Boletin de la Sociedad de Biología de Concepción (Chile) Filial de la Société de Biologie de Paris Publicación auspiciada por la Universidad de Concepción DIRECTORIO: Prof. Carlos Oliver Schnelder Prof. Dr. Ottmar Wilhelm Prof. Dr. Enrique Solervicens Prof. Dr, Guillermo Grant Prof. Dr. Carlos Henckel Dr- Francisco Behn. Redactor del Boletin: Prof. Dr. Ernesto Herzog Tomo XXil Año 1947 EDITADO EN NOVENA AE Biñopical Laborat SUMARIO z Behn, F.—«Contribución al estudio del Buteo ventralis O A AAA 3 Gunckel, H.—«Breves anotaciones sobre varias plantas andinas de la región de la Araucania»..........ommo.... 7 Pfister, A.—«La Juelia subterránea Aspl. Una nueva especie vegetal para Chile»....oooovoconmoniccnnrncononononos. 11 González, E.—«Contribución al estudio de las calcifica- A A A Y Martínez, H.—«Contribución al estudio anátomo-patológico de la neumonia infantil».......io..oooccocionorccncnconceniono 09 Andrade, A.—«Contribución histopatológica a la colecis- Giinther, B. y Poch, E.—«Oxidaciones biológicas. Intro- ducción teórica y experimental».........ooooommnoncacoootos: 75 Donoso, B. R.--«Primera observación del parasitismo de pupas de Parasarcophaga barbata Thomson por el Pteromalidae Mormoniella Vitripennis Walker»... ..... 103 Behn, F.—«Breves consideraciones acerca de una obra de Helmut Schwabe sobre fuentes termales y minerales». 105 Bol. Soc. Biol. Concepción (Chile) LIBRARY JUL 12 1959 WOODS HOLE, MASS. AAA E MASA AO 62) 14 BOLETIN DE LA SOCIEDAD DE BIOLOGIA DE CONCEPCION FILIAL DE LA SOCIETE DE BIOCLOGIE DE PARIS PUBLICACION AUSPICIADA POR LA UNIVERSIDAD DE CONCEPCION TOMO XXII 1947 - CONCEPCION Iitografía Concepción, S. A. Contribución al estudio del Buteo ventralis Gould por Francisco Behn (con 4 fotografías) (Recibido por la Redacción el 14-IV-1947) En 1942 publicó el Dr. R. A. Philippi B. un interesante ar- tículo sobre la verdadera situación sistemática de los Accipitri- dae chilenos, descritos por su antepasado el Prof. R. A. Philippi. Por un estudio morfológico detallado de ejemplares embalsama- dos provenientes especialmente del Museo Nacional de Historia Natural de Santiago, del Museo Ornitológico del Liceo Alemán : de Valdivia y de la colección particular de Juan Theune de Villa- rrica, llega a la conclusión de que Asturina picta Ph., Buteo macronychus Ph., y Buteo ater Ph. no son sino estado juvenil y distintas fases del adulto de Buteo ventralis Gould, especie que habría que revalidar en forma definitiva. La presente comuni- cación no pretende más que dar una confirmación evidente a las conclusiones de Philippi B. por medio de una interesante observación biológica. Durante nuestra estada en el fundo “Flor del Lago”, ubi- cado en el lado norte del lago Villarrica, nos fué posible encon- trar a mediados del mes de Enero de 1946 un gran nido frecuen- tado por dos aves rapaces, de tamaño bien considerable y de aspecto muy distinto, mientras un tercer morador del nido ma- nifestaba su presencia por gritos lastimeros. De inmediato se nos vino a la mente que podría tratarse de una pareja del famo- so Buteo ventralis Gould,, revalidado en definitiva por Philippi B. Fuimos varias veces al lugar del hallazgo para estudiar la mane- ra de capturar toda aquella familia. Como el nido estaba coloca- do sobre un enorme laurel chileno (Laurelia aromatica Sprengel) de más de cuarenta metros de altura, no era tarea fácil. Tuvimos, por fin, la suerte de observar que los adultos acostumbraban ... acercarse al nido planeando alrededor de una loma vecina a ho- ras bastante bien determinadas (más o menos a las 5 de la tar- de). Durante este vuelo pasaban a unos veinte metros por enci- ma de dicha loma; era éste, pues, un punto estratégico para cazarlos. El día 19 de Enero de 1946 nos escondimos en la loma entre algunos troncos secos un poco antes de la hora indicada. No ha- bían pasado más de veinte minutos cuando repentinamente apa- rece uno de los dueños del nido, un ejemplar del color de un aguilucho nuevo (Buteo polyosoma polyosoma Quoy et Gaimard), pero de tamaño algo más grande. Sonó nuestro disparo y cayó al suelo. Apenas tuvimos tiempo para cargar nuestra escopeta, de sólo un cañón, cuando aparece el segundo dueño del nido; era negro como un jote, pero un poco más pequeño; se posó en la rama de un tronco seco a unos 30 metros de nuestro escondite; quería probablemente averiguar la causa de la repentina caída de su compañero; un segundo tiro lo hizo caer pocos metros más allá. Rápidamente y con los cuidados de rigor empaquetamos nuestras preciosas presas. Estudiadas en casa y determinado el sexo, comprobamos que se trata de dos ejemplares de Buteo ventralis Gould; uno, una hembra tipo Buteo macronychus y el otro, un macho tipo Buteo ater, identificación que posteriormen- te nos fué confirmada verbalmente por Philippi B., a quien tuvi- mos ocasión de presentar los cueros. La hembra tenía en su estómago los restos de una torcaza, fácilmente reconocible por sus patas que estaban completas. El estómago del macho con- tenía algunas cerdas cortas y claras y algunos pedacitos de cás- cara de huevo blanco. - Quedaba por obtener el polluelo, del cual, con nuestros anteo- jos, apenas y sólo de vez en cuando lográbamos ver la cabeza. De nada sirvieron unos cuantos tiros para asustarlo y hacerlo bajar de su elevada vivienda ubicada a treinta y seis metros .-sobre el nivel del suelo. Estaba fuera del alcance de nuestra escopeta. Resolvimos entonces volver en la mañana del día siguiente con un experto en voltear los gigantes de la selva. Tres horas duró el trabajo hasta que por fin el enorme laurel de 42 metros de altura y de un diámetro máximo de 1.40 metros, inclinó su elevada cabeza, primero lentamente y después con rapidez vertiginosa, para caer cerro abajo, estrellándose contra la tierra y levantando una densa nube de polvo que, por varios minutos, ocultaba todo el sitio del suceso. Una vez arrastrada la nube por la suave brisa matinal se presentaba a nuestros ojos sólo un campo de escombros. Buen tiempo nos costó ubicar .el sitio donde había caído el nido; estaba completamente despeda- zado; de sus restos guardamos numerosas plumas, testigos mu- dos de las infelices víctimas de sus antiguos moradores. Fácil- mente pudimos identificar plumas de perdiz (Nothoprocta per- dicaria sanborni Conover), de tiuque (Milvago chimango temu- coensis W. S. Sclater), de jílguero (Spinus barbatus Molina) y de torcaza (Columba araucana Lesson) y entre ellas algunos pelotones de. pelos grises que muy probablemente provienen del pelaje de pequeños roedores. Pero del polluelo no veíamos más que unas gotas de sangre fresca. Desilusionados por la idea de -que seguramente estaría debajo. del montón de escombros, difi- 4 cilísimos de remover, emprendimos nuestro regreso. ¿Cuánta no sería nuestra sorpresa al encontrarlo muy parado a unos 150 metros de los restos de su primitivo domicilio? Posaba en el medio del sendero que había de conducirnos a nuestro propio hogar. Estaba herido en un ala y así tuvimos tiempo suficiente para filmarlo y fotografiarlo. Era una hembra nueva del tipo Asturina picta, casi lista para emprender su primer vuelo. En su estómago encontramos un pelotón de plumas revueltas con par- tes esqueléticas de aves; además un áscaris de 5 cms. de largo. También este ejemplar lo hicimos ingresar a nuestra colección de pieles. Comprueba nuestro hallazgo las afirmaciones de Philippi B. en una forma tan contundente que creemos necesario darlo a la publicidad. Encontrar los tres tipos distintos de Buteo ventralis Gould en un mismo nido es sin duda, una gran suerte, pero cons- tituye, al mismo tiempo, un hecho biológico muy valioso que po- ne fuera de toda discusión la idea de que Buteo ater Ph., Buteo macronychus Ph. y Asturina picta Ph. no son sino representan- tes, aparentemente muy distintos de una sola especie, del Buteo ventralis Gould. Agregamos una fotografía del laurel con el nido, otra del polluelo en manos de don Jerónimo que volteó el árbol y otras dos de los cueros preparados tal como se encuentran en nuestra colección, junto a otro ejemplar de la misma especie y del tipo Asturina picta, que tuvimos ocasión de cazar en la cordillera de Chillán (fundo Atacalco) el 19 de Septiembre de 1945, en el preciso instante en que salía de un árbol tupido con un conejo nuevo recién descabezado y de 380 gramos de peso en sus enor- Mes garras. BIBLIOGRAFIA Philippi Bañados, R. A.—La verdadera situación sistemática de los Accipi- tridea descritos por R, A. Philippi “El Hornero”, volumen VIII. N.? 2, pág. 179, 1942, (511 GARA Nido de Buteo ventralis Gould en un gran laurel chileno (Laurelia aromatica Sprengel) a 36 m. sobre el nivel del suelo. UC, e Buteo ventralis Gould, hembra joven tipo Asturina picta Ph. captu- rada viva. A FIG. 3. Cara ventral y dorsal de los tres ejemplares de Buteo ventralis Gould, capturados junto a un mismo nido. a) Macho adulto tipo Buteo ater Ph.; bh) Hembra tipo Buteo macronychus Ph.; c) Hembra joven tipo Asturina picta Ph. 5% A O Ea DEL HERBARIUM GUNCKEL 1 CEN Temuco (Chile) DAN de Hugo Gunckel L, Breves anotaciones sobre varias plantas andinas de la Región de la Araucanía por Hugo Gunckel Director del Museo Araucano de Temuco (Chile) (Recibido por la Redacción el 22-VI-1947) Durante los últimos años he tenido ocasión de efectuar varias interesantes excursiones botánicas a distintos lugares de la Cordillera de los Andes frente a las provincias chilenas de Malleco y Cautín, no sólo reuniendo un abundante material botá- nico, sino haciendo también observaciones científicas que fueron luego completadas con la literatura que he podido consultar y con comprobaciones en el laboratorio. Por otra parte, tuve la suerte de consultar y recibir nume- rosas plantas de herbario de esta misma región cordillerana, tan rica en especies endémicas; región, de la cual, alguien ha dicho de que cada valle andino posee una flora propia. Así nacieron una serie de breves notas botánicas, de las cua- les entrego a continuación tres de ellas al Boletín de la Sociedad de Biología de Concepción (Chile), que está dirigiendo con tanto éxito científico el Prof. Dr. Ernesto Herzog, distinguido cate- drático de la Universidad penquista. I.—Orites myrtoidea (Poepp. et Endl.) Benth. et Hook. Esta curiosa proteácea ha sido sólo muy pocas veces herbo- rizada, ya que parece ser escasa por su marcado endemismo. Figura generalmente como Lomatia chilensis Gay en varios estudios, aunque en 1880 fué reconocida como perteneciente al género Orites R. Br. por los botánicos británicos G. Bentham y J. D. Hooker en Genera plantarum ad exemplaria imprimis in herbariis Kewensibus servata definita, vol. 111: 180. E. F. Poeppig y St. Endlicher en. Nova genera ac. species plantarum, quas in regno Chilensi, Peruviano et in terra Ama- zonica annis 1827-32 legit E. Poeppig et cum Stephano Endlicher descriosit.iconibusque illustravit. Lipsiae, vol. 11: 35, tabl. 149, 1838, la describen bajo la denominación de Rhopala myrtoidea. Claudio Gay describió esta planta en Historia Física y Polí- tica de Chile, Botánica, V: 310, 1851, bajo el nombre ya indica- do de Lomatia chilensis. De acuerdo con las leyes de la nomenclatura se llama actual- mente Crites myrtoidea (Poepp. et Endl.) Benth. et Hook., nom- bre que es el que debemos aceptar y que es el que A. Engler aceptó en su Natúrlichen Pflanzenfamilien, 1.? Edic. 111, 1: 146 (1889), como semejante al 0. diversifolia de Tasmania. Los géneros Lomatia y Orites se distinguen principalmente por los siguientes detalles morfológicos: ORITES: posee cuatro glándulas lineares en la base de su eje floral y LOMATIA: lleva tres glándulas anchas y truncadas en la base de su eje floral, dirigidas hacia los lados en forma irregular. Los Drs. F. W. Neger y C. Reiche no la indican en sus va- rios estudios dedicados a la vegetación y floras de la región donde ella crece, lo que nos demuestra también su relativa escasez. Según la literatura lento el área de dispersión de Orites myrtoidea está comprendida en la región andina de la parte sur de la provincia de Ñuble y la zona al norte del Volcán Antuco (prov. de Bío-Bío). De esta región se citan ejemplares coleccionados por Clau- dio Gay, Ph. Germain, Dr. R. A. Philippi, F. Fuentes, Dr. Carlos Grantjot y M. J. Rivera. ' A continuación doy a conocer tres nuevas localidades, según material depositado en nuestro Herbario particular (H. G. HER- BARIUM GUNCKEL) : : H. G. N.? 10,415: Prov. Ñuble: Cerro El Venado, 28/1/1926, leg. Pbro. Ernesto Barros. Muestras con folículos maduros, pero sin semillas. H. G. N.? 15,936: Prov. Bío-Bío: Salto El panico! 1../X1/ 1946; legit Prof. A. Pfister. “Se observa con mucha frecuencia entre el Abanico y la Laguna de Laja”. H. G. N.? 14,415: Prov. Malleco: Tolhuaca, 15/1/1989; legit Prof. A. Pfister. Esta última herborización es de alto interés fitogeográfico, ya que constituye la estación más austral que se conoce hasta ahora de esta especie, que viene hasta cierto punto a comprobar la afirmación de Claudio Gay, que dice que “se cría en el norte de la Araucanía” (1. c.: 310). 11.—Bulbostylis juncoides (Vahl) Kuek. var. Lorentzii (Boeckl.) Kuek. Mi distinguido amigo y colega, el Dr. Manuel Barros, botá- nico argentino, ya había indicado según material de mi herbario, 8 la presencia de esta planta en Chile (M. Barros. Dos Ciperáceas nuevas para Chile, en Rev. Universitaria (Universidad Católica de Chile), XXVIIL N.* 1; 155-156 (1948), según ejemplares en- contrados por el R. lie Atanasio Hollermayer, en la región del lago de Panguipulli, provincia de Valdivia. ' Ultimamente recibí del Instituto Botánico de la Universi- dad de Concepción varias ciperáceas para su estudio, entre los O pude reconocer a la especie cuyo nombre encabeza estas íneas. Fué hallada por don Carlos Junge K., en la provincia de Bío- Bío, en Antuco (37? 20' - 71? 40'), el 11/1/1941 y figura signa- da bajo el número de 6,945 en el herbario del Instituto Bobé1tico antes citado (H. G. N.* 15,937). En nuestro herbario conservamos además de esta misma especie una muestra (H. G. N.? 12,050) coleccionada por el Prof. César Vargas, en el Perú, Departamento del Cuzco en el lugar denominado Paruro, a 3,100 m. s. m., como creciendo entre rocas. Doy cuenta de este hallazgo, ya que el Dr. Fortunato L. Herrera en Estudios sobre la Flora del Departamento del Cuzco, Li- ma, 1930, páginas 74-75 (que corresponden a las ciperáceas), no la cita, ni sé, si en algún trabajo posterior, la indica u otra espe- cie del mismo género. II1.—Arachnites uniflora Ph. Esta planta endémica y monotípica chilena, perteneciente a la familia de las Burmanniáceas, tiene, sin duda, una vasta distribución y debe ser bastante común como perteneciente a la provincia floral valdiviana, pero por su verdadero mimetismo ha sido muy pocas veces observada hasta ahora. Debemos al Prof. M. R. Espinosa el conocimiento de los ejemplares, según parece, más boreales, ya que los encontró en la región boscosa cordillerana de la provincia de Linares, en el lugar denominado Los Canelos (M. R. Espinosa. Aleunas obser- vaciones sobre la Arachnites uniflora Phil., en Rev. Chil. de Hist. Nat. XXX (1926): 299-303). Don Francisco Fuentes, a su vez, en Revisiones en la Flora Chilena, en Bol. del Museo Nacional de Chile, tomo XI (1918- 1919) : 227, indica como creciendo desde los 37” (Coronel) al sur. El Dr. F. W. Neger, en Introducción a la Flora de los Alrededores de Concepción, en Anales de la Universidad de Chile, Santiago, tomo 98 (1897): 219, la anota como creciendo en un “bosque entre Concepción y La Florida (Octubre de 1896), entre plantas herbáceas”. Se ha indicado también para el lado argentino (Patagonia), ya que el Dr. Carl Skottsberg la encontró cerca del lago de San Martín, el 23 de Enero de 1909. El tipo fué encontrado casual- mente por don Federico Philippi, el 2 de Noviembre de 18363 en San Juan, al norte del río Bueno, provincia de Valdivia, en un triste día para la familia de los sabios Philippi, ya que en ese día se les quemó gran parte de las casas de su fundo San Juan. 9 Más tarde, fué hallado en Febrero de 1872 por Thomas King en los Baños de Chillán, provincia de Ñuble. Nosotros tenemos esta planta de varias estaciones y creemos de interés darlas a conocer a continuación, con el objeto de esti- mular a otros botánicos que la busquen durante sus excursiones y herborizaciones: H. G. N.? 16,008: Prov. Malleco, Termas de Tolhuaca, 2/1/1947, a 1,000 m. s. m.; legit Hugo Gunckel L., entre hojas secas debajo de Chusquea sp., en la entrada a la Reserva Fores- tal de Malleco. H. G. N.* 14,472: Prov. Cautín: Volcán Llaima, 28-30/1/1942, a 1,000 m. s. m.; col. Hugo Gunckel L., entre hojarasca en un bosque subandino. H. G. N.? 10,206; Prov. Cautín: Cunco-Huichahue, primera quincena de Diciembre de 1920; leg. Pablo Aravena (ex-herb. Hno. Claude-Joseph). “Crece a la sombra entre las quilas; los tallos son blancos, muy acuosos, quebradizos y difíciles de secar; hasta de 40 em. de alto. La flor es algo morada. Planta escasa. P. Aravena”. H. G. N.* 661: Prov. Cautín: Trailanqui, 20/X/1929; legit Hugo Gunckel L. H. G. N.? 1,591; Prov. Valdivia: Panguipulli, 20/X11/1922, a 200 m. s. m.; leg. R. P. Atanasio Hollermayer (N.* 552). En lugares húmedos del bosque. H. G. N.* 5,470: Prov. Valdivia: Coreltué (lago Panguipulli), XII-1923, a 500 m. s. m.; leg. R. P. Atanasio Hollermayer (552 a). En un bosque en un lugar sombreado. Esta curiosa planta, que debe llamarse flor de la araña, fué descrita por el Dr. R. A. Philippi en Botanische Zeitung, XXII (1864) : 217; al año siguiente, en los Anales de la Universidad de Chile, vol. XXVI: 639 (1865) con 1 lámina, y también en una carta publicada en Verhandlungen der K. K. Zool. - Bot. Gesell- schaft zu Wien, XV (1865): 517-519, con un breve comentario del Prof. Eduard Fenzl, en la última publicación citada: 532, con una buena lámina, debido a la pluma del Dr. R. A. Philippi. 10 DEL INSTITUTO DE BOTANICA Y FARMACOGNOSIA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof. A. Pfister La Juelia subterranea Aspl. Una nueva especie vegetal para Chile (con 2 figuras) por A. Pfister (Recibido por la Redacción el 7-VII-47) Hará unos diez años atrás, recibió el Instituto de Botánica de esta Universidad de don Eduardo Perry V., químico- farmacéutico de la Chile Exploration de Chuquicamata, una planta subterránea, parásita, que en aquel tiempo no se pudo clasificar, sospechándose sí, que se trataba de una Balanoforá- cea, posiblemente idéntica a la conservada en el Instituto Peda- gógico de Santiago y mencionada en la obra de Baeza con el nombre de Maíz del Monte-Ombrophytum spec., ejemplar encon- trado por don Juan Soehrens en el interior del territorio peruano de Tacna. Idéntico material recibió también el distinguido botá- nico don Hugo Gunckel, quien en una interesante publicación aparecida en la Revista Químico-Farmacéutica de Noviembre de 1945, expresaba la creencia que la mencionada especie podría ser el Ombrophytum peruviarum Poepp. et Endl. o una especie afín a ésta. En Febrero y Marzo de 1946, este Instituto volvió a recibir dos remesas de la misma planta, provenientes de la región cordi- llerana de Calama, provincia de Antofagasta. Una de ellas, con- servada en formalina, nos la envió el señor Perry quien la reco- gió a orillas del río Loa en la vecindad de las ruinas de Lasana, cerca de Chiu-Chiu (2500 m. s. n. m.) y la otra nos fué entrega- da por la Srta. Máxima Olivares. de Calama, alumna de esta Universidad, material que había sido recolectado por el señor Eloy Cortez de Chiu-Chiu, en Toconse, lugarejo situado también en aquella región. 11 Según Perry es difícil encontrar esta planta, debido a que vegeta en forma subterránea, en terrenos arenosos, notándose su presencia solamente por los montículos de arena que se for- man por solevantamiento del terreno, debido al crecimiento de la planta. Escarbada la arena, aparece la inflorescencia de color rosado, de forma cilíndrica, terminada en su base por un tubércu- lo de color gris el cual envuelve firmemente la raíz del hospedante. Nos informaba finalmente el señor Perry que había encon- trado estas plantas desarrolladas en simbiosis con la Tessaria absinthioides DC. —la brea—, con Baccharis petiolata DC. —-la chilea— y con Medicago sativa L. —la alfalfa. Los nativos de aquella región que conocen la planta con el nombre de Sicha, la recolectan para consumirla cocida. Del material que nosotros recibidos el año pasado, entrega- mos un ejemplar al Dr. Georg Borgstroem, jefe de una misión sueca que viajó por nuestro país. A su regreso a Suecia, el se- ñor Borgstroem entregó aquel ejemplar al Museo de Historia Natural de Estocolmo, informándonos el Dr. Erik Asplund, de la sección botánica de aquella institución, que se trataba de la Juelia subterranea Aspl., una Balanoforácea que él había encon- trado en Bolivia en 1921 y descrita en 1928. Simultáneamente con estos datos, nos envió el Dr. Asplund un ejemplar de la refe- rida publicación aparecida en la Svensk Botanisk Tidskrift de 1928-Bd. 22, H. 1-2 y de la cual extractamos lo siguiente: El Dr. Asplund encontró la Juelia subterranea en Ulloma, villorio del altiplano boliviano del departamento de La Paz, si- tuado a más o menos 3800 metros de altura, al SSW y a escasa distancia de la estación General Camacho del FF. CC. de Arica a La Paz, a orillas del río Caranguilla, afluente del Desaguadero que une los lagos Titicaca y Poopó. Los indígenas de aquel lugar le informaron que esta planta la consideraban ellos como el fruto subterráneo de la Tola (Lepidophytum quadrangulare (Meyen) Benth. et Hooker.) que ellos recolectan para consumirla cocido. En una comunicación posterior nos informó también el Dr. Asplund que la misma planta había sido encontrada por el Dr. Kroll en la provincia de Porco del departamento de Potosí, a una altura aproximada de 4000 metros, provincia que limita con nuestra provincia de Antofagasta. El rizoma de la planta es formado por un tubérculo más o menos isodiamétrico, de aproximadamente 5 cm. o más de grosor que envuelve la raíz del hospedante. Tanto en el tejido paren- quimático del tubérculo como en los demás órganos de la planta, se encontró abundante fécula, no se encontraron substancias resinosas O cerosas, pero sí, pequeñas cantidades de materia grasa. Posee la planta un pronunciado aroma, olor parecido al del Lepidophyllum quadrangulare. La inflorescencia sale de a una de cada tubérculo, rodeada en su base por una volva carnosa, partida irregularmente en su parte superior. La porción inferior de la inflorescencia cilíndrica es alargada, más angosta y aproximadamente de largo de la vol- va; sobre ella se encuentran escamas o protuberancias verruco- sas portadoras de algunas flores. En la extremidad del tronco 12 se encuentra la inflorescencia, algo globosa, nítidamente sepa- rada del tronco, densamente cubierta por ramitas dispuestas en espiral y sostenidas por una bráctea, con parásticas muy visibles. -Las ramitas de la inflorescencia son carnosas, cilíndricas, escasamente de un centímetro de largo al iniciarse la antesis, sin las flores, de uno a dos milímetros de espesor y dilatadas en "su extremidad en forma de escudo, con el borde superior doblado hacia atrás y cubiertas desde la base, con 100 a 150 flores de las cuales, un 99% son femeninas y el resto masculinas. Las flo- res y las ramitas son rosadas, salvo la parte escuteliforme de éstas que es blanquizca. Durante la floración y madurez de los frutos, aumenta de tamaño la ramita, el escudo terminal se adel- gaza y sus bordes se doblan aun más hacia afuera. Las flores masculinas son muy escasas y se encuentran en toda la inflorescencia, aun en las escamas de la porción inferior del tronco, pero de preferencia en la base de las ramitas de la región apical. Constan éstas solamente de dos: estambres con filamentos muy juntos, aplanados, de 1 a 1,5 mm. de largo; las anteras son lineares, de 3 mm. de largo por uno de ancho, tienen cuatro sacos polínicos que se reducen a dos en la dehiscencia loculicida. Las flores femeninas también son desnudas, constan sola- mente de un pistilo, el ovario unilocular es prismático o tiene forma de pirámide truncada en cuya parte superior surgen de una hendidura los estilos cortos. A pesar de la existencia de dos estilos ,se encuentra en el ovario solamente un rúudimento semi- «nal y un solo saco embrionario. De la descripción de esta planta se deduce, que debe ser incluída en la subfamilia Lophophytoideae de las Balanoforáceas (Engler y Gilg 1924), tomando en consideración la abundante cantidad de fécula contenida en sus órganos, la ausencia de bala- noforina, la existencia de flores desnudas en ambos sexos y de los dos estilos en sus flores femeninas. Más complicado se presenta el problema de su clasificación, tomando en cuenta la estructura de su ovario. Desde luego, no concuerdan en este sentido, los caracteres de nuestra planta con los del género Lophophytum que son bastante conocidos. En cuanto a la relación que pudiese tener esta planta con los géne- ros Ombrophytum y Lathrophytum, no es posible efectuar un estudio comparativo, debido al vacío que al respecto presenta la literatura. Los diferentes autores que se han ocupado del estudio del género Ombrophytum (Endlicher, Poeppig y Endlicher, Weddell, -J. D. Hooker, Eichler, Engler, Engler y Gilg), presentan descrip- ciones de este género y especies ,con datos discordantes sobre la estructura del ovario y número de rudimentos seminales como también sobre el número de: estambres. Endlicher en su Genera Plantarum ofrece una descripción del género Ombrophytum en la que, al hablar de las flores mas- 'culinas, dice entre otros detalles... Perigonium squamulae car- nosae, canaliculatae, inter se connatae. Stamina e rimulis squa- _malorum perigonalium emergentia... y refiriéndose a las flo- res femeninas expresa... ovaria bilocularia. 15 Poeppig y Endlicher en su obra Nova Genera ac Species Plantarum, describen este género en igual forma y al referirse al único representante de el (Ombrophytum peruvianum), di- cen... Ovaria unilocularia... uniovulata. En las figuras que “acompañan este trabajo, se presenta un corte horizontal del ova- rio en el cual éste aparece nítidamente bilocular, pero en la expli- cación de las figura expresan los autores... idem horizontaliter sectum (errore chaleographi biloculare). Endlicher sostuvo más tarde que el grabador había observado correctamente el corte y que aquellos autores habían incurrido en un error de observación. J. D. Hooker refiriéndose en su Monografía de las Balano- foráceas a las flores femeninas del género Obrophytum, expresa que éstas apenas difieren de las del género Lophophytum (ovario con dos óvulos) y que las flores masculinas, de acuerdo con un dibujo de Weddell, son aperiantadas con un solo estambre. Y refiriéndose además al trabajo de Poeppig y Endlicher, dice Hooker en su publicación: the figure given in Poeppig and End- licher's Nov. Gen. et Spec. Plant. is probably made up in part from notes or memory, for it can hardly be doubted that the plant the intended is specifically the same as Weddell's Ombroph. zamioides, as he himself informs me. En 1868 publica Eichler un estudio sobre los géneros de la -tribu Lophophyteae en el que, referente a la diagnosis de Ombro- phytum, dice que las flores femeninas de toda esta tribu tienen dos rudimentos seminales. En su flora Brasiliensis presenta este mismo autor una monografía completa de las Balanoforáceas sud- americanas en la que, refiriéndose a las flores de género Ombro- phptum, dice de sus flores femeninas: ovula verisimillime Lo- phophyti, es decir, que tiene seguramente dos rudimentos seminales. En el Prodromus DC. repite Eichler la misma diagnosis. Engler en 1889 dice del género Ombrophytum: flores feme- ninas con ovario unilocular y por lo demás como en Lophophy- tum. Engler y Gilg en 1924, al hablar de la subfamilia Lopho- phytoideae, dicen que las flores femeninas son desnudas con pla- centa de dos rudimentos seminales desnudos reducidos al saco embrionario. De lo expuesto anteriormente se deduce, que nuestros cono- cimientos sobre la estructura del ovario no son concretos, vacío que desgraciadamente no se puede corregir por.un estudio pos- terior, debido a que se han perdido los tipos, tanto del Ombro- phyturm peruvianum depositado en Viena, como el del Om- brophytum zamioides depositado en París, pero se puede afir- mar, que seguramente las flores del género Ombrophytum “contienen dos rudimentos seminales, en tanto que nuestra plan- ta presenta solamente uno y es por este motivo que nuestra plan- ta no podría incluirse en este género. Ahora, en cuanto al género Latrophytum más conocido que el anterior, fué descrito por Eichler quien sin embargo, no logró estudiar en forma definitiva la anatomía del ovario de este géne- - ro, pero sostiene que en él han de existir seguramente dos rudi- mentos seminales. En este sentido nos encontramos con el mis- mo problema que se nos presenta en el género Ombrophytum, 14 pero en este caso no son confundibles los caracteres que presen- tan los representantes del género Lathrophytum con los de nues- tra planta a causa del curioso desarrollo de las ramitas masculi- nas de la inflorescencia del género Lathrophytum. Por otra parte, se observa que la ubicación de las flores masculinas y femeninas de nuestra planta, es muy distinta a la que presentan en los géneros Lophophytum, Ombrophytum y Lathrophytum. En éstos ocupan las flores masculinas toda la parte superior de la inflorescencia y las femeninas la parte infe- rior y la porción de inflorescencia masculina es por lo menos tan larga y en algunas especies, aun más larga que la porción feme- nina. En nuestra especie es muy reducido el número de flores masculinas las que se encuentran repartidas en todo el órgano floral, pero en mayor número en las ramitas superiores de la inflorescencia. Es ésta una característica por la cual nuestra planta difiere de todos los representantes de la subfamilia Lophophytoideae. Como consecuencia del estudio anteriormente expuesto, ha debido establecerse con este tipo un nuevo género cuya descrip- ción se presenta a continuación. JUELIA nov. gen. Planta valde carnosa amylifera, cera destituta. Rhizoma tuberosum non squamiferum. Inflorescentia basi vagina ins- tructa, composita, spadiciformis. Bracteae peculiariter peltatae. Rami spadiciformes, carnosi, apice nudo scutelliformiter, cae- terum tfloribus obtecti. Flores ebracteati, pro majore parte _foeminei, masculi foemineis intermixti vulgo versus basi ramo- rum siti. Flores masculi nuei, stamina 2. Flores foeminei nudi. Ovaria uniloculare, ovulum unicum cum placenta confluens inte- gumentum destitutum. Styli 2. Genus in honorem celeberr. H. O. Juel, Professoris Botanici Universitatis TUpsaliensis nominatum. JUELIA Subterranea Aspl. nov. spec. Rhizoma irregula- .riter tuberculatum diametro c. 5 cm. sordide albescens. Inflo- rescentia basi pedunculiformis sed sparce florifera, pedunculus longitudine vaginam aequans vel longior, albus. Bracteae albae carnosae stipite superne canaliculato instructae (solum bracteae pedunculi sessiles). Spadicelli statu florifero vix 1 cm., statu fructifero scutello excepto e. 1,5 cm. longi. Flores 100-150 circa spadicellum congesti sicut pars spadicelli ab eis obtecta rosel vel pallide rosei. Filamenta 1-1,5 mm. longa, antherae linearis 3 mm. longae. Ovaria prismatica vel subpyramidalia, sub anthesin c. 2 mm. longa, 1 mm. lata. Styli breves c. 1 mm. longi e fovea angusta exeuntes. Stigma inconspicuum quam stylus vix crassius. Fructus semimaturus carnosus, strato medio cellu- larum sclerenchymaticarum instructus. Habitat in Boliviae provincia Pacajes altitudine c. 3850 m. in radicibus Lepidophylli quadrangularis parasitantibus (Asp. No. 2568 et 3873 in Herb. Holm. et Ups., etiam in spirito conservata). ; 15 Desde el punto de vista biológico presenta nuestra planta un carácter, al parecer, único en las fanerógamas, el de desarro- llarse y vivir exclusivamente debajo de la tierra. Hooker, ba- sándose en un dibujo de Weddell, afirma que la porción de inflo- rescencia femenina de Lophophytum bolivianum permanece de- bajo de la tierra durante el período de madurez de las semillas y que sobresale de ésta la porción masculina de la inflorescencia. El Dr. Asplund que visitó el lugar del hallazgo de esta planta en Febrero y Mayo de 1921, no encontró un solo ejemplar de ella que sobresaliese de la superficie de la tierra. Cabe preguntar todavía como se produce la polinización y diseminación de las semillas de esta especie. Hooker cree que en el Lophophytum bolivianum, al avanzar la inflorescencia en su crecimiento hacia la superficie, vacia sus anteras, producién- "dose la polinización al llegar a ese lugar la porción femenina de la inflorescencia. Por encontrarse juntas las flores masculinas y femeninas en la Juelia, dicho proceso se podría producir más fácilmente, siempre que las anteras produjesen una gran canti- dad de polen ya que las flores femeninas las encontramos sola- mente en pocas ramitas y en escasa cantidad. En tal situación, podría pensarse en una reproducción apogámica que el autor no pudo comprobar en más de cien cortes hechos con tal fin en frutos frescos. La diseminación de las semillas puede producirse por el viento que las arrastra junto con la arena en los períodos de - sequía que se presentan allá de Mayo a Septiembre. El área de dispersión encontrado para esta planta por el “Dr. Asplund en su permanencia de dos años en Bolivia, es peque- ño, pero como ya se dijo, fué encontrada más tarde mucho más al sur, de manera que su presencia en el altiplano boliviano abar- ca una extensión de aproximadamente cuatro grados de latitud, desde la provincia de Pacajes hasta la de Porco. Por el lado chi- leno ha sido encontrada solamente en la precordillera de la región de Calama en la provincia de Antofagasta, pero dada la disper- sión relativamente amplia que se observa de esta especie en la región boliviana, ha de suponerse que dicha planta también exis- ta en otras partes de la cordillera de las its de Antofa- gasta y Atacama. Cs Explicación de las láminas Las figuras de la lámina I representan la inflorescencia de la Juelia subterranea Aspl. en sus diversas fases de desarrollo, reproducidas de la publicación del Dr. E. Asplund. La lámina II presenta una inflorescencia en su completo desarrollo y nos ha sido enviada por el mismo autor. En las dos figuras más pequeñas de la lámina 1 se pueden observar trozos de la raíz del hospedante y también se UDServa la raíz en la lámina II. 16 LAMINA II DEL INSTITUTO DE ANATOMIA PATOLOGICA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof, Dr, E. Herzog Contribución al estudio de las calcificaciones pulpares (con 6 microfotos, 1 cuadro y 1 radiografía) por Enrique González Rodríguez (Recibido por la Redacción el 15-V-47) El estudio de las alteraciones cálcicas de la pulpa dentaria y en especial de los nódulos o cálculos pulpares, viene apasionan- do desde el siglo pasado el interés de numerosos investigadores. El órgano pulpal tiene reacciones y características muy particu- lares, y que en cierto modo desorientan si se tiene en cuenta lo que sucede en el resto del organismo. Así, nos encontramos con que en su interior, a pesar de ser un órgano macizo, puede for- marse concrementos que en muchos aspectos tienen similitud con los que se producen en los órganos huecos. El mecanismo íntimo de su génesis, que no puede explicarse como en los citados órganos, está envuelto en la mayor obseuridad. Resumiendo, estamos autorizados para decir, que en torno a la clasificación, estructura y génesis de estas alteraciones pulpares, existe en la actualidad una literatura más o menos extensa, llena de apreciaciones diferentes, quedando claramen- te en evidencia la obscuridad real del problema; también en este Instituto han tenido dificultades para interpretar las alteracio- nes cálcicas de la pulpa dentaria al ocuparse de otros problemas patológicos del órgano (Behn y Jara). El presente trabajo no pretende ser más que un nuevo aporte al estudio de las citadas alteraciones pulpares. RESEÑA BIBLIOGRAFICA Como decíamos en la introducción, la literatura sobre nues- tro tema es numerosa, pero desorienta por la diversidad de con- 19 ceptos. Así, para empezar, hemos encontrado muchas clasifica- ciones que bien ponen en evidencia la dispariedad de opiniones existentes en torno a las alteraciones cálcicas del órgano pulpar. Veamos algunas de ellas: Miinch, divide los nódulos pul- pares en: 1.