o í í DE CHILE. PUBLICASE MENSUALMENTE EL 30 DE CADA MES SANTIAGO DE CHILE, IMPRENTA CHILENA, CALLE DE SAN CARLOS, FEBRERO 28 DE 1853f i í» *a*3 ia oí JurmniiM; r : . < Memobu sobre la P atol-ojia del corazón lerda afile la Facultad de Medicina por don josk ramón ei.cuep.o Miembro Corresponsal de dicha facultad i Cira fino de Ejercito en su examen de J.i- c enriad o el 2Í de, Febrero de 1 8o 3. Señores: Una ncilabil ¡oad nerviosa o !a densidad de la sangre no existen.- Asi es que se debe concluir con ia mayor reserva de que ciertas modificaciones qud se encuentran en la forma de las partes del corazón hayan debido producir durante! la vida desórdenes funcionales. Lo que digo de la forma pueda también extenderse a la estructura i a la composi- ción orgánica de las paredes del corazón, sobre todo cuando se Ies quiere hacer soli- darias con las perturbaciones funcionales i con los síntomas observados; porque si bien es verdad que en la mayoría de los casos, ciertas modificaciones mui lijeras en la estructura del corazón sobran para declararlas caracteres anatómicos, alteraciones físicas, causas palpables de los síntomas mas o menos graves i aun algunas veces de la muerte de los individuos; no lo es menos cuando por opos’cion se presentan casos idénticos, físicamente hablando, en que se ven, densidad aumentadas de las paredes, re* biandecimienlo i aun profundas alteraciones como ¡osificaciones mui esiensas, ulce- ración, transformaciones cancerosas etc., compatibles con la vida, sin ser sospecha- das durante ella, i que solo con la autopsia se revelan. Hai en estos fenómenos di- versas cosas que se nos escapan, pues la participación del sistema nervioso varia ai infinito en todas estas alteraciones i modifica esencialmente sus consecuencias; !o mismo que la solidaridad funcional de todas las partes que constituyen el sistema circulatorio las hace graves o lijeras según la harmonía o desacuerdo que reina entre ellas sin que por esto se pueda acusar a la anatomía patolójica de inducir a error. Considerar al corazón como una máquina hidráulica, si bien es Cierto que se pue- de, i que como tal está sometido a todis las pcrtrirbaciones qué acarrean los mono. Ces desórdenes de su organización rio es fisiolójico. porque ante todo os organizado i hace parte del organismo, i a mas está intimamente asociado á un sistema de quicri él constituye una de sus ruedas mas importantes, por lo tanto no pueden estudiarse Sus alteraciones i su inlluencia haciendo abstracción del organismo, i sobre lodo del conjunto de las vías circulatorias. No se crea por lo que acabo de exponer que pretendo anillar el valor de las alte- raciones orgánicas, ni sostener que ninguila modificación en la forma o en la textura de este órgano puede manifestarse por sintonías propios, loque deseo es que se tenga presente que las lesiones patolójicas locales no siempre bastan para revelarlas porque l.ai hechos contradictorios que oponerles. P .so ahora a tratar del segundo punto que se comprende bajó el epígrafe de Consideraciones jerteríiílé® sollire Jo Eteólojía de los enfer- ittedniSes (Sel corazón. 5i las funciones i la Organización del corazón no fueran enteramente especiales. la tetco ojia de sus afecciones identificándose con ia de los demas órganos poco ofrecería de particular. Como parte constituyente del organismo participa el corazcn de todas las causas mórbidas que se ensañan en nuestra economía. Inexplicable es lo que pudo empeñar a los antiguos i entre ellos a Corvisart para querer sustraer al corazón de la influencia de muchas Causas que ejercen su acción sobre otro órganos-. Los primeros observadores eran lodavia mas exclusivos, pues sostenían que el co- razón era incapaz de ninguna afección, porque pensaban que la mas lijera alteración rlebia causar ia muerte inmediatamentci Fcrnel refutó esta opinión, i dijo cor mor- bi orrme gemís obsidet. Todas las causis mecánicas i vitales pueden obrar sobre el corazón i desordenar sus futic.or.es; pero la simplicidad do so organización* e! poco tejido celular de que fesún provistas sus fibras carnosas liaren que las dichas causas obren cor. menos iVc» tividad sobre él que sobre otros Organos: sin sus dos superficies serosas el corazón m ras veces llegaría a estar enfermo, porque las tres cuartas partes por lo menos de las alteraciones que afectan su tejido son consecutivas a enfermedades de una u otra dé estas membranas. Si la organización del corazón parece sustraerlo a un cierto número de afecciones, la especialidad de sus funciones le crea otras: el estómago por ejemplo se dejará di- latar hasta el cslremo de doblar de voiúmen sin que por esto sus funciones se turben sensiblemente, pero la circulación seria casi nula si las cavidades del corazón sufrie- sen una dilatación semejante. La acción de sus válvulas requiere una precisión tal en sus movimientos una contigüidad tan exacta de sus bordes que la menor solución de continuidad ¡a mas pequeña ulceración de su superficie basta para turbar el meca- nismo: la sangre puede refluir hácia a las cabidades que acaba de dejar i la circula- ción toda entera se desordena; i si el enfermo está todavía en la edad de las pasiones 0 si su constitución está deteriorada esta causa tan mínima puede llegar a ser mortal. La influencia de la sangre misma circulando al travez del corazón, su fuerza de impulsión, su estagnación i las alteraciones que puede experimentar son otros lautos manantiales fecundos de donde las enfermedades del corazón loman su modo de ser. Las pasiones de todo jénero que nos acompañan desde la cuna hasta la tumba tie- nen tanto en lo moral como en lo físico una acción incontestable sobre el corazón, todas ajilan i desordenan mas o menos sus funciones. Todas suponen en su reacción funesta sobre el corazón una predisposición mórbida porque casi todas activan sus Contracciones i le dan mas vida, mas fuerza, lo que en jeneral está lejos do perjudi- car a la harmonía de sus funciones. Las pasiones tristes son las que vician mas di- rectamente el principio de su vitalidad, ellas hacen sentir al corazón un peso que oprime i embaraza sus movimientos: las palpitaciones vienen a anunciar una reacción contra la causa deletérea porque sé ve agoviado. La disposición hereditaria como causa de las afecciones del corazón no cS un he- cho que esté bien decidido hasta hoi, salvo en ciertos casos mui notables. Sobre cual profesión individual sea mas apta para orijinar enfermedades del cora- zon no están tampoco acordes los autores, pues mientras que VaLalva sostiene que son unas, Corvisart concede la preferencia a otras. Con lo dicho supéríluo e incoduccnle a mi propósito seria entrar a enumerar to- das las demas causas que han asignado los A. A. pues seria preciso pasar en revistá toda la Eteolojia médica, i para evitar una enumeración fastidiosa, solo insistiré en mencianar una que apoyada por la opinión de los antiguos i corroborada por muchos observadores modernos es quizás la causa mas activa de las enfermedades del corazón 1 mui en particular en nuestro suelo: el reumatismo. En efecto la causa reumática indirecta obra sobre el corazón unas veces por Metástasis, i otras sin abandonar su. asiento de costumbre invade este nuevo órgano. No encuentro razón qu.e pueda opo- nerse para no- admitir un reumatismo interno primitivo, asi como se admite secun- dario después de una fluxión algunas veces apenas sensible. El corazón reúne todas las condiciones necesarias para ser acometido por esta enfermedad, presenta verda- deros tendones en la extremidad de las columnas carnosas, i un verdadero tejido fi- broso en el punto de unión de los ventrículos con las aurículas i con las arterias aorta i pulmonal. Se encuentra también una grande analojia entre las concreciones que el reumatismo deia en pos suyo en las articulaciones i en l is que se eneuemi *n en las válvulas sigmoideas i auriculo-vcnl riculares, i por último repelidas veces se han curado individuos que se sospechaban padecían aneurisma, hipertrofia o cual- quiera otra lesión orgánica de las válvulas, siguiendo un tratamiento auti-reiimático. Excusado es decir que inmensas ventajas se reportarán si so hacen nuevas i prol-t* — T— jas investigaciones sobre esta parte de la eteofojía de las enfermedades del corazón, porque entonces cambiará la base de su terapéutica, se ensanchará el diagnóstico i se explicará el sinnúmero de dificultades que se presentan para hacer marchar de acuer- do Las lesiones orgánicas con los trastornos funcionales. §• 3. Consideracíosiee jenerales §?i>i»re B«s síntomas de Bas cn- fferMiedades dea eoraasoas^ i su diagnostico* Las alteraciones orgánicas i materiales del corazón dan lugar a ciertas perturba- dones funcionales locales o jenerales bastante conocidas, la percusión, la ausculta- ción, la inspección inmediata de la rejion precordial las patentizan con bastante exac-' titud a todo el que sabe interrogarlas. Estos sintomas bien interpretados, bien anali-: zados i depurados de todas las causas de errores con que pueden estar envueltos cons- tituyen. el diagnóstico anatómico. Reducido a esta forma tan sencilla, el diagnóstico anatómico, no es tan fácil el formarlo como jeneralmenle se cree, pues unas veces el error es evidentemente el fru- to que obtiene el práctico inesperto, i otras también resulta aunque se empleen, las investigaciones mas minuciosas, ya sea por las complicaciones que ocultan la lesión funcional, ya, i esto es mui frecuente porque las alteraciones orgánicas no están acom- pañadas de síntomas locales bastante caracterizados, o bien en fin porque hai desór- denes funcionales puramente dinámicos o nerviosos que simulan mas o ménos exac- tamente los síntomas locales de las afecciones orgánicas. Pero a pesar de todas estas imperfecciones del diagnóstico es indispensable poseerlo con toda la precisión posi- ble i nada debe descuidarse para reasumir sus elementos. Si los signos locales son in- suficientes, trátese de completarlos con el estudio de las causas de la afección, con su marcha i con las perturbaciones jenerales. Puede objetarse que uu diagnóstico tal como c! que acaba de describirse es insufi- ciente paía explicar el orijen de la enfermedad, para descubrir su esencia, para pre- juzgar su marcha i pronosticar la terminación probable que tendrá; pero también sin el todos los conocimientos son vagos i pierden casi todo su valor. Porque como se podrá subir al orijen de una enfermedad, sino se puede asegurar físicamente su existencia? Los sinlomas de las enfermadades del Gorazon no se limitan a las perturbaciones locales de sus funciones, a las modificaciones de sus ruidos anomales, hai también reacciones simpáticas o para hablar con mas claridad traustornos funcionales jenera- les que interrogados atentamente sirven no solo para confirmar los síntomas locales, sino que también en muchas circunstancias concurren a diferenciarlos entre sí; pu- driendo indicar el jénero i a veces aun la especie de afección de que está acometido el. sujeto. Su esencia, su naturaleza no llega a ser bien conocida miéntras no se pro- fundizan los síntomas jenerales. ^ Un ejemplo en apoyo de esto lo hará comprender mejor: el corazón de un indivi- duo está ajitado, sus movimientos son vivos, fuertes i regulares; mas no hai ruidos anormales, por la percudo» no se descubre ningún cambio er, las dimensiones del corazón, por consiguiente no hai enfermedad determinada, i esto se comprobará mu- cho mas si se tienen en cuenta los síntomas jenerales, como no haber un estado ede- matoso habitual, ni ningún otro antecedente sospechoso; a mas las orinas son claras i trasparentes; en este caso la ajitacion del corazun es puramente nerviosa, una emo- ción viva la ha causado, se sostiene aun, pero en cuanto cese el corazón recobrará sir reposo habitual. -r-8— « Ln marcha i c! tenor suministran también preciosas nociones al diagnóstico. El orden en que se suceden los síntomas, la influencia que ejercen los unos sobre lo» otros los especifican aun mejor. La acción de los medicamentos anteriores, la influen- cia de los que en el momento se administran es un asunto que interés} mucho el co nocer para confirmar el diagnóstico. Viene en seguida el diagnóstico diferencial como complemento indispensable, por él se sacan algunos datos importantes de los sintomas locales, pero sin duda alguna muchos mas de los sinfonías jenerales. En efecto, estos solos son los que sirven para distinguir los desórdenes nerviosos del corazón de los desórdenes orgánicos. Ni que otra fuente mejor que los síntomas je* nerales puede darnos a conocer si la ajitaciondel centro circulatorio procede de una clororis, de una anemia, de una afección verminosa, de unacaquexia, de una emoción moral, etc. De la modificación jeneral del organismo, es de donde por inducción se llega al conocimiento no solo del estado del corazón, sino aun al modo de que puede estar afectado, Seguramente, cu anto mas conocida sea la historia de una enfermedad del corazón, tanto mis completo i menos expuesto a error será el diagnóstico, debe, pues, procu- rarse el reunir todos los elementos: entonces sin trabajo alguno tendremos las bases del prognóstico, i la terapéutica vendrá como un corolario, como una consecuencia. § 4.o Csnsltlemeiones jenepnles sobre |a marcha, ilur«cioq, filia* clan, e influencia de las enfermedades del corazón. Para comprender las diversas particularidades de las enfermedades del corazón, i para poderlos exponer con nactodo es necesario dividirlas en tres categorías; 1.” afec- ciones piréticas o inflamatorias; 2.* afecciones apiréticas orgánicas, llamadas jeneral mente enfermedades crónicas; 3.a afecciones puramente nerviosas. Las de la 1.* clase abandonadas asimismas en individuos de bucjia constitución i en condiciones hij iónicas favorables, siguen una marcha regular i duran de dos a tres septenarios; la incubación dura de tres a cinco dias, aumentan durante casi un sep- tenario, quedan estacionarias hasta el duodécimo día, i se resuelven en el septenario siguiente. Estos datos los he obtenido viendo las tablas estadísticas pías exactas. La duración de la pericarditis por ej. se computa en 17 o en 19 dias, término medio., i jencralmente en tres septenarios, cuando termina por resolución. La marcha de la endocarditis defiere poco de la precedente. Estas enfermedades son en jeneral con- tinuas, i ofrecen poca remisión, sino es del noveno al duodécimo dia cuando la afec- ción es benigna. La carditis aguda siempre creo que se complica, por cuya razón su marcha natural no puede asignarse dentro de limites precisos. Por desgracia, la marcha de las afecciones piréticas del corazón es rara vez tan franca, casi siempre sobrevienen complicaciones locales o jenerales que turban su regularidad i muchas veces también una terapéutica inoportuna o mal dirijida la desvian de ella. Es tan importante conocer su marcha, que volveré a insistir sobre ello cuando llegue a hablar de su terapéutica, pues solo asi se les podrá contener en su orijen cuando están aun en el estado de ilusión, oponiéndoles un tratamiento enérjico, o reprimirlas en su desvio cuando recorren sus diversas faces. Pasando a la marcha de las afecciones orgánicas apirélicas, es esencialmente lenta. Sujeta, sobre todo, a remitencias, al principio largas, i después cada vez mas cortas, fuyo mecanismo no sé cómo puede explicarse, según el estado actual de la ciencia, — 9— Estas remilcncias han sillo señaladas por muchos autores i notablemente por Senaci Gorvisart. Este último tenia estas vueltas o recrudescencias por inevitables, i condu- cían, según su parecer, infaliblemente a la muerte, al cabo de un tiempo variable, peno en jcneral poco distante. Esta observación le había sujerido su epígrafe: Uccrct lateri lethalis arando. Lo que puede asegurarse como mas positivo, respecto a la marcha deestas afeccio- nes es que cuanto mas se localiza o especifica la enfermedad, tanto mas pronto se le vé precipitar su marcha, ya sea por el mayor obstáculo que opone a la circulación jcneral, ya porque debilita la reacción orgánica del corazón. B ajo este punto de vista las alteraciones de las válvulas corren antes que las del tejido propio del corazón. Su marcha es métaos crónica i sus remisiones raemos francas, como puede explicarse por la dilatación que producen en las paredes del corazón, adelgazándolas i marchando con prontitud i seguridad a una terminación funesta. En el adulto, las afecciones de las válvulas una vez bien confirmadas (km, termino medio, un año de existencia, mientras que las del tejido del corazón, comprendiendo sus remitencias permiten vivir por lo menos tres tantos mas. Su complicación reciproca es la mas perniciosa circunstancia que puede encontrarse. Independientemente de la marcha natural de las allcracionee orgánicas, haciendo abstracción de las remitencias dichas, se puede subordinar en jcneral la marcha de las afecciones apiréticas del corazón a las complicaciones locales o jeneralcs con que se acompañan; cuanto mas embarazo sufran las funciones dij estivas i respiratorias, cuanto mas pronto se haya roto el equilibrio entre la absorción i la exhalación, tanto mas rápidos serán los progresos de la afección. Sin examinar aquí la filiación de estas complicaciones de que luego me ocuparé, diré solo que tienen la mayor influencia, no solo solare el desarrollo de las alteracio- nes orgánicas, sino solare la terminación probable de la afección local del corazón, de tal suerte que se vé sucumbir prontamente a individuos cuyo corazón parecía poco enfermo, por oslar profundamente alterado su organismo; al paso que otros sujetos que tienen alteraciones sumamente graves en el tejido del corazón, o en sus válvulas se conservan; porque las funciones jeneralcs se mantienen en regular estado, i los demas órganos están sanos. En vista de estos antecedentes no será necesario creer que las afecciones orgánicas apirélicas del corazón, son todas i siempre necesariamente mortales en un tiempo fácil de determinar. Al principio, las remisiones en algunas personas tienen a veces muchos años de duración, los accesos son poco inlensos i fáciles de dominarlos, i por poco que el enfermo pueda sustraerse a las condiciones desfavorables que lasori- jinan, se puede retardar su aparición i prolongar indefinidamente la catástrofe, no podrá, pues, asignarse la duración precisa; está sometida a tantas condiciones inde- pendientes de la enfermedad del corazón, que se la puede mirar en si misma como ilimitada. Las afecciones nerviosas propiamente dichas del corazón, tales como la ajilacion simple, las palpitaciones, las cardialjias. etc., no afectan, al menos en la apariencia, ninguna marcha determinada, ya continuas o lijeramente remitentes, las mas veces intermitentes, con accesos mas o ménos próximos son idénticas a las demas neu- rosis. Estas afecciones pueden ser fuertes o débiles, frecuentes o raras i no ejercer por sí mismas ninguna acción sobre la estructura del corazón, pero si este estuviere enfermo o predispuesto, las consecuencias de las afecciones nerviosas son entóneos bien diferentes; en este caso activan la marha de lis lesiones orgánicas, i precipitan la terminación de la cufonnedud. La inlensidad o la debilidad de los accesos en na- da influyen sobre su marcha o sobre su vuelta, parece que se suceden sin relaciones — 10- •ip.ircntcs; así es que no puede asignárseles una duración fija, solo el estudio de las causas de donde procedan podrá dar algunas luces a este respecto. La filiación de las enfermedades del corazón no parece estar sometida a leyes constantes, i aun aquellas que se miran habitualmente como tales, dejan cierta duda en mi espíritu que no es una convicción intima la que siento. La mayor parle de estas alecciones son de tal manera complexas, ya en su etiolojia, ya en su modo de reacción, que seria preciso una sucesión constante e imperturbable en el orden de sus fenómenos como igualmente en sus alteraciones de estructura para que no que- dase la menor duda sobre sus relaciones palolójitas. Ocurramos a un ejemplo. Las « s' redi cees orgánicas do los*ori (icios del corazón, enjendran o son la causa material de las dilataciones de este órgano, lié aquí una filiación natural, racional i admi- tida desde largos años atras, i elevada a la categoría de principio, pero cabalmente aquí es donde está mi principal duda. .No basta que los partidarios de la teoría de los obstáculos, rcconoscan como única causare la dilatación estas cstrechcses de los orificios o la estagnación de la sangre. Es bien fácil ver que ha¡ casos en que la dilatación no está precedida de ningún obstáculo, i otros en que las cstrechcses mas pronunciadas de los orificios no ocacionan ninguna dilatación, i esta resulta mas bien de la impulsión de la sangre como se verifica en los aneurismas de las arterias. En la mayoría de los casos, la estreches de los orificios no es mas que causa secun- diria de las dilataciones, pira considerarlas como causa eficiente es indispensable admitir una predisposición orgánica tal como un reblandecimiento o cualquiera otra alteración profunda de las paredes, lo que ellas hacen es favorecer la acción de la sangre, haciendo su impulsión mas enérjica provocando los esfuerzos de contrac- ción de la cavidad precedente. Si por cjem. el orificio de la aorta está estrechado, la sangre se acumulará en el ventrículo izquierdo, i la aurícula de este lado redo- blará sus esfuerzos de contracción para vencer el obstáculo al curso de la sangre. Para provar la acción secundiria de los obstáculos mecánicos basta observar que de todas las cavidades la que se dilata las mis veces- es el ventrículo derecho i corres- ponde precisamente al orificio que rara vez so estrecha, i viseversa, que el orificio de la aorta siendo e! mas dispuesto de todos a orificarse, el ventrículo izquierdo he expuesto al principio se negaba la inflamación del corazón i ahora por un extremo opuesto, se le hace causa exclusiva de la induración, reblan- decimiento atrofia e hipertrofia, todo es consecuencia o terminación de la inflama, -clon de sus paredes. En virtud de este mismo principio toda supuración encontrada en el espesor de las paredes del corazón procede de la misma causa, aun cuando sus fibras carnosas no presenten la mas leve señal de alteración. Principios tan ex- clusivos creo que no deben admitirse sino con la mayor reserva. — 12— Si los diversos modos de terminar que afecta la inflamación del corazón son a un mal determinados, con mayor razón las consecuencias de estas alteraciones son di- fíciles de seguir en sus mutaciones*, asi es que con certeza quien podrá asegurar que el reblandecimiento o la induración de! corazón sor. curables i porque procedi- miento lo mismo digo de la dilatación i de la hipertrofia producidas por una estro* choz de los orificios o por insuficiencia de las válvulas. Como todas estas afecciones proceden de causas tan diferentes, es casi imposible proveer su desenlace si no se atiende mas que a sus síntomas locales. Ni como podrá ser de otro modo cuando .la esencia o naturaleza de la mayor parte de estas afecciones permanece incógnita; cuando la hipertrofia resultado puramente lisiolójico de los esfuerzos que opone el corazón para vencer los obstáculos con que Ja circulación se encuentra embarazada, se considera como consecuencia de una in- di.nación; cuando por el contrario la dilatación de las cavidades efecto muchísimas veces de un adelgazamiento de las paredes del corazón procedente de una infiama, eion o de un vicio de los líquidos se reputa como efecto inmediato i puramente mecánico de la estrechez de los orificios. En tanto que no se remonte a las causas de las afecciones del corazón para de allí sacar las indicaciones terapéuticas que les convengan, mientras no se lomen en cuenta las constituciones individuales, no se obtendrán sino datos vagos e incom- pletos sobre la terminación de la mayor parte de las enfermedades de este órgano. Respecto a las afecciones nerviosas del corazón no difieren en nada de las enfer- me! idos de esta misma naturaleza que atacan otros órganos, ya Jijas, ya fugaces, remitentes o intermitentes. Unas veces desaparecen bruscamente tal como comenza- ron i otras cambian de tipo, i cu indo se hacen francamente intermitentes ceden a las preparaciones do quina. El pronóstico de las enfermedades del corazón nos ¡ntereza mas inmediatamente. Cuando uno recorre las obras de Palolojia tanto antiguas como modernas sobre las enfermedades del corazón cree tener a su vista un catálogo de pompas fúnebres. El célebre Ilwrct Inter i íethalisarundo, epígrafe de uno de los I’atoloj islas que mas observaciones ha hecho en esta clase de enfermedades ha sembrado tal espanto en ( 1 espíritu de la mayor parte de los médicos que consideran como muerto a todo in lividuo acometido de una enfermedad bien caracterizada del centro circulatorio. Pero el verdadero pronóstico de estas enfermedades debe basarse sobre tres conside- raciones principales: I.", apreciación de las causas: 2.", caracteres de la lesión anató- mica; i 3.a, marcha que ha seguido desde sil principio. Pora los que hacen depender todas las enfermedades del corazón de una inflama- ción.. i que está una en su esencia sin variar mas que en razón de su intensidad o de la especie de tejido que afecta, el pronóstico se simplica mucho, pero partiendo de este principio ¿e tiene cuando mas el esqueleto o la sombra. En cada caso parti- cular estará uno expuesto a caer en errores i solo pronosticando siempre la muerte podrá salirse airoso en la mayor parte de ellos. El pronóstico debe ser hecho teniendo en vista todos los elementos suministrados por el diagnóstico, tales como reconocer las causas, el sitio i extensión en Cuanto sea posible, de las lesiones orgánicas i la tendencia que afectan desde la invasión de la enfermedad. Oué importa en efecto para el pronóstico que exista una endocarditis o una peri- carditis: una hipertrofia de las paredes o una dilatación de las cavidades? Quién se atrevería por solo estos datos a formular un pronóstico? Qué práctico teniendo que pronunciarse en semejante caso, no pediría el estado jcneral del sujeto, sus antece- dentes mórbidos, la eliolojia presunta de la afección, su marcha, su reacción sobre el organismo; que períodos lia recorrido, cuáles Inn sido los resultados de los medí- — 13— rímenlos cmp'cados; si estos han sido oportunos i bien d i rij idos? Qué do indaga- ciones tan minuciosas no es preciso hacer para poder profundizar suficientemente todas las particularidades, cuyo conocimiento es indispensable para el pronóstico! Por lanío, que podrá hacerse cuando uno de estos elementos esenciales falta, sea por ncglijencia, sea por imposibilidad física o moral de obtenerlo? En su defecto estará todo reducido a decir que la pericarditis aguda es menos grave que la endocarditis; que la hipertrofia es m is curable que la atrofia, etc.: principios verdaderos en jene- ral, pero inexactos cuando se quiere suponer la una de estas afecciones desarrollada en un individuo que por lo demas se encuentra en condiciones normales, i la otra en un anciano cacoquimio», o en una mujer en cinta o en un infante escrofuloso. Haciendo abstracción de las condiciones jeneralcs en qt:c se presentan las enfer- medades del corazón como igualmente de las reacciones que determinan, procedien- do así con esta exclusión puede aseverarse que las afecciones inflamatorias agudas, francas son mucho menos graves que lo que las creían los antiguos. Que la pericarditis entre otras debe temerse mas por los desarreglos del enfermo, a la falta de una terapéutica bien di rij ida que por el hecho de la afección en sí misma, que cuando llega a hacerse grave es por sus complicaciones. I.a cndocardilés es rara vez peligrosa en su principio, pero siempre debe hacer temer una [alteración consecutiva de las válvulas. En cuanto a la carditis como en pocos casos es idiopá- tlca su pronóstico debe subordinarse ante todo al de las afecciones que la acompañan o provocan su desarrollo. Si se trata de la dilatación su pronóstico se sujetará a la alteración previa de las paredes, i sobre todo, a la naturaleza o jénero de esta afección; i será tanto mas grave cuanto menos susceptible de curación sea esta, para este pronóstico debe te- nerse siempre presente la fuerza de impulsión de la sangre i los obstáculos que en su curso tiene que vencer. La hipertrofia de las paredes, lejos de considerarse como peligrosa en sí misma, debe por el contrario ser respetada como un medio empleado por la naturaleza pa- ra vencer los obstáculos que se presentan a la circulación, estos solos son los que deberán formar la base del pronóstico de la hipertrofia. Si son o no susceptible de ser quitados será lijera o grave. Pero acordémonos que cuanto mas concéntrica tienda a hacerse tanto mas peligro- sa será, porque estrecha las vias de la circulación i debilita los resortes del corazón qu; necesita de cierto espacio para poder reaccionar sobre si mismo. El prognóstico de las enfermedades puramente nerviosas en jeneral es sin conse- cuencia, en tanto que la disposición normal de las partes del corazón no vario. Cons- tituyen mas bien una indisposición, una incomodidad, que una verdadera enferme- dad. Sin embargo, como no se conocen siempre las predisposiciones mórbidas, i co- mo muchas veces se les opone una terapéutica mas peligrosa que la misma enferme- dad, convendrá guardarse de juzgar a priori mui favorablemente. Reasumiendo lo que pienso sobre el pronóstico de las enfermedades del corazón, diré, que su gravedad está en razón directo de los obstáculos que ponen al curso de la sangre, de las lesiones orgánicas concomitantes, i de la ineficacia de los procedé- is terapéuticos que se pueden emplear. — 14— S 6. Ca:isi;l¿raeía:ies ji;iier42ea sobre B;t terapéulíca «Se Ins cuíerniedades «Ie3 cornzoa» Cuando el tratamiento deestas afecciones no descansaba sobro el conocimiento de las alteraciones orgánicas i sobre la apreciación de la naturaleza, era puramente empi- nen; se exir ihn sangre i ¿o hacían derivaciones según las indicaban los sintonías je- nerales, sin profundizar las relaciones que existían entre las enfermedades i los me- dicamentos. De esta suerte nada estaba determinado ni sobre la cantidad de sangre que debía sacarse, ni el procedimiento que debia emplearse, i mucho menos sobre la oportunidad délas evacuaciones sanguíneas. A juvanlibtis el loedenlibus fit indica- /¿aera todo el principio de aquella época, i solo a poste ñor i ¡ uzgaban de la utilidad i eficacia del tratamiento, asi es qv« ninguna seguridad o garantió podía ofrecerá! enfermo. Después ha tomado una dirección distinta. Sobre lodp, desde principios del siglo i en la actualidad la terapéutica se reduce a calmar la irritación, prevenir n detener las conjestiuncs sanguíneas que preceden a la inflamación, limitar esta todo lo que se pueda cuando no ha sido posible impedir su desarrollo, preservarla de todas sus aberraciones i conducirla a la resolución. Es '.a es la primera de todas las indicaciones que hai que llenar. En fin, si la resolución de los productos mór- bidas no pudiese efectuarse, activar su reabsorción por todos los medios conocidos, sin eslo se puede estar cierto de ver progresar indefinidamente la enfermedad, o a| menos, salvo algunas raras excepciones, de volver las recaídas i la muerte inevitable- mente. La dificultad para eslo estriba en elevarse al conocimiento de la causa de la irri- tación para combatirla con suceso, reconocer la conjcslion para destruirla casi me- cánicamente con las deplesioncs sanguíneas, o con una derivación mas eficaz toda- vía en muchos osos: concentrar h inflamación en la parle invadida, alejando la causa de donde procede, i después aplicando un tratamiento apropiado a su natura- leza. Si después de puestos en ejecución lodos estos medios no se lograse un feliz re- sultado, deberá favorecerle la reabsorción de los productos mórbidos. Los ajenies de que podemos valernos son numerosos, su clasificación ¡ modas operandi, no entra por ahora en mi objeto. Solo insistiré sobre el método suslitulivo, recordando que la naturaleza misma lo emplea frecuentemente. Excitar una lijera inflamación, sus- tituirla al estado de atonía tan especial de los tejidos endurecidos o cargados do producciones patolójicas, es sin conlradiccion el proceder mas eficaz para acelerar la resolución de las afecciones orgánicas del corazón. Sé mui bien cuanto se aleja de los métodos usados al presente, pero creo que aplicado al exterior bajo la forma de cauterios i de moxas, de cauterización inmediata, se obtendrán felices resultados. IVo debe temerse con él lo que tanto se teme en el tratamiento de los tubérculos pul - mona les; todo lo que puede resultar será nna lijera exacerbación de los sinlomas fe- briles incomparablemente menor que el beneficio que debe obtenerse. Como antes lie dicho, las afecciones del corazón no son siempre idiopálicas, i por consiguiente no pueden ser tratadas como tales, i la prueba es que se muestran re- beldes a todos los medicamentos locales que se les oponen muchas veces s>>n efecto i na causa de los sintonías que se observan, asi la dilatación i la ajitacion del cora- zin en ocasiones son sintomáticas de la c'.ororis, i en este caso las preparaciones ferrujinosas triunfan como por encanto. Para concluir de una vez, repetiré que la mejor terapéutica es la que se funda — lü— Esencial mente en laeliólojia ¡ no en los síntomas, un corazón puede estar ajilado por lardos pesares, otro, por vernos en las vias clijcstivns, un tercero por la mas turba- ción que alrac el mismo resultado, i un cuarto por la anemia o la clorosis. Si a todos estos los consideramos como teniendo la misma lesión orgánica, los combatiríamos del misino modo, i entonces qué harían los anliespasmódicos o los anlillojisticos. I)e qué servirían el alcanfor, el éter, la dijila!, administrados sin discernimiento contra tantas afecciones diversas, siendo idénticos los desórdenes del corazón. Solo trata- mientos especiales convienen a desórdenes del corazón tuvo orijen es también es- pecial. ACTAS DEL Presidida por el señor Mcneses a virtud de ausencia del señor Héctor, presentes log Señores Tocornal, Solar, Illanco, Domeyko, Orrego i el Secretario. — Aprobada el ac- ta de la sesión del 30 de Diciembre último, se dió cuenta de un olicio del señor Mi- nistro de Instrucción Pública, por el que se declara que en lo sucesivo se considera- rán haber caducado los nombramientos hechos por el Presidente de la República para miembros de la Universidad, siempre que los nombrados no se incorporen en la Fa- cultad para que sean clejldos dentro del término de seis meses, que fija el Supremo Decreto do ti de Diciembre de 18-jO, para la incorporación de los miembn^ nom- brados por las respectivas Facultades, correspondiendo en tales casos a estas hacerla elección de los que deben llenar las vacantes; i en consideración a que la disposición Citada nada establece cspresamenle respecto de los miembros nombrados por el Go- bierno, se prorroga per dos meses contados desde el 3! de Diciembre último (fecha del presente decreto), a favor de los que actualmente se hallaren en este caso, el tér- mino que ella determina, para que puedan efectuar su incorporación. Se leyó una nota del señor don José Hipólito Salas, en que manifiesta su gratitud por los sentimientos de benevolencia que, a nombre de este cuerpo, le espresó el se- ñor Rector al comunicarle la admisión de su renuncia del Decanato de Teoiojia, i ofre- ce su cooperación constante a las tarcas del mismo cuerpo, cualquiera que sea su po- sición en la sociedad. * En tercer lugar se dió cuenta de una nota del Cónsul de Chile en Taris, fecha 1 4 de Noviembre último, 'acompañando un conocimiento del embarque de un cajón de li- — 46— liros en el buque John Cockerell que salió del Havre para Valparaíso el 24 de OclU* bre anterior. 4. ° Pasaron a \¡\ correspondiente Comisión dos cuentas presentadas por el señor Domcyko de los fondos que han entrado en su poder para gastos de Secretaria de la Facultad de Matemáticas i por exámenes durante el último cuatrimestre de 18Í32. 5. ° Pasó también al señor Decano de Matemáticas, para que informe oyendo a su Facultad o a la Comisión de ella que estime conveniente, un texto de Aritmética científica presentado por don Luis Gorostiaga con ad objeto de que se apruebe para la enseñanza. 6. ° Con motivo de faltar el exámen de Aritmética en un certificado de sus exáme- nes presentado por don Domingo Arteaga p ira obtener el grado de Bachiller en Ilu- inanidades, el señor Solar expuso que no dudaba ser cierto que el referido joven ha- bía rendido aquel exámen, mientras el fue Rector del Instituto Nacional, i que debió depender de un olvido el no aparecer anotado en los libros de dicho Instituto; con cuyo informe, corroborado por la reflexión de que sin haber comprobado su aptitud en ese primer ramo de ¡Matemáticas, no se habrían recibido a Arteaga los exámenes posteriores de otros ramos de esas ciencias, que acredita tener rendidos, el Consejo declaró no haber embarazo, por la antedicha falla del certificado de Aritmética, para que corra la solicitud los trámites del Reglamento. Estando ya entregados los muebles para la sala de! Consejo, cuyo presupuesto apro- bó este cuerpo en su última sesión, se mandó jirar libramiento de su importe de 681 pesos G reales contra el Tesorero Universitario a favor del primer Bedel, encargado de esta compra. En seguida se tomó en consideración la propuesta del señor Decano de Leyes de que se dió cuenta en una de las anteriores sesiones, sobre que se dispense a los miembros últimamente nombrados para su Facultad, el requisito de la incorporación solemne, permitiéndoles recibirse con la simple lectura, ante dicha Facultad, del dicurso correspondiente. El señor Mencscs insistió sobre la necesidad, que ya tiene hecha presente en su oficio, de que cuanto ántes se efectúen tales recibimientos, pa- ra remediar la absoluta paralización de trabajos que por falta de miembros sufre ac- tualmente la Facultad de Leyes: dijo que no veía incovenientc para la adopción del partido propuesto en esta ocasión, cuando en otras quizá ménos urjentes se había re- currido a uno análogo, i que estando ya preparados para recibirse, tan luego como esa dispensa se les conceda, los individuos para quienes la ha solicitado, el Consejo podia a su parecer sin mas demora elevar al Gobierno la respectiva nota recomenda- toria, dejando para oirá oportunidad la discueion de si convendrá simplificar para todas las recepciones las formas presentasen el dia. El Consejo adoptó este parecer del señ^r Decano, acordando en consecuencia elevar la recomendación solicitada. Luego el señor Domcyko dijo que tenia ya una pieza preparada en el Deparlamcn to de la Instrucción superior en el Instituto, para establecer el gabinete de lectura de que en otras ocasiones se ha hablado en el Consejo, con motivo de haber principia- do a llegar las Revistas i periódicos científicos encargados a Europa. Se le ofrecía ademas la oprlunidad de un joven estudioso de los que siguen su carrera en el refe- rido establecimiento, el cual sin otra remuneración (pie el aposento que allí se ledo, se encargaría gustoso del cuidado de los libros, recibiéndolos bajo su reponsabilidnd. Pidió, pues, que si el Consejo insistía en su anterior propósito, se le mandasen en- tregar bajó el correspondiente inventario las entregas de tales periódicos llegadas has- ta 1: fecha. Deseoso este cuerpo de que se utilizen cuanto ántes esas obras, facilitando su lectu- ra a los miembros de la Universidad, profesores de la misma i del Instituto i demas personas estudiosas que desean se ponga a su alcance, celebró a este respecto los — 17— acuerdos que siguen, con el carácter de provisorios, ínterin el señor Domeyko pre- senta el Reglamento definitivo para dicho Gabinete de lectura, que ofreció redactar tan luego como la práctica misma le haya sujerido las disposiciones mas convenien- tes para su organización, 1. ° El Secretario jeneral entregará desde luego a don Ignacio Domeyko por inven- tario los periódicos recibidos de Europa hasta la fecha. 2. ° Perteneciendo varios de estos periódicos en especial a algunas de las Facultades Universitarias, i debiendo considerarse como propiedad de ellas, los que se hallen en este caso serán pasados al fin de cada seis meses al Secretario de la Facultad res- pectiva, para que cu el archivo de esta los custodie bajo su responsabilidad, i aque- llas Revistas que por su naturaleza no deban considerarse correspondientes a ningu- na Facultad especia!, serán devueltas en el mismo término al Secretario jeneral para que se custodien en el archivo del Consejo. 3. ° Hecha la devolución de que habla el articulo precedente, el señor Dorncyko reci- birá en retorno del Secretario jeneral, bajo la misma formalidad de inventario, las huevas entregas que hubiesen llegado en el intervalo corrido, debiendo para lo suce- sivo cotinuar el mismo orden prescrito cada seis meses. 4. ° Mientras permanezcan las Revistas en poder del que haga de Riblolccurio, corre- rán bajo su responsabilidad i no podrá permitir que ninguna de ellas se extraiga ni aun bajo recibo fuera del gabinete de lectura, a no ser cuando el que solicita tal fa. voi-, se proponga hacer ci extracto o la traducción de algún articulo con el objeto de publicarlo. Se levantó en seguida la sesión. SESION DEL '26 DE FEBRERO DE 1853, Presidida por el señor Rector, presentes los señores Tocornal, Blanco, Arisligui, Gustillos, Dorncyko i ürrego, haciendo este último de Secretario por ausencia del se- ñor Sanfuenles. El señor Rector confirió el grado do Licenciado en la Facultad de Medicina a don Ramón Elguero, quien recibió su l i Lulo. En seguida, aprobada el acta de la sesión del 19 de Febrero, se dió cuenta: 1." de un oficio del Decano de Teolojia, acompañando el acta de la sesión celebrada por su Facultad el 23 de Febrero último con el objeto de formar la terna que debia pasar- se al Supremo Gobierno para el nombramiento de Decano por el tiempo que resta del bienio corriente. Dicha terna, según consta de la misma acta, se compone de don José Manuel Orrego, en primer lugar, don José Vitaliano Molina, en segundo, i el R. P. Frai Francisco Alvarez, en tercero. Se mandó oficiar al Supremo Gobierno. 2.° De una nota del Decano de Medicina, trascribiendo otra del Delegado univer- sitario por la que este le comunica, en cumplimiento del arlículo 7.° del reglamen- to para oposiciones a las cátedras del Instituto Nacional, que se han presentado pa- ra la oposición a la de Patolojia i Clínica internas i Terapéutica, don Javier Tocornal, Licenciado de la Universidad de Chile, don Juan Mackena, Licenciado de la misma Universidad; don Pedro Herzl, Dr. de la Universidad de Viena i Licenciado de esta Universidad, i don Juan Miquel, Profesor suplente de la cátedra de Patolojia i Glini- ca internas i Terapéutica. El señor Decano coucluvc su nota pidiendo al señor Rector 3 i Consejo Universitario se tome en consideración la circunstancia de hallarse impíí' cados en este asunto, tanto 6! como ci secretario de la Facultad, por haberse pre- sentado ambos al concurso, a (iti de que se resuelva sobre el particular lo que se es- time por mas conveniente. Quedó en tabla para tratarse en la misma sesión. 3. ° De una solicitud de don Antonio Scharm, De. en Medicina de la Universidad de Rreslau en Prusia, pidiendo se le permita ejercer en Cióle su profesión, previo el examen requerido por la Ici, a cuyo efecto presenta un diploma de la citada Univer- sidad. Se mandó pasar en informe al Decano respectivo. 4. ° De otra solicitud de don Antonio Mencbeño, acompañando tres certificados; uno del Decano de la Facultad de Leyes por el que consta había hecho el estudio bie- nal de práctica forense; otro del Rector uel Instituto Nacional que acredita haber ren- dido el examen de Aritmética elementa!; i el último firmado por el presbítero don Ramón Valentín Gurda, quien asegura haber dirijido ai solicitante en el estudio de la Jeografia i Cosmografía en la época que fue este alumno interno- del Seminario Conciliar, i que le consta fue aprobado en los exámenes de dichos raíaos. En vista de este certificado, i de haber expuesto el Secretario que le constaba h ibia estudiado Maneheúo en el Seminario, sino los dos años de Filosofía que allí se estudian, pol- lo menos el primero, io que parece suponer debía haber rendido nales los exámenes de Jeografia i Cosmografía, cuyas partidas no se encuentran en los libros de aquel establecimiento, el Consejo declaró suficiente la prueba rendida por el solicitante, i do consiguiente que no había embarazo para que siguiesen su curso ordinario las di- lijencias de estatuto, a fin de obtener el grado de Licenciado en la Facultad do Le- yes i Ciencias políticas, a que aspira. 5.° De una representación de don ílermójenes Labbé pora que se le conceda ren- dir durante la práctica forense el examen de Jeografia que no Iva rendido por haber hecho sus primeros estudios en el colejio do Curicó, donde no había en aquel tiem- po clase de Jeografia. Atendiendo a que del certificado de sus exámenes rendidos en el Instituto de Talca aparece haber sido Labbé un alumno estudioso i aprovechado por los votos de distinción que !n obtenido en cuasi todos sus exámenes, lo que da fundamento pira creer fidedigm su exposición, i teniendo por otra parte presente que el Consejo ha otorgado ya en casos análogos iguales concesiones, se accedió a es- ta solicitud, mandando se anotase en el rejistro correspondiente. (>.° I>e un oficio del Inspector de las escuelas do San Bernardo, remitiendo los es- tados correspondientes a dichas escuelas, i acompañando una nota del preceptor de ¡ i escuela fiscal de hombres de aquella villa, en que hace présenles algunas necesida- des i consulta algunas dudas. — Se mandaron archivar los primeros, i quedó la segun- da en tabla para otra sesión. Acto continuo el señor Rector dijo, que era necesario buscar un miembro de la Universidad que reemplazase al señor Sanfuentes en el cargo de Secretario jcncral, pues lo parecía que la ausencia de este señor duraría por algún tiempo considerable; que en su concepto- debía buscarse el subrogante en la Facultad de Humanidades; i después de haberse propuesto por el mismo señor Rector i algunos otros señores del Consejo varios miembros de la expresada Facultad que podían desempeña:- aquel des- tino, el señor Blanco se encargó de hablar con oslo objeto al señor don Miguel Luis Amunátegui o al señor don Francisco Vargas Fontccilla, caso que aquel no acep- tase. Pasóse en seguida a tratar por la injerida del caso, de la próxima oposición a la cátedra de Patolojía i C mica internas; sobre lo cual expuso el señor Héctor la opi- nión que había oido emitir de que la oposición debía limitarse a los ramos princi- pales de dicha cátedra, no abrasando los que se consideraban como sus accesorios; añadió que él se había inclinado a esta opinión; porque reflexionando sobre los de- -10- trclos supremos que se refieren al caso en cuestión, juzgaba que las pruebas ele h oposición podían recaer sobre cualquiera de ios ramos que comprendía la cátedra, objeto del concurso. — Leyéronse los artículos 17 i 18 del Supremo Decreto dé 14 de Marzo de 1846 i la declaración que de dichos artículos hace otro Decreto Supremo de 30 de Abril del mismo año: en seguida hubo un largo debate en que lomaron •parte los señores Héctor, Tocornal, Rastillos i Domeyko, sosteniendo el primero que la oposición no dePia recaer sobre la Palolojia i Cl i nica internas esclusivamenle, sino que debía recaer también sobre la Materia Médica, i la Medicina Legal que por Decreto Supremo de 21 de Octubre de 1845 se comprenden en la enseñanza de dicha cátedra, pues los artículos 17 i 1S del citado decreto de 14 de Marzo de 1846, dicen terminantemente que tanto las pruebas escritas como las orales deben versar sobre el ramo o ramos que correspondan a la cátedra, objeto de la oposición, disposición que lejos de estar derogada por ningún decreto posterior, se hallaba confirmada por el decreto declaratorio de 30 de Abril del mismo año; los tres últimos señores soste- nían por el contrario que la enunciada oposición debia concretarse a la Patolojia i Oinfica internas, fundándose en la diferencia esencial que habia entre estos ramos i la Materia Médica i iMedicina Legal que en Europa, según dijo el señor Tqcornal, nunca se comprendían en h enseñanza de una misma cátedra; añadió que el aviso para la convocatoria solo hablaba de Palolojia i Clínica internas; a lo que replicó el señor Rector que aunque fuese este el nombre que tenia la dase i que la Materia Médica i Medicina Legal fuesen ramos distintos de la Patolojia i Clínica, lo cierto era que se comprendían bajo aquella denominación en la clase de que se trataba, i que el Supremo Decreto de 4 4 de Marzo de 4846 que se habia leído hablaba del ramo o ramos de la clase que se ponia a oposición i el de 30 de Abril ya citado los comprendía todos. E! señor Rastillos eon hechos que ciló, manifestó que podía ser un profesor mui sabio en Materia Médica, sin serio en Patolojia i Clínica; i que así podia acontecer fuese profesor de medicina un individuo que no fuese médico por <0 hecho solo de ser sobresaliente en Materia Médica, si le locaba disertar en el con- curso sobre este ramo. Para evitar este inconveniente i no contravenir a los decretos del caso, el señor Domeyko propuso un medio conciliatorio, el cual consistía en que las cédulas que se sorteasen para la referida oposición versasen sobre aquellos pun- ios de Patolojia i Clínica internas que tuviesen atinjencia con la medicina legal, i como no había ninguno que no h tuivese con la Materia Médica, se allanaba la dificultad que habia sido objeto de la discusión. El Consejo aprobó osla indicación. Respecto de las pruebas prácticas que han de tener lugar en la mencionada opo- sición, el señor Domeyko manifestó algunas dudas que le sujeria cl tenor del Decreto Supremo que a ellas se refiere; pero después de una 1 ¡jera discusión en que tomaron parte el señor Rector i los señores Tocornal i Domeyko, se resolvió que el Consejo no debia ocuparse de este asunto Insta que no fuese consultado por la Comisión que se nombrase para informar sobre cl resultado de la oposición, pues a ella era a quien pertenecía designar las pruebas prácticas a que deberán sujetarse los candi, datos. Hallándose implicado cl Decano de Medicina para ejercer las atribuciones que en tales casos le corresponden por la iei, a causa de ser uno de los opositores, se trato de saber quién debia reemplazarle; para lo cual se trajo a la vista el articulo 2i de la Iei orgánica que dispone sea suplido por los Ex-dccanos la falta de los Decanos. El señor Domeyko fue no obstante de parecer que se consu lose al Supremo Go- bierno, lo que juzgó innece.arrio e! señor Rector desde que la Iei eslabi tan termi- nante a este respecto, i cuando por otra parle la práctica observada en semejantes casos era mui conocida. En consecuencia se mandó oficiar ;¡1 señor Sazie, a quien corresponde suplir la falta del Decano implicado,- El señor Domeyko manifestó al- ganas dudas para el caso que el Consejo tuviese que juzgar de este asunto; pero el señor Rector desvaneció esas dudas, observando que aun cuando el señor Tocorna! por hallarse implicado no tomase parle en la deliberación del Consejo; siempre ha- bría Consejo, habiendo mayoría; i que si este necesitaba ser ilustrado en la materia por persona competente, llamaría a su seno al Ex-decano. Después de esto, el señor Rustidos hizo indicación para que se convocase a la Fa- • cuitad que preside para elejir el miembro que debe llenar la vacante que dejó en ella el fallecimiento del señor don Francisco García Iluidobro. — Igual indicación hizo el señor Illanco para llenar las vacantes que dejaron -en su Facultad el mismo se- ñor Iluidobro idon Ventura Cousiño. — Se mandaron fijar los correspondientes Edictos- Acto continuo, el señor Domcyko biso al Consejo dos consultas, referente la pri- mera a los alumnos que sin haber rendido todavía todos los exámenes de la instruc- ción elemental piden boleto para asistir de oyentes a las clases de la instrucción su- perior, boleto que no podía negárseles en virtud de un articulo del Supremo Decreto que separó ambas instrucciones. Estos alumnos, dijo, son de mejor condición que ]t s demas, porque ni están obligados a asistir con puntualidad a la clase, tii a llevar lección, i al fin del año dan su examen como los otros, pues si no los pre- senta el profesor del ramo, buscin ellos quien los presente. El Consejo no creyó que podía negarse el boleto para asistir a las clases do la instrucción universitaria, pues- 1 1 ; • ' ' . i ' - ' . . MEMORIA presentada a la Facultad de Medicina , para obtener el serado de licenciado en dicha Facultad el dia 17 de Marzo O ... de 1853, por don Nicanor rojas. AFECCIONES CANCEROSAS I CARC1NOMATOSAS DEL UTERO EN CIIILE. * ¿T,a civilización ha contribuido a mejorar o corromperla naturaleza física del hom- bre? Difícil tarea es, señores, resolver esta cuestión, no porque se pueda vacilaren abra- zar la tesis afirmativa, sino por el compromiso que contraería para con los hombres quien se presentase a probarles que es causa de sus males lo que ellos mismos se afanan por conseguir como la realización de su dicha; no porque sea imposible co- nocer esos males ante la experiencia de todos los tiempos, probar su existencia i desentrañar su causa, sino porque de ninguna manera es posible evitar muchos de ellos. Siempre es triste descubrir una llaga incurable. Por otra parte, es esta una de esas verdades que nunca se reciben con agrado i simpatía. ¿Gomo conducir a los hombres a creer que la ignorancia es mas provecho- sa que la ciencia? ¿que el bienestar que buscan está en el punto que dejan i no en aquel a que se dirijen; i que un salvaje envuelto en su chiripá i arrojado entre los bosques es mas dichoso que el hombre de las ciudades ricamente vestido i reclinado en sus blandos cojines? Pero una verdad es un beneficio para toda ciencia que debe aceptarla sin otra consideración, i, cualquiera que ella sea, hai un indisputable mérito en decirla, aun- que sea a despecho de una preocupación. Un libro que no una memoria circunscrita a límites estrechos, seria necesario pa- ra tratar con la debida estension tan importante materia. En el curso de ésta tendré ocasión de hacer algunas aplicaciones de este principio, i me creo obligado a discutirlo antes para tratar de justificar mis asertos. — Prescin- diendo en cuanto me sea posible de las disertaciones metafísicas a que tanto se presta el asunto, lo haré reuniendo en un pequeño cuadro las principales considera- ciones que fortifican esta opinión. Bello es sin duda contemplar el encumbrado vuelo que la intelijcncia humana ha desplegado en los tiempos que alcanzamos. Bello es mirar al hombre, creado en las tinieblas, atravesar los siglos i a la luz de su razón, sostenido por su incansable constancia, azuzado por su sed de saber, penetrar los misterios de la criación, ar- rebatar a la naturaleza sus secretos, apropiarse sus fuerzas, combatir tenazmente por arrancarle sus dominios i constituirse rei del universo. El fija la escudriñadora mi- rada en los mas profundos secretos de la ciencia i derrama sobre la tierra los admi- rables frutos de las mas atrevidas concepciones de las artes. Así como le vemos recor- 4 V t — 2G— rrr paso a p iso la esfera celeste, enumerar las constelaciones, medir el jiro de lo s astros en las inmensas órbitas, i determinar sus eternas leyes, vcmosle también ha- cer un camino trillado en medio de la inmensidad de los mares. Una vida entera no seria bastante para gozar uno por uno lodos los favores con que la industria humana ha querido regalarla. Mas por desgracia este brillante cuadro tiene un reverso triste i desconsolador. Di- riaseque esos mismos esfuerzos por hacer amable i regalada la ixislencía han agolado su sabia, debilitado su fuerza i pricipitado su fin. La naturaleza conserva sus imprescriptibles derechos, abate al hombre en medio de su obra i le muestra su impotencia al lado de su eterno poder. ¡Qué de males terribles, qué de desgracias, qué de crímenes asombrosos se han desprendido como viles escorias de ese foco de luz que se llama la civilización mo- derna! Tanto se ha querido ensanchar el circulo de la existencia, tantas sendas se ha querido abrir al curso de la vida, que ella se escapa por todas i su fuente se agola precipitadamente. El hombre no tiene fuerzas para servir a tantas cxijencias. Bajo este punto de vista parece que el jénero humano ha tocado a su época de cadencia. En efecto, si se ojean los anales del mundo, se verá que un pueblo, a me- dida que se aleja de su cuna, a medida que olvida su orijen, si bien parece adqui- rir mas fuerza moral, se acerca a la decrepitud de sus fuerzas físicas. Comparemos sino ta cortedad i debilidad do la vida del hombre en las sociedades modernas con su robusta longevidad en los tiempos antiguos. No quiero referirme a aquéllos pue- blos primitivos que alentaban i crecían a la vista i bajo los auspicios del mismo Dios, que concedió a aquellos hombres una vida de siglos porque así era necesario para poblar la tierra. Consideremos aquel pueblo, que bajo muchos aspectos ha per- manecido siendo hasta el dia el modelo nunca bien imitado de las sociedades mo- dernas, i comparémosle con sus descendientes. Tomemos a un romano del dia, que sin duda mira como obra deseres estraordinarios los monumentos que hoi todavía hacen admirar el poder de sus antepasados. Obliguémosle a marchar durante cinco horas bajo el peso de aquellas armas que conquistaron la Europa; arrojarse después al Tiber i atravesarlo a nado. Si un hombre de estos tiempos tuviera el valor sufi- ciente para hacerlo, no tendría bástanle fuerza para resistirlo. Moriría sin duda, porque no ha sido creado para eso.— Las instituciones, las costumbres de aquel pue- blo de héroes sabían prepararlos aun desde antes que nacieran. Un matrimonio no podía contraerse sino entre personas de igual edad i robustez, i después de fortale- cer la infancia con ejercicios propios de ella, asi que el hombre llegaba a la edad en que estallan las pasiones, evitaban la corrupción haciéndole lomar una esposa. lié aquí como se formaban los hombres que no es estraño hicieran de su ciudad la capital del antiguo mundo i que fuesen tan omnipotentes en la guerra como cu la paz. Pero desaparecieron aquellas sabias instituciones; pervirtiéronse las costumbres, debilitóse el ser moral por los exesos, i Nerón vestido de túnica i haciendo preparar el lecho para contraer sus nupcias con un hombre es la personificación de todas las debilidades i miserias que debían abatir hasta mas no poder a aquel poderoso i opulento imperio. Difícil sino imposible es marcar con precisión i axaclitud la época en que princi- pió a operarse en el mundo el fenómeno de que hablamos. La humanidad trajo el ¡crinen del crimen i de la miseria, como trajo el jérmen del dolor, i los delitos de lus hombres hicieron una vez arrepentirse al creiulor de su obra. Pero sobre todo, es despucs de algunas jeueracioncs cuando se lia observado el completo desarrollo de la perversión de las costumbres. La civilización que lia estendido, ensanchado lodo vd ser del hombre, no podía menos que desarrollar también en él ios malos jérme- nes que siempre se ocultan en el fondo de la naturaleza humana. Sin alejarnos mucho, en nuestro mismo suelo podemos palpar otra prueba de esta verdad. Tenemos en el ¡es tremo meridional de la República un pedazo de territorio habitado por una raza de hombres salvajes que duranle tres siglos han rechazado constantemente de sus fronteras la civilización que se ha querido darles. No hai en el mundo muchos ejemplos de una tenacidad semejante, de semejante fuerza i de nn éxito igual. I es una cosa bastante singular de observar que esa' tenacidad, esa fuerza i esa digna fortuna, es nn efecto preciso i eselusivo del estado de que se quiere arrancarles. Hombres vigorosos, fornidos, robustos, como la naturaleza que los ro- dea; hombres que se cstinguen a fuerza de años mas bien que mueren, i sin haber sufrido otras dolencias que las de fas heridas que se hacen en sus terribles ejercicios i que curan con el jugo de una yerba, mueren por defender su patria i sus hábitos porque no suponen felicidad fuera de ellos. No parece sino que estos hombros, que podemos llamar felices, tuvieran a la vista el lado deplorable i triste del cuadro que presenta su antigua morada después que en ella ha sentado sus reales el nuevo espí- ritu de ilustración. Una naturaleza debilitada por todos los males que nos importó la invasión europea, jermenes maléficos trasmitiéndose como un triste patrimonio de jcneracion en jencrácion, una vida que parece trasmitida cansada ya, su término medio que cada vez se acorta mas, serian cosas mui capaces de arredrar a un ser que no conoce mas felicidad que el bienestar del cuerpo i de hacerlo rechazar con tezon un elemento de ruinas i miseria para él que no conoce sus beneficios. Cualquiera hombre, por poco competente que sea en la materia, puede ser capaz de notar la inmensa diferencia que bajo este punto de vista existe enLre la parle civilizada i la parte salvaje del territorio chileno, i no puede dejar de confesar que la ventaja está por esta última. I no solo aquí se observa este fenómeno. En donde quiera que, en medio de los países civilizados de la América, se encuentre estas reli- quias de la antigua barbarie, se nota esta misma diferencia. En la benignidad de la sena templada, bajo los secantes ardores del ecuador, entre los hielos del polo, esa clase de hombres es siempre robusta, siempre sana i diferente de la dase civi- lizada. Cuantos son los males que nos ha costado el título de pueblo civilizado, no seria posible decirlo sino enumerando todos los que existen entre nosotros. Pero uno de *os que se han desarrollado en una progresión mas espantosa, el que tal vez mas es- tragos ha causado, es la sijilis, de la cual tendremos lugar de hablar como una de Jas causas de la enfermedad que nos hemos propuesto por tema examinar. DEL ESCIRRO I CANCER DEL UTERO I DE SU ULCERA CARCINOMA TOS A. Al lomar por lema de mi memoria estas graves afecciones, mi objeto no solo lia sido describirlas bajo todos los caracteres con que suelen presentarse i reunir en ella los medios mas apropósilo para conservar a las enfermas, sino también manifestar las principales causas que las producen en Chile, i estudiarlas en su orijen para tra- tar de evitarlas. Por otra parte, lo jeneral que se lia hecho esta enfermedad en Chile, pues parece que se recibiera su jérmen coa la vida, i los pocos recursos que le presta la medicina, son motivos mas que suficientes para merecer la atención del médico. El útero, después de los tres aparatos que rijen las funciones de la respiración, circulación i sensaciones, es el organo mas interesante que lleva la mujer. Su tejido muscular lo asemeja al corazón, único órgano buceo que era considerado de esta naturaleza por los anatómicos antiguos. No hace mucho tiempo que algunos ciruja- nos eminentes dedicados al estudio do este órgano, tanto en el estado de vacuidad, como en el de jestacion, observaron que su estructura, aunque no era manifiesta- — 2S— tnfcñtc muscular en el primer oslado, se hallaba en rudimento i solo faltaba el ejer- cicio de su función para desarrollarse en los progresos del embarazo. Esta semejanza con el órgano lalvcz mas interesante para la vida, i en el que los fdósofos colocan las afecciones del alma, ennoblece a aquel hasta el punto de cons- tituirlo el mas importante de la organización de la mujer. Sus relaciones anatómicas con el intestino recto, con la vejiga urinaria i con el peritoneo, hacen que sus enferme lades sean mas graves i casi siempre mortales. Sus funciones fisiolójicas son importantísimas, pues ¡a naturaleza creó este órgano con el objeto de rejenerar a! hombre i su sabia mano bis dirijió con admirable arre- glo. La disposición de las partes de que consta para contribuir a formar el aparato precioso de la jeneracion; las variaciones que sufre sujetas a leyes invariables en la marcha progresiva de la jestacion, esa especie de spiritus vitalis o principium mo- váis, que parece serle peculiar i que lo animaliza hasta darle casi conciencia de lo que pasa i se conserva en él, son fenómenos qnc admiran tatito mas, cuanto que uü misterio casi impenetrable preside a su desenvolvimiento. Un aparato tan importante como el de la jeneracion no podía ser llevado por lá mujer sin esperimentar sensiblemente su influencia tanto en lo físico como en lo moral, en sus enfermedades como en sus inclinaciones i acciones. La importancia de esto influencia es lo que ha bocho decir á Hipócrates i a Hollinan: propter soíum uícrum, mulier est id quod est. Causas, — lie tratado de probar en la introducción de esta memoria, que la civi- lización pervirtiendo las costumbres, destruye el físico del hombre. — fiemos sacado un ejemplo de entre nosotros mismos. Efectivamente, antes que la Europa vaciase en Chile sus virus i contajios, no se conocía aquí ni la vijésima parto de las enfer- medades que lioi reinan habitualmente. Pero apenas se mezclaron las razas, ia constitución de los hombres adquirió vicios profundos que rio debían desaparecer jamas. Esta causa primordial unida a las afecciones tristes i padecimientos de lodo jénero que trajo consigo la guerra i trastornos de los pueblos, es lo que ha desarrd- 1 lado las enfermedades que hoi reinan entre nosotros con una eslension deplorable. Las escrófulas, tisis, aneurismas del corazón, afecciones del hígado i del ulero, la ci filis componen un pequeño número de las enfermedades a que me refiero. Si atendemos, pues, a estas consideraciones, si colocamos las afecciones del útero entre las enfermedades recientemente adquiridas en Chile, podremos decir que ellas son un efecto de la civilización? ¿pero cómo sentar tan cstravagantc proposición? ¿Cómo hacer aparecer como causa una de la otra dos cosas que al parecer oslan separadas por una distancia inmensa, i absolutamente despojadas de la mas lijera sombra de relación? Pero liemos dicho ya que la civilización (considerada como el conocimiento de todo, que de todo hace apasionarse al hombre i abusar de todo) introduce en las costumbres de los pueblos la ponzoña del vicio, i hé aquí la fuente fecunda de las enfermedades. Es decir, que nó será entonces una causa directa; pero si obrará remotamente orijinando otras causas. Tócame, pues, hablar de cada una de estas causas, i colocaré a la sífilis en primer lugar, como la mas común de todas. Desarrollada tina vez, o mas bien incubada la sífilis en la constitución de una mujer, sus primeras manifestaciones o síntomas se presentan en los órganos exter- nos de ia jeneracion, siendo los mas comunes las blenorreas i dcucorrcas, los bubo- nes o infartos de las glándulas inguinales, las ulceraciones de los grandes i pequeños labios i aun las de la vajina i de la uretra. Todos estos graves síntomas, mirados con indiferencia por algunas mujeres, o siendo estas enfermedades vergonzosas, son siempre curadas a medias, o no se curan, lo que es mas común. Do aquí es que se acrecientan i perpetúan sin fin, produciendo alteraciones profundas i tan difíciles de —29— curar, que las mas veces son mortales. Una de las alteraciones mas comunes que produce la sililis, es el cáncer. De dos maneraspuede ocasionarlo; o bien las blenor- reas i leucorreas ulcerosas i abundantes debilitan a la mujer hasta convertir su cons- titución robusta en escrofulosa ¡linfática, predisponiéndola de este modo a las de- jcneraciones cancerosas; o encontrando esta predisposición en la mujer, las irrita- ciones de la vajina i sus ulceraciones se propagan al cuello del útero, donde principia a verificarse su transformación en escirro o úlcera carcinomatosa. Otra de las causas de las afecciones del útero, es el onanismo i la continencia exa- gerada cuando la mujer lleva en sí el jérmen o virus canceroso. Ilai una clase de mujeres en quiénes la moralidad i el pudor tienen bastante imperio para contener- las dentro de ciertos límites, fuera de los cuales está la pérdida del honor. Este honor, que es el móvil regulador de todas sus acciones, inflama sus pasiones con las trabas que opone a sus inclinaciones naturales, i las reduce a pasar una vida sacrificada i llena de deseos que no pueden satisfacer, o a entregarse clandestinamente a actos que reprueban la moral i la reí ij ion; esto es, al onanismo. En el primer caso, exila- do el útero frecuentemente , sufriendo repetidas conjcslioncs, como efecto del esti- mulo sexsual no satisfecho, se halla en una especie de lucha o revolución nerviosa, de donde resultan el histerismo, las metraljias i metritis, las amenorreas, i algunas veces hemorrajias abundantes que se reproducen a cada período de la menstruación, siendo consecuencia de todas estas enfermedades, la dejeneracion cancerosa i carci- nomatosa. En el segundo caso; esto es, cuando el horrible i detestable vicio del onanismo do- mina a las mujeres, las consecuencias son todavía mas fatales. Entonces vemos que su belleza se marchita, i su carácter naturalmente alegre, Convertirse en aire f i i o i taciturno. Pero esto es lo ménos que sucede. La salud, vacilante hasta entonces, no se pierde aun completamente; la naturaleza resiste todavía a los ataques del vicio; pero vencida al fin, abandona a la victima a las crueles consecuencias de sus volun- tarios estravios. La leucorrea crónica es la primera alteración que se declara en ella, después de haberse manifestado la clorosis con todos sus síntomas. Tras estas enfer- medades, que no dejan de ser graves i mortificantes, sobrevienen los infartos e irri- taciones del cuello uterino, trayendo por precisa consecuencia las dejener aciones de que tratamos. Pero, como se deja ver por lo que he dicho, las causas que acabo de enumerar ne- cesitan las mas veces encontrar una predisposición en la persona para desarrollare- tas afecciones. Voi a enumerar las carreas predisponentes. El haber nacido de padres escrofulosos i linfáticos, o que hayan padecido de afección cancerosa, es la mas común de todas ellas. Familias ha i que sufren este mal recibido como herencia des- de tres o cuatro jeneracioncs, i que vemos en la imposibilidad de dejar de trasmi- tirlo siempre. Un temperamento cálido i seco, con el uso de alimentos acres i exci- tantes, el uso de los calentadores de pies, que producen a la larga flores blancas, i el coreé conjestionando el útero por el obstáculo que opone a la libre circulación de la sángre en el sistema de la vena porta, son las que pueden colocarse entre las princi- pales causas predisponentes. Síntomas. — Antiguamente, i aun ahora entre el vulgo, se confunden bajo el nom- bre de cáncro, o úlcera cancerosa, estas dos enfermedades — el cáncer, consecuencia del escirro que es su primer grado, i la úlcera carcinomatosa, que no es antecedida por el escirro, como el cáncer; pero al cual se asemeja mucho en cierto período rio la enfermedad. Para evitar, pues, esta confusión h ¡remos una descripción particular de cada una de ellas, principiando por la úlcera carcinomatosa, o el cancro propia- mente dicho. Es este una úlcera antigua del útero fomentada por un desorden reni- tente de lo parle, o por un vicio universal; 30— El curso del cancro uterino no es uniforme i regular. Comunmente principia por uha excoriación o úlcera pequeña en el cuello del útero, adviniéndose al rededor grie- ta ulcerosas que se reúnen en un punto, como los radios de un círculo. Cuando es- ta cxulceracion principia en el cuerpo mismo del útero, su fondo es sórdido i sus bordes mas o menos rubicundos e inflamados. Si el mal sigue progresando, aumen- tan la eslension i profundidad de la úlcera i su rubicundez se extiende a todo el úte- rn< — Entonces es cuando estos puntos ulcerosos vierten una sanies abundante i fétida, que empapa continuamente la ropa de la enferma. Su acritud irrita e inflama las pu- dendas i suele ser tan virulenta que en breve tiempo corroe i deshace la ma- triz, pereciendo las enfermas con rapidez, entre los dolores, la pudredumbre i las he- morrajías. Pero por lo común son mas lentos sus progresos. La úlcera, si el virus no se destruye, avanza mas hacia el centro, se perfora la cara externa de la matriz, o, si se halla en el cuello del útero, destroza su circunferencia hasta invadir su mismo cuerpo. Verificada una vez la ruptura del útero, la sanies virulenta se derrama en el peritoneo i la terminación de la vida de la enferma por una peritonitis, se hace entonces infalible. % Otras veces encontrando el intestino o la vejiga adheridos al útero, la perforación se verifica en los dos a un mismo tiempo, i como la pared de este órgano opuesta a la perforación, no puede aplanarse sobre ella, nunca llega a cicatrizarse la ruptura. Asi, sus bordes incapaces de avanzarse hácia un centro perforado i sin apoyo, o se entumecen poniéndose duros i escirrosos, o se extienden en carnes fofas i fungosas» Entre tanto, la sangre menstrual que se derrama, los jugos blancos que se pervierten eu la parte, el aire que se introduce sin cesar i los medicamentos aplicados con ru- deza, aceleran la dejeneracion de la úlcera a un estado verdaderamente carcinomatoso. Avivada la sensibilidad de los nervios por los dolores mas o ménos lancinantes, que tan repelidos sufre la enferma, se aumenta la irritabilidad i crispatura del órgano que padece, se retraen los bordes de la úlcera i aumentan su capacidad. La perver- sión de la linfa deshace las naturales barreras de los fluidos, produciendo flujos abun- dantes, sanguíneos o cerosos. La continuación de este desorden altera simpáticamen- te las funciones de la economía. Se aumentan ias oscilaciones del corazón, i se pro- duce la fiebre, consecuencia del virus aere que ya ha sido rcabsorvido. La diátesis cancerosa se presenta en muchos órganos, i la diarrea termina con la vida de la en- ferma. El cáncer uterino, que es la otra afección que me he propuesto examinar, es des- graciadamente tan común como la úlcera carcinomatosa. No perdona edad ni tem- peramento, atacando especialmente a las mujeres linfáticas i mal mcnslruadas o que lian llegado a la edad crítica. Empieza regularmente por un infarto que se desarrolla n el cuello del útero, i que extendiéndose a su cuerpo, engruesa i endurece sus pa- edes. Los síntomas jenerales que se manifiestan entonces, no se diferencian de os de una metritis crónica. Como en esta, la menstruación sufre trastorno de supre- 1 on o aumento, i sobrevienen (lujos blancos o sanguinolentos. La enferma siente pe- so en el hipogastrio i en el perineo, i un cuerpo pesado que se mueve en su vientre. Si se examina por medio del sptculum el estado del órgano, se ve que el ocieo de tenca está voluminoso, desigual i con abolladuras, duro cu algunos puntos i reblan- decido en otros, i a la menor presión que se hace en él con el dedo exuda un liqui- do sanioso i sanguinolento. El orificio del útero está en', reabierto, i rubicundos c hinchados sus contornos-, pero no hai ninguna escoriación, nada que se parezca a una ulceración. La enfermedad en este estado suele estacionarse o seguir pronto sus períodos, lo que depende muchas veces de la constitución, temperamento, cuidados i comodidades de las enfermas. Podemos considerar este como el primer periodo de la enfermedad. —31 — Pero tarde o temprano se exasperan los síntomas del mal; los dolores antes mui raros i poco intensos, se convierten en lancinantes i continuos. Las ingles, los lomos i el hipogastrio participan de estas dolencias. Los 11 u j os se hacen también mas abun- dantes, mas espesos, mas acres i fétidos, viniendo casi siempre mezclados con coágu- los de sangre podridos, o pedazos de tejido destruido en putrilago, también se decla- ran hemorrajias activas que acaban instantáneamente con la vida de la enferma, a consecuencia de la ruptura de los vasos corroídos por el cáncer. Por el tacto se reco- noce que el cuello del útero escirroso, ha sido invadido por una úlcera fungosa, de bordes firmes que forman una especie de hongo de superficie blanda, frajil i ulcera- da. Esta úlcera, que seria difícil distinguirla en este estado do la úlcera carcinoma- tosa, tiene sus mismos síntomas i terminación. La peritonitis, consecuente a la per- foración del útero, i al derrame de sus secreciones en él, la perforación de la vejiga 0 del intestino recto, el color pajiso de la piel, la fiebre héclica i la diarrea, son sín- tomas i terminaciones comunes a ambas afecciones i que matan igualmente a las en- fermas. Caracteres anatómicos. — Para determinar con exactitud los caracteres anatómicos de esta afección, manifestaremos separadamente las alteraciones cadavéricas que su- fre el órgano en cada uno de los períodos del mal. Cuando el estado escirroso se limita al cuello, ó parte del cuerpo del útero, su as- pecto exterior es rubicundo, hinchado, irregular, granuloso i lleno de hendiduras. La compresión le hace exudar una materia saniosa, o sanguinolenta, i casi siempre fétida. Si se le corta para penetrar en el interior de su tejido, se nota que en medio de un tejido celular denso i apretado, se aglomeran masas globulosas de distintas for- mas i tamaños, confundidas con el tejido propio dol útero, hipertrofiado i atravesa- do por vasos mui gruesos de paredes débiles i adelgasadas, formendo areolas mui irre- gulares. Las aglomeraciones de estas masas globulosas tienen colores distintos; unas veces son claras, blancas o azuladas, o verdosas, morenas o rojas; pareciendo siempre ser una producción del tejido celular denso, entre cuyas celdillas se encuentran de- positadas. Estos son los caracteres que presenta el primer período. En-el segundo periodo desaparecen completamente los veslijios de estos diferentes tejidos, i el tumor está reducido únicamente a una masa homojénea i de un aspecto semejante al del tocino que rechina al cortarlo con el escarpelo. Prolongaciones fi, brosas adhieren este tumor a lo restante del órgano, i vasos voluminosos lo rodean por todas parles. Por fin, en el tercer periodo se notan en la superficie de la dcjencracion puntos reblandecidos, que se exLicnden hasta el espesor de su masa, donde se encuentra también derrames de sangre i pequeños senos llenos de una materia fétida i saniosa 1 a veces una cerosidad verdosa mezclada con materia tuberculosa. LTna úlcera de bordes recortados i duros se manifiesta en su superficie. Su fondo fungoso exhala una sanies pútrida, estando su superficie cubierta las mas veces con una película negra. El acrecentamiento progresivo de la úlcera, ayudado por la producción de estos lí- quidos, que corroen los tejidos que tocan, llega a romper, al fin, todo el espesor de las paredes del útero. Varían entonces las alteraciones cadavéricas, según la parte que haya comprometido la perforación. Si la pared del útero es solamente la perfo- rada, se observan en el peritoneo derrames de los líquidos acres secretados por la úl. cera, i ademas las alteraciones cadavéricas de una peritonitis aguda, producida por la presencia de estos líquidos en su cavidad. Cuando la perforación ha comprometí, do el recto o la vejiga, se encuentran estos órganos completamente adheridos al úte. ro, de manera que las paredes respectivas se confundez, formando una sola donde se encuentra la ulceración. Tales son las alteraciones cadavéricas que caracterizan anatómicamente cada uno de los periodos del cáncer. —32— Pasaré ahora a tratar do la curación de las dos afecciones que acabo de describir, dividiéndola en dos secciones. En la primera trataré del método proliláctieo, o mo- do de precaverlas; i en la segunda hablaré de los medios que pueden emplearse pa- ra curar el cáncer i la úlcera carcinomatosa. Método profiláctico.— Dos mil años antes de la era cristiana se cultivaba ya entre los ejipcios la ciencia de la medicina. Multitud de sabios han consagrado desde en- tóneos su vida i su talento a su estudio por llegar algún dSa a poseer cd medio segu- ro de curar todos los males que acibaran nuestra existencia. Los unos se han redu- cido a pasar su vida reclusos en anfiteatros de disección, rodeados de cadáveres i ex- poniéndose a recibir conlajios capaces de hacer peligrar su vida, por estudiar cuellos la conformación de los órganos del cuerpo humano, i poder explicar sus funciones i simpatías. Otros, ante el lecho del dolor i de la miseria se han dedicado a la obser- vación de las enfermedades, estudiando detenidamente sus causas, sus sintonías, sus variaciones, complicaciones i terminaciones, i han llegado, no solo a conocer i clasi- ficar las enfermedades exteriores i fáciles, sino también a ver las alteraciones mas ocultas que afectan nuestros órganos interiores, por medio de la auscultación i per- cusión, descubrimiento admirable que ha hecho dar a la medicina un paso jigantes- co hácia la verdad. Otros, en fin, recorriendo i examinando paso a paso los reinos de la naturaleza, la han sorprendido en sus mas misteriosas operaciones, adivinado sus secretos, i sacado de las piedras i las llores maravillosas sustancias, susceptibles de combinaciones infinitas, para aplicarlas a multitud de 'sufrimientos; han quitado a la naturaleza su fuerza para proveer a la debilidad del hombre. Una gratitud profunda debe la humanidad a estos hombres filántropos, a pesar de que ha visto escollar sus esfuerzos en la imposibilidad de curar ciertos males. Pero, sobre no ser omnipotente la inlclijencia humana, las leyes de la naturaleza son in- transgrcdibles, inexorables sus preceptos, e irresistible su fuerza. No es dado al hom- bre invertir el orden fatal de la creación, i no bal sobre la tierra un poder que opo- ner a la muerte! Las enfermedades orgánicas, esta plaga destructora c inatacable de la doliente hu- manidad, son la desesperación de los hombres de la ciencia. Los profundos estudios, Jos trabajos preciosos que se han practicado para descubrir los medios de curarlas, no han dado mas provecho que la gloria i celebridad del que los hizo. Es verdad que la cirujía ha hecho algo en esta materia, llegando con el atrevido bisturí bástalos ór- ganos mas interesantes del cuerpo humano, i cercenando aquellos que, dejenerados, pueden comprometer la vida; pero como no lodos nuestros órganos están a su alcan- ce, i si lo están, suele la pérdida de alguno de ellos acarrear también la de la vida, no es posible curar sino una parte mui insignificante de estas enfermedades. Pero si la medicina no tiene hasta ahora recursos para curar una enfermedad or- gánica desarrollada, a lo menos puede precaverlas, que no es poco, evitando sus cau- sas. Partamos pues de este principio para dar los medios hijénicos que deben opo- nerse a la producción de estas causas en la enfermedad de que tratamos. Hemos di- cho que las causas principales que la producen son la sífilis, el onanismo, el uso in- moderado del acto jenerador, agregando a estas el clima, los vestidos, i algunos usos domésticos introducidos de algunos años a esta parle. Trataré separadamente de ca- da una de ellas. Hace ya muchos años (pie en Chile, i con particularidad en Santiago, la siíilis ha- ce estragos horrorosos, i este mal terrible, lejos de disminuirse, se extiende cada dia, a medida que el pestífero conlajio de la prostitución cuenta mas víctimas. Los hospi- tales están llenoa de los infelices (pie han si do] presa déla ponzoña sifilítica. Lastimo- so i triste es ver entre ellos hombres robustos, de una constitución casi atlética, ex- tenuados por dolores terribles que destruyen sus fuerzas, o por ulceraciones que co- —33— rrocn hasta los mismos huesos inutilizándolos para siempre. Viciada i debilitada la constitución de esta manera, la deja espuesta a sufrir dejeraciones de toda especie, siendo el cáncer i el carcinoma las que sobrevienen mas comunmente. Estas se de- sarrollan con mas facilidad en las mujeres, sea porque en ellas reina jeneral mente el temperamento linfático, i las dejeneraciones se producen mas fácilmente en una fi- bra laxa, sea porque tienen un órgano mas espuesto a ellas por su inmediación a las partes absorventes del virus sifilítico. ¿De qué medios valerse, pues, para desterrar de nuestro suelo este virus destructor de sus habitantes, que se pierden por una ne- glijencia? Por mi parle, solo un medio he divisado siempre, i es el establecimiento de un lupanar. Sí, no nos cansemos: en vano se empeñará el médico en atacar con los mas acertados remedios el vicio sifilítico, sino se' destruyeren su raíz la causa que lo reproduce sin cesar. Está probado que una mujer infestada de sífilis puede comunicar el virus a una multitud de hombres, i siendo sifilíticas la mayor parle de las mujeres prostitutas, lo que por otra parte es mui natural, pues no tienen aseo ni se dejan ver por el mé- dico cuando se manifiestan en ellas los primeros síntomas del mal, claro es que en el contacto directo en que se hallan con todo el mundo, se trasmite i propaga la sífilis. No sucedería otro tanto si se tomara la medida prudente de que hablo. Las autoridades que deben cuidar de la salubridad pública, debieran empeñarse en establecer lo mas pronto posible una casa de prostitución, en donde la asistencia de un médico velaría porque la siGIis no se iniciara siquiera; imponiendo severas penas a las mujeres que fuera de ella ejerciesen su dañoso oficio. El fanatismo relijioso le vantaria seguramente su voz, reprobando como inmoral este medio de salubridad. Pe- ro la borrasca pasaría pronto, i se reconocería la utilidad hijénica i moral de un es- tablecimiento semejante. La mayor parte de los pueblos civilizados de Europa i algm nos de América han reconocido esta necesidad, i han visto las ventajas que se han sa-f cado satisfaciéndola, disminuyéndose, no solo la sífilis, con cuyo objeto se ha hecho, sino también el vicio de la prostitución. En cuanto al onanismo que hemos enumerado éntrelas principales causas de estas afecciones, creo quemas bien toca a un tratado de moral o educación designar los medios de evitarlo. En fin, sospechada la predisposición hereditaria en una mujer, a estas afecciones, debe ponérsela fuera del alcance de las causas que provocan esta enfermedad. Si está en un clima ardiente i seco, donde el tiempo sufra vicisitudes de frió i calor, se le debe aconsejar escoja uno mas frió i húmedo, prefiriendo un temperamento de cesta, que use los baños de mar i se vista de franela. También se debe abandonar el uso de los calentadores, porque, como dijimos ya, producen flores blancas; i el uso del cor- eé, que, como lo hemos probado, ayuda tan directamente al desarrollo de las afec- ciones cancerosas. Cuando se han presentado los primeros síntomas de la dejcneracion, el método hijénico que debe observarse, es el siguiente: Tranquilidad espiritual, poco ejercicio corporal, alimentación animal sin mezclar- le exitantcs de ninguna clase, abstinencia del coito, de cnando en cuando aplicar sanguijuelas a las partes inmediatas al órgano afectado, para poder evitar conjeslio- nes que pudieran conducirlo mas pronto a su desorganización, mantener libre el vientre, evitando siempre la irritabilidad del estómago, i por último, también es mui útil abrir una fuente en una pierna. 5 — 31— Méíoílo c'asa'ñíiv». Aunque convencido do la ineficacia de lodos los remedios que se usan en la cura- ción del cáuccr, no dejaré por eso de enumerarlos, lijándome en los que pueden prestar mas alivio a las enfermas. Antigúamenos desesperando los médicos de encon- trar un remedio para tan terrible enfermedad, la dejaban abandonada a si misma, i daban solamente remedios paliativos para aliviar algo los dolores e incomodidades de la paciente. El mismo Hipócrates divisando desde su siglo que jamas se adelantaría mucho en la curación de esta enfermedad, aconseja que, desarrollado una vez el es- cirro o el carcinoma, vale mas no curarlo para conservar un poco mas la vida de la enferma. Este consejo lo da en el aforismo siguiente: Quibus occulti cancri fiunt, eos non curare melius est. Curad enim cito percunt. Non curad vero longius lempus perdurant. Tan cierto es esto, que todos los dias estamos viendo que apenas una enferma con- siente curaciones locales con remedios regularmente irritante, como es la mayor parte de los que en esta afección se aconsejan, la enfermedad hace progresos admirables. Los únicos medios de curación que alguna vez han obtenido buen éxito, son la cau- terización i la rescisión dol cuello uterino, cuando el cáncer o carcinoma no ha pa- sado mas allá; pero ántcs de proceder a hablar de ellos, preciso será decir algo de las diferentes medicaciones que se lian usádo a mas de estas. La medicación antiílojistica es la primera que se usa en el escirro uterino, apli- cando sanguijuelas a los muslos o en la vulva, i aun al mismo cuello del útero por medio del speeulum. Los revulsivos exterior c interiormente han sido también mui aconsejados. El mercurio, el yodo, el oro i sus preparaciones, el sianuro de bromo i de zinc, el snbearbonato de soda, i las preparaciones del plomo i de la cal i el ácido nítrico diluido, son los principales remedios que han aconsejado los autores como específicos para estas enfermedades. Pero de todos ellos el arsénico es el que parece dar mejores resultados, Un médico de parís, dice Trousseau. que hace ignominiosa- mente un secreto de los medios terapéuticos que emplea en el tratamiento del cán- cer i carcinoma uterino, modifica con felicidad la abundancia i fetidez del flujo i prolonga evidentemente la vida de las enfermas, tocando lijeramente el cuello de la matriz con un algodón empapado en aceite arsénica!; pero es mui necesario tener presente, al aplicar este remedio, que una dosis fuerte de arsénico da lugar a acci- dentes inflamatorios, que no siempre son fáciles de remediar.» Por último, experimentos recientes i coronados del éxito mas feliz, hau manifsla- do que la ergotina, principio alcalino qun tiene el sécale cornutum, obra de un mo- do específico en las afccioncs orgánicas del útero, principalmente en las hemorrajías que sobrevienen en este estado. liemos dicho que la cauterización i la recocción son los únicos medios de que se Daca ventaja en la curación de astas afeccionas; peroán- les de proceder a estas operaciones conviene asegurarse bien de que la dejeneracion cancerosa o carcinomatosa del cuello uterino se haya efectuado ya, para no expo- nerse a cortar o quemar un cuello que, si no está bueno, padece solamente una infla- mación crónica i susceptible talvcz de curación. Debemos advertir también que estas dos operaciones, teniendo buen resultado que solo cuando la dejeneracion no ha pa- sado del cuello del útero, no son aplicables indiferentemente un a u otra, sino según el caso. Así, la receccion se aplicará mas bien cuando los labios del ocieo de lenca estén bastante largos o en aquellas dejeneraciones en que quedan por detrás tejidos sanos donde se puede practicar con facilidad la sección. La cauterización se debo aplicar en las úlceras superficiales i carcinomatosas do liase poco infiltrada, ¡ también cuando después de haber practicado le recocción, quedan cía la superficie do la herid i punlosde aspecto sospechosos. El primer cirujano que lia empleado la cauicrizacinn con perfección fué M. Du- puylren, que usaba para cauterizar el nitrato ácido de mercurio, o mas bien, un cono de potasa cáustica, o de nitrato de plata de una pulgada de base. Poníalo en un lapicero i lo aplicaba a la superficie ulcerada por su vértice o por su base, según era necesario. Para conducir el cauterio basta el cuello del útero c impedir que Hi- riese las paredes de la vajina, se inventó un instrumento que por la comodidad i facilidad de ver las parles afectadas, se le llamó speculum uteri. Colocado éste en la vajina de tal .manera que lodo se vea con claridad, se intro- duce hasta la estremidad que toca al cuello, un lechino de hilas para que impida que lo excedente del cáustico se corra por cutre éste i la vajina, i se procede enton- ces a la cauterización. A los’cualro o cinco dias la escara cae i se vuelve entonces a cauterizar de nuevo si la superficie de la herida lo requiere, siguiendo asi las cau- terizaciones hasta que se hayan presentado en ellas pezonsilos carnosos de buena naturaleza. Pero hemos dicho ya que la cantcrizacion no producirá buen efecto, sino cuando Ja úlcera es superficial i de base poco infartada; porque de lo contrariólo que sucede es que no pudiendo llegar la acción del cáustico a los tejidos sanos, el trabajo de se- paración se verificar en los tejidos enfermos, i la irritación que causa propaga el in- farto con mas rapidez i la enfermedad se exaspera gravemente. Por último M. Jobcrten sus ensayos pirolígnicos lia usado el fierro ineandccentc para cauterizar el cuello uterino, i muchos otros prácticos han seguido su ejemplo, obten teniendo todos algunos buenos resultados. Pero la cauterización por el fuego, que solo produce buenos efectos en las úlceras superficiales del cuello, tiene dos gra- ves inconvenientes; o los líquidos que se serretan en la parle afectada i que la lnñan continuamente, apagan el cauterio antes que se verifique ha cauterizad on; o si esta se consigue, produce a veces graves inflamaciones, que se hacen peligrosas por la proximidad del peritoneo. Osiander fue el primero que practicó la rescisión del cuello del útero desorganiza- do; pero fue Dupuylren quien perfeccionó el modo de practicarlo. Este sabio ciriija- n i variaba el modo de hacer la operación según el estado del cuello uterino. Si este se hallaba cscirroso i resistente, lo tomaba con las pinzas de Maseux, lo atraía hasta el nivel de la vulva, i lo rcscidia. Por el contrario, si estaba frájil i blando, introdu- cía hasta él un speculum, abrazándolo en su estremidad i cortaba toda la parle can- cerada o carclnomalosa con una cuchara de bordes corlantes. En fin, oíros muchos cirujanos como C domb it i Tlalin, han inventado diferen- tes métodos operatorios mas o menos ventajosos. De los dos modos de operar de M. Dupuylren, el mas ventajoso i c! que debe usarse es aquel que aconseja corlar el cuello del útero en su posición anatómica. El otro tiene a voces el inconveniente de magullar las partes i de producir Inflamaciones, pues no siempre hai bastante elasti- licidad’cn los ligamentos del útero para dejarse atraer hasta la vulva, o el aumento de volúmen que este órgano sufre a veces, le impide descender. Cuando la operación lia tenido buen éxito se cicatriza la herida en 20 dias o un mes. En el caso contra- rio, la herida sigue supurando, consen rudo siempre mal olor. Entonces se debe cau- ter zar. siguiendo los preceptos que hemos cslab'ecido al tratar de la cauterización. En el año de 1812, Pallelta aconsejó por primera vez la rescisión del útero, prac- ticándola después Siebold, líolseher, Blundell, Ennnar, Elzars, r»ecamíer, Uoux i va- rios otros cirujanos. Pero como ella no lia obtenido ni un resultado mediocre siquie- ra, pues de veinte mujeres operadas, tres solamente han sobrevivido a la operación, para morir un año después, no puede proponerse esta operación como medio de cu- ración para esta enfermedad. lié aquí todos los medicamentos i operaciones quirúrjidas que la ciencia ha em- pleado hasta el dia para la curación de este terrible mal. Doloroso es reconocer que todos ellosjamns han conseguido un resultado medianamente consolador, i que hasta ahora la ciencia, haciendo sin embargo esfuerzos constantes por extirparlo, lo declare incurable, i se contente con poder precaverlo. Quien sabe si, andando los tiempos, uno de esos raros i misteriosos caprichos de la suerte, a que se debe mas de un des* cubrimiento maravilloso, conduzca a algún sabio al lugar donde la naturaleza oculta tal vez el remedio de este mal. T)tS CUTIS O pronimciado por el señor don vieron pretot en la se* si 071 sálenme de la Universidad del 20 de Febrero de 1 85o, pa^ ra su incorporación de miembro de la Jacnlfad de Medicina. Las sociedades humanas tienen su infancia como los individuos que las componen. Sus primeros pasos sos vacilantes, sus tendencias son mas instintivas que razonadas? fácilmente arrastradas hacia el error, necesitan ser dirijidas i ilustradas. En el presente siglo, el mundo nos ofrece todavía todos los ejemplos posibles do los diversos estados sociales, sea que la barbarie i la ausencia de la revelación divina presida en ellos, sea que un estado ya reconocido de civilización, hayan alcanzado mas o menos en su marcha progresiva, el punto en el cual es tan difícil mantenerse. El cuerpo universitario al cual cstoi llamado a ser incorporado, por un favor po- co merecido, sin duda, me procura el insigne honor de sentarme al lado de los hom- bres mas eminentes de este pais por su saber i la rectitud de sus ideas. Instituyén- dolo se ha querido que cada uno de los conocimientos humanos estuviese represen- tado en él i que semejantes a los diversos rayos de un centro común, formasen un foco de luz bienhechora i de progreso bien i seguramente dirijido. Las ciencias médicas que constituyen una de las secciones de esta honorable cor- poración, no son a vuestros ojos las menos dignas de interes, ya que las consideréis Separ id unen le o en conjunto, aplicándose a los intereses públicos o privados i cons- tituyendo la profesión de médico. La ostensión i diversidad de conocimientos que se exijen para ejercer esa profesión, manifiestan suficientemente la importancia que se le da. En efecto, todo lo que tie- ne relación con la h ij ¡ene pública, la conservación i vida del hombre, le pertenece. Mas tarde, i en este pais corno ya en otros, su acción se eslenderá mas lejos. Con to- do, el círculo en que actualmente funciona puede llenar las necesidades reclamadas por el ínteres de todos. En su aplicación, las ciencias médicas encuentran en Chile un eampo vasto de es- tudios. Su cuadro uosolójico, mui eslenso, ofrece a la observaliva la mayor parte de las enfermedades reinantes bajo la zona templada de la Europa. — Este pais, por un í inmunidad providencial parece escapar al azote destructor de las epidemias asolado- rus de otros lugares; pero, S.S. será fácil señalarle un rango favorable en la escala climatirica? Para resolver osla cuestión, bastará recurrir a las estadísticas jener.ilcs de mortalidad i decidir en consecuencia? Permítasenos suponer que se llegaría a una —37— Solución errónea; pues, es posible admitir que ciertas localidades no reúnen crv el mismo grado, las condiciones de clima i de salubridad las mas favorables a la salud i a la lonjcvidad. En efecto, no sucede así donde se ha establecido definitivamente 1 aun me atrevo a decir fatalmente, la Capital de la República? La Historia cuenta como los españoles dejaron las riberas del Imperial para venir a agruparse sobre las del Mapocho. Esto prueba que tanto al 1 i como en oirá parte, su golpe de vista i su disernimiento habrán, desde luego, encontrado el sitio mas fa- vorable, sin duda, para la fundación i el progreso de la Colonia. No hai persona, que yo sepa que niegue a Chile las condiciones que hacer de él, tino de los países mas sanos del continente Sud América; pero, los numerosos grados de latitud que ocupa, establecen entre sus provincias, importantes diferencias, rela- tivamente al clima; i no trepido en reconocer, que bajo el aspecto de su benignidad; los grandes centros de población de la República, son ios menos favorecidos. Seria del mas alto interés, S. S. reunir los materiales propios para el cumplimien- to de un trabajo sério que tomase por base, las observaciones atmosféricas hechis en Santiago, i el movimiento anual de su población, añadiendo a esto, las causas de muerte, es decir el jéncro de enfermedad a la cual cada individuo sucumbe. Los trabajos especiales de uno de vuestros miembros, por una parte i por otra, la compulsión de los archivos del estado civil satisfarán a casi todas las exijencias. Pe- ro, los datos relativos a la muerte, me parecerán siempre fallar del grado de auten- ticidad conveniente, mientras que la naturaleza i carácter de la enfermedad, no se hayan constar por el hombre del arle i por un certificado ad lioc ; como se practica en Europa. Creo poder prejuzgar que un trabajd semejante demostraría que la morta- lidad entre los habitantes de la Capital, es infinito i proporcionalmente superior a la de las ciudades principales de Europa, de París, por ejemplo, donde en el mismo año del Cólera, no ha pasado del cuatro i medio por ciento, que, a pesar del crecido número de los nacidos, la población no aumenta de una manera mui sensible; que io duración media de la vida no alcanza sino a una cifra inferior a la de los otros puntos de la República; i que, en fin, el hombre vive mucho menos que la mujer. A que causas, señores, nos será permitido referir un resultado tan poco satisfacto- rio i del cual muchos se sorprenderán sin duda. ¿Que parte tiene en ellas el clima? cual es la de las condiciones de localidad i de insalubridad inherentes a toda aglo- meración considerable de individuos? i en fin, cual es la influencia de sus costum- bres domésticas i profesionales de cada uno? Pertenece a vuestra iniciativa, señores, indagar sobre estas cuestiones, cuyo reme- dio posible, dependerá del concurso simultáneo de vosotros mismos, de la edil idad Santiaguina i de los médicos. — La pureza del aire, la calidad de las aguas, sus co- rrientes, la limpieza de las calles, de los lugares públicos, de sus acequias i resumí* deros, son atribuciones de la policía administrativa, cuyo anhelo i zelo se manifies- tan hoi por la recicn adopción de obras de gran utilidad pública. — Que el médico venga en su ayuda, señalando las mejoras prescritas por la hijicnc pública, que pe- netre con ella en los mercados, en los hospicios, en las prisiones i en esos lugares donde la beneficencia pública recojo la infancia. A él, pertenece también, dar acce- so en las familias o por consejos ilustrados a esos conocimientos vulgares de la hijir- ne privada o doméstica, cuya observación prevendría muchas veces la enfermedad i llegaría a joneralizar unas costumbres en harmonía con las disposiciones climatéricas i individuales. Que no trepide mas, en provocar la adopción de una alta medida pro- pia para proporcionar a la República una sucesión de jcneraciones sanas, como el aconsejar el sacrificio de un placer, aun inocente, cuando es capaz de comprometer la salud. —38— Jlui numeraseis son, señores, los deberes del medico, Así, no seria jnslo exijir do vi, un exacto cumplimiento de lodos ellos. J’ero para llegar al lin, mas de un cami- no hai abierto; para alcanzorlo, bastara, señores, marchar con vosotros. Concluido el precedente discurso, contesto a nombre de la Facultad el miembro de la misma, don Vicente A. Pudín en los términos que siguen: ILUSTRE CUERPO UNIVERSITARIO: Me ha Cabido la honra de expresar por tan respetable corporación los sentimientos que la animan respecto del distinguido doctor que lio i recibe en su seno. La Facultad de Medicina ha hecho una adquisisicion poco común en el doctor Prelol, cuyos tálen- los i jenio laborioso propendan con ella al desarrollo de mil trabajos que existen en embrión i que no tendrían su término sin el concurso de hombres importantes en la ciencia. Uno de estos trabajos es e! que acaba de bosquejarse por el nuevo miembro, i aun- que por circunstancias imperiosas no nos ha podido dar un cuadro acabado que sirva de base a los trabajos en hijicne pública; sin embargo ha querido en su memoria he- Tir el moral de la sociedad, presentándole las consecuencias que reporta este impor- tante estudio en lodos los pueblos cultos. Yo el último de los miembros de la Facul- tad de Medicina, no puedo ménos de adherir mi voto a la cspcriencia i al saber si- guiendo al doctor Prctot en su llamamiento al Gobierno i a la Facultad de Medicina ü la consecución de este csLudio, que hace la felicidad de los pueblos. Para conseguirlo debidamente, preciso es partir de una base que se apoye en el concensus de las autoridades i de la sociedad, asi como en las maduras ¡nlelijencias Me los hombres encargados de este ramo; partiendo de este apoyo, debe principiarse por las mejoras de los establecimientos, asilos de la indijencia que deben ser calcu- lados a las circunstancias de las lopografias locales, del estado del clima de sus tran- siciones i de las enfermedades reinantes. De mejorar en lodo la parte que sea posi- ble al asco de las poblaciones i del hogar domestico, dictando medidas que apoyadas en el convencimiento de su utilidad las acepten con gusto losque deben cumplirlas, aislando las aguas potables de los lugares en que puedan hacerse infectas i mal sa- nas; i en fin, dictando medidas a las mejoras del bien estar en la clase indijente, foco de donde parten en la mayor parte de los casos las enfermedades que se lian hecho endémicas en Chile» Estas leyes que corrcjirán un tanto los males que parlen de nosotros mismos, es preciso que no se auulcn dejando dos poderosos focos de adquisicionc mórbidas, ta- les como la prostitución i el comercio; sobre el primero de estos males ya no basta li poderosa influencia de la moral i de la relijion; necesitamos de otras medidas coer- citivas, i que si bien sacrifican en parte algo de la moralidad i el pudor sin embargo ellas traerán precisamente un bien mucho mas positivo haciendo mas raras las pros- tituciones i la consiguiente sustracción del foco de males en que se plaga toda cons- U.ueion» El comercio bien inestimable de las naciones, nos acarrea también enfermedades que sirven para desconstituir los pueblos de su primitivo orijen; de esta verdad res- ponden la salud i lonjevidad de los chilenos ántcs de 1810, con la que filé después de esa época i lo que ha continuado siendo en proporción del progreso mercantil, de la imitacien en que entramos de usos inadoptables a nuestro clima i do la rela- jación de costumbres que este precioso bien nos trajo; pero si no pueden perdí rsa los importantes bienes del comercio, ni libertar a la sociedad de usos arraigados cu ella i que la cspcricnoia solo puodc hacerla abandonar; no obstante es encargo de la —3a— Facultad que vive en el seno de las familias modificarlo, i de la autoridad favorecer con sus medidas las tendencias sanitarias que el Cuerpo de Medicina crea condu- cente establecer en los puertos que se hayan mas en contacto con los individuos de otras naciones. Dados estes primeros pasos, atrinchereda la existencia por medidas de un interes tan vital; entonces veríamos resaltar las causas mórvidás de los males que existen i la dedicación de la Facultad basaaria para encontrar el remedio de sustraerlas o ate- nuarlas. Parece, señores, que me he distraído del objeto para que fui nombrado, pero el sen- timiento intenso que tengo de la necesidad de reformas importantes en la hijiene pú- blica; la convicción que tengo de que la sociedad reclama los bienes que ella pro- duce, aun antes do conocealas, han hecho no solo adherirme a las proposiciones ¡ni- ciadas por el miembro que se se incorpora, sino lalvez pasar mae allá en considera- ciones ajenas de mi objeto. El mérito peí doctor Prctot hará fuerza a la Facultad para que emprenda el tra- bajo que él propone, i su iniciativa es la primera inspiración gloriosa en su nueva carrera de miembro de esta Facultad. lié dicho. DE LEYES. Sanúacjo, diciembre 17 de 1852. Señor Decano: A consecuencia de la comisión que en oficio de 7 del corriente se sirvió Y. comu- nicarme se me había conferido para concurrir a los exámenes de derecho internacio- nal i de derecho español a que él se refiere, me trasladé ayer al departamento de ins- trucción Universitaria i presencié los que se rindieron por diversos jóvenes cursantes en dichas facultades. IVo pude ménos, en tal oportunidad, de esperimentar especial satisfacción, observando, ya los conocimientos, mas que elementales, que los exami- nandos manifestaron acerca de las varias cuestiones i puntos prácticos (respecto al derecho internacional) sobre que fueron interrogados, ya que los profesores que los sujetaban a semejante prueba tenían la conciencia del fruto de sus lecciones. Habien- do terminado en el mismo dia de ayer dichos exámenes, no habia para que tuviese lugar mi asistencia en el de hoi; i rno apresuro por lo tanto a trasmitir a V., con — ÍO— mucha' complacencia, el présenle informe, en completo desempeño de la comisión que se me confió, i en respuesta al oficio de que lie hecho mérito. Dios guarde a V. II. L. Irarrázaval. Al señor Decano de la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas. Santiago, diciembre 30 de 1852. En virtud de la comisión que V. me confirió por su nota de 7 del corriente, pre- sencié el examen de Derecho Romano i patrio de varios jóvenes, i todos ellos mani- festaron tal grado de instrucción, que puedo calificarlos de distinguidos. Dios guarde a V. Manuel J. Cerda. Al señor Decano de la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas. Santiago, abril 11 de 1853. En virtud de la nota de US. de 6 de Diciembre del año pasado asistí a los exáme- nes de Derecho Canónico, i de Códigos especiales en el departamento universitario. En cuanto a los de Derecho Canónico, puedo asegurar a V. que he observado apro- vechamiento en los estudiantes, i regularidad en el plan de enseñanza; pues los exa- minandos dan razón del texto de la obra del señor Obispo Donoso. También dieron razón de las Ordenanzas del ejército, i déla de Comercio los que fueron presentados para estos exámenes. Sin embargo, no puedo informar sobre el plan de enseñanza porque los programas no están todavía bien arreglados por el motivo, fundado a mi parecer, de que este es el primer curso que se enseña. Mas como los antedichos Có- digos exijen por su naturaleza alguna elección de capítulos o tratados para inculcar sus disposiciones con preferencia en el entendimiento de los estudiantes de derecho, creo que para los exámenes del año escolar en que vamos, estarán definitivamente arreglados e impresos; pues debo decir que en la mesa se presentaron unos manus- critos, de que pude hacerme cargo. Al señor Decano de la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas. Dios guarde a V, José G. Palma. FACULTAD DE MEDICINA. Santiago, marzo 10 de 1853. Señor Rector: De conformidad con lo prevenido en el arl. 15 de la lei orgánica de la Universidad, se nombró por la Facultad de Medicina la Comisión que debía presenciar los exá- —li- mones del Instituto Nacional al fin dot año que acaba de trascurrir, i me cabe ahora ei honor de dar cuenta a US. del resultado de estos exámenes. Se efectuaron estos en los dias l.°, 17, 18 i 21 de Diciembre del año próximo pa- sado. En el primero de estos dias se examinaron nueve alumnos en los ramos de Fisiolo- jia c Hijicne, los cuales manifestaron conocimientos mui superiores a lo que podia esperarse, i fueron todos aprobados nomine discrepante. En el segundo se examinaron otros ocho alumnos en Medicina legal i Obstetricia, i t)dos igualmente fueron unánimemente aprobados. En el tercero se examinaron estos mismos ocho alumnos en Patolojía esterna; i pa- ra asegurarse mejor de su instrucción en este importante ramo, se hizo durar el exa- men de cada uno hora i media i en algunos basta dos horas. Todos obtuvieron uná- nime aprobación. En fin, en el cuarto dia se contrajeron los exámenes a la Medicina operatoria, por lo que se practiciron en el hospital de S. Juan de Dios. A este exátnen concurrieron ocho alumnos i todos fueron unánimemente aprobados. La Comisión ha quedado altamente complacida de los satisfactorios resultados que se han obtenido en los mencionados exámenes, en que los alumnos han manifestado el mayor aprovechamiento. Lo pongo en conocimiento de US. para que se sirva par- ticiparlo al Consejo de la Universidad. Dios guarde a U.S. Franeisco J. Tocornal. Al señor Rector de la Universidad. FACULTAD DE CIENCIAS FÍSICAS I MATEMÁTICAS. Santiago, diciembre 21 de 1852- En virtud de la nota que se sirvió V. dirijirme, be asistido a los exámenes de Topografía i de Aljebra superior, rendidos por los alumnos de la sección Universita- ria en los dias 9, 10, 11 i 13 del presente mes, i en cada uno de los expresados ra- mos he notado solo regular aprovechamiento de parte de la jeneralidad de los men- cionados alumnos. Pero en justicia, los pocos que han merecido el Voto de distingui- dos, bastan para patentizar el celo y conocimientos del recomendable profesor que los dirije. Dios guarde a Y. José Zcgcrs. Al señor Decano de la Facultad de Ciencias Físicas i Matemáticas. Santiago, diciembre 24 de 1852. En desempeño de la comisión que se sirvió Y. conferirme, pongo en su noticia que los exámenes de Aljebra i Topografía, rendidos por los alumnos de la Acade- mia Militar, terminaron dias ántcs de los indicados en la nota que se sirvió V. remi- tirme. En esta virtud, solo pude examinar los estados que me fueron presentados por el señor Director del Establecimiento, relativos a los expresados exámenes, i por ellos observé que había sido jcneral el aprovechamiento de los alumnos. Los planos G topográficos que igualmente me fueron presentados, acreditan mucha destreza i so- bresalientes aptitudes de parle de los jóvenes que los ejecutaron. Dios guarde a V. José Zcgu-s. Al señor Decano de la Facultad de Ciencias Físicas i Matemáticas. % Santiago, marzo 12 de 1853. En cumplimiento de lá comisión que V. se sirvió darme, asistí a los exámenes de Arquitectura del Instituto Nacional el dia 27 de Diciembre último. Tres alumnos presentaron sus dibujos arquitectónicos, i eran bastante bien ejecutados; pero noté que todavía carece la clase de un texto para la enseñanza de la Arquitectura, i sin él será imposible ir adelante, Dios guarde a V. José Gandárillas. Al señor Decano de la Facultad de Matemáticas i Ciencias Físicas, Santiago, mano 21 de 1853. Comisionados por el Consejo Universitario para asistir a los exámenes de la Ins- trucción Universitaria en la Facultad de Ciencias Físicas i Matemáticas i a los de la Escuela de Artes i Oficios, nos cabe la honra de decir lo siguiente, acerca del pro- greso de los estudios en ambos establecimientos. En primer lugar, en cuanto a la instrucción superior científica i profesional del Instituto, con el mayor gusto hemos visto un número de alumnos mas crecido que nunca dedicarse a las ciencias Físicas i Químicas. Diez i siete jóvenes mas distingui- dos de estas clases han dado examen i algunos han manipulado en todo el año tras- currido en el laboratorio del Instituto. Casi igual número de alumnos dieron examen de Topografía, no solo de la parte teórica sino también del uso práctico de los instrumentos, i casi todos han dado prucbis de mucho aprovechamiento en esta ciencia. Tres jóvenes se han distinguido especialmente en los exámenes de la clase de Alje- bra superior, Trigonometría esférica i Jcometria sublime. El corlo número de alum- nos que cursan esta clase i la poca dedicación a ella, se deben sin duda atribuir a que, por ahora, no siendo obligatorios para la profesión de los Agrimensores todos los ramos de este curso, los jóvenes huyen de esta clase, no tienen mncho interés para incorporarse en ella, i se contentan con aprender en la calle lo mui preciso que se exijo para recibir el titulo, És también de sentir que hasta ahora mui pocos son los alumnos que se dedican al estudio de los importantes ramos de Mecánica i de Arquitectura. Mui buen ejem- olo, sin embargo, dieron los primeros cuatro jóvenes, que dieron un brillante exa- men de Mecánica, manifestando de su parte un gusto decidido i mucha capacidad para esta ciencia. Eos alumnos de Arquitectura presentaron planos i dibujos, como también proyectos de edificios dibujados, bajo la dirección del profesor. Es de esperar que ambas clases lomarán la importancia que merecen i ocupa- rán mayor número de alumnos, tan pronto como se arregle i se ponga en ejecución el nuevo plan de mejoras cu la instrucción profesional que la Facultad de ciencia^ — 13— Risicas i Malcmálicas lia propuesto i el Consejo Universitario aprobó el año pasado. Pasando ahora a la Escuela de Artes i Oficios, hemos de hacer presente, que los Alumnos de esta Escuela forman dos divisiones: los déla primera, en número 15, es- tudian Aritmética, principios de Aljcbra, Gramática, Reí ij ion , Dibujo Lineal i Cali- grafía; los de la segunda han estudiado el año pasado la .leo me tria Elemental, la Trigonometría Rectilínea, Gramática, Relijion, Caligrafía i dibujo de las máquinas. Solo a los exámenes de esta ultima división hemos tenido tiempo de asistir, i he- mos quedado plenamente satisfechos del aprovechamiento de los alumnos. Nos ha parecido, sobre lodo, justo i oportuno señalar el examen do Jeomelria en que el jo- ven don M anuel Altamirano, de la provincia de Chiloé, dedicado especialmente a la Mecánica, ha dado pruebas de mucha capacidad e intcl ijenci a . Su modo de expresar se claro i conciso ha llamado la atención de los examinadores, í merece tanto mas una mención honrosa, cuanto que los alumnos de esta clase, por falla de un tratado impreso, han estudiado por sus propios apuntes. A mas deleitado joven se han dis- tinguido en estos exámenes: D. Manuel López, de la provincia de Santiago, mecánico. » Benjamin Garay, de id, id., mecánico. » Manuel Garay, de id. id., fundidor. Los dibujos de las máquinas han merecido también una aprobación particular de parte de los examinadores; i no menos las obras de mano i los trabajos de los talle- res a que hemos asistido, admirando la destreza corporal de esos mismos jóvenes que poco antes estaban resolviendolosproblemas mas delicados de las Matemáticas. Un eje de rueda de mas de treinta quintales de peso se ha sacado en una sola fundición do hierro colado en nuestra presencia; i según los libros de contaduría de este estab.eci- miento, el valor de los objetos fabricados en la Escuela, desde el l.° de enero de 4 852 hasta el 31 de diciembre del mismo año asciende a 970 4 pesos 87 3/4. José U. ¡justillos.— Ignacio Domcyko. •Al señor Rector de la Universidad. HUMANIDADES , Suullctrjo, marzo 4 de ¡853. Señor Redor: Remito a U. S. los informes que me han pasado los miembros de la Facultad en- cargados do asistir a los exámenes que se rindieron por las diversas casas de educa- ción al (¡n del último año escolar. Yo tuve la satisfacción de presentarme en algunas de ellas i me es grato ratificar su contenido en la parte de que puedo juzgar. Dios guarde a U. S. Ventura Blanco Encalada . A! señor Rector de la Universidad. Sanluigo , diciembre ¡4 de 1853. Grato me ha sido desempeñar la comisión que Y. tuvo a bien conferirme para —41— asistir a los exámenes de «Historia de la edad inedia i de Historia Moderna» que se lian rendido en el Instituto Nacional. Casi todos los alumnos a quienes examiné o cuyos exámenes presencié, obtuvieron unánimes i mui merecidos votos do distinción, apesar de la severidad de los profesores para inquirir la suficiencia de los jóvenes. Mucho me complació observar que intelijencias tan tiernas discurriesen con tanto acierto acerca de cuestiones históricas, cuya comprensión exije un completo desar- rollo de las facultades mentales. Justo es atribuir gran parte de esta ventaja a la distinguida capacidad i celo de los profesores Amunátegui i Pizarro, el primero de los cuales ha tenido que luchar con los inconvenientes inherentes al defectuosísimo texto que sirve para el estudio de la «Historia de la edad media». Urje, señor Deca- no, que sea cuanto antes reemplazado este texto que no es otra cosa que un hacina- miento de fechas i de nombres propios, absolutamente inadecuado para dar a los alumnos idea clara de los siglos medios. Es cuanto tengo que informar a V. al dar cuenta de la comisión a que se refiere esta nota. Dios guarde a V. Alejandro Reyes . Al señor Decano de la Facultad de Filosofía i Humanidades Dr. don Ventura Illanco Encalada. Señor Decano: Santiago 27 de diciembre de 1852. Mis ocupaciones i una indisposición en mi salud, me impidieron concurrir a los exámenes del Instituto Nacional i de la Academia Militar los dias que se me habían designado. Sin embargo, presencié en el Instituto algunos de Gramática Castellana i los do idioma ingles en ambos establecimientos. Debo pues informar a V., para que por su medio llegue al conocimiento del Con- sejo Universitario, que la «Gramática Castellana,» mejor dicho, la «Gramática jene- ral o la filosofía del lenguaje, aplicada al estudio del idioma patrio,» se aprende de una manera completa, tanto que considero como el mas difícil de lodos los exáme- nes i como la prueba de mucho estudio i de un talento sobresaliente el que en él sale distinguido. Asegurar a V. que los jóvenes, cuyo examen presencié, llenaron cumplidamente su deber, es decir su contracción i hacer el elojio de sus profesores. Empero debo aquí reproducir una observación que en años anteriores hice: echo de menos una aplicación conslante en la práctica de los principios tan bien cono- cí los i explicados. Jóvenes que conjugan bien el verbo entrar, suelen decir denlrar i otros que analizan bien la siguiente proposición: Estas mujeres están medio sen - tula i, dirán sin reparo: Estas mujeres están medias sentidas. Los alumnos de ingles de la clase de don Enrique Cood en el Instituto, i de Mr. Murphy en la Academia, tradujeron, escribieron i leyeron con rara precisión, par- ticularmente dos de los primeros, i este es el lugar de decir a V,, que el estudio del ingles i aun del francés, será siempre incompleto para los jóvenes que a ellos se dedican, si no se Ies impone la obligación de poner en práctica las reglas que de teoría aprendan, ejercitándose en hablar el ingles i francés, al menos en la clase. Los profesores alegan la imposibilidad de poder, en el corlo tiempo de una hora que dura la clase, por otra parte mui concurrida de alumnos, el hacerles repetir dos 0 tres veces las frases hasta que sean dichas con corrección i bien pronunciadas. No hallo otro medio para obviar un inconveniente, que yo reputo importante, que el que cada una de las clases de ingles i francés tenga, si no un inspector, un vice- inspeclor al menos que obligue a los alumnos en las horas de estudio i de solaz a que con él i entre si hablen el idioma que estudian. Sin esto, se sabe traducir i analizar, se dan buenos i aun excelentes exámenes, concluyen los estudios i pocos son los jóvenes que al cabo de dos años no han ol- vidado las reglas que aprendieron i que no han tenido la costumbre de practicar. Con respecto al ingles, harto mas difícil i menos análogo al español que el francés, esta observación es innegable. Es cuanto puedo decir a Y. a quien saludo atentamente. Rafael Minvielle. Señor Decano de la Facultad de Fi- losofía i Humanidades. Santiago , diciembre 27 de 1852. Señor Decano: F.n cumplimiento de la comisión que se sirvió V. conferirme por su oficio de 1 del corriente, asistí a los exámenes de segundo año de Filosofía que se rindieron en el Instituto Nacional; i me es grato poder decir a V. que todos los que presencié fueron buenos, habiéndose distinguido varios de los examinandos por la completa instrucción que manifestaron en sus respuestas. Asistí igualmente a los exámenes de latín del Seminario Conciliar, a virtud de la comisión que al efecto me confirió también V. por su nota de 13 del que rijo; i aunque solo me fue posible presenciar dos de los referidos exámenes, quedé satis- fecho del modo como en ellos se desempeñaron los alumnos. — Llamó principalmente mi atención la justa importancia que en ese establecimiento se ha dado al estudio de la Prosodia Latina; punto en (pie merece ser ofrecido por modelo a las mismas clases de otros co'ejios. Se me presentaron varias composiciones en versos latinos de los examinandos, sobre temas sacados de la Sagrada Escritura; i aunque atendida *a dificultad de esta clase de composiciones i las especiales elotes naturales que su buen desempeño exije, no deba esperarse hallar algún mérito literario sino en una u otra, creo que nada es tan aparente como esa tarea para dar prontamente a cono- cer a los alumnos de una clase superior de latinidad la índole de la Prosodia Latí na, i habilitarlos para la percepción de las bellezas de los poetas que escribieron en ese idioma. Es cuanto tengo que informar a V. con motivo de los encargos a que he hecho referencia. Dios guarde a V. Al señor Decano de Humanidades. Salvador Sav fuentes. Al señor Decano de la Facultad de Filosofía i Humanidades. Mui señor mió: En cumplimiento de la comisión que Y. se sirvió darme por su carta del 7 de diciembre pasado, he presenciado los exámenes de Latín en el Instituto Nacional. Me es grato decir que estos exámenes me han parecido jeneralmcnte satisfactorios e interesantes por la variedad de conocimientos, no solo gramaticales, sino también jeo, gráficos e históricos de los cuales han dado pruebas los alumnos mas distinguidos de la -1.a, 5.a i 6.a clase, en la traducción de diversos trozos de Ovidio, Yirjilio, Ci- cerón i Saluslio. Acerca de este último autor, el profesor de la 3.a clase me lia representado con razón que la explicación de una n otra de sus obras es demasiado difícil para niños que no conocen mas que una parte de la Sintaxis latina, i que, , a pesar de haber trabajado mucho con ellos, no ha podido hacerles comprender el modo de traducir correspondiente a osle autor. Esta imposibilidad, según mi parecer, tiene otros mu- chos motivos, aunque el de ignorar la lengua sea sin ninguna duda el primero, i creo con el profesor que la traducción de Fcdro, L. Curcio o Justino seria mucho mas conveniente en esta clase que la de un pensador tan profundo i escritor tan perfecto como Saluslio. No se ha descuidado en la 4.a i 5.a clase la traducción del español en latín, tan necesaria para fijar en la memoria de los jóvenes las reglas numerosas de un modo de hablar que se diferencia tanto del jenio analítico de nuestros idiomas modernos, i merecerá siempre ser estudiado, aun cuando no sea mas que para conocer las diversas formas que puede vestir el pensamiento humano en su mas bella expresión. En la sesta clase ha rodado solamente el examen de la Prosodia solare las reglas jc- ncrales de cuantidad i las que pertenecen a la estructura del verso hexámetro heroi- co, i sobre la traducción de los tres últimos libros de la Eneida, lo que no parece tificienle, ni conforme a los estatutos de la Universidad que exijen para el examen final del latín, la explicación de varios prosadores i poetas. Por otra parte, se podría dudar de la necesidad de este exámen en el Instituto Nacional, considerarlo como la parte mas esencial de aquel que se da delante de la Facultad, para conseguir el grado de Bachiller en letras, i hacer éste título indis- pensable para aquellos que quieren seguir los cursos de Tcolojia, Derecho i Medi- cina, i cuantos pretenden tener influjo sobre el réjimen de nuestra vida individual o social, cualquiera que sea el nombre que tornen o se les dé. Para servir bien a los adelantamientos de la civilización presente, cuyo fin moral es o ha de ser el susti- tuir en todas las relaciones sociales la realidad a la ilusión, la verdad a la mentira, h confianza a la desconfianza, es necesario estudiar profundamente, en su lenguaje, historia, poesía i filosofía, los progresos i cstravíos de la civilización, a que so- mos deudores de la nuestra. Cualquiera que sea la perfectibilidad humana, el pre- sente i el porvenir no pueden menos de ser hijos del pasado. No basta a ninguna jencracion su propia cspcricnch; le es necesaria también la de sus padres, i no se debe olvidar que el autor de! contrato social se creyó forzado a aprender en su edad madura el latín que no había estudiado desde joven. Estos lejos de negar que es ad- mirable i prodijioso el vuelo materialista de nuestra época. Pero se me perdonará el temer, al oir i leer ciertas discusiones, que nuestra reacción contra la exajcrncion del esplritualismo nos arrastre al exceso contrario. Ya mas de una vez ha perdido la humanidad su justo equilibrio, por haber apoyado demasiado en una u otra de las dos lazas de la balanza. Santiago, febrero l.°dc 1853. Dios guarde a V'. Ycndd-ll’yl. Santiago, febrero 26 de IS63. Señor Decano: Por comisión de V. be asistido a los exámenes de Literatura i de Historia de América en el Instituto Nacional i al de este último ramo cu la Escuela .Militar. Me ha sido satisfactorio notaren la clase de Literatura del Instituto, el empeñoso 'celo del profesor don Sulustio Cobo que dirije la enseñanza de un año a esta parle. —47— El ha dado ensanche al texto adoptado con ilustraciones mui oportunas i bien en- tendidas, procurando penetrar mas que el autor mismo en la filosofía que encierran las prescripciones del buen gusto literario. Los alumnos han adquirido un grado de perfección en el conocimiento del ramo de que me es grato dar aquí testimonio. Igual impresión me produjeron los exámenes de Historia Americana. El profesor i los alumnos han tenido que luchar con las dificultades que presenta el texto adop- tado, la obra escrita por M msieur Campe; i digo adoptado, no porque lo haya sido en forma por la Universidad, sino por cuanto los alumnos lo han elejido para su estudio como la obra mas abundante en ejemplares de que 'pueden echar mano. Claro es, pues, que propiamente hablando la clase de Historia Americana no tiene texto hasta ahora. V. conoce bien los inconvenientes que de aquí debían resultar: la lentitud i la imperfección del aprendizaje. Por fortuna el interés del profesor i de los alumnos los supera con ventaja; pero parece llegado ya el tiempo de que el Con- sejo los haga desaparecer procurando la redacción de un compendio de la Historia Americana, adecuado por su ostensión i su espíritu a las necesidades de la enSefían- za, según se ha hecho. presente en otros años. Talvez estimularía a su formación la concesión de algún premio ademas de las ventajas que debe producir al autor la venta de la obra. En la Escuela Militar la Historia de América se enseña de un modo mucho mas elemental i rápido, i no dá lugar a otras consideraciones que a las relativas a la falta de un buen texto. V. me encargó también asistir a los exámenes de filosofía i literatura del Semina- rio; pero un accidente no me permitió concurrir a la hora indicada, i cuando me presenté en el establecimiento, ya se había terminado el acto, mucho mas pronto ciertamente de lo que esperaba. Dios guarde a V. A. García Reyes. Al señor Decano de la Facultad de Humanidades. Santiago, marzo 4 de 1852. Señor Decano: Comisionado por V., como miembro de la Facultad de Humanidades, para prc? senciar los exámenes de Cosmografía, de Jeografia i de francés que debían rendirse en el Instituto Nacional i en la Academia Militar a fines del año próximo pasado, asistí a la mayor parte de los del primer establecimiento i dejé de concurrir a los de la Academia porque se rindieron los unos, dias antes que el que se me había de- signado, como se sirvió hacérmelo prevenir el señor Jeneral Director de dicha Aca- demia, i los otros en dia que me estaba señalado para dos clases diferentes del Ins- tituto Nacional. Gontraéndome pues a este establecimiento, tengo la satisfacción de esponcr: que los exámenes de los ramos indicados me han parecido en jeneral bien, i especialmente los de Jeografia, en los cuales algunos alumnos tanto del Instituto como del enlejió de los P. P. franceses no han dejado que desear. Respecto de los de francés creo necesario hacer algunas observaciones. La pronun- ciación de los alumnos es comunmente descuidada i la lectura pocas veces buena. Este defecto proviene sin duda de que los alumnos no saben leer correctamente c[ español, lo que podría remediarse a mi juicio recomendando al Rector del Instituto mayor severidad en el exámen de primeras letras que se toma a los alumnos que por primera vez se incorporan en el establecimiento; i en cuanto a la pronunciación. —48— creo que podría obtenerse un buen resultado exijiendo al profesor mayor empeño para que los alumnos adquieran una regular siquiera, ya sea ejercitándolos mas en la lectura, i so'brc todo, haciéndoles aprender de memoria i recitar trozos en prosa i verso de autores franceses. La esperiencia me ha demostrado que este último medio rs excelente, eficaz quizá, para vencer toda dificultad en la pronunciación i facili- tar el ejercicio del lenguaje, proporcionando ademas a 'los alumnos un caudal de voces i de frases de autores selectos de que pueden aprovecharse a menudo. Lo dicho es cuanto tengo que esponer a Y. en cumplimiento de la comisión que tuvo a bien confiarme. Dios guarde a V. Manuel Talavcra. Al señor Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile. DEL SESION DEL 5 DE S1ARZ0 DE 1833, Presidió el señor Rector, presentes los señores Tocornal, Illanco, Buslillos, Ariste- gui, Palma don José Gabriel Decano interino de Ciencias Políticas, Domcyko, Orre- go i el Secretario interino. — Aprobada el acta de la sesión de 26 de Febrero, el se- ñor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes i Ciencias Políticas a don José Antonio Jlanciieño; i el de Bachiller en Filosofía i Humanidades a don Domingo Ar- teaga. Ambos recibieron sus respectivos títulos. En seguida se d i ó cuenta: 1. ° De un oficio del Señor Ministro de Instrucción pública por el cual comunica que S.U. el Presidente ha acordado postergar la oposición a la cátedra de Patolojia i Clínica interna del Instituto Nacional hasta fines del próximo mesde Abril. Se man- dó trascribir al Delegado Universitario para el objeto correspondiente. 2. ° De un oficio del señor Decano de Filosofía i Humanidades, trasmitiendo las ñolas en que los comisionados de su Facultad ponen en su conocimiento el resultado de los exámenes que presenciaron al fin del último año tanto en el Instituto Nacional, co- mo en el Seminario Conciliar. Todos estos informes se mandaron publicar en los .Imi- —*49 — les. Con ocasión de ellos el señor Redor hizo présenle al Consejo que él también por su parle había asistido a varios de los exámenes que se rindieron en el Instituto Na* (•¡onal al terminar el año de 1 832, i que había quedado mui complacido del aprove- chamiento de los alumnos, particularmente en las clases de latín i gramática caste- llana. 3. ° Del informe puesto por el señor Decano de Medicina en la solicitud de don An- tonio Siharn. Doctor en Medicina de la Universidad de Breslau, para que cu vista del diploma que acompaña se le admita a rendir las pruebas requeridas por la leí, a íin de ejercer su profesión en este país. El señor Decano juzga en dicho informa que aun cuando el titulo presentado por el solicitante ha sido expedido por una Uní* versidad que no se comprende en el número de las reconoi idas por los estatuios de la de Chile, sin embargo, atendiendo a lo distinguida de aquella Corporation, puede considerarse como de un valor igual al de las otras. En consecuencia el Consejo acor- dó que se admitiese su exámen al señor Siharn, siguiéndose los trámites de estilo. 4. ° De un oficio de la Junta de Educación de Copiapó, proponiendo a don Bcr* nardino A. Vila para que reemplazo al miembro ausente de la misma don José Joa- quín Yallejo, El Consejo aceptó la persona que le indica la Junta de Copiapó para integrar el número de sus miembros. ’6.° De una carta dirijida al señor Rector por Air. Gillis desde la capital de los Es» lados Unidos. Esta comunicación tiene un doble objeto. El primero que se propon- ga al Supremo Gobierno la adquisición para el Observatorio Nacional de un reloj a que está aplicado un telégrafo magneto-eléctrico, peí ledamente trabajado por Kerrels °n Dinamarca, que había sido encargado para que sirviese a la expedición astronó- mica de los Estados Unidos en Chile, pero que una demora inevitable le impidió llegar a tiempo. Mr. Cillis se ofrece, caso que el Gobierno adquiera el instrumento» para dar al Director del Observatorio una amplia explicación del modo de montar- lo. El segundo objeto de la carta es avisar al señor Redor la remisión por el John Marsliall de varias obras i mapas que ha tomado de los establecimientos públicos de su pais i de su propia biblioteca, creyendo que serian interesantes para los de Chile i para algunos individuos particulares, cuya lista acompaña. Habiendo consultado el señor Redor al señor Domcyko sobre la utilidad para el Observatorio del instrumento a que se refiere Mr. Cillis, éste manifestó las ventajas de su adquisición. En consecuencia se acordó contestar a .Mr. Gillis, dándole las gra- cias por el obsequio i por su empeño para la difusión de las luces entre nosotros, i comunicándole que se pondrá su propuesta en conocimiento del señor Ministro de Instrucción Pública. G.° De un oficio de la señora doña Natividad Acosla, con el cual acompaña el es- tado correspondiente al colejio de niñas que dirije en esta capital durante el año de 1852. Se mandó acusar recibo. 2.° De una solicitud de don Tadco Reyes por la cual hace presente que habiendo rendido en el Instituto Nacional exámen de Historia de la Edad Media, i obtenido la competente aprobación, no aparece asentada cu los libros la partida justificativa, i pide por lo tanto que se declare suficientemente probada la efectividad del mencio- nado exámen en vista del certificado del profesor del ramo, don Juan Bello, que acom- paña. El Consejo, tomando en cuenta la práctica que se ha seguido en otras solicitu- des análogas, accedió a la petición; mas a fin de evitar los abusos que en lo sucesivo podría ocasionar dicha práctica, resolvió ocuparse en una de las próximas sesiones de los medios de impedir que se repitan en adelante estas omisiones en los libros que sirven para apuntar los exámenes. Acto continuo el señor Rector presentó al Consejo la carta que se había encargado do redactar para solicitar do Su Santidad la canonización del Venerable Siervo de 7 — 50 — Dios Bardesi. Habiendo sido unánimemente aprobada, fue firmada por todos los miembros presentes, i mandada entregar a don José Gandarillas, comisionado para correr con el proceso que previenen las leyes de la iglesia. El mismo señor Rector espuso que había recibido una carta de don Pedro N. Co- bo, autor de un compendio del Derecho Canónico escrito por el limo, señor Obispo don Justo Donoso, en la cual se empeñaba por el pronto despacho de la solicitud que había elevado en otra ocasión para que se mandara adoptar por texto en los colejios nacionales. El señor Decano de Teolojia quedo encargado de averiguar el estado en que su antecesor, a quien se había encomendado el examen de la referida obra, ha- bía dejado el asunto. Finalmente el Consejo tomó en consideración la nota del Inspector de educación de San Bernardo, de que se dio cuenta en la sesión anterior, i resolvió recomendar al señor Ministro de Instrucción pública las peticiones que ella contiene para proveer de libros i otros utensilios indispensables los establecimientos de instrucción primaria de aquella población. Con esto se levantó la sesión. SESION DEL 12 DE II, HIZO DE 1853. Presidió el señor Rector, i asistieron los señores Tecomal, Blanco, Buslillos, Arís- tegui, Palma, Domcyko i el Secretario interino. — Aprobada el acta de la sesión de 5 del presente mes, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Medicina a don Antonio Siharn; el de Bachiller en Leyes i Ciencias Políticas a don Alejandro Fierro; i el de Bachiller en Matemáticas a don Enrique Cood. Todos ellos recibieron sus respectivos títulos. En seguida se dió cuenta: 1. ° De dos informes de la comisión de cuentas relativos a las que ha pasado el se- ñor Secretario de Matemáticas de los fondos que han entrado en su poder para gas- tos de Secretaria en el úlLimo cuatrimestre de 1852, i de lo que ha percibido por de- rechos de exámenes en el mismo periodo. A consecuencia de dichos informes, se mandaron aprobar ambas cuentas, c ingresar el sobrante a la Caja Universitaria. 2. ° De un oficio del señor Decano de Medicina en el cual comunica al Consejo el resultado de los exámenes pertenecientes a su Facultad que se rindieron en el Insti- tuto Nacional al terminar el año próximo pasado. Se mandó publicar en los Anales. Con ocasión de este informe el señor Domcyko recomendó el esmero i celo con que habían procedido en el desempeño de su encargo los examinadores de la Facultad de Medicina, empleando cuatro dias completos en el exámen de treinta i tres alumnos. 3. ° De una lista de los profesores del Instituto Nacional en actual servicio al prin- cipiar el presente año, pasada por el Rector de aquel establecimiento. Se mandó agre- gar a los demas datos de la misma especie que se encuentran reunidos en la Secreta- ría para la formación de la Estadística de la Instrucccion Pública. 4. ° De un oficio del Rector del Seminario Conciliar, por el cual pone en conoci- miento del señor Rector de la Universidad que el domingo trece del que lije a las doce del dia tendrá lugar la distribución de premios en aquel establecimiento, i soli- cita su asistencia para solemnizar el acto. 5. ° De los estados de las escuelas de Colchagua correspondientes al año de 1852, —51 — tpife tía remitido la Junta de Educación de aquella Provincia. Se mandé acusar re- cibo. C.° De una solicitud de don Mariano Casanova, por la cual pretende que se le dis- pensen los exámenes de Jeometría i Física para graduarse de Bachiller en Filosofía i Humanidades. Las razones en que apoya su petición son: 1.a que en el Seminario Conciliar donde ha seguido sus estudios, no se enseñan esos dos ramos; 2.a que aun cuando ha aprendido privadamente i a costa de grandes sacrificios, otros ramos que exije el reglamento de grados i de que tampoco hai clase en aquel establecimiento, no se halla en disposición de hacer otro tanto con los dos indicados, porque carece de los elementos precisos para su aprendizaje, i porque se lo impide el mucho tiempo que se ve forzado a dedicar a los estudios especiales de la carrera eclesiástica a que se destina; i 3.a que su intención al desear graduarse en la Facultad de Filoso- fía i Humanidades, es no solo para hacerlo después en la de Leyes, sino también para incorporarse a la Academia de Ciencias Sagradas. El señor Rector dijo que en este asunto era preciso no concretarse al caso particu. lar del señor Gasauova, sino adoptar una resolución jcneral para lodos los alumnos del Seminario que se encuentran en iguales circunstancias; que a su juicio debia re- cabarse del Supremo Gobierno una dispensa para ellos de todos los ramos que no se enseñaran en aquel colejio; que de lo coutrario era condenarlos a no obtener nun- ca grados universitarios, pues la falta de clase les impedia seguir ciertos cursos en el Seminario, i la severa disciplina a que estaban sometidos les prohibía concurrir al Instituto. El señor Palma objetó que si se adoptaba el parecer indicado, se caía en el incon- veniente de exijir a unos jóvenes mayores i mas difíciles condiciones que a otros para obtener grados universitarios. Después de alguna discusión en que tomaron parte varios miembros del Consejo, para conciliar ambas opiniones, estaban todos por convenir que se solicitara del Supremo Gobierno la dispensa propuesta para todos los alumnos del Seminario que no principiaran sus cursos después de 1851, i que al mismo tiempo se le hiciera presente ¡a urjcncia de fundar en este establecimiento las clases que faltan de la instrucción preparatoria, cuando se notó que en el plan de estudios del Seminario no solo se echan menos la Física i la Jeomelria, sino también varios otros ramos. Esta observación hizo que el Consejo determinara suspender la resolución de este negocio hasta la próxima sesión. 7.° De una solicitud de don Diego Antonio Martínez, por la cual representa que habiendo sido aprobados para la enseñanza tanto el Curso de Cosmografía escrito por el solicitante, como el compuesto por don Carlos Riso, el Profesor del ramo en el Instituto ha preferido el segundo; que el Consejo de Profesores del mismo establecimiento ha apoyado esta elección a lo menos por de pronto; i que no que- dándole otro arbitrio para apelar de esta decisión, pide al Consejo Universitario que examinando los programas formados con arreglo a las mencionadas ohrass que acompaña, determine en uso de sus atribuciones cuál de los dos deba seguirse, i ruega en particular al señor Rector dé su juicio sobre el mérito respectivo de am- bos cursos. El señor Rector espuso que entre varios textos aprobados por la Universidad, los profesores tenían indisputablemente derecho para preferir el que mejor les parecie- se; que por lo tanto el Consejo no podía ordenar que siguiesen tal o cual de esos textos; pero que si era de su incumbencia formar i aprobar los programas según los cuales debían tomarse los exámenes. Agregó que en cuanto a la parle que le era personal en la solicitud, él nunca se atrevería a emitir un juicio particular sobre el mérito de obras que habían sido examinadas por personas competentes. En consecuencia el C msejo acordó revisar en una de las próximas sesiones los programas (pie le ha pasado el señor Martínez. 8. ° De una carta dirijida al señor Rector por Mr. Rarbey del Havre, trasmitién- dole un conocimiento de un cajón de libros i periódicos remitidos a la Universidad de Chile por encargo del señor M ireó del Pont, i que conduce el capitán Maugen- dre a bordo del John Cnchcrcü. Se mandó enviarlo a los señores Peña i C.a de Valparaíso, consignatarios del señor Marcó del Pon!, para que corran con su des- pacho i remisión a Santiago. 9. ° De una solicitud de don Tadco Reyes i don Martin José Lira, en la cual ha- cen presente al Consejo que no han podido proceder al sorteo necesario para reci- birse de Bachilleres en Filosofía i Humanidades por no espresarsc en los certifica- dos de sus exámenes los de Historia Griega i Romana que por justas causas no rindieron en el tiempo correspondiente, i piden se les dispensen para obtener aquel grado los dichos exámenes, comprometiéndose o bien a justificar cuando les sea dable la imposibilidad en que se encontraron de estudiar esos dos ramos, o bien a dar examen de ellos durante la práctica forense. El Consejo acordó permitir a los solicitantes que se graduasen de Bachilleres en Filosofía i Humanidades a pesar de la falta de esos dos exámenes con la precisa condición de que los rendirán durante la práctica forense i de que presentarán al graduarse de Licenciados en Leyes los respectivos certificados. 10. De una solicitud de don Rosendo Armas, en la cual pide que ác le permita graduarse de Bachilleren Filosofía i Humanidades, comprometiéndose a dar durante el tiempo de la práctica forense los exámenes de Historia Moderna i Fundamentos de la Fé, que no ha rendido por no haberse enseñado esos dos ramos en el Instituto de Talca, donde el solicitante ha hecho sus estudios. El Consejo accedió a esla peti- ción con las mismas condiciones que impuso a los dos anteriores. En seguida el señor Rector recomendó a los señores Decanos i al señor Delegado Universitario que procurasen la frecuente reunión de las comisiones de sus respecti- vas Facultades encargadas de inspeccionar los estudios en el Instituto Nacional, i que hiciesen reemplazar a aquellos desús miembros que no pudieran asistir por au- sencia, enfermedad, o graves ocupaciones. Manifestó las ventajas que de esto repor- taría la enseñanza, i la urjente necesidad que había sobre lodo de que buscasen los medios de proporcionar ciertos textos que faltaban, particularmente uno de Derecho Romano. Acto continúo, el señor Domcyko expuso que la lei, entre los libros que ordena llevar al Delegado Universitario, no cuenta el de asiento de exámenes, i que aunque hasta ahora había cuidado no solo de anotar cuidadosamente en un libro las parti- das de exámenes, sino aun de conservar los borradores que iban formando los pre. sidentcs o secretarios de las mesas al tiempo de lomarlos, sin embargo, consultaba al Consejo para que adoptase alguna providencia sobre este punto. Añadió que a su juicio debía quedar en la Delegación Universitaria constancia de todos los exámenes «pie se rindieran por razones que estimaba de mucho peso. Que el delegado tenia cuba año que matricular a los alumnos, i que eso no podía hacerlo sin cerciorarse del estado de sus estudios, para lo cual necesitaba precisamente consultar el libro de rejistro. Que el Supremo Gobierno le pedia con frecuencia informes sobre algunos jóvenes, i que era imposible evacuarlos sin acudir a la misma fuente para propor- cionarse los datos precisos. Que si no se seguía su indicación, i se contentaban con las anotaciones de los secretarios de las respectivas Facultades, el archivo universi- tario no estaría reunido en un solo cuerpo, sino que quedaría dividido en cinco Secciones parciales. El señor Rector dijo que a lilis de las razones emitidas por el señor Domeyko en —53— apoyo de su opinión, habid oirá que eslimaba mui poderosa, cual era la de que el arbitrio propuesto, duplicando los rcjislros, contribuía a la seguridad de las partidas de exámenes. Que la continua repetición de reclamos por omisión de éstas en los libros hacia indispensable una providencia que las evitase en adelante. Que la indi- cación del señor Delegado remediaría en gran parle el inconveniente; pero que seria preciso que se diese ademas a cada examinando un boleto que le sirviese subsidia- riamente de comprobante, pues parecía justo dejar en poder del interesado un título de sus exámenes. Despees de alguna discusión sobre el particular, el Consejo acordó: 1. ° Que ademas de los libros llevados por los Secretarios de las Facultades para hacer constar los diversos exámenes rendidos por los alumnos, el Delegado Univer- sitario lleve otro en donde asiente las mismas partidas. 2. ° Que con este objelo al fin de cada exámen los primeros deban pasarle plani- llas autorizadas con su firma donde consten los nombres de los examinandos i las votaciones que hayan obtenido. 3. ° Que a cada alumno se le dé inmediatamente después de su exámen un boleto firmado por el Decano o Secretario respectivo en donde estén apuntadas estas mis* mas circunstancias para que subsidiariamente le sirva de comprobante. 4. ° Que en el departamento de la instrucción preparatoria se dé del mismo modo a los estudiantes boletos justificativos de sus exámenes; pero que estos vayan firma- dos por lodos los examinadores presentes. Con esto se levantó la sesión. SESION DEL 19 DE MARZO DE 1853. Presidió el señor Rector, i se hallaron presentes los señores Metieses, Tocornal, Planeo, Arístegui, Buslillos, Orrego i el Secretario interino. Aprobada el acta de lí sesión de 12 del presente, el señor Rector confirió el grado de Licenciado eh ¡Medi- cina a don Nicanor Rojas, i el de Bachiller en la misma Facultad a don Olegario Silva. Ambos recibieron sus respectivos títulos. En seguida se dió cuenta: 1. ° De un oficio del señor ¡Ministro de Instrucción Pública por el cual comunica que S. E. el Presidente de la República, en vista de lo expuesto por el Decano de Leyes i el Rector de la Universidad, permite a los qne han sido clej idos hasta la fecha para miembros de la Facultad de Leyes hagan su incorporación con la lectura de un discurso ante la referida Facultad. Se mandó trascribir al señor Decano de Leyes para los fines consiguientes. 2. ° De una solicitud de don Manuel E. Vasquez, don Tadeo Reyes, don Martin José Lira, don Ermójencs Labbé i don Bel ¡saino Hénrfquez, por la cual piden se les dispensen para graduarse de Bachilleres en Filosofía i Humanidades los exámenes de Historia de América i de Chile, de ¡Métrica i de Física, en atención a que cuando hicieron los estudios correspondientes no habia clase de estos ramos. El señor Orre* go i el Secretario manifestaron que les constaba ser cierto lo que esponian los soli- citantes respecto de las clases de Física e Historia de América. El señor Rector expu- so que por su parle estaría dispuesto a dispensarles también la Métrica, si de sus certificados resultaba que estos jóvenes habían hecho sus estudios con provecho. • — 5 í — Habiéndose examinado los indicados documentos, se vió que en varios de sus exáme- nes habían obtenido votos do distinción, bn consecuencia el Consejo accedida la pe- tición. Acto continuo, se pasó a considerar la solicitud de don Diego Antonio Martínez de que se dio cuenta en la sesión precedente, i el señor Rector se encargó de com- parar los programas del curso de Cosmografía de don Carlos Riso Patrón i el del solicitante, que este último ha acompañado para que el Consejo decida por cuál de los dos deberán tomarse los exámenes del ramo en el Instituto Nacional. Otro tanto se hizo con la solicitud de don Mariano Casanova para que se le per- • mita graduarse de Bachiller en Humanidades a pesar de no haber rendido examen ni de Física ni de Jcometría, cuya discusión quedó pendiente en la sesión anteiior. Habiendo preguntado el señor Rector al señor ürrego qué clases de instrucción pre- paratoria, comprendidas en el plan de estudios del Instituto, fallaban en el del Se- minario, respondió éste que en uno i otro colejlo debia haber las mismas clases de esta especie, ¡ que si algunas no se habían planteado aún en el Seminarlo, era por haberlo Impedido obstáculos insuperables; pero que necesariamente deberían abrirse. Entonces el señor Rector expuso que en vista de la csplicacion que acababa de oír el Consejo, era de parecer no se dispensara a los alumnos del Seminario, como se había proyectado en la sesión precedente, ninguno de los ramos exijidos por el Reglamento de grados para el Bachillerato en Humanidades; que todos ellos eran indispensables para un hombre educado, cualquiera que fuese su profesión; que eximir de uno o mas de esos ramos a los jóvenes que se destinaban a la carrera eclesiástica, a mas de ser injusto, tenia el inconveniente de que eso redundaría en perjuicio délos mismos agraciados, pues una excepción semejante no podía menos de hacerles perder una parte del prcslijio que debían tener; que era preciso procurar que todas las clases correspondientes se fundasen dentro de cierto término en el Seminario; que al misino tiempo le parecía equitativo no obligar a los aspirantes a grados en la Facultad de Filosofía i Humanidades, que hubiesen hecho basta ahora sus estudios en este establecimiento, a presentar certificados de aquellos ramos de que no hubiera habido clase en él, i que no hubieran podido aprender por sí solos; i quccreia se conseguirían ambos objetos con que el Consejo continuara concediendo prudentemente esas dispensas a los que las solicitaran por el motivo indicado, 1 oficiando al Rector del Seminario para poner en su conocimiento que a los alumnos que principiasen sns cursos después del año de 185-í, se les exijirian rigorosamente todos los exámenes que determina el Reglamento de grados. El señor ¡Mencses apoyó esta opinión, i dijo que los estatutos de la Universidad debían ser jeneralcs, sin excepciones i aplicables indistintamente a todos. En consecuencia el Consejo resolvió que se dispensase a don ¡Mariano Casanova para recibirse de Bachiller en Filosofia i Humanidades los exámenes de Jcometría i Física, i que se pasase al Rector del Seminario Conciliar el oficio que bahía pro- puesto el señor Rector. En seguida el señor Rector hizo ver al señor Decano de Leyes la urjenlc necesidad que se hacia sentir de un texto para la clase de «Derecho Romano.» El señor Mencses contes'.ó que él por su parte había ya pensado sobre el parlieu* Jar; que le parecía lo mas acertado hacer estudiar por la obrado don Juan Sala* concordados el Derecho Español i el Romano; que esta era la práciica mas ¡eneral en ias escuelas; que este arbitrio producía entre olías ventajas la de abreviar el tiempo; que no liabia basta ahora llamado la atención de su Facultad sobre tan im- portante materia, porque las enfermedades o las graves ocupaciones de la mayor parle de sus miembros la tenían tan reducida, que no se alcanzaba a reunir el uú- mero necesario para celebrar sesión; pero que solo aguardaba la incorporación de los últimamente clejidos para poner en discusión el mencionado asunto. El señor Rector aprobó la idea del señor Mencses de que la dilucidación de esta cuestión principiara en la Facultad de Leyes, antes que en el Consejo, i también la de que se estudiaran concordados por el texto de Salas los Derechos Español i Romano. Con esto se levantó la sesión. 'i;fi l ¿Qt ■ ' « Síj % FACULTADES DE MEDICINA I DE CIENCIAS FÍSICAS I MATEMÁTICAS, SESION DEL H DE MARZO DE 1 8 5 3, ASTRONOMIA. — Noticia relativa a la diferencia de lonjitud en- tre Santiago i Valparaíso , por don Carlos Moesta. La posición jeográfica de Valparaíso ha sido determinada por varios viajeros, entre quienes el señor Filzroy merece una mención especial en atención a la exactitud i prolijidad desús trabajos hidrográficos practicados en la costa de Chile. Los instru- mentos empero de que estos viajeros pudieron servirse fueron sin duda alguna mui inferiores a los instrumentos del Observatorio Nacional, i por esto la exactitud de dichos trabajos, apesar de la gran habilidad del observador, debe ser pequeña en comparación con la que podemos obtener por medio de nuestros instrumentos. Par- tiendo de este punto de vista i atendiendo a la gran importancia que tiene el cono- cimiento exacto de la lonjitud de Valparaíso para los navegantes, el señor Gilliss, durante su última permanencia en Valparaíso, ha hecho nuevas observaciones rela- tivas a la lonjitud de este lugar, de las cuales voi a dar aqui los resultados i el mo- do como se han obtenido. El objeto principal de estas observaciones fué determinar la exacta diferencia de lonjitud cutre Valparaíso i Santiago, para lo cual se ofreció el Telégrafo Eléctrico recicn establecido como el medio mas exacto i espedito que se conoce. Una vez determinada esa diferencia de lonjitud, es fácil obtener la lonjitud misma, con la misma precisión que podemos dar a la lonjitud de Santiago. Por puntos de comparación se clijieron en Santiago el Observatorio Nacional i en Valparaíso el pequeño observatorio del señor Mouat, colocado al lado de la torre de la Aduana. Este último observatorio posee un pequeño instrumento de tránsito, por medio del cual nuestro sabio el señor Gilliss, determinó el tiempo sideral correjido de Valparaíso, Del mismo modo se observóenel Observatorio Nacional el tiempo side- ral de Santiago i, hechas todas las correcciones i tomadas las precauciones que a este respecto prescríbela ciencia, se compararon estos dos tiempos en las oficinas del Telé- grafo Eléctrico con relación a Santiago i Valparaíso, en cuyas oficinas se colocaron los 8 —58— correspondientes cronómetros. La comparación se hizo de tal manera que primero se dieron 5 golpes en Valparaíso, cuyo tiempo se observó por medio de los cronómetros en ambas oficinas; a estos siguieron 5 golpes dados en la oficina de Santiago i asi alternativamente hasta que en todo se habían practicado 100 golpes de los tiempos observados. Tanto en Santago como en del tiempo observado de cada 10 golpes, los otros 5 en Valparaíso, i, comparados las diferencias en tiempo siguientes: Minutos. 3 » n 7> » X> )> » Valparaíso se ha deducido el término medio de los cuales 5 fueron dados en Santiago i después estos términos medios, resultaron Segundos . 56.318 56.436 56.677 56.547 56.547 56.474 56.435 56.523 56.606 56.533 Es de observar que estas diferencias se han corrcjido ya por la ecuación personal. Atribuyendo a todas estas observaciones pesos iguales (pondera), deducimos de es- tas diferencias según el método de los cuadrados mínimos: 3.m 56.®ol2 para el valor mas probable de la diferencia de lonjitud entre el Observatorio Na- cional (en el cerro de Santa Lucia) i la torre de la Aduana de Valparaíso. Ademas de esto, deducimos de aquellas diferencias la suma de los cuadrados de los errores: = 0.091095; de aquí resulta el error medio de las observaciones: i el error probable del resultado 3.,n 50.s512 r=~ 0.s0213. Debemos pues considerar el resultado: 3.m 56. "5 12 como aproximado de una fracción 0.021 de un segundo a la verdad misma. Un gran número de observaciones de la luna se ha hecho con respecto a la dife- rencia de lonjitud entre el Observatorio Nacional i el de Grecnwich, i luego que es- tén reducidas estas observaciones, tendremos al mismo tiempo la exacta diferencia de lonjitud de la torre de la Aduana de Valparaíso con respecto al meridiano del Observatorio de Grcenwich. —59— ASTRONOMIA. — Delermmacion de la corrección de la paralaje de la luna , proveniente de la altura del Observatorio de San- tiago sobre el nivel del mar, por don Garlos Moesta. % De todos los Observatorios establecidos hasta ahora en la superficie de la tierra, el de Santiago es clquese halla en una altura mas elevada sobre el nivel del mar, puesto que ninguno de los demas alcanza a la altitud de 1500 pies. La elevación de un obser- vatorio sobre el nivel del mar no es cosa indiferente para las observaciones astronó- micas, pues de ella depende en parte el estado de la atmósfera i la refracción de la luz, fenómeno mui importante para el astrónomo práctico. Pero a mas de esto, la misma altura del Observatorio ejerce otro influjo no menos importante en todas las observaciones que dependen de la distancia del observador al centro de la tierra, o con otras palabras, de todo fenómeno en el cual entra como elemento la paralaje dtl cuerpo celeste. Dejo para otra ocasión mas oportuna tratar de la modificación que sufre la re- fracción en la atmósfera de Santiago, i me propongo en esta Memoria determinar la corrección de la paralaje de un cuerpo celeste, causada por la altura del Obser- vatorio de Santiago sobre el nivel del mar. Sabemos que lo que se llama paralaje de un cuerpo celeste (hablando de nuestro sistema planetario) es el ángulo bajo el cual se presenta el radio de la tierra visto del centro de dicho cuerpo. Luego veremos que la mencionada corrección de dicho ángulo puede ser de una cantidad aprcciablc solo en las observaciones de la luna por causa de su proximidad a la tierra, i por esta razón hablaré aquí solamente de la pa- ralaje de la luna, aunque el modo de proceder es igualmente aplicable con respecto a la paralaje de cualquier planeta. No siendo la tierra una esfera, sino un sólido de rotación de una elipse al rededor de su eje menor, veria un observador colocado en c! centro de la luna los radios correspondientes a diferentes latitudes bajo ángulos diferentes, de modo que lodos los puntos del ecuador tendrían la paralaje máxima. Esta paralaje se llama paralaje ecuatorial horizontal, i sus valores se publican en las efemérides astronó- micas de 12 en 12 horas. Estos valores son de la mayor importancia, porque de ellos se deducen fácilmente otros valores propios de cada lugar en particular, valores que se necesita conocer siempre que se quiere hacer un uso práctico de las observaciones de la luna, como por ejemplo, en la determinación de la lonjitud de un punto de la superficie de la tierra. Sobre todo, se deduce de aquella paralaje la paralaje hori- zontal de un lugar dado, la cual será el ángulo bajo el cual se presentaría a un ob- servador colocado en el centro de la luna el radio de la tierra correspondiente a osle lugar. Mas se supone con esto que la superficie de la tierra sea exactamente la su- perficie de un elipsoide de rotación cuyos ejes son a \ h, \ que por consiguiente oj radio deducido de estos i de la latitud del lugar sea la verdadera distancia de éste al centro de la tierra. Este modo de ver deja de ser exacto cuando este lugar tiene una alLura considerable sobre el nivel del mar, porque entonces su distancia al centro de la tierra será mayor, i mayor también la paralaje. Figurémonos por ejemplo, que el cerro de Santa Lucia salga aisladamente del mar i que la luna esté en el horizon- te; el supuesto observador colocado en el centro de la luna verá entonces este cerro como una eminencia, i el ángulo entre el centro do la tierra i la cumbre de esta —52— eminencia saldría mayor que el ángulo entre el centro de la tierra i la Lase de dicha eminencia: lo cual quiere decir que la paralaje horizontal del cerro de Santa Lucia es mayor que la que le corresponde por su latitud. Veamos ahora qué efecto ejerce este aumento de la paralaje en la observación de lá ocultación de una estrella fija por la luna. El observador colocado en el cerro do Sauta Lucia verá la luna mas abajo de lo que la vería estando colocado al nivel del mar, i por lo mismo observará la ocultación al este de su meridiano mas temprano i al oeste del mismo meridiano mas tarde que en la segunda posición. Si quisiera en tal caso deteminar por medio de esta observación la lonjitud de su estación hallaría un resultado defectuoso; en la primera posición saldría su lonjitud demasiado pequeña i en la segunda demasiado grande. Se podría determinar desde luego por fórmulas jenerales la corrección del tiempo de una ocultación, ya sea de la inmersión, ya de' Ja emersión de una estrella, como también la corrección debida a la lonjitud, deduJ cida de tal observación, u otros datos dependientes de aquella observación; pero me limito aquí a determinar la corrección de la paralaje horizontal del observatorio por ser este el dato que entra primero en todos los cálculos prácticos de esta naturaleza i porque las demas cantidades se deducen después de este dato. Si consideramos el triángulo formado por los tres puntos: el centro de la luna, el centro de la tierra i el punto de estación del observador, lendrémos: sen p=- designándose por p la paralaje horizontal, por r el radio de la tierra (corrcspon-» cliente a la latitud del lugar del observador) i por \ la distancia del centro déla luna al centro de la tierra. Suponiendo r=a (radio del ecuador) nos daría esa ecuación ef Valor de la paralaje ecuatorial horizontal, al que llamaremos P i cuyo valor encon- tramos en las efemérides. Del valor de I* sigue fácilmente el de p por medio de la ecuaciofi f* sen p=- sen P a La primera de estas dos ecuaciones hace ver que la paralaje es una función de r i crece si el valor de r se aumenta. Para obtener este aumento de p correspondiente al Observatorio, recordemos que la elevación de este punto sobre el nivel del mar es mui pequeña con respecto al radio de la tierra, de modo que podemos considerar dicho aumento como la diferencial de p i entonces resulta diferenciando aquella ecuación d p= ‘206264. ”81.