espa- ña, en donde la inqisicion extinguió en sus ogueras el jérmen del saber, no a abido allí encadenomiento literario qe sostenga la or- togrfía, i por consiguiente esta se a prestado siempre a las modi- ficaciones del idioma. Mientras la Keal AcademiaEspañola gozó de algún iniiujo, indi- có reformas ortográficas de conocida utilidad; mas al presente en qe aqella corporación nada dice, nada ace, ni conserva autoridad en el mundo literario, cada cual está facultado para proponer i seguir las reformas qe dicta la conveniencia i la razón Conociendo esto mismo i la necesidad de acabar de arreglar nuestra ortografía, muchos ombres celosos se an apresurado a presentar proyectos mas o menos fundados en qe buscan la regu- laridad i la perfección sin acordarse del torpe oríjen i de la ru- tina: Bello i García del Rio, distinguidos americanos, publicaron en Londres diversas obras en qe adoptaban reformas qe tenian por objeto facilitar la silabación i escritura dando a cada letra su va- lor i aciendo qe representen su propio sonido. Esta tentativa no fue del todo inútil; alguna de tas reformas propuestas, venciendo ábitos arraigados i contrarrestando con la iiinundacicn de libros escritos con la antigua ortografía, fueron adoptadas por una gran porción de americanos; i aun mayores ventajas ubieran consegui- do si no ubieran dado un mal ejemplo abandonando su sistema en las publicaciones qe ])osteriormente an echo. Aqellos escritores proponian sostituir la j a la g áspera, la i a la y vocal, la s a la c en tas dicciones cuya raiz se escribe con la primera de estas le- tras, i referir la r suave i la a: a la vocal precedente en la división de las sílabas. El Canónigo Puente publicó también en Chile un proyecto en qe reproduciendo algunas indicaciones de Bello i García, pro- pone sostituir la z a la c en las dicciones ce, ci. Pero ni unos ni otros an dado un sistema completo de refor- mas ortográficas, ni an sabido apreciar un echo del qe depen- den esencialmente las dificultades de la ortografía actual, i qe constituye una diferencia fundamental entre el idioma en Es- paña i en América=la pronunciación. «Cuando el Canónigo Puente sostituia la ;;alac excepcional ¿qé regla daba para acer con propiedad la sostitucion? ¿qé regla dá para escribir prccí.so i no presíso; rezibido i no resibidol /.El uso común i constante? Pero su objeto es por el contrario des- truir ese uso mismo ¿El oríjen.^ Pero debemos suponer qe vein- te millones de americanos i diez de españoles ignoran i deben — 180 — ignorar siempre el oríjen de las palabras castellanas ¿qé regla pues para el uso de la z ? A no ser qe se suponga qe el qe aya de emplear esta letra conoce todos los casos en qe antes se es- cribía con c excepcional, i en tal caso era completamente inú- til acer la tal sustitución ¿Por ventura abiamos de guiarnos para el propio i acertado uso de la z en lugar de la c, por la pronun- ciación qe es la única regla razonable i lejítima de buena orto- grafía ? i Oh ! Era aqí donde los estaba esperando tanto a él como a los qe escribieron en Londres? Ai sonido z en el idio- ma ablado en América? No, obsolutamente no. Se a perdido des- de Méjico asta Chile i esto es, SS, para siempre jamas. Todos los americanos, cualqiera qe sea la sección a qe pertenezcan, cualqiera qe sea su clase, su educación, sus luces, pronuncian s en lugar de z: dicen siensia, asaña, rason etc. etc. Aun ai mas, el sonido de la s española, se a adulterado entre nosotros, sua- vizándola asta tomar un término medio entre s i z española: ¿ qién no conoce a un español por el solo sonido áspero de la s en estremo retumbante en fui de palabra? ¿qién no conoce en el abla a uno de aqellos peninsulares aun de la plebe misma, cada vez qe ocurre una z o ce cil Los americanos son conoci- dos en España por su pronunciación distinta, por la falta de los sonidos ce ci i de la z.n Cierto autor, respetable para nosotros qe sin duda a observado esta diferencia, a dicho qe este es un vicio pero talvez no abrá recordado qe los idiomas sufren en sus viajes notables alteracio- nes, i qe el tiempo deja en ellos estampada su uella, ¡Llamar viciosos a veinte millones de omhres porqe no pronuncian una letra como los españoles!! ¿El castellano qe abiamos oi es el mis- mo qe se ablaha aora cuatrocientos años? Bello tratando en su Ortolojía de la í) i de la v dice: «no el vulgo sino toda clase de jentes i aun la de mas educación i cul- tura suele a menudo colocar mal estas dos letras pronuncian- do, pongo por caso, las palabras vano, tuvo, octava; como si se es- cribiesen baño, tubo, ociaba; i por el contrario bala, ribera, lobo, como si se escribiesen con v.» Pero este echo a sido mal apre- ciado, porqe en América el sonido v no solo se confunde sino qe se a perdido! Para asegurarnos de esta verdad no tenemos mas qe asistir a los colejios i acer ablar a los jóvenes qe se encuentren en ellos, asistir a las cámaras donde se alian los omhres mas ilustrados de la nación, a los sermones i pláticas en qe se ostenta la oratoria sagrada, al teatro, a los estrados de las señoritas, i nunca percibirémos el sonido r i z, a no ser la pa- labra corazón en qe se pronuncia por moda, i no se crea qe el sonido t) se a perdido solo entre los americanos porqe en Es- % 181 — pana a suctídido lo mismo. La Real Academia deplora qe solo los Catalanes, Valencianos i Mallorqinos pronuncien esta letra, «i algunos castellanos cultos» Davila i Alvear dicen «en la conversación el sonido de de la 6 i de la v se confunden ya en toda España.» El idioma castellano va perdiendo de su antigua rudeza. Los sonidos ins, cons, obs, ip, etc. se dulcifican en el abla cambián- dose en is, eos, os, i, etc. i la Real Academia a reconocido como lejítima estas alteraciones plebeyas. Esto mistno es, SS., lo qé a sucedido entre nosotros con tos sonidos ce, ci i la s. ¿A qé empe- ñarnos pues en mantener dos caracteres para representar un solo sonido? Porqé no imitar a la misma Academia? ¿Porqe no seguir la marcha qe indica la naturaleza de tas cosas? ¿porqé el prurito de formarse a fuerza de trabajo una pronunciación fac- ticia , proponiéndose por regla la tradición en ménos precio de los echos consumados? Es inútil pensar en restablecer los sonidos perdid..s. Una ex- periencia de muchos años adqirida en dos secciones americanas, con los niños en las escuelas primarias, con los adultos en la escue- la normal de Santiago me a echo adqirir la convicción de la inu- tilidad i desacierto de semejante medida. E luchado por sostener la pronunciación facticia, extranjera de la s i la v i a fuerza de esqisito trabajo e logrado qe algunos ensayen con tropiezos en la lectura aqel aprandizaje estéril; pero esto solo en la lectura; la pronunciación nativa, maternal, constante se revela a cada paso i echa por tierra todo el trabajo del maestro. «I qé dirémos de la r i la rr? Para expresar el sonido llamado suave usamos un carácter solo como en estas pala- bras: carácter, palabra, expresar; cuando es mas redoblado se usan en lo escrito dos como en arrayan, chorro, parra. Fácil es enseñar a los niños a distinguirlos entre sí: son dos sonidos como la íi la ll. En ora buena; pero cuando el sonido rr está en principio de palabra se usa en lo escrito del carácter qe representa el sonido r; i ya tenemos la confusión para el qe a- prende a leer, i el trabajo para el qe enseña. Después de ciertas partículas componentes, se toma según nuestra actual ortografía, el carácter del sonido r áeqiero, i se le da en lo ablado el valor — 182 — de rr. Nuevos tropiezos. El niño de cuatro años a de saber qe en abrogar, subrepción, prorogar, ai partículas componentes, i qe no dice bro ni bre sino rro i rre, esto es qe la r no es r sino rr. Luego ocurren los compuestos malrotar, boqirubio, maniroto, qe el niño a de conocer para pronunciar debidamente; i en se- guida onra, Ulricn, Israel. Nueva excepción. ¿No fuera mas lójico, mas obvio, mas natural escribir rrudo, rriqeza, onrra, Enrrxqe, como escribieron los autores qe principiaron en el siglo XV a pintar en caracteres los sonidos qe crian sus oídos, sin consultar para ello el latín ni la etimolojía? Creo escusado detenerme sobre los inconvenientes i dificultades del uso de la h sin sonido, i de su absoluta inutilidad : nada diré del doble i contradictorio valor de la y qe es consonante i vocal a la vez: el uso común no le conserva ya el valor de i sino en el caso de conjunción, i pronto desaparecerá esta anomalia. Inútil también me i)arece pararme en la importunidad de conservar la .r qe puede i debe resolverse en sus sonidos componentes c i s, ó g i s como pretenden los gramáticos. Se prepara en Chile la organización de un sistema completo de enseñanza i)opular: entre las cosas qe van a enseñarse a la pre- sente jeneracion infantil i aun a las venideras, es a escribir coa propiedad las palabras; esto es la ortografía. Aora pregunto yo a la Facultad de Umanidades, qe está encargada de impulsar i di- lijir esta grande obra, ¿cuál es el sistema qe tiene preparado pa- ra acer qe la nación entera escriba con |)ropiedad sus |)ensamien- tos? La ortografia de la Ileal Academia de la lengua? — Vamos a analizar si ai una sola regla en ella que pueda darse a la juven- tud americana. «Para acerlo sentir mejor qierocstractar brevemente las reglas — 183 — fundamentales qe da aquella corporación para el acertado uso de las letras cuya elección presenta mayores dificultades. B. «Con b se deben escribir todas las voces qe la tienen en su ORIJEN. «Aun qe algunas voces ayan de escribirse con v según su o- RUEK, a prevalecido el uso de escribirlas con b. » C. > Las sílabas ce ci en qe se percibe el sonido mas suave, se escribirán con c. La Academia en esta regla se olvida de los oríjenes i del uso co- mún i constante, apelando a la pronunciación , al oido español, qe distingue perfectamente en su idioma ablado el sonido suave re, ci. Un americano no tiene este norte; pronuncia s donde los españoles acen sonar la c. ¿Qé regla le da entonces para guiarse? H. « Se usará de la h en todas las voces qe la tienen en sü ori- JEN.» «También en las qe en su orijen tenian f. S. Sobre el uso de esta letra en las conbinaciones se, si, qe en- tre nosotros se confunden con la de ce, ci, la Academia no esta- blece regla ninguna. ¿Ni para qé? Un español ace sonar tanto el sonido representado por esta letra, qe ni el ombre rudo de la plebe la confunde con ninguno otro. V. Se escriben con esta letra las voces qe la tienen en su ori- jen. Z. La 5 a de usarse antes de las vocales a, o, u. - 18i Antes de la c, i, no se usará la z excepto en los casos qe la TIENEN EN SU ORIJEN. Un americano entenderia qe según esta regla podría escribir con z, zuzurro, zalero, zoterrado, etc. Pero la Academia abla coa españoles qe tenían en el lenguaje ablado el sonido representado por aqella letra; para ellos está buena la regla; para los america- nos no vale. Qé cosa tan digna de risa seria ver a uno de los miembros de esa famosa Academia tan amiga del oríjen, rejentando una de e- sas escuelas primarias, donde «preguntado por un alumno ¿con qe letra se escribe beber'l contestase con tono majistral — Consul- te el oríjen: sepa ü. antes como escribieron una palabra semejan- te los romanos. ¿Con qé letra se escribe azciña Consulte el oríjen, vea ü. con qe letra lo escribieron los roma- nos i qe otra se usó en su lugar antiguamente. ¿Como escribo í)6ís/}o?=Estudie latín i sabrá. Como L'ír ir?— Sabiendo latín fácil es acertar. Como cc[irol=Esluá\e griego. Como aí/’eres?— Estudie árabe. No es, SS., burlarse de la razón, el remitir para casi todos los casos a la nación entera a buscar los oríjenes de las palabras? Suponen acaso los académicos qe el qe no sepa latin no tiene ne- cesidad de escribir ordenadamente i por tanto para él no se de- ben dar reglas de ortografía? Con sol)iada razón dicen (iarcía i Bello «Uno de los mayores )) absurdos qe au podido introducirse en (d arte de pintar las pa- » labras, os la regla qe nos prescribe deslindar su oríjen para sa- )) ber de qe modo se a de trasladar al papel, como si la escritura no )) tratase de rej)resentar los sonidos qe son, o si debiésemos escri- » bir como ablaron nuestros abuelos, dejando probablemente a )) nuestros nietos la obligación de escribir como ablamos noso- )) tros. )) I no se crea qe la regla del uso común i constante es mas ra- cional qe la del oríjen; pues qe aqella «supone para un niño el es- tudio constante de todo el idioma palabra por palabra, sílaba por sílaba, es decir la observación asidua, i la retención prolija, para (¡e en el momento en qe vaya a escribir una carta, tenga presen- te qe |)alabras ([e principian por vocal, tienen una h antes, donde a de |)oner b i donde v; donde c, z, i donde í» ¿I esto SS. no es pretender un absurdo? No qeda pues mas regla que la pronunciación; pero la pronun- ciación en América no es la misma qe en Esjiaña: ningún ameri- cano ace distinción entre la c, z, i s; entre la b i la r; todas estas — 185 — letras no suenan en su boca sino como s i b. «¿Qé resulta mien- tras tanto de esta discordancia entre las reglas i la pronuncia- ción ? Resulta l.° Qe de cada mil ombres educados, de encumbrada posición en la sociedad, los novecientos noventa i nueve llevan consigo al baldón de ignorantes desde el momento en qe escri- ben dos palabras en qe aya una h, o v, c, s, z, h,o x. 2.0 Qe todas las señoras americanas, cualqiera qe sea su rango, su educación, lleven el baldón de ignorantes desde qe dirijan una esqela a su amiga. 3.0 Qe todos los ombres qe tienen necesidad de escribir, pero qe no an tenido tiempo ni medios para darse a la ciencia cabalís- tica de la ortografía española, llevan para siempre el baldón de ignorantes si ponen por escrito una palabra. 4.0 Qe no ai un impresor americano qe pueda componer dos renglones sin cometer veinte faltas. 5.0 Qe no ai medio umano de enseñar a tos niños ortografía, a no ser qe los maestros les digan como la Real Academia, escri- bid b en las palabras qe la tengan en sxi orijen. V, en las qe la traen en su origen. C, en las qe la traen en su orijen. Z, en tas qe la traen en su orijen. S, en las qe la traen en su orijen. Si qeremos librarnos de este pesado yugo impuesto por nues- tros antiguos amos, si qeremos pintar nuestras palabras como las j)ronunciamos; si qeremos; lavarnos de la mancha de bárbaros i de ignorantes, por no saber el tira i alloja de la c i de la s, de la & i de la V qe no representan nada, olvidemos de una vez i para siempre est.s cuatro letras del alfabeto español: H, V, Z, X. No usemos la c sino unida a las vocales a, o, u. No usemos de la y sino en las sílabas ya, ye, yi, yo, yu\ en los domas casos pongamos i. Se me objetará talvez diciendo qe si formamos una ortografía nueva, discordante con la española, vamos a introducir la anar- aña. Preguntemos en fin a nuestros literatos cuales son los escritores de reputación eu filosofía, eu istoria, en gramática, en ciencias naturales i exactas, en física, en medicina, en obrasd e injenios, en todos los ramos del saber, i nos nombrarán un español entre miles de extranjeros. ¿En donde está, pues, esa famosa literatura española cuya cisión se lamenta? ¿En donde está? ¿Cual seria el perjuicio efectivo qe sufriríamos si adoptásemos una ortografía americana? ¿Í-'OS de qe tendríamos algunos cuantos libros de provecho traducidos en España, e impresos con tros o cuatro diferencias entre la orto- grafía de estos i la de los qe traduzcamos o demos orijinales no- sotros? Pero adviértase qe nuestras prensas se an ensayado imprimien- do obras de algún mérito; i nos las an dado con mas cuenta, i con mayores ventajas ti|)ográfieas qe las traídas de España; téngase presente qe las ¡irensas qe nos surten de libros no están en aqel pais, qe los traductores mismos salen de su patria a establecer sus casas en otra parte para negociar con su trabajo en nuestros mercados, a Digámosles, pues, la manera como necesitamos el e- l’ecto, seguros de ([o tendremos los libros como los pidamos, por <[e en esto m se trata sino de acer la mercadería al gusto de la plaza. Creo aber ¡irobado suficientemente: 1.'’ Qe no tenemos actualmente un sistema de ortografía cas- tellano, apocado en el uso común i constante. — 188 — Qe la de la Real Academia es inaplicable para la instruc- ción de la mayoría de los americanos, por cuanto supone qe debe el qe qiera escribir con propiedad una carta estudiar primero el latin. 3. ® Qe el idioma ablado de los españoles es distinto del nues- tro, i por tanto los caracteres qe en el escrito representan los so- nidos, deben ser distintos. 4. ° Qe podemos adoptar sin inconveniente una escritura sen- cilla i perfecta, i al alcance de todo el mundo. 5. " Qe los libros qe nos vienen impresos de Europa la adopta- rían por conveniencia de sus editores. 6. ° Qe dado caso qe se obrase un cisma en la ortografía espa- ñola, ningún inconveniente tendría esto ni para españoles, ni pa- ra americanos. I en efecto, SS., o yo me alucino mucho, o son verdades estas qe se están palpando. La Facultad sabrá sin embargo apreciarlas en su justo valor. PROYECTO DE ORTOGRAFIA AMERICANA. ALFABETO. /////• a, é, 1, o, II, m r s t d 1 ch b p me re se te de le che be pe II c 11 g y rr ñ j f ne qe lie gue ye rre ñe je fe CO.VIBINACIONES. Todo consonante imprime, sin excepción, a la vocal qe acom- ])aña, el sonido qe su nombre representa. Toda consonante colocada entre dos vocales modifica a la vo- cal subsiguiente; la verdadera división do las sílabas, en cuanto a las partículas competentes pertenece al estudio de la granwtica. — 189 — Cuando los alumnos de las escuelas primarias ayan aprendido a leer perfectamente el silabario, i primero i segundo libro de lec- tura, se les enseñará en su lección separada las Letras extranjeras k, z, V, X, h, qu, ph, w; explicándoles las irregularidades de la ortografía antigua; el uso promiscuo de la r i la rr; las aberraciones de la ^ i la c; i el soni- nido eqivalente a los caracteres conocidos de la v i de la ü; con- cluyendo con la explicación del uso i valores de la a; i de la h, de todo lo qc se les aran en los tratados de lectura algunas pájinas escritas con la antigua ortografía a fin de qe la conozcan; pero to- do esto después qe sepan leer perfectamente en los libros escri- tos con la nuestra. Para el uso común de la prensa i manuscritos. Mientras qe se forman nuevos óbitos de ortografía conviene: 1. ® No usar jamas la combinación ce, ci para expresar nuestro sonido se, si. 2. ® Mantener el que, qui; pero omitiendo la u muda, i escri- biendo solamente qe, qi. 3. ® Qitardeuna vez la u muda qe ai en gue, gui', pues no usán- dose ya en ningún caso ge, gi, poco costará abituar a los adultos a leer gerra ( guerra ) gitarra ( guitarra ). No sé si convendria contemporizar todavia con la aberración de la rr en principio de dicción, cuyo sonido redoblado se expre- sa con el signo r; pero esto se entiende solo en la escritura actual, en manera ninguna en la de los libros de enseñanza donde cada letra a de tener su valor fijo invariable. Para los casos en qe la h parece sonar al fin de las esclamacio- nes, bastará acompañar la vocal del signo administrativo, con lo cual qeda suficientemente marcada la aspiración. — 190 — 2. EXPOSICION de loM truhaJOM de iu l'niversi Jud de Chile, desde las prime- ras reuiiioiies del Consejo i de las R‘'aeuUades, asta el XS de aetieuibre de 1^-11, día en C|C fue leída dicha exposición por el Slccreturio .leneral, en la reunión en cianstro P« eno qe, cumpliendo con lo dispuesto por el artículo XSi de la leí or- ifáuica, celebró esta corporación. EX.MO. SEÑOK. Señores = líl Consejo de la Universidad me a conferido el encargo de cumplir lo dispuesto por el art. 28 de la lei de 19 de noviembre de 18't2 qe fundó esta corporación, dando cuenta de los traba- jos qe la an ocupado durante el año transcurrido desde su instala- ción solemne. Al desem|)eñar tan onrrosa comisión, solo es de sentir qe el cuadro (¡e va a ofrecerse a nuestros ojos, no abrace una esfera mas vasta de mejoias en los importantes ramos qe están confiados a los desvelos de la Universidad. ¿Pero era acaso jaisto exijir este reqisito am los trabajos do nía cuerpo apenas aaa- cido de ajer, i f|e al cnapreiider la gloriosa carrera a qe está des- tinado, se encontraba ama sin reglas qe le diríjieseia en su naarclia i asesnraseia el acierto i n*giilaridad de sus faitnras resolncioiaes? Cuaiado la naieva Uiaiversidad celebró sus primei’os acuerdos dos- jaaaes de anediado el año próxiiaio pasado, solo existía la lei (je abia deliiaeado esta institución, faltaba aaaia completar la obra de orga- nizaría, i determiiaar los laiedios de extender sii saludable iiafiiaeia cia por toda la llepiablica. A estos objetos debían necesariamente consagrarse sus primeras tareas. Apenas se nbo reunido el Consejo, criando trató de fijar la jiro- mosa (je abia de prestarse por los miembros universitarios, al tiem- ])o de su incorporación. No se creyó suficiente la ordinaria en todos los cuerpos de esta clase, de o!)servar fielmente siise.sta- tutos. Penetrado el Consejo de la misión primordial i sania (je p*>r su propio instituto incniidx: a la Universidad, consideró necesario qe todos sus individuos se comprometiesen formalmente a coope- rar, en cnanto estuviese a sus alcances, a la educación moral i re- iijiüsa del pueblo: qiso q<’ el lisonjero recuerdo del acto en (je se — 191 - abia recibido una condecoración, premio del talento i del estudio, se ofreciese siempre ala itnajinacion acompañado del de ese solem- ne compromiso, i fuese como una garantía de su cumplimiento. Los primeros acuerdos de las Facultades fueron contraidos a la designación de los temas para las memorias (]e aspirasen a los premios universitarios en el año presente; i ya se abrá advertido en los qe elijieron el deseo sobresaliente de promover trabajos útiles para el progreso del pais en todos sentidos. I.a obra en qe mejor se desenvolviese i explicase un |)lan de misiones para la conversión i civilización de los Araucanos; aqella en qe con mas filosofía se expusiesen los defectos del actual sistema probatorio de nuestros juicios i las variaciones qe conviniese introducir en él, señalando los medios de reducirlas a p'áctica; la mejor me- moria sobre una de las enfermedades qe anualmente arran- can mayor núnuTO de víctimas del seno de nuestra sociedad; la qe se aventajase en exponer los medios de perfeccionar con el cultivo de las Matemáticas i Ciencias Físicas el estado actual de nuestra industria; i últimamente, el trabajo qe sobresalí' se en explicar el objeto qe la educación debe projionerse en las diver- sas clases de la sociedad chilena, i el modo práctico de conseguir- lo, fueron declarados los medios de obtener la palma qe las va- rias Facultades ofrocian. i los puntos ácia los cuales ellas desea- ban llamar la corni)etencia de los talentos. — De sentir es qe los deseos de todas ellas no se ayan visto por esta vez plenamente satisfechos; pero debe animarnos la esperanza de qe abrá ménos desaliento o ménos indiferencia en lo futuro. E! art. 14 de la lei de 19 de noviembre de 1842, abia atribui- do al Consejo de la Universidad las facultades señaladas a la Su- perintendencia de educación ])ública creada por la Constitución, i era preciso ante todas cosas determinar los límites asta donde podian ensancíiarse esas facultades, i los medios de ponerlas en ('jercicio dentro de la esfera de su acción. A esta obra importan- te contrajo desde luego su atención preferente el Consejo, i en el lUglamentü qe, convertido en lei mediante la sanción del Supre- mo Cobierno, a visto ya la luz púldica, abrán podido examinarse los resultados de la larga discusión qe ocasionó esa materia. No- solo fueron allí fijados con precisión los deberes del Consejo i de sus diversos miembros, sino qe también se establecieron seccio- nes para la mas pronta i cumplida expedición de los trabajos qe están a su cargo. =Seña!óse a sus atribuciones la división corres- nondiente para qe, sin perjuicio de la libertad de la enseñanza, pudiesen ellas extenderse sobre todos los establecimientos tanto públicos como particulares en qe se la suministra. I comprendió- se asimismo aqella jurisdicción qe debe ejercer una majistratura — 192 - de esta especie sobre todos los empleados en la instrucción pú- blica, a fin de asegurar los adelantamientos i la moralidad de la juventud qe Ies está encomendada. Fueron designados en el mismo Reglamento los funcionarios por cuya interposición abia de ponerse en ejercicio la autoridad del Consejo en las provincias i departamentos, cuidándose enl o posible de qe tan delicados cargos recayesen sobre aqellos indi- viduos qe tanto por sus presuntas luces, como por su puesto en la sociedad, ofreciesen mas garantías de un buen desemi)eno. Dié- ronseles reglas para el mismo efecto; i reconociéndose la necesi- dad de tener informes periódicos exactos sobre la marcha de la educación en toda la República, se creyó dar mayor importancia a las obligaciones de los Directores de colejios i escuelas a este respecto, determinando en el cuerpo mismo del Reglamento del Consejo las épocas i la forma en qe esas noticias debian remi- tirse. Una vez echa obligatoria la observancia de este Reglamento, se cuidó de i)onerla cnanto ántes en ejecución. Distribuyóse, con- forme a él, entre varias comisiones del Consejo, la inspección de las casas de educación de esta capital, i pidiéronse datos a los Intendentes acerca de las j)ersonas qe en sus respectivas provin- cias considerasen mas aptas para componer las Juntas e Inspec- ciones. Todos los nombramientos pertenecientes a las provincias de Coqimbo, Valparaiso, Santiago, Colchagua, Talca, Maulé i Valdivia, an tenido ya lugar, i si no a sucedido otro tanto respec- to de Atacama, Aconcagua, Conce|)CÍon i Chiloé, es por la insu- ficiencia de los datos qe de ellas se an recibido, motivo qe a echo necesario el solicitar otros nuevos. A fin de qe no aya paraje (je carezca de los beneficios de la vi- jilancia, se a dado también la facultad de nombrar sustitutos a los Inspectores de a([ellos departamentos qe por su demasiada ex- tensión u otras circunstancias, no pudiesen ser debida i frecuen- temente visitados. Concluidos estos trabajos, el qe se presentaba con el carácter de mas urjente era la formación del Reglamento para la concesión de los grados de bachiller i licenciado en la nueva Universidad. Las Facultades ahian trabajado desde el |)rincii)io, cada una de |)or sí, su provecto |)articular para este objeto. Pero llegado el caso de qe el Consejo los revisase, se encontró qe ellas abian dis- cordado en muchos puntos sustanciales, i (je este inconveniente, complicando los reglamentos del Cuerpo Universitario, iba a des- truir aqella congruencia tan necesaria jrara qe todas sus partos conquisiesen un conjunto sencillo i armonioso. Fué por lo mismo indispensable pensar en incorporar esos varios proyectos en uno — i93 — Solo qe consultase la ventaja enunciada, i así se izo, elijiendo de cada uno de ellos las disposiciones qe parecieron mas oportunas, i dejando solo subsistir aqellas variedades de qe no podia pres- cindirse. En esa discusión, ademas, tuvo el Consejo siempre en mira la conciliación de dos importantes tiñes: el de facilitar a la juventud estudiosa el acceso a las carreras profesionales, desem- barazándolo de toda traba supérflua, i el de asegurar la admisión de individuos qe se aliasen en posesión de los conocimientos ne- cesarios para desempeñarlas con lucimiento. Subsecuente a esta obra fué la preparación de cédulas qe sir- viesen para el sorteo de los ramos sobre qe abia de recaer el exá- men previo prevenido por la lei orgánica a lin de obtener los gra- dos en cada Facultad. An sido discutidas i aprobadas ya todas las correspondientes a la Facultad de Leyes i a la de IJmanidades, i aun parte de las qe pertenecen a la de Matemáticas i Ciencias F'/sicas; i la redacción de las demás se alia encargada a los De- canos respectivos. Publicadas estas cédulas, como se a empeza- do a acedo, servirán no poco para qe, así los Directores de colejios, como los jóvenes dedicados a las letras, sepan el orden i iJireccion qe deben dar a los estudios. Mui desde el principio llamó también la consideración del Con- sejo, la necesidad de qe las Facultades tuviesen estatutos para su réjimen interno i método arreglado de sus trabajos. Pero, ocupa- do en los proyectos de mas urjencia de qe acabo de acer mérito, tuvo qe contentarse por lo pronto con ir dictando acuerdos espe- ciales qe supliesen esa falta, a medida qe se presentaban los casos qe acian mas patente su necesidad. A este número pertenecen los celebrados sobre el modo de computar la tercera parte de miembros qe la lei orgánica exije para formar claustro en las Facultades, providencia qe izo indispensable la suma dilicultad qe abia para reunir dicha tercera parte, con motivo de las ausen- cias, enfermedades u ocupaciones de muchos de sus individuos. Sin contravenir a la lei, se creyó encontrar un arbitrio para acer mas fáciles i frecuentes esas reuniones, disponiéndose qe, prévia una declaración del Consejo, se escluyesen del cómputo para ese solo objeto, los miembros universitarios qe se aliasen física o mo- ralrnente im|)osib¡litados para concurrir. Son también de esta cla- se los espedidos sobre supliencias de los Secretarios de las Fa- cultades i de los Decanos mismos, miéntras falten las perso- nas a qienes la lei señala la incumbencia de representar por estos. Así mismo los qe se dirijen a determinar la forma en qe las Fa- cultades an de acer las elecciones para llenar las vacantes qe de- jen en ellas los fallecimientos de sus miembros, i el modo co- mo a de efectuarse la recepción de los elejidos. Mas, como si la 25 formación de los estatutos se dejase encargada al tiem[)o i a las providencias parciales qe se fuesen dictando, sería ésta una obra larga i sujeta a numerosos inconvenientes, a sido pre- ciso pensar en emprenderla cuanto antes. 1 sin embargo de qe al principio se abia qerido oir sobre la materia las propuestas de las varias b' acuitados, según se izo con el proyecto para la concesión de grados, abiéndose notado en éste la mucha diverjencia de o- ])iniones qe mas arriba enuncié, el Consejo a creido después mas conveniente, a lin de evitar el doble trabajo i pérdida de tiempo qe ocasionaria uniformarlas, encargarse por sí mismo de compo- ner un proyecto qe con lijeras modificaciones sirva para todas las Facultades. Aunqe las obras reglamentarias qe van referidas an debido o- cupar casi exclusivamente al Consejo durante el primer año de su instalación, el no a perdido con todo de vista otros asuntos inte- resantes. Varias son las medidas tomadas por él para el arreglo, conservación i mejora de los objetos contenidos en el Museo na- cional; varias las qe se an pro[mesto a fin de (je este estableci- miento produzca para la ilustración del jiais toda la utilidad de qe es susceptible. =Solo tocaré de paso su emjieñosa solicitud, j)or qe empiezen desde luego a llevarse en esta cajiital de un mo- do regular i uniforme las observaciones físicas i atmosféricas asta aqí tan descuidadas, i pasaré a ocuj)arme de algunas disjwsicio- nes especiales con qe a empezado a trabajar en beneíicio mas di- recto de la educación. Por recomendación del Supremo Gobierno, se está actualmen- te j)reparando un nuevo plan de sueldos i premios [>ara los pro- fesores del Instituto Nacional. Defectuoso el qe abia estado vijen- te asta aora, por cuanto no establece la graduación necesaria en los premios ni la debida diferencia entre los sueldos asignados a los qe dirijen las clases suj)eriores i los de aqellas qe deben con- siderarse como de un rango interior, estaba reclamando con ur- jencia una reforma. El Consejo se ocupará en su discusión, tan luego como esté concluido el proyecto qe por encargo suyo tra- baja uno de sus miembros. El arreglo actual de las clases de Medicina del mismo Ins- tituto abia descubierto el notable defecto de qe en el progreso de cada curso qedaban algunas de ellas acéfalas, por aliarse los pro- fesores ocupados en las otras, de manera qe era necesario encar- gar a algún alumno distinguido la dirección de las primeras, a fin de no variar el método establecido por el llamamiento interino de un profesor estraño. Para remediar este inconveniente, el Consejo a confiado a una comisión de su seno la redacción de un nuevo plan de arreglo de las referidas clases, en qe, bien sea — 195 - «reando nuevos profesores, si se estimase necesario, o bien com- binando la distribución de aqellas de manera qe puedan ser diri- jidas siempre por los actuales, se impida qe en lo futuro vuelva a renovarse esa acefalia. En cuanto a las escuelas de primeras letras, el Eonsejo a pen- sado igualmente encargar a una persona intelijente la formación de un peqeño Reglamento en qe se establezca el réjimen econó- mico qe en todas las públicas a de plantearse, desterrándose asi la falta de uniformidad qe en la actualidad se advierte entre muchas de las del pais, i lijándose el orden qe mas convenga pa- ra la comodidad i aprovechamiento de los alumnos. También se a mandado formar una nómina o lista de todas las escuelas qe se encuentren en el Departamento de Santiago, a fin de distribuir su inspección entre los miembros del Consejo i los de la Facultad de Umanidades, a qienes la lei recomienda con tanta particulari- dad este encargo. Cerraré esta exposición de las tareas del Consejo anunciando qe él a acabado, ace poco, de discutir un Reglamento para la Aca- demia de Ciencias Sagradas qe, según el art. 12 de la lei orgánica de la Universidad, debe fundarse en esta capital. El Decano de la Facultad de Teolojía, autor de ese proyecto, a demarcado en él con el mejor acierto las bases de un establecimiento, cuya nece- sidad acia tiempo se dejaba sentir, i qe promete los mayores be- neíicios a la Iglesia Chilena. Por medio de la extensa instrucción qe a de darse sobre la práctica de la administración de los Sacra- mentos, la del Derecho Eclesiástico administrativo, i la de la en- señanza de la divina palabra, él está destinado a formar un gran número de ilustrados ministros qe den esplendor a la cátedra del Evanjelio. En cuanto a los trabajos qe an ocupado a las Facultades du- rante el año trascurrido, abiendo dado ya cuenta de mucha parte de ellos en la relación de los del Consejo, solo tendré qe añadir algunos en qe la intervención de esta autoridad no se a verificado, o pornoaberllegado todavia el caso de ello, opor ser dichos asun- tos de la incumbencia privativa de las referidas Facultades. La de Teolojía a recibido en su seno, por elección propia, a dos nue- vos individuos qe an ocupado dignamente las vacantes qe en ella abian dejado los lamentables fallecimientos de dos de sus miem- bros. Otras tantas elecciones a echo por igual motivo i con no rné- nos acierto la de Leyes. Prescindiendo de los exámenes qe tanto esta última Facultad, como la de Medicina, an recibido de perso- nas dedicadas a las carreras profesionales, la segunda se a ocu- pado también en varios otros asuntos de conocida utilidad. Ella, recien fué instalada, trabajó i acordó los estatutos provisorios — 19G — para su réjimen interno, qe asta aora la gobiernan. Atenta a prO" mover el buen servicio del público en los ramos qe la están so- metidos, i sabedora de qe muchas personas qe ejercen la lleboto- mia, carecían de los útiles necesarios para desempeñar cumplida- mente su profesión, ordenó i a practicado una visita de todos los instrumentos qe usan los sangradores, señalando plazos a los qe no los tenian completos i en buen estado, para proveerse de los qe les faltaban. Movida del mismo celo, ordenó también qe todos los farmacéuticos inscribiesen sus nombres i la fecha de sus res- pectivos títulos, en un rejistro abierto al efecto en su secretaria. Esta disposición se izo extensiva a los nombres de todos los alum- nos practicantes qe tuviesen dichos farmacéuticos en sus despa- chos, debiendo expresarse la fecba en qe ubiesen principiado la práctica. A íin de socorrer mejor las necesidades urjentes de la crecida población de la capital, se a establecido el turno de tres boticas qe permanezcan senianalmente abiertas durante la media noche, i a mas de todo lo dicho, la Facultad a practicado las visi- tas de estos establecimientos, qe son de su obligación. Pero la mas fecunda en resultados de sus tareas, i la qe por lo mismo a ocupado su atención desde el princij)io, es la formación de la estadística médica de la República. Sin conocer las enfer- medades reinantes en los diversos j)ueblos, i la inlluencia de los distintos temperamentos sobre su mayor o menor malignidad, sin una noticia exacta de los numerosos accidentes qe eíi los varios lugares se conjuran para atacar la salud del ombre, ¿qé progresos seguros podia acer la aplicación práctica al pais de la ciencia de la Medicina? La Facultad supo apreciar debidamente la necesi- dad de qe precediesen a sus trabajos semejantes indagaciones, i con el íin de obtenerlas, exj)idió circulares a todos los profesores de Medicina de las provincias, encargándoles qe conforme a cier- tas prevenciones i preguntas qe se les icieron, diesen noticia de la salubridad de los resi)ectivos temperamentos. Pero abiéndose reparado la imposibilidad de conseguir tales datos de (odas las provincias, por faltar en varias de ellas profesores recibidos, la Facultad propuso al Supremo Gobierno los arbitrios qe consideró oportunos para vencer esas dificultades. Removidas ya felizmen- te en su mayor parte, ella a emprendido con actividad la obra del cuadro jeneral de la estadística médica del pais. Al ablar especialmente de lo relativo a la Facultad de Matemá- ticas i Ciencias Físicas, seguramente no deberá esperarse el des- envolvimiento de un vasto i)lan de mejoras en los ramos qe la están encomendados. Faltábanla los recursos para ello. Ceñido i limitado asta aora poco a un círculo tan reducido de jóvenes el estudio de las ciencias exactas, i desconocido casi del todo el de — 197 — las ciencias naturales, ¿qé otros trabajos abian de ocupar con prc- lerencia a esta Facultad, si no eran los qe tendiesen a combatir esa especie de indiferencia con qe por lo jeneral se a mirado en el pais a esos estudios, aciendo \er los ricos veneros, sin explo- tar todavía, qe ellos ofrecen a la industria chilena? Tal es el principio qe la a guiado en sus tareas, i su deseo de iniciar a la juventud en la justa apreciación de aqellas ciencias , abrá podido traslucirse desde la elección qe izo del tema para las me- morias qe aspirasen a su premio del presente año. Ella a confia- do después a un individuo de su seno la traducción de un curso de mecánica qe esté al alcance de los alumnos qeno ayan estudiado los ramos superiores de matemáticas. A empezado también a pre- parar por medios sencillos el campo para recibir la simiente des- tinada a producir los mas saludables frutos en lo succesivo, i ad- virtiendo la falta de un tratado elemental de Botánica i de un curso de Física experimental qe sirvan para la enseñanza en las clases de estas ciencias, recien creadas en el Instituto, tiene en- cargada a dos de sus miembros la redacción de tan necesarios o- púsculos. Independientemente de los trabajos enunciados, debo acerse aqí justicia al celo con qe el Decano de esta Facultad a a- tendido a la conservación i mejora del Museo Nacional, qe está bajo su inmediata dirección. La lei orgánica de 19 de noviembre de 8i2 abia encargado a la F'acultad de U.manidades, a mas de promover el cidtivo de los di- ferentes ramos de su instituto, una vij liante i especial contracción al adelantamiento de la educación primaria; i puede asegurarse <}e ella no a descuidado por un momento durante el año transcu- rrido la promoción de un objeto tan sagrado. Por el contrario, él a absorvido casi exclusivamente sus tareas. En ella se izo advertir desde sus primeras sesiones la falta de un libro a propósito para la lectura jeneral de las escuelas del pais, en muchas de las cua- les se ponian en manos de los alumnos obras o papeles de qe su débil intelijencia ningún otro fruto podia reportar, qe el material aprendizaje de la lectura. En esta virtud, encomendó desde luego a una comisión de su seno la redacción de una obra en qe se tu- viese en mira el doble fin de ilustrar el entendimiento de los ni- ños con conocimientos adecuados a su capacidad, e imbuir su co- razón desde la edad mas tierna en las máximas de una moral pu- ra i relijiosa. llesultado de esta comisión fué qe uno de sus miem- bros se dedicase a traducir del francés una preciosa obrita titu- lada: «Vida del Salvador», la cual fué acojida desde su presen- tación por la Facultad de ümanidades con el aplauso debido a la feliz elección de la materia. Creció esta aprobación cuando seubo examinado su estilo claro i sencillo qe la pone al alcance de toda — 198 — clase de intelijencias, i ya no vaciló la Facultad en recomendara Supremo Gobierno, por conducto del Sr. Rector, su adopción en todas las escuelas de la República. Por medio de su publicación, encomendada ya a la prensa, se verá en parte remediada la gra- ve necesidad qe acaba de indicarse, i qe seguirá ocupando la atención de la Facultad. Otro servicio importante a creido acer ésta a la instrucción primaria, i aun en jeneral a la literatura, simplilicando, en cuanto era por aora posible sin efectuar una cisión arriesgada respecto de los otros pueblos qe ablan el castellano, la antigua ortografía de esta lengua. Ella supo acer justicia a la racionalidad del plan completo de reforma qe le fue sometido por uno de sus miembros; pero mesurada i circunspecta en sus acuerdos, no adoptó sino a- qellas variaciones tan obvias t sencillas, qe contra ellas nin- guna otra razón podia oponerse qe el ábito de la rutina; varia- ciones qe por otra parte, mas tarde o mas temprano, debian ne- cesariamente introducirse, donde qiera qe se escribiese el espa- ñol. Así, sin aventurar un solo paso, en (je después ubiese podi- do verse aislada, ella a facilitado no ¡lOCo el aprendizaje de la lectura, i separado tropiezos qe dilicultaban en gran manera el buen desempeño del arte grática a la jente menos literata. Por el mismo autor del plan de reforma de qe acabo de acor mención, a sido leída aura poco tiempo a la Facultad una memo- ria sobre el modo de simpUricar la enseñanza de la gramática castellana; i la Facultad, qe no a cesado de estar dispuesta a prestar la atención merecida a los trabajos de este escritor, a qien anima un celo laudable por facilitar la propagación de la educa- ción del pueblo, se prepara a entrar en la discusión de esa me- moria, tan luego como aya concluido otros trabajos de primor^ dial interes qe actualmente la ocupan. También a emitido su opinión, con motivo de aberla consulta- do el Supremo Gobierno, sobre una gramática de la lengua espa- ñola, recien publicada en esta capital, i cuya adopción para la en- señanza en los colejio's públicos abia sido solicitada por su autor. Pero el trabajo qizá de mas trascendencia qe la Facultad de U- manidades tiene einjirendido, es la discusión de un Reglamento para la instrucción primaria en Chile, qe la sometió también uno de sus individuos, a ocupado gran número de sus últimas sesio- nes, i está para concluirse en eba. Mediante esta obra, qe las circunstancias del pais reclamaban ya imperiosamente, debe es- perarse (¡e esa educación tomará un vuelo qe no se la a conocido asta el dia. A mas del mayor ensanche qe en el proyecto se la dá, señalándola diversos grados, la carrera de preceptor primario recibe toda la importancia posible. Concédense a esta carrera e- — 199 — sendones, asignanse estímulos i premios para los qe se muestren sobresalientes en ella, i en fin, se adoptan las medidas oportunas para alejar de tan delicados cargos a los individuos qe por su ma- la conducta o falta de capacidad no inspiren la suficiente con- fianza. La Facultad trabaja asiduamente para la conclusión de este proyecto, deseosa de qe convertido cuanto ántes en lei, me- diante la sanción de las supremas autoridades, empiezen a repor- tarse los beneficios qe promete su adopción . Tales an sido. Señores, las ocupaciones de la Universidad en el curso d(d año de qe acabo de daros cuenta. Mui alto fué sin duda el fin qe el lejislador se propuso al decretar para todos 1 os años el cumplimiento de este deber en una sesión pública i so- lemne. Los dias en qe se la celebra recuerdan el objeto con qe se fundó la Nueva Universidad, i este acto mismo será siempre un estímulo para sus tareas. Por descarnados i descoloridos qe aparezcan sus primeros ensayos, es de esperar qe cada año se ad- mirará mas en ellos el vigor i la lozanía de una creciente juven- tud. Tal vez no distará mucho la época, grato es abrigar esta confianza, en qe [)ueda presentárseos una pintura vasta i extensa de los beneficios qe esta institución abrá derramado sobre la Re- pública. 3. INVESTIGACIONES .