—Dentículos de organización alta con túbulos dentinarios y verdaderos odontoblastos, y 2.—Dentículos de organización baja sin esas caracte- rísticas. Zilkens, acepta la subdivisión de nódulos de organización baja dividiendo éstos a su vez en: a) laminares; b) fibrilares, y ec) calcificaciones verdaderas. Port-Euler, habla de: 1.—Cálculos dentinales verdaderos, procedentes del tejido germinal, y 2.—Formaciones duras originadas posteriormente, englo- bando en este grupo a los nódulos cuyo centro está integrado por tejido pulpar lesionado. Alcayaga y Olazabal, hablan de: 1.—Nódulos canaliculares o verdaderos de Kronfeld. 2.—Nódulos laminares. 3.—.Nódulos amorfos. En cuanto a las Génesis de estas alteraciones pulpares, es- pecialmente en lo que se refiere a la formación de nódulos de dentina, la diversidad de opiniones es aún mayor. Veamos lo que dicen algunos investigadores: Fleischmann atribuye su génesis a un proceso de dentinifi- cación. Piensa que los pequeños depósitos de calcio estimularían las células pulpares dando origen a odontoblastos. Atribuye su origen a una dentina secundaria que ubica en una posición inter- media entre la patológica y la fisiológica. Sutton considera a los nódulos como una variedad imperfec- ta de hueso muy semejante al cemento y sin ninguna similitud con la dentina. Preiswerk, no admite la existencia de verdaderos dentinoi- des, expresando: “pequeños tumorcitos constituídos de verdade- ra dentina, dentinoides, no me ha sido posible encontrar libre- mente colocados en la pulpa en ningún caso. Unicamente pudie- ra estimarse como tales los engrosamientos de las paredes de la cámara pulpar”. Fridrichovsky, tampoco acepta que los nódulos pulpares con dentina puedan formarse libremente en la cámara pulpar. Hopewell-Smith, asegura la formación de nódulos dentina- rios libres y atribuye su génesis a “secreción o conversión de las 18 pequeñas células redondas de la pulpa”. A éstas él las llama “dentinoblastos”” por su capacidad de formar dentina. Fischer y Zulken, admiten la diferenciación de las células pulpares en odontoblastos, en medio de la pulpa, y por consi- guiente formación de nódulos libres. Para las precipitaciones cálcicas y para los nódulos sin dentina son en general admitidos los conceptos clásicos referen- tes a los procesos de calcificación. Así se habla de predisposi- ción en relación con tejidos necróticos, degenerados, fibrosa- dos, etc., es decir tejidos de vitalidad disminuída o expuestos a precipitaciones de cal por desintegración de tejidos calcificados de la vecindad (infartos cálcicos). MATERIAL Y TECNICA El material que sirvió de base para nuestras investigacio- nes lo obtuvimos de cadáveres llegados a la mesa de autopsia del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad de Concep- ción. La elección se hizo en forma algo unilateral, para poder aprovechar también el material en otro sentido; es por esto que abundan entre nuestros casos los individuos fallecidos de tu- berculosis pulmonar y de fiebre tifoidea. Para no complicar de- masiado el problema, hemos examinado únicamente piezas sanas, tanto de la dentadura temporal como de la permanente. El total de dientes examinados es de 270, correspondien- do 64 de ellos a la dentadura temporal. Todos han sido estudiados en cortes longitudinales escalonados, lo que nos ha permitido ob- servar la pulpa en toda su extensión y a nivel de varios planos. La técnica empleada es la siguiente: Fijación en formalina al 15% y luego descalcificación en ácido nítrico al 5%, de acuer- do con la técnica de Vivaldi. Como no nos interesaba el estudio de la dentina, hemos introducido una pequeña modificación: po- co después de empezada la descalcificación emparejamos el espe- sor del diente por cortes con bisturí. Así hemos evitado una descalcificación excesiva de las porciones radiculares, lo que es especialmente útil para la conservación de los detalles histoló- gicos de la pulpa de los molares. Practicada la descalcificación, realizamos cortes con el micrótomo de congelación, de más O menos diez micrones de espesor. La tinción se hizo con hema- toxilina y eosina, y frecuentemente hemos practicado también la tinción de Van-Gieson, sobre todo en los casos en que nos interesaba estudiar la intervención del tejido conjuntivo en la formación de los nódulos pulpares. RESULTADO DE NUESTRAS OBSERVACIONES Para analizar el resultado de nuestras observaciones con- viene examinar por separado las piezas correspondientes a la dentadura temporal y aquellas provenientes de la dentadura permanente. 19 a) Dentadura temporal.—Hemos examinado un total de 64 piezas temporales, la mayoría de ellas provenía de niños falle- cidos a consecuencia de fiebre tifoidea. En general estas piezas no ofrecían alteraciones cálcicas de la pulpa. Sólo en algunos casos tuvimos ocasión de observar precipitados en forma de pequeños gránulos distribuídos, tanto por la pulpa coronaria, como por la radicular sin orden especial. De vez en cuando, sin embargo, llamaba la atención que los pequeños gránulos calcá- reos se localizaban preferentemente a lo largo de las paredes vasculares, simulando, con pequeño aumento, el aspecto de un rosario. Verdaderos nódulos calcáreos, con o sin estructura espe- cial, como los analizaremos más adelante en la dentadura perma- nente, no los encontramos nunca en la temporal y, como ya lo hemos dicho, las alteraciones cálcicas de la pulpa de los dientes temporales constituyen algo excepcional, sobre todo, si tenemos presente la gran frecuencia con que ellas aparecen en la denta- dura permanente. - b) Dentadura permanente.—Muy distinto al comportamien- to de la pulpa de los dientes temporales, es la de los permanen- tes. Al respecto, hemos estudiado 208 piezas y hemos podido encontrar en ellas con suma frecuencia la presencia de produc- tos calcáreos (69%). Estas alteraciones cálcicas son enorme- mente variables tanto en cantidad como en su aspecto morfoló- gico. No es fácil agrupar nuestro hallazgo en un esquema rígido, dificultad con la cual, seguramente, han tropezado también otros investigadores y que explica claramente la existencia de nomen- claturas y clasificaciones tan diversas, como aquellas que, a manera de ejemplo, hemos citado en nuestra reseña bibliográfi- ca. Sin duda, hay casos extremos en los cuales las alteraciones cálcicas tienen un aspecto absolutamente característico, pero no es menos cierto que muchas veces nus encontramos con estados intermedios que corresponden a una mezcla de alteraciones características, y casos, en que vemos distintos tipos de altera- ciones cálcicas en la misma pulpa unos al lado de otros. Estos hechos constituyen naturalmente una dificultad enorme para proceder, no sólo a una clasificación, sino que también para todo intento de aclarar su tan obscura etiología. Si nos detenemos un instante en el problema etiológico, que con mayores detalles lo analizaremos más adelante, podemos decir ya de antemano que también respecto a esta cara del problema que nos ocupa hay una enorme disparidad de opiniones. Realmente parece que las alteraciones cálcicas de la pulpa dentaria obedecen a facto- res a menudo distintos a los que tienen importancia para la for- mación de precipitados calcáreos en el resto del organismo y que, más aún, las calcificaciones que aparecen en plena pulpa con tanta frecuencia, pueden, en muchos casos, interpretarse como un fenómeno morfológico perfectamente normal, es decir, fisiológico. Si llamamos a nuestra presencia los varios cientos de cor- tes de pulpa de dientes permanentes que hemos hecho desfilar bajo la lente del microscopio, nos parece lógico poder dividir lo que en cuanto a alteración cálcica hemos visto, en dos grandes 20 grupos: precipitados cálcicos amorfos, en general, pequeños y de aspecto irregular y concrementos calcáreos mayores y de contornos redondeados, verdaderos nódulos. Este último grupo podemos, a su vez, subdividirlo en nódulos pulpares simples en los cuales no hay una estructura bien evidente, o existe a lo sumo, una estractificación en capas concéntricas, y los nódulos pulpares con estructura dentinaria, es decir, los nódulcs en que se nota claramente los típicos canales de la dentina. En resumen tenemos el siguiente esquema: a) Simples precipitaciones de cal d sin estructura dentinaria o simples b) Nódulos pulpares: sb NAS con estructura dentinaria. Concuerda, pues, nuestra clasificación a grandes rasgos con lo que, en general, han visto los autores citados en la reseña bibliográfica. Eso sí, que nuestra clasificación nos parece un tanto más clara, sobre todo, porque se basa en primer lugar en aspectos morfológicos absolutamente objetivos y deja completa- mente a un lado los discutidos factores etiológicos que creemos mejor estudiar en un capítulo aparte. No hemos incluído en nues- tro trabajo el estudio de la dentina secundaria que si bien es cier- to compromete igualmente la pulpa, está más bien en relación con la patología de la dentina. Para no extendernos demasiado, tam- poco hemos abordado el estudio de las calcificaciones pulpares a consecuencia de procesos inflamatorios del órgano relaciona- dos con las caries, y dejamos igualmente a un lado la calcifica- ción total de la pulpa que, aunque bien conocida en la literatura, no logramos verla nunca personalmente. Refiriéndonos a cada grupo por separado nos parece de interés hacer recalcar los siguientes hechos: Simples precipitaciones de cal Constituyen la alteración cálcica más frecuente de la pulpa dentaria y están caracterizadas por presencia de masas amorfas incluídas en pleno tejido pulpar. La forma de los precipitados es múltiple, a veces se trata de gránulos completamente irregula- res, otras veces son cuerpos del aspecto de cristales; en general, se trata de grumos más o menos abundantes y siempre bastan- te finos. Pueden localizarse en cualquier parte de la pulpa, pero generalmente prefieren la porción radicular y se disponen aquí a lo largo de las fibras conjuntivas (microfoto 1). Muy a me- nudo se ve también una cierta predilección por las paredes vas- culares (microfoto 2), que se encuentran en casos muy intensos como incluídas en un estuche calcáreo. En otros casos llama la atención cierta predilección de los grumos calcáreos por las fibras nerviosas (microfoto 3) y su localización sigue entonces el trayecto de los manojos de estas fibras. Los conceptos clási- 21 cos de la Patología General establecen que las impregnaciones de cal se realizan ante todo, en trastornos del metabolismo del calcio, en grandes destrucciones óseas, en tejidos de vitalidad disminuída, y más todavía, en tejidos necróticos; en cambio, en la pulpa dentaria es muy notorio que, por ejemplo, tal vitalidad disminuída sea a menudo imposible apreciarla morfológicamen- te; no se nota material necrótico en relación con los grumos calcáreos y lo único que de vez en cuando suele apreciarse es una ligera hialinización de las fibras conjuntivas. En el capítulo en que nos ocuparemos de la génesis de las calcificaciones pulpa- res trataremos de aclarar mayormente estos hechos. Nódulos pulpares Se trata de masas calcáreas, de contornos redondeados y de tamaño, a menudo, bastante considerable, alcanzando a más de la mitad del diámetro de la pulpa que los incluye. Por esto son con frecuencia fácilmente revelables a la exploración radiográ- fica (véase radiografía). Puede distinguirse en estos nódulos dos tipos fundamentales: uno, que podríamos llamarlo simple, y otro en el cual es fácil notar una estructura dentinaria. Como lo veremos más adelante, no son, sin embargo, excepcionales, los nódulos mixtos, es decir, aquellos en que sobre un cuerpo simple se ha desarrollado una capa calcárea con típicos canales de dentina. Los nódulos simples son, sin duda, más frecuentes que aquellos con estructura dentinaria; su localización predilecta es la pulpa coronaria. Su tamaño es variable, pueden ser muy pe- queños, pero también se ve casos en que ocupan casi totalmente el lumen de la cámara pulpar. Su número es también inconstan- te; hay únicos y múltiples. A veces se trata de cuerpos comple- tamente homogéneos o finamente granulosos (microfoto 4), pe- ro frecuentemente se distingue una estructura en forma de capas concéntricas, tal como si se tratara de un verdadero cáleu- lo de origen coloide, formado en algún órgano hueco, como por ejemplo un cuerpo amiláceo de una glándula prostática. Otras veces, probablemente lo más frecuente, se alcanza a distinguir un núcleo central homogéneo y capas concéntricas alrededor de éste. No es tampoco aleo muy extraordinario observar la fusión de varios nódulos simples (microfoto 5), pero llama la atención que generalmente los nódulos de esta naturaleza quedan libres dentro de la cavidad pulpar, sólo raras veces suelen ponerse en contacto directo con las paredes de la cámara. Si los nódulos simples se localizan en la pulpa radicular toman, a menudo, una forma ovoídea, y si son múltiples se localizan uno a continua- ción de otro. Los nódulos pulpares con estructura dentinaria son induda- plemente más raros que los nódulos pulpares simples que aca- bamos de describir. Los hemos observado únicamente en el 1,9% de las 208 piezas permanentes examinadas, es decir, sólo excep- cionalmente. Corresponden ellos a los “dentículos de organiza- ción alta” de Miinch, o simplemente dentículos como también 22 se les denomina en la literatura. Su estructura es muy caracte- rística, observamos en ellos los típicos canalículos de la dentina y en los contornos es posible distinguir, casi siempre, una capa de odontoblastos, a veces bien desarrollados, otras veces más o menos rudimentarios (microfoto 6). Pueden estar formados integramente por dentina o bien presentan una parte, en gene- ral más o menos central, amorfa, y una parte periférica con estructura dentinaria típica. De la mayor importancia, sobre todo para explicar su géne- sis, nos parece el hecho de que jamás hemos encontrado estos dentículos en forma absolutamente libres en plena pulpa, están siempre adheridos a la pared de la cámara pulpar; eso si que este punto de unión puede ser muy angosto y tienen entonces, en reali- dad, la forma de un pólipo más o menos pediculado. Naturalmen- te tal afirmación sólo puede hacerse a base de cortes en serie o por lo menos escalonados como lo hemos hecho nosotros. Si se hace un solo corte, será casi la regla de que estos dentículos apa- rezcan como cuerpos completamente libres. Génesis de las alteraciones cáleicas estudiadas Basta recordar las dificultades que ofrece la clasificación morfológica de las alteraciones cálcicas de la pulpa dentaria, para darse cuenta de lo complicado que tiene que resultar el problema de la etiología de ellas, si se desea abordarlo desde el punto de vista puramente morfológico. Probablemente el estu- dio fisiológico, fisiopatológico y experimental del problema rea- lizado en forma seria y minuciosa, premetería tener un éxito mucho más rotundo. Pero algo nos da también el examen anátomo-patológico. Para emprenderlo tenemos que partir natu- ralmente de nuestra clasificación morfológica. Ella nos indica que hay una gran variabilidad de aspecto de las alteraciones cálcicas, variabilidad que tenemos que ver modo de colocarla en relación con los diferentes factores etiológicos posibles. Sin em- bargo, cabe ante todo, dejar constancia de un hecho que nos parece muy importante. Es el siguiente: si en una pieza denta- ria cualquiera de un determinado individuo encontramos una alteración cálcica de la pulpa, ésta se halla, casi siempre, tam- bién en todas las demás piezas; y más todavía, el aspecto mor- fológico de dicha alteración es, en las distintas pulpas de un mismo individuo, sumamente semejante. Si por ejemplo encon- tramos en una pulpa simples precipitados de cal, veremos tam- bién simples precipitados en casi todas las demás, con sólo lige- ras variaciones en la intensidad del proceso, y si encontramos nódulos de estructura en capas concéntricas, encontraremos los mismos, por lo general, en otras pulpas. El hecho descrito nos indica con claridad que en todos los casos de dentadura macros- cópicamente intacta (los únicos que hemos estudiado) las alte- raciones cálcicas de la pulpa deben estar en relación con uno o más factores de índole general, es decir, cuya influencia se hace sentir simultíneamente en toda la dentadura. Puede ser este un fenómeno fisiológico del metabolismo del calcio en relación 23 con la nutrición del diente; puede ser una predisposición heredi- taria, ligada o no a un determinado estado constitucional o a un trastorno del desarrollo; puede tratarse igualmente de una influencia exógena que actúa sobre la totalidad de la dentadura, como ser un irritante térmico relacionado con la ingestión habi- tual de alimentos muy fríos o muy calientes, o bien puede tra- tarse de factores múltiples que actúan por vía sanguínea, como lo son las influencias hormonales, vitamínicas, etc. No tenemos la impresión de que tengan importancia especial, ni la naturale- za de la enfermedad causante de la muerte, ni la existencia de una paradenciopatía, como quizás tampoco la edad del occiso. En las piezas dentarias de individuos con paradentosis o para- dentitis estudiadas por Behn y Jara las alteraciones cálcicas de la pulpa no eran más frecuentes que en los casos nuestros. Naturalmente que factorés locales también son capaces de pro- ducir calcificación en la pulpa, por ejemplo una zona de necro- sis, un absceso pulpar antiguo bien encapsulado, etc., pero estos factores valen para cualquier parte de nuestro organismo y por el momento no nos interesan mayormente ya que, como lo he- mos expresado más arriba, no nos hemos dedicado al estudio de las alteraciones cálcicas en relación con un determinado proceso patológico de una determinada pieza dentaria, sino que por el contrario, hemos estudiado dentaduras macroscópicamenet sanas. En cuanto a la etiología de cada tipo de alteración cálcica, podemos decir lo siguiente: Las simples precipitaciones de grumos calcáreos, las hemos visto generalmente, en pulpas intactas; sólo de vez en cuando están en relación con una ligera hialinización de las fibras con- juntivas, pero comunmente, ni en los casos de localización con- juntival, ni en aquellos de localización vascular o nerviosa se aprecian otras alteraciones de los tejidos comprometidos. Por este motivo y por encontrarnos en un lugar de nuestro organis- mo en que el metabolismo del calcio es sumamente activo, no nos parece aventurado creer que pueda tratarse de fenómenos de simple almacenamiento de cal, a semejanza de lo que ocurre, por ejemplo, con el simple almacenamiento de grasa en el hígado de los animales cebados. Se trataría, por consiguiente, tal vez no siempre, pero si frecuentemente, de un proceso pasajero, reversible y absolutamente fisiológico. Distinto es nuestro concepto de la génesis de los nódulos pulpares. Su estructura es perfectamente capaz de indicarnos algo acerca de su origen. Difícil es, por supuesto, el problema de los nódulos completamente homogéneos que como masas re- dondeadas u ovoídeas se encuentran en una pulpa por lo demás normal o ligeramente atrófica. ¿Se han formado a base de teji- do necrótico? ¿Se han formado de golpe, es decir, brusamente en su totalidad? ¿Han ido creciendo paulatinamente? Todas es- tas son preguntas imposible de contestar con criterio puramente morfológico. Su forma redondeada es muy llamativa; en el resto del organismo sólo la vemos en los concrementos que se originan dentro de órganos huecos pero jamás en medio de un tejido. También falta a los nódulos pulpares una verdadera cáp- sula fibrosa que es tan común en las calcificaciones que por 24 diversos motivos se encuentran en otros órganos macizos. La gé- nesis de los nódulos pulpares homogéneos nos parece, hasta el momento completamente enigmática, pues tampoco en la litera- tura a nuestro alcance logramos encontrar una explicación satisfactoria. En el caso de los nódulos simples de estructura en capas concéntricas estamos, sin duda, en presencia de cuerpos calcá- reos que han ido creciendo por aposición de nuevas capas. Estas capas, a veces, se distinguen bien desde las partes más centrales, pero más frecuentemente se aprecia un centro homogéneo sobre el cual se han ido colocando. ¿Cómo explicar ahora la aposición de nuevas capas? En los concrementos que crecen dentro de órganos huecos u ocupados por algún líquido con substancias disueltas o en suspensión, el asunto es sencillo: cualquier aumen- to de la concentración de la solución o suspensión será, a partir de cierto grado, capaz de originar un precipitado. Pero en un órgano macizo, como lo es la pulpa, existen condiciones distintas. Tenemos que en la pulpa la estratificación podría originarse por un ligero aumento de las fibras conjuntivas en la vecindad de un grumo calcáreo, que actuaría como cuerpo extraño provo- cando la reacción conjuntival, proceso que iría seguido de hialini- zación de las fibras conjuntivas, alteración de la cual como muy bien se sabe constituye un terreno predispuesto para la precipi- tación de sales calcáreas. Seguiría luego una nueva reacción conjuntival del organismo, nueva hialinización y formación de otra capa calcárea. Efectivamente hemos podido observar va- rias veces, sobre todo con tinción de Van Gieson, en los alrede- dores de los nódulos pulpares simples un ligero aumento de las fibras conjuntivas; no alcanzaba este aumento a la formación de una verdadera cápsula, y a veces se acompañaba de hialini- zación. En suma, lo descrito nos parece una hipótesis bastante aceptable. Queda que referirnos a la génesis de los nódulos pulpares con estructura dentinaria. Hemos dicho ya que los hay puros y mixtos, y hemos recalcado que según nuestras observaciones están siempre, en algún punto, en contacto con la pared de la cámara pulpar. Este hallazgo, que concuerda con las afirmacio- nes de Preiswerk y Fridrichovsky, nos parece de suma impor- tancia para explicar su génesis, pues teniéndolo presente no es necesario admitir la preexistencia de una inclusión embrionaria o la producción de ódontoblastos en pleno tejido pulpar como piensan algunos autores (Fleischmann, Hopewell-Smith, Fischer y Zulken, etc.). Basta admitir que un nódulo pulpar simple lle- gue por su crecimiento a ponerse en contacto con la pared de la cámara pulpar para que la capa de odontoblastos comience a cu- brirlo, por lo menos parcialmente, lo que iría seguido de la pro- ducción de una cubierta de dentina. Un poco más difícil es la explicación de los nódulos de den- tina pura. En ellos sólo cabría admitir, de acuerdo con Fridri- chovsky, la existencia previa de un repliegue de la capa de odontoblastos, que luego daría origen a un especie de pólipo den- tinario proyectado hacia la cámara pulpar. Se trataría en estos casos de una verdadera malformación, es decir, de un proceso 25 que en el terreno de la dentadura humana es, en general, suma- mente frecuente. En resumen, llegamos a la conclusión de que el origen de las alteraciones cálcicas de la pulpa dentaria tiene que ser múl- tiple, fluctuando su mecanismo entre procesos interpretables como fisiológicos y disontogenéticos por un lado, y procesos que pueden clasificarse como patológicos. Límites precisos no es posible establecerlos cosa común en el estudio de los fenómenos vitales. Los simples precipitados de grumos calcáreos, serían frecuentemente no más que fenómenos fisiológicos de almace- namiento; los nódulos de dentina pura serían malformaciones, ' y los nódulos simples y aquellos con cubierta parcial de dentina (mixtos), serían formaciones originadas por calcificación pa- tológica. Cabe agregar a nuestro trabajo dos palabras acerca de la importancia clínica de las alteraciones cálcicas estudiadas. La sintomatología es comunmente muy pobre; por lo general, ninguna de las alteraciones cálcicas descritas produce molestias, y su hallazgo en vida constituye un hecho casi siempre casual. Se describen, sin embargo, síntomas clínicos como dolores neu- rálgicos e incluso dolores semejantes a los de las pulpitis. Si se trata de nódulos grandes o fusionados, la exploración radiográ- fica permite hacer el diagnóstico. La radiografía que insertamos procede de una cliente de la Escuela Dental de Concepción, de 18 años de edad, atendida a fines de 1946. Las radiografías correspondientes al resto de la dentadura revelaban casi todas la presencia de nódulos pulpares. No había sintomatología clíni- ca. El corte histológico correspondiente está representado en la microfoto 5. Citamos el caso hallado en forma casual, como com- plemento a nuestro material de cadáveres. RESUMEN Se ha estudiado histológicamente y en cortes escalonados las alteraciones cálcicas de 64 pulpas de la dentadura temporal y de 208 de la dentadura definitiva, todas provenientes de dien- tes sanos. Los hallazgos permiten concluir que se trata de alte- raciones sumamente frecuentes, especialmente en la dentadura definitiva (69%). Morfológicamente es posible distinguir entre precipitados de cal en forma de grumos finos, cuya existencia la interpretamos como fenómenos, a menudo, de simple almace- namiento de cal, y formación de nódulos calcáreos con o sin estructura dentinaria. Los nódulos de dentina pura los consi- deramos como verdaderas malformaciones dependientes directa- mente de la capa de cdontoblastos, y sólo los demás nódulos, ya sea amorfos, ya sea con estructura en capas concéntricas o mix- tos, es decir parcialmente cubiertos de dentina, serían según nuestras investigaciones verdaderas calcificaciones patológicas. Cabe recalcar como resultado importante de nuestro traba- jo el hecho de que si en una pieza dentaria se presenta un deter- 26 minado tipo de alteración cálcica, ya sea simples precipitados de cal o nódulos en sus diferentes aspectos, éste se repite, frecuen- temente, en otras piezas de la misma dentadura, lo que pone en evidencia que en la génesis de estos trastornos dominan facto- res de orden general. CUADRO RESUMEN DE LOS CASOS ESTUDIADOS | | | Núm. pie- DIAGNOSTICO | EDAD | Número | zas dent. | | de casos | estuds, Aid | leo | | | Tuberculosis pulmonar | Adultos nea Us NA 1 | o Fiebre tifoidea | Adultos | MA NS o Fiebre tifoidea | Niños | a | De Leucemia | Adultos | NAT PO de Cirrosis hepática de Laénnec | Adulto | 1 | 2 | an ON Glomérulo nefritis crónica | Adulto ICI | a Insuficiencia cardio vascular | Adulto | 1 | Z ls Bronconeumonía | Adulto | 1 | 8 | MN | | TOTAL | INS [RATO CP MA a A SUMMAR Y In order to study the calcic alterations in teeth a histolo- egycal study has been made (seried slides) of 64 pulpoe of deciduous teeth and 208 pulpae of permanent teeth. All the teeth used were healthy. The findings allow us to come to the conclussion that those are very frequent alterations, specially in permanent teeth (69%). Morfologically it is possible to distinguish between calcium deposits in the shape of fine gra- 27 nules, whose existence we interpret as phenomenons of storage of calcium and formation of calcic nodules with or without a dentinal structure. We consider the nodules with dentinal structure as malformation, dependant directly of the layer of odontoblasts and only the rest of the nodules wheather amor- fous, with a structure in concentric layers or a mixed structure, that is, partially covered by dentin would be according to our investigations pathologycal calcifications. It is worth while insisting as an important part of our investigation that if in a tooth a determined tipe of calcic alte- ration appears, be they simple deposit of calcium of nodules in their different aspect, these repeat themselves in other teeth of the same case, which allow us to state that in the genesis of these alterations there is a domination of factors of a general order. BIBLIOGRAFIA ALCAYAGA, O. y OLAZABAL, R. A.—Patología, Anatomía y Fisiología Patológica Bueo-dental, Editorial “El Ateneo”. Buenos Aires. 1943. BEHN y JARA.—Anatomía Patológica de la Pulva Dentaria en la Piorrea _ Alveolar. Rev. Suda. de Morf. Vol. IV. 1946, ( BURCHARD, H. e INGLIS, E.—Tratado de Patología y Terapéutica Odon- tológica. Editado en Barcelona. 1940. Editorial Pubul. (Tradue- ción de Vilá y Torrent). COLYER, F.—Patología y Clínica Odontológicas. 1930, Editorial Pubul. Barcelona. EULER, H. y MEYER, W.—Pathohistologie der Záhne. Miúnchen. 1927. EURASQUIN, R.—Anatomía Patológica Buco-dental. Apuntes por P. Sai- zar. Progrental. Editor 1942. Buenos Aires. FLEISCHMANN.—Citado por PUCCI y REIG. FRIDRICHOWSKY.—Citado por PUCCI y REIG. FREY, L. y RUPPE CH.—Pathologie de la Bouche et des Dents 1933. Librairie J. B. Bailliere et Fils. Paris 1933. FISCHER y ZILKENS.—Citado por PUCCI y REIG. HOPEWELL-SMITH.—Citado por PUCCI y REIG. KANTOROWICCZ, A.—Escuela Odontológica Alemana. 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Nódulos pulpares simples (sin estructura dentinaria) AN. 362/46. Hombre 32 años. Diente N.? 15. Tinc.: HE. _Aum.: 26X. MICROFOTO N.* 5. Nódulos pulpares fusionados con estructura en capas concéntricas L. S. Mujer 18 años. Diente N.* 20. Tinc.: HE. Aum.: 16 x. MICROFOTO N.? 6. Nóduleo pulpar con estructura dentinaria AN. 518/46. Hombre 29 años. Diente N.* 24. Tinc.: HE. Aum.: 38 x. RADIOGRAFIA, DIENTE N.* 20. Pulpa con dos grandes nódules calcáreos Paciente: L. S. Mujer 18 años. (Véase microfoto N.* 5). EA E Sar ME qye DEL: INSTITUTO DE ANATOMIA PATOLOGICA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof, Dr. E. Herzog Contribución al estudio anátomo-patológico de la neumonía infantil (con 10 figuras) por Hernando Martínez B. (Recibido por la Redacción el 1.