—— — = 206261.”81 tang p -- eos p . a r i romo podemos poner p en lugar de 206264. ”81. tang p sin cometer un error de i/IOOOO de la corrección tenemos en fin Para obtener ahora el valor numérico de d p, no hai mas que determinar p, »•> i d r. Según la exacta determinación de los semiejes de la tierra por Bessel, esi meh 0 = 63? 7 307.1 ó b = 635607 8ímPf5 — Cl — i por medio de estos valores i la latitud del Observatorio = 33n26’ 21. ”8 calculamos el radio de la tierra correspondiente a la latitud del Observatorio: r — 6370960. m0 Para la altura del Observatorio sobre cl nivel del mar adoptaré = 630m, por consi- güicnle será: d r = 630 . d r i = 0.00009886 r i con estos valores nos dará la ecuación arriba puesta d p = 0.00009886 . p * El valor de p, es decir la paralaje horizontal, varia de o3’ hasta 62’, luego la cor> reccion se halla entre los límites: 0.”37 i 0.”3 1 En la práctica se debe por consiguiente deducir de la paralaje ecuatorial horizon- tal, la paralaje horizontal del Observatorio (p), determinar la corrección según la ecuación * i agregar esta corrección al valor de p para obtener el valor correjido dep. JEOLOJÍV. — Observación de un ?iotabíe fenómeno , que presenta el eerro de Sania Lucia , por doin Carlos Moesta. El cerro de Santa Lucía, situado en esta capital se eleva a una altnra como de 630 metros sobre el nivel del mar, i como 60 metros sobre la parle adyacente de la ciu- dad. La base de este cerro tiene su mayor estencion del Norte al Sur, midiendo como í> cuadras, mientras la dimensión perpendicular a esta no alcanza a 2 cuadras. La roca que constituye dicho cerro se parece a la primera vista mucho al basalto, tanto por su color Como por su estructura de columnas; empero un exámen mas de- tallado de la composición mincralójica ha demostrado que no es basalto sino una variedad particular de pórfidos melamórficos que el señor Domeyko ha designado con el nombre de pórfidos abigarrados. Las columnas tienen en diferentes partes no Solo un rumbo diferente sino que también la inclinación de ellas varia mucho. Mien- tras las de la parte mas al Sur tienen el rumbo Oeste 60° al Norte con la fuerte incli- nación de 36° al Sureste, hallamos las columnas de la parte al Norte casi horizonta- les i el rumbo de Oeste con unos pocos grados al Norte. La superficie del cerro al Norte, Este i Sur está cubierta en parle por una capa de tierra i una escasa vejeta* cion, en parte por cascajo; al Oeste empero, donde se sacan piedras para el empe- drado i otros usos, salen las cabezas de las columnas descubicrlas i aquí es donde el cerro tiene el declive mui pendiente. — Es preciso conocer estos detalles de topogra- fía para entender bien el fenómeno que voi a referir. fen la parte al Norte del cerro es donde se ha erijido en 1849 el Observatorio as- tronómico, creyéndose en aquel tiempo este lugar el mas favorable por dominar una Vista mui ésten d ida. Hablo aquí esclusivamente de la casa que ocupa cl instrumento de tránsito. El eje de este instrumento descansa sobre dos gruesas piedras de altura —Ca- de 6 1j2 pies, las cuales están sentadas en manipostería hecha a propósito toda sobre roca firme, sin locar a la parle blanda del cerro. La roca que sirve de fundamento a esta manipostería consta, como ya liemos dicho, de aquellas columnas de pórfido, cuyo rumbo se confunde casi con la dirección del eje i cuya inclinación es mui pequeña. En la construcción del instrumento asi como en el modo de colocarlo se ha guardado la mas perfecta simetría; ya sea para com- pensar todas las influencias esleriores debidas a las variaciones de temperatura, de presión o de cualquiera otra cause; ya sea para poder atender a ellas. Apesar de todo esto el señor Gilliss lia observado desde el tiempo de la erección del Observatorio que la eslremidad del eje al este iba elevándose constantemente, de modo que era preciso bajar esta eslremidad de tiempo en tiempo para mantener el instrumento en una posición mas conveniente para las observaciones. Este fenómeno observado hasta hoi, manifestaba claramente que la piedra en que descansa la es- lremidad Este del eje va creciendo i levantándose sobre la tierra, de manera que si se suman las pequeñas cantidades que ha bajado la otra eslremidad respecto de ésta desdóla época de la erección del Observatorio la diferencia llegaría a un cuarto de pulgada. Lo interesante de tal fenómeno me indujo a indagar si este levan- tamiento de la piedra se efectuaba de repente, es decir por sacudimientos que lalvez correspondan a temblores apenas scncibles en la superficie de la tierra, o bien lenta i gradualmente. Me propuse para esto nivelar el instrumento de 12 en 12 horas con toda la exactitud posible, i al efectuar estas operaciones observé otro fenómeno no menos interesante que el primero: vi que haciendo uso para dichas nivelaciones del gran nivel del instrumento de tránsito, la posición del eje se halla sujeta a os- cilaciones dependientes de la temperatura. lié aquí las observaciones a que me refiero: Dias de observa' cion. Altura del eje al tiste. Altura del eje al Oeste. Error me dio de las observ. Error probable del rcsul. Tempe- ratura de Fahrenh. Estado de la atmósfera. Marzo. 4 y y 0.007 y y ) y -0.190 y y ¿0.064 0 70.7 El ciclo despejado, aire tranquilo. 5 1.049 0.246 0.058 91.0 » » 5 O.OG3 0.037 0.009 70.0 )) » 8 1 .794 0.074 0.022 84.0 )) Viento del Sur. 8 1 .052 0.206 0.009 02.5 » Aire tranquilo. 9 2.227 0.067 0.023 89.0 )) )) p 1.210 0.1 2i 0.040 09.7 )) )> M 2.431 0.220 0.06o 88.5 Nublado )> 11 1.803 0.240 0.004 08.0 Despejado » 12 * 2.390 0.204 0.001 84.5 Nublado Fuer. v. del Sur 14 2.095 0.050 0.010 08.0 Nublado Aire tranquilo. U 2.175 0.029 0.009 02.5 » » 15 3.041 0.151 % 0.045 77.5 Despejado » Esta tabla contiene a mas de la diferencia de altura de las dos estremidades del eje, la temperatura i el estado de la atmósfera; i para que podamos formar desde luego una idea clara acerca de la exactitud de las observaciones, lie calculado al mismo tiempo los errores medios de las observaciones i el error probable que pode- '—63—' mos sospechar en el resultado. Nótese ante todo que las observaciones se siguen con intervalos de 12 horas o que hai al menos siempre 3 de ellas que suceden unas a otras en este orden, para ver de este modo si acaso el cambio en la posición del eje haya podido provenir de cualquiera otra causa, ajena de la que produce este movi- miento periódico. Basta echar una mirada en esta labia para convencerse que Ja eslremidad del eje al Oeste sube i baja a medida que la temperatura sube i baja, i como por la simetría en la construcción del instrumento la temperatura debe influir en las dos cstremidades del eje del mismo modo, hemos de buscar la causa de aque* Ha oscilación fuera del instrumento; esta causa no puede ser otra que la dilatación i coutraccion de las columnas del pórfido en que está sentada la piedra que sirve de apoyo a la extremidad Oeste del eje: dilatación i contracción causadas por el calor del sol í el frió de la noche. Asi, por ejemplo: en los días 4 i 5 de Marzo, sube el eje al Oeste 1 .”056 mientras la temperatura sube 70. °7 hasta 91. °6; el mismo eje baja después 1 .”1 12 bajando la temperatura 91. °6 a 70.° Poco mas o menos hallamos este resultado en el segundo grupo de observaciones, i si las diferencias del nivel en estos dos grupos no tienen exactamente la misma relación que las diferencias de las temperaturas correspondientes, mucho menos te- nemos tal coincidencia en el grupo siguiente. En los dias 11 i 1 2 de Marzo la diferencia del nivel llega solo a 0.”628 bajando la temperatura 88. °5 a G8° i es de 0.”o9G subiendo la temperatura G8° a 84. °5 Mas esta desigualdad de las diferencias del nivel por iguales diferencias de la temperatura es una prueba mas de que verdaderamente la estension de la roca pro- ducida por el calor del Sol es la causa del levantamiento en cuestión. La última columna dala temperatura del airelibre, la cualcslá mui lejos de indicar la temperatura de la roca espuesla al sol, i por esta razón las diferencias de la tem- peratura del aire pueden ser i serán las mas veces mui diferentes de las diferencias correspondientes de la temperatura de la roca. Los primeros dos grupos de las observaciones hacen ver, que la diferencia del ni- vel era poco mas o menos subiendo la diferencia en la temperatura, termino medio, a 20°; mientras que en el tercer grupo la diferencia del nivel es solamente 0.”628 a pesar de que la diferencia de temperatura era la misma. Mas la última columna de la tabla nos indica al mismo tiempo que durante las primeras observaciones el ciclo acstab despejado, i nublado durante las demas. Es evidente que con el ciclo nublado la roca no puede calentarse tanto como al recibir la impresión directa de los rayos del sol, i que por consiguiente la diferencia d« temperatura del aire libre i de la roca debe ser menor en el primer caso que en el segundo. También dependerá la temperatura de la roca del viento, i será menor, por ejemplo, soplando un fuerte viento sur, que en tiempo de calma: suponiendo en ambos casos la temperatura del aire la misma. — Asi es que no puede haber una relación constante entre las dife- rencias del nivel i las diferencias de temperaturas; pero es mas que probable que la hallaríamos determinando las diferencias de la temperatura de la roca misma en lugar de la temperatura del aire. En fin, el último grupo de las observaciones presenta un ejemplo en que el nivel queda durante 12 horas casi constante; este hecho coincide con un cambio de tempe- ratura mui pequeño: en efecto, siendo la diferencia de temperatura (el dia l ijsolo de 5.°o la diferencia del nivel no pasa de 0.”22 Según estas observaciones no puede quedar duda alguna de que el calor del Sol es la causa del fenómeno en cuestión, i solo pudiéramos preguntar ahora de dónde proviene este levantamiento parcial de la parte del cerro al Oeste que nos indica el nivel. Para resolver esta cuestión debemos recordar lo que acabo de señalar acerca de la topografía i el estado jeolójico del cerro. lie dicho que en la parte occidental del cerro las columnas de pórfido que consti- tuyen dicho cerro se hallan espuestas a la influencia inmediata del Sol, mientras que en las demas partes están cubiertas ron una capa mas o menos gruesa de veje- tacion, tierra i cascajo, la cual abriga dichas columnas del calor del Sol. Ademas de esto tienen las columnas la dirección Nord-Oesle, con una fuerte inclinación al Oeste: de manera que estando espuestas desde las doce hasta la tarde a los rayos del Sol que caen casi perpendicularmenlc sobre sus cabezas, han de sufrir precisa- mente una dilatación mucho mas fuerte que el cuerpo del cerro colocado al Este i al Norte, sumerjido durante este tiempo en la sombra. « x\si es que debemos admirar esta grandiosa fuerza del Sol, que hace subir i « bajar periódicamente esa enorme masa de roca tan firme i dura, de un modo aná- « logo a aquella otra fuerza que hace subir i bajar periódicamente la columna de « mercurio en el barómetro». Se concebirá ahora fácilmente que en los alrededores de Santiago no hai talvez otro lugar menos a propósito para un Observatorio que el cerro de Santa Lucia, sien- do de la mayor importancia establecerlo en un punto donde las influencias atmos- féricas tengan el menor efecto posible en la posición de los instrumentos. MINERA L OJIA — De un hidrob ovalo de sosa, cal i magnesia'. — especie hallada en los llanos de la Provincia de Tarapacá en la Costa del Perú ; por don Ignacio domeyko. A unas veinte leguas de Iquique, en medio del llano donde se espióla el salitre, existe un terreno como de dos leguas cuadradas de ostensión, todo cubierto de una capa de sal tan blanca como la nieve, Esta capa, que a primera vista parece señalar Testijios de una antigua laguna, no tiene mas que un cuarto de vara de grueso, i de- —Co- bijo de ella, se halla otra capa de terreno movedizo, casi toda compuesta de peque- ños globulitos o pelotillas de una sustancia blanca, manchada en su superficie con cierta arcilla terrosa, rojiza. En el mismo paraje hállase cantidad mui considerable de árboles i arbustos secos, restos de una vejetacion mui antigua, cuya muerte o des- trucción data probablemente desde el tiempo de la formación de la mencionada capa de sal. Tiempo hace que aquella sustancia blanca en esferillas o pequeñas pelotillas, sem- bradas debajo de la sal, ha llamadola ; tención delosquc han visitado esla costa, mui conocida por sus importantes minas de salitre; i varias muestras de la misma sus- tancia han «ido examinadas i analizadas por los químicos Europeos. Hayes la dió por hidroborato de cal, Ulex por hidroborato de cal i sosa; la descripción que dan de ella indica que ha sido este mismo mineral el que figura actualmente en los tra- tados modernos de mineralojía bajo los nombres de Borocalcita, Haycsina etc. Habiéndose traído el mismo mineral el año pasado por los negociantes a Valpa- raíso, con el intento de venderlo ya sea como bórax, ya como ácido bórico nativo, ocurrió la necesidad de hacer un examen prolijo de este producto e:i el laboratorio del Ins- tituto; i me aprovecho de esla ocasión para manisfestar mi reconocimiento al señor Maclcan, propietario del mencionado terreno, a quien he debido una cantidad de dicho mineral bastante considerable, para poder emprender algunas investigaciones acerca de su naturaleza. Este mineral, tomado como se halla en la naturaleza, forma, como he dicho, unas pequeñas pelotillas redondas, teñidas al exterior de una tierra rojiza. Al abrirlas se ve que por dentro tienen color blanco, estructura fibrosa, lustre de nácar, i son bastantes blandas i compresibles, algo elásticas; tienen gusto salado. Al echar, las en una ascua cacendida.no avivan la combustión i solo se funden en pequeños globulitos blancos. Calentándolas al rojo claro en una cápsul a de platina, forman una masa liviana, porosa, compuesta de globulitos blancos, opacos, fuertemente conglo- merados unos ccn otros, sin adherir al fondo de platina. El carácter principal de esla sustancia es que, humedeciéndola con agua, manifies- ta desde luego una reacción ale-dina; i si se trata de disolverla en una cantidad conside- rable de agua, decantando las primeras disoluciones i volviendo a verter sobre el resi- duo nuevas caulidades de agua destilada, se nota que las primeras aguas son saladas, las siguientes ya pierden este gusto sin perder o debilitar la reacción alcalina: de ma. ñera, que cuando después de repetidos lavados, echamos el residuo sobre el filtro i prolongamos todovia la misma operación, el agua que pasa al través del residuo, res- tablece el color azm del papel rojo con mayor fuerza i prontitud que las primeras disoluciones. En. fin se necesitaría una cantidad de agua inmensa para disolver com- pletamente un grano de esta sustancia. Si después de molido el miner.il bruto se lo echa en agua dcstilatada, se forman pequeños granitos livianos blancos que sobrenadan i no se deshacen en el liquido; en seguida, si s-’ recoja el residuo en el filtro i se seca, se obtiene una masa esponjada, blanda, elástica como yesca. Un ensaye preliminar i análisis caíitativo me han hecho ver desde luego que el mi- neral bruto es una mezcla 1 .° de sal común; 2.° de sulfates de sosa, de magnesia i cal; 3.° de un bidroboraio, en cuya composición entran Iros bases a un tiempo; la sosa, la cal i la magnesia. Las dos primeras sustancias se disuelven fácil i completamente en poca cantidad de agua, mientras que la torcera queda en el residuo, mezclada con arcilla, de la cual, solo se puede librársela por medio de alguu ácido, par débil quesea. Una análisis aproximativa ha dado para la composición del mineral bruto, .Sal común 10,1 por ciento 9 — 06 — sulfato de sosa i de magnesia 1 1,3 tierra, arcilla 8,0 hidroborato (hidroboracita) 70,0 100,0 Para obtener este úllimo, es decir el hidroborato puro, tuve que echar como un li- tro de agua destilada sobre 10 gramos de mineral bruto, i, lavado el residuo, disol- verlo en un poco de agua acidificada con ácido nítrico, para separar la tierra arcillo- sa. Esta disolución nítrica, evaporada hasta sequedad en una cápsula de porcelana, deja por residuo el hidroborato perfectamente puro, libre de todas las sales estradas j con toda su agua de combinación. El análisis de esta sustancia presenta grandes dificultades. Tratándola por el alcool i ácido sulfúrico, se logra separar casi la totalidad de cal, i el licor alcoólico arde con una llama verdosa; pero ha i imposibilidad de determinar por este método la propor- ción de sosa i de magnesia. El único medio que me dió a conocer los principios constitutivos i la proporción de las bases de un modo bastante aproximalivo ha sido el siguiente. Principió por secar el hidroborato puro con el calor como de 100°, para espeler toda el agua que no fuese de combinación, i tomado un gramo de esta sustancia per- fectamente seca, la calciné en un crisol de platina a una temperatura de calor rojo, pa- ra determinar la cantidad de agua combinada. Enseguida, lie reducido a polvo mui fino el residuo deesta calcinación, ¡habiendo mezclado este polvo con tres a cuatro veces su peso de fluoruro de calcio, vertí so- bre esta mezcla en una cápsula de platina ácido sulfúrico perfectamente puro. La reacción principió de9de luego sin necesidad do calentar la materia; un humo espeso empezó a desarrollarse, ¡ la masa se calentó por si sola. Cuando se enfrió, la volví a calentar como por una hora, con poco fuego, i aumenté al fin la temperatura has- ta que cesasen de exhalarse los vapores ácidos. Quedó entonces toda la masa bien seca pegada al crisol. Eché sobre ella en una gran taza de porcelana mucha água destilada, i dejándola en este estado por un par de dias, logré disolver casi la totalidad de lamaleria, a excepción de un pequeño re- siduo de alumina. La disolucionera perfectamente neutra; a ella agregué primero cloruro de amonia- co para impedir la precipitación de la magnesia, i en seguida separé la cal por me- dio de oxalato de amoniaco. De la cantidad de cal que de este modo obtuve quité la que había introducido en el fluoruro de calcio, para determinar la proporción de cal contenida en el hidroborato. En cuanto al licor que contenia toda la sosa ¡ la magnesia, procedi en su examen del modo conocido, evaporando la disolución, calentando el residuo para espeler las sales amoniacales i tratando lo demas por el acetato de barita como se acostumbra en iguales casos. Los resultados definitivos de esta análisis me han dado para la composición del mineral, Acido bórico 45,9 Sosa 7.DJ Cal 6.0 > 18.3 .11 ignesia 4.4 ] Agua 35.8 100.0 — G j — Trátase ahora de saber qué utilidad podría sacar la industria de esta sustancia mineral i de qué modo se podría extraer de ella el acido bórico o convertirla en' bórax. El medio mas natural i sencillo que se nos presenta para este último efecto es calcinar el mineral bruto, o mejor, lavado previamente con sosa de comercio (carbonato de sosa). El producto de la calcinación contendrá sin duda carbonato de cal, carbonato de magnesia i borato desosa. Este último siendo soluble i los demas insolubles, la separación no debería presentar grandes dificultades. Mas, desgrnciamentc para la industria, los carbonates tórreos en contacto con una disolución de bórax no tardan en descomponerla, i vuelve a formarse un borato doble o triple que no cris- taliza i parece impedir la crislalizaoion del borato de sosa. Varios ensayes i pruebas, por consiguiente, requiere este asunto, i cierta sagacidad de parte de la industria pa- ra obtener buen resultado i aprovechar lo que la naturaleza nos ofrece en este inte- resante producto mineral. MINERA L OJIA — Cobre gris plato so de Tres Puntas, por don IGNACIO DOMEYKO. / Entre las mas ricas especies minerales de plata que produce la veta de la Buena Esperanza de Tres Puntas (Copiapó) sella hallado un mineral amorfo, 'que por su lustie, color, contextura se parece a las especies mas comunes de cobre gris que se hallan en muchas partes en Chile, en Solivia i en e! Perú. Su color es de gris de acero al- go pálido, lustre algo apagado, a lo menos mui débil en comparación con el de la polibasita, que es su compañera; el grano de su contextura es bastante fino, la frac- tura plana o desigual; poca dureza. Por lo domas, es mui fusible, da en un tubo abierto mucho sublimado blanco i con el bórax reacción de cobre. Se diferencia este cobre gris de todos los que hasta ahora se han extraido de las diversas minas de Chile (Cerro Blanco, Machetillo, Porotos, Carrizal, San Pedro No- lasco etc.) por la gran cantidad de plata que contiene i cuya proporción pasa de 20 ‘7o siendo la de cobre 11 a 12 por ciento i la de antimonio 28 por ciento. El criadero es de cuarzo, intimamente mezclado con el mineral, de manera que eo se puede separar mecánicamente uno del otro. MI ÑERA L OJIA — Fclspato de las lavas délos Volcanes de Chi- le, por DON IGNACIO DOMEYKO. Todos los productos volcánicos do Chile parecen contener una misma especie de fclspato. Las lavas del Descabezado, del Antuco, del Osorno son porfinens, o bien, porosas como escorias: aquellas constan siempre de una masa vidriosa negra que pierde su lustre por el influjo atmosférico, i de cristal i Los de fclspato vitreo mui pa- recido por sus caracteres exteriores al fclspato vitreo del Etna i del Vcsuvio. El úni- — fis- co mineral que se ve asociado con osle íelspalo en las mencionadas lavas es la olivi- na (crisolita) amorfa. Nunca he hallado un solo cristal de esta sustancia bastante completo para poder determinar a qué sistema pertenece; tampoco se notan cruceros en su fractura i por lo común todo el interior del mineral se vé hendido en todos sentidos. Los cristalitos adhieren ala masa, i solo de algunas lavas algo descompuestas o ablan- dadas por las acciones atmosféricas se pueden separar aunque con mucha diücuitad articulas puras, no mezcladas con la sustancia negra que las embute. A fuerza de un trabajo largo apenas he podido extraer unos 2 grjmos de este fels- pato de una corrida de lava superficial, la cual parte de un apagado cráter en el Desca- bezado Chico i se estiende por todo el valle de la Invernada de los Jirones sobre mas de dos leguas de lonjitud. Dos análisis hechos de estos 2 gramos, uno por carbonato de barita para determi- nar la calidad i cantidad de los álcalis, i otro por la potasa para determinar la canti- dad de silice, me dieron para la composición del íelspalo. Sílice 51j. 3 Alumina 2(5.5 Prolóxido de hierro 4.3 Sosa 6.7 Cal 6.2 Magnesia 0.6 C9.6 Éste resultado nos h ice ver que el felspatodc las lavas de Chile es idéntico con el mineral llamado Andesina, particularmente con el fclspato sacado de las inmedia- ciones de Poparan, analizado por ¡Francis. (Véase Manual nf minera lo gy by Nicul p. 1 25). TEOLOJ1A . — Sobre la cohstitucion jeolójica de ¡a Cordillera de la Costa en la Provincia de Valdivia. ( Extracto de una carta del doctor phíi.ippi dirijida al Secretario déla Facultad de Cien- cias Físicas i Matemáticas). La Cordillera de la Costa de Valdivia Consta de esquita micácea (micapizarra) que n e'ta provincia llaman por lo común laja. En varios lugares se hallan también aso- ciadas a esta roca las esquitas arcillosas o pizarras (ihonschifcr), pero hasta ahora no he visto pizarra bastante buena para techos. Tampoco he encontrado en esta cordi- iera criaderos metálicos, a pesar de que con frecuencia corren noticias de haberse hecho descubrimientos de minas; i hace poco me han traído minerales de una mina •que se reputaba por mui rica, minerales que no tenían otra cosa mas que pirita de hierro. IiD también de notar que en toda esta Cordillera de la Costa no he visto hns- ahora ningún indicio de granito a pesar de que la misma Cordillera de las provin- cia-'. centrales i septentrionales de esta República es casi esclusivamente granítica. La formación terciaria según mis observaciones en esta misma Costa no constituye —no — terrenos do mucha ostensión i ocupa distritos mui pequeños i separados unos de otros. Consta por lo común de capas de poco grueso que son de una piedra arenisca de ce- mento arcilloso, mui conocida en el pais con el nombre de cancagua. En dicha are- nisca se han hallado en varios lugares, principalmente cerca del Corral, impresiones i talvez cáscaras enteras de conchas, pertenecientes según me parece a las especies que viven actualmente en el mar inmediato. Hállanse también en la misma canca- gua depósitos de carbón fósil llamado lignita, los que, en jencral, son de poca osten- sión i de poco grueso. Sin embargo, en Catamutun, potrero perteneciente a la fami- lia Lorca, la lignita parece formar una capa mui gruesa i bastante estensa, digna de una explotación en regla,- con tal que el transporte del material a distancia de algu- nas leguas, por caminos mui malos, permita venderlo a un precio que sea ventajoso tanto a los consumidores como a los dueños de la mina. Tengo noticia de dos o tres otras minas de carbón en las inmediaciones de San Juan, pero no he tenido hasta ahora tiempo para visitarlas i ninguna de ellas se trabaja. Toda la falda de la Cordillera de la Costa, en mas de tres leguas de anchura, cons- ta de una formación que por mucho tiempo había quedado problemática para mí. Son unos collados mui quebrados que en ninguna parte presentan a la vista una roca so- lida, no descompuesta, i son de una tierra arenosa de un color pardo claro que lira al amarillo i en parles mui colorada, por causa de hidrato de hierro que contiene. En esta formación, a pesar de que no se ven rocas sólidas, se encuentra en los este- ros i arroyos mucha piedra suelta, bastante redonda, ncgrusca, parecida a piedras de acarreo, roídas por el agua. En mui pocos lugares se ve estratificación, a no ser en algunas partes donde se asoman los depósitos de cancagua. Varias excursiones que acabo de hacer me dieron a conocer que todo este terreno, según toda probabilidad, es platónico, i debesuoríjen a una descomposición de cier- tas rocas dolerilicas (o tal vez dioriticas) i do los conglomerados de la misma edad jeolójica que eslos últimos. En efecto, en los caminos i quebradas hondas que atra- viesan este terreno, se ve que en medio de la tierra arenisca que lo constituye se des- cubren unos núcleos o partes mas duras i sólidas de ia roca, rodeadas de capas con- céntricas que son tanto mas blandas cuanto mas distantes de los centros de dichos núcleos, de manera, que las últimas pasan insensiblemente al estado de arenisca mui blanda, terrosa. De aquellos pues centros de roca endurecida han venido según me parece las citadas piedras rodadas, tan abundantes en los esteros. Debo sin embargo confesar que no he encontrado en medio de la roca núclcas tan duros como son por lo común las piedras sueltas. Estas últimas, como ya se ha dicho, tienen color negro en la superficie, mas por dentro se ven manchas blancas de lustre de nácar que son sin duda de felspato cris- talizado en medio de la masa; a mas del felspato, creo haber reconocido en i a ii..sma roca la presencia de crisolita, (olivina) de piroxena o anfibola, i de hierro tí. único} pero no se nota el m is pequeño indicio de mica. Observaciones posteriores harán ver si esta roca es una masa doleritica o de díorila. En los caminos hondos se puede también ocaminar la naturaleza del terreno de acarreo superficial, el cual, en parles, consta de granos pequeños, negros, porosos, se- mejantes a la piedra pómez, en partes, de granos parecidos al hidrato de hierro, i también de granos blancos terrosos que son probablemente de felspato descompuesto; la mica falta enteramente o es mui escasa. Quebrando algunos de los mencionados núcleos no lejos de mi casa de San Juan, hallé uno que por dentro tenia contextura compacta i enteramente homojénea i frac- tura concoidea, hasliltosa, de color pardo: se distinguían unos puntos sumamente pequeños, mas lulrosos que los demas de la masa. Pero cual ?•»/; do en el interior del mismo núcleo que presenta í l j ¡os c ; é- n o r. jgnca, hallé petrificaciones iriui claras de cleosora piramidata, especie de molusco riel orden de ios Plcropodcs, que vive todavía actual mente en la mar o a lo menos una especie mui parecida, i un caracolito que no se puede determinar con certidumbre, pero que puede mui Lien pertenecer al jénero Rissoa. Ambos ticncu su cáscara conservada en parle. Ule parece que este fenómeno se puede explicar únicamente suponiendo que aquel núcleo ha experimentado cierta metamorfosis por el fuego volcánico, posteriormente 0 su formación. Ejemplos de semejante cambio no son raros, i el caso actual me ha he- cho recordar una muestra que he visto i la cual provenia de la formación carbonífe- ra de Thuringerwald: esta muestra por fuera tenia todos los caracteres de una verda- dera dolerita i por dentro se veia en ella estampada una hoja de palma con muchas hojas de caña. En On. estas conchas me parecen suficientes para probar que los con- glomerarlos en cuestión i toda esta formación volcánica con sus núcleos, la cual for- ma una faja ancha en el declive oriental do la Cordillera de la Costa, deben pertene- cer al período terciario, i, sin duda, a la época mas reciente de dicho periodo. En cuanto al periodo todavía mas moderno, es decir, al periodo diluviano, a él sin duda deben referirse los montones de guijarro que se hallan en varios lugares en la superficie de !a tierra, especialmente ¡os de Pichi i Fula, en mayor parte compuestos de cuarzo, i que provienen de la destrucción de la laja. Tampoco faltan en esta formación mas moderna piedras erráticas (blocs erratiques) cuyo oríjen seria mui difícil explicar. Asi, en la Isla Yalcnzuela o Tejas, enfrente de Ja ciudad de Valdivia, lie visto en el terreno de don Guillermo Kinderman un tro- zo de granito de mas de media vara de diámetro, a p. sar de que en los cerros inme- diatos no aparece esta roco en su lugar. Por lo que loca a las dimensiones de la Cordillera de la Costa, he observado que ella tiene en la dirección de Valdivia a Cudico unas 12 leguas de ancho, i la faja de terreno dolerítico (?) volcánico, que la confina por e! lado del oriente, como 4 leguas ••n la misma dirección. Vlis observaciones barométricas me han dado para las altitu- des de los diversos lugares en esta cordillera los resultados siguientes: 1 T* nnrrMtt oit flP I \ (F.n una carta posterior a esta, el doctor Philipjñ añade! abota rio Cohservo duda .alguna acerca la naturaleza i edad de la formación volcánica que ocupa casi lodo el terreno de San Juan i de una gran parte de esta provincia. Cuando se trató de lia - cer los oimientos de la represa para mi molino, bailé que el conglomerado volcánico de que hablo en mi última carta descansa sobre la arenisca llamada cancagua. Es pues evidente que tenemos una formación volcánica posterior a la del periodo ter- ciario de la cancagua, formación la! vez dolrritica si no la podemos llamar basálti- ca, supuesto quede verdaderos basaltos no hai vestijio alguno en Chile). MEMORIA presentada ante la Facultad de La/es de la Univer- sidad Nacional por el Bachiller don raeael o valle rezan illa, el din 8 de Abril de 185o, para obtener el grado de Licenciado en dicha Facultad . JLSTI LIGACION DEL DERECHO DE GRACIA I REGLAS A QUE CONVENDRIA SUJETAR SU EJERCIO. Aunque en la Constitución política de 1833, se determinan las autoridades o cor- poraciones a quienes compete ejercer el derecho de gracia, o lo que es lo mismo, la Facilitad de indultar, aun no se lian prescrito las reglas conforme a ¡as cuales deba ejercerse esta facultad. N'o es de estrañar esta porcimonia de detalles, esta reserva, por decirlo así, de nuestra Constitución, tratándose de una prerrogativa tan impor- tante como es la fa- cuitad de indultar, si se considera que el código constitucional de una nación no puede contener sino los principios fundamentales del gobierno de ella; debiendo ser obra de leyes particulares o secundarias, determinar el modo de proceder o las reglas conforme a las cuales deba obrarse en la senda que trazan esos mismos principios. De qué puede entonces provenir, que siendo esta la conducta que debe observarse, i que se he seguido por el hecho de haberse dictado casi todas las leyes complementarias c lo dicho hasta aquí creo pues, que puede deducirse: que la facultad de indulta, no solo es útil sino indispensable en toda loj islncion criminal. Después de haber expuesto las razones que en jeneral justifican el derecho de gra- cia, réstame manifestar las que han hecho particularmente necesario cnlre nosotros el ejercicio de este derecho. Todo el mundo sabe lo que era Chile en los primeros tiempos que subsiguieron a —re- ía guerra de la Independencia. Tiempos eran aquellos de verdadera transición e ins» labilidad, i la relorma que se hubiese hecho de cualquiera de los ramos de la Jejisla- cion se habría resentido necesariamente de los caracteres de nuestro modo de ser dg entonces. La Independencia, franqueando nuestro territorio al comercio extranjero i poniéndonos en contacto cor, el mundo ¡lustrado, nos alaria una ancha senda de bienestar material i de progreso intelectual, dando con esto un golpe mortal a la mi- seria e ignorancia en que yacia el pueblo i cegando asi estas fuentes abundantes i perpetuas del crimen. No teníamos costumbres ni hábitos bien formados, como ni tampoco carácter ni fisonomía bien marcados i distintos; en una palabra, con estos nos faltaban otros elementos tanto o mas indispensables para poder darnos una bue- na lejislacion criminal. Por otra parte, tratábase entonces de nuestra organización política, i esta empresa tan delicada i dificil, absorvia por sí sola toda la atención que habría sido menester consagrar a la formación de las leyes criminales; siendo de notar que si se hubiese antepuesto esta última obra a aquella se habría procedido de una manera antilójica e intempestiva. En semejante situación era menester conformarse con que siguiese rijiendo entre nosotros la lejislacion criminal española, que, aunque mui defectuosa i a veces bárbara, tenia al menos la ventaja de ser conocida por el pueblo i el raa- jistrado, de consultar, aunque impcrfectisimamente, nuestro cuasi carácter i nues- tras no bien sentadas costumbres, i que, por último, contaba con el prestijio que dá a las instituciones su antigüedad. Estas consideraciones debieron de ser las que indujeron a las autoridades patrias a dejar subsistente la lejislacion criminal española, pues no podían desconocer los gravísimos ^efectos de que adolece. En efecto, dictada esta lejislacion para una organización social enteramente dis- tinta de la nuestra, ya se deja entender que no podia adaptarse a nuestra nueva si- tuación sin que se dejase sentir la necesidad de reformar dicha lejislacion. La sua- vidad de costumbres tan singularmente característica de los actuales tiempos i tan en oposición con la ferocidad de aquellos en que se dictaron las leyes penales que rejian entre nuestros conquistadores, hacia indispensable una variación en ellas. I finalmente aconsejaban esta misma variación lo que podemos considerar como una consecuencia inmediata de esa diversidad de costumbres i civilización, es decir; la apreciación viciosa i errónea que frecuentemente hace del delito la lei criminal española, el espíritu manifiesto de prevenirlo por medio del rigor mas bien que por la certidumbre i prontitud del castigo, i la nunca desmentida severidad de las penas, entre las cuales descuella i campea, por decirlo así, la de muerte. Esto es por lo que respecta al código penal propiamente hablando, que por lo que hace al enjuiciamiento criminal, sin desconocer que para los tiempos en que se dictó era excelente, atendido el atraso de ellos i lo que al mismo tiempo sucedía en las otras naciones, nadie negará que la diversidad de épocas, la diferencia que hai entre la actual sociedad i la antigua, los progresos que en todo jénero de cosas ha hecho la especie humana i otras varias causas, en fin, han hecho que la sana Mzon repruebe como perniciosos algunos de esos procedimientos. I si se considera que ellos no son meras formas sino que por su medio triunfa la inocencia perseguida i recibe el criminal el debido castigo; si se tiene presente que si ellos no son los roas arregladas a los principios de la renta razón i sana filosofía, de nada sirve que la pena tenga todas las calidades apetecibles, que el delito esté perfectamente cali- ficado i que entre aquella i éste haya la debida proporción, entonces, digo, no po- drá ménos de convenirse en que esos vicios en los procedimientos hacían defectuosa i mala la parte de nuestra lejislacion que arregla i determina el enjuiciamiento criminal. Pero los limites de esta Memoria son mui estrechos para que me detenga a hacer lina esposicion detenida i formal a cerca de los vicios de la lejislacion criminal es- pañola. Lo dicho basta para manifestar que aunque mala, no nos convenia que se Sustituyese por otra, i que siendo el derecho de gracia un obligado necesario de todo Código penal, debía serlo mui particularmente del nuestro; deduciéndose de aquí que nuestros padres procedieron mui acertadamente consignando en casi todas nuestras Constituciones políticas el principio de que la autoridad representada por este o aquel cuerpo, por estotro o esotro individuo pudiese indultar a los criminales. Pero de que el derecho de gracia fuese particularmente necesario entre nosotros, se deducirá que fuese igualmente preciso que la autoridad que debe ejercerlo otor- gue o deniegue el indulto cuando mas le plazca, sin sujetarse a ciertas reglas, sin observar ciertos principios que quiten toda ocasión de abusar de esta facultad? Ciertamente que nó; porque entonces es cuando se puede decir que el indulto con- culca las leyes, disminuye la certidumbre de la pena, i en una palabra justifica los clamores de los que lo consideran como perjudicial. I si no bastase la recta razón para probarnos la necesidad de reglamentar el derecho de gracia, yo invoco la es- periencia. Ella es cierto no nos presentará casos en que el indulto se haya denegado al que lo reclamaba con justicia, i esto sea dicho en honor de los funcionarios a quienes corresponde otorgarlo; pero si nos presentara no uno sino varios casos de criminales a quienes por una conmiseración mal entendida se les ha sustraído al imperio de la pena. Esa misma esperiencia nos suministrará ejemplos de delincuen- tes a quienes ha eximido también de la sanción de la lei, el empeño, que entre nosotros como ha dicho un publicista chileno, ha sustituido al cohecho, i al cual siempre que se trata de indultar a un criminal se cree que se puede acceder sin el menor inconveniente por el fin caritativo con que se interpone. En la historia de los indultos no faltarían casos de criminales a quienes ya por una piedad mal entendida, ya por motivos estraños a la verdadera justicia, se les ha minorado el todo o parte de la pena, dejando ésta subsistente para aquel que no cooperó sino mui débilmente a la perpetración del delito porque se condenó a los autores prin- cipales i al cómplice. Esto ha sucedido, i aun cuando no fuese sino un mero temor de que pueda verificarse algunas veces, basta esto para que se conozca la necesidad de que se reglamente la facultad de indultar. Esto supuesto, espondré algunas reglas por cuyo medio, según mi opinión, pueden talvcz prevenirse males del jénero de los que acabo de mencionar i regularizarse el uso del derecho de gracia. Regla primera. Siempre que los tribunales a quienes corresponde el conocimiento en segunda instancia en causas criminales, encontraren razones de equidad i justi- cia para que se disminuya o atenúe la pena que la lei impone al delito, o para que sea subrogada por otra mas suave, deberán precisamente representar al Supremo Gobierno el hecho o caso i la reducción que consideren necesario hacer en la pena, o bien propondrán aquella por la cual consideren conveniente sustituirla. Ya el ilustre Egaña, don Mariano, en su célebre vista de 20 de febrero de 1837, conoció la necesidad de que no se ejecutasen las sentencias dictadas en virtud de una lei que no se hallase en uso por su excesivo rigor, indicando como un medio de salvar este inconveniente, que se consultase al Supremo Gobierno proponiéndole la conmutación de la pena que el tribunal que pronunció la sentencia juzgase equita- tivo hacer. La disposición pues de esta primera regla no es absolutamente nueva, solo si que ella abraza no solo el caso en que la sentencia se funde en una lei desu- sada por su rigor, sino también aquellos en que haya cualquier otro funda- mento nacido de lo defectuoso o imperfecto de la lei, para conceder el indulto o la conmutación. Semejante procedimiento lo considero mui prudente; porque como ya — 78 — lo he dicho, las leyes no se hacen sino por lo que jeneralmenle sucede. Ellas no pueden comprender sino los casos comunes i a veces puede haberlos tan especiales que obedeciendo el precepto legal se resienta de ella la humanidad i la equidad natural. No basta tampoco que la lei mencione ciertas circunstancias que disminu- yan o agraven la culpabilidad del delincuente, i que haya autorizado al majistrado para que atenúe o aumente la pena, con concepto a esto; porque o no siempre lia espresado esas circunstancias, o nó en todos los casos ha seguido el lejislador seme- jante conducta, o, como dice M. Guizot, porque «la impenetrable naturaleza de las cosas no ha consentido siempre en dejarse reproducir en el texto de las leyes. Regla segunda. La disposición do la regla primera no priva a los reos de la facul- tad de solicitar indulto o conmutación; pero si los fundamentos de la solicitud fue- ren los de dicha regla o hechos anteriores a la sentencia de segunda instancia, debe- rá el inieresado dirijirse al Tribunal que la pronunció, para que éste con conoci- miento de causa eleve la petición a la superioridad, acompañando un informe en el cual se esprese lo que se crea conveniente respecto de lo solicitado por el reo, i lo que conste del proceso sobre su conducta anterior, edad, profesión, estado, modo do vivir i asistencia que proporciona a su familia. Esta regla tiene por objeto suplir las omisiones de los tribunales en pedir el in- dulto o conmutación cuando fuere equitativa la concesión de la gracia. También se consigue por medio de esta regla que el Supremo Gobierno se ponga en aptiLud de poder proceder a conceder o negar l.i solicitud de indulto o conmutación de pena, con pleno conocimiento de causa i con entera conciencia de las consideraciones que recomienden lo uno o lo otro. Regla tercera. Los reos rematados no podrán solicitar indulto o conmutación de pena sino por conducto del jefe del establecimiento al cual hubieren sido destinados los pretendientes. Dicho jefe deberá informar la petición de gracia cuidando mui particularmente de manifestar la conducta del reo durante el tiempo que lia perma- necido preso, su inclinación i disposición para el jénero de trabajo a que haya sido destinado en la prisión, i los progresos que en el haya hecho. También se espresará en este informe la edad del reo, la familia que tenga, los auxilios que le proporcio- ne, i en jcneral, cuanto conduzca al efecto de que pueda conocerse las razones de equidad i conveniencia que haya para que se acceda o nó a la concesión del indulto o conmutación. Asi como las dos primeras reglas tienen por objeto suministrar al Gobierno todos los datos apetecibles para que pueda conocer si por lo imperfecto o defectuoso de la lei, o por hechos o circunstancias anteriores a la sentencia, es o nó digno un reo de que se le conceda indulto o conmutación, asi también la observancia de esta ter- cera regla proporcionará n la superioridad un cabal conocimiento de los hechos o circunstancias posteriores al juzgamiento que hagan al reo acreedor a que se le con- ceda o deniegue el indulto o conmutación. Se establece pues por estas tres reglas un sistema de procedimientos tal, que no pueda presentarse un caso en que un reo sea digno del indulto o conmutación que no pueda concedérsele; podiendo obrar en esto la respectiva autoridad con pleno conocimiento de causa. Si pues como debe creerse, para resolver sobre la petición de indulto o conmutación de pena de un reo rematado, se. atiende al mérito que resulte del informe del jefe de la casa, la obser- vancia de la tercera regla producirá la ventaja, tan digna ciertamente de ser consi- derada, de moralizar a los presidarios. No pasarán desapercibidos a los ojos de éstos los casos que de cuando en cuando se presentarán, de reos a quienes su moralidad, buena conducta i su aplicación al trabajo, han abierto las puertas del presidio antes falvez que a aquellos que habían cometido un delito menor. Verán que cu cierto modo depende de ellos alcanzar los bienes porque tanto anhelan, la incorporación —79— a s» familia, la libertad, un lucro mayor en el trabajo obtenido con mas comodidad que cu la prisión, etc., i tratarán de hacerse dignos de que se les concedan estos beneficios. Regla cuarta. No se lomarán en consideración las solicitudes de indultos o con- mutación de pena que hicieren los reos procesados que anduvieren prófugos, como ni tampoco las que hiciere un individuo a consecuencia de haber cometido un de- lito por el cual no ha sido enjuiciado. Sin previo juzgamiento no es fácil conocer si una persona es o nó digna del in- dulto o conmutación, i por lo mismo conviene que aquel preceda a la concesión o denegación de la gracia. Este procedimiento por otra parte, en nada perjudica al solicitante, porque si se le absuelve no hai para que se le conceda la gracia, i si se le condena esto no es un obstáculo para que se le otorgue o nó el indulto o conmu- tación, arreglándose para ello a los cánones anteriormente establecidos. Ademas se- ria una monstruosidad que el ejercicio del derecho de gracia se estendiese hasta el estremo de que ni siquiera se sometiese a juicio a un delincuente. Regla quinta. No podrá concederse indulto en perjuicio de tercero: en su virtud quedará obligado el indultado a devolver a la parte agraviada los bienes que le hu- biere tomado, como igualmente a resarcirle los daños i perjuicios que del delito le resultaren, i a satisfacerle las penas pecuniarias que por la lei estuvieren prescritas a su favor. La disposición de esta regla no tiene nada de nuevo. Su observancia está termi- nantemente prescrita por la lei 12, tít. 18, part. 3.a, i por la lei 3.a, lít. 42, lib. 12 de la Nov. Rec. Sin embargo, es mui sensible que sino siempre, muchas veces al menos no se cumplan. El fundamento de esta regla es el mismo qne dá la lei, es a saber: «Ca el Rei no quita sinon tan solamente la su justicia». Ademas no puede ser lícito donar una cosa que no pertenece al cedente i despojar al que fué víctima del delito de lo que le corresponde ante Dios i la lei. Como consecuencia de esta regla no debe remitirse la pena pecuniaria que corres- ponda.a un tercero. No baria presente esto sino me constase que ha habida un caso en el que correspondía al denunciante un tanto de la multa en que habia incurrido el reo, i sin embargo, se condenó a éste dicha multa, privándose así al delator del premio que !e correspondía. Me consta también que hubo reclamos por esto, pero ignoro si serian atendidos. Por la misma regla si alguno fuese condenado a consecuencia del delito de estu- pro, a casarse con la estuprada, a dotarla o a presidio, alternativamente, i habiendo escojido esta última pidiere indulto de ella, no se le concederá sino con la condición de que se case con la estuprada o la dote. Regla sesta. El cómplice en un delito que lo descubriese ánles de llevarse a efecto, debe ser perdonado de la pena que le correspondería sufrir si no hubiese hecho la delación. Asi lo dispone espresamente la lei 5.a, tít. 2.°, part. 7.a, con la diferencia de que su doctrina solo abraza el delito de traición. Pero yo he creído que no hai razón especial para que no se practique lo mismo en todos los delitos, pues en lodos ellos concurre la razón de la lei, es a saber: evitar, con el temor recíproco que cada cóm- plice debe tener de que otro le descubra, las asociaciones criminales que puedan contraer los hombres para hacer mal al Estado o a los particulares. Esta doctrina tiene también a su favor la lej islacion inglesa que por punto jcncral, la tiene ad- mitida concediendo culero perdón al denunciante. Regla séptima. Todo decreto de indulto contendrá precisamente la cláusula de que reincidiendo el reo en delitos de igual jéncro se entienda no concedida la gracia. —so - No debe gozar del perdón el que abusó de él para delinquir de nuevo, frustrando asi a la vez los efectos de la justicia i los de la clemencia. Regla octava. Siempre que se concediere o denegare un indulto o conmutación, sin consideración al mérito que resulte de los informes de que hablan las preceden- tes reglas, o contraviniendo a alguna de ellas, deberá precisamente fundarse el decreto que al efecto se diere, espresándose las razones que se hubieren tenido en conside- ración al espedirlo. Si el objeto de las reglas precedentes es regularizar el uso del derecho de gracia i suministrar a la autoridad que debe ejercerlo todos los datos necesarios para que pueda espedirse del modo mas acertado i prudente, claro está que si se procede en un sentido contrario al que correspondería obrando con arreglo a esos datos i re- glas, es de necesidad que se justifique este procedimiento. De otro modo de nada servirían dichas reglas i se lejitimarian por lo que respecta a nosotros, las quejas i argumentos que como se ha visto en el curso de esta Memoria, ha promovido en todos tiempos el uso de la facultad de perdonar. Regla nona. El derecho de gracia tratándose de delitos políticos, se ejercerá sin limitación alguna. Los fundamentos de esta regla son los que he mencionado al hablar de las venta- jas que pueden sacarse del derecho de gracia aplicado a los delitos políticos. Tales son en resúmen, las reglas que me parece seria prudente seguir cu el ejer- cicio del derecho de gracia. Probablemente no serán las mejores que puedan adop- tarse, ni tampoco las únicas; pero creo que si una pluma mas esperta e ilustrada que la mia quisiese tratar este asunto, se lograría hacer un servicio verdaderamente importante a nuestra lejislacion. Por lo demas protesto que al asentar en esta Memoria que me parecen viciosos los procedimientos que alguna vez se han seguido al dispensarse los indultos, no he tenido la intención de zaherir ni criticar a nadie. Si lo he hecho ha sido para com- probar con ejemplos prácticos, que también entre nosotros se han hecho sentir los inconvenientes que hai en que la facultad de indultar no esté reglamentada; pu- diendo deducirse de aqui cuanto importa que no estén a merced del hombre úni- atinente, garantías que no hai porque no se consiguen en instituciones. DISCURSO pronunciado a?itc la Facultad de Leyes por don Etr- jenio yero ara, para incorporarse e?i dicha Facultad el 22 de Abril de 1853. Señores: Llamado a vuestro seno para ocupar un asiento reservado a la ciencia i a la labo- riosidad me siento agobiado bajo el peso de la gratitud que, me impone tan honrosa distinción. Mido sin preocupación la distancia que de vosotros me separa, i al con- siderarla casi destruida por el voto de esta facultad no me fascino en la apreciación del concepto que envuelve en si esta demostración: lo que para otro significaría re- conocimiento del mérito, para mi no es mas que un estimulo al trabajo; i en este — 81 — sentido procuro corresponder a vuestro llamamiento presentándoos, ya que no una obra completa, al ménos una breve reseña de las reformas que se preparan en la parte quizá mas importante de nuestra lejislacion, cual es la llamada a decidir de la preferencia respectiva entre los varios intereses rivales que se la disputan en un concurso. Chile posee en la vasta estension de su litoral, en la feracidad de sus campos i en la riqueza de sus minerales los elementos mas preciosos para descollar como potencia agrícola i comercial: estos elementos se hallan comprimidos por la carencia de una fuerza motriz que les comunique impulso i desarrollo: esta fuerza es el em- blema de la intelijencia que crea i combina, del brazo del artista que ejecuta las con- cepciones de aquella, i del capital que erijo el teatro sobre el que ambos ejercitan jos primores del arte que asombran al que los contempla. Aclimatar en nuestro seno, atraer si es posible esos tres elementos de la industria, he aquí el blanco a que de- ben dirijirse los trabajos del lejislador. Mas como una condición indispensable para este objeto se requiere, ademas de la existencia de un buen Gobierno i de una so- ciedad morijerada, una seguridad completa para el capital; i es bien doloroso decirlo: áutes del año 46 pocas o ningunas eran las garantías que la lei prestaba a éste. La hipoteca oculta, la estension ilimitada de privilej ios, la multiplicidad de grados en- tre los acreedores sin causa racional de distinción entre ellos, i el embrollo i perpe- tuidad de los concursos tales eran los principales vicios que se objetaban a la lejisla- cion de entonces. La lei de 3 1 de Octubre puso remedio a gran parle de estos males: mucho de provechoso no hai duda se obtuvo con sus disposiciones: bastaría para reco- mendarla a la gratitud nacional la abolición de la hipoteca jencral convencional i la claridad que difundió en la apreciación de las circunstancias que deciden de la pre- ferencia do los créditos concurrentes. Pero dejó siempre en pié algunos p rivilejios de no poca estension, los cuales par su falta de publicidad, i la incertidumbre de su valor eran otras tantas asechanzas ocultas que hacían riezgosa la confianza de los prestamistas: agregúese a esto d Livor especial que dispensa a la escritura pública, sin sujetarla a inscripción en los rejistros hipotecarios, i se tendrá la medida de la incerlidiíiiibre, muerte del crédito, a que estaba reducido el babor del contratante. Bien se vé cuan distante se halla esta lei de llenar los requisitos de especialidad i pu- blicidad a que es menester aproximar el mayor número posible de créditos. La lei abolió las hipotecas jenerales convencionales; pero dejando subsistente el privilej ¡o de los acreedores escriturarios sobre los meramente quirografarios no hizo mas que subrogaren lugar de aquellas otro privilejio disfrazado con diverso nombre, aunque con resultados bastante análogos. Mientras que el laborioso mercader libra su fortu- na a la buena fé de un instrumento privado, por no serle posible abandonar de hora en hora su escritorio, para anotar ante un escribano las transacciones que ejecuta, el prestamista, aprovechando la ventaja que le dá el ocio, se pertrecha con escritu- ras públicas, i seguro de su preferencia aguarda con calma la aproximación de una quiebra, provocada quizá por los exorbitantes intereses que exije de su deudor: en estos instantes el comerciante i el prestamista se disputan los restos de una fortuna arruinada; pero aquel tiene que ceder a su adversario el campo sembrado de los des- pojos obtenidos a merced de su jenerosidad. La lei se erijo en vengadora de una con- fianza necesaria, e interpuesta entre uno i otro, adjudica el triunfo a la usura, casti- gando la laboriosidad del comerciante sin otra razón que la de su misma laboriosidad. I dígase lo que se quiera: el predominio de la escritura pública sobre la privada rio significa otra cosa en último resultado que la asignación de la fortuna del mas labo- rioso en favor de¡ que, manteniendo ociosos sus capitales, trata de hacerlos produc- tivos a espensas del trabajo ajeno. Por otra parte no se divisa el principio de justicia que Jcjitime esta prelacion: ¿se trata de premiar la verdad del crédito? Tan falaz 11 — 82 — puede ser en su esencia una escritura pública como otra privada; baslaria para equi- pararlas a este respecto renunciar la lei 9.a tí t. l.° Part. 5.a i su término de dos años, para que ya no pudiese distinguirse el crédito verdadero del supuesto. ¿Se bus- ca la mayor antigüedad de un crédito para Sobreponerlo a otro de fecha mas recien- te? Pero esta base no es filosófica, porque el privilejio resulta de la cualidad del eré dito sin correlación a su fecha. Pero aun suponiendo que esta consideración pudiera influir en la prelacion, siempre seria dudoso el triunfo de la verdad que quiere con- quistarse a costa de la anteposición de la escritura pública sobre la privada. La es- pcriencia ha demostrado que a la sombra de aquella se lia seguido ejecutando tran- sacciones posteriores, que chanceladas i renovadas sucesivamente, dejando siempre subsistente una deuda equivalente a la espresada en la escritura, la dejaban aparen- temente en pié para obtener a la sombra de una antigüedad facticia una preferencia» que la verdadera fecha de la obligación le negaría. La justicia i la conveniencia pú- blica protestan contra semejante preferencia, como desnuda de todo fundamento ra- cional i contraria al crédito i a la buena fé. Este inconveniente se trata de remover por el proyecto de reforma de la lei de -45 presentada por el ejecutivo al Congreso el 2 de Agosto del año próximo pasado: el artículo 4.° de este proyecto no reconoce otras causas de preferencia que el privilejio i la hipoteca, base mucho mas filosófica i en armonía con la seguridad del crédito, (pie la sentada por el articulo 3.° de la lei de 45. Mas no es éste el único vicio que era menester espurgar de nuestra lejislacion: los privilejios por su naturaleza indifinidos e inciertos se apartan mucho de la publici- dad i especialidad a que es de apetecer se aproximen los créditos; pero yaque la jus- ticia exije su conservación, es necesario al menos restrinj irlos a la menor cantidad posible, dejando en pié solo aquellos que, por apoyarse en consideraciones mui im- periosas de equidad, no es dado desatender sin contrariar ciertos principios de mo- ra!, o los progresos de la agricultura i el comercio. La lei de 45 otorga privilejio a los acreedores de especies conocidas: este privilejio, verdaderamente distinto de la reivindicación mercantil, tanto en su causa como cu el plazo para ejercerlo, se apoya, según parece, en consideraciones de equidad. El que vende sus mercaderías a plazo id cree renunciar al dominio de ellas sino bajo la condición que se pague el precio por el comprador: una vez que la condición no se verifica, forzoso es admitir la diso- lución del contrato por medio de la tácita incorporación en él del pacto resolutorio de la lei comisoria : En verdad parece repugnaute a la equidad natural que el vende- dor sea privado del precio de su mercadería a mas de serlo también de su uso; i la prudencia inclina en tal caso a hacer revivir en su obsequio los antiguos derechos extinguidos por la enajenación. Tales son las razones que aducen los partidarios de este privilejio para abogar por su conservación, i tales son también las que movieron a los autores del Código civil francés para acojerlo en el núm. 4.® del nrt. 2,102, que ha servido de norma al art. S.° de nuestra lei de 45. Pero por poderosas que sean es- tas consideraciones pugnan sin embargo con los principios jcneralcs de derecho, con el respeto que debe tributarse a las convenciones de las parles, i con la vida de esc comercio misino que trata de protejerse. Las leyes Romanas, fiel intérprete por lo jcneral de la equidad natural, distinguen tres situaciones diversas en que puede ha- llarse el vendedor insoluto con relación al comprador; pues o la cosa vendida aun no lia sido entregada al comprador, en cuyo caso puede el vendedor reteñi rla como pren- da de seguridad para ser cubierto del precio, según la respuesta del jurisconsulto Scévolo contenida en lai le 22 lit. S.° lib. 18 del Dig.; o si lia sido entregada al com- prador, bien puede haber acaecido que esta entrega baya sido con plazo o sin él: en el primer caso, el vendedor seria un mero acreedor personal por haberse fiado en la seguridad del comprador, del mismo modo que cualquiera otro acreedor quiragra- Cario que se hubiese fl ido en las condiciones personales de su deudor, según el párr. 41 ínst. de divisione rerum et qualitate, concordante con la L. 4(5, til. 28, Parí. 3.*: en este caso los derechos del vendedor son contra la persona i no hacia la cosa, puesto que habiendo abdicado el dominio de ella sin reserva alguna no ha tratado de garantirse con seguridades especiales que le afianzasen el reembolso del precio fiado al comprador. Si la venta fue al contado i ai pacto accedió la entrega, sin haberse recibido en retorno el precio, entonces quedaba subsistente el dominio del vendedor, i como consecuencia de él podía ejercer la reivindicación. De estas tres situaciones en que puede hallarse el vendedor nuestro art. 8 .° elije la segunda para otorgarle el ejer- cicio del privilejio de acreedor de mercadería conocida: i a primera vista resalta su contradicción con los principios del derecho común. No es menos flagrante la contradicción que existe entre este privilejio i los térmi- nos de la convención de que se le hace proceder. Se supone incorporado en ella tá- citamente el pació de la lei comisoria, i de esta suposición de-todo punto gratuita se hace (luir el privilejio en cuestión. Pero al adoptar esta base como fundamento del privilejio se degrada la majestad de la lei convirliéndola en un procurador oficioso que trata de crear seguridades para su causante aun mas allá del punto que éste las exijo. Por otra parte es absurdo suponer que la lei supla en este caso la voluntad de jas parles-, porque siendo éstas hábiles para contratar por si mismas, es ridiculo so- meterlas a una protección que ellas mismas pueden procurarse: estando en plena li- bertad de estipular como mejor les convenga, es claro que si no se obligan a mas de lo que espresan es porque no ¡o lian consentido; luego obligarlas a aceptar derechos que no se lian conferido u obligaciones que no se han impuesto es desquiciar la ba- se de las convenciones, desconociendo la libertad personal en que se apoyan. A mas de pugnar este privilejio con los principios jenerales de derecho i el respe- to a los pactos, pugna también con los progresos de! comercio. Para palpar esta ver- dad basta acercarse a la tienda de uti fallido, e inspeccionar sus negocios en los acia- gos momentos que preceden a su falencia. Este desgraciado se encuentra agobiado por deudas de plazo cumplido, i con multitud de efectos que no ha podido expen- der, en razón del alto precio a que le fueron vendidos: durante los seis meses pre- cedentes a la quiebra, ha estado sosteniendo su jiro con aquellas mercaderías cuyo precio de factura era mas aceptable al consumidor. Llega el día de la falencia; los acreedores ocurren a tomar razón del estado de los negocios del fallido; el que ven- dió caro encuentra intactos sus efectos, porque el crecido avaluó a que vendió ahu- yentó los consumidores, i su ausencia precipitó la quiebra; por el contrario, el que vendió baraio nada encuentra de lo suyo, porque la comodidad ded precio de la ven- ta alentó el escaso consumo en este tiempo, i sirvió de pábulo a sus pequeñas nego- ciaciones. De esta manera el primero viene a recibir un premio con el ejercicio del privilejio que examino; miéntras que el segundo, que aspiraba solo a un moderado lucro, viene a ser victima conjunta con el deudor del ajiotaje i avaricia de aquel. Se- mejante resultado cstingue casi en el corazón los sentimientos de jenerosidad; arrui- na las especulaciones de apuelios, que basando sus cálculos en correlación con el in- teres de todos los circuios de la sociedad, lucen algún sacrificio de su conveniencia; i solo proteje los intereses del que guiado de un torpe egoísmo sacrifica toda consi- deración que no sea la de su bienestar sin límites. Tales resultados desaparecen con la supresión del privilejio del acreedor de mer- cadería conocida que trata de introducir el proyecto de reforma de la lei de 1845. Mas no se crea por esto que la innovación es llevada hasta el eslremo de desechar la reivindicación mercantil, como algunos lo han creído: esto seria desconocer los de- rechos de propiedad, acia los que el proyecto se muestra en eslremo respetuoso. Sin SU art. 2." concede la acción reivindicatoría para reclamar todas las especies identi- — Si— ficables que pertenezcan a oirás personas a titulo de dominio, i que aun existan en poder del deudor insolvente, sin perjuicio de los derechos que pudieran competir a éste sobre ellas, como los de usufructo, prenda etc. Como aparece de este articulo, los derechos de dominio no quedan absolutamente comprometidos por la quiebra del deudor: el dueño es tan señor de su cosa como lo era antes de la falencia. De aquí se deduce que el que vendió al contado sin fiarse en la fé del comprador, como mien- tras no sea cubierto del precio no ha perdido aun el dominio sobre la especie vendi- da, bien podría vindicarla: otro tanto sucedería al que vendiendo a plazo, hubiera incorporado en el contrato la cláusula resolutoria de la lei comisoria, ¡siempre que al vencimiento del plazo no se hubiese satisfecho el precio por el comprador. En am- bos casos, quedando subsistente el dominio del vendedor, podría ejercer los derechos de reivindicación sobre los efectos vendidos, independientemente de la quiebra; del mismo modo que podria hacerlo el deponente, locador, etc. sobre la especie deposi- tada o arrendada. Esto es mui lójico: Pero como el que vendió a plazo, o el que ¡o hizo bajo la condición del pacto de la Id comisoria, pueden ejercerla reivindicación sin otra limitación de tiempo, que la necesaria para escluir la prescripción, en el primer caso, o para llenar el asignado por la convención, en el segundo, habría el peligro mui fundado de que se siguiera ejerciendo el privilej io del acreedor de espe- cie conocida, aun por mas tiempo que el concedido por la lei actual, no obstante que lo supongamos derogado. La aslusia del vendedor, siempre fecunda en arbitrios injeniosos, es de presumir que no adoptaría otra forma de contratar esternameníe que la adecuada para conservar los derechos de reivindicación, ya que el privilejio de acreedor de especie conocida era un resorte que la lei deja sin efecto i a la ver- dad que poco o nada se habría avanzado para cstirpar un abuso, si se dejaba habilita- do otro medio de reproducirlo. Las lejislaciones de Francia, Holanda, Las Dos Sici- lias, i el Cantón de Vaud nos suministran la norma de salvar este inconveniente: las leyes de estos paisas no consideran verdadera venta al contado sino aquella, en que ademas de no haber plazo, el vendedor no deja trascurrir ocho dias después de la en- trega sin repetir por el precio o la especie; de manera que si después de ocho dias quiere intentarse la vindicación, la excepción de prescripción la paraliza i destruye. Nada veo que pudiera obstar entre nosotros a la adopción desemejante precaución; i casi me atrevo a insinuar la misma limitación respecto a la duración del pacto de la lei comisoria, sino mas bien su anulación, siempre que llegase a incorporarse en un contrato de venta de mercaderías; porque aunque parezca contraria esta medida a la libertad de contratar, no debe perderse de vista, que esta libertad no se extien- de hasta eludir con suterfujios la aplicación de la lei, e irrogar perjuicios a un ter- cero con una colucion fraudulenta. Al lado de innovaciones tan eficaces para estimular las transacciones i dar bases Seguras al crédito, el proyecto no descuida de introducir otras no uiénos adecuadas s principios. Prosiguiendo las consecuencias de este sistema, se obtendría por resul- tado, que un tutor absolutamente sin bienes, o que si los- tiene es en poca cantidad, puede arruinando a su pupilo hacer cuantiosas adquisiciones a expedsas del patri- —88— monio de éste: si en seguida bajo el nombre de un supuesto acreedor hace rejistrar una hipoteca sobre los bienes nuevamente adquiridos, el pupilo cuya hipoteca no hubiese sido aun rejistrada, vendría a quedar excluido aun de lo adquirido a sus expensas. Seria menester entonces buscar a éste garantías fuera de los bienes de su tutor, lo que es absurdo. Otro tanto puede decirse respecto de la mujer casada; de manera que toda la protección que la leí dispensa a estas personas vendría a fracasar ante el aparato de fórmulas i solemnidades a que se subordina su existencia. A lo que se agrega, que la imposibilidad de especificar la hipoteca legal, por la incerti- dumbre de responsabilidades que es destinada a garantir, hace aun mas injusta la medida que se discute. El proyecto, conformándose a las nociones jencralmentc re- cibidas casi en todas las naciones, crea ipso jure las hipotecas legales. ¿Pero deberá deducirse de estos antecedentes el rechazo absoluto de toda tenden- cia hácia la especialidad de la hipoteca legal? De ninguna manera: esto seria negar un principio, no por su falsedad sino por los inconvenientes de su ejecución. El proyecto de reforma tiene esta tendencia saludable desconocida en la leí de 45: los artículos 19 i 20 nos presentan una demostración de este propósito. Por el primero se permite la reducción de la hipoteca jencral a aquel sobre cuyos bienes grava, para sustraer una parle de ellos, dejando lo necesario para garantir los derechos del acreedor a favor del cual está aquella establecida; i por el segundo, se autoriza la conversión de la hipoteca jcneral en especial, todo con conocimiento de causa por el imjistrado, i previo el consentimiento de los interesados, o de quien legalmenle los represente. Estos dos arbitrios son el resultado prudente, la solución amistosa de las pretensiones rivales entre marido i mujer, o entre el tutor i el pupilo. Preten- diendo los unos la reducción de sus compromisos para crearse crédito ante la so- ciedad por medio de la liberación parcial de los bienes gravados, se coloca a los segundos en actitud ventajosa de reclamar garantías mas estables, como indemniza- ción del detrimento que por la reducción se les irroga: i no hai duda que las segu- ridades que se obtienen por este arbitrio son mucho mas preciosas que las dadas por la hipoteca jencral. Mientras el pupilo o la mujer se hallan espuestos al peligro de quedar privados de todo recurso contra los bienes del marido o el tutor, por cuan- to estos pudieran enajenarlos, mediante la conversión de la hipoteca j ene ral en es- pecial, quedan asegurados contra este riesgo, adquiriendo entonces el derecho de proseguir contra tercero las vias legales de indemnización que ánles se limitaban solo a aquellos. En esto el proyecto se-mueslra altamente previsor i equitativo: a las naturales molestias consiguientes al desempeño de la tutela; por ejemplo, preciso es no añadir la pena legal de la pérdida del crédito del que la sirve. Pero como bien pudiera suceder que por medio de esta conversión quedase sin cubrirse alguna parte del patrimonio del menor o la mujer, el proyecto previene este mal dejando sub- sistente la hipoteca legal sobre los otros bienes del deudor no comprendidos en la especial, ni en la restricción que hubiere sufrido aquella conforme al art. 19: el mismo recurso en subsidio se permite al hipotecario jeneral, aun contra la hipoteca especial de igual o posterior fecha, siempre (pie los bienes destinados a cubrirlo fueren insuficientes: (núm. 5.° art. 23 del Proyecto.) Pero como aun este recurso puede mui bien no producir una indemnidad completa, el hipotecario legal podrá entonces repetir contra los restantes bienes del deudor exonerados cíe la hipoteca, bien que en este caso perderá su carácter de hipotecario, conservando solamente el de acreedor común: (parte fin. del núm. (i.° art. 22). Este orden gradual de reconvenciones parece tender eselusivamente a asegurar en lo posible los intereses de los hipotecarios legales: laudable intento por cierto, si sus resultados no contradijeran el fin que fia tratado de alcanzarse con la conversión de la hipoteca legal en especial, i si ademas no se hiciera con ellos hasta cierto punto —89— el derecho de propiedad. La especialidad a que puede reducirse la hipoteca jeneral, no tan solo tiende a protejer de una manera mas eficaz los derechos del acreedor, sino también a crear en favor del deudor recursos francos i seguros sobre los que pueda cimentar su crédito. Desde el momento en que los bienes no comprendidos en la conversión de la hipoteca quedan siempre espuestos a ser objeto de ella, es claro que nada se ha avanzado en el interés de procurar crédito al deudor, puesto que sus bienes libres no lo son verdaderamente: la ventaja que se le procura es efí- mera i propia solo para inducir en error a los incautos. Por otra parle, esa respon- sabilidad aunque subsidiaria, a que quedan espuestos los hipotecarios especiales creo no se armoniza mucho con el respeto a la propiedad. No puede negarse que la baso de ésta reposa en la buena fé de las transacciones, i en la protección que la lci dis- pensa a los contratantes para compelerse al cumplimiento de las obligaciones que se han impuesto: retírese esta protección de la lei, i su influjo será reemplazado por el fraude o la violencia. Si nos remontamos al orijen de la hipoteca especial, vere- mos que la depresión que sobre ella ejerce la jeneral no puede efectuarse sino frus- trando convenciones solemnes, burlando espectativas fundadas i contrariando al deudor en el ejercicio de sus derechos de propiedad. En efecto si la hipoteca espe- cial es una especie de enajenación , i se contrajo antes de la jeneral, es incuestiona- ble el derecho que tuvo el deudor para constituirla; i el objeto gravado con ella puede considerarse en cierto modo segregado del resto de sus bienes: la hipoteca legal posterior no puede afectar bienes que no son ya del obligado, puesto que seria darle una retroactividad que la razón rehúsa i asignar a una de las partes la facul- cultad de disolver sus compromisos sin consultar en nada la voluntad del otro con- tratante, lo que es absurdo. — Si suponemos que la hipoteca especial es posterior a la jeneral, no creo por esto que la injusticia sea menos flagrante. O bien aquella grava los bienes exceptuados de ésta, según la reducción permitida por el art. 19, o al contrario pesa sobre aquellos otros no comprendidos en la reducción. En el primer caso, a la frustración de la esperanza lejítima abrigada por el acreedor, cual es, la de- ser cubierto con el valor del inmueble que se le asignó., siendo libre, como prenda de su crédito, viene a agregarse el escándalo de que la lei misma sea la que tiende este lazo a los incautos. Si se permiLe la reducción de la hipoteca jeneral, es claro que los bienes que quedan fuera de su alcance están bajo la libre disposición del deudor: éste es dueño o árbitro de gravarlos, venderlos, de ejercer, en una pala- bra, las ámplias facultades de un dominio ¡limitado. Esta situación consolida ante la sociedad el crédito del deudor, nueva confianza inspira a los prestamistas, los cuales ocurren a entregarle sus capitales, lomando por garantía de ellos una inscripción hi- potecaria sobre esos bienes declarados por la lei exentos de la hipoteca jeneral. Pero al hacer la lei esta declaración obsequia un don falaz a usanza griega: con una ma- no alienta al prestamista, para ahogar con la otra la fe i la confianza que había ins- pirado A su corazón: por una parte declara libres a estos bienes de la hipoteca jene- ral, i por la otra la hace revivir encadenándolos subsidiariamente a sus resultas. Mas hubiera valido no alterar el nombre a las cosas, si la sustancia de estas permanecía inalterable. Si suponemos ahora que la hipoteca especial ha sido constituida sobre inmuebles no exceptuados de la jeneral vuelvo a la observación hecha anteriormente: la hipoteca especial es en cierto modo una enajenación; esta puede ser ejercitada por el dueño gravado con hipoteca jeneral; i así como la enajenación produce la libera- ción de este gravámen, ¿por qué no ia ha de producir también la constitución de la hipoteca especial? si se le faculta para vender, que es mas, ¿por qué se le impide hipotecar, que es ménos? Esta inconsecuencia tendería precisamente a impeler al deudor a dilapidar sus bienes raíces, a mirar como desgracia el poseerlos, i ahogaría cgc sentimiento del amor al suelo tan enérjicamcntc pronunciado en el corazón hu- 12 90— mano. La Ici, con su deseo de llevar hasta mas allá tic lo posible las precauciones protectoras de la hipoca jencral, la arruinaría a fuerza de resguardarla, porque fo- menta el conato de vender los bienes sobre que descansa, contraría afecciones sagra- das, restrinjo sin objeto los derechos de propiedad, i después de todo esto, sin alcan- zar a precaver el mal que se teme, no se conseguiría otro resultado que precipitar al acreedor i al deudor en una común desgracia. Las consecuencias de esta preponderancia de la hipoteca legal sobre la convencio- nal serian desastrosas para nuestro crédito agrícola. Los capitales que se prestan sol bre bienes raices quedarían sometidos siempre a la crecida alza de intereses que a- presente los grava; la industria agrícola, nacional por excelencia, no conseguiría rea- nimarse de la postración en que yace; i cotí ella seguiría subsistiendo la des- población i miseria de nuestros campos que aleja con su horror al industrioso inmi- grante. Tales son los intereses eminentemente sociales que diviso comprometidos con la extensión ilimitada que el proyecto alorga a la hipoteca jeneral. Fácil seria orillar estos inconvenientes haciendo que esta jamas gravase los bienes hipotecados especial- mente, cualquiera que fuese la fecha en que se hubiera inscrito el gravamen; i si los bienes afectos a la hipoteca jencral no son bastantes para cubrirla, el acreedor debe- rá resignarse a sufrir esta desgracia que todos, como él, están expuestos a experi- mentar. El distinguido autor del proyecto conviene en estas indicaciones, i me hago un honor en reconocer que la mayor parte de ellas son debidas a su esclarecido ta- lento. Siguiendo el proyecto el desenvolvimiento de las consecuencias lójicas que se deri- van del principio que considera al hipotecario especial con cierta especie de dominio sobre la cosa hipotecada, el art. 30 permite la formación de un concurso parcial en- tre los varios concurrentes hácia una misma cosa con derecho de hipoteca especial: asi como al dueño se permite la reivindicación sin tener que mesclarsc en la con- troversia que ajilan entre si los acreedores, del mismo modo el derecho in re del hi- potecario debe ser favorecido con un arbitrio análogo. Este no persigue un derecho jencral sobre los bienes del deudor, sus reclamaciones se dirijen a una parte deter- minada del patrimonio de éste: siendo pues sus jestiones inconexas con las de los demas acreedores comunes, no parece racional postergar la solución de su crédito, calificable a primera vista, hasta que los acreedores valistas hayan calificado el suyo, que por ser ménos auténtico demanda mayores esclarecimientos. Nada diviso que pueda oponerse en teoría ni en práctica contra el buen resultado de esta medida. Si se dice: que es formar un concurso dentro de otro concurso, es manifestarse tímido ante una confusión de palabras, que de si no arroja una dificultad verdadera i posi- tiva. Es la misma objeción opuesta por los enemigos de la independencia espiritual en materias eclesiásticas;— que no puede concebirse un estado independiente dentro de otro; como si sus tendencias, medios de acción i fines que prosiguen ambas so- ciedades fuesen idénticos. No estando conexionados los derechos de los concurrentes al concurso parcial, con los de los que concurren al jencral, no hai peligro en sepa- rar la jestion de unos de la de otros; i sí habría una injusticia en convertir en remo- ra del alcance de los derechos de unos, la tardía tramitación que demanda el cscla- recimieuto de las pretensiones de otros: un mal mientras ménos se propaga, ménos son también las huellas de devastación que deja en su tránsito. Otra precaución tendente a simplificar los concursos es la contenida en el art. 31. Por él se autoriza al concurso para excluir de su seno a cualquier acreedor privile- jiado, hipotecario o común, pagándole préviamente la totalidad de su crédito, i afianzándole los intereses subsecuentes a la formación del concurso, si es (pie los fondos de este alcanzaren para saldarlos. Nada mas racional que esto: pero el arli- —91 — culo incurre en la inconsecuencia -de privar de este derecho al concurso jcneral, im- pidiéndole ejercerlo contra los hipotecarios especiales qno se reúnen en concurso par- cial: no siendo estos acreedores de especie sino de cantidad, parece racional que con la satisfacción de ésta por quien quiera que sea, queden extinguidos los derechos do aquellos, subrogándose el que paga en lugar del acreedor p agado. Esto es conforme a los principios jencrales que imperan en la solución. Después de esta tijera ojeada sobre la constitución de la hipoteca jcneral i su conversión en especial, como asi mismo sobre los limites dentro de los cuales seria prudenlc contener una i otra, permitidme, señores, ocupar nn momento mas vues- tra atención con el examen de la cuestión acerca de la fecha desde que convendría asistiese la hipoteca jcneral. El art. 16 del proyecto dice: «la fecha de la hipoteca jcneral es respectivamente la del nombramiento del recaudador o administrador, la tlel matrimonio, la del nacimiento del hijo de familia, la del discernimiento de la tutela o cúratela.» Exceptuando la hipoteca en favor de la mujer casada, la mayor parle de los códigos modernos eslán acordes con la época marcada en el proyecto para el nacimiento u orijen de la hipoteca legal. El código civil francés, art. 2135, prefija ci matrimonio como principio de la hipoteca con que se garantiza la restitu- ción de la dote i los efectos de las capitulaciones matrimoniales; i en cuanto a la que asegura los restantes bienes de la mujer, la respectiva fecha en que hayan sido estos adquiridos. Esta restricción es acojida por el art. 2021 del Código de las Dos Si- cilias, por el 3298’de la Luisiana, i por el 1880 do Ilaili: el art. 2172 del Código Sardo extiende esta restricción aun a la hipoteca legal del hijo de familia sobre los bienes del padre, para seguridad del peculio adventicio del cual éste es administrador. Te- nemos pues estas autoridades en contra de la absoluta uniformidad de fechas marca- das por el proyecto. Exponiendo Treilhard los motivos de esta rcslriccion dice.- «La retrotraccion de la hipoteca podría llegar a ser una fuente inagotable de fraudes. El marido, mediante ella, vendría a ser árbitro de despojara sus acreedores lejíi irnos, recurriendo al arbitrio de obligarse para con un supuesto acreedor, haciendo figurar a su mujer en estas obligaciones fraudulentas para darle una hipoteca desde el dia de su matrimonio: por este medio, i bajo el nombre de su mujer, vendría a conser- var propiedades que no deberían perteneccrlc. Fijando a la hipoleca una fecha corre. Jaliva a la de la obligación, este abuso queda prevenido.» Este argumento que bajo diversas faces presentan los jurisconsultos franceses en apoyo de la doctrina de su código, no es mas que la expresión de un sentimiento de reprobación contra el abu- so que puede hacerse de los principios mas justos; pero la sola idea de abuso está in- dicando que el arbitrio para prevenirlo no es el principio o regla comprometido en Ja práctica: la evasión fraudulenta de una regla nos indica pues la naturaleza de osla. Si ¡a retrotraccion de la hipoteca es detestable por el abuso, justo es cxligma- tizar este ¿pero por qué reprobar aquella si es conforme a las reglas jcnerales de ju- risprudencia? de abuso son susceptibles aun las leyes mas sabias i benéficas, ¿i seria es a una razón bastante para anularlas? si por medio de una obligación posterior se adquiere predación sobre otra anterior, ¿no podría obtenerse el mismo resultado, hijo el sistema de distinciones del Código Francés, una vez que supongamos al ma- rido animado del deseo de coludirse con su esposa para burlar a sus acreedores? ¿quién le impediría que se confesase deudor a ésta de una cantidad que no había recibido, ya antes de celebrarse el matrimonio, o al tiempo de conlraerlo? i en osle caso no sucedería siempre el escándalo de que el marido conservase como suyos bie- nes que deberían perlenecer a sus acreedores. Por otra parte, ¿de qué clase son las obligaciones sobre cuya prclacion fraudu- lenta se disputa? si son quirografarias, la hipoteca las preferiría siempre por razón de su rango; si privilejiadas, la hipoteca quedaría postergada independientemente de —92— la fecha en que unas u oirás haya sido contraídas; si hipotecarias especiales, esta 9 nada tienen que temer de la hipoteca legal, ni viec-vcrsa, porque, según el sistema que lie insinuado, los bienes sobre que ambas subsisten son diversos i no puede es- perarse rivalidad o competencia entre ellos; o se temerá que una hipoteca legal pos- terior sea propuesta a otra anterior? pero esto es conforme al sistema que excluye las retrotracciones, i pretender lo contrario seria desertar de él abogando al mismo tiempo por su aplicación: obsérvese ademas que la hipoteca jcneral nace de la leí independientemente de convenciones, i se verá que las colusiones fraudulentas no son de temer en un sistema que arrebata a las parles la libertad de coludirse. Re- sulta pues de lo espucsto, que, el abuso que de obligaciones posteriores prefieran a las anteriores tanto puede realizarse bajo el sistema de la uniformidad como bajo el de las distinciones de fechas; con sola la diferencia, que el primero se aproxima tanto como el segundo se desvia de los principios jeneralcs de jurisprudencia. Para convencerse de esta proposición veamos el oríjen i objeto de la hipoteca le- gal. Esta no es mas que una obligación accesoria que supone la existencia de otra principa!, ¡a cual es estipulada, si es permitido decirlo, entre la lei i el obligado, el marido, por ejemplo; porque como dice un jurisconsulto, «lex in ómnibus tacitis hypothecis finglt paclionem ct convenlionem partium conlrahenliOm, quambis ex- presa non fuerit, et est perinde ac si in vcrilaíc hypotheca illa fuisset constituía per convenlionem partium.» Los términos de esta convención son por una parle los de- rechos que la lei confiere al marido, tutor, etc. sobre la persona i bienes de la mujer o el pupilo, i por otra parte las obligaciones que resultan del abuso de esos derechos para cuya garantía se exije que aquellos hipotequen sus bienes presentes i futuros. La fecha de este convenio que la lei da por celebrado abre para el marido desde el inomento del matrimonio la capacidad de ejercer los derechos que por él le han sido conferidos: poco importa que desde luego haya o no materia que provoque su ejercicio, pues siempre será cierto que el día para ejercitarlos ha cedido ¡ venido; i en esta virtud debe ser reputarlo como cuasi-poscedor de lo's derechos conferidos. Mas la lei no los otorga al marido sino en cambio de obligaciones equivalentes diri- jidas a garantir su buen uso: tenemos pues desde un principio existiendo el derecho al lado de una obligación correlativa; i como la hipoteca es creada para hacer efec- tivas las resultas de ésta, es claro que al tiempo mismo en que nace aquella, debe orijinarse la accesoria que la sustenta: quítese por un momento esta coexistencia de derechos, obligaciones i garantías, i tendremos que durante él, el marido lia sido un déspota legal, que ha podido ejercer impunemente sobre su esposa toda clase de vejámenes. Esto manifiesta la necesidad filosófica de constituir la hipoteca, como un contrapeso legal, al lado de los derechos cuyo abuso es llamado a garantir. Luego aunque los hechos que demanden su aplicación acaezcan mas tarde, no por eso de- berá decirse con propiedad que hni retrotraccion en la hipoteca, pues de antemano ya estaba constituida; asi como no la hai en una obligación contraida a plazo, cuan- do al vencimiento de éste se hace efectiva la hipoteca que la afianzaba, no con rela- ción a la fecha del plazo, sino a la del contrato. Si se objeta la certidumbre absoluta de la obligación en este caso, suspendida solo durante la moratoria concedida al deudor, lo cual constituye una disparidad al lado del caso anterior, verdaderamente hipotético i condicional, no veo que esta observa- ción destruya la existencia de la obligación abstracta, que es la que debiera comba- tirse, para deducir entonces la no existencia de la hipoteca* Mientras la obligación principal subsista, mas o menos cierta en sus efectos, debemos admitir también la existencia do la accesoria; pues de lo contrario sucedería qué aquella existiese de una manera ilusoria sin la seguridad que la lei ha procurado en su favor. O aun suponiendo que la obligación del marido, tutor, etc. fueran condicionales, esto no — 93— impediría retrotraer la fecha de la hipoteca a la de la celebración deí acto que im- puso la responsabilidad que trata do hacerse efectiva por su medio; pues es efecto, éomun de las obligaciones condicionales retrotraerse a la época en que fueron cons- tituidas. Conforme a esta doctrina las leyes romanas hacían coexistir la hipoteca de la mujer por su dote con la celebración de! matrimonio, aun cuando aquella fuese entregada en distintas épocas. La leí 1 .a qui dotem, Dig. qui potiores %n pegnore, resuelve a favor de la mujer la siguiente duda: «Qui dotem pro inuliere promisit, « pygnus sive hypolecam de restituenda sibi dote accepit; subsecuta deinde pro « parte numeratione, maritus camdem rem pignori a 1 1 i i dedil: mox residuae quan- « titatis numeratio impleta est. Quserebatur de pignore? Cum ex causa promissionis « ad universae quanlitatis exsolutionem, qui dotem promisil, compellitur, non utique « solutionum observancia sunt témpora, sed (lies contratos obligationis.» Nada ha i pues que merezca censura en el art. cuyas disposiciones examino: ellas son el resultado lójico de la combinación de diversos principios legales, de lo que no es posible apartarse sin razones mui plausibles que justifiquen su desvio. Tiene ademas la ventaja de ser clara i sencilla, lo que ahorrará mil cuestiones que nacerían de la dificultad de ave- riguar la verdadera época de las adquisiciones de la mujer o el pupilo, sobre todo Cuando éstas fuesen periódicas o sucesivas, v. gr. réditos de censos, pensiones usu- fructuarias o alimenticias, etc. Los estrechos límites de una disertación no me permiten pasar mas adelante en el examen del proyecto cuyas principales disposiciones me he contraido analizar.' Si algunas faltas 1 i jeras he creído notar en él, quizá aparezcan tales solo a mi vista: no abrigo la necia presunción de ser infalible en mis opiniones. Pero de todos mo- dos, el proyecto es sabio en su conjunto, compacto i filosófico en el cuadro de sus disposiciones; de manera que el espíritu se recrea al contemplar, en el desarrollo progresivo de éstas, la lójica inflexible que hace de las diversas consecuencias de un principio otros tantos radios convcrjenles a su centro. Su adopción, no dudo dejará en pos de sí el sulco luminoso que describe la verdad. / Cumpliendo con el deber que me imponen los estatutos universitarios, voi a tra- zar en un breve cuadro los acontecimientos mas notables de la vida del señor don José Santiago Montt, uno de los miembros que mas honor han hecho a esta corpo- ración, i que con sus luces e integridad contribuyó poderosamente a realzar el brillo de la majistralura chilena. El señor Montt nació en Meli pilla el 13 de agosto de 1797, siendo sus padres don Rafael Montt i Prado i la señora doña Rosa Irarrá- zaval i Solar. Educado bajo el influjo de la piedad i estricta moralidad que distin- guió la escuela doméstica de nuestros padres, su carácter recibió el sello indeleble de estas dotes que le acompañaron hasta su muerte. El despejo prematuro de su in- tclijencia llamó desde temprano la atención de sus padres, quienes tratando de uti- lizar en provecho del hijo las prendas con que la Providencia lo dotara, confiaron su educación a la vijilancia del virtuoso Presbítero don José Manuel Irarrázaval. En esa época que se abría para el joven educando, en medio de las luchas polí- ticas i del estruendo de las armas, dos eran las carreras que atraían las afecciones de la juventud: la gloria marcial i el brillo modesto de las luces. E¡ joven Montt se consagró con ardor al cultivo de estas últimas, iniciando sus estudios en e! Convento grande de San Agustín, uno de los establecimientos mas acreditados en esta capital. Con la restauración del Gobierno colonial, después de la funesta jornada de Ranca- gua, los estudios experimentaron una reacción funesta, que retrajo a unos i desalentó a otros para proseguir en las larcas literarias que habían comenzado. Pero este obs- táculo no parece que haya ejercido influjo alguno sobre los estudios del señor Montt, pues al poco tiempo de restablecido el Gobierno patrio se presentó a la Universidad a rendir las pruebas necesarias para obtener en ella el título de Bachiller en Leyes * — 94 — Cánones, cuyo grado obtuvo en efecto el 23 de enero de 1818. Admitido a la prác- tica forense, dedicó al estudio de las ciencias legales la mayor parle del día, sin es- ciuir ni aun los festivos; circunstancia que le mereció del Tribunal de Apelación la dispensa de un año de los tres de práctica que por entonces se exijian. El 21 de febrero de 1820 obtuvo el grado de abogado; i sin duda que su reputación no seria vulgar, puesto que el 2G de enero del año siguiente la Ilustre Municipalidad de San- tiago le nombró Procurador Jeneral de Ciudad. El 1." de enero de 1822 fue elejido Itejidor por el departamento de Santiago continuando a la vez en el desempeño de la Procuraduría de Ciudad baste el 10 do mayo de ese mismo año, dia en que, por aclamación unánime del Cabildo, pasó a ocupar la Secretaria de este cuerpo, que había quedado vacante por ascenso del señor don Mariano Egaña que la desem- peñaba. El 31 de octubre de 1822 se instaló en Santiago la Corte Suprema de Represen- tantes, corporación augusta, que por ¡a Constitución de aquella época, estaba desti- nada a llenar en parte las atribuciones que al presente ejerce la Comisión Conser- vadora: ella reunía en su seno a los representantes de todos los intereses sociales, ya políticos, administrativos, relijiosos, legales, científicos, agrícolas o comerciales; i al señor don José Santiago Montt le cupo la honra de ser el intérpiele de los intereses confiados a la custodia de la cámara de Diputados, de la cual a la vez formaba parle. La posición espectable a que le habían elevado sus talentos i honradez reconocida, le atrajeron una numerosa clientela, que le hizo incompatible la profesión de abo- gado con las funciones de Secretario de la Municipalidad; por cuya causa renunció «ste destino en 2 de noviembre del mismo año. Pero el Supremo Gobierno, justo apreciador de su mérito, no tardó en recompensarlo, nombrándole en 28 de no- viembre de 1827 liscal de la Corte de Apelaciones, durante la ausencia del propieta- rio que lo era don Manual González. Luego pasó a Ministro de ese Tribunal en reemplazo del señor Vil larreal, en cuyo puesto dió a conocer las relevantes prendas que le hacían idóneo, a la par de pocos, para la majistratura: no mucho tiempo duró en ese interinato, pues el 28 de noviembre de 1835 fué nombrado juez de Le- tras de esta Capital. Vivo aun permanece el recuerdo de la reclitud de sus fa- llos i de la asidua contracción al cumplimiento do sus deberes, imprimiendo una marcha acelerada a los procesos. En 3 de diciembre de 1836 fué nombrado nuevamente Ministro de la Corle de Apelaciones, i obtuvo la propiedad de este hon- roso puesto en 6 de mayo de 1837. Su carácter probo, su despejado talento, sus maneras dulces pero dignas, i la severidad moral do su conducta le atrajeron las simpatías del prohombre de Chile, el señor don Diego Portales, quien trató de apro- vechar en bien del pais las excelentes cualidades del señor Montt, haciendo que se le nombrase Consejero de Estado en 24 de diciembre de 1836, puesto que le fué conservado hasta la conclusión de la presidencia del señor Prieto, i en el que le con- firmó posteriormente el señor jeneral don Manuel Ruines. Una carrera sostenida con tanto lustre exijia que fuese coronada con la supremacía directiva del Tribunal a que pertenecía; i el Supremo Gobierno con justicia no lardó en elevarlo a este pues- to, nombrándolo Rcjenle de la Corte de Apelaciones el 29 de julio de 1843. No solo la majistratura fué la única carrera honrada por el señor Montt: la lej islati: ra, de que formó parte en los Congresos de 834, 837 i 813, sacó también ventajas déla lu- cidez de sus doctrinas i de la abnegación sincera de su patriotismo. Como complemento a las virtudes del hombre publico no debo pasar en silencio las que adornaron al señor Montt en su carácter privado. Amigo fiel i joneroso, esposo amante, solicito padre de familia i observante estricto de sus promesas, supo granjearse el amor i respeto de cuantos le rodeaban. Pero una vida tan afanosa no —95— pudo resistir largo tiempo el peso de tantas tarcas, i una muerte prematura, acae- cida en Valparaíso a 25 de de diciembre de 1843, le arrebató de la vida, privando a la majistratura de uno de sus miembros que mas contribuyeron a su lustre, a la sociedad i su familia de un apoyo que sustentaba con su ejemplo la virtud domés- tica, i a esta corporación de una de sus mas ilustres lumbreras. Consagremos un grato recuerdo a su memoria, i honremos su nombre con la imitación de sus virtudes. EXTRACTO DE LA SESION BEL 2 DE ABRIL DE 1853, t Presidida por el señor Rector, presentes los señores Mcneses. Tocornal, Aristegui, Buslillos, Domeyko, Orrcgo Leí Secretario. — Aprobada el acta de la sesión del 19 de Marzo, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Medicina a don Juan José de los Ríos, i el de Bachiller en Leyes a don José Alfonso i don Francisco Peña; quienes recibieron sus títulos. A continuación se dió cuenta: l.° De varios informes de los señores comisionados para asistir a los exámenes de la Instrucción Universitaria en la Facultad de Ciencias Físicas i Matemáticas, los de la clase de Arquitectura, de la Escuela de Artes i Oficios, i últimamente los de Alje- bra i Topografía rendidos por los alumnos de la Academia Militar. — Todos los refe- ridos informes se mandaron insertar en los Anales ; i como en el relativo a la clase de Arquitectura se hace notar que todavía carecen sus alumnos de un texto para su estudio, el señor Domeyko observó que el profesor ha redactado uno bastante bueno, que, traducido ya al castellano, se imprimirá mui pronto, salvándose el defecto de láminas con la completa colección de ellas contenidas en algunas obras de la Biblio- teca Nacional, que podrán consultar los alumnos. — Sobre esto último observó el se- ñor Rector que para evitar el deterioro de esas importantes obras, mediante el uso frecuente por los estudiantes, que requerirá la enseñanza, convendría en gran manera se encargasen a Europa colecciones de láminas especiales para el texto. —96 — 2. ° Do un oficio con que el Director de la Escuela Nacional de Artes i Oficios acom- paña un cuadro demostrativo del resultado de los exámenes jenernics rendidos por los alumnos de ese establecimiento al fin del año de 1852. — Se mandó acusar recibo. 3. ° De una nota con que el señor J. Al. Gilliss acompaña desde Washington un co- nocimiento de dos cajones de libros para esta Universidad, embarcados en el buque John Marshall, i cuya remisión tiene anunciada por su carta de 12 de Enero último. Se ordenó remitir el indicado conocimiento a los señores Peña i C.a de Valparaíso,’ encargándoles el recibo de tales bultos a la llegada del buque, i su remisión a esta capital, después de satisfecho el flete correspondiente, de que dartin aviso. 4. ° También se acordó comunicar a los mismos señores, para los efectos consiguien- tes, una nota del señor Cónsul de Chile en Paris, por la que envía la lisia de los pe- riódicos que en un cajón marcado UC n.° 5, ha dirij ido a esta Universidad porel bu- que Esperance. Al mismo funcionario se dispuso acusarle recibo del cajón con igua- les Revistas n.° 4, cuya reciente llegada puso el Secretario en noticia del Consejo. Después de esto, el señor Rector hizo presente haber llegado a su noticia que algu- nas obras pertencoientes a la Biblioteca Nacional, que se han cstraido de ella por ór- denes del Gobierno, existen todavía en poder de las personas que las sacaron a pe- sar de haberse desempeñado los objetos de interes público con que se hicieron tales préstamos. En esta virtud, i siendo indubitable que al Consejo corresponde velar so- bre el buen orden de todos los establecimientos literarios, i tomar providencias para evi- tar los perjuicios que pudieran sufrir, proponía se pidiese al respectivo Bibliotecario una lista de esas obras, con indicación de las personas que no las han devuelto, para los efectos a que haya lugar. Esta indicación fue aprobada por el Consejo. El mismo señor Rector dijo que, habiendo ya cesado la suplencia por el Secreta- rio jeneral propietario, que ha desempeñado últimamente don Miguel Luis Amuná- tegui tan a satisfacción del Consejo, creía justo se le hiciese una manifestación de gratitud a nombre de este cuerpo, tanto por haberse prestado a la referida suplencia, como por el acierto con que ha ejercido sus funciones. Esta indicación fue igualmen- te aprobada por unanimidad. El señor Domcyko presentó en seguida una muestra del mapa de las lagunas de Llanquihue i de Todos los Sanios, con los terrenos adyacentes, en la Provincia de Valdi- via, que a virtud de la autorización que el Consejo le tiene conferida, ha hecho litografiar porjdon N. Desmadryl, para que acompañe a la memoria del Dr. Philippi que ha de pu- blicarse en los «Anales Universitarios.» — Encontrándose mui bien ejecutado este tra- bajo, se aprobó el precio de ocho onzas de oro en que ha sido contratada su edición de 600 ejemplares, i aun se acordó que, si era posible hallar mejor papel que el empleado en la muestra, se satisfaciese por la caja universitaria el exceso del gasto que esta varia- ción hubiese de ocasionar al Editor. Por último, como se hiciese presente que en la Edición de los Anales de esta Uni- versidad no siempre se ha seguido el orden conveniente al insertar los diversos ma- teriales que componen cada número, sino que muchas veces se ha advertido una mez- cla confusa en dicha inserción; lo que no ha dependido de otra causa que del retar- do con que se entregan las composiciones, armándolas el impresor según las va reci- biendo, quedó acordado se señalase a la imprenta el orden invariable en que ha de publicarlas en lo sucesivo, con prevención deque cuando alguna Facultad le envíe ma- teriales a destiempo para algún número, postergue su inserción hasta el siguiente. Uon lo que fue levantada la sesión. — 97 — EXTRACTO DE LA SESION DEL 9 DE ABRIL DE 1853. La presidió el señor Rector con presencia de los señores Tocornal, Blanco, Arís- legui, Bustillos, Domeyko, Orrcgo i el Secretario. Aprobada el acta del 2 del corrien- te, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes a don Rafael Ovalle i Bezanilla, el mismo grado en Medicina a don Onofrc Sotomayor, i el de Bachiller en Humanidades a don Francisco i don Aniceto Vergara, don ¡Mariano Casanova. don Diego Martínez, don Tadeo Reyes i don Hermójenes Labbé. A todos ellos se entrega- ron sus títulos. En seguida se dió cuenta: 1 . ° De un oficio del señor Decano de Matemáticas, trasmitiendo el informe que don Julio Jarrier, comisionado para el examen del curso de Aritmética escrito por don Luis Gorostiaga, le ha pasado sobre el mérito de dicho curso. Resultando do ese informe, que, salvas algunas 1 ¡jeras imperfecciones que en él mismo se anotan i ciertas ncglijencias de estilo, se conoce que el texto de que se trata es una obra de mérito i digna de ser aprobada para la enseñanza, el Consejo tuvo a bien conceder esa aprobación, recomendándose al autor en el mismo decreto que a consecuencia se extienda, los reparos del señor Jarrier para que procure salvarlos en cuanto juzgue conveniente. 2. ° De una nota del señor Director de la Biblioteca Nacional, acompañando la lista que por encargo del Consejo Universitario le pidió el señor Rector, de las obras que, habiendo sido extraídas por orden suprema de la expresada Biblioteca, no se han devuelto hasta ahora por los individuos que se indican. Siendo una parte de esas obras las relativas al curso de Arquitectura, de que habló el señor Domeyko en la sesión última, reiteró el señor Rector acerca de ellas las observaciones que hizo en la referida sesión, sobre la conveniencia de que los alumnos del citado curso no las tengan continuamente a su disposición para evitar su deterioro, i de que se procure suplir su falta, encargándose a Europa o mandándose ejecutar en el pais una colec- ción de las láminas mas necesarias para el texto porque aprendan. 3. ° De una contestación de don Miguel Luis Amunátegui al oficio que el señor Rector le dirijió, expresándole la satisfacción del Consejo por el acierto con que ha desempeñado la Secretaria jeneral durante la reciente ausencia del propietario; con- testación en que el mencionado señor Amunátegui expresa su gratitud a tan lisonje- ra manifestación. i.° De una cuenta presentada por el Bedel de la Universidad, de los fondos que han entrado en su poder por Derechos de sello de Bachilleres i Licenciados hasta la presente fecha. Pasó a la comisión correspondiente para su exámen. 5.° De una nota del Secretario de la Real Universidad de Cristiania en Noruega, remitiendo a nombre de esa corporación para esta Universidad, en señal de conside- ración, varios escritos académicos que enumera. Se ordenó acusarle recibo, dándole las gracias, por conduelo del Cónsul de Chile en Hamburgo, que es por donde el respectivo paquete ha venido, i acompañarle en retorno una colección de los Anales de esta Universidad desde el año 50 hasta la lecha. Después de lo cual, el señor Rector recomendó al señor Bustillos propusiese con la brevedad posible la adopción de algún arbitrio para obviar la rápida destrucción por la polilla, en que se advierten los objetos del Museo Nacional, i reponer los que han sido ya consumidos por ella. El señor Bustillos ofreció hacerlo, agregando, sobre 1 3 -98- 1a reposición, tener en trato una colección entomolójica. Se habló también sobre la conveniencia de establecer en el mismo Museo un gabinete de Anatomía comparada; i de ponerse en correspondencia con iguales establecimientos de otros países para un mutuo cambio de objetos de Historia Natural, formando aquí colecciones al electo. Sobre esto último expuso el señor Domeyko que él hasta ahora ha acostumbrado formar colecciones mineralójicas que ha remitido a París en cambio de otras que de allá le han sido enviadas; i el señor Gustillos que tiene ya preparada una colección de yerbas medicinales chilenas que juzga presentará mucho Ínteres en Europa. En seguida se levantó la sesión. SESION DEL 10 DE ABRIL DE 1803, Presidió el señor Rector, presentes los señores Meneses, Blanco, Aristcgui, Rusti- dos, Sazie, Domeyko i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión de 9 del corrien- te, el señor Decano de Leyes presentó al Consejo el señor don Eujenio Verga ra, miem- bro electo de su Facultad, que ha leído ya ante ésta su discurso de recepción; i reci- bido que le fué el juramento de estilo, el señor Rector le declaró incorporado, con arreglo a! Supremo Decreto que para él ha prescrito esta especie de solemnidad. — En seguida el mismo señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes a don San- tiago Prado; el de Bachiller en la propia Facultad a don Aniceto i don Francisco Vergara, i el de Bachiller en Humanidades a don Martin José Lira; quienes recibie- ron sus títulos. Se dio cuenta: 4.° De tres oficios del señor Ministro de Instrucción pública, trascribiendo oíros tantos supremos decretos, por el l 0 de los cuales se concede a don José Antonio Fer- nandez i don José de los Dolores García la gracia de que les valgan para obtener grados universitarios los exámenes de Derecho de jentes, Derecho Canónico i Econo- mía política, que están dispuestos a rendir en el Instituto literario de Ccncepcion, con ciertas condiciones que en el mismo decreto se expresan; por el 2.° se dispone que las pruebas de suficiencia en el concurso a la cátedra de Palolojía i Clínica in- terna, que se trata de proveer, deben recaer sobre todos los ramos a ctualmente com- prendidos en la enseñanza de esa cáledra; i que el número de cédulas de cada ramo sea proporcionado a su estension o importancia; teniéndose también en considera- ción, al formar las cédulas, la amplitud de los estudios queso han hecho hasta ahora en cada ramo; i por el 3." se ordena que, para presidir el concurso a la referida cále- dra de Palolojía i Clínica interna, nombre la Comisión de que habla el art. 20 tic la lei de 19 de Noviembre de 18 í 2, el Ex-Decano de la Facultad de Medicina, don Lo- renzo Sazie, formando él parte de dicha Comisión. — El l.° de los enunciados decre- tos so mandó poner cu conocimiento de los interesados por conducto del Intendente de Concepción. El 2." ocasionó un prolongado debate, a fin de conciliar sus disposi- ciones con los anteriores acuerdos del Consejo, celebrados con la mira de que los opo- sitores a la cáledra insinuada, den siempre testimonios de su suficiencia en los prin- —99— tápales ramos que ella comprende. Después de proponerse algunos arbitrios para el efecto, se acordó por fin dejar la discusión pendiente para la próxima sesión; en la cual deberán lomarse en consideración todas las disposiciones dictadas hasta la fecha sobre la materia. — Igual determinación se tomó con respecto a la cuestión, que sus- citó también el tercer decreto de que se había dado cuenta, sobre si don Lorenzo Sa- zie deberá en virtud de él considerarse como uno de los tres miembros de que el art. 20 de la lei orgánica manda se componga la Comisión de jueces, o si habrá de repu- társele solo como agregado a la misma comisión. Se dió cuenta en 2.° lugar de tres informes, trasmitidos por el señor Decano de Leyes, de los Comisionados por su Facultad para asistir a los exámenes de ramos a ella pertenecientes, que a la expiración del último año escolar se rindieron en el De- partamento de instrucción Universitaria. Se ordenó insertarlos en los Anales. 3. ° De una nota con que el señor Decano de Teolojía acompaña un informe de! señor Ex-Decano de la misma, don José Hipólito Salas, sobre el Compendio de De- recho Canónico trabajado por el señor Cobo. Quedó en tabla para la próxima se- sión. 4. ° De un oficio del señor Decano de Matemáticas, remitiendo el acta de la sesión celebrada por su Facultad el día 15 del corriente; en la cual se elijió para llenar la vacante que en dicha Facultad dejó el fallecimiento de don Francisco Huidobro, a don Anjel Vasquez; i se declararon vacantes las plazas de los señores don Manuel An- tonio Ossorio, don Ignacio Valdivia, don José Agustín Verdugo, don Juan de la Cruz, Sotomayor i don Jacinto Cueto, a virtud de no haber cumplido esos sujetoscon el Irá- niitede incorporación en los términos prescritos por resoluciones supremas. Déla ! ." parte de esta acta se mandó dar cuenta al Supremo Gobierno; i con respecto a la 2.° que se fijasen carteles convocando a la Facultad para la provisión de las referidas vacantes. ñ.e De otro oficio en que el mismo señor Decano de Matemáticas, en cumplimien- to del encargo que se le hizo en la última sesión, expone las medidas que juzga con- veniente adoptar para la conservación, arreglo i mejora del Musco Nacional. — Quedó en tabla para la sesión próxima. G.° De una nota del señor Decano de Humanidades, acompañando copia del acta de la sesión que celebró su Facultad el 13 del corriente, a fin de proveer las vacan- tes que en ella resultaron por el Fallecimiento de los señores don Francisco García Huidobro i don Ventura Cousiño. Resultando de esa copia haber sido designados pa- ra el efecto los señores don Juan Bello i don Máximo Argüelles, se ordenó trasmitir- la al conocimiento del señor Ministro de Instrucción pública. 7. ° De dos cuentas presentadas por los Secretarios de Teolojia i de Humanidades, de les fondos que han entrado en su poder para gastos de Secretaria durante el ul- timo cuatrimestre de 1852 — Pasaron para su exámen a la comisión correspondiente. 8. ° De un oficio del Secretario de la Inspección de educación de Colchagua, acom- pañando los estados que faltaban del Departamento de Curicó. — Se mandó acusar re- cibo. !).° De dos solicitudes: la 1 ,a de don Alejandro 'Carrasco, ’en que, a virtud de no aparecer en los libros de exámenes del Instituto Nacional el de ! Jeometria, que rin- dió como alumno de ese establecimiento, pide se le permita proceder a recibirse de Bachiller en Humanidades, quedando obligado a presentar certificado de dicho exá- men al regreso de don Burjas Solar de su actual ausencia, o a rendirlo de nuevo en caso necesario. El'Consejo accedió a esta petición, obligando al solicitante a dar el mencio- nado exámen durante la práctica forense. — En los mismos términos accedió a la se- gunda solicitud, de don Juan Pablo \ argas, respecto al exámen de Fundamentos de la fé, primera parte, que asegura el interesado haber rendido, pero no pode» acredi- — 100 — lar por motivos que expresa; dispensando al mismo absolutamente los de Física, His- toria de America i de Chile, por razones análogas a las que han movido a este Cuer- po anteriormente a otorgar iguales concesiones. Después de esto el señor Rector manifestó que estando ya de vuelta en Santiago el Supremo Gobierno, cuya ausencia habia obligado a diferir la distribución de premios en el Instituto i la Universidad, no debia ya demorarse mas tiempo esa solemnidad: en consecuencia, recomendaba a los señores Decanos procediesen a reunir las comi- siones de profesores de sus respectivas Facultades, a fin de que hagan la correspon- diente designación de alumnos para ese efecto. Al mismo tiempo se acordó que de los fondos sobrantes de cada Secretaria de Facultad, comprasen los señores Decanos, de acuerdo con sus secretarios, los libros en que los referidos premios han de consis- tir; con lo que fue levantada la sesión. SESION DEL 23 DE ABRIL DE 1853. Presidió el señor Rector, presentes los señores Meneses, Rlanco, Arislegui, Busli- líos, Sazie, Domcyko, Orrcgo i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión del 16 del que l ije, el señor Rector confirió el grado de Bachiller en Leyes a don Tadeo Reyes, don Martin Lira i Don Hermójcnes Labbé; i el mismo grado en Humanida- des a don Rafael Fernandez Concha, don Lorenzo Guzman, don Francisco Campos i don Uuperlo Alamos; todos los cuales recibieron sus títulos. En seguida se dió cuenta: 1. ° De un oficio del señor Ministro de Instrucción Pública, acompañando, para que el señor Rector informe, un reglamento para el Liceo de Curicó.— Quedó en tabla. 2. " De una nota del señor Decano de Leyes, trasmiendo copia del acta de la sesión celebrada por la comisión de profesores de su Facultad con el objeto de designar los alumnos que han de ser premiados en las clases de dicha Facultad, i las obras cu que deben consistir los premios. — Se ordenó su inserción en los Anales. 3. ° De un oficio del señor Delegado Universitario participando que por orden del señor Ministro de Instrucción Pública ha fijado el 2 de mayo próximo para la oposición a la cátedra de Patolojía i Clínica interna en la Instrucción Univer- sitaria. 4. ° De tres informes de la comisión de cuentas del Consejo sobre las presentadas por los Secretarios de Teolojia i de Humanidades, de los fondos que han percibido para gastos de sus respectivas secretarias durante el último .cuatrimestre del año próximo pasado; i por el Bedel de los fondos que en su poder han entrado por dere- chos de sello hasta el Bachiller en Humanidades don Aniceto Vergara. — A virtud de esos informes el Consejo aprobó las referidas cuentas, mandando depositar los so- brantes en la Tesorería de la corporación. 5. ® De una presentación que hacen al Consejo don Isidro Salinas i don Pedro Vusté, espoñiendo: que, comisionados por varios españoles residentes en Chile para depositar en el Museo Nacional de Santiago un retrato del señor don Andrés Gor- bea, con el fin de dejar una memoria de tan distinguido compatriota, piden se ad- — 101 — inita el retrato referido i se ordene su colocado» en el establecimiento indicado. — El Consejo rio solo decretó la admisión i colocación solicitadas, sino que también unánimemente acordó se diesen expresivas gracias por tan apreciablc obsequio a los señores Salinas i Yustc, i por su conducto a cuantos lian contribuido a honrar i per- petuar de este modo el recuerdo de profesor tan distinguido i meritorio. Acto continuo el señor Meneses dijo : que para substituir al señor don Alejo Be- zanilla en su carácter de miembro de la comisión de profesores de la Facultad de Leyes, había elejido al señor don Gabriel Ocampo: lo que noticiaba para la debida aprobación. — El Consejo la decretó unánimemente. Pasóse luego a tomaren consideración el informe del señor Decano de Teolojía, don José Hipólito Salas, sobre el compendio de Derecho Canónico escrito por el señor Cobo, que en la última sesión quedo en tabla para la presente. En él dice el señor informante que el retardo con que ha dado cuenta de su comisión ha sido una consecuencia inevitable de las excepcionales circunstancias en que se vió colo- cado cuando hubo de desempeñarla: que rodeado de ocupaciones de diverso jénero i sin la tranquilidad de espíritu necesaria por imprevistos i dolorosos accidentes per- sonales i de su familia, no pudo consagrar a ese asunto el tiempo debido. — Sin te- ner ademas actualmente a la vista el referido compendio ni los apuntes que sobre él hizo, apoyado solo en sus recuerdos, trasmite sus observaciones desde Concepción, punto de su reciente residencia, para que sean discutidas por el Consejo. Entre otras cosas llamaron particularmente su atención en el compendio la notable diver- jencia de doctrina entre el autor de las Instituciones de Derecho Canónico Ameri- cano i su compendiador, acerca de la naturaleza, objeto i límites del derecho de patronato; i las facultades que el autor del compendio atribuye por una nota a los Obispos de América en orden a la dispensa de impedimentos dirimentes del matri- monio. A lo dicho agrega que en su concepto el compendio adolece en jencral de un laconismo perjudicial a la instrucción sólida en la ciencia canónica. Por lo demas cree que ese texto revela en su autor intención pura, laudable celo i laboriosidad en beneficio de la juventud de su patria, que le hacen digno de elojios. Sobre el informe de que se acaba de dar cuenta observó el señor Rector que en él no emite el señor comisionado una opinión decisiva sobre si haya o no de ser aprobado para la enseñanza el compendio en cuestión. Que la diverjencia de opi- niones sobre algunos puntos que puede advertirse entre él i la obra de que ha sido extractado, no es por sí sola un motivo para que se le deseche, siempre que esa diverjencia recaiga sobre puntos controvertibles, i las emitidas en el 1.° no hayan sido reprobadas por la autoridad competente en estas materias; i por último, que no pudiendo el Consejo entrar en cuerpo a hacer el exámen del texto, que seria in- dispensable para dictar su resolución definitiva, creía conveniente que el señor De- cano de Teolojia se sirviese designar otro miembro de su Facultad que con mejores oportunidades que las que el señor Salas tuvo para dedicar a ese trabajo el tiempo i contracción necesarios, pudiese emitir un informe mas decisivo sobre si deberá o no aprobarse para la enseñanza el compendio mencionado. Esta indicación del señor Rector fué aceptada por el Consejo. Como se recordase también que a la Facultad de Leyes se habia pasado el mismo compendio para que igualmente lo examinase otra comisión de su seno, el señor Meneses espuso que se estaba asiduamente ocupando de proponer los textos que convenga seguir no solo en la clase de Derecho Canónico, sino también en otras de su Facultad que a su juicio necesitan de variación a este respecto. Aclo continuo prosiguió la discusión que habia quedado pendiente en la sesión anterior, sobre si en virtud del Supremo Decreto que ha dispuesto que don Lorenzo Sazic forme parte de la comisión que él ha de nombrar para presidir el concurso — 1 02— a la cátedra de Patolojia i C ¡nica interna, deberá considerársele agregado a dicha comisión, o como uno de los tres miembros de que el art. 20 de la lei orgánica manda que ella se componga. — El señor Rector hizo presente que, confiriendo al Decano la citada lei el derecho de nombrar los dichos tres miembros, no podía haber sido la mente del Gobierno arrogarse respecto de uno de ellos esa atribución del Decano, aunque íuese designándole a él mismo; por lo cual debía presumirse que, en uso de la lacultad que compete a S. E. el Presidente de la República para reglamentar todo lo que tiene relación con la enseñanza, ha querido en el presente caso nombrar al señor Sazie de agregado a la comisión que él mismo designe. Como se suscitase sin embargo la cuestión de qué deberá hacerse en caso de resultar empate, a virtud de componerse por esta vez de cuatro miembros la comisión, en las votaciones para admitir o desechar los candidatos, que prescribe el Supremo Decreto de 14 de marzo de 1846, se tuvo por lo mas conveniente elevar una consulta al Supremo Gobierno, tanto sobre este punto, como sobre el anterior. En este estado de la discusión hizo presente el señor Domeyko que el señor To- cornal le habia pasado una nota pidiéndole que le borrase de la lista de los preten- dientes a la cátedra, porque ya no pensaba presentarse a la oposición. Esto dió motivo para que se dudase si, habiendo tenido por notoria causa el Decreto Supre- mo puesto en discusión, ¡a implicancia en que, como candidato, se hallaba el señor Tocornal para desempeñar sus funciones de Decano en lodo lo relativo a esta oposi- ción, deberiau cesar por el mero hecho de su desistimiento las prescripciones del mencionado decreto, o llevarse sin embargo siempre a ejecución por estar dictado de un modo absoluto i sin mención alguna de las circunstancias que le han dado orijen. Ror un motivo análogo se dudó también si ese decreto deberá rejir en todas sus partes para el caso de prolongarse la actual ausencia del señor Tocornal hasta el tiempo en que debe ser nombrada la Comisión de jueces del concurso, atendiendo a que se ha fijado el dia 2 de mayo próximo para que éste principie, i a que en con- cepto del Consejo debe reputarse que ese principio tiene lugar por medio de la instalación de la Comisión. Para resolver todas estas dudas se determiné, pues, que el señor Rector dirijiese al señor Ministro de Instrucción Pública una nota conte’ niendo las cónsul Las que siguen: 1. " Si ha sido la mente del Supremo Gobierno que lo prescrito en su decreto con motivo déla implicancia en que por su intención de oponerse a la clase de Patolojia i Clínica interna se suponía al señor Decano Tocornal, rija también, aun después de haber dicho señor desistido de su candidatura, en caso de que su actual ausencia se prolongue. 2. a El Consejo supone que, volviendo el señor Tocornal ánlcs de que la Comisión de jueces este nombrada, cesarán las prescripciones del decreto, i asumirá las (un- ciones que como a Decano le compete ejercer en esta oposición. Desearía, pues, saber si es la intención del Supremo Gobierno que aun verificado ese regreso, se observe el decreto de que se trata, i entre el señor Sazie a componer la comisión. 3. a ¿Entraría el señor Sazie a componer la comisión como miembro agregado a los tres de que ella debe constar según el articulo 20 de la lei orgánica, o como uno de esos tres miembros, no obstante la facultad que el citado artículo confiere al De- cano de nombrarlos; i suponiendo resuelto lo primero qué debería hacerse si en la votación secreta quejprescribe el art. 20 del Supremo Decreto de 14 de marzo de 1846 para determinar los candidatos dignos de ser presentados para la cátedra, o en la que supone el art. 11 del mismo decreto resultase empate respecto de alguno de ellos? Se acordo también que a lo que precede se agregase un párrafo, diciendo que el Consejo concibe se ha fijado el dia 2 de mayo para que principie la oposición, en- — 103 — tendiendo per ta! principio la instalación de la comisión de jueces con arreglo al citado artículo \ l del decreto de 14 de marzo de 184G. En esta intclijencia, seria de desear que, atendiendo a lo angustiado del tiempo para los actos que deben pre- ceder a esa instalación, se sirviese el Supremo Gobierno resolver las precedentes consultas can oportuna brevedad, o en caso de ocurrir para ello algún inconve- niente, acordar una prórroga del dia prefijado por él mismo para que el concurso principie. Al levantarse la sesión hizo presente el spñor Decano de Teolojía que el miembro electo de su Facultad, presbítero don José Dolores Villa rroe! , le había avisado ha- llarse ya pronto para la ceremonia de su incorporación solemne en la Universidad; en cuya virtud solo esperaba se le señalase dia para efectuarla.— El señor Rector contestó que determinaría pronto ese dia, dando el correspondiente aviso al señor Decano; con lo que fué levantada la sesión. EXTRACTO DE LA SESION BEL SO DE ABRIL DE 4833. Presidida por el señor Rector, presentes los señores Meneses, Blanco, Arístegui, Bustillos, Sazie, Domeyko i el Secretario. Aprobada el acta de la sesión de 23 ael corriente, el señor Rector confirió el grado de Bachiller en Leyes a don Diego Cava- da, el mismo grado en Matemáticas a don José Benitez; i el mismo en Humanidades a don Juan Pablo Vargas, don Alejandro Carrasco i don José Gabriel Palma Guz- man. Todos ellos recibieron sus títulos. A continuación se dió cuenta de tres oficios del señor Ministro de Instrucción pú- blica, trascribiendo otros tantos supremos decretos; por el 1 ,° de los cuales se nom- bra Decano de la Facultad de Teolojía, por el tiempo que falta para cumplir el pe- ríodo legal, al presbítero don José Manuel Orrego; por el 2.° se manda extender tí- tulo de miembro Universitario en la Facultad de Matemáticas a favor de don Anjel Vasquez, clejido en reemplazo de don Francisco Huidobro; i por el 3.° se ordena extender igual título de miembros de esta Universidad en la Facultad de Humani- dades, a favor de don Máximo Arguelles i don Juan Bello, elej idos para llenar las vacantes de don Francisco Huidobro i don Ventura Cousiño. Todos estos oficios se comunicarán a quienes corresponde. En 2.° lugar se dió cuenta de otra nota del mismo señor Ministro de Instrucción pública, resolviendo los varios puntos que en su sesión última acordó el Consejo consultarle con motivo del Supremo decreto de 16 del que rije, relativo a la comi- sión que debe presidir el concurso a la cátedra, de Ibatolojía i Clínica interna. Por lo locante a los dos primeros de esos puntos, no ha creído S. E. el Presidente nece- sario se suspendan los efectos del referido Supremo Decreto, pues si ha cesado la implicancia en que se hallaba el Decano de Medicina para entender en la oposición, su ausencia de esta capital hace siempre necesaria, según las disposiciones vijentes, la subrogación establecida por dicho decreto. La mente del Gobierno al disponer en él que el Ex-Dccano llamado a nombrar la comisión examinadora, forme parte de ella, ha sido la de hacerlo entrar como miembro agregado a los que deben componer- — 1 0 i — la, según el artículo 20 de la leí orgánica de la Universidad. Los conocimientos es- peciales de este acreditado profesor en los principales ramos de los comprendidos en la cátedra dada a oposición, hacen mui interesante su presencia entre los jueces del concurso, cuyo fallo tendrá por este medio una sanción mas en favor de su justicia i competencia. Después de esto sigue la nota determinando lo que ha de hacerse si la circunstancia de entrar el Dr. Sazie como examinador diese lugar al empale de voLos de que se hace mérito en el tercer punto de la consulta; i concluye diciendo, respecto al 4.°, que el Gobierno lo cree allanado entendiendo que el haberse fijado el dia 2 del mes entrante para dar principio a la oposición, solo significa que prin- cipien a correr desde esa fecha los términos que fijan para los actos preparatorios a la oposición los artículos 6 i 7 del decreto de 1840. Esta nota se mandó trascribir a los señores Decano de Medicina i Delegado Universitario; entendiendo la mayoría del Consejo, con excepción únicamente del señor Domeyko, que por la re* solución dada al último punto de la consulta, el Supremo Gobierno ha prorrogado virtualmente hasta el dia 12 de mayo próximo, el término prefijado para la inicia- ción del concurso de que se trata; lo que se acordó hacer saber a aquellos que toda- vía pudiesen tener intención de presentarse como candidatos a dicho concurso. Con motivo de esta misma resolución suprema, pidió el señor Sazie que dándosele por implicado para el nombramiento de la comisión de jueces que por ella se le en- carga, a virtud de poderosas razones que alegó tener, se sirviese el Consejo mismo efectuar ese nombramiento; pero unánimemente se resolvió que no podia el señor Sazie delegar las atribuciones que a él solo, en su calidad de Decano, confiere para ese efecto la lei orgánica misma de la Universidad. Pasaron después de esto a la comisión correspondiente unas cuentas presentadas por el Secretario de la Facultad de Leyes, de los fondos que han entrado en su poder durante el último cuatrimestre del año próximo pasado i el primero del presente. Siguióse dando cuenta en 4.° lugar de un oficio del señor Cónsul de Chile en Ta- ris, participando haber embarcado en el Havre, a bordo del buque francés Paulino, con destino a Valparaíso, un cajonsito U. C. n.° G, que contiene las Revistas enume- radas en una lista adjunta. Se mandó acusar recibo i ponerlo en conocimiento de los señores Peña i C.a de Valparaíso para los efectos consiguientes. 5.° De una presentación de don Raimundo Silva, en que manifiesta que el Rector del 1. ¡V. le encargó a fines del año próximo pasado tradujera el Compendio de His- toria de la Edad Media de Mr. Víctor Roreau; pero que habiendo cambiado el per- sonal de la dirección de dicho establecimienio, necesita, para continuar la traduc- ción empezada con alguna seguridad de la adopción de dicho texto, una declaración del Consejo Universitario sobre si lo cree adoptable o no. Siendo por otra parte ur- jenlc la necesidad de un nuevo texto para la enseñanza de este ramo, por lo nada adecuado del que actualmente sirve, suplica se le dé esa declaración. Se mandó pe- dir informe sobre esta solicitud al señor Decano de Humanidades, pasándole al efec- to el texto que se menciona. El señor Arislegui dió cuenta de haber nombrado al miembro de la Facultad de Teolojia, don Miguel ill. Güemes, para expedir el nuevo informe pedido sobre el texto de Derecho Canónico escrito por el señor Cobo. Acto continuo el señor Domeyko presentó un Reglamento provisorio que ha redac- tado para el réjimen del gabinete de lectura planteado por él en el departamento de la Instrucción Universitaria del Instituto. Este reglamento fué aprobado, con el mismo carácter de provisorio hasta que la experiencia de sus efectos haya ilustrado lo sufi- ciente para la redacción del definitivo, con algunas modificaciones sujeridas por el Señor Rector i que el Consejo adoptó sobre tabla. Por indicación del mismo señor Domeyko, que hizo presente haberse agolado en - — 105 — los dos departamentos del Instituto Nacional los diplomas que hasta aqui se ha acos- tumbrado distribuir a los alumnos premiados, i la poca utilidad i aun inconvenien- tes que ofrecen dichos diplomas, el Consejo acordó suprimirlos para en adelante, i que se supliesen leyéndose por los respectivos Secretarios de Facultad las listas de tales alumnos premiados, i anotándose ademas la clase de premio obtenido por cada uno de ellos en los libros que se les repartan. Con lo que fue levantada la sesión, quedando señaladas especialmente para verse en la próxima las indicaciones del señor Bustillos sobre las medidas que deben adop- tarse para la subsistencia i mejora del Museo i la solicitud del profesor del Instituto Nacional, don Juan Domingo Tagle, pasado en informe por el Supremo Go- bierno. ES PEDICION al volcan de L1PPI. Osorno por el doctor don r. pir- (noticia acompañada de un mapa de las inmediaciones del volcan HECHA POR EL SEÑOR DOLL t UNO DE LOS QUE HAN HECHO PARTE DE ESTA ESPEDICION.) Salimos de Valdivia el 4 de Febrero (1852) con don Guillermo Dolí, i don Car* ]os Ochxenius, injeniero de minas, mi fiel compañero, i tomamos el camino de Da* glipulií, de donde divisó por la primera vez toda la Cordillera de los Andes, desde V¡- llarica hasta el volcan de C albuco. De Osorno llevamos dos Indios que nos sirvieron de guias i ayudaron para abrir caminos, i alquilamos muías cargadas de víveres pa- ra tres semanas. A ocho leguas de Osorno dejamos el camino, pasamos el caudaloso rio de Coihucco a vado, cerca de unos ranchos del mismo nombre habitados por los Indios, i proseguimos nuestro viaje por la orilla boreal del mismo rio. Todo el espacio comprendido entre este rio, el Rané i la Cordillera, como también entre el Coihucco i la Laguna de Llanquihue hallábase, pocos años hace, cubierto de impenetrables montes de quila, i solo desde que un espantoso incendio destruyó es* (os montes, hace des años, se ha hecho transitable el llano. Ocho dias gastamos para venir del lugar donde pasamos el vado del Coihucco al pie del Volcan, a pesar de que toda esta distancia no pasa de 12 leguas. Repelidas ve* ccs nos acometió la lluvia i tuvimos que esperar bajasen las aguas de los ríos Coihue" co i Manao para pasarlos; otras veces fue preciso esperar que los indios con hacha i machete nos abriesen el camino por entre quilas i colihues. Llegando al Volcan, tu- vimos que mandar a uno de los Indios a Osorno en busca de víveres que principia- ban a escasear.- i mientras tanto, hicimos varias escursiones para estudiar el terreno. Dos veces intentamos subir hasta la cima del Volcan. La primera vez alcan- zamos solamente llegar a la rejion de las nieves perpetuas, cuando una niebla espesa cubrió el cerro i no nos permitió dar un paso adelante sin correr grandes peligros. La segunda voz nos favoreció mejor la suerte: el cielo permaneció claro i limpio en todo el día, mas las dificultades aumentaban a medida que nos elevábamos. Toda la parte inferior del volcan consta de escorias sueltas, de tamaño de una nuez o un huevo, i en esas materias incoherentes el pie se hunde hasta los tobillos. Al pro- pio tiempo la superficie del cerro tiene bastante declive, el cual se hace mucho ma- yor llegando al limite de las nieves. Desde allí la subida principia a ser sumamente penosa i difícil. Endurecida la nieve en una pendiente rápida i trabajosa, ha sido forzoso abrir en varias partes hoyos en ella, para afirmar el pie i evitar deslizes i caí- das. Caminamos en caracol, pisando cada uno las huellas del que lo precedía i de 14 — 108 — trocho en trecho nos detenían u obligaban a dar vueltas las gaandes grietas o quebra- das abiertas en el hielo, de las que algunas tienen diez a veinto pies de lonjitud i 30 a 40 de profundidad. Partimos a las 7 4/2 de la mañana i eran las 5 de la tarde cuando nos hallamos a «nos 400 pies todavía debajo la cima. Esta distancia, a pesar de ser corta, nos habría detenido hasta la noche; i, llegando a la cumbre, habríamos tenido que pasar toda la noche en aquel paraje sin poder dar un paso en la oscuridad; tampoco posible habría sido pasar la noche a esta altura sin fuego ni víveres, porque el indio que nos acom- pañaba i llevaba un poco de charqui i harina tostoda, ya mucho antes se había se- parado de nosotros dejándonos en el cerro. No nos quedó por consiguiente, otro arbi- trio mas que volver atras con mucho pesar, viéndonos tan cerca del término de nues- tra espedicion. En los dias siguientes, lluvia continua i la carencia de víveres nos han impedido de atravesar la Laguna de Todos los Santos en los botes construidos por el desgracia- do Muñoz, botes que todavía hallamos en buen estado. De lo alto del Cerro del Volcan, el dia de nuestra ascensión, divisamos lodo el ho- rizonte mui bien descubierto, por el lado del oeste, del norte i del oriente; solo nos fallaba la vista del sur, interceptada por el volcan mismo. lie aquí los hechos que este dia, fijándonos bien en la configuración de las cordilleras, llanos i lagunas, he- mos podido recojer para la jeografia de Chile. En primer lugar, hai dos cadenas de altas Cordilleras, de las cuales, mirándolas del llano, no se divisa mas que una sola. Esta se levanta poco a poco formando como gradas cuyas pendientes hacia el occidente parecen mas suaves que las que caen al oriente. El Puntiagudo no es volcan coma se cree comunmente. En segundo lugar, la cadena oriental consta de una simple serie de cerros, lodos cubiertos de nieve en sus cumbres, i no sufre interrupción alguna en su corrida. La Laguna de Todos los Santos se halla precisamente situada entre las dos mencionadas cadenas de los An- des. En tercer lugar: existe una laguna Llauquihue mui diferente de la laguna Llan- quihuc de la cual sale el rio Maulin. Aquella se halla a unas G leguas al norte de es- ta última i se prolonga en la dirección del oriente al poniente, pero es estrecha; i do ella sale el rio Ilahue que pasa por Osorno. En cuarto lugar, un poco mas al norte que la laguna Llauquihue se halla una tercera laguna parecida a esta, llamada L. do Puyeguc, queda orijen al rio Pilmayquen i en medio de la cual se ve una isla. Es- ta tercera laguna atravesó en un bote en el mes do noviembre en 1851 don Errnene- jildo Molina de Osorno i alcanzó a llegar a su orilla oriental, donde descubrió unos baños calientes que, según se dice, habían ya conocido los primeros conquistadores españoles. A mas de estas tres lagunas hai otras dos chicas: una, llamada estanque, situada un poco al sur de la laguna Llauquihue, la otra, Piseco, se halla entre la gran laguna Llanquihue i el Volcan, al pie de este último por el lado sur-oeste. Todo el terreno que recorrimos es mui fértil, lleva una capa de tierra vejetal mui gruesa i seria de un cultivo mui fácil. Nunca ha sido habitado este terreno aun por los Indios, a lo rnénos desde que los españoles han introducido a esta provincia el manzano, porque no se ve en todi esta ostensión el menor indicio de este árbol, tan abundante hoi dia en el sur de Chile. Tampoco hemos divisado en el suelo rastro alguno de pisada del hombre o de cualquier cuadrúpedo. El Volcan de Osorno o Pisé, como lo llaman los indios es un cerro aislado, cónico. En su base por el lado del oriente está bañado por las aguas verdes de la laguna de Todos los Santos i por el lado sur-oeste, por la de Llanquihue. Al sur del mismo Volcan se ve una llanura en partes pantanosa, la cual desde el pie del Volean Pisé va eslendiéndose hasta la base del Volcan de (¡albuco (que dudo mucho que sea real- mente un volcan) i hasta la orilla del rio Pelerhue. El boquete que se eleva entro el rio — 109— Manan, uno fíelos tributarios del Coihucco, i la Laguna de Todos los Santos, tendrá de 3500 a 4000 pies de altitud. ¡ a osle boquete pusimos el nombre de Boquete de la Desolación por estar su superficie toda cubierta de escoria negra i que no bai tarea mas triste que caminar un día entero sobre esta; escorias, pasando por un paraje destituido de vejetacion. La forma del Volcan cuya altitud no pasa de 8000 pies es la de un cono mui regu- lar; en sus faldas tiene mas de cinco cráteres de erupción laterales, de los cuales uno está situado casi al norte, cerca de la linea de la separación de las aguas, dos al oriente, uno al sur-sur-eslc i uno al sur-oeste: lodos mui poco elevados no alteran la regularidad de la forma jeneral del cerro. Tampoco la alteran las numerosas que- bradas que surcan la superficie del mismo cerro: las de la parte inferior son diver- jenles del centro hacia la circunferencia, i sin duda deben su oríjen a la fuerza des- tructora de las aguas; mientras que de las quebradas situadas a la altura de la nie- ve perpetua algunas, del mismo oríjen que las anteriores, son también converjenlcs hacia el centro, i otras, horizontales, deben haberse formado por el derretimiento de los hielos de un modo análogo a lo que se efecLúa en las inmensas masas de hielo (glaciers) de los Alpes. El cráter de la cumbre es pequeño, i divisó en el una pequeña fumarola, es decir desprendimiento de humo: lo cual vimos mui bien, no solo hallándonos mui cerca de dicho cráter, sino también mirando la cumbre por el lado del este, de la Lagu- na de Todos los Santos. La superficie del volcan por este mismo lado, como también por el lado del norte i del oeste, i un valle que se esliende hácia el ocste-nord-oeslc, se ven cubiertos de escorias negras, i solo en algunas partes, donde las aguas cavaron quebradas mas o menos profundas, se descubren capas de lava. En la pendiente me- ridional del cerro, según las observaciones de don Guillermo Dolí i don Ernesto Frick, hai dos corrientes de lava, o como se expresan dichos señores, bancales de escorias mui grandes. Todas las escorias tienen el mismo aspecto i parecen tener la misma composición: consta de una masa negra o algo rojiza i en ella se ven diseminados pequeños cristal i tos de felspalo i talvez de olivina o crisolita. Las lavas son también de la misma composición i solo se diferencian por el color mas o menos pardo oscuro según la proporción en que se ba lan en ellas el fclspato i la crisolita, cuyo tamaño suele variar de 1/4 de línea a 1/2 de linea i mui rara vez llega a tener 2 líneas. No he hallado en ellas el menor indicio de piroxena, de mica, o de cualquier otro mineral. Tengo motivos de suponer que la última erupción del volcan ha tenido lugar hace pocos años: a lo menos en una época que no pasa de 50 a 100 años, i que millares de árboles muertos cuyos troncos se ven desparramados, despojados de su corteza i de sus ramas, en los lugares donde ahora no crece absolutamente nada, fueron destrui- dos en aquella época. A pesar que la composición física i química del mismo volcan Pisé es mui senci- lla, i no presenta nada de extraordinario, difícil es csplicar la formación de la mese- ta que se esliendo hácia el norte i de una otra que se halla separada del volcan por el paso de la Desolación i se esliende hácia el oeste-nord-ocste. Las dos constan de un tofo volcánico, cruzado en todas direcciones por bancos i velas de rocas mui di- versas a la primera vista; pero todas no contienen otro mineral que el felspalo i crisolita diseminados como en las mencionadas lavas del volcan. Las velas se ven muchas veces divididas en prismas o columnas pequeñas, en lajas i pizarras. Una de las rocas que entra en la composición de estas se parece al pórfido rojo; otra por su color, dureza i fractura se podría equivocar con la piedra lidia, i solo examinándola mejor se notan en su interior pequeños cr isla I i los de felspalo. Al principio, crei ha- ber encontrado fenómenos semejantes a lo que nos presenta el Monte Soma del Ve- — 1 10— suvio o la parte antigua del Etna, en las barrancas del Valle del Rovo; pero las dos mencionadas mesetas, en lugar de dirijirse hacia el centro del volcan como so observa en los citados dos volcanes del antiguo continente, parecen tener dirección independiente de la configuración del cerro volcánico, i las vetas, lejos de dirijirse al centro de este último, corren las mas del este al oeste. Entre las escorias del Volcan halló piedra pómez, en circunstancias que me hacen creer, que ha sido arrojada por el mismo Volcan; entre los demas materiales incohc- rcutes arrojados por el Volcan, encontró también algunas piedras pertenecientes a la gran formación de roca verde (granstein). y^u/tr Crr*u?*i/vr A ¿/tastt-Á11' 'Y''/'/y//íy/í | y. ana OSORXO * I N D I C A C I O N E S para perfeccionar el Mapa de la Provincia de \aldma, se «im Jos recuerdos de un reciente viaje al volcan de Osorno. * /rt //s f tembló la tierna con gran fuerza i con sonoro ruido que prece- dió al sacudimiento. El movimiento se inclinó de Oriente a Occidente, a la misma hora marcaba el Barómetro 761.5 Tormómetro 15.1 Termómetro libre 14.0, En el mismo dia a las 4 de la larde, con el cielo despejado i una suave brisa del Poniente, se sucedieron cuatro ruidos que parecían repetirse cada 5 segundos i el úl- timo hizo algon movimiento que no se demostró en el péndulo observador sino en eí sonido de los edificios. Barómetro 761.5 Termómetro 4 6.1 Térmómelro libre 18.0; A las tres de la mañana del dia 5 de este mes, con el cielo despejado i en calma, fuimos sorprendidos por un sacudimiento de tierra tan prolongado i sostenido que alcanzó a 65 segundos el movimiento, aunque sin mayor fuerza para hacer peligrar los edificios. La conmoción ha sido de Oriente a Occidente bajo la presión de 762*4 milímetros: 5 horas antes, en la observación de las 10 de la noche, marcaba el baró- metro la alta presión de 766.0 milímetros; es decir, bajó 3 milímetros i 6 décimo en la hora del temblor; i a las 5 horas después volvio a subir mas de lo que había bajado, alcanzando a la altura de 766.1. El Termómetro señalaba 15,2 i el Termó- metro libre 11.3. Tres conmociones parciales mas se siguieron en el mismo dia en- tre las 7 i las 11 de la mañana, bajo la presión de 764.8 temperatura 15.5 libre 15.5. El dia 11 a las 4 i media de la tarde, con el cielo entre nublado i viento del po- niente sin preceder ningún ruido i con ímpetu sorprendente, hubieron dos sacudi- mientos de tierra que por su gran fuerza merecen toda atención. El empuje de la primera conmoción fué vertical i con permanencia de seis segundos cuando sobrevi- no el otro, es decir, antes de concluirse el primero, ocurrió el segundo cuyo empuje aterrante i mas violento trajo su direacion del Noroeste, formando círculo en la incli- nación del péndulo observador i con permanencia de cincuenta segundos. El Baró- jnetro marcaba Ja presión de 763.5 milímetros Termómetro 15.7 Termómetro libre — 113- lü.í. Ningún perjuicio trajo esto" terremoto, a no ser algunas tejas de las aletas de los edificios i la suspensión de los relojes cuyos péndulos se movían de Sur a Norte. Diciembre.— A las 12 i 3 cuartos del medio dia 14 de este mes, con el cielo entre nublado i viento del poniente, se sintió un lijero ruido que gradualmente aumenta- ba en fuerza i ántes de concluirse se conmovió la tierra con mui poca sensibilidad del péndulo que se inclinó de Oriente a Occidente. El Barómetro marcaba la misma Presión que a las 8 de la mañana, es decir, 764.5 Termómetro 20.5 id. libre 21.7. El ruido tan sostenido i ol crujimiento de los techos de edificio habría persuadido que el sacudimiento hubiese sido mas fuerte. Siu embargo en el péndulo observador apénas fué sensible su movimiento. Reasumiendo los sucesos mas notobles, se verá’que en ninguno de los cuatro años anteriores de observaciones meteorolójicas ha ocurrido menos lluvia, menos temblo- res de tierra í mas altas presiones atmosféricas que en el corriente año de 1852. Los dos pequeños i únicos aguaceros de mayo i julio solo produjeron en el pluviómetro 19 milímetros de agua, cuando en el año auterior de 851 alcanzaron a 77: casi igual proporción se observa en las conmociones de tierra que solo se han sentido 16 i sin haber ocurrido ninguno en los meses mas notables de octubre i noviembre, cuya di- minuta suma de todo un año, no admite comparación ni con solo un mes del año antepasado; habiendo alcanzado a 42 temblores en el mes de abril i 49 mas en el resto del año del cual me valgo para comparar: mucho mas desproporcionada seria esta comparación con la del año de 850 i 849 que fueron aterrantes por el gran nú- mero i fuerza de los sacudimientos. En el cuadro siguiente se manifiesta el término medio de las presiones atmosféricas las que han excedido a los años anteriores en tres milímetros i dos décimos, cuyo resultado parece tener íntima relación i marcha- rán inseparables por su coincidencia dando mérito a presumir que ño habiendo llu- vias tampoco hai temblores i son altas las presiones atmosféricas. [,l AS DEL MES ENTRE LAS 8 1 LAS 9 DE LA MAÑANA ENTRE LAS 3 I LAS 4 DE LA TARDE ENTRE LAS 9 1 LAS 10 DE LA NOCHE C3 co t— • • QJ CL» o' CJ h3 O O CJ CD C o c£> o o ^ c3 0 o O a 'P a *•0 s"p -cr> a’ a £> -1 a a era CQ o3 "a cr3 CQ a 1 a ■“O a ° ^0 reí PQ 3 -o> e 03 PQ « 03 -o a rrJ PQ a E-H 03 E— • E~— f E— E— 1 76o 7 13 3 11 5 700 1 15 0 1 l 9 707 8 15 3 11 9 ■ 2 761 0 13 7 ! 1 3 705 2 1 4 3 lo 0 705 1 13 4 10 5 5 76 í 8 13 2 12 4 705 5 13 9 14 7 704 8 13 5 «8 4 4 763 3 1 3 0 11 0 765 5 14 2 15 5 763 7 15 6 100 5 765 1 15 8 10 9 7 6 1 5 14 5 16 8 701 7 14 5 10 2 0 704 0 13 4 12 7 702 5 1 4 2 1 5 4 702 5 13 8 11 1 7 763 7 13 2 10 8 765 9 13 9 14 1 704 0 15 7 125 8 703 3 13 0 15 1 70 1 5 13 8 15 2 702 4 15 5 11 6 9 7 04 4 1 3 5 11 4 703 3 13 7 1 4 1 704 8 15 6 12 2 10 766 3 13 4 12 6 764 8 14 0 14 4 765 6 13 5 1 2 5 11 763 5 13 5 11 9 764 7 15 2 1 2 5 700 2 15 5 11 7 12 767 5 13 3 12 3 707 2 1 4 0 15 0 708 5 15 4 «9 5 13 707 5 14 5 12 8 764 5 14 7 16 9 764 0 14 0 1 1 5 14 761 9 14 6 15 2 760 I 15 4 17 1 702 7 14 4 12 1 15 765 3 14 3 15 1 704 5 14 6 15 G 706 3 14 3 136 1 6 765 8 i 4 7 14 7 763 4 15 3 1 7 5 704 3 14 5 12 6 17 705 3 14 7 15 5 702 0 15 0 1 5 9 703 0 14 6 12 7 18 704 9 14 7 12 0 704 2 15 2 16 4 764 2 147 10 9 19 76 i 3 14 7 14 4 704 1 1 4 7 14 5 704 2 14 7 12 5 20 705 8 14 7 12 2 765 8 15 5 10 1 768 8 14 7 loo 21 770 7 1 4 8 «9 8 767 9 1 5 5 10 5 707 3 14 5 «9 7 QO 702 8 14 3 1 1 4 762 5 lo 5 10 0 702 4 14 6 «9 9 2> 703 0 13 0 12 3 762 5 lo 1 1 4 8 763 6 1 4 6 1 2 6 2 í 705 5 1 4 3 12 8 765 0 14 9 1 5 0 763 2 15 0 105 23 '03 7 14 4 13 1 702 5 15 0 1 4 8 702 8 14 8 126 20 703 5 1 4 2 13 5 704 5 H 7 14 2 704 7 14 4 «9 5 27 703 8 13 8 «9 0 704 0 14 2 1 4 4 764 8 1 4 4 «9 6 28 760 5 13 7 13 4 765 0 1 4 2 1 4 9 700 0 14 2 10 7 29 767 6 15 1 14 5 766 i 1 o 5 1 0 5 705 9 15 0 1 3 6 30 765 8 15 3 1 4 3 705 4 15 0 17 7 700 3 15 1 11 7 31 705 7 15 3 1 4 0 705 0 10 0 17 3 703 8 15 1 1 1 2 1 | E g O s - « ¿ C Kh o Z"2 r/3 c3 C? S- é. á 7(5 í 78 1 4 1 í 1 2 64 703 95 14 61 lo 3 5 764 66 14 18 1 1 27 HECHAS EN LA SERENA EN EL MES DE DIAS DEL ENTRE LAS 8 t LAS ENTRE LAS 3 I LAS ENTRE LAS 9 1 LAS MES 9 DE LA MAÑANA 4 DE LA TARDE 10 DE LA NOCHE O 00 -Q -3 cu~ O • tX> o CJ é -XZj o> a 'CU O a* -cu o a ¿T oo a -o á cu e ¿j co jg a- O ¡ a ^ cxi PQ a a3 a »— * PQ a au -cu a cü PQ a ir E— * E— « E— ou E— « e— E— 1 763 3 13 2 12 7 762 2 17 0 18 0 762 2 15 2 U 4 O 762 6 15 8 1 4 4 761 5 16 1 18 0 765 2 16 0 13 7 5 763 7 13 3 13 6 706 5 15 7 16 2 767 5 15 3 15 7 4 767 4 16 3 15 1 /6 3 0 16 5 18 1 760 0 15 3 12 0 M (> 766 1 16 5 10 3 763 9 16 2 17 3 764 0 15 2 11 7 0 766 0 16 1 15 7 764 8 16 4 18 0 765 6 15 2 1 1 5 ¡ 7 766 9 15 0 1 i 9 703 5 13 9 1 3 7 703 8 15 3 /9 91 8 766 3 13 1 17 0 764 5 15 7 16 0 703 4 lo 5 13 8 | 9 766 9 lo 3 1 3 6 763 0 13 7 10 8 703 7 1 3 3 15 M !0 763 1 16 3 14 1 764 3 13 9 15 9 704 5 15 8 13 0 1 1 764 0 13 1 12 6 763 5 15 7 1 3 0 704 5 lo o 13 5 I 1 - 766 4 1 O M 1 0 O 14 3 763 8 15 8 13 6 703 4 15 6 13 6 13 766 9 16 4 1 6 8 767 0 4 0 0 10 0 708 l 16 0 12 5 1 4 766 7 10 5 14 6 76 i 0 16 3 17 5 704 8 lo 8 12 0 13 764 8 16 5 14 4 704 1 16 5 10 3 704 2 16 0 1 2 2 16 764 6 15 7 13 0 70 í 6 16 4 10 4 704 6 16 0 11 4 17 • 764 4 13 4 13 o 764 3 16 4 17 0 705 1 Jó 0 1 1 o 18 766 1 10 2 1 2 4 76 í 4 16 5 1 7 3 701 7 16 0 12 0 19 762 5 16 5 14 4 761 0 17 l 17 5 701 4 16 0 1 1 9 20 70o 4 13 8 16 2 704 8 1 0 4 17 0 703 3 1 5 9 15 0 21 763 2 17 1 16 3 764 2 17 2 17 3 703 2 16 3 12 2 22 767 3 16 0 14 0 766 9 16 0 15 3 707 8 16 9 1 2 5 23 768 3 16 4 13 9 766 9 16 7 17 2 706 4 16 2 12 o 2 í 703 6 17 5 4 i 3 764 4 17 3 18 3 704 7 1 6 o 1 1 4 23 764 1 17 5 15 4 764 2 17 4 17 5 703 1 ! 6 4 12 0 26 763 1 16 0 12 o 765 1 16 7 17 0 705 9 16 5 13 o 27 766 5 17 0 14 4 766 1 17 0 17 0 766 5 16 5 12 6 28 766 3 16 9 14 0 764 9 17 2 18 1 704 9 16 4 1 1 0 29 763 2 16 9 13 9 765 6 17 3 17 2 700 0 16 5 14 5 30 766 8 1 7 4 13 4 763 7 17 5 18 0 703 7 16 8 10 4 i i £ ü — ci . — u rt *55 2 rj •"* U £ £= Q- 76o 6 16 16 14 7 764 73 16 48 16 97 763 22 15 So £ ! - DEMIAS EN LA SERENA ñ EL MES DE DI AS. DEL ENTRE LAS 8 1 LAS ENTRE LAS 3 1 LAS ENTRE LAS 9 1 LAS MF.S 9 DE LA MAÑANA 4 DE LA TARDE 10 DE LA NOCHE 3^ a : CU v ■ •A O ¿D S ¿5 Q Cd —4 0 o ° tu O O ° cu o P a '-CD a ‘O a a -o é s a **o Q a tí M a -o crt PQ a S E — ' cu F— *- i 761 6 1 7 5 1 4 2 763 8 17 6 18 3 764 1 10 5 14 0 C) 766 6 16 0 14 7 764 8 1 7 1 17 1 765 3 16 4 1 9 9 3 766 7 1 6 3 18 0 765 9 4 6 8 17 6 766 5 16 3 1 1 8 4 766 i 1 7 2 l«) i) 764 3 1 7 5 19 3 705 5 1 6» 8 12 9 5 766 2 1 6 3 1 2 5 763 4 1 7 0 17 2 766 1 1 6 3 14 2 6 767 1 1 6 4 17 2 766 2 1 7 0 19 0 766 7 16 4 12 0 7 767 3 17 0 15 4 767 1 1 7 0 17 7 767 4 16 6 12 / 8 766 3 47 2 14 6 763 1 1 7 7 18 5 763 4 16 8 1/ 5 9 763 9 1 7 7 13 2 763 4 1 7 5 18 7 763 6 17 0 1 / 2 10 764 4 16 5 16 3 762 6 |7 5 18 / 76 i 2 1-0 7 12 0 11 764 8 1 6 2 16 0 764 5 17 0 17 4 764 0 10 7 1 4 5 j 12 766 3 17 5 16 8 765 5 I 7 9 188 765 8 17 3 13 6 g 13 766 4 18 4 16 2 766 2 1 8 <.) 1 9 3 765 9 17 0 1/ 7 11 764 4 1 8 3 13 3 763 6 17 8 17 7 76 4 9 17 4 13 2 13 763 2 17 0 13 5 76 i 3 18 4 19 / 76-4 6 1 7 4 12 3 10 764 8 1 7 2 13 4 764 8 1 8 0 1 9 0 765 9 17 5 12 6 17 767 0 18 1 16 5 763 3 1 8 1 1 8 9 764 9 17 4 12 2 18 765 3 18 4 1 3 6 762 3 1 8 2 18 6 762 4 17 4 1 2 4 19 763 4 18 0 1 6 2 762 4 18 0 17 9 762 7 17 5 1 2 3 20 763 9 16 8 1 3 4 751 7 17 7 17 2 762 7 17 2 13 5 21 763 9 17 2 1 6 0 766 2 1 7 3 16 3 766 3 17 1 1 4 5 ¡ 22 768 6 18 4 16 7 767 1 17 9 19 0 766 7 17 5 12 0 23 764 1 18 3 15 2 763 0 i 8 6 18 5 763 9 17 6 12 8 2 i 763 3 1 7 2 13 2 763 4 17 7 17 7 763 6 17 5 14 6 23 763 6 17 5 15 3 761 1 18 3 18 8 765 8 1 7 4 1 3 3 26 766 8 17 0 15 1 764 9 1 7 7 18 0 764 9 17 3 12 0 27 764 9 •! 6 9 13 0 765 3 17 6 18 8 763 1 17 3 H 1 28 761 3 17 5 1 5 4 763 7 18 0 18 5 764 4 17 5 15 3 29 766 i 17 4 15 6 764 7 18 1 18 4 704 7 17 5 13 / 30 761 7 17 3 16 0 762 9 18 2 17 9 762 9 17 4 13 3 31 766 1 17 8 16 1 704 3 18 2 1 9 0 763 8 17 6 1 3 5 - • . - HECHAS EN LA SEBERA EN EL MES DE n?.gu^-ü¿ r.nri-.» . s ■i^r.^rr-* r^g.- rr. *, m /jjilb.t; DIAS DEL ENTRE LAS 8 1 LAS ENTRE LAS 5 I LAS ENTRE LAS 9 1 L\S BlliS 9 DE LA MAÑANA 4 DE LA TARDE 10 DE LA N0< lili o" 23 o O 03 r|5 O C_3 • cu r-3 ►3 CO f— • ¿3 ¿3 i S3 5, | a *-CD PQ Tennóm, 03 &-« B a PQ á o a 03 E — « a J a "CO rrj PQ a "CO a f— i 03 E— < a ¿> ¡ ~CD ’.j a 03 fl E— < i 765 2 17 5 15 1 764 4 18 5 1 8 8 764 o ITT 14 4 I 2 765 9 17 2 15 0 765 0 18 5 18 5 — /A V> IO /OD O 17 5 14 9 5 764 3 18 5 16 i 763 7 19 6 20 1 765 1 17 S 16 5 4 764 7 17 4 16 0 /O 5 5 18 2 18 7 766 2 18 1 15 2 t> 766 1 18 8 16 9 766 0 18 6 19 4 765 9 18 0 13 6 6 765 9 18 9 18 2 761 3 19 3 19 6 762 3 1 8 0 13 8 7 762 7 18 6 ! 6 0 765 5 18 8 19 4 762 4 18 0 / 3 9 8 766 3 18 2 16 8. 764 7 18 9 19 0 764 7 1 8 3 1 4 0 9 765 8 17 9 15 0 764 8 18 4 18 7 764 2 18 0 13 3 10 763 7 18 7 16 4 765 0 18 3 J 8 4 762 5 18 0 13 7 1 1 762 8 18 4 1 6 0 762 7 18 7 18 8 762 7 18 2 1 5 4 ! 766 0 17 5 15 1 764 5 18 6 18 8 765 8 18 0 15 1 1 13 767 0 18 5 19 0 765 9 49 l 21 0 786 4 18 5 1 4 0 | 14 766 0 18 9 16 8 766 4 19 5 19 7 766 5 1«8 6 16 I | 15 764 9 18 8 ISO 762 1 20 4 20 1 762 3 1 8 6 1 3 8 16 763 0 18 3 16 1 765 0 19 2 20 0 764 5 18 4 ISO | 17 765 6 19 6 18 4 764 9 19 5 20 6 764 7 i 8 6 144 18 765 6 19 5 1 6 9 762 8 4 9 6 1 9 4 763 8 1 8 4 139 19 765 2 18 5 15 8 764 0 1 9 3 1 9 0 764 1 18 2 13 8 20 764 1 i 7 6 16 0 765 0 19 0 19 1 765 8 1 8 4 15 7 21 764 9 18 4 17 0 76 4 5 19 1 18 9 764 9 4 8 6 15 5 22 765 5 18 2 18 5 764 7 19 1 19 5 764 5 1 8 4 1 4 0 25 763 5 ¡9 4 1 8, 0 "83 5 1 9 4 20 1 764 1 1 8 6 14 8 2 í 763 1 19 7 17 1 763 4 19 6 20 5 763 9 18 8 15 0 j 25 764 5 18 6 16 6 764 8 1 9 5 19 1 764 9 ¡8 3 14 5 26 765 9 i 9 4 17 1 765 2 19 7 20 7 765 2 1 8 7 15 0 27 765 2 19 7 17 2 764 9 19 6 20 5 765 5 1 8 5 15 2 28 764 9 19 7 18 0 763 9 19 7 20 0 764 6 17 8 1 í 8 29 765 4 19 5 17 1 765 6 19 7 20 2 766 0 18 6 1 4 5 30 1 765 6 20 0 17 0 764 3 1 20 1 20 6 764 5 18 9 14 1 HECHAS EA LA SERENA EA El MES DE DIAS Del ENTRE LAS 8 I LAS ENTRE LAS 5 I LAS ENTRE LAS 9 1 LAS S MES 9 DE LA MAÑANA -4 DE LA TARDE 4 0 DE LA NOCHE O CU O cu c cu U I -Q fl d3 O cb O O C_3 -3 C~> CU5 _a á O • O & g cu E — < a á O £ • C a a’ O ^5* id cj ‘O co E— cr3 PQ a cu E— • ct3 g cu E — * -o a cu E — ' n-3 PQ 1i cu E— « 1 704 1 1 9 4 10 9 703 8 4 9 8 4 9 8 764 5 4 8 8 4 6 2 2 763 7 18 9 48 6 764 7 4 9 0 20 4 704 7 4 9 0 45 4 5 764 2 19 2 17 2 703 1 4 9 7 20 2 703 S 18 9 45 3 4 764 7 49 0 46 4 704 4 19 6 20 3 764 0 48 6 46 7 5 763 0 49 i 40 5 704 3 4 9 7 19 8 70 i 6 48 8 4 5 2 6 764 9 19 0 17 2 764 0 49 8 20 2 703 3 19 4 17 0 7 764 7 20 2 4 9 3 704 5 20 5 21 0 764 0 4 9 3 15 2 8 704 9 20 0 47 2 763 9 20 6 22 4 704 4 49 4 4 4 4 9 704 6 20 0 17 7 705 5 20 3 20 6 702 9 49 4 1 O *J 40 76 4 6 19 2 17 6 765 1 20 0 20 9 703 6 19 5 4 0 5 11 763 0 19 6 4 0 3 764 2 20 2 20 8 764 4 4 9 0 4 5 3 4 2 763 6 49 9 19 2 764 3 20 0 21 0 764 7 4 9 0 15 2 I 43 763 5 20 0 4 7 3 764 3 20 a 21 6 764 5 49 7 4 5 8 ¡ 4 4 764 3 3 9 9 49 1 763 9 20 5 21 0 764 0 4 9 9 17 2 i 4 3 703 1 19 7 47 0 705 9 20 3 20 1 704 4 4 9 7 17 3 i 10 763 4 1 8 9 4 7 4 704 9 20 3 20 8 765 0 19 3 1 7 7 j 17 703 7 20 7 4 8 9 764 9 21 2 22 6 764 8 20 0 46 4 ! 48 764 8 20 0 17 4 763 9 20 8 21 8 765 8 4 9 9 45 7 i 4 9 764 2 20 0 18 2 704 2 20 5 20 7 704 2 4 9 9 45 8 20 704 0 49 7 16 4 754 7 20 4 20 0 704 7 4 9 5 15 | 21 773 0 1 9 3 4 9 3 764 6 20 4 20 7 704 2 19 5 15 4 22 764 9 20 3 48 7 704 7 20 0 2 1 2 764 7 4 9 6 45 9 23 704 2 20 0 18 4 762 7 20 7 21 0 763 5 44) 8 44 8 j 2 i 764 2 20 0 18 3 7 63 2 20 8 22 1 703 0 19 4 I o o | 23 764 2 20 S 48 0 703 5 20 5 20 8 763 5 19 6 45 1 i 2(3 703 6 49 8 4 7 (5 702 2 20 4 20 3 763 0 19 3 13 2 ! 27 764 I 49 4 47 7 70 3 5 20 4 20 9 765 4 19 2 45 5 28 763 3 19 4 4 7 5 703 0 20 4 20 0 705 7 49 7 4 6 1 [ 29 704 7 19 7 4 8 3 i 0t-> 0 20 6 4 9 7 703 5 20 3 4 7 3 30 764 9 49 6 4 0 3 703 4 20 4 20 6 763 1 20 0 46 8 i 31 764 7 4 9 9 4 7 6 703 0 20 2 2¿8 763 0 1 9 6 4 0 2 TV» PRESION I TEMPERATURA MEDIA DE CADA MES. MEMORIA presentíala a la Facultad de Leyes por el Éac/uuéf don Eduardo montes solar., para obtener el grado de Licenciado en la misma Facultad. ANALISIS SOBRE EL JURADO I JUECES PERMANENTES. Dos son, señores, los sistemas mas jeneralmenle conocidos por medio de los cuales se desarrolla el poder judicial; el uno denominado jurados, i el otro jueces perma- nentes. lil primero casi en lodos los países en cpic ha sido establecido, está destinado a la ndminislraeion de justicia en lo criminal: el segundo se aplica con igual ventaja a lo criminal como a lo civil; pero ahora lo considerásemos obrando dentro de la misma esfera en (pie se ejercita el jurado, considerásemos su acción en la parte que tiene por objeto la averiguación i la aplicación de las penas. listos dos sistemas son enteramente diversos: en el uno están separadas las funcio- nes judiciales; la indagación del delito corresponde a los jurados, i la imposición de la pena a un majistrado particular; en el otro se hallan reunidas en una sola persona, fl mismo juez que califica el hecho conoce también del derecho; los jurados fallan sin sujeción a ninguna regla fija, se atienen al buen sentido, fallan, según su con* ciencia, siendo por este motivo irresponsables; a los jueces permanentes no les es li* cito separarse de la lci escrita; una lei les determina el valor de las pruebas para de- cidir sobre el hecho principal dejando sin embargo a su prudente discreción la líber* bul necesaria en la apreciación de las circunstancias agravantes o atenuantes del de-» lito; i otra lei les prescribe su responsabilidad, i detalla el modo de hacerla efectiva, IjOS jurados son jueces momentáneos llamados a entender en un asunto particular, a diferencia de los jueces permanentes que duran mientras su buena comportacion. Una predilección especial existe en favor del primero de estos sistemas debida sin duda a su forma popular. Un sistema en que se llama a la mayor parle dé los hom- bres al ejercicio de la judicatura, en que se concede la facultad de aplicar la lei al que tiene la de dictarla, no puede menos que ser un sistema demasiado apropósito para alhagar nuestro amoT propio. Los defectos, por otra parte, (pie se atribuyen al sistema opuesto han inclinado todavía mas la balanza de la opinión en favor de los jurados. Tanta se dice es la nulidad de las garantías que estos tribunales (los per- manentes) ofrecen de la rectitud de sus decisiones, que pudiera sentarse como tina verdad que las honrosas excepciones que se presentan, son mas bien efecto de las cualidades personales de los jueces, que del sistema adoptado para su organización; i atendiendo a que según este sistema los llamados a juzgar son individuos desconoci- dos a las partes, que solo deben su puesto al gobierno, que por su situación espe-* pecial se granjean relaciones peligrosas, que por los hábitos que contraen miran con indiferencia los intereses sometidos a su fallo, i que están casi ciertos de la impuni* dad, pues le que sus prevaricaciones han de sor juzgadas por sus mismos colegas; no —lil- es ex ajorado establecer como probable que sean parciales o por lo menos neglijéntcs cn el desempeño de sus funciones, i que no pocas veces se abandonen a la venalidad i corrupción. Tales son, señores, los principales cargos qus se hacen al sistema denominado jue- ces permanentes: lodos ellos están consignados cn el párrafo anterior. Nos ocupare- mos de ellos a medida que vamos analizando los elementos de que se compone el ju- rado. Para este análisis será bueno que nos fijemos en el jurado tal Cual se halla es- tablecido en Inglaterra, pues que este país es su cuna, allí existe el modelo, los otros no son mas que copias mas o menos conformes con el orijinal. Comprendida la natu- raleza del primero se comprende también la naturaleza de todos los demas donde quiera que hallan sido establecidos. Cuatro son los elementos que lo componen lomados de la siguiente definición que de él se ha dado; «la declaración unánime i espontánea de Cierto número de ciuda- danos escojidos a la suerte sobre la existencia de un hecho en cuestión: unanimidad* espontaneidad, elección de los jueces a la suerte i declaración sobre la existencia dcun he- cho. Comencemos por la unanimidad. Con ella se ha querido protejera todo trance la ino- cencia del acusado, escluir, al declarar la criminalidad de algún culpable, hasta la mas mínima sospecha de una pena no merecida. En efecto, si todas las personas que com- ponen el jurado se hallan siempre perfectamente acordes en la declaración de las cuestiones sometidas al -fallo de su conciencia, si para todas ellas liehen el mismo valor las pruebas aducidas, de tal manera que en la conciencia de cada una se grave una impresión igual, si en el jurado se verifica esta especie de milagro, porque no hai otro nombre que darle, no hai duda que él seria la institución inas bella, mas dig- na admiración, el tribunal por excelencia, comparable solo al de Tribunal Supremo; porque como él seria infalible. Si doce hombres reunidos, diversos cn sentimientos, intereses, pasiones, educación, intelijencia etc. han de resolver siempre un hecho cualquiera con todas sus incidencias i circunstancias de un modo idéntico ¿cómo no suponer, fundándonos cn la analojia, que 30,40 i lodo un pueblo, si fuera posible someterle la misma cuestión, la resolvería en el mismo sentido? ¿I no seria esto una prueba completa de la infalibilidad dei jurado? El testimonio huma- no acorde, con los requisitos enumerados, sobre algún hecho de esta especie, tiene pa- rami tanta fuerza como la evidencia. Pero al anunciar que la unanimidad asegura la infalibilidad al jurado, i que con medios ordinarios se consigue un efecto cxlraor* dinario sobre natural no puede uno menos que sospechar acerca de su realidad. Pe* ro si por otra parlo esa condición es la base dol jurado ingles, el mas perfecto que se conoce, si como dice Filangicri, entre los doce jurados se halla un solo hombre de bien, el inocente nada tiene que temer de la perfidia de los otros once; siendo po consiguiente necesaria la concurrencia simultánea de todos cn favor de la absolución o condenación, ¿cómo no reconocer entóneos su existencia? Es verdad que ella existe; pero ¿es real i verdadera o solo aparente i nominal? ¿de que modo se obtiene? será efecto de la convicción producida por las pruebas, o de la necesidad de dar algún f i' lio, cualquiera que sea, con tal que vaya adornado de las apariencias legales? Resulta per ventura de que todos están penetrados de la culpabilidad o inocencia del acusa- do? Oigamos lo que dico un autor a este respecto. Cuando no están acordes los jura dos, dice, en la declaración de las cuestiones sometidas al fallo de su conciencia, se les apresa con encierro, tinieblas, frió, hambre, sed, hasta que lodos convengan cn de" clarar una misma cosa, basta que todos se reúnan en torno de una opinión: la una- nimidad por consiguiente es efecto de la necesidad, nocs bija de la propia convicción, no es mas que un perjurio de parle dé los que ceden sin estar convencidas; no es otra cosa, según la espresion de Benlham, que un velo echado sobre disentimientos inven* sibios. Se necesitaba nada menos que echar mano de una coacción física pira unifor- — 122 — mar las voluntades. La uniformidad de otro modo seria imposible obtenerla. En vis- ta de esto, no es estrado que en cuantas partes lia sido establecido el jurado, no se la baya admitido como un elemento de su constitución, ni se la baya considerado como la base de sus de sus determinaciones, el jurado francos, por ejemplo, se contenta Con una simple mayoría; el nuestro creado para los delitos de imprenta se contenta igualmcnlo con una simple mayoría. Respecto de esta condición la mas elojiada porque es, se dice, la que mas garan- tios ofrece en favor de la inocencia; en que consiste pues la ventaja de los juradosso- bre los jueces permanentes? Nada mas que en la apariencia, en el nombre, pero falta en la realidad. Suponiendo que no se cm pecaran, con el fin de obtenerla, los medios ya indicados, i que fuese siempre un requisito indispensable para absolvere condenar a un reo ¿seria admisible el pensamiento del criminalista italiano contenido en las palabras anteriormente citadas? que, «si entre los doce jurados se halla un solo hom- bre de bien, la inocencia del acusado nada tiene que temer de la perfidia de los otros once. El autor citado se complace al examinar el jurado en hablarnos de la integri- dad, honradez i celo de los jueces, que le componen por el triunfo de la justicia i de la verdad, i luego nos supone la perfidia de parte de todos, i el desinterés i rectitud de parle de uno solo. ¿Dónde está pues la buena fé en este raciocinio ? No será mas natural suponer la rectitud en el mayor número;'atendiendo a la facultad de recusar sin expresar causa, concedida tanto al demandante como al demandado, i suponer la perversidad de parte de los menos, de parle de ese uno, a quien se llama hombre de bien? ¿No pudiera, por consiguiente, decirse con mejor razón, si entre los doce jura- dos se halla uno solo interesado por la amistad o el cohecho en salvar al acusado, puede el culpable descansar tranquilo seguro de la impotencia para condenarle, en que la tenacidad del juez corrompido habrá colocado a los otros once. Mas a qué hacer suposiciones arbitrarias, a qué tomar precisamente uno de los es- trenaos, cuando los dos son igualmente probables. El castigo aplicado a la inocencia es un mal no menos grave, que la impunidad concedida al crimen. Si en el qrimer caso se viola un derecho; en el segundo se que- branta igualmente otro derecho. Todo delito produce obligaciones en el delincuente a favor del ofendido o de la sociedad, obligaciones sagradas, cuyo cumplimiento al paso que constituye la satisfacción del agraviado, es la salva-guardia del orden públi- co. No exijir estas satisfacciones, o lo que es lo mismo dejar impune al culpable, im- porta por consiguiente la violación de un derecho perteneciente al ofendido; bien sea este un individuo particular, o toda la sociedad. El pensamiento o que vamos analizando, es hijo de una falsa filantropía, de un sentimiento noble, pero eslraviado; que uno per- done a su enemigo, que le recompense si quiere, es una acción bella por su jenerosi- dad; pero disponer de los derechos ajenos, sin consultar la voluntad de su dueño, os manifiestamente contrario a los principios mas claros del derecho natural, i esto es lo que cabalmente se hace mirando solo por la absolución del inocente, i dejando a un lado el castigo del culpable, equilibrando el voto que absuelve, con la pluralidad de los que condenan. Si hai diversidad en los pareceres ¿por qué atribuirla a mali- cia de unos c integridad de otros? mas natural es que ella proceda del diverso modo de ver las cosas que tienen regularmente los hombres, de la atención mas o ménos vjva que haya prestado, de la impresión que en su conciencia hayan producido las prue- bas i de mi I otras circunstancias diversas imposibles de enumerar. 