«obre 1» iiiniicncin social de la conc|ista i del si.stcina colonial de lo.» españoles en Chile. ¡Memoria qe D. J. l.asíarria presentó a la Universidad en su sesión jcneral del de se- tiembre de en cumplimiento del nrt. de la lei de «le noviembre de 1^4%. INTRODUCCION. Exmo. Sr. Patrono de la Universidad. Señores: En esta reunión solemne qe la Universidad de Chile celebra — 200 — para dar cuenta por primera vez de sus trabajos, ai algo mas qe el simple cumplimiento de una disposición de sus estatutos: im- porta ella también un verdadero omenaje rendido a la patria en la conmemoración del gran dia en qe destellaron los primeros lampos de nuestra libertad política. Destinada a promover el cul- tivo de la intelijencia i a dirijir el desarrollo de la civilización, no puede concurrir de otro modo mas propio a la celebración del a- niversario de la República, qe presentándola un cuadro de sus tareas i proclamando el mérito de los qe consagran sus esfuerzos a tratar las cuestiones de un verdadero interes social qe ella a designado como tema de especulaciones científicas. Yo e tenido la onrra de ser designado para llenar aora uno de los mas importantes deberes qe la lei impone a esta ilustre corpo- ración, tal como el de presentar una memoria sobre alguno de los ecbos notables de la istoria de Chile, apoyando los pormeno- res istóricos en documentos auténticos i desenvolviendo su ca- rácter i consecuencias con inijiarcialidad i verdad (1). Antes de someter, señores, a vuestra consideración una obra qe está mui léjos de corresponder a mis deseos i de ser digna de vuestra a- probacion, permitidme insinuaros siqiera los principios qe me an guiado al penetrar en el santuario de la ciencia de la umanidad. La istoria es para los pueblos lo qe es para el ombre su espe- riencia particular: tal como este ¡¡rosigue su carrera de perfec- ción, apelando siempre a sus recuerdos, a las verdades qe le a e- clio concebir su propia sensibilidad, a las observaciones qe le su- jieren los ecbos qe le rodean desde su infancia, la sociedad debe igualmente en las diversas épocas de su vida, acudir a la istoria, en qe se alia consignada la experiencia de todo el jénei’o umano, a ese gran espejo de los tiemi)os, para iluminarse en sus reflejos. ¡Cuál seria la suerte de las naciones si se entregaran ciegas en los brazos de la fatalidad, sin curarse de preparar el desjarrolíó de las leyes morales qe las encaminan irresistiblemente a ,sii ven- tura 1 Su existencia careceria entonces de unidad, no seria otra cosa qe una sucesión do ecbos aislados, cuyos antecedentes no entrarían a formar la conciencia de su verdadera posición ni val- drían para presajiar lo futuro, porqe no se concebirla su enlace natural i necesario; su acción en la carrera de perfección se des- arrollarla lenta i penosa, al im|)ulso espontáneo de los sucesos, i seria tan varia i tan cajuáchosa como lo son estos; su educación estarla encomendada a la ventura i seria necesariamente contra- dictoria i chocante en sí misma, puesto (¡e con cada jeneracion desaparecerian para siempre la experiencia i espíritu de las épo- ( 1 ) Art. 28 de la lei de 19 de noviembre de 13í2. — 201 — t;as, las lecciones qe la umanldad recibe de los echos qe marcan el curso de los siglos imprimiéndoles su carácter. Es cierto qe al contemplar en el inmenso caos délos tiempos un poder superior siempre en acción qe lo regulariza todo, una lei orgánica de la umanidad, siempre constante i demasiado pode- rosa, a la cual se sujetan los imperios en su prosperidad, en su decadencia i en su ruina; la cual preside a todas las sociedades, sometiéndolas a sus irresistibles prece¡)tos, ai)resurando el ester- minio de las unas i proveyendo a la subsistencia i ventura de las otras; es cierto qe al ver una armonía siempre notable i sabia en esa confusión anárqica qe produce el clioqe i dislocación de los elementos del universo moral, el espíritu se agobia de admiración i como fatigado abandona el análisis, juzgando no solo excusable sino también lójicamente necesario creer en lafatalidad, entregarse a ese poder regulador de la creación, «confiarse en el orden ma- jestuoso de los tiempos i adormecerse arrullado con la es- peranza de qe esa potestad qe a sabido jiesar i eqilibrar los siglos i los imperios, qe a contado los dias de la vieja Caldea, del Ejipto, de la Fenicia, deTebas, la da cien puertas, de la eroica Sagunto, de la implacable Roma, sabrá también coordinar los po- cos instantes qe le an sido reservados al onibre i esos efímeros movimientos qe llenan su duración ( 1 ). Mas el error en qe se funda este raciocinio, al parecer tan lojico, se descubre cuando nos elevamos a contemplar la alteza de la umanidad, cuando nos lijamos en esa libertad de acción de qe la a dotado su creador. La sucesión de causas i efectos morales qe constituyen el gran código a qe el jénero urnano está sometido por su propia natura- leza, no es tan estrictamente fatal, qe se opere sin participación alguna del ombre; ántes bien la acción de esas causas es entera- mente nula si el ombre no la promueve con sus actos. Tiene este una parte tan efectiva en su destino, qe ni su ventura ni su des- gracia, son en la mayor parte de los casos otra cosa qe un resul- tado necesario de sus operaciones, es decir, de su libertad. El ombre piensa con independencia i sus concepciones son siempre el oríjen i fundamento de su voluntad, de manera qe sus actos espontáneos no acen mas qe promover i apresurar el desarrollo de las causas naturales qe an de producir su felicidad i perfección o su completa decadencia. El mas sabio i profundo istoriador fi- lósofo del siglo anterior enseña esta verdad cuando establece qe «la divinidad a impuesto al ombre otros límites qe los qe depen- den del tienq)o, del lugar i de sus propias facultades. Léjos, di- 1 ( 1 ) Quinet, introducción a la obra de Ilerdcr titulada — Idées sur la ihilosophie de l'histoire de l’humanité. 26 — 202 — ctí, de aber socorrido jamas por medio de prodijios a los qe su- fren por sus faltas, ella a dejado siempre desenvolverse el mal en todas sus consecuencias a fin de qe el ombre aprenda a conocer- lo Tan sencilla es esta lei de la naturaleza, como digna del autor de las cosas i fecunda en consecuencias para la especie u- mana. Si el ombre debe ser lo qe es i llegar a ser aqello qe |)ue- de ser, la espontaneidad es inerente a su naturaleza, i es necesa- rio qe en el centro de acciones libres qe ocupa, no sea turbado en sus obras por ningún accidente estraño. Toda la materia ina- nimada, todos los seres vivientes qe siguen un instinto ciego, son oi lo qe eran en los primeros dias de la creación. Dios a es- tablecido al ombre como una divinidad en la tierra, puso en él un princi|)io de actividad personal i |)or efecto mismo de sus ne- cesidades físicas i morales, le imprimió un movimiento qe no de- be terminar jamas. El ombre no podria vivir ni conservarse sino ai)rendiera a acor uso de su razón; apenas comenzó a servirse de ella, nacieron de todas partes los errores, pero por consecuencia necesaria de sus extravíos su razón se ilustró con la experiencia: a medida qe conoció mejor sus faltas, puso mas emiieño en co- rrejirse. Mientras mas avanzó en su carrera, se desarrolló tam- bién su umanidad; i es preciso qela desarrolle todavía, sopeña de jemir por muchos siglos bajo el peso de sus errores ( 1 ) ». Estas observaciones fundadas rigorosamente en los echos nos prueban demasiado bien qe la umanidad es arto mas noble en su esencia i qe está destinada a fines mas grandiosos qe los qe iraa- jinan aqellos qe la consideran sometida tan estúpidamente como la materia a sus leyes. Pensar qe las sociedades umanas debieran entregarse pasivas a una lei qe caprichosamente las extingue o engrandece, sin qe e- llas puedan inlluir en manera alguna en su bienestar o en su des- gracia, es tan absurdo i peligroso como establecer qe el ombre debe encomendarse a otro poder qe no sea el qe le a dado la naturaleza para labrarse su felicidad, i qe por someterse al ór- den fatal de su destino, debe encadenar en la inercia sus facul- tades activas. La sociedad posée pues esa soberanía de juicio i de voluntad qe constituye en el individuo la capacidad de obrar su propio bien i engrandecimiento, mientras qe no ofenda la justicia. Del mismo modo qe este, ella puede acertar o extraviarse, ora sea a- presurando el curso de aqellas causas naturales qe an de traer por ( 1 ) Ilerder, Idécs sur la philosophie de rhistoire de rhumanité, lil*. XV, chap. I.” — 203 - consecuencia necesaria su perfección, ora sea violentando a la tnisma naturaleza i acarreándose con sus errores la decadencia o una ruina eterna qe no deje mas que el recuerdo de su nombre i de sus vicios. No puedo negar, con todo, qe la debilidad, la ignorancia u o- tros accidentes qe no son extraños en la istoria del mundo i qe son difíciles de evitar, suelen obrar las desgracias de los pue- bles, no obstante qe estos pusieran de su parte todo su esfuer- zo en parar el golpe qe los ace sucumbir; pero esta misma con- sideración nos convence precisamente de la necesidad premiosa fie la sociedad tiene de tomar a su cargo su conservación i des- arrollo, valiéndose no solo de sus propios elementos, sino de las lecciones qe la experiencia le subministre, estudiando a la u- manidad en sus virtudes i en sus aberraciones i vicios para sacar de su mismo estudio el preservativo del mal o a lo menos la ma- nera de neutralizar su acción, ¿l a dónde se alia esa experien- cia de las sociedades; en dónde están consignados sus precep- tos, sino en la istoria, en ese depósito sagrado de los siglos, en ese tabernáculo qe encierra todo el esplendor de las civilizacio- nes qe el tiempo a despeñado, toda la sabiduría qe contienen las grandes catástrofes del jénero umano? La istoria es el oráculo de qe Dios se vale para revelar su sa- biduría al mundo; para aconsejar a los pueblos i enseñarlos a procurarse un porvenir venturoso. Si solo la consideráis como un simple testimonio de los echos pasados, se comprime el corazón i el excepticisrno llega a preocupar la mente, porqe no se divisa en- tóneos mas qe un cuadro de miserias i desastres: la libertad i la justicia mantienen perpetua lucha con el despotismo i la iniqidad i sucumben casi siempre a los redoblados golpes de sus adversa- rios; los imperios mas poderosos i florecientes se conmueven en sus fundamentos i de un instante a otro se ven en el lugar qe ellos ocuparan inmensas ruinas qe asombran a las jeneraciones, ates- tiguando la debilidad i constante movilidad de las obras del oin- bre; este vaga por todas partes presidiendo la destrucción, de- rramando a torrentes sus lágrimas i su sangre, parece qe corre tras un bien desconocido qe no puede alcanzar sin devorar las entrañas de sus propios ermanos, sin dejar de perecer él mismo bajo el adía exterminadora qe ajita sin cesar contra lo qe le ro- dea. Empero, cuan de otra manera se nos revela la istoria si la consideramos como la ciencia de los echos; entóneos la filosofía nos muestra en medio de esa serie interminable de vicisitudes, en qe la umanidad marcha ollando a la umanidad i despeñándose en los abismos qe ella misma zanja con sus manos, una sa- biduria profunda qe la experiencia de los siglos á ilustrado; — 204 — una sabiduria cuyos consejos son nfalibles , porqe están a- poyados en los sacrosantos preceptos de la lei a qe el omni- potente ajustó la organización de ese universo moral. Los pueblos deben penetrar en ese santuario augusto con la antorcha de la íilosolía para aprender en él la experiencia qe a de guiarlos; ¡Uyan ellos i los ornbres qe dirijen sus destinos de esa coníianza ciega en el fatalismo, qe los a]>artaria de la razón, anulando en su oríjen las facultades de qe su naturaleza misma los a dotado pa- ra labrarse su dicha! El jénero uinano tiene en su propia esencia la cajjacidad de su perfección, posee los elementos de su ventura i no es dado a otro qe a él la facultad de dirijirse i de promover su desarrollo, ponie las leyes de su organización forman una clave qe él solo puede pulsar para acerle producir sonidos armoniosos. A fin de cono- cer esas leyes i apreciarlas en sus naturales resultados debe a- brir el gran libro de su vida en el cual están consignadas con ca- racteres indelebles: en él verá qe esa constante alternativa de bie- nes i desgracias en qe a trascurrido los siglos no es ni la obra fa- tal de un poder ciego qe lo precipita de suceso en suceso, ni la consecuencia inevitable de un capricho, sino un efecto natural de esas leyes, de ese orden de condiciones a qe está sujeto en su naturaleza. Verá también qe si en el universo físico se desenvuel- ven es|)ontáneamente las causas (je le sirven de leyes para pro- ducir un resultado necesario, no se o|)era lo mismo en el universo moral, porqe el ombre tiene el poder de provocar el desarrollo de sus leyes o de evitarlo por medio de la libertad de sus operacio- nes, según convenga a su felicidad. ¡Tal es la suj)rema sabidu- ría ií' la intelijencia divinal La umnnidad no es ni a sido lo qe ella podia rigorosamente ser, atendidas las circunstancias de lu- gar i tiempo, sino lo (¡e a debido ser, atendido el uso qe an echo de esas circunstancias los ornbres qe la an dominado i dirijido. ¡ Ella tiene una parte activa en la dirección de sus destinos, ])orqe si así no fuera, su libertad seria una mentira insultante, su dignidad desapareceria i en el mundo no podria existir idea de la justicia 1(1) Por esto e dicho, señores, qela sociedad debe acudir a la isto- ria a ese precioso depósito de la experiencia, para sacar de ella el preservativo de la desgracia i la luz qe debe guiarla en las tinie- ^ 1 ) Talvez podrá calificárseme de osado, porqe me aparto aqí de la base de las brillantes teorías de mas de un jéiiio de los tiempos mo- dcrjios, pero pido |)erdon de esto, si es una falta, i suplico se me per- mita usar de mi libertad de pensar. Yo no creo en el fatalismo istóri- co. según lo conciben algunos sabios. — 205 - blas de lo futuro. Solo en ella puede conocer las leyes inmutables de su felicidad o decadencia, en ella solo puede ver los escollos qe tiene qe salvar, las inlluencias del pasado qe pueden detener su progreso, los errores qe deben encaminarla a su ruina, i en ün solo en ella puede estudiar la marcha qe a seguido i el grado i po- sición (¡e ocupa en la escala de las naciones. Los oinbres públi- cos, aqellos a qicnes a cabido la dicha de encargarse de la difícil tarea de dirijir un estado, deben por esta razón conocer a fondo la istoria del pueblo cuya ventura se les encomienda. Si la cons- titución de una sociedad, en sentir del sabio Sismondi, propia- mente ablando no es otra cosa qe su manera de existir, su vida misma, el conjunto de todas sus leyes i de todos sus usos; si tie- ne por base los antecedentes de la sociedad misma, ¿cómo será posible conocerla i seguirla en su espíritu sino se conoce filosó- ficamente la istoria del pueblo? Si el lejislador debe garantir lo presente para preparar lo qe debe sdr i promover con prudencia las reformas i acelerar el progreso, ¿qién sino la istoria puede guiarle en e! espinoso curso qe a de seguir en tan alta empresa? ¿Cómo descubrir sin esta antorcha de la divinidad cuales son las consecuencias funestas de un antecedente pasado, cuales son las costumbres antisociales qe se perpetúan, cuales las inclinaciones, los vicios qe se arraigan en el corazón del pueblo i qe oponen re- sistencias insuperables a su perfección? Creo cordiaimente qe si los qe aman a su patria i desean de veras su ventura contarán como parte esencial de sus conoci- mientos en las ciencias sociales el filosófico de la istoria, no co- meterían jamas aqellos errores qe detienen la marcha de las so- ciedades i las aceri retroceder muchas veces, porqe o bien son la repetición de una causa qe en ópocas anteriores se a desenvuel- to de un modo funesto i lamentable, o bien son propiamente el eco de preocupaciones qe si ubieran sido conocidas en su oríjen i naturaleza deberían estar ya aniqiladas i tildadas con la infamia de aqellas qe se consideran como vergonzosas a la umanidad. Tengo arrai'j:ada en mi corazón la esperanza de qe el progreso de la civilización a de aproximar un tiempo feliz en qe esos errores degradantes no figuren en el catálogo de los actos de ningún pueblo culto, i en qe las leyes ayan llegado a tal grado de perfec- ción qe castiguen como a verdaderos criminales a los ombres de mala fe ip^ se esfuerzen en perpetuarlos. Esta esperanza podrá talvez calificarse de una verdadera utopia, pero a lo menos no tendrá su fundamento en una de aqellas qimeras engañosas i des- lumbrantes qe fascinan la mente i la extravian. ¡Ella es inocente i no tan imposible, como parece, en su realización ! Convencido de estas verdades qe la filosofía a elevado a la ca- — 206 - tegoría de dogmas, considero llena de sabia previsión i fecunda en felices consecuencias esa disposición de los estátutos univer- sitarios qe prescribe a esta ilustre corporación el deber de presen- tar periódicamente un estudio sobre la istoria de nuestra patria. Encargado por primera vez este trabajo a un.ombre como yo, sin duda el ménos apropósito para realizarlo de una manera onrro- sa i satisfactoria, no ofrecerá por cierto ni siqiera en perspecti- va el desarrollo qe a de recibir cuando lo ejecuten otros de mis cólegas, mas dignos por sus luces i talentos i con mas tiempo libre, qe el qe yo cuento, para consagrarse a las espinosas in- vestigaciones istóricas i a las serias lucubraciones del filósofo, qe busca la sabiduría al travez de eclios remotos e inconexos en la apariencia. No creáis, señores, qe al expresarme de esta manera acudo a lo lugares oratorios comunes en qe la vanidad se disfra- za muchas veces con las exterioridades de la modestia; no, ¡es- ta es la expresión verdadera de lo qe pasa en mi corazón! Pero olvidemos la persona del qe tiene el onor de dirijiros la palabra en esta ocasión solemne i ocupémonos en el asunto de es- te discurso. ¿Oé es la istoria de nuestra República? qé provecho puede sa- carle de su estudio para la dirección de los negocios en el estado qe actualmente goza? E aipií las cuestiones qe se ofrecen como primordiales al lijar la consideración en este asunto de tan vital importancia. La istoria de Chile es todavía la de un pueblo nuevo qe apenas cuenta tres siglos de una existencia sombría i sin movimiento, es la istoria de una época pasada qe puede el filósofo someter sin gran dificultad a sus investigaciones, i la de una época nueva qe toca- mos i nos pertenece porqe es la presente. El órijen e infancia de nuestra sociedad no se escapan a nuestras iniradas, no se an per- dido todavía en las tinieblas de los tiempos, i para acer su estudio no necesitamos de la crítica qe confronta i rectifica a fin de sepa- rar lo falso de lo verdadero, sino de la qe califica i ordena eclios conocidos. Dos son de consiguiente los puntos culminantes de nuestra istoria, la compsta i la revolución déla independencia: en estos dos grandes echos pueden refundirse i formularse todos los demas qe an concurrido a consumarlos. La simple narración de los qe forman la istoria del primero de estos sucesos, tal como la an expuesto los escritores, (¡e, aciendo una crónica descarnada de ellos, an creido escribir la Istoria de Chile, no ¡iresenta Ínteres verdadero alguno, a no ser el qe insiiira un pueblo bárbaro lu- chando por defender su independencia de la dominación de los extranjeros; mas la narración de la revolución de la colonia, aunqe echa sin unidad i sin discernimiento filosófico, presenta mayor in- — 207 eres, por cuanto en esos eclios eroicos, qe tanto alagan nuestro amor nacional, divisamos el fundamento de nuestra libertad polí- tica i el órijen de una felicidad, qe se a echo sentir tanto mas, cuanto qe está fresca la memoria de los padecimientos causados por el despotismo de qe nos emancipamos: esta es una deducción lilosófica qe todos acemos instintivamente sin qe el istoriador nos encamine. Sin embargo, los echos qe consumaron la conqista, produciendo por resultado inmediato el establecimiento de la dominación espa- ñola en Chile, merecen un estudio serio, por cuanto no son tan ais- lados i tan independientes de nuestra época, qe podamos conside- rarlos sin influencia alguna en el presente estado de la llepública. Considerados en su individualidad, tal como lo an echo los istoria- dores qe describen la guerra de la conqista, sin atender al enlace necesario qe entre ellos existe, no solo parece qe fueran de una é- poca i de una jeneracion independientes i distintas de las nues- tras, sino qe también es imposible concebir qe su estudio tenga algo de útil i provechoso para la sociedad actual, i es sobre todo difícil mirarlos como datos esperimentales qe envuelvan alguna lección para lo venidero. Es pues necesario descubrir las rela- ciones qe ligan tales echos para ver como conspiran todos ellos a la realización de un gran acontecimiento de nuestra istoria, la conqista i consiguiente establecimiento del poder español en Chile. Esta manera de considerarlos nos encaminará fácilmente a estudiar ese gran acontecimiento, ese suceso culminante en el cual se compendian i refunden todos los demas particulares qe lo produjeron: entonces podremos conocer fdosóficamente loe caracteres de aqella época i su manera de obrar en la sociedad; podrémos apreciar su influencia en el carácter i preocupacio- nes de esta, i finalmente calcularémos con acierto el poder e intensidad de la reacción principiada en 810. Solo así puede sernos útil el estudio de la istoria de la conqista para mirar en su verdadero aspecto nuestra situación actual i dirijir nuestros ne- gocios públicos de un modo favorable al desarrollo de nuestra fe- licidad i perfeccfon. Tales son los principios qe me an dirijido en las investigacio- nes qe tengo el onor de presentaros. E encaminado todos mis es- fuerzos a caracterizar la conqista i su inmediato resultado, es de- cir, el establecimiento del sistema colonial español entre nos- otras, para poder desarrollar sus influencias en esta sociedad qe debe su oríjen i su educación a aqel gran suceso istórico; pero |)ara esto supongo ya conocida i apreciada la istoria descriptiva de los echos particulares, cuyo encadenamiento forma el cuadro de aqella época, porqe como dice Sismondí, «ántes de inqirir si — 208 — los echos son ventajosos o perjudiciales, es preciso principiar por reconocerlos.» Confieso, señores, qe yo abria preferido aceros la descripción de aqeüos sucesos eróicos o episodios brillantes qe nos refiere nuestra istoria, para mover vuestros corazones con el entusiasmo de la gloria o de la admiración, al ablaros de la cordura de Co- locólo, de la prudencia i fortaleza de Caupolican, de la pericia i denuedo de Lautaro, de la lijereza i osadía de Painenancu; pero ¿ qé provecho real abriamos sacado de estos recuerdos alagüeños? ¿qé utilidad social reportaríamos de dirijir nuestra atención a uno de los miembros separados de un gran cuerpo, cuyo análisis de- be ser completo? Otro tanto i con mas conveniencia, sin duda podría aber efectuado sobre cualqiera de los echos importantes de nuestra gloriosa revolución, pero mea arredrado, os lo con- fieso, el temor de no ser fiel i completamente imparcial en mis investigaciones. Veo qe, viviendo todavía los érues de aqellas acciones brillantes i los testigos de sus azauas, se contestan i contradicen a cada paso aun los datos mas sencillos qe nos qedan sobre los sucesos inlluyentes en el donsenlace de aqella epopeya sublime; i no me atrevo a pronunciar un fallo qe condene el tes- timonio de los unos i santifiqe el de los otros, atizando pasiones qe se alian en sus últimos momentos de existencia. Mi crítica en tal caso seria, sino ofensiva, a lo menos, pesada e infructuosa, por cuanto no me creo con la verdadera instrucción i demas circsiis- tancias de dignidad de qe carece un joven, para elevarse a la al- tura qe necesita a fin de juzgar echos qe no a visto i qe no a te- nido medios de estudiar filosóficamente. Desarrollándose todavía nuestra revolución, no estamos en el caso de acer su istoria fi- losófica, sino en el de discutir i acumular datos ]>ara trasmitir- los con nuestra opinión i con el resultado de nuestros estudios críticos a otra jeneracíon qe poseerá el verdadero criterio istórico i la necesaria imparcialidad p«»ra apreciarlos. Por estas consideraciones me e (ielerrninado a acer mis inves- tigaciones sobre una época de nuestra existencia (|e no a sido to- davía estudiada, sin embargo de ofrecer un verdadero interes so- cial en sí misma. No os presento, pues, la narración de los echos, sino qe me apodero de ellos para trazar la istoria de su influencia en la sociedad a qe pertenecen, cuidando de ser exacto e imj)ar- cial en la manera de juzgarlos. Tani|)OCO los encomio ni vitupero ciegameíUe, si no j)or lo qe son en su propio carácter i resulta- dos; ni me ciño a descubrir su inilujo social, sin permitirme expresar mis opiniones, porqe no pertenezco a aqellos istoriado- res qe se limitan a narrar los acontecimientos considerándolos como fatales i absteniéndose de apreciarlos por qe los creen fue- — 209 — ra del alcance de la conciencia umana a causa de su misma fata- lidad. En esto sigo el modo de pensar de un autor moderno, qe ablando de los qe escriben la istoria como fatalistas, esclama: «¡Lejos de mi aqel qe qiera materializarla, el qe en las acciones buenas o malas no ve mas qe el reflejo de tal o cual pasado siglo, i qe demasiado consecuente con su sistema envilecedor para la umanidad, sufoca el grito de su conciencia. Es preciso qe la con- ciencia se someta a elevados pensamientos morales i fdosóficos; es preciso combatir el fanatismo siempre i donde qiera qe se pre- sente, corno también la sacrilega impiedad, qe es igualmente un fanatismo; es preciso acer la guerra al despotismo, a la iniqidad, a la sedición, a la indiferencia por la causa pública! ( 1 )» Para realizar mi propósito fijo primero el carácter de la conqis- ta de Chde i su influencia social; en seguida estudio el sistema colonial español i lo examino en todos sus aspectos para indicar también su influjo en la existencia i en todas las relaciones de nuestra sociedad. No vereis, señores, en este mal bosqejado cua- dro una d'3 aqcllas grandes naciones qe señalan su carrera en el mundo, dejando tras de sí una ráfaga luminosa; una de aqellas naciones qe admiran relijiosamente con unoríjen misterioso, una infancia eroica i una virilidad sublime por susechos; sino un pue- blo desgraciado, qe aparece desde sus primeros momentos uncido al carro de un conqistador orgulloso. La ignorancia i la esclavitud pro- tejeiisuexistenciadurantetressiglos, i se esfuerzan en mantenerlo perpetuamente bajo su funesta tutela, inspirándole preocupacio- nes i costumbres antisociales qe lo preparan desde su infancia a una eterna degradación. La naturaleza empero, qe no puede so- portar por largo tiempo los ultrajes ^e los ombres, recobra al fin su imperio, ace triunfar la dignidad envilecida i da principio a u- na era de gloria i de ventura: el pueblo umillado por la esclavi- tud i la ignorancia vindica sus ollados fueros i se presenta ©i en carrera para un porvenir brillante. También suele acontecer qe un matorral descolorido i débil oculta al boldo tierno qe asoma de las entrañas de la tierra, salvándolo con su ramaje déla intemperie i a veces impidiendo svi desarrollo con su sombra i su sabia veneno- sa; pero al fin el árbol jigante se robustece i se encundma majes- tuoso asta ocupar un punto inmenso en el espacio, iergue su al- tanera cúspide sobre la selva qe le vió crecer i extiende sus ñu- dosos brazos para protejer los arboldlos qe le circundan. ( t ) Du Rozoir. 27 — 210 — 1. CARACTER l'E LA CO^QISTA DE ChILE 1 SL' INFLUENCIA SOCIAL. El descubrimiento i conqista del Nuevo Mundo abian robuste- cido, ácia mediados del siglo XVi, de tal modo en los españoles la conciencia de su valor i de su superiodidad sobre los indí- jenas, qe su orgullo i ambición no reconocian ya límite algu- no. El prestijio qe les daba su civilización, el poder de sus armas, siempre victoriosas, i el superabundante fruto qe recojian aun de sus mas insigniílcantes esfuerzos, aíianzabanel señorío qe aqellos conqistadores creían aber obtenido de la naturaleza sobre los americanos. Sus uestes se desbordaban en los vastos i risue- ños campos del continente de Colon i dominaban a sus infelices abitantes, proclamando el derecho funesto de conqista. Los na- turales deslumbrados al aspecto de ese pueblo nuevo qe servia a un monarca omnipotente i (|e se decia propagador de la relijion del Dios del universo, se sentian desfallecidos i se entregaban a poca costa al dominio de tan poderosos señores. Ellos eran te- nidos por incapaces de llegar a ser sociables i de comprender los principios de la ridijion del salvador, eran conciderados como una especie de ombres marcados ])or la naturaleza con el sello de la servidumbre ( 1 ) ; i si alguna vez se levantó en el Nuevo Mundo una voz en defensa del pueblo desventurado qe con tanta impu- dencia se ultrajaba, el estrépito de las batallas, el brillo de las a- zañas, las ilusiones de la codicia i del poder aogaron los ecos de esa voz i robustecieron aqel funesto desprecio, aciendo qe el es- pañol se considerase como el soberano natural de la América i se gozara en el esplendor de esta realidad, sin temer obstáculos ni contratiempos. Eos conqistadores abian impuesto ya su lei a los vastos i pode- rosos imperios de Méjico i el Perú i centenares de pueblos ameri- anoseran víctimas de sus depredaciones i de los mentidos derechos qe sobre ellos se arrogaban, cuando, créyendose estrechos en los límites del mundo qe acababan de sojuzgar, qisieron extender su |)oder a las tribus remotas qe ocupaban los fecundos valles de nuestro Chile. Mas desde sus primeras incursiones en este pais, re- cibieron un desengaño terrible (je irritó i mortificó su orgullo en alto (1 ) Robertson, istoria de América, lib. 8.® 2Í1 - grado; encontraron aqí oinbres de bronce, en cuyos pechos rebo- taban las balas de sus cañones, i los cuales miraban con impávida serenidad el tren militar del pueblo osado qe pretendía arrebatarles su libertad; aliaron resistencias qe pusieron a rayasuconqista i qe demandaban mas valor, mas constancia i mas recursos qe los qe abian necesitado para acerse dueños de todo el continente a- vasallado. En Chile no existia el indíjena envilecido i pusilánime a qien bastaba engañar para vencer, mandar para esclavizar, sino un pueblo altanero i valiente, qe lejos de correr a ocultarse en los bosqes, esperaba a su enemigo en campo abierto, porqese sonrreia con la seguridad de vencerle i de acerle sentir todo el peso de su valor. Esta oircunstancia tan notable influyó precisamente para di- versificar la conqista de Chile de la del resto de la América. Los españoles concibieron desde luego la necesidad en qe se aliaban de multiplicar sus elementos bélicos i de proceder con mas pru- dencia i enerjia qe asta entonces, porqe debian combatir con un pueblo valeroso i ostinado, qe contaba numerosos tercios i qe acia la guerra con mas orden i disposición qe los bárbaros qe acababan de vencer. Desde los primeros encuentros principiaron a irritarse sus ánimos i si asta esa época la crueldad con qe acostumbraban t’-atar a los vencidos era efecto del desprecio qe les ins[)iraban, en adelante lo fué del despecho e indignación qe ocasioe.aba la re- sistencia. Ese desprecio se convirtió insensiblemente en un odio verdadero, el cual subia de punto a medida qe el arauca- no redoblaba su fiereza en defensa de su independencia; odio qe mui pronto llegó a ser profundo i a dominar en todo las rela- ciones de ámbos pueblos contendientes. Lá guerra de la conqista, sin dejar de ser desigual i sobrado onerosa i desfavorable al pueblo indíjena, demandaba a los con- qistadores tales costos i tanta contracción, qe absorvió completa- mente sus cuidados i llamó con preferencia su atención. De su éxito dependia la existencia de las colonias qe en el territorio conqistado se fundaban, porqe los ejércitos araucanos, infatiga- bles en su propiísito de rechazar a los españoles, llevaban la des- vastacion asta el recinto mismo de las poblaciones en qe se alber- gaban las familias de sus enemigos. Valdivia funda sucesivamen- te a Santiago, la Serena i Concepción, i estas ciudades, in- formes todavía, se ven amenazadas i combatidas , en los primeros dias de su existencia, por millares de indíjenas, (je nada respetan en su terrible furia : la primera de ellas sal- va incendiada i demolida en gran parte, a merced de una ba- talla sangrienta qe se da dentro de sus mismos muros ( 1 ); la (1) Quiroga, en su Compendio Istiirico. — 212 — segunda es destruida asta en sus cimientos, a los cinco anos de fundada, i Concepción es arrasada dos veces, sepultando en sus escombros asta la esperanza de su restablecimiento. Los españo- les ttbanduuan entoucees la idea de regularizar la administración de sus pueblos i se apresuran a foitificarse en el territorio qe po- dian ocupar sus armas: establecen culonais militiires, plazas de ar- mas i bastiones en todos los puntos ventajosos; pero estas pre- venciones no acen mas qe redoblar el furor de los araucanos, los cuales cada momento ii,as soberbios con sus triunfos, no perdo- nan medio de destrucción i aniqilan el poder español en donde qiera (je se les presenta. La guerra se encarniza i se ace intermi- nable, sucédense unas a otras las batallas i en cada una de ellas se destruye de tal manera a la ueste vencida, qe j)arece termi- nada para siempre la contienda; pero los ejércitos se suceden a los ejércitos, la sangre qe se prodiga fecunda el valor i multi- plica los combatientes; ya no ai medio ilícito de ataije, se fomen- ta el espionaje, no se desprecia estratajema por reprobado qe pa- rezca, se emplean la astucia i la traición; la lealtad i la jenero- sidad uyen de esta lucha sm ejemplo; los ])risioneros se esclavi- zan o se inmolan en expiación del crimen desús ermanos, los jenerales mismos se acen morir en un patíbulo, en medio de la al- gazara sarcástica de los vencedores. Cortés habia consumado en pocos años la comiista de Méjico, Pizarro asesina alevosamente al Inca del Perú i se ace dueño de sus vastos dominios, sin verter mas sangre (pie la de los inocen- tes vasallos de aquel monarca ; pero Valdivia es en Chile la víctima desventurada de la rabia de los araucanos, i los conqis- tadores (|e le suceden, apesar de su admirable denuedo i de sus eroicos esfuerzos, no pueden domar al i>ucblo infatigable que los rechaza i sucumben también bajo la maza poderosa del salvaje. Firme la Lspaña en su propósito, reemplaza los guerreros i los anima a qe sostengan sin recompensa i sin esperanzas siqiera una guerra ¡irolongada, la mas cruel i obstinada de que pueden presentar ejemplo los anales del mundo. Mas la desvastacion los fatiga , la resistencia los exaspera i al fin consienten en reco- nocer la sui»erioridad de los araucanos sobre los demas pueblos de la Aim'iica, |)refieren establecerse en la porción de terreno (je aqellos les dejan libres i se dedican a la consolidación de sus colonias, pero sin arrimar las armas, porqe necesitan estar com- batiendo i siempre dispuestos a defender la posesión de este pais, qe les ciu’sta mas sangre i mas dinero qe el resto de sus conqis- tas en el Nuevo Mundo (Ij. (1) Molina, Isloria de Chile. — 213 — Acia el ano de 1622 propone Felipe 111 la paz en una carta di- rijida al congreso de los nobles de Arauco. Esta era la primera vez qe el orgulloso monarca del mas extenso i potente imperio de la tierra, se umillaba asta dirijirse personalmente a un pueblo de la desventurada América, reconociendo explícitamente su so- berania e independencia e invitándolo a celebrar un tratado, en qe se sellara para siempre la amistad de los dos estados i se pu- siera término a una guerra desoladora, cuyo estrépito asombrá- ba a la Europa entera. 1 no era esta una inconsecuencia en el sis- tema de conquista adoptado por la España, sino un reconocimien- to solemne del estéril resultado de su empeño i un omenaje debi- do a la nación qe abia tenido la superioridad de mantener su independencia, defendiéndola en batallas ordenadas i rechazando con lealtad i valor al conqistador, tal como lo ace un pueblo organizado qe sabe apreciar su dignidad. El rei católico qeria la paz, proponiendo qe el Biobio sirviera de barrera al uno i al otro estado, de modo qe a ninguno le fuese lícito traspasarlo con ejército; qe ambos se entregaran recí|)rocamcnte los desertores i qe los misioneros españoles tuvieran la libertad de predicar el evanjelio a los infieles. Pero la paz no se realizó, sin embargo de aber sido propuesta sobre tan moderadas condiciones i de aber sido aceptada por los araucanos, porqe muchos de los jefes del ejército conqistador tenian todavía interésenla continuación de las ostilidades, i abrigando la esperanza de medrar, se aprove- charon para paliar sus perniciosos intentos de las dificultades qe presentóla extradición qe el Toqi araucano exijia, corno con- dición pi-evia, de varias de sus mujeres que se abian refnjiado en la colonia española (1). La guerra se encendió nuevamente con redoblado furor i continuó con los mismos desastres i de- predaciones qe asta entóneos. Mas este accidente no alteró en nada la necesidad qe la Es- paña tenia de procurarse un avenimiento para conservar sus po- sesiones. El cansancio i aun los temores empezaban a reempla zar el denuedo tenaz desplegado en los primeros años de la con- qista, i los colonos deseaban la paz porqe no podían soportar la inseguridad i la perpetua alarma en qe vivian a causa de las osti- lidades. Enqrrendiéronse nuevas negociaciones, con mejor éxito, i después de algunos contratiempos, se ajustó en 16'í'l un pacto de amistad, qe llenaba las aspiraciones i el cual fué celebrado con solemnidades qe testimoniaban el regocijo causado por ua acontecimiento de tan señalada importancia. Empero los araucanos no desmayaron jamas de su furor, sino (1) Molina, Istoria de Chile. por momentos; la guerra interrumpía siempre las treguas qe los espafioles obtenían de tan tenaces enemigos, i la colonia nu se libertaba sino por intervalos mas o ménos prolongados de los desastres i de la destrucción. Los tratados de paz qe se ajustaban, no sin gran dilijencia de parte de los colonos, eran solo verda- deras suspensiones de armas, qe ostensiblemente no tenían otro objeto qe el de recobrarse ámbos belijerantes desús pérdidas, para volver a atacarse con redoblado encono. De esta manera la guerra era perpetua i siempre demasiado costosa , por cuanto no se respetaba principio alguno ni se adoi)taban medios que tem- plaran sus rigores. La España mantenia un ejército avanzado a la frontera i aprovechaba las oportunidades de atacar, i los arau- canos permanecían sobre las armas i i)iacticaban frecuentes in- cursiones al pais de las colonias, arrazándolo sin piedad i come- tiendo todo jénero de de¡)redaciones. Los esfuerzos que alguna vez se icieron para regularizar la guerra fueron vanos, i ántes bien continuaron en progreso la traición i el vandalaje i subió de grado el odio de ambas naciones. Por este lijero bosqejo en qe e tratado de caracterizar la con- qista veréis, señores , (je las colonias es|)añolas en Chile se esta- blecieron i se desarrollaron en medio de la alarma i de los con tratiempos qe ocasionaba una guerra tan obstinada, cruel i di- íicultosa. La guerra nieció la cuna de las |)riineras jeneraciones de nuestra sociedad i proUqió su j)recaria existencia; la guerra fué el único desvelo de este pueblo desde sus primeros momen- tos de vida, o diré mejor, fué la exj)resion única i verdadera de su modo de ser. El perpetuo peligro de qe se aliaba amenazado fué endureciendo j)aulatinamente su carácter, aciéndolo triste i sornbrio i asta cierto punto enervando su natural actividad, por- qe teniendo siempre al frente un enemigo poíieroso, qe acechaba el momento oportuno de anicjilarlo i qe no le dejaba seguridad ni qietiid para organizarse , solo cuidó de defender su existencia a fuerza de sangre i de contrastes. A cada paso tenia qe lamentar una desgracia o celebrar un triunfo , qe nuevos acontecimientos venian a convertir en ilusorio i estéril. Las batallas eran el único arbitrio de defensa a qe podia apelar, los incendios, la desolación de los campos i ciudades i la pérdida de un ejército eran los úni- cos sucesos qe lo ajilaban i qe venian con frecuencia a patentizar- le su desventura i a sufocar en su mente toda ilusión risueña , toda esperanza de un porvenir mas feliz. Las comodidades de la vida doméstica, los beneficios de la industria, los goces de la so- ciedad le eran desconocidos, o por lo ménos eran bienes de un ór- den secundario, en cuya posesión no ¡jensaba , porqe no tenia tranqilidad. De modo pues (je este pueblo a qe oi pertenecemos, 215 — antes de ser industrioso fue guerrero i antes de saborear placer alguno délos qe constituyen la dicha del ombre social, soportó las angustias de una guerra eterna i funesta. La ciega sumisión del soldado i la dura esclavitud de un umillante vasallaje, la de- sesperación de las derrotas sangrientas i el terror de un poder doméstico qe sojuzgaba asta las conciencias apagaron i casi es- tinguieron en su alma los jérmenes de todo sentimiento social i de toda aspiración brillante: era un pueblo dormido qe solo des- pertaba para batallar, un pueblo qe no estaba organizado mas qe para la guerra. Los españoles se abian visto precisados a separarse de su siste- ma, porqe sus fuerzas solas no eran suficientes para resistirá la omnipotencia de los araucanos. Abian comunicado su espíritu mi- litar a sus colonias chilenas i contaban en ellas el refuerzo qe abian menester para defenderlas. Amediados del siglo pasado las plazas de armas del reino de Chile eran las únicas en toda la América del sur qetenian la ven- taja de poder servirse de las milicias qe formaban los vecinos de las poblaciones i campañas inmediatas, en estado de tomar las ar- mas, porqe era crecido el número de estas milicias i podian jun- tarse fácilmente por el buen orden de su disciplina (1). En 1777 se dió a estos cuerpos mas perfecta organización i en 1792, sin contar el copiosísimo número de milicias urbanas, ascendian las provinciales regladas a 15,856 plazas en servic io expedito (2). Por estos datos se deja ver qe los conqistadores, abandonando sus re- celos, se consagraron a establecer en Chile cuerpos de milicias mejor reglados i disciplinados qe los qe tenian en su propio pais. Mas tarde veremos como influye i se desarrolla el espíritu de disciplina militar en los criollos i de qe manera a contribuido a fijar asta cierto punto uno de sus mas sobresalientes rasgos ca- racterísticos. fi) Noticias Secretas df América por l). J. JuaU D* A. daUlloa». 1^2,' Molina, Istoria de Chile, cap. XI, lib. IV. ~ 21G — II. IDEA DEL SISTEMA COLONIAL ESPAÑOL. No solamente el carácter de la conqista modiíicó la existencia de esta nación; ai todavia otro elemento qe sin duda a ejercido un inllujo mas poderoso en su jenio e inclinaciones sociales, tal es el sistema colonial adoptado por la Espafia. Sabido es qe los españoles conqistaron la América, empajiando en sangre su suelo, no para colonizarla, sino para apoderarse de los metales preciosos qe tan abundantemente producia. Torrentes de aventureros se desbordaban sobre el Nuevo Mundo predomi- nados por la esperanza de reunir injentes riqezas a poca costa i dirijian a este solo objeto su actividad, sin omitir arbitrio ni vio- lencia alguna qe les fuese necesario enqilear ]iara obtenerlo. Al íin la realidad fué aeiendo decaer la ilusión, i convencidos los conqistadores por su propia experiencia de qe no era tan excesi- va, como se ponderaba, la fecundidad de las minas americanas, fueron abandonando sus arrojadas especulaciones i dedicándose liaulatinamente a las empresas de agricultura i comercio Pero este nuevo jiro de sus aspiraciones no dió de sí cuanto pe- dia, atendidas las ventajas qe brinda el suelo americano, por- qe no tenian gusto ni intelijencia ¡¡ara explotar este nuevo vene- ro de ri(jeza, i su gobierno, por otra ¡larte, con su absurdo sis- tema industrial, estancaba en su oríjen todos los bienes qe podian prometerse. Al establecer la España sus colonias en América, trasplantó a ellas todos los vicios de su absurdo sistema de gobierno, vicios qe se multiplicaron infinitamente por causas qe tenian su oríjen en el sistema mismo. Las colonias chilenas fueron divididas en provincias, qe, go- bernadas por un jefe subalterno, tenian un cabildo de rejidores j)erpetuos i de alcaldes, los cuales administraban justicia i eran elejidos por aijellos entre la primera nobleza. Estaban estos cuer- pos sujetos a un presidente, gobernador i capitán jeneral del rei- no, nombrado por la corte de España i dependiente de ella, ex- cepto en los casos de guerra, en qe reconocía la preeminencia del Virrei del Perú asta cierto punto. Aqel alto funcionario de Chile, como representante de su majestad católica, era el supremo ad- ministrador de las colonias; como capitán jeneral, era el jefe del ejército i tenia bajo su potestad a los tros grandes oficiales del reino, qe eran el maestre de campo, el sárjente mayor i el comi- sario, i también a los gobernadores militares de las cuatro pía- — 217 zas marítimas de Valparaíso, Valdivia, Chiloé i Juan Fernandez: «orno presidente i gobernador tenia el poder jurisdiccional i pre- sidia a la real audiencia i a los tribunales de acienda, de cruza- das, de tierras vacantes i comercio, qe eran los encargados de la administración de justicia en los diversos ramos a qe estaban destinados. La real audiencia juzgaba en última instancia todas las causas civiles i criminales de alguna importancia i se compo- nía de un rejente, un tiscal o procurador rejio, un protector de indios i de varios oidores, todos nombrados i pagados con grue- sos estipendios por el rei. Este tribunal supremo fue establecido en 1567 i encargado del mando político i militar de las colonias; en 1575 fue suprimido, porqe los defectos de su constitución i d« su mandato multiplicaban a cada paso los embarazos en la ad- ministración; i después de treinta i cuatro años, en 1609, fue restablecido con solo el encargo de administrar justicia en los términos indicados ( 1 ). E aqí una idea del poder administrativo délas colonias chile- nas: todo él estaba reducido a una rigorosa unidad, imperaba de un modo absoluto i dependía únicamente del rei, qe no solo se consideraba soberano, sino también dueño de sus vasallos ame- ricanos i de todas las tierras qe abia conqistado en el Nuevo Mundo, cuyo dominio abia sido santificado por una bula del papa. El monarca español gobernaba las Américas por medio de un consejo supremo, qe llamaba de Indias, donde se consideraba presente su augusta i sacrosanta majestad, i del cual emanaban todas las leyes, todos los reglamentos, todas las medidas, ora fuesen jenerales o locales, qe era necesario dictar para rejir unas colonias qe se aliaban a la distancia de millares de leguas i cu- yo carácter i circunstancias no eran ni siqiera remotamente cono- cidos. Lo mas digno de notarse con relación al gobierno de Amé- rica es qe a cualqiera resolución qe se expidiese por el órgano de la corona o por el del consejo de Indias, con tal qe fuese sobre afl- guu asunto americano, se daba todo el vigor de una lei verdade- ra, aunqe no tuviese los caracteres de tal. El número de estas resoluciones no tenia término, porqe se expedían arbitrariamente i sin concierto, i llegó a aumentarse tan prodijiosamente qe ubo tiempo en qe la lejislacion positiva colonial formaba un verdade- ro laberinto. Era propiamente un acinamiento, sin plan ni siste- tema; de cédulas, reales órdenes, cartas, provisiones, ordenanzas, instrucciones, autos de gobierno i otra infinidad de despachos incoerentcs, eterojéneos i absurdos, todos los cuales, por la di- ( I ) Molina, Istoria de Chile. 