*-VI-47) El capítulo de las neumonías en los distintos períodos de la vida del niño, encierra todavía, tanto clínica como anatómica- mente, una serie de problemas no resueltos, lo que hace nece- sario estudiarlos más a fondo. En cuanto a la vasta literatura mundial sobre la forma y la clasificación de la neumonía de los niños, especialmente del pun- to de vista anatómico, tenemos que referirnos al artículo de Lau- che, en el manual de Henke Lubarsch y también a la conocida contribución de Engel en el Tratado enciclopédico de las enfer- medades del lactante de v. Pfaundler y Schlossmann. De importancia para nosotros, como punto de partida, ha sido un trabajo de Loeschcke, en el cual llama la atención so- bre el hecho de que en los niños pueden enfermarse algunos sec- tores del árbol bronquial en forma sistemática, como por ejem- plo, en el sarampión y gripe se compromete el territorio de los bronquios preterminales, y en la tos convulsiva, el territorio de los bronquiolos terminales y respiratorios sin que sea necesa- rio la participación de los bronquios mayores. Loeschcke, llama la atención sobre la importancia que le co- rresponde a los distintos territorios bronquiales en las neumo- nías, cuya participación en los diferentes cuadros no se conoce todavía lo suficiente. Sobre el discutido capítulo de las neumonías intrauterinas que, en su mayor parte son neumonías por aspiración de líquido 29 amniótico o de meconio, salvo algunos casos de infección por neu- mococos de la madre, citados en la literatura mundial (Engel); podemos hallar referencias en los trabajos de Lauche, Loeschcke, Engel, Warwick, Hess Thaysem. Por nuestra parte, hemos dedi- cado un capítulo especial a este problema en nuestro trabajo. Desgraciadamente, en la literatura nacional que pudimos consultar, no hemos encontrado trabajos anatómicos relacionados con los discutidos cuadros de la neumonía infantil. Meneghello y otros, presentan una casuística de 12 enfermos, entre 7 meses y cinco años de edad con neumopatías por hidrocarburos, casos que evolucionaron en forma benigna salvo uno en que existió un pe- queño derrame. Meneghello y Niemeyer presentan otros 12 enfer- mos con neumopatía y glomérulonefritis aguda en que el diag- nóstico de neumonía no ofrece duda alguna, llamando la atención en la simultaneidad de aparición de los cuadros morbosos y rela- cionándolo con problemas de la alergia como lo han considerado también Nauwerck y Baeza Goñi. Sin embargo, el problema del empiema pleural, y en especial la terapéutica tanto quirúrgica como médica, ha tenido en los autores nacionales mucho interés (Jofré, Quiroga, Ortega, Ariztía, Amenábar). Como veremos más adelante el compromiso pleural en nuestros casos se pre- senta en rarísimas ocasiones. En las autopsias de niños de las más variadas edades, llama la atención, la variabilidad del cuadro anatómico que no encuen- tra siempre una explicación satisfactoria en cuanto a locali- zación, extensión, curso y etiología. Por parte de la clínica, es suficientemente ecaeciola que, el diagnóstico de focos neumónicos con los actuales métodos de ex- ploración física, es relativamente sencillo, pero, muchas veces, aislados focos y especialmente los más pequeños y cercanos al hi- lio, escapan al examen aún minucioso. Por otra parte, se han observado hemorragias focales intra- pulmonares, con cierta frecuencia, que se han interpretado como focos neumónicos. También ha sido un punto de discusión el tiempo necesario para la mayor o menor extensión de la neumonía. En este caso no siempre es fácil precisarlo porque no se examina, en muchas oca- siones, más de lo necesario a estos enfermos, por las malas con- diciones generales o el estado de gravedad del niño. Además, no nos pareció lo suficientemente clara la relación etiogenética entre las neumonías paravertebrales de los lactan- tes y la atelectasia ya que es bastante sabido que, en las partes atelectáticas y a la vez con mala circulación, se desarrola más fácilmente una neumonía. Por estas razones, hemos creído de importancia estudiar la neumonía en un gran material de autopsias de niños con distintas edades; desde prematuros con una hora de vida, hasta niños de término de seis años de edad, o, procesos inflamatorios del pul- món, de las más variadas etiologías, en cortes grandes para ver topográficamente las lesiones, muchas veces después de la fija- ción y, en algunos casos, previamente inyectados con formali- na por vía intratraqueal. 30 A manera de apéndice y sin mayores pretensiones de sentar precedente sobre la verdadera etiología de la neumonía, hemos estudiado la flora microbiana pulmonar, en cada uno de nuestros casos, con la tinción de Gram que, por lo menos, nos ha servido para una orientación, un tanto grosera sí, de la flora patógena pulmonar y posible etiología de la neumonía encontrada. MATERIAL Y TECNICA Se investigó en un total de 80 pulmones de niños de los cua- les 77 se autopsiaron en nuestro Instituto, la gran mayoría perso- nalmente, y los 3 restantes en el servicio correspondiente del Hospital Roberto del Río de Santiago, casos que debemos a la gentileza del doctor Guzmán, jefe de servicio. Todo nuestro material fué fijado en formalina al 15%, guardando en cada caso, íntegramente los dos pulmones. Se ha- cía en cada uno de ellos un corte de periferie a hilio en ángulo de 45? sobre la horizontal, según técnica usual de nuestro Insti- tuto. En un comienzo los guardamos abiertos así, pero después inyectamos previamente formalina al 15% por vía endotraqueal, hasta un grado de inspiración media para acercarnos lo más po- sible a lo fisiológico. Después, siempre se hizo ligadura de la trá- quea, y el órgano se sumergió totalmente en formalina, muchas veces atado a un peso de plomo para que no flotara. En ningún caso se separó el corazón para que la forma del pulmón no se al- terara. Fué por esto también que se tuvo cuidado de dejar cada pulmón lo más aislado posible. En más de un caso abrimos un pulmón de periferie a hilio, según la técnica usual, para ver sus alteraciones al estado fres- co, e hicimos inyección de formalina en el otro, por vía endobron- quial, seguido de la correspondiente ligadura al bronquiotronco. Los tres casos de Santiago también fueron fijados en for- malina y así los recibimos. Los 77 casos nuestros, corresponden a niños cuya edad fluc- túan entre una hora de vida 3 6 años. De los casos de Santiago uno tiene 40 días y el otro 4 años, no conociendo la edad del ter- cero. Todos nuestros casos corresponden a niños que llegaron a la mesa de autopsias con el diagnóstico de bronconeumonia. Sin embargo, controlamos algunos pulmones que, sin venir de la clí- nica con esos diagnósticos, nosotros lo encontramos a la necrop- sia, o bien, había algo interesante en las vías respiratorias su- periores que pudiera justificar un estudio minucioso del pul- món. Para completar nuestro Ol controlamos también al- gunos casos de niños que llegaron con el diagnóstico de muerte in útero, como lo señalaremos más adelante. Í En ningún caso hemos controlado pulmones con fibra: sis, del tipo que fuese, ni con sífilis congénita (neumonia alba), por no ser estos aspectos de la patología pulmonar, nuestro ob- jetivo. Inclusión: Habiendo fracasado la técnica usual del Instituto del corte por congelación, hubimos de incluir en parafina integramente nuestro material. La inclusión se hizo según la técnica corriente y según el método de la inclusión rápida que nos dió muy buenos resulta- dos, a pesar de nuestros cortes un tanto grandes. En forma sistemática se incluyó los lóbulos superiores (ge- neralmente los vértices), el lóbulo medio derecho y los lóbulos inferiores, tratando siempre de dejarlos enteros. Cuando los pul- mones eran de prematuros o bien de niños pequeños, hicimos un bloque para cada uno de los pulmones, y en un tercero incluímos el lóbulo medio y sólo cuando los pulmones eran de niños mayo- res hicimos bloque con trozos de lóbulos. En el estudio macroscópico nunca confundimos los lóbulos, porque, previa a toda inclusión, hacíamos una revisión minucio- sa de cada caso, anotando en un cuaderno sus caracteres o aspec- to patológico y muchas veces, haciendo dibujos esquemáticos de la zona sospechosa. Cada vez que tuvimos que incluir trozos de lóbulos, pusimos las iniciales del lóbulo tomado (ejemplo lóbulo inferior derecho: L.I.D.) junto con el número 1 o 2 si se trataba de la mitad su- perior o de la inferior (ejemplo mitad superior del lóbulo infe- rior derecho: L.1.D.1.). Después de comprobada la correcta fijación, hicimos cortes de cada pulmón de unos 5 mm. de espesor, desde la superficie hasta el hilio, tratando siempre de obtener el mismo grosor en toda la extensión del corte, y comenzábamos a deshidratar en los alcoholes después de un lavado en agua corriente de 15 a 20 mi- nutos de duración. Estos cortes se hicieron siempre en las regio- nes paravertebrales. Por su parte, el lóbulo medio se ha incluído en trozos del mismo grosor y en cortes perpendiculares al hilio, es decir, siguiendo el eje bronquial. A pesar de nuestros cortes relativamente grandes, la inclusión obtenida fué satisfactoria. Cortes: Todos los cortes se han obtenido con el micrótomo de para- fina y de un grosor que ha oscilado entre 10 y 15 micrones. De cada bloque obteníamos 3 o 4 cortes para nuestros objetivos. También se ha hecho en forma sistemática cortes de 5 a 7 mi- crones de espesor, que se han utilizado para la tinción de gérme- nes. Tinciones: Se ha usado la tinción de hematoxilina-eosina corriente y la de van Gieson en forma sistemática y para cada uno de nues- tros cortes. En algunos casos se hizo tinción de Weigert para es- tudiar, en lo posible, el comportamiento de las fibras elásticas en aquellos casos en que la inflamación había conducido a la necro- sis del parénquima. : Se hizo en forma sistemática, también la tinción de Gram, para estudiar la flora microbiana del pulmón y, en lo que estu- 32 viera a nuestro alcance, ubicarla dentro de los grupos patóge- nos conocidos. Se intentó hacer la tinción tricrómica de Cajal modificada por Calleja que presentaba algunas ventajas para nuestro es- tudio pero, fracasó ruidosamente porque, al parecer no es el fija- dor usado por nosotros, el indicado para obtenerla. En su defec- to, hicimos un tricrómico de van Gieson en que, la picrofucsina se cambia por rojo de tiazina y que tiene la ventaja de diferen- ciar muy bien al tejido conjuntivo de rojo, el líquido edematoso Y los eritrocitos de amarillo, dando a los nucleos un color grisá- ceo y mostrando muy bien sus alteraciones. Para nuestro estudio, hemos dividido nuestro Hicesria en dos grandes grupos: a) niños prematuros y b) niños de térmi- no. En tada uno de ellos hemos ubicado los sub-grupos siguien- tes: 1) recién nacidos; 2) lactantes menores; 3) lactantes ma- yores; y 4) niños con más de un año de vida. En un grupo aparte hemos controlado los casos con diag- nóstico de muerte in ea INVESTIGACIONES PROPIAS Para nuestro trabajo, contamos con 80 pulmones de niños entre nacidos muertos y niños que han tenido desde 1 hora de vida hasta 6 años de edad, ya sea prematuros o niños de término. Estos pulmones se refieren a casos que han llegado de la clínica con el diagnóstico de bronconeumonía o que sin él, nos- otros hemos hallado en la mesa de autopsia un proceso neumó- nico. Más aún, hemos controlado varios pulmones en que, sin existir una entidad morbosa bien definida, nos han presenta- do algo interesante para nuestro estudio. Tomando en cuenta el trabajo norteamericano de Graef, que controla 96 pulmones de niños con una semana y 4 y medio años de vida, hemos seguido un método de trabajo semejan- te, aunque el autor no da ningún detalle de su técnica. Para nuestras investigaciones hemos tenido en cuenta los siguientes problemas y hemos tratado de estudiarlos hasta donde nos ha sido posible: a) —Diferencias de localización en las distintas edades no tomando en cuenta su carácter o etiología; hb) —Diferencias de localización y extensión intrapulmo- nar según grupos patológicos Pos AU sepsis, sarampión, etc.) y según las indicaciones de Loeschcke, para la ramifica- ción bronquial, y c)—Estudio lo más completo posible de la flora patógena pulmonar para tomar una idea de la relación causa-efecto, aun- que no nos ha sido posible de controlar nuestros casos, por in- vestigaciones bacteriológicas Seguras. Por razones de exposición y por ser el más reducido de nuestro grupo, comenzaremos el estudio de nuestros proble- mas ya enumerados, por el A grupo en pue hemos dividi- do los pulmones. 33 NACIDOS MUERTOS En este pequeño grupo hemos incluído a los niños con diag- nóstico de muerte in útero, tanto. prematuros como de término, en vista de que no hay en ellos mayor diferencia anatómicas e histológicas. Hacen un total de 8 pulmones (5 prematuros y 3 de término), todos los que se han inyectado con formalina por vía endotraqueal. a) Diferencia de localización —Este estudio lo hemos asimilado a la revisión macroscópica que hemos hecho en cada uno de nuestros pulmones. Esta revisión no nos ha dado ns claridad sobre procesos inflamato- rios congénitos. Y comenzaremos de inmediato en el estudio que nos hemos propuesto: Todos los pulmones eran de consistencia corriente, uniforme, más bien pálidos y de aspecto enteramente normal. Sólo en uno, la consisten- cia estaba aumentada especialmente en los lóbulos inferiores, y el color era más rojizo sobre todo en las cercanías de hilio y de la pleura. b) Diferencia de localización y extensión intrapulmonar.—A su vez, esta parte de nuestro trabajo, la hemos asimilado al estudio histológico que hemos hecho sistemáticamente en cada pulmón controlado. En él nos he- mos encontrado con algunas sorpresas. Fuera del grado de atelectasia mayor o menor, en los campos pulmo- nares y que es más evidente en las partes subpleurales, lo que se traduce al examen macroscópico como una banda más rojiza, atelectasia que he- mos encontrado tanto en los lóbulos superiores como en los inferiores (en un caso el lóbulo medio era el más atelectático, en los otros, el menos); hallamos los alvéolos pulmonares Henos de formaciones grumosas, epite- lios descamados y glóbulos rojos en mayor o menor proporción. Sólo en un caso no había, glóbulos rojos en los alvéolos ni en los bronquios. En los casos restantes los bronquios finos, los bronquiolos preterminales y terminales, presentaban mayor o menor cantidad de líquido edematoso y contenido como el de los alvéolos. Formaciones café amarillentas redon- deadas o irregulares, del tamaño de glóbulos rojos o mayores, las hemos interpretado como sales biliares del meconio del líquido amniótico aspira- do, de acuerdo con los trabajos de Warwick. Los hemos encontrado en to- dos nuestros casos, tanto en los alvéolos como en las ramificaciones del ár- bol bronquial, aún en los más pequeños, y en proporción muy variable. Después del examen minucioso de cada lóbulo, en ninguno de nuestros 8 pulmones hemos encontrado signos de inflamación, y menos aún, signos de reacción pleural. Aunque nuestros casos son demasiado pocos para llegar a una con- clusión, el hecho de una negativa tan completa estaría en contradicción con lo afirmado por otros autores. Hook y Katz, afirman que la neumonía congénita es una inflamación por líquido amniótico infectado en más o. menos intensidad y que se pre- senta en la mayor parte de los nacidos muertos. Por su parte Hess Thaysen (citado por Johnmsen y Meyer), no cree que la neumonía comienza en el útero por la aspiración de líquido amniótico infectado. Johnson y Meyer, a su vez, opinan que aquello es posible y en 97 casos de neumonía entre un total de 500 autopsias en 5 años de trabajo, hallan 5 casos de infección antenatal por muerte in útero. De aceptarse aquellos, la aspiración de lí- quido amniótico se haría in útero por la respiración fetal que según Ahlfeld 34 (citado por Johnson y Meyer) existe normalmente y que, en caso de asfixia, se exageraría por excitación del centro respiratorio bulbar del feto. Warwick, que se ha referido al problema en 420 niños autopsiados, tan- to nacidos muertos como muertos en los primeros 10 días de vida, llama la atención en el hecho que, la neumonía que se encuentra en un quinto de los niños muertos en las primeras 10 horas de vida, es el efecto de un parto laborioso que afecta las condiciones generales del niño, y que se ve con más frecuencia en los débiles congénitos. Por nuestra parte, ya lo hemos dicho, no podemos entrar en conclusio- nes más o menos definidas sobre este problema aunque nos haya llamado la atención que, en ninguno de nuestros pulmones se presente la neumonía congénita. Además no conocemos los pormenores clínicos y las condicio- nes del nacimiento de los niños que hemos controlado como nacidos muer- tos y, como no ha sido la neumonía congénita el motivo principal de este trabajo, esperamos que con el curso del tiempo. podamos entrar a discutir tan interesante problema. Sin embargo, hemos “pensado, que la neumonía congénita puede ser más difícil de encontrarla que lo afirmado por algunos autores porque no se sabe, si el líquido amniótico puro, de por sí, puede causar neumonía y además, porque los microbios deben atravesar las barreras naturales de la madre (placenta, membranas) para llegar hasta los ¡alvéolos por un mecanismo de inspiración dudosa dentro de un medio líquido. Engel por su parte, opina que las neumonías congénitas son'rarísimas, pero suelen pre- sentarse en caso de una enfermedad grave de la madre. Relata un caso en que la madre padecía de neumonía y el niño falleció al segundo día con infiltración del pulmón izquierdo y con neumococos en la siembra y otro caso, en que la madre padecía de sepsis y el niño falleció al tercer día con una extensa neumonía bilateral. c) Estudio de la flora patógena pulmonar.—En cuanto al microbis- mo pulmonar, lo hemos estudiado después de hacer la tinción de Gram. Por razones completamente ajenas a nuestra voluntad, no nos ha sido po- sible comprobar en el cultivo, a los gérmenes encontrados para diferen- ciar la flora patógena de la saprófita y menos aún, para clasificar en for- ma inequívoca la flora patógena que es la que nos interesa aquí. En nuestros 8 pulmones hemos hallado 3 casos en que no pudo indivi- dualizarse gérmen alguno. En los restantes, hallamos aislados cocos del tipo de los estafilococos, pero sin signos de reacción vital, por lo cual no dimos mayor importancia a este hallazgo. Así, hemos terminado este primer grupo, de los 3, en que hemos di- vidido los pulmones controlados. Los grupos restantes ocupan la gran ma- yoría de nuestros casos, un total de 72 pulmones, y que se refiere a los ni- ños prematuros y a los niños de término. - Para su descripción seguiremos el mismo orden en que lo hicimos pa- ra estudiar-los nacidos muertos. y en cada uno de ellos hablaremos de los subgrupos a que aludimos en otra parte de este trabajo, vale decir: recién nacidos, lactantes menores, lactantes mayores, para terminar con los que tengan más de 1 año de edad. | NIÑOS PREMATUROS Tenemos en este grupo un total de 32 pulmones de niños que han vivi- do entre 1 hora y 2 meses 7 días, como límites máximos. 35 Para la denominación de prematuros hemos considerado lo escrito por Gerscovich y Ortega quienes, en publicaciones diferentes, se refieren a la denominación de prematuros según el acuerdo de la Academia de Pe- diatría de Nueva York, efectuada en Mayo de 1935, y que consideraba como prematuros a todos los nacidos vivos con 2,500 grs.: de peso o menos, no importando el tiempo de la gestación. Que hayan vivido significaba que tuvieran latidos cardíacos y aque hubieran respirado. Como ya lo hemos dicho, para el estudio de los pulmones, hemos di- vidido estos grupos en varios subgrupos, y que en este caso de los prema- turos se refieren solamente a 2, porque no tenemos niños mayores de 2 y medio meses de edad. 1) RECIEN NACIDOS: En este subgrupo, tenemos 15 pulmones de niños cuya edad ha fluctuado entre 1 hora de vida y 13 días. Entraremos de lleno en el primero de los problemas de nuestro trabajo. a) Diferencia de localización o estudio macroscópico.—Esta revisión nos ha dado el siguiente resultado: encontramos 7 pulmones, es decir, ca- si el 50% de la totalidad de este subgrupo en que el aspecto macroscópico de los pulmones era enteramente normal, otros 7 con aspecto sospechoso, es decir, aumento de la consistencia del parénquima, zona de congestión, etc. En los pulmones de aspecto normal, el color era más bien café pálido, la consistencia homogénea y la superficie lisa y brillante. Al corte se vió una coloración café rojiza algo más pronunciada en la cercanía de la pleu- ra. Después de la fijación, en algunos casos, se apreció una fina banda subpleural más obscura, de un milímetro de espesor más o menos, perfec- tamente bien visible en los lóbulos inferiores y en especial en nuestro prematuro con 1 hora de vida. Con el estudio histológico, hemos compro- bado que esta zona corresponde a atelectasia marginal del pulmón (véase fig. 1). En los 7 casos en que el estudio macroscópico fué sospechoso, la lo- calización de la probable neumonía fué la siguiente: 3 casos en el lóbu- lo inferior izquierdo; 2 casos en ambos lóbulos inferiores; 1 caso en el ló- bulo superior derecho y 1 caso en el lóbulo superior izquierdo. Podemos apreciar que de ser efectiva esta neumonía, hay un franeo predominio de neumonía en el pulmón izquierdo en este subgrupo. En el caso restante de nuestros pulmones controlados, al examen ma- croscópico la neumonía no ofreció ninguna duda. Ambos pulmones estaban aumentados de tamaño y de consistencia, especialmente en los lóbulos in- feriores. La superficie era rojiza, en algunas partes, lisa y brillante y en las regiones paravertebrales de un color violáceo. Se veía manchas más o menos redondeadas en la superficie del lóbulo medio, del lóbulo superior e inferior izquierdo, del tamaño de avellanas y de color rojo obscuro. Hay una mancha más grande en la región paravertebral del lóbulo infe- rior derecho que llega hasta cerca del límite con el lóbulo medio. En la ci- sura interlobar derecha existía una pequeña estría fibrino-purulenta, a manera de hilo tendido entre el lóbulo superior e inferior. Al corte se en- cuentra el lóbulo superior derecho muy congestionado, algo endurecido y en el lóbulo inferior zonas redondeadas, firmes, como hemorrágicas, una de las cuales se confunde con la que hemos descrito en la superficie de la pleura de la región paravertebral. El lóbulo medio presenta un aspecto semejante, pequeñas zonas muy enrojecidas y firmes, más o menos redondeadas, especialmente en la cer- canía de la pleura y haciendo contacto con ella. La parte más distal apa- 36 rece de aspecto macroscopicamente normal, Es una de las pocas veces en que el lóbulo medio ha tomado parte tan activa en el proceso neumónico (véase figura 2). y Por su parte, el pulmón izquierdo presentaba un aspecto muy parecido, marcada congestión cerca de la pleura especialmente hacia la región para- vertebral. En la parte media del lóbulo inferior se veía una pequeña ca- vernícula, como a sacabocados, de paredes limpias y de 1 mm. de diámetro más o menos, ubicada en el centro de una zona muy enrojecida, algo firme, y de aspecto necrótico (véase figura 3). En vista de las lesiones tan extensas de ambos pulmones y de la gra- vedad del cuadro anatómico, hemos creído interesante copiar un breve re- súmen de la historia clínica de este niño: Juana R. S. Prematuro del sexo femenino, 8 días de edad, AN/472/46, hijo de madre con examen radiológico positivo para una tuberculosis pulmo- nar y con un Kahn positivo jj en Enero de 1945; nace este niño en la Ma- ternidad del Hospital Regional, el 19 de Octubre de 1946. Al día siguiente se traslada a sala cuna. En el examen clínico practicado en los 2 primeros días, no se encontraron signos patólogicos aunque al segundo día después del nacimiento, el niño presentó crisis de cianosis, Al tercer día el exámen evidencia: eianosis, ietericia, tonos cardíacos apagados y signos de conden- sación pulmonar en la base izquierda, hasta el tercio inferior. Pensando en una bronconeumonía se lleva a Rayos, exámen que fué negativo, y que el médico de sala tuvo oportunidad de ver, personalmente. Al día siguien- te sigue con hipotermia, curva de peso arrastrada, crisis de cianosis a re- petición quejumbroso y con hepatomegalia. Fallece a los 8 días, Como tenemos en el material restante un caso muy parecido a éste, de- jaremos para otra oportunidad el comentario de esta neumonía tan intere- sante, tanto para la anatomía como para la clínica, Y ahora entraremos al segundo capítulo de nuestro trabajo. b) Diferencia de localización intrapulmonar.—A semejanza de lo que ocurre con los nacidos muertos, encontramos aquí una disparidad eviden- te entre el estudio macroscópico y el histológico. De los 7 pulmones sanos al examen grosero, sólo 3 no tenían neumonía, salvo discreta cantidad de glóbulos rojos en los alvéolos y algo de líquido de aspecto edematoso en la parte baja de los lóbulos inferiores. Es decir que en más de un 50% de los casos, no hemos diagnosticado neumonía cuando ha existido. Entre los pulmones sanos encontramos un niño de 1 hora de vida que presentaba marcada atelectasia subpleural (véase figura 1) y escasa dis- tensión en el resto de los alvéolos. En el lóbulo superior derecho había cierta cantidad de líquido edematoso intraalveolar. En otro caso, con 5 horas de vida, la atelectasia era muy evidente y siempre mayor en la cercanía de la pleura, sin preferencia especial por algún lóbulo. También hallamos algo de líquido edematoso en los alvéolos y glóbulos rojos en cantidad variable, en especial en las partes más externas del lóbulo medio. En los bronquio- los terminales y preterminales se ve algunos glóbulos rojos. El tercer caso sano es un niño con 24 horas de vida, con marcada atelectasia en la cercanía de la pleura y en los vértices y escasa cantidad de líquido edematoso del lóbulo medio y de glóbulos rojos en el interior de los alvéolos, sin distinción especial de algún lóbulo. Henderson, dice que la alta mortalidad en los recién nacidos, se debe a despliegue incompleto del pulmón y que esto produce una condición favorable para la neumonía. 37 Sobre la atelectasia, Farber y Wilson, dicen que puede estar presente en los pulmones de un niño de término por varios días, como algo normal, y que en los prematuros esta condición se prolonga por 6 semanas o más y han controlado tanto en estudios clínicos, anatómicos, como experimenta- les, a varios cientos de niños. Terminan diciendo que la atelectasia del re- cién nacido puede explicarse por un desarrollo imperfecto o por injuria del centro respiratorio, por desarrollo imperfecto del mecanismo toráxico y por obstrucción bronquial, debido a las aspiraciones de líquido amniótico, mu- cus o sangre. En cuanto a la relación entre la atelectasia y la bronconeumonía a la que aluden tantos autores, nosotros no la hemos encontrado con tanta fre- cuencia, ni tan íntimamente relacionadas. Warwick, dice que la atelectasia es un acompañamiento frecuente en la neumonía del recién nacido, pero no se pronuncia si aquello predispone a la neumonía. Sólo en una ocasión, en un prematuro de 11 días, vimos ambos aspectos de la patología pulmonar, vale decir, aislados focos neumónicos intraalveolares en las regiones para- vertebrales de los lóbulos inferiores y con ligero predominio de la atelectasia. (véase figura 4). Los bronquiolos preterminales y terminales estaban com- prometidos. Los 4 pulmones restantes que aparecieron sanos para el examen ma- eroscópico presentaron focos neumónicos de mayor o menor extensión en el examen histológico. Luego, en este subgrupo de prematuros, contamos con 12 pulmones neumónicos cuyo aspecto histológico es el siguiente: sólo en un caso con dos días de vida hallamos fibrina en finas estrías o fibrillas por demás, muy escasas, en algunos alvéolos cerca del hilio. La sangre en, proporción variable se encontró en todos los pulmones, especialmente en un caso en que el campo microscópico estaba ocupado totalmente por glóbulos rojos, con aislados focos neumónicos muy pequeños en la parte alta del ló- bulo inferior izquierdo, siempre en la región paravertebral. Líquido de as- pecto edemátoso acompaña en más o menos extensión a todos los pulmones en que los glóbulos rojos son abundantes. Llama la atención la distribución caprichosa que se ve en estos casos, algunos alvéolos con sangre y al lado, al- gunos alvéolos con líquido edematoso. La localización O de los focos neumónicos resultó la si- guiente: Lóbulo superior derecho solamente: 1 caso. Lóbulo superior izquierdo solamente: 1 caso. Ambos lóbulos superiores excluídos los anteriores: 7 casos. Lóbulo inferior derecho solamente: 0 caso. Lóbulo inferior izquierdo: 2 casos. Ambos lóbulos inferiores: 10 casos. Por su parte el lóbulo medio acompañó durante 7 casos indistintamen- te al lóbulo superior o al inferior, Analizando este grupo se ve una aparente contradicción entre el nú- mero total de prematuros controlados (12) y el número de las neumonías encontradas (21), pero ello se debe a que en algunas ocasiones participa- ron los lóbulos superiores, uno o ambos, junto a los lóbulos inferiores. Sobre esta diferencia entre el examen histológico y el macroscópico, recor- daremos las opiniones de Browne (citado por Johnson y Meyer), quien afir- ma que el diagnóstico de la neumonía puede ser errado, aún después del examen postmortem, sin un examen microscópico de los pulmones, en los ni- ños muertos en la primera semana después del nacimiento. ) 38 La participación del árbol bronquial, fué también muy variable; en 4 casos existió una bronquitis purulenta franca, de siete pulmones con par- ticipación bronquial, todos ellos de los ramos finos y sólo uno de los me- dianos. En dos de ellos encontramos una peribronquitis. En 4 casos hu- bo participación de los bronquiolos terminales y preterminales, la mayor parte de ellos fuertemente afectados, y 3 de ellos junto a una bronqui- tis de intensidad mayor o menor. En dos de estos casos hallamos una peri- bronquiolitis. Nuestro caso especial del prematuro de 8 días J. R. C. presentó, co- mo es de suponerlo: un extenso cuadro de violenta inflamación pulmonar en ambos parénquimas y de todos los lóbulos, en parte focos neumónicos confluentes o aislados, los más escasos, y generalmente en la cercanía de la pleura como ya lo hemos dicho. La proximidad del hilio estaba com- pletamente limpia. Junto al exudado leucocitario muy intenso hallamos gran cantidad de sangre en los alvéolos y en algunos bronquios finos. Numerosas formaciones grumosas café amarillentas como pertenecientes al meconio que hemos reconocido en los recién nacidos, encontramos en el interior de los alvéolos distribuidos irregularmente. Fuera del absceso descrito macroscópicamente, existían otros microscópicos tanto en el pul- món izquierdo como en el derecho en donde eran más escasos. c) Estudio de la flora microbiana pulmonar.—Aprovechamos para ello, como lo hemos dicho, los cortes de 5 a 7 micrones de espesor con tinción de Gram. Sólo 2 de nuestros casos presentaron fibrina distribuída en los al- véolos de los territorios afectados, aunque siempre en escasa cantidad. En cuanto a los microbios, los vimos en todos nuestros pulmones, a ve- ces aislados o formando grumos, por lo que es difícil poder indentificarlos bien. Sólo en un caso no individualizamos gérmenes, pues, parece que no se hizo la tinción de Gram en el corte correspondiente a la neumonía. En los casos restantes vimos diplococos aislados o formando nubes en 12 de nuestros 15 pulmones de este subgrupo. En un caso nos inclinamos por estafilococos exclusivamente y en otro por estreptecocos con aislados di- plococos. A veces ubicamos gérmenes muy abundantes dentro de los bronquios, junto al exudado leucocitario, células descamadas y uno que otro eritro- cito. Nos pareció, que la combinación diplococos con estafilococos ha sido la más frecuente en nuestro subgrupo y nos ha llamado la atención, la intensa fagocitosis que se ve, tanto en el interior de los alvéolos, como en el interior de los bronquios enfermos. 2) LACTANTES MENORES: Hemos llegado al último de los sub- grupos que hemos tenido en los prematuros. En este caso contamos con 17 pulmones cuya edad ha oscilado entre 16 días y 2 meses 7 días como límites máximos. Entraremos de inmediato al primero de nuestros problemas. a) Localización en los distintos lóbulos o estudio macroscópico.—:In- mediatamente notamos un franco cuadro neumónico en 8 de nuestros pul- mones, o sea, prácticamente en el 50%. La localización de los focos neumónicos en ellos fué la siguiente: Región paravertebral del pulmón derecho: 1 caso. Lóbulo superior y medio: 1 caso. Lóbulo superior derecho solamente: 2 casos. ' 39 Lóbulos inferiores: 3 casos. Lóbulo superior derecho e inferior izquierdo: 1 caso. En los 9 pulmones que restaron, sólo encontramos uno en que el exa- men macroscópico fué negativo y, los 8 restantes, fueron dudosos. En ellos, la localización de la probable neumonía fué así: 2 en los lóbulos su- periores y el resto en los lóbulos inferiores, tanto en el derecho como en el izquierdo (4 casos de localización en el lóbulo inferior izquierdo exclu- sivamente). : Hacemos notar que, en este subgrupo de los prematuros, hallamos 3. neumonías que se acompañaron de reacción pleural; uno del vértice de- recho (véase figura 5), otro de la totalidad del pulmón derecho con empie- ma localizado en su parte media a nivel de la línea axilar posterior. En es- te caso se trata de un niño de mes y medio de vida que presenta un ex- tenso cuadro neumónico del pulmón derecho. El lóbulo inferior en su to- talidad, es una masa blanquecina purulenta (véase figura 6) y que tiene una caverna, del tamaño de una avellana, en la parte lateral externa y que se corresponde con el empiema mencionado. El lóbulo medio es muy difícil individualizar por presentar un aspecto semejante y en el lóbulo superior, ¿uera de la necrosis y fusión purulenta, se observa algunas cavernículas aisladas en medio del' espesor del parénquima pulmonar. Toda la pleura del pulmón presenta fibrina y pus en buena cantidad. El tercero de nues- tros casos con reacción pleural fué del vértice izquierdo y en la parte más alta y paravertebral del lóbulo inferior de ese lado. b) Localización intrapulmonar.