1 si todos los ju- rados son iguales entre si; si a lodos ellos les concede la l.-i iguales condiciones de capacidad para juzgar, ¿en virtud de que principio, se incurre luego cu la contradic- ción de dar al sufrajio do una tanta fuerza, que baste a paralizar la acción de la jus- ticia representada por los demás? Pero la unanimidad es puramente nominal en el — 123— único jurado en que se requiere como indispensable; en los demás no ha sido admi- tida por absurda c imposible. Pasemos a la segunda condición: la espontaneidad en la decisión; es decir la voz de la conciencia, el resultado de la primera impresión producida por la fuerza misma de los hechos. La primera pregunta, la primera duda que se ofrece al tratar de esta condición, versa también sobre su posibilidad. Es posible la espontaneidad? Un juez que por el estudio, la reflexión, la esperiencia mil veces repetida, haya logrado adquirir un gran conocimiento del corazón humano, se halla de tal modo perplejo en la resolución de las cuestiones un tanto complicadas, que necesita comparar detenidamente los dichos de los testigos, que deponen en sentidos diversos, examinar con escrupulosidad las palabras de cada uno, para interpretar las unas por las otras, fijarse en las condicio- nes de veracidad o impostura, que presenta la relación que licué a la vista: deducidas de los sentimientos favorables o adversos, que pueda abrigar el declarante respecto del reo, i mientras mayor sea la atención que preste a todas estas circunstancias; tan- to mas seguridad nos inspirará su fallo. Al lado de este juez pongamos otro, dotado si se quiere, de igual capacidad, pero que abandonado a la voz de su conciencia, se determine por las primeras impresiones que reciba, que confiando demasiado en las señales esteriores con que se presenta el veo, se decida a absolverle o condenarle, sin tomarse la pena de hacer un examen minucioso i prolijo cual se requiere, Dejando aun lado la arbitrariedad, que sin duda seria mas de temer en los procedimientos do este último, puesto que en último resultado no tiene otra lei que seguir, que su volun- tad,"su capricho, ¿a cuál de estos dos jueces pregunto nos abandonariamos con ma,- yor seguridad? Indudablemente al primero. Los juicios del segundo serian temerarios, se espon- pondria a confundir la timidez natural del hombre, que por primera vez comparece delante del aparato imponente de la justicia, con la humillación del malvado que a fuerza do aparentar arrepentimiento, procura obtener del majislrado lo que no podría conseguir de la inflexibilidad de la lei, la turbación del acusado producida per la incertidumbre del triunfo de su inocencia, con la inquietud de’los remordimientos que aj i tan al criminal, i la entereza de este, efecto solo de su enerjia para sofocar los gritos de la conciencia, con la tranquilidad del inocente que nada tiene que temer. No es raro que el malvado se revista de la serenidad inpasible del hombre de bi- en, tampoco lo es que consiga retratar en su semblante ese aire de calma i de segu- ridad, que involuntariamente predispone en su favor. Estos son por el contrario los medios mas comunes, los medios ordinarios de que se vale la astucia para conseguir su intento i dejar burlada la justicia. La verdad en los juicios no se presenta de lle- no, casi siempre sucede que ambas partos contendientes, o por lo menos una trata do encubrirla i persuadir lo contrario de lo que es en realidad, valiéndose de sofismasi de relaciones diestramente concentradas i de mil artificios a proposito para disfrazar la mentira. Se requiere mucho tino, mucha práctica i sobre lodo un análisis deteni- do de cada una de las piezas del proceso, para no caer en los lazos que tiende la ma- la fé; se requiere en una palaqra proceder como proceden los jueces ordinarios, Hemos supuesto condiciones de capacidad iguales en ambos jueces, hemos visto los peligros a que eslaria espuesto el segundo, para dictar con acierto su sentencia, la dificultad o mas bien la impocibilidad de fallar con exactitud; cuanto no aumentará ahora es- ta dificultad si se le considera destituido del auxilio de la ciencia, privado del tino qua dala prática, es decir, suponiendo a este juez tal como son los jurados, hombres arrancados repentinamente de sus negocios ordinarios, para ejercer la mas auguln i difícil de todas las profesiones ¡la de juzgar! Es pues imposible la espontaneidad, no es mas que una quimera una ilusión. rasemos a la tercera condición: elección do los jurados a la suerte- Se le atribu- yen dos ventajas: 1.a impedirla arbitrariedad, el despotismo de los jueces perma, nentes, el poco o ningun interez que les inspiran los acusados, a quienes, se dice, se han acostumbrado a mirar con una indiferencia criminal, consecuencia del habito de juzgar que ha agotado en ellos la fuente de la sensibilidad: 2.a hacerles indepen- dientes del poder ejecutivo como que no están sujetos a su elección. Respecto de lo primero ¿es cierto que los jueces permanentes no tienen el menor interez en favor de los acusados? ¿Es verdad que por el hábito de juzgar, se han acos- tumbrado a mirarlos como criminales, por el solo hecho de la acusación? Este es el cargo mas grave, que se hace a este método de enjuiciar, i esta es quizas también la causa de esa predilección jencral que existe enfavor del jurado. Sin embargo, nada hai mas falso que esa imputación. Si los jueces permanentes están acostumbrados a imponer penas; también lo están a repeler acusaciones calumniosas i testimonios falsos, si por una parle se han connaturalizado con el hábito de juzgar, por otra han adqni- rido para dictar su fallo toda la seguridad que da la práctica i la espcriencia conti- nuada. Mas por qué se han de volver indiferentes? cada uno de los casos que se les presenta es un caso nuevo, las causas no se parecen unas a otras; los hechos aun los de un mismo jénern van revestidos de circunstancias especiales, interesantes por su novedad, i que no pueden ménos que llamar vivamente la atención, i excitar la cu- riosidad del majistrado, a quien debemos conceder una inclinación natural hacia la carrera que voluntariamente ha seguido. Ademas nada valdrán tampoco para obligar- e al cumplimiento de su deber, ni la responsabilidad que le imponen las leyes, que por mas que se diga, no siempre es ilusoria, ni el temor mas terrible todavía de la opinión pública? No temerá que'se caigan sobre él las maldiciones de todo un pue- blo? No temerá verse hecho objeto de la execración universal? El poder de la opinión pública es una garantía de la rectitud en las sentencias de los jueces .per- manentes, garantía que de ningun modo se encuentra en el jurado, es ver- dad, que al cabo de 5, 10 o mas años los jueces permanentes, no exa- minaran el proceso con la misma escrupulosidad, que al principio de su carrera» pero esto no prueba, que se hayan vuelto indiferentes por la causa pública, o[que ha. yan perdido todo interés por la suerte de los acusados. Hai otro motivo mucho mas natural que explica esa variación. La práctica continua de juzgar perfecciona al juez, le pone mas espedito en la tramitación del proceso, le enseña a conocer los efujios del crimen i las maquinaciones de la calumnia, del mismo modo que el ejercicio de una industria o arte perfecciona al artífice, hasta el punto de hacer poco menos que maquinalmente sus obras, con la triple ventaja de emplear ménos tiempo ménos a- tcncion i concluirlas mas perfectas. Lo que sucede con una industria cualquiera, su- cede también con la profesión de juzgar, tanto la parte material, el mecanismo del proceso, como la parte científica, el conocimiento del derecho, son susceptibles de una perfección indifinida. l’cro si apesar de todas las garantías, que nos ofrecen los jue- ces permanentes, llegara a realizarse el peligro de la indiferencia, si a pesar de su propia dignidad, si despreciando el poder de la opinión pública; se abandonasen im- punemente a la venalidad i corrupción, esle seria entóneos un mal necesario; cuyo orijen no dimanaría de la organización del poder judicial sino de las entrañas de la sociedad. Una sociedad como esta seria una sociedad egoísta, sin espíritu público, i en tales sociedades nada valen los sistemas aun lo mejor organizados porque faltan los ‘ hombres. Los jurados serian todavía mas impotentes para remediarlo; porque ninguna ga- rantía nos presentan de la rectitud de sus determinaciones, la irresponsabilidad e¡» una consecuencia precisa de su organización, a nadie sino a Dios tienen que dar cuen" la de sus veredictos, porque fallan según su conciencia. La opinión pública no es tampoco un freno que los contenga. Llamados momentáneamente a entender en — 125 — un asunto particular, su fallo pasa desapercibido sin que la sociedad tenga tiempo pa- ra fijarse en ellos. Las cualidades personales de los jueces son las únicas garantías del jurado, en este sistema es preciso confiar demasiado en los bombees, es necesario concederles mucho celo e ínteres por el triunfo de la justicia i el descubrimiento de la verdad. Otra de las acusaciones consignadas en el párrafo arriba citado consiste en decir que los jucecs permanentes por razón de su nombramiento son desconocidos a las partes i que por el puesto que ocupan se granjean relaciones poligrosas, Aqui tene- mos dos cargos contradictorios. Por una parle se Ies acusa de ser igualmente desco- nocidos a ambos litigantes i por otra de estar ligados con alguno de ellos por rela- ciones-que pudieran influir en su fallo c inclinar en su favor la balanza de la justi- cia. Respecto de lo primero lejos de ser un inconveniente será por el contrario¡una gran ventaja que no existan entre el juez i los contendientes ninguna clase de relaciones «can de- amistad o de interés: habrá imparcialidad i de consiguiente rectitud desde que uo obren en el ánimo del majislrado motivos que le induzcan a inclinarse en fa- vor del uno mas bien que del otro. Respecto de lo segundo, la propia dignidad del juez, su responsabilidad i los recursos establecidos por las leye6 serán en la mayor parte de los casos medios suficientes para ponerse a^cubierto del influjo de esas rela^ -cienes peligrosas. La otra ventaja que se ha querido obtener por la 'elección a la suerte de los jura- des es la independencia en que debe hallarse constituido el poder judicial del ejecu- tivo. Se teme que ssendo los jueces permanentes clejidos por el Gobierno estarán constantemente sujetos a su voluntad. Para apreciar como es debido el valor de este inconveniente; distingamos en dos clases los delitos, unos .comunes i otros políticos. Empesemos por los comunes. ¿Será de temer que el Gobierno se empeñe en ;la abso- lución o condenación de un individuo acusado de hurto, robo u otro delito ordina- rio? ¿Entre los perpetradores de estos crímenes, personas por lo regular de baja es- fera será donde se encuentren los amigos o enemigos del Gobierno9 I si alguna vez fin ministro con su prestijio quisiera influir en la decisión judicial no seria mas bien en pro que en contra del scusado? Yra!erse de su posición particular para vengar in- jurias personales resentimientos privados demuestra mui poca delicadeza; mas pro- pia del corazón humano es la jenerosidad. En cuanto a los delitos poiiticos, será sin duda mes de temer la influencia ipinisle* fial, pero esto lo considero un mal inevitable. Los jueces permanentes se dejarán quizás guiar algunas veees por el ejecutivo; pero los jurados serán siempre arrastra- dos por sus ideas exajeradas, por sus pasiones políticas mil veces peores que los in- fluencias ministeriales. En épocas de revoluciones, cuando el espíritu de partido i el odio se ha introducido en todas las clases de la sociedad, cuando la nación se billa dividida en bandos igualmente encarnizados, el establicimicnto del juri para enten- der en delitos políticos seria el azote mas terrible, que pudiera descargar sobre un pueblo. Inútil seria entonces que el vencido esperase justicia, comparecería delante del vencedor no a defender su causa, sino a oir su sentencia de condenación; porque los partidos políticos son implacables, porque el fanatismo es la mas tiránica de to- das las las pasiones. Los jueces permanentes son en tales épocas los únicos capaces de oponer un dique a la tirauia del poder i de los partidos; colocados por su rango en una esfera superior, no siempre se dejan conlajiar del aire envenenado que abraza a la sociedad, i su propio decoro los da fuerza para resistir a las sujestjones del por der, teniendo por mas honroso abandonar su puesto, que doblegarse servilmente a influencias estriñas. Por esta razón los gobiernos siempre que han querido tener a Gj — 1 26 - 6ü devoción el poder judicial, han establecido tr.bu nales militares u otra clase de juzgados especiales. Késtanos únicamente examinar la parte, que en los juicios está encomendada a la decisión de los jurados i es la última que comprende la definición: declaración sobro la existencia de un hecho. De esle modo se ha creído obtener el acierto en la averi- guación del delito, simplificando el proceso, haciendo de una cuestión compleja dos incomplejas, dividiendo la causa en cuestión de hecho i cuestión de derecho: la pri- mera ha sido considerada mui sencilla, i se ha creído suficiente para resolverla, erreo- mrndarla al simple buen sentido, a la conciencia de los jurados, i la segunda a los conocimientos legales del juez de derecho. En las causas civiles tal vez seria posibte hacer esta separación, aun después de probado un hecho, no siempre es fácil aplicar- le las disposiciones legales. En estes causas nadase deja a la discreción del juez, tu- da determinación en favor o en contra de alguno de los litigantes debe estar apoya- da en lei. No sucede así en las causas criminales, probado el hecho, establecida la mala fe del reo, estando convicto de haber procedido a cometerlo con libertad r co- nocimiento (pues todos estos puntos abraza la declaración sobre el hecho) nada resta que hacer s:no aplicar la pena. Ahora bien, el Código Pena* no es tan determinado i preciso en sus disposiciones como el Civil. La multitud de circunstancias, que pue- den acompañar a un acto criminal, hacen imposible que la lei señale una cantidad fija de pena para cada una de esas circunstancias, que según el modo como se com* binen, son capaces de producir una variación infinita en la calificación del hecho, desde la inocencia basta la criminalidad en su mayor grado. Lo mas que se puede, por la naturaleza misma de las cosas, a fin de evitar la arbitrariedad en cuanto sea posible, es señalar el jénero del castigo correspondiente al delito, fijar el mínimum i el máximum, para que dentro de ellos se elija el castigo proporcionándolo a la gra- vedad del mal. La aplicación de la pena, mas bien que una cuestión legal, pudiera Mamarse una cuestión práclica, una cuestión do comparación, en pa cual las funcio- nes del juez, conocido el crimen, están reducidas a clejir la satisfacción que le corres- ponde dentro de los limites marcados por la lei. La lei ha lijado dos lincas divisorias, que encierran todas las penas que pudieran aplicarse desde la menor hasta la mayor a un acto crimina!. El juez tiene facultad para escojer, sin salir de ninguno de los cslrcinos, la pena que en su discreción hallase proporcionada al delito. Según esto, quién será mas a propósito para establecer esta proporción ¿el mismo que conoció personalmente del delito, el que se impuso de los motivos que en el ánimo del de- lincuente obraron para cometerlo, el (pie está, en una pelabra, designado por la leí para graduar la criminalidad, u otra persona a quien se trasmitan estos conocimien- tos, no inmediatamente de boca del reo i testigos, sino de oirás personas intermedias? Los jurados aun suponiéndolos perfectamente instruidos de los grados de criminali- dad, no podrán transmitir sus impresiones al juez, de derecho; porque hai relaciones de sentimiento que no es posible expresar. 1 si la lei considera a los jurados suficien- temente capaces de graduar el delito ¿por qué no les permite también graduar la pe- na? Los que conocen de la magnitud del primero, serán sin duda mas a propósito para clejir una magnitud igual en la segunda, a fin de que se verifique la propro- cion, que debe haber entre la pona i el crimen, que es el gran principio en materia de delitos, l’or el contrario si la lei conceptúa al juez de derecho absolutamente in- capaz de entender en el hecho, hasta el punto de prohibirle cualquiera indicación quo dejase traslucir su opiuion particular a los jurados, ¿cómo es que le faculta para ti aplicación do la pena? Creo por es la razón, que en causis criminales no debe hacerse esta división, i que la cuestión de hecho encomendada a 1 1 conciencia de los jurados i la de derecho a los conocimientos legales del juez letrado, tío l'oriu m mas que una sola cuestión. — 127— cuestión do hecho, terminada la cual, es decir, conocida la criminalidad del acto \ las circunstancias acompañantes, la otra es smnamsnte sencilla, porque no es mas que una comparación entre dos males, el que ha cuusado el delincuente i el que de- be sufrir para satisfacción de la vindicta pública. Quien sea ahora el que deba conocer de esta cuestión si el jurado o los jueces per- manentes se manifiesta por lo que dejamos expuesto. Tales son ios elementos de que se compone el jurado ingles; los mismos con corla diferencia que sirven de base a esta institución donde quiera que ha sido admitida. La unanimidad i la espontaneidad me parecen ilusorias, imposibles de realizarse, la elección a la suerte; do poca o ninguna utilidad; i la división de la causa en dos partes, contraria a los principios que reconoce lá Icjislacion penal i a lo que dicta la razón. Son tan manifiestas a mi modo de ver las ventajes de los jueces permanentes so- bre los jurados, que no sé como se ha dicho, que las sentencias legales pronunciadas por los primeros son honrosas excepciones debidas a sus cualidades personales. No veo en le organización de este sistema esos inconvenientes absolutos c insuperables, que deberían existir para obligar a los jueces a sentenciar en la mayor parte de los casos lo contrario de lo que debería ser. Poro sí, es innegable que este sistema las mas veces nos proporcionará en los jue- ces esas cualidades personales, que constituyen por si solas la mejor garantía do la recta administración de justicia, nos proporcionará majislrados respetables por su ciencia, por sus conocimientos i nos asegurará el el buen desempeño de sus funcio- nes por esa responsabilidad a que es posible someterlos i por el temor de la opinión pública. Al ver tantos inconvenientes de parte de un sistema i tantas ventajas de parte del otro, me he preguntado por qué motivo se ha establecido el jurado entre nostros pa- ra entender en los delitos de imprenta, ¿Cuál habrá sido la razón que se ha tenido presente para adoptar este procedimiento en esta clase de delitos mas bien que en cualesquiera otros? Conlr.ayéndonos a los delitos de injurias por ser los mas frecuen- tes; ¿por qué para el castigo de una injuria por escrito no se procede del mismo mo- do que para el de una injuria verbal? Se dirá talvcz que la necesidad de prolejer la libertad de la prensa, poniéndola bajo el amparo de un tribunal especial c indepen- diente de los demas poderes constituidos; la conveniencia de dar a una ofensa pú- blica una satisfacción también pública, i la celeridad con que se ha de proceder en esta especie de juicios, son las razones que se han tenido presentes para establecer esta diferencia. Respecto de lo primero, no creo que esté mejor asegurada la liber- tad de la prensa por medio de los jurados. Distingámoslas injurias en comunes i po- líticas. En épocas de ajitaeion i trastornos, cuando las pasiones han llcgudo a su ma- yor grado de exaltación, entonces es cuando se hace de la prensa el órgano de pasio- nes innobles, cuando se la emplea para prodigar a manos llenas la difamación, la mentira i la calumnia. Los jurados en tales épocas son los ménos competentes; por- que son los ménos impartíalos. Tomados de la clase del pueblo; o están alistados ha. jo la bandera a que pertenece el autor del escrito acusado o bajo una bandera opues- ta: en el primer caso lo absolverán precisamente aun cuando procedan de buena té; en el segundo lo condenaran por el solo hechodo la acusación. La licencia excesiva luego descender a la consideración de los efectos que ha causado en los países que lc han abrazado con mayor entusiasmo, especialmente en Inglaterra. — 1 3 í De la justicia» Existe en lodos los hombres uní noeion de lo que es justo o injusto; pero no Í, art. 5.» — t SO- dividida en sesiones mas o menos largas, mas o menos numerosas, según la natura- leza de la causa, a juicio del tribunal, i que a estas asistiesen las partes o sus aboga- dos a esponer su derecho con todas las pruebas conducentes al caso; con tal organi- zación, a mi ver, tan ventajosa, no trepidaría un momento en dar la preferencia a los tribunales colejiados aun en los juicios de imprenta, por la ciencia i cspcriencia que les caracteriza. Ahora pues, si descendemos a la práctica, si recorremos con ojo certero e impar- cial los efectos que el establecimiento del jurado ha producido en Inglaterra, una de las naciones que ha abrazado esta institución con mayor entusiasmo, acabaremos de convencernos de las pocas o ningunas ventajas reales que le asisten. Es indudable la gran influencia que tiene el juez de derecho en los jueces de he- cho del jurado de Inglaterra, pasando muchas veces mas allá de sus facultades. I gra- cias a esto que se salva la inocencia i se castiga el crimen, porque debiendo los jura- dos juzgar por meras impresiones, i no teniendo la suficiente perspicacia para distin- guir el remordimiento que emana del delito, del temor de ser castigado que nace de la inocencia, formarían una conciencia errónea, al ver al criminal presentarse ante el tribunal con toda entereza, satisfaciendo con el aplomo i serenidad que caracteri. zan al inocente, todos los cargos i preguntas que se le hacen, i al ver por el cantra- rio, al inocente avergonzado de aparecer como reo, receloso de ser víctima del error, presentarse enteramente confuso e intranquilo, i responder con voz temblorosa i sem- blante pálido a las preguntas que se le dirijen; formarían, digo, una conciencia erró- nea, si los jueces de derecho, impulsados por la humanidad, no ilustraran a los de hecho en el resúmen que les presentan, sino combatieran toda antipatía contra el acusado, sino desvanecieran toda prevención injusta, i sino no dieran a cada indicio su verdadero valor. I ¿es eslo acaso estraño? ¿no es bastante frecuente en los juzga- dos esa apariencia de inocencia en el delincuente i de criminalidad en el inocente? ¿No sucede todos los dias en los exámenes de los establecimientos de educación i de las universidades, que los examinadores se ven perplejos para aprobar a jóvenes de talento i aprovechados, que por falta de enerjia, por humildad quizá, o por temor de ser victimas de una reprobación injusta, pierden en aquel acto que va a decidir su suerte para el futuro, toda su presencia de espíritu i aun la facultad de espresar- se con la claridad i lucidez que les caracteriza? Pero el hecho es que esta influencia de los jueces en los jurados no siempre surte el efecto que debiera: así es que estos, si se trata de delitos comunes, están mas bien por la absolución que por la condenación. 1 ¿cual es el efecto inmediato de esta hu- manidad mal entendida? Los delincuentes en vista de su impunidad se aumentan. Hansc aumentado en efecto, de un modo eslraordinario, en Inglaterra, hasta el estre» rao, según Escriche, de no haber en el mundo una nación donde se cometan ma3 robos i mas frecuentes asesinatos; i según Franklin, se cometen anualmente mas ro- bos que en todas las demas naciones de Europa juntas. Solo en Londres hai anual- mente, según datos estadísticos publicados por el Journal dts Débats en el mes de noviembre de 1843, la enorme suma de 1G901 ladrones conocidos que hacen del ro- bo una profesión, ejerciéndola a vista i paciencia de la policía. (3) Todo esto no puede tener otra causa, no puede emanar sino de la impunidad del delito; gracias a la bondad, gracias a la humanidad de los jurados. Si por el contrario, se trata de delitos políticos, la vara de la justicia se mueve en- tonces, según el color político del jurado. Si este es de las mismas ideas que el go- bierno, no es de dudar que su veredicto sea contra el acusado, obrando con mucha mas rijidez que los tribunales permanentes, porque la educación, el estudio del dere- cho, i el hábito de buscar la verdad i de juzgar según ella, mal que pese a los jura- (a) Diccionario de lcjisUcion por Escriche, palabra «Jurado.» — NO— distas, les han debido rectificarla razón, formarles el carácter e inspirarles sentimicn* los benévolos, cmollit mores, nec sinit esse feros. Si las ideas del jurado son contra* rias a las del gobierno, tampoco es de dudar que sus veredictos sean favorables al acusado, por mas evidente que sea el delito. Justifican este aserto la conducta del jurado del tiempo de la reforma i de la re* volucion de Inglaterra, que convirtió la espada de la justicia en puñal de pasiones políticas; justificando la sangre de los principes i de las personas mas distinguida* de todos los partidos, derramada sucesivamente en el cadalso. I si salimos fuera de Inglaterra, encontraremos a la Francia i a la Europa toda horrorizada aun por la conducta del juri jacobinico que hizo rodar sobre la guillotina millares de cabezas de príncipes i princesas, aristócratas i plebeyos, sabios e ignorantes, virjenes heroicas i madres virtuosísimas, dignas de mejor suerte. Pero se dirá — ¿cómo es que una na- ción como la Inglaterra sobresaliente por sus talentos, por su civilización i progreso, no ha abandonado tiempo há este modo de enjuiciar tan funestísimo por sus efectos? I ¿cómo es, podrasc decir también, como es que esa nación conserva una lejislacion civil i penal tan indijesta e incoherente, que la separa, según sus mismos juriscon- sultos, de las naciones civilizadas? La Inglaterra tolera que las causas criminales se decidan por el duelo, recurso triste i funestísimo, propio solo de los tiempos de igno- rancia i superstición, como si el triunfo de la justicia o la justicia misma estuviese en el cañón de una pistola, o en la punta de una espada. Confirma este aserto un suce* so que tuvo lugar en estos últimos años i que hace poco honor a la nación inglesa. El hecho es este— Un joven ingles violó a la fuerza a una joven, i en seguida la ase- sinó. Un hermano de la victima se presentó criminalmente contra el asesino; íórmose la sumaria; declaró el gran juri que había lugar a formación de causa; preguntóse al reo, como de costumbre, ¿si quería ser juzgado por Dios o por su pais? i dijo que quería serlo por Dios, i al efecto, arrojó el guante (signo del duelo) ante el tribunal. El abogado del acusador trató de persuadir a los jueces de que el duelo no estaba en uso; i el del acusado sostuvo lo contrario. El tribunal se decidió por las razones del último, i preguntó al acusador si aceptaba el desafio; este se negó; i en su consecuen- cia el criminal quedó declarado no culpable. (4) Estas anomalías, estas inconsecuencias de las instituciones i leyes de Inglaterra respecto a su civilización tan conocida, no pueden esplicarse sin tomar en cuenta el carácter de la nación. El ingles siempre firme en sus antiguas leyes i costumbres, tiene un respeto sagrado por todo lo que lleva la consagración de los siglos; conside- ra a la lei i a toda institución como un todo de que no puede moverse parte alguna por pequeña que sea, sin que sufra el conjunto; es enemigo de toda reforma, i no las adopta sino después de haberlas reclamado años de años la opinión pública, después de haberlas pesado detenidamente i tocado palmo a palmo sus ventajas: el ingles en- fin, es positivo, es con el siglo presente hasta en su política. Creo, señores, haber llenado el plan que me propuse al indicaros el objeto de la presente memoria, o al menos me asiste la conciencia de haber hecho todo lo posible por conseguirlo; réstame solo por hacer un lijero resúmen de lo espuesto. Cinco son las consecuencias principales que se orijinan de la presente memoria. 1 .* Que el fin de la sociedad es el mismo que el fin del hombre, puesto que este nace en la sociedad i para la sociedad. 2.a Que la sociedad no puede existir, ni mucho menos realizar su fin sin la verda- dera organización de los poderes políticos, siendo mui importante i de gran trascen- dencia la del judicial, a.* Que la sociedad en fuerza de su (in i de su naturaleza, no carece de concien- cia; juzga como el individuo; existe en ella la justicia social, como en el hombre la (*) Diccionario de lejislacion por Escrich?, voz «Jurado.» — In- justicia individua): pero que de las justicias humanas es preferible la moral, como que se aproxima mas a la justicia divina, pues es obra puramente de la conciencia. 4. a Que el jurado no ha existido en los tiempos primitivos, ni mucho menos ha nacido con la sociedad, como pretenden algunos, sino que trae su orijen, según la historia i las tradiciones, de Grecia i Roma. 5. a Que el modo de enjuiciar mas ventajoso i mas perfecto es el jurado, porque en él juzga únicamente la conciencia, tiene la aplicación con preferencia la gran justicia, la justicia moral; porque en él se aproxima cuanto es posible la justicia legal a la jus- ticia moral, i se toca el verdadero fin del poder judicial con suma brevedad i econo- mía: pero que considerado detenidamente en todas sus partes, examinando sus ante- cedentes i efectos en la práctica, no cabe duda que son preferibles los tribunales per- manentes, por la ciencia i esperiencia que les caracteriza, circunstancias indispensa- bles, según los dictados de la razón, para el triunfo de la justicia; i ademas, porque el jurado, para que, según su esencia, pueda tener una verdadera aplicación en la práctica, requiere, como antecedentes precisos, lo que sus panejiristas le atribuyen como efecto: cultura i moralidad jencral en la sociedad, no en embrión sino perfecta- mente robustecidas; pero desgraciadamente, aun cuando son unas de las esferas que mas llaman la atención de la sociedad, apénas se hallan en el camino de su portación. DISCURSO de recepcioji del señor don José de los Dolores Vt- llarruel, sobro las ventajas que reportarla Chile del eslableci- rnienlo de las Hermanas de la Caridad. Señores: La facultad de Teolojia me ha conferido el honor de llamarme al cuerpo univer- sitario, i creo que es un deber sagrado manifestar mi profunda gratitud por la dis- tinción con que sin méritos ha querido favorecerme. La necesidad de cumplir con los estatutos orgánicos de esta honorable corporación, i el deseo de manifestar mí reconocimiento me hacen aparecer en medio de vosotros a di rij iros la palabra, pi- diendo vuestra induljencia. ¡Me ha parecido conveniente hablaros en esta ocasión solemne de las ventajas, que reportará Chile de establecer en su seno las hermanas de la Caridad, uno de los institutos mas benéficos para la humanidad desde su aparición en el mundo. La her- mana de la caridad, considerada como un mensajero visible de la Providencia, es la que sobrevive a la revolución de los imperios, a los trastornos políticos, i a todos los sistemas e Invenciones del jénio desorganizador. Ella derrama el bálsamo de la bene- ficencia en todas las heridas de la humanidad doliente, i su existencia es tanto mas necesaria, cuanto que se consagra a los penosos ministerios de su profesión por el vínculo de sus votos, i por la esperanza segura de las ciernas recompensas. El Supre- mo Gobierno sumamente interesado por el bien del pais promueve con celo infati- gable esta cuestión de tan vital importancia, i está cierto de la pronta fundación de este instituto en el territorio chileno. Seria inútil la apolojia de un instituto rclijio- $o, que tiene en su favor las simpatías de todas las naciones del mundo, que es uno de los monumentos venerandos del catolicismo, i que acatan con sincera veneración 16 — 132 — hasta los incrédulos e impíos; sus ventajas i beneficios son conocidos de lodos. Siempre la virtud levanta con alegría sus miradas de esperanza al cielo de las re- compensas, i esta es la fuerza invencible que lleva a la hermana de la caridad a su- frir con gozo las melancólicas demostraciones de la agonía i del dolor. En el recinto de las virjenes déla caridad admiramos los prodijios de la obediencia regular ¡ el mi- lagro perpétuo de la caridad cvanjélica. Cada individuo del instituto es un triun- fo de la fé, una victoria superior a la naturaleza: por el voto de abnega- ción se obliga a "consumar un sacriflcio que dura en todas las eras de la vida, i que no pudo tener indemnización en esta morada de goces i de penas pasajeras. El divino bienhechor del jénero humano solo ha podido inspirarles la voluntad i el va- lor para realizar tan heroico pensamiento. Si Grecia i Roma en sus dias de esplendor hubieran propuesto a sus matronas i cortesanas el abandonar sus familias, romper los vínculos de la carne i sangre para cuidar sin descanso a los huérfanos i enfermos, aplicar los consuelos de la humanidad a los apestados relegados al olvido, habrían rechazado con desden la audacia de tal proposición. Esta maravilla del sentimiento relijioso ha asombrado al mundo entero. Hasta el filósofo de Fcrnei en su ensayo so- bre las costumbres, dice: «Tal vez no hai nada mas grande sobre la tierra, que el sacrificio que hace un sexo delicado de la hermosura i de la juventud, i muchas ve- ces del nacimiento, para consolar en los hospitales a esa reunión de hermanos mise- rables, cuyo aspecto es tan humillante para la vanidad mundana, i tan asqueroso pa- ra nuestra delicadeza. Los pueblos separados de la comunión romana, no han imita- do sino imperfectamente una caridad tan jenerosa». Chile abriendo sus asilos de beneficencia i misericordia a las relijiosasde la caridad, poniendo las necesidades humanas bajo su vijilancia protectora, da un paso jiganle en favor de las clases indijentes i menesterosas del pais. En todos tiempos i lugares han sido de la mayor importancia las congregaciones hospitalarias, pero la cxijencia de nuestros dias parece mas imperiosa. Cuando San Vicente de Paul fundaba las co- hermanas de la caridad, para asistir a los enfermos, presidarios, expósitos i educandos, no preveía cipriamente que el nuevo continente americano había de llamar a sus hijas de los hospitales i asilos de piedad fundados al travez de la in. mensidad de los mares. Las casas u hospitales de las heroicas virjenes de San Vicen- te, son los grandes trofeos, los monumentos de honor erijidos en favor del jénio be- néfico del catolicismo. Si nos remontamos hasta el oríjen de las casas destinadas a prestar auxilios espiri- tuales i temporales a los miserables i aüijidos, vemos que traen su oríjen, no de la política de los principes, ni de la arrogancia de los filósofos, sino de las instituciones de la Iglesia. Los obispos fundaban esos establecimientos, i no perdonaban sacrificio alguno para aliviar el dolor de los pobres desvalidos. La iglesia aprobó también los institutos hospitalarios que han venido a ser con el tiempo santuarios de virtud, i el honor de la humanidad. Las relijiosas de la caridad han llevado hasta el heroísmo su celo con los enfermos en los hospitales entregados a su cuidado maternal en tiempos de peste i deepidemia. La multitud de las que son victimas del contajiono disminuye el valor, no entibia el ardor de las que con nuevo alientosc entregan a la asistencia de los enfermos i a todos los furores del contajio. Ellas arrostran con serenidad la muer- te, i no abandonan el puesto que la caridad ha buscado hasta que en él reciben la co- rona de su heroísmo. Si os he dicho que Chile conseguirá mil ventajas, por tener en su seno este insti- tuto hospitalario de caridad, es por las sublimes funciones que ejerce el ministerio de sus miembros en favor de los desgraciados. Un ministerio de consuelos, servicios i de asistencia a los enfermos, un ministerio de protección i de enseñanza a los huérfanos i expósitos, i un ministerio de socorros i de alivios a los presidarios, i un ministerio —US- clc educación a los ignorantes, sen las funciones gratuitas i populares de la hermana de la caridad. Ella por su profesión se ha hecho el órgano de los beneficios en favor de los miserables. La ilustre cenovila del instituto mas filantrópico constituidas por sus votos en ami- ga fiel de la humanidad busca a los enfermos apestados en asilos abiertos a la pobre- za desvalida. Renunciando para siempre las gracias de la edad, los favores de la for- tuna i las relaciones de un distinguido nacimiento, se oculta a las miradas del siglo, i se consagra con ternura maternal a los caritativos oficios de la fraternidad evanjó. lica. Su asistencia es el refujio de los pobres enfermos, ella recoje lodos los suspiros del dolor, los quejidos i manifestaciones de los padecimientos agudos, i hasta en las horas de penosa agonía, en el silencio déla noche vela cerca del lecho del hermano que sufre los síntomas de la dolencia mortal. Su palabra edificante i enternecida sal- va el ánimo del paciente de sus crueles remordimientos, i su acción activa i constan- te aplica al cuerpo los socorros de la medicina. El paganismo no conoció estas manifes'* taciotics de una bondad sobre humana, i los ánjelcs providenciales de Vicente de Paul, aparecieron en el mundo para realizar estos portentos de la caridad evanjélica. Ellas espuestas a la infección epidémica, resistiendo la muerte que entra por todos sus sen- tidos, pagan el tributo que todos debemos a la humanidad aílijida. Aprenden en el evanjelio la injeniosa parábola del samaritano, que hizo consistir en las obras su com- pasión con el infeliz herido que pasaba de Jcrusalen a Jcricó, i que su amor como prójimo consistía en proporcionarle todo jénero de auxilios, i en cuidar de su salud con un celo caritativo. El mendicante i cstranjero siente disminuirse una parle de ios sufrimientos, una cantidad de sus amarguras al oir en su estado de dolor i enfer- medad mortal las voces consoladoras de la hermana de la caridad. La relijion tan fecunda en beneficios proporcionó una madre tan cuidadosa para todos los desgra- ciados. La antigua filosofía, fecunda por cierto en especulaciones estériles, no levantó su voz de los miserables postrados. Los principes de la ciencia contemplaban sin com- pasión ni sorpresa los dolores i miserias, i no derramaban el bálsamo de los consue- los en las heridas de! pobre, i del desgraciado. La vírjen de la caridad como un.vde las glorias cristianas parece, que se ha encargado por sus votos del alivio de todas las miserias humanas. Ella en los hospicios destinados a la miseria, visita al anciano en- fermo, cura las llagas inmundas i le habla del ciclo confortándole. Se olvida de sí misma para desempeñar día i noche los ministerios mas repugnantes i penosos. Solo se acuerda que el divino Jesús fundó con su palabra i ejemplo el imperio de la fra- ternidad, i que ella por su vocación i estatutos debe ser la fiel alumna de máximas tan consoladoras. Lo Providencia en la erección de este instituto proporcionó madres a todos los desgraciados, proveyó de servicios a todas las miserias humanas, i dio al mundo la csplicacion mas injeniosa de la amistad i del amor cvanjélico. Con estos antecedentes podemos asegurar sin temor de equivocarnos, que Chile reciliendo en su seno a las hermanas de la caridad, proporciona a los miserables enfermos un mi- nisterio de consuelos, de servicios i de asistencia. El evanjelio en cada siglo ha suci- tado nuevos servidores al pobre i al necesitado, i en los últimos tiempos, en la épo- ca de la jencral decadencia de la piedad, sucita a la hermana de la caridad, para que jonga una resistencia sobrenatural al poder de la miseria i la persiga para aliviarla en aquellos lugares del dolor, adonde no llegan las miradas de los poderosos del si- glo. Ella ha descubierto todos los recursos de la beneficencia i del amor, i por esto todos los pueblos no pueden nombrarla sin bendecirla. Cerca del lecho del dolor se conoce, que el amor a la humanidad es inagotable en el pecho de las virjenes de Sun Vicente, i los infelices enfermos sin patria, sin familia i .sin derechos de pro- piedad, hallan en ella un ministro i un mensajero de los consuelos de la Providen- cía. Ella aplica los auxilios de la medicina prestándose gustosa a los servicios mas repugnantes i molestos, i emplea para consolar al moribundo todas sus palabras de le, haciéndole dulces los momentos del último trance. Parece que participa de su agonía, su acento consolado, reanima el valor abatido, i le fortifica contra los ter- rores del remordimiento i de la muerte. Estas instituciones de la ternura i del amor, tan eminentemente sociales, tan interesadas en favor de las miserias de la humani- dad, son resultados de la doctrina católica; al que no crea la divinidad del cristia- nismo, presentadle una hermana de la caridad. Otro ejercicio de la hermana de la caridad es el ministerio de protección i ense- ñanza a los huérfanos i espósitos. Sale la bienhechora de los infelices de los hospita- les del dolor, i entra en los hospicios, en donde la caridad ha recojido una multi- tud de parvulilos arrebatados a la muerte. Abriga en el regazo del corazón el niño espósito, i sin dejar de ser virjen, le prodiga todas las ternuras i caricias de una ma- dre: la caridad hace esta transformación prodijiosa i afirma esta maternidad inefa- ble que es el principio de grandes bienes para el huérfano desvalido. Constituido en ministro de aquel Dios, que en los libros santos se gloria con el título de padre de los huérfanos, da a estos los rudimentos de la le, hablándoles de ese Dios con unción desde los primeros instantes de la infancia, le sustenta con el pan de los infelices, í ensancha su intclijcncia con las primeras lecciones de la verdad. Si presentásemos aunque fuese sumariamente los importantes servicios hechos por la hermana de la cuidad en los asilos de espósitos, no acabaríamos la relación. Ella ha sabido hacer de la misericordia un ministerio público, gratuito i popular; se ha constituido ájen- te de la Providencia en las miserias de la humanidad, i ha tomado bajo su protec- ción i custodia, a los que son el fruto del crimen, i víctimas de la perversidad de les que les dieron e! ser. Siendo por su profesión reí ij iosa i por deber de conciencia la amiga de los aflijidos, i la providencia viva de todos los miserables, hace el heroico sacrificio de su vida, por la vida de los huérfanos desamparados. La obra benéfica de la hermana de la caridad no espera recompensa de sus semejantes: las penosas fun- ciones de sus sacrificios esperan la ingratitud i el olvido. Ella enjuga las lágrimas del infortunio, i solo tiene presente la hermosa espresion del Apóstol Santiago, que la rol ij ion pura i perfecta consiste en visitar a los huérfanos en su aflicción i amar- gura: i que Dios recompensa las manifestaciones de caridad hechas al huérfaro des- valido, como los sacrificios de un culto sublime tributado a su adorable deidad. El que embellece los lirios de', valle en el crepúsculo de la aurora, el que alimenta a las aves del cielo con la abundancia i la opulencia del regalo, ha inspirado al hombre la fundación de la señora o de la madre de caridad para aliviar en sus miserias a los huérfanos, que entre todos los pobres son los mas desamparados. Chile grabará en los anales de su historia como el acontecimiento mas plausible la aparición en su seno de las hermanas de la Caridad. Datarán de esc dia en los esta- blecimientos de beneficencia los sacrificios heroicos, los actos sublimes de resignación i esperanza, i en los rincones obscuros de la indijcncia resonará la voz de los socor- ridos, que bendecirán al autor de tan benéfico pensamiento. Los jenerales discursos del egoísmo, la filantropía de sus obras de los humanitarios del siglo no ha alcan- zado a dulcificar los padecimientos de los enfermos, i expósitos, miéntras que la hermana de la caridad se ha hecho el remedio de las miserias humanas. El celo ac- tivo formó esta asociación piadosa i el amor a los necesitados la dilata por las na- ciones de la tierra. Se consagran sus miembros a buscar la infelicidad para aliviar- la, i rompen con empeño las murallas, que la inhumanidad ha levantado entre los suspiros i lamentaciones del pobre i el olvido de los afortunados del siglo. En la lei de la antigua alianza se disponía, según los códigos de Moisés la adopción del huér- fano, que debía considerarse come hijo de aquella familia; tenia parte en los bie~ —Ro- ñes, i era una persona privilejiada i protejida por la lei: había también una parle de diezmos propia de los huérfanos, pues en la recolección de los frutos de la tierra se les separaba una porción.- se mandaba, que en la administración de justicia tu- biesen la preferencia, como clase privilejiada, i en las disposiciones i estatutos de la lejislacion de los hebreos se advierte el cuidado i celo, que Dios manifestó, por el bienestar de los huérfanos sin auxilios. La lei evanjélica nada dispuso de un modo particular sobre la subsistencia i socorros de estos miserables; pero dejó en cambio las eternas leyes de la caridad, que han tomado bajo su amparo lo que se ordenaba a los Israelitas para la obligación de la lei. La hermana de la caridad en todos los lugares de la tierra es el intérprete vivo de este pensamiento del Evanjelio; i las en- trañas de esta vírjen se enternecen cuando acalora cerca de su pecho al niño aban- donado por la perversidad i corrupción. Tiene otra misión la hermana de la caridad, desempeña su ministerio de socorros i de alivio en favor de presidarios, i la que pisa los asilos solitarios de la inocen- cia, los retiros apetecibles de la gracia, i los santuarios de la perfección, busca en los fondos de los calabozos a la victima de la justicia, para aliviar con socorros sus padecimientos para pronunciar en su presencia palabras de paz, i de consuelo, ¡ para curar sus llagas, si se hallan necesitados de remedio. Ella anticipádose a la au- rora, i cuando el mundano duerme después de una noche de espectáculos i diver- sión, sale a buscar los aflijidos, i se dirije al lugar de la prisión, para conducir los bienes de la misericordia, al que jime bajo el peso de las cadenas en la obscuridad de un calabozo. En estas tristes moradas, se presenta como confidente, i protector, como tutor, i amigo la ilustre relijiosa de la caridad, manifestando el espíritu de su santo fundador, el Anjel visible de la providencia San Vicente de Paul, que según un escritor ilustre, parece que había lomado a su cargo aliviar por si solo todas las miserias humanas. El triste espectáculo de los delincuentes en los calabozos de una prisión es un motivo, para temer los altos juicios de la providencia, produce en el corazón de los mundanos un secreto terror; i el infeliz encadenado, i defortu- nado por 1.a miseria, i la desgracia, no alcanza ni aun las miradas de los que viven encantados en las delicias del siglo; la voz de llanto, i dolor no penetra los grandes palacios, donde se ha^ta de placeres la vanidad, i la opulencia. Pero la hermana del instituto de que hablamos, esperando solo los indecibles encantos de la eterni- dad, marcha presurosa a llevar todos los consuelos del amor fraternal a aquellos in- felices turbados en la prisión con el recuerdo de su crimen, i la incertidumbre de su suerte. Recuerda que el gran bienhechor del jénero humano alivió con sus mi- sericordias, a los que jomian sin consuelo en las sombras del cautiverio i del dolor, i que dejó este ejemplo de sublime caridad a todos los que abrasen sus amorosos en- cargos. Cuando en la sociedad el duro egoísmo sofoca los sentimientos de la huma- nidad, cuando las frías combinaciones del interes individual reemplazan los afectos jenerosos del corazón, entonces la-hermana de la caridad lleva a aquellos lugares de prisión la concordia, i la paz, los dulces sentimientos de la amistad, i de la tierna compasión. Elba sabe justificar la esperanza en muchas almas turbadas por el ím- petu de las pasiones, i el ejemplo de su virtud tan elocuente, i penetrante, puede ser el principio de rejeneracion moral en unos espíritus habituados a todos los hor- rores del crimen. Todo elojio es pequeño, cuando se pretende encomiar el instituto relijioso mas consolador, i benéfico, a quien ha respetado el furor descmfrenado de la revolución en los trastornos de los imperios. Cuando todas las plagas reunidas inundan la tierra, cuando solo domina la fuerza, i las pasiones, sofocados lodos los sentimientos de relijion, de justicia i humanidad, cuando la hacha homicida, o sa- crilega destruye todas las dignidades sociales en las gradas de! cadalso, aun enton- ces recibe el homenaje de la admiración la hermana de la caridad. Ella sobrevive a — 1 le- las diversas formas de los estados, mira a su rededor variarse las instituciones polí- ticas, i su permanencia es tan necesaria, como la salud, de la que es mensajera. En los estados cubiertos de ruinas, en donde nada es capaz de desarmar la rabia de los partidos, ni enternecer la ferocidad de los verdugos aparece la hermana de la cari- dad, i los jefes mismos del error retroceden asombrados a vista de este objelo ve- nerando. Todo corazón chileno debe celebrar con entusiasmo el establecimiento de este ins- tituto de caridad; porque su aparición en nuestro pais es como facilitar fondos a los menesterosos, garantías de seguridad a los huérfanos, i consuelo a todas las clases suraerjidas en la desgracia. Resta otra función importante de h hermana de la caridad, su ministerio de edu- cación en favor de los pobres ignorantes. Jcsu-GrisLo presehló como el signo de su divina misión, el que los pobres eran evanjelisados. El encanto inaudito del cris- tianismo es restituir la dignidad derramar la luz sobre el pobre, i el ¡gnordntc. El ha enseñado a socorrerle, amarle, a distribuir el patrimonio entre los hermanos. Los académicos del siglo los principes de la ciencia, no se creen con misión para enseñar sus deberes a los pobres ignorantes. Antes de la promulgación del evanjelio esperimentaba el pobre un indecible desconsuelo; la desesperación, la tristeza i me- lancolía se retrataban en su fisonomía en cada una de sus desgracias, mas apenas su espíritu percibió las glorias de su esperanza, las bellezas de la virtud, i las mag- nificencias de la recompensa inmortal, halló la bienaventuranza prometida a los po- bres en las solemnes palabras del libro sagrado. La filosofía pagana solo trabajó en distancia hasta el último sentimiento de humanidad, en mantener a la multitud su* merjida en los errores de la superlicion, i en las tinieblas de la ignorancia: todas las opiniones eran conspiraciones espantosas contra los pobres ignorantes, eran protestos para escusarse de socorrerles en su estado de degradación. El espíritu del cristianismo mirando todas las calamidades humanas dá a luz los institutos rclijio- sers, que se encargan del entendimiento del pobre, para instruirle, del corazón, para arreglarlo, o de todas las necesidades del individuo, de la familia, i de la sociedad, para prestarles toda clase de servicios. Mas en los últimos tiempos, cuando la indi- ferencia reí ij ¡osa ha sido el oríjen, i el manantial fecundo de desgracias i calamida- des, sucita Dios a la hermana de la caridad, para que con su palabra dé enseñanza a todos los miserables. Su voz sabe unir los miembros de la sociedad con los vín- culos del amor cvanjclico, i por eso creemos este instituto una necesidad de la so- ciedad, no solo en el orden físico, sino también en el moral. ¿I habrá, quién niegue la importancia de una institución tan benéfica i necesaria? Guando una noche pro- funda cubre los entendimientos de los desgraciados del siglo, la hija del gran Vi- cente hace rev rbcrar la luz de la verdad en unos desconocidos ignorantes; i la que cura las llagas i heridas mas inmundas, da nociones de la divinidad al cierno par- bulito, que dirijo sus miradas a los ciclos. La prosperidad, i el engrandecimiento de los estados, i de la sociedad consiste en la felicidad de los individuos, que la componen; i el que facilita los medios de ob- tenerla, se empeña por el bienestar jeneral. Esto han hecho en Chile todas las per- sonas, que con tan laudable celo han promovido el arribo de las hermanas de la ca- ridad a las playas de esta república. El mérito de las relijiosas ha sido conocido en lodos los tiempos por la voz de los primeros dignatarios de la Europa, por los po- líticos i literatos de todo el mundo, i lo que es mas por el eco significativo de to- das las clases del pueblo. lTn instituto vestido de un homenaje tan unánime desde los primeras horas de su vida, que despierta las simpatías jencrales entre los con- temporáneos, i que con marcha majestuosa, i apacible receje los laureles de la gra- titud, i admiración en todas las rejiones de su tránsito, debe ser, sin disputa, la — 147 — inspiración real de la divinidad, i la providencia de todos los mortales. Solo Dios sabe el secreto de la multitud de miserias, sin nombre que socorre la mano bené- fica de la ilustre senovita de la caridad, i Chile pronto será testigo de todos estos prodijios. La nación marcará este hecho en el programa de sus progresos, i será una de las glorias del actual administración haber dado paso tan oportuno en ob- sequio de los miserables. Deseamos, que se acerque cuanto antes ese venturoso dia, cuyos pormenores recojerá la tradición, para transmitirlos a la historia, i veremos en los establecimientos, i asilos de beneficencia del pais, personas consagradas al servicio de los pobres, no por interes material, ni por especulaciones temporales, sino por un deber de conciencia, pos lor votos de su profesión, i por la posesión futura de dones infinitos i eternos. No puedo dejar la palabra, sin hacer memoria del ilustre miembro, a quien vengo a suceder, al señor Dr. don José Alejo Evza- guitre Dean de la Iglesia Metropolitana i Arzobispo electo de la misma. Llamado por Dios desde su primera edad a las santas funciones del ministerio eclesiástico, adornado de todos los conocimientos mas importantes, distinguido por el mérito de su virtud, correspondió con suceso feliz a todos los encargos de su vocación apos- tólica. Recorrió en su preciosa carrera casi todos los oficios de la jerarquía eclesiás- tica, i llegó a ocupar unos de los tronos del santuario, de que tuvo a bien hacer des- pués dimisión. La elevación de sus ideas, la paz de su virtud, i la dulzura de sus opiniones le captaron el aprecio i simpatías, o mas bien diré, un homenaje de ve- neración de todos sus contemporáneos. Su lamentable pérdida dejó a la nación un vacío difícil de llenar: la Iglesia de Chile vió caer una de sus mas robustas colum- nas, i la universidad perdió por su muerte uno de los miembros que mas cspUcau el mérito de la honorable corporación. He dicho: CON TES T ACION al anterior discurso por el señor don pascual SOLIS DE OBANDO. Señor: Pocas veces pqcde ofrecerse una materia de mas vivo interes como la que habéis clejido por tema de vuestro discurso. Mucho tiempo hace que nuestro país reclama imperiosamente la fundación del mas benéfico instituto de los tiempos modernos. Si la Divina Providencia proleje las mi- ras del Supremo Gobierno, i cumple las esperanzas de Chile de ver pronto en su se- no a las hijas de Paul, nos habrá regalado con el don mas precioso. A vos, señor, os cabrá siempre el honor de haber apresurado ese dia feliz. La bri- llante pintura que habéis hecho de las ventajas que nos han de reportar esas vírje- nes de la caridad, llenará de entusiasmo a todo corazón jeneroso,- estimulará nuestros esfuerzos para ofrecer cada cual los recursos i servicios que demanda esa obra maes- tra de la caridad evanjélica. ¡Qué monumento mas glorioso podemos legar a la posteridad, que una asociación de mujeres ilustres recomendables por la ternura i amor que electrizan sus caritati- vos corazones! Una congregación, que mas larde será reemplazada por nuestras jó- venes compatriotas, sin otro objeto que buscar la santidad del espíritu en el bien dc la sociedad. Chile, como las demás naciones que marchan por la via del progreso, Chile, que se ocupa hoi dc su engrandecimiento material; que se afana por el cultivo de su suelo, i que se promete grandes resultados de sus soberbias especulaciones, no puede olvi- darse, que en medio de la opulencia, decimos, hai que lamentar la miseria de otros. No puede olvidarse, que sus establecimientos de beneficencia pública no están al ni- vel de los progresos dc la época presente. Que el jemido i el dolor se oye por doquie- ra. Que por último, si un diase dejasen sentir en nuestras poblaciones los efectos dc alguna desoladora epidemia, millares de victimas perecerían por falta de recursos. ¡Con las hermanas de la caridad, cuántos veneros de riqueza se descubren en cir- cunstancias apremiantes para socorrer al necesitado, i cuántos lenitivos para el dolor i para el infortunio! Lo habéis dicho, señor: que esas filantrópicas mujeres por su instituto i su vocación son capaces de los mas heroicos sacrificios. Señoras de familia i de educación, olvi- dan las distinciones del rango i de la fortuna por rivaliza^ en actividad i compasión hasta penetrar en la choza mas despreciable del pobre. Los peligros que a la vez tie- nen que correr, la insalubridad del aire que respiran, no hacen mas que excitar su celo i su caridad inesplieables. Sin tener otros claustros, ni otros monasterios que las casas de los pobres, i las salas de los hospitales, son como los ánjclcs providenciales que derraman un bálsamo consolador sobre el hombre para curarle en las dolencias que le aquejan desde la cuna hasta el sepulcro. Todos encuentran la vida i el alivio bajo el amparo tutelar de esas sagradas vírje- nes: desdo el tierno infante abandonado por los autores de sus dias basta el anciano desfallecido que toca el término de su carrera: desde el enfe rmo que jime postrado en el lecho del dolor, hasta la tímida joven que se ruboriza de manifestar su mise- ria al poderoso, basta el prisionero que en el fondo do un calabozo suspira por la li- bertad bajo el peso de sus cadenas. Asi las veréis siempre como en cspcctacion de la vida humana, pues no hai una lá- grima, una suplica, una alliccion que se escape a su actividad previsora. Lo que es mas: un poder invisible las protejo contra los peligros, i un valor sobrehumano las fortalece en las penosas funciones que toman sobre sí, hasta hacerles dulce, amable, i sublime el ejercicio de su ministerio. Sirvientes, amigas, madres de los pobres; lie aquí, los mas bellos títulos de la gloria que ambicionan. Por esto es que los pueblos, en medio de los furores de la guerra, i en el desorden de sus ensangrentadas luchas, cuando no han respetado ni los asilos del pudor i de la virjinidad han respetado a las castas heroínas dc la caridad, aclamándolas por todas partes como a precursoras de la paz i salvadoras de la humanidad. Convencidos los pueblos de la influencia benéfica de las hijas dc caridad, corren en tropel a dispensarles su protección, i abrirles las puertas de las grandes capitales. De Paris i de Marsella vuelan como águilas llevando sobre sus alas el consuelo para la- Iiumanidad doliente. Pronto se multiplican milagrosamente; a la manera que el arroi yuelo débil i pequeño cu su orijen forma después un rio caudaloso. Al través de lo mares, i de los encumbrados montes penetran en las rejiones mas remotas, i donde quiera que la necesidad implora su socorro, la oficiosa i caritativa virjen, ofrece el ministerio personal dc sus servicios. Los pueblos enternecidos se lian prosternado a los pies de las fieles esposas del Re- dentor Jesús, i dia por dia les rinden testimonios espléndidos de gratitud. Plague al ciclo, que tantos bienes dispensa a nuestra patria, concederle la dicha que a las naciones del viejo mundo, de ver su suelo enriquecido con el instituto de l is hermanas dc caridad! lie dicho. D/SCUBS O pronunciado por don Antonio (Jarcia Riíyics al incor- porarse a la Facultad de Leyes de la Universidad , en elojio de su predecesor do?i Francisco Bello. Señores: Ocho años antes de la época en que la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas ha tenido la dignación de llamarme a su seno, el foro nacional acababa de sufrir una grave i dolorosa pérdida. El joven abogado don Francisco Bello, que, en los pri- meros años de su carrera, habia sabido elevarse a la mas alta posición de crédito profesional, i merecido una jencral estimación por su integridad i sus talentos, des- apareció de entre nosotros, víctima de su asidua consagración a las larcas de su mi- nisterio. Recordáis, sin duda, Señores, cual fué el duelo que el foro i la ciudad toda manifestaron por este lamentable acontecimiento. Nosotros nos dolimos pro- fundamente de ver apagada una de las mas lucientes antorchas del templo de la justicia, i el público que con el tacto esquisito de que está dolado para apreciar el mérito de los hombres que se consagran a su servicio, habia prejuzgado de la im- portancia i de los altos destinos a que estaba llamado el joven ahogado que per- día, cubrió su tumba con abundantes i espresivas muestras de dolor. Aun en el día, no obstante el hielo de los años que apaga lós mas ardorosos afectos, la memoria de don Francisco Bello se mantiene fresca en nuestra sociedad, i su nombre no se pro- nuncia sino acompañado de sentidas palabras de estimación. Os agradezco. Señores, mui sincerameute que me hayais honrado con vuestro su- frajio i béchonae miembro de esta ilustre rama del Cuerpo Universitario; pero no poco contribuye a exaltar este agradecimiento la idea de que me hayais concedido la plaza del honorable i malogrado amigo de que acabo de hablar. Por un fenóme- no de que no hai quizá otro ejemplo, esa plaza ha permanecido largo tiempo vacan- te, a la manera que lo estuvo en la Asamblea nacional francesa el sillón del gran orador que la inspiraba en sus deliberaciones. Nadie hasta ahora ha tenido a bien aceptarlo, como si penetrados de una relijiosa consecuencia a su memoria, se hu- biera querido simbolizar en ¡a triste viudedad de su puesto, el desconsuelo que pa- dece el alma. Yo he osado, Señores, presentarme a recibir el testimonio espontáneo de benevo- lencia que me habéis dado, no obstante que comprendo bien cuanto la comparación con mi predecesor me humilla; pero era tiempo ya de que se cumpliera con las prescripciones de los estatutos del cuerpo, i no he querido dejar a otra el cargo grato aunque doloroso al mismo tiempo, de poner sobre este asiento algunas ílores que sirvan de homenaje de estimación i de afecto al individuo que lo ocupó. Que léjos estaba yo cuando entraba al foro de la mano con mi ilustre amigo, i cuando me unia con él en el curso de nuestros trabajos, qué léjos me hallaba de creer que era a mi a quien estaba reservada la tarea de hacer su elojio, casi nueve años después de haber bajado al sepulcro! Si ese pensamiento me hubiera asaltado entonces, lo habría mirado con horror: hoi es para mi un consuelo, i casi seria un placer, si en el fondo de este trabajo no divisara las ingratas heces de los recuerdos que tengo que evocar. Porque en efecto, Señores, cuando se hace el elojio de un personaje que, después de upa larga carrera, baja a la huesa lleno de merecimientos i rodeado de los tro- — 150 — feos do grandes servicios, el espíritu se siente bien contemplando que paga una deu- da de justicia. Mas, cuando el individuo ha fallecido en la primavera de la vida, cuando se ha llevado al otro mundo el tesoro que había acumulado para la sociedad, cuando la muerte nos defrauda do ricas esperanzas i de señalados beneficios que mirábamos en perspectiva, entonces el elojio es una endecha, i en vez de la grati- tud se oye solo la voz del lamento. Tal es lo que ocurre con don Francisco Bello. Jurisconsulto i literato distinguido; hombre próbido, benévolo i jovial; modelo de amor i de filial respeto, las letras, la sociedad i la familia que lo veian levantarse como un tallo cargado de opimos fru- tos, han deplorado su pérdida como una calamidad común. No me es dado. Señores, en esta ocasión seguir al finado en los diversos teatros en que figuró con tanto lucimiento, ya en la vida privada, ya en diversas fases de la vida pública. H rtas lágrimas se han derramado por é 1 en el seno de la casa pa- terna de que era ornato, i a la que ejemplarizaba con sus virtudes, para que venga a desgarrar heridas aun no curadas. Otras de las Facultades del Cuerpo Universi- tario, a que él también pertenecía, se han apresurado a tributar aplausos a sus ta- lentos literarios, merced a los cuales mereció ornar su frente con la corona del poe- ta. Bástame considerarlo aquí como abogado; como abogado de cuyo ejercicio so preciaba señaladamente nuestro héroe, i en cuyo carácter, a lo que entiendo, hu- biera querido el que lo presentasen a los ojos de la posteridad. Porqué, qué profesión o que ministerio, Señores, puede desempeñar el hombre sobre la tierra que sea mas alto, ni que dignifique i realce mas su persona ¿Las le- yes qué son sino emanaciones de la justicia eterna i de la verdad formuladas en escrito para el réjimen de las naciones? El hombre que se consagra a su estudio, el que se constituye intérprete de sus preceptos i ministro de su ejecución, esc hom- bre toca lo que hai de mas elevado en la tierra, i se coloca, por decirlo así, entre Dios i la humanidad. Es la abogacía un sacerdocio augusto, en el cual, del mismo modo que en el sacerdocio de la relijion, el ministro tiene la llave del sagrario de la verdad, i la dispensa al pueblo por su mano. El abogado es el depositario de las confianzas de los demas hombres, el guardián de su fortuna, el defensor de su honra. De su boca esperan los que se hallan en desacuerdo la declaración de sus derechos disputados; i el hijo recibe de su mano la porción nue le corresponde en la sustancia de sus projenitores. Hai por ventura cosa mas lisonjera que ser el dispen- sador de la paz i de la justicia entre nuestros semejantes, ni satisfacción mas pura que hacer triunfar en favor de los desvalidos esa misma justicia con el esfuerzo de la palabra i el vigor del razonamiento? Qué nobleza de sentimientos, qué integri* dad de carácter, qué penetración i claridad de injenio, se requieren para desem- peñarse dignamente en aquellas altas funciones! El abogado debo ser un conjunto de las calidades mas nobles de que es capaz nuestro corazón i nuestra mente. Por eso es, Señores, que cuando lie dicho que don Francisco Bello, en la aurora de sus años, había llegado a ser un abogado eminente en nuestro foro, creo haberlo hecho el mas cumplido elojio. Señaladas debieron ser las prendas de su persona, para haber podido llegar tan presto a tan elevada posisiva. Así era en efecto. La Providencia había puesto los cimientos de aquella obra. D on Francisco Bello babia venido al mundo con ese talento serio, investigador, reflexivo, analítico, que como las raíces de las plantas absorve i se apodera de la virtud de las cosas. Capaz de elevarse al mismo tiempo a las mas altas concepciones de la filosofía, no era me- nos fuerte en el arte de combinar principios i formular ideas luminosas i ciertas. I digo ciertas, porque es un don (pie no anda siempre unido a los mas aventajados injenios, ese tacto fino para discernir la verdad, i para distinguir la clara i tranqui- la luz que ella arroja del falso brillo del sofisma. Ese don, sin embargo, es la pru — 151 — mera calidad del lejísla, i él formaba uno de los caracteres mas prominentes del talento de nuestro héroe. Tan felices disposiciones cayeron, como lo sabéis, bajo el cuidado de un hábil cultivador. Su buen padre, el señor don Andrés Bello, cuya preclara intclijencia después de haber radiado sobre el continente americano, atrae hoi la atención de la culta Europa, tomó a su cargo desarrollar aquel jérmch i fecundarlo con los efluvios de su eminente saber. Necesito yo acaso haecr mas que pronunciar su nombre para que se comprenda cuan esmerada, cuan aliñada fué la educación literaria de nuestro finado colega? Bajólas sabias inspiraciones de su padre recorrió los variados i amenos estudies que forman el curso de humanidades, la filosofía entre ellos: mas no esc conjunto vano de cuestiones de escuela ¡sin aplicación útil a los negocios de la vida que usurpa algunas veces ese nombre. Noscle ejercitó en aquellas fórmulasdcl razonamiento que con los dictados desilojismo, enlimema i otros hacen del alumno un espadachín que se empeña en evadir con distinciones i negaciones la demostración que se le hace, i que poco a poco le van acostumbrando a juzgar de la verdad por las formas externas en que viene envuelta; sino que se le habituó a pensar, a observar, a discurrir[con exactitud i con método, enseñándole en teoría i demostrándole en la práctica la jerieracion del pensamiento i su desarrollo, las causas de los errores i la relación i consorcio do las ideas de donde resulta la conclusión lójica que se va buscando. La literatura tenr piaba con sus encantos la aridez de estos estudios, i al mismo tiempo que aliviaba la atención del joven, vivificaba su imajinneion haciendo circular por ella la savia destinada a producir mas tarde el follaje que había de cubrir i engalanar el fruto de sus vijilias. La filolojia, esa ciencia que comlenapla el pensamiento como en un es- pejo, que lo descompone, lo reconstruye, lo pule, i lo refleja con toda su hermosura i con todo su esplendor, fué también objeto especial de sus conatos. Asi se vió que ei joven educando, casi imberbe todavía, se presentó pretendiendo en el Instituto el cargo de maestro de latinidad que mereció i obtuvo después de un brillante cer- tamen. Pero eso era poco. Su saber no estaba reducido a la mera posesión de aquel idioma. El hizo algo mas aun, i fué componer una gramática del mismo, que no es del caso analizar aquí, pero que ha merecido la honra de ser adoptada como el me- jor texto que se puede poner en manos de la numerosa juventud que fluye a nues- tros colejios. Yo tomo de aqui, Señores, el punto de partida para la biografía del abogado. La latinidad pertenece a esta carrera como un pórtico al edificio de que lince parte. En latin está concebido ese colosal monumento levantado por la sabiduría legal del pueblo rei, delante del cual en el orden de los tiempos no se percibe mas que el vacío, i tras del que solo se ven copias pálidas i traslados que lo reproducen en me- nor escala. El ilustre mentor de don Francisco pello comprendía mui bien que el que se prepara para la profesión de la jurisprudencia, no de ese jurisprudencia mez- quina que sirve para salir con bien de dificultades cotidianas, sino de la alta i ele- vada jurisprudencia, tiene que prepararse a oir como discípulo, i después a tratarse familiarmente como compañero, con esos grandes oráculos de la lejislacion romana, en los cuales parece que ha ido a condensarse i tomar formas humanas la ciencia del derecho. El latin, mirado con tanta repugnancia por [a juventud aun en nues- tros dias, el latin que no se ha podido aclimatar en nuestras aulas, apesar de los es-- fuerzos de los maestros que han dado dirección a la enseñanza, era para don Fran- cisco Bello un estudio predilecto. Posesionado de él ventajosamente, se halló en breve colocado al borde de esa gran fuente de ciencia legal que se di nomina lejisla- cion romana, i en donde podía saciar a sus anchas la sed de instrucción que lo aque- jaba en el albor de sus dias. — 1 :r? — Él <1ereclio roiti,.no, Señores, era una novedad en nuestra escuela Je jurispruden' cía en la época a que me refiero. Los estudios forenses estaban entonces reducido» al aprendisaje de la Instituía de Castilla poC Azo i Manuel. El profesor no tenia mas incumbencia que recibir la lección diaria del alumno, i amplificar sin mucha profundidad ni detención su estrecho i mezquino texto. Los que se consagraban a la carrera de las leyes se asemejaban a aquellos pujilislas de la Grecia que, para salir al combate, se untaban aceite sobre la piel. La Instituía daba a los estudiantes una especie de barniz, con el cual salían animosos a esgrimir sus puños en la arena del foro. Felices de aquellos que han tenido una interij encía bastante poderosa para ilustrarse a sí mismos posteriormente a fuerza de penosas vijilias, i bastante eleva- ción de miras para alzarse del fango de la chicana i de la mediocridad, para ef cual estaban maravillosamente preparados. La sociedad ha premiado sus esfuerzos elevándolos a los primeros honores de la majistratura i de la República. Don Francisco Bello tuvo la fortuna de encontrar mejor amparo. Quizá para él fueron escritos los elementos del Derecho Romano que han servido de base al texto por donde se hace actualmente el aprendizaje de aquel ramo. La viva solicitud del padre fué correspondida dignamente por el hijo. Acojiendo con docilidad los avisos que a este propósito se le dirijian, el joven alumno se saturó de aquellas máximas luminosas, de aquellos preceptos compendiosos i resolutivos, de aquellas disposi- ciones terminantes i claras que forman el cuerpo del Derecho Romano. Se ha disputado con tenacidad entre nosotros acerca de la utilidad de esc estu- dio. Gon qué fin, se ha dicho, sumir la inlelijencia de los jóvenes en ese mar de disposiciones ajenas de nuestras costumbres, discordes con las leyes que nos rijen, que pueden ser glorioso monumento de edades pasadas, pero que no tienen en la nuestra aplicación ni virtud? No es absurdo hacer objeto principal de los afanes del discípulo, una lejislacion decrépita i en desuso, i darle como objeto de interés- secundario la ciencia de la lei vijcnle? Estas objeciones merecen el pleno asentimiento de aquellos que 'mirando la abo- gacía como uo medio de subsistencia, quieren apartar del camino todo lo que pue. da demorar el término de sus deseos, la consecución de su titulo. Nuestros estatu- tos literarios están animados de otro espíritu. Ellos han propendido a suministrar una instrucción mas fecunda que la que necesita un abogado de inlelijencia común para redactar pedimentos de cajón; i han adoptado el derecho romano i con justi- cia, como un estudio de preferencia bajo dos aspectos distintos: l.° como un cuerpo de doctrina sistemático, cultivado, metodizado por hábiles tratadistas, e ilustrado por eminentes jurisconsultos, en el cual el joven que se dedica a la carrera del derecho, nutre su mente de una instrucción lójica, luminosa i completa: 2.° como una fuente de abundantes recursos puesta a disposición del abogado en ejercicio para que pueda espedirse en las multíplices i delicadas cuestiones que ocurren a ca- da paso. La lejislacion española esparcida en diversos códigos que han debido su existen- cia a sendos lejisladores colocados unos de otros a distancia de siglos, códigos que reflejan el tinte délas costumbres do sus edades respectivas i que mutuamente se sirven de corrección o de suplemento, no puede presentarse a los ojos del alumno como un tipo; i sin embargo es un tipo de pefeccion lo que debe sujerirsele para formar su criterio. La buena enseñanza no consiste en otra cosa que en la formación de esc criterio: consiste en dar al alumno vistas jenerales i exactas sobre la materia; consiste en acostumbrarlo por medio de ejercicios regulares i bien combinados a juzgar con el ojo de jurisconsulto, i apreciar los casos bajo su faz jurídica para darles la solución que les corresponde según la lei. Entre el jurisperito i el legulogo hai esa diferencia, que el primero jencraÜza, mientras quo el otro se atiene a dispo* — 153 — síciones empíricas, tomadas de este o de aquel código, cuyo sentido no sabe cspáft- sir ni comentar. Así como en la enseñanza de la medicina seria un mal sistema mostrar al estudiante una serie de casos para que con el conocimiento de ellos sa- líese a poner remedio a las varias dolencias del cuerpo humano, así también lo seria en la enseñanza de la jurisprudencia limitarse a dar a conocer al alumno Cierto número de leyes aisladas o de casos resueltos por ellas, para que se espidiese en las cuestiones que está llamado a defender o sentenciar. Es otro sin duda el ob- jeto de la enseñanza. En ella deben sujerirse principios jenerales, comprensivos, que dominen la masa de hechos sobre que versan, i bajo este aspecto no trepido en afirmar que el estudio de la jurisprudencia puede hacerse por el Derecho Roma* no de una manera mas ventajosa que en el Derecho Español. Ahora, la facilidad que presta al abogado para ensanchar i perfeccionar sus cono- cimientos hasta hacerse de un rico caudal de luces, es fácil de comprender desde el momento que se reflexiona que está allí recopilado lo mas selecto que ha produci- do la sabia antigüedad en el ramo. Los insignes injenios que en el curso de los tiempos posteriores han cultivado la jurisprudencia, desde Cuyacio hasta Polhier, han ido a depositar también en ese inmenso arsenal el precioso continjente de sus produc* ciones. El Derecho Romano, bajo este título nacional, ha llegado a ser como un re- jistro universal, Como un gran teatro en que se han dado Cita para entenderse en una misma lengua i en un mismo asunto, los jurisconsultos de todos los tiempos i de todos los países. — Aun mas, nuestra lejislacion civil, emanación de la romana, descansa sobre ésta como sobre su natural cimiento. Qué significa aquella constan- te invocación de las máximas de los sabios antiguos que se encuentra en cada hoja de las Partidas, si no la indicación de que hai una fuente en donde ha tomado el lejislador su código? Leyes derivadas no pueden ser comprendidas en su verdadero valor sin ocurrir a su orijen: allí está su razón, allí su objeto, allí su historia, allí solo el secreto para decii'rar las dificultades que su contesto enciqfra. A la manera de aquellas enfermedades cuyas causas no pueden esplicarse sino por la constitu- ción orgánica de los padres del doliente, nuestras leyes contienen misterios que so- lo aclara la estructura del derecho de donde emanan. Por eso es que no hai comen- tador ni jurisconsulto regnícula, que no sea insigne conocedor de la lejislacion Ro- mana, ni cuestión grave cuya solución no se busque primero en el Código o las Pandectas. Lo que acabo de decir, Señores, muestra cual era la educación que recibía don Francisco Bello, i con qué miras i porqué medios se le iba preparando para Ser un abogado eminente. Teniendo de par en par abierta la entrada a la Jurisprudencia Romana, se espanció por sus anchas avenidas, i merodió en su campo la rica cose- cha que ofrece al que lo visita con ilustrado interes. En todas las producciones que salieron después de su pluma, i que fueron tan aceptables a los tribunales i al foro, siempre el discípulo de la gran escuela se descubría en la certidumbre de sus con- ceptos, en la precisión de la doctrina, en la variada i atinada combinación de los principios de donde hacia fluir lójicas consecuencias. Yo me detengo, Señores en estos pormenores, porque creo encontrar en la edu- cucion profesional de don Francisco Bello antecedentes luminosos para tratar las cuestiones que la facultad tiene éntre manos relativas a la organización de nuestros estudios legales. Su biografía me presta una ocasión oportuna de espresar mi sen- tir sobre esta importante materia; i es bueno que ella contribuya con la autoridad del ejemplo a la solución de aquellos problemas, así como sus trabajos contribuye- ron en otro tiempo a ilustrar i honrar nuestro foro. Para desentrañar algún tanto la materia, permitidme dar una rápida ojeada so- bre el estado actual de esos estudios. — 154— El júvcn que se consagra entre nosotros a la profesión de las leyes, comienza por estudiar la teoría del derecho Público, o sea la organización de los poderes i de las instituciones concernientes a la vida política de los pueblos. Espónensc en este curso doctrinas roas o menos ciertas o aventuradas, pero siempre cuestionables, i de una condición tal que no pueden tener aplicación práctica, sino tomando en cuenta el estado social de cada pueblo, a cuyas circunstancias i condiciones se amoldan los Consejos jenerales de la ciencia. Lejos esloi de negar la utilidad intrínseca de este ramo; pero sostengo que siendo tan propio i digno como se quiera de un hombre adulto que consagra sus talentos al estudio i mejora de las instituciones, no puede, sin embargo, ser mirado como pirto integrante de los estudios forenses. Por ventura, todo lo que es bueno de saber al hombre debe formar parte del curso de derecho? Yo no comprendo, Señores» el pensamiento que mantiene en pié aquel esLudio, dando preferencia a teorías de que no se liará uso sino cuando llegue el caso de al- terar la constitución fundamental de la República, al conocimiento de su réjimen actual que es indispensable a lodos sus habitantes. En efeclo, hasta el presente no se ha establecido la clase de Derecho administrativo, del cual no puede prescindir ningún abogado, i cuyo conocimiento debe ser el punto de partida aun de aquellos mismos que se ocupan del buen propósito de las reformas. La administración com- prende en sus dominios la República entera, o mas bien dicho, la constituye de- terminando la jerarquía de las autoridades en sus diversas órdenes, i las relaciones que entre sí las ligan. La organización del cuerpo social, i el modo de proceder de cada uno de sus funcionarios, es un asunto demasiado importante para que sea desa- tendido en la enseñanza de la juventud, i demasiado peculiar de la profesión de las leyes para que no se injiera en el catálogo de los estudios que deben formar el abo. gado. Asi como falta del todo el Derceho administrativo, superabunda a mi entender la enseñanza del Decebo internacional. Este runo hace parle integrante del saber de todo hombre público, en cuya categoría entra sin disputa el abogado; pero de nin- guna manera juzgo necesario suministrar al alumno una tan vasta, completa i de- tallada instrucción como la que se da en el día. El texto adoptado es un verdadero código que estatuye sobre casi todos los casos posibles, i provee a lodos los aconteci- mientos que pueden ocurrir. G incepción preciosa de un mui aventajado injenio, ha adquirido una especie de autoridad moral en una gran parte de la tierra, i mereci- do el alto honor de ser aceptado jenernlmente».coino la espresion mas completa de los deberes i de los derechos de las naciones. Sin embargo de eso no es quizá un texto aparente, desde ct momento que no se procura hacer que un joven estudiante aprenda todo lo que tiene que saber en su vida el mas consumado estadista. Forma también parte de los estudios legales la Economía Políticas ciencia joven consagrada al estudio ds los intereses económicos de los pueblos. Ella no tiene sin duda la pretcnsión de ser calificada eorao ramo de la jurisprudencia, i casi es un deber de cortesía abstenerse de decir que injerida en sus dominios, ocupa en el los un rango que no le corresponde. Cierto es qne ha sido prescrita con oirás miras, a saber, con la de habilitar a los abogados para formar juicio de las cuestiones eco- nómicas que alguna vez han de resolver como hombres públicos en los bancos de la lejislalura, en donde tan diverjentes i raras meterías pululan. IVo condeno el pro- pósito, ni niego que pueda sacarse algún partido de la disposición que tal objetóse propone. Mas, cuando en el estudio de la economía política, de la teoría del dere- cho público, i código completo del derecho de Jentes, se hace emplear a los alum- nos dos años, i se les reagrava con las pensiones propias de la larga prolongación de los estudios, no trepido en afirmar que conviene hacer alteraciones sustanciales en las ordenanzas que regularizan la instrucción superior en cuanto a la eslension i medio de enseñar aquellos ramos. Mientras tanto, dos años hace apenas a que se enseña en nuestras aulas el Dere- cho comercial i de Minas. ¡Quien lo creyera! En un país que debe su prosperidad al desarrollo del comercio, i que cifra en la minería su futura grandeza, no se ha- bía conceptuado necesario el conocimiento de los códigos especiales que gobiernan a uno i otro gremio. El abogado tenia que saludar por primera vez sus disposicio- nes cuando llegaba el caso de defender una causa de su competencia privativa, i entonces tenia que limitarse a! texto descarnado de un artículo que había encon- trado por acaso, i cuyo espíritu i relación con otros no alcanzaba a conocer bien. La materia comercial tan peculiar en su jénero, comprendiendo operaciones i actoS que salen fuera de los procedimientos ordinarios de la sociedad-, tan sutil, en donde Huyen las cuestiones volubles a que da lugar el uso del crédito, i en donde rije, fert el silencio de la lei escrita, el criterio ilustrado i equitativo del juez bajo aquella fórmula de «verdad sabida i buena fé guardada, »esta materia digo, no ha hecho parte de nuestros estudios, i sin embargo hemos recibido patente esclusiva pafá abogar en ella. I quediremosque la ordenanza de minería? Bajo su aparente sencillez, encierra cties¿ tiones gravísimas i da lugar a estudios mui sérios sobre la intelijcncia, estension i oportuna aplicación de su texto. Uno de nuestros colegas, el laborioso abogado doíl Iíernardino Avila, llevado de su pasión por el estudio, es el primero, por lo que en* tiendo, que haya emprendido entre nosotros la tarca de estudiar a fondo i hacer co* mentarlos a aquel código. lie tenido la satisfacción de ver una parte de sus traba» jos, i por ella he podido conocer cuan rico es el venero que teníamos abandonadot i sobre el que nuestro colega ha comenzado con tanto fruto a poner trabajo. El Derecho penal se mantiene aun en el antiguo embrión de los demas estudios» sin haber merecido la atención especial délos profesores; i las interesantes cuestio- nes que resuelve, allá en los arcanos de la intriga, de la pasión i del interes crt quo tantas veces la inocencia carga con los atavíos del crimen, están para nosotros me- dio veladas. La medicina legal no ha venido hasta ahora a revelarnos las cstrañas aberraciones que padece nuestro espíritu i que perturban el principio de la morali- dad de las acciones i de la validez de los testamentos i de los contratos. No quiero hablar del derecho canónico, que hace un papel tan importante entra nuestra sociedad católica. El, como una especie de sombra del derecho civil, lo toca en todas sus partes i pretende modificarlo llamándolo a nombre de la moral í de la conciencia cada vez que se separa del ríjido sendero por donde caminan estas últi- mas. El abraza i determina también negocios arduos de administración en él orden eclesiástico, i traza la raya de deslinde entre las jurisdicciones de las potestades del cielo i de la tierra. Ancho mar de disposiciones i de principios, quizá exije la con- sagración esclusiva de las facultades mentales del hombre. Sin embargo, fuerza és suministrar siquiera una idea jencra de su contenido a los que se dedican a la profe- sión del derecho civil i merece de parte de los alumnos una atención algo mas bené* vola que la que en el dia le dispensan. Por estas rápidas indicaciones bien se deja entender cual es el estado en que Se halla nuestra escuela de derecho, i cual la razón porque salen mal preparados los alumnos que en ella se forman, no obstante la enseñanza enciclopédica que se les su- ministra. Ilai falta de método en los estudios: hai descarrio de atención a objetos estrados déla facultad; hai pérdida de tiempo impuesta sin necesidad a los alumnos. Ya que la Facultad ha tomado a pechos el buen propósito de poner orden en tan interesante materia, permítame que cierre estas líneas esponiéndole mi sentir sobré el sistema que podrá realizar mejor sus deseos. Supongo al alumno versado en los simpáticos ramos del ’ saber que se conocen con el nombre de Humanidades. Las lenguas, la Historia, la Filosofía, la Oratoria son atributos de que no puede carecer ningún hombre ilustrado, pero que en el hombre del foro, forman por decirlo asi, la mitad casi de su valimiento. Esos ramos, sin embargo, corren bajo la tuición de otra facultad, i la nuestra no tiene mas in- cumbencia que la de velar en que el alumno que entra en sus dominios, haya atra vesado honorablemente los de aquella. Me ocuparé, pues, de lo que nos es peculiar. En mi concepto los estudios legales debían comenzar por el Derecho natural, pie- dra angular de todo derecho escrito. Descartando las frivolas o caseras cuestiones de que han. solido ocuparse algunos tratadistas, baria que se resolviesen en él las funda- mentales i fecundas que determinan los principios de la autoridad, de la justicia i del deber. Dios ha puesto orden en el mundo moral, i dádole sus leyes como al mun- do físico. Interpretar por sus obras sus santos preceptos, i determinar por este me- dio las obligaciones del hombre para con él, i de cada individuo en sus relaciones con la familia, con sus semejantes, i con la sociedad a que pertenece, seria dar a la enseñanza jcncral del derecho una base luminosa, i trazar el diseño de los diferentes ramos que van a ser materia de los futuros trabajos del discípulo. Haría estudiar en seguida el Derecho Romano en la forma i bajo el concepto de que he hablado en otra parte de mi discurso, i después vendría el español o patrio. Corren en manos de los jóvenes los tratados elementales redactados por Sala i Alva- rez, recomendables sin duda por condensación de la doctrina el uno, i por la clari- dad i método de la csposicion el otro. Cartillas son estas que pueden llenar las pri- meras necesidades de la enseñanza; pero no se baria todo lo posible con solo recibir del alumno la lección del simple contenido de sus pajinas. Es menester acostumbrar- lo a ocurrir a la fuente de donde aquella doctrina es tomada, a los códigos: convie- ne esplicar las sucesivas modificaciones que estos han sufrido, los motivos que han dado lugar a esas mudanzas, sea que estos se hallen en las costumbres i condición del pue- blo español en diferentes tiempos, sea en las dudas i cuestiones suscitadas por los juris- consultos, i a las que se ha tratado de poner fin con mas o ménos acierto. La cspo- sicion del derecho actual ilustrada con su historia i esplicada en sus antecedentes i fundamentos, os el verdadero estudio que debe hacerse do la lejislacion patria. El Derecho Romano daría el diseño jeneral de la jurisprudencia civil, con sus vistas jc- nerales i la lójica trabazón de sus partes: cLDerccho Español llenaría los claros, des- cendiendo el maestro con la antorcha de la filosofía en la mano a dar a conocer los detalles del vasto i complicado edificio. jfliénlras el alumno se ocupase de estos estudios primordiales, debia hacer como acce- sorio el curso de Derecho Administrativo en sus diversas ramificaciones. Principiaría por el derecho administrativo propiamente dicho, que comprende la Constitución fundamental dei estado, las leyes del gobierno interior i del réjimen municipal, la organización de la enseñanza primaria, de la beneficencia, de La guardia nacional, el sistema de recaudación i administrativa de rentas, etc.: pasaría después a recibir no- ciones jcneralcs de Economía política: conocería los principios cardinales del dere- cho internacional en tiempo de paz i guerra, i cerraría el curso con el derecho canónico. Todas estas materias tienen vínculos estrechos entre si, como que ellas esplican lodo lo que concierne a la organización ¡relaciones de la Iglesia i del Estado, i deben ser estudiadas de seguida i como si las encerrase una misma clave. Con estos conocimientos, el alumno podia recibir el grado de bachiller en leyes, i entrar a un nuevo orden do estudios, en que figuraría como principal el enjuicia- miento, esto es, el medio de conseguir i hacer efectivos los derechos civiles que tie- nen ya conocidos en teoría. En esta clase esencialmente práctica, el alumno baria trabajos do aplicación, i uniendo las lecciones del profesor a la inspecion personal de los jucios, de las defensas i de los procedimientos judiciales, se dispondría para en- trar al foro. Durante los dos años que debía durar este ejercicio, el alumno podía llevar por clase accesoria, en el primero los códigos especiales de comercio i minería; i en el segundo el Derecho Penal, la medicina legal i la ordenanza del ejército que guardan ¡entre si estrecha anadojía. Tales .Señores, la manera como, si de mi pendiese, organizaría la Escuela de Dere- cho. Si los actuales textos demandaban alguna mudanza, noserla difícil en poco tiem- po acomodarlos al nuevo sistema. Concibo que podían redactarse con tal eslension, que cuatro años fuesen suficientes para hacer sobre los inconvenientes de que en filosofía unos mismos alumnos tuviesen dos pro- fesores diversos, que podrían producirles incertidumbres funestas, inculcándoles principios contrarios; pues se presta a ello tanto la variedad de sistemas de que mas que otra alguna esa ciencia adolece. A lo que respondían los partidarios de la opinión opuesta que ese último incon- 21 — 1 82 — veniente podía allanarse disponiendo fuesen unos mismos los profesores de filoso- fía i literatura en los cursos del Instituto i la Universidad. Prosiguióse todavía por largo espacio i con abundante copia de razones, esta discu- sión, tomando parte en ella los señores Blanco, Sazie, Orrego, Domeyko i el Secre- tario.— Se hicieron en el curso de ella varias nuevas observaciones: l.° sobre la con- veniencia de que el grado de Bachiller en Humanidades no se reciba sin haber se- guido por lo méuos un curso anual elemental de filosofía i de literatura, teniéndose para ello presentes las razones que se adujeron en la sesión del 20 de Noviembre de 1852 i constan de la acta respectiva; i 2.° sobre que los primeros cursos legales no se hagan con tanta anticipación al 2.° año de filosofía, que comprende, con la mo- ral i el derecho natura!, los conocimientos preliminares mas indispensables para los que inician aquellos cursos. Por último, tratándose de fijar un partido que concíbase en lo posible las varias opiniones emitidas, la mayor parle de los miembros presentes pareció decidirse por el que sigue: 1. ° El estudio de la filosofía i el de la literatura subsistirán en la sección del Ins- tituto Nacional; pero solo en un curso elemental de ambos ramos que ocupará el 7,° año de los preparatorios o humanitarios. Este curso elemental comprenderá en filosofía todas sus parles menos el Derecho natural; i en literatura toda la parle que se llama propiamente Retórica. 2. ° Terminados con este 7.° año los estudios preparatorios, pasarán los alumnos a incorporarse en la sección universitaria, donde los que hayan de stguir los cursos legales, continuarán durante el primer año la clase de filosofía superior i Derecho natural con lecciones diarias; i durante el 2.u la literatura superior también con lecciones diarias. 3. ° En el espacio de esos mismos dos primeros años, los propios alumnos estu- diarán el Derecho público i constitucional, el Derecho déjenles i la Economía po- lítica, con lecciones diarias, destinándose un año a los tres primeros ramos indica- dos, i a la Economía política el otro. Vendrá en seguida otro curso bienal de Derecho Romano i patrio concor- dados, durante el cual se darán también tres veces por semana lecciones de Dore olio Canónico. r>.° Terminará los estudios legales un curso bienal de Códigos especiales i prác- tica forense. Con respecto a la doble serie de estudios legales, que el señor Redor propuso en la sesión precedente, tanto por lograr las ventajas que allí mismo enunció, de es- te aumento de profesores, como por evitar el atraso de un año que hoi dia experi- mentan cada dos, los alumnos que terminan los cursos preparatorios, el Consejo pareció también aceptar unánimemente esc partido, salvo en el curso bienal de práctica i códigos especiales, en que se reputó superfina semejante duplicación. Pero sin llegarse a resolver definitivamente nada sobre lodo lo espuesto, por ha- ber dicho el señor Rector que necesitaba meditar mas la materia, con el fin de vei modo de allanar diversas dificultades que le ocurrían para la aceptación de! plan acojido por la mayoría, se levantó la sesión, quedando en tabla el mismo asunto para la inmediata. —183— EXTRACTO DE LA SESION DEL 2$ DE HAYO DE 1953. Presidida por el señor Rector presentes los señores Mcneses, Solar, Blanco, Sazic* Orrego, Doraeyko i el Secretario. — Aprobadas las actas de las sesiones de 21 i 25 del corriente, el señor Rector confirió el grado de Bachiller en Humanidades a don Justo Belisario Henriquez i don Abelardo Solomayor. A continuación se dió cuenta: I o de un oficio del señor Ministro de I. P. trasmi- tiendo, para que el Consejo informe, una solicitud elevada al Supremo Gobierno por don Miguel A. Verdugo con el objeto de que se le permita establecer en el Departa- mento de los Andes un colejio de instrucción secundaria. El Consejo, examinados los informes del Gobernador del referido Departamento i del señor Intendente de Aconcagua, que acampaban esta solicitud, i oido también lo que en la sesión se ex- puso por el señor Mencses acerca de la conveniencia de la planleacion del referido colejio en aquellos poblados lugares, i por el mismo señor i don Borjas Solar acer- ca de las prendas morales i aptitudes que recomiendan al solicitante, acordó infor- mar favorablemente sobre el pensamiento al Supremo Gobierno, i aun apoyarla idea sujerida en su informe por el Gobernador de los Andes sobre que, a fin de asegurar la subsistencia de la empresa siquiera en los primeros tiempos, i evitar que a poc0 de planteada sucumba por insuficiencia de recursos como oirás que la han precedi- do, el Supremo Gobierno la auxilie con alguna asignación fija, a condición de que el Colejio eduque gratuitamente cierto número de alumnos pobres. Notándose al mismo tiempo ser demasiados los ramos que Verdugo se compromete a enseñar, lo cual podría mas bien perjudicarle, se acordó también proponer al señor Minislro que en caso detener lugar la subvención indicada, le imponga solo como obligatoria la enseñanza de la gramática castellana, jeografía i cosmografía, francés, aritméti- ca, reí ¡j ion i urbanidad, dejando el lalin como voluntario para los que quieran se- guir esa clase. — Por último, cada año deberá dar cuenta Verdugo del dstado de su Colejio, para que pueda continuársele abonando la subvención. En 2.° tugarse dió cuenta de tres informes de la comisión de cuentas del Conse- jo, sobre las presentadas por los Secretarios jcneral, de Teolojía i de Leyes, de los fondos que han ingresado al poder del 2.° durante el primer cuatrimestre del pre- sente año, i a los del 4.° i 3.° durante los dos últimos cuatrimestres, cumplidos en 30 de Abril próximo pasado. Resultando de esos informes estar las referidas cuen- tas en regla, el Consejo las aprobó i mandó pasar los sobrantes a la caja univer- sitaria. 3. ° De una presentación con que don José Basterrica acompaña un texto de arit- mética que ha trabajado para la enseñanza de las escuelas, con el fin de que en cllas se mande adoptar. — Pasó en informe al señor Decano de Matemáticas. 4. ° De una solicitud del Diácono don Miguel Taglc, relativa a que se le dispensen para el grado de Bachiller en Teolojía los exámenes de Aritmética i Gramática cas- tellana, únicos que de íos requeridos no ha podido rendir por haberse enfermado a la mitad de sus cursos, habiendo dado, en compensación, de otros ramos que no le eran obligatorios, tales como el francés, química i derecho canónico. En atención a las razones expuestas el Consejo accedió a esta solicitud. Prosiguiéndose después de esto la discusión del Reglamento para el Instituto li- — 184— tcrario do Concepción, suspensa desdo la sesión de 21 del que rijo, fueron aprobados sin alteración alguna sus artículos signados con los números 42 a 51. El 52 fué aprobado en estos términos: «Los exámenes totales deberán rendirse ante el Rector i tres profesores a lo me- nos.— En los parciales bastará que se bailen presentes el Rector i dos profesores. El 53 lo fué como se contiene en el proyecto. El 54 en estos términos: «Los examinadores tendrán tres votos: de distinción, de simple aprobación i re- «probacion. La mayoría decidirá de la aprobación o reprobación del alumno, i en «caso de empale el Presidente» El 55 fué aprobado con la sola supresión de las palabras que fueren facultativos, que contiene. Los restantes artículos hasta la conclusión, fueron aprobados sin alteración alguna. Se dispuso en seguida se devolviese dicho Reglamento al señor Ministro de Ins- trucción pública, expresándole el método que el Consejo ha seguido en su discusión, comparándolo con los do los colcjios de Talca i la Serena, i adoptando aquellas al- teraciones que le han parecido convenientes. Procedióse acto continuo a terminar la discusión del plan de estudios para la Fa- cultad de Leyes, suspensa en la sesión extraordinaria de 25 del corriente; i habién- dose aprobado el que allí se designó como acepto a la mayoría del Consejo, sin otra alteración que la de haberse dispuesto que a la clase de Derecho canónico precedie- se un curso breve de historia eclesiástica, dado por el mismo profesor, se acordó también que la serie de estudios en la misma Facultad fuese doble, en la propia for- ma que en la sesión que acaba de citarse se propuso. En consecuencia, se trató de fijar el número de profesores que deberían establecerse i la distribución que entro ellos se hubiese de hacer de las varias clases que el plan aprobado comprende. Esta distribución quedó determinada en la forma que sigue: 1. ° Un profesor de Derecho público, constitucional i de jentes, i otro de Econo- mía política, que enseñarán sin interrupción sus ramos respectivos. 2. ° Dos profesores de Derecho romano i patrio concordados, i otro de Derecho ca- nónico para los alumnos de I .° i 2.° año de aquel. 3. ° Un profesor de códigos especiales i práctica forense. Por indicación del señor Rector, convino igualmente el Consejo en que los alum- nos del 7.° año de Humanidades debían continuar el estudio del latín con tres pasos semanales, al mismo tiempo que aprendan Filosofía con lección diaria, i literatura con tres lecciones semanales. — Durante el 6.° i 1.0 año de latin, se cuidará especial- mente de ejercitar a los jóvenes en composiciones escritas del castellano a aquel idioma. Terminado con esto lodo lo relativo al plan de estudios universitarios en las dívci- sas Facultades, se mandó comunicar los acuerdos celebrados al señor Ministro de Instrucción pública, levantándose en seguida la sesión, Considera c ion es je ñera les sobre la prueba íes tí* monial en materia de convenciones — Memoria para obte- ner el grado de Licenciado en la Facultad de Leyes i Cien- cias políticas , presentada por don Joaquín blest gana a dicha Fa- cultad. OBSERVACIONES SOBRE LA PRUEBA TESTIMONIAL EN MATERIA DE CONVEN- CIONES. Si tratásemos de buscar en los primeros pasos de la vida social el orijen histó- rico de las pruebas judiciales, encontraríamos que la testimonial es la primera que aparece en la historia de la civilización; i este hecho uniforme en loHos los pueblos» que no han heredado su lcjislacion de otros mas ilustrados, tiene su fundamento ló* jico en la naturaleza misma de las cosas; porque la importancia primitiva del testi- monio, se deriba del instinto natural en el hombre, de dar crédito a aquello que cuenta con el sufrajio de nuestros semejantes i de prestar fé, a lo asentado bajo la veracidad de la conciencia. La dificultad de procurarse otro jénero de prueba, la ig- norancia de la escritura, la simplicidad en las relaciones legales de un pueblo que comienza su vida, son otras tantas causas que contribuyen al desarrollo de la prueba por testigos i a arraigar en las leyes lo quo en su principio no ha sido mas que la muestra palpable del triste estado de las naciones en la primera edad de su existen- cia. Mas a medida que los pueblos adelantan en la carrera de la cspcriencia, a me- dida que las relaciones sociales se complican i se hacen las transacciones mas impor- tantes i frecuentes; a medida que la desconfianza enturbia poco a poco la fuente pri- mitiva de la inocencia, la prueba testimonial desacreditada en la práctica, ocupa también en los códigos un lugar mui secundario. Impuesta como una necesidad se rechaza como un peligro i la jurisprudencia cautelosa de losriezgos que trae su acep- tación, por pruebas que mejor garanlizen los procedimientos judiciales, por espe- dientes menos inciertos en sus resultados, menos incómodos en su aplicación, dando también a las oblgaciones una baze mas sólida para su constancia. Es un hecho uni- versal puede decirse en el derecho moderno, (hecho tanto mas de notarse, cuanto mas se acercan las lcjislaciones a los tiempos contemporáneos) el afanoso conato que han —1 Su- puesto los lejisladores, en alegar del terreno contencioso la prueba de testigos: la teo- ría ilustrada de los últimos años, arrebatando su imperio a la práctica tradicional de la antigua jurisprudencia, lia consagrado otros principios, inventado otras máximas c introducido en los procedimientos jurídicos reglas que guardan mas^consonancia con la naturaleza filosófica de la ciencia. I no que las restricciones de la prueba testimo- nial daten solo de los siglos modernos: que ya en la lejislacion romana, madre sabia i fecunda, de las leyes de casi todos los pueblos se divisa esta misma tendencia: el Emperador León establece el Colejio de Paladiones; la lei tí Cod, de test, exije la deposición de cinco testigos rogados para probar la solución de una deuda"quc cons- tase por escritura pública: en la adopción, arrogación, donación, entileusis, se recha- zaba toda prueba que no fuese escriturada: «i el misino lejislador proclama que la prueba testimonial es una de las mas sospechosas i que en el conflicto de una decla- ración de peritos, con otra de testigos honrados, aquella merecía mas fe»(So!on Essai, sur les prueves). Este espíritu manifiesto en casi todos los Códigos importa para el filósofo algo mas que un accidente casual, algo mas que una desconfianza sin fundamento: necesario es que haya efectivamente en la prueba testimonial alguna cosa que repugne al pru- dente criterio do la buena jurisprudencia, alguna cosa que combate la teoría con las ar- íuas del raciocinio, para que el derecho teórico i positivo se haya conjurado asi para re- ducir el vasto imperio que antes ocupaba en los procedimientos jurídicos. Existen sin embargo algunas lejislaeiones en que la prueba de testigos disfruta to- davía todo su antiguo prestíj io;|sea porque las fuentes de estas lejislaeiones suben aorí- jenes mui remotos, sea que las preocupaciones hayan tenido mas fuerza que los avi- sos de la experiencia; sea que la tradición haya consagrado ese sistema, santificando sus vicios i exajerando sus virtudes. El derecho chileno es una do estas excepciones1 Chile colonia española heredó también las leyes de la madre-patria; leyes sabias, equitativas, filosóficas en su mayor parte, como las romanas que les sirvieron de fun- damento; pero también incompletas muchas veces i poco conformes con el nuevo es- piritu de la ciencia; lo que debe atribuirse no seguramente a la incuria o ignorancia de los lejisladores, sino al natural progreso de las ideas, i a las opiniones dominan- tes en la época de la confección de aquellos códigos. Una de las materias que mas se recicnten de esta influencia es la de la prueba testimonial, materia tan interesante en los juicios, que tan inmensamente contribuye a la acertada decisión de las cues- tiones judiciales; puesto que sobre ella rueda casi el mayor número de juzgamientos. Convencido de la gran trascendencia de la prueba de testigos, he querido aventu- rar algunas observaciones acerca de ella, considerándola como medio probatorio en materia de contratos, confiado en que el interes natural del asunto i la ilustrada in- duljencia de los señores que me escuchan disimularan algún tanto la debilidad de las fuerzas que me asisten. Al recorrer las disposiciones de la lejislacion española vijente entre nosotros no puede menos que admirarse el jurisconsulto moderno, contemplando la prodigalidad con que se dispensa la prueba testimonial en materia de obligaciones; prodigalidad que si manifiesta la fuerza i honradez de las jcneraüones pasadas, no es por cierto la mejor muestra de la previsión de los lejisladores. El código de Partidas, reprodu- ciendo la división de las convenciones adoptada por las leyes romanas, acepta tam- bién los medios probatorios que estas establecían para la validez judicial de las obli- gaciones i dando a los derechos un fundamento casi completamente moral, descuida los testimonios materiales, refiriendo mas bien al acto sicolójico jencrador de las con- venciones, que a la existencia material de estas mismas. El autor de las Partidas pa- sa en esto aun mas allá de sus maestros; los actos solemnes para los cuales ero nece- sario en liorna la concurrencia de cinco testigos, <1 mas del aníllalo i Itiripcndc, no $e encuentran en la lejislacion española; toda obligación puede hacerse constar en- tro nosotros i>or medio de testigos sea real o personal, mientras el derecho romano exijia casi siempre o ya un mayor número de testigos o ya una escritura privada co- mo principio de prueba. La Nov.. Rccop. esliendo mas todavíi los limites adoptados por las Partidas; i la lei 1.a iit. 1 lila. X de este código declara de la manera mas esplícila que toda obligación queda verificada desde el momento que de cualquier modo pueda hacerse constar el consentimiento de las partes. La lei recopilada que- riendo destruir la fórmula de las estipulaciones del derecho romano, no hizo sino sustituir un mi! gravísimo i ostensivo a todos los ramos de la lejislacion positiva, a un inconveniente pequeño, hasta cierto punto necesario i circunscrito solo aun redu- cido jénero de transiciones. La fórmula de las estipulaciones romanas no era como pudieran creerlo algunos pensadores vulgares, una mera solemnidad digna de las alambicadas sutilezas de las leyes antiguas: era la salvaguardia de los contratantes* i la constancia exterior de la convención i la prueba que de ella podría ofrecerse en juicio. No que esta prueba fuera mui satisfactoria: mas a lo menos la obligación de- riva su fuerza de una manera especial de verificarla; que es lo mas que puede exi- jirsc de la lejislacion de un pueblo en que estaba tan poco difundido el arte de la es- critura; pero que una lei del siglo XVII i de la nación mas ¡lustrada entóneos, ven- ga a derogar toda solemnidad en las obligaciones, es casi incomprensible a no expli- carlo por la sana conciencia de sus autores que juzgaron encontrar en cada contra- tante, un modelo de virtud inaccesible a las tentaciones de un lucro fraudulento. La doctrina de nuestras leyes tiende a aceptar en juicio toda clase de prueba que desee rendirse en materia de convenciones; tiende a dar una amplitud ilimitada casi a lo que el derecho de todos los pueblos ha tratado de estrechar en lo posible i tien- de como consecuencia necesaria a elevar la prueba testimonial sobre todas las otras; porque aquella será la que con mas frecuencia ofrcscan ios litigantes. Si tratásemos de examinar la división de las convenciones vi jen tes entre nosotros, relativamente a la base filosófica de esta división sin duda que la encontraríamos mui satisfactoria, como que se refiere a la verdadera fuente de toda obligación que os el consentimiento de los con 'rayen les lejilimamenle manifestado; pero estudiada esta misma división a la luz de la jurisprudencia, aplicados a ella los numerosos ca- sos que ofrece la práctica cuotidiana de los tribunales, hallaríamos que es talvcz la fuente mas fecunda de lilijios, el espacioso campo que se disputan palmo a palmo la mala fe i la sofistería, convirlicndo la ciencia de las leyes en torcidas interpretacio- nes del verdadero derecho, en ridiculas sutilezas, resabios tradicionales de la juris. prudencia casuista. Nada a la verdad mas racional, nada mas lójico i verdadero, que jas obligaciones se consideren filosóficamente perfectas consumado que se haya el acto moral o físico que les sirve de orijen,- nada mas justo que en teoría las convenciones deriven su fuerza obligatoria del consentimiento, entrega de la cosa etc. ele. pero admitir en juicio cualquier jénero de prueba sobre la existencia de este consentimien- to, o sobre la entrega de esta cosa, es sin duda ninguna abrir un ancho camino al fraude, es multiplicar los pleitos a lo infinito, es entorpecer la marcha rápida i acer- tada que debe caracterizar los procedimientos judiciales. La ilimitada amplitud que se concede por nuestras leyes a los medios probatorios remonta a sus mismas fuentes, eslá arraigada en su espíritu i manifiesta en cada una de sus disposiciones; i es tan- to mas de notarse este fenómeno cuanto nuestros códigos parecen haberse complaci- do en alejar las precauciones que habían adoptado los otros para precaver los graves males consiguientes a un abuso mui fácil de cometerse: asi respecto de la prueba de testigos el derecho romano exijia siete en casi todas las transacciones importantes; i d sistema de aumentar el número de testigos según el interes de las convenciones, parece haber sido uu axioma en la jurisprudencia de todos ios países, en que las di- ficultades de la escritura eran poderosos inconveniente para procurarse otra espeei» de prueba: tal era la doctrina de los Hebreos que exijian diez testigos para el acto de constitución de la dote i otros de esta importancia i tal también la observada en Atenas. Este sistema de las legislaciones antiguas, guarda sin disputa alguna, mas conformidad con la naturaleza variable de la prueba testimonial i es del mismo mo- do mas ajustado a la conveniencia pública i garantiza mejor la seguridad privada. La lei española estableciendo una disposición absoluta, como pauta universal, ha olvida- do una diferencia radical fundada en la mayor o menor importancia de los hechos que se intenta probar: ha olvidado lo que es una regla incuestionable en lójica i en provervio en el lenguaje vulgar. Procedamos ahora a bosquejar la naturaleza jurídica de la prueba de testigos, i descenderemos después a averiguar la necesidad o inutilidad de su admisión en ma- teria de convenciones, las ventajas o inconvenientes de su eselusion, o las retrincio- nes que deberían imponerse para alcanzar el objeto que el lejislador se ha propues- to al adoptarla. Como toda prueba la testimonial necesita su fundamento de credi- bilidad i esta lo encuentra en la predispocion natural que tenemos de dar fé a la ase- veración de un hecho, por personas que no se mueven a hacerlo por algún ínteres particular que ponga en compromiso su honradez. Un testigo es un espejo racional que refleja mas o menos fielmente los hechos ^que se desarrollan ante él; es un libro escrito con los caracteres de la memoria, en el que el juez procura leer los detalles, naturaleza i circunstancia de un suceso pasado; pero el testigo victima de todas las mperfecciones humanas, no puede muchas veces representar fielmente lo que ha vis- to i oido, ni conservarlo indeblemente para su perfecta narración. El testigo tiene en contra de su propia percepción, la imperfecion de nuestros órganos i la estrechez de nuestra intelijencia: el oido mas fino puede equivocar dos palabras de mui diverso sentido, el ojo mas avezado puede engañarse sobre el resultado o el carácter de una acción i la intelijencia mas perspicaz no alcanza a divisar la intención, el hecho mo- ral que produce el acto exterior. Por otra parte; recordar con puntualidad un acon- tecimiento de ayer, no es lo mismo que referir un suceso de algunos años; i el que puede conservar en la memoria la parte s ustancial de una transacion celebrada an- te él, olvida con mucha facilidad las condiciones secundarias de esLa transacion: con- diciones interesantísimas talvcz puesto que ellas envuelven quizá la verificación o no verificación de lo pactado. Pedro i Juan han celebrado ante dos o tres testigos un contrato de arrendamiento, que seis años después de su celebración se controvierte en juicio: presentados los testigos dicen: que aunqne recuerdan el acto principal del contrato no conservan en la memoria, ni cánon estipulado £n¡ los plazos de su venci- miento, ni la manera en que debe verificarse la entrega: he aqui burlado el derecho de los contratantes, he aqui destruida la obligación desde su base i he aquí el orijen de un litijio interminable a que no se daria lugar si las leyes supliesen la previsión que puede faltar a los hombres; i lo que acontece en este ejemplo es lo que a cada paso vemos i lamentamos infructuosamente. Ilai en la prueba testimonial un vicio radical, vicio que sube a su propio orijen i que se difunde corrompiendo sus conse- cuencias; vicio que tiene sus raíces en la naturaleza humana misma i que la lei no puede evitar ni puede tampoco fijar una regla determinada a la cual se uniformen las diversas clasificaciones que padece el testimonio por la imperfección de su orijen. La base de la creencia que tanto el hombre en jeneral como el majistrado en par- ticular, dispensan a la deposición de los testigos es la persuacion que existe en cj ánimo del juez i en la mente de la lei, que el que presta su lestismonio en juicio no es impulsado a ello, por motivos de interes personal, sino por satisfacer un deber sa* grado impuesto por su condición de ciudadano, o por los lazos de sociabilidad que le ligan a sus semejantes. Desde el momento que en el concepto del juez, o que cu la —1 89 — opinión de la leí desaparezca esla persuacion, concluye también con ella toda tuerza probatoria del testimonio, puesto que es el fundamento de la bondad, credi- bilidad i aceptación de la prueba: ¿pero la lei i el juez proceden lójicnmente abrigan- do a priori la persuacion de que vamos hablando? El testigo en los procedimientos civiles, no es como en los criminales de oficio, buscado porel mismo majistrado u otra autoridad legal, sino presentado por la misma persona a quien interesa su de- posición; no es fortuiti sino rogati como decían los romanos ; de lo que es mui fá- cil colejir que quien ofrece el testimonio de uno o muchas personas, se asegurará per- fectamente antes de ofrecerlo que le será favorable. El individuo que litiga no bus- ca el narrador fidedigno e imparcial, sino el que considere él asunto bajo el punto de vista que le interesa i nadie seria tan nécio o imprudente que se arriezgase a exhibir el dicho de personas cuya imparcialidad contrariaría sus miras: podría decirse sin temor de exajeracion que de mil testigos apenas habrá uno que deponga contra la parte que lo presenta; i este accidente es un resultado tan natural como pernicioso, tan necesario como funesto; porque la prueba testimonial se constituye i forma por el mismo litigante que la presenta en juicio; i constituyéndose de esta manera es claro i evidente que la presunción no debería inclinarse al lado del testimonio sino al contrario. El que depone en juicio, lo hace en la mayor parte de los casos a rue- go de la parte que pide su examen: pues aunque la lei impone a todo individuo la oblgacion de declarar en causas civiles, esla obligación es correlativa al derecho que tienen los litigantes i que se guardarán mui bien de usar siempre que haya algún te- mor de que la veracidad del testigo, ponga en peligro sus pretenciones. Siendo pues el testimonio obra casi esclusiva de aquel a quien favorece, hai un principio mo- ral de sospecha contra el testigo, hai un fundamento racional para creer que no se ha prestado a declarar obedeciendo solo al principio de justicia que se lo ordena i que aunque visiblemente no incurre en ninguna de las lachas que la lei designa, es talvez instrumento de alguna influencia secreta i poderosa, que no se encuentra bajo la jurisdicción del juez. Observemos también que los testigos en 6a usas civiles son examinados por los in- terrogatorios presentados por las mismas partes contendientes; que el juez en su exámen debe sujetarse a lo que los litigantes establezcan, de manera que solo con arreglo a estos interrogatorios puede el majistrado resolver la cuestión controvertida. ¿No es esto una inconsecuencia en las leyes, que por una parte impone al juez la obligación de decidir ajustándose a los dichos de los testigos i por otra le quitan la libertad de'examinarlos? no es esto violentar su conciencia, hacerle servir de ins- trumento de la astucia del litigante, que confecciona su interrogatorio del modo que mas le conviene? Cuántas interesantes circunstancias que esclarecerían la verdad se pierden de esta manera; cuantos detalles de consideración que guiarían las investi- gaciones del juez: cuantos hechos de los que las partes no hacen mérito i que serian desicivos c importantísimos en la cuestión. Por otra parte, en los asuntos de que tra- tamos, el majistrado no recibe las respuestas de los testigos por si mismo; porque la distinción que la lei establece respecto de la importancia de las causas civiles ni se observa en práctica, ni seria equitativo que se observase: el escribano recibe las de- posiciones, el escribano esliende las respuestas i el escribano es el órgano interme- diario entre el juez i los testigos. Este sistema tiende nada ménos que a destruir la misma base, el único fundamento filosófico de la prueba testimonial: ¿Como si la fé que prestamos al testimonio, es el resultado de un aprecio puramente moral e intelectual, la consecuencia de un raciocinio interior fundado en bases esternas, puede existir tal como debe existir, si las contestaciones del testigo son trasmitidas por una tercera persona? Esta persona es verdad la coloca la lei como un órgano in- tachable, como representante de h verdad inexorable; pero aun cuando asi sea, no —190 — es por eso menos cierto que el testimonio vienc'al conocimiento de! juez debilitad», ya desnaturalizado puede ser i no desnudo, inmediato i visible en todos sus detalles como debiera venir. Ademas el juez pierde aquellas modificaciones qué nacen de la espresion, semblante i manera de declarar del testigo; modificaciones que tanto in- fluyen en la fuerza probatoria del testimonio i a las que la leí misma ha dado li debida importancia en el juicio criminal. En algunos países para evitar estos graves inconvenientes, se ha adoptado el espediente de la publicidad de la prueba i del e- xámen de los testigos por las mismas partes o sus representantes en la presencia ju- dicial; esta práctica a la verdad embaraza el progreso del juicio, entorpece la rapidez de su marcha; pero ofrece por lo menos una buena garantía para los litigantes, ha- ciendo mas eficaz la ejecución de la leí, mas difícil de eludir su aplicación, mien- tras el juez emite también su fallo con mejor conocimiento de causa; empero este sistema parece inaplicable a nuestra manera de enjuiciar: porque para adoptarlo ha- bríamos menester de realizar una reforma radical tanto en la forma i atribuciones de los tribunales, cuanto en la tramitación de los procedimientos. Si en el testigo concurriesen con frecuencia las cualidades que la lei debe presupo- ner, no habría entre todas las pruebas ninguna mas sitisfactoria que la testimonial, ninguna que mejor reuniese los requisitos físicos i morales que se requieren para la plenitud de una prueba; mas esto por desgracia casi nunca acontece; porque el tes- tigo como hombre está sujeto a todas las debilidades de nuestra condición, a todos los cstravios de nuestras pasiones, i mas que ningún otro espueslo a los encantos de la tentación como que la toca mas de cerca. Las leyes de todas las naciones cono- ciendo la facilidad de desvirtuar la prueba testimonial, están llenas de disposiciones relativas a lachas, interrogatorios, juramentos i todas ellas también han impuesto las penas mas severas, contra los quebrantadores de la fé del testimonio. Así las XII tablas conminan al testigo falso con el último suplicio, el Fuero juzgo fulmina la pena de cien azotes, incapacidad de atestiguar i pérdida de la cuarta parle de la ha- cienda; las partidas copiando el derecho de Justiniano imponen pena arbitraria; el Fuero Real la indemnización del perjudicado i que se arranquen los dientes al delin- cuente: por la simple csposicion de estos castigos puede verse cuan grave i frecuen- te es el peligro que trata de evitarse, i por ellos también la celosa desconfianza de los lejisladorcs que aceptando la prueba de testigos como un mal necesario, trataban de prevenir sus perniciosos efectos con la dudosa sanción de castigos estériles. Todas las lejislaciones han colocado el testimonio bajo la fó del juramento, como para pres- tar a la creencia, el sagrado fundamento del nombre de Dios; pero asi como las pe- ras conminatorias del falso testimonio han sido de todo punto ineficaces, el jura- mento también, ha quedado reducido a una mera fórmula eslerior en que se prosti- tuye el nombre del divino Hacedor, haciéndolo servir de falsa garantía de los mane- jos del ínteres o de los embustes del fraude. Envano se afanarán en dar los lejisladorcs con infructuoso empeño los castigos mas bárbaros contra los falsos testigos: el mal no existe en las penas1 con que se castiga el delito, sino en la facilidad de cometerlo, en la impunidad del criminal: nada hai mas difícil de probar que un perjuicio i el que lo comete puede estar casi seguro de salvarse de las inquisiciones de la lei, cuyos pasos no pueden avanzar hasta el recinto de la conciencia. El derecho de lodos los pueblos ha establecido es verdad el remedio de las taclias p ira cscluir de la prueba el dicho de personas que no reúnen los requisitos de cono* cimiento, imparcialidad, probidad, edad competente i examen legal; pero cualquiera que esté iniciado en la tramitación de los juicios, sabe mui bien que las lachas an- tes que garantía, son muchas veces las armas con que se violenta la buena admi- nistración de justicia, haciendo cscluir el testimonio de individuos que merecen en- tera fe i haciendo aceptar el dicho de otros, cuyos defectos no son visibles para Ia — 119— lei o para el majislrado. La doctrina nías aceptada entre los publicistas modernos ha demostrado no solo la inutilidad de las tachas, sino también los graves inconve- nientes que con frecuencia resultan de su administración: i esta doctrina fundada en las lecciones de la espcricncia i en las deducciones del raciocinio, condena el sis- tema de los lejisladores antiguos que a trueque de asegurarse el buen procedimiento del juez 1c quitaban toda libertad para pesar la íuerza del testimonio. ¿I en efecto cuál es el principio fundamental de las tachas? sin duda la ¡¡presunción de parciali- dad en el. testigo, que se hace tanto mas fuerte, cuanto mas estrecho es el vínculo que le ligó con aquel en cuyo favor depone; pero esta presunción como que está sujeta a modificaciones puramente interiores, es muchas veces falible ¿cuantas no acontecerá que el testigo rechazado por parcnlczco o familiaridad, haya rendido un testimonio mas verdadero que aquel que no incurre en estas tachas? pero el defecto no está en la lci; poique ella saca el principio de la esclusion de ciertos testigos, da la naturaleza i de la razón misma, que nos manifiestan como un pariente o un amigo, se inclinarán casi siempre al lado a que lo arrastran sus simpatías: el mal está arraigado en la prueba testimonial cuya naturaleza yariable, imposible de so. meterá reglas determinadas, burla toda previsión i esteriliza las mejores leyes. Mas prescindiendo de esta consideración encontramos en nuestras leyes, un sinnúmero de taclias, cuya razón no hallaremos sino en la lejislacion romana i que se han trasplan- tado en la nuestra mediando antecedentes mui diversos. El derecho romano como el español, consideran el acto de declarar mas bien comoel ejercicio de un derecho que como el cumplimiento de una obligación: el testigo se encuentra como colocado en cierto rango de la jerarquía social al que no todos pueden arribar: el infame, el muí pobre o vil, la mujer que anda vestida de varón, el apóstata, el que saca una mujer de orden monástica i otros de este mismo jénero, no pueden presentarse para decla- rar en juicio. Este modo de considerar el testimonio, produce por preciso resultado la estension de las tachas a limites incalculables i vastísimos, escluyendo por demas individuos cuyos defectos en nada alteran la veracidad de sus deposiciones. Las la- chas por parcialidad se derivan como hemos visto de leyes morales casi siempre uni- formes en sus resultados, de manera que la consecuencia de la esclusion está estre- chamente relacionada con la premisa de la parcialidad; pero no milita idéntica ra- zón respecto de las lachas por mala coducla o falta de probidad. ¿En qué se funda la leí para creer que Pedro es, un testigo falso o embustero; porque siendo casado mantiene ilícitas relaciones con otra mujer? esto cuando mas manisfiesta que es un mal esposo o un ciudadano delincuente; por el pernicioso ejemplo de su conducta; pero el eslravio de su conducta, no lo hace mas o ménos parcial respecto de Juan que lo presenta por testigo. ¿La relajación moral de la mujer que anda vestida de varón, la debilidad de criterio relijioso del que apostató su creencia, o cualquiera de los otros defectos que designa la lci en este caso, son presunciones bastante poderosas, para excluir del juicio a las personas que incurren en ellos, dejando sin medio pro- batorio a la parle que los presenta? IVecesario es confesar que la lei para ennoblecer el oficio del testigo, ha circunscrito el derecho de los litigantes, sacrificando la jus- ticia de sus pretcnciones, en obsequio de una sanción penal que no debería entrar en el dominio del derecho civil; i necesario es también admitir que en el estado ac. lual de la sociedad, la aplicación de la lei, es de lodo punto inconducente, i en lu- cha abierta con las costumbres qifc consideran el acto do declarar, no como un de- recho precioso, sino ¡como una pesada carga de la que lodos desearían exonerarse. Si los inconvenientes que la prueba testimonial tiene adheridos a su naturaleza, pu- diesen compensarse con las ventajas que ofreciera su administración, los lcjisladores que la admiten en todo jénero de causas, estarían mui justificados a los ojos de la filosofía; empero para tocio el que haya visto alguna causa en cuya prueba se presen* tan testigos, i para el que conozca la disposición de nuestras leyes, respecto de ía manera de recibir i administrar esta prueba, no habrá ninguna mas dificultosa, nin* guna mas gravosa a los litigantes, ninguna que mas retarde la conclusión de los juicios. Los largos término de prueba no tienen otro orijen que la dificultad de presentar j examinar los testigos, de una minera conforme a la rapidez, que debe ser uno de los principales objetos de los procedimientos judiciales. Las escrituras, la confesión, i todos los oíros medios que la lci i la práctica establecen para la averiguación de la verdad, en nada embarazan la prosecución del juicio; pero la presentación de los testigos, sus declaraciones, las tachas etc. etc. son operaciones que demandan largo tiempo. La administración de la prueba testimonial, es el recurso siempre inagota- ble que saben esplotar los litigantes de mala fé, para obtener dilaciones gravosas ai contrario i que hacen interminables los litijios. Que inmensa diferencia no existe entre un espediente en que no se ha echado mano de los testigos i otro, en que es- tos forman parte de la prueba! En aquel hai claridad, precisión, exactitud; i el juez puede contemplar la verdad desnuda i simple, sin cargarse con el improbo trabajo de leer i releer voluminosos interrogatorios i complicadas respuestas: en éste parece que cada testigo es un obstáculo para la marcha del juicio: la intelijencia del juez se engolfa en menudencias inútiles, se distrae de la cuestión principal, teniendo que armarse de esa impasible paciencia, que solo puede dar un hábito continuado, para sacar en limpio lo que sea conducente al esclarecimiento del dcrecho'i desechar todo aquello inútil o impertinente. Lsle inconveniente bastaría por si solo para justificar i sancionar la desconfianza con que los lej isladorcs modernos han mirado la prue- ba de testigos. La lentitud i costos de los enjuiciamientos, son gravísimos obstácu- los, contra los cuales jamas se trabajará bastante para apartarlos del camino de la justicia i la mejor forma de procedimientos seria aquella que fundada sobre la exac' titud terminase los pleitos con la mayor brevedad i de la manera menos onerosa a las partes: este es el gran objeto de todas las lejislaciones, el instinto si asi puede de- cirse de todos los derechos. ¿I puede jamas la prueba de testigos, dirijir acertada- mente los pasos de la administración de los juicios hacia cále fin tan interesante i principal? puede con ella encontrarse la celeridad, certeza i economía, conatos nun ca perdidos de vista de todo lejislador filosófico? Por cierto que no se lia menester de mucha reflexión para responder negativamente, i no solo negativamente, sino avanzarse hasta decir que seria vano empeño el de conciliar con la presentación i examen de los testigos las calidades que so acaban de manifestar; porque el carácter mismo de esta prueba excluye la economía, contrariaba rapidez ies incompatible con la simplicidad. Hemos bosquejado a la lijera los caracteres distintivos de la prueba testimonial, i de este análisis aunque tan incompleto podemos deducir: que es un medio proba- torio imperfecto desde su orijen, sujeto a modificaciones que esterilizan lodos los buenos efectos que pudiera producir, que da márjen a abusos tan fáciles como per- niciosos, i que por sus diversas cualidades, es de lodo punto opuesto a los objetos mas preciosos de la administración de justicia. Previos los antecedentes que hemos establecido mui sencillo es demostrar que el interes de la jurisprudencia es desechar la prueba de testigos, apartarla del dominio contencioso, principalmente tratándose de convenciones o contratos, como que en este sentido aparecen mas palpables los inconvenientes, mas difíciles Jde evitarse, i mucho mas traccdcntales que en cual- quier otro. La prueba testimonial como base jurídica de la existencia de los contra- tos, contraria la intención que debe presumirse en todo contratante, burla la efica- cia de la lei i complica los juicios sin provecho de nadie i en desventaja de todos: contraria la intención de las parles, por cuanto la lei debe suponer que estas al con* venirse en algún asunto, desearon también fundar la convención sobre bases cons- tantes, inmutables i no subordinadas al capricho de! hombre: esteriliza el objeto de — 193— la leí que es protejer el derecho de los individuos i establecer sus obligaciones bajo formas exteriores, no sujetas a diversas interpretaciones; i complica los juicios como se ha mostrado anteriormente sin necesidad de probarlo largamente. Los testigos en los juicios criminales se admiten como una prueba necesaria, como la única constan- cia exterior del hecho que trata de averiguarse; porque nadie al cometer un robo haria estender una escritura de su delito: i el crimen como hecho ilejitimo, no pue- de tener otra prueba que la que constituye la casualidad. La admisión del testimo- nio en los juzgamientos de delitos, es un resultado preciso de la naturaleza de las cosas; es la única huella, muchas veces por la que puede dirijirse el majislrado i ca- si siempre el orijen de la confesión, indicios i demas medios probatorios del juicio criminal; empero respecto de los contratos los precedentes del hecho obligatorio son mui diversos, la constitución de la prueba no nace de la casualidad sino de la libre intensión de los contratantes; i mientras el delincuente tratará de borrar el menor vestijio de su crimen, el que verifica un contrato, procurará reforzar su validez por cuanto medio halle a la mano. Al principio se ha visto el orijen histórico i filosófico de la prueba testimonial en las lejislaciones primitivas i se ha reconocido también que era un inconveniente in- dispensable en los primeros pasos de la ciencia legal; débese añadir ahora, que este inconveniente es transitorio por su naturaleza i que a medida que la jurisprudencia obedece al empuje creciente de la civilización, los testigos se anulan en los procedi- mientos judiciales. En las naciones europeas, las unas han abolido casi completa- mente la prueba de testigos en materias civiles, otras la han restrinjido notablemen- te i casi todas han procurado modificarla encerrándola en limites mui estrechos. La Francia sobre todo dió en el Código civil un ejemplo que no tardó en aprovecharse en los códigos europeos posteriores al francés: los testigos según este, son inadmi- sibles en toda convención que exceda de 150 fr. (30 ps.) a no ser en los reducidos casos que especifica la lei como excepciones a la regla jencral. Esta disposición del derecho francés, es a mi manera de ver el temperamento mas racional que podía adoptarse para evitar los gravosos males que todos han lamenta- do en la administración de justicia, el medio mas eficaz para eslirpar en su raiz los perniciosos abusos que se han manifestado. En efecto; la prueba de testigos, es peli- grosa e incompleta, i reconocido este peligro i esta imperfección, es el deber del le- jislador arbitrar algún espediente que salve estos obstáculos sin traer otros consigo. Detenerse a probar con prolijos argumentos, que la prueba de testigos, acarrea los mas graves perjuicios en materia de convenciones, es repetir inúli'mcntc lo que cs- puse hablando en jeneral sobre este asunto: la dificultad que podría sucilarse es la de si existe o no necesidad de admitirla, i de que si a falta de ella, se proporciona- ría otro medio probatorio que no dejase burladas las espectativas de las partes. Es- tablecido el orijen de la prueba testimonial, fácil es deducir que en el grado de ci- vilización que alcanza la sociedad presente, no militan los mismos antecedentes que obligaron a los lejisladorcs antiguos a admitirla con la profusión que se nota en nues- tras leyes. Por otra parte el progreso del espíritu humano, corrompiendo la patriar- cal inocencia de las remotas edades, ha destruido la base moral de la creencia; i por otra el uso de los instrumentos públicos, las complicadas condiciones de hecho i de derecho que frecuentemente se estipulan en toda convención, manifiestan no solo la insuficiencia sino también la inutilidad de los testigos. Las convenciones co- mo que son actos que nacen de la libre voluntad de los contratantes, dejan a estos entera libertad para constituir i establecer las pruebas mas fehacientes de la existencia del contrato; i estas convenciones que por su propio carácter son tan len- tas en su ejecución cuanto es el tiempo necesario para reflexionar comcnir i final- mente ajustar de un modo obligatorio las diferentes condiciones del contrato, dan 23 — 194— a las parles la mejor ocasión para que eviten fundar sus obligaciones sobre la mo- vilidad e imperfección del testimonio. No hai puede decirse contrato alguno cuya rapidez en realizarse sea tan instantánea, que no de todo el tiempo preciso para es- tender una escritura aunque sea privada i mayormente cuando se trata de valores crecidos, no es de presumir que los que se convienen han querido liar a la buena fé de dos o mas individuos la constancia judicial de la obligación. Sin embargo la ma- la fé muchas veces, la neglijencia otras i sobre todo la libertad que dejan las leyes, son motivos siempre fecundos que orijinan largos i costosos pleitos, que pudieran evitarse con solo una disposición legal que prohibiese la admisión de la prueba tes- timonial, en las convenciones que excedan de cierta módica suma. Esta disposición, sería el medio preventivo de numerosos litijios, simplificaría notablemente los cn- gorrozos procedimientos i en nada cohartaria la facultad natural que a cada uno corresponde de disponer de lo que le pertenece de la manera i en la forma que sea de su agrado. Una lei que desechase la prueba testimonial en el sentido a que me refiero, no alteraría tampoco las nociones fundamentales del derecho respecto de los contratos; porque estos serian siempre obligatorios relativamente a los contratan- tes, realizándose el hecho que les dá oríjen; pues la única variación que operaría sería en el sentido de la administración de los juicios, en la manera de probar la verdadera existencia del hecho que orijina la obligación. En la situación actual de la jurisprudencia, no hai necesidad alguna de los testigos- como prueba de los contratos; porque la lei i la práctica han establecido espedientes ménos gravosos, en gran manera mas simples i que forman el testimonio mas con- cluyente, claro i espedito que pudiera desearse: nuestras propias leyes han dado ya algunos pasos hacia la esclusion de los testigos; pero estas disposiciones aisladas, re- lativas a determinados contratos no hacen mas que manifestar la necesidad imperio- sa, reconocida por los mismos lejisladores de una regla jeneral i comprensiva que abrase todas las convenciones: la reforma existe ya realizada en la teoría de la cien- cia legal i en la opinión de los mas ilustrados jurisconsultos; falta solo que la lei, interponga el prestijio de su sanción eslendiendo el principio a las aplicaciones de la práctica, Santiago, Marzo 10 de 1855. Señor Ministro: Tengo el honor de incluir copia de la comunicación que he recibido últimamente de Mr. Gilliss Jefe de la Espedicion Astronómica de los Estados Unidos, proponien- do se compre "por este Gobierno el instrumento que allí se describe para el uso del — 195— Observatorio Astronómico de Santiago, ('orno su costo es [moderado, i su utilidad manifiesta (sobre cuyo punto se ha oido en la última Sesión del Consejo Universita- rio la opinión de don Ignacio Domeyko) es de esperar que no haya inconveniente para hacer una adquisición que contribuirá mucho a la exactitud de las observacio- nes en aquel establecimiento. Como el señor Gilliss parece desear una pronta resolución del Gobierno, estimaré a U. S, me la comunique luego que las otras [atenciones de S. E. le hayan permi- tido tomar en consideración este asunto. Dios guarde a U. S. Andrcs Bello . Al señor ministro de Instrucción pública. E. U. Vv\ Espedicion Astronómica. Washington /? de Enero de i 853. Estimado señor: V. sabe que entre las mas importantes mejoras para facilitar la observación astro- nómica ha sido una la aplicación de un telégrafo magneto-eléctrico al reloj del Obser- vatorio, por cuyo medio el astrónomo se hace independiente del órgano del oido, i por la rapidez con que pueden hacerse sus apuntes en un tiempo dado, se hace ca- paz de llegar a tanta exactitud en una sola observación, como se lograría con muchas en el método antiguo. Relojes arreglados de este modo están ahora en uso en todos los principales Observatorios del mundo, i el Gobierno de los Estados Unidos ha pa- gado a un eminente maquinista i observador no menos de diez mil pesos por el uso de un instrumento mejorado, cuyo modelo ha sido mui jeneralmentc aceptado. Conociendo la grande utilidad de que un reloj de esta clase seria para la Espedi- cion Astronómica mientras estábamos en Chile, la Institución Smilhsoniana compró un instrumento de la mas perfecta ejecución a Kerkels de Dinamarca i lo puso en ma- nos de un artista de esta ciudad para que hiciese el rejislro telegráfico i demas acce- sorios. Desgraciadamente para nosotros la premura de obras anteriores no le permi- tió completar el encargo para embarcarlo en tiempo ántcs del periodo prefijado pa- ra la terminación de mis observaciones; pero deseo tan deveras que el primero i único Observatorio Nacional de Sud America esté dotado de todos los medios posibles para aprovecharse de esa incomparable atmósfera, que escribo con la esperanza de que el Gobierno de Chile lomará medidas para que este instrumento llegue a servir en su primitivo destino. Si el observador tiene un alambre que se extienda desde el reloj hasta dentro del Observatorio, no importa donde so coloque c¡ primero. En realidad, un mismo reloj puede corresponder a cualquier número de Observatorios, i sus [respectivos observa- dores lo usarán lodos a un mismo tiempo, i el toque de las llaves pertenecientes a sus varios reiiStros imprimirá en papel el instante preciso en que ocurren los fenó- menos con una exactitud solo limitada a ser apreciada por la competente i síncrona acción del dedo. Vuestro distinguido Ministro el señor Carvallo ha presenciado la Operación del instrumento, i un elaborado informe del Superintendente del Observa- torio, que se encontrará en el lomo de observaciones astronómicas de 1846, de que —196— fué presentado un ejemplar a la Universidad, liará ver a V. cuán satisfactorios so» sus resultados para los astrónomos. Sabiendo el interés que V. tiene por el adelantamiento de las ciencias en Chile, me dirijo a V. con la esperanza de que se valdrá de una pronta oportunidad para someter este asunto a su Gobierno, El primer costo del reloj fué de pesos 500: el re- jistro i aparato importará de pesos 150 a pesos 175: cajones i trasporte hasta el logar del embarque talvez pesos 20 mas,- de manera que el costo total no excederá de pe* sos 700. Si se creyese conveniente hacer la compra, pudiera autorizarse al señor Car- vallo para efectuarla, i yo le proporcionaré con mucho gusto el auxilio que desease, i escribiré al Doctor Moesla, director del Observatorio Nacional, una ámplia descrip- ción del modo de montarlo. Desde mi vuelta a Washington he recojido del Observatorio Nacional de Washing- ton, la Institución Smithsoniana, la Inspección de la Costa de los Estados Unidos, la oficina de patentes i mi propia biblioteca varias obras, mapas i cartas que he creí- do serian interesantes para las instituciones públicas i personas particulares de Chi- le. Se han empaquetado en una gran caja dirijida «al Rector de la Universidad, San- tiago, por cuidado del Intendente de Valparaíso,» i enviada a Nueva York para que se embarque con destino a Valparaíso por el John Marshall, que según los avisos de- be hacerse a la vela el 16 del corriente. Espero que la caja llegará con seguridad i se recibirá como una muestra de la disposición de los Establecimientos públicos de los Estados Unidos a diseminar sus publicaciones i al mismo tiempo como una prueba de mis agradecidos sentimientos ácia el pais en que he pasado tanto tiempo. En la prisa de la partida no se pusieron direcciones a los libros, i me tomo la li- bertad de incluir una lista, solicitando respetuosamente se dirijan ejemplares de va- rios de ellos a los señores nombrados. En un pais tan profundamente interesado en agricultura i minas como Chile, algunos de los artículos contenidos en los antedichos libros sobre esas materias, valdrán la pena de traducirse. Rogando a V. me recuerde a los miembros de la corporación que Y. preside, i que tenga presente que me será siempre de mucho gusto poder servirle, Tengo el honor de ser mui respetuosa i sinceramente J. M. Gilliss 4 Señor don Andrés Relio Rector de la Universidad de Chile, Santiago. Santiago, Mago 2 4 de 1853. He recibido la nol3 que V. me ha hecho el honor de dirijirme desde rcsa capital, con fecha 12 de Enero del presente año, proponiendo la adquisición para el Obser- vatorio de Santiago, del Cronógrafo Eléctrico que la Institución Smithsoniana habia comprado con el objeto de que sirviese para la Espedicion Astronómica de los Esta- dos Unidos durante su residencia en Chile; pero que, por los motivos que V . men- ciona, no alcanzó a ser embarcado para este pais antes del período prefijado para la termiuacion de las observaciones de dicha Espedicion. Tan luego como la indicada nota llegó a mis roanos, abundando en la misma per- suasión de V., sobre la utilidad que semejante adquisición presentaría para este Ob- servatorio, la trasmití con la debida recomendación de parte del Consejo Universita- rio, al señor Ministro de Instrucción pública. La circunstancia de hallarse precisa- mente entonces el Supremo Gobierno ausente de esta capital, i ocupado en la visita- — -197 — t!e las provincias del Sur, fué sin embargo un motivo para que este asunto no tuvie* se un despacho tan pronto como Y. recomendaba i hubiera sido conforme a los de- seos mismos de este Consejo, manifestados al Supremo Gobierno. Al Gn, el reciente retomo de éste a Santiago, le ha permitido expedir el decreto que voi a copiar, i me ha sido comunicado con fecha 12 del que rije, por el señor Ministro de Instrucción pública, sin que haya habido tiempo para trascribirlo a V. por el vapor del lo. Apareciendo de los informes dados por el Delegado Universitario i por el Director del Observatorio Astronómico que es de grande importancia para facilitar las obser- vaciones que se practican en este Establecimiento, i para darles la exactitud i preci- sión necesarias» el instrumento a que se reGere la nota que precede del Rector de la Universidad i la adjunta comunicación de Mr. Gillis, vengo en acordar i decreto: 1. ° El Ministro Plenipotenciario de la República en Norte América procederá a contratar con Mr. Gillis Jefe de la Expedición Astronómica de los Estados-Unidos la adquisición para el Observatorio Nacional del Cronógrafo Eléctrico que ofrece en ven- ta al Gobierno. 2. ° Se autoriza al expresado Ministro Plenipotenciario para librar contra los Ajen- tes del Empréstito Chileno en Londres hasta la cantidad de setecientos pesos a que puede ascender el valor del instrumento con todos sus accesorios i demas gastos, in- cluso el de su conducción al lugar del embarque. 3. ° Impútese esta cantidad a la partida 50 del presupuesto del Ministerio de Ins- trucción pública del presente año. Escusado parecería advertir que el Consejo Universitario acepta con gratitud la oferta que V. hace de trasmitir amplias instrucciones al actual Director de este Ob- servatorio Nacional, sobre el modo de montar ese instrumento; i que le es mui sa- tisfactorio ver cuán laudable interes sigue V. tomando por la mejora de un estable- cimiento tan favorable al progreso de la ciencia, i de que este pais se reconoce deu- dor a la permanencia en él de la Espedicion Astronómica de los Estados Unidos. Otro nuevo testimonio de ese mismo interes de V. por los adelantamientos cientí- ficos en Chile, ha sido para esta Universidad el celo con que V. ha procurado reco* jer desde su vuelta a Washington, de los establecimientos i bibliotecas que menciona, varias obras, mapas i cartas importantes para las instituciones públicas i personas particulares de Chile. De la caja en que me avisa haberlas dirijido por el John Mar- shall , ha llegado solo a mi poder un paquete conteniendo las obras remitidas a esta Universidad en nombre del Instituto Smithsoniano, a quien acusaré también el debido recibo, correspondiéndole con cuantas publicaciones de este pais me sea po- sible, según los deseos signiGcados por el mismo Instituto. No debe dudar V. que se procurará sacar aquí todo el provecho que proporcionan los interesantes artículos contenidos en los libros recibidos ahora por esta Universi- dad. La misma satisfacción que yo, experimenta la corporación que presido, i a quien V. se recuerda por tan plausibles testimonios, al reiterarle por mi conduelo la ex- presión de viva gratitud con que corresponden todos sus miembros a los benévolos ofrecimientos de V. Con sentimientos de alto aprecio i consideración tengo el honor de suscribirme de V. atento seguro servidor. Andrés Bello. Al señor J. M. Gilliss, Jefe de la Espedicion Astronómica de los E. U. etc. etc. Washington. — 103— ^ Washington 1 .° de Mayo de 18o3. Estimado señor: Estando para salir de Chile, recibi una comunicación del Ministro de Relaciones Exteriores, en la cual ocurre el siguiente párrafo. «El Presidente espera que llegará V. con toda felicidad a su patria, i que desde ella, le favorecerá con sus comunicaciones, particularmente en lo relativo a la pro* mocion de las ciencias en este pais, donde deja V. tan gratos recuerdos.» Esto me induce a rogar a T. se sirva poner en conocimiento de su Excelencia la copia inclusa de una carta que acabo de recibir del Doctor Gerling, el AsLrónomo por cuyas indicaciones tuvo orijen la Espedicion Astronómica a Chile por el Gobier- no de los Estados Unidos. El fenómeno mencionado por el Doctor Gerling es de mucha importancia en la física solar i merece bien la atención que se solicita para su cuidadosa observación. Pero a fin de hacerlo como conviene debe haberse ejerci- tado tanto tiempo el observador en el uso de los instrumentos, que no influya en su juicio aquella ansiedad nerviosa que casi inevitablemente acompaña a la cspeclacion de todo grande fenómeno celeste. Como V. echará de ver en la carta del Doctor Gerling, la senda del eclipse total del Sol que ha de verificarse el treinta de Noviembre próximo, pasa por una parlo del Perú no mui al Sur de Lima i terminará en el Brasil a los nueve grados de lati- tud i cincuenta ¡seis de lonjitud occidental al ponerse el Sol. No entiendo que haya nadie en el Perú que esté preparado con instrumentos adecuados o tenga los cono- cimientos necesarios para ejecutar una obra de tanta delicadeza i discernimiento co- mo se requiere para esta observación. El Gobierno Peruano no ha tomado providen- cias semejantes a las de Chile para fortificar la confianza i adhesión de sus ciudada- nos patrocinando las ciencias i las arles, i nos vemos en el caso de solicitar un au- xilio estrado. Si la Espedicion Astronómica permaneciese en Chile, sin duda alguna baria yo un viaje al Perú con el objeto de observar este eclipse; bien seguro de que mi Gobierno lo aprobaría i de que el mundo astronómico recibiría las observacio- nes con gran satisfacción. Pero estamos a mucha distancia, habiendo dejado ahí todos nuestros instrumentos, i en lugar mió un matemático i hombre de estudios que hará honor al pais que lo ha adoptado, si se le proporciona un moderado fomento en el cumplimiento de sus deberes. Espero pues que se me permitirá sujerir que esta es una de las ocasiones en que Chile puede hacer un gran servicio a la ciencia, dando al mismo tiempo al mundo otra prueba de vuestra determinación de competir con sus mas liberales patronos. Vuestro Observatorio tiene un telescopio portátil i un cronómetro de la mejor cali- dad, i el Doctor Moesta es de todo punió competente para ejecutar la obra. Yo pro- pondría que el Gobierno le autorizase para salir de Chile con estos instrumentos en el Vapor do quince de Noviembre, habiendo previamente clejido alguna población cerca do los quince grados de latitud, bastante distante de la costa para gozar de un ciclo sereno. Esto no puede hacerse sino cuando él haya calculado con exactitud la senda de la sombra de la luna entre los setenta i cinco i los selcnlaiocho grados do lonjitud oeste. Bastará una muía para el trasporte desús instrumentos, excepto el cro- nómetro, que debe llevarlo un peón. Completará su obra i habrá vuelto a Santiago acia el quince de Diciembre, i los gastos podrán apenas exceder de trescientos pesos. Si vuestro Gobierno no hace este servicio a la astronomía, ningún otro podrá hacer* — I Os- lo, pues no tengo fé en las observaciones de los Capitanes de los buques mercantes^ porque carecen del juicio espcrimental, aunque tuviesen instrumentos adecuados. Escribiré al Doctor Moesta por el correo i le haré saber el objeto de estacarla, en- viándole también una copia de la memoria del señor Schmidt, a que se refiere el Doctor Gerling. Con alto respeto ¡ consideración, creedme, estimado señor, Mui verdaderamente vuestro, J. M. Gilliss . Señor don Andrés Bello Héc- tor de la Universidad de Santiago de Chile. Maiburrj 5 de Abril de 1S53. Querido amigo: Escribo a V. hoi sobre un asunto algo semejante al de nuestra correspondencia del año pasado. V. sabe que .el eclipse de sol de veintiocho de Julio de mil ochocientos cincuenta i uno fue 'observado poruña multitud de astrónomos esparcidossobre los limites i la linea central de la sombra, donde estos últimos gozaron de la vista del total oscure- cimiento durante dos hasta tres minutos. De este número fue Mr. Julio Schmidt, primer auxiliar de Argelander, del Observatorio de Borne; el cual, habiendo sido enviado a Ilastenburg por el Gobierno Prusiano, túvola felicidad de gozarde un cic- lo sereno, por cuyo medio pudo hacer interesantes observaciones, que después se pu- blicaron a costa del Gobierno en una memoria especial ilustrada con cuatro finísi- mas estampas. El fenómeno a que prestó mas atención fue una serie de protuberancias rojas so- bre el disco aparente de la luna, pero que ahora parece no hai duda de que estaban realmente en el limbo del sol, porque la luna las oscureció i otra vez las dejó visi- bles al atravesar el disco del sol. Observó ademas que unos pocos momentos antes de desaparecer el limbo del sol detrás de la luna al retirarse ésta, habia unas lineas rojas sumamente delicadas que unían las bases de las protuberancias, casi concéntri- cas con el disco del sol i terminadas por una faja luminosa que tenia unos pocos se- gundos de anchura, i que también era próximamente concéntrica. Finalmente sus observaciones suministran una prueba casi incontestable de que estas protuberancias rojas que se observan algunas veces durante los eclipses totales, acompañan constan- temente a las manchas solares o mas bien a los puntos inllamados que llamamos Sonríen Fackeln (Faculaí), i que parecen casi siempre al rededor de estas manchas, como en otras porciones del disco. Esta prueba se deriva no solo del aspecto de la? manchas mismas, sino también de las observaciones del lugar que ocupan. Para es- tos últimos habia puesto una escala en el diafragma de su telescopio, por medio de la cual pudo determinar el ángulo de posición de las manchas ántes i después del eclipse, i de las protuberancias rojas durante el oscurecimiento total. Infiriendo que seria una contribución preciosa a nuestros conocimientos sobre la naturaleza de la superficie del sol, el que se aprovechasen todas las oportunidades de observar eclipses totales, aun por personas que no tuviesen medios de determinar el tiempo u otro fenómeno astronómico exactamente, con tal que tuviesen un buen te- lescopio i conociesen la importancia de la veracidad para proporcionar relaciones fieles de lo que viesen, Mr. Schmidt ha tomado algunas medidas para obtener las —200— observaciones de esta clase de personas, principiando por el que ha de verificarse el treinta de Noviembre de mil ochocientos cincuenta i tres, en el que la linea de os- curaeion total atravesará el Pacifico. Primeramente dió breves instrucciones para ob. servaciones de ese carácter a los Capitanes de dos o tres buques de Hamburgo que iban a dar vela para el Pacifico, i probablemente habían de estar dentro de la hue- lla déla sombra el dia señalado: en segundo lugar invocó el auxilio de Ilumboldt para que recomendase a los astrónomos ingleses el que diesen instrucciones seme- semejantcs para los buques de aquella Naeion, i en fin envió una copia de su me- moria al Observatorio de Washington junto con una carta en que reclamaba se con- siderase favorablemente su proposición, i sujeria que se llamase la atención de los marinos a los fenómenos, por medio de las instrucciones de navegación publicadas por ese establecimiento. Ahora bien, como Mr. Schmidt me ha enviado una copia de su memoria (que se ha leído con mucho placer) i me ha dado noticias de su plan i medidas, me ha pare- cido propio (i este es cabalmente el objeto de mi presente carta) informaros del asun- to, esperando tendréis ocasión de promoverlo. Sé que os interesaréis en él como un hom- bre científico, i os complaceréis en hacerlo asi, si leneis los medios. Loque memueve a solicitar que apoyéis el plan de Mr. Schmidt es que recuerdo haber leido que la marina de los Estados Unidos tiene en el Pacifico un apostadero permanente de una de sus escuadras, i no hai duda que oficiales tan instruidos como los de vuestros bu- ques de Guerra podrían contribuir al proyecto de Mr. Schmidt mucho mejor que los capitanes de buques mercantes. Espero que vuestra conexión con el departamento de marina i la consideración que allí se tendrá a vuestro mérito os habilitarán para ob- tener las convenientes instrucciones dirijidas a alguna persona en el apostadero del Pacifico. Pero no es solamente abordo de los buques de Guerra donde esperamos re- cojer observaciones por vuestro conducto. Vuestro íntimo conocimiento de algunas partes de la costa peruana os inducirá talvez a proponer algún acomodado desem- barcadero en esa rejion (el almanak náutico dá trece grados de latitud Sur) donde cualquiera que estuviese provisto i equipado como es menester, pudiera hacer las ob- servaciones satisfactoriamente. Espero no llevaréis a mal que llame vuestra atención a este nuevo proyecto de un Astrónomo Alemán, i concluya deseándoos sinceramente salud i felicidad. Soi de veras vuestro Gerling. Al Teniente J. M. Gilliss, Marina de los E. U. Washington. OBSERVATORIO NACICEVAL Mayo 22 de 1852. Mui señor mió: f Habiéndome autorizado el Gobierno Chileno por el conducto de su digno Minis- tro en este país, el señor Carvallo, para entenderme con V. acerca de la proposición de establecer un sistema universal de observaciones meteorolójicas a que Chile ha si- do in\ ¡lado a asistir, tengo el honor de enviar para vuestra noticia el adjunto Cuaderno, — 20I-- relativo a l;i misma materia, i de deciros que me seria de mucha satisfacción el encon- trar a Y. i a cualquier otro representante de Chile en la proyectada conferencia. Esta conferencia so celebrará probablemente en Paris por el mes de Agosto de 1853. Pero en cuanto al tiempo i lugar tendré el honor de daros la debida noticia luego que se hayan lijado definitivamente. Envío también, esperando me haréis el favor de aceptarla, una copia de los Ma- pas de vientos i corrientes, etc. para la Universidad. Tengo el honor de ser vuestro obediente servidor M. F. Maury. Al Rector de la Univcr» sidad de Chile. Para invitar la Cooperación de la Universidad de Santiago de Chile. El Gobierno de la Gran Bretaña, habiendo ensanchado considerablemente el sistema de observaciones meteorolójicas, i deseando estenderlo todavía mas, solicitó la cooperación del Gobierno de los Estados-Unidos en esta materia: el Gobierno de los EstadosdJnidos, apreciando su importancia i deseando hacer universal el sistema de observaciones, indicó que convendría incluir el mar como la tierra i emplear en el campo meteorolójico la cooperación voluntaria de las Marinas Comerciales, como también el auxilio de las Navales, no solo de Inglaterra i los Estados-Unidos, sino de todas las otras Naciones marítimas. Para completa noticia del asunto me refiero al adjunto Cuaderno. En él se verá estoi autorizado para entenderme con individuos, sociedades, corporaciones etc. la11* to en este pais como en el exterior sobre la materia, i para arreglar de acuerdo con ellos el sistema jeneral antedicho. En esta virtud tengo el placer de llamar vuestra atención a este asunto, i de soli- citar que en los medios i en la cooperación se me conceda todo el auxilio que sci conveniente i adecuado para llevar a efecto la empresa. Respetuosamente etc. .17. F. Maury Observatorio Wa- shington 4 852. iNSTlTUCÍON SMITIISONIANA. \Vashincjion Estados- V nidos de América , Junio 21 de 1S52. Señor: En nombre de la Institución Smilhsoniana remitimos el dia de hoi por conducto del ájente especificado un fardo que contiene las obras mencionadas en las adjuntas listas, como un presente de la Institución Smithsoniam i de los otros sujetos que se indican, a la Universidad de Chile. Se ruega con intancia que se nos dirija el acuse de recibo por el conducto de nuestro ájente luego que lleguen dichas obras, pues no se hará ninguna otra remesa por parte de la institución mientras ésta no se reciba. Se desea también un acuse de recibo especial para cada uno de los otros sujetos. La Institución, siempre que se la 24 —202— solicite, obrará como medio de comunicación éntrelos cuerpos literarios de Europa i América del modo que lo ha hecho hasta ahora, i subministrará los datos especia- les que estén a su disposición. La Institución Smithsoniana desea que se la [retribuya con una serie tan completa como sea posible de todas las publicaciones de Sociedades Literarias, Universidades, bibliotecas, Gobiernos Extranjeros, periódicos i en suma, [de lodo lo que sea de una naturaleza literaria o científica. Soi de U. con el mayor respeto su obediente servidor Joscph Henry. Secretario de la Institución Smithsoniana. LISTA DE LIBROS Contenidos en un fardo n.