28 — 218 — laciüii i distancia de unas provincias a otras, no abian llegado sí- qiera a noticia de los vasallos americanos ( 1 ). Diferentes tenta- tivas se icieron para recopilar i ordenar todas estas disposiciones durante el siglo XVI i también en el XVll, asta qe bajo el rei- nado Carlos 11, en 1080, se formó la célebre Recoptlacion de Ju- dias, en cuatro gruesos volúmenes, tomando en cuenta los mu- chos ensayos i proyectos de codificación qe antes se abian forma- do, sin el menor fruto ( 2 ). Estas leyes an sido consideradas por algunos partidarios del sistema español como las mas justas, propias i adaptables a la prosperidad de las colonias americanas, deduciendo de esta pere- grina opinión los mas fuertes cargos contra la independencia de la América (3). Entre nosotros mismos no falta qien participe asta cierto imnto de esta creencia, i qien sostenga la sabiduría de tan monstruosa lejislacion, qe por desgracia i no sé porqe aherra- cion inexplicable se concidera vijente en una república soberana e independiente, qe dejó de necesitar las leyes coloniales desde el momento (¡e proclamó su independencia. Por eso creo, seño- res, mui propio de este lugar acer un examen, aunqe lijero, de los vicios (je elevan este código al mas alto grado de iuq)erfec- cion. Pastarla al efecto echar una ojeada a sus antecedentes, a los elementos qe se tomaron jiara componer este verdadero mosaico de variedad iníinita, sin ajuste ni armonía en sus |)ro|)orciones. Casi todas esas leyes abian sido exjiedidas j)or sujestiones de los enqileados (je la Esjiaña mantenia en sus colonias; todas eran por lo jeneral referentes a circunstancias esjieciales, i las qe no tenían este carácter, se dírijian a reglamentar la administración independientemente de las modificaciones a qe podía dar lugar tanto la arbitrariedad de los mandatarios, cuanto las ocurrencias varias e imprevistas qe inlluian en el manejo de los negocios. ( 1 ) Lci qe declara la autoridad de la Recopilación Indias. ( 2 ) Id. id. ( 3 ) El Obttfífenflot' de rjóndees, cn SU número de ení'ro de 1820, decia : «ninguna nación a tratado a los puchlos en sus establecimien- tos ultramarinos con mas umanidad i blandura qe la nación española. Los escritores mas juiciosos lo reconocen i entre ellos el mismo barón de Uumboldt. «fcf» blmtdnen de las tet/es españolas, dice él, cotnpavadas con las del códif/o neffi'o tie la mayor parle de las otras naciones, es inneyable .n También abria podido cl observador citar la opinión de Robcrtson, qe alucinado con la apariencia de las leyes de Indias intentó en algu- nos pasajes de su Istoria de América viiuíicar a los monarcas de Espa- ña i disculpar su despotismo. — 219 — Los males qe nadan de estas causas, sin tomar en cuenta lo ti- ránico i absurdo de tales resoluciones, no se remediaron, pues, con aber reducido a un solo cuerpo sin doctrina ni sistema tan- tas i tan contradictorias disposiciones, sino qe por el contrario qedaron subsistentes i se multiplicaron asta lo iníinito, porqe siempre continuó la práctica de expedir cédulas i reales ordenes para cada caso qe se ol'recia, sin tomar otros antecedentes qe los qe sujerian las pasiones mas viles a los qe tenían interes en qe se expidiesen. Mui pronto excedió el número de estas nuevas resoluciones a las recopiladas i se aumentaron también las con- tradicciones asta el punto de no ser posible distinguir las leyes vijentes de las que abian sido revocadas en todo o en parte. La ciencia de la lejislacion colonial española llegó a ser por este motivo una verdadera nigromancia, en cuyos arcanos solo estaban iniciados los qe tenían bastante osadía para acer imperar su ca- pricho o su Ínteres, invocando en su apoyo una lei de Indias u otra cédula cualquiera de su majestad. Por esto dice un observador qe « los juicios civiles i crimina- les, los asuntos de renta i los de policía sufrían tanta variedad i oposición de decretos i reales órdenes, qe no se aliaba un fun- damento en qe estribar ningún reclamo, qeja o solicitud. Todo nacia, dependía i terminaba en la arbitrariedad de los ministros de la corte i de los jefes de América. Ellos siempre se daban en- tre sí la mano i las determinaciones eran mútuamente sostenidas, según convenia a su ideas de gobernar despóticamente .... Al mismo tiempo, en cualqiera paso qe se diese en el gobierno de América se abia do encontrar siempre el obstáculo de alguno de los muchos fueros i privilejios de las corporaciones i pro- fesores qe abundaban en ella (i). » Todos estos vicios tenían su oríjen i su mejor apoyo en las leyes mismas i multiplicaban los embarazos qe acian mas oscura i absurda su aplicación. Esto en cuanto a la forma de la lejilacion. Su fondo era de oteo carácter: un solo pensamiento capital dominaba todas las reso- luciones de la corte i de los mandatarios de las colonias, tal era el de mantener siempre a la América en una ciega dependen- cia de la Kspaña, para sacar de su posesión todas las ventajas posibles. Bajo este punto de vista, la metrópoli tenia un siste- ma, un espíritu qe daba unidad a todas sus resoluciones i qe san- tificaba todos los arbitrios qe se le presentaban por inicuos i re- probados qe fuesen. El Nuevo Mundo era para ella una mina riqísima qe debía explotar, aprovechándose de sus frutos, aun cuando fuera desvastándola i sin curarse de acería productiva para ( i ) La Biblioteca Americana. lo futuro. Con este propósito abia sujetado a los indíjenas a líl niasumülante i grosera servidumbre, declarándolos esclavos en ciertos casos i disfrazando en otros la esclavitud con un íiiijido í sarcástico respeto a su libertad, sin embargo de someterlos a la mila, al repartimiento i a las demás cargas con qe los opri- mía. Las leyes sobre impuestos estaban justamente calculadas para beneliciar las arcas reales, i sacar de las colonias todos los tesoros qe fuese posible, aun a costa délos mismos elementos de i)roduccion. El comercio estaba monoi)olizado en beneiicio de la misma corte, la industria fabril i la agricultura envueltas en mil trabas i gravadas con tantas gabelas, qe aparecía palmaria- mente la intención de estancarlas en su jérmen e impedir su desarrollo. El sistema fmanciero de la España abia sido tras- portado en esta lejislacion a la América, con su verdadero carác- ter extilusivo i sin mas diferencia qe la de estar recargado de otros vicios i absurdos qe facilitaban a la corte los medios de obs- truir i de cortar las vias del |)rogreso en las colonias. La comu- nicación i comercio con las potencias estranjeras se vedaban de tal modo qe no solo era un crimen mantener estas relaciones, sino qe también se apelaba a la mentida soberanía de los mares para mandar a los gobernadores, como se ordenó por una real cédula de 1692, «qe tratasen^como enemiga toda embarcación es- tranjera qe surcase los mares de América sin licencia de la cor- te, aunqe fuera aliada la nación a qe correspondia.» Las leyes i resoluciones dictadas para impedir el desenvolvi- miento intelectual de los americanos atestiguan i>or otra parte la decidida intención de mantenerlos en la mas brutal i degradante ignorancia, para acedes doblar perpetuamente la cerviz al yugo de su soberano natural i de todos los mandatarios qe derivaban de él su autoridad. Estaba con severas penas proibido el vender e imprimir en América libros de ninguna clase, aun los devocio- narios, i para su introducción se reqeria una licencia del consejo de Indias o de otra autortdad igualmente empeñada en no consen- sentir qe penetrase en el Nuevo Mundo la luz de la intelijen- cia(l). Las pocas universidades! colejiosqe establecían i reglamen- taban las leyes estaban perfectamente destinadas a separar al ombre de la verdadera ciencia; eran valiéndome de la feliz ex[)re- sion de un americano, «un monumento de imbecilidad.» SujetoB enteramente estos establecimientos aunréjimen monacal, se a- bandonaba con exqisito cuidado la educación intelectual i mo- ral, se procuraba solo formar ministros del culto i cuando mas abogados o médicos, pero a todos se les submistraban falsas doc- ( 1 ) Leyes del til. 2i, lib. 1. ® de Indias. - 221 — Inuas, se les acostumbraba alas sutilezas i a las mas ostra vagantes teorías i se les acia a(lo|)tar por fórmula de esta ciencia inútil i de sus errores un estilo grosero i altisonante. De este modo con- seguía la corte pormedio desús leyes i resoluciones extraviar la intelijencia i divertir a los Americanos con estudios antiso- ciales qe precisamente debian conducirlos al fin deseado de ofuscarles la razón para qe no viesen « en el rei de España mas qe a su señor absoluto, qe no conocía superior ni freno alguno sobre la tierra, cuyo poder se derivaba del mismo Dios, para la ejecución de sus designios, cuya persona era sagrada i ante cuya presencia todos debian temblar ( 1 ) . » Al acer este rápido examen de la lejislacion de las colonias, con el fin de investigar su influencia social, debo dar empero un testimonio de la imparcialidad de mi juicio , declarando qe el tedio qe causa esta monstruosa recopilación, descansa a veces con la lectura de algunas disposiciones qe prueban sentimientos piadosos en sus autores. Pero nada mas qe sentimientos piadosos, porqe en ellas, así como en las demas, no se descubre el tino ni la previsión qe resultandel análisis filosófico de los ecbos, cuyas prendas son los mas sobresalientes caracteres de la sabiduria de un lejislador. Con efecto, se rejistran varias leyes destinadas a regularizar el servicio de los naturales en las mitas, encomien- das i repartimientos a qe se les sujetaba, i otras qe tasaban sus tributos de manera qe no les fuese sobrado gravosa su exacción. Las ai especialmente destinadas a protejer la libertad de los in- dios chilenos i a concederles mas privilejios i exenciones qe a los de las demas colonias, sin duda con el objeto de atraerlos i de cortar la guerra por medio de estas medidas suaves i protecto- ras ( 2 ). E aqí las leyes qe sin duda an fascinado la mente de los defensores de esta lejislacion, si es qe ablan de buena fé, i de las cuales an deducido sus argumentos para probar su sabiduria i en- comiar la protección qe la España dispensaba a sus colonias; pero recordando lo qe llevo expuesto sobre el espíritu de este có- digo i acerca del sistema de la metrópoli, ¿qé otra cosa eran es- tas leyes sino cuando mas la expresión de un buen deseo aislado o talvez un arbitrio con qe se qeria disfrazar las intenciones i opi- niones qe abrigaba una corte corrompida i retrógrada sobre los degradados abitantes del Nuevo Mundo? Como qiera qe se pien- se, esas leyes protectoras eran una excepción muda i sin efecto. (1) Funes, Ensayo de la istoria civil del Paraguai, Buenos Aires i Tucuman, citado por el Repertorio Americano en este punto. ( ‘i ) Véanse las leyes del tít. 16 i algunas del tít. 2.®, lib. 6.* de Indias. una letra muerta desde el momento qe su ejecución, su interpre- tacibn i asta el derecho de modilicarlas estaban en manos de los mandatarios de las colonias. La metrópoli ¡íuso siempre el mas prolijo empeño en nombrar para todos los oficios i empleos de las colonias americanas a in- dividuos nacidos en España, siendo esta la principal cualidad qe reqeria , aun cuando el candidato careciera de las aptitu- des i cajiacidad profesional qe la naturaleza del empleo exijia; de manera qe no era extraño ver investido de la majistratura judicial a qien por sus antecedentes faltaban aun los primeros ru- dimentos de la jurisprudencia i frecuentemente condecorados con altos puestos militares a los qe jamas abiaii empuñado una espada e ignoraban asta los preliminares de la táctica. Los ame- ricanos estaban rigorosamente excluidos de todo cargo público, a no ser los consejiles, qe por no tener onores, renta ni atri- buciones eran mirados por los peninsulares como gravámenes qe solo debian sojiortar los colonos. Tan ciegamente se obser- vaba esta práctica insultante qe llegaron a borrarse los escrúpulos qe la corte podia tener para erijirla en principio legal, i se avan- zó a discutir en pleno Consejo de ludias, si bien qedó indecisa, la cuestión de sí se excluiria de derecho a los americanos de los em- pleos públicos, declarándolos incapaces de desempeñar oficios onerosos en las colonias. La istoria prueba ademas con millares de echos qe la España fue siempre consecuente a este propósitoí de ciento sesenta virreyes qe ubo en América, solo cuatro se nu- meran qe no fueron españoles, i entre mas de seis cientos presi- dentes i capitanes jenerales, solo se contaban catorce en la mis- ma excepción ( 1 ). La istoria también nos patentiza qe todos los empleados qe la España mandaba a la América se convertiau en déspotas verda- deros, (|C ejercian la mas arbitraria autoridad para procurarse su particular beneficio: i este era propiamiMite un resultado natu- ral de la posición en qe se les colocaba. La prolongada distancia en qe estaban las colonias de su metrópoli i las dificultades con qe se acia entonces la comunicación de ámbos continentes, les fa- cilitaba la impunidad de sus crímenes; la doctrina qe sanciona- ba como justo i lejítimo todo acto de atrocidad ejercido sobre los colonos, les servia de suficiente excusa; la vaguedad, latitud i complicación de la Icjislacion de Indias, les facilitaba una autori- dad inmensa, absoluta, i sienqire un apoyo legal, cuando les era necesario coonestar un abuso o lejitimar una usurpación; la ne- cesidad, en fin, qe la metrópoli tenia de asentir i deferir en todo {il Guzman, Isloria de Chile, lee. 00. - *223 - a los informes de estos mandatarios, era un recurso brillante a qe apelaban para sancionar con la voluntad de la corona cuanto podia convenir a sus miras i a sus intereses. Por esto, cada em- pleado superior era un rei absoluto i cada uno de los subalter- nos defendía sino con la aprobación, con la tolerancia o el ejem- plo de aqellos sus arbitrariedades i dilapidaciones. De aqí los frecuentes choqes escandalosos entre ellos mismos, las venganzas ruidosas i el uso de todos los resortes de inllujo i de poder a qe se acudia para acer triunfar un capricho o dejar sin castigo al - gun crimen funesto. De aqí nada también la insuficiencia i nu- lidad de las leyes mismas: la lei de la América colonial era solo la voluntad de sus mandatarios inmediatos. Si se qiere ver inxa demostración palmaria de este echo incuestionable, véase lo qe D. Jorje .luán i D. Antonio de Ulloa esponenen sus Noticias se- cretas a la corte de España, sobre el estado miserable i degra- dante, sobre la corrupción i dislocación social espantosa a qe a- hian llegado las colonias por la conducta de sus gobernantes, acia la mitad del último siglo. En la relación fiel i circunstanciada qe acen estos sabios e imparciales observadores se patentiza qe to- das las medidas benéficas de la metrópoli fracasaban en el for- midable escollo qe les oponia la grosera arbitrariedad e insolente despotismo de los gobernantes i empleados coloniales, i esto en todos los ramos de la administración. El servicio de la marina de guerra i mercante en los mares de la América meridional no se sujetaba amétodoni formalidades, sino qe dependía enteramente de! capricho e intereses particula- res de los qe lo acian, por muchas i buenas qe fuesen las medi- das qe para su arreglo abia expedido la metrópoli. Las plazas de armas se aliaban en un completo abandono, i sus jefes entregados al lucro qe podia proporcionarles su posesión. Siendo, como era absoluta su autoridad, abusaban en la misma proporción qe los de- mas funcionarios, utilizándose asta de los situados qe recibían para su guarnición i tiranizando por este i otros medios a los qe tenian la desgraciado vivir bajo su dependencia, como especial- mente lo practicaban los gobernadores de la plaza de \ aldi- via (1). El comercio, a pesar de estar sujeto a un perfecto monopolio, cuyas restricciones i exclusiones estaban calculadas jiara reser- varlo exclusivamente a la España, i sin embargo de estar grava- do con pesados impuestos en favor del real erario, era efectiva- mente un elemento de ganancia para los qe estaban encargados de mantener este monopolio i de asegurar sus productos a la ( 1 ) Noticias secretas, cap. VII part. 1 ® real acienda, i al mismo tiempo un elemento de corrupción para todos los qe se consagraban a su ejercicio porqe se acostumbra- ban al fraude i a los manejos ilícitos, qe los empleados sanciona- ban con su ejemplo. Estos patrocinaban el contrabando i cifra- ban enél la principal ventaja desu empleo, i si alguna vez ape- laban a las leyes para impedir un fraude era o porqe así les con- venia para evitarse un denuncio, o porqe necesitaban vengarse de algún enemigo, valiéndose de su misma autoridad. Exponien- do los autores citados las graves faltas de este ramo de la adminis- tración, dicen qe seria mui regular imajinarse qe aqel paraje don- de los virreyes tenian su asiento, deberia estar exento de es- tos desórdenes, a causa de su inmediata presencia, o qe a lo menos fuese menor el fraude en el comercio, a vista de tanto tribunal, de tantos ministros, de tantos jueces i tan crecido núme- ro de guardas como abia para impedirlo, ])oro qe justamente lle- gaba aqí este abuso a su mayor punto. Los efectos de contra- bando se introducian en la mitad del dia sin el menor recelo i custodiados por los mismos guardias, asta dejarlos en lugar se- guro i libres del peligro qe correrían en poder de sus dueños. Otro tanto se acia con los efectos de lícito comercio, para liber- tailos del pago de derechos qe les correspondía , i con este objeto se reputaban lejítimos los fraudes mas escandalosos tanto en el comercio terrestre como en el marítimo. De esta manera, «ni la conciencia, ni el temor, ni el reconocimiento de verse estos empleados mantenidos por el [soberano con salarios mui crecidos les servian de estímulo para celar en lo qe era de su obliga- ción ( 1 ).» I si esto se practicaba por los funcionarios qe se aliaban por la naturaleza de su empleo, bajo una inspección mas inmediata de la corte i por consiguiente mas apremiados a llenar con pureza i exactitud sus obligaciones, ¿qé sucedería con los qé ejercían una autoridad independiente, con a(¡ellos cuyos actos no interesa- ban a la metrópoli de un modo tan directo? No es de mi pro- pósito exponer aejí las arbitrariedades esj)antosas, los abusos sin cuento, los absurdos, los crímenes qe ejecutaban i patrocinaban a cada paso los gobernadores, los militares, los majistrados judiciales i asta los sacerdotes mismos encargados de la direc- ción i cuidado espiritual de los pueblos (2 ) ; solo debo sujetar- me a la istoria para considerar en abstracto los echos i dedu- cir de su excámen corno una lójica conclusión qe toda iniqidad dejaba de serlo desde el momento qe se practicaba en los amcrica- (4) Noticias secretas, cap. q.'part. 1.® ( 2 ' Véase la obra citada i no parecerá exojerado este rasgo. — 225 — «os: qe, considerados estos como esclavos i como ombres de una naturaleza i condición diversas de la naturaleza i condición de los europeos, estaban sujetos solamente a las leyes qe el ca- pricho i el interes de estos les imponían. La circunstancia de nacer americano sellaba la desgracia del colono, cualqiera qe fuese el oríjen de su estirpe. Con semejante preocupación e- rijida en dogma, con el poder absoluto qe ejercían los man- datarios, ¿serian de alguna utilidad, producirían efecto alguno saludable esas leyes protectoras qe solia dictar la corte co- mo para descansar del fiero despostismo qe ejercía sobre los americanos? Con efecto, a pesar de esas leyes, sufrían los indíjenas todo el peso de la preocupación qe los condenaba i todo el rigor de los mandatarios, qe, en lugar de protejerlos, se creían autorizados para tiranizarlos. «Tal es el asunto qe empezamos a tratar, dicen los sabios autores qe e citado, al trazar el cuadro del miserable estado en qe se aliaban los naturales, cuando visitaron la América, qe no puede entrar en él el discurso sin qedar el ánimo movido a compasión, ni es posible detenerse a pensar en él, sin dejar de llorar con lástima la miserable, infeliz i des venturada suerte de una nación, qe sin otro delito qe el de la simplicidad, ni mas motivo qe el de una ignorancia natural, a venido a ser esclava i de una esclavitud tan opresiva qe compara- damente pueden llamarse dichosos aqellos africanos a qienes la fuerza i razón de colonias an condenado a la opresión servil; la suerte! de estos es envidiada con justa razón por aqellos qe se llaman libres i qe los reyes an recomendado tanto para qe sean mirados como tales, pues es mucho peor su estado, sujeción i miserias qe las de aqellos ( 1 ) ». Este rasgo expresivo i sincero me aorra la angustiosa tarea de describir la espantosa i miserable condición a qe se vieron reducidos los indíjenas por sus conqistadores i me ofrece un testimonio irrecusable en favor de la verdad qe me propuse de- mostrar. Kesulta de todas estas observaciones una proposición notable, tal es la de qe las costumbres de los españoles en América neu- tralizaban de tal modo el efecto de las leyes qe se dictaban para su gobierno, qe acian enteramente inútiles los beneficios de las buenas i mas perniciosa la influencia de las malas. Cuando por accidentes qe no son raros en la istoria deljénero umano aparece una lei sabia o bienechora en el código de un pueblo ( i ) Noticias secretas, cap. t.® part. 2.“ 29 — 22a — corrompido, el poder de las malas costumbres la inutiliza, la corrompe también o por lo ménos la reduce a una disposición sin vigor, qe si bien se venera, no se cumple, porqe está en o- posiciou con los intereses inmorales i los vicios de los qe de- bieran ejecutarla u obedecerla. Tal a sucedido en la América española durante el coloniaje, pero como la corriqicion no abia subido al mismo grado en todas las colonias, no eran iguales en todas ellas los desórdenes ni las trasgresiones legales en la ad- ministración. Es indudable qe la codicia era el elemento coriuptor qe abia depravado a los conqistadores asta el punto de acerlos perder todo sentimiento de umanidad i de relijion: a los vicios qe el atraso de la época les abia inspirado con la educación, a las falsas doctrinas i preocupaciones antisociales qe una corte estúpida fomentaba en ellos como el mejor apoyo do su estabili- dad, se agregaban pues losdeseos inmorales, los intereses crimina- les i la corru|)CÍon qe en sus corazones despertaba la codicia. De modo qe en donde no tenia esta pasión fuertes estímulos, no se multipliacaban los desordenes ni los crímenes, ni el des- potismo era tan feroz. En Chile, por ejemplo, sin embargo de qe todos los españoles tenian las mismas preociqiaciones i la mis- ma corrupción de costumbres qe los del Perú , no eran tan innumerables los abusos i trasgreciones de las leyes, ni tan es- pantosa la tiranía como en este pais, por razón de no existir en nuestro suelo los alicientes qe despertaban en aqel mas vivamente la codicia. Las producciones agrícolas i los metales preciosos no se esplotaban aqí con la facilidad i exuberancia qe en el pais de los Incas, i por eso no presenta nuestra istoria los grandes crímenes qe la tiranía aguijoneada por la sed del oro obraba en los descendientes de aqellos monarcas desgracia- dos: nuestro comercio, si así puede llamarse el qe teniamos, no ofrecía bastante campo al fraude i al contrabando, como en el Perú, porqe no era abundante i rico, porije no abia ca- pitalistas especuladores ni podia aberlos par razón del monopolio; i e aqí también el motivo porqe no se nota aqella desmoralización excesiva qe se advierte en los empleados qe en otras colonias precisamente estaban encargados de la ejecución de las leyes de acienda. Así sucesivamente en todos los ramos administra- tivos la corrupción no se ostentaba entre nosotros con la misma deformidad, sin embargo de qe en la administración de nuestra colonia existían los mismos vicios, las mismas preocupaciones i en fin los mismos elementos destructores i antisociales qe en el gobierno de las otras. Esta diferencia empero es mui secundaria i nada iníluye en favor de Chile en la época a qe me refiero, porqe es una diferen- — 227 — cía qe si bien está en los efectos inmediatos, no existe en las causas qe la produjeron. Estas, al contrario, obran siempre de un mismo modo, iníluyendo en la sociedad i minándola en sus cimientos. Lo veremos. III. Consideraciones jenerales sobre la influencia del SISTEMA colonial EN ChILE. Para acer algunas investigaciones fdosóficas acerca de la in- fluencia social qe a ejercido en nuestro pueblo el sistema qe acabo de diseñar, tenemos qe principiar por reconocer un fenómeno istórico peculiar de la América, el cual no se descubre tan a las claras en los países colonizados por las naciones antiguas i modernas, aunqe parezca propio de la condición de todos ellos. La istoria de la lejislacion universal nos muestra patentemente qe las leyes adoptadas por la sociedades unianas an sido siempre inspiradas por sus respectivas costumbres, o diié mejor, an sido una exprecion, una fórmula verdadera délos ábitos i sentimien- tos de los pueblos, porqe cuando éstos an llagado a punto de necesitar reglas formales para su réjimen, ya tenían costumbres i prácticas, i no an echo mas qe formularlas, con mas o ménos modificaciones, con mas o ménos acierto, para gobernarse i rt- glamentar su vida social. Mas no a sucedido de la misma ma- nera en la América toda: aqí la lei a precedido a la costumbre: el pueblo no estaba formado aun, i ya existían leyes qe organiza- ban su administración i deíinian sus relaciones, no guardando por cierto conformidad a las circunstancias i accidentes qe abian de desarrollarse con él, porqe eran imprevistas, sino consultando en todo los intereses, las opiniones, las preocupaciones i aun los gustos de los ombres encargados de echar los fundamentos de la nueva sociedad. Al raciocinar sobre este punto importante, pormas qe desée circunscribirme a nuestra patria, no me sera posible dejar de referirme a toda la América española, porqe en la época del co- loniaje, cuya istoria examino, eramos un mismo pueblo todos los americanos, un pueblo omojéneo, qe partía de un tnismo oríjen i se encaminaba a un mismo fin: la denominación de extranjeros no era entonces una voz de nuestro lenguaje de crínanos. Así me será pues permitido sentar como base del razonamiento qe tanto en Chile como en las demas colonias is- pano americanas no a precedido a la formación de la sociedad la Organización de la familia, sino el interes de los conqistadores, consultado por leyes circunstanciales bajo todas las formas i>o- sibles. Bajo el auspicio de estas leyes nació la sociedad america- na i de ellas recibió su fisonomia social i su educación. Las costumbres de un pueblo son su vida misma, su ser intelec- tual i moral, son sus ábitos, usos, gustos e inclinaciones: na- cen con elombre i se desarrollan espontáneamente con él, pero se modifican al mismo tiempo por mil circunstancias extrañas, ni mas ni menos qe una planta cuyo jérmen prende en el ceno de la tierra i se desenvuelve bajo el inllujo del clima i del cultivo. Una de esas circunstancias es la lei, i sin duda es también la qe mas poderosamente inlluye en la dirección de las costumbres de un pueblo: su carácter augusto i sacrosanto, la omnipoten- cia de la autoridad qe la promulga i su estabilidad aumentan su prestijio i fortifican su inlluenciaen la vida social de tal mo- do qe a sus dictados imperiosos se amoldan las inclinaciones ¡ toman la dirección qe ella les inqirime, modificándose a veces o bien estinguiéndose del todo cuando el lejislador las a tildado con el signo de la ignominia. \ Tanta es laenerjía con qe las leyes obran sobre la moralidad de las sociedades umanas! Pero si tratamos de investigar el indujo qe en nuestra na- cionalidad tuvo el sistema colonial, es indispensable qe nos fije- mos siqiera de paso en un antecedente de gran inportancia, tal es la situación política i moral de la España en la época en qe principió la conqista de Chile i por consiguiente la existencia de esta sociedad qe oi vemos adulta. La Europa acababa de conmoverse en sus cimientos i de va- riar sus faces política i relijiosa, porqe la reforma obrada por la revolución alemana de 1517 se abia encarnado en el corazón de los pueblos i, propagándose con la furia de una tempestad, abia destruido la omnipotencia temporal de la santa sede i amena- zab:^ desqieiar los tronos de Inglaterra, do Francia i de España, a cuyo amparo se acojian las doctrinas añejas, para enijiezar la reacción destinada a defender el poder absoluto de los re- yes. La España qe asta poco ántes abia sido el asilo, o mejor diré, la patria de las instituciones liberales, fue en aqel tiempo el escollo formidable en qe fracasaron los esfuerzos de la reforma relijiosa. Me abstengo de apreciar las ventajas espirituales qe este accidente istórico produjo para la Península, porqe no es de mi propósito ablar sobre la relijion, sino solamente de la influen- cia política (je pudo aber ejercido en la sociedad acjel movimien- to de irritación i de conflagración jeneral. No penetraron pues en la patria de nuestros padres los beneficios de la revolución, sino qe por el contrario los rechazó con enerjía, defendiendo la integridad de la monstruosa dictadura del trono i de la iglesia, qe desde entonces principió a preparar la ruina en qe aqella na- ción desgraciada se a visto sumida jiosteriormente. Su rei en- tonces era el poderoso Cárlos V, emperador de Alemania, gue- rrero infatigable, monarca ambicioso i sin duda el mas ábil po- lítico de su tiempo. Este príncipe, qe se sobreponia al paj)a al mismo tiempo qe combatía la reforma, abia destruido en España las libertades i fueros de los pueblos, centralizando en sus ma- nos todos los poderes: por una parte deslumbraba a sus súbditos con el brillo de sus triunfos militares i por otra se aprovechaba de su ardiente celo relijioso para convertirlo en una ciega i es- túpida intolerancia. Bajo su amparo se abia extendido asta no tener límites el poder de la inqisicion, porqe así le convenia pa- ra alejar de su dominios toda doctrina, todo sentimiento qe opu- siese resistencia a su plan ambicioso de dominarlo todo. Este tri- bunal monstruoso qe a nadie respoudia de sus operaciones, qe todo lo sometía a su juicio , qe j)rotejia con el misterio a los acusadores, qe atormentaba a sus victimas i al fin las consumía en una oguera, abia ya principiado en esta época su funesta carrera de desvastacion. Persiguiéndolo todo i o- llando con su planta ponzoñosa lo qe se oponía a sus dic- tados, aletargaba las facultades activas de la Esjiaña, apagaba su espíritu i no dejaba a sus ijos mas qe la ignorancia i el fana- tismo para apoyar en ellos su trono i el de los reyes, sus favore- cedores. «La guerra continua con los moros, dice un sesudo es- critor refiriéndose a este mismo período de la istoria, natural- mente abia preparado a los españoles para el mas feroz fanatis- mo. Las ideas de onor i de nobleza se abian unido intimamente a las de fe i relijion. Desdoro e infamia eran inseparables de cualqiera creencia qe no fuese la de los españoles. Los moros por su enemistad nacional, i los judíos por la envidia qe causa- ban sus riqczas i el odio qe sus usuras producían, eran mirados como enemigos declarados del cielo i baldón de la umanidad. Bien pronto se valieron los primeros inqisidores de esta ocasión para confundir con moros i judíos a todos cuantos se atrevían a dudar cualqier punto de sus doctrinas i sistemas; i la Erética pra- vedad, se vio con igual poder de contaminar la sangre, qe el des- cender de cualqiera de las dos razas malditas. Infeliz desde en- tonces el español qe qisiere usar de su propia razón: aun mas in-' — 230 - feliz el qe se atreviese a manifestar la ignorancia i estolidez de los qe tomaban por su cuenta el pensar por todos los deniasl» Según esto es fácil concebir qe el español no servia entonces mas qe a su monarca i a Dios, a la manera qe la inqisicion los servia: la causa de la civilización era para él la causa de los ré- probos; su conciencia i su corazón estaban educados tan solo pa- ra despreciar i combatir a los infieles, para perseguir a los erejes, qe eran todos aqellos qe proclamaban alguna verdad no sancio- nada por el santo oficio, i para llevar el estandarte del fanatismo, no la cruz del Kedentor, a donde su amo les mandaba tremolar sus leones. Arrebatado por su ardiente amor a la relijlon no per- donaba sacrificio por sostenerla i propagarla, pero su pasión i el poder del trono conspiraban para alucinarle i corromper en su corazón la pureza del evanjelio, inspirándole groseras supersticio- nes i acieiido servir su fe al triunfo de la ambición i a la perpetui- dad del despotismo. Veamos un testimonio de estas preocupacio- nes en Pedro Valdivia, qe al emprenderla coiiqista de nuestro sue- lo, proclamaba a sus soldados con toda la efusión de su corazón en estos términos: «introduzcamos la relijion cristiana en tan vasta jeiitilidad , dándole a la Divina INIajestad todo el paganismo de Chile de adoradores; a la santa iglesia romana millones de fe- ligreses; al obispado del Cuzco mas términos; a nuestro rei de Es- paña mas dominios; a la jeografía mas demarcaciones; a nues- tras armas mas mérito; a nuestra onrra mas azañas; a nuestro in- teres mas conveniencia de tierra de indios, i en fm a nuestros timbres los blazones de descubridores, pritneros conqistadores, pobladores, pacificadores i conservadores de estos dilatados rei- nos ( 1 ). Este era el pensamiento capital, estas las aspiraciones únicas en qe se reconcentraba toda la civilización del español del siglo XM . su rei i su Ínteres, Dios i la gloria de las armas. Esa civilización fué pues el elemento qe constantemente pre- dominó en todos los acontecimientos realizados por aqt'l jmeblo singular: ella fué la causa orijinal de sus estravios i al mismo tiempo determinó el rumbo de sus inclinaciones i dio forma a sus costumbres. Por eso creo qe al examinar las leyes [lolíticas i civiles qc modelaron la existencia de nuestra sociedad , debemos considerarlas como un resultado lójico de aqella civilización, te- niendo siempre presente qe zanjó los cimientos de nuestro edifi- ( 1 ) Documento auténtico en los libros del cabildo de Santiago, co- piado en la Isloria de Chile de Guzman, lee. 90. — 231 «io social la España fanática i conqistadora, qe sirvió Je fon da- mentó al sistema administrativo de nuestra colonia la omnipo^ tencia de Carlos V, i qe nuestra relijion tuvo por base el terro- rismo de la inqisicion. IV. Influencia social del sísteiia político colonial* Cualqiera qe sea el oríjen de las instituciones sociales de mi pueblo, de aqellas instituciones qe determinan su modo de ser, su •‘onstitucion política i moral, es indudable qe por su naturaleza tienen su mas poderoso fundamento en las costumbres, por ma- nera qe si ambos no concuerdan, la constitución social no produ- ce buenos resultados. Puede sentarse como un dogma sanciona- do por la razón i la esperiencia de los siglos qe ai tal reciproci- dad de inlluencia entre las costumbres de una sociedad i su for- ma jiolítica, qe esta no puede existir si no busca en aqellas su centro de apoyo, i qe las costumbres a su vez se van amoldando a ella insensiblemente. Por esto sucede con frecuencia qe las costumbres forman un escollo mas o ménos formidable, según su moralidad en el cual se estrellan los avances del despotismo, (je consulta las miras de un ombre o de una familia poderosa, sin precaverse de ofender los intereses nacionales. Las leyes qe se forman por el egoísmo de los tiranos, las qe atacan los privi- lejios de los pueblos, las qe arrebatan al proletario el pan de su subsistencia, sometiéndole a un trabajo duro i penoso, cuyo pro- vecho rej)orta la nobleza, son leyes qe no triunfan sino a duras |)enas, por grande qe sea su prestijio i temible el poder qe las sostiene. Establécese desde luego el choqe entre ellas i las cos- tumbres i al fin se produce una crisis terrible, una revolución sangrienta, en (je el triunfo no qeda siempre de parte de los pue- blos. En este caso, del cual nos presenta varios desgraciados e- jemplos la istoria de la umanidad, imperan las leves contra toda resistencia i concluyen por someter a su capricho las costnmhres, modificándolas i aciéndolas tomar muchas veces un jiro ojniesto al qe antes segian. Tan cierto es esto qe los usurpadores mismos no lo desconocen, apesar de aliarse arrebatados por su ambición; i cuando tienen bastante abilidad para evitarse una competencia-, qe puede ser bien funesta a sus aspiraciones, acen frecuentes sa- crificios para alagar a los pueblos excitando sus pasiones , apro- bando sus errores i fascinándolos con el brillo de la gloria, para distraerlos i conseguir el lin de sus planes, sin violentar las cos- tumbres. Empero, el despotismo de tos reyes católicos oncontró un campo vírjen al sentar su imperio en Chile, no abia acp' resisten- cias qe vencer, no abia un pueblo cuyas costumbres, leyes i reli- jion fuese necesario respetar; el chileno indíjena aparecía como un ser imbécil i degradado a los ojos de los conqistadores, al cual era necesario destruir o esclavizar, i ellos mismos, por otra par- te, estaban ya educados para el despotismo i acostumbrados a so- portarlo. De este modo la monarqia despótica de Carlos V fue establecida en todo su vigor en la colonia chilena, i si bien se eri- jió uncabüdo para qe velase sobre los intereses locales de la prime- ra ciudad qe se fundó, no fué esta institución otra cosa qe una fór- mula vana, una de aqellas farzas con qe los tiranos alucinan a los pueblos cuando les an usurpado sus derechos. El poder municipal español abia sufrido el primero los redobla- dos i sordos ataques del trono, i en la época a que me reliero abia sido despojado de su independencia i de sus atribuciones; no exis- tia entóneos sino como un simulacro ridículo. Antes estaba re- concentrada en él la soberanía nacional, era el órgano lejítimo de la expresión de los intereses sociales de cada comunidad, i al' mismo tiempo el mejor custodio de estos intereses; jiero la fusión de las diversas monarqías i señoríos en qe estaba dividida la Pe- nínsula i el plan de centralización desarrollado |)or Fernando el Católico i consumado por Carlos completaron al lin la ruina de aqel poder precioso, de manera qe al tienq^o de la conqista de Chile no qedaban siqiera vestijios de él en los cabildos qe ántes eran sus depositarios. í>a lejisíacion de Indias posteriormente re- dujo estas corporaciones a una completa nulidad e invirtió el ór- den de sus funciones sometiéndolas del todo al sistema absoluto i arbitrario de gobierno adoptado por la metrópoli i sus represen- tantes en América. De consiguiente, los cabildos de las poblacio- nes chilenas no tenian otra esfera de acción qe la jurisdicción co- metida a los alcaldes i los cuidados de policía encomendados a los rejidores en los casos marcados por la lei o por el capricho del funcionario qe gobernaba la colonia, a nombre i |)or representa- ción del monarca. No era por tanto esta institución en manera ninguna ventajosa al pueblo, ántes bien estaba consagrada al servi- cio del trono del cual dejiendia su existencia: era propiamente un instrumento, aunqe mui secundario, de la voluntad del rei i de sus intereses. Podemos, pues , establecer como fuera de duda qe la monarqia despótica en toda su deformidad i con todos sus vicios fue la forma política bajo la cual nació i se desarrolló nue^-» — 233 — tra sociedad, porqe esta fue su constitución, su modo de ser, du- rante toda la época del coloniaje. Esta forma política desenvolvió su influencia corruptora en nuestra sociedad con tanta mas enerjía, cuanto qeaellasola esta- ba reservado crear, inspirar i dirijir nuestras costumbres, i cuan- to qe se aliaba apoyada en el poder relijioso, formando con él u- na funesta confederación, de la cual resultaba el omnipotente de- potismo teocrático qe lo sojuzgaba todo. Como primer resultado de este órden de cosas debo señalar la carencia absoluta de virtudes sociales, porqe entre nosotros no e- xistia entonces vínculo alguno de aqellos qe constituyen las rela- ciones del ombre con su patria i consiguientemente con sus de- mas coasociados. La unioti del interes individual con la utilidad pública no existía, porqe predominaba en todo el egoísmo, i el interes de la comunidad era desconocido, violentado i contrairiado cuando se trataba del bien de la corona, del de sus empleados o del de cualqier qe tuviese la posibilidad de acer triunfar eJ suyo propio. La noble emulación, el amor a la gloria eran sentimien- tos ajenos del alma del chileno, i cuando en fuerza de la natura- leza a|)arecian, bajo cualqiera forma, eran sufocados i lo qe es mas orrible, condenados como asomos de una pasión criminal: los i- jos de los ijos debían seguir la condición de sus abuelos, por qe si procuraban distinguirse, eran tachados de peligrosos, de^rebel- des a su rei i de perturbadores del órden establecido, a no ser qe dirijiesen sus esfuerzos a glorificar a la familia real o a proveer su adeuda depositando en ella el fruto de los trabajos de la mi- tad de la vida, a trueqe de un título o de una onrra vana qe les dispensaba el despotismo para crearse mas prosélitos. Las virtu- des en fin no tenían éco ni órgano alguno para manifestarse, eran aogadas en su jérmen o, cuando mas, dirijidas al fanatismo reli- jioso, qe constituía la mejor columna del sistema colonial. Esta perfecta nulidad de todo lo qe ai de grande i de noble en el corazón umano dependía exclusivamente de qe el monarca lo ocupaba todo con su poder i majestad: dispensador de todos los empleos, onrrasi preminencias; dueño absoluto de la vida i déla adeuda de sus vasallos; con una voluntad superior a la lei mis- ma, porqe siendo esta su echura, cedia sin violencia a sus de- seos i caprichos; consagrado i apoyado por la iglesia i represen- tante de Dios en el gobierno de la tierra, era el rei lo mas au- gusto i poderoso en la sociedad i dominaba con un prestijio irre- sistible i fascinador. La primera virtud de los vasallos consistía en el sacrificio completo de su ser en onrra del soberano, este e- ra la [>atria i la umanidad, de él procedían los onores i las riqezas, la posición civil i cuanto valia el ombre en este mundo: abia pues 30 — 23i — necesidad de amarle, temerle i consagrársele sin escusa. Fores- to, nada era el colono por sus talentos i virtudes, sino por la vo- luntad de su señor; los empleados públicos eran nulos por sí mis- mos 1 no valian sino por la augusta majestad qe representaban i servían. Esto explica sin dificultad el carácter arbitrario i despótico qe, como emos notado ántes, formaba la base de la autoridad de los mandatarios en América; representantes de un rei absoluto, lo e- ran también a su vez en el ejercicio de sus funciones, aciendo