— El cuadro microscópico correspon- dió, en la gran mayoría, a neumonía focal diseminada y sólo en 3 a neumo- nía confluente. En uno, era un cuadro abscedante muy extenso con necro- sis del parénquina y algunas cavernículas del vértice derecho y que co- rrespondió al pulmón con la extensa pleuritis y empieza de la parte media del lado derecho (A.N. 544/46). ' Con este examen, casi el ciento por ciento de nuestros pulmones pre- sentó neumonía ya que el único caso que fué negativo al examen macros- cópica, al examen histológico tuvo aislados focos diseminados en los ló- bulos inferiores especialmente en el centro de los alvéolos. En cambio, uno que dió sospechas de neumonía en la base derecha, resultó negativo en cuanto a neumonía, pero con marcada atelectasia. De estos 16 pulmones neumónicos, uno presentó inflamación preferen- mente de las cercanías de los hilios tanto derecho como izquierdo. El exudado inflamatorio siempre es el mismo: leucocitos polinuclea- res muy abundantes, escasos monocitos y células histiocitarias grandes, edema más o menos difuso en 6 casos, y fibrina solamente en 3. Hacemos notar la presencia de sangre en 12 de nuestros casos, en forma abundan- te, y en 2 casos extraordinariamente abundante , cuya localización fué pre- ferentemente de los lóbulos inferiores, menos de los superiores y menos aún del medio. Sólo en un caso, este lóbulo era un verdadero lago de san- gre. Además, es interesante, que el cuadro inflamatorio no guarda re- lación directa con la cantidad de sangre de los alvéolos; escasa inflama- ción con abundante sangre o viceversa. Algunas veces nubes de gérmenes y abundante sangre. | En cuanto al compromiso bronquial lo hallamos también en 12 de nuestros 16 pulmones neumónicos. Algunas veces se vió abundante exu- dado leucocitario en las capas profundas entre las glándulas mucoserosas 40 de los gruesos bronquios y en el tejido conjuntivo de la submucosa. En uno de los bronquios finos inflamados se encontró sangre y en tres ocasiones existió una peribronquitis. El compromiso bronquial casi siempre, fué de los bronquios finos y por lo general muy intenso. Rara vez de los media- nos, y los mayores nunca presentaron alteraciones en la mucosa, El territorio de los bronquiolos se comprometió en uno de nuestros casos acompañando a una bronquitis más o menos intensa; los más afecta- dos fueron los preterminales. El exudado inflamatorio fué siempre el mismo, La atelectasia la vimos en 4 casos, generalmente, en grado discre- to, salvo un caso más extensa y que nos impresionó como neumonía al exa- men macroscópico. c) Estudio de la flora microbiana.— En este subgrupo, a pesar de existir neumonía, no hallamos gérmenes en 3 ocasiones, lo que puede ex- vlicarse, por tres mecanismos: porque no se ha hecho la tinción de Gram en el corte del lóbulo afecto de neumonía, porque la tinción no ha sido ciento por ciento satisfactoria (ya que es un tanto caprichosa) y, por- que en el momento de la tinción ya no existían gérmenes o eran muy es- casos. Loeschcke, ya ha establecido que los gérmenes son más abundan- tes en el primer período de la neumonía, es decir, cuando comienza el edema inflamatorio, lo que dura solamente algunas horas en los adul- tos y que en los niños, ha de durar otro tanto, a menos que no haya una continua sucesión de focos neumónicos. Encontramos fibrina también en tres casos, tanto en los alvéolos como en algunos bronquios finos y bronquiolos, pero siempre en canti- dad muy escasa. La flora microbiana no fué muy diferente de la anterior; siempre diplococos Gram—positivos aislados o formando grumos los que son más escasos que en el subgrupo anterior; estafilococos en forma casi cons- tante y muy numerosos. Sólo en una ocasión, cocos en forma de cadenas cortas junto a numerosos estafilococos. También hallamos marcada fagocitosis, tanto en el interior de los bronquios como en los alvéolos, y muy bien visibles en las paredes o sep- tum alveolares. No podemos dar una preferencia en la ubicación de los gérmenes porque, no se ha hecho, en forma sistemática, la tinción de Gram para cada uno de los lóbulos. Nos ha parecido que los estafilococos son la flora dominante en es- te subgrupo, aunque pueda ser que ello se deba a que los neumococos se agrupan formando racimos; por lo cual, dejamos un amplio margen pa- ra nuestras dudas. Nos pareció también que la fagocitosis es más moderada que en el subgrupo anterior. NIÑOS DE TERMINO Como ya lo hemos dicho, en este grupo entran todos los niños ma- yores de 2,500 grs. de peso en el momento de nacer. Abarca el resto de nuestros 80 pulmones descontando los nacidos muertos, o sea, un número de 40 en total. La edad oscila entre 3 horas y 6 años. Para nuestro estudio aunque resulta monótono el abordaje del te- ma, tenemos que seguir el camino ya recorrido, dividiéndolo en los sub- grupos que hemos conocido en los prematuros. 41 1.) RECIEN NACIDOS: Solamente controlamos 7 pulmones de este subgrupo cuyo límite de vida ha estado entre 3 horas y 12 días. Podemos ade- lantar, desde ya, que no encontramos grandes diferencias con el subgrupo correspondiente de los prematuros, salvo que no tenemos ningún caso en que las lesiones pulmonares hayan sido tan extensas como las que hemos visto. a) Localización macroscópica de la neumonía.—Sólo en un caso de 12 días encontramos un cuadro franco de neumonía en el vértice derecho y lóbulo inferior izquierdo al examen macroscópico. El lóbulo inferior de- recho de este caso solamente era sospechoso. En los 6 restantes, el estudio dió 3 aparentemente normales y 3 con probable neumonía en los lóbulos inferiores, tanto en el derecho como en el izquierdo, de modo que la participación de los lóbulos inferiores sería en más del 50% de nuestros casos. Siempre la localización fué hacia' las regiones paravertebrales, salvo en 2 casos en que hubo focos neumónicos aislados. Esta localización dió lóbulo superior derecho 1 caso, lóbulo supe- rior izquierdo y medio derecho 0 caso y ambos lóbulos inferiores 3 casos. b) Localización intrapulmonar o estudio histológico.—Encontramos 5 casos con francos focos neumónicos en este subgrupo de 7 pulmones y en los dos restantes, uno de 24 horas y otro de 18 horas, sólo había líquido edematoso en los alvéolos, células epiteliales descamadas, algunos glóbulos rojos distribuídos en forma irregular y formaciones grumosas, como las descritas por sales biliares del meconio, ya analizadas en los prematuros. Los 5 pulmones presentaron mayor o menor infiltración leucocitaria tanto en el parénquima como en el sistema bronquial. De ellos uno tenía 3 horas de vida y el otro más de 4 días. Es interesante el análisis de este caso con 3 horas de vida que, al examen macroscópico, presentó sospecha de neumonía en los lóbulos infe- riores, petequias y algunas eauimosis subpleurales. Este niño llegó de la clínica con el diagnóstico de enfermedad hemorrágica, hematemesis, bron- coneumonía de la base izquierda y hemos creído de importancia buscar antecedentes del parto, de lo cual podemos resumir lo siguiente: embara- zo a término de una primigesta de 28 años, sin aborto ni antecedentes de importancia y con examen clínico de rayos y Kahn negativos. El trabajo de parto se prolongó por 383.45 horas con algunas alteraciones de la di- námica uterina que obedecieron al tratamiento médico. La ruptura de las membranas se hizo 23 horas antes del nacimiento en forma artificial, lo gue dió salida al líquido amniótico teñido de meconio. El parto fué espontá- neo, de vértice, con período de dilatación de 21.15 horas y período expulsivo de 30 minutos. Niño femenino vivo de 3,200 gramos de peso y 51 ems. de longitud. El examen físico, hecho después del nacimiento, dió, quejido res- piratorio, aleteo nasal, retracción inspiratoria de la base del tórax. Pre- sentó fenómenos vasomotores con zonas cianóticas y zonas pálidas que cambiaban unas y otras de lugar en poco tiempo, taquicardia y crépitos distelectáticos en la base izquierda. Media hora antes del examen, había tenido vómitos de sangre. Fallece 3 horas después del nacimiento. En la mesa de autopsias se encontró aumento de la consistencia de ambos pulmones y marcada congestión, al corte no se evidenciaron focos neumónicos sino gran hiperhemia. b) Estudio microscópico.— Este estudio, para el caso que comen- tamos, nos dió líquido edematoso abundante en los alvéolos, sangre dis- 42 tribuída en forma difusa especialmente abundante en la base izquierda tanto en los alvéolos como en los bronquios finos y bronquiolos los que tenían además líquido edematoso en el lúmen. Marcada hiperhemia de ambos parénquimas y formaciones grumosas características del meconio distribuídas en forma irregular. También en los bronquiolos existían estos pequeños grumos café amarillentos especialmente en los preterminales. _Exudado leucocitario evidente, no se vió en los alvéolos ni en los bron- quios. Los pulmones restantes, que tenían más de 4 días de vida, presen- taron reacción inflamatoria evidente localizada especialmente en los ló- bulos inferiores. En todos hubo participación bronquial ya sea con exu- dado leucocitario y sangre o, solamente leucocitos. Los bronquiolos reac- cionaron en 3 casos y en una forma poco intensa. Cc) Estudio de la flora microbiana.—De nuestros 7 pulmones vimos 1 caso en que los gérmenes se veían agrupados como los estafilococos. En los restantes, se vió diplococos Gram positivos en un caso extraordinaria- mente abundante y distribuídos en forma muy irregular en el parénquima. En otros casos se vió neumococos en combinación con cortas cadenas de cocos y muy numerosos estafilococos. En ninguno de nuestros pulmones encontramos algo de fibrina. 2.2) LACTANTES MENORES: Contamos con 15 pulmones en este subgrupo. La edad de los niños ha variado entre 1 mes y 4 meses como lí- mites máximos, existiendo un total de 9 lactantes con la edad de 2 meses. a) Localización macroscópica de la neumonía.—Sólo en 3 casos ha- llamos sospecha de neumonía en los cuales la participación de los lóbu- los fué como sigue: para el lóbulo superior izquierdo 1 caso, para los ló- bulos inferiores 3 casos, uno de los cuales estaba en a con el anterior. Los lóbulos restantes no participaron. Los otros 12 pulmones presentaron franca neumonía, ya en focos aislados, ya confluentes, en mayor o menor extensión. En ellos, el pul- món derecho estuvo tomado, en forma pura, solamente en dos casos y que correspondió a localización de la neurona en el lóbulo superior. En 3 casos estuvo comprometido solamente el pulmón izquierdo, y los 3, en el lóbulo inferior. En los casos restantes se comprometieron ambos pul- mones. La localización en los lóbulos inferiores marcó prefe.encia (7 ca- sos) y la del lóbulo medio la más escasa (1 caso). La participación de los vértices se vió en los dos casos en que la neumonía era del lóbulo supe- rior y en dos ocasiones se comprometieron las regiones hiliares. Llamaremos la atención en este subgrupo, sobre un pulmón, cuyo aspecto macroscópico era muy semejante al prematuro de 8 días que he- mos analizado, por lo cual le dedicaremos un estudio especial. Se trata de un niño de 2 meses, Enrique R. R. AN. 431/46 que lle- ga de la clínica con el diagnóstico de fiebre tifoidea, broconeumonía final, riñones grandes, opistótonos crónicos, nódulos ambos deltoides y cara ex- terna de los muslos. El estudio macroscópico de los pulmones dió aumento de tamaño y de consistencia, especialmente en ambas bases, superficie lisa brillante de color café rojizo, de aspecto sucio, y con manchas más obscuras, de color violáceo en el lóbulo superior derecho hacia la región paravertebral. Algunas de estas zonas más obscuras, presentan una coloración blanco amarillenta en un centro y existen otras, más o menos redondeadas, del 43 tamaño de avellana, a lo largo del borde posterior del pulmón izquierdo y en la cara externa del lóbulo superior derecho. Se vé formaciones am- pollosas distribuídas en forma irregular en el lóbulo superior derecho y en el pulmón izquierdo que al romperlas, dejan escurrir cierta serosi- dad rojiza. Pequeña cantidad de fibrina existe en al superficie de estas formaciones ampollosas. Al corte, el pulmón izquierdo, está fuertemente congestionado y en todas las manchas violáceas vistas en la superficie, existen zonas fir- mes más o menos redondeadas de un color rojo vinoso en la cercanía de la pleura y muy bien circunscritas (véase figura 7). El paránquima de las cercanías fuera de la congestión aparece como normal. En alguna de estas zonas subpleurales enrojecidas, se ve pequeñas ulceraciones, como a sacabocados, de fondo limpio y paredes lisas de 1 a 4 mm. de diámetro. El pulmón derecho, inyectado con formalina endobronquial, está congestionado, especialmente en las cercanías de la pleura. En el lóbulo inferior se ve pequeñas cavernículas como las descritas y una algo ma- yor en el tercio inferior. El lóbulo superior y el lóbulo medio sólo se ven congestionados. Revisando la literatura hemos encontrado que Dubin y Kerby, pu- blican un trabajo con lesiones pulmonares semejantes a las que hemos descrito en este caso y en el prematuro de 8 días; en una mujer en la edad media de la vida, teniendo como agente etiológico de este cuadro neumó- nico, al bacilo coli. Pearce (citado por Dubin y Kerby), en 1897 había descrito cuadros semejantes en un estudio de 128 casos de bronconeumonía, 5 de los cua- les fueron producidos por el bacilo coli y en 2 de ellos como complicación de una fiebre tifoidea. Nuestro caso resultó negativo para la fiebre tifoidea a pesar de todos los esfuerzos hechos por los clínicos para pesauisarla hasta que, en un cultivo de la bilis que se hizo a última hora, se encontraron bacilos de Eberth. b) Localización intrapulmonar o estudio histológico.—De nuestros pulmones controlados, sólo 2 dieron examen histológico negativo en el sentido de una neumonía, uno de ellos era sospechoso al examen macros- cópico. Estos casos presentaron solamente atelectasia, mayor en la cer- canía de la pleura, y algo de sangre en los alvéolos y corresponden a 2 ni- ños con 4 meses de edad que llegaron a la mesa de autopsias en pésimo estado nutritivo. En los pulmones restantes, la neumonía se hizo presente con dis- tintos grados de intensidad. Llamamos la atención en el hecho que, la mayoría de los focos, eran aislados y distribuidos preferentemente en los lóbulos inferiores. En los vértices se halló en menor proporción y sólo una vez, el vértice izquierdo se comprometió en forma evidente. El exudado inflamatorio siempre es el mismo; leucocitos polinuclea- res, algunos monocitos, fibrina solamente en 2 casos. En la inmensa ma- yoría existía gran cantidad de sangre, en los otros, algo menos. En dos ocasiones vimos la sangre junto a un extenso y marcado exudado leuco- citario, distribuída tanto en los lóbulos superiores como en los inferiores y muy abundante en nuestro caso del niño con pequeñas carvernículas pulmonares (AN. 431/46). Este caso, presentaba, además, extensos focos necróticos y abscesos microscópicos distribuidos en forma irregular en la cercanía de la pleura, tanto en el pulmón izquierdo como en el de- recho. 44 Hacemos notar que la participación inflamatoria de los bronquios medianos y menores se vió en alto. porcentaje; en 10, en forma muy vio- lenta en 2 casos en forma regular y en 1 no existía, Junto al exudado leucocitario, en casi todos los bronquios afectados, había sangre en el lú- men, especialmente en los bronquios de menos calibre. En un caso halla- mos solamente sangre en el lúmen bronquial. La peribronquitis la hemos visto en 3 pulmones. Los bronquiolos se tomaron más raramente encontrando sólo 8 ca- sos en que había reacción inflamatoria pequeña, siendo en 2 muy inten- sa y que era concomitante a una bronquitis, también intensa, En ningu- no hallamos peribronquiolitis. e) Estudio de la flora microbiana.—En 4 de nuestros pulmones no hemos podido individualizar gérmenes: y sobre el particular, hacemos valer las mismas razones que hemos mencionado en “otra parte de nues- tro trabajo. De los 11 casos restantes; uno presentaba estreptococos en cadenas cortas y especialmente visible en el lumen bronquial, otro sólo contenía algunos estafilococos diseminados y los restantes eran neumococos libres o incluídos dentro del protoplasma de los macrófagos. En un caso estaban distribuídos caprichosamente en los bronquios y también en el parénqui- ma. : Llamamos la atención sobre el caso analizado del niño que llegó de la clínica con diagnóstico de fiebre tifoidea y neumonía terminal (AN. 431/46); neumonía que hemos catalogado como metastática. Por mucho que quisimos encontrar formas bacilares no tuvimos éxito. En cambio, hallamos, nubes de gérmenes en la cercanía de la pleura y en todos los focos neumónicos y donde más abundaban era en las proximida- des de las cavernículas especialmente en la del lóbulo inferior derecho. Allí se encuentran en el reborde de la ulceración, formando como un halo, en forma más o menos difusa y en la vecindad, formando verdaderos ta- pones. En esta misma zona hemos visto un vaso sanguíneo lleno de gérmenes. Llamamos la atención en que, a veces, cuando los diplococos están agrupados, aparentan estafilococos. De ser así, en este caso hay una enorme cantidad de estos gérmenes, También hemos observado los microbios dentro del árbol bron- quial y más aún, en el caso citado de la cavernícula (AN. 431/146), los hallamos en forma bien convincente. 3.2) LACTANTES MAYORES: Como tenemos solamente 5 pulmones en este subgrupo y como hemos encontrado que no existen grandes diferen- cias entre estos niños de 7 meses de edad y los mayores de 1 año, en el cuadro anatómico de la neumonía, hemos decidido terminar aquí esta serie de controles tanto macroscópicos como histológicos. Luego, en este subgrupo, encontramos los pulmones restantes de los niños de término, que en total han alcanzado la cifra de 43, y que se han distribuido como siguen: nacidos muertos 3; recién nacidos 7; lac- tantes menores 15 y mayores de 6 meses de edad 18. De estos 18 pulmones, 5 son niños de 7 meses; 12 entre 1 año y 4 años y 1 de 6 años. Y entramos de lleno en el primer problema e! nos hemos pro- puesto resolver. 45 a) Localización macroscópica — La localización macroscópica de la neumonía fué siempre fácil y no se hizo, solamente, en una ocasión en que se halló sospechas en la base izquierda, en un niño de 7 meses de edad. En los casos restantes, la neumonía se ubicó de la siguiente forma: Pulmón derecho: 6 casos. Pulmón izquierdo: 5 casos. Ambos pulmones: 7 casos. Cuando tal localización estuvo en el pulmón derecho, el lóbulo su- perior se comprometió en dos, el medio en uno y el inferior en 3 casos. Cuando estuvo en el pulmón izquierdo, la localización en el lóbulo infe- rior fué de 4 casos y en el superior de una y con discreta participación del inferior. En cuanto a la localización en ambos pulmones, vistió las más va- riadas, lóbulo superior derecho con inferior izquierdo y lo contrario; am- bos lóbulos inferiores (4 veces, la mayoría) y los dos inferiores con uno superior. Luego, existe un ligero predomonio de localización a la derecha, pero también podemos decir que, cuando lo hizo el pulmón izquierdo, el cuadro anatómico era más intenso, especialmente en la localización del ló- bulo inferior. b) Localización intrapulmonar histológica.—El examen histológi- co, no hizo sino que comprobar lo visto a ojo desnudo, tanto así que el pulmón sin neumonía, macroscópicamente, era, en realidad, un Enadne/ con sólo discreta congestión e hiperhemia de las bases. La mayoría de las neumonías se componía de aislados focos dise- minados, algunos confluentes, especialmente hacia. la pleura, lo que vi- mos sistemáticamente en todos nuestros casos de coqueluche. Así, la” pleura aparecía con manchor.es blanquecinos después de la fijación, de distintos tamaños y formas muy irregulares, que al corte se insinuaban hacia el parénquima aunque fuese en discretísima extensión. Estogfocos neumónicos tenían distintos grados de inflamación. En un solo pulmón encontramos un violento cuadro con tendencia a la ne- erosis, y con marcada tendencia a confluir, tanto así, que aparentaba, ma- croscópicamente, una neumonía lobar y más raro aún, porque se. tra- taba del lóbulo medio. Hemos creído interesante habar una breve reseña de este lino caso porque se trata de una típica bronconeumonía por aspiración. Es una niña de 6 años, Flor R. C. AN, 320/46, sin antecedentes familiares y personales de interés especial. Llegó de la clínica con el diagnóstico de septicopiohemia. Noma y bronconeumonía de la base derecha. Cuando consultó al servicio de Pediatría, relató la siguiente histo- ria por enfermedad actual: coqueluche hace mes y medio. Hace 8 días co- mienza con tumefacción occipital que va en aumento, y hace 3 días, des- pués de extraerse personalmente un molar, comienza con aumento de vo- lumen en la región maxilar izquierda, cambio de coloración de la piel, halitosis, gran palidez, fiebre, malestar general. El examen físico reveló una niña en muy mal estado ea gran palidez, facias angustiada, de intoxicación, disnea, tos seca. Tume- facción fluctuante en la región occipital del tamaño de una naranja, au- mento de volumen en la región maxilar izquierda, coloración violácea, len- gua saburral de color café, tejidos necróticos en la cara interna de la me- jilla izquierda con participación del hueso maxilar inferior, marcado olor 46 a gangrena de la boca y adenopatía cervical dolorosa. Manchas purpúricas de la piel, hígado a nivel del ombligo, embriocardia, estertores finos en la base derecha. Se alcanzó a hacer hemocultivo que dió neumococos y la incisión y drenaje del absceso, cuyo pus evidenció estafilococos. La niña murió esa noche. El exámen de la pieza anatómica dió, algunas adherencias del pul- món izquierdo, pulmones aumentados de tamaño y consistencia especial- mente el lóbulo medio. Al corte, se halló marcada congestión de las ba- ses, focos bronconeumónicos a la izquierda y bronconeumonía confluente, tipo neumonía lobar, del lóbulo medio derecho, con intensa congestión. El estudio microscópico de los pulmones demostró, extensas le- siones inflamatorias en algunas partes como necróticas, intenso exuda- do leucocitario, algunas células mononucleadas grandes del tipo de los macrófagos, edema marcado y abundante fibrina en los alvéolos. La in- filtración hemorrágica es muy marcada, especialmente, en el lóbulo me- dio. Pero la mayor lesión se encuentra en los bronquios, tanto gruesos como medianos y menores, con necrosis del epitelio, extensa infiltración leucocitaria por debajo de la mucosa, tapones de leucocitos, junto con san- gre, tejido de aspecto necrótico y glóbulos rojos en el lúmen (véase sue gura 8). La participación de los bronquiolos es también intensa aunque no tan marcada como la de los bronquios. Otro caso muy interesante de este subgrupo y que hemos decidido relatar aquí, por las semejanzas con el anterior, es el siguiente: Patricia R. A. (AN. 464/46), niña de 1 año 7 meses de edad que llegó de la clínica con el diagnóstico de laringo traqueobronquitis, atelec- tasia del vértice derecho, bronconeumonía, raquitismo, En la mesa de autopsia se encontró la tráquea con abundantes seu- do-membranas fibrino purulentas, especialmente en los dos tercios su- periores. Los pulmones eran de tamaño corriente y consistencia aumen- tada especialmente en el lóbulo superior derecho que presentaba una hendidura en su tercio inferior, a manera de seudolobulación, muy bien visible en el borde posterior. Al corte, la consistencia en el lado dere- cho es firme y de la hendidura superficial del lóbulo derecho arranca un tabique conjuntivo fibroso, blanco amarillento, que llega hasta el hilio. Numerosos focos neumónicos confluentes del lóbulo superior derecho y del medio que se confunden en el hilio, formando una zona de 2 cm2. más o menos en franca hepatización gris. Hay aislados focos en el lóbulo in- ferior y más aún en el pulmón izquierdo, cuyo lóbulo superior está lim- pio. Al exámen histológico, se encuentra una extensa neumonía con- fluente del lóbulo superior derecho con intensa reacción leucocitaria, (he- patización gris), abundante edema y glóbulos rojos. Fibrina en regular cantidad: En el lóbulo medio e inferior había un cuadro semejante pero menos violento, especialmente en este último donde los focos eran más aislados. Como en el caso anterior la participación bronquial fué más vio- lenta, especialmente de los gruesos y medianos. Tapones de exudado in- flamatorio con abundante fibrina y glóbulos rojos existía en gran nú- mero de bronquios. En otras partes, los bronquios finos estaban fuerte- mente alterados. Los bronquiolos tanto terminales como preterminales participaban de la inflamación con igual calor, aunque no vimos fibri- 47 na en ellos. Existía una evidente peribronquitis (véase figura 9) muy bien visible en los lóbulos inferiores, especialmente en el izquierdo. Una marcada hiperhemia difusa se vió en los dos campos y en algunas partes, discreta atelectasia, junto a alvéolos enfisematoscs, especialmente en el lóbulo inferior derecho, En los pulmones neumónicos restantes, el cuadro fué más o me- nos monótono especialmente en cuanto al exudado inflamatorio. En la mayoría de los casos, los focos no tenían tendencia a confluir. En estos 15 pulmones, como lo hemos dicho, se comprobó la localización macros- cópica y la intensidad de la neumonía. Entre ellos contamos un caso con intensa reacción pleural, debido a una propagación de una pericarditis fibrinosa que fué la causa de muerte y aislados focos neumónicos del lóbulo inferior y confluentes en el lóbulo superior del pulmón derecho. La participación bronquial era nula y, probablemente, la neumonía se ha originado a partir de la pleura. En cuanto a la participación de los bronquios, fuera de los dos casos ya analizados, tenemos que en los restantes se presentó siempre, con distintos grados de intensidad. En seis ocasiones la reacción fué vio- lenta, especialmente en exudado leucocitario. Los bronquios se comprometieron en menor proporción y más dis- cretamente. Sólo 5 casos de éstos 17 pulmones neumónicos presentaron reacción de los bronquiolos, especialmente de los preterminales. En dos ocasiones se hizo presente con gran intensidad, una acompañando a uno de los cuadros analizados y el otro a una coqueluche (véase figura 10); en las restantes con mediana intensidad. La reacción del tejido conjun- tivo peribronquial se vió 8 veces y la del que rodea los bronquiolos, so- lamente 3 veces, c) Estudio del microbismo patógeno.—En este último subgrupo, la flora microbiana ha sido algo diferente, porque nos ha agregado otras dudas a las ya nombradas. En seis de nuestros casos no halla- mos gérmenes, siendo uno de ellos el caso negativo al examen, tanto al estudio macroscópico como al histológico. En los restantes, encontramos en la gran mayoría neumococos, áÁ veces en la clásica combinación de los estafilococos, siempre con dis- tribución caprichosa tanto en los bronquios como en el parénquimz. Formas aisladas de cadenas no pudimos identificar. Y nuestras dudas se refieren a dos casos, uno de los cuales es un niño con diagnóstico de coqueluche que tenía tanto en los bronquios como bronquiolos, una infinidad de gérmenes más pequeños que los vis- tos corrientemente, como en pareja o bien dando un aspecto sospechoso de bacterio, Pero este aspecto se vió más definido en uno de los casos comen- tados en este subgrupo y que se refiere al niño con una extensa traqueo- bronquitis fibrino purulenta. Se vió gran cantidad de gérmenes en el lú- men bronquial y más escasos en algunas partes del parénquima. El ár- bol bronquil lleno de exudado contenía cocos aislados, como neumococos, estafilococos abundantes y algunas cadenas de cocos de corto número. Junto a ellos se vió unas formas bacilares, muy cortas, como fusiformes y al parecer con sus extremos blanauecinos. De todas maneras, este caso ha sido el más diferente de los examinados en cuanto a sus variaciones morfológicas de gérmenes. Dejamos constancia de nuestra completa du- da sobre el particular y de la imposibilidad de pronunciarnos. 48 En cuanto a la fibrina la vimos en forma muy abundante en aquél caso del noma de la mejilla izquierda y especialmente en el interior de los alvéolos. Más, rara vez en los bronquios finos y bronquiolos, junto con abundantes histiocitos. En las mallas de la fibrina encontramos abun- dantes gérmenes, aspecto de estafilococos y de neumococos, como nubes y también dentro de células macrófagas. En forma muy escasa la vimos en algunos alvéolos del caso comentado con la laringotraqueobronquitis. De los otros casos, sólo había en cuatro. CONCLUSIONES Y CRITICA En la exposición de nuestro trabajo se ha podido apre- ciar que, en nuestras investigaciones, hemos dado preferencia a la localización topográfica de la neumonía infantil, en las dis- tintas edades, a su distribución en el árbol bronquial, según las indicaciones de Loeschcke, y a la flora microbiana causante del cuadro morboso. : En cuanto al interesante problema de la neumonía in- trauterina o congénita, es lamentable que nada podamos ade- lantar, porque, los casos que hemos controlado para este as- pecto, son muy pocos. Además no conocemos los antecedentes clínicos de estos niños en lo referente a los antecedentes mater- nos y porque, no hemos encontrado en ninguna de ellos sospe- chas de inflamación pulmonar en el sentido de una neumonía. Esto estará de acuerdo con lo afirmado por Engel, quien las cataloga como excepcionales y con los de Hess Thaysen, quien no cree que la neumonía comience en el útero por la aspi- ración de líquido amniótico infectado. A su vez si el líquido amniótico puro, es decir no infec- tado, puede causar una neumonía en el pulmón de un niño por acción mecánica o química, es otro de los apasionantes proble- mas de este capítulo; por lo demás de muy difícil solución como ya lo han manifestado Johnson y Meyer en su extenso trabajo. Aunque nuestros casos sean demasiado pocos, nos parece interesante que en ninguno de ellos, ni siquiera en forma levísi- ma, se hubiese presentado. Según Hook y Katz, la neumonía congénita puede pro- ducirse por la aspiración de líquido amniótico infectado. Nos- otros pensamos que para ello debe existir en la madre una en- fermedad general grave, de acuerdo con Engel, o sin ella, que la ruptura extemporánea de las membranas u otras maniobras hayan llevado a la infección del líquido amniótico. Los gérme- nes deben estar en este ambiente en proporción más o menos elevada para que por la probable inspiración brusca causada por la asfixia de un sufrimiento fetal intenso, pasen por la trá- quea y bronquios hasta los alvéolos. Por los trabajos de Farber y Wilson, sobre la atelecta.