° 290 i remitidos por conducto de a la Biblioteca de la Universidad de Chile. Contribuciones Smithsonianas a los conocimientos: tomos 1,2, 3, (1848, 4 85 1 1852), pájinas 564. 35 láminas. id Tomo 4.° (1852, pájinas 416). 5.° Informe anual de las juntas de Rejentcs de la Institución Smithsoniana (1851.) Informes Smithsonianos sobre recientes mejoras en las arles químicas. Por Boolb ijíorfit, pájinas 216. , Direcciones para coleccionar muestras de historia natural, pájinas 24. Bejistro de fenómenos periódicos. Listado obras publicadas por la Institución Smithsoniana. — Lista de las instituciones extranjeras con quienes la InsLitucion Smithsoniana está en correspondencia. Extracto del 7.° Censo de los Estados-Unidos. Bibliografía Américana Zoolójica, Botánica, i Jeolójica para clañode 1851. Por Charles Girad. Santiago , Mago 19 de 18o3. lie recibido el oficio que me ha hecho V. el honor de dirijirme con fecha 22 de Mayo del año próximo pasado, manifestándome que, habiendo autorizado a Y. el Gobierno Chileno por el conducto de su ministro en esc pais, para entenderse conmi- go acerca de la proposición de establecer un sistema universal de observaciones mc- teorólójicas, a que Chile ha sido invitado a asistir, le sería de mucha satisfacción encontrarme a mi i a cualquiera otro representante do esta nación en la proyectada conferencia, que probablemente se celebrará en París por Agosto del presente año; pero cuyo tiempo i lugar me participará V. luego que se hayan fijado definitiva- mente. Agradeciendo las benévolas expresiones con que V. me favorece en la expresada nota, recibida solo por mi el día 14 del mes actual, debo contestarle, que la Uni- versidad que presido, se halla mui dispuesta a prestar su cooperación al interesante propósito para que se la invita; como también a aceptar por su parte, al efecto, el sistema que adopte la jcncral conferencia anunciada, tan luego como se le comu- nique. —203 - Han llegado igualmente a mis manos el cuaderno relativo a esa misma materia, I la copia de los mapas de vientos i corrientes etc, cuya remisión para esta Universi- dad V. me anuncia al propjo tiempo, i me es mui satisfactorio ser el conduelo por que esta corporación expresa a V. su gratitud por tan apreciables obsequios. Aprovecho esta ocasión para suscribirme, de V. mui atento i obsecuente servidor. Andrés Bello. Al señor M. F. Maury, Director del Observa- torio Nacional de Washington, Santiago 6 de Jimio de 1853 . He recibido el fardo cuya remisión Y. me participa por su estimable nota de 21 de Junio del año próximo pasado, conteniendo las obras mencionadas en lalista que me adjunta, como un presente de la Institución Smithsoniana a esta Universidad. El Consejo de esta corporación, a quien ha dado cuenta de este apreciable obsequio» me encarga trasmita a la referida Institución la debida expresión de su gratitud, por el conducto de V. Sensible me es anunciarle al mismo tiempo no haber llegado hasta ahora a mis manos las demas obras, cuya remisión de parte de otros sujetos Y. me avisa al pro- pio tiempo, i que constan de otra lista anexa 5 la anterior. En retribución de las dirijidas por esa Institución, i correspondiendo a los deseos que departe de ella se sirve V. significarme, remito ahora por el conducto corres- pondiente, un bulto que contiene las obras mencionadas en la adjunta lista. El Consejo de esta Universidad acepta desde luego gustoso, i tendrá mui presente la laudable disposición en que se halla la Institución Smithsoniana para obrar co- mo medio de comunicación entre los cuerpos literarios de Europa i América, siem- pre que se la solicite, i para subministrar los datos especiales que estén a su dis- posición. . Me es mui grato suscribirme, con este motivo, de V. mui atento obediente ser- vidor. Andrés Bello . Al señor Secretario de la Institución Smilhso- niana en Washington, — 204 — ACTAS DEL SESION DEL 4 DE JUNIO DE 1853. Presidió el señor Rector, presentes los señores Tocornal, [Solar, Blanco, Orrego, Do- meyko, Ramírez i el Secretario — Aprobada el acta de la sesión del 28 de Mayo, el señor Rector confirió el grado de Bachiller en Leyes a don Diego A. Martínez i el misino grado en Humanidades a don Juan Merino— quienes recibieron sus títulos. — A continuación se dio cuenta: 1 . ° Do un oficio del señor Ministro de Instrucción pública, trascribiendo un Su- premo Decreto que prorroga por cuatro meses, contados desde el 29 de mayo último el término de seis que correspondió al Presbilero don Pedro Ovalle para verificar su incorporación en la Facultad de Teolojia, dispensándole igualmente la formalidad del recibimiento en claustro pleno. Se mandó comunicar al señor Decano respectivo, a fin que por su conducto llegue a noticia del interesado. 2. ° De un informe del señor Decano de Matemáticas sobre el texto de Aritmética para las escuelas primarias, escrito por don José Basterrica. [Resultando del análisis que de esa obrita hace el señor Decano, ser mui aparente para el objeto a que se la destina i poseer considerables ventajas sobre los demas textos de su especie conocí, dos hasta ahora en nuestras escuelas, el Consejo aprobó el referido informe, i acor- dó se recomendase para la enseñanza el mencionado Compendio de Aritmética a los preceptores primarios en jencral; i como el medio mejor para jeneralizar entre éstos su conocimiento, que se encargase al Director de la Escuela Normal lo haga tener pre- sente a los alumnos de esa institución. 3. ° De un oficio con que el mismo señor Decano de Matemáticas remite el acta de la sesión que el dia 3 del que rije celebró su Facultad. Por ella se ve que el mismo señor Solar ha sido encargado de la redacción de un programa de Cosmografía con- forme a las miras del Consejo expresadas en la acta de 17 de May© último; i que en la propia sesión de la Facultad de Matemáticas se hizo presente que en la instrucción que en el Instituto Nacional se da a los cursantes de ramos a ella pertenecientes, pa- ra nada entra el estudio de la Cosmografía, de manera que muchos jóvenes llegan a los cursos superiores sin conocer siquiera los circuios de la esfera. Con cuyo motivo, i presumiendo que no se tardará en llenar esta falta, notada ya desde algún tiempo, se acordó también que el programa de Cosmografía que se iba a redactar, no solo comprendiese las materias que hubiesen de enseñarse a los cursantes de Ilumanida- —205— «Ies, sino también las que, a mas de éstas, conviniese explicar a los estudiantes de matemáticas, señalando las últimas con un asterico u otro signo — Como el señor So- lar incubase verbalmente sobre los inconvenientes de faltar la clase de Cosmografía en el curso de Matemáticas i la necesidad de proponer su ptanteacion al Supremo Gobierno, el Consejo unánimemente resolvió se hiciese tal propuesta, destinada dicha clase a los alumnos del 5.° año de ese curso. Dióse cuenta en 4.° lugar de dos informes de la Comisión de cuentas sobre las pre- sentadas por el señor Secretario de Matemáticas, de los fondos que han entrado en su poder para gastos de Secretaría i por derechos de exámenes durante el primer cua- trimestre del presente año. Resultando de esos informes estar las referidas cuentas en regla, fueron aprobadas, mandándose pasar los sobrantes a la caja respectiva. El resto de la sesión lo ocupó el Consejo en revisar el oficio que ha de pasarse al señor Ministro de Instrucción pública con motivo de las reformas acordadas en los planes de estudios de varias Facultades de esta Universidad — Lo relativo a las de Le- yes i Matemáticas no ofreció dificultad alguna para su aprobación; mas en la parte perteneciente a la de Medicina, sufrió diversas alteraciones el plan acordado por es* la Facultad i aprobado en otra sesión por el Consejo, con molivojde haberse repara- do diversos inconvenientes de que aún adolecía. Las mas esenciales de esas altera- ciones fueron: l.° haber suprimido el primer año de estudios eselusivos en la Facul- tad de Matemáticas que, después de terminado su curso de Humanidades en el Ins- tiiu'o, se habia dispuesto hiciesen los alumnos que se dedicasen a la carrera de la Medicina, colocando el estudio de la Botánica en el tercer año de los médicos. — 2 * Haber trasladado a este mismo tercer año la Hijiene, que ántes se habia colocado en el 5.°, a fin de evitar la aglomeración que en éste resultaba. Con lo cual quedó definitivamente terminada esta materia, i acordado se pasase asi modificada la respectiva comunicación al Supremo Gobierno, levantándose en segui- da la sesión. EXTRACTO DE LA SESION DEL 11 DE JUNIO DE 1853. Presidió el señor Rector presentes los señores Menescs, Tocornal, Solar, Blanco, Orrego, Ramírez i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión de 4 del corriente, el señor Decano de Matemáticas presentó al Consejo el señor don Anjel 2.° Vasquer, miembro electo de su Facultad, que ha leído ya ante ésta su discurso de incorpora- ción en conformidad al decreto supremo que prescribió para él esta clase de recibi- miento. PresLado que fué par él el juramento de estilo, el señor Rector le declaró incorporado — En seguida el mismo señor Rector confirió el grado de Licenciado en Medicina a don Daniel Santander i don Bruno Silva, i el de Bachiller en Humani- dades a don Rodulfo Oportus i don Manuel Eulojio Vasquez. A continuación se clió cuenta. 4.° De dos oficios del Ministerio de Instrucción pública trascribiendo otros tantos supremos decretos, por el l.° de los cuales se manda extender título de miembros universitarios en la Facultad de Matemáticas a favor de don Manuel Fernandez, don Francisco Fierro, don Ignacio Valdivia, don Manuel Valdez i don Alejandro Vial; por el 2.® se permite a don Miguel Antonio Verdugo abrir un colcjio en el departa- — 20G — mentó do los Andes i una escuela de primeras letras a él aneja. — El 1.° do estos ofi- cios se mandó comunicar al señor Decano respectivo. 2.° Do una cuenta presentada por el Secretario de Humanidades de los fondos que lian entrado en su poder para gastos do Secretaria durante el primer cuatrimestre del presente año. Pasó a la Comisión correspondiente para su examen. -i.0 De una presentación de don Vicente García Aguilera acompañando un com- pendio de Historia antigua que ha escrito, con el fin de que se adopte como texto para la enseñanza del ramo en los establecimientos nacionales — Se mandó pedir in- forme al señor Decano de Humanidades. En seguida el Consejo lomó conocimiento del informe del Visitador Jcncral, don José B. Suarez, sobre la visita recientemente practicada por él de las escuelas parti- culares de Santiago; i no ocurriendo providencia que adoptar con este motivo, se mandó archivar dicho informe. Acto continuo se procedió ul examen del Reglamento para el Liceo de Curicó, pa- sado en informe por el Supremo Gobierno,- i en la primera lectura jencral que se le dió, quedaron acordadas dos modificaciones: la -1 de su artículo 21, jen el que sede- terminó que «la pena de esclusion provisoria del colcjio solo podrá aplicarse con apro- bación del Director, i la de espulsion por este mismo con prévia aprobación del Go- bernador Departamental. La 2.a modificación recayó sobre el art. 28 que se convino en redactar confor- me al que le es relativo un el Reglamento para el Instituto literario de Concepción, recientemente aprobado por el Consejo. Mas en atención a que en esta primera rápida lectura no era posible ocurriesen todas las modificaciones o adiciones que convenga talvez introducir en el reglamento de que se trata, el señor Rector dispuso volviese a quedar en tabla para la próxima sesión, en que se considerará nuevamente con mas detención cada uno de sus ar- tículos. Habiéndose lcido después de esto un Prospecto escrito por don Luis Sacia, de un curso completo de Agricultura teórica i práctica redactado por él con aplicación a Chile, el Consejo accedió a la inserción en los Anales Universitarios de dicho Pros- pecto, solicitada por el autor; debiendo ánlcs exljirse de éste se valga de alguna per- sona competente para hacer desaparecer de ese trabajo varias imperfecciones de len- guaje de que adolece. Ultimamente el señor Rector expuso que el señor don José Pardo, Encargado de Negocios del Perú en esta Capital, había puesto en su conocimiento queckseñor Picrola, nombrado, algunos años há, miembro corresponsal de esla Universidad en la Facultad de Ciencias maternal i-cas i físicas, no ha recibido hasta ahora su diplo- ma de tal miembro, que en tiempo oportuno se le remitió. En esta virtud proponía se solicitase del Supremo Gobierno un nuevo titulo de igual naturaleza para esc ca- ballero; lo que fué aprobado por el Consejo, levantándose en seguida la sesión. Presidió el señor Rector, presentes los señores Tecomal, Solar, Blanco, Orrcgo, Domeyko, Ramírez i el Secretario.-- -Aprobada el acta de la sesión de 1 1 dd comen- —207— te, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Medicina a don Olegario Sil- va, quien recibió su titulo. A continuación se dió cuenta: 1. ° De dos oficios del señor Ministro de instrucción pública; por el l.° de los cua- les trasmite un Proyecto de Reglamento para la Escuela Normal de Preceptores, elevado al Gobierno por el Director de ese Establecimiento, para que el Consejo lo examine e informe sobre él a la brevedad posible. — Por el 2.° se trascribe un Supre- mo Decreto que asigna pensión a las alumnas de la clase de Obstetricia i dicta va- rios arreglos tendientes a conseguir su mayor contracción i aprovechamiento. — El Reglamento acompañado al l.° de estos oficios quedó en tabla para la próxima se- sión. 2. ° De una carta dirijiua desde Washington al señor Rector por el señor J. M. Gilliss, en que le ruega ponga en conocimiento de S. E. el Presidente de esta Repú- blica la copia que incluye de una carta del Doctor Gerling, el Astrónomo por cuyas indicaciones tuvo oríjen la espedicion astronómica a Chile por el Gobierno de los Estados-Unidos. En esta última carta se invita encarecidamente a tomar las medidas necesarias para que alguna persona intelijente i provista de buenos instrumentos ob- serve el eclipse total del sol que ha de tener lugar el 30 de Noviembre del presente año, en algún punto situado a los 13 grados de latitud Sur, por donde ha de pasar Ja línea de total oscuraeion. Para explicar el interes que tal observación puede ofre- cer a la ciencia, se refieren ciertos fenómenos que observó en el disco del sol Mr. Ju- lio Schmidt durante el eclipse de 28 de Julio de 1851. — Con este motivo dice Mr» Gilliss que no entendiendo haya nadie en el Perú que esté preparado con instru- mentos adecuados, o tenga los conocimientos necesarios para ejecutar una obra de tan- ta delicadeza i discernimiento, se ve en el caso de solicitar un auxilio estraño. Es- pera, pues, se le permita sujerir que esta es una de las ocasiones en que Chile puede hacer un gran servicio a la ciencia, dando al mismo tiempo al mundo otra prueba de su determinación de competir con sus mas liberales patronos. El Observatorio de Santiago posee un telescopio portátil i un cronómetro de la mejor calidad; i el Doc- tor Mocsta es de todo punto competente para ejecutar la obra. Propondría por tanto que este Gobierno le autorizase para salir de Chile con estos instrumentos en el va- por del 15 de Noviembre, habiendo previamente elejido alguna población cerca de los 15 grados de latitud, bastante separada de la costa para gozar de un cielo sere- no. Completará su obra i habrá vuelto a Santiago ácia el lo de Diciembre, i los gas- tos podrán apenas exceder de 300 ps. Si el Gobierno chileno no presta este servicio a la astronomía, ningún otro podrá hacerlo. En tal intelijencia el señor Gilliss con- cluye anunciando que va a escribir al Doctor Moesta haciéndole saber esta propuesta i enviándole documentos que contribuirán al mejor éxito de la empresa. Vivamente interesado el Consejo en'jóu realización, acordó por unanimidad recomen- darla al Supremo Gobierno, acompañándole copias de la carta del señor Gilliss i de la del Doctor Gerling a ella adjunta; cuyos documentos se publicarán en los Anales Universitarios, en caso de ser acojido el pensamiento por el referido Supremo Gobierno. Continuó después de esto la discusión suspensa en la última sesión, del Proyecto de Reglamento para el Liceo de Curicó, i vueltos a examinar desde el principio uno a uno sus diferentes artículos, quedaron acordadas en varios de ellos las siguientes modificaciones: La parte 5." del articulo 3.° se redactó en estos términos: « Presentar a exámen cada año en el tiempo debido lodos sus alumnos, de la parte que hubieren aprendido del ramo o ramos que ellos enseñaren. » por haberse hecho reparar que podia haber casos en que debiesen los alumnos — 1G8 — dar cxámen cq mas de una sola época del año, como el proyecto parccia prescri- birlo. Al final del articulo 4.°, que concede a los profesores la facultad de castigar las faltas que cometan los alumnos mientras estén bajo su inspección con cualquiera d° las penas que el reglamento señala, se acordó agregar la frase siguiente: « Sin perjuicio de lo dispuesto por el art. 21. » El art. 13 se redacto en estos términos (a) « Para ser pensionista del colejio es preciso saber leer i escribir i arreglar previa- mente la cuota que deba pagarse al Director, la cual no podrá exceder de diez reales al mes. La pensión que han de pagar los alumnos pensionistas que tuviere la escue- la anexa al colejio, no podrá exceder de ocho reales mensuales. Entre los artículos Ib i 19 del Proyecto se acordó iusertar otro que disponga lo que sigue: «Todos los sábados por la tarde se hará a los alumnos uña plática relijiosa.» El art. 21 quedó redactado como sigue: «La pena de exclusión provisoria del colejio solo podrá aplicarse con aprobación del Director; i la de expulsión por este mismo únicamente a aquellos alumnos cuya mala conducta fuere incorrcjible o que hubieren faltado gravemente al respeto debido a los superiores, o héchose culpables de algún acto feo de inmoralidad, pero siempre con la aprobación previa del Gobernador. El art. 28 se redactó asi: « Los examinadores tendrán tres especies de votos: de distinción, de simple apro- bación i de reprobación. La mayoría decidirá de la aprobación o reprobación del alumno. Al art. 32 se le hizo por indicación del señor Orrcgo una agregación, quedando en los términos siguientes: « A los dos alumnos que, entre los que cursaren una misma clase, se hubieren dis- tinguido mas por su conducta, aplicación i aprovechamiento, se concederá un pre- mio que consistirá en una obra relativa al ramo o ramos en que los premiados ha- yan sobresalido o que debieren en seguida aprender. De estos alumnos el que obtu- viere la preferencia llevará el primer premio i el otro el 2.°» Terminada con esto la discusión del indicado Proyecto, se ordenó devolverlo al se- ñor Ministro de I. P. manifestándole que el Consejo ha reputado mui oportunas sus prescripciones i solo ha modificado algunos de sus artículos en la forma que se ha expresado. En seguida el Secretario manifestó que a virtud de la autorización que le fué con- ferida en la sesión precedente, había contratado por una onza de oro mensual al jo- ven don Francisco Valdivieso, que por el mismo escribiente don Venancio Silva le había sido presentado para suplirle durante el mes de licencia que con goce de suel- do el Consejo ha tenido a bien concederle. Habiéndose aprobado esta propuesta, fué levantada la sesión. (a) En la intelijencia de que el Supremo Gobierno, al conceder un sueldo del Tesoro público al Director del Liceo de que se trata, solo le babrá impuesto la obligación de enseñar grata deter- minado número de alumnos en ese establecimiento. •289— Presidió e! señor Piector presentes los señores Meneses, Tocornal; Solar, Blanco, Orrego, Domeyko, Ramírez i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión de 18 del que rije, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes a don Joaquín Blest i don Ramón Dueñas; el de Bachiller en Teolojía a don Jorje Montes i don Mi- guel Tagle; el mismo grado en Medicina a don Miguel Sangüesa, i el mismo en Ma- temáticas a don Paulino del Barrio. — Todos los cuales recibieron sus títulos. A continuación se dió cuenta: 1. ° De dos oficios del señor Ministro de Instrucción pública; por el l.° de los cua- „ les se trascribe un Supremo Decreto por el que se nombra profesor de la clase de Patolojía i Clínica interna de la Universidad a don Juan Miquel. — Por el 2.° se par- ticipa haber acordado S. E. el Presidente se ponga a disposición de este Consejo to- das las obras que por ahora ha sido posible reunir en los archivos del Gobierno i constan de una lista adjunta, con el objeto de que pueda retribuir sus obsequios al instituto Smithsoniano, celebrando vivamente S. E. el establecimiento de este jénc- ro de relaciones entre ambos países. Se ordenó acusar recibo de este último oficio, i dirijir al instituto Smithsoniano las obras enunciadas. 2. ° De un informe de la comisión de cuentas sobre las presentadas por el Secre- tario de Medicina de los fondos que han entrado en su poder para gastos de Secre- taria i por sobrantes de exámenes en los ocho meses corridos desde el í .° de Setiem- bre de 1852 hasta el 30 de Abril de 1853. — Resultando de ese informe estar las re- feridas cuentas arregladas, el Consejo las aprobó, mandando pasar los sobrantes a la respectiva Tesorería. 3. ° De una solicitud de don Alejandro Viai i don Francisco Fierro, miembros elec- tos por la Facultad de Matemáticas, sobre que se les dispense para su recepción la solemnidad del claustro pleno, i se les permita efectuarla leyendo el 'respectivo dis- curso ante las Facultades de Matemáticas i de Medicina. — Se acordó recomendar es- ta solicitud al Supremo Gobierno. 4. ° De un oficio con que doña Natividad Acosta de Castillo remite el estado del establecimiento de educación que dirije en esta capital, correspondiente al presente año.— Se mandó acusar recibo. Procedióse después de esto a hacer la lectura del Reglamento para la Escuela Nor- mal de preceptores, propuesto por su Director i pasado en informe por el Supremo Gobierno. Ocupado en dicha lectura un espacio considerable de tiempo, al tratarse de su discusión en jeneral, el Consejo, a juzgar por las opiniones emitidas por va- rios de sus miembros, demostró considerarlo demasiado difuso i prolijo en sus pres- cripciones, muchas de las cuales ofrecerán ademas por su complicación i falla de sencillez, numerosos inconvenientes en la práctica. El señor Rector expresó la idea de que tal Reglamento debería acercarse en cuanto fuese posible al del Instituto Na- cional, del cual por el contrario se separa notablemente. — Otros señores, en fin, opi- naron por que se devolviese al autor para que lo modifique él mismo, con arreglo a las indicaciones que reciba del Consejo, porque si este cuerpo se tomase la pensión de entrar a discutirlo particularmente i modificarlo en su estado actual, tendría que perder inútilmente un tiempo considerable, que reclama el despacho de otros asun- tos.— Aunque el Consejo pareció inclinarse a la adopción de este partido, dueqó pendiente la resolución definitiva hasta la próxima sesión. 25 —1 10— Al levantarse la del día, el señor Uector dispuso se fijasen convocatorias para la próxima elección de Rector de la Universidad i Decanos de las Facultades, por es- tar ya inmediata la espiración del periodo legal de los actuales. LEYES I DECRETOS DEL SDPRI10 GOBIERNO. Santiago, junio 7 de 1853. «Vista la solicitud que antecede, i con lo informado sobre ella por el Intendente de Aconcagua, por el Gobernador de los Andes i por el Rector de la Universidad, se permite a don Miguel Antonio Verdugo abrir un establecimiento de educación en el departamento de los Andes con el nombre de «Liceo de los Andes,» i una escuela de primeras letras aneja a él, en cuyos establecimientos se enseñarán los ramos que en dicha solicitud se expresan. Comuniqúese.» — montt — S. Ochagcivía. Santiago, junio SO de 1853. «Visto el informe que precede, de la Comisión encargada de presidir la oposición a la clase de Patolojía i Clínica interna de la Universidad, se nombra profesor de dicha dase, a don Juan Miquel. Tómese razón i comuniqúese.» — montt — S. Ochagavía. Santiago, junio 27 de 1853, Oido el dictamen del Consejo de la Universidad. He venido en decretar lo siguiente REGLAMENTO PARA EL LICEO DE CURICC. TITULO l.° Del Director* Art. t.° Al Director, como jefe del Establecimiento, corresponde, 4.° Velar sobre el buen desempeño de los empleados. 2. ° Ejercer sobre los alumnos una inspección jeneral, tratando de inculcarles sa- nos principios de moral, i de infundirles amor al estudio. 3. ° Llevar tres libros: en el l.° apuntará los nombres i edades de los alumnos, el lugar de su nacimiento, dia de su incorporación, clases que entran a cursar, nombres de sus padres o apoderados, i calle o barrio de su residencia: en el 2,° se asentarán los exámenes que rindieren los alumnos, anotando separadamente los totales i los parciales: en el 3.° dejará copia de todas las comunicaciones oficiales que pasare. 4. ° Dispensar de la asistencia al Colejio a los alumnos que lo 'Solicitaren con justo motivo. 5. ° Dar todos los sábados un aviso a los padres de familia, cuyos hijos hubieren fal- tado mas de una vez al Colejio en el curso de la semana, sin perjuicio de imponer al alumno la pena correspondiente. 6. ° Nombrar la persona que haya de suplir accidentalmente al empleado impedido. 7. ° Velar sobre el asco i competente arreglo de todos los departamentos de la casa. 8. ° Dar cuenta a los padres de familia de la conducta de sus hijos, cada tres meses, i con mas frecuencia si el alumno se hiciere notar por su mal proceder o de- saplicación. Art. 2.° El director deberá recibirse por inventario de todos los objetos perte- necientes al Establecimiento. Este inventario será firmado por el Gobernador depar- tamental, o por la persona que éste comisionare al efecto, i por el Director, i en vir- tud de él podrá ser reconvenido el último. En dicho inventario se anotarán cada bi- mestre los objetos que se hubieren destruido con el uso, i para que esta anotación sirva de descargo al Director, deberá ir firmada por un individuo de la Inspección de educación, o por la persona que el Gobernador comisionare. TITULO 2.° De Sos Profesores. Art. 3.° Sus obligaciones son: \ ,a Observar en sus respectivas clases el plan de estudios que se prescribiere, i en- señar por los autores que se Ies designen. 2. a Asistir puntualmente a dar sus lecciones a la hora señalada. 3. a Llevar un libro en que se asienten las faltas de sus alumnos. 4. a Cuidar de que estos guarden orden i silencio en sus clases, reprendiéndoles sus faltas de aseo o arreglo. !5.a Presentara exámen cada año, en el tiempo debido, todos sus alumnos, de la parte que hubieren aprendido del ramo o ramos que ellos enseñaren. G.3 Pasar diariamente al Director un aviso de los alumnos que no hubieren asisti- do a la clase. Art. 4.° Los profesores podrán castigar las faltas que cometan los alumnos, mien- tras estén bajo su inspección, con cualquiera de las penas que señala este Regla- mento, sin perjuicio de lo dispuesto por el artículo 21. Art. ü.° El sábado siguiente al dia último de cada mes, cada profesor pasará al Director un estado de sus alumnos, distribuyéndolos según su aplicación, talento i aprovechamiento, fijándose especialmente en aquellos que se hicieren notar por su mala conducta i desaplicación. Una copia de estos estados pasará el Director al Go- bernador departamental i otra a la Inspección de Educación. Art. 6.° Los profesores se reunirán una vez al mes con el Director para tratar de la mejora del Establecimiento en todos sus ramos, i en consecuencia de los acuerdos que celebraren, se dirijirán a la Inspección de Educación o al Gobernador, haciendo- les las indicaciones que crean útiles. Art. 7.° Los profesores nombrarán, con acuerdo del Dicrcctor, de cuatro en cua- tro meses, un pasante para cada clase, de entre los alumnos que mas se distinguie- ren por su conducta, aplicación i aprovechamiento. Estos pasantes auxiliarán a los alumnos en sus estudios i ejercerán sobre ellos una inspección amigable, dando cuen- ta al Profesor o al Director de las fallas que cometieren. TÍTULO 3.° líe! IiasjBceflor á «3e Sos jefes «le seccinn. Art. 8.° Habrá un Inspector nombrado por el Director, con la facultad de corre* jir i aplicar penas, quien, bajo las órdenes de dicho jefe, deberá vijilar sobre lodos los alumnos, mientras estén en el Colcjio, cuidando que estudien en las horas desti- nadas al efecto, que guarden orden i que anden siempre aseados. Art. 9.° Este Inspector será ayudado por los jefes de sección que habrá para cada clase, i délos cuales se nombrará uno para cada diez alumnos. Art. 10. La elección de los jefes de sección se hará tres veces al año de entre los alumnos mas distinguidos a consecuencia de una terna propuesta al Director por el Inspector. Art. M. Los jefes de sección ejercerán sobre los alumnos que les están confiados una jurisdicción correccional sin que puedan aplicar penas, sino solo dar cuenta al Inspector, cuando hallaren que la falla cometida merece castigo. TÍTULO 4.° lía* B«ns aEcscaEüto.es. Art. 12. Los alumnos del Liceo de Curicó se dividirán en agraciados i pensionis- tas. E! número de los primeros será de cincuenta; i para entrar en el Establecimien- to se necesita, a mas de saber leer i escribir, un boleto de gracia espedido a favor del solicitante por el Gobernador departamental; quien lo concederá a aquellos jóvenes cuyos padres por su escasa fortuna no puedan pagar la pensión. Art. 13. Para ser pensionista del Colcjio es preciso saber leer i escribir i arreglar previamente la cuota que deba pagársele al Director, la cual no podrá exceder de diez reales ni mes. La pensión que han de pagar los alumnos pensionistas que tuvie- re la escuela anexa al Colcjio, no podrá exceder de ocho reales mensuales. —213— ArL 14. Todos los alumnos deben concurrir diariamente al Golejio a la hora de- signada en el reglamento i permanecer en él todo el tiempo de trabajo. Art. 15. Deben igualmente seguir todos los ramos que les correspondan según la clase a que pertenecieren. Art. 16. Deben guardar el respeto i sumisión debidos a los superiores del Colcjio, i cumplir con presteza i exactitud las órdenes que les dieren, Art. 17. Los alumnos evitarán todo acto que perturbe el orden i se presentaran al Colejio con el conveniente aseo i arreglo en su persona. Art: 18. Dedicarán al estudio todo el tiempo que estén en el Colejio, escepto el de recreo, evitando toda especie de juego, i aun en los interválos de descanso aquellos que fueren de suerte de cualquier Ínteres. Art. 19. Todos loS sábados por la larde se hará a los alumnos una plática reli- jiosa. Art. 20. Para reprimir las faltas que cometan los alumnos, se hará uso de las po- nas siguientes: 1.a privación de descanso o detención en el Colejio después de las horas de trabajo: 2.a la privación de descanso, o detención o arresto con tarea ex- traordinaria: 3.a plantón; 4.a postura de rodillas: 5.a guantes: 6." separación o ex- clusión provisoria del Colejio: 7.a espulsion. Art. 21. Los superiores usarán prudencialmenlc de estas penas según las circuns- tancias particulares de cada caso, i teniendo en consideración la conducta anterior del alumno que hubiere faltado. Art. 22. La pena de esclusion provisoria del Colejio solo podrá aplicarse con apro- bación del Director; i la de espulsion por este mismo, únicamente a aquellos alum- nos, cuya mala conducta fuere incorrejible o hubieren faltado gravemente al respeto debido a los superiores, o héchose culpables de algún acto feo de inmoralidad, pero siempre con la aprobación previa del Gobernador. TITULO 5.° , r JíSwís'sS.sjcJípj* «SeB tímpo. Art. 23.' Desde el 15 de abril al 15 de octubre, los alnmnos concurrirán al Colejio de 8 a 42 por la mañana i de 2 i media a 5 por la tarde. Desde el 15 de octubre al 4 3 de abril, concurrirán por la mañana desde las siete a las once i media, i por la tarde desde las Ires a las seis. Art. 24. L1 tiempo de asistencia al Colejio se distribuirá de manera que los alum- nos reciban por la mañana hasta las doce, lecciones sobre dos ramos a lo ménos. Art. 25. Las tarcas del establecimiento solo se suspenderán los dias festivos, los juéves a la larde, el 18 de setiembre, los tres últimos dias de Semana Santa, el dia del Director i tiempo de vacaciones. Las vacaciones durarán un mes; debiendo con- cluir el miércoles de ceniza. TÍTULO G.° K.'5¿íasa®Bíí!'S. Art. 26. Al fin de cada aúo rendirán exámenes los alumnos del establecimiento de la parte que hubieren aprendido en los ramos que estudiaren. Art. 27. Estos exámenes son parcialeso totales: ios primeros se exijirán a los alum- nos para pasar de una clase a otra superior, i se lomaran por el Director i los pro- fesores, Su duración será de media hora, o por lo ménos de un cuarto. — 21 i — Art. 28. Los examinadores tendrán tres especies de. votos*, de distinción, de simple aprobación i de reprobación. La in íyoria decidirá de la aprobación o reprobación del alumno. Art. 29. Los exámenes totales que abrazan lodo un ramo deberán rendirse ante el Gobernador o un comisionado que él nombre, la Inspección de educación, el Di- rector i todos los profesores, i durarán precisamente media hora., Art. 30. Las partidas de exámenes totales serán firmadas por los miembros de la Inspección de educación, que los presenciaren, i por el Director. Cuando se diere certificado déoslos exámenes, deberán copiarse las partidas íntegras, incluyendo las firmas. Art. 31. Los exámenes parciales serán asentados en distinto cuaderno, i solo fir- mados por el Director. Art. 32. Al Director corresponde señalar el orden en que deben rendirse los exá- menes de los diversos ramos. TITULO 7.° Art. 33. A los dos alumnos que, entre los que cursan una misma clase, se hubie- sen distinguido mas por su conducta, aplicación i aprovechamiento, se concederá un premio que consistirá en una obra relativa al ramo o ramos en que los premiados hayan sobresalido, o que debieren en seguida aprender. De estos alumnos, el que obtuviere la preferencia llevará el primer premio i el otro el segundo. Art. 34. Esta elección se hará el mismo día que terminen los exámenes, por el Director i profesores reunidos, i en vista del grado que en los estados mensuales pa- sados por los profesores correspondiere al alumno. Art. 33. La distribución de premios se hará al dia siguiente de la elección o al prin- cipio de las tareas del año escolar, con asistencia de la Inspección de Educación, i con toda la solemnidad posible. Art. 30. En la escuela anexa al Liceo, se concederán cuatro premios a los alum- nos que se hayan distinguido por los capítulos señalados en el art. 33, i consistirán también en obras relativas a enseñanza primaria. Comuniqúese.— mox iT — Silvestre Ochagavía. * * ' . . . I '¿J DISCURSO pronunciado por el profesor de Palolojía i Clínica interna de la Universidad , don juan miquel, en el acto ¿le sil recepción a dicha cátedra, celebrado el dia 7 de Julio con arre- glo al articulo OS del Supremo Decreto de, I 4 de Marzo de 18ÍG. La Medicina, esta ciencia eminentemente benéfica i humanitaria, {que tantas ven- tajas i consuelos presta a la sociedad; era no ha mucho tiempo tan desconocida i rara en la República, que solo un mui reducido número de profesores extranjeros en su mayor parte, la ejercían en la Capital; teniendo el resto de los habitantes de Chile que entregarse en manos de charlatanes ignorantes, i de personas tan incom- petentes i fallas de raciocinio, cual aun todavía se ven en algunas corlas pobla- ciones. No era posible que los gobiernos ilustrados que nos han precedido, dejasen pa- sar sin apercibirse de esta falta de recursos; en esos momentos i necesidades tan frecuentes en la sociedad, en que cada uno desea i quisiera tener a su cabecera o a la de aquellas personas de su inmediata afección; los hombres mas eminentes en la Medicina, ya para dar alivio a el considerable número de afecciones que aflijón i menoscaban- nuestra existencia, o bien para substraer si posible fuese, de la implaca- ble cuchilla de la parca, la vida de un hijo querido, a una tierna esposa, o a un ser que tal vez nos es mas caro, que la misma vida: aquellos gobiernos repito, deseo- sos que la medicina marchase a la par de las demas ciencias, i llenase ese gran va- cio que se notaba en la sociedad; no basiló ni retrogradó, a la vista de los insupera, bles escollos que se le presentaban, i con esa enerjía i desicion que se necesita para llevar a cabo grandes i útiles mejoras, reunió los elementos que creyó mas acequi- bles a la consecusion de su gran idea, i en 9 de Julio de 1843 se establecieron los estudios i enseñanza médica, poniéndose a cargo del benemérito profesor don Pedro Moran la cátedra de Anatomía fisiolojía e hijiene, reservándosele a el Doctor Sa- zie lodo lo referente a cirujía juntamente con los partos, i dejando al cuidado del Doctor don Gillermo Dlest, a quien tengo el honor de reemplazar, la instruc- ción en los difíciles e importantes ramos de materia médica, terapéutica, arte de recetar, patolojiatinterna, clínica médica, medicina legal, i tratado de venenos. Bastaría saber que en Europa i América para el desempeño de las precitadas clases se hayan destinados a su enseñanza al menos 12 o 16 Catedráticos, para poder apre- ciar debidamente todo lo que tuvieron i tienen que supeditar los referidos Catedráti- cos en Chile, a fin de poder lograrse presenten discípulos tan instruidos i consumados en la Facultad de Medicina, cuales lo son muchos de los dichos profesores formados en esa escuela, que haciendo honor a la ciencia, a sus maestros, i al ¡pais; se les ve boj rivalizar con las capacidades mas recomendables que llegan de Europa ¿Por qué la 20 - — 2 i G — delicadeza no me permitirá eu comprobación de lo expuesto, designar algunos nom- bres queridos que tan justamente sabe distinguir i apreciar la sociedad? Si los dos primeros Catedráticos de que dejo hecha una honorífica mension tu- vieron que luchar con toda clase de preocupaciones, careciendo a mas de los útiles in- dispensables para llevar a cabo su enseñanza, ninguno se encontró en peor posición que mi predecesor el Doctor Blcst, pues privado de un texto para dar sus leccio- nes, tuvo que dia a día consagrarse a dictar la medicina chilena , obra difícil i extensa, i al mismo tiempo imprimir en la mente de sus discípulos todas esas ver- dades i hechos prácticos, que forman el complemento de esta gran ciencia} i que ninguno mejor que tan digno maestro podia ponerlos al corriente de una sana, ra. cional i científica práctica. La contracción o tareas tan arduas como expuestas, por ser emprendidas i desrm* peñadas en su mayor parte en medio de la insalubridad de un hospital, menosca- baron al fin la salud de este hombre ilustre; ¡ el Doctor Blest tuvo que retirarse por algún tiempo para cuidar de su existencia mui deteriorada, pero al verificarlo, dejó concluidos tres cursos, de los que salieron los primeros planteles de las Ciencias Medicas en Chile, i hoi se encuentran esparcidos por toda la República, rccojiendo sus habitantes los opimos frutos de esa medida tan filantrópica como indispensable que adoptó el Gobierno. Fué en la misma época cuando al retirarse el Doctor Blest, me propuso a la su- perioridad, para que continuase en su lugar llenando en todo sus funciones i cargos, tanto en la instrucción teórica, como en la enseñanza práctica. Para responder dig- namente a tan delicada comicion, me vi en la necesidad de dictar un curso de Palolo jía jeneral indispensable a el estudio de la Medicina o Palolojía interna, teniendo la fortuna de poder eximir a mis discípulos de la penosa tarea de una larga escritura» con la llegada de bastantes ejemplares de la excelente obra de afectos internos recien- temente publicada por el Doctor Grisoll, i adoptada en España i Francia para la instrucción médica. Concluido el primer año del curso, i penetrado de que la Medi- cina no es mas que la ciencia de los hechos; puse todo mi conato en su enseñan- za i demostración a la cabecera del enfermo: para lograrlo en el modo mas asequi- ble, me sirvió sobre manera la cooperación de el Administrador del Hospital de San Juan de Dios el S. D. Antonio Toro, que facilitándome sin restricción cuanto estaba a sus alcances, allanó asilos grandes inconvenientes que se presentaban para organizar una mediana clase ¡de Clínica. Cábeme en este momento el placer de poner en conocimiento déla ilustre Corporación que me rodea, que de los ocho jóvenes chilenos de que se com- ponía el curso que ha durado tres años bajo mi dirección, i que concluyó en el próximo pasado, han resultado en su mayor parle profesores distinguidos tanto en Giruji* como Medicina, que ejerciendo hoi su Facultad en diversos lugares de la República, llenan con su sagrado Ministerio ese abismo insondable que se hacia sentir en los pueblos por su carencia. Siendo como lo es demasiado cierto que las escuelas de Medicina en Europa * América cuentan como queda dicho para la instrucción, con doce catedráticos ai niénos; fácil es de presumir cuanto no será el trabajo i contracción que necesitan los tres profesores a cuyo cargo exclusivamente se encuentra la enseñanza Médica en Chile, i que por mucho que hagan, siempre deben dejar varios lunares, que si no los borra el estudio i aplicación ulterior del discípulo, pueden producir incalculables males en la práctica. Es por eso que el Consejo Universitario acaba de proponer a ja superioridad ciertas modificaciones en las Ciencias Médicas que sin duda extin- guirían una parte de sus imperfecciones, i es de esperar que la sabiduría del Go- bierno acoja benévolo el todo, o la mayor parte de las expresadas mejoras. Finalmente me asiste la confianza de que tan luego como la sanción de los Códi- —217 — gos se verifique, los Médicos ocuparán entre nosotros el mismo puesto que tienen en Europa los profesores de tan ilustre carrera, i qu© entonces un plan jeneral de estudios arreglará los de dicha ciencia, que será el tiempo de conocer la falta que hace una Cátedra de Anatomía operatoria i Patolójica de la que se carece, destinan- do exclusivamente un profesor a la enseñanza de la Medicina legal e hijiene pública i policía Medica, instrucción indispensable a el médico hoi en la sociedad, para poder marchar en harmonía con sus necesidades i exijencias; de cuyas materias no podemos hacer sino 1 ¡jeras indicaciones a los discípulos. Por último: no quedando la menor duda en que la parte mas importante en la medicina son sus demostracio- nes i comprobaciones sacadas de la práctica, i que sin un estudio minucioso i dete- nido de la Clínica no se puede poseer la ciencia con esperanzas de buenos resulta- dos, no se trepidará en organizar una sola con todos los requisitos que exije la Ins- trucción a la cabecera del enfermo. . Señores: El gran honor que recibo al verme enrrolado entre los distinguidos ca- tedráticos del Instituto Nacional de Chile, es el ejemplo mas demarcado que puede presentarse a la juventud estudiosa de la república para patentizarles, que por medio de una asidua contracción a sus deberes, podrán un dia llegar a los cargos mas dis- tinguidos, contando con la ilustración i justicia de un Consejo compuesto de las pri- meras notabilidades en el saber i que en el caso de tener que oblar por medio de una oposición algún destino, encontrarán así como yo, hombres tan rectos e impar- cialcs cual lo han sido los que compusieron la última comisión; pudiendo estar se- guros de que el Supremo Gobierno no se separara de la senda recta de una estricta usticia. TERMINADO este discurso , lo contestó en los términos si guien- tes el profesor de la Facultad de Medicina , don Vicente fadin: Señores: Para la ciencia es un grado de adelanto i para el cuerpo de profesores honroso contar en el número de ellos al Doctor Miquel, que lleno de esos conocimientos que dá la observación de los hechos, se ha hecho digno del rango que hoi ocupa. Estu- tudioso como siempre, doblará con nuevos i mas poderosos motivos las tareas cientí- ficas en que tanto se ha ejercitado, no solo para llenar mejor sus deberes como pro- fesor, sino para saborear los placeres que produce la adquisición de nuevas ver- dades. La Medicina en Chile es una demanda imperiosa de la humanidad, cuyo eco oyó primero el inmortal Moran, que tan humano como erudito, echó los cimientos del edificio médico, i encargó concluirle a los sábios de su época i a los retoños que se levantaron por su esmerado cultivo: yo fui uno de esos que le pertenecí como discí- pulo, i ahora mismo parece' que veo a esc respetable chileno ardiendo de amor por la ciencia i por sus semejantes; hombres tan ilustres se hacen salientes sobre el mis- mo olvido de la humanidad por que se sacrificaron i como el Doctor Moran, el Doc- tor Blest i Sazie tendrán en las jcneracioncs venideras la primera colocación como fundadores de la escuela médica de Chile. — ?18— Tan venerables nombres fueron preciso para combatir con los hábitos colonialcsde nuestra sociedad, que inflamaba al Médico i con el descuido de los anteriores Gobier- nos para plantear una escuela de f Medicina indispensable i la primera en el orden de las necesidades de todo país; estos hombres influyentes fueron precisos para des- pertar de ese sueño mortal a nuestro Gobierno i Sociedad para volverles al camino de lo útil, de lo digno, délo verdadero; felizmente lo que pudo parecer on delirio, tuvo su realización i los prontos frutos que dió este plantel científico fueron saborea- dos con provecho basta constituirse nuestro Ilustrado Gobierno en un empeñoso pro- tector de su cultivo. Bajo tan favorables circunstancias con un campo vasto de especialidades como las que se presentan en Chile, con los hechos jenerales que se observan en todas partes i que también son patrimonio do nuestro clima, hábitos i educación; enriquecidos por cuantos productos de la naturaleza para el socorro de las dolencias humanas ¿qué es lo que nos resta? talentos que contraídos al estudio de los hechos mórvidos de la naturaleza deduzcan los grandes principios i organicen en ciencia lo que es- taría como hasta ahora a la espcctacion de los siglos golpeando los sentidos de las jeneraeiones sin que éstas se parasen a reconocer ni el alagüeño llamamiento que les hacían, ni la causa del dolor que las desorgarnizava. Doctor Miquel no solo es tiempo de imitar a los antecesores ilustres a que me he referido, sino de caminar mas allá si podemos; preciso es buscar coolaboradores pa- ra tan grande obra i su adquisición es preciso hacerla entre la juventud que diriji- mos; presiso es acostumbrarles los sentidos i afinarles la inteligencia reglándoselos con los buenos principios i alejarlos de las teorías hipotéticas. En la medicina es preciso enseñar al alumno que se sabe la verdad si prueban los hechos, i que debe haber franqueza para confesarse ignorantes en los casos incomprobados; hombres de esta formación científica ejemplarizados por la moralidad i empeñosas tareas de sus profesores, serán mas tarde los seguros apoyos de la perfección científica de la me- dicina propia de nuestra patria. Sin ser el órgano de la juventud dedicada a los estudios médicos, me atrebo a fe- licitarles por la adquisición del sabio profesor Miquel i al cuerpo de profesores tiene el placer de cederle la silla vacante del inmortal Blest. DIS CURS O de recepción pronunciado a ?ite ¡a Facultad de Cien- cias Físicas i Matemáticas por don francisco fierro tala vera, el 2 2 de Julio de 1853. Señores: Vengo a reemplazar en la Facultad de ciencias físico — matemáticas a un joven que ha muerto, cuando otros principian apenas a producir los frutos de sus talenios i de su contracción al estudio. Don Pió Agustín Olavarrieta, mi {malogrado antece- sor, no ha alcanzado a vivir mas que treinta i dos años, es decir, Ja mitad de la exis- tencia ordinaria de un hombre, aquella que llenan casi completamente la infancia i el aprendizaje de los rudimentos déla ciencia. Sin embargo su pérdida ha sido la- mentada como un atraso para el fomento de las matemáticas en Chile. Esta previsión del impulso que habría podido dar entre nosotros a esto importan- — 219 — te ramo de los conocimientos humanos, no es una simple ilusión de amigos, una mera esperanza de maestros i de condiscípulos, ^inspirada por el afecto. El señor Olavarrieta a pesar de su muerte prematura ha dejado obras i trabajos que dan la medida de su gran capacidad, i que nos permiten calcular lo que habría llegado a ser. Por eso es que su vacante es tan difícil de llenar como corresponde. Os agradez- co, señores, que me hayais considerado digno de sucederle; pero conozco que no obs- tante lo mucho que me empeñaré por corresponder a tan insigne honor, estaré mui léjos de poder realizar los servicios que él habría prestado a la Facultad i al pais. Con todo os prometo esforzarme por imitar su contracción i su constancia, ya que no me será dable ofreceros la cooperación de un talento sobresaliente como el suyo. Mi admiración por el señor Olavarrieta es tanto mas profunda, cuanto que data del colejio. Apénas entré al Instituto Nacional, cuando oí elojiar sin contradicción su aprovechamiento i las bellas calidades de su alma. Nadie ponía en duda el pri- mero, ni desmentía las segundas. No debeis ignorar que semejante unanimidad en un colejio, que contaba enton- ces seiscientos o setecientos alumnos, no podía ser efecto, sino de un mérito distin- guido. La juventud es apreciadora entusiasta del saber, pero también es propensa a la emulación. Esa jeneralidad de sufrajios no la obtienen, sino aquellos que des- cuellan mui notablemente entre los demas. Era ese el caso del señor Olavarrieta. Su superioridad era reconocida i proclamada por todos sus compañeros i por los di- rectores del establecimiento. Habíase dedicado con entusiasmo a las matemáticas, su estudio favorito; pero su instrucción no era esclusiva, i limitada a ese solo ramo del saber. A ejemplo del ilus- tre Lista, había cultivado juntamente las ciencias exactas i la amena literatura. Se mostraba mui aficionado a la poesía, i componía versos que, como su prosa, eran ala- bados por personas competentes, i de los cuales algunos han visto la luz pública. Estudiaba con mucho empeño el idioma castellano. Para facilitar su aprendizaje a los jóvenes del Instituto arregló un pequeño tratado sobre las reglas de los jéneros i de la conjugación, que se ha seguido en la enseñanza hasta la aparición de la gra- mática castellana del señor don Andrés Bello. Poseía igualmente con perfección el francés i el ingles. De alumno pasó el señor Olavarrieta a ser inspector de internos, profesor suplen" te de algunas clases de matemáticas, i por último profesor de gramática castellana. En todos esos cargos cumplió las espcclalivas que había hecho concebir, i se granjeó el amor de los alumnos por la bondad de su carácter. En 1843, el jeneral don José Santiago Aldunate, ministro entonces en el departamento de la guerra, concibió el laudable pensamiento de costear su educación en Europa a algunos de los jóvenes que se habían distinguido en los cursos de ciencias exactas. Proponíase con esto no solo proporcionar a Chile oficiales para el cuerpo de inje- nieros, sino también introducir por este medio en el pais muchas de las aplicacio- nes de las matemáticas, que no se enseñaban. Como era de esperarse, Olavarrieta; fue uno de los primeros a quienes se les hizo tan honorífica proposición; i habiéndola admitido, partió para Francia ese mismo año con el grado de teniente de injenieros. Luego que llegó a París, el encargado de negocios de la república en aquella cor- te consiguió que fuese examinado por un profesor de la escuela politécnica, que que- dó sobrado complacido de sus conocimientos, i le encontró bastante apto para in- corporarse a la escuela de aplicación establecida en Metz. Después de tal certificado, i mediante la recomendación de nuestro ájente diplomático, el joven Olavarrieta fué autorizado por una decisión real datada el 2 de febrero de 1844, para seguir los cur- sos de aquel establecimiento. Desde su entrada en él, se granjeó la estimación de los —220 - demas alumnos, i mereció particulares distinciones del director, el liaron Pron. Su contracción i sil comportamiento fueron en SHetz tan ejemplares, como lo habían sido en Santiago. Su aprovechamiento no tardó en hacer saber a los sabios maestros de la ercuela que la enseñanza de la teoría de las matemáticas habia alcanzado en Chile una perfección, que no era de aguardarse do nuestra falta de elementos, i de la ju- ventud de nuestra nación. El señor Olnvarrieta no solo pudo marchar a la par con los estudiantes franceses, sino que logró aun distinguirse entre ellos. En el simula- cro de sitio que por esa época dirijió en aquella ciudad el heredero de la dinastía de Euis Felipe, principe de Orleans, tuvo el honor deque se le encargase la defensa do uno de los baluartes, i el modo como se desempeñó, le valió la mas completa apro- bación. A fines de 1845 concluyó sus estudios en íletz i rindió su examen final ante una comisión o juri, como allí se llama, compuesta de los señores Meugin, coronel de ¡njenieros i director de las fortificaciones de aquella plaza; Hcnnoguc, coronel direc- tor de la artillería en la niisnn ciudad; llerger, mariscal de campo i comandante de la escuela de artillería de Melz, Arago miembro del instituto; i presidida por el te- niente jencral Yaillant, director de las fortificaciones de París. Esta junta que, como se ve, no podía ser mas competente i abonada, declara en un documento que be teni- do a la vista, que «ha quedado^salisfeclia, tanto de los trabajos gráficos ejecutados por don Pió Agustín Olavarrieta, como de los conocimientos teóricos que ha mani- festado, i que por lo tanto lo juzga mui en estado de desempeñar un empleo de ofi- cial de artillería o de ¡njenieros. » El barón Pron, en otro certificado que otorgó a Olavarrieta algunos dias después que el anterior, dice que ha observado durante lo» dos años que lia pasado en Metz una conducta mui regular i ejemplar ; que lia se- guido los cursos con zelo i ejecutado completamente los trabajos de la sección de iu- jenieros a que pertenecía» .Yo ignoráis, señores, la severidad con que se conceden en Francia certificados como los que acabo de citar. Sus palabras son el mejor elo- jio que puede hacerse del saber i moralidad del hábil colega que vosotros i la re- pública habéis tenido la desgracia do perder en la llor de la vida. Informado nuestro encargado de negocios don Francisco Javier Rosales del lucimiento con que Olavarrieta se habia desempeñado en la escuela, creyó de su obligación pedir con todo empeño al gobierno que le ascendiese a capitán efectivo, como una recompensa debida a su buena comportacion i a su sobresaliente aprove- chamiento, i este accedió sin tardanza a tan justo pedido, remitiéndole por contes- tación los despachos que solicitaba, mientras tanto Olavarrieta, apenas retirado de Metz, procedía sin perder tiempo a perfeccionar su educación, visitando las fábricas i las grandes obras militares de la Francia. Ll ministro de la guerra dg aquella ilus- trada nación le recomendó al teniente coronel de ¡njenieros lliel para que lo asistie- se con sus consejos. Fste sabio oficial manifestó a Olavarrieta desde un principio ese afecto bondadoso i esas consideraciones paternales que nunca dejan de dispensar los hombres de ciencia a los jóvenes estudiosos, de una capacidad distinguida, i se inte- resó vivamente por el matemático chileno, cuya instrucción califica de mui estensa en una carta que he tenido ocasión de consultar. Por indicación de este jefe, Ola- varrieta comenzó por examinar detenidamente las principales fortificaciones de Pa- rís, i por escribir una memoria sobre su localidad, los motivos i las reglas que se habían tenido presentes en su construcción. Habiendo sometido el trabajo referido a su director, este le encontró bueno en todas sus parles, i después de su lectura consideró que para completar su educa- ción no faltaba a su autor, sino recorrer los principales establecimientos militares del pais. Conformándose con el itinerario que le tr izó el mencionado coronel Riel, Olavarrieta pasó entonces a visitar los establecimientos reales de refina del sa- —221 — litre i fábrica de pólvora. De allí se dirijió a la fábrica de armas de Chalcilerauít. So aprovechó de este viaje para estudiar de paso los trabajos del camino de .hierro d« Orleans a Tours, que estaba ejecutándose. De Chatellerault se encaminó a Rochcforf en donde examinó los importantes establecimientos marítimos que existen en esta ciudad. Visitó igualmente la Roehelle i las defensas de sus costas. Continuó su ruta por Burdeos i Tolosa, visitando entre estas dos ciudades los trabajos del canal lateral del Garona. En Tolosa examinó con toda prolijidad el arsenal de artillería, la fundi- ción de Cañones i los molinos de pólvora establecidos sobre el Garona. Dejando a Tol- losa Olavarrieta siguió el canal del Mediodía o del Languedocpara dij'ijirse a fllontpe- llier, donde por algún tiempo tomó parte en los trabajos del Tejimiento de injenie- ros que guarnecía aquella plaza. En fin, de Montpcllier se fué a Tolon, uno de los puertos mas importantes de la Francia, a causa de los magníficos astilleros i estable- cimientos marítimos que encierra. El gobierno francés dió toda especie de recomendaciones a Olavarrieta para que pudiese realizar el itinerario que le había señalado el teniente coronel Riel, i como mediante ellas logró allanar cuantas dificultades se habrían ofrecido a un viajero co- mún, se aprovechó de esta ventaja para levantar planos i tomar todas las noticias que estimó convenientes. Por este motivo su cartera de apuntes fué un trabajo verda- deramente interesante i de gran valor. En Tolon se embarcó para la Arjelia. El mi- nistro de marina le proporcionó pasaje gratuito en un buque de guerra, i aunque por su grado solo le correspondía un pasaje de segunda clase, se le otorgó uno de primera, haciendo en su favor una excepción a la lei jeneral, para darle así una muestra del interes que se tenia por su persona. En un principio Olavarrieta había yacilado entre ir a estudiar las fortalezas cons- truidas sobre el Rin después de 1814, o pasar al Africa para examinar las fortifica- ciones que guarnecen las posesiones francesas en esta rejion. Al fin se decidió por el último partido. Las fortalezas del Rin son admirables como obras de arte. A fuer- za de gastos, se han acumulado en ellas todas las defensas propias para detener a grandes ejércitos provistos de todos los medios de ataque que puede suministrar la civilización europea. Pero ni su costo guardaba proporción con los recureos de Chi- le, ni su objeto tenia aplicación en nuestra república. Chile es demasiado pobre pa- ra pensar durante mucho tiempo en hacer algo como aquello; i sus enemigos posi- bles están mui lejos de haber llegado a un grado de poder que exija para rechazar- los tan valiosas precauciones. La situación de la Arjelia es mas análoga a la nues- tra. Tiene que defender contra las escuadras europeas una larga es.tension de costas, i que protejer contra las escursiones de los árabes una línea de fronteras no me- nos estensas. Esa es la posición de Chile con la larga playa del Pacífico, i sus fron- teras araucanas. Por esta consideración Olavarrieta pasó a visitarla con preferencia a las márjenes del Rin, i es de sentir que se haya llevado a la tumba sus observa- ciones, i el plan de fortificaciones para Chile que ellas le sujirieron. A su vuelta a Francia, después de este viaje científico, recibió una comisión de otra naturaleza; pero de suma importancia para nuestra patria, i para toda la América, Era esa la época en que se organizaba en España una expedición destinada a cons- tituir a algunas de las repúblicas de este continente en monarquías que habrían te- nido por soberanos a los hijos de la reina Cristina. El señor Rosales dió a Olavarrie- la el encargo de que fuese a la Península a desbaratar ese disparatado proyecto, i a desengañar a los ilusos que lo habían acojido, como si fuese cosa realizable. El jó? ven injeniero ejecutó esta comisión diplomática con su acierto acostumbrado, i con- tribuyó en gran parte a que se terminase, sin que tuviéramos que disparar un eolo cañonazo, una intentona, que de todos modos h'bria quedado burlada, pero que ha- bría costado alguna sangre. ■n 22 -j Después de esto, Olavarricta se dirijió a Hcljica, por comisión de nuestro encargado de negocios en Raris, para estudiar el estado de la artillería belga de batalla, i escri- bió una luminosa memoria, donde consignó el resultado de sus investigaciones. En el mes de setiembre de 1817 se embarcó para Chile. La nación habia hecho algunos desembolsos para su educación, pero él venia a resarsirselos s íperabundantcmentc con la mucha ciencia qne habia adquirido. Apenas de vuelta, fue nombrado sucesivamente, i con cortos intervalos, sárjenlo mayor de injenicros, oficial agregado al ministerio de la guerra, i oficial mayor de este mismo ministerio. Trajo escritas dos obras, la una sobre Topografía i la oirá sobre ciertas materias de Astronomía, que permanecen inéditas: i dio a luz una me- moría sobre la artillería de campaña i de montaña, que, según la espresion de una persona competente, encierra cu un pequeño volumen la sustancia de un grueso libro. Fué comisionado en J 8 48 para examinar los planos del terreno que liab.'a de ser- vir para la construcción de los nuevos almacenes de aduana de Valparaíso; i en se- guida, en 1 8 49, para investigar i mensurar las campos valdios de la provincia de Valdivia. Estaba ocupándose de esta operación, cuando 1c sorprendió la muerte el 2(J de noviembre de este mismo año. Tal es en compendio la biografía de mi ilustre predecesor don Pió Agustín Ola- varrieta. Su presente era próspero; el porvenir se lo aparecía mas risueño todavía. Se habia enlazado en Melz, previo el permiso de! gobierno de Chile, con una joven francesa doña Luisa Adela de Ilauzin i Bernannose, a quien amaba, i que fué para él una tierna esposa, de la que desgraciadamente no tuvo sucesión. Tenia muchos amigos, ningún enemigo'. Su talento i su carácter eran jeneralmcntc apreciados. Go- zaba de una alta reputación. Dias antes de su fallecimiento se le iban a eslender despachos de teniente coronel de injenicros. Pero lodo ese brillante prospecto, todas esas doradas esperanzas so desvanecieron en un momento. I.a República perdió un buen servidor, i la Universidad un miembro que le habría ilustrado con sus obras. Acabo de trazaros la vida modesta pero estudiosa i llena de porvenir de mi antece- sor. Voi a hablaros ahora de uno do los ^ ramos mas importantes do las matemá- ticas. Observándola marcha cada vez mas admirable de los conocimientos humanos, aparecen las matemáticas al frente del movimiento científico e industrial que carac- teriza nuestro siglo; los inventos o teorías mas preciosos, sino les deben el ser, soli- citan por lo menos su sanción para adquirir mayor seguridad i Hombradía: de aquí la necesidad do posesionarnos a fondo de sus principios fundamentales, estudiándo- los si es dable en sus pasos progresivos de mejoramiento i desarrollo. Empero hai uno que descuella sobre todosen importancia, por haber dado al cálculo un jiro nue- vo, i tan acertado, que no solamente salvó los embarazos que dificultaban el progre- so de las matemáticas mismas, sino que las dotó do los recursos que las constituyen hoi base forzosa de todas las ciencias do aplicación: me refiero a la introducción del análisis aljebraico en las cuestionés jeométricas, medio por demás injenioso. i acaso el único con que el hombre lia podido penetrar los arcanos misteriosos de la ciencia. La jeometria hasta entonces era demasiado insuficiente para satisfacer nuestra in- telijeneia; el dibujo formaba casi su elemento eselusivo i su lenguaje, i una figura se miraba como la prueba mas concluyente de todo: la razón se veia encerrada en el mas mosquino circulo que la traziban los sentidos, i la ciencia por consiguiente so mantenía estacionaria: a la escasez de sus teorías, so agregaba la dificultad de exa- minar con precisión las cuestiones i sus resultados. El aljcbra por otra parte, no le prestaba grande auxilio; distinto su sistema, distinto su idioma, i lo que es mas ame- nudo intraducibie al de la jeometria, recojia los cebos averiguad' s por esta, i los je- — 223 — neralizaba, pero se reconocía incapaz de ayudarla, o de entrar por si misma en nue- vas investigaciones. La una i la otra se proponían igual fin, calcular las magnitudes; el áljebra lo hacia en abstracto, la jeomclría en concreto: se columbraba, pues, que mediaban entre ambas, relaciones reciprocas, cuyo conocimiento simplificaría nota- blemente las operaciones, i nos pondría en camino de hacer valiosos descubrimientos, que abrirían a las ciencias exactas un magnifico porvenir. Pero, las esperanzas de los sabios permanecieron frustradas, hasta que un injenio esclarecido iluminó la dificultad. Descartes se coloca desde luego en el verdadero pun- to de vista, i lleva a su terreno la cuestión: examina las soluciones puramente jeomé- tricas, i las puramente aljebraicas, mide sus ventajas i desventajas, i las conciba; reduce a reglas jenerales el corto número de interpretaciones que daba la jeometría a ciertas fórmulas del áljebra, i funda un ramo especial, que cuenta con los recur- sos mas importantes de una i otra: tal es la aplicación del áljebra a la jeometría. Es verdad que los jeómetras aplicaban el cálculo a la estcncion pero en su cali- dad de maguilud comparable, i nada mas: su método se reducía a elejir una figura jeométrica, que enlazase los datos i condiciones de la cuestión; sus diversos elemen- tos los representaban por letras; x por ejemplo, era un punto, una linea, una su- perficie por determinar; i apoyados en seguida en los teoremas de la jeometría, de- ducían una fórmula que relacionaba en mutua dependencia las partes conocidas, i las incógnitas. Colocada asi la cuestión bajo la influencia del áljebra, se la trataba con toda la jencralidad inherente a las leyes del cálculo, i lodos los problemas jeo- mélricos de igual nataraleza, tenían en dicha fórmula, una norma común con arre- glo a la cual se les daba solución: no había mas que cotejar con la fórmula los ante- cedentes de la cuestión, para saber si era posible o no, cuántas soluciones admitía, cómo se distinguían unas de otras, en fin, cuánto era menester para adquirir una idea cabal de ella; i todo esto, sin necesidad de trazar una sola linca siquiera. Pero hasta aqui no había mas que una serie de fórmulas, cada una de las cuales contenia escritas las propiedades de ciertas i determinadas figuras, faltaba elabonar- la para darle unidad, faltaba constituir la verdadera ciencia. El conocimiento de esta necesidad orijinó la siguiente cuestión: si dada una ecua- ciones posible pintar la figura a que corresponde; i viceversa, si dada una figura, es posible determinar la ecuación que le pertenece, cuestión que esplica mui bien la íntima dependencia que debe existir entre toda linca i su espresion aljebraica; a no ser verdadera, el jeómetra hubiera desdeñado servirse del áljebra, una vez que no siempre le fuese dado pasar alternativamente, de los echos i leyes de los numerosa los he- chos i leyes de los espacios— Para responderá la primera parte de la cuestión se buscó con empeño como traducir jeomélricamente todas los resultados aljebraicos: atendiendo a la marcha seguida para llegara las fórmulas, obsevaron la homojeneidad que caracterizaba los resultados, i vieron que cualesquiera queellas fuesen podían reducirse a unasde estas tres formas a, ab, abe: si se conviene ahora que la primera represente una linca, es evidente que la segunda espresará una superficie i un volumen la tercera, magnitudes todas que la jeometría nos enseña fácilmente a determinar. Los medios como llega- ron a dar semejante forma a los resultados, son demasiado sencillos, i en todo caso pueden reducirse a construir medias i cuartas proporcionales. El problema quedaba decidido bajo uno de sus aspectos, de un modo hasta cicrto'punlo satisfactorio.— En seguida se vino en cuenta que el conocimiento analítico de las parles constituyentes de un triángulo suministraría quizás como dar a las resoluciones mayor exactitud, i se sometió al análisis esta figura jeométrica. E! éxito fué completo: las consideracio- nes a que el triángulo dió lugar formaron un ramo particular de las matemáticas, fecundo en aplicaciones, deque se aprovecharon, i aprovechan todavía, todas las cien, cias que tienen estrecha relación con las exactas; la topografía, la jcodcsia i la astro* —m— horada le deben especialmente gran numero de los teoremas que son la liare de su* adelantos i de sus maravillosos descubrimientos. Las ventajas obtenidas hasta aquí eran mui considerables sin duda, pero estaban lejos de llenar cumplidamente los fines de la ciencia: si era verdad, que con los mé- todos de construcción conocidos, quedaban al alcance de la jeomclria lodos los re* cursos del áljebra, también lo era que habia en ellas un aislamiento, una incoheren- cia que hacia penosa su aplicación, pues cada teorema, i aun mas, cada prollema, tenia una ejecución jeomélrica que le era propia; no habia un principio jeneral a que todos se subordinasen, ni leyes constantes, que nos hiciesen saber a punto lijo. Como debíamos proceder en toda cuestión jeomélrica sometida al análisis, cuando lle- gase el caso de construir sus resultados: fallaba en buenos términos un sistema sen- cido i lójieo, que abrazase en un mismo cuerpo de doctrina, la espresion jeomélrica, ile todos los resultados aljebraicos, i la representación i discusión aljebraica de todos los elementos i cuestiones jeomélricas, es decir, la doble teoría que hemos señalado como piedra angular de la aplicación del áljebra a la jcomelria. Era preciso relacio- nar las diferentes liueas jeomélricas por medio de ecuaciones; i establecer así, un convenio tanto mas hermoso, cuanto que las diversas constantes que entran en ella, el numero de variables, el grado del esponenle i los signos de sus términos, son otras tantas circunstancias que nos revelan propiedades inherentes i peculiares a sus dife- rentes magnitudes, forma i posición. Esta es la bella concepción de Descartes; el establece que toda línea tiene una ecua- ción que le es propia. Principia por observar, que todo cuerpo contiene en si a mas de la idea de magnitud, única considerada por los antiguos, la de forma i posición; ve que estas tres partes tienen entre sí una íntima dependencia; pues que la forma Influencia de la instrucción Primaria en las costumbres, en la moral pública, en la industria i en el desarrollo de la prosperidad Nacional. 2. ° Organización que conviene darle, atendidas las circunstancias del pais. 3. ° Sistema que convenga adoptar para procurarle rentas con que costearla. 2.° El Consejo de la Universidad, acordará la forma en que dehe adjudicarse et premio. El concurso quedará cerrado en el mes de abril del año entrante.— Comuniqúese i pübliquesc» I por cuanto el Consejo de esta Universidad, en cumplimiento del encargo que le confiere el articulo segundo del trascrito decreto, ha celebrado tos acuerdos que se copian a continuación, i han sido aprobados por el Supremo Gobierno: «Antes del 30 de abril del año entrante, dia destinado para la clausura de esto concurso, deberán dirijirsc al Secretario jeneral los trabajos que aspiren al premie para él establecido. Vendrán anónimos i con Su epígrafe a divisa al principio, que corresponda a otra divisa igual, escrita en el sobre de un pliego cerrado, dentro del cual deberá venir la contra-seña. El Consejo nombrará, para que informe sobre el mérito respectivo de los trabajos concurrentes, una comisión compuesta del número de jueces que es- timare conveniente, elejidos de entre los miembros universitarios i las demas perso-. ñas no pertenecientes a este cuerpo, que reputare aparentes para el cargo, Los dos tra- bajos que sigan en mérito al que lleve el premio, podrán obtener una mención honrosa i aun hacerse imprimir a costa de los fondos nacionales. Los que no obtuvie- ren el premio ni distinción de ninguna especie, se devolverán, con el mismo pliego cerrado en que vinieron, a la persona que se presente a reclamarlos,» Por tanto, invito a este concurso a todas las personas que se consideren capaces do tratar la materia sobre que ha de recaer.- Santiago, julio 25 de 1853. A,>UHES Rello.— Salvador Sanfucntcs, / MEMORIA de recepcioji a la Facultad de Ciencias Físicas i Ma- temáticas , p07 ' DON ANJEL 2.° VAZQUEZ. Señores: Me habéis llamado a ocupar un lugar entre vosotros: habéis querido honrarme con una dignidad que no esperaba. Yo acepto agradecido vuestro don, i os doi gracias por tan señalado beneficio. Pero, señores, el ilustre miembro que me precedió, era digno de que le sucediese un fiel imitador de sus virtudes, un sabio, un hombre de gloriosos antecedentes como él. En mí nada de esto hallareis , ningún mérito , solo si un ardiente deseo de hacer el bien i una voluntad firme de emplear todas mis fuerzas en ayuda de las tareas de la Facultad que me ha elejido. Al nombrarme miem- bro de esta interesante sección universitaria, habréis tenido presente lo úllimo sin du- da. Para corresponder a tanta dignación, yo procuraré ser vuestro colaborador infati- gable. flai una ciencia, señores, que en todos tiempos ha llamado la atención de los na- turalistas i de los amantes del saber. Ciencia que ha excitado siempre la curiosidad, de todos, para iniciar a unos en sus secretos, para admirar i confundir a otros con sus encantos. Invención la mas útil i bella de los hombres, ha sabido atraer intcli- jencias de primer orden, jénios estraordinarios que la han colocado en el lugar emi- nente que hoi ocupa, i por el que marcha descollante a la vanguardia de otras cien- cias, corriendo rápida por el sendero del progreso, i derramando por todas parles la utilidad, el placer i la vida. Vivo reflejo de la naturaleza, ha llegado a imitarla en sus productos i aun a sobrepujarla en sus inventos, pudiendo realizar con su espíri- tu creador las concepciones mas atrevidas i asombrar al mundo con mil descubri- mientos. Ella, en fin, ha venido a ser como el alma de las artes i el ayuda de las de- mas ciencias, produciendo al mismo tiempo estraordinarias i convenientes revolucio- nes en sus dominio?. Esta ciencia admirable es la Química. En efecto, señores, la Química abrazando el mundo con sus diversos ramos, todo lo ha sometido a su benéfico poder. Desde los gavinetes científicos hasta el taller dtd artesano; desde las mas altas hasta las mas bajas clases de la sociedad, todos deben un impulso vivificador a esa bienhechora de la humanidad, todos le deben la como- didad i el bienestar. ¿Pero cómo ha podido esta ciencia ejecutar tan grandes cosas? ¿cómo ha podido llevar a cabo las mas difíciles empresas i hacer realizable las mas ideales invenciones? Rejistrad sus anales, visitad sus laboratorios, i veréis los medios bien particulares de que se vale, pero al parecer contrarios al objeto que se propu- siera; veréis que destruyendo los cuerpos, los penetra, separa sus diversos principios, los hace desaparecer, i como si los formase de la nada, reproduce estos mismos cuer- pos con todos sus caracteres primitivos por otros medios tan sencillos como numero- sos, i presidiendo a nuevas creaciones deja el asombro por el poder colosal que ha desplegado. 31 No es de estrañar pues, que con lan amplias facultades i con tan má jicos resulta, dos, esta ciencia haya, en todos tiempos, excitado el interés i la sorpresa de las per- sonas no familiarizadas con sus misterios, i que tantos injenios de nota hayan seguido sus huellas tras las agradables impresiones de sus prestij ¡os. Mas lo que aumenta aun el atractivo que inspira su estudio, es la conciencia que pronto resulta do su utilidad, al ver que las demas ciencias, como la medicina, hi- jiene pública, industria i bellas artes, vienen sucesivamente a reclamar sus teorías i socorros. Vastísimo es en efecto el dominio de la Química, pues comprende todos los fenó- menos que nos ofrece la naturaleza en la inmensa variedad de sus producciones i to- dos los procederes manufactureros que debemos a la industria humana. La utilidad de esta ciencia esplica el deseo tan jeneral de penetrar sus secretos, i su vasta osten- sión los pocos conocimientos efectivos que en este ramo tiene la mayor parle de las personas. He aquí, señores, una de las ciencias mas útiles a la humanidad, una de las cien- cias mas positivas, i cuyo estudio es el estudio de lo necesario, de lo útil i de lo bello; hé aqui un ramo del saber humano que tiene bien pocos partidarios en Chile, porque no se conocen todavía sus ventajas. Triste es por cierto, que centena- res de jóvenes corran desalados a recibir la instrucción en los diversos ramos del sa- ber, sin tender siquiera una mirada (te curiosidad a la ciencia quizá mas necesaria, que debia constituir una buena parte de esa instrucción i entrar como estudio esen- cial para completar la educación. Hasta ahora no se ha dado a esta ciencia la impor- tancia que se debe; pero es ya tiempo de que se aprecie su utilidad, que se conozca la necesidad de su estudio, i se procure esplotar los ricos tesoros que produce en la inmensidad de sus recursos. LJn vasto i hermoso campo me presenta la Química, que yo desearía recorrer para probar con evidencia la urjente necesidad que hai en Chile de dedicarse a su estu- dio, persuadido de lo indispensable que es a una nación, que pretende llegar al nivel de los adelantos del siglo, el poseer hombres hábiles en esta ciencia, máxime en una época que se reciente de estudios positivos: pero en vez de un discurso, he preferido mas bien presentaros una memoria científica como trabajo de incorporación a esta Facultad, en razón de habérseme proporcionado el análisis de unos cálculos urina- rios. Al hablar de la Química, al tocar este magnifico monumento del saber humano, es corno imposible reprimir los ímpetus de la intelijencia; la imajinacion vuela, i un movimiento de entusiasmo científico hace arrancar espresiones eléctricas capaces de inflamar el ánimo mas libio i el espíritu mas indiferente a sus bellezas. Yo subiera con gusto hasta la cúspide de este monumento; pero el tiempo no me permite llegar mas que a la primer grada para dejaros ver en ella mi trabajo. Una persona que ocupa un rango notable en la milicia, me encomendó, a indica* cion de un facultativo, el análisis de unos cálculos vesicales. Este sujeto sufría, des- de mucho tiempo, la enfermedad terrible llamada mal de piedra, i había conseguido arrojar, mediante algunas bebidas diurécticas, hasta diez i seis cálculos en diversas épocas i en número variable. En el espacio de dos años pudo votarlos lodos en la forma siguiente: el 12 de Febrero de 1850 arrojó con los dolores mas intensos un cálculo de tamaño i figura de un fréjol voluminoso; el 8 de Diciembre de 851 espe- lió siele mas pequeños i de distinta forma que el primero, i a los siete dias del mis- mo mes voló seis de menor voiúmen que los otros; por último, el l.° de Febrero de 1852 arrojó dos mui pequeños, de los que, el menor ora del tamaño de la cabeza de un alfiler. Está cspulsion se verificó sin prescripción ninguna de Facultativo, sola- mente Inbia lomado algunos remedios de los que llaman caseros, como la chépica, — 549 — las raíces de espárragos etc. Pero el enfermo quería sanar radicalmente, ¡ el médico, en cuyas manos se puso, exijió, para efectuar su curación, el análisis de las piedras que él habia cuidado conservar. Yo tomé a mi cargo este trabajo humanitario, i pue- do asegurar, que por mi parte nada quedó que hacer para obtener un feliz resultado. Por el aspecto qué presentaban los cálculos, por su color, sabor i demas propieda- des físicas, presumí que podían estar formados de ácido úrico, o contenerlo en gran cantidad. Para convencerme plenamente, procctli al examen químico; pero ántes de verificarlo, observando que su forma, i sobre todo su color, no eran idénticos en lo- dos, los dividí en variedades. Esta precaución era necesaria para hacer un análisis exacto. Las observaciones a la simple vista i con ayuda del microscopio, me permitieron formar cinco variedades bien marcadadas. La 1.a variedad estaba formada por siete cálculos esferoidales, un tanto ásperos, de color amarillo de carne de melón en el eslerior, i de un amarillo intenso al po- nerlos en agua. Su estructura era de capas concéntricas en número de cuatro a cinco, compactas, i mas oscuras i duras en el centro, ofreciendo la tercera un color rojo bruno i su testura brillante. Su núcleo durísimo, constituido en parte por una especie de filamento rojizo, que al contacto del agua tomó un color de rosa, disol- viéndose en este liquido la materia colorante que lo producía. Su polvo era de un amarillo subido. Cuando se les raspaba daban un olor particular: su sabor era nulo. La 2.* variedad estaba formada de cuatro cálculos esferoidales, su color era de un amarillo claro esteriormente, mas intenso en el agua, su olor parecido al de los pri- meros, no tenían sabor. Estaban formados de capas diversamente coloreadas^ de las que la mas interior era mui delgada i blanda, al paso que la del medio era mui gruesa, bruna i durísima, i su testura brillante; su núcleo como el de los ante- riores; su polvo mas suave que el de los primeros, i casi del mismo color. La 3.a variedad la formaban tres cálculos de forma ovoide aplanada, de los que el mayor pesaba 34 centigramos (7 granos franceses): su color amarillo bajo, con lije- ras manchas blanquiscas por fuera, subido en el agua, olor particular como el de las otras variedades, sabor nulo; constaban de doce o trece capas de diversos colores; les* tura organizada de granitos o crislalitos brillantes; núcleo duro como los otros, el polvo era áspero i de un color amarillo de serrín de madera. La í a variedad se componía de un cálculo pequeño, de forma ovoide, de color gris amarillento, olor particular, sabor ninguno; formado de capas de varios colores, siendo la primera o eslerior mui gruesa i dura, su polvo era suave i de un amarillo pajizo. La 5.a variedad ofreció un calculito mui pequeño de la forma i tamaño de la ca* beza de un alfiler, su color era gris cenizo, su olor i sabor como los anteriores, for- mado de capas de muchos colores, de las que, la primera era mui blanda, el polvo era suave i amarillo pajizo, pero mas bajo que el del anterior, el núcleo de estas dos últimas variedades era mui duro, i ofrecía los mismos caracléres. El cálculo de la 5.a variedad parecía estar formado por el uralo amónico: la pequeña cantidad que su- ministró, no me permitió someterlo a todas las operaciones necesarias para hacer pa- tente esta sal o su base. Todas estas variedades presentaron la organización común a todas las especies de cálculos. Examinadas bien las propiedades físicas de los cálculos, procedí al análisis quími- co. Los resultados que obtuve, fueron los siguientes: La 1.a variedad ofreció con él — Calor propiedades mui particulares. Calentados los cálculos en una lámina de pía* tino, lomaron un color acanelado oscuro, exhalaron olor de cianhidrálo amónico, i — 2jO- dejaron un carbón lije.ro por residuo. Espuesto ésle a la llama esterior, se quemó ca- si completamente, quedando una pequeñísima cantidad de un polvito terroso, que por su solubilidad en la potasa, indicaba ser sílice. Ademas, este residuo no hizo «fer- vescencia con los ácidos. DuranLe la combustión produjeron los cálculos con el ácido clorhídrico vapores blancos de cloruro amónico. Agua. Insolubles en este liquido, con la particularidad de ofrecer algunos unas fi- bras o filamentos capilares de color purpúreo, desapareciendo este color a medida que se disolvía la materia colorante. Estas fibras ocupaban el centro del núcleo, i pareeian constituidas por la fibrina. , Potasa . Solubles en la solución de este álcali, sin dar olor amoniacal. Esta solu- ción saturada con el ácido clorhídrico dejó precipitar copos blancos i abundantes de ácido úrico, que recojidos sobre un filtro aparecieron bajo la forma de pajitas bri- llantes, sedosas, que se disolvieron en mucha agua. Acido azoico. Calentados con este ácido en una lámina de platino, se disolvieron con efervescencia, produciendo una solución, que evaporada, tomo un color rojo de de clavel, i pasó al rojo escarlata por la adición de algunas gotas de amoniaco débil. Este color es debido a la formación de un cuerpo particular, que Prout llama ácido purpúrico, i entra en combinación con el amoniaco para formar un purpúralo. Por una calcinación prolongada desapareció ese bello color junto con la sal que lo pro- ducía. Convencido ya de la existencia del ácido úrico en los cálculos de la I.* variedad, de cuyo cuerpo estaban casi completamente formados, pasé a analizar las otras varie- dades; i a excepción de la 5.*, que apenas fue sensible en la solución potásica a la acción del ácido clorhídrico, todas las domas, sometidas a los mismos reativos, dieron resultados análogos a los de la 1.a. La pequeñísima cantidad de la piedresila de la última variedad, no fué suficiente, como he dicho, para hacer otros esperimenlos, ni someterla a los mismos a que sometí las demas. Quise después hacer «na prueba, qué bien acertada, habría comunicado a la cien- cia un dato precioso. Espuse a la acción del jugo gástrico del pavo i de la gallina una pequeña porción de los cálculos. Quería ver, si este ácido segregado por el estó- mago en los animales, i cuya acción dijeslha es tan poderosa, particularmente en las aves, era capaz de disolverlos, como puede disolver las sustancias mas duras i de tan diversa naturaleza: pero no obtuve un resultado satisfactorio, pues el ácido no obró sobre los cálculos, o porque eran cuerpos de la misma naturaleza que él, o porque, i es mas probable, no era ayudado por la fuerza vital. En todo caso, seria mui conveniente repetir las esperiencias sobre cálculos de distintas especies. Yo creo que puede reaccionar este jugo sobre los sálicos, o a lo ménos sobre los básicos. Yo habría aquí concluido mi trabajo, si para completarlo no hubiese hallado con- veniente hacer una corta csposicion del orijett, formación i diferentes especies de cál- culos urinarios que se encuentran en el hombre. La producción de concreciones calculosas puede verificarse en todas las parles del cuerpo. Regularmente se observa en las vias urinarias o en las de la bilis; pero no es rara en el canal dijeslivo, en los pulmones i cerebro, en las glándulas salivales, en los vasos sanguíneos, especialmente en los de grueso calibre i en el corazón. Puede decirse que es un efecto do cierta descomposición orgánica, o de los vicios de secre- ción i de nutrición. La formación de estas concreciones es una operación química, favorecida por las cir- cunstancias. Sus principales causas son la estancación de los fluidos, su falta de re- novación, i el aumento de tendencia que tienen a obedecer a las leyes químicas jene- rales. Pero en las vias urinarias es en donde se producen mas fácilmente, porque la orina ofrece ya de suyo todas las circunstancias químicas que contribuyen a que se — 251 — efectúe la formación de un cálculo, según puede verse claramente en los depósitos que deja en las yacijas, aun cuando provienen de personas que gozan de salud. Voi a hablar solamente de los cálculos urinarios. Cuando, a consecuencia de una afección de los riñones i de un desorden en la secreción que tienen por objeto, cambia la naturaleza de la orina; cuando este humor no es suficientemente ácido para contener en disolución las sales por sí mismo insolubles, o cuando uno de estos materiales se produce en demasía, sucede siempre entonces que se forma en la vejiga, en los riñones o en sus conductos concreciones designadas, desde época inmemorial, bajo el nombre de cálculos o piedras urinarias, constituyendo la enfermedad llamada mal de piedra. Segün el sitio en que se han desarrollado, toman el nombre de cálculos vesicales, renales i uretrales . Estos cálculos varían tanto en su forma, como en su grosor: algunos no abultan mas que la cabeza de un alfiler, i son arrastrados a veces por la orina a medida que se varí formando* Otros llegan a adquirir tal volumen, que estiran la vejiga i exijen la terrible operación de la talla. Su forma en este caso es ovoidea o esferoidea; i re- sultan muchas veces de la superposición de capas de la misma naturaleza, o de na- turaleza diferente al rededor de un punto central, que se designa con el nombre de núcleo, i que puede ser un cuerpo estraño o un calculito formado ántes. Los cálcu- los renales o uretrales presentan en jencral el aspecto de los conductos o cavidades en que se han formado. Los cálculos ordinarios contienen una sustancia mui variable. Aveces se hallan for- mados de una sola, otras veces de varias, sobrepuestas de manera que la mas inso- luble se halla en el centro. Los cálculos mas comunes se componen de ácido úrico, o de una mezcla de este ácido con diversos fosfatos. Algunos tienen una superficie lisa; hai otros que solo consisten en oxalato cálico, los cuales se hallan cubiertos de esca- brosidades, i causan, por este motivo, grandes dolores. Su color i densidad varían en razcn de su naturaleza; los hai blancos, amarillos, amarillo-rojizos, gris cenicien- fOS i negruscos, i pesan específicamente de 1,213 a 1,976. Su dureza también es mui variable, los mas duros son los de oxalato cálico. No tienen olor, a menos que no se les frote, carecen de sabor, i no accionan sobre los colores azules. Todos, excepto los que son blancos, contienen átomos de bilis, que se pueden separar por el agua. Las diferentes sustancias que constituyen los cálculos son jeneralmente insolubles 0 poco solubles en el agua, i son mui numerosas. Sebéele creía que estaban siempre formados de ácido úrico, o de este cuerpo i fosfato de cal, como pensaba. Bremann: pero Fourcroy, Wollaston, Yauquelin i Marcet han probado que existen muchas es- pecies. En el dia se conocen hasta once sustancias que forman el cálculo cada una de por sí, o pueden estar mezcladas algunas de ellas; tales son el ácido úrico, el urato amónico, el óxido cístico o cistina, el óxido j (íntico, la fibrina, el oxalato cálico, el ácido silícico, el fosfato amónico-magncsico.e 1 fosfato cálico, una materia animal análoga al muco que aglutina las moléculas de todas estas sustancias, i una materia grasa que las acompa-ña muchas veces. El oxalato cálico, la cistina, el óxido jántico 1 la fibrina no se encuentran en la orina humana, sino que se forman en ella en al- gunas circunstancias. La cistina es mui rara; la jantina i la fibrina, que hasta ahora solo se han hallado una vez, parecen todavía productos accidentales. Los otros prin- cipios se encuentran en ella con mas frecuencia, ya puros o ya mezclados entre si. Los caractéres que distinguen cada uno de estos cálculos son: l.° Acido úrico. Son amarillos o amarillo-rojizos, sobre todo cuando se han hume- decido, brunos, grises o negros, nunca blancos; de una icstura quebradiza, radiaba; de superficie jeneralmente lisa, rara vez tuberculosa; pero jamas aguda; do volumen variable; su polvo se asemeja al serrín de madera; son inodoros e insípidos. Calenta- dos toman un color acanelado oseuro, i arden sin dejar residuo, o si queda es ina- — ?32— preci able, esparciendo un olor fuerte de amoniaco i de cianhidrato de esta base; son insolubles en el agua, isolubesen las disoluciones de potasa i sosa causticas sin despren dimiento de amoniaco. El urato alcalino que se forma, tratados por los ácidos i en es- pecial por el clorhídrico, precipita copos blancos de ácido úrico, que retejidos sobre un filtro, aparecen pronto bajo la forma de pajitas brillantes. Tratados por el ácido azoico se disuelven con efervescencia, i dejan, después de evaporados basta sequedad, un hermoso residuo de color rojo de clavel, (purpurato amónico). 2. ° Urato amónico. Los cálculos formad >s por esta sal son oblongos, comprimidos; su superficie es lisa, nunca tuberculosa, algunas veces brillante i cristalina; por lo jeneral son pequeños, de color leonado o gris ceniciento, i formados de capas delga- das; algunas veces están enbierlos de una capa de ácido úrico: su fractura es mas te- rrosa que la de los precedentes, de los que se distinguen fácilmente por su gran so- lubilidad en el agua caliente i soluciones de carbonatos alcalinos: no tienen olor n¡ sabor; se queman sin dejar residuo, i exhalan un olor fuerte de amoniaco con las di- soluciones de potasa o soda, disolviéndose en ellas. Cuando se les descompone por el luego dan los mismos productos que el ácido úrico. 3. ° Fosfato cólico. Estos cálculos son blancos i opacos, i están formados de capas concéntricas incristalizables; no se vitrifican, son infusibles e inalterables al fuego; insolubles en los álcalis, i no desprenden amoniaco triturándolos con ellos: con el ácido sulfúrico forman un magma o jalea espesa, compuesto de sulfato cálico, con desprendimiento considerable de calor; son solubles enteramente sin efervescencia en los ácidos clorhídrico i azoico, de donde el amoniaco precipita el fosfato cálico en forma de una masa jelalinosa semitrasparente. 4. ° Fosfato amúnico-magnésico. Las concresiones constituidas por esta doble sal son blancas, cristalinas, semitrasparente; exhalan al fuego olor amoniacal, se vitrifi- can a un color rojo, desprenden amoniaco en las disoluciones alcalinas, se forma fosfato de éstas bases, i se precipita la magnesia; se disuelven sin efervescencia en los ácidos sulfúricos, clorhídrico i azoico. 5. ° Oxalato cálico. Estos cálculos se distinguen de los otros por su forma particu- lar. Son esferoidales, i presentan en su superficie tubérculos numerosos, comun- mente redondos, rara vez agudos; estas asperezas que tienen mucha semejanza con los frutos del moral, los han hecho llamar cálculos mori formes. Son grises en el in- terior i pardo oscuros por fuera en razón de la materia animal que les acompaña; están dispuestos siempre en capas ondulosas; cercados, 'ofrecen el pulido del marfil; su volúmen llega a ser como el de nn huevo de gallina: si se les calcina dejan un re- siduo blanco de carbonato cálico o cal pura, según la temperatura. Cuando este re- siduo está formado solo de cal, equivale como a la tercera parte del peso del cálculo, poco mas o menos. Son insolubles en los ácidos i álcalis. La potasa liquida, según Laugiér, los descompone con ayuda del calor, i forma un oxalato de potasa i calmas o rnénos carbonatado. El oxalato cálico, uno de los componentes mas peligrosos de los cálculos, hace parle también, según Lassaigne de los hippomanes o materias blancas i biscosas que nadan en el licor del alantoideo, pero también puede formarse a espensas de este li- quido que es análogo a la orina, i formarse por accidente. C.° Oxido cistico o cistina. Los cálculos formados por esta sustancia son mui raros. Wllaston los observó por primera vez, i después entre otros químicos, Mar- cet i el farmacéutico Robcrt. El primero la encontró en un cálculo vesical humano, el segundo en tres cálculos renales. Lassaigne, en una multitud de análisis que te- nían por objeto la invención de esta piedra calculnsa, la encontró al fin en la ve- jiga de un perro, i Slromeyer en la arenilla i en la orina de un enfermo: esta orina >a contenía en gran cantidad, i apenas se notaban indicios de ácido úrico: la urca —255— que entraba en su composición no estaba en su estarlo normal. Los cálculos císticos tienen alguna analojia, por su aspecto, con los cálculos de fosfato araónico-magné- sico; pero se distinguen, en que son mucho mas compactos que estos últimos. La cistina se presenta bajo la forma de cristales confusos, amarillentos, somitrasparen- tes como la cera, sin sabor, sin acción sobre la infusión de jirasol, i de una dureza estraordinaria. Se distingue por la propiedad que tiene de esparcir, cuando se le calienta, un olor fétido particular; es insoluble en el agua, en el alcohol, en el car- bonato neutro de amoniaco i en los ácidos tártrico, cítrico i a célico; pera se disuel- ve mui bien en los álcalis, en los bicarbonatos de potasa i de soda i en los ácidos sulfúrico, fosfórico, clorhídrico oxálico i azoico diluidos; con elacido clorhídrico i azoico i con los álcalis produce combinaciones ácidas, que cristalizan fácilmente en hermosas agujas sedosas, que tienen el aspecto de una sustancia salina. Esta propiedad le hizo dar en un principio el nombre de óxido cístico. Se precipita de las disoluciones ácidas por el carbonato neutro de amoniaco, i de las disoluciones alcalinas por los ácidos tártrico, cítrico i a cético. Una solución caliente i alcalina que contenga cis- tina, en contacto con el ácido a célico, dá orijen, a medida que se enfria el líquido, a cristales exágonos aplastados. Sometido a la destilación da un aceite fétido i pesado, carbonato amónico i nn carbón negro, esponjoso i hediondo. Según el anáüses elemental de Lassaigne, está formado de 36,2 de carbono, 34 de ázoe, 17 de oxijeno i 12,8 de hidrójeno: parece que contiene ménos oxijeno que el ácido úrico. Los caractéres tan particulares i tan marcados del óxido cístico, junto con la estraña fetidez de los productos de su des- tilación, permiten fácilmente disitnguirle de todos los demas cálculos; este últi- mo carácter es tan notable, que basta, para reconocerlo, calentar al soplete una pe- queña porción. 7. ° Oxido jántico. Marcert i después Laugier analizaron un cálculo, al que el primero propuso llamar óxijn jántico. por que forma con el ácido azoico un com- puesto de color amarillo. El cálculo descrito por este químico era de color de canela oscuro, que se hacia mas vivo cuando sobre su polvo se echaban álcalis cáusticos; tenia la forma esferiodal, i su peso era de ocho granos; su superficie era mui liza i su testura mui compacta, dura i laminosa; cuando se le calentaba se ennegrecía i daba un olor animal particular, un liquido amoniacal, carbonato amónico cristali- zado, un aceite amarillento, i dejaba un poco de ceniza blanca. Era soluble en el agua, i esta solución enrojecía el jirasol; la potasa, el amoniaco i los álcalis carbo- natados le disolvían; era ménos soluble en los ácidos e insolublc en el alcohol i en el éter. Evaporada hasta la sequedad la disolución azoica daba un producto ama- rillo de limón, brillante. No se ennegrecía por el ácido sulfúrico concentrado. 8. ° Cálculo fibrinoso. Marcet en un gran número de análisis de cálculos que hizo, encontró uno, que no era mas que una variedad de una especie nueva, i de natura- leza animal como el anterior; i propuso se lo llamase cálculo ftbrinomo, por compo- nerse de una materia, cuyas propiedades eran análogas a las de la fibrina. Este cálculo provino indudablemente de un coágulo de sangre que se hubo depositado en la vejiga, i dió orijen accidentalmente a esta variedad calculosa. Su color era pardo-amarillento, semejante al de la cera de abejas a la que era casi igual en du- reza; su superficie era desigual, pero no rugosa al tacto; su testura era mas fibrosa que estrateficada, i sus fibras partían en forma de radios del centro a la circunsfe- rencia. Era un tanto elástico; es puesto a la llama de la lámpara de alcohol, se encendía i ponía negro, esparciendo un olor animal particular; i dejaba por fin un poco de carbón. El agua, el ácido azoico i el clorhídrico le disolvían; pero la di- solución no producía materia amarilla o roja cuando se le evaporaba, lo que probaba que el cálculo no estaba formado por el óxido jántico ni por el ácido úrico, —254— 9.° Acido silícico Las concreciones producidas por este cuerpo tienen el mismo aspecto que las de oxalato de cál, pero menos color. Vauquelin i Fourcroy las exami- naron, ¡ han hecho ver, que por la calcinación no pierden casi nada de su peso, i que el residuo es insípido, inatacable por los ácidos i vitrificable por los álcalis. Hai otro cálculo, anunciado por Lindberson, que es mui raro, formado de urato sódico con exeso de ácido. Materia animal. Existe en la mayor parle de los cálculos, particularmente en los de oxalato cálico, al que colorea en pardo, uniendo entre si todas sus partes, una ma- teria animal poco estudiada. Se ignora el orijen de su formación, aunque Theuard cree sea moco de la vejiga alterado. Materia grasa. En 1825 estrajo Chevalier una materia grasa de muchos cálculos urinarios. Barruel analizó otros en 1831 que la contenían también; sus caractáres eran los siguientes: untuosa, de color leonado, de olor nause abundo, se espon- gaba en el agua sin disolverse, como lo haría la grasa del cerebro, se fundía entre 50 a 60 i manchaba el papel como el aceite. Pueden pues encontrarse 1 1 sustancias en las piedras calculosas; pero estas 1 1 sustancias aisladas o mezcladas han llegado a producir 15 especies de cálculos, que Fourcroy, Vauquelin, Wollaston i Maroel han encontrado entre los 60 o que ana- lizaron. Esta variedad de composición es singular, i no estará demas presentar los curiosos resultados de estos célebres químicos. 1 . » Especie. Acido úrico’, este ácido formaba cerca de una cuarta parte de la co- lección de los dos químicos franceses. 2. a Urato amónico, raro. 3. * Oxalato cálico, como una quinta parle. 4. a Oxido cístico, mui raro. .5.* Oxido jántico, rarísimo. 6. " Cálculo fibrinoso, mui raro. 7. * Acido úrico i fosfatos tórreos encapas distintas, cerca déla duodécima parte. 8. 5 Acido úrico i fosfastos tórreos mezclados intimamente, como una quinceava parte. 9. * Urato amónico i fosfatos en capas distintas, cerca de una treintava parte, 10. a Urato amónico i fosfatos terreas mezclados intimamente, como la cuadrajé- sima parle. 1 1. a Fosfatos terecos en capas finas, o mezclados íntimamente, cerca de nn quin- ceavo. 12. a Oxalato cálico i ácido úrico en capas mui distintas, cerca de una trijésima parte. 13. a Oxalato cálico i fosfatos tórreos, en capas distintas, como un quindécimo. 14. a Oxalato cálico, ácido úrico o urato amónico i fosfatos tórreos, cerca de un sexajésimo. 15. a Sílice, ácido lírico, urato amónico i fosfatos tórreos , como un trccentésimo Entre los elementos que se acaban de señalar en los cálculos urinarios del hom- bre, se encuentran algunos que existiendo en la misma orina, pueden separarse de ella ¡dar lugar aestasconcresiones; tal es la formación de los cálculos de ácido lírico, urato amónico de fosfato calicó i de fosfato amónico-magnósico, que son los prin- cipios mas comunes de los cálculos. Las dos primeras sustancias, en razón de su poca solubilidad, pueden precipitar- se de la orina, al paso que las otras dos no se depositan, sino cuando la orina no tiene ya suGciente cantidad de ácido úrico libre para mantenerla en disolución, o cuando no las satura una porción de amoniaco segregado al mismo tiempo. La cistina, que es mui rara en los cálculos, es {probablemente un producto morboso, que proviene de la alteración de uno de los principios déla orina, sin duda del ácido úrico. Por lo que hace al oxalato cólico que se encuentra con bastante fre- cuencia, se desarrolla bien bajo la influencia de algunos estados morbosos; pero se ignora si los riñones le segregan ya en estado de ácido Ubre, i si por su afinidad con la cal descompone en seguida el fosfato calicó, porque siempre se le encuentra con esta base, como principio constituyente de los cálculos. Aunque sea difícil es- plicar su orijen, muchas observaciones tienden hacer creer, que sus elementos son suministratados por ciertos alimentos. Muchos ejemplos atestiguan, que varias personas que se alimentaban habitualmante con acederas, que contienen una gran cantidad de ácido oxálico, han arrojado arenillas o caleuliots formados de oxalato calicó. - Sin embargo de las prudentes conjeturas, i apesar de los muchos esperimentos que los químicos i fisiólogos han hecho, no hai certeza del orijen i formación de los cálculos vesicales. Con todo, no está tan atrasada esta parle de la ciencia, que deje de satisfacer algún tanto en la materia. Como las sustancias que los forman existen constantemente en la orina, o bien se hallan en ella en ciertas circunstancias; i como casi todas son insolubles en el agua, se puede esplicar de algún modo la teoría de su formación. Está probado que en el centro se encuentra la parte mas dura i mas insoluble del cálculo: siendo éste insoluble atrae ácia sí ya materias eslrañas, ya otra sal, que es- tando en gran cantidad por causas particulares, no puede disolverse totalmente en la orina, se deposita a su alrededor i forma núcleo, que aumenta poco a poco de gro- sor amedida que se juutan en su superficie nuevas porciones de materiales. De este modo se puede concebir porque algunos cuerpos cstraños como los alfileres, la san- gre, el estaño, las algálias etc. introducida en la vejiga, determinan la precipitación de uno o mayor número de las sustancias que abundan en la orina. Guando el cálculo contiene diversos materiales, el primero que se precipita es'el mas insoluble, por esta razón el núcleo i Jas capas interiores son las mas coherentes; asi en el cálculo compuesto de si 1 ice, oxalato cólico, urato amónico, acido úrico i fosfatos, estas sustancias se encontrarán dispuestas de tal modo, que la sílice ocu- pará el centro, en seguida vendrá el oxalato, ¡ sucesivamente las demas por el orden anunciado. En cuanto a su orijen, no se sabe aun si todos los cálculos lo tienen en los riñones o en la vejiga: solo se sabe que los que están formados de ácido úrico i oxalato cólico se forman comunmente en los riñones, principalmente los primeros; es ¡probable que suceda lo mismo con los demas, a lo ménos en ciertas circuns- tancias. For lo que loca a la sílice, basta para concebir su presencia en los cálculos, ob- servar que a veces se halla en suspensión íntima i aun disuelta en el agua, í que según Berzelius, siempre hace parte de la orina. En euanto a la materia animal que se encuentra en gran cantidad en" los cálculos moriformes, como también en todos los demas, tiene así mismo una influencia no- table en su formación, parece une todas sus partes, i que sin ella seria difícil su reunión. No es de mi resorte hablar del tratamiento curativo de los cálculos; esto pertenece a la medicina; pero indicaré, al menos, los medios que han propuesto los químicos para la disolución de estas concresiones en la vejiga. Muchos medios se han puesto en práctica para curar la enfermedad producida por los cálculos. Dumas i Prevost han intentado disolver o deshacer los cálculos vesica- les por medio de la pila de Volta. De sus esperimentos resulta* 1 que los cálculos formados por combinaciones salinas se descomponen, el ácido se dirije al polo vitreo, i la base al polo resinoso; 2.° que estos ácidos i estas bases [se combinan prontamen- 32 te i forman de nuevo la sai, pero que esta está en masas lan friables que se las puede reducir a granos pequeños con la mas lijera compresión; 3.° que se observan los mismos fenómenos, cuando se obra sobre los cálculos contenidos en la vejiga de los perros; 4,° que no se ocasiona ningún accidente en la vejiga de los animales someti- dos a la influencia de una corriente eléctrica; i ».° que la pila no produce ninguna ventaja cuando el cálculo está formado de ácido úrico o entra gran cantidad de este cuerpo en su composición. Bonnet ha comunicado al Instituto diferentes esperimentos, que tienen por objeto el disolver los cálculos urinarios por medio del azoato potásico i la pila eléctrica; se concibe mui bien, que la electricidad separando los componentes de la sal, los dirije a los polos de la pila; si el cálculo contiene ácido úrico, se disolverá en el lado en que se halle la potasa, ji en el del ácido si está compuesto de fosfatos; pero las reac- ciones que se verifican no son tan fuertes ni tan prontas, que deba ponerse en prác- tica el medio propuesto por Bonnet. Es mui difícil i casi imposible disolver la piedra en la vejiga por poco gruesa que sea, pero es fácil evitar su formación eu un gran número de casos. En efecto, se ha visto que en la mayor parle de los cálculos tenían al ácido úrico por centro o núcleo, o eran formadas enteramente por él; que este se formaba en los riñones, lo cual provenia de que la orina no contenía la cautiúad de agua /suficiente para diso- lverlos; en este caso, o cuando lo constituía el urato amónico, se han empleado con éxito, ios diuréticos i las bebidas abundantes, sometiendo al enfermo al réjimen vejetal, a fin deque se forme la menor cantidad de ácido posible. Pero se conocen otros métodos curativos mas seguros quizá. La señorita Stophens lia indicado las píl- doras jabonosas; Martley la potasa o la soda; Witt el agua de cal; fllascagni i Styp- rion Lniscius de Leyde el arbonato depotasa; Sia Evcrard lióme i Hatchelt la mag- nesia; i otros químicos el bicarbonato de soda. Medios mas eficaces para hacer cesar la disposision calculosa i volver soluble la piedra que se hubiese podido formar. Estos medicamentos, sobre todo la magnesia, según Brande, obran a la vez facili- tando la disolución de las concresiones pequeñas i modificando las propiedades vitales de los riñones: por esto se propuso emplearlo sobre los demas álcalis: pero Thcnard lia hecho ver que esta sustancia no siempre tiene una acción eficaz. Es mui fácil el concebir, que estos medicamentos son inútiles cuando el cálculo ha adquirido ya cierto volumen i dureza. Cloquet después de haber probado que el agua destilada a la temperatura de 32° disuelve cantidades bastante notables de los cálculos mas insolubles, lia inventado en aparato para hacer pasar por la vejiga 120 libras de este liquido en veinte i cuatro horas; los enfermos soportan bastante bien este tratamien- to; pero es de temer que no obre con bastante enerjia para disolverlos. Los remedios anteriores no serian buenos, si los cálculos, en vez de ácido úrico o urato amónico, contuviesen fosfato cálico, o fosfato nmónico-magncsico; pues estas sales en lugar de disolverse en ellos, sejprecipitarinn, por el contrario, con mas facili- dad! valdría mas en este caso usar los ácidos débiles, i con preferencia el clorhídrico , que tiene, mejor que otro alguno, la propiedad de disolver estas sales. Para el oxa- lato cálico i la sílice que por fortuna son mas raros que el ácidoúrico en losjcálculos, no se conoce todavía sustancia alguna que pueda oponerse a su depósito. Otras han empleado inútilmente un gran número de procederes para destruir las piedras en la vejiga, inyectando en ellas ácidos o álcalis debilitados. Pero en la ac- tualidad se han abandonados estos medios, porque ?on irritantes i comunmente inú- tiles. En efecto, para conseguir algunos resultados felices, seria necesario conocer li naturaleza del cálculo que se quiere destruir. Se podría por el análisis de la orina venir en conocimiento de los principios que dominan en olla, i presumir de este modo cual podría ser su composición; pero estos análisis, difíciles para las personas poco ejercitadas en las operaciones qnímicas, solo suministrarían datos aproxima- dos. Asi pues, sin analizar los cálculos o arenillas cuando el enfermo haya tenido la suerte de arrojarlos, no podrá jamas el facultivo prescribir con acierto el medica- mento que puede atacar las que quedan en la vejiga, o impedir la formación de otros nuevos! Esta parte de la química médica necesita de nuevos ensayos, i es de esperar, que los amantes de la ciencia i los filántropos del jénero humano hagan poderosos es- fuerzos para elevarla al grado de perfección i utilidad que conviene al alivio de la humanidad doliente. Antes de concluir, «lobo consagrar algunas palabras a mi distinguido predecesor, cuya voz se dejó oir otra vez en este recinto. El señor Dr. don Francisco García Huidobro, cuya muerte no será nunca justamente sentida, era uno de esos hombres apreciablcs, que por lo raro de sus méritos i la mucha capacidad de sus talentos, ha dejado un vacío inmenso que será mui difícil de llenar. Las brillantes prendas que Je adornaban, su conocida virtud, i los importantes servicios que prestó constante- mente a su patria, son un motivo poderoso para hacer sentir en toda su grandeza el dolor intenso de tan irreparable pérdida. I cuando la Facultad a que pertenecía, se lisonjeaba de poseer por mas tiempo tan valiosa adquisición, la enemiga de la vida corló el hilo de sus preciosos dias, dejándola sumerjida en la aflicción mas pro- funda......^) Señores, yo no debia ser en este momento solemne el panejirisla del grande hombre que nos ocupa, mi lengua no sabe articular dignos elojios a su me- moria: una capacidad sobresaliente debió tomar acargo tan honrosa tarea, i ser el ór- gano que os trasmitiese las alabanzas mas juslasque se dieran jamas; pero los esta- tutos universitarios mandan que yo sea este órgano, i debo iniciar mi entrada al tem- plo de la sabiduría, obedeciendo sus preceptos. No me estenderé mucho, señores, en referiros las grandes cosas i las bellas obras que hizo el señor Huidobro. Vosotros, mejor que nadie, habéis sido testigo de la vida que llevaba, de las intenciones que le animaban, i de las eminentes cualidades de su alma tan bien puesta. Ademas, ¿quién no participó de sus bondades;? quién no oyó hablar de su beneficencia proverbial;? ¿quién no rindió homenaje a su talen- to i admiró su vasta instrucción? Por fortuna muchas cosas se saben de este respe- table sujeto, i de nada sirve mi débil voz para encomiarlo; ellas gritan mui alto i están bien- manifiestas, para que dejen de resaltar con caraclércs indelebles en los monumentos que dejará 'i en la historia. Con lodo, diré algo, aunque no sea mas que reproducir lo que vosotros sabéis. El señor don Francisco García Huidobro, ilustre vastago de una 'condecorada fa- milia, (2) nació en Santiago. Desde su infancia hizo concebir a sus padres las mas fundadas esperanzas por su bella índole, por su jenio dulce i afable, i por la pureza «le sus costumbres. Llegado a una edad competente, recibió la instrucción que era dable en los tiempos del coloniaje; pero no satisfecho con los pocos conocimientos que adquiera, se proporcionó libros, i con una oplicacion de que hai pocos ejem- plos, i dotado, por otra parte, de un entendimiento claro i despejado acompañado de una memoria feliz, hizo tales progresos en las letras, que llegó a ser una nota- bilidad americana. Sobre todo, la filosofía i la literatura, páralos que tenían singu- lar disposición, i las ciencias naturales a que era mui aficionado, absorvieron toda su confracción i su tiempo de manera, que pronto descolló i se hizo notar como literato aventajado. El señor Huidobro, cual astro reluciente, brilló entonces en los orizontesde la virtud i de la ciencia, i derramó sus luces bienhechoras en todas las (1) Falleció el día 18 de diciembre de 1832 a la edad de 60 años. 12) bu padre llevó el titulo de «Marques de Casa Real» en tiempo de la aristocracia española, i esta condecoración debia también honrar a don Francisco como priinojénito. — 258 — clases de la sociedad. Las necesidades de su patria pidieron con urjencia su coope- ración para el establecimiento de fundaciones útiles o necesarias, que el como buen ciudadano se apresuró a llevar a cabo, i que rejentó o dirijió con un celo i una es- crupulosidad que le merecieron los elojios i recomendaciones del gobierno i las ala- banzas i bendiciones de sus conciudadanos. Hasta los últimos instantes de su vida, no cesó de servir a sus semejantes; ¡ sin embargo, a pesar de la popularidad de su nombre i del conocimiento universal de sus virtudes, el mérito de este hombre sin- gular no se ha conocido en toda su estcncion: su modestia i la cortedad de su jenio corrían parejas, i procuraron siempre ocultar sus nobles acciones i su profundo sa. her. Así es que, cuando la miseria pedia algún socorro, o la ciencia exijia algún fa- vor, él era el primero, a la verdad, que habría su mano al indijente, o prestaba gustoso sus servicios en pro de los adelantos del saber; pero obraba siempre de tal modo, i se conducía con tal reserva, que la infinidad de sus favores quedaba oculta en la morada del secreto, -.realzando con esto, i sin pensarlo, las virtudes que él condenaba a la ignorancia. ¡Cuántas veces el desvalido enfermo, el miserable huér- fano, la pobre viuda recibieron la limosna que este hombre caritativo les enviaba, sin conocer a su jeneroso bienhechor, ni por su nombre, hasta el momento en que ya no podia socorrerlos! Pero la virtud i el saber no mueren jamas i no pueden es- conderse mucho tiempo; ellas a su pesar se manifiestan i so perpetúan de jeneracion en jeneracion, dejando elocuentes ejemplos que imitar. El señor Huidobro, aunque tan modesto, dejaba, sin quererlo, traslucir las excelentes cualidades i los raros ta- lentos que hermoseaban su alma bella i daban brillo a s-i intefijcncia, para hacerle mas recomendable aun. Para poder formar jnsto concepto de este hombre verdade. ramenle grande, era preciso haberle tratado, haber sido su amigo, haber recibido de cerca las influencias de su carácter noble i jeneroso i estar al cabo de los servi- cios sin cuento que este verdadero patriota hizo a sus compatriotas i a su pais. Obras existen, que serán un eterno monumento de gloria para su fundador i un continua- do beneficio para la humanidad i para las letras, a cuyos objetos había consagrado su vida, sus intereses i talentos. La vacuna, da Sociedad de agricultura, la Sociedad evanjélica, el Asilo del Salvador la Biblioteca Nacional, el Gabinete de historia natural etc. deben al señor Huidobro servicios que no se olvidarán jamas. Desdequesefué el Dr.Grajalcs quedó a su cargo la vacuna; i aunque se nombraron cinco personas para que le ayudasen, solo le acompañó el señor don Pedro Mena durante los cinco años que la sirvió. Cuando el señor don Diego Portales arreglo de nuevo la Vacuna, con- tinuó don Francisco por dos años presidiendo la comisión que se nombró. La Sociedad de agricultura le contó entre sus socios mas activos. Ocho años per- maneció asistiendo constantemente i desempeñando con frecuencia todas las comisio- nes que se le daban. La Sociedad evanjelica en donde desplegó el celo de un verdadero cristiano, fue para él un instituto que creyó debia.sosténcr a toda costa. Bastaba que se tratase de ejercer la caridad, para que volase en alas de esta reina de las virtudes, ya como comisiona no cerca del Gobierno, ya corno limosnero pidiendo auxilios para socorrer La humanidad en el lecho del dolor. El Asilo del Salvador, ese rcftrjio de la miseria} para quien su muerte fue una ho- rrible calamidad, también tubo la suerte de ser fnndado en parle por este hombre eminentemente caritativo. El señor Huidobro, cuya compasión por el miserable no conoció limites, no estaba contento con prestar un servicio persona!, quería ademas ayudar con sus bienes al alivio de los infelices albergados en él. ¡Cuantas veces fuá testigo ese asilo de caridad de la beneficencia de su mas celoso fundador i de h dclijencia que empleara para satisfacer sus privaciones! La Biblioteca Nacional es un grandioso cuadro que representa con los mas vivos — 259 — colores la mano maestra que lo dibujó. La intelijencia, el saber ¡ el arreglo están retratadas en él con admirable destreza, i revelan elocuentemente la laboriosidad i la contracción profunda del señor íluidobro a los trabajos literarios. Este impor- tante establecimiento, que en cierto modo fue su fundación, agregó un bello íloron a la corona literaria que ciño su frente. Asombra, señores, el ver el trabajo impon- derable, los innumerables sacrificios que debieron costarle para poner la Biblioteca en el estado en que se encuentra. Al observar la minusiosidad de sus tareas i la multitud de medidas que tomó para ordenarla, i los empeños compromisos que con- trajo para enriquecerla de volúmenes i de adquisiciones preciosas, no sabe uno que admirar mas, si la paciencia i el celo que le animó para hacer tanto, o la prodijiosa sabiduría i tino de sus disposiciones. Su esmero particular en acopiar las mas im- portantes obras que daban a luz la Europa i la América, su esquisito gusto para elejir siempre lo mejor, su habilidad en el conocimiento tipográfico, su rara delica- deza por llenar cumplidamente los encargos que se le encomendaban, i su escrupu- loso cuidado en hacer observar la mas estricta decipiina i el buen orden en el esta- blecimiento, son cualidades eminentes en nn bibliógrafo, i que se manifestaron des- collantes en el señor íluidobro. Guando se le pidió se hiciese cargo de la biblioteca nacional, no era esta mas que un inmenso caos de libros, de obras incompletas, de escritos i periódicos truncados. Con esa dedicación que nunca sabremos ponderar, este diestro bibliógrafo emprendió la obra monstruo de su arreglo, inventando mil modos, buscando mil arbitrios, encargando i recojiendo los útiles, los libros i todo lo que debia contribuir a la perfección del establecimiento que iba a dirijir. Voso- tros sabéis, señores, lo que cuesta i el trabajo que pide la formación de una pequeña biblioteca, calculad cuanto costaría al señor Huidobro la disposición i arreglo de la nacional, para poder dejarla en el brillante pié en que ahora se halla. El comenzó esta grande obra cuando apénas tenia diez a once mil volúmenes incompletos i mal- tratados, i la ha dejado provista con nns de veinte mil en buen estado. La sociedad culta i estudiosa debe al señor Iluidobro el inapreciable beneficio de poseer un manantial de conocimientos, un foco de luces de donde poder sacar tla instrucción necesaria para perfeccionarse en todas las carreras del saber. El Gabinete de historia natural es otro monumento, que sino fue fundado por el señor íluidobro, le debió al menos servicios importantes. Este útil establecimiento estuvo largo tiempo. bajo su dirección. Cuando Mr. Gay lo tuvo a su cargo, el señor don Francisco, en ausencia de este naturalista, quedaba haciendo sus veces i pracli- licando observaciones meleorolójicas. El hizo entonces cuanto pudo en pro de las ciencias naturales. Las cámaras lejislativas tuvieron también el honor de contarlo entre sus miem- bros, i él tuvo la gloria de llenar tan honroso puesto con la rectitud de un fiel representante. Tantos sacrificios i tanta bella acción unidas a las infinitas comisiones científicas i filantrópicas que desempeñó con el mejor acierto i sin retribución alguna, le hi- cieron arrastrar las simpatías i homenajes debidosasu persona venerable. En fin, señores, la promoción del bien en toda su eslencion, fue el móvil que dirijió constantemente sus acciones: por eso toda su vida'no es mas que una serie deobras de beneficencia; i donde quiera que se encuentre, en el retiro de su casa, en el templo del Señor, en las mansiones del saber, en los bancos de la lejislatura, bajo los dorados artesones del poderoso, o en la humilde habitación de la indigencia; allí le veréis siempre cumpliendo con los deberes de familia, alabando al Dios de sus padres, comunicando los conocimientos jcnerales de su ciencia, abogando por el bienestar del pueblo, dando el buen consejo, o arrancando mil victimas a la mise- ria. Necesario era recompensar tantos servicios, premiar la ciencia i la virtud; i el — 2(10— (Gobierno, reconocido a un hombre de quien se valió frecuentemente para realizar importantes empresas, quizo honrar sus talentos nombrándole miembro de la nue- va Universidad, que aplaudió tan acertada elección, gloriándose de contar entre sus fundadores un personaje ilustre, un colaborador inlelijente i entusiasta que iba a compartir con ella los grandes trabajos que debía emprender. Querer hacer una relación circunstanciada de los admirables hechos de mi prede- , cesor, seria entenderme demasiado i abusar de vuestra induljencia. Felizmente muchos son conocidos, i el pueblo chileno ha sido admirador de sus virtudes; pero la mayor parte seiugnora lalvez: dejo pues a la historia el referirlos- el benemérito Huidobro formará uno de los relieves mas salientes en el vasto cuadro de sus narra- ciones, i entonces sabremos apreciar mas justamente al hombre sébio i virtuoso, cuyo bosquejo be tan imperfectamente delineado. Señores- don Francisco García Huidobro lia muerto. Su querida familia ha per- dido con él el mas bello ornamento de su casa; la patria un ciudadano que la hon- roba; i la Universidad de Chile un miembro ilustre, cuya falta no cesará de lamen- tar. Ya no le volveremos a ver, no escucharemos ya su voz, es verdad; pero su me- moria existirá siempre con nosotros, los monumentos debidos a su celo nos recorda- rán al hombre grande, i su nombre querido será pronunciado con dolor i respecto por lodos los chilenos. OBSERVACIONES relativas' al último cometa i determinación de los elementos de su órbita parabólica, por don garlos moest.v En la noche del 30 de abril de este año se dejó ver por primera vez en el Ob- servatorio Nacional un nuevo cométa, al cual se refieren las observaciones siguien- tes.— A! citado tiempo de su aparición el cometa estaba ya mui cerca del horizonte i como las nubes interrumpían a cada momento la observación, no fue posible ob- tener en dicha noche su posición de un modo satisfactorio. Las noches del 1, 2 i 3 de mayo estaban limpias i propias para la observación; en la noche del i de mayo no se vió el cometa por oslar nublado el cielo, i en las noches siguientes su luz su- mamente débil no permitía observarlo por mas tiempo. La forma fel cometa fue la mas ordinaria; en una materia luminosa estaba en- vuelto i biui distinto el núcleo, del cual se estendia la cauda en linea recta > en la dirección regular con respecto al sol. La lonjilud déla cauda midió 58’ el 1 .° do mayo i tanto esta como toda la forma del cuerpo qnedihan durante su aparición las mismas, sola con la diferencia de que la intensidad de la luz iba disminuyéndose rápidamente i de esa decadencia tan scncible hallamos la razón si consideramos que el cometa había pasado ya el perihelio el ! .° de abril según resultado las obser- vaciones mismas. Las observaciones fueron hechas con el Ecuatorial grande i las posiciones de! co- meta han sido fijadas comparándolas con las de 3 estrellas fijas de 8.» i 9.a magnitud, por cuya vecindad el cometa lomó su camino. Las posiciones inedias de dichas es- trellas correspondiente al l.° de enero de 1825 sejenruentran en el catalogo de Wcissc (Posiciones mcdiac stcllarum íijarum in Zonis Uegiomontanis). I)e ellas he deducido por medio de la precesión h* posiciones medias correspondientes al l.° de enero de —261 — 1853, i aplicando a estas las correcciones debidas a la precesión, nutación i aberra- ción resultan las posiciones aparentes que siguen. Mayo. Número de la estrella. Ascención recta. Declinación. 1 244, hora 5 * 5» 10 m 53, ‘85 13° 40’ 58. ”9 austral. 2 846, >» 5 5 33 9,50 13 56 40. T « 3 15S3, » O -i» o o 05 4S». CG * Estas posiciorias sirven de fundamento para las punciones del cometa, las cuales se deducen de aquellas por medio de las diferencias de Ascenciones rectas i declina- ciones observadas. Hechas todas las reducciones necesarias tenemos las posiciones del cometa que siguen. Dia de la ob- servación. Tiempo sideral de Santia- go de la observación. Ascención recta aparente. Declinación apa- rente austral. Mayo. h m 5 h m s 0 > » 1. 9 27 37.32 5 6 14.67 J. * 10 38 36.41 5 8 19.80 13 35 23.1 2. * 9 29 44.26 5 34 52.79 14 i 5.3 3 9 59 4^92 5 59 31.39 14 1 1 42.3 3. 10 18 12.19 6 0 45.74 3. • 40 50 43.75 6 1 10,06 14 n 44.8 Me ha parecido interesante e útil deducir de estas observaciones los elementos do la órbita del cometa tanto para poder comparar esta órbita con las de los planetas, como para hacer mas fácil el recuerdo de este cometa i su reconocimiento, si algún dia volviese a la vecindad de la tierra. — 262 — Es cierto que los intervalos entre estas observaciones son mui cortos i con eso el arco correspondiente solo una parle mui pequeña de la órbita; mas apesar de esto, obtendremos dichos elementos con bastante exactitud para el objeto propuesto. lJor la misma razón podemos suponer con toda seguridad que la mencionada par- te de la órbita sea el arco de una parábola cuya po'sicion con respecto a la eclíptica voi a determinar. De las Ascenciones rectas i declinaciones arriba puestas elijo las tres mercadas por * i deduzco las lonjitudes i latitudes referidas a la eclíptica siguientes. Lonjitud 74° 20’ 55, ”1 82 19 54, 5 90 21 26, 8 Latitud 36° 24’ 20, ”6 37 18 26, 0 37 39 15, 8 Al mismo tiempo tenemos las posiciones siguientes de la tierra correspondiente a los mencionados tiempos. Lonjitud 221° 30’ 5, ”6 222 25 15,5 223 26 30,4 Distancia de la tierra al sol. 4, 0084588 1, 0086974 1,008 984 1 i ahora siguen de estos datos las posiciones hcliscentricas del cometa relativas a la primera i última abservacion: Lonjitud 213°. 21’ 32. ”6 211 42 48,8 Latitud 10° 53’ 58, ”1 austral 12 7 4 3,7 Radio redor 0, 84924 0, 882616 De estos números sacamos luego el resultado importante, de «que el movimiento del cometa es retrogrado» o con otras palabras que este cometa pertenece a aquella clase de los cometas que se mueven al rededor del sol en una dirección opuesta a aquella en que se mueven los planetas. Ademas resulta : Lonjitud del nodo ascendiente Inclinación do la órbita a la eclíptica Lonjitud del pe ri bel i o Distancia mas corta al sol = 57° 18’ 2, ”6 = 58° 37’ 58, ”0 = 303' 4 r 42, ”4 = 0,39482 .... Lonjitud de la cuerda del arte descrito desde la primera hasta la última observación = 0, 0523G5 Siendo la unidad la distancia media de la tierra al Sol. síS TROISOMIyI— Láminas sobre los dos eclipses de sol dé es- te año , presentadas cu la sesión del mes de puno de la F acal- lad de Ciencias Físicas i. Matanátu as i de Mcdicipp unidas , por D0\ CARLOS. JlOliSTA . ECLIPSE DEL SOL. Junio 6 cíe 18 O 3 . e/y j/s/a/icwc]>& wudio ík> ^MÚíaad. ±.-itc GiL¡.ei ¿ ¿nrik j o DISERTACION sobre la costra fio jís tica leída o?? te la Facul- tad de Medicina de la Universidad de Chile , por el doctor don Vicente gliyieri, el día 29 de Agosto de i 853, -para obtener el grado de Licenciado en esta Facultad . observaciones sobre el orijen de la costra flojistica. Este argumente de la mayor importancia en el práctico ejercicio ocupó la mente de los médicos de todas las edades. Los mecánicos, los humoristas, los solidistas, bus- caron de csplicar este singular fenómeno; i todos a segunda del sistema dominante supieron encontrar una esplicacion de las propias teorías, pero la ciencia hasta hoi dia falta de una teoría, que pueda satisfacer, a todas las exijcncias de la patolojía. Varios entre los médicos, observando que este fenómeno acompaña casi siempre la flogosi, juzgaron ser la costra trabajo esclusivo de ésta. Otros por lo contrario vien- do que la costra se presenta con alguna frecuencia en hombres laboriosos, i como observa Hables i Tommasini en los soldados obligados al duro trabajo de la milicia, en las mujeres en cinta, i en los hombres que gozan perfecta salud, negaron enjen- drarse la costra por la sola condición flojistica del organismo. Así en cuanto a la causa próxima de este fenómeno, fueron emitidas contrarias opiniones. Qnsnay i mu- chos otros piensan que, la sangre se coadgula por el aumento del calor febril, hai quie- nes opinan provenir por la sola vehemente acción del corazón, por todas aquellas causas que son capaces de inducir una contracción en los vasos, por la reacción del solido vivo etc. Bufali'ni hace derivar la costra, da un desconcertó en la crisis de la sangre bajo el curso de la inflamación, sin negar que pueda provenir de otras afec- ciones del organismo. Tommasini dice, combinarse con la diátesis flojistica, tal eam- biamento en la condición de la sangre, que se alteran las proporciones de sus mate* Hales, o se aumenta la afinidad respectiva de algunos, que eslccambiamentode con- dición en la sangre, se debe considera1 efecto i no causa del estado flojistico de los vasos i de los solidos; que la costra puede ser considerada como un diatesimetro, que a pesar de encontrarse casos de enfermedad inflamatoria, en los cuales por diversas circunstancias en la sangre sacada falta la costra, no acontece sin embargo jamas que cuando esta exista, no exista también una inflamación jencral o local, manifiesta o oculta. Yo no puedo comprender, como esta diátesis, que no ha sido combatida, i no dió lugar tampoco a inflamación, pueda por sí sola producir la costra, una diátesis que tiene su asiento en los vosos sanguíneos, sin que estos por otra parle dan indicios de la menor alteración en sus funciones; miéntras que en otros casos cuya diátesis se manifiesta con los caracteres de la inflamación, no se observa costra en la sangre. o pretendo hablar de aquellos casos en los cuales el Profesor Tommasini dice, haber colejido de las obras del Sydnham i del Borsicri, es decir, que la sangre cstraida en el principio de una inflamación aun mui grave, puede no haber costra. Rasori afirma formarse la costra por el solo concurso de fuerzas físicas, movimien- tos i el calor aumentado por efecto de' la inflamación, i ademas sostiene que la sus- tancia de la costra es enteramente debida a la fibrina preexistente en la sangre, tío- 33 — 26Í— bre la crroreidad de esta teoría, escribieron difusamente los autores Pignaca, Seuda- more, Andral i Gavarret. Giacomini dice que la costra es un material morboso de nueva formación, i no otra cosa que linfa plástica, idéntica a aquella que se separa en la parle inflamada, la cual bien secreta de la membrana interna ya afectada de inflamación, i es arras- trada reunida la sangre en el torrente de la circulación. 1 mas adelante dice, la cos- tra es un fenómeno enteramente debido a la condición lloj ística de las arterias. Por lo que toca a las túnicas interna de las arterias, consideradas como órgano se- creto de la costra por estar ésta inflamada diré: 1. ° Que aun los patólogos i los anatómicos no están de acuerdo sobre la inflama- bilidad de la membrana interna de las arterias. El Profesor Tommasini en su tercer volumen sobre la inflamación i liebre continua reunió una multiplicidad de argu- mentos en prueba de la inflamabilidad de la túnica interna, pero lodos ellos no son suficiente para decidir este punto de palolojia. Los principales entre ellos son cua- co. Abundante secreción de linfa que se halla en el interior de la arteria por efecto dte inflamación de la misma. El rubor que se observa en la túnica interna de los vasos, en los casos de bien consiolada inflamación, rubor que no desaparece ni tampoco disminuye lavando la membrana que lia sido inflamada. La ulceración de gran porción de la arteria. El encontrarse osificaciones i concreciones adherenlcs en la membrana interna. La prevalencia de la fibrina cu el interior de la arteria se puede csplicnr cualquie- ra se considere que el tenue tejido inorgánico puede no ser suficiente a impedir que bajo una fuerte inflamación de las otras dos túnicas, pase la linfa plástica a reunir- se en el interior del vaso. El rubor que se observa en la lúnica interior del vaso i los esperimentos hechos para excitar artificialmente este coloramenlo para declararlo signo seguro de infla- mación de la membranafinterna, tampoco puede decidirse la cuestión. El coloramen- to del cúlis por erisipelas, o la aplicación de los cáusticos etc. ¿seria suficiente para' juzgar que la epidermis se» fornida de vasos, i por consiguiente sea inflamable? Lo mismo diré con respecto a la ulceración. En cuanto pues a las osificaciones i concreciones, es de práctica. Observación, encontrarse constantemente entre la mem- brana media i la interna. 2. ° La castra es formada de fibrina, i alguna vez de albúmina pues no es otra co- sa sino un elemento constituyente la sangre asi si el oficio fisiolójico de las arterias fuese aquel de un organo secretor, en este caso si hubiera una secreción morbosa, i el producto de esta seria un puro elemento de la sangre en estado fisiolójico. 3. ° Como explicar el fenómeno de encontrar costra en personas que no ofrecía al- gún indicio morboso jeneral o local? 4. ° Cómo explicar la evolución de una gran cantidad de costra en la inflamación de órganos fornidos de pocos vasos, miéntras acontece el contrario en órganos emi- nentemente vasos colares como seria el hígado, el vaso etc. A su vuelta los químicos, ilustraron este argumento con mayor utilidad de la cien- cia. Deyeux i Parmantier fueron los primeros que examináronla costra de la sangre, demostrando ofrecer los caracteres de la fibrina. Los señores Tourcroy, Vauquclin i Thenard reconocieron ser la costra formada de la fibrina i albúmina en estado con- creto. Los señores Andral i Gavarret con sus preciosos experimentos demostraron ser la costra en razón directa de la proporción de fibrina. Estas observaciones me parecen concluyentes para establecer que el fenómeno de hallarse la coslra en la sangre se reducen a estos dos hechos: mayor cantidad de fi- brina, i mayor elaboración i plasticidad de la misma. Asentados eslostos dos puntos como fundamentales examinaremos ahora: cual es el primer sistema en que se observa la fibrina, que después la elabora, i la desponja para los oficios a que está destinada; cuales son las causas que pueden influir a la ma- yor producción de la misma, i como pueda darse razón de su mayor plasticidad, ani- malizaron, i tendencia a formar un sólido homojéneo como aparece bajo la forma de coslra. La ematopoesi es obra de tres funciones principales, es decir la respiración, la ab- sorción universal, i aquellos de los quiliferos, que pueden referirse al trabajo de la dijestion . Estas son las únicas vias que pueden la sangre ser aumentada i elaborada, mien- tras que las mutaciones que acontece en el sistema capilar son de disminución, por cuanto es por este sislema que se efectúa la grande obra de la nutrición i do consi- guiente hai consume de los materiales de la sangre. Entre la sangre vonosa i esleriosa hai diferencias que merecen ser notadas: l.° la sangre asteriosa es de un color bermejo i de un olor mas pronunciado 2.° ofrece mayor tendencia al coagulo, 3.° parece dar un grumo mas voluminoso, firme i que separa una menor cantidad de suero 4.° menos glóbulos, 5 mas fibrina 6 una canti- dad de albúmina, sostancias pinquedinosas 7 contiene mas de osijene proporcionada- mente a su ácido carbónico 8 contien menos decarbonío i mas de osijene combinado. Fstas obseavaciones i el saberse que de cualesquiera punto se saque sangre del ár- bol venoso la sangre es siempre idéntica a si misma, como también siempre idéntica a sí misma es la sangre sacada de cualesquiera punto del árbol arterioso, bastará para negar al árbol sanguíneo en jeneral, el oficio de elaborar la sangre, lo que no seria tampoco conforme a su disposición anatómica, i ademas los materiales introdu- cidos en el torrente circulatorio no necesitan otra elaboración que la que se hace en los pulmones. Los quiliferos i los linfáticos, ántes de entregar los materiales al sislema sanguí- fero, se int.oducen de tal manera por entre las glándulas que a cada paso encuen- tran, que los mrteriales no necesitan de algún otro trabajo para su perfeccionamien- to1 Las glándulas en estado fisiolójico, muestran una acción elaborativa, i lo debemos deducir de las observaciones de Ruschic i Cowpcr que asegurau haber visto el quilo mas claro i mas aquoso después que había atravesado algunas glándulas; como tam- bién sobre este argumento pueden valer las observaciones de Leuvet i Lassaigue, que vieron el aspecto pingüedinoso del quilo desaparecer después de haber atravesado 1 is glándulas mesentéricas. Aun en estado patolójico parecen las glándulas trabajar los materiales de los linfáticos, como nos lo harían creer. Dumas i Dupuytren, habien- enconlrado el primero los vasos del ulero denodc pus en seguida a fiebres puerpe- rales, pero los vasos eferentes no contenían pus, i lo mismo en el canal torácico. Du- puytren observó en un caso de acceso al muzlo, el pus estenderse a los linfáticos has- ta las glándulas del ingles, i no en los vasos linfáticos después de haberlas atravesa- do. Ademas de estas observaciones que a priori serian suficientes para establecer es- te principio; la atenta consideración del Huido contenido en los linfáticos, en los va- rios puntos del sistema, bastaría a persuadirnos de semejante verdad. En observar todas las metamorfosis del fluido contenido en los vasos desde su orijan, progreso i perfeccionamiento tomare en especial consideración la fibrina como el material que constituye por la mayor parte la costra de la sangre. Leuret i Lassaignc jamas pudieron encontrar fibrina en el quinao, Burdach men- ciona una multiplicidad de hechos colcj idos de muchos autores que prueban que por obra de la dijestion se forma de la albúmina i algún rudimento de fibrina, i ade- 2GG — mas dice que en el quilo se halla una fibrina inpcrfecla, que forma el gramo. Yan- quclin considera esta sustancia como albúmina próxima a diventar fibrina, i hace observar que el quilo aqui está por grado el color roseo, a medida que progrcdice en el sistema de los vasos quiliferos; i que en la misma proporción ofrece mas abundan- te i mas perfecta la fibrina. Del agua i Bcltranie dicen de haber observado varias ve- ces sobre los perros; que ofrece el quilo un color blanco opaco, una densidad oleosa en los quiliferos mientras se presenta mucho mas delgado, mas [trasparente, i de un color lijeramentc roseo en el canal torácico. Todas estas observaciones ponen fuera de duda el progresivo perfeccionamiento del fluido contenido en los quiliferos. En lo tocante a los linfáticos en jeneral podemos admitir la misma lei. Dosgcnnet- tes hayo amarga la linfa, que provenia riel hígado, urinosa las de los riñones, i exa- minada la linfa en el canal torácico, nunca se halló amarga o urinosa. En poner atencio-n a semejante hecho constando también de varios autores como el Mullcr, ílenson Davis esto me persuadí de dos cosas; de la mayor lentitud con qua se congulo la sangre que tiene costra, í que esta lentitud de la {sangre a corgu- larse es en razón directa de la fibrina, i a su mayor vitalidad. Ahora queda a examinar como en caso de flogosi se encuentre mui a meuudo el fenómeno de las costras si esta se debe atribuir al trabajo íloj istico, o solo se debe considerar la flogosi como un estado en el cual están reunidas muchas condiciones que favorecen la mayor absorción de los linfáticos, el cual es pues la causa próxima de la costra, Del mismo modo observaremos, si cuando falta la flogosi, i ha i costra, se notan algunas de las condiciones que favorecen lo absorción de los linfáticos. Entre las primeras de estas condiciones se nos presenta la rápidez de la circula, cien. En las partes inflamadas en donde el curso de la sangre está interceptado, no acontece absorción, pero en las demas partes del organismo por el aumento del circulo, ha i aumento de absorción. Otra circunstancia favorable a la moyor absor- ción de los linfáticos en el estado de mayor exaltamiento i enerjía de la parte, i Percival afirma, que la frotación hecha en una de sus manos, esta pudo absorvei cerca de una onza i media de agua en el intervalo de un cuarto de hora, f.a mayor 0 menor variedad del sistema sanguíneo contribuye también a la obsorcion. Dumas 1 flrcvost confirmaron esta verdad con sus esperimentos sobre los animales. La pri- vación de los alimentos trac naturalmente a consecuencias análogas r aquella de la disminución inmediata de la sangre, i es por esto que un individuo esta mas espues- to a las infecciones conlajiosas ante de haber tomado alimsntos, i que los medica- mentos manifiestan una mayor acción, cuando se observa una rigurosa dieta Otra poderosa condición que favorece la absorción linfática es el movimiento pe- ristáltico i antiperistallicu. Las alternativas de compresión de los vasas linfáticos por efecto del movimiento muscular que los rodean, influye sobre el curso de este liquido. Por fin la presión atmosférica favorece el curso de los humores de la periferia hacia el centro promovicudo la absorción deja linfa. A estas condiciones, que influyen indirectamente mas o menos sobre la absorción en jeneral se añade otras que son propias al sistema linfático, podiendo servir ¡Alo- páticamente eccitado, o por irradiación, o por simpatía, o por conccnso, o por an- tagonismo, i aumentar de este modo la enerjía de su función. Cada vez se presenta costra en la sangre no faltan algunas délas sobre dichas con- diciones, i lo flogosi es casi siempre acompañada de costra para la razón que se aso- cia algunas de estas condiciones. Fijándose la inflamación en cualesquiera órgano» todos los tejidos que lo componen quedan afectados, que si se quiere admitir que en la flogosi solo lome parte actiaa el sistema capilar sanguíneo, i la inervación ganghar no por esto se podra admitir qne los linfáticos queden indiferentes a esc estado ñor- — 2f>7— faoso, i a esle particular Sommeving dice «vixullus morbus cojitari potes!., in que vasorura absorbentium sgstema, misi primas parles, sallem sccundos agal. En esle trabajo pues hubiera sido mi inlenbion de demostrar. 1. ° Que al sistema linfático i no al sanguíneo se debe conceder el oficio de sumi- nistrar i elaborar los materiales que constituyen la sangre tanto en estado íisiolojico que patolojico. 2. ° Que la costra es producida para la mayor absorción de los linfáticos i déla mayor animalizacíon de la fibrina. 3. ° Que la prevalcncia de absorción de la linfa sobre el quilo, ofrece por resultado una mayor cantidad de fibrina, i vice-versa eaa mayor cantidad de glóbulos. 4. ° Que cuando hni costra, a pesar que falten los caracteres propios de la inflama- ción, siempre se encuentran circunstancias capaces de amentar la absorción de la linfa. En el canal toraico pues acaba la elaboración de la linfa, i de consiguiente de cada uno de sus materiales, i la fibrina que se halla en lo linfa del canal toraico es en efecto semejante i edentica a aquella que se halla en la sangre. La linfa, el quilo, i la sangre son las únicas partes orgánicas, en las cuales se halla de la fibrina liquida, i como este material lo hemos visto^por decirlo asi enjendrarse en el sistema absorbente, sistema tributario de todos sus productos al sanguíneo, es menester conceder al primero enteramente el oficio de preparar todos los materiales de la sanguificacion, i en primer lugar la fibrina, que constituye el mas importante. Admitid este punto de fisiolojía, me parece también fácil entender, ser la costra la- voria del sistema absorvente, que elavoro en mayor cantidad la fibrina, ni yo su- piera como conceder tanta influencio a los vasos sanguíneos, sobre la diversa crisis de la sangre, mientras ellos no pueden prestar otro oficio que aquel de conductores. Por todo esto como también considerando que la costra se asocia casi siempre a uu estado de mayor acatamiento de todas las funciones, haya o no flogosi me parece mui verosímil de poner por causa próxima de la costra, un exaltamiento de los lin- fativos en su función. Indagaremos ahora si todas aquellas causas, que pueden favo- recer sea mayor absorción, se hallan presente, cuando la sangre ofrece costra. Analizando los sistemas preparatores de los materiales constituyente la sangre, Ik, mos visto, como se divide este trabajo, los pulmones, i los linfáticos. Es menester ahora advertir como este linfáticos se distinguen en quiliferos, que son aquellos que proveen el material de elaboarr en el tubo gastro-enlerico, llamado quilo, i los lin- íátidos propiamente picho, que san aquellos que sirven a la absorción i riabsorcion. de las otras parlss; el cual fluido se llama linfa. Estos dos sistemas, el quilifero, i el linfático concurren al mismo fin, preparando los materiales para la conservación i la reintegración del organismo; i si el quilo es el producto de la disolución, asimuiacion, i atracion de una subtancia absolutamen- te estranea, también la linfa es producida de una semejante trasformaoion, los pro- ductos que nacen son parecidos en cuanto a los caracteres esenciales, los dos por el caugulo de la fibrina, se separan en suero i grumo; i concurren los dos al mismo- principio vital. Sin embargo existe una diferencia relativa entre estos dos líquidos, i existen entre estas dos funciones un perfecto antagonismo. Collad de Martignes observó on ¡os perros, que en el tiempo de la formación del quilo, es decir por el espacio de nueve horas después de tomado los alimentos, los vasos linfáticos de las otras partes del cuerpo, eran vacías; mientras pasado tiempo de la dijcslion se 11c- navan de linfa, Manjendie había hecho observar, [hallarse los linfáticos mas llenos en aquellos animales que ha mucho tiempo no habían lomado alimento, hecho que yo i el Dr. Bellrami tuvimos mas veces occaciones de observar sobre espcrimonlos — »«8— Podios en los conejos, como también en las bellas esperiencias hechas por el ¡lustre Profesor Panizza. Por la prevalentc acción de uno de estos sistemas sobro el otro, me parece poder explicar las diversas apariencias de la grangre, por la razón que sus productos son relativamente diferentes, hemos tenido ocacion de ver como muchos autores nega- sen la formación de la fibrina en los quiliferos, i como otros concediesen de hallarse solo algún rudimiento de fibrina. Leuret i LassaiSne sostienen que el punto mas esencial de la dijesllon es la formación de los glóbulos; ellos encontraron glóbulos ch poca cantidad en el estomago, en grandísima en el intestin delgado, i en bnen número también en el Intestin grueso; i todos idénticos los unos cen los otros. Por otra parte exanimado el fluido de los linfolicos antes que se rennan a los quiiifreos, 0 después de un largo agune, de manera que no quedase duda que estos últimos hu- biesen llevado sus productos cu el canal torácico, se hallo la linfa tan rica de íibri- na, que Emelin i Tiedeman por esta consideración, querían negar, que la fibrina se produzca en los quiliferos por ia elaboración de los materiales absorbidos en la di- jestion. Collard de Martigny observó en los perros, privado de toda especie de intricion, que la linfa en los primeros quince dias era mus rica de principios, mas coagulables, 1 que tenia un olor mas fuerte, pero en seguida perdía su olor, i se coagulaba de uno manera mas incompleta. Este hecho me parece de suma importancia para establecer que la fibrina se ela- bora, i aumenta sin el concurso del quilo. Itcuss, en Emrnest piensan que la linfa contribuya a la elaboración, i asimilación del mismo quilo, i lo conduzca a un ma- yor grado de animalizaclon. Iticqerand observa que el grumo de la linfa el cual dice costar para la mayor parte de fibrina, se encunbre de una película arborizada; i que los ácidos hablandan i di- suelven cele coagulo, lo mismo que acontece con la costra de la saugre. Por otra parte, ¿cuánta semejanza no se dá entre la sangre no colenosa, i los caracteres del grumo del quilo espueslo del Bordach? Este fisiólogo dice que el grumo del quilo es viscoso, blando, fácil a romperse, i sin fibras visibles, i dejándolo en el suero acaba para resolverse, ademas la fibrina del quilo según Vauqueün. no tiene el tejido fi- broso, la solidez i la elasticidad propia de la fibrina de la sangre. También las enfer- medades, nos suministran datos en apoyo de este punto de patolojia. Burdach dice, «Le siege c le caraclcre de inflamación no son pis non plus sans inlluence, sur la produclion de la coucnne: si par exemplc la flemasi esl bornée an canal intesti- nal oa qui il i ni l. une grande lendance a la supuration la coucnne mauque freque. mment. Se observa en efelso cerno en los epatitis, gastritis, cnterilis, i en la fiebre biliosa, falta, o casi falta las costra en la sangre sacada en estas enfermedades, sin- embargo de que los existes demuestran haber sido violcstisimos la inflamación. Andral i Gavgrret demostraron que hai disminución de fibrina i aumento notable de glóbulos en las fiebres lifordeas i en todas las fiebres continuas, como en las esantemalicas, i en las inlerminentes. El contrario se obsorva en el reumatismo agudo, las prcumonistis, bronquites, pleurilcs es en estas enfermedades, la sangre ofrecr abundancia do fibrina, i escasez de glóbulos. A los caractéres que sirvieron a fijar una mayor analojia entre la linfa, i la costra de la sangre, hai otro mas, el cual es común a la linfa i a la costra de la sangre, i que sirve a diferencia la linfa, del quilo, este seria, el coagularse la linfa mas len- tamente del quilo. Este carácter segun yo piense es de mucha importancia, para demostrar como la linfa sea el material que predomine en la costra de la sangre. — 200 — ACTAS DEL EXTRACTO DELA SESIOX’ DEL 6 DE ACOSTO DE 1853. Presidida por el señor Reclor, presentes los señores Mcnescs, Tocornnl, Solar, Orre- go i el Secretario. — El señor Blanco avisó no concurría por hallarse indispuesto — A~ probada el acta de la sesión del 2 3 de julio., el señor Rector confirió el grado de Ba- chiller en Leyes a don Rodulfo Oportus, don Espiridion Garrido i don Bernardino Piñera— En seguida se dió cuenta: 1 ,° De tres oficios de los señores Decanos de Medicina, Matemáticas i Humanida- des, en que cada uno de ellos trasmite el acta de la sesión celebrada por su respec- tiva Facultad a fin de designar el Decano que ha de presidirla durante el próximo periodo legal. Resultando de dichas actas haberse formado las ternas siguientes: En la Facultad de Medicina — 1. er lugar don Francisco J. Tocornal. 2. ° id. don Vicente A. Padin, 3. ° id. don Luis Ballesler— En la Facultad de Matemáticas— t.er lugar don Francisco de Borja Solar. 2. ° id. don Ignacio Domeyko. 3. ° id. don Francisco Puente — • En la Facultad de Humanidades — 1. er lugar don Ventura Blanco Encalada. 2. ° id. dan Antonio García Reyes. 3. ° id. don Garlos Bello — se mandaron comunicar al señor Ministro de Instrucción pública para los fines con- siguientes— De esas mismas actas resulta haber elejido la Facultad de Medicina el tema siguien- te para la memoria a que baya de discernir su premio en 1 85 í : - $:o— «Lna tesis subre la nalolojia de las afecciones hepáticas que despiertan i ejercen conexiones mórbidas sobre el pnlmon, su sintomalolojia i tratamiento» — 1 la Facultad de Matemáticas el siguiente para el propio efecto: «Examen de las causas de las inundaciones de los terrenos cerca de la capital i los mejores medios de prevenirlas.» En 2.° lugar se dio cuenta de una nota con que el señor Decano de Humanidades acompaña un Proyecto de Reglamento en que se designan las atribuciones de los vi. siladores de escuelas primarias, acordado por su Facultad, con el fin de que, some- tiéndose a la aprobación del Supremo Gobierno, tengan esos funcionarios la norma segura que en la actualidad les falta, para sus procedimientos. Después de la lectura que se hizo de dicho Proyecto, el Consejo lo aprobó, acordando solo hacer sobre él las siguientes observaciones, que creyó oportunas, al Supremo Gobierno. 1. a El referido proyecto ha sido redactado en la intelijencia de que se establecerá tal número de visitadores en toda la República, que cada una de sus escuelas haya de ser visitada por lo menos una vez en cada año, que es lo menos que puede exi- jirsc en concepto de este Consejo i de la misma Facultad de Humanidades. De aquí ]a obligación que a este respecto impone a tales visitadores la parle 1.a del art. l.° del proyecto. 2. ° En cuanto a la memoria o informo circunstanciado sobre las escuelas que hu- bieren visitado, que la parte 4.a del mismo art. l.° les impone la obligación de pa- sar al Consejo Universitario, parece será supérflua si el Supremo Gobierno está de- cidido a llevar adelante el propósito, que ha empezado a realizar con la creación de un periódico exclusivamente destinado a este ramo, de organizar una dirección para las escuelas primarias, separada de esta Universidad, con el fin de que pueda pres- társeles una atención tan activa i constante como conviene. 3. a Con respecto a la privación de sueldo hasta por quince dias, que según el art. 3.° pueden los visitadores imponer por via de pena a los preceptores neglijentes eñ cumplir las disposiciones que ellos dictaren, pareció que las retenciones de sueldos que han de ser consiguientes en tales casos, podían ofrecer inconvenientes a las ofi- cinas pagadoras, i que mas sencillo i fácil de cumplir seria el arbitrio de aplicar los mismos visitadores una multa equivalente, que con su aviso el Subdelegado respec- tivo cuidará de percibir, dando cuenta a la Junta de educación de la provincia para que ésta disponga la inversión que deba darse a tales fondos en beneficio de la mis- ma educación. Se acordó también que en el mismo oficio que al Supremo Gobierno se pise so- bre esta materia, se le diga que, ya que recientemente se ha dispuesto que los dalos periódicos sobre las escuelas primarias que ánles se rcmilian al tConsejo Universi- tario, se pasen al Ministerio de Instrucción pública para que de ellos haga uso la re- dacción del Monitor, convendría que S. E. se sirviese reencargar a los funcionarios a quienes corresponde, la infalible remisión anual a dicho Consejo, en la época pres- crita, de los estados relativos a los Colejios provinciales, para que este cuerpo pueda bailarse al corriente de su marcha i necesidades, i aun formar de ellos la estadística encargada, respecto de las escuelas, a la referida redacción del Monitor. Esta indi- cación se consideró oportuna a vista del descuido casi jencral, en cuanto a la remi- sión de tales datos, que en estos últimos tiempos se ha advertido. -i.0 De dos acuses de recibo, el uno del señor Intendente de Valparaíso i el otro del Gobernador de 3Ieli pilla, a la circular en que se pidieron datos sobre las perso- nas que en los respectivos lugares pudiese haber, acreedoras al premio auual de mo- ralidad o al de educación. Uno i otro funcionario prometen trasmitir los datos que sobre estos particulares pudiesen adquirir tocante a los territorios de su mando. Habiéndose con este inolivo hecho presente que en la oficina jencral de correos se reusa remitir franca de porte la correspondencia que dirijo esta Universidad, por no estar ella incluida, en la nueva lei puesta en vigor, entre las corporaciones que go- zan de esa franquicia, el Consejo acordó que de fondos de secretaria se pagase en lo sucesivo el porte de la referida correspondencia. 5.° Pasó a la Comisión correspondiente para su examen una cuenta presentada por el Bedel, de los fondos que en su poder han entrado por derechos de sello de Licenciados i Bachilleres hasta el presente dia. Por último, el señor Decano de Medicina presentó un texto de Fisiolojia e Hijiene, redactado por el profesor de estos ramos, don Vicente Padin, con el objeto de que se apruebe para la enseñanza. Se acordó que el mismo señor Decano nombraría para su examen una comisión compuesta de los miembros de su Facultad don Lo- renzo Sazie i don José Joaquín Aguirre, que él mismo propuso al efecto. Pasándose en seguida a considerar nuevamente la cuestión que resultó empatada en la sesión del 23 de julio, sobre si solo se recibirán en una época del año exáme- nes de códigos especiales a los alumnos de la clase de práctica forense, el señor Rec- tor, alegando las circunstancias especiales de esa dase, propuso como el medio mas oportuno de resolver tal cuestión, determinar que semejantes exámenes podrían ren- dirse en cualquier tiempo que el respectivo profesor tuviese por conveniente presen- tar a ellos sus alumnos. — El Consejo aceptó casi por unanimidad este partido, aten- diendo a la frecuencia con que podría suceder, si solo ciertas épocas se fijasen para recibir exámenes de códigos especiales, que por no poder rendirlos fuera de esas épocas, tuviese que demorar por algún tiempo inútilmente la conclusión de su carre- ra, un alumno que hubiese ya completado sus dos años de práctica. Dejándose la libertad acordada al profesor, el mismo podrá lomar en cuenta esas circunstancias, cuando se presenten. Ademas, el mismo señor Meneses expuso que otro tanto es lo que se observa en el dia cuando el caso propuesto ocurre. El único que disintió fué el señor Solar, alegando los inconvenientes que semejante libertad de presentar exá- menes a discreción del profesor, podía producir para el réjimen del establecimiento. Resuelta, pues, esta cuestión en el sentido que se ha dicho, fué levantada la sesión. EXTRACTO DE LA SESION DEL 20 DE AGOSTO DE i $53. Presidida por el señor Rector, presentes los señores Meneses, Tocornal, Solar, Blanco, Orrego, Ramírez i el Secretario. Aprobada el acta de la sesión del 6 del corriente, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes a don Francisco Antonio Silva, quien recibió su título. — A continuación se dió cuenta: A De tres oficios del Ministerio de Instrucción Pública, trascribiendo otros tan- tos supremos decretos, por los cuales se nombra Rector de esta corporación para el próximo quinquenio al señor don Andrés Bello; i Decanos, de la Facultad de Teo- lojía al Presbítero don José Manuel Orrego, de la de Leyes al Prebendado don Juan Francisco Meneses, de la de Medicina a don Francisco J. Tocornal, de la de Mate- máticas a don Francisco de Burja Solar i de la de Humanidades a don Ventura Blanco Encalada, todos para el inmediato bienio i en vista de las ternas propuestas a S. E. — Se mandaron hacer las comunicaciones respectivas. 2.° De dos oficios mas del mismo Ministerio, por uno de los cuales se expresa no ha- ber tenido el Gobierno la mira de .derogar en nada lo dispuesto por la leí orgánica 3 i 272 de la Universidad respecto de las atribuciones que por ella compelen al Decano de Ciencias Físicas i Matemáticas con relación al Musco Nación:»!, i por consiguiente dicho funcionario debe, como parece a esta corporación, continuar en la custodia i gobierno del Gabinete de Historia Natural i en el ejercicio de las demás Facultades expresadas en la nota del señor Rector sobre la materia. — Con el otro oficio se re- mite para el servicio de esta oficina un ejemplar del tomo 20 del Boletín de las Le- yes i Decretos del Gobierno. — El 1." de estos olidos se mandó comunicar al señor Decano de Matemáticas i del 2.° acusar recibo. 3. ° De dos notas de los señores Decanos de Tool ojia i de Leyes, trasmitiendo las actas de las sesiones celebradas por sus respectivas Facultades para proponer las ternas que deben pasarse al Supremo Gobierno para la elección de los Decanos que han de presidirlas durante el próximo periodo legal. De esas actas resulta que en la terna de la 1 Facultad de las nombradas ocupó el primer lugar el señor don .losó Manuel Orrcgo, el 2.° el Prebendado don Pedro Marin i el 3.1’ el R. P. Fr. Francisco Alvarez; i en la terna de la de Leyes el 1 el señor Menescs, el 2.” el señor Palma, i el 3.° el señor don Manuel Cerda. — Estando ya hechas las correspondientes comu- nicaciones al Supremo Gobierno, se mandaron archivar. 4. ° De dos oficios del Intendente de Concepción, trasmitiendo por uno de ellos, para la competente aprobación, un decreto en que ha nombrado provisionalmente miembro de aquella Junta de Educación al municipal don Virjinio Sanhueza en reemplazo del ex-Rejidor don Manuel Alaria Eguiguren; i exponiendo por el otro los motivos que le han impedido dar el presente año cumplimiento al Supremo De- creto de 9 de agosto de 1850, que determina la época en que deben trasmitirse a este Consejo Universitario los estados de los establecimientos de educación. Agrega sin embargo, que esa Intendencia podrá remitir un estado jeneral de todas las es- cuelas existentes en aquella provincia, si el Consejo lo juzga necesario, i estará dis- puesta a trasmitirle todos los datos que a este respecto se le pidan. — El nombra- miento contenido en el 1 de estos oficios filó aprobado por el Consejo. — Al i.° se resolvió contestar que se espera la determinación del Supremo Gobierno sobre si ha de continuar esta corporación hecha cargo de la estadística jeneral de las escuelas primarias, a pesar de haberse especialmente encargado esta atribución a la redacción del Monitor, o si ha de conservar solamente esa obligación en adelante respecto de los colejios, cuyos estados deberán serle remitidos infaliblemente en la época prescrita por el Supremo Decreto que se ha citado. 