preponderar su capricho o su interes sobre los preceptos de la lei: dueños, como aqel, del Nuevo Mundo i conqistadores i señores de sus pueblos, los dominaban a su albedrio i tenian en su mano la vida i bienestar de los colonos. De aqí la ciega umillacion i estúpida servidumbre con qe la so- ciedad toda se sometia a la voluntad del sin número de tiranúelos qe la oprirnian, invocando la representación del monarca. De aqí también la costumbre perniciosa de esperarlo todo solamente del capricho de estos mandatarios i no de las determinaciones de la lei,lacual era impotente i estaba reducidaa una fórmulavana al la- do del inmenso poder qe ellos invcstian. Con este antecedente se podrá explicarla conducta siempre ob- servada de apelar primero al empeño i no pocas veces al coecho, ántes qe al precepto de la lei, cuando se im|)loraba el amparo de los tribunales de justicia o se recurria a la autoridad pública, con cualqier motivo qe para ello se tuviera. Este era el modo de pro- ceder tolerado i sancionado por la costumbre: el iiillujo qe nace de las relaciones de familia o de amistad i de la posesión de in- jentes riqezas era el único gran regulador de la eqidad i de la justicia en todos los casos, i a sus dictados imperiosos se soirle- tian no solamente las providencias de la autoridad , sino también asta las leyes mismas emanadas del soberano. En esta, así como en todas las circustancias en qc predomina la arbitrariedad, no abia otra garantía qe el carácter personal de los majistrados, i si pudieran citarse a millares los ejemplos del triunfo de las leyes i de la justicia entre nosotros, siendo este el resultado de aqella garantía efímera i precaria, no pueden formar un argumento con- tra la observación qe acabo de acer fundado en la experiencia i en la naturaleza de las cosas, acerca de una costumbre, qe ve- mos todavia palpitante algunas ocaciones. No es verdad qé si en el dia se mira el coecho como un arbitrio (je a perdido ya su antiguo prestijiono, solo no se considera del mismo modo el ern- peño, sino qe por el contrario se usa de él como de un medio ra- cional, justo, lejítimo i tolerado para alcanzar un triunfo? La istoria del mundo nos enseña qe cuando la falta de respeto — 235 — por las leyes i la corrupción de los mandatarios llegan a este gra- do, se desqicia el órden social, se rompen los vínculos qe ligan al ombre con la autoridad i se produce frecuentemente una de aqe- llas crisis espantosas qe consuman para siempre o bien la ruina de un pueblo o su rejenera3Íon completa. Pero la istoria del nuestro nos presenta en esto otro fenómeno, qe si bien a existido en don- de qiera qe el despotismo aya imperado , nunca se a desarrollado con tanta deformidad ni a sido tan duradero corno entre noso- tros. Cuando el desprecio por las le^es está solo de parte del so- berano, no produce aqellos efectos ni obra como elemento des- organizador de la sociedad, porqe siendo su voluntad la fínica lei del estado, no se reputan como inmorales sus avances, sino. co- mo actos lejítirnos i sagrados; pero cuando ese desprecio está en todos los majistrados i en todos los ombres qe tienen la concien- cia de poder eludir la lei i pisotearla con solo acer valer su influ- jo o su autoridad, no puede explicarse la conservación del orden social sino por razones mui especiales. Esto era lo qe sucedía en Chile, i el proletario, el colono sin valimiento sufrían todo el pe- so de tan funesta costumbre, pero en silencio i resignados. El pueblo padecía, no se desorganizaba; ántes bien, permanecía su- ítiiso, porqe tenia la convicción íntima de qe este era el único or- den posible, puesto qe era el aprobado i sostenido por la voluntad de! monarca i la autoridad de la iglesia, qe le aconsejaba respetar esa voluntad como la del mismo ])ios. Su ignorancia era tan pro- funda, qe no le permitía concebir esperanza ni tan siqiera idea de otro sistema mas perfecto qe este, bajo el cual abia formado sus costumbres, modelado su vida social i echado por consiguiente ondas ralees en su corazón. La crisis qe emos señalado como con- secuencia fatal de la carencia de respeto a las leyes, no era por supuesto de temer entre nosotros, porqe el despotismo teocrático, apoyando su predominio en las costumbres i en la adesion del pue- blo, tenia bastante poder para mantener la ciega sumisión de sus vasallos i consiguientemente el órden establecido. En conclusión, el pueblo de Chile bajo la influencia del siste- ma administrativo colonial estaba profundamente envilecido, re- ducido a una completa anonadación i sin poseer una sola virtud social, a lo menos ostensiblemente, por qe sus instituciones po- líticas estaban calculadas para formar esclavos. La obediencia ciega i estií[)ida se consideraba como la única virtud i como el mérito mas singular qe podia recomendar al ¡vasallo; todo bien se acia depender del monarca i a la gloria de este debian encaminarse los esfuerzos de lodos; semejante sistetna, sino fomentaba i premiaba el vicio, condenaba al ménos i sufocaba en su jérmen las inspira- ciones del onor i de la patria, de la emulación i de todos les sen- — 23G — tiinientos jenerosos]de qe nacen las virtudes cívicas. Las costumbres eran simples i modestas, es verdad, pero antisociales, basadas so- bre errores funestos i sobre todo envilecidas i estúpidas, bajo to- dos aspectos: su sencillez era la de la esclavitud. y Influencia del sistema colonial en la condición social DE LOS chilenos. Si tan funesta i corruptora fue la iníluencia de las instituciones ])olíticas de España en nuestra sociedad, no lo a sido ménos la de las leyes civiles qe guardaban con aqellas la mas precisa i exac- ta correspondencia. Difícil i aun imposible es practicar en los es- trechos límites qe tiene el plan de mi discurso un exámen deteni- do de la lejislacion para seguirla en todos los casos qe a inlluido 0 podido inlluir sobre nuestras costumbres; por eso me conten- taré con trazar lincamientos jenerales, íijándome en los puntos mas culminantes del cuadro de nuestra vida social, i dejando los detalles i el análisis minucioso para otra ocasión mas oportuna. Continuaré sin embargo tomando mis observaciones de la istoria 1 de los echos qe nos rodean. Ya e procurado dar una idea del sistema legal español en las colonias americanas, describiendo fielmente su forma, fijando su espíritu i demostrando, aunqe lijeramente, su perniciosa inlluen- cia en los destinos sociales del Nuevo Mundo. Entonces, como aora, no e debido tomar en cuenta para mis investigaciones las leyes qe fijan las relaciones privadas del ornbre en sociedad, sino en cuanto por ellas se modela su vida civil, afectando sus facultades morales i físicas, o diré mas claramente, atacando o por lo ménos restrinjiendo demasiado sus mas preciosos dere- chos naturales de libertad, igualdad i seguridad. En consecuen- cia, fijándome abstractamente en aqella parte de la lejislacion española qe a influido mas en la suerte de nuestro pueblo por atacar sin disfraz aqellas sagradas prerrogativas del colono, omi- tiré acer investigaciones sobre el influjo de las leyes qe arregla- ban las relaciones de familia i las qe nacen de los pactos i demas actos lejítimos, las cuales no eran mas qe un verdadero trasunto de la lejislacion romana. La acción de esta en nuestras costum- bres a sido sin disputa benéfica, i si a dado oríjen a algunos defectos, no son de aqellos qe con el trascurso del tiempo echan 237 — falces en el corazón de los pueblos; al contrario, el tiempo ihis-^ rno los corrije i la civilización los estirpa. ¿Empero qé cosa abia capaz deneutralizar siqiera las funestas consecuencias de las leyes qe la corte española dictó sobre los indíjenas americanos? Consecuentes tales di posiciones a tos prin- cipios qe reglaban el derecho de conquista i a las abominables preo- cupaciones qe tenia la España respecto de los americanos, im- ponian a estos desgraciados ciertos deberes qe contrariaban sus costumbres, sus creencias i asta sus mas tiernas inclinaciones, i concluian por someterlos a trabajos violentos i a la mas umillante esclavitud. Cuando la lei callaba, el interes de los conqistadores dictaba preceptos, i si ella establecía privilejios o esencioiies, el (lespotimo de estps las atropellaba, sufocando asta los desaogos de la piedad. De esta manera los naturales del Nuevo ]\Iundü, lé- jos de abrir sus ojos a la luz del evanjelio i de la civilización, le- jos de mejorar su estado social, soportaban un yugo de bronce <[e los aniqilaba i los acia retroceder a la barbarie i a la miseria mas espantosa; las injentes riqezas i los frutos agrícolas qe los es- jiañoles adqirian a costa del trabajo de estos infelices, jamas lle- gaban a sus manos ni servían tampoco para prestarles un débil consuelo en su desgracia: la relijion misma era invocada para privarlos de los bienes escasos qe lograban escapar de la raj»- cidad de sus amos i para inspirarles superticioncs groseras qe los alejaban del verdadero espíritu del cristianismo ( 1 ). Acostumbra- dos los españoles a despreciarlos! aborrecerlos, no los considera- ban dignos de la umanidad i los oprimían en todos sentidos a nombre de la relijion i de las leyes. El influjo consiguiente de esta conducta fue, pues, el exterminio de los pueblos americanos. ¿A dónde buscarémos oi el vasto im- perio de los Incas, con sus seis millones de vasallos? ¿Dónde es- tá el numeroso pueblo indíjena qe cubría los risueños valles de nuestro Chile? \ Preguntadlo a las leyes españolas i a su abomi- nable derecho de conqista (2)1 Ellas os dirán qe lo icieron desa- parecer con sus cruedadesl Ellas os probarán con este ejemplo asta donde llega la profunda influencia del despotismo, qe, sin respeto a la naturaleza, oprime al ombre, impidiendo su des- arrollo! A decir verdad, el pueblo orijinário de Chile no sufrió con tanta frecuencia las atrocidades de qe fueron víctimas los demas ame- ( 1 ) Noticias secretas, cap. 2.*’. part. 2.» 2 ) El censo de 1796, levantado en el Perú dió solamente 608899 in- dios, como resto de 6 millones qe tenia al tiompode la conqista. según Mr. Jtorry. — 228 ricauos, sea porqe sus conqistadores, parte consagrados a la gue- rra tenaz qe sostenía el araucano, i parte distraídos o amedren- tados por sus desastres, no tenían tiempo de emplear los brazos de los naturales en arrancar a la tierra sus riqezas; o sea porqe estas no eran tan exuberantes como lo deseara su codicia, en cu- yo caso abriaii usado de la mita, encomienda i repartimientos del modo atroz i brutal qe lo acian los españoles en el Perú. Con todo, sujetos los chilenos en jeneral a las mismas leyes i cuando no a las mismas preocupaciones, al mismo odio i desprecio qe en toda la extencion de la América sufrían los indíjenas, fueron sucumbiendo ostensiblemente al poso de la desgracia qe les causa- ba la pérdida de su independencia natural i la odiosa esclavitud a qe vivian sometidos; i los qe tuvieron la fortuna de sobrevivir, se incorporaron poco a poco en el pueblo criollo, asta qe se con- fundieron con él enteramente. A |)rincipios del presente siglo existían aun varias reducciones de chilenos naturales qe, sin mezclarse con la población española, mantenian como en depó- sito sagrado los recuerdos i parte de las costumbres de susantece- sores, pero la sociedad actual lasa absorvido o por lo menos las a modificado sometiéndolas a su movimiento i arrastrándolas en su marclia ( 1 ). Asían desaparecido para siempre las numero- sas tribus qe Amalgro i Valdivia encontraron diseminadas en el vasto territorio de Chile, llevando una vida apasible, de costum- bres sencillas e inocentes. 'fres cientos años, qe abrian bastado para levantar a este pueblo de su ignorancia i darleen el rango del mundo el lugar a qe tenia derecho de aspirar, an bastado también para exterminarlo i no dejar siqiera vestijiosde su existen- cia, después de aberlo oprimido i vejado de una manera atroz. Mas no solo tenemos qe lamentar aora ese exterminio, sino tam- bién sus consecuencias sobre esa fracción impertérrita de aqel pueblo, qe conserva su iiidejiendecia i su barbarie a despecho de los esfuerzos de tres jeneraciones, i qe sin duda resistirá todavía el baustismo de la civilización, jior un tiempo indefinido, porqe aqel ejemplo a refinado su suspicacia i aunu'ntado su osadía. ¡ K aqí en compendio los efectos de las leyes i de las ideas de los conqistadores sobre la raza de los infelices americanos! ( I ) En caria del presidente d'- Chile al lei, datada en marzo de 17í5'.) se diee qe no pasaban de 2’2000 los indios capaces de toinarannas. Aciendo un observador juicioso sus cálculos sobre este dato, expone qc no pasaba en aqella época la población de naturales de Chile de 125000 almas. Véase en Hetnnntu'io evütiu» edición de i78í), el informe dado a Femado (i.® por D. Joaqin de Villareal sobre reducir a la obediencia a los indios chilenos. — '239 De la mistión del [jueblo orijinario con el criollo español re- sultó la numerosa raza secundaria llamada comunmente de mes- tizos, o sea de descendientes mistos de españoles e indíjenas americanos, la cual se abia multi|)licado mncbo acia los treinta años ( 1570 ) después del descubrimic'nto de Chile, época en qe los araucanos, considerando a estos individuos como miembros de su gran familia, conlirieron el empleo de 7oudencia. Este accidente salvó a Chile, bien qe a costa de un verdadero sacrificio qe subsiste en parte, del verdadero mal so- cial de mas funesta trascendencia qe oi degrada a los pueblos qe no an podido abolir la esclavitud apesar de su civilización. Es fácil aora concebir por qe se mira como inculpable la dure- za con qe tratamos al proletario i ese egoísmo ciego i grosero con qe nos aprovechamos del fruto de su industria, apreciándolo jeneralmente sin estim.ar su trabajo i necesidades. Fácil también es explicar porqe yace aun en la miseria, en la corrupción i en la ignorancia esa última clase de nuestra sociedad, qe demasiado bien a probado qe sus facultades físicas i morales no son degra- (í) D. Manuel Salas, en su Representación a la corte de España en e- nero de ITíiO. 32 — 250 — dadas, como lo creyeron los conqistadores, sino tan suceptibles de mejoramiento i de cultivo como las de los pueblos mas sobre- salientes en civilización (1). Bástanos observar como complemen- to de esta aserción esa numerosa clase media, qe naciendo en gran parte de aqella, no existia ántes de nuestra revolución i qe prepara un brillante porvenir a nuestra patria. VI. Influencia del sistema colonial en la industria de Chile. Asta aqí e tratado de investigar la inlluenia del sistema colo- nial i de sus leyes sobre los indíjeiias i sobre las dos cla- ses en qe e conciderado dividida nuestra sociedad durante la dominación de los conqistadores, por lo qe respecta a la condi- ción social de cada una de ellas i a las relaciones qe mediaban entre ambas; réstame, para completar el cuadro qe me propuse trazar acer algunas observaciones relativas a otras preocu- paciones i a otras leyes no menos limestas qe aqellas. Re- saltan desde luego a la contemplación, i con un carácter de- masiado notable, las qe mantuvieron aprisionada la industria na- cional, sujetándola a restricciones qe no solo jirueban el atrazo en qe a causa de su ignorancia se aliaba la metrópoli, aun para conocer sus mas sencillos intereses, sino también la cruel i pér- fida intención do comprimir todo desarrollo, todo movimiento en la industria americana, para mantener a los colonos en perpetua inercia i completa ceguedad sobre los elementos de poder qe la naturaleza les brindaba. A esto estaba reducida toda la sabidu- ría, toda la previsión de la corte. Basta un lijero conocimiento de la istoria de España para a- (1) n'orbigny a observado qe los mestizos de españoles o ndijenas clülcnos están dotados de una facilidnd dt- iiUclijenria * t¡/e t«o ceder* en nada bajo ningttn t'erpecto a la raza blancit de ne proceden. Mj hotntne ainéricain^ part. 4." ch. 2.° Pelouze sostiene qe los mulatos i mestizos no solo son mag fuer- temente constituidos qe los individuos de las razas de donde traen su oríjen, sino qe también poseen las mas felices disposiciones para las ciencias i para las artes mecánicas i agradables. Las pruebas ara con- vencernos de (je así sea verificado, en lo qenos refieren todavía de la sencillez, inocencia i pureza délas costumbres coloniales los ombres de tradición qe aun recuerdan aqella época fatal, lamentando no jiocas voces con una candorosa falta de juicio su desaparición; oigamos discurrir al dignísimo obispo Villarroel, (je a mediados del siglo diez i siete ablaba sóbrelas costum- bres de su diócesis de Santiago, i nos convencerémos de qe el ombre en sus relaciones jirivadas no era diferente de lo qe a- parecia cuando se le consideraba como ombre social: al con- trario, siempre llevaba la marca indeleble del sistema de sus do- minadores. Para comprobar aqel santo jirelado la simjilicidad de la vida de los chilenos, pondera detenidamente la castidad i recato deámbos sexos, ((SU entereza en la fé cristiana i su ea- — 257 — ridad, considerando sobre todo esta virtud en relación con la relijion, porqe para el culto divino eran los abitantes tan pro- fusos qe al parecer no daban sino qe derramaban» ( 1 ). Ya e indicado otra vez la causa qe acia refluir toda la actividad del colono sobre los placeres del culto relijioso i délas prácticas su- persticiosas, i las palabras qe acabo de citar vienen a corroborar mi indicación, ántes qe a comprobar qe el pueblo supersticioso, ignorante i esclavo no estuviese ocultamente corrompido por todos los vicios propios de su degradación. El mismo dignísimo pre- lado no pudo excusarse de aludir a las providencias qe en varias ocasiones abia sido necesario tomar contra el juego, el cual, por sus desordenadas consecuencias, turbaba la aparente virtud de los colonos. Ese i otros vicios corroian en silencio el corazón de una manera qe no alcanzaba a disfrazar el disimulo, por esto podria aberse dicho con mas propiedad de ese pueblo lo qe Je- sucristo decia de los Escribas i Fariceos, qe de fuera se mos- traban justos a los ombres, estando por dentro llenos de ipo- crecía e iiiiqidad (2 ). La práctica del culto externo no supone siempre la bondad en las costumbres ni arguye el conocimiento i práctica del evanjelio, i la sencillez de vida qe se alaba no es otra qe la qe producen en el ombre la esclavitud i el enbrutecimiento. Es cierto qe las virtudes cristianas no son las qe menos apro- vechan a un pueblo, por cuanto siempre son el oríjen i el funda- mento mas sólido de su moralidad; pero sucede necesariamen- te qe cuando no se mira la divina doctrina del .Salvador como la baso de la civilización i de la libertad, cuando en lugar de con- siderarla como la mas bella garantía de los derechos del ombre, se la ace servir de instrumento del despotismo, entonces aqellas virtudes no pueden neutralizar los vicios ni disminuir la iníluen- cia antisocial qe ejercen los errores i las preocupaciones qe ejen- dra i mantiene un gobierno opresor, qe en su propio bien ani- qila la sociedad impidiendo su desarrollo. Tal era lo qe sucedía precisamente entre nosotros, de manera qe el fervor con qe el colono se entregaba al culto externo i a la práctica de sus supersti- ciones, no puede inducirnos a creer qe éste poseía rtíalmente las virtudes cristianas, sino qe por el contrario viene a servirnos para esplicar su cordial adesion al sistema qe le oprima, porqe esas cos- tumbres propendiaua mantener siempre en aumento el poder teo- crático i el rejio i a fundar mas sólidamente su prestijio. Aqel fer- vor, siendo resultado natural de este sistema, era propiamente el fanastisrno estúpido en qe se apoyaba, era, mas claro, la ciega in- ( 1 ) Gobierno eclesiástico pacífico por el obispo Villarrocl, tom. 2.*, parí. 2.“, ciiest. 20, art. 2." ( 2 ) S. Mat. cap. XXIII. v. 28. 33 tolerancia contra todo lo nuevo, de la cual necesitaban esos po- deres para níantener al pueblo estacionario e ignorante i dominarlo perpetuamente. No. niego por esto qe la relijion divina del Redentor tenga el mas poderoso iullujo sobre la moralidad de las sociedades qe por fortuna la profesan; ni qiero decir qe en cuanto pudo compren- derla el pueblo de Chile, dejase de iiiUuir benélicamente en su carácter i sus ábitos, para darles simplicidad, para alejar de los ánimos la corruptora desesperación qe la esclavitud produce i aim para templar asta cierto punto los efectos funestos de las preo- cupaciones antisociales qe le acian desgraciado. Al considerar sus costumbres privadas solo atiendo a la parte qe en su oríjeii i desenvolvimiento a tenido el sistema colonial de la metrópoli. No estoi distante sin embargo de establecer como consecuencia de mis investigaciones, qe el benigno imperio del cristianismo i la pureza de sus máximas an contribuido enérjicamente a despertar i a dar consistencia a los sentimientos de ülantropía i ospitalidad, qe son característicos en el chileno, i juntamente al respeto por la lei i la autoridad, qe tan radicado parece estar en su corazón. No es extraño tampoco qe estas virtudes privadas, qe tanto figuran en los fastos de nuestras costumbres, tengan siioríjenen alguna feliz disposición del carácter nacional i qe deban su cultivo tam- bién a la influencia de las prendas personales de los majistrados, sacerdotes i demas españoles qe ocuparon la colonia en los pri- meros tiempos. Mas como qicra qe esto sea, no podemos dejar de reconocer el apoyo qe de la relijion debe aber prestado a esas virtudes, bien qe a mi juicio an contribuido mucho a acer abitual el respeto por las leyes i la autoridad, el poderoso influjo del desi)otismo por una parte i el réjimeii militar por otra, a qe mas o ménos estuvieron sujetos los eolonos durante la prolongada guerra de la coiiqista. Debo convenir aqí en qe e llegado a tratar una cuestión la mas. difícil a mi ver, por la multitud i seriedad de las observacio- nes qe exije. ¿ Qé podré decir sobre el carácter nacional? ¿Es acaso el resultado de las costumbres o influye por el contrario en ellas imprimiéndoles su tipo i trazándoles su curso? Creo qe es recíproca esta influencia, porqe si bien no cabe duda en qe el carácter de un pueblo, modifica i aun determina muchas veces fijamente sus costumbres, tampoco la ai en qe estas a su vez mo- difican el carácter, « porqe es evidente qe una abitud qe nos re- pugna i nos. inspira orror al principio, puede llegar a sernos na- tural con el trascurso del tiempo ( 1 )». ( 1 ) D’ Orbigiy, L’hommc américain, prim. part, chap. 3." Reconociendo este principio, justificado por la ist oria, no pue- do ménos qe establecer como inconcuso qe al considerar nuestro carácter nacional emos de reconocer como elementos influyentes en él, tanto las costumbres, i con ellas las leyes i preocupaciones de los conqistadores, cuanto las del pueblo indíjena, en la inte- lijencia de qe la mayoría de nuestra nación se compone de la raza mista qe deriba su existencia de la unión de aqellas dos fuentes orijinarias. Los accidentes físicos de la localidad pot otra parte, también an debido modificar indudablemente las inclinaciones características de nuestro pueblo , porqe es evidente qe la latitud, la situación ordgráfica i en fin el aspecto físico de la na- turaleza influyen poderosamente, no tan solo en la organización física del ombre sino también en la moral ( 1 ). En la extensión qe media entre los 30 i 50 grados de latitud, qe estaba ocupada por los naturales a la época de la conqista i qe a servido de asiento a la colonia española i consiguientemente a nuestra socie- dad, se encuentran diversos climas i variados aspectos naturales: en la parte austral, espesos bosqes, caudalosos rios, espaciosos lagos i elevadas montañas, cubiertas casi perpetuamente de nie- ves, las cuales cruzan el territorio en Complicadas direcciones, encerrando valles profundos vestidos de una vigorosa vetejacion: en la setentrional por el contrario se ostentan dilatadas llanuras, qe se prestan fácilmente al cultivo, colinas apacibles, risueños torrentes i un clima templado i dulce. Estos variados accidentes an determinado el jénero de vida i por consecuencia an modifica- do también las inclinaciones de los abitantes, dando a unos mas severidad, mas independencia i a otros mas suavidad, mas su- misión: en aqellos a debido predominar un elemento disolvente qe propendía a debilitar los vínculos sociales i a dar a las relacio- nes un colorido agreste i salvaje, i en estos un principio contra- rio qe los a eho mas pacíficos i mas amantes de la cultura i de la sociedad. El influjo de estas causas se manifiesta incuestiona- blemente en el pueblo indíjena, sus diversas tribus qe tanta omoje- neidad tenían entre sí qe llegaban a formar una perfecta unidad, difer^unmaso rtiéuos en la rudeza de sus costumbres i en la mayo'f menor firnaeza de su carácter: unas se sometieron casi sin re- sistencia al yugo del conqistador, adoptando su relijion i con- fundiéndose con él, i otras permanecen aun con su independencia, su relijion i sus costumbres primitivas (2). ¿ Por qé, pues, no emos de creer, aciendo una inducción rigorosamente lójica, qe las localidades de nuestro territorio an influido en el carácter (1) Hfirder, véase Idées philosophiques sur la histoire de l'humanité. (2) D’Orbigny, L’homrtte amérieain, 2.* patt., 3> rameau. español trasplantado a esta banda de los Andes, dándole cierta» peculiaridades, qe, niodilicadas a su vez por sus propias preocu- paciones i por las costumbres indíjenas, an debido determinar el carácter nacional de este pueblo de qe aora t'ormamos parte? Con todo, no seria posible diseñar bien a las claras los rasgos peculiares de este carácter, aunqe se pueda lijar el oríjon de las preocupaciones i la tendencia de las costumbres de las jeiieracio- nes criollas qe se an sucedido asta nuestros dias, i la razón de esta imposibilidad se encuentra en varias circunstancias, entre las cuales figuran como las primeras la corta edad de nuestra na- ción i la reacción casi violenta qe a obrado en ella la revolución de nuestra independencia. La época de transición en qe nos alia- mos ace, pues, demasiado diiícil este estudio, aunqe no asta el grado de impedirnos vislumbrar algunas modificaciones de nues- tra nacionalidad. Procuremos investigar: observemos al araucano, infatigable viajero, ciego amante de su independencia; veamos su carácter soberbio, independiente, valeroso, inconstante, disimu- lado, irritable, poco jovial i siempre taciturno ( 1 ) ; i pregunté- monos si jeneralmente ablando no se descubren estos mismos rasgos en todo nuestro pueblo i particularmente en el mestizo. Atendamos por otra parte a la inlluencia del sistema colonial i al conocido carácter español, i encontraremos un medio lójico de explicar en nuestra sociedad el fanatismo, la intolerancia, el di- simulo, o mas bien la ipocrecía con qe se encubren las emocio- nes mas tiernas del corazón i las opiniones mas justas i lejítiinas por temores qirnéricos; explicaremos finalmente esa lealtad i no- bleza de espíritu, esa cordial fraternidad, ese entusiasta amor a la patria, esa feliz docilidad sin abatimiento qe siempre an carae- terizado nuestra nacionalidad. Estos diversos caracteres forman todavía una muestra incoerente de lo qe somos, por qe a ve- ces se confunden i se chocan, otras desaparecen o se muestran on todo su esplendor, porqe, como lo e indicado ya. la época de transición en qe nos aliamos i la poca luz qe la istoria de nuestro pasado arroja sobre este punto, acen qe nos sea difícil, sino im- posible por aora observar a punto fijo las prendas jeniales de nuestra sociedad. fl) D’Orbigiiy, L’horame Américaiu, 2.* part. 3.« ramean. — 261 — vm. Algunas ideas sobue la influencia social del sistema COLONIAL ESPAÑOL EN LA REVOLUCION D LA INDEPENDENCIA. El estudio de la istoria de nuestro pueblo, en los doscientos setenta anos qe permaneció bajo la tutela i servidumbre de la metrópoli, autora de su existencia, me a dado por resulta- do lüjico i necesario las observaciones qe asta aora e apuntado sobre la inlluencia social de la conqista i del sistea a colonial, fi- lias no podrán bastar sin duda a presentar con verdadera preci- sión istórica un cuadro completo de nuestra sociedad, durante la época a qe me refiero, pero a lo menos podrán subministrar una idea mas qe aproximativa del estado i de la condición de nuestro pueblo al tiempo en qe preludió la revolución de su independen- cia- ¿Qé era, pues, el chileno en 1810 ? La solución de esta cues- tión importante se encuentra en la exposición qe e presentado. Importante llamo esta cuestión i deberia calificarla de funda- nrterttali por qe sin resolverla filosófica e istóricamente, es impo- sible qe podamos estudiar i conocer de un modo exacto los re- sultados de nuestra revolución ni mucho ménos la tendencia qe debemos darla para completar su desarrollo. Sin tomar en cuenta los antecedentes de nuestra sociedad, sin acernos cargo de nuestras preocupaciones antisociales,- de sus costumbres i de sus inclinaciones características. ¿Cómo es posible qe veamos en los acontecimientos de nuestra independencia otra cosa qa echos aislados i sin consecuencia ? ¿^cómo es posible qe podamos apro- vecharnos de las ventajas de la forma de gobierno qe emos adop- tado; Cómo podremos apreciar debidamente el movimiento reac- cionario obrado por la revolución en nuestra sociedad? Es erró- neo i aun peligroso juzgar de otra manera: por eso vemos a los pensadores vulgares, cuyos raciocinios no tienen otro punto de partida qe las impresiones del momento, encastillarse ciegamente en el vituperio o en el elojio, en temores qiméricos o en esperan- zas locas: sin atender a la fuerza de los antecedentes i sin vero- tra cosa qe a las personas, califican los echos de la revolución de eróicos o ignominiosos a su arbitrio, se asombran de los aconte- cimientos políticos i pronuncian sin apelación su injusto fallo contra las formas i garantías democráticas o bien acojen un buen — 262 — sotroi nos aliamos aqi reunidos por la voluntad del pueblo, todos toniaron su partido, cada uno ocupó su puesto en las filas i se trabó el combate (1)». Fueron pues radicales las revoluciones de Francia i Norte-A- inénca porqe apoyándose en las costumbres, i aliándose el indi- viduo con la conciencia de su importancia moral i de sus dere- chos, la tuerza de la reacción fue necesariamente espansiva i a- brazó todos los extremos, adeudo completa la reforma. La nues- tra, por el contrario, no siendo consecuencia de iguales antece- dentes ni estando apoyada en las costumbres, debió seguir el curso ordinario i fatal de la naturaleza de las cosas i no pudo rnénos de ser disimulada en su oríjen i parcial en su objeto i en su desarrollo. Si los americanos qe al travez de las tinieblas del coloniaje a- bian columbrado el esplendor de los triunfos de la libertad i de la intelijencia en el Norte de nuestro continente i en la Francia, en lugar de conservar en relijiosu silencio su ilustración i sus vastas as|)iraciones ubiesen tentado rom[)er bruscamente los vín- culos qe nos unían a la metrópoli, no solo abrían tenido (|e yep- cer formidables obstáculos para llegar a inculcar su pensamiento en los ombres mas aventajados de aqella época i preparad los e^ lementos i arbitrios qe necesitaban para emprender nuestra e- mancipacion política, sino qe también abría fracasado necesaria- mente su empresa eróica en el escollo insuperable de las costum-^ bres. Era necesario qe acontecimientos enteramente extraños i casuales para los colonos vinieran a despertarlos del letargo i a presentarles una ocasión feliz para emanciparse. Las juntas pro- vinciales gubernativas qe se improvisaron en España con motivo de la prisión de los reyes católíco'S en Bayona, en abril de 1808 i su posterior reclusión en V^alencey, sirvieron de estimulo a Mé- jico i a Buenos-Aires para qe erijiesen también sus juntas sobe- ranas. Tan notables acontecimientos des])iertan la apatía de la ser^^ vidumhre en Chile i llaman la atención de los mas ilustrados pa- ra imitar aqellos ejemplos; porqe en Chile abia también corazo- nes qe en el centro de la esclavitud latían por la libertad. ¡Tan cierto es qe el depotismo por fiero qe se muestre, no puede sufocar jamas aqellos arranqes espontáneos de la naturaleza qe revelan al oinbre su dignidad l Un accidente feliz en aqellas cir- cunstancias viene a avivar la exaltación, tal es la oposicioh te- naz qe desplega el Presidente Carrasco contra los deseos de los revolucionarios; desde este momento comienzan a chocarse las (1) Míitter. Dp la influencia de las cós'ttiinbrcS sobre las leyes etc. parí. 2.», cap. 3.® — 263 — resultado i esajeran sin freno ni cordura su bondad; divisan al- guna espontánea manifestación del desarrollo natural de la inte- lijencia o de las facultades materiales de la sociedad, i según la primera impresión qe les produce, alaban o vituperan con frenesí pensando siempre qe de su parte está el acierto i la justicia. Este modo de proceder injusto por demas i constantemente odioso i perjndÍGÍal, debe abandonarse cuando tratemos de apre- ciar los echos de nuestra vida presente. Atendamos a lo qe fue nuestra suciedad para ver lo qe debe ser i lo qe será. ¿ Estaba o no preparada para entrar a nueva vida i someterse a un sistema diametralmente opueste al qe la rijió tres siglos i bajo el cual se desenvolvió su existencia? NO' por cierto: el colono abia sido precisamente educado para vivir siempre ligado a la servidumbre i para no desear ni conocer siqiera una condición mejor qe aqella a qe estaba sometido; las leyes i las costumbres conspiraban de consuno a ocultarle su importancia moral i a destruir su indivi- dualidad; el colono en fin no tenia conciencia de sí mismo i todo él, su vida i stis intereses, estaban absorvidos en el poder real i teocrático, del cual dependía íntegramente. El sistema colonial se apoyaba pues en las costumbres i marchaba con ellas en íntima unidad i perfecta armonía. Esta verdad nos dá a conocer cuán ab- surdo seria considerar nuestra fevolucion como un efecto d-e nuestra civiliíacion i de nuestras Costumbres, tal como puedo considerársela de Norte-América i asta cierto punto la de Fran- cia. Los anglo-americanos tenían una manera de vivir profunda- mente democrática, tenían sobre todo costumbres industriales e intereses mercantiles qe elaboraba en aqel pueblo desde mucho tiempo atrás un elemento poderoso de independencia; así es qe desde el instante mismo en qe estas costumbres i estos intereses llegaron a ponerse en conflicto con los de la metrópoli, se rom- pió bruscamente el vínculo debilitado qe a ella los unía, i apareció una república omnipotente qe luego se atrajo los respetos del mundo entero. La revolución de Francia por otra parte fue un resultado lójico de antecedentes conocidos: desde la muerte de Luis XIV principió a debilitarse el trono i a dejar de estar en armonía con las costumbres e intereses populares, i en la época de Luis XV, «trono, parlamento, nobleza, clero, relijion i filoso- fía, todo se aliaba ya en completa guerra «; i no podía ser de o- tra manera, puesto qe las costumbres estaban en pugna abierta con las leyes i con los intereses del clero i la nobleza, libo un tiempo de indecisión, las opiniones no podían definirse ni clasi- ficarse, «pero a la primera ráfaga de luz qe esclareció algún tan- to el orizonte político i moral de la Francia, al oir de boca de Mi- rabean resonar aqellas palabras=id i decid a vuestro amo qe no-^ — 26i — opiniones i a dividirse los ánimos. Esta excitación de todo punto extraordinaria en la colonia ajita de tal modo a los chilenos qe relaja en sus almas los vínculos qe los miian al sistema antiguo: se abla de responsabilidad, se somete a examen la conducta i- rregular del presidente, se ridiculiza su inei)titud, se vituperan sus arbitrariedades i al fin se le depone por medio de un movi- miento popular ordenado i pacílico, dirijido i promovido por el ayuiitannento de la cai)ital. Estos preludios de la revolución pro- dujeron por resultado una junta gubernativa qe se instaló en 18 de setiembre de 1810 con el título de conservadora de los dere- chos del reí durante su cautiverio. Observando la marcha de los aconh cimientos revoluciona- rios asta julio de 1811 se vé todavía patente el |)redominio de las costumbres i de las preocupaciones coloniales; todo el ¡)asado a- parece iidluyeiido en las deliberaciones i en las medidas del nuevo gobierno, la idea del monarca sojuzgaba los ánimos i su bien i libertad personal era el único objeto ostensible de todos los procedimientos , por qe no abria sido posible despreciar vio- lentamente su empresa de una manera deplorable. Mucha luz nos dá sobre el estado moral de nuestra sociedad en aqella época, para siem|) e memorable, el discurso pronunciado en la apertura del primer congreso de representantes coinvocado en Santiago en julio de aijeí año (I). En él aparece ya un feliz de- sarrollo de las ideas, se concibe la utilidad pública, el bien de la patria, se proclama la soberanía del pueblo i se reconoce la im- portancia d 1 ornbre, se inculca la necesidad de una constitución i aun se deja entrever el deseo de estatuir una forma de gobier- no qe contenga al pueblo en la justa obediencia i a los gobernan- tes en el círculo do sus atribuciones, aciendo de la lei el centro de la dicha común i de la recíproca seguridad. Empero, estos prin- cipios se disfrazan todavía con los antiguos: se lamenta el cauti- verio de la augusta familia ile los reyes, se protesta en qe toda la nación obedecerá exclusivamente a Fernando V'^ll i le reserva- rá a toda costa sus dominios de Chile, aun cuando pierda los de- mas, i en (in se funda en el bien do este monarca la necesidad de sostener al gobierno qe acaba de establecerse. De esta manera disfrazan i prosiguen su conducta los revolucionarios, mas la i- dea asiones mezíiinas, censuran amargamente la conducta de los patriarcas de nuestra libertad. Unos los atacan porqe no snpieron dirijir sus esfuerzos contra todos los vicios de la sociedad para rejene- rarla de improviso, otros los condenan calificando de imtempes- tivala revolución i alegan contra su oportunidad los argumentos (jo proi)orcionan la desmoralización e irregularidades de qe an si- (¡0 presa los estados inde])endientes americanos. Los primeros cometen un error en qe incurren siempre los qe por un exajerado amor ala umanidad qisieran precipitar los acontecimientos, invir- tiendo el órden natural del universo moral. Nuestra revolución no podia ser completamente rejeneradora ni terminarse tampoco en la última batalla en qe triunfaron los independientes, ])orqe el — 2GG — pueblo solo preteiulia emanciparse de la esclavitud sin renunciar a su espíritu social ni a sus costumbres. Es fácil qe el ombre se connaturalize con las |)reocupaciones antisociales qe le aii sido trasmitidas de jeneracion en jeneracion como creencias saf^radas i lejítimas, i qe con las costumbres qe en ellas tienen su oríjen in- time de tal modo su existencia, qe las mantenga i se esfuerze en defenderlas como parte integrante de su ser; pero no es tan fácil abituarle a la esclavitud i a las arbitrariedades del despotismo, ponje siempre qeda en el alma algún concepto vago de la dig- nidad natural i una vez qe un ra\o de la libertad fecunda el en- tendimiento, des|)ierta éste de su letargo i ve a la tiranía, tal co- mo es, en toda su deformidad. Al proclamarse en Chile la eman- cipación del poder monstruoso de los reyes católicos denunciando sus iniqidades i revelando al pueblo sus derechos, mide este sus ^ fuerzas, se ace cargo de su importancia moral i a la fascinación de la esclavitud se sustituye la de la libertad; la revolución se je- neraliza i se encarna en el corazón de la sociedad, todo conspira entóneos contra el |)oder absoluto, la victoria exalta el entusias- mo i redobla los esfuerzos, asta qe se consuma la ruina del des- potismo, sellando para siempre la independencia i personalidad de la república. Empero, ¿cuáles son las preocupaciones, las in- clinaciones características, curdes las costumbres de esta nación <|e va a constituirse, de este pueblo (je ya no volverá a ser ollado por la planta de los monarcas españoles? ;Son las qe le inspiró el sistema colonial ([e le dió existencia i qc lo dirijió por el es]»acio de tres centurias! ¡Cayó el despotismo de los reyes, i qedó en pié i con todo su vigor el despotismo del pasado, poiaje así debia su- ceder en fuerza de los antecedentes ! Los padres de la patria i los guerreros de la independencia obraron en la esfera de su po- der, llenaron su objeto i al disiparse con el timo de la última vic- toria el imperio del despotismo, el canon de Chiloé anuncio al mundo qe estaba terminada la revolución de la independencia política i j)rincipiaba la guerra contra el poderoso espíritu qe el sistema colonial ins|)iró a nuestra sociedad! Sobre la opinión de los qe acusan de intempestiva nuestra re- volución es preciso observar en onor de la justicia qe se alia mas fuera de camino i mas escasa de fundamento qe la qe acabo de examinar. Si era icontrovertible el derecho qe la América tenia a ser considerada como una preciosa e importante jiorcion de la umanidad; si es de todo punto im|)osible qe pueda llenar los íi- nes de la naturaleza una sociedad qe posée dentro de sí misma todos los elementos de su ventura, cuando está sometida a un poder extraño qe no la conoce i qe la sujeta a su capricho, solo con el fin de sacar de ella todas las ventajas posibles; si una sociedad — 267 — tal no abría podido proveer a su existencia i perfección sin usar del derecho natural qe le corresponde de rejirse i gobernarse por leyes emanadas de su propia soberanía, es también fuera de toda duda qe lo tenia para emanciparse del poder destructor qe la o- primia, i qe el ejercicio de este derecho augusto e imprescriptible no podía pertenecer a otra qe a ella misma. ¿A qién se abria couíiado la facultad de fijar la época mas oportuna para veriíicar esa emancipación sino es al mismo pueblo qe debia reportar sus felices resultados? ¿La España acaso u otra nación cualqiera a- brian ofrecido suficientes garantías de imparcialidad i de rectitud en el uso de tan inmensa facultad? Si los ainei icanos ubieran despreciado la brillante ocasión qe les proporcionó el receso, el aniqilamieuto del poder absoluto de la metrópoli, cansado por la prisión de los reyes católicos; si ubie- ran permanecido inq;asibles al mismo tienq^o qe laEuro¡)a entera se removía en sus cimientos i sus carcomidos tronos se desgaja- ban con el aliento solo del ombre del siglo; si los chilenos, des- pei diciando la alarma qe fomentaba el estúpido despotismo de su gobernante, se ubieran limitado a conservar el dominio del reino a un monarca qe principiaba a perder su prestijio i qe carecía de autoridad i de poder para mantenerlos en la esclavitud, abrían también sellado su perpetua dependencia, aciendo imposible para lo futuro su libertad ])olítica. Restablecido Fernando en el go- bierno de la Península, destruyó con alevosía las instituciones li- berales qe se imiirovisaron durante su ausencia, desplegó un sis- tema doblemente mas tiránico i espantoso (¡e el de sus antepasa- dos i reintegrando el antiguo poder de su trono, se izo bastante fuerte para mantener su despotismo a pesar de los esfuerzos qe la nación acia para libertarse. Al considerar tales echos ¿qién j)uede vacilar en creer qe la América abria sido también ))resa de su ferocidad, si nbiera tenido el candor de mantenerse bajo la o- diosa dependencia del coloniaje, |)or respeto a los mentidos dere- chos de la metrópoli? Con efecto, las leyes restrictivas i las ar- bitrariedades de los mandatarios abrian continuado umillando a las colonias i redoblando su dureza, a fin de impedir qe jermina- ran los principios de libertad i de civilización qe con motivo del interregno pudieran aber jirendido en algunos corazones. Y si en algún tiempo la líspaña advertida de sus aberraciones i conocien- do mejor sus iirojiios intereses, ubiera moderado su sistema colonial del modo qe lo a practicado últimamente, su prestijio i su Oder se abrian robustecido i la emancipación de la América abi a llegado a ser de todo punto imposible, o a lo ménos infini- tamente mas costosa qe lo qe a sido. ¿Se cree por ventura qe a- bia de llegar una época feliz en qe los colonos preparados por la 2G8 — ilustración i por los ábitos democráticos pudiesen emanciparse síti peligro i adoptar una forma de gobierno liberal sin exponerse a los contrastes qe ocasiona la falta de preparación? ¡Qimera es es- ta tanto mas infundada cuanto ([e no se advierte (p^ la metrópoli por su interes mismo, por sus costumbres i por su lejislacion no podia ménos de extinguir todos los jérmenes de civilización i li- bertad qe pudieran con su desarrollo poner en peligro su imperio i disminuir las ventajas de su dominio en el Nuevo Mundo, aun cuando tibiera mejorado su sistema despojándolo de las trabas i restricciones .inútiles! Así de todos modos la libertad de los colo- nos abria qedado reducida a una vana esperanza, cuya realiza- ción, demasiado costosa en todo tiempo, abria traido siempre desastres mas o ménos terribles, (je sirviesen de argumento en favor de la esclavitud. Es, pues, necesario confesar (¡e los liber- tadores de América obraron no solo con oportunidad sino también con la cordura i fortaleza qe exijia la eroica i dilicultosa enijiresa qe acometieron bajo su responsabilidad. La inlluencia fatal de la España i de su sistema en nuestras inclinaciones i costumbres abria sido en todas las épocas bien funesta a nuestra emancipación, i talvez en otras circunstancias abria opuesto obstáculos mas insuperables a nuestra organización i rejeneracion política qe los qe aora tocamos, si los fautores déla revolución no se ubieran aprovechado de los incidentes felices (je la facilitaron en 810. Vitiqierar su obra grandiosa, echándoles en cara las desgracias qe a producido el choqe violento de los antecedentes españoles con los principios rejencradores es pro- ceder de mala fé o discurrir a tientas : estas desgracias son ui\ re- sultado necesario, un mal inevitable a qe debiéramos abemos so- metido, como a una consecuencia natural de nuestra emancq)a- cion, cualqiera qe tibiera sido la época en qe esta se veriticase. Era necesario procurarnos la libertad con todos los males (je nuestra ines[)criencia i falta de preparación debian orijinarnos. INIas los qe no consideran estos males como un resultado fatal de nuestra educación, miran en ellos las consecuencias (¡e argu- yen mas elocuentemente contra nuestra libertad i contra la for- ma política de nuestra actual organización; i esto es atribuir in- justamente a distintas cansas unos mismos efectos, es cometer el error en qe groseramente incurren los qe atacan la relijion ])or atacar la superstición i los abusos de los ombres. Las desgracias qe se deploran no deben arredrarnos ni acentos renegar de nues- tro propósito; ántes bien, ellas son el mejor testimonio de qe to- davia existe poderosa en América la funesta inlluencia del siste- ma colonial qe nos oprimió tres siglos; ellas nos advierten qe, cuando la forma de gobierno establecida i la reacción qe se em- — 2G9 — prende no tienen todavía ralees en el corazón de la sociedad, de- bemos ser mas circunspectos i juiciosos en la reforma i en núes - tro ata([e a los antecedentes qe acen difícil la rejeneracion del pueblo, b'.l mas sabio i profundo político de los tiemj)os modernos, al reconocer las causas qe an preparado la crisis (je en el si[^lo presente sufren las instiluciones liberales qe se an pietendido a- daptar a los pueblos envejecidos de la Europa i América, se es- presa en términos qe convienen del todo a mi propósito. « Toda la parte servil de la Europa, dice, cjc es todavía rnui numerosa, a lanzado gritos de alegría, viendo la causa de la libertad desonrrada por los qe se dicen sus defensores. Eos es- critores retrógrados, admitiendo por un momento nuestros prin- cipios, a lili de retorcerlos contra nosotros, i conviniendo en qe deben juzgarse las instituciones políticas según su tendencia a ]iroducir el bien i |)erfeccion de todos, an pretendido qe abia mas felicidad i perfección en Prusia, Dinamarca i aun en Austria, qe las qe an producido las decantadas instituciones de la América meridional, de España i Portugal, i aun las de Francia e Ingla- terra . . . . » 1 aciendo ver el mismo escritor qe este grito in- sultante a la umanidad no tiene mas qe una falsa apariencia de ver- dad, poriie no se debe juzgar por las descripciones exajeradas qe acen los partidarios del despotismo de los desastres qe ocasionan ios ensayos de la libertad en los pueblos nuevos, sin tomar en cuenta las desgracias mil veces mayores i mas degrandantes qe causa el sistema absoluto, exclama con la calma del filósofo i la enerjía de ¡ajusticia. «Después de aber repetido a los ser- viles (¡e no es dado a ellos triunfar de los liberales, qe todos los errores, (¡e todas las desventuras de estos no acen qe sus esfuer- zos dejen de ser justos i jenerosos, ni convencen de qe el siste- ma qe se pro|)onian destruir no fuese vergonzoso i culpable, i qe la esclavitud no seasiemi)re la mayor de todas las -degradaciones; convendrémos también en qe los propagadores de las ideas nue- vas an caido en errores fundamentales; qe advirtiendo el mal qe pretendian destruir, se an formado ideas falsas del bien qe de- seaban fundar; qe an creido descubrir jirincipios, cuando solo poseian paradojas; i qe esa ciencia social de la cual depende la dicha de la umanidad, exije estudios nuevos, mas serios i maspro- fundos; exije qe la duda filosófica tome el lugar de las asercio- nes i de los axiomas empíricos; exije qe la esperiencia del uni- verso sea evocada para descubrir los vínculos de las causas i efectos, porqe en todas partes ella presenta dificultades qe vencer i problemas qe resolver ( 1 )• » (1) Sisinondi, Eludes sur les constitutions des pcuples libres, iiitro.pag. 15. — '270 — No existe pues la causa de los males (|e se lamentan en la ino^ porlunidad de nuestia revolución, sino en la iidluencia del siste- ma qe dio vida a esta sociedad (je se rejenera i |)or consiguiente en sus costumbres, en su es|)íritu social, en la inesperiencia de los ombres. 