- sia del recién nacido, se sabe que la cohesión de las superficies húmedas del pulmón colapsado, ofrece una considerable resis- tencia a la entrada del aire y que una fuerza mayor se nece- sita para la expansión inicial de un pulmón atelectásico. Cree- 49 mos que si para el aire hay estas dificultades, según los traba- | jos de estos autores, con mayor razón la habrá para la entrada de un líquido como lo es el contenido en el saco amniótico. ' Por otra parte, como el feto está sumergido en un medio líquido nutriéndose exclusivamente por osmosis a través de la placenta, no necesita de los movimientos respiratorios que Ahlfeld ha logrado registrar como algo normal en la vida in- trauterina y si eso fuera efectivo, no significa que en cada mo- vimiento respiratorio entrara cierta cantidad de algo a los pul- mones, algo que no podría ser otra cosa que líquido, para lo que los pulmones no están adaptados. Y hemos pensado que en estos niños muertos in útero, pase lo mismo que en los adultos muertos por submersión en los cuales no encontramos nunca agua al corte de los pulmones, sino líquido serosanguinolento en la' tráquea y bronquios. Lue- go, el líquido amniótico, infectado o nó, no debe entrar tan fá- cilmente a los pulmones para producir una neumonía congénita. La escasa cantidad de líquido amniótico que puede ha- llarse, creemos que entra después de la muerte por mecanis- mos puramente pasivos. Las contracciones uterinas empuja- rían el líquido amniótico a través de la tráquea y bronquios des- pués de franquear la barrera del epiglotis que ha perdido su posición corriente. Es más probable que el feto aspire líquido en caso de su- frimiento por excitación de su centro respiratorio, pero pensa- mos que es mucho más fácil todavía que se produzca en el tiempo en que el niño atraviesa el canal del parto. Warwick ha hecho notar en un control de numerosos pulmones que en cer- ca de un quinto de los casos de niños muertos en las primeras 10 horas de vida han tenido un parto laborioso, factor al que da mucha importancia para la consideración de la neumonía congénita. Hess Thaysen dió importancia a la aspiración de gérmenes virulentos del canal del parto de madres aparente- mente normales. Por su parte Johnson y Meyer son partidarios de la neu- monía intrauterina aunque ellos mismos dicen que es intere- sante el hecho que si el líquido amniótico entra a la tráquea y bronquios permaneciendo la glotis cerrada y que el líquido no llega al alvéolo pulmonar atelectático sino en un mínimo de ca- sos. En la asfixia, dicen, el centro respiratorio fetal se estimula por lo que resulta una expansión pulmonar y aspiración de lí- quido amniótico al alvéolo. Pero esta expansión pulmonar, tie- ne que hacerse exclusivamente por el mismo líquido que pene- tra, ya que no existe aire, lo que, como ya dijimos nos parece algo difícil, especialmente tratándose de prematuros y débiles congénitos y atendiendo a los trabajos de Farber y Wilson. Para seguir en nuestro tema, dejando para otra oportu- nidad tan apasionante problema de la neumonía congénita; en que podemos discutir con bases sólidas, diremos que nos ha pa- recido muy interesante, en especial para el morfólogo, la gran diferencia que existe en el examen macroscópico, grosero, de los pulmones de los niños pequeños y el examen minucioso his- tológico de ellos. Con aquel método, en la menor parte de los 50 casos se evidencia focos neumónicos en la mesa de autopsia. Con el segundo, en cambio no escapa ninguno, especialmente si se trata de cortes grandes, topográficos como los nuestros. Graef, ya ha hecho notar la importancia de este método a in- dicaciones de Smith. Esta afirmación de nosotros estaría de acuerdo con las de Johnson y Meyer quienes dicen que, en la mayoría de los casos es prácticamente imposible reconocer la neumonía por el aspecto macroscópico de los pulmones. Por nuestra parte agregamos que, en algunos casos, es- pecialmente en los pequeños focos diseminados, la fijación en formalina contribuye grandemente al diagnóstico macroscópi- co de la neumonía infantil. En cuanto a la localización de los focos neumónicos, po- demos decir que es de lo más caprichosa. Sin embargo, hace- mos notar la gran participación del lóbulo inferior izquierdo, en un alto porcentaje de nuestros casos, lo que afirmaría un trabajo hecho entre nosotros por Ortega y que se refiere al empiema pleu- ral, cuyo más alto porcentaje lo ha tenido en el pulmón izquier- do, contrariamente a lo observado por Ariztía y otros autores chilenos. La partipación del lóbulo superior derecho está en se- gundo lugar, por diferencia de lo visto por Engel. Además te- nemos un cierto número de casos en que existe un mayor com- promiso del vértice pulmonar derecho, o bien que se toma ex- clusivamente, algunas veces con fuerte reacción pleural, sin que haya una verdadera neumonía lobar como lo afirma este mismo autor. En cuanto al exudado inflamatorio no difiere mucho de lo descrito por los demás autores, es decir, es preferentemente Jleucocitario, la fibrina en general en las neumonías focales es muy escasa de acuerdo con lo observado por Engel, Johnson, Meyer y otros autores. Pero un elemento muy constante que hemos hallado junto al exudado leucocitario, lo constituye la presencia de sangre. Prácticamente en todos nuestros casos encontramos glóbulos rojos al examen histológico desde muy discreta canti- dad, hasta una intensísima en que los alvéolos estaban como inundados. Es curioso que, a veces el exudado leucocitario no iba a parejas con la presencia de glóbulos rojos, aquel era escaso y éstos eran abundantes, o viceversa. Sin embargo la gran mayo- ría de los casos en que la reacción leucocitaria era intensa, tam- bién lo era la. presencia de sangre. Estas, sin duda alguna, serían las denominadas bronco- neumonías hemorrágicas por algunos autores. Engel dice tex- tualmente: “Los lactantes tienden a la bronconeumonía hemo- rrágica, tanto más cuanto más jóvenes son y peor en la infec- ción (sepsis)”, en una lámina de su trabajo. Es verdad que nosotros la hemos visto en algunos pre- maturos con sepsis, pero también la hemos visto en niños de tér- mino, mayores de un año junto a un gran proceso inflamatorio y también en algunos niños de meses junto a aislados focos neu- mónicos. Por eso pensamos que en nuestro medio, la presencia de sangre talvez se deba a otros factores distintos de la edad y de la infección. Posiblemente sean condiciones especiales de la 51 pared vascular por estado de hipoavitaminosis, o por otras con- diciones inherentes que sería interesante investigar. Otro punto que nos ha parecido de interés es hacer no- tar la diferencia que existe entre alguna sintomatología pul- monar al examen clínico y las extensas lesiones, a veces con ne- erosis del parénquima, que se halla en la mesa de autopsia. Co- nocemos ya el caso de nuestro prematuro de 8 días (AN. 472/46), que fuera de crisis de cianosis y de escasos síntomas de conden- sación en la base izquierda no dió mayores signos a la clínica, ni aún con el examen radiológico. Personalmente hemos tenido oportunidad de observar es- te otro aspecto de la neumonía infantil: mientras en la clínica se ausculta algunos focos con relativa facilidad y que parecen ser medianamente grandes, en la mesa de auptosia se halla un pequeño foco neumónico. Quizás esto sea condicionado por el es- tado de expansión pulmonar que existe en el vivo. En cuanto a la vía de infección de los pulmones hemos observado que practicamente, en nuestros 80 casos, ha sido la vía aerógena que según Hein (citado por Engel), no es tan im- portante afirmando que la bronquitis permanece siempre como bronquitis y la neumonía comienza siempre como una enferme- dad grave. Sólo en una ocasión creímos encontrar la vía pleuró- gena como mecanismo de infección y que fué debida a una peri- carditis fibrino purulenta. La vía hematógena no creemos ha- berla encontrado más de tres veces. Nosotros defendemos a la vía aerógena como principal puerta de entrada para la inflamación pulmonar. Nuestra gente del pueblo, que sin consideración alguna tose, estornuda, habla y expectora sin control delante de los niños, generalmente hipo- érgicos, traspasan a ellos microbios de distintas especies. Que el compromiso bronquial no exista siempre, en el ciento por ciento de los casos, no quiere decir que por allí no ha- ya pasado el agente etiológico porque sabemos que el árbol bron- quial está más o menos bien protegido de los insultos externos. Como el aire inspirado pasa con cierta fuerza a lo largo de las ramificaciones bronquiales, es difícil que los microbios pa- tógenos, necesarios para producir una inflamación, queden de- tenidos por ahí y en cambio es fácil que se detengan a nivel de las paredes alveolares en donde termina el trayecto del aire ins- pirado. Como el exudado bronquial se moviliza más fácilmente por el reflejo de la tos, no sería raro que en un momento dado aparezca el lúmen bronquial sin exudado inflamatorio. En nuestros casos tenemos menos de un 20% con franca bronquitis purulenta. En el porcentaje restante la neumonía evo- luciona sin bronquitis. En cambio, la inflamación exclusiva de los bronquios, sin participación del parénquima pulmonar la ha- llamos como excepcionales. El compromiso bronquial lo hemos visto tempranamente en la vida de los niños, lo que afirmaría nuestra idea de la in- fección aerógena, porque estos niños sin mayores defensas na- turales han debido soportar los insultos de la vía aerógena des- de el primer grito. 52 Pensamos que los bronquios pueden participar del proce- so inflamatorio por dos mecanismos; comenzando en ellos la in- flamación y de allí bajando hasta los alvéolos, por movilización del exudado o a su vez, subiendo desde el paránquina pulmonar a las ramificaciones bronquiales. Sin duda que esto último en los niños pequeños es más raro de verlo porque en ellos el reflejo de la tos no conduce a la expectoración. Por estas razones, en que la participación de los bron- quios puede existir o nó, ya sea en el examen macroscópico o en el histológico, nosotros preferimos la denominación de neumo- nía focal, ya sea difusa, diseminada o confluente, en vez de la tan conocida denominación de bronconeumonía. El compromiso de la pleura lo hemos visto en un mínimo de casos, en especial cuando la neumonía focal alcanza la super- ficie del pulmón, lo que es una regla en las neumonías focales metastáticas con abscesos y en la neumonía lobar. En uno de es- tos casos la pleura se ha comprometido por una extensa pericar- ditis fibrino purulenta de la vecindad. Según algunos autores pa- rece que el compromiso de la pleura está en relación con el agen- te etiológico de la neumonía. Así Trask, en una serie de 64 casos con bronconeumonía estreptocócica, dice que el empiema se pre- sentó en un 20% y en cambio, cuando la etiología era por neu- mococos se presentó en 1 a 2%. En uno de nuestros casos la reacción pleural fué extraor- dinariamente violenta y la neumonía era de tipo confluente con gran tendencia a la formación de abscesos, especialmente en el lóbulo inferior (véase figura 6). Era una pleuritis fibrino puru- lenta de todo el pulmón derecho con empiema localizado en la parte media y a nivel de la línea axilar posterior. En los casos restantes, tuvimos dos pleuritis del vértice derecho, una pleuri- tis del vértice izquierdo, y una última con participación del ló- bulo inferior izquierdo. En cuanto a la neumonía intersticial, con compromiso in- flamatorio del tejido conjuntivo interlobulillar, sólo la hemos visto en una ocasión. Con respecto a la reacción inflamatoria del tejido con- juntivo peribronquial, en forma de una peribronquitis, pensa- mos como Lochow que sólo es un fenómeno secundario y que puede presentarse en cualquier neumonía. En cambio la peri- bronquiolitis nos pareció algo más específica, especialmente pa- ra la coqueluche en la cual la encontramos en todos nuestros ca- sos controlados. En lo que se refiere a la bronconeumonía coqueluchosa, no podemos agregar mayores datos debido a la escasa variabili- dad de nuestro material; menos aún agregar algo sobre la bron- coneumonía sarampionosa de la cual no pudimos obtener ningún caso, a pesar de todos nuestros esfuerzos. En cuanto al discutido problema de la atelectasia pulmo- nar que todos suponen como un factor importante para la pato- génesis de la neumonía (Henderson, Tendeloo, Engel, etc.), nos- otros la hemos encontrado en muy escasa proporción junto a la neumonía focal y creemos que, por lo menos en nuestro medio, 53 es un factor menos importante o menos frecuente. Ya hemos vis- to en varias ocasiones algunos controles en que sólo existía ate- lectasia. Sin embargo, es probable que esta contradicción nues- tra con los autores extranjeros sea más aparente que real ya que es bien sabido, que el diagnóstico histológico de la atelec- tasia puede ser, y lo es con frecuencia sumamente difícil. En honor a la verdad, no podemos asegurar este punto de nuestro trabajo como algo irreprochable. Por asuntos ajenos a nuestros buenos deseos no hemos hecho, en cada uno de los casos en que existía atelectasia, la tinción de oxidasa de Schultze-Graeff, ne- cesaria para identificar el exudado leucocitario. Y así como en investigaciones propias, hemos dejado en el último lugar lo referente a la flora patógena, también aquí la abarcaremos en este mismo lugar, no porque sea de menos im- portancia para la anatomía o para la clínica, sino porque, sin du- da alguna, es el punto más débil de nuestro trabajo. No nos ha sido posible hacer cultivo de cada uno de nues- tros casos, como lo han hecho algunos autores extranjeros, es- pecialmente norteamericanos, por las enormes dificultades téc- nicas y porque para ello, habría sido necesario mayor tiempo del que nosotros disponemos. De manera que como un modesto apén- dice sin mayores pretensiones, hemos abordado este tema de la flora patógena pulmonar por lo cual nuestras eS de- ben tomarse con la debida reserva. En todos los casos en que encontramos gérmenes la gran mayoría fueron diplococos Gram positivos, distribuídos en for- ma muy irregular, en las paredes alveolares, en el interior de los alvéolos, dentro de los bronquios, en las proximidades de la pleura, etc. Sólo en una ocasión, y en forma indiscutible encon- tramos gérmenes formando un émbolo microbiano dentro de un vaso sanguíneo (AN. 431/46). Por lo general los gérmenes formaban verdaderos gru- mos, semejando a estafilococos, aislados o más reunidos y en la gran mayoría de las veces en el espesor del parénquima. En algunas ocasiones encontramos esta forma de estafilococos dentro de los bronquios en forma exclusiva, pero fueron en con- tadas ocasiones. es Nos pareció que la combinación neumococos, estafiloco- cos, fué la más frecuente en nuestros pulmones e incluso, como ya lo hemos dicho, en aquellos casos en que nos impresionaran como neumonías focales metastáticas. Sólo en tres ocasiones hallamos estreptococos en forma aislada y muy bien visible. Los casos restantes en que apare- cían cortas cadenas de cocos, nos impresionaron que eran diplo- cocos reunidos en sus extremos. _ Como conclusión indiscutible podemos decir que la flo- ra mixta, fué la causante de la gran mayoría de nuestras neu- monías (diplococos Gram positivos, estafilococos y estreptoco- cos). 54 RESUMEN Se hizo un examen minucioso, tanto macroscópico como microscópico de los pulmones de niños que han tenido entre una hora de vida y 6 años (prematuros y niños de término), usando con frecuencia una fijación intratraqueal de los pulmones con formalina y practicando grandes cortes topográficos previamen- te incluídos en parafina. El material se divide en 8 pulmones de niños nacidos muertos, 32 de niños prematuros y 40 de niños de término. Fuera de los casos corrientes figuran sólo 3 casos de coque- luche, uno de difteria, un caso de aspiración por noma de la me- jilla izquierda pero ningún caso de sarampión, gripe ni escar- latina. En los recién nacidos y en los prematuros el diagnóstico macroscópico de focos neumónicos es muy difícil. Mientras me- nos edad tenga el niño más difícil es este diagnóstico; a veces se facilita con la fijación en formalina. En los niños mayores de 6 meses el diagnóstico macroscópico es fácil. La localización preferente de los focos neumónicos han sido las regiones paravertebrales especialmente de los lóbulos inferio- res. Participación de los vértices, con preferencia del derecho, la hallamos en varias ocasiones y en distintas edades. Confluen- cia de focos neumónicos en forma lobulillar la hemos visto sola- _mente en 5 casos. telectasia en las zonas periféricas, es decir subpleurales, preferentemente hacia las regiones paravertebrales y compren- diendo todos los lóbulos, se encontró con frecuencia en los pre- maturos y recién nacidos, pero no hallamos mayor relación con focos neumónicos a diferencia de otros autores. No se encontraron focos de neumonía congénita en los pul- mones de los niños nacidos muertos (8 casos). La localización de los focos neumónicos fué preferente- mente en el pulmón izquierdo y en especial en el lóbulo inferior, seguido inmediatamente por el superior derecho. Se ve combi- naciones de lo más variadas. El número y extensión de los focos: es muy variable. No hay preferencia para las partes centrales. O periféricas del pulmón. El camino predominante de propagación es, sin duda algu- na, el broncógeno. En cuanto a participación de los bronquiolos en la mayoría de los casos no se ve en el proceso neumónico, por lo cual preferimos la denominación de neumonía focal, de acuer- do con LAUCHE. En nuestro material los bronquiolos más afec- tados son los terminales y algo menos los preterminales. Peri-- bronquiolitis se observó en todos los casos de coqueluche y en un caso de difteria, de acuerdo con la literatura. La peribron-- quitis se observó más frecuentemente. Las complicaciones de la neumonía fueron muy variables,. generalmente en forma de extensas hemorragias, y en algunos. casos necrosis del parénquima hasta formación de cavernículas. Como causantes encontramos en nuestros cortes con tinción de Gram en su gran mayoría al neumococo y en los restantes. cocos Gram positivos semejantes a estafilococos. En contadas. 55 ocasiones hallamos estreptococos. Sin embargo casi siempre se trató de una flora mixta. En cuanto a la participación de la pleura la vimos raras ve- ces y en especial, en los casos con compromiso del vértice pulmo- nar. Pleuritis por propagación de la vecindad sólo la vimos en un caso. SUMMARY A detailed examination was performed, both macroscopi- cally and microscopically, of the lungs of children who have lived one hour and up to six years (prematures and fulltime), using frequently intratracheal fixation with formaline and performing large topographical tissue sections, previously embedded in paraffin. The material used was as follows: 8 lungs of children born dead, 32 of premature babies and 40 fulltime babies. Outside of the current cases there figure outstandingly only 3 cases of whooping cough, one of diptheria, one case of inspiration due to noma of the left cheek, but no cases of measles, influenza nor scarlet fever. In the recently born and in the prematures the macroscopic diagnosis of pneumococcal areas is very difficult. The younger the child is the more difficult is this diagnosis; sometimes it is made easier by fixing the material in formaline. In children over six months of age the macroscopical diagnosis is easy. The most frequent localizations of the pneumococcal foci have been the paravertebral regions specially of the inferior lobes. Participation of the apices, preferably of the right one, we found on various occasions and different ages. Confluence of pneumococcal focis in lobular form we have only seen in 5 cases. Atelectasis in the peripherical regions, in other words sub- pleural, preferably towards the paravertebral regions and taking in all the lobes, was found frequently in the prematures and recently born, but we did not find a greater relation with pneu- mococcal foci, in open contradiction with other authors. In stillborn cases (8) no congenital pneumococcal foci ware found. The localization of the pneumococcal foci was preferably in the left lung and specially in the inferior lobe, followed inme- diately by the right upper. The most varied combinations are found. The number and extension of the foci is most varied. There is no preference for the central or peripherical parts of the lungs. The predominant vie of extension is, without doubt, bron- chiogenic. In the majority of the cases, no participation of the bronchioles was found, in the pneumonic process, that is why we prefer the denomination focal pneumonia in agreement with Lauche. In our cases the bronchioles most affected are the terminal ones and somewhat less the preterminal. Peribron- chiolitis was observed in all the cases of whooping cough and in one case of diptheria, in agreement with what has been 56 SAO published in medical literature. Peribronchitis was observed with greater frequency. The complications of pneumonia were most variable, gene- rally in the form of extensive hemorrhages, and in some cases necrosis of the parenchyma even up to the point of forming small cavities. As causer agents, we found, in our tissue sections, with Gram stain, in the great majority, pneumococci and in the remainder Gram positive cocci, similar to staphylococci. In a limited number of cases we found streptococci. Nevertheless nearly always we found a mixed culture. A participation of the pleura was found to be rare and it was observed specially in those cases of developped in the apex. Pleuritis due to propagation of the vecinity was found in only one case. 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N. 129/47. (Prematuro) Atelectasia paravertebral, neumonía focal y bronquiolitis del lóbulo mferior derecho. Tinc.: H. E. ¿NS AD 3 MIL 16, Q Ain Y Oe Ly IN De 0, (Prematuro) Neumonía focal confluente del vértice derecho con pleuritis fibrino- purulenta. Tinc.: H. E. Aum.: 48 x. FIG. 6. Mi. 577. 3 1 m. 15 ds. A. N. 544/46. (Prematuro) Neumonía focal necrotizante con fusión purulenta del lóbulo infe- rior derecho. Numerosos gérmenes. Tinc.: H. E. Aum.: 20 x. E e Mi. 582. 3 2 ms. A. N. 431/46. (Fiebre tifoidea) Neumonía focal metastática, subpleural, del lóbulo inferior izquier- do con marcada hemorragia. Mine aa: Aum.: 8 X. FIG. 8. Mi. 583. 2 6 años. A. N. 320/46. (Noma de la mejilla izquierda) Neumonía focal por aspiración con exudado rico en fibrina. Bronqui- tis necrotizante. IMtaese JE 1D, Aum.: 27 x. IC, Ds Mi. 581. 9 11% años. A. N. 464/46. (Difteria) Bronquiolitis, bronquitis y peribronquitis sin neumonía. (Lóbulo inferior izquierdo). Tinc.: H. E. Aum.: 27 x. FIG. 10. Mi. 580. 4 7 ms. A. N. 300/46. (Coqueluche) Bronquiolitis y peribronquiolitis. Tinc.: H. E. Aum. 26 x. DEL INSTITUTO DE ANATOMIA PATOLOGICA de la Unevirsidad de Concepción (Chile) Director: Prof. Dr. E. Herzog Contribución histopatológica a la colecistitis (con 12 figuras) por Agustín Andrade V. (Recibido por la Redacción el 30-VII-47) Llama la atención, a través de la literatura mundial, la esca- sez de datos precisos sobre el comienzo de la colecistitis, espe- cialmente desde el punto de vista histopatológico. Numerosos trabajos experimentales realizados, no han dado mayor luz. Ya ASCHOFF y BACMEISTER dejan constancia en su clásica monografía, que no han podido estudiar casos muy frescos de inflamación vesicular, pero creen probable, “que la colecistitis aguda, muy parecida a la apendicitis (ASCHOFF) no tiene el carácter de un catarro puramente superficial, sino más bien de un proceso flemonoso”. Las causas de estas dificultades son bien comprensibles, porque como se sabe desde hace tiempo, la bilis imbibe rápida- mente después de la muerte la pared vesicular, conduce a un precoz desprendimiento de la mucosa e imposibilita el buen éxito de los métodos tintoriales. El material de biopsias, el otro de que disponemos, a pesar de ser por lo general fresco, no es útil para estas investigaciones, ya que, como dicen ASCHOFF y BACMEISTER con mucha razón, no se opera la vesícula biliar al comienzo de la inflama- ción, sino cuando ya existe empiema o colecistitis crónica en sus distintos períodos. Por eso en la literatura anátomo-patológica encontramos casi exclusivamente, descripciones de los períodos más avanza- dos de la colecistitis y datos estadísticos como los que presen- ta, entre otros, el trabajo nacional de ESPINOZA. 59 Mientras que los citados motivos, nos explican los obstácu- los que han encontrado los patólogos, no comprendemos porqué, en la histología normal de la vesícula biliar, faltan una serie de importantes detalles que podrían haberse estudiado bien, por lo menos en animales. Por otra parte sobre la denominación de las distintas capas de la pared vesicular, los autores no logran ponerse de acuerdo. Nos parece una falta fundamental, que ni en el gran manual de histología humana de VON MOELLEN- DORFF, en el capítulo respectivo escrito por PFUHL, ni tampo- co en el tratado de MAXIMOW, ni en los de otros autores, se men- ciona el estado fisiológico cuantitativo y cualitativo de los gra- nulocitos en la vesícula biliar y tampoco de los linfocitos. Está demás decir, que a estos corpúsculos de la sangre, ya en condi- ciones normales sin ninguna duda, debería corresponder un rol fisiológico muy importante. En los distintos cuadros de inflamación, como sabemos es- pecialmente desde las clásicas observaciones de COHNHEIM, sus actividades se multiplican y por eso justamente, los polinu- cleares son los mejores indicadores de las primeras fases de la inflamación aguda. Desde que poseemos la reacción microquí- mica de la oxidasa, podemos seguir en los tejidos el camino que toman los polinucleares en condiciones fisiológicas y en la infla- mación. Esto ha hecho posible la realización de una serie de traba- jos de investigación anátomo-patológica, como el de GRAEFF sobre los comienzos y el cuadro fundamental de la glomérulo-ne- fritis, el de ASCHOFF sobre la apendicitis y otros más. Entre nosotros, con el mismo método, se consiguieron nuevos conoci- mientos sobre la inflamación de las amígdalas por BIEL, sobre la gastritis por BURDACH y sobre la duodenitis por FERNAN- DEZ. Basándonos en estos principios, quisiéramos hacer una ten- tativa de estudiar el cuadro leucocitario normal y patológico de la vesícula biliar, utilizando fuera del material humano vesícu- las de animales, como control, y usando ciertas modificaciones técnicas, para impedir la influencia nociva de la bilis después de la muerte. Debemos dejar constancia, que el fin de nuestro trabajo no ha sido ocuparnos de los distintos aspectos anatómicos y clíni- cos y tampoco de la etiología de la colecistitis, puntos tratados en muy numerosos trabajos nacionales y extranjeros. MATERIAL Y TECNICA Examinamos histológicamente, en total 63 vesículas bilia- res, de las cuales corresponden 42 a casos de autopsias, 17 a vesículas extirpadas quirúrgicamente y 4 a animales. De las 42 vesículas de autopsias, 9 se obtuvieron de casos Médico-legales. Como es bastante conocido, que después de la muerte, por la acción de la bilis, rápidamente se altera la mucosa de la vesí- cula biliar por autolísis, tuvimos que tomar precauciones, por lo menos en cierto número de casos, para evitar esta complicación. 60 Así hemos tratado de sacar, personalmente, las vesículas den- tro del menor tiempo post-mortal. Hemos podido extirpar 2 ya 10 minutos después de la muerte, 4 una hora después, 1 a las 2 horas y 3 a las 6 horas. Fuera de éstas, 8 vesículas más se obtuvieron en autopsias practicadas entre 2 y 3 horas después de la muerte. Dimos preferencia a casos de muerte más o menos rápida, en primer lugar traumatismos y tratando siempre de que no exis- tieran enfermedades precedentes, casos que hemos conseguido del Servicio de Medicina Legal. En los cuadros de enfermedades con mayor agonía, el resultado de la investigación se previno con anticipación más dudoso, pues seguramente la autolisis de la mucosa de la vesícula biliar comienza ya durante este período que precede a la muerte. Para extirpar la vesícula, practicamos una amplia. laparo- tomía media supra e infraumbilical, ligando luego el cístico y desprendiendo la vesícula de su lecho. Enseguida se abrió am- pliamente y se colocó en el fijador, a veces después de un previo lavado muy superficial en agua, para no provocar un despren- dimiento epitelial. De las 4 vesículas de animales, 2 se obtuvieron de cerdos, en el Matadero Municipal, una de un conejo y una de un perro, ambos sacrificados con fines de experimentación, pero todas de animales por lo demás sanos. El material quirúrgico, fué recibido personalmente por nos- otros inmediatamente de terminada la intervención y fijado en formalina al 10%, después de abrir la vesícula y vaciar su con- tenido. Como fijadores empleamos para la casi totalidad de los ca- sos, formalina al 10%. En algunos casos, usamos además Miil- ler Formol, Carnoy y Susa, con el fin de averiguar cuál de los fijadores se prestaría más. En varios casos fijamos trozos de una misma vesícula en distintos fijadores. En general se cortó el material de tres regiones distintas, fondo, cuerpo y cuello de la vesícula biliar en el micrótomo de congelación. Como este método no siempre se prestó para obte- ner cortes finos y de vez en cuando altera mecánicamente la mucosa, tuvimos que hacer inclusión, para la cual preferimos la gelatina, que a diferencia de la inclusión en parafina, nos per- mitió hacer la reacción de oxidasa. Los cortes se hicieron de 10 a 15 micrones en el micrótomo de congelación, siempre de las tres regiones de la vesícula. Como tinciones empleamos la hematoxilina Mayer y Eosi- na para el material no incluído en gelatina y la reacción de oxi- dasa de Schultze-Graeff con contratinción de carmín. Para el material incluído en gelatina usamos las hematoxilinas Ehrlich y Delafield, pareciéndonos que los mejores resultados los obtu- vimos con la primera. Además se practicó también la reacción de oxidasa. , La reacción de oxidasa se hizo en un total de 35 vesículas. Por lo demás, el éxito de las tinciones es sumamente varia- ble y caprichoso y no se puede calcular con anticipación, aún tratándose de material muy fresco. 61 INVESTIGACIONES PROPIAS Antes que nada y como indispensable para la comprensión de lo que describiremos, dejaremos constancia de la clasificación de las distintas capas de la vesícula a que nos hemos atenido y que corresponde a la adoptada por MAXIMOW. Este autor dis- tingue en la vesícula las siguientes capas: la mucosa con su epitelio cilíndrico y su corion (estrato propio) ; una capa de teji- do muscular liso; una capa conectiva perimuscular y la serosa. Previamente a la exposición de los resultados de nuestra investigación relataremos las observaciones hechas en el empleo de las distintas técnicas usadas por nosotros y descritas en el capítulo anterior. Ninguna tentativa muestra de neutralizar la acción de la bilis para impedir la autolisis y el desprendimiento del epitelio de la mucosa y facilitar además las tinciones corrientes del teji- do, ha dado resultados positivos. De acuerdo con lo ya conocido, debió esperarse una buena tinción y un satisfactorio estado de conservación de la mucosa, sacando la vesícula cuanto antes después de la muerte. Pero en realidad no fué así, pues como muestra un caso de Medicina Legal, de un individuo joven de 20 años, que falleció por un traumatismo craneano y en el cual pudimos sacar la vesícula a los 10 minutos después de la muerte, fijándola en formalina al 10%, el vértice de los pliegues presenta ya descamación del epitelio (véase fig. N.* 1). Hicimos también pruebas con otros fijadores como el Car- noy (aleohol absoluto, cloroformo y ácido acético) Miilller-Formol (bicromato de potasio, sulfato de sodio y formol) y Susa (subli- mado, cloruro de sodio, agua destilada, ácido tricloroacético, ácido acético y formalina) pero con resultados no más alentado- res. A veces fijamos trozos de una misma vesícula en distintos fijadores, para poder observar, en un mismo material, los resul- tados de cada uno. La formalina al 10%, nos pareció siempre el mejor para esta clase de material. Además como en nuestro trabajo la reacción de oxidasa era algo esencial, debíamos pro- porcionarnos un fijador, que no impidiera el buen funciona- miento de esta fina reacción. El Carnoy, recomendado por STOEHR para la fijación de la vesícula y que nosotros usamos en material de animales, produce una excelente fijación, en la que se obtienen muy buenas tinciones con hematoxilina, pero la reacción de oxidasa no funciona. La misma cosa sucede con el Susa y en cuanto al Múller-Formol no es superior a la forma- lina y su preparación es más difícil. Por esto, en la gran mayo- ría de los casos usamos la formalina al 10%. Tocando el punto del tiempo transcurrido entre el momento de la muerte y el de la fijación, diremos que no siempre, los me- jores resultados se obtienen con el material fijado precozmente. Así hemos podido constatar, como en el caso que mencionamos ya, por ejemplo, que material fijado apenas 10 minutos después de la muerte, presentaba comienzos de la descamación del epite- lio y que, por el contrario, no fueron raros los casos de vesículas 62 A A ESA sacadas varias horas después de la muerte, en las que el epitelio se conservó intacto. Concluímos entonces, que aparte de los factores mecánicos de las distintas manipulaciones a que se somete el material y que a veces casi podemos descartar, con un tratamiento cuida- doso, influyen en ésto, causas tales como caquexia del enfermo, agonía prolongada, estados infecciosos, etc. La autolisis y descamación, favorecen la imbibición de la pared vesicular con bilis, lo que impide una correcta tinción y muy a menudo el funcionamiento de la reacción de oxidasa. Tal hecho, es aún más intenso, en los casos francamente infla- matorios de tipo flemonoso, en los que la destrucción epitelial superficial es mucho más marcada. Frecuentemente vimos, en nuestros cortes histológicos, casos en los que se produjo una descamación epitelial en el vértice de los pliegues de la mucosa, con conservación intacta del epitelio en la parte basal. Aquí, las tinciones en los vértices no fueron buenas y la oxidasa no fun- cionó, en cambio en la base, ambas técnicas dieron resultados. Vale tener presente sí, que la reacción de oxidasa es una técnica caprichosa, que se ve fallar muchas veces en casos inesperados, como son aquellos en los que el material es fresco y bien conservado. La consecuencia de todos estos inconvenientes fué que el material útil para observaciones resultó bastante menor que el total del que logramos reunir, aún cuando aprovechamos muchos casos en los cuales el estado de conservación no fué ideal. En el campo mismo de nuestras investigaciones, nos inte- resó en primer lugar, conocer, para poder juzgar los primeros comienzos de la inflamación, la distribución y el número normal de granulocitos en la pared de la vesícula, especialmente en la mucosa. En este punto apoyamos nuestras investigaciones con material de animales. Quisimos también controlar, en analogía al tubo digestivo, la localización y cantidad de los eosinófilos y la participación de los linfocitos y folículos linfáticos en el cuadro normal de la mucosa vesicular. Sobre las alteraciones secundarias de la pared vesicular, por procesos inflamatorios, no nos hemos detenido mayormente, por ser algo ya bien estudiado. Como no tiene mayor objeto, el citar caso por caso, vamos a resumir el resultado de nuestras investigaciones haciendo cier- tos grupos; son los siguientes : Casos de vesículas biliares normales.—(Sin procesos infla- matorios agudos ni crónicos). A) De animales: una vesícula biliar de un perro que se sacrificó para experimentación y que no presentaba ninguna enfermedad. La vesícula se extirpó de inmediato después de la muerte, se sacó la bilis sin lavar y se fijó un trozo en formalina al 10%, otro en Múller-Formol y un tercero en Carnoy. Pudimos observar que la mejor fijación para la conservación del epitelio y para conseguir tinciones nítidas de todo el tejido fué la hecha 63 en Carnoy. Para la oxidasa este fijador no sirve como ya diji- mos, y el Miúller-Formol dió aquí, mejores resultados que la formalina. Para conseguir mejores cortes, incluímos el mate- rial en gelatina e hicimos las tinciones correspondientes (véase fig. N.? 2). En la reacción de oxidasa, hicimos el recuento de los granu- locitos dando preferencia a los pliegues y encontramos un térmi- no medio de 15 por pliegue, situados en el estroma, por debajo del epitelio; naturalmente no tomamos en cuenta el contenido de los vasos. Como unos pliegues son más grandes que otros, elegimos para nuestro recuento, sólo aquellos de más o menos el mismo tamaño. Las demás capas contienen solamente granu- locitos aislados en el estroma. Eosinófilos encontramos tan aislados que no hicimos re- cuento. Linfocitos son también muy escasos. Folículos linfáticos vimos muy numerosos por debajo del epitelio (véase fig. N.