5. ° De una nota en que el Intendente de Colchagua avisa haber trascrito inme- diatamente a los Gobernadores i Subdelegados de esa provincia la nota en que se lo pidieron datos sobre los individuos que en ella pueda haber acreedores a los premios de educación i moralidad que han de discernirse el próximo aniversario de setiem- bre r promete avisar oportunamente el resultado. El Consejo concedió después de esto las siguientes dispensas a mérito de las corres- pondientes solicitudes. — 1.a A don Juan Herrera, que pueda acreditar durante el tiempo de práctica forense el examen de Cosmografía que aun le falta comprobar de los requeridos para el grado Bachilleren Humanidades. — 2.a A don Agustín Renjifo* que durante la misma práctica pueda rendir los exámenes de Historia del Imperio Romano i Cosmografía, dispensándosele absolutamente los de V ida de Jesucristo, Fí- sica e Historia de América i de Chile, por no haber habido clases de esos ramos en el Instituto nacional cuando le correspondió cursarlos. — 3.a Igual dispensa absoluta i de los mismos ramos se concedió por el propio motivo a don Domingo Alunita, as- pirante, como el anterior, al Bachillerazgo en Humanidades; permitiéndosele rendir durante la práctica forense los exámenes de Cosmografía c Historia Antigua i del Imperio Romano que también le fallan. I —273— Se proveyó informase el señor Decano de Matemáticas sobre una solicitud de don Domingo Urrulia, relativa a que se le dispense el examen de 2.° año de Fundamcn los de la Fé, que dice haber rendido por agosto de 1850 en el Instituto Nacional i estar apuntado solo en los cuadernos en que inmediatamente se anotan los exámenes para trasladarlos después a los libros. Con lo cual fué levantada la sesión. EXTRACTO DE LA SESION DEL 27 BE AGOSTO BE 1853. Presidida por el señor Rector, présenles los señores Tocornal, Solar, Blanco, Orre* go, Ramírez i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión de 20 del corriente, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes a don Juan Ignacio Montene- gro, quien recibió su titulo. En seguida se dio cuenta: l.° De un oficio del señor Ministro de Instrucción Pú- blica, trascribiendo un supremo decreto por el que se dispone que el estudio de la Cosmografía sea obligatorio para los alumnos del 3.° año del curso de matemáticas del Instituto Nacional, i que la cnseñauza de este ramo se desempeñe por el profe- sor de la 2.a clase del mismo curso. 2. ° De dos acuses de recibo del señor Decano de Matemáticas a los oficios en que se le comuniceron los nombramientos supremos de Rector de la Universidad i del mismo señor Decano para los próximos períodos legales. — Por el l.° felicita también a nombre de su Facultad al cuerpo universitario por tener siempre a su frente la digna i respetable persona a quien debe la instrucción en Chile sus mas importan, tes progresos: i por el 2.° manifiesta su propia aceptación del cargo que se le ha conferido. 3. ° De tres notas de los señores Intendentes de Concepción Valdivia i Maulé, en que prometen remitir con la brevedad posible los datos que se les han pedido sobre las personas acreedoras a los premios de educación i moralidad, que puedan existir en sus respectivas provincias. i.a De un oficio de la Junta de educación de Concepción, trascribiendo el acta de la sesión celebrada por ella el 27 de julio último; en la cual se acordó solicitar del Supremo Gobierno el establecimiento de dos nuevas escuelas en los puntos de aqne- Ila provincia denominados Puchacai i Mochitao Agua de las niñas, donde una cre- cida población las exijo, existiendo en el último, según los datos que se tienen, un número de 317 niños capaces de educación primaria, i calculándose no menos en el 1 ,° Comola misma Junta acordó también diriji rse a este Consejo Universitario, para queso sirva interponer su influjo ante el Supremo Gobierno con el insinuado objeto, seha remitido en consecuencia el acta referida. — En vista de lo expuesto en ella, el Consejo determinó elevar al señor Ministro de Instrucción Pública la recomenda- ción solicitada. 5.° Después de esto se leyó un Informe de la comisión de la Facultad de Huma- nidades encargada de examinar el “Compendio de Historia Antigua», compuesto por don Vicente García Aguilera para que sirva de texto de enseñanza en el Instituto Nacional. Aunque la referida ccomision juzga el plan de cea obra bien concebido, nota en él el olvido completo de la historia de los Fenicios, que, aunque poco co- nocida, no deja de merecer alguna aleación. Por lo que respecta a la ejecución, se echan de menos, en la historia de los Asirios, algunas noticias sobre los monumen- tos de este pueblo, i en la de los Persas, alguna rápida ojeada sobre su gobierno, relijion, instituciones, costumbres, artes i ciencias. La narración, por lo jencral ajus- tada a la verdad histórica, contiene algunas inexactitudes. Casi todos ¡os nombres propios i nacionales, a excepción de los demasiado conocidos, están lastimosamente estropeados, pareciendo el autor haber extractado su obra de historias escritas en trances. El estilo es sencillo i adecuado; pero hai en el lenguaje algún desaliño i no pocas faltas gramaticales: igual descuido se observa en la ortografía. — Por todos es- tíos estos motivos la comisión es desenlirque, aunque el autor de la obra analizada, ha hecho un buen trabajo, atendida su corla edad, i aun estima ese trabajo superior bajo muchos respectos al libro que actualmente sirve de texto para la enseñanza en el Instituto Nacional, niel uno ni el otro, con todo, son aparentes para el objeto. En vista de este informe el Consejo resolvió se devolviese al autor el referido com- pendio.— Con el mismo motivo el señor Rector hizo indicación para que en adelante, siempre que se trate de aprobar cualquier libro para la enseñanza, se pase a una comisión cuyo especial encargo sea el cuidar de la corrección do su lenguaje, 6.° Se dió cuenta también de una carta dirijida al señor Rector desde AVashing- thon por el señor Gilliss, anunciándole la remisión que, al cuidado de don Mariano Sarralea i por el vapor Unele Sam, ha hecho el Instituto Srnilhsoniano de un cajón de libros para la Universidad i personas científicas de Chile. Al mismo tiempo par- ticipa haber enviado otro cajón para esta Universidad, que, si no ha sido puesto a bordo del mismo vapor habrá venido por la barca Mario Antoinette. — Como ya se ha escrito al señor Sarralea recomendándole el desembarque i remisión a esta capi- tal de los dos primeros cajones, se ordenó hacer otro tanto a los señores Peña i C.a respecto del segundo. Se acordó mandar imprimir 500 ejemplares de cada una de las láminas en que el Doctor Aloesla ha representado los eclipses de sol de 6 de junio último i 30 de no- viembre próximo venidero, según han de ser vistos en esta capital, por el precio de 25 pesos que por los 1000 ejemplares que completarán los 500 de cada una de dichas dos láminas, se pide; con el fin de que acompañen a la memoria sobre tales eclipses, escrita por el referido Doctor, que ha de insertarse en los Anales. El señor Decano de Matemáticas consultó por último si el miembro electo de su Facultad don Manuel Fernandez, que se halla actualmente en la Serena impedido de trasladarse a Santiago por su ocupación de profesor en aquel Instituto, podría realizar su incorporación, remitiendo desde n 11 i escrito a la Facultad, según lo ha propuesto, el respectivo discurso— Se resolvió esta consulta negativamente, por cuan- to se necesita la comparecencia personal del incorporando para la prestación del co- rrespondiente juramento — Pero al mismo tiempo se indicó al señor Decano le ron. testase que puede recabar del Supremo Gobierno una prórroga del termino ordina- rio en que debe cumplir ron tal formalidad, en atención a los motivos que le impi- den llenarla dentro de ese término. Con lo que fue levantada la sesión. DEL <_ LICEO DE CÜRSCO. Carleó, febrero 10 de 1853. En vista de la solicitud que hace la Municipalidad de Curicó; Vengo en acordar i decreto: El producto del impuesto de mandas forzosas en el departamento de Curicó se aplicará en lo sucesivo al fomento del Liceo de este departamento. Tómese razón i comuniqúese. — montt — S. Ochctgavía. Curicó, febrero 10 de 1853. Con lo expuesto por el Intendente de Colchagua i en la copia adjunta del acta le- vantada por la Municipalidad de Curicó, en su sesión de 27 de julio del año próximo pasado, se conceda al Liceo de Curicó, para auxilio de sus fondos, la asignación de seiscientos pesos anuales, que la Tenencia de Ministros respectiva principiará a abo- nar desde que se restablezca aquel establecimiento, imputándola al itera 9.° de la partida 26, del presupuesto del Ministerio de Instrucción Pública de este año. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — sio.vtt. — Silvestre Ocha-gavia . LICEO DE CHILLAN. Chillan, marzo 7 de 1853. Atendiendo a la necesidad de que en la provincia del Nuble haya un estableci- miento en que la juventud pueda adquirir conocimientos de un orden superior a los que se dan en las escuelas primarias, i prepararse para seguir las carreras profesio- nales, Vengo en acordar í decreto: — 37 G — : 1. ° So establece en Chillan un Liceo en que se ensenará el curso de Humanidades del Instituto Nacional. 2. ° Habrá en osle establecimiento alumnos internos i externos. La instrucción será gratuita para los últimos; debiendo los que formen la sección del internado, pagar la pensión que se designe por el Reglamento. 3. ° Se aplica a fondos del Liceo de Chillan el producto de las mandas forzosas de la provincia del Nuble, i la suma que se consulte para este establecimiento en el presupuesto de Instrucción Pública. 4. ° Por decreto separado se determinará el plan de sueldos i se dará el Reglamento para el Liceo de Chillan. Tómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Ocha gavia. C5LEJI3 BE NIÑAS EN CHILLAN. Chillan, marzo 7 de 1853: Conviniendo fomentar en Chillan un establecimiento de educación para mujeres que no podría sostenerse con sus propios recursos; Vengo en acordar i decreto: 1. ° Se establece un colejio de niñas en Chillan, i se señala a la Directora la asig- nación de 400 pesos anuales. 2. ° El Intendente de la provincia propondrá al Gobierno la persona que se haga cargo de este establecimiento, i contratará la casa en que convenga plantearlo, dando cuenta para decretar el pago de su alquiler. 3. ° Anexa al mencionado colejio habrá una escuela gratuita para mujeres, que funcionará en el mismo local del colejio, i que estará a cargo de la Directora de éste. En dicha escuela se enseñarán los ramos siguientes: lectura, escritura, gramática castellana, doctrina cristiana, aritmética elemental i costura. 4. ° Para proveer c! colejio de los muebles i útiles necesarios se concede la suma de cien p:sos que la Tenencia de Ministros de Chillan entregará a la orden del In- tendente, imputándola a la partida 41 del presupuesto del Ministerio de Instrucción Pública. Refréndese, lómese razón i comuniqucse.'--MC ntt. — Silvestre Ocha gavia. uceo ¡3£ m felipe es Aconcagua. Santiago , abril lo de 1853. Apareciendo de lo expuesto por el Intendente de Aconcagua en la nota que prcce. de i de los informes que se acompañan del Director del Liceo de San-Fclipc i del Teniente de Ministros de aquel Departamento, que las asignaciones señaladas al Li- ceo no son suficientes para dotar un segundo profesor que se encargue de llevar con H Director del Establecimiento las clases que en él deban cursar, ni han alcanzado p ira hacer los gastos que hasta aquí ha tenido el Liceo, Vengo en acordar i decreto; 1. ° Se aumenta la asignación anual que de fondos nacionales goza el Liceo de San Felipe de Aconcagua hasta la cantidad de mil quinientos pesos, que se le prin- cipiará a abonar desde esta lecha. 2. ° La Tenencia de Ministros de San Felipe pondrá a la disposición del Director del mencionado Liceo la cantidad de quinientos veinte i cinco pesos, para que se invierta, con anuencia del Intendente de Aconcagua, en cubrir los créditos con- traídos por el establecimiento. Esta cantidad i el aumento de la asignación decretada a favor del Liceo, por lo que queda del presente año, se imputará al Ítem í) partida 20 del presupuesto del ministerio de Instrucción Pública. Refréndese, Lómese razón i comuniqúese. — aiortvr — Silvsslre Ochagavia. C8LSJ13 DE OBSTETRICIA. Santiago, junio 15 de 18515. Vista la solicitud que precede del Delegado Universitario, i considerando; 1. ° Que las alumnos incorporadas en la clase de obstetricia, abierta el 1.° de ju- nio próximo pasado, necesitan de algunos auxilios para sostenerse mientras hacen su aprendizaje. 2. a Que para proporcionar domicilio a las que carecen de él, i consultando la eco- nomía posible en los gastos de subsistencia de todas ellas, al mismo tiempo que su mayor contracción i aprovechamiento, es conveniente hacerlas vivir en común i su- jetas a ciertas reglas, i 3. ° Que la casa de expósitos en dondeexiste la sala de parturientas es el lugar mas aparente para que se haga la clase de obstetricia i para que residan en él las alum- nas que la cursan. Vengo en acordar i decreto: 1. ° Se concede una asignación de veinte i cinco centavos diarios a cada una de las 36 aluminas incorporadas en la clase de obstetricia, según la lista adjunta. 2. ° Las 36 alumnas solteras que asistan a ella residirán en lo sucesivo en la casa de expósitos de esta capital, en donde vivirán en común bajo la inspección de una matrona que hará de Directora, i del Ecónomo del establecimiento, i sujetas a las reglas que éste crea oportuno establecer recibiendo instrucción del Delegado Univer- sitario i del profesor de la dase de obstetricia. 3. ° Las asignaciones correspondientes a estas 36 alumnas se entregarán mensual- mente por la Tesorería jcneral al Ecónomo de la Casa de Huérfanos, quien invertirá esta suma del modo siguiente: ciento veinte pesos en dar el alimento necesario a las alumnas durante el mes; cuarenta i cinco pesos para gastos de ropa, lavado i auxilio que se les distribuirá en dinero el domingo de cada semana; cuarenta para alquiler de la habitación para la familia del Ecónomo, i diez pesos para aumento de sueldo de la matrona que asista el establecimiento i pago de una sirviente para la casa. El sobrante que haya cada mes, cubiertos estos gastos, se pondrá a disposición del pro- fesor de Obstetricia para que éste lo invierta en hacer la adquisición de los libros, instrumentos i aparatos necesarios para la enseñanza de este ramo, poniéndose para ello de acuerdo con el Delegado Universitario a quien presentará la cuenta de in- versión de las sumas que haya recibido, cada seis meses, para que se pase al Minis- tro de Justicia. El Ecónomo encargado de los gastos ordinarios del Colejio dcObs- -278— tctricia presentará mcnsualraente a la Contaduría Mayor las cuentas de su adminis- tración visadas por el profesor del ramo. 4-.° Las alumnas del Colejio de Obstetricia, por el hecho de ser admitidas en ¿I, se comprometen, concluida su carrera, a desempeñar su profesión por el término de cinco años, en el punto de la República a que el Gobierno crea conveniente desti- narlas. 4,° Las alumnas casadas que asistan en calidad de externas a la clase de Obstetri- cia, percibirán su pensión directamente de la Tesorería; presentando solo un certifi- cado del profesor de puntual asistencia a la clase. 6.° El Profesor de acuerdo con el Ecónomo del establecimiento podrá separar de él a las alumnas que se hagan merecedoras de esta pena por su mala conducta o des- aplicación. Los Ministros de la Tesorería Jeneral harán el abono de las asignaciones decreta- das desde el l.° del corriente, imputándolas a la partida 51 del presupuesto del Mi- nisterio de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese.— nozir— Silvestre Oclicigavia. — ?79-r LISTA de los miembros propietarios , honorarios , corresponsales i profesores de la Universidad de Chile. V . / FACULTAD DE TEQLOJIA. Orrego don Manuel (actual Decano. CifuentesFr. Rafael. Arístegui don José Miguel. Alvarez Fr. Francisco. Aracena Fr. Domingo. El señor Obispo Donoso. Marín don Pedro. Ovalle Fr. Miguel. Puentes don Francisco. F. Rodríguez don Manuel. Romo Fr. José María. Salas don José Hipólito. El señor Arzobispo Valdivieso. Briseño Fr. Francisco. Guzrnan don Eujenio. Solis de Ovando don Pascual. Eizaguirre don Ignacio Víctor. Garcia don Ramón Valentín. Taforó don Francisco de Paula. Errázuris don Federico. Ravest Fr. Joaquín. Santa-Ana Fr. José. Güemes don Miguel María. Larrain Gandarillas don Joaquín. Tocornal don Vicente. Valdes don Manuel. Villalon don Zoilo. [Secretario interino] Molina don Vitalia no. Valdivieso don Manuel Antonio. Villarroel don José Dolores. Ovalle don Pedro, FACULTAD DE LEYES. Meneses don Juan F. (artual Decano). Bezanilla don José Alejo. Rodríguez don José Santiago. Luco don Juan Agustin Mancheño don Tadeo. Ovalle i Landa don Pedro. Marín don Pedro. Palma don José Gabriel. Arriarán don Diego. Benavente don Diego José. Bello don Andrés (actual Rector. Campino don Joaquín. Carvallo don Manuel. Cerda don Manuel. Cobo don Juan Manuel. Concha don Melchor de Santiago. . Güemes don Miguel María (Secretario)* Novoa don Manuel. Ocampo don Gabriel. Pinto don Francisco Antonio. Tocornal don Manuel Antonio. Vial don Manuel Camilo. Lira don Pedro. Irarrázaval don Ramón Luis. — 280 — Recio don Pedro Fernandez. Solis de Ovando don Pascual. Yergara don Eujenio. García Reyes don Antonio. facultad de medicina. Tocornal don Javier (actual Decano) Armstrong don Tomas. Ballester don Luis. Rlest don Guillermo. Nathaniel Cox don Agustin. Sazie don Lorenzo. Ra ventos don Ildefonso. Noguera don Joaquín. Yeillon don Emilio. Ilerzl don Pedro. Míquel don Juan (Secretario interino'. Padin don Vicente. Torres don Antonio. Rodríguez don Francisco. Aguirre don Joaquín. Makena don Juan. Pretot don Víctor. Martin don Pelegrin. FACULTAD DE MATEMATICAS. * Solar don Franc.0 de B. [actual Decano] Zegers don José. Ballarna don Santiago. Bezanilla don José Alejo. Bustillos don Vicente. Domeyko don Ignacio [Secretario i miembro consiliario. Gay don Claudio. Guilizasti don José Antonio. I. arrain don Vicente. Puentes don Francisco. Basterrica don José. Gandarillas don José. Ramírez don Antonio (Miembro consi- liario,' Velasco don Francisco. Jarriez don Julio. Pissis don Amado. Tagle don Santiago. Moesta don Carlos. Vasquez don Anjel 2.® Fierro don Francisco. FACULTAD DE FILOSGEIA I HUMANIDADES. Blanco don Ventura [actual Decano]. Sanfuente don Salvador. Bello don Andrés [actual Rector]. Sarmiento don Domingo. Bello don Carlos. Talavera don Manuel. García Reyes don Antonio (Secretario) Varas don Antonio. Gana don José Francisco. Vallejo don Joaquín. Lastarria don José V. Vendel-Heyl don Antonio. Minvielle don Rafael. López don Vicente Fidel. Ramírez don Juan. Briceüo don Ramón. Riso Patrón don Carlos. Pinto don Aníbal. Reyes don Alejandro. —281 — Vargas Fuentecilla , don Francisco. (Seretario jeneral interino). Amunátegui don Miguel Luis. Miembro honorario de la Facultad de Teolojía. El señor Obispo de Cartajena don Pedro A. Torres. Miembros honorarios de la Facultad de Medicina. Grajales don Manuel. Miembros corresponsales de la Universidad en la Facultad de Medicina. Villanueva don Francisco Javier. Elguero don Ramón. Aneram don Guillermo R. Valderrama don Juan. Fischer don Pedro. Passaman dou José. Vermoulin don N. Miembros honorarios de la Facultad de Ciencias Físicas i Matemáticas de la Uni- versidad . Gillis don J. M. Teniente de la marina délos Estados-Unidos. Miembros corresponsales de la Universidad en la Facultad de Ciencias Físicas i Matemáticas. Valdivia don Ignacio. Osorio don Manuel. Cuadros don Teodoro.. Alfonso don Antonio. Lambert don Carlos. Field dan Federico. Brauninge don Guillermo'. Cood don Tomas. Naranjo don Nicolás. Charme don Agustín. Frieck don Guillermo. Rivera don Mariano. Pierola don Nicolás. Pbilippi don Teodoro. Troncoso don Luis. Aracena don Manuel. Pbilippi don Raimundo. Verdugo don José Agustin. Domeiko don Ignacio. (Delegado Uni- versitario). Dueñas don Ramón. (Vice-Delegado). * PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD. FACULTAD BE LEYES. G fiemes don Miguel María. Vergara don Eujenio, Prado don Santiago. Ramírez don Antonio. — I8i— FACULTAD DE MEDICINA.' Sazie don Lorenzo. Miquel don Juan. Padiu don Vicente. FACULTAD DE MATEMÁTICAS. Domeiko don Ignacio. Jarriez don Julio. Valdivia don Ignacio. Bustillos dou Vicente Moesta don Carlos. Brunet de Baines dou Claudio. Solar don Francisco de Borja. Philippi don Raimundo. I \ EN la sesión de % \ de Setiembre del presente ano , celebrada en el Instituto Nacional para la distribución de premios , con asis- tencia del Exmo. señor P residente de los señores Ministros del Interior i Relaciones Exteriores , de Justicia Culto e Ins- trucción pública , del Consejo Universitario , del Rector i Pro- fesores del Instituto , el señor Rector de la Universidad pronun- ció el siguiente Discurso-. Exmo. señor: En la exposición que tendré el honor de hacer a V. E. presentaré primeramente el personal de los estudios universitarios durante el año de 1852; indicaré luego la conveniencia de añadir algunos nuevos ramos de conocimientos a los que en la ac- tualidad se cultivan, limitándome a lo que me parece mas necesario i oportuno; pa- saré después a indicar las reformas que a juicio de la Universidad exije la organiza- ción de dichos estudios, i ofreceré en fin algunas observaciones jcneralcs sobre la condi- ción actual de los mismos, i los medios de facilitarlos i extenderlos. I Se matricularon en la clase de práctica forense i códigos especiales 16, de Derecho Canónico 35, de Derecho Patrio 34, de Derecho Internacional 48; en la clase de Aljebra Superior 17, de Topografía 19, de Mecánica 6, de Arquitectura 3, de Física 52, de Química 41, de botánica 3; en la de Anatomía i Fisiolojía 9, de Patolojía ex- terna 8, de Patolojía interna 8. A las otras clases de ramos legales i políticos, mate- máticos i físicos, i pertenecientes a la Facultad de Medicina, no ha cabido estar en ejercicio en el año pasado. Como cierto múmero de alumnos ha cursado a un tiempo en varias clases de las enumeradas, el total de matriculados no ha excedido de 192. El resultado de los exá- menes, según los informes do las comisiones nombradas por las Facultades, fué en jcncral satisfactorio, i en cierto número de alumnos brillante. En las ciencias legales se nota cada año un progreso visible, que también se percibe en los exámenes que 36 — 284 — se rinden para la colación de grados universitarios. El interes por las ciencias físi- cas, antes desatendidas, crece gradualmente, aunque no con la rapidez que su. im- portancia merece. Siento decir que en el número de los que se dedican a la medi- cina, no se observa el mismo progreso. II Las clases del Instituto Nacional en que se prepara la juventud para la carrera fo- rense abrazan una extensión de conocimientos que deja poco que desear: teoría de la lejislacion, derecho internacional, derecho romano i patrio, derecho canónico, códigos especiales, práctica forense. Agrégase la Economía Política, sobre cuya colo- cación entre los estudios legales, expresaré después mi juicio. No se pone aquí entre ellos el Derecho Natural, que se enseña en el Instituto como parle de la filosofía, i subsiguientemente a la Etica. Entre esta i el Derecho Natural es tan íntima la co- nexión, que ya el ¡lustre Paley creyó conveniente tratarlos como un solo cuerpo de ciencia bajo el titulo de Filosofía moral i política. Nótase con todo un vacio, que en el progresivo desarrollo del Instituto será nece- sario llenar; el del Derecho Administrativo, a que pudiera servir de introducción el Derecho Constitucional, comprendido ahora en la teoría de la lejislacion. Si no pudiese cultivarse ese ramo sin aumentar la duración de los estudios que debe recorrer el aspirante al foro; si no cupiese en el bienio de la práctica foren- se i códigos especiales, i fuese necesario eliminar uno de estos, creo que pocos vaci- larían en preferir el administrativo al militar. A los ramos fisico-n>a temáticos se ha agregado recientemente el importantísimo de la mecánica; pero hai otro que demanda ya una atención particular; la Astronomía. Este es cabalmente uno de aquellos en que Chile por su peculiar situación jeográ- fiea es llamado a contribuir al progreso jeneral de los conocimientos humanos. Se solicita su colaboración, i no carecemos de elementos para prestarla. Tenemos eriji- do un observatorio sobre una planta modesta pero bien calculada para el objeto que acabo de indicar; i si ese establecimiento no ha de ser una planta exótica, destinada a decaer gradualmente i perecer en una época no lejana, es indispensable agregar a los otros estudios matemáticos del Instituto el de la astronomía, limitado por ahora, si se quiere, a lo necesario para el acertado uso de los instrumentos, de manera que las observaciones puedan inspirar suficiente confianza al mundo científico. Nuestra ju- ventud cultiva con aprovechamiento el áljebra i ja jeomelria hasta sus mas elevadas ramificaciones: solo se trata de aplicar estos conocimientos a un nuevo objeto; a un objeto que no carece de aplicaciones prácticas a nuestras circunstancias locales, i que aun sin ellas presenta poderosos atractivos a la inlelijcneia, abriéndole un campo en que el entendimiento humano ha hecho sus mas marabillosas conquistas. El Gobier- no de Chile, cuyo liberal patrocinio a los sábios i a las ciencias es ya apreciado en las naciones extranjeras, hará, no lo dudamos, cuanto le sea posible para aclimatar un ramo de conocimientos en que Chile podrá hacer servicios importantes a la cien- cia i dar un nuevo lustro a su nombre. La Historia Natural reducida en el dia a lijeras nociones, parece reclamar mayor expansión; pero dudo que lo que a este respecto se hiciera produjese resultados sa- tisfactorios. Empieza apenas a formarse en Chile la afición a una clase de estudios que por si solos no conducen a la fortuna o a la consideración jeneral, i que por eso pertenecen mas bien a aquellas épocas de madura civilización intelectual, en que el amor desinteresado a la ciencia la rodea de numerosos cultivadores, i la reputación literaria o científica tiene bastante brillo para estimular a larcas asiduas. 2So — III Adoleciendo tic defectos jeneralmentc reconocidos la organización de los estudios profesionales, debo llamar la atención a los medios que por orden deV.E. i después de haber oido a las respectivas Facultades, le han sido propuestos por el Consejo de la Universidad como mas a propósito para mejorar la enseñanza. Principiare por los estudios legales. Uno de los inconvenientes del orden actual es el siguiente. El alumno que está provisto de los conocimientos necesarios para comenzar la serie de los ramos legales, tiene que aguardar un año, si no coincide la terminación de sus estudios preparato- rios con la apertura de esta série; de modo que la mitad poco mas o menos do los que se dedican a la jurisprudencia se halla en la necesidad de suspender su aprendi- zaje un año entero. Por otra parte, el profesor de economía política que solo es llamado a ejercer sus funciones en años alternativos, i no recibe su honorario sino con la misma alterna- ción, no puede menos de mirar el profesorado como accesorio i subalterno a ocupa- ciones mas asiduas i lucrativas; i apenas es de esperarse que consagre a él la con- tracción i esmero necesarios para poseer cumplidamente i para enseñar con fruto una ciencia que sobre ser de suyo difícil es de las que mas importa promover i difundir. Cuestiones sonde economía política las que mas profundamente conciernen a los pro- gresos materiales del país. Se ha propuesto separar de los estudios legales la economía política i aun supri- mirla del lodo. Ninguna de estas dos indicaciones me parece admisible, por respetables que sean para mí sus autores. El plan de los estudios legales, según el programa de la Uni- versidad, tiene por objeto no solo proveer al país de hábiles jurisconsultos, sino de hombres capaces de desempeñar las altas funciones de la administración i la lejisla- lura i de dirijir la opinión pública. No solo tas ciencias estrictamente legales, sino las políticas i sociales, son del resorte de la sección universitaria a que en nuestra lei orgánica se ha dado el titulo de Facultad de Leyes i Ciencias Políticas. Mas aun cuando no tuviésemos esta indicación en la lei que ha dado una nueva forma a la Universidad, ¿cómo prescindir de las segundas bajo las instituciones que nos rijen? Por otra parte, exijir una clase de economía política inconexa con el estudio de la jurisprudencia, seria poco menos que condenarla a una nulidad absoluta. ¿Con cuán- tos alumnos contaría desde que dejase de exijirse su estudio a los que abrazan la ca- rrera del foro? Separarla de los estudios legales no haría mas que suprimir su dota- don pecuniaria en una sección de los ramos universitarios, dejándola subsistente en otra. Los fondos destinados a la ennseñanza ganarían poco o nada, i degradaría- mos a una existencia oscura i precaria una nobilísima ciencia que se cultiva en el día con ardor en todas las naciones civilizadas. Creo que no solo es necesario mantener a la economía política en el lugar que ac- tualmente ocupa, sino que enseñándose en nn año escolar, no bastaría consagrar a ella tres lecciones semanales. No veo como pudiera de otro modo, en una ciencia tan vasta, i ciertamente no de las mas accesibles a un entendimiento apénas desarrolla- do, proporcionar a los alumnos una instrucción que no fuese excesivamente superfi- cial. Un profesor de economía política que quisiese desempeñar dignamente su cargo no podría excusarse de hacer aplicaciones de los principios jencrales de la ciencia a las especialidades de Chile, llamando la atención a los medios de fecundizar los re- cursos naturales del pais, i provocando al estudio de su estadística que ofrece ya multados importantes, Lecciones diariaspor espacio de un año, es lomónos que po- — Afi- jemos asignar a la instrucción elemental de un ramo científico, que interesa en el mas alto grado al porvenir de Chile. El Consejo de la Universidad, después de haber discutido varios planes, se ha decidido por uno que le ha parecido reunir en lo posible las ventajas de todos, sin recargar con un gravamen considerable los fondos. El desearía que la literatura i la filosofía superior entrasen en el cuadro de los estu- dios universitarios, durando el curso de cada una un año a lecciones diarias, i lia* ciándolas obligatorias a todos los que abrazan la carrera del foro. Yo encuentro en esta colocación de los cursos de filosofía superior i literatura no- tables ventajas. La Facultad de Filosofía i Humanidades seria entonces verdadera- mente una sección universitaria con iguales atribuciones que las otras. Se dejarían entre los estudios preparatorios un curso elemental de filosofía i otro de literatura reducido a la retórica, i habría ademas estudios especiales para el tiempo intermedio entre los grados de bachiller i licenciado, a semejanza de lo que se observa en las otras Facultades de esta Universidad. La filosofía superior i la literatura se estudia- rían, como parece pedirlo el orden natural, después que las lenguas; i en una edad en (pie la razón estaría mucho mas desenvuelta, según la requiere el estudio de los fenómenos intelectuales i morales, i la apreciación de los principios estéticos. Final- mente, se produciría u* desahogo considerable en la enseñanza preparatoria. Ella gravaría con menos estudios simultáneos la tierna i ntel ijencia de la puericia i de la mas temprana juventud, i facilitaría que se hiciesen de un modo mas ordenado i completo los cursos a que estaría reducida, i principalmente los de historia i lenguas. Quedando, como he dicho, entre los ramos preparatorios, los de retórica i de filo- sofía elemental, reducidos a breves dimensiones, se abriría la serie de cursos legales por el estudio de los derechos constitucional c internacional. Este curso duraría un año a lecciones diarias i se repitiria lodos los años. Entre tanto otro profesor daria lecciones diarias de filosofía superior a los mismos alumnos. Como según este plan el curso de Economía Política es anual i se repite cada año, los alumnos de segundo año pasarían inmediatamente a esta clase. En este segundo año seria obligatorio un curso de literatura superior, desempeñado por un profesor que lo reproduciría todos los años, a lecciones diarias. Los do íilosofia i literatura superiores podrian tener a su cargo las clases prepara- torias de los mismos ramos, i -de esta manera no seria menester aumentar en ellos el número de profesores. En el tercero i cuarto año seria necesario duplicar el profesorado. Cada profesor enseñaría consecutivamente el derecho romano i patrio, o bien el derecho romano concordado con el patrio, según pareciese mas conveniente; pero en el curso de am- bos derechos ocuparía forzosamente dos años, a lecciones diarias, i sufrirla ademas el recargo de tres lecciones semanales de derecho canónico, que de este modo ocu- paría también dos silos. Un solo profesor enseñaría después en otros dos años la práctica forense i códigos especiales; empezando una parle de los alumnos por la primera, i otra por los segundos, método que según entiendo no se diferencia de lo que actualmente se observa. Yo no he concurrido en este dictámen de la mayoría del Consejo en todas sus partes. Por lo tocante a la filosofía i literatura superiores preferiría que el curso de cada una durara dos años, dando cada profesor tres lecciones semanales a los alum- nos de primero i tercer año, i otras tantas a los do segundo i cuarto. La enseñanza seria de este modo mas completa i de mejor calidad; porque tres lecciones semanales por dos años es en realidadad mucho mas que cinco o seis lecciones cada semana durante uno solo; el día intermedio so emplearía en desempeñar una doble tarea; la instrucción se radicaría mas profundamente; podría darse entonces el debido lu- —287— gar ata historiado la filosofía i de la literalún:; i habría tiempo para la preparación de composiciones escritas que en c! ramo de literatura es un trabajo indispensable. ¿Pero que lugar se daría entonces al derecho canónico? Concibo que para el quin- to i sexto año serian necesarios dos profesores. El uno enseñaría, como ahora, prác- tica forense i códigos especiales, el otro derecho canónico en dos años, dando tres lecciones semanales a los alumnos del quinto año, i otras tantas a los que llegasen al último año de la carrera legal. El código de la Iglesia es en realidad uno de los es. pcciales i no el menos importante para nosotros; i su colocación en este período es la mas natural de todas, porque el estudio del derecho romano i patrio debe natu- ralmente preceder al de los cánones. Según mi modo de ver, el estudio de la lejislacion comercial debiera hacerse sobre un plan mas amplio sacándolo del estrecho círculo de unas ordenanzas incom- pletas, i en parte anticuadas. El comercio sxtiende cada dia su influjo sobre el orden social i sobre las relaciones internacionales. Paises en que ántes no figuraba el co- mercio sino por una sexta parte entre las fuentes de la riqueza, han visto invertirse esta proporción, no obstante la fecundidad progresiva que han recibido en ellas las numerosas artes que sirven de auxiliares al cultivo del suelo. ¿No crece pues en la misma proporción la importancia de la lejislacion comercial, i no convendría dar a su estudio una base científica, compendiando alguno de tantos tratados lumino- sos como se han publicado sobre la materia en Inglaterra i Francia? La lejislacion comercial es una ciencia vasta, a que se debe dar un encadenamiento lójico, que sirva de cuadro a las prescripciones positivas que forman hoi nuestro mezquino i mal re- dactado código de comercio, i que formarán después el que confiado a manos hábi- les va sin duda a reemplazar con mucha ventaja al existente. Talvez se echará menos en la nomenclatura de los estudios legales el de Lejislacion Uuiversal. Pero la ciencia que investiga los fenómenos de la producción i distribu- ción de la riqueza, i los medios de fomentarla i de hacerla servir al bienestar jeneral, lleva en si casi todo lo que es necesario saber para dar el conveniente impulso a la agricultura, al comercio, a la industria, en una palabra, para dictar buenas leyesen el arreglo de los intereses materiales, para juzgar i reformar las que existen. ¿I no pudiera elevarse el estudio del Derecho Constitucional sobre la letra de la Constitu- ción, i remontarse a los principios filosóficos i políticos del Derecho Público? ¿No pudiera también amenizarse la parte del Derecho positivo que trata de delitos i pe- nas, por un breve estudio de las luminosas teorías del Derecho Penal, desenvueltas por Beccaria, Bentham, Rossi i otros ilustres publicistas? No seria necesario para ello extender el tiempo asignado al aprendizaje de las ciencias legales i políticas. Bastaría que fuesen de alguna mas duración las lecciones de los profesores de derecho público i de jurisprudencia. A mi juicio pudiera hacerse otro tanto con la enseñanza de lodos los códigos espe- ciales. La materia de que en cada uno de ellos se trata tiene a su vez una parte tras- cendental, que debe servir de guia i de intérprete a los preceptos del lejislador. Lo mismo se aplica a la práctica forense. Ilai sin duda principios teóricos, dictados por la recta razón para determinar las formas i la marcha de los procedimientos judicia- les, a fin de que se obtengan por ellos el descubrimiento de la verdad i la elucida- ción de los derechos litijiosos, con el menor dispendio posible*de dinero i de tiempo; principios cuyo conocimiento es indispensable para apreciar lo que en esta línea te- nemos, i los medios do mejorarlo. De esta manera, sin que hubiese una clase especial destinada a la teoría de la le- jislacion, tendríamos sus mejores doctrinas incorporadas en los códigos positivos, dan- do asi a estos una base científica, i a los principios jeneralcs aplicaciones inmediatas, que facilitarían su inleüjcncia i su apreciación. — 288 — He indicado de paso que en la enseñanza del derecho romano i patrio se pueden adoptar dos métodos, quiero decir, enseñarlos sucesiva o simultáneamente. Prefi- riendo el primero, resulta a mi ver el inconveniente de repetirse en el estudio del derecho patrio una parte considerable de lo que debe suponerse aprendido en el cur- so de derecho romano, pues todos saben que una porción considerable de la materia sobre que versan es común a los dos. Nuestro derecho patrio es en el fondo esencial- mente romano; intercalando oportunamente en este las instituciones de orijen jer- mánico, i las alteraciones debidas a la influencia de la lejislacion eclesiástica, i a los nuevos intereses despertados por el progreso de la civilización europea i por la inde- pendencia americana, se formaría un cuerpo de doctrina compacto, uno, continuo, en que ganarían a la vez el orden lójico i la economía de tiempo. Pudiera entonces hacerse uso de la Instituía de Salas, añadiendo a las concordancias del derecho espa- ñol las de las leyes patrias, i corrijiendo las inexactitudes que el descubrimiento re- ciente de documentos preciosos de la antigua jurisprudencia ha revelado en los co- mentarios modernos. Los alumnos de jurisprudencia tendrían asi un excelente me- dio de conservar su conocimiento del latín, que la mayor parte olvidan durante sus estudios universitarios; cerrándose de este modo para ellos el gran caudal de ciencia jurídica, consignada en el Dijcslo, i de que tanta utilidad podrían sacar en sus tra- bajos forenses. ¿I cómo pudiera apreciarse lo que de esta misma fuente han deriva- do los tratadistas i comentadores, sino no> remontamos a ella? Felicitémonos de ver en las discusiones de algunos de nuestros jóvenes abogados oportunos ejemplos de este recurso a las antiguas fuentes, objeto constante de estudio i veneración en las naciones mas adelantadas de Europa, i aun en aquellas mismas que han codificado sus leyes. Cualesquiera reformas que se adoptasen seria necesario proceder a la formación de nuevos textos i programas, i de nuevas cédulas para los exámenes de licenciado. Esto seria sobre todo indispensable respecto de las qlases de filosofía superior i de literatura, i con mayor razón si se diese alguna parte a su historia, que a mi juicio no podría caber cómodamente sino en los cursos bienales a que yo me inclinaba. En el texto ántcs de ahora adoptado para la filosofía pudieran compendiarse mucho algunas materias i daré mayor ensanche a otras, sobre todo en la parte lójica, a fin de acomodarlo al curso superior. Paso a la reorganización délos estudios relativos a las ciencias matemáticas, físi- cas i médicas, i en esta parte solo me loca adherir al juicio de personas mas compe- tentes que yo. En el plan que todavia rije principia cada tres años la serie de ramos que cursan los alumnos de medicina, i se ha propuesto reducirlos a dos a fin de qne terminada ia enseñanza preparatoria no se detengan en el tránsito a la profesional sino un año a lo sumo. Para la mas completa instrucción de los que se dedican a esta importante carrera, que ha sido de tiempo atras nn objeto de especial atención para el Gobierno, se ha creído convenicnie dar algún ensanche al estudio de las ciencias naturales i de al- gunos ramos estrictamente medicales, distribuyendo los últimos entre cuatro profe- sores en lugar de los tres que hoi existen. Un profesor enseñaría la anatomía, otro la fisiolojía, hijiene i medicina legal, el tercero patolojía i clínica internas, materia médica i terapéutica, el cuarto patolojia i clínica externas i obstetricia. Los alumnos estudiarían el primero i segundo año anatomía, el tercero fisiolojia e hijiene, el cuarto materia médica i terapéutica; el quinto i sexto patolojia interna i externa; la medicina legal i la obstetricia tendrían también su lugar en el sexto i último año. La clínica se estudiaría desde el cuarto año, i ocuparía exclusivamente la atención de los alumnos en el sexto. Se darían lecciones de química jencral en el -289- r :■ o □ primer año, de química orgánica en el segundo, i nociones elementales de botánica en el tercero. En otra ocasión lie tenido el honor de decir a Y. E., que en la Facultad de cien- cias matemáticas i físicas era donde había mas que organizar, siendo mui poco lo que hasta ahora estaba determinado sobre las varias e interesantes carreras que com- prende; campos en gran parte nuevos que se abren al cultivo de la juventud estu- diosa i en que ya se hace de urjente necesidad una organización definitiva. La Facultad opino que debían prescribirse cinco años de estudios preparatorios para estas carreras, añadiendo a los cuatro primeros que han sido hasta ahora obliga- torios uno mas, destinado a la jeometría analítica, hasta terminar la teoría de las ecuaciones de segundo grado, de las permutaciones, combinaciones i probabilidades. Se señalaban las carreras siguientes: la del lnjcniero Jeógrafo, la del Injeniero de Puentes i Caminos, la del Injeniero de Minas, la del Ensayador jencral, la del Ar- quitecto. Para la primera de estas especialidades, la ([el Injeniero jeógrafo, se exijía el co- nocimiento del aljebra superior, de la trigonometría esférica, de la jeometría de las tres dimensiones; primer año. De la física superior, de la química jcneral, del cálculo diferencial e integral; segundo año. De la topografía, jeodesia, principios [de mecánica, i nociones de astronomía; tercer año. Al fin de este año se ejecutarían dos operaciones prácticas, una de topografía i otra de jeodesia bajo la dirección del profesor. I el examen final consistiría en una prueba oral de lodos los ramos de Matemáti- ca superiores, i en una prueba práctica, es a saber, en un plano levantado con un agrimensor i un injeniero recibido, sobre un terreno que no bajase de mil cuadras, 0 bien, en dos mensuras de trescientas cuadras. Al plano o planos acompañarían los respectivos cálculos, i sobre lodo ello tendría la Comisión examinadora la facultad de hacer las preguntas i proponer las cuestiones que le pareciesen oportunas. Ai Injeniero de Puentes i Caminos se exije el mismo trieno de cursos superiores que al Injeniero Jeógrafo, i ademas un curso de puentes i caminos, el dibujo de má- quinas, la aplicación de la jeometría descriptiva al corte de piedras i maderas, la arquitectura, nociones de mineralojía i de jeolojía: ios tres últimos meses del cuarto añoso destinarían a la práctica. El exámen final recaería sobre el cálculo diferen- cial e integral, la topografía i jeodesia, el tratado de puentes i caminos i la mecánica; 1 el aspirante debería presentar elaborado un proyecto de trabajo práctico, señalado por la Comisión examinadora, junto con una memoria, comprensiva de los planos, cálculos i pormenores relativos al presupuesto i ejecución de la obra. La serie de cursos del aspirante a Injeniero de minas duraría cuatro años, i abra- zaría los ramos de matemáticas que se exijen a los injenieros jeógrafos, con exclu- sión de la jeodesia, i los cálculos diferencial c integral, subrogándose a estos la do- cimasía o tratado de ensayes, la mineralojía i jeolojía, la mensura i laborío de mi- nas, con frecuentes manipulaciones en el laboratorio. El exámen final recaería so- bre todos estos ramos, i su parte práctica comprendería: l.°dos operaciones doci- mástícas, a cuyos resultados acompañaría una memoria en que se describiesen me- nudamente los métodos empleados para obtenerlos ; i 2.° una operación de mensura de minas, acompañada asimismo de un plano i de un estado exacto de los datos que hubiesen servido para levantarlo. Al Ensayador jcneral no se piden todos los ramos preparatorios que se exijen a los Injenieros. Estaría solo obligado a presentar certificados de haber rendido satis- factoriamente los exámenes de relijion, de gramática castellana, de jeografía, del -Sao- idioma francés o ingles, de aritmética, áljcbra i jcomctría elementales, i se le exijí- rían para su profesión el conocimiento de la física i química, de mineralojia, de to- do el tratado de ensayes, i un año entero de manipulaciones en el laboratorio. El examen final rccaeria sobre la química, la mineralojia, i el tratado de ensayes; i su parte prática consistiría en dos ensayes por copelaciones i otro por la via húmeda, ejecutados en el laboratorio del Instituto. Para la profesión de Arquitecto sa requieren los cursos preparatorios de relijion, gramática castellana, aritmética, áljcbra i jeometría elementales, trigonometría rec- tilínea, nociones de física i química, dibujo lineal i de ornamento, i un curso pro- fesional de arquitectura, en dos años, con seis meses de práctica bajo las órdenes del profesor; estudiándose en el mismo tiempo elementos de jeometría descriptiva. El exámen final rccaeria sobre todo el curso de arquitectura, i su parte práctica consis liria en la elaboración de un proyecto, desarrollado en todos sus pormenores. Me es grato terminar esta exposición llamando la atención de V. E. a los indicios inequívocos de progreso que se notan cu la condición i movimiento de los estudios profesionales. Nada atestigua mejor este progreso que la excelencia de no pocas de las memorias que se han pronunciado en los últimos años para la colación de grados i en las in- corporaciones universitarias. Comienzan a percibirse los buenos efectos de la oportu- nísima regla que ordenó la prueba escrita ademas de la oral en los exámenes para la licenciatura ; i se ve con gusto que en vez de las vagas jeneralidades conque ántes se solia dar cumplimiento a esa regla, se ventilan ahora en las memorias de los candidatos cuestiones importantes, sobre lodo, de lejislacion i jurisprudencia, con juiciosas aplicaciones a nuestro orden legal i social. El lcjislador i el jurisconsul- to no deben desdeñarse de consultarlas. Pero bajo este respecto nada mas digno de tomarse en consideración que los tra- bajos de biS Facultades de Ciencias Matemáticas i Físicas i de Medicina reunidas en sesiones periódicas. Es grande el número de memorias destinadas a objetos esencial- mente chilenos, i por eso mismo mas adaptados para llamar la atención de los sa- bios en los países estranjeros. Nuestras producciones mineralójicas, nuestras aguas, han sido científicamente analizadas: nuestra jeolojía hábilmente esplorada i descrita; nuestra metalurjia ilustrada i aleccionada; los preceptos de la hijicne recomendados a las autoridades i al público. Permítaseme aqui reconocer lo que debemos al celo i laboriosidad del Delegado Universitario, que es el mas esforzado promovedor de estas reuniones periódicas, a que él mismo es también uno de los mas liberales con- tribuyentes. Un medio de hacer mas extenso i fructífero el cultivo de la literatura i de las ciencias es la nueva biblioteca que empieza a formarse bajo los auspicios de la Uni- versidad. Ella ha destinado una parte de sus escasos fondos a la adquisición pro- gresiva de las mejores publicaciones periódicas que sobre instrucción primaria, lite- ratura, artes i ciencias salen a luz en Europa. Este caudal se aumenta rápidamente, i agregándose a él las donaciones que nos hacen de tiempo en tiempo algunas corpo- raciones científicas del estranjero (entre las cuales debo dar el primer lugar al Ins- tituto de Smithsoniano de los Estados-Unidos), donaciones tanto mas acreedoras a nuestra gratitud, cuanto mas distantes están de compensarse con las remesas que de nuestra parte se les hacen, podemos lisonjearnos de ofrecer dentro de poco al estu- dio de la juventud una colección preciosa en que contemplará la marcha acelerada de todos los ramos del saber en el Viejo Mundo i en los Estados-Unidos de Améri- ca, i hallará gran copia de materiales de que podrán hacerse útiles aplicaciones a nuestras circunstancias locales. Una exhibición de los productos de la naturaleza en sus tres reinos, es otro medio -- 291 — necesario de fomentar su estudio. La que con el titulo de Musco Nacional poseemos se hallaba en un estado lamentable de decadencia. Para atajarla ha tomado el Su- premo Gobierno la providencia de nombrar un nuevo empleado, que tiene el cargo de conservar, multiplicar i ordenar los objetos. A los que produce el suelo chileno se agregarán los que se adquieren de los museos i gabinetes de historia natural es- tranjeros, por medio de los cambios a que ya se nos ha convidado. I)e esta manera es de esperar que veamos estenderse los límites estrechos a que está reducido en el dia este importante establecimiento. Seria couvcniente enriquecerlo con una pequeña colección de las modernas obras mineralógicas, botánicas i zoolójicas, en que se rc- jistran metódicamente todos los seres conocidos de la creación terrestre; adminiculo indispensable no solo para la acertada clasificación de los objetos, sino para facilitar el cultivo de la Historia Natural entre nosotros. El Museo proporcionaría de este modo, no una contemplación estéril, sino un verdadero estudio de la naturaleza cor- pórea. Otra exhibición aun mas instructiva de los productos naturales es la que se hace por medio de la topografía i el grabado. Tenemos aquí que lamentar la interrup- ción de los trabajos del fundador de nuestro Museo don Claudio Gay; lo que ha publicado hasta ahora, aunque solo abraza una porción escasa de nuestras produc- ciones indíjenas, ha sido aceptado con reconocimiento en países donde la ciencia de la naturaleza es cultivada con esmero. Afortunadamente podrá compensar bajo mu- chos respectos esta falta el resultado de la excursión cicnlifica de don Amado Pissis, que si bien ordenada principalmente para objetos administrativos, va a darnos co- nocimientos preciosos sobre la jeografía, jeolojia i meleorolojía de Chile, sobre la aptitud de los varios terrenos para diferentes cultivos, i sobre los productos natu- rales de que puede aprovecharse la industria. El Museo, el Jardín Botánico, las representaciones tipográficas, do que acabo de hablar, el fácil acceso a los métodos de clasificación mas estimados, i las lecciones de un hábil profesor, que viene a enseñar la Historia Natural en el Instituto, nos acercarán a esa época de adelantamiento en que el estudio de la naturaleza excite una curiosidad intensa, una aplicación laboriosa, i lome la expansión que corres- ponde a su importancia. Entretanto, no encuentro sino motivos de esperanzas en el estado presente de los estudios; i el Cuerpo que tengo el honor de presidir no puede menos de concebirlas mui lisonjeras, cuando ve en la primera majistratura de la República a un antiguo profesor i director del Instituto ; al que colocado en el ministerio de Instrucción Pública, resucitó la casi extinguida Universidad, i la asentó sobre bases mas ade- cuadas para la difusión de los conocimientos útiles, i la mejora de los estudios pro- fesionales ; al celoso promovedor de la instrucción primaria; al que entre los cui- dados del cargo supremo, no ha dejado de prestar una atención constante, una protección distinguida, a la educación nacional i al cultivo de las letras i de las ciencias. lie dicho, En seguida se leyeron por los respectivos Decanos í el Rector del Instituto las listas de los alumnos premiados, que fueron como sigue: 37 —29:2— Alumnos premiados cu la Facultad de Leyes. En la clase de Práctica Forense i Códigos especiales, don Benjamín Cam- pillo; en la de derecho Canónico; don Manuel Uenjifo, en la de Derecho Pa- trio, don Donato Morel; i en la de Derecho de Jentes, don José Nicolás Hurtado. Alumnos premiados esa la Facultad de Medicina» CLASE DE C1RUJ1A TEÓRICO-PRACTICA I OBSTETRICIA. Primer premio D. Miguel Sangüesa. Segundo id. * Nicanor Hojas. MENCION HONROSA. D. Onofre Sotomayor. s Olegario Silva. Fiase de l'i§ioI(tjía c hijiene. Primer premio 1). Gregorio Frutos. Segundo id. » Manuel Fabres. MENCION HONROSA. 1). Manuel Antonio Solis. » Joaquín Celaya. » Cirilo Vargas. » Tristan Aguirre. j José Pinto. I Frontudo* esa Ea Facultad de Lienrins Fénica* i Matemática*. TOPOGRAFIA. Primer premio D. Paulino del Barrio. Segundo id. » Daniel Barros. MENCION HONROSA. I D. Anselmo Herrera. » Manuel Fernandez, » Nicanor Achurra, s Francisco Vergara. j Joaquín Villarrica. —293— ALIEBRA SUPERIOR. Primer premio I). José Zcgers. Segundo id. » José Amonio Silva. MENCION HONROSA. D. Amonio Al cernea. » Francisco Perez. MECANICA. Pr imer premio D. Marcos Silva. Segundo id. » Ramón Lara. 4 MENCION HONROSA. D. Daniel Barros. > Francisco Vergara. ARQUITECTURA. Primer premio D. Daniel Barros. Segundo id. » Terencio Vibasela. QUIMICA. Primer premio D. Abrnham Siredey. Segundo id. j Joaquín Celaya. MENCION HONROSA. D. Paulino del Barrio. » Carlos Valdés. j> Manuel Amonio Silva, s Manuel Fabrcs. » Daniel Barros, s Joaquín Barañao. FISICA. \ Primer premio D. Paulino del Barrio. Segundo id. » Abrabain Siredey. MENCION HONROSA. P. Ventura Ooorio » Ramón Picarte. » Daniel Barros. » Eulojio Solar. BOTANICA. Premio único D. Wenceslao Díaz. MENCION HONROSA, D. Gahino Yieytes. * Adolfo Jaramillo. En cnanto a los alumnos del Instituto Nacional, véanse las actas de las sesiones del Consejo de Profesores. Se distribuyeron los correspondientes diplomas a los alumnos de las cla- ses preparatorias, i terminó el acto con el siguiente discurso, pronunciada por don Ramón Briseño, Profesor de Filosofía. DISCURSO pronunciado por el profesor de Filosofía i Derecho Nalural clel Instituto Nacional don ramón briseño, con motivo do la solemne distribución de premios que tuvo hipar en dicho es - tablecimiento el sábado 24 de setiembre de 1853. EXMO. SR. SEÑORES : Jóvenes alumnos: La solemnidad que nos reúne en esta Sala importa un verdadero tributo, que ve- nimos a pagar a las ciencias i letras que enlre nosotros se cultivan; i es un voto público que hacemos hoi por la prosperidad de Chile i de sus futuros destinos. De no, ¿qué significa, que el primer magistrado de la República, suspendiendo las gra- ves ocupaciones del Gobierno, se haya presentado en este recinto para entregar por su propia mano a ciertos alumnos, un documento de honor que atestigua su talento i laboriosidad? ¿Qué significa tan lucida concurrencia, en que las autoridades i las personas mas distinguidas vienen a presenciar una ceremonia, que solo se distingue por su modestia i sencillez? ¿Qué significa por último, esa multitud de jóvenes que veo delante de mi i en torno mió, radiantes de satisfacción i de patriótico entusias- mo: sentimientos de que también participan las personas que en este momento los contemplan, i sus padres, profesores i amigos? Todo esto no puede significar otra cosa, que uno de los hechos mas importantes de cuantos vivifican a las sociedades modernas, i dieron esplendor i grandeza a las antiguas. Significa pues la convicción — $9o— profunda que en varias clases de nuestra sociedad existe ya, de que el primero i mas poderoso elemento de felicidad nacional.es la educación e instrucción de la juventud* de que es un asunto público sumamente interesante, estimularla i fomentarla por todos los medios posibles; i de que en la jeneracion educada que se levanta, tiene cifrada la Patria su mas grata esperanza, de ser un dia rica, ilustrada, llorecienle. Me complazco en pensar que se jeneralizan estas verdades, puesto que se ejecutan hechos, que, como el presente, están en harmonía con ellas. I cuando advierto que taleS hechos se multiplican sucesivamente, me es forzoso inferir que la República marcha hacia la prosperidad a que es llamada. Por el mérito de los jóvenes que acabais de coronar, se notan, Evmn. señor, las bien logradas fatigas de ellos i de sus preceptores: algún dia se recojerán aun mejo- res frutos de tan preciosa semilla: algnn dia, los que han recibido el premio de su aplicación al estudio, serán los jueces para acordarlo i distribuirlo a los que los imi- ten en esta brillante carrera; i obligarán a la posteridad a colocar sus nombres en el distinguido lugar que ocupan los de sus predecesores. Centro de tantas esperanzas i de tan ardientes simpatías, como Vos mismo, se' ñor, lo apellidaste, en una ocasión semejante, el Instituto Nacional está llamado a ejercer una influencia verdaderamente social en todo el país; ya porque es un foco central de luz que alumbra a multitud de i n tel ¡jencias que de él vienen a recibir constantemente el calor i la vida, para derramarla después por todos los ángulos del territorio i preparar de esa manera un cambio en las ideas jeneralmente recibidas; i ya también, porque es el tipo o modelo de todos los Colejios de la República, los cuales vienen a ser como otros tantos resortes que concurren al mismo efecto en el movimiento jeneral de la máquina social. Por esta razón, nunca se habra hecho dema- siado con procurar que la educación que en este establecimiento se dé, se mejore de diaadia, a fin de que llegue a ser tan aventajada como corresponde a las luces de siglo. Mas, como la perfección del hombre es en el término que se propone la verdadera educación, para ser completa es necesario que dirija a un tiempo el entendimiento i la voluntad, que mejore el pensamiento i la acción, í que haga del joven no solo una persona ilustrada, sino también moral i social. Bajo este doble aspecto es mui im- portante el objeto que está llamado a realizar en el Instituto, en las dos secciones en que actualmente se divide. Asi, estender i fomentar en él los buenos estudios, mejo- rar la instrucción que se dá i las costumbres que se inspiran; hacer adelantos en su réjimen; es adelantar i mejorar de un modo lento si se quiere, pero eficaz i seguro, la condición de la sociedad entera. Los que de veras se intcrezcan en la suerte de la República, no deben mirar con indiferencia nada de cuanto se dirija a eslos fines porque es de trascendencia. ¡Merece por tanto una atención particular la juventud que se forma en este establecimiento. — Vosotros, señores, que habéis venido a él, a presenciar el acto en que se otorga una recompensa pública a la virtud i tálenlo que descuellan en sus aulas, comprendéis sin dnda el servicio de inmenso valor que en ello prestáis a la Nación. ¡Cuán dignos son eslos jóvenes de que los alentéis con vuestra aprobación i aplauso, i avivéis en ellos, por la importancia que dais a este acto, el fuego de una noble emulación, que despierte su injenio i empeñe sus esfuer- zos! Almas tiernas aun, que arrostran con dificultad sus largas tarcas escolares, ne- cesitan ser conmovidas por este espectáculo, que las impulsa a desarrollar nuevas fuerzas, para proseguir i dar cima a su penoso aprendizaje. No basta quo el profesor ¡siembre cuidadoso las semillas del saber ido la virtud; es iudispensable también que los padres i deudos de eslos jóvenes cuya estimación es ahora su principal anhelo, que las autoridades i el público, que les presentan en perspectiva el porvenir que les aguarda, vengan a atizar el fuego productivo del calor, que hace prender i jerminar la semilla. Habéis pues venido a ayudarnos a completar la grande obra de educar a la juventud: os debemos por ello mui sinceras i merecidas gracias, que me es gra- to tributaros a nombre de mis colegas- Pero vosotros, jóvenes, sois el principal objeto a que se dirijen mis palabras. Hablo en jeneral, tanto con aquellos cuyo mérito acaba de ser coronado, como también con los que no han alcanzado galardón, pero que han disputado un año entero a sus com- pañeros palma de la victoria, trabajando con aprovechamiento i constancia. La presente solemnidad literaria no se haceen consideración a un reducido número de jóvenes; ob- jeto de ella i de los pensamientos de la patria en este dia, sois lodos vosotros. En oca- sión tan oportuna me parece conveniente llamar vuestra atención por un momento, a pensaren la importancia i dignidad de la carrera que habéis abrazado, i en los deberes sagrados que ella os impone para lo futuro. Ambos puntos serán la materia de las breves frases que me cumple dirijiros, en desempeño del honorífico cargo con que me ha favorecido el Consejo de Profesores. No espereis sin embargo, que las reílexiones que voi a haceros tengan el mérito de la novedad o de la elocuencia. Unicamente son consejos cuya utilidad conoceréis al- gún dia; pero consejos fundados en consideraciones históricas i morales, que quizá tengan alguna fuerza para vosotros, por ser espresados por uuo de vuestros precep- tores i amigos, que diariamente os acompaña en vuestras tareas literarias, que es testigo de vuestros esfuerzos i fatigas, que se complace de vuestros triunfos como si fueran propios, i que eslá acostumbrado a juzgar de vuestro mérito i aprovecha- miento. Al recordaros los benéficos efectos del estudio, lo importante que a la so- ciedad i al individuo es el cultivo de las ciencias i letras, solo puedo espresarme como admirador de ellas. I si invoco vuestras obligaciones a este respecto, solo lo haré a nombre de quienes tienen indisputable titulo para exi j iros su puntual i exacto cum- plimiento: Dios, la Humanidad, esta Patria querida i vuestros padres. Sí: ¡la Pa- tria, que hace palpitar el corazón de toda alma sensible, i que tan grandes i nobles acciones inspira! . . . . Si se recorren los hechos que dignifican a la sociedad i al individuo, no se que pueda encontrarse uno capaz de equipararse i la cultura i acertada dirección del es- píritu humano. El sujeto que obra en la educación i el instrumento que ella emplea, es el hombre; pero todo el hombre, no prefiriendo una o alguna de sus facultades a las otras: no enriqueciendo estas a costa de aquellas, sino abrazándolas todas en su benéfica influencia: purificando el corazón, fertilizando el entendimiento, i elevando i ensanchando la fantasía: engrandeciendo en una palabra la totalidad de su ser, i poniendo en harmonía todas las dotes con que lo ha distinguido la benigna mano de la Providencia. De esta manera es como la educación constituye toda la importancia i dignidad del hombre. El mas hermoso diamante, dice el excelente crítico ingles Feiton, necesita de la mano del pulidor: el oro mas fino no reluce, sin la purifica- ción i el lavado. Así también, nuestras mas bellas cualidades se degradan i pervier- ten, si no se modifican por medios artificiales i no se las cultiva con esmero. En al* gunes personas que han alcanzado la madurez de la vida sin los auxilios de una buena educación, se observa aveces las mas felices disposiciones oscurecidas i eclip- sadas. Sus ánimos están ocultos i sumidos, como el mármol de Paros en la roca. A veces descubren jérmenas de grandes pensamientos, que suponen un poder motor sin dirección fija; una fuerza poderosa sin peso que la equilibre. Todo lo que en ellas revela sintonías de elevación i dignidad, se eslravia en demesuradas proporciones i en defojmes aspectos. La naturaleza es sin duda la mejor de las maestras, pero necesita una antorcha que la alumbre, un canal abierto por donde sus manantiales fluyan. Abandonada a sí misma, es como la selvática espesura en que se enseñorean árboles magníficos, i lucen flores brillantes en un terreno cubierto de asperezas, de — 29T — espinosos matorrales, i de restos marchitos de una decaída vcjetacion. Fecundado» por el contrario los entendimientos por el sol vivificante de la ciencia, el hombre penetra entonces toda la importancia de sus deberes, i presuroso a llenarlos, encuen- tra en si mismo los medios de satisfacer ampliamente las aspiraciones elevadas de su corazón. Se puede decir que las ciencias i la literatura le dan una nueva vida; por que, ejercitando deliciosamente el entendimiento i la imajinacion, elevan su carácter moral; por que, haciéndole salvar las funestas barreras que la preocupación i el error le oponían, le encaminan a su alto destino; porque le'adornan cada dia de nuevos conocimientos, cada dia le hacen gustar el pan de la ¡ntelijcncia, i placeres esquisi- tos, tan puros como inocentes; i porque de este modo preparan eficazmente el en- grandecimiento mismo de la sociedad a que pertenece. IV i necesito ni me es dable en este momento, seguir paso a paso el carro augusto de la civilización por el vasto campo de los descubrimientos, i al través de las eda- des que han preparado la influencia científica i literaria, artística, comercial i polí- tica del presente siglo. Para convenceros, jóvenes, de que las ciencias i letras consti- tuyen el verdadero poder del hombre, o deque representan aquella palanca con que Arquimides se prometía conmover el cielo, bástame una rápida ojeada a la historia de los pueblos civilizados. Juzgando desde luego la cuestión por las reglas del empirismo, que si no es mui científico, es a lo menos un instrumento mui seguro en materia de hechos, séame licito preguntar ¿por dónde principió el movimiento civilizador que tan enerjica- mente se desplegó en Europa en el siglo XV; de donde nacieron las glorias intelec- tuales de las eras de los Mediéis i de Isabel la Católica? ¿Cuáles fueron las primeras producciones del entendimiento, que trazaron la línea divisoria entre aquellas épo- cas célebres i las que las habían precedido? ¿Podrá negarse que la renovación total que esperimentó el mundo en aquella memorable ocasión, debe agradecerse csclusi- vamente al cultivo de lis letras humanas? ¿Podrá negarse que ellas fueron las que sa- caron a los pueblos del letargo en que habían sido sumidos por los errores, los des- órdenes i los estravios de la edad media? I ciertamente que no podrá decirse de este jénero de estudios, lo que se dice por ejemplo de la alquimia con respecto a la qui mica, i de la aslrolojia judiciaria con respecto a la astronomía: a saber, que si bien sirvieron para abrir la puerta a doctrinas mas útiles i sólidas, han llegado a perder todo su valor desde que estas han adquirido bastante consistencia para ocupar su lugar, i soslituirlas con ventaja. No; porque si entonces las letras humanas sirvieron para trazar al entendimiento nuevos caminos, i para inspirarle amor a lo bello, pre- decesor siempre del amor a lo útil; en la condición presento de las naciones cultas, no solo desempeñan aquellas funciones, sino otras mas vastas e importantes. Entre ellas será suficiente indicaros una, en que no se fija la atención de los hombres su- perficiales. Esa suavidad (je costumbres i modales que predomina en todas nuestras relaciones; ese espíritu de tolerancia i urbanidad, que es, como si dijéramos, la ba- rrera opuesta (por una especie de intuición i una práctica espontánea) a los pruritos del egoísmo, i a los cstallidosjdc las pasiones; esa afición a los recreos elegantes déla escena i de la lectura; ese buen gusto que lejisla en nuestras conversaciones, en nues- tras relaciones domésticas i sociales, i hasta en los adornos mas fútiles i en las obras mas insignificantes de las artes mecánicas: lodo eso se debe al influjo dolo que pro- piamente se llama literatura: consecuencias prcvislaspor el célcbrcpocta que escribe. Injcnuas didicisse fideltler avíes, Emollit mores: ncc sinit esse [evos (I). (1) Suaviza las costumbres. EI_csludio del gusto i de las letras. 2'J8— Si de las letras pasamos a las ciencias, uadie me parece que desconoce ya. cuan asombrosamente han contribuido al glorioso espectáculo de la civilización moderna las que inmortalizan los nombres de Eulcr, Kcppler, Newton, Laplace i Arago. El descubrimiento de la atracción universal, fruto de las meditaciones del tercero de aquellos hombres ilustres, bastaría por sí solo a manifestar el incalculable alcance de un instrumento con cuyo auxilio es dado al hombre penetrar en uno de los mas altos designios del Criador, i descifrar el gran enigma del Universo. Por otra parle es también indudable, que las Matemáticas han Introducido torrentes de luz en la jeolojía, en la jeografia i en la química; que son el fundamento indispensable, por mejor decir, la esencia misma de la Optica, de la Estética, de la Mecánica i de la Astronomía; que sin ellas, la Arquitectura en todos sus ramos, la navegación, el arte del injcniero, la Hidráulica, la Maquinaria i otros muchos ramos del saber, de una utilidad prálica incontestable, reducidas a tentativas incompletas i a triviales rutinas, no habrían podido jamas suministrar al hombre los poderosos recursos con que triunfa hoi de tantas dificultades que le opone la naturaleza. Esos poderosos recursos, están pues cifrados en las luces intelectuales. A ellas han debido su distinción i superioridad todos esos hombres, que, desde Homero i Platón hasta Goethe i Cuvier cautivan la admiración de los humanos, i su poderío i respeto todas esas poblaciones, que desde la Grecia i liorna hasta la Gran-Bretaña i los Es- tados-Unidos de Nortc-América han figurado en la escena política del Mundo. ¡Qué digo! El mismo planeta que habitamos, si le vemos descuajado, desecado, brillante i hermoseado, enriquecido i ennoblecido, lo debe a las conquistas del hombre sóbrela naturaleza bruta, obra de los progresos de la intelijencia. Gon efecto i usando de las palabras del elocuente Buffon, “¡cuán bella es la na- turaleza cultivada, i con qué pompa la ha adornado el hombre! Gon su injenio saca a luz cuanto ella encerraba en su seno. ¡Qué de tesoros ignorados; cuántas riquezas nuevas! Las flores, los frutos, los granos perfeccionados, esparcidos hasta lo infinito; las especies útiles de animales, transportadas, propagadas, aumantadas sin tasa; las especies dañinas reducidas, confinadas, desterradas; el oro i el hierro, csplolados de las entrañas de la tierra; los torrentes contenidos, los rios dirijidos, i estrechados! el mar domado, reconocido, atravesado de un hemisferio a otro; la tierra acce- sible en todas partes, i donde quiera transformada en viva a la par que fecunda; en los valles risueñas praderas, en los llanos, ricos pastos o mieses todavía; mas ricas; las colinas cargadas de vides i de frutos, i sus cimas coronadas de árboles útiles i de selvas jóvenes; los deciertos convertidos en ciudades, i habitados por un jentío inmenso, que, circulando sin cesar, se derrama desde aquellos centros a las extremidades; caminos abiertos o frecuentados, comunicaciones establecidas por todas partes, como otros tantos testigos de la fuerza i de la uuion i de la sociedad. Otros mil monumentos demuestran asaz que el hombre, señor del dominio de la tierra, ha cambiado, renovado toda su suporficie, i que, en todo tiempo se comparten el im- perio, él i la naturaleza!” He aquí los frutos preciosos que produce la intelijencia cultivada. Si el hombre ha allanado los montes al través de escabrosos riscos, si ha dirijido el curso de caudalo- sos rios i colocado puentes magníficos sobre ellos, si ha defendido las costas, cruza- do los mares, trepado a las mas altas montañas, levantándose sobro las nubes, i me- dido i pesado las lumbreras del Cielo; con el poder de su razón ha hecho todo esto. Criado para dominar la tierra, su razón, no su fuerza, [ha establecido su dominio. A su intelijencia ha sido sometida la fuerza misma de los elementos haciéndolos sus tributarios, i empleándolos en satisfacer sus necesidades i en ensanchar la esfera de sus goces. No importan los obstáculos, que el sabe removerlos a fuerza de investiga- ciones i de raciocinio. Fijaos solamente en este hecho; el Océano, que ayer no mas —299— parecía colocado en medio de los Conlincntes para mantenerlos en una separación eterna; hoi es el punto en que se encuentran reunidos los habitantes de todos los pueblos del Orbe. Confiando el navegante en sus conocimientos náuticos i sin mas que una Carla i una Brújula, se rio de la furia de los elementos, surca ufano las on- das encrespadas, i al través de este camino sin huellas el Nuevo Mundo se dá la ma- no con el antiguo: los descubrimientos i las producciones de un país lo son de lodos, i las diversas naciones parece que formaran una sola familia. — Verdad es que los progresos en este ramo de los conocimientos humanos, como en todos los otros, sen el resultado de largos años de observación, de raciocinio i de cálculo: que hai mucha distancia de las primeras ideas del hombre a las que después adquiere, reflexionan- do sobre aquellas i sometiéndolas a diversas combinaciones: que una gran distancia se nota, de'ide el tosco leño escavado en que se aventuró por primera vez sobre la superficie de las aguas, i desde la grosera piragua del salvaje hasta el imponente Na' vio de guerra que surca las encrespadas olas del Atlántico o del Pacífico, o el barco que contra viento i marea cruza las aguas movido por la sobre humana fuerza det vapor. Pero no es por eso menos cierto, que a la influencia de los sabios se debe, que Ja navegación haya llegado al grado de esplendor en que hoi se encuentra. Al napo- litano Juan de Goia debemos la invención de la aguja magnetizada; a Enrique de Portugal el haber hecho jencral en su país el uso de ella; i que gracias a este impul- so, Vasco de Gama abra nías tarde un vasto camino al comercio en las ricas comar- cas del Oriente. El inmortal Colon, haciendo del estudio la pasión ardiente de su edad florida, osa otravesar mares hasta entonces (I) desconocidos e ignorados; i con tres frájiles barcos obtiene al fin la increíble (¡loria de descubrir la América, de traer la relijion cristiana, i con ella la libertad, las luces, las artes i el comercio. Asi es, jóvenes, como en alas del estudio de las ciencias, el jenio de la civilización ha venido a poblar los desiertos, a fecundar los campos, a cruzar los mares, a preparar el de- sarrollo de la industria, a poner al débil bajo la protección de leyes bienhechoras, i a derramar en el seno de la humanidad el bálsamo divino de una relijion llena de esperanza i de consuelo. A los adelantos hechos en las ciencias se han seguido por una rigorosa consecuen- cia, no diré los progresos, los prodijios que notamos en las artes i en la industria. Las aplicaciones sorprendentes de la fuerza prodijiosa del vapor dan hoi impulso a la mecánica, a la navegación, i dotan de sobre-humana fuerza a las locomotoras en los caminos de hierro: estos i los telégrafos eléctricos son otras tantas maravillas de nuestro siglo. Entre los productos químicos, el yodo, el cloroformo i la piroxilina; i entre las útiles aplicaciones de la física i de la química, el alumbrado de gaz, la lám- para de Davy, la galvánica plástica, la litografía i el dagucrrcolipo merecen especial mención. Con la estereotipia, el clisaje, las prensas mecánicas i el papel continuo llega a la altura en que hoi se llalla el arte tipográfico para popularizar todos los ce. nocimientos útiles; i la fabricación de los tejidos, de las herramientas de lodo jénero, del cristal, de la porcelana, de las méselas metálicas, de los utensilios i muebles, ele., etc., se perfecciona en tales términos, que mui en breve formará época en nuestro siglo i en la historia de los progresos de la industria, la Exposición universal desús productos, que en 1.851 se celebró cu la ciudad de Londres, i la que va a efectuarse en la de 1‘aris en 1855. Ved, pues, lo que se ha producido i se hace aun bajo el influjo de las ciencias: ahí están los hechos a la vista de todos, no pueden ser mas evidentes. ¡Cuán triste i os- curo es, por la inversa, el cuadro que presentan las hordas salvajes, i el hombre ig- norante! No quiero detenerme en diseñároslo; basta que conozcáis el fruto de la iu- (I) En 1492. 3S —300— tclijencia cultivada, para que os apresuréis a gustarlo. Sabed empero que no es el único. El cultivo de las ciencias i letras es para el individuo un [manantial de salud, de fortaleza, de heroísmo, un principio de contento, una fuente de consuelo, aun en las mas aciagas situaciones de la vida. «Las meditaciones dice un injenioso escritor, hacen que las horas pasen en un encantamiento delicioso; nos alejen de los placeres fogosos; i, acostumbrándonos al recojimiento i a la sobriedad en todo, contribuyan a afirmar la salud i a prolongar la vida, como lo comprueban losojemplos de Solo» i Franklin, de Ncwton i Mutis, de Fontcnclic, Unanúe i Funes, i de Salas, Egaña i Bello.» Las útiles i gratas tareas que a los sabios ocupan, dulcifican su existencia, los enaltecen, los apartan del fango de las pasiones bastardas, trasportan su espíritu mui lejos de las penas i de los disgusto de cada dia, i les hacen en cierto modo inde- pendientes de la suerte i de los hombres. Deben ellos a la ciencia i a la verdadera literatura el desprenderse de las ideas mosquinas, de los sentimientos bajos, de las preocupaciones degradantes o perjudiciales; a ellas deben el estar dispuestos a ser equitativos i tolerantes, el apreciar mejor sus deberes i sus derechos, el saber cum- plir los unos i reclamar los otros con enerjia en apoyo de la libertad i la justicia, i el interesarse en la p.iz, prosperidad i engrandecimiento de su pais, i en la felicidad del jéncro humano. Ademas, en el gran naufrajio de la vida, donde las riberas del tiempo están cu- biertas de las reliquias de la amistad, de la gloria i del amor, según se espresa Ma- dama de Stael; cuando ei dolor, ese medio rejenerador de que se sirve a veces la Pro- videncia, establece su imperio en el corazón; cuando está acibarada la existencia terrestre por tantos motivos que pueden presentarse; cuando se desecan las flores de la vida, i se destruye la ilusión de los sentidos, i se disipa el encanto de las relacio- nes mas queridas; cuando el hierro i el fuego lian llegado al fondo del alma, enton- ces, aun entonces, entreteniéndose el desgraciado en su estudiosa soledad con todas las sublimes inte! ijencias que fueron, meditando sus obras por siempre glorificadas, que responden a las eternas simpatías de la relijion, del patriotismo i del deber, se separa de los acontecimientos, se aísla de los hombres, siente que se derrama un dul- ce bálsamo sobre las mas hondas i peligrosas heridas del corazón, ¡ se olvida del mundo real, del mundo ajitado. del mundo de las pasiones, para vivir en un mun- do que, aunque ideal en la apariencia, está lleno de esperanza i de felicidad: de esa felicidad posible en la vida, que solo se encuentra en los goces de una conciencia pura, en la tranquilidad i contentamiento del alma que dá la práctica i ejercicio de ia virtud, i en la satisfacción que deja siempre el hacer bien. Es la felicidad que no abandona a Sócrates al beber la sicuta, ni a Homero ciego i mendigando, ni al po- bre i sin vista Milton, ni al perseguido i envenenado Séneca, ni al preso i desvalido Tasso, ni en fin el encarcelado i miserable Cervantes, por valerme de ejemplos me- ramente profanos. Si: en el seno de !a miseria individual, en medio de la servidum- brejencra!, puede encontrar el hombre en las rejionesdel pensamiento, independencia, consuelos, i hasta la dicha. Después de la humilde i contenta resignación del hom- bre rolijioso, el estudio puede llegar a ser el Letco que le haga olvidar los males lo- dos, todos los disgustos déla vida. ¡Qué infinidad de goces no se encuentran en el estudio! Por medio de él, conver- samos en el retiro con las jcneracioncs de sabios que se han sucedido desde los tiem- pos primitivos: nos instruimos en las lecciones que en las edades pasadas daban a los griegos Sócrates, Platón i Aristóteles, i Cicerón, Horacio i Virjilio a los Romanos; i has- ta penetramos con Tácito i Suelonio en los mas recónditos secretos délos Cesares. Por medio de él, examinamos a la naturaleza cutera; puesto que, como dice la mujer cé- lebre que acabo de citar, nada hai en el mundo real que no se haya reflejado en el mundo intelectual. Si la literatura puede considerarse como un magnifico espejo en / —301 — donde se mira la naturaleza, la sociedad, los hombres, sus virtudes, vicios i pasiones, i las pálidas sombras déla historia, i lo pasado en su augusta melancolía; si asi e* todo eso, puede el hombre estudioso desde el fondo de su gabinete, lanzarse en el vasto Océano de la naturaleza, que, según la feliz espresion del Plinio de la Francia, es el trono eslerior de la magnificencia divina , recorrer el inmenso espacio del fir- mamento, los asiros i los mundos; examinar el globo que habita, estudiar las revo- luciones físicas de nuestro planeta, su anterior i su presente estado; investigar las relaciones que le ligan con la tierra que pisa, con el aire que respira; i en una pa- labra, contemplar el cuadro tan vario, tan sublime, tan lleno de vida de la creación, en todas esas cadenas de existencia sucesiva de individuos, que constituyen la exis- tencia real de las especies, i a cuya cabeza está colocado el hombre mismo. Por este lijero bosquejo habréis podido inferir, mis queridos jóvenes, el alto mi- nisterio que en la sociedad ejerce el hombre que se entrega al cultivo de las ciencias i letras. Ahora bien, si ellas constituyen nuestro verdadero poder, tanto en el mundo fisico como en el intelectual i en el moral; vosotros que estáis dedicados a recibir en esta casa sus celestiales inspiraciones, podéis decirme ahora ¿si no es importante i hermosa la carrera que habéis abrazado, fecunda en resultados benéficos de lodo jé- ñero, i harto digna de merecer todos vuestros conatos, consagrándole los floridos años de la vida en que estáis? Empero, penetraos bien desde luego, que en esta carrera estáis llamados a satisfa- cer muchas i diversas necesidades sociales para lo futuro, o de que pesan sobre vues- tros hombros honrosas pero sagradas obligaciones que cumplir. Vuestro presente estado es de mera preparación: no hacéis ni debéis hacer otra cosa por ahora, que enriquecer vuestro entendimiento de verdades útiles i vuestro corazón de virtudes. Pero entended, que el depositario de tan preciosas riquezas no las atesora para mo- nopolizarlas: que no solo se pertenece a sí mismo, sino principalmente a Dios, a h Humanidad i a la Patria: i que su divisa debe ser la que dio un poeta de la antigüe- dad a uno de los hombres que mas la ilustraron — Non sibi, sed toti natura se crcdc- re mundo ( I ) . Habéis nacido en un pueblo, que ayer no mas despertó de un letargo secular de inactividad i de ignorancia en que estuvo sumido. Pero si este pueblo ha podido destrozar sus cadenas, si logró declararse independiente i soberano a la faz del mmi do, i si adoptó para su réjimen el gobierno democrático; no por eso es ménos cierto, aunque nos cause rubor el confesarlo, que no ha .alcanzado todavía a borrar los de- fectos de su antiguo réjimen, saliendo del estado de atraso i haciendo los progresos que el nuevo orden de cosas demandaba. El sol del 'I 8 de setiembre de 1310 no fue de tal modo privilejiado, que con su luz haya disipado por sí mismo las tinieblas de la preocupación i la ignorancia. Prcciso es aun que vibre sus rayos con igual po. der sobre el corazón i la inte! ¡jineta de los chilenos, para que el suelo que alumbra i calienta, produzca simultáneamente entre nosotros estos dos preciosos frutos, ,•?>- íud i sabiduría. Si queremos recojer estos frutos, preciso será cultivar asiduamente i con igual esmero el entendimiento i la voluntad. E! jénio sin la virtud es un don funesto, que como un sello de maldición estampa la Providencia en la frente del hombre que lo posee: sus frutos nacen envenenados, i la luz que guia sus pasos, no es antorcha que alumbra, sino llama que abraza i destruye. El jenio auxiliado por la virtud cobra mayores dimensiones; se presenta a nuestros ojos mas dignamente ataviado; deja en su tránsito por ei mundo una huella luminosa; i es como un ánjel que baja de los cielos a realizar en la tierra mas altos designios. Sed pues virtuosos i profundamente relijiosos. «La relijion es, según la espresion (I) Este es uu razgo del carácter de Catón el en Lucano. de llacon, el aroma que impide a la ciencia corromperse;» i es ademas la vida de la democracia «Las bases del orden moral i social se alteran, dice el mismo >1. Guizot. desde que el hombre cesa de vivir en presencia del único poder superior a él, el único que puede satisfacerlo i dirijirlo. Cuando Dioses soberano en su alma, son los hombres soberanos en el mundo político, esto es, capaces de gobernarse. El pueblo que no vo a Dios a cada instante arriba de sí i en si mismo, no goza de la democracia porque no puede gobernarse ni ser gobernado.» La gran mayoría de nuestra República, compuesta de las masas populares, se ha- lla actualmente en la imposibilidad de obtener las ventajas de la libertad política i civil, porque sin civilización competente está ciega, i sin industria es miserable. Una grande obra es preciso emprender a este respecto: derramar torrentes de luz por lodos los ángulos del territorio, inspirar todos los hábitos honrados i virtuosos de la vida pública i doméstica, i cortar las férreas ataduras con que está constreñida la industria en todas sus ramas. Para llegar a este punto; ¡cuántos i cuan variados estudios no se necesitan, cuan dificilcs problemas no hai que resolver, cuan fuertes i arraigadas preocupaciones no hai que combatir, i en fin, cuanta dosis de talento i de patriótica laboriosidad no ha menester el estadista que tal ohra emprenda! 1 no es esto solo: también es preciso que ponga de acuerdo nuestra lej isl ación civil i fi- nanciera con las crecientes necesidades del pais i las luces del siglo, que dé ensan- che i facilidades al comercio, que remueva las trabas con qnc tropieza nuestra na- ciente industria, que la dote de útiles i abundantes brazos, quo acometa reformasen todo sentido, i que abra un camino espedito a la marcha gubernativa. Tan grandes e importantes trabajos, piden también muchos conocimientos i robustas fuerzas inte- lectuales i morales, para ejecutarlos con oportunidad i acierto. ¿I a quién incumbe encargarse de ellos? Indispensablemente a las jcneracioncsqtie se levantan. A ellas quedó la honrosa herencia de cultivar i hacer fructificar el árbol ele la libertad que vuestros padres plantaron i regaron con su sangre. Los jóvenes que hoi pulen i perfeccionan las facultades de su alma son los llamados a rejir mas tarde los destinos de esta República, también joven. Por eso ella os mira como sus hijos predilectos: se interesa en nuestros progresos con vehemente anhelo: consagra gran parle de sus tesoros a la instrucción i educación, abre bibliotecas i gabinete8 «le lectura, fomenta colejios c instituye otros nuevos, dota institutores i profesores, difunde por todas partes las escuelas, i proteje decididamente a la Universidad i al Instituto; i tal es en fin el motivo porque, como acabo de deciros, solemniza este acto, enviando a sus majistrados i ciudadanos distinguidos, que vengan a su nombre a coronar vuestros trabajos, a aplaudiros, a confortaros con honoríficos estímulos, a fin de que no defallczcais en la noble carrera que habéis emprendido. Desde ahora, pesa pues sobre vosotros una inmensa deuda de gratitud para con la patria: están en vuestras manos su decoro i dignidad, que también son vuestros: de- béis servirla con todas las fucrz ¡s intelectuales i morales de que seáis capaces. Mas, la Patria no puede ser mejor servida que cuando ofrezcáis en sus áras un cora- zón bueno i recto, ¡oneroso, noblemente orgulloso; i una intclijcncia elevada, como ]as encumbradas cordilleras la atraviesan, vasta como el océano que la circunda, brillan- corno el Sol que vivifica en su suelo. Llamados a rejir un dia sus destinos, vuestro saber o vuestra ignorancia, vuestras virtudes o vuestros vicios decidirán precisamente de su prosperidad o de su ruina. Colocados en la primera escala social, daréis el im- pulso a las demas clases i seréis como el alma de todas ellas. Preparaos desde luego a recorre* con honor i acierto las carreras en qnc han depositado las leyes i costum- bres o! tesoro de la fé, la defensa de los derechos, i la obra magna de la lejislacion: inspiraos del amor a Injusto, lo bueno i lo verdadero* templad en esa fragua las ar- — 30o — mas que debéis esgrimir cn'conlra de la pasión i del error, i en pro de la razón í de la verdad. El elocuente Tomás, de la Academia francesa, decía, que la Patria preguntando a cada uno de sus hijos ¿qué haréis tú por mí? debia obtener de cada cual esta res- puesta: del soldado, yo te daré mi sangre: del majistrado, yo te defenderé tus leyes: del sacerdote, yo velaré sobre tus altares: del pueblo numeroso que desde los cam- pos i talleres grita, yo me dedico a tus necesidades materiales i te doi mis brazos: del sabioen fin, yo consagro mi vida a la verdad i tengo valor para decírtela. Ahora bien, puesto que todo ciudadano debe prestar al pais, que le vio hacer, su contin- jcnle de servicios proporcionado a sus fuerzas o a su estado i condición, tarde o tem- prano tocará a cada uno do vosotros su pape!, i tendrá que desempeñarlo concien zudamente, con patriotismo, intclijcncia i dignidad. íüc vuestro seno deben salir los Lejisladores sabios, los Majistrados rectos, los Filántropos ilustres, i en fin los ciu- dadanos intelijentes i virtuosos que sirvan a la Patria, ya defendiéndola en los com- bates, ya asistiéndola con su prudencia en los consejos, o ya también dándole con su ejemplo i doctrina dignos sucesores de sus virtudes cívicas i morales. Pero sabed, que el verdadero ciudadano de una república democrática, responsable ante Dios co- mo ante la sociedad de los deaecbos sagrados queso le han confiado, se mira en donde quiera como el órgano vivo de la razón i de la justicia. Colocado en la esca- brosa senda de la administración gubernativa, dará un impulso activo i benéfico a la máquina social, desbaratará las tramas de la mala fé, premiará el mérito en donde quiera que se encuontre, i siempre se mostrará defensor celoso i esforzado de la cosa pública. Sentado bajo el solio de la majistratura judiciaria, será fiel intérprete de la lei aplicándola equitativa e impareialmente a todos los que la imploren. En el foro defenderá la inocencia oprimida: vindicará el honor, la vida, la libertad ¡ los mas caros intereses del hombre. En los bancos parlamcniarios no será el eco miserable, del demagogo, ni de la ambición del poderoso: sus labios lejos de traicionar las ins- piraciones dé la conciencia, solo hablarán el. severo lenguaje de la razón en defensa de los intereses materiales bien entendidos. No se atreverá a subir a la cátedra del periodismo, si no tiene algo que enseñar desde ella a sus compatriotas, si no tiene nutrida su mente de doctrinas sanas i ventajosas, si no sabe pensar i escribir por la prensa cosas dignas de ser leídas. Hasta en la amena literatura, en los escritos des- tinados para solaz, hará que resuenen elocuentemente jas lecciones déla virtud; i en los espectáculos públicos, lejos de dar un agradable colorido a las pasiones i a los vicios, aumentará en los espectadores aquel saludable horror que naturalmente se siente por todo afecto i apetito desordenado. Aquí tenéis, con unas pocas pinceladas, diseñado el cuadro déla conducta del ciu^ dadano virtuoso, ilustrado, patriota. Copiadlo, pues, que la Patria tiene títulos so’ brado lej í limos para exijirlo asi de vosotros. ¡Desgraciados si servís un día para for- mar un contraste vergonzoso, i frustráis sus mejor fundadas esperanzas! Jóvenes. ¡Que la memoria de este dia se grave con caracteres indelebles en lodos vosotros, excitando verdadero entusiasmo por la virtud i el saber en aquellos que han recibido premio; i en los que no lo han recibido, una santa emulación por seguir las huellas de los primeros, para obtenerlo en adelante! Creced todos en moralidad e intelijencia, que con estas prendas adquiriréis un mérito puro, que os dará derecho a la estima de los mas severos jueces, i os inspirará esperanzas lejílimns, No desma- yéis empero, ni os arredréis por los obstáculos i contrariedades. Contemplad que el bono.! i la gloria, que son el término do vuestra carrera, no se adquieren a poco pre- cio; que si la seguis con empeño, tarde o temprano vuestra frente será orlada de laureles inmarcesibles; que en ella vais a ser el consuelo de los que os dieron el ser i el orgullo de vuestros hijos; que darcis dias felices a la Patria, la cual protejo a —304— vuestros padres, familia i bienes, i cuida de vuestra educación con aquel amor, aquel solicito interes de una madre que de sus hijos aguarda el consuelo de su vejez; i que la única recompensa que os exije, es que presentéis en las aras de la utilidad públi- ca un buen corazón i un entendimiento rico de ideas. Esforzaos pues por adquirir tan bellas cualidades para servirla después con perseverancia i noble abnegación; i estad seguros, de Injusticia espléndida í completa que encontrareis en el pensamiento de Dios i en el testimonio de vuestra conciencia, i que también os liarán la historia 1 la posteridad. DISCURSO pronunciado el 12 de Setiembre por el P resbítero don pedro ovalle ante la Facultad, de 7'eolojía en la Universi- dad nacional para recibirse de miembro de dicha facultad. t Señores: Elejido por los votos de esta honorable corporación para ser contado fen el núme- ro do sus miembros, mi primera atención se dirije a tributaros un voto de recono- - cimiento. Yo no podia esperar un llamamiento tan inmerecido, como honroso i dig- no de mi mayor gratitud; i si me he resuelto a aceptarlo, ha sido solo por correspon- der a vuestra voluntad i por daros con ellos la mejor prueba de mi deferencia. Si mo permitís cumplir con los estatuios universitarios, llamaré en este momento vuestra atención sobre un objeto que me parece importante, i que debe ser preferido a otras muchas cuestiones que la polémica relijiosa ajita hoi en el mundo. La into- lerancia católica es el blanco adonde dirijen sus tiros, no solo los escritores reforma- dos, sino el partido indiferentista que por desgracia se halla también en el seno de las naciones católicas. La acción de estas dos fuerzas reunidas que trabajan activa- mente en fundar el reinado de la tolerancia universal, asi en el sentido de las ins. tituciones sociales, como en el de la reí ij ion , aumenta cada dia la turbación de los espíritus conmovidos ya por la duda i predispuestos a ser arrebatados per la corrien- te de las ideas i principios materialistas que dominan hoi lodos los horizontes socia- les. Por una parte, la falta de estudios serios de la reiijion; por otra, la indiferencia de la jeneralidad de los espíritus; ei rápido vuelo imprimido a las pasiones humanas, i el mal ejemplo elevado a institución en ciertas naciones, no permiten a los hom- bres discurrir lójicamenle sobre la necesidad de la reiijion, ni sobre su esencia i ca- racteres. La cuestión presente so halla como en la superficie de la polémica, i por tanto al alcance casi impremeditado de los sentimientos, que no hallándose en esta- do de pronunciar sobre ella un juicio recto, jeneralmeute la resuelven de un modo adverso al catolicismo, pero siempre en conformidad con una ancha i cómoda moral. No será pues inútil tratar de esta materia que es actualmente del dominio de la pren- sa, objeto de sátiras para los enemigos de la reiijion, i el escollo de las jentes despre- venidas o mal cimentadas en los fundamentos del catolicismo. Creo ser mui dichoso, s¡ el aspecto bajo el cual voi a presentar esta terrible cuestión, despierta el interes de una sola persona, que mire sin preocupación la lucha de estas dos opiniones que se hallan actualmente en I i ¡i asi nuestro mundo como el antiguo. De todos los ecos que se desprenden de ¡as opiniones modernas, ninguno resuena mas — 303 — que el de fraternidad t tolerancia para con todas las relijiones. Se supone que estas «son planta de todas las zonas i que jamas se perjudican por su diverjenle naturaleza. •Se reprueba la intolerancia relijiosa como injusta i perjudicial. Se la mira como una creencia estemporánea, hija del fanatismo de ios siglos de hierro. Se cree que la pa- labra tolerancia por si sola es ya una victoria, desdo que suena bien el oido de los indiferentes. Pero, ¿es esta una verdad? ¿puede sufrir este pretendido triunlo un examen imparcial? es verdad que la intolerancia en relijion sea un concepto absurdo, una máxima perjudicial? ¿Se le ha combatido i se le combate con sana intención i con sólidas razones? Lejos de eso, no hai hombre de sano juicio que no vea claro el engaño, que no advierta el abuso que se hace de esa palabra. Sin embargo, debemos confesar que, aunque se han emprendido grandes obras para arruinnar si hubiera sido posible todas las doctrinas’, mientras se han hecho dilatados viajes para buscar en el centro de la China, i en las rejiones de la India, fabulosas tradicciones que desmintiesen al lejislador hebreo; mientras no contentos, con penetrar hasta el fondo de la tierra i revolver sus secretos mantos, rse han eleva- do en las alas de la irnaj ¡nación al lejano momento en que Dios pronunciaba su pa- labra poderosa sobre el caos i la nada, para hacer brotar de ella la vida i las sustan- cias que encierra el hermoso cuadro de la creación, jamas trabajaron los enemigos del catolicismo con tan buen éxito, como cuando desengañados de sus inútiles escur- ■siones por las rejiones de la ciencia, elevaron hasta los cielos el grito de intolerancia contra la iglesia católica. Los sistemas i teorías mas poéticas que la mas libre ¡ma- jinacion había podido forjar ningún poder tuvieron contra el majestuoso plan del cristianismo: los sistemas se desmentían a sí mismos, las teorías se arruinaban por su base, las ciencias confirmaban la verdad cristiana; sus esfuerzos solo fueron co- ronados, cuando alzando la bandera de rebelión, se dió una voz al mundo europeo, ¡invitándolo a revelarse contra la opresión de una relijion esclusiva que condena u todos los que no le pertenecen, i proclamaron su independencia i completa libertad. ¿Cómo tolerar decían, un principio tan cruel i despótico que niega las esperanzas de la inmortalidad a los que no profesan el catolicismo? ¿Dios que está sobre todos los hombres, será accesible por un solo camino? ¿Puede reprobar los esíuerzos que I fuera de la Iglesia se hacen por buscarle? destronemos este ominoso pouer, i hagá- mosle probar toda la amargura de nuestras venganzas; seamos terribles para vencer a un enemigo terrible; proclamemos la seductora palabra de tolerancia relijiosa contra la intolerancia; cambiemos su yugo por otro mas 1 i joro, tan lijero que cada uno se lo forme según las luces que le comunique el Espíritu; i en efecto, tomaron todas las formas posibles para inspirar un profundo odio a esas doctrinas que en otro tiempo salvaron al mundo. Desconociendo los derechos de la verdad, i dando cabida a las mas estravagantes i ilusiones en que puede incurrir el espíritu humano, predicaron en alia voz la igual- dad de derechos de la conciencia errónea i de la verdadera, perviviendo así las ideas mas luminosos i confundiendo las nociones mas fundamentales. Defendieron su ino- cencia en seguir enéticamente sus convicciones privadas, juzgando que podían res* ponder como los Apóstoles: ántes se debe obedecer a Dios que a los hombres: preten- dieron que el imperio de las conciencias era el mas despótico de cuantos existían; que todas las creencias deben ser acojidas para que de su confraternidad recíproca i resulte la paz i harmonía universal del jenero humano i se arranque de los corazo- nes la discordia i el fanatismo que enjendra el esclusivismo relijioso. Mas su intento no era otro que recojer el cetro arrojado por sus engaños i constituirse en opresores de los que justamente habían resistido sus violencias’ tacharon de intolerantes a cuan- tos no le dejaron libertad para ejercer sus tropelías, hicieron responsable a la Iglesia los tristes resultados que ellos promovieron, i dejaron oir sentidos lamentos al ver — 30G— fior fim armado el brazo de los príncipes católicos, que aunque Larde, comprendieran llegaba el momento en que iba a ser envuelta su propia ruina en la de la relijion, coligándose para servir a la doctrina católica como los navegadores se habían arma- do en defensa de las reformas de los apóstoles del error. Tales fueron los principios proclamados por la filosofía de! siglo pasado, econo- mizado por la prensa europea i consignados de ante mano en la reforma do que la filosofía supo lójicamente deducirlos. Ella había dado el impulso, i los espíritus cs- traviados por la indiferencia se pusieron al servicio de estas ideas que se llamaban humanitarias, i en cuyo verdadero sentido nunca tuvieron la menor realidad. El eb' jeto que se propusieron sus autores, solo fue atacar ala Iglesia por su compacta unión, presentando a la vista tijera del vulgo, en la inviolabilidad con que profesa sus doc- trinas, una aberración de fanatismo i de estúpida ignorancia. Desde entóneos, no se ha perdonado medio para desacreditar lo que ellos ha llamado intolerancia, pero que la Iglesia no ha mirado sino como uno de sus mas sagrados deberes respecto de la revelación, lilla al travos de todas estas preocupaciones se ha mantenido firme, lia sufrido la guerra encarnizada de sus enemigos, antes de faltar al principio con- servador de su doctrina i constitución: no tolerar en su código ningún principio que no sea revelado, ni en su seno, ninguna persona que no se someta a sus doctrinas. Las observaciones que aduciré manifestaran la injusticia de las acusaciones hechas contra este principio que para los católicos i la luz de la sana filosofía, no es mas que la leí esencial de toda vitalidad, el principio conservador de la revelación, en cu- yo sentido, lo consideraré, 1.” como una teoría católica i 2.° como una práctica de la Iglesia. En cuanto a lo primero, no puede negarse que dando a la intolerancia el sentido que le han adjudicado los enemigos del catolicismo, sea verdaderamente un principio fatal, una doctrina feroz que debiera deshonrar Ua inmaculada gloria de la fé cris- tiana. Cuando se ha llamado intolerante a la relijion i a la iglesia, han entendido nuestros adversarios por esta palabra un sentimiento ciego que inspira la persecu- ción i el odio contra los que tienen una relijion diferente de la nuestra, bajo este concepto, seria ciertamente detestable la profesión de esta doctrina que pugnaría abiertamente con la enseñanza del divino Salvador, quién ordenó a sus Apóstoles predicar la verdid a lodos los hombres i no les señaló otra venganza que la de huir, sacudiendo el polvo de sus zapatos en testimonio sobre las ciudades rebeldes. Nin- gún católico aprueba el odio personal contra los hombres bajo el protesto de disiden- cia relijiosa, i si la Iglesia enseñara tal doctrina tal doctrina hubiera en cierto moda justificado las declamaciones de la impiedad. La Iglesia hereda del indecible amor que el hijo del hombre profesó a los mortales, no ha olvidado jamas las máximas de caridad fraternal que se prescriben en el có- digo divino. Amar a Dios, es el primer mandamiento, según el Salvador, el segundo semejante a este, amarás a tu prójimo. Amad a vuestros enemigos, rogad por los (pie os persiguen, son por cierto máximas altamente tolerantes, que el catolicismo ha sabido practicar. ¿N’o vemos por otra parte a todas las ciudades cristianas erizadas de los monumentos de la caridad? ¿qué otra cosa se revela en esas altas cúpulas s no la elevación del amor cristiano, la verdadera historia de la fraternidad? Donde existe catolicismo ahi lian brotado las creaciones del amor que él manda profesar a los hom- bres. Los que deben volver la otra mejilla al que les lia herido, cuanto mas obliga- dos no están a tolerar los que profesan distintas creencias. La tolerancia tiene pues un sentido eminente cu el dogma católico; ella es la práctica de la caridad cristiana para con todos los hombres, aunque profesen diferentes rol ij iones: que sean judíos o paganos, cismáticos o herejes, todos son prójimos para el cristiano; a lodos les de- be el ejercicio de un indecible amor. Esta es también la única tolerancia prudente i — ?0‘ justa, que nadie mas que el evanjelio ha inculcado'. La intolerancia que la Iglesia reconoce como esencial a la doctrina cvunjélica es la que hace mirar la relijion cris- tiana como la única verdadera, la única en que se puede obtener la salvación, miran- do a las sectas heterodojas i a todos los domas cultos de tierra como invenciones hu- manas, i proclamando con el Apóstol un Dios ana fe un bautismo. En consecuencia, la Iglesia que se mira como una edificación preciosa de la sabi- duría h '.nila, no permite que la mano del hombre la profane, sustrayendo o agre- gando algo que sea su propia creación, mantiene íntegro el depósito de la fé, i apar- ta de su comunión a los que atenían contra sus sagradas verdades. Antes no existi- rá, que negarse asi misma en un solo punto de doctrina; preferiría volara los cielos abandonando para siempre su mansión terrestre, que ser desleal a la palabra divina. Ahora preguntamos ¿podia la relijion verdadera dejar de profesar esta doctrina como un principio inconcuso? No, desde que es la verdad. De todas las emanaciones de la verdad primordial, ella es la primera i la mas lu- minosa. Comunicada a la humanidad, primero en compendio i bajo sombras, que solo dejaban caer sobre el mundo delincuente algunos rayos de su luz infinita, i después como la irradiación completa que la palabra del Padre vino a traer sobre la tierra, la relijion es el resúmen de donde nacen i adonde van a parar todas las iluminacio- nes de orden inferior que parten de la luz inaccesible. Su orijenjcslá en el Verbo, su comuuicacion está en el Verbo, su propagación está en el Verbo, quien para co- municarla habitó entre los hombres; i los hombres la reconocieron i se rejeneraron. La verdad les habló su idioma celestial, los enseñó, los confirmó, re retiró al seno de su incomprensible mansión. Los hombres quedaron en posesión de una dádiva de infinito valor, de una luz nueva i desconocida en la ignorancia de los espíritus terrestres. La verdad bajada del cielo hizo conocer su oríjen, se manifestó con sus caracteres, atrajo todas las almas, se incorporó en ellas, las ilustró, las fortificó, las transformó, las hizo reflejar una irradiación divina como una nube que embes- tida del sol fulgura cual nuevo astro en el firmamento. ¡Los hombres, cosa estrada que jamas se había visto! poseyendo la verdad divina, dieran por ella la vida, i cen- tenas de millares dieron testimonio con su sangre de que la verdad habia hablado a los hombres. La pureza celeste de que se revistieron sus acciones, i las obras so brenaturalcs que se vieron por todas partes, después de siglos de persecución i de pruebas, convirtieron a toda la humanidad, la que rendida al fin como el apóstol incrédulo, la poseyó, la amó, la reconoció solemnemente, le juró un eterno recono- cimiento, una imperturbable unión. líe aqui los títulos con que se presenta en el mundo la verdad católica: cnarenta siglos de adhesiun parcial de un pueblo creado por la Providencia para este objeto; diez i nueve de adhesión jeneral de todo el jénero humano. Después de todo esto, podrá la verdad compartir su enseñanza con la del error? ¿reconocerle ¡guales de- rechos, cambiarse entre sí unos mismos títulos i prerogativas? ¿No vemos que la luz no tolera las tinieblas; que los cielos se apartan de los abismos, que el universo repele el caos i la nada?j¿Cómo pues podrá la xerdad reconocerse con sustancial con el error, asimilarse a su negación, contrariar su popria naturaleza? La verdad lleva esta intolerancia adonde quiera que impera, en toda rejion en que se la ve constituyendo alguna cosa positiva de la creación; de suerte que su carácter esclusivo es tal que le es imposible ser tolerante. No puede haber una proposición que en realidad verdadera, tolere a la que la contradice como igualmente veraz; ¡tal es la oposición de las propiedades que la distinguen! Recorramos en momento las verdades filosóficas; observemos en el orden físico, desde los mus grandes cuerpos hasta los mas pequeños, i veremos que en virtud de la inloleraucia de que están dotadas las partes de la materia, se reúnen en cuespos 39 — 308 — compuestos elementos, uno al lado de otro que rechaza la asimilación i permite solo una simple agregación, lei constitutiva que domina desde los elementos mas peque- ños Insta las mas ¡njentes moles que yacen en la superficie de nuestro globo, lei que organiza toda la harmonía i concordia que reina en el universo. ¿I qué otra cosa es la impenetrabilidad inherente a todo elemento material, sino la lei de intolerancia fínica, la única que realiza los destinos del orden corpóreo? En el orden moral i mc- tafisico pasa otro tanto siendo una misma la verdad que los anima. El ón^n meta- fisico, centro de toda verdad absoluta i relativa, es al mismo tiempo como la rej ion de la intolerancia, siéndolo de la exactitud i orden absolutos; i a esto debe el fun- dar todo hecho, todo ser, toda idea, todo cuanto se comprende en la posibilidad i existencia de los entes. El llevando a todas partes el carácter intolerante de sus eter- nas prescripciones, organiza profundamente los seres materiales, haciéndolos reves- tirse de esas bellezas que deleitan los sentidos i solazan el alma; crea las ciencias, divido las rejioncs de lo posible, de lo existente, de lo conlinjente, de lo absoluto, do lo rea!, de lo ideal; en una palabra, de lo que es i puede ser, i aun de lo que no puede ser; efectos admirables de ¡a distinción o de la intolerancia metafisica'de las ideas. Lo posible jamas será imposible, lo recto no puede ser curvo; ninguna de las ideas precedentes se toleran; se podrían llamar retrógradas i fanáticas. En el orden moral reaparece el mismo fenómeno, obrando sobre distintos ob- jetos, pero conservando la verdad el mismo carácter, ya en los actos que al hom- bre interesan vivamente, ya en las costumbres conformes al jenio e índole de las sociedades; ya en las leyes que arreglan los derechos civiles, ya en fin en bs re- glas que establecen las relaciones políticas. ¿Quién ha visto jamas la tolerancia cuando se trata de lo que la voluntad de los hombres mira como necesario a la conservación de la sociedad? ¿Se toleraría que el mas fuerte despojase a un ciudada- no laborioso de los objetos de su propiedad, o que se iufrinjlese cualquiera otra lei, sin que el orden representado por la autoridad viniese en auxilio de lo que ha sido atacado, e hiciese esper i mentar al delincuente una justa intolerancia? ¿Qué seria de ja sociedad, si por no escuchar el grito de intolerancia, lanzado desde el fondo de su indigno corazón, abriese las puertas de sus cárceles a los criminales, protejiesc la desobediencia a los fallos de sus tribunales, dejase en libertad a los que tienen Ínte- res en que se Ies permita obrar según la inspiración de sus pasiones? Luego la so- ciedad manda imperiosamente la intolerancia en lodo aquello que le interesa: luego la verdad moral es intolerante al constituir las bases, i al conservar los intereses de la comunidad. Si queremos descubrir mas claramente el carácter intolerante de toda verdad, si- gámosla a las rejiones de i¡\ ciencia, i observaremos que jamas se desmiente. Es un hecho que todas ellas profesan la intolerancia: todas tienen sus principios i sus ver- dades indemostrables sobre las que se requiere la fé, el dogmatismo i no la libertad. Dejarían de existir sino fuesen recibidas en sus principios ciertos. Todas sus verdades evidentes forman un cuerpo de doctrina eselusiva que repele todo error, toda em- presa inútil de la imajinacion, todo falso sistema. I sino, dígase a un matemático que 3 i 2 hacen mas de 5; que los radios del círculo no son iguales; que la esfera es triangular, i se le verá rechazar el acertó con indignación. Persuádase a un hablista la inutilidad (le estudiar una lengua para hablarla con perfección; sosténgase a un literato que las márjenes de un apasible rio que se hallan cubiertas de fresca vcjcla- eion, no son un objeto hermoso; que no es poético presentar una esbelta diosa reco- rriendo las nubes i llamando a las mujeres a sus ocupaciones domésticas; i se perci- birá al instante pintado en su semblante el disgusto que cspcrimenla al descubrir una alma a quien no se revelan los secretos de la belleza, ni el placer intelectual que se cspcriincnta en la percepción de la verdad. Si discurriésemos por el circulo —30!) — de todas las ciencias, hall iríamos siempre que la verdad aparece- en cierto número de proposiciones evidentes, cautivando de tal modo la humana razón, que la consti- tuye en una especie de esclavitud, sin que se diga por esto que la verd ad es tiránica ni despótica. Si tal es el carácter de la verdad en filosofía, en literatura, en matemáticas, en todas las ciencias que no tienen una relación práctica con las necesidades de la vida, ¿con cuánta mayor razón no debe llevarlo al dominio de la relijion, que es por su naturaleza el círculo en donde se comprenden las exijencias mas imperiosas del espí- ritu humano? ¿qué anomalía tan chocante no seria observar a la verdad rodeada de esa repulsión innata del error que la sigue a todas parles, desde las mas altas abs- tracciones hasta los mas empíricos conceptos del orden material, i que solo se des- mintiese en el orden relijioso, el mas elevado, el mas importante, donde está la so- lución de los altos problemas de nuestra existencia física i moral? No, la verdad no desmiente, es una e invariable, i en relijion, ha fundado necesariamente lo que se llama el eselusivismo dogmático del catolicismo. La Iglesia penetrada de esta verdad a la manera del sabio, que no cree tener do- minio sobre los principios evidentes de la ciencia, no ha permitido baja ningún protesto, el agregar conceptos humanos al cuadro de las verdades dogmáticas. Antes quiso sufrir en olro tiempo por dilatados años una oposición de esterminio, verter su sangre a torrentes dentro i fuera de los límites del celoso romano; primero toleró ver convertirse en enemigos a los mismos que poco antes eran sus fieles hijos o pas- tores de su grei; que el mundo se admirase de verse arriano, que negar una sola de sus verdades, la consubstancialidad del Hijo. Entonces combatía a la vez las fábulas del paganismo, que si bien no eran mas que la inquieta fantasía del espíritu huma- no. tenían a lo menos una tremenda realidad en el fuerte brazo de los emperadores, en la ciencia sanguinaria de los filósofos, i en el formidable fanatismo del pueblo; combatía también i con mas cruda guerra con sus propios hijos, mirando jerminar orgullosos sistemas, que fraccionaban tristemente hasta los mismos doctores que ha- bian se ávido do baluarte, en anteriores combates. Unos errores enjendraban otros i multiplicaban los motivos de dolor a los pastores fieles, que veían envueltos en la herejía crecido número de creyentes a quienes era forzoso, arrancar del seno de la Iglesia i entregar a! sentido reprobo de obstinación. Siempre tuvo a la vista el cua- dro aflijcnte de estas luchas intestinas del error i de la verdad, de las pasiones i dél dulce espíritu cristiano. Guando en tiempos posteriores, reapareció con nuevo furor el jenio del mal a estendor su fatal red a los tranquilos creyentes, quiso mas bien ver hacerse trizar a toda la cristiandad, escaparse a la verdadera fé reinos podero- sos, erijirse en relijiones independientes, innumerables provincias que conservaron algunas de sus creencias i los antiguos nombres como para obstenlar ante ci mundo su desprecio i osadía contra la común madre, que alterar un solo ponto de sus dog- mas o venerandas Indicciones. Que se parta en pedazos el firmamento relijioso, que descienda una nube inpenelrable sobre los destinos de la humanidad, que aparezca « n buena hora un conquistador desconocido que viene a combatir con nuevas ar- mas, la indiferencia i el amor a la materia; todo suceda, ánles que alentar contra el depósito de la fé. La verdad es inapreciable, inaccesible a toda inicua transición- brilla para guiar los pasos de la humanidad; ilumina a lodo hombre que viene a este mundo, i no es dado, no, caer en el grave delito de la infidelidad. Merced a la fuerza de esta lealtad admirable, la verdad católica ha sido triunfante en todas las épocas de su historia, primero, de las pruebas de la barbarie i crueldad roirana después de la ignorancia i corrupción de la edad media i últimamente de jos tiros de la impiedad filosófica i de los lazos de la política. En su carrera jamas ha desmentido su carácter de verdad divina; ha atravesado todas las jener, aciones —310— Cotejada por las mas altas inlelijencias i derramado torrentes de luz sobre el mundo. Por otra parle, aun el error cuando se reviste de la apariencia de la verdad se persuade tener el derecho de reprimir las aberraciones de otro error. ¿Se podrá ha- cer un cargo de intolerancia al catolicismo, mientras que por la práctica de todos los pueblos vemos (pie sus relij iones aunque absurdas eran sin embargo intolerantes? ¿ Habrá quien sostenga que los errores del paganismo tenían mas títulos a la adhe- sión de los pueblos que la relijion cristiana? Con todo, en aquel se miraba como el primer interes el culto de sus dioses; i las leyes, la autoridad, la (ilosofia sanciona- ban su sosten como un deber sagrado cuya infracción hizo esperimentar a muchos una cruel intolerancia. Pitagoras i sus discípulos consideraban la relijion como la primera lei de la sociedad (I). Carótidas en sus leyes puso entre los mayores críme- nes el desprecio de los dioses i mandó denunciar a los majistrados a los ru! pables. Platón mira romo uno de los deberes de la lejislacion i de la majistratura castigar a los que rehúsan creer en la Divinidad según las leyes, no debiéndose tolerar que en una sociedad civilizada se blasfeme contra Dios. Antes de entrar en el número de ciudadanos, los jóvenes atenienses estaban obligados a prometer con juramento seguir la relijion de su patria i defenderla aun con peligro de la vida. La condena- ción de Sócrates, el peligro que corrieron Anaxagoras i Estiipon por haber dicho que el sol i Minerva no eran divinidades: el decreto de muerte dado contra Alcibia- des, por haber blasfemado en la embriaguez contra los misterios deCercs; el supli- cio de los jóvenes que habian mutilado las estatuas de Mercurio (2), Teodoro con- denado a muerte por el Areop.ago a causa de ateísmo; Pitagoras obligado a huir por la misma acusación, prueban bien que los atenienses no eran tolerantes en materia de relijion. En Roma, Cicerón consideraba como un crimen capital el rehusar la obediencia a los decretos de los Ponlíüces i augures. La relijion, las ceremonias, los arúspices, según él son instituciones, que la autoridad debe hacer obedecer aun con penas capitales. En Dioti Casio, Mecenas aconseja a Agusto reprima toda novedad en materia de relijion. (3) Cónsules condenados a muerte por haber despreciado los arúspices i augures; la orden dada a los ediles de velar en que no adorase otros dio- ses que los antiguos, i que no se introdujese ningún rito nuevo; un cónsul dando el primer golpe a los templos de Isis i Serapis introducidos contra las leyes, el destie- rro de los judíos bajo Tiberio de toda la Italia i el que sufrieron bajo Claudio, i las proscripciones de los cristianos, revelan el carácter relijioso del pueblo conquis- tador. No es de eslrañar que la práctica de todos los pueblos haya sido unánime sobre el articulo de intolerancia relijiosa: ella no es mas que un hecho lójico i jeneral que comprende no solo los objetos relijiosos sino todo aquello que parece importante. Nunca se vo la indiferencia respecto de lo que interesa: todas las opiniones bajan a la lisa cuando se vindican las convicciones íntimas; la palabra cobra ardor, la plu- ma se anima cuando se habla o se escribe en defensa de lo que se cree valioso.- los derechos se defienden enéticamente, i si son nacionales, se rubrican con la sangre de sus hijos; la prensa trabaja asiduamente en ensalzar o deprimir, atacar o defender las ideas, objetos o principios que 1c pertenecen; los mismos diarios que profesan la indiferencia, la olvidan para atacar la relijion; inconsecuencia que revela evidente- mente nuestro acertó. ¿ Quién ha visto defender una cuestión territorial, la causa de una dcclatoria de guerra, o un simple derecho do familia, una cuestión de honor o de fortuna con fría indiferencia? Sin duda el hombre no está constituido de ma- lí] Jambüco, vida de Pitagoras cap. 10. (2) Pintare ), vida de Aleibiades citados por Bergier, p>. Dion lib. 52. — 31 i — ñera que pueda abandonar la satisfacción de las imperiosas necesidades de su alma 0 de su cuerpo a la ventura. Esto espliac la infatigable constancia que ha puesto la Iglesia en mantener el te- tesoro de la fe, como la vida del hombre rejenerado, como el lleno de sus esperan- r.as i la esplicaciou completa del destino de la humanidad. Ella salvando la fé de las luchas de mil enemigos que ha arrollado en su marcha victoriosa, ha obrado en el sentido mas importante de los que miran a los individuos i los pueblos. ¿I habría conseguido este objeto sin una tolerancia dogmática, que'pusiese a salvo sus verda- des de las tentativas del error? ¡Olí! ¡cuantas veces se ha visto colocada en terribles conílictos, violentada por sus enemigos, intimada por los poderes del siglo, contris- tada por la deserción de sus hijos, por no admitir una palabra nueva en su símbo- lo. no suscribir una fórmula capciosa, no despojar de su indisolubilidad un sacra- mento! ¡¡Nimiedades se juzgarán estas; pero ellas lo son solo para los que no com- prenden la importancia de la verdad! Este criterio profundo que ha asistido a la Iglesia para seguir la verdad en todas sus consecuencias, es lo que ha hecho que esta llegase íntegra desde el Cristo hasta el último de los sucesores de San Pedro, sin que haya habido poder sobre la tierra capaz de hacer una letra que importara la mas pequeña alteración en la divina re* velación. Veamos ahora los efectos que produce la tolerancia de dogmas en una reí i - jion, para acabar de apreciar debidamente la profundidad filosófica que encierra el dogma católico de la intolerancia. ¿ Puede tener algún valor científico o relijioso el sistema que se gloria del pom* poso titulo de tolerancia en las creencias? ¿Se puede aplicar el examen a esas sec- tas que se contradicen i oponen en sus dogmas, i sin embargo se creen verdaderas? Al trazar el cuadro que ofrecen a la ciencia i a! mundo civilizado esas doctrinas que se orlan con el renombre de tolerantes, se siente un desaliento profundo, se pal- pan los cstravíos a que está sujeto el espíritu humano.. ¿Gomo presentar en armonía los errores mas incoherentes, las ideas mas contradictorias, los principios mas ab- surdos, cuando solo se ofrecen como un caos de confusión i desorden? Las sectas to- lerantes comenzaron por un acto de rebelión que sacudió todo yugo, trastornó toda autoridad i convirtió a la razón humana en único juez competente dq las verdades sobrenaturales que por su objeto mismo están fuera del alcance del hombre. A la sombra de este principio el. espíritu sin regla fija e impulsado por las pasiones que una larga fermentación relijiosa había contribuido a exilar, no podia detenerse en ninguna barrera ni reconocer límites a la libertad reconquistada. Por el contrario, como un torrente que fuerza los diques que le detienen se precipita sin cause n* márjenes, i llena de sus turbias corrientes valles jamas inundados, el pensamiento de la reforma, una vez libre de las cadenas de la fé, fijó su mirada Ch todas las re- jíones del orden moral, i al través de una ardiente preocupación, juzgándolo todo sometido a su imperio, ensayó una nueva construcción relijiosa, que sepultando para siempre en el olvido al cololieismo, inspírase sin rival en el mundo. Se deja ver que el sistema formado bajo tales auspicios llevaba en sí mismo los mas inminentes peligros, i la fuerza misma de la reacción que se operaba debiera haber hecho sos- pechar del acierto de sus medidas. Pero no fue asi. Fastidiados de la altura incon- mensurable de la verdad católica, unos pocos sacerdotes, presumiendo de sus efíme- ras luces, inventaron teorías que reemplazasen el catolicismo i dejasen libre curso a la imajinacion, para reconstruir al hombre relijioso bajo diversas bases, i fundaron un sincretismo digmálico, recojiendo las ideas absurdas discutidas i desechadas en los pasados siglos por el choque que la verdad católica había recibido de las anti- guas herejías. Dios entregándolos a sus propias fuerzas los ha confundido, i toda su obra se ha encerrado er. el mezquino circulo del pensamiento humano, destruyendo 1 edificando, abatiendo ¡ levantando sin alcanzar jemas una construcción que satis* faga la ¡nlelijcncia i el coraron después de quitar de ella la última mano, lian es- perimcnlado a la letra el anatema pronunciado siglos antes por .San Juan Crisósto- mo. «Evitad las novedades... porque las cosas jamas quedan allí: una novedad pro- duce otra, i nos estraviainos sin fin cuando hemos comenzado a estraviarnos (1). Los reformadores trastornaron la fé única para fundar no una sino un semillero de relijiones un caos de creencias donde se revuelven confusamente las verdades i los errores mas trascendentales (2). Los sistemas que inventaron han sido los primeros en dar el ejemplo de la tole- rancia dogmática; no porque sus sectas hayan sido siempre tolerantes, o porque sus fundadores hayan estado de acuerdo sobre unos mismos puntos, sino porque varias veces (’á) sus principales representantes (sobre todo los calvinistas) han reconocido una ajena confesión de fé; i porque sintiendo la necesidad de la unión, para detener *« acción disolvente de sus principios i resistir a la unidad católica, han hecho a lo menos politicamente, tentativas infructuosas de unión; han inventado la distinción de dogmas fundamentales i no fundamentales i celebrado innumerables sínodos de concordia, los que sin embargo han dejado subsistente sus eternas rivalidades; de suerte, que según es el carácter del error, siempre han deseado lo que nunca han conseguido, unirse: se han dicho unidos, han publicado unidas todas sus confesio- nes de fé, llamándolas un cuerpo sano de doctrina, pvetestando una fé común que el detalle de sus artículos manifiesta inconciliable: finalmente, el sistema de Furieu ha sido abrazado por todas las sectas. ¡Tan imperiosa han sentido la necesidad de investirse con los caracteres de la verdad! La tolerancia dogmática léjos de haber producido un sistema mas racional, como lo intentaron sus fundadores, no ha tenido otro resultado que fundar el reinado de las contradicciones, de la anarquía relijiosa, i apresurar el del esceplisismo moder- no, consecuencia necesaria de la libertad de profesar todos los errores. Los jefes de la reforma en vez de la unidad que acompaña a la verdad donde quiera que exista, presentaron la multiplicidad sobre unos mismos dogmas, i variaron después en su esplicacion. Cada cual enseñó sus propias ideas, i como es imposible que una vez estraviado el espirita deje de eslraviarse mas i mas, llegaron hasta enseñar princi- pios que debían aniquilar su propia doctrina. Para desechar el principio de la au- toridad de la Iglesia, inventaron la inspiración privada tomando por base la Biblia interpretada por la razón individual; i he aquí la sabia que hizo jerminar en el sue- lo europeo tantas relijiones. Lotero constituía la suya sobre el aniquilamiento de la libertad humana. « So somos (4) dueños, decía, de nuestras acciones sino esclavos desde el principio hasta el fin: el hombre no puede obrar sino el mal; es falso que la voluntad pueda por su naturaleza dirijirse según la sana razón.» 1 como si este golpe a la libertad no bastase empleaba veinte proposiciones para quitar al hombre la facultad de obrar el bien i dejarle solo la de hacer el mal: «la voluntad no puede por su naturaleza dirijirse según la sana razón— la naturaleza es natural e inevita- blemente mala— no es estraño que el hombre solo pueda dirijirse según la razón falsa i no según la recta; pues tal es su naturaleza, que se dirije únicamente según la razón falsa: la naturaleza no tiene ni razón pura ni buena voluntad. — El hombre peca siempre e incesantemente, cuando fuera de la gracia de Dios, no comete asesi- nato, adulterio o robo; nace absolutamente siervo, i se justifica por sola la té. De nada sirve al alma que el cuerpo se ocupe de cosas santas, que ere, ayune o vele, |t) Hom 5 in 2 ad Tim. (2) Enciclopédie catbolique art. Reforme: cuéntame mas de 400. OI) Aiith. Bland páj. 6.‘>. Los calvinistas reconocieron a los luteranos como tos primeros que lu- cieron renacer la Iglesia, i su confesión de Ausburgo como una piosa común de todo el partido. ¡4) Match, n.^0 7 8 9, o ejecute cualquiera especie de obra buena. De los sacramentos, unos son falsos, i los que no lo son, pueden ser suplidos por la fé. En la Cena, Cristo está juntamente con el pan; Christum sub pane locare vel cum pane capulare. En suma, el hombre •carece de libertad, es inevitablemente malo, no necesita las buenas obras para sal- varse. Melanethon que indisputablemente tenia el derecho de crear dogmas según el tolerante sistema, diferia en opiniones sobre la Cena; atribuía a Dios los mayores crímenes del hombre. «La vocación de Pablo, dice, (I ) es absolutamente obra de Dios como lo es el adulterio de David i la traición de Judas» Calvino establecía la predestinación absoluta. Según él, Dios ha destinado a las penas eternas una parte de sus criaturas, i creó al primer hombre para envolver en su pecado a toda su posteridad a fin de tener justos motivos de odio. La fé justifica; pero de tal suerte, que se debe estar seguro de no perder su justificación aun en medio de los crímenes, los que se cometen permaneciendo justo, rejenerado, i conservando el Espíritu Santo i la semilla de vida, aunque el mismo Espíritu habia inspirado lo contrario a Lulero. La Cena en que este habia puesto realmente a Cristo no tenia mas que un sentido figurado: percíbese en ella a Cristo de una manera espiritual por la fé; sin recibir la substancia sino la virtud de la substancia. Zwinglio ilustrando en su concepto por una luz que debia a sus instantes oraciones, pone a Dios corno primer principio del pecado, adopta la doctrina de Dios alma del mundo, i cierta transmi- gración de las almas: ve en el hombre una necesidad divina al cometer todos los crímenes, aun la traición i el asesinato: la Eucaristía no es mas que una conme- moración de la muerte espiatoria de Cristo, presente en ella de un modo espiritual por su virtud celeste. Tomas Munceru discípulo de Cutero, tenia diferentes inspira- ciones: nadie debia conducirse sino por las revelaciones que se recibían en la ora- ciou. Las leyes eclesiásticas i civiles deben despreciarse como el culto csterior de la relijion: El bautismo de los párbulos es nulo, i no se debe hacer caso de ninguno de los sacramentos: los bienes son comunes, i toda mujer libre e independiente. Cal lostadio desechaba la realidad, sostenía que Jesucristo al decir es mi cuerpo que- ría solo manifestarse sentado a la mesa como lo estuvo con sus discípulos: la comu- nión debia darse bajo las dos especies: trastornaba ademas las imájenes, i abolía la misa rezada. OEcolampudio i los catorce predicadores de la Suabia establecían a su turno distintos dogmas. ¿Qué resultado darán en la práctica tantos dogmas diferentes? En solo error pu- do en otro tiempo exitar una conflagración jcneral en los espíritus, conmover la Iglesia i el Estado ocupándose toda la cristiandad en la lucha que una sola palabra habia producido: las borrascas no pasaron sin grandes trastornos, destierros i leyes penales, i sus fatales consecuencias duraban mas da trescientos años después. ¡Cuál será la prueba que va a sufrir la verdad con este cúmulo de dogmas i principios que la inspiración privada ha puesto en las cabezas de tantos jefes de sectas! Si un solo error puede conmoved todo el mundo, los jérmenes de tantos, no podían ménos que producir los tristes acontecimientos que turbaron el orden relij ¡oso i político en el siglo XVI. Los principios estaban puestos, la libertad del pensamiento proclamada i las con- secuencias no debían lardar en sacarse con perjuicio de las doclrinas mismas que las contenían. Efectivamente, apenas nacen, cuando ya se dividen; conducta errónea pero lójica. Así en la época en que se trató de formular las nuevas creencias i re- dactar su símbolo, se observaba ya la acción del principio que los novadores ha- bían invocado. Las confesiones dé fé fueron el eco elocuente i desacorde de los par- tidos, de los principes i de los pueblos, que creían tener por si mismos el derecho ¡1) iüpoüicscs Teología' sen loci Teologici rerum Thieologicarum, *W L ■ •* — o 1 4-*- de pensar, de leer e interpretar la Biblia corno los mismos jefes de la reformar. La verdad tiene una sola manifestación; a la Iglesia ha bastado un solo símbolo para salir triunfante de los ataques de la herejía en todos los siglos; mas a la refor- ma no han bastado innumerables, sin que lodos ellos pudiesen apagar la sed insa- ciable de redactar nuevos. L is confesiones de fé llegaron a ser arbitrarias, i después de la dieta de Ausbourgo incesantemente se han Irasformado i refundido. Los lute- ranos se representaron en ella por su confesión de Ausbourgo. Se conocen también sus Artículos de Siiialcalde redactados en Iü37 para ser presentados al Concilio convocado a Mantua por Pablo III. en que Lulero esplicaba sus sentimientos de dis- tinto modo que lo habia hecho en la confesión de Ausbourgo. Existen asi mismo la Sajónica i la de Wittemberg presentados al Concilio de Trento, las espUcaeioncs repetidas i el compendio de los artículos, publicados por el partido en el libro La concordia, i que han sido recibidos por unas iglesias i atacados por otras sobre pun- tos mui importantes. La de Slrasbourgo presentada a Carlos V a nombre de cuatro ciudades del imperio que rechasaron la de Ausbourgo; cuatro o cinco de los Suisos en el sentido de los Ministros Zwiglianos: la de Francia i Jinebra: dos de Escosia i dos de la iglesia Anglicana. El elector Palatino Federico III quiso hacer una pecu- liar. ¡No era decoroso que la fé de los príncipes fuese igual con la de los súbditos; La de Beljica, a consecuencia de no haber encontrado buenas las precedentes. Los calvinistas poloneses redactaron una propia, aprobada en su sínodo de Czenger, i 6in renunciar a sus opiniones, suscribieron después un nuevo modo de esplicar la Eucaristía con los luteranos reunidos en Sandomir. La de los Bohemios que quisie- ron osntenlar a los luteranos, calvinistas i zwinglianos; admitiendo la afirmación i la negación sobre unos mismos puntos: a lo que se agregan diferentes tratados de acuerdo hechos entre las iglesias con mil variedades i equívocos, i otras confesiones posteriores fabricadas en distintas circunstancias. Siguiendo el impulsodado parla inspiración privada, los jefes i partidos incurrían en contradicciones flagrantes. El monje Sajón establecía como un principio que na- die puede estar seguro de la verdad de su contrición, i con mayor razón, de la ple- nitud de su perdón; i mas tarde, que cada cual está seguro de su fé, la que es inse- parable de la contrición. La doctrina calvinista hacia nacer justos a los hijos de los fieles; sin embargo, no se justifican en el bautismo sino los predestinados, i aun es- tos muchas veces no al presente sino en la vejez: condenaban las asambleas del pa- quismo de donde la pura verdad de Dios está desterrada; i no obstante, la Iglesia romana alimentaba sin sustracción de ningún medio de salud los verdaderos fieles que ellos recibían en su seno. Su confesión de fé desechaba la palabra substancia en la cena para los franceses i la mantenía para los suisos, variando la fé según los diferentes países i lugares. Escribiendo a los suisos es absurda i monstruosa la con- subslanciacion luterana i dirijiéudose a estos carece de estos defectos. Los luteranos que niegan el libre albedrío, reconocen que la voluntad obra bajo las operaciones de la gracia, pudiendo el hombre desecharla i aun perderla. En una palabra las contra- dicciones i el desacuerdo en los principios no ha sido ménos en los sínodos dogmá- ticos que en las obeas i durante el majisLcrio de los fundadores de las nuevas rcli- jiones. ¿Quién al ver el cuadro de tantas confesiones siempre alteradas, tanta diferencia en los dogmas, tantas inspiraciones opuestas, no se preguntará, ¿puede la verdad una, eterna e invariable, haber producido este sinnúmero de símbolos i opuestos ar- tículos de fé? ¿inspirar a los luteranos que Cristo está realmente en la Eucaristía; quitar su realidad para los calvinistas, dejando su espíritu: poner su memoria con Zwinglio; su presencia imajinaria sentada a la mesa como lo estuvo en la noche de la cena con Caríostadio, i bajo otras diversas maneras según variaban entonces i han —315— variado después los jefes i sectarios de la reforma? ¿Qué idea se da de la verdad admitiendo con unos la justificación amisible por la té i haciéndola inamisible con otros, sin que ambas cosas dejen de ser un dogma de fé revelado por el Espíritu Santo? ¿Es acaso la verdad como el resplandor variable del tornasol para que cam- bie según el placer de los que quieran acomodarla a su antojo? La verdad inmuta- ble i eterna, sabiduría en la creación, belleza en la naturaleza, sustancia en todas las cosas, sin la que no hai lei, orden i harmonía pudo contradecirse solo cuando habló de sí misma por boca de los reformadores, sobre el culto que se debe tributar al Ser Supremo? Sin embargo, es un hecho que tifies aberraciones han pasado, que tales contradicciones se han estampado en un volumen como para dejar a la posteridad un documento imperecedero de la anarquía intelectual en que se constituyeron los au- tores de la tolerancia reüjiosa. En efecto, ¿cómo contener ésta dando libertad a cada partido, a cada ciudad i a cada individuo, para extraer de las Escrituras los dogmas que debiesen componer su relijion? ¿Qué eslraño es que a la sombra de tales principios, un solo individuo forme una confesión de fé por separado, i cada pueblo esponga sus creencias diver- samente sobre unos mismos artículos? ¿No seria lójico que cada uno de los reforma- dos redactase un símbolo aparte de las verdades que el espíritu le hubiese revelado, i que asi en cada cabeza reformada hubiese una relijion cvanjélica? A lo menos, ha sido imposible evitar la disolución que se apoderó do los espíritus a la vista de tan- tas contradicciones, cuyo proceder fue ¿in duda racional. En efecto, ¿a qué fin sos- tener con incontrastable firmeza por complacer a los calvinistas, que en la Cena solo se participa de la virtud del Redentor, cuando por otro lado, hai otros inspirados que condenan como idólatras a los que no adoran a Cristo sustancialmente presen- te en la Eucaristía con la misma autoridad con que a su jefe le ocurrió desecharlo? ¿Porqué sostener con el luterano la necesidad de mantener la justificación que se puede perder, si otros con la misma autoridad, la hacen inamisible en medio de los mayores crímenes, lo que seguramente es mas cómodo? Todos estos pretendidos apóstoles se creían de igual capacidad intelectual; ninguno de ellos hizo milagros para probar como otro Moisés su divina misión; como sacerdotes infieles a su mi- nisterio, como pensadores independientes de toda lei no tenían ni mas ni mé- nos que el derecho de todo hombre de pensar libremente en relijion como en cualquiera otra materia. ¿Un sabio que ha consagrado sus vijiliasa la adquisición do las ciencias en famosas universidades, i adquirido una alta penetración, claro indi- cio de la fuerza i superioridad de su alma; un espíritu cultivado, creado por decirlo asi, para las ciencias, i que ha recorrido gloriosamente el círculo de los conocimien- tos humanos, estarán por ventura obligados a someterse al pensamiento de Lutcrcv solo por haber sido un monje turbulento e iracundo? ¿Será fácil fundar i que sea reconocido el deber de admitir todas sus inconsecuencias, subscribir a sus contra- dicciones i practicar su escandalosa moral? ¡Olí! la reforma en tal caso habría que- brantado las cadenas que sometían los espíritus al Papa, para sujetarlos con otros mayores al monje de Wiltemberg, la libertad de las conciencias habría sido iluso- ria i el beneficio de la reforma mui limitado. La práctica fué desde luego conforme con las precedentes reflexiones. Los espíri- tus abandonados a sí mismos en vista de la anarquía de las sectas, sin regla ni au- toridad suprema que respetar en puntos dogmáticos, no lian hallado que rumbo dar a sus creencias. Los mismos ministros reformados en medio de tantas opiniones afir- madas i negadas sucesivamente, i de la continua alteración que después han, sufrido los nuevos dogmas, no encontraban que decir a sus seguidores en el pulpito. A ve- ces se les ha visto hablar sobre la necesidad de la vacuna: otros han predicado sobre el modo de hacer productivo el huerto; a otros les pareció mas fácil ponerse a leer 40 —316— ana gaceta: uno comenzaba su sermón diciendo. «¡Dos ejércitos furiosos de diablos encarnados disputan sobre el artículo de la santa cena: por una parte, los papistas impíos, i de la otra, los calvinistas altaneros i quisquillosos, (I)» siendo el resto del discurso conforme con este exordio: otro se contraía a dar la diferencia entre pa. pismo i luteranismo, a atacar a los zwinglianos schwenkfeldianos i anabaptistas: un tercero ponia por testo «Zaqueo era pequeño de talla»; i continuaba, «consideremos 4.° la palabra el que nos indica la cualidad de la persona, la palabra era que nos enseña la fraj i 1 idad de la vida, la palabra pequeño que nos hará conocer lo que era la persona de Zaqueo; i todo esto pasaba al mismo tiempo en que a la Iglesia Católica ilustraban los Bossuet, Bourdaloue, Massillon etc. Posteriormente la anarquía dogmática no ha hecho mas que desarrollar con mas fecundidad las consecuencias que sus fundadores no quisieron o no pudieron pre* veer. Cuéntansc por centenares las subdivisiones a que han llegado las sectas primi- tivas, i los espíritus cultivados que estudian los fundamentos de sus creencias, han desechado esos dogmas i abandonado las doctrinas del siglo XVI. Los hombres sin* ceros i amantes de la virtud, para satisfacer sus conciencias, pasan al Catolicismo, de lo que son un brillante ejemplo 19 doctores de la Universidad de Oxford, el ilus- tre Ncwman i mil otros corazones rectos que buscan en la Iglesia Católica el alimen- to de la verdad i el reposo de sus almas. Otros continúan en su error por sus pin- gües reñías (2), por la comodidad de la doctrina, por la ausencia de una autoridad infalible que contenga su esccptisismo e indiferencia. Los que han perseverado em- plean al presente una exejesis racionalista en la esplicacion de la Biblia, la que ha dejado de ser ya la regla de fé que heredaron de sus padres para conocer la doctrina de Cristo. Ernesti dio la señal empleando un método como el de Tácito o Cicerón: Semler miraba ya en los poseídos del evanjelio a unos locos ordinarios, i condujo el método hasta Slrauss que no veia en todo él sino un mito continuado. Ya no se tra- ta entre los reformados simplemente de interpretar la Cena o cualquiera otro punto de doctrina, sino de aniquilar todo el cristianismo, apesar de los esfuerzos de hom- bres distinguidos que se lomen la tarea de reabilitar el supernaturalismo fuerte- mente atacado por la lójica racionalista: mas sus defensores privados del principio de autoridad no resisten por largo tiempo al combate, viéndose obligados o a aban- donar el cristianismo, o a entrar en la Iglesia Católica. Esta decadencia que va pri- vando de su vida interior al protestantismo, es lo que ha producido a los pietistas modernos i a los momiers (3) de Jinebra que acusan de apostasia en masa a su ve~ nerable Compañía de pastores, i el que ha producido en la América del Norte la sec- ta de los espiritualistas, síntomas todos de la disolución que amenaza a las sectas reforma- das. Ya en su tiempo lo habió reconocido Cutero, que sin arrepentirse, dijo al fin consentidas palabras. «Si yo hubiera previsto quejmi empresa me había de llevar tan lejos, habría puesto ciertamente un freno a mi boca. ¡Cuántos hombres me digo a mi mismo suspirando, no has seducido por tu doctrina! tú eres la causa de todas estas turbaciones. Este pensamiento no me abandona un instante; sí, desearía no h iber jamas comenzado este asuulo. La angustia que esto me causa me unde pro- fundamente hasta en el infierno; pero habiéndolo comenzado, es preciso que lo sos- tenga como una cosa justa (4). > (1) Artamedo predicador del siglo XVII. (,2) t¡n Inglaterra los arzobispos protestantes tienen una entrada media de 500.000 fr. i tos obis- pos de 200,500. l.as otras cargas del clero anglicano están dotadas cil la misma proporción. La renta total de la Iglesia Anglicana es de 236, 489. 126, fr. es decir 11,500,000 fr. mas que lo que re- cibo el clero reunido de todas las otras naciones cristianas del mundo — Énciclopédie calholiquo »rt. Reforme. Nueva secta protestante que quiere restaurar la doctrina de (¡alvino mucho tiempo ha aban- donada por los calvinistas mismos. (4) ¡juplénieiit aux ecrils de Lutlitri p. 9,« — 317— E) resultado intelectual de la intolerancia es pues el absurdo; el resultado moral, es fácil comprenderlo, si atendemos a que la moral no es otra cosa que la traduc* cion en obras de los principios que hai en el espíritu. Lulero i todos los reformado- res habían aniquilado la libertad humana, proclamando que solo Dios es libre; quo él obra en nosotros el bien i el mal que hacemos; habían desechado la necesidad de las buenas obras, habían puesto la justificación del hombre en solo la fé, i asegura- do que era inamisible en medio de los mayores crímenes. Para hacer efectivos lo* principios de esta moral ellos mismos se adelantaron a dar el ejemplo i hacer visible las consecuencias: el primer milagro que obraron en comprobante de su santidad, fué renegar las promesas solemnes que habían jurado al pié délos altares i contraer, unos en secreto, i otros en público una sacrilega unión. I para que no quedase duda de su respeto por las leyes inmutables de la moral, el monje Sajón lo manifestaba a la faz de todo el mundo, en sus escritos i en sus sermones, por un lenguaje tan lú- brico como blasfemo. Había comparado a las tres divinas Personas a tres ladrones suspendidos en una misma horca «¿piensas, decia en otra parle, que un judio sea tan poca cosa? Dios en el Cielo se ve obligado a cantar i danzar cuando oye tronar a un judio; i por lo que respecta a la lei de Moisés, i a Moisés mismo, tenedlo por sospechoso como el peor de los cristianos, hombre escomulgado i condenado, hombre que es peor aun que el Papa i que el mismo diablo.» «Si le viene al pensamiento, agrega en otra parte, que el Cristo te pedirá cuenta del como habrás pasado la vida, ten por cierto i verdadero, que no es el Cristo sino el rabioso del diablo en perso- na.» De esta manera era tratada la lei en que se fundaban para derribar los altares, i el Cristo, cuyo puro evanjelio querían comunicar a los hombres. No era fácil al re- formador hablar sino a propósito de diablos i maldiciones. En el sermón del domingo Rcminiscere se alaba de haber comido mas de un disco de sal con el diablo: asegura que éste se acostaba con él en su cama mas que su mujer, i que muchas veces tenían entrambos discusiones leolójicas. No le era dado orar sin maldecir, protestando que de corazón agregaba imprecaciones a las peticiones del padre nuestro. «Yo Lulero no puedo orar sin maldecir: si digo tu nombre sea santificado, es preciso que añada: maldito, condenado, desterrado sea el nombre de los papistas i de todos los qu» blasfeman vuestro nombre: si digo: venga a nosotros tu reino, añado: maldito, con- denado, arruinado sea el papismo con lodos los imperios de la tierra que se oponen a vuestro imperio (2). La desencia no era mas respetada por el buen monje. Espo- niendo la sagrada Escritura, estampó como un cementerio al versículo 10 de los Prober- bios, esta espresion que tenia siempre en la boca; no hai cosa mas amable sobre la tierra que el amor de las mujeres: declaraba en un sermón i ante una numerosa concu- rrencia que estas le eran tan necesarias como el comer i beber; las miraba como el pin cuotidiano que se pide a Dios en la oración dominical; i como un monumento eterno de su pureza sacerdotal, dejó escrita de su propia mano en una Biblia una - oración que contiene la mas refinada inmoralidad (3). En el sermón sobre el matri- monio en Wittemberg dijo tales cosas, que no se sabe qué admirar mas, si ia obsce- nidad -del orador o los castos oidos del evanjélico auditorio: baste decir, que aconse- ja a los maridos con palabras que alarman el pudor, la infidelidad conyugal, sin sa- lir del circulo doméstico, cuando las esposas sean desdeñosas o porfiadas. Al padre de la reforma aprendieron los discípulos su moral que no desdeciría al lado de la de Epicuro o de Mahoma. Monjes dejenerados abandonaban por bandadas sus conven- tos, i a la sombra de los nuevos principios contraían uniones sat rí legas, viéndose muchas veces que mudaban de mujer en cada año. Para esto Lulero había tenido la . W Weislinger lom. 5 citado por Rohrbacher. (3) -O Dios por vuestra bondad concedednos vestidos i sombreros, capas i ropa, becerros gor- dos, chivos, bueyes, ovejas, «muchas mujeres, pocos hijos. Amen.» —318— procaudon de permitir el divorcio, i auu en su comentario al cap. 6 del Jenesis, enseñaba que es permitido contraer con mas de una esposa; esto es, acariciaba la poligamia con que el conquistador de la Meka alegó a ios Arabes cayendo después como una sombra sobre la Europa, i el divorcio que aun la delirante impiedad de ]n revolución francesa, a la vista de los desórdenes que produjo, se vió obligada a retractar. Las costurñbrcs públicas se pusieron a! nivel de las doctrinas reformadas. El mismo que las predicó antes que otro alguno i sobre el teatro do su apostolado, da el siguiente testimonio de sus efectos, en la primera ciudad que se les sometió,, de Wiltembcrg. «A consecuencia de esta doctrina el mundo se lince mas malvado. Aho- ra los hombres están poseídos de siete demonios, mientras que antes no lo estaban sino de uno solo. — El diablo entra al, presente en los hombres por Uniones.» Esta confesión arrancada en su sermón de adviento bajo la esperiencia de los hechos, la acompañó en sus anotaciones domésticas, de estas palabras. «Como motivo del Ecan - jelio el pueblo está hoi dia sin freno. Creen poder hacer lo que Ies place; no tie- nen temor ni de infierno, ni de purgatorio, sino que dicen, creo luego seré salvo.» Jacob Sehimides adelanta ql cuadro: «Úna parte de la Alemania dice, permite, es verdad, que la palabra de Dios sea predicada. Sin embargo no se observa en ella ninguna mejora, sino una vida depravada, epicúrea, bestial, en que no se sabe mas que comer i beber sin medida, nutrir la envidia, e! orgullo, i blasfemar el nombro de Dios. Hemos aprendido, dicen, que somos salvados por la fé en Jesucristo que ha pagado lodos nuestros pecados con su muerte: no podemos satisfacer por nuestros ayunos, limosnas, oraciones u otras obras, i por tanto, no nos habléis de tales cosas: podemos mui bien ser salvos por el Cristo; queremos con íi a [nos únicamente en la gracia de Dios, i en los méritos de Cristo, 1 para que lodo el mundo vea que no son papistas, i que no quieren confiar en las buoqas obras, no hacen ni una sola. En lugar de ayunar, comen i beben dia i noche, en lugar de hacer limosnas, desuellan a los pobres; en lugar de orar, juran, desnnran, blasfeman el nombre de Dios de una manera tan horrible que el Cristo no recibe semejantes de parte délos Turcos.» Gaspar Javer , en su Teatro de los diablos, escribe de sus conelijionarios luteranos, que no tienen mas Dios que su vientre; que muchos con sesenta años de edad aun no saben nna palabra de la Santa Escritura, ni el credo ni el pater, ni menos los mandamientos si son diez o veinte, pues que, dicen, no sabiéndolos no pecamos contra ellos. Pero el testimonio mas elocuente, entre muchos que se podrían citar es ei de Músculo (1) hablando de los mismos. «Debemos confesar, dice, que en todo el vasto universo, en ningún pueblo bajo el sol, se encuentran jenles tan malvadas, groseras, desvergonzarías! olvidadas de todo honor, de toda conducta, de toda provi- riad, como entre nosotros Alemanes que debiéramos ser los verdaderos i últimos ismaelitas, i los fieles hijos de Habrán La nobleza del campo, no se cuida ni de Dios ni del Diablo; se entrega a la crápula, a la embriaguez, al libertinaje como puercos, con grande Opresión de sus pobres súbditos. El hombre medio tampoco pienza en Dios, ni en su palabra, ni en el santo sacramento; sino en sembrar, plan- tar, edificar, alimentar su cuerpo, contentar su orgullo i su arrogancia. Los paisa- nos i hortelanos, son tan piadosos en estos tiempos que han olvidado aun el pater, i no pueden recitar su credo, escepto los mui viejos que han aprendido sus oracio- nes el papismo i las retienen todavía. » He aquí testimonios nada sospechosos para apreciar la moral individual i pública que produjeron los principios de la tolerancia dogmática. La realidad do. estos hechos no es masque una consecuencia tan inmediatamente emanada de sus principios que r*3 Muscuhig I.ivrc du dernicr jour, citado por ítohrbadier. —319 — slti un milagro no podia dejar de manifestarse en las costumbres populares. No ha- brá hombre dotado de buen sentido, que no conciba claramente, que si se cree que la santificinn se obtiene por sola la le, que las buenas obras son inútiles, i la justi- cia inamisible en medio de los mayores crímenes, haya todavía estimulo para ser bueno i moral. No niego que puedan haber a pesar de estas teorías, hombres natu- ralmente virtuosos en la reforma; mas su virtud no será el resultado de sus princi- pios, sino de una feliz inconsecuencia; del abandono de esas teorías mortíferas que hacen del hombre un esclavo de la fatalidad, i lo despojan de todo mérito, hacién- dolo mirar a Dios como autor absoluto de sus buenas i malas acciones. Sus virtudes estériles para la saliíd, se deberán a una alma naturalmente recta, a la práctica de las leyes naturales, a la educación. En verdad, hai almas bien dispuestas a quienes su simplicidad natural aleja, a lo ménos, de los grandes vicios, i que logran con la satisfacción de unas inclinaciones contener otras. Pero en jenerai, i suponiendo el soplo borrascoso que ajila l is pasiones en tiempo oportuno, no sé como pueda con- tenerse al hombre que lejos de mirarlas reprimidas por la relijion dentro de los li- mites del deber, en ella misma encuentra un aliciente que les aviva i deja libre paso a su completa satisfacción. La virtud es siempre un sacrificio i una pena para la naturaleza, i seria inconsecuente el hombre que se impusiera esta especie de tor- mento sin un poderoso motivo. Si estamos ciertos de nuestra salvación por la fé en Jesucristo i por sus méritos independientemente de nuestras obras seria necedad practicar éstas en perjuicio de las satisfacciones i placeres que reclama imperiosa- mente lajna'.uraleza. Siendo inamisible la justicia, en medió délos crimenesdel asesinato i del robo, no hai porque respetar la vida ni h propiedad ajena, cuindoln propia satis- facción lo reclama. Lejos pues lodo lo que contiene o retrinje la liherlad; fuera las cadenas que la virjiul remacha a los apetitos, i en lugar del sacrificio i el vencimien- to, derrámase el corazón sin reserva por todo lo que ofrece deleites n los sentidos. No pretendo afirmar por esto que las naciones que profesan las sublimes doctrinas del catolicismo sin mezcla de errores humanos, sean tan puras como el evanjelio que Ies sirve de base; siempre el ideal es superior a la humana realización, i por otra parte, es moralmente imposible que todos los hombres sean dóciles a sus santas máximas. El debilitamiento de la fé ha producido la decadencia de las costumbres: la persecución o la indiferencia de la política ha venido a despojar a los ánimos del respeto i veneración por todo lo que es católico, desprestijiando asi ios elementos que empica el catolicismo para la depuración de las costumbres. Lo que se puede manifestar es que donde impera esta relijion divina, no solo la nación en masa es preferible, bajo el aspecto moral, a las protestantes, sino que, se encierra en ella una porción de almas puras que forman el Jaci lo ideal de la relijion, inmensamente superior a la que en un pueblo reformado pudiera llevar este nombre Tai ha sido la moral pública i privada que enjendró el sistema de la revelación tolerante; los que lo lian adoptado por base han tenido que recojcr a pesar suyo sus ¿margos frutos. Paso ahora a ocuparme del jiro que ha imprimido a la marcha del catolicismo la intolerancia desús dogmas considerada en su carácter práctico. De nada habría servido la profesión de un símbolo como el compendio de la revelación i fuente pura de la verdad católica, si la Iglesia hubiera carecido del derecho natural de defenderlo contra las violencias, de conservarlo, i castigar según justas leves, a los que atentasen contra él. Sin este derecho, ¿qué suerte habría corrido le símbolo que sellaron con su sangre ¡os Apóstoles i un ejército sin número -de mártires? ¿Qué habría sido deesa relijion con que Dios quiso salvar la raza humana, i levantarla de su postración a la dignidad a que estaba destinada? F1 torbellino de las pasiones humanas i los sistemas dcsoladorcs de la filosofía habrían aniquilado — 3Í>0 — esta divina plantación con que el cielo enriqueció al mundo. Ei error habría pre- valecido contra la verdad; los vicios habrían triunfado definitivamente de la virtud. La verdad revelada habría tenido la suerte que corren todas las hechuras humanas Bujetas a la lei inevitable de una constante transformación. La verdad católica conductora de los espíritus terrestres a la mansión, no debia estar sujeta a la lei jeneral de descomposición: siendo en todo celestial, comunicada con los mas inequívocos testimonios de su orijen sobrenatural, no podía dejar de hacer impresión en los espíritus, transformarlos en si misma, iluminarlos con su evidencia, hablándoles intimamente el lenguaje de los mas sublimes consuelos: no podia dejar de ser amada con entusiasmo i defendida con firmen; porque tal es el carácter con que se reviste en el espíritu del hombre todo lo que le ofrece una grande conveniencia. Sentado este antecedente fundamental que esplica la conducta observada por la Iglesia en el largo periodo de su existencia, es fácil conocer cual ha sido el derecho del catolicismo, ora para estenderse, ora para conservarse, ora para reprimir las tentativas homicidas de la herejía en todos los siglos. La verdad tiene un derecho indisputable a ser profesada; en todos los hombres existe la obligación correlativa de abrazarla i mantenerse en su profesión. Si el hom- bre no ha de contradecir su naturaleza, debe practicar en todo la verdad i estarle sujeto. La Iglesia guiada por esta convicción ha usado de tal suerte de su derecho, que por una parte, no ha violentado a los que no querían aprovecharse de su bene- ficio, i por otra, no ha faltado al deber de conservar la verdad revelada en toda su pureza i dignidad. Para propagarla jamas emp e i otras armas que la persuasión, la virtud i la paciencia como los únicos medios dignos de establecer la relijion del verdadero Dios; i si alguna vez los principes se valieron de ella como de un instru- mento político para someter a los pueblos a su obediencia, es fuerza confesar que ellos han desnaturalizado la propaganda que praticó la Iglesia i que el divino funda- dor enseñó a sus discípulos cuando les dijo: predicad el emnjclio a toda creatura ; el que creyere i fuere bautizado será salvo ; el que no creyere se condenará.... Si os persiguen en esta ciudad, huid a otra. De lodos modos, un bien se ha hecho a los pueblos sumidos en la barbarie i corrupción; bien que ha sido agr idecido por los mismos violentados. Los principes creyeron contra los consejos de los católicos, que no debían respetar demasiado la libertad ciega e ignorante de los que no conocían aun la luz de la verdad. Sin embargo, es cierto que el carácter jeneral i constantemente observado en la propagación de esta doctrina esclusiva e intolerante, fue siempre la persuasión i no la violencia, la tolerancia práctica, para- ganarse de un modo libre a los hombres hasta despertar en ellos el amor i la veneración por esas mismas doctrinas que sus errores i pasiones habían al principio repelido. ¡Profunda sabiduría inspirada por el instinto admirable que comunica la verdad! Los hombres no habrían jamas ad- mitido la relijion, aunque importara para ellos la civilización i todos los biepes, si ademas de su severa moral, se les hubiese impuesto con la espada o a fuerza de vio- lencias i de sangre. Otro debia ser el sistema adoptado para rejenerar a los hombres i convenirlos al culto del verdadero Dios. Los primeros apóstoles de la fé dieron la señal, no solo de la tolerancia con que se debia estender la verdad, sino de una in- vencible paciencia para solicitar i no forzar ln voluntad; i el mismo sistema fuó adoptado por sus sucesores en toda la Iglesia i en lodos los tiempos. En el Oriente i e! Occidente, entre los pueblos bárbaros i los que habitaban los limites del imperio romano, la conducta de los propagadores cv injélicos, aunque diseminados por todo tú or:>e, sin comunión entre si, separados por inmensas distancias, pero inspirados 'por una misma verdad, observaron siempre el mismo sistema de persuasión. La — 331 — • sangre que cusió la conquista del universo no fue otra qie la suya propia; las victi- mas sacriticadas a la rejeneracion moral de los hombres fueron los mismos que lo» conquistaron para la Cruz. I tan pacifico sistema fué bastante para hacer conocer la verdad hasta en las mas remotas comarcas del antiguo mundo. No bien habían respirado los propagadores cristianos de las fatigas que habían fructificado tan florecientes iglesias en pueblos en otro tiempo bárbaros; apénas el ánimo cristiano se espansia contemplando la cruz plantada sobre tantas i dilatada» rejiones en que se arraigaba el cristianismo, se consolidaba la paz i jerminaban la» ideas evanjélicas, cuando el soplo del espíritu de. tinieblas en medio de su rabia por verse destronado del imperio del mundo, promueve una migración jeneral de pue- blos, que descienden de sus guaridas, i al son de sus cantos guerreros caen sobre flo- recientes sociedades, asolando, quemando los templos, derramando sangre inocente i estendiendo el terror de su salvaje nombre hasta las mas remotas i pacíficas nacio- nes; i hé aquí una nueva era en que la verdad intolerante de la Iglesia no debilitada por las fatigas de mas de trescientos años de penoso trabajo, acomete de nuevo la em- presa mas ardua i mas difícil aun de convertir en mansos hijos a sus conquistadores bajo el mismo sistema de la persuasión unida a una invencible paciencia. La civiliza- ción decrépita de los pueblos romanos, combinada con estas razas groseras i de bárbaras costumbres, era un obstáculo fuerte que se oponía a su acción rejeneradora;sin embargo, de sí misma sacó las fuerzas necesarias para aplicarse al cumplimiento de su alta misioa aunque apoyada entonces por la fuerza del imperio, jamas quiso emplear otras armas, contra la idolatría que la palabra ardorosa de sus misioneros. Desde Roma un pontí- fice a quien con justicia su siglo i la posteridad han dado el renombre de grande, mandaba a Ids hijos de San Benito bajo la conducta de su ilustre jefe Agustino a llevar el cono- cimiento del Evanjclio a una raza de carácter indómito, que obedecía a Elbertoenla antigua Albion; i la conversión de su reino, i la silla de Canlorbcry serán un monu- mento eterno de su eficaz predicación i de sus milagros. Los seminarios de hombres apostólicos que mas tarde crearon la España, Francia i Jermania serán el feliz resul- tado del espíritu de ciencia i virtud que supo propagar en sus monasterios el Obispo de Inglaterra. La Irlanda debe el grandor de su fé a su ilustre após- tol Patricio, a los obreros evanjélicos que él formó, a los conventos que fundó i que llevaron a su apojeo la conversión de sns hijos. Los francos* con^uislado- res intrépidos que debían prestar tan importantes servicios a la Iglesia, fueron subyugados a su turno por la llama del divino amor que ardía en el tierno corazón de Clotilde, el cielo que concede una dudosa victoria a Clodoveo, i la palabra llena de unción i sabiduría de San Rcmijio. Ninian cstiende los límites del cristianismo en el sud de Escosia, San Colombano en el norte. San Scverino evanjeliza las co- marcas deViena i del Pasau. El monje irlandés Ivailan sella con su sangre su fer- viente predicación en la Franconia. El incomparable Winfriedo en su gloriosa ca- rrera será el eterno renombre de la Alemania; i los hermanos británicos Ewals mar- tirizados por el carácter rebelde de los habitantes de la Sajonia prepararon los cami- nos a su Apóstol el ilustre Ludjer. La Béljica, Panonia, Norica, Vindelicia. Lombardia i demas pueblos, debaslados por el acero de las invasiones, fueron traídos nuevamente al seno de la Iglesia; pues Dios que habia permitido el que su esposa sufriera tan inesperados golpes, la proveyó de estos i otros ilustres nombres que hicieron la segunda conquista del orbe cristiano. Ahora, ¿cómo se difundía una doctrina tan severa en medio de tantos obstáculos? ¿Acaso se dió libertad do retener los ansiguos. errores a los pueblos conquistados? ¿Cómo fué posihle hacer abdirár su imperio absoluto a las supersticiones idolátricas, corrcjir todos sns estravios, contrariar todas las pasiones, e imponer a ledoslos hom- bres i pueblos un solo símbolo, una sola fé que no sufría a su lado ninguna otra? ¿Seria que la iglesia empleaba medios de violencia para imponer su fé a estas bárbara» «iteraciones q que empleaba la fuerza de las armas contra los que habían destruido sus •anteriores trabajos? No, lejos da todo esto, su conducta fue la que observó siempre, la predicación, la oración, la perseverancia; este fué el método de conversión que opuso a sus vencedores, no por debilidad, pues Edtcrto, Clodoveo, Pepino, Cario* magno, mil otros principes que se h ibian renilido al yugo de la fé o lo habían here- dado de sus antepasados, le prestaban su apoyo; Atila mismo i otros jefes bárbaros tenían gran veneración por los nombres ilustres de aquella época, los Gregorios, Severinos, llanos de Arles, Bonifacios, sino porque ¡amas adoptó otros medios para imponer sus duras creencias que la dulzura i la caridad, conteniendo muchas veces a Jos principes a fin de q :e se limitasen a la acción pacífica de los misioneros. Así su historia no ha sido manchada con recuerdos fatídicos. Jamas la cruz plantada en tan- tos pueblos fué enrojecida, sino con la sangre del Redentor i la de sus sacerdotes. Los pueblos que se le lnn sometido, han sido vencidos, o por la palabra llena de inmortales esperanzas de sus apóstoles i el ejemplo de sus virtudes, o por la acción lenta de la influencia de sus instituciones. Examinemos ahora los medios que ha empleado la doctrina católica para conser varse i defenderse de sus enemigos. En verdad, por mas santa quesea una institución; por mas sabias que sean sus leyes', no es de estrañar que alguna vez haya habido abu- sos particulares inseparables de la humana condición. Digo esto, no porque crea que la doctrina revelada, a! conservarse íntegra haya menoscabado los derechos de la libertad ni arrogadose otros que no tenia, sino' porque contra el voto mismo de la Iglesia algunos individuos se han permitido actos, que los enemigos del catolicismo han convertido en una arma poderosa contra la relijion, pero que no deben refluir sino en contra de sus autores. Ante todo, no sé quu ninguna persona seria i de, sano juicio, pueda poner en duda el derecho que la Iglesia ha tenido para conservarse i defenderse, derecho que compele a toda sociedad sea relijiosa o política, como a lodo individuo o corporación. Este es nn de- recho de vida o de muerte. Los preocupaciones no pueden ofuscar de tal suerte la sana razan i los principios de unu buena filosofía, que se pida, o se quiera que la doctrina católica se conservase sin defenderse, sin emplear ningún medio penal contra los que injustamente alentasen a su existencia. Así todas los luchas que ha esperimentado los medios c|Tic ha empleado para su defensa, el celo con que In protejido la pureza déla doc- trina, las pérdidas que do tantos hijos ln sufrido, lejos do ser una mancha en su his- toria, son por el contrario el mas alto titulo de su gloria; pues manifiestan que la Iglesia ha mirado el cristianismo no como un sistema semejante a los que forman los hombres, sino como una institución divina, como la última verdad relijiosa en la que ella misma i lodos sus hijos lian tenido una fé íntima constante i profunda. Si la Iglesia hubiese mirado con indiferencia los errores que la atacaban; si hubiese per- mitido la perversión i corrupción de sus hijos; sin oponer ningún jéner.o de remedio al mal, ¿cómo pudiéramos responder ahora al reproche de incredulidad de parle de los mismos que se decían animados de la fé sobrenatural? ¿i no es, por otra parle, la mayor injuria que podría hacerse al cristianismo el comprobar que jamas tuvo el derecho de conservarse, i que después de trastornar lodo el mundo i de sepultar pa- ra siempre ci imperio de la idolatría como si hubiera sido uní mentira o una injus- ticia, como si se hubiera arrepentido de su obra, hubiese dejado en libertad a lodos los errores que cniresus hijos quisieron jerminar, pnraquelos sistemas mas absurdos se hu- biesen repartido su victoria, i de este modo la humanidad hubiera sido retraída a !a misma ignorancia i barbarie en que yacia? ¿Ya la verdadera fé habria para siempre desa- parecido como una creación que el tiempo forma i destruye, i su recuerdo no servi- ría mas que para aumentar el catálogo de las hechuras humanas qne han perecido —323 por d\ trascurso de los siglos. Loor eterna merece ia Iglesia, porque supo defender la verdad relijiosa, la verdad política, la verdad científica, tod.