'rampooo esos males arguj en contra la emancipación ni contra la rel'orma política, sino contra esa inlluencia mortíl’era i esas costumbres retrógradas qe ob?ti uyen el curso de la civiliza- ción en América i acen diticultosa su rejeneracion. Estudiemos a nuestros pueblos, conozcamos sus errores i sus preocupaciones para saber apreciar los obstáculos qe s<; oponen al desarrollo de su perl’eccion i í'elicidad, i pai’a descubrir los ele- mentos de ventura qe podemos emplear en su tavor. Ia)s éroes de nuestra independencia terminaron su es|)inosa tarea, destruyen- do el poder qe i\os esclavizaba, i dieron con esto principio a la reacción social qe en el dia se opera contra lo |>asado: a la jene- racion presente i mas (|e lodo a los ombres lulblicos (je tienen en sus manos la suerte del Estado, corresponde apoderarse de esa reacción j)ara encaminarla asta destruir comj'lelamenle las resistencias qe ojtone el sistema es|)añol antiguo encarnado en la sociedad. Cada paso qe díunos en esta revolución importará un triunl'o sobre los princij)ios retrógrados. La reaccio’n tuvo su óri- jen en una guerra a muerte i tomó vigor con el entusiasmo (bd triunfo; j)ero aora la j)az a venido a regidarizarla i a sostituir la razón cevera al entusiasmo abrazador. Por esto es qe la inlluen- cia del sistema español, a|)rovecbándose de la calma, se aparece a veces chocando violentamente con la rejeneracion i sublevando contra ella todas las |)asiones mezqinas, el fanatismo i los erro- res del vulgo; entóneos se reproducen los odios de la revolu- (uon, se disenau i aun se forman los jiartidos i se jtreludia una crisis verdadera, lista jiugna es [(crpetua, abíve, i|)ócrita i en ella se proclaman falsamente no pocas veces los intereses de la nación i las verdades eternas, j)ara asegurar el triunfo; mas en todos estos movimientos de la parte retrógrada de la sociedad no se divisa otra cosa (je las últimac convulsiones del agonizante po- der de la ominosa inlluencia esjranola. Algún dia llegará la oj)or- tunidad de (ilosofar sobre este combate sordo del jrasado con el presente i de manifestar los efectos de la lucha; jior aora solo se puede señalar el sitio de la batalla i llamar a todos los buenos chilenos, a los ombres ilustrados jrara qe tomen parte en ella, siqiera alistándose bajo el estandarte de la civilización i recono- ciendo la criminalidaiJ de los qe excitan la |)reocu|)acion i enga- fian el interes de la sociedad jrara acería retroceder! _ 271 — CONCLUSION. Creo aber llenado mi propósito, señalando la influencia de la España i de su sistema colonial en nuestra sociedad, pero tan lejos estoi de considerar completo mi trabajo, qe no lo miro sino como un simple bosqejo de lo qe a de ser una obra destinada a presentar la istoria de Chile de esta manera filosófica, investigan- do todos los resultados de aqella perniciosa iníluencia. Puede ser qe mi amor a la libertad, mi odio a la tiranía i mis principios me ayan echo alguna vez juzgar nuestros antecedentes istóricos de una manera errónea, en sentir de algunos ; pero si tal suce- diere, no estoi distante del convencimiento de la verdad, cuando veo qe ella se encuentra en una opinión ajena, mas bien qe en la mia. E tomado la istoria de mi patria desde el momento en qe el ca- ñón de la conqista conmovió con su estampido nuestras férti- les llanuras i la e seguido asta el primer dia de nuestra gloriosa emancipación, asta ese dia venturoso i memorable para siempre, en qe comenzó a desgajarse el carcomido trono del despotismo colonial. Aunqe a sido rápida la marcha de mis investigaciones, e señalado el oríjen de nuestras inclinaciones i costumbres socia- les i e diseñado el cuadro de nuestra vida civil al tiempo de prin- cipiar la reacción obrada por nuestra independencia. Sin el cono- cimiento de estos antecedentes, no podrémos jamas apreciar esta segunda época , sin duda la mas brillante , de la istoria de Chile. El desaliento qe se a apoderado de mi alma al contemplar mi trabajo i convencerme de qe no me a sido posible realizar mis deseos, porqe el tiempo i la capacidad me an escaseado, deja de atormentarme cuando veo qe siqiera contribuyo con mi pensa- miento a encaminar el estudio de nuestra istoria por la senda qe le traza la filosofía. ¡Aceptad, señores, con induljencia mi obra, i me daréis en esa aceptación una recompensa onrrosa qe siempre estimaré con todo mi corazón ! 4. RESUMEN. de la Memoria núm. t sobre la discuterla, presentada a la Fa* cuitad de Medicina de Santiago. El autor de esta memoria principia por definir la disenteria: Verdadera inflamación de los intestinos qe tiene comunmente por sitio qmmitivo el colon i el recto, i le asigna por síntomas carac- terísticos evacuaciones mui repetidas con tenesmo de mui poco excremento mezclado con mucosidades sanguinolentas, qe se con- vierten luego en una serosidad mezclada con sangre, la cual pro- duce grande escoEor en el recto i peso sobre este intestino, qe au- menta a medida qe el enfermo ace esfuerzo para expeler estas materias. Sigue ablando de la antigüedad de la disenteria i de las epide- mias desastrosas qe en diversas épocas an asolado grandes ciuda- des, en qe esta enfermedad a presentado los mismos síntomas qe se notan en el día; i se contrae a tratar solo de la disenteria epi- démica conocida en Chile, donde se le advierten particularidades distintas de Jas qe se observan en otros paises ; fundándose solo en su propia práctica. Divide la disenteria en lijera, en aguda i en crónica, i les asig- na por causas principales el uso de alimentos de difícil dijestion i de frutas inmaturas; el abuso de sustancias estimulantes, de los licoros alcoülicos, del emético i de los purgantes drásticos, como también la acritud de la bilis qe en algunas personas puede ser causa de disenterias graves. Fuera de estas causas enumera otras jenerales no menos po- derosas para producirla. Tales son el estado de la atmósfera i las emanaciones de miasmas pútridos, a los cuales se debe principal- mente la disenteria epidémica qe reina en el verano, en qe suce- diendo una impresión de frió en la noche al calor del dia, puede sobrevenir una conjestion sanguínea en los órganos interiores mas propensos a ella. Entre estas causas cuenta también la po- sición topográfica, pues qe se a observado qe en los paises bajos i pantanosos i en la zona tórrida i templada la disenteria es mas frecuente; al paso qe no lo es entre los abitantes de las montanas i de la zona fríjida. Esta enfermedad!, esporádica en el invierno i primavera i epi- démica en el verano i otoño, ataca indistintamente a toda clase de — 273 — personas sin distinción de sexos, edades ni temperamentos; puede sin embargo decirse qe es mas propenso a ella el temperamento bilioso-sanguíneo. Observa en seguida qe no debe sorprender qe la disenteria sea el azote mas terrible de la capital, donde ademas de obrar de con- suno todas las causas antes enumeradas, los abitantes acen uso por gusto o i>or necesidad de abundancia de frutas qe no están en sazón, i de los estimulantes .de todas clases, a lo qe se agrega la falta de policía |)ública i el desaseo de las calles, principalmente en los arrabales de la población. Apesar de la opinión de varios autores respetables, la disenteria, aunqe sea epidémica, no es contajiosa jjor faltarle todos los caracteres de tal; pues qe no re- conoce un principio común ni una causa única, ni tiene duración determinada. Sin embargo esta enfermedad puede contraerse por infección en personas qe j)or otras causas están predispuestas a ella. Pasa en seguida a describir los síntomas de la disenteria como dolores en el estómago, en el bajo vientre, inapetencia, sed, amar- gura en la boca, diarrea etc., qe son los precursores; después dolores en el recto qe se aumentan al tiempo de las evacuaciones qe se acen mas i mas frecuentes; éstas consisten en mucosidades con algunas rayas de sangre, cuya cantidad disminuye a medida qe su número aumenta; pulso mas o menos lijero; semblante pá- lido, abatido. La disenteria tijera dice ser raras veces epidémica i qe su pronóstico es favorable por lo común. La disenteria intensa qe en este pais aparece en verano i en o- toao puede ser epidémica, por lo cual se propone fijar en ella su atención: suele acometer sin síntomas precursores, i desde el prin- cipio el enfermo tiene un semblante pálido mui abatido i los ojos undidos, gran fiebre, el pulso mui frecuente e irregular, siente do- lores insoportables en todo el vientre i mas en la rejion del co- lon i del recto qe se propagan asta la vejiga, produciendo reten- ciones de orina qe comi)lican gravemente la enfermedad princi- pal; las evacuaciones mui frecuentes son de una serocidad san- guinolenta de color rojo, moreno i algunas veces negro o puru- lento con algunos pedazos de la membrana mucosa de los intes- tinos. Si la enfermedad a de tener una terminación feliz, a los ocho dias todos estos síntomas van disminuyendo por grados; pe- ro en el caso contrario, qe es lo mas común, aument!\n su grave- dad. Las evacuaciones qe se repiten continuamente toman un color negro i una fetidez insufrible; el enfermo en un estado de demacración extrema tiene el pulso imperceptible e irregular, frias las extremidades i la respiración anelosa; el tenesmo i todos 35 — 27i — los dolores cesan i aparece el ipo precursor de la muerte qe llega de un modo mas o menos brusco. La disenteria suele acerse crónica cuando ataca suavemente a una |)ersona qe no ace curación formal contentándose con com- batirla cada vez qe ai exacervaciou en los síntomas, persistieiulo en las mismas causas qe la an i)roducido. A este estado crónico puede |)asar también la disenteria intensa por consecuencia de alteraciones qe aya dejado en algún punto de los iutesliiios. En e«te caso es mas grave qe la primera. Si en esta disenteria llega a formarse inültracion jeneral, es raro el enfermo qe deje de su- cumbir. No puede aber confusión entre la disenteria intensa i otras en- fermedades; pero si puede aberla entre la suave i la crónica i o- tras afecciones del recto principalmente con las almorranas. Sin embargo es fácil el diagnóstico a la simple inspección de las par- tes i de los síntomas. Merced a la anatomía patolójica, la naturaleza do la disenteria es perfectamente conocida. Lo primero ([e se presenta en la au- topsia son las uellas de una inllamacion en la membrana mucosa del conducto dijestivo, en la del intestino grueso i en la cavidad de este las mismas mucosidades qe el enfermo arrojaba en las eva- cuaciones cuyas mucosidades, algunas veces toman tal consistencia qe parecen imitar a la mucosa misma, aciendo creer qe el enfermo a arrojado pedazos de esta membrana. Se nota en ella un color mas subido, negrusco algunas veces i con un espesor mayor qe en su estado normal. Hai ulceraciones en la última porción del colon. Aunqe los autores dicen qe solo por una excepción de la regla jeneral la disenteria termina por grangrena, desgraciadamente en Chile esto es lo mas común, i no ai facultativo qe no cuente un gran número de casos de esta es|>ecie. El autor entra aqi en varias conjeturas sobre la cansa de esta grangrena, i sin aliar razón para atribuirla a ninguna en particu- lar asegura ser el echo positivo i característico de la disenteria chilena. Empero no cree qe este echo anatorno-patolójico sea su- íiciente para considerar esta enfermedad como una rectitis, lo cual podría traer mui fatales resultados, sobre todo si se fundase en ello algún método curativo. Después de exponer la variedad de sistemas adoptados por los au- tores para la'ciiracion deesta enfermedad, dice qe el masseguroes el qe suministre la práctica por la observación de los casos en (¡e el fa- cultativo aya tenido ocasión de asistir, i aconsejando qe se em[)le- en siempre aqellos medicamentos qe surten un conocido buen e- fecto, según la naturaleza de los casos, pasa a manifeslar el plan de curación qe debe seguirse. Enla disenteria esporádica lijera, dice ser bastante las mas \eces observar nua rigorosa dieta i el uso de la ipecacuana en iieqeñas dosis, asta producir el vómito, ])ara descargar las luimeras vias, siguiendo un suave laxante para inqudir la irritación qe pudiese causar la acritud de la bilis; i íinalnienle el uso de aguas musila- jinosas un poco acid uladas a pasto. En la nnsma disenteria, cuan- do es epidénúca, aconsí ja el oj io con un poco de acetato de plo- mo, disminuyendo las dosis si el enfermo se siente narcotizado. Con este remedio asegura aber sanado a mucbos enfeimos en qe la disenteria se presentaba con un aparato imponente; i recomien- homel, Planche, Sauvaje, Hipócrates, Sydenham i otros an considerado la disenteria, ya con relación al sitio qe ordinaria- mente ocupa, ya con respecto a los diversos caracteres qe la acen distinguirse de otras enfermedades con qe parece tener alguna semejanza; i sin aceptar ninguno de los sistemas qe expone, to- ma por guia a la naturaleza para entrar en el exámen de esta en- fermedad, como se conoce en Chile, donde la considera de un carácter especial, de una orijinalidad marcada qe la acen de una naturaleza diferente a la enfermedad qe se conoce con el mismo nombre en las otras partes del mundo, i solo análoga a la qe se conoce en Bengala i en las costas de Africa. La variedad misma de las opiniones de los autores qe cita parece inducirte a formar este juicio, pues qe cada uno de ellos a tomado un camino distin- to en fuerza de las observaciones qe a echo en el pais de su re- sidencia. En seguida después de definir esta enfermedad, i de describir las div rsas formas en qe se presenta i las complicaciones en qe suele encontrarse con otras afecciones, entra a considerar los dis- tintos estados en qe se encuentran los pasientes según la especie de disenteria qe sufren; i siguiendo siempre el plan qe se a tra- zado de observar la marcha de la naturaleza ace tres divisiones de la disenteria, a saber: La disenteria aguda. La disenteria flegmonosa. La disenteria crónica. Ademas de estas tres divisiones comprende en un capítulo se- parado las complicaciones de la disenteria con otros estados mór- bidos en qe se observa una influencia recíproca. En la descripción de la disenteria aguda qe dice ser la mas común i frecuente en toda la república donde la cree esporádica, i en la capital donde la juzga epidémica en la estación del vera- no , le atribuye por única causa el uso de alimentos indijestos i le asigna por síntomas principales: una incomodidad i un abatimien- to de fuerzas en todo el cuerpo qe ace repugnante cualqiera clase de trabajo; falta de apetito , algunos dolorcillos e incomodidad en el vientre i una sensación rápida i jeneral de frió qe se estien- depor todo el cuerpo. Hai otros casos en qe la disenteria n® se halla precedida de estos síntomas, sino qe aparece de repente, pero tanto en unos como en otros se anuncia por un dolor agudo en el vientre qe parece mudar de un lugar a otro i qe mitiga la compresión: sobrevienen en seguida copiosas evacuaciones natu- rales acompañadas de vientos i dolores en el vií'iitre, las cuales van disminuyendo a medida qe se acen mas írecuentes i convir- tiéndose en mucosas i sanguimdentas, asta tomar el carácter ver- daderamente disentérico. Estas evacuaciones son precedidas de dolores i acom[)ariadas de pujo mas o ménos i'uerle según la in- tensidad del mal. Es de notar qe si el enfermo ace esfuerzos para resistir en cuanto le sea posible a la frecuencia de las evacuaciones, mudan estas de carácter aciéndose menos frecuentes i tomando la forma de un mucus blanco disucllo en una serosidad mas o menos abun- dante de Color trasparente i mancbado con algunas rayas de san- gre. Es notable también la ausencia de la bilis en tales evacuacio- nes, en qe no se manillesta, a no ser (|e el enfermo aya tomado purgante o V(,»mitivo; |)or lo qe pareceqela parte siq)erior del in- testino, el ígado, i las glámlulas anexas a él an dejado de funcio- nar. Ademas de esto (>rosigue el autor describiendo otros sínto- mas no menos iir.portantes para caracterisar la disenteria aguda; tales son la seqedad, frialdad i asperesa del cutis, la gran fatiga qe abitualmente se ace sentir en la rejion del estómago, el color blanco de la lengua, la ausencia total del ajictilo, la blandura del vientre, la debilidad del pulso i la diminución i calidad de la ori- na, a lo (je se agrega una perdida completa de las luerzas. Aqi el autor de la memoria apunta elgunas observaciones qe tiene ecbas en los adultos i en los niños qe padecen este mal; en a- qellos sucede qe después de algunos dias de curación con remedios caseros se (¡edan esperando del tiempo lamejoria, la cual depende j)or lo común de la conducta i temperamento del individuo. Lo mismo diceqe sucede con los niños délos pobres (¡e, ya sea por falta de medios para curarbs o i)or neglijencia de sus padres, son abandonados después del primer período de la enfermedad; de aqí es qe estos enfermos entregados a su antojo, sucumben i»or lo desordenado de sus alimentos i falta de curación, siendo mui cor- to el número de los qe salvan, los cuales vienen a sanar a la en- trada del invií'rno. Del resto, unos mueren de consunción, la ma- yor parte con aftas en la boca i con erupción corea del orilicio; i otros con un edema jeiic-ral en todo el cuerpo. Observa también qe si en las personas qe an padecido disente- ria aguda ai alguna predisposición a otra enfermedad , de- saparece aqella, i esta toma un impulso extraordinario. En este taso se alia la tisis principalmente en los jóvenes; — 279 — Respecto de la disenteria llegmonosa , qe se observa en Chile con un carácter particular de malignidad, dice ser un error creer qe es peculiar a este pais, pues qe se conoce también en la india, en el cabo de Buena Esperanza i otros lugares; sien- do de notar (je es mui poco frecuente en los j>aises cálidos co- mo en el Brasil, el Perú, las Antillas i el Ejipto donde raras ve- ces se observa, apesar de lo común qe es la disenteria aguda. í,o mismo dice respecto de la Europa donde solo se a visto apa- recer esta disenteria gangrenosa en los ospitales, en los campos de ejército i en las cárceles; por lo qe solo puede atribuirse a in- lluencias puramente locales. Sin embargo no trej)ida enasegurarqe aun cuando esta enfermedad aj)arece en otras partes, en ninguna es tan frecuente ni ace mayores estragos qe en Chile. Atribuye esta circunstancia ala complicación con las afecciones crónicas o agudas del ígado qe también son mui frecuentes, aunqe por otra parte son de extrañar tales afecciones por ser propias de los paí- ses cálidos. Después de analizar los fundamentos qe an tenido algunos es- critores celebres j)ara dar a esta entermedad varios nondmes, ta- les como el de disenteria tyfoida, disenteria mniiana i disenteria ¡iegmonosa, el autor de esta memoria adopta esto último por ser el mas comprensivo de todas las disenterias verdaderamente inila- inatorias i qe tienen mas analojia con el ílegmon difuso del ilus- tre Dupuytren, a cuya opinión lo conduce la marcha déla gangre- na observada en esta enfermedad, en qe los pacientes arrojan no solo membranas, sino pedazos del intestino mismo en qe tie- ne su sitio; i para confirmarla mas expone un echo observado en Santiago j)or el doctor Cox i otro en el ospital de Valparaíso ob- servado por el autor. En el jirimero, en qe la enferma felizmente fue salvada, qodó con una fístula recto-vajinal, i en el segundo en qe el mal término por la muerte, la autopsia del cadáver ma- nifestó todas las lesiones de los intestinos producidas por la gan- grena. l’asa en seguida a describir los síntomas qe acompañan a esta clase de disenteria i los signos qe pueden acería reconocer con distinción de la disenteria aguda simple, cuya confusión puede traer consecuencias las mas funestas. En el principio el vientre se pone duro, doloroso al tacto, espe- cialmente en la parte inferior al ombligo i en la rejion del estómago; la cara manifiesta tirantez i los ojos i el semblante todo expresa in • (jietud; el enfermodesea estar acostado de un lado, con elcuerj)o i las piernas encojidas; la lengua es plana, blanqisca en la base i colorada en la j)unta; es también, oseca i pegajosa oúmeda, colo- rada i aguda; gran sed, i algunas veces vómitos; las evacuaciones — 280 — son rnui frecuentes, aunqe no distintas de las descritas en la di- senteria aguda; el orificio anal se irrita, se pone doloroso i el en- termo por esta causa repugna las lavativas. En un período mas a- vanzado las síincleres pierden su elasticidad i la parte inferior del recto sale fuera; la respiración es ajitada i algo contenida a cau- sa de los dolores qe produce en el vientre; la orina mui encendi- da deja un sedimento abundante de nitrato de amoniaco i ácido úrico; el ¡¡ulso frecuente, algo lleno i el cutis caliente i seco. Estos síntomas qe asta aqí no manifiestan sino la disenteria en estado inllainatorio son dignos de la mayor atención, porqe luego la enfermedad dejando su sitio primero, se extiende a otros; i si entonces no puede contenérsele, el enfermo se enllaqece en ex- tremo, las evacuaciones siguen en su frecuencia, toman un color negrusco, como de sangre corronqiída, se ponen mas fétidas i se arrojan en ellas unos pedazos verdosos o negruscos (je parecen partes de la membrana mucosa. El abdómen se llena de gaces, se eleva i se pone sonoro en todas sus partes, lo qe depende de la jioca elasticidad qe tienen los intesiines para espeler tales secro- eionos i de la fermentación pútrida qe principia a establecerse en ellos; la lengua se pone seca, áspera o lisa; la sed continua, i la orina qe exala un olor amoniacal, se acemas tinbia qe ántes, su- cediendo no pocas veces qe personas qe nunca an padecido de las vias urinarias son acometidas de una disuria o extranguria tan tenaz (|e ace necesaria la sonda; las lesiones del cutis se po- nen azules i esqimosas como en las tifoides; el cutis en jeneral se pone frió i cubierto de un sudor pegajoso; las extremidades se enfrian, i el pulso es peqefio, insensible i frecuente como en las inllamaciones profundas del vientre. En este estado pueden aun los enfermos, según el autor de es- ta memoria, adqirir todavia su restablecimiento i se observa qe en este caso arrojan con ménos dificultad las membranas qe antes a indicado , advirtiendo qe esto suele sucedi'r aun después de algunas semanas de convalescencia. Después de describir la naturaleza de estas membranas; prosi- gue indicando los síntomas qe dimotan la diminución del mal: la sangre desaparece poco a poco en las evacuaciones qe se acen ca- da vez ménos frecuentes i mas copiosas; la bilis vuelve a presen- tarse principalmente si el enfermo a tomado algún remedio para ))romover las segreciones ipátlcas; el vientre está ménos¡ adolorido i mas blando; la lengua se iirnedece; (d ajietilo principia a acerse sentir; el pulso se eleva, adqiere mas fuerza, mas voliimen i se ace ménos frecuente, i por último vuelve el calor a las extremi- dades. Lo qe acaba de decirse se refiere solo al caso en qe el enfermo — 281 — recupere la salud; pero en el caso contrario prosiguen los sínto- mas de una funesta terminación, particularmente si el enfermo está privado de la asistencia de un médico atento i experimentado a cuyos cuidados, por la impaciencia de los deudos del enfermo, suelen sustituirse por la desgracia los de una médica casera o del campo. A este estado crítico sucede el desencajamiento del semblante, poniéndose la cara completamente ipocrática, la ílaqeza i debili- dad llegan a su extremo; el paciente pierde el movimiento, le so- brevienen el ipo, el delirio, sudor frió, el pulso se ace intermiten- te e insensible i por fin muere. La disenteria aguda i aun la flegmonosa podrían considerarse como cronical, cuando toman un carácter de duración qe se ex- tiende mas alia de lo qe ordinariamente podria esperarse, i cuan- do el individuo atacado después de cierto tiempo recupera en to- do o en parte la salud, recayendo en la enfermedad con alterna- tivas mas o ménos frecuentes. Sin embargo, como ai otras varias circunstancias qe dan a esta enfermedad un carácter verdadera- mante crónico, se ace necesario formar una especie separada. Divide el autor esta disenteria en cuanto a su oríjen en tres clases. En la 1.® coloca a los enfermos qe recuperan enteramen- te la salud; en la 2.® a los qe qedan con gran susceptibilidad en los órganos dijestivos, de manera qe el mal reaparece por la in- lluencia de causas casi insignificantes; i en la 3.® a los qe por e- fccto de la disenteria aguda o flegmonosa an qedado con alguna desorganización en el intestino. El autor de esta memoria se detiene algún tanto en explicar los fenómenos qe se observan en los enfermos atacados de la di- senteria crónica i los motivos mas o ménos graves qe la acen tan tenaz, agregando algunas observaciones qe a echo por sí mismo. Entre aqellas menciona el apetito extraordinario qe sobreviene a algunos enfermos qe parecen no saciarse por mui copiosa qe sea la cantidad de alimentos qe tomen; i entre éstas la observa- ción de un niño a qien curó por algún tiempo, i enTcuya autopcia pudo reconocer las causas del mal i su marcha asta su término. Algunas veces, dice, qe esta enfermedad cesa de repente por la expulsión de alguna membrana aderente al intestino qe la man- teriia, pero qe las mas veces, siendo causada por alteraciones in- curables de este órgano, consume al enfermo lentamente, el cual llega a su última ora conservando su entero juicio i aciendo gran- des proyectos como sucede en los tísicos. La disenteria ademas de los estados en qe el autor la a consi- derado asta aqí, la mira también como complicada con otras en- 36 — -28-2 — fermeclades i especialmente fija su atención sobre la dhcnlerui emorroidal. Esta enfermedad, qe es compafiera o consecuencia de las otras disenterias, consiste en una relajación de ios vasos eniorroidales complicada con úlceras en el recto i ordinariamente con dilata- ción de los esfínteres del ano. Su tenacidad la ace considerar co- mo una de las lesiones mas difíciles de curar; i aunqe esto se con- siga a fuerza deconstancia i trabajo, vuelve a aparecer de nuevo con mucha facilidad. Principia la disenteria emorroidal por unos tenesmos mas o menos fuertes i evacuaciones mas o menos frecuentes ya de san- gre pura, ya mezclada con algunas mucosidades, ya de inucosida- des solas, ya en fin naturales, sólidas sin sangre o seguidas de un poco de sangre Huida. Esto último es el signo mas propio [lara pro- nunciar el diagnóstico con toda certidumbre. Los pacientes no sufriendo mas incomodidad qc unos dolorci- llos en el vientre i las dichas evacuaciones, se acostumbran con su mal i lo miran con la mayor indiferencia. Descuido es este de mucha trascendencia por cuanto esta enfermedad los expone a contraer la disenteria llegmonosa,o mas bien una epátitis crónica qe tarde o temprano no deja de aparecer como sucede en la di- senteria crónica. En la complicación de la disenteria con la epátitis, observa el autor qe la epátitis crónica como la aguda, qe son propias de los temperamentos cálidos como los tropicales, se encuentra en Clii- le con tanta frecuencia, al paso (je ajienas se advierte en otros paises análogos, como lo sen el Portugal, la España, Arjel, Nápo- les, etc.; i no alia a qe atribuir este fenómeno sino a uno de aqe- llos misterios naturales qe no es posible explicar. La epátitis complicada con la disenteria, aj-inqe ocasionada por ésta, toma el carácter predominante, permaneciendo siempre la disenteria en el segundo grado. Advierte también qe es tal la dis- posición en este pais a la disenteria, qe muchas enfermedades co- mo la tisis, el cáncer de la madre i otras qe en Europa u otras par- tes se complican con la diarrea, aqí toma ésta al momento el ca- rácter disentérico; de aqi es qe por esta predisposición, j)or la qe también ai a la epátitis i por lagransimpatia qe existe entre los in- testinos i la glándula epática, mui pocas veces podrá permanecer una de estas dos enfermedades sola, sin qe al caÍ)o de algún tiem- po no suceda la complicación, la cual se efectúa en cualqiera de los tres períodos de la lesión epática. Comprueba este echo con una observación qe izo en el ospital de Valparaíso en un enfermo de 30 años de edad i de buena cons-* 283 — tituclon, qe entregado con exceso a las bebidas alcólicas, se vio jjor consecuencia atacado de epátitis agud¿r. Principió por sentir un dolor sordo en el costado derecho i en la cintura, inapetencia i trio de pies. El igado aparecía incbado pasando de pulgada i media del bordo inferior de las costillas. La lengua estaba blanca i algo colorada acia la punta. Tenia sed, anorexia. A este estado sucediei'on algunos calofríos, pero al dia siguiente abia aumenta- do la iuchazüir del igado qe abia pasado tres pulgadas i inedia ])ara abajo de las costillas, formando un tumor considerable qe se levantaba mas de una pulgada sobre el nivel del vientre i mui do- loroso al tacto. El aliento fétido, el cutis frió, el pulso peqeño ma- nifestaba la gravedad en qe se allabael paciente, lo cual fué prosi- guiendo, ajiesar de la actividad de las medicinas (¡e se le aplicaban. Tres dias después el dolor persiste i se estiende asta el ombro derecho i un sudor pegajoso se manifiesta. Abiéndose cura- do un sedal qe se lo abia a[)licado en el sitio del dolor con un- güento mercurial, se mejora el enfermo, el dolor disminuye, el apetito vuelve i el sudor desaparece. En seguida aunqe el tumor se ablanda i parece lluctuar, ai dolores en el sitio qe ocupa, gran debilidad en el pulso i notable abatimiento en las fuerzas del en- fermo. El mal siempre sigue su marcha, se aumenta posterior- mente la lluctuacinn del tumor, aparece el edema en los pies i un calor excesivo en las espaldas. La orina deja un sedimento mu- coso i toma un color mas pálido; ien ocho diasmas se preséntala ictericia, el edema seacemui considerable, i elcalor de las espal- das impide dormir al enfermo, asta qe por último sobrevienen las evacuaciones disentéricas, vómitos i expulsión de materias color de ez de vino, en cuyo estado murió después de cuatro meses de enfermedad i 53 dias de cama. En la autopsia se encuentran los intestinos azulejos i llenos de sangre; el tumor del igado está fuertemente aderido al peritóneo; este tumor enteramente fluctuante, encerrado en una membrana es formado del lobulo izqierdo del igado e iguala en volumen al lobulo derecho; conteniendo dentro como una botella de un líqido verde en qe nadan algunos pedazos grangrenados o sueltos o ade- rentes por un estremo. Se advierten otras muchas lesiones en el estómago i [)rinci¡)almente en los intestinos, en cada uno de los cuales se notan las alteraciones morvidas qe an producido la di- senteria. Asi como la epátitis aguda ])uede ocasionar una disenteria agu- da, puede también suceder lo contrario, de lo cual ai numerosos ejemplos; i el autor en confirmación cita el testimonio de un profe- sor de Santiago, miembro de la facultad, qien asegura qe al acer algunas investigaciones anatómicas sobre la disenteria, mui rara vez i \ — 28i — a dejado de encontrar en los cadáveres apostemas en el igado- La misma complicación qe existe entre la epátitis i la disenteria aguda puede también efectuarse en la disenteria crónica. En este último caso, dice el autor de esta memoria, sucede la complicación de un modo tan insensible qe al paso qe produce tan grandes al- teraciones mórvidas, no provoca ningún síntoma positivo de la le- sión epática. Se advierte apenas, una qe otra vez, un poco de do- lor debajo del omoplato o en el ombro derecho; un semblante triste 1 un color amarillento, semejante al qe se observa en la diátesis cancerosa. Estos pocos indicios son suficientes para ex- citar la atención necesaria sobre esta afección qe si no se combate a los principios, es mui difícil contener después; i cuando se a desarrollado de un modo indudable, suceden a las evacuaciones disentéricas otras verdes, amarillas o negras espumosas i mui fétidas, qe muchas veces son consideradas por el vulgo como una mejoría en el enfermo. Este sin embargo se va acercando al se- pulcro, i en él se van notando sucesivamente mui mala dijestion, mal gusto en la boca, incbazon i (lato en el vientre, tumor o prendimiento en el ipocondrio, edema parcial o jeneral i una ema- nación estreñía. Fuera de esto existen otras complicaciones de la disenteria, ta- les como la qe se observa en una enfermedad crónica de la ma- dre, un cáncer, una tisis i otras consunciones; en una neiimo- iiia i catarro de los bronqios etc. En Europa se a visto en las cár- celes i ejércitos complicada con el tifo i entonces parece ser con- tajiosa. En Cbile no se a notado esta complicación, i puede ase- gurarse qe ni la ai en los ospitales de Santiago, donde existen reunidos muchos disentéricos, sin peligro de semejante contajio, ni aun bajo la influencia de los calores mas excesivos del verano. La disenteria suele dejar tras de sí algunas consecuencias qe por su naturaleza son bastante graves i funestas. La mas común es una estrechez en el canal alimentario, ocasionada de alguna cicatriz; pero el sitio mas común qe tienen es cerca de la reunión del colon con el recto. Al principio son atormentados los enfermos por un fuerte pujo en qe arrojan algunas mucosidades semejantes a la clara de nevo mas o menos teñidas de sangre, o solamente blancas. El autor a citado ántes el caso de una mujer qe por consecuencia de la disenteria tenia una fístula recto vaji- nal, i observa qe también suele producir la ipertrófia de las glán- dulas mesentéricas, qe en los niños i jóvenes predispone a una de- jeneracion tuberculosa i en los adultos a indijestiones frecuen- tes, etc. Como según el autor raro es el enfermo qe se cura de esta en- fermedad completamente i para siempre, qedan expuestos a re- — 285 — caídas , principalmente en el verano en qe esta enfermedad es mas común. Tratando de las alteraciones anatómicas, asegura qe no a de- jado de encontrar ulceraciones en los cadáveres qe a observ^ado, cuando la disenteria a sido aguda, i cuando a sido crónica a reco- nocido los signos o las consecuencias de tales ulceraciones. Sin en'bargo cree qe no etí necesaria su existencia para qe se pro- duzcan evacuaciones con sangre, i prueba este aserto con la ins- pección qe a echo de los intestinos afectados por medio de un lente fuerte i con la descripción qe el Sr. Gely de Nantes ace en una memoria notable sobre esta enfermedad, de una especie de pezón formado por un grupo de papilas inílamadas. Para exi)licar esta opinión qe el autor dice ser exclusivamente suya, entra en detalles mui minuciosos qe omitirémos por no acer demasiado largo este resúmen, contrayéndonos solamente a la teoría en eje se funda. Como las válvulas i papilas son en los intestinos griuj- sos mas peqeñas i numerosas qe en los delgados, tos folículos mu- cosos qe son en mayor número en tos primeros qe en los segun- dos, deben con toda probabilidad ser afectados mas bien en caso de disenteria o cuando existe una enteritis papilária situada en jeyuno. Es sabido qe la inflamación de las papilas es la causa de los emorrajias disentéricas; pero en este caso sucede lo contrario, i esptica este fenómeno del modo siguiente. Cuando se inyecta en las arterias mesentéricas de un cadáver alguna materia tenue, encuentra ésta un pasaje por el interior de la papila i cae en la cavidad del intestino; de manera -qe no tiene nada de extraúo qe estando estas papilas inílamadas pierdan su elasticidad natural i dejen caer la sangre al intestino durante la vida, asi como suce- de con la inyección después de la muerte. La naturaleza rudimentaria de la papila intestinal en el colon i en el recto, es pues la qe da lugar a la facilidad de las pérdidas de sangre en esta enfermedad. Al contrariólas ulceraciones no son las qe producen la emorrajia, pues qe no ai motivo para qe suceda en el interior una cosa distinta de lo qe sucede en las ul- ceraciones exteriores qe no expelen sangre a no ser qe se las vio- lente. De aqi deduce el autor qe la papila es el primer punto en qe el mal aparece, i qe las ulceraciones (je después sobrevienen son puramente secundarias. Por lo demas no creemos necesario insistir mas en este punto en qe el autor se extiende largamente, pues qe las alteraciones de qe trata no son otras qe las qe lleva referidas en las observacio- nes qe asta aqí se an pasado en revista. Por lo qe ace a la naturaleza déla disenteria, emite algunas i- deas acerca de su fisiolojía mórvida. En primer lugar, dice qe la — 28G — alteración mas notable i constante qe se advierte después de la lesión intestinal es la injestion de los intestinos (je cree ser pre- cedida i provocada [lor ima excitación mecánica en la mucosa clijestiva. Ella, por otra parte, setjun la variedad de estímulos, pue- de determinar accidentes diversos: puede por ejemplo, en una mujer joven, determinar una emorrajia uterina i después la di- senteria; i al c )iUrario en un anciano, una emorrojia emorroidal i des|)ues la disenteria; en una persona entregada a los licores, una epálilis i en seguida la disenteria etc. Sin embargo, algunos autores opinan qe esta enfermedad tiene su oríjen en una sus- pensión de la secreción biliosa i cuticular; otros la consideran co- mo reumatismal, i no falta qienes la crean producida por la liebre intermitente; mas esta variedad de opiniones proviene da la diferencia de climas en qe an escrito : todos tienen razón, por qe, como sea dicho, esta afección depende de diferentes estí- mulos. Pasa el autor en seguida a considerar las causas especiales de esta enfermedad en Cliile i jiara ello principia por examinar la complexión de sus abitantes. En su primera edad el chileno, se- gún él, es robusto i fuerte i a los ocho o diez años es ya débil i srj estómago está jierdido, siendo raros losqe llegan a vcunte o vein- t cinco afios sin aber sufrido en los órganos de la dijestion. Atri- buye este cambio en su naturaleza al modo de alimentarse ente- ramente desordenado, ya con respecto a la calidad de sus alimen- tos, ya con relación a las oras o falta de método para comer. En cuanto a lo primero, reprueba el modo de acor el pan formado con arina las mas veces alterada, mal fermentado i cocido; el uso de la grasa qe para qitarle el olor a sebo se mezcla con ají, el uso de gran cantidad de frutas muchas veces verdes i de mala calidad, de ensaladas compuestas con aceite impuro i rancio, como lo es el qe comunmente se acostumbra; i por lin, de dulces mas o ménos pesados e imlijestosqe producen un efecto laxativo, lín cuanto a las bebidas, reprueba también el uso de la chicha i chacolí medio fermentados o picados, i el del ponche, elados, co- mo también el del mate i té mui calientes. En cuanto a lo segun- do, nota (]e los alimentos se loman sin ningún orden, pues qe se suceden unos a otros de una naturaleza peligrosa para la salud i esto sin exce|)cion de oras en circunstancias, lo qe forma una es- pecie de gula de mui mal gusto. Este desorden trae por resultado la debilidad del ('slómago i esa susceptibilidad qe es tan jeiieral, de donde proviene lo qe se llama Hato; enfermedad qe una vez contraida ])ermanece siempre por la persistencia de las causas (|e la an producido. Por otra parte, el ígado excitado por los licores u otros estimulantes, tales Gomo el mato caliente i el caklo con aji, eclia en los intestinos un Huido abundante e irritante ([e los mueve demasiado, acelera la marcha de la masa alimentaria, e impide su perfecta altera- ción ; por cuyo motivo son tan frecuentes los empachos o lieii- teriasi la susceptibilidad de la parte inferior del tubo dijestivo. Así, pues, puede decirse qe ai una predisposición a una inllama- cion o cualqiera otra lesión intestinal. Ademas de esto ai otras causas no menos poderosas qe directa- mente inlluyen contra la salud; éstas son las aceqias i pantanos qe se alian en continua putrefacción, de donde están emanando cons- tantemente gaces mefíticos e insalubres ; la disposición de las puertas i ventanas de las abitaciones, i últimamente el desabrigo en qe jeneralmente viven los niños i las mujeres. El autor entra aqí en unos detalles tan minuciosos sobre este punto, qe nos pa- rece qe reliriéndolüs se aria mui largo este resúmen, sin necesi- dad, tanto mas cuanto qe son jeneralmente reconocidos los efec- tos