* 3). Conductos de Luschka tampoco encontramos, pero por tra- tarse de la observación de un solo caso no nos atrevemos a sacar conclusiones. Dos vesículas biliares de cerdos, obtenidas en el Matadero Municipal y fijadas inmediatamente después de la muerte, colo- cando un trozo en formalina al 10%, sin lavado previo y otro también en formalina, pero después de haber hecho un lavado cuidadoso en agua. Se hizo así para observar una posible acción autolítica de la bilis pegada al epitelio. El resultado de las tin- ciones corrientes y conservación del epitelio en ambos casos fué igual, pero por desgracia la reacción de oxidasa no funcionó. B) Humanas.—Hemos elegido entre las vesículas biliares humanas, para hacer las observaciones y sacar conclusiones, aquellas que nos dieron los mejores resultados con las distintas tinciones y que por otra parte nos parecieron completamente normales. Anotamos en este grupo, en primer lugar, el caso de un niño de 3 años (A. N. 145/47) operado por un tumor abdominal y que murió por colapso durante la intervención. La vesícula se fijó en formalina 10 minutos después de la muerte (véase tig. N.? 4). Otro caso es el de un niño de 8 años (A. N. 89/46. M. Legal) sano, cuya causa de muerte fué un traumatismo. La ve- sícula se sacó 1 hora después de la muerte y se fijó en formalina al 10%. A pesar de este corto tiempo post-mortal, se observa ya en varias partes, descamación epitelial de las puntas de los pliegues. Un tercer caso, corresponde a un hombre de 20 años (A. N. 110/46. M. Legal) sano, muerto por un traumatismo cráneo- encefálico. Se extirpó la vesícula biliar, 10 minutos después de la muerte, haciendo la misma fijación; el resultado de las tincio- nes fué satisfactorio, pero ya, a pesar de tan corto tiempo, en varias partes hay comienzo de la descamación del epitelio super-. ficial de los pliegues, por lo cual nos preguntamos si este comien- zo de descamación, no sería la consecuencia de una alteración 64 mecánica, debido a las manipulaciones, al extraer y abrir la vesícula (véase fig. N.* 1). Un último caso es el de un hombre de 39 años (A. N. 34/47. M. Legal) también fallecido a consecuencia de un traumatismo cráneo-encefálico, del que hemos obtenido la vesícula a las 24 hrs. después de su muerte. Llama la atención, que a pesar de este tiempo, el epitelio se encontró muy bien conservado y la tinción de oxidasa funcionó perfectamente. Resumiendo los detalles más importantes, encontramos en el recuento de los granulocitos, teñidos con la reacción de oxida- sa un término medio de 15 leucocitos por pliegue de la mucosa, observando como cifra mínima 5,5 y como máxima 22 (véase fig. N.> 5). A nuestro parecer, no hay mayores diferencias en el núme- ro y distribución de los granulocitos en las distintas regiones de la vesícula, a nivel de la mucosa. En las demás capas son muy escasos, encontrándose, por ejemplo, un término medio de 10 gra- nulocitos en un campo microscópico (recuento hecho con aumen- to mediano como todos los anteriores) y tomando en cuenta solamente los granulocitos fuera de los vasos sanguíneos. En la capa muscular los granulocitos son más escasos que en las res- tantes. En aquellos casos, en que la autolisis ya compromete las puntas de los pliegues de la mucosa, no se tiñen los granulo- citos con la oxidasa (véase fig. N.? 6) por lo cual no pueden tomarse en cuenta con fines de recuento y en tales ocasiones solamente es posible contarlos en el resto de la pared. En nuestro estudio hemos observado que los eosinófilos se encuentran en cantidad muy escasa a diferencia de otros órga- nos, como por ejemplo el tubo digestivo. Los linfocitos de la misma manera, los observamos en for- ma muy aislada. Folículos linfáticos en la túnica propia, a diferencia de lo que vimos en el material de animales, son sumamente escasos. En el grupo de los casos normales, no hemos encontrado granulocitos emigrantes en el epitelio, lo que no excluye que es- te fenómeno sea normal en forma muy aislada. Tal emigración de granulocitos, la cbservamos en un caso de colecistitis crónica como muestra la figura N.* 7. Vesículas con inflamación aguda.—Buscamos desde un comienzo aleún caso de colecistitis aguda pero desgra- ciadamente no pudimos obtenerla, ya que la colecistitis no se opera tan temprano. Sin embargo, también los casos recidivan- tes, colecistitis con ataques agudos, pueden ser de mucho interés y de éstos disponemos varios. Como hallazgo hemos obtenido las vesículas de 3 casos de peritonitis, una como complicación de un tumor renal en un niño de 3 años, otra en un hombre de 55 años con peritonitis conse- cutiva a una gangrena apendicular y el tercero, también en un niño, de 12 años, con peritonitis por séptico piohemia cuyo pun- to de partida fué una osteomielitis. En estos casos, el proceso inflamatorio se propagó desde el peritoneo a la vesícula biliar en la forma como se ve muy bien en la figura N.? 8, microfotogra- 65 y) fía obtenida de la vesícula del niño de 3 años. La infiltración granulocitaria, alcanzó solamente las capas externas y en ningún caso llegó hasta la mucosa. De los casos de reagudización, se destaca uno que se refie- re a una vesícula de paredes muy delgadas y que obtuvimos en una operación practicada con el diagnóstico clínico de colecisti- tis crónica, en un hombre de 47 años y en el que la reacción de oxidasa muestra un marcado aumento de los granulocitos espe- cialmente en los pliegues de la mucosa, como lo muestra la figu- ra N.* 9. El recuento practicado dió un término medio de 40 gra- nulocitos por pliegue. En las otras capas los granulocitos se observan también muy numerosos. Si confrontamos esta micro- fotografía, con la de la figura N.? 5, vemos claramente la gran diferencia entre un proceso de inflamación aguda (reagudizado) y el cuadro fisiológico de los granulocitos en la mucosa y el resto de la pared vesicular. También hemos estudiado casos de empiema vesicular, aun- que han sido colecistitis crónicas con reagudización, como es el caso de un hombre de 30 años operado con aquel diagnóstico y donde, como muestra la figura N.? 10, se observa con la reacción de oxidasa, numerosos granulocitos en pleno lumen vesicular. Además se aprecia muy bien la infiltración granulocitaria por debajo del epitelio. En la vesícula de un anciano de 76 años, muerto por una pielonefritis y en el cual hallamos en la autopsia una colecistitis crónica calculosa, con la reacción de oxidasa hemos podido estu- diar muy bien la emigración de los granulocitos a través del epi- telio para llegar al lumen vesicular (semejante al caso de la figura N.? 7). Colecistitis crónicas.—Como nuestra intención, no ha si- do ocuparnos de los detalles de la colecistitis crónica, por lo demás ya bastante conocidos, elegimos solamente algunos casos en los cuales histológicamente y en especial con la reacción de oxidasa, puede comprobarse muy bien que se trata de cuadros inflamatorios todavía en actividad, en los que a los granuloci- tos cabe un rol muy importante. Muchos de estos casos, corres- ponden a los que clínicamente se manifiestan como cólicos hepá- ticos y que en la intervención quirúrgica presentan vesículas con adherencias (pericolecistitis adhesiva crónica) y paredes muy engrosadas y que al abrirlas se encuentran cálculos, mucosa atrófica y de vez en cuando algunas ulceraciones y cicatrices. La figura N.? 11, muestra el engrosamiento de la pared por pro- liferación del tejido, causado por el proceso inflamatorio, atrofia de la mucosa y numerosos infiltrados focales de granulocitos en todas las capas, hasta llegar a la formación de pequeños abs- cesos. Con las tinciones corrientes, encontramos además en es- tos casos, como es natural, muchos linfocitos y plasmacélulas. En un caso de una mujer de 47 años, con una colecistitis crónica, observamos dos conductos de Luschka pasando hasta la muscular. Pudiera pensarse que por este camino, la inflamación también puede propagarse fácilmente (véase fig. N.* 12). 66 CONCLUSIONES Y CRITICA Nuestras intenciones en esta modesta contribución científi- ca han sido, en primer lugar, buscar en un buen número de ve- sículas biliares humanas, no elegidas, de autopsias de individuos de distintas edades y sexos y de distintas enfermedades, los estados iniciales de la colecistitis. Para esto nos ha sido indispensable estudiar el cuadro his- tológico normal de la vesícula biliar, para así poder delimitar bien el terreno de los cuadros patológicos. Tal estudio tropezó con el conocido hecho de que muy pronto después de la muerte se imbibe toda la pared de la vesícula con bilis, imposibilitando, de esta manera, la correcta tinción de los tejidos; por otra parte, después de la muerte, se produce rápidamente una mayor o me- nor descamación del epitelio de la mucosa. Sin embargo, obser- vando nuestros cortes histológicos, obtenidos de 42 autopsias practicadas desde pocos minutos hasta más o menos 24 hrs. después de la muerte, pudimos ver que en algunos casos, no obs- tante ser el tiempo post-mortal de varias horas, el epitelio se conservó regularmente y se obtuvieron buenas tinciones. En ge- neral la regla es que el epitelio se descama en las puntas de los pliegues de la mucosa y entonces reacciones finas como la de oxidasa no resultan, por lo menos en forma constante. En la par- te basal donde el epitelio se conserva más a menudo, la reacción de oxidasa funciona correctamente. Por estos resultados tan desalentadores, tuvimos que recu- rrir al material de animales y además pensamos en la posibilidad de conseguir material humano en mejores condiciones. Así saca- mos algunas vesículas biliares de individuos recién fallecidos, en algunos casos pocos minutos después de la muerte y las abrimos ampliamente colocándolas luego en los distintos fijadores, de los que preferimos en general la formalina al 10%. Nuestras intenciones de neutralizar la bilis y de impedir su penetración en las capas profundas, haciendo para esto último un lavado cuidadoso de la mucosa con agua después de haber sacado la bilis, fracasaron por completo. De los distintos fijadores que usamos, nos han dado los me- jores resultados la formalina al 10%, el Múller-Formol y el lí- quido de Carnoy, pero este último no permite practicar la reac- ción de oxidasa, por lo cual hemos estado obligados a usar for- malina al 10% y Miiller-Formol. Las alteraciones producidas en el epitelio de la mucosa pue- den deberse por lo demás, a un factor mecánico dependiente de los procedimientos con el micrótomo o el acto de sacar y abrir la vesícula, Para evitar mayores destrucciones del epitelio de la mucosa, es que hemos incluído gran parte de nuestro material en gelatina. Desgraciadamente el procedimiento de sacar las vesículas precozmente después de la muerte, sólo pudimos aplicarlo en casos restringidos por las numerosas dificultades y molestias. que ésto significa. Más sencillo y seguro nos resultó conseguir material fresco de animales (cerdo, perro y conejo). El resultado obtenido de este último material ha sido bastante satisfactorio. 67 De los detalles que en estas observaciones nos llamaron la atención, los siguientes nos parecen de importancia: en primer lugar, encontramos por debajo del epitelio en la túnica propia de los pliegues, con mucha frecuencia, grandes folículos linfáti- cos que ensanchaban notablemente los pliegues respectivos. Los linfocitos nunca los vimos en mayor cantidad como se observa por ejemplo en el tubo digestivo a nivel del estroma conjuntival. Tal cuadro difiere de la descripción de la vesícula biliar humana, según la literatura, pues no se mencionan en ella folículos linfáticos, salvo en casos de colecistitis crónica, en los cuales se encuentra siempre mayor o menor cantidad de linfo- citos en el tejido y donde como dice HANSER se puede llegar hasta la formación de folículos. Nosotros hemos hallado en un caso de un niño de 7 años, considerado como normal, un folículo linfático en el cuello de la vesícula, situado en la túnica propia por debajo del epitelio de la mucosa. Para saber exactamente si la presencia de los folículos linfáticos en la mucosa vesicular es algo normal, frecuente o raro, o si es una formación patológica, habría que hacer un estudio especial en un mayor material. Otra diferencia notable con el tubo digestivo, se presenta en el muy escaso número de eosinófilos ya que éstos se encuen- tran aquí en la vesícula, solamente en forma muy aislada en el estroma conjuntival. La túnica propia, en general no muestra la presencia de muchas células de la sangre, con excepción de los casos de franca inflamación aguda o crónica. En este senti- -do, autores como NOBLE, han tomado como signo seguro de in- flamación, la presencia de aún un discreto número de células de la sangre en la túnica propia y demás capas. El material de biopsias (17 casos) es relativamente escaso, pero no tratamos de analizar más, por habernos dado cuenta que las vesículas biliares que llegan a manos del patólogo, man- dadas por la clínica, casi exclusivamente corresponden a casos de colecistitis crónica, con adherencias superficiales, engrosamiento de la pared y muchas veces calculosis y que histológicamente muestran una serie de detalles ya bastante conocidos y bien des- critos en la literatura mundial. Volveremos ahora sobre algunos de nuestros casos, para mostrar ciertos detalles que nos parecen de importancia y que tienen relación con el tema. Como no se operan las vesículas biliares en las primeras fases agudas, puede contarse solamente con hallazgos casuales o casos reagudizados. Excepcionalmente nos llegó una vesícula de un hombre de 47 años, con pared delgada, de aspecto normal, pero presentando microscópicamente residuos de antiguas infla- maciones en forma de infiltrados linfocitarios y plasmacelulares especialmente en la túnica propia. Nos llamó la atención, que fuera de la falta de datos exactos sobre la presencia de linfocitos y su posible rol fisiológico, no pudimos encontrar tampoco en ninguna parte de la literatura mundial, observaciones precisas sobre los granulocitos, su can- tidad y distribución en estados normales y patológicos en la pared de la vesícula. Por suerte nuestras investigaciones, a pe- sar de las dificultades ya mencionadas, especialmente en mate- 68 rial de autopsia, nos han dado un resultado satisfactorio y ori- ginal. Ya hemos dicho que tuvimos que recurrir a vesículas bilia- res de animales, para tener la seguridad de obtener un material normal y de comparación, aplicando después nuestros conoci- mientos, así adquiridos, a los casos humanos frescos y bien con- servados en estado normal y patológico. No está demás agregar que hay que tener mucho cuidado con lo que se refiere al material normal, es decir, libre de cual- quier inflamación y sobre lo cual insiste también HANSER en su contribución en el Manual de HENKE-LUBARSCH. Esto es tanto más complicado, cuanto que pueden existir casos con residuos de anteriores inflamaciones, apenas visibles. Desde la clásicas observaciones de COHNHEIM en las infla- maciones, especialmente en su fase aguda, se conoce la emigra- ción de los granulocitos y el más fino indicador para estudiar este fenómeno, es la reacción de exidasa que nos permite hacer hasta su recuento. De esta manera podemos delimitar mejor los cuadros de inflamación en sus comienzos del estado fisiológico de los tejidos. Si resumimos el resultado de nuestras observaciones, pode- mos decir, que encontramos cierta constancia en la distribución y frecuencia de los granulocitos en la pared de la vesícula biliar, “contando estos corpúsculos, en primer lugar en la túnica propia fuera de los vasos. Este recuento dió un término medio de 15 granulocitos por pliegue de la mucosa, examinando siempre la vesícula en tres distintos lugares es decir fondo, cuerpo, y cue- llo. En el tejido conjuntivo perivascular, entre la muscular y en la subserosa también se encuentran, pero son mucho menos nu- merosos. Está demás decir, que la reacción de oxidasa es hasta cier- to punto caprichosa, por lo cual aún en material fresco bien con- servado, algunas veces no funciona. Por eso, tuvimos que reunir un buen número de casos y fijarnos especialmente en material de animales, para tener la posibilidad de comparación. En cuanto, ahora, a su aumento en la inflamación, como ya dijimos, no tuvimos la suerte de descubrir las primeras fases de la colecistitis, pero varios casos de inflamación crónica reagudi- zada, nos proporcionaron cuadros bastantes convincentes, en los cuales hemos contado un aumento hasta de 40 granulocitos por pliegue término medio, encontrándose también un aumento nu- mérico correspondiente en las demás capas. En los cortes mi- eroscópicos los pliegues aparecen casi negros, por estar repletos de granulocitos. ' Estudiamos también el fenómeno de la emigración de los granulocitos a través del epitelio de la mucosa. Desgraciadamen- te en nuestro material, no hemos podido comprobarlo en casos normales sin inflamación, a pesar de que seguramente existe, aún cuando en forma discreta. Lo observamos solamente en ca- sos de inflamación aguda y crónica. El fenómeno es más acentuado todavía en casos de empie- ma, en los cuales se acumula el pus dentro del lumen de la ve- sícula biliar. 69 El tipo de la inflamación aguda recidivante, tiene algo co- mún con el de la apendicitis en el sentido de una extensión fle- monosa a través de todas las capas de la vesícula biliar, pero estamos muy de acuerdo con HANSER que dice, que la infiltra- ción flemonosa purulenta de la pared, no es tan pronunciada co- mo en la apendicitis. Este cuadro se repite también en ciertos casos crónicos recidivantes y como dice también HANSER, los infiltrados polinucleares, en general focales, son más pronun- ciados que en los casos recientes. Está demás agregar que en los cuadros crónicos como tales, si el proceso declina, se encuentran más linfocitos y plasmacélu- las y al final tejido neoformado hasta con formación de cica- trices. y | No nos detendremos en otros fenómenos del proceso infla- matorio crónico, como por ejemplo, atrofia y regeneración del epitelio de la mucosa, hipertrofia de la muscular, etc., por ser bastante conocido. Tenemos que agregar solamente algunas palabras, sobre un fenómeno algo discutido que guarda ciertas relaciones con la propagación del proceso inflamatorio dentro de las capas de la vesícula: nos referimos a los llamados conductos de Luschka. Estos corresponden a especies de divertículos de la mucosa que se extienden a través de la muscular llegando hasta la subsero- sa. Se comprende fácilmente que en estos pueden penetrar gér- menes y facilitar, de esta manera, la extensión de la inflama- ción. Así en las inflamaciones agudas y crónicas los encontra- mos llenos de exudado inflamatorio. Según los tratados de histología, se encuentran aislados a través de toda la vesícula biliar y especialmente a nivel del fon- do. Nosotros no podemos entrar en discusión sobre estas for- maciones acerca de las cuales se ha escrito tanto y aún no se ha dicho la última palabra. En nuestro material de animales no los encontramos, lo que no excluye su existencia, pero tenemos que suponer que no sean frecuentes. : Creemos que se encuentran más a menudo en las colecistitis crónicas, lo que estaría de acuerdo con lo que dice HANSER, que se observa un aumento de ellos en los procesos inflamato- rios crónicos, muy explicable por la tendencia proliferativa del tejido. Aunque la importancia de los conductos de Luschka, en la propagación de la inflamación a través de la pared vesicular es innegable y evidente, no creemos que sea de un valor exclusivo patogenético. Sobre el mecanismo genético más común de la colecistitis, no nos atrevemos a pronunciarnos. Es bien posible que la in- fección se produzca tanto por vía biliar como por vía hemató- gena o linfática, aunque creemos más fácil y más frecuente una infección por vía biliar. ASCHOFF y BACMEISTER defienden más bien un carác- ter flemonoso parecido a la apendicitis, que un carácter catarral superficial. 70 De cierto interés en relación con el mecanismo genético, han sido tres casos de peritonitis. Uno de un adulto de 55 años cau- sado por una gangrena apendicular, otro de un niño de 3 años con peritonitis consecutiva a un tumor renal y el tercero también de un niño, de 12 años, en que la causa fué una séptico-piohemia por osteomielitis. En estos casos, se llegó a una marcada infil- tración inflamatoria de las capas serosa y subserosa, en forma flemonosa, pero no alcanzó a propagarse hacia la mucosa de la vesícula. Naturalmente se podría decir que con el tiempo el pro- ceso se habría extendido hasta la mucosa, pero aún no pudiendo excluir esta posibilidad, se ve claramente que la propagación de la inflamación desde fuera no puede ser tan rápida. Suponemos que en ciertos casos, seguramente no muy fre- cuentes, podría formarse una colecistitis por este camino, en analogía a ciertos cuadros de apendicitis, como por ejemplo, los propagados de una salpingitis. Aunque nuestro trabajo, dadas las grandes dificultades téc- nicas, no se puede considerar más que una modesta contribución a la solución de un problema tan complejo, muestra claramente el camino para futuras investigaciones. Estas tienen que ser en primer lugar experimentales, estudiando en distintos perío- dos, muy precoces, el cuadro morfológico de la colecistitis en animales, basándose en los principios elaborados por nosotros y los cuales nos parecen indispensables. También podrían extenderse estas investigaciones, al estu- dio de la mucosa normal en sus distintas fases funcionales y al final, por este camino, se podría aclarar notablemente el meca- nismo patogenético de la colecistitis. RESUMEN Tenemos en nuestro trabajo un primer grupo de 42 casos de autopsias, no elegidas, de niños y adultos de distintas edades, muertos por traumatismos o enfermedades, en los que se estu- dió detenidamente de tres distintos lugares (fondo, cuerpo y cuello) en cortes histológicos de congelación con y sin inclusión en gelatina, la pared de la vesícula biliar, usando la tinción de hematoxilina eosina y especialmente la reacción de oxidasa. Un segundo grupo, de 17 casos, correspondientes a vesícu- las biliares extirpadas quirúrgicamente y en los cuales se inclu- yen colecistitis crónicas, colecistitis recidivantes y empiemas vesiculares. Como control, se examinaron en la misma forma, las vesícu- las biliares de un perro, dos cerdos y un conejo. En varios casos humanos se extirpó la vesícula hasta pocos minutos después de la muerte y se hicieron ensayos con varios fijadores, como formalina al 10%, Múller-Formoi, Carnoy y Susa. Por primera vez se ha podido estudiar con la reacción de oxidasa el número y la distribución normal de los granulocitos por intermedio del recuento. En condiciones normales, los plie- gues de la mucosa contienen un término medio de 15 granuloci- tos, mientras que en la inflamación, casos de reagudización, se 71 encuentra un término medio de 40 granulocitos por pliegue y en las demás capas se llega hasta una infiltración difusa flemosa, pero no tan acentuada como en la apendicitis. En los casos de colecistitis crónica reagudizada, al lado de los infiltrados linfocitarios y plasmacelulares, se encuentran mu- chas veces grandes focos de polinucleares. En tres casos de peritonitis, originadas en otros órganos, la inflamación se propagó solamente hasta las capas externas de la vesícula biliar. Los conductos de Luschka, en los casos humanos, se encuen- tran solamente raras veces, sin distribución topográfica y son más frecuentes en los casos de inflamación crónica. Normalmente en las distintas capas y en especial en la túni- ca propia de la vesícula, se encuentran muy aislados linfocitos y son raros los eosinófilos a diferencia del tubo digestivo. SUMMARY - The wall of the gall-bladder was studied in a group of 42 cases of not selected necropsies of children and adults of dif- ferent ages, dead due to traumatisms or illness. The material obtained by freezing with and without embedding in gelatine was observed using Hematoxylin-eosin stain and the oxidase reaction. In a second group of 17 cases the gall-bladders were obtained by cholecystectomy due to chronic cholecystitis, recurring cholecystitis and empyema. As a control, in the same way, the gall-bladders of a dog, two pigs and a rabbit were examined. In the human cases very frequently the gall-bladders were abscided a few minutes after death and tests were carried out with various fixations such as formalin (10%), formol-Mueller fluid, Carnoy and Susa. For the first time it has been possible to study with the oxidase-reaction the number and normal distribution of granu- locytes. In normal conditions the folds of the mucosa contain an average of 15 granulocytes, while in cases of inflammation an average of 40 granulocytes per plica is found. In the other layers (of the wall of the gall-bladder) it was possible to find a diffuse phlegmonous infiltration but not so severe as in the appendicitis. In acute relapse of chronic cholecystitis next to lymphocytic and plasma-cells infiltrations we frequently found large foci of polimorphonuclear cells. In 3 cases of peritonitis originated in other organs, the inflammation only extended to the outer layers of the wall of the gall-bladder. The Luschka's ducts, in the human cases, are found in very few cases, without a topographical distribution and are more frequent in cases of chronic inflammation. T2 In the different layers and specially in the corium of the gall-bladder we normally found isolated lymphocytes but eosinophiles were seldom found. BIBLIOGRAFIA ASCHOFF, L.—Der appendicitische Anfall. Pathol. u. Klinik in Einzeldarsteliungen 1. J. Springer, Berlin u. Wien, 1930. ASCHOFF y BACMEISTER.—Die Cholelithiasis. (Monographie). G. Fischer, Jena 1909. Cit. según HANSER. BIEL, F.—La participación de las tonsilas palatinas y faríngea en las enfermedades infecciosas. Bol. Soc. Biol. Concepción (Chile), 19, 47, 1944. BURDACH, R.—Contribución al estudio anátomo-patológico de la gastritis crónica. Bol. Soc. Biol. Concepción (Chile), 20, 21, 1945. ESPINOZA, J.—Colecistopatías, frecuencia y morfología. Arch. Chil. Morfol. 6, 190, 1946. 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Vesícula biliar de un perro. Mucosa mostrando la distribución fisiológica normal de los gra- nulocitos. Fijación: Múller-Formol. Tinc.: Oxidasa-Carmín. Aum.: 60 x. NIC. de Mi. 593. Vesícula biliar de un perro. Mucosa normal con un folículo linfático. Fijación: Carnoy. Tinc.: H. Ehrlich-Eosina. Joiosa MAL O E. EL 60h 3 3 amos, 4 IN, TA Vesícula biliar humana. Mucosa normal. Fijación: Formalina 10%. 1 hora post m. Tinc.: H. Mayer-Eosina. Aum. 63 x. : FIG. 5. Mi. 607. 3 3 años. A. N. 145/47. Distribución y cantidad normal de los granulocitos en la mucosa. Fijación: Formalina 10%. 1 hora post m. Tinc.: Oxidasa-Carmín. Aum.: 80 x. FIG. 6. Mi. 603. ¿4 7 años. M. L. 89/46. Mucosa de la vesícula biliar presentando la influzncia post mortal de la bilis (descamación del epitelio, mala tinción, reacción de oxidasa negativa en el vértice de los pliegues). Fijación: Formalina 10%. 1 hora post m. Tinc.: Oxidasa-Carmín. Aum.: 90 x. ECG Mi. 605. 3 76 años. A. N. 529/46. Colecistitis erónica celeulosa. Granulocitos emigrados a través de la “mucosa hacia el lumen. Fijacón: Formalina 10%. 2 horas 40 mint. post m. Tinc.: Oxidasa-Carmín. Aum.: 320 x. IG I0O: Mi. 596. ¿ 3 años. A. N. 145/47. Vesícula biliar con distribución normal de los granulocitos en cosa y muscular, pero intensa infiltración flemonosa leucocitaria capas externas por peritonitis. Fijación: Formalina 10%. 1 hora post m. Tinc.: Oxidasa-Carmín. Aum.: 37 x. la mu- de las ICAO MIEACOZ anos Noe (Material de operación). Colecistitis crónica reagudizada. Intensa infiltración polinuclear, es- pecialmente de los pliegues de la mucosa. Fijación: Formalina 10%. Tinc.: Oxidasa-Carmín. Aum.: 90 x. IC, 10. Mi. 604. 3 30 años. (Material de operación). Colecistitis crónica caleulosa con empiema. Granulocitos en el lumen y en la mucosa; atrofia del epitelio, Fijación: Formalina 10%. Tinc.: Oxidasa-Carmín. Aum.: 90 x. FIG. 11. Mi. 601. ¿ 47 años. (Material de operación). Colecistitis crónica recidivante. Infiltración polinuclear difusa de la mucosa y en el resto de la pared en forma de grandes focos. Fijación: Formalina 10%. = Tinc.: Oxidasa-Carmín. IIA EIC ARLA: Mi. 600. $ 47 años. (Material de operación). Colecistitis crónica. Atrofia de la mucosa, conductos de Luschka pene- trando en la muscular, infiltrados inflamatorios crónicos y proliferación del tejido. ; Fijación: Formalina 10%. Tinc.: H. Mayer-Eosina. Aum.: 20 x. DEL INSTITUTO DE FISIOLOGIA de la Universidad de Concepción (Chile) Director: Prof, Dr. B. Giúnther OXIDACIONES BIOLOGICAS Introducción teórica y experimental (con 12 figuras y 3 tablas) por B. Giinther y E. Poch (Recibido por la Redacción el 30-VII-47) .la vida no sabe sino de un o 5 hidrógeno. . A. v. Szent- Gyórgyi (1943). Poco tiempo después del descubrimiento del oxígeno por Priestley (1774) pudo demostrar Lavoisier (1777) que los fenó- menos vitales están en íntima relación con los procesos oxida- tivos. Desde entonces las investigaciones realizadas sobre este tema han sido numerosas y complejas. Las recientes adquisicio- nes se encuentran en forma dispersa en la literatura científica mundial, razón por la cual existe la necesidad de reunir —en un trabajo de conjunto— los hechos más importantes alcanzados hasta el momento. Como consecuencia de este gran progreso los conceptos clá- sicos de oxidación —combustión del carbono de los alimentos por el oxígeno proveniente del aire— se han modificado radicalmen- te. No es el carbono sino que es el hidrógeno del substrato el que entrega por etapas sucesivas su energía hasta que se com- bina con el oxígeno para formar agua. El agua debe considerar- se entonces como el producto final de las oxidaciones biológicas. En la transferencia escalonada del hidrógeno intervienen cata- lizadores tisulares y substancias que desempeñan la función de transportarlo. Por otra parte, es necesaria la activación del oxígeno —también con la intervención de fermentos especiales— para que éste pueda reaccionar con el hidrógeno a la temperatu- 75 ra corporal. Conjuntamente con el transporte de hidrógeno se realiza —también en etapas— el de los electrones. La energía que se requiere para el metabolismo celular proviene de estas transferencias de hidrógeno y de electrones. . En cuanto al CO», que antiguamente se consideraba como el producto lógico de la combustión intracelular, ha resultado ser simplemente la consecuencia de descarboxilaciones en el subs- trato. Hemos creído útil agregar a la discusión teórica aleunos sencillos experimentos de óxido-reducción, destinados a demos- trar objetivamente mecanismos de transporte de hidrógeno o de electrones, y a ilustrar las nociones teóricas expuestas. En los seres unicelulares el oxígeno necesario difunde fácil- mente hacia el interior de las células desde el exterior; en cam- bio, en los pluricelulares es la sangre —por intermedio de la hemoglobina de los hematíes— la que se encarga de transportar el oxígeno desde el aire atmosférico hasta la célula que lo utiliza. El oxígeno es incapaz de oxidar directamente a los hidratos de carbono y a las grasas a la temperatura corporal, razón por la cual se hace necesaria su activación (oxidasas). Lo mismo suce- de con el hidróxeno unido al carbono en las diferentes substan- cias alimenticias. Esta unión es muy poderosa y la ruptura de este enlace, haciendo posible la unión del hidrógeno con el oxí- geno para formar agua, sólo es factible gracias a la intervención de fermentos específicos (deshidrogenasas). Entre ambos ex- tremos existen una serie de substancias fisiológicas que poseen la interesante propiedad de poder oxidarse y reducirse sucesiva- mente (substancias óxido-reductoras). El orden en que se han hecho los descubrimientos de los distintos factores que intervie- nen en la oxidación biológica muestran la evolución de los concep- tos que se han tenido al respecto. A) Desarrollo histórico: 1.—“Activación del oxígeno”, por catalizadores del tipo del “fermento respiratorio” de Warburg (1927). 2.—“ Activación del hidrógeno” con intervención de las des- hidrogenasas (Thunberg y Wieland). 3.—“ Activación de ambos procesos”. (Keilin). 4.