* verdad útil, al con- . servar la doctrina que recibió del Salvador i que predicó a los pueblos. Ella al llenar la misión divina que recibió, se ha contenido en la esfera de sus derechos esenciales. Al estenderse ha solicitado la voluntad del hombre: después de admitida; cuando ya formaba una sociedad que tiene sus intereses propios, ha conservado por medios lejítimos su existencia; ha dicho a los hombres: sois libres; si quercis salvaros, aun mas, si queréis civilizaros, creed i observad los mandamientos de Cristo, i acabarán para siempre vuestras inquietudes sobre la futura vida; mas, una vez que hayais creído, cuando de todos los creyentes se forme una sociedad, no tendréis libertad pa- ra turbarla. Ella ejercerá sobre sus miembros culpables, la autoridad esencial a toda asociación que tenga derecho de conservarse. ¿I no es esta una condición justa? Por otra parte, los objetos de que se trata en esta asociación son tan importantes como la salud eterna de todo el jénero humano, i es preciso tener por ellos el respeto i veneración que merecen. Si queréis despreciarlos, a lo ménos, no pervertiréis a los que quieren ser fielesfa las verdades que la comunidad admite.... El que pretenda apar- tar a algunos creyentes con errores i sofismas de la verdadera fé, el interes jeneral da todos pide que sea reprimido por medio de justas leyes. Esta es, en su última es- presioü, la libertad que la Iglesia ha concedido i el derecho con que ha procedido al fijar su código penal. Otra dificultad se ha pretendido sacar de la aplicación de las penas temporales contra los herejes: pero ella se desvanece, si se atiende a que la Iglesia tiene derecho de defander su fé como una propiedad que le pertenece, contra todos los que han pretendido tnrqarla en su posesión, o privar a sus hijos de su independencia reli- jiosa; i por otra parle, a que se ha mantenido siempre en su esfera. Ella solo ha aplicado las penas espirituales, i cuando la salud jeneral lo exijia, los príncipes con- currían en unidad de intereses a la estirpacion de los males. Estos eran los que im- ponían a los herejes destierros, confiscaciones, nota de infamia; los inhabilitaban para los cargos públieos; en una palabra, como sinceros católicos los jefes políticos, segundaban con leyes que emanaban de su peculiar autoridad, los anatemas pronun- ciados por los concilios, portándose la Iglesia frecuentemente como intercesora, para atenuar el rigor de esas penas, según el testimonio de San Agustín hablando de ciertos herejes. «Deseamos que seau correjidos, pero no entregados a la muerte: que no se desprecie para con ellos una represión disciplinar, pero también que no se les y entregue a los suplicios que han merecido.» La Iglesia, los principes, los fieles, has- ta los mismos herejes creían entonces que las cosas espirituales merecían que se les diese, a lo menos, tanta importancia como a las temporales; i que a la sociedad reli- jiosa se debia prestar el apoyo que necesita para su tranquilidad i bienestar. Los emperadores se persuadieron que todo el que viola ta rélijion establecida por Dios pecacontracl orden público, mereciendo el crimen cometido contra el Sersupremo las mismas i aun mayores penas que los que turban el orden exterior amenazado también por los perturbadores del relijioso. Graves penas se habían establecido por Constan- tino en los edictos dados, ya contra los Donatistas, ya contra Arrio i algunos Obis- pos de su partido que causaban grandes trastornos en la Iglesia i el Estado. Sus sucesores, testigos de la manía do aquellos siglos, fecundos en errores, que dividían los fieles constituyéndose muchos de ellos, a fuerza de intrigas i violencias, en sec- tas rivales de la lgleeia, segundaron, guiados por la misma convicción, las disposi- ciones del primer principe hijo de la fé cristiana, dislínguense Teodosio el Grande. Teodosio el jóveD, Honorio, Marciano. Fue este un proceder intolerante, es verdad, pero, ¿acaso fue injusto? ¿No era por el contrario un defiende los soberanos casti- gar a ios criminales según sus maldades para detener los males públicos de la reh- •i 1 |~ • jion i de! orden sochi? No se miraría por el contrario, como una grave falla a su deber, en un Gobierno católico, cuyas leyes sancionan la reí »j ion al lado de las cosas de mayor importancia, el dejar libres a los que turban el orden relijioso, diseminan- do errores i portándose como enemigos personales de los pastores (leles? Ademas, se- ria necesario conocer en detalle la moral, las costumbres i los medios empleados por las sectas heréticas, para propagar sus monstruosas creencias, a iln de ver la justicia con que los soberanos temporales ocurrieron a su castigo. Baste decir que la Iglesia no habría tenido tantos mártires, si las sectas no hubiesen sido tan perjudiciales i corrompidas. La historia nos enseña que la persecución de los cristianos i el odio de los paganos, provenía en gran parte de que se les atribuían los crimines de las sec- tas heterodojas, que por cierto merecían toda la indignación de que es capaz el corazón humano. Luego no fue un delito de intolerancia sino un deber de los príncipes cas- tigar esta clase ide delincuentes. Los mismos herejes reconocían en la Iglesia este derecho; i mientras la acusaban de severidad o laxitud en su moral, de corrupción, de infidelidad a la doctrina primitiva, de errores o supersticiones, etc. nunca tuvieron a mal que los fieles diesen tanta importancia como ellos a los objetos de la fé. No, esa teoría era mui adelantada para aquellos tiempos; debíamos ascender en la escala do los descubrimientos humanos mas de diez siglos, hasta el libreexámen i la indiferen- cia, para tachar de intolerancia las represiones mas lejitimas de la autoridad. Asi, la fuerza esterior que protejia a la Iglesia obrando en conformidad con las definiciones conciliares, i sujetando apenas algunas veces severas, a los criminales relijiosos i políticos de esa época, ejercía un acto de justicia, i no hacían mas que aplicar la intolerancia de la Ici qne se debe a todo delincuente. Es verdad que los emperadores cristianos en su celo por la relijion, i cuando ya la inmensa mayoría de sus vasallos era cristiana, para apresurar la destrucción del agonizante paganismo i favorecer el desarrollo del elemento cristiano que se robus- tecía cada vez mas, dieron ordenanzas relativas a destruir ciertas prácticas de la ido- latría, como los sacrificios sangrientos i uoclurnos; a cerrar los templos pagónos o ce- derlos a los cristianos. Esta es cuestión que no resolveré; pero advertiré: que mas que de despotismo e intolerancia es esta una cuestión de prudencia, pues no se trataba sino de las consideraciones que se deberían guardar al error espirante i a la superti- cion relegada a sus últimas guaridas que de todos modos debían desaparecer como la sombra en presencia de la luz; tratábase de un enemigo reconocido por la inmen- sa mayoría como sin derecho alguno sobre las conciencias. Finalmente no es posible tachar de intolerancia irracional los actos de represión practicados contra los enemigos activos de la relijion sin condenar al mismo tiempo la armonía que debe reinar entre la Iglesia i el Estado. Para sostener esta inconse- cuencia se debería probar que estos dos poderes no deben marchar acordes, ni te- ner uniformidad en sus miraá, para arribar cada cual en su esfera al mismo fin: que, que por el contrario, deberían malenerse en perpetua desintelijencia, mirando el uno como un crimen lo que el otro cree una virtud, o como digno de recompensa el uno, lo que según el otro merece castigo. Esto equivaldría a asignar dos fines al hombre, a dividirlo en dos seres que marchasen por distintos caminos a términos diferentes. ¡1 seria cosa singular que en nuestra época se atacase la simple armonía entre la Iglesia i el Estado! pues los que pudieran negar esta necesidad no son otros que los reformados que solo profesan la armonía i la buena intelijencia entre estas autoridades sino su fusión completa en el paincipe de quien desciende para ellos co- mo por canal lejítimo toda autoridadiespiritual i sobrenatural. No me detendré mas en demostrar una verdad que se halla confirmada por la razón i la csperiencia i practicada por tantos siglos. La Iglesia ha podido defender la fé i la relijion de que es depositaría; ha debido valerse do la sanción de penas para conservarla integra. —325 — Los príncipes debían castigar a los herejes, que en pos de la relijíon atacaban al or- den político. Mas útil creo examinar la intolerancia practicada por el famoso tribu- nal de la Inquisición. Este solo nomqre es para muchas personas un escándalo, i querían o no verlo c-n la historia, o que se le mirase como una deshonra eterna del catolicismo. He manifestado que la intolerancia necesaria parala conservación del orden, como un medio que corrijo i previene los males sociales, no es ni puede ser irracional. Ella es por el contrario, la lei de conservación i de vida, el primer deber de toda autoridad. La inquisición en jeneral no ha sido mas que un tribunal mandado establecer pa- ra detener los progresos de la herejía i castigar a los herejes que pervertían a los fie- les, sino se retractaban de sus errores, o que después de retractarse, recaían en ellos. Se observaba un sistema completo para lograr este fin: se buscaba a losdelincuen- tes; se imponía obligación de denunciarlos; se calificaban sus errores; se les obligaba a abjurarlos, en cuyo caso, eran absueltos ; se castigaba a los relapsos entregándolos al brazo secular para que este les aplicase las penas que merecían según las leyes ci- viles vijentes en esa época en todas las naciones europeas. Que fuese un tribunal conforme a estos detalles, lo manifiesta la bula de institución dada en el concilio de Yerona por Lucio III presente el emperador Federico en el siglo 4 2 de la que citaré lo que baste a dar idea del carácter de esta institución que por otra, parte bajo un nombre u otro ha existido en todas las épocas de la Iglesia. «Para abolir las diver- sas herejías, dice este Popa, que han comenzado a pulular en nuestro tiempo en la mayor parte de los lugares, debe despertarse el vigor de los eclesiásticos, viendo principalmente que se encuentia apoyado por el poder imperial. Por lo que en pre- sencia de nuestro egro hijo el emperador Federico, de consentimiento de nuest.ios hermanos los Cardenales, Patriarcas, Arzobispos, Obispos; de muchos principes reu- nidos de diversas partes del mundo, condenamos con la autoridad apostólica i por la presente constitución lodo los herejes cualquiera que sea el nombre que lleven, principalmente los Calharos i Palaros i los que se dicen jeneralmente humildes o pobres de Lyon; los passajinos, josefinos i amodislas. I por cuanto, la severidad de la disciplina eclesiástica es algunas veces despreciada por los que no conocen sus vir- tudes, ordenamos que los que sean manifiestamente convencidos de los susodichos errores si son clérigos o relijiosos sean despojados de todo orden i beneficio i aban- donados al podej secular, para que reciban el castigo conveniente, a no ser qué el cul- pable tan pronto como sea descubierto haqa abjuraeion en manos del Obispo del lugar. Lo mismo se hará con el lego; i será castigado por el juez secular sino hace abjuración. Los que solamente sean encontrado sospechosos serán castigados igual- mente, sino prueban su inocencia por una purgación conveniente; pero los que re- caigan después de la abjuración o purgación, serán entregadas al juicio secular sin ser mas oidos.» Estas líneas retratan el carácter de esta institución que se ha pintado con los co- loridos mas sombríos. Al leer este monumento calificado de atroz intolerancia, no parece sinoque rejistrase una lei penal de los códigos ma sniodcrados de esa época i aun de los de todos los tiempos. En ella se previenen los delitos, se castigan los ya co- metidos, se somete a vindicación a los sospechosos, i para desmentir las acusaciones fundadas en su institución misma, está caracterizada por una moderación descono- cida en cualquier otro tribunal: le basta al deliucuente retractarse de sus errores pa- ra evitarla pena; soloen el caso de recaercn los mismos delitos sufrirá el castigo; el que es fundadamente sospechoso debe dar prueba en contrario, prueba tan fácil de ren- dir como hacer ante el Obispo la protestación de su fe. ¿Hai algo de irracional, de tiránico o de atroz en tales estatutos? ¿Fs acaso injusto castigar a los que delinquen contri la relijioni se arrogan a manera de un derecho para propagarlos errores mas fu- nestos? Solo la sociedad reí ijiosa que no es mas que la misma sociedad temporal, ha- lda de carecer aun del derecho de conservar su existencia i de preservar a sus hijos del contajio del error? ¿debería haber dejado arrebatar impunemente ese precioso depósito siendo el centinela de la verdad inmortal? No, su constitución misma le da el derecho de una verdadera asociación i de una asociación universal Este indisputable derecho de defender la fé contra los ataques de la herejía es lo que produjo este tribunal cuya institución acabamos de ver. La inquisición se intro- dujo para ayudar a los Obispos, jueces naturales del crimen de herejía, i muchas veces, para suplir su neglijencia. Ellos en verdad son los inquisidores natos, los de- fensores de la fé; de suerte, que para atacar aquella, en cuanto es una institución, en cierto modo seria necesario condenar también el Episcopado. Elios tienen en la Iglesia el lugar que un padre en el seno de su familia, que el supremo gobernante en la sociedad civil. El padre de familia i el jefe político son también inquisidores, como el Obispo en su diócesis. í he aquí otra poderosa razón en favor de esta insti- tución injustomenee calumniada. En verdad, ¿qué oirá cosa hace un padre de fami- lia dilijente i cuidadoso en el bien de sus hijos, que - ejercer la vijilancia que aquel tribunal ponia en el desempeño de su cargo? él corrije paternalmente; con ojo vijilante observa todos los pasos de los seres que la naturaleza ha confiado a sus cuidados, so vale de los medios necesarios para defender su inocencia, impedir su perversión, correjir sus estravios; i ved aquí una inquisición en la familia. En la sociedad, ¿que otra cosa es esa cadena de hombres que velan en el bien público, desde el supre- mo gobernante hasta el jefe de policía i sus jendarmes, sino una inmensa inquisi- ción? ¿No se aprehende a los sospechosos cuando se les sorprende en lugares deli- cados? ¿no se les detiene hasta averiguar su delito? Sobre todo si se descubre una conspiración contra el Estado ¿no se procede con mil precauciones? pues la Iglesia i todos los creyentes miraron en las herejías una conspiración contra ia fé i la salva- ción de las almas. ¿Qué rélijíon por otra parte no ha tenido bajo uno u otro nombre esta institu- ción para hacer efectivas sus prescripciones? la Lci de Moisés establecía fuertes casti- gos, i una delación semejante a la. de la inquisición para impedir que los Isrraelilns fuesen atraídos al culto de falsos dioses; he aqui ia lei. «Si se levanta en medio de vosotros un profeta o cualquiera otroque diga haber tenido una visión ensueño, que prediga alguna cosa estraordinaria i prodijiosa, i que lo que prediga suceda, i que os diga al mismo tiempo: ea, sigamos a los dioses eslranjeros que os son desconocidos i sirváinoies; no escuchares las palabras de este profeta i de esle iuvenlor de sueños; porque el Eterno vuestro Dios, os pone en prueba, a fin de que aparezca claramente si le amáis o no de todo vuestro corazón, i con toda vuestra alma. ...Seguid núes al Eterno vuestro Dios, temedle -En cuanto a este profeta inventor de sueños, sea castigado de muerte, porque os ha hablado para apartaros del Eterno vuestro Dios.... I quitaréis así al malvado de enmedio de vosotros.» «Si vuestro propio hermano, vuestro hijo, vuestra hija, vuestra mujer entre vues- tros brazos, o ei amigo de vuestro corazón, quiere persuadiros i viene a deciros en secreto: ea, sirvamos a los dioses eslranjeros que os son desconocidos como lo han sido a vuestros padres, a los dioses de todas las naciones de que estáis rodeados, de cerca o de lejos, desde un estrenuo de la tierra hasta el otro; no os dejeis llevar de este discurso, no le prestéis uido; vuestro ojo, no le perdonéis; no tendréis compa- sión de él, i no ocultareis el negocio, sino que lo haréis morir denunciándolo al juez, que lo condenará sobre la deposición de dos o tres testigos; que perezca opri- mido de piedras, a fin de que todo Isrrael sepa i se espante de temor, i nadie em- prenda en adelante un mal semejante.» líe aqui la inquisición en la lcl de Moisés. —327— Las relijioncs falsas no han dejado de tener el mismo celo. El protestantismo es- tablece la delación, que, en Jinebro debia hacerse al consistorio, de las blasfemias i demas crímenes, de la doctrina de los hermanos. Los ancianos debían informarse de ella anualmente, i penetrar en el secreto de las familias paja hacer las averigua- ciones competentes, figurando entre las penas del calvinismo contra estos delitos la censura pública, el destierro, la cscomunian. En Inglaterra ademas del tribunal es- tablecido por Isabel con el nombre de Alta Corte de Comisión para la estirpacion de los herejes (esto es católicos i puritanos), los jueces de paz podían citar a su barra a lodo católico i hacerle declarar bajo juramento, dónde i cuando había oido la misa, las personas que habían asistido a ella, el nombre i domicilio de los presbíteros i maestros de escuela que conociese como católicos. Si un hombre era convencido de no haber frecuentado la iglesia establecida se le obligaba a abjurar su fe; i si lo re- husaba se le condenaba a destierro perpetuo, i a muerte si pisaba el territorio in- gles. En otras ocaciones, se compensaba con una fuerte suma al que descubriese algún presbítero católico, considerándolos como enemigos del evanjelio. El mohometismo establecía como principio rclijioso la venganza contra los cris- tianos, haciendo consistir el mayor mérito del islamita en pelear contra ellos. ¿Qué mucho es que el catolicismo haya confiado la defensa, no de los absurdos humanos, sino de la verdadera revelación, en circunstancias apremiantes, a un tri- bunal que suslancialmente no es mas que una forma especial de la jurisdicción que Jos Obispos ejercen en sus diócesis? Por otra parle, es preciso advertir que la inquisición fué siempre un tribuna! mis- to de jurisdicción eclesiástica i civil, interesadas ambas autoridades en el manteni- miento ddl orden. Por parle de la primera se condenaba a los herejes que no renun- ciasen a sus errores, o que recaían i dogmatizaban nuevamente; i por parle del po- der secular, se les sujetaba a las penas que según las leyes romanas vijentcs enton- ces casi en todas las naciones de Europa merecían sus delitos. Las penas aplicadas eran las que se usaban en la época: la de muerte era pronunciada por legos.... Pero, se dirá, castigar a los hombres por sus opiniones, es una crueldad. ..Jamas se han castigado las simples opiniones. «Desaliamos dice Bergier a nuestros adversarios a que citen un solo ejemplo que pruebe, que cuando los herejes son pacíficos, la Iglesia quiere que se emplee con ellos la violencia » verdad apoyada por este accioma de in~ ternis non juclicat Ecclesia. Ella ha castigado con penas espirituales a los herejes; i para su corrección temporal los ha entregado al poder secular. Ciertamente la Igle- sia puede querer el castigo temporal de los delincuentes; no puede hacer pero puede tolerar las ejecuciones justas, las que no necesitan ninguna participación suya para efectuarse. Los príncipes eran tan celosos como los Obispos por la pureza de la fé; gobornabnn por el derecho romano que estaba en vigor en sus estados, el que con- tenia leyes severas contra los herejes, i no hacían mas que aplicar las penas que eran ale su peculiar jurisdicción, sin necesidad de mendigar el beneplácito de la Iglesia. Bastaba el proceder de acuerdo para consultar a la justicia de las penas i aplicar las ■que tenian en su poder, las únicas de que disponen, las penas temporales. Cuando en el Concilio Lateranense III se renovaban las principales disposiciones del dere- cho romano de concurso con los príncipes cristianos, el Concilio tenia cuidado de distinguir dilijentemenle en el preámbulo de sus decretos las penas espirituales que la Iglesia impone a los herejes, de las penas temporales que aplican ¡os principes. «La Iglesia, decía San León, se contenta con pronunciar penas espirituales por bo- ca de sus ministros, i no buce ejecuciones sangrientas.» í en el Lateranense lili de. cían los Obispos. «Mandamos que los herejes después de haber sido condenados sean entregados a los poderes seculares, o a los jueces ordinaaios para que sean castigados como merezcan.» Esta verdad es tan notoria que aun en !a inquisición española, en -\328— sus mas fuertes decretros, en los que traían aneja pena de muerte, después de decla- rar los jueces lo escomunion maxor i la confiscación de bienes para el fisio de sa Majestad, añaden, «declaramos ademas que el acusado debe ser abandonado, como lo abandonamos a la justicia i al brazo secular, a quien pedimos i encargamos mui afectuosamente i de la mejor i mas fuerte manera que podemos, el que obre para con el culpable con bondad i conmiseración.» Por lo cual en el dia la lúgubre solem- nidad i entre el inmenso pueblo espectador de los autos de fe, después del sermón que se hacia a los culpables que estaban de pié i con cirios en las manos, un oficial de la inquisición Ies daba un golpe sobre el pecho para indicar que el santo oficio no tenia ya autoridad sobre ellos i que en adelante quedaban en poder del brazo secular. La Iglesia pues no ha aplicado jama s la pena de muerte. Solo ha querido la repre- sión de los que no coutentos con profesar sus errores, trataqan de estenderlos. La inquisición que haya derramado la sangre no esta bajo la responsabilidad de la reli- jion ni de la Iglesia, la que solo responde de la que ella ha establecido bajo su dependencia, de la inquisición romana, que ha obrado bajo la influencia inmediata del padre de los creyentes, i que debiera haber sido lomada por modelo. Esta inquisición es i ha sido el tribunal mas benéfico i moderado que se puede citar en la historia, no pudiendo los enemigos de liorna i del cristianismo señalar contra ella un ejemplo de mayor despotismo que la condenación do Galileo; pero la historia ha demostrado la falsedad de este cargo i justificado plenaments a esta venerable cor- poración. Sus trabajos han Sido siempre de la mas alta importancia, presidida por el Papa, ha sabido cambiar el suplicio en penitencia, el cadalzo en educación, i en mas de trescientos años de existencia, no ha derramado jamas una sola gola de sangre. Estas fueron siempre las miras de la corte romana al crear este famoso tribunal: mis, no lo entendió asi la inquisición española, orijen de los sombríos cuadros pin- tados con tanta habilidad contra esta institución. Ha habido, en verdad, un prurito en recargar su historia con los coloridos mas alarmantes al describir sus cárceles, sus aterrantes antas de fé, su pendón i su San Jicnilo\ se han rejistrado sus anales, para enumerar los individuos que juzgó antes de desaparecer por la voluntad ds Napo- león, resultando juzgados desde 1 181 hasia 1808 mas de 341 mil individuos, deta- llándose los que han sido quemados en realidad, los que lo han sido en efijic, i los que fueron condenados a penas graves: todo esto es por cierto alarmante, prerentado a la tijera, distante por siglos de los acontecimientos i sin temar en eucnta las ¡deas de la época, el carácter peculiar de la nación i demas circunstancias. Ahora, aun los mas desafectos al catolicismo confiesan que los actos de esta inquisición, cuya histo- ria en verdad ofrece dificultades, no pueden ni deben atribuirse a la Iglesia, ni a la relijion. En manos de don Fernando de Aragón i de doña Isabel de Castilla fué solo un instrumento político para establecer su despótico gobierno i matar las libertades públicas. «Este tribunal, dice un enciclopedista aleman,quc no debía depender sino de la corte pareció útil, como instrumento de opresión contra los judíos i mahorae* teños, en seguida para enriquecer el tesoro real con los bienes de los condenados; en fin, para pondr término al poder de la nobleza, i onn del clero — sin embargo, el Papa no había visto con placer el establecimiento de la inquisición espaíiola tal cual había sido organizada, i había vivamente protestado contra este tribunal eclesiástico asi transformado en tribunal secular.» Efectivamente, el inquisidor jeneral era nom- brado por el rei. no teniendo el Papa sino la confirmación del nombramiento i que- dando el tribunal tan independiente en su acción que varias veces liorna reclamó por sus actos sin obtener el menor resultado. Estas observaciones son ya jcneralcs, i los protestantes mismos convienen en que —329— la inquisiciou española era una inquisición real i no papal, i por tanto que SU9 acto* no refluyen en disfavor de la corle romana. Sin embargo, dos hechos dominan según el conde de Maislre en la institución de la inquisición española, l.° que ella fue mas bien un fribunal secular que eclesiásti- co. pues lodos los inquisidores jenerales i particulares dependían del rci, i 2.° que fue digna de simpatía i benemérita a la nación española. En efecto, las instituciones de un pueblo están en harmonía con sus nccesidados, con el carácter i demas circuns. tandas en que ese pueblo se haya colocado. Se veia muchas veces a los grandes de España tomar parte en los aucas ele fé, i descender al rango de familiares de la in- quisición. Los autos ele fe' eran una verdadera solemnidad para el pueblo español: las ideas rechazaban con ¡dignación el crimen de herejía. Ahora, ¿cómo es posible que el buen sentido da un pueblo durante el transcurso de siglos, no descubriese sobre un punto tan importante su verdadero interes? Mas saben instintivamente los tiempos i naciones que los escritores que juzgan sobrr el papel los grandes aoonteci- mientos. Luego, si esta institución fué para España un mal, lo que evidentemente es falso, pues no es la institución misma la que merece censura, sino el jiro que ahí le dió la política, mas deben culparse los tiempos que los hombres; pues que, ellos han obrado en conformidad con sus principios e ideas actuales. j No puede pues resultar un cargo de criminal intolerancia contra el catolicismo, ni de este, ni de los otros medios que ha empleado para mantener el imperio de la verdad en el mundo. El gran fantasma contra el que se han estrellado las invectivas i declamaciones mas apasionadas de la fiiosofía i de la impiedad, la inquisición, no ha sido mas que una forma especial del cargo que incumbe a los diocesanos sobre el mantenimiento de la fé; i la Iglesia que siempre vela por la salvación de las almas, viendo que muchos de sus pastores desatendían algunas veces este sagrado deber para con su rebaño amenazado por astutos enemigos, no vaciló en instalar un tribunrl que era reclamado por el deterioro creciente de la fé en pueblos hechos cristianos por las fatigas de sus apóstoles i la sangre de sus mártires. ¿Podría la vijilrnte mirada de la autoridad eclesiástica ver desmoronarse esc vasto edificio que cobigaba todo el mundo sin aplicar la mano a detener su ruina? ¿Dejaría que la sociedad una vez sacada por sus incansables trabajos, del fondo de la mas estúpida ¡gnrancia, volviese por su incuria a sepultarse de nuevo en una noche eterna, cuyo fin ya no había oriente de dónde esperarlo? El jenio científico de los griegos, su ardiente imajina- cion; las bellezas de su literatura i de sus arles: la civilización de Roma, su influen- cia colosal en el mundo conquistado pudieron ser ánles una aurora de luz para las demas naciones sepultadas en la barbarie e iguorancia. Los Griegos i Romanos habían llevado juntamente con el brillo de la espada la luz de la civilización a tantos pueblos incultos. Pero una vez apagada esa centella de luz, sujetó el griego injenioso a la esclavitud romana, i destruida ya toda civilización por esas ordas que alimentadas por las fieras del desierto i ardiendo en el amor salvaje de sus independencia, vinieron coma llamadas por un decreto impenetrable de la Providencia, a destrozar el mundo civilizado, ¿quién sino la Iglesia debia resistir a los golpes de su barbarie i conservar ella sola la luz que debiera comenzar a brillar mas tarde sobre el oriente de las nuevas jeneraciones? I ¿cómo mantenerse asi mis- ma, para mantener al mundo, cómo defenderse de la acción disolvente del error en medio de la ignorancia i poca precaución de sus hijos, sin hechar mano de medios fuertes i eficaces que detuviesen el mal i fuesen capaces de salvar la relijion i la*, ciencias, para que viniesen a formar ahora las delicias de la humanidad. Asi pues, todos los que acusan al catolicismo i los medios empleados por él acusan las ciencias i la vida intelectual de nuestros tiempos, acusan la infancia de su propia vida, acu- sación que supone una ingratitud o un desconocimiento. —330— Se ve que la Iglesia no ha practicado una intolerancia irracional en ninguna ép dia propongan el evanjelio en las re- jiones mas distantes del orbe, su sistema ha sido siempre uno mismo, el de la predi- cación. Los misioneros al pisar las playas de una rejion dominada por la idola tria- se ordenaban en procesión dara presentarse a los jefes de ella a anunciarlos la nue, va evanjóliea en medio de las plegarias que dirijian al cielo por su conversión. Otras veces, la Iglesia mandaba sus apóstoles al lado de las armas de los conquistadores, limitándose por su parle a predicar, i recojer el fruto con que la gracia divina hu- biera querido coronar sus trabajos. Cuando apoyada en el poder de los principes convertidos a su gremio, ha empleado medios represivos contra los hijos díscolos, se vl'Iíó de las penas espirituales, i el celo de los principes aplicó las penas esteriores; penas justas, porque partían del deber da conservar la relijion. Cuando estableció tribunales con el mismo tin, desde la eminencia de la cátedra romana, ha dado el ejemplo de la moderación con que se debia proceder en la corrección de los culpa- bles; i si la política amparándose por su omnipotencia de alguna de estas institu- ciones la ha dejenerado o pervertido, ella no se ha hecho responsable de sus actos. Sin toda esta solicitud, sin estas correcciones, la verdad católica habría desapareci- do como todas las creaciones del hombre i al hundirse habría sepultado consigo a ■toda la humanidad en la misma barbarie, de donde había pretendido sacarla. Sus correcciones no han sido mas que la lei de vitalidad que rije a todo lo viviente: sus castigos, los que un padre aplica en el seno de su familia; sus leyes las que ponían a salvo su conciencia do la cuenta que debe rendir al Señor la heredad. ¿Habrá sido culpable en llenar sus deberes i en salvar al jénero humano? Se han necesitado ins- tituciones; pero esta es la lei esencial de conservación. Sin medios no se consiguen los fines, ningún bien se obtiene sin costoso trabajo. Veamos ahora el rol práctico que han desempeñado en la historia de la civilización las doctrinas reformadas cuyos seguidores han sido en todos tiempos los primeros en levantar el grito de intolerancia canlra la Iglesia católica. Según los esfuerzos hechos en favor de la unión entre las sectas reformadas, sus sínodos de concordia, las opi- niones de sus doctores i las decisiones dadas por una uniuersidad luterana que ape- sar suyo retractó; i en fin según su creencia jeneral de que basta la profesión de los artículos fundamentales para obtener la salvación parece que una doctrina tan be- névola i tolerante debió ser anuaciada con el ejemplo de la tolerancia práctica i con el ascendiente de una alta moderación i de una mansedumbre verdaderamente evan- jélicas. Si el protestantismo era una inspiración divina para depurarla fé de la Igle- sia católica, la conducta de sus Apóstoles debió asemejarse a la de los de Jesús, i limitarse a exortar, persuadir, predicar la nueva creencia sin violentar a los hombres ni turbar el orden; pues por una parte, la inspiración privada a que obedecían, podía dictar a los católicos la permanencia en la antigua fé, como a ellos les ordenaba su abandono; i por otra, estos tenían en su favor el dereelio de una antigua i tranquila pesesion. Un motivo mas existía para que los católicos esperasen una amplia libertad de conservar sus dogmas i era, el que jamas se había presentado en el mundo una relijion teóricamente mas tolerante, un sincretismo relijiosomas ámplioque la refor- ma. M ahorna predicaba la sumisión a Dios i al poder de su brazo: lodo debia caer ante el acero exterminador del nuevo profeta: era consecuente: una doctrina intole- rante se estendia por la fuerza i la violencia; la teoría i la práctica marchaban uni- formes i sin hipocresía. Pero no asi los reformadores: espantados por la severidad del principio católico: fuera de la Iglesia no hai salvación; i en la necesidad o de aban- donarlo i profesar que asta se halla en todas sus subdiviciones, lo que al principio — 331 — • ofrecía graneles dificultades, o de retenerlo, lo que suponía una manifiesta crueldad contra los hermanos que pensasen de otro modo, no arribaron jamas a otro arreglo que profesarlo todo i de un modo contradictorio, hablar de libertad relijiosa i aliarse para hacer una obstinada guerra a los católicos. Con lo que quedó verificada la mas prodijiosa cantradiccion. La Iglesia predicó una doctrina intolerante de un modo libre i pacifico; la reforma, por el contrario, predicó la libertad con las cadenas, el pensamiento libre con la su- misión al pensamiento de Lutero, de Calvino i demas jefes. Ellos destruyeron la au- toridad del Papa, para suplantar la suya propia, conmovieron por sus cimientos el orden social, llamaron a la sedición a los pueblos con el grito de libertad, para so- meterlos a los caprichos de su influencia polilica i a los delirios de su espíritu. En efecto, la propaganda de la reforma nada menos tubo que la paz i libertad al anunciarse. Lulero había proclamado la libertad del pensamiento i de ioda autori- dad, de toda institución penosa que contuviese las pasiones; llamó al pueblo a que concurriese a su obra de destrucción católica, i éste naturalmente lójico i obediente a las inspiraciones del nuevo orden relijioso, se desató de todo lo que podía ser odio- so i restrictivo, i no solo realizó el pensamiento de Lulero de destruir la autoridad relijiosa, sino también la temporal i el orden público; pues, si es líe; Lo, decia rebelar- se contra la relijion i lo que oprime nuestro espíritu, ?porqué no contra los que oprimen i coartan nuestra libertad exterior tan preciosa como la de nuestro pensa- miento? A la vista pues de Lutero cuyos discursos habían sido como la proclama de un jencral en el campo de batalla, las paisanos le probaron que su doctrina era fe- cunda i que sabía encender la guerra civil. El pueblo con las nuevas teorías llegó a una insurrección formal que estalló en el seno de la Alemania i se estendió por los cantones de la Suisa, las comarcas del Rhin, la Francia, Turinjia i Sajón ia. Por to- das partes el fanatismo guerrero relijioso iba sembrando la muerte, talando, que- mando conventos, destruyendo castillos i cometiendo espantosas crueldades. Munstcr veia enarbolarse la tolerancia de la nueva relijion por las predicaciones de Rothman que predicaba en las calles levantando el bajo pueblo para cometer profanaciones sacrilegas en los Templos, sobre los altares e imájenes con brutal furor; mientras los visionarios anabaptistas capitaneados por Tomas Muncer que les enseñaba la aboli- ción de toda autoridad como cima de Lodos sus crímenes i extravagancias elejian para constituir aquella'ciudad en la Santa ciuJaddc Sinn. En Suisa ponia su planta, la reformó corno en todas parles a una con el despojo de los bienes eclesiásticos i el destierro de sus Obispos. Francia vió caer la propaganda calvinista sóbrelas principales ciudades, Lyon, Rovuen, Tour i demas, eslendiéndose a las dos terceras partes oc su territorio: se come- tían profanaciones horribles, se arruinaban iglesias, altares e imájenes, se robaban i fundían los vasos sagrados, se inmolaba a los sacerdotes, se quemaban las reliquias de los santos, se sembraba, en una palabra, el suelo francés de cadáveres i se inun- daba en sangre. En los Paises-Bajo, estos fanáticos cometían las mismas devasta- ciones. Cristiano II en Dinamarca hacia perecer a los obispos; quemaba en la plaza pública a su ministro Didrik. Cristiano 111 hacia después aprisionnar en un solo dia a todos los prelados diocesanos del reino, secuestrar sus bienes, i desterrar a ios mon- jes fieles a sus votos, mostrándose clemente solo con los que eran dignos de la reforma ¡pasaban del claustro a una sacrilega unión. En Inglaterra, Enrique YIíJ, hijoprimo- jenito de la reforma plantaba la nueva relijion sobre el cadalso do dos reinas, dos cardenales, dos arzobispos, un eanciller, diez i ocho obispos, trece abades, cin- cuenta priores i monjes, doce duques i condes, treinta i ocho doctores, ciento sesen- ta i cuatro jentiles hombres, ciento ochenta nobles, ciento diez mujeres i gran número de hombres del pueblo; i lodo esto no era mas que el ensayo de la refo^ 42 —332 mn, la primera lección dada .a Eduardo e Isabel. Esla gloriosa reina vírjen como la llamaron los reformados, hacia perecer los católicos por centenares, i establecía la Alta Corte de Cometion para estirpar los herejes , i según el testimonio del imparcial Cobbet «hacia poner todos los dias en la tortura desgraciados para arrancarles imajinarios secretos, i despedazar hombres i mujeres culpables de haber oido la misa.» No es posible describir todos ios tormentos que se aplicaron a los católicos bajo el imperio de esta hipócrita reina; baste decir que sesenta i un pres- bíteros i muchos hombres i mujeres fueron condenados al suplicio de los traidores, esto es, a ser ahorcados, en seguida abrirles el pecho, arrancarles el corazón i cor- tar en cuatro parles los demas miembros. A Escosia e Irlanda fue preciso llevar la tolerancia relijiosa en la punta de las bayouclas juntamento con el cadalso i despojos do todo jéncro. En Berna se imponían mullas a los que no concurrían a oir a los predicadores reformados. En Vaud se establecían espías secretas para dar cuenta a los jueces de la doctrina de los hermanos. El apóstol de Jinebro no era mas mode- rado. «Galvino, dice M. Galif jinebrino reformado, estableció el réjimen de la into- lerancia mas feroz, supersticiones las mas groseras, dogmas los mas impíos.» Du- rante el período de su apostolado en Jinebra por todas partes se tropieza con cade- nas, postes, pez derretida, fuego, azufre, i siempre sangre i suplicios, de los qua son un buen ejemplo los de Casthliou ; Juan Cruel, P»osct, Miguel Servel i la afren- ta de Clemente Marot (I). En todos partes en donde apareció la reforma ha ido acompañada de todo este cortejo de opresión, sin que jamas adoptase otra propa- ganda que las coníiscaciones, destierros, los suplicios i la mueite: de suerte que los pueblos presentaron el desolante aspecto que describiré con la ¡lustre pluma de La- Mennais. ¿«Para pintar esla escena espantosa de de dosórdenes i de crímenes, de disolución i carnicería: esta orjía ce doctrinas, este confuso choque de lodos los in- tereses i pasiones, esta mezcla de proscripción i fiestas impuras, esos gritos de blas- femia, osas canciones fatales, ese ruido sordo i continuo del martillo que demuele, del hacha que hiere las víctimas; esas detonaciones terribles i esos rujidos de ale- gría, lúgubre anuncio de una vasta matanza: esas ciudades viudas, esas riveras encum- bradas de cadáveres, esos templos i pueblos reducidos a cenizas, i el asesinato i el deleite i ios lloros i la sangre, seria preciso tomar prestada al infierno su lengua, como algunos monstruos lomaron de él sus furores.» Hé aquí un lijero bosquejo de la mansedumbre con que se auunció en el mundo la relijion que se lia llamado tolerante. El método de su propagación fué ganarse a los príncipes por medio de humillaciones indignas i principalmente por el atractivo de las confiscaciones i el despojo de los bienes eclesiásticos, para que al protejer cón su espada la nueva relijion defendiesen sus propios aunque ilojí timos intereses. Lu- lero, Melanclhon, C alvino, arrodil ladosjan te el trono de los reyes, i deletreando palabras de venganza i de sangre, son por cierto mas cabal modelo do un benéfico aposto- lado!! Llamando a ¡os pueblos a la venganza contra el jefe común de la cristiandad, arrojándose sobre todas las creaciones del jenio cristiano para destruirlas, quemando los templos, inmolando obispos, sacerdotes i monjes, i rompiendo la clausura i los monasterios de ambos sexos, los jc-es de la reforma rasgaron la unidad déla Iglesia, para erijirse no solo en déspotas relijiosos de los pueblos seducidos, sino también para entregarlos atados de piés ¡ manos a los soberanos temporales. En vez del Papa que mandaba a lo menos por el derecho de las antiguas prescripciones i que había acostumbrado .a sus gobernados a una autoridad paternal, se ponían Lulero, sin mas titulo que su impiedad, Enrique VIII i demás principes reformados que (1 Se refiere que Cdvino hizo pasear a este en camisa por las calles i azotarlo cu las plaza» pú- blicas. I -333— asmnian la autoridad relijíosa i temporal, Calvino que hacia quemar a los que no eran de su Opinión i que inundaba en sangre a Jinebra. En vez de derecho hicieron imperar su voluntad, en vez de disciplina eclesiásiásíica las mas ridiculas imajína- ciones, en vez de moral las máximas mas cínicas, i en vez de tolerancia el réjimen mas arbitrario ¡ deopólico. Es verdad que los principes i pueblos católicos derramaron a su turno la sangre reformada, pero lo hicierou con el derecho cou que lodo hombre se defiende de una injusta agresión; con que un gobierno sofoca una rebelión i sacrifica el bienjencral a los perturbadores del orden. Siempre fueron los protestantes los primeros que se pusieron en campaña. Efectivamente a ellos tocaba la ofensiva, pues que ellos ha- bían declarado la guerra i obraban como verdaderos revolucionarios. Los principes que abrazaban la reforma ademas de recibir en premio el boíin de los bienes eclesiásticos, i de verse convertidos en pontífices sumos i en dueúos absolu- tos de la conciencia i vida de sus pueblos, veian en el protestantismo el medio de sustraerse a al único principio en esa época favorable a ¡os subordinados: el Papa- es el juez i el árbitro en la causa de los príncipes; principio que de una parte po- uia limites a la rebelión, i de la otra los señalaba, con su saludable mediación, al despotismo de los gobernantes. No era pues estraña la conducta de los reyes, condes i duques, que favorecían decididamente ol movimiento convulsivo i asolador de la reforma i se ponían a la cabeza de su empresa de violencias i de muertes. No bai pais (I), dice Voltaire, en que haya aparecido la relijion de Lutcro i de Calvino, sin que corriese en él la sangre. Hé aquí la relijion que se decia predicar la fraternidad i la libertad; que venía a destruir el despotismo i a hacer triunfar la verdadera doctrina de Cristo. Desde queso presentó en el mundo, dejó verla ironía que encubrían sus mentidas palabras, por sus frutos se debió luego conocer la sinceridad de sus dichos. Sus apóstoles pedían tolerancia en todas partes, i quemaban a los que no pensaban como ellos, descuarti- zaban otros, ponían innumerables en la tortura por haber oído misa. Destruían el réjimen papal i el gobierno legal eclesiástico, i se armaban de! acero, ialsondel canto hél ico de intolerancia recorrían los pueblos matando, cometiendo excesos cxcecrables, reduciendo a cenizas las ciudades i los objetos mas caros a los pueblos, sus templos, sus tradiciones cristianas: i todo en nombre de la depuración relijíosa, de la intole- rancia universal. Con razón decia un miembro de la Convención francesa: «No ha- bléis mas de inquisición, habéis perdido el derecho. La libertad está en vuestros decretos, i la persecución despedaza a la Francia.» La historia del protestantismo es la historia de las persecuciones del paganismo contra nuestra santa relijion. La historia de los cadalzos relíjiosos en todas las naciones en que ha dominado, historia que ha destruido la fe en que aun era posible que el hombre fuese consecuente; que con sus subdivisiones infinitas ha des- alentado a los espíritus de poder hallar la verdad relijíosa; la que ha agolado las fuentes de donde se alimentaban las almas da ideas espirituales i las ha dirijido en linca recta a la materia; la que, por fin, ha causado los grandes males de nuestra época. ¿Que otra cosa podia esperarse sino el indiferentismo de sus dogmas contra dicterios i abuso jeneral que se hace de las palabras mas seductoras, para despo- jarlas en práctica de su sentido? Aun la revolución francesa que abolióla relijion católica, que degoyó sacerdotes sin número i puso a precio sus cabezas, con lo- dos sus furores i crímenes, responsable del mas bárbaro intento que haya trasmitido la historia de las revoluciones , de proyectar un subterráneo que trasmitiese a un caudaloso rio la sangre que derramaba en nombre de la liber- (1) Síécle ds Louí5 XIV; c. 33. • — 334— tid i en odio do la relijion, q:ie hacia temblar la Francia i al mundo entero, es ahora mirada por los mismos seguidores del protestantismo (l) como una conse- cuencia de les principios de la reforma; pues todos esos crímenes i horrores en fin, i esa sangre han nacido desde su principio jencrador. Por mas de dos siglos el protestan- tismo no ha dado un solo paso hacia la tolerancia: i en nuestros dias, cuando el sen- timiento reiijioso se haya debilitado por la indiferencia, que mas estragos ha hecho entre los reformados qae entre los católicos ¿cuáles son las naciones que tienen im- pugnado el azote do la intolerancia? La prensa publica diariamente las violencias mas injustificables de parte de los protestantes. Los gobiernos i los pueblos reforma- dos se muestran hoi dia dignos susesores de sus antepasados. Verdad es que una nueva causa ha venido a despertaren ellos ei ardor fanático de los pasados tiempos. Gomo el paganismo agonizante revivía por el ascendiente de los que miriban en él su propia conservación, el protestantismo, sin fuerza interior, sin vida propiamente dicha, solo se mantiene por el apoyo de la política, les cuantiosas rentas i cómoda vida de sus pastores: la indiferencia de la mayoria le vale también un estorbo a su completa ruina, que seria inevitable si los espíritus distantes de las apasionadas lu- chas del siglo XVI, quisiesen tomarse ! i pena de examinarlo. La causa que reanime el celo de los pretendidos reformados i que les obliga a hacer revivir las antiguas leyes contra el catolicismo, es el descrédito en que cae su sistema i las continuas de- serciones de sus mejores hijos, que diariamente se ven volver al seno de la Iglesia católica. Estas pérdidas que lamentan no son compensadas con nuevas adquisicio- nes. Los qne se convierten al catolicismo son los hombres distinguidos por su cien- cia i virtudes, como lo reconocen los mismos reformados, mientras que la rara vez que algún católico apóstata de su fé es de tal condición que no tienen los protestan- tes motivo de hacer gran ruido en su conversión (2) Lo mas selecto del protestan- tismo pasa a la Iglesia católica: solo la corrupción determina a algún católico a ha- cerse protestante. Para los malos católicos solo ha i catolicismo o indiferencia, pero nadie piensa en sujetarse a las locuras de Lulero o de Calvino.. He .aquí la causa que ha producido nuevamente en las naciones protestantes una efervescencia rclijiosa que nunca deja de ir acompañada de tropelías i despojos según costumbre. Es un hecho palpable que salta a la vista tíel toónos observador, que el materia- lismo a que han sido conducidos los espíritus por la reforma ha imprimido en sus seguidores un grosero carácter que se manifiesta en casi todos los actos de la vida Veamos un ejemplo cnjiNorle-América tierra clásica del protestantismo. Se trata del absurdo rumor de que una novicia es detenida por la fuerza en el convento de Ursu. linas? pues sin recurrir siquiera a las autoridades, ni a otros arbitrios que pudieran ser mas legales, sin atender a la publicidad que por todo el mundo tornan los hechos en nuestra época, en una palabra, sin ninguno de los miramientos que exije ia civi- lización, se junta en muchedumbre un pueblo tosco, queman el convenio i la capi- lla, destrozan cuanto locar sus manos (3) Se trata de recobrar cierta joven apellida, da Corcoran, crlóüéa seducida para su secta por un bauslisla i recobrada por las amo- nestaciones de su católica madre, que huye con su querida hija del lugar de la se- ducción,, pues aparecen en todas partes, grandes carteles convidando al pueblo a lugar i hora fija, i se presentan siete mil personas cercado una capilla Irlandesa a bus- cara la perdida. «Quién sabe si la han envenenado, si la han apresado en algún con vento» i a la voz de mueran los católicos , atacan la capilla, despedazan rejas i bentanas i solo se disipa el tumulto ante las ballouctas de la fuerza armada. Mién- (1) Tales son Wolfg, Menzel, Mazas, citados por Alzopc. i, a. paj, 406. [2; El ejemplo de Acliüli, monje impúdico, atacado por los mismes protestantes, lo prneba. (3) Univers. n. 7S año 1852, — 335 — tras tanto el Obispo de Bostón alcanza a contener a los Irlandeses reunidos para defender su templo: con todo, losdiarios de'csta ciudad añadían: «la conmoción reco- menzará si la joven no parece» La cultura i tolerancia del pueblo americano penetrado de las máximas del protestantismo aparecen en todos sus hechos!! ese pueblo no en- tiende sino de tumultos fanáticos desconocidos entre los católicos! De otra arma vedada aunque no menos segura hecha mano la intolerancia del Norte; la inala fé en la publicidad de los hechos. Ello es deshonroso; un crimen ante Dios i los hombres civilizados: pero como ser dirije a perseguir a una relijlon que aunque libre según la constitución es odiada, no deja por eso de emplearse. El protestantismo necesita del apoyo de las obras de mentira para subsistir. Cuando arriba a Nucva-York algún buque de Europa las noticias referentes a la Itolia se desfigure monstruosamente en la primera comuni- cación telegráfica que se dá de la sustancial que traen los periódicos. Ya aparece en Roma el martirio de algunos desgraciados inmolados por haber abandonado el cato- licismo i tomado parte en la revolución de 49, ya el rei de las dos Cicilias asistien- do al sup'icio de sus subditos, i estas noticias que se transmitieron con la prontitud de la electricidad causan una impresión funesta en los ánimos. Después de publicar los detalles se ve que los mártires eran unos malhechores ajusticiados i el suplicio de los napolitanos simplemente una amnistía. A veces in- terviene una fría retractación que no lodos leen, i a veces no, i el golpe no deja de estar dado i la mala impresión causada: ¡lodo cabe en la tolerancia protestante: mala fe, tumultos e incendios! ¿i contra quienes? conira los mas pacíficos de cuantos pro- fesan alguna relijion. ¡Cuán c;erla es la ospresion del sabio C inlú «en Norlc-Ainerica se estableció la tolerancia en las leyes pero no en las costumbres. «! (I) La misma causa esto es, ¡a disolución del protestantismo, la pérdida frecuente de sus mas ¡lustres miembros que irrita sus secuases produce en las naciones del vie- jo mundo los mismos resultados. Noh iré mas que citar brevemente hechos recientes que ponen en transparencia la conducta despótica ejercida por los mismos que en sus escri- tos i discursos parlamentarios i en sus leyes fundamentales profesan una amplia tolerancia. No están mui distantes aun de nosotros mil acontecimientos famosos que revelan el fondo inagotable de intolerancia que se abriga en el corazón del protestante. La América del Norte no hace mas que seguir las huellas que le ha trazado el fanatismo de la reforma en todas las naciones que ha dominado. ¡Ignominia i deshonra eterna gravada con caracteres indelebles en la frente del protestantismo! No hai una sola nación de ¡as que le están sometidas que haya escapado al azote con que so com- place en gobernar. Bijo esta base se introdujo, asi se ha mantenido, i así persevera para desgracia de los hombres: i mientras c*l catolicismo se muestra como siempre, benéfico, él solo mantiene la memoria de las persecuciones relijiosus de los pasados tiempos. La prensa revela casi diariamente algún nuevo atentado del espí- ritu protestante. Desde la Pnisia hasta la Union del Norte de América, se pasca ese espíritu de intolerancia i de fiereza que le acompaña. En Inglaterra se prohíben las procesiones del culto católico aun en pueblos del campo (2), i después de haberlas practicado por muchos años sin inconveniente, i de estar asegurada legalmentc la libertad de todos los cultos, se persiguen hasta las simples denominaciones eclesiás- ticas en el arreglo de la jerarquía católica, i lo que no hacen las naciones que pr ofesan nuestra reüjion aun con los herejes o apóstatas, se quema publicamente la cíl j se del que doscientos millones de hoaibres civilizados miran como su verdadero padre en Je- (1' Totr. 30 páj. 320 (2) Univers de 3 de julio de 1832. —336— irticrisfo. En Escosi.i, el pueblo protestante tn miso se amotina para arrojar (l) de la ciudad da Grecndck a los católicos; se les hace una innoble guerra complotándoso para no emplearlos en los talleres, depone la autoridad a los ajenies de policio católi- cos, i dejando hacer impunes los delitos contra ellos, o administra la justicia con una evidente parcialidad. Este modo de hacer justicia en los protestantes, lo tie- nen bien sabido a costa suya los católicos de Londres i París: pues no hace largo tiempo que han esperimenlado cuánto cuesta la justicia inglesa con motivo de las turbulencias i calumnias forjadas contra el catolicismo por el famoso monje apóstata Achilli. El ilustre New rain ha tenido que pagar veinte mil libras esterlinas por haber hecho conocer en Londres a Achilli cuya, vergonzosa vida (2) corría impresa desde diez i ocho meses antes. Los protestantes en su deseo creyeron que el nuevo convertido podría pasar como honrado, i esto valia bien el sacrificio del ilustre doc- tor del oratorio i de los católicos de Europa que se apresuraron a llenar esa suma. Del mismo modo entienden la tolerancia la Dinamarca i Prusia, i en jencral todas las naciones modernas en que domina el protestantismo. En Alemania, al Jado de veinte i dos millones de católicos (3) viven diez i ocho millones de protestantes, i mientras estos gozan de una docena de universidades, la opresión i la malevolencia protestante, que cuándo mas, hace promesas que no cumple, ha podido hacer que los católicos no dispongan de una sola que. Ies pertenezca esclusivamt nte. Si recordásemos por fin las maniobras que se han puesto en juego en Prusia (4) para perseguir el catolicismo, la mala fe en tos pactos con la Silla Apostólica, las de- posiciones de los profesores católicos, el destierro de Clemente Augusto, tendríamos una prueba mas de la tolerancia actual del protestantismo. Antes de concluir haré mension ce mi ilustre predecesor el señor don Diego An- tonio Eiizondo Obispo de la Concepción. Me basta recordar su nombre para desper- tar al momento el sentimiento de la pérdida que esta ¡lustre corporación ha sufrido por su muerte, da los talentos i vasta capacidad que le adornaban. Su lugar reempla- zado por mi queda siempre vacante ante la ciencia. En la historia de la Universidad el señor E izondo ocupa lia un puesto distinguido que yo no puedo llenar. Su preclara inleüjencia, su injenio penetrante le elevaron a la cima de los conocimientos tcólicos i jurídicos de su época, así como su espíritu relijioso le había dirijido al santuario. Kabia recorrido casi todos los grados de la jerarquía: había desempeñado el minis- terio parroquial, la canonjía doctoral, la majislratura eclesiástica; había sido elevado al episcopado por el señor Gregorio XVI; desempeñaba el cargo de la autoridad diocesana en una remota provincia cuando su destino le trajo a terminar sus dias cerca de nosotros. Pero sus talentos no han muerto i su memoria servirá siempre en la marcha de esta corporación para vigorizar sus hanclos por ios progresos de la ciencia. líe dicho. (t) Noticia cam anisada por el Univcrs referente ai año antepasado. (2j Unlvers d.'I i do julio do 1332. (3) ünivers do 29 de junio de 1832. ti) Federico Guillermo iii reí de Prusia, 1828, casó con una dama católica i la hizo luterana: su hijo casó cou una princesa católica de Baviera, 1 la hizo luterana, mientras (¡ue se gritó de escóndalo i prevaricación porque se hicieron católicos el cunde ingenhoim, la duqueso Aiihaltcoclen. Bee- kendorf, Consejero de Estado, quiso ser católico i perdió su puesto. Fueron depuestos por la misma causa los paofesores Freundclfeld, Jocke i Pbilipps. No contento de esto persecución Guillermo ül 1 de recompensar con empleos i dinero ht aposlasia de los calól eos, empicó un medio pérfido para iogaarla: enviaba observadores protestantes a las provincias católicas con órden de insinuarse en las primeras familias católicas i do que tomasen en ellas esposa, i después los trasladaba a mejores puestos donde la pobre jóven tío encentrase ni iglesias ni socerdotes católicos i aposlasiase. Después arreglado este asunto con Pió VMÍ quedó el gobierno prusiano de comunicar a los obispos la reso- lución del Papa, i no lo hizo, i oculto el Breve, c hizo redactar nna convención maligna para lograr su objeto i cumplir aparentemente con su palabra. Elemente Augusto Arzobispo de Colonia fuá desterrado por no haber ejecutado esa convención. El Arzobispo de Gressii i Posea fu i también apresado por el mismo motivo. — 337 — Santiago, mayo 9 de 1853. En cumplimiento del art. 35 del Reglamento interior del Establecimiento remito a II. S. copia del acta de la sesión que, en conformidad a lo dispuesto en el art. 33 del mismo Reglamento, celebró el Consejo de Profesores el dia 22 de noviembre úl- timo, i de las que en los dias 20, 21 i 22 de Diciembre siguiente celebró también pa- sa la elección de los alumnos que debian ser premiados por su buena conducta i aprovechamiento en el año escolar que terminaba. Dios guarde a lT.S. Antonio Ramírez. Al señor Rector de la Universidad. ACTAS de las sesiones celebradas por el Consejo de profesores del Instílalo Nacional con el fin de discer?iir a los alumnos de ese establecimiento los premios correspo7idienles al último año escolar. SESIGH DEl 28 GE BSCisíílBBE DE 1352. Se abrió presidida por el señor Rector, eon asistencia de los señores profesores don Miguel Luis Amnnálegui, don José Rasterrica, don José Benitcz, Fr. José Benitez, don Juan Bianchi, don Ramón Brísalo, don Saluslio Cobo, don Enrique Cood, don Antonio Franco, don Francisco Herrera, don Feliz Jirón, don Guillermo Antonio Mo- reno, don Baldomcro Bizarro, den Antonio Ramírez, don Raimundo Silva, don Fran- cisco Vargas i el Secretario. Leida i aprobada el acta de la sesión anterior del 22 de Noviembre, el señor Rec- tor espuso al Consejo que el alumno don Samuel Claro, que había sido escluido pa- ra el año entrante del Establecimiento en virtud del acuerdo del Consejo en su se- sión anterior, había obtenido voto de distinción en uno de sus exámenes, i por con- siguiente proponía al Consejo revocase con respecto a él dicho acuerdo. El Consejo, lo revocó por 16 votos contra uno. Después de esto se pasó a designar los alumnos que por su conducta, aplicación i aprovechamiento deben obtener premios, conforme lo dispone el articulo 124 del Reglamento interior en el Orden siguiente— — 338 — tlaife do MoraS & Derecho jVaüira!. Fueron propuestos cu el orden siguiente — D. Domingo Artenga « Juan Bautista Méndez. « Baldomcro Frías. « Juan Francisco Campos. « Ramón Cerda. « José Lorenzo Guzman. « Pedro Montes. Obtuvo el l.er premio don Domingo Arteaga por 17 votos contra I que obtuvo don Pedro Montes; i el 2.° clon Juan Bautista Méndez por 12 votos contra 4 que obtuvo ■don Baldomcro Frías i 2 don Juan Francisco Campos. Clase de Literatura e BiisSoria Literarin. Fueron propuestos En primer lugar En 2.° * 3.° 4. '» 5. ° 6. ° 7.° D. Domingo Arteaga. « Lorenzo Guzman. «* Juan Bautista Mendez. a Baldomero Frias. « Julio Zegers. « Juan Francisco Campos. « Marcos Donoso. « José Gabriel Palma. Se adjudicó el primer premio a don Domingo Arteaga por 13 votos contra í por don Lorenzo Guzman, a quien se adjudicó el 2." por 11 votos contra 7 por don Juan Francisco Campos, después de una votación en que don Lorenzo Guzman obtuvo 9 vo- tos, don Juan Francisco Campos 7, don Juau Bautista Mendos 1 i otro don Julio Zegers, Ciarse de Fundamentos de la Fe íinnl. Se propusieron en el orden siguiente: Don Juan Bautista Mendez. « Domingo Arteaga. « José Lorenzo Guzman. « Arislodemo Mardones. n Julio Zegers. » Ramón Cerda. « Juan Francisco Campos. Fue electo para el primer premio don Juan Bautista Mendez por 14 votos contra 4 por don Domingo Arteaga, a quien se elijió para el 2.° por 13 votos contra 4 por don José Lorenzo Guzman i uno por don Juan Francisco Campos. Clase líe iBgico!ojáa i JLójica. Fueron propuestos en el orden siguiente: Don Bernardo Osorio. « Manuel Amunátegui. « Eulojio Altamirano. « Bernardo Lira « Luis Urzúa. « Samuel Valdes. « Nicanor Vidal. « José Tocornal. Se adjudicó el primer premio a don Bernardo Osorio por 14 votos contra 4 por don Manuel Amunátegui, a quien se elijió para el 2.° por 15 votos contra 2 por don Ber- nardo Lira i uno por don Eulojio Altamirano, Ciaste de Literatura (printer año.) fueron propuestos en el orden que sigue; Don Manuel Amunátegui. « Eulojio Altamirano, a Bernardo Lira. « Marcos Donoso. « Luis Urzúa. a José Tocornal. « Julián Avalos, « Cárlos Rogers. Obtuvo el primer premio don Manuel Amunátegui por 15 votos contra 2 por don bernardo Lira i 1 por don Eulojio Altamirano, quien obtuvo el 2.° por 1 4 votos con- tra 2 por don Bernardo Lira, 1 por don Marcos Donoso i 1 por don Luis Urzúa. Clase de Historia Moderna fiara los del 8." año de Filosofía, Fueron propuestos en el orden siguiente: Don Ramón Cerda. « Juan Francisco Campos. « Juan Bautista Mendez. « José Gabriel Palma. « Domingo Arteaga. Se adjudicó el primer premio a don Ramón Cerda por 1 1 votos contra 4 por don Juan Francisco Campos, 1 por don Juan Bautista Mendez, 1 por don José Gabriel Palma i 1 por don Domingo Arteaga. El 2.° se dió a don Juan Francisco Campos 13 votos contra 5 por don Juan Bautista Mendez. 43 ■ — 340— ' Mi&torin Moderua i de Américn Fueron propuestos En primer lugar. En segundo lugar. 3. ° 4. ° 5. ° 6. ° Don Luis Urzúa. « Manuel Amunátegui. « Bernardo Lira. « José Tocornal. « Julián Abalos « Bernardo Osorio. « Filidor Cubillos. Fué electo para el primer premio don Luis Urzúa por 11 votos contra 4 por don Manuel Amunátegui, 2 por don Bernardo Lira i \ por don José Tocornal, i se cli- jió para el 2.° a don Bernardo Lira por 11 votos contra 7 por don Manuel Amuná-' tegui. Clase de Fueidamentos de Ir» Fe (primer año). Fueron propuestos En primer lugar. Don Manuel Amunátegui. « Bernardo Lira. « Eulojio Altamirano. « Bernardo Osorio. 2. ° a Luis Urzúa. 3. ® « José Tocornal. En la votación para el primer premio don Manuel Amunátegui obtuvo 8 votos, don Eulojio Altamirano G, don Bernardo Lira 3, don José Tocornal 1 ; i no habiendo mayoría absoluta se repitió la votación entre don Manuel Amunátegui i don Eulojio Altamirano, que obtuvieron el mayor número de votos, i resultaron 9 votos por cada uno de estos señores. Repetida, de nuevo lo obtuvo don Eulojio Altamirano, por 10 votos contra 8 por don Manuel Amunátegui. En la votación para el segundo premio, don Manuel Amunátegui obtuvo 7 votos, don Bernardo Osorio 4, don José Tocornal 3, don Bernardo Lira 2, i don Luis Urzúa 1. Repetida entre los señores Amunátegui i Osorio por no haber habido mayoría absoluta, lo obtuvo el primero por 4 3 votos contra 5 por el segundo. CSase 5.a «5© UumanifB&des. Como el profesor no propuso mas que a los señores D. Jorje Huneus. » Manuel Domingo Bravo. Se tomó una sola votación, en la que don Jorje Huneus obtuvo 16 votos i 2 don Manuel Domingo Bravo, resultando el primer premio por don Jorje lluneus i el segundo por don Manuel Domingo Bravo. —su- cia»© *1© Física elemental. Fueron propuestos: En primer lugar D. Bernardino Ossa. En segundo id. » Francisco Basterrica. En tercero id. » Domingo Fernandez. En id. id. » Jacobo Gandarillas. En cuarto id. » Francisco Cerda. » Ramón durillo. » Jorje Huneus. Obtuvo el primer premio don Bernardino Ossa por 13 votos contra 3 por don Francisco Basterrica, quien obtuvo el segundo por 13 votos contra 4 por don Do- mingo Fernandez i uno por don Jacobo Gandarillas. Clase «3© iaagles fiaaal. Fueron propuestos en el orden siguiente: D. Camilo Cobo. » Orestcs Tornero. » Julio Blest. » Juan Antonio Venegas. Se adjudicó el primer premio a don Camilo Cobo por 12 votos contra 4 por don Orestes Tornero, 1 por don Julio Blest i uno por don Juan Antonio Venegas, i el segundo a don Orestes Tornero por 13 votos contra 3 por don Julio Blest i 2 por don Juan Antonio Venegas. Cfias© 4.a «3© MtRmsmidade», Fueron propuestos en el orden siguiente: D. Camilo Cobo. » Sótero Cundían. » Carlos Casanueva. » Juan Antonio Venegas. » Miguel Cruchaga. » Pedro Nolasco Aspillaga. » Gabriel Vidal. » Bal tazar Sánchez. » Mariano Sánchez. » Luis Goicolea. Se elijió para el primer premio a don Camilo Cobo por 14 votos contra 1 que ob- tuvo don Sótero Cundían, 1 don Juan Antonio Venegas, 1 don Baltazar Sánchez, 1 don Mariano Elias Sánchez; i para el segundo a don Sótero Gundian por 1 1 votos contra 3 por don Miguel Cruchaga, 2 por don Pedro Nolasco Aspillaga, 1 por don Juan Antonio Venegas i 1 por don Baltazar Sánchez. Siendo la hora avanzada, se levantó la sesión quedando en tabla para la siguiente este mismo asunto.— jóse manuel oprego —Gabriel Izquierdo, Secretario. SESION DEL 21 DE DICIEMBRE DE 1852. Por ausencia del Rector, presidióla el señor Yice Presidente don Ramón Briseño, i asislislieron los señores profesores don Miguel Luis Amunálegui, don José Basle- nica, don José Eenitez/.frai José Beniícz, don Juan Bianchi, don SaluslioCobo, do» Enrique Cood, don Antonio Franco, don Félix Jirón, don [Francisco Herrera, don Guillermo Antonio Moreno, don Baldomcro Pizarra, don Antonio Ramírez, don Rai- mundo Silva, don Francisco Vargas, don Diego Whittaker i el Secretario. Leida i aprobada el acta de la sesión anterior, se procedió a asignar premios a los alumnos que en las clases que no se alcanzaron a designar en la sesión anterior, lo merecían, i se procedió como sigue: Oase de ILaísaa firaaS. Fueron propuestos en el orden siguiente: Don Juan Francisco Campos* « Domingo Arteaga. «• Lorenzo Guzman. « • Baldomcro Frias. « José Gabriel Palma. En la votación para el primer premio don Juan Francisco Campos obtuvo ti vo- tos i don José Gabriel Palma 1. Para el segundo premio don Domingo Arteaga ob- tuvo 6 votos, don Baldomcro Frias 6 i don José Gabriel Palma 3. Repetida entre los señores Frias i Arteaga, el primero obtuvo 12 votos i el segundo 3. Recayó por con- siguiente el primer premio en don Juan Francisco Campos i el segundo en don Bal- domcro Frias* Cíase del segcmcSo año CáeutisfiSc© «le Maícmtítieas. Fueron propuestos En primer lugar don Augusto Jil. Don Ciborio Manlerola» « Telésforo Jlandiola. En segundo lugar. Obtuvo el primer premio don Augusto Jil por unanimidad, i el segundo don Te- lésforo Mandiola por 10 votos contra G que obtuvo don Ciborio Manlerola. Clase de laisíoria «He la Edad media. El profesor no propuso mas que a Don Augusto .til * k Manuel Aceituno. En la votación que se tomó don Augusto Jil obtuvo 1 1 votos, i don Manuel Acei- tuno 6, resultando el primer premio por don Augusto Jil i el segundo por don Ma4 nucí Aceituno» 343- J Clrtse cíe vhlla «Se Jesii-Cristo e Historia EdeMiásticn. Fueron propuestos en el orden siguiente: Don Augusto .Ti!. « Fernando Liona. « Juan de Dios Merino. « Liborio Manterola. Se adjudicó el primer premio a don Augusto Jil, por 15 votos contra uno que ob- tuvo don Fernando Liona, quien obtuvo el segundo por 12 votos contra 3 por don Liborio Manterola i uno por don Juan de Dios Jlerino. ©ira Clase «Se vida «Se «Pesu-Cristo e Historia Eclesiástica. Fueron propuestos como sigue: Don Migue'.Cruchaga. « Cárlos González. « Camilo Cobo. « Gabriel Vidal. . « Luis Goicolea. « Mariano Sánchez. « Cárlos Casanueva. « Salomé Cruz. Füé electo para primer premio don Miguel Cruchaga por unanimidad, i para el segundo don Cárlos González por 12 votos contra 3 que obtuvo don Luis Goicolea i 2 don Mariano Elias Sánchez. Clase «Sel primea* aüao Cientíísco ele Matemáticas. Fueron propuestos en el orden siguiente: Don Gaspar Vidal. « Eraricisco Riobó. « Cárlos Espinosa. « León Qrliz. « Elias Montaner. Obtuvo el primer premio don Gaspar Vidal por unanimidad, i e! segundo don Francisco Riobó por 16 votos contra 1 que obluyo don Cárlos Espinosa. Clase ele Gramática Castellana. Fueron propuestos como sigue.1 Don Francisco Riobó. « Cárlos Espinosa. « Urbano Mena, Se adjudicó el primer premio a clon Francisco Riobó por unanimidad, i el segundó a don Garlos Espinosa por 14 votos contra 3 por don Urbano Mena. E) profesor de — 3Í 4 — esta clase recomendó como mui digno de una mención honrosa a don José Miguel \ alenzuela, que aunque no era alumno de esta clase, era superior a todos. Clase de historia ESesnaaaa. Fueron propuestos en el orden siguiente.* Don Gaspar Vidal. « Carlos Espinosa. « Francisco Javier Gómez. « Elias Montaner. Fué electo para primer premio don Gaspar Vidal por 15 votos contra 1 por don Carlos Espinosa, a quién se elijió para el segundo por 11 votos contra 3 por don Francisco Javier Gómez i 3 por don Elias Montaner. Clase «le historia Sagrada. Fueron propuestos como sigue: Don Venancio Escandía. « José Molina. « José Antonio Carbajal. « Pedro Bustamante. « Elias Montaner. a Elias Cruz. Obtuvo el primer premio don José Molina por 10 votos contra 6 por don Venancio Escandía i el segundo don Elias Montaner por 9 votos contra 7 por don Venancio Escandía. Cíase tercera de huannmdades i Fueron propuestos: Don Narciso Goicolea. « Enrique Deputron. « Rafael Salas. « José Miguel Valdes. « Estevan Ortúzar. o Oscar Viel. Se adjudicó el primer premio a don Narciso Goicolea por unanimidad, i el segun- do a don Enrique Deputron por 11 votos contra 3 por don Estevan Orluzar, 1 por don Rafael Salas i 1 por don José Miguel Valdes. Otra clase tercera de htimanidadea. Propuestos: En primer lugar Don Juan Manuel Rodríguez. « Guillermo Andrés González « z. « « Benjamin Moyano. «i 3.# * « Pacían Eehavarria. —345 — Fué electo para el primer premio don Juan Manuel Rodríguez por 15 votos con- tra I por don Guillermo Andrés González, a quien se elijió para el segundo por 10 votos cantra 5 por don Benjamín Moyano i 1 por don Pacían Echavarría. Cías» *3» Historia Sagrada. Fueron propuestos en el orden siguiente: Don Nicanor Martínez. D. Narciso Goicolea. » Enrique Depulron. » Telésforo Yergara. » Eulojio Fuentes. » Ejidio Jara. Obtuvo el primer premio don Nicanor Martínez por 10 votos contra 6 por don Narciso Goicolea, quien obtuvo el 2.° por 12 votos contra 2 por don Enrique De- pulron i 2 por don Telésforo Yergara. Cías» ®.a «Se Humanidades» Fueron propuestos: — En 1.er lugar: — D. En 2.° id.: — j Moisés del Fierro. Juan Agustín Alcalde. Eduardo Squella. Carlos Sánchez. Pedro José Palacios. En la votación para el primer premio don Moisés del Fierro obtuvo 9 votos, don Juan Agustín Alcalde 4 i don Carlos Sánchez 3; para el 2.° premio don Juan Agus- tín Alcalde obtuvo 8 votos, don Eduardo Squella 4 i don Carlos Sánchez 4. Repetida entre estos tres señores, por no haber habido mayoría absoluta, obtuvo el señor Al- calde 7 votos, 5 el señor Squella i 4 el señor Sánchez. Repetida de nuevo entre los señores Alcalde i Squella, el l.° obtuvo 9 votos i el 2.° 7. Recayó por consiguiente el primer premio en don Moisés del Fierro i el segundo en don Juan Agustín Alcalde. fiípa clase S.a ele Humanizadles. Fueron propuestos en el orden siguiente: En t.cr lugar D. Gabriel Montenegro. *» » » José Antonio Lira. » d » Eduardo Moya. En 2.° » » Andrés Rojas. Se adjudicó el primer premio a don Gabriel Montenegro por 12 votos contra 2 por don José Antonio Lira i 1 por don Eduardo Moya i t por don Andrés Rojas; i el 2.° a don José Antonio Lira por 9 votos contra 7 por don Eduardo Moya i 1 por don An- drés Rojas. Clase de düicijo natural. Fueron propuestos como sigue: D. Claudio Pinto. » Lisandro Prieto. » Eduardo Squella. » Moisés del Fierro. Fue electo para el primer premio don Claudio Prieto por l i votos contra 1 por don Lisandro Prieto i 1 por don Eduardo Squella. Para el segundo se elijió a donLi- sandro Prieto por 13 votos contra 2 por don Eduardo Squella i 1 por don Moisés del Fierro- Clase de Catecismo fina!. Fueron propuestos en el orden siguiente: D. Francisco Prieto. » Juan Agustín Alcalde. » Vicente Palazuelos. » Eduardo Squella. » Juan José Velasco. » Miguel Varas. Obtuvo el primer premio don Juan Agustín Alcalde por 10 votos contra 7 por don Francisco Pinto, qnien obtuvo el segundo por 11 votos contra 4 por Eduardo Sque- lla i 2 por don Vicente Palazuelos. Ciase de teneduría de libros. Fueron propuestos como sigue: D. Ramón Villola. » Isidoro Silva. » Pedro José Perez. » Benjamín Yaldez. Se adjudicó el primer premio a don Ramón Villota por unanimidad i el segundo a don Isidro Silva también por unanimidad. Ciase de Catecismo final. Fueron propuestos en el orden siguiente: I). Baldomero Cruz. » Alejandro Andonaegui. » Juan Antonio Montes. » Domingo Figueroa. » Gregorio Araceuij ~4n- Se elijió para el primer premio a don Baldomero Cruz por 14 votos contra 2 por don Alejandro Andonaegui, quien se elijió para el segundo por 10 votos contra 6 por don Juan Antonio Montes. Ciase fl.a «Se ílumamidíafiéis. Fueron propuestos en el orden siguiente — D. Juau Agustín Fuentes. » Luis Antonio Cantos. » Ignacio Aldnnate. » Francisco Javier Muñoz. » José Dolores Palacios. » José liaría ügarle. Obtuvo el primer premio don Juan Agustín Fuentes por unanimidad i el segundo dan Luis Antonio Cantos par 12 votos contra 3 por don Ignacio Aldnnate. ©ira cías© 2.a «1© ESstssíastiaSades. Fueron propuestos en el orden siguiente: D. Fidel Ignacio Rodríguez. b Guillermo Eloi Rodríguez. » Orcstes Tornero. » Benjamín Arleaga. » Manuel Molina, u José Luis Arrale. Se adjudicó el primer premio a don Fidel Ignacio Rodríguez por 12 votos contra 2 por don Benjamín Arteaga; i el segundo a don Guillermo Eloi Rodríguez por 1 2 votos contra 2 por don Benjamín Arleaga. ©ira cías» fi.a «Se Htimaiiidndes. Fueron propuestos cotpo sigue: • D. José Fortunato Berrios, » José Matías Valdivieso. » José Castillo. Antes de proceder a la designación de los premiados, a indicación del señor Bas* térrica, el consejo resolvió por 1 1 votos contra 3, no adjudicar mas que un solo pre- mio a esta clase en atención al corto número de alumnos que rindieron examen, i se elijió para este premio único a don José Fortunato Berrios, por 13 votos contra I que obtuvo don José Matías Valdivieso. Cías© «3© dibujo ssaiuraS (primer año) . Como el profesor no propuso ningún alumno para el premio por no encontrar quien lo mereciese, el consejo resolvió no adjudicar premio a esta clase. 4 i —34»— t ías» «Sa tnlerisíiio (primer año). Fueron propuestos en el órden siguiente.- D. Juan Agustín Fuentes. » Luis Antonio Cantos. » Luis Aldunate. » Adolfo Valdez. j> José Dolores Palacios. » José María Ugarte. Obtuvo el primer premio don Juan Agustín Fuentes por 11 votos contra 2 que ob- tuvo don Luis Antonio Cautos i 1 don Luis Aldunate; i el segundo don Luis Antonio Cantos por 12 votos contra 1 por don Luis Aldunate i 1 por don Jasé Dolores Pa- lacios. Otra ellas© «£© CalecisEno (primer año.) \ Fueron propuestos: D. Oresles Tornero. » José Fortunato Berrios. i> Juan José Muños. » Claudio Mackena. » Guillermo Eloi Rodríguez. Se adjudicó el primer premio a don Orestcs Tornero por 12 votos contra 2 por don Fortunato Berrios, a quien se adjudicó el segundo. por 8 votos contra (i por don Manuel Montes. Clase «leí fi .er nzáu «Se curso prepavaloria cíe XHnf emálipas. Fueron propuestos en el orden siguiente: D. Manuel Montes. » Claudio Mackena. » Santiago Grogan. » Ruperto Correa. » Joaquín Cerda. Fue electo para el primer premio don Manuel Montes por unanimidad, i para el segundo don Claudio Mackena también por unanimidad. Siendo ya la hora mui avanzada se levantó la sesión. — ramón briseño.— Gabriel Izquierdo, Secretario. SESION DEL 11 DE DICIEMBRE DE 1852. Presidióla el señor Rector, i asistieron los señores profesores don Miguel Luís Aniunátegui, don José B -nitez, Fr. José Beniiez, don Juan Bianchi, don Salustio Cobo, don Enrique Cood, don Antonio Franco, don Francisco Guillou, don Félix -349— Jirón, don Francisco Herrera, don Ricardo ílurphy, don Baldomero Pizarro i el Secretario. / Leida i aprobaba el acta de la sesión anterior, se procedió a asignar premios a los alumnos que en la sesión anterior habían quedado sin designar, en el orden siguiente: Clagc de laíiEi (6.° año). Fueron propuestos en el orden siguiente: D. Bernardo Lira. d Manuel Amunátegui. » Eulojio Al tamirano. » Bernardo Osorio. » Luis Urzúa. d José Tocornal. Obtnvo el primer premio don Bernardo Lira por 10 votos contra 4 por don Ma- nuel Amunátegui, quien obtuvo el segundo por 4 1 votos contra 2 por don Luis Ur- iua i 1 por don Bernardo Osorio. Clase de Trastees íSnaü. D. David Campusano. » Mariano Elias Sánchez. » Rafael Ríos, d Garlos González. » Sótero Gundian. Recayó el primer premio en don David Campnsano por 4 2 votos contra 1 por don Mariano Elias Sánchez i 1 por don Carlos González; el segundo en don Mariano Elias Sánchez por 13 votos contra 1 por don Garlos González. Clase de Trastees [primer año.] Fueron propuestos: D. Orestes Tornero. » Juan de Dios Morandé. u Guillermo Andrés Gonznles. » Elias Montaner. » Oscar Viel. Se adjudicó el primer premio a don Juan de Dios Morandé por 8 votos contra 5 por don Orcstes Tornero i 1 por don Guillermo Andrés González, a quien se adju- dicó el segundo por 10 votos contra 4 por don Orestes Tornero. C3ase «le ingles [primer año.] Fueron propuestos en el urden siguiente: D. Rafael Ríos. i> Manuel Amunátegui. » Jacobo Gandarillas. - 350- •> Filé electo para el primer premio don Manuel Amunátegui pof Dvolos contra J que obtuvo don Rafael Ríos i 2 don Jacobo Gandarillas, a quien se tlijió para el segundo por 9 votos contra 5 por don Rafael Ríos. Clase «leí £.° náúo «le! patpso {eccparaíorio «le 31 atcuníticnst iFueron propuestos como sigue: I). Manuel Antonio Campos, » Baldomcro Cruz. » Ambrosio Barros, » Juan Antonio Montes. Obtuvo el primer premio don Manuel Antonio Campos por unanimidad i el se- gundo don Baldomcro Cruz por 12 votos contra 1 por don Ambrosio Barros i I por don Juan Antonio Montes. Oas® «Se «3l2»«3jo «Se paiscje (2.° año.) Fueron propuestos: P. Manuel Domínguez. » Lindor Hurtado. » Redro Ciiuri. Recayó el primer premio en don Manuel Domínguez por I? votos contra 2 por don Pedro Churi i el segundo en don Lindot* Hurtado por 8 votos contra G por don Pedro Chufí. Clase del primer :v~:í> cSnl eraros» prcjíBratorií) el» Mtttemá- tieso. Fueron propuestos en el orden siguiente: R. Tomas Creta. » Pantaleon Quesada. » Juan José Muñoz, » Demetrio Cuadra. » Pedro Salas. » José María Barceló» Se adjudicó el primer premio a don Tomas Creta por 12 votos contra 1 por don Pantaleon Qucsada i 1 por don José María Barceló, i el segundo a don Pantaleon Quesada por unanimidad. Cíase «le cliííiíjo «3» paismj® (primor nño.) Fueron propuestos únicamente: D. Guillermo Márquez, » Joaquín Cerda. Por consiguiente solo se tomó una votación en la que don Guillermo Márquez obtuvo 12 votos i don Joaquín Cerda 2; elijiéndose para el primer premio a don Guillermo Márquez i para el segundo a don Joaquín Cerda. — 351 \ C’inse »i •;» diáftsijo EisiewJ. Solo se propusieron— D. Francisco Guerra. » Clemente Damani. I en la votación don Francisco Guerra obtuvo todos los votos, resultando el primer premio por él, i el segundo por don Clemente Damani. Premios «3© giszeaa» conducta* Conforme a lo que previene el artículo 126 del Reglamento interior concurrieron el Yicc-Rector i los inspectores de internos para la asignación de estos premios, i se- gún la costumbre observada en otras ocasiones, solo se tomó una votación, recayen- do el primer premio en el que obtuviese mayor número de votos i el segundo en el que se le siguiese en mayoría; se procedió como sigue — 7.a SECCION. Fueron propuestos en el orden siguiente — D. Juan Ignacio León. » Justiniano Morandé» » Pedro Nolasco Barros. 3E! señor León obtuvo 15 votos el señor Morandé 3 i el señor Barros 2. G.a SECCION. Riendo propuestos D. Camilo Cobo. » Luis Goicolea. » Baltasar Sánchez. El señor Cobo obtuvo 11 votos, el señor Goicolea G, í el señor Sánchez 3. 5.a SECCION. Fueron propuestos D. Valentín Valdivieso. » Narciso Goicolea. » Nicolás Barros. El señor Valdivieso obtuvo 15 votos, el señor Goicolea \ i el señor Barros 1. •4. 8 SECCION. Fueron propuestos ÍL Alcihiades Uriondo. v Carlos infante. » Moisés del Fierro* E! señor Uriondo obtuvo 10 votos, el señor Infante 4 i e! señor Fierro 6. í).1 SECCION. Siendo propuestos T). Narciso Cobirrubias. » Kleodoro Urela. » Santiago Valdez. » Alejos Palma. El señor Cobarrubias obtuvo 16 votos, el señor Urda 1 i el señor Pa’ma 3. 2 * SECCION. Solo fue propuesto I). Elias González. { 0 SECCION. Fueron propuestos en el orden siguiente — D. Felipe Martínez. » Lindor Hurtado. » Ruperto Correa. » Onofrc Maturana. El señor Martínez obtuvo 14 votos, el señor Hurtado 4, el señor Correa 2 i el señor lía tura na 3. Resultó por consiguienlc que en la 7.' sección el primer premio recayó en don Juan Ignacio León i el segundo en don Jusliniano Morandé; en la 6.* sección el pri* iner premio fué de don Camilo Cabo i elsegundo de don Luis Goicolca; en la 5.* sección recayó el primer premio en don Valentín Valdivieso i el segundo en don Narciso Goicolea; en la 4.a sección obtuvoel primer premio don Alcíbiaúes Uriondo i el segundo don Moisés del Fierro; en la 3.a sección se adjudicó el primer premio a don Nicisio Cibarrubias i el segundo a don Ignacio Palma; en la segunda sección obtuvo el premio único don Elias González; i en la 1.* sección fué electo para el pri- mer premio don Felipe Martínez i para el segundo don Lindor Hurtado. Habiéndose concluido este asunto se levantó la sesión. — jóse manuel orrego. — Gabriel Izquierdo, Secretario. SESION DEL 22 Di NOVIEMBRE DE 1352. Presidióla el señor Rector, i asistieron los señores Profesores don Miguel Luis A- mnnáíegui, Frai José Bcnilez, don Juan Blanchi, don Ramón Briseño, don Salustio Cobo, don Francisco Herrera, don Baldomcro Bizarro, don Raimundo Silva, don An- tonio Ramírez, don Francisco Vargas, el Secretario i el Inspector del Departamento de estemos don Ramón Dueñas, a quien se citó por orden del Rector para que in- formase al Consejo sobre los alumnos incorrejibics por su inasistencia i desaplica- ción— Leída i aprobada el acta de la sesión anterior del 18 de Octubre, se procedió a indagar cuáles serian las medidas mis oportunas pira evitar en lo posible la con» —353— 1 tinua inasistencia de los alumnos estemos a sus clases. Una larga discusión se suscitó sobre este particular, sin poder ponerse de acuerdo los miembros del Consejo: algu- nos señores opinaban que era necesario hacer que cada vez que el alumno faltase a alguna de sus clases, viniese su padre en persona a presentarlo i justificase él mismo ■su falta, pues la carta con que se acostumbra hacerlo no puede servir por ser casi ■siempre falsificada .jPero otros aunque veian quede este modo los padres tomarían mas linteres por sus hijos i seria este un medio para castigar en algo la indolencia de la mayor parte de ellos que solo se aparecen al Establecimiento al tiempo de poner a sus hijos, encontraban esta medida mui fuerte i creían podia moderarse algo. En fin después de algunas indicaciones propuestas, el Consejo se fijó en la siguiente. «Todo alumno que falte cuatro veces en el espacio de un mes a cualquiera de sus clases, no se admitirá mas en el Establecimiento, Ínterin no venga su padre o apoderado a presentarlo i a justificar sus faltas. Aprobada esta indicación por 12 votos contra 1, acordó el Consejo por unanimi- dad que se tuviera presente este acuerdo para agregarlo como artículo del Reglamen- to interior cuando se tratase de reformarlo. En seguida el señor Dueñas, según la obligación que impone la parte* 10.a del Art. 56 del Reglamento interior pidió al Consejo la espulsion de los siguientes alumnos que por su desaplicación, inasistencia i el número de años que se encuentran en el Es- tablecimiento, pues la mayor parle hace mas de tres años que permanece en la pri- mera de humanidades o de Matemáticas, merecen esta pena: sus nombres son: don Leoncio Botarro, Gabino Pizarro, Domingo Bizarro, Samuel Claro, Manuel Menarc, Evaristo Menarc, Luis Salamanca, Manuel Selaya, Zenon Urcta, Ricardo Urela, Eleuterio Elzo i Juan Rosa. El Consejo, en virtud de la facultad que le concede la parte 5.a del art, 56 del Reglamento interior, i vistas las razones que se espusieron para la espulsion de dichos alumnos, acordó no se les admitiese en el Establecimien- to en el próximo año. Después de esto el señor Silva propuso al Rector que de los 100 pesos que eslá facultado por el art. 21 del Reglamento interior para invertirlos en favor de algunos alumnos pobres, se dedicase una cantidad en favor del joven don Benjamín Moyano; El Consejo no contando con los datos suficientes sobre {este particular, comisionó a dicho señor Silva para que los recojicse e informase al Rector, quién quedó encarga- do de asignar al referido joven la cantidad a que según ¡os datos que se recojan sea acreedor. Después de esto se levantó la sesión — jóse Manuel orrego — Presidente del Consejo— Gabriel Izquierdo — Secretario del Consejo. Santiago, abril 22 de 1853. Remito a U. S. una copia de la acta de la sesión que celebró la Comisión de la fa- cultad de Leyes con el objeto de designar los alumnos que debían ser premiados en las clases de dicha Facultad, i las obras que debían darse por premios. Dios guarde a U.S. Juan Francisco Mev.esn, Al señor Rector de la Universidad. — 354— SESION DEL 19 DE ABRIL DE 1853. Asistieron a ella el señor Decano don Juan Francisco Meneses que la presidió; don Eujenio Vcrgara profesor de Derecho Romano, don Raimundo Silva profesor de Le- jislacion, don Antonio Ramirez profesor de Economía Política, i el Secretario. Es- puso el señor Decano que el objeto de la sesión era designar los alumnos que debían ser premiados en las clases de la Facultad. Habiéndose empezado por la de práctica i códigos especiales, el profesor propuso a los alumnos don Domingo Pulido, don Benjamín Campillo, don Eduardo Montes i don Joaquín Blcst. En la votación ob- tuvo tres sufrajios don Benjamín Campillo, i uno cada uno de los alumnos don Do- mingo Pulido i don Joaquín Blcst: con lo que quedó elejido don Benjamín Campillo. En seguida se pasó a la de Derecho Canónico, i el Profesor propuso a los alumnos, don Manuel Renjifo, don Pablo Antonio Torres, don Rafael Fernandez i don Agus- tín Renjifo. En la votación obtuvo tres sufrajios don Manuel Renjifo i dos don Pa- blo Antonio Torres: con lo que quedó elejido el primero. Después se pasó a la de De- recho Español, i el Profesor propuso a los alumnos don Donato Morel, don Manuel Renjifo, don Agustín Renjifo, don Pablo Antonio Torres i don Rafael Fernandez. En Ja votación obtuvo cuatro sufrajios don Donato Morel i uno don Pablo Antonio To- rres: quedó por consiguiente elejido don Donato Mcrel. Finalmente se pasó a la de Derecho de Jcntes, i en ella fueron propuestos los alumnos don Enrique Cood, don Macario Vial, don Luis Pcreira, don José Nicolás Hurtado i don Melchor Concha. En la votación obtuvo tres sufrajios don José Nicolás Hurtado i dos don Enrique Cood: quedó en consecuencia elejido el primero. Después se pasó a designar las obras en que deberían consistir los premios; i, para la clase de Práctica i Códigos Espe- ciales, se designó la Curia Filípica: para la de Derecho Canónico las dos obras titu- ladas Del Papa por el conde de Maistre; i El Papa en todos los siglos i principal- mente en el siglo diez i nueve: para la de Derecho Español los Comentarios a las le- yes de Toro por don Sancho Llamas Molina; i para la de Derecho de Jentes la His- toria del mismo escrita por Wheuton. Se levantó la sesión. Es copia — Miguel M, Güemes. Reunido el Consejo de Profesores con el fin de asignar los premios a los alumnos mas distinguidos en sus clases durante el año escolar de mil ochocientos cincuenta i dos, en sesión del veinte, veintiuno i veintidós de diciembre de aquel año, acordó conceder. A don Domingo Arteaga el primer premio de la clase de Moral i Derecho natu- ral, el primero de Literatura e historia Literaria i el segundo de Fundamentos de la fé segundo año. A don Juan Bautista Méndez el primero de Fundamentos de la fé segundo año, i el segundo de Moral i Derecho natural. A don Bernardo Osorio el primero de Psicolójia i Lójica. A don Manuel Amunátegui el primero de Literatura primer año, el primero do Ingles primer año, el segundo de Psicolójia i Lójica, el segundo de Latín sesto año i el segundo de Fundamentos de la fé primer año. A don Eulojio Altamirano el primero de l^undimcnlos de la fé primer año i el segundo de Literatura primer año. — 355 — A don Ramón Cerda el primero de Historia moderna. A don Juan Francisco Campos el primero de Latín (¡nal i el segundo do Historia moderna. A don Luis segundo Urzúa el primero de Historia moderna i de Cióle. A don Bernardo Lira el primero de Latín se¿lo año, i el segundo de Historia mo- derna i de Chile. A don Jorje Huneus el primero de la clase quinta de humanidades. A don Manuel Domingo Bravo el segundo de la quinta de humanidades, A don Bernardino Ossa el primero de la clase de Física esperimcntal. A don Francisco Basterrica el segundo de Física esperimenta!. A don Camilo Cobo el primero de la cuarta de humanidades, el primero de la cla- se de Ingles final i el primero de conducta de la sesta sección de internos. A don Orestes Tornero el primero de Catecismo primer año, i el segundo de In- gles final. A don Sótero Gundinn el segundo de la cuarta de humanidades. A don Baldomcro Frías el segundo de Latín sesto año. A don Augusto .Til el primero del segundo año científico de Matemáticas, el pri- mero de historia de la edad media i el segundo de la clase de Vida de Jesu Cristo e historia eclesiástica. A don Tclésforo Mandiola el segundo del segundo año científico de Matemáticas. A don Manuel Aceituno el segundo de la clase de la historia de la edad media. A don Fernando Liona el segundo de la clase de Vida de Jcsu-Crislo e historia eclesiástica. A don Miguel Cruchaga el primero de la clase de Vida de Jesu-Crislo e historia eclesiástica. A don Gaspar Vidal el primero del primer año científico de Matemáticas i el pri- mero de Historia romana. A don Carlos González el segundo de la clase de Vida de Jesu-Cristo e historia eclesiástica. A don Erancisco Riobó el primero de la clase de Gramática Castellana final i el segundo del primer año científico de Matemáticas. A don Cárlos Espinosa el segundo de la clase de Gramática Castellana final i el segundo de la clase de Historia romana. A don José Molina el primero de la clase de Historia sagrada. A don Elias Montaner el segundo de la clase de Historia sagrada. A don Narciso Goicolca el primero de la tercera de humanidades, el segundo de Historia sagrada i el segundo de conducta de la quinta sección de internos. A don Enrique Deputron el segundo de la tercera de humanidades. A don Juan Manuel Rodríguez el primero de la. tercera de humanidades. A don Guillermo Andrés González el segundo de la tercera de humanidades i el segundo tile la clase de Francés primer año. A don Nicanor Martínez el primero de la clase de Historia sagrada. A don Moisés del Fierro el primero de la segunda de humanidades i el segundo de conducta de la cuarta sección de internos. A don Juan Agustín Alcalde el primero de Catecismo final i el segundo de ln se- gunda de humanidades. A don Gabriel Montenegro el primero de la segunda de humanidades. A don José Antonio Lira el segundo de la segunda de humanidades. A don Claudio Prieto el primero de la clase de Dibujo natural. A don Lisandro Prieto el segundo de la clase de Dibujo natural. A don Francisco Pinto el segundo de la clase de Catecismo final. — 3oC — A don Riman Yillota el primero de la clase de Teneduría de libros. A don Isidro Silva el segundo de la clase de Teneduría de libros. A don Baldomero Cruz el primero de Catecismo final i el segundo de la segunda preparatoria de Matemáticas. A don Alejandro Andonaegui el segundo de Catecismo final. A don Juan Agustín Fuentes el primero de la primera de humanidades i el pri- mero de Catecismo primer año. A don Luis Antonio Canto el segundo de la segunda de humanidades i el segun- do de Catecismo primer año. A don Fidel Ignacio Rodríguez el primero de la primera de humanidades. A don Guillermo Eloi Rodríguez el segundo de la primera de humanidades. A don José Fortunato Berríos el premio único de la primera de humanidades i el segundo de Catecismo primer año. A don Manuel Montes el primero de la primera preparatoria de Matemáticas A don Claudio IVIakena el segundo de la primera preparatoria de Matemáticas. A don David Carapusano el primero de la clase de Francés final. A don Lorenzo Guzman el segundo de Literatura final. A don Mariano Elias Sánchez el segundo de la clase de Francés final. A don Juan de Dios Morando el primero de la clase de Francés primer año. A don Jacoho Gandarillas el segundo de la clase de Ingles primer año. A don Manuel Antonio Campos el primero de la segunda preparatoria de Mate- máticas. A don Manuel Domínguez el primero de la clase de dibujo de paisaje segun- do año. A don Lindor Hurtado el segundo de la clase de dibujo de paisaje segundo año i el segundo de conducta de la primera sección de internos. A don Tomás Treta ei primero de la primera preparatoria de Matemáticas. A don Tantaleon Quezada el segundo de la primera preparatoria de Matemá- ticas. A don Guillermo Márquez el primero de laclase de dibujo de paisaje primer año. A don Joaquín Cerda el segundo de la clase de dibujo de paisaje primer año. A don Francisco Guerra el primero de la clase de dibujo lineal. A don Clemente Damani el segundo de la clase de dibujo lineal. A don Juan Ignacio León el primero de conducta de la sétima sección de in- ternos. A don Justiniano Morandé el segundo de conducta de la sétima sección de in- ternos. A don Luis Goicolea el segundo do conducta de la sesta sección de internos. A don Valentín Valdivieso el primero de conducta de la quinta sección de in- ternos. A don Alcibiades Uriondo el primero de conducta de la cuarta sección de in- ternos. A don Nicasio Govarrubias el primero de conducta de la tercera sección de in- ternos. A don Alejo Taima el segundo de conducta de la tercera sección de internos. A don Elias González el premio único de la segunda sección de internos. A don Felipe Antonio Martínez el primero de conducta de la primera sección de internos. DEL SESION DEL 3 DI SETIEMBRE DE 1833. Por ausencia del señor Rector presidió el señor MeneSes, presentes los señores Tocornal, Solar, Blanco, Orrcgo, Domcyko, Ramírez i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión del 27 de Agosto último, el señor Vice-Reclor confirió el grado de Licenciado en Medicina a don Vicente Olivieri, i el de Bachiller en Humanidades a don Juan Herrera, don Rafael 2.° Muñoz, don Ramón Cerda i Concha, don Julio Zegeis i don Pió Valdivieso; todos los cuales recibieron sus respectivos títulos. A continuación se dió cuenta: 1. ° De dos acuses de recibo de los señores Decanos de 'feolojia i Leyes a los ofi» cios en que se les comunicaron sus propios nombramientos de tales Decanos para el próximo periodo legal; i de otras dos nota? en que los mismos señores acusan tam- bién recibo de las trascripciones que se les han hecho del Supremo Decreto en que el señor don Andrés Bello ha sido nombrado Rector de esta Universidad para el pró- ximo quinquenio. — Uno i otro señor Decano manifiestan su complacencia por tan justa elección; i felicitan al cuerpo universitario dirijido por el digno jefe que lo ha presidido desde su instalación, i que ha contribuido tanto a su esplendor i progresos con su sabia i celosa contracción. 2. ° De un informe en que el señor Decano de Matemáticas espresa constar del cu a* derno en que se apuntaron inmediatamente los exámenes rendidos en el Instituto Nacional en 18óí), que don Domingo Urrulia i Flores dió el de la 2.a parle de Fun- damentos de la fé el 10 de Agosto de ese año, i fué unánimemente aprobado.— El Consejo consideró este informe como suficiente comprobante de haber dicho Urrulia rendido ese examen. 3o. De un oficio del mismo señor Decano en que hace presente que el estudio de la Jeodesia, apesar de no hallarse comprendido entre los que se exijen para otorgar el título de agrimensor, es el complemento del de la Topografía, i uno de los mas importantes por sus bellas aplicaciones, sobre lodo en las actuales circunstancias, en que se está formando la carta del país. Con tal idea, i siguiendo el orden en que han marchado los estudios matemáticos en años anteriores, se abrió en el Instituto Na- cional a principios del actual, un curso de Jeodesia.deslinado a los jóvenes que aca- baban de terminar el de Topografía, i a los cuales, habiendo ya rendido examen de todos los demas ramos prescritos para ser agrimensor, no Ies faltaban para podef aspirar al título do tales, sino los dos siguientes requisitos: Io. el trascurso de ntl año por lo inénos después de haber hecho todos los estudios señalados i haber sido en consecuencia admitidos a la práctica; i 2.°, constancia de haber asistido durante ese tiempo con agrimensores recibidos a seis operaciones topográficas. Siendo esta última condición incompatible con la asistencia regular a una clase del instituto, por cuanto obligaba a losjóvenesa estar fuera de la capital mas o menos largo tiem- po, el señor Solar, profesor de la expresada clase de Jeodesia, por obviar la inasis- tencia a ella de los que debían ser sus alumnos, les prometió que si concurrían dia- riamente a las lecciones hasta dar un examen satisfactorio, solicitaría del Consejo universitario, i por su conducto del Supremo Gobierno, que les dispensase las seis operaciones a que estaban obligados, sustituyéndolas por un levantamiento comple- to de algún fundo, practicado por lodos ellos bajo la inspección i dirección inmedia- ta del profesor.— Esta promesa produjo i.su efecto, i la clase tuvo alumnos que con puntualidad la han seguido hasta ahora. Le toca por lo tanto cumplirla. Continúa el señor Solar, manifestando con diversas razones la conveniencia de la modificación que propone para los actuales estudiantes de Jeodesia, pues al paso que ella ha hecho posible la enseñanza de este interesante ramo, se aumenta por su medio la suma de conocimientos prácticos que se procura a los alumnos. — La asis- tencia a seis operaciones ejecutadas por agrimensores ha sido por lo común, i será en lo sucesivo, de pura ceremonia. El practicante ve tío mas, i nada o mui poco comprende, porque el agrimensor, apurado siempre con su tiempo, no se detiene a esplicar los métodos que signe, ni cómo resuelve los problemas que se le presentan en el curso de su trabajo; en t«nto que haciéndose esta práctica al lado de un pro- fesor que se obliga a salir al campo con los alumnos para levantar con ellos el pla- no de un terreno i ejecutar las demas operaciones hasta terminar su construcción, es indudable que en un solo levantamiento adquirirán los practicantes mucha mas pe- ricia e instrucción, que acompañando en seis mensuras a otros agrimensores que no tienen respecto de olios ninguna obligación. — En vista de estas razones i de los demas pormenores en que entra el señor Solar sobre la materia, su propuesta ob- tuvo plena aprobación del Consejo, quieij en consecuencia acordó se recomendase al Supremo Gobierno. Pasó a la comisión correpondientc una cuenta presentada por el Secretario de la Facultad de Leyes de la inversión dada a los fondos que lian entrado en su poder para gastos de Secretaria desde el l.° de Mayo a 31 de Agosto del presente año. I habiéndose por último leido una presentación con que don Manuel Antonio Carmona remite a este Consejo dos memorias médicas por él escritas sobre el esta, do sanitario del pais, se determinó pasarlas al señor Decano de Medicina, para que en caso de creer conveniente informar algo sobre ellas a este cuerpo, lo verifique oportunamente. Con lo que fué levantada la sesión. \ ‘Presidida por el señor Hedor, presentes los señores Torornal, Solar, illanco, Orrcgo, Domeyko, Ramírez i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión de 3 del que rije, el señor Redor confirió el grado de Bachiller en Leyes a don Juan Herró1 — 359- M, don Mariano Álaje i don Rafael Muñoz; i el mismo grado en líuiuailidades <1 don José Antonio Locaros, don Manuel i don Agustín Renjifo i don Juan José de la Cerda; lodos los cuales recibieron sus títulos. En seguida se dió cuenta; 1. ° ¡)e un oficio del señor .Ministro de instrucción pública, trascribiendo uu Supremo Decreto en que se dictan diversas reglas para !a asistencia de los funciona- rios i empleados públicos a las solemnidades nacionales. Se mandó trascribir a quic- ues corresponde. 2. ° De tres acuses de recibo: uno de ellos del señor Tocornal al oficio en que se le comunicó su propio nombramiento de Decano de Medicina para el próximo bie- nio; i los otros dos del mismo señor Decano i del de Humanidades, a la nota en (pie les fué trascrito el Supremo Decreto que nombra Rector de esta Universidad al se- ñor don Andrés Bello. Uno i otro manifiestan su complacencia por esta continuación de diebo señor Bello en un cargo a que le han hecho tan merecedor sus constantes e ilustrados esfuerzos por la difusión i mejora de la enseñanza i por el cultivo de las letras en el país. 3. ° De dos informes de la comisión de cuentas del Consejó, sobre las presentadas por el Secretario de la Facultad de Leyes, de los fondos que han entrado en su po- der para gastos de Secretaría i por razón de exámenes de Bachilleres i Licenciados durante el cuatrimestre que espiró el 31 de Agosto próximo pasado; i sobre las del Bedel correspondientes a los ingresos que hasta el 6 del mismo Agosto ha tenido es- ta corporación por derechos de sello que han satisfecho los graduados. Resultando de dichos informes estar unas i otras cuentas arregladas, el Consejo las aprobó, man- dando pasarlos respectivos sobrantes a la Tesorería universitaria. 4»° De varios oficios en que los señores intendentes de Coquimbo, Aconcagua i Colchagua, trasmiten los dalos que se les tenían pedidos sobre las personas que en sus respectivas provincias pudiesen ser acreedoras a los premios de moralidad ¡ de educación que han dq discernirse el 17 del presente mes. También se leyó un infor- me del Visitador de escuelas, don José Bernardo Suarez, proponiendo los precepto- res primarios de Santiago, que reputa mas dignos de esa distinción. Con estos datos a la vista, procedió el Consejo a determinar las personas que para tales efectos ha de proponer al Supremo Gobierno. 1 como al tratarse del primer lugar de la terna para el premio de moralidad, so dividiesen las opiniones entre doña Luisa Willaker vecina de Talca, cuyos méritos i relevantes servicios a la humanidad doliente des- pués de la batalla de Longomilla, están mencionados en la acta de la sesión que celebró el Consejo a 1 ! de Setiembre del año próximo pasado; doña Manuela Cabe- zón, de cuya sólida virtud se habló en la presente sesión, mencionándose mui espe- cialmente como la mas relevante prueba do su entusiasmo evanjélico, su viaje hecho cu años pasados al Sur para ir a contribuir no sin grandes trabajos i peligros a la fundación de la misión de la Imperial i a la difusión de la fé cristiana entre los in* dijenas; con la planteacion entre ellos de una escuela de niñas; i don Antonio García vecino de Petorca, acerca de cuya caridid i filantropía acreditadas durante el espa- cio de cincuenta años, citan varios ejemplos i hacen notables elojios el Gobernador i algunos vecinos del citado Departamento, se procedió a votación, i resultaron tres sufrajios por la señora Willaker, tres por ¡a señora Cabezón i dos por el señor Gar- cía.— No habiendo mayoría absoluta por ninguno de los propuestos, se tomó 2.a ve- lación contraída solamente a las dos señoras que habían obtenido en la 1.a mayor número de votos; i resultaron cualr.) por la señora Willaker i tres por la señora Ca- bezón. habiéndose abstenido de votar el señor Ramírez por el 'inmediato parentesco que expuso unirle a la 1.a señora nombrada. — En consecuencia quedó designada pa- ra e! primer lugar la referid'1 señora WiUakcr, —360— Para el 2.° lugar obtuvo cuatro sufrajios la señora Cabezón i otros tantos el señor García, siendo por lo tanto necesario remitir la decisión a la suerte, la cual se de- claró por la 1 El tercer lugar se designó por unanimidad a don Antonio García. Pasándose acto continuo a formar la terna para el premio de educación, mereció el primer lugar don Vicente Antonio Eehonebucia, preceptor de la escuela munici- pal de Putaendo, acerca de cuya asidua i ejemplar consagración a la educación mo- ral i relijiosa del pueblo, informan el Gobernador, la municipalidad, el Inspector de educación i varios do los principales vecinos de dicho Departamento. Parece que el referido preceptor adoptó desde su juventud esta profesión por filantropía i civis- mo mas bien que por el halago do una justa retribución: que la jencracion presen, le de Putaendo, hombres i mujeres, le es deudora de su educación, pues ha enseña- do a los primeros en su establecimiento público i a las segundas en sus propias ca- sas: que a su escuela jamas han dejado de asistir diariamente mas de cien niños a quienes ha atendido siempre él solo con la mayor paciencia i constancia: que sus aptitudes i saber son bien notorios; i últimamente, que por continuar siendo útil a la juventud, ha desechado varias ocasiones, ventajosas propuestas que se le han he- cho de acomodos honrosos i lucrativos. Obtuvo el 2.° lugar el R. P. Fr. Francisco Bustamenle, Director de la Escuela del Convento de San Francisco de ^sta capital, sobre cuyos méritos consignados en la acta de la sesión de 11 do Setiembre del año próximo pasado, agrega ahora el visi- tador de escuelas Suarez, que a su contracción asidua i entusiasmo sin límites por la enseñanza, se añaden los sacrificios pecuniarios que hace en favor de la misma. Tres veces ha tomado a su cargo la escuela que dirije, i otras tantas alzádola del abandono en que la habían dejado sus antecesores. El tercer lugar fuó discernido al preceptor don Hilarión Moreno, cuyos méritos, expresados en la citada acta del año próximo pasado, confirma nuevamente el Vi- sitador. A mas de los individuos que quedan designados para componer ambas ternas, fueron mui aceptos al Consejo los méritos del Presbítero don Juan Bautista A race- na, Administrador del Hospital de la Serena, i del preceptor de escuela particular del mismo pueblo, don Pedro Ücaranza, notables, el l.° por su filantropía, i el 2.° por su dedicación a la instrucción primaria de la juventud menesterosa por espacio de mas de 20 años. Asi misino los de don Manuel Caravnntes, Director de la escuela municipal de la Recoleta, i de don Nicolás Merino de la del Convento de Santo Do* mingo, ambos recomendados nuevamente por el Visitador Suarez. Pasaron a la comisión correspondiente para su examen, dos cuentas presentadas por el señor Secretario de la Facultad de matemáticas, de los fondos que han entrado en su poder para gastos de Secretaría, i por razón de exámenes, durante el cuatri- mestre cumplido el 31 de Agosto próximo pasado. Se leyó una carta en que los señores Peña i Compañía de Vnlparaiso'promcten re- mitir a la mayor brevedad el cajón de periódicos rotulado U. C. n.° 8 recién llegado a Valparaíso por el Olivicr van N>ord. como igualmente el cajón de libros, cuya remesa por e! vapor Unele Sam había anunciado corno probable el señor Gilliss, en caso de haber venido i dcsembarcádosc sin su conocimiento de ese buque, que soba estuvo tres dias, hace como un mes, en esa bahía; i si no, lo tendrán presente para cuando llegue el Mario An!o incite , cu el que juzgan mas probable se haya efectuado su embarque. Se mandó cubrir por la Tesorería a los mismos señores la cuenta que han remiti- do par fletes i descarga de seis bultos de los hasta ahora recibidos por ellos de Fran- cia para esta Universidad, ascendente a 21 pesos 50 centavos; i darles las gracias —361 — por la b reña disposición en que se manifiestan para desempeñar cualquier encarga que tenga a bien hacerles esta corporación. En seguida se dispensaron absolutamente a los aspirantes al grado de Bachiller en Humanidades don José Nicolás Hurlado i don Manuel Jesús Salas, los exámenes de Vida de Jesucristo e Historia Eclesiástica, por no babor habido clase do esos ramos en el Instituto Nacional cuando les correspondió haberlos aprendido; i al 2.° ade- mas el examen de Cosmografía con obligación de rendirlo durante su práctica fo- rense. Ror último, se accedió a una solicitud de don Juan Nepomuceno del Rio, sobre que se pida informe al Presbítero don Juan de Dios Romo acerca de la efectividad de una equivocación que el solicitante expone haberse sufrido en el Instituto Nació-» nal al asentar en el libro de exámenes el que rindió el de latinidad el año 44 ponién- dose como de Metafísica; equivocación que comprueba la circunstancia de estarlo apuntados en dicho libro dos exámenes de este último ramo; lo que el solicitante hace ver era probable se sufriese por haber sido él el único que fue presentado entonces n examen de latín, mientras otros muchos alumnos lo estaban rindiendo de drvev* sas partes de la filosofía. Con lo que fue levantada la sesión. * Presidida por el señor Rector, presentes los señores Tocornal, Blanco, Orrego, Ra- mírez i el Secretario. El señor Solar avisó que su salud indispuesta no le permitía concurrir. Abierta la sesión, el señor Decano de Teolojía presentó al Consejo el Presbítero don Pedro Ovalle, miembro electo de su Facultad, que había ya leído ante ésta su discurso de recepción, como consta del acta respectiva acompañada en copia por er mismo señor Decano, i que se leyó en la sesión. Recibido que le fue el juramento de estilo, el señor Rector le declaró incorporado en conformidad a la re- solución suprema que para él ha prescrito esta especie de solemnidad — En seguida, el mismo señor Rector esposo que no se había recibido de las provincias ningún nue- vo oficio trasmitiendo los datos pedidos para la asignación de los premios de educa- ción i moralidad. — En cuya virtud se acordó presentar al Supremo Gobierno las res- pectivas ternas, tales como fueron ordenadas en la última sesión. Acto continuo dijo el propio s’ñor Bello: que el motivo que le había impulsado a citar para la presente sesión estraordinaria, era haber sabido por repetidos anuncios que el Tesorero de la Universidad, que al misino tiempo lo es del Insí i tuto, se halla- ba alcanzado en sus cuentas relativas a este último establecimiento; por lo cual no había creído a cubierto sil propia responsabilidad, omitiendo el poner tal aviso en conocimiento inmediato de este Consejo, para que acuerde lo conveniente a fin de asegurar los fondos de la corporación — Tomando entonces la palabra el señor Rami- ¡rez, espuso: que del balance que recientemente habla creído oportuno tomar al Te- sorero referido antes de firmar, como le corresponde en su carácter de Redor del Instituto Nacional , los estados periódicos que aquel debe formar, había resultado efectivamente un déficit de alguna consideración en los libros puestos a cargo del Te- sorero; pero que éste ha esplicado esa falta de un modo satisfactorio; por lo cual so complacía en aprovechar esta oportunidad para desvanecer los rumores que tal Yez — 3G2- ; *e han esparcido, desfavorables a la honradez de dicho individuo. Ultimamente dijo, que mui píenlo quedarían terminadas enteramente las cuentas de éste relativas a| Instituto, i que quizá para la próxima sesión daria cuenta del resultado de la visita que prometió practicar a la caja universitaria, para verificar la existencia en ella de todos sus fondos, que, según espuso el Secretario, ascenderían hasta el presente por sus cuentas, como a 1200 pesos. — A pesar de todo esto, se trató de acordar para lo mismo alguna medida que garantizo plenamente los fondos de esta corporación; i co- mo hasta ahora se ha observado la práctica de colocar a interes con buenas garantios los sobrantes, cuando han excedido de dos mil pesos, dejando solo lo que se ha cal. culado necesario para hacer frente a los gastos que puedan ocurrir, el Consejo pare- ció aceptar la opinión de que, exijiéndose al Tesorero por separado una fianza tal cual la que presta para el Instituto i se ha mandado hacer extensiva a beneficio de los fondos universitarios, se obtendrían cuantas garantías pueden apetecerse. !No se acordó sin embargo nada de definitivo, hasta no saber si es admitida la renuncia que ®e entiende haber hecho de su c irgo el actual Tesorero, en cuyo caso podrá conti- nuar siéndolo solo de la Universidad, quedando a favor exclusivo de ésta su fianza rendida para ella en unión con el Instituto; debiéndose en caso contrario adoptar ct partido propuesto mas arriba. Con lo que fué levantada la sesión. SESION DEL 29 DE SETIEMBRE DE 1853, Presidida por el señor Rector, presentes los señores Tocornn!, Solar, Blanco, Orrego, Domciko Ramírez i el Secretario.— El señor Mcnescs avisó no serle posible concurrir por hallarse indispuesto. Aprobadas las actas de las sesiones de 10 i 14 del corriente, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes a don Ramón del Rio i don José Maria Urquieta; i el de Bachiller en Humanidades a don Donato Morcl i don Domingo Munila. A continuación se dió cuenta: l.° De uu oficio del señor Ministro de Instrucción pública trascribiendo un supremo decreto por el que se asigna el premio anual de moralidad a doña Luisa Witlaker i el de enseñanza al preceptor de la escuela muni- cipal de Putaendo, don Vicente Antonio Echenegucía. 2. ° De unas nuevas piezas agregadas por el injeniero de segunda clase, don Cesar Lezaeta, a su espediente seguido ante el Supremo Gobierno a fin de obtener titulo de agrimensor; sobre cuyas piezas pide un nuevo informe al Consejo el señor Ministro de Instrucción pública. — Constando por ellas que el solicitante fué examinado por ios años de 1 840 en la Academia militar de Santiago, de jeometría descriptiva i práctica entre varios otros ramos de matemáticas i humanidades; el Consejo resolvió se dijese al señor Jlinistro referido, que en su concepto Lezaeta se halla en el caso de merecer el título a que aspira. 3. ° De un oficio dirij ido al señor Rector desde Washington por el comisario de Patentes en los E. U., remitiendo un ejemplar de los informes de esa oficina pre- sentados al Congreso en enero de 1852, i espresando que deseosos allí de aumentar el catálogo de las producciones útiles de la tierra, acomodadas a aquel suelo i clima, celebrarían entablar amigables cambios con los paises estranjeros para suministrar* —363 — les semillas o plantas do aquel territorio. — Propone en esta virtud se remita a su oficina semillas de cualesquiera cereales, pastos, hortalizas, llores, frutos, ele., que puedan cultivarse i medrar en alguna porción de los E. U., i dá diversas instruc- ciones sobre la forma en que ha de verificarse tal remisión, así para su seguridad, como a fin de que se reporte de ella la utilidad apetecida. Se acordó acusar recibo, contestando que convencida esta corporación del beneficio que Chile puede reportar de los cambios propuestos, hará cuanto esté de su parte para llevarlos a efecto, i tendrá mui presentes, para cuando llegue el easo, las oportunas indicaciones que se le hacen. 4. ° De cuatro notas de los Intendentes cíe Cbiloé, Atacama, Concepción i Valpa- raíso; prometiendo los dos primeros trasmitir a este Consejo las noticias que se les tienen pedidas «obre las personas mas acreedoras en sus provincias a los premios anuales de educación i moralidad, tan luego como las hayan recojido de los respecti- vos departamentos; i remitiendo los dos últimos los ciatos de esa naturaliza perte- necientes a las provincias ele su mando. Se acordó acusar recibo de éstos, diciendo a los señores remitentes que por haber llegado tarde sus comunicaciones las propues- tas en ellas contenidas no han alcanzado a ser tomadas en consideración el presente año, pero lo scráu para el próximo aniversario, recomendándoseles, entretanto, pon- gan en noticia de este Consejo cualesquiera nuevos datos interesantes que en el in- termedio puedan recojer. Igualmente se convino en tomar desde luego conocimiento cíclales propuestas en alguna de las próximas sesiones, para ver si por lo menos conviene la publicación inmediata de algunas en ¡os Anales universitarios. 5. ° De una solicitud de don Pió Varas relativa a que se le permita rendir durante la práctica forense los exámenes de jeografía i cosmografía, únicos que le faltan de los requeridos a los que se hallan en su caso para el grado de Bachiller en Leyes, Se accedida esta solicitud. Habiendo después de esto el señor Ramírez hecho presente que del examen de las cuentas del tesorero del Instituto, recientemente practicado, resultaba que con la fianza por él rendida alcanzaba mui bien a cubrir los cargos que en su contra pare- cían resultar, i como el Secretario infrascrito expusiese también que el mismo teso- rero Santander le había expresado hallarse dispuesto a continuar a cargo de la teso- rería universitaria, no obstante su renuncia de la del Instituto, en los mismos tér- minos que se propusieron en la última sesión extraordinaria celebrada por el Con- sejo, se aeordó en consecuencia tal continuación, cumpliéndose con los requisitos mencionados en la acta respectiva. Con lo que ftié levantada la sesión. ♦ 46 — 364 — DEL i BoíssfiSH i!c la» esrcueSas a?.® Cutáneo, Sasitis-ISas'Síaraj Sasa— Carlos* i fia Rinconada. Afíjeles, marzo M de 1853. Con lo espucsto por el Intendente de Arauco en la nota que precede, se aumenta el sueldo a cada uno de los preceptores de las escuelas de primeras letras estableci- das en Antuco, Santa Bárbara, San Carlos i la Rinconada, basta la cantidad de dos- cientos cuarenta pesos anuales, que se les principiará a abonar desde esta fecha, im- putando el aumento decretado, por lo que queda del presente año, a la partida SI, del presupuesto del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese, lómese razón i comuniqúese. — moistt.— Silvestre Ochagavía. 23»tací»ss a la e«cwe2a de mujeres Mírc Ochag-ivia « — 375 — Eseunlft Etoeturna de (üSmjo lineal (tara urtt^mius en YuSparuíso. Santiago, abril 20 de 1853. He acordado i decreto* 4.° Se establece en la ciudad de Valparaíso una escuela gratuita de dibujo lineal para artesanos que funcionará por la noche, en el local qúe a esté efecto proporcio- narán los Hft. PP. del Sagrado Corazón. 2. ° Se nombra para desempeñar esta escuela ai alumno de la Escuela Normal don Tomas Martínez con el sueldo de trescientos pesos anuales, que la Comisaría de Val" paraíso le abonará por mesadas, desde que principie a funcionar la escuela. 3. ° Para proveer a este establecimiento de los muebles i útiles necesarios, scConce*- de por una sola vez la cantidad de ochenta pesos que se entregará al preceptor nom- brado para que la invierta en aquel objeto, rindiendo cuenta do su inversión. i.° Se asigna al portero que cuide de este establecimiento cuatro pesos mensuales; 1 de los gastos que demande el alumbrado de la escuela dará cuenta el Director men- sualmente al Intendente de Valparaíso para que decrete su abono, imputándose este gasto, lo misnlo que el de los sueldos mencionados i la cantidad de que habla el ar- ticulo anterior, a la partida consultada para el establecimiento de nuevas escuelas en el presupuesto de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — jioiNTt, — Silvestre Ochagavla > Ootaclo» «te !n esca*eE» «Se 3a Vega «3e fiíaín. Santiago, junio 18 de 1853. Con lo espueslo por el Intendente de Concepción en su nota precedente, se numert- \ü el sueldo del preceptor de la escuela primaria establecida en la Vega de Itala, de- partamento de Coelemu, hasta la cantidad de doscientos cuarenta pesos anuales. Im* púlese este aumento a la partida íl del presupuesto de gastos del Ministerio de Ins- trucción pública. Tómese razón i comuniqúese. — montt . --Silvestre Ochagxvia. Anudante «3e Sn SEscsaeSín. «Re C'rtaaqpisp'Bic». Santiago v junio 22 de 185o. Con lo espites tú por el Intendente del Maulé en la ñola preccdcñfe, se coticcdé a favor de la escuela municipal de hombres establecida en la ciudad de Cauqucncs, la Cantidad de noventa i seis pesos anuales, a fin de que se dote dicho establecimiento con un ayudante que acompañe en sus tareas al preceptor. La Tenencia de Minis- tros respectiva abonará en consecuencia ei sueldo mensual correspondiente a la per- sona nombrada por la Manicio Vi-.L ] de C "apones para desempeñar el espresado —370 — destino de Ayudante, imputando dicho sueldo, por lo que queda del présenle año, a ia partida 4' de presupuesto de gastos del Ministerio do Instrucción publica. Túrnese razón i comuniqúese. — montt . — Silvestre Ochagavia. As£gsa»n©5«£a aü eolejio *Ie niuns ¡Jo Chiiaíiaaeiies» Santiago, junio 2? de 1853. Con lo espuesto por el Intendente del Maulé en la nota precedente, se concede a fivor del enlejió de niñas establecido en la ciudad de Cauquenes, la cantidad de ciento cincuenta i seis pesos, a fin de que, en la forma propuesta por dicho funcio- nario se satisfaga el sueldo correspondiente al profesor de aritmética i gramática castellana del espresado establecimiento, i otros gastos del mismo. La Tenencia de Ministros respectiva hará mensual mente a la directora del espresado colejio el abono que en consecuencia corresponda según la concesión decretada, imputándolo, por lo que queda de! presente año, al ¡tena 9.° partida 36 del presupuesto de gastos del Mi- nisterio de Instrucción pública. Tómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Och agavia . «9s S» eseaiel:# íSa la JP’-bíeilS:!. Santiago, julio t de 1853. Con lo espuesto por el Intendente de Aconcagua, acerca de la nota que precede del Gobernador del departamento de la Ligua, Vengo en acordar i decreto: 1. ° Se nombra preceptor de la escuela fiscal de hombres establecida en el asiento de la Placilla, al alumno déla Escuela Normal don Raimundo Rivera, con ei sueldo de trescientos cincuenta pesos, que se le principiará a abonar desde que se haga cargo de aquel establecimiento. 2. ° El aumento de ciento cincuenta pesos, decretado a favor de dicho preceptor, sobre la renta de doscientos pesos asignada a la escuela de la Piacilla, se imputará, por lo que queda de este año, a la partida 41 del presupuesto de gestos de! Ministe- rio de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Ochagavia . ÍSscuüíEís de Sa 4.° SsiJMlee&tteioc» ele Stm lEeíéjíe. Santiago, julio 11 de 1853. Con lo espuesto por el Intendente de Aconcagua en su nota precedente, i en consideración a que la Municipalidad del departamento de San Felipe carece de fondos suficientes p ira dotar convenientemente la escuela primaria de hombres esta- blecida en la cuarta subdelegacion de dicho departamento, por tener que atender también al fomento de esta clase de establecimientos en otros puntos donde son igualmente necesarios; —377 — He venido en acordar i decreto: 1. ° Se asigna a! preceptor de la escuela de hombres, establecida en la cuarta sub. delegación del departamento de San Felipe, el sueldo de doscientos cuarenta pesos anuales, que la tenencia de ¡Ministros respectiva le abonará desde esta fecha, 2. ° En este establecimiento se enseñará gratuitamente lectura, escritura, aritmé- tica, relijion, gramática castellana i jeografia. Impútese el sueldo decretado, por lo que queda dol presente año, a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese, — montt. — Silvestre Ochagavía. JEsceael» cié ir» Isiüa iSs; TíZaiipo. Santiago, julio 27 de 1853, Careciéndose de una escuela primaria para hombres en el lugar denominado la IsladeMaipo, departamento de la Victoria, en el cual existe un numeroso vecinda- rio, según se manifiesta en la precedente nota del intendente de Santiago, !Ie acordado i decreto: 1. ° Se establece una escuela primaria para hombres en el lugar denominado !a Isla de Maipo, que funcionará en el local que proporcionen los vecinos, i en la cual se enseñarán gratuitamente lectura, escritura, aritmética, relijion, gramática caste- llana i jeografia. 2. ° Se autoriza al Inleudente de Santiago para que nombre el preceptor que debe rejiresta escuela, dando cuenta al Gobierno del nombramiento que haga, para su aprobación. Dicho preceptor gozará el sueldo de doscientos cuarenta pesos anuales, desde el dia que principie a prestar sus servicios. - 3.° La respectiva tenencia de Ministros entregará, previa la orden del Intendente do Santiago, al preeeptor que se nombre para esta escuela, la cantidad de sesenta pesos, que se invertirá en este establecimiento de los muebles i útiles necesarios, rindiendo cuenta de su inversión. Tanto esta suma como el sueldo espresado se imputarán a la partida 41 del pre- supuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Ochagavía. Instituto H'aeionsl. Santiago, julio 28 de 1853, Con lo espueslo por el Rector déla Universidad en la nota que precede i lo infor- mado por el Rector del Institulo Nacional, i considerando que el estudio de la Cos- mografía es de suma importancia para los cursantes de Matemáticas; Vengo en acordar i decreto: 1. ° El estudio de la Cosmografía será obligatorio para los alumnos del tercer and. del curso de Matemáticas uei Instituto Nacional. 2. ° La enseñanza de este ramo será desempeñada por el profesor de la segunda clase del mismo curso, dando dos lecciones por semana. Comuniqúese, —montt. — Silvestre Ochagavía. S.mtiago, setiembre 17 de 1853. Vista la nota en que el Ri elar de la Universidad, a nombre del Consejo de esta Corporación, i en cumplimiento de lo prescrito en e! art. 3.° del Supremo Decreto de 2 de agosto de 1 8 i9, propone al Gobierno las personas que, por sus nociones úti- les i laudables se han hecho acreedoras al premio de moralidad, i las que, por su es- mero en la educación del pueblo, merecen el designado a la enseñanza, conforme a lo d spuesto en el citado decreto; Vengo en resolver: 1.° Se asigna el premio de moralidad a doña Luisa Wittnfcer, i el de enseñanza al preceptor de la escuela municipal de Putaendo don Vicente f Antonio Echcnebucín, prouuestos en primer lugar por el mencionado Consejo. Estiéndaseles el correspon- diente diploma. El Gobierno se complace en aceptar la recomendación que se hace de las otras personas que se mencionan en la indicada nota. Comuniqúese i publiquese.-— montt. — Silvestre Qchagavia. LISTA de los miembros propietarios , honorarios i corresponsa- les , i de los Profesores de la Universidad de Chile. (1) Habiéndose notado algunos errores i faltas en la lista de los miembros uni- versitarios i profesores, que se publicó en el número anterior, se dá a luz la presente, en que se hallan salvados. FACULTAD DE TEGLOJÍA. MIEMBROS PROPIETARIOS. CifueritesFr. Rafael. Arístegui D. José Miguel. Alvarez Fr. Francisco. Araeena Fr. Domingo. Donoso limo. Sr. D. Justo. Marín D. Pedro. Ova lie Fr. Miguel. Puente D. Francisco. Rodrigue/ I). Manuel Fruto. Romo Fr. José María. Salas D. José Hipólito. Valdivieso limo, i R. Sr. D. Rafael V. Briceño Fr. Francisco. Guzman D. Eujenio» Eizaguirre D. Ignacio Víctor. Solis Obando D. Pascual. García I). Ramón Valentín. Taforó l). Francisco de Paula. Orrego D. J. Manuel (actual Decano). Errazuriz D. Federico. Ravest Fr. Joaquín. Simia-Ana i). José. Larrain Gandarillás 0. Joaquín. Giiemes 1). Miguel María. Tocornal D. Vicente. Valdez D. Manuel. (l) La presente lisia se ha bndio por el orden de antigüedad. — 3T3-- VilfalonD. Zoilo [Secretario supiente]. Villarroel D. José Dolores, Molina D. Vitaliano. Ovalle D. Pedro. Valdivieso D. Manuel Antonio. MIEMBRO HONORARIO. Torres Iluslrisimo D. Pedro Antonio. FACULTAD DE LEYES I CIENCIAS POLITICAS. MIEMBROS PROPIETARIOS. Meneses D. Juan F. [actual Decano.] Bezanilla D. José Alejo. Rodríguez 1). José Santiago. Luco D. Juan Agustín. Mancheño D. Tadeo. Ovalle i Landa D. Pedro. Marín D. Pedro. Palma D. José Gabriel. Arriarán D. Diego. Benavenie D. Diego José. Bello D. Andrés [actual Rector.] Lampino D. Joaquín. Garbullo D. Manuel. Cerda D. Manuel. Cobo D. Juan Manuel. Concha D. Melchor. Giiemes D. Miguel María [Secretario]. Lira D. Pedro. Novoa D. Manuel. Ocampo D. Gabriel. Pinto D. Francisco Antonio. Tocornal D. Manuel Antonio. Vial D. Manuel Camilo. Irarrázaval D. Ramón Luis. Fernandez Récio D. Pedro. Vergara D. Eujenio. García Reyes D. Antonio. Solis D. Pascual. facultad de medicina. MIEMBROS PROPIETARIOS. Armstrong D. Tomas. Ballestee D. Luis. RIest D. Guillermo. Cox D. Agustín Nataniel. Sazie D. Lorenzo. Tocornal D. Javier [actual Decano]. Raventos D. Ildefonso. Noguera D. Joaquín. Veillon D. Emilio. Herzl D. Pedro. Miquel D. Juan [Secretario suplente}. Padin D. Vicente. Torres D. Antonio. Pelegrin D. Martin. Rodríguez D. Francisco. Aguirre D. Joaquín. Mackenna D. Juan. Pretot D. Víctor. Grajales D. Manuel. MIEMBRO HONORARIO. MIEMBROS CORRESPONSALES. Fischer D. Pedro. Elguero I). Ramón. Villanueva D. Francisco Javier Ancrarn D. Guillermo. — 380— Vulilerrama D. Juan. Pasaman D. José. FACULTAD DE MATEMÁTICAS. MIEMBROS PROPIETARIOS. Ballarna D. Santiago. Bezanilla D. José Alejos, Gustillos D. Vicente. Bomeiko D. Ignacio. (Secretario i miembro consiliario.) Gay D. Claudio. Guilisasti 0. José Antonio. Larrain I). Vicente. Puente D. Francisco. Solar I). Franciso de Borja. (Actual Decano.) Basterrica D. José. Zegers D. José. Gandarillas I). José. Ramírez D. Antonio. [Miembro con- siliario.] Velazco D. Francisco. Jarriez D. Julio. Pissis D. Amado. Tagle D. Santiago. Moesta D. Carlos. Vasquez D. Anjel 2 ° Fierro D. Francisco. MIEMBRO HONORARIO. Cillis B. J. M. MIEMBROS CORRESPONSALES. Valdivia D. Ignacio. Ósorio í). Manuel, (’uadros D. Teodero. Alfonso D. Antonio. Lambert D. Carlos, fi’ield D. Federico. Brauningue D. Guillermo. Cood I). Tomas. Naranjo D. Nicolás. Charme D. Augusto. FrieekD. Guillermo. Bívero D. Mariano. Piérola D. Nicolás. Philippi D. Teodoro. Troncoso D. Luis. Aracena I). Manuel. Philippi D. Riamuudo. Verdugo D. Agustín. FACDITAD DE FILOSOFÍA S HUMANIDADES* Bello D. Andrés. (Actual Rector.) Bello D. Carlos. Blanco D. Buenaventura. (Actual De- cano.) Gana D. José Francisco. García Reyes D. Antonio. (Secretario.) Lastarria D. José Victorino. Minvielle D. Rafael. Ramírez D Juan. Naufuentes D. Salvador. Sarmiento D Domingo. Vallejo D. Joaquín. Talavera I). Manuel. Varas D. Antonio. Vandel-IIil 1). Antonio. López D. Vicente Fidel. Briceño l). Ramón. Riso D. Carlos. , Pinto D. Aníbal. Reyes D, Alejandro. — 381 — Vargas Fontecilla D. Francisco (Se- Bello D. Juan, cretario jeneral interino.) Arguelles I). Máximo. Amunátegui D. Miguel Luis. PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD. PROFESORES DE LA FACULTAD DE LEYES I CIENCIAS POLITICAS. Güemes D. Miguel María. (Profesorde Prado D. Santiago. (Profesor de De- Práctica Forense i Códigos espe- recho Constitucional i de Jentes.) cíales, i de Derecho Canónico.) Ramírez D. Antonio. (Profesor de Yergara D. José Enjenio. (Profesor de Economía.) Derecho Romano i Patrio.) PROFFSORES DE LA FACULTAD DE MEDICINA. Sazie D. Lorenzo. (Profesor de Medí- Miquel D. Juan. (Profesor de Patolo- cina i clínica esterna.) jía, clínica interna i medicina le- Padin I). Vicente. (Profesor de Fisiolo- gal.) jía e Hijiene.) PROFESORES DE LA FACULTAD DE MATEMATICAS. Domeiko D. Ignacio. (Profesor de Físi- ca i Química esperimental, Metalur- jia i Docimástica, Mineralojía, Jeolo- jía i mensura de Minas.) JarriezD. Julio (Profesor de Mecánica ) Valdivia D. Ignacio. [Profesor de Al- jebra superior, Jeometría sublime i Jéometría descriptiva.] Bustillos D. Vicente. (Profesor de Quí- mica orgánica i Farmacia.) Moesta D. Carlos. (Profesor de As- tronomía.) Brunet deBainesD. Claudio. ('Profe- sor de Arquitectura.) Solar D. Francisco deB. (Profesor de Jeodesia i topografía.) Philippi D. Raimundo. (Profesor de Historia Natural.) ' ' ■ DISCURSO prG?mnciado por don máximo arguelles al incorpo- rarse a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile , el 16 de octubre d.e 1853. NECESIDAD DE LA EDUCACION POPULAR EN CHILE, OBJETO QUE ESTA DEBE PROPO- NERSE 1 PRINCIPIOS A QUE DEBE SUJETARSE SU ORGANIZACION JENERAL. Entre lnsdifereni.es formas de gobierno que puedcnadoptar para rejirse los pueblos, la popular representativa es indudablemente la que mejor conciba los derechos natu- rales de los asociados, laque establece relaciones mas estrechas entre el interes privado i el interes público, i es por esto mismo la que se encuentra en mejor vía para alcan- zarelobjeto déla asociación el bienestar común. Pero, si bien es ciertoque esta forma de gobierno es la mas conforme a las prescripciones del derecho natural, también lo es que para que su realización sea completa se requiere un conjunto de condi- ciones difícil de obtener, condiciones de que bien se puede prescindir en cualquiera otra forma de gobierno i mui especialmente en una monarquía, pero que constitu- yen el carácter esencial de una república. En una monarquía el monarca es soberano por sí mismo i ejerce las prerogativas inherentes a la soberanía con mas o menos latitud, según que la monarquía sea mas o menos absoluta. Pero, por mas valimento que los monarcas hayan pretendido dar * a su título de reyes por la gracia de Dios, no podemos persuadirnos de que haya existido jamas uno solo, tan iluso que no haya reconocido que su caracterizado no es sino un adorno postizo, destinado a sojuzgar con su carácter divino el apocado espíritu de un pueblo trabajado previamente por la superstición. Pero sea de esto lo que fuere, lo real i positivo es que tanto la autoridad de los monarcas mas absolu- tos como democrática la del presidente de la república no tiene otro fúndamelo que el consentimiento de los pueblos que gobiernan. Este consentimiento puede ser mas o menos espontáneo o arrancado con mayor o menor habilidad, i como no pue- de razonablemente suponerse que voluntaria i deliberadamente quiera un pueblo humilarse hasta inclinar su cabeza para servir de pavimento a! soberbio trono de un orgulloso señor, la existencia de las monarquías absolutas solo puede esplicarso 48 —384— reconociendo la eficacia do los medios empleados para encadenar su intclijencia- i desnaturalizar los espontáneos instintos del corazón. El carácter mas pronunciado de una monarquía es la incompatibilidad que ella establece entre el interes del pueblo i el interes del monarca. Para este, el supremo interes consiste en la tranquila posesión de su poder, ¡ para conseguir tan interesa- do objeto se ha llegado a erijir en sistema una artificiosa combinación de los princi- pios mas contrarios a los dictados de la recta razón, i tendentes todos a hacer refluir en beneficio de uno solo el caudal de bienes que la asociación debiera derramar so- bre la sociedad entera. De aqui, la ridicula e insultante distinción- de sangre i de clases privilejiadas; de aqui, el fastuoso aparato déla corte, sostenido a espensas del pueblo i para su propia humillación; de aquí el estudioso empeño de mantener \ en- dados sus ojos para que no descubra la violación de sus mas sagrados derechos; de aqui la conveniencia de que el pueblo sea bastante servil i degradado para que pue- da ser accesible a las sujestiones de mezquinos intereses, i para que reciba como un gracioso don de sujeneroso señor la pequeña porción de derechos políticos que alguna vez se les deja disfrutar; i ¡cosa bien estraña! la relijion de Jesucristo que tanto enaltece la dignidad del hombre dándole por el hermano al hijo de Dios, la relijion cristiana, que escluye para siempre do la presencia de! padre común de los hombres al que no le busca por la senda de la caridad, esta divina relijion ha sido alguna vez esplotada a fin hacer de ella el sello de la degradación de un pueblo entero en obsequio solo del monarca! La monarquía absoluta es el gonierno de uno solo i para uno solo; para el monarca i su corte la ilustración, los honores, las ri- quezas i todo jénero de goces; para el pueblo, la ignorancia i la abyección; i cnanto mas servil, ignorante i degradado sea el pneblo, tanto mas sólidamente estable- cida se hallará la monarquía. Volvamos la medalla i aparecerá el hermoso cuadro de una república democrática. El pueblo, soberano por si mismo, delega ei ejcrciciode su soberanía en las personas que por sus talentos i virtudes mas le merecen esta señalada confianza; todos los ciudadanos son iguales entre si, todos tienen igual opcion a porción igual de dere- chos i obligaciones; i la primera incumbencia del gobierno es sostener esta igualdad. Sencillo, pero hermoso cuadro sin duda, para quien lo mira con ojos sinceramente republicanos, para quien quisiera ver en él la copia fiel de la organización política do su propio pais! ¡Cuánta ilustración, cuánta virtud, cuánto desinterés i patriotis- mo no supone esta forma de gobierno de parte de cada ciudadano! Pero, no nos hagamos ilusiones; la república en su forma mas perfecta no es sino un bello ideal por desgracia demasiado bello para que pueda jamas llegar a ser realidad. Si algún pueblo llegase alguna vez a tan alto grado de perfección que sus habitantes fuesen todos tan ilustrados que comprendiendo los verdaderos intereses i conocien- do la estructura do la máquina social de su pais, tuviesen ademas la habilidad nece- saria para desempeñar con acierto las diferentes funciones que alternativamente se- rian llamados a ejercer; que sus habitantes fuesen todos tan virtuosos que limitasen sus pretensiones dentro de sus justos límites, i tan desinteresados i patriotas que jamas antepusieran su interes personal al interes público; si algún pueblo llegase a tan alto grado de perfección, esc pueblo podría jactarse de haber desprendido una porción de cielo para tapizar su territorio; esc pueblo no serla una sociedad de hom- bres; seria una congregación de ánjelcs. No es difícil encontrar grandes talentos, cabezas capaces de comprender todos los ramos de la ciencia humana; pero no son notabilidades de este jénero las de que tra- íamos.- menos elevada instrucción pero mas jencral i estensiva a todos sus habitantes es lo que necesita una república; i si es difícil encontrar un crecido número de in- dividuos medianamente ilustrados, la dificultad sube de punto hasta llegar a ser del -385- s todo insuperable cuando esc grado de instrucción se requiere en todos los habitan- tes de un pueblo entero. Pero aun suponiendo que este fuera asequible, todavía quedaría por allanar otra dificultad mucho mayor para que ese pueblo pudiera lla- mase merecidamente republicano. Es indudable que la humanidad ha hecho grandes progresos en el sentido de la intelijencia; pero creemos no aventurar demasiado al aseverar que ha permanecido estacionaria en el sentido de su moralidad; i sin em- bargo no tanta ilustración como virtud, honradez i patriotismo es lo que requiere una república de parle de los individuos que la componen. Monarquía absoluta i república democrática, hé aquí los dos estrenaos de la senda política de Chile: emancipado de la triste condición de colonia de una monarquía, ha emprendido con fé en el porvenir la infinita marcha hacia la democracia. Des- consoladora es sin duda la convicción de que tan anhelado término no sea sino una bella ilusión que no es dado al hombre realizar; pero es ilusión demasiado bella, demasiado noble i jenerosa para que no nos esforcemos por llegar a contemplar mas de cerca sus bellezas, para que no procuremos aspirar siquiera la suave i em- balsamada atmósfera de que debe estar rodeada: no llegaremos j unas a gustar su esencia; pero, cuanto mas nos hayamos acercado, gozaremos de mayor satisfacción de habernos alejado tanto mas de nuestro humilde i vergonzoso punto de partida. ¿Qué progresos ha hecho Chile en esta senda, qué obstáculos han retardado su marcha, cuál seria el motor mas eficaz para impulsar su carro: hé nqui las cuestio- nes mas importantes a que pudieran consagrar sus vijilias las capacidades mas aven- tajadas e ilustradas del pais. Cuestiones son estas demasiado vastas i comprensivas para que puedan ser dilucidadas en los estrechos límites de nna memoria. En tan reducido término apenas es permilido bosquejarlas a grandes rasgos ¡ aun para esto se requiere cierto caudal de conocimientos de que no podemos ocultarlo estamos mui escasamente provistos. Hemos acometido sin embargo esta tarea no con la pretensión de salir airosos en ella, sino solo por llamar sobre este asunto la atención de esta ilustrada corporación a quien la Coustitucion del Estado tiene encomenda- do el mas importante de todos sus encargos: La superintendencia de la educación pública. Asi como la educación de un individuo debe prodender a formar su carácter i proveer su intelijencia de los conocimientos necesarios para el ejercicio de la profe- sión o industria a que este individuo se dedica; así también la educación de un pue- blo debe proponerse por objeto infundir en él el carácter que la forma de gobierno adoptada requiera, inútiles habrían sido los esfuerzos i heroicos sacrificios de nues- tros padres para sacar a Chile del coloniaje español i hacerle aparecer en el mundo como un estado independiente, infructuosos sus costosos ensayos para darle unas organización republicana, si esta organización hubiera de quedar únicamente for- mulada en una constitución, si los preceptos de esta constitución no hubieran de encarnarse por decirio asi, en el corazón del pueblo para modelar su carácter i mo- rijerar sus hábitos i costumbres. Mientras esto no suceda, la república en Chile no Será sino una farsa, tanto mas difícil de sostener cuanto mayor incompatibilidad haya entre el carácter del pueblo i las instituciones democráticas. Bajo este punto de vista la realización de la república supone por ahlecedentc necesario la educación papular debidamente sistemada i sostenida por leyes civiles i políticas congruentes. La educación popular será par lo mismo la antorcha a cuya luz examinaremos las cuestiones arriba enunciadas. ¿Qué progresos ha hechoChile en la senda de la democracia? Un hecho reciente de que todas hemos sido testigos nos escusa para responderá esta pregunta de recorrerla historia de Chile desde la época de su emancipación, i deducir conclusiones de dalos tomados de diferentes órdenes de cosas. Dos partidos políticos se disputaban e¿ —380— triunfo en las elecciones de presidente de la república en 185!; el uno llamado con- servador tenia adoptado como programa de su marcha política la reforma gradual i progresiva del orden actual de cosas; este partido había prevalecido en las eleccio- nes anteriores, i en esta lucha le tocaba permanecer a la defensiva. El otro llamado opositor desconfiando o desesperando talvez de los lentos o estacionarios progresos del primero proclamaba la reforma inmediata de la Constitución, adoptando por divisas la libertad, la igualdad i la fraternidad; este partido como opositor debía tomar ¡a ofensiva. Ambos desplegaron todas sus fuerzas en el terreno de lo que se llama vias legales; i el opositor, vencido en este campo, llevó sus reales el terreno vedado de las vias de hecho; proclamó la revolución; i bajo los auspicios de esta sanguinaria diosa se cometieron todo jénero de delitos, bárbaros i atroces delitos que no podrá recordar sin rubor todo chileno que aprecie en algo su país: en sus altares se inmolaron cinco mil víctimas que regaron con su sangre el territorio entero de la república, i esta sangre se enrojece todavía al recibir las lágrimas de otras tantas fa- milias que lloran en la horfandad un hermano, un hijo o un padre perdido. Este hecho es elocuente por demas para que nos detengamos a hacer de él minu- ciosos comentarios. ¿Qué se proponían los partidos políticos de 1851? Uno i otro invocaban el progreso i prosperidad del país; discordaban sin embargo en los medios de llevarlos a efecto, i contrariando su propio propósito, sacrificaron a los medios el objeto mismo que tanto parecían anhelar. Tan notoria contradicción pudo ser pro- ducida por un puro i acrisolado patriotismo? No, este no es susceptible de tan monstruosa aberración: a tan noble i jeneroso sentimiento no pueden atribuirse tan- atroces i bárbaros efectos. Forzoso es pues recononer que fueron motivos menos gene- rosos los que inflamaron la tea devastadora de la revolución. Entre los ciudadanos que le dieron pábulo no han faltado algunos cuya honradez no podemos poner en du- da, que por erróneas convicciones, pero convicciones al fin, creyeron necesario demoler el edificio político entero para construir sobre sus ruinasen nuevo edificio mas couforme a las reglas de arquitectura democrática. Tales ciudadanos lamentarán sin duda, los inmensos males que han ocasionado, habrán adquirido a tan dura cost, la triste convicción de que la Constitución política vi¡ente, central izadora como esa es todavía mas democrática que el pueblo uiismo que por ella se rije, pero todavía podrán llamarse republicanos, si es que la sinceridad desús votos puede justificar los inicuos medios que emplearon para realizarlos. Pero ¿qué decir de aquellos, que no fueron por cierto los menos numerosos, que amenazando llevarlo todo, a sangre i fuego vistieron el ropaje de patriotas para ocultar la fealdad de mezquinos intereses o de vergonzosas pasiones? Tales individuos mas merecen ser esclavos del mas déspota monarca que llamarse ciudadanos de una república democrática. I en tan trájica comedia ¿qué rol ha desempeñado el pueblo, la parte mas esencial de una república? El pueblo, inocente víctima de su sencilla credulidad i de su propia ignorancia, fas- cinado con la májicn influencia de las simpáticas palabras de libertad, igual dad, fra - iernidad: manso cordero ha venido a rendir su sangre en holocausto a la falacia o al error ajeno. í ¿la justicia, la moral i las leyes han sido satisfechas de tamaño ultraje?. ... Sin embargo, el gobierno de Chile es popular representativo; ¡el pueblo es soben, no! ¿Pero puede servir do base para una estable forma de gobierno un pueblo sin costumbres, ignorante, sin conocimiento de su propio interes, un pueblo valiente i pródigo de su valor, un pueblo cuyo carácter mas pronunciado es su instinto por la independencia? ¿Las mismas cualidades que constituyen su propio mérito no inspi- ran un fundado temor de terribles i frecuentes convulsiones políticas? Este peligro existe, existirá siempre i se presentará cada vez mas amenazante mientras no se edu- que convenientemente al pueblo, mientras no se infundan en su corazón hábitos de —387 — orden, de moralidad, de respeto a las autoridades i a las leyes, la conciencia del de- ber en menos palabras; mientras no se ilustre su intelijencia para que pueda com- prender que estos preceptos no son mandatos de una voluntad absoluta sino garantías indispensables de su propio interes; mientras no se dé a cada individuo la instruc- ción necesaria para hacer mas productivo su trabajo, facilitándole una existencia independiente; mientras la libertad, la igualdad i la fraternidad no dejen de ser espe- ciosos prelcstos para exitar la susceptibilidad de un pueblo valeroso e independiente’ No queremos la desenfrenada libertad del socialismo; queremos solo la equitativa distribución de la porción de libertad compatible con la estabilidad del orden públi- co. Para que todos seamos ¡guales no queremos humillar al mas alto hasta que quede al nivel del mas pequeño: queremos, por el contrario, que el mas pequeño pueda crecer sin estorbo hasta llegara la altura del mas elevado. No aspiramos a una iluso- ria fraternidad; deseamos solo que desaparezcan tanto de las costumbres como de la aplicación de las leyes distinciones i preferencias odiosas, a propósito solo para poner en choque diferentes secciones de la sociedad. Adoptar la marcha opuesta es hacer cada vez mas incompatible el carácter del pueblo con las instituciones democráticas, es hacer cada vez mas inmediato el peligro de bruscos rompimientos ofreciendo a la demagojia plausibles protestos para desalar su rabia, i facilitando a cualquier caudi- llo bástanlo atrevido i ambicioso los medios de perpetrar un atentado. Quien así pro- ceda no tiene derecho para hacer cargo alguno a quien proclame una revolución cu- yos elementos él mismo tenia preparados. Reconozcamos pues el hecho: la gran mayoría del pueblo es ignorante i sin hábitos de moralidad; por efecto de nna i otra causa vive a merced de la clase mas ilustrada i rica de la sociedad, i ne esta prevalece manifiestamente el interes personal sobre el interes público; la soberanía nacional es una mercancía cuyo uso se remata perió- dicamente en pública subasta i el mejor postor o el que tenga arbitrios mas eficaces que hacer valer a su favor, puede contar con la seguridad de que le será adjudicada, sin que obste para ello el sufrajio de la mayoría de los ciudadanos hábiles para vo- tar; la igualdad ante la lei i los demas principios que fundamentalmente constituyen la república; la república misma, hace tiempo a que esperan los felices tiempos en que les sea lícito sentar el pié en el terreno de la realidad. Ni puede ser de otra ma- nera, desde que nada se ha hecho en favor de la instrucción del pueblo, ]nada por su moralidad; i si algunos progresos se notan en la vida material, estos son mas bien obra del comercio i de la inmigración cstranjera, que no resultados de trabajos estu- diosamente preparados por nuestra parte. En efecto ¿qué se ha hecho en favor de la instrucción del pueblo? Se ha gastado anualmente tantos millares de pesos en sostener escuelas primarias i con esto se ha creído jeneralraente satisfechas las necesidades de la iustruccion popular. ¿Pero qué resultados han producido las injentes sumas invertidas en este objeto? El único resul- tado obtenido es que hayan aprendido a leer i escribir un reducido número de indi- viduos. I ¿son la lectura i escritura el término de la instrucción popular o solo son jos medios de obtenerla? Si como no se puede dudar, solo son los medios de conse- guir este fin ¿qué se ha hecho pues en favor de 1^ instrucción popular? Nada, abso- lutamente nada, menos que nada todavía; pues que por falta de elementos i de una conveniente dirección ha convertido el pucho este medio en instrumento de su pro- pia desmoralización. En efecto, ¿qué uso han hecho de la lectura i escritura los po- cos individuos que han alcanzado a obtener este reducido jénero de instrucción? El uso de la escritura puede haber sido inocente; mas no puede decirse otro tanto res- pecto de la lectura, que ojalá hubieran olvidado hasta no conocer una sola letra si solo hubieran de leer, como en realidad ha sucedido, los infames periódicos, conque ios partidos políticos, llegado el momento de una elección, acostumbran regalar al — 3S8— pueblo para arrancarle su veto, preparar su ánimo, exilnr sus pasiones i mantenerlo asi dispuesto a acudir a su llamamiento, enarbolada que sea la bandera de la revo- lución, ofreciéndoles en recompensa la mas amplia satisfacción de las pasiones que ellos mismos han hecho jerminar. Algo se ha hecho en favor de la instrucción superior o profesional: mas como esta no aprovecha sino a mui corto número de individuos, no refleja sino mui débiles rayos sobre la instrucción popular propiamente dicha. Es de notar sin embargo que aun esta clase de instrucción ha contribuido con no pequeño conlinjenlc a la desmo- ralización del pueblo. Durante largo tiempo la profesión del derecho ha sido la única que se ha cultivado en Chile, i solo después de 30 o 40 años han conseguido aclima- tarse las ciencias médicas, físicas i matemáticas; poro sea por falla de estímulos, sea por un equivocado concepto, o, lo que es mas probable, por esa especie de prestijio «aristocrático de que aun en el dia goza el título de doctor en leyes, el resultado ha sido que las ciencias físicas i matemáticas, tan fecundas en aplicaciones a las artes, la industria i aun en los usos mas ordinarios de la vida, no han merecido ni con mu- cho ei acatamiento que la profesión del derecho: resultando de aquí que lodo indi- viduo que haya querido adquirir alguna instrucción o presentarse en la sociedad con un titulo de abono no haya tenido que trepidar en la carrera profesional que debiera abrazar. Curioso seria averiguar qué número de jóvenes han seguido el curso de estu- dios del derecho en el Instituto Nacional desde que este establecimiento existe, cuán- tos han llegado a obtener el titulo de ahogado, cuántos lo han abandonado i qué grado de instrucción luyan alcanzado a recibir; pero aunque no tengamos datos estadísticos exactos, podemos aseverar sin temor de incurrir en exsijeracion, que si una tercera parte de los jóvenes que han principiado esta carrera hubieran recibido tíluio de abogados, habría en Chile machos mas ahogados que pleitos pudieran ven- tilarse en los tribunales dejusticia; pero aunque esta proporción sea todavía mucho menor siempre existe un sobrante de ahogados a quienes el ejercicio de su profesión no subministra ios medios de proporcionarse un decente modo de vivir. Considérese ahora que la instrucción que han recibido los habilita esclusivarnenle para el ejerci- cio de esta profesisn o a lo mas para, desempeñar algún empleo público; lómese en cuenta el crecido número de jóvenes que por no haber obtenido el título necesario para ejercerla se encuentran todavía en peor condición; i si no se les supone tan honrados i pacientes, que después de haber perdido la mas hermosa parle de su vida en prepararse una carrera que nada le produce, se resignen a buscar otroauuque mas humilde modo de vivir; no se estrañará que los partidos políticos tengan siempre a su disposición un buen número de hábiles ajenies que espjiquen a su amaño el pro- grama político que se proponen realizar i que lleven su entusiasmo hasta decir al pueblo: «ciudadanos, todos somos absolutamente libres; el gobierno reprime nuestra libertad, el gobierno es un tirano; abajo el gobierno: todos somos iguales, todos somos hermanos, todos tenemos igual derecho para gozar loque Dios crió para bene- ficio del hombre; los ricos nos usurpan nuestro derecho, i no contentos con esta usurpación nos desprecian, nos insultan, no se dignan siquiera considerarnos como hombres; bastante han gozado de sus usurpaciones; llegó su hora, abajo los ricos; sus riquezas nos pertenecen de ddrccho, etc., etc.» I una triste esperieneia acaba de darnos a conocer cuánto pueden estos razonamientos en el ánimo de un pueblo igno- rante e intencionalmcnte desmoralizado, pero que se precia de valiente i tiene la conciencia de su fuerza. ¿Qué se ha hecho en favor de la moralización del pueblo? Entramos a un terreno cuyo dominio en lodo pais católico pertenece mas propiamente al sacerdocio; i sien- do tantas las instituciones relijiosas que hai en Chile, siendo tan numeroso i acola- do el sacerdocio, ¿no era de esperar que la moral del evanjelio hubiera echado raíces — 389 — mui profundas en el corazón del pueblo? Es verdad que el pueblo de Chile es mui devoto, visita con frecuencia las iglesias, especialmente si se celebra en ellas alguna festividad relijiosa, i el paseo de la ¡majen de algún Santo por las calles de una ciu- dad lleva siempre en pos de si un largo i numeroso séquito. Sin embargo el 20 de Abril de 1851 las campanas que soltadas a vuelo anunciaban el júbilo'de la iglesia chilena por la resurrección de Jesucristo, esas mismas campanas repetían el eco feroz del grito de revolución, i los mismos hombres que pocas horas antes seguían silenciosos i dolien- tes el carro fúnebre de Jesús crucificado, esos mismos hombres corrían presurosos a engrosar las lilas del batallón sublevado que en ese dia bañó con sangre las calles de Santiago. ¿¡Nada significa este hecho? ¡Los mismos hombres que postrados de hi- nojos veneraban la Cruz del Redentor del mundo, sin detenerse a sacudir el polvo de sus rodillas corren veloces a empuñar las armas para cruzarlas en lucha falricida! ¿Cómo espiiear esta nueva i monstruosa aberración? Nos hemos impuesto el deber de ser sinceros, i aunque nuestro juicio sea erróneo emitiremos francamente nuestra opinión. El sacerdote chileno animado del mas laudable celo por el culto de Dios i de sus Santos despliega toda la actividad i magnificencia de que es capaz en solem- nes festividades relijiosas i parece na advertir que el verdadero culto, el culto mas grato a Dios está en el corazón del hombre. Ei sacerdote chileno mui celoso de lodo lo que dice relación al culto i a la fé, no lo es cuanto conviene respecto de la moral evanjélica: olvida a veces que la abnegación, el desinterés i el ejercicio de la caridad son mas elocuentes i edificantes que los mas elocuentes panejiricos i las mas pom- posas i solemnes festividades relijiosas. Nos complacemos en reconocer en la iglesia de Chile venerables sacerdotes, completos dechados de virtud i .caridad evanjélica; pero desgraciadamente no son muchos los que se afanan por imitar tan perfectos modelos, i aun no ha faltado alguno que con el crucifijo en la mano haya invocado e! nombre de Dios para santificar las iniquidades de la mas desastrosa revolución que jamas haya esperimentado Chile. I)c las escuelas primarias tales como han sido o como son en el dia bien poco pue- de esperarse en favor de la moralidad del pueblo. Queremos suponerlas dirijidas por mui idóneos preceptores i perfectamente rejimentadas; queremos suponer que los preceptores tengan la habilidad de inocular en los corazones de sus tiernos educan- dos exactos principios de la moral mas pura; supondremos también que hayan con- seguido este primordial objeto de su institución; pero ¿qué garantía nos ofrece el or- den actual de cosas de que jerminaran las semillas escojidas i plantadas con tanto es- mero? Sale un niño de la escuela a los 15 o 18 años de edad i precisamente en la época de su vida en que mas necesita de una prudente dirección, cuando principian a desarrollarse sus pasiones escapa de la inspección del preceptor para quedar sujeto a la esclusiva influencia de los numerosos ejemplos que en contravención a estos prin- cipios le ofrece a cada paso la sociedad o talvez su propia familia. Establecida la lu- cha entre la moralidad de sus principios i la inmoralidad del ejemplo, cuya imita- ción le sujieren los vehementes impulsos de sus nacientes pasiones, que nada le es- timula a reprimir ¿puede razonablemente presumirse que triunfará la primera? Mu- cho nos tememos por el contrario que sus principios de moral lomen desde iuego la retirada i pierdan tanto terreno que queden reducidos al fin a la categoría de sim- ples recuerdos. Si esto es temible que suceda aun en la suposición de tan ventajosa hipótesis ¿puede creerse que nuestras escuelas primarias tales como han sido hayan producido gran resultado en la moralización del pueblo? Otra institución nacional pudo haber sido mas fecunda en felices resultados i lo ha sido en efecto para sostener el orden público i mantener el espíritu de subordi- nación i respeto a las autoridades; pero es de lamentar que intereses políticos vengan periódicamente a neutralizar i desvirtuar su benéfica influencia. Aludimos a la guar- -390 - din nacional, que, mirada bajo otro punto de vista no es sino un monumento nació* nal en que refleja de lleno el carácter aristocrático de nuestras costumbres. El servi- cio de la guardia nacional, que no es las mas veces un mero aparato de ostentación militar, pesa esclusivamente sobre el pobre; el caballero el rico el que de cualquier modo puede hacer valer las influencias de un caballero o de un rico queda excento de esta contribución de servicios personales, que por el hecho de ser personales son también los mas odiosos. El artesano, el pobre a quien basta apenas el sudor de su frente para mitigar el hambre de sus hijos i cubrir su desnudez, está allí rejimenta- do, sometido a la severidad de la disciplina i de las leyes militares, para combatir en caso necesario por el sostenimiento del orden, que nada le interesa talvez, i da las leyes que no conoce acaso sino por el lado de las obligaciones; mientras tanto el rico que por razón de su riqueza está mas inmediatamente interesado en la conser- vación del orden público, el caballero que por razón de su mejor educación debe te- ner la conciencia del deber, el caballero i el rico descansan tranquilos bajo el pabe- llón de bayonetas que en obsequio suyo debe formar el pobre! No es esta vaga decla- franca i leal de hechos notorios, cuya autenticidad a nadie se oculta. Reconocemos que la primera necesidad del país es la estabilidad del orden público porque solo a su sombra pueden prepararse i llevarse a efecto saludables i sólidas reformas políticas; pero tampoco podemos dejar de reconocer que el espíritu aristocrático de nuestras costumbres ha viciado la institución mas esencialmente democrática i acabará por vi- ciarlo todo si una voluntad firme i decidida a hacer el bien no pone atajo a las agre- siones de tan funesto espíritu. ¿Qué obstáculos han retardado la marcha de Chile en la senda de la democracia? Acabamos de indicarlo: las costumbres aristocráticas que nos legó la España. Tres- cientos años vivió Chile bajo el severo coloniaje español, i en tan largo espacio de tiempo no pudo menos que adquirir el carácter que de consuno tendían a imprimir- la instituciones i leyes perfectamente acordes i convcrjcntes todas a un mismo obje- to: la absoluta sumisión del pueblo para mayor honra i provecho del monarca su se- ñor. Pero en colonias tan distantes de la metrópoli como lo estaban las de la Amé- rica del Sur, la influencia moral del monarca no podía ser tan eficaz como la de la aristocracia residente en el país. Esta recibía a la vez los homenajes i honores debi- dos a su propia jerarquía i los que en su persona se tributaban al reí de España e Indias, de cuya existencia no se podia dudar, pero cuya imájen solo podia traslucirse al Iravez de esta misma aristocracia. Esta circunstancia debía producir su efecto: los honores, prerogativas i privilejios de la aristocracia eran mas eficaces i pronuncia dos en las colonias que lo eran en España. En 1810 se declaró Chile inde- pendiente i se constituyó en República democrática. Pero s'qbasta un rasgo de pluma para cambiar la constitución política de un pais, solo el roce constante i prolongado de las nuevas instituciones sostenidas por leyes congruentes i aplicadas con inflexi- ble severidad pueden ir limando poco a poco la dura roca del carácter inveterado de un pueblo para darle por fin la forma que su nueva constitución política requiera. De otra manera, en este frecuente roce si la lejislacion política no forma un cuerpo bastante sólido i compacto, ella será la que vaya perdiendo gradualmente su consis- tencia i el espíritu aristocrático llenando los vacíos de su porosa contestura acabará por ofrecer el fenómeno raro pero no sin ejemplo de una verdadera i real aristocra- cia disfrazada bajo el ropaje i formas de república democrática. No diremos que este fenómeno se haya realizado definitivamente en Chile; pero son demasiado notorios Jos síntomas aristocráticos que se observan en nuestras costumbres i en la .aplicación de las leyes políticas para que no temamos que a la larga llegue a realizarse este fe- nómeno. En efecto, proclamada la República en Chile, el elemento aristocrático desprendí' —391 — do del cuerpo de las leyes no por eso perdió en el terreno de las costumbres el do- minio de que tan largos años estaba en posesión; i aprovechando diestramente los defectos de nuestra nueva legislación, aunque bajo nueva forma ha afianzado sólidamente este dominio. La nobleza de sangre era en otro tiempo un título de honores preemi- nencias i prcrogalivas; una cuantiosa fortuna sido después tílulo equivalente. Una lei de elecciones defectuosa en si misma i mas defectuosa todavía por su abusiva apli- cación confunde en las urnas electorales ci sufrajio del pequeño número de ciudada- nos que tienen voluntad i discernimiento propio con el voto espurio, de oiijen mer- cenario o de mas inmoral procedencia. Dificii seria establecer la relación en que en- Irán uno i otro en el resultado de una elección, pero no se puede poner en duda que en caso de contraposición el primero seria completamente anonadado por el segundo, inoculada asi la desmoralizadora influencia del dinero en las raíces del árbol guber- nativo, natural es que su impura savia circule por todas [sus ramificaciones i que la sombra de este árbol sea simpática i propicia para el rico, mientras el pobre queda espueslo a la intemperie de la rigorosa aplicación de las leyes. Escusado es que nos- detengamos a comprobar la exactitud de este aserte: lo que hemos dicho de la guar dia nacional nos releva de citas odiosas de hechos aislados i personales. Des- graciadamente, la clase menesterosa de la sociedad es! á apercibida de la desfavo- rable distinción establecida en su contra; i una vez relajados los resortes de la auto- ridad i el respeto a la lei, la estabilidad del orden público no tiene mas garantías que la ambición de un caudillo bastante atrevido para enrrbolar la bandera de la revo- lución, sin que necesite gran destreza para esplotar en su favor la ignorancia i ren- cores de la gran masa del pueblo. Este orden de cosas desconsuela sin duda a todo ciudadano que ame sinceramente a su pais; pero mas desconsuela todavía la indiferente prescindencia con que hasta el dia lo han mirado los gobiernos: satisfechos con gobernar se han limitado a go- bernar; i talvez no han contribuido poco con su conducta a dar mayores proporcio- nes al mal que lamentamos, sin apercibirse siquiera de que la parte mas importante de la sumisión es la de poner en harmonía las costumbres i el carácter del pue- blo con la forma de gobierno republicano, la aplicación práctica de la constitución del Estado: Un gobierno no debe limitar sus aspiraciones a llenar en paz su período gubernativo; su honor i mérito consiste en prolongar mas allá su acción mediante 5a orden, progresos, moralidad í tranquilidad públicas que haya dejado sólidamente establecidas. Un distinguido ciudadano, cuyos talentos le han merecido una eficaz influencia en la administración de los negocios públicos, parece haberse penetrado sin embargo de la importancia de esta parte de la misión de un gobierno i de tiempo aíras ha venido preparando los elementos de lentas pero saludables i sólidas reformas. La or- ganización de este ilustrado cuerpo, la creación de la Escuela Normal de Precepto- res, la Escuela de Artes i oficios, la de la Escuela de Agricultura a que está vincu- lada la mejora moral, intelectual i material del pueblo propiamente dicho, son en j'ran manera obra suya. Obra suya es también el proyecto de Lei que habría eleva- da la instrucción primaria a la categoría de institución nacional, si este proyecto hubiera merecido la aprobación de las cámaras lejislalivas. Ese distinguido ciudada- no es hoi Presidente de la República i el celoso empeño con que ha promovido, i lleva a cabo la reforma de nuestra lejislacion civil en jeneral, nos autoriza para con* iflar en que no dejará incompleta la grande obra que ha emprendido. Es notorio el desacuerdo que existe entre nuestras costumbres i la lejislacion po- lítica. Este desacuerdo ha sido en parte sostenido por un sistema de lejislacion que dictado en pcrtecta harmonía con el sistema monárquico de gobierno, no podia ser Congruente con los principios de un gobierno ropublicauo. Reconocida es la influen- 49 —392— cia que las costumbres ejercen en la aplicación de las leyes ¡ la eficacia recíproca de las leyes para modificar las costumbres. Lra necesario modificar las nuestras i para esto es indispensable modificar las leyes. Gran camino habremos ganado en la senda de república cuando esta reforma que- de terminada i puesta en práctica; pero las leyes obran solo en sentido negativo en la morijeracion de las costumbres i por esto su acción es por necesidad insuficiente 1 demasiado lenta atendidas las necesidades de? pais. Las leyes reprimen la inmora- lidad, no hacen morales a individuos que naturalmente no lo son; í en un pais re- publicano, en que el pueblo es soberano, en que el voto del pueblo decide en defi- nitiva las cuestiones do mas vital importancia nacional, en que todo ciudadano es llamado a su vez para ejercer diferentes funciones en ci movimiento de la máquina gubernativa, no basta que sus habitantes no sean inmorales; es necesario que sean bastante virtuosos, honrados i patriotas para que no esploten en beneficio propio el ejercicio de sus derechos políticos, para que no cedan jamas a sujestiones de mez- quinos intereses; para que jamas antepongan el interes personal al Ínteres público; es necesario que sean suficientemente instruidos para que puedan discernir cuales son los verdaderos intereses del país i para que puedan desempeñar con acierto las diferentes funciones que alternativamente serán llamados a desempeñar. La adqui- sición de tan importante objeto está fuera del alcance de la Lei: esta es obra esclu- siva de un buen sistema de educación popular. Antes hemos reconocido que tanta virtud tanta ilustración tanta honradez i patrio- tismo de parte de cada uno de los habitantes de un pais, no es sino una jenerosa ilusión que no es dado al hombre realizar; mas para asegurar el bienestar i prospe- ridad de un pais basta solo que estas cualidades sean patrimonio do 1.a mayoría do sus habitantes, i, si aun esto no fuere asequible, para alcanzar el mismo fin queda todavía el arbitrio de rcslrinjir el ejercicio de los derechos políticos solo a los ciu- dadanos que los posean, por reducido que sea su número, con tal que facilitemos a todo individuo los medios do obtenerlas; porque reconocido el principio de que el pueblo es soberano i que todos los ciudadanos son iguales ante la lei forzoso es reconocer que todos tienen igual opcion a porción igual de derechos políticos. La lei de la conveniencia pública puede sin embargo fijar las condiciones que deba reu- nir un ciudadano para entrar en posesión del ejercicio de estos derechos; pero esa lei seria manifiestamente injusta si se le despojase absolutamente de ellos, si estable- ciendo condiciones restrictivas para obtener su goce no le ofreciese al mismo tiem- po facilidades de allanarlas. Do aquí la obligación del estado de abrir los puertos do la educación a todos sus hijos, para que aprendan en ella a ejercer debidamente los derechos que por el tí- tulo de ciudadanos chilenos les pertenecen, obligación que una vez satisfecha in- demnizará con inapreciables ventajas morales i materiales los costosos sacrificios que su cumplimiento le imponga. Cuanto mas moral sea un pueblo tanto mas arrai- gados estarán cri él los hábitos de laboriosidad, de orden i el respeto a las obligacio- nes naturales civiles i políticas; i en la misma proporción disminuirán los cuidados i costos de la conservación del orden público i de la administración de justicia tan- to en lo civil como en lo crimina!; cuanto mas ilustrado sea, tanto mejor conocerá sus leyes i el benéfico objeto que ellas se proponen i el oabiloso estudio ;quc hoi se observa en jencral para burlar su aplicación se convertirá entonces en celosa vi- jilancia por su debido cumplimiento; su mayor instrucción i mas lato desorrollo de su inlelijencia multiplicará la fuerza de sus brazos i el producto de su industria; la riqueza nacional se aumentará en la misma proporción i mayores ingresos en ar- cas nacionales permitirán tomentar con mayor eficacia su incremento. Desembara- zados entonces los gobiernos de tan menudos i afanosos cuidados domésticos, podrían — 393 — ensanchar ampliamente su esfera de acción i segundados por una ilustrada opinión pública podrán impulsar cotí vigorosa mano los progresos i prosperidad del pais. Si apesar de las innumerables trabas que han encadenado hasta ahora el desarrollo natural de las riquezas con que plugo a Dios favorecer a Chile, han tomado oslas en los últimos años el sorprendente vuelo de que nosotros mismos nos asombramos, jcuánlo no sería licito esperar del nuevo orden de cosas que la educación popular bien dirijida está destinada a producir! ¡Cuántas i cuan hermosas cspectativas no están vinculadas a la educación popular! Todo chileno tiene pues, derecho para ser educado a espensas dei estado; pero es- te tiene también por su parte el derecho o por mejor decir la obligación de hacer efectivos los deberes prescritos por la ¡ei natura!; i entre los que esta Ici impone a tin padre de familia no es por cierto el menos imperioso el de educar a sus hijos. Los progresos de la civilización de la especie humana han elevado est difícil esLirparlos del todo. Estas primeras ideas e impresiones los recibe uno de sus propios padres por esto se dice con sobrada razón que el carácter i costumbres de los padres decide jeneralmenle de los de los hijos. Esta observación cuya exacti- tud no puede dejar de ser reconocida es una consideración mas que persuade de la conveniencia de educar completamente al individuo, pues que heredándose de padres a hijos las buenas o malas ideas i costumbres, cuanto se haga por completar la edu. cacion de una jeneracion redunda en beneficio de las jeneraciones subsiguientes; Va- le mas educar completamente una sola jeneracion que educar a medias diez o doce; 1 pira terminar la educación de un individuo es necesario seguir de cerca sus pasos observar i corrcjir sus malas tendencias, imprimirles una dirección contraria; es necesario mantenerle bajo ha inspección c influencia de un idóneo preceptor basta que su carácter i buenas costumbres hayan adquirido bastante consistencia. —39o— Este arreglo facilita por otra parte la consecución de otro objeto de no menor im- portancia. A los 15o 16 años de edad termina un niño la instrucción que se recibe en una escuela primaria i pasa a recibir la de escuela superior; su asistencia a esta es- cuela reducida a tres horas por dia, le deja tiempo suficiente para principiar el apren- dizaje de alguna arte u oficio que le asegure mas tarde una manera honrada de vi- vir; la autoridad gubernativa tomaría informes de los padres que no enseñasen por si mismos a sus hijos o que no los mandasen al taller de otro i en vista de estos in- formes compelería a los padres remisos en el cumplimiento de esta obligación i faci- litaría ¡os medios de cumplirla. Los premios o penas que el preceptor impusiera a sus discípulos eu vista de los informes que por su parte recibiera de sus progresos r conducta en sus respectivos talleres serian por otra parle poderosos estímulos para ex- citar su emulación i afición al trabajo i para sostener su moralidad. Combinada asi la educación teórica con la práctica seria menos violenta la transi- ción de la vida escolar a la vida social; el joven entraría en ella con mas fuerza nao" ral para no dejarse arrastrar por la corriente del ejemplo, provisto de un buen cau- dal de conocimientos que aplicar alas necesidades de la vida i para hacer inas pro- ductivo su trabajo, e instruido de las obligaciones que le ligan a los demas hombres en su trato social i de los que le impone el estado en retribución de la propiedad, seguridad i demas bienes que él le garantiza. Esto en cuanto a la educación del hombre. La mujer no necesita el mismo grado de instrucción pero sí mayor dosis de virtud i moralidad en el corazón. Cuanto lie- mos dicho antes respecto a la influencia que ejercen en las costumbres de ios hijos las costumbres de sus propios padres es mas especialmente aplicable a la mujer a quien la naturaleza ha confiado su cuidado en los primeros años de la vida i a quien la organización social ha conferido el dominio inmediato del hogar doméstico. En ella deposita el hombre toda su confianza, ella <'S la depositaría do sus mas caros intere- ses i afecciones, de ella dependen en gran manera ia tranquilidad i felicidad domés- ticas; i cualquiera que sea el estado en que se la considere siempre es ella quien lie* ne en su mano la clave del corazón del hombro. La instrucción de la mujer no necesita del establecimiento de escuelas de diferente jerarquía; un sola basta para completar suinlruceion puesto que sus'l imites solo com- prenden aquellos conocimientos de que puede hacer aplicación en manejo i arreglo doméstico i labores de mano u otros lijeros i fáciles oficios que su sexo i la debilidad de sus fuerzas físicas l^ermitan ejercer para ganar su subsistencia o en las artes que mas puedan hacer mas amena i agradable su compañía. La. mujer no puede pro- longar su asistencia a la escuela tanto como el hombre i por esto es necesario redo* biar los esfuerzos i cuidados para inculcar en su corazón los mas sanos principios de moral i de vritud. Pero no basta establecer escuelas para obtener el propósito de la educación popu- lar. Es necesario que estas sean dirijidas por preceptores idóneos, que tengan cada una un local convenientemente adecuado i que esté provista del material necesario para acelerar los progresos de los educandos, circunstancias sin las cuales es de todo punto imposible establecer réjimen ni disciplina alguna. Entre las diferentes clases de empleados que requiere la administración del estado, tal vez no hai una sola cuyas funciones sean de tapia importancia como las que to- ca desempeñar a un preceptor. La administración gubernativa encargada mas espe- cialmente de la conservación del orden i moral públicas i de velar sobre la propie- dad i seguridad personal; la administración judicial encargada de segundar i repri- mir los abusos de la acción gubernativa mediante la aplicación de las leyes; la adminis- tración de hacienda etc. etc. todas tienen una esfera de acción particular,- i su acción en el mavor número de casos queda esclusivamcnle reducida a reprimir las agresio- -396- 1 nos i abusos que se cometen conlra las leyes que reglamentan eslos diferentes órde- nes de cosas. 