qe producen las causas qe se acaban de exponer. En cuanto a la curación de la disenteria, observa el autor de esta memoria qe son innumerables los sistemas qe se an presen- tado en todos los tiempos i en todos los países; qe estos sistemas ])or mui opuestos i chocantes qe sean, an tenido cual mas, cual menos una voga qe a parecido acerlos exclusivos; asi es qe se an aplicado a la curación de esta enfermedad los laxantes, astrinjen- tes, cálidos, frios, aperitivos, desumorantcs, alterantes, antiflo- jísticos, tónicos, excitantes, etc. Sin contar con otras recetas es- peciales de algunos médicos i aficionados, qe desde la aplicación al vientre de la sangre de murciélago en eataplasma, aconsejada por el empírico Marcelinns, asta la lavativa del Dr. D. Juan Blest, an llamado mas o ménos en todos tiempos la atención del públi- co. Cree sin embargo qe apesar de tantos remedios con qe se a ereido enriqecer la materia médica, la curación de esta enferme- dad se alia mui atrasada i expone el método 'qe observa en la cu- ración de las diversas clases de disenteria qe a enumerado, según los estados en qe se alia. En la disenteria aguda dice qe si es poco violenta , administra un purgante suave de maná o aceite de palma Cristi mezclado con aceite de almendras, al día siguiente un vomitivo de ipecacuana i una lavativa laxante o emoliente, prosiguiendo con estos reme- dios asta qe se disminuye la irritación local, en cuyo caso conti- nua con el vomitivo solo por la mañana i el uso de los polvos de Dower por la noche, con lo cual va cesando el pujo i las evacua- ciones se van aciendo mas i mas raras. Para el caso en <[e sobre- venga seqedad de vientre, qe puede causar una recaída, administra lavativas emolisutes o algún purgante tónico, tal como una iu- — 288 fusión de ruibarbo o la disolución de alguna sal neutra en una infusión de ouasia amara, cáscara de naranja n otra semejante, impidiendo así qe la dureza de los excrementos dañe a las cicatri- ces recien formadas en el intestino, i procurando al mismo tiem- po el completo restablecimiento del enfermo. Aconseja también las bebidas emolientes o temperantes, como la infusión de linaza, de malva, la solución de goma arábija i li- monadas o naranjadas i también las aguas de arroz, de cebada, de pan qemado, qe usa cuando ya es preciso alimentar al enfermo. Los alimentos qe])rescribe a los enfermos, tanto en esta disen- teria como en la flegmonosa, son compuestos puramente de fariná- ceos, administrados al principio con mnclia escasez i aumentados despees gradualmente, asta qe por fin les permite el uso del chocolate, del café i té con leche, de nevos frescos asados i poco, cocidos i dulces de menbrillo, limón, naranja, etc. ; les priva sí el uso de las frutas porqe éstas, siendo mal dijeridas, producen vien- tos incómodos, cólicos, i ablandan demasiado el vientre. Cuando el mal es ménos grave i consiste solo en evacuaciones con sangre, pero sin pujo, dice ser bastante para una completa cu- ración un purgante oleoso seguido de la agua de ruibarbq» En algunos casos solamente recomienda el uso del opio, porqe aunqe suspende las evacuaciones momentáneamente, suelen éstas volver con mayor fuerza i con grande exasperación nerviosa prin- cii)almente en los niños i mujeres ; por lo qe aconseja qe se ad- ministre solamente en la forma qe se alia en la preparación co- nocida con el nombre de polvos de Dower, en qe va combinado con la ipecacuana, i obra como sudorífico. No recomienda el uso de los astrinjentes porqe por lo común prolonga demasiado el mal, i le acen tomar un carácter crónico. Concluye diciendo qe esta clase de disenteria es la mas fácil de curar, pero qe es ne- cesario no cometer ningún desarreglo en la convalcscencia, porqe puede volver mui fácilmente bajo una forma mui grave i peli- grosa, i por esto aconseja qe se observe el réjimen profiláctcio qe se observaría si tuviese peor carácter. En la disenteria fleamonosa advierte qe si el mal toma este ca- rácter, debe el médico cambiar al momento de plan para atacarla con suceso. Principia por una o dos aplicaciones de sanguijuelas al vientre i en algunos casos por una o dos sangrías, para lo cual se guia ])or la violencia de los síntomas locales, i al mismo tiempo administra un purgante disuelto en un líqido mucilajinoso qe ace tomar caliente i en peqeñas dosis. A esto sigue la aiilicacion ele cataplasmas emolientes sobre las picaduras de las sanguijuelas, unturas oleosas i lavativas emolientes o laxantes. Administra las mismas bebidas qe en la disenteria aguda i recomienda una mui — 289 — buen aunqe los enfermos la repugnan mui luego, la cual se com- pone de dos libras de agua, seis claras de uevo, onza i media dé azúcar i la suficiente agua de azahar. Al dia siguiente continua el purgante o en su lugar da un vomitivo por cucharadas, cada me- dia ora, asta determinar ánsias i no vómitos, siguiendo con el vomitivo, así como con los purgantes, por tres o cuatro dias o mas asta la diminución de los accidentes. En algunos casos, cuando teme la supuración emplea el calo- melano, ya solo, ya acompañado con opio o ipecacuana, en altas dósis para obtener pronto la salivación, algunas veces con friccio- nes al vientre de una o dos onzas de untura mercurial. Luego qe aparece la salivación vuelve a los purgantes combinados con alguna infusión tónica, o receta la agua de ruibarbo en dósis pur- gantes, asta reconocer qe el mal a cedido, lo qe se indica por el pulso qe se pone mas grande i blando ; por la menor sensibilidad del vientre i por las evacuaciones qe son mas copiosas i ménos frecuentes i sangrientas. Cesando este período inflamatorio i volviendo la disenteria a su estado agudo simple o amenazando pasar al estado crónico, pro- sigue atacándola con los polvos de Dower i los astrinjentes. Asta aqí solo considera el mal en su principio, pero cuando aparecen los síntomas tifoides, de manera qe ya existe la supura- ción o la gangrena, o qe sean tan eminentes qe no den tiempo a qe obre el mercurio, recurre a otros remedios mas eficaces, tales como el nitrato de plata, el sulfato de fierro, el ioduro de fierro i los administra en píldoras echas en una solución concentrada de alcanfor, opio i goma arábiga, las cuales deben tener un cuarto de grano de las tres principales sustancias; tomando el enformo una de ellas cada tres o cuatro oras i aumentándolas en seguida o dis- minuyéndolas según sus efectos. Ayuda estas píldoras con lava- tivas compuestas de las mismas sustancias o creosota en una so- lución de goma , alternándolas con las de infusión de café , de rosas , de vino agua'do o de agua de malvas o linaza con un poco de agrio de limón , de opio o de bella dona. Con es- tos remedios cesa la gangrena ; pero como todavía permanece el intestino grueso inchado, es preciso para acerlo volver a su estado normal, mantener las secreciones mórbidas producidas en su ca- vidad i entonar al mismo tiempo el individuo, i para ello emplea los purgantes ya descritos unidos a los tónicos, junto con un ali- mento delgado i sustancioso ; i cuando ya es necesario suspender las evacuaciones, por denotar la cicatrización de las úlceras pasa a los astrinjentes como en los casos anteriores. Ace aqi el autor una larga explicación fisiolójica del modo de obrar de estos medicamentos: en ella se refiere a algunos escrito- 39 290 res qe a tenida por maestros i a lo qe por si mismo a observado. Su objeto es, al administrar el purgante, evacuar los intestinos de los excrementos qe pueden irritarlos ; i conio también es preciso disipar la conjestion de los vasos mesentéricos i destruir la in- llamaciou de la mucosa, úsalos vomitivos i con el mismo objeto las lavativas laxantes. Reducida ya la inflamación, os necesario sus- pender el Ilujo, qe, si persiste todavia, es solo producido por la flojedad de los tejidosqe an perdido su elasticidad i para esto em- plena los tónicos. Los opiados qe obran del centro a la circunfe- rencia atacan la conjestion central, i por último los astrinjentes aseguran la curación i restituyen al intestino su elasticidad pri- mera. Entre los purgantes da preferencia al calomelano, porqe reúne los modos mas eficaces de atacar el mal, aumentando las secre- ciones intestinales i excitando al mismo tiempo el ígado, las glán- dulas salivares i el cutis. El objeto con qe emplea el nitrato de plata, el sulfato i ioduro de fierro, etc., en la forma tifoide es para concentrar el mal en la membrana mucosa i qitarle su carácter de espansion facilitando mucho la supuración qe es tan ventajosa para contener la infla- mación en sus límites primitivos; i para inpedir la reacción qe jmdiera sobrevenir, i disminuir los dolores i el pujo ocasionados por las lavativas de nitrato de plata, etc., administra luego las de opio o belladona. En la disenteria crónica, ya sea producida por la aguda, ya por la llegmonosa, ya aya aparecido do repente, aconseja el autor los mismos medicamentos qe acaba de esponer aplicados al último pe- ríodo, es decir, a la supuración o gangrena, pero sí en dosis adecua- das a la violencia del mal i a las fuerzas del paciente. Además si después solo ai debilidad i supersecrecion recomienda como medi- cinas mui ventajosas las preparaciones de nuez vómica de Strich- lúna combinadas con el láudano, o las limonadas sulfúricas o ní- tricas, combinadas también con los opiados, como igualmente los bálsamos de tolu, copaiba i el agua de alqitran, alternando unos u otros con un purgante i un vomitivo dado de tiempo en tiempo para mantener el vientre arreglado; i los vomitivos principalmente para cuando ai mala dijestion o sobrevienen dolores llatulentos. Si ai seqedad en el vientre se deben usar lavativas de infusión do manzanilla o de corteza de cidra con aceite de comer o de palma Cristi con un poco de jabón u otra semejante. Si ai evacuaciones se remediarán tomando el enfermo la cresa preparada, el subnitrato de bistmulo, las decocciones de campeche, de qina, de simaruba de cáscara de granada, o la solución de extracto de ratania, etc., lavativas de agua de cal i tintura de opio. En cuanto a los ali- — 291 — meatos, reprueba en este caso los farináceos qe ántes a recomen- dado para los otros i prefiere el uso de la carne cocida i sustan- ciosa, el vino añejo, la buena cerveza inglesa, tomado todo esto en mui peqena cantidad. l’ara la dúenlcria emorroidal prescribe al principio un purgan- te i uno o dos vomitivos i después según la constitución del pa- ciente, sangrias derivativas al brazo, de una o dos onzas; o sangui- juelas debajo de los brazos, después de lo cual puede atacarse el guimal sin temor con lavativas de nitrato de plata seguidas de otras de agua blanca o agua de cal en agua de arroz o de linaza con al- gunas gotas de tintura de opio o de belladona. Suele suceder qe a algunas personas a consecuencia de las ayudas excitantes, sobre- Aiene un estado de inflamación, pero ésta desaparece por medio de lavativas emolientes. Durante esta curación el alimento debe ser escaso como en la disenteria aguda i deben continuarse la dieta i los remedios por algún tiempo después para evitar las re- caídas. Ademas de los medicamentos indicados, expone la curación profdáciica qe debe observarse en esta enfermedad. Los enfer- mos atacados de cualqiera clase de disenteria usar deben por al- giin tiempo camisetas! calzoncillos de franela de lana o de ¡algo- don; no exponerse al frío o al sereno de la noche sin estar bien abrigados; tener mucho arreglo en las comidas i almuerzos qe de- ben componerse de manjares lijcros i bien cocidos; abstenerse de los licores ácidos i mal fermentados como son la chicha i el chacolí, del té i del mate mui calientes; no comer nunca entre la comida i el almuerzo ni por la noche, principalmente en el verano; i por último no abitar en lugares próximos a pantanos o aceqias inmundas. Sobre la curación de la disenteria ew sus complicaciones no se detiene el autor de esta memoria por ser una materia demasiado larga qe puede encontrar su lugar cuando se trate de cada una de las enfermedades de qe se suele acompañar. Observa sin em- bargo, aun qe de lijera, qe los remedios qe lleva indicados modifi- cándolos según las circunstancias, son los qe pueden producir los mejores resultados. Aqí concluye el autor pidiendo se le disculpen los defectos qe puedan notarse en su escrito, producido solo por el deseo de co- rresponder al llamamiento echo por la nueva Universidad a todos los facultativos sobre investigaciones tan importantes para la ciencia. — 292 — 6. RESUMEN de lu Memoria iiiiiiiero 3. La Memoria núm. 3, después de uii preámbulo eu qe su autor trata de manifestar qe la medicina es una ciencia qe emana de principios jenerales deducidos de verdades compiladas, i ([e la di- senteria es una de aqellas partes de esta ciencia qe a sido consi- derada de un modo mas variado, por la diversidad de aspectos qe en todos tiempos a presentado, pasa a describir esta enferme- dad enumerando los síntomas qe la preceden i aconq)añan hasta su terminación. Ai principio, según él, siente el enfermo algunos dolores en el vientre, dispepcia, mal gusto en la boca i a veces estipticidad. A- parecen después evacuaciones desde luego poco frecuentes i na- turales, i después mas repetidas i líqidas mezcladas con sangre; i prosigue describiendo uno a uno todos los demas síntomas qe ya se an visto en las memorias anteriores; con la diferencia qe reconoce una especie de disenteria mas benigna cuando las eva- cuaciones no pasan de.ocho al dia i son rnénos fétidas i desna- turalizadas, la cual puede después de algunos dias tomar nna marcha aguda i grave, o lenta i lijera, i termina la descripción de los síntomas disentéricos con esta conclusión. « Es pues evidente qe el cuadro sintomático de la disenteria se » nos presenta bajo mil distintas formas; en unas con intensa fie- » bre, en otras sin ella; en éstas con evacuaciones en gran nú- » mero i sanguíneas, en aqellas con escasas deposiciones i no de » mal aspecto; ora el organismo todo se conmueve, ora ninguna » parte toma en la conmoción.» De aqí deduce qe es necesario establecer diferencias i varieda- des qe merecen una atención separada, para lo cual es indispen- sable asegurarse del principio o causa a qe debe su oríjen el mal. Ablando en seguida de la teoría de esta enfermedad, encuentra el autor de esta memoria una gran diferencia entre la disenteria de Europa i la de Cbile; pues qe aqella, según la describen los auto- res, es comunmente el efecto de una relajación bitestinal o de una postración de las fuerzas vitales, qe mas bien puede considerarse como una diarrea grave, mientras qe en Chile se presenta bajo otro aspecto mui distinto, tanto por su frecuencia como por su — 293 — malignidad; i de esto infiero qc en este pais deben reconocérseles causas locales, constantes i de una decidida enerjía, asi como las reconocen el tifo icteródes en Vera-Cruz, la Plica en Polonia i las intermitentes en el Perú. Las causas a qe atribuye la frecuencia i malignidad de la di- senteria en Chile son: l.“ los cambios repentinos de atmósfi;ra qe producencontínuas excitaciones en el órgano cutáneo qesimpatica- mente se trasmiten al tubo intestinal, comunicándole un aumen- to de nutrición qe constituye una verdadera irritación fisiolójica : 2.0 la sustracción de la enerjía de los intestinos qe por conse- cuencia de los calores de la estación es llamada a la periferie del cuerpo, la cual da lugar a indijestiones, acedías, etc.: 3." El frió qe en el verano se sucede por la noche a los calores del dia reduce a los intestinos a un grado de espasmo a qe seguirá la a- tonía, puesto qe no ai fuerzas para una cabal reacción: 4.® el u- so qe en dicha estación se ace de multitud de frutas (las mas de ellas impropias para la asimilación animal en el estado valetudi- nario de los intestinos por consecuencia de las causas atmosféricas ántcs enunciadas) qe no pueden ser elaboradas completamente i obran como cuerpos estraños produciendo irritaciones intestina- les: 5.'’ el desarrollo de los miasmas pútridos qe en la estación del verano ])roducen las aguas encharcadas i los restos de ma- terias animales i vejetales qe se alian en fermentación en todos los puntos de la capital, principalmente en los arrabales qe la ro- dean. Esta última causa a dado lugar muchas veces a mortales disenterias, i los anales de la medicina están llenos de echos de esta naturaleza. Por consecuencia de algunas de estas causas o de todas ellas reunidas sobrevienen al tubo intestinal, principalmente al colon, irritaciones morbosas, qe alteran su movimiento peristáltico, qe acen desprender demasiadas mucosidades i con ellas mas o me- nos sangre; no ai contractibilidad normal en el esfínter del ano, i de aqí las evacuaciones continuas de materiales diversos i la par- ticipación del organismo entero en el sufrimiento de aqellas partes manifestadas por síntomas de fiebre i de afecciones en el estóma- go i aun en la vejiga. De aqi también las varias formas en qe aparece la disenteria: unas veces es gastro-mesentérica, otras biliosa, otras intlamato- ria%otras nerviosa tifoidea; sucediendo otras qe si el organismo se alia bajo la influencia de causas prediponentes a estas afeccio- nes, la disenteria se combine con ellas i determine una compli- cación gastro -mesentérica-bilio-inflamatoria-tifoidea. La disenteria en Chile, según esta memoria, es por lo común de una índole inflamatoria, i se reconoce por la fuerza del tenes- mo, por lo sanguíneo de las deposiciones, por la sensibilidad dolo- rosa del abdóiiieu i por la luerza del pulso. Su niartlia suele ser aguda i funesta, pues suele aparecer la grangrena en la mucosa intestinal qe luego sale mezclada con las evacuaciones. Prosigue el autor en la indicación de los síntomas qe caracterizan las di- senterias gastro-mesentérica, biliosa i til'oida, i pasa a varias con- sideraciones para fundar su opinión de qe la disenteria no es es- pecílica en Cliile i qe tampoco es de carácter contajioso. La disenteria de t;ste pais dice ser igual a la qe se conoce en o- tras partes en qe se an observado epidemias de ella, i según el testimuniü de mucbos autores, siempre an sido precedidas de las mismas causas, i an obrado las mismas circunstancias, i an cesado luego qe éstas an desaparecido. Observa qe si en la capital es tan frecuente esta enfermedad es por qe siempre subsisten estas causas, i para probarlo cita por e- jemplo lo (je actualmente sucede. En la jente de clase, por las comodidades i la sobriedad en qe vive, raros son los casos de disenteria, al paso qe entre los pobres e infelices del pueblo ace es- tragos espantosos; i la razón es porqe aun qe los priiueros están como los demas sujetos a las mismas inlluencias atmosféricas, en los últimos obra particularmente como causa tópica sobre el con- ducto intestinal la mala calidad de sus alimentos i bebidas, ma- yormente cuando ai exceso en ellas. A esto se agrega el mayor desprendimiento de miasmas deletéreos en los arrabales de la ciudad, debido a la scqedad del año, (jc no puede ser una causa ménos poderosa [)ara la jeneralidad de la disenteria entre los in- felices qe los abitan. No cree insostenible qe la disenteria pueda comunicarse por contajio; pero al ménos tiene por indudable qe'se estiende por infección, pues qe abiendo predisposición, puede ser suficiente la mas leve causa para producirla, como se nota cuando aparecen ciertas disenterias intensas qe en breves momentos destruyen el organismo mas robusto i presentan fenómenos iguales a los qe se observan en el tifo. La ¡iresencia de muclios enfermos puede causar una alteración en la atmósfera cajiaz de ¡iroducir la misma enfermedad; i si esta infección no es suficiente para causar la di- senteria, lo es al ménos ])ara predisponer a ella. En cuanto al tratamiento, dice qe el ¡ironóstico debe ser siem- pre reservado, aunqe el caso sea de poca consideración, por cuan- to esta enfermedad tiende a prolongarse i a tomar mayor intensi- dad, principalmente en las personas de mal estado constitucional en qe casi siempre termina por la muerte. La disenteria debe ser combatida según el carácter con qe se presenta ; i por esto es qe no puede aber un plan curativo jeneral m - i menos medicamentos específicos qe surtan buen efecto invaria- blemente. Las indicaciones qe ace el autor respecto del mé- todo qe observa en la curación de esta enfermedad son las si- guientes : Si la disenteria proviene o es sostenida por una causa saburro- sa o biliosa situada en las primeras vias, i si ai una calentura a- náloga a dichas causas, deben usar los eméticos i purgantes, |>re- liriendo entre los primeros la ipecacuana, de la cual aconseja qe se aga cocimiento de una dracma en cuatro onzas de líqido i se tome nna onza cada ora, consiguiéndose con esto desembarazar las pri- meras vias i aun aniqilar la causa determinante. Mas si ésta re- sidiese en el bajo vientre se emplearán los laxantes sub-ácidos, principalmente si el gastricismo es bilioso o si ai dejeneracion en los umores gastro-intestinales. Para este fin receta diez gra- nos de acido tartárico, una dracma de sulfato de potasa o de magnesia con medio escrúpulo de nitrato de potasa por toma, la qe se repite asta seis veces en las veinticuatro oras. En la disenteria inllamatoria, qe es la mas común, solo aconse- ja la sangria cuando aluna plétora mui declarada, pues de lo contrario, no sanando el enfermo, podría sobrevenirle un colapso mas temible qe la misma disenteria. En tal caso son buenos los baños atemperantes de todo el cuerpo i sanguijuelas al derredor del ano;- tomando ademas seis onzas de emulsión simple con dos de' áéeite de i)alma i algunas gotas de láudano. Si apesar de esta medicina persiste la enfermedad en el mismo estado, se apelará al mercurio asta producir una infección mercurial, lo qe se con- sigue con una dracma mas o ménos en las 2'r oras, según la sus- ceptibilidad del paciente; Es ventajoso acompañar al mercurio el nitrato de potasa por sus virtudes sedantes i resolutivas, pero en repetidas i no en gruesas dosis. Sin embargo, cuando el mal parece invadir la vejiga debe darse en dosis progresivamente ma- yores. Si apareciere la gangrena debe cesar esta série de medicamen- tos i reemplazarse por bebidas demulcentes anodinas i algún oleoso, i el nitrato de plata en cortas dosis interiormente i en la- vativas. En la disenteria qe llama nervosa o tifoidea debe adoptarse un plan tónico i lijeramente estimulante, i para ello aconseja la infusión de sirnaruba a pasto alternada con algún ácido. Las j)íIdo- ras del electuario Catechu o la disolución de éste en el cocimien- to blanco de Sydenam son medicamentos excelentes cuando la di- senteria es sostenida por relajación intestinal. Después de las indicaciones qe a echo del uso de los antiflojísti- eos, oleosos, demulcentes, del mercurio de los tónicos i de los m - astrinjentos, pasa a ablar de los narcóticos i de los especílicos. Entre los primeros coloca el opio recomendado por muchos autores jiara la curación de esta enfermedad, pero cree qe no debe administrarse indistintamente i exceptuarse los casos en qe la di- senteria sea biliosa o inllamatoria ; i)rescribiendo qe se dé en cor- tas dosis combinado con los oleosos, los demulcentes i con el mer- curio i ([e sienq)re se dé con la ipecuacana, ya sea como emético, ya en ])íldoras mezclada con alcanfor, ya en lavativas. Entre los especílicos pone la ipecacuana, aunqe según su opi- nión no la considera como un antidisentérico reconocido, a lo qe muchos se inclinan qizas por no conocer su modo de obrar. Aun- qe algunos dicen qe la i[)ecuacana posee ademas de las propieda- des eméticas, las excitantes i tónicas, él asegura (|e nunca produ- ce buen efecto en las disenterias agudas i (lojísticas i qe debe pre- ferirse para estos casos el mercurio, el nitrato de potasa, el fos- fato de soda i los oleosos. Aconseja sin embargóla ipecacuana en infusión acompañada de láudano para aniqilar su propiedad excitante, cuando la disente- ria provenga de embarazo estomacal, o de una bilis deteriorada o extravasada, ya sea efecto de una gastromesenteria, ya sea qe esté solamente acompañada de ella. Asi se limpian las primeras vias i se alimenta el movimiento ¡leristáltico intestinal. En cuanto a las lavativas opina qe deben ocupar un lugar im- portante en la curación de la disenteria, pues qe se contraen di- rectamente a los órganos afectados. Eos emolientes i anodinos calman la excesiva irritabilidad, embotan la sensibilidad, dismi- nuyen el tenesmo, cubriendo como con un barniz cierta porción del intestino. Debiendo esperarse los mejores resultados de las lavativas, deben usarse en ellas las medicinas mas propias para la curación del mal. Son pues importantes el ojiio, el alcanfor, la ipecacuana; i cuando ai ulceración o principio de gangrena el ni- trato de plata i otros anticépticos. Concluye el autor de esta memoria diciendo i[e el deseo de ver llorecer en Chile el estudio de las ciencias médicas le a impelido a jiresentarla a la aprobación de la universidad, aunqe con descon- fianza, por no ser fruto de un talento superior i de una antigua i aprovechada práctica. — 297 — 7. MEMORIA la coiiTciiiencia i olijetoH de un congreso Jeiicral ameri- cano, leída ante la facultad de leyes de la Universidad de l'liilc para obtener el grado de licenciado, por J. U. .Ulberdi, abogado cu In Uepública del Uriiguai. Los congresos jeaerales, a dicho el abate De-Pradt, son en materias políticas, lo qe las juntas de rnédieos en la curación de las enfermedades. Sus dictámenes pueden carecer de eficacia i a- cierto; pero su reunión supone siempre la presencia de un mal. Un mal estar social i político allije efectivamente a los pueblos de Sud-Atnérica desde qe disuelto el antiguo edificio de su vida jenera), trabajan i conspiran por el establecimiento del qe debe sucederle. Todos sienten qe las cosas no están como deben estar: una necesidad vaga de mejor orden de cosas se ace esperimentar en todos los espíritus. Exuberantes de juventud i fuerzas de vita- lidad, dotados de una compleccion sana i vigorosa, nuestros pue- blos abrigan necesariamente la esperanza de su curación en el mal de qe sesienten poseídos. Eaqí, señores, la situación i espíritu qe an excitado constantemente a los pueblos de Sud-América des- de el principio de su emancipación a ablar de la convocación de un congreso jeneral o continental: i a fé señores qe los pueblos de Sud-América no se eqivocan cuando llevan su vista a este mé- dio curativo de sus padecimientos. Una enfermedad social los a- llije. Este echo es real. Las naciones no están sujetas a esas do- lencias nerviosas qe a veces acen sentir males qe no existen. Los pueblos ambicionan salir de este estado i a fé, señores, qe tienen razón. Ellos se lijan en la necesidad de una gran junta medical, de un congreso organizador continental, como en uno de los me- dios de arribar al fin deseado, i es mi creencia, señores, qe tam- poco se eqivocan en este punto. Los Estados Americanos no piensan; ni an pensado jamas, qe la reunión de una asamblea se- mejante pueda ser capaz de sacarlos jior sus solos trabajos del es- tado en qe se encuentran: pero creen qe entre los muchos me- dios de susceptible aplicación a la estirpacion de los males de ca- rácter jeneral, uno de los mas eficaces puede ser la reunión de la América en un punto i en un momento dados para darse cuenta de su situación jeneral , de sus dolencias i de los medios qe en la asociación de sus esfuerzos pudieran encontrarse para cambiarla en un sentido ventajoso. 38 — 298 En otra situación, no menos grav e qe la presente, en la qe el peligro venia de otra parte, un onibre de instinto superior, seño- res, el jeneral Colivar fue asaltado de este grandioso peiisamieti- to, i el congreso de Panamá no demoró en verse instala- do. El remedio abia sido excelente, pero su aplicación vino ex- tenqmráneamente, i)or(ie el mal se abia retirado por sí mismo. El mal de entonces l'ué la usurpación americana ejecutada por la Europa. Desde qe vencida por nuestras armas, desistió seriamen- te del pensamiento de dominarnos, dejó de existir por ese misino echo el mal cuya probable repetición abia dado oríjen a la con\o- cacion del congreso de Panamá. El congreso se disidvió sin dejar resultados, por qe el gran resultado qe debia nacer de él, se obró espontáneamente. Bolívar, señores, no fue un simple [lueta, ni un ))oeta Copista del poeta de pedir un congreso de todos los pueblos de América. En ello, por el contrario, se mostró ombre de Estado, i político orijinal: no siempre lo grandioso es del domi- nio de la uto|)ia: nada mas grandioso qe la libertad, i ella entre tanto es un echo qe se realiza en inucbas partes. Un lilósofo, se- ñores, un ombre qe piensa i qe no obra, qiero nombrar al abate de Saint Pierre, por ejemplo, puede ser un utopista; pero un om- bre de espada, un ombre de acción, es lo qe puede aber mas po- sitivo i ¡iráctico en la vida. De este jénero de oinbrcs era el jene- ral Bolívar: nadie ménos qe él pudo ser tratado de utopista; por la razón de qe es el ombre eje mas ecbos positivos nos a dejado en América. I el qe a vencido grandes resistencias es justamente, señores, el mas acreedor a ser considerado como conocedor de los medios i posibilidad de vencerlas. Ai utopistas negativos, seño- res, como los ai dogmáticos, i esos sen los espíritus escépticos, o mejor diré los espíritus sin vista. Si ai visionarios (je ven lo qe no existe, los ai también qe no ven lo qe todo el mundo toca: i no es la ménos solemne de las utojiias la (je afirma qe es inqiosible la realización de un echo considerado practicable j)or el jénio mis- mo de la acción i por el buen sentido de los pueblos. Bolívar fué también orijinal en su pensamiento, pues la América del Sud o- frece tal omojeneidad en sus elementos orgánicos i tales medios para la ejecución de un |)lan de jiolítica jeneral; de tal modo es adecuado para ella el pensamiento de un orden político continen- tal, qe si no temiésemos violar la cronolojía de los grandes om- bres, mas bien diriamos qe Bolívar fue copiado por Napoleón, lU- chelieu i Enriqe IV. E a(|í, señores, los oinbres qe como Bolívar an pensado i propendido a la centralización continental del mo- vimiento jvelítico: todos ellos son oudires de acción, esjiíritus po- sitivos, grandes consumadores de ecbos. Como ombres de tacto, nunca se infatuaron con la presuntuosa creencia de (¡c lleva- rian a cabo lo qe empezaban i concebian: ellos no prometían dar acabado el trabajo concebido. El gran ombre sabe qe los grandes ecbos se com|)letan por los siglos: él emprende i lega a sus iguales la continuación de la obra. Asi el pueblo americano, gran empi- rista, sino gran pensador, acepta el pensamiento de su asociación continental, i convoca un congreso, no [>ara qe lo organizo de un golpe de mano, sino para qe al ménos dé un paso en la ejecución de este gran trabajo, qe debe durar como la vida de sus graduales i lentos adelantos. La sínodo o carta orgánica qe salga de sus ma- nos no será lei viva desde 'la ora de su promulgación: pero será una carta náutica qe marqe el derrotero qe deba seguir la nave común para surcar el mar grandioso del porvenir. La Asamblea jeneral i la Convención francesas icieron constituciones: ¿Qé son oi dia esos trabajos? No son leyes vijentes, ciertamente: pero son tipos ideales de organismo social ácia cuya ejecución marcha el pueblo a pasos lentos; son la luz qe alumbra a las oposiciones libe- rales, el término a qe se dirijen todos los conatos i anelos del pais: son esperanza de un bien qe el tienq)0 convertirá en realidad. ¿Se cree de buena fé qe nuestras constituciones republicanas promul- gadas en América, sean en realidad ni puedan ser otra cosa por aora qe esperanzas i ¡>romesas, de un orden qe solo tendrá liel realidad en lo futuro? Pues también la América qiere tener escrito i consagrado el programa de su futura existencia con- tinental. Aun cuando el deseado congreso no trajese otro resultado qe éste, él no abria sido infructuosamente convo- cado. Este pensamiento tiene adversarios, i los tiene entre ombres dignos i corazones onrrados. Los ai qe le combaten como un me- dio temible qe los gobiernos tiránicos pudieran emplear para a- íianzarse mutuamente, en perjuicio de los pueblos qe mandan. Estos ombres merecen aplauso por su nobilísimo celo a favor de la libertad. Pero si aceptásemos sus temores, seria necesario te- nerlos también por todos los establecimientos de orden político, desde luego qe no ai uno solo de ellos de qe no pueda acerse ¡uso funesto en perjuicio de los pueblos: las mismas cámaras lejislati- vas, el jurado, serian en tal caso objetos de sospecha i temor, des- de luego qe son susccjitibles de convertirse en instrumentos de opresión i despotismo político, como vemos qe sucede en ciertos estados. Otros combaten el Congreso continental suponiendo qe no po- drá ser sino reproducción literal dcl de Panamá. I a fé, señores, qe no se engañan si en efecto sea de reunir ese Congreso para jiactar medios de resistir a una agresión externa, qe no viene ni vendrá para la An;érica. Pero es posible asegurar qe el ve- — 300 — nidoro Congreso tendrá nuii distintos fines (je el de Piinanuá, (iensnran otros con es|)ecialidad lo intein|teííivo (je l'nera su convocatoria en la época |)resente, i yo eslaria |»or este modo de ver, si se me designase cuál olrosi'iia el momento mas oi)ortimo de su reunión, i cuándo i con (jé motivo deberá llegar ese instante. Otros, en fin, le son adversarios, i)or(je no ven los objetos (je pudieran ser asunto de las deliberaciones de tal Congreso : i cier- tamente (je su disentimiento no juiede ser mas excusable, jnies ¿(jién junlria estar |)or la reunión de una asamblea (je no tuvie- se |)or(|é ni jiara (jé reunirse? Pero a mi vor, son esttis justamen- te los (je mas se e(|ivocan en su ojiosicion, i cuyo error merece ser contestado con anticijiacion a los en (je incuria'n los otros ojiositores ; juies con solo dar a conocer los objetos de interés americano, (je juidieran ser justo motivo jiara la convocatoria de una asamblea continental, se consigue desvanecer en gran jiarle las objeciones de temor e incertidumbre (je se ojionen a su reali- zación. l'In vista de esto, señores , yo me ocujvaré sucesivamente: I.® de numerar los objetos e intereses (je deberán ser materia de las decisiones del Congreso : 2." De acor ver las conveniencias ac- cesorias (je una reunión senu'jante traería a cada uno de los jme- Mos de América (je concurriesen a ella : i 3." de relutar las ob- jeciones (je se an echo sobre los jieligros e inconvenientes, (je se seguirian de ella. Colocaré a la cabeza de los objetos de deliberación el arreglo de limites territoriales entre los nuevos Pistados. Este asunto tie- ne mas imjxu tancia de la (je descubre a jirimera vista. Esta imjior- tancia no reside precisamente en la mayor o menor j)orcion de territorio (je deba adjudicarse a los estados (j(* contienden sobre esta materia. En este jiunto el jiaño es abundante en América, i la tijera del congreso puede retasear fragmentos mas grandes ipí', en laépoca en qe (1792) poseedores los Estados-Unidos de la |)arte suj)erior de este rio i su orilla iz- (jierda, la España era dueña de la boca i árnbas riveras inferiores. No abria razón pues, para qe la América del Sud, no consagre esta misma doctrina en sus leyes de navegación mediterránea, lilla debe dar absoluto acceso al trálico naval de sus rios, en fa- vor de toda bandera Americana ; i con cortas limitaciones, de cualesqiera otras banderas, sin exclusión. La frecuencia de la Eu- ropa en nuestras costas marítimas a sido benéfica para la pros- peridad americana; por qe no lo seria también su internación por el veículo de nuestros rios? Yo veo todavia en nuestros corazones fuertes reliqias de la aversión con qe nuestros dominadores [lasa- dos nos icieron ver el ingreso de la Europa en el seno de nuestro continente monopolizado jior ellos: proibiciones odiosasestableci- das en oprobio nuestro i para jirovecho del tráfico jieninsular, qere- mos mantenerlas como leyes eternas de nuestro derecho de jentes privado. Con violación de estas máximas el Paraguai a cajitura- do en años anteriores una nave americana, qe, con jirocedencia del Bermejo, acia un viaje de exploración científica por las aguas del Paraguai en qe desagua aqel rio. El congreso jeneral deberá decidir si actos de esta naturaleza ayan de repetirse iinjiunemen- );e en la navegación futura de los rios americanos. — 30o — En cuanto a la navegación de los mares americanos, por las marinas de América, convendrá también qe se adopten medidas de aplicación continental, capaces de excitar la prosperidad i au- mento de nuestra marina naval. Este punto conduce a otro de los serios asuntos de qe deba ocuparse el congreso americano; el derecho internacional mercantil. E aqí el grave interes qe debe absorver el presente i el porvenir de la América por largo tiempo: el comercio consigo mismo i con el mundo trasatlántico. A su protección, desarrollo i salvaguardia, es qe deben ceder las ligas, los congresos, las uniones americanas en lo futuro. Antes de 1825 la causa americana estaba representada por el principio de su in- dependencia territorial: conqistado ese echo, oi se representa por los intereses de su comercio i prosperidad material. La actual causa de América es la causa de su población, de su riqeza, de su civilización i provisión de rutas, de su marina, de su industria i comercio. Ya la Europa no piensa en conqistar nuestros territo- rios desiertos; lo qe qiere arrebatarnos es el comercio, la indus- tria, para plantar en vez de ellos su comercio, su industria de ella: sus armas son sus fábricas, su marina, no les cañones: las nues- tras deben ser las aduanas, las tarifas, no los soldados. A- liar las tarifas, aliar las aduanas, e aqí el gran medio de re- sistencia americana. A la sania alianza de las monarqias mi- niares de la Europa, cjizo Bolívar oponer la sania alianza de las Repúblicas americanas, i convocó a este íin el congre- so de Panamá. Señores, las oposición entre las dos alianzas san- tas a desaparecido. No es el programa de Panamá el qe debe ocu- par el congreso; no es la liga militar de nuestro continente, no es la centralización de sus armas lo qe es llamado a organizar esta vez. Los intereses de América an cambiado: sus enemigos polí- ticos án desaparecido. No se trata de renovar puerilmente los vo- tos de nuestra i)rimera época guerrera. La época política i mili- tar an pasado: la an sucedido los tien.pos de las empresas mate- riales, del comercio, de la industria i riqezas. Se a convenido en (|e es menester empezar por aqí para concluir por la completa rea- lización de las sublimes promesas de órgano político contenidas en los programas de la revolución. El nuevo congreso, pues, iro será ])olítico sino accesoriamente: su carácter distintivo será el de un congreso comercial i marítimo, como el celebrado modernamente en Yiena, Slullgarl, con ocasión de la centralización aduanera de la Alemania. El mal qe la gran junta curativa es llamada a tomar bajo su tratamiento no es mal de opresión extranjera, sino mal de pobreza, de despoblación, de atrazo i miseria. Los actuales ene- migos de la América están abrigados dentro de ella misma; son sus desiertos sin rutas, sus rios esclavizados i no explorados; sus 39 — 306 — costas despobladas por el veneno de las restricciones mez(|inaSr la anarqia de sus aduanas i tarifas; la ausencia del ciédito, es de- cir, de la riqeza artificial i especulativa, como medio de producir la riqeza positiva i real. E aqí los grandes enemigos de la Amé- rica, contra los qe el nuevo congreso tiene qe concertar medidas de combate i persecusion a muerte. La unión continental de comercio debe, pues, comprender la uniformidad aduanera, organizándose poco mas o menos sobre el pie de la qe a dado principio, después de 1830, en Alemania i tiende a volverse a europea. En ella debe com|)renderse la aboli- ción de las aduanas interiores, ya sean provinciales, ya nacionales, dejando solamente en |)ié la aduana marítima o exterior. Acer de estatuto americano i permanente, la uniformidad de monedas, de pesos i medidas qe emos eredado de la España. La Alemania está ufana de aber conseguido uniformar estos intereses, cuya anarqia acia casi im¡)osible el progreso de su comercio. Nosotros qe tene- mos la dicha de poseerla en plata i arraigada a nuestros antiguo» usos, cuantos esfuerzos no deberemos acer para mantener per- petua e invariable su benéfica estabilidad. Uejid os todos nuestros estados por un mismo derecho comer- cial, se alian ei» la posición única i soberanamente feliz de mant(>- ner i acer del todo extensivas al continente las formalidades do talidez i ejecución de las letras i vales de comercio. Establecien- do un timbre i oficinas con rejistros continentales, las letras i va- les vendrían a tener la importancia de un pa|)el moneda ame- ricano i jeneral, i por este medio, se echarla cimientos a la crea- ción de un banco i de un crédito público continentales. La misma jeneralidad podiá darse a la validez i autetididad de los docu- mentos i sentencias ejecutoriadas; a los instrumentos probatorios de orden civil i penal, rejistrados en oficinas espeídalmente con- sagradas al otorgamiento de los actos de autenticidad continental. Las formalidades preparatorias i de comprobación cxijidas para entrar en el ejercicio de las profesiones científicas e industriales, es otro de los objetos qe debe arreglar el congreso .americano. La uniformidad de nuestra lengua, leyes, creencias i usos, ace qe la competencia para el ejercicio de ciertas ciencias i materias, sea de suyo americana. En casos semejantes no debe s<^guirse en nuestros estados la práctica adoptada por los pueblos de Europa distintos respectivamente en lengua, leyes, creencias relijiosas i políticas, usos, etc. Será suficiente con qe se adopte el número de pruebas qe aga indispensable la necesidad de poseer aqella parle en qe la ciencia o profesión se aya localizado. Así la centraliza- ción universitaria en ciencias morales i filosóficas es un echo qe en América del Sud no presenta una ejecución imposible; i es fá- — 307 — cil ver de cuanto estímulo no servirla a los jóvenes enlas voca- ciones científicas i profesionales, la idea de qe un grado expedido en cualqiera universidad de un estado americano, les acia pro- fesor en diez repúblicas. Los invento» cientííicos, la producción literaria, las aplicacio- nes de industria importadas, recibirían un impulso grandioso, desde luego qe un congreso americano concediese garantías al autor de un invento, un escrito o publicación útil del ejercicio ex- clusivo de su privilejio en todos los estados de Sud América, con tul qe a todos estendiese su práctica. No es este uno de los ménos importantes objetos qe el congreso jeneral tendría qe tratar. La construcción de un vasto sistema de caminos internaciona- les a expensas recíprocas, qe trazados sobre datos modernos, concillen la economía, la prontitud i todas las nuevas exijencias del réjimen de comunicación i rose interior: la posta exterior o • de estado a estado, consecuencia precisa del establecimiento de nuevos vínculos e intereses jenerales, sometida a un impuesto ú- nico i continental: e aqí dos objetos mas dignos de particular a- tencion por parte del congreso. La extradición criminal civil ; única extradición admisible eu virtud de la universalidad de la justicia i del crimen civiles. Qe el qe asesina en el Plata, sea aorcado en el Orinoco : nada mas bello qe este vasto reinado de la justicia criminal. Pero es nece- sario abolir para siempre en nombre de la libertad política, la ex- tradición de los qe son acusados por el sofisma de partido civil político, como culpables de delitos de lesa patria : por la inviola- bilidad del asilo político, cada estado a de poder ser tribuna de oposición i censura inviolables de los demas :‘esta censura mútua i normal, no podrá ménos qe utilizar a todos. Otro punto es éste, qe no debe ser olvidado. Una de las grandes miras del congreso debe ser la consolidación jeneral de la paz americana : serán medios para obtener este re- sultado, a mas de todos los arreglos propuestos la amortización del espíritu militar, aberración impertinente qe ya no tiene obje- to en América. La independencia americana, su dignidad i pre- rrogativas no descansan en las bayonetas de sus pueblos : el Océa- no i el desierto, son sus invencibles guardianes : ella no es débil, comparada con la Europa; en su territorio, es fuerte, como el mundo entero. Será otro medio preventivo de la guerra el no tener soldados, por el principio de qe=donde ai soldados ai guer- ra. Se puede pactar el desarmamiento jeneral, concediendo a ca- da Estado el empleo de las fuerzas únicas qe ace indispensable el mantenimiento do su orden interior , i declarando ostil a la América, al qe mantega fuerzas qe no sean indispensablemente 308 - necesarias. La guardia nacional i no los ejércitos asalariados, de- ben ser la base lícita de los poderes fuertes de la América. Toda república qe mantiene fuertes ejércitos atenta contra la santa lei de su comercio i prosperidad industrial con detrimento de la América ; i la América qe ama el orden i necesita de él debe desarmarla en nombre de la paz común. Se deben también abro- gar la faz i neutralidad armadas en América, como estériles, para reemplazarla por la paz i neutralidad ocupadas i mercanti- les.