—“Transportadores de hidrógeno”; substancias fisiológi- cas descubiertas por Szent-Gy0órgyi. De acuerdo con estos conocimientos el problema de la oxi- dación biológica se plantea de una manera más compleja, pudién- dose resumir en la siguiente forma: 1) Substrato +- transportador = transportador + substrato oxidado reducido oxidado 2) Transportador + O» = transportador + H»0 reducido oxidado Sólo al excluir las fases intermedias (transporte de hidró- geno) se tiene la expresión clásica de los procesos oxidativos: 3) Substrato + Oz = substrato oxidado + H30 ' 4 4 B) Formas de oxidación: En condiciones fisiológicas toda oxidación está ligada a una deshidrogenación, que no se. realiza en forma instantánea, sino que por etapas sucesivas. De acuerdo con la definición, la oxidación se refiere a la unión del oxígeno con una substancia cualquiera (Fe + O = FeO). El término “oxidación” se aplica también al proceso en el cual se pierde hidrógeno, como sucede por ejemplo con el leuco- derivado del azul de metileno que pasa a la forma coloreada (azul) cuando este cuerpo se deshidrogena por cualquier causa (véase demostración N.? 1 en la parte experimental de este trabajo). Si se analizan estos procesos bajo el punto de vista atómico, lo esencial de la oxidación resulta ser según Michaelis (1938) la. pérdida de electrones (Exp. 2, 3, 4), lo cual trae consigo un cam- bio de la valencia; aumenta la carga positiva del átomo oxidado (Het? — e —= re+++) Generalmente se realiza la transferencia de hidrógeno y de electrones al mismo tiempo; en otros casos los dos procesos siguen caminos diferentes, para volver a reunirse en la etapa final. Al mismo tiempo que se produce la oxidación de una subs- tancia acontece la reducción de la otra. En consecuencia habrá reducción cuando existe: 2) desprendimiento de oxígeno; hb) captación de hidrógeno; c) adquisición de electrones. Puede decirse, que la reducción equivale a una captación de energía; la oxidación en cambio conduce a la liberación de ella. Cuando un sistema aumenta su contenido energético (reducción) ello se debe a un aporte exógeno de energía, lo cual nunca sucede espontáneamente. La célula viva sólo puede utilizar la energía acumulada en los alimentos; no puede generar por sí misma la energía necesaria para su metabolismo. Los cuerpos reducidos (ricos en hidrógeno) tienen un mayor contenido energético que los cuerpos oxicados. En realidad el término de oxidante y de reductor es relativo; todo depende de la naturaleza de los cuerpos que se van a com- parar. Una substancia puede ser oxidante con relación a un cuerpo y reductora con respecto a otro. Los valores extremos están representados por el hidrógeno (potencial más negativo) y el oxígeno (potencial más positivo). El cuerpo que tenga un potencial negativo será oxidado por todos aquellos más positivos que él, ya que la substancia de potencial negativo entrega elec- trones (se oxida) y la positiva los capta (se reduce). En última instancia el agente “reductor” es un dador de electrones y el “oxidante” un aceptador de ellos. Existe también otra fuente de energía para el metabolismo celular: la fragmentación de las moléculas grandes o sea la “fermentación”. Si bien es cierto, que este proceso es mucho más sencillo y primitivo, y se realiza en ausencia de oxígeno, es al mismo tiempo menos económico, pues se libera sólo una parte 77 de la energía acumulada en las moléculas. De acuerdo con Lippman una molécula-gramo de glucosa desprende en condicio- nes metabólicas “anaerobias” teóricamente 79 Calorías, y práe- ticamente sólo 54 Calorías; en cambio al ser oxidada esta misma substancia se liberan en total 686 Calorías. La fermentación entrega sólo el 8% del total de la energía que puede ser puesta en libertad por la oxidación. Según Szent-Gyórgyi en la evolu- ción de los seres vivos el proceso de la fermentación debe haber precedido al de la oxidación. Tanto la oxidación como la fermentación pueden partir del mismo substrato. La diferencia de los procesos reside en las substancias que aparecen en la degradación sucesiva de las molé- culas. Así por ejemplo en la fermentación de la triosa (14 mo- lécula de glucosa) ésta se transforma en piruvato por deshidro- genación y a su vez esta substancia —por captación de hidró- Fig. 1 PFERMENTACION Y OXIDACION DE LÁ TRIOSA (según v.Szent-GyBrsy1) CH CH | friosa]_-2H4 elo) +2H COB Fermentación GOCSH COOB PIRUVATO LACTATC Coon COOR -2H UHo +23 CH2 -2820 | TASA | TOA "0g) Oxidación Co HCOH | | | ¡0x0]075] COOH OXALACETATO MALATO (cerboxil-pirúvico) (carboxil-láctico) geno— se transforma en lactato (Fig. 1). En la oxidación en cambio, la triosa se transforma en oxalacetato, malato, fuma- rato y succinato, y el hidrógeno transportado de substancia en substancia termina finalmente —a través de los citocromos y del fermento respiratorio— combinándose con el oxígeno (Fig. 1 y 2). Las substancias que intervienen en esta oxidación 78 son cuerpos de cuatro átomos de carbono y con dos grupos car- boxílicos (ácidos C.-dicarboxílicos de Szent-Gyórgyi), moléculas muy apropiadas para el transporte de hidrógeno. El piruvato y el lactato, que aparecen en la fermentación de la triosa, son sencillamente oxalacetato y malato que han sufrido una descar- boxilación (Fig. 1). Las substancias intermedias de ambos pro- cesos difieren sólo en un grupo CO». Habíamos dicho anteriormente, que la oxidación de los me- tabolitos se producía gradualmente o sea en “etapas sucesivas”. Estas reacciones en cadena tienen la ventaja de no liberar ins- tantáneamente toda la energía encerrada en las substancias que se van a metabolizar. La oxidación de una molécula-gramo de hidrógeno con media molécula-gramo de oxígeno para formar agua, libera 68,000 pequeñas calorías o 68 kilocalorías (Cal.), que instantáneamente se transformarían en calor, no sólo sin provecho desde el punto de vista energético, sino que aún con el peligro de la destrucción tisular por el calor desarrollado. Analizaremos ahora en forma sistemática los diferentes fermentos que intervienen en el transporte de hidrógeno, comen- zando con las activadores de éste para Lento con los fermen- tos activadores de oxígeno. C) Substancias que intervienen en los oxidaciones biológicas: 1) COFERMENTOS.—Fueron descubiertos por Warburg y v. Euler. Se encuentran en la levadura, en las células animales, en las células animales, en las plantas y en los bacterios. Son substancias transportadoras de hidrógeno o de electrones, que intervienen en la deshidrogenación del substrato. Se trata de nucleótidos (constituído por una base nitrogenada, un azúcar y por ácido fosfórico) que por hidrolisis dan: adenina, nicotina- mida (Vitamina P. P.), pentosa (ribosa) y dos o tres moléculas de ácido fosfórico. La agrupación de los diferentes componentes es: (adenina-ribosa-2 ácido fosfórico-ribosa-nicotinamida). Las deshidrogenasas (hocloenzimo o enzimo total) se diso- cian en dos partes: 1) una “apodehidrasa” o “apoenzimo” de carácter proteico (peso molecular alto, termolábil) y que es es- pecífica para el substrato que será atacado por dicho fermento, y 2) una “codehidrasa” o “coenzimo” que es responsable de la acción óxido-reductora. El coenzimo es de bajo peso molecular y además es termoestable. La diferencia entre el llamado coenzimo 1 y el coenzimo II es la siguiente: El Co-1 es un difosfo-piridín-nucleótido que in- terviene, en la fermentación alcohólica del azúcar, en la oxida- ción de los ácidos láctico y málico. El Co-II es un trifosfo-piridín- nucleótido, que activa la oxidación de la hexosamonofosfato y del ácido cítrico. En ambos el grupo piridina actúa como trans- portador de hidrógeno según la reacción siguiente: Piridina + 2H == Dihidropiridina Esta reacción es reversible, y por lo tanto puede funcionar. como sistema óxido-reductor. 2) GLUTATION.—Está formado por tres aminoácidos: glicina, ácido glutámico y cisteína. Este último contiene azufre y representa la fracción activa en los fenómenos de óxido- reducción. Cuando la cisteína (SH) entrega sus 2H pasa a cis- tina (S — 58): G — SH G—S ms + Aceptador ——> ' + Aceptador : H, G — SH G—S$S Glutation Glutation reducido oxidado El glutation existe en mayor o menor proporción en casi todos los tejidos animales. 3) FERMENTOS AMARILLOS.—Se encuentran en la leva- dura —donde fueron aislados por primera vez por Warburg y Christian (1932) — y también en los tejidos animales. Hasta ahora se han descrito 5 formas diferentes de ellos. Los fermen- tos amarillos constan de una proteína y de un grupo prostético (parte no proteica de una proteína conjugada). Están forme- dos por un aloxacina-mononucleótido: (Adenina-ribosa-2 ác. fosfórico-ribosa-isoaloxacina) + proteína. Una propiedad particular de estos fermentos amarillos ex- plica por qué las intoxicaciones con óxido carbono (CO), ácido cianhídrico (HCN) y con ácido sulfhídrico (H2S) no suspenden totalmente la respiración tisular. Estos fermentos están despro- vistos de hierro, razón por la cual son insensibles a todas las subs- tancias que presentan gran afinidad por este metal. Otra carac- terística es su capacidad de oxidación en presencia del oxígeno libre, sin la intervención de una oxidasa. 4) LOS ACIDOS C¿-DICARBOXILICOS.—Fueron descu- biertos como transportadores de hidrógeno por A. von Szent- Gyórgyi. Representan en algunos casos el eslabón entre los ali- mentos y el sistema de los citocromos que estudiaremos a conti- nuación. Son substancias óxido-reductoras reversibles intra- celulares. Ofrecen grandes ventajas por su estructura química, puesto que se sabe que los átomos de carbono en posición alfa y beta —con respecto al grupo carboxílico (COOH)— tienen una eran facilidad de reacción. En los ácidos C¿-dicarboxílicos hay doble motivo para explicar su gran labilidad, debido a que poseen dos de estos carbonos colocados entre grupos carboxílicos. Las substancias que forman parte de este grupo son los siguientes ácidos: oxalacético, málico, fumárico y succínico (Fig. 2). El ácido fumárico, por captación de hidrógeno se convierte en succínico; éste a su vez es capaz de entregar el hi- drógeno, convirtiéndose nuevamente en fumárico. Los fermentos que activan las reacciones en los ácidos Ca¿-dicarboxílicos son los siguientes: a) Succino-deshidrogenasa que activa la conversión del ácido succínico en fumárico, por deshidrogenación del succínico. 80 | Fig. 2 li Transporte_de Hidrogeno por los ácidos Cy —Dicarhoxilicos (según v Szent-Gyorgyi, 1939) Inhibición por narcóticos "CO, HCN, HoS Oxalacetato Malato Fumarato Succinato b) Málico-deshidrogenasa, que interviene por deshidroge- nación en la transformación del ácido málico en oxalacético. Estos fermentos que activan los intercambios entre los áci- dos C¿-dicarboxílicos pertenecen al grupo de las “deshidrogenasas anaeróbicas”. Se trata de fermentos que intervienen en el trans- porte de hidrógeno de una substancia a otra, sin que jamás el hidrógeno movilizado pueda reaccionar directamente con el oxí- geno molecular. A diferencia del grupo anterior existen otros fermentos que facilitan la unión del hidrógeno del substrato con el oxígeno molecular. Pertenecen a él las “deshidrogenasas aeróbicas” como ser la xantino-deshidrogenasa, la uricasa, la d-aminoácidodeshi- drogenasa (véase cuadro de resumen de fermentos). El consumo de oxígeno del músculo pectoral del pichón decrece con el tiempo. Si se adiciona de cualquiera de los ácidos Ca-dicarboxílicos, ácido fumárico por ejemplo, se detiene el des- censo de la intensidad respiratoria. El consumo de oxígeno es ahora mucho mayor que el necesario para la oxidación completa (hasta CO, y H:30) de la pequeña cantidad de ácido fumárico adicionado. La ubicación (Fig. 2) de los ácidos C.-dicarboxílicos en las oxidaciones de los hidratos de carbono es la siguiente: Triosa-oxalacetato-malato-fumarato-succinato-citocromos- oxígeno. Según Krebs y Johnson (1937) intervienen también en el ciclo de los ácidos C.-dicarboxílicos otros cuerpos intermediarios como el ácido cítrico y el a-cetoglútárico (Fig. 3). Posteriormente Evans y Slotin (1941) han propuesto las modificaciones que aparecen en la Fig. 4. 5) ACIDO ASCORBICO O VITAMINA C.—Se trata tam- bién en este caso de un óxido-reductor reversible que por pérdi- da de hidrógeno pasa de ácido ascórbico a dehidroascórbico (véase Fig. 5). La oxidación del ácido ascórbico es activada por un fermento específico, la “oxidasa ascórbica”. 81 Fig. 3 CICLO DE KREBS ¡Hidratos de carbono piruvato + 0) 2 oxalacétato + 2H20 — citrato + malato + CO) b) citrato + Y 0o —«cetoglutarato + CO) + H70 c) ax cetoglutarato + A O) — Succinato + C0> d) succinato - Y 07 — fumarato + H20 €) fumarato AO Mao f) 2 malato AMOO oral cera to e 2100 piruvato + 2% 02 —3C0> + 2H>0 82 E 4 | | Fig. 4 | Alimento acido | pirúvico cis. aconítico o | | | | malico oxalosuccinico f ] | fumárico! - lo-cetoglutarico | Pena (Y) Fig. 5 ele 0 Ñ HO=CH HO-CH | Pi CHo-0H: CHo-0H. TTAMINA_C de. Do Ac. |-ascórbico l-ascorbico. El ácido ascórbico tiene fuertes propiedades reductoras; de- colora por ejemplo el azul de metileno y el 2-6-diclorofenolindo- fenol (reacción utilizada para titular esta vitamina). 6) CITOCROMOS.—Fueron descubiertos por Warburg (1913) y Keilin (1925). No son fermentos respiratorios sino: que substancias óxido-reductoras. Se han descrito 3 citocromos. (a, b, e): de los cuales las formas a y b son sumamente lábiles, y su existencia sólo ha podido revelarse espectroscópicamente. Los citocromos son cuerpos que pertenecen a los hemocro- mógenos. Están formados por un tetrapirrol del tipo “hemo” con un átomo de Fe y en combinación con una proteína, que no es la globina. No son autoxidables, por lo que se requiere de la intervención de un fermento específico, la “citocromoxidasa” (oxidable por el oxígeno molecular). Gracias a este fermento el ferrocitocromo se transforma nuevamente en ferricitocromo (forma oxidada). Hay un estrecho paralelismo entre la actividad respiratoria de las células, la concentración de los citocromos y de la cito- cromoxidasa (fermento que estudiaremos a continuación). El . 84 Borra 2 A RR A hidrógeno reacciona con la forma férrica del citocromo (ferrici- tocromo) de la siguiente manera: Cit. FeHH+ + H == Cit. Fett + H+ El hidrógeno entrega un electrón al ión férrico, pasando éste a ferroso; en el medio ambiente aparece entonces el hidró- geno en forma ionizada (H+) La función que desempeñan los citocromos en las oxidacio- nes es muy importante, ya que en condiciones máximas de trá- bajo cada molécula de citocromo ce puede oxidarse y reducir- se 1420 veces por minuto. En cuanto al “fermento respiratorio” de Warburg, idéntico a la “citocromoxidasa” o la “indofenoloxidasa”, debemos hacer notar que se trata de un fermento activador del oxígeno, esen- cial en los fenómenos aerobios. Este fermento es como hemos dicho, autoxidable; en presencia del oxígeno el hierro que con- tiene pasa del estado ferroso o férrico, y sólo ahora es capaz de captar los electrones del substrato oxidable (citocromos), con lo Fig. 6 TRANSFERENCIA DE ELECTRONES EN LOS CITOCROMOS Li [eStocromoxtdasa 200 que se reduce, (Fig. 6). En este momento interviene nuevamen- te el oxígeno, que transforma el ión ferroso en férrico, El fer- mento respiratorio hace las veces de aceptador de los electrones que le entregan los citocromos; el oxígeno por sí mismo es inca- paz de hacerlo. La citocromoxidasa es inhibida por el Acido cianhídrico (HCN) y por el ácido sulfhídrico (H2S). Este enzimo ferroso es también bloqueado por el óxido de carbono (CO), tal como sucede con la hemoglobina. En este caso la unión del CO con el fermento respiratorio depende de la competencia entre el oxíge- no y el óxido de carbono. La afinidad por el oxígeno es 5 veces "mayor que por el óxido de carbono y por lo tanto se requieren concentraciones muy altas de CO para llegar a una inhibición efectiva de dicho fermento respiratorio. Esta inhibición sólo es posible en la obscuridad debido a que la luz intensa disocia el complejo formado por el CO y la citocromoxidasa. Si relacionamos los citocromos por una parte con los ácidos C¿-dicarboxílicos, y por otra con el oxígeno resultan las siguien- tes reacciones: 85 deshidrogenasa Sucecinato + 2 citocromos —— => fumarato + 2 citicromos oxidados succínica reducidos citocromo 2 citocromos + % 0, => 2 citocromos reducidos oxidasa oxidados CUADROS DE RESUMEN DE LOS FERMENTOS QUE INTERVIENEN EN LA RESPIRACION TISULAR A) Deshidrogenasas: activan el hidrógeno del substrato y lo transfieren a un transportador adecuado. Deshidrogenasa === proteína específica + coenzimo. 1) Anaeróbicas Nombre de la Confermento Substrato Producto final - deshidrogenasa a) Succínica Citocromo Succínico Fumárico b) Málica Málico Oxalacético e) Láctica Láctico Pirúvico Coenzimo 1. || |-— d) $ hidroxibutí- $ -hidroxibutí- Acetoacético rica rico | e) Triosafosfática Triosafosfato Fosfoglicerato f) Cítrica Coenzimo II | Cítrico a ceto-glutárico la) Uricasa ác. úrico + Alantoína 2H:20 + O» + COz + Hx202 || b) Xantin-deshi- Hipoxantina Acido úrico drogenasa —— Xantina c) d-aminoácido- d-aminoácido a-cetoácido deshidrogenasa —>- ¡minoácido 2) Aeróbicas 86 B) Oxidasas: hacen posible la oxidación del substrato por el oxígeno libre. |] Oxidasa Substrato Producto final 1) Citocromoxi- Citocromo a (red) | Citocromo a (ox) __ dasa PO AN DA 2d ¿IL O E UA Al 2) Monofenoloxi- Tirosina + Oz Melanina __ dasa (tirosinasa) sa (lacasa) | 4) Ascórbico-oxi- Acido ascórbico Acido dehidro- 3) Polifenoloxida- | Adrenalina +- O» | ¡Adrenocromo dasa AENA ASEO PACO OA e C) Peroxidasa: transfiere oxígeno de los peróxidos a un subs- trato oxidable o a un aceptador de oxígeno. No se produ- ce O, libre. | Fermento Substrato | Producto final Nitrito + H20» | Nitrato + H20 : | Pirogalol Derivado pigmen- a Guayacol tado (fundamento Amidopi- ¿+ H202 de las reacciones rina características de Bencidina los pigmentos san- . guíneos) y D) Catalasa: descompone el peróxido de hidrógeno en agua y oxígeno molecular. (2H30 ——=> 2H30 + 0») E) Desmolasas: rompen las uniones entre los átomos de carbono. Como ejemplo tenemos la “descarboxilasa”, que libera el CO.. de la unión — C-COOH. CH;-CO-COOH —=> CH¿:+CHO + CO» Ac. pirúvico Acetaldehido | , (forma cetónica) sí MEDIDA DEL PODER OXIDO-REDUCTOR Se puede estudiar cuantitativamente un proceso de óxido- reducción, que se realiza en la intimidad de una solución, colo- cando en vasos independientes la forma oxidada y la forma reducida. Si ambos recipientes se unen por medio de un puente electrolítico (solución saturada de KC] y gelatina) se establece entonces un contacto entre ambas, sin que ellas lleguen a mez- clarse. En estas condiciones las soluciones no sufrirán altera- ción alguna, hasta que se las una por medio de un conductor metálico exterior. Este conductor permitirá el paso de los elec- trones de la forma reducida a la forma oxidada. Con este arti- ficio se consigue establecer un flujo electrónico que puede me- dirse intercalando un instrumento adecuado; y como lo que caracteriza al proceso es el desnivel (diferencia de potencial) entre la forma oxidada y reducida es lógico utilizar como ins- trumento de medida un voltímetro; pero como la medida debe hacerse con gran precisión, y sin consumo de energía por parte del instrumento, se hace necesario emplear el método potencio- métrico. El alambre que une ambas soluciones termina en cada extre- mo en una plaquita de un metal inatacable (Au o Pt) las que se introducen en las soluciones. Para poder establecer comparaciones entre los distintos sistemas Óxido-reductores fué necesario elegir un potencial de referencia o de comparación. Tratándose de procesos de óxido- reducción pudo haberse tomado como punto de referencia el electrodo de oxígeno como el de hidrógeno, extremos entre los cuales deben realizarse dichos fenómenos. Se prefirió el de hi- drógeno. Este electrodo de referencia está constituído por pla- tino recubierto de negro de platino sumergido en una solución a pH = O (cH = 1), la cual está saturada con hidrógeno. Se le llama “electrodo normal de hidrógeno”, asignándosele arbitra- riamente un potencial igual a cero. Como este electrodo ofrece dificultades en su preparación, en la práctica se usa como refe- rencia el electrodo de “calomelano”, cuyo potencial con respecto al “normal de hidrógeno” es a 18C igual a 0.3377 Volts. El con- tacto entre la solución problema y el electrodo de referencia se hace por medio de un puente formado por una solución de KCI. Se elimina el oxígeno de la solución desconocida haciendo pasar a través de ella nitrógeno puro. El potencial se establece enton- ces en los extremos de la siguiente cadena: Electrodo de calomelano Solución satu- rada de KCI Electrodo de | Sistema óxido-reductor platino (problema) La medición se hace potenciométricamente, tal como se pro- cede para la determinación electrométrica del pH. El valor en- contrado depende de la relación entre la parte oxidada y redu- cida, como también del pH y de la temperatura. 88 La determinación del potencial de óxido-reducción es muy importante por ser este valor un índice exacto de la tendencia de un sistema a ser oxidado o reducido. Puede en un caso deter- minado variar simultáneamente el potencial de óxido-reducción y la acidez del medio, que también modifica el potencial. Esto obliga a medir al mismo tiempo el pH respectivo. Se verá más adelante, que también es necesario fijar la temperatura a la cual se ha hecho la determinación. .. .» a) Medición electrométrica.—La existencia de potenciales eléctricos en una solución depende del desplazamiento de la siguiente ecuación, ya sea hacia la derecha o hacia ia izquierda: 2H+ + 2e ===> Mel Si aumentan los iones hidrógeno (protones) en la solución, la reacción se desplaza hacia la derecha; los electrones abando- nan el electrodo inerte (Pt) haciéndose este sitio más positivo. Si aumenta la presión del hidrógeno molecular (H») el despla- zamiento se hace hacia la izquierda; los electrones son captados por el electrodo y el potencial se hace más negativo. La reac- ción H+/H, (ión/gas) es la que determina el potencial 'en el electrodo. En algunos casos se inicia la oxidación por la entrega de un protón (sucede esto con el ión H+ de un ácido disociado) y el electrón puesto en libertad es captado por el aceptador ade- cuado. En otros, el aceptador capta simultáneamente el electrón y el protón (átomo de hidrógeno). La deshidrogenación se rea- lizaría entonces en dos etapas: 1.? liberación de protones (liberación de H”+, tal como su- cede en la disociación de un ácido), y 2.? entrega de electrones del radical R. La reacción sería la siguiente: Rd) => Ro Hs Ri > Edo de REL == =R LH Los potenciales revelan equilibrios dinámicos y niveles energéticos; nada nos dicen acerca de las cantidades que reaccio- nan. La determinación de dichos potenciales sólo tiene impor- tancia y significado cuando se trata de sistemas óxido-reductores reversibles. Las substancias que reaccionan deben dar produc- tos estables y solubles en las condiciones de la determinación. b) Medición colorimétrica.—Este procedimiento es de gran utilidad en Biología, especialmente en el estudio de los procesos oxidativos intracelulares. Rigen para él las mismas condiciones que para la determinación colorimétrica de pH. Los cambios de color, a pH constante, de los indicadores son debidos exclusiva- mente a los procesos de óxido-reducción, existiendo colorantes específicos para cada zona de potenciales. 89 Tabla N.? 1 Azul de:metileno.a pH=7.07y-a 30*C SO aten) Potencial (Ej)| Color AA qe > | casi | incoloro ! Ligeramente | | claramente azul En la Tabla N.? 1 se puede apreciar la íntima relación entre el porcentaje de oxidación, los potenciales correspondientes, y el color del indicador azul de metileno (todo a pH = 7 y a 30%C). 90 Fig. 7 ZONAS DE VIRAJE DE ALGUNOS INDICADORES DE OXIDO-REDUCCION 004 8 12 16 20 24 28 32 36 40 5 SSA EONY IS E E a e neftol 2 2 sulfonato Eaiiicon n+=sulfonato Jl eE de oxígeno . Eresma = CARICIA mr z - Co aaa £o OOO 30 O La 0.43 +0.81 Voltios a pH 7.0 La Fig. 7 muestra la zona de viraje de algunos colorantes ; al mismo tiempo se indica el potencial y el rH correspondientes. Obsérvese además, que se pueden elegir indicadores adecuados para explorar cualquier potencial de óxido-reducción entre los límites representados por el hidrógeno y el oxígeno. c) El “rH”.—El símbolo “rH”, creado por Clark a semejan- za del pH, se refiere a “—log presión de H>” o bien, rH = log 1/Ho. La idea parece haber sido la de encontrar un símbolo exclusivo, que refleje con un solo número el poder óxido-reductor de una solución. Pero como este proceso depende también de las. variaciones del pH, se pueden encontrar variaciones del rH aun- que no haya variado el poder óxido-reductor, por lo cual es pre- ferible —y así lo ha consagrado la práctica— expresar el poder óxido-reductor por el potencial, su pH y su temperatura corres- pondientes. Sin embargo, es posible la aplicación del símbolo rH en Biología, dado que el margen de variación del pH en condi- ciones fisiológicas es muy estrecho (7.3 y 7.5). d) Apéndice electroquímico.—La expresión matemática que relaciona los factores que intervienen en los procesos de óxido- reducción se debe a Peters, y es la siguiente: 0.060 Ox E = E log do n Red donde MN E = “potencial medido” experimentalmente. E, = “potencial normal” del sistema de óxido-reducción (en relación con el electrodo de hidrógeno o sea a pH = O) y que se refiere al potencial obtenido en el momento en que la forma oxidada (Ox) y reducida (Red) están en igual proporción (1:10 50% de cada una). 0.060 = una constante calculada para la temperatura de 30C y que deriva del coeficiente RT/F de la ecuación original de Nernst, tomándose en cuenta también el factor de conversión de los logaritmos neperianos a logaritmos comunes. 91 n = número de electrones o hidrógenos transferidos en el proceso de óxido-reducción en estudio. log = logaritmo común o de Briggs. Fig. 8 POTENCIALES DE OXIDO DE REDUCCION DEL SISTEMA Pe+t++/Mo++ % de la fase reducida (Fe++*) 0 20. OlOneolE. a00 alo % de la fase oxidada (Fet*+*) La representación gráfica de esta fórmula da una curva característica para cada sistema. En la Fig N.? 8 se pueden apreciar en las ordenadas los potenciales (E) en milivoltios, y en las abscisas el porcentaje de la parte oxidada y reducida. La resultante de todas las determinaciones es una curva simé- trica en forma de S itálica abierta. Cuando Ox = Red, es decir, cuando ambas están representadas en un 50%, el potencial me- dido (E) es equivalente E, porque el log — = O. a En Biología es interesante conocer el potencial característi- co Eo; a pH fisiológico el símbolo se transforma en E'y. Al valor 92 correspondiente de E', se agrega entre paréntesis el pH y la temperatura a la cual se hizo la medición. Generalizando la ecuación anterior y haciéndola válida para : cualesquier pH resulta la siguiente expresión para 30C: Ox E = E% + 0.03 log — 0.06 pH Red Si se conoce el valor de E',, la relación entre Ox) y (Red) y el pH respectivo se puede calcular el potencial de óxido- reducción (E). ¡ Tomaremos como ejemplo una solución de azul de metileno, cuyo pH sea de 7.45 y que se encuentre reducida en un 83%. El valor de E', del azul de metileno a dicho pH y temperatu- ra (30%C) es de + 0.431 Volts. Se reemplazan estos valores en la ecuación anterior y resulta: 17 E = 0.431 + 0.03 log — — 0.06 - (7.45) 83 E = 0.431 — 0.021 — 0.447 E = —0.037 Volts. - RESUMEN: Los conocimientos fundamentales se encuen- tran reunidos en el esquema de Ball (Fig. 9), en el cual se pue- - de observar que los distintos sistemas óxido-reductores funcio- Fig. 9 (-) Volts (a pE=7,0). HIDROGENO 0.é Substratos Aceptador Ambiente | 0.3] / Piridin-nucleótidos| 28 +» Es H 0.2 Málico Oxalecóético Flavoprotoínag | |2o + 2H+ -0- OO ===] | Succínico Citocromo b |le (2x) ' fumérico | a ) 0.3 0,4 | 0.5 Citocromoxridasa ie (2x) (+) 0.7 | OXIGENO 3 07 H20 0 .8 > 98 Tabla N.* 2 POTENCIALES DE OXIDO-REDUCCION Sistemas Elo ol HIDROGENO -0.421 7,0 Hipoxantina-xantina -=0.571 TSDIEA Hipoxantina-ácido úrico . -0.,410 7.24 Coenzimo 1 -0.325 7Teá Glutaticn 4 -=0.235 7.15 B=0H butirico-aceto-acético 0.282 AN Cisteína -0.227 TIN Lactato-piruvato «| -0.180 7.0 Riboflavina 0.208 43 7.0 Málico-oxalacótico -0.169 7.0 - Fermento amarillo -0.056 7.0 , Citocrcmo b | -0.04 70% Succínico-fumárico ¡ -0.015 8.7 Hemoglobina +0.152 7.0 Ácido ascorbico ¡ +0.1364 4.581 Citocromo e +0.27 7.A Gitocromo a +0.29 Tos nan a diferentes niveles de. potencial (véase también la Tabla N.? 2). Al mismo tiempo puede apreciarse que la transferencia del hidrógeno de una substancia a otra no se hace en forma de hidrógeno atómico, sino que los dos átomos de hidrógeno pierden dos electrones convirtiéndose en iones didrógeno (protones), que pasan al medio ambiente (2H — 2e —-—=> 2H+). Estos iones B+ se reunen finalmente con el oxígeno, que ha captado previa- mente ambos electrones (0 +- 28 —=> 6” ), sólo entonces se- forma el H20 como producto final de todos los procesos oxi- dativos. El modelo esquemático que va a continuación ilustrará lo anteriormente dicho. 94 Modelo esquematico de una oxidación biológica. liberación de energía en etapas y caída en cascada de hidrógeno y electrones hasta llegar al oxígeno, con formación de (8. Gúnther y E. Pech, 1946) ON . 9m 04 4 Glucosa -————> ec ' | Y H 0 00 (m E ¡ , os 1 Volts : 0 po ——— Hidrógeno ——— ó de -0.60 >——— Piridín-nucleotidos > 1 - 0.30 c00% pe Acido -0.20 CH2 . | Oxalacético N -0.10 >——— Flavoproteinas — 0.00 Circulación sanguinea ——— 95 En él se ha tratado de dar una imagen objetiva del aprove- _Chamiento de la energía por etapas, comparándola con sistemas mecánicos dispuesto en cascada. La energía proviene de la caída. de hidrógeno y de electrones, que se aprovecha en forma separa- - da en la etapa de los citocromos. El desprendimiento continuo de iones hidrógeno y electrones pone en marcha las ruedas (sistema óxido-reductor reversible), entregando así una cierta cantidad de energía que se utiliza en el funcionamiento celular. EXPERIMENTOS DE OXIDO-REDUCCION Describiremos doce experimentos elementales que están relacionados con cada uno de los puntos discutidos en la expo- sición teórica. Experimento N.: 1. Oxidación por remoción de Hidrógeno. “En dos tubos de ensayo se colocan 10 c. c. de azul de meti- leno al 0.5 por mil. a) A uno le agregamos gota a gota una solución reciente- mente preparada de hidrosulfito de sodio al 0.5% (Na2S204), hasta llegar justamente con la última gota a la decoloración; el otro tubo nos servirá de control. Resultado: El líquido con azul de metileno se decolora; he- mos obtenido el leuco-derivado del azul de metileno por reduc- 1 N Fig. 10 +2H bles reducción oxideción CH3 -2H E30-N= -N-CH3+c1H . 1d Azul de Metileno Leuco —Derivado ción con hidrosulfito. Se ve en la Fig. 10, que estas dos formas del azul de metileno difieren entre sí en dos átomos de hidróge- no. En caso de ser esto así (fenómeno de reducción), por el . proceso contrario —esto es por oxidación— deberíamos obtener la substancia primitiva. b) Agitemos en presencia de aire la solución decolorada; vuelve a aparecer el color azul. Está claro, que el primero era un fenómeno de reducción y el segundo uno de oxidación. Obsér- vese que la acción del oxígeno tuvo por resultado remover dos átomos de hidrógeno de la molécula de azul de metileno. Hemos 96 e A SS qa br demostrado así experimentalmente un caso de oxidación por pérdida de hidrógeno (deshidrogenación). El experimento siguiente nos servirá para ilustrar un caso de oxidación por pérdida de electrones. Experimento N.? 2. Oxidación por transferencia de electrones. Se toman dos tubos de ensayo y en cada uno se colocan 5 c. c. de agua destilada y dos gotas de cloruro férrico al 10%. A uno de los tubos se agrega 1 c. c. de solución de cloruro cuproso (CICu) y en seguida a ambos, dos gotas de SCNK al 10%. En los dos tubos deberíamos obtener el color rojo característico de las sales férricas; sin embargo constatamos que la coloración aparece sólo en uno de ellos. El tubo al cual se le agregó cloruro cuproso no da la reac- ción de las sales férricas. | La reacción que se verifica en este caso es: Cl,Fe + CICu === Cl¿Fe + Cl,Cu Desde un punto de vista electrónico lo que ha pasado es lo siguiente: el átomo de cobre metálico contiene en su envoltu- ra 29 electrones, neutralizados por un número igual de cargas positivas que posee el núcleo. Si este átomo neutro pierde un Fig. 11 . OXIDACION POR PERDIDA DE UN ELECTRON Fe++ electrón, una carga positiva deja de estar neutralizada y tendre- mos el ión cobre monovalente. El ión cobre bivalente se obtiene por pérdida de un nuevo electrón, con lo cual quedan libres dos cargas positivas (Fig. 11). El ión cuproso para transformarse en cúprico pierde un electrón. Es este electrón que pierde el cloruro cuproso el que va a neutralizar a una de las tres cargas que tiene el ión férrico, con lo cual éste queda con dos cargas positivas, en vez de las tres que tenía, y por consiguiente se transforma en ión ferroso. Mer CU == Fet+ LC Se ve además, que el cloruro cuproso al reducir el cloruro férrico se oxida simultáneamente, pues de ión cuproso pasó a cúprico. En el experimento anterior con el cloruro férrico hemos oxidado al cloruro cuproso. Veamos si esta sal férrica es capaz de oxidar también a otro sistema reducido. Experimento N.? 3. Transferencia de electrones al fierro, cromo y estaño. Se prepara en un tubo el leucoderivado del azul de metileno y se reparte en tres tubos de ensayo: a) Se agregan dos gotas de cloruro férrico; se obtiene la coloración azul. La misma oxidación que efectuamos con el oxí- geno del aire la hemos obtenido por intercambio electrónico. Nos preguntamos ahora si esta propiedad es exclusiva del fierro, o si hay otros metales con los cuales se podría repetir este experimento. Tabla N.* 3 POTENCIALES MEDIDOS CON ELECTRODO DE Pt Y REFERIDOS AL ELECTRODO NORMAL DE HIDROGENO (Según MICHAELIS) A | J L Potencial ES en Volts a Fase oxideda Fase reducida Substencias ap Ec rena A E Ssn**(Na0H) 18 sn SO RMACAN) 25 a (A 95 V ++ v ++ 25 O TA 18 : Cu Ens 18 NECE Fe(Cn)g7* 25 EDU Fe++» 25 | Ea Hg? aprox.18 O TS 18 MITE Mn”r> 12 SER Cer+> Un) Mn+++ Mn+> ; ie MO Mn++> 12 o i Co*+» | PAS A A AN Ppb++ aprox.18 +1:.82 Ie ere Dan oxidantes e AA b) A una solución de leucoderivado agregaremos una gota de bicromato de potasio al 10% ; reaparece el color azul. c) A otra muestra de leucoderivado agregaremos gotas de cloruro estánico; también reaparece la coloración. Consecuencia: El experimento resulta con cualquier metal capaz de ofrecer cambios de valencia (véase Tabla N.. 3). Vamos a estudiar en un nuevo experimento cómo se efectúa esta oxidación. Experimento N.? 4. Transferencia de electrones del fierro al cromo. 