1 La esfera de acción del preceptor encargado de modelar el carácter del individuo conforme al espíritu de esas mismas leyes, i de fiárselas a conocer en jeneral corrí* prende la esfera de todas ellas i previene su acción facilitando i estimulando la obser- vancia de las leyes. Un preceptor debe estar penetrado de la importancia de las funciones que ejerce; su condición en la sociedad es talvez desventajosa; pero una vez organizada la educación popular, obra suya es dar a conoce la importancia de su ministerio i ocupar en la escala social el lugar que le pertenece. La influencia que en el recinto de la familia ejercen las costumbres i carácter de los padres en los de sus hijos es reemplazada en gran parte por la del preceptor des- de que eslos entran al recinto de la escuela. Ll preceptor es el modelo que se ofrece al educando para imitar; sus miradas están fijas constantemente en é!; las máximas i reglas de conducta que ól les diese serán vagas palabras que se lleva el viento, mién- tras el preceptor no Ies observe por sí mismo; acciones al parecer mas insignifi- cantes de su conduela tarde o temprano reflejan en las de sus discípulos. Quien no tenga en si mismo un buen fondo de moralidad, mal podrá desplegar el celoso es" mero que se requiere para observar i dirijir la conducta del individuo cuya educa- ción se le confie. Si un preceptor no tiene instrucción suficiente sobre los ramos que ha de enseñar, no obtendrá mas resultado que hacer perder el tiempo a sus alumnos i aun teniendo esa instrucción no lo economizará cuanto pudiera si carece del cono- cimiento de los métodos mas eficaces i espeditos de enseñanza. La formación de pre- ceptores idóneos es por consecuencia la primera i mas exijenle necesidad de la edu- cación popular. El medio de formarlos es conocido. La Sscuela Normal de preceptores a pesar de su imperfecta, vacilante e incompleta organización, ha producido sin embargo resul’ lados que hacen esperar con fundamento que iierlará cumplidamente su objeto cuan- do se le dé una completa i definitiva organiz icion. Establecimientos de este jéncro están destinados a ser el laboratorio en que se preparen lodos los elementos necesa- rios para organizar e impulsar los progresos de la educion popular: la educación e instrucción de futuros preceptores, la relorma de los métodos de enseñanza adopta- dos, el ensayo i adopción de otros mas conducentes i el conjunto de reglas que debe observar un preceptor en el réjimen de una escuela para infundir a sus alutnos por medio de aplicaciones prácticas espíritu i hábitos de moralidad, todo es del dominio de una Escuela Normal de preceptores; i su organización debe abrazar todos estos importantes objetos. La formación de preccploras ofrece mayores dificultades. El establecimiento de es. cuelas normales de mujeres, que en otros países ha producido completo resultado, no ha sido ensayado todavía entre nosotros; pero no hai motivo para temer que osla* escuelas no puedan aclimatarse en Chile i producir sazonados frutos. Instituciones monásticas de mujeres con voto temporil i cuya advocación fuese enseñanza i edu- cación de la juventud llenarían talvez mas satisfactoriamente la necesidad de que tratamos; i mas adelante, cuando la república contara con un buen número de idó- neos preceptores, no seria difícil encontrar en sus familias personas suficientemente instruidas ¡ morales a quienes con íi i r la dirección de las escuelas de mujeres. A impulsar los progresos de la educación popular contribuiría eficazmente una inspección celosa, constante e inmediata sobre la manera, como cada preceptor cum- ple sn> funciones, sobre el réjimen i métodos de enseñanza que observa i sobre los tropiezos i dificultades que embarazan la marcha de cada escuela; i como el motor que le imprime movimiento en el mismo preceptor, los estímulos que se ofreciesen —397— a la profesión del preceptorado serian decisivos en el fomento de laeducacion po. pular. En el proyecto de lei sobre la organización de la instrucción primaria a que en otra parle liemos aludido, se ofrecían para el preceptor las siguientes exencio- nes: 1 exención del servicio de la guardia nacional; 2.a de todo cargo consejil; i 3.a de cualquiera otra comisión en el servicio del Estado o de un pueblo, al ménos que no fuese relativa a la instrucción primaria. En este mismo proyecto se declaraba ademas exento del servicio compulsivo del ejército al que hubiese desempeñado por diez años el empleo de preceptor, i se reconocía derecho a gozar de una pensión pro- porcional al número de años que hubiese servido, siendo estos quince o inas, al que se hubiese inutilizado para el ejercicio de su profesión. El derecho a jubilación i premios pecuniarios otorgados por el Consejo de instrucción pública que podría in- vertir en este objeto la cantidad de 1,000 pesos anuales, cerraban el cuadro de las ventajas que se ofrecían al individuo que se dedicara a la penosa e ingrata profesión de preceptor. No dudamos que estas influirían de algún modo en el ánimo de un preceptor para estimular su permanencia en el ejercicio de su profesión; pero no podemos dejar de reconocer su insuficiencia. A todos los empicados de los diferentes ramos de la instrucción pública, por ínfima que sea la escala que en la jerarquía do empleos ocupen, les es licito concebir fundadas especlativas de que mediante una buena conducta i esmerada contracción al cumplimiento de sus deberes podrán obte- ner ascenso a un empleo superior, cuya mejor dotación les permita satisfacer las necesidades crecientes de su familia. De esta regla jeneral no está exceptuado ni aun el soldado que en defecto de ascenso tiene opcion a premios de constaucia para cuan* do haya completado cierto número de años de servicio sin nota de fealdad en su conducta militar. Entre las disposiciones del proyecto de lei que acabamos de citar no encontramos ninguna que corresponda a esta justa i natural espectativa. El mis- ino sueldo que disfrutara un preceptor cuando principiase a ejercer su profesión, cuando sus necesidades eran quizá puramente personales, ese mismo habría de gozar en los últimos años de su vida, cuando tendría que sostener una numerosa familia; la única escala a que puede ascender es a la de inspector i siendo tantos los precepto- res que requiere la educación popular, i tan reducido el número de inspectores, la espectativa de ascensos seria una espectativa demasiado lejana, que acaso no vería realizada uno entre cincuenta preceptores. Agréguese a esto que a un preceptor por razón de su mayor instrucción se presentaran a menudo ocupaciones mucho mas lucrativas i ménos afanosas que le excitaran constantemente a abandonar el preccp* torado, i se reconocerá la conveniencia de asignar premios progresivos de constancia que le garanticen una decente aunque modesta subsistencia de su familia i le retengan en el ejercicio de su profesión. La educación popular está interesada en mas de un sentido en la adopción de esta medida. Una larga práctica en la dirección de una escuela ensanchará la esfera de conocimientos de un preceptor, le dará mayor habilidad i espedido» para enseñar i mayor acierto i aplomo para sostener el rejimen i para dirijir la educación moral do sus discípulos. La estabilidad de los preceptores, por otra parle, disminuiría los gas- tos que tendría que hacer el erario nacional para la formación de otros nuevos; i este menor gasto i los mejores resultados que se obtendrían, compensarían los costos que la adopción de esta medida demandara. Tal es en bosquejo la importancia que atribuimos a la educación popular en Chile; tal es el objeto que esta debe proponerse i los principios a que debe ajustarse su organización jeneral. Asunto de tan lata trascendencia i tan decisivo en el porve- nir del pais, merece ser mui seria i detenidamente considerado; al elejirlo para tema de este discurso, nuestro propósito, lo repetimos, solo ha sido ponerlo a la orden del —398— dia en esta ¡lustrada i laboriosa sección de la Universidad, a quien mas especialmen- te corresponde su consideración. Llamado a ocupar en su seno el asiento que para pasar a mejor vida dejó vacante el virtuoso ciudadano don Francisco García Huidobro, me siento doblemente abatido al considerar mi insuficiencia para corresponder al honor que esta Facultad me ha dispensado, i al comparar mi estatura con la de mi digno antecesor. Nacido bajo el réjimen español, mecido entre blandos i suaves almohadones de la cuna de la mas alta aristocracia del pais, educado bajo las colgaduras de dorado dosel, el Marques de G isareal habría sido sin embargo el mas perfecto múdelo del ciudadano de la República si un exceso de virtud, si una exaje rada modestia no le hubiera tiranizado hasta en las acciones mas insignificantes e inocentes de la vida privada. Dolado de las mas brillantes disposiciones intelectuales, su afición al estudio fucla pasión mas pronunciada que se notara en él durante su vida entera. Con tan felices disposiciones adquirió tan vasta erudición, que en concepto de personas, que por su inmediato trato lograron penetrar el denso velo de su modestia — él era el ciudadano no mas ilustrado de Chile. Esta circunstancia le mereció el distinguido puesto que por largo tiempo ocupó en esta Facultad i en !a de Ciencias Físicas i Matemáticas, en cuyos acuerdos no se oye ya su conciso pero prudente i luminoso dictamen. Es de lamenter sin embargo que su esquivo i retraído carácter condenaran sus talentos casi a una completa esterilidad en el orden político. Elej ido diputado al Congreso Nacional i hecho a pesar suyo presidente de la Cámara a que peatenecia, solo se descubría en él al hombre de talento en la facilidad i espedicion para dirijie los trabajos parlamentarios. Su opinión que alguna vez espresaba en la sala de la secretaria i esto solo en el reducido circulo de sus amigos de confianza era jeneral- raente respetada i para muchos un oráculo; pero en el seno de la Cámara jamas se le vio tomar parte en discusión alguna, a pesar de lasexijentes instancias de los que en obsequio al interes público querían verle emancipado de la timidez de su carác- ter. Mas tarde, en época de efervescencia política, cuando los partidos exitaban recí- procamente sus rencores, cuando aparecían ya en el horizonte señales infalibles de inmediata tempestad; d m Francisco García Huidobro fue llamado a formar parte del gabinete como el ciudadano mas a propósito por sus antecedentes para conjurar el huracán de las pasiones; su virtud, su honradez i patriotismo eran umversalmente reconocidos, a nadie habia ofendido, a nadie había hecho mal. su (ortuna había esta- do a disposición del que la necesitara; clseñor Huidobro era talvez el único que sino arrastraba con las simpatías do todos, al menos no tenia un solo enemigo. Pero la sala de despacho de un ministro era un puesto demasiado espectable para que mi digno antecesor pudiera respirar en él con libertad: las miradas del público habrían sido una presión mortificante para la delicada conlestura de su pecho. Los estantes de la biblioteca nacional i los empolvados legajos de algún archivo exhalaban el aire embalsamado que él necesitaba respirar. En los rincones de esta biblioteca satisfacía ámpliamcntc su avidez de instrucción i prestaba al mismo tiempo al público un oculto pero importante servicio: el arreglo, distribución i clasificación de millares de volúmenes que esta biblioteca contiene, es obra esclusiva del señor Huidobro; a su jenerosidad i esquisitas pesqui/.as se deben también muchos i mui preciosos manuscritos i documentos históricos que allí se encuentran. Esta operación que tan compendiosamente puede espresarsc, requería sin embargo una vasta erudición i toda la constancia, paciencia, abnegación i patrio- tismo de tan desinteresado ciudadano. El señor Huidobro sentía imperiosamente la necesidad de servir a su pais; su caráclcr le retraía de las miradas del publico i oculto — S99 — fntrc los estantes de la biblioteca acabó por si solo la penosa, pero importante tarea que espontánea i jenerosamenle se impuso. Fuera de la biblioteca alguna obra benéfica ocupaba constantemente su corazón. Poseído de las mas profundas convicciones relijiosas, la práctica de las virtu- des cristianas dividía su tiempo con los estudios literarios. Pero si era difícil penetrar el velo de su modestia para descubrir su vasta erudición, mas difícil es todavía rastrear sus pasos en el ejercicio de la caridad. Con el mas cauteloso cuidado borraba sus huellas tras de si; i habría acusado de traidora su memoria si alguna vez le ofreciera un involuntario recuerdo del bien que hubiera hecho; pero su reserva no impidió que el público adivinara sus virtudes i que el respeto i consideraciones de lodos le dieran a conocer que había sido inútil su cautela. La muerte vino por fin a traicionarle mas abiertamente, poniendo de manifiesto que el heredero de una gran fortuna, el poseedor por largos años de uno de los mas valiosos mayorazgos que finí en Chile, no dejó sino una pequeña porción de bienes libres. ¿Qué hizo el señor Huidohro de su fortuna? ¿Qué hizo de sus pingües rentas? Lo que liemos diciio de su carácter lo esplica todo. Su nacimiento, su titulo, sus relaciones de familia, su fortuna i mas que lodo su ilustración i su talento, destinaban a don Francisco García Huidohro a desempeñar un rol importante en la administración de los negocios públicos' en Chile; i ¡ojalá la lamentable esquivez de su carácter no hubiera cambiado e! rumbo de su vida! Su honradez i desinteresado patriotismo habrían ofrecido a los hombres públicos de la América del Sur un bello ejemplo que imitar. D1S CURSO pronunciado por juan bello al incorporarse a la Facultad de Humanidades déla Universidad de Chile , en elejio de su predecesor do?i Centura Cousiño. A la verdad, señores, que si algo pudiese realzar a mis ojos el honor de! nombra- miento con que habéis querido favorecerme, seria la designaciorvdc la vacante que vengo a ocupar. Me ha locado en suerte suceder en su puesto en esta Facultad a un sujeto que en mui pocos años de consagración en su carrera literaria alcanzó a labrarse un crédito no mediocre de talento i saber, que le valió su inscripción en la lista de personas, todas ilustres por aquellos dos títulos, que figuraron en la instalación de la Universidad. I hé aquí el mayor i menos inequivoco homenaje que pudo dispensarse a un literato del mérito i sobre todo de la modestia i humildad de don Ventura Cousiño. No fué de los que profesan las letras para sacar partido de ellas, de los que se dedican al estudio, no tanto por vocación i apego natural, como por procu- rarse un modo de vivir, una carrera lucrativa como otra cualquiera. No, Cousiño no era de este número: natural en é!, desinteresada, sineera, esla inclinación, fué fomen- tada, como nacida, sin estimulo cstraño, sin mira de otro objeto que el saborear los puros e indecibles encantos de su cultivo. Estudió desde sus primeros años con ahinco; en esa edad en que os tan propio el desvio de toda solicitud i atan serio n enojoso, las tarcas del aprendizaje, la noble emulación de distinguirse entre sus 50 -400- - compañeros i corresponder a los conatos de su maestro, el ardoroso deseo de no frustrar las expectativas de sus padres, era no mas lo que le traía ajilado i desvivido. I cuando, merced a sus facultades precoces i a su infatigable aplicación, hubo habi- litado su intelijcncia de los rudimentos mas necesarios, cuando adquirió en ellos con que elaborar por sí, desarrollar i procurarse nuevas i mas abstrusas nociones, cuando, en una palabra, llegó en su vida de estudiante al punto en que la instrucción i el razonamiento se dirijan ya a objetos especulativos, entonces se desenvolvió espontá- neamente en el joven Cousiño una tendencia mili pronunciada acia el conocimiento de la antigüedad, no tanto en sus monumentos históricos o filosóficos, cuanto en los de su bella literatura. Sus estudios i lecturas posteriores, tomaron ya este rumbo; i basta muchos accidentes de su carácter i persona comenzaron a denotar esta influen- cia. El latín, la posesión de este idioma muerto que tanto cuesta i mortifica al niño, i que tan pronto sin embargo olvida, fué el estudio favorito de su adolescencia; no se contentó con alcanzar a traducir a Quinto Curcio, u otro autor menos difícil, i aun menos correcto o elegante, a solas, sin ayuda de maestro, imponiéndose un im- probo trabajo, trató de familiarizarse también con el estilo sentencioso i profundo de Tácito, con la facundia i gracia del de Cicerón i con ios versos incomparables de Virjilio i de Horacio. Aprendió a superar las dificultades de la versión i cabal inteli- jencia de todos estos clásicos: pero su constante lectura, el comercio continuoen que solo con ellos vivia, le hizo contraer en su manera de decir, baldando o escribiendo, cierto prurito de culteranismo, cierta afición por los vocablos insólitos i de oríjen latino, que le hacia parecer amanerado i enfático sin serlo en tanto estremo. I en su semblante, en su vestido, en su andar se notaba cierta compostura i gravedad, tanto- cuidado de si propio, tan poca dependencia ds cuanto estraño le rodeaba, una reconcentración tai, que dejaba sospechar que la ocupación habitual de su pensa- miento residía en éi mismo, i que su ejercicio mental de todas horas era revolver en su imajinacion i meditar los conceptos i locuciones de sus modelos predilectos. De la clase de mero alumno fué elevado luego por su juiciosidad i moderación a la categoría de Inspector de una sección del internado, i poco después a la de ministro 0 Sub Director de todo él. Empleos difíciles, de mucha responsabilidad i a que esta- ban anexas incumbencias penosas: pero que sirvió con todo satisfactoriamente, i mui al grado de su numerosa i traviesa clientela. Ni su carácter, ni sus hábitos de estudio 1 solitaria meditación le permitían ejercer la activa e incesante vij ilancia que reque- ría el completo desempeño de su cargo; ni podía jamas resolverse a usar del rigor de las atribuciones coercitivas i correccionales, en mucha parle necesarias, para manterner en e) colejio la disciplina i subordinación mas estrictas. Consentía mejor en que esta se suavizase algún tanto, en que la persona del Ministro infundiese al niño ménos respeto i temor que la de otro cualquier subalterno, a trueque de eseu- sar castigos, de no desplegar una severidad i rijidez incompatibles con la dulzura de su índole i sentimientos. ¡Cuántas veces se estrelló impotente su voz contra el estré- pito de una algazara que asordaba los ámbitos del colejio! ¡Cuántas veces fueron inútiles sus esfuerzos para reprimir por si un desorden alarmante i reducir a la obe- diencia a una turba tumultuosa i aviesa! Tenia que llamar entonces en su auxilio a un Inspector, i hasta a veces a un sirviente; i se resignaba a un aparente desacato de la autoridad superior depositada en sus manos! I ojalá hubiese sido en tales eventos ineficaz tan solo, vana completamente, su intervención personal; era ademas, i en fuerza del mismo apacible i blando jenial que nunca deponía, motivo entre los muchachos de jácaras i alegres burlas. Risas i murmuraciones respondían amenudo a la paternal reprimenda en que nunca dejaba de insertar alguna espresion altisonante; i solo el prestijio de su mérito i bondad, reconocido en el colejio todo, impedia que dejenerase casi en objeto de mofa la persona que llevaba su induljencia hasta este —401 — punto, i cuyos resabios pedantescos, si asi podemos calificarlos, exitaban de tal modo la hilaridad maligna de los rapaces sometidos a su inspección. No había en esto des- precio ni ofensa intencional de parle de los niños ácia su benigno i manso Ministro; era un simple abuso de confianza, upa petulante oposición a la autoridad ejercida con tanta blandura. Tolerancia excesiva, dirá cualquiera, imprudente benignidad M'ie debía influir perniciosamente en el buen réjimen del establecimiento i en la moralidad de los educandos; pero ¡os que aun guardamos frescas las reminiscencias de ese tiempo, de todos los percances i delicias de un tal pupilaje, los que escucha- mos mas de una vez con la risa en los labios los consejos i las benignas amonesta- ciones de nuestro superior, podemos aségurarqqe por cariño a él, por reconocimiento 0 su jcncrosidad i clemencia, nos abstuvimos muchas veces de incurrir en descarríos que las amenazas i castigos mas terribles no hubieran sido partea evitar. El muchacho mas procaz i rebelde a toda sujeción, se tornaba al fin en súhdito dócil, sumiso i diferente a tan benévolo i bondadoso director, ¿í quién, por díscolo i de mal carácter que hubiese sido, habría nunca llevado su avilantez Hasta no obedecer gustoso la orden que se insinuaba siempre por la persuasión, nunca de un modo duro o impe- rioso, e impartida por un jefe cuya superioridad sobre los demas, de quienes depen- dían los educandos inmediatamente, se hacia sentir en esos mismos perdones, indultos 1 atenuaciones de pena que aparejaba siempre su intercesión? Era Rector a la sazón del Instituto el que es alora Presidente de la República; i su temada vista, su sola presencia disipaba al punto todo amago de desorden, reprimía cualquier desmán, bien que sin economizar los entredichos i humillaciones penales. La del Ministro no producía un efecto tan instantáneo; pero sus amigables exhortaciones, su llamamiento a la voz del honor, del deber i de la moderación, apaciguaban gradualmente los ánimos mas exasperados i violentos, i concluían por restituir el ciclo del Instituto mas cargado do electricidad tempestuosa a un estado de bonancible i dulce sosiego. 321 Rector i el Ministro del Instituto en aquel entonces, formaban entre ambos la suprema potestad, la última razón, la Providencia reguladora de nuestros juveniles destinos; uno era el complemento del ctro; en el primero personificábamos 1 a justicia, inexorable, ante la cual no había disculpa, privilejio ni escncion que valiese; en el segundo la suma bondad, siempre accesible i paternal. Un recuerdo grato i afectuoso asociamos todavía a la memoria del que tantas veces nos ofreció refujio -contra o] rigor de una estricta disciplina; i dé respeto, i hasta de terror, ácia el que tan negado parecía a la súplica, tan poco propenso a la induljencia o lenidad. En el año 35 se declararon vacantes las Cátedras de Latinidad Superior, i se ‘convocó a concurso a lodos los que quisiesen aspirar a servirlas. D. Ventura Cousiño se alistó entre los concurrentes, i >dos meses de afanada i rápida preparación le bastaron para disponerse a rendir la prueba mas competente de sus conocimientos profesionales. Uno de los actos públicos mas lucidos i memorables en los fastos del •establecimiento tuvo lugar para decidir la oposición. Presentáronse candidatos, a ■cuál ma§ digno i capaz; sometióse a un examen prolijo la instrucción de todos ellos. La prueba duró largas horas; i por mucho tiempo, con grande ansiedad de la comisión -examinadora i délos numerosos testigos de aquel acto, estuvo indecisa la competencia entre Cousiño ¡ otro joven que no le cedía un punto en su relevante superioridad a lodos los otros. Fué una lid singular aquella, tenaz, porfiada, en que de una i otra parte se mostraba por momentos una versación i ■saber que parecía hubiesen da abrumar al contendor, i que este con todo conseguía a su turno equilibrar i aun sobrepujar con jen eral admiración. En fin, hubo de dirimirse por una transacción. Ja dudosa controversia, i a cada uno de los dos competidores, tan meritorios i dignos, se adjudicó una de las dos clases superiores del concurso, habiéndose declarado a ambos igualmente acreedores a la palma del triunfo! La cuarta de latinidad fué ja que obtuvo Cou-iño por su cumplido desempeño en esta brillante justa de talento í de saber; i el haberle disputado el premio un antagonista no menos sobresaliente, aunque motivó la no completa decisión del resultado, sirvió para hacer relucir aun mas la idoneidad i distinguidas dotes de ambos. Habría sido triste i doloroso para todos los espectadores de una lucha literaria tan sostenida, todo otro éxito íinaí, enteramente favorable al uno o al otro de dos campeones tan esforzados. Desde su cátedra de latinidad probó Cousiño aun mejor sus aptitudes p ira este profesorado; era incansable su zelo por el aprovechamiento de sus alumnos a cuyo número tuvimos la dicha de ser agregados de los primeros; i su método de enseñanza, la elección de los textos que adoptaba para la traducción, las espiraciones i agradables coloquios con que llenaba el tiempo de la lección que no absorvian los menesteres obligados de ella, las sabrosas c instructivas pláticas con que procuraba imbuir ai joven sentimientos de honradez i dignidad, todo contribuyó a acreditar en breve su clase como una de las mejor rejidas del Instituto. Este nuevo ministerio se atemperaba mas a sus hábitos i carácter, como que no exijia la vijilancia asidua i material del que acababa de dejar. í como profesor de una clase que entraban a cursar jóvenes ya adultos, i de un estudio que era de toda su predilección, la afabilidad i manse- dumbre de su natural, tan lejos de perjudicar, coadyuvaban grandemente al buen desempeño desús funciones. Tarde i mañana ¡e veiamos llegar a ocupar su asienta «le catedrático trayendo la misma buena voluntad i eslirnu ante ardor, para dispen- sarnos su enseñanza. Siempre con su fisonomía de complacencia i bondad, con su templada elocución, con sus simpáticas maneras. Designaba luego a! que había de recitar la traducción de antemano señalada, i comenzaba la cotidiana tarea. Scguia a? discípulo paso a paso en e¡ trabajo que con éi emprendía: si le dejaba un instante abandonado a sus propias fuerzas era para insinuarle a su tiempo una advertencia que esclarecía i facilitaba la versión, o para correjir un error en vista de la falta de su orijen; i también para asentir con una 1 i jera inclinación de cabeza i una mirada de aprobación a la dificultad con acierto vencida. I no obligaba tan solo al alumno a una traducción literal del texto; le hacia penetrar ei sentido del pensamiento vertido, la enerjía de la expresión, i discurrir a veces sobre la justicia o verdad del concepto, lista parte, sobre todo, de ia lección érala que daba lugar a explicaciones i consejas que siempre oíamos con el mayor placer, ¿fie trataba p. ej., del pasaje en que Cice- rón; en su libro de las obligaciones morales {De fifjkiis), ensalza a su hijo el suicidio de Catón? Después de traducida la frase proponía al alumno la cuestión filosófica. La magnanimidad incontrastable de Calón, su rectitud ejemplar, su puro patriotismo, ¿se desmintieron eu ese solo atentado contra su propia vida? O su odio a la tiranía, su desesperación por la suerte de la patria,' la necesidad de una protesta, elocuente e ineqiv; a presencia del mundo, contra la iniquidad triunfante i la ruina enFarsaüa de lodo lo que es grande i bello sobre la tierra, justificaban la atrocidad dei hecho? ¿Fué un acto de heroísmo, de eslraordinaria fortaleza moral? ¿O soio una flaqueza abominable, la aberración de un momento de debilidad? I a propósito de este pro- blema se detenía también cu la vida de aquel ilustre Romano, referia lijeramentc sus razgos mas notables i el juicio pronunciado sobre él por los filósofos i poetas de la antigüedad. Finalmente, um soiucion acertada, de acuerdo enteramente con los prin- cipios del deber según la civilización moderna i la reMjion cristiana, terminaba esta agradable i provechosa digresión. Continuaba en seguida el trabajo pendiente, i él, sus correcciones ¡ espiraciones; i así hasta queel reloj del templo inmediato al antiguo local de! Instituto sonaba la hora de salir de clase, que solo en esta grata ocupación esperábamos sin la inquietud impaciente que en las demas del día. De este modo, no tan solo se amplió i perfeccionó notablemente el aprendiza je del ramo de nuestro estudio, sino que a.l mismo tiempo, i en cuauío lo permitía este objeto esencial, recibíamos lijaras nociones históricas i literarias, i, aunque de uns manera imperfecta, un curso también de moral práctica, de buenos sentimientos en acción. En cuanto al estudio del Latín, con mas perfección i mas completo se hace en la oclualidad, sin duda alguna; pero desde entonces, mediante los esfuerzos de Cousiño i su joven colega en esta enseñanza, datan la mayor parle de los adelantos e inno- vaciones llevados después a la altura en que hoi se encuentran. So o desde ■aquella época se pusieron en manos del esludianle los escritores i poetas del siglo de oro ele la literatura romana, i se relegaron al olvido los de la decadencia, los del último tiempo i peor gusto de ella, como Quinto Curcio, que fueran los únicos anteriormente usados. Asi mismo, la prosodia i métrica latinas formaron desde entonces i por primera vez parte del estudio de la gramática de esta lengua; reformas importantes que no fallará quien mire con menosprecio, deplorando talvcz el mayor tiempo i paciencia que por consecuencia de ellas se obliga a invertir al presente al niño en un estudio, que casi nada después utiliza. Pero es esta una preocupación injusta en parle, i en la que tiene de verdad i razón, se imputa al estudio del latin, a la pose- sión de este idioma sabio que ha guardado a la posteridad mas remota tantos tesoro de poesía i saber, una tacha solo aplicable al defectuoso sistema de enseñanza a que se somete ulteriormente al alumno. En vez de hacerle practicar conocimientos que tanto ha sudado para adquirir, se prescinde de ellos completamente. Liega a la clase de Retórica, i para sus ejercicios de análisis i traducción se ciijon temas españoles, franceses, ingleses, i nunca latinos; i remata sus estudios conel d* Derecho Romano, que se hace por una traducción i compilación de Vinnio, He infecí o i Sala, no por uno solo de los textos de estos autores, en el excelente latin en que están escritos. I>us desperdicios, pues, mui notables. ¿Qué mucho que el joven, una vez fuera del Colé jio, no vuelva a acordarse de los conocimientos i versación que no há tenido sino arrumbados durante el largo aprendizaje de todos sus estudios subsi gurbn tes? Otras de las innovaciones esenciales introducidas con Cousiño i su colega en la enseñanza del Latin del Instituto Nacional, fué el estudio de la Sintaxis, que hasta entonces no se hacia sino de una manera mui superficial i defectuosa, i la aplicación de sus reglas en el análisis gramatical de oraciones vertidas de uno a otro idioma. Innovación, esta última, sobre lodo, mui conducente a la mayor perfección del aprendizaje de aquel ramo, i provechosísima en jeneral al estudiante. La deter- minación de los oficios de cada pilabra en el discurso, de ¡a dependencia mutua de todas ellas, de sus accidentes respectivos; este ejercicio frecuente desenvuelve las facultades dei niño, lo hace observar por si, comparar, distinguir, combinar apirea Jos mas sutiles i delicados; se despercude asi su razón, i se aguza i fortifica sobre- manera en esta incesante jimnástica intelectual, Pero lo mas peculiar i recomendable que distinguía el majisterió de Cousiño era que sus afanes no se limitaban a la enseñanza ruda i árida que le estaba especial- mente cometida. — Sin descuidar un momento este objeto principal de su incumben- cia, se proponía ademas otros secundarios, i de no menor importancia i utilidad pa- ra los educandos inexpertos e intonsos confiados a su dirección. Ideas de moralidad i de virtud, rasgos nobles i loables, impulsos de delicadeza i decoro persona), eran tópicos de sus lecciones todos los dias, tanto como los ejercicios diarios de traducción i de memoria a que se destinaba la ciase. Junto con instruir quería educar al alum- no, despertar en su tierno corazón instintos jenerosos, hacerle perceptible i amable *odo el mérito i grandeza de una bella acción, e infundirle sentimientos de pundo- nor i dignidad. — ¿I qué educación mas provechosa i necesaria que esta? — En el en- lejió es cuando hacemos el ensaye primero de bastarnos a nosotros. mismos en ía vi- da, donde se nos presenta una imájen anticipada i en miniatura de nuestros d*4>c- -404— fes i obligaciones fuera de la única estrecha esfera en que los liemos reconocido has- ta entonces: i en ninguna parle ni en mejor tiempo puede i debe prepararse al jóveti a la constante i concienzuda práctica del deber, inspirándole sabías máximas i prin- cipios de recta conducta, i dándole medios de defensa i preservativos bastantes con- tra las tentaciones i escollos en que ha de verse después a prueba su enerjia i mora* lid id. Si no se atiende a morijerarlc desde temprano, si solo se ejercita su inlelijen. cia en labores mas o menos mecánicas i de ninguna aplicación inmediata, sino se le hace formar al mismo tiempo su provisión de ideas i de esperiencia positivas, que no tenga que comprar caro después en el mundo i acaso demasiado tarde, ¿cuál será el viático que sostenga su perseverancia, el estímulo que incite su valor, la norma que guie sus pasos, los hábitos, el carácter ya aguerrido i fuerte, con que pueda contra- rrestar las agresiones i pérfidos halagos con que le rodean a su entrada en el mundo la corrupción, la maldad de los demas hombres, i las mismas briosas pasiones de su juventud? I preciso es convenir en que hasta aqui bien poco o nada se ha hecho entre noso* tros a fin de correjir la educación del joven de tantos defectos do que adolece, i pres- tar a este objeto, tanto o mas importante que el de su instrucción, todo el cuidado i esmero que reclama. La educación que hoi reciben los niños en nuestros colejios es sobremanera deficiente: hábitos de obediencia i sumisión a cierto orden haatenal, i al- guna urbanidad i decencia exteriores, es cuanto adquieren a este respecto-, i en cam- bio de esta pequeña pulimentación, obrada solo en la corteza de su ser, ¡cuántos re- sabios disgustantes, cuántos instintos de insubordinación o malevolencia, cuánto en. 'ilecimiento no se comunican a su carácter, si de suyo no es excelente! ¿De cuántas torpezas vergonzosas no recibe quizás la primera iniciación?. .. Sus relaciones con sus compañeros, la lealtad, franqueza i jenerosidad a que se estimulan mutuamente, el código de honor i fraternidad sancionado espontáneamente entre ellos para todos sus actos, esta educación que se dan a si mismos, es la mejor que en el colejio pue- den procurarse, i la que «bastiría a mostrar, a falta de otras pruebas, que la natu- raleza humana, aun librada u sus propios impulsos, no es tan virtual i radicalmente perversa como pretenden los pesimistas.» Esta educación mutua vale algo sin duda, pero no es ni con mucho bastante. La cultura delicada que hace jermimr en el alma humana saludables inclinacio- nes, que desarraiga las indas, que eleva i fortalece el carácter, que desarrolla senti- mientos de pundonor i dignidad, hé aqui la educación que debiera darse al alumno. En el seno de su familia i en su edad mas tierna se atiende a este preludio de su mo- ralización: pero ni se prosigue ni se sostiene después este trabajo; sino de la manera •mperfeelisima que hemos indicado. ¿Qué vivo anhelo, qué propósitos, qué procedi- mientos de rectitud, honradez i abnegación, qué educación, que merezca este nom- bre, es, pues, la que el jóvpn debe en la actualidad al colejio? No ha faltado ocasión de lamentar los inconvenientes i perniciosos efectos de este sistema de neglijencia i omisión, en punto a Ínteres tan primordial . El Instituto Na- cional en masa, en su personalidad colectiva por decirlo asi, se ha hecho parte, algu- na vez, en cuestiones de política i miserias de partido que jamas hubieran debido tener acceso a sus aulas! El Instituto, cu medio de la efervescencia electoral i lucha vcrlijinosa de ideas i pasiones opuestas, a que su réjimen administrativo condena periódicamente a nuestra sociedad, no se ha sostenido en el pié de una amacslranza pacifica, de un albergue de pura estudiosidad i recojimiento intelectual. lia partici- pado de las emociones i fanatismo do afuera; rápidas i aferrantes vicisitudes lo lian sacudido en todas direcciones errores i eslravios ajenos ele sus tranquilas tareas, que no debieran haber inferido la menor mella a sus adelantos i disciplina, han conta- minado i pervertido lodo en su revudlo seno. Si, señores, el Insliluto era ayer no — 405 — mas uno de tantos centros de ajilacion politica; se estudiaba en él, ¡ en numerosos corrillos se discutía también con seriedad i calor la cuestión del dia; hoi a pretesto de un artículo de periódico; mañana de un discurso parlamentario; otra vez de un boletín de las operaciones militares de los bandos contendientes. El profesor mismo era un partidario declarado; el entusiasmo febril de su Opinión, sus antipatías justas 0 injustas, sus excesos o atentados fuera del enlejió, contajiaban por fuerza al alum- no. En esta excitación i diversión continuas, él estudio pasaba a ser lo accesorio, la impaciencia i solicitud por el triunfo de tal o cual partido, lo esencial. Hasta que en fin un sangriento i lastimero desenlace ponía término a la contienda civil, i vol- vía al Colejio su quietud normal, no sin pérdidas i sacrificios deplorables en su pro- pio personal i dirección. ¿I qué será después en la sociedad, en el ejercicio de su profesión, en los altos puestos públicos en que se verán constituidos, en su vida, en una palabra, de hom- bres, padres de familia i ciudadanos, de lodos esos jóvenes salidos del colejio con habilidad i saber, pero sin esperiencia del mundo, sin costumbres de estricta mora- lidad, sin hábitos de represión propia i de respeto así mismos? Dedicados al foro, de mucha bondad habrán menester, de instintos mui certeros i fuertes, para que la no- ble profesión del abogado no dejenere en un oficio mercenario, i se prostituya hasta hacerla servir a depredaciones c injusticias escandalosas. Arbitros casi de la fortuna 1 vida do sus clientes, su leal saber i entender i sus auxilios profesionales los con- vertirán talvez en medios de un vil tráfico i de torcidos amaños. Llamados por sus talentos a destinos elevados de la Administración, al menor conflicto, en situación un poco difícil i azarosa, ignominiosos renuncios, cobardes terjiversaciones, probarán la inconsistencia de su carácter i su debilidad moral; darán hoi la razón al que la tiene, i al dia siguiente, de miedo o a impulsos de sórdida codicia, le dejarán sin es- crúpulo en la estacada: su desteñida bandera será ofrecida a la causa, no mas justa o de todas sus simpatías, sino mas poderosa o proficua; i honores, riquezas c influen- cia, obtenidos a precio de intrigas i baldón, ahogaran cualquier reato de su concien- cia, si llegan por acaso a sentirlo. Varias veces, i por distintos expedientes, todos ineficáces, se ha tentado el reme- dio de los defectos de la educación pública a osle respecto. Se ha creído encontrar- los en las opiniones avanzadas, tesis atrevidas, principios contestables de algunos de ^os textos adoptados para la enseñanza superior, i en los comentarios orales agregados por el profesor, i a uno i otro particular se ha provisto convenientemente formulan- do programas para cada ciase, adaptando mejor los textos, omitiendo en ellos toda doctrina o debate que pudiera ofender los escrúpulos mas asustadizos, i prescribiendo i trabando en mucha parte el método i desempeño del profesor. Pero no estaba aquí el orijen del mal, i aunque prudente i plausible tal reforma, ni aun efectos de pa- liativo ha producido contra aquel. Se creyó mas tarde atacarlo con acierto, i curar de raiz la dolencia, encargando a eclesiásticos la vijilancia i economía internas del Instituto; i lo que se consiguió tan solo con esto, fué ofrecer por mucho tiempo a la cspectacion pública, i demostrar de un modo inconcuso, la incompatibilidad e inep- titud del ministerio sacerdotal i de las personas que lo ejercen, para aquella delicada i minuciosa tarea. I en efecto ¿quién ménos apropósito que un eclesiástico para dar al joven consejos útiles, preceptos de aplicación en los trabajos i dificultades de la vida? ¿Quién ménos adecuado para iniciarle e instruirle en la ciencia del mundo, que no dan teorías ni utopias, sino la esperiencia de uno mismo, el propio estudio» !a cosecha de observaciones no recojidas en cabeza ajena? El clérigo habla en nom- bre de Dios; predica invocando la salvación eterna; el inundo es para él un lugar de prueba i sufrimiento; su traje de luto como una mortaja de lodos los devaneos, ca- prichos e ilusiones terrenales; su mora!, ríjida i severa; sus dogmas, inflexibles, ab- — 406 — solutos; su fin, único i lejano; i su reino, Gnalmentc, no de este fugaz i despreciable mundo. Sus palabras vienen como del cielo, i tanto como de la tierra, distan de obrar la morijeracion del niño i su robustecimiento en la moral práctica, en aquella moral indúljante que no rechaza las exijencias inocentes del mundo. Le hacen reli- gioso, creyente, cristiano; pero nada mas. De lo restante, tan indispensable también para vivir bien i honradamente, no digo no aprende lo necesario, pero aun se vicia t contaría su educación natural, pues que adquiere principios opuestos a lo que la sociedad tiene derecho a pedirle. Porqué, una de dos; o venera i acata rendidamen- te la investidura sacerdotal de su preceptor, se modela en todo por él, i acaba por ajustar sus procedimientos a reglas i prácticas, de un rigorismo antisocial, que lo apartan demasiado del siglo; o cu fuerza de la malignidad de su indolé, o de faltas de sil superior, cobra ojeriza i desprecio a un tiempo, a la persona de este i al sa- grado carácter que inviste, en cuyo caso, no se habrá aprovechado ni siquiera el primero i mas santo objeto, del especial resorte i aptitud de la institución clerical. En el un extremo de esta forzosa disyuntiva, la institución clerical falsea i exajera la educación, en un sentido mas monástico que social; en el otro, si bien a su pesar, •la extravía miserablemente. Ambos resultados no son de perseguirse, i menos de im- ponerse compulsivamente en la planta de la enseñanza jeneral que dá el Estado. Los arbitrios que, en nuestra humilde opinión, debieran tocarse para acudir al mal con la eficacia que demanda, aunque mui obvios i hacederos, no se han pro- puesto ni ensayado hasta el presente. iN’o forman un sistema dado, un conjunto de medios, una combinación ideolójica cualquiera; son mas bien pequeñas modificacio- nes, enmiendas i adiciones al rejimen establecido, especialmente por lo quo atañe a la instrucción elemental. Los indicaremos lijeramente. Ya se ha visto como del estudio del Latin puede sacar partido un profesor solícito i laborioso en obsequio de lo instrucción moral de sus discípulos. I ahora sobre to- do que, por el plan de estudios vijente, es uno mismo el ealedrálico del niño du- rante los cuatro primeros años de su aprendizaje, tiene tiempo i oportunidades so- bradas para darie esa instrucción i trabar con él cierta familiaridad, intimidad i re- ciproco cariño, que, sin disminuir el respeto ácia su persona, lo hacen inas accequi- ble e influyente, i le permiten abdicar el dogmatismo i la excesiva rijidez en el ejer- cicio de sus funciones. Las clases de Historia, que se cursan con el mismo profesor i a un tiempo con ese estudio, prestan campo, todavía mas anchuroso, para insistir con provecho en la educación del estudiante. Pero antes que nada adáptense textos bien calculados pa- ra csias clases, ni tan frivolos, ni tan someros, ni tan compendiosos como los que están en uso en la actualidad; mas biográficos, mas anedóclicos; que pongan en re- lieve las grandes acciones, los bellos caracteres; que se dirijan al corazón mas que a la intélijcDcia; que sean, en una palabra i según la expresión de un historiador mo- derno, « algo por el estilo de las Vidas de Plutarco. » La filosofía, de algún tiempo a esta parte, es el ramo que peor se profesa en el Instituto Nacional, i a su ejemplo en lodos los colejios de la República; lejos de ade- lantarse sobreesté punto se ha marchado en un atraso i decadencia inexplicables. En primer Jugar, la obra de don Ventura Marín, uno de les trabajos didácticos que mas honran a Chile i a la América toda; este texto plagado de teoremas arbitrarios, defectuoso en la parlo de la Metafísica, incompleto i anticuado en algunos capítu- los de su Lójica, pero excelente, inmejorable en su Moral , i todo él tan bien sis- temado, con una congruencia 1 trabazón tan cabal entre sus elementos lodos, con un método tan persistente i un análisis tan fino i prolijo, si bien erróneo en la fun- damental teorh de las operaciones intelectuales; este texto, fruto precioso de talen- tos, vijilios i una consagración que costaron a¡go mas que la vida a su autor, perdido — 407 — lastimosamente, desde linee años, para su Patria, i para la familia de que era orna- to, orgullo i la mejor muestra de las felices dotes de toda ella; este texto, que te- nia la gran ventaja de avezar al joven al ejercicio de su propia sindéresis, i cuyos mismos errores o vacíos, siendo puramente especulativos, proporcionan a un profe- sor hábil, como el que sucedió a Marin en esta cátedra i la sirvió tanto tiempo i tan brillantemente, ocasión de críticas, refutaciones i correcciones que provocan mas la atención i diseursodei joven; este texto, decimos, ha sido reemplazado por el actual, mui inferior bajo todos respectos, excepto en su lenguaje, mucho mas puro i co- rrecto. Ademas, aunque prescrito terminantemente por el plan de estudios, no se com- pleta todavía el de este ramo con el de su historia i últimos adelantos. Resulta de aquí, que una clase que mas que otra alguna debiera influir en el desa- rrollo mental, dirección i castigo moral de la juventud, es la mas estéril i peor d¡- rijida a este respecto. Sabemos de reformas trabajadas i ya concluidas satisfactoria- mente sobre este asunto, pero que una delicadeza talvez excesiva ha impedido pro- poner hasta ahora. No creemos tampoco tanta i tal líi instrucción relijiosa que ofrece el Instituto, que nada haya que reformar o añadir en este orden. Siga encomendado, enhorabuena, a sacerdotes este importantísimo majisterio; ningunos mas competentes para su de- sempeño. Pero extiéndase un poco mas la esfera de los conocimientos que inculca; i depúresele de cuanto tosco resabio o vetustez pudiera inficionar o desprcslijiar las altas verdades de su atribución. Las prácticas reí ij ¡osas obligatorias al estudiante no han de ser tampoco tantas ni tan frecuentes que su misma continuidad redunde en menoscabo de la devoción con que se cumplan. Un breve rezo cotidiano, misa jueves i domingo, una plática ins- tructiva i amena una vez a la semana, confesión dos o tres al año, nada mas; i que en todos estos actos se observe el mayor recojimiento i contracción. En el rejitnen material del establecimiento, en la disciplina interior, en el siste- ma de penas i recompensas que forma parte de esta, caben asi mismo pequeñas mo- dificaciones, pero de gran trascendencia. No es posible determinarlas sin descender a pormenores i nimiedades. Basle decir que en la disciplina actual del Instituto puede censurarse a la vez una ¡nduljencía i una severidad mui mal entendidas. No se consideran faltas muchas que lo son en realidad, i se castigan otras de un modo i con un rigor que no corresponden a su naturaleza i levedad. Una modificación, que juzgamos posible i aceptable, so nos ocurre apuntar ade- mas, para que la planta material del Instituto contribuya convenientemente a la edu- cación de la primera juventud. I seria la de someter a todos los que cursan ramos de instrucción preparatoria o elemental, i talvez a los mismos profesores i jefe de este departamento, a un rigoroso i esclusivo internado. Se mantendrían así secues- trados de toda comunicación con la calle; i este aislamiento i uniforme modo de ser de todos los de la casa, coadyuvarían mui mucho al mayor adelanto del estudiante en todos sentidos, i respecto de los superiores al cumplimiento de sus deberes mas exacto i esmerado. Dividido como al presente el Instituto en dos secciones, la de internos i la de externos, i mezclándose unos ¡ otros a las horas de clase ¿qué sucede? Que los internos viven al corriente de todas las novedades de afuera, i se distraen i ajilan muchas veces por ellas; que 4' unos i otros su diversa condición i el estrecho roce que renuevan entre si diariamente, les proporcionan material inagotable para disipaciones durante la lección, no lográndose de este modo las ventajas del interna- do; i en cuanto a los externos, que las frecuentes idas i vueltas de su casa al colejio i del colejio a su casa, este trajín continuo, exento de toda inspección, por lugares públicos, desde largas distancias i compañías acaso peligrosas, no deja igualmente da ól — 408 — serles mui perjudicial. Los profesores, por otra parte, no vienen a! establecimiento sino a la hora justa de sus clases; el tiempo restante tienen que dedicarlo todo » ocupaciones mas lucrativas i de atención por tanto preferente. ¿Cómo ha de estar siempre su ánimo dispuesto al lleno de sus funciones, desembargado de todo motivo de desazón o fastidio? ¿Cómo, bajo tales auspicios, ha de ser el profesorado un sa- cerdocio de paciencia, celo i solícita laboriosidad? El Instituto del año 35 debió su pió de orden i jencral buen servicio a la asisten- cia intelijente i constante que por primera vez prestaron al réjimen material i a la enseñanza su Héctor, ¡Ministro i profesores en aquel entonces. Los dos primeros i muchos de estos últimos tenían allí su vivienda i quehaceres todos; i aunque bastante mas mezquinos que al presente ios emolumentos de sus empleos, ninguna atención estraña arrebataba la mas pequeña parte de su consagración i desvelos. Nunca tuvo ni ha tenido el Instituto a su cabeza una constelación de jóvenes tan aptos i distin- guidos; i aun guarda ei Establecimiento, que tanto tiene que agradecerles, la tradi- ción de sus méritos, i de las aventajadas dotes, que después han ostentado con harto mas brillo en el proscenio de la política, i en las mas altas funciones de la majistra- tura o del foro. El modesto i virtuoso Cousiño fue de los pocos jubilados honrosamente en la enseñanza, no para aprovechar su saber i capacidad en puestos mas conspicuos, sino para darle un descanso i retiro, que él apetecía i juntamente le demandaba desde tiempo atras su constitución física, débil i enfermiza. Instancias reiteradas de anti- guos compañeros de Enlejió a la sazón Ministros de Estado, le obligaron a aceptar por breve tiempo una colocación al lado i bajo las órdenes de ellos, mas no le hi- cieron renunciar a la aspiración de todo su anhelo. Luego después pudo realizarla, i desde entonces la vida doméstica, los cuidados i ternura de la esposa querida, con quien unió su suerte al poco tiempo, sus estudios favoritos que nunca dejó de cul- tivar con el mayor gusto, formaron todo su recreo i ocupación. Achaques de salud,, que no fueron parte a precaver ni el reposo ni la sobriedad mas abstinente, acibara- ban no mas de tarde en tarde la paz i contento delicioso de su existencia, satisfecha con una humilde medianía, i que no curaba ya do perseguir mas que su propia estimación. Con ocasión de uno que otro acontecimiento de gran ínteres jeneral, i cediendo a ruegos de sus amigos, se le vió dejar su retiro, i mostrarse, no sin mucho embarazo, en alguna solemnidad notable. Fué el órgano elocuente de que la Socie- dad del Orden del año ¿6 se valió para manifestar ante un numeroso concurso los fines patrióticos de su instalación; a nombre de esta misma Facultad le locó pronun- ciar un bellísimo discurso en respuesta al de don Vicente Fidel López, en el acto de su incorporación a la Universidad; i desde los bancos de la Lejislalura tomar parte mui principal en debates de alta política internacional. La filosofía, que siempre había sido par,-» mi antecesor, no una ciencia de sutilezas i sofismas, sino un estudio práctico de intuición i (le conciencia, un culto de medi- tación i espiritual serenidad, una especie de castrametación moral contra los que- brantos i decepciones de la azarosa milicia déla vida, como le había servido para vivir a su solaz i honradamente, le sirvió también para arrostrar con ánimo entero las amarguras i tribulaciones de su postrer instante. La reí ij ion le dió sus consuelos i esperanzas, i la filosofía grandeza de alma para deponer su vestimenta de mortal con el frío desden i la abnegación de un estoicismo cristiano. Deploraron su tem- prana muerte sus deudos, sus numerosos amigos i esta Facultad, que perdió en él uno de sus buenos miembros, de los que con mas empeño habrían sin duda presta- do su colaboración en todos los importantes trabajos a que está destinada. — 409 — ■ MEMORIA presentada ante la Facultad de Lepes por el Bachi- ller don benjamín campillo, para obtener el grado de Licenciado en dicha Facultad el dia 1 3 de octubre de 1 853. ¿LA VIUDA POBBE TIENE O NO DERECHO A LA CUARTA PARTE DE LOS BIENES DE SU MARIDO RICO? Señores: ' S A medida que la sociedad avanza en años, avanza ¡también en civilización: cada dia algún nuevo descubrimiento, alguna nueva idea viene a enriquecer la inteligen- cia humana. Las ciencias parece llegan a su apojco, las artes a su mayor perfección, completándose en este siglo lo que en los otros estuvo solo en embrión. Unas i otras manifiestan bien claro la observancia estricta de esa lei, de esc gran principio quo rije a la humanidad, adelanta , adelanta: lei constante, fatal si se quiere, pero de progreso i felicidad; sin embargo, en medio de un adelanto tan jeneral, sensible es, señores, ver algunas contradicciones en nuestra lejislacion, no en leyes de un mismo Código, sino en diversos; contradicciones no reconocidas por todos i que la esplana- cion i aplicación de los principios legales pondrá ahora mas de manifiesto. Una sola de esas contradicciones, o mas bien derogaciones es la que me propongo averiguar, esto es ¿están en oposición la lei 7.a tit. 13 p. <>.a i 8.a lit. 20 1 ib. 10 de la Novísima Recopilación? O mas concreto ¿la viuda pobre tiene o no derecho a la cuarta parle de les bienes de su marido rico? Al hacerlo, voi con la certidumbre de que no podré desempeñar este tema dignamente i como yo quisiera, pero la obligación, por una parte, de escribir una memoria para optar al grado de Licen- ciado i la induljencia por otra de los señores que me oyen, me animan lo bas- tante; i mi buena intención disculpe también mis errores. Permítaseme una pequeña digresión sobre las lejitimas para hacer ver la diversa condición de la mujer casada en las épocas que fijaré: la cuarta marital es una con- secuencia forzosa de la mayor o menor parte de '.a herencia que la lei dá a los here- deros: aquella se ha establecido teniendo en vista necesariamente ésta; de otro modo el lejislador habría incurrido en una contradicción manifiesta, dando a la mujer mayor cantidad de bienes que los que quedasen, sacadas las lejitimas de los hijos, o vice versa, dando a estos, mas derecho que los que quedasen después de sacada la cuarta parte para la viuda: por esto he dicho que lo uno es consecuencia forzosa de lo otro, i por lo mismo me veo yo en la necesidad de tratar primero del antecedente, de las lejitimas, para tratar después del consecuente, de la cuarta marital.] La lei que concede lejilima a los hijos i padres ha nacido con el hombre mismo: dar el ser i alimentar aun después de la muerte son ideas innatas: dar el ser i dejar abandonado sin medio de subsistencia son ideas que rechaza la sana razón: recibir este precioso bien que Uniríamos vida i no corresponder a los autores de nuestra existencia es el mas alto grado de la ingratitud, i esta cae bajo el anatema del derecho natural. Lo único, pues, que los lejisladores civiles han hecho en materia de lejíti- mas es reducir a lejislacion escrita, lo que ya estaba evidentemente determinado por la lei natural. lian tenido una base fija de que partir, la naturaleza misma la -410— í» « dado: rejimentar, sujetar a reglas ese principio, quitándole la vaguedad qtic en el derecho natura! pudiera tener, esa es su obligación, cumplida algunas veces, abandonada, por desgracia, otras. En los primeros tiempos de Roma no daban las leyes facultad a los padres para disponer de sus cosas después de su muerte: las cosas existentes no producían según ellos, dominio, sino en cuanto eran necesarias para satisfacer las necesidades-, i cómo con la muerte se acababan estas, cesaba por el mismo hecho ese dominio; no teniendo por lo mismo el hombre facultad, para disponer de sus cosas, para un tiempo en que no podia tener dominio en ellas, puesto que no tenia necesidades que satisfacer: la lei arreglaba pues el modo de suceder, dando los bienes a la familia. Mas para va- riar ese orden presentaba la lei un medio; acudir a! mismo lejislador en los comicios calados: medio lójico i natural, pero difícil, molesto i de funestas consecuencias. Durante esta primera época eran omnímodos los derechos de los hijos, casi nulos losde los padres; jamas fue mas atendida de la lei la condición de los hijos i jamas también mas estrictas las facultades de los padres. I ¿Cuál era la condición de la mujer casada durante esta primera época? La mujer que contraía matrimonio por los modos solemnes de confarreacion, uso i mención, era hija de familia; mujer e hijo de familia eran entonces sinónimas palabras; los mismos derechos que las leyes daban a los padres sobre la persona i bienes de los hijos, esos mismos les concedían a los maridos sobre sus mujeres, i las mismas obligaciones que tenian para con aquellos, las mismas para con oslas; siguiendo aquí ios romanos esa estricta lójiea que siempre los distinguirá; lójiea admirable, pero que los condujo a mui tristes consecuencias. Si la mujer contraía matrimonio por modo menos solemne, no entra- ba bajóla potestad del marido, sino que quedaba sujeta a la patria potestad o tutela a que estaba sometida antes de contraer matrimonio; de modo que ningunos dere* chos adquiría. Rien pronto el abandono de los hijos, su ingratitud, o! obtener a despecho de sus Trinarnos, una porción de la herencia del padre, obligaron a los Romanos a destruir esa lei que no dejaba al padre ningún derecho, ¡ guiados de tan poderosos motivos se avalanzaron al estremo opuesto; nada los detuvo en su carrera, ni el abuso que los padres podriau hacer de una arma tan poderosa, ni el abatimiento i desgracia en que podrían quedar los hijos, a quienes estaban obligados a alimentar; a nada de esto se daba oídos i en medio de razones por una i otra parte, abandonando entera- mente unas i exaj erando talvez las otras, salió a luz la disposición de las doce tablas, poniendo término a esa condición ventajosa que las leyes anteriores concedían a los hijos. Esta lei dio al padre facultad de disponer de sus bienes como quisiese, sin obligación de instituir a los hijos. «Palcrfamilias uti legassit super pecunia tutelare sue re¡, ita jus esto »: de modo que los romanos pasaron de un estremo a otro; antes todo era para los hijos, ahora todo es del padre; destruyendo asi esa lei que, oom » dice un autor, es non seripta sed nata lex. Si este permiso era injusto, destructor de rnn lei natural, ai menos era lójico; pues, abandonando los Romanos algunas suti- lezas, i concediendo a los padres ese derecho monstruoso de vida i muerte sobre sus hijos, era lójiro i natural que también les concediesen el derecho de escluirlos de su sucesión sin motivo alguno. A esta razón puramente lójiea, se agregaria probable- mente la libertad ilimitada que es conveniente tenga todo hombre de disponer de lo suyo: teniendo el padre esa es tensa facultad puede distribuir sus bienes entre sus hijos, atendiendo a los servicios i méritos de los unos i a la ingratitud i desarreglada conduela de los otros; usando asi de una arma que dirijida por una sabia mano, puede producir mui felices resultados en el carácter de los individuos. Si el padre inoria intestado la lei repartía los bienes entre la familia, es decir, entre los que estaban bajo la potestad del difunto ,i¡ tiempo de morir, entre los que se llamaban -411- , hijos sayos, faltando estos, entre los agnados, i en su defecto entre les cognados por el edicto del pretor. I ¿Cuál era la condición de la mujer casada en esta aciaga épo- ca de la jurisprudencia romana? La misma que la del hijo de familia, tan triste i desgraciada como la de este. Si a los hijos, a los hijos repito, no concedía esa lci ningún derecho, menos la concedería a la mujer. Inconsecuente habría sido conce- diendo a esta derechos que negaba a aquellos; pero nada mas que una inconsecuen- cia parcial. Si se moría intestado tampoco tenia ningún derecho el cónyuje sobre- viviente. Mas, así como los hijos de familia, sabiendo que sus padres no podían privarles de la sucesión o que esta esclusion era dificultosa, no cumplían con los deberes de hi- jos, asi también no era difícil que, teniendo los padres esa estensa facultad protejida por la lei, no cumplieran por su parte con los deberes que la naturaleza les impo- ne; si por una parte hubo hijos malvados, indignos de tal nombre, indignos de. suce- der a sus padres, por otra hubo también padres tiranos que, olvidando sus deberes naturales, sacrificaban los frutos de su antigua ternura, prefiriendo los estrados a su propia sangre: era necesario pues, dar lugar algún tanto a las justas demandas de los hijos; i entre el choque de estos con aquellos se atraviesa la lei, no ya guiada por razones doma sola parte, como en las dos épocas anteriores, sino por ambas; evi- tando asi de un lado la tiranía i el abandono, i del otro la ingratitud i falla de su- misión, Aqui nació la lei guiada por la sana razón, tomando un justo medio, en que al mismo tiempo que daba lugar a las demandas de los hijos, no destruía to- talmente esa libertad que tenían antes los padres. Se concedió, pues lejílimn a los hijos i después a los ascendientes i aun hermanos. Esta lejítima tota!, cualquiera que fuera el número de los hijos, lo mismo que la de los ascendientes i hermanos, era la cuarta parte de los bienes hereditarios. Si se moría intestado, el mismo orden de suceder antiguo existe aun; no llega todavía la época de Justiniano. I ¿Cuál era la condición de la mujer casada en aquella época? Ningún derecho por testamento, uno incierto i difícil abintestato. El pretor en su edicto linde vir ex uxor concede al marido o a la mujer la posesión de los bienes en defecto de hijos suyos, agnados, cognados: difícil era pues que la mujer llegase a suceder, mas no imposible; dere- cho remoto, mas al fin siquiera un derecho que nos va revelando'la equidad preto- ria. Este derecho tiene lugar cuando el matrimonio se contrajo por modo menos so. íemne, por mero consentimiento; en caso contrario, la mujer sometida a la potestad del marido, hecha res mancipi de este, adquiría los mismos derechos que cualquiera otro hijo i bajo una condición tan pesada. El número de hijos podía hacer insignificante su lejítima, i esto obligó a Justi- niano a hacer una reforma en la que se velase mas por la condición de los descen- dientes. Justiniano que lejislando solo para Roma, ha lejislado por la sabiduría de sus leyes para el mundo entero, aumentó la lejítima por la Novela 18 cap. 4.° hasta tercera parte si los hijos eran cuatro o menos i hasta la mitad si eran cinco o mas, dejando en su fuerza las disposiciones anteriores respecto a lejitimas de ascendien- tes i colaterales. Se mejoró pues la condición de los descendientes ex testamento, i sucedió lo mismo abintestato? Efectivamente. Justiniano tomando por base el amor, varió el orden de suceder antiguo que solo atendía a la familia i estableció un nue- vo modo de suceder mas en armonía con las afecciones del corazón i con el cum- plimiento de nuestros deberes naturales, interpretando ia voluntad del difunto; pues, cuando éste no hace testamento porque no quiere o no puede, la lei debe suplir esa omisión i ponerse en lugar del intestado, i como casi siempre se instituyen por he- rederos a aquellas personas que mas se aman, ¡a lei debe llamar a aquellos a quie- nes es presumible hubiese amado i por consiguiente instituido el difunto. Estableció en su consecuencia tres órdenes de sucesión. Mi tema no me permite pa^ar a exami- —412— barios: su sola indicación me basta. I ¿Concedió Justiniano algún derecho a la viu- da? Pur testamento ninguno, abintestalo si. Habiendo caído en desuso los modos solemnes por los cuales la mujer entraba a la potestad del marido, estableció Jus- tiniano que el marido i la mujer se sucediesen el uno al otro, no ya por la patria potestad, sino por ser tales cónyujes, cuando el uno fuese pobre i el otro rico, aun- que haya otros herederos i no habiéndolos, aun siendo ricos; concediéndoles mas o menos derecho según el número i calidad de los demas herederos. Esta variación introducida por Justiniano daba a la viuda pobre un derecho cierto en la herencia de su marido; concediéndole con seguridad ese derecho cuando solo lo necesitaba, cuando no tenia como poder subsistir cómodamente: en caso contrario, su derecho inénos necesario, era también mas remoto. Fue un remedio mucho mas benéfico, no tan incierto i difícil como el que le concedía el ediclo unde vir ex uxor; cono- ciéndose en esto que la razón iba sacando a la mujer del abatimiento en que siglos de ignorancia la colocaran. Esclava al principio mas bien que esposa, arrastraba una existencia miserable: compañera después, su condición se eleva, merece los desve- los del lejislador, i cuando mas lo necesita, tiene un derecho a salvo, a veces ¡guai al de aqnellos a quienes ha dado existencia, a veces menor, jamas mejor. Al hacer inension de estas disposiciones, su sola indicación manifiesta la rica armonía que ha existido entre las lejitimas i los derechos de los cónyujes. Se concedió lejitima a los hijos i sin menoscabar esta se concedió también a la viuda o viudo pobre algún derecho en la herencia, como se ve claramente en la disposición de Justiniano. A los hijos si eran cuatro o ménos se les concedía la tercera parle; i concediendo una cuarta parte al cónyuje, no solo no se perjudicaba la lejitima, mas quedaba algún tanto sobrante: si los hijos eran mas de cuatro, su lejitima era la mitad, i dando a la viuda un derecho igual tampoco se les perjudicaba en ella. Ha habido pues una íntima relación entre unos i otros derechos. ¿Como Justiniano habia de incurrir en una contradicción, concediendo a la mujer mas bienes que los que quedasen des- pués de sacadas las lejitimas? Era necesario, para no incurrir en ella, atender a es- tas; i así se ha hecho efectivamente, como lo acabo de probar al comparar ambas disposiciones. Pasemos ahora a la lejislacion española: no es de estrnñar que haya examinado la romana; de otro modo habría tomado, no el principio sino el medio de la historia de las lejitimas; trabajo mas sencillo a la verdad, pero no mas completo, seria un trabajo a medias que no nos revelaría el oríjen i espíritu de nuestra lejislacion. Cerca de dos siglos después de la disposición de Justiniano, aparece a principios del VIII un código, cuyo mérito jurídico ha sido tan controvertido, llamándose pol- linos «sus leyes pueriles, torpes e idiotas: inútiles para el fin a que se encaminan: llenas de retórica i vacías de sentido: frivolas en el fondo i en la forma jrgantcscas»; por otres: «obra insigne i mui superior al siglo en que se íf «bajó.... las mas de las leyes respiran prudencia i sabiduría»; «abundando, según algunos, en ideas jeneralcs^ en verdaderas teorías, i en teorías plenamente estranjeras a la índole i costumbres de los barbaros.» En este código que tanta variedad de opiniones ha producido sobre su fecha, su primitivo idioma, sobre sus leyes, en fin, en este código se divisa ya un principio de adelanlada civilización en materia de lejitimas. La leí 1.a tit. 5.° L. 4." del Liber Judicum o Fuero Juzgo, principiando por declarar que cuando se ve alguna cosa mal fecha, se debe poner término a las que son de venir i tollendo la lei antigua que demandaba al padre i a la madre dar su buena a los estrannos si quisies, manda que si estos quieren meiorar a alguno de los (ios o do los nietos non Jes puedan dar mas de la tercia parte de sus cosas i permite la libre disposición del quinto, no solo a favor de la Iglesia o siervos, sino a favor de cualquiera, como se vé en el texto latino: «ecclessis vel liberíisaut qu bus eb'gerint.» Hubo, pues, entre los —413— Gados una leí que, a manera de las 12 labias, concedía a los padres facultad ilimi- tada de disponer de sus bienes. Mas esta lei (la de Fuero Juzgo que he citado) teniendo presente ese principio que prueba bien la última opinión sobre su mérito, concedo a los hijos por lej itima los cuatro quintos, pudiendo aun mejorarlos. Si se moría intestado, la lei reparLia los bienes entre los parientes, del mismo modo que en el Derecho Romano, sin mas diferencia qua la lei de los Godos limitaba el parentesco hasta el sétimo grado, tanto en la línea recta como en la colateral, i en el Derecho Romano en aquella no tenia limites, estendiendose en esta hasta el décimo grado. I ¿la condición de la mujer casada en esta época? La lei 11 lit. 2.° L. 4.° del mismo código nos responde. El marido deve aver la buena de la muier, ola rnuier deve aver la buena del marido quando non hai otro pariente fasta sétimo grado:» es decir, en subsidio de parientes porque la lei acababa el parenlezco en el sétimo grado; pues, como dice la 7.a del tit . 4." del mismo libro i código, non puede orne fallar nombres, ni los omnes no son de tan luenga vida que puedan aver mas nietos, nin mas linaje en sua vida. Se tomó pues aquí la disposición del edicto unde vir ex uxor, de que ya he hecho mérito. I aun no aparece lei que conceda a la viuda algún derecho por testamento. Después de aquella disposición viene la lei 10 tit. 5.° L. 3. °del Fuero Real, sancionan- do la del Fuero Juzgo, i mandando que ningún hombre que hubiere fijos o nietos non pueda dar a su muerte mas de la quinta parte de sus bienes, i lo mismo se vó en la 7.a tit. 12 L. 3 0 del mismo código tratando de donaciones. Si se moría intes- tado, la lei repartía los bienes entre los parientes descendientes, ascendientes, i por último colaterales. I ¿cuál era la condición de la mujer casada en esta época? La lei 6.a tit. 6.° L. 3.° del Fuero Real manda que si el marido o la mujer muriere, el lecho que habien cotidiano finque al vivo i si se casare tórnelo a partición con los herederos del muerto. Derecho mezquino. La 9.a del mismo título i libro les permite que puedan hacer hermandad de sus bienes para heredarse mútuamcnte, no teniendo hijos u otros parientes que hayan derecho de heredar. En seguida las leyes de Partida, separándose de lo dispuesto por esos dos Fueros, i renovando la disposición de J., copiaron esta en la lei 47 tit. l.° P. 6.a «E la lej í- tima parte que deben aver los fijos es esta: que si fuesen cuatro o dende ayuso deben aver de las tres partes, la una... E si fueren cinco ornas deben aver Limitad.» En la sucesión abintestato la lei de P. siguió el Derecho Romano. Al mismo tiempo la 7.a tit. 13 P. 6.a concede a la viuda pobre una cuarta parte de los bienes de su marido rico: magüer haya fijos: i la 6.a del mismo titulo i P. establece la sucesión de los cónyujes en defecto de parientes hasta el décimo grado, siguiendo en todo la disposición de Justiniano. Aparece en seguida la lei 28 de Toro, que restableciendo las leyes de los Fueros que dejo citadas, da a los padres facultad para disponer de solo una quinta parte, siendo de los hijos las otras cuatro quintas: Ici que fué trasladada a la Novísima Re- copilación. Tenemos ya una lei de P. concediendo a la viuda pobre derecho a la cuarta ma- rital, i una lei de la N. aumentando ladejítima de los hijos. Desde luego puede asentarse que aquel derecho cesa en virtud de este aumento. Vamos a probarlo. Al dar la lei de P. esc derecho a la viuda pobre en los bienesdesu marido rico, guardaba perfecta harmonía con las lejílimas que las mismas asignaban a los hijos. La lei 17 tit. 1° P. 6.a daba a los hijos por lej i lima total, la mitad de losbienes si eran 5 o mas; i la tercera parte si 4 o menos; de modo que en lodo caso podía la viuda sacar su cuarta sin perjudicara la lej i tima de los hijos. La lei era pues mui consecuente: Podían llevarse a efecto ambas disposiciones con la mayor facilidad. Mas habiéndose aumentado la lejítima de los hijos, parece que no puede subsistir esc derecho de la viti.li concurriendo con estos. Lo leí 8.* til. 20 L. 10 de la N. í\. da por lejítima total a los hijos la cuatro quintas partes de la herencia de sus padres, pudiendo estos disponer como quieran del quinto restante; de modo que solo queda una quinta parte libre. Ahora bien: ¿de esta quinta parte podrá sacarse una cuarta, total de los bienes? ¿Cómo se conciba la estraccion de cuatro quintos para los hijos con la cuarta parte para la viuda? Cuatro quintos por un lado i cuarta parle por otro son cosas incompatibles. Haré uso de un ejemplo: son estos a propósito para aclarar una ma- teria; i en jurisprudencia lo mismo que en la vida práctica, los ejemplos impresionan mas que las lecciones. Muere un padre que aportó al matrimonio 20,000 pesos, dejó uno o muchos hijos i su mujer pobre: los hijos toman 16,000, cuatro quintos de 20,000; la viuda pide 5,000, cuarta parte de 20,000: mas ¿cómo se le dan cuando sacada la lejítima de los hijos solo quedan 4,000? ¿Qué podrá oponerse a una demos- tración tan evidente? En vista de esta imposibilidad ¿quién podrá sostener hoi día la existencia de la cuarta marital? Sus sostenedores espliquemne esta imposibilidad, concíllenme esta manifiesta contradicción. Luego veremos el cómo de esa espli- cacion. En vista de lo espueslo, esc derecho que las leyes de P. concedían a la viuda pobre solo ¡n venido a quedar subsistente por las de la ¡V., al caso en que la viuda coneurra con ascendientes o colaterales; porque concediéndoselo entonces no se per- judica a .aquellos en su lejítima; i no hallándose en oposición una leí con otra es necesario llevarlas a debido efecto ambas; pero de ningún modo concurriendo con hijos porque entonces hai una evidente contradicción entre una i otra ¡ei; i en la oposición de dos leyes 1.a posterior deroga a la anterior. La lei de la ¡V. que he cita- do deroga pues de hecho, del modo mas terminante; no pudiendo llevarse a efecto esta, siguiendo la disposición do aquella. Examinemos ahora las razones en que se fundan los sostenedores de la cuarta ma- rital. Aulores de voto i autoridad en la materia, cuyos talentos reconozco, sostienen la existencia de la cuarta marital, fundándose en el carácter de acreedora que dan a la viuda pobre: siendo esta acreedora tiene como tal, un derecho preferente a lo$ hijos para sacar su cuarta antes de las lejítiruas, cercenando asi el caudal heredi- tario. Cuando se levanta una opinión sostenida por autores respetables, cuando esta se trasmite de autor en autor, cuando solo a la vuelta de algunos años de existencia principia a ponerse en duda, i cuando en las decisiones mismas de los tribunales do justicia vemos el reflejo de esa opinión, entonces podemos estar casi seguros de que hai algún principio de verdad cu ella: jamas el error se sostiene por mucho tiempo; pocas veces es adoptado por hombres instruidos; i entonces es por lo mismo mas imperiosamente que nunca el fortalecer la opinión contraria, aun vacilante. Mas, abstengámonos do caer en el eslremo opuesto; abstengámonos de reconocer como verdad todo cuanto algunos autores respetables bajo otro aspecto, nos aseguren como cierto: esto nos conduciría al embrutecimiento de la razón de la mayor parle, pres- tando maquinalmenlc ascenso a las opiniones buenas o malas de algún grave autor. Caiga ya el argumento de autoridad. Pocas veces es dado al hombre acertar en todo; lal es la debilidad humana. Los mas sabios han errado algunas veces en las verdades mas evidentes i que rechazaban toda duda; no faltando algunos ignorantes que acer- tasen en ellas; enseñándonos asi la naturaleza cuanto debemos desconfiar de nosotros mismos. Discutamos, pues, examinemos las opiniones ajenas, justas o injustas, acer- tadas o no acertadas: que de este examen puede que nazca la verdad. Para esto es necesario remontarse al orijen de las obligaciones, de los derechos correlativos. La lei no reconoce como fuentes de obligación, sino los hechos i la equi- dad: los hechos que pueden cometer los hombres son lícitos o ilícitos; i de aquí na- —415— ren obligaciones procedentes de contratos i de delitos: la otra fuente de las obliga* ciones es la equidad; ^ero no por si sola, sino formulada en la lei: aquella sin esta nada vale: i la razón es porque el único medio de hacer electivos nuestros derechos son las acciones introducidas por la lei civil; i siendo las obligaciones fundadas pura- mente en la equidad, desconocidas de la lei civil, es claro que no hai acción para exíjir su cumplimiento, por consiguiente son inútiles. Ahora bien: ¿cuál de estos es el fundamento de la acreencia de la viuda? La lei misma nos responde, la sola equi- dad «guisada cosa e derecha es pues que las aman e las honran en sn vida que non finquen desamparadas a su muerte.» Este deseo natural de socorrer a personas que se aman i se honran, es el solo fundamento que la lei encuentra como oríjen de este derecho. Pudo mui bien tener un hecho del cual naciese la obligación; el hecho mismo de contraer matrimonio que llevase en si envuelta la obligación de alimentar a su esposa pobre, aun después de su muerte. Sin embargo, como el lej islador no quiso darle ese oríjen, como él mismo nos da la equidad como razón de su disposi- ción, podemos asentar con la certidumbre nacida de la fuerza misma de la verdad, que el oríjen de este derecho de la viuda pobre es la equidad formulada en la lei do P. I ese mismo oríjen, ese mismo deseo de que los hijos non finquen desamparados a su muerte, es el fundamento natural de la obligación que el padre tiene de dejarles jejítima a sus hijos i dejarles la cuota misma señalada en la lei; i entonces si a la viuda pobre se le considera como acreedora por su cuarta ¿por que razón no se con- sidera a los hijos como acreedores por su lejilima? Si a la viuda pobre se le da dere- cho para cercenar la 'lejilima de los hijos ¿porqué razón no se dá a estos derecho para cercenar la cuarta de aquella? ¿No es uno mismo su oríjen? ¿O será acaso porque el derecho de esta procede de la lei de P. i el de aquellos de la ¡Nov.? Pero seguro es que no nos han de dar tan desacertada respuesta; mas a esas incon- secuencias conduce su sistema. Decir que la viuda es acreedora, es incurrir en el sofisma llamado en lójica petición de principios; es dar por verdadero, es dar por razón lo mismo que está en cuestión, porque ese derecho de la viuda, esa obligación del marido nacen de la lei: la lei de P. es el oríjen estenio i fundamento de tal obligación; desde el momento que esa lei, autora i fundamento de una obligación, cualquiera que sea el orijen de esta* se encuentre en oposición i par lo mismo derogada por otra, desde ese momento el derecho que aquella concede, cae por tierra con la lei que le dió orijen: la deroga- ción. o mas bien la abrogación de una lei arrastra tras sí los derechos que ella concede; las obligaciones que ella impone; en esto consiste la abrogación: no puede, pues, considerarse a la viuda pobre como acreedora, porque el oríjen legal de esa acreencia no existe. Mas sea la viuda pobre acreedora, tenga por consiguiente derecho para cercenar el caudal hereditario, i ios hijos no saquen suslejitimas sino de lo que sobre después de sacada la cuarta parle para la viuda: entonces se verán inconsecuencias por una parte i perjuicios en la ¡ejitima por otra. Según la leí de P. el derecho de la viuda pobre es independiente del número de hijos; muchos o pocos que sean es indiferente para aque- lla, a diferencia ue lo que disponía el derecho de que fue lomada aquella disposición, en que la viuda no salía de mejor condición que los hijos, sino cuando mas de igual; i como casi siempre las copias son peores que los orijinales, salió la disposición de lasP. con mas imperfección que el orijinal; pues, excediendo de cuatro el número de hijos, la cuota hereditaria que le toca a la viuda es infinitamente mayor que la que les loca a los hijos, repartida entre todos ellos. I ¿en qué puede apoyarse esta prefe- rencia? ¿No es una inconsecuencia que la lei favorezca a aquella mas que a estos? En el cuerpo de esta memoria se ha estado viendo que siempre se ha tenido pre- sente que los vínculos que unen a un padre para con sus hijos son mas poderosos — í í 6 — que los que lo unen a su mujer; son vínculos nacidos de la sangre misma, miéntrai que los otros solo de las afecciones del corazón, en conformidad de esto principio se han dictado sus disposiciones: todas llevan el sello de esa preferencia de los hijos sobre la viuda; i es incurrir en una inconsecuencia, es no guardar lójica hacer a la vinda de mejor condición que a los hijos. Los lejisladores en Toro, al aumentar las lejí timas de los descendientes, al mismo tiempo que favorecieron a estos, evitaron una inconsecuencia en la lejislacion. No se diga que esta preferencia de la viuda cuando exista es de un carácter efíme- ro, mediante la obligación de reservar esa cuarta a favor de los hijos que, según se dice, le impone la lei: porque esto se deshace bajo el peso de las consideraciones siguientes. En primer lugar: ¿es efectivo que la lei le impone a la viuda la obligación de reservar estos bienes? Si es opinión común de los esposilores que tiene tal obli- gación, no es esta la disposición de la lei. Nuestros espositores en su constante deseo de interpretar nuestras leyes por las romanas, suelen a veces dar como españolas las que solo son romanas. Es preciso no dejarse llevar tanto de aquellas opiniones, sino examinarlas, ver su conformidad con ¡a lei i en seguida abrazarlas. Las opiniones de los autores nada valen ellas por sí mismas; su valor depende de su conformidad con la lei: aquellas selo pueden servir para corroborar estas; mal digo, para interpretar; que la lei no uecesita de opiniones de autores para tener cumplida fuerza. Ahora bien.- ninguna disposición hai en nuestra lejislacion que imponga a la viuda pobre la obligación de reservar esta cuarta marital que la lei de P. le concedia. La lei 7.* tit. 4.° L. 10 N. R. (que es la 15 de Toro) se refiere a disposiciones anteriores: nada establece de nuevo con respecto a la viuda, sino que iguala la condición del viudo que se casa segunda vez con la de la viuda; evitando asi las dudas que podrían nacer de las disposiciones anteriores. Estas disposiciones (concretándose a la viuda i al caso en cuestión) no imponen a esta la obligación de reservar sino las arras e las dona- ciones que el marido finado le hubiese dado, estableciendo hipoteca calladamente. No hai pues lei que imponga a la viuda esta obligación: a mi que niego me basta el negar, los que afirman eso están obligados a probar. Los que dicen que la viuda está, obligada a reservar esta cuarta, esos están obligados a manifestarnos la lei que, cor fuerza de tal, impone esta obligación, están obligados a presentarnos lei i no autores., bajo pena de no existir esa obligación. Mas concedamos que exista, no por eso la reserva ofrece un medio de indemniza- ción de la lejílima de los hijos, por dos razones: la primera, porque hai casos en que (según la lei de que han tomado los autores su opinión) no tiene lugar la reserva: esta no tanto está establecida para favorecer a los hijos como al esposo difunto, a consecuencia de considerarse como una injuria hecha a éste por el que contrae se- gundo matrimonio; de modo que cuando aquel da licencia para contraer este segun- do matrimonio, no tiene lugar la reserva; cayéndose así en el mismo inconveniente ya enumerado i no teniendo lugar la razón que se dá para justificar esa preferencia dada a la viuda sobre sus hijos: la segunda razón es, porque cuando tiene lugar la reserva, esta no garantiza suficientemente a los hijos en su derecho, aun con la hipoteca que esa lei les concede, pues si la cuarta consiste en dinero, enajenán- dolo la viuda i no teniendo otros bienes, la reserva es ilusoria, inútil; i si consiste en raíces, entonces está algo mas seguro; por la hipoteca sin mbargo, no es un me- dio espedilo; porque conforme a los principios del derecho, es mejor prevenir los males que no darles remedio después de causados: remedios siempre costosos i que, aun obteniendo, no resulta completamente rezarcido de un derecho que la lei misma le concede en toda su plenitud; por consiguiente la reserva no ofrece ninguna garantía en ¡a mayor parte de ios casos; en otros, una tan difícil i molesta que equivale a no existir; no pudiéndose asi justifican esa preferencia de la viuda sobre sus hijos, i csg — ¿17 — perjuicio que a consecuencia de aquella, sufren los hijos en su lejí tima; la reserva, deja pues, a los hijos en la imposibilidad de poder saldar el déficit de sus lejítimas. Aun mas: en práctica, cuando la viuda concurre con ascendientes, no se coloca la cuarta marital entre las bajas comunes para liquidar el residuo neto del caudal here- ditario sino que su porción se imputa al tercio, de que el testador pudo disponer li- bremente. Si la mujer, pues, fuese acreedora del marido, no por causa hereditaria, sino por otra distinta; ¿por qué, como ya lo ha dicho un joven, su cuarta se imputa al tercio cuando debia rebajar por compleLo el caudal hereditario? ¿Por qué en este caso se la considera como heredera i cuando concurre con sus hijos se la mira como acreedora? En verdad que no hai leí que autorice esta diferencia: esta práctica no es mas que un homenaje que se tributa al reconocimiento de los verdaderos principios.» Mas la derogación de aquella lci, no es una abrogación sino una verdadera dero- gación que solo tiene lugar cuando la viuda concurre con hijos, mas no cuando con ascendientes o colaterales, como ya lo he manifestado; i aun concurriendo con hijos, sino tiene derecho a una cuarta tendrá por lo ménos a una quinta parte, cuando el difunto murió intestado, porqué, entonces, no hai incompatibilidad alguna entre los cuatro quintos de los hijos i un quinto de la viuda pobre; i por lo mismo no hai ra- zón legal que impida a ésta suceder en un quinto. Los arbitrios mismos a que han recurrido los sostenedores de la cuarta marital, manifiestan que ellos reconocen oposición entre las dos leyes, i para no privar a la viuda pobre de un derecho tan justo, tan necesario, guiados de la equidad mas bien que de los estrictos principios del derecho, se han visto obligados a revestirla con el carácter de acreedora, en perjuicio de sus hijos. Es cierto que la equidad es el prin- cipal punto de vista que deba considerarse en todas las cosas: in ómnibus sequilas máxime spectanda esl; pero bajo protesto de equidad no puede concederse a la viu- da pobre un derecho que la lei le niega. Guando la leí es tal que el lejislador previo o debió fácilmente preveer todos los argumentos que contra su rigor pudieran adu- cirse i quiso sin embargo que se ejecutase, nadie puede sustraerse bajo protesto de equidad desús disposiciones: Dnra lex sed servando. Del mismo modo cuando el lejislador previo o debió fácilmente preveer las consecuencias de sus disposiciones, nadie puede, a protesto de equidad, pretender que queden subsistentes derechos que aquel mismo derogó; tanto mas cuanto que si por una parte le quitaba un derecho, por otra, el mismo le daba los de socio legal. La sola equidad no constituye jamas un derecho; sera, si se quiere, una razón pa- ra constituirlo; pero, no basta que uno tenga razón; es menester que la lei la decla- re i dé algún medio para conseguir esc derecho; es menester ademas, que una vez declarado no lo revoque de palabra o de hecho. Por mui duro que sea el negarle a la viuda pobre derecho tan justo, es necesario cumplir con los preceptos legales que mandan que la lei posterior contraria derogue la anterior: la injusticia no es jamas causa de la inobservancia de una lei: lo que aquella significa es solo la necesidad de una reforma que, si es posible, iguale los derechos de los cónyujes con los de los hijos, tanto abintestato como por testamento; si fuese posible, he dicho, porque creo que no se les debe colocar en la misma linea: los lazos naturales que ligan a un pa dre para con sus hijos son mas fuertes que los que ligan a un esposo con su esposa: siempre ha sido atendida de la lei la condición de los hijos i no siempre la de la mujer casada; esto prueba que no se les considera en la misma linea, i por lo mis- mo no igualmente acreedores a la herencia, llai pues en esa opinión que soslieue la cuarta marital, un fondo de buenas intenciones que no puedo desconocer i con las que estoi acorde: como he manifestado mas le concedería yo a la viuda pobre; pero, bajo cualquier aspecto que se la mire, no puede hallarse en ella la exactitud, la ver- dad jurídica. La he impugnado, pero sin desconocer los servicios que sus autores . —418 — ■ lian prestado a la ciencia del Derecho, ni la pureza de los motivos que los han ani- mado; i en el hecho mismo de ocuparme de sus opiniones reconozco sus talentos: las opiniones de estos hombres son las únicas que merecen tomarse en consideración; las otras pasan desapercibidas; caen por su propio peso; no tienen un nombre que siquiera las sostenga. De lo espuesto se deduce que la cuarta marital se halla en relación directa con las lejílimas; que teóricamente hablando no existe ese derecho cuando la viuda concurre con hijos; que solo existe en toda su plenitud cuando concurre con ascendientes o colaterales i que puede existir en un quinto concurriendo con hijos. Siguiendo esa lc¡ universal que gobierna a la humanidad, no estará distante el dia en que Chile manifestará al mundo una lejislacion nueva, fundada en principios mas homojéneos, mas en armonía con los dictados de la sana razón i con el cumplimiento de nues> tros deberes naturales. Confiado yo ahora, no en el mérito de esta memoria sino en vuestra induljencia, espero su aprobación. ACTAS DEL €0\SEJ0 DE LA Ui^IVEHSlMl). SESION DEL 8 DE OCTUBRE DE 1853. Presidió el señor Rector, i asistieron los señores Orrego, Tocornal, Solar, Blanco, Domeyko, Ramírez i Sanfuentes. Leída i aprobada el acta de la sesión anterior, el señor Sanfuentes leyó la renuncia de su empleo de Secretario Jeneral de la Univer- sidad, que con anticipación había remitido al Consejo. El señor Rector, después de haber manifestado lo sensible que le era la pérdida de un funcionario que con tanto celo i acierto había prestado a la Universidad prolongados servicios, dijo que habia abrigado la esperanza de que el señor Sanfuentes desistiese de su propósito, pero que al fin la habia abandonado en visla de la resolución manifestada por dicho señor. Este mismo espuso que no le era dado continuar desempeñando su destino; i habién- dose procedido a tomar votación sobre si se admitía o no la renuncia, resultó admi- tida provisionalmente por unanimidad de sufrajios. ; .dos los señores del Consejo manifestaron sus simpatías al señor Sanfuentes, quien inmediatamente se retiró de la sala. — 419— En seguida se pasó a elejir la persona que debía subrogarle interinamente. FU señor Rector propuso para este fin al Secretario que suscribe, quien, habiendo obte- nido la aquiescencia del Consejo, comenzó a desempeñar su cargo. Incontinenti el señor Rector confirió el grado de Bachiller en Humanidades a don Manuel Jesús Salas i a don Rosendo Armas, i se les entregaron los respectivos diplomas. A continuación se dio cuenta: 1. ° De cuatro oficios del señor Ministro de Instrucción Pública, en que se trascri- ben otros tantos decretos supremos. Por el primer decreto se concede a don Juan Bello, miembro electo de la Facultad de Filosofía i Humanidades, permiso para veri- ficar su incorporación pronunciando en alguna de las sesiones privadas de dicha Fa- cultad el discurso que debía recitaren claustro pleno, i prestando ante el señor Rector el juramento de estilo. Se mandó comunicar al señor Decano de Humanidades. Por ej segundo se nombra profesor de las clases de zoolojia i botánica de la Universidad al señor don Raimundo Amando Philipni, i se ordena que el profesor que. ha desempe- ñado hasta el presente la clase de química orgánica i botánica enseñe en lo. sucesivo el primero de estos ramos i el de farmacia. Se mandó comunicar a! se ñor Decano de Ciencias Físicas i Matemáticas. Por el tercero se nombra miembro de la Facultad de Mecicina a don Manuel Cortés, i se mandó comunicar al señor Decano respectivo. Por el cuarto se ordena que el año de práctica prescrito por los decretos vijentes a los individuos que aspiran al titulo de agrimensor jeneral, pueda sustituirse en lo sucesivo por el estudio de la jeodesia, con tal que el aspi- rante acredite haber sido aprobado en el exámen de este ramo, i presente el plano de algún fundo, trabajado bajo la inspección i dirección del respectivo profesor. Se mandó comunicar al señor Decano de. Matemáticas. 2. ° De una representación dirijida por el Tribunal del Protomedicato al señor Mi- nistro de Justicia sobre la necesidad de prohibir que se dé sepultura a los cadáveres antes de las 24 horas del fallecimiento, i sobre la manera mas conveniente de prac- ticar las autopsias. Esta comunicación fué remitida orijinal por el Ministerio de Justicia al señor Rector para que informase sobre su contenido, oyendo previamente a la Facultad de Medicina. Se mandó comunicar al señor Decano respectivo para que evacúe el informe. 3. ° De un oficio del señor Director de la Escuela Militar en que da parte de que el l.° de octubre van a comenzar en el establecimiento de su cargo los exámenes de jeometría descriptiva, i pide se den las órdenes necesarias para el nombramiento de los miembros de la Universidad que deben presenciarlos. Se mandó contestar di- cho oficio espresándose que por no haberse reunido el Consejo en tiempo oportuno, no habia podido procederse al nombramiento. 4. ° De un oficio del señor Decano de Teolojia, por el que remite copia del acta de la sesión celebrada por dicha Facultad el 8 del presente con el objeto de proponer al Consejo para' miembro honorario de ella al señor don Pedro Antonio Torres, obispo de Cartajena. El Consejo, teniendo en consideración las virtudes i méritos del propuesto, aprobó el acuerdo déla Facultad de Teolojia, i resolvió elevarlo al Supremo Gobierno para los efectos consiguientes. El Secretario hizo presente que la Escuela Militar habia remitido a la Universidad un ejemplar de la obra que dejó escrita el sárjenlo mayor 'de injenieros don Agustín Olavarrieta, titulada «Curso de Topografía i Agrimensura» Se mandó pasar a la bi- blioteca universitaria. Se presentó una cuenta, suscrita porel señor don Salvador Sanfnenles, relativa a la inversión de los fondos percibidos por dicho señor para los gastos de la Secretaria Jeneral desde el 3 de junio hasta el 3 de octubre de! presente año; i se mandó pasa- se a la comisión respectiva para su examen. —420— Conforme a lo acordado en sesión de 29 del próximo pasado setiembre, se proce- dió a tomar conocimiento de los datos trasmitidos por los señores Intendentes de Valparaíso i Concepción, relativos a las personas que en esas provincias son mas acreedoras a los premios do moralidad i educación popular. Se leyeron algunos de dichos datos; i siendo los restantes demasiado copiosos, se suspendió la lectura, i se comisionó al Secretario para que los examinase i diesecuenla al Consejo. Se leyó una cai ta que el señor Cilliss dirije de Washington al señor Rector, en la cual le participa haber comprado en cuatrocientos pesos un electro-cronógrafo por cuenta del Supremo Gobierno para el Observatorio Nacional de Santiago. El autor recomienda el reloj como una obra primorosa, i anuncia que mui breve remitirá un juego de instrumentos por cuyo medio la máquina se dá cuerda a sí misma, i )> Ksx m v 'K\' -N» V ‘ . ,\s*x.^v« sv N? ,'wv-v.fc x*> tv#i. ■ . I * >k V» vVv - ' •*NV « , y x>*N% '\WV«^N ÍVV N* %v» v» 'V a A-*» *xVx yx,\*vXA-» »*« ♦*> .vv» «v.Vx ;\ \ V% ♦k-'. * m\' v‘ w a! 'a » 'ss\^ w . s> ,v ma y* . w v v . - x ■-• x V ' v ' ‘ " V- *....• I . . ». 'V Yvv V»v V ,*.\V AW'VA ,N*s>v\*s * ,v.*Xv¡* Va n ^ *««\ *• < (♦ *xx'*.' nNN^ « U **,Vi*vv Vx»H>» ^ W »» |N»VNV V ,« .v *»*x>Vk VAWHfHt» ll tsvlk, V » J \ V x\ V ><*, ■' <- \'<\ \W\ • * .' A' ^V4-' > v - A\ (NS\a\\\ ,'V ki *x^> - - -v- w *wNv**V* »N$W NJ V. .)irVS\: N'A- vvA^'Vm «*»• V) mWVll4 * ***** "to ^ HKNIlN t** %M( Vfc»' ~MrthtA>. 4 'HfctMK'* AiNlPMiV? • x's\ A M ^>MW «M #»«? s>NM*M94 % tn* fmmn» ym**^*1** Av* N^s>mmUA ^ *x* m mf»mn.>xx?. 4 1 * vw» M '<\*S'sMsa 'A *'VVV*.JU»4 v\».l*vr avají M o O A' kKvxvxvx -,V»\'x xV xN*.*» k‘ N'* Avíx» VíVv t^-'WAfc. í» .k» Iv\Vx.S '.v-N *x JA <»V A V.VSN tv> jSWk jt» ** '•* K'C'V '• ,NW-M xS.V* * C* K* V ^Vx»-M xC l >V'» ' * ,v' -' v ' ' X' ' ' • xNt Tu* JN'-V' : «Mk ««vto¿ m* Vwm «W wm W« Mmwi f# «í IN' >*■ KU> <( Mtí NWí'Í ^ ^kW ^ASWfcMí V AMVtM f4T l« . JxViVHíx* -Jfv-xixVf tVÍ tfv i;sV* ÍX f vv • ÍXS'S ». sUMtxV ,N» NV- xdv V ' * ' ■' \''v' •*-.‘\V ,Vf VN ÍNVSM W»i^~V|iVi ^tR- Km» «mi» Ni* »»»>*ík»m>w V^ \N*Vf*v^ x"*xcs Wksfx «»k>M$ A^VAnIW Jín.';-» >. . r CA‘ V'SMV 'S Í * lf *v A NN» A , >4 Vi U' C* s'S A <■* ■t jy ; »» yor <»» »» o»» «Mesm» l« Ik^w »t i^Mk i í» ^ A.v A' >- S'".''f V * .‘-.V.A ' > i'x'Áx ' *<-' • ■•' ' ' í'ív «'sx.t xc : - í x'-* t- ' s .» v ^ v xV»v» x • .v x»». ^ fcjiiktn ti rtVn^ ft ^ ^ *.f'* v> vv«m«\>í i Jkm» imNs»»v» xv« «*> «Ni N «MMriNÁMks ÜMt MMNdN p»lK«x A »» *** WA^AÜIíi AKKNijt KltA |MKN>iMb a AXtMt mu iNkMllW. I-» •ke'KfcAS <* ' O.MV- W S v > " .. V :>-> ' . v - .4 •-.-.» . v.\.V . ‘ -V • i . x ‘ W -X> iqrtr fmyMKNm «m «ékwm» «■yariwm m «mm m Mk •WRCsíkWirx ^ Gm» «mmíM» #«m mN NfmmmmN Mm U «fefcamM ár. wJht A- ' .^rí-.x*v j» «i \vw. (íí .»:.í ^ n v'nví*~.> *f r ní s ;W- *sMx,* v-‘ "'fsi > »' - i x\ xNvax.' ,'■’ M*- S-V' «xlt.^x piv *S£ .v? r.t sA- rsx^s iw.'N r .'S !kKA- x'i: V> X\ xSfWU".' ^at»/!, */.*»• y.* 4*: 4i* « « vaaA> . *v V. V* *. ► « iMoj/t' ;>«•« i - I v, K> f/*t «j tK *A ^v! * *;v V ► '//!»,. rf C. " V-* ' O'4* /■ -44 .♦ i 'HV'/'i'A.»* 4 . ■ . - 4 •*- .4 4v - a •-* * <• *"¿4*4 !« *v -»4 A, •/•*<, y * > r. *■, »v v-. t/v^Vt -'A ;. ‘ '>t va *.♦, ,->v)»v - S,', ‘,1, •<>/, -■ / V ‘/y;,-, , AS,i ■‘.■■y * •, • . .4 itf'/t •/,'*'//% t y/' ' ’A’/t V, Oí ¡4 r. •* AA ' -•'A" «.<• V ' " • " •*. A' ' A ‘ * .* • <« ,f • /- f ■■ /, y ,»t; «« x • ' *,, •.*, \A>". • 4 O v 4 • ", ./■ // < V - i A •••.+ *% "4 ' y4 *! y. y 4*. • * vy *4 ■■ 4 >■* * r v < *.i „ ; . • €v s*tf > > <■*> ' '/ uf ■- p/Vt ,♦*». « V/Cv v* v. < ,v, v v r¿*¡ 'i* • - -.'v - u > a *, Uvm íu o, " A/y, Or^«ni/!U«i»n d*J ** *4 <í r p rf 1 1 r» i * * p ( I» /'/ **> t. •• A ' . Vci. -VA x} <* ', <.* x- ..^yy. vr •*," % O / v* - •, < - ; //4üa * yf* ♦.} f. " • "i <:<_ ' A. ,(4 x/t X - X; ..«r 4* ^ #y/;x ^.Vf ■ -./ ¡•'.i 4-, - •/.■ 4 ■ r y, - y '',‘i •>, <, ■■'// x •> -« .► '-A,51r •; .X, j, v^- *, • , VA. Vy4- 4 4*A ' " - ; -x • )'¡t I ‘ 4 • ‘ 4 ' /> -A í '// fíx ' • '.A 4* •" r/tH * ' * / • ' x K . x í/x '•'**/! f, 4 «#V/- • • - Ai, « . .* ; X . . ,,, . ,, - X^. .. J, }• / X ’4A4 O 4,1ft9(.4, 4 A,; **>xy{./ , v. . , A/ 4 r • X- A 1 • « -X* A, fx'/f .« ' x.’i'J-:- v x • ; .• - a, y.yyy.' t •, ■, a-, -a-»* O <>', 4r¡m{; ■ • // r-v a, t- •*. i *?•*. >*%, p-,"¡ a. ' a • 3r,x.A-t -> , X/.., 1; . 4, ■ • ■ x :-,xJ ': • », <-v • *./rí'. Jfx- . a, Í . xy; »« t-» a r >: • .v'»4 »•; >. X/X ■; t ft *•:, ',>**// • *. A, , • - . <*- ' * » *-Vxi' ' i4»x; a «t 14 ' .* •/. . 4 *, •• v »«/At va U*/. ’/.x/ t/TOp/A ' A".V - 'xV- • . --A 4 VI • A,: /« r. ; • 1 • V A'. WÍ.V> U14. t: «if'/X-A v; . • -x. XX.., 1. p.,. - fy . . - . «X. 4,. . ,A , . ? f ,A XX, * <♦//. i.»SAA*r 4, r 'x'x'i V. ---. VA- /.i • A» * A i+ry. \/A 4 At*x t A' a a, -a >•' a v, ", v. 4. 4. a a t v.v;x' n-.v.vt '.va*;,4. Va O. wa ' ' : v ía -aí a. s x,x x . . . , . <3í (IM f »A/ ' x>¡ ‘A >. xJ , “ • ' ' * •< Ax C .. . . ■ \ - 4a. ' ♦•“A /-rt- f/ ÜM* *x 4 rs. 4 y/-. • *. vt'-A'»- 'iVítí'<. • 'A ' • ,- 4 ■ ■ ■■ ■• ;■ ■ : *, A’.'At " - * ©**? ' ’a 41 . . " a v : •» < a v • "a ru? «* ««Uf ' ;«•' ** » *x fñr f*í.« -■ vv ».r v 'aí1. k s. * >*v i » u»»* fx-.'A xí« i'^AJ .'A, 'A. '.A'. V«, ' AA'Ax -i A. ' VVx’.'y VA ’ * , . 1 • -V'/t prfj'*,.r,í'. K: ,-,-:a,jw ,a. 4. 4 y. va. a: a a/i C<'a.‘ vt «>*: ** f-J W, -.V 'A i ' ,/ .Vt 4 ■ ■ '. ■ . • ' ' f ■•'.'• • • ' 'A-Vi >v xjf y.'i «'"A -4'A' '.A , *rr M V. A' • •. i A- • U.'V- A iA ' 4V '. '*te4.*¿yiS , y-y*- i • *.; ¡ i. vr/r ".v x;*v. »- ava. ‘ '.y. f - x! '-vr» . * • va. v. - i *nv '/í >ts v. '->« ■m 'a xJ<> «i» va -y i- .»>» t>v , - . . xj v.i -.i . a.a - va.ía *r. u « * amwr a «« *. v le r.v? ;v. va..» .* v: . .i • . í ViVv; a v -í ;. a ; a > í:,. r t . ¿x .-v . v ’ * —434— ligan a su suelo, i si éste no nos inspira un interes tal como el de nuestro nacimien- to, sentimos al menos el que basta para que no nos sea indiferente, para que, siem- pre que llegue la ocasíou, procuremos su felicidad por la gratitud misma debida a sus habitantes. El segundo punió que he prometido tratar bajo el titulo de la Organización, es có- mo deben ser elejidos los individuos que componen las Municipalidades. Antes de todo debo advertir que al Consejo municipal concurre el jefe político del departamento, los alcaldes ordinarios i los rej idores. El jefe político es el Intendente en su departamento, el gobernador en el suyo i el subdelegado en el caso en que en su subdelegacion hubiere Municipalidad. Estos fun- cionarios deben presidir el consejo, i tienen en él voto como los demas miembros. El nombramiento del primero se hace por el Presidente de la República, el del se- gundo por el mismo Presidente a propuesta del Intendente respectivo, i el de los sub- delegados por el gobernador del departamento. Por el articulo 4 23 de la Constitución de 833 se dispone que las Municipalidades se compongan de Alcaldes i Rejidores; pero estos dos funcionarios se han confundido frecuentemente en la práctica; asi es que se ha visto a estos últimos ejercer funciones judiciales, funciones que esclusivamente deben ejercer aquellos. Para evitar este in- conveniente se dictó la lei de 17 de octubre de 1842, lei que apesar de lo terminan- te de su disposición, no ha terminado del todo esa práctica viciosa. Pero no solo en las atribuciones de los Alcaldes i Rejidores se encuentra diferencia, sino que la mis- ma Constitución ya citada establece también otra. Por el articulo 4 24 se dispone que los Rejidores sean elejidos en votación directa por los ciudadanos en la forma que prevenga la lei de elecciones, i que permanezcan en sus funciones por tres años; miénlns que el artículo 125 dispone que 1* lei determinará la forma de la elección de los Alcaldes, i el tiempo de su duración. Por lo espucsto se ve que la Constitu- ción no quiso igualar a los Rejidores con los Alcaldes ni en la forma de la elección, ni en el tiempo que debían durar en sus funciones. Esto se dejó a la disposición de una lei particular, lei que a pesar del trascurso de veinte años, todavía no la tene- rme-, i que se hace tanto sentir. Ignoro las razones que moverían a los Lejisladores que acordaron nuestra carta constitucional para establecer esta diferencia entre Al- caldes i Rejidores; sin embargo se me ocurre una que podría justificarla. Los Al- caldes', ademas de las atribuciones que tienen como miembros del cuerpo Munici- pal, tienen otras de que también volveré a hablar mas adelante. Estas atribuciones son las judiciales, que tanto por las leyes españolas como por las nuestras, deben ejercer en los departamentos donde no hai juez Letrado; i aunqué por estas últimas solo se estienden a la tramitación, hablando en jeneral; sin embargo esa tramita- ción es por si sola bastante difícil i complicada para creer que en los mas de los de- partamentos se encuentren bastantes personas instruidas en ella. De aqui podría deducirse que el empleo de los Alcaldes no debería mudarse con mucha frecuencia, i por consiguiente que podrian permanecer en sus destinos por mas tiempo que el que permanecen los Rejidores. A pesar de esto puede decirse que entre nosotros no tenemos Alcaldes, i que, mientras se establecen, los dos Rejidores mas antiguos deben ejercer sus funciones, según lo dispuesto en el decreto de 8 de marzo de 837. No teniendo pues Alcal- des, no hai otra elección que la de los Rejidores de que ya he tratado; i en cuanto a la forma de la elección, nada diré, porque no es peculiar del cuerpo Municipal, sino relativa a todas las elecciones directas. El tercer punto de que debo tratar bajo el título de Organización, es el principio a que deñe atenderse pira arreglar el número de individuos de que deben compo- nerse las Municipalidades. —435— «¡Todo el que ejerce funciones públicas o es miembro de una corporación, dice Rivero en sus lecciones de polilica, tiene tres intereses diferentes i por consiguiente tres voluntades distintas: su interes particular, su interes como miembro do la cor- poración i su interes como ciudadano.» Como el primero de estos intereses es regu- larmente la guia del hombre, para que los otros, cuando se hallen en conflicto con él, no sean sacrificados ante sus aras; es necesario que el Lejislador trate de equili- brarlos por todos los medios posibles. Uno de estos medios es, tratando del poder Municipal, no confiar el ejercicio de este poder a uno o mui pocos individuos: porque de este modo lejos de ser bien representados los intereses comunes; serian muchas veces sacrificados a los intereses particulares de ese uno o pocos individuos que lo componen. Pero no por eso convendría multiplicar tanto su número de modo que embarazase sus funciones; sino que es necesario que este cuerpo que no es otra cosa que un representante de los habitantes de un departamento, guarde proporción con los representados. Esta parece la medida mas conforme con la naturaleza de su mi- sión. De este modo no solo se lograría que no fuesen sacrificados los intereses co- munes a los particulares; sino que se evitaría también el inconveniente de que fue- ran sacrificados a una de las diferentes clases de que se compone un departamento. Porque no puede negarse que si una de estas por ejemplo el comercio, tuviese ma- yoría en la Municipalidad, sus intereses serian preferidos a los de las otras clases. Solo pues de este modo se pueden equilibrar los diferentes intereses de un departamento- Veamos ahora la aplicación que se ha hecho de este principio entre nosotros. Sin embargo del eslac'ro fiorocienle en que se encuentra nuestra República consi- derada bajo todos aspectos; aunque todos sus poderes se hallan bien constituidos, solo el Municipal no se halla todavía bien organizado. Los miembros de que se compone este cuerpo no están todavía colocados ala altura de los representantes de los demas poderes. De esto resulta que nuestras Municipalidades no produzcan todo el bien que podríamos esperar. Elias no solo no cuentan con los fondos necesarios para dar a la nación el impulso que le es indispensable para su progreso, sino que ni aun se hallan bien organizadas. I *u efecto ¿a qué principio se ha atendido para fijar el número de individuos de que debe componerse este cuerpo? Yo no lo he podido averiguar. Parece, señores, que a medida que se ha creado un departamento, se ha fijado también el número de individuos de que debe componerse su ayuntamiento, sin lomar en consideración mas que sus circunstancias particulares, i de ningún modo un principio que pudiera servir de regla tanto para los Cabildos ya creados como para los que en adelante se crearán. Así, vemos que hai departamentos que tienen otro tanto inas de habitantes que otros; i sin embargo los últimos tienen muchos mas Rejidores. Tal es por ejemplo el departamento de Chillan, capital de la provin- cia del Nuble, que. tiene 51,868 habitantes, i el de San Carlos que solo tiene 27,1 !í; i sin embargot éste elije doce Rejidores, i aquel solo nueve. Lo mismo sucede con los departamentos de Rere i de la Laja, que son mui poblados, i que solo (lijen el primero seis i el segundo siete Rejidores. Esta falta de proporción entre los Munici- pales i el pueblo a que representan, es tanto mas notable cuanto choca abierta- mente con lo dispuesto por la Constitución en el articulo 123. En este artículo se dispone se compongan del número de Alcaldes i Rejidores que determine la lei con arreglo a la población del departamento.- Ahora bien, nuestra carta, como los publi- cistas, toma por punto de partida la población; pero como ella no pudo señalar el tántum sin contrariar su carácter de estabilidad, lo dejó a ¡a disposición de una lei secundaria. Pero esta lei todavía no se nos ha presentado; i lo mas que tenemos establecido sobre el particular es que se elija el mismo número que antes se elejía, mientras se dá a luz la lei del caso. Seria de desear que cuanlo antes se llenase este tfado: pues ínter esto no suceda, ademas de la falta de armonía, tendremos que su- —436— írir los perjuicios orijinados principalmente por el corlo numero de individuos de que jeneralmenle se compone este cuerpo, perjuicios que por no hacer demasiado cansada esta memoria no justifico con la práctica. Stas «íriFjaseáones. Al tratar de las atribuciones del poder Municipal no me limitaré cscinsivnmente a las que son desempeñadas en cuerpo por sus miembros, sino que también hablaré de las que algunos de ellos ejercen personalmente, pero siempre en su carácter Mu- nicipal, o en cuanto tenga alguna relación con él. Como las Municipalidades podrían en algunos casos, traspasando sus facultades, acordar providencias que perjudicasen al orden público, necesita el jefe político del Estado tener sobre ellas una vijilancia tal que impida la ejecución de semejantes acuerdos. Pero esta vijilancia no puede lograrla sino por medio de sus ajenies; i así es como se halla arreglado en la lei del réjiraen interior. Según ella los Intendentes i Gobernadores en su caso, no solo deben cuidar, según lo dispuesto en el articulo 79, de que las Municipalidades ejerzan fielmente sus atribuciones i que cumplan con el objeto de su institución, sino también dictar las providencias necesarias para re- mediar los abusos que notaren, dando, en caso necesario, cuenta al Supremo Gobier- no. Por otra parte, la lei, no solo da a los presidentes de los Cabildos voz i voto en sus acuerdos, sino que también por el articulo 133 de la lei citada les da facultad para suspender la ejecución de lo acordado por ellos, siempre que pueda resultar perjuicio al orden público o a los intereses confiados a aquel cuerpo. Corresponde también a dichos Intendentes o Gobernadores en su carácter de je- fes de las Municipalidades ausiliar, con su autoridad i con la fuerza que tienen a su disposición, la ejecución i cumplimiento de los acuerdos i disposiciones legales de aquellas. Disposición acertada, pues aun cuando supongamos en los 11 ej idores mucho interes por la ejecución de sus acuerdos, este interés se halla muchas veces desaten- dido por fijarse en sus intereses particulares: asi es que 'el jefe político del departa- mento,'no solo se limita a ser ausiliar, sino que es el inmediato ejecutor de esas pro- videncias, se entiende cuando éste es un majistrado celoso. Otra atribución de los Gobernadores es conocer del articulo de recusación de los Alcaldes o Rejidores. No hablaría de esta atribución si no estubiese dispuesto por la lei de 27 de julio de 1837 que en caso de hallarse implicado el Gobernador, conozca de! articulo de que se trata, el otro Alcalde, i en su defecto los demas Rejidores por su orden. De modo que en último caso es atribución que indirectamente toca al Ayuntamiento. Ros Alcaldes ordinarios tienen también sua atribuciones peculiares que voi a enu- merar con la brevedad posible. Por las leyes de Indias i por el Reglamento de administración de justicia se con- cede a los Alcaides la facultad de administrar justicia en los departa méritos donde r.o hai Juez Letrado. Pero por las primeras, los Alcaldes decidían de las causas de mayor cuantía, i no podían ser abocadas por los oidores o jueces de provincia; mien- tras que por las segundas no las pueden decidir; sino que, cuando se hallen en esta- do de sentencia, las deben remitir al Juez de Letras. La segunda parte de la dispo- sición de la lei de Indias, es decir la prohibición de abocarse las causas de que cono- cen los Alcaldes, también se halla derogada entre nosotros por la lei de 20 de setiem- bre de 1838, que dispone que los jueces de letras tengan la facultad discrecional de abocarse la sustanciacion de las causas de que conocen los Alcaldes ordinarios, cualquiera que sea el estado en que se encuentren. Facultad es esta de que los jue- ces hacen bastante uso: pues no hai causa civil de alguna importancia, o criminal — 437 — - de alguna gravedad que no sean abocadas por el juez, ya a petición de parle o ya de oficio. I esto sucede con tanta mayor facilidad i frecuencia, cuanto casi siem- pre ambas partes están interesadas en ello: pues regularmente en los departamentos donde no hai Juez de Letras, no encuentran personas que las potrccinen. Por la lei de 28 de setiembre de 837 se concedía a los Alcaldes la facultad de eo* nocer verbal i sumariamente de las quejas que se interpusieron contra los subdele- gados o inspectores por ¡as vejaciones,- dilaciones, torcida administración de justicia i (lernas crímenes que cometieren en el ejercicio de sus funciones como jueces; pero por disposición posterior so ha resuelto que las facultades de los Alcaldes solo están limitadas en el presente caso, como en los anteriores, a tramitar vcrbalmenle dichas causas, remitiéndolas, luego que estén concluidas, al Juez de Letras para su deci- sión. Sin embargo, tengo noticias que en muchos departamentos deciden tales cau- sas ¡imitándose solamente a imponer una leve multa i muchas veces una simple re- prensión a aquellos funcionarios, i ocasionando de este modo graves perjuicios en la administración de justicia. Hasta aquí he tratado solamente de las facultades que conceden las leyes a los Al- caldes con respecto a la tramitación; pero hai algunos casos en que tienen facultad para decidir, de los cuales me paso a ocupar. En primer lugar, el Reglamento de Administración de justicia concede a los Alcal- des la facultad de conocer de aquellas dilijcncias en que no hai todavía oposición de parte, como formación de inventarios, justificaciones ad perpetuam i otras. En segundo lugar, la leí de 2 de febrero de 1837 autoriza a los Alcaldes para co- nocer de los artículos de implicancia i recusación de los jueces de letras. Pero debe advertirse que del artículo de implicancia solo conoce en el único caso en que la causal de la implicancia sea la incapacidad legal del juez por haber incurrido en alguno de los casos en que debe ser suspenso o separado de sus funciones judiciales; raiéntras que del artículo de recusación conoce siempre, cualquiera que sea la causa alegada, con apelación en ambos casos al Intendente de la provincia. También deben decidir los Alcaldes, según la lei citada de la recusación de los inspectores i subdelega- dos en única instancia; de la de un miembro de los Consulados i de un compromi. sario con apelación al Juez de Letras; i según la lei de t.° de mayo del mismo año, del recurso de nulidad que se interpusiere ele las sentencias de los subdelegados. Por lo espucsto se ve que estos son los únicos casos en que los Alcaldes ejercen las funciones de verdaderos jueces, i por consiguiente, que estas son las funciones mas importantes que ejercen. Considerando ahora las leyes que conceden estas últimas facultades a los Alcaldes bajo el aspecto de !a utilidad pública, no puede negarse que quizás no son ellos las personas mas a propósito para ejercerlas; i que por tanto tienen varios inconvenien- tes, pudiendo enumerarse entre los principales los dos siguientes: l.° que, como nosotros no tenemos Alcaldes ordinarios, según antes he dicho, sino solamente Re- j idores, los cuales ejercen las funciones de aquellos, hai el inconveniente de que como ellos son personas mui relacionodas en sus departamentos, estas relaciones pueden ejercer en su ánimo un influjo tal que perjudique a la justicia; i 2.° que aun suponiendo en ellos toda la* imparcialidad que se quiera, son jueces legos que no pueden estar al corriente en materias de derecho, i que por tanto podrían ser poco acertadas sus decisiones. Sin embargo, parece que la necesidad es lo que ha movido a nuestros Lejisladores al concederles las facultades de que me ocupo: pues como fuera de la capital la ciencia legal se halla todavía en bastante atraso, de suerte que hay muchos departamentos en que no se encuentra ni un solo letrado; i como por otra parte los Rejidores son alii regularmente las personas de mas luces, parece mui conforme con las circunstancias la disposición de estas leyes. — 438— Corresponde a la Municipalidad en cuerpo conocer del artículo de recusación del Intendente en la capital de la provincia, i de la de los Gobernadores debe conocer la de su departamento i en caso de no tenerla, la del departamento mas inmediato, según lo dispuesto en el articulo 67 de la lei de 2 de febrero de 1837. Corresponde también a las ¡Municipalidades nombrar los individuos que, en los departamentos donde haya Imprenta, deben componer el jurado que es el que debe componer el tribunal que juzgue de los delitos sobre abusos de libertad de im- prenta. Según el Reglamento de elecciones de 12 de noviembre de 1852 deben conocer de la nulidad de las elecciones de electores de Senadores i Presidente el Juez Letrado de la provincia i cuatro individuos sacados a la suerte de la Municipalidad. Esta es también una de las atribuciones importantes de las Municipalidades, pues por este medio los ciudadanos tienen mas garantías en uno de los actos en que mas ínteres tienen. Réstame tratar de las facultades que la Constitución en e! artículo 128 concede a las Municipalidades. Inútil i por demas fastidioso seria el que hiciese una enumeración de estas facul- tades, por lo que solo me limitaré a algunas observaciones jenerales acerca de ellas. Mui importantes son, señores, las atribuciones a que me refiero; pero por desgracia no todas ellas son, hablando en jeneral, desempeñadas por las respectivas Munici- palidades, ya por que en muchos departamentos no se empeñan en ejercerla, como por los pocos fondos con que regularmente cuentan. Sin embargo, me es mui grato advertir que en estos últimos años se han hecho en los departamentos adelantos do mucha consideración, empleándose en obras públicas i de mucha necesidad, el ca- pital que tenían invertido en terrenos inmediatos a la población, terrenos que se les ha permitido vender. No debo concluir antes de decir cuatro palabras sobre lo acer- tado de esta disposición. Casi en todos los departamentos se cncoconlraba inmediato a la población un espacio considerable de terreno, del cual gozaban sus habitantes en común; i por consiguiente era inculto. En este terreno no se hacia ningún tra- bajo; pues ni aun se arrendaba, i lodo el producto que se sacaba de él era el pasto que consumían los animales de cuatro o cinco individuos. Fácil es conocer la nin- guna utilidad de este orden de cosas, como igualmente las grandes ventajas que prometía su enajenación. Con ella se han logrado dos grandes resultados: l.° que su valor se ha destinado a obras de nrjente necesidad; i 2.° que esos terrenos han pa- sado a manos industriosas pasando de incultos a ser productivos i de importancia por su inmediación al pncblo. —139— I SESION DEL 5 DE NOVIEMBRE DE 1853. Presidió el señor Rector, con asistencia de los señores Orrego, Meneses, Tocornal, Solar, Blanco, Ramírez i el Secretario. Leída i aprobada el acta de la sesión anterior, el señor Rector confirió el grado de bachiller en Leyes i Ciencias políticas a don Juan Nepomuceno del Rio i a don Rafael Alvarado, quienes recibieron sus respectivos di- plomas. En seguida se dio cuenta: 1 . ° De un oficio del señor Ministro de Instrucción pública, en que trascribe un decreto supremo por el cual se concede a don Manuel Salustio Fernandez una pró- roga de seis meses para incorporarse a la Universidad. Se mandó comunicar al señor Decano de Matemáticas. 2. ° De una solicitud que don Benjamín 2.° Viel dirijo al Supremo Gobierno para que se le espida el título de agrimensor, fundándose en que habiendo comenzado sus estudios matemáticos en 1841, solo es obligado a rendir los exámenes prevenidos por el plan de estudios do 1833; en que el año de práctica exijido por los decretos vijen- les se compensa con los trabajos qué en calidad de agrimensor hace algún tiempo desempeña en la oficina del catastro; i finalmente en que la misma gracia se ha otor- gado a sus compañeros de estudios, los cuales están en posesión de su título; Esta solicitud fué pasada por el Supremo Gobierno al señor Rector para que informase sobre ella, i se ordenó trasmitirla al señor Decano de Matemáticas para que evacúe el informe. 3. ° De un oficio en que el señor Decano de Medicina trascribe la contestación da- da por don Manuel Cortés a la' nota en que se le comunicó haber sido nombrado por el Supremo Gobierno miembro de aquella Facultad. Como el espresado señor Cor- tés manifiesta deseos de que su contestación se ponga en conocimiento del Supremo Gobierno, quedó acordado hacerlo así. 5.° De un informe de la comisión de cuentas, aprobatorio de la presentada por el 'Secretario de Medicina con fecha 31 de agosto del presente año sobre la inversión de los fondos de secretaria. Resulta de esta cuenta uu sobrante de 26 pesos siete i me- 55 — «0 — dio reales a favor de la caja universitaria. Se aprobó el informe, i se mandó pasar el sobrante a la tesorería. 5.° De una representación de don Baldomcro Pizarro, que tiene por objeto pedir a] Consejo declare si es obligatorio a un alumno el examen de un ramo que no se ha enseñado en el instituto nacional cuando aquel ha debido estudiarlo, i si en tal caso se requiere dispensa para optar grados universitarios. El Consejo, atendiendo a que la declaración que se le pedia era jeneral, i a que un individuo particular no' tiene derecho para cxijirla, resolvió no dar lugar a ella. El Secretario hizo entonces presente que en el certificado de los exámenes rendidos por el solicitante no apare- cían los de física i óljebra, i que éste mismo le habia comunicado verbalmente que el examen de áljcbra lo tenia dado, i que no habia podido hacer otro tanto con el de física por no haberse enseñado este ramo en el Instituto nacional cuando le corres- pondió estudiarlo. En vista de esto, el Consejo resolvió dispensar al solicitante del eximen de física para que reciba el bachillerato en Humanidades; i respecto del do áljebra, acordó reputarlo por rendido, en razón de haber Pizarro enseñado con lucí* miento este ramo en el Instituto nacional. Después de esto el señor Rector hizo presente al Consejo que seria mui útil para la mejora i progreso de los estudios de humanidades el que se siguiese trabajando la colección de autores clásicos latinos que se habia encomendado al señor Vendei- Ileyl,i cuya publicación se habia suspendido de orden del Supremo Gobierno a prin- cipios del año de 1852. Añadió que el motivo de la suspensión habia sido el haberse publicado pasajes de Plaulo i Lucrecio que pueden ofender la moralidad i las sanas ideas de la juvectud; que el señor Yendel-ílcyl así lo habia conocido después de pu- blicadas las obras de aquellos poetas, por[lo que en sus trabajos posteriores, que están todavía inéditos, habia tenido cuidado de suprimir todos los pasajes susceptibles de igual tacha; i que encargándose una persona competente de revisar las obras antes de que se publiquen, se removería todo 'peligro para lo sucesivo. Recomendó en se- guida las relevantes aptitudes del señor Vendcl-Heyl para dssempeñnr este trabajo, que demanda un gran fondo de laboriosidad i conocimientos; i concluyó proponien- do al Consejo representar todo esto al Supremo Gobierno, i pedirle se sirva comisio- nar de nuevo al señor Ycndel-IIeyl para que continúe trabajando la colección de clá- sicos latinos, no debiendo constituir parte de ella las obras ya publicadas de Plauio i Lucrecio. Esta proposición fué aprobada por unanimidad de sufrajios, i se levantó la sesión. I EXTRACTO CE LA SESION DEL 12 DE NOVIEMBRE DE 1853, Presidió el señor Rector con asistencia de los señores Orrcgo. Mcncscs, Tocomal, Solar, Illanco, Domeiko, Ramírez i el Secretario. Leída i aprobada el acta de la se- sión anterior, et señor Rector confirió ol grado de licenciado en Leyes i Ciencias politieas a don Santiago Guzman i a don Andrés Sanhuesa, i el de bachiller en Hu- manidades a don Baldomero Pizarro; todos los cuales recibieron sus respectivos di- plomas. Di'óse cuenta en seguida-: l.° De un informe espedido por el señor Decano de Matemáticas sobre la solicitud de don Benjamín 2.° V i e 1 , de la cual se dió cuenta en la sesión anterior. El princi- pal fundamento en que el espresado Viel se apoya para pedir el título de agrimen- sor, es que el año de práctica exijido por los estatutos vijentes debe dispensársele en razón de los trabajos que ha desempeñado en la oficina del catastro; i el señor Solar, contrayéndose en su informe a este fundamento, hace presente que no siéndole cono- cida la organización de la mencionada oficina, e ignorando asimismo cr. qué jénsro de trabajos se ha ejercitado el solicitante, no le es posible decir si en el caso actual deban presumirse adquiridos los conocimientos que debe tener el practicante para recibir el titulo de agrimensor, i que es obligado a comprobar con un examen ren- dido ante tres peritos. Concluye en consecuencia el señor informante diciendo que no sabe si en el caso de que se trata hai o nó razón para desviarse de los estatutos actuales, que prescriben el año de práctica i el exámen consiguiente. Habiéndose hecho psesente por uno de los señores del Consejo que el señor Pissis, como encargado de la formación del plano catastral de la República, podía eva- cuar el informe que el señor Solar no había podido emitir, se acordó pedirlo al espresado señor Pissis, dejando mientras tanto en suspenso la resolución de este negocio. El mismo señor Solar, después que se leyó su informe, dijo que por lo que res- pecta a los ramos de que Viel ha rendido exámen, liabia notado que fallaban algu- nos de ¡os que se enseñan en el Instituto nacional a los alumnos que siguen la carrera de matemáticas; pero que no por eso había creido que debiese negarse ai solicitante el titulo a que aspira. Se fundó para esto en que no estando determinados por nin- .gun decreto los ramos de matemáticas que estudian los alumnos del Instituto nacio- nal, no podían considerarse todos ellos como rigurosamente obligatorios para los alumnos de otros establecimientos; i aunque por el supremo decreto de 13 de marzo de 1853 se determinó el tiempo que debía durar la instrucción elemental de dicha carrera, no se especificaron los ramos de matemáticas que debían enseñarse. Apoyado en estos fundamentos, dijo que, a su juicio, el espresado decreto debia reputarse co- mo un puro reglamento dictado para el Instituto, sin que pueda tener aplicación a los jóvenes que hubieren hecho sus estudios en otra parte. El señor Redor, recono- ciendo el peso délas razones alegadas por el señor Solar, propuso al Consejo se reca- base del Supremo Gobierno una declaración de si el decreto de 13 de marzo de 1843 obliga o nó a ¡os que cursan matemáticas fuera del Instituto nacional. Quedó acorda- do hacerlo asi. En 2.° lugar, se dió cuenta de un oficio del Director de la Quinta Normal de Agri- cultura, con que contesta al que se lo dirijió pidiéndole semillas, plantas, etc., para entablar cambios recíprocos de estos objetos con la Oficina de Patentes de los Esta- dos Unidos. En esta comunicación su autor se manifiesta dispuesto a servir mui gustoso a la Universidad, i anuncia que se propone formar una colección completa de plantas, visitando previamente ios puntos principales del país para recojcr las que faltan en la Quinta. El Consejo, teniendo en consideración que esa visite no puede menos de ser larga ¡ dispendiosa, i qne los fondos universitarios no pueden sufragar dara los gastos qne ella demanda, determinó hacer saber al Direcior de la Quinta normal de Agricultura que su ánimo, al pedir las semilles i plantas, no fué que se formase una colección tan completa como la que se indica, sino solamente la que pueda hacerse de las plantas que actualmente se cultivan en el establecimiento. 3.° De un informe de h comisión de cuentas, aprobatorio de la presentada por el extesorero universitario con fecha 6 de setiembre último, la cual da un sobrante de novecientos ochenta i seis pesos setenta i nueve i medio centavos a favor de la caja. Se aprobó el informo, i se mandó que dicho sobrante se entregase al actual tesorero, pan que le sea de cargo. 4. ° De un ofi io que el tesorero don Juan de Dios Fernandez Gana dirije al Se. oretario, en que le participa que con fecha 28 de octubre último se ha otorgado ante el escribano don Juan Nicolás Silva la escritura de fianza para la seguridad de los fondos universitarios. Se aprobó la fianza, quedando Fernandez Gana con la propie- dad de su destino, en virtud del acuerdo celebrado a este respecto en una de las se- siones anteriores. 5. ° De un oficio úel Rector del Instituto nacional, acompañado de una razón en que se especifica el orden que debe guardarse en los exámenes del fin del presente año. Se leyó dicha razón i se acordó poner en conocimiento de los señores Decanos de Teolojia, Matemáticas i Humanidades los dias de los exámenes pertenecientes a sus Fntultades respectivas, a fin de que nombren oportunamente lasN comisiones que deben presenciarlos. Con ocasión de este asunto se advirtió que el Seminario conci- liar no remitía al Consejo la razón de exámenes que ha remitido siemprecl Instituto nacional, i se encargó al señor Orrego procurase remediar esta falta. 6. ° l)e una cuenta del Secretario de la Facultad de Teolojia, sobre las entradas i gastos que ha tenido la secretaria de dicha Facultad en el segundo cuatrimestre del presente año. Se mandó pasar a la comisión respectiva para su examen. 7. ° De una solicitud de don Baldomcro Pizarro, por la que pide que, estando en posesión del grado de bachiller en Filosofía i Humanidades, se le permita recibir el de licenciado en la misma Facultad, dispensándoseles los dos años que deben mediar entre uno i otro en virtud del articulo 4 2 del reglamento de grados. E! solicitante apoya su petición en que habiendo desempeñado varias clases de ramos de humani- dades en el Instituto nacional, ha tenido ocasión de hacer de ellos un estudio dete- nido, i llenado por consiguiente el objeto del espresado articulo 4 2. El señor Ramí- rez a petición del señor Rector, dijo quo efectivamente Pizarro había tenido a su cargo la enseñanza de varios ramos de humanidades, en la cual se había conducido con notable ce!o ¡ acierto; i que no habiendo un establecimiento en que los bachi- lleres de esta Facultad se preparen para optar el grado de licenciado, como sucede en otras, era de opinión que no había inconveniente para acceder a lo pedido, lia- hiendo sido aceptado este parecer, quedó otorgada la dispensa. Se levantó la sesión. SESiOÜ DEL 19 DE NOVIEMBRE DE 1S53, Presidió el señor Rector con asistencia de los señores Aristegui, Decano interino de Teolojia, Solar, Domcyko, Ramírez i el Secretario. Los señores Meneses i Blanco avisaron no poder concurrir por enfermedad. Leída i aprobada el acta de la sesión anterior, se dió cuenta: l.° í)e un oñcio del señor Ministro de Instrucción pública, en que trascribe un supremo decreto por el cual se encarga al señor don Luis Antonio Vendel-lleyl que forme una colección de trozos cscojidos de autores latinos i un curso de lemas gra- — 453 — duaclos i adaptados a la gramática del señor Bello. En el mismo decreto se asigna al comisionado, en compensación de su trabajo, la renta de cincuenta pesos men- suales, que deberá percibir de la tesorería del Instituto nacional. Habiéndose nota- do que este decreto había sido puesto ya en conocimiento de las personas a quienes corresponde soberlo, se mandó archivar, acusándose previamente recibo. 2. ° De otro olido del mismo señor Ministro, ¿n que trascribe un decreto supremo por el cual se concede a don Ignacio Valdivia, miembro electo de la Facultad de Matemáticas, una próroga de cinco meses para verificar su incorporación en la Uni- versidad. Se mandó comunicar al señor Decano respectivo. 3. ° De tres oficios de los señores Decanos de Teolojía, Matemáticas i Humanida- des, en que dan parte de las comisiones universitarias que han nombrado para que presencien los exámenes que deben rendirse en el Instituto nacional de los ramos pertenecientes a aquellas tres Facultades. Se mandaron comunicar lodos ellos al Rec- tor del mencionado establecimiento. 4. ° De otro oficio del señor Decano de Matemáticas en que especifica el orden i los dias en que deben lomarse los exámenes de ramos pertenecientes a su Facultad en la sección Universitaria. Se mandó comunicar al Delegado de la Universidad. 5. ° De otro del señor Decano de Humanidades, en quo participa que su Facultad ha designado para el concurso literario de 1854 el mismo tema de! año anterior, i que hasta ahora no se ha presentado ningún trabajo con el objeto de desarrollarlo. Se mandó dar cuenta de ello en la memoria que debe leerse en la próxima función aniversaria de la Universidad. 6. ° De un oficio en que el Delegado universitario participa que el ebanista don Tránsito Cárdenas le ha entregado ya concluidos los dos estantes que se obligó a ha- cer para la biblioteca de la Universidad. Se mandó en consecuencia jirar libramien- to contra el Tesorero por la cantidad de ciento veinte pesos seis reales, precio de dichos estantes. ?.° De una solicitud de don Jerman Schneidcr, en que pide se le admita a ren- dir los exámenes necesarios para el grado de Licenciado en la Facultad de Me- dicina. De la narración que hace el solicitante resulta: que es doctor en la Universidad de Baña; que su título, de tal lo entregó junto con otros documentos justificativos de sus estudios médicos i de su conducta al ájente del gobierno chileno en Alemania don Bernardo Philippi; que éste le nombró médico de la colonia alemana de Valdi- via en virtud de una contrata firmada en Cassel a 25 de abril de 185!; que a con- secuencia de esto el solicitante vino a ia mencionada colonia para desempeñar su cargo; que en la actualidad acaba de llegar de aquel puuLo a Santiago con el propó- sito de rendir sus exámenes a la mayor brevedad posible, dejando por ahora la pro- vincia de Valdivia sin médico alguno; i que a su llegada ha notado que no se en- cuentran en poder del Supremo Gobierno los documentos que en Alemania entregó «a Philippi qara que los remitiese a Chile. A esta solicitud acompaña la contrata ce- lebrada con Philippi, escrita en aloman; copia de un certificado espedido por el mismo ájente, en que dice que confiere el empleo de médico en la colonia de Valdi- via a don Jerman Schneidcr, que le ha presentado «sus papeles de médico aproba- do i documentos de la confianza que goza»; i finalmente una solicitud no proveída que el mismo Schneider, con fecha 13 del que rije, ha dirijido al señor Ministro del Interior para que se le entreguen los documentos que suponía haber remitido Phili- pi de Alemania. El solicitante concluye pidiendo que se le permita rendir desde luego sus exáme- nes, i promete presentar dentro del tiempo que se le determine los comprobantes de su grado de doctor en la Universidad de Bcna. —454— En visín de esta solicitud i de los documentos acompañados, los señores del Con- sejo emitieron diversas opiniones sobre lo que convenia resolver en el presente caso. L nos juzgaron que el candidato debía ser desde luego admitido a rendir sus prue- bas como en los casos ordinarios; otros, que debía admitírsele, pero difiriendo el darle el título de licenciado para cuando presente el diploma de la universidad prusiana; i otros en fin, que no debia ni aun darse principio a las pruebas antes de que se presente dicho diploma o un justificativo auténtico de haber sido espedido. La discusión quedó concluida con el acuerdo de elevar este negocio en consulta al Supremo Gobierno, acompañándole la solicitud orijinal de Schneider i copia del certificado espedido en Cassel por don Bernardo Philippi. Se levantó la sesión. EXTRACTO DE LA SESION DEL 28 DE NOVIEMBRE DE 1853. Presidió el señor Rector, i asistieron los señores Menescs, Tocornal, Blanco, Ra- mírez i el Secretario. Lcida i aprobada el acta de la sesión anterior, el señor Rector confirió el grado de bachiller en Humanidades a don Domingo Urrutia i don Márcos 2.° Donoso, quienes recibieron sus respectivos diplomas. En seguida se dió cuenta: 4. ° De un oficio en que el señor Ministro de Instrucción publica 'trascribe un su- premo decreto por el cual se permite a don Jerman Schneider que rinda los exáme- nes necesarios para obtener el grado de Licenciado en Medicina, quedando obliga- do a presentar al Consejo de la Universidad en el término de doce meses contados desde el dia de su recepción, certificados que comprueben haber recibido el grado de Doctor en Medicina i Cirujia en la Universidad de Bona. Se mandó comunicar al señor Decano respectivo. 2. ° De un oficio del señor Decano de Leyes, en que especifica el orden i los días en que deben tomarse los próximos exámenes de ramos pertenecientes a su Facultad en la sección uniuersitaria. Se mandó comunicar al Delegado de ¡a Universidad. 3. ° De un oficio de! señor Intendente de Valparaíso, en que da parte de haberse .ausentado de la capital de aquella provincia don José Santiago Alelo, que era miem- bro de ¡a Junta de educación en su carácter de juez letrado. Al mismo tiempo hace presente que los dos jueces de letras que hai en la actualidad, son don Manuel Va- lenzuela Castillo en lo civil i don Jovino Novo a en lo criminal, i que el segundo es el que con ménos inconvenientes podria reemplazar al espresado don José Santiago Helo. El Consejo se conformó con esta indicación, i mandó que en este sentido se contestase el oficio. 5. " De un informe de la Comisión de cuentas, aprobatorio de las presentadas por el Secretario de la Facultad de Ciencias sagradas sobre las entradas i gastos que lia tenido su secretaria en el segundo cuatrimestre del presente año. Dichas cuentas dan los sobrantes de cincuenta i nueve pesos i de tres pesos tres i medio reales a favor de la caja. Se aprobó el informe, i se mandaron pasar ambos sobrantes a teso- rería. Después de esto el secretario dió cuenta de haberse recibido por la Universidad el cajón U. C. núm, 9, remitido de Francia por d señor Cónsul de Chile don José — 4o5 — Marcó del Pont, i leyó una lista de los periódicos que en dicho cajón han venido. Se levantó la sesión. DEL Escuela «leí Tome. ♦ Santiago, agosto 18 de 1853. En atención al crecido número de alumnos que cursan en la escuela fiscal del To- mé, según se manifiesta en la precedente nota del Intendente de Concepción, se con- cede la asignación de noventa i seis pesos anuales para el pago de un ayudante que ausilie al preceptor en el desempeño de sus funciones, i que será inombrado por el espresado Intendente dando cuenta al Gobierno. La asignación decretada se imputa- rá a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pública. Tómese razón i comm'quese. — ¡uontt. — Silvestre Ochagavía. Escuelas «leí SSejíraríameaití© «Se IPetorrea. Santiago, agosto 20 de 1853. Considerando que el atraso en que se encuentra la instrucción primaria en todo c¡ Departamento de Petorca, nace de lo exiguas que han sido las rentas asignadas a las escuelas en él establecidas; lo que ha dado lugar a que la mayor parte de estas per- manezcan cerradas por falta de preceptores idóneos que las desempeñen; Vengo en acordar i decreto: 1. ° Se aumenta a la cantidad de trescientos pesos anuales la renta asignada a las escuelas fiscales establecidas en Casulo, Pupio, Quilimari i Hierro-viejo. 2. ° En estas escuelas se enseñarán en lo sucesivo les ramos siguientes: lectura, es- critura, gramática castellana, doctrina cristiana, jeografía i dibujo. 3. ° Se autoriza al Intendente de Aconcagua para que haga por ahora el nombra- — í Se- miento de los preceptores que deben rejir dichas escuelas, sometiendo a la aproba- ción del Gobierno los nombramientos que hiciere. 4.° Impútense los aumentos decretados, por lo que queda del presente año, a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Ochagavía. Useiaelw «Se mujeres de F'eáorca. Santiago, agosto 20 de 1853. Careciendo la Municipalidad de Petorca de los recursos necesarios para sostenerla única escuela fiscal de mujeres establecida en aquel pueblo, i cuya dotación de cien pesos anuales no permite encontrar una persona de aptitudes que la desempeñe: lie venido en decretar. 1. ° Se aumenta hasta la cantidad de doscientos cuarenta pesos anuales la asigna- ción señalada a la escuela de mujeres establecida en el pueblo de Petorca. 2. ° En este establecimiento se enseñará en lo sucesivo lectura, escritura, doctrina cristiana, costura, bordado i aritmética. 3. ° Se autoriza al Intendente de Aconcagua para nombrar la persona a quien con- venga confiar la dirección de la mencionada escuela, dando cuenta al Gobierno. 4. ° Impútese el aumento decretado, por lo que queda del presente año, a la par- tida 41 del presupuesto del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese, lómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Ochagavía. Escuefi» de mujeres de Sívaile. Santiago, agosto 27 de 1853. En vista de la nota que precede del Intendente de Coquimbo; Vengo en acordar i decreto: 1 . ° Se establece una escuela de mujeres en la cabecera del Departamento de Ova- lle, con la asignación de trescientos sesenta pesos al año. Esta escuela funcionará en el local que al efecto proporcione la Municipalidad de Ovalle. 2. ° Ea este establecimiento se enseñarán gratuitamente los ramos siguientes: lectu- ra, escritura, doctrina cristiana, aritmética, costura i bordado. 3. ° El Intendente de Coquimbo nombrará la rpersona que deba dirijir la escuela que, se manda establecer, sometiendo el nombramiento que haga a la aprobación su- prema. 4. ° Impútese el sueldo decretado a la partida 41 del presupuesto del Ministerio de Instrucción pública, ínterin se consulta separadamente en el lugar correspondiente del mismo presupuesto. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — montt — Silvestre Ochagavía. Escuela «fie ftlauanliules. Santiago, agosto 29 de 1853. Vista la solicilud que hice el preceptor de la escuela fiscal de Manantiales, don —457— Bonquin 2." Valenzuela, i lo informado por el preceptor don Santiago Salas, encar- gado de visitar las escuelas establecidas en el Departamento de San Fernando; se au- menta a doscientos cuarenta pesos la renta anual asignada a la escuela de Manan- tiales. , En esta escuela se enseñará en lo sucesivo, lectura, escritura, doctrina cristiana, gramática castellana, aritmética i dibujo lineal, Impútese el aumento decretado a la partida 41 del presupuesto del Ministerio de Instrucción pública, ínterin so consulta por separado en el ítem correspondiente de dicho presupuesto. Refréndese, lómese razón i comuniqúese.— montt— Silvcst re Ochagavía. F^euela nocturna para artesanos en el barrio de fia Chimba. Santiago, setiembre 7 de 1 853. En vista de la nota que precede del Intendente de Santiago, i atendiendo al cre- cido número de artesanos que concurren a la escuela nocturna i dominical deprime* ras letras establecida en el barrio de la Chimba, i a que esta circunstancia no perrpito al pieceptor contraerse debidamente a la enseñanza de los alumnos de menor edad, que por reconocer oficio se hallan imposibilitados para concurrir a las escuelas diurnas do la capital; Vengo en acordar i decreto: 1. ° Se aumenta el sueldo del preceptor de la escuela nocturna de la Chimba hasta la cantidad de doscientos cuarenta pesos anuales. 2. ° Se nombra ayudante de dicha escuela, para que preste en ella sus servicios bajo las órdenes del preceptor, a don Juan González, con el sueldo de diez pesos mensuales, que se le abonarán desde que principie a funcionar, imputándolo, como también el aumento de sueldo de que habla el articulo anterior, por lo que queda del presente año, a la partida 41 del presupuesto del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — montt — Slvestre Ochagavía. Escuela de nmajeres de Concepción. Santiago, setiembre 14 de I8b3. En vista de la nota que precede del Intendente de Concepción, en la que se mani- fiesta el crecido número de alumnas que concurren a la escuela fiscal de mujeres es- tablecida en esa ciudad, i a que la preceptora de dicha escuela, doña Juana Navajete, está obligada a proporcionar el local en que debe funcionar el establecimiento, al que atiende con notable celo; se aumenta hasta la cantidad de treinta pesos mensua- les el sueldo de la espresada preceptora; imputándose este aumento, porto que queda del presente año, a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de la Ins- trucción pública. Tómese razón i comuniqúese.— montt— Silvestre Ochagavía . 56 —458— Esencia «9c mujeres de Inciiil. ( Santiago, setiembre 22 de 1853. Con lo cspueslo por el Intendente de Chiloé en la nota precedente, se concede la asignación de cien pesos anuales, en favor de la escuela fiscal de mujeres establecida en la ciudad de Ancud, a fin de que se inviertan en el arriendo del local en que fun- ciona dicho establecimiento. Impútese esta suma, por lo que queda de este año, a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — jiontt — Silvestre Ochagavía. Escuela de ES*©ea9awu Santiago, setiembre 23 de 4 853. Con lo espueslo por el Intendente de Santiago en la nota que precede, i en vista de la adjunta del Subdelegado de Chocalan; lie acordado i decreto: 1. ° Se establece una escuela 'primaria para hombres en la Subdclegacion de Cho- calan, que funcionará en el local que proporcionen los vecinos, i en la cual se ense- ñará gratuitamente lectura, escritura, aritmética, relijion, gramática castellana i jeo- grafia. 2. ° Se autoriza al Intendente de Santiago para que nombre la persona que deba rejir esta escuela, dando cuenta del nombramiento que bagá*. Este preceptor gozará del sueldo de doscientos cuarenta pesos anuales, que le serán abonados desde el dia que principie a prestar sus servicios. 3. ° Para proveer este establecimiento de muebles i útiles, se concede la cantidad de sesenta pesos, que serán entregados por la Tesorería Jeneral al preceptor que se nombre, dándose cuenta de su inversión. Oportunamente se remitirán, por el Minis. lerio de Justicia los libros que fueren necesarios para que se distribuyan a los niños pobres de la escuela. 4. ° Impútesela cantidad i el sueldo decretados, por lo que queda de este año, a la partida 41 del presupuesto de gastos del citado Ministerio. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — montt — Silvestre Ochagavía. liceo «Se Concepción. Santiago , setiembre 23 de 1853. Con lo expuesto por el Intendente de Concepción en su nota precedente, se auto- riza al Redor del Liceo de esa ciudad, para que, de acuerdo con el citado Inten- dente, invierta de fondos del establecimiento, hasta la cantidad de trescientos pesos anuales, en la adquisición de los libros necesarios pora formar la Biblioteca, que, según lo dispuesto por el art. f.G del Reglamento interior del Liceo, se manda orga- nizar en él. Tómese razón i comuniqúese.— Silvestre Ochagavía, I —439— Esencias jpasra hombres esa Coquimbo. Santiago, octubre 12 de 1853. En vista de la nota que precede del Intendente de Coquimbo, i con lo expuesto por el Visitador Jencral de Escuelas don Blas Roldan en su informe presentado al Ministerio de Instrucción Publica, en el que se manifiesta la necesidad de esta- blecer escuelas primarias en algunas poblaciones de la provincia; lie acordado i decreto: 1. ° Se establece una escuela primaria para hombres en cada una de las poblacio- nes siguientes: Puerto de la Herradura, departamento de la Serena; Monte-Grande, departamento de Elqui; Punitaqui, departamento de Ovalle; i la Canela, departa- mentó de Illapel.Bn cada una de estas escuelas, que funcionarán en el local que pro- porcionen los vecinos, se enseñará gratuitamente lectura, escritura, aritmética, relis jion, gramática castellana i jeografía. 