=Para provenir la guerra podría también, como en el foro civil, establecerse una judicatura de paz internacional, adonde acudiesen en conciliación, antes de ir a las armas los Estados dis- puestos a ostilizarse : esta gran judicatura americana, para acerse efectiva en todo nuestro vasto continente, podría subdividirse en cortes parciales, correspondientes a tres o cuatro grandes seccio- nes en qe la América Unida debe necesariamente dividir la admi- nistración de aqellos intereses declarados continentales. El dic- támen de la corte conciliadora importando tanto como la sanción moral de la América, pondría al desobediente fuera de la lei de la neutralidad ; i contra él podrian emplear los demas estados, sino las armas, al menos todas las medidas de reprobación i coac- ción indirecta susceptibles de emplearse contra un pais qe incur- re en nuestra malqerencia. Este punto qe conduce al derecho i práctica de la intervención, ixo puede ser abolido donde qieraqe ai mancomunidad de intereses. Acer comunes las cosas i exijir la neutralidad de la indiferencia en su manejo es establecer cosas contradictorias. La América tendrá siempre derecho de intervenir en una parte de ella : el ór- gano está sujeto al cuerpo, la parte, al todo. La intervención en América es tradición de 1810. La revolución se salvó por ella : la neutralidad la abria echo sucumbir. Buenos-Aires intervino en Chile : Chile i Colombia en el Perú, i la América se salvó ¡)or esos actos. En cualqicra época qe un mal semejante al de la es- clavitud colonial se aga ver en América con tendencia a volverse jeneral, la América tendrá el indispensable derecho do intervenir para cortarle de raiz. Es justamente en punto a intervención i neutralidad qe el derecho internacional americano debe ser es- pecial i orijinal: en cualqier otro punto podrá ser fiel imitación de la diplomacia europea, sin incurrir en insentatez : en éstos, no : la América, una e indivisible en los elementos políticos i sociales qe la forman, en los' males qe la allijen, en los medios qe puedan salvarla, será siempre un cuerpo ménos íntimo qe la unión de Norte América si se qiere, pero mil veces mas estrecho i unido, qe lo formen los pueblos de la Europa : la neutralidad, pues, qe eíitre pueblos eterojéneos es indispensable, es de imposible prác- — 309 — tica donde los pueblos abitan un suelo, fucuon ayer un solo pue- blo, i oi son únasela familia. Consideraciones son estas qe el congreso debe tener mui presente al poner los principios del de- recho internacional Americano, 'focamos aqí otro de los grandes objetos del congreso jeneral : el establecimiento de un derecho de Jentes para nuestro continente privativamente i para con la Europa. El nuestro privado se compondrá en gran parte de las decisiones recaidas sobre los objetos qe dejamos indicados. Esta- blecerá la igualdad de los poderes o Estados del Continente Ame- ricano, determinando con especialidad las circunstancias qe for- man la individualidad nacional de cada uno, para dejar a salvo al sistema qe aya de emplearse para con las fracciones en qe se dividan las actuales Repúblicas. Sentará las formas de su di|)lo- inacia privada sobre principios consecuentes con los de igualdad, economía, sobriedad i llaneza democráticas. Este punto es grave i afecta al cuerpo mismo del congreso. Una diplomacia expedi- tiva i fácil, económica en formas, ceremonias i protocolos, aria realisables i eficaces de mas en masías grandes asambleas diplo- máticas a qe la América dichosamente comienza a cobrar afición. Resolverá lo qe aya de acer la América Unida con los estados qe se subdividan ; qe se liguen parcialmente ; qe se consoliden en uno mismo ; qe cambien el principio de su policía 'fundamental; qe pacten alianzas de guerra con el europeo ; qe violen el prin- cipio legal i establezcan la dictadura; véase por aqí si en casos semejantes será dable a la América permanecer neutral. En cuanto a la política con la Europa ella debe ser franca, por qe no está en el caso de temer ; mas propia para atraerla qe para contenerla : paciente i blanda mas qe provocativa : modesta, co- mo su edad: parlamentaria mas bien qe guerrera: la civilización i ñola gloria militar, es su gran necesidad, i en ello ganará con el roce inalterable de la Europa : no debe abusar de su derecho de excomunión, de su poderde resistencia negativa, ácia al europeo, qe el mismo europeo jenerosamente le a dado a conocer, pues en tales excomuniones ella no pierde ménos qe el excluido. Pero, como qiera qe sea, el sistema adoptado a de ser uniforme i jeneral, a fin de qe por el poder de esta jeneralidad, los actos de sus estados tengan, ya qe no la sanción de la fuerza, por lo ménos la respetabilidad moral qe inviste lo qe es universal i co- mún. Ará parte de esta rama la política para con Roma. Los incon- venientes de la iníluencia excesiva de Roma en nuestro continen- te serán ménos de temerse qe los qe pudiera ofrecer el inllujo temporal de! resto de la Europa. El mar Atlántico ace imposi- ble en este continente lejano, el ejercicio de toda acción opresiva — 310 qe tenga oríjcn en el otro, sea qe se trate de cosas temporales, o meramente de dominio relijioso. Para con la metrópoli católica, la mi?ma firmeza, dignidad, moderación qe jiara con la madre Jiisparia ; sucede en lo tocante al culto lo qe con respecto al co- mercio i otros intereses, qe las conveniencias i desventajas asis- ten a una i otra parte, de suerte qe Roma no viene a perder me- nos qe nosotros, por el entorpecimiento de nuestras relaciones nnituas. De todos modos i en todos los casos nuestra política para con ella debe ser invariablemente la de no permitirla en es- tos paises el ejercicio de una autoridad (|e no esté en armonía con los principios de nuestra inde[)endencia i soberanía nacional, i del nuevo réjimen democrático adoptado por nuestros estados, l’.rmanar el es|)íritu católico con el de progreso i libertad en qe an en- trado estas repúblicas, e aqíla sencilla i grande base de los concor- datos americanos con Roma. Cuánta ventaja no reportaria en este sentido la América, si en las conferencias de un congreso común adoptase una regla de conducta uniforme i jeneral. Volviendo a los objetos de mero interes americano de qe el congreso deba ocui)arse , no bastará prevenir la guerra, des- terrarla en lo posible; será necesario sujetarla a un dereclio i a formas nuevas en los casos en qe fuere inevitable. Si es necesa- rio qe por laügo tienq)o sea ella un rasgo característico de la vida americana, démosla a lo niéiios una forma qe la aga ménos capaz de destruir el progreso del coíiiercio i la riqeza de los Nuevos Estados ; agamos asta cierto punto conciliable sn presencia, con la de la prosperidad mercantil o industrial, dando a estos intere- ses cierta neutralidad qe los substraiga a los malos efectos de la guerra. Uno de los medios de llegar a este fin en la guerra de mar, será la supresión del corso, declarado piratería con tanta ra- zón por los poderes marítimos mas respetables. El comercio es el grande aliciente qe estos paises ofrecen al extranjero, i su mas grande instrutnento de población : agamos, |)ues, de modo qe él subsistía inviolable, como un medio reparador de las devasta- ciones operadas por la guerra. Los pueblos de América abitamos un desierto inconmensura- ble. Es necesario escajjar a la soledad, ¡joblar nuestro mundo so- litario. La colonización es un gran medio de llegara este resul- tado ; pero un medio {|e despierta recuerdos dolorosos. Sin em- bargo, como qiera qe aya sido el carácter del empleado por la Europa en los pasados siglos, a él le debemos nuestra existencia, i a él es i)Osible qe deban su ser en lo futuro militares de pueblos americanos. No le excluyamos, pues, de nuestros medios de ci- vilización i progreso. Si no le podemos etnplear nosotros, dejé- jiiosle usar j)or los qei)uedcn acerlo. Propongamos modificaciones — 311 - 1*1» su ejecución; esto entra en nuestro derecho ; pero no la pon- gamos trabas absolutas, porqe esto sale de nuestro poder. Afor- tunadamente a envejecido ya en la consideración de la Europa, el sistema de colonización empleado por ella en los siglos 10. 17 i 18; i no fuera difícil la adopción de un sistema de colonización americana qe concíbase las ventajas de la Europa, con la indepen- dencia i personalidad política de este continente. Tengamos prudencia i tratemos de promover lo qe tal vez [luede obrarse a nuestro despecho. El mundo social necesita' espacio ; nosotros le tenemos de sobra: ¿podremos reusárselo impunemente? Esta cuestión se liga especialmente a la suerte de la porción mas me- ridional de América, qe solo es pertenecía nuestra en los mapas de los jeográfos, pero qe, en la realidad, es posesión inconqis- tada de los indíjenas. Aqí la obra española permanece inacabada, i la barbarie se mantiene dueña del espacio qe podria utilizar la civilización: es, pues, necesario completar su conqista, pero por medios dignos de ella. El congreso jeneral podria ocuparse de este asunto, qe importa a la suerte de toda América. A la ocu- pación salvaje de la Patagonia i del Sud de Chile, se debe talvez el no uso de uno de los mas realizables veículos de intelijencia i tráfico mercantil entre las dos costas Occidental i Oriental de la Aniérica. Se abla de la navegación (\e\ Esírcdio de Magallanes, situado en 53" latitud; de la canalización de Panamá, situado bajo un cielo pestífero ; i no se p’ensa en qe la América puede ser a- travesada por una bella ruta, trazable en el punto en qe al Sud deja de ser continua la cadena de los Andes. La Europa misma i todas las potencias comerciales del mundo, no podrían ser in- vitadas |)or el congreso, a tomar parte en la ejecución de este trabajo de universal conveniencia ? Asta aqí e pas.ado en revista los objetos de qe pudiera ocuparse un congreso Americano ; no pretendo qe sean todos i los únicos. I’ampoco creo qe un congreso determinado, deba tratar de todos ellos i organizarlos de una sola vez. Ellos serán la materia de mu- chos congresos, qe en distintos momentos del porvenir se irán reuniendo para ocuparse de aqellos intereses a los qe ubiere lle- gado su oportunidad. Para muchos de ellos, se necesita grandes trabajos preparatorios, qe solo el tiempo podrá llevar a cabo. La constitución del continente, como la de cada uno de sus Estados, será la obra de los tiempos, j)ara la cual se sucederán los con- gresos a los congresos ; debiendo entre tanto da.^ principio al- guna vez por uno de ellos. Yo aplaudiré toda mi vida el senti- miento de aqellos Estados, qe sacan su vista del recinto estrecha de sus fronteras i la levantan asta la esfera de la vida jeneral i continental de la América. Es llevar la vista al buen camino. En — 312 — iin gran sistema político, las partes viven del todo i el todo de las j)artes. La mano de la reforma debe ir alternativamente del traba- jo constitucional, de la obra interior del edificio a la obra exte- rior. Lo demas es construir a medias i de un modo incompleto. Otros pueblos podrán tener en su seno los jérmenes de su prospe- ridad: los de América desgraciadamente los poseen fuera, i de fuera deben entrar los manantiales de su vida. La Metrópoli no plantó en ella semillas de progreso', sino de estabilidad i obedien- cia. La vida exterior nos debe absorver en lo futuro. En ella somos inexpertos, porqe emos sido educados en la domesticidad colonial i para la vida privada i de familia. Dejemos qe nuestros pueblos empiezen su grande aprendizaje. La necesidad de esta nueva tendencia se revela por el movimiento normal de las cosas. La América, de íntima i mediten áiu a qe antes era, aora se ace esterna i litoral. .\bia sido echa [)ara vivir en reclusión i se la izo abitar lo mas central de nuestro suelo: desde su entrada en el mundo, a salido a las])uertas para recibirle. Los pueblos medite- rráneos si qieren prosperidad en adelante qe aguarden a los tiem- pos de los caminos de fierro: por aora, bienaventurados los qe abitan las orillas de los mares, porqe solo ellos pueden ver la cara del mundo, i recibir con su contacto el espíritu de su vida moder- jia. Veamos lo qe se pasa en Chile, lo qe se pasa en el Plata, Santiago, apénas se acrecienta en tanto qe Valparaisn se duplica : Potosí, Córdoi'a, se despueblan en tanto qe Montcvideose ace ca- pital de Estado, i Uucnos-Aircs recibe de las aguas del Plata, Í)arcadas de ombres qe cubren en el acto los claros qe ace el ca- ñón de la guerra civil. A la vida exterior i jeneral, sí; qe el feu- dalismo, qe el espíritu de aldea nos aoga por todas partes! Qe la .América se reúna en un punto, piense en su destino, se de cuen- ta de su situación, able de sus medios, de sus dolores, de sus es- peranzas. Allí, a la luz de tanta publicidad se verá qe valor tienen en la consideración del juicio continental, ombres, cuestiones i cosasqe pretenden ser su eX|)resion i simulacro. La América reu- nida en asamblea jeneral, se dará cuenta de sí misma i se ará co- nocer del mundo en su verdadera capacidad o incapacidad : este conocimiento no podrá ménos qe utilizar a todos, porqé de él saldrán principios de conducta práctica para todos. Estas asam- bleas continentales an tenido lugar en todos tiempos, i sus resul- tados, buenos o malos, an sido eficaces. En la edad media, los Concilios tuvieron en Euro|)a, el rol qe oi se desempeña j>or los congresos; i la iglesia católica, este estado qe abraza todos los continentes, se a organizado por grandes asambleas, (je se ren- iñan cada vez qe abia un asunto de interes universal (je tratar, jín el pasado i presente siglo, la Europa se a reunido mas de una — 313 vez en congresos continentales, para reglar su forma o modo de existir jeneral, o bien para intervenir en el estado qe se separaba del movimiento común, a fin de acerle tomar un réjimen interno conciliable con el interes europeo. ¿Estas santas intervenciones ejercidas por la iglesia i el monarqismo, deberán qedar abolidas tan luego cuando se trata de aplicar sus beneficios a la causa de la libertad americana? La Europa incoerente, eterojénea en po- blación en lenguas, en creencias, en leyes i costumbres, a podido tener intereses jenerales i congresos que los arreglen; i la Améri- ca del Sud, pueblo único por la identidad de todos estos elemen- tos, no a de poderse mirar en su grande i majestuosa personali- dad, ni tener representantes jenerales, apesar de qe posee intere- ses comunes! La centralización americana, no será la obra del Congreso, rigorosamente ablando, porqe esta obra está ya echa, i su trabajo es debido a la grandeza del pueblo español qe se pro- dujo él mismo, con todos sus atributos en cada uno i todos los puntos de América meridional donde puso su j)lanta. «En la vida de los pueblos, dice Guizot, la unidad^esterna, vi- »sible, la unidad de nombre i de gobierno, aunqe importante, no »es la principal, la mas real, la qe constituye verdaderamente »una nación. Ai una unidad mas profunda, mas poderosa: es la »qe resulta, no de la identidad de gobierno i destino, sino de la «similitud de instituciones, de costumbres, de ideas, de elementos «sociales, de sentimientos, de lenguas; la unidad qe reside en los «oinbres mismos qe la sociedad reúne, de la similitud, i no en las «formas de su acercamiento; la unidad moral en fin, mui superior «a la unidad política, i la única qe es capaz de fundarla». Poro esta grande i poderosa unidad moral envuelve en su seno a los Estados Americanos de oríjen español;! el congreso solo tendria qe formular ciertos resultados de la obra yo en planta. La materia americana es susceptible de dividirse en tres cate- gorías: asuntos peculiares esclusivamente a la América española emancipada: asuntos privativos de la América del Sud: asuntos de todo el continente americano. Estos ramos son susceptibles de cierto grado de independencia en sus relaciones de categoría a categoría; i se deberá tener presente esto ya sea para medir la os- tensión qe deba darse ala convocatoria, ya para concebir el orden de los pactos i discusiones. «Apesar de la frecuencia con qe me e valido de la palabra con- tinental en el curso de esta Memoria, soi uno de los qe piensan qe solo deben concurrir al congreso jeneral, las repúblicas ameri- canas de oríjen español. Ménos qe en la comunidad de su suelo, yo veo los elementos de su amalgama i unidad en la identidad de los términos morales qe forman su sociabilidad. Si la unidad del 40 — 314 — suelo debiese acernos componer un sistema político jeneral, yo no veo [)orqe deba escluirse del Congreso Americano a la Rusia, qe posee en América tres veces mas territorio qe Chile; a la Jn- fjlaterra cuyas posesiones en América exceden en dimensiones a Jas de los Eslados-Unidos; a España, que posee dos de las gran- des Anlillas, islas Americanas; a Dinamarca dueña de la (í'-oen— landia, adyacencia americana; a la Francia en fin i a la (Manda, qe también tienen ])arte en las /l??/í7/as i bocas del A ma::ona.í?. Si se objetase a esto la diversidad de principio político, yo obser- varía qe esta diversidad no escluye la liga de los intereses qe no son políticos, justamente los mas |)rimordiales de los qe deben o- ciipar al venidero Congreso. Se sabe qe las confederaciones 7/eí- vélica i Jermánica, contienen en su seno respectivo, poderes a- ristocráticos, monárquicos i republicanos a la vez. — OÍ)servemos (je cuando la Europa se a reunido en Viena o París, no se a lle- vado de la regla de la unidad territorial, pues a llamado a la Jn- glaíerra, qe no es poder continental, i no a llamado a la Asia i a la Africa, apesar de qe forman j)arte del antiguo continente. Considero frívolas nuestras pretensiones de acor familia común con los ingleses republicanos de Norte América. Si su princi|)io político es lo qe debe llamarnos a la comunidad, no veo porqe los /juíms, también republicanos i casi tan distantes como ellos, no deban hacer parte de nuestra familia. Yo apelo al buen sentido de los mismos norte-americanos, qe mas de una vez se an reido de sus cándidos parientes del Sud. Ciertamente qe nunca nos an reusado brindis i cumplimientos escritos; pero no recuerdo qe a-, yan tirado un cañonazo en nuestra defensa». *• Se a contrariado la realización del nuevo Congreso America- no, con las razones de oposición qe militaron contra el de Pana- má. Esto es confundir é|)OCas, i miras mui diferentes. Se a dicho (je no se trata ni debe tratarse de una re|)roduccion literal del congreso de P«/m»i(í. ;,A qé conduciría oi una liga militar contra- ía España? ^;A (jóla redacción de ñn manifiesto de motivos justifi- cativos, qe ya conoce i aprueba el mundo? Es inútil, pues, citar las razones alegadas por APnns, por Za- hala, por el autor de las mcdilaciones colombianas, en oposición al Congreso de Panamá, para oponerse a la reunión de un Congreso (je no debe parecerse al de Panamrt. .\qellas autoridades negaron la 0|)ortuni(lad de un Congreso dado, no la de todos los co'’gresos jiosibles. El ministro i amigo de liolivar i el j)residente de ios Eslados-Unidos, se opusieron a la confederación de la Amé- rica como medio de defensa bélica contra la Europa; pero no a la alianza feliz de esfuerzos iniclectuaUs, a una confede- ración saludable de buenos oficios i trabajos, úiiles Estas son ias palabras del ilustre Adanis, comunicadas al ministro de Norte América enviado a Panamá. No pueden ser mas aplicables en a- poyo de nuestra tesis, qe escluye igualmente la federación militar de la América i está exclusivamente jior la alianza moral i la u- nion de esfuerzos útiles, en provecho de la prosperidad material e intelijente de la América. Se a atacado también la idea de un congreso americano, com- parándolo al Consejo Anficíionico, dieta federal qe conducíalos negocios de la liga Anfictiónica, propuesto a los pueblos griegos, por un rei do> Atenas. No, seHores, el congreso americano no se- rá la dicta Anfictiónica. La liga elénica, era un medio de defensa militar: la liga americana será un medio de prosj.eridad material. La Grecia era peqeña: la América podría alojar cómodamente a toda la familia de Platón en una isla del Paraná o en el archipié- lago de Chiloé: la Grecia era accesible al enemigo estranjero: la América solo pudo ser arrebatada por conqistadores extraños a los salvajes qe la poblaron primitivamente. Se a recordado también para atacarle los inconvenientes qe a traído a la Europa el congreso de reyes, celebrado en Viena en 1815, por medio de plenipotencios: se a anunciado qe los gobier- nos de América podrían reunirse, por sus representantes, para pactar una liga de apoyo mutuo i de opresión de las libertades a- mericanas. El aviso es de agradecerse, porqe la cosa no es insig- nificante. Pero si los gobiernos abrigan ciertamente la intención de pactar en congreso jeneral la opresión de la América, se eqi- Tocan terriblemente en la elección del medio adoptado para el a- juste de un pacto semejante, ün congreso de repúblicas no es congreso de reyes: el uno es responsable, el otro no lo es: el uno es institución democrática, el otro es un cuerpo privado. Los re- yes absolutos solo se deben cuenta así mismos: los gobiernos re- ])ublicanos la deben a los pueblos qe representan. Las cadenas de los ])ueblos no se remachan a la luz del dia. Los pactos feudales qe oi ofrecen ciertos estados oprimidos de América, se an forjado a la sond)ra de una diplomacia clandestina i reservada; no se an ajustado ala luz de los congresos representativos. Voilá ce que sonl et lout ce que peiivent étre les conqres sous V empire de la loi monar chique, dice un publicista francés ablando de los congresos de Viena i de Verona, i sus aciagos resultados. La democraiie seule, pourrait donner á de lelles assemélés un caraclérc de justi- ce et d'ulilité générale Un congrés formé des depuiés de nu- iions en possession de leur soucerainelé, serait pour toutes ce quun sénat estpour chacune d'clles. ¿Témese que los diputados concurrentes a la grande asamblea no sean espíritus bastante capaces de alzarse a la altura de su — 31G — misión? Para eso son las instrucciones de qe irán provistos, i qe se redactarán por los primeros ministerios de América. Sobre es- te punto, seria probable qe en cada uno de los lados qe forman el triángulo de nuestro continente, ubiese un estado qe iciese prevalecer el testo i sentido de sus instrucciones. Pero felizmen- te los mas capaces de acer esto, son los (|ue ménos recelos deben infundir de ambición tiránica a los pueblos: en el Norte seria Venezueldi; en la costa Atlántica seria el Brasil; en la del Pací- fico seria Chile: los tres paises en qe justamente florece mas ala- güeño el sistema representativo. Cuando ménos es de esperarse qe estos pueblos no serian arrastrados a una coalición vergonzo- sa i traidora. 1 si de tal cosa fuesen capaces los mas de los go- biernos Sud-Americanos, reunidos en congreso, aun así mismo este acto seria benéfico en resultados; pues entonces podríamos decir lo qe el abate de Pradt, delante de los resultados del con- greso de Curlsbad «Este congreso es uno de los mas grandes » acontecimientos de estos tiempos, porque a echo conocer el es- )) píritu de los gobiernos i la tendencia qe prevalece entre ellos. » Podria llamársele — el espíritu de los gabinetes de Alemania. Su- )) cede en esto con los gobiernos lo qe con los ombres, qe itnpor- » ta conocerles lo mejor |)osible. Establecido un juicio sobre el )) particular, podréis guiaros por él para preveer lo qe arán en )) adelante. Se preguntaba desde largo tiempo cómo considera- » ban los gabinetes el estado de la Europa. Carlsbad se a encar- )) gado déla resi)uesta... En vista de lo qe acaban de acer » se sabe lo (je arán por muclio tiempo. Se sabe entretanto, a qé )) atenerse respecto a su espíritu, pues está declarado. Por lo me- )) nos se a ganado esto con Curlsbad ». Desde qe concluyó la guerra de la independencia con la España, no sabemos lo qe [)ien- sa la América de sí misma i de su destino: ocupada de trabajos i cuestiones de detalle, parece aber perdido de vista el punto co- mún de arribo qe se propuso alcanzar al romper las trabas de su antigua opresión. Los estados diferentes qe la componen se dan cuenta anualmente de su situación parcial; i ¿porqé la América to-- da, de vez en cuando, no se daria cuenta de su posición jeneral? ¿No seria probable qe el exámen de los distintos actos qe compo- nen nuestra vida pública, echo desde un punto de vista tan ele- vado, sirviese de un estímulo capaz de alejar a nuestros gobier- nos de los intereses i pasiones qe no fuesen dignos de la estima- ción americana? Así la Europa i el mundo nos conocerían mas a fondo, porqe tendrían opiniones competentes para tomar por ba- ses de las suyas. I últimamente sabríamos nosotros mismos con certeza lo qe teníamos derecho a esperar de un movimiento cuyos frutos se nos preconizó tanto i cuyo acceso se nos presenta a ve- CCS tan incierto i dudoso. Si la América oficial nos iciese conocer un desengaño, diriamos también nosotros;=« por lo ménos se a ganado esto con Lima » ( suponiendo qe Lima debiese ser el a- siento del congreso.) 8. RESEÑA «obre las «liferentes constituciones políticas qe an rejido a Cbile flesde sn einuncipaciou de la metrópoli asta la fecha, i en es- pecial sobre la promulgada en 35 tle mayo de 1S33. Memoria preseníada por eJ Bachiller D. Alejandro Reyes para obtener el grado de Licenciado en la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas de la Universidad de Chile. Nínive i Persépolis, zanjando los primeros cimientos de la civi- lización futura déla umanidad, i Babilonia i Tiro, el pueblo Ebreo i Grecia, Atenas iCorinto, Espartai Argos, Efeso i Roma, continuan- do la obra asta el mayor perfeccionamiento qe aqellos tiemposper- mitian,an convertido en axioma el principio del incesante progreso umanLtariü. Durante aqella remota época, las artes i las ciencias tomaron un vuelo qe casi nos |)arece fabuloso; pero el astro qe guiaba a esos pueblos en su gloriosa carrera detuvo de repente su curso, i los Huimos i los Vándalos del Norte de la Europa los su- merjieron en las tinieblas del caos de donde abian salido. No sucum- bió, sin embargo, la luz de la razón, pues, aunqe opaca i sin bri- llo, lanzaba de cuando en cuando sus pálidos i lánguidos destellos para parecer después mas radiante i pura qe lo qe se ostentó en la infancia del mundo. En medio de su agonía i del desórden i trastorno completo qe orijinó la incursión de las órdas salvajes, aparece un rayo civilizador qe la da vida, qe la permite seguir su marcha, destrozando los bárbaros lazos qe la tenian sojuzgada. Renace el cristianismo de entre ese fárrago, ofreciéndose como el puerto de salvación déla umanidad aílijida. El infunde esperan- zas al oprimido, da mil consuelos al ombre esclavizado i muestra, abiertas las puertas del cielo a todo el qe implora su divino ausi— — 318 — -lio. Morijeralas costumbres, enaltece la filosofía 1 demas ciencias, reabilita a la especie umana i en su seno aparecen los (dregorios i los Crisüstomos. A esta época sucede la Edad media, i Cario magno inmortaliza su nombre dando esplendor i fomento a las emanaciones de lalntelijencia. El comercio i las Cruzadas estre- chan después a los miembros del jénero umano, ejercen un po- deroso inllujo en el desenvolvimiento de la industria, i estas úl- timas inspiran a los istoriadores i poetas. El espíritu de caballe- ría, qe dió oríjen a ideas tan elevadas, i el predominio del poder real sobre la nobleza, fueron, en fin, causas poderosas qe ieieron qe la Europa, i en jeneral, el mundo, volviesen a su antiguo es- tado i se presentasen con mas fuerza i con mas vida. No reposan- do ya sus bases sobre la ferocidad ni el pillaje, ni sobre el des- potismo i la esclavitud mas absoluta, sacudidas las cadenas con qo tanto tiempo tuvieron la tiranía i la superstición aerrojada la mente umana, la marcha de la especie promete ser mas majestuo- sa, su cultura mas fecunda, su destino mas feliz. Enrriqecida con el trabajo de jeneraciones sucesivas, impregnada de ideas bebidas en tantas i tan diversas fuentes, descubrióse el nuevo veículo de qe tanta necesidad tenian para difundirse i |)ara mejorarla inte- lijencia de las masas populares. Nace la imprenta, i abriendo una nueva era a las emanaciones de la razón, se muestra una poten- cia poderosa i formidable. Vulgar i de todo punto inútil creo de- tenerme a enumerar los beneficios qe la umanidad reportó do -es- te inapreciable descubrimiento; por lo qe, no interrumpiré mi na- rración. Este prodijioso invento, unido a las causas arriba referí^ das, obró un trastorno corni)leto en el estado del mundo conoci- do, de tal modo qe, no bastándole ya el terreno qe pisaba, se vió j)recisado a buscar otro a donde llevar el sobrante de su civiliza- ción i de su industria. Entónces fué cuando Colon, qe vivia oscu- recido en la ciudad de Calvi, su patria, concibió la inaudita idea do la existencia de un continente qe, asta aqella época, nadie abia osado sospechar. Procede el ilustre navegante a la esploracion de los territorios qe abia soñado, i después de mil fatigas e incerti- dumbres, llega, por fin, al suspirado puerto i regala un mundo a la corona de España. Los derechos adqiridos por este medio pol- los Monarcas de esta nación fueron confirmados por el papa Ale- jandro VI en bula de 2 de Mayo de 1V93, i desdo entónces qedó irrevocablemente establecido el dominio de aijellos Monarcas en estas rejiones. Durante los tres siglos qe las tuvieron en su poder, poco o nada se obró qe interesase directamente a la civilización de la umanidad, pues qe solo vemos combates mas o ménos san- grientos e infructíferos, i en jeneral, toda la isloria de las tres centurias solo se ocupa de luchas semejantes a las de Cortez i Mo- 319 — teziima, Pizarro i Ataliualpa, Valdivia iCaupolican,. Qezada i Tiz- qesuca. Pacificada la mayor parte del continente, los españoles depu- sieron las armas i solo pensaron en esjilotar en su beneficio todas las riqezas materiales qe poseia, sin curarse mucho de la cultura de sus colonos a qienes consideraron por mucho tiempo como en- • tes destinados por la naturaleza a ociqtar en la jerarqía de los vi- vientes una escala inferior a la qe ocui)a el ombre. Largos anos continuó este estado de cosas, i fue una conse- ctiencia natural de él, el enhrutecimiento de los qe lo sufrían; pe- ro apesar de cuantos obstáculos pudo imajinar la metrópoli, la fi- losofía del siglo XVIll surcó los mares i vino a jerminar en algu- nas cabezas, aciéndoles formar conciencia délo qe en realidad e- ran i del futuro i brillante destino qe la naturaleza les deparaba. Abatidas aun, jemian en silencio sin osar manifestar sus ideas, asta qe se les ofreciéra una perspectiva mas alagüena qe les per- mitiese llevar a efecto las bellas teorías con qe ílousseau i demas filósofos abian ilustrado su mente. Pero en la isla de Córcega abia visto la luzunjenio; i este jenio, dejando atónita a la civilizada Europa, removió todos los tronos i aun qisiera acer bambolear el de los Czares. Espaiia fue también comprendida en la conllagracion jeneral, i poniendo el Corso su osada planta en la cima de los Pirineos, dirijió una mirada altiva a la Península i desparramó en ella sus jamas vencidas uestes. Le impuso su yugo i el indomable pueblo español se llamó por un mo- mento esclavo. Entóneos fué cuando los ijos de Colon oyeron sonar la ora de su destino i dijeron al mundo con voz firme: — la america sea LIBRE — i la América lo fué. Su eco resonó al otro lado del Atlán- tico i vibró armonioso por do qiera qe llegó. Las provincias an- tes españolas se apellidaron naciones; i como su situación era ya mui diferente, trataron de constituirse i de compilar cuerpos de leyes jenerales qe iciesen efectiva su determinación i «deslindasen las atribuciones de las autoridades recientemente creadas. Su ac- tual estado de civilización no les permitía tener ideas fijas sobre la nueva forma de gobierno qe deberían adoptar, i así es qe sus primeros códigos constitucionales son un laberinto en qe a una se alian mezcladas las prescripciones de su futuro sistema adminis- trativo con los restos del qe los abia rejido asta entóneos. Permítaseme aora desviarme de la senda qe asta aqí e seguido, i concretarme a Chile para examinar a la lijera las diferentes Cartas que sus gobiernos an dictado desde el dia en qe lanzó en él su primer destello el sol de la libertad, dejando a otro la ta- rea de acer estensivas a toda la América antes española las ob- 3-20 — servaciones qe avnnturaré sobre mi pais. Pero para cumplir mi propósito, necesito ante todo patentizar en cuanto me sea posi- ble el estado de cultura intelectual i de adelanto material en qe este se encontraba en la época de su emancipación política. Colonia Cliile, como toda la América, de una monarqía abso- luta por exelencia, no estaba preparado para la reacción demo- crática qe sufrió en 1810. Para cerciorarnos de lo incuestiona- ble de este aserto, basta solo echar una lijera ojeada al cuadro triste qe en todos sentidos presentaba aun al observador ménos perspicaz. Las costumbres de sus abitantes eran las de una socie- dad pasiva ¡ociosa, suexistencia era improductiva i la industria es- taba circunscrita a la triste esfera del monopolio i del privilejio. Ni aun se conocia la educación industrial, ni el chileno tenia las disposiciones mas brillantes a ella. El mal venia de mui atras: de su oríjen. Ijo de espai'iol, en nada participaba de esa raza sajo- na, de esa»raza activa e industriosa qe está en perpétua lucha coa la tierra i con las aguas, con los montes i con el aire, i qe pare- ce dotada « de esa audacia frenética qe Mahomet supo inspirar a sus Arabes en la conqista del imperio de Oriente.» Por el con- trario, vejetaba en la inacción, casi jamas pensó que algún dia seria miembro de una gran familia qe se titularia naden, i sus mi- radas no penetraron mas allá del orizonte presente. Carecia nues- tro suelo de vias de comunicación qe son las fecundantes arterias qe an dado vida a los Americanos del Norte,.! su falta no era tan sensible a causa de la estagnación en qe estaba cuanto puede lla- marse industria. El comercio, ese ájente poderoso, ese precioso vínculo qe une a la especie umana i qe derrama a manos llenas la civilización en los pueblos donde tiene su asiento, estaba reduci- do a la nulidad o era pro|)iedad esclusiva de unos cuantos qe una vez en cada abo traian sus pacotillas a estos mares. La agricultura estaba en su infancia i de tal modo grabada, qe apénas producía lo necesario a la subsistencia de los cultivadores i sus familias. La clase proletaria era víctima de la opresión de los dueños de las fincas, i el premio de su constante trabajo era una ración de ambre, qe empleaban las mas veces en satisfacer torpes vi- cios. Nuestras costas estaban |)erpet\iamente cerradas a la concu- rrencia estranjera, i todo lo qe se divisaba en nuestro interior era pobre, ignorante i atrazado en todos sentidos. Pero si del estado material del pais ascendemos a su cultura in- telectual, encontrarémos qe su desenvolvimiento era ninguno, porqe aqella no existia sino en un círculo mui estrecho. Estaban cegadas las fuentes qe la dan vida, i se consideraba contrabando acreedor a severas penas la introdnccion de libros de cuahiier jé- nero qe fuesen, pues qe la metrópoli tenia un interes directo en — 321 — mantener oscurecida la mente de nuestros antepasados a fin de qe jamas conociesen el lugar qe como ombres estaban llamados a ocupar en el mundo, ja iiuli\ iduaiuiente o como miembros de u- na futura nación. Casi por uemas está decir qe la única universi- dad i los poqísimos colejios qe existían solo contenían un núme- ro mui reducido de jóvene.'. qe los frecuentasen con el objeto de estudiar el idioma latino, la filosofía escolástica, la teolojía dog- mática i la instituta de Justiniano, qe era lo mas a qe podía aspi- rar la juventud de aqellos pasados tiempos. Las ciencias exactas, las naturales i físicas ni aun por sus nombres eran conocidas, sien- do el título de abogado o de doctor la única aspiración de los qe se dedicaban al estudio. Verdad es qe ubo en aqel tiempo profe- sores de derecho de no poca lucidez, pero no debe esto causar admiración si se atiende a qe este ramo de los conocimientos u- manos era qizá el único qe se cultivaba por los qe concurrían a las aulas. La educación ¡irimaria, qe es uno de los medios mas e- ficaces para difundir la ilustración en la masa de la sociedad, no producía ninguno de sus buenos resultados, por la escasez de es-* tablecimientos destinados a este objeto, por la imperfección de los métodos de enseñanza i por la ignorancia de los profesores encar- gados de ella, qienes escasamente sabían coordinar bien las pala- bras. El incompleto cuadro qe acabo de trazar tan a la lijera de la si- tuación de nuestro pais a principios del siglo presente, dará con facilidad a conocer qe no se encontraba preparado para someterse a un nuevo orden de cosas enteramente opuesto al a qe estuvo so- metido por espacio de tres siglos i bajo el cual desenvolvió su e- xistencia. La revolución del año de 10 no fue, pues, el efecto del estado floreciente de nuestra civilización i de nuestras costum- bres,' puesto qe estábamos educados para jamas sacudir el yugo de la servidumbre, i porqe nuestra existencia política era nula, dependiendo, como dependíamos, del monarca español i sus te- nientes. Sin embargo, en medio déla ignorancia jeneral, existían algunas intelijencias elevadas qe alcanzaron a conocer qe era ya llegado el caso de aprovecharse de las turbulencias en qe estaba envuelta la metrópoli i de ir preparando poco a poco la realización del grandioso plan qe abian combinado. Pero abría, sin duda, a- vortado su empresa, sino ubieran procurado acer caminar por grados al pueblo, cuyas tradiciones lo apegaban tanto al pasado qe desterraba la voz sola de innovación. Ventaja mui importan- te fue para los patriarcas de nuestra emancipación el ferreo go- bierno qe rejía al pais en 1810, el cual tenia exasperados los á- -nimos, i en una situación tan violenta, qe permitía tomarmedidas qe en otras circunstancias abrían sido enérjicamente rechazadas. 41 — 322 — Dado el grito por los qe encabezaban el movimiento, se reunió el pueblo, i tomó por primera vez una resolución como autoridad; destituyó a su jefe, i nombró ])or sí mismo un gobierno, bien qe resj)etando siempre i dejando ilesa la majestad augusta a qien creian aun su natural soberano. Sin qe el pueblo se apercibiese de la tendencia de los acontecimientos qe pasaban a su vista, las personas qe lo dirijian formaron un proyecto de una esj)ecie de constitución política titulado; liefjlamento conuliíucional protiao- rio del pueblo de Chile, qe fué publicado el año de 11 i sometido a la suscripción de todos los pueblos de la re|)ública para darle toda la resj)etabilidad qe ]>odia apetecerse. Ignoro si recibió su debida sanción i si se promulgó como la leí suprema del estado, aunqe ai motivos de presumir qe no. Pero, aposar de esto, es curioso examinar este documento salido a luz en una época en qe la mayoría de la nación creia mui de buena fé qe el nuevo órden de cosas solo era una continuación del anterior, i qe el nombra- miento qe abia echo del nuevo gobernador era efecto exclusivo de las convidsiones en qe la España estaba envuelta i de la autori- dad exótica qe se abia colocado ala cabeza de los desPinos de a- qel reino. La forma de gobierno establecida en el código a qe a- cabo de acer referencia era, a la verdad, mui difícil de delinircon precisión. Se reconoce en él el principio base del sistema demo- crático: la soberanía del pueblo, i se deja al mismo tiempo sub- sistente la autoridad del absoluto monarca qe asta entonces abia rejido a la nación. Mal puede, pues, concebirse la supremacía de la voluntad jeneral de los asociados unida a la supremacía de la voluntad de un solo ombre, cuyos dictados debian cumplirse por no estar sujetos a la residencia de autoridad alguna superior. Al someterse al soberano es|)añol, le declaraban tácitamente en el goce de todas sus inmunidailes i prerrogativas i ace|)taban sus mandatos; pero al mismo tiempo establecian un Senado en qien el pueblo delegaba las mas preciosas atribuciones inerentes a la .soberanía, como imponer contribuciones, declarar la guerra i a- cer la paz, acuñar monedas i otras igualmente importantes. Fácil era, pues, qe llegasen a estar en conflicto C'tas dos autoridades soberanas, sin qe la constitución determinará cual de las dos de- berla ser resjietada con preferencia, i fácil es también com- prender los embarazos qe tal monstruosidad traerla onsigo. i'^sta consideración me disculpa de incubar mas sobre este j)!into, bastándome, por otra parte, lo dicho para dar a conocer el primer paso qe (lió entre nosotros el derecho constitucional. Pero ántes de pasar adelante, aré notar qe en esta constitución se encuentra establecida la garantía mas inapreciable del sistema liberal^ aqella qe ace casi imposible la existencia del poder ab- — 323 — soluto i la qe sia duda preparó el campo para qe arribásemos ala realizaciüii del sistema democrático representativo tal cual exis- te oi entre nosotros. Qiero ablar de la libertad de imprenta, li- bertad extranjera en nuestro suelo, puesto qe ántes de la época a qe me reíiero ni aun se conocia en Chile el arte qe ocupa el primer rango entre los benéficos a la umanidad. Detenerme eu acer la apulojía de esta institución seria fatigar del modo mas inútil la atención de la Facultad qe me escucha. La revolución seguía su marcha envuelta en sus ajitaciones consiguientes i en medio de ella iba adqiriendo mas vigor el prin- cipio democrático. El año de trece aparecieron sin embozo los planes de los patriotas qe la dirijian; i para probarlo, daré una i- dea de un proyecto de constitución qe en escaño salió a luz, el cual, como el anterior, no recibió la sanción correspondiente. En él se establece un gobierno constitucional representativo, electi- vo, alternativo i responsable, cuya autoridad no se derivaba de otro oríjen qe del pueblo. La masa del poder público estaba con- fiada a (Jos cueri)os llamados Juntas Cíoicas qe se dividían en GuhernaliKüs i Jenerales, correspondiendo a las primeras la re- solución de los negocios del Estado, i a las segundas el nombra- miento de todos los funcionarios. Abia también un tercer cuer- po, llamado Censura, encargado de vijilar sobre la observancia do las leyes, dirijir la educación i la moralidad públicas, velar so- bre la conducta de los empleados, i, en jeneral, ejercer un po- der tutelar sobre toda la República, teniendo un roto suspensivo sobre los actos de las juntas gubernativas cuando tenían fuerza delei. Las garantías del ciudadano, como la seguridad, la liber- tad individua), la propiedad i la igualdad, estaban bien asegura- das en este proyecto de constitución i en él se acian nulas las e- najénaciones de personas i se destruía la odiosa división de fue- ros, jérmen fecundo de funestos males. ISo a dejado de llamaf mi atención el preámbulo qe encabeza el proyecto de qe me ocupo, pues qe en él se alia desenvuelta la idea de un Congreso Jeneral Americano qe tenia por objeto consolidar el sistema de gobierno qe las provincias ántes españo- las acababan de adoptar, demarcar los límites de las nuevas na- ciones, promover su felicidad i asegurar su soberanía. No es mi ánimo analizar esta cuestión, sino poner de manifiesto los fines inmediatos qe los caudillos de nuestra revolución pensaban ob- tener de la reunión de tal congreso. En tal situación estaban las cosas, cuando la lucha de la inde- pendencia fué adversa a la causa de la libertad chilena. En oc- tubre de 1814, sufrimos un contratiempo, i este contratiempo produjo por resultado la retrogradacion al antiguo sistema colo- nial. El espacio qe medió entre aqclla fecha i el 12 dé febrero de 1817, ocuj)a una pájina negra en la istoria de nuestra rejeneracion, i qiero ocultarla a mis miradas. Por tanto, continuaré mi narra- ción desde qe se volvió a anudar la cadena de los aconteci- mientos qe an contribuido a la organización política del pais. El 8 de Agosto de 1818 salió a la luz pública un tercer proyec- to de constitución, qe tampoco fué promulgado como lei. No me ocuparé, pues, de él, así como de ninguno de los qe en diversas épocas aparecieron después, i solo me limitaré a los qe fueron re- vestidos de la sanción de autoridad lejítima. Asta el 30 de.Octubre de 1822, no salió otro código constitu- cional, pero en este dia apareció la primera Constitución Políti- tica del Estado de Chile. Paciücada en su mayor parte la nación, i en aptitud el gobierno de entregarse a su arreglo interior, creyó de su deber convocar una convención, la cual presentó al Ejecu- tivo la carta a qe acabo de aludir. En ella se ven desenvueltas casi en toda su estencion las formas rei)resentativa'^; aunqe, en verdad, qedaba ilusorio el |)rinci|)io de la soberanía popular. Para cerciorarnos de esto, njémonos únicamente en la distribución de la masa del poder público. Estaba confiado a tres cuerpos: el Ejecutivo, el Lejislativo i eCIudicial, aunqe en sustancia todos se