10 c. e. de solución reciente de sulfato ferroso al 5% se separa en dos tubos. 1) A 5c. c. de esta solución se agregan dos gotas de SCNK al 2%, no hay coloración. 2) A los otros 5 c. e. se adicionan dos gotas de bicromato de potasio al 10% (Cr20,K>), acidificado con ácido sulfúrico, y se añaden también dos gotas de SCNK; hay cambio de color. Resultado :Hemos transformado la sal ferrosa, que no da coloración con el sulfocianuro, en una sal férrica, que da una coloración roja con dicha substancia. La transferencia de elec- trones se hace de acuerdo con la siguiente ecuación: Y o ae > Or e ame Experimento N.* 5.—Influencia de la temperatura. Veamos ahora la influencia de la temperatura sobre los fenómenos de óxido-reducción. La ecuación de Nernst se puede aplicar a cualquier reacción de óxido-reducción reversible del tipo [Ox=n:+e=—Red] y to- ma la forma: ENE Red E = —— In == nF Ox donde [Ox] representa la concentración de la forma oxidada y [Red] la concentración de la forma reducida. Al observar la fórmula se puede ver, que al variar la temperatura T, quedan- do constantes los demás factores, debe variar el potencial E y por consiguiente el equilibrio del sistema debe desplazarse. Esto se puede demostrar mediante los siguientes experimentos: A 10 c. c. de azul de metileno al 1 por mil se agrega 1 c. c. de NaOH N/10. Se calienta la solución casi a ebullición; en se- guida se adiciona gota a gota una solución de glucosa al 1% hasta obtener por reducción la decoloración de las soluciones. Tenemos así en el tubo un sistema óxido-reductor muy sensible, desplazado ligeramente en el sentido de la reducción (leuco- derivado). Es fácil constatar ahora, que basta enfriar el tubo, 99 sumergiéndolo en agua, para que reaparezca la forma oxidada azul. El fenómeno es reversible, y se puede hacer aparecer o desaparecer repetidas veces el color azul, calentando o enfriando el tubo. En la zona expuesta al aire la oxidación es acelerada por la presencia del oxígeno. Experimento N.: 6. Sobre la influencia de la acidez del medio (pH). Los iones de H+ al captar un electrón se descargan, que- dando el H al estado molecular. A su vez, el hidrógeno molecu- lar al transformarse en catión podrá reducir a otra substancia al cederle un electrón por cada átomo ionizado. Se produce así, según la ley de las masas, el equilibrio siguiente: E) (H)” Los iones de H* influyen pues directamente en la captación de electrones; por lo tanto, al variar su concentración (pH), el equilibrio de óxido-reducción se desplaza. A 10 c. c. de solución muy diluída de fucsina (Rubin S) se agregan dos gotas de solución de NaOH N/10 y en seguida se calienta la solución. Después se agregan dos gotas de la solu- ción de glucosa y se observará la decoloración. La solución se divide ahora en dos fracciones. Con el objeto de desplazar el pH hacia el lado ácido se agrega una gota de CIH/N y se obtiene la recoloración de la solución. A la otra fracción se agrega una gota de Cl¿Fe; reaparece también el color primitivo de la fucsina. En ambos casos se llega a la oxidación de la fucsina redu- cida, debido a que el HT? actúa como aceptador de los electrodos cedidos por la fucsina reducida; esta última se oxida (por pérdi- da de electrones) y el H* se transforma en H molecular. Iniciaremos ahora los experimentos con material biológico. Experimento N.. 7.—Demostración de oxidasa. Se hace un corte reciente en una papa (solanum tuberosum). En la superficie se coloca una gota de tintura de guayaco (solu- ción alcohólica reciente al 2%), que desempeña el rol de acep- tador de oxígeno. Se observará en los bordes el color azul de la resina oxidada, coloración que progresa lentamente hacia el cen- tro. Repítase el experimento con un trozo de papa hervido pre- viamente durante algunos minutos; no se observará la oxidación. Experimento N.? 8.—Existencia de peroxidasa. En dos cortes de rábano se vierten algunas gotas de tintura de guayaco. En uno se deja caer una gota de H,0»; se observa instantáneamente el color azul y el desprendimiento de burbujas de oxígeno (esto último demuestra la presencia de una catalasa). y 100 A AE == El trozo —con la tintura de guayaco solamente— no se mo- difica en su coloración (ausencia de peróxido orgánico sobre el cual podría actuar la peroxidasa). El H:0, no es capaz por sí solo de oxidar a la tintura de- guayaco. Es interesante hacer notar, que la oxidación del gua- yaco también se consigue adicionando a la tintura algunas gotas de solución al 10% de Cl¿Fe. En este caso el Cl¿Fe hace las veces de aceptador de electrones; como se comprende es imposible realizar dicha oxidación con el Cl.Fe. Experimento N.?. 9.—Presencia de catalasa. En un tubo de ensayo se colocan trozos de papa finamente cortados. Se adicionan de 1 c. c. de H,0», observándose un mar- cado desprendimiento de burbujas (oxígeno), debido a la pre- sencia de una catalasa. Repítase lo mismo después de una breve cocción de los trocitos de patata; desaparece su propiedad de catalizador, por destrucción del fermento.. También en la sangre se encuentra una catalasa, que se pue- de demostrar aún a diluciones al 1 por mil de ésta. Si se añaden a 5c.c. de sangre diluída diez gotas de H20, se observará un intenso burbujeo, debido al desprendimiento de oxígeno mo- lecular. ; Experimento N.: 10. Demostración de una deshidrogenasa. (Reacción de Schardinger). En la leche fresca existe una aldehido-deshidrogenasa, cuya presencia se puede demostrar por medio del experimento siguiente: Se dispone de dos tubos: A.—5 c. c. de leche fresca + 0.5 c. c. de azul de metileno 0.4 por mil. B.—5 c. c. de leche fresca + 0.5 c. c. de azul de metile- no + 1 c. c. formaldehido 0.1 M. *. Después de algunos minutos se observa decoloración en el tubo B. El azul de metileno se ha reducido y el aldehido se oxidó pasando a ácido fórmico. (Az. Met.) + H.0 + HCHO = (Az. Met.) H. + HCOOH Se repite el experimento B hirviendo algunos minutos la leche; la reacción no se produce, con lo que se demuestra que el activador es una enzima. * “La solución de formaldehido se obtiene tomando % c. c. de forma- lina del comercio que se diluye hasta 100 c. c., y mediante gotas de solución de carbonato de sodio se lleva al pH 7.8”. 101 A continuación y para finalizar, se demuestran las diferen- cias de potencial que se establecen entre una substancia oxidada y otra reducida. Para ello describiremos un sencillo experimen- to electrométrico de óxido-reducción. Experimento N.? 11. Demostración del potencial de óxido-reducción. Se impregnan con una solución saturada de cloruro de pota- sio las paredes de un vaso de porcelana porosa; en seguida se llena éste con hidrosulfito de sodio al 5%. El vaso poroso lleno de hidrosulfito se sumerje en una solución de cloruro férrico al 10%. Las soluciones quedan así en dos compartimentos en buena conexión eléctrica, y sin mezclarse. En cada uno de los compartimentos se introduce una lámi- na de oro (de 1 em? de superficie) y que se conecta a un milivol- tímetro (puede servir también un miliamperímetro suficiente- mente sensible). Se “constata la existencia de un potencial, y el pasaje de corriente eléctrica. Para una determinación exacta es indispensable el uso del método potenciométrico, con instrumental similar al que se usa para la determinación del pH. BIBLIOGRAFIA Bladergroen, W.—Chimie Physique Médicale. B. Wepf, Bále. 1943. p. 333. Fearon, W, R.—An Introduction to Biochemistry. C. V. Mosby Co., St. Louis. 1940. p. 325. Green, D.—Mechanism of Biological Oxidations. Cambridge Biological Studies. Cambridge University Press. 1941. Harrow, B.—Textbook of Biochemistry. W. B. Saunders Co., Philadelphia y London. 1943. p. 369. Heilbrun, L. V.—Tratado de Fisiología General. Imprenta Universitaria - de México. México. 1944. p. 367. Kollath, W., Stadler, P.—Ergebn. Physiol. 1939, 41, 808. Lenhartz, E.—Fisiología Química. Barcelona. M. Marín, 1942. p. 294, Stern, K.—Oxidation-reduction potentials. En “Medical Physics”. Edit, O. Glasser. The Year Book Publ., Chicago. 1944. p. 892. MONOGRAFIAS ESPECIALES: A Symposium on respiratory enzimes.—The University of Wisconsin Press. Madison. 1942. Perspectives in Biochemistry.—Edit. J, Needham and D. Green. University Press. Cambridge. 1939. Respiratory Enzymes.—Edit. Elvehjem and Wilson. Burgess Publ. Co. Min- neapolis. 1940. 102 t y DEL INSTITUTO DE BIOLOGIA de la Universidad de Chile Director: Prof. Dr. J. Noé Primera observación del parasitismo de pupas de Parasarcophaga barbata Thomson por el Pteromalidae Mormoniella vitripennis Walker (Comunicación Preliminar) (con 4 figuras) por Roberto Donoso Barros La observación de himenópteros parásitos de artrópodos y vegetales, es un hecho conocido en la literatura científica de casi todos los países. Numerosas familias del orden Himenópteros tienen como una de sus características más sobresalientes el desarrollarse sobre insectos o bien sobre vegetales. La mayoría de ellas perte- necen a los grupos Chalcidoidea e Ichneumonidae. La literatura nacional describe algunas especies parásitas y otras, sospechosas de serlo. En efecto, el Dr. Porter (5) en 1917, cita el Apanteles Brethesi (Hymenóptera-Braconidae) como probable entomófago, sin llegar a precisar su mesonero. Bréthes, (1) en 1917, determina el Anagrus Porteri (Hyme- nóptera-Mymaridae) de un ejemplar que le fué remitido por el Prof. Porter. A pesar que esta especie pertenece al grupo Chal- cidoidea de hábitos parasitarios, hasta el presente no conocemos su rol en la naturaleza. Posteriormente en 1926, el Dr. Bréthes (2) describe el Tetrastichus Riverai (Hymenóptera-Tetrastichidae), especie que se desarrolla parasitariamente en los capullos del - O Latrodectus mactans Fabricius. Al año siguiente este mismo autor, en otra comunicación da como nuevas para la ciencia diez especies fitófagas chilenas pertenecientes a diversas familias. 103 Durante el presente año, junto con comprobar por primera vez en Chile la presencia de Parasarcophaga barbata Thomson (Díptera-Sarcophagidae) y de su parasitismo al hombre, obser- vamos en los medios de cultivo la invasión de las pupas de estos Sarcophagidaes por un pequeño himenóptero. Interesados por conocer la especie, enviamos algunos ejem- plares al Dr. Gahan, especialista en este grupo de insectos, del Museo de Washington, quien la identificó como Mormoniella vitripennis Walker. Mormoniella vitripennis, es un pequeño himenóptero del gru- po Chalcidoidea, Fam. Pteromalidae, mide alrededor de 1,5 mm., de color verde negruzco con reflejos metálicos, patas casi trans- parentes. Es un parásito habitual de las pupas de un gran número de Dípteros, sin embargo su desarrollo sobre Parasarcophaga bar- bata Thomson, no era conocido, constituyendo ésta la primera observación al respecto. Esperamos en un tiempo más, completar este estudio hasta donde sea posible. RESUMEN Se da cuenta por primera vez del parasitismo de pupas de Parasarcophaga barbata Thomson, por el Pteromalidae Mormo- niella vitripennis Walker. Ambas especies son nuevas para la fauna entomológica de Chile. SUMMARY The author gives us information in a preliminary way of the first discovery of parasitism pupes of Parasarcophaga barbata, produced by the hymenoptera pteromalidae Mormoniella vitri- pennis. Both species are new in the Chilean entomological fauna. BIBLIOGRAFIA 1.—Bréthes, J.—Description d'un mimaridae (Hymenopteres) nouveau du Chili. Rev. Chil. Hist. Nat. 21 p. 82-84. 1917. [59] .—Bréthes, J.—Un nouveau tetrastichus (Chalcididae) parasite dans les nids de Latrodectus mactans. Rev. Chil, Hist. Nat, 30 p. 57-58, 1926. 3.—Bréthes, J.—Nouveaux hymenopteres parasites de Chili. Rev. Chil. Hist. Nat. 31 p. 194-200. 1927. 4.—Maxwell, L.—Manual of Entomology. Arnold Co. London. 1923. 5.—Porter, C.—Descripción de un nuevo bracónido, An. Zool, Aplic. IV. 3 p. 45-46, 1917. 104 demostrado así experimentalmente un caso de oxidación por pérdida de hidrógeno (deshidrogenación). El experimento siguiente nos servirá para ilustrar un caso de oxidación por pérdida de electrones. Experimento N.? 2. Oxidación por transferencia de electrones. Se toman dos tubos de ensayo y en cada uno se colocan 5 c. c. de agua destilada y dos gotas de cloruro férrico al 10%. A uno de los tubos se agrega 1 c. c. de solución de cloruro cuproso (CICu) y en seguida a ambos, dos gotas de SCNK al 10%. En los dos tubos deberíamos obtener el color rojo característico de las sales férricas; sin embargo constatamos que la coloración aparece sólo en uno de ellos. El tubo al cual se le agregó cloruro cuproso no da la reac- ción de las sales férricas. La reacción que se verifica en este caso es: Cl¿Fe + ClCu === Cl.Fe + Cl¿Cu Desde un punto de vista electrónico lo que ha pasado es lo siguiente: el átomo de cobre metálico contiene en su envoltu- ra 29 electrones, neutralizados por un número igual de cargas positivas que posee el núcleo. Si este átomo neutro pierde un Fig. 11 OXIDACION POR PERDIDA DE UN ELECTRON electrón, una carga positiva deja de estar neutralizada y tendre- mos el ión cobre monovalente. El ión cobre bivalente se obtiene por pérdida de un nuevo electrón, con lo cual quedan libres dos cargas positivas (Fig. 11). El ión cuproso para transformarse en cúprico pierde un electrón. Es este electrón que pierde el cloruro cuproso el que va a neutralizar a una de las tres cargas que tiene el ión férrico, con lo cual éste queda con dos cargas positivas, en vez de las tres que tenía, y por consiguiente se transforma en ión ferroso. e ea Se ve además, que el cloruro cuproso al reducir el cloruro férrico se oxida simultáneamente, pues de ión cuproso pasó a ecúprico. En el experimento anterior con el cloruro férrico hemos oxidado al cloruro cuproso. Veamos si esta sal férrica es capaz de oxidar también a otro sistema reducido. Experimento N.: 3. Transferencia de electrones al fierro, cromo y estaño. Se prepara en un tubo el leucoderivado del azul de metileno y se reparte en tres tubos de ensayo: a) Se agregan dos gotas de cloruro férrico; se obtiene la coloración azul. La misma oxidación que efectuamos con el oxí- geno del aire la hemos obtenido por intercambio electrónico. Nos preguntamos ahora si esta propiedad es exclusiva del fierro, o si hay otros metales con los cuales se podría repetir este experimento. Tabla N.* 3 POTENCIALES MEDIDOS CON ELECTRODO DE Pt Y REFERIDOS AL ELECTRODO NORMAL DE HIDROGENO (Según MICHAELIS) e Ñ a Fase oxidada | Fase reducida Temp .*C Potencial E 4 | - en Volts Substeancies reductoras SON Ssn**(Na0H) 18 -0.85 Y SOÍMCIN 25 -0.43 Ca (050 29 -0.40 V +tr+ | NS 25 S OO) PAGAR | PA 18 -0.06 RT Cu? 18 +0.18 Fe(Cn)e7 77 Healey 25 +0.41 Ste Fa+.+ 20) +0.74 HE Hg> aprox.18 +0.92 Es Jas 18 +1.21 MI Mn”> 12 +1.51 CENA Ce-r+>+ 17) +1.57 Mn+++ Mn+>+ 12 +1.58 | MA Mn++> 12 / +1.64 Cort» Co+* +1.76 ES | NR aprox.18 ES A IO A A A Substeancias oxidantes O 98 b) A una solución de leucoderivado agregaremos una gota de bicromato de potasio al 10%; reaparece el color azul. c) A otra muestra de leucoderivado agregaremos gotas de cloruro estánico; también reaparece la coloración. Consecuencia: El experimento resulta con cualquier metal capaz de ofrecer cambios de valencia (véase Tabla N.» 3). Vamos a estudiar en un nuevo experimento cómo se efectúa esta oxidación. Experimento N.: 4, Transferencia de electrones del fierro al cromo. 10 c. c. de solución reciente de sulfato ferroso al 5% se separa en dos tubos. 1) A 5c. c. de esta solución se agregan dos gotas de SONK al 2%, no hay coloración. 2) A los otros 5 c. c. se adicionan dos gotas de bicromato de potasio al 10% (Cr20/K>»), acidificado con ácido sulfúrico, y se añaden también dos gotas de SOCNK; hay cambio de color. Resultado :Hemos transformado la sal ferrosa, que no da coloración con el sulfocianuro, en una sal férrica, que da una “coloración roja con dicha substancia. La transferencia de elee- trones se hace de acuerdo con la siguiente ecuación: Le e O edi Experimento N.? 5.—Influencia de la temperatura. Veamos ahora la influencia de la temperatura sobre los fenómenos de óxido-reducción. La ecuación de Nernst se puede aplicar a cualquier reacción de óxido-reducción reversible del tipo [Ox=n+e===Red] y to- ma la forma: : RT | Red E — In nF Ox donde [Ox] representa la concentración de la forma oxidada y [Red] la concentración de la forma reducida. Al observar la fórmula se puede ver, que al variar la temperatura T, quedan- do constantes los demás factores, debe variar el potencial E y por consiguiente el equilibrio del sistema debe desplazarse. Esto se puede demostrar mediante los siguientes experimentos: A 10 c. c. de azul de metileno al 1 por mil se agrega 1 c. c. de NaOH N/10. Se calienta la solución casi a ebullición; en se- guida se adiciona gota a gota una solución de glucosa al 1% hasta obtener por reducción la decoloración de las soluciones. Tenemos así en el tubo un sistema óxido-reductor muy sensible, desplazado ligeramente en el sentido de la reducción (leuco- derivado). Es fácil constatar ahora, que basta enfriar el tubo, 99 sumergiéndolo en agua, para que reaparezca la forma oxidada azul. El fenómeno es reversible, y se puede hacer aparecer o desaparecer repetidas veces el color azul, calentando o enfriando el tubo. En la zona expuesta al aire la oxidación es acelerada por la presencia del oxígeno. Experimento N.? 6. Sobre la influencia de la acidez del medio (pH). Los iones de H+ al captar un electrón se descargan, que- dando el H al estado molecular. A su vez, el hidrógeno molecu- lar al transformarse en catión podrá reducir a otra substancia al cederle un electrón por cada átomo ionizado. Se produce así, según la ley de las masas, el equilibrio siguiente: (e) (H)”- Los iones de H— influyen pues directamente en la captación de electrones; por lo tanto, al variar su ca (pH), el equilibrio de óxido-reducción se desplaza. A 10 c. c. de solución muy diluída de a! (Rubin S) se agregan dos gotas de solución de NaOH N/10 y en seguida se calienta la solución. Después se agregan dos gotas de la solu- ción de glucosa y se observará la decoloración. La solución se divide ahora en dos fracciones. Con el objeto de desplazar el pH hacia el lado ácido se agrega una gota de CIH/N y se obtiene la recoloración de la solución. A la otra fracción se agrega una gota de Cl¿Fe; reaparece también el color primitivo de la fuesina. En ambos casos se llega a la oxidación de la fucsina redu- cida, debido a que el H? actúa como aceptador de los electrodos cedidos por la fucsina reducida; esta última se oxida (por pérdi- da de electrones) y el HT se transforma en H molecular. Iniciaremos ahora los experimentos con material biológico. Experimento N.: 7.—Demostración de oxidasa. Se hace un corte reciente en una papa (solanum tuberosum). En la superficie se coloca una gota de tintura de guayaco (solu- ción alcohólica reciente al 2%), que desempeña el rol de acep- tador de oxígeno. Se observará en los bordes el color azul de la resina oxidada, coloración que progresa lentamente hacia el cen- tro. Repítase el experimento con un trozo de papa hervido pre- viamente durante algunos minutos; no se observará la oxidación. Experimento N.? 8.—Existencia de peroxidasa. En dos cortes de rábano se vierten algunas gotas de tintura de guayaco. En uno se deja caer una gota de H.0; se observa instantáneamente el color azul y el desprendimiento de burbujas de oxígeno (esto último demuestra la presencia de una catalasa). Ny 100 El trozo —con la tintura de guayaco solamente— no se mo- difica en su coloración (ausencia de peróxido orgánico sobre el cual podría actuar la peroxidasa). El H,.0, no es capaz por sí solo de oxidar a la tintura de guayaco. Es interesante hacer notar, que la oxidación del gua- yaco también se consigue adicionando a la tintura algunas gotas de solución al 10% de Cl¿Fe. En este caso el Cl¿Fe hace las veces de aceptador de electrones; como se comprende es imposible realizar dicha oxidación con el Cl.Fe. Experimento N.: 9.—Presencia de catalasa. En un tubo de ensayo se colocan trozos de papa finamente cortados. Se adicionan de 1 c. c. de H20», observándose un mar- cado desprendimiento de burbujas (oxígeno), debido a la pre- sencia de una catalasa. Repítase lo mismo después de una breve cocción de los trocitos de patata; desaparece su propiedad de catalizador, por destrucción del fermento. También en la sangre se encuentra una catalasa, que se pue- de demostrar aún a diluciones al 1 por mil de ésta. Si se añaden a 5c.c. de sangre diluída diez gotas de H20 se observará un intenso burbujeo, debido al desprendimiento de oxígeno mo- lecular. Experimento N.: 10. Demostración de una deshidrogenasa. (Reacción de Schardinger). En la leche fresca existe una aldehido-deshidrogenasa, cuya presencia se puede demostrar por medio del experimento siguiente: Se dispone de dos tubos: A.—5 ce. e. de leche fresca + 0.5 c. c. de azul de metileno 0.4 por mil. B.—5 c. c. de leche fresca + 0.5 c. c. de azul de metile- no + 1 c. c. formaldehido 0.1 M. *. Después de algunos minutos se observa decoloración en el tubo B. El azul de metileno se ha reducido y el aldehido se oxidó pasando a ácido fórmico. (Az. Met.) + H:0 + HCHO = (Az. Met.) H. + HCOOH Se repite el experimento B hirviendo algunos minutos la leche; la reacción no se produce, con lo que se demuestra que el activador es una enzima. * “La solución de formaldehido se obtiene tomando % c. e. de forma- lina del comercio que se diluye hasta 100 c. c., y mediante gotas de solución de carbonato de sodio se lleva al pH 7.8”. . 101 A continuación y para finalizar, se demuestran las diferen- cias de potencial que se establecen entre una substancia oxidada y otra reducida. Para ello describiremos un sencillo experimen- to electrométrico de óxido-reducción. Experimento N.: 11. Demostración del potencial de óxido-reducción. Se impregnan con una solución saturada de cloruro de pota- sio las paredes de un vaso de porcelana porosa; en seguida se llena éste con hidrosulfito de sodio al 5%. El vaso poroso lleno de hidrosulfito se sumerje en una solución de cloruro' férrico al 10%. Las soluciones quedan así en dos compartimentos en buena conexión eléctrica, y sin mezclarse. En cada uno de los compartimentos se introduce una lámi- na de oro (de 1 cm? de superficie) y que se conecta a un milivol- tímetro (puede servir también un miliamperímetro suficiente- mente sensible). Se constata la existencia de un potencial, y el pasaje de corriente eléctrica. Para una determinación exacta es indispensable el uso del método potenciométrico, con instrumental similar al que se usa para la determinación del pH. BIBLIOGRAFIA Bladergroen, W.—Chimie Physique Médicale. B. Wepf, Bále. 1943, p. 333. Fearon, W, R.—An Introduction to Biochemistry. C. V. Mosby Co., St. Louis. 1940. p. 325. Green, D.—Mechanism of Biological Oxidations. Cambridge Biological Studies. Cambridge University Press. 1941. Harrow, B.—Textbook of Biochemistry. W. B. Saunders Co., Philadelphia y London. 1943. p. 369. Heilbrun, L. V.—Tratado de Fisiología General. Imprenta Universitaria de México. México. 1944. p. 367. Kollath, W., Stadler, P.—Ergebn. Physiol. 1939, 41, 808. Lenhartz, E.—Fisiología Química. Barcelona. M. Marín, 1942. p. 294. Stern, e ia potentials. En “Medical Physics”. Edit, O. Glasser. The Year Book Publ., Chicago. 1944. p. 892. MONOGRAFIAS ESPECIALES: A Symposium on respiratory enzimes.—The University of Wisconsin Press. Madison. 1942. Perspectives in Biochemistry.—Edit. J. Needham and D. Green. University Press. Cambridge. 1939, eapiratony Enzymes.—Edit. a and Wilson. Burgess Publ. Co. Min- neapolis. 1940. - 102 e a OA AA DEL INSTITUTO DE BIOLOGIA de la Universidad de Chile Director: Prof. Dr. J, Noé Primera observación del parasitismo de pupas de Parasarcophaga barbata Thomson por el Pteromalidae Mormoniella vitripennis Walker (Comunicación Preliminar) (con 4 figuras) por Roberto Donoso Barros La observación de himenópteros parásitos de artrópodos y vegetales, es un hecho conocido en la literatura científica de casi todos los países. Numerosas familias del orden Himenópteros tienen como una de sus características más sobresalientes el desarrollarse sobre insectos o bien sobre vegetales. La mayoría de ellas perte- necen a los grupos Chalcidoidea e Ichneumonidae. La literatura nacional describe algunas especies parásitas y otras, sospechosas de serlo. En efecto, el Dr. Porter (5) en 1917, cita el Apanteles Brethesi (Hymenóptera-Braconidae) como probable entomófago, sin llegar a precisar su mesonero. Bréthes, (1) en 1917, determina el Anagrus Porteri (Hyme- nóptera-Mymaridae) de un ejemplar que le fué remitido por el Prof. Porter. A pesar que esta especie pertenece al grupo Chal- cidoidea de hábitos parasitarios, hasta el presente no conocemos su rol en la naturaleza. Posteriormente en 1926, el Dr. Bréthes (2) describe el Tetrastichus Riverai (Hymenóptera-Tetrastichidae), especie que se desarrolla parasitariamente en los capullos del arácnido Latrodectus mactans Fabricius. Al año siguiente este mismo autor, en otra comunicación da como nuevas para la ciencia diez especies fitófagas chilenas pertenecientes a diversas familias. 103 Durante el presente año, junto con comprobar por primera vez en Chile la presencia de Parasarcophaga barbata Thomson (Díptera-Sarcophagidae) y de su parasitismo al hombre, obser- vamos en los medios de cultivo la invasión de las pupas de estos Sarcophagidaes por un pequeño himenóptero. Interesados por conocer la especie, enviamos algunos ejem- plares al Dr. Gahan, especialista en este grupo de insectos, del Museo de Washington, quien la identificó como Mormoniella vitripennis Walker. Mormoniella vitripennis, es un pequeño himenóptero del gru- po Chalcidoidea, Fam. Pteromalidae, mide alrededor de 1,5 mm., de color verde negruzco con reflejos metálicos, patas casi trans- parentes. Es un parásito habitual de las pupas de un gran número de Dípteros, sin embargo su desarrollo sobre Parasarcophaga bar- bata Thomson, no era conocido, constituyendo ésta la primera observación al respecto. Esperamos en un tiempo más, completar este estudio hasta donde sea posible. RESUMEN Se da cuenta por primera vez del parasitismo de pupas de Parasarcophaga barbata Thomson, por el Pteromalidae Mormo- niella vitripennis Walker. Ambas especies son nuevas para la fauna entomológica de Chile. SUMMARY The author gives us information in a preliminary way of the first discovery of parasitism pupes of Parasarcophaga barbata, produced by the hymenoptera pteromalidae Mormoniella vitri- pennis. Both species are new in the Chilean entomological fauna. BIBLIOGRAFIA 1.—Bréthes, J.—Description d'un mimaridae (Hymenopteres) nouveau du Chili. Rev. Chil. Hist, Nat. 21 p. 82-84. 1917. [99) .—Bréthes, J.—Un nouveau tetrastichus (Chalcididae) parasite dans les nids de Latrodeetus mactans. Rev. Chii, Hist. Nat. 30 p. 57-58. 1926. 3.—Bréthes, J.—Nouveaux hymenopteres parasites de Chili. Rev. Chil. Hist. Nat. 31 p. 194-200. 1927. 4.—Maxwell, L.—Manual of Entomology. Arnold Co. London. 1923. 5.—Porter, C.—Descripción de un nuevo bracónido, An. Zool. Apio, IV. 3 p. 45-46, 1917. 104 Mormoniella vitripennis. Microfotografía (23 aumentos). Ej. Hembra. Mormonie!la vitripennis. Ninfa a Mormoniella vitripennis. Adulto. término. (Dibujada con cámara clara, (Dibujada con cámara clara, aumentada 40 veces). aumentada 40 veces). Mormoniella vitripennis. Alas (dibujada con cámara clara, aumentada 40 veces). Breves consideraciones acerca de una obra de Helmut Schwabe sobre fuentes termales y minerales (“Umraumfremde (Quellen, Beitráge zur Lebensraumkunde”) por Francisco Behn Dada la importancia que tiene para nuestra biología nacional, estimamos de interés dar a conocer en breves palabras la apari- ción de una obra del Dr. Helmut Schwabe, publicada en Shangai (editor Max Noessler; Mitt. d. D. Gesellsch. f. Natur- und Vólkerkunde Ostasiens, Suppl. Bd. XXI) y titulada “Umraum- fremde Quellen, Beitráge zur Lebensraumkunde”. Se trata de un texto de no menos de 300 páginas, con 99 fi- guras y 26 fotografías, que en su mayor parte se basa en obser- vaciones realizadas en fuentes termales chilenas. Las investi- gaciones del autor se refieren tanto a problemas hidrológicos e hidrográficos, como a cuestiones ecológicas. Trae, además, el libro una serie de investigaciones realizadas en fuentes termales y minerales del Japón entre los años 1941 y 1943, como así mismo datos complementarios referentes a trabajos del mismo autor, basados en estudios de fuentes termales de Islandia. En cuanto a Chile son consideradas especialmente las aguas de Puyehue, Lo Valdés, Puerto Puyuhuapo (Aysén), Llancahue, Baños Can- delaria (Reloncaví), Lago Rupanco, Río Chanleufu, Chacabuco, Jahuel, Los Pozos (Coquimbo) y Los Socos (Coquimbo). Trae igualmente la obra un apéndice con una lista de 136 lugares chilenos en que afloran aguas termales y minerales. Fuera de dar resultados de valor únicamente científico, el autor proporciona una serie de indicaciones de interés práctico, tanto para el aprovechamiento técnico de las fuentes estudiadas, 105 como para su aplicación terapéutica. Cabe hacer resaltar las interesantes conclusiones a las cuales llega el autor para expli- car el origen y la estructura del pantano termal de Puyehue y que se refieren a la génesis de los valiosos barros termales. En el capítulo referente a los baños de Lo Valdés es desarrollada una fórmula de interés para el técnico, pues ella permite calcular con gran precisión la temperatura de una corriente subterránea con sólo practicar unas pocas mediciones en los sitios en que aflora espontáneamente, complementadas con datos obtenidos por análisis químico de sus aguas (dichos análisis fueron prac- ticados por Oberhauser, en Santiago de Chile). De lo expuesto resulta que se trata de un procedimiento que permite obtener una idea clara acerca de la temperatura que tendrá un agua ex- traída por sondaje, antes de realizar las costosas perforaciones necesarias para obtenerla por esta vía. Los datos del autor refe- rentes a sus estudios hechos en el Japón indican en especial y en forma muy clara la importancia que tienen las substancias que aparecen en cantidades infinitesimales para el quimismo particular de ciertas aguas. Sigue luego un capítulo detallado referente a las condiciones térmicas de las aguas termales en relación con factores metereológicos y dependientes del agua subterránea. También en esta parte se encuentran numerosas indicaciones de utilidad práctica para el técnico. En las inves- tigaciones sobre formación de precipitados (“Sinterbildung”) se pone de relieve el carácter físico y químicamente lábil de las aguas de valor terapéutico. La parte más importante del libro es, sin duda, la que se refiere a cuestiones biológico-ecológicas. Se trata de un capítu- lo muy digno de ser considerado por el médico balneólogo y en muchos puntos también por el médico práctico. En vista de que las cianofíceas constituyen los organismos vivos más caracterís- -ticos y más difundidos por las aguas minerales de toda la tierra, resulta inevitable que sean consideradas en primer lugar para caracterizar tales aguas. Ya la sola lista de 134 especies de cianofíceas contiene numerosas observaciones especiales que per- miten determinar las diferentes posibilidades de aplicación tera- péutica de las distintas aguas minerales y termales. En un ca- pítulo aparte son tratados los tipos biológicos de ciertas fuentes, que resultan del estudio de la flora de algas. El capítulo final proporciona un amplio resumen de nuestros conocimientos actua- les acerca del tema tratado. Cabe, finalmente, dejar constancia que a raíz de los resul- tados científicos publicados en la obra en referencia, su autor el Dr. Helmut Schwabe fué nombrado, a partir del 1.2 de Enero de 1947, Profesor Extraordinario de la “Chinese National Uni- versity of Taipeh” en Formosa, encomendándosele especialmen- te profundizar sus estudios en lo que se refiere al aprovechamien- to práctico de sus observacoines científicas. Le fué encomendado igualmente preocuparse del estudio de la exquisita sensibilidad que muestran algunas cianofíceas frente a la presencia de can- tidades infinitesimales de una serie de substancias orgánicas e inorgánicas. 106 INDICE Behn, F.—“Contribución al estudio del Buteo ventralis Gould”.... Gunckel, H.—“Breves anotaciones sobre varias plantas andinas de lares nider la Araucania Salas Pfister, A—-““La Juelia subterránea Aspl. Una nueva especie vegetal IA CA A A A Genzález, E.—“Contribución al estudio de las calcificaciones pulpares” Martínez, H.—“Contribución al estudio anátomo-patológico de la ECUMONMANNan til ei leia as ade adora lara DIS SS) oe a a apa Andrade, A.—“Contribución histopatológica a la colecistitis”........ Giúnther, B. y Poch, E—-“Oxidaciones biológicas. Intreducción teórica Maa tn A AS AO SN o AE Donoso, B. R.—“Primera observación del parasitismo de pupas de Parasarcophaga barbata Thomson por el Pteromalidae Mor- aomiellaVitripennis. Walker. cai ais oe alejo lao lee Behn, F.—“Breves consideraciones acerca de una obra de Helmut Schwabe sobre fuentes termales y minerales”. ....ooooo..o.. 11 ¿ls 29 59 103 1 ey ri E E E M 0% y ee BOLETIN DE LA SOCIEDAD DE BIOLOGIA DE CONCEPCION: (CHILE) Bol. Soc. Blol. Concepción (Chile) CANJE - Deseamos establecer Canje con todas las Revistas similares, We wish to establish exchange with all similar Reviews. Wir wúnschen den Austausch mit allen áhnlichen Zeitschriften. On désire établir l'échange avec toutes les Revues similaires, Dirigir correspondencia al BIBLIOTECARIO: Prof. Dr. Carlos Henckel, Concepción (Chile). Casilla 29