2. ° Se autoriza al Intendente de Coquimbo para que nombre a los prcceptore- que deban rejir estos establecimientos, dando cuenta de los nombramientos que baga. Cada uno de estos preceptores gozará el sueldo de trescientos sesenta pesos anuales desde el dia que principien a prestar sus servicios. 3. ° Para proveer estas escuelas de los muebles i útiles necesarios, se concede a cada una la cantidad de sesenta pesos, que las Tenencias de Ministros respectivas entregarán a los mencionados preceptores, debiendo darse cuenta de su inversión. 4. ° Tanto los sueldos decretados, como las cantidades que se destinan para mue- bles i útiles de las espresadas escuelas, se imputarán, por lo que queda de este año, sa la partida 41 del Ministerio de Instrucción pública. Refréndese tómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Ocho gavia. Escuelas gssira asombres en Coquimbo. Santiago , octubre 12 de 1853. Con lo expuesto por el Intendente de Coquimbo en su nota de 23 de agosto últi- $no, i teniendo presente lo informado por el Visitador de Escuelas don Blas Roldan respecto de las de dicha provincia; líe acordado i decreto: 1. ° Se aumenta hasta la cantidad de trescientos sesenta pesos anuales el sueldo de cada uno da los preceptores siguientes: el de la escuela det puerto de Coquimbo, departamento de la Serena; los de las Dieguitas i el Tambo, del departamento de Elqui; los de las de la Chimba, ííarraza, Guatulame i Solaquí, del departamento de Ovalle.- los de las de Combarbalá i Cogoli, del departamento de Combarbalá; i los de las de Salamanca i Mincha, del departamento de Illapcl. 2. ° Cada uno de estos preceptores deberá enseñar gratuitamente en su estableci- miento, lectura, escritura, aritmética, relijion, gramática castellana, jeografia, histo- ria i dibujo. Impútese el aumento del sueldo decretado, por lo que queda de este año, a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pú- blica. Refréndese, lómese razón i comuniqúese. — ;uontt. — Silvestre Ochagavia. —460— Etaeuela de mujeres de Combarbalá. Santiago, octubre 12 de 1853. En vista úel informe elevado al Gobierno por el Visitador de Escuelas, don Blas Roldan, referenle a las de la provincia de Coquimbo; He acordado i decreto: 1. ° Se establece en la villa de Combarbalá una escuela primaria para mujeres, qne funcionará en el local qne proporcionen los vecinos, i en la cual se enseñará gratuitamente lectura, escritura, aritmética, relijion, grauiálica castellana, costura i bordado. 2. ° Se autoriza al Intendente de Coquimbo para que nombre la persona que deba rejir esta escuela, dando cuenta del nombramiento que baga. Esta prcccptora gozará el sueldo de trescientos pesos anuales, desde que principie a prestar sus servicios. 3. ° Para proveer este establecimiento de los muebles i útiles necesarios, se concedo la cantidad de sesenta pesos, que la Tenencia de Ministros respectiva entregará a la preceptora puc se nombre, debiendo darse cuenta de su inversión. 4. ° Tanto el sueldo decretado como la cantidad destinada para muebles se impu- tarán, por lo que queda de este año, a la partida 41 del presupuesto del Ministerio de Instrucción Pública. Refréndese, tómese razón i comuniqúese. — montt. — Silvestre Ochagavía. Escuela de Yumbel. Santiago, octubre 17 de 1 8o3. Clon lo expuesto por el Intendente de Concepción en su nota precedente, i en vísta de los antecedentes adjuntos, se autoriza al expresado funcionario para que nombre nna pe.sona que, bajo la dirección del preceptor de la escuela fiscal de Yumbel, sirva de ayudante de ese establecimiento, abonándose al que se nombre para ejercer dicho cargo, de cuyo nombramiento se dará cuenta, el sueldo de noventa i seis pesos anua, les. Impútese este sueldo, por lo que queda de este año, a la partida 41 del presu- puesto del Ministerio de Instrucción Pública. Comuniqueso i publiquese.— montt. — Sclvcstre Ochagavia, Observaforio Astronúniko. Santiago . octubre 17 de 4 853. Considerando: 4." 0(,c para evitar el deterioro de las valiosas colecciones de maquinas i aparatos astronómicos, físicos i matemáticos, que poseen el Instituto Nacional i el Observato- rio de Astronomía, es ¡ndispensaqle el empleo de un mecánico suficientemente ins- truido, que cuide de su arreglo i compostura. 2.° Que en don Luis Grosch, constructor de aparatos físicos i astronómicos, se reúnen las cualidades necesarias para el ejercicio de este cargo. —461 — He venido en acordar i decteto: f.° Nómbrase a don Luis Grosch, mecánico encargado del buen arreglo i compos- tura de todos los instrumentos del Observatorio Astronómico i de todas las máquinas i aparatos físicos i matemáticos del Instituto nacional, con el sueldo de treinta pesos mensuales, que comenzarán a abonársele desde que principie sus funciones. 2.° Don Luis Grosch estará obligado a ejecutar, sin otra gratificación, la compos- tura de los expresados instrumentos, máquinas i aparatos, siempre que ella no im- porte mas de veinte pesos; pero si su valor subiese de esa cantidad, se le abonará un precio convencional. Una comisión compuesta del Jefe del Observatorio Astronómi- co, del Delegado Universitario i de una persona competente, elejida por el intere- sado, decidirá, en caso de duda, si el valor de la compostura excede o nó de veinte pesos. Tómese razón i comuniqúese. — montt.— Silvestre Ochagavia . Santiago , noviembre 11 de \ 853. Colección de clásicos latinos i curso de temas del mismo idioma. Considerando: 1. ° Que la enseñanza de la latinidad no puede ser perfecta en los eolejios nacio- nales, mientras sp carezca de testos apropiados al plan de estudios i al método que están adoptados; 2. ° Que el aprendizaje de este ramo exijo se combinen las versiones del lalin al español con otras del español al lalin; 3. ° Que es mui conveniente la formación de una colección de trozos selectos saca- dos de los escritores clásicos del mencionado idioma i completados con análisis qne permitan a los alumnos conocer en compendio i por su aspecto mas sobresaliente las principales obras de literatura latina; 4. ° Que las versiones del castellano al lalin no pueden ponerse en práctica sin el ausilio de temas graduados, i formados en vista de las reglas de la gramática que está mandada seguir en la enseñanza; i 5. ° Que en el miembro de la Universidad de Chile, don Luis Antonio Vendel-Heyl, concurren las calidades necesarias para los trabajos indicados, como lo espresa el Rec tor de la Universidad en la nota que precede; He venido en acordar i decreto: 4.° Encárgase a don Luis Antonio Vendel-Heyl, 1.° la formación de una colección de trozos eseojidos de los autores latinos, a los cuales acompañará, para completar los vacíos que deben quedar entre uno i otro trozo, comentarios i análisis razonados, que formen con aquellos un todo capaz de dar una idea cabal de la obra dedonde se es- tracten; i 2.° un curso de temas latinos graduados i adaptados a la gramática de don Francisco Bello, 2. ° Don Luis Antonio Vendel-Heyl seguirá en la composición de los textos referi- dos las instrucciones del Rector de la Universidad don Andrés Bello, i someterá a su examen i aprobación cada una de las parles de su trabajo, a medida que las vaya con- cluyendo i antes de darlas a luz. 3. ° Se asigna en compcnsarion a don Luis Antonio Vcndel-Hcyl nna renta de cin- cuenta pesos mensuales, que le será abonada por la Tesorería del Instituto nacional. Tómese razón i comuniqúese.— montt — Silvestre Ochagavia. * • #' » , í' • * • . * MEMORIA sobre el sistema central en. la administración públi- ca, leída por el bachiller don epifanio canto ante la Facultad de Leyes de la Universidad íSaciojial el día 2 de Diciembre de 1852, para obtener el grado de licenciado en dicha Facultad. Señores: Cuando las antiguas colonias de la España entraron como repúblicas a ocupar un lugar en el rango de las naciones, una de las primeras- dificultades con que tocaron, fué el sistema administrativo que les fuera mas conveniente: aquel que, prestando garantías al orden público, contribuyera mas al desarrollo del progreso material c intelectual. La cuestión principal que nació de esta duda fue la de: si convenía mas a cada nueva república un centro administrativo, que, derramando su influencia sobre el estado, reuniese en un punto el conocimiento i dirección de las cosas i el mando de las personas; o si, a ejemplo de los Estados-Unidos, debería residir la mayor parle de la administración en cada localidad, quedando el gobierno que representase el es- tado, sometido hasta cierto punto al arbitrio de estas mismas localidades. En Chile, desde el principio de su revolución, se dividieron las opiniones en esta materia. Hombres influyentes, tribunos populares, escritores distinguidos apoyaban la idea de la excentralizacion. Para cilos el argumento irresistible era la preponde- rancia siempre creciente de los Estados-Unidos, debida sin duda a su manera de cons- tituirse. Sin entrar detenidamente a pesar los motivos que obligaran a las colonias inglesas a constituir la federación, ellos la creían aplicable a todo pueblo, donde se acatase el principio republicano. Por fortuna, i como una prueba de la sensatez del país, la opinión contraria so- brepujó; i la centralización vino a ser la base de la administración pública. Sin embargo, señores, i a pesar de habernos probado la experiencia que para Chi- le es este el sistema mas conveniente, aun ha i quienes crean lo contrario; aun hai quienes exciten las susceptibilidades locales con la idea de una confederación; i no hace mucho tiempo, en algunos dias fatales para la república, esta idea pretendía lo- mar las dimensiones de la realidad. Por esto, al presentarme a llenar una de las pruebas que deben conducirme al fo- ro, he preferido tratar esta cuestión, no porque pueda arrojar alguna luz sobre ella, sino mas bien como una muestra de respeto a ese sabio principio consignado en nues- tra carta fundamental en estas pal íbras: «La República es una e indivisible .» Centralizar, es reunir en un punto el conocimiento i dirección de las cosas o el mando de las personas, de manera que 1; voluntad central llegue a todas parles i produzca por igual sus efectos. 67 Gxccnlralizar, es esparcir los atributos de la autoridad que existen en un punto, distribuyendo los mas o menos latamente entre los demás puntos del estado. Sentadas estas definiciones; pasaré a hacer las reflexiones que ellas me sujieren. En toda nación la administración pública tiene que atender a dos distintos intere- ses: losjenerales i los parciales, Los primeros pertenecen al estado constituido en cuerpo social; los segundos a las localidades o fracciones de ese estado i a los indi- viduos. Los intereses de las localidades se desarrollan encada provincia, son especiales i están encomendados a sus municipalidades respectivas; al paso que los intereses je- nerales abrazan a la comunidad, formada por esas provincias i tienen su dirección en el centro, o en la capital, representado por el asiento del Supremo Gobierno. Asi, pues, los intereses de las provincias, o lo que es lo mismo, los intereses de la parle, deben estar subordinados a los del todo representado en la nación; i por consiguen- le para que un sistema administrativo sea regular i prudente !n de asegurar la co- rrespondencia i armonía entre l is operaciones de las provincias i las del estado en jeneral. La cxcentralizacion, según sus partidarios, da a cada provincia una administración propia i eselusiva i transforma a las naciones en un conjunto de pequeñas repúbli- cas, con todas las condiciones que les son inherentes. Cada una de ellas establece sus asambleas, el i je sus mandatarios, los sujeta a mayor o menor dirección en sus fun- ciones i establece los tribunales que han de influir en sus negocios. Este orden de cosas, agregan, crea los hábitos de la vida pública, i según él cada provincia permanece constantemente entregada al cuidado de sus intereses peculia- res, desarrollando al mismo tiempo esa especie de amor a la localidad, que se con. funde a veces con el de la patria; i el argumento mas poderoso con que sostienen las ventajas de la federación contra la unidad gubernativa, es el ejemplo de la confede- ración norte-americana. Pero en Chile estas pregonadas ventajas serian otros tantos inconvenientes. Sien- do sus habitantes de una misma raza, con una sola relijion que adorar i casi con iguales costumbres ¿no sería un contrasentido pretender establecer un sistema de gobierno, que hasta cierto punto está basado en el egoísmo? La federación en un país com a el nuestro, aislaría las miras i apocaría las relaciones; i las provincias o parles en que se dividiese el estado, como eslabones desprendidos de una gran cade- na, se impregnarían do un espíritu mezquino, desdeñarían las altas concepciones de interes jeneral i no apreciarían sino aquellas ventajas mui inmediatas i poco cos- tosas. Para la conservación o independencia de la república, para las grandes empre. s is, como forro-carriles eslensos, costosos canales, sólidos puentes, para los actos su- periores, en fin, debe existir un foco de acción que partiendo desde el centro, derra- me por todas partes su influencia encrjica i preponderante. ¿Cómo podría existir ese gobierno, sin una administración subordinada? Gimo podría impartir órdenes a au. fondados que no le estaban sometidas, i que acaso sujetarían a discusión o mirarían sus mandatos como simples consejos? Un orden de cosas semejante, no solo debilitaría a la República, sino que la espon- dria continuamente- a los trastornos consiguientes a esa aglomeración de pequeñas Repúblicas, cuyos intereses se hallarían directamente en contacto. Recordar a los Estados-Unidos para probar que el sistema federal seria conve- niente en Chile, es, a mi juicio, un verdadero contrasentido. Los Estados de la l ilion adoptaron ese sistema, después de su revolución, por las mismas razones que nues- tros lcjisladores debieron tener en vista para rechasarlo, es decir, a fin de evitar la desunión i el semillero de guerras domésticas. Aquellas provincias pobladas en varias épocas de las revoluciones do la Inglaterra, recibieron en su seno una serie de jencracioncs de hombres cultos i libres. Cada una Vle las (roce provincias norte-americanas se pobló do partidarios de variás sertas rc!i- J .osas i de pulidos poli ticos opuestos, los cuales, durante las frecuentes reacciones de la Gr an-Brelafia, acudieron a las colonias para gozar allí libremente del ejercicio de sus opiniones políticas i creencias relijiosas. Cada una de estas sectas organizó cu diversas comarcas de Morlc-Amériea un siste- ma constitucional i lejislativo, según sus opiniones i aun sus caprichos. De esta ma- nera se formaron trece repúblicas bajo la protección de la Inglaterra, i todas ellas, a excepción de Pensil vani a, adoptaron el sistema de las dos cámaras, modificándolo según sus opiniones políticas i aun su relijion. AÜi prevalecieron las costumbres se- renas i puras, aunque tercas i pedantescas de ios Presbiterianos con sus opiniones do* mocráticas; aquí las sombrías ideas de los protestantes independientes’, en Pcnsilva- nia, las singulares, pero filantrópicas visiones de los cuákeros: a la Ylrjima, a' las Carolinas, a la Georgia, los anglicanos trasportaron su culto con las ideas de monar- quía constitucional; i en Mhrvland, los irlandeses, Baltimore i Garrols fundaron una colonia de católicos rom nos. Con tales elementos, ¿cómo habría sido posible centra- lizar el poder cu aquellos Estados? Semejante sistema habría sido sin duda e! grito de alarma para las diferentes sectas o partidos, que naturalmente habían de luchar por conservarse independientes, o por ser cada uno de ellos el centro buscado. La federación era, pues, en esos Estados el único sistema posible que conseguía unirlos i con el cual podrían formar su mote: xs años oran 21 los primeros: 60 ¡os segundos; i 60 los terceros Verdad es crue «aun no se han examinado diez i ocho estudiantes de di- veros ramos de la Facultad, que han hecho sus estudios en clases particulares; pero 68 Jijen se ve 1 1 gnu diminución que en solo dos anos ha tenido la instrucción umrer- sHaria. En la indicad i decadencia influye también el paco entusiasmo con que se miran en esta «poca ¡os estudios legales; por cuya razón, i supuesta su incuestionable impor- tancia, es preciso 'Lusca r medios de sostenerlos i rehabilitarlos en todo su esplendor; es necesario procurar que lo* jóvenes cursantes de leyes, aunqne no lleguen a reci- birse de abu rados, adquieran, sin embargo, cnn,Qc¡uiieutos sólidos en las ciencias que estudian. Pan conseguir este objeto, no se necesita innovar el actual orden de estudie, su- primiendo o aumentando ciases; basta únicamente arreglarlo i b icerlo mas práctico i fructuoso; pero antes de proponer el nuevo arreglo, fnré ver los inconvenientes que Ini en la actualidad en la org limación de los estudios legales universitarios, cuyo, orden es el siguiente: 1er año. . . Lejislacion, Constitución i Economía política. ?.° » Derecho Internacional. 3.° » Derecho Romano. •1." » Derecho Civil i Canónico. ó..° » Ordenanza de minería, estudio de práctica i tramitación. 6.” D Continuación del estudio de práctica i tramitación. Ordenanza imitar i de comercio. •Según se ve, la Lejislacion se antepone a los demas cursos universitarios, cuando par ser un estudio mas abstracto, i por suponer mayor grado de instrucción debiera postergarse para uta tiempo en que previstos los jóvenes del conocimiento de las leyes osaoblccidus pudieran juzgir mejor de las que conviene establecer. En segundo lugar el Derecho Cmónico, que es el mas esteoso de todos los univer- sitarios, viene asociado con el Civil, i de consiguiente na se les consagra ta debido, preferencia que merecen: c! primero por su ostensión, i el segundo por su gran im- portancia; result ando de aquí que no pueden aprenderse con la curia i perfección que exijen; porque li premura del tiempo no permite Incer las nunierosas i variadas apl-icicioin.es de los principios de nuestra jurisprudencia, a fin que ellos se graven proíund i mente i se tengan siempre a la mano cuando llegue el caso de hacer el uso debido. N > acepto el argumento d : que estudiando previamente i bien el Derecho Romano* jnoi poco quedi y i que Incer en el estudio del Civil. Un buen, abogado debe pene- trarse del espíritu de las leyes que nos rijen, i esto no puede conseguirse sino estu- diando i ojeando di iriumer.le los códigos españoles: luego pues, re hace indispensa- ble consagrar mas tiempo ni curso de Derecho Civil. N i niego que el suplemento, d : nuestra lejislacion se encuentra en la romana, mas por el misa» ) motivo conviene estudiar con mas detención lo principal que lo acce- sorio. j\ir otra pirie, Ii conformidad casi jeaeral de las leyes españolas i roma uas puede introducirse alguna confusión en la aplicación de las primeras. Muchas veres suce- derá ni que ha estudiado irías detenidamente el Derecho Romano que el Civil, la circunstancia de recordar el precepto de la lei romana útil para resolver una cuestión d ida; mas no está seguro do su supresión o m nliftcacion en la lejislac'nm española. Es do todo punto necesario concentrar h atención de! aspirante o Licenciado casi esclusivamcnte sobre nuestro Derecho Civil que «aclarara que debe manejar en el toro, pira que ico se halle vacilan Le en sus alegatos i defensas, i tanto mas se hace surtir esta neccsid »d, cu invoque los hábitos de superficialidad trasmitidas déla ins- trucción elcin mlai a la superior, convid in de continuo a los alumnos universitarios a pus ir por encina» i no pfoíundiz ir l is materias. -433 — “El órdcn de estudios que 'me partee mas racional que el que tenemos podría ser ‘el siguiente: l." ano. . . Derecho do denles i Economin Política. ?.® » Principios de Derecho Dom ano i 1 1 mayor p irle del Derecho < . iñótVjpo, ■J.° » Todo el Derecho Canónico i la mayor parle del Civil. f.u » Todo el Derecho Civil, Lejislacion i Constitución. Los estudios de practica lorcr.se i códigos especiales del 5.° i ti.0 año podrán que- dar como están. En este arreglo se consulta la igualdad proporcionada de tareas, cosa que falta en el plan de estudios que tenemos, puesto que en este último se designa el 2." año para el único estudio del Derecho Internacional i del propio modo el 3.* para el Derecho Uoinano. mientras que en el í.° se aglomeran el Derecho Civil i Canónico. Otra ventaja que ofrece el proyectado arreglo es, la de cursar a la vez dos ramos en los cuatro anos de instrucción superior antes de llegar a práctica. Por este medio se mantiene a los jóvenes en mas actiuidid i ocupación, es mas probable que tomen el gusto que Actualmente no tienen por los estudios legales, impidiendo la poca asis- tencia que demand i una clase diavia, los dislraigi aun do! estudio de ella, preocupa- dos con la sola idea de la facilidad de un solo examen. Oirá ventaja del plan propuesto es que se da la preferencia al Derecho Civil i Ca- nónico, que deben ser el fuerte del abogado, pressiibiendo que ambos se concluyan en dos años., i por supuesto con mas perfeccioñ que al presente, que juntos terminan en uno solo, cuyo tiempo es aun insuficiente para estudiar cualquiera de ellos indi- vidualmente con la detención debida a ramos tan esenciales. La única dificultad que ofrece este sistema do estudios es el aumento de profesores i la mayor dotación de los nuevos i de los que actualmente funcionan en lo instruc- ción universitaria, supuesto que todtite tendrían que hacer dos clases diarias para lle- varlo adelante. Mas la primera dificultad !u sido reconocida en el presente orden de estudios, i ya se h a pedido el aumento de uno sobre los tres profesores universitarios que tenemos. De m ulera cjuc la innovación viene a reducirse a la agregación de otro mas. En cuanto a la mayor dotación, no me parece inconveniente invensiblc, porque estando bien dotadas las cl ises Universitarias había mayor seguridad que permanez- can los espet imenlados profesores que los desempeñan a clual menté i que sean tam- bién buenos los que entre!) a reintegrar el número. Si se eleva el profesado a la altura que corresponde, resultará que a esta carrera se dedicarán esclusivamenlc personas competentes i entonces podrán permanecer diez i mas años en sus destinos que les proporcionan una subsistencia bástante có- moda, capaz de compensar con algún i usura los desvelos de la enseñanza Con - viene en osle punto, afianzar permanencia en las cátedras, para mayor garantió de adelanto i progreso en los estudios jurídicos.' Según entiendo los cursos Universitarios deben ser mas prácticos que lo que son at presente. Un el estudio del derecho internacional por ejemplo debieran ejercitarse los alumnos en la confección de tratados de comercio, etc. En comunicaciones i re- damos oficiales sobré asuntos designados por el profesor, a fin que por este arbitrio se posesionen mejor de li materia que estudian, i para que se guarde consonancia con lis aplicaciones i ejercicios designados pira h instrucción elemental. En el esliidio d *1 Derecho (ü\ii al presente no se hace uso de las partidas i novi- Simi recopilación i oíros códigos, pues en lodo el curso solo se emplea el texto de * — u?V4 — don Jum S;il.is que aunque arreglado al método de las partidas no es bastante por si solo para dar una idea cabal del Código de que se lia estraclado. Debiera, pues, por lo tanto i por via de ejercicio hacerse numerosas i variadasapli- cac, iones de los principios a la resolución de casos prácticos, debiera también con- rontarse el texto con lis leyes de partida ep„el curso de Derecho Civil, con el objeto que los alumnos se familiarizaran en el manejo i cabal intelijencia de los códigos es- pañoles. Con esta medida se evitaria el embarazo existente de no conocer ni aun la lorma de dichos códigos los estudiantes de Derecho Civil. En lejislacion se debe ejercitar a los alumnos en formar leves i reglamentos acerca de materias dadas. Finalmente, la práctica forense ha de estudiarse con toda curia i minuciosidad. A! efecto, en la tramitación de espedientes, (al uso de nuestros Tribunales i Juzgados), no se admitirá ningún documento que no vcngi en papel del sello compeletcnte, i en el archivo de h Academia deben estar designados i lubricados lodó's los sellos en papel coman, pira que mediante uní módica contribución sírva a los practicantes. Tampoco se admitirá pedimento con borraduras ni ihlcrlineadurns, esto es, habrá sobre este punto la misma práctica que en los Tribunales i Juzgados. Los diversos oficios qus requiere la tramitación han de tener la debida responsabi- lidad, a fin que desde temprano tengan los abogados conocimiento perfecto de todos ios deberes anexos a cada empleo judicial. Los jóvenes que ingin el oficio de escribano o secretario de cámara, lian de tener perfectamenla arreglados sus respectivos archivos, i los escribanos llevarán el corres- pondiente protocolo. E i sumí, conviene arreglar de tal modo la clase de práctica que al pasar de la ficción á la realidad, no se encuentre ninguna diferencia éntreosla i aquella; Sobre semejante asunto debe advertirse que en ningún tiempo ha estado mas arre- glado que al presente el curso de gramática; mas en mi opinión debe llevarse tan adelante el arreglo que el paso de lo aparente a lo verdadero, no ofrezca la mas mi- üima diferencia, ni estrañeza al alumno. Terminaré esta disertación esponiendo algunas observaciones acerca de ciertos tes- tos empleados con la instrucción superior. El de Derecho Civil no es mui adecuado, porque apesar de estar escrito conforme al estilo de las partidas, no(conticne las leyes patrias; bien veo que mientras no salga a luz el código chileno seria imprudencia arreglar otra obra didáctica ínterin no se conozca la fuente de que deba manar. Por lo que respecta al Derecho Canónico, seria de desear un buen estrado de la obra del señor Donoso, pues esta es demasiado estensa para servir de testo de un estudio, qne fuera de tal inconveniente, es mirado con mucho despego por los eslu‘ dianles, i jencralmcnte se estudia con menos gusto que los oíros Derechos. Siendo el Derecho Romano el mas metódico i fiilosófico de los que conocemos, convendría, a mi juicio, no empeñarse en el estudio de sus peculiaridades, sino en cuanto tienda a ilustrarnos en la filosofía del Derecho, i en aquellas parles que sean útiles para llenar el vacio da nuestra lejislacion, i por esta razón debiera adoptarse un testo que reúna las dos condiciones. En conclusión; la consecuencia jcncral que se deduce de esta Memoria, es que tanto los estudios elementales, como los científicos, deben ser mas prácticos, que este es el únioo modo de rehabilitarlos, i de formar el gusto por los estudios jurídicos en Jos jóvenes que se dedican a la carrera del Foro.- MEMORIA para el examen de Licenciado en la Y acuitad de Me- dicina por dun josé manuel LOPEANDiA, el dia 29 de Diciembre de 1852. Hice un año, no mas que nos ocupábamos en contemplar un aconlrc miento de aquellos que por su naturaleza e importancia están destinados a ocupar muchas pa- jinas de la historia. La batalla de Longomilla se presentará a las jeneraeiones futu- ras revestida de todas las consideraciones que la filosofía i la política podrán sacar de ella i adornada cori los mas interesantes episodios de la poesía. Empero, los mas adversos acontecimientos contienen en sí algún principio de utilidad, por cuanto suministran lecciones severas i sirven quizá las mas veces para precaver males ma- yores. Sacar de ellos la mayor utilidad tratar de equilibrar, si es posible, la suma de bienes con lodos los horrores de un campo bañado con la sangre de hermanos, es cumplir con una misión noble i santa. Es consolar. No fijemos pues nuestra vis- ta en el ompo de batalla. Fijémonos en el campo en que la piedad, la ciencia i la naturaleza disputan i sustraen a la muerte lá vida de mil victimas. Admiremos la sublime abnegación con que el sexo débil se consagra al alivio de tantos infelices a quienes la suerte de las batallas elijió para sus victimas, i por último fijémonos en los triunfos de la ciencia medita que arrebata a la muerte mas de doscientas vidas i recoje con Ínteres las mas útiles observaciones. Me cabe la honra de haber tomado una parte aunque pequesíma, en la cspedicion medica que el Supremo Gobierno tuvo a bien nombrar para aquel objeto, i haber trabajado en mi esfera, con toda la asiduidad de que es capaz un verdadero amante de esta ciencia. Cúpomo el lugar de segundo cirujano en la sala que asistió en jefe e! doctor Agu'rre i en que entonces estaba distante de pensar que aquella circuns- tancia me proporcionaría material suficiente pará la memoria que va a seguir, en la que trató de una peritonitis sobre-aguda traumática concluyendo con algunas obser- vaciones relativas a la preparación de quina. Esto inflamación no fue una de aquellas comunes ú ordinarias que todos los dias oslarnos viendo en los hospitales, es una de las mas graves que ciarle puede conocer i en donde el mercurio, los estupefacientes i las preparaciones de quina. Esta inflamación no fué una de aquellas comunes u ordinarias que todos los dias estamos viendo en los hospitales, es una de las mas graves que el arte puede conocer i en donde el mercurio, los estupefacientes i las preparaciones de quina triunfaron maravillosamente de una enfermedad que lodos los i n leí ijen tes en la materia no le dan de plazo mas que 10 o 20 horas, a lo mas, para que termine por la muerte. El facultativo de la sala donde se encontraba aquel enfermo pronto desesperó, como lo hubiera hecho Cualquiera otro, de su vida al verla naturaleza de tan malos síntomas; en estas circunstancias obtuve del médico la gracia de administrarle la medicina in- terna a mas de la curación de la herida que era mi obligación, i apoyado en una teo- ría sabiamente tratada por Frousseau en su materia medica, al hablar de la medica- ción tónica neurostcnica, lleno de confianza emprendí la curación de una enferme- dad tan grave. He aquí reasumida toda la historia del caso. Tara complemento de mis aterios daré una iijera ¡dea sobre la constitución del — SS3«¡ — sujeto que sufrió dicha afeCÓioTi. Este hombre nacido a orillas del Bio-llio en In pro- vincia de Cotíce prci olí de unos 3ó afijos de edad, era de un temperamento nervioso»,- Pfro por su mala vida, rodeado casi siempre de causas debilitantes, habitando (fe continuo lugares liúliledos i nutrido desdo los primeros años de su vida coñ alimen- tos farináceos i acuosos, como son las papas, las al! tarjas ote., en un# palabra bajo un rejimen escíosivamenle vejeta!, pasó insensiblemente a contraer el temperanu n! > linfático, bajo cuya influencia se hallaba, cuando fue herido después d/: los trábalos i miserias consiguientes a una campaña. I-I dia ocho de Diciembre del año >1 recibió un bala/o en la parte superior de 1 1 n dga derecha siguiendo una dirección recta de atras adelante, de abajo arriba i do •tluera adentro para salir inmediatamente debajo de la rejion umbelical, medio a me- dio de la linea alba. Al siguiente día fue conducido al hospital de sangre que se ha- llaba en Talca. No se le atendió particularmente porque no Cf;f posible hacerlo en- tre tanto desgraciado que todos a un tiempo podran Socorro, sin embargo pasó de esto modo unos ocho o diez dias, ya en ruanos del Cirujano, ya en manos do muje- res piadosas que bruscamente la curaban, baila <¡tic por lin yo me encargué de su curación i la segui hasta el último, observando siempre lodos mis dictámenes el doc- tor Agnirro; Cuando el enfermo se me entregó ijo tenia calentura, la Suputación y.a estaba es- tablecida por las dos aberturas que dejó el proyectil, pero esta supuración era sanio- :a i fétida, lo que nle indicó o un principio de gangrena en los tejidos blandos o una cirio del hueso innominado'; orí estas circunstancias habia pensado, ante lodo, hacer uní sutura en la herida del vientre para evitar una opiplocelc, obligando al pus a salir solo por la herida de la nalga, cuyo camino le era mas fácil; pero atendiendo a l.a naturaleza del pus i considerando t.af vez interrumpida la rectitud que la bata Urja al pasar por la cabidad, ya a causa de la interposición de algunos apéndices adi- posos del omento, que allí flotan, o va por circumbolucibncs intestinales por rotura del peritoneo, que sospechaba, como lo continuó después la anatomía patolójica; os- le día me limite solamente a curar las dos heridas introduciendo en cada una de ellas un lechino de hilas untado corv cera lo, para dar lugar a la salida del pus, dándole af enfermo la mejor posición. Al considerar el orden i regularidad de las esCfecionés ventrales, d temor de uní lesión intestinal desaparecía: en osle primer dia no se lo dio otra medicina interna mas que un alimento nutritivo i de fácil dijcslion. Por fin llog; la noche que la pisó con mucha tranquilidad.- Al siguiente dia, veinte de Diciembre, lós síntomas ¡enchiles no presentaban nada de particular, solo si la pequenez o irregularidad del pulso consiguiente a las» perdí - das de sangre, al réjiincn dietético i a lós fuertes dolores que habia sufrido, mas a- pénas se hubo levantado la ropa paró quitar los apósitos i bandajes de las heridas, sentí un olor bastante Característico qué me hizo formar lina idea siniestra de mi en- fermo; pero sin perdida de tiempo Comencé a destapar las heridas ¡ vi en la de lt nalga una gangrena húmeda que el pus Sanioso del dia anterior me la habia iniciado: en este estado todo mi trabajo se redujo a limitarla poniendo al efecto cataplasmas emolientes, cauterizando ya con la piedra infernal, ya con el cauterio actual , p ira que no se cstchdicrá a la cavidad del abdomen i terminase por la muerte en pocas horas; mas todo fué cii Vano, como se verá mas adelánte; mientras tanto, el pulso se encontraba en el mismo estado, pero las fuerzas i batí decayendo, i para esto, lo hice tomar una pildora de cuatro ghiüos de eslfaCto de quina, ya para mantener l.t resistencia vital, ya como un jioderoso adtieéptiéo. En la tarde se le repitió la misma dosis de quina como también la curación: en la noche, sentía un poco de liebre qno debió su ser precisamente o a los progresos de la gangrena o a los recargos vesperti- lios de casi todas las enfermedades agudas, o tal ve* al estrado do qyitn; petó no —637—. por eso me arrepentí du hibérselo dado, pues ;t! contraria, este fue casi el único en anclante el ájente terapéutico it¡* que hice uso para el trat amiento de la afección de nue hablo, por lis razones que rms Urde e apondré. Llegamos al tercer dio, este fue el de más inquietud p ira el enfermo i demas per-. Sonas 'que lo rodeaban, la muerte pareen que estaba próxiun, la gangrena había mu- dado de lugar; desapareció de la lesión de la nalga , provablementc por los tópicos, da I dia anterior ¡.marchó con rapidez por el conducto artificial para ¡uvadir la scro- za i la herida del abdomen. El estado jencral estaba en relación con la, lerdón local. Todo este aparato de síntomas sirvieron como de pródromos para la invasión de una enfermedad agudísima que mui luego debía ser mortal. Por fia se confirmó ¡a infirmación del peritoneo na .as violenta que puede conocerse; <*I si a loan mas alarmante que presentaba era un dolor vivo i dislacerante en la be rala del vientre que irradiándose se extendía por lod i su superficie, el pulso era pe*, queño i oonlraido, a pesar del tónico que antes balda lomado; tenia vómitos de nia-. lerias amarillentas; cada esfuerzo que hacia para espelerlas parecía que era el último momento de su vida, por el dolor que se le renovaba; la cara, por supuesto demos- traba el sufrimiento de este infeliz; su mandíbula inferior estaba como desarticulada jiáeia adelante, la boca entreabierta; la respiración estertorosa i mui interrumpida ¡¡ por fin la radial latía ya como ciento veinte veces por minuto; inas en medio do este apáralo de síntomas tan graves, la intelijencia se conservaba íntegra, el calor del cuerpo no salía de su equilibrio, i lo que a mi mas me alentaba era que los intesti- nos aun no loanlnq parle en Ja inflamación apesar de su .cojgtigftedad; la escrccion ventral se verificaba siempre sin novedad i la linip injljsnunca, tuvo lugar. La medicina de esLe dia solo fue limonadas en agua de nieve, dos aplicaciones de sanguijuelas en hs partes mas doloridas, fricciones reiteradas de ungüento fuerte de mercurio con bastante estrado de belladona en (oda la superficie del vientre. Al otro dia 22, la enfermedad llegó a su máximum de intensidad terminando rá- pidamente por gangrena, sin poder decir, si esta gangrena fue producida por el mu- tuo contacto de la herida degenerada o lué una terminación de la inflamación perito- ueal, el hecho es, que cu la curación que se le hizo por la mañana comenzaron a. sa- lir por la herida esf ícelos de cpiplon. ¡Figuraos por este solo hecho cual seria el es- tado jencral del sujeto! ¿Si podrá haber lugar durante la vida a un fenómeno seme- jante? La adinamia se apoderó de él con todos stjs atributos i comenzaban ya apare- ce» los síntomas tifoideos: el pulso par momentos se ponía mas pequeño e impercep- tible,. era ya imposible coutar sus latidos; los líquidos que el estómago co.nlepi i na salían mas que por simple rcgurjiUuion i no por esfuerzos del vómito.; el l'»;io cada- vérico se apoderó de sus estreñí idades; sobrevino un coma vijil i después una larga agonía. ¿Cuál seria la consecuencia de todo esto? ¿A quién no le .ocurre que la vida de aquel desgraciado había llegado a su término? Efectivamente, pero yú deber me obligaba a no abandonarlo a una muciie segura: se tomaron medidas violentas ¡ pronto se le dió un cordial con dos draetnas de espíritu de mindererp para reanimar- lo un poco; dos grandes rubefacicnles cubrieron bis extremidades inferiores ya yertas i al mismo tiempo se le puso una labatiba de caldo con doce golas ,dé tintura de opio i media onza de vino de quina, cuidando mucho que no la evacuara con el objeto de favorecer su absorción. En la pocho las heridas se curaron como de. costumbre i nic nUiré del hospital dejando encargado al boticario, que a bis doce de la noche le vol- vieran a dar otro cordial ío mismo que el anterior. Llegamos al dia 23: al entrar a nuestra sda, mis primeras miradas se dirijeron a la cama de! moribundo para ver si aun vivía; noté, en primer lugar, la movilidad de su vista, que a! principio me pareció señal de su último momento, luego tomé el pulso, scr.ti que Ijilia i si u detenerme mas me fpi a ver otros enfermos no tiic.n.p? gnu —538— vcs. A este tiempa viene el facultativo a pasar su visita de costumbre, llega al enfer* mo consabido i observa con gran sorpresa la mejoría de sus síntomas, apoya mis in? dicacioncs del día anterior i ordena ¡as mismas para lo sucesivo dejándolo siempre bajo mi cuidado. Luego lo comencé a examinar detenidamente i observé que todos Jos síntomas del dia anterior, la mayor parte habían desaparecido i los que no, ha- bían remitido un poco, así pues, la calentura maligna o fiebre de mil carácter se convirtió en una de buen carácter; las pulsaciones arteriales que ánles no se podían contar eran mas limitadas i notan pequeñas, eran noventa i seis por minuto, el ca- Jor mui bien repartido por todo e! cuerpo, la boca húmeda, habia salido del estado comatoso, la locomoción mas activa, sus facciones mas espresivas, la orina encendi- da i mui abundinto i por fin, la cserecion ventral se verificaba siempre con regula- ridad; poro entonces era líquida de un co'or amarillo oscuro i nm¡ fétida: parece que estas dos cscreciones fueron un fenómeno crítico para la terminación de la enferme- dad. El estado local o el estado de las herid is correspondían a los síntomas jenera- lcs. Desde este momento (odo comenzó a marchar prósperamente, solo quedaban las lesiones de continuidad, no siendo mas que heridas simples i sin complicación nin- guna, pero quedaba la debilidad jeneral , consecuencia, de una enfermedad aguda i tan vehemente, que en tan corto tiempo recorrió sus periodos; i déla rápida elimi-na jeion de las ssc.ir agangrenas a las que se siguió mui pronto una abundante supuración: en fin, la anemia era completa, que aeomp ifnd i con los esfuerzos que hacia la na- turaleza para reponer las pérdidas insensanles en los tejidos vivos i dar a la sangre elementos apropiados que en tanta cantidad le faltaban, habia necesidad de un es- fuerzo de asimilación bastante activo, esfuerzo indispensable para llegar a una feliz convalescencia: no obstante, a pesar do ¡a necesidad que habia do una pronta recons- titución, por el peligro de una recaída, a la verdad mui fácil do comprenderla, esta ¿reconstitución no pedia efectuarse sino paulatinamente para no comprometer do quevo a los órganos tan cansados de sufrir, para no atacarlos o para no obligarlos a desempeñar funciones difíciles i peligrosas por el lamentable estado en que se halla- ban; de manera que el aspecto de la enfermedad era aun bastante critico i conlin- jente, no cesaba aun la eminencia do la muerte; pero ya la esperanza de vida se di- visaba aunque lejos. Hecho cargo del estado en que e! paciente se hallaba se deja ver fácilmente, cual seria la conducta que debí seguir en adelante para la curación de la enfermedad: ya no era la inda tinción del peritoneo de la que recelaba, era de su residiba tan facti- ble, porque la causa que al parecer la produjo aun no cesaba del todo; siempre po- día con mucha facilidad derramarse algún liquido purulento en la cabidad del aLdó- rrten i dar lugar a nuevos accidentes; por otra parle, era la anemia jeneral, la con- sunción el marasmo lo que me inquietaba, para cuyo efecto recurrí a la indicación precisa de la medicación analéptica i tónica: los ferrujinosos i la quina ocuparon el primer lugar; introducía de estos medicamentos teda la cantidad que las vias gástri- cas podían soportar i cuando el estómago se sobrcescitaba, asociaba siempre, con buen resultado, algún estupefaciente, como el beleño o el opio, llegando de este modo, en menos de quince dias a un estado de convalescencia. Habiendo recobrado el enfermo el cjercici ) de todas sus funciones, habiendo cica- trizado perfectamente la herida del vientre, lleno de fuerzas i actitudes, se prepara- ba ya para salir de alta, esperando solo sanar bien de la lesión de la nalga, cuyos bordes se habían endurecido i no querían unirse, cuando a media noche, por un movimiento rápido que se dió en la cama, estando medio dormido, se arranca brus- camente las liras aglutinantes que .sostenían el apósito i el apósito mismo, lo quo ocasionó, sip s iberio él, una hemorrajit consecutiva no menos de cinco o>scis libras — ' SÍ9— -de sangre que le produjo la muerte, esta, no se verificó inmediatamente sino a l»s «cuatro dias después; pero. ¿Cómo podría vivir este hombre con tanta perdida de san- gre, del líquido vivificador, del líquido que, llegando a lodos los órganos los nutre, los aumenta de volumen, les da la vida i los mantiene siempre en la mas perfecta ar- monía? Faltó pues este principio i predominó el otro que tiene la misma influencia on la organizicion vital, esto es, el sistema nervioso. Hipócrates dijo en uno de sus aforismos sartgnis moderator nervorum: pues, si la sangre modera la exaltación ner- viosa; los nervios debieron estar en este caso en la mayor locura i desorden, porque no tenían quien los corrijeran ni los detuvieran en sus actos inmoderados. El afo- rismo del primer médico tuvo lugar perfectamente durante el curso de la enferme- dad i en particular en los cuatro dias después de la hemorrajia; se declaró la -ataxia, sobrevino un delirio bajo, en seguida convulsiones i después un cmproslótono ya para morir, acabando de este modo su vida, burlando nuestras esperanzas i el gran ínteres que habíamos tomado por ella, que infaliblemente hubiera salvado, a no ser el imprevisto atraso que sufrió: no obstante, está probado que su muerte fue solo de- bida a la pérdida considerable de sangre c independiente de la inflamación perito- tieal, que sin que la hubiera habido, siempre hubiera muerto si uua causa semejan- te hubiera obrado en la herida como sucedió; de manera que, en cuanto a la afec- ción principal a que me refiero; no me cabe duda que, su terminación fue tan fe- liz como se deseaba, tan pionta i tan admirable que hasta ahora no he tenido noti- cia do otra igual o semejante, i como lie dicho anteriormente, el estrado de quina i. el de opio fueron los que sirvieron de base para la curación. Administraba el prime- ro con preferencia a las demas preparaciones de quina, por su virtud especial, en todos los periodos de la enfermedad, i el segundo solo en los casos cu que exaltaba -o exasperaba mucho la acción del primero. No es pues indiferente, según mi con- vicción, administrar en las fiebres malignas cualquiera clase de los preparados de quina; inc lijaré mas especialmente sobre la diferencia que hai entre la acción fisio- jójica del sulfato i del estrado que son ios mas euér j icos i los que mas constantemen- te se usan, para sacar después como consecuencia precisa las aplicaciones terapéuti- cas en las enfermedades por languidez o de las que van acompañadas de un carácter maligno, pero ántes concluiré la historia de mi enfermo manifestando el estado par- ticular de su anatomía palolójica. Estcriormente hacia el abdomen no presentó nada de particular, solo la cicatriz de la herida que dejó el proyectil í que mas larde sirvió para eliminar el cpliplon gangrenado. La herida de la nalga mas se asemejaba al orificio de un canal listólos© que no a una lesión traumática, tenia como una pulgada de diámetro, sus bordos redondeados i endurecidos eran de un color pálido i en partes violáceo, a mas de es- to, en derredor de la herida se notaban livideces, al parecer cadavéricas. No siendo posible examinar desde lo csterior la profundidad de Ja herida seguí mis operaciones con el visturí; hecha una incisión lonjitu dinal desde la espina anterior del ileon has* ta la escotadura ciática, dividí el cutis, la aponeurose i los tres glúteos hasta llegar al mismo hueso, descubriendo perfetamente el trayecto, que iba a examinar, desde lue- go me fijé en la multitud de mamelones carnosos que, exuberante venían a llenar con prontitud aquel hueco para que pronto cicatrizase; este hueco no tenia en toda su estencion el mismo diámetro que en su orificio csterno, pues se conducía a la manera de un cono con su vértice hacia el íleon i su base hacia el culis, mas en la parte posterior de la herida i entre las fibras de los músculos glnleos grande i me- dio, se encontraba un baso ar.ei ial con sus túnicas adelgazadas i rolas por donde precisamente se efetuó la hemorrajia que durante la vida tuvo lugar: este baso pare- cía según su dirección ser la arteria iliaca posterior o glútea, el ramo talvcz mas con- siderable de la hipojáslrica, de manera que creo sin duda alguna, 'que lo que causo este 69 «f ilio fue prestamente o la invacion de la gangrena en este sitio, o mas bfcn/el pasaje rápido e inmediato del proyelil contundiendo violentamente las paredes del vaso, pre- desponiéndolo de este modo, a un aneurisma lato primitivo que, llegando a su tér- mino, dió por resultado una hemorrajía fulminante causa de la muerte. No se detuvieron sin embargo hasta aquí mis indagaciones, pues a pesar de haber encontrado de un modo cierto la dicha causa de muerte quise también examinar el hueso de la cadera atravesado por la bala, i con mucha mas razón, lo interior del abdomen, para ver los destrozos que allí dejaron tanto el proyectil como la peritonitis consecutiva. En cuanto al primero solo habían rudimentos de ¡nfiinneion, el periostio todavía engrosado cubría toda la parte, excepto un conducto que se encontraba como dos pulgadas mas abajo de la cresta iliaca, por donde pasó la bala, cuyo conducto estaba ocupado por pesonsilos celulosos que, ai parecer, se desprendían de la sustancia di- ploicadel hueso, pero que en realidad traían su orijen (de la sustancia diploica del hueso) ya del tejido ¡nodular inmediato, ya del músculo iliaco, que aunque bien ci- catrizado, su aponeurose parietal parece que se avanzaba hacia el conducto oseo para llenarlo i talvez mas tarde para solidificarlo. ¡Admirable disposición de la naturaleza que, en los cuerpos animados procura siempre restablecer los tejidos e identificarlos en su misma sustancia cuando por una causa mecánica o fortuita lian sido destrui- dos! En cuanto a lo interior del abdomen, esta cabidad no se diferenciaba de la de los domas cadáveres sino en que no había peritoneo ni omentos; los pliegues o atadura que esta membrana sudministra alas visceras para mantenerlas en sus relaciones na- turales, la in.tyor parle estaban destruidas, solo en el lado izquierdo e interiormente se conservaba el meso-colon lumbar, el meso-colon iliaco i en la parte media, el me- so-recto i los ligamentos posteriores de la vejiga. En la parle superior del vientre era donde menos destrozos había causado la gangrena, sin embargo que el gran cpiplon estaba enteramente destruido, solo le quedaban unos pequeños apéndices grasoso en su base; en el lado izquierdo sus relaciones con el baso estaban conforme, pero en el lado derecho apenas conservaba algunos pliegues i duplicalura con que el hígado se sostenía; la continuación del ligamento suspersorio para formar el omento gaslro — opático no se veia; i finalmente en su parte posterior al fijarse en la columna vérte- bra! para formar con sus dos hojas el mesentereo solo se presentaban rudimentos de menbrana serosa, dejando descuvierto, por consecuencia, la arteria aorta, la vena caba, los riñones i codos los demás órganos que tienen su lugar junto a las vértebras del vientre. F.ntre estos pormenores cadavéricos, señores, hai dos cosas que considerar mas de- tenidamente dignas de admiración i de consiguiente del mayor Ínteres: en primer lu- gar. ( C uno es que una gangrena tan jener.il del peritoneo, de una membrana que envuelve mas o menos a todos los órganos contenidos en el vientre no los baya com- prometido ni comunicado sus estragos ya por contigüidad ya por continuidad? Cuan- do cti otras ocaciones por el mas pequeño derrame en su interior ya sea de pus, ya de materias fecales o ya de cualquier otro cuerpo liquido que no siendo seroso o de igual naturaleza al deque está encargado de segregar, no venga incontinenti a obrar como un cuerpo estraño, como un veneno destructor, que a manera de los irritantes quí- micos inflama, corre i destruye no solo d tejido peritoneal, sino lambiendo un modo inaso menos activo a los demas órganos que protejo i cubre, simpatizando por otra parte con las principales visceras de nuestra orgniaiz icron, de donde resultan los vómi- tos incesante, la ¡mperecpcion i desigualdad de los movimientos cardiacos i por fin el sopor ó eldclirio. ?Como es que se gobernaban estas visceras sin tener un punto 8c apoyo, espueslas a cada instante a continuos choques* i a onvajinacioncs o hernias — s>i1 — ¡os intestinos? Cuestiones son estas de una alia importancia, pero que, no siendo por ahora mi objeto: dilucidarlas, pasaré a es poner oirá délas particularidades que la au- topsia me dió por resultado. Al atravesar la Itala las fosas esternas c internas del hueso Íleon dejó solo un sim- ple agujero, como si se hubiera aplicado allí una corona de trépano sin dejar absolu- tamente ninguna raspadura ni esquirla en lo restante del hueso; es I ój ico suponer que el proyectil lanzado con mucha fuerza encontró a mui corta distancia la pelvis de este hombre, llevando delante de sí el secuestro que arrancaba, o si este quedó den- tro de la misma herida fue eliminándose poco á poco en medio de la supuración dc- jenerada sin dejar ei menor vestijio perceptible. Espueslos asi los caracteres anotómicos manisfestare el fundamento que tuve para la administración en toda la marcha de la emferdad de un medicamento que en la au- tualidad casi todos los prácticos proscriben su aplicación por el temor de aumentar la calentura, siempre constante, en estas afecciones i en que todoel trabajo del medico sc- rcduce a disminuirla, porque cree i no sin razón, que una vez quitado c! estado fio- jistico, la peritonitis remitirá, verdad comprobada i conocida por lodos. De aquí parte talvez el temor que regularmente se tiene de administrar en algunas fuertes iin lia mariones las preparaciones de quina; entre estas, se elijo casi siempre el sulfato porque tiene ventajas incontestables solare las demas, tales como su solubilidad, el menor volumen i mayor actividad para su adminilracion, la facilidad para introdu- cirlo por la via que se quiera i finalmente [que puede reemplazar, sin el menor in- conveniente, a los demos preparados en cualquiera aplicación que se pretenda hacer de él; creencia, a la verdad demaciado jcncralizada, pero al mismo tiempo hcrrónca. El sulfato de quinina no puede pues reemplazar a las domas preparaciones de quino, lanío por su composición química, como por su acción fisiolójica i terapéutica. El sul- fato de quinina no es mas que ácido sulfúrico i el á’caü de la cascarilla, mientras los demas preparados contienen, según cual sea, ya tanino, ya principio leñoso, almi- dón, goma, cal etc. i el mismo álcali que sirve para formar la salcon el ácido sulfúri- co. Careciendo el uno de los principios inmediatos del otro no podrá jamas reemp n- rarlo, Efectivamente el sulfato quinina es solamente febrífugo, i goza en un grado dé- bil de la propiedad Iónica, comparativamente hablando, mientras que la quina i sus demas preparadas son febrífugos, altamente tónicos i reconstituyentes, cualidad mucho mas recomond ibie para las calenturas adinámicas, como lo era el carácler de la ¡nflimacion de que poco áníes he tratado. Se dice que las preparaciones de quina no se pueden administrar en altas dosis en las calen t ulas continuas por el peligro de que la aumenten, produzcan gastritis o !«•. nómenos nerviosos. Sí: es mui cierto, pero esta propiedad no debe atribuirse mas que al -sulfato i no a las otras preparaciones, al estrado por ejemplo, cuyo modo de obrar es mas especialmente como un tónico radical que, por el tanino i la parte le. ñosa que contiene modifica mas o menos su acción sebre el estómago i cerebro sin causar los peligrosos efectos del sulfato, fortifica también el sistema nervioso para reintégralo en coordinación i relaciones; contribuye á la dojcslion que ayudando al organismo para las cspu'ciones i depuraciones de las sustancias refractaria i nocivas lo dispone para eliminablas. Do lodo esto necesitaba para tratar una cmfermcdad tan insidiosa, llena de complica- ciones, i donde la malignidad vino después apoderarse de ella: la eminencia de la estilación directa i próxima de la vida era la que constituía esc estado, en donde la fuerza de La resistencia vital de la economía era atacada primitivamente, la sinerjia o simulta- neidad de acciones estaban rotas i finalmente en donde la existencia estaba próxima e insidiosamente amenazada de apagarse, necesitaba pues, de un ajenie que llena- ra todas estos indicaciones; lo encontré en el estrado alcólicodc quina, con ¿1 dc$' ti uia la malignidad o eso perro, como dice Fissot que muerde sin ladrar i que no s«lo ataca insensiblemente las coherencias funcionales sino también la facultad loco- motriz paralizando el impelum faciens, este enormon llamado asi por Frousseaa que constituye las admirables máquinas que se llaman corazón, pulmón i cncéfsto condición necesaria para la existencia de la aninmliduí mas perfecta. Visto ya el modo como ta quina destruye el estado adinámico de las enfermedades, dándole a la vida su resistencia para poner otra vez en relación el sistema nervioso Cerebral i vejeta tivo, falta todavía examinar de que modo destruye la alaria, otro ca- rácter de bi malignidad que reside principalmente en el cerebro contribuyendo tam- bién a la incoherencia de las armonías funcionales, pero de un modo aun mas desoí" denado, quiero hablar de la acción neurasténico que la quina también posee aunque no de un modo tan jerieral como cuando se ha considerado solamente tónica, pues para que produzca su efecto neurasténico necesita determinadas condiciones: en primer lugar que haya un trastorno i un desorden que acompañen a la inflamación de cu a-* lesquira viscera, por la que la vida está amenazada jcñeral o localmenle, sea cuál fuere la violencia o moderación aparente de los síntomas; en segundo lugar, que haya propendo» á la inminente extinción de la vida i que esta persista hasta el último fe- nómeno atóxico o nervioso por mui insignificante que sea, i por último que el diver- so aspecto que presenten estos fenómenos ya de colapso, ya de inquietud o ya en fin de urla aparente tranquilidad no desvien el peligro real de la vida bajo ningún aspee* to. Como jcncralmente se admite que la atáxia está caracterizada por incoherencia de los actos cerebrales, sean o no efecto de una grave afección sin atender a su carácter ideopático o sintomático, se sigue de aquí que es tan difícil conocer la verdadera ataxia, camo que basta ahora no se puede penetrar en los arcanos de la ciencia pa- ra averiguar si hay o no calenturas esenciales, cuanto que de aquí parlen precisa- mente las aplicaciones de los neurostónicos. Descubrir un estado atanco es encontrar un especifico cri estos medios, lie aquí toda la dificultad, dilicil a la verdad, pero Sin embargo alcanza a divisarse. El profesor lleca rnier talvez el único de estos últi- mos tiempos, baya sitio el que con su gran lalenlo se haya aproximado a la com- prensión mas ciará de la verdadera ataxia, cuyas primeras palabras acerca del trata- miento del cánser dicen asi. «En las calenturas atáxicas. la resistencia vital es viva o «perezosa, pero esencialmente débil i dispuesta a extinguirse sea cual fuere la forma «esténica o asténica de los fenómenos que están fuerte o débilmente dibujados i siií «relación exacta entre si; las terminaciones son difíciles, la acción de los ajenies morbo* «sos i terapéuticos, ya en mal, ya en bien, no está en proporción con su cantidád «aparente i con los fenómenos producidos. Sin embargo, este hábil médico aclara en un tanto la dificultad, reconoce casi to- dos sus caracteres, pero no se nota entre ellos los que distinguen a la adinamia que unida con la atáxia constituye la malignidad. Froussenu dice quc:« el talento de co- nocer una enfermedad maligna en sus principios, i la penetración todavía mas pre- ciosa que descubra en medio de una enfermedad benigna o grave, tendencias aláxi- cac, i deduce por consiguiente de ellas la indicación positiva de los Iónicos radicales, son los privilejios i mas admirables de nuestra profesión, rodean al médico de un poder i de un respeto que parecen sobre humanos, i cosa bien importante, le inspi- ran confianza erí el poder de su arle. Por fin, es un hecho constante, de cualquier modo que sea, de emplear los tóni- cos como la quina en el tratamiento de todas las enfermedades en que las fuerzas vi- tales se hallan altamente abatidas i en donde la malignidad combate fuertemente coi» los tres órganos esenciales de nuestra economía, i es tan cierto, como es el que los ve- nenos destruyan o ataquen algunos tic estos Iros órganos encélalo, pulmón i corazón — :j>43— báse de las fuerzas radicales o el eüormoti de Fi oiissenu; di1 manera que, la (juín.1 ocupando el primer lugar de los Iónicos neurosténicos, sea la que deba hacer el pri- mer papel en la medicación de las enfermedades adinámicas i atóxicas, tomando en Consideración que, si muchas veces no produce el efecto deseado, no es porque no sea aplicable a todos los casos, sino porque las fuerzas asimiladoras se bailan en tal estado de estupor, o la resistencia vital se haya tan apagada, que muchas veces la acción de los cspecilicos no siempre estiradla inmediatamente ni prepara a los órga- nos para su absorción, de tal suerte que, la impresión del estimulante mas poderoso no ocasiona un efecto mas activo que el que produce una sustancia inerte. ¡Tan ago» tada está la impresionabilidad del organismo! Por otra parle, la vida se vé a veces tan espucsta a extinguirse, que un solo instante de pérdida seria capaz de poner la enfermedad de peor condición, de manera que los remedios se hacen sumamente necesarios i urjentcs, se necesita nna medicación precisa i activa, entonces esta me* dicacion no obra ya, la quina es inerte, no impresiona, no se asimila a los órganos; por consecuencia la quina es mala, no es un especifico, es neccrio otro medicamento mas aolivo antes que se acabe la vida. Considerada la cuestión de osle modo, no hai duda que la quina seria ineficaz pues si se espera estos últimos momentos para admi* rastrarla, su acción no seria mayor que la que produce una sustancia inocente cual- quiera, pero, dése desde el principio de la enfermedad, dése desde el momento en que las fuerzas radicales comienzan a defillcccr o antes si es posible, para mantener estas mismas fuerza en su equilibrio normal, i jamas se verán faltar los electos de la quina, siempre saldrá triunfante en una enfermedad tan fatal e insidiosa, como es la cafen tura maligna. Apesar de estas pueriles objeciones, no dejaré sin embargo de adminilrar el tóni- co aun en los últimos instantes por mui abatida que se halle la fuerza individual, par mui interrumpido que se encuentre el aparato de asimulacion. Se dice que l;l inpresionabilidad se lia concluido para toda clase de ajenies; restituyase entonces esa cualidad perdida, estimúlese por todos medios, apliqúense rubefacientcs por lodo el cuerpo, dense estimulante difusivos como el acetato de amoniaco líquido, el eter etc. i una vez estimulado o rehecho el enfermo, aunque sea por mui corlo tiempo; admi» lústrense en ese mismo momento de reacción la quina i se verá evidentemente sus admirables i prodijiosos efectos, efectos que se realzan casi mas de lo natural i que brillan en el firmamento de h ciencia médica, DISCURSO pronunciado por el Director de la Qumla Si orinal de d gr icultura, don luis sad.y df. garlos., el dici .27 de Diciem- bre último en aquel establecimiento , ante S. E. el P residente de la República . Señores: Al concluir el primer año de esludio del curso de Agricultura que se lia abierto bajo mi dirección en este establecimiento, he tenido la honra de que el Supremo Go» bienio se sirva acercarse a él en justa solicitud de informarse de I ■»* resultados que se han podido obtener. En tal circunstancia creo de mi deber dar algunas espliea* Piones sobre la marcha que be seguido en mis In bajos, h razón de mis procedimicn* — O I i los, o indicar los di fe ron les punios iiácia a los cuales puede dirijirsc ¡a atención do S. E. para poder mejor apreciar los resultados que se buscan. La Agricultura, señores, la gran fuente de todas las industrias, aquella que pro- vee a la conservación del jénero humano, no tiene todas las facilidades que parece debieran convenir para la pronta consecución de los grandes fines a que está desti- nada. Basta a las demas industrias la capacidad ¡ actividad del trabajador, apenas necesitan el sabio apoyo de las leyes para criar talleres i ponerse en estado de pro- ducir: en ella lodo depende del trabajo del hombre: la agricultura por el contrario, ademas de este trabajo, requiere primordialmentc la eficaz ayuda del trabo jidor uní- rvrsctl, que misteriosamente con las fuerzas incesantes de que in dolado la naturale- za, con sus fluidos invisibles, con los diversos ajenies que ha combinado tan admira- blemente para la producción, obra sobre h pequeña semilla que liemos desparrama- do en la tierra, la transforma sucesivamente en plantas, i le hace producir su fruto para- retribuir al hombre las utilidades que hábi l tenido en vista. Por lo mismo que la acción del hombre es insuficiente, conviene guiarla, ilustrarla, hacerla mas pode- rosa con los consejos i los recursos de li ciencia. Por lo mismo que establece una es* poeic de consorcio o de como mía de labores cota el Hacedor Supremo, necesita apren- der o interpretar la voluntad de este gran artista o que no seda a entender con noso- tras sino por medio de sus obras i por las leyes que in impuesto ni universo. De oqui SS., se signe la necesidid de estudiar la agricultura con una especialidad que no se encuentra en las demas industrias, cimentadas sobre el interés del individuo, sobre el estado de emlizicion de los pueblos i sobre otros incidentes que están en lo mano del hombre arreglar ¡ combinar como le conviene, sin levantar mas alto su pensamiento i su atención. La Sociedad de Agricultura fundada años aíras por be- neméritos ciudadanos comprendió que en Chile la masa de luces que formaba la do. I.icion intelectual de nuestros' labradores no ora demasiado rica ni completa. La Agricultura entre nosotros era simplemente práctica, i todavía no habla venido la ciencia a estudiar los fenómenos necesarios que ofrecen nuestros campos, i poner en servicio de los propietarios i de los labriegos la multitud de descubrimientos, de re- gias i de ilustraciones útilísimas con que lia hecho florecer la agricultura en el viejo mundo i en Norle-América. Ble atreví a lomar sobre mis hombros la satisfacción de los deseos de la Sociedad de Agricultura. Como amigo de las verdades útiles, liemos intentado conseguir algún resultado de nuestras vijilias, introduciendo en este establecimiento los principios de una enseñanza que luego pudiese producir sus efectos. El estudio circunstanciado de los procedimientos actualmente usados en la agricullma de Chile me lian dado a cono- cer que las varias industrias rurales, consideradas bajo el punto de vista verdadera- mente económico, deben verse prolojidas como las demas lo son en las ciudades, a fin do salir del oslado inerte a que Insta ahora habían sido desgraciadamente condenadas. Para lograr tal objeto, fue absolutamente necesario que lodos ios ramos de las gran- des industrias rurales fueran representad is en este establecimiento con escuelas de- mostrativas correspondientes, que a mas de servir para la instrucción de los alum- nos, pudiesen inmediatamente satisfacer los intereses jcnerales del país. Dichas escuelas ya están por la mayor parle planteadas, i me esta satisfactorio, f>5., esponcros que liemos alcanzado a que algunas de ellas presión desde ahora im- portantes servicios al piis. Otras mui pronto darán igualmente iniciáis resultados. Por ejemplo, mas de 30000 plantas han salido del establecimiento, sean vendidas, sean dadas en relación de su calidad i de los gastos que lia tenido que hacer el esta- blecimiento para procurárselas; oslas plantas que ya repartidas por lodos partes db la República son otros tantos monumentos de la época moderna que en lugar de de- saparecer se multiplicaran i procuraran a las varias industrias i arles i al comercio liria nueva era de vida i de actividad. Unos agricultores ya han pedido semillas de nuevas especies con que se les ha favorecido; asi, dentro de poco tiempo veréis en nuestros campos nuevas variedades de trigo, inaiz, pastos i asi mismo otras especies de plantas, cuya cultura practicada de antemano Cutí buen éxito en el establecimien- to habia sido basta hoi descuidada en el pus: el arroz, que se cultiva ya en grande escala, de tal modo que no pasarán ciertamente dos o tres años ánlcs que Chile no necesite mas siear del estranjero este importante producto. Aquí tenemos, ensayán- dolas, numerosas variedades de trigo, para encontrar entre ellas unas que resistien- do a la tan perjudicial enfermedad del polvillo, nos permitan duplicar a lo ménos nuestras cosechas. Ved aquí también SS., la seda, el cáñamo, el lino, cultivados en grandes escalas. Una vez derramadas en el pais , tales culturas alimentaran a muchas industrias que necesitando el empleo de gran número de mujeres i niños, proporcio’ narán a las familias de los proletarios nuevos medios de existencia de que tanto fal- lan ahora. Tenemos una preciosa colección de árboles frutales i viñas; i por fin se ha reunido en el establecimiento varias especies de animales con el objeto de ense- ñar los modos mas económicos de sacar provecho de sus productos, i de plantear las flemas industrias rurales, cuyo conjunto coronará el resultado final que se propuso la nación. Seria demasiado largo insistir sobre los beneficios que reporta ya i reportará al p iis esta institución agrícola. Basta decir que ya los mayores gastos que ha necesi- tado su planteacion están enteramente compensados por el aumento de valor que tie- ne actualmente el establecimiento comparativamente al que tenia, cuando so mu confió su dirección. Ademas, esta institución adquiere de dia en dia mucho crédito en la opinión pública, i aun en el csterior. Pues varios hombres ilustrados i dos corporaciones científicas de Europa han dado su aprobación al plano que se ha se- guido para organizaría, i rec i enlomen le el Cónsul Jeneral del Brasil me ha enviado a nombre de su Gobierno un precioso regalo de un ejemplar de la Flora Fluminenses, con que se dignó honrarme. Et Supremo Gobierno, instituyendo esta Escuela de Agricultura, quizo se forma- sen en ella hombres capaces de desempeñar un dia los destinos de administrador de campo, jefe de culturas asistente de trabajos prácticos jenerales o especiales en los diferentes ramos de industria rural. Pero siendo todavía naciente esta institución, os suplico la juzguen con induljencia i circunspección; Si liemos agregado, de acuerdo con el Supremo Gobierno ramos accesorios de jnslruccion a la enseñanza especial de la Agricultura, es porque tales ramos no solo tienen por si mucha importancia en la práctica del arte agrícola , sino también por- que su ejercicio favorece el desarrollo de las facultades intelectuales de los jóvenes, a quienes no habría sido posible comprender los términos de las lecciones i de las es- piraciones que las acompañan, por sencil las, i elementales que hubieran sido. Os aseguro, señores que si me hubiera sido posible habría pedido otros cursos que agregar a la instrucción, siendo que la Agricultura es un arte que no puede ejer- citarse ni por un golpe de jenio, ni por inspiración espontánea, sino solamente con los buenos procedimientos que se adquieren por el ejercicio de la reflexión i de las comparaciones. Entonces, ¿cómo podrían adelantar los alumnos a quienes por la ig- norancia i escasez de conocimientos se aniquilarían las facultades intelectuales? Por otra parte, S.S., si comprendemos el papel que representará en la sociedad estos jóvenes, cuando hayan concluido los años do estudios i aplicación práctica, en- tonces se podría juzgar con acierto de que ninguno como estos tienen tanta necesidad de instrucción. En efecto, están llamados a mejorar i moralizar con su ejemplo a la jenlc pobre del campo, en la cual se puede desgraciadamente verificar las palabras del gran orador cristiano Bossuel; «que h ignorancia es la enfermedad mas funesta «del alma, i lo que es peor, orijina muchos oíros males del alma i del cuerpo»* El verdadero progreso de la Agricultura en el pais, está, según lo creemos, inli. mámenle ligado a la moralización de osla pobre jentc del campo, sometida desde su nacimiento a rutinas i preocupaciones que ¡es h icen descuidar las reglas de la razón, de la verdad i aun de la hijiene. Pero los alumnos que saldrán de esta escuela, de- biend > tener con aquella joule relaciones diarias, presenciando todos sus trabajos, por sus conocimientos, por el ejemplo i la persuacion, vendrán a echar en ella fun- damentos primordiiles de moralidad i de mejor material; i asi se realizará el fin que se hi propuesto la sabiduría del Supremo Gobierno. Los ramos accesorios de instrucción planteados en este establecimiento parad curso completo de agricultura teórico-práclica son nténos de los que cursan en Europa jó- venes de la misma condición en los establecimientos de esta clase. Es de observar también que el curso entero no pasará de 4 años, en razón de la necesidad que se tie- ne en el pais de jóvenes capaces para la dirección de las esputaciones agrícolas. Pe- ro en los cursos sucesivos, será preciso no solo prolongar algo el tiempo que deben los alumnos permanecer en el establecimiento pira instruirse, sino también aumen- tar progresiv intente los ramos de aprendizaje, a proporción de la importancia que tomare esta institución. Los resultados logrados en la Escuela este primer año son verdaderamente notables en cuanlo a la mayor parte de los alumnos; digo la mayor parle: pues es fácil con- cebir que es imposible a lodos poseer iguales aptitudes, teniendo cada uno mejores disposiciones para tal o cual cultura; pero hemos intentado favorecer tales inclinacio- nes, sin descuidar por eso el trabajo práctico que sirve de base jeneral a la ense- ñanza . Por lo que toca a la enseñanza de la agricultura, se han concluido los principios elementales de la constitución, composición i análisis de los terrenos, plantas, i de sus partes. La enseñanza de lo: años venideros tendrá por objeto principal la apli- cación de las teorías espuestas este primer año. A la enseñanza de la agricultura que es la base fundamental de los estudios que se hacen en este establecimiento, se han agregado los ramos accesorios de aritmética, jeometría práctica i gramática castellana. La aritmética es del todo punto indispensable para individuos que se preparan a sor administradores de una especulación industrial. Una de las mejoras que el pais va a prometerse de la Quinta es la preparación de personas competentes para poner or- den en la contabilidad de las haciendas, base única de acierto i regular izacion en to- da empresa que tiene por objeto crear o producir valores. — ¡Me lie empeñado en ha- cer estudiar a los jóvenes este ramo no obstante las dificultades de todo jénero que ofrece la plantcacion de un establecimiento nuevo; por cuanto en los años venideros deben en leñarse los ramos de contabilidad i administración en que era necesario pre- parar a los alumnos desde luego. La jeometría práctica ha sido también actual objeto de nuestros trabajos; porque en el año próximo ha de enseñarse a los alumnos a cal- cular el producto que rinde cada estension do tierra aplicada a diversa cultura; i pa. ra ello necesitan saber hacerlas medidas de esta ostensión, cualquiera que sea la fi- gura que tenga el terreno. Este ramo irá teniendo mas adelante mayor desarrollo po- ra disponer a los alumnos en las diversas o importantes operaciones que están llama- dos a ejecutar en los campos, ya sea en la apertura i dirección de canales de riegos, ya en la manera i partición de las heredades, en la distribución proporcional de las labores rurales. La gramática castellana cursada de un modo práctico, esto es corrí- jiendo los abusos vulgares del habla, i acostumbrando a los alumnos a la espresion clara i completa del pensamiento, es un trabajo prolijo i lento, por cuya razón e crcido oportuno dar principio desde luego a este curso. — La instrucción moral i relijiosa que tiende a formar la conciencia del alumno i echar bases sólidas en sus costumbres, —547 — . es de todo tiempo i de grave importancia para que no haya figurado también desda luego en el cuadro de nuestro trabajo. En los detalles que presentaré al Supremo Gobierno consignaré el resultado par? cial de los estudios. En cuanto a los profesores i empleados que me han acompañado, tanto en la ins* trucion propiamente dicha como en los trabajos de organización del establecimiento, tengo la satlsfacion, señores, de señarlarlos a todos al agradecimiento jeneral; pues han contribuido cada uno en su posición al resultado logrado, tanto como le ha sido posible, apesar de las dificultades que han esperimentado algunos por haber reciente- mente llegado al país. No nos olvidaremos de manifestar nuestro reconocimiento al Supremo Gobierno, especialmente porque habiéndonos faltado este año parle de los fondos indispensables para la continuación de los trabajos i mantención del establecimiento, ha suplido lo necesario, aunque por falta de tiempo las cámaras lejislatiyas no habían podido ocu- parse de dicho suplemento. Este auxilio efectivo es un apoyo poderoso que prestó el Supremo Gobierno en favor de esta institución, desde el tiempo que la dirijo; i de consiguiente tenemos la confianza que proseguirá con soütitud prolejiendola eficaz- mente, para la realización délos ramos que todavía faltan, según el plan aprobado por el Supremo Gobierno, comí) es entre ellos la Escuela de Veterinaria i de las industrias agrícolas, que el estado de la instrucción reclama imperiosamente. Por la misma ra- zón se necesita también mas estension de terreno para que puedan fácilmente fun- cionar las varias escuelas de demostración conforme el pian señalado. Dejo lo ,demas a la ingpec.cion presen, cial, al criterio de S. E. i de los honorables señores que están aqui presentes. Ellos se servirán tomar en cuenta los obstáculos que se han tenido que vencer para llevar al cabo una empresa tan vasta i tan importante como la que se ha emprendido, líe empezado mis tareas en medio de un desierto de ideas respecto a la dirección que se debia imprimir a este establecimiento; era me- nester tener la vista penetrante de un estadista para columbrar tras los años el prin- cipal adonde deben dirijirse los esfuerzos de la Agricultura Chilena en sus relaciones industriales i comerciales, con los demás ramos de producción del mismo pais, i det eslranjero: era menester tener un conocimiento cabal i mui eslenso de su actual es- tado, de sus procedimientos, de sus necesidades, de sus embarazos i de sus conve: niencias; era menester hallarse en estado de conocer las viás mas apropósito por don- de esa industria debia hacer su desarrollo. No estaba en mis fuerzas, ni en misal- canees todo esto, ni he podido contar tampoco con el auxilio de otros individuos que se hallasen en el caso de ayudarme en estas penosas i graves investigaciones. Si he co- metido errores en el desempeño del encargo con que se me honró, creo que soi acree- dor a indqljcncia. He puesto lo quo estaba de mi parle: una aplicación i perseve- rancia en el trabajo a toda hora i a lodo momento: los pequeñps fondos melálicos de mi peculio, con los cuales podia ayudar a los trabajos, sin esperar las erogaciones del tesoro público. He puesto la maní) a los trabajos corporales, dando en ellos la dirección i el ejemplo; al mismo tiempo he emprendido la redacción de un texto teórico de agricultura. Todo el amor i el entusiasmo por el arte de que es capaz mi corazón ha servido para f<)rnnr el establecimiento que ha estado a mi cargo. Si entre los casos que señalan los destinos de los hombres llegase aquel que pie obligase a separarme de él apesar de un dolor que no podría esplicar, me permitiré solo esponer que cual- quiera que lucre la persona a quien toque la suerte de dirijir esla importante insti- tución, a fin de que rinda los últimos resultados que se esperan, necesita de la ayuda i del apoyo moral del Supremo Gobierno. Necesita de algo mas todavía: necesita de que tenga bastante paciencia para esperar sus resultados en un tiempo posterior, no gicpdo dado a ningún hombre acelerar el curso de la naturaleza, su colaborador in- ÍO —&Í8~ dispcnsableq necesita del apoyo de lus ciudadanos ilustrados que comprendiendo los lines a que este establecimiento se encamina, los estimulen i los promuevan por lo poderosos medios que están en sus manos. l*or loque a mi toca; yo debo dar las gra- cias por la parte que ha podido caberme en estos favores, i me queda por recompensa de mis esfuerzos la conciencia de que no he dejado de hacer nada de cuanto pude por merecerla. El Domingo 5 de Diciembre último celebró la Universidad su solemne sesión anual, con asistencia del Exmo. Sr. Patrono, los señores Ministros del despacho i otras varias personas de representación i miembros universitarios. Dio principio el Secretario Jeneral leyendo la relación que la lei orgánica previe- ne, de los trabajos del Consejo i de las Facultades durante los últimos dos años. En seguida el señor Presbítero don Ramón Valentín García, miembro de la Facul- tad de Ciencias Sagradas, a quien se encargó este año el trabajo histórico que la misma leí orgánica previene para estas reuniones, procedió a leer el suyo, titulado Memoria sobre la historia de la enseñanza en Chile ; la cual ha sido publicada por separado. Concluyó la función leyéndose por el antedicho Secretario Jeneral los temas pro- puestos por las Facultades para el concurso del año venidero, i el Informe de la Co- misión de la de Humanidades sobre la memoria premiada por ella en el concursa del presente año. RELACION DEL SECRETARIO JENERAL. EXMO. SEÑOR PATRONO. Señores: ' Eos trabajos de la Universidad i de su Consejo durante los últimos dos años, de que me toca dar cuenta, han seguido el rumbo indicado por las necesidades de la enseñanza; promoviendo su mejora, el lleno de sus vacíos, i la difusión de las luces en cuanto ha dependido de este cuerpo. Planteado ya en todas sus partes el plan de estudios preparatorios para las carre- ras profesionales, que comenzó a ensayarse en el Instituto Nacional desde 1843, era llegado el tiempo de acordar las modificaciones que la experiencia ha ido acreditan- do de necesarias para su perfección. Auxiliado el Consejo en esta tarca por las lu- ces de las personas mas competentes, ha resuelto proponer al Supremo Gobierno las reformas que siguen. El estudio de la Jeografin, que por el referido plan debe hacerse en el espacio de dos años, quedará reducido para en adelante a uno solo, por haberse reconocido bas- cante este tiempo para la adquisición de cuantas noriones pueden necesitar en el ra- mo jóvenes de tan tierna edad como jenrernltncnlc son los que principian los cursos preparatorios. Entretanto la Aritmética, para la cual solo se destinaba el primer año, ■deberá prolongarse también durante el 2.°, como lo exijo la importancia de, su lato conocimiento para todas las carreras i circunstancias de la vida. Con el método que hasta ahora ha rejido, los jóvenes apenas alcanzaban a adquirir do ella las nociones — aÍ9— Vnñs indispensables para presentarse a un examen, produciendo esta necesaria supeí- neialid id de su estudio, el olvido inmediato de lo aprendido. La enseñanza de la Jeo* metria i de los elementos del Aljebra, se posterga hasta el 4.° año, asi por esperar un mayor desarrollo del entendimiento del alumno, como a fin de evitar la violencia que en el dii sufre desde las primeras épocas por la incesante mezcla de estudios tan áridos coma los de M (temáticas, con otros que, hablando a la imajinacion, excitan mas fácilmente la atención i retentiva de la primera juventud. El aprendizaje del francés, que hasta aquí ha debido comenzar en el 4.° año, se principiará en compen- sación desde el 3.°, por la conveniencia de que el estudio de las lenguas se inicie con la posible anticipación. El idioma patrio, para el cual solo estaban destinados los tres primeros años, tendrá otro mas, para que en él se aprendan debidamente la Ortolojía i la Métrica. La Cosmografía, en fin, necesario complemento de la jeogra- fía, se estudiará al par con la Física el 5.° año, en que será mas fructuosa su ense- ñanza, verificándose inmediatamente después de la del Aljebra i la Jeometría. El plan vijentc había solo prescrito un año, así para el aprendizaje de la filosofía, como para el de la literatura; i la insuficiencia de este tiempo para uno i otro ramo, ■era tan notoria, que de hecho se había establecido en nuestro primer Instituto su es- tudio bienal. Guando se determinó solo el año de que acabo de hablar, fué porque se pensaba prescribir para cada uno de esos ramos otro curso superior, al dictarse ral plan de la instrucción científica. Esta medida fué en efecto expresamente acorda- da por el Supremo Decreto de 22 de Noviembre de 1847, que determinó la división de la enseñanza superior de la preparatoria, poniendo la primera bajo la dirección inn.C líala de la Universidad» Mandado poner en ejecución ese decreto desde primó- píos del presante año, no solo quedarán planteadas bajo la forma mas conveniente las dos clises superiores de Filosofía i de Literatura, mas cesará también de verse a individuos que estudien esos dos ramos fuera del Instituto, presentarse a rendir de ellos exámen final con los incompletos conocimientos que pueden adquirirse en el 'curso de un solo año. El orden natural de la materia exijo que hable nqui de la instrucción profesional i científica, cuya definitiva organización no puede ya demorarse ’por mas tiempo. Varias eran las mejoras que se echaban en ella de ménos, ya para acabar de comple- tarla, i darle la dirección mas conveniente, ya a fin de establecer el orden mas ade- cuado en que hubiesen de aprenderse los varios ramos que en Cada Facultad la com- ponen. El señor Delegado Universitario, a poco tiempo de haber comenzado a ejer- cer su destino, ofreció al Consejo, i recientemente ha cumplido su promesa, presen- tarle una detallada exposición de los arreglos que, bajo esos respectos, le han sujeri- ‘do como oportunos sus propias observaciones. Este interesante trabajo fué trasmitido a las Facultades de Leyes, Matemáticas i Medicina, en la parte a cada una corres- pondiente, para que poniendo en ejercicio 'las Comisiones de profesores i miembros competentes, organizadas por el artículo 5.° del Supremo Decreto ya citado, las hi- ciesen desde luego ocuparse en el examen i discusión de las mejoras propuestas por el señor Delegado. Débese al celo con que se han expedido en este encargo las Comi- siones de las dos últimas Facultades nombradas, que ya el Consejo se encuentre en posesión de sus observaciones; i los acuerdos que en vista de ellas este cuerpo ha ce- lebrado, permiten ya anunciar que la reforma que mui pronto podrá proponerse al Supremo Gobierno, no solo irá calculada para perfeccionar esa instrucción, sino también para facilitar a los jóvenes estudiosos el ingreso a carreras poco frecuenta- das basta el dia, i abrirles, con beneficio público, otras nuevas casi desconocidas aún en Chile i que reclaman urjenteincnte las nuevas necesidades que emanan sin cesar de sus progresos. J.l .'gara también entonces el caso d* que el Consejo resuelva sobre la conveniencia — ci.SO— de nm indicación que se ha hecho en su seno, pira exijir a cuantos cursen eslucíioá universitarios fuera de esta corporación, se matriculen en sus libros, i concurran ai dar, en ciertos actos públicos, muestras de sus adelantamientos. La observancia precisa de un orden conveniente en los estudios, tan útil para que de ellos se reporte todo el provecho apetecible, no debe ceñirse a los alumnos de U Universidad o de los Colejios públicos, subsistiendo para los que aprendan fuera de su seno la perniciosa libertad de que han gozado hasta el dia, haciéndolos en el or- den que mas les acomoda, i a veces en el inverso del que indica la razón. Si hai justo motivo para que los alumnos que se preparan a las carreras profesionales bajo la di- rección de profesores de acreditada aptitud, se sujeten a un método determinado en este respecto, lo hai mucho mayor para que lo mismo se guarde con los que estudian bajo condiciones que ofrecen ménos garantías. Ya que no es posible dictar para es- tos últimos una regla como la que mandó que ningún alumno de los cursos prepara- torios en los colejios nacionales pudiese pasar a uña clase superior, sin haber sido examinado i obtenido aprobación, de los conocimientos correspondientes a la infe- rior inmediata, trátase de obtener el mismo resultado por el medio indirecto do prescribir que a ningún estudiante, sea de la clase que fuere, se reciba en el Institu- to o la Universidad examen alguno de ramos preparatorios o superiores, sino en el órden que establezca la autoridad competente.. Fácil es de concebir el favorable in- flujo que ejercerá esta medida sobre la mejora de la inslruccion, aun en los Colejios que por la lei no están sometidos a la dirección universitaria; Otra indicación referente a los exámenes se ha hecho también por el señor Dele- gado Universitario en el Consejo; i es la de que se tomen con ménos rigor que hasta el di.a los parciales, fijando todo el esmero en un examen jeneral que a la conclusión de cada curso de estudios se hará sufrir al alumno , sobre todas las nociones hasta entonces adquiridas. — Dos interesantes objetos se propone conciliar esta indicación; siendo el primero economizar una buena parte de! tiempo e ímprobo trabajo que hasta ahora se ha acostumbrado emplear en los numerosos exámenes parciales; i el 2.° poner al estudiante en la precisión de no descuidar completamente, como en el dia sucede, el repaso de aquellos conocimientos que va dejando aíras; de manera que es imposible llegue a formar, como conviene, un todo compacto su inslruccion. Para cada exámert debe existir un programa debidamente autorizado, que com- prenda todos los conocimientos mas indispensables del ramo. Algunos trabajados por la Facultad de Humanidades para estudios que la incumben, han obtenido anterior- mente la aprobación del Consejo; i debiendo continuarse igual trabajo en las demas Facultades, ha encargado este cuerpo la redacción de algunos de los mas necesarios de tales programas. En las precedentes memorias anuales que he tenido el honor de presentaros, se os ha hablado del pensamiento de proponer la institución de concursos públicos, donde los alumnos de las clases preparatorias de todos los Colejios de la capital, concurran a dar, bajo la presidencia de comisiones universitarias, testimonio de sns respectivos aprovechamientos, promoviéndose asi una competencia saludable entre los alumnos, i consiguientemente entre los profesores de las diversas casas de educaeion. El proyec- to de arreglo de tales concursos ha sido ya aprobado por el Consejo, i sometido a la sanción de la Suprema Autoridad, El detenido examen que ha continuado haciendo el mismo Consejo de los estados de la instrucción que periódicamente se le remiten de las provincias, i las observa- ciones de las respectivas Juntas c Inspecciones de educación, que suelen acompañar- los, han seguido proporcionándole repelidas oportunidades, ya de hacer prevencio- nes para mejorar la enseñanza i el réjimen moral o económico de las escuelas i co* lejius públicos i particulares, ya de interponer ante el Supremo Gobierno su reco- / — 550— inundación para el remedio de las necesidades jenemles, que le han puréeido mas Urjentes. A la atención que por la autoridad no ha cesado de prestarse a tales reco- mendaciones, se debe la apertura de varias nuevas escuelas en los parajes mas nece- sitados de ese beneficio, frecuentes remisiones a las provincias de libros aparentes para la enseñanza, i la subministracion, en fin, deciros muchos socorros i elementos esenciales para su mejor orden i progreso. Esta palpable utilidad de la exdeta re- misión de estados a las épocas debidas, hace tanto mas sensible que ella no baya po- dido jeneralizarse; i que a pesar de las terminantes providencias que el Ministerio de Estado correspondiente, a indicación de la Universidad, ha expedido para obtener- la, no solo haya de decirse que fueron raras las provincias de donde el año anterior vinieron los estados completos, sino también que en el recien transcurrido, se ha advertido un retroceso considerable a este respecto. El resultado ba sido que el esta- do jenera!, cuya remisión anual por el mes de Mayo al Ministerio, se ha impuesto al Consejo como obligatoria; estuvo bien lejos de ser completo el año 51, i en el actual no ha podido pasarse absolutamente. A la presencia de tari lamentable abandono, hubo de tratarse de discurrir algún arbitrio eficaz para la consecución de la exactitud inútilmente deseada. Desde luego pareció el mas adecuado el de la imposición de una multa a los maestros o directores que incurriesen en la omisión; pero se reparó que si en los funcionarios encargado? de la colectación de ios datos, no se encontraba el celo necesario para ia infalible aplicación de la pena, aun este arbitrio llegaría a hacerse infructuoso; i sin deseo* nocer la contracción desplegada por algunas Juntas e Inspecciones de educación, preciso es confesar que por ¡o jenera! ellas no han dado motivos para que se descan- se en su celo. Tal es la consideración que ha llegado a infundir el convencimiento de que no será dable formar una estadística algo completa de la instrucción en la República, como tampoco realizar una verdadera i eficaz inspección en las provin» cías, mientras no se baya instituido en cada una de ellas, por lo menos, un Visitador competentemente instruido i rentado, a cuyo cargó i responsabilidad se ponga la reunión i oportuno envió de estos útiles documentos; Can motivo de lo que acabo de expresar, sobre no haber correspondido jrneral- naente las Juntas e Inspecciones, a los fines que se tuvieron en mira al establecerlas, mencionaré las discusiones, hace poco ocurridas en el Consejo, acerca de los medios de reemplazar esas comisiones, que propuso al Supremo Gobierno una persona de- dicada de tiempo atras a la enseñanza i que parece haber consagrado sus meditacio- nes a esta interesante materia. Volvióse pues a examinar la opórlunidad del Regla- mento creador de las tales Juntas e Inspecciones, i el resultado fué la confirmación del convencimiento de que su organización es la mejor que pudiera discurrirse, aten- didas las actuales circunstancias del pais, miéntras tales cargos hayan de servirse gratuitamente; i que pretender sustituirle cualquiera otra imitada de pueblos que se hallan bajo condiciones mui aventajadas a las nuestras, importaría quizá, en vez de ganar terreno, perder el poco que se lia avanzado. Las nuevas medidas propuestas no parecieron aceptables; i el Consejo insiste hasta ahora en la persuasión que ha un momento he indicado, de que para ser bien servidas en Chile esta especie de fun- ciones, es indispensable las ejerzan individuos remunerados i de una competencia probada, que miren por deber su desempeño como la principal de sus ocupaciones. Sobrado sabido es que uno de los mayores obstáculos a la constante asistencia de ios niños a las escuelas, sobretodo en las provincias cuya preferente industria es la agrícola, consiste en los auxilios que de ellos reclaman sus padres desde que sobre- viene el tiempo de las faenas campestres. Una de las Juntas que mas han solido dis- tinguirse por el celoso desempeño de sus funciones, indicó un remedio a este incoD* Venicnle;. proponiendo se autorizase al Intendente i Gobernadores respectivos para —5 oi— designar, de acuerdo con la Junta c Inspecciones de los Departamentos sometidos a su dirección, la época en que debiesen tener lugar las vacaciones anuales, procuran- do coincidiese con la en que se efectúa-n las cosechas, según la variedad de los loga- res. Aceptó el Omsejo este oportuno pensamiento, e indicó al Gobierno la conve- niencia de hacer extensiva su adopción a todas las provincias; cómo en efecto, la Su¿ prema Autoridad lo ha mandado. A pesar de todos los esfuerzos empleados para dar en las escuelas el ensanche de- bido a la instrucción, hasta ahora es comparativamente mui limitado el número de aquellas en que se enseña algo mas que lectura, escritura, doctrina cristiana i pri- meras reglas déla aritmética. La mayor dificulltd al logro de ese bien la ha opuesto la jeneral costumbre de retirar los padres a sus hijos del establecimiento primario desde que están medianamente instruidos en los cuatro ramos antedichos, aun cuan- do se propongan hacerles seguir una cirrera literaria. Asi es que, fallo de alumnos, se esfuerza en vano el preceptor a plantear en su escuela la enseñanza de los demás ramos elementales, por inas que haya adquirido la debida instrucción para desem- peñarla.— De aquí no solo el estancamiento de la ilustr.acion'comun, sino también los graves embarazos con que en las primeras clases humanitarias de los colejios so tropieza para hacerlas seguir a jóvenes, que aun cuando no carezcan de buenas d im- posiciones naturales, no llevan siquiera de la escuela los mas elementales rudimen- tos de las varias clases que entran a seguir a la vez. Mal de tanta trascendencia no debía dejarse correr por el cuerpo encargado de la dirección de la instrucción públi- ca. Dos partidos se presentaban para su remedio: el de exijir a cuánto joven preten- diese incorporarse como alumno de un colejio nacional certificado del preceptor con quien hubiese adquirido su instrucción primaria, de haberla completado, i el de plan- tear en cada Instituto una escuela donde todos los ingresantes se perfeccionaran en los conocimientos que constituyen la referida instrucción. Varias ventajas recomen- daban la adopción preferente del primer arbitrio, siendo la principal que sus favora- bles efectos no quedarían limitados a los niños que hubiesen de seguir su educación literaria en los colejios, según sucedería con el segundo, sino que se harían ostensi- vos a la jenernlidad. Asegurada en las escuelas la planleacion de la enseñanza rudi1 mental segundaria mediante su estudio forzoso por aquellos alumnos cuyos padres los destinasen a la profesión de las letras, era de esperar que una fracción no dcsprc¿ cia ble del resto, por espíritu de imitación a los principios, i por convencimiento de utilidad después, se prestasen a seguir los mismos cursos.— Se decidió pues el Con- sejo por el primer partido; pero al propio tiempo, reconociendo la conveniencia de no desechar del todo el segundo, acordó la creación de una escuela preparatoria ci> el Instituto Nacional, donde pudiesen perfeccionar su instrucción primera aquellos jóvenes de tierna edad que, aspirando a ser recibidos como internos, no manifestar ron en el examen previo que, a mas de la presentación del certificado, se haría su- frir a todos, poseer en el grado debido los conocimientos necesarios. La adopción de las precedentes resoluciones hacia indispensable la expedición de programas en que se especificasen con precisión esas nociones que los alumnos ha- brían de llevar adquiridas de las escuelas. El señor Héctor se encargó .de este traba- jo respecto de la Gramática Castellana, i en su desempeño lia redactado un pequeño texto que servirá para el estudio de! ramo cia las escuelas i aun para las clases de primer año en los Institutos provinciales, con una muestra al fin de ejercicios orales pira el preceptor. Actualmente se trata de verificar una redacción o adopción de textos análogos para la enseñanza de la Aritmética i la Jeografia. Gon el fin de jeneralizar los favorables efectos Je las medidas precedentes, i poner a los Colejios mismos particulares en la precisión de no admitir a sus primeras da- íes sino alumnos que posean una buena instrucción primaria, se ha meditado esta* — 5¡53 — hleccr que a lodo estudiante de los indicados Colejios que por primera vez se presen- te a rendir un examen en el Instituto Nacional, se le someta a ser previamente exa- minado de los mismos conocimientos que se exijan a cuantos pretendan su recepción como alumnos del referido Instituto. De no poca satisfacción ha sido para el Consejo el repasar, por los últimos estados que le lian trasmitido los establecimientos de educación de esta capital, que aun en los dirij idos por particulares i en los Conventos, se trasluce un plausible estímulo por ensanchar los ramos de instrucción, procurando en este punto acercarse al nivel de nuestro primer InstiLulo Literario, que les sirve de modelo. Igual síntoma se ad- vierte en varios colejios i aup escuelas de provincia, aunque haya de sentirse que en éstas sea menos rápido el suceso, por los motivos que ya he tenido el honor de expre- sar. Ha seguido el mismo Consejo proponiendo con la moderación i precauciones de- bidas, la ostensión a nuevos Colejios de Provincia del precioso privilejio de recibir a sus alumnos exámenes valederos para obtener grados universitarios. Para otros do e: 05 mismos colejios ha discutido nuevos planes de arreglo capaces de contener la la- mentable decadencia que los minaba, e inspirarles nueva vida. Persuadido de la in- fluencia que puede ejercer en beneficio de la ilustración la vijilancia, por mediana que sea, de las Juntas e Inspecciones, ha cuidado también de llenar inmediatamente, con individuos idóneos, cuantas vacantes ocurridas en ellas se han puesto en su no- ticia. Largo seria individualizar todos los varios objetos que han ocupado durante los últimos dos años la consideración de este cuerpo. Ciñéndome pues a la simple enun- ciación de los que aparecen mas notables, diré que con motivo de diversos informes que se le han pedido por el Supremo Gobierno, o de Reglamentos sometidos a su aprobación, ha tenido que discutir muchas de las mas grayes cuestiones que ofrece el vasto ramo de la instrucción pública; en cuya resolución no ha cesado de llevar por norma las exijcncias i circunstancias del país. Gracias a las atinadas propuestas de su Comisionado para visitar algunas instituciones de primera importancia, ha po- dido sujerir a la autoridad oportunas mejoras, así en la Escuela Normal de precep- tores primarios, coma en la de Artes i Oficios. Es de esperar que mui pronto se lle- ve en esta última a efecto, sin perjuicio de lo que existe, la apertura de cursos de aritmética, jeometria elemental i dibujo, aplicados a la industria, i dirij idos por los mismos empleados de la casa, con el fin de que adquieran en ellos por la noche los artesanos de esta capital que no pertenecen a la Escuela, aquellas nociones que mas necesitan para el buen desetopeño de su profesión. Han tenido tanobien lugar algu- nas discusiones, en que se ha oido el parecer de las personas mas competentes, ya sobre los inedibs que con mayores probabilidades de buen éxito podrían desde luego ensayarse para obtener la pronta difusión por todos los Departamentos de Chile de los conocimientos en Agricultura a que la ciencia ha prestado su sanción, ya a fin de promover el ejercicio de ciertos ramos especiales de profesiones científicas hasta aho- ra desconocidos entre nosotros, i cuya introducción pudiera ser benéfica, precavién- dose los abusos. Ni pasaré en silencio las medidas adoptadas para formar una esta- dística anual de lodos los empleados en la instrucción pública, tan completa como fuere posible. La publicación de los «Anales Universitarios» se habría puesto ya en el dia com- pletamente al corriente, a no haberlo estorbado la gran abundancia de materiales ocurrida en los últimos meses, i que consistiendo por su mayor parte en trabajos de notable interes científico o literario, como habrá podido verse, subministra la prue- ba mas satisfactoria c irrecusable del constante progreso con que parcha en Chile c} ^cultivo de las ciencias i la literatura. ¥,\ digno Director de la cspedicion astronómica de los E. t\, a quien es deudora nneslra capital do la interesante planteacion del Observatorio astronómico, no ha querido desdedirse del país, sin dejarle todavía una nueva prueba de su benevolen- cia i del ínteres que I* anima por la difusión jeneral de las luces. Mui laudable es el empeño que el señor Giliiss ha tomado par poner a la Universidad de Chile en relaciones con diverso;? cuerpos científicos do Norte-América. Por resultado de eso empeño, esta corporación ha principiado a remitir a las Bibliotecas de aquellas ins- tituciones ejemplares de sus Anales, para recibir en retorno las publicaciones que por ellas se efectúen. Escusado es ponderar e! influjo que estas reciprocas relaciones pueden ejercer sobre el adelantamiento de las ciencias, i cuán resuelto está el Con- sejo por su parte a mantenerlas i fomentarlas. Entretanto, ha creído de su deber espresar al señor Giliiss el aplauso i gratitud de que su celo, a los ojos de esta Universidad, le ha constituido tan merecedor! Habiéndose prestado con la mejor voluntad el Cónsul chileno en París a ser el conducto par donde esta corporación se suscribiese a los mas acreditados periódicos científicos ¡ sobre instrucción que se publican en Francia, i a encargarse de la su- cesiva remisión de las entregas que fuesen apareciendo, han principiado ya a llegar las primeras remesas; i aprovechando el Consejo la buena disposición que no lia cesado de protestarle el funcionarlo referido para promover, en cuanto esté de ?u parte, el progreso de la ilustración chilena; persuadido ademas de que pocas inver. siones mas útiles podría dar a los fondos sobrantes de su caja, ha hecho eslensivos sus encargos a cuantas obras de igual naturaleza ha creído contribuirían al mas completo logro de su objeto. Todas las Facultades llegarán al fin por este medio a ponerse ni corriente del continuo movimiento de las Ciencias, arles i literatura en los primeros centros de la civilización, i no faltará constante alimento i renovado aliciente a sus trabajos. El Consejo se complace en dar un testimonio público de su gratitud al señor .\I ireó, por la parle activa que se ha servido jencrosamenle lomar en la realización de esta útil empresa. Aumentados no poco, durante la época de que do¡ cuenta, los miembros de a'gunas Facultades, particularmente de las de Teolojia, Matemáticas i Humanidades, con los nuevos nombramientos que para llenar sus plazas de primera elección tuvo a bien efectuar el Supremo Gobierno, debe esperarse en sus trabajos el crecimiento de acti- vidad que no ora realizable bajo el dominio de las anteriores circunstancias, — Las res- pectivas comisiones de cada Facultad han concurrido a presenciar ¡os exámenes anua- les de los establecimientos públicos de instrucción, i sus informes por lo jeneral han sido favorables. La Academia de Ciencias Sagradas, cuya dirección está sometida al señor Decano de Teolojia, se ha provisto recientemente del local que la faltaba para la celebración de sus sesiones, i sigue sus cursos en el orden prescrito por el respec- tivo Reglamento- Hasta el mes de noviembre de 851 versal on sus sesiones sobre la ma- teria de Sacramentos i se efectuó la incorporación del mayor número de los académi- cos de segunda clase. Desde esi época han sucedido los estudio? bíblicos, leyéndose en ella memorias de notable mérito. El mayor obstáculo con que tropieza esta impor- tante institución para la asiduidad ¡ ensancho que se procura dar a sus trabajos, con- siste en él mui escaso número de sus miembros. Atento el Consejo a provenir su de- cadencia, promoviendo nuevas incorporaciones, solicitó i obtuvo dei Supremo Go- bierno la renovación del decreto que por el término de cuatro años había dispensado algunos de los exámenes prescritos por el Reglamento de grados a los que aspiran al de Bachil’er en Teolojia. La principal tarea de li Facultad de Leyes ha seguido siendo la recepción de los numerosos exámenes d.e Bichiliercs i Licenciados que en ella ocurren. La Academia de práctica forense ha sido úllim miente reducida a clase universitaria, tu que su enseñan lamínenlos Códigos especiales de Comercio i Minas i el de Guerra Aunque debía de formar parle de esa enseñanza el Código de Marina, se ha creído oportu- no aguardar para él a que se dicte la Ordenanza de la Escuadra Nacional, por serian poco adaptable a nuestras circunstancias la española en la mayor parle de sus dispo- siciones. Ha merecido a la Facultad de Medicina una atención constante el fomento de los buenos estudios, justamente anhelosos por hacer tomar cada dia mayor importancia a la ciencia en Chile, i porque los médicos chilenos, no solo se habiliten para desem- peñar con lustre su profesión en el pais, sino también en el extranjero. Al mismo tiempo ha procurado en el nuevo arreglo de tales estudios, por ella recientemente acordado, facilitar el ingreso a la carrera de mayor número de jóvenes, para aproximar Jo posible el tiempo en que por lo menos todo pueblo de alguna importancia de la República, se halle provisto de los facultativos que reclame el socorro de sus enfer- mos i la mejora de su salubridad. Un pensamiento análogo la ha inducido a promo- ver la apertura de un nuevo curso de Obstetricia, cuyas alumnas vendrán de las mis- mas provincias adonde deberán volver a establecerse, concluida que sea su instruc- ción. El estudio délas enfermedades reinantes en el pais, a que dala Facultad la impor- tancia que merece, ha producido ya algunos interesantes escritos que han visto la luz en los Anales. A esa observación constante, a las autopsias que casi diariamente se practican en los hospitales, i al mayor desembarazo con que en estos puede seguirse el método mas conveniente de curación, deben los médicos que los atienden sus notables progresos en el tratamiento de las enfermedades, de que podrían citarse no pocas pruebas en resultados obtenidos, que mereciendo la atención del público, que- dan en el dia ignorados por la falta de un periódico especial que los consigne. La reinstalación reciente del Tribunal del Prolomedicato es una medida que la conveniencia pública reclamaba, i de que se esperan favorables resultados. En las sesiones periódicas que la Facultad de Medicina celebra en unión con la de Matemáticas, han seguido presentándose memorias de notable interes científico, que ei periódico universitario condigna en sus pajinas. A cincuenta i cinco alcanzad número de los' trabajos de esa naturaleza i de las comunicaciones escritas por socios propietarios o corresponsales de ambas Facultades, leídos en las doce reuniones quo han tenido lugar durante el período de que doi cuenta. La Facultad de Humanidades lia seguido ocupándose en el exárnen i discusión de diversos Reglamentos para las escuelas primarias, propuestos por las Juntas c Ins- pecciones de algunos Departamentos. Entre los varios acuerdos celebrados por ella en los últimos tiempos sobre materias de su incumbencia, merece especial mención el de formaren nuestra Biblioteca Nacional un departamento separado donde se reúnan cuantas obras referentes a la Historia de Chile en sus diversos ramos puedan conse- guirse. Al efecto se ha formado un rejistro jeneral de todos los escritos de esa espe- cie, de que se tiene noticia, i de su paradero; i se ha encargado a los ajentes diplo- máticos de la República la adquisición i envío de ciertos manuscritos exislenles en el Perú, Estados-Unidos, España, Francia e Inglaterra. (Uro tanto se lia verificado respecto délos impresos que ya el tiempo ha hecho raros, El Supremo Gobierno, de quien se recabó la aprobación de este pensamiento, ha prometido auxiliar eficazmente su reali- zieion; i encargada ésta al Secretario de la Facultad, en unión con otras personas afi- cionadas a esejéncro de trabajos, se procura en el dia adelantar la correspondiente colección para poder dar mas vivo impulso ala publicación, ya iniciada, de aquellas obras i piezas que presenten mayor interes. Tarea mui principal de casi todas las Facultades ha sido el examen de textos para diversos ramos de los conocimientos de su incumbencia, que se h m presentado soli- 71 — J5o6~ ■ í l indo su aprob.icion para la enseñanza. Están sometidos a la de Leyes un texto sobre Derecho penal i un Compendio de las Instituciones de Derecho Canónico, es- critas por el limo, señor Donoso. Entre varios textos que ha debido examinar la de Matemáticas, se han aprobado con su informe para la enseñanza en los cursos ele- mentales, un tratado de Aritmética, otro de Aljebra, Jeomclría i Trigonometría rec- tilínea, escritos ambos por un distinguido profesor de nuestro primer Instituto; i un Compendio, en fin, de Cosmografía. La Facultad de Humanidades se ocupa actual- mente en el examen de un nuevo texto de Filosofía i de algunos libros de lectura para las escuelas: lia expedido un luminoso informe, publicado ya en los Anales, sobre un Compendio de Jeografia antigua escrito en Chile, i oido su parecer, se apro- bó otro de Jeografia moderna destinado a las escuelas. La misma Facultad ha gozado sobre las otras el privilcjio de que en dos años con- secutivos se baya correspondido a su invitación para trabajar sobre la Historia de Chile, presentándose en solicitud de su premio anual memorias de distinguido mé- rito sobre los temas que propuso, las cuales han venido a esparcir mucha luz sobre épocas las mas interesantes i talvcz no las mejor conocidas de esa historia . Puesto en ejecución, como al principio lie recordado, el decreto que hizo docente a la par de académica a la Universidad, confiándole la dirección inmediata de la instrucción superior, las larcas de las Facultades lomarán natural mente un vuelo mayor en lo sucesivo, i el contacto en que ellas entrarán con ios profesores i alum- nos, a par de proporcionarles un conocimiento mas exacto i cabal de las necesidades de este ramo, es de esperar que aumente su influencia en beneficio do la ense- ñanza. Solo en la Facultad de Humanidades se han presentado, en sol ici t ud de su pre- mio, dos memorias sobre el teína que tilla propuso para el concurso literario de este año. — El informe dado sobre ellas por la Comisión que la referida Facultad nombró para su examen, es el que sigue: «La Comisión a quien la Facultad In encargado el exámen délas Memorias presen- tadas en solicitud del premio que debe conceder en el concurso literario de este año, tiene la satisfacción de comenzar su trabajo felicitando a la Facultad por haber el ejido como lema de las Memorias los acontecimientos de la revolución de la Inde- pendencia en los años 11 i 12. Objeto de viva solicitud era para la jeneracion pre- sente conocer los primeros latidos de la República en el instante de su concepción. El patriotismo gusta cebarse en contemplar aquellas escenas llenas de inquietud i de zozobra en que se elaboraba el porvenir de nuestro pueblo: la ciencia histórica se complace en investigar los antecedentes que prepararon i formularon el carácter de nuestra vida pública: la curiosidad anhela por ver descorrido el velo que hace mis- teriosa para los presentes tiempos la época medio olvidada en que se obraron los grandes fenómenos, cuyos resultados estamos aprovechando. Investigar i poner en claro los acontecimientos de los años 11 i 12 era, sin duda, una empresa digna dq estimulo de la Facultad, i digna do merecer la consagración de nuestros jóvenes talentos. Fragmentos i opúsculos diversos se conservaban por los curiosos, como fuentes en que el futuro historiador de la revolución debía tomar sus materiales. La historia del Padre Martínez, escrita bajo la influencia de las autoridades españolas, así como algunos pándelos publicados por los Independientes en vindicación de su conducta política, o como meros apuntamientos para conservar la memoria de los hechos, presentaban un rico caudal de nociones sobre aquellos acontecimientos; pero cada una do ellas eran truncas, incompletas, parciales, como sujeridas por el espíritu de bando i por el propósito de increpar a los enemigos i de defender la propia causa. Era menester llamar a juicio todas estas relaciones contradictorias, suplir sus lagu sus, depurar su reblo, rectificar sus juicios, i f.»rmar un lodo homojéneo, completo i justo, en el cual pudiera verse como en nn espejo la imájen fiel de aquella intere- sante época. Solo las tradiciones orales podían bastar para cumplir esa larca, i es- tando ya en su ocaso la jcneracion que fue testigo de los sucesos, urjía recojer los últimos rayos de luz que quedaban sobre el horizonte de nuestra historia para re- flectarlos sobre la posteridad que ávida debe pedirnos cucuta de lo que hicieron nuestros padres. Por fortuna, las memorias sobre quo tenemos la honra de informar han sabido comprender la noble larca que iban a llenar. Ambas descubren en sus autores un ardoroso empeño de investigación que los ha hecho evocar del fondo de los archivos preciosas piezas desconocidas u olvidadas hasta ahora, i rccojer de boca de los tes- tigos presenciales de los sucesos, las espiraciones minuciosas que tanta claridad arrojan en la narración de los sucesos. Cree la Comisión que ámbas memorias com- piten bajo ente aspecto, dejando poco o nada que hacer a los que en lo sucesivo in- tentaren emprender por la misma vía. Sin embargo, es de notarse que la que tiene por titulo Historia de la revolución de Chile durante los años 11 i 12, ha ilustrado con mayor copia de datos algunos acontecimientos de mediana importancia, al paso que la oír’’, cuyo autor ha podido contar con los manuscritos que conserva la familia del Jeneral Carrera, mui preciosos sin duda, ha podido dar una latitud i especifica- ción notable a lodo lo que concierne a aquel personaje que absorve, por decirlo así, la atención del historiador en el primer periodo de la Independencia. A lo detenido del estudio de los documentos que han hecho uno i otro memorista, os sin duda debido el acuerdo que entre ambos se nota en la relación de los hechos. Pequeñas e insignificantes divcrjcncias pudiera solo hacer notar la comisión, si cre- yera del caso informar a la Facultad sobre este punto que deja a un lado para ocu- parse de otras consideraciones de mayor provecho. La memoria que tiene por título «Los tres primeros años de la revolución de Chile,» comienza esponiendo las ocurrencias memorables de 1810. Aunque esta parle no era la designada para los trabajos del presente año, el autor ha tenido a bien tratarla por dos razones poderosas a su juicio: la primera, porque la idea del Congreso que se reunió en 81 1 i que es el objeto principal del tema propuesto por la Facultad, tuvo orijen durante la administración del Presidente Carrasco; i la segunda, porque sin sentar los antecedentes de esa época, era imposible caracterizar los hechos del drama revolucionario i csplicar la formación i pretcnsiones de los partidos. Cualquiera que sea la exactitud de estos conceptos, i sin que crea la Co- misión informante que seria una falta notable en las memorias la omisión de aquel relato, no puede ménos que esprcsar a la Facultad que el trabajo adicional que se ha impuesto el autor, es una circunstancia que recomienda la pieza sometida a examen. Desde principios del año de 1811 las dos memorias narran unos mismos aconte- cimientos. Iguales, como se ha dicho, en la copia de noticias; iguales en el arte de conducir con claridad la narración; igualmente fieles a la verdad histórica que sos- tienen tal cual la conciben sin dar cabida a las consideraciones cstrañas que suelen hacerla acallar, la comisión no encuentra entre ambas diferencia notable en las con- diciones sustanciales en trabajos de este jéncro. Se decide sin embargo a dar la pre- ferencia a aquella, de cuya introducción acaba de hablar, por encontrar que posee en grado superior las calidades literarias i cierto mérito especial que es privativo de la historia. Su narración, por lo jeneral mas correcta que la de su competidora, está concebida en aquel tono desembarazado i «ameno que nos hace encontrar com- placencia, no ya en las cosas, sino en el modo do referirlas, i que asemeja c! escrito a esas conversaciones ilustradas i de buen tono que derraman un agradable solaz en — o58— (•i espíritu. Aveces noble i caloróse, se eleva ¡ dignifica al conlar los hechos sotcmrieá do la revolución; aveces picante cuando refiere los estravios medio inocentes a que dalia lugar la ¡ncsperiencia de la vida pública de la antigua colonia; a veces viva e interesante cuando refiere las asonadas i funciones militares; ella sabe acomodarse a todo jénero de asuntos, i tomar el colorido de los sucesos sin abandonar las dotes peculiares que hemos notado. Ha llamado del mismo modo la atención de la comi- sión informante el tino con que el autor ha sabido animar los sucesos asignando los motivos que impulsaban a los diferentes actores en la escena, i los principios e in- tereses que estimulaban la acción de los partidos. Dolado de un tacto feliz, i de no poco conocimiento de los procederes prácticos de la política, ha puesto de su propio caudal muchas reflexiones que ilustran i esplican los hechos, reflexiones que no traen las crónicas, i que han sido sujeridas al autor por la contemplación de los mismos hechos, i por el conocimiento que muestra tener del corazón humano. De aqui procede que los hechos están perfectamente eslabonados i presentan el aspecto de un encadenamiento lójico que principia i se sostiene hasta el fin, i que satisface ia mente del lector, dejándole dueño de la razón de ios acontecimientos de que se le dá noticia. La Comisión encuentra en esta pieza dos defectos de que está esenta la oirá. Ella adopta como lenguaje propio, aquellos apodos que invenía el odio o la mala volun- tad de los partidos para herir a sus competidores. Sin desconocer que muchas veces es un mérito el empleo del lenguaje que se usó en una época pasada, para caracte- rizar o dar a conocer mejor esa época, la Comisión juzga que no es este el caso en que está la memoria; i que bien hubiera podido guardarse una forma de espresion mas acomodada a los tiempos en que vivimos i al carácter histórico de la obra. El otro es el abandono de la censura al narrar acontecimientos que reprueban la lei i los intereses de la lei i del orden. El autor, no obstante que espolie los hechos con una injénua sinceridad que permite al lector hacer de ellos las apreciaciones que quiera, se deja llevar visiblemente de su predilección por algunos personajes, cuyo atractivo fascinador parece haberlo cautivado. La Comisión cree que la historia tie- ne su criterio, i que ella es, no mera depositaría del pasado, sino juez severo de los hombres i de los tiempos. La Facultad, haciendo leer los capítulos que tenga por conveniente, acabará de formir concepto del mérito de una i otra memoria, que la Comisión iia calificado solo en jeneral. Santiago, seliombre 24 de 1852. Ventuka Ib. anco Encalada. Antonio García Reyes. La Facultad ha prestado su aprobación a este informe, i en consecuencia ha adju- dicado el premio a la que tiene por titulo: «Los Iros primeros años de la revolución de Chile», acordmdo se dé también lugar a la otra en ios «Anales Universitarios», si su autor conviniere en ello. Los autores de la memoria premiada son los señores don Miguel Luis i den Gre- gorio Víctor Amunálegui. TEMAS (/de han designado las diversas Facultades para tas memorias que aspiren a sus premios en el concurso literaria de 1853. La Facultar! de Teolojia ha elejido por tema; «Un trabajo sobre la Historia eclesiástica del país desde 1808 hasta la muerte del señor Vicuña.» La de Leyes el siguiente: «¿En qué jénero de causas debe admitirse la prueba testimonial, i a qué reglas deDe sujetarse en las causas en que se admita?» La de Medicina el que sigue: «Progresos de la enfermedad venérea en Chile e influjo del clima en sit marcha i desarrollo: medios profilácticos i administrativos que deben emplearse.» La de Matemáticas: «Una descripción de todas las especies de minerales de plata de Chile, con indica- ción de los métodos de beneficio que a cada una de ellas conviene.» La de Humanidades, por fin: «TJna memoria sobre los años 13 i 14, considerados particularmente por el aspec- fo administrativo i político, sin olvidar los acontecimientos militares que se verifi- caron en la República por aquella época. ACTAS DEL SESION DEL 4 DE DICIEMBRE DE 1852. Presidida por el señor Rector, presentes los señores Meneses, Tocornal, Salas, Blan* co, Buslillos, Domeyto, Orrego i el Secretario. — Aprobada el acia de la sesión del-, 27 de Noviembre, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes i cien- cias políticas a don Epifanio del Canto i don Miguel II isalde. — A continuación se dio cuenta: !.° De dos oficios del señor Ministro de Instrucción pública, comunicando otros — 560— Labios supremos decretos; por el 1.° de los cuales se nombra Visitadores de las es- cuelas primarias a los alumnos de la Normal don José Santos llojas i don illas Rol- dan, con el sueldo de 800 pesos anuales cada uno; i por el 2.° se dispensa a los alum- nos de la clase de práctica forense el estudio del Código de Marina hasta que se promulgue la Ordenanza para la Escuadra Nacional. — El l.° de estos olieios se man- dó comunicar al señor Decano de Humanidades, i el 2.° al de Leyes. 2. ° De dos notas del señor Decano de Teolojia, comunicando por una de ellas ha- ber nombrado a los Presbíteros don Zoilo Villalon i don Vitaliano Molina para que asistan a los exámenes de Fundamentos de la fe que han de tener lugar en la Sección Universitaria del Instituto los dias 16 i 17 del presente mes; i trasmitiendo por la otra copia del acta de la sesión celebrada por su Facultad el 29 de Noviembre últi- mo con el objeto de ciejir sucesores al Illmo. señor Obispo don Diego Antonio Eli- zondo i al señor Dean don José Alejo Eizaguirrc. — Resultando del acta referido ha- ber sido electos para el objeto indicado los Presbíteros don José Dolores Villaroel i don Pedro Ovalle, se mandó poner ambas eleccciones en conocimiento del señor ¡Mi- nistro de Instrucción pública para los fines consiguientes. 3. ° De un oficio del señor Decano de Leyes participando haber nombrado para concurrir a los exámenes que de ramos relativos a su Facultad van a rendirse en la Universidad el presente mes do Diciembre, las Comisiones que siguen: el Decano, e\ Secretario i don Gabriel Palma para los dias 9, 40 i 11; el Decano, el Secretario i don Manuel José Cerda para los dias 13, 1 i i 15: el Decano, el Secretario i don Ra- món L. Irarrázaval para los dias 16 i 17’ los dos primeros i don Gabriel Ocampo pa- ra los dias 18 i 19; i los mismos dos primeros con don Pedro Fernandez Recio para les dias 21 i 22. 4. ° De una nota del señor Rector del Instituto Nacional comunicando que el jué* ves nueve del corriente principian en ese establecimiento los exámenes jenera les co- rrespondientes al año escolar que espiro, los cuales durarán hasta el 23 del mismo mes teniendo lugar a las horas i en el orden que indica en una razón adjunta. — Se mandó dar de todo conocimiento a los señores Decanos respectivos para el nombra- miento de las correspondientes comisiones. 5. ° De una comunicación del señor Director de la Escuela militar manifestando los dias en que deben rendirse los varios exámenes de ese establecimiento, que prin- cipian el 12 del corriente, — Se mandó dar noticia de ello a los señores Decanos a quienes corresponde para los efectos consiguientes. El señor Decano de Matemáticas presentó el informe que se le ha pedido sóbrelas solicitudes de los injenieros Wallon i Donoso i de algunos ayudantes de la Escuela militar, de que se dió cuenta en la sesión precedente; i el señor Orrego da razón del orden en que se hacen en el dia los estudios de Humanidades en el Instituto Nacio- nal, que se le encargó en la misma sesión. Mas no se pudo tomar en consideración estas piezas ni tampoco resolver sobre una solicitud de don José Gandarilias relati- va a que el Consejo dirija al Sumo Pontífice una carta pidiendo la beatificación j Canonización del Venerable Siervo de Dios Fr, Pedro Rardcsi, cuyos procesos están para concluirse i ser remitidos a Roma; porque urjia que lomase el Consejo conoci- miento de la Memoria sobre los trabajos universitarios que al dia siguiente debía leerse en la función solemne de esta corporación. — Asi fué que el resto de la sesión se empleó en la lectura de dicha Memoria, levantándose en seguida aquella, por ser ya la hora avanzada. 5(5 i — Presidid) por el señor Rector, presentes los señores Tocorn.il, Salas, Blanco, Gus- tillos, Domeyko i el Secretario. — Aprobada el acta de la sesión de 4 del corriente, se dió cuenta: , De un oficio del señor Ministro de Instrucción Pública trascribiendo un Supremo Decreto, por el que se manda convocar a oposición para la clase de Patolojía i clíni- ca interna, actualmente vacante en la Instrucción Universitaria, fijándose el 1 ,° de Mi rzo del año entrante para el rendimiento de las pruebas requeridas. — Quedó dis- puesto so expidieran las convocatorias acostumbradas; i como el decreto de 1 4 de Marzo de 1846 que reglamenta estas oposiciones, señala en ellas ciertas atribuciones al Rector del Instituto, el señor Bello propuso, i el Consejo acordó, se recabase del Supremo Gobierno una declaración sobre que esas mismas atribuciones han de co- rresponder al señor Delegado Universitario en la Sección de la instrucción superior, a consecuencia de haberse dividido de la preparatoria. De dos oficios del señor Decano de Teolojía, noticiando las comisiones que ha de- signado para asistir a los exámenes de ramos pertenecientes a su Facultad, que de- ben rendirse en el Instituto Nacional, Seminario i Escuela militar; i de otros tres oficios en que los señores Decanos de Medicina, Matemáticas i Humanidades parti- cipan también las Comisiones por ellos nombradas para igual objeto en la Sección de Instrucción Universitaria el l.°; en la misma, en el Instituto Nacional i en la Es- cuela militar el 2.°; i en el Instituto el 3.° — Estos oficios se mandaron comunicar a quienes corresponde. De dos informes de los señores Decanos de Matemáticas i Humanidades, sobre la 2.a edición del «Tratado de Cosmografía» escrito por don Cárlos Riso Patrón. Re- sultando de dichos informes que, salvos algunos leves defectos i pocas incorrecciones, ja citada 2." edición merece con mucho mejores títulos que la 1.a la aprobación para la enseñanza, por las numerosas adiciones i mejoras que contiene, el Consejo tuvo a bien acordar esa aprobación, disponiendo que al comunicarla al Redor del Instituto Nacional i al autor, se les trascribiesen para los efectos convenientes los dos infor- mes referidos. SESION DEL 18 DE DICIEBRRE DE 1832. Presidida por el señor Rector, presentes los señores Tecomal, Salas, Blanco, Rus- tidos, Palma don José Gabriel como suplente por el señor Decano de Leyes, Do- meyko i el Secretario.— Aprobada el acta de la sesión del 11 del que rije, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Leyes i ciencias políticas a don Maleo Ol- medo, don Buena Ventura Maturana i don Vitalicio López: todos los cuales reci- bieron sus títulos — A continuación se dió cuenta: l.° De dos oficios del Ministerio de Instrucción pública trascribiendo otros tantos supremos decretos; por el 1 de los cuales se manda extender título de miembros de la Universidad en la Facultad de Teolojia, a favor de los Presbíteros don José Dolores Villarroel ¡ don Pedro Ovalle, a virtud de la elección que de ellos ha hecho dicha Facultad para Henar las vacantes del Illmo. Obispo don Diego Antonio Eli- zondo i del señor Dean don José Alejo Eizaguirre. — Este oficio se mandó trascribir al señor Decano de Teolojia. — Por el 2.° se ‘ordena a los Ministros de la Tesorería jcneral entreguen al primer Bedel de esta Universidad el premio de doscientos pesos que por el presente año corresponde a los autores de la memoria presentada a la Fa- cultad de llunidadcs bajo el titulo: «Los tres primeros años de la revolución de Chile» — Este oficio se mandó archivar a virtud de la presentación que hizo el indi- cado Bedel de un recibo de la cantidad referida por los autores de la memoria, don Miguel Luis i don Gregorio VicLor Amunátegui. 2. ° De dos notas del señor Decano de Leyes, participando por la 1.a la necesidad en que se ha visto de ausentarse de esta capital desde el dia 16 hasta el 29 del co- rriente tanto por reparar su salud quebrantada, como por cumplir una comisión im- portante del Illmo. señor Arzobispo i Venerable Cabildo eclesiástico; en cuya virtud pide se llame a subrogarle durante ese tiempo al miembro mas antiguo de la Facul- tad.— Por la 2.a, el señor Decano llama la consideración del Consejo acia la escasez de los actuales miembros de su Facultad, que no alcanzando aun a llenar el núme- ro designado en la lei orgánica de esta corporación, se encuentran en su mayor par- te imposibilitados; de suerte que para las muchas atenciones que ocurren, solo se cuenta con seis individuos, i estos sumamente recargados de trabajo en el ejercicio de la majislratura i la abogacía. Por estas razones, tanto mas sensibles, cuanto que hai pendientes negocios de su- ma importancia, principalmente lodo lo relativo al plan de estudios legales, propo- ne se allanen las dificultades que los miembros nuevamente electos tienen para in- corporarse en claustro pleno, dispensándoles el Supremo Patrono esa formalidad, se- gún lo ha hecho en las demas Facultades; a fin de que, efectuadas sus incorporacio- nes, puedan concluirse los trabajos pendientes i desempeñarse con menos angustia las continuas funciones de exámenes que se hacen cada dia mas difíciles i gravosas por el corlo número ya insinuado. Con motivo de esta indicación, i de la efectividad notoria de las dificultades que ofrece a muchos miembros electos el requisito de la incorporación en claustro pleno, creyó el Consejo conveniente volver a considerar la propuesta ya en otras oportuni- dades discutida en su seno, sobre suprimir semejante solemnidad i estatuir que las recepciones puedan hacerse leyendo el respectivo discurso ante la Facultad corres- pondiente.— Quedó pues en tabla este asunto para las próximas sesiones. 3. ° De dos oficios del señor Decano de Humanidades, participando las comisiones de miembros de su Facultad que ha nombrado para as'slir a los exámenes do ramos a ella pertenecientes, que deben rendirse en el Seminario conciliar i en la Escuela militar. — Habiéndose advertido que ya uno i otro oficio han sido comunicados a los respectivos señores Directores, se ordenó archivarlos. 4. ° De un informe del señor Decano de Matemáticas sobre el curso elemental do Aritmética escrito por don Eduardo Andrade. El referido señor Decano cree que el método seguido en esa obra en cuanto al orden en que se suceden las materias, es mas o ménos el mismo que se observa en los otros libros de esta naturaleza; lo que ella contiene es bastante completo, i su csplicacion fácil i correcta, aunque a veces un poco recargada. Pero le encuentra varios defectos que enumera, siendo en su con- cepto el mas grave de todos el espíritu de abstracción que domina en casi todo el curso del texto. IV o hai uní aplicación hasta los números complejos', de suerte que entonces no mas comenzará a conocer el joven estudiante di' qué pueden servirle los métodos i reglas que ha aprendido. Si no debe ponerse en duda que los libros ele- —563— maníales de este jéncro deben hacerse lo mas prácticas posibles, el de Andrade dis- ta mucho bajo este respeclo de llenar sus fines. — Por lo demas, no es inferior sino mas bien aventaja en machos punios a los que hasta ahora poco estaban adoptados como textos en esta parle de la ¡nslruccion elemental; i es por lo mismo liarlo lau- dable el celo i laborioso empeño de Andrade por mejorar esta enseñanza ¡en el esta- blecimiento que dirije. 151 Consejo, en vista de este informe, acordó que con copia de él se devolviese el texto referido al autor, para que haga de las observaciones del señor Decano de Matemáticas el uso que estime conveniente. o." De un oficio del Director de la Escuela Nacional de Arles i Oficios, pidiendo se nombre una Comisión Uniyersitaria, que presencie los exámenes que los alum- nos de ese establecimiento deben rendir desde el din 2? al 30 del presente mes, en el orden que indica. — Quedaron designados al efecto en la misma sesión los señores Decano i Secretario de la Facultad de Maternal ¡cas, ,G.° De una soji.cilud de don Antonio Solo, relativa a que se le permita rendir durante la práctica el examen de Aritmética, único que le falta de los requeridos a los que se hallan en su paso para el grado de Bachiller en Leyes, confiriéndoselo desde luego dirijo grado. — El Consejo accedió a esta petición por fundarse en las mismas razorjes que las anteriores de su especie. . Procedióse en seguida a toujar cu consideración la solicitud de don José Ganda- rulas, de que se ha dado cucqta anteriormente, sobre que el Consejo dirija al Sumo Pontífice una carta pidiendo la beatificación i canonización del Venerable Siervo de Dios, Fr. Pedro Bardesi, cuyos procesos están para concluirse i ser remitidos a Roma. — El señor solicitante h ice presente que, ademas de ser mui propio este paso fie una Universidad que se honra de ser católica, está ordenado en las instrucciones dirijidas por la Sagrada Congregación de Ritos para proceder en esta causa, que a su conclusión se pida a todas las corporaciones de la ciudad, tanto eclesiásticas como civiles, i señaladamente a ja Universidad, se interesen con el Sumo Pontífice por la beatificación j canonización de dicho siervo de Dios, para que se CQnozca que este es el yolo jeue.ral del pueblo chileno. — Habiéndose hecho presente, después de la lec- tura de esta solicitud, que Ijai formularios p ira las comunicaciones que con tales motivos deben dirijir a S. S. toda clase d.e corporaciones, se encargó al señor Deca- no de Teolojía presentase para la sesión próxima el modelo del que debe escribir en este caso al Pontífice la Universidad chilena. En seguida el señor Palma hizo presente que, habiendo sido reprobado un alumno de la Facultad de Leyes en el examen de un ramo a ella perteneciente, había solicitado que incontinenti se r Emulamente después i sin ningún nuevo estudio, declaró que la referida primera — ofii— interpretación es ía lejítima, i conforme a ella deben resolverse todos los casos de igual naturaleza que ocurran en lo sucesivo. El señor Buslillos hizo luego presente el mal estado en que se encuentran las co- lecciones de pájaros e insectos i aun el herbario del ¡Musco Nacional, por causa de la polilla que los destruye; lo que ponía en conocimiento del Consejo para salvar su responsabilidad. — Preguntando el misino señor si encontraba algún arbitrio pa- ra remediar desde luego tan lamentable destrucción, contestó que ninguno; i que en su concepto era de absoluta necesidad renovar tales colecciones.— En esta virtud se dejó para otra sesión el acordar las medidas que deben adoptarse para el fin indicado por el señor Buslillos. El señor Domcy.ko dijo: que de acuerdo con el señor Ministro de Instrucción pú- blica se había ya designado para la distribución de premios que debe tener lugar al fin del presente año escolar en el Insti tuto i en la Sección universitaria, el dia 2í del mes actual; lo que participaba desde luego al Consejo p ira los fines consiguien- tes, quedando a indicar después la hora en las esquelas de convite que deberán re- partirse.— El Consejo en conscsucncia quedó convocado para asistir a esa solem- nidad. Acto continuo, el mismo señor Domeyko espuso: que por el Reglamento de la Instrucción preparatoria de ¡Matemáticas vijente en la actualidad, los alumnos per- tenecientes a esta instrucción, tienen cuatro años de cursos principales, que termi- nan con el examen de Jeometria científica i Trigonometría rectilínea. El reglamento dictado para la separación de la instrucción superior (en su art. 4.°) añade a los mencionados ramos «la Jeonactría analítica hasta las secciones cónicas».— Si se tra- tase ahora de poner en ejecución ambos Reglamentos, los alumnos de la Instrucción preparatoria no tendrían tiempo para completar, en los í años de su permanencia en esta instrucción, los estudios accesorios de historia, literatura i fundamentos de la fe; tampoco lo tendrían para dar exámen de jeometria analítica . Para obviar estos inconvenientes, proponía se añadiese a los cuatro años de cur- sos preparatorios de Matemáticas, un 5.° año mas, con el objeto de que en ti se estudien la Jeometria analítica i las secciones cónicas comprendidas en ella, al mis- mo tiempo que todos los ramos accesorios que todavía les queden por aprender. Era en consecuencia de opinión se solicitase del Supremo Gobierno: 1. ° La agregación por un decreto especial, de las secciones cónicas a la instrucción preparatoria, quitándose de la superior, donde tampoco ha i todavía profesor de Matemáticas para ese ramo. 2. ° Que la enseñanza del mismo ramo en la sección preparatoria se confie al 4.ei‘ profesor de Aljcbra i Jeometria científica, exonerándolo de la enseñanza del Aljc* bra, la cual se encargará al 2.° profesor de Matemáticas del Instituto Nacional, asignándole en remuneración de este aumento de trabajo, un aumento proporciona- do de sueldo. El señor Domeyko agregó por último que era de desear se resolviese sobre oslas propuestas ánles que se principie el próximo año escolar; porque sin esto no será posible realizar la separación de la instrucción superior, ni sabrá el Delegado Uni- versitarios! debe admitir a los cursos de la Universidad los alumnos del *í.° ano de Matemáticas del Instituto, o dejarlos por un año mas en la instrucción colojial.» El Consejo encontró mui fundadas las precedentes propuestas del señor Domeyko, i acordó en consecuencia se rccom uid asen al Supremo Gobierno; con lo que luc levantada la sesión. • — áGo — SESION EXTRAORDINARIA DEL 21 DE DICIEMBRE DE 1852. Presidida por el señor Rector, presentes los señores Tocornal, Salas, Blanco, Ru-'* Hilos, Palma, Domeyko, Orrego i el Secretario. — Abierta la sesión, se dio cuenta de dos oficios del Ministerio de Instrucción pública, trascribiendo otros tantos Supre- mos Decretos; por el l.° de los cuales se declara que las atribuciones señaladas al Rector del Instituto Nacional por los arl. C.°, 7.°, !)." i 2G del Supremo Decreto de 3 4 de marzo de 1846 sobre oposiciones a cátedras del mencionado Instituto, deben considerarse referentes al Delegado Universitario, siempre que se trate de concurso re- lativo a una cátedra de instrucción superior; i por el 2.° se exime a los alumnos de medicina don Onolre Solomayor i don Nicanor Rojas de la obligación de recibir el grado de Bachiller en Humanidades con prioridad al mismo grado en Medicina, en atención a las razones por ellos espuestas i recomendadas por el Consejo Universita- rio.— El l.° de estos oficios se mandó comunicar al señor Delegado respectivo. Dioso cuenta asimismo de un oficio del Director de la Quinta Normal de Agri- cultura, invitando al señor Rector para los exámenes de ese establecimiento, que deben tener lugar el 27 del presente, i pidiendo también se sirva el Consejo nom- brar una Comisión especial que asista a los mismos, — Se designó para el efecto al señor Decano de Matemáticas i a don José Gandarillas, En seguida el señor Rector hizo presente que el objeto de la presente reunión era se designase cómo lia de ejercerse en la Sección de instrucción universitaria la atribución que el arl. 127 del Reglamento del Instituto Nacional señala al Consejo de profesores de ese establecimiento respecto al discernimiento de premios a I <¡s alumnos después de los exámenes anuales. — «¡Siendo en la Sección universitaria, añadió el señor Bello, los profesores de cada Facultad los únicos que examinan en ramos a ella pertenecientes, si hubieran de reunirse para el discernimiento de cada premio, los profesores de todas las Facultades resultaría -el inconveniente de que talvez las tres cuartas parles de los votos habrían de emitirse sin conocimiento pro- pio, i sujetándose meramente a los informes de los examinadores, — l’or esto ha pa- recido mucho mas natural que los premios de cada Facultad so disciernan única- mente por la respectiva comisión de profesores establecida por el arl. ü.° del Regla- mento dictado en 22 de noviembre de 1 8 í 7 pan la instrucción superior, bajóla presidencia del Decano. — Estando designado el 2 í del corriente para la distribución de premios, urje que el Consejo adopte esta noche misma una resolución provisoria sobre el particular, sin perjuicio de que el Supremo Gobierno- resuelva después lo que hade quedar definitivamente establecido. — Esta propuesta del señor Rector fué aprobada por el Consejo.» Mis como en seguida se leyese el arl. 134 del citado Reglamento del Instituto Na- c/onal, que manda que el acto de la distribución de los premios sea precedido de la lectura de una memoria en que el respectivo Rector dé cuenta de los trabajos del establecimiento en el año anterior, se suscitó la duda de si esta atribución corres- ponderá en la Sección Universitaria al Delegado o al Rector de la Universidad. — El Consejo fué de opinión que corresponde al último, como jefe del cuerpo bajo cuya dirección está puesta la instrucción superior; i en esta inlclijcncia, no habiendo tiempo en los dos dias que fallan para el 24, para que el señor Bello trabajé tal memoria, se reconoció la absoluta necesidad de demorar la distribución de premios — ÓG6— fiel presente año hasta después de Vacaciones, quedando acordado se hiciese píeserde ti inconveniente referido al Supremo Gobierno. Supuesta esta demora, quedó convenido también se trabajase un pequeño Regla- mento pára este a Oto con las modificaciones que fa separación efe instrucciones ha hecho necesarias, a fiu deque oportunamente se someta a la aprobación del Suprimió Gobierno. El Secretario infrascrito hizo después de esto presente que han ocurrido ya varios casos de estudiantes que para pretender grados universitarios presentan certificados tí exámenes pertenecí entes a la instrucción snpeíior, rendidos en colej ios de pro: vincia, particularmente eñ el Instituto de Concepción, efiyos plañes de estadios no abrazan tales rámóS i donde no ha i tampoco élaseá de ellos dotadas o mandadas establecer por el Supremo Gobierno.— Dudoso de la validez cíe semejantes exáme- nes, no se había atrevido sin embargo a rechazar esos Certificados de su propia au- toridad; perb para saber de fijo a qué ha de atenerse en lo sucesivo, deseaba que el Consejo expidiese una declaración terminante a este respecto.— Debía agregar que uno de e$os estudiantes le había instruido de que por una disposición superior se ha mandado suspender desde el año 49 o 50 la recepción de esa clase de exámenes en el referido Instituto de Concepción; resolución que en caso de ser efectiva, no pe- dia haber emanado sino del Supremo Gobierno, porque la (.'diversidad no lía espe- dido desde el tiempo indicado ninguna sobre el particular. — G'on esta exposición-, el Consejo acordó íe indagase primeramente si ha habido o no tal resol uéion del Go- bierno; i que en caso de haberla. Se estuviese a lo que ella disponga; mas en ej caso contrario se expidiese tifia circular a los Directores de colejios de provincia, haciéndoles saber que la Universidad no admitirá como válidos para obtener grados en sus Facultades los certificados de exámenes de ramos superiores rendidos en di- chos colejios después del presente año de 5'2, sin que haya habido en ellos Clase do ésos ramos, dotada o establecida por decreto del Supremo Gobierno. Gon lo que fué levantada la sesión. SESION DEL 09 DE DICIEMBRE DE 1852. Presidid i por c! señor Rector, presentes los señores Mencses, Tocorna!, Salas, Blan- co, Domcyko, Orrego, i el Secretario. — Aprobadas las actas de la sesión del-18 i de Ja extraordinaria del 21 del corriente, el señor Rector confirió el grado de Licenciado en Medicina a don Manuel Lopeandia; el de Bachiller en Leyes a don Marcial Martí- nez, don Antonio Soto, don Juan .Manuel Carrasco, don José Benitos, don Emilio Qvallc i don Pedro Nolasco Vidcla; i el de Bachiller en Medicina a don Nicanor Bo- jas i don Onofre Solomayor. — Todos ellos recibieron sus títulos. Con motivo de lo que se expresa en el acta de la sesión del 21 del que rije acer- ca de la memoria que se decidió debia leer el señor Rector de la Universidad en la so- lemnidad déla distribución de premios en la instrucción superior, el señor Helio pi- dió, que púa que no fuese a creerse que de su parle hubiese habido a gun descuido en la preparación de dicha memoria, a pesar de no estar todavía terminantemente decidido que el debiese presentarla, se advirtiese en el acta actual que al acordarse que la distribución tuviese lugar por este año el 24 del corriente, se hábil anticipa- —567 — do la opora ordinaria que pira la dicha solemnidad señala el art. 13?, del Reglamen- to de 20 de Diciembre de 1343. En seguida se dió cuenta: 1*». De do$ oficios del señor Ministro de Inslruccion pública, trasmitiendo por ellos, para que el señor Rerlor informe, dos solicitudes: la l8. del profesor de latinidad superior del Instituto Nacional,- dort Domingo Tagle e Irarsázaval, pretendiendo se le abonen los sueldos i premios correspondientes a las dos clases que lleva; i la 2.* del Inspector del Instituto de Concepción, don José Antonio Fernandez, i del segundo oficial de la Tesorería Departamental de aquel mismo punto, don José de los Dolores García, para que, no obstante el acuerdo universitario del año 1848 , por el que se invalidaron para obtener grados los exámenes que en aquel Golejio se {recibiesen de ramos para que no hubiese dado el Gobierno prévia autorización, se les permita a ellos rendir allí los exámenes de Derecho Canónico, de Jcntes i Economía política* tomándose varias precauciones (]ue indican para hacer constar debidamente su apro- vechamiento eri dichos ramos. — La V de estas solicitudes quedó en tabla para las próximas sesiones — Como en la 2. 8 se menciona mas positivamenté la resolución a que sobre la materia de tales exámenes de ramos superiores en los colcjios de pro- vincia, se aludió de un modo vago en la última sesioh extraordinaria del Consejo; teniendo por Otra p.lrte este cuerpo en consideración, que el acceder a la petición de que se trata, abriría la puerta a otras muchas de igual naturaleza con grave perjui- cio de la bondad de la instrucción superior, acordó que con presencia del acuerdo universitario citado en la misma solicitud, se informase al señor Ministro manifestan- do los inconvenientes que su favorable despacho ofrecería* en el concepto de está corporación. 2.° De un oficio en que éi señor Decano de Teolnjia da cuenta del plausible resul- tado de los exámenes de Teolójia dogmática. Moral í Derecho canónico últimamente rendidos en el Seminario de esta ArquUdiócesis, i a que asistió como comisionado universitario; i al mismo tiempo acompaña ordinal un informe que le han pasado los miembros de la Comisión nombrada para presenciarlos exámenes de Fundamen- tos de la fé tendidos el presente año por algunos alumnos de la inslruccion superior que no habían alcanzado a terminar este ramo en el Instituto Nacional, llamando so- bre dicho informe la atención del Consejo Universitario, a fin que se aplique el opor- tuno remedio al grave mal que en él se. deplora. — Este mal es, según la indicada pieza, «el haber manifestado los examinandos una instrucción por demás superficial « o descuidada en materia de tanto interés; lo que en primer lugar atribuyen los co1- « misionados a lo abstracto del texto adoptado para el estudio de los Fundamentos « de la fé, que aunque mui recomendable bajo otros aspectos, no lo es nada como li- te bro didáctico, por Carecer de la claridad i sencillez indispensables en escritos de t» este jénero; i en segundo lugar al grado inferior que en la escala de importancia « respectiva de los diversos ramos de enseñanza se ha hecho ocupar a la Rclijion, dándose de ella solo dos lecciones por semana. Sea por esta razón o por falta de « estímulos, lo óierto es que esa clase es a la que mas inasistencia se nota en los « alumnos.» De los dos motivos «alegados en esta nota, reconoció el Consejo la efectividad de! primero, i se encargó al señor Decano de Teolojia tomase con la prontitud posible las medidas convenientes para que se redacte un nuevo texto exento de la falta de claridad i sencillez que se advierte en el actualmente adoptado en la clase superior de Relij ion. — Con respecto al 2.° motivo, resultando que, atendido el tiempo que du- ra el estudio de la Rclijion, no son insuficientes, como los comisionados creen, las dos lecciones semanales que se dan en el dia, pareció que esc descuido de los jóvenes relativamente a esta clase, tendrá su mejor remedio en la estrictez de los exámenes — oGS — que tle ella se reciban, desde el momento que este es un ramo tan obligatorio como lodos los demas para cuantos aspiran a la recepción de grados en todas las Faculta- des Universitarias. 3.° De otra nota del mismo señor Decano de Teolojía en que participa tener que ausentarse en breve de esta capital para permanecer algunos meses en la Diócesis de Concepción; en cuya virtud hace formal renuncia del Decanato que ejerce, para que desde luego se proceda al nombramiento de la persona que debe reemplazarle en es- te destino.— En conformidad a lo dispuesto por Supremo Decreto de 13 de Julio de 1847 para casos de esta naturaleza, el Consejo acordó se convocase a la Facultad de Teolojía para después del próximo feriado, con el objeto de elejlr nuevo Decano por el tiempo que al señor Salas ha fallado para completar su periodo legal. ■4.° De tres oficios mas: uno del señor Rector del ínstilulo Nacional acompañando un cuadro del estado actual de la enseñanza en ese establecimiento; el 2.° del señor Director de la Escuela militar, remitiendo un estado en que se da cuenta del resul- tado de los exámenes rendidos el presente año por los alumnos de esa institución i se añaden varios otros datos sobre la misma; i el 3." del Colejio de Homo, acompa- ñando el estado correspondiente al presente año. — Todos estos documentos queda- ron para examinarse en las próximas sesiones. 5.° De una nota con que el Tesorero Universitario acompaña estados jen erales de las entradas i salidas de la caja de esta corporación durante el último trimestre de año que expira. G.° De un oficio del señor Cónsul jcneral de la República en Paris, contestando a los que se le han dirijido por ei señor Rector de esta Universidad con fechas 12 de Julio i 20 de Agosto último. — En él participa las medidas que recientemente ha adop- tado para que esta corporación reciba con mas regularidad i exactitud las entregas de los periódicos a que eslá suscrita en aquella capital, sin atender a l.i economía de gastos que él se había propuesto al dirijirlas en la forma que ánles había adopta- do. En lo sucesivo, pues, serán directamente remitidas bajo conocimiento al señor Rector, como lo ha hecho ya con las últimas que envía por el buque John Cockcrell . A esta nota se dispuso responder participando al señor Maiió que, aunque con al- gún retardo, esta Universidad tiene ya recibidas, sin falla alguna, todas las remesas que él le ha anunciado, con excepción solamente de la última para cuya llegada aun no habido el tiempo suficiente. Con motivo también de aparecer por un párráfo dol- ollcio de que se traía, que acaso haya habido últimamente en Paris algún enlorpecimicn to para el abono al mismo Cónsul, por nuestro Encargado de Negocios, de las canti- dades que necesita para pagar estas suscripciones; puesto que, aunque no lo dice ex- presamente, observa no ser justo que, a mas del servicio gratuito i sumamente mo- lesto que está prestando, se le obligue a recmbolzarse solamente en Chile de sus an- ticipaciones, sufriendo el quebranto do cambios, intereses etc., se dispuso decirle sobre este particular que el Consejo ha estado hasta ahora en la plena persuasión de que el señor Rosales le hubiese abonado sin dificultad alguna, todas sus planillas, en cumplimiento de la orden que al efecto tiene recibida del Supremo Gobierno, i que no se sabe, ni aun hai motivo para presumir, haya sido posteriormente revocada. — Pero si ha sucedido lo contrario de esta fundada prcsunc.on lo avise inmediatamen- te, dando también razón de lodos los gravámenes que en consecuencia se le hayan ori- jinado, los que le serán abonados con tanto mayor gusto, cuanto que lejos de preten- der la Universidad sufra él el mas lijero perjuicio en sus intereses por el servicio que la presta, le está altamente reconocida por la buena voluntad con que se lo hace fin exljir ninguna remuneración. Su aviso servirá también para adoptar sin demora las medidas que convengan a fin de evitar iguales entorpecimientos en lo sucesivo. 7°. I)e una solicitud de don José Ramón E'gucro, sobre que en vista de los cerli* —560— fiicados que acompaña de sus estudios en Medicina, se le dispense el examen reque- rido por los estatuios de esta Universidad para obtener grado de Bachiller en la co- rrespondiente Facultad. Alega para ello sus méritos contraidos: Io. En la enccñinzn durante doce años, ya en el Instituto Nacional, donde ivjenló algún tiempo clases de Medicina, ya como Director del Colejio de Valdivia del que fue fundador. 2.° En el ejercicio de 7 años del cargo de médico de ciudad i cirujano de ejército en Valdivia, como también en otras comisiones importantes que se le han conferido, habiendo ademas merecido un diploma de mienbro corresponsal de esta Universidad. — En fuerza de los motivos espuesLos, el Consejo encontró al solicitante acreedor al favo- rable despacho de su pretensión; i acordó en consecuencia recomendarla al Supre- mo Gobierno, cuya prévia aprobación se necesita. Después de esto el señor Decano de Teolojia presentó el modelo que había ofreci- do de la carta que el Consejo ha de dirijir a Su Santidad, solicitando la beatificación i canonización del Venerable Siervo de Dios Bardcsi. — El señor Rector tomó este mo- delo, encargándose él mismo de la redacción de la referida carta. El primer Bedel de la Universidad presentó un presupuesto del costo que tendrán cuatro sofaes de crin negro i doce sillas de brazos, tallados todos, para la sala del Consejo, como también el mudar paño a la mesa de la misma. El Consejo aprobó ese presupuesto ascendente a la cantidad de 681 pesos 6 reales, i dispuso se procediese a fabricar las referidas obras, en conformidad al modelo que en la misma sesión se puso de manifiesto. Ultimamente, el señor Rector participó al Consejo que en la sesión recientemente celebrada por la Facultad de Medicina para proveer la vacante de don Víctor PrcloU se había sucitado una duda sobre la intelijencia del Supremo Decreto de 1 1 de No- viembre de 1850 por el cual se previene que, si el miembro elejido por una Facultad Unversitaria tardase mas de seis meses en incorporarse, caduque el nombramiento i se proceda a nueva elección. Refiriéndose dicho decreto literalmente a micnbros ele - julos por las respectivas Facultades, hace creer a primera vista que los nombrados por el Supremo Gobierno en uso de la atribución que le confiere la lci orgánica, no están comprendidos en esa regla, sin embargo de no aparecer motivo para que en esta materia se haga diferencia entre los unos i los otros, i de ser por lo mismo natural presumir que la designación de los elejidos por las Facultades, es un acci- dente de redacción, en que no se ha tenido la mira delimitara ellos la pena de cadu- cidad por su retardo o neglijencia en incorporarse. No pareciendo sea lícito a ninguna Facultad Universitaria extender esa disposi- ción penal fuera de los limites en que está literalmente concebida, el mismo señor Rector, de acuerdo con la citada Facultad de Medicina, había creído necesario con- sultar, como lo había hecho, al Supremo Gobierno, si compete a las Facultades de- clarar vacantes los nombramientos de los miembros electos que tardan mas de seis meses en incorporarse, no solo cuando han sido elej icios por ellas, sino también cuan- do han sido nombrados por el Exmo señor Presidente; i si declarada en este 2.° caso Ja vacante por la Facultad respectiva, corresponde también a ella, o al Supremo Go- bierno elejir otro miembro que la ocupe. El Consejo, instruido de lodos los antecedentes, encontró mui leji Lima la duda que el señor Rector ponía en su noticia, i de consiguiente, mui oportuna la consul- ta elevada al Supremo Gobierno; con lo que fné levantada la sesión. DEL ESCUELA DE SQRD3S-MUD0S. Suutiago, diciembre G de 1 85i. Considerando; 1. ° Que para realizar el pensamiento de establecer una escuela de Sordos-Mudos en esta Capital, es necesario fundar este establecimiento bajo la base dt> un interna- do en que puedan reunirse los individuos a quienes se destina, por hallársela mayor parte de ellos en la imposibilidad de asistir a la escuela en calidad de externos a cau- sa de su falta de recursos, i de la distancia de los lugares en que viven. 2. ° Que según el estado que se acompaña ha i ya un número considerable de estos individuos dispuestos a incorporarse desde luego en la escuela, siempre que se les proporcione habitación i se les mantenga gratuitamente; i 3. ° Que el Director de la Escuela Normal de Preceptores ha manifestado al Gobier- no que el locaj de este establecimiento puede admitir provisionalmente la escuela de Sordos-Mudos; Vengo en acordar i decreto: t.° Se reduce a internado la Escuela de Sordos-Mudos mandada crear por decreto de 27 de octubre del pre§enle año, i principiará a funcionar, por ahora, en el local de la Escuela Normal que designe el Director de este establecimiento; 2. " El mencionado Director dictará las reglas de orden interior i disciplina a que deban sujetarse interinamente los alumnos de la Escuela de Sordos-Mudos, a quienes se dará el mismo alimento que a los de la Escuela Normal; i ordenará se provea a los alumnos pobres que lq necesiten, de un vestido modesto i uniforme, dando cuen- ta al Gobierno de los gastos que sea necesario hacer en estos objetos, para decretar su abono; 3. ° A fin de hacer extensivas las ventajas oí. este establecimiento al mayor número posible de individuos, circúlese este decreto a lodos los Intendentes de provincia, pa- ra que promuevan empeñosamente el que sean enviados a él todos los individuos en cuyo favor se establece; previniéndoles que la Escuela de Sordos-Mudos tepdrá también una sección destinada a las mujeres, i que será gratuila para todos Iqs que carezcan de medios con que costear su educación. Tómese razón i comuniqúese. — mojí tt.— 5/7 oeslre Ocho gavia, — Íi7 1 / ESCUELA NOCTURNA DE DIBUJO LINEAL. Santiago , diciembre 24 de 1852. He acordado ¡ decreto: 1. ° Se establece en Santiago una Escuela Nocturna de Dibujo Lineal para artesa” nos, que funcionará por ahora en el local que para este objeto proporcionará la Mu* nicipalidad en el barrio de la Chimba. 2. ° Para proveer a dicha Escuela de los útiles necesarios se concede por una sola vez la cantidad de 44 pesos que los Ministros de la Tesorería jeneral entregarán al profesor que se encargue de dirijirla. 3. ° Se concede igualmente para los gastos de alumbrado i demas ordinarios de es- te establecimiento la asignación de doce pesos mensuales que se imputará, lo mismo que la cantidad de que habla el articulo anterior, a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pública del presente año. Refréndese, tómese razón, i comuniqúese. — móntt Silvestre Ocha gavia. Santiago, diciembre 24 de 1852. 1 Se nombra para desempeñar la Escuela Nocturna de Dibujo Lineal para artesanos, mandada crear por decreto de esta fecha a don Manuel Salvatierra, con el sueldo de 200 pesos al año que los Ministros de la Tesorería Jeneral le. abonarán desde que principien funcionar dicha escuela, imputándolo a la partida 41 del presupuesto de gastos del Ministerio de Instrucción pública del presente año. Refréndese, tómese razón, i comuniqúese. — momt. — Silvestre Ochagavia. INCORPORACION DE MIEMBROS HOMBRADOS PARA LAS FA- CULTADES UNIVERSITARIAS. Santiago, diciembre 31 de 1852. En vista de la anterior consulta elevada al Gobierno por el Hedor de la Universi- dad, se declara: Que en lo sucesivo se considerará haber caducado los nombramien- tos hechos por el Presidente de la República para miembros déla Universidad, siem- pre que los nombrados no se incorporen en la Facultad para que sean elejidos, den- tro del termino de seis meses que lija el Supremo Decreto de II de diciembre de — 572 — 1850, para la incorporación de los miembros nombrados por las respectivas Faculta- des; correspondiendo en tales casos a estas, hacer la elección de los que deben llenar las vacantes. I considerando que la disposición citada, cuyo sentido se amplia por esta declaración, nada establece expresamente respecto de los miembros que han si- dos nombrado por el Gobierno se proroga por dos meses, contados desde esta fecha, a favor de los que al presente se hallaren en este caso, el término que ella determina, para que puedan efectuar su incorporación. Comuniqúese i publiquese.— monít. — Silvestre Ochagavia. uhrary í Xibrarn ^jguíaímits. I. The Library will be open every day in the week (Sun- days excepted) from Eleven in the morning to Five in the afternoon,* excepton New-Year’s Day, Good Friday to Easter Monday inclusive, and Ohristmas week ; and it will be closed one month in the year, in order to be thoroughly cleaned, viz. from the first to the last day of September. II. Every Fellow of the Society is entitled ( subject to tlie Rules) to borrow as many as four volumes at one time. Exceptions : — 1. Dictionaries, Encyclopaídias, and other works of reference and cost, Minute Books, Manuscripts, Atlases, Books and lllustrations in loose sheets, Drawings, Prints, and unbound Numbers of Peri- odical Works, unless with the special written order of the President. 2. Maps or Charts, unless hy special sanction of the Pre- sident and Council. 3. New Works before the expiration of a month after reception. III. The title of every Book, Pamphlet, Map, or Work of any kind lent, shall first be entered in the Library-register, with the borrower’s signature, or accompanied by a sepárate note in his hand. IV. No work of any kind can be retained longer than one month ; but at the expiration of that period, or sooner, the same must be returned free of expense, and may then, npon re-entry, be again borrowed, provided that no application shall have been made in the mean time by any other Fellow. V. In all cases a list of the Books, &c., or other property of the Society, in the possession of any Fellow, shall be sent in to the Secretary on or before the lsí of J uly in each year. VI. In every case of loss or damage to any volnme, or other property of the Society, the borrower shall make good the same. VIL No stranger can be admitted to the Library except by the introduction of a Fellow, whose ñame, together with that of the Visitor, shall be inserted in a book kept for that purpose. V III. Fellows transgressing any of the above Begulations will be reported by the Secretary to the Council, who will take such steps as the case may require. By Order of the Council. NORTON SIIAW, Secretary. * On Saturday the Library is closed at 3 p.m.