refundían en el primero. Porqe, veamos de donde emanan todos ellos. El Ejecutivo se conqionia de una sola persona, titulada Di- rector, elejible por seis años i reelejible por cuatro, i nombrada por el Congreso; este estaba dividido en dos Cámaras; una de Di- putados i otra de Senadores, la primera de las cuales era elejida por el pueblo en votación indirecta por medio de electores i la se- gunda, en su mayoría, lo era por el Director. Por manera qe las autoridades, o eran nombradas exclusivamente por este, o inlluia de un modo positivo i directo en su nombramiento. Abia también otra Cámara llamada Corte de Uepresentantes com|iuesta de siete individuos nombrados por la Cámara de Di[uitados i de todos los ex-Directores, cuyas atribuciones eran: cuidar del cumplimiento de las leyes, convocar al Congreso en casos extraordinarios i ejer- cer provisoriamente el Poder Lejislativo durante el receso de las Cámaras. líl poder-judicial residía en dos cortes, una Suprema i otra de Apelaciones, nombradas por el Ejecutivo. Luego qe el jeneral Freirc ocupó la silla directorial, convecó nn congreso constituyente para qe redactase una constitución, cuyos trabajos fueron sancionados por el Gobierno Supremo el Í9 de Diciembre do 1823. Esta carta lundamental conferia la autori- dad pública a un Director, cuyas funciones duraban por cuatro años, pudiendo ser reelejido por otros cuatro, a un Senado, a una — 325 — Cámara Nacional, a una Corte Suprema de Justicia! a una Corte de Apelaciones. Las atribuciones del primero estaban circuns- critas a mui estrechos límites, pues, aunqe tenia exclusivamente el derecho de iniciativa, para la mayor parte de los casos nece- sitaba de la concurrencia del cuerpo lejislativo, i para otros, de la del poder judicial. El segundo era un cuerpo compuesto de nueve individuos qe funcionaban seis años, pudiendo ser indefi- nidamente reelejidüs. No tenia derecho de iniciativa sino en dos dpocas del año qe ámbas duraban un mes, pero toda lei necesita- ba su sanción, correspondiéndole ademas un veto suspensivo de los actos ejecutivos del Directorio qe creyese perjudiciales. Ca- da año debía visitar un Senador algunas de las provincias del Es- tado, de modo qe en tres años debía estar todo recorrido. Este funcionario tenia facultad de examinar por sí mismo el estado de la administración pública en todos sus ramos, dando cuenta a qien correspomlia i ¡ludiendo suspender a los empleados qe cre- yesen no cumplían con sus deberes, mientras se les formaba el juicio qe él mismo debía iniciar. La tercera se componía de cin- cuenta Consultores Nacionales, cuyo número jamas podia pasar de doscientos, i cuyas funciones duraban ocho años, renovándo- se por octavas partes en cada año. Se reunía momentáneamente solo cuando se la convocaba en virtud del veto senatorio o para ejercer algunas de las poqísimas facultades qe la constitución le conferia. Abia también otra autoridad qe residía en las Asam- bleas nacionales i provinciales, de las qe las primeras tenían fa- cultad para censurar o suspender a todos los funcionarios de la Nación, de cualqier órden o jerarqía qe fuesen, paia presentar obispos i arzobispos, i en jeneral, para ser el fiscal de la conduc- ta oficial de todos los delegados del pueblo; i las segundas ejer- cían iguales atribuciones dentro del territorio de las provincias qe representaban. La parte judicial de esta constitución es lo mas completo qe en este ramo tenemos estatuido entre nosotros, i es la qe rije en la actualidad. Pero este código, valiéndome de la expresión de un escritor moderno, solo era a propósito para go- bernar un pueblo compuesto de ánjeles; i era por consiguiente, un bello ideal cuya realización casi no es dable en sociedades umanas. Desde el año de 1823 asta el 28 rijió la constitución de qe aca- bo de ablar. Pero ya en esta época, las ideas abian tomado otro rumbo, i estaban mas fijas en cuanto al perfeccionamiento deme- crático rej)resentativo. Como la perfectibilidad constitucional es casi imposible, aunqe la constitución de 28 estaba mui conforme con los principios de la ciencia social, no satisfacía, sin embar- go, las exijencias de la sociedad para qe fué dictada. Los tres . poderes qe rejian al Estado estaban perfectamente en eqilibrio, i el Ejecutivo no lo era todo, como en la del año 22, ni el Senado, como en la de 23. Era precisa la concurrencia de todos tres para la formación de toda lei, i pocas eran las atribuciones peculiares de cada uno de ellos, atribuciones qe, au¡u[e se ejercian indivi- dualmente, no eran de tal naturaleza qe pudiesen trastornar el orden público, ni proj)ender a la perjudicial preponderancia déla autoridad a qien estaban confiadas. Por dicha constitución, se restrinjió a cinco años la duración del período de la Presidencia, a dos años el de la Cámara de Diputados i a cuatro el del Senado, debiendo renovarse la mitad de este en cada bienio. Establecia también otro cuerpo, llamado Asamblea Provincial, nombrado directamente por el pueblo, qe estaba encargado de importantes atribuciones, como: nombrar los Senadores, proponer para In- tendentes, Vice Intendentes i jueces letrados, establecer munici- palidades, distribuir las contribuciones entre los jiueblos de la provincia, tener bajo su inmediata inspección los establecimien- tos públicos de educación, beneficencia, etc. El derecho electo- ral estaba mui estendido, i eran mui accesibles los asientos en cualqiera de ambas Cámaras Lejislativas. Una disposición se encuentra en esta carta, i qe no e encontra- do en ninguna otra de las promulgadas en Chile, disposición al- tamente henéfica al engrandecimiento i desarrollo de la industria agrícola, i qe qitaba uno de aqellos lunares mas resaltantes de nuestra Lejislacion. Ablo de los mayorazgos. Impugnar esta ins- titución, seria un trabajo qe me distraería del objeto qe me e ])ropuesto en este escrito, i estaría por demas a causado las pal- pables ventajas qe trae consigo su abolición. Aunqe esta conslitiicion se acerca mas qe otra alguna al ideal republicano, no por eso era la mas a jiropósito para la época en qe fue dictada. Si la nación abia concluido la lucha de la indepen- dencia, no abian concluido, sin embargo, las luchas intestinas indispensables a una sociedad naciente. No estaba tampoco mui establecido el resi)eto a la autoridad; i por tanto, el poder ejecu- tivo necesitaba de mas fuerza para vigorizar su acción qela qe la misma constitución le conferia. Los resultados corroboraron por desgracia este antecedente. Las conjuraciones se sucedían unas a otras, sin qe el gobierno tuviera el suíiciente preslijio ni medios de sofocarlas. Varios caudillos se disputaban el poder apoyados en la fuerza de sus bayonetas, i mas de una vez corrió la sangre chilena en esa lucha fratricida qc concluyó el 17 de Abril de 1830 en las llanuras de Lircai. El vencedor en esa sangrienta refriega ocupó el mando supremo; i a los principios de su gobierno, con- vocó una convención para reformar la constitución del año 28 — 327 cuyos trabajos fueron sancionados el 2o de Mayo de 1833. Esta constitución es la qe actualmente rije al Estado, i me ocu- paré de ella con alguna extensión. lí examinado mui rápidamente la série dje constituciones qe los diferentes gobiernos qe a tenido la república an dictado desde nuestra emancipación política. Casi todas ellas son cueri)os infor- mes, o mas bien, ensayos del futuro derecho constitucional chi- leno. E procurado dar una lijera tintura de la marcha de éste en cuanto a la organización política del pais, sin detenerme en los demas puntos qe abraza lo qe propiamente se llama derecho constitucional. Paso aora a acer un análisis, aunqe incompleto e inexacto qizá, de la parte dispositiva de nuestra actual consti- tución, cuya reforma es talvez urjente i ya a sido pedido por va- rios órganos de la opinión pública. No ¡)articipo de los deseos de aqellos qe qisieran darle desde luego un golpe fatal; por el con- trario, veo en ella el sáhio código, el mas sabio qe pudo dictarse en la época en qe salió a luz, época en qe Chile estaba en una completa desorganización, i donde era ¡ireciso elevar un coloso, un poder fuerte i provisto de recursos abundantes para enfrenar la anarqía i poner én su lugar los resortes dislocados de la máqi- na social. Sin él, aun estaríamos envueltos en las escandalosas lu- chas qe le precedieron, i no se a bria podido arribar a la consolidación delórden, ni a infundir en el pueblo el respeto a la autoridad, sin el cual es imposible la existencia de una sociedad civilizada. Juz- gada la constitución actual según las ])rescripcioncs de la ciencia política, merece sin duda severos reproches i es en su mayor parte defectuosa. Pero no es bajo este aspecto como debe consi- derársela. Las teorías de la ciencia social deben siempre subor- dinarse a las peculiares circunstancias del pais a qe se aplican; la tendencia de las instituciones políticas debe ser la felicidad i el perfeccionamiento de la comunidad, i el lejislador debe combinar, en cuanto le sea posible, en una constitución liberal, el interes democrático qe encuentra en los echos, con el elemento demo- crático qe encuentra en la ciencia. Nuestra sociedad, ])ues, puede considerarse en un estado mui diferente qe en el qe se encontra- ba en 1833; i esta diferencia de situación, ace también indispen- sable la diferente aplicación de los ¡rrincipios de la ciencia irolíti- ca. En algunos puntos, conviene ampliarlos mucho mas todavía i en otros, circunscribirlos a una esfera mas estrecha. Aunqe el derecho de sufrajio está en nuestra constitución vi- ' jente mas restrinjido qe en todas las anteriores, creo qe seria conveniente reducirlo aun mas. La jeneralidad del pueblo chileno se alia envuelto en la mas absoluta ignorancia, tanto de sus de- rechos sociales como políticos: su sufrajio es, por consiguiente, — 328 — perjirdicial a la marcha progresiva de la comunidad. Los publi- cistas modernos, i en especial Sismondi, reconocen como una verdad inconcusa, qe el sufrajio no debe ser efecto de la volun- tad de la mayoría de los asociados, sino de las emanaciones de la razón nacional. Aora pues, llegando a los echos, es indisputa- ble, sin duda, qe el derecho electoral solo debe conferirse entre nosotros a las personas ilustradas, qe al menos sepan leer i es- cribir, qe posean una propiedad mayor qe la qe cxije la constitu- ción, i qe les obligue a poner todos los medios de su [¡arte para la conservación del orden i de las garantías individuales, por el ínteres directo qe en ello deben tener. En jeneral, el qe, cono- ciendo sus derechos, tenga su conciencia fuera del alcance del coecho i de las sujestiones de una persona extraña, i qe a mas de esto, tenga necesidad de conservar, en su propio beneíicio, las autoridades qe con su voto contribuye a establecer, solo merece el título de ciudadano activo i la partici|)acion de los derechos inerentes a la soberanía. Si en alguna parte pueden tener aplica- ción directa estos principios, es en Chile, donde los proletarios componen la mayoría de los sufragantes, i donde éstos están su- jetos a tantas inlluencias cuantos son los medios de vivir qe tie- nen. En Norte América, cada ciudadano es elector i clejible; pe- ro allí, todo ombre nace nroductor. Desde qe sus facultades físi- cas le permiten trabajar, el americano trabaja, i está por consi- guiente, interesado en la conservación del orden i de la lei qe le garantize este trabajy). No sucede así en Chile. Dotados sus abi- tantes de una naturaleza poco activa i menos industriosa, veje- tan en la inacción o en un trabajo mui pasivo una buena parte de su vida, sin curarse mucho de c\iltivar su intelijencia, ni de la conservación de los derechos sociales; i bien puede decirse, sin temor de ser desmentido, qe las dos terceras partes de los sufra- gantes actuales en las elecciones populares ni aun conocen la mi- sión qe en tales actos están llamados a desempeñar. De aqí re- sulta como consecuencia necesaria qe las elecciones entre noso- tros no solo no son efecto de la razón nacional, sino qe ni aun lo son de la voluntad nacional, porqe no puede darse este nombre a la qc no es espontánea, ni emana de la conciencia individual de cada uno. Estas consideraciones me inducen, ¡Mies, a opinar por una reforma de nuestra constitución a este respecto. La organización del poder lejislativo me parece la parte mas completa de este código, aunqe ai ciertas atribuciones qe, siendo naturalmente anejas a él, están vinculadas t n el líjecutivo. No , debe olvidarse lo qe e diclio poco á: qe las reformas qe aora indi- co son resultados de la situación en qe en este momento se en- cuentra el pais, situación qe permite eqilibrar los tres poderea — 329 — mucho mas qe lo qe pudo acerse eu la época en qe esta constitución fue dictada. A>í pues: en la formación de las leyes no encuentro esaiguddad qe deberia existir entre las autoridades qe deben contribuir a formarlas. Al Presidente de la República correspon- de por la constitución un veto qe podría llegar a ser funesto. Nin- guna de la cámaras puede impedir sin mil trabas la sanción de cualqier proyecto de lei, puesto qe si una de ellas lo desecha o lu adiciona o corrijo, pasa a la de su oríjen , i si esta insiste en su aprobación, vuelve otra vez a lareviíora, i su negativa no podrá tener efecto sino concurre la difícil mayoría de las dos terceras partes de sus miembros presentes. Esta es la parte qe la constitu- ción da a las cámaras lejislativas en la formación de las leyes. Vea- mos aora la qe da al Presidente de la República. Si este desecha un proyecto de lei aprobado ya por ámbas cámaras, se tendrá por no propuesto, ni se podrá proponer en la sesión de aqel año; i si solo lo corrije o adiciona, es preciso qe estas correcciones o adi- ciones sean aprobadas per las dos cámaras para qe pueda pro- mulgarse como lei; pues qe en el caso contrario, se tiene por no propuesto ni se puede proponer otra vez en el mismo año. De ma- nera qe el Presidente tiene facultad constitucional para acer ilu- sorio cualqier acto lejislativo. El Presidente debe, a mi juicio, con- currir a la formación de las leyes, pero de modo qe no pueda de- jar burlados los acuerdos de la autoridad en qien esencialmente reside la potestad lejislativa. En nuestro pais, en qe el ejecutivo es sino por lei, al ménos de echo, el árbitro de las elecciones popu- lares, esta facultad es tanto mas peligrosa, cuanto qe podría ser- vir para acer nulas las cámaras qe alguna vez pudieran ser efecto de la voluntad espontánea de la mayoría, siempre qe estas estu- viesen en choqe con las ideas o pretensiones qizá injustas del po- der ejecutivo. Por lo demas, la constitución de nuestro poder le- jislativo es, según creo, la mejora aplicación qe pudiera acerse de la teoría a las circunstancias peculiares de la República. No sucede lo mismo en cuanto al Ejecutivo. El está revestido de facultades qe le allanan mucho el camino ácia el despotismo i qe pueden convertirse en perjuicio de las libertades públicas. Tal es, por ejemplo, la de nombrar por sí, con acuerdo del Consejo de Estado, los ministros de la Corte Suprema de Justicia. Este tri- bunal, por las altas funciones qe ejerce, debe estar fuera de toda influencia del Ejecutivo qe tiene tantos medios de acer entrar en sus miras a las personas de qe necesita valerse. La independencia judicial es, por otra parte, la garantía mas preciosa del onor, vi- da i fortuna de los ciudadanos, i la lei debe asegurarla poniendo trabas al nombramiento de los individuos qe ocupan los asientos de la majistratiira. A este respecto merece imitarse lo qe dispone — 330 — la liberal constitución de los Estados-Unidos de Norte-América. Ella confia el nombramiento de los majistrados del tribunal supe- rior al ejecutivo en consorcio con la cámara del senado. Se me di- rá qe el Presidente do Chile necesita también de la propuesta del Consejo de Estado. Pero, en primer lugar, este cuerpo se com- pone de miembros nombrados esclusivamente por el Presidente pudiendo ser removidos a su voluntad, circunstanc:as ámbas qe no inducen mucha presunción en favor de su independencia; i en segundo , la misma constitución concede al Ejecutivo facultad para conformarse o no contal propuesta, i no faltarán en lo suce- sivo ejemplos en qe se ponga en ejercicio este derecho en me- noscabo del servicio público. A mas de qe, el Senado deriva su autoridad del pueblo i es un cuerpo qe, por sus facultades cons- titucionales, puede regularizar algún tanto la marcha del ejecutivo, i por tanto, inspira mas garantías qe otro cualqiera para la acer- tada elección de los ministros del Tribunal Supremo. ¿Por qé, pues, no abria de adoptarse el mismo trámite qe la constitución designa para el nombramiento de arzobispo u obispo, respecto del de los respetables funcionarios del primer tribunal de la nación? Si aqellos ocupan un lugar ])rominente en la jerarqía de los ele- vados funcionarios i pueden intluir poderosamente en el bienestar espiritual de los miembros de la sociedad, no ocupa tampoco un lugar menos elevado ni ejerce una iníluencia menor en la felicidad temporal de los mismos asociados el cuerpo encargado de velar sobre la vida i onrra de ellos i dar a cada uno lo qe le corres- ponde en justicia. Otra de las facultades qe la constitución confiere al Presidente de la República és la de conceder indultos paniculares con acuer- do del Consejo de Estado. Esta facultad, entendida en su sentido lato, puede traer, como a traído, funestas consecuencias en cuanto a la represión de los delitos. Ella se dirije a enervar la acción de los tribunales de justicia i a dejar muchas veces casi impunes a los criminales qe mas perjinlican a la sociedad. Cierto es qelo de- fectuoso de nuestra lejislacion penal ace indispensable la existen- cia de una autoridad a donde ocurrir para mitigar sus rigores; pero esto debe entenderse con mucha economía. Debe, pues, restrin- jirse a ciertos casos esta autorización tan ilimitada qe la constitu- ción da al Presidente de la República i no presenciar por mas tiempo el escándalo qe a cada paso se ofrece a nuestra vista de tener una tercera instancia, qe ya se a convertido en ordinaria, toda causa criminal. Porqe el echo es qe rarísima sentencia pro- nunciada por la corte suprema en esta clase de juicios se lleva a efecto en los mismos términos qe aqel tribunal la pronunció. Pero lo peor del caso es d pernicioso efecto moral qe esta práctica pro- — 331 — diice. Por este medio se an conferido al Poder Ejecutivo facul- tades qe son esclusivamente privativas del Supremo poder judi- cial, trastornando de este modo el orden constitucional. Estas poderosas consideraciones acen desear vivamente qe se circuns- criba a mui estrechos límites i a determinados casos la atribución de indultar otorgada por la Carta al Presidente de la República. Donde resalta mas la necesidad de la reforma, es en la fa- cultad qe este tiene para declarar uno a varios puntos de la na- ción en estado de sitio i de ser investido por el Congreso de fa- cultades estraordinarias. Estando la República en estado de sitio, se suspende el ejercicio de la constitución i de las leyes i el Eje- cutivo es el árbitro i supremo lejislador de la nación. Santa i jus- ta era esta facultad cuando fue preciso formarlo todo i cuando la autoridad, para acerse respetar, neces taba del poderoso ausilio de medios absolutos e ilimitados, sin qe nadie pudiera coartarlos, para conservar su existencia i no ser víctima de las oscilaciones i frecuentes revueltas políticas. Pero, pasada tiempo a esa época, sólidamente establecido el prestijio de la autoridad i la obedien- cia a la constitución i las leyes, i morijeradas asta cierto punto las costumbres sociales de las masas, esta disposición a l'egado a ser perjudicial. No concibo, pues, caso algtino probable en la ac- tualidad i en lo sucesivo en qe sea preciso recurrir a estos arbitrios sin qe aya un inminente riesgo de desqieiar por su base la armo- nía social. Elevado al poder un caudillo ambicioso, uno de aqellos qe de cuando en cuando suelen aparecer en la escena política como azote de los pueblos qe tiene la desgracia de ser rejidos por ellos, puede, pues, decir constitucionalmcnte: calle la prensa, callen las leyes, solo mi volontad impere. I no nos alucinemos con la traba qe la misma constitución pone al ejercicio de esta facultad de ne- cesitar del acuerdo del consejo de estado, porqe este cuerpo, qe según la misma constitución debe ser echura suya, se compondrá entonces úe ombres qe no arán otra cosa qe segundar sus planes liberticidas i obedecer ciegamente sus caprichos. Encarecer la ne- cesidad de abolir los artículos constitucionales qe se refieren a este punto, sobre ser una tarea inoficiosa, seria también acer una ofensa al buen sentido qe reclama urjeutemente qe se qite de la carta fnndamental el lunar qe mas la afea. En su lugar, creo se- ria conveniente, autorizar al Gobierno para qe pueda declarar uno o mas puntos de la República en estado de sitio, pero suspendién- dose la Constitución i la Lei en lo qe sea preciso para conservar la tranqilidad pública. Esta moderada facultad satisfaría las exijen- cias de los qe.qisieran dar al Ejecutivo un brazo de ierro, i las de los qese espantan con tas sombras de lasprobabihdadesdedespotismo. Paso aora a ocuparme de los Ministros del despacho. Estos fun- — 332 — cionarios desempenan un rol mui principal en la adm'ui'trac'ou i gobier..ó de la República. Partes integrantes del Ejecutivo, es j)rec so su concvirrencia para qe este pueda existir i para qe el jete de la Na ion dicte la providencia mas insignificante, ¡mesto qe sin la firma de aqellos ninguna puede ser obedecida por individuo ni autoridad alguna del Estado. Eista importante participación qe ellos tienen del poder público los coloca en situación de irrogar gran- des males tanto a la comunidad como a personas determinada'^, j por consiguiente, parece naíural qe estén sujetos a una fácil re- sidencia por los abusos qe puedan cometer en el ejerc ció de la autoridad qe les está confiada. Pem ai ciertos crímenes, c mío la traición, malver ación de fondos púb icos, soborno, infracción de la constitución, u otros igualmente graves, qe deberían producir acción popular porqe atacan directamente a la sociedad en masa. Sin embargo, la const tucion ace casi imposib e la efectividad de la resiionsabiddad ministerial en estos casos, porqe so'o concede a la Cá narade üiputidos la facultad de acusarloscuando incurran en 'os d Utos q ' a' abo de menc onar. Bien se conocen los mil me- dios (fe un ministro tiene para captarse la mayoría de una Cáni’.- ra, mucho mas cuando se trati de un asunto qe como este, inllu- ye tan personal i directamente en él. Pero aun ai mas; qizá podrá ser idgun tanto disculpable estafacuUul esclusiva conferida a la t’ámara do Diputados; mas en tal caso deberla acerse fácil i es- pedita la tramitación de la acusación, pues de la manera qe está establecida, se ace punto ménos qe impis'ble la represión de los mencionados debtos cuando son cometidos por un ministro. ¿A qé nombrar dos comisiones tan numerosas para qe informen una acerca de si áo no lugar a examinar la proposición de acusación i otra acerca de si debe o no acerse dicha acusación? Pero aun e to seria poco. Manda también la coustituc on qe declarando la Cá- mara il- Diputados aber lugar a la acusación, deben nombrarse tres individuos de su seno para qe la prosigan ante el Senado qien debe pronunciar su fallo discrecional absolviendo o condenando al acusado. ¿Para qé este tribunal de escepcion? No son suficien- temente íntegros los qe juzgan a los demis ciudadanos? 1 si no lo son ¿por qé se les deja subsistentes? Son ménos importantes el onor i vida de todos los demas altos funcionarios i de un m:em- hro cualqiera de la sociedad, qe el mismo onor i vida de un Mi- nistro del Despacho, para qe se someta a estos a un tribunal qe la C.onstitucion supone mas recto i mas intachable qe los demas existentes? Esta complicación de procedimientos no importa otra cosa (fe acer ilusoria la residencia de los ministros cuando se trate de los graves dchios públicos de qe e echo arr ha referenc a. ¿Por qé, pues, 10 se a de obse- var en rsta cla=e de delitos el mismo — 333 — orden de proceder qe la constitución establece para el caso en qe un individuo privado acuse a un ministro por razón d'í los per- juicios qe este pueda aberle inferido injustamente por algún acto del ministerio? Qé! ¿merece mas facilidades la acusación i com- petente castigo de un crimen qe solo perjudica a un solo indivi- duo, qe aqel qe ataca directamente a la sociedad, como la mal- versación de caudales públicos? No puedo darme cuenta de tal aberración, ni de la causa ostensible qe pudo servir de base a tal disposición. Concluiré este lijero análisis de nuestras constituc ones polí- ticas, diciendo dos palabras sobre la organización del poder mu- nicipal. Entiendo qe las municipalidades, según están establecidas »’n la Constitución , son unos cuerpos cuya benéfica inlluencia poco puede acerse sent r en los departamentos qe representan, porqe no tienen libertad de acción, porqe no pueden llevar a efec- to por sí solas ninguna de las reformas qe intenten de lo qe está establecido. La mayor parte de sus facultades están circunscritas a la inspección de establecimientos o trabajos públicos, i lo qe salga de esta esfera, necesita de la aprobación del Presidente de la República. Jamas convendré, porqe no puede ser, en qe las municipalidades sean independientes del Poder Ejecutivo de qiea sonunarani’, pero timbien creo qe deben ser una especie de cámaras provinciales a qe competan otras atribuciones mas latas totoi í-in/’í’A ayiy^paií V»»»iimifn loJi 4J> ÍUKUh't-ftli. -®C 9 ^ltMttSÍ^>wU M :»»j 4t,-^|\ m ,^)í;lí ,iáí 01^^ (t6 í«íiUíKí^j %>Ubli*» (|N. «ojaBrtt'^ »*)) ¡* ' >^Í:t>|^ tlíIhftíAilíükHíiJití itat' «ji ,ii0)aki'ívJií itíbAbiJl* ■ „ - -.— •‘3>»ííMÍWV.^'*'*rtM . af^v.^nTÍoalW^piOiA^ ,i |rfv».»»T£Kií ébímy .W0if wiW3P«ííUtiaiiíí|trt3rtoir.kb.|.iw| ’ paj^ittkíf % JUMíjlply s.tit.^Hi « V foq ,d) tJ .^hmláa^u tf Jí>Aíyi(^^ *i^ <.ib fid^ '-í«l,5j> .í'iVífia^ ^tíífttnvu’Jrynwhl .vWiití'’■ ^milvyw^i ta^* •*Sl tA'ft *‘^<í'- W9/!» fiMitjTO# j«íl •íWíikwíkiiV'í «v.n»*r, , *' •.»'.* ^. cL. ...,., ...i_..r — . .. ..1. ., i tA m . V r 4,^-* ^ i .Vri :> 4* /»IUI«» b S*. ‘ *■' a;'i9^ S/fí\ *ipff i $lv thlt fj^^» c>rm{«tn«f oi»f irrÑw .nr • **>ii Í0> * ü» ^ p i ' - ♦% • - * * .'*- • ,. .*■ ..- -• ,■ '*i- '' 'T# ■ , T »j j-w TÍ *•■* ■l.SÍ>» • * "■ _.r* r .*1^ ; ,T^ ■» ■ '» ' ,! T'I « f •' *3I"« » ■ • . V,f •'• 1 1 . irj'ífi» ■■ •»■ : ••f^-íííí» »•■ - ■ '-■.^'= T M|p- -i . J 1 -« • !• • • » - "i . • * ?? ■' • ... 1* * -ü • s ■V APiníTTSS BIOGRAFICOS. » « m > \ I* >1 ■» ; '•i SESTA SECCIONO 1. Frai I^orcaiKO ^oto. No a sido posible areriguar a punto fijo el año i ugar en qe nació el Padre Maestro de la orden de ermitaños de san Agustín Fr. Lorenzo Soto, cuyos apuntes biográficos debe publicar la Uni- versidad. Por las noticias adqiridas se sabe, sin embargo, qe su nacimiento fue en el año de 1812; qe sus padres, aunqe pobres, eran onrrados; qe desde niño, vistió el ábito franciscano, i acom- pañó como familiar al Enviado de Su Santidad el limo. Vicario Apostólico D. Juan Muzzi, qien prendado de sus bellas disposicio- nes i de su temprano talento qizo llevarlo consigo a Italia, cuyo viaje no se efectuó por la negativa de sus padres. En 82’i- entró relijioso al convento de san Agustín, i en 826, concluida su latinidad , estudió consecutivamente tres años de filosofía i tres i medio de teolojía. A fines de 83i, después de aber rendido exámen público de este último ramo , picó punto para disertar a las 24 oras, tanto en Aristóteles cuanto en el maestro de las sentencias, i abiendo llenado por el unánime sufrajio de los qe asistieron a la lección los rcqisitos exijidos por los estatutos de la órden, se le dió patente dq Lector opuesto. En el capitulo celebrado en 835, aun siendo corista, se le confió la cátedra de filosofía, la qe desempeñó puntual i lucidamente dando discípulos aprovechados asi relijiosos como seculares, los qe presentó a exá- men público en 838. — En estos tres últimos años, el P. Soto llenó también las funciones de maestro de novicios. El 1° de Enero del año anterior de 837, el limo. Vicario apostólico D. Manuel 43 — 358 — \'¡cuña le confirió el sacro órden del presbiterado. — En el capí- tulo del ano 39 se le dió la cátedra de teolojía, i por fallecimiento del rejente de estudios Fr. Juan Francisco Rejis Venegas ocupó su lugar. No abiendo eutónces qien ensenase filosofía , el l’adre Soto se comprometió a desempeñar la cátedra de esta ciencia, al mismo tiempo qe la de teolojía de qe estaba en pose- sión, obligándose la comunidad a duplicarle el tiempo de su carre- ra. Concluido este, i a pesar de aber adqirido diploma de Jubilado en 10 de agosto de 8!p0, siguió funcionando en las cátedras re- feridas asta fines de 8V2. — El 23 de mayo de Sil, obtuvo título de padre maestro, después de aber picado punto i disertado; i el Supremo Gobierno, al establecer la Universidad, le tuvo presente i el nombró miembro de la Facultad de Teolojía. El carácter afa- ble i bondadoso , i las muchas prendas qe adornaban al Padre Soto, le granjearon la estimación de la comunidad, la cual se lo manifestó elijiendole Prior de la casa Grande en el capítulo cele- brado en 8V3. Mui poco tiempo disfrutó de este onrroso destino pues la muerte le arrebató el li de Setiembre de este mismo año, cuando apenas cumplia los 31 de su edad, i destruyó las lisonjeras esperanzas qe sus sazonados aunqe precoces talentos abian echo concebir a la Universidad i a la rclijion a qe pertenecía. Oon K:enlia;;o .13out(. Al poco tiempo de instalada la Universidad de Chile, el 2o de Diciembre de lSi3, la facultad de Leyes i ciencias Políticas, per- dió en D. José Santiago Montt un miembro qe por sus luces i contracción al estudio pudo serle de gran ausilio en sus trabajos; la majistratura uno de sus mas celosos e íntegros ministros; i la República un ciudadano virtuoso i patriota. La simple relación de los empleos qe a desempeñado darán una idea suficiente de su campacidad i de la confianza qe inspiraban sus talentos. D. José Santiago Montt, ijo de D. Rafael Montt i Prado i de Da. Rosa Irarrázaval nació en Melipilla el IV de Agosto de 1797; izo con buen evito sus estudios en el colejio Colorado de San- tiago i se graduó de bachiller ep Cánones i T..eyps en la Uni- versidad de san Felipe el 23 de Enero de 1818. — Dos años después, el 21 de Febrero de 820, se recibió de abogado, abien- dole dispensado la Corte de Justicia un año de práctica de los — 3S9 - tres qe entonces se exijian, en mérito de su acreditada aplicación i conocidos aprovechamientos. La Ilustre Municipalidad de Santiago, le nombró el 26 de Ene- ro del año siguiente, procurador Jeneral de Ciudad; i elejido Re- jidor en l.° de Enero de 822 continuó desempeñando la pro- curaduría asta al 10 de Mayo, en qe por aclamación fue desig- nado para ocupar la Secretaría, vacante por ascenso de D. Ma- riano Egaña. Las exijencias de la numerosa clientela qe le abia adqirido su crédito como abogado, le obligó a acer renuncia de este destino en 2 de Noviembre ; mas el Supremo Gobierno no tardó en confiarle delicadas e importantes funciones llamándole en 28 de Noviembre de 827 para qe supliese la fiscalía de la lima. Corte de Apelaciones en ausencia de D. Manuel Gonzales; en 10 de Setiembre de 833 para ministro de la misma Corte, en subro- gación de D. José Maria Villarreal i en 28 de Noviembre de 835 para Juez de Letras interino en lugar de D. José Gabriel Palma. En 3 de Diciembre del año siguiente fue nombrado de nuevo Mi- nistro de la Corte de Apelaciones durante la suspensión de D. Lorenzo Fuenzalida, adqirió la propiedad de este destino en 6 de Mayo de 837 i fue promovido a Rejente en 29 de Julio de 843. Fue elejido Consejero de Estado en 24 de Diciembre de 836; en 11 de Setiembre del año siguiente ministro del Tribunal superior de cuenta debiendo funcionar en este cargo asta el 26 de Enero de 841 i el 7 de Octubre de este último año, el nuevo Presidente déla República, Exmo. señor D. Manuel Ruines, ratificó con nueva elección el nombramiento de Consejero deEstado. En 842, al crearse la Universidad de Chile, fue incluido entre los miem- bros qe debían componer la facultad de Leyes i Ciencias Polí- ticas; en fin, D. José Santiago Mcntt perteneció como diputado a las lejislaturas de 834 — 837 — i 843 desempeñando en las dos épocas primeras la secretoria de la Cámara. Su muerte acaeció en Valparaíso en 25 de Diciembre de 1843 dejando a su virtuo- sa i respetable viuda Da. Rosario Albano Pereira, con 7 ijos en menor edad. 3. QtoHi IJersiartiisío ISilltno* D Bernardino Rilbac ijo de D. Francisco Rilbao i de Da. Josefa R yiier, nació en Santiago en 1788, entró i!e 12 años en el Se- — 340 — minario del Santo Anjel de la Guarda de donde salió, 6 auos des- pués, para servir de lamiliar al limo, señor 0')ispo D. Francisco José Maran. — En cstí destino aprendió leyes i sagrados Cánones con el Dr. D. Miguel Eyzaguirre, i entró luego a cursar la práctica forense en la academia Carolina. De 23 años obtuvo tí- tulo de abogado de la U. Audiencia; i fué nombrado inmediata- mente defensor de pobres en lo civil por un año. — A los 2o cum- plidos el limo, señor Obispo Navarro Billodrez le confirió en Con- cepción las sagradas órdenes, a título de teniente-cura de san Isidro. — Desde entóneos fue incesante su contracción al altar, al pulpito i confesionario. — El limo, señor Rodríguez le nombró el año de 81i defensor de matrimonios; poco después promotor fiscal eclesiástico, cuyo des- tino sirvió sin renta alguna. Eu 28 de Junio de 82i el Exmo. Senado se sirvió decretar se diese al señor Bilbao la primer ración del Coro de Santiago qe vacase, en compensativo de sus ser- vicios. El mismo año fijó opcion a curatos, i el Supremo Gobierno se sirvió presentarlo para el de san Lázaro el cual renunció. — El limo, señor Cienfuegos, siendo Vicirio Capitular, le nombró asesor jeneral eclesiástico—, en cuyo destino permaneció dos años. — En 828 fué designado para cura rector de san lúdro, cuyo cargo desempeñó también dos años. Presentado por el Su- premo Gobierno para racionero de esta santa Iglesia Catedral en 829 llenó al mismo tiempo las funciones de secretario del ca- bildo eclesiástico i de bibliotecario de la Diócesis — ; después de 12 años de racionero, fué nombrado Canónigo de Merced. — • D. Bernardino Bilbao perteneció como diputado a cinco dife- rentes lejislaturas, fué miembro de la Junta de Beneficencia i se le confiaron otras comisiones en las qe prestó buenos servicios.— Ultimamente, por delegación del señor Arzobispo Electo de esta Iglesia metropolitana, Dr. D. José Alejo Eyzaguirre, gobernó la Diócesis desde el mes de Octubre de 1843 asta el 13 de Julio de 1844, falleciendo dos meses después , el 13 de Setiembre, en el puerto de Valparaíso. — Su muerte privó a la facultad de Tenlojía de la Universidad a qe pertenecía por nombramiento qe el Gobierno izo en su persona, de un miembro laborioso i de cono- cidas aptitudes; i a la Iglesia Chilena de un digno ministro siempre puntual i celoso en el desempeño desús delicadas funciones. — ■ tys: PRIMERA SECCION. LEYES I DECRETOS. PÁJ. 1 . Lei orgánica de la Universidad de Chile 5 2. Nombramiento de Rector del Instituto 10 5. Becas de gracia en el Instituto Nacional 11 4. Mineralojía, Jeolojía i Jeometría 12 5. Instrucción elemental o preparatoria 15 6. Matemáticas 15 7. Tesorero del Instituto Nacional 16 8. Nombramiento de los individuos qe deben componer la Universidad de Chile 18 9. Nombramiento de los empleados de la Universidad de Chile 21 10. Cesación de las funciones de la Universidad de San Felipe 22 il» Instituto Nacional sobre pago de pensiones 22 12. Nombramiento de primer Bedel de la Universidad de Chile 25 15. Nombramiento para componer el Consejo de la Uni- versidad 25 14. Uniforme qe en los dias de asistencia solemne deben llevar los empleados de la Universidad 24 15. Nombramiento de D. Pedro Francisco Lira para miembro de la Universidad 25 16. Diplomas de médicos estranjeros 25 17. Intelijencia qe debe darse al artículo 15 de la lei de 19 de noviembre de 1842 62 — 542 — pÁí. 18. Forma en qe a de acerse la elección de miembros para llenar las vacantes qe ocurrieren en las Fa- cultades 26 19. Uecepcion de nuevos miembros universitarios 27 20. Explicación de los artículos 15 i 16 de la lei orgánica sobre exámenes 28 21. Suplencia por el Secretario Jeneral 29 22. Construcción de una casa de estudios 30 25. Nombramiento del P. Fr. Francisco Briseño para miembro de la Universidad 30 24. Dibujo lineal. (Esencion del servicio de las guardias cívicas a los artesanos qe cursen esta clase en el Ins- tituto Nacional) 51 23. Cómputo de miembros para formar acuerdo en las Facultades 32 26. Instituto Nacional (Reglamento) 52 27. Biblioteca Nacional 53 28. Colación de grados mientras no se dictan los regla- mentos de la Universidad 54 29. Consejo de la Universidad (Reglamento del Consejo) 55 50. Suspensión del decreto qe establece premios para los profesores del Instituto Nacional 68 31 . Correspondencia de la Universidad i de las Juntas e inspecciones de educación 68 32. Concesión de grados.— Reglamento para la conce- sión de grados en las Facultades de la Universidad de Chile 69 33. Tesorero para los fondos universitarios 75 34. Nombramiento de segundo Bedel 76 55. Academia de Ciencias Sagradas.— Reglamento 77 36. Exámen de Filosofía de colejios particulares 94 SEGUNDA SECCION. ACUERDOS DEL CONSEJO. 1. Forma en qe deben dirijir sus trabajos a la Universi- dad los qe aspiren a los premios anuales de las Fa- cultades, e indivisibilidad de dichos premios 97 2. Juramento qe deben prestar los miembros de la Uni- versidad al tiempo de su incorporación 98 3. Exámenes de los Farmacéuticos 99 4. Modo de suplir las faltas de los Secretarios de las Fa- cultades IDO 5. Recepción en la Universidad de los nuevos miembros qe el Gobierno nombrare asta completar el núme- ro designado por la lei. 100 6. Junta provincial de educación para Valparaiso e ins- pecciones de sus departamentos 401 7. Facultad de los inspectores de educación para nom- brar sostitutos 102 8. Nombramiento de la junta provincial e inspectores de educación de Coquimbo 102 9- Inspectores de educación de los Departamentos de la provincia de Santiago 405 40. Junta provincial e inspectores de educación de Col- chagua 404 4 i . Junta provincial e Inspectores de educación de Talca 4 04 42. Cédulas para el sorteo del ramo sobre qe a de recaer el examen de Bachiller en la Facultad de Umanidades 4 03 43. Cédulas para el sorteo del ramo sobre qe a de recaer el examen para obtener el grado de Licenciado en Umanidades 407 44. Cédulas para el cxámen de Bachiller en Leyes 408 43. Junta de educación e inspecciones de la provincia del Maulé 440 46. Junta de educación e inspecciones de la provincia de Valdivia 444 47. Solicitudes de los alumnos de los colejios 444 48. Entrega de titulo a los qe se graduaren de Bachilleres o Licenciados 442 49. Autorización de los acuerdos del Consejo 442 20. Cédulas para el examen de Bachiller en Matemáticas 443 24. Cédulas para el exámen de Licenciado en Leyes. . . 444 22. Junta de educación e Inspecciones de la provincia de Aconcagua 4 43 23. Junta de educación e Inspecciones de la provincia de Concepción 4 43 — 344 pÁj. 24. Jüüta Je educación e inspecciones de la provincia de Chiloé H6 TEllCEHA SECCION. ACUERDOS DE LAS FACULTADES. Facultad de Teolojia. í . Designación de tema para el premio de 1844 121 2. Elección de nuevo miembro 122 3. Designación de tema para el premio de 1845 122 4. Elección de nuevo miembro 122 Facultad de Leyes. 1. Designación de tema para el premio de 1844 123 2. Elección de nuevo miembro 123 5. Elección de nuevo miembro 124 4. Designación de tema para el premio de 1845 124 Facultad de Medicina, 1. Designación de tema para el premio de 1844 124 2. Premio a las memorias presentadas en 1844 125 3. Designación de tema para el premio de 1845 125 4. Memorias presentadas en 1844 120 Facultad de Matemáticas. 1 Designación (le tema para el premio de 1844 120 2. Designación de lema para el premio de 1845 127 Facultad de Filosofía i Vmanidades. 1. Designación de tema para el premio de 1844 127 2. Ortografía 128 .3, Memoria presentada para obtener el premio de 1841 135 4. Dcsignaeion de tema para el premio de 1815 Í50 — i CUARTA SECCION. DISCURSOS. 1 . Discurso pronunciado por el señor Rector de la Uni- versidad > D. Andrés Bello, en la instalación de este cuerpo el dia 17 de Setiembre de 1845 159 2. Discurso pronunciado por el R. P. Fr. Francisco Bri- seño^ de la Orden de Relijiosos Franciscanos, miem- bro de la Facultad de Teolojia, electo por el Supre- mo Gobierno, el dia de su incorporación solemne 12 de mayo de 1844. 155 5. Discurso pronunciado por el presbítero D. Eujenio Guzman, miembro de la Facultad de Teolojia, elec- to por ella para llenar la vacante qe dejó el falle- cimiento del R. P. Fr. Lorenzo Soto, el dia de su incorporación solemne , 25 de agosto de 1844; i contestación del presbítero D. Josélpólito Salas. . 160 QINTA SECCION. MEMORIAS. 1 , Memoria sobre ortografía americana leida a la Facul- tad de Umanidades el dia 17 de octubre de 1845 por el licenciado Domingo F. Sarmiento, miembro de la Universidad de Chile, Director de la Escuela Nor- mal, del Liceo, etc 177 2. Exposición de los trabajos de la Universidad de Chile, desde las primeras reuniones del Consejo i de las Facultades, asta el 22 de setiembre de 1844, dia en qe fue leida dicha exposición por el Secretario Jene- ral, en la reunión en claustro pleno qe, cumplien- do con lo dispuesto por el artículo 28 de la lei orgá- nica, celebró esta corporación .’ 190 5. Investigaciones sóbrela influencia social déla con- — 44C) — i-Áj. qista i del sistema colonial de los españoles en (diile.— Memoria qeD. J. V. Laslarria presentó a la Universidad en su sesión jeneral del 22 de Se- tiembre de 1844, en cumplimiento del art. 28 de la lei de 19 de noviembre de 1842 199 4. Resúmen de la Memoria núm. 1 sobre la disenteria, presentada a la Facultad de Medicina de Santiago . 272 5. Ensayo sobre la disenteria en Chile 270 0. Resúmen de la Memoria núm. 5 292 7. Memoria sobre la conveniencia i objeto de un Congre- so Jeneral Americano, leida ante la Facultad de Le- yes déla Universidad de Chile para obtener el gra- do de licenciado, por J. R. Alberdi, abogado en la República del Uruguai 297 8. Reseña sobre las diferentes constituciones políticas qe an rejido a Chile desde su emancipación de la Me- trópoli asta la fecha, i en especial sobre la promul- gada en 2o de mayo de 1855.— 3Iemoria presentada por el Bachiller D. Alejandro Reyes para obtener el grado de licenciado en la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas de la Universidad de Chile 517 SESTA SECCION. BIOGRAFÍAS. 1 . Frai Lorenzo Soto 557 2. D. José Santiago Montt 558 5. D. Bernardino Bilbao 559 -- 1.1 "Y -V l * I 5» % i fK* ..á. '•'■i .»■ * I i. > I # . * • í .’ i 4 '',Í M ¡ Ir ^U^ukíiüits. I. The Library will be open every day in the week (Sun- days excepted) from Eleven in the morning to Five in the afternoon,* excepten New-Year’s Day, Good Friday to Easter Monday inclusive, and Ghristmas week ; and it will he closed ene month in the year, in order to be thoroughly cleaned, viz. from the first to the last day of September. II. Every Fellow of the Society is entitled (subject to the Bules) to borrow as many as four volumes at one time. Exceptions ; — 1. Dictionaries, EncycloiJíedias, and other works of reference and cost, Minute Books, Manuscripts, Atlases, Books and Illustrations in loose sheets, Drawings, Prints, and unbound Numbers of Peri- odical Works, unless with the special written order of the President. 2. Maps or Charts, unless hy special sanction of the Pre- sident and Oouncil. 3. New Works before the expiration of a month after reception. III. The title of every Book, Pamphlet, Map, or Work of any kind lent, shall first be entered in the Library-register, with the borrower’s signature, or accompanied by a sepárate note in bis haud. IV. No Work of any kind can be retained longer than one month ; but at the expiration of that period, or sooner, the same must be returned free of expense, and may then, upon re-entry, be again borrowed, provided that no application shall llave been made in the mean time by any other Fellow. V. In all cases a list of the Books, &c., or other property of the Society, in the possession of any Fellow, shall be sent in to the Secretary on or hefore the Isí of July in each year. VI. In every case of loss or damage to any volnme, or other property of the Society, the borro wer shall make good the same. VII. No stranger can be admitted to the Library except by the introduction of a Fellow, whose ñame, together with that of the Visitor, shall be inserted in a book kept for that purpose. VIII. Fellows transgressing any of the above Regnlations will be reported by the Secretary to the Conncil, who will take such steps as the case may reqnire. By Order of the Conncil. NORTON SHAW, Secretary. * On